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Spanish Pages [127] Year 2018
ANTONIO POMBO SÁNCHEZ
LA DERROTA DE LA RAZÓN Janusz Korczak: médico, educador y mártir
Colección Caleidoscopio
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Créditos Título original: La derrota de la razón − Janusz Korczak: médico, educador y mártir © Antonio Pombo Sánchez, 2017 © De esta edición: Pensódromo 21, 2017 Diseño de cubierta: Pensódromo Imagen de cubierta: © Korczakianum: Janusz Korczak, año 1938/39. Editor: Henry Odell - [email protected] Esta obra se publica bajo el sello de Xoroi Edicions. ISBN rústica: 978-84-947050-1-4 ISBN ebook: 978-84-947050-2-1 Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra sólo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar, escanear o hacer copias digitales de algún fragmento de esta obra.
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A mi padre y a mi madre, que supieron ejercer la función paterna y materna. Y a mi hermano. In Memoriam Ellos me enseñaron a pensar y a ser…
A mis tres canarios, que también son judíos.
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A la Fundación Memoria del Holocausto, de Buenos Aires, a la que cedo mis derechos de autor. Humilde homenaje a la insigne figura del Dr. Janusz Korczak, a los doscientos niños del orfanato y a todas las víctimas del Holocausto. Mi agradecimiento al Centro de documentación y archivos Korczakianum, del Museo Histórico de Varsovia; y a su directora, doña Marta Ciesielska, por la cesión de las fotografías que acompañan el texto. Mi gratitud y consideración a la familia de don Jaime Vándor, por su amable disposición para la inclusión en el texto de fragmentos del poema Nunca Korczak llegó a Jerusalén. Y a don Carlos Morales, editor del poema en la editorial El toro de barro, por su conformidad y compromiso.
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A Yolanda, por tantos motivos. Tú ya sabes. Con toda mi querencia. A Iago, ¡qué contento estaría Korczak contigo! A la doctora Encarnación Martínez. Nunca olvidaré aquellas palabras, más dulces que la dulzura, de aquel diciembre de 2015. A Xosé Manuel Vilaboa, catedrático y bibliófilo, por su ayuda en la búsqueda bibliográfica y, sobre todo, por su fraternal amistad. A Manolo y a Fernando, de la Librería Gallaecia Liber, mis libreros en Compostela. Siempre dispuestos a ofrecerme buenos libros. A Salvador Foraster Rovira, librero, editor y amigo, por su disposición para la edición de este texto.
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Para mi profundo desagrado, he sido testigo de la más terrible derrota de la razón y del más enfervorizado triunfo de la brutalidad; […] nunca jamás sufrió una generación tal hecatombe moral, y desde tamaña altura espiritual, como la que ha vivido la nuestra. Stefan Zweig. El mundo de ayer.
Mi vocabulario es demasiado pobre para describir la enormidad de semejante aniquilamiento de un pueblo. SH. Frank, Diario del gueto de Lodz, 1942.
No hay historia más difícil de contar en toda la Historia de la Humanidad. H. Arendt, La imagen del infierno, 1946.
La razón humana es una lucecita muy pequeña, pero maldito el que la apague. Prof. Dr. Sigmund Freud.
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Ellos, los niños judíos, fueron los primeros en sucumbir; todos ellos, en su mayor parte sin padre ni madre. Niños devorados por el frío, el hambre y los piojos; santos mesías santificados en penurias… ¡Oh, díganme! ¿Por qué este castigo? ¿Por qué en tiempos de matanza ellos pagaron al mal, antes que nadie, el mayor precio? Itsjok Katzenelson, El canto del pueblo judío asesinado. Sexto Canto: Los primeros, 14
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Índice Unas palabras de gratitud y de entusiasmo para un libro justo y necesario, por Xesús Alonso Montero Janusz Korczak: el absoluto del bien, por Alberto Sucasas Carta al doctor Janusz Korczak Henryk Goldszmit (Janusz Korczak) - Su vida El origen del seudónimo Janusz Korczak El gueto de Varsovia - Resumen de su historia Dom Sierot [La Casa del huérfano] y su pedagogía Los derechos del niño El Diario del gueto - Su odisea Memoria y herencia de Janusz Korczak Nunca Korczak llegó a Jerusalén: Un poema de Jaime Vándor (Fragmentos) Relación cronológica de sus obras
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Unas palabras de gratitud y de entusiasmo para un libro justo y necesario Hay un episodio en la vida de Janusz Korczak que debería figurar en la antología de hechos que honran la historia de la humanidad, una historia tan pródiga en acontecimientos atroces o innobles. En realidad, yo no sé muy bien qué otros hechos tienen derecho a figurar en ese firmamento de actos como el protagonizado por este heroico ciudadano en las horas finales de su existencia al frente de doscientos niños judíos en la Polonia de 1942 dominada y aterrorizada por la brutalidad y la inmisericordia del nazismo. Se comprende que el Estado de Israel lo considere, desde hace tiempo, como uno de los «treinta y seis justos de la Tierra». Sin personas así nuestro planeta se desplomaría, se hundiría. Sabemos por Antonio Pombo Sánchez, el autor del presente libro, que existen en el mundo veintitrés asociaciones cuya misión es honrar el nombre de Janusz Korczak, ninguna de ellas española, lo que prueba el desconocimiento (o el escasísimo conocimiento) en nuestro país de su vida y de su obra intelectual: de su heroica y fértil vida y de su polifacética e intensa obra intelectual. Su nombre de pediatra y de escritor es conocido y admirado, cuando no venerado, en bastantes países desde hace no pocas décadas. Se trata de un escritor y de un médico que fueron siempre la expresión cabal de un espíritu humano donde toda generosidad y toda solidaridad tenían su asiento. Es cierto que en España, en Cuenca (en el año 2002), se publicó el extenso poema de Jaime Vándor, Nunca Korczak llegó a Jerusalén, homenaje casi épico a su prodigiosa y abnegada biografía. Entre los aciertos del libro de Antonio Pombo Sánchez está el de ofrecernos unos cuantos fragmentos muy significativos de esta magistral oda, escrita en 1978, centenario del nacimiento de Janusz Korczak, por Vándor, en Barcelona, donde fue profesor de estudios hebreos (había nacido en Viena en 1933 de donde huyó su familia, judía, al producirse la anexión de Austria por Alemania. Son datos que no nos omite el autor de este libro).
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Sobre el pediatra polaco de estirpe judía existe, desde hace tiempo, una bibliografía extensa y valiosa en varios idiomas; también una interesante filmografía. Desde hoy, los estudios sobre tan importante personalidad intelectual y moral se enriquecen con este libro del doctor Antonio Pombo Sánchez, pediatra como su biografiado. No es el presente volumen una biografía que investigue aspectos poco estudiados o que resalte facetas, en el protagonista, no tenidas en cuenta por biógrafos o estudiosos anteriores. Este libro es una síntesis, muy pedagógica, de los trabajos y de los días de Korczak, escrita por quien, deslumbrado moralmente por su biografía, leyó con avidez cuantas páginas valiosas se publicaron sobre él, seleccionó las más sugestivas y construyó para los lectores españoles un relato que nos da noticia inteligente, precisa y fervorosa de tan excelsa personalidad. Libros como este, cuando finalizamos su lectura, nos producen solo gratitud, inmensa gratitud. En realidad, Janusz Korczak se llamaba Henryk Goldszmit, nacido en Varsovia el 22 de julio de 1878 o 1879 (duda cronológica aún no resuelta por los especialistas). Con ese nombre, con su nombre, firmó siempre sus trabajos de tema médico, pero los de tema educativo aparecieron firmados por Janusz Korczak, seudónimo que también utilizó para los textos de creación literaria, territorio donde las novelas y los relatos, nunca ajenos a sus hondas preocupaciones pedagógicas, constituyen un capítulo relevante de su bibliografía. El niño, la educación de los niños, fue su permanente obsesión tanto en sus páginas profesionales y literarias como en su praxis de médico y pedagogo al frente de instituciones centradas en la infancia. Los niños estarán muy presentes desde que era joven tanto en sus preocupaciones de ciudadano como en sus reflexiones de socialista, consciente de que los niños eran muy poco estudiosos, y los pobres mucho menos asistidos. En una época en que tanto se hablaba de la opresión del proletariado, Korczak trataba de hacer ver «que habría que liberar al niño de la opresión a la que lo someten los adultos», como nos recuerda muy oportunamente Antonio Pombo en su trabajo en el capítulo «Su vida». Es precisamente en este capítulo donde Pombo reproduce unas palabras del propio Korczak sobre la niñez, siempre problemática, que son un tratado de sociología infantil: pero «es mucho peor ser un niño judío, pobre y huérfano». Niños judíos hambrientos y atemorizados son los que Korczak tuvo que cuidar, asistir y proteger, desde 1940, en el gueto de Varsovia, en aquel dantesco espacio diseñado por la maquinaria represiva nazi, los nuevos ocupantes de Polonia manu militari. Korczak,
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que dirigía, antes de la invasión del país, el Asilo de Huérfanos Judíos, no los abandona un momento cuando son confinados en el siniestro gueto. Por cierto, aún tuvo fuerzas, ya antes del gueto, para oponerse a una práctica ignominiosa impuesta por los invasores nazis: se negó a llevar el brazalete con la estrella de David. El 5 de agosto de 1942, cuando las autoridades del gueto decretaron el éxodo de los niños judíos con destino a las cámaras de gas de Treblinka, el ciudadano y pedagogo Janusz Korczak protagoniza su gesta más grandiosa, que algunos contemporáneos, con más o menos precisión, han contado conmovidos. Antonio Pombo, que ha leído todos estos relatos, nos ha seleccionado algunos que son magistrales. Comienza con el firmado por Anna Miesztowska, quien se lo oyó a la propia Irena Sendler, que «fue testigo de la trágica procesión de Janusz Korczak acompañando a los doscientos niños hasta el tren que los llevaría camino de la muerte»: Janusz Korczak estaba ya muy enfermo, pero mantenía la cabeza alta, sin dar muestras de temor, aparentemente tranquilo. Subió al tren por la parte de delante. Llevaba al más pequeño en brazos y a otro de la mano. […] Los niños no sabrían nada hasta el momento en que las manos asesinas de los criminales alemanes cerraron las puertas con destino a Treblinka. Allí morirían. Los niños no conocerían la verdad hasta el último momento… Y los chiquillos ni siquiera se imaginan que están a punto de morir.
Días antes, en el gueto, Korczak hizo representar una obra de Rabindranath Tagore, El cartero del rey, obra con final feliz pues siempre puede llegar una carta del soberano invitando a los niños a un país hermoso en que fuesen libres y dichosos. Por eso Irena Sendler comenta: Asistí a la representación. Y no sé cómo no se me rompió el corazón cuando vi en la calle el grupo de pequeños que, obedientes, caminaban hacia la muerte mientras escuchaban atentos las palabras de ánimo del viejo doctor.
Cuenta Mary Berg que Korczak «fue obligado a contemplar las ejecuciones y que, finalmente, también él fue asesinado». Otros cronistas nos informan de que las autoridades nazis lo instaron a que no acompañase a los niños, a sus niños. Uno de ellos, Marc Turkow, nos dejó este testimonio: El jefe nazi se acercó al Dr. Korczak y le dijo que no tenía obligación de acompañar a los niños. Pero el doctor apartó al verdugo nazi del grupo de niños gritándole: «¡Fuera de aquí, hijo de perra, no nos
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moleste!… ¿Acaso no ve con qué alegría los niños judíos van al encuentro con la muerte?» Y, ayudando a los niños a entrar en el vagón, subió él también junto con los últimos de ellos.
Supongo que esta escena inspira estos cuatro versos de Jaime Vándor: Y en la corte celestial, ¿que cantarán los niños? No loan al Creador, no exaltan la alegría, magnifican al Sumo Doctor Consolador.
Nuestro biógrafo, Antonio Pombo Sánchez, impresionado por el gesto de Janusz Korczak —un gesto que es una gesta— nos ofrece otras versiones de ese heroico final, coincidentes todas en lo substancial. No conozco otros trabajos del pediatra compostelano Antonio Pombo, aunque sé que ha publicado notables artículos sobre temas de su especialidad en revistas médicas y actas de congresos. A la figura de Janusz Korczak se ha acercado desde su condición de humanista, especialmente motivado —supongo— por el hecho de abordar la biografía de quien fue un colega de profesión. Yo, que sabía muy poco de tan excelsa personalidad, le debo a Antonio estas magníficas páginas y el rigor y la pasión que ha puesto en ellas. Estoy plenamente convencido de que centenares y centenares de lectores en España agradecerán este libro, este substancioso y pedagógico manual sobre Janusz Korczak, escrito siempre con decoro literario y con elocuente fervor. También el título invita a la lectura: Janusz Korczak: médico, educador y mártir.
Xesús Alonso Montero Catedrático emérito de la Universidad de Santiago de Compostela y expresidente de la Real Academia Galega. Vigo, mayo, 2017
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Janusz Korczak: el absoluto del bien Varsovia, 5 de agosto de 1942. Las calles de la ciudad polaca, a la sazón capital universal de la infamia, fueron ese día escenario de una extraña comitiva. No porque los desplazamientos masivos del gueto a la plaza de transbordos (Umschlagplatz), desde donde la población judía de Varsovia era enviada a los campos de la muerte, fueran por entonces algo inhabitual; muy al contrario, en el verano de 1942 se llevó a cabo, en menos de dos meses, una vasta operación cuyos diseñadores, los victimarios nazis, bautizaron como Grosse Umsiedlungsaktion (Gran acción de realojamiento). Con esa expresión, en la que confluyen el eufemismo encubridor de la barbarie y el sarcasmo de la jerga administrativa del III Reich, se nombraba la deportación masiva de la población superviviente del gueto. Su destino eran los campos de exterminio de Treblinka y, en menor medida, Majdanek. Más de un cuarto de millón de hombres, mujeres y niños judíos fueron allí gaseados e incinerados entre los meses de julio y septiembre. La peculiaridad del grupo al que aludimos consistía en que lo integraban más de doscientos niños huérfanos que, acompañados por los responsables del orfanato, recorrían las calles varsovianas convencidos de iniciar sus vacaciones estivales en el campo. Al frente de la fatídica expedición, el doctor Janusz Korczak, responsable de la institución, llevaba en sus brazos a uno de los pequeños y mantenía la ficción vacacional, haciendo que los huérfanos entonasen canciones mientras se encaminaban a una muerte ignominiosa. No le faltaron a Korczak, médico y pedagogo, oportunidades de salvar su vida, evitando la deportación ferroviaria. Las desechó una tras otra; incluso en los momentos finales, cuando un comandante nazi se acerca a él para recordarle que no había motivo para que compartiese el destino de los niños, la réplica es contundente: «¡Fuera de aquí, hijo de perra, no nos moleste!… ¿Acaso no ve con qué alegría los niños judíos van al encuentro de la muerte?» Quien pronunciaba esas palabras era un sexagenario, cuya quebrantada salud («su cuerpo estaba arruinado: le fallaba el corazón, tenía las piernas hinchadas, la vesícula
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biliar enferma, pleuresía y una hernia», resume Antonio Pombo al evocar el estado de Korczak durante sus últimos meses de vida) no le impidió oponer al poder omnímodo del oficial SS el mandato irreductible de su conciencia moral. Otros gestos similares precedieron a ese alegato final: sufrió detención y encarcelamiento por exigir a la Gestapo la devolución de un cargamento de patatas destinado a la alimentación de los huérfanos; insistente negativa a portar en el brazo el brazalete con la estrella de David, signo del oprobio. Diríase que su vida, bajo la ocupación nazi de Polonia, consistió en entonar, de forma ininterrumpida, un non serviam. En un testimonio recogido en el libro se dice: «Como médico, Korczak animaba a las personas que atendía a luchar por su vida, a no rendirse; para él la recuperación de cada enfermo era una victoria sobre Hitler. Consideraba la lucha por la vida como una batalla personal contra el enemigo.» Resistencia no violenta ante la barbarie: sin recurrir a las armas, Korczak supo articular otro frente de batalla; su objetivo, en irreductible hostilidad al primado de la muerte que el nacionalsocialismo encarnó, no era otro que la preservación de la vida. Más allá de la supervivencia animal, el imperativo de custodiar la dignidad inherente a la condición humana, por mucho que los verdugos se empeñasen en arrebatársela al judío. Pero, ¿cómo le fue posible mantener esa actitud en una situación extrema, de absoluto desvalimiento y abandono, personal y colectivo? Pombo remite, certeramente, a la única respuesta posible: la ejemplar conducta de Korczak únicamente pudo alimentarse de la energía, insignificante desde la perspectiva de victimario, pero absoluta en el espíritu del resistente, que proviene de la conciencia moral. En eso consistió su vida, hecha a partes iguales del reconocimiento lúcido del imperio del mal y del innegociable compromiso con el bien. La de Korczak fue, de un extremo a otro, una vida moral: Personas que tuvieron el honor de conocerle, dijeron que su vida estuvo jalonada por decisiones morales, ¿cómo entender si no su decisión de hacerse médico de niños, abandonar después el hospital y su consulta para ocuparse de los huérfanos pobres y vivir con ellos, primero en el orfanato y después en el gueto, y acompañarlos a Treblinka para reconfortarlos con su presencia? En esa medida, su figura se suma a la de un excelso panteón ético que el imaginario secular de Occidente celebra como el más valioso de sus legados: Sócrates defendiendo sin fisura alguna su inocencia ante el tribunal ateniense que le condenó a muerte; Jesús de Nazaret sufriendo el suplicio sin abdicar del ideario no violento que predicó; o el Tomás Moro que, a punto de ser decapitado por no someter el criterio de su conciencia al
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arbitrio de la corona, todavía aporta una lección moral expresada con humor (habría dicho al verdugo: «Le ruego que me ayude a subir, porque, para bajar, me las arreglaré por mí mismo»). En un ensayo biográfico sobre el médico y pedagogo judeo-polaco, Bruno Bettelheim equipara dos personalidades contemporáneas que materializaron, en las condiciones más difíciles (en ambos casos, renunciaron voluntariamente a su vida para acompañar —es el caso de Korczak— o sustituir —eso hizo Maximilian Kolbe, sacerdote franciscano— a víctimas de la barbarie nazi), la resistencia ante el mal.1 Resistencia ética, sin duda, pero que nos sitúa más allá de lo que el estricto sentido del deber puede exigir. Con su trayectoria vital, Korczak ejemplifica, paradigmáticamente, la grandeza del acto supererogatorio, que lleva la adhesión al bien a un nivel de intensidad tal que solo acertamos a calificarlo como sublime. Con otras palabras, hay vidas, y la del pedagogo polaco indudablemente se cuenta entre ellas, cuyo sentido solo puede resumirse así: el absoluto del bien. El corpus de la literatura concentracionaria, que Antonio Pombo conoce con detalle, nos ha acostumbrado a condensar la experiencia atroz de los campos nazis en la degradación, sin límites, de lo humano. La acción victimaria no se limitó a vulnerar la dignidad del deportado judío, en un sistema de humillaciones e ignominias sin cuento, para finalmente entregarlo a la asfixia de las cámaras de gas y al aniquilante resplandor de los hornos crematorios; también fue capaz de erosionar la conciencia moral de las víctimas hasta convertirlas en cómplices involuntarios de sus verdugos. El campo deseca los afectos, pero también diluye las distinciones morales en función del imperativo, ese sí categórico, de supervivencia («un día más», tal era la ley del Lager según el testimonio de quienes lograron sobrevivirle). La deshumanización, en suma, no solo se ensañó con los cuerpos, también supo hacer mella en los espíritus, hasta vaciarlos de toda sustancia moral. A Primo Levi debemos, en la tercera entrega de su trilogía concentracionaria (Los hundidos y los salvados), el impagable concepto de «zona gris» cuyo valor heurístico para dar cuenta del infierno nazi es irrenunciable. Pero, si ofrecer una versión sublimada o idealizada de la condición del deportado (como si cada uno de ellos hubiera sido capaz de mantener hasta el final sus convicciones, dejando que su cuerpo sufriese una violencia sistemática que, sin embargo, dejaba intacto su tejido moral) constituye una tentación a la que debemos renunciar, sin por ello formular ninguna condena sobre quienes no supieron resistirse al poderío del Mal (Levi es, una vez más, quien mejor nos alerta contra ello),
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no menos cierto es que debemos recordar y transmitir las existencias luminosas que, aunque efímeramente, proyectaron destellos en la noche de Auschwitz. Esa es la tarea magistralmente realizada por Antonio Pombo en este libro: devolvernos el contraste (a fin de cuentas, el claroscuro de lo humano) entre la Noche del exterminio nazi y la Luz que, pese a todo, algunas figuras derramaron sobre las tinieblas. Sin por ello anularlas: de haber sido así, los victimarios hubieran sido derrotados, mientras que, como constata el título de la obra, con Korczak asistimos a una dolorosa derrota de la razón. El duelo atraviesa todo el texto, sin duda, pero a la par se abre camino en él una lección de humanidad… definitiva. La vida de Janusz Korczak, viene a decirnos Pombo, nos recuerda que incluso cuando los amos de lo inhumano imponen su ley puede resplandecer el brillo de una humanidad que resiste al mal… aunque al final le aguarde el Zyklon B y los crematorios. A nosotros, que venimos después, se nos encomienda recordarlo. Y La derrota de la razón - Janusz Korczak, médico, educador y mártir, ha sabido hacerlo con honestidad y rigor. Por momentos, el autor no oculta la afinidad o simpatía que le une a su biografiado, con quien comparte estatus profesional (Antonio Pombo ha dedicado su vida al ejercicio de la medicina, como pediatra y psicoterapeuta). Incluso, en un pasaje confidencial, reconoce en él una presencia tutelar: «Cuántas veces, en mi ejercicio profesional, me pregunté en silencio: ¿qué pensaría, qué diría, qué haría el doctor Korczak en este caso?» Ese diálogo íntimo entre el pedagogo de Varsovia y el pediatra gallego nació del visionado de un filme: Korczak (1990), película polaca de Andrzej Wajda. De hecho, una imagen, imborrable icono del horror, presidió el encuentro: «la macabra procesión de los niños del orfanato acompañados por la digna e impresionante figura de su persona [la de Korczak] caminando hacia el tren que los llevaría a la muerte». Ese elemento empático explica que la obra arranque con una «Carta al doctor Janusz Korczak». No obstante, erraría el lector que, a partir de lo dicho, conjeturase que el libro de Pombo adopta un tono sentimental que, mediando la retórica de lo hagiográfico, exalta al biografiado y fuerza al lector a la admiración, incluso a la identificación con él. Sin duda, las páginas de la obra expresan reconocimiento y devoción, pero no lo logran por la vía fácil del pathos emocional, sino por el camino, a la postre mucho más intenso y veraz, del rigor en la evocación. Y de la conciencia de los límites que afectan a aquella, dado que en la personalidad de Korczak «su vida y su pensamiento constituyen una unidad tan
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asombrosa y sublime que, en determinados momentos, parecen inabarcables.» Respetar una vida ejemplar no ha de pasar necesariamente por su apología novelesca; más aún, cuanto más grande es aquella, menos necesita de aditamentos retóricos o excesos sentimentales. También a este respecto la deontología del testigo trazada por Levi sigue siendo paradigmática: no exaltarse ante la descripción del horror ni dejarse llevar por la deriva de los afectos sobreexcitados; contener más bien el tono y, con el máximo rigor, ceñirse al archivo detallado de los hechos, pues en el ámbito de lo concentracionario el acontecimiento desnudo es por sí solo tan extremo que no necesita de elocuencia alguna. Ese ascetismo de la escritura es fiel, por lo demás, al legado de Korczak, quien habría enunciado en los siguientes términos su pasión por la objetividad: «El que reúne los hechos y colecciona los documentos, adquiere material para una discusión objetiva, libre de reflejos emocionales y sin fundamento». Korczak delineó por anticipado la metodología subyacente a la escritura de Pombo: dejar que los hechos hablen por sí mismos; limitarse a su registro veraz y permitir que, sin auxilio externo, transmitan su lección. La de un hombre extraordinario cuyas múltiples facetas explora La derrota de la razón (título que, dicho sea de paso, homenajea a Stefan Zweig, extrayendo el sintagma de un pasaje del imprescindible ejercicio memorialista que, desde el ojo del huracán, nos brinda El mundo de ayer). Naturalmente, el itinerario biográfico que culmina, levinasiamente, en un morir con y por el otro, en el caso de Korczak los huérfanos condenados a la ignominiosa muerte por asfixia en las cámaras de gas de Treblinka.2 Pero el trágico final no agota la inmensa significación ética de una trayectoria vital atravesada, en su integridad, por el inquebrantable compromiso con un ideario. El propio Korczak era muy consciente de la diferencia entre heroísmo episódico, aunque acontezca en la hora de la muerte, y continuidad de una vida consagrada a la práctica del Bien. Pombo cita estas palabras de una carta fechada el 27 de enero de 1928: «Lo más fácil es morir por una idea, ¡qué linda película!: él cae con el pecho agujereado por las balas, un reguero de sangre sobre la arena…y un sepulcro lleno de flores. Lo más difícil es vivir por una idea, día tras día, año tras año».3 Eso fue lo que, a lo largo de sus poco más de seis décadas de existencia, puso a prueba Janusz Korczak. El relato de La derrota de la razón lo registra minuciosamente. Haciéndose eco, por ejemplo, del exigente programa vital que Korczak incluyó en la dedicatoria a sus padres (la muerte de la madre era reciente; en cuanto al padre, enfermo psiquiátrico, se había suicidado años atrás) del libro A solas con
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Dios. Oraciones de los que no rezamos: «Gracias por hacerme entender los murmullos de los muertos y de los vivos. Gracias por ayudarme a ver el secreto de la vida en el momento de la muerte. Vuestro hijo.» ¿Cuál fue el secreto vislumbrado en el momento de la muerte? Sin duda, el del sentido de la vida como servicio al prójimo desvalido; o sea, el núcleo fundante de la conducta moral. En Korczak, ese impulso se dirigió, esencialmente, a los más desamparados entre los desamparados, a los huérfanos judíos. A la época del gueto remontan estas palabras: «¿Es bueno ser niño? Más o menos. No mucho. No sé, me olvidé…Pero sí sé que es peor ser un niño judío. Y aún es mucho peor ser un niño judío, pobre y huérfano.» En el huérfano judío, en efecto, se concentraba un cúmulo de desdichas sociales: la condición judía en un mundo fieramente antisemita; la pobreza; el desvalimiento de la niñez; la desprotección adicional de la orfandad. Renunciando a una próspera carrera como médico, Korczak consagró su vida al intento de reparar, o en lo posible mitigar, ese mal. Esa vocación hizo de él uno de los referentes mayores, aunque la importancia de sus aportaciones en ese ámbito tardase en obtener el reconocimiento que merecen, del pensamiento y la praxis pedagógicos en el siglo XX. En el centro de esa reflexión educativa estaba el reconocimiento de la niñez como un periodo vital que, lejos de ser mera antesala o torpe anticipación de la edad adulta, posee un sentido intrínseco que la acción pedagógica debe respetar y fomentar. Entre los derechos del niño debiera contarse, en lugar privilegiado, este: «El niño tiene derecho de vivir el presente. Los niños no son las personas del mañana, son las personas de hoy».4 Como si Korczak sugiriese que la educación convencional obedece a un programa sacrificial: carente de significación intrínseca, el presente del niño debe subordinarse a su futuro como adulto. Nuestro hombre, por el contrario, se propone lograr la plena emancipación de la infancia, reconocida en su valía autónoma, en su consistencia propia. Por ello, no sorprenderá que pudiera presentarse a sí mismo como «el hijo de un loco que estaba resuelto a convertirse en el Karl Marx de los niños.» 5 Ese proyecto revolucionario desbordaba en realidad los límites de la estricta pedagogía, por cuanto veía en la renovación de la institución educativa la esperanza de una sociedad pacificada y humanizada: «Korczak —nos dice Pombo— consideraba que la solución de los problemas del mundo debía comenzar por resolver los problemas de la infancia.» Su orfanato era el laboratorio de una humanidad futura: la Casa del huérfano se regía por un modelo autogestionario donde el protagonismo descansaba sobre los propios niños (ellos eran «los dueños, los
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trabajadores y los dirigentes»), encargados de regular su propia convivencia en base a estatutos asumidos por ellos mismos. Justicia, fraternidad e igualdad eran la tabla de valores de la que derivaban derechos y obligaciones de la infancia. Esa utopía pedagógica le ha supuesto ser «reconocido hoy como uno de los precursores del pensamiento, afirmación y puesta en práctica efectiva de los derechos del niño». El nazismo, sin haberlo inventado, llevó a su exasperación un paradigma donde la voluntad de poder deviene norma suprema de las relaciones sociales. De ese siniestro proyecto derivarían, tras la toma del Estado en 1933, el desencadenamiento de la más devastadora de las guerras que nuestra especie conoció jamás y la persecución implacable de quienes no tenían cabida en el modelo antropológico del III Reich, muy en particular la judería europea. En el lado de las víctimas, prosperó, al contrario, una actitud que hace de la debilidad (de la ausencia de poder) emblema de humanidad compartida. La ecuación Poder = Mal domina lo mejor del pensamiento y el arte judíos del siglo XX: de Chaplin a Canetti, de Simone Weil a Kafka, de Schönberg a Horkheimer, de Lévinas a Albert Cohen, de Benjamin a Derrida… la tradición del perseguido proclama que lo humano solo tiene oportunidad de desplegarse allí donde la libido dominandi es inhibida. Sin que en ello intervenga el prestigio de la fuerza; la humanitas tan solo puede prosperar al calor de un reconocimiento, el del prójimo, exento de violencia. Allí donde, en cambio, se impone el hecho desnudo de la dominación estamos abocados al eclipse de lo humano, a la perpetración de lo inhumano. Janusz Korczak hizo suya esa intuición, cuando la barbarie desatada arreciaba, y la aplicó al auxilio de los más inermes y desamparados en un entorno de indefensión y desamparo generalizados: los huérfanos judíos del gueto. El resultado fue hacer de su vida un resuelto ejercicio de sustracción o abnegación: renuncia al porvenir profesional como médico para socorrer a la infancia indefensa; renuncia a la posibilidad de salvación personal para compartir el destino de los más desheredados entre los desheredados. Esa autorrenuncia, en la que bien cabe reconocer la exaltación del sentido moral de la existencia, del absoluto del bien, dibuja una biografía ejemplar. De ahí que su recuerdo, entre el duelo y la esperanza, represente un deber imprescindible. De ahí también que La derrota de la razón - Janusz Korczak, médico, educador y mártir, de Antonio Pombo, sea un libro necesario.
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Alberto Sucasas Universidade da Coruña (UDC)
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Carta al doctor Janusz Korczak Querido doctor Korczak: Supe de usted hace ya bastante tiempo, alrededor de unos treinta años, al ver la película El doctor Korczak dirigida por Andrzej Wajda. Recién iniciada, tuve la seguridad de que iba a ver algo magnífico. Y así fue. Poco a poco la emoción se hacía más intensa, también la rabia al ver las escenas de la vida en el gueto de Varsovia y, ¡cómo no!, la escena final de la macabra procesión de los niños del orfanato acompañados por la digna e impresionante figura de su persona caminando hacia el tren que los llevaría a la muerte. Las semanas siguientes visité toda cuanta librería pude en busca de libros suyos. El primero que encontré fue El rey Mateíto, después Kaytus o el secreto de Anton, y más tarde en librerías de viejo, Cómo amar a un niño, El derecho del niño al respeto, Si yo volviera a ser niño, La Gloire, el Diario del gueto… Debo decirle que la lectura de su vida y de su obra me conmovió profundamente; lo he leído siempre con fruición, pero también a veces con agotamiento, porque su vida y su pensamiento constituyen una unidad tan asombrosa y sublime que, en determinados momentos, parecen inabarcables. Cuando leo sus libros siento que establezco un auténtico diálogo con usted. Sé que fue un niño solitario y muy observador, que supo percatarse siendo muy joven de la diferencia que había entre su vida y la de los niños de la calle. Sé que la enfermedad de su padre le produjo un gran sufrimiento y que sus reflexiones acerca de la infancia desprotegida le condujeron al estudio de la medicina y después a hacerse pediatra. También sé de su gran prestigio profesional como médico de niños, y que los ricos de Varsovia le requerían para atender a sus hijos, pero usted se preguntaba: ¿quién atiende a los niños pobres? Las teorías de autoorganización y la imagen del educador como protector de la infancia le cautivaron, y le supongo sabedor de que sus teorías pedagógicas inspiraron a
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generaciones sucesivas de maestros y educadores. Fue usted un educador maravilloso que es reconocido hoy como uno de los precursores de la puesta en práctica efectiva de los derechos del niño. Personas que tuvieron el honor de conocerle, dijeron que su vida estuvo jalonada por decisiones morales. ¿Cómo entender si no su decisión de hacerse médico de niños, abandonar después el hospital y su consulta para ocuparse de los huérfanos pobres y vivir con ellos, primero en el orfanato y después en el gueto, y acompañarlos a Treblinka para reconfortarlos con su presencia? Su preocupación y su lucha en el gueto por el cuidado y alimentación de los doscientos niños le ocuparon todo el tiempo en aquel espacio infernal. Sabemos de su porte y valentía al enfrentarse en diversas ocasiones a los nazis, como cuando les reclamó el cargamento de patatas que le robaron, o su cabal y honorable coraje de no ponerse el brazalete con la estrella de David por considerarlo un oprobio. Cuando sus amigos del lado «ario» oyeron hablar del futuro exterminio de los habitantes del gueto y le ofrecieron esconderlo en lugar seguro, usted se negó si no se salvaba primero a los niños y les dijo que, igual que no se abandona a un niño enfermo por la noche, usted no abandonaba a los niños en esas circunstancias. Tengo la certeza de que sus palabras no salieron de sus cuerdas vocales, pues una respuesta de tal categoría solamente puede ser pronunciada desde el alma. Con razón se dijo usted mismo que quería ser el escultor del alma infantil, ¡del alma infantil! Desde luego que lo consiguió, pero fue al mismo tiempo el guía por excelencia de aspectos esenciales de la pediatría y la psicopatología infantil que vendrían muchos años después y que nadie supo ver tan bien como usted. Cuántas veces, en mi ejercicio profesional, me pregunté en silencio: ¿qué pensaría, qué diría, qué haría el doctor Korczak en este caso? Admirado doctor, considero que su obra Cómo amar a un niño tendría que ser de lectura obligatoria para todo médico que desee ser pediatra. Qué sabiduría la suya sobre el llanto infantil y las angustias y ansiedades maternas. ¡Y de qué manera tan hermosa sabía usted contener y aliviar esos temores! En ese texto hace usted un comentario en el que dice que «el comercio vende la “salud” bajo forma de productos falsificados e inútiles, cuando no peligrosos. ¡Cuántos padres no se han dejado engañar atraídos por etiquetas prometedoras!» Esto lo escribió hace ya casi cien años. Imagino hoy su enfado y su ira al saber que muchos niños que
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huyen de la guerra y el hambre mueren ahogados en el mar Mediterráneo, y que hay otros niños a los que se les administran medicamentos porque, sencillamente, «no se portan bien en la escuela». La mayor parte de su obra escrita en español fue publicada en México y Argentina. En España solamente se publicaron cinco de sus obras: El rey Mateíto, una de Kaitus o el secreto de Anton, otra de Cómo amar a un niño, y en idioma catalán una edición de esta última, Com estimar l’infant y El dret de l’infant al respect.6 Este humilde texto es mi contribución para que su persona y su obra sean algo más conocidas en España, el país que allá por el mes de julio de 1936 le causó tanto disgusto y preocupación. Estoy seguro que los amantes de la buena lectura y los profesionales que trabajen con la infancia no se arrepentirán de leer lo que usted dejó escrito. Le ruego me disculpe por haberle ocupado unos instantes de su preciado tiempo, querido doctor Korczak. Reciba todo mi afecto y consideración personal. Y Shalom.
Dr. Antonio Pombo Sánchez
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Henryk Goldszmit (Janusz Korczak) Su vida Janusz Korczak, seudónimo de Henryk Goldszmit, pediatra, escritor y educador, nació en Varsovia el 22 de julio del año 1878 o 1879 en una familia de origen judío, culta e integrada en la vida polaca.7 Su abuelo paterno, Hirsh Goldszmit, médico en el hospital judío de Hrubieszow desde la primera mitad del siglo XIX, combatió la Rusia zarista en el año 1836 y formó parte activa de los círculos progresistas de Polonia como miembro de Haskalah, organización que entre los judíos profesaba las ideas de la Ilustración. El hermano de su padre, Jakob, fue abogado y periodista.8 Su padre, Josef Goldszmit, abogado de prestigio en Varsovia, gozó de buena posición económica y trató a su hijo con mucho afecto, pero también, ocasionalmente, con hostilidad. La madre, Cecylia Ebicka, le cuidó con mucho cariño y afecto9 y le educó en un ambiente sobreprotector rodeado de mujeres, con su abuela y su hermana Anka. De niño se aburría mucho, tanto en casa como en la escuela, y no comprendía que no pudiese jugar en el patio con el hijo del portero ni en la calle con otros niños.10 Su abuela, que le mostró siempre mucho cariño, fue su confidente y la depositaria de sus secretos. En una ocasión, siendo niño, Henryk le comentó la necesidad de abolir el dinero para que no hubiese niños pobres. Su abuela, sorprendida, le dijo que era un filósofo. En el Diario del gueto lo comentó del siguiente modo: Papá tenía razón cuando me llamaba tonto y bobo o incluso, cuando se enfadaba, imbécil o asno. Mi abuela era la única en creer en mi buena estrella. Si no fuera por ella, siempre me llamaban perezoso, llorón e idiota. Los dos tenían razón. La abuela y papá. Mitad y mitad […] Mi abuela me daba uvas pasas y me decía que yo era un filósofo. 11
Adquirió conciencia de ser judío a los 5 años de edad con un hecho penoso y humillante del que también dejó constancia:
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En una caja de bombones descansaba el primer muerto de entre mis semejantes, mi muy querido amigo el canario. Quise poner una cruz sobre su tumba. La sirvienta me dijo que no, porque era un pájaro, algo muy inferior al hombre. Llorarlo ya era un pecado. Pero lo que dijo el hijo del portero fue mucho peor: que el canario era judío. Y yo también. Yo era judío y él polaco y católico. Algún día él iría al paraíso; y yo, con la condición de no pronunciar nunca malas palabras y de llevarle dócilmente azúcar robada de mi casa, podría después de mi muerte, entrar en algo que no era propiamente el infierno, pero donde todo era muy negro. Y yo le tenía miedo a la oscuridad. 12
También en el Diario del gueto, al final de sus días, el 21 de julio de 1942, relató el motivo de la duda de su año de nacimiento: Mañana cumpliré mis 63 o 64 años. Mi padre no me registró sino varios años después de mi nacimiento. Este hecho, que me ha costado algunos momentos penosos, fue, a los ojos de mamá, una negligencia inadmisible. Puesto que era abogado, mi padre debió ocuparse de eso más pronto. 13
Ya de niño era un lector apasionado que amaba la poesía de Adam Mickiewicz, y las novelas de Tolstoi y J. I. Kraszewski. Siendo estudiante de educación secundaria escribió sus primeras obras literarias, destacando El suicidio, en 1895, en probable relación con la enfermedad de su padre, en la que el personaje principal detesta la vida y se complace en el miedo y en la locura. Este manuscrito no fue publicado y se ha perdido.14, 15 Su escolarización fue traumática ya que la enseñanza se impartía en idioma ruso — Polonia estaba ocupada por la Rusia zarista— y la pedagogía era muy rigurosa: «Las escuelas, no eran buenas en mis tiempos. Severidad y aburrimiento, no permitían hacer nada. Eran inhóspitas, frías y asfixiantes».16 Su aguda sensibilidad muy pronto le hizo ver la gran diferencia entre su hogar y los abundantes medios materiales de que gozaba comparado con los niños pobres de la calle y los hijos de los trabajadores poco cualificados. A los 12 años de edad su vida sufrió un cambio importante: su padre fue declarado loco e ingresado en una clínica psiquiátrica. Con culpa y angustia, asistió impotente a la evolución de la enfermedad de su padre, hasta su suicidio cuatro años después.17 El bienestar económico y la comodidad de su infancia y adolescencia duraron poco. Después de la muerte del padre se agotaron los recursos económicos de la familia y necesitaron vender la casa y muchos bienes materiales. Henryk impartió clases particulares para ayudar a su madre y a su hermana Anka.18 La enfermedad de su padre tuvo mucha influencia en el futuro de Korczak, pues creía, erróneamente, en la herencia de las enfermedades mentales y los trastornos del
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comportamiento. Estaba convencido del riesgo de que sus hijos padecieran algún tipo de enfermedad psíquica o anormalidad y, obsesionado por el miedo a la locura, renunció al matrimonio: A la edad de 17 años empecé a odiar la vida por temor a volverme loco… tenía miedo, pánico, al hospital psiquiátrico donde mi padre fue internado varias veces. Hijo de un alienado, llevaba una tara hereditaria. Durante años, esta idea me atormentó periódicamente y aún hoy me obsesiona. Pero amo demasiado mi locura como para que no me aterre la idea de que alguien quiera curarme contra mi voluntad. 19
Alumno del último curso del Liceo ruso, publicó «El nudo gordiano» en la revista humorística Espinas con el seudónimo Hen, primera sílaba de su nombre Henryk. En 1899 inició sus estudios de medicina en la Universidad de Varsovia, y participó en un certamen literario organizado por El Correo de Varsovia con un drama en cuatro actos, ¿Por dónde?, con el seudónimo Janusz Korczak, nombre que adoptó del héroe de una novela de J.I. Kraszewski, novelista polaco del siglo XIX. La obra obtuvo una mención honorífica y Korczak fue aceptado como miembro de la Sociedad de bibliotecas gratuitas, dirigidas a los niños y a los obreros.20 En 1900 estableció amistad con Ludwik Licinski, poeta y etnógrafo. Juntos visitaron los suburbios de Varsovia y observaron la vida de los niños pobres. En el escrito La miseria de Varsovia expuso sus reflexiones y la revista Viajero publicó artículos suyos sobre los niños pobres y la educación, en los que esbozó principios educativos que posteriormente desarrollaría. En 1901 escribió su primera novela, Los niños de la calle, en la que narró la realidad vital de esos niños, y viajó a Zurich para conocer de cerca la pedagogía de Pestalozzi. De regreso, en 1904 trabajó como interno en el hospital pediátrico Berson y Bauman, al mismo tiempo que continuó sus estudios de medicina y, dos años más tarde, publicó la novela El niño de salón en la revista La voz en la que escribían escritores de ideología socialista.21 En esta novela trató de la necesidad de abolir el dinero y la riqueza para que no hubiese más niños abandonados y hambrientos y, a modo autobiográfico, dijo: «Siento que en mí se acumulan fuerzas ignoradas que habrán de refulgir en una poderosa luz, ella me iluminará hasta mi aliento postrero».22 Su premonición se cumplió y su talento prodigioso iluminó su vida en el campo de la medicina, la escritura y la pedagogía. Durante sus estudios de medicina quería corregir la vida de los niños pobres y consideró que la mejor manera para ello sería hacerse pediatra. En 1905 terminó su
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licenciatura y siguió trabajando, ahora como médico, en el hospital pediátrico de Varsovia.23 En ese mismo año comenzó la guerra entre Rusia y Japón, y fue llamado al ejército como médico militar.24 En un viaje en tren coincidió con soldados rebeldes que le preguntaron su opinión sobre la liberación del proletariado, a lo que Korczak respondió que más que hablar de la liberación del proletariado habría que liberar al niño de la opresión a la que le someten los adultos.25 En el frente de guerra expuso sus ideas pacifistas entre los heridos y trató de impedir que regresaran al frente alargando todo lo posible las bajas por convalecencia, proceder que le supuso enfrentamientos con las autoridades sanitarias del ejército.26 Su correspondencia se publicó en la revista Glos hasta que la censura rusa la prohibió el 31 de diciembre de 1905. Los artículos aparecidos en Glos fueron editados más tarde con el título Tonterías y cuchufletas.27 De regreso en Varsovia, viajó a Alemania para ampliar su formación médica con dos pediatras judíos de gran prestigio en Europa, los doctores Finkelstein y Baginski, con los que trabajó durante varios meses. El último período de su estancia en tierras germanas lo repartió entre una clínica para pacientes con déficits de tipo psicomotriz y la clínica psiquiátrica del doctor Theodor Ziehen. En su tiempo libre visitó centros de detención para jóvenes delincuentes. Abandonó Alemania en la primavera de 1908 y se dirigió a Suiza para estar un mes como médico interno en una clínica neurológica de Zurich.28 Al año siguiente viajó a París en donde continuó sus estudios de pediatría y publicó artículos sobre los cuidados a los recién nacidos: «La balanza para niños en la práctica privada», «La importancia de la lactancia materna», «El domingo del doctor», «¿Una gota de leche o el domingo del doctor?» A diferencia de otras publicaciones, siempre firmó sus escritos médicos con su verdadero nombre Henryk Goldszmit.29 Al regresar de París, fue encarcelado por primera vez como consecuencia de una ola de represión zarista contra la intelligentsia polaca. En la cárcel coincidió con otro médico de su misma edad, el doctor Ludwik Rajchman, que dedicó su vida a la protección de la infancia y que en el año 1919 creó en Varsovia el Instituto Nacional de Higiene, basado en el modelo del Instituto Pasteur. A diferencia de Korczak, Rajchman se fue muy pronto al extranjero y desarrolló una brillante carrera internacional. En 1945 inspiró el nacimiento de la Organización Mundial de la Salud, y un año más tarde fue
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cofundador de UNICEF con responsables de la ONU y con el prestigioso pediatra francés Robert Debré. Rajchman fue el primer presidente de UNICEF en 1946.30 Después de su estancia en prisión, siguió su trabajo como médico en el hospital pediátrico y se preguntó: ¿Qué hago yo aquí? Un compañero dermatólogo, el doctor Isaac Eliasberg, le invitó a una reunión organizada por la Sociedad de ayuda a los huérfanos, a la que pertenecían él y su mujer Stella, con el fin de recaudar fondos para su mantenimiento. Korczak aceptó la invitación sin saber que allí se encontraría con Stefania Wilczynska, una mujer que no sólo compartiría su sueño de construir un hogar para los niños pobres, sino que además le ayudaría a realizarlo.31 Stefania Wilczynska, nacida en 1886, fue la colaboradora más próxima a Korczak. De 1906 a 1908 estudió Ciencias Naturales en la Universidad de Lieja; desde 1912 fue la educadora en jefe de Dom Sierot [La Casa del huérfano], puesto al que renunciaría en 1937 por el de consejera pedagógica de CENTOS [Central de Bienestar Social para el cuidado de huérfanos y niños abandonados] al servicio de ciento sesenta establecimientos diseminados por toda Polonia. En 1938 viajó a Palestina con la idea de establecerse allí, pero regresó en 1939 para ayudar a Korczak, quien proyectaba, a su vez, viajar a Palestina. La guerra pondría fin a sus proyectos. Stefania murió con Korczak y los niños en Treblinka.32 Su estancia como educador en una colonia de vacaciones para niños judíos en Michalowka, sirvió a Korczak para sus reflexiones pedagógicas y para escribir el libro Joski, Moszki y Srule (nombres judíos). En 1908, después de asistir a otra colonia de vacaciones, esta para niños católicos, en Wilhelmowka, escribió Jozki, Jasky y Franki (nombres polacos). En ambos textos comentó sus experiencias en las colonias infantiles.33, 34 El 26 de mayo de 1911 se aprobó la construcción del orfanato Dom Sierot, que nacerá imbuido de las teorías sociales y pedagógicas korczakianas. Korczak se ocupará de su organización y de establecer nexos de unión con el mundo externo para que los niños tuviesen contacto con la ciudad y con miembros de sus familias.35 El 14 de junio del mismo año viajó a Inglaterra con el fin de visitar orfanatos y observar la vida de los niños en los mismos.36 En el año 1912 abandonó el hospital en el que trabajó durante siete años y asumió la dirección del orfanato Dom Sierot. Eligió la tarea de educador, que le ofrecía más posibilidades de influir en las mentalidades y de mejorar la sociedad.37
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Narró este cambio del siguiente modo: Una cucharada de aceite de castor no cura la pobreza ni la orfandad. 38 No me presento como un falso sabio, no me esfuerzo en profundizar un asunto que conozco a fondo. ¿Acaso no he sido durante siete años un modesto médico en un hospital público? Desde entonces el sentimiento de haber desertado no me deja. He traicionado al niño enfermo, a la medicina y al hospital. Cedí a una falsa ambición: ser, a la vez, el médico y el escultor del alma infantil. Del alma, ni más ni menos. Viejo imbécil, lo has estropeado todo: tu vida y la idea. ¡Te lo mereces! ¿Y es por eso por lo que me he arrastrado, con la panza vacía, por las clínicas de tres capitales del mundo? Más vale ya no decir más. 39
El 7 de octubre de 1912, Janusz Korczak, Stefania Wilczynska y los niños se incorporaron a su nuevo hogar en la calle Krochmalna 92. Sus vidas, desde ahora, pertenecerán para siempre a Dom Sierot. Korczak organizó el orfanato como una sociedad de niños constituida bajo los principios de justicia, fraternidad e igualdad de derechos y obligaciones, y estableció un sistema educativo en el que «los niños son los dueños, los trabajadores y los dirigentes».40 En su discurso de inauguración apuntó: Debemos saber qué es lo que envenena el ámbito del internado, por qué el niño se desarrolla mejor en el seno de una familia. Es este un interrogante ya no científico sino de un gran valor comunitario. 41
Colectivos adinerados de Varsovia dijeron de él que pretendía hacer para sus huérfanos un «palacio», a lo que Korczak contestó: No. Quiero que tengan luz y comodidad, para que su casa no sea un mero refugio, sino un centro de educación infantil. Una casa que tenga la dosis necesaria de aire puro para poder regenerar sus pechos hundidos. 42
Desde los inicios del orfanato, Korczak se dedicó a sus huérfanos como médico y como educador y educó a varias generaciones de niños. En 1914 publicó un libro de tres relatos: «Bebé», «Una semana de mala suerte» y «Confesión de una mariposa».43 Ese mismo año tuvo lugar el inicio de la Primera Guerra Mundial y fue enviado al frente como médico. Con todas las dificultades del momento, Stefania Wilczynska continuó la obra pedagógica de Korczak. Entre 1915 y 1917 trabajó en hospicios ucranianos. También visitó un internado para niños polacos en Kiev dirigido por Maryna Falska con la que colaboraría años más tarde en Polonia. A su regreso,
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reanudó sus actividades educativas y literarias. Del frente de guerra trajo el manuscrito de una de sus grandes obras literarias y pedagógicas, Cómo amar a un niño.44 No olvidó a los heridos que había atendido en las dos guerras previas en las que Polonia estuvo involucrada, los cuerpos con piernas y brazos destrozados o los vientres reventados, pero siempre insistió en que: «Aún era peor ver a un padre alcohólico golpeando a su hijo indefenso, o a un niño corriendo tras su padre borracho rogándole papá, papá, por favor, vuelve a casa».45 Un año más tarde, en 1919, fue reclutado de nuevo y trabajó en el hospital para enfermos infecciosos de Lodz en el que vistió con uniforme de oficial del ejército polaco. En el mes de noviembre del mismo año fue inaugurado el orfanato Nasz Dom [Nuestra casa], en Pruszkow, cerca de Varsovia, para los niños de los suburbios más pobres de Varsovia, dirigido por Maryna Falska, y en el que también trabajará Korczak. En 1920 murió su madre, la cual enfermó de tifus exantemático cuidando a Janusz, que también lo padecía, en el hospital. Sintiéndose morir, observó que su hijo, febril, deliraba. Sus últimas palabras al personal del hospital fueron que, si ella moría, retirasen su cuerpo por la puerta trasera para no molestar a su hijo enfermo. Su muerte sumió a Korczak en un profundo dolor. Al enterarse, pensó que él la había matado, no deliberadamente, pero sí por negligencia. «No puedo encontrar mi lugar ni en el mundo ni en la vida».46 La sepultura de la madre no se encontró nunca en el cementerio judío de Varsovia, aunque la noticia necrológica publicada el 12 de febrero de 1920 en Kurier Poranny indica que fue enterrada allí. Según el secretario del Comité social del cementerio judío, que encontró las tumbas del padre y los abuelos de Korczak, las víctimas del tifus eran enterradas en otro lugar para evitar el contagio.47 Inmerso en el duelo por la muerte de su madre, compuso un libro de poemas dedicado a sus padres, A solas con Dios. Oraciones de los que no rezamos,48 en el que plasmó su pena y sentimiento de abandono. Zofia Bobowicz, periodista, traductora literaria y autora del prólogo del libro, refiere que Korczak no daba ningún sentido religioso a su origen judío y hablaba de un Dios no institucionalizado, el Dios de su soledad y de su conciencia de hombre justo. En el dolor por la muerte de su madre, se sintió abandonado por ese Dios. Así dedicó el libro a sus padres: Padre, Madre
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¿Recordáis los dictados que me hacíais escribir hace tiempo? Yo seguía difícilmente la cadencia, a menudo no entendía el sentido, saltaba de un pasaje a otro, y llenaba mi cuaderno de numerosas faltas. Pocas veces me corregíais, lo justo para que pudiera quedarme con lo esencial. Yo los busco hoy laboriosamente en el fondo de mi memoria, palabra a palabra, letra a letra, para consignarlos aquí en forma de oraciones. De estas palabras que me estaban destinadas, ¿tengo yo el derecho de hacer un epitafio en homenaje a vuestra vida y a vuestra muerte y daros las gracias por haberme permitido nacer y morir cuando me corresponda? Nosotros hemos sido separados por un momento con el fin de volver a encontrarnos de nuevo. Con las piedras de vuestra angustia y de vuestro sufrimiento y las de nuestros ancestros, quiero construir una alta torre para resguardar a otros. Gracias por hacerme entender los murmullos de los muertos y de los vivos. Gracias por ayudarme a ver el secreto de la vida en el momento de la muerte. Vuestro hijo. 49
En «Oración de la madre» reflejó lo querido que se sintió por ella: Yo me inclino sobre ti, mi pequeño, ¿cómo hacer para quererte tanto? Sé que eres igual a muchos otros, pero sé, estoy segura que, aunque no te viese, reconocería tu voz; y si tu voz no me llegase, tus labios sobre mi pecho me indicarían tu presencia, ¡mi bebé único en el mundo! Yo te comprendo sin palabras, no necesito que llores para que yo abandone el más profundo sueño, una sola de tus miradas o deseos es suficiente para que me tengas a tu lado. Mi niño, única verdad de mi vida, mi dulce sueño nostálgico. Sé feliz, mi pequeño. Perdóname Dios por no hablarte a ti de esta manera[…] por quererlo a él más que a ti […] Hijo mío, mi dulce prisión de jazmín y estrellas, haces florecer mi indulgencia, me anuncias la alegría, eres mi único sol y mi fe, mi nube roja, el pájaro que canta mi esperanza. 50
Y en la «Oración de la rebeldía» mostró su enojo con el Dios que le abandonó: Tú no te mofarás de mí, Dios todopoderoso, porque yo me río de esta broma que es la vida […] En mí no encontrarás ni humildad ni adoración […] Aquí estoy fiero delante de ti porque yo no espero ninguna gracia ni tengo miedo al castigo… yo no deseo esperar a ser viejo, esa limosna de lenta agonía por la cual nos permites entrar poco a poco en la tumba. Mi única libertad es poder decir siempre No… Así pues, yo también, me pongo a gruñir como un perro […] Creo, efectivamente, que me creaste para que pueda blasfemar. 51
Gradualmente retomó sus actividades y dictó cursos a educadores, personal de escuelas, madres e instructores de colonias de vacaciones. También ejerció la docencia en el Instituto de Pedagogía de Varsovia. En una ocasión invitó a sus alumnos a observar los latidos cardíacos de un niño a través de una pantalla de rayos X. El niño estaba de pie en una sala oscura y sentía miedo a la oscuridad, a los ruidos y a la maquinaria extraña. Hablando muy suavemente, Korczak animaba a sus alumnos a no olvidar nunca lo que estaban viendo:
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Con qué ímpetu late el corazón de un niño que tiene miedo y aún más cuando su corazón reacciona ante el enfado de un adulto, por no hablar de cuando teme un castigo. 52, 53
En 1923, organizó en Dom Sierot una pensión para antiguos alumnos mayores de 14 años con el objetivo de facilitarles el final del período escolar o el aprendizaje de un oficio. Asimismo, aceptó a estudiantes de pedagogía ofreciéndoles alojamiento y comida a cambio de que trabajasen con los niños tres horas diarias. En diversos artículos abordó problemas apenas estudiados por los pedagogos: los niños que «mojan» la cama, la importancia del corte del cabello, la práctica de pesar a los niños semanalmente y que los niños tengan los zapatos limpios. En el artículo «Castigo criminal», se opuso a los castigos corporales y a la privación de comida, muy frecuentes en los internados. Simultáneamente publicó el cuento para niños El rey Mateíto seguido de El rey Matías en una isla desierta.54 En esta obra advirtió al lector: Los adultos en ningún caso deberían leer esta novela, pues contiene capítulos inconvenientes que no entenderán y que les harán reír. Sin embargo, si se empeñan, qué remedio. A los adultos no hay quien les prohíba nada. Si no obedecen, ¿qué les puedes hacer?55
El rey Mateíto narra la vida de un niño que al morir sus padres se convierte en rey e intenta cambiar el reino para provecho de niños y adultos. Esta obra es un reflejo del propio Korczak como niño, que lucha contra los males del mundo, que lo quiere rehacer para convertirlo en lugar bueno para los niños y los adultos. Korczak también es el «viejo doctor» que ve las dificultades que tendrá delante el rey Mateíto, el «viejo doctor» que trata de ayudarle, pero no lo consigue porque el mundo no es sensible a las necesidades de los niños, no los valora. El niño confía en las personas mayores y estas lo desilusionan dolorosamente; adultos de buena voluntad que no son capaces de comprender los intereses y deseos de los niños ni la necesidad que el niño tiene del juego y la fantasía, pero también de la libertad y la dignidad. Bruno Bettelheim56 sitúa esta novela entre la mejor literatura de la Ilustración, y la compara con obras de Goethe y Romain Rolland.57 En 1924 un nuevo libro vio la luz, Si yo volviera a ser niño.58 En este texto escribió como adulto y como niño acerca de los anhelos infantiles y la falta de entendimiento entre el mundo adulto y el mundo del niño, con el fin de hacer comprender a ambos los problemas del otro, sus tristezas y eventos vitales. Comenzó el texto diciendo que quería volver a ser niño:
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Estoy tumbado en la cama y no duermo. Pero recuerdo que cuando era niño, solía pensar muchas veces qué haría cuando creciera. Planeaba cosas muy diversas. Cuando sea grande —me decía— construiré una casita para mis padres y tendré un jardincito para plantar arbolitos: perales, manzanos y ciruelos. Sembraré muchas flores. Para que cuando unas se marchiten, otras florezcan. Compraré libros con ilustraciones, o sin ellas, con tal que me interesen. Compraré pinturas, lápices de colores, dibujaré y pintaré. Cuidaré mi jardín, pondré una silla y un sillón. Y cuando mi padre vuelva del trabajo podrá sentarse cómodamente a la sombra. Se pondrá los anteojos y leerá el diario. Mamá, en cambio, tendrá gallinas. Y un palomar en lo alto para que ningún gato ni otro malhechor puedan acercársele […] Tendré muchas palomas, escribiré cartas y haré que las lleven. Serán palomas mensajeras […] Estoy, pues, acostado en la cama. No duermo, medito. Si lo hubiera sabido entonces, nunca hubiera deseado crecer. Es cien veces mejor ser niño. Los grandes son desgraciados. No es verdad que pueden hacer todo lo que quieran. A los grandes nos son permitidas menos cosas. Nuestras obligaciones son más duras. Nuestros disgustos, mayores. Y con menos frecuencia nuestros pensamientos son alegres. Ya no lloramos, es cierto, pero tal vez porque ya no vale la pena. Tan sólo suspiramos muy profundamente. No hay nada que hacer: todo está perdido, nunca volveré a ser niño. 59
Y nos ofreció un diálogo con sus padres: —Mamá: ¿la cintita roja le queda mejor al perro o al gato? Y mamá dijo: —Has vuelto a romperte los pantalones. A papá le pregunté: —¿Todo anciano necesita un banquito bajo los pies cuando está sentado? Y papá respondió: —Todo alumno debe tener buenas notas y no hacerse castigar. Después dejé de preguntar, me respondía yo mismo. 60
También expuso el sentimiento de desamparo derivado de su orfandad: Qué bueno es tener madre otra vez. Los padres nos dan dolores de cabeza, pero es peor y muy difícil vivir sin ellos.
Y, además: A los niños les parece que al adulto no le hace falta madre, que tan sólo un niño puede sentirse huérfano. Es así. Cuanto mayor se es, es más raro tener padres. Pero es que también un adulto tiene momentos en que añora a su madre, a su padre; que le parece que sólo ellos podrían escucharlo, comprenderlo, aconsejarlo, ayudarlo y, si es necesario, perdonarlo y compadecerse. Así, pues, un adulto también se siente huérfano. 61
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En 1926 presentó una revista para niños y escrita por ellos, La Pequeña revista. Fue algo único todavía no igualado, con una tirada de 150 000 ejemplares por semana, en la que niños y adolescentes publicaban cartas, artículos y poemas.62 En el primer ejemplar de la revista decía: El periódico se ocupará de todos los problemas de los alumnos y de las escuelas, y será redactado para defender a los niños. El periódico vigilará que todo se haga con justicia. Los redactores serán tres. Uno viejo (calvo y con anteojos) para que no haya líos. Otro redactor, joven, para los varones. Y una muchacha redactora para las chicas. Para que nadie tenga vergüenzas y diga sinceramente y en voz alta qué le hace falta, qué injusticias está sufriendo, qué disgustos y preocupaciones tiene. El que quiera puede hablar, el que quiera puede venir y escribir en la propia redacción. Los colaboradores permanentes tendrán escritorios o cajones propios. Al que tenga vergüenza porque tiene fea letra o comete errores, el redactor le dirá: no importa. Se corregirá en las pruebas. Si no quiere escribir, el redactor llamará con un timbre al taquígrafo y lo hará pasar. Entrarán en un cuarto separado y allí le dictará lo que quiera. El suplemento despertará en los jóvenes el deseo de escribir. Despertará el deseo y les dará valor. 63
Durante el primer año llegaron a la revista miles de cartas procedentes de ciudades y aldeas alejadas. En toda Polonia se alcanzó una red superior a 2 000 corresponsales — niños con edades entre 6 y 18 años— y constituyó una manera discreta de ayuda social que remuneraba a sus corresponsales con un zloty por artículo publicado.64 Contaba con diferentes secciones: Noticias del interior, Actualidades, ¿Qué sucede entre nosotros?, El hogar, Los compañeros, De las ciudades y los pueblos y Distracciones intelectuales y científicas. Korczak fue su director los primeros cuatro años, después cedió la dirección a su secretario Igor Newerly, que la dirigió hasta su desaparición al iniciarse la Segunda Guerra Mundial.65 En esa época, casi todos sabían en Varsovia que Korczak trabajaba sobre todo con niños pobres, con los denominados niños difíciles y con niños judíos. Los términos paidopsiquiatría, psiquiatría de niños y psicopedagogía todavía eran desconocidos. Se sabía que el «viejo doctor» cuidaba la salud del cuerpo, la educación y la instrucción, y que era tan sensible al sufrimiento moral como al sufrimiento físico del niño. Él mismo se decía educador, detestando la palabra pedagogo.66 El personal de Nasz Dom, orfanato dirigido por Marina Falska, acordó en 1927 la construcción de un nuevo edificio en el campo de Bielany, en Varsovia, destinado a ciento veinte niños. Janusz Korczak participó en la elaboración de los planos como miembro de la comisión de construcción. Un año más tarde, los niños de Nasz Dom se
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mudaron a su nuevo hogar en Bielany. Korczak siguió colaborando con Marina Falska, y se sumó a una nueva tarea: la de experto en problemas infantiles ante el tribunal del distrito.67 En 1929 publicó El derecho del niño al respeto, otra de sus grandes obras, que constituye una declaración de los derechos del niño según el pensamiento korczakiano, y fue llamado para dirigir cursos en la Universidad Libre Polaca. El primero de ellos se tituló La sociedad de los niños. Meses más tarde editó Las reglas de la vida que él consideró como una obra científica, y en el veinticinco aniversario de la Sociedad de ayuda a los huérfanos, escribió El reglamento de Dom Sierot, una constitución de los derechos y obligaciones de los niños y de los educadores: «El director y la educadora son responsables ante los niños del cumplimiento estricto de las reglas en vigor».68 En 1934 surgieron dificultades económicas en Dom Sierot y necesitaron limitar actividades y reducir gastos. Korczak solicitó ayuda económica para el sostenimiento a la Sociedad de ayuda a los huérfanos antes de viajar por primera vez a Palestina, en donde permaneció tres semanas para visitar a antiguos alumnos y colaboradores y recibir información sobre la vida y la educación en los asentamientos agrícolas. Le impresionaron el dinamismo y organización de la vida de los miembros de las cooperativas agrícolas.69 Volvió en 1936 y en sus cartas plasmó su voluntad de vivir allí, pero con el inicio de la Segunda Guerra Mundial decidió permanecer al lado de los niños del orfanato.70 Al regresar de su primer viaje a Palestina, comenzó su programa en la radio de Varsovia. La emisión se tituló «Las charlas del viejo doctor». En ellas relató historias, respondió a preguntas, comentó y discutió los problemas que interesaban a los jóvenes, a los educadores y a los padres. Recibió multitud de cartas y escribió sus respuestas en la revista La antena.71 El año 1936 fue muy penoso y difícil para Korczak, sus emisiones en la radio fueron suspendidas y el auge del fascismo italiano, la anexión de Austria por el Tercer Reich, así como el inicio de la guerra civil española, le hacían presagiar un futuro dramático.72 La situación económica de Dom Sierot era cada vez más delicada y se acentuaron las diferencias de criterios entre él y Marina Falska.73 La prensa de derechas utilizó los planteamientos de Korczak sobre Palestina como pretexto para calumniarlo en una serie de artículos que establecían que el «viejo doctor» era Janusz Korczak, el pretendido polaco que era en realidad Henryk Goldszmit, el judío.
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¿Cuál era el motivo por el que Korczak viajó a Palestina? se preguntaban los periódicos. ¿Por qué se le permite educar a niños polacos? Si la malevolencia de los ataques de la prensa con motivo de su viaje a Palestina entristeció a Korczak, la humillación que recibió en la reunión del consejo de administración del orfanato Nasz Dom, en Bielany, al final del año 1936, le dejó anonadado. Obligaron a Korczak a abandonar su trabajo con Maryna Falska. Se dijo que las divergencias fundamentales entre ambos eran sobre aspectos educativos. Maryna nunca fue acusada de antisemitismo, pero se sabía que los grupos antisemitas la criticaban por permitir que un judío educase niños polacos. Ella permaneció en silencio ese fatídico día en el que un miembro del consejo desafió a Korczak con la pregunta ¿es usted sionista? Korczak observó al grupo con incredulidad y abandonó la reunión dolido por la traición de los colegas con los que había trabajado tantos años, que se atrevieron a preguntarle si era más fiel a Palestina que a Polonia. La mayor parte de los miembros del consejo aceptaron la dimisión de Korczak. Para prevenir un escándalo, su nombre no fue retirado de la lista de miembros del equipo administrativo. Solamente se comunicó a los niños que el doctor no podría acudir con la misma frecuencia de antes.74 Ese año, Korczak no sólo perdió su programa de radio y su lugar en el orfanato polaco Nasz Dom, sino también su puesto de consejero médico en el tribunal para niños. Uno de los abogados, testigo de su dimisión, escribió años más tarde: No me perdono todavía mi silencio en aquel momento. Los oficiales que representan la ley y la justicia polacas advirtieron a Korczak: Los judíos no pueden ocuparse de nuestros jóvenes delincuentes. 75
La desaparición de tantas cosas que daban sentido a su vida profesional y personal despertó en Korczak la angustia de pérdidas de su infancia. Yo no me sentí jamás demasiado vinculado con la vida, la vida fluye en mí, —escribió a su amiga Ester Budko. Desde mi juventud me siento a la vez viejo e inútil. ¿Es sorprendente que este sentimiento sea más agudo ahora? No cuento los días sino las horas que me quedan. El viaje a Palestina fue probablemente mi último esfuerzo. Y ahora se acabó.
Oscilando, como hacía muy frecuentemente, entre la esperanza y la desesperación, añadía: Yo creo en el futuro de la humanidad, el niño tiene el papel fundamental en la renovación espiritual del hombre. Era mi deseo tomar parte en ello, pero no he sabido cómo. 76
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Korczak se sintió inútil; meditó volver a Palestina pero, finalmente, decidió quedarse. En 1937 siguió con su lucha por Dom Sierot e hizo un llamamiento para salvar a los niños. En noviembre del mismo año, la Academia Polaca de Literatura le concedió el Laurel de Oro por el conjunto de su obra.77 En 1938 retomó su colaboración en la radio polaca y publicó una biografía de Pasteur: Un muchacho obstinado. La vida de Louis Pasteur. Korczak tenía mucha afinidad por la vida y obra de Pasteur de quien decía que consagró su vida a la lucha por la verdad y que profesó una actitud hacia los niños igual a la suya. «Cuando me aproximo a un niño experimento dos sentimientos, el de la ternura por la persona que es hoy y el del respeto por la persona que será mañana»,—escribió Pasteur. Instruyó al mundo en cuestiones que posteriormente enseñó Korczak a los niños: el lavado de manos, beber agua previamente hervida y abrir las ventanas para que entrase aire fresco. Dedicó la biografía de Pasteur a su hermana Anka, y dijo a sus amigos que la escribió para los niños que vivían en un tiempo en el que «la locura de Hitler» ocultaba todo lo que era bueno. Deseaba enseñar a los niños la presencia de personas en el mundo que dedicaban su vida a enriquecer la condición humana.78 El 1 de septiembre de 1939 comenzó la Segunda Guerra Mundial. Los nazis invadieron Polonia, que en esa fecha contaba con diez millones de habitantes de los que tres millones eran judíos. En octubre de 1940 se construyó el gueto de Varsovia y los alemanes obligaron a todos los judíos a concentrarse en el mismo, casi quinientos mil judíos quedaron prisioneros y el 23 de noviembre del mismo año fueron obligados a ponerse el brazalete con la estrella de David. Korczak se mostró muy activo en la radio e hizo un llamamiento para organizar un servicio de información destinado a las personas que necesitaran ayuda y decidió permanecer con los niños en el orfanato.79 Dom Sierot, situada en un extremo de la calle Krochmalna, estaba en el lado «ario»; por el contrario, la antigua escuela aria de comercio de la calle Chlodna se encontraba dentro del gueto. Korczak y Stefania Wilczynska acordaron con la dirección de la escuela un cambio de locales: cada una de las partes debería respetar los bienes dejados en ambos locales y todo permanecería igual hasta el fin de la guerra. Nadie dudaba que los muros del gueto caerían y que Alemania perdería la guerra. Tal era la fe que reinaba en Varsovia, una fe de acero, de sacrificio y sin fundamento, mientras los nazis ganaban batallas en todos los frentes.80 En contra del deseo de Korczak, los huérfanos fueron enviados al gueto. Durante el traslado, Korczak fue detenido por los nazis y encarcelado
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en la temible cárcel de Pawiak por haber exigido a la Gestapo, vestido con el uniforme de oficial polaco y sin el brazalete con la estrella de David, la devolución de un cargamento de patatas destinadas a los niños. La Gestapo le interrogó y él respondió que nunca se pondría el brazalete por considerarlo un signo de oprobio. Fue liberado un mes después bajo fianza pagada por antiguos alumnos de Dom Sierot. Dedicaba todo el día a buscar alimentos y donativos para los niños. En 1941 el tamaño del gueto se redujo y el orfanato fue obligado de nuevo a trasladarse a un edificio del antiguo club de comerciantes, calle Slinka 9, muy pequeño para albergar a doscientos niños. Korczak y Stefania Wilczynska se ocuparían de nuevo de reorganizar la vida, la enseñanza y los juegos de los niños.81 El abandono en que se vivía dentro del gueto y la desesperanza de saber que no era posible ningún futuro, reforzaban, según Korczak, el papel de la religión como fuente de sosiego. Comprendía a los niños y sus necesidades y, aunque no era practicante, dispuso en el orfanato un cuarto en el que los niños, si así lo desearan, pudiesen acudir a rezar antes del desayuno, porque «todos los niños necesitan meditar su dolor y hablar con Dios». Se sentaba con los niños, con una kipá en la cabeza, y un libro de oraciones en las manos.82 M. Zylberberg en su Diario de Varsovia reseñó: Unas semanas antes de Rosh Hashaná83, Janusz Korczak nos visitó en casa, tenía una nueva idea. Quería que le ayudase a organizar servicios religiosos en el orfanato. Pensaba que sería fácil conseguir a alguien de la calle, algún cantor, y estaba dispuesto a pagar por ello. Todo el mundo sabía que Korczak no era nada religioso. Cuando vio mi sorpresa, me dijo: Es importante en este momento concreto, ofrecer servicios religiosos en el orfanato. Las oraciones pueden animar el espíritu de la gente en estos tiempos tan trágicos. Claro que nadie va a estar obligado a atenderlos. 84
El día del Yom Kipur,85 Korczak habló a los niños para procurar calmarlos y tranquilizarlos y cantó con ellos ¡El próximo año en Jerusalén! Al final, le dijo a Zylberberg: «Es importante que los niños no se inquieten, pero yo tengo miedo al futuro. Los alemanes son capaces de todo».86 Las estrategias para luchar contra la adversidad eran diversas; todo valía para dar ánimo al prójimo o para infundirse ánimo a uno mismo. Para Korczak, un modo de estrategia era leer públicamente poemas satíricos compuestos por él mismo que describían a un «pequeño bigote negro, un vientre grande y gordo, un jorobado y un caballero elegante» mientras los oyentes, que asistían a un concierto organizado por el
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propio Korczak para recaudar fondos para el orfanato, escuchaban temerosos y horrorizados la manera como ridiculizaba a Hitler, Göering, Goebbels y Hans Frank.87 Como médico, Korczak animaba a las personas que atendía a luchar por su vida, a no rendirse; para él la recuperación de cada enfermo era una victoria sobre Hitler. Consideraba la lucha por la vida como una batalla personal contra el enemigo.88 En 1942 es detenido de nuevo por negarse a llevar el brazalete con la estrella de David. Liberado gracias a un amigo influyente, persiste en su decisión de no ponerse jamás el brazalete distintivo.89 Enfermo y al límite de sus fuerzas, se ocupó de otro orfanato en la calle Dzielna 39, en el cual más de quinientos niños sufrían enfermedades y falta de alimentos. Calificó este orfanato como «una casa prefuneraria para niños». Consiguió alimentarles mejor, mejorar la higiene y crear un ambiente más amable combatiendo la desmoralización del personal.90 Desde el mes de mayo de 1942, en los últimos meses de estancia en el gueto, escribió por las noches el Diario del gueto. En una carta fechada el 23 de marzo de 1942, con destinatario sin identificar, anotó: Soy responsable de la vida y la salud de muchos huérfanos que, por fortuna para ellos, no entienden su trágico destino en toda su magnitud, algunos de ellos perdieron a sus seres queridos, padres y hermanos, una madre que se ha suicidado, un padre que fue asesinado o reclutado por el ejército y que nunca regresó. Hay niños que permanecieron varios días en compañía de cuerpos rotos bajo los escombros. Uno perdió un ojo durante una explosión, al mismo tiempo que a todos sus familiares. 91
Korczak hacía todo lo humanamente posible para salvar a sus niños. Exigía, rogaba y mendigaba. No vaciló en humillarse y acudir a las puertas odiadas de los «señores» del gueto que contaban con los favores de los alemanes. Sus esfuerzos fueron más allá de lo concebible. Varsovia ocupada por los nazis y el gueto que se moría, lo empujaron a librar una trágica batalla por el mendrugo de pan para sus niños hambrientos.92 Dramáticamente desesperado se expresó así: Los niños se arrastran apenas. Sólo la piel es normal. Debajo de ella se agazapa el cansancio, el desaliento, la ira, la rebelión, la desconfianza, la pena, la nostalgia. ¿Es bueno ser niño? Más o menos. No mucho. No sé, me olvidé… Pero sí sé que es peor ser un niño judío. Y aún es mucho peor ser un niño judío, pobre y huérfano. ¿Pero puede haber algo peor? ¿Por qué no? Puede. Es malo ser viejo, pero es peor ser un judío viejo. ¿Puede haber algo peor?
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Oh, sí, cuando ese viejo judío no tiene dinero. Y si no tiene dinero y además es torpe y desmañado. ¿Es esto lo peor? No. Cuando un viejo judío torpe y desmañado tiene además un montón de hijos encima y le duele el corazón, y no sólo el corazón, sino también las piernas y la cintura. Y ve que no tiene más fuerzas… ¿Puede haber algo peor?93, 94
Y a su hermana Anka le escribe el 26 de junio de 1942: No, ya no hago visitas. Voy a mendigar dinero, alimentos, noticias, consejos, indicaciones útiles. Si a eso llamas tú visitas, que sepas que es una labor dura y humillante. Y, sin embargo, tengo que hacer el payaso, porque a las personas no les gustan las caras tristes. A menudo voy a casa de los Chmielarz y me dan de comer. Eso tampoco son visitas. Para mí se trata de caridad; para ellos, de un intercambio de servicios. Eso también me cansa a veces, a pesar del ambiente amistoso y tranquilizador de esa casa. Incluso la lectura ha dejado de tranquilizarme, creo que es un síntoma peligroso. Estoy loco y eso empieza a alarmarme. No quisiera acabar completamente idiota. 95
No se sabe si Anka permaneció siempre en el gueto, ni dónde ni en qué circunstancias se produjo su muerte.96 Hasta el final de su vida, Korczak rechazó decididamente las exhortaciones de sus amigos y admiradores del otro lado del muro.97 Cuando estos oyeron hablar del futuro exterminio de los habitantes del gueto, empezaron a buscar inmediatamente una solución para salvarlo. Maryna Falska, que escondía niños judíos bajo su techo, encontró un lugar seguro para esconderlo cerca de su orfanato. Igor Newerly consiguió un carnet con nombre falso para Korczak y fue al gueto con el pretexto de ser un inspector de aguas que llevaba los papeles necesarios para hacer salir a un cerrajero que trabajaba allí. Algún tiempo después de la última visita de Newerly al gueto, de nuevo sintió angustia al ver en ese lugar siniestro a las personas condenadas a muerte, y sufrió un profundo sentimiento de humillación y vergüenza. Observó que la vida continuaba como siempre en el orfanato aunque los niños estuviesen más lentos en sus movimientos. Korczak estaba enfermo, demacrado y encorvado. Una vez más, Newerly le pidió que aceptara su ayuda y no olvidó jamás su reacción: Me miró como si le hubiera propuesto una traición o un desfalco de dinero. Me sentí descorazonado bajo su mirada y él se giró para decirme dulcemente, pero con un reproche en la voz: tú sabes bien que a Zalewsky le han dado una paliza. Newerly sabía lo que Korczak quería decir. Si Zalewsky, el portero católico del orfanato de la calle Krochmalna, había arriesgado su vida intentando acompañar a los huérfanos judíos en el gueto, cómo Newerly podía sugerir que Janusz Korczak, su padre y su tutor, abandonase a los niños con el fin de buscar su propia seguridad. Era impensable e innegociable. Como
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adiós y como un gesto de conciliación, Korczak le dijo a Newerly que, si llegaba el fin, le haría llegar su Diario del gueto para que lo escondiera en lugar seguro. Los dos hombres se estrecharon la mano y se separaron de nuevo. 98
El 15 de julio de 1942, una semana antes del inicio de las deportaciones, Korczak invitó a todas las personalidades del gueto a una representación teatral de El cartero del rey de Rabindranath Tagore, prohibida por la censura nazi e interpretada por el personal y los niños del orfanato. La obra es la historia de un niño enfermo en la oscura habitación de una choza, que desea pasear entre árboles y flores y oír cantar a los pájaros. «Quizá las ilusiones sean un buen tema para una conversación el miércoles —escribía Korczak en su diario el 18 de julio—. Las ilusiones, su papel en la vida de la humanidad».99 La obra se representó el 18 de julio, y el poeta Wladyslaw Szlegel, que murió en el levantamiento del gueto, escribió en la invitación:100 Primer espectáculo verdaderamente artístico desde 1939. Algo más que el texto —una atmósfera Algo más que la emoción —una vivencia Algo más que actores —los niños
Korczak escogió esta obra para enseñar a los niños a aceptar la muerte con serenidad, y se nos aparece hoy como un ser completamente excepcional que puso todo el amor que tenía en él en los niños de los otros.101 Previendo el final, recordó a sus padres y pensó en los niños de un modo enternecedor. El 21 de julio apuntó en el Diario del gueto: Debería aquí dedicar mucho espacio a mi padre. Con mi vida, yo llevo a cabo lo que él ardientemente había querido hacer y que, antes que él, ya mi abuelo deseaba. También a mi madre le debo un espacio. Tal vez más adelante. Yo soy mi madre y soy mi padre. A ellos debo el comprender algo de la vida. Mi bisabuelo era vidriero. Me gusta eso: el vidrio nos da luz y calor. Es duro nacer y aprender a vivir. Es mucho más fácil lo que me queda por hacer: morir. Después de la muerte, tal vez sea duro de nuevo, pero no lo pienso. Todavía un año, todavía un mes, todavía una hora. Me gustaría morir consciente y lúcido. No sé qué podría decir a los niños como despedida. Sólo quisiera hacerles comprender que son libres de escoger su camino. 102
El 22 de julio de 1942, aniversario del nacimiento de Korczak, tuvo lugar la primera jornada de liquidación del gueto y el 5 de agosto los alemanes ordenaron que todos los
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niños y el personal de los orfanatos se dirigiesen a la plaza de transbordos (lugar del que salían los trenes) para ser deportados a Treblinka.103, 104 A las siete de la mañana, Korczak reunió a Stefania Wilczynska, a los profesores y a los niños para desayunar, y fue entonces cuando sonidos de silbato y un grito «todos los judíos fuera» resonaron en toda la casa. Korczak y Stefania se levantaron rápidamente para calmar el miedo de los niños. Stefania hizo una señal a los profesores para que ayudaran a los niños a juntar sus cosas y Korczak solicitó tiempo a un policía para que los niños pudieran hacer su equipaje. Se les permitieron quince minutos.105 Korczak tenía a la pequeña Romcia de 5 años sobre un brazo y daba la otra mano a un niño, posiblemente a Szymonek Jakubowicz. Uno de los niños mayores llevaba la bandera verde del rey Mateíto. Entre los profesores estaban varios que habían sido educados en el orfanato: Roza Sztokman, madre de Romcia; el hermano de Roza, Henryk, que había mecanografiado el Diario del gueto de Korczak; Balbina Grzyb, Henryk Asterblum, el contable del orfanato desde hacía treinta años; Dora Solnicka, la tesorera; Sabina Lejzerowicz, profesora de costura, y Natalia Poz con las secuelas de la poliomielitis que había padecido antes de ser acogida por Korczak.106 Harry Kaliszer, organizador de la ayuda para liberar a Korczak de la prisión de Pawiak dos años antes, telefoneó a Igor Newerly para comunicarle que Korczak y los niños iban camino de la muerte. Newerly llamó inmediatamente a Maryna Falska con el fin de buscar una solución para salvarlos, pero nada fue posible.107 Janusz Korczak se ocupó de los huérfanos toda su vida y no los abandonó en la tragedia. Los acompañó hasta la muerte y en la muerte. Sin duda, uno de sus objetivos fue que los niños conservasen la creencia en la bondad humana, aunque viesen la maldad y el horror más abyectos. Luchando contra el mal y la impostura, nos enseñó con su ejemplo el modo de hacer el mundo más habitable y hermoso. Existen diferentes relatos de la marcha de Janusz Korczak y los niños desde el orfanato hasta el tren que, si bien difieren en detalles, todos coinciden en que Korczak encabezó la doliente procesión. Irena Sendler,108 nació en Varsovia en febrero de 1910 y participó en la salvación de niños judíos del gueto. Hija de Stanislaw Krzyzanowski, médico comprometido con las causas sociales, y de Janina Grzybwska, aprendió de sus padres el interés por la política
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y las causas sociales y nunca olvidó los consejos de su padre: «Las personas se dividen en buenas y malas. La nacionalidad, la raza y la religión carecen de significado. Tenemos la obligación de ayudar al necesitado».109 Se casó en 1931 con Mieczyslaw Sendler, profesor de filología clásica en la Universidad de Varsovia y en la misma universidad estudió filología polaca. Eran los años treinta del siglo pasado y el antisemitismo mostraba su abominable rostro: en la última página de los libros de texto de la universidad se decía en una nota que el lado derecho de la clase, el lado «ario», era para los polacos, y el de la izquierda para los judíos. Irena siempre se sentó con los judíos para mostrarles su solidaridad. Tachó en sus libros la nota antisemita y fue expulsada de la universidad. Pasó tres años sin poder asistir a las clases hasta que un nuevo rector, en 1938, la felicitó por haber tachado semejante infamia en los libros y de nuevo pudo volver a la universidad. Iniciada la guerra y el exterminio de los judíos, tomó relación con CENTOS y perteneció a la organización ZEGOTA (Consejo de ayuda a los judíos) con la que trabajó para salvar la vida de 2 500 niños a los que sacaba del gueto utilizando cuatro opciones: escondiéndolos dentro de cajas o en sacos en un camión cargado con productos de limpieza; utilizando un tranvía cuyo conductor era el marido de una de sus colaboradoras; saliendo por los sótanos de algunas casas del gueto que comunicaban con el lado «ario»; y por el edificio de los juzgados de la calle Lesznos cuyo portero colaboraba con ella. Ocultaba a los niños en casas de familias polacas, orfanatos y conventos. Escondió bajo un manzano del jardín de su casa los datos de cada uno de los niños salvados en unas tiras de papel ocultas en botes de conserva. Irena falleció en mayo de 2008. Michal Glowinski, nacido en 1934, es uno de los niños que salvó, y en el prólogo del libro de Anna Mieszkowska, recordó así a Irena: Hay que ser de una casta especial para salvar a dos mil quinientos niños judíos durante el exterminio, y a muchos adultos. Hace falta tener madera de héroe para hacer algo tan extraordinario y valiente, en una situación en la que ayudar a un judío se pagaba con la vida. Ni la necesidad de hacer el bien ni la determinación bastaban. Irena Sendler lo arriesgó todo. 110
Irena Sendler fue testigo de la trágica procesión de Janusz Korczak acompañando a los doscientos niños hasta el tren que los llevaría camino de la muerte. Este es el relato que hizo a Anna Mieszkowska:
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Janusz Korczak estaba ya muy enfermo, pero mantenía la cabeza alta, sin dar muestras de temor, aparentemente tranquilo. Subió al tren por la parte de delante. Llevaba al más pequeño en brazos y a otro de la mano. Los habrá que le cuenten otra versión de la historia, pero nadie se equivoca. Tenga en cuenta que el camino del orfanato a la plaza de trasbordos era largo, se tardaban cuatro horas en recorrerlo. Los vi cuando iban de la calle Zelazna a la Lesznos. Los niños iban vestidos de domingo. Llevaban un uniforme de tela azul. Iban de cuatro en cuatro, a paso ligero, sin detenerse, con dignidad, hacia la plaza de trasbordos, la plaza de la muerte. ¿Y qué decía el mundo entonces? ¡El mundo guardaba silencio! ¿Cómo podía ser que los chiquillos, los jóvenes, el futuro de Polonia, se encaminaran en masa hacia la muerte en un cálido día de agosto de 1942? Ya habían muerto otros niños, de otros internados y orfanatos. Todos se llevaban el recuerdo de la obra de teatro que habían visto poco antes de salir: La oficina de correos de Rabindranath Tagore. Para entender mejor por qué se escenificaba el cuento, resumiré le contenido: El pequeño Amal está enfermo, tiene que quedarse en la camita. Su único entretenimiento consiste en ver la vida desde la ventana. Por allí ve pasar un cartero, una florista, alguien que lleva agua y un lechero. Hay niños jugando fuera. Las flores desprenden un aroma maravilloso. Se escucha una canción. El pequeño enfermo se siente feliz viendo todo aquello. Le gustaría ser libre, huir al campo, disfrutar del sol, besar las flores. Pero el médico, un hombre estricto y desconsiderado, ha mandado clavetear la ventana para que no pueda ver el sol, ni si es otoño. ¡Y el pequeño ve desde la ventana cómo una enorme montaña extiende sus manos al cielo! Amal quiere acercarse. Quiere salir de la agobiante habitación para seguir un camino desconocido. Se tranquiliza cuando le aseguran que llegará un día en el que será el médico quien le saque de allí, pero llega alguien más listo y lo libera. La marcha trágica va deteniéndose a cada poco, los niños necesitan descansar. Y me imagino a Janusz Korczak diciéndoles que acaba de llegar una carta del rey que, igual que en el cuento, les invita a un largo paseo por un camino muy grande, en el que crecen las flores, corre un río y la gran montaña alza sus manos al cielo… Los niños no sabrían nada hasta el momento en que las manos asesinas de los criminales alemanes cerraran las puertas de los vagones con destino a Treblinka. Allí morirían. Los niños no conocerían la verdad hasta el último momento. Los más pequeños aprietan muñecos en sus manitas, muñecos de plastilina que les ha hecho el profesor Wladislaw Witwicki y que les dan sus ayudantes. Y los chiquillos ni siquiera se imaginan que están a punto de morir. Fue un verano infernal. Las redadas callejeras se sucedían sin parar; el hambre y el tifus mataban, y a ello se añadían los fusilamientos a inocentes. Korczak echaba mano de su fantasía para distraer a los niños de aquellas atrocidades. Tenía un gran corazón. Su inteligencia le decía que lo peor del infierno del gueto estaba por llegar. No se equivocaba. El fin se acercaba a los muros del gueto. Por esa razón, Korczak había elegido una obra de teatro con final feliz. Ahora mismo acaba de llegar una carta del rey, les contaba a los niños, que nos invita a un país hermoso en el que seremos libres. Asistí a la representación. Y no sé cómo no se me rompió el corazón cuando vi en la calle al grupo de pequeños que, obedientes, caminaban hacia la muerte mientras escuchaban atentos las palabras de ánimo
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del viejo doctor. Nada de lo que viví en la guerra me impresionó tanto como aquello. Ni las torturas en la cárcel de Pawiak, ni la Gestapo en Aleja Schucha, ni los jóvenes moribundos del hospital en el que era enfermera tras el levantamiento del gueto. Aún es hoy el día en el que no comprendo cómo los que presenciábamos lo que sucedía no actuamos. Todos estábamos consternados, ¡pero guardábamos silencio! Sé que nadie podía ayudar. Estábamos indefensos, atemorizados, aterrorizados. Agotados después de tres años luchando por nuestra vida día tras día. La clandestinidad tenía fuerza en el gueto, pero no podía hacer nada frente al poder de los alemanes. Y no había armas. La verdad es esta: los judíos que morían en el gueto estaban solos. Ni Inglaterra ni los Estados Unidos creyeron las palabras de quienes habían visto los crímenes de los alemanes en la Polonia ocupada. Y yo lo vi con mis propios ojos…111
Mary Berg,112 de nacionalidad polaca, llegó a Nueva York en 1944, en un barco de intercambio de presos de guerra procedente de Lisboa; contaba solo 19 años. La acompañaban su madre, de nacionalidad norteamericana; su padre, polaco, y una hermana menor. Allí dio a conocer los doce cuadernos que formaban su diario a un periodista. Al poco tiempo fueron publicados en yídish en un periódico. La Segunda Guerra Mundial no había terminado y el mundo casi nada sabía del destino de los judíos europeos en los guetos y en los campos de exterminio. La publicación del diario en inglés, pocos meses más tarde, fue recibida por la prensa mundial con estupefacción. Durante algunos años, este texto fue la única obra de referencia, escrita por un testigo directo, sobre lo ocurrido en Varsovia entre los años 1939 y 1944. En su diario, Mary Berg anotó que los jóvenes de su casa, en la calle Sienna 41, ayudaban al orfanato de Korczak. Cada día hacían colectas para los pupilos del doctor Korczak y representaban obras de teatro para recaudar dinero para ellos. En relación con la deportación de Janusz Korczak y los niños, destacó lo siguiente: Agosto de 1942. La Casa de Niños del doctor Janusz Korczak está vacía. Hace unos días todos estábamos en las ventanas y vimos a los alemanes rodeándola. Pandillas de niños, tomados entre sí de las manos, comenzaron a caminar hacia la puerta de salida. Había chiquitines de 2 o 3 años entre ellos, mientras los mayorcitos tendrían tal vez trece. Cada uno llevaba una maletita en la mano. Todos vestían delantales blancos. Caminaban en filas de a dos, tranquilos y hasta sonrientes. No tenían la menor idea de lo que les esperaba. Al final del desfile marchaba el doctor Korczak, que vigilaba a los niños para que no se salieran de las filas. Aquí y allá, con paternal solicitud, acariciaba a un niño en la cabeza o en el brazo y hacía que volviera a las filas. Llevaba botas altas, con los pantalones metidos en ellas, una chaqueta de alpaca y una gorra azul marino, de las llamadas gorras Maciejowka. Caminaba con paso firme y lo acompañaba uno de
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los médicos de la casa, que vestía una blusa blanca. Esa triste procesión desapareció en la esquina de las calles Dzielna y Smocza. Fueron en dirección de la calle Gesta, al cementerio. En el cementerio todos los niños fueron fusilados. También nos informaron que el doctor Korczak fue obligado a contemplar las ejecuciones y que finalmente también él fue asesinado. Así murió uno de los hombres más puros y nobles que hayan vivido. Era el orgullo del gueto. Su Casa de Niños nos infundía a todos valores y todos nosotros dábamos alegremente una parte de nuestros escasos medios para sostener ese hogar modelo organizado por ese gran idealista. Dedicó su vida, todo su talento creador de educador y escritor, a los niños pobres de Varsovia. Hasta el último momento se negó a separarse de ellos. 113
Obviamente, no sabemos de qué manera recibió la información de la muerte de Korczak y los niños para escribir que los fusilaron en el cementerio. Adolf Berman,114 doctor en Filosofía, dirigió en el gueto de Varsovia la organización CENTOS. En septiembre de 1942, él y su esposa Bárbara lograron huir del gueto y se escondieron en el «distrito ario». Desde su escondite representó al Comité Nacional Judío en la dirección de la resistencia polaca y también ejerció como secretario de ZEGOTA. Terminada la guerra, Berman fue presidente de la Comisión Central Judía de Varsovia. En 1950 emigró a Israel. Murió en 1978. Berman lo contó así: La situación de los orfanatos cambió cuando los alemanes se ocuparon de las redadas. Antes, gracias a las gestiones que CENTOS hacía en la comisaría judía, los orfanatos se salvaban, pero cuando los nazis empezaron a dirigir las acciones, comenzaron a liquidar los orfanatos uno tras otro. Uno de los primeros en liquidarse fue el del doctor Janusz Korczak. Todo el personal del orfanato, con el doctor y Stefania Wilczynska al frente, acompañó a los niños a la deportación, a pesar de que tuvieron la oportunidad de salvarse incluso cuando ya estaban en la plaza de transbordo. El mismo día también deportaron a los niños del orfanato de la calle Twarda con su director, el señor Dabrowski y su mujer, y a las niñas de orfanato de Sliska 28, con su directora, la señora Broniatowska. Días más tarde liquidaron el orfanato más grande en la calle Wolnosc 14, junto con su director, Szymanski, que antes de salir del orfanato envenenó a su madre, una señora muy anciana, para evitarle más torturas. Después él acompañó a los niños. En este orfanato vivían cerca de mil niños, a los que acompañó la mayor parte del personal del mismo, entre ellos la señora Pullman y su esposo, Szymon Pullman, el gran músico y director de orquesta que había en el gueto. El mismo día los nazis deportaron a los 360 menores tutelados por la organización Ayuda a los Niños Mendigos de la calle Wolnosc 16, con todo el personal que los cuidaba, y a los 400 niños del internado Buena Voluntad. Uno de los últimos orfanatos en ser liquidado fue el de la calle Dzielna 67, en el que todo el personal, incluida la directora, Sara Janowska, acompañó a los niños. Los nazis deportaron a los 4 000 niños de los treinta orfanatos e internados del gueto. Durante algún tiempo siguieron existiendo algunos comedores infantiles, pero pronto desaparecieron. Todo el sistema de protección a la infancia formado por más de cien centros y que cuidaba a casi 25 000 niños, fue liquidado. Al lado de los niños murió también el personal. 115
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Marc Turkow,116 periodista y escritor, nació en Varsovia y murió en Buenos Aires. Fue representante del Congreso Judío Mundial en América Latina. Autor de varios libros en polaco y en yidish, fue colaborador de El Diario Israelita y director de la editorial Dos Póilische Yidntum que fundó en 1946 con Abraham Mítelberg. Editó libros dedicados al judaísmo polaco y a la destrucción de las comunidades judías en Europa. Formó parte del cuerpo de redactores del diccionario biográfico Who’s who in World Jewry. Esta es su narración: En la mañana del 5 de agosto de 1942 se vio desfilar por las calles de la mártir capital polaca una extraña caravana. La formaban un grupo de doscientos huérfanos judíos, niños de corta edad, ataviados con trajes de fiesta. Al frente de ellos marchaba, con pasos lentos, pero firmes, su maestro, el hombre que en las penumbras de sus vidas de orfandad había hecho penetrar un rayo de luz, trayéndoles la alegría de vivir. En uno de sus brazos llevaba al más pequeño de los niños, y tomado con la otra mano conducía a uno de los niños mayores. Era un hermoso día de verano, y el grupo marchaba entonando canciones. ¿De qué tenían que preocuparse? Sabían que iban a la estación de ferrocarril para viajar a las afueras de la ciudad, a pasar las vacaciones al aire libre, al igual que todos los años durante la temporada de verano. Y, como todos los años, los acompañaba su querido señor doctor. No sabían, y no podían imaginarse, que ese era su último paseo, el viaje hacia la muerte, hacia las cámaras de gas de Treblinka. Al acercarse a los vagones de ganado en los que los nazis transportaban a sus víctimas, alguien le hizo ver al comandante Brandt la presencia del Dr. Janusz Korczak a quien no le correspondía viajar en ese transporte de la muerte. El jefe nazi se acercó al Dr. Korczak y le dijo que no tenía obligación de acompañar a los niños. Pero el Dr. Korczak apartó al verdugo nazi del grupo de niños gritándole: ¡Fuera de aquí, hijo de perra, no nos moleste!… ¿Acaso no ve con qué alegría los niños judíos van al encuentro de la muerte? Y ayudando a los niños a entrar en el vagón, subió él también junto con los últimos de ellos. Así se despidió Janusz Korczak de Varsovia a los 64 años de edad. Ese fue el último acto rebelde de su existencia. Ninguno de los testigos de aquel estremecedor viaje sobrevivió. No importa si todos los detalles de su trágico fin son exactos. Los que escribieron posteriormente las memorias de la vida en el gueto de Varsovia recogieron esas noticias de los testigos oculares, legándolas así a la posteridad. Y la leyenda, a veces, completa la historia para formar la aureola de los grandes hechos históricos. Pues no sólo el martirio de la muerte de Janusz Korczak, sino el sacrificio de su vida por el bien de los niños lo elevó en el concepto de sus contemporáneos a la categoría de santo, a lo que los judíos llamamos tzadic. 117
Emanuel Ringelblum,118 nació en Galitzia (Polonia) en 1900. En la Universidad de Varsovia estudió economía y se doctoró en historia. Participaba en Ginebra en el Congreso Sionista Mundial cuando los nazis invadieron Polonia y regresó a Varsovia para hacer un archivo documental de los acontecimientos. Sus anotaciones se hallaron después del final de la guerra en unas latas enterradas en las ruinas del gueto. Ringelblum
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creó con otros la Organización Judía de Combate, clave en el levantamiento del gueto en 1943. Los nazis descubrieron el escondite en el que estaba con su mujer y su hijo y fusilaron a los tres. Lo que sigue son anotaciones de Emanuel Ringelblum sobre Korczak y los orfanatos: El heroísmo del Dr. Korczak, de Koninski y de la señora Janowa (calle de Dzielna 67). No quisieron abandonar a los niños de los internados. Korczak creó el ambiente propicio para que todos se fueran juntos a la plaza de transbordos. Algunos responsables de los internados sabían perfectamente lo que les esperaba allí, pero consideraron que en un momento tan duro no podían dejar desvalidos a los niños y que debían acompañarlos a la muerte. Los pedagogos judíos murieron en sus puestos. Por la información que recibíamos, sabían muy bien lo que los alemanes hacían con los niños de los orfanatos. En todos los lugares este tipo de centros fueron los primeros en desaparecer. A pesar de todo, los educadores y el personal técnico no se asustaron, se quedaron en sus puestos hasta el último momento, cuando la acción alcanzó también a las instituciones para niños. En la primera fase de la deportación los responsables de la CENTOS consiguieron del presidente Czerniakow y del comandante de la policía judía, el compromiso de excluir a los orfanatos. Más tarde, cuando el contingente crecía día tras día, se liquidaron uno tras otro, centros enteros y se llevaron a los niños con todo el personal. De este modo se llevaron a la plaza de transbordos, el 6 de agosto de 1942, al famoso pedagogo y autor de libros para niños Janusz Korczak. Se puso junto con su colaboradora más cercana, Stefania Wilczynska, al frente de una procesión de niños cantando y en dirección a los vagones que les trasladarían a Treblinka. Como corresponde al doctor Korczak, también en esta ocasión, abasteció a sus niños de barriles de agua para el camino. 119
Nahum Remba (1910-1943), miembro de la resistencia judía en el gueto, había instalado en la plaza de transbordos un puesto de primeros auxilios que le permitía salvar a algunas personas y observó que llegaban Korczak y los niños. Los trenes transportaban entre seis mil y diez mil personas por día y Remba creía que podría salvar a Korczak y a los niños hasta el día siguiente. Cada día y cada hora contaban en un mundo como ese. Remba pidió a Korczak que le acompañara al Judenrat [Consejo judío] pero se negó a dejar solos a los niños ni un instante, pues temía que pudieran ser presa del pánico o que los llevaran en su ausencia. Ante la consternación de Remba, el sádico jefe de policía y responsable de la plaza de transbordos, Schmerling, ordenó que los huérfanos subieran a los vagones. Algunos testigos afirman que en ese momento un oficial alemán le dio a Janusz Korczak un papel. Un miembro de la asociación CENTOS había dirigido una petición a la Gestapo ese día por la mañana para salvarlo. Korczak giró la cabeza y le hizo una mueca al alemán. Remba anotó en sus memorias que Korczak dirigía la primera sección y Stefania la segunda.
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No olvidaré jamás esta escena todo el tiempo que viva. Esto no era una marcha hacia los vagones, sino una protesta muda contra los asesinos. Era una especie de marcha que ninguna persona ha visto jamás en su vida. 120
Remba murió en un campo de concentración de la región de Lublin.121 Eugenia Unger nació en Varsovia y desde el año 1949 vive en Buenos Aires. Tenía 13 años de edad al inicio de la Segunda Guerra Mundial. Estuvo prisionera con sus padres y hermanos en el gueto de Varsovia y fue testigo del levantamiento del mismo. Después fue deportada a los campos de Lublin, Majdanek y Auschwitz-Birkenau. Obligada a ir en la Marcha de la Muerte, a continuación fue enviada a los campos de Ravensbruk, Rehov y Malahov. Su padre y dos hermanos murieron asesinados en los campos de exterminio. Sobrevivieron ella, un hermano y su madre. Formó parte de Sherit Hapleitá [los que quedaron vivos, en hebreo], una de las primeras agrupaciones de sobrevivientes de la Shoá, y en Buenos Aires fue una de las fundadoras y propulsoras del Museo del Holocausto. En el gueto de Varsovia fue testigo del destino de Janusz Korczak: Un día pasó una mujer que era nuestra vecina en Varsovia, la señora Brener. Esta mujer nos había permitido escondernos en su búnker cuando estábamos en el gueto. Nosotros nos habíamos escapado del nuestro y ella nos refugió en un depósito de trapos que era de su propiedad, ubicado en la esquina de las calles Dzika y Zamenhof. Recuerdo ese día porque fui espectadora de un hecho histórico. Por una de las rendijitas del galpón yo miraba hacia la calle y vi pasar al Dr. Janusz Korczak que acompañaba al grupo de niños judíos de su orfanato a la plaza de los transbordos para ser deportados a los campos. Caminaba al frente de una larga columna, con un pequeño en brazos, imbuido de una serenidad inexplicable. Era un día soleado y hermoso. Varsovia resplandecía indiferente a la tragedia que se estaba viviendo en sus calles. 122
La señora Unger fue la gestora de un monumento en memoria de Janusz Korczak realizado por la escultora argentina Norma d’Ippolito, expuesto en el Museo del Holocausto de Buenos Aires e inaugurado en un mes de abril de 2012 coincidiendo con la conmemoración del levantamiento del gueto de Varsovia. Probablemente, Eugenia Unger es la única testigo viva que vio al Dr. Korczak caminando hacia la muerte.123 Maryna Falska, directora del orfanato Nasz Dom, intentó no ceder al desánimo después de la muerte de Korczak y los niños. Continuó escondiendo niños judíos, y durante el levantamiento del gueto organizó un hospital dentro del orfanato para atender a los combatientes polacos heridos. Poco antes de su muerte, un soldado alemán informó
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a Maryna que su orfanato iba a ser evacuado a otro lugar de Polonia, y antes de marchar le quitó el reloj que había sido de su marido. Maryna gritó y el soldado la golpeó con el fusil. El 7 de octubre de 1944, la víspera del desplazamiento, murió Maryna. Se informó a los niños y al personal que había muerto de una crisis cardíaca, pero es posible que hubiese preferido suicidarse con cianuro antes que abandonar el orfanato.124 En Shoá – Enciclopedia del Holocausto,125 se cita el 5 de agosto de 1942 como la fecha en que los nazis ordenaron la evacuación del orfanato y el traslado de todos sus miembros a Treblinka. No hay coincidencia en la bibliografía consultada acerca de la fecha exacta de la muerte de Janusz Korczak. Unas fuentes señalan el 5 de agosto de 1942 y otras el 6. Korczakianum, Centro de documentación y archivos Janusz Korczak,126 del Museo Histórico de Varsovia, especifica con un signo de interrogación las fechas del 5 y el 6 de agosto de 1942. Joanna y Monika Poliwka, traductoras al español del original polaco Król Macius Pierwszy [El rey Mateíto]127 publicado por Towarzystwo Wydawnicze, Varsovia, 1923, refieren en el apéndice del texto que Janusz Korczak murió «en los primeros días de agosto de 1942» junto con los niños del orfanato. Del mismo modo que es impreciso el año de su nacimiento, también es imprecisa la fecha de su muerte: «No figura en documento alguno ni se conocen testigos».128 Nadie sobrevivió para contar las últimas horas de Korczak, Stefania y los niños desde que subieron al tren que los llevó a Treblinka. Sí se sabe que el campo de exterminio estaba dirigido en esas fechas por un médico nazi, el infame Irmfried Eberl, que ordenó que las cámaras de gas funcionasen sin descanso.129 Contrastes de la historia: un hombre bueno, un médico bueno, el doctor Janusz Korczak, ejemplo para la Humanidad, llegaba al infierno. Otro médico, vil y criminal, dirigía el infierno.130
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El origen del seudónimo Janusz Korczak «Korczak» es un antiguo apellido polaco que procede del sur de Polonia y la Lituania del siglo XV. Un personaje literario, héroe de una novela histórica escrita por Jósef Ignacy Kraszewski, escritor polaco del siglo XIX, lleva su nombre.131 Henryk detalló en Confesión de una mariposa su actitud hacia Kraszewski: Hay momentos en los que todo me aburre, pero cuando pienso que todos los grandes hombres sufren adversidades, me siento menos solo. En este momento leo la biografía de Kraszewski y veo que nuestras vidas se asemejan. 132
De entre las obras de Kraszewski la que más admiró Henryk fue La esfinge, de la que escribió: Me produjo la emoción más profunda. Hasta hace poco yo no te comprendía, Maestro, y decía que eras aburrido. Yo era muy tonto al juzgarte de manera tan insolente y exagerada. Yo te respeto, te amo y te adoro. ¡Tú eres la esfinge que sabe tantas cosas! Tú sabes describir el alma humana que cree y que duda. ¡Maestro, que tu sombra me proteja!133
Ya mencionamos que en 1899 Henryk Goldszmit participó en un certamen literario convocado por la revista El Correo de Varsovia y patrocinado por el famoso pianista Ignace Paderewski. Henryk presentó una pieza en cuatro actos titulada ¿Por dónde?, en la que contaba la historia de un hombre con el espíritu perturbado y cuya locura había destruido la familia.134 Parece evidente la relación entre esta obra teatral y la enfermedad de su padre y sus consecuencias familiares. Henryk recordó casi a última hora que todavía no había elegido un seudónimo con el que presentar su obra. En la mesa de trabajo tenía, en ese momento, la novela de Kraszewski, Historia de Janasz Korczak y de la hija del caballero de la espada, de la que tomó el nombre para presentar su obra teatral. Pero el tipógrafo cometió un error al escribir los nombres de los premiados en el certamen, sustituyendo la segunda «a» de
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Janasz por una «u». De esa manera, «Janasz» Korczak se convirtió en Janusz Korczak.135, 136 La decisión de Henryk de tomar el nombre de un personaje de Kraszewski no fue casual. Su tío Jacob Goldszmit dedicó su novela Drama de familia a Kraszewski con una súplica muy emotiva: «Protéjame bajo sus alas, Maestro, igual que un pájaro protege a una cría». También el personaje Janasz cautivó a Henryk: Janasz era un pobre huérfano de noble carácter y coraje al que una pierna herida le impide participar en la batalla de Viena en 1863, pero incluso así logrará salvar a su prima Jadwiga y a su tío de las garras del enemigo. El amor de Jadwiga le había sido negado porque era un pariente pobre, pero Janasz vence a su destino con paciencia y honestidad y acaba casándose con Jadwiga y ocupando un lugar en su corazón.137 Es posible que Henryk tomara el pseudónimo para preservar el anonimato familiar y no parece casual que eligiese un nombre polaco. En un país en el que el apellido mostraba una filiación religiosa, el apellido Goldszmit no podía ser llevado por un judío o un extranjero. No fue, sin embargo, una transición fácil. Durante los seis años siguientes no firmó con el seudónimo la gran cantidad de artículos que escribió. Bien al contrario, firmaba con fragmentos de su nombre o apellido: Hen, Ryk, G, K. Solamente los artículos médicos publicados en revistas profesionales los firmó siempre como Henryk Goldszmit.138 Después, el seudónimo Janusz Korczak le acompañaría hasta el final de su vida.
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El gueto de Varsovia Resumen de su historia Varsovia era el núcleo central de la vida y la cultura judía en Polonia; 393 000 judíos vivían en esta ciudad antes de la guerra y constituían alrededor del 30 % de su población total.139 La comunidad judía de Varsovia era la más numerosa tanto en Polonia como en Europa, y la segunda en el mundo después de Nueva York.140 Alemania invadió Polonia el 1 de septiembre de 1939 y el ejército nazi entró en la capital el 29 de septiembre. Los oficiales alemanes obligaron a los judíos a llevar brazaletes blancos con la estrella de David en azul y cerraron sus escuelas, confiscaron sus propiedades, sus cuentas bancarias y les prohibieron el libre ejercicio de sus profesiones.141 En agosto de 1940 los nazis dividieron la ciudad en tres zonas: alemana, polaca y judía.142 El 2 de octubre de 1940, Ludwig Fischer, gobernador del distrito de Varsovia, ordenó la creación del gueto143 y se forzó a los judíos a construir y financiar el muro que lo rodeaba y a trasladarse al espacio designado.144 En el «barrio judío», así denominaron los alemanes al gueto, hacinarían a todos los judíos de Varsovia y a los que serían deportados de otros lugares a esta ciudad. A los que vivían fuera del perímetro del gueto se les exigió abandonar su vivienda antes del 31 de octubre de 1940. Más de 400 000 personas apartadas bruscamente del mundo exterior se vieron encerradas como animales en lo que fue el mayor gueto de todos los construidos por el ocupante alemán. La cifra de personas en el gueto se incrementó muy pronto debido a la llegada de judíos de fuera de Varsovia.145 El gueto contaba con 73 calles, 22 puertas de entrada y salida y lo rodeaba un muro de 18 kilómetros de largo y 3 metros de altura. En noviembre de 1940, los nazis cerraron las salidas del gueto y este albergó en su interior alrededor de medio millón de personas. Cerca de 100 000 de los habitantes del gueto eran niños menores de 15 años que requerían asistencia.146 Raul Hilberg147 documenta las siguientes cifras:
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Población del gueto: 445 000 personas. Extensión: 3,4 kilómetros cuadrados. Habitaciones: 61 545. Personas por habitación: 7,2. Muy pronto el gueto se quedó pequeño porque los alemanes reducían su superficie poco a poco. El tifus y el hambre provocaron terribles estragos y en 1941 morían unas 7 000 personas al mes. Los cadáveres yacían en el suelo, desnudos, cubiertos con papel de periódico.148 El gueto era parte de la cadena económica nazi de fabricación de utensilios con fines militares. Los alemanes construyeron talleres en los que apremiaban a los judíos a confeccionar trajes militares y civiles con tejidos de gran calidad que robaban en cualquier lugar de Polonia. En las fábricas se trabajaba en régimen de esclavitud; los judíos, a cambio de su trabajo, recibían dos litros de sopa al día. A otros los obligaron a trabajar en la zona «aria» en fábricas de armamento, en las vías férreas o en establecimientos militares.149 Los judíos se morían poco a poco por decisión alemana y por la pasividad o complicidad polaca. El presidente del Judenrat [Consejo judío], Czerniakow, anotó: «Niños muriendo de hambre». La ración de pan era de 700 gramos por semana, en las calles se moría por inanición y la mortalidad se triplicó en dos meses. A principios de 1942 la ración de pan pasó a ser de 500 gramos por semana. Antes del comienzo de la deportación del gueto en julio de 1942, las atroces condiciones de vida causaron la muerte a 83 000 personas. Quedaban 380 000 judíos. El 22 de julio por la mañana, los alemanes detuvieron a los miembros del Judenrat e informaron a Czerniakow que todos los judíos serían deportados al este, a un ritmo de unos 7 000 por día, y así empezó la deportación masiva a Treblinka. El 23 de julio por la tarde, Czerniakow se negó a firmar el anuncio de la deportación y se suicidó para no ser un instrumento en manos del enemigo. «Quieren que mate con mis propias manos a los hijos de mi pueblo», escribió en su último mensaje.150 Los hechos sucedidos a continuación constituyen uno de los capítulos más infames de la Historia de la Humanidad. Las redadas y deportaciones duraron siete semanas, la población estaba desnutrida y aterrorizada, los alemanes engañaron a los judíos prometiendo tres kilos de pan y uno de mermelada a quien se entregase voluntariamente
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en la plaza de los transbordos, un lugar de unos ochenta metros de largo por treinta de ancho en la que los nazis apelotonaban a los judíos para deportarlos a Treblinka.151 El 12 de septiembre de 1942 lo que cada uno creía inconcebible ha sucedido: la deportación de 300 000 judíos que fueron gaseados al llegar al campo de exterminio.152 En ese ambiente de horror y desesperación, y antes de la organización de la resistencia armada, fueron numerosos los actos de dignidad y sacrificio, símbolo de ellos fueron los profesores y protectores de huérfanos que acompañaron a los niños en la muerte.153 La primera liquidación del gueto duró desde el 22 de julio hasta el 12 de septiembre de 1942. Según cifras «oficiales» quedaban en el gueto 33 400 judíos. Si se tienen en cuenta a los que permanecían escondidos la cifra sería en torno a 50 000 judíos.154 Desde el verano de 1942 el gueto se vaciaba a un ritmo de unas 7 000 personas cada día, trasladadas a Treblinka y a Maidanek para morir gaseadas. Conocedores de lo que les esperaba, una parte de la ya pequeña población judía que aún permanecía en el gueto se preparó para la resistencia armada y creó la Organización Judía de Combate, dirigida por Mordechai Anielewicz.155 El 19 de abril de 1943, los supervivientes que aún quedaban, desesperados, comenzaron la insurrección que, tras combates heroicos, fue ahogada en sangre el 16 de mayo de 1943.156 Existen diferentes relatos sobre el número de personas asesinadas en Treblinka. Raul Hilberg157 evalúa un mínimo de 750 000 víctimas. Nikolaus Wachsmann158 estima en 800 000 las personas judías asesinadas. Guitta Sereny159 refiere que las autoridades polacas adoptaron la cifra de 750 000 personas. Alemania Occidental incrementó su estimación oficial el año 1971 tras la aparición de nuevas pruebas: 900 000 muertos. Stangl, comandante de Treblinka, fue sentenciado sobre la base de esta cifra. Georges Bensoussan160 considera más de 970 000 víctimas. Franciszek Zabecki ha insistido, desde el principio, en que el número de personas asesinadas fue mucho más elevado; Guitta Sereny precisa que los hechos son tan monstruosos que el número final casi resulta irrelevante: más allá de cuántos hubiera, cada persona representa igualmente un crimen y una pérdida. Pero, incluso así —dice— deberíamos conceder la última palabra al único hombre vivo que estuvo allí desde el primer al último día. Yo sé —me dijo Franciszek Zabecki— los otros suponen. No había documentos alemanes en los que basar estas estimaciones, salvo aquello que recuperé y escondí. Pero estuve allí día tras día en la estación y conté los números marcados en cada vagón. El número de personas asesinadas en Treblinka fue de un millón doscientos mil, y no caben dudas al respecto. 161
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Beatriz Martínez de Murguía,162 indica en su libro La vida a oscuras. El gueto de Varsovia, 1940-1943, publicado en el año 2009, que «[…] hoy viven en Varsovia 5 000 judíos de una comunidad que según el censo de 1931 sumaba 325 659 personas».163
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Janusz Korczak a la edad de 10 años. 1888
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Janusz Korczak adulto. Año 1938/39
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Orfanato católico Nasz Dom, «Nuestra casa», dirigido por Maryna Falska. 1928/29
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Orfanato judío Dom Sierot, la «Casa del huérfano», dirigido por Janusz Korczak.
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Janusz Korczak con la orquesta de niños en la entrada de Dom Sierot. 192…
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Dom Sierot [La Casa del huérfano] y su pedagogía Desde los primeros años del siglo XX, Janusz Korczak afirmó que el niño es, como tal niño, una persona, y defendió la causa de los niños de la calle a los que dedicó su primer libro. También constató el desconocimiento que tenían los adultos del mundo de los niños. Su objetivo fue instruirlos con el fin de poder exigir respeto hacia todos los niños. Como testigo implicado en el tiempo que le tocó vivir —la ocupación de su país y las guerras— estaba convencido de que la humanidad sólo saldría de ese ciclo trágico por la educación, la cultura, la paz y la democracia; no obstante, como buen conocedor de la condición humana, sabía que esa misión no iba a resultar sencilla.164 Korczak inició su labor pedagógica siendo estudiante de medicina. En 1901 fue profesor en una escuela clandestina para niñas dirigida por Stefania Sempolowska, intelectual progresista y educadora.165 Tres años después trabajó en las colonias de vacaciones para niños en las que ensayó nuevos recursos pedagógicos como la autogestión y los plebiscitos. Volvió a ellas en 1907 y 1908.166 Fue un médico de gran prestigio en Varsovia, y era llamado para atender a los niños de las familias aristocráticas y burguesas, pero eso no le satisfacía. No le interesaban los altos honorarios, le preocupaba otra cuestión: ¿quién atiende a los niños pobres? Al asistir como médico a hogares pobres, observó el problema de la miseria y no sólo no cobraba honorarios a las familias pobres, sino que muchas veces se obligaba a pagar con su dinero los medicamentos para los niños enfermos. También les llevaba alimentos, sabía que las enfermedades de los niños pobres eran derivadas de la desnutrición y las malas condiciones de higiene en que vivían.167 Con todo su bagaje intelectual y profesional renunció en 1912 a su trabajo en el hospital y en su consulta privada para dirigir el orfanato Dom Sierot, que no abandonará hasta su muerte. En el mismo acogerá a los niños huérfanos de Varsovia y pondrá en práctica los métodos educativos derivados de sus observaciones y reflexiones.168
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Es necesario tener en cuenta el contexto de la época en relación con los métodos educativos: disciplina casi militar, castigos corporales y enseñanza de muy baja calidad. En los orfanatos, el concepto de infancia pobre y errante estaba impregnado de las teorías degenerativas y, además, se establecían clasificaciones diagnósticas tales como: inteligentes, viciosos, retrasados, anormales y degenerados. Korczak concibió la organización del orfanato con principios tan sencillos como radicales: autogestión, actitudes de empatía, análisis lúcido del significado de cada uno de los actos y rechazo de prácticas autoritarias e ideas preconcebidas.169 Yo no podría cambiar lo que ya es el niño. Yo puedo despertar lo que adormece su alma, pero no puedo crearla de nuevo, anotó en Cómo amar a un niño. 170
Conviene subrayar que en el orfanato había niños y niñas, lo cual era vanguardista para la época ya que las escuelas y liceos no eran mixtos en Polonia. Dom Sierot era una de las escasas instituciones mixtas. Sin embargo, a pesar de todos sus esfuerzos, no logró mezclar niños judíos con niños católicos.171 El orfanato, que a día de hoy podría parecer mediocre en un país rico, era un lujo en la Polonia de antes de la guerra; cada dormitorio contaba con cuarenta camas y se limpiaba y barría todos los días. Korczak observó el asombro de los niños al ver los dormitorios por primera vez, algunos no habían visto nunca una cama con sábanas y la primera noche se acostaban debajo de la cama, y el asombro era mayor cuando veían los lavabos y aseos. Les enseñó que se podía vivir de manera civilizada. Los niños aparecían como privilegiados a los ojos de todos, y durante la guerra se sabía que el único modo de sobrevivir para un niño huérfano era entrar en el orfanato de Korczak.172 Los orfanatos eran instituciones cerradas y el medio externo se desentendía de su funcionamiento. Korczak estableció nuevas normas de convivencia que hacían protagonistas a los niños, estos acudían a escuelas situadas fuera del orfanato y él mantenía contacto permanente con sus familias.173 No todos los niños procedían de familias incapaces de cuidar a sus hijos por motivos económicos o psicológicos. Grigori Schmukler, prestigioso violinista, fue admitido en la institución a los 12 años de edad después de la muerte de su padre, médico de profesión. Korczak, amante de la música, procuraba que Grigori ofreciera conciertos en la Sociedad de protectores del orfanato.174 Casi todos los niños eran de edad «escolar» de 6 a 14
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años; la escolarización obligatoria en Polonia terminaba a los 12 años, pero Korczak amplió dos años más la estancia de los niños en la institución.175 De su saber y praxis médica, mantuvo a lo largo de toda su actividad como educador el rigor en la observación, y adoptó una curiosidad clínica que concedía gran importancia a los más pequeños detalles de la vida y comportamiento de los niños para descubrir con emoción la unicidad de ser niño, de cada niño.176 Imbuido por el desarrollo de la nueva psicología del niño, Korczak estudió las perspectivas abiertas por los trabajos del doctor Sigmund Freud,177 y a finales del siglo XIX y principios del XX se interesó vivamente por la especificidad de la psicología infantil. Las ideas de autoorganización de los niños y la imagen del educador como protector del niño, ideas esenciales para la nueva educación, le fascinaron.178 Desde joven le atrajo la nueva pedagogía: Pestalozzi, Dewey, Decroly, Montessori, Spencer y Fröbel. En sus escritos periodísticos dejó constancia de ello: Los nombres de Pestalozzi, Fröbel y Spencer tienen tanta importancia como los de los inventores que anuncian el siglo XX. Lo que han descubierto es mucho más que las fuerzas desconocidas de la naturaleza, han descubierto la mitad desconocida de la humanidad. 179
Korczak intuyó siempre que un conjunto de niños sólo podría funcionar bien disponiendo de unas condiciones de vida adecuadas. Cuidó con esmero el régimen alimenticio, las condiciones de reposo, la higiene y ofrecer al niño un ambiente educativo facilitador en el hogar. La creación de ese ambiente propicio corresponderá a los padres, y en el caso de los niños huérfanos o sin familia el ambiente educativo se creará en el orfanato. En estas instituciones los alumnos deberán cumplir la función de componentes de la familia, los niños mayores se ocuparán de los más pequeños, participarán en tareas del hogar y les enseñarán la importancia de respetar el trabajo.180 También se ocupó de la distribución física del orfanato con el objetivo de que fuese agradable y confortable para los niños, con tal finalidad preparó habitaciones para el estudio y habitaciones «de silencio» para los chicos que necesitasen pensar y reflexionar en paz.181 Aleksander Lewin, antiguo educador en Dom Sierot hasta el año 1939, sostuvo que el punto de partida de la concepción pedagógica de Korczak no es el niño sino su visión del mundo: trágica y marcada por la catástrofe, el mundo está mal dirigido y mal organizado, el mal y la injusticia se extienden, los hombres no son capaces de poner fin a los males y
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se dirigen hacia la autodestrucción. Todos esos males insostenibles como la guerra, la explotación y la desmoralización se vengan particularmente en los niños.182 Los niños de Korczak no fueron niños aislados ni abstractos; vivieron sometidos a unas condiciones históricas y sociales determinadas, bajo la dominación extranjera zarista, las guerras, y después, con el retorno de la independencia polaca, en los salones o en los barrios desheredados de Varsovia. La inquietud por el futuro de los niños encontró su fuente en la preocupación por el futuro del mundo, la división en clases y grupos de interés, y nadie observó esto de manera tan precisa como Korczak.183 La relación entre los adultos y los niños no es igualitaria, es injusta porque los adultos dominan el mundo y la historia, y los niños constituyen una clase de seres totalmente dependiente de la voluntad de los adultos y de sus chifladuras. En un artículo aparecido en 1906 con el título «Infancia feliz», el joven Korczak desveló el mito de la felicidad infantil como una mentira que los adultos han imaginado para vivir de manera confortable y continuar con las injusticias a los niños. La discriminación del niño está presente en la familia y en las instituciones educativas que no se interesan por los problemas de la infancia, pero intentan educarlos con prohibiciones y castigos. Así lo hizo saber en una asamblea de la Sociedad para la ayuda de los huérfanos: Qué tragedia para el mundo de hoy, qué vergüenza para esta generación que deja a los niños un mundo desordenado. 184
Korczak consideraba que la solución de los problemas del mundo debía comenzar por resolver los problemas de la infancia. Esta tesis, que en principio pudiera parecer utópica, la explicó de manera muy concreta. Los niños no acceden a la igualdad por el hecho de que se les asegure en la Declaración de Ginebra de 1924 el derecho al mantenimiento, a la salud y a las condiciones propicias para su educación y desarrollo. Creyó un error de los juristas ginebrinos mezclar derechos y deberes, ya que el mantenimiento de los niños y su protección constituyen deberes elementales de los adultos hacia los niños. «Los niños no devienen personas, ya lo son», insistía. La igualdad de los niños empieza en su reconocimiento como personas y no como seres que llegarán a la edad adulta.185 Estaba absolutamente convencido de que la tarea esencial de los adultos era ayudar a los niños a ser ellos mismos, comprender el esfuerzo cotidiano que significa crecer, madurar y conocerse a sí mismo. Los niños tienen su propia representación del mundo, de la justicia, y una visión personal de la vida de los adultos superior a la de estos en
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aspectos como las emociones, la sensibilidad, la espontaneidad y la autenticidad. El honor de los niños, su singularidad e identidad deben ser respetados y asegurados en derecho.186 En Si yo volviera a ser niño apuntó: Decís: Nos molesta la charla de los niños. Tenéis razón. Decís: Tenemos que descender hacia sus ideas. Descender, inclinarnos, empequeñecernos. Estáis equivocados. No es eso lo que nos cansa, sino el que tengamos que elevarnos hacia sus sentimientos. Elevarnos, estirarnos, ponernos de puntillas para no agraviarlos. 187
Y en la obra La Gloire, escrita en 1913, manifestó: Niños, tened grandes aspiraciones, tened elevadas ambiciones y anhelad llegar a la gloria. De tales ambiciones siempre saldrá algo positivo. 188
Veintitrés años más tarde, en 1935, en una carta a los niños puso como lema: Los niños deben ser cautelosos en sus actos, pero decididos y no calculadores en sus aspiraciones. 189
A su llegada al orfanato, cada niño tenía un tutor que se ocupaba de él durante un año para enseñarle las normas de convivencia y el modo de vida en la institución. Pasado el primer mes, los demás niños votaban para expresar su opinión sobre el recién llegado. Cumplido el primer año de estancia se sometía de nuevo a votación para atribuirle una categoría cívica de la que existían cuatro grados: desagradable, indiferente, habitante y compañero.190 Desde la puesta en funcionamiento del orfanato, la pedagogía korczakiana se basó en los siguientes principios:191 Tratar a los niños como seres conscientes de sus necesidades, capaces de comprender la importancia de respetar los límites, de someterse a la ley y saber aceptar renuncias en favor del interés colectivo. Buscar vías intermedias entre la coerción y la dejadez, y optar por el acuerdo y el entendimiento como piedra angular de una organización que cuenta con su participación y desea que los niños valoren su estancia en la institución para que tengan deseos de progresar.
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Actuar de manera comprensible para los niños. Avanzar con prudencia, progresivamente, sin esperar resultados rápidos, ofrecer poco a poco nuevas posibilidades al niño para que pueda mostrar su iniciativa. Una vigilante observación de los detalles de la vida cotidiana. Protegerse de la ilusión y certidumbre de los adultos de que ya se sabe todo sobre la infancia. Y la democracia en el orfanato se sustentaba en cuatro pilares: La autogestión El parlamento El tribunal El periódico La autonomía de los niños se apoyó en la elaboración conjunta con los adultos de las reglas y normas de convivencia y en ocuparse de que fuesen respetadas por todos, lo que les hacía partícipes de una responsabilidad compartida y los llevaba a tomar en consideración la opinión de los compañeros y del personal del orfanato. Korczak fue muy perseverante en ello.192 Lejos de una obediencia ciega a leyes que los niños no comprenderían, se trataba de un aprendizaje de respeto mutuo, con metas concretas que respondían a las necesidades de la persona y de la sociedad para la formación de un cuerpo colectivo coherente. Con todo ello quiso Korczak resocializar a los niños que llegaban al orfanato, muchos de ellos con trastornos del comportamiento y que no aceptaban ningún tipo de autoridad. El sistema pedagógico reconocía diferencias jerárquicas entre los niños, de modo que había niños con más o menos privilegios, pero estos privilegios eran fruto de su contribución al trabajo y de su respeto a los demás. Korczak consideraba el orfanato como una institución evolutiva que tenía que devolver a los huérfanos lo que el destino les había robado: una infancia feliz.193 El Parlamento estaba constituido por veinte diputados, niños de ambos sexos, que debían cumplir dos condiciones para ser elegidos: no haber sido sancionados previamente por robo o engaño y tener la categoría de «compañeros». Todos los niños mayores de 6 años tenían derecho al voto.
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Los niños presentaban al parlamento sus deseos y proyectos, que eran discutidos por los diputados y podían ser convertidos en leyes de obligado cumplimiento para niños y adultos. El parlamento distribuía las tareas entre los niños, lo que les aportaba responsabilidad en el funcionamiento interno del orfanato.194 En el Diario del gueto, anotó: Lucho para que en nuestra casa no haya diferencias entre trabajos delicados y trabajos groseros, limpios o sucios, entre trabajos para niñas de buena familia y los que sólo son buenos para el pueblo. En Dom Sierot no debe haber ocupaciones exclusivamente físicas o exclusivamente intelectuales. En el internado de la calle Dzielna se escandalizan al ver que doy la mano a una sirvienta, sobre todo cuando está limpiando la escalera y sus manos están húmedas. Yo respeto a los trabajadores honrados, sus manos están, para mí, limpias y tengo muy en cuenta sus opiniones. 195
Los niños adquirían el derecho de votar sobre los adultos y el derecho a juzgarlos. Era una verdadera revolución, y la democracia de Korczak provocó violentas reacciones en Polonia; la prensa reaccionaria trataba a Korczak de anarquista y demagogo, lo acusaba de querer cambiar el orden de las cosas y temía que, si los niños votaban, se derrumbasen los cimientos de la sociedad.196 El Tribunal se componía de cinco jueces, de edades comprendidas entre 12 y 14 años, que eran designados por sorteo entre los niños que durante la última semana no habían sufrido ninguna queja. Este órgano se reunía una vez por semana. Un educador participaba en el tribunal como secretario y sin derecho a voto. Los jueces se ocupaban de los conflictos y problemas principales: injurias, golpes, robos, y faltas de disciplina.197 Si la acción del tribunal resultaba ineficaz, era el consejo jurídico el que pasaba a ocuparse del caso del niño. El consejo, formado por un educador y dos jueces elegidos por votación secreta, tenía una vigencia de tres meses, al cabo de los cuales cambiaban los jueces y el educador.198 Los sábados por la mañana había reunión general y Korczak o Stefania leían en voz alta los acontecimientos de la semana y los veredictos del tribunal.199 Korczak veía en el tribunal el primer paso hacia la elaboración de una Declaración de los Derechos del Niño y consideraba que era lo más importante de su sistema pedagógico. Una sesión de tribunal me informa más sobre un niño que varios meses de contacto cotidiano con él. Como secretario del tribunal he podido estudiar el abecedario de este mundo particular que son los
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niños. 200
Mientras estuvo en la guerra, redactó un código de leyes que servirían como directriz para que los jueces del tribunal elaborasen los veredictos. El código estaba basado en el perdón y era un exponente del pensamiento korczakiano. Contaba con ciento nueve artículos, numerados del uno al cien, a continuación seguían por centenas, 200, 300… hasta 1 000. Los cien primeros artículos del código eran de absolución, con el fin de animar al acusado a no reincidir.201 Del 100 al 1 000, estaban redactados del siguiente modo: Artículo 100: El tribunal no formula conclusiones de culpa, no hay censura, pero dado que este artículo representa la condena más ligera, el juicio se basa en la curva de delitos previos (si el acusado fue juzgado o condenado previamente). Artículo 200: Hizo mal en actuar de esa manera, esto puede ocurrir a todo el mundo. Le pedimos que no lo repita. Artículo 300: Se ha portado mal, el tribunal condena y exige que no se repita. Artículo 400: Lo que has hecho es muy grave. Este artículo es el último intento de evitarle al acusado la vergüenza de una condena pública. Artículo 500: El que hace caso omiso a nuestras súplicas y a nuestras exigencias, prueba que no se respeta a sí mismo o no le importamos nada. Entonces nosotros tampoco tenemos ningún motivo para preocuparnos por él y evitarle una condena. La sentencia, con nombre y apellido del culpable, se notificará en la primera página del periódico. Artículo 600: La sentencia se publica en el periódico y se fija durante una semana en el tablero del tribunal. Si alguien fue objeto de la sanción del artículo 600 por recaída, su curva penal podrá ser publicada más de una semana, pero en este caso su nombre y apellido se sustituyen por las iniciales. Artículo 700: Iguales medidas punitivas que las del artículo 600, pero el texto de la condena se envía a la familia. Artículo 800: El tribunal se declara impotente. Al culpable se le da una semana de plazo para reflexionar. Durante la semana no se recibirá ninguna queja contra él, pero él tampoco tendrá derecho a quejarse de nadie. La sentencia se publica en el periódico, se fija en el tablero y se envía a la familia. Artículo 900: Se ha perdido toda esperanza de hacerlo cambiar. Hemos perdido la confianza en él. Equivale a la expulsión, pero si alguien se ofrece como tutor, el niño podrá quedarse en el orfanato. El tutor puede ser un educador o un niño y responderá ante el tribunal por nuevas faltas. Artículo 1 000: Lo expulsamos. El acusado podrá solicitar el reingreso tres meses después de la expulsión. 202
La expulsión del orfanato se produjo solamente cuatro veces en cuarenta años. El tribunal era una escuela de perdón y también una escuela de democracia.203
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Korczak siempre deseó transmitir a los niños la idea de la justicia, que comprendiesen que hay leyes justas y leyes injustas, del mismo modo que hay personas justas y personas injustas. Así lo expresó: Si alguien hace mal una cosa es mejor perdonarle. Si lo hizo por ignorancia, ahora actuará con conocimiento de causa; si lo hizo involuntariamente, en adelante será más prudente; si lo ha hecho porque no consigue abandonar sus malas costumbres, esperaremos que la próxima vez lo logre; si actuó por instigación de otro, la próxima vez no tendrá ganas de escucharlo. Si alguien actuó mal, se le perdona y se espera que se corrija a sí mismo. De todos modos, el tribunal velará por el respeto al orden, pues la anarquía hace sufrir a la gente tranquila y buena. El tribunal debe defenderlos e impedir que los fuertes e insolentes molesten o hagan daño. El tribunal cuida de que el grande no maltrate al pequeño y de que el pequeño no importune al grande, de que el astuto no explote al inocente, de que el bromista no gaste bromas pesadas al que no tiene ganas de bromear, de que el colérico no busque camorra a cada momento. El tribunal debe trabajar para que cada niño tenga lo que necesite y evitarle motivos para estar triste o enojado, y debe velar por el derecho del niño a la propiedad privada. El tribunal no es la justicia, pero hacer prevalecer la justicia será su principal preocupación; un tribunal tal vez no sea la verdad, pero tiene que aspirar a ella. Ser juez no quiere decir estar libre de error, pero si un juez pronunciara conscientemente un juicio mentiroso, sería una vergüenza. El código del tribunal de niños es una tentativa de respuesta a un sistema educativo represivo. La introducción del código entre nosotros fue una experiencia concluyente: el número de castigos por flagrante delito, disminuyó de una manera muy considerable. ¿Y si se empezara por los tribunales para menores? En lugar de convocar a los padres se podría primero perdonar a un joven delincuente (los cien primeros artículos de nuestro código son de perdón) o simplemente decirle: «has hecho mal por actuar así: te has comportado mal, muy mal». No sé. Tal vez miro demasiado lejos. 204
Pero la realidad fue que los niños no soportaban la responsabilidad y el poder que les otorgaba ser miembros del tribunal, de modo que, o no sancionaban a nadie o dejaban la palabra al más fuerte. Korczak relató este fracaso con tristeza e intentó convencer a los niños que el tribunal era más justo que el régimen en que sólo los adultos tenían el derecho de castigar y procedió a hablar con los niños pactando que el tribunal lo formasen tres niños y dos adultos y que estos fuesen elegidos con voto secreto. Una contribución importante del tribunal a la democracia fue autorizar a los niños a hacer comparecer a los adultos, incluido Korczak.205 El tribunal fue, en palabras de un educador del orfanato, «un psicodrama basado en la psicología del niño»; pero fuera del orfanato, los detractores de Korczak sostenían que el tribunal convertía a los niños en unos trapaceros. Él respondía que les enseñaba el respeto de la ley y de los derechos individuales.206
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Korczak consideró prioritario contar con un periódico en la institución educativa. El periódico se leía en voz alta en las reuniones semanales, para crear nexos de unión y reforzar los lazos de solidaridad entre los niños y el personal que los cuida. Acuerdos, problemas y reclamaciones se publicaban en forma de nota, artículo o editorial. Por ejemplo, se podía anotar brevemente: «A se peleó con B» o «Las peleas son cada vez más frecuentes» y esto daría lugar a un artículo más amplio con un título enérgico como «No a los puñetazos» o «Acabemos de una vez por todas». Para el educador, el periódico era un modulador de palabras y acciones que constituía una crónica de los errores cometidos y de los esfuerzos para corregirlos.207 El periódico estaba fijado a una pared, todo niño podía escribir en él lo que quisiera. También disponían de la Pequeña Revista, codirigida por los niños y adultos. Era el aprendizaje concreto de una libertad de expresión que no existía en Polonia y una magnífica escuela de democracia para los niños.208 Con el fin de facilitar la comunicación entre niños y adultos, se dispuso un buzón de cartas reservado a la correspondencia entre los niños y los educadores. Así los niños aprenderían:209 A esperar una respuesta en vez de exigirla de inmediato y en cualquier momento. A dar a cada cosa su importancia: a distinguir de entre sus deseos, sus penas, sus dudas, aquello que es verdaderamente importante de aquello que no lo es. Escribir una carta supone una decisión previa. A reflexionar, a motivar una acción, una decisión. A tener voluntad (hay que querer para saber). Para ayudar a los niños a reflexionar y elaborar pensamientos, instituyó lo que él denominó «las apuestas». Se trataba de una especie de promesa que los niños presentaban verbalmente para mejorar o superar cualquier aspecto de su vida que fuese mejorable o digno de superación. Constituían un medio personal concreto y estimulante para lograr una victoria sobre uno mismo. Se hacían solamente un día por semana, directamente entre el niño y Janusz Korczak, y no existía control posterior. La autenticidad de la victoria era problema exclusivo del niño. Las apuestas estaban protegidas por el silencio, nadie hablaba de ellas.210
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Algunas innovaciones de Korczak podrían parecer triviales a día de hoy. Cada niño tenía un cajón con una llave para proteger de la curiosidad ajena lo que él denominaba «los pequeños tesoros del niño»: una pluma, un guijarro, una foto de los padres… No hay democracia para el niño si los otros no respetan los numerosos pequeños objetos que sólo tienen valor para el que los posee y que ayudan al niño a construirse.211 En el orfanato ocupaban un lugar preferente el mueble librero y una vitrina para objetos encontrados. La librería contaba, entre otros textos, con un diccionario, un libro de proverbios, antologías, manuales técnicos, una enciclopedia, un plano de la ciudad, un calendario, juegos de salón y cuadernos en los que los niños podían anotar sus sueños favoritos, canciones y anécdotas.212 Incluso dentro del gueto, tampoco olvidó Korczak la importancia de la cultura y el conocimiento para los niños. El doctor Ludovico Hírszfeld, médico de gran prestigio en Europa y prisionero en el gueto, contó en sus memorias tituladas Historia de una vida, las actividades de Korczak para ayudar a los niños. Les hablaba de la justicia, la bondad y la dignidad humana, y les organizaba conciertos y bailes; en una ocasión invitó a un estudioso de la filosofía para dialogar con los niños sobre los filósofos y la mitología griega. Jonás Turkow, sobreviviente del gueto, anotó, también en sus memorias, actividades similares así como las conversaciones que Korczak mantuvo con el ajedrecista Nájdorf, oriundo de Varsovia, acerca de la importancia de enseñar a los niños a jugar al ajedrez.213 Korczak consideraba al niño a contracorriente de la psicología genética de la época. Piaget, Gesell o Wallon, observaban al niño como un ser en formación. Decir ser en formación es decir ser incompleto, inacabado. Es obvio que esta visión del niño es de sentido común, pero Korczak pensaba que cualquiera que fuese la edad del niño, este es una persona en el pleno sentido del término, una persona minoritaria oprimida por los adultos. El niño debe ser tomado en serio y respetado en tanto que persona humana, cualquiera que sea su inmadurez, su pequeñez, su ausencia de fuerza física, la lentitud de su razonamiento o la pobreza de su cultura. Esta afirmación de Korczak recibió el acuerdo internacional sesenta años después de haber sido enunciada y cuarenta y cinco después de la muerte de su autor. La Convención sobre los Derechos del Niño adoptada por la ONU en 1989, está basada en el concepto korczakiano de la doble naturaleza del
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niño: inmaduro y débil, tiene derecho a la protección; persona humana, tiene derecho a participar de los derechos humanos.214 Para Korczak no existía democracia sin respeto. La palabra respeto recorre toda la obra korczakiana. Pero, ¿de qué respeto nos habla? Inicialmente, del respeto a uno mismo. Observó que era necesario revalorizar a los niños de la calle, considerados casi desechos por sus familias, la policía y los comerciantes. Los adultos en Polonia podían abofetear a cualquier niño sin motivo alguno, al niño le quedaba el derecho de llorar o escapar, eran tratados como delincuentes y, como consecuencia, estos niños carecían de respeto hacia ellos mismos. El trabajo de Korczak con ellos tenía como meta convencerles de que eran seres humanos dignos y merecedores de respeto. ¿Qué hacer? Respetarles hasta el detalle más pequeño de su vida cotidiana, incluso el castigo o la reprimenda irían acompañados de respeto.215 El 15 de mayo de 1942 escribió en el Diario del gueto un conmovedor diálogo con una niña: —¿Sabes?, Elena, eres un ser humano más bien agitado. —¿Yo soy un ser humano? —Por supuesto, ¿creías que eras un perro?
Elena permaneció pensativa y respondió sorprendida: —Soy un ser humano. Soy Elena, soy una niña, soy polaca, soy la hija de mi mamá, soy de Varsovia… ¡Soy muchas cosas!216
Y en Si yo volviera a ser niño, describió en un bello párrafo su devoción por el respeto a la infancia: La hora de clase pasa rápidamente. Si alguna vez vuelvo a ser maestro, nunca llamaré a un alumno que tenga algún disgusto. Que medite, que se tranquilice, que descanse. Cuando era maestro y tenía algún disgusto, tampoco atendía en clase y nadie me ponía en el rincón. Al contrario: en esos momentos era más severo, y tenía que haber más silencio en la clase para que yo pudiera afligirme cómodamente. El niño debe sentirse cómodo cuando lo miro. Y si quiero decirle algo, que no sea como de paso, sino con un interés real. 217
No hay, pues, democracia sin respeto. Se respeta uno mismo en tanto se respeta a los otros, incluso si resulta imposible decir si es necesario en primer lugar respetar a los otros o respetarse a uno mismo. En la práctica, y en los escritos de Korczak, estas dos ideas
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están imbricadas de tal manera que no es posible disociar la una de la otra: no se puede iniciar a los niños en la democracia, exigir que respeten a los otros niños y que se respeten a sí mismos, si los adultos no los respetan. El núcleo de sus tesis está en el respeto que los adultos deben a los niños.218 Korzak fustiga la Declaración de los Derechos del Niño ratificada por la Liga de Naciones de 1923, que él considera como un catálogo de buenas intenciones que confunde las nociones de derecho y deber y subraya el tono de ruego y no de exigencia.219 La aplicación de la democracia no es innata. Korczak sabía bien que no todo lo que proviene del niño es bueno, que el trabajo y el respeto son necesarios para conducir progresivamente al niño al respeto hacia sí mismo y hacia los otros, condición indispensable para adquirir el derecho de decidir sobre su suerte. Sabía lo laborioso que es el paso de la autocracia a la democracia.220 En El rey Mateíto describió cómo los niños sin normas ni límites reproducen los errores que observan en los adultos. Una «república de niños» sin ayuda educativa se transforma enseguida en una dictadura en la que los más fuertes eclipsan a los más débiles. Korczak nunca aceptó la teoría de Rousseau que proclama que el niño es bueno por naturaleza y discrepó del concepto «angelical» de la infancia: Si mañana tengo que buscar un nuevo grupo de niños, debo saber de antemano que entre ellos habrá niños dóciles, débiles, confiados, perversos, agresivos y malhechores. 221, 222
Según él, el niño es un actor estratégico de sus propios intereses que sabe elegir la conducta más eficaz para satisfacer sus deseos y necesidades. No pensaba en el niño como un ser ideal, sino como persona humana merecedora de respeto.223 Ser educador es ser garante de que todos respeten las reglas comunes a todos. Nada de complacencia, de laxitud ni anarquía. Opuso la autoridad del derecho a la autoridad de los adultos, estos no son los detentadores de la autoridad, la autoridad se imbrica en las reglas del derecho. El reglamento del orfanato estipulaba que el director y la educadora son responsables delante de los niños de la aplicación de las leyes en vigor.224 Hay una tendencia de «pankorczakismo» según la cual todo lo que es bueno, noble y hermoso en pedagogía es puesto en relación con Korczak y ello no puede hacernos olvidar que los elementos esenciales de su pensamiento y su obra encuentran su fuente en el espíritu de la época. Es una opinión muy extendida que los adultos pueden y deben
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transmitir un cierto sistema de valores a los niños, un modelo acabado y obligatorio. El pensamiento de Korczak era otro.225 Su credo pedagógico está muy claro en el mensaje «El adiós» que dedicó a los jóvenes que abandonaban el orfanato: Nosotros no os damos nada. Nosotros no os damos ningún Dios ya que es preciso que lo busquéis vosotros mismos en vuestra alma, en vuestros esfuerzos. Nosotros no os damos ninguna patria, buscarla vosotros en el trabajo, en vuestro corazón y en vuestro pensamiento. Nosotros no os damos ningún amor pues no existe amor sin perdón, es la dificultad que cada uno debe sobrellevar solo. Pero nosotros os damos esto: el deseo de una vida mejor, que todavía no existe pero existirá un día, el deseo de una vida colmada de derecho y de justicia. Este deseo guiará, quizás, vuestros pasos hacia Dios, hacia la patria y hacia el amor. 226
Este resumen, contiene mucho de lo que Korczak consideraba su programa educativo. Un valor no toma sentido y no guía una vida hasta que ese valor madura poco a poco y se desarrolla en el niño.227 La separación y la entrada en la vida activa eran muy difíciles y más de un niño las sentía como un verdadero abandono. La mayor parte de ellos al salir del orfanato se afiliaban a organizaciones que tenían como objetivo cambiar el mundo: el partido comunista, clandestino y minoritario, pero activo en el proletariado judío, o el movimiento sionista judío de izquierda. Visitaban con frecuencia a Korczak y él guardaba imperturbable su amistad y su apoyo a sus antiguos pupilos. Les enseñó los principios de la democracia y el respeto hacia los demás, así como el gusto por el trabajo y la decencia. Los educó bien para hacer de ellos gente honesta.228 Jacques Dodiuk, antiguo pupilo del orfanato judío lo contó así: Fueron tiempos muy gratos que me marcaron mucho. El doctor Korczak me enseñó la sinceridad, la honestidad hacia uno mismo y hacia los demás. Me enseñó a amar el trabajo, bien fuese manual o intelectual. Viví en un ambiente de confianza y solidaridad. De todo ello obtuve la fuerza para ser valeroso ante los sufrimientos de la vida. 229
Otro antiguo alumno le dijo a Korczak: De no haber sido por el orfanato no hubiese sabido que en el mundo hay personas honradas que no roban a nadie. No hubiese sabido que se puede decir la verdad, no me hubiese enterado que existen leyes justas en esta tierra. 230, 231
Stanislas Tomkiewicz232 subrayó que no es casualidad que el título de su obra
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Stanislas Tomkiewicz232 subrayó que no es casualidad que el título de su obra magistral fuese Cómo amar a un niño, y «algún pupilo que estuvo en sus orfanatos me relató sin vacilación la intensidad y autenticidad de ese amor a la infancia que no impedía las reprimendas, un empellón, las exigencias e incluso, aunque muy raramente, los castigos».233 Aleksander Lewin relató por primera vez sus recuerdos de educador en el trabajo titulado «Korczak conocido y desconocido»: Desde que lo conocí en 1937, fui consciente que este hombre de gran modestia, era muy diferente a las otras personas de su entorno. Korczak fue un ser profundamente impresionado por el destino de otras personas y quería cambiar ese destino, estaba en la vanguardia del combate por la justicia. No es fácil responder a la cuestión de lo que fue el núcleo de la obra y vida de Korczak porque su leyenda recubre al hombre real. La última y trágica etapa de su vida confirma un amor al prójimo fuera de lo común y da fe de la credibilidad de su persona. 234
El orfanato de Janusz Korczak en Varsovia fue una institución ejemplar que recibía visitantes polacos y extranjeros. Los conocimientos e ideas puestas en práctica se extendieron a escuelas y otras instituciones educativas antes y después de la segunda guerra mundial. Los conceptos pedagógicos de Korczak inspiraron a generaciones sucesivas de maestros y educadores y conservan toda su vigencia.235 Bruno Bettelheim, destacó en el prefacio de Cómo amar a un niño236 que el día en que padres y educadores hagan suyas las ideas de Korczak, los niños serán los beneficiados. Su profundo respeto por el niño, más que su absoluto amor por él, lo convierte en uno de los más grandes educadores de todos los tiempos.
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Los derechos del niño Janusz Korczak es reconocido hoy como uno de los precursores del pensamiento, afirmación y puesta en práctica efectiva de los derechos del niño. Esta reputación está basada no en una declaración de intenciones sino en criterios científicos y en una acción educativa no igualada en su país, en una época ávida de libertad y democracia y afectada por las guerras hasta la llegada del nazismo. Korczak planteó el principio del reconocimiento constitucional de los derechos del niño, lo que sería una garantía de la seguridad de los niños poniéndolos bajo la protección de una ley, y una poderosa herramienta pedagógica que favorecería la emancipación y la integración del niño en la escuela de la democracia. El éxito de los orfanatos modelos Dom Sierot y Nasz Dom, transformados durante treinta años en auténticas «repúblicas de niños», reposaba sobre la institucionalización de todos los derechos activos del niño, reconocidos más tarde por la Convención sobre los Derechos del Niño. En la vertiente científica, Korczak puso su sentido de observación clínica al servicio de la educación para seguir la evolución del niño, comunicarse con él en su mundo e investigar todo lo que pudiera contribuir a que los niños fuesen seres humanos libres e independientes. Su mayor innovación, que caracterizó toda su labor pedagógica, reside en el hecho de que los derechos del niño que él reclamó e instituyó con éxito en los orfanatos, no fueron solamente los derechos elementales de protección de la infancia sino los derechos activos del niño. Para definir y defender los derechos del niño no utilizó necesariamente una argumentación jurídica. Se dedicó principalmente a rechazar todas las situaciones en las que los adultos y la sociedad no respetaban al niño y a reclamar una reestructuración completa de la educación que tuviese en cuenta al niño y sus derechos. Su obra y su vida demostraron que ello era posible.237 Janusz Korczak anheló una Declaración de los Derechos del Niño muchos años antes de la Convención de Ginebra de 1924 y de la Asamblea General de Naciones Unidas de 1959. La declaración que Korczak quería no era un llamamiento a la buena voluntad sino
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una proposición efectiva de protección de la infancia. Buena parte de estos derechos los dejó plasmados en Cómo amar a un niño y en El derecho del niño al respeto. Según su biógrafa Betty Jean Lifton, la declaración korczakiana de los derechos del niño no estaba concluida en el momento de su muerte. El listado que sigue se corresponde con el publicado por B. J. Lifton.238 El niño tiene derecho al amor. Amar la infancia, no sólo a vuestro hijo. El niño tiene derecho al respeto. Respeto por sus ojos brillantes, por sus esfuerzos, por su confianza, por sus temores, por sus errores. El niño tiene derecho a buenas condiciones para su crecimiento y su desarrollo. Exigimos acabar con el hambre, el frío, la humedad, los olores nauseabundos, la superpoblación. El niño tiene derecho de vivir el presente. Los niños no son las personas del mañana, son las personas de hoy. El niño tiene el derecho de ser él mismo o ella misma. El niño no es un billete de lotería destinado a ganar el premio grande. El niño tiene derecho a equivocarse. Renunciemos al deseo ilusorio de tener niños perfectos. El niño tiene derecho a ser tomado en serio. ¿Quién pregunta su opinión o su consentimiento al niño? El niño tiene derecho a ser apreciado por lo que él es. ¿Tiene menos valor por ser pequeño? El niño tiene derecho a reclamar, a desear y a preguntar. Con el paso del tiempo se agranda la distancia entre las demandas de los adultos y los deseos de los niños. El niño tiene derecho a tener secretos. Respetad sus secretos. El niño tiene derecho a una mentira, un engaño y un robo ocasionales. El niño miente por miedo, por pudor, o cuando se le obliga a decir lo que no quiere o no puede decir. Ofrezcámosle la posibilidad de que se guarde un secreto o que pueda decirnos: «lo sé pero no te lo puedo decir».
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El niño tiene derecho a que se respeten sus bienes y su presupuesto. Cada uno tiene derecho a hacer respetar su propiedad por pequeña que sea su importancia y su valor. El niño tiene derecho a la educación. El niño tiene derecho a rechazar las influencias educativas que entren en conflicto con sus creencias. Es grato para el género humano no hacer ceder a los niños en sus buenas razones y en su humanidad. El niño tiene derecho a protestar contra una injusticia. Acabemos con el despotismo. El niño tiene derecho a un Tribunal de niños en el que pueda juzgar y ser juzgado por sus pares. Nosotros somos los únicos jueces del comportamiento del niño, de sus pensamientos y de sus proyectos. Yo sé que un Tribunal de niños es indispensable, que en cincuenta años ni una escuela ni una institución estarán desprovistas de ellos. El niño tiene derecho a ser defendido en un sistema de tribunal de justicia especializado en la infancia. El niño delincuente es todavía un niño. Desdichadamente, los sufrimientos derivados de la pobreza se propagan como piojos: sadismo, crimen, grosería y brutalidad se nutren de ella. El niño tiene derecho a que se respete su tristeza. Aunque sólo sea debida a la pérdida de una piedrecita. El niño tiene derecho a conversar íntimamente con Dios. El niño tiene derecho a morir prematuramente. El profundo amor de una madre por su hijo debe permitir al niño el derecho de morir prematuramente, de tener un ciclo de vida de una o dos primaveras solamente. No todos los arbustos llegan a ser árboles.
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El Diario del gueto Su odisea El Diario del gueto es un texto difícil, las condiciones de vida de Korczak y su endeble salud han contribuido al carácter heterogéneo y desordenado del mismo. Cuando lo redactó tenía 63 o 64 años y su cuerpo estaba arruinado: le fallaba el corazón, tenía las piernas hinchadas, la vesícula biliar enferma, pleuresía y una hernia. Escribió en el terrible ambiente del gueto bajo la presión de las preocupaciones y la responsabilidad. Nadie al salir de casa sabía si iba a regresar o si sería detenido y deportado.239, 240 Michal Wroblewski, aprendiz de educador, trabajó en el orfanato de Korczak y fue el único profesor que sobrevivió. El día de la deportación, Wroblewski y tres alumnos mayores salieron del gueto para trabajar fuera del muro en un trabajo que Korczak les ayudó a buscar. Cada mañana salían vigilados, y por la tarde eran obligados a entrar de nuevo en el gueto. Cuando Michal regresó al orfanato sólo encontró desorden. Las gafas de Korczak con el cristal izquierdo roto estaban sobre la mesita de noche de su dormitorio, y sus escritos esparcidos en el suelo. Michal sobrevivió a la guerra y fue coronel en el ejército polaco hasta que una purga antisionista le obligó a emigrar a Suecia a finales de los años sesenta del siglo pasado.241 Igor Newerly fue secretario particular de Korczak durante dos años y empezó a trabajar en el orfanato en 1928 para dar lecciones de carpintería. El día siguiente a la deportación de Korczak y los niños, un muchacho pelirrojo se presentó en casa de Newerly y le dejó un paquete que contenía el manuscrito del diario. Newerly temió que el documento no estuviese seguro en su casa y se lo entregó enseguida a Maryna Falska en el orfanato de Bielany. Lo escondieron en un agujero que el administrador hizo en una pared de la buhardilla.242 Unos días más tarde la Gestapo detuvo a Newerly, lo encarcelaron y lo enviaron al campo de exterminio de Auschwitz. Después de dos años, Newerly logró salvar la vida y
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regresó a Varsovia. El diario fue retirado de su escondite y entregado a la Unión de Escritores Polacos. Permaneció inédito durante la época estalinista en la que Korczak estaba considerado como un educador burgués y por tanto proscrito. Los Archivos Janusz Korczak del Museo de Varsovia poseen el diario impecablemente dactilografiado y autentificado como texto original ya que el manuscrito original del diario, dactilografiado por un joven profesor del orfanato, ha desaparecido.243 Ida Merzan, superviviente que conoció a Korczak, manifestó que el diario fue escrito a máquina sobre un delicado papel. En los años cincuenta, pegó cada página sobre un papel resistente para que Newerly pudiese prepararlo para su publicación. Ambos mantuvieron que, a excepción de pequeños detalles, el diario original no ha sido retocado.244
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Memoria y herencia de Janusz Korczak Terminada la Segunda Guerra Mundial, la vida y obra de Janusz Korczak adquirieron repercusión internacional y los diferentes profesionales dedicados a la infancia conocieron su biografía y sus escritos. Su obra se empezó a estudiar en universidades europeas y se crearon asociaciones para conservar su memoria y dar a conocer su pensamiento. Además, sus textos se tradujeron a distintos idiomas y la Unesco declaró Año Korczak el centenario de su nacimiento.245 En Varsovia se creó el Club Janusz Korczak por profesores y antiguos huérfanos que sobrevivieron a la guerra y que se reunían esporádicamente según lo permitiese la situación política. Poetas y dramaturgos recrearon la marcha hacia el tren con los niños. Israel y Polonia reivindicaron la pertenencia de Korczak a sus respectivos países. Los polacos lo consideraron como un mártir que si hubiera sido católico, sería canonizado. En Israel le honraron como uno de los treinta y seis justos de la tierra, según la tradición judía. Como si ambas naciones se hubieran puesto de acuerdo para conservar conjuntamente su memoria, los dos países asisten con deferencia a sus ceremonias respectivas de conmemoración, gesto que tiene su importancia si recordamos que Polonia rompió sus relaciones diplomáticas con Israel después de la guerra árabe-israelí de 1967. En un ambiente de reconciliación, con motivo de una conferencia en Varsovia, un delegado israelí, antiguo combatiente del gueto, hizo la propuesta de que en Polonia fuese considerado judío y en Israel, polaco.246 Aleksander Lewin, antiguo educador del orfanato de Korczak desde 1937 hasta el inicio de la guerra en 1939, fue director del Instituto de Investigación Pedagógica de Varsovia e inició en los años sesenta del siglo pasado las primeras investigaciones científicas de la obra korczakiana, entonces completamente olvidada en su propio país porque el régimen estalinista constituido después de la guerra no aceptaba principios pedagógicos opuestos al totalitarismo. El trabajo perseverante del profesor Lewin sobre el gran educador tuvo su reconocimiento oficial en el momento de la creación de la Asociación Internacional Janusz Korczak, con el apoyo del gobierno polaco en el año
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1979. Desde entonces se dedicó a la rehabilitación de Janusz Korczak con el rigor científico del conjunto de investigaciones sobre su obra. A él se debe la fundación, en 1992, de Korczakianum, Centro de los archivos internacionales Janusz Korczak, y la creación en la misma época del taller para la edición científica y analítica de sus obras completas, para cuya tarea contó con la colaboración de Marta Ciesielska, su principal colaboradora y actual directora de Korczakianum.247 En el marco del coloquio «Janusz Korczak y la reforma de la educación» organizado conjuntamente por la Association Française Janusz Korczak y la Universidad Paris SaintDenis en junio de 2003, Marta Ciesielska expuso la historia del Centro de documentación internacional Korczakianum y recordó las siguientes palabras de Korczak:248 El que reúne los hechos y colecciona los documentos, adquiere material para una discusión objetiva, libre de reflejos emocionales y sin fundamento. Los materiales reunidos pueden esperar tranquilamente su estudio. Nosotros deseamos enriquecer nuestra colección independientemente de la opinión que sobre ella emita cualquier investigador con metodología científica. Se trata de materiales psicológicos, sociológicos, etnográficos y lingüísticos.
Esto decía Korczak acerca de los documentos reunidos por él en los primeros años de funcionamiento de Nasz Dom, el segundo orfanato después de Dom Sierot, en el que puso en práctica sus teorías educativas. La referida documentación, fruto único en su género, de un estudio sobre el desarrollo del niño y su vida social, estaba formada en esa época por cerca de 200 cuadernos del periódico del orfanato y los comunicados del mismo, alrededor de 230 protocolos de reuniones del consejo de autogestión, 27 500 declaraciones del tribunal de niños, 14 100 agradecimientos por pequeños servicios, ayudas y actos de bienvenida, 150 cuadernos de relatos y recuerdos escritos por los niños así como centenares de diagramas con el peso y talla de los niños durante años. La documentación completa reunida durante treinta años de funcionamiento de Dom Sierot (1912-1942) y veintitrés de Nasz Dom (1919-1942) era mucho más amplia. Además de estos documentos, es preciso tener en cuenta las notas y otros manuscritos personales de Korczak, la existencia de 34 cuadernos sobre sus observaciones del sueño de los niños, su correspondencia personal, los borradores de sus escritos literarios (más de 20 obras y unos 10 000 artículos), esbozos de trabajos no terminados, proyectos de diferente temática y diversos objetos personales. La mayor
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parte de estos preciados y preciosos objetos fue destruida durante la segunda guerra mundial.249 Al final de la guerra, todos los que tuvieron la fortuna de haber conocido a Korczak, antiguos colaboradores y alumnos, tuvieron un único objetivo: reunir, buscar información relativa a su persona y escribir los testimonios recogidos. El primer intento se hizo entre los años 1946-1948 por el Comité en Memoria de Janusz Korczak cuya actividad fue suspendida en la etapa estalinista. Con ocasión del «deshielo» político del año 1956, el Comité creó la Comisión de Archivos Janusz Korczak en 1957. Sus miembros trabajaban, a título personal, en la investigación y análisis de escritos korczakianos, fotografías, publicaciones, memorias y estudio bibliográfico de su obra literaria. Los archivos fueron alojados en 1957 en la antigua Casa del huérfano en el número 6 de la calle Jaktorowska, antiguamente Krochmalna 92.250 Los Archivos son la imagen del destino del movimiento korczakiano que se desarrolló a través del mundo y que no estuvo exento de presiones políticas. Frente al interés creciente por la persona de Korczak y su obra, después de la concesión a título póstumo del Premio de la Paz que le fue otorgado por los editores alemanes en 1972, y la proximidad del centenario de su nacimiento en 1977, el Instituto Polaco de Estudios Pedagógicos del Ministerio de Educación creó el Departamento Korczak al que fueron transferidos los documentos reunidos hasta ese momento. Durante los quince años siguientes, este departamento fue un importante centro de estudios de la obra korczakiana. En 1993, debido a restricciones presupuestarias y a la jubilación del profesor Lewin, el departamento reintegró los documentos a Dom Sierot, ahora denominado Centro de documentación y archivos Korczakianum que, desde el año 2001, forma parte del Museo Histórico de Varsovia.251 Los principales ejes de trabajo de Korczakianum son los siguientes: Investigación y recopilación de cualquier información y materia concernientes a su biografía, obras publicadas o inéditas, historia y actividades de los orfanatos, de La Pequeña revista, y de todos los trabajos polacos y extranjeros sobre Korczak y su obra. Participación en los trabajos de edición de la obra de Korczak y otros documentos, en primer lugar la edición de sus obras completas (Korczak Dziela).
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Servicio de consultas para estudiosos e investigadores con la finalidad de dar a conocer su obra, y creación de una exposición permanente dedicada a la historia de Dom Sierot. Cooperación con las instituciones y organizaciones que tengan como fin conservar la herencia de Korczak en Polonia y en el mundo.252 En Israel, en la Biblioteca Nacional de Jerusalén, se conservan ejemplares de La Pequeña revista. Una selección de artículos de la misma fue publicada por la Universidad Hebrea en un volumen titulado Obras Pedagógicas de Korczak. Este texto cuenta con varias ediciones y es una referencia en la pedagogía israelí.253 A pesar del desconocimiento de su vida y de su obra en diferentes países, muchos otros le rindieron homenaje permanente inscribiendo su nombre en calles, escuelas, sociedades culturales y centros sanitarios.254 En junio de 2006, en Varsovia, fue inaugurado un memorial en el centro de la ciudad. Existen otras esculturas y calles con su nombre en numerosos lugares de la provincia de Varsovia. En septiembre de 2012, por iniciativa del Defensor de los niños, la República de Polonia proclamó oficialmente ese año como Año Janusz Korczak para conmemorar el centenario de Dom Sierot y el setenta aniversario de la muerte del gran educador. En Polonia y en casi todo el mundo, ello fue motivo para hacer hincapié en su obra al servicio de la infancia. En la primavera de 2007, Londres acogió la primera exposición anglófona sobre la historia y la obra korczakiana durante cuatro meses. En Goma, República Democrática del Congo, la asociación Children’s Voice, fundada en 2002 por un colectivo de mujeres de la sociedad civil para el cuidado de niños de la calle y de niños acusados de brujería, inauguró en 2009 la Salle de conférences Janusz Korczak destinada a la educación y a la promoción de los derechos de la infancia. Se trata de una sala instalada en el centro refugio de Virunga para niños vulnerables. La Association française Janusz Korczak, dedicada desde su creación en 1974 a transmitir la herencia pedagógica universal de su vida y obra, participó en Francia, Polonia y África en el desarrollo de un programa internacional denominado MATHIAS-2012.
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En Francia, en 1980, la biblioteca municipal de la ciudad de Audincourt pasó a llamarse Bibliothèque Janusz Korczak. En Chartres-de-Bretagne, en 1990, se inauguró una guardería denominada Crèche collective Janusz Korczak. Siete años más tarde, una alameda recibió el nombre de Docteur Janusz Korczak. En noviembre de 2000, el municipio de Limeil-Brévanes, para subrayar su voluntad de desarrollar una política coherente con la infancia, inauguró la Rue Janusz Korczak. Un año después, el colegio situado en esta calle tomó el nombre de Collège Janusz Korczak. Posteriormente, se creó en el mismo municipio el SES Korczak (Section d’Éducation Spécialisée). En octubre de 2005, el pueblo de Langouet, pequeña aldea de 500 habitantes, en la Bretaña francesa, puso a su escuela pública el nombre École Janusz Korczak. En Crosne, en enero de 2007, la ciudad inauguró L’Espace Janusz Korczak du Club Ados, destinado a una asociación de adolescentes. En Maurecourt, se creó en 2008 la Maison des Arts Janusz Korczak. La ciudad Issy-les-Moulineaux, «ciudad amiga de los niños», creó en noviembre de 2010 L’Atelier Janusz Korczak, espacio dedicado al teatro y otras actividades culturales. Una calle de la ciudad de Rosario, en Argentina, lleva el nombre de Janusz Korczak.255 En el ámbito musical, el pianista polaco Michal Kruszynski que residió en Gran Bretaña, compuso tres obras para piano dedicadas a la memoria de Janusz Korczak.256 El dramaturgo alemán Ervin Sylvanus escribió una obra de teatro titulada Korczak y los niños, traducida al idioma polaco en 1961 por D. Czary y S. Matuszczak, y puesta en escena más de 70 veces en Alemania, Austria, Suiza, la antigua Checoslovaquia y Polonia. Asimismo fue presentada en las televisiones polaca y danesa. En una entrevista, su autor declaró que con Korczak y los niños quiso compensar los horribles crímenes cometidos por los alemanes en Polonia. Los honorarios por sus derechos de autor los destinó al mantenimiento de orfanatos para niños judíos.257 En España, en 2017 y 2018, la compañía de teatro Vaivén producciones representó en Madrid y otras ciudades el drama Último tren a Treblinka, con idea original y argumento de Ana Pimenta y Fernando Bernués, texto de Patxo Tellería y dirección de Mireia Gabilondo. Tienen en programa una representación en París y en 2019 llevarán la obra a diferentes lugares de la geografía española.
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Se trata de una obra emocionante y sobrecogedora, comprometida y fiel a los hechos históricos, con una magnífica escenografía que transforma la sala del teatro en una reproducción del orfanato judío Dom Sierot. El público asistente a la representación forma parte de la escenografía, sentado en las literas y los bancos situados a lo largo de las mesas de lo que era el comedor del orfanato, logrando de este modo una complicidad absoluta entre asistentes y actores. Impresionante la escena final cuando son obligados a abandonar el orfanato camino del tren que los conducirá a la muerte. Existen Asociaciones Janusz Korczak en los siguientes países: Polonia, Francia, Suiza, Italia, Suecia, Austria, Bélgica, Holanda, Bosnia, Bulgaria, Alemania, Chequia, Hungría, Rumanía, Rusia, Lituania, Ucrania, Armenia, Brasil, Japón, Israel, Canadá y EE.UU. Korczak no tiene herederos. Su familia se acabó con la muerte de sus padres, la de su hermana Anka y la suya. Sus «herederos» son los que luchan por continuar su labor social y educativa universal, reunidos en la Asociación Korczak Internacional, IKA (International Korczak Association, MSK en polaco), que se encarga de representar a la veintena de asociaciones Korczak nacionales existentes. Actualmente, hay tres centros de documentación sobre su vida y obra: Korczakianum, en Polonia, es el principal centro internacional de archivos y documentación histórica sobre Janusz Korczak. En Israel, el Centro Israelí de Archivos Korczak está integrado en el Museo Nacional de combatientes de los guetos. Fue creado a partir de recuerdos de antiguos pupilos judíos de Korczak que emigraron a Israel. Korczakianum y el Centro israelí de archivos Korczak desarrollaron conjuntamente investigaciones sobre la historia y la obra korczakiana en el marco de la creación de la IKA desde 1979. En Francia, la Association Française Janusz Korczak completó a lo largo del tiempo un centro de archivos único en Francia y países francófonos. Su objetivo es hacer accesible al público la obra de Korczak y poner los documentos disponibles al servicio de las personas interesadas en su conocimiento.258
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El pediatra y escritor Florencio Escardó trabajó durante más de cuarenta años en el Hospital de Niños Ricardo Gutiérrez en Buenos Aires. Fue jefe de servicio, director del hospital y profesor titular de la cátedra de pediatría y puericultura de la facultad de medicina. Propuso la atención al niño considerando a la familia en su totalidad, pues entendía que tratar al niño enfermo aislado de su entorno íntimo retardaba su recuperación. Debemos al doctor Escardó que uno de los pabellones del citado hospital lleve el nombre de Janusz Korczak. En la inauguración, y recordando algunas palabras del prólogo de Mark Turkow en el libro Si yo volviera a ser niño, expuso lo siguiente:259, 260 Krochmalna 92, esa era la dirección, allí funcionaba el asilo de huérfanos judíos de Varsovia. Esa institución estaba organizada como ninguna otra, era una república infantil, donde cada miembro era llamado por su nombre y respetado como ser humano. La amargura de ser asilo estaba dulcificada fundamentalmente por dos presencias: la del director y la educadora. Él, un hombre cuya vida estuvo dedicada a los niños: médico, educador y escritor, publicó muchos ensayos sobre pedagogía y varios libros, entre ellos, uno bellísimo, Si yo volviera a ser niño. Ella, Stefania Wilczynska, educadora. Pero era demasiado hermoso, demasiado humano, demasiada paz para los huérfanos judíos. Lo hermoso, lo humano, lo pacífico son valores que los nazis no podían comprender ni tolerar. Los nazis ocuparon Varsovia y Polonia se desangraba bajo el yugo de la esvástica. El asilo quedó encerrado tras las murallas del gueto; desde allí el director trataba de salvar a sus niños, luchaba desesperadamente para salvar a esa inocente «república infantil». Pero no fue posible. Los pequeños judíos debían morir; por eso, por ser judíos. El director rechazó salvarse si no se salvaban los niños. No tenía más que permitir que los niños fuesen solos a las cámaras de la muerte en Treblinka y Maidanek. Pero el director se llamaba Janusz Korczak y era un hombre con mayúscula. Así, una mañana neblinosa, los habitantes del gueto vieron desfilar la más macabra procesión que registra la historia de nuestra civilización: una fila de 200 niños encabezada por Janusz Korczak marchaba hacia las cámaras de gas. Delante iban los más pequeños. Dos de ellos en brazos de Korczak, así atravesaron las calles hasta llegar a los vagones del ferrocarril. El director entró en el vagón del ferrocarril transformado en cámara letal, camino de la muerte. Fiel a sus ideas y a sus niños murió Janusz Korczak cuyo cuerpo fue incinerado y las cenizas llevadas por los fieros vientos a todos los ámbitos del mundo, juntamente con las cenizas de millones de otras víctimas. El nombre de Korczak se recuerda poco, casi nunca se habla de él. Pocas veces se lo reverencia porque una vida como la suya, es una amenaza viva para los cobardes. Pero aún hay quienes poseen memoria y voz sonora para despertar el respeto y el recuerdo. Por eso es que inauguramos el pabellón de psicohigiene infantil, dependiente de la cátedra de pediatría del hospital de niños. El nombre que se ha dado a ese pabellón es el de Janusz Korczak. A partir de este día, un conjunto de especialistas recorrerá las aulas y los consultorios del pabellón, las consultas de los niños se aposentarán en habitaciones claras y cómodas. Y antes de entrar, las madres y los hijos leerán: Pabellón Janusz Korczak. Un nombre que es un desafío y un reclamo. Un nombre que mantiene en vigilia nuestra memoria. Un nombre para la vergüenza de una época
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y para la alerta de hoy. Janusz Korczak es un nombre para enseñar a nuestros hijos, para que aprendan a reconstruir en el viento la figura de un hombre que marchó invencible y definitivo hacia las cámaras de gas, llevando entre sus brazos a los dos más pequeños, conduciendo una procesión de niños a quienes no quiso abandonar.
El doctor C. Wahren, del departamento de pediatría del Hospital Italiano de Buenos Aires, recordó a Janusz Korczak en un artículo publicado en la revista Conexión Pediátrica261 en el año 2012: Hay hospitales, incluyendo un pabellón del Hospital de Niños Ricardo Gutiérrez, escuelas y calles que llevan su nombre en varios continentes y sus libros han sido traducidos a veinte lenguas. Sin embargo, son pocas las personas en nuestro medio, incluso en el ambiente de la pediatría, que han oído hablar de Janusz Korczak, de su heroísmo y de sus trabajos pioneros sobre los derechos de los niños. La obra de Korczak sigue vigente, los jóvenes y niños de muchos lugares siguen interesados en los libros que escribió para ellos y en diversos países se realizan investigaciones basadas en la teoría y la práctica de sus ideas pedagógicas. En el centenario de su nacimiento, en diferentes lugares del mundo, incluyendo Argentina, se hicieron actos, talleres con jóvenes, conferencias y se proyectaron películas sobre su vida. Pero no es sólo su valioso aporte pedagógico sino también su esfuerzo vital para el mejoramiento de la humanidad lo que lo mantiene vigente. Su filosofía de vida puede verse en el siguiente extracto de una carta que escribió el 27 de enero de 1928: «Lo más fácil es morir por una idea, ¡qué linda película!: él cae con el pecho agujereado por las balas, un reguero de sangre sobre la arena… y un sepulcro lleno de flores. Lo más difícil es vivir por una idea, día tras día, año tras año».
Urdaneta y Dairy Salcedo en la Gaceta Médica de México262 también le recordaron: Janusz Korczak fue un destacado pedagogo y humanista; y para algunos autores, el más excepcional de todos y el primero en creer en la autonomía del niño en su educación. Como pedagogo fue innovador en la teoría y práctica de la educación infantil y precursor en la defensa de los derechos del niño. Fue un hombre de talento, que dejó su profunda huella en la sociedad, y sus actividades repercutieron trascendentalmente en las áreas de la pediatría social y la educación. Sus ideas pedagógicas de reformar la educación para que fuese útil e interesante a los niños inspiraron a generaciones sucesivas de maestros y aún conservan su vigor en muchas escuelas del mundo. Su abnegada dedicación al cuidado, respeto y educación de los niños lo hicieron ejemplo de grandeza, entrega y valentía. Su vida fue un canto a la esperanza, a la tolerancia y al amor a la infancia desamparada, y su recuerdo en el tiempo se mantendrá siempre, como símbolo y ejemplo de devoción sin límite.
Janusz Korczak fue un precursor, en sus observaciones clínicas, de teorías que más tarde fueron desarrolladas por maestros de la psiquiatría infantil europea y que conservan toda su vigencia actualmente.
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Como pediatra, cuando Korczak observaba al niño lactante llorando en el seno materno, se preguntaba: ¿Por qué llora un niño en el pecho de la madre?, y se interesaba por la forma del pecho, la boca del niño, sus labios y sus encías; seguidamente observaba las posturas de la madre y el bebé, el modo de mirarse ambos, las reacciones del niño y especificaba una relación que muestra, a la vez, la personalidad del bebé, sus emociones, sus experiencias y las de la madre. Y añadía: Solamente nuestra ignorancia y una observación superficial nos impiden ver en el bebé una personalidad bien definida, hecha de un temperamento, de una inteligencia y de la suma de experiencias existenciales. 263
Esta observación enlaza con las investigaciones clínicas sobre observación de bebés que posteriormente desarrolló Esther Bick,264 psicoanalista en Londres. Y cuando Korczak subrayaba la necesidad de observar las actitudes de la madre y el bebé, nos lleva a lo que Winnicott,265, 266 pediatra y psicoanalista británico, definió como holding (modo como la madre satisface las necesidades fisiológicas del niño de forma estable, aportando confianza al hijo, y que abarca la suma de cuidados a lo largo del día); y handling (manejo y cuidado corporal que hace la madre de su hijo), Veamos ahora la definición de lo que Winnicott denominó «objeto transicional»: Si estudiamos a algunos bebés, puede surgir algo, quizás la punta de un edredón, una palabra, una melodía, que llega a adquirir una importancia vital para el bebé en el momento de disponerse a dormir. Puede que el niño haya encontrado algún objeto blando, y lo use, y entonces se convierte en lo que yo llamo objeto transicional. Este objeto es importante. Los padres llegan a conocer su valor y lo llevan consigo cuando viajan. Permiten que se ensucie y saben que si lo lavan provocan una ruptura en la continuidad de la experiencia infantil, que puede destruir la significación y el valor que el niño puso en el objeto. 267
A continuación observemos la descripción magistral que hizo Korczak muchos años antes en Cómo amar a un niño: Podemos sorprender a una niña que al jugar con su muñeca le enseña educación y buenas maneras, pero jamás la veremos cuando en la noche, en su cama, confía a su muñeca sus penas, sus decepciones, sus sueños y acusa de injusticia a quienes la rodean. Sólo te lo digo a ti, no lo repitas a nadie. ¡Mi pequeñita!, contigo no estoy enojada, tú no me has hecho nada. En su soledad, la niña dota de alma a su muñeca. ¿La infancia un paraíso? Más bien un drama. 268
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René Spitz, psiquiatra y psicoanalista de origen vienés, en su obra El primer año de vida del niño269 se refirió a «la angustia del octavo mes de vida», que consideró como uno de los organizadores de la personalidad del niño y que se manifiesta en la reacción de enfado que muestra el bebé ante el rostro de un extraño. Janusz Korczak, años antes, lo especificó del siguiente modo: Un extraño le tiende los brazos; y el bebé, confundido por la semejanza del gesto y la imagen, va hacia él sin desconfianza y, de repente, se da cuenta de su error, tendió las manos hacia una sombra desconocida que le da miedo. Con un brusco movimiento de todo el cuerpo, se vuelve hacia su madre y luego, ya seguro, mira sorprendido o se esconde detrás del hombro materno para huir del peligro. 270
En 1901, en un artículo titulado «Período de maduración», propuso la colaboración entre médicos y educadores para la correcta atención a la infancia. Cincuenta años más tarde, nacían en Centroeuropa los primeros Servicios Médico-Pedagógicos.271 En el prólogo de Cómo amar a un niño, Stanislas Tomkiewicz observó en él no sólo un precursor sino también un hombre de absoluta actualidad, que supo entender que un niño puede ser feliz o desgraciado, tonto o inteligente, desagradable o amable, obediente o rebelde según la manera en que se organice la institución, la casa en la que tiene que vivir. Korczak comprendió muy bien lo absurdo que resultaba hablar de niños institucionalizados sin mencionar siquiera la institución, hablar de ellos como si fueran enfermos sin tener en cuenta que lo enfermo puede ser la institución. Tomkiewicz recalcó que es indispensable que sus obras se traduzcan y figuren en todas las bibliotecas para educadores, maestros y todos aquellos profesionales que quieran trabajar con los niños. Y añadió: Korczak vive todavía no sólo como el gran practicante que protegió a los niños huérfanos y desamparados sino como el gran escritor. Merece ser honrado y que se le estudie y traduzca por su contribución original e importante a las teorías educativas. Nos enseñó cómo se debe tratar a los niños y adolescentes cuando el objetivo fundamental es su desarrollo. 272
Janusz Korczak fue un paradigma de la dignidad humana que vivió siempre conforme a lo que él consideró justo. Supo oponerse con decisión y coraje al cumplimiento de leyes infames y se negó a llevar el brazalete con la estrella de David en unas circunstancias en las que la moralidad humana se extinguía.
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B. J. Lifton señala una conversación que mantuvo en Varsovia con Michal Wroblewski en la que este le dice: Se atribuye mucha importancia a la última decisión de Korczak de subir al tren con los niños, pero él construyó toda su vida sobre decisiones morales. La decisión de hacerse médico de niños, la de abandonar la medicina para ocuparse de los huérfanos pobres. La decisión de vivir en el gueto con ellos. Su última decisión de ir a Treblinka con los niños, estaba en su naturaleza. Korczak era así. 273
Pero, ¿podría haber vivido o actuado de otra manera? Decididamente no. No podría haber vivido consigo mismo si no hubiese acompañado a los niños hasta el final. En esos tiempos de oscuridad y hecatombe moral, su existencia fue un destello de luz deslumbrante que todavía permanece. El memorial que recuerda en Treblinka a todas las víctimas es un monumento formado por miles de rocas que llevan como inscripción el nombre de la ciudad o el país del que procedían. Sólo una roca, colocada en 1978, lleva grabado un nombre, dice así: «Janusz Korczak (Henryk Goldszmit) i Dzieci» [Janusz Korczak (Henryk Goldszmit) y los Niños].
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Nunca Korczak llegó a Jerusalén: Un poema de Jaime Vándor (Fragmentos) Jaime Vándor nació en Viena en 1933 y huyó con su familia a Hungría al producirse la anexión de Austria por Alemania. Sufrió las penalidades de las persecuciones de los judíos y de la Segunda Guerra Mundial en Hungría. Cuando el ejército alemán invadió Hungría; Jaime, su madre y su hermano se salvaron con la ayuda de Ángel Sanz Briz y Giorgio Perlasca, que libraron de la deportación a más de 5 200 judíos. Después de muchos contratiempos, los tres lograron llegar a Barcelona en 1947. Allí estudió Filosofía y Letras y desde 1958 hasta su jubilación en 2003 enseñó Lengua y Literatura Hebreas, Historia del Judaísmo Moderno y otras materias en la Universidad de Barcelona. Conferenciante sobre temas de historia y cultura judaicas, así como de historia de la música. Su tesis doctoral, de literatura comparada, apareció con el título Los ricos de espíritu. Murió en Barcelona en 2014.274, 275 Poema escrito en 1978, centenario del nacimiento de Janusz Korczak.276 Si un día te perdieras tez apagada, ojos encendidos resonancias de yeshivot en la voz imagen clásica del jasid dijo «si un día te perdieras, ven aquí y te encontrarás» El nombre que falta es el sacrificio y la soledad, la soledad que, se ofrece para compañía compañía activa, solidaridad. Falta Henryk Goldszmit alias Janusz Korczak judío pese a sus padres y quizá pese a sí mismo personaje, si los hubo, inverosímil que renunció a encontrarse en Jerusalén por compartir en Polonia una fosa común.
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Vida muerte, palabra obra pensamiento «… sesenta y cuatro años de pluma y de ejemplo…» No le va al doctor el discurso con chistera Ya está dicha la palabra clave estandarte de una trágica existencia niño, infante, desvalido, rapaz, niño, débil, inerme, mocoso, puer, niño insospechada clase oprimida clan de ignoradas leyes propias niño, sí, es la palabra clave, menospreciado, manipulado, el objeto niño pero si creías que con niño estaba todo dicho contén la respiración y di: huérfano Niño, y además, huérfano — salvoconducto al corazón de Janusz indefenso, él también, pero ante la compasión— niño, huérfano, guerra, hambre, miedo niño huérfano guerra hambre miedo espacia las palabras, no huyas, deja que penetren y, sombrío, multiplícalas por tres mil, tres mil huérfanos cercados por la muralla di mil novecientos cuarenta y dos, total no hace tanto, ni está tan lejos ni puede archivarse el ghetto de Varsovia. Callejuelas, cipreses, valles silencio tenso Jerusalén. En vano buscarías la lápida AQUÍ HABITÓ JANUSZ KORCZAK Hoy existen sellos polacos con su efigie y sellos del estado de Israel piadosa Antígona es la filatelia hasta Alemania conmemora el centenario. Hoy tiene calle el doctor en Jerusalén pero casa no llegó a tenerla «mi vocabulario no incluye la palabra desertar»
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son muchos los niños judíos de la calle Krochmalna y muchos los niños cristianos de Bielany muchas las bocas que alimentar, los ojos sedientos las fichas pediátricas, los orinales que vaciar. Y cada día son más los niños huérfanos y los que se encargan de que así sea, los estómagos contraídos aprenden modestia en el ghetto la cuestión estriba en procurarse el mínimo ah, el mínimo sin el cual ya ni el sano puede tenerse. Debilitado Korczak se apoya en la jamba los miembros desfallecen, hosca la voz increpante mendiga por las calles para sus niños, sus niños, pan, dinero, mantas, medicinas el célebre doctor, escritor, publicista, pedagogo disertante en Radio Varsovia, Universidad el viejo luchador, ahora mendigo, cero, paria ensaya una vía inédita de reivindicación social cómo volver a sus niños, sus niños pan, dinero, mantas, medicinas no tiene christmas cards para vender sólo un corazón llagado de conmiseración para recordar doscientos picos de pajarillo inocente no necesita el año internacional Quien dice muerte no dice liberación hay muertes que son culminación: escapar del mal por la tenaza de lo peor culatazos-gritos-sobresalto-pavor trenes hacinados-oscuridad-inmundicia vértigo-hedor-estupor-inmundicia horror inenarrable-desvarío-defecación dónde, cuándo, cuánto sin explicación los desechos delirantes que el infierno embute descoyuntados rotos el vagón los escupe perros azuzados invaden el andén órdenes de mando sacuden la sien ya hincan los dientes empieza la diversión a punto la charanga para cada ocasión Ascensión es su nombre en la jerga local claves religiosas para el odio brutal. Vagón de muerte, andén de muerte, salida
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carrera de muerte, acoso de muerte, batida ciencia y experiencia hablan a la par en cueros y sin aliento han de llegar, la industria de la muerte engulle el convoy a más jadeo menos tiempo menos gas letal … más el cuarto de hora nadie lo describió… Los blancos huérfanos se fueron por la chimenea los blancos huérfanos y su educador doscientos niños de Krochmalna, no de Bielany Repliegue táctico, hay que borrar las huellas los hornos son servidos desde la fosa común sobre el estertor de los barracones se siembra alfalfa donde Treblinka solucionó a tres cuartos de millón el «campo» vuelve a ser campo cumplida su misión. Disperso el humo reviven los pinos en plácida campiña cantan los cuclillos Alemania ignorante, Polonia resignada si hubo judíos es cosa pasada disperso el humo respira la conciencia donde no hay memoria no hay penitencia silente el bosque, campesinos en la huerta crece la hierba en la vía muerta reviven los pinos, la aldea callada el sol en el cénit y aquí no pasó nada. Y en la corte celestial ¿qué cantarán los niños?, No loan al Creador, no exaltan la Alegría magnifican al Sumo Doctor Consolador.
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Relación cronológica de sus obras Además de los numerosos artículos que publicó en revistas y periódicos, Janusz Korczak es autor de: 1899. ¿Por dónde? 1901. Los niños de la calle 1906. El niño de salón 1908. La balanza para niños en la práctica privada. La importancia de la lactancia materna. El domingo del doctor. ¿Una gota de leche o el domingo del doctor? 1910. Joski, Moszki y Srule 1911. Jozki, Jaski y Franki 1913. La Gloria 1914. Bebé, Una semana de mala suerte, Confesión de una mariposa 1920. Cómo amar a un niño 1922. A solas con Dios. Oraciones de los que no rezamos 1923. El rey Mateíto El rey Matías en una isla desierta 1926. Si yo volviera a ser niño 1929. El derecho del niño al respeto 1930. Las reglas de la vida 1931. El Senado de los locos 1934. Kaytus o el secreto de Anton 1938. Un muchacho obstinado. La vida de Luis Pasteur Los hombres son buenos 1939. Moïse, Tres expediciones a Herszek Pedagogía con humor
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1942. Diario del gueto
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Retrato a carboncillo de Janusz Korczak, obra de Pablo Tomé. Propiedad del autor.
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Notas 1. BETTELHEIM, B. «Janusz Korczak: un cuento para nuestro tiempo», en El peso de una vida, trad. de T. Camprodón, Barcelona, Crítica, 1991, p. 169. 2. ¿Qué actitud adoptar, desde la impotencia de la víctima, ante el exterminio masivo de la infancia inocente? Si Korczak optó por compartir su trágico destino, otros prefirieron el suicidio. Es el caso de Adam Czerniakow, responsable máximo del Judenrat varsoviano, que intentó salvar a los niños de Korczak de la deportación. Antes de quitarse la vida, dejó anotado en su Diario: «Ellos quieren que yo mate a los niños… con mis propias manos.» En Shoah, Claude Lanzmann ha sabido extraer una lección del paralelismo de dos suicidios motivados por la imposibilidad de ahorrar la muerte por gaseamiento a colectivos infantiles. Por un lado (testimonio del historiador Raoul Hilberg), el suicidio de Czerniakow. Por otro (testimonio de Rudolf Vrba), ya no en el gueto sino en el Lager, el de Freddy Hirsch quien, en Auschwitz, pone como condición para su participación en una revuelta propiciada por la resistencia interna del campo que se garantice la vida de los niños checos; al no obtener esa seguridad, se suicida. Czerniakow y Hirsch se quitan la vida por su impotencia para evitar el exterminio de los niños. Korczak pierde la suya compartiendo su destino. 3. Esa declaración coincide con la que un personaje rosselliniano, el párroco romano que colabora con la resistencia antifascista, realiza instantes antes de su muerte. Detenido e interrogado por la Gestapo, don Pietro (interpretado por Aldo Fabrizi) es conducido a un descampado donde será fusilado; le acompaña otro sacerdote que, en los instantes previos a la ejecución, le pide valor. Esta es la respuesta del condenado: «No es difícil morir bien; lo difícil es vivir bien.» Creación literaria e historia confluyen en una significación única, la que el cura de ficción y el pedagogo del gueto han expresado con sus vidas. La muerte, en el fondo, solo viene a confirmarla. 4. Bettelheim llama nuestra atención sobre la excepcional novedad que la novela El rey Matías introdujo en la tradición literaria del Bildungsroman: a contracorriente del enfoque prevaleciente en las obras de ese subgénero novelesco, donde la trayectoria del héroe solo adquiere su sentido cuando su personalidad cuaja en la edad adulta, el texto de Korczak únicamente toma en consideración la infancia del personaje, destacando de ese modo el valor inherente a esa etapa vital. Cf. B. Bettelheim, op. cit., p. 178. 5. Ibid., p. 173. 6. Base de datos de la Agencia española del ISBN, consultada en diciembre de 2016. 7. «Calendario de la vida, las actividades y la obra de Janusz Korczak», Instituto de Investigaciones Pedagógicas del Ministerio de la Enseñanza y Educación, Varsovia, 1978, en: KORCZAK, Janusz: El Derecho del niño al respeto. Tres relatos, México, Trillas, 1993.
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8. LEWOWICKI, Tadeusz: «Janusz Korczak (1878-1942)», Perspectivas: revista trimestral de educación comparada, París, Unesco: Oficina Internacional de Educación, vol. XXIV, Nos 1-2, 1994, pp. 37-48. 9. NARANJO, Rubén: Janusz Korczak, maestro de la humanidad, Buenos Aires, Ediciones Novedades Educativas, Editorial Milá, Amia, Comunidad Judía; 2001. 10. LATHUILLÈRE, Bernard (AFJK): «Janusz Korczak penseur des droits de l’enfant», marzo 2009, inédito. Disponible en: http://korczak.fr/m1korczak/droits-de-lenfant/korczak-penseur-droitsenfant_lathuillere.html 11. KORCZAK, Janusz: Journal du guetto, París, Éditions Robert Laffont, 1998. 12. Ibídem. 13. Ibídem. 14. LEWOWICKI, Tadeusz: «Janusz Korczak (1878-1942)», op. cit. 15. LIFTON, Betty Jean: Janusz Korczak, le roi des enfants, París, Éditions Robert Laffont, 1989. 16. KORCZAK, Janusz: Si yo volviera a ser niño, Buenos Aires, Editorial La Pléyade, 1970. 17. LATHUILLÈRE, Bernard: «Janusz Korczak…», op. cit. 18. NARANJO, Rubén: Janusz Korczak,…, op. cit. 19. KORCZAK, Janusz: Journal du guetto, op. cit. 20. «Calendario de la vida,…», op. cit. 21. «Calendario de la vida,…», op. cit. 22. ZERTAL, Moshé: «Janusz Korczak. En el centésimo aniversario de su nacimiento», Nuestra Memoria, núm. 36, año XVIII, julio 2012, Museo del Holocausto Shoá, Buenos Aires. 23. BETTELHEIM, Bruno: «Janusz Korczak: Un cuento para nuestro tiempo», en El peso de una vida. La Viena de Freud y otros ensayos autobiográficos, Barcelona, Editorial Crítica, 1991. 24. «Calendario de la vida,…», op. cit. 25. TOMKIEWICZ, Stanislas: «Education des enfants à la démocratie et actualité de la pensée de Janusz Korczak». Disponible en: http://www.amisdetom.org/article.php3?id_article=44 26. TURKOW, Marc: Prólogo de Si yo volviera a ser niño, Buenos Aires, Editorial La Pléyade, 1970. 27. «Calendario de la vida,…», op. cit. 28. LIFTON, Betty Jean: Janusz Korczak,…, op. cit. 29. LEWOWICKI, Tadeusz: «Janusz Korczak (1878-1942)», op. cit.
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30. LATHUILLÈRE, Bernard: «Janusz Korczak…», op. cit. 31. LIFTON, Betty Jean: Janusz Korczak,…, op. cit. 32. KORCZAK, Janusz: Journal du guetto, op. cit. 33. «Calendario de la vida,…», op. cit. 34. LEWOWICKI, Tadeusz: «Janusz Korczak (1878-1942)», op. cit. 35. «Calendario de la vida,…», op. cit. 36. LIFTON, Betty Jean: Janusz Korczak,…, op. cit. 37. LEWOWICKI, Tadeusz: «Janusz Korczak (1878-1942)», op. cit. 38. BETTELHEIM, Bruno: «Janusz Korczak: Un cuento…», op. cit. 39. KORCZAK, Janusz: Journal du guetto, op. cit. 40. «Calendario de la vida,…», op. cit. 41. NARANJO, Rubén: Janusz Korczak,…, op. cit. 42. ZERTAL, Moshé: «Janusz Korczak. En el centésimo…», op. cit. 43. «Calendario de la vida,…», op. cit. 44. Ibídem. 45. LIFTON, Betty Jean: Janusz Korczak,…, op. cit. 46. Ibídem. 47. Ibídem. 48. KORCZAK, Janusz: Seul à seul avec Dieu. Prières de ceux qui ne prient jamais, París, Éditions Cana, 1982. 49. Ibídem. 50. Ibídem. 51. Ibídem. 52. ZERTAL, Moshé: «Janusz Korczak. En el centésimo…», op. cit. 53. BETTELHEIM, Bruno: «Janusz Korczak: Un cuento…», op. cit. 54. «Calendario de la vida,…», op. cit. 55. KORCZAK, Janusz: El rey Mateíto, Madrid, Editorial Anaya, 1986.
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56. Bruno Bettelheim, psicoanalista de origen vienés y superviviente de los campos de concentración de Dachau y Buchenwald. Emigró a EE. UU. en donde creó la escuela ortogénica de Chicago. Se dedicó a trabajar e investigar con niños psicóticos y autistas. Murió en 1990. 57. BETTELHEIM, Bruno: «Janusz Korczak: Un cuento…», op. cit. 58. KORCZAK, Janusz: Si yo volviera a ser niño, op. cit. 59. Ibídem. 60. Ibídem. 61. Ibídem. 62. TOMKIEWICZ, Stanislas: L’adolescence volée, París, Calmann-Lévy, 1999. 63. NARANJO, Rubén: Janusz Korczak,…, op. cit. 64. LATHUILLÈRE, Bernard: «Janusz Korczak penseur…», op. cit. 65. NARANJO, Rubén: Janusz Korczak,…, op. cit. 66. TOMKIEWICZ, Stanislas: «L’amour dans la rééducation: Janusz Korczak, Bettelheim, Jo Finder». Disponible en: http://www.amisdetom.org/article.php3?id_article=47&var_recherche=korczak 67. «Calendario de la vida,…», op. cit. 68. Ibídem. 69. Ibídem. 70. YISRAEL, Meirav: «Honor a quien enseñó a respetar a los niños», en Recuerda, Homenaje a quien nos enseñó a respetar a los niños, Janusz Korczak (1878-1942), Dar la vida por los más débiles, A los setenta años de su muerte. Legado del comité venezolano de Yad Vashem, Novena edición, 2012. 71. «Calendario de la vida,…», op. cit. 72. NARANJO, Rubén: Janusz Korczak,…, op. cit. 73. «Calendario de la vida,…», op. cit. 74. LIFTON, Betty Jean: Janusz Korczak,…, op. cit. 75. Ibídem. 76. Ibídem. 77. «Calendario de la vida,…», op. cit. 78. LIFTON, Betty Jean: Janusz Korczak,…, op. cit. 79. «Calendario de la vida,…», op. cit.
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80. KORCZAK, Janusz: Journal du guetto, op. cit. 81. «Calendario de la vida,…», op. cit. 82. LIFTON, Betty Jean: Janusz Korczak,…, op. cit. 83. Año Nuevo judío. 84. MARTÍNEZ DE MURGUÍA, Beatriz: La vida a oscuras. El gueto de Varsovia, 1940-1943, Madrid, Sefarad editores, 2009. 85. Conmemoración del Día del perdón y del arrepentimiento. 86. LIFTON, Betty Jean: Janusz Korczak,…, op. cit. 87. MARTÍNEZ DE MURGUÍA, Beatriz: La vida a oscuras…, op. cit. 88. Ibídem. 89. «Calendario de la vida,…», op. cit. 90. Ibídem. 91. KORCZAK, Janusz:: Journal du guetto, op. cit. 92. ZERTAL, Moshé: «Janusz Korczak. En el centésimo…», op. cit. 93. Ibídem. 94. MORTKOWICZ-OLCZAKOWA, Hanna: Janusz Korczak. Maestro y mártir, Buenos Aires, ICUF, 1968, p. 221. También en: NARANJO, Rubén: Janusz Korczak,…, op. cit. 95. KORCZAK, Janusz: Journal du guetto, op. cit. 96. LIFTON, Betty Jean: Janusz Korczak,…, op. cit. 97. ZERTAL, Moshé: «Janusz Korczak. En el centésimo…», op. cit. 98. LIFTON, Betty Jean: Janusz Korczak,…, op. cit. 99. FRIEDLÄNDER, Saul: El Tercer Reich y los judíos (1939-1945). Los años del exterminio, Barcelona, Galaxia Gutenberg, 2009. 100. KORCZAK, Janusz: Journal du guetto, op. cit. 101. TOMKIEWICZ, Stanislas: «L’amour dans la rééducation…», op. cit. 102. KORCZAK, Janusz: Journal du guetto, op. cit.
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103. Para un conocimiento exhaustivo de lo que fue Treblinka, véanse: GROSSMAN, Vasili: El infierno de Treblinka. Barcelona: Galaxia Gutenberg; 2014. RAJCHMAN, Chil: Treblinka. Barcelona: Seix Barral; 2014. STEINER, Jean-François: Treblinka. Barcelona: Círculo de Lectores; 1969. SHOA. Un film de Claude Lanzmann. 104. FRIEDLÄNDER, Saul: El Tercer Reich y los judíos…, op. cit. 105. LIFTON, Betty Jean: Janusz Korczak,…, op. cit. 106. Ibídem. 107. Ibídem. 108. MIESZKOWSKA, Anna: La madre de los niños del holocausto, Barcelona, Editorial Styria, 2008. 109. Ibídem. 110. Ibídem. 111. Ibídem. 112. BERG, Mary: El gueto de Varsovia. Diario, 1939-1944, Madrid, Sefarad Editores, 2010. 113. Ibídem. 114. GRINBERG, Michal: (ed). Voces del gueto de Varsovia, Barcelona, Alba editorial, 2004. 115. Ibídem. 116. TURKOW, Marc: Janusz Korczak. El apóstol de los niños, Buenos Aires, Congreso Judío Mundial, Biblioteca Popular Judía, Colección «Grandes figuras del judaísmo», Núm. XIII, 1967. También en: Nuestra Memoria, Núm. 36, Año XVIII, Julio de 2012, Buenos Aires, Museo del Holocausto - Shoá. 117. TURKOW, Marc: Janusz Korczak. El apóstol de los niños, op. cit. 118. RINGELBLUM, Emanuel: Crónica del gueto de Varsovia, Barcelona, Alba editorial, 2003. 119. Ibídem. 120. LIFTON, Betty Jean: Janusz Korczak,…, op. cit. 121. RINGELBLUM, Emanuel: Crónica del gueto de Varsovia, op. cit. 122. Unger, Eugenia, Después de Auschwitz. Renacer de las cenizas, Buenos Aires: Amia. Editorial Milá, 2005. 123. Carta de Eugenia Unger a la redacción del diario Mundo Israelita, publicada el 27 de marzo de 2010. Disponible en: https://bit.ly/2PfJ5r5. 124. LIFTON, Betty Jean: Janusz Korczak,…, op. cit.
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125. Shoá. Enciclopedia del holocausto, Jerusalén, E.D.Z Nativ Ediciones, 2004. 126. Korczakianum. Centro de documentación y archivos Janusz Korczak. Museo Histórico de Varsovia. Disponible en: http://korczakianum.muzeumwarszawy.pl/muzeum/janusz-korczak/ 127. KORCZAK, Janusz: El rey Mateíto, op. cit. 128. Ibídem. 129. LIFTON, Betty Jean: Janusz Korczak,…, op. cit. 130. Para un conocimiento más amplio de la perversión médica en el Tercer Reich véanse: «Hablan los sobrevivientes». Documentos de crímenes y martirios, reunidos por la comisión judía departamental pro historia de Cracovia. Instituto Científico Judío (IWO) de Buenos Aires. 1949. BAUMSLAG, Naomí: Medicina Asesina. Médicos nazis: experimentación con humanos y tifus, Barcelona, Plataforma Editorial, 2014. SPITZ, Vivien: Doctores del Infierno, Barcelona, Editorial Tempus, 2009. MOROS PEÑA, Manuel: Los médicos de Hitler, Madrid: Ediciones Nowtilus, 2014. BERNADAC, Christian: Los médicos malditos, Barcelona, Luis de Caralt editor, 1970. 131. SNIADOWER, Barbara: «L’origine du pseudonyme de Janusz Korczak», inédito AFJK. Disponible en: http://korczak.fr/m1korczak/biographies-jk/le-surnom-de-korczak_sniadower.html 132. Ibídem. 133. Ibídem. 134. LIFTON, Betty Jean: Janusz Korczak,…, op. cit. 135. Ibídem. 136. SNIADOWER, Barbara: «L’origine du pseudonyme…», op. cit. 137. LIFTON, Betty Jean: Janusz Korczak,…, op. cit. 138. Ibídem. 139. BENSOUSSAN, Georges: Historia de la Shoah, Barcelona, Anthropos editorial, 2005 140. RINGELBLUM, Emanuel. Crónica del gueto de Varsovia, op. cit. 141. Ibídem. 142. BENSOUSSAN, Georges: Historia de la Shoah, op. cit. 143. BORWICZ, Michel: La insurrección del gueto de Varsovia, Barcelona, Oikos-tau ediciones, 1967. 144. MARTINEZ, Gilles: La Shoah, París, Éditions du Seuil, 1999. 145. BORWICZ, Michel: La insurrección…, op. cit.
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146. MARTÍNEZ DE MURGUÍA, Beatriz: La vida a oscuras…, op. cit. 147. HILBERG, Raul: La destrucción de los judíos europeos, Madrid, Akal, 2005. 148. BORWICZ, Michel: La insurrección…, op. cit. 149. Ibídem. 150. BENSOUSSAN, Georges: Historia de la Shoah, op. cit. 151. BORWICZ, Michel: La insurrección…, op. cit. 152. BENSOUSSAN, Georges: Historia de la Shoah, op. cit. 153. BORWICZ, Michel: La insurrección…, op. cit. 154. Ibídem. 155. MARTINEZ, Gilles: La Shoah, op. cit. 156. BORWICZ, Michel: La insurrección…, op. cit. 157. HILBERG, Raul: La destrucción de los judíos europeos, op. cit. 158. WACHSMANN, Nikolaus: KL, Historia de los campos de concentración nazis, Barcelona, Ed. Crítica, 2015. 159. SERENY, Guitta: Desde aquella oscuridad. Conversaciones con el verdugo: Franz Stangl, comandante de Treblinka, Barcelona, Edhasa, 2009. 160. BENSOUSSAN, Georges: Historia de la Shoah, op. cit. 161. SERENY, Guitta: Desde aquella oscuridad…, op. cit. 162. MARTÍNEZ DE MURGUÍA, Beatriz: La vida a oscuras…, op. cit. 163. Para un conocimiento exhaustivo de la historia del gueto de Varsovia, véanse: RINGELBLUM, Emanuel: Crónica del gueto de Varsovia, Barcelona, Alba editorial, 2003. MARTÍNEZ DE MURGUÍA, Beatriz: La vida a oscuras. El gueto de Varsovia, 1940-1943, Madrid, Sefarad editores, 2009. BORWICZ, Michel: La insurrección del gueto de Varsovia, Barcelona, Oikos-Tau ediciones, 1967. 164. LATHUILLÈRE, Bernard: «Janusz Korczak penseur…», op. cit. 165. KORCZAK, Janusz: Journal du guetto, op. cit. 166. LEWOWICKI, Tadeusz: «Janusz Korczak (1878-1942)», op. cit. 167. TURKOW, Marc: Janusz Korczak. El apóstol de los niños, op. cit. 168. Ibídem.
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169. YVES, Jeanne: «Janusz Korczak : éduquer, tisser l’enchantement et la raison», Reliance, 2/2005 (nº16), pp.115-122. Disponible en: www.cairn.info/revue-reliance-2005-2-page-115.htm 170. KORCZAK, Janusz: Cómo amar a un niño, México, Editorial Trillas, 1986. 171. TOMKIEWICZ, Stanislas: «Education des enfants…», op. cit. 172. Ibídem. 173. NARANJO, Rubén: Janusz Korczak,…, op. cit. 174. LIFTON, Betty Jean: Janusz Korczak,…, op. cit. 175. TOMKIEWICZ, Stanislas: «Education des enfants…», op. cit. 176. Ibídem. 177. YVES, Jeanne: «Janusz Korczak : éduquer,… op. cit. 178. LEWIN, Aleksander: «Sur les traces de la pensée pédagogique de Janusz Korczak», Protocoles de Loccum (60/1987, extrait), séminaire du 6-8 novembre 1987, Académie évangélique de Loccum, Allemagne, 8p. Disponible
en:
http://korczak.fr/m4textes/pedagogie-korczak/lewin_pensee-pedagogique-
dekorczak.html 179. LEWOWICKI, Tadeusz: «Janusz Korczak (1878-1942)», op. cit. 180. Ibídem. 181. NARANJO, Rubén: Janusz Korczak,…, op. cit. 182. LEWIN, Aleksander: «Sur les traces…», op. cit. 183. Ibídem. 184. Ibídem. 185. Ibídem. 186. Ibídem. 187. KORCZAK, Janusz: Si yo volviera a ser niño, op. cit. 188. KORCZAK, Janusz: La Gloire, París, Éditions Flammarion-Père Castor, 1980. 189. TURKOW, Marc: Janusz Korczak. El apóstol de los niños, op. cit. 190. DODIUK, Jacques: «Témoignage d’un ancien pupille de Janusz Korczak», Entretiens, inédito, AFJK. Disponible en: http://korczak.fr/m1korczak/temoins/jacques-dodiuk_pupille-de-korczak.html
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191. FALSKA, Maryna: «Le projet pedagogique korczakie à Nasz Dom (Notre Maison)», (1928). Extraído de: Notre Maison, trad. Jacek Rzewuski (2000), inédito, AFJK. Disponible en: http://korczak.fr/m4textes/pedagogie-korczak/falska_projet-pedagogique-nasz-dom.html 192. LEWOWICKI, Tadeusz: «Janusz Korczak (1878-1942)», op. cit. 193. ARNON, Joseph: «Témoignage d’un ancien éducateur de Janusz Korczak», extraído de: «La passion de Janusz Korczak», traduction AFJK, inédito. Disponible en: http://korczak.fr/m1korczak/temoins/joseph-arnon_educateur-de-korczak.html 194. TOMKIEWICZ, Stanislas: «Education des enfants…», op. cit. 195. KORCZAK, Janusz: Journal du guetto, op. cit. 196. TOMKIEWICZ, Stanislas: «Education des enfants…», op. cit. 197. DODIUK, Jacques: «Témoignage d’un ancien pupille…», op. cit. 198. KORCZAK, Janusz: Cómo amar a un niño, op. cit. 199. DODIUK, Jacques: «Témoignage d’un ancien pupille…», op. cit. 200. KORCZAK, Janusz: Cómo amar a un niño, op. cit. 201. Ibídem. 202. KORCZAK, Janusz: Cómo amar a un niño, op. cit. 203. TOMKIEWICZ, Stanislas: «Education des enfants…», op. cit. 204. KORCZAK, Janusz: Cómo amar a un niño, op. cit. 205. TOMKIEWICZ, Stanislas: «Education des enfants…», op. cit. 206. LIFTON, Betty Jean: Janusz Korczak,…, op. cit. 207. KORCZAK, Janusz: Cómo amar a un niño, op. cit. 208. TOMKIEWICZ, Stanislas: «Education des enfants…», op. cit. 209. KORCZAK, Janusz: Cómo amar a un niño, op. cit. 210. LATHUILLÈRE, Bernard: «Janusz Korczak penseur…», op. cit. 211. TOMKIEWICZ, Stanislas: «Education des enfants…», op. cit. 212. NARANJO, Rubén: Janusz Korczak,…, op. cit. 213. TURKOW, Marc: Janusz Korczak. El apóstol de los niños, op. cit. 214. TOMKIEWICZ, Stanislas: «Education des enfants…», op. cit.
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215. Ibídem. 216. KORCZAK, Janusz: Journal du guetto, op. cit. 217. KORCZAK, Janusz: Si yo volviera a ser niño, op. cit. 218. TOMKIEWICZ, Stanislas: «Education des enfants…», op. cit. 219. YVES, Jeanne: «Janusz Korczak : éduquer,… op. cit. 220. TOMKIEWICZ, Stanislas: «Education des enfants…», op. cit. 221. Ibídem. 222. KORCZAK, Janusz: Cómo amar a un niño, op. cit. 223. TOMKIEWICZ, Stanislas: «Education des enfants…», op. cit. 224. YVES, Jeanne: «Janusz Korczak : éduquer,… op. cit. 225. LEWIN, Aleksander: «Sur les traces…», op. cit. 226. KORCZAK, Janusz: «Message d’adieu de Janusz Korczak à ses pupilles» (Pożegnanie. 1919), trad. AFJK. Disponible en: http://korczak.fr/m4textes/pedagogie-korczak/korczak_adieu-aux-pupilles_1919.html 227. LEWIN, Aleksander: «Sur les traces…», op. cit. 228. TOMKIEWICZ, Stanislas: «Education des enfants…», op. cit. 229. NARANJO, Rubén: Janusz Korczak,…, op. cit. 230. KORCZAK, Janusz: Journal du guetto, op. cit. 231. ZERTAL, Moshé: «Janusz Korczak. En el centésimo…», op. cit. 232. Stanislas Tomkiewicz, prestigioso psiquiatra de niños y adolescentes, superviviente del gueto de Varsovia y del campo de concentración de Bergen-Belsen. Su familia murió asesinada en Treblinka. Fundó la Association française des amis du docteur Korczak, en la actualidad Association Française Janusz Korczak [AFJK], de la que fue su primer presidente. Fue director de Investigación de L’Institut National de la Santé et de la Recherche Médicale en Francia. Prologó diferentes obras de Janusz Korczak. Murió en 2003. 233. TOMKIEWICZ, Stanislas: «L’amour dans la rééducation…», op. cit. 234. LEWIN, Aleksander: «Sur les traces…», op. cit. 235. LEWOWICKI, Tadeusz: «Janusz Korczak (1878-1942)», op. cit. 236. KORCZAK, Janusz: Cómo amar a un niño, op. cit. 237. LATHUILLÈRE, Bernard: «Janusz Korczak penseur…», op. cit. 238. LIFTON, Betty Jean: Janusz Korczak,…, op. cit.
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239. NARANJO, Rubén: Janusz Korczak,…, op. cit. 240. LIFTON, Betty Jean: Janusz Korczak,…, op. cit. 241. Ibídem. 242. Ibídem. 243. Ibídem. 244. Ibídem. 245. BETTELHEIM, Bruno: «Janusz Korczak: Un cuento…», op. cit. 246. LIFTON, Betty Jean: Janusz Korczak,…, op. cit. 247. LEWIN, Aleksander: «Sur les traces…», op. cit. 248. CIESIELSKA, Marta: «Histoire du centre de documentation international de Korczakianum à Varsovie». Intervención en el coloquio «Janusz Korczak et la réforme de l’éducation» co-organizado por la AFJK (Association Française Janusz Korczak) y la Universidad París 8 Saint-Denis, del 23 al 27 de junio de 2003, inédito,
AFJK.
Disponible
en:
http://korczak.fr/m1korczak/archives/korczakianum-
presentation_ciesielska.html 249. Ibídem. 250. Ibídem. 251. Ibídem. 252. Ibídem. 253. TURKOW, Marc: Janusz Korczak. El apóstol de los niños, op. cit. 254. «Hommages pérennes des villes à Janusz Korczak, en France et à l’étranger», AFJK. Disponible en: http://korczak.fr/m5prod/lieux-korczak-france/hommages-des-villes-a-janusz-korczak.html 255. NARANJO, Rubén: Janusz Korczak,…, op. cit. 256. Jaworski, Marek: Janusz Korczak. Varsovia: Éditions Interpress; 1977. 257. Ibídem. 258. «Les Archives de Janusz Korczak. Un long et persévérant travail de recherches», AFJK. Disponible en: http://korczak.fr/m1korczak/archives/archives-et-droits-korczak.html 259. KORCZAK, Janusz: Si yo volviera a ser niño, op. cit. 260. WAHREN, C.: «Recordando a Janusz Korczak», Conexión Pediátrica, Vol. 5:1, 2012. 261. WAHREN, C.: «Recordando a Janusz Korczak», op. cit.
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262. URDANETA CARRUYO, E.; DAIRY SALCEDO, R.: «Janusz Korczak, Ejemplo de devoción sin límite», Gaceta Médica de México. 2014; 150 Suppl 3:386-391 263. YVES, Jeanne: «Janusz Korczak : éduquer,… op. cit. 264. SANDRI, Rosella (dir.): L’observation du nourrisson selon Esther Bick et ses applications, Premier colloque européen sur l’observation du nourrisson, Bruxelles, Cesura Lyon Édition, 1994. 265. WINNICOTT, D. W.: Realidad y juego, Barcelona, Gedisa, 1996. 266. WINNICOTT, D. W.: De la pédiatrie à la psychanalyse, París, Éditions Payot, 1989. 267. WINNICOTT, D. W.: Realidad y juego, op. cit. 268. KORCZAK, Janusz: Cómo amar a un niño, op. cit. 269. SPITZ, René: El primer año de vida del niño, Madrid, Editorial Aguilar, 1993. 270. KORCZAK, Janusz: Cómo amar a un niño, op. cit. 271. TOMKIEWICZ, Stanislas: «Prefacio» en Janusz KORCZAK, El derecho del niño al respeto, México, Trillas 1993. 272. KORCZAK, Janusz: Cómo amar a un niño, op. cit. 273. LIFTON, Betty Jean: Janusz Korczak,…, op. cit. 274. VÁNDOR, Jaime: Al filo del holocausto. Diálogos con un superviviente, Barcelona, Ediciones Invisibles, 2013. 275. VÁNDOR, Jaime: Los ricos de espíritu. Estudios en torno a un personaje literario, Barcelona, Muchnik Editores, 1989. 276. VÁNDOR, Jaime: Nunca Korczak llegó a Jerusalén, Cuadernos del Mediterráneo, Cuenca: El Toro de Barro, 2002.
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Trauma y transmisión Miñarro, Anna 9788499538723 202 Páginas
Cómpralo y empieza a leer Este libro es una selección de artículos basados en la investigación «Trauma y Transmisión en las generaciones», primer estudio empírico cualitativo en el campo del psicoanálisis y la salud mental sobre los efectos de la guerra del 36, la posguerra, la dictadura y la transición, y publicados en Quaderns de Salut Mental. En ellos se intenta comprender de qué manera la historia violenta de un tiempo y un lugar se introdujo en la vida y en el destino de los sujetos y cómo se ha transmitido a las diferentes generaciones la inscripción simbólica de esos hechos históricos, a la vez que se plantea interrogantes sobre su incidencia en la subjetividad de nuestra época. Hablar y escribir sobre los traumas provocados por el horror que ha significado la catástrofe social, es un intento de producir efecto de transmisión: advertir y prevenir sobre la repetición de cualquier tragedia.
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La otra cara de la adopción Vilaginés Ortet, Carme 9788490073278 148 Páginas
Cómpralo y empieza a leer Un libro que se propone elucidar aquello que es poco conocido o que se transparenta tan sólo en la actitud consciente de la pareja que ha decidido adoptar un niño. Si las motivaciones para la adopción responden a una asimilación madura y coherente de las dificultades para engendrar de manera natural, el proceso de selección de la pareja adoptiva no ofrece demasiadas dificultades, excepto las que pueden derivarse de un niño adoptado más o menos traumatizado por el abandono de que ha sido víctima y por los trastornos genéticos potenciales que pueda vehicular. El malestar surge, en cambio, en aquellas parejas que han llegado a la decisión y al anhelo ferviente de adopción como una salida precipitada a la gran frustración de no conseguir tener descendencia por las vías naturales o por la reproducción asistida. Esta problemática negada —la otra cara de la adopción— es responsable de las serias dificultades que surgirán cuando la adopción se ha realizado con estas premisas, las cuales agravarán las situaciones delicadas que cualquier adopción conlleva. Un libro que servirá para una toma de conciencia colectiva de estas deficiencias, responsables de tantos errores y sufrimientos que afectan a la intimidad más desolada de los que los padecen. Pere Folch Mateu
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Noventa y seis horas Martí, Teresa 9788494340420 154 Páginas
Cómpralo y empieza a leer La hija de Alicia, una chica de 21 años estudiante de derecho, sufre una grave enfermedad para la que solo existe una solución: el trasplante de los órganos del aparato digestivo. La mujer lleva años observando con impotencia y desesperación cómo se apaga la vida de su hija sin más posibilidad que la de esperar el anuncio de la existencia de un donante. Pilar, una mujer jubilada, se dispone a pasar el puente del Primero de Mayo realizando algunas de las cosas que han ido quedando relegadas desde que dedica gran parte de su tiempo al cuidado de sus nietas. Su hijo se las ha llevado a la playa a pasar los cuatro días de fiesta, pero un trágico accidente cambiará por completo sus vidas. Pilar se enfrentará entonces a una situación que nunca habría imaginado y que la unirá de forma inevitable a Alicia sin llegar jamás a conocerse. Ambas mujeres vivirán unas circunstancias totalmente opuestas inmersas en la parte más íntima y desgarradora de sus sentimientos. Hay una sensación física inconfundible que conocemos como «nudo en la garganta» y que solo nos provoca aquello que realmente nos emociona. No podemos fingirla, se produce o no… Una desgarradora historia que emociona desde el principio. Una narrativa realista y equilibrada en la descripción de situaciones y sensaciones tan humanas como la incertidumbre, el temor, el dolor y la alegría… «Noventa y seis horas narra unos hechos que, a pesar de ser ficticios, nacieron a partir de la conversación que mantuve con una joven que esperaba la llegada de un trasplante que le permitiera seguir viviendo. Su recuerdo ha permanecido en mi memoria durante todo este tiempo de la misma manera que los miles de enfermos que esperan cada día 122
recibir una llamada del hospital. A todos ellos, a las personas que de forma altruista donan los órganos de sus seres queridos y a los profesionales que día a día hacen posible que los trasplantes de órganos sean una realidad, les dedico esta novela a modo de reconocimiento».
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De nostalgia y desarraigo Lecay, Rosana 9788490073520 110 Páginas
Cómpralo y empieza a leer "Cada año, con más alegría y aceptación, reflexiono sobre el encuentro de culturas que provoca la migración. La actitud de la sociedad que recibe al inmigrante determina, en gran medida, su proceso de integración o de exclusión. La sociedad receptora también se enriquece con costumbres, música, sabores e imágenes del inmigrante. Decidí vivir este proceso con nostalgia, pero dejando atrás la melancolía que demoraba mi avance y me estancaba en el recuerdo. Resolví vivir la alegría del encuentro con mi nueva tierra, amarla, respetarla y luchar por ella. Porque el exilio no me quitó una patria, sino que me regaló otra, con nuevos colores y sonidos, con amigos entrañables y amores indelebles, con hijos bellos y aprendizajes duros. Con esperanzas, con luchas, con dificultades, con nostalgia de mi tango y cielo. Tengo dos patrias; agradezco que me permitan ser parte de ambas y de sus vidas, aquí, en México y allá, en Argentina. Y un sentimiento: tener por siempre el corazón dividido entre dos amores, unidos por un puente inmenso de solidaridad." Rosana Lecay "Los argentinos caminamos maravillados otros suelos, admiramos otros paisajes, pero nos gana la nostalgia en nuestros corazones. México abrió sus puertas a la llegada de inmigrantes rioplatenses con una generosidad que pocos pueblos brindan. Este libro reúne cuentos y relatos que tienen una doble mirada: la del inmigrante sorprendido y curioso que viniendo de otra cultura pone toda su energía para adaptarse a su nueva patria, y la del argentino que no dejará nunca de añorar su tierra.En su prosa, Rosana Lecay plasma la lucha para no perder identidad buscando al mismo tiempo insertarse en una realidad diferente para ser aceptada. Cada uno 125
de los relatos permite percibir, a veces con humor, a veces con tintes intensos, el camino del desarraigo y los puentes invisibles que el inmigrante tiende para no dejar de ser lo fue, aunque ya sea diferente.
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Índice Portada Créditos Dedicatoria Epígrafe Índice Unas palabras de gratitud y de entusiasmo para un libro justo y necesario Janusz Korczak: el absoluto del bien Carta al doctor Janusz Korczak Henryk Goldszmit (Janusz Korczak) - Su vida El origen del seudónimo Janusz Korczak El gueto de Varsovia - Resumen de su historia Dom Sierot [La Casa del huérfano] y su pedagogía Los derechos del niño El 'Diario del gueto' - Su odisea Memoria y herencia de Janusz Korczak Nunca Korczak llegó a Jerusalén: Un poema de Jaime Vándor (Fragmentos) Relación cronológica de sus obras Notas
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