La colonización de lo imaginario. Sociedades Indígenas y occidentalización en el México español. Siglos XVI-XVIII [Segunda Edición] 9681636295


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La colonización de lo imaginario. Sociedades Indígenas y occidentalización en el México español. Siglos XVI-XVIII [Segunda Edición]
 9681636295

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Traducción de

\.

1

SERGE GRUZINSKI

JORGE fERRE!RO

La colonización de lo imaginario Sociedades indígenas y occidentalización en el México español Siglos XVI-XVIII

FONDO DE CULTURA ECONÓM ICA MÉXICO

1 de 162

Priin.m;;, op. cit .. í, p. 6:;

10 de 162

L:\ Pl\:TURA Y LA ESCRITURA

dieron en !a clandestinidad para adquirir, frente al cristianismo de los vencedores, el ('~cnuro rnaldito y demoniaco de la ''idol:nría''. En unos cuantos años, algunos 5 cñorcs indígenas cuvieron que proceder a una readaptación tata! de sus prácticas ancestrales_ Les fue necesario abandonar los santuarios de las ciudades, elegir lugares ~tpanados, el secreto de las grutas y las rnontañas, las oríllas desiertas de los lagos y Li. protección de ta noche. Debieron restringir en extremo la práctica del sacrificio humano, formar una red de informadores y escondites que pudiera burlar L vigilancia de los españoles y el espionaje de los neófitos, y obtener mediante el chantaje y la amenaza la colaboración o cuando rnenos el silencio de las poblaciones. 1 ~ í)cs!igad;1s de manera progresiva de su asiento material y social, aisladas por los evangelizadores y los conefdistadores de los grupos a los que pertenecían, para constituirse en ''religiones'' e ''idolatrías'', manifestaciones totales o parciales de las culturas indígenas sufrían una redefinición incomparablemente 1nás perturbadora que el paso a !a clandestinidad. En el rnomento mismo en que la Conquista las insertaba por !a fuerza en un espacio invenlado del todo por Occidente, impuesto por los españoles y delimitado rnediante términos y conceptos establecidos -"supersticiones, creencías, cultos, sacrificios, adoraciones, dioses, ídolos, ceremonias, etc. . "-, aquell:ts manifestaciones eran tachadas de errores v de falsedades. Los indios se enteraban al mismo tie111po de que ellos '"adoraban ; dioses" y que esos ''dioses eran falsos''. Lo que había sido el sentido y la interpretacíón del mundo eran un ''rito'' y una ''ceren1onia'' perseguidos, marginados y menospreciados, una "creencia" falsa, un "error" por descartar y repudiar, un "pecado" por confesar ante los jueces edesiásticos. Lo que había correspondido a una aprehensión indiscutible e indiscutida de la realidad, objeto de un consenso implícito e inmcmoríal, y explicado una totalidad, en lo sucesivo debía afrontar un sistema exótico que obedecía otros principios, basado en otros postulados, concebido con categoíÍas de! todo distintas y -no hay que olvidarlo-~ cerrado de manera radical a todo compron1iso. Y sin embargo, la "censura de los libros" no era, a pesar de lo que se piense, una innovación introducida por los conquistadores. Durante el reinado de! soberano n1exica Itzcóatl, ya en el siglo xvse habían destruido "pinturas" para borrar recuerdos o acabar con particularismos, pero esta vez se trataba de aniquilar un conjunto y no de desvanecer partes. Es comprensible que algunos indios hayan experimentado entonces la sensacíón de una pérdida de coherencia, de un menos~ cabo de sentido, por ya no ser el patrimonio ancestral, si hernos de creerles, sino una ''red de agujeros''. tG A menos que la falta de sentido se atribuyera al Otro, como lo hicieron unos .indios de 1'L.i.xcala, quienes en 1523 consideraban que los 15

ProreJos de wd:o; :"d6/.J!rds y hct"h:C:erDs, 1'.íéxico, AG"-', l 912, pp. 8, l l 5 yp.nsim. ,\foto linfa, JHe-

mona!o

0/1 . o/ __ pp. 8(1-8~

\( M1guei_Le6n !\lrtilh, Culr11m-' En peligro. México. ldianza Editvri:d, \\)"'.'6, p. 108, traduce un teiom."f're.sión ción lota exp una , iación o, más bien sioneros. Se verá en ello una desv tal vez así una evoen el fonctismo, precipitando pictográfica que hacía hincapié o se pue den pasar a la que hemos de volver. Tampoc lución hacia la notación silábica que alinean ln1ás", ano ente llamados "tes teri por alto los catecismos imp rop iam . .) de acueridad Trin la en, Virg a (Dios Padre, la genes cristianas esbozadas de pris tales, cubriendo por lo común sigue planos horizon do con un sentido de lectura que rrir a la merecu . Esta Yez. lo que se impone es 1nás esporá~ el anverso y el reYerso de una hoja era man de clan dentaL a la que se mez moria visual y a la iconografía occi niaL Su colo ción crea de o locie nica -la flor, el dica glifos de inspiración prehispá iento edim el proc ta mas, por lo que se ve, aun que era origen no se conoce a ciencia cier man de aron ngelizadores, los indios particip ita jesu al parecer fue creado por los eva el ir rend de ahí el homenaje que no dejó tam ímporrante en su desarrollo. De e, pan otra Por os". los espíritus de estos indi Por s. José de Acosra a la "vívacidad de gida diri s ncía erie cxp s al nlargen de esta bién hub o iniciativas indígenas s 1530: algunos ano 11otolinía fecha en los año cisc fran ista ejemplo, las que el cron rdote aquella in· s de confesarse y mostraban al sace indios dibujaban sus pecados ante o en náh uatl . añol comunicarse verbalmente en l.Ki 1 u LA Pl0 :TU R¡\ Y LA L:\



l,'RA PI:-:TURA Y LA ESCR11

y linla. Olmos, Sahagún nciscanos como I'.foto fra e o qu nd es mu o el bid Sa re . sob y etnográfica ígaciones sistemáticas rán , ale nta ron invest De ese mo do , íms. ale ion epc da \'ugas Lugo, Ln /;ort,1.i-i;j rd1gio ;rngue ( l ()G'i }, pp. 8}-10 3. 12_;. 12·1 Sarrei Lópcz -.í: i 68l f9 Gib;,on ( l 961). pp.

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l.'\ P1'.\TL.lL\ Y LA ESCRITLRA

,. Je incenidurnhre que no perdonó a la aristocracia. Su ecu se encuentra, desde l 'i·-Í 5. en el tcstJ.rncnto di: don i\nronio Pin1enrcl, cacique de T excoco, \' en la

C\\rrcspondencia que la aristocracia de la capital cn1zó con la Corona en Lt s~gunda rnirid de! siglo _ _r\ pan ir de 1570, !a crisis demográfica cobró tal arnplitud que los nobles perdieron a nurnerosos rnacehuales que les eran fieles. Los sobrevivientes prefirieron alquilar sus brazos :1 los españoles, mientras que fo_ Corona se esforzaba por reduclr iglos XV! y xvrn'' Estudioj d,, f-listorú 1\'cn-ohispanJ, l1, 1968, pp 2}_)"261

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;\IE;\\ORl.1\S POR L''\Cl'd\.GO

\1EMOR! 1\S l'OR E:\C,\RGO

Unas Relaciones nunca salieron a la luz, otras fueron destruidas, algunas más todavía esperan ser exhumadas. Un buen nún1ero de !as que aún existen van acompaña· das, conforme a las instrucciones del cuestionario, de mapa..-; entre los que muchos fueron pintados por indígenas. El total constítuye un material de un interés considerable, prácticamente inagotable y que todavía sólo ha sido objeto de explota· ciones parciales. De él no se exan1inará aquí sino un aspecto muy lin1itado: el que concierne a la manera en que los indios o más exactamente los informantes indígenas describieron su propio pasado a la luz de las orientaciones de !a encuesta. Antes de abordarlo, tal vez no esté de rnis evocar el torrente de preguntas a las que fueron sometidos aquellos informantes. Suct"siv:unente. tenían que dar cuenta del significado del nombre de! pueblo; de !as circunstancias de su descubrímíento o de su conquista; de las características físicas de la comarca; del número de habitantes v de sus variaciones; del hábitat; de los modos de vida: inclinaciones y manera d~ vivir; de !as lenguas; de los caminos y de las distancias; de las circunstancias y de la fecha de la fundación del pueblo; del número de sus primeros ocupantes; de su sitio; de su estatuto y de su régimen político en la época prehispánica; del tributo; de las "adoraciones, ritos y costumbres, buenas y 1nalas, que tenían"; de las formas de gobierno; de la guerra; de las modi:ficacíones del vestido, de la alimentación v de la condición física; de la salubridad de la región, de las enfermedades que ha~ían estragos, de los ren1edios con que se combatían; de la geografía, de la fauna y de la llora; de las minas y de las canteras; del comercio, ere La lista, como vernos, resulta asombrosa. Las respuestas, por lo general, lo son también. En otras palabras, los encuestadores pedían números. fechas, hechos, comparaciones, interpretaciones, juicios de valor y señalamientos ohjctivos. Tarea considerable para la cual pocos indios estaban preparados y que con1plicaban las circunstancias particulares que instauraba !a encuesta. Lejos de surgir en el seno de la coinunidad o del linaje, en el inarco de una en se· ñanza, de una f('stivídad, de un titigiu de sucesión o incluso de ritos clandestinos, !as respuestas indígenas fueron así fruto de una coacción externa, perfectamente ajena al medio y al grupo. Convoc;1dos por el alcalde mayor, \~)S gobernadores indígenas de la co1narca, los principales y todos los ancianos de los pueblos que dependían de su jurisdicción se hacían explicar el cuestionario antes de informarse sobre todos los puntos requeridos con la misión de "confiar a su memoria" el mavor número de respuestas posible y de presentar una declaración verídica que dijer~ lo "esencial", es Jecir ''la \'trdad de lo que todos y cada uno de ellos supiese y alcanzase así por cxperiencía como por oídas".' La comunicación de la información por consiguiente era objeto de una cclacción (a veces brura!), en la rr1edicla en que era inseparable Je los grupos que irnplicaba. Sus poseedores y sus portadores, como sus eslabones intermedios. pertenecían a lo~ estratos don1inanrcs de la sociedad indígena ~a ello vohTren1os-· o de !a sociedad colonial. Así, por cncÍ!na del in·

térprete y del notario, los indígenas se dirigían al corregidor, al alcalde mavor, a veces en presencia de reg.ularcs o de seculares que asisrían, incluso que par;icípa· ban en la enc~esta. Es evidente q_ue de la relación de fuerzas y de la calidad de los lazos establecidos entre los notables indígenas y las autoridades españolas, tanto como de la presencia o la ausencia de un clérigo sensible a los rcsabíos de idolatría dependieron por una parte la abundancía y !a densidad de las informaciones reci~ bidas. A ello se agregaron factores personales: el tíempo dedicado a la encuesta la curi_osi~ad manifestada p~r los encuestadores y la familiaridad que tenían con, J;~ cosas 1nd1genas. Huelga decu que se podría epilogar indefinidainente sobre la confiabilidad y la calidad de las informaciones reunidas en esas condiciones y que, con10 la mayor parte de las fuentes tocantes a los inundas indígenas, éstas sufrieron ª.todas luces los azares habitu;:Jcs o imprevistos de la comunicación social, lingüística Y cultural, sus malentendidos tanto como sus aproximaciones. Paree~ se~ que fueron !as circunstancias específicas de cada encuesta Ja..~ que pes~ron pnnupalmenre sobre las respuestas registradas y la an1plitud de las rericennas y las censuras. Nada indíca que informantes oficialmente cristianos desde hacía unos 40 años hayan tratado de manera sister11dtica de guardar silencio en el terreno de la idolatría. Incluso al!í donde ~en ciertas regíones del obispado de Oaxaca~ fl~t~ba aún el. recuerdo reciente de campañas .t:, JV, pp. 7 3, 78.

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las autorídades españo!as. fue e! de categorías que respondían a los criterios de monias y los ritos" , erigidos en caso, entre otros, de las preguntas sobre las "cere es sociales, políticas v econóniicas. terreno específico, mutilados de sus prolongacion idas a ínicíativa.-=;· 1.nal'v/dui/lcs. Así ocurría tamb ién con aquellas fundaciones atribu an episodios arquerípícos. D~ ~uando deríva?an_de esquemas co~mogónicos o repetí su memoria materiales que en ionar tal s~erte, los 1nd1os fu~ron induc1d~s a s~lecc de las configuraciones costa a ol, españ onano p~d:an entrar en las casillas del cucsu uemos sín embargo que, lejos de ong1nales que ~ntaño_ les d~ban sentido. Agreg desviar y explotar es25 criba.">. para perman_eTer ~asivos, cienos informantes supíeron ados a hacer ol-vidar la actualihacer h1ncap1é en pasados lejanos, sin ídolo, destin si bien impuso a !as memorias que decir Vale dad de un embarazoso paganismo. empobrecedores, la encuesta espaindígenas acrobacías y ejercicios con frecuencia ñola no las paralizó ni las asfixió. reciente era portador de una La dificultad provino de otra parte. El pa.."iado más múltiple de las invasiones efecto el iupru ra profu nda cuya inten sidad rebasaba Una ruptu ra vivida por ola. españ uísta Conq la de la Tríple .t\lianza o incluso de e daban pábulo a las matrices doqui era cuyas proporciones inauditas difícilment de las conquistas que se habían recurrentes de una historia cíclica, a diferencia da del marqués [Cortés]'', esta sucedido en suelo mexicano. ~1ás que la "llega retacíón y la comparación. transcatástrofe que desafiaba el entendimiento, la interp una era aterradora y sin proen o entrad mitió a los indios la sensación de haber . En su simplicídad, b.s vivido n había ces enton porción comú n con lo que hasta razón: de una población de quizás estimaciones modernas sólo aciertan a darles la res de Berkeley), el centro de 25.2 millones de habit antes (según los investigado luego a 6.3 en 1548, antes nes, millo México había descendido en 1532 a 16.8 ya sólo contaba con 1.9 país el 1585, En 1568. en de alcanzar los 2.6 millones todavía estaha lejos de alcanzarse. millones de indígenas y, sin embargo, el esríaje ración de las Relaciones. las poblaHecho aún más crucíal, en vísperas de la elabo epide mía de cocoliztli, la más una por ciones indígenas había n sido diezmadas todavía su naturaleza exacta. ulan disim as monífera del siglo, cuyos inúltiples sintom ados a las enfermedades intro· Aunadas a la ausencia de sistemas de defensa adapt s d$tvida explican esa inverosín1í!

, •• fy;; 2 r, 1 :~:1- u,ty:lo n 1J_') secundario de diálogos entre varios protagonistas, de l\•H" püdun sL! españoles 1\un cuando en OLas1ones los anCianos intt!ltJg,1dos, ton1ados por tcsugo" el discurso 1nvanab!e, .. ,.\- , hts y:tnera\°Í\lnes futuras· designadas medían re fónnulas estereoti~ 1 "-:,_,(nen.te inscn~L~ en el transcurso del relato. Son ';los que fo1nienzan .] los que se arrastran [ .] los que empiezan a :,--,,_ ,'!:uc;1n 1 · ,, /,-'/,

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LOS "TfTCLOS PRl\lORDlALES" O L\ 1-'ASlÓ:\ POR L:\ ESCRITL'lZ:\

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. j los del vientre que aún no nacen ! . . J los que están \oltearsc boca ab,,,n f por venir de nuestro linaje [, . ] los que hacia atrás vienen and:tndo a gatas'' (Atlautb.). Desde luego. no son éstas las únicas fórmulas ni bs únicas imágenes que dan brlllo a los títulos_ I--labría que citar muchas otras. Estos discursos adoptan cornúnmente la forma de advertencias. de consejos, -: POR Li\ ESCRl n..;K:\

delación y de una redistribución del hábitat., según el rnodelo de! plano reticular< que combinaba la tradición prehispánica y la experiencia mediterránea. Dicho lo cuaL en contra de lo que dan a entender los títulos, esas uansformaciones no fueron simultáneas. Es innegable que las ''congregaciones'' tuvíeron una considerable repercusión en muchos pueblos. Por falta de tiempo y de recursos los españoles en un principio se limitaron a dejar intacto el hábítat indígena. Cuando mucho habían edificado un monasterio o una iglesia en el lugar de la cabecera, en tanto que los indios seguían víviendo dispersos por los alrededores. Luego, la creciente necesidad de supervisar inejor a las poblaciones, que escapaban de las exaccíones de los conquistadores y se oponían a la conversión, incitó a !a Corona a tomar rnedidas rigurosas y a echar a andar diversas campañas de ''congregacio nes''. La primera siguió a la epiden1Ía de 154 5-1548. De 15 51 a 15 58 la campaña pretendió obligar a los indios a reagruparse en aldeas trazadas a la europea y a reubícar las cabeceras en sítios que [enían el beneplácito de las autoridades. Por la fuerza o rnediante persuasión, las poblaciones hubíeron de abandonar su hábitat para dirigirse a los nuevos emplazamien tos. Esas primeras medidas respondían así a preocupaciones administrativas, econón1icas y espirituales en particular urgentes, pero difícilmente lograron acabar con la dispersión de los indios. P 8 Como algo todavía más desconcertante, los protagonistas nunca aparecen con tos rasgos de indígenas otomíes. Se decían y se !!amaban a sí mismos ''católicos''. Unos "católicos" cuya conversión se remonta a una fecha incierta, cuando menos anteríor a 1502. En estas condiciones se comprende que se guarde silencio sobre la Conquista española, sus dimensiones políticas y militares. En un lviéxico prácticamente vacío de españoles y ocupado por ''católicos'· ya no hay necesidad de hacer referencia a ese episodio. Recordaremos que algunos de nuestros títulos nahuas evitaban o desviaban esa dramática referencia, reduciéndola a las dimensiones espirituales de la llegada de la fe. Es posible imaginar que algunos lo hayan hecho para borrar un recuerdo penoso y otros no hayan considerado pertiiiente evocar un acontecimiento que casi no había tenido resonancia !ocaL la act;tud de los otomíes que redactaron la relación parece deriYar de la primera interpretación, pero mezcla en ello una rara sutileza. En efecto, los protagonistas de la relación gozan de una posición doblemenre notable pues se arrogan !os títulos de Católicos y de Conquistadores. Reclaman privilegios intangibles, sólo reconocen como señores al rey y al virrey. Dedican toda su energía a difundir entre sus adversarios chichimecas "lo que es la cristiandad''. Las dificultades harto reales de aquellas expediciones se callan de manera sistemática en beneficio de una tenaz idealización del pasado que les pern1ite confundirse con el grupo de los verdaderos vencedores, los amos españoles. En esta escenificación del siglo X\'l los otomíes son los ''católicos''. Vale decir que !a relación busca y logra conjugar el prestigio de las armas autóctonas y los frutos de una aculturación sin lágrimas y sin humillación, Sin que llegue a hablar propiamente de una flagrante inversión del pasado sino antes bien de lo que hubiera podido ser -si los indios hubiesen recibido el lugar que les había prometido la Corona-, esta memoria gloriosa contrasta con la mediocridad de un presente so1nbrío. Sucede que, a rnediados del siglo X\'ll, Querétaro ha dejado de ser un puesto de avanzada defendido por otomícs para caer en cambio en manos de ganaderos y de comerciantes espaflolcs. LDs oromíes se habían constituido en una minoría étnica perdida entre orras minorías, nahuas, tarascas, mestizas, negras y mulatas. Su identidad se reducía entonces a !as dimensiones mezquinas de una subcultura urbana, replegada en !o esencial hacia la lengua y los lazos de parentesco. Viendo disminuir su fortuna y su influencia, algunos caciques se prepararon un pasado prestigioso que decoraron con una ídenridad ficticia. Pero esa idealización no es propia para la relación, ni tampoco para el escamoteo de roda referencia pagana o prccortes1ana. El interés de la relación obedece más bíen a la manera singular en que cuenta otra conquista, !a de Querétaro. Pues todo el texto está construido en torno a un enfrentamiento guerrero que curiosarnenre se excluye de la narración, Los prepara38 Powcll {l0)2); Grnzmski ( l985c): Super; JCJS?>I

LOS ''TÍTULOS PRlMORDlALES ' O LA P Pi.SlÓN POR LA ESCRJTURA

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de la batalla, sus secuelas inrnedíatas se describen con profusión. En ca1nbio, ella ni una línea. No se niega el aconrecin1íento, se le rehúye por completo. procedimiento éste que equivale a eliminar de la Conquista sus C{;'1~pec1:os belicosos y humillantes para !os vencidos. De ahí esa preocupación consy obsesiva de simetría entre agresores -los oto míes "católicos" - y agredilos chichimecas. Los hechos ocurren como si la relación hubiera querido transi"""'~ el enfrentan1iento en un encuentro sin vencedores ni vencidos. Todo indica esta desdramatización se halla vinculada de manera implícita al silencio guarsobrc la Conquista española. Si bien es cierro que trata de manera explícita una guerra entre indios cristianos e indios paganos -los chíchimecas-, lí! meotomí en realidad parece dedícarse a construir un arquetipo de la Conquista que detrás de los católicos se adivina a los españoles y donde los indios "bárbanos remitirían a los propios otomíes. De la Conquista lo único que cí!l vez sería una operación basada en la igualdad y la reciprocidad, práctica1nente cr.:L (París, Bibliothf>que nationale.) El rdato d(.>scribe la mígrcHi(m tk !os nonuakn (hichinwcas . Los glifos topm1fn1iro> esE n di>o..LO de una cosmogosus auxilios, sino que su intervención se situaba en mestizo o español, obtiene nía, de una búsqueda de equilibrios rotos. En un medio por curíosidad o por Jedinero de una receta, de un e),'Pediente al que se recurre ,¡¡A. p. S6: LS. pp. 82, \ 12, 14.). 232.

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I._.-\

IDOL-\TRL-\ COLO>:í.-'.L

i8~

L-\ i00L\TRL-'. COLONIAL

scsoeración. Cierro es que algunos españoles, algunos me~t~zos, algunos. ~ula_t;s r--,·v~cibn en dar el paso que separa el alquiler de los servicios de la paruc1pac1on ~~rs~na!: pero sin penetrar forzosan1ente en la real.ida_d indigena, ni siquier~ cu~n­ do adoran ídolos, visitan cuevas, comandiran sacnfic1os de rnenores o se dejan 1n~ . _ , v2.Jir por un pánico colectivo. Las formas diversas que adopta el surgimiento de la sociedad colorual at:_ectan b integridad de !a idolatría. r;-ienguar,do su :a~po, borrando en parte s~s referentes. poniendo directamente en duda su plaus1btbdad. Queda por saber s1 en aquellas primeras décadas del siglo XVIL en los campos de 1\1orel~s o de ~uerrero, es:s mo· dificaciones traen consigo acomoda..'11.Íentos, arreglos parC!ales, o s1 ponen protunda· mente en rela de juicio el conjUnto de las representaciones y de su disposici.ó~. P.or aaucllas fechas ven 1-a n1avoría de los casos, fuera de las ciudades y de un cnstlan1sm~ público, la idolatría a .pesar de todo parece haber .conservad~ el ~dom~ni~ ~e \~s procesos que hemos descrito_ Ocurre que no está gu1~da por n1ngun pnnc1p10 de ~xclusividad v que por ranro puede coexistir -hasta oerto punto- con !o que los indios "hace~" de su cristianismo_ i\quella coexistencia aparente habría de preocupar a !a Iglesia desde los años 15 70. El domínico Diego Durán se in~uieta entonces Por la actitud indecisa de los indígenas que le resumía uno_ de sus i.nterlocutores: 'Creían en Dios y juntamente acudían a sus costumbres anuguas y ritos del demo· n.io. '' ,A,_ mediados del siglo x'-:u, igualmente escandalizado, De la Serna comprue?a la doble observancia ritual entre los indios a ios que persigue, ''Quieren parecer cns· tianos siendo idólatras.'' Si De la Serna se equivoca atribuyéndoles una conducta maquiavélica hecha de hipocresía y de duplicidad, no deja de presentir la capacidad que .la idolatría ha conservado para capturar todos los rasgos que se le presentan para insertarlos en su realidad· ' /úectan mucho las cosas de nuestra fe, mostrando a ellas gran veneración[. ,J Quieren las más veces en sus conjuros, curas y supersti· 46 ciones imúar los ministros de 11 lg!esia y usurparles sus oficios.' ' Nos falta seguir este proceso de captación y de absorción que ~onstiruye u~o de !os resortes esenciales de !a idolatría colonial. Cuando el lengua;e de los conjuros .Dios~, ~os adopta términos del crísti-an.isino ---la justicia del cielo, los ángeles coge en sus redes, los vacía de su contenido y los integra a ~us co:n~os~c1o~es. Aae· manes. la señal de la cn1z, fórmulas cristianas. la invocación tnn1tana, tienen un destin~ semejante, como rnuestran los conjuros que dirigen a ~as nubes los invocadores de las lluvias y del granizo, 11ás decisiva aún es la ínseroón encre los autores wtenciales de un~, de la Virgen, de los santos o de los ángeles: "¿Sepamos quién ~res tú, el santo que estás enojado? ¿Si acaso eres Nuestra Señora o acaso eres San Gaspar o acaso San Juan) ¿Quién es el enojado, si s?n. los dueño~ de ~a tierra, ~os ángeles de Dios?"~~ Se ha deslizado aquí ei santo cnsoano o, me,ior dicho, los 1.n· dios le han abierto el repertorio de las potencias peligrosas y ambivalentes cuya ua

d:

hiy que (emcr. Lo poco a la manera en que las imágenes cristianas aparecen en las ''pinruras'' clandestinas que \'l!e!ven a los ricos de antaño, esta acción corrobora la

facultad que han desarrollado !os 1nodos de expresión tradicionales para captar elecJentos nuevos, abstraerlos de su contexto y someterlos a organizaciones autóctonas. Sólo q:Je esu. vez es li idolatría la que rige la disposición de estos rasgos. Otros e}emplos corroboran la viscosidad de una idolatría pronta a anexarse fuerzas nuevas, pero tarnbien nuevos rLros, sobre rodo sí extrañ-:unenre se emparientan con las celebraciones antiguas De ese n1odo, es conveniente calmar la cólera de un santo "haciéndole alguna imagen o. si la tienen, haciéndole algún vestido o velo y añadiéndole adorno y haciéndole alguna fiesta''. "8 Todavía se podrán disüngui.r. he aquí lo esencial, grados en la captación. El santo cristiano con frecuencia es só!o una denominación suplementaria agregada a una divinidad antigua, conforme al concepto [tadicional: ''Estos dioses tenían estos nombres y Otros n1uchos porque según en b. cosa que entendían o se les atribuían, así les ponían el nombre_', De ese modo la divinidad del fuego, el dios Viejo Xiuhtecudi era Hamado también Xoxeptzin -San José- y )(imeontzi'n -San Sirnón-, tomando en consideración la ava:1zada edad de los dos san ros. En ciertos contextos el Espíritu San ro llega a deslgnar bajo la fonna ''el pájaro; el esp1ritu'' -in to to ti in spiritu- el agente que ataca al enfermo y !o hace impuro. En un registro del todo del siglo xvu abreva en el .repertorio diabólico al clistinro, la idolatría de para conservar sólo el principio del pacto con modo rntsmo del que desnaturaliza el demonio.'{ eso en las inmediaciones de la capital del virreinato. 49 Pero ocurre que la adopción rebasa e! califica[ivo para incluir un procedimiento específico, la intercesión; por ejerr1plo cuando el conjurador implora a la \!irgen: ''Sed mí inter· cesora porque hay muchas cosas que son hechuras vuestras que se pierden." Lapo~ rencia invocada sin duda es más la Tierra que la madre de Cristo, pero !a demanda de in[ercesión ínrroduce una sensible evol~ción en b relación con la divinidad y en su personalización. No olvidemos que la ·'apertura'' de la idolatda a otros grupos é(nicos se complica en la época colonial con una desaparición de las instancias -el clero pagano, las escuelas- que ancaño podían ejercer una censura. Desde entonces la permeabilid2d. Ja seosibílidad anee Ja adopción representan canto una fuerza como un nesgo en potencia. En t:n terreno enteramente disüruo. la idolatría contraataca adoptando el vehkulo de la escritura alfabética. a pmir del decenio de 1560 según Díego Durán. Pero, larnentablemente para nosotros, e! dorniníco consideró inútil consignar "estos conjuros [que} andan escriros". En el siglo xvi;, algunos sacriscanes copían otras invocaciones e imprudenremence firman sus escritos con su nombre. En 1681, un indio de Iguala es acusado de derenr3I "numerosos libtos que no eran buenos", orros oculta,,; ''papeles escri:os en su lengua de sus supersticiones y de sus bruje·18 A,

~6 LS, pp. j ) , .¡7 A, p. 125.

~')

78, .338, _3.\)

p 1 )7

P, p :)72; A_ p 1)6: AG'\, lnqui;;ÚS•J, voi. JO), fol 246

97 de 162

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L'\ lDOL;\TRÍA COLO?--;L-\L lA. lDOLATRÍ.\ COLO?\'L.l\.L

nas Testimonios esporádicos revelan así la existencia de una idolatría escrita corno antaño había habido una idolatría pintada. 1°Ca be preguntarse si la escritura de los conjuros (y tal vez de los calendarios) pudo tener algún efecto en el conrenído que se transmitía. ¿Consolidó el proceso un saber y/o contribuyó a cuidar de su transn1isión en una época de epidemias y mortandades? Algunos testimonios aislados dan cuenta de conjuros transcritos sobre "papeles" y legados de padre a hijo. El caso es que la práctica de la escritura nos conduce hacia esrratos aprecíablemente más aculturados de la población indígena, co1no cantores, fiscales, músicos que tienen a su alcance obras litúrgicas de las que extraen de ser necesario fórmulas y a veces largos pasajes. De ahí sin duda esos papeles destinados a combatir las fiebres y que tienen como propósito calmar la cólera y ''la justicia del cielo,', o aquel texto que, a fines del siglo xv1 (1587), conservaba un conjurador como objeto precioso en su oratorio. Ejemplo extremo de un conjuro que retoma un escrito cristiano -las I-Ioras de Nues~ tra Señora- para acaparar, por encima del vocabulario y las referencias, sus resortes esenciales -la intercesión de la 1-fadre de Dios, la salvación -y deslizarse hacia el terreno de un cristianismo indígena que se aleja de un modo considerable de la idolatría. Esta invocación va acompaña da de un dibujo que muestra un movin1iento análogo: juntos, espalda contra espalda, un águila y un ''tigre'', a la manera de los blasones concedidos a la nobleza indígena; en el centro un cáliz baío una hostia; arriba a la ízquierda una bandera imitada de la de Síln Juan Bautista·, bajo la pata del "tígre" un libro, sin duda el de las Horas de Nuestra Señora. Una vez más, ello da a entender que la permeabil idad de la idolatría puede esconder los gérmenes de su dílución. si ,\sí, tal vez resulte Jnenos sorprendente encontrar entre los indios detenidos por la justicia eclesiástica a representantes de ese personal de iglesia, a esos auxiliares tan fervientes de la evangelización de las poblaciones. Es que resulta posible conciliar la adhesión a parcelas del cristianismo, a prácticas en lo esencial, con una aprehensión tradicional de la realidad, a ejen1plo de aquellos cantores que también son ancianos y que colocan a los lados del difunto las tradicionales ofrendas alimentarias. A ejemplo de esos fiscales que conservan "paquetes sagrados", Se rra:a de dos registros desproporcionados, sin común medida, y que, por consiguiente, captados y vividos desde este ángulo, no son contradictorios. Por el contrario. parece posible y con frecuencia es imperativo el articularlos para la supervivencia del grupo, de lo cual se encargan mejor que nadie los indios de iglesia. Desde luego, entre ellos exceptúo una fracción devora (gobernadores y a veces notables), ganada por el cura y que se emp~ña en denunciar a los demás. Por lo demás es probable que sus actos con frecuencia hayan sido más reflejo de conflictos de intereses que la repulsa premedi!O Durán, Histona ., op. c:t .. l. p. 79: AGN, Bious NJtionales. vol. 596, ''Petición de S. ;\nJ rkxmalac". 1681; ,'.RSJ, Aféx. !7. "Relación de !a misión de los P. Pérez y Zappa", 1685-1687; Agus;in Dávila Padilla, Hútor1a de la fúndacifm. de /a provinria de S.1nti.;go de ,\f¿\-iro , México, Academia Literaria, jC))5, P- 618 !1 L5, pp. 78. 289-290. 80-8L

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rada del uni:•erso de. l~ ~doJ.atría. En efecto, nada indica que ese grupo en verdad h~aya .cor.ce~1~0 la d1v1n1dad, la creencia, la relación con el tiempo y el espacio en rerm1nos cnsnanos y ortodoxos. En cuanto al resto de esas poblaciones rurales, parece ser que su ínmersión en la i?olatría siguió siend~ un elernento fund3:1"11ental de su existencia a principios del siglo ~\1l, con los mauces que aportan la diversa calidad de las memorias locales, la r:ficac1 dr M. Salima nn, "L'nt sourct d'tthn,.-;h\qcirc: Gruzin.,ki (19"76) y, en colaboración con). Nr.'"'f ,\{é/.1n ge.r de /"i:.'ro/e fr.m¡-.;JSC ,JÍ> uc" haroq ue Mexiq k et ionalt Vénér abks dans l'ltalit rnérid 88, 1976·2, pp. 789-82.2. 7

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[__-\ C!dSTl:\S~Z,'\ClÓ~ Dt: LO ;:-.L\G!.\_-\RlO

:-J:igC.dena dieron a ekgir a dos neófitos entre ci camino repugnante de la idola· crí 3 y :tquel, fraga.nrc y florido, que inauguraba el bautismo. En 1537 antes de morlr c;n indlo de Cholula contó que ''hab!J. sido llevado su espíritu a las penas del inf:erno a donde sólo del gran espanto había padecido mucho tormento y gran. ] y luego fue llevado a un !ug;ir de rr:ucbo placer y alegría y de d~simo n11edo [ algunos indios exploraron r:1:ís que el otro mundo cristiano. Pero gran deleite" Desu1brEeron uno rra.s otro a Cristo, a la Virgen. a los ángeles, a ios santos, a religiosos sacrificados, a! diablo en persona, que se mJ.nifesca.ron a varios de e!los_ Producidils en general a las puertas de la muene, -aquellas visiones expresaban una reprimenda , una adverrencia , un consuelo o un mensaje dirigido al visionario o a los vivos. La experiencia derivaba entonces de una pedagogía del pecado, de la inuerte y del mis allá. Pero perm.anecla reLuivamen te aislada y esporádica. La vi· sión indígena existía, pero sin participar aún en una estrategia deliberada de evangelización_ 0 Es pr.obable que la difusión dd culto mariano aclare mejor las primeras erapas de la cr1srian1zación de lo imaginario indígena. Y más exactament e lo poco que sabeff1os de los orlgenes del culro a la Virgen de Guadalupe, No ignoramos que los princ1p1os de esta devoción confirman !a acritud prudente que la Iglesia mexicana mantuvo en mareria de milagros bajo la influencia franciscana_ A fines de los años 1540, c1erta devoción mariana se había desarrollado en una humilde capilla del none de !a ciudad de ?viéx!co, en el lugar mismo en que antaño se levantaba un santuario dedicado a Toci, !a diosa madre. Aquella de,-¿ción había recibido estímulos del arzobispo i\lonso de lvfontúfar, de espal'ioles devotos v de las darnas de al· curnía que frecuentaba n el santuario. Pero sobre todo había .conocido el--favor de los indios que seguían llevando a la Virgen española las ofrendas que antaño destinaban a la diosa, En cambio, por boca de su provincial Francisco de Bustamance , luego por la de Sa.hagún, los franciscanos denunciaron con violencía b devoción: ¿no creían algunos indios que ''hacfa milagros aquella imagen que pintó un indio y así que era Dios''? A esa reticencia opuesta a! milagro y al cuh:o de las imágenes se agregaba el re mor de ver que los indígenas siguierw adorando con el nombre de To;_ant~in a la antigua madre de los dioses y no a la Virgen fvía.ría. Es probable que el tranc1scano Sahagún fuera cerrero. Conocía lo suficiente a los indios para saber que no sólo !es resultaba natural concebir a !-a Vin::en como una de las manífestacio nes de su _antigua dios.a, sino rambié-n confundir s~ imageo con la fuerza que representaba ('' Je mane ra manif iesta se trata de una inicia ción y no de ur:::t · piado sa o místic a de ~atural_eza ?rr.odoxa. Por la otra, porqu e es;is visiones se produ cen fuer2 de toda in;ere nna eclesi-isríca, en un co~rexto que se ernpa rieo[a con lo que se ha conve nido en llama r :·niciación ;:hamántca. ~or l? demis , con faci!idad s:: slls rnon1erHos sucesrvos: Ja enter mcda d!la 1nm1nenci a de];,_ rn~ierre/el estado de muert e apare nte/la visita de seres sobre natura les \' el viaje aL rnis all?,/l:i.. revelf ción de los secret os del oficio! el regres o al mund o !os vivos íla curaci ón y e! nacim iento del cham án No ignoramos en absol uto que los antigu os nahuas~', de una mane ra ~enera l, lo_s indios de 1-1esoamérica c~l­ tivaron en diversos _grados prácticas chamá nKas. Por ejemp lo, los nahua s conce bun que hornb res dorados· de una fuerza vital, de u~ tonal!i excep ciona L pu~iesen \·iajar a ocros rnund o» entrar en conta cto con los dioses y con los muert os, obten er allí revelaciones !' regresas con secretos rerapé uticos . Bajo el efecto de las droga s Y de ias macer acione s, su tonal h llegab a enton ces a morad as cerrad as al comú n de los morra les,: En su desarrollo v sus fines, la exper iencia de Domi ngo corres ponde ría enton ces a esa tradic ión antigu a. Sólo que, a esa rrama autóc rona viene a agreg arse un haz de adopc iones del cristia nismo que sin excep ción úenen su prece dente o su equiv alente en las vislones piados-as que- conoc emos: la aparic ión de los ángele~, los torme ntos reservados a los ebrios_ los dos canlin os que llevan , uno a la salvac ión Y otro a la conde nació n. L1 interv enció n de la Virge n y de los sanro s. Por tanro, tas cosas se desarr ollan como si Domi ngo hubie ra viv~do su inicia ción según una versión fuene n1enc e ceñida de crisrianismo. Podrí amos parar allí y limita rnos a corT',Drobs.s la de lo sa_g-rado y de lo sobre natura l cristia nos en el iTiedio inJiger u al alba del siglo X\'Ii, ~~deducir de ello el sorp~endenre éxito de_ la ~redíc~­ ción eclesiástica v de b. Lmaginería cristia na en la maren a. Sin emba rgo. la eXlStencra por la mism J época y en la rrúsm a coma.re-a de una idob.t ría aún mu~· v~vaz i~ci:a .ª reforz ar el a11álisis ~-, e:i par[ic ular, a escrut ar las moda lidade s sub¡enva.s, rnd1v1dus.les de lo que parece augur ar un paso '·espo ntáne o" de una supra. rrealld ad a oua La visión del castigo de Jos ebrios abre una prime ra pista. Como acaba rnos de leer. los dos oersort'J.ies de rúnica bLu1ca conrn inaron a Domi ngo a dejar el consu mo del pulqu e.('"o o r;rnes a beber .. ,''). La impor tancia acribu ída al e~l.sodio sugierf:: que Domi ngo era un borrac ho empe derní do y que aquel la indin aoón prese ntaba un grave ob;r.áculo para su curac ión, para su salvac ión y para la adqui sición de los poder es de cu.randero. Recor darem os las propo rcione s espec tacula res que la em-

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triagu ez parece haber cobra do a fines del siglo X\-1, como lo rcve-b.n abund ant_emente las Re!Jo-ones geográficas. T::unbién hemo s visto que h dorn1nación coloru~:J contri buyó de .~ancra poder osa a desrn anrela r !a red de "pab. bras divin as", de fltos. de prohibiCiones y de represiones encaiTIÍnada s a conte ner y a regula r el consu mo de akoho l -en esce caso del zumo ferme nrado del agave o pulq ue- anres de la Conqu ísra. Es l"ícito pensa r que much o antes de la llegad a de los españ oles la embriaguez preocui:i:Jb2. a las socíed2d,~s lnd'.g tnas y const!tu'i::;. uci de "desord_en érnico ", es decir una penur bació n cuya incide ncia y cuya forrr,u lación son propi as de una cultur a y de una socied ad dacL1s.> lv1ucho más que el consun10 de las droga s. la de\ pulqu e ~endía ya a sustra erse a las norma s de !a tradic ión y de la colectivl~ dad. Pero la domín aciün españ ola precip itó sus efecto s desinr egrad ores por e! estado de anem ia que instau ró y, de un n1odo mis inmed iato, por los nuevo s alcoh oles ---ent re ellos el vino de Casti lla- que introd ujo. Por lo demá s, la Coron a no se preoc upó much o por lucha r eficaz rnente contr a una inciin ación que le aporr~ba consid erable s beneficios. 1-üentras que la Iglesi a sólo le oponí a una repro bació n moral comb inada con arnen azas infern,.des -ide a sin preceQenre- en las cultur as indíg enas- y con algun os latiga zos, Lejos se esraba de las degr~d-aciooes infam antes v de las eíecuc iones sumar ias infligidas anres de la Conc¡u1sta. respues¡J. crisriana ~de la que los jesuit as ofrece ~ mú.ltiples ejem plos- ra_:nbién sabía explo rar los delHios aterro nzado s de los ebnos que conta ban que hab1a n visitado el mund o de los conde nados . ~.\quella respu esra estaba de ser inefic az . puesto que Dorn 1.ngo reprod uce los mismo • ¡. . s maten·ai es en e 1n1arco u~ su expenen~1·~ de inicia ción. },,cue! indio acaso h;ibía lograd o interi orizar el n1cnsaje de la Iglesi a, con sus imágcne~ y su. rriiedo al castig o de ultrat umba , con su trarr:a dualista ?el más allá -los dos cami nos-, con su lógica de la falta y de la reden ción. como si la inrerprerac:ión cristia na diera un sentid o convi ncenr e al des?rd_en_ de ~omingo al mism o tiemp o que le dicrab a los rnedio s de poner le fin. El 1nd10 .ha_bna pues a~a­ bado por conce bir y sobre todo por experin1enta .r de un modo sub¡e uvo su embri aguez ~n forma de, un pecad o merec edor de sancio nes póstu mas '/ ~ivi~as: "no tornes a beber . porqu e los mism os torme ntos haz de pasar ". Por cons1gu1én.re nos veríamos incEn ados a consid erar la adopc ión de la temát ica cristiar\a del casng o de los borrachos como un procedlmie~:o gue, lejos de ser arbiEra.rio, constit'.-1ir~a un meca númo ,/¿ d¿/f:nsa opues to a e.na pertu rbació n perso nal. Un proced~r_:uento que sus-,_ituiría con una nueva osten tación los rasgos, Jos modo s de expre sron que la cultur a autóc tona habrl a dejad o de aporta rle. Señal emos que, en este ca.so, la adopc ión cu brc a la vez imáge nes (los ángel es vesrid os de blanc o, !os t~rmentos infernal es), mode los de condu cta y estado s afecti vos (la angus tia, el m1edo). En camb io, el proce dimie nto seguid o en la últim a visión resutca un tanto más comple}o. /\. orirne ra visea, la imagi nería cristia na -Cris to, la -virge n, Santa Verónica - domi~a la escen a. En realid ad. tal como es vlvida e inteqJ retada . la enfer meda d de Dorni ngo depen de al mism o ríemp o de la idolat ría y del cristia nismo . El

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lANO LA CAPTURA DE LO SOBRENATURAL CRIST 206

IANO LA CAPTIJRA DE LO SOBREN ATUM L CRIST

uilíz ante de la Virgen, pero la intermal no deja de suscitar la intervención tranq : la Virgen se limita a hacer que Santa vención mari ana todavía no es una mediación persona ante su Hijo. Por lo demá s, en Verónica actúe contr a el mal sin intervenír ión come tida por la divin idad - ''Nue sen la medi da en que se insiste en la agres enfe rmo" - y en que este daño se emtro Señor Jesucristo había captu rado a este tona/Ji, el mal se conforma con esquemas parie nta cercanamente con la captu ra del se adhie re a una lógica persecutoria que, aborígenes sin discusión. la enfer meda d no da cabid a algun a a la temá tica del aunq ue se resuelva en térm inos cristianos, una representación del origen del mal y pecado y del perd ón. Evoca much o más nahu a. Esta domi nante autóc tona asoma una vivencia corporal propias del mun do éuticas que. también de manera implíciigualmente en el recurso de prácticas terap el soplo revigorizante y curativo en el que ta, remi ten a caregorfas indígenas, como luminoso que abrigaba el hígad o. A dise reconoce el il;íyot!, la fuerza vital, el gas borrachos, la interpretación de la enferferencia del episodio sobre el castigo de los sión como indíg ena por su origen y su meda d es por tanto tan cristiana en su expre de la enfer meda d depe ndier a de un suscontenido, como si el campo del cuerpo y trato resistente a !a aculturación. de mane ra satisfactoria esos procesos No resulta fácil para el historiador explicar ar, como acabamos de hacerlo, de Habl . iones sin caer en la jerga o en las aproximac d), de esqu ema o de lógica (persecuversión (cristiana), de tram a (de la enfer meda to en una prob lemá tica un tanto corta toria) tiene el peligro de encerrarnos pron r de escapar de ella tal vez valdría la pena del continente y del contenido. Para trata la distinción entre los códigos ícónícos, en se (a ·la manera de la semiótica) basar lidad de lo real, implícitos, no verbalizafund amen tos y creadores de la inteligibi fechables con mayor facilidad, así como dos, y las varianteJ iconográficas, explícitas, consciente. En otras palabras, como en el son escogidas y dispuestas de manera más ción del cuerpo y la vivencia corporal caso del espacio y del tiem po, la representa toda evidencia, sería ya un elem ento con remitirían juntas a una percepción que, ndría inme diata ment e a los senti dos, socíoculturaL pero de tal clase que se impo ento prim ordia l, presente sin saberlo sin que medi ara ning una verbalización. Elem r tenac idad a la aculturación cuan to el sujeto, resistíría entonces con tanta mayo los protagonistas. que escaparía a la actividad consciente de es tamb ién de naturaleza psicológi* base de ¿Es preciso agregar que este elemento nismos de la percepción y de un mod o ca, puesto que se halla vinculado a los meca , si aceptamos que el inconsciente no más general del inconsciente? Sin duda y que mezcla íntim amen te la historia_ pued e trascender la historia y las culturas o. En el caso de Dom ingo , apenas grup su de personal y singular del sujeto con la magros que son los indicios. Cierto es se pued e esbozar una exploración, de tan ción parecen hacer eco a conflictos de que varios episodios alucinatorios sin excep ón de bebe r pulq ue --qu e los antíg uos naturaleza oral. Así se trate de la prohibici de la interdicción expre.sa de establecer nahuas asociaban a la leche mate rna- , mun do, de la prom esa de gratificaciones contactos orales con los parientes del otro

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en el mun do de comer y de bebe r''), en materiales de orde n alim entar io(' 'tend rás r al rostro del enfermo. Es posible fin, de la técnica curativa que consiste en sopla ién es posible que expresen la tamb que estas coincidencias sean fortuitas. como el aban dono del pulq ue y en en ver que rá trayectori~ personal d~ Dom ingo . ¿Hab nica la superación de fijaciones orales la protección de la Vtrgen y de Sant a Veró una relación aseguradora con la madre? La de la primera infancia y la instauración de incente. En este caso, pero tamb ién en el cosa es plaus íble, ya que no del todo conv el instr umen to cultural de la expresión de una prob lemá tica disti nta, la visión sería palabras, expresaría tamb ién e! Yde la resolución de conflictos personales. En otras de un modo más preciso, el eslógica y, func ionam iento de una comb inato ria psico en concierto con una representación que, sa defen de os nism table cimi ento de meca taría n la elección de los materiales cultudel cuerpo y una vivencia corporal, orien la realidad tal como la concibe y la víve el íáles, su organización y su adecuación a curan dero , ar" una combinatoria sociocultural a , Mas, ¿se pued e estar satisfecho de "peg , no podemos negar que el sustrato so· otra psicológica y personal? Antes que nada la mane ra en que el individuo capta perciocultural que evocarnos es tribu tario de que de ella retiene. Por otra parte, lo sonalmente su culrura y por tanto los segmentos los conflictos indivíduales de uno que que tal vez sea menos evidente: es prob able ictos del grup o al que pertenece el sujeto. U otro mod o estén influidos por los confl orcionar, con ello quier o decir que el tener aquí más pruebas formales qué prop a pnOri inseparable de las tensiones crea· itinerario psicológico de Dom ingo resulta la colonización de las poblaciones nahuas das y mant enida s por la aculturación y la facultad de volver a ver parientes falle, More los. Capt ada desde este ángulo, sa (''tus padres y abuelos y tus otros pacidos, en reali dad el linaje, la familia exten al de dirigirles la palab ra, pued e ' ), acom paña da por la prohibición form de profu nda ambivalencia respecto a la ua¡8eje rnpli ficar y signíficar una situación por otra parte evoluciona hacia la a la herencia cultural. Una situación que de la transmisión cons uetud ina· ción desa¡Jrc•b,LCi'1L En Francisca de Tenanci ngo (1626). la experiencia cha1nánica cobra ia forma enteram ente tradicional de una iniciación subacuárica. La india evoca una veintena de casos más, lo que corrobora la frecuencia del fenón1e no en el pueblo, pero sobre rodo cita visiones cristianizadas corno si por la misma época y en uo contexto compar able pudieran coexisrir configuracion~.$ simbólicas distintas sin perturba r a los interesados. 7 En cierto Juan de la C1uz, oríginario de las minas de Zacualp an, las visiones (hacia 1631-1636) ilevan la marca de una aculturación brutal y caótica. 8 Si bien el contenido global sigue siendo el de una experiencia in.iciática de origen autócton o, las adopciones del crisúanisr.no se hacen más numeros as que en las visiones de Domingo. Los iniciadores son identific ados de un modo expreso (Jos arcángel es l\-figuel y Gabtíel) , Dios está pfincipa !rnente en el origen de la iniciación: la Vírgen sirve de mediado ra entre el indio y el Señor que reclama sus servicios. La sucesión de episodios sugiere también un itinerari o psicológico complej o y delicado de restituir , jalonado por la recurrencía, a) hilo de las visiones, de imágenes materna les y femeninas sucesívamente protecto ras y agresivas· La madre de Juan: la \Tirgeo con el Niño, la india que personifica la enferme dad. Es 1nás fácit seguir la trayecto ria cuhural de }11:IIT:L:·a sumisió n ante \os arcángeles. ante ta Vltgeñ, añre Díos··ex pres:cur'rgraOo .. ~-· de cristianización indiscu :ibk pero no constituye en absoluto una evolución irre· - -versib!e pues:o que ei curandero recae para su perdición en ía prácrica de la brujería. Esta faceta de búsqued a a [Íentas y frágil es lo que, según nos parece, de-be merecer mis la atención Esa experiencia se divide entre un polo idólatra y otro polo criscianí zado. El pri· mero no sólo es manifie sto en el patrón chamán íco sino también en el curso del episodio de un cruento hechizo que provocó la detenció n del personaj e. El segundo polo se orienta hacia una nueva organización de !a visión inspirad a en la.s hierofanías cristianas_ Estas ya se encocua ban presentes en Doming o, pero de una manera.sup.erfícial Los iniciadores eran só!o figuras bla.11cas anónim as y la 'Virgen no mantení a ninguna relación directa con Cristo. En cambio. en Juan, se toman ele-~­ men(OS ar1áJogos en una acepción más cristianizada. O más exactarn ente, de simple forma de expresión, de una colección de imágene s, pasan a ser sustanci a (la relación con lo divino) y jOr!71u esquem a mariano ) del contenia'.:; de la vísión, En ello se apreciará el ejemplo de un cambio inducíd o por la propia narurale za de los materiales adoptados_ En la mariofa nía asoma la desviación 111ás notoria_ La Virgen de Juan ya no es una simple forma, una vaga silueta. Al parecer es Nuestra Señora de LS, pp 98.\!) 8 LS, pp. 103,iJS

CRIST!.A.~'O

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los Remedios y por consigu ien(e una de las manifes taciones más vivaces de la devoción marian:1 en Nueva España durante aquellas primera s décadas del siglo .'(\'l!. Más aún: las vinculaciones entre las figuras divinas se calcan con bastante fidelldad del cristi2P.~s::r:'J_ L2- Y'irgen está presente con el Nif'ío, inrcr-,·ie ne en nombre de su Hijo y en contra de la enferrnc dad. En fin, la relación del enfermo con Dios se asimila a un movin1iento persona \ y no a la realízación de un rito. Hay en ello una redefini ción de las entidade s divinas y de la relación con esas potenci as que no pertenece a\ mundo de la idolatría y altera en su forma y su sustanci a el conteni do ffadicional de b visión iniciática. En el caso de Juan, la hierofan !a cristiana ya está en vías de sustituir el modelo chamán ico. A.quL el sustrato profund o, implícit o e inconsciente que evocábamos en Doming o parece operar un doble pattern ing o, más exacta.Inente, evolucionar hacia una organiza ción dístinta de la que muestra la idolatría. Adopta la forma de una alteració n del guión autócto no (la forma del contenido), pero también de una modificación del concept o de la persona y de los dioses (!a sustancia de ese mismo contenido). la realidad indígen a no sólo se apro+ pia element os crisdanos, sino que ran1bién explica sentidos descono cidos merced a una doble expansión de lo verosírnil y de lo expresad o. Sin lugar a dudas se puede compara r este mo,>'imiento con el principi o de reorgan ización del espacio gráfico tradícionai y con la aparición de una expresión occidental de la figura humana consecutiva a la lenta asimilación de rasgos exógenos, aunque estos procesos circunscritos a un grupo determi nado -los pintores y su públic o- sean mucho más precoces. Las visiones de Juan están más acultura das' que las de Doming o. Por lo "-demás, Scih pos'reriOtes a éSfas~y--p-rOCTdencreunmediO'·-m-ass·en-s1b1earc ·ambiO'~'-Qe­ esa.s minas de plara donde se codean poblacio nes móvíles y rnezclad as. No por ello podríam os deducir que la coloniza cíón de lo imagina rio indígen a adopta el curso tranquil o de una evolución lineal y uniform e, aunque fuese en una misma región· Es más conveni ente insistir en la diversid ad y en la pluralid ad de las experiencias. Desde antes de 1617, en una india de Iguala las torturas iniciáticas se inspiran en la crucífn::ión, como si los segment os que exigían una mayor inversión rt.fectiva (el sufrimie nto en la iniciación) se n'lostra.ran más permea bles a la vatiacíón y a la crístianización. 9 En otros curande ros se observa la conjuga ción de un discurso antiguo y de- unos ademan es y un cariz nuevos, inspirad os en las devociones- -el rosario - y en los ve-nerables a los que la Iglesia barroca a-pfet:iaba tanto, w Hemos de recordar que, en los relatos que estos indios hacen de :Su iniciación se pueden deslizar variantes sin que ello pen:urb e ni al sujeto ni a sus oyentes_ Esta maleabi lidad del relato, y por consigu iente de la expresió n, no trastorn a su organización interna sino que permite descubrir de nuevo de qué mar1era se puede efectuar la transición o la apertura de una organiza ción tradicio nal -la experien cia chamán ica- a desplieg ues distintos, Esta polisem.ia de la expresió n autoriza reinterpretaciones sucesivas o simultán eas, que pueden dar a la experien cia persona l 9A,p.52 lO A, pp 160~16 i

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LA CAPTURA DE LO SOBRENATURAL CRISTIANO

LA CAPTURA DE LO SOBREN1\ TURt\L CRISTIANO

un contenido cristiano que en su origen no es el suyo, pero que sín dificultad con-

cristiano, como hemos visto en la visión de Domingo. Pero aquellos curanderos tienen siempre mucho cuidado en dominar el proceso con el fin de quedar como recursos indispensables ante la proliferación de los rasgos nuevos. l\lgunos, por ejemplo, se meten a interpretar el purgatorio y el infierno cristianos, conjugando el culto del fuego con la imagen cristiana y angustiosa de las llamas de ultratumba. ¿Acaso no proponen al agonizante que "se componga aqui antes de morir con el fuego y le ofrezca sacrificio para que de donde quiera que fuere después de muerto, lo tenga propicio, para que no Io atormente tanto como lo atormentara si no hubiera ofrecfdole sacrificio"? 11 Aquellos curanderos admiten que, después de la muerte, las almas están ante el peligro del fuego temporal del purgatorio o, en caso de pecado mortal, del fuego eterno del infierno. La idea del alma, del pecado, de la gracia, de la eternidad, del castigo póstumo, los sacramentos de la Iglesia in+ vaden de manera progresiva el mundo indígena sin que el curandero pierda por ello su lugar, sino muy al contrario puesto que tiene la precaución de producir u¡1 reacondicionamie nto de la forma de expresión (las imágenes cristianas) y de pro· poner una modificación del contenido en su sustancia y en su forma (la salvación

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cuerda con el papel que adoptan esos personajes. Al parecer, nos aproximaríamos una vez más a los procesos que hicieron posible el deslizamiento de una realidad autóctona -la idolatría- a la aculturación (de la expresión y del contenido) y por tanto a la creación cultural. La elección de materiales que se presta a múltiples in~ terpretaciones, el olvido del origen respectivo de los rasgos manipulados o simple y sencillamente la familíarización con una expresión cristiana lo bastante arraigada en el siglo xvn para no sentirse ya como exógena, son otros tantos elementos que de un modo progresivo pudieron influir en el contenido e iniciar una remodelaci6n del sustrato e incluso, en el peor de los casos, precipitar su desmantelamient o. La experiencia iníciática ocupa un lugar nada despreciable en la influencia de los curanderos. Por ese motivo nos parece que lo imaginario que transmite tiene una

incidencia notable en las poblaciones entre las que ejercen ellos sus prácticas. La valoración y la credibilidad de la visión, y por consiguiente de una trayectoria personal y subjetiva, probablemente deban vincularse a la posición social de los curanderos en aquella primera mitad del siglo X\'11. Si éstos en sus conjuros siguen reivindicando el título de tlama.cazque, cierto es que ya no mucho los une a esos personajes de funciones institucionales, de saberes complejos y prestigiosos. Lo que pierden en autoridad, lo ganan en autonomía personal. adquiriendo una li· bertad de movimiento que conduce a buscar una caudón divina ante algunas de las nuevas fuerzas introducidas por los españoles, La experiencia iniciática, fundadora del saber y de los poderes, parece entonces tener tanto mayor efecto cuanto que se desenvuelve en el seno de la comunidad in· dígena e implica directamente a enfermos obligados, para curarse, a participar tam+ bién en la creencia de su curandero. Así se desata y se multiplica una interiorízadón en cascada de las imágenes, de las situaciones, de las tramas evocadas por la vi+ sión del curandero. En ese sentido, este personaje parece desempeñar un papel clave en la introduccíón y la adaptación de lo sobrenatural cristiano (tanto en el plano de la expresión como en el del contenido). ''Puede desempeñar'' pues según las fe· chas, los lugares y sobre todo las personalidades, las acciones cobran formas extremadamente diversas y contrastantes. Como es evidente, la intervención del curandero no se limita a reflejar una ima· ginación exótica. En la medida de sus posibilidades, se emplea para cumplir una función, si no de monopolio, cuando menos de intermediario obligado ante los elementos extranjeros que penetran en las culturas indígenas. Así, al azar de las ví· siones que propagan, algunos curanderos aparecen como interlocutores privilc· giados de los santos: "Si se trata de tener enojado a Nuestro Señor o a la Virgen Santísima o a ouo cualquier santo, lo tienen por poderoso para desenojarlos o apla· carlos.'' 11 Por intermediación suva las entidades cristianas se deslizan en el sistema de interpretación indígena de la.enfermedad y se constituyen en potencias tan efi+ caces como el fuego, el sol o el agua. Por el mismo camino se introduce el más allá ll LS, p. 102.

individual/las estrategias del más allá). Las trayectorias de algunos curanderos muestran el grado al que, en lo más intenso de la crisis demográfica, las culturas ''populares'' indígenas siguen siendo conjuntos asombrosamente vivos, capaces de reaccionar ante el cambío, mucho más que conservadores inertes de la idolatría. No siempre es fácil captar a Jos protagonistas de esta creatividad, aunque hubiera de quedar sin mañana. Los curan· cleros son algunos de ellos. Permiten captar (casi) en vivo la búsqueda vacilante de nuevos modos de expresión y de acomodo a la realidad colonial y a las culturas dominantes< Camino que no se confunde ni con el de los notables que nos legaron los Títulos primordiales ni aun menos con el de los nobles del siglo XVI y de principios del siglo X\1!. La confluencia de la tradición chamánica y de un desorden personal parece entonces favorecer la aparición de rasgos imprevistos y escimular e! surgímien· to de arreglos desconocidos. El problema de la "normalidad" del cha1nán ha sido objeto de abundantes polémicas en la.s que no pretendemos enrrac 1' No se puede negar la singularidad del personaje, su sensibilidad particular, su situación perifé· rica, lo precario de su posición, su aptitud para_expresar de un modo más intenso que otros las tensiones que afectan a la comunitrad. . Pero también, a diferencia de los demás indios, el chamdn es, en un contexto de crisis, un personaje que con~ serva un contacto directo con el contenido tradicional o cuando menos con lo que de él subsiste. Como debe dar a sus pacientes respuestas culturales eficaces, le es preciso desviar materiales nuevos, exóticos, pero lo suficientemente familiares para integrarlos (en el plano de la expresión y en ocasiones del contenido) a lo que se ha conservado del patrimonio indígena< Asimilados a los diferentes momentos de la 12 LS, p. 103. !3

Sobre un ca.so de visioJ1es que dan en el delirio idiosincri>ico. réase .~GN< /nqu¡j;oón. voi _ _)(),\

fols. 6Sr. · 70t. [ 1624. J

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LA Ci\PTLRA DE LO SOBRENATLR:\L CRL3TlA);0

iniciación cha.rnánica, aprovechando la permeabilidad de la idolatría, aquellos rasgos desconocidos mantienen la posibilidad de nuevas interpretaciones evocadoras. a su vez, de nuevos contenidos que surgen de manera progresiva y se apartan más v más de la idolatría. Esta polisemia de las entidades divinas y de las siruaciones ase,. gura sin discusión et choque del curandero en n1edios cuy¿ grado de acuhuración puede ser muy variable. lvías lo que domeña en realidad lo sobrenatural cristiano y fe da raíces indígenas confiríéndole una realídad y una evidencia comparables a las de la ídolatría, es la experiencia alucinatoria. Esta experiencía corresponde a la "sus. rancia de la expresión", en ouas palabras, a su materialidad, a su soporte. Como sigue siendo de orden en ese9.cia autóctono y es condición ind.ispensabie de la expresión, no debe sorprender'rlos que ofrezca el último refugio de la tradición, aun cuar1do la forma de expresión y el contenido en su totalidad se ha van alterado , y cristianizado. Con frecuencia, la iniciacíón y el éxtasis chamánicos aparecen vinculados al consun10 de sustancias alucinógenas. Queda fuera de duda que en ese caso se trata de un complejo milenario dífundido por doquier en el continente a,_'11ericano. En la época prehispánica, los alucinógenos ocupaban w1 lugar en los grandes ritos: la ''Fiesta de las Revelacíones" (entre los mexicas), los banquetes principescos, los sacrificios, la adivinación, la medicina. Su consun10 era una actividad altamente valorada. meticulosamenre codificada, encerrada en reglas cuya observación resul[aba impe~ rativa y cuya infracción era sancionada. Corno en muchas otras culturas, las drogas hacían _Qfic.io de dísparaciores bioqµíln.icos que inducían estados pasajeros cuyo contenido, lejos de ser arbitrario, correspondía a las imágenes, a ias sensaciones que la tradición asociaba a este tipo de íntoxícac.ión. A este respecto, la alucinación es una especie de "reflejo cultural condicionado'' que, en el mismo plano que la enseñanza, participa en la interiorización de sectores esenciales de las culturas autóctonas. la droga desempeña entonces el papel de desmult.iplicador de lo real v su consumo institucionalizado contribuye a dilatar los límites de la percepción "or'· . Dúert anOr ero. \1anu d Pércz, Farol ind1,;no 7 AGN. Bienes ;\'.1rion,;/cs. vol. 6()5, o:p. 19. Sobre México y Guerr sobre Puebla. Andrés Migu d 1713; rón. Calde Rivera d{" isco Franc o. . Méxic )' guí;; de rur¡¡s ii:dioJ. de San lgn;i.cio, 1766 Red io Cokg a. Puebl -· . . Vehsc o. El ayudanre de ¡:¡¡_ra inslnú do

1Yi

para conservar una conciencia del pasado nía la aplastante mayoría de la población es indios de las ciudades y de las poblacion remoto? En realidad 1 negable que a fines del siglo X\'HI y en los primeros años del siglo XIX se asiste por doquiera a una ofensiva sin precedentes de la escuela~ del_ castellano, aun cuan~ do las debilidades y las conuadiccíone s de la empresa unp1dan exagerar el efecto J



sobre las culturas i.ndígenas en el corto plazo. Resulta indiscutible que, a.nte las medidas de la Iglesia y luego las del Estad~, existe una demanda esco!ar real en ciertos sectores de la sociedad indígena. Inútil es subravar que en ello encontramos la separación señalada en repetidas ocasiones élites urbar1as y el resto de las .Pº~lacion_e:- ,Cuando en 1 i28 (o unos año~ entre después) los portavoces de la nobleza 1nd1a de ~fexico reclaman !a reap~rtu;a de colegio de Tlatelolco. expresan -en vano- el deseo de confiar a manos 1n~1genas la educación de las poblaciones autóctonas. Corno en el caso del sacerdocio, esos medios captan el alcance considerable de esa tajada p~líti::· ~n 1754, el sac:rd~te indígenaJuliá n Cirilo y Casülia se rebela contra la obhgac1on impuesta a los rnd1os de aprender el castellano, ínvocando las leyes que prohíben que se use con e~los la menor coerción, Pero es de los que exigen para sus congéneres los beneficios de la educación. Esta preocupación se manifiesta mediante accione: concretas, puntuales. emprendidas por gobernadores indígenas que deploran ta talta de es~~el::S ~ la ruina de las que existen_ Al margen de es~ ?emandas se perfilan t~b1en m1ciativas más aisladas, Emanan de i..'1dios que dingen o que pretenden :abnr escuelas púbiicas. A media distancia entre el letrado marginal y el institutor: inrer:sados en iristrui.r a los indígenas y, probablement e, no exentos de segundas intenoones políticas, algunos de ellos pretenden ser caciques y con ello tal vez ganen reforzar

b_;

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CULTURAS DIFERIDAS 270

CULTURAS DIFERIDAS

ás, no son los únicos indios que incerssu ínfluencÍa sobre el pueblo. Por lo dem y sacristane ;; e\ :sigla xv1, fiscales, cantores

v1enen en la educación de otros. Desd< niños. o -en prin cipí o- el catecismo a los cum plen con esta función ense ñand fin, En bir. escri y so enseñan tamb ién a leer Parece ser que. en ocasiones, inclu o mod un de ñan mpe rineros indígenas dese desde muc ho tiem po atrás algunos doct ia Igles la que los a bres hom aún menos a estos más discreto este emp leo. Se conoce iban a y que, en el transcurso del siglo X\1ll , ctos defe los s todo uyen y el Estado atrib ían. El tos a los níños de los indios que los recib enseñar a domicilio algunos rudimen erio. mist un do por los doctrineros sigue sien cont enid o de la ensefianza impa rtida ¿O ia? Igles la a afrrm o ciones y absurdos'' com ¿No era más que una red de ''supersti la a oga anál a, nom autó da letra de una cultu ra es preciso adivinar en ello la huel la ardel isor prov el igue pers que tos escri o en los que se expresa en el teatro indí gena alida d s ante lo que revela una vez más la plur etura conj en uno e pierd Se o? zobispad tant o , xv111 siglo del las sociedades indígenas de los niveles de cultura en el seno de entes dirig tos estra los ar 'tific ltaría erróneo iden más cuanto que prob able men te resu enas indíg s prete intér los s, bano rse si los escri con la dem anda escolar. Cabe pregunta e el entr ta escri n ació unic com la de monopolio -lo s nah uatl atos -que dete ntan el so~ que no contribuyeron a frenar una política lnun do indio y el mun do castellano cavaba sus posiciones. v de sus alred e· XVl!l, fuer a de las ciudades Sea como fuere, a med iado s del siglo o, aun cuando ell~ cast ar an o se niegan a habl dores inmedíatos, los indios refunfuñ abru mad ora su en e, esars conf orar y para lo dom inen . En materia religiosa, para del pueb lo, anos anci los y bles nota los Ante mayoría, s6!o emp lean su lengua. ral, sólo gene era los demás lugares y de man nunc a se atreven a hablar español. En ad o re· unid com la de s ejercicio de los cargo apre nden ei mín imo exigido para el es que to Cier s. ñole espa los con an que trab quer ido para los contactos comerciales pues to tiva nega ud actit esa en tan alien ua los los curas criollos que habl an su leng as in· os abriría la entr ada de las parroqui cton autó los de n zacíó llani caste la que onodesc nte, iguie cons metrópoli y que, por dígenas a sacerdotes llegados de la · viru s vece a ral, gene tanto a la escuela es por cen los idiomas locales. La oposición del ia ranc igno la de o ia ienc defic ncia, de la lenta. los padres se quej an de la viole el nte soportan tene r que cont ribu ir para ilme difíc ; esto impu ha les se maestro que la en po tiem menos ver a sus hijos perd er el salario del n1aestro de escuela y aún fami la de es sidad podr ían subvenir a las nece escuela cuan do med iante su trabajo be· en iar desv ieren pref enas con frecuencia lia. Por su part e, las autoridades indíg que los los maestros, cuando no se opon en a a os inad dest os n~ficio propio los fond do. suel su pagar bienes de la com unid ad sirvan para s. Si los bre escollos y móviles más prof undo recu cer pare al gena indí tiva nega . La cultu ra la a y l ritua espi ser sensibles al "bie n indios, "com o idio tas" , parecen no ue se porq es '', ntud juve la para ecto tan útil de sus hijo s'', sí ''no abra zan un proy de bre gnan con desprecio med iante el nom aferran a eso que las autoridades desi todo a , bras pala y ciega barb aríe ", en otras "sup ersti ción , irreligíosidad y odiosa

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ncia ras indígenas del siglo ;(\'l!L Si l;i. prese lo que cons tituy e lo esencial de las cultu atrás po tiem ho 1nuc de si qua, to de un statu del sacerdote con frecuencia es obje o la unid ad, el maestro y la escuela ( ra1 com com la por ilada asim 'i tada ha sido acep ele~ un n duce do ilustrado los conciben) intro Iglesia del siglo X\'11! y luego el Esta os .t\mb . hijos sus y za entr e el pueb lo, los padres ~ento pert urba dor que se desli cola de a on1í ccon la o pone en tela de juici imp onen una carga supl eme ntar ia que s del siglo xix, la administración trata cípio prin a que, en ida mun idad en la med o para fondos com unit ario s de su uso festiY por todos los rnedios de desviar los partes s toda en casi que éste do Suel maestra. cubr ir el suel do del maestro o de la políti· La s, causados oficialmenre por las fiesta rebasa el mon to anua l de los gastos , he· enas indíg ras frágil equi libri o de las cultu ca escolar de la Coro na ame naza el la ello, En rior. exte do mun del apre hens ión cha de repulsa. de compromiso y de · ianis crist el ra cont ídas dirig idas med con las ofensiva escolar y lingüística converge llares regl.. los secularización que liqu idab a a mo indí gena ; cons uma la política de estrecho un dom inio económico muc ho más ífica hostiles a la castellanización; sign ente " y spar "tran ente riam gest ión obli gato de las com unid ades , al imp oner una un inece favor ién tamb Pero . subdelegados pues ta bajo la mira da cons tante de los , esta 1ción lariz; secu otra de cipio prin el verá tervencionismo cultural en el que se u· com 1:15 de es de la vida indí gena ; "Los bien vez en el sent ido de una laicización ero prlin s nado desti su producto anual deben ser nidades de cada pueblo en función de con la~ enir a las fiestas. . " Pero ac:tb;u subv de s ante a las escuelas primarias ello, de 1a cnrin por y, s santo y el culto de los fiestas signífica afectar las cofradías o, nom autó cnte ivarn relat cio espa el prácticas, sacudir el edificio de creencias y de la· era n1an y la sociabilidad que los indios de los punt os de referencia existenciales punt o es sucesivos. Mas se uata apenas de! toqu boriosa han cons truid o med iante cucr, ó cobr que ica polít una y superficial, de de arra nque , con frecuencia efímero n lució Revo la tras o lueg y ales liber lso de los po en el transcurso del siglo XIX al impu nn;i ficie asiadas oposiciones, den1asíada io5u Mexicana. Demasiados factores, dem c¡ut las realidades locales se conjugaban p'Íe habría gustado hurgar más en esta pista y más cohe· n1iento que nos inclinan a definir conjunt os más cerrados, más lógicos cada vez ello a o escapad ¿habré dem:ís, lo Por rentes de lo que en realidad fueron. es de uniform menos ente ciertam eran nicas prehispá es sociedad que olvidé que las sus de ios testimon lo que permite n augurar los escritos de los cronistas españole s o los los en y s culturale raciones informantes indígena s? Invito a descubrir en las configu indi. al dejan que dos codífica no s márgene arreglos simbólicos, las zonas vagas, los iniciativa con viduo y al grupo, cuando éstos saben resistir el vértigo del vacío, una de otr'lS tivos consütu criterios los explorar a también Invito le. frecuenc ia apíeciab ilíverosim su apoyan realidad es distlnt-as de la nuestra y a sondear los factores que , tiempos los de paso al idad tud, que garantiz an su expresió n o alteran su credibil

. midiend o el de los grupos y de ias culturas. Tal vez sea desbroz ando estos caminos ), devol· religioso lo tiempo, (el as categorí nuestras de relativo carácter en extrerno lo visual, (lo nde viendo a Otras formas de expresió n la parre esencial que les correspo s territorio los nar coleccio de afectivo ) como el historia dor y el antropó logo dejarán . miradas otr-as sí para r y las monografías a fin de inventa

1

ción en rnasa.

pide no sólo Esre esrado de equilibrio Lnes~abk, de rr;uración iniLJterr11mpida que por lo cia coheren la de interrogarse acerca de la idea de uadlció o sino rambién descubr en se que s culturale edificios los común concede mos a las sociedad es y a r1inació n, indeterr la que de n intuició LL tuve s ccasione ls para nosotros . En reirerad: o su desapa~ ias referenc de ausencia l:i ctori,Js. contradi rasgos los de flcia la coexiste

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FUENTES Y BIBLIOGRAFÍA l,~S flJE?\'TES Y EL METODO

Octubre de 1973. la tibia luminosidad del ottobrate romano a lo largo de la orilla del Tíber que conduce a la umbrosa vía del Penitenzieri y al Archhrum Historícum Societatis Jesu. Casi 10 años después, el ascenso del campus de Berkeley, bajo un cielo pulido por la brisa del Pacífico, hacia la Bancroft Library. Luego la helada me· seta de i\.ustin en la soledad texana. Entretanto, Sevilla, Madrid, México. . Algu~ nas etapas de un largo itinerario a la medida de la extraordinaria dispersión de los archívos sobre México. Nosotros nos hemos limitado a las colecciones y a los fondos

más considerables, en primer lugar de los cuales se encuentran los del Archivo General de !a Nación (AG;-.;) de México. Sobre la época colonial, los archivos nacionales mexicanos conservan los documentos elaborados por las principales instituciones de la Nueva España: -los grandes tribunales civiles y penales de la Audiencia (Salas de Justicia y del

Crimen); -la jurisdicción especial reservada a los indios, el Juzgado General de Indios (o de los naturales); -la Inquisición; -el arzobispado de México y su tribunal encargado de manera exclusiva de los asuntos indígenas, el Provisorato de Naturales, acerca del cual no ignoramos que intervenía en segunda instancia en materia de concubinato, bigamia, superstición, idolatría y hechicería; -en fin, a partir del siglo X\'11! la Secretaría del Virreinato, que reagrupa los servicios del virrey, Varias familias de fuentes resultaron ser fecunda.s en particular: -los procesos de la justicia eclesíástica ordinaria dispersos en los fondos de Bit> nes Nacionales, Criminal, Indiferente General, Clero Secular y Regular; -los de la justicia eclesiástica extraordina.ri8 (Inquisición) mientras los indios estuvieron sometidos a la Inquisición n1onástit-a y luego episcopal. La excelente conservación de los archivos de la Inquisición casi hace lamentar que los indios ha· yan escapado a las persecuciones del tribunal a partir de 1570. Quedan los testimonios a menudo irremplazables de sus cómplices o de sus clientes españoles, negros o mestizos quienes, menos felices, tuvieron disputas con el tribunal; -Jos casos presentados ante el Juzgado General de Indios (Indios, Clero Regu~ lar y Secular), que eíercía su jurisdicción sobre la población indígena en materia civil y criminal; -los litigios de tierras, los títulos de propíedad, tos documentos indígenas y los croquis que los acompañan; 283

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FL:E>:TE:l Y BlBUOGR:\fL'\

·-los tesurncncos rec~J.clados en un número bas:t::H1te variado de asun" tc;s civdes \ crírnin~iles (Tierras. Civil, Bienes N:icionales); -bs ene u e, tas realizadas oor la admirúsnación del virreinato Y ia.s jurísdicc¡o;:cs (~orregidores, a'icaldes 111a:·ores, intendentes._ subdelegados) s~bre las cofracií:1s ~- L_,s bienes de Li.s cornl;nidJ.c!es (Cofr::rdí:v;. Ind1os, Clero Secu-

Guanajuaco en el siglo "\':iii). de expedientes espinosos (la condición de ia mano de obra eo los obrajes, e! alcoholisrr,o. la secularización de las parroquias. etc.) o de procesos n1ás o rnenos sonados somerldos a ia Corona y sus consejos. Han merecido nuescr:1 alcnción sobre rodo los fondos Justicia. Pa[ronato y Aud1encía de f..·!éxico El Archi,-c, c;eneral de Indias conserva ta_rnbién una parte de las Ro'dci.ones geográquc hemos explorado profusamente Lo5 fondos de lvíadrid resultan menos generosos desde la perspectiva que no·· Cierro es que los fondos del arzobispado de :\léxico, que ingresaro~ e~~el siglo XLX sotros hernos elegido. Entre otras piezas, citaremos las Relacionds geográficas del ::d .-\G'-:, son están dispersos y todavía sepultados en el indtterente Gesiglo xv¡ (l\f'chivo 1-Iisrórico Nacional), las del siglo xv11: (Bibliotec:i Nacional) o alrv•rJ! 0 ~ 1 e- beC'.105 por espauo de dos años (l978-10"79). en ocasiones no gunos expedientes sobre la secularización de las parroquias regul:ires (Bíblioceca si~ cie-¡·¡o éxito_ No hemos p~dido consultar los documentos que aún en la actualidel Palacio Real). dad obran en poder del a.:zobispado, todavla menos localizar y ,utihzar la :orali~ad Paradóiicamente, empezamos nuestro viaje en Roma. Paradójicamente, pues el de ¡05 arch\\'OS de su oficialidad, el prov¡sorato, aunque de 1mporranc1a capnal priviiegio- del patronato de que gozaba la Corona española y que bacía del rey papuesto que, con10 acaban1os de r:cordarlo, !o: indios. esca~aban a .la compe(enci~ nocinador de la Iglesia (y de su virrey mexicano un vicepatrocinador) abrió entre de la lr:quisíci6n y que en cuestión de Íe y de matnmon10 eran ¡uzgados por ~1 Roma y el imperio español distancias que hubiéramos creído infranqueables. Una provisor del ,uzobispado (o de las arras diócesis). Numeros~s restos re;·elan l~ nfeiiz n~minación nos hizo entonces descubrír archivos a menudo sin equivalente cueza asornbrosa de un fondo que, de res.parecer en su tor-::d1dad, podra ser ob1ero en España y f;iéxico: los de los dominicos y de los agustínos. de la ex Congregación un aatJ.JTiíCnto rr;ecánico, análogo al que han hecho posible los J_rchivos de la de Propag.1t1da Fú/e' de\ Archivio Segreto "Vaticano (,-\SV). Las aecisiooes de la Conlncuislciór. (?Jbeno 1988) gregación de Propagandu Fide en maLeria de saccrdocío indígena. los informes que QuedarL para consolarnos de estJ des:iparición o de est:a ioa.cces~bilidad, lo.s arie enviaron algunos rrüsioneros a partir de 1622, los procesos de beatificación de la chivos de dos ¡¿-r1ndes órdenes religiosas, los franciscanos y los ¡esu1tas. Los pnmeCongrerJción de los nfos (.\SV), las actas de los caoítuios de las pro·lincias dominiros se hallan r~-partidos enue la Biblioteca Nacional ele i\íéxico y el 0.-fuseo Nacional c1s v ai~stinas han ofrecido una abundante cose~ha de la que apenas darán una de Antr0polog11i e Histor\2, los segundos se conservan de modo parcial eo la prolmagen b:i.stante parcial las páginas siguienLes. En fin. e\ Archivum Historicum vincia mexicana de la C0mpañía de Jesús, que ha aceptado Jbrirnos sus puertas, Y Socieratis íesu y e! de los franciscanos han hecho apor[aciooes para uno de los inen parte en el .\C'., en ios fond•)S !\ils1ones v)esuitas. En lo esencial, hemos expioformes de ~gran Precisión sobre la acÚ\'idad de los jesuitas en el mundo criollo e indígetad.o infon!lcs redactados por los curas franciscanos o por los misioneros jesuitas na (en las famosas Cartas Ant1a!es o Cartas linu.zs). En cuanro a ta segunda de las sobre las poblaciones que trataban de cristianizar. . relaciones. ma...1uscriros de crónicas y te:..-ros indígenas del mayor interés. Sin olvidar t1abric1 sido explorar centenares de archivos locales y parroquiales (o el nume-rusas piezas redactadas o recabadas por los Colegios Apos[ó\icos de Propamicrofi\a1e que han preparado los mormones y que conserva ei .--1.G:.;, y examinar los g2ndd Fide (Queréraro, Guatemala, Za ca tecas) a cuyo cargo se hallaban los francisde !as dióce;is de P~ebla, de Oaxaca y de 0.ficboacán. Nos faltó tiempo. Sin emcanos. hs colecci,Jnes de microfiimes de la Biblioleca deI ~viuseo Nacional de _A.nuoSi la ~capa ron1arta resu!t'.l un (2.nto inhabituaL en cambio el americanista sabe pologfa_ e I-Esrorla nos han permírido familiarizarnos con los de Puebla, Tlaxcala. que se irnPone el rodeo texano y californiano: para las Relaciones geográficas de! Tehuacán ':,en cuanto a 2Aichoacán. el de la Casa de l\íorelos siglo x\·: (::-;etty Lee Benson Library de .-\us[in, Texas), para los C?ncilios me.xica--Dt----S.LLv.o- se.entlende_qu~_ , por_J:rÉ~__IiE_os que sean, los arc?ivos n1exicanos exigen [10S _(Bancrof_t Library, Berkeley). 1\1uchos otros fondos norteamericanos hubiesen seí cornple;:aJos por los fondos españoles, en primer-lugar loSde~SevilTa-:-Comple=-·~---­ -·----·podido y d""ébido comp.Ierar Csta iiivesngaciOO,-·pero tamhférr-esra-vez-faharoo-!0S-----------------tados o ;:lstituid;s, sl pensamos que los archivos del Palacio del virrey ardieron d~· recursos y el tiempo rante el motín de jl!nio de 1692 y que sólo pocas cosas subsisten de los fondos cnAJgunas biblio[eca.s fueron hitos en este recorrido. También aquí prevalece la minales a:iteriores al siglo xv11J_ Pero sobre todo, la historia de la Nueva España se dispersión. Ei esrudio de los fondos impresos de la Biblíoteca 0.'acional de México. puede capci:: glob::dmente en ei Archivo General de Indias, por medio de l:as corres· de !a Biblioceca de la Ciudad de l\íéxico, de la del 1-1useo Nacional de Ancropolopondcncias de \os v~rreyes, de los obispos, de la A. udiencia de 1-féxico, las ac[as (Ingía e Hlsroria, del Centro de Estudios t-Iistóricos Condurnex sería incompleta sin la formes, Suinarias) redactadas sobre asuntos de importancia, trátese de trastornos consulta de las colecciones de la Bancroft Lbrary de Berkeley y sobre todo de la Nerry alarmantes dos rTlOtÍnes de ia ciudad de J\·1éxico en el siglo x':li, los del Bajío Y de Lee Benson Library de Austin, una de las más ricas si no es que la colección más ric1

de

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FUENTES Y B1BLIOGR:\FÍA

en el mundo dedicada a la .i\mérica Latina. Nos dedicamos en particular a recontar y a analizar obras religiosas, catecismos, manuales de confesión, compilacione~ de sermones, tratados para el uso de los curas publicados en la Nueva España del siglo xv1 al siglo xvm. Habría sido preciso visitar la New York Public Library, el British tviuseum y, como es evidente, la BibliothCque Nationale de París. Pero creímos que habja llegado el rnomento de la recapitulación y que era preferible dejar para después estas nuevas investigaciones.

A través del espejo

Una documentación considerable permite entonces estudiar a los indios de la Nueva

España o más exactament e captar lo que representab an para las autoridades espa~ ñolas. Una población de tributarios, de paganos por cristianizar y luego de neófitos que vigilar y que denunciar, pueblos por crear, por desplazar, por concentrar, por separar de aquellos de los españoles. Sabido es que la mirada colonial se preocupa poco de las variantes étnicas: la etiqueta de indio -que ha inventado - es a ese respecto un término tan eficaz como nivelador, tan pertinente a ojos de la Corona y de la Iglesia como extraño para el mundo que domin~ban. Cier~o es, a pes:ir .de todo, que los conquistadores y los evangelizadores tuvieron el cuidado de distin· guir de las masas anónimas (los macehuales) los grupos dirigent~s merecedo~~s de cierras consideraciones y objeto de una atenta desconfianza. Mirada contabil1· zad0ra de los cuerpos, de los bienes y de las almas en la que perpetuame nte se leen el encuentro, el choque entre una voluntad ilimitada de empresa y unos grupos que (por su voluntad o no) aceptan o no plegarse a ella, Por lo demás, estos materiales han inspirado una historia institucional, de· mográfica, económica y social de los indios de_ la Colonia explicad.~ con éxito e incluso con brillantez por los trabajos de Ch. Gibson, S. F. Cook, W. Borah o D. López Sarrelangue. Para duplicar esa mirada disponernos de la obra excepcional de los cronistas del siglo X\1, hiotolinía, Sahagún, Durán, f..{endieta y muchos otros interesados, para acabar mejor con las idolatrías, en describir las sociedades indígenas antes del con· tacto, preocupados también de salvar lo mejor a sus ojos. Enfoque ~dmirable para su tiempo, prefigurado r de la diligencia etnográfica, pero cuya densidad y cuyo carácter al parecer exhaustivos con frecuencia corren el riesgo de ocultar las inflexíones sutiles o manifiestas que él mismo imprirne a la realidad indígena. Y, por otra parte, ¿cómo sorprenderse de que esos autores exploren el mundo amerindio utilizando casillas v vocabularios europeos (por ejemplo, el de A. mbrosio Calepino )? A menudo su~ede además que el exotismo que sentimos al leer su testimonio en realidad emana más de la España del siglo X\71 que de las culturas indígenas. 11ás de una golondrina historiadora ardió en ello y nosotros no nos atreveríamos a afirmar que estamos a salvo, 1-1as no por ello dejan esas fuentes de trazar los marcos incomparables de una comprensió n global de los mundos indígenas en la hora de

FUEl'.rrES Y BIBLIOGRAFfA

287

la Conquista y, nos atreveríamos a agregar, durante todo el siglo xv1 . Pues habrá

de lamentarse que, explotados profusamente por los arqueólogos y los hisroríadores

para describir las religiones, las sociedades, las economías antiguas, esos textos hayan servido con menor frecuencia para arrojar luz sobre el mundo que los inspiró y que ya estaba cristianizado y aculturado cuando se les dio forma. Quedan aún las fuentes indígenas. Por paradójico que sea, los indios del México colonial han dejado una cantidad impresiona nte de testimonios escritos. En ello se aprecia una pasión por la escritura ligada con frecuencia al deseo de sobrevivir, de salvar la memoria del linaje, de la comunidad , a la intención de conservar las identidades v los bienes. . Así ocurre con los historiadores y con los curas indígenas que los trabajos de A. fvL Garibay contribuyer on a dar a conocer mejor pero acerca de los cuales quedan muchas cosas por hacer. Insistiremos en ello. Lo mismo sucede con una abundante bibliografía más oscura, en general anónima, surgida en el seno de las comunidade s indígenas -los anales, los ITtulos pn·mordial es-, que revela en cantidad de regiones la existencia precoz de una práctica de la escritura y de un interés por la expresión enterament e original. A ello se agrega por doquiera, más estereotipad o, más sometido a las presiones del derecho español, el inmenso fondo constituido por las notarías y las municipalidades indígenas, los testamentos, las actas de compra y venta, los donativos, las deliberaciones, las contabilidades redactadas en lengua indígena y hacía los cuales J, Lockhart y algunos autores más han llamado la atención de los investigadores. Cierto es que sólo los nobles y los notables escriben. Lo cual no obsta para que nos deshagamos del clisé de los ''pue· bles sin escritura''. En numerosos pueblos de México se maneja la pluma con igual frecuencia y tal vez mejor que en algunas aldeas de Castilla o de Europa hacia la misma época. Otros indios tuvieron que explícar en forma oral conductaS o creencias que repro· baba la Iglesia. Cada vez aporta el documento su parte de informaciones, a candi· ción de que se sepa ponderar lo que han podido agregar (o retirar) al testímonio original la técnica de la escritura, los propósitos del encuestador, la intervención del notario y del escribano, los azares de la conservación. A condición, claro está, de distinguir el origen de los testimonios, de disti_i:guir entre el indio "idólatra" que hábilmente se esfuerza por confundir al juez 'étlesiástíco y el inculpado teme· roso que se lirnita a balbucear lo que la Iglesia pretende arrancarle, o de identificar al delator mal intencionado que ajusta cuentas acerca de las cuales los archivos guar· dan silencio. La generalidad de esas fuentes resulta indisociable de las técnicas de expresión europeas o de situaciones coloniales. Sólo la arqueología y el análisis de las picto~ grafías permiten en principio traspasar esa cortina. En principio pues, paradójica· 1nente, la falta del filtro occidental no resuelve gran cosa. Los indios que pintaron los códices alineando sobre las hojas de amate sus pictografías multicolores no deja· ron ninguna guía de lectura. De suerte que la clave, e! sentido de ese modo de expresión, sin equivalente en nuestro mundo, se nos escapan en gran parte y tal

150 de 162

FL'E>iTES Y BiBLiOGR.AFÍP.

FUENTES Y BIBUOGRAFÍA

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Archivum Romanum Societatis Jesu

México, Biblioteca Nacional (México)

exp. expediente FCE

Fondo de Cultura Económica

161 de 162

-~

l i¡

F'"LEr\TES Y Bll\UCGR.-\FL\

Instituto Nacional de Antropología e Historia La Serna P Ponce de León Pl'.'E Papeles de Nueva España RGM Relaciones geográficas de Michoacán (edición de José Corona Núñez, 1958) SEP Secretaría de Educación Pública tJNAM Universidad Nacional Autónoma de !\-léxico

INAH

LS

ÍNDICE Advertencia a la primera edición en español Agradecimientos

7 7

Introducción

9

Abreviaturas

14

1. La pintura y la escritura

15 23

La red desgarrada

Una nueva mirada Las transformaciones de la expresión pictográfica El último Renacimiento II. Memorias por encargo ..

29 41

59 77

III, Los ''Títulos primordiales'' o la pasión por la escritura

IV. La idolatría colonial

104

149 174

La idolatría impugnada

V" La cristianización de lo imaginario

VL La captura de lo sobrenatural cristiano VII. Culturas diferidas Culturas compuestas Interlocutores obligados Los primeros embates de la modernidad

186 203 229

230 260 265

Conclusión

279

Fuentes y bibliografía Las fuentes y el método Fuentes impresas y pictográficas Biblíografía .................. . Abreviaturas

283 283 289 300

309

311

162 de 162