Incas ilustrados: reconstrucciones imperiales en la segunda mitad del siglo XVIII 9783954871735

Articula una suerte de arqueología del Incario en tanto tropo de un orden alternativo, sumándose así a una larga tradici

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Spanish; Castilian Pages 286 [288] Year 2009

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ÍNDICE
AGRADECIMIENTOS
INTRODUCCIÓN
I. EL INCA GARCILASO DE LA VEGA POR ANDRÉS GONZÁLEZ DE BARCIA CARBALLIDO Y ZÚÑIGA: UNA LECTURA DE LA CONQUISTA EN EL SIGLO XVIII ESPAÑOL
II. GARCILASO EN TRADUCCIÓN
III. RECONSTRUCCIONES CULTURALES Y LITERARIAS DEL PERÚ ANTIGUO: UN INCARIO FRANCÉS
IV. RECONSTRUCCIONES CULTURALES Y LITERARIAS DEL PERÚ ANTIGUO: UN INCARIO PERUANO
BIBLIOGRAFÍA
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Incas ilustrados: reconstrucciones imperiales en la segunda mitad del siglo XVIII
 9783954871735

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PARECOS Y AUSTRALES ENSAYOS DE CULTURA DE LA COLONIA «Parecos de nosotros los españoles son los de la Nueva España, que viven en Síbola y por aquellas partes», dice Francisco López de Gómara, porque «no moramos en contraria como antípodas», sino en el mismo hemisferio. «Austral» es el término que adoptaron los habitantes del virreinato del Perú para ubicarse. Bajo esas dos nomenclaturas con las que las gentes de Indias son llamadas en la época, la colección de «Ensayos de cultura de la colonia» acogerá aquellas ediciones cuidadas de textos coloniales que deben recuperarse, así como estudios que, desde una intención interdisciplinar, desde perspectivas abiertas, desde un diálogo intergenérico e intercultural traten de la América descubierta y de su proyección en los virreinatos.

CONSEJO EDITORIAL DE LA COLECCIÓN Margo Glantz Universidad Nacional Autónoma de México Esperanza López Parada Universidad Complutense de Madrid José Antonio Mazzotti Tufts University Luis Millones Colby College Carmen de Mora Universidad de Sevilla María José Rodilla Universidad Autónoma Metropolitana-Iztapalapa Rolena Adorno Yale University Roberto González-Echevarría Yale University

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Bibliographic information published by Die Deutsche Nationalbibliothek. Die Deutsche Nationalbibliothek lists this publication in the Deutsche Nationalbibliografie; detailed bibliographic data are available on the Internet at http://dnb.ddb.de

Reservados todos los derechos © Iberoamericana, 2009 Amor de Dios, 1 – E-28014 Madrid Tel.: +34 91 429 35 22 Fax: +34 91 429 53 97 [email protected] www.ibero-americana.net © Vervuert, 2009 Elisabethenstr. 3-9 – D-60594 Frankfurt am Main Tel.: +49 69 597 46 17 Fax: +49 69 597 87 43 [email protected] www.ibero-americana.net ISBN 978-84-8489-436-0 (Iberoamericana) ISBN 978-3-86527-493-9 (Vervuert) Depósito Legal: B-????-2009 Diseño de la cubierta: W. Pérez Cino

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ÍNDICE

AGRADECIMIENTOS .............................................................................................

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INTRODUCCIÓN ..................................................................................................

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I. EL INCA GARCILASO DE LA VEGA POR ANDRÉS GONZÁLEZ DE BARCIA CARBALLIDO Y ZÚÑIGA: UNA LECTURA DE LA CONQUISTA EN EL SIGLO XVIII ESPAÑOL 1. Originales dinámicos ............................................................................... 2. Definición de corpus ............................................................................... 3. El editor como autor: Andrés González de Barcia Carballido y Zúñiga ... 4. El proyecto de las reediciones .................................................................. 4.1. 1722: el inicio de las reediciones: Historia general del Perú .............. 4.2. Florida del Inca: la explicitación del proyecto .................................. 4.3. Ensayo cronológico para la Historia General de la Florida: una ampliación de la Florida del Inca ..................................................... 4.4. Primera parte de los Comentarios reales ........................................... 4.4.1. La dificultad de su apropiación ............................................ 4.4.2. «Prólogo a esta segunda edición, de don Gabriel de Cárdenas»: dos agregados al Inca ......................................... 4.4.3. Sir Walter Raleigh en Barcia: conjurando la amenaza extranjera ............................................................................. 5. Nota final ............................................................................................. II. GARCILASO EN TRADUCCIÓN .......................................................................... 1. Una problemática actual: las voces del imperio ........................................ 2. Garcilaso primer traductor de América .................................................... 3. Primeras traducciones de Garcilaso .......................................................... 3.1. La primera traducción: Jean Baudoin y la fidelidad del discurso ..... 3.2. 1704: el ingreso de los Países Bajos y la primera reedición .............. 3.4. 1737: una lectura ilustrada .............................................................. 3.5. 1744: una nueva traducción que materializa el simulacro indígena .....

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3.6. 1688: la versión inglesa .................................................................. 4. Nota final ............................................................................................. III. RECONSTRUCCIONES CULTURALES Y LITERARIAS DEL PERÚ ANTIGUO: UN INCARIO FRANCÉS ........................................................................................ 1. Permanencias .......................................................................................... 2. El Incario francés del siglo XVIII ............................................................. 2.1. Les mille et une heures, contes péruviennes: Sherezade encuentra a Garcilaso ........................................................................................ 2.2. Incas en el teatro ........................................................................... 2.3. La novela del Incario: Lettres d’une Péruvienne y la escenificación de la escritura ..................................................................................... 3. Nota final .............................................................................................

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IV. RECONSTRUCCIONES CULTURALES Y LITERARIAS DEL PERÚ ANTIGUO: UN INCARIO PERUANO ....................................................................................... 1. Paseo limeño .......................................................................................... 2. Una pieza teatral incaica: Ollantay y su tragedia doméstica .................... 3. Nota final .............................................................................................

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AGRADECIMIENTOS

Mucho tengo para agradecer y a muchos. Este libro comenzó en Yale University. Durante mi estadía allí recibí el apoyo de becas que materializaron etapas fundamentales que lo hicieron posible: Richard J. Franke Fellowhisp, Beinecke Summer Fellowship y Leylan Dissertation Fellowship. Estaré siempre agradecida por esas posibilidades y por todas las otras que Yale University puso a mi disposición. El apoyo de profesores y compañeros en el Departamento de Español y Portugués enriqueció mi mirada durante seis años y a todos ellos les estoy sinceramente agradecida. Mi trabajo se desarrolló en muchas bibliotecas y archivos a cuyo personal estoy muy agradecida por su cooperación: New York Public Library; Bibliothèque Nationale de France, Biblioteca Nacional de España, Biblioteca Nacional del Perú, Rare Books and Special Collections en McGill University, los Archivos Nacionales Quebec y Beinecke Library. En McGill University, una beca para Nuevos Investigadores permitió la continuación del proyecto. Colegas y alumnos –tanto graduados como subgraduados– ofrecieron un estimulante medio para continuar mi trabajo, lo que les agradezco. No quiero dejar de agradecer en particular a Kathleene Sibbald y David Boruchoff por sus consejos y sugerencias durante el proceso de publicación. Jesús Pérez Magallón tuvo la enorme gentileza de leer el manuscrito íntegro durante un caluroso verano montrealés. Por sus comentarios, sugerencias y por nuestras charlas sobre el siglo XVIII, mi inmenso agradecimiento. Lydia Santos, Stuart Schwartz, Horacio Legrás, Mónica Szurmuk, Asunción Merino Hernando, Jacqueline Cruz, Enrique Mayer, John D. Charles, José Cárdenas-Bunsen y Nadia Altschul en un momento u otro de este trabajo leyeron o escucharon partes o discutieron generosamente conmigo sobre él, por sus valiosos comentarios les estoy muy agradecida.

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A Rolena Adorno le estoy agradecida por mucho más. Su guía, su consejo y su apoyo fueron capitales durante las distintas etapas que implicó este libro. Y más allá. Nunca dejaré de estarle agradecida por esto. A David, mi recuerdo, porque muchas de sus palabras todavía me acompañan. A Stefan y a Emma, por todo.

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INTRODUCCIÓN

Si bien la reconstrucción del antiguo imperio inca comienza con la conquista misma, la primera mitad del siglo XVIII se verifica particularmente productiva. Alrededor de ese breve período se condensa un significativo número de representaciones del imperio andino en una intrincada simultaneidad a ambos lados del océano. El presente trabajo se avoca casi exclusivamente a este marco cronológico. Período de transición entre el barroco y la Ilustración, entre la dinastía de los Habsburgo y la de los Borbones, la primera mitad del siglo XVIII ofrece complicaciones metodológicas. Durante los últimos años, el siglo XVIII ha generado un particular y bienvenido interés que ha promovido una prolija relectura del canon mundial y regional.1 Sin embargo, la primera mitad del siglo ha resultado particularmente desfavorecida. Subordinada sistemáticamente a la clara magnificencia barroca del XVII o a la tradicionalmente discutida Ilustración de fines del XVIII, la primera mitad del siglo condensa la anquilosada imagen de la supuesta cerrazón y censura de España y sus dominios frente a los cambios europeos. En este aparentemente yerto panorama, la crítica favorece el perfil de algunos «atípicos» «adelantados», como Benito J. Feijoo y Pedro de Peralta Barnuevo, que aparecen en un aparente desierto intelectual. Excelentes trabajos críticos comienzan a quebrar esta popular imagen que paradójicamente fuera en sus inicios producto de aquel mismo siglo. Al fin y al cabo, «¿Qué le debemos a España?» se pregunta Masson de Morvilliers a finales del XVIII para responderse prontamente que «nada»,

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How to Write the History of the New World de Jorge Cañizares-Esguerra (2001) es un paradigmático ejemplo de la excelencia de las últimas investigaciones sobre el período.

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demostrando la efectividad de la apropiación simbólica y la definitiva migración de la hegemonía del saber.2 Sin embargo aún cualquier estudio que intente abordar el período comprendido entre el último cuarto del XVII y la primera mitad del XVIII, distanciándose de la consideración de los autores clásicos, encontrará serios inconvenientes y una extensa laguna crítica que obliga en una primera instancia a reconstruir discursos hoy olvidados y ausentes, excluidos de nuestra contemporánea definición de literatura, obviamente inapropiada para aquel siglo. Una importante revisión histórica se lleva a cabo en ese mismo momento en Europa, impulsada por la influencia de las teorías de Jean Mabillon (16321707) y de su De re diplomatica de 1681. Signo de la transición a un régimen moderno de discursividad, con un sustrato común con la Philosophiae naturales principia matemática de Newton3, esta transformación epistémica que hace síntoma en la historia ofrece a nuestro tema un escenario privilegiado. Incas ilustrados se avoca al estudio de las representaciones del antiguo imperio a través de la reconstrucción de un capítulo fundamental de la historia textual la Primera parte de los Comentarios reales de los incas. La primera mitad del siglo XVIII se erige como una instancia clave en la consagración canónica del texto, en un proceso articulado dentro y fuera de América, de España, y de la historia. Ese breve período de cincuenta años alberga no sólo la primera reedición en español de la Primera parte sino también cuatro de sus traducciones y reediciones al francés. Y más allá de las particulares ediciones y versiones de la Primera parte que vieron la luz en este momento, una intensa moda inca se plasma a ambos lados del Atlántico en textos a tal punto deudores de la visión de Garcilaso que resultan indisociables de la historia textual de la Primera parte y obligan a su consideración conjunta. A través de un corte sincrónico en el entramado discursivo que se construye en torno a la Primera parte, nuestro estudio ilumina las implicancias de los procesos de revisión histórica del período, y pone en cuestión la validez de los manidos preconceptos sobre el XVIII hispano reponiendo no sólo un profuso diálogo intelectual en curso que marca el ingreso a la modernidad en España e Hispanoamérica sino también los mecanismos propios del imperialismo cultural que toma forma a partir de este período.

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Los trabajos de Jesús Pérez Magallón resultan sin duda centrales para el abordaje de la primera mitad del siglo XVIII. 3 Pérez Magallón 2000: 12.

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Editada originalmente cuatrocientos años atrás, la historia textual de esta obra fundacional es en sí compleja. La prensa de Pedro Craesbeek (15721632), impresor holandés asentado en Lisboa desde fines del siglo XVI, se encarga de la primera edición, al igual que lo había hecho con La Florida del Inca cuatro años antes, una elección que algunos críticos han considerado motivada por las posibles reticencias que las obras podían despertar en los arbitristas de la Inquisición. No obstante, la trayectoria de la casa editorial Craesbeek ligada íntimamente a la Corona española, que la nombraría imprenta real en 1620 y que cuenta con una extensa lista de libros impresos para la Contrarreforma y la Inquisición, hace este punto un tanto más oscuro.4 Dedicada a la condesa de Braganza, la obra había permitido al Inca, en 1609, rendir por segunda vez homenaje a la Corona portuguesa, ya homenajeada en La Florida.5 Cuando en 1723 la segunda edición viera la luz en Madrid, lo haría en la imprenta de Nicolás Rodríguez Franco bajo los auspicios y cuidados de don Andrés González de Barcia Carballido y Zúñiga, y homenajeando a Felipe V. Esta edición posee una fama propia, indisociablemente ligada a John H. Rowe y su fundacional artículo «El movimiento nacionalista Inca del siglo XVIII». En él, en 1954, Rowe señalaba la posible influencia de la obra sobre la élite indígena en el Perú y en el desarrollo de un protonacionalismo anticolonial. La explícita prohibición del texto por parte de las autoridades coloniales una vez sosegado el levantamiento de Tumac Amaru II, al mismo tiempo que otras medidas tendientes al control de toda manifestación que sostuviera el recuerdo del antiguo imperio, respaldaba su posición. Si bien esta relación entre la segunda edición y la gran rebelión ha sido repetida en numerosas ocasiones, casi todo resultaba desconocido en torno a la edición de Barcia. En este sentido, la pregunta inicial a la que la presente investigación buscó responder partió de esta segunda edición y su funcionalidad coyuntural, que luego –de acuerdo con Rowe– parecería ser tan abiertamente traicionada. Reconociendo en la edición Barcia una instancia clave en la reconstrucción 4

Bernstein 1987: 2. José Antonio Mazzotti ha estudiado la importancia de esta primera edición y sus intervenciones editoriales. A través de un cuidadoso análisis de las pautas de puntuación utilizadas en la edición, Mazzotti plantea la necesidad de una lectura de la obra contextualizada en sus ediciones y de considerar los procesos de oralización propios del siglo XVII, lo que revela una dimensión indígena material y estructuralmente formulada (1996: 253). 5

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del Incario, ella constituyó el evidente punto de partida para nuestro proyecto. El presente volumen reconstruye los diálogos que la hicieron necesaria y el marco de lectura en que resultó inscrita. La pregunta que guía nuestro trabajo puede resumirse en: ¿de qué manera se lee la Primera parte de los Comentarios reales de los Incas en el momento de su segunda edición en español? Para responderla, resultó indispensable traspasar las fronteras españolas, y aun peruanas, para reponer un horizonte de lecturas que se reveló íntimamente interconectado. Nuestro objetivo fue justamente explorar esa conexión que explícita o implícitamente caracteriza el período y cuyo eco se vislumbra insistentemente en la larga tradición crítica dedicada a las reconstrucciones del antiguo imperio andino que ha privilegiado necesariamente el contexto peruano. Trabajos fundamentales como El nacimiento de una utopía de Manuel Burga y Buscando un inca de Alberto Flores Galindo, por nombrar sólo los dos trabajos faros en el tema, señalaron claramente la importancia de este período y permitieron la construcción de un acotado corpus. Nuestro interés fue intentar leer en su simultaneidad representaciones de antiguo imperio dentro y fuera del Perú para explorar los posibles ecos y diálogos que esa misma simultaneidad señalaba. El mismo contexto que requiere la segunda edición de la Primera parte es el que da lugar al Incario europeo, el que durante este mismo período ocupa la escena en piezas teatrales y ballets y se lee en populares novelas ofreciendo a los incas como quintaesencia del exotismo americano. Esas obras se inscriben en diálogo con la versión Barcia, en tanto lectura contraria, foco polémico en la lucha de apropiaciones que la Primera parte de los comentarios reales desata durante la primera mitad del siglo XVIII. Evidentemente, las numerosas traducciones, reediciones y ficcionalizaciones que se realizan en torno a la obra garcilasiana en este período articulan una suerte de moda americana que debe ser leída como una manifestación más del creciente interés que comenzaba a despertarse en Europa por Oriente. Pese a esto, la corriente conlleva características particulares que justifican su consideración. Existe una articulación americana del exotismo dieciochesco dentro de la cual se conciben muchos de los estereotipos más efectivos para el reconocimiento de América Latina. La «disputa del Nuevo Mundo» –palabras de Antonello Gerbi, sin dudas– hacia fines del siglo XVIII, que tuviera como principal exponente a Buffon y sostuviera la degeneración americana y la inmadurez del continente, condensa una gran parte de ellos. Pero la proliferación de textos relaciona-

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dos con los incas testimonia que además de la flora y la fauna, las culturas y civilizaciones precolombinas también fueron convocadas en la discusión de las virtudes para la representación de ese espacio. El monumental estudio de 1913 de Gilbert Chinard sobre las representaciones americanas en la literatura francesa resultó aquí nuestro indispensable punto de partida. En Perú, es bien sabido, como consecuencia de nuevas medidas impositivas que sólo exceptuaban de impuestos a los descendientes de la nobleza incaica, la reconstrucción de genealogías cobró importancia como un instrumento de reclamo y parece haber favorecido la proliferación de representaciones del Incario: árboles genealógicos, pinturas de miembros de la nobleza indígena, participación de curacas en procesiones religiosas… Representaciones todas que apelaban a una tradicionalidad conscientemente construida. Dentro de ese conjunto, la Primera parte continuaba como referencia privilegiada.6 Incas ilustrados se estructura en dos partes. La primera gira en torno a la Primera parte de los Comentarios reales de los incas, punto de intersección constante de todas las representaciones posteriores del antiguo imperio. Hemos reconstruido un fragmento de su historia textual a través del análisis de las realizaciones de la obra hasta la primera mitad del siglo XVIII. El primer capítulo se ocupa de la mentada primera reedición de la obra en español realizada en Madrid en 1723, en el marco de la primera colección de reediciones de crónicas de Indias desde el período de la conquista, publicada entre 1722 y 1743 a cargo de don Andrés González de Barcia. El segundo capítulo, por su parte, aborda las traducciones existentes en Europa de esta obra hasta la primera mitad del siglo. Consideramos que tanto reediciones como traducciones, a través de las intervenciones textuales y paratextos incorporados por editores, traductores y censores actualizan la obra original manifestando una de sus lecturas posibles en el particular contexto histórico. Entendemos también que estas lecturas coyunturales se incorporan tácitamente al texto e informan todo acercamiento posterior. A través de un análisis de estas primeras recurrencias de la obra buscamos recuperar no sólo el horizonte de lectura 6 Una extensa bibliografía ha estudiado las representaciones del antiguo imperio en el Perú durante el siglo XVIII. Ya señalado en cuerpo textual, el paradigmático artículo de John H. Rowe resulta una referencia indispensable para la mayoría de estos estudios. A su lado, Scarlett O’Phelan ha articulado en su obra otra referencia inevitable en cualquier acercamiento al tema.

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de la Primera parte de los Comentarios reales, sino también parte del entramado textual en el que se hilvanan las reconstrucciones imaginarias del antiguo imperio. La importancia de la segunda edición de la Primera parte de los Comentarios reales ha sido ampliamente reconocida por la crítica, como ya hemos señalado, y de hecho resulta capital aun para las elecciones editoriales de las subsecuentes ediciones. Si bien su estudio constituye el foco de nuestro primer capítulo, hemos decidido inscribir su análisis en el marco de las primeras obras publicadas en la colección de reediciones, dado que los primeros cuatro textos que la ocupan son reediciones de obras del Inca o ampliaciones de éstas. A través de ese análisis se hace presente, por un lado, la lectura española en el siglo XVIII de la conquista americana, y al mismo tiempo, una rearticulación europea de la Leyenda Negra española que tuvo a la Primera parte de los Comentarios reales como centro. El segundo capítulo repone el referente directo de las reediciones españolas de las crónicas de Indias y pone de manifiesto la apropiación que Europa realizara del discurso de la conquista. El análisis del continuo de las traducciones de la obra completa hasta mediados del siglo XVIII permite reconstruir para el texto una lectura que articula un simulacro indígena, privilegiando una de las voces presentes en la textualidad de la obra. En esa textualidad, frente al conocido modelo del «buen salvaje americano» tan popular en la época, se recorta otra imagen posible: la del buen gobierno del imperio, que se presenta como oposición perfecta a la malignizada imagen de la conquista y colonización española. De esta manera, estos dos primeros capítulos permiten observar una rearticulación de la Leyenda Negra española en torno al modelo del buen gobierno que los incas condensaban. La segunda parte se dedica a las reconstrucciones literarias y culturales del antiguo imperio que se realizaron en ambas márgenes del Atlántico. El capítulo tres se ocupa de los textos franceses, representantes fundamentales de la vertiente europea de esta reconstrucción, que fueron traducidos y difundidos en Europa de forma casi inmediata. En ellos, el simulacro indígena que las traducciones construyeran toma cuerpo y vida. Hemos elegido tres representantes ejes de esta corriente «incanista». Cada uno de ellos, sin embargo, forma parte de una serie de obras que le son deudoras, sátiras o continuaciones. Una novela epistolar, una obra de teatro y un conjunto de relatos enmarcados que traslada el Oriente de Las mil y una noches al Perú, nos permitirán recorrer el universo genérico del período y observar las características comunes del «fenómeno inca». Aun si compartiendo elementos de la moda orien-

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talista, estas manifestaciones articulan una voz definida para el nativo americano. O tal vez sea más apropiado especificar para la nativa, en tanto las princesas del sol serán sus protagonistas. A través de ellos, se articula un discurso indiscutiblemente anti-español, pero también se intuye una velada crítica a la empresa imperialista. Por último, el capítulo cuatro constituye la necesaria vuelta al Perú, marco primero y original de este estudio. En tanto nuestro corpus privilegió la relación de las reconstrucciones del antiguo imperio andino con la Primera parte de los Comentarios reales de los incas, nuestro trabajo se limitó en la vertiente europea a los límites de la república de las letras y la historia editorial. El corpus peruano obliga a otras consideraciones y excede estos márgenes. De las numerosas manifestaciones de la reconstrucción del antiguo imperio en el Perú, hemos seleccionado dos textos que sirven de guía para nuestro análisis: el reporte de una fiesta real y la obra teatral quechua Ollantay. Representantes del complicado entramado de voces y textualidades implicadas en la reconstrucción del antiguo imperio en el Perú colonial, estos dos textos sostendrán una peculiar similitud con las apropiaciones realizadas en Europa. La imagen del Incario que allí aparece sostiene en el orden de las leyes y la magnificencia de las cortes un marco perfecto para el reclamo frente al orden colonial. El presente trabajo no intenta ser abarcador ni exhaustivo. Se han seleccionado objetos representativos de un corpus que resulta en gran parte conocido pero que aún necesita ser cuidadosamente explorado. La diversidad de sus materiales y la productividad del Incario como imagen, tanto en Europa como en Latinoamérica, hace de esta investigación sólo un paso inicial en una trayectoria necesaria. Esperamos simplemente contribuir al estudio de la productividad de estas imágenes y a la reflexión de su rol en la constitución de una imagen latinoamericana.

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EL INCA GARCILASO DE LA VEGA ANDRÉS GONZÁLEZ DE BARCIA CARBALLIDO ZÚÑIGA: UNA LECTURA DE LA CONQUISTA EN EL SIGLO XVIII ESPAÑOL

1. ORIGINALES DINÁMICOS En la historia editorial de un texto cada edición representa una repetición siempre alterada y enriquecida de un original que, en realidad, existe para los lectores sólo en potencia, en tanto el acceso a él les está vedado. El conjunto de ediciones conforma un cuerpo discursivo convocado inexorablemente en cada nueva ocurrencia del texto. Cada repetición, cada versión, actualiza un aspecto de ese original que se vuelve legible en un momento particular. Al tomar en cuenta estas actualizaciones, nos vemos obligados a considerar los usos de la literatura, el texto entramado en una situación histórica; pero también enriquecemos nuestra percepción del original.1 En el campo de los estudios coloniales, la historia textual de una obra constituye un aspecto inevitable del análisis crítico con mucha más evidencia 1 La historia del libro fue incluida en 2005 en la Johns Hopkins Guide to Literary History and Criticism, sin embargo, posee una mucho más larga historia tal como Edward L. Bishop indica en ese mismo artículo, que se retrotrae a los fundamentales trabajos de Lucien Febvre y Henri Martin. Dentro de este campo, «the status and interpretation of a work depend upon material considerations (…) meaning is always produced in a historical setting and the meaning of a text depends upon the differing readings assigned to it by historical rather than ideal readings» (2005: 131).

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que en el tratamiento de otros períodos de la historia literaria latinoamericana. La lenta difusión de la imprenta en América, su directa asociación con la administración colonial durante los primeros siglos de la colonia y la misma diversidad textual que implica la semiosis colonial ha hecho de los recorridos y descubrimientos de nuestros objetos una historia en sí que reconstruye la conformación del campo como disciplina académica y recupera la directa relación que la disciplina ha guardado con la misma vanguardia colonizadora que constituye uno de sus objetos. Más allá de los recorridos de los manuscritos, las ediciones de estos materiales forman parte de nuestros objetos. Cada una de ellas articula una nueva apropiación que superpone una nueva lectura al «original». Esta historia textual, lejos de desaparecer, resulta silenciosamente incorporada al texto que llega a nuestras manos. Podría decirse de acuerdo con esto que cada edición representa un acontecimiento, en el sentido foucaultiano del término, en la historia textual de una obra. El estudio de esta dimensión diacrónica de nuestros materiales que configura su historia de lectura se encuentra aún en desarrollo.2 Sin embargo, existe clara conciencia de su importancia e influencia en la historia de la semiosis colonial. Un caso paradigmático de este fenómeno lo constituye la segunda edición de los Comentarios reales de los incas, del Inca Garcilaso de la Vega. Ya en 1954, John H. Rowe, figura central en los estudios peruanos que iluminaría definitivamente la pervivencia de los incas durante la época colonial en un período cuando se los consideraba extintos con su imperio, señalaba la posible influencia de esta edición sobre las elites indígenas peruanas durante el siglo XVIII y su incansable afán rebelde.3 Numerosos estudios luego han referido a esta edición, señalando incluso su influencia sobre la construcción canónica del texto original; no obstante, no existen hasta el momento trabajos críticos sobre ella.4 Tal es el objeto de este primer capítulo. Buscamos ofrecer una referencia clara a las vagas menciones de las que esta edición de Comentarios reales de los 2 Un fundamental capitulo en ese desarrollo lo constituye Lecturas y ediciones de crónicas de Indias: Una propuesta interdisciplinaria, volumen editado por Ignacio Arellano y Fermín del Pino (2004), que recoge la importante contribución del Quinto Congreso Internacional de edición y anotación de textos que tuviera lugar en Navarra en 2002. 3 John H. Rowe 1954. 4 Véase, por ejemplo, José Antonio Mazzotti 1998.

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incas es objeto. A través de ese análisis se ha de observar la lectura española de Garcilaso durante el siglo XVIII que condensa la posición que hacia las postrimerías del imperio la Corona española sostiene sobre sus tempranas conquistas. En nuestra lectura, el discurso colonial ha de develarse en la complejidad de las relaciones de poder que articulan y sostienen a las potencias imperiales. De esta manera, el tradicional modelo binario metrópoli-periferia se mostrará insuficiente para develar complicadas relaciones supranacionales que, consideramos, resultan implicadas en la construcción de un discurso colonial. En tanto las anteriores lecturas de un texto no sólo condicionan la nuestra, sino que también articulan para una particular coyuntura histórica aspectos que existen sólo en potencia en el original, nuestro análisis ha de iluminar sectores de la obra garcilasiana. Estas lecturas dieciochescas hacen evidente una controvertida posición en relación con la conquista.

2. DEFINICIÓN DEL CORPUS La segunda edición de los Comentarios reales del Inca de Garcilaso de la Vega, que en 1782 fuera confiscada a continuación de las rebeliones de Tupac Amaru,5 forma parte de una serie de reediciones de crónicas de Indias que aparece en Madrid entre 1722 y 1743. El conjunto estuvo a cargo de Andrés González de Barcia Carballido y Zúñiga, y constituye la primera reedición de crónicas desde su publicación original durante el período de descubrimiento y conquista. En esa primera colección de textos coloniales, Garcilaso ocupa un lugar preponderante. No sólo por el simple hecho de que los tres primeros libros reeditados por Barcia le pertenecen, sino también porque la colección misma parece rearticular y actualizar motivaciones presentes y denunciadas ya por el mismo Inca. Andrés González de Barcia Carballido y Zúñiga a través de su proyecto de reediciones de las antiguas crónicas elabora una suerte de proyecto garcilasiano. Sus reediciones buscan, al igual que las obras de Garcilaso en las cuales el autor se define fundamentalmente como intérprete, escribiente y comentarista, ampliar y completar las crónicas mismas. Así, si bien nuestro objeto particular es la Primera parte de los Comentarios reales de los incas [1609] y su influencia en las reconstrucciones del antiguo

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Rowe 1954: 28.

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imperio andino tanto en Europa como en el Perú durante el siglo XVIII, consideramos indispensable abordar en forma conjunta la reedición de las obras de Garcilaso emprendida por Barcia. En primer lugar, porque a pesar de que la colección se inaugura con las obras de Garcilaso, la Primera parte de los Comentarios reales es la última de sus tres obras publicadas por Barcia, y esto altera el orden de aparición original. Además, el prólogo incluido en la reedición de Barcia a esta obra corresponde más adecuadamente a la Historia general del Perú, obra esta última que en la colección de crónicas se editara en primer lugar y sin nuevos paratextos. El texto queda así inevitablemente enmarcado dentro del proyecto que las reediciones implican.6 En segundo lugar, este abordaje de las reediciones emprendidas por Barcia es importante porque respetar el orden de publicación de las reediciones situará la Primera parte de los Comentarios reales dentro de un sistema de diálogos textuales que, trascendiendo las fronteras nacionales, permite observar una particular articulación de la leyenda negra española durante la primera mitad del siglo XVIII. Leída tradicionalmente en torno a la traducción francesa de la Brevísima relación de la destrucción de las Indias [1542, publicada 1552] de Bartolomé de Las Casas, realizada por Jacques de Miggrode en 1579, la leyenda negra refería infatigablemente al fanatismo religioso y a la crueldad española para con sus súbditos. Desde entonces sirvió como propaganda negativa para las empresas de conquista española y como llamado directo a la intervención extranjera en el Nuevo Mundo. La colección de Barcia es mucho más amplia que las obras que aquí presentaremos, como se observa en la lista de títulos reeditados que transcribimos.7

6 La «Licencia del Ordinario» incluida en la Florida del Inca, firmada por Joseph Fernández, otorga su permiso para la publicación de todas las obras de Garcilaso, lo que permite suponer que dentro del proyecto de Barcia las obras de Garcilaso deben ser tratadas conjuntamente. Por otro lado, Jonathan Carlyon en Andrés González de Barcia and the Creation of the Hispanic American Library señala que en una carta a Francisco de Almeida, Barcia establece explícitamente que considera las obras de Garcilaso y su Ensayo Chronologico la unidad indisoluble que inaugura su colección. Véase Carlyon (2005: 211). 7 Las obras publicadas fueron, en orden cronológico: – Garcilaso de la Vega (1722): Historia general del Perú. Madrid. – Garcilaso de la Vega (1723): La Florida del Inca. Madrid. – Andrés González de Barcia Carballido y Zúñiga (1723): Ensayo cronológico, para la historia general de la Florida. Madrid. – Garcilaso de la Vega (1723): Primera parte de los comentarios reales. Madrid.

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Para su estudio detallado resulta clave el análisis de sus reediciones ampliadas de la Biblioteca de León Pinelo y de los Orígenes de los Indios de Fray Gregorio García, que explicitan su sistema de lecturas y que Jonathan Carlyon ha llevado a cabo magistralmente en su Andrés González de Barcia and the Creation of a Colonial Spanish American Library. Sin embargo, consideramos que la reedición de las obras de Garcilaso, que ocupan el privilegiado lugar del inicio, permite entrever claramente la concepción de la colección. De esta manera esperamos contribuir a la consideración del proyecto de Andrés González de Barcia y de su preponderante papel en el origen de los estudios coloniales.8

– Juan de Torquemada (1723): Primera [segunda, tercera] parte de los veinte i vn libros rituales i monarchia indiana. Madrid. – Antonio de Herrera y Tordesillas (1726): Descripción de las Indias Occidentales. Madrid. – Gregorio García (1729): Origen de los Indios de el Nuevo mundo, e Indias Occidentales. Madrid. – Antonio de Herrera y Tordesillas (1730): Historia general de los hechos de los castellanos en las islas i tierra firme del mar océano. Madrid. – Fadrique Enríquez de Rivera (1733): Viage de Jerusalem de D. Fadrique Enríquez de Ribera, marqués de Tarifa, i otros caballeros. Madrid. – Antonio Ardoino (1736): Examen apologético de la histórica narración de los naufragios, peregrinaciones, i milagros de Álvar Núñez Cabeza de Baca. Madrid. – Antonio León Pinelo (1737): Epitome de la bibliotheca oriental, y occidental, y geográfica de Don Antonio de León Pinelo. Madrid. – Andrés González de Barcia Carballido y Zúñiga (1749): Historiadores primitivos de las Indias. Madrid. Esta última obra es una antología de crónicas. En ella se incluyen: Hernán Cortés, Segunda, tercera y cuarta carta de relación; Álvar Núñez Cabeza de Vaca, Comentarios de Álvar Núñez Cabeza de Vaca, adelantado, y governador del Río de la Plata; Álvar Núñez Cabeza de Vaca, Navfragios; Martín del Barco Centenera, Argentina, y conqvista del Río de la Plata; Fernando Colón, La historia de D. Fernando Colón en la qual se da particular, y verdadera relación de la vida, y hechos de el almirante D. Christoval Colón, su padre, y del descubrimiento de las Indias Occidentales; Gonzalo Fernández de Oviedo y Valdés, Relación sumaria de la historia natural de las Indias; Francisco López de Gómara, Crónica de la Nueva España; Simón Pérez de Torres, Discurso de mi viage; Ulrich Schmidel, Historia, y descubrimiento de el Río de la Plata, y Paraguay; Agustín de Zárate, Historia del descvbrimiento, y conqvista, de la provincia del Perú. 8 Ver al respecto Adorno/Pautz (1999: vol. 3, 179-189); para la complejidad de la historia editorial de una de sus publicaciones, Naufragios de Cabeza de Vaca.

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3. EL EDITOR COMO AUTOR: ANDRÉS GONZÁLEZ DE BARCIA CARBALLIDO Y ZÚÑIGA Andrés González de Barcia resulta aún un oscuro personaje, excluido del tradicional panorama del siglo XVIII español que elige privilegiar las postrimerías del siglo. Su perfil se encuentra inmerecidamente desdibujado y su ausencia de los intereses del horizonte crítico constituye un síntoma de la paciente y efectiva reconstrucción que la tradición cultural española sufriera a manos de la historia literaria.9 El importante trabajo de Jonathan Carlyon ha comenzado a situar a Barcia y su proyecto dentro de la «república de las letras» europea en el temprano siglo de las luces. Apoyándose en Aguilar Piñal, Courceir Freifomil y Gregorio Andrés, fuentes indispensables, Carlyon reconstruye las instancias básicas de la biografía de don Andrés González de Barcia, eventos que conviene recordar en detalle. Andrés González de Barcia nace en Galicia en 1673, y se muda a Madrid en su temprana juventud. En 1706 entra al servicio de Felipe V a quien servirá hasta su muerte en 1743. A lo largo de su vida desempeña una variedad de cargos oficiales, tales como superintendente del Real Aposento de la Corte, juez privativo de Rentas Reales y Millones y de los negocios pendientes en la Junta de la Visita de la Real Hacienda, ministro del Supremo Consejo y Cámara de Castilla y asesor de Guerra, y gobernador de la Sala de Alcaldes y Cortes, cargos todos ellos que le valen una alta estima en los círculos de su tiempo. Además de sus obligaciones gubernamentales, González de Barcia fue miembro de la tertulia que –organizada alrededor del marqués de Villena, Juan Manuel Fernández Pacheco– daría origen a la Real Academia Española que comenzaría a publicar el Diccionario de Autoridades en 1726. Durante su juventud escribió una extensa variedad de poesías y obras teatrales que publica bajo distintos seudónimos. Su último proyecto inacabado, en el curso del cual lo sorprende la muerte, constituye una edición aumentada de la Biblioteca Hispana de Nicolás Antonio.10

9 Los estudios del siglo XVIII español se han concentrado principalmente en personajes singulares como Feijoo. Sin embargo, en las últimas décadas ha comenzado a revisarse este panorama. Para una discusión de este período, y como ejemplo de esta nueva corriente revisionista, véase Pérez Magallón (1991). 10 Carlyon 2005: 5-7.

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Antonio Mestre, en su Biografía. Don Gregorio Mayans y Siscar, entre la erudición y la política que acompaña la edición de las obras completas de don Gregorio Mayans y Siscar, nos permite completar el perfil de don Andrés y comenzar a reconstruir la red intelectual en la que su proyecto debe ser enmarcado. En su comprensivo estudio del recorrido de la totémica figura de Mayans, personaje ineludible en las redes intelectuales europeas durante el extenso siglo de las luces y principal figura de la corriente de revisionismo histórico que caracteriza el período, Mestre establece la profunda amistad que une al célebre valenciano y a don Andrés González de Barcia, y ofrece una interesante reseña biográfica que permite inscribirlo como fundamental influencia en el grupo de novatores españoles. Mestre señala que Barcia pertenecía al círculo de Villena y también al de Melchor de Macanaz, brazo derecho de Felipe V hasta 1715 y –según Jesús Pérez Magallón en Construyendo la modernidad– «el personaje con un programa de futuro más claro y radical» para la Corona española.11 Según reconstruye Mestre, Barcia le debe a Macanaz: […] su nombramiento como consejero de Castilla el 16 de diciembre de 1714. Janine Fayard supone a González de Barcia estudiante manteísta, dada su dilatada y brillante carrera como abogado antes de su ingreso en la administración, circunstancia poco frecuente entre los colegiales. Como se sabe, Macanaz deseaba renovar y agilizar la administración del Estado, dando entrada en la misma a profesionales de reconocido prestigio, abogados brillantes de las Audiencias y Chancillerías españolas, con el fin de acabar con el predominio de la nobleza y los colegiales. Barcia, que hacía ya algunos años que venía desempeñando funciones subalternas dentro del Consejo, sería rápidamente promocionado. De su valía como magistrado no cabe dudar. Desaparecido Macanaz del escenario político, Felipe V designaría a Barcia como miembro de la Cámara de Castilla en 1729, haciendo caso omiso de la terna presentada por el Consejo en la que no figuraba el ministro madrileño. Como tantos otros consejeros (José de Bustamante, Marcos Sánchez Salvador, Francisco García del Rallo Calderón, Manuel Junco Cisneros, José Antonio Montiano, etc.), don Andrés era hombre de fortuna, vivía en uno de los mejores enclaves madrileños –la calle de San Bernardo–, era propietario de 1.500 cepas de vid en Fuencarral, valoradas en 2.410 reales y, desde 1735, se había convertido en señor de las cuatro villas de Romangordo, La Higuera,

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Pérez Magallón 2002: 83.

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Casas del Puerto y Peñuela (Cáceres) mediante compra al Marqués de San Juan por una suma de 276.368 reales.12

Mayans es presentado a Barcia –según señala Mestre en Don Gregorio Mayans y Siscar, entre la erudición y la política– en Madrid en 1727, en un viaje que le permite iniciar contactos con el mundo intelectual de la capital. Ya para ese entonces la biblioteca de Barcia debe haber gozado de una sólida reputación pues se encuentra entre aquellas que Mayans registra en ese viaje, al igual que la de otros miembros del Consejo de Castilla. Mestre señala que muy probablemente fue don Juan Manuel Fernández Pacheco, marqués de Villena, quien los presenta. Sin embargo, es sólo a partir de 1739 que Barcia y Mayans comienzan a sostener una fluida correspondencia. La amistad entre ambos parece haber florecido cuando don Gregorio se instala en Madrid para desempeñarse como bibliotecario real en 1733, y hacia 1737 Barcia se ha convertido en una figura importante del entorno mayansiano. Es Barcia quien le facilita al valenciano la obtención de manuscritos de Nicolás Antonio y algunas obras inéditas de Mondéjar, eventos que, en palabras de Mestre, «le empujaron en la línea de las investigaciones históricas» que marcarían su carrera.13 De hecho, fue él quien le anima a escribir contra la España primitiva de Huerta y Vega, un episodio que determinaría el alejamiento de don Gregorio de la corte.14 Aquel volumen, una historia fabulosa basada en un falso cronicón compuesto por José de Pellicer a mediados del siglo XVII, despertó inmediatamente el interés de Barcia quien –desde su cargo en el Consejo de Castilla– solicitó «un análisis de la obra por parte de historiadores críticos que juzgasen la conveniencia de su propagación».15 El Consejo encargó la censura a Mayans y Sarmiento, quienes aconsejarían la prohibición del libro. Sin embargo –señala Mestre–, ambas Academias, de la Lengua y de la Historia, aprueban el texto y presionan para que se autorice su libre circulación, posición a la que finalmente cede el Consejo. La Real Biblioteca no defiende a Mayans y el cardenal Molina, gobernador del Consejo de Castilla, decidió a favor de la obra de Huerta, y se anuló la censura de don Gregorio.

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Mestre/García 1996: 20. Mestre 1999: 105. Mestre/García 1996: parte 3, 20. Mestre 1999: 124.

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Según Mestre explica, años más tarde, cuando Mayans ya retirado en Oliva reedite la Censura de historias fabulosas de Nicolás Antonio, Barcia fue primero encargado de mediar por la obra frente al Santo Oficio y luego, cuando por presiones de su gobernador, el Consejo de Castilla decretara el embargo de la Censura, al igual que el de las Obras cronológicas de Mondéjar aún en prensa y de los volúmenes de escritos de Mayans, Barcia se erige en su principal valedor ante Molina. Este episodio decisivo en la relación MayansBarcia expone la indiscutible lealtad de don Andrés, para entonces decano del Consejo de Castilla, para con Mayans y su proyecto de reforma histórica que tiene a la reedición de esta obra como volumen clave. De hecho, es Barcia quien orquesta la estrategia de defensa que llevará a la devolución de los escritos de Mayans y suya será la firma en la orden de restitución de los manuscritos embargados.16 Gregorio Andrés, en La Biblioteca manuscrita del americanista Andrés González de Barcia (1743) del Consejo y Cámara de Castilla, completa el panorama indicando que fue gracias a Mayans que al año siguiente de la muerte de don Andrés se publican los Diálogos de medallas, inscripciones y otras antigüedades de Antonio Agustín, obra que Barcia dejara terminada para imprimir. También señala que la muerte sorprende a don Andrés el 4 de noviembre de 1743, sin testar, y que fue enterrado en la desaparecida iglesia del convento benedictino de San Martín, en un nicho de la bóveda del Santísimo Cristo de los Milagros.17 La biblioteca de Barcia, nutrida colección de libros impresos y manuscritos, en especial tocantes a América, fue puesta en venta y, a pesar de que la Real Biblioteca, a través de su bibliotecario mayor –Blas Antonio Nasarre– intentó comprarla en bloque, sólo pudo ser adquirida en partes.18 Mayans mismo había estado interesado en obtenerla, pero sus emprendimientos no tuvieron el resultado deseado. La Biblioteca Real consiguió en una primera instancia 64 códices (53 obras) y 2000 libros impresos.19 El resto fue adquirido por Francisco Manuel de Mena, librero de Madrid,20 cuyo catálogo puede ser consultado en la Biblioteca Nacional de España, aunque con el agregado de otras colecciones menores no señaladas. Más ade16 17 18 19 20

Mestre/García 1996: parte 3, 21. Andrés 1987: 815. Ídem. Ibíd.: 816. Ibíd.: 817.

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lante la Real Biblioteca logró adquirir otro lote de manuscritos de Barcia, dedicados a la reedición de la Biblioteca de Nicolás Antonio, que aún se encuentran en la colección de la Biblioteca Nacional de España. La relación Barcia-Mayans deberá ser explorada más extensamente. Las cartas que la sostienen merecen seguramente un volumen propio y los ejemplares de su biblioteca aún presentes en el catálogo de la Real Biblioteca invitan a un cuidadoso y necesario rastreo. Para nuestros específicos propósitos, esta sólida amistad permite reconstruir con mayor precisión la concepción histórica que sostiene el proyecto de las reediciones teniendo las bases del proyecto de Mayans como guía. Con respecto a la participación de Barcia en la fundación de la Real Academia en 1713, integrando el primer grupo de once académicos-fundadores, es necesario recordar que sostuvo en ella un papel capital. Barcia fue el encargado de redactar el plan del Diccionario de Autoridades, fue quien propuso la inclusión de etimologías, la resurrección de algunas voces antiguas, la inclusión de ejemplos de construcción, la colocación de acentos y la cita de autoridades; más allá de haber redactado partes específicas del diccionario, como la correspondiente a la a ante la c.21 A la vez, no resulta osado suponer que también se le deba la inclusión del mismísimo Inca Garcilaso entre las autoridades utilizadas. Barcia es también quien inaugura los discursos mensuales de los académicos.22 Sin embargo, los escasos trabajos que abordan ese primer siglo de la Academia ignoran esto casi por completo, y, obviamente, las relaciones entre el proyecto de la Real Academia, el Diccionario de Autoridades y las crónicas de Indias utilizadas como autoridades, son aún un terreno a ser explorado. Este silencio tal vez encuentre su justificación en que –según señala Mestre– Barcia no parece haber estado interesado por los trabajos de la Academia, «puesto que Mayans citará en diversas ocasiones el absentismo de un hombre juicioso como Barcia como el mejor ejemplo del escaso relieve de la institución».23 En la correspondencia de Mayans se encuentran referencias, hacia 1734, al poco aprecio que Barcia tiene por la Academia y su reticencia al des21

Fries 1989: 26. Ibíd.: 36. La inauguración se realiza en febrero de 1715 con Si fue más útil a Roma la victoria de Cesar en Farsalia que lo que hubiera sido su derrota. En 1718 lee otro discurso sobre La censura moral de no haber diferencias entre los males. Véase Fries (1989: 36). 23 Mestre/García 1996: parte 3, 20. 22

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empeño de su cargo.24 De hecho, la crítica señala generalmente que Barcia completa sus encargos con gran lentitud, aunque no renuncia formalmente a su puesto. Las señaladas diferencias de opinión entre la Real Academia y don Andrés con respecto a la edición de la España primitiva pueden servir de parámetro de un paulatino distanciamiento. Sin embargo, el proyecto de la Academia en su fundación tenía un objetivo común con el que se otorga la colección de reediciones: salvar el «lustre de la Nación». En el caso de la Academia, Pedro Álvarez de Miranda señala que se trataba de defender el prestigio de una nación que, habiendo sido precursora en Europa en materia lexicográfica con el Tesoro de la lengua castellana de Sebastián Covarrubias (1611), «un siglo después se verá aventajada […] incluso por Portugal».25 La influencia francesa como objetivo de combate en el proyecto de la Academia constituye un tópico inevitable en cualquier acercamiento a los primeros años del organismo. A este respecto, conviene recordar –tal como Álvarez de Miranda establece– que éste es un tema altamente debatible al considerar las intenciones iniciales del organismo y: […] la sorprendente modernidad lexicográfica de Autoridades, que no quiere ser ni es un mero panteón del vocabulario empleado por los clásicos de los siglos XVI y XVII ni tampoco código lexicográfico del uso cortesano, sino que se abre a las voces provinciales, a las americanas y hasta a las de germanía, utiliza las fuentes medievales entonces disponibles, no vacila en servirse de autores rigurosamente coetáneos para avalar neologismos, no desdeña tampoco las fuentes documentales extraliterarias y, en fin, es lo suficientemente elástico e indulgente como para dar entrada también a vocablos –bastantes galicismos incluidos- para los que por la razón que fuera, no se disponía en ese momento de un ejemplo escrito.26

Si bien este breve panorama de los círculos intelectuales en los que don Andrés González de Barcia se desempeña resulta evidentemente incompleto, esperamos que resulte de ayuda necesaria para nuevas investigaciones. Queda manifiesto para el interés de nuestro trabajo la complejidad que se esconde bajo las tradicionales referencias al principio del siglo XVIII y el dinámico

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Mestre 1970: 474. Álvarez de Miranda 1992: 405. Ibíd.: 406.

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enfrentamiento de fuerzas y posiciones ideológicas que caracterizan el primer cuarto del siglo en la España de Felipe V.

4. EL PROYECTO DE LAS REEDICIONES Con la reedición de la Historia general del Perú de Garcilaso de la Vega, aparecida en 1722, Barcia comienza la reedición de la serie de crónicas de Indias en la que se ocuparía hasta su muerte. En tanto síntesis y cierre, el texto cumbre de tal proyecto, Historiadores primitivos de las Indias, surgiría póstumamente en 1749. La colección cuenta con el padrinazgo real, al menos durante parte de su trayectoria: la mayoría de sus volúmenes hasta 1733 aparecen impresos en la Oficina Real a cargo de Nicolás Rodríguez Franco.27 La colección constituye un evento fundamental en el proceso de conformación del canon de los «estudios americanos» y tal vez justamente en tanto tal ha permanecido invisible durante casi dos siglos. Esta situación sin embargo se encuentra en vías de cambio. El trabajo de Jonathan Carlyon ha iluminado la labor de Barcia y el peso que la colección ejerce sobre la moderna conformación de los estudios coloniales. Con anterioridad, el cuidadoso estudio de Rolena Adorno y Patrick Charles Pautz sobre Álvar Núñez Cabeza de Vaca había permitido sopesar la influencia que tuvieron las ediciones de Barcia para las posteriores impresiones de las obras que él recogiera.28 En el caso de las obras del Inca Garcilaso de la Vega, basta cotejar cualquier edición moderna de los textos para darse cuenta de que la edición de Barcia es tomada como texto de contraste para dirimir cualquier oscuridad del «original», identificado muchas veces con la primera edición. La empresa a la que Barcia se dedica en su reedición de crónicas «no disponibles al público» y «tergiversadas por fuentes extranjeras»29 no es un caso

27 Existe una significativa evolución en este sentido. Nicolás Rodríguez Franco, impresor en la Oficina Real, detentará en 1726 el título de impresor real. Sin embargo, este título no aparece sistemáticamente acompañando su nombre y, a partir de 1728, Barcia comenzará a imprimir sus volúmenes en la casa de Francisco Martínez Abad, quien se convertirá en su único impresor hacia 1730. Es conveniente recordar en este contexto que la Imprenta Real sólo será oficialmente establecida en la segunda mitad del siglo XVIII bajo el reinado de Carlos III. 28 Véase Adorno/Pautz 1999: vol. 3, 182-189. 29 González de Barcia 1723: s. p.

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aislado durante el siglo XVIII. Según Fernando Sánchez Marcos, desde finales del siglo XVII, la escritura de la historia venía siendo sometida en España a un cuidadoso proceso revisionista dentro del cual el historiador adquiriría sus funciones modernas.30 Bajo la renovadora influencia de la escuela jesuítica de Bolland y la benedictina de Mabillon –indica Mestre en su indispensable ensayo «Historiografía»–, las colecciones de documentos publicados con métodos más exigentes eran consideradas instrumentos indispensables para la interpretación de los historiadores.31 La expresión más cabal de este movimiento son los numerosos volúmenes publicados en el marco de la campaña contra los falsos cronicones, dedicados a un meticuloso cotejo de fuentes y documentos que buscaba descalificar el extendido uso de aquellos textos. La obsesiva búsqueda de una verdad histórica devenida textual convocó así la aparición de las numerosas disciplinas auxiliares de la historia que perviven aún en nuestros días: la paleografía, la cronología y la diplomacia en un sentido estricto. Este movimiento de sostenida renovación histórica constituye un núcleo fundamental y frecuentemente olvidado del siglo de las luces español. Asociado a los que, en un panfleto de 1714, el obispo Francisco Palanco llamaba «novatores», encuentra en Gregorio Mayans y Siscar su exponente clave. Si bien el rol de Barcia dentro del grupo de novatores queda aún por establecer, resulta innegable su pertenencia. No sólo en tanto su sostenida relación con Gregorio Mayans y con Francisco Almeida, miembro fundador de la Academia de Historia Portuguesa y asiduo corresponsal de don Gregorio, sino también en tanto –como señala Álvarez de Miranda– la tertulia de eruditos y aristócratas reunida en torno al marqués de Villena debe «situarse en el contexto de renovación intelectual al que se asistía en España ya desde las últimas décadas del siglo XVII».32 De hecho, ya Antonio Juárez Medina en Las reediciones de obras de erudición de los siglos XVI y XVII durante el siglo XVIII español ha indicado que Barcia fue un «asiduo participante en las tertulias literarias y eruditas de los últimos años del siglo XVII».33 Benito Sánchez Alonso señala en su Historia de la historiografía española dos características propias de este período. La primera es la reanudación de la 30 31 32 33

Sánchez Alonso 1941: 117-182. Mestre/Pérez García 1996: 818. Álvarez Miranda 2001: 404 Juárez Medina 1988: 197.

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composición de historias generales de España, práctica suspendida desde la aparición de la historia de Mariana que durante este período es revisada detalladamente.34 La segunda es el sistemático revisionismo llevado a cabo desde la recolección y publicación de fuentes primarias, bases para la corrección de las historias anteriores. Barcia no publicó historias generales propiamente dichas, no obstante las crónicas por él reeditadas constituyen innegablemente un intento por devolver a España sus fuentes históricas fundamentales. Su proyecto es claramente un proyecto revisionista que se dirige a la corrección de las «fábulas extranjeras» y que permite concebir como una «totalidad», espacial y temporal, los territorios de las Indias. Es en este sentido que puede ser considerado como un proyecto garcilasiano. Al igual que el Garcilaso de los Comentarios reales, Barcia busca reponer una voz autorizada y corregir errores. No sólo lingüísticos, sino también políticos.

4.1. 1722: el inicio de las reediciones: Historia general del Perú35 El primer texto en la serie de crónicas publicadas por Barcia es la Segunda parte de los Comentarios reales. La primera edición de esta obra había sido impresa en Córdoba en 1617, luego de la muerte de Garcilaso. La reversión del orden de publicación no es inocente. El Inca Garcilaso de la Vega, cuyo nombre de bautismo fuera Gómez Suárez de Figueroa, construyó su figura autorial en la combinación de sus dos herencias familiares. Su padre, Sebastián Garcilaso de la Vega, fue un capitán español, y su madre, Chimpu Ocllo, una princesa de la familia real Inca. Las tradiciones de ambas líneas, la gloria del Incario y las hazañas de la conquista, entre las que Garcilaso viviera durante su infancia en Cuzco, constituyen la base explícita de sus obras. En 34

Para una más amplia noticia en el desarrollo historiográfico del período, véase B. Sánchez Alonso (1941: 71-156). 35 El título completo es HISTORIA GENERAL DEL PERU, TRATA, EL DESCUBRIMIENTO, DE EL, Y COMO LO GANARON, LOS ESPAÑOLES: LAS GUERRAS CIVILES, QUE HUVO ENTRE PIZARROS Y ALMAGROS, SOBRE LA PARTIJA DE LA TIERRA. CASTIGO, Y LEVANTAMIENTO DE TYRANOS, y otros sucesos particulares, que en la Historia se contienen. ESCRITA POR EL YNCA GARCILASO DE LA VEGA; CAPITAN DE SU MAGESTAD, & C. DIRIGIDA A LA LIMPISIMA VIRGEN MARIA; MADRE DE DIOS, Y SEÑORA NUESTRA SEGUNDA IMPRESION, ENMENDADA, Y AÑADIDA; CON DOS TABLAS, UNA DE LOS CAPITULOS, Y OTRA DE LAS MATERIAS (Madrid, 1722).

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los Comentarios reales de los incas ocupan el centro de la escena. La obra, una interpretación de la historia y cultura de los incas en su Primera parte y la narración de la historia de la conquista y colonización del Perú por los españoles en su Segunda parte, busca –en palabras de Margarita Zamora– reconciliar la experiencia Inca del pasado con una visión del mundo europeo, reivindicando la tradición indígena.36 De hecho, en su dimensión discursiva los Comentarios reales revierten el proceso de la conquista, no sólo en tanto logran acomodar elementos amerindios en la historia occidental, sino porque recomponen el proceso histórico del Perú ubicando como base de su presente la antigüedad incaica.37 Concebida como la segunda parte de los Comentarios reales de los incas, cuya primera parte apareciera en 1607, el título de esta continuación –que en muchas ocasiones contribuye a una lectura independiente de los dos volúmenes– fue arbitrariamente decidido para la edición póstuma. En 1722, al inaugurar su reedición de las obras garcilasianas con la Historia general del Perú, Barcia perpetúa y profundiza la independencia de estos dos volúmenes. Este reordenamiento posee consecuencias aún más radicales: al invertir el orden de publicación de los textos, Barcia privilegia obviamente la herencia española en la obra de este «primer mestizo de América» y convierte al texto en la narración de las hazañas de la conquista. La herencia indígena pasa a un segundo plano. De hecho, Barcia no recoge en este volumen ninguna noticia biográfica que retome el origen mestizo de Garcilaso ni su pasado Inca. Es más, ésta será la única obra por él reeditada sin el agregado de prólogos ni dedicatorias. La atípica ausencia de intervenciones explícitas puede leerse como una identificación directa con el proyecto garcilasiano y sus declarados cometidos. El paratexto que inaugura el volumen a directa continuación de la carátula es la conocida «Dedicación del libro, y dedicatoria del autor a la gloriosissima virgen María, Nuestra Señora, Hija, Madre, y Esposa Virginal de su criador; Suprema Princesa de las Criaturas. El Ynca Garcilaso de la Vega, su Indigno Siervo, Adoración de Hiperdulia». En el resto de las ediciones de la colección Barcia, este espacio será ocupado por las dedicatorias del editor, ausentes en este volumen. La ilustración que la acompaña en la edición de

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Zamora 1988: 3. Ídem.

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1722 refuerza la apropiación. En la edición de 1617, la ilustración que acompañaba la carátula representaba una virgen reina, reconocido ícono de la inmaculada concepción. En la carátula de la reedición de Barcia (1722), aquella ilustración ha sido reemplazada por la imagen de una virgen madre que sostiene en brazos al niño; y se ha incorporado una nueva ilustración acompañando la dedicatoria que constituye una reproducción a mayor escala de esta primera figura. La polémica alrededor de la inmaculada concepción constituyó un acalorado debate hasta entrado el siglo XIX, cuando Pío IX la estableciera como parte del dogma. Alrededor del momento de publicación de la primera edición de la Historia general, una apasionada discusión entre franciscanos y dominicos en torno a este tema constituyó un evento de peculiar relevancia en Sevilla. En aquella ocasión, tal como ocurriría finalmente, ganaron los inmaculistas. El reemplazo de la ilustración que acompaña a esta dedicatoria debe ser interpretado como una nueva toma de posición contextualizada de don Andrés en torno a aquella polémica aún por entonces vigente.38 A esta dedicatoria sigue la «Tabla de lo que se contiene en estos ocho libros» que Barcia recupera de la primera edición, introduciendo sólo cambios menores relacionados al uso de mayúsculas y signos de puntuación. Su desplazamiento del fin al principio de la obra constituye una de las modernizaciones de la obra que introduce Barcia en concordancia con los usos de la época.39 El «Prologo a los indios, mestizos y criollos» se ubica a continuación. Considerado a la luz de aquellos paratextos que acompañarán las subsecuentes reediciones de la colección Barcia, los motivos expuestos por el Inca para su emprendimiento –dar a conocer la riqueza presente del Perú, «lograr bien el tiempo con honrosa ocupación» y «celebrar […] las Grandeças de los Heroicos Españoles, que con su Valor, y Ciencia Militar, ganaron para Dios, para su Rey, y para si, aquese Rico Imperio»– anuncian aquellos que don Andrés repetirá en cada una de sus reediciones.40 Existen sólo dos adiciones a la edición de 1617: una advertencia sin firma y una tabla de cosas notables. La «Advertencia» precede directamente el cuerpo 38 Para una discusión sobre la teoría inmaculista y la evolución de sus representaciones gráficas, véase Levi D’Ancona (1957). 39 Así en la edición de 1617: «Tres Españoles hombres nobles aspiran a la conquista del Peru. Cap.1.» (Vega 1617: s. p.) y en la de 1722: «Tres Españoles, hombres Nobles, aspiran à la conquista del Perú. Fol. I.» (Vega 1722: 1). 40 Vega 1722: s. p.

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textual de la obra. El breve texto, que declara extraer sus datos de Agustín de Zárate, desarrolla una indicación de Garcilaso sobre las conquistas del marqués de Cañete, don Andrés Hurtado de Mendoza. Referido por el Inca en el capítulo XX del libro XX de la Historia general, don Andrés Hurtado de Mendoza –tercer virrey del Perú que se desempeñara entre 1556 y 1561– fue responsable de la cristianización de Sayri Tupac y su regreso a Lima, un evento fundamental en el virreinato del Perú. Recordemos que luego de su fracasada rebelión, Manco Inca, padre de Sayri Tupac, se refugió en Vilcabamba. Luego de su muerte en 1567, Sayri Tupac le sucedió ocupando la cabeza del imperio. Su salida de Vilcabamba en 1558 representó el triunfo de una larga gestión del marqués de Cañete en la que la Corona se encontraba particularmente interesada.41 Si bien la ampliación realizada por Barcia sólo recoge las conquistas llevadas a cabo por Hurtado de Mendoza y excluidas del relato garcilasiano, resulta indiscutible que su rol en la salida de Sayri Tupac de Vilcabamba constituye el evento más saliente de su virreinato y que la advertencia contribuye a subrayar la importancia de este personaje. En este sentido, esta particular adición se encuentra en directa correspondencia con la que se realizará en 1723 a la Primera parte a través del prólogo de González de Cárdenas. Volveremos sobre este aspecto al trabajar la reedición de la Primera parte. La «Advertencia» incorporada inaugura un gesto que caracteriza el proyecto de don Andrés González de Barcia: completar el relato de las crónicas actualizando sus referencias históricas con nuevos materiales a disposición del lector entendido. En el caso de Garcilaso, las adiciones enfatizan la derrota Inca, estableciendo la efectiva desaparición del antiguo imperio y su real linaje.42 La «Tabla de las cosas notables, y personas, contenidas, en el segundo tomo, de los Comentarios Reales, del Inca, Garcilaso de la Vega», que se incorpora al final del texto43, se encuentra organizada a grandes rasgos como un índice de materias moderno. Jonathan E. Carlyon ha expuesto en detalle la

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Hemming 1970: 291. La noticia por otra parte anuncia un proyecto que Barcia no realizará, las Notas para los Anales del Perú, el cual a través de su breve descripción se perfilaba equivalente al Ensayo cronológico para la historia de la Florida que apareciera en 1723 para completar la Florida del Inca [1605]. 43 La tabla de cosas notables lleva un título extenso y significativo: «Tabla de las cosas notables, y personas, contenidas, en el segundo tomo, de los Comentarios Reales, del Inca, 42

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importancia atribuida a los índices temáticos entre los académicos europeos de la modernidad temprana44 y ha avanzado las líneas claves para la consideración de los índices de la colección de González de Barcia. Carlyon sostiene que «the use of the index permitted González de Barcia to attempt to codify New World scholarship by directing scholars to the topoi within the book that he considered most apposite for the study of the Spanish Indies»,45 y así ejemplifica las lecturas privilegiadas a través de la entrada dedicada a Hernán Cortés en las Décadas de Herrera. En el caso de la tabla que acompaña la Historia general, es de destacar que cubre no sólo esta específica obra si no que extiende sus referencias tanto hacia la Florida del Inca como a la Primera parte de los Comentarios reales. Si bien no indica en aquellas otras obras páginas específicas, por un sistema de asteriscos queda señalado si la entrada se encuentra también incluida en las otras obras. Las entradas, mayormente patronímicos, se encuentran ordenadas alfabéticamente y corresponden en su gran mayoría a los nombres de españoles que participaran en la conquista y colonización del Perú. Se incluyen además algunas referencias geográficas al territorio peruano y a grupos étnicos de la zona, junto con otras palabras cuya selección resulta en un primer momento al menos curiosa. Bajo la letra A, por ejemplo, se incluye un total de 139 entradas de las cuales sólo nueve constituyen nombres de emplazamientos geográficos y 110 corresponden a nombres de diversos actores españoles de la conquista del Perú (Aguirre constituye la primera entrada entre los patronímicos). Transcribimos las 21 restantes: Adulación, Agua, Alabarderos, Alcabalas, Allí, Allí Indio, Ambición, Ambiciosos, Amistad, A Santa Ana, Adas, Años, Anta, Árboles, Arenales, Artillería de Girón, Ascendientes, Atac, Auca y Autor. Esta curiosa lista Garcilaso de la Vega. Advertencia. Donde se hallare esta * señal, immediata, à la primera voz, del Articulo, se entiende, que se habla de lo mismo, en la Historia de la Florida: y si estuviere despues de la ultima, que en la Primera parte, de estos Commentarios: y si en vna y otra Parte, que en ambas Historias. La S. puesta entre la primera y segunda Palabra, es abreviado. Significa. Piçarro, es D. Francisco Piçarro, D. Diego Su Hijo. Carvajal, Francisco de Carvajal, Maese de Campo, de Gonçalo. Giron, Francisco Hernandez Giron. Y el Mariscal, es Don Alonso de Alvarado, Mariscal del Perú». Resulta evidente que los textos de Garcilaso fueron concebidos como unidad en el proyecto barciano, lo que sustenta nuestra lectura con respecto a la importancia de Garcilaso en el proyecto de Barcia y justifica la interpretación que hacemos de la Primera parte de los comentarios en el contexto de las otras obras de Garcilaso publicadas por Barcia. 44 Carlyon 2005: 172-174. 45 Ibíd.: 175.

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reconstruye para el paciente lector que se entregue a su recorrido, la lectura que don Andrés González de Barcia buscara privilegiar en sus reediciones. En este sentido, la entrada dedicada al Autor resulta de particular interés para nuestro análisis. Sin embargo, para considerar la representación del Inca Garcilaso de la Vega en el índice construido por Barcia no podemos limitarnos a la entrada Autor. La primera entrada (Adulación) es la que se construye en torno a la figura de Garcilaso de la Vega, recogiendo fragmentos en los que el Inca enfatiza su condición de testigo presencial para refutar otras versiones de la historia que –según Garcilaso en los fragmentos referidos por Barcia bajo esta entrada– «escriven, con fin de agradar, mas que de guardar Justicia, quitando, ò añadiendo à las partes».46 Las versiones desacreditadas en estos fragmentos elegidos presentan la labor de los conquistadores bajo una luz particularmente cruel. Así por ejemplo, la primera sección referida corresponde al capítulo XXXIV, libro quinto donde se narra la muerte del virrey a manos de los partidarios de Pizarro. Garcilaso presenta allí los sucesos de las guerras civiles, buscando matizar la renombrada maldad de los partidarios pizarristas y estableciendo la responsabilidad de don Garcilaso de la Vega en la caída final de Gonzalo Pizarro. La entrada Autor, por su parte, es una de las más extensas, junto con la de Cortés y Atahualpa. A través de ella se reconstruye en el cuerpo textual de la Historia una biografía de Garcilaso que subraya las relaciones de éste con la estructura colonial española y favorece una lectura guiada de la conquista del Perú en la que son matizadas las acciones españolas y la guerra civil provocada por los hermanos Pizarro es seguida con particular detenimiento. Consta la entrada: Autor, nació Año 1539, fue su padrino de bautismo Fco de Almendras; diligencias que hizo para saber la verdad, materiales de que compuso esta historia; cuio asunto es escribir de los Incas; y los sucesos pasados; tenia cuatro años cuando fue al Peru Blasco Núñez; estuvo con fr. Bartolomé de Las Casas en Madrid; participó mucho de los trabajos y necesidades de Garcilaso su padre; comió a la mesa de Gonzalo; jugó cañas en las fiestas del Cuzco, a Santiago patrón único de España; y en las del bautizmo de Sayri Tupac; vuelve a Cozco con su familia y va a ver a Diego Centeno; cómo le despidió de las pretenciones Lope García de Cas-

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tro; sus servicios y causas de no pretender; jáctase de la mentira, que los historiadores dicen de su padre; se halló en la entrada de Gonzalo en el Cozco, después de la batalla de Haurina; siente que los autores traten mal sin causa a sus vecinos; estaba en la boda de Loyza la noche del levantamiento de Girón; huyó por los corrales de la casa con su padre, y otros; y lo que hizo y observó aquella noche; celebra la habilidad de los naturales del Peru; avisa a su padre la venida de Hernández, el leal; dio algunos ejemplares de esta historia y de la Florida a fr. Luis Gerónimo de Oré y por qué; cuando escribía?; era amanuense de su padre; deja en el Perú una heredad encomendada a un amigo y se la quitan; va a visitar a Sayri Tupac de parte de su madre; cómo le halló y convidó de beber; le hizo muchos favores; consigue bula para traer a España los huesos de su padre; desea honrarle en la muerte; aconseja buelva a pretender aviendo venido del Perú el lic Castro y se escusa; fue condicípulo de un hijo de Pedro del Barco; hospeda y socorre a Juan Arias Maldonado; danle poder los Incas y para que?47

Roberto González Echevarría ha señalado que la Segunda parte de los Comentarios reales es la parte más autobiográfica de los Comentarios reales, «for it is concerned with Garcilaso’s own times, not with that of his forebears».48 El texto se construye como herramienta en un argumento mayor a favor de la honra de don Garcilaso de la Vega, empresa en la que el Inca se embarcara desde su misma llegada a España.49 Agotadas todas las instancias regulares de reclamos, ejecutados por el Inca en persona frente a la corte de Felipe II, los Comentarios reales de los incas resultan –según señala González Echevarría– un último recurso, una relación de hechos y virtudes que ha de establecer claramente la participación de don Garcilaso en la intricada historia del Perú colonial. No resulta entonces extraño que Garcilaso padre constituya el personaje principal de la esquemática biografía que don Andrés González de Barcia traza para su autor a través del índice de materias. Atento a los deseos del Inca, a través de esta entrada Barcia reconstruye la honra de don Garcilaso que tanto preocupara al hijo, recogiendo aquellos fragmentos que refieren no sólo a la problemática batalla de Huarina, en la cual Garcilaso padre entregara su caballo a Pizarro y que le valiera su descrédito a los ojos reales, sino tam-

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Vega 1722: s. p. González Echevarría 1990: 71. Ibíd.: 73-77.

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bién los pasajes que permiten historiar su papel en la conquista de aquel fantástico territorio. De esta manera, la entrada permite a Barcia reconstruir uno de los episodios más problemáticos de la historia de la conquista española en el Nuevo Mundo: las guerras civiles en el Perú, ejemplo privilegiado de la desmesurada codicia española, incorporado en el relato de la leyenda negra que Europa reescribía ardientemente en el período. De hecho, la Segunda parte de los Comentarios reales circulaba en ese entonces en francés bajo el título de Histoire des guerres civiles des Espagnols dans les Indes, causées par les souslévemens des Piçarres et des Almagres, suivies de plusieurs désolations à peine croyables: Arrivées au Perv par l’Ambition, et par l’Auarice des Conquerans de ce grand Empire, traducida por primera vez por Jean Baudoin y publicada en París en 1650, y reeditada cuatro veces durante el siglo XVII. Como es posible observar en la transcripción que se incluyó más arriba, la entrada Autor no se encuentra articulada alfabéticamente sino narrativamente, en coincidencia con el uso general de González de Barcia para los índices que diseñara para acompañar sus reediciones.50 Existen sin embargo dos líneas narrativas entremezcladas bajo esta entrada: por un lado, la biográfica que sigue a grandes rasgos el orden cronológico de la vida del Inca –comenzando con su nacimiento y bautismo, siguiendo con sus experiencias y labores de amanuense al servicio de su padre, la muerte de éste y las desatendidas pretensiones, etc.– y articula simultáneamente el perfil paterno, su rol en la conquista y su papel en las luchas civiles. La otra línea narrativa historia el orden de la escritura, construyendo textualmente la dimensión enunciativa de la obra –así «diligencias que hizo para saber la verdad», «materiales de la historia», «cuyo asunto es escribir de los incas y los sucesos pasados», constituyen los primeros elementos en esta cadena semántica. Esta doble línea narrativa espectaculariza una concepción histórica propia de la colección de reediciones, y establece la autoridad del Inca para la escritura a través de su rol clave de testigo y también en la enumeración de los materiales utilizados para la escritura y sus procedencias. Barcia establece así una postura historiográfica para Garcilaso, articulada sobre el privilegio del testigo y la validez de sus fuentes. El revisionismo histórico que caracteriza el final del siglo XVII y comienzos del XVIII implica estos valores como parámetros de evaluación para la veracidad del discurso histórico. La calidad de Garcilaso como historiador es una

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de las líneas de lectura fundamentales que Barcia cultiva en sus reediciones, como veremos en la presentación de las otras obras garcilasianas por él reeditadas, y tal vez sea justamente ésta la razón que justifique el lugar inaugural que ocupan sus obras en el proyecto de reediciones. Recordemos que la misma Historia se escribe contra el discurso histórico establecido. En Writing Violence on the Northern Frontier, José Rabasa ubica la escena primitiva de la escritura garcilasiana en el capítulo XXIII, libro quinto de la Segunda parte de los Comentarios reales (223). Allí, el licenciado Lope García de Castro confronta al Inca con el estatuto de la historia: «Què Merced quereis que os haga su Majestad, aviendo hecho vuestro Padre, con Gonçalo Piçarro, lo que hiço, en la Batalla de Huarina, y dadole aquella tan gran Victoria? Y aunque Yo repliquè, que avia sido Testimonio falso, que le avian levantado, me dijo: Tienenlo escrito los Historiadores, y quereislo Vos negar?»51 Al sostener la validez intrínseca del discurso histórico en una perversa lógica circular, Lope García de Castro diseña la única instancia posible desde la cual el Inca podrá tomar la palabra: la marginal. ¿No es ésta la misma posición que asume González de Barcia? De hecho, en su caso también se escribe contra la historia –en este caso, contra las historias extranjeras. El proyecto de Barcia se encuentra en perfecta sintonía con la posición de Gregorio Mayans, centro de la crítica histórica reformista. En su Carta-Dedicatoria al ministro José Patiño, Mayans explica las premisas básicas del revisionismo; así, según lo reproduce Mestre, Mayans establece que «convendría hacer una junta de Historias Originales de España, tanto impresas como por imprimir siendo mengua de la nación que una sola Colección tenemos, i essa mui diminuta, la aya publicado un estrangero […]».52 Para Mayans –establece Mestre– son «absolutamente necesarios los documentos originales para estudiar historia civil o eclesiástica con sentido crítico»53 y de hecho éste será el programa explícito de la Academia Valenciana que Mayans fundará a su regreso a Oliva; editar las fuentes y publicar las obras escritas con método científico.54 En la introducción a su problemática reedición de la Censura de historias fabulosas de Nicolás Antonio que aparecería en Valencia el otoño de 1742, Mayans establece con claridad los parámetros fundamentales para la evalua51 52 53 54

Vega 1722: 132. Mestre 1970: 256. Ibíd.: 71. Ibíd.: 73.

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ción del discurso histórico. Si bien el texto es veinte años posterior a la primera reedición de la colección de Barcia, la importancia del debate entablado en torno a los falsos cronicones del padre Higuera en el panorama historiográfico del siglo XVIII nos obliga a detenernos en él. El episodio de los falsos cronicones se encuentra en el origen de esta obra de Nicolás Antonio. Epítome de la crisis histórica española y corazón del discurso historiográfico reformista, la peripecia comienza cuando –en palabras de Mayans– en 1594: […] avía un hombre en España que siendo mui leído, pero de un genio novelero, popular i entregado a su passión, según ella escrivía en obsequio del vulgo i de las opiniones vulgares lo que imaginava o delirava. Éste, pues, forjó unos cabos sueltos que llamó Fragmentos, intitulándolos a Dextro (hijo de San Paciano, Obispo de Barcelona), puesto por San Gerónimo entre los escritores eclesiásticos; a Máximo, Obispo de Zaragoza, celebrado por San Isidoro entre los varones ilustres; a Luitprando, Diácono de Pavía, bien conocido por sus escritos; a Julián Pérez, escritor desconocido de todos los siglos, aunque su inventor lo autorizó de mil maneras; i finalmente a San Braudión, Taján, Valderedo, i Heleca, obispos de Zaragoza, i a otros muchos.55

Al tomar el partido de los españoles frente a los extranjeros,56 los falsos cronicones adquieren el aplauso general de España y se convierten rápidamente en fuentes ineludibles de la historia eclesiástica, luego de su publicación en Zaragoza en 1619. «De esta suerte quedó libre el campo a la mentira, la verdad sin defensa, los chronicones acreditados i desacreditada España».57 Las afirmaciones contenidas en los supuestos textos implican desopilantes novedades: poblaciones ennoblecidas con el nacimiento de algún santo, su glorioso martirio o su enseñanza, santos hasta entonces desconocidos o, aún peor, considerados heréticos. Evidentemente, los supuestos cronicones obtendrían un férreo apoyo por parte de sus lectores, que encontraban en ellos justificaciones para su orgullo patriótico y localista. El episodio cobra preocupantes dimensiones que llevan a Nicolás Antonio a concebir una impugnación formal de los textos en su Censura de los cuatro Chronicones de Dextro, Máximo, Luitprando i Julián

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Mayans 1983: 326. Ibíd.: 327. Ibíd.: 328.

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Pérez. De esta extensa obra, Nicolás Antonio sólo terminaría la censura de Dextro y la de Juliano, texto que Mayans decide volver a editar en 1742. La reedición, que se encuentra dedicada al rey de Portugal don Juan V, presenta afirmaciones que coinciden cabalmente con el proyecto de Barcia. Sostiene allí Mayans: «nada es posible si […] faltan los instrumentos necesarios, como son inscripciones medallas, epístolas, privilegios, todo género de escrituras antiguas, poesías, relaciones, chronicones verdaderos, historias particulares i generales».58 Y continúa: Únicamente osaré decir que sin un grande aparato de memorias antiguas recogidas a expensas de quien pueda mucho, solamente son capaces de escrivir algunos pocos eruditos que pueden comprar o desfrutar algunas grandes librerías pero aviendo colecciones de todo género de obras serán muchísimos los que contribuyan a restituir la verdad en su antigua posesión.59

La insistencia en la necesidad de fuentes primarias para el desarrollo de la historia, concebida como una obligación patria, forma parte esencial del proyecto revisionista que don Gregorio Mayans encabezara. La colección de reediciones que Barcia emprende con la Historia general del Perú corresponde directamente con estas premisas. Las intervenciones en el cuerpo textual que la edición de Barcia introduce buscan normalizar la puntuación, el uso de mayúsculas y la ortografía, además de introducir la itálica para señalar cargos y nombres propios, como Pizarro o Perú, y otros como Imperio, amaçonas. Tal vez la intervención más significativa corresponda a la introducción de dos puntos para separar la voz del autor de los fragmentos de autoridades citados. Este tipo de alteración, que sería emulado por muchas reediciones del Inca, constituye un cambio definitivo, si consideramos el intrincado tejido textual que Garcilaso traza con sus fuentes.60 Sin embargo, el sistema de puntuación no parece ser sistemático, a pesar de caracterizarse por una abundancia exuberante de comas y

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Ibíd.: 332. Ibíd.: 333. 60 Un ejemplo de esto: «Como la Fama pregonase las grandes Riqueças del Peru, acudio a el tanta Gente Española, como lo dice Francisco López de Gomara, Capitulo ciento y veinte y seis: Acuidan al Peru, con la Fama del Oro, tantos Españoles, que aina se despoblaran Panama, Nicaragua, Quahutemallan, Cartagena, y otro Pueblos, e Islas, &c». 59

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Figura 1. Carátula de la primera edición de la Historia general del Perú (Córdoba, 1617)

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Figura 2. Carátula de la segunda edición de la Historia general del Perú (Madrid, 1722).

puntos y comas que fragmenta hasta lo inimaginable la lectura, obligando a un reposo no propio de Garcilaso en su primera edición.61 Al iniciar sus reediciones con la Historia general del Perú, Barcia elige la historia del reino más famoso de los territorios del Nuevo Mundo. Si bien no incorpora noticias biográficas sobre el Inca Garcilaso, la obra misma contará 61

Un ejemplo significativo de la intervención en la puntuación se encuentra en el título del «PROLOGO, A LOS YNDIOS MESTIZOS Y CRIOLLOS DE LOS REYNOS Y PROVINCIAS del grande, y riquisimo Ymperio del Peru, el Ynca Garcilasso de la Vega su hermano y compatriota y paisano, salud y felicidad». En la edición de 1722, la incorporación de signos de puntuación transforma el destinatario: «PROLOGO, A LOS INDIOS MESTIÇOS, Y CRIOLLOS, DE LOS REINOS, y Provincias, del Grande, y Riquísimo Imperio del Perú, EL INCA GARCILASO DE LA VEGA, SU HERMANO, COMPATRIOTA Y Paisano, Salud, y Felicidad». Paradójicamente, si consideramos los intentos del Inca, indios y mestizos han sido unificados en un solo y consistente grupo. Mazzotti ha comentado las consecuencias de este fenómeno (1996: 153-167).

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su historia haciendo aún más válida la narración de las hazañas españolas en boca de un descendiente de su antiguo imperio. La ausencia de paratextos puede leerse como una identificación efectiva de la voz de Barcia con la de Garcilaso mismo. Los motivos que aquí presenta el Inca para la escritura de la historia serán recogidos por nuestro editor en los subsecuentes volúmenes. En este sentido, la ubicación de la dedicatoria a la Virgen como primer paratexto, en lugar del «Prólogo a los indios, mestizos y criollos», puede ser considerada como una marca explícita del cambio consciente del lector modelo al que la obra se dirige.62 La Florida del Inca comenzará a explicitar el proyecto de las reediciones.

4.2. Florida del Inca: la explicitación del proyecto La Florida del Inca es el segundo texto que se publica en la colección de Barcia.63 Aparece en 1722. En él se agrega no sólo una tabla de cosas notables, al igual que en la Historia general del Perú, sino también un nuevo prólogo a cargo de «Gabriel de Cárdenas», seudónimo reconocido de Andrés González de Barcia, y una nueva dedicatoria firmada por Nicolás Rodríguez Franco. Rodríguez Franco figura como editor de cinco de los libros de la colección Barcia y en cada uno de esos volúmenes se incluye un prólogo o dedicatoria por él firmada que espeja las posiciones de don Andrés.64 Distinguido por el deán Martí como garantía de calidad tipográfica,65 Rodríguez Franco parece haber gozado del favor real al menos durante los primeros treinta años del siglo en vistas del aditamento de Oficina Real con que cuentan los volúmenes de Barcia impresos a su cargo. Si bien tal indicación no corresponde al

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El concepto de lector modelo ha sido desarrollado por Umberto Eco (1981). El título completo es La Florida del Inca. Historia del Adelantado, Hernando de Soto, governador, y capitán general del Reino de la Florida. Y de otros Heroicos Caballeros, Españoles e Indios. Escrita por el Inca Garcilaso de la Vega, capitán de su Magestad, natural de la Gran Ciudad del Cozco, cabeça de los Reinos, y Provincias del Perú. Dirigida a La Reina Nuestra Señora. Van enmendadas en esta impression, muchas erratas de la Primera: Y añadida copiosa tabla de las cosas notables. Y el Ensaio Cronologico, que contiene, las sucedidas, hasta en el Año 1722 (Madrid, 1722). 64 Aquellos textos publicados por Martín Abad no cuentan con paratextos firmados por su editor. 65 Carylon 2005: 29. 63

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cargo oficial de Impresor Real, parece implicar con toda certeza un explícito padrinazgo de las actividades de reedición de don Andrés por parte de la Corona. De hecho, Antonio Juárez Medina indica la influencia que don Andrés ejerciera en la corte durante este mismo período. La Florida se encuentra dedicada «a la Agustísima y serenísima señora Doña Isabel Farnesio, Reyna de España, Emperatriz de las Indias», quien fuera la segunda esposa de Felipe V, primer Borbón de España, y ejerciera una importante influencia en la administración española del momento. De hecho, su ascenso al poder –señala Pérez Magallón– marca un «cambio en la relación de fuerzas y la posición social ocupada por los elementos más activos a favor de las innovaciones y reformas»,66 además del alejamiento del poder de Macanaz, antiguo protector de Barcia. La dedicatoria explicita el rol central que la Corona desempeña en el proyecto de Barcia. «El Glorioso Nombre de V. M. cuios Benignos Explendores, bañan portentosamente los Eruditos humos de la Prensa, en nuevos, y prodigiosos golfos de Luces» se declara motor de la empresa y justificación de la reedición. Contra «la ignorancia y la envidia» que «están continuamente contrastando la memoria y la fama de los héroes», Nicolás Rodríguez Franco erige el texto de Garcilaso como arma de combate. El carácter eminentemente dialógico que comanda este proyecto de reediciones se hace explícito.67 La mención de la «Ignorancia y la Embidia», abominables ministros del olvido para Rodríguez Franco y particulares sujetos a combatir, obliga a reponer otra porción del contexto en el que esta publicación se hace necesaria. Las posesiones españolas en la Florida se encontraban para ese entonces aún más diezmadas que para cuando el mismo Inca había publicado su Florida, cuya declarada finalidad era publicitar la tierra, incentivar a los conquistadores a embarcarse en la empresa de la conquista y la colonización de esa área. Para el momento en que Barcia emprende esta reedición aquel territorio se veía invadido paulatinamente por ingleses y franceses, y constituía la arena de juego en la que se medía el poderío del imperio. La Florida fue descubierta en 1513 por Ponce de León. Durante las primeras décadas hubo intentos de exploración y colonización del territorio, comenzando con la expedición masiva y fracasada de Pánfilo de Narváez

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Pérez Magallón 2000: 39. Tomamos el término dialógico en su sentido bajtiniano. Véase Bakhtin (1979).

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(1527) y continuando con la de Hernando De Soto (1540-1542) que motiva la Florida.68 Sin embargo, la colonización no ocurriría hasta 1564, cuando los hugonotes franceses comenzaran a ocupar el territorio. Pedro Menéndez de Avilés fue el responsable de la colonización y conquista, de acuerdo a la capitalización y asiento que firmara en 1565 con Felipe II. Estas medidas retrasaron pero no detuvieron la amenaza francesa e inglesa en la zona. Si bien bajo el gobierno de Menéndez de Avilés se amplía el territorio ocupado hacia el norte del poblado original de San Agustín y arriban misioneros franciscanos que desempeñarían un rol fundamental en la colonización del área, el constante asedio inglés, sumado a la belicosidad de los indígenas y los malos manejos en la política agropecuaria de la zona, hizo de la colonia un territorio en constante peligro de desaparición hacia fines del siglo XVI. La fundación de Charles Town, Carolina, en 1670 marcó el definitivo establecimiento inglés en la zona. Desde allí, James Moore atacaría San Agustín y las misiones franciscanas en 1702 y 1703, y con ello desarticularía la actividad misionera y terminaría definitivamente el breve florecimiento económico del que gozara la Florida entre 1672 y 1702.69 Francia no perdería interés en la zona. En 1699, una pequeña flota francesa bajo la dirección de Pierre Le Moyne se convirtió en el primer contingente europeo en entrar la boca del Misisipi desde el golfo de México. Cerca de la boca del río construirían, en 1700, un pequeño fuerte a treinta millas de lo que hoy es Nueva Orleans, emplazamiento clave que les otorgaba acceso al interior del continente y enlazaba con las posesiones francesas en Canadá. Los españoles habían comenzando en 1698 la construcción del fuerte de San Carlos Antonio en Pensacola, que sería de hecho el único asentamiento español en el vasto territorio central de América del Norte a principios del siglo. Frente a ellos, los franceses se encontraban firmemente establecidos en Mobile y la costa al oeste.70 Con la llegada de Felipe V al trono español, Francia se convierte en aliada y protectora de España y sus posesiones americanas. La Guerra de Sucesión que se desata poco tiempo después hizo que ambos países combinaran sus recursos para mantener a ingleses y holandeses fuera de América.71 Para esto 68 69 70 71

Adorno/Pautz 1999: vol. 2, 150. Gold 1969: 1-14. Kamen 2003: 461. Ibíd.: 462.

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la ayuda francesa fue invaluable y garantizó la supervivencia de los poblados y la instauración de nuevas misiones en territorio texano. Francia aprovechaba estas circunstancias para avanzar sobre sus propios intereses, entrar en contacto con tribus locales, asegurar en la zona intercambios comerciales de su conveniencia, extender hacia el norte su área de operaciones y asegurar su establecimiento en la zona.72 Esta convivencia pacífica de los intereses españoles y franceses se extendió durante dos décadas, sostenida por la necesidad mutua y la falta de medios españoles para desalojar estos asentamientos. En 1719, sin embargo, las fuerzas francesas ocuparían Pensacola y una serie de instalaciones españolas sin mayor resistencia, debido a la debilidad militar de los asentamientos. La situación tardaría en corregirse y recién en 1721 se enviaría desde México un contingente de quinientos hombres para reforzar la presencia en la zona. Obviamente, la expedición llegó para cuando no había más franceses en el área y la paz había sido firmada en Europa.73 Henry Kamen en Empire: How Spain Became a World Power resume la situación con claridad: «the Spanish frontier in North America continued to be little more than a number of small, isolated forts with an insecure existence because they were both undermanned and vulnerable to the attacks of hostile Indians, who were usually organized by other Europeans».74 Según Kamen, la situación de los territorios españoles en América del Norte durante la primera mitad del siglo XVIII era tan poco favorable que España ofreció a Inglaterra en 1720 intercambiar Gibraltar, que había sido ocupado durante la Guerra de Sucesión, por la Florida, pero los ingleses aceptaran el trato. De hecho, no lo necesitaban. La falta de defensa española en la zona, que según argumenta Kamen era constante en todas partes del imperio, no estuvo causada por el deterioro de las capacidades españolas, sino por la adquisición de territorios permanentes en el Atlántico y Pacífico por parte de otros países europeos que los usaban como bases para el comercio y la expansión, y que se complementaba con una inmigración substancial que no era equiparada en los territorios españoles. Hacia la mitad del siglo XVIII, señala Kamen, había diez veces más europeos sólo en Carolina del Sur que españoles en toda la Florida española.75

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Ibíd.: 463. Ibíd.: 465. Ibíd.: 464. Ibíd.: 459.

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En este marco, la reedición de la Florida no parece corresponder a las urgencias de la Corona, más preocupada en sostener el orden en los territorios europeos y reconquistar una posición dominante en el norte de África. De hecho, en el momento en que las reediciones de Barcia ven la luz, la guerra de la cuádruple alianza desencadenada por los constantes intereses españoles en Italia tocaba su forzoso fin, y Felipe V se aprestaba para una nueva expedición a Ceuta. El interés real parece centrarse en este momento en la recuperación de la herencia perdida.76 Hemos ya mencionado que Antonio Juárez Medina señala la importancia de González de Barcia y su activo interés en América en el entorno de Felipe V. La colección de crónicas demuestra este interés y una clara conciencia del valor real y simbólico de los territorios americanos para el imperio español. La dedicatoria de Rodríguez Franco a la Florida del Inca menciona explícitamente a los «Émulos» de Garcilaso refiriendo así a otras relaciones acerca de la Florida que circulaban en la Europa del momento donde la Corona española era fuertemente criticada sobre la base de sus malos manejos de los territorios conquistados y el tratamiento poco piadoso hacia los nativos. El «Proemio, a esta segunda Impresión, de Don Gabriel Daza de Cárdenas, &c.» aparece a continuación del «Proemio del Autor al Lector», único paratexto presente en la edición prínceps que Barcia conserva. Por su cercanía al cuerpo textual, funciona como verdadero camino para la obra «por el cual se conducen la clara noticia y famosa memoria de los heroicos capitanes», como señalará la censura de Pablo Yáñez de Avilés que le sigue.77 En él, el proyecto de Barcia y su reedición de las obras de Garcilaso se reconocen como elementos de una polémica en curso que tiene a la leyenda negra como eje. Barcia, a través de «Cárdenas», desmintiendo las numerosas afirmaciones sobre el aislacionismo español que llegan hasta nuestros días, permite entrever en este «Proemio» un mercado textual de dimensiones europeas en el cual España participa activamente. Barcia se encuentra al tanto de traducciones y versiones concernientes a la conquista de América publicadas en países europeos y las recoge ampliamente. Por otro lado, señala que el general interés en

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Ibíd.: 455. A continuación del «Proemio a esta Segunda impresión» se incluyen la aprobación de Fr. Francisco Montiel de Fuentenobilla, la licencia de Joseph Fernández, la censura de Fr. Pablo Yáñez de Abilés y la aprobación de Don Francisco de Castejón por orden del rey. 77

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los países extranjeros por el territorio americano era la causa principal de la virtual inexistencia en España de ejemplares de relaciones e historias sobre el Nuevo Mundo editados durante los siglos XVI y XVII. Barcia es plenamente consciente de que enfrenta un nuevo tipo de conquista. Desde su óptica, la inaccesibilidad de las fuentes primarias permite la circulación de versiones que «mortifican la fama» de la nación española «y aun las pasan a los pueblos de los indios».77 Contra esto Barcia concibe su proyecto. La imposibilidad de acceder a esos relatos, señala Barcia, lleva directamente al desmedro de la fama de la nación española, en tanto deja la elaboración de su historia en manos extranjeras pero también en manos desinformadas que retomarán lo que otros han glosado y lo repetirán sin criterio. Es decir, el foco polémico es doble y se ubica tanto en el extranjero como en la misma España. En cada una de sus reediciones, este planteo se estructurará de forma particular, pero permanecerá inalterable. En este «Proemio», ambas líneas se articulan alrededor de las figuras de Garcilaso de la Vega, el Inca, y Hernando de Soto. A los ojos de Barcia, ambos aparecen injuriados «maliciosa o ignorantemente», atacada la autoridad de historiador del primero y las virtudes cívicas del segundo; es decir, cuestionados en aquello mismo que los define, la calidad de autor a Garcilaso, el honor de soldado a Hernando de Soto. Nuestro editor organiza sus defensas apoyándose en la interdependencia de sus figuras. La defensa de la sinceridad del Inca y de su historia, eje del artículo de Barcia, resulta en el «desvanecimiento» de las «calumniosas injurias» que ensalzaran la temeridad y crueldad en Hernando de Soto, que una vez «desvanecidas» resultan prueba de la veracidad del relato de Garcilaso. Barcia organiza su defensa de Garcilaso a través de argumentos que desde entonces han sido retomados sistemáticamente por la crítica, convirtiéndose en lugares tópicos de los estudios garcilasianos, y que en realidad Garcilaso mismo incluyera en el «Proemio al Lector» firmado por él y presente ya en la primera edición. Tres motivos articulan la defensa que Barcia realiza de la obra de Garcilaso: la ya mencionada «sinceridad del Inca», que constituye un

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Barcia no es el único consciente de esta conquista simbólica. La censura que acompaña a la obra, firmada por Pablo Yáñez de Avilés, cronista general de su Majestad, menciona que los extranjeros envidiosos «han robado, en fin, a nosotros los católicos, las Tierras, que nos acusaban vsurpábamos alos idólatras» (s. p.).

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apartado específico en el prólogo del P. Carmelo Sáenz de Santa María a la reedición de la Florida de la Biblioteca de Autores Españoles; la verdad de su historia, tema discutido magistralmente por Carmen de Mora en «Historia y ficción en La Florida del Inca Garcilaso»; y la relación de la Florida con la versión de la expedición dada por el caballero de Elvas. La presentación biográfica de Garcilaso como defensa de su autoridad que aquí se inicia no cesará en nuestros días. De hecho, lo que a través de los comentarios de Barcia resultará claro es la profunda identificación que la crítica garcilasista ha sufrido desde sus orígenes con la voz misma de Garcilaso. En primer lugar, Barcia abre su «Proemio» señalando la «verdadera sinceridad del Inca» como un dato dado y convenido, asegurando desde su primera línea el amplio reconocimiento y difusión de la obra de Garcilaso en ese período. Barcia retoma casi textualmente el prólogo a la traducción francesa de la Relação verdadeira [1557], que fuera publicada en 1685 en París.79 Allí se resta valor a la Florida del Inca por haber sido escrita de segunda mano, mucho después de terminada la empresa y teniendo como testigo un simple soldado. Barcia sostiene que el texto de Garcilaso es reconocido como «verdad incontrastable», y que no «debe dudarse que el Uno del que se valio el Inca deba reputarse por Autor», y que coincide con otras dos versiones, la de Alonso de Carmona y la de Juan de Coles. Estos dos argumentos retoman la defensa que Garcilaso presenta en su propio prólogo al texto para sostener la veracidad de su relato. También apropiándose de las mismas argumentaciones de Garcilaso, Barcia subraya la relación entre éste y su «autor», Gonzalo Silvestre, quien fuera un soldado de la partida de Hernando de Soto. Este recurso, utilizado para construir la credibilidad del relato, busca sostener el cuestionado estatuto de 79

La Relaçam verdadeira dos travalhos q ho governador dõ Fernando de Souto e certos fidalgos portugueses passarom no descobrimeto da provincia da Florida. Agora nouamente feita per hu fidalgo Delvas fue originalmente publicada en Évora en 1557. Fue traducida al francés en 1685 (Histoire de la conqueste de la Floride par les espagnols, sous Ferdinand de Soto. Ecrite en Portugais par un Gentil-homme de la ville d’Elvas. Par M. D. C. A Paris, chez Denys Thierry, rue Saint Jacques, devant la rue du Platre, a l’Enseigne de la Ville de Paris) y al inglés en 1686 (A Relation of the conquest and invasion of Florida by the Spaniards, under the command of Fernando de Soto, writen in portuguese by a gentlemen of the town of Elvas). Como su título indica, la obra se centra en los portugueses de Elvas que acompañaron a Hernando de Soto, a pesar de que, como aclara el prólogo que se incluye en la reedición de 1875, muchos otros portugueses participaron en la empresa. Véase Joaquim José da Costa de Macedo (1975).

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la historia de la Florida presentándola como testimonio directo o reportaje, como señalará algunos siglos más tarde Luis Loaysa.80 Para ello, Barcia delimita el momento de escritura de la obra a fin de situar testigo y autor en una misma franja temporal. Por último, Barcia retoma la relación del Inca con el texto del caballero de Elvas, es decir, con el texto de la Relação verdadeira, que Fernández del Pulgar señalara en la década novena de su Historia general de las Indias Occidentales como fuente no declarada del Inca. Sin extenderse en justificaciones, Barcia apela a la mentada «sinceridad del Inca» y descalifica por completo esta consideración. Una vez asentada la figura de Garcilaso autor, Barcia incorpora una breve noticia biográfica del Inca señalando, sin embargo, que no es necesaria. Dos son los textos incluidos a este fin. El primero es la dedicatoria a Teodosio de Portugal, duque de Braganza y de Barcelos, que figura como texto independiente en la primera edición de la Florida y que se incluye en el «Proemio» sin ninguna separación gráfica de las voces. Esta dedicatoria expone la naturaleza mestiza de Garcilaso. El otro documento trascripto es la inscripción del sepulcro del Inca en la Capilla de las Ánimas en Córdoba, donde también se alude a las dos herencias de Garcilaso.81 Finalizando, el Inca quedará establecido como «único historiador» a partir de la cita del capítulo 2 del discurso I del Memorial de la Historia del Nuevo Mundo, de Fray Buenaventura de Salinas y Córdova. La referencia a Salinas y Córdova resulta particularmente llamativa. Su texto, cuya impresión en Lima fuera suspendida, es muy poco citado en las obras de los siglos XVII y XVIII, y de él sólo existen tres ejemplares conocidos hoy en día.82 Por otro lado, fray Buenaventura fue un encendido defensor de los indios, seguidor de la obra de Las Casas, quien será duramente atacado por Barcia pocos párrafos más adelante. El capítulo citado presenta la «majestad y potencia de los reyes Incas» citando a Cieza de León, Acosta y Garcilaso, «a quien los Reyes Católicos estimaron mucho, por el gran talento y capa80

Loayza (1989). Esta misma inscripción también se incluye en el prólogo a la edición de la Biblioteca de Autores Españoles a cargo del P. Carmelo Sáenz. Véase Obras completas del Inca Garcilaso de la Vega (1960-1965). 82 Para una completa información del padre Salinas y su obra, véase Luis E. Valcárcel (1957) y Warren L. Cook (1957), respectivamente. 81

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cidad que mostró en los libros de la historia y grandeza de los Ingas».83 Podemos suponer que Barcia utiliza a Salinas y Córdova para remarcar la general aceptación del Inca tanto entre los historiadores lascasistas como antilascasistas. Apoyado ya por la autoridad establecida de Garcilaso historiador y en consecuencia por la misma Florida del Inca, Barcia pasa a la defensa de Hernando de Soto, estructurada como ataque a quienes ofenden la «monarquía y la nación española». El foco polémico del artículo de Barcia es doble, ubicándose tanto en el extranjero como en España. Dos figuras son señaladas sin indicarse sus nombres. La primera, «un celoso mal informado», es identificable como fray Bartolomé de las Casas a partir del collage textual a través del cual Barcia lo introduce, aunque el «Proemio» no deja constar su nombre. En primer lugar, transcribe una cita del palentino Diego Fernández en su primer capítulo de la Primera y segunda parte de la historia del Pirú, para señalar la buena intención de este «celoso mal informado» que buscaba fundamentalmente la conversión de los indios y el mantenimiento de la población de las Indias. Luego, refiere a la Historia general y natural de las Indias de Gonzalo Fernández de Oviedo y Valdés, libro XIX, capítulos III y IV, y a la década segunda de Antonio de Herrera, capítulo III, indicando que ambos «observaron lo mismo». A continuación, Barcia transcribe la sección correspondiente a la Florida de la Brevísima relación de la destrucción de las Indias sin indicar su fuente. Inmediatamente refiere a Fr. Agustín Padilla para establecer la falsedad de las afirmaciones del fraile, a quien «le hubiera sido mejor examinarlas pues vivían aún conquistadores cuando escribió y no creerse de ligero aunque pudiera retraerle de este dictamen que no atestiguaba de vista». La condena a Las Casas trasciende sus específicos comentarios sobre la Florida, refiriendo Barcia que «con otros héroes sucedió lo mismo a este celoso y es reprehendido por los que se hallaron presentes [...] como se puede ver en Bernal Díaz, capítulos LXXXIII y CXV de su Conquista de la nueva España y Fr. Diego López Cogolludo, en Historia de Iucathau, Libro segundo, capítulos XIII y XIV». Las Casas no es condenado sino por su ignorancia y desidia en cotejar versiones. Sin embargo, las referencias a Zárate y Oviedo, aun si no transcriptas, resultan un ataque claro a la política del dominico. Barcia remite al primer capítulo de la obra del palentino. En él se narra la gestión de Las

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Salinas y Córdova 1957: 22.

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Casas en defensa de los indios y su rol en la promulgación de las leyes nuevas, que son presentadas como origen de la rebelión de Gonzalo Pizarro. De la Historia general y natural de las Indias, de Fernández Oviedo y Valdés, que aparece referida en segundo lugar, Barcia retoma los capítulos III y IV, libro XIX (error por capítulos IV y V, si seguimos la edición de la Biblioteca de Autores Españoles), donde se relata la gestión de Las Casas frente a Carlos V por la gobernación de Cumaná, prueba del fracaso de las teorías de Las Casas y que incluye una fuerte condena de la intervención del dominico.84 Y por último, Barcia remite al capítulo 3 de la década segunda de la Historia general de Antonio de Herrera. La segunda figura que ofende la «monarquía y la nación española», a la que se hace mención como «un enemigo bien satisfecho», no ha podido ser hasta ahora identificada. Según refiere el prólogo, éste es condenado por el padre jesuita Felipe Briet en sus Annales mundi.85 Este «enemigo bien satisfecho» habría escrito en el libro 44 de las Historias de su tiempo: Fernando de Soto (hombre de quien no se sabe si fue mayor la crueldad o la avaricia) enviado a la Florida, con una armada de mil soldados, la mayor parte veteranos, molestó por cinco años los miserables floridos, para hacerles sacar el oro que se prometía, cavando los montes. Tuvo el suceso el revés de lo que esperaba y de tristeza murió miserablemente, podrido entre grandísimos dolores.

Luego Barcia refiere a Uvyfliet en el Argumento de su descripción Ptolemaica, en el de la Tabla de la Florida, fol. 178, quien dice de Hernando de Soto: «entregado todo a buscar minas de oro, sin cuidar de poblar, murió de tristeza y sus compañeros fueron muertos y derramados por los indios». La empresa de De Soto queda presentada por las voces extranjeras como ejemplo de codicia y negligencia. Gerónimo de Bençon (Girolamo Benzoni), cuya Historia del Nuevo Mundo Barcia cita incluida en la quinta parte de la América de Teodoro de Bry, es también incluido en este grupo. De este último, Barcia dice: [...] supone encontró indios que traían collares y joyas de oro, y que informado de ser naturales de regiones muy remotas, teniendo por cautela esta noti-

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Fernández de Oviedo 1959: 197-201. Annales mundi sive Chronicon universalis secundum optimas chronologorum epochas ab orbe condito ad anno Christi 1663 perductum (Paris, 1662-1663). 85

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cia, los mandó atormentar para que dijesen de qué parte traían el oro, amenazándoles con quemarles vivos [...] medrosos, prometieron guiarle, [...] y no habiendo parecido [...] mandó cortar las manos (serán las caras, ya referidas) a los caciques.

Contra esto argumenta Barcia, «las manos no se cortaron por Hernando de Soto que ya era muerto, sino por Luis Moscoso de Alvarado, su sucesor, teniendo motivo bastante para darles muerte afrentosa, como falsos amigos, espías, traidores, según cuenta el Inca en el Libro V, capítulo XV». Hemos mencionado que las ofensas a Hernando de Soto atacan lo que Barcia delinea como su virtud de soldado y conquistador, que al ser puesta en cuestión repercute directamente en la legitimidad de la conquista. A partir de la defensa de Barcia de Hernando de Soto es posible reconstruir dos bandos históricos: el de los «envidiosos» o «mal informados» y el de los «juiciosos» y «eruditos». En el primer grupo se enlistan fray Bartolomé de las Casas; el obispo Agustín Padilla, en su Historia de la provincia de Santiago de Megico; el P. Fr. Antonio de Remesal, en su Historia de la provincia de San Vicente; Juan Bautista Ramusio, en su Sumario de la historia de las Indias Occidentales; Teodoro de Bry, en su América; Uvyfliet, en su Argumento de su descripción ptolomeica y Tabla de la Florida; Jacobo Augusto Thuano; Luis Moreri, en su Gran diccionario histórico, y Gerónimo Bençon. En el segundo, se agrupan fray Buenaventura de Salinas y Córdova, en su Memorial de la Historia del Nuevo Mundo; Juan Solórzano y Pereira, en su Política Indiana; Diego Fernández, en su Primera y segunda parte de la historia del Perú; Gonzalo Fernández de Oviedo y Valdés, en su Historia general de las Indias; Antonio de Herrera en sus Décadas; Bernal Díaz del Castillo, en la Conquista de la Nueva España; Diego López Cogolludo, en su Historia de Iucathan; Prudencio de Sandoval, en su Historia del Emperador Carlos V, y el padre Felipe Briet en sus Annalis mundi. Los primeros califican a Hernando de Soto como tirano y «especifican crueldades sólo fundadas en la incertidumbre de sus conjeturas». En última instancia, pareciera que estas crueldades ponen en cuestión a los ojos de Barcia el carácter mismo de Hernando de Soto como cristiano al resaltar en su empresa la crueldad y avaricia. Esto explicaría su particular cuidado en retomar y refutar las distintas versiones de la muerte de éste para resaltar que murió cristianamente. Barcia termina su «Proemio» diciendo:

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De este modo son todas las cosas, con que los Estrangeros mortifican la Fama de Hernando de Soto, a cuia Gloria erigió la Historia presente el Inca, aun ignorando tan Calumniosas voces, las cuales no cesan de derramar los Estraños, en sus Regiones, y aun las pasan á los Pueblos de los indios, sin perder occasion, de infamar la Virtud, y el Merecimiento de tan generosa nacion, apeteciendo, como buena Obra, su aborrecimiento: no bastando concluirlos, para avergonçarlos; porque como dice San Gregorio Niseno, en la Oracion de Trinitate […] Quien leiere esta Historia, conocerá en ellos facilmente, las Frases del odio, que descubre su Verdad, en la Elegante sencillez de su Contexto, Indice de su incontrastable Firmeça.

La «Aprobacion del Rmo. P.M.Fr. Francisco Montiel de Fuentenobilla, Calificador de la Suprema y General Inquisicion, Examinador Synodal del Arçobispado de Toledo, y Provincial de la Provincia de las dos Castillas, del orden de Nuestra Señora la Madre de Dios del Carmen, de Antigua, y Regular Observancia», fechada el 30 de octubre de 1720, que sigue a este «Proemio», presenta una nueva valoración de la Florida y expone explícitamente la concepción de la historia que guía a Barcia y a su colección. Sostiene: […] el Autor cumplió cabalmente con las Criticas Leies de la Historia, que son Verdad fundada en Fieles Testimonios, y Testigos Fidedignos, propriedad en las voces, y energia en la Clausulas. Es la Historia propiamente vn Espejo, en que se debe mirar qualquier Racional Entendimiento, porque en ellas encuentran Virtudes, que mueven á seguir los buenos, y vicios detestables, que manifiestan el misero paradero de los Malos.

4.3. Ensayo cronológico para la Historia General de la Florida: una ampliación de la Florida del Inca El Ensayo cronológico había sido mencionado ya en el título de la reedición de la Florida del Inca.86 Ésta es la única obra original publicada por Barcia en su 86 Ensayo cronologico, para la Historia General de la Florida. Contiene los descubrimientos, y principales sucesos, acaecidos en este Gran Reino, à los Españoles, Franceses, Suecos, Dinamarqueses, Ingleses, y otras Naciones entre sì, y con los Indios: cuias Costumbres, Genios, Idolatria, Govierno, Batallas, y Astucias, Se refieren: y los Viages de algunos Capitanes, y Pilotos, por el Mar de el Norte, à buscar Paso à Oriente, ò union de aquella Tierra, con Asia. Desde el año 1512. Que des-

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serie de reediciones. Su aparición interrumpe la reedición de las obras de Garcilaso, pero se postula como una ampliación del texto de Garcilaso. La aprobación de Fr. Francisco Montiel de Fuente Novilla que la acompaña subraya esta dependencia: «aunque el Inca Garcilaso de la Vega, escrivio por Testigos de vista, la Verdad en la Jornada de Hernando de Soto, los muchos que han escrito de la Florida, han puesto su Historia en notable confusion».87 Resulta paradójico que «la Araucana en prosa», como Ventura García Calderón la denominara, una obra en «equilibrio entre la historia y la literatura», en palabras de Aurelio Miró Quesada, haya sido rescatada como historia fundamental de la Florida en la España del siglo XVIII, un período marcado –como hemos señalado– por la influencia de Mabillon, fundamento de la historia científica que hace de los documentos sus pilares. No solo porque su contenido histórico se encuentra aún debatido, sino también por el «caracter lleno de idealizaciones y aventuras» en que se desenvuelve el relato.88 Sin embargo, la obra aquí es considerada documento histórico y lo rescatado es la tendencia renacentista de la utilidad de la historia que Garcilaso señala. En el prólogo que acompaña al Ensayo, Barcia indica dos motivos que guían su escritura: el mismo deseo que Garcilaso tuviera de ver la región conquistada, y la confusión que provoca la proliferación de nombres de costas, cabos, pueblos y ríos que los «Franceses, Ingleses, Olandeses, Dinamarqueses, Suecos, y Noruegos, han dado» donde han llegado o imaginado llegar, olvidándose los que antiguamente tuvieron impuestos por los españoles. Durante los años en que Garcilaso trabajara en la Florida, Francia era la principal amenaza que España debía enfrentar en el territorio.89 Para el momento en que Barcia presenta su segunda edición, la presencia extranjera es mucho más fuerte, la supremacía inglesa en el Atlántico es irreversible y las zonas que cubriò la Florida, Juan Ponce de León, hasta el de 1722. En la carátula, se continúa: «Escrito por Don Gabriel de Cardenas Z. Cano dedicado al Principe nuestro Señor». (Con Privilegio en Madrid). Se indica que fue impreso en la «Oficina Real» a costa de Nicolás Rodríguez Franco. 87 Fuente Novilla figura como miembro de la Orden de Nuestra Señora del Carmen, de Antigua, y Regular Observancia, Calificador de la Suprema, Examinador, Synodal del Arçobispado de Toledo, Prior del Real Convento de Madrid, y Provincial de la Provincia de las dos Castillas. 88 Miró Quesada 1965: 155. 89 Recordemos que un grupo de franceses protestantes dirigidos por Jean Ribaul se establece en la zona en 1564 y que esto motivó la expedición de Pedro Menéndez de Avilés que resultaría en la fundación de San Agustín.

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habían sido reconocidas por los españoles se encuentran ahora pobladas por extranjeros. Hay un problema legal detrás de las quejas que Barcia mismo explicita: «Hasta aora valian, por Leies Juridicas, las Cartas Geographicas, mas ya, como advierte nuestro Author, no valen estas Cartas, aun para conocer en bosquejo a las Indias».89 Justamente en 1665, y a pesar de un tratado que acordaba explícitamente Carolina como límite sur de las posesiones inglesas en la Florida, se imprime un mapa que incluye como posesión inglesa no sólo San Agustín, poblado español, sino también la parte norte de la península.90 La confusión que refiere la aprobación de Fuente Novilla proviene justamente de esta superposición de historias y espacios. La finalidad de la obra de Barcia es despejar esa confusión, rediseñar en la letra una Florida española. En estos paratextos, nombrar es poseer. Sin embargo, no alcanza. Su rearticulación de una Florida española se basa entonces en el origen de su población, que considera proveniente de La Española, Cuba y Borinquen, posesiones españolas, y en segundo lugar, en el hecho de que Ponce de León fuera no sólo «su primer descubridor» sino también el primero que da a la zona un nombre universal. Ésa es su declaración de derechos. El prólogo se dedica a recoger pacientemente versiones contradictorias y superpuestas que tejen el presente de aquella conflictiva zona. Una de ellas, por ejemplo, –sostenida entre otros por Calveton, Jacobo Augusto Thuano, Juan Bautista Ramusio, Francisco Bacon y Larrey– presenta a Gaboto como descubridor de la Florida. Barcia cita por extenso a Pedro Mártir de Anglería y Herrera para contradecir en detalle aquel relato. De esta manera, luego de la proliferación de confusos años, oscuras latitudes y múltiples nombres, queda establecido sin discusión para el lector que «en este Viage, nada ai cierto». En realidad, el prólogo de Barcia desdibuja más que reconstruye. La proliferación de designaciones es retomada detallada e irónicamente a través de distintos autores. Christiano Le Clerq habla de dos Floridas, la española y la inglesa, y la francesa y holandesa. Herrera menciona también dos Floridas, la conocida y la ignorada. Sebastián de Oviedo, en su Índice del mundo conocido, la hace parte de la Nueva Francia o Canadá, siendo para Barcia que éstas son provincias de la primera. Moreri la reconoce como ensenada mexicana que para los españoles incluye Virginia, reconocida según indica Barcia por el

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Sobre la cartografía de la Florida, véase Galoway (2006). Gold 1969: 12.

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adelantado Pedro Menéndez, y Nueva Francia. Las contradicciones son difíciles de seguir para el lector. Nicolás de Fer en su mapa estampado en 1718 presenta el caso más extremo: «llama Lusiana a todo el Pais y a la Punta, o Cabo, a que estrechan algunos la Florida […] llama Peninsula de Lusiana, demarcandola como Provincia Francesa. De suerte que las Poblaciones de los Españoles las deja como Habitaciones de Estrangeros, haciendo […] con la Pluma Uno, lo que no han logrado, con las Armas, tantos». Según Barcia, quien consulte este mapa imaginará que la Florida se ha sumergido. «Lo que el nombre comprende y (los españoles) deberían poseer», indica, lo describió el Inca. El límite norte se declara desconocido, pero se incluye una extensa disquisición sobre las posibilidades de que el continente se una con Asia o exista un estrecho. El Sur es el mar océano. El este, la oscura tierra de Bacallaos, de la que los españoles, señala, sólo poblaron el Cabo de Santa Elena. Al poniente, las siete ciudades, que identifica con México, «incluyendo ambas riveras del rio de la Paliçada que los Franceses llaman Colbert, Missisipi o San Luis». Tan dilatada como la define el Inca, reconoce Barcia que la han tenido todos los españoles citando como documentos no sólo a Herrera en el capítulo 8 de su Historia, sino también el Pleito que litigó el adelantado Pedro Menéndez sobre sus gastos en la conquista. El impulso nominativo de Barcia tiene amplias miras. El nombre mismo de América para el Nuevo Mundo se encuentra cuestionado: «estando ya legitimamente autoriçado el Nombre de Indias Occidentales, o Nuevo Mundo, fue ridiculo llamarlas Francia Antartica, para que pereciese este inutil antojo con sus Inventores: y tambien debiera perecer, el de America, que sin raçon impuso Americo Vespusio». El cronista general de su majestad, Pablo Yáñez de Avilés, quien firma la censura del Ensayo, sostiene que el descuido de la historia permite «el dolo mayor de la avaricia Estrangera, y de su codicia tirana» en la presentación de pruebas falsas para pretendidas conquistas justas. Según la censura, la desatención de los sucesos de Indias, «de que no se estudian mas que la llegada de las Flotas», provoca que «ni se imaginen los robos». En su prólogo, Barcia señala que la consecuencia directa de «el desaliño de nuestra Nación […] que cuida de obrar las Haçañas y no de escrivirlas» es la pérdida de aquel territorio. La escritura queda a los extranjeros que realizan otra conquista: […] la instante porfia de los Estraños, empeñados en disminuir la Florida, han conseguido, que nuestros Modernos, sin estas consideraciones, sigan sus inven-

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ciones soñadas, y repetidas en tantos Libros, y Mapas, acaso por no hallar otros […] porque sabiendo todos, quan injustamente se llaman America, las Indias Occidentales, usan de el, aun los mas eruditos Estrangeros, repitiendole tantas veces, que hacen facil, y disculpable el descuido de los proprios, que los siguen, sin reflexión.

El mismo planteo había sido presentado en el prólogo de «Cárdenas» (Barcia) a la reedición de la Florida. Al igual que aquella reedición, el Ensayo es presentado como «el mas respetable Laurel, para defenderse de los mordaces Raios de la Embidia». Así comienza la Dedicatoria de Nicolás Franco Rodríguez a Don Luis I, príncipe de Asturias, primer paratexto de la obra. Presentando la empresa conquistadora como obra de la divina providencia «que unió las Indias Occidentales al gran Imperio Español», Rodríguez Franco ofrece su edición «para Defensa de la Iglesia, Honor de esta Monarquia, y Gloria de la Orbe». Rodríguez Franco no explicita quiénes emiten esos «mordaces Raios de la Embidia». Sin embargo, la extensa aprobación de Fr. Francisco Montiel de Fuente Novilla los reconoce: «Authores Estrangeros o Embidiosos de las Glorias de España». Los Viages de los Noruegos, Dinamarqueses, Ingleses, Suecos, Olandeses, Bretones, y otros, fueron despues de aver participado al Mundo los Españoles la noticia del Descubrimiento de las Indias Occidentales, y el Catolico deseo de la Propagacion del Santo Evangelio, pues apenas acabaron de creerlo, quando embidiosa, y porfiadamente, aquellas Naciones, se introdugeron, en la Tierra, que no las pertenecia, arrastradas de su insaciable codicia, acompañada de la Heregia, que no pudieron impedir los Religiosos, desvelos, y excesivos gastos de nuestros Catolicos Monarcas.

El prólogo incluye una lista de más de cien obras que conforman la base del Ensayo y funcionan al mismo tiempo como bibliografía general sobre el tema. Un tercio de ellas son extranjeras y otra considerable parte manuscritos originales que permiten concluir que Barcia tuvo acceso a papeles oficiales y manuscritos hoy perdidos.92 Algunas de las fuentes mencionadas son: Larrey, Historia de Inglaterra; Bacon, Historia de Enrique VIII; Juan Bautista Ramusio, Discurso

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François López señala que la biblioteca de González de Barcia era reconocida como espléndida. Véase François López (1995).

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sobre el tercer volumen de sus Navegaciones; la Historia del Brasil de Francisco Sansovino; Silva de Varia Leccion, de Pedro Mexia; Historia General de las Indias, Francisco López de Gómara; Christiano Le Clerq; Juan Laet; Cornelio Uvifliet, en sus Descriptionis Ptolomaicae Argumentum, traducido al castellano en 1603; Luis Moreri, en su Gran Diccionario Historico; Historia de la Conquista y Reduccion de Yzta, de Don Juan de Villagutierre; Índice del Mundo conocido de don Sebastian de Oviedo; Viages à diferentes Estados de Europa, y Asia, emprendidos, para hallar nuevo Camino à la China, por Tierra, de P. Auril, de la Compañía de Jesús; Bunon en Notas a Cluverio; La Peyrere en Relación de Groenlandia; y Juan de Solórzano, en sus Libros del Derecho y Govierno de las Indias. La aprobación de Novilla define eficientemente el Ensayo como una «crítica cronológica», elogiando la obra por el ordenamiento de «muchos curiosos libros y manuscritos Papeles […] en los Meses, Años, y Reinados, que a cada uno pertenece». Dividida en décadas y años, comprende desde 1512 hasta 1722. Para Fuente Novilla, el Ensayo es un monumento de la historia de la Florida por su labor al «aclarar las demarcaciones de la Florida, restituiendole sus nombres propios, para maior claridad, y á los Españoles, lo que justamente es suio, dando clara, y distinta noticia de las Poblaciones, Cabos, Rios, Puertos, y Baias». El ensayo articula una historia total, que recoge toda la actividad en el territorio de la Florida sin distinción de nacionalidades, y continúa siendo considerado «the most important of the earlier general histories of Florida».93 Sin embargo, Barcia busca explícitamente diferenciarse de la Historia, indicando que sólo persigue «avisar brevísimamente a las Grandes Plumas lo que llego a nuestra noticia procurando reducir los sucesos […] a los años» para conservar la memoria de los nombres de los héroes y manifestar la pública conveniencia que se seguiría de escribir la historia. En 1725 aparece en Alcalá de Henares un curioso texto, la Crisis facil y evidente del ensayo chronologico para la historia de la Florida, publicado con el nombre de Don Gabriel de Cardenas Z. Cano, y escrito por un academico de la Real Academia Española, a quien se remite el autor con el siguiente papel, que sirve de prologo.94 La obrilla, que devela claramente la identidad de «Cárdenas» desde su título, aparece firmada por Joseph de Salazar, un seudónimo que oculta la identidad de su autor aún hasta nuestros días, pero que Rómulo

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Verne E. Vhatelain 1941. Alcalá de Henares, 1725.

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D. Carbia atribuye a don Luis de Salazar y Castro, cronista mayor de Indias entre 1691 y 1734.95 Carbia señala que este poco conocido cronista mayor resultó fundamental en los primeros años de la corte borbónica, proveyendo bases históricas para sostener los legítimos derechos del rey. Pérez Magallón por su parte recoge de Mestre las tensas relaciones existentes entre el mismo Mayans y Luis de Salazar y Castro,96 un dato que solo confirma las cercanas relaciones Mayans-Barcia y justifica el peculiar encono que caracteriza este breve folleto. Vale la pena destacar que Carbia señala éste folleto como la única pieza producida por Salazar y Castro dedicada a temas indianos. La obra, que posee una estructura ficcional, se ambienta en una posada donde el autor se encuentra con un caballero indiano, don Francisco del Castillo, quien indignado por los «desatinos de todas las especies de que se compone» el Ensayo, recorre junto con él década a década del texto señalando –según indica– no todos los errores, pero sí los necesarios «para que Vm. se contenga en lo venidero». La Crisis dirige específicamente su ataque –particularmente virulento– al Barcia catedrático de la Real Academia, o en sus propias palabras «Algebrista de la Lengua Española». Más allá de sus acusaciones de «erudición falsa, o inútil», el supuesto Joseph de Salazar se ensaña con «la pesquisa de voces, clausulas, y comparaciones impropias, y superfluas, faltas de Orthographia muy notables, y mas en un Academico, y otros defectos de estilo». La Crisis se encuentra poblada de largas explicaciones sobre los incorrectos usos de palabras o expresiones, discusiones sobre el uso de b o v, g o j, análisis de estructuras gramaticales y disquisiciones sobre la normativa del uso de mayúsculas. Si bien la crítica de Salazar no se limita únicamente a los aspectos formales, éstos constituyen la mayor parte del texto. La obra forma parte de una serie de polémicas que rodearon las primeras décadas de la Real Academia de la Lengua. Una de las acusaciones que la institución recibía en aquel período, el afrancesamiento, se encuentra explícitamente recogida. Se enumera desde el orden de palabras, considerado por Salazar directa transposición del francés, hasta el uso de la ç. Más allá de la indignación formal, Salazar señala, como su mayor osadía, que el Ensayo busca «continuar la mencionada historia de Garcilaso», quien por otro lado era «paysano» del supuesto don Francisco del Castillo. Salazar percibe

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Carbia 1934: 225. Ibíd.: 179.

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que el orden de publicación en las reediciones de Barcia sostiene tácitamente la identificación de las voces del Inca y del historiador madrileño. La Crisis se declara entonces en primer lugar una vindicación del nombre del Inca.

4.4. Primera parte de los Comentarios reales 4.4.1. La dificultad de su apropiación La reedición de la Primera parte de los Comentarios reales97 aparece en Madrid en 1723. Con esta obra Barcia finaliza sus reediciones de Garcilaso de la Vega. Aparecida originalmente en Lisboa en la casa editorial de Pedro Crasbeeck en 1609, al igual que lo fuera la Florida en 1605, la importancia de esta Primera parte en el proyecto de Barcia queda marcada justamente por esta alteración del orden en el que los textos de Garcilaso aparecieran originalmente. A lo largo de las reediciones que hemos considerado, Barcia hizo explícito que su emprendimiento editorial buscaba restituir la fama de la nación española, desvaneciendo las calumniosas injurias surgidas de la ignorancia o la envidia. En ese contexto, la reedición de la Primera parte resulta particularmente delicada. Para 1723, el texto había sido traducido al inglés en 1688, y de la traducción al francés de Jean Baudoin en 1633 existían al menos cuatro reediciones, como veremos en el capítulo dos. Al igual que ocurriera con la Brevísima relación de la destrucción de las Indias de Bartolomé de Las Casas, este texto había despertado gran interés en el público europeo y permitió una nueva lectura de la leyenda negra española. El texto de Garcilaso sostiene la apropiación. Al presentar la historia a través de un benéfico marco neoplatónico, Garcilaso hace a los incas reyes filóso-

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El título completo en la edición de Barcia es: PRIMERA PARTE DE LOS COMMENTARIOS REALES, QUE TRATAN, DE EL ORIGEN DE LOS INCAS, REIES, QVE FVUERON DEL PERU, DE SV IDOLATRIA, LEIES, Y GOVIERNO, EN PAZ, Y EN GUERRA: DE SVS VIDAS, Y CONQUISTAS; Y DE TODO LO QUE FUE AQUEL IMPERIO, y su Republica, antes que los Españoles pasaran, à èl, ESCRITOS POR EL INCA Garcilaso DE LA Vega, Natural del Cozco, y Capitan de Su Magestad. DIRIGIDOS A EL REI NUESTRO SEÑOR. SEGVNDA IMPRESION, ENMENDADA: Y AñADIDA LA VIDA DE INTI CUSI TITU IUPANQUI; PENULTIMO INCA; CON DOS TABLAS; UNA, DE LOS CAPITULOS y otra, de las Cosas Notables. Con Privilegio: En Madrid. En la Oficina Real, y à Costa de Nicolás Rodríguez Franco, Impresor de Libros (1723).

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fos, practicantes de una religión natural emanada del ejercicio de la razón, operación de la luz divina de la cual la inteligencia humana participa. El Incario resulta en su narración el principio de la civilización en el Perú. Rasgos como la bondad de sus príncipes, sus ordenadas conquistas, su ejemplar administración de justicia, la erradicación del hambre del imperio, no pueden menos que evocar la posición tomista sobre la soberanía de los infieles, que si bien fuera concebida en la edad media en relación con el enemigo musulmán, constituyó la base de la reacción dominica de cuestionamiento a la conquista y sus procedimientos. Según Santo Tomás, el derecho divino, que procede de la gracia, no anula el derecho humano, que procede de la razón natural. En consecuencia, la jurisdicción de los príncipes no cristianos es legítima si éstos respetan las normas de la ley natural: la preocupación por el bien común, la justicia y la paz. Ésta fue la base de las tres categorías de infieles concebidas por el cardenal Cajetán en 1517 y cuya tercera categoría, aquellos que nunca tuvieron contacto con la cristiandad y en consecuencia son legítimos propietarios de sus tierras y bienes, puede aplicarse con facilidad a los incas.98 Es justamente a través de Las Casas, quien fuera uno de los historiadores contra los que la reedición de Barcia de la Florida se diseñaba, que estas posiciones aparecen en la Primera parte. Las repúblicas del mundo [1575] de Jerónimo Román y Zamora, una de las fuentes de información sobre el Incario consultada por Garcilaso, resume al dominico. Las Casas, quien había sido fuertemente influenciado por Cajetán y las concepciones tomistas,99 sostenía explícitamente la legitimidad del Incario y su derecho a gobernarse a sí mismo.100 Aun si no explícitamente, la validez de la conquista y sus medios resulta cuestionada en la Primera parte. Un hecho que, a contar por la rápida difusión del texto en Europa, evidentemente fue percibido con claridad en el extranjero. El primer paratexto en la reedición de Barcia, la dedicatoria de Nicolás Rodríguez Franco a Felipe V, posiciona a la obra como una restitución de la historia de los incas a la Corona española, señalando como defensa de ésta su derecho a la soberanía sobre el Nuevo Mundo. La conquista es allí presentada como una cruzada católica y Felipe V es declarado el mayor monarca de la tierra por designio divino, cuya superioridad queda aclamada definitivamente por el señorío del Perú y su particular forma de gobierno que compite con griegos y romanos. 98 99 100

Milhou 2000: 33-35. Ibíd.: 35. Adorno 1991: 4.

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A la dedicatoria de Rodríguez Franco le sigue el «Proemio al lector» que Garcilaso incluyera en la primera edición a continuación de las aprobaciones y licencias, y de la «Dedicatoria a la Serenissima Princesa Doña Catalina de Portugal, Duqueza de Bragança &c», que obviamente se ha suprimido en la reedición. El «Proemio» presenta los usuales cambios en el sistema de puntuación utilizado y en la normativa ortográfica que fueran observados en las reediciones anteriores. Las «Advertencias acerca de la lengua general de los indios del Perú» aparecen a continuación, al igual que en la primera edición de Lisboa. Pero en la edición de Barcia, alterando el orden de la primera edición donde la «Tabla de los Capítulos» se ubicaba a continuación de las «Advertencias», se intercala entre ambos textos una sola aprobación rescatada de entre las originales, la «del Rmo. P. Fr. Luis de los Ángeles, Lector de Theologia, en el Convento de San Francisco, de Lisboa». La tabla de contenidos es la misma que se encuentra en la primera edición. Los únicos cambios introducidos son de puntuación, de tipo ortográfico y en la disposición de la información, ya que, al igual que en las otras reediciones, los números de los capítulos se ubican delante de sus explicaciones. Lo que desaparece en la edición de Barcia es el escudo de armas de Garcilaso, que en la primera edición apareciera entre la tabla y las erratas y el cuerpo textual. En esa posición aparece en la edición de Barcia el «Prólogo a esta segunda edición, de don Gabriel de Cárdenas». Este texto es sin lugar a dudas la obra más mencionada de Andrés González de Barcia. Como hemos mencionado, John Rowe, en «El movimiento nacionalista Inca del siglo XVIII», llega a señalarlo como responsable de la incautación de esta edición en 1782, luego de la rebelión de Tupac Amaru, indicando que incluía una profecía originalmente mencionada por Sir Walter Raleigh en The discovery of the large, rich and beautiful empire of Guyana, que vaticinaba la restauración del Incario a partir de una alianza con Inglaterra. 4.4.2. «Prólogo a esta segunda edición, de don Gabriel de Cárdenas»: dos agregados al Inca101 Considerado a la luz de las reediciones anteriores, el prólogo de «don Gabriel de Cárdenas» vuelve sobre los tópicos de la envidia extranjera y la ignorancia 101

Una temprana versión de este apartado, «El Inca Garcilaso en la edición de Barcia», apareció en Balderston et al. (2004).

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pero introduce un nuevo giro en la argumentación que busca sostener la honra de la nación española. Bartolomé de Las Casas continúa articulando uno de los focos polémicos. Sin embargo, este prólogo no es explícito. La reedición de la Primera parte de los Comentarios reales resulta clave en este sentido debido a la recurrente preocupación del dominico por el particular caso de la conquista y colonización del Perú. Ya Polo de Ondegardo había señalado a Las Casas como responsable de cimentar la concepción de la legitimidad Inca en el rey y sus ministros, y el Tratado de las doce dudas de 1564 y el concerniente a los tesoros de las tumbas de 1562, De thesaurius qui reperiuntur in sepulchris indorum, se ocupaban específicamente de proponer la restitución del Incario al príncipe Inca Titu Cusi Yupanqui, basándose fundamentalmente en el derecho a la soberanía de todos los pueblos.102 En esta discusión, el famoso prólogo de Barcia a la Primera parte de los Comentarios reales resulta comprensible. Considerado de manera aislada, guarda sólo una delgada conexión con la obra que prologa. Es más, las referencias que realiza a las obras de Garcilaso remiten únicamente a la Segunda parte de los Comentarios reales, y los eventos que en él son narrados también se incluyen en el marco temporal que esa parte abarca. Al parecer, restituir la historia de los incas sólo puede efectuarse a partir de una discusión de la Segunda parte, donde la herencia española de Garcilaso es puesta en escena. En su ordenamiento, el prólogo guarda semejanzas con el de la Florida. Partiendo nuevamente de la reconocida autoridad del Inca, «maior apoio de la Verdad», Barcia declara la necesidad de llenar un silencio de la obra. Al igual que en el Ensayo cronológico, y que en las posteriores reediciones de la Biblioteca de León Pinelo y El origen de los indios de Gregorio García, Barcia busca completar la obra de Garcilaso incorporando esta vez dos sucesos ausentes en su narración. El primero concierne al descubrimiento del Perú y una supuesta comunicación entre Colón y Atahualpa mencionada en Nova, Typis transacta, Navigatio [1621] de Honorio Philopono.103 La segunda, apo-

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Ídem. Honorio Philipono, Nova, Typis transacta, Navigatio, Novi Orbis, Indiae Occidentalis, Admodum RR.PP. as FF.Reverendisimi, atque Ill.Buellio Cataloni, Abbatis Montiserrati, & in Universam Americam, sive Novum Orbem S.S. Apostolica Legati, & Patriarchae, Sociorumque Monachorum ex Ordine S.P.N.Benedicti, ad supradicti Mundi Novi Barbaras Gentes, Christi S.Evangelium Praedicandi Gratia Delegatorum Sacerdotum, &c. Dimisis per S.DD.Papam Alexandrum VI. Anno 1492 (Linz, 1621). 103

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yada directamente en la Corónica moralizada del orden de San Agustín en el Perú [1638] de Antonio de la Calancha, incorpora el relato del reinado de Titu Cusi Yupanqui, ausente en Garcilaso. Ambos sucesos narran momentos fundacionales de la violencia colonial. El autor de Nova, Typis transacta, Navigatio es Caspar Plautius, un monje benedictino en la abadía de Setenstetten en la baja Austria, que utiliza el seudónimo de Honorio Philopono para poder dedicarse a sí mismo esta obra. Este oscuro personaje que critica fuertemente la América de De Bry por sus faltas de rigor histórico, realizando sin percibirlo los mismos errores, no publicó otra obra que la Nova, Typis transacta, Navigatio, ni alcanzó con ésta una gran popularidad.104 Barcia le dedica, sin embargo, una extensa sección en este prólogo. Recoge «por maior» el fragmento dedicado al segundo viaje de Colón, durante el cual según Philopono se habría descubierto el Perú. El relato de Philopono, como Barcia transcribe, se encuentra plagado de errores: 104

La noticia biográfica fue extraída de Joseph Sabin (1867: 194-195). El libro de Philopono no ha sido reimpreso desde su aparición en 1621 pero sus 18 maravillosas ilustraciones, realizadas por Wolf Kilian, han alcanzado una difusión propia. El propio Barcia en Historiadores primitivos de las Indias, editado póstumamente en 1749, incluye un Examen apologético de la historica narracion de los naufragios, peregrinaciones y milagros de Álvar Núñez Cabeza de Baca, en las tierras de la Florida, i del Nuevo México de Antonio Ardoino. El texto, cuyo encabezado aclara que fue impreso originalmente en 1736 en la imprenta de Juan de Zúñiga, se escribe específicamente en contra de la «incierta, i mal reparada censura del P. Honorio Filopono o del que puso su nombre, el libro intitulado: Nova Typis transacta navigatio Novi Orbis Indiae Occidentalis…». De acuerdo con Ardoino, Filopono descalifica a Álvar Núñez como mentiroso en su relato de los milagros realizados durante su expedición a la Florida. El examen se articula la defensa de los Naufragios en torno a dos ejes: «la defensa primero de lo historico y segundo de los milagros en la conformidad que se expresan para que la acusacion de lo fabuloso, se supedite i comparezca como reyna la verdad de la historia». Este ensayo estipula una particular definición de la historia: «Es la Historia una fiel relacion de los sucesos acontecidos en aquel tiempo que la historia se escrive i propriamente de escritores de las mesmas eras […] siendo de mayor aceptacion i credito de los historiadores, que se declaran, .i acumulandose el respeto de la verdadera, como de mas cierta a la historia quando el que escrive refiere aver visto los sucesos que cuenta». Y continúa: «Para esta credibilidad, fe humana, credito o asenso de ser verdad lo que se propone es su primer fundamento la rectitud i legalidad del que escrive [...] i parece incontrastable quando a esta se le anade la circunstancia de asegurar el escritor averlas oido de personas dignas bien opinadas i aceptas i mucho mas sera indubitable quando pasa a testificar averlas ocularmente visto e intervenido en ellas». Philopono obviamente no entra en esta categoría. Para una noticia más extensa sobre el texto de Ardoino, véase Adorno/Pautz (1999: vol. 3, 168-170).

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fechas, zonas descubiertas y personajes de los distintos viajes se mencionan indistintamente. Según Philopono, Colón habría pasado directamente a Roma al regreso de su primer viaje para dar cuenta al Papa de su descubrimiento. El sumo pontífice habría encargado a un grupo de monjes benedictinos acompañar a Colón para evangelizar el Nuevo Mundo, entre ellos el padre Buil. Así, en el segundo viaje, Colón habría arribado a la isla de la Santa Cruz, La Española, Cuba, Jamaica y finalmente el Darién. No resulta difícil darse cuenta de que, a manos de un benedictino como Philopono, el foco del relato son las acciones del padre Buil y los monjes que lo acompañan. El fragmento correspondiente al encuentro con Atahualpa permite comprender la importancia otorgada a este grupo en el relato de Philopono. De acuerdo con su narración, después de la llegada de Colón al Darién en 1497, se enviaron expedicionarios a reconocer hasta los confines del Perú, por lo cual Atahualpa tuvo noticia de la llegada y envió indios principales a recibirlos y llevarlos al Cuzco. Al saber Colón de este imperio, emprendió el camino al Cuzco acompañado de una comitiva en la que figuraba el padre Buil. Atahualpa los recibió hospitalariamente y escuchó con atención el mensaje del rey que Colón le trasmitía «deseandole Paz, Salud, y Felicidad, para cuio logro eterno, dijo, le embiaba aquellos Religiosos de San Benito, Predicadores de Dios, en que conocería el Amor, y Benevolencia del Rei». Atahualpa, admirado de la majestad de los reyes católicos, albergó ricamente en su corte a la comitiva. Al cabo de cuatro días los mandó llamar y en esa entrevista el padre Buil predicó un sermón con los evangelios en la mano. Atahualpa, que imaginó que el libro hablaba, lo tomó, lo hojeó y lo llevó varias veces a sus oídos y, como no percibía nada, lo arrojó al suelo. Los españoles quisieron acometerlo pero el padre Buil aplacó los ánimos y regresaron a sus habitaciones. A los pocos días, Atahualpa los mandó llamar nuevamente y explicó que necesitaba más tiempo para decidir si su gente había de recibir la religión cristiana pero que los albergaría con gusto si decidían quedarse. Colón habría resuelto regresar a sus navíos, sabiendo que no estaban seguros, y al hacerlo descubrió que muchos de sus hombres habían sido asesinados. Frente a esto, se quejó a Atahualpa diciéndole que si no quería la amistad de los españoles, le declaraba la guerra, lo que el inca desatendió, guiado por una de sus mujeres y sus falsos sacerdotes. Según Philopono, ésta fue la razón por la cual Pizarro sujetó el Perú: para vengar la muerte de los que fueron con Colón.

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De esta manera, Barcia vuelve a narrar una escena fundacional de la conquista del Perú: el primer encuentro en Cajamarca entre el padre dominico Vicente de Valverde y el príncipe incaico Atahualpa. Existen múltiples versiones del encuentro. Remitámonos a una para recordarlo. En el relato de Francisco López de Gómara, en su Historia general de las Indias, Atahualpa escucha las palabras de Valverde que lo instan a abandonar sus creencias por falsas y a aceptar la verdad del Dios cristiano, sometiéndose al rey de España, y le pregunta a Valverde cómo sabe lo que dice. Valverde le responde que lo dice su breviario, ante lo cual Atahualpa pide el libro, lo mira, lo hojea, y diciendo que a él no le dice nada, lo arroja al suelo, motivando la voz de ataque de Valverde. Poco después, Atahualpa fue hecho prisionero y, diez meses después, ajusticiado, iniciándose así la conquista sistemática del imperio inca.105 Existen entre los cronistas múltiples variantes sobre cómo llega el libro a manos de Atahualpa, sobre de qué libro se trata y sobre qué dijo con exactitud cada uno. Lo que pertenece al núcleo constante de la escena, como ya lo señalara Sabine MacCormack, es que el inca pone de manifiesto la materialidad del libro en tanto objeto.106 Su pregunta invoca justamente, de manera explícita en el relato de Gómara, que siguen también los cronistas Agustín de Zárate y fray Martín de Murúa, el acto histórico de enunciación.107 La pregunta de Atahualpa recupera el libro en el corazón de la relación colonial y el estatuto histórico de la enunciación. Barcia refuta la versión de Philopono, recogiendo el relato del segundo viaje de Colón en tres autores: Antonio de Herrera, Francisco López de Gómara y Gonzalo Fernández de Oviedo. Los refiere primero a cada uno en forma separada, y realiza luego un resumen final puntualizando las diferencias que surgen entre ellos y el relato de Philopono. En ese resumen, Barcia remarca el rol del padre Buil en el segundo viaje. Destaca el hecho de que éste había sido designado por los reyes católicos, e indica que la intención de Philopono es otorgar a la orden benedictina un rol preponderante en la colonización de América, desestimando la responsabilidad de la Corona en el proceso y, en consecuencia, sus derechos a la conquista. Así, Barcia declara que a su llegada del primer viaje, Colón pasa no a Roma sino a Barcelona,

105 106 107

López de Gómara 1979: CXIV. MacCormack 1988: 184. Para un cotejo de las distintas versiones de esta escena, véase Cornejo Polar (1994).

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donde informa a los reyes del descubrimiento, y que son éstos quienes informan al papa y envían al padre Buil con autoridad apostólica y a otros religiosos junto con Colón en su segundo viaje. También recoge las diferencias entre Colón y el padre Buil durante ese viaje: el consejo de este último de prender a Guacanari, cacique del Darién, frente a la muerte de los españoles que habían quedado en La Española; su indignación con Colón cuando éste decide recortar las raciones en la Isabela frente a la escasez de alimentos y su alianza con mosén Margarit para desacreditar al almirante frente al rey. Esto, según Barcia, sería el principio de los problemas de Colón con la Corona española que a la larga le valdrían la pérdida de la gobernación de aquellas tierras. Ninguno de estos sucesos es recogido por el padre Philopono, cuyo relato convierte al padre Buil en un personaje ejemplar, clave para la «buena» conquista de América. Barcia se detiene en las razones de Philopono para ofrecer un relato tan descabellado. Reconoce que la narración del benedictino busca subrayar a Buil como primer vicario de América, pero también reconoce que para eso no hubiera sido necesario dar una versión tan alejada de la verdad y tan contraria a las autoridades reconocidas. Barcia supone que el error proviene de un manejo indirecto de las fuentes, lo cual señala como motivo de las versiones frecuentemente tergiversadas sobre la conquista que muchas veces ofrecían las obras extranjeras. Considera que Philopono no consultó las crónicas y mucho menos los originales que declara escasos, siendo ésta una de las razones que justifican su proyecto de reediciones. Barcia señala que Philopono sólo cita versiones en traducción o fuentes que había visto citadas por terceros. Concluye que alguien le habría referido los relatos y que hubo en ese proceso una confusión vergonzosa. Con respecto a la escena de Cajamarca, la del encuentro entre Valverde y Atahualpa, y a diferencia de lo que hace con el relato del segundo viaje, Barcia no recoge textualmente ninguna autoridad para refutar el relato de Philopono, y esto a pesar de que el fragmento correspondiente a este evento representa textualmente más de la mitad de lo resumido del texto del benedictino; simplemente, se limita a remitir al lector al relato del descubrimiento que Garcilaso ofrece en el libro primero de la Segunda parte de los Comentarios, diciendo que «concordando substancialmente le siguen las demás autoridades». Sin embargo, cuando el lector se remite a esa sección, se encuentra con una sorpresa: en relación con la escena del encuentro en Cajamarca, las autoridades y Garcilaso difieren.

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Como es sabido, la narración del episodio Valverde-Atahualpa en Garcilaso es bastante particular. Citando a Blas Valera y a través de él la tradición de los quipus o nudos historiales, Garcilaso construye un relato en el que ni Valverde da la voz de ataque ni Atahualpa arroja libro alguno. En su versión, mientras Atahualpa respondía al parlamento de Valverde, los españoles arremetieron contra los indios para pelear con ellos y quitarles las joyas de oro, plata y piedras preciosas con las que se habían adornado para recibir la «embajada del monarca del universo». El Inca, viendo lo que pasaba, mandó a los suyos que no hiriesen a los españoles, aun si él resultaba preso o muerto. Valverde, alborotado con la repentina gritería, se levantó de prisa, soltando la cruz que tenía en las manos y causando que el libro se cayera de su regazo; alzándolo del suelo, fue a los suyos pidiendo que no le hicieran daño ni al Inca ni a los miembros de su séquito. Como vemos, existen similitudes entre el comportamiento del fraile en el relato de Garcilaso y en el ofrecido por Philopono: en ambos, los religiosos buscan evitar el ataque. Sin embargo, en el relato de Garcilaso, conforme al benévolo cuadro neoplatónico que la Primera parte ofrece del imperio incaico, Atahualpa aparece dispuesto a la evangelización de su pueblo. En su versión de la conquista, la violencia resulta injustificada. En la versión de Philopono, en cambio, la conquista de Pizarro resulta impecablemente amparada por el ataque sin motivo que había sufrido Colón con anterioridad a manos del mismo Atahualpa. El hecho de que Barcia recupere la escena fundacional de la conquista del Perú no es entonces casual, justamente porque dicha escena otorga la justificación de la conquista, ya que la reacción de Atahualpa ante el libro de Valverde fue el principal pretexto en favor de ésta. Si bien Barcia refuta explícitamente el relato del benedictino, elige referir en extenso esta escena, donde las acciones de Pizarro resultan ampliamente justificadas por ser reacción a un ataque anterior. Y aún más, a través de un interesante giro argumental, Barcia remite a las versiones oficiales del encuentro Atahualpa-Valverde, sosteniendo su razón y justificación, y abriendo así un espacio de contradicción con Garcilaso. En su justificación de la conquista, y a través de su prolija refutación de Philopono, Barcia busca específicamente realzar el rol de la Corona española en la conquista de América, aun por encima de la autoridad eclesiástica. En este sentido, el segundo asunto introducido por Barcia en su prólogo marca más claramente la operación que la reedición ejerce sobre el texto de Garcila-

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so. Este segundo asunto no es otro que el relato del reinado de Titu Cusi Yupanqui, omitido por Garcilaso en su listado de los incas reinantes.108 En sus propias palabras, Barcia justifica este agregado «para que Historia tan insigne quede más completa». Titu Cusi, segundo hijo de Manco Capac y hermano de Sayri Tupac, a quien sucediera en el trono, gobernó en Vilcabamba entre 1560 y 1571. Cuando en el capítulo XVI, libro octavo, de la Segunda parte, Garcilaso introduce al sucesor de Sayri Tupac, sólo menciona a Tupac Amaru, ignorando por completo a Titu Cusi, quien reinara entre ambos. Barcia señala la Coronica moralizada del orden de San Agustín en el Perú del padre agustino Antonio de la Calancha como origen de este agregado y disculpa el silencio del Inca con el argumento de que estaban incompletas las relaciones que, cuando éste escribiera la obra en España, le enviaran sus camaradas de escuela.109 La noticia del reinado de Titu Cusi que Barcia incorpora tiene a Calancha como fuente indiscutible y sólo agrega al relato del agustino dos cartas firmadas por Titu Cusi en 1568, dirigidas al provincial de los agustinos fray Juan de San Pedro, presentes, según se indica, en la biblioteca de González de Barcia. Barcia resume prolijamente los primeros nueve capítulos del libro cuarto de la Coronica del agustino, dedicados al martirio de fray Diego Ortiz, convirtiendo la compleja estructura argumentativa que caracteriza la crónica de Calancha en un discurso linealmente histórico. Desmadejando uno de los discursos presentes, Barcia recoge de manera fiel y detallada la historia de los

108 Recordemos que, en la Primera parte de los Comentarios reales, Garcilaso no pasa del momento de la conquista española. Desde esa perspectiva, el reinado de los incas termina en 1532. El reinado de Titu Cusi debería haber sido incluido en la Segunda parte de los Comentarios reales, donde se refieren los príncipes herederos del imperio incaico. Sin embargo, como veremos, no se encuentra mencionado. Este particular desplazamiento de elementos que pertenecen cronológicamente al relato de la Segunda parte hacia el prólogo de la Primera parte constituye el foco de nuestro análisis. 109 Coronica moralizada del Orden de San Avgvstin en el Perv, con svcesos egenplares en esta monarqvia… Compesta por el mvy reverendo padre maestro fray Antonio de la Calancha (Barcelona, 1638). Francisco Carrillo, en su Cronistas de convento y cronistas misioneros (1999), señala a Calancha como el más completo y universal cronista de convento. Nacido en Chuquisaca en 1598, fue nombrado cronista de su orden y recorrió dos veces el Perú en busca de noticias para su obra. La Coronica comienza a escribirse en 1631 y su primer volumen sale en Barcelona en 1638. El segundo, que aparece en Lima en 1653, quedó incompleto y fue continuado por Bernardo Torres.

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dos sacerdotes que ingresan a Vilcabamba y el minucioso relato de sus innumerables padecimientos, y elimina sólo las referencias bíblicas y a la historia de la antigüedad. Calancha no contextualiza estos eventos dentro del desarrollo de la conquista ni tampoco lo hace Barcia. Permítasenos entonces reponer la contextualización del período tratado para intentar comprender la necesidad de este agregado en Barcia. Según señala Barcia, se ignora si Titu Cusi fue aclamado como Inca a la salida de Sayri Tupac de Vilcabamba o si la aclamación se realizó a la muerte de éste; en lo que parece haber acuerdo es en que Titu Cusi quedó como jefe en Vilcabamba tras la salida de Sayri Tupac. Sin embargo, Barcia no menciona que, luego de la muerte de Sayri Tupac, Titu Cusi comienza una sistemática persecución de los españoles en el valle de Tambo y las proximidades de Apurimac y hace insegura la ruta que une Cuzco y Lima.110 En 1565 fueron descubiertos sus planes para una rebelión general con levantamientos en diversas zonas del sur andino, al mismo tiempo que surgía el movimiento de taqui onqoy que fuera duramente reprimido por autoridades eclesiásticas.111 Intentando poner fin a las hostilidades, el licenciado Lope García de Castro, quien fuera responsable del gobierno del Perú a la muerte del virrey conde de Nieva hasta la llegada del nuevo virrey, Toledo [1569-1681], comenzó negociaciones para reducir a Titu Cusi Yupanqui. En el marco de estas negociaciones, el Inca entregó dos memoriales: uno, sobre los agravios hechos a su padre, que le habrían obligado a tomar represalias, y el otro, sobre las mercedes que pedía para salir de Vilcabamba y firmar las paces.112 En 1566 se firmó un tratado de paz formal por el cual Titu Cusi consentía en ser vasallo de su majestad. En ese tratado, aceptaba que se nombrase un corregidor que ejerciera la justicia en las provincias rebeldes y clérigos que las adoctrinasen, a cambio de que su hijo, luego de su conversión al cristianismo, se casara con doña Beatriz Colla, hija de Sayri Tupac. Por medio de este

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Raúl Porras Barrenechea (1962: 438); John Hemming (1970: 300-308). Este último constituye nuestra fuente fundamental para esta contextualización histórica. 111 Hemming 1970: 310; Raquel Chang-Rodríguez 1988: 7-8. 112 El otro memorial que ha llegado hasta nuestras manos fue escrito a solicitud de Titu Cusi, para ser entregado al gobernador García de Castro, justamente por el padre agustino Marcos García, quien entrara a Vilcabamba y cuyo martirio recoge Calancha en su Coronica y, a través de él, Barcia en este prólogo (Porras Barrenechea 1962: 437-439). Barcia no parece haber tenido conocimiento de ninguno de estos documentos.

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matrimonio, Titu Cusi se aseguraba una sucesión imperial y, a su vez, recibiría los indios y pueblos de Coca que el virrey Cañete había dado al padre de doña Beatriz, junto con los 3.500 pesos de pensión anual que provenían de estos territorios. Mientras se formalizaban los arreglos, el Inca permitió la entrada de fray Antonio de Vera y fray Francisco de la Veredas, quienes rápidamente catequizaron y bautizaron a Quispe Titu, hijo de Titu Cusi. Antonio de Vera permaneció en Vilcabamba para adoctrinar a los indios. En 1568, y a expreso pedido de Titu Cusi, el prior de los agustinos, Juan de Vivero, entró a Vilcabamba para catequizar y bautizar al Inca. Lo hizo acompañado de fray Marcos García, quien permanecería en Vilcabamba para continuar el trabajo ecuménico. Durante un año, fray Marcos gozó del favor de Titu Cusi, pero las fricciones comenzaron en torno al castigo corporal de unos niños que practicaban idolatrías –una pena reservada por los incas a serias ofensas criminales– y a la segunda unión de Titu Cusi, considerada por fray Marcos como bigamia. En este entonces, el agustino fray Diego Ortiz se trasladó a Vilcabamba, y fue recibido favorablemente por el Inca mientras la popularidad de fray Marcos continuaba decayendo. Fray Marcos decide regresar a Cuzco pero es apresado por orden de Titu Cusi y comparece, junto con fray Diego, frente al Inca. Titu Cusi los invita entonces a ir a la ciudad de Vilcabamba. El viaje se realiza durante el período de inundaciones, a principios de 1570, y durante su estadía en las afueras de la ciudad los frailes se encuentran expuestos al asedio de las mujeres nativas. Finalmente, deciden regresar a sus emplazamientos originales, donde queman un templo indígena. Este acto provoca nuevamente la ira de Titu Cusi y como consecuencia la expulsión de fray Marcos García. Diego de Ortiz permanecería en Vilcabamba hasta la muerte de Titu Cusi, cuando, responsabilizado por los nativos del súbito desenlace, sería asesinado luego de sufrir un prolongado martirio. Luego de la muerte de Titu Cusi, ignorando su fallecimiento, el virrey Toledo envió a Vilcabamba un mensajero para organizar el traslado del Inca al Cuzco. El emisario español fue asesinado y el virrey Toledo ordenó la campaña bélica que acabó con ese reducto. La captura del sucesor de Titu Cusi, Tupac Amaru, su decapitación en la plaza del Cuzco y el destierro de sus descendientes marcaron el fin del Incario.113

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Chang-Rodríguez 1988: 8.

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Ya hemos mencionado que, como señala Calancha, cuando Garcilaso introduce a Tupac Amaru en el capítulo XXVIII, libro octavo, de la Segunda parte de los Comentarios reales, no menciona a Titu Cusi.114 Barcia sigue escrupulosamente a Calancha para esta noticia, centrándose en la labor evangelizadora de los dos frailes agustinos y recogiendo minuciosamente los padecimientos que ambos sufrieron a manos de Titu Cusi y sus malos consejeros.115 También sigue a Calancha para referir, a continuación de los padecimientos de los dos agustinos, la persecución del virrey Toledo para capturar al último Inca, basándose en el capítulo VIII, libro cuarto, de la Coronica moralizada.116 Sólo entonces remite a Garcilaso, a los capítulos XVI al XX, libro octavo, de la Segunda parte, que narran la captura, el proceso y el ajusticiamiento de Tupac Amaru. Es posible suponer que Garcilaso excluyera intencionalmente a Titu Cusi de la línea sucesoria por no considerarlo un sucesor legítimo dentro de la línea incaica, al ser hijo bastardo de Manco Inca.117 Sin embargo, el relato de

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Vega 1617 [1722]: 500-501. La labor evangelizadora de fray Antonio de Vera no se encuentra mencionada en la Coronica de Calancha ni tampoco en el prefacio de Barcia. 116 El relato de estos episodios en la Coronica moralizada resulta un claro ejemplo de la total incomprensión del mundo andino. Así, el hecho de que en el viaje de los frailes agustinos a Vilcabamba los caminos se encontraran inundados es percibido por Calancha como un acto deliberado de Titu Cusi, sin reconocer que se trataba de los tiempos de lluvias y que la inundación era una consecuencia natural. De la misma manera, las tentaciones a las que los frailes se encuentran expuestos en las afueras de la ciudad de Vilcabamba en el relato de Calancha deben ser comprendidas a partir de la presencia de los indios campa en la zona, cuyas mujeres se cubrían con lo que Calancha reconoce como «hábitos monásticos». Véase Hemming (1970: 324-325). 117 Si bien Garcilaso postula la existencia de herederos legítimos en el imperio incaico –lo que se observa específicamente en torno a su presentación de Atahualpa–, ya María Rostworowski de Díez Canseco ha aclarado que las guerras fratricidas no eran un fenómeno inusual en la historia andina, sino circunstancias que se repetían al final de cada gobierno. Rostworowski indica que no existía una ley sobre herencia del poder y que varios miembros de un grupo de deudos del Inca fallecido podían aspirar al mando y gozaban de iguales derechos y prerrogativas, siendo la habilidad de los pretendientes el requisito principal para conseguir el poder. Véase Rostworowski (1998). Con respecto al caso específico de la ascensión de Titu Cusi, véase Hemming (1970: 300), quien sostiene: «His accession appears to have been a further example of the Inca system of selective succession. The Incas never attached as much importance as Europeans to primogeniture and legitimacy in choosing a new ruler. They also looked for ability, and it was customary for a more capable but less ‘legitimate’ son to supplant 115

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Barcia en este prólogo acerca de Titu Cusi nos permite considerar otras razones para su omisión. El capítulo XVI, libro octavo, de la Segunda parte, lleva por título: «La Eleccion de Don Francisco de Toledo, por Visorrei de el Perù. Las Causas, que tuvo para seguir, y perseguir al Principe Inca Tupac Amaru. Y la Prision del Pobre Principe».118 Garcilaso refiere allí que, pasados dos años de su mandato, el virrey determinó sacar de las montañas de Vilcabamba al príncipe Tupac Amaru, legítimo heredero del imperio. Si bien indica que intentó «sacarle por bien», refiere que su empresa no tuvo resultados pues «al Visorrey le faltaron muchos de los ministros, assí indios como españoles, que en aquel particular sirvieron y ayudaron a su antecesor» y justifica la falta de respuesta del inca en que «escarmentados de la salida de su hermano [Sayri Tupac] y de la poca merced que le hizieron y de lo poco que vivió entre los españoles, haziendo de todo ello sentimiento y quexa, como que los españoles la huviessen causado, aconsejaron a su Inca que en ninguna manera saliesse de su destierro».119 Según el relato de Garcilaso, frente a la falta de respuesta de parte de Tupac Amaru, Toledo recibe consejo de sacar al Inca por la fuerza. Las razones que sustentan este consejo son las siguientes: sería de gran beneficio para el reino dado que la gente de este Inca salía a robar a los mercaderes españoles y saltear caminos; esa acción aseguraría al reino frente a posibles levantamientos que quisieran restituir al Inca; y, por último, con la prisión de aquel Inca se cobraría «todo el tesoro de los Reyes passados, que, según la pública voz y fama, lo tenían escondido los indios».120 Garcilaso menciona a continuación la existencia de algunos robos, «muchos años antes, en vida de su padre Manco Inca», pero los justifica sosteniendo que el Inca no tenía carne que comer dado que no se cría ganado manso en esas montañas y por eso se veía obligado a robarla. De todas maneras, indica que «muerto el Inca, cessó todo aquel alboroto y escándalo», y con eso anula la validez de esta justificación.121 the first choice». De acuerdo con Hemming, los regentes y los comandantes militares decidieron que Titu Cusi podría mantener mejor la tradición de Manco como líder de la guerrilla y enemigo de los españoles y por esta razón permitieron a Sayri Tupac emerger a la vida del Perú español. La calificación de Titu Cusi como usurpador del trono ya se encontraba presente en Murúa y Sarmiento de Gamboa. 118 Vega 1722: 496 119 Ibíd.: 496-497. 120 Ibíd.: 497. 121 Ídem.

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A partir del relato de Garcilaso, entonces, sólo la codicia española y la supuesta posibilidad de un movimiento de restitución del imperio incaico a sus legítimos herederos explica las acciones de Toledo. En el capítulo XX, libro octavo, de la Segunda parte, Garcilaso hace explícita la condena de Felipe II a la decisión del ajusticiamiento de Tupac Amaru en la famosa escena de la recepción de Toledo en la corte, cuando su majestad le retira su favor indicándole que «no le havía enviado al Perú para que matasse Reyes, sino a que sirviesse a Reyes».122 La desfavorable visión que presenta Garcilaso de las acciones del virrey Toledo resulta indirectamente conjurada en el prólogo de Barcia a través del detallado relato del martirio de los agustinos, el cual, por el peso de la contigüidad, no sólo aparece como causa directa de la persecución de Tupac Amaru, sino que también la justifica ampliamente convocando la figura de la guerra justa. La ausencia del relato del reinado de Titu Cusi en Garcilaso se vuelve ahora altamente significativa, puesto que retira toda base argumentativa para la justificación de las acciones de Toledo. Los dos agregados de Barcia a la historia de Garcilaso convocan dos de las escenas más cruentas de la conquista del Perú, dos escenas que resultan condensadas en la imaginación histórica: la muerte de Atahualpa, primer inca que se enfrenta a la conquista, y la de Tupac Amaru, último descendiente directo de la línea sucesoria del Incario.123 A través de un procedimiento similar al que el mismo Garcilaso utilizara en la construcción de su obra, Barcia repone una justificación para la conquista, ausente en el relato del Inca a través de un collage de voces ajenas. Sin contradecir explícitamente la versión de Garcilaso, sino completándola, Barcia intenta conjugar dos espacios en los que el texto del Inca se abre a una interpretación que permite cuestionar las acciones de la España imperial en un movimiento semejante al que Garcilaso declarara en su «Proemio al lector» a la Primera parte de los Comentarios reales cuando afirmaba que su intento era «no contradecirles sino servirles de comento y glosa». Irónicamente, es a través del prólogo de Barcia y de su edi-

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Ibíd.: 503. Nos referimos específicamente a El Primer Nueva Corónica y Buen Gobierno de Felipe Guaman Poma de Ayala, donde el ajusticiamiento de estos dos incas se encuentra condensado, indicándose que a ambos se les corta la cabeza, cuando esto sólo ocurrió con Tupac Amaru (Guaman Poma 1980: 362-418). Recordemos que Atahualpa pereció en el garrote vil. 123

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ción como acontecimiento en la historia textual de la Primera parte de los Comentarios reales que podemos recuperar no sólo una historia de uso y lectura de esta obra, sino un particular recorrido textual que subraya una delicada crítica de la conquista por parte de Garcilaso. La preocupación fundamental de Barcia en este prólogo es reestablecer la validez de la conquista y sus procedimientos. Los sucesos que recoge en él no corresponden al libro que prologa, sino a la Segunda parte de los Comentarios reales. Si bien desde el principio la conquista de las Indias dio lugar a debates en torno a su justificación y a la del continuado dominio español en ellas, la validez de la conquista se sostiene a principios del siglo XVIII en términos sensiblemente diferentes a los que hasta entonces habían sido utilizados. Durante los primeros siglos, los argumentos giraban en torno a una evaluación de los indios en relación con sus dotes de razón natural y su innata capacidad para gobernarse o no. A principios del siglo XVIII, y aun prologando un texto que busca expresamente demostrar el ejercicio y desarrollo de una alta civilización en el Incario, Andrés González de Barcia no encuentra necesario discutir la versión de Garcilaso sobre la organización del imperio incaico ni contraponerla a otros testimonios, como el de Sarmiento de Gamboa en su Historia de los Incas [1572], que podrían haber puesto en duda la mentada perfección del imperio incaico. Barcia sólo puede intentar la reapropiación de esta historia para la historia imperial de España refiriéndose a eventos pertenecientes a la Segunda parte de los Comentarios reales. A partir del relato de la conquista española, planteando la validez de la conquista en tanto acción de guerra, Barcia reconstruye la validez de la conquista. No lo hace en torno a capacidad del indio a gobernarse o el derecho a la conquista en términos aristotélicos, espacio en el que Garcilaso entrama su cuestionamiento de la conquista en la Primera parte de los Comentarios reales. Resulta válido suponer, a partir de los distintos prefacios de Barcia a las obras de Garcilaso y conociendo la difundida aceptación de su obra en Europa, que desestimar la labor histórica del Inca no resultaría una correcta estrategia en pos de la restitución de la historia de los Incas. Sin embargo, es necesario también tener en cuenta que el panorama geopolítico había cambiado y junto con él los discursos que lo sostenían. No sólo España ya no era la potencia hegemónica en Europa, sino que su mismo dominio americano comenzaba a verse jaqueado. El siglo XVIII, caracterizado por Andre Gunder Frank como de «expansión competitiva», se encontró marcado por el desarrollo de las plantaciones azucareras y el tráfico atlántico, reflejando

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la clara expansión de las nuevas potencias en el Caribe y el sur de Norteamérica.124 Si bien para el período que nos ocupa el dominio del Caribe se encontraba fuera de la influencia española, los territorios de la Florida eran aún disputados. Esa disputa por el territorio no se realizó sólo en el espacio físico, sino también a través de los libros. En ese terreno se observa un giro hacia la discusión del derecho al territorio en términos de ocupación efectiva y eficiente. En este sentido, los dos agregados que Barcia se ve compulsado a realizar a la obra de Garcilaso justifican las acciones españolas en el Perú dentro de la lógica del ataque y la defensa, lo cual sería extrapolable a los demás territorios. La difusión de múltiples atrocidades que rodeaban las acciones de España en América, que es un foco indiscutible de combate en los textos de Barcia, fue realizada a través del mismo medio cuya importancia para la conquista del Nuevo Mundo explicita la escena de Cajamarca: el libro. Ese es el otro foco del intento de Barcia con esta reedición: atacar a los extranjeros que critican al imperio español, acusándolos de no tener los datos necesarios, es decir, de no tener los libros que los sustenten.

4.4.3. Sir Walter Raleigh en Barcia: conjurando la amenaza extranjera Sin mencionarlo específicamente, el relato de Barcia remite a la bula Inter caetera de 1493 en la cual Alejandro VI impone como condición para la soberanía española sobre las tierras descubiertas la obligación de enviar hombres para evangelizar y civilizar los habitantes de esas tierras. Ninguna orden religiosa queda a cargo de la evangelización sino los reyes de España. La soberanía española sobre las nuevas tierras descubiertas queda establecida en ese texto que Gómara transcribe en su Historia general de las Indias y supeditada a la labor evangelizadora. La soberanía de España sobre las tierras del Nuevo Mundo es el trasfondo de este prólogo de Barcia, una temática que ya había sido tocada en el prólogo a la Florida y en el del Ensayo. Esta discusión que tanto ocupara a los intelectuales del siglo XVI y tuviera en Las Casas su representante más visible, en el siglo XVIII ya no se establece en un plano filosófico

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Andre Gunder Frank 1978.

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alrededor de la entidad política o moral de los indios, ni cuestiona el poder del Papa para entregar esas tierras. El aspecto secular de la conquista gana espacio, aun si enmarcado en una base religiosa. Evidentemente, la situación reglada por la bula ya no es la vigente. Francia e Inglaterra han ocupado territorios dentro de la zona acordada a los reyes católicos y sus descendientes, justamente el territorio que la Florida comprende. Si recordamos aquel prólogo, la eficacia de la conquista y un derecho marcado por la ocupación efectiva de las tierras parece haberse convertido en regla durante este período. El hecho de que en el prólogo a la Primera parte de los Comentarios reales de Garcilaso Barcia no recupere la discusión sobre el derecho de los indígenas a su tierra es síntoma del giro que la discusión sobre la soberanía en el Nuevo Mundo ha realizado. Reconstruyendo a partir de los prólogos de Barcia uno de los discursos concernientes a este tema del período, el derecho a la conquista parece establecerse a partir de su eficiencia y de la primordial soberanía sobre estos territorios que otorgaba la bula Inter caetera, para lo cual la labor evangélica debe encontrarse en manos españolas. En el relato de Barcia, al igual que en el de Calancha, las acciones de Toledo quedan ampliamente justificadas por el martirio que los frailes agustinos sufren en Vilcabamba. Aun si no explícitamente, la figura de la guerra justa es así convocada en el relato, y las medidas tomadas por Toledo resultan de esta manera comprendidas dentro de lo que Carlos V estableciera en 1549 con respecto al uso de la violencia en el tratamiento de los nativos. El relato de Garcilaso no ofrece razones para las acciones de Toledo y en su texto suprime los asesinatos de los miembros de las dos primeras comisiones enviadas a negociar con el último inca. La línea directa de descendencia de Manco Capac queda truncada con la muerte de Tupac Amaru. Con ella también finaliza toda posibilidad de restitución de la soberanía del Perú al Incario según Barcia. En este contexto, como mencionamos anteriormente, Barcia transcribe la leyenda que Sir Walter Raleigh incluye en The discovery of the large, rich and beautiful empire of Guiana [1596] en la que la posibilidad de una restitución del Incario se sostiene en una alianza con Inglaterra. Las amenazas de potencias extranjeras a los territorios americanos españoles que Barcia describe a largo de los prólogos que hemos considerado se condensan en la figura de este caballero inglés que concibiera insistentemente un nuevo imperio americano con Inglaterra como sede. Sir Walter Raleigh (1553-1618) estuvo ligado a los primeros intentos ingleses de colonización

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del Nuevo Mundo y sin lugar a dudas fue uno de los principales promotores de la empresa frente a la Corona inglesa. Si bien fuera responsable de distintas tentativas igualmente infructuosas, entre las cuales se encuentra la famosa colonia perdida de las islas Roanoke, The discovery fue escrito al regreso de su tercera incursión en el territorio americano y se convirtió en un suceso inmediato; el libro fue reeditado ya en 1596.125 Luego de haber recibido en 1594 los derechos para la colonización del Nuevo Mundo, Raleigh organizó dos primeras incursiones en el territorio de América del Norte. La primera, en 1585, resultaría en la fundación de la primera colonia del territorio americano, en las islas Roanoke en Virginia, que fuera abandonada por sus pobladores en menos de un año. La segunda, en 1587, en Chesapeake, Virginia, se convertiría en la famosa colonia perdida cuyos habitantes nunca fueran encontrados.126 Si bien Raleigh fue favorito real y acumuló una significativa riqueza, estos dos intentos habían perjudicado seriamente tanto su posición económica como el interés en la empresa americana. En consecuencia, Raleigh dirigió sus ojos a España. Los magníficos botines de Pizarro y Cortés generaron rumores de que no todas las ciudades incas habían sido destruidas, y de que grandes tesoros se encontraban aún enterrados. La existencia de un imperio Inca perdido, El Dorado, despertó el interés de Sir Walter. Su tercer intento de colonización del Nuevo Mundo se dirigió a Sudamérica, y planeaba establecer colonias en la región que denominó Guyana. Esta vez, Raleigh no buscaba establecer nuevas colonias con habitantes ingleses sino enrolar a los indígenas de la zona. John W. Shirley define cabalmente el proyecto: These new colonies would meet all his dreams of empire: they would enrich England by pouring the gold of the Incas into her treasury; they would cripple Spain by removing her chief assets; and they would make England the preeminent world power by increasing her armies with powerful Indian hosts.127 125

Shirley 1987: 115. Mientras el gobernador de la naciente Virginia regresó a Inglaterra en busca de provisiones, la colonia planeada para la bahía de Chesapeake, pero finalmente ubicada en Roanoke, desapareció silenciosamente. Su regreso se vio retrasado por el peligro de una inminente invasión española. Cuando John White regresara, encontraría la colonia desierta. La única clave de su destino fue la palabra «Croatoan» grabada en un poste, sin que se hallara ninguna señal de lucha en la zona. 127 Shirley 1987: 115. 126

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El relato de esa expedición es el narrado en The discovery. Raleigh participó personalmente en la empresa. Al llegar a la zona de lo que es la actual Venezuela, entabló contactos con caciques locales, remontó parte del Orinoco, quemó la ciudad española de San José y capturó al capitán Antonio de Berreo y sus hombres, buscando el acceso a la ciudad mitológica. La jornada implicó la pérdida de más de cien hombres pero sus contactos con Topiawari, jefe de más de cien años de la provincia de Arromaia, parecían haberle dado la clave para la entrada a El Dorado. Ganado aparentemente para la causa inglesa que prometía la defensa de su pueblo frente a la tiranía española, Topiawari sin embargo aconsejó a Raleigh regresar el año siguiente cuando las tribus de la región hubieran podido ser organizadas para sostener un ataque conjunto a las fuerzas españolas y Raleigh hubiera preparado una fuerza suficiente como para sostener las hostilidades. La temporada de lluvia ya había comenzado, el Orinoco comenzaba a crecer y Raleigh, a pesar de su reticencia a abandonar la región, terminó cediendo al plan del cacique. El viaje en total ocupó seis meses y su aparente fracaso despertó sospechas en Inglaterra, por lo cual se llegó a acusarlo de no haber siquiera pisado territorio americano. Las fuerzas españolas reforzaron inmediatamente el área y si bien fueron enviadas nuevas naves para el reconocimiento de la zona, Raleigh no pudo pasar nuevamente al continente hasta 1616, cuando ya sin los beneficios del favor real y bajo el reinado de James VI fuera liberado luego de seis meses en prisión. El segundo viaje a Guyana fue un completo fracaso y Sir Walter terminaría prisionero de la Corona española; a pesar de esto, la responsabilidad del castigo de sus acciones hostiles para con el territorio español quedó en manos de Inglaterra, por lo que Sir Walter sería decapitado en octubre de 1618. En el antepenúltimo párrafo de su prólogo Barcia transcribe en latín parte del penúltimo párrafo de The discovery: And I farther remember that Berreo confessed to me and others (which I protest before the Maiesty of God to be true) that there was found among prophecies in Peru (at such time as the Empyre was reduced to the Spanish obedience) in their chiefest temples, amongst diuers others which foreshewed the losse of the said Empyre, that from Inglatierra those Ingas shoulde be againe in time to come resotred, and deliuered from the seruitude of the said Conquerors. And I hope, as wee with these fewe handes haue displanted the first garrison, and driuen them out of the said countrey, so her Maiesty will giue order for the rest, and eyther defend it, and hold it as tributary, or conquere and keepe it as

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Empresse of the same. For whatsoeuer Prince shall possesse it, shall be greatest, and if the king of Spayne enioy it, he will become vnresistable. Her Maiesty heereby shall confirme and strengthen the opinions of al nations, as touching her great and princely actions. And where the south border of Guiana reacheth to the Dominion and Empire of the Amazones, those women shall heereby heare the name of a virgin, which is not onely able to defend her wone territories and her neighbors, but also to inuade and conquere so great Empyres and so farre removed.128

The discovery fue escrito como texto de propaganda, a la manera en que Garcilaso narrara su propia Florida. La Corona inglesa no asumiría los planes imperiales de Sir Walter y sus días terminarían en el oprobio de la plaza pública. Sin embargo, la obra constituyó un éxito europeo. En 1599 fue incluido en la popular serie que Teodoro de Bry dedicara a los primeros viajes de descubrimiento al territorio americano. El emprendimiento del librero flamenco alemán popularizaría las imágenes del Nuevo Mundo, incluyendo no sólo la Brevísima relación de la destrucción de las Indias de Bartolomé de Las Casas, sino también las ilustraciones con que Miggrode acompañara su traducción francesa. Sus publicaciones habían comenzado en 1590 con la edición del relato de Thomas Harriot, encargado de estudiar el territorio y los indígenas en la primera expedición de asentamiento organizada por Sir Walter Raleigh en la Virginia. La leyenda de El Dorado se constituía ya para ese entonces como uno de los relatos más influyentes para las empresas de descubrimiento del Nuevo Mundo, refiriendo a la existencia de un reino tan rico como para permitir que sus jefes se cubrieran de polvo de oro para las ceremonias. Sin embargo, la identificación de Sir Walter de El Dorado con la ciudad de Manoa en Guiana despertó inmediatamente interés y su inclusión en el volumen VIII de los grandes viajes de Teodoro de Bry le otorgó popularidad europea. Barcia cita justamente esta edición del relato de Sir Walter Raleigh en latín tal como fuera publicada por De Bry en su Americae, parte VIII.129 En el relato de Sir Walter, Manoa, o El Dorado tal como fuera denominada por los españoles, había sido conquistada y reedificada por el hijo menor de Huayna Capac, emperador del Perú en el tiempo en que Pizarro conquistara

128 129

Raleigh 1928: 98. Americae pars VIII (Francofvrti ad Moenvm, 1599).

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el imperio y cuyos otros dos hijos, Atahualpa y Huascar, pelearan por la sucesión.130 La existencia de un Inca, emperador de Manoa y Guiana, queda establecida en su relato y el Perú resulta un punto de comparación constante para las riquezas presumidas de la zona. Sir Walter concibe que «the Emperour Inga hath built and erected as magnificent pallace in Guiana, as his auncestors did in Peru, which were for their riches and rarenes most marueilous and exceding al in Europe, and I thinke of the world, China excepted».131 Sir Walter expone un modelo de conquista diferente al implementado por la Corona española: busca la cooperación voluntaria de los indígenas explotando su rechazo sistemático a la dominación española. Y si bien su obra alcanza una gran popularidad, con él murieron los emprendimientos ingleses en la zona. Barcia invalida esa leyenda, señalando simplemente que no existe sucesión, ya en ese entonces, que pueda hacerse cargo del imperio en caso de una restitución. Sin embargo, Garcilaso había señalado en el capítulo XL, libro noveno, de esta Primera parte una sucesión para los incas de sangre real. En el siglo XVIII, esa misma sucesión encabezaría numerosas rebeliones indígenas contra la Corona en el Perú. No existen pruebas de la circulación de la edición de Barcia en el antiguo imperio, aunque distintos elementos permiten considerar su difusión, y de ellos nos ocuparemos en nuestro cuarto capítulo.

5. NOTA FINAL El emprendimiento de Barcia con esta serie de reediciones busca restaurar la gloria imperial de la Corona española cuando, menos de una década después del acuerdo que pusiera fin a los sueños imperiales de España en Europa,132 Felipe V se resiste a aceptar el nuevo orden. América en este coyuntural contexto constituye el cuerpo real del imperio, verdadero objetivo de los rivales imperiales (Pérez Magallón), menos interesados en la posesión de la tierra133

130

Ibíd.: 4. Más adelante agrega en este fragmento: «if Peru had so many heapes of Golde, whereof those Ingas were Princes, and that they delighted so much therein, no doubt but this which nowe liueth and raigneth in Manoa, hath the same humour, and I am assured hath more abundance of Golde, within his territorie, then all Peru, and the West Indies» (Raleigh 1928: 71). 132 Stradling 1981: 205. 133 Kamen 2003: 474. 131

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que en el establecimiento de rutas de comercio y el dominio de mercados. El gesto nostálgico de Barcia busca la reconstrucción de la historia imperial para cimentar un acto de reapropiación no sólo simbólica sino también real del territorio. En este sentido, Barcia concibe «sus» crónicas como armas contra la envidia extranjera que gesta «inapropiadas versiones que pasan a los pueblo indios». Sin embargo, el intento de Barcia fracasa. La maquinaria imperial no puede contener el avasallador avance de la propaganda extranjera que relee la cultura española, borrando con una efectividad admirable siglos de hegemonía española. Barcia también fracasa porque no es consciente de que sus ediciones actualizan la historia de las crónicas de Indias, haciéndola presente pero también completándola. Al iluminar la ocurrencia temporal de estos enunciados coloniales, al explicitar la distancia entre el tiempo «heroico» de la conquista y el presente de la colonia y el imperio, al reponer la pluralidad de las voces que ese espacio temporal ha tejido, Barcia también ilumina y difunde, aun si para conjurarla, las lecturas contrarias. No es otro el peligro de su edición de la Primera parte de los Comentarios reales que el gobierno peruano reconociera en 1782 y que llevara a su incautación. De esta manera, el Garcilaso que Barcia busca reconstruir en estos cuatro primeros textos de su colección es el historiador fiel, testigo privilegiado, vasallo de la Corona, no el Inca ni el mestizo americano. El que emerge efectivamente cuestiona la historia, los medios de la conquista, y reivindica la soberanía del Incario. Su obra sería atentamente leída en el Perú del siglo XVIII. Sólo en el último de los libros reeditados del Inca, Barcia discute la validez de la conquista, reponiendo postulados que sostuvieran su justificación en el siglo XVI: la noción de una guerra justa y la necesidad de evangelización entre pueblos idólatras. Sin embargo, en el panorama del siglo XVIII, estas razones no han de resultar válidas. No sólo porque la potencia militar española no puede sino con gran dificultad sostener sus reclamos de derechos, sino también por la contra-propaganda efectiva que se expande por Europa y tiene a la Primera parte de los Comentarios reales como referente privilegiado. Nuestro segundo capítulo nos permitirá observar la apropiación europea, que tanto preocupara a Barcia, de esta obra.

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2.1. UNA PROBLEMÁTICA ACTUAL: LAS VOCES DEL IMPERIO Durante la última década, acompañando lo que Gruzinski denomina «l’accélération et l’intensification des brassages sur notre planète»,2 nuestros discursos cotidianos se han visto invadidos de términos que poseen una larga tradición dentro de los estudios coloniales. Imperios, mestizajes, hibridez, transculturación, resultan hoy lugares comunes en un discurso que intenta afanosamente dar cuenta de una creciente población diaspórica. Más allá de su fuerte presencia en los discursos de los medios de comunicación, la Academia universitaria, en tanto «entidad transnacional» de contactos cada vez más cercanos y directos, ha convertido estos conceptos en piedras de toque, tópicos inevitables en la reflexión crítica. El marco que el fin de los últimos regímenes coloniales impuso, provocó una relectura de la modernidad en clave colonial a la que se sumaron las reflexiones motivadas por los nuevos panoramas políticos y económicos del fin de siglo, los cuales introdujeron como variable indispensable para cualquier lectura del presente o del pasado categorías de relaciones supranacionales que evocan en última instancia nuevas variantes de un modelo metrópoli-periferia. Este tipo de conceptualización ha favorecido indudablemente a los estudios coloniales, dándoles mayor visibilidad y ampliando la interpretación

1

Una breve versión de este capítulo fue incluida en Salles-Reese (2005: 50-70) bajo el título de «Algunas posvidas garcilasianas en el siglo XVIII». 2 Gruzinski 1999: 34.

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que durante décadas los había ocupado, y por ello mismo resulta especialmente lamentable que la larga historia de reflexión desarrollada en la especificidad de esa disciplina haya resultado en gran parte ignorada por las nuevas corrientes o en pos de ellas. El olvido es altamente sintomático. Latinoamérica como objeto, y especialmente como sujeto de producción de un extenso corpus teórico relacionado con este tipo de aproximaciones, es ampliamente ignorada, repitiéndose así el mismo esquema que se buscaba denunciar. Desde finales del siglo XVIII, la producción de conocimiento ha sido traducida al español, lengua que desde entonces queda relegada a la condición de consumidora del conocimiento producido en las lenguas imperiales hegemónicas. En este sentido, resulta muy significativa la cantidad de obras críticas aparecidas en las últimas décadas, provenientes del campo de los American Studies o incluso English Studies, que están dedicadas a textos canónicos del campo de la literatura colonial latinoamericana. Muchas de las obras apropiadas fueron leídas directamente en traducción e ignorando sistemáticamente su historia textual, de la cual el discurso crítico forma parte integral. Este tipo de gestos ha generado una enorme visibilidad sobre textos que hasta ese momento eran leídos sólo por especialistas, pero el tipo de lectura reproduce inconscientemente una lógica colonial. Las repercusiones que estos nuevos acercamientos tienen sobre el mundo académico y su institución es extensa y su historia se encuentra aún en proceso de ser escrita. Entre los distintos conceptos que han ganado esta nueva visibilidad, la traducción se encuentra en el centro de este giro teórico. Considerada ya no sólo en su sentido literal, como pasaje de una lengua o código a otro, sino también en un sentido ampliado como proceso de apropiación de códigos culturales, inevitable en cualquier relación de grupos o comunidades, su tratamiento ha devenido indispensable en la reflexión cultural de estas últimas décadas, tal vez impuesto desde la necesidad de dar sentido a una realidad cotidiana cada vez más melangée como sostiene Gruzinski que obliga a repensar el tradicional marco nación-lengua que se impusiera durante el siglo XIX. Aun el específico campo de los Translation Studies, marcado tradicionalmente por un acercamiento puramente lingüístico y preocupado en proveer a los traductores de herramientas prácticas para su tarea, ha sido revisitado en los años ochenta, complejizando el tradicional dualismo que los caracterizara –presente en sus conceptos más tradicionales, como lengua fuente-lengua receptora; traducción literal-traducción de sentido– para dar cuenta del cre-

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ciente interés teórico en sistemas de poder y de creencias.3 Incorporando acercamientos antropológicos y etnográficos, y considerando activamente la historia colonial, los Translation Studies ampliaron su campo de trabajo para considerar aspectos culturales e ideológicos, fundamentalmente a partir de una profunda lectura del trabajo realizado en el campo de los Postcolonial Studies dentro del cual la traducción, herramienta indispensable de la escena colonial, constituye un problema inevitable. Podemos sostener que la traducción resulta ahora convencionalmente considerada como parte del aparato de saber que contribuye a la imposición de la ideología occidental. Así se devela uno de sus supuestos tácitos: la posibilidad efectiva de conversión de una lengua a otra, y por consecuencia, en última instancia la existencia de un lenguaje universal (comprensible y equivalente), la constante utopía que permaneciera como su sostén. Toda traducción se enfrenta, inevitablemente, con el tratamiento de la diferencia y con el constante peligro de su completa obliteración, siendo instrumento nodal en la producción de lo que Homi Bhabha denomina «cultural diversity»4, es decir, la representación de la retórica radical de la separación completa de culturas, categoría privilegiada en la comparación de éticas, estéticas y etnologías. Sin embargo, como señala Bhabha, el proceso de traducción implica también «the opening up of another contentious political and cultural site at the heart of colonial representation», y esto produce de manera ineludible la «diferencia cultural», es decir, «a process of signification through which statements of culture or on culture differentiate, discriminate and authorize the production of fields of force, reference, applicability and capacity», proceso este que manifiesta la ambivalencia de toda autoridad cultural: «the attempt to dominate in the name of a cultural supremacy which is itself produced only in the moment of differentiation».5 Éste es el marco que resulta protagónico dentro de los Translation Studies y el que guía este trabajo. En el campo de los estudios coloniales latinoamericanos, la consideración de la traducción como herramienta indispensable de dominación ha sido común desde hace ya décadas. Las figuras de los intérpretes que sirvieron

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Para el diagnóstico del campo de los Translation Studies, véase Robinson (1997). Nos hemos basado en su análisis para esta parte. 4 Bhabha 1994: 33. 5 Ídem.

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como mediadores culturales durante los primeros años de la conquista fue una variable bisagra en el estudio de la colonización de la América Latina. Basta recordar personajes como Diego Colón, la Malinche6 o Felipillo,7 entre los intérpretes nativos; o Gonzalo Guerrero8 y Jerónimo de Aguilar, entre el bando de los españoles, para tomar conciencia de que el rol de traductor ha sido fundante en el relato de la conquista. Ya durante el período mismo de la colonización del Nuevo Mundo, la traducción había ocupado muchos debates. Por ejemplo, el requerimiento, pieza legal puesta en uso entre 1512 y 1542, que anunciaba a los nativos los derechos españoles a la conquista en castellano generó acaloradas discusiones en

6 Malinali o Malintzin, india regalada en 1519 a Cortés como tributo a su victoria. Se convierte rápidamente en su intérprete personal y luego tendría un hijo de él. Malinche es su nombre «mestizo» clara deformación de su nombre náhuatl, según indica Octavio Paz en El laberinto de la soledad. 7 De Felipillo –quien fue encontrado probablemente por Pizarro en su viaje de 15261527 y acompañó a éste en su regreso a España en 1529–, se dice que llegó a dominar la lengua española. Según la versión de Cieza de León, fue él quien realizó la traducción en la entrevista entre Valverde y Atahualpa, versión que Garcilaso retoma como hemos visto en el capítulo anterior. Recordemos que otras versiones señalan a Martín, quien habría sido encontrado junto con Felipillo por la misma época y realizara igual viaje que aquél, como responsable de la traducción. Martín llegó a convertirse en un importante encomendero en Lima, teniendo un destino mucho más próspero que el de Felipillo. Sin embargo, ambos fueron convertidos en chivos expiatorios de la decisión de Pizarro de ejecutar a Atahualpa y la posterior condena del monarca español. Felipillo fue ejecutado en Chile y Martín, expropiado. El mismo Garcilaso dedica al análisis de la traducción de Felipillo un extenso fragmento en el tratamiento de la escena del encuentro (capítulo XXIII, libro primero, de la Segunda parte de los Comentarios reales). Regina Harrison (1989) ofrece un interesante y conciso análisis de esta figura y del funcionamiento de la traducción en los Andes. 8 Tal vez sea este personaje el que represente más cabalmente el imaginario que condensa la figura del intérprete para América Latina. Así lo señala Rolena Adorno (1996). Supuestamente, Guerrero habría formado parte de un grupo de españoles náufragos de los cuales sólo quedaban dos cautivos en Yucatán hacia 1518. Uno de ellos, Jerónimo de Aguilar, se incorporaría a las tropas de Hernán Cortés, mientras que el otro, Gonzalo Guerrero, o Morales como aparece en boca de Cortés, decidiría quedarse en Yucatán porque ya tenía allí familia y se había integrado al sistema de vida. En realidad, Guerrero es el intérprete que no fue, el puro potencial pues se niega a asumir el rol. De esa manera, en esa negativa, que es como lo demuestra Adorno, una elaboración ficcional sobre el elemento histórico de su existencia, se evidencia el imaginario que pone en juego la categoría del intérprete como agente entre dos culturas, obligado siempre imaginariamente a la elección de una sobre la otra.

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torno a su implementación.9 La conveniencia del uso o el rechazo de las lenguas nativas como medios de evangelización y colonización, fue debatida durante siglos, y la significativa producción de gramáticas de lenguas indígenas muestra la clara conciencia que existía de la traducción como vehículo del imperio. Por citar un ejemplo concreto, cuando en 1563, el licenciado Hernando de Santillán, juez de la Audiencia de Lima, respondía al cuestionario del rey Felipe sobre las costumbres de los incas y los asuntos coloniales, la figura del «indio ladino»10 ocupaba ya extensamente sus preocupaciones.11 El intérprete fue establecido explícitamente como oficial menor dentro del extenso aparato burocrático de la colonia y dentro de ese particular panorama lingüístico el manejo de lenguas era considerado como un elemento favorable en la promoción cultural. En el campo específico de la crítica latinoamericana, ya en 1944, al considerar la cultura colonial, Mariano Picón Salas esbozaba lo que hoy podría ser considerado como una «traducción cultural», al establecer que «la cultura colonial no fue mero trasplante de Europa […] sino en gran parte obra de fusión, fusión de cosas europeas y cosas indígenas» (1944: 10). En 1950 Octavio Paz dedicaba uno de los capítulos del Laberinto de la soledad a la Malinche, reconociendo la pervivencia de su repudiada figura y la de Hernán Cortés en la imaginación mexicana como símbolos de un conflicto no resuelto e inherente al ser mexicano: «Al repudiar a la Malinche […] el mexicano rompe sus ligas con el pasado, reniega de su origen y se adentra solo en la vida histórica».12 En 1965 la Academia Nacional de Historia de Perú organizó en Lima un simposio sobre mestizaje, donde se abordó el tema de los intérpretes y traductores. Justamente, en las Actas publicadas en la Revista Histórica ese mismo año se encuentra una interesante biografía de Martinillo de Poechos, intérprete que acompañara a Francisco Pizarro durante la conquista del Perú, escrita por José Antonio del Busto Duthurburu. Este mismo personaje ocupa en 1968 a James Lockhart en Spanish Peru (1532-1560): A Colonial Society, en su capítulo XI, «Indians», y le permite considerar las relaciones entre traducción, transculturación y ejercicio del poder a través de su 9

Véase Adorno/Pautz (1999: vol. 2, 12-15). Nativos que conocían las costumbres españolas, manejaban el castellano y eran capaces de usar el sistema legal colonial. 11 Véase al respecto Rolena Adorno (1991a). 12 Paz 1993: 73. 10

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análisis de la conducta de Poechos, quien oscilaba entre la hispanización efectiva y la reivindicación de sus orígenes, según sus necesidades coyunturales. Otro artículo digno de mención fue escrito en 1975 por Francisco de Solano: «El intérprete: uno de los ejes de la aculturación». Allí Solano remarca la importancia de los intérpretes nativos como ejes fundamentales de la aculturación, que crean una tipología que incluye guías en la exploración, interlocutores políticos en las negociaciones de conquista y traductores oficiales en investigaciones de los oficiales civiles y las cortes de justicia civil y criminal. Si bien este trabajo parte del cuestionado concepto de la aculturación para el análisis del rol del intérprete, su prolija investigación y sus conclusiones continúan siendo necesarias para un acercamiento al tema. El análisis del rol de los mediadores, fundamentalmente en el estudio de la evangelización del Nuevo Mundo, de por sí ha contribuido indudablemente a este campo, utilizando nociones provenientes de la antropología, la lingüística y la etnografía. Las nuevas corrientes teóricas no han recurrido a esta tradición existente e incluso han dirigido miradas ingenuas a un corpus ampliamente trabajado. No es nuestra intención negar la existencia de nuevos aportes para el estudio de las problemáticas de la traducción realizadas por las corrientes teóricas hoy hegemónicas. Es más, sólo podemos saludar la extensión de este tipo de investigaciones en los que el campo de los estudios coloniales ha estado embarcado durante tantas décadas y que proveerá un nuevo marco para la relectura del fenómeno de la traducción en la conquista del Nuevo Mundo, trabajos que ya comienzan a circular abundantemente y entre los cuales resulta indispensable nombrar a Vicente L. Rafael y su trabajo sobre la colonización de las Filipinas. Desde la innegable existencia de este corpus teórico, escribir sobre la traducción del Inca Garcilaso implica abordar una de las temáticas más canónicas dentro de los estudios coloniales desde una nueva perspectiva. Si bien Garcilaso constituye la figura del traductor por excelencia, de hecho, es el primer traductor americano tout court de la colonia con su versión de los Diálogos de amor de León Hebreo, y el primer traductor cultural reconocido en ambas márgenes del Atlántico, este capítulo sin embargo ha de tratar no del Garcilaso traductor, sino del Garcilaso traducido. Hemos de dedicarnos a la lectura de las traducciones que realizó Europa de las obras del Inca. Trabajar con la traducción de una lengua europea a otra, de una lengua imperial a otra, implica una primera complicación. Las problemáticas estudiadas generalmente alrededor de la práctica de la traducción no contemplan

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este caso; existen mucha más bibliografía en el estudio de la traducción entre lenguas en relación de dominación directa, es decir, entre las lenguas del dominador y del dominado. Considerar la retraducción a la lengua imperial –y recordemos que el quechua, cuya problemática traducción ya estuviera en el corazón de los Comentarios reales, constituía de por sí una lengua imperial– nos obliga en primer lugar a complejizar nuestra definición del discurso colonial. Esto ocurre, no sólo porque se abre un nuevo espacio de reflexión para considerar la circulación de las crónicas de Indias en Europa y sus particulares usos, sino porque los tradicionales esquemas metrópolis-periferia se tornan, a través de este corpus, más complejos. Estas traducciones de las obras de Garcilaso y sus peculiares presentaciones ofrecen una versión de la historia imperial que narra el dinamismo de las posiciones hegemónicas, la constante lucha real y simbólica por alcanzar o sostener ese rol. Pero también permiten leer una particular versión del Nuevo Mundo, y ofrecen un punto de vista privilegiado sobre las resistencias ejercidas a la dominación por parte de los americanos. Walter Benjamin sostiene que la traducción narra el after life del original, y contribuye a su realización en particulares coordenadas coyunturales.13 Es decir, en ella se materializa una de las lecturas posibles del texto; por un lado, en las decisiones del traductor, y por el otro, en los paratextos que rodean la obra, zona de transición y transacción entre el texto y su lector.

2. GARCILASO PRIMER TRADUCTOR DE AMÉRICA Si bien el primer intérprete americano debe buscarse entre los viajes de Colón que Las Casas narra, el Inca ostenta por primera vez la responsabilidad de la autoría. Cuando en 1590 aparece en Madrid La traducción del indio de los tres Diálogos de amor de León Hebreo, Garcilaso se convierte en el primer americano responsable de la traducción de un texto impreso, pero además ingresa directamente en el espacio de la filosofía renacentista.14 Ya en ese texto, su primera incursión en el mundo de las letras erige su imagen sobre lo que 13

Benjamin 1968: 69. La traducción del Indio de los tres Dialogos de Amor de León Hebreo, hecha de italiano en español por Garcilasso Inga de la Vega, natural de la gran ciudad del Cuzco, cabeça de los Reynos y Prouincias del Piru. Madrid: Pedro Madrigal, 1590. 14

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Doris Sommer denomina el oxímoron que constituye su nombre, «Garcilasso Inga», el cual «braces two imperial languages without reconciling them».15 Sin embargo, los Diálogos complican esta construcción subjetiva diseñando un tercer espacio: no sólo se presenta como «indio» en el título de la obra, sino que además declara humildemente en la carta al rey incluida en la primera edición, que ni el castellano –lengua receptora de su traducción– ni el toscano –lengua fuente del texto de León Hebreo– son sus lenguas maternas. Como señala Sommer, el Inca y León Hebreo, o Yehúda Abravanel, comparten más de un rasgo que establece una identificación implícita entre ellos: ambos son expatriados y bilingües. La crítica ha señalado insistentemente que el interés de Garcilaso en «rescatar la cultura incaica para integrarla con plena soberanía y originalidad en la cultura cristiana»16 lo llevó a detenerse en una obra representante del Renacimiento donde «no se busca la superación del cristianismo por un paganismo refinado y culto, sino la fusión de ambos ámbitos culturales»17 –una estrategia argumentativa reconocida en sus Comentarios reales. No obstante, los Diálogos de amor resultan fundamentales en el conjunto de su obra, pues en ellos Garcilaso inaugura características que definirán sus escritos: una figura autorial doble (en este caso, y en sus propias palabras, la de León Hebreo, padre, y la suya propia, padrastro), y un tipo de tratamiento, el dialógico. Susana Jakfalvi-Leiva analizó en profundidad este lugar central que ocupa «la traducción del indio» en la obra de Garcilaso, y rebate definitivamente el tratamiento clásico que la crítica otorgara a esta obra inicial del Inca:18 […] ya en esta obra no sólo se puede hablar de una clara identificación de Garcilaso con aquella visión del mundo y de la historia característica del neoplatonismo renacentista, sino que se puede afirmar que además los Diálogos inauguran el tratamiento de una de las formas en que la cultura indígena del Nuevo Mundo podía hacerse visible ante los ojos europeos. Es decir que en la selección genérica 15

Sommer 1999: 61. Burgos Nuñez, en Vega 1989: 22. 17 Ídem. 18 La crítica ha leído –y continúa haciéndolo– los Diálogos de Amor como obra preparatoria de Garcilaso, ensayo periférico para la redacción de los Comentarios reales. Pupo-Walker, Miró Quesada y José Durán forman parte de este grupo. Es interesante señalar que bajo ese mismo denominador ha resultado la Florida del Inca. El trabajo de Leiva resulta precursor en la demostración de la unidad inevitable de las obras de Garcilaso. 16

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de la traducción está implícita –y explícita en las cartas-proemio– la idea de que sólo mediante la capacidad de conversión y desdoblamiento era posible que un elemento periférico al sistema de comunicación en circulación en aquel momento histórico fuera efectivamente leído.19

En los Diálogos de amor se encuentran las características básicas de la escritura de Garcilaso. Por un lado, la traducción se postula como centro de escritura de los Comentarios, explícitamente en el Proemio donde la obra es presentada como corrección de interpretaciones erradas basadas en el desconocimiento lingüístico. De esta función se encuentran infinitos ejemplos a lo largo de la obra. Recordemos sólo uno, tal vez el más conocido: en el capítulo IV, libro primero, de la Primera parte, «La deducción del nombre Perú», un equívoco entre nombre propio y común es responsable del nombre Perú en la lengua castellana. Este ejemplo es sólo un exponente de una serie en la que el quechua como lengua materna sostiene la autoridad del autor y garantiza su interpretación de la historia. Pero, no es éste el único tipo de traducción presente. Recordemos que existen en sus obras distintos tipos de traducciones: del latín, en torno a los perdidos papeles de Blas Valera que constituyen una fuente fundamental de información en el texto; y también en la Florida, donde es la oralidad la traducida en escritura. Más allá de estos aspectos, en la Florida ya se perciben tres características de sus escritos, como ha señalado Doris Sommer. Éstas son: «(1) supplementing; (2) unsaying; and (3) inciting expert talk».20 La complementariedad en la que los textos de Garcilaso se construyen, que Jakfalvi-Leiva señala como una particular definición de la traducción basada en la fidelidad como acto posible pero inacabado, promueve en el espacio abierto que sus textos diseñan una profusión de voces que se han articulado históricamente tanto en el discurso crítico como en el editorial como en sus traducciones. En este sentido, la historia textual de sus obras contiene todos aquellos discursos que han buscado rodear sus textos, completarlos, ingresar en su diálogo. Resulta particularmente interesante que los Diálogos de amor sea el único texto de Garcilaso que Barcia no reimprimiera. De todos modos, no resulta sorprendente en tanto la temática que preocupa a Barcia en su proyecto de

19 20

Jakalvi-Leiva 1984: 15. Sommer 1999: 81.

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reediciones gira en torno a las conquistas y noticias del Nuevo Mundo. Su lectura es temática y no biográfica. El intento de Barcia es presentar una nueva lectura de la conquista para reincorporarla a la historia española, para a través de ella, reconstruir la imagen de una España imperial.21 Sin embargo, esta exclusión de la primera obra del Inca constituye otro de los legados barcianos que pueden ser reconocidos en el discurso crítico moderno sobre la obra de Garcilaso. De hecho, hasta hace pocas décadas esta primera obra fue considerada sólo como un «ejercicio» en la preparación de nuestro autor para su «verdadera obra», que comenzaría en la Florida del Inca o incluso más pertinentemente en los Comentarios reales. La concepción de la traducción como género subsidiario o también como práctica parásita de la literatura que se encuentra detrás de esta percepción ha sido superada en los últimos años. Trabajos como los de Susana Jakfalvi-Leiva y Doris Sommer, quien retoma los principales puntos de Leiva que hemos utilizado como referentes para esta sección, resultan una clara expresión del necesario trabajo de relectura de los Diálogos en el marco de la obra garcilasiana. Pero la sintomática selección de Barcia puede encontrar otras razones. Engarzados en una inevitable similitud entre los dos autores –a la que nos hemos referido más arriba–, los Diálogos subrayan el rol híbrido de un escritor que Barcia busca reapropiar para la Corona, según hemos visto en el capítulo anterior en las propias palabras de Nicolás Franco, editor de las obras de Garcilaso en la colección de Barcia. El rasgo de «mestizo», bilingüe, que las cartas que acompañan al texto subrayan, condición a la que Barcia quita toda importancia, al no detenerse en datos biográficos, es justamente lo que no permite que los Diálogos sean reimpresos. La reapropiación de Garcilaso por parte de Barcia se realiza a partir de su herencia española. Pero también se realiza contra las lecturas extranjeras. Al dirigir nuestra atención a las traducciones de la Primera parte buscamos reconstruir el polo polémico contra el que Barcia diseña sus textos, aquel que no puede ser retomado explícitamente en la Madrid de principios del siglo XVIII.

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En relación con Andrés González de Barcia y su proyecto, véase el capítulo uno.

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3. PRIMERAS TRADUCCIONES DE GARCILASO Si, como hemos sugerido, los textos de Garcilaso se sostienen en su carácter dialógico y en la traducción fiel como actividad posible pero incompleta, la invitación que presentan a la intervención del lector no ha pasado desapercibida. Las distintas ediciones modernas de sus textos, fundamentalmente de los Comentarios reales, constituyen una prueba evidente de que la intervención editorial, la «corrección» y «sistematización» del texto, representa una tentación difícil de evitar. Las traducciones de los Comentarios a las que hemos de abocarnos en esta sección constituyen tempranas manifestaciones de esta característica. En ellas, como hemos de ver, las intervenciones de los traductores han de demostrar una incomodidad sistemática con el estatuto mismo del género en el que esta obra se inscribe desde su mismo título. Rolena Adorno puntualiza algunas de las características del comentario como género: Its chronological limits were commonly the author’s lifetime; unlike a formal history, it was free to add events to a narrative account, or to omit them, and it was not bound by a single thesis or theme. Ostensibly, its goal was to inform, not explain or persuade. Not confined to the type of commentary defined by Julius Cesar pertaining to his own military exploits, as an interpretative work the Comentarios reales ranges broadly over a wide field of topics, correcting previously treated topics with additional information and adding altogether new topics of interest (such as the clusters of chapters devoted to the flora and fauna native to Peru and those brought to the Andes by the Spaniards).22

Las traducciones que hemos de presentar buscan explícitamente establecer un orden textual y temporal atentando contra la esencia misma del género. Hemos de comprobar que a lo largo de las distintas versiones se utilizarán diferentes recursos para diferenciar las voces incluidas y explicitar un sujeto de la enunciación, y se introducirán distintos tipos de conectores para regular un discurso cuya esencia pasa por la yuxtaposición. El primer síntoma de que el proceso de traducción altera explícitamente el género de esta obra es evidente en las traducciones en lengua francesa. Ninguno de los títulos de esas versiones recoge el título original de Comentarios. Transformados al singular 22

Adorno 1997: 361.

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–como ocurre en la primera versión francesa– o simplemente eliminados del título, los Comentarios se transforman en la historia de los incas. En esta sección hemos de presentar el análisis individual de las transformaciones que cada una de las versiones en traducción ha incorporado a la Primera parte de los Comentarios reales. Somos conscientes de que cada traducción se ve en la obligación de actualizar el texto a las pautas ortográficas, gramáticas y de puntuación que reglan la lengua en su particular momento. Sin embargo, consideramos que a través de este proceso, en particulares –y significativas– situaciones coyunturales, distintos aspectos de la obra de Garcilaso resultan revelados. O para decirlo en palabras de José Antonio Mazzotti, una lectura potencial se vuelve manifiesta.23 La Primera parte de los Comentarios reales fue la primera obra de Garcilaso traducida en versión completa, veinticuatro años después de su primera aparición en Lisboa. Esta primera traducción, a cargo de Jean Baudoin, ve la luz en París en 1633 y será la base de al menos cuatro reediciones antes de que en 1744 Thomas François Dalibard realice una nueva –e innovadora– versión de la obra.24 Recién en 1650, casi dos décadas después de la traducción de la Primera parte, aparecería también en francés una nueva obra de Garcilaso: la Segunda parte de los Comentarios reales, conocida bajo el título póstumo de Historia general del Perú, también en París. La Florida del Inca habría de esperar otros veinte años para ser conocida fuera de España. A pesar de que la obra completa de Garcilaso –con la excepción de los Diálogos de amor– aparece en francés durante el siglo XVII, en inglés sólo se registra una traducción de los Comentarios en 1688, aunque Samuel Purchas había ya incluido en sus Pilgrims partes de esa misma obra en 1625. Durante este primer siglo, la Historia general despierta el mayor interés y es reeditada tres veces en francés. Durante el siglo siguiente, sólo se reeditaría una vez –en 1706–, mientras que son cinco las reediciones de los Comentarios y cinco las de la Florida.

23

José Antonio Mazzotti 1996. Como señala María Antonia Garcés, selecciones de los Comentarios reales habían sido incluidas en la edición de Samuel Purchas de Hakluytus Posthumous or Purchas his Pilgrimes (London, 1625: 206). Los fragmentos elegidos corresponden a las descripciones de la religión y sociedad del antiguo imperio, el asesinato de Manco Capac y la rebelión de Tupac Amaru (Garcés 2006: 210). Sobre la versión de Purchas, véase también Adorno (2009). 24

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3.1. La primera traducción: Jean Baudoin y la fidelidad del discurso En su temprana juventud, antes de convertirse en lector de la reina Margarita, antes aun de serlo para el marechal de Marillac, y de ser favorecido por el cardenal Richelieu, Jean Baudoin realizó un viaje por Italia, España y Alemania. Un temprano «tour du monde» durante el cual perfeccionaría sus idiomas, lo que le permitiría convertirse en uno de los pocos escritores que vivieron exclusivamente de su oficio en aquel siglo.25 Laurence Plazenet en su edición de L’histoire nègrepontique, novela de Baudoin de temática helénica publicada en 1631, señala que tradujo en total cincuenta y tres piezas, compuso diecisiete obras de imaginación y realizó nueve ediciones.26 Tradujo del italiano, español, latín, inglés y aun del griego que –como indica Plazenet– conocía mal.27 Baudoin fue un prominente personaje de la corte. De hecho, según consta en los documentos reales, aprende español por orden directa de la reina Margarita, quien en 1610 le otorga 35 escudos para este fin.28 En 1623, María de Médicis lo envía a Inglaterra para realizar una traducción de la Arcadie de Philip Sidney. Su concepto de traducción –indica Plazenet29– aúna traducción y creación bajo un claro sentido moral y edificador y concibe la trasposición lingüística como el instrumento privilegiado para forjar la lengua francesa.30 Miembro numerario de la Academia de la Lengua desde sus inicios, designado personalmente por Richelieu, se distingue por su aguda conciencia de la lengua y su evolución.31 Del español, Jean Baudoin traduce no solamente la Primera parte de los Comentarios reales de los incas, sino también Novelas morales (1621) de Diego de Agreda Vargas; Sermones para las fiestas más solemnes de los santos (1629) de Cristóbal de Avendaño; Las postrimerías del hombre de Pedro de Oña, Laurea Evangelica de Ángel Manrique (1621), y la Segunda parte de los Comentarios reales (1650). Pero la influencia de la literatura española en su obra va un poco más lejos: L’indamire (1638),

25 26 27 28 29 30 31

Plazenet 1998: 29-44. Ibíd.: 44. Ibíd.: 31. Bury 1997: 363. Plazenet 1998: 46. Bury 1997: 364. Ídem.

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una de sus novelas originales, posee una temática «española» (se trata de una novela amorosa de enredos bastante apreciada en el momento). Alexandre Cioranescu en su clásico estudio Le masque et le visage permite medir a qué punto el tráfico literario comunicaba a Francia y España durante el siglo XVII. Si bien la poesía del barroco contaba aún con pocos adeptos galos, Cioranescu deja en claro que durante este siglo «l’Espagne se trouve admise au banquet intellectuel, avec les mêmes honneurs que les anciens et l’Italie».32 Tal como reflejan las traducciones de Baudoin, dos géneros cautivaban el interés popular: la novela y las lecturas devotas. Con respecto a América, la curiosidad suscitada por el descubrimiento y la colonización multiplicaba libros de información, muchos de ellos traducidos del español.33 Fundamentalmente, la Historia natural y moral de José de Acosta –con al menos siete ediciones en francés hasta esa fecha–, la Historia general de las Indias Occidentales de Francisco López de Gómara –que cuenta con más de diez ediciones en francés– y distintas selecciones de Pedro Mártir de Anglería constituyen las crónicas más leídas. Por su parte, «la vielle polémique entretenue par les Hollandais autour des opinions de Las Casas n’a pas été oubliée» y sus obras cuentan al momento con más de 22 ediciones sólo en francés. Sin embargo, no existe ninguna traducción al francés, ni a ninguna otra lengua, de la Primera parte de los Comentarios reales. ¿Qué lleva entonces a este favorito de Richelieu a la traducción de esta obra que, escrita por un indio, se ocupa de destacar por su calidad histórica? ¿Qué motiva su traducción que no puede escapar al marco de la guerra de los Treinta Años que marcaría el comienzo de la hegemonía francesa en Europa? La referencia a Richelieu no puede ser pasada por alto. Al fin y al cabo, el cardenal fue artífice de la ofensiva francesa contra España34 y creador de la propaganda de Estado que tuviera a España como principal objetivo.35 La dedicatoria, firmada por Baudoin, presenta la obra a Luis de Borbón, hijo de Luis XIII, quien llegaría a ser Luis XIV (1643-1715), abuelo del futuro Felipe V. Las historias familiares resultan imposibles de evitar porque además de narrar la relación de los dos reinos más poderosos del período, también relatan el vínculo entre sus dos idiomas. Hijo de una española, Ana de 32 33 34 35

Cioranescu 1983: 169. Ibíd.: 91. Stradling 1981: 58. Cioranescu 1983: 98.

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Habsburgo, hermana de Felipe IV, Luis XIV se casaría también con una española, María Teresa de Austria, quien de hecho era ya su prima. Ambas reinas llevaron consigo en su viaje al otro lado de los Pirineos una corte española que las rodeó y motivó, además de las múltiples traducciones de Baudoin, un deseo de aprender español entre los nobles franceses.36 La moda española quedó instaurada en torno a la fecha de ambos matrimonios (16141616 y 1659-1660). Ahora bien, la guerra de los Treinta Años, sumada a otros confusos episodios que pueblan el período –como el del paso de los embajadores en Londres en 1661– fomentan la circulación de los clásicos estereotipos negativos sobre España a los que estamos largamente acostumbrados. No obstante ello, reducir todo el siglo a una u otra de estas posiciones en la percepción francesa de España sería obtuso. En su dedicatoria, Baudoin presenta al futuro rey la historia de un imperio, y destaca la comunidad entre los príncipes incaicos y los europeos. El carácter noble de Garcilaso sostiene la ofrenda: escrita por un príncipe –en palabras de Baudoin–, la historia es sólo digna de ser dedicada a otro. La larga tradición de los «espejos de príncipes» parece encontrar una vertiente americana. Entregada para el placer y entretenimiento del monarca con las increíbles y desconocidas noticias del Nuevo Mundo, el Commentaire Royal permite a Jean Baudoin convocar la figura del buen monarca. La dedicatoria presenta el nacimiento de los príncipes como obra de arte de la naturaleza que sin embargo necesita de las buenas influencias y virtudes. A través de una completa identificación basada en el estatuto real de los sujetos, Baudoin presenta las virtudes del príncipe extrapoladas del texto de Garcilaso: piedad, fe, prudencia, juicio, enseñanza de sus súbditos y preocupación por el bien común. Es esta última virtud, que Baudoin denuncia explícitamente como común a los soberanos del Nuevo y Viejo Mundo, la señalada como responsable de la extrema riqueza material de los incas y promesa segura de una equivalente recompensa para el imperio de este lado del Atlántico. El fruto de la lectura que se presenta en un prólogo al lector, se construye alrededor de la perfecta armonía social que Garcilaso construye en su texto. El antiguo imperio se convierte en un modelo de gobierno perfecto, expresión máxima de la tranquilidad pública por haber sabido combinar moral y

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Collete Sedola 1991: 40.

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política. La lectura entonces se justifica porque ofrece el modelo más alto de civilidad, aspecto que se logra sobre la base de lo que Garcilaso denominara lumbre natural y que Baudoin llama conocimientos naturales. Haciéndose eco del prólogo de Garcilaso a esta obra, el traductor señala que la historia aclarará cosas que otros historiadores tocan oscuramente y que «nuestro autor», como Baudoin lo denomina, corrige desde la autoridad que le da ser nativo del Perú, instruido en el lenguaje de la corte y del Cuzco. El valor de la obra proviene de su veracidad indisputable por la apariencia y buen sentido de su autor y por su calidad de príncipe. En los paratextos no existen referencias explícitas a España. Cualquier mención complicaría la sencillez de la presentación que se refiere únicamente a un tiempo anterior a la conquista. Sin embargo, al final de la dedicatoria a Luis de Borbón, al presentar la materia de la historia, Baudoin señala que en ella se verá la decadencia del imperio, «advenue par la tyrannie d’un usurpateur; et remarquerez en lui tant d’injustices, dont vous etes enemie mortel, qu’il est a craindre que l’horreur du crime ne vous en rende suspecte la verité». El usurpador es, indudablemente, Atahualpa, pero la decadencia del imperio refiere también a la conquista española. El anuncio de la futura aparición de la Segunda parte de los Comentarios, incluido al final del prólogo al lector, introduce explícitamente la conocida temática de la conquista vil. Allí se advierte se contarán las guerras internas a las que fue llevada una nación de conquistadores insaciables. La Primera parte sin embargo no necesita más referencias explícitas a España. El énfasis en la justicia del imperio incaico, sugiere de por sí una imagen cuestionable del imperio español. Sin embargo, cuando contrastemos esta primera edición de la traducción de Baudoin con sus posteriores reimpresiones, la ausencia de una crítica explícita a España resultará evidente. La traducción de Jean Baudoin aclara desde su subtítulo su condición de traducción fiel.37 Sin embargo, correspondiendo a los usos de un siglo en el

37 Jean Baudoin (?-1650) traduce no sólo múltiples autores latinos sino que también presenta en 1615 una nueva versión del Lazarillo de Tormes. El título completo en esta versión es: Le commentaire royal ou L’Histoire des Yncas, roys du Perv; Contenant leur origine, depuis le premier Ynca Manco Cappac, leur Establissement, leur Idolatrie, leur Gouuernement en Paix & en Guerre, leurs Conquestes; les mrueilles du Temple du Soleil; ses incroyables richesses, & tout Estat de ce grand Empire, auant que les Espagnols s’en fissent maistres, au temps de Huascar, *& d’Atahuallpa. Ensemble vne description particuliere des Animaux, des Fruicts, des Mineraux, des Plan-

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cual «plaire est la devise des traducteurs françaises», la fidelidad queda supeditada a «faciliter la lecture et en augmenter l’utilité».38 Las intervenciones del traductor tienden al ordenamiento textual a través de la introducción de conectores39 y de la modificación del sistema de puntuación de la obra. La mayor transformación a la que se somete el texto es la diferenciación de las voces entramadas en los Comentarios, a partir del uso sistemático de itálicas para diferenciar las autoridades españolas incluidas.40 Por primera vez, a través de esta intervención, el género mismo en el que la obra se inscribe voluntariamente desde su título resulta implicado. El comentario en tanto género se plantea –en palabras de Roberto González Echevarría– como «an answer to an authoritative text: a fragment that depends for its form on that of the mastertext».41 Se trata, entonces, de un texto parásito y Garcilaso desarrolla una relación parásita con los textos de sus predecesores. Pero también es un texto que incorpora una intención legal, compuesto por un relator que somete a prueba la validez de un caso. Dentro

tes, & dees singularitez du Pais. Oeuure curieuse, & tout a faict necessaire a l’intelligence de l’Histoire des Indes. Escritte en langue Peruuienne, par l’Ynca Garcillasso de la Vega, natif de Cozco; & fidellement traduitte sur la version Espagnolle, par I.Bavdoin. Avec deux Tables fort amples, l’une des Chapitres, & l’autre des principales Matieres. A Paris, Chez Avgvstin Covrebe’, Libraire & Imprimeur de Monseigner Frere du Roys, au Palais, dans la petite Salle, a la Palme. M. DC. XXXIII. Avec privilege dv Rois. 38 Henri Van Hoof 1991. 39 Por ejemplo, en «Remarques touchant la langue generale des Indiens du Perou», la versión de Baudoin repone una estructura que se intuye pero no se desarrolla en el texto garcilasiano de 1609. Allí se anunciaban «algunas advertencias» acerca de la lengua general del Perú, indicándose sólo la primera sin continuar con el ordenamiento numeral. La versión de Baudoin repone los conectores ordinales señalando siete advertencias en total e introduce a partir de ellos una separación en párrafos del texto original. Otros ejemplos de este tipo de alteración se encuentran en el cuerpo textual de los Comentarios. Así, en el capítulo IV, libro primero, «La deducción del nombre Perú», se introducen frases del tipo «il faut remarquer ici qu’avant de mourir» para facilitar la abrupta transición temporal entre la narración de la muerte de Pedro de Balboa y los viajes que éste enviara a descubrir la costa de Panamá, o «or pour revenir à notre prisionnier», que busca suavizar la interpolación de las referencias a la Florida del Inca en el capítulo. 40 Así, por ejemplo, en el capítulo III, libro primero, «Como se descubrio el Nuevo Mundo», se utilizan itálicas para el fragmento del capítulo X, libro XVIII, de la Historia Natural y Moral de las Indias de José de Acosta trascripto en el texto de Garcilaso. 41 González Echevarría 1990: 83.

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de la estructura misma del género, el relator se borra detrás de textos que dialogan, actos que se confrontan más allá de su específica figura. Los Comentarios reales de los incas resultan un caso extremo donde la indiferenciación de voces –indígenas, españolas, de cronistas, del narrador– sostiene un exquisito equilibrio de autoridades que ha hecho de la obra material una inagotable fuente de debates sobre la «real pertenencia» del Inca a Europa o América. El efecto que ofrece el desbrozamiento de las voces en la versión traducida es sintomático. La obra se recompone reponiendo un sujeto de escritura explícito allí donde la versión original prefería el cauto uso de los impersonales. De esta manera en el «Preface de l’Autheur» se introduce un sujeto de enunciación central y responsable que en el original tiende a retraerse en el entramado de voces y autoridades. De esta manera, «je» es la primera palabra del prefacio que en su versión original comienza: «Aunque ha habido españoles y curiosos […]», lo que en la traducción aparece como: «Je sçays qu’il y a plusieurs d’historiens espagnoles […]».42 En forma paralela, otro tipo de modificaciones –más previsibles pero menos numerosas– amplían el relato, exponiendo dos modelos tradicionales: el del bárbaro salvaje y el del bárbaro español. En el título del capítulo XV, libro primero, «Diferentes casamientos, diversas lenguas, usaban veneno y hechizos», la traducción –«De la diversité de leur Mariages, & de leurs langues. Ensemble de leur abominable coustume d’user de poison, & de sortilege»– explicita una condena moral a ciertas costumbres nativas. Esta condena es garcilasiana ya que el modelo del bárbaro salvaje corresponde en su diseño al hombre del tiempo preincaico. Con respecto a la otra línea, la que construye la imagen de la barbarie española, resulta mucho más sutil. Así, por ejemplo, en el significativo capítulo XV, libro primero, «El origen de los Incas, reyes del Peru», la famosa línea «trocósenos el reinar en vasallaje» se encuentra traducida como «ils se remettoient en memoire les biens qu’ils auoient perdus, & le maux qu’endruroient les suiets sous le gouuernement d’un mouuais Roys»43, incorporando una evaluación ausente en la obra de Garcilaso. Sin embargo, este último tipo de intervenciones no es predominante. La ausencia de una posición más marcadamente antiespañola es intrigante. Francia se encuentra en las vísperas de la declaración de guerra a España

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Todos los paratextos se encuentran sin número de página. Vega 1633: 70.

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que finalmente arribaría en 1635. El poder que Richelieu ejercía como favorito llevaría a la guerra en un intento de controlar la hegemonía de los Habsburgo. Sin embargo, esta tendencia no es significativa, probando una vez más que la relación entre estructura y superestructura nunca fue directa. La primera apropiación lee el Commentaire royale como historia imperial, modelo válido para equivalentes construcciones imperiales. La versión de Baudoin incluye por primera vez ilustraciones que acompañan la obra del Inca. Los grabados incluidos en las traducciones europeas de las crónicas de Indias habían sido en muchos casos más elocuentes que los textos mismos. El ejemplo paradigmático es la primera traducción francesa de la Brevísima relación de la destrucción de las Indias (1542, publicada en 1552), de fray Bartolomé de Las Casas, de 1579, realizada por Jacques de Miggrode. En ella aparecían ya ilustradas con pasmoso detalle y a todo color las más cruentas escenas narradas por el dominico. Esas mismas ilustraciones servirían de base para los grabados que Theodore de Bry utilizaría en su famosa edición del texto en latín (Frankfurt, 1598) que garantizaría la difusión masiva de la leyenda negra, con sus estereotípicas imágenes del sumiso indígena americano y del cruel y codicioso conquistador español. La primera edición de la Primera parte en francés no es una excepción a la regla en relación al uso de ilustraciones. En este caso, no se incluyen en el cuerpo narrativo sino que aparecen condensadas en la portada –ver figura 1. Esta última se estructura en tres partes horizontales que recogen fragmentos particulares de la obra garcilasiana. La sección superior del dibujo corresponde a la representación del culto del sol, basada en la lectura de los capítulos I, VIII y IX, libro segundo, y de los capítulos XX a XXII, libro tercero. La información de los distintos capítulos ha sido combinada, y se hizo uniéndose en la representación de una escena no descripta en el texto garcilasiano. El «sacerdote», que se reconoce en el centro de la escena, posee las insignias reales señaladas en el capítulo XXII, libro primero, –el uncu, o túnica, y la corona formada por una vincha o guirnalda, llautu– y las ofrendas descriptas en el capítulo VIII, libro segundo, son presentadas por una multitud de indios que se acercan ordenadamente al templo. Las escenas de los márgenes no corresponden directamente a ningún fragmento específico del texto garcilasiano, sino que combinan diversos elementos del mismo. En el margen superior izquierdo se observa un sol y un grupo de indígenas arrodillados en gestos de adoración. Dos figuras de pie poseen los atributos reales. En el margen inferior izquierdo se ven dos personajes sentados conversando, uno de los cuales

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tiene los dos penachos reales. El conjunto constituye un cuadro que podría representar la vida diaria en el Incario, caracterizada por el orden y la civilidad en la conducta de sus ciudadanos. El cuadro central de la carátula, que ocupa igual proporción de espacio que el cuadro superior que acabamos de describir, se encarga de presentar la obra y consecuentemente se encuentra dedicado a los fundadores «históricos» del Incario según Garcilaso. En él se representa, contra el muro que encierra la figura anterior, un escudo central con la inscripción: «Histoire des Yncas, Roys dv Perv. De la traduction de I.Bavdoin». A los lados del escudo se encuentra una coya, del lado derecho, y del izquierdo, un inca. Ambos poseen los atributos reales: túnicas, penachos y orejas horadadas. El inca posee los dos cetros reales, y la coya lleva un cetro y un trozo de tela, todos estos atributos otorgados por Garcilaso a estos dos personajes en el capítulo XVI, libro primero, que refiere la fundación de Cuzco. Debajo de ellos se indica «Coya Mama Oclho» (sic) e «Inca Manco Capac». Los fundadores se erigen sobre sendos pedestales que contienen las representaciones de los frutos del imperio: debajo de Manco Capac, oro y piedras preciosas; debajo de Mama Oclho, una barca con sus velas extendidas, en clara referencia al «descubrimiento». La carátula condensa obviamente la imagen del Incario que la edición busca transmitir. Articulada en torno al orden y la religión, Baudoin privilegia la voz indígena y borra casi por completo la presencia española. Una diferencia evidente separa estas anónimas ilustraciones de las que acompañan la obra de Teodoro de Bry y de las que se incorporarán en las subsecuentes ediciones: su anclaje histórico visible no sólo en la singularidad de la vestimenta de los representantes incas sino también de sus perfiles físicos. No deja de resultar sorprendente y aislado el caso. Durante el período, el modelo prevaleciente de indígena es el del tupinamba brasileño que logra ser identificado con la totalidad de la población americana. Así se viste el Atahualpa de Teodoro de Bry con plumas como taparrabo. El delicado pudor que permite a estos incas aparecer cubiertos los reviste de una elegante solemnidad, digna de los reyes de un imperio posible. Considerar que Garcilaso de la Vega, el Inca, y Luis XIV se hayan podido sostener en una comparación retórica resulta al menos paradójico. En los intersticios de la lengua que toda traducción abre, las instancias de poder rearticulan la historia y materializan la utopía lascasiana de la retribución del imperio. En ese espacio Garcilaso y Luis XIV se encuentran en pie de igual-

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Figura 1. Carátula de la primera edición en francés de la Primera parte de los Comentarios reales de los incas (Paris, 1688).

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dad, comparando notas sobre la formación de los imperios. ¿Acaso es otra cosa la Primera parte?

3.2. 1704: el ingreso de los Países Bajos y la primera reedición La primera reedición de la traducción de Jean Baudoin aparece en 1704 en Ámsterdam. El desplazamiento geográfico de la casa editorial no resulta sorprendente. Hacia 1700, la antigua preeminencia de Francia en el mercado editorial había sido opacada por la importante producción de libros en los Países Bajos, que había aumentado debido a diversas causas.44 Por un lado, la industria de la imprenta no se encontraba allí bajo el modelo estatal y administrativo francés, lo que permitía una mayor libertad de prensa y menores restricciones de censura. Por otro lado, existían claras ventajas presupuestarias que favorecían la elección de esa zona, que se encontraba para entonces incluida en un establecido sistema de comunicaciones entre libreros de Europa. Por todas estas razones, los Países Bajos se impusieron como centro indiscutible del tráfico europeo de libros. De todas maneras, es necesario recordar que durante este período la población de la región poseía un elevado índice de alfabetización que ha obligado a los historiadores del libro a reconsiderar el mercado interno, algo que debe ser tenido en cuenta al trabajar con la reimpresión de obras que abordan el tema español que, como veremos, seguía despertando pasiones.45 Cuando se retoma la Primera parte en francés, España se encuentra en los albores de la Guerra de Sucesión que desafía la instalación de un Borbón en su Corona. Apadrinado el aspirante austriaco por los aliados europeos –holandeses, ingleses e italianos– que buscaban desmantelar lo que ya era percibido como el nuevo imperio franco-español, la guerra instalaría finalmente un nuevo diagrama imperial con la Paz de Utrech en 1713. Pero hasta entonces, o al menos hasta 1709 cuando Francia retirara sus fuerzas de España y abriera negociaciones con los aliados, drenada por la conjunción de victorias aliadas y la última gran plaga europea, España y Francia constituyen un frente consistente. Luis XIV ejerce un sólido poder sobre la nueva monar-

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Giles Barber 1994: 265. Roger Chartier 1992.

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quía y sus territorios, especialmente los Países Bajos, que fueran usados como terreno de prueba de la reforma radical que planeara para el reino de su nieto.46 Testimoniando una vez más la infatigable resistencia de los Países Bajos a toda dominación extranjera, esta nueva edición de la Primera parte construye una España bárbara. La Histoire des Yncas, Rois du Perou aparece en 1704, en la casa editorial de Gerard Kuyper.47 En su «Avertissement sur cette nouvelle Edition», un anónimo editor declara haberse basado en la traducción de Jean Baudoin y deja constancia del enorme interés que generara la obra. Según indica, para ese entonces era ya considerada una curiosa rareza tanto en francés como en español, encontrada sólo en la biblioteca de algunos particulares. Evidentemente, el intento que Margarita Zamora denuncia en los Comentarios de incorporar elementos indígenas dentro del discurso occidental fue efectivo desde sus primeras recepciones. Los Comentarios eran considerados ya una historia verídica de la civilización Inca, como señala acertadamente48 y Garcilaso merecía consistentemente «l’éloge d’Historien fidèle», que hubiera introducido Baudoin y esta advertencia reconoce. La importancia atribuida a la obra es manifiesta. La edición es más costosa: carátula a dos colores, tres ilustraciones y un mapa desplegable. Sólo el mapa es original; las otras tres son ampliaciones de los grabados incluidos en la carátula de la edición de 1633, que ahora aparecen acompañando los capítulos correspondientes en el texto de Garcilaso. El mapa aparece en el capítulo VII, libro primero, «Etymologie de quelques autres nouveaux noms», precediendo el capítulo VIII dedicado a la «Description du Pérou». Representa los territorios de las audiencias de Vene46

Stradling 1981: 200-208. El título completo de esta versión es: Histoire des Yncas, Rois du Perou; contenant leur Origine, depuis le premier Ynca Manco Capac, leur Etablissement, leur Idôlatrie, leurs Sacrifices, leurs Loix, leurs Conquêtes, les merveilles du Temple du Soleil; & tout l’Etat de ce grand Empire, avant que les Espagnols s’en rendissent Maîtres. Avec une Description des Animaux, des Fruits, des Minéraux, des Plantes, & c. Traduite de l’Espagnol de L’Ynca Garcilasso de la Vega, Par Jean Baudoin. À Amsterdam, Chez Gerard Kuyper. M.DCC. IV. Ya en el título es posible observar variaciones con respecto a la edición de 1633, siendo la más significativa la que se reconocía como «langue perouvienne» ahora pasa a ser denominado simplemente español; también se retiran las referencias a la traducción literal, que es justamente la principal diferencia entre las versiones. 48 Margarita Zamora 1988: 3 y 25. 47

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zuela, Lima, Quito, la Plata y la Provincia de Amazonas, y también incluye –fuera de su real ubicación– el río de la Plata y la zona ocupada por los «Antropophages». En un movimiento contrario al que articulan las intervenciones del traductor en el texto, que buscan historizar el relato de Garcilaso, este mapa presentifica la obra y hace referente propio el virreinato del Perú bajo dominio español. Las intervenciones del traductor son declaradas en el «Avertissement» y se anuncian numerosas. El respetuoso estilo de Baudoin es duramente criticado y el modelo mismo de la traducción fiel se encuentra atacado.49 Lo que resulta paradójico es que a pesar de las fuertes críticas a las elecciones de Baudoin, las nuevas intervenciones profundizan las tendencias generales observadas en su versión y se dirigen al estatuto genérico de la obra profundizando la separación de voces con un intento de sistematización temporal. Lo que ha variado es la evaluación del volumen que a partir de esta versión recibirá sistemáticas y explícitas críticas a la «imperfección de su estilo». Atribuida «au terroir où il [Garcilaso] est né» (2) la responsabilidad de su defectos, la traducción que reapropia para Europa «curiosas noticias» corrige y suple lo que el original carece. El origen de Garcilaso sólo será mencionado en este contexto, retirándose todas las referencias presentes en la versión de 1633 a su cuna noble, a su condición de mestizo e incluso a su específico lugar de nacimiento. Es más, ninguna presentación del volumen es necesaria en esta versión que evidentemente se dirige a un público ya familiar con la obra. La conexión entre el «imperfecto estilo» de nuestro autor y su terruño no se desarrolla. Si bien la breve advertencia condena con igual dureza al mismo Baudoin, por haber retenido «des repetitions ennuyeuses» y por su «style suranné», se intuye detrás de esta línea una evaluación negativa del territorio americano. Es posible suponer que el editor se hace eco de las afirmaciones de Garcilaso mismo en esta Primera parte con respecto a su «precaria» educación formal o incluso a la falta de escritura entre los Incas.50 Pero la crítica

49 Así, la advertencia señala: «les inutilitez de l’Auteur & du Traducteur’ en sont également retranchées: L’on a même refondu en quelque manière le stile suranne de celui-ci; & il n’y a presque une seule Période, où l’on n’ait donné quelque coup de Plume. L’on y rencontrera une infinité d’endroits eclaircis & d’equivoques levées; mais on s’est fait un devoir indispensable de ne rien omettre d’essenciel; & l’on a mieux aimé répéter deux fois la même chose; que d’en oublier la moindre qui fut de quelque importance» (2). 50 Ver Garcilaso, Primera parte capítulo XV, libro primero.

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aparece en el marco de una época que pocas décadas después daría origen a las teorías de Linneo y Bufón, según las cuales la evolución relativa de América se encontraba en significativa desventaja.51 Los cambios según se indica afectan fundamentalmente el sistema de puntuación, pero se aclara que además se han eliminado pasajes, aclarado fragmentos y retirado equívocos. El «Preface de l’Auteur», que aparece a continuación de la advertencia, resulta un ejemplo del tipo de modificaciones introducidas. En líneas generales se trata de la misma versión incluida en la edición de 1633. Las pequeñas modificaciones identifican referencias al sujeto autor, aislándolas y convirtiéndolas en oraciones independientes de sujeto expreso. De esta manera, al igual que en la edición de 1633, un sujeto autor que dentro de la estructura del comentario lograba entretejerse con las voces de sus autoridades resulta colocado en primer plano. No sólo a través de la explicitación de frases impersonales –como ocurría en la edición de 1633– sino también por la introducción de verbos evaluativos y adjetivaciones tendientes a la evaluación. Todos estos recursos subrayan una crítica a la conquista y su historización, implícita en el texto garcilasiano. Analicemos un ejemplo: Je sai qu’il y a plusieurs Historiens Espagnols, qui pour satisfaire a leur curiosité particuliere, & a celle du public, ont ecrit assez au long des Royaumes du Nouveau Monde, comme du Mexique, du Pérou, et des autres; Mais ils n’en ont pas donné une relation aussi exacte qu’il seroit a souhaiter; surtout a l’égard du Perou, dont je puis dire sans vanité, que j’ai une connoissance plus claire, & plus étendue que celle qui se trouve dans leurs ouvrages. Il est vrai que je suis né à Cuzco, & que cela me fourni les moyens de mieux aprofondir les choses. Cependant je ne desaprouve point tout ce qu’ils disent de la grandeur & des merveilles de cet Empire. Mais le malheur est qu’ils en donnent une Description si courte & si embarrassée, qu’on a de la peine à les entendre. Quoiqu’il en soit, cette consideration jointe à l’amour naturel que j’ai pour ma Patrie, m’a determiné à publier cette Histoire, où l’on verra beaucoup plus distinctement, si je nè me trompe, quelle étoit la Religion de ces peuples, leur manière de vivre, & le Gouvernement de leur Rois, avant que les Espagnols, entrassent dans le Pérou.52

51 Carl von Linné (1707-1778) en su Systema Naturae [1735], utilizó su misma clasificación jerárquica de la naturaleza al tratamiento de la especie humana. Según este modelo, y por la influencia del clima, el hombre americano se caracterizaba por su piel cobriza y su temperamento colérico, regulado por el hábito. 52 Garcilaso 1704: 4.

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En la edición de 1633, este fragmento aparece: Je scay qu’il y a plusieurs Historiens Espagnols, qui pour satisfaire a leur curiosité particuliere, & a celle du public, ont escrit assez au long des Royaumes du nouveau Monde; comme de la Mexique, du Peru, & ainsi des autres. Mais ils ne l’ont pas faict avecque la relation entiere qui s’en pouvoit donner, comme ie l’ay remarque particulierement dans les choses qu’ils ont dittes du Peru; dont ie puis asseurer sans vanité qu’estant natif de la ville de Cozco, qui fut comme une seconde Rome dans ce grand Empire, i’en dois avoir une connoissance plus ample, & plus claire que n’est celle qu’il nous en ont donne. Ce n’est pas pourtant que ie ne veuille bien admirer qu’ils disent beaucoup de choses de la grandeur & des merveilles de cet Empire. Mais le mal heure est, qu’ils les descrivent si succinctement, que de la facon qu’ils en parlent, i’ay bien de la peine a comprendre ce qu’il y a de plus intelligible dans leurs escrits. Cette consideration ioindte a l’amour naturelle que i’ay pour les choses de mon Pays, m’a faict resoudre a mettre en lumière ces Commentaires, ou vous verrez ie m’ asseure, assez distinctement, quelle estoit la Religion de ces peuples, quelle leur facon de vivre, & quel le Gouvernement de leurs Roys en paix & en guerre, avant que les Espagnols entrassent dans le Pérou.53

Las diferencias introducidas en la versión de 1704 –que hemos marcado en cursivas– subrayan al sujeto del enunciado como sujeto responsable.54 Lo que en la edición prínceps aparece como «forçado del amor natural de la patria, me ofresci al trabajo», pasa en la versión de 1704 a «m’a determiné», remarcando la decisión del sujeto en una acción que en la versión de 1609 no aparece directamente asumida. Las alteraciones subrayan también la ineficacia de los historiadores españoles. Lo que en la edición prínceps se señala como «escriuen las tan cortamente, que aun las muy notorias para mi (de la 53

Garcilaso 1633: s. p. Este fragmento corresponde en la edición prínceps: «[…] lo he notado particularmente en las cosas que del Peru he visto escritas, de las quales como natural de la ciudad del Cozco, q˜ fue otra Roma en aquel imperio, tengo mas larga y clara noticia, q˜la que hasta aora los escritores han dado. Verdad es que tocan muchas cosas de las muy grandes que aquella republica tuuo, pero escriuen las tan cortamente, que aun las muy notorias para mi (de la manera que las dizen) las entiendo mal. Por lo qual forçado del amor natural de la patria, me ofresci al trabajo de escreuir estos Cõmentarios, donde clara y distintamente se veran las cosas q˜ en aquella republica auia antes de los Españoles, assi en los ritos de su vana religion […]» (Garcilaso [1609]: iii.). Proemio al lector. 54

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manera que las dizen) las entiendo mal», en esta traducción se ha convertido en una frase que, desposeída de la humildad de la primera persona, generaliza el problema de los textos españoles: «ils en donnent une Description si courte & si embarrassé, qu’on a de la peine à les entendre».55 Las intervenciones no son pese a esto regulares. Hemos ya señalado que la diferenciación de voces se profundiza. Esto se logra no solo incorporando nuevos segmentos en cursiva y agregando esporádicamente el uso de comillas, en un intento más de clarificar la relación de las voces incluidas.56 Este intento, desde ya dificultoso, por la constitución misma del género de la obra y por la particular utilización de fuentes que Garcilaso realiza, dando por resultado lo que Mazzotti denomina una «escritura coral», puede observarse claramente en la versión del capítulo XXI, libro primero, «La enseñança del Inca hazia a sus vasallos». Allí se encuentra en itálica lo que el pueblo confiesa sobre Manco Capac al final de dicho capítulo, en respuesta a sus enseñanzas: «un homme mortel ne pouvoit pas avoir mis en évidence les choses qu’il leur avoit temoignées, & partant qu’ils le croyoient un homme divin, qui leur estoit venue du Ciel».57 Un tipo de alteración textual que se inaugura con esta edición es la introducción de notas al pie hacia las cuales se desplaza información del cuerpo textual. A lo largo de la obra, las notas buscan regular la intrincada construc55

Resulta interesante señalar aquí que así como Garcilaso responsabiliza el estilo de escritura de los españoles para su mala comprensión, ésa es la misma crítica que los traductores realizarían sistemáticamente a su propia obra. 56 En otros casos, el uso de estas marcas gráficas es individual. Así ocurre por ejemplo en el capítulo IV, libro primero, «La deducion del nombre Peru», la respuesta del indio Beru al ser interrogado por los españoles sobre el nombre de la tierra en que se hallaban («Si vous me demandez mon nom, sachez que je m’appelle Beru ou bien si vous voulez que je vous dise où je demeurois il n’y a pas longtemp je vous apprens que c’etoit sur le bord de la rivière» [Garcilaso 1704: 15), se encuentra entrecomillada. En el famoso capítulo XV, libro primero, «El origen de los Incas Reyes del Peru», las comillas se utilizan para diferenciar las voces de Garcilaso y de su tío abuelo materno en la conversación que sirve como escena fundante del relato de la historia de los incas. En este capítulo el uso las cursivas ha quedado reservado para diferenciar el parlamento del Sol de la voz del narrador. Correspondiendo a este uso de las comillas, el capítulo XVI, «La fundación del Cozco ciudad imperial», y el XVII, «Lo que redujo el primer Inca Manco Capac» (sic), libro primero, se encuentran casi todo entrecomillados, dado a que corresponden a la continuación del relato del tío abuelo materno de Garcilaso sobre los primeros incas. 57 Garcilaso 1704: 88.

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ción temporal del comentario como género que, como Adorno señalara, implica –a diferencia de la historia– la posibilidad de agregar a la línea narrativa eventos pertenecientes al tiempo cronológico del autor. Las notas a pie de página buscan reconvertir el comentario en historia, relegando a una posición subordinada aquellos elementos que se refieren a la experiencia directa del autor. Por ejemplo, en el capítulo XV, libro primero, «El origen de los Incas Reyes del Perú», se ha desplazado hacia pie de página el comentario que introduce la pregunta del narrador al tío abuelo materno –«siendo ya yo de diez y seis o diez y siete años». La nota, indicada con un asterisco, dice simplemente: «J’étois alors agé de 17 ans».58 Así también en el capítulo XXII, libro primero, «Las insignias fauorables que el Inca dio a los suyos», la referencia que aparece a los tiempos del sujeto de la enunciación resulta también relegada al pie de página. Recordemos que en este capítulo Garcilaso refiere las distintas insignias de los incas, utilizadas a semejanza de las que usara Manco Capac. Entre ellas se encuentra el ir «tresquilados», o con el cabello corto, lo cual realizaban trabajosamente con «nauajas de pedernal». Es entonces cuando Garcilaso señala que «dixo vn Inca a vn condiscipulo nuestro del leer y escreuir, si los Españoles vuestros padres no huuieran hecho mas de traernos tijeras, espejos, y peynes, les huuieramos dado quanto oro y plata teniamos en nuestra tierra».59 Es justamente esto lo que queda desplazado a pie de página.60 Construir una consistencia temporal para los Comentarios constituye un objetivo general de esta versión y otras intervenciones también comparten esta intención. Numerosas supresiones realizadas parecen obedecer a este motivo; por ejemplo en el capítulo I, libro primero, «Si ay muchos mundos, trata de las cinco zonas», cuando al referirse al principio acostumbrado para

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Ibíd.: 61. Garcilaso 1609: 20. 60 Dice la nota a pie: «Ils se servoient de ces rasoirs peu commodes par necessité, parce qu’on n’avoit pas encore l’invention des ciseaux; tellement que chacun se peut bien imaginer, qu’ils faisoient le poil que avec beaucoup de peine. Surquoy je dirai qu’il me souviendra toujours que l’usage des ciseaux s’estant depouvant assez louer l’invention; Sans mentir, dit-il à un de mes compagnons d’Eschole, quand les Espagnols vos Peres n’auroient fait autre chose que nous apporter des rasoirs, des ciseaux, des peignes, & des miroirs, cela pouvoit suffire pour nous obliger à leur donner liberalement tout ce que nous avions d’or & d’argent» (Garcilaso 1704: 89). 59

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los libros sobre el Nuevo Mundo, declara que ha de pasar brevemente por las tradicionales dudas que en ellos se dilucidan, «& passeray outre à la principale partie»,61 lo que continúa en la edición prínceps, respetado fielmente en la traducción de 1633 –«où j’ai belle peur de nè pouvoir arriver, si ce n’est par une particulière assistance de la misericordi divine»– está suprimido, y focaliza la narración en el tiempo del enunciado más que en el de la enunciación. Otra línea de intervenciones busca condensar la información presentada en el texto garcilasiano. Así, en el capítulo XV, libro primero, al justificar Garcilaso la forma en que arriba a la decisión sobre su presentación del Incario, en la versión de 1633 –que aquí sigue a la versión de la edición prínceps– se lee: Apres avoir bien examiné quelles traces, & quelles routes peuvent estre les meilleures, pour entrer dans le discours de l’origine des Yncas Roys du Perou, je n’en trouve point de plus facile que celle cy, qui est de raconter ce que durant mon bas âge, j’ay plusieurs fois oüy dire à ma mere, à ses freres mes oncles, & à mes autres parens, touchant l’origine don’t nous parlons.62

Lo que en la versión de 1704 se condensa: «La voie la plus facile et la meilleur pour traiter de l’origine des Yncas, Rois du Perou, est, ce me semble, de raconter ce que j’en ai oûi dire plusieurs fois dans mon Enfance à ma mère, à ses frères mes oncles, & à mes autres parens».63 Este tipo de condensaciones «depuran» significativamente el estilo garcilasiano, afirmando consistentemente el sujeto autor, considerado como «imperfecto» en la advertencia que acompaña la obra. También existen modificaciones que afectan directamente el aspecto semántico del texto, generalmente relacionadas con la presentación del conquistador español. En el capítulo XIX, libro primero, «Protestación del Autor sobre la Historia», Garcilaso al justificar su información sobre el imperio incaico sobre la base de las noticias que tuvo de sus parientes incas, explica en la versión prínceps: «Despues en edad mas crescida me dieron larga noticia de sus leyes y gouierno, cotejando el nueuo gouierno de los Españoles con el de los Incas, diuidiëdo en particular los delitos, y las penas, y el rigor dellas».64

61 62 63 64

Garcilaso 1704: 2. Garcilaso 1633: 69. Garcilaso 1704: 60. Garcilaso 1609: 18.

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La versión de 1704 traduce esto con significativas variantes que profundizan la crítica al conquistador ya esbozada en la traducción de 1633: Depuis, étant devenu un peu plus grand, ils me donnerent une connoissance plus ample de leurs Loix, & de leur police, & par un détail exact de toutes les malversations des Espagnols & de leurs cruautez inouïes, ils me firent remarquer l’opposition qu’il y avoit entre le nouveau gouvernement des Espagnols & celui des Yncas.65

Como es posible observar a partir de nuestra presentación, las «correcciones» introducidas a la versión de Baudoin no hacen más que explicitar y profundizar las tendencias ya presentes en aquella traducción. Las características constitutivas del género comentario –su entramado de voces, su deslizamiento temporal del presente al pasado, la construcción de un sujeto de enunciación cuya autoridad se basa en el reconocimiento de sus textos fuentes– son desarticuladas progresivamente, intentando reconstruir de un texto parásito, un texto maestro –para utilizar las palabras de González Echevarría–, o hacer de una escritura coral un texto monológico –en palabras de Mazzotti–.66 Así, la centralización textual del sujeto de enunciación y la explicitación de sus juicios evaluativos, que sólo puede realizarse a partir de su distanciamiento de las fuentes historiales de las crónicas españolas, permite rescatar una línea que si bien estaba presente en Garcilaso no estaba explícita en su texto: la crítica al conquistador español y a su legado historiográfico. El intento de reconvertir los comentarios en historia es un elemento más en esta dirección. Los comentarios se han convertido en una historia autorizada en sí misma, recordemos que el título de esta versión es justamente ése: Histoire des Yncas. Las siguientes ediciones que aparecen en Amsterdam en 1715 y 1737 utilizarán esta versión. La edición de 1715 es una reimpresión directa, sin modificación, de la versión de 1704. La de 1737 se limita a una intervención paratextual. Sin embargo, esa intervención paratextual ha de permitirnos observar la consecuente y necesaria rearticulación del Garcilaso biográfico como sostén de esta nueva historia.

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Garcilaso 1704: 79. Véase González Echevarría (1990) y Mazzotti (1996).

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3.4. 1737: una lectura ilustrada Histoire des Yncas, rois du Perou aparece en 1737 en Amsterdam y es sin duda la más popular de las versiones de la Primera parte publicadas en francés durante el período que nos ocupa. Publicada «chez Jean Frederic Bernard», responsable de numerosas traducciones, ediciones críticas y obras históricas y literarias del período, es una edición mucho más lujosa que no sólo repite la carátula a dos colores, sino que agrega siete nuevos grabados a los cuatro ya presentes hasta entonces. Las siete nuevas ilustraciones, que aparecen incorporadas a capítulos específicos, se encuentran firmadas por dos ilustradores distintos: Gabriel Francois Louis Debrie y Bernard Picart. El estilo de las nuevas ilustraciones difiere significativamente de las que aparecían hasta entonces. El primer grabado, que acompaña la carátula –ver figura 2–, resulta prototípico; en él, a diferencia del fuerte anclaje textual que observáramos en la edición de 1633, se presenta una imagen absolutamente descontextualizada del texto de Garcilaso. La escena se desarrolla en un ambiente selvático, estereotípicamente caluroso, más apropiado para la tradicional imagen de los tupinambas brasileros que para los andinos incas, y resiste cualquier intento de localización real. Por el horizonte marino arriban cuatro carabelas que, a pesar de su evidente novedad para aquel paisaje, no constituyen el centro de la escena. Allí, desatacada por la luz y las miradas que convergen, se encuentra una mujer, blanca, sentada, vestida con una toga que recuerda los hábitos romanos. Su mirada se dirige, púdicamente, a otro personaje –también blanco de cabellos largos y rubios e idéntica toga– que a su vez la mira. Rodeándolos y observándolos con fascinación, se encuentra una pareja de indios, y varios animales, la mayoría de ellos irreconocibles en su construido exotismo. El hombre indígena se encuentra sentado sobre una roca, en un reposo que comparte con el león que duerme a sus pies; la mujer, en cambio, evocando sin dudas las guerreras amazonas, se encuentra parada más lejos y lleva una charretera de la que cuelga su saco de flechas –del que está al parecer eligiendo una. Su pie se apoya sobre la cercenada cabeza de un hombre blanco por cuya boca cruza una flecha. Ambos tienen una piel oscura y tapan sus pudicias con telas. Esta cubierta subsume la historia del Incario al genérico y estereotípico personaje del indígena desnudo, desprovisto y maravillado en su inocencia. La pareja central articula una reconocible alegoría de conquista. Sin embargo, existe otra lectura posible que permitiría asociar la pareja central a una

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Figura 2. Cubierta de la tercera reimpresión de la traducción al francés de la Primera parte de los Comentarios reales de los incas (Amsterdam, 1737).

interpretación libre de la primera pareja inca, totalmente asimilada a la raza europea. Las ilustraciones incluidas no sostendrán totalmente esta lectura. En ellas, los incas se distinguen sistemáticamente por la horadación de sus lóbulos de orejas, señalado por Garcilaso en el capítulo XXIII, libro I. Empero, existen puntos en común entre las representaciones, fundamentalmente el estilo de la vestimenta. En cualquier caso, el simple hecho de que pueda ser imaginable resulta significativo y escenifica esta posible asimilación, base de la lectura europea de la Primera parte del siglo XVIII. El resto de las ilustraciones operarán sobre esta diferencia entre los miembros del Incario y los que no lo son, construyendo una temporalidad diacrónica.67 El antes del Incario –que es un antes de la dominación–, tal como

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En total, la edición cuenta con 9 ilustraciones: ‘Captif sacrifié par les Antis’, que se incluye en el capítulo XI, libro primero; «De leurs Sacrifices»; ‘Le prémier Ynca Manco Capac

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Garcilaso lo narra, se corresponde con la imagen del bárbaro salvaje –caracterizado por tradicionales símbolos de la barbarie como la desnudez y el uso de plumas. El Incario en sí, se representa a partir de reminiscencias clásicas –hábitos romanos, pieles pálidas. Como resulta evidente, la diferencia fundamental con las ilustraciones que acompañaban las ediciones anteriores, y que aún se incluyen, radica en los tipos físicos elegidos. Los incas de las nuevas ilustraciones corresponden más bien a una representación convencional del sujeto europeo: alto, blanco y delgado, y a veces, hasta rubio. En su conjunto, estas ilustraciones incorporan a los incas a las estereotípicas imágenes de la antigüedad clásica, articulando una prolija separación de la imagen convencional del salvaje del Nuevo Mundo, que parece no haber cambiado un ápice desde fines del siglo XVI. La marcada diferencia física no puede menos que evocar que el contexto de aparición de la categoría de raza se ubica en algún punto del siglo XVIII, aun si sólo fuera reconocida por el diccionario a partir del siglo XIX.68 Tanto en las representaciones gráficas como en los paratextos que acompañan la edición, el Incario parece más asociado a una definición de raza en tanto linaje o línea referida a familia más que a pueblos o naciones. En este sentido, el Incario representa un grupo aparte y singular racialmente dentro del conjunto americano. De hecho, el remarcable interés que Europa prueba en el Inca& la reigne Copa Mama &c.’, que acompaña al capítulo XV, libro primero; «De l’Origine des Yncas, Rois du Pérou»; ‘Désolation des Péruviens pendant l’Eclipse de Lune’, que se incorpora en el capítulo XXIII, libro segundo; «De ce qu’ils croyoient des Eclipses du Soleil & de la Lune», ‘Clémence de l’Ynca Mayta Capac envers les Collas’, que se incorpora al capítulo III, libro tercero; «Du pardon accordé aux Collas par l’Ynca Mayta Capac, avec l’explication de la Fable raportée ci-devant», ‘Le Temple du Soleil’, incorporada al capítulo XX, libro tercero, «Description du Temple du Soleil, & de ses grandes Richesses» (ésta es una reimpresión de la parte central de la portada de la edición de 1633), ‘Manière dont les Yncas se marioient &c.’, acompañando al capítulo VIII, libro cuarto; «De leurs Mariages, & de leur Ménage»; ‘II Yncas’, los grabados que acompañaban a la carátula de la edición de 1633 representando a Manco Capac y Mama Occlo, aquí incorporados como láminas separadas al capítulo XXIX, libro quinto; «La Mort de l’Ynca Viracocha, dont le corps fut vu par l’Auteur»; ‘Cérémonies que les Yncas observoient en faisant Chevaliers les Princes de leur sang’, que se incorpora al capítulo XXVII, libro sexto, «L’Ynca donnoit les principales marques d’honneur aux nouveaux Chevaliers, & ils reçevoient les autres de quelqu’un de ses Parens»; ‘Cruautés exercées par Atahuallpa contre son frère Huascar &c.’, que acompaña al capítulo XXXVI, libro noveno, «Causes de la cruauté d’Atahuallpa, & ses effets». 68 Hudson 1996: 247.

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Figura 3. «Desolation des Peruviens pendant l’eclipse de lune».

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rio y el que América despliega en él debe ser leído desde la apropiación de un modelo de conquista que hace posible el imperio pero también propio, apropiable. De las ocho nuevas ilustraciones, cuatro se encuentran firmadas por Bernard Picart (1673-1733), maestro francés de grabado cuyos estudios se encontraban en Amsterdam. No es éste el primer proyecto que Picart comparte con Bernard. La Histoire génerale des céremonies, moeurs et coutumes religieuses de tous les peuples du monde de M. L’Abbé Banier, obra serial de etnografía comparada acerca de las religiones del mundo que comenzara a aparecer en 1723, llevaba 423 de sus ilustraciones. De hecho, a este texto pertenecen las cuatro ilustraciones incluidas. Las restantes se encuentran firmadas por Gabriel Francois Louis Debrie, ilustrador y grabador activo en los Países Bajos, y responsable entre otras obras de la ilustración de las Oeuvres diverses de M. Rousseau y los Elements de la filosophie de Newton. La Histoire génerale des céremonies, moeurs et coutumes religieuses de tous les peuples du monde, Répresentées en 243 figures dessinées de la main de Bernard Picard: avec des explications historiques, et curieuses de M. L’Abbé Banier, de l’Académie Royale des Inscriptions et Belles Lettres, es una monumental obra de siete tomos. El primero está dedicado a la religión judía, el segundo a la católica, el tercero a las religiones americanas, el cuarto a las del oriente, el quinto al cristianismo, el sexto a los reformistas y el séptimo a los mahometanos. El tomo dedicado a América comprende desde Canadá a Perú, pasando por México, La Española, Florida, Brasil y Virginia. De él se extraen las cuatro ilustraciones que aparecen en este volumen, específicamente de la sección de Perú. Para esa parte, Garcilaso ha sido la principal fuente utilizada, citándose largos pasajes de la Primera parte. Este dato resulta significativo si consideramos que en la sección destinada a México la principal fuente utilizada constituye la Histoire de Mexique representé par figures (Paris, 1672), primera edición a cargo de Melchisedec Thévenot del Codex Mendoza, y Samuel Purchas en su History of the Mexican nation (London, 1625).69 La dedicatoria, dirigida a Monseigneur Charles, Compte de Flodroff et Wartensleb, justifica el volumen en «l’amour des Sciences, des lumières supérieurs à celles don’t les savans et les beaux esprits de profession pretendent éclairer les autres» que lo caracteriza (s. p.). La obra se le ofrece por su curiosidad e

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interés, alejada temporalmente, convertida en la descripción de un monumento, tal como el «Discours préliminaire sur l’histoire des Yncas» lo explicita. Este discurso preliminar se intercala a las palabras del autor. Sigue a los dos primeros paratextos de la edición prínceps –«Proemio al lector» y «Advertencias acerca de la lengua general de los indios»– y presenta el volumen como un monumento «precieux» de una otrora poderosa monarquía del Nuevo Mundo, única en su clase a considerar la naturaleza de su gobierno, sus leyes bellas y equitativas, y la prudencia de sus soberanos que dominaban por la dulzura y la persuasión. El Incario constituye nuevamente un modelo de imperio efectivo, que dominó y transformó pueblos bárbaros. Esta vez, el énfasis se coloca en la educación del pueblo, la persuasión del estado y la falta de violencia. Esta característica, que articula un claro contraste con el procedimiento de los españoles, es desarrollada en su extensión, no sólo en relación con los actos de conquista sino también con la conversión religiosa de los dominados. El Incario se ve perfilado como estado formador, perfecto panóptico, donde la completa internalización del estado y su ley logra la absoluta disponibilidad del sujeto al control. En este contexto, el imperio andino es puesto en relación con otros imperios de la antigüedad, como el egipcio, el griego y el romano, para superarlos y Manco Capac, recuperado como personaje histórico y presentado en su rol de educador, se erige como padre de sus sujetos, cuya tarea es la introducción de los principios de la religión natural, base de un gobierno justo y ordenado. El prólogo justifica la presentación «mágica» que Garcilaso ofrece para este personaje, léase su origen divino, considerando que todo pueblo bárbaro necesita de ciertos relatos para su sometimiento. Para el autor de este prólogo, los principios que sostienen la introducción de la religión natural realizada por Manco Capac giran en torno a la necesidad de la aplicación de la justicia y la regulación del tráfico sexual. Se realiza de esta manera una lectura casi antropológica de la formación de comunidades sociales de la cual el Incario resulta ser ejemplo. En este contexto, la crítica a los españoles se desarrolla explícitamente desde la comparación entre el imperio inca y el español, en sus procedimientos y civilidad. Es decir que en este contexto, el modelo del Incario como imperio se construye en detrimento del imperio español y como perfecta justificación para los ataques al imperio gestionado por los españoles. El volumen construye a Garcilaso como autor veraz sobre la base de su origen –en tanto vecino del Perú, nacido Inca y en consecuencia respaldado no

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sólo por las múltiples fuentes españolas que cita y por su conocimiento del lenguaje, sino también por los otros incas aún vivos cuando el autor editara su obra. Sin embargo, es nuevamente considerado un autor poco afortunado en su estilo que se califica de lánguido, difuso, repetitivo e incluso aburrido. La caracterización del Incario permite a través de los paratextos que acompañan esta versión recoger las características ideales del gobierno ilustrado: educación y control. En este contexto, el Garcilaso príncipe de la edición de 1633 que garantizaba en su estatuto noble la veracidad de su historia, se respalda ahora en su estatuto Inca, indígena. El modelo se verá aún profundizado, como veremos, al considerar la nueva traducción realizada en 1744.

3.5. 1744: una nueva traducción que materializa el simulacro indígena Nos hemos referido más arriba a la edición que aparece en París en 1744, señalando que presenta una nueva e innovadora traducción de la Primera parte atribuida a Thomas François Dalibard.70 En ella, el texto original aparece reorganizado, o –como anuncia el subtítulo– «mise dans un meilleur ordre». Las alteraciones llevan al extremo máximo las tendencias observadas en las distintas traducciones en francés publicadas desde 1633 que buscaban hacer de los Comentarios una historia a través del reordenamiento textual y la separación de voces. En este caso se trata de una reorganización completa del texto. La línea narrativa de la Primera parte altera relatos de conquistas y expansiones con fragmentos dedicados a las costumbres y ritos del Incario y la flora y fauna del Perú, exhibiendo «en muchos órdenes, el trazado monumental y el alcance descriptivo que caracteriza a las grandes historias naturales y morales de Indias que nos legaron Fernández de Oviedo, Las Casas y el agudo

70 El título completo de esta versión es: Histoire des Incas, rois du Perou: Nouvellement traduit de l’espagnol de Garcilasso de la Vega et mise dans un meilleur ordre; avec des notes & des additions sur l’histoire naturelle de ce pays. El volumen se imprime en París, con aprobación y privilegio del rey. Conviene señalar que esta versión se encuentra generalmente atribuida a François Dalibard sin que existan en ella marcas que sustenten esta atribución. Sólo el «Preface du Traducteur» menciona la intervención de «M.Dalibard» en el proceso de edición, señalando su responsabilidad en los agregados al texto. Neil Safier, en «To Collect and Abridge», indica la existencia de un equipo responsable de esta edición.

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padre Acosta».71 Esta alternancia ha despertado ininterrumpidamente el interés de la crítica. El prefacio que acompañaba la traducción al francés de la Florida en 1670 percibía este fenómeno como un problema e intentaba justificarlo señalando que Garcilaso había incluido en sus Comentarios datos de la historia natural de su nación para evitar una tediosa continuidad en la sucesión de reyes y batallas. En 1955, José Durand sugería la composición tardía de los capítulos dedicados a las conquistas y expansiones.72 Garcilaso mismo sostendría esta hipótesis al incorporar en su «Prólogo a los indios, mestizos y criollos», que se incluye en la «Segunda parte»,73 la carta que introduce como presentada a Su Majestad acompañando la entrega de sus Diálogos. Allí expresa su intención de emprender una nueva obra dedicada a «las costumbres, ritos y ceremonias que en la gentilidad de los Incas, señores que fueron del Perú, se guardaban en sus reinos» sin describir su proyecto como una historia del Incario. Para 1744, el «Preface du Traducteur» anuncia, el texto resulta «fort confus»,74 carente de método y entremezclando las materias hasta lo ilegible. Sin embargo, frente a la injusticia que constituiría la censura de una obra realizada por quien no fue educado para estas lides literarias sino para las militares, y que cumple los «premiers devoirs d’un Historien»,75 el editor ha buscado remediar, «ne pas laisser plus long-tems imparfait un morceau d’histoire important par lui-même, remarquable par la singularité des faits, & intéressant par son objet».76 La versión que ofrece la traducción de 1744 divide al texto en dos volúmenes, reinstaurando en la escritura el orden cronológico que Durand sugiriera para su producción. El primer volumen corresponde a la historia tout court del imperio y el segundo recoge los capítulos dedicados a los ritos y costumbres del incario y la flora y fauna del Perú, aquello que en el siglo XVIII ya era conocido como la historia natural. Doce capítulos constituyen el primer volumen, cada uno dedicado a un inca según la particular genealogía que traza Garcilaso en su texto.77 Prece-

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Pupo Walter 1982: 92. Durand 1955.. 73 Garcilaso1744: viii. 74 Ídem. 75 Ídem. 76 Ibíd.: ix. 77 La pertenencia de Garcilaso a la panaka de Tupac Inca Yupanqui, por línea materna, justifica la particular y única lista de los emperadores incas que ofrece Garcilaso, incorporando 72

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diendo al primer capítulo, dedicado a Manco Capac, el traductor ubica una «Première Partie» que resume los capítulos comprendidos entre el III y el XV del primer libro en la edición prínceps, dedicados al período preincaico. Dos capítulos han sido sin embargo suprimidos: los dos primeros, dedicados a «Si hay muchos mundos» y «Si hay antípodas», que habían sido sistemáticamente criticados en las versiones francesas anteriores. Así, lo que el índice reconoce como primer capítulo se abre directamente con la voz de Cusi Huallpa, el tío abuelo materno de Garcilaso y una de las fuentes primordiales para su historia. Trabajando sobre la hipótesis de Durand, José Antonio Mazzotti, en Coros mestizos del Inca Garcilaso, lee en los capítulos de la Primera parte dedicados a las conquistas un relato fundacional con vestigios de una bien posible épica incaica o «género de homenaje ritual Inca» proveniente de una tradición oral cuzqueña que constituiría una de las fuentes utilizadas por Garcilaso.78 El concepto de «escritura coral» que Mazzotti concibe para describir esta Primera parte, resulta particularmente productivo para la consideración de la versión del texto que la traducción de 1744 ofrece. Según Mazzotti, la «escritura coral» es el producto de las alteraciones que las fuentes orales andinas sufren en el proceso de escritura; en ella «las voces narrativas se multiplican y superponen de manera que llega a hacerse por momentos muy difícil –si no imposible– distinguir cuál es la fuente inmediata de determinados discursos al interior de la obra toda».79 Al reconstruir esta particular línea narrativa de las conquistas y al privilegiar como sujeto de enunciación a Cusi Huallpa, la versión de 1744 construye el simulacro de una voz indígena como fuente directa de la narración. El texto separa cuidadosamente las voces presentes en el relato, relegando a pie de página la mayoría de las menciones a autoridades españolas. Sin embargo, se ha retirado en general el uso de comillas o itálicas para diferenciar voces incluidas en el cuerpo textual. Es decir, el discurso de Cusi Huallpa abre la

al Inca Yupanqui cuya existencia es hasta hoy discutida. Mazzotti (1996: 46) lee a este inca como desdoblamiento de Pachacutec Inca Yupanqui, estrategia que Garcilaso utilizaría para favorecer el linaje de Viracocha Inca, dado que aquel grupo había favorecido al partido de Atahualpa por pertenecer a la misma panaka. A la panaka de Huascar Inca, reconocido indudablemente como legítimo heredero en los Comentarios reales, pertenecía Garcilaso. 78 Mazzotti 1996: 325. 79 Ibíd.: 324.

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narración sin ninguna marca gráfica que lo diferencie del relato del narrador. Cuando finaliza, continúa el narrador en primera persona sin que se marque la separación de voces con ningún elemento. Esta omisión de marcas subraya una directa identificación de Garcilaso con una parte de su herencia, la incaica y materna, y articula lo que denominamos el «simulacro de voz indígena».80 El «Preface du Traducteur» que acompaña a este primer volumen explicita esta construcción. Allí, el traductor se encarga de remarcar la pertenencia de Garcilaso a la familia de los incas, y omite mencionar su herencia hispana. Esta versión atribuye a Garcilaso la autoridad del testigo, y desprende como directa consecuencia de su origen su autoridad para escribir la historia de su pueblo. Es de esta herencia que se deriva toda la utilidad de la obra que el traductor establece «fort utile à la société à cause des grands exemples qu’il présente, de bonté, de douceur, de justice, & de modération de la part des Souverains, de docilité, de soumission, d’attachement, & de respect de la part des Sujets».81 Sin embargo, la pertenencia indígena tiene sus desventajas: a ella se le atribuye el particular «desorden» de la obra, por «n’ayant pû apprendre l’Histoire de ses Ancêtres autrement que par la tradition, puisqu’ils n’avoient pas l’usage de l’écriture».82 Así, la versión continúa la línea presente en las anteriores ediciones que ya reconocían en la calidad de indio idénticas atribuciones y adhiere a la presentación del Incario como modelo imperial del perfecto equilibrio entre control y protección. De hecho, el «Preface» recoge casi literalmente la introducción de la versión de 1737, donde el traductor anticipaba el paternal interés de los soberanos incas sobre su pueblo, como último aval de un cerrado tejido social que busca y garantiza el bien común. Safier ha señalado en este aspecto una velada crítica al rol de Luis XV en las problemáticas circunstancias agrícolas del momento.83 La costosa campaña en la guerra de sucesión polaca, sumada a condiciones climáticas poco favorables que perduraron desde 1737, tuvo como consecuencia la suba de precios del pan y extendidas hambrunas.84 En 1739, en el marco de los feste-

80 Existen ejemplos del uso de comillas en los siguientes capítulos. Así, por ejemplo, en el capítulo VII dedicado a Yahuarhuacac, se señalarán entrecomillados no sólo los parlamentos de Viracocha, sino también tanto los del fantasma como los del inca. 81 Garcilaso 1744: ix. 82 Ibíd.: vii. 83 Safier 2004: 71. 84 Richardt 2006: 155.

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jos de la paz, el presidente de la corte de ayuda declarará: «le bruit de trompettes annonce la paix a votre peuple, à ce peuple qui gémit dans la misère, sans pain et sans argent, obligé a disputer la nourriture aux betes qui sont dans les champs, pendant que le luxe immodéré des partisans et des gens d’affaires semble encore insulter à la calamité publique».85 En este contexto, la recurrente recuperación de la Primera parte ofrece un modelo de contraste también para la monarquía francesa. La separación y jerarquización de fuentes y referencias articula la reconstrucción de una voz individual dentro del entramado que la Primera parte presenta, prefigurando modernizaciones que en español deberían esperar hasta el siglo XX.86 Hemos ya mencionado que, haciendo un extenso uso de los nuevos recursos tipográficos, las referencias a las distintas crónicas de Indias pasan en general a cita a pie de página.87 Allí se recogen los específicos capítulos y libros, al igual que distintas autoridades. Por ejemplo, en la extensa primera parte que antecede al primer capítulo dedicado a Manco Capac, se reescriben por completo los capítulos correspondientes al descubrimiento del Nuevo Mundo, del Perú y al período preincaico. Al narrar el origen del nombre Perú, el traductor recoge en extenso la historia del indio Belu en el cuerpo textual y agrega la siguiente nota al pie las referencias a las autoridades españolas: (a) Pour autoriser que ce nom a été donné par les Espagnols, voyez Pedro de Cieca de Leon, Chap.3.13.& 18. De son Livre. Acosta Chap.13. de son Histoire naturelle des Indes. Lopez de Gomare, parlant de son Histoire generale des Indes Chap.52. de la découverte de Yucantan, rapporte deux noms donnés de semblable manière.88

Yendo aún más allá en la reorganización de las voces presentes, esta versión tiende a reestructurar y jerarquizar temporalmente la narración, sepa85

Ibíd.: 157. Al referirnos a las modernizaciones textuales que ha sufrido la Primera parte, pensamos en ediciones como la de Carlos Araníbar (México: Fondo de Cultura Económica, 1991), donde las citas textuales extraídas de las distintas crónicas se encuentran transcriptas siguiendo los modelos contemporáneos, es decir: centralizadas, en letra de molde menor y a interlínea simple. 87 Generalmente las notas serán introducidas por a o b (sin ser continuas) y en algunos casos asteriscos. 88 Garcilaso 1744: 5. 86

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rando del cuerpo textual las referencias a lugares y sucesos pertenecientes al período de la colonia. Así por ejemplo, en el extenso primer capítulo dedicado a Manco Capac que coincide con el primer grupo de los que Mazzotti señala como dedicados a las conquistas,89 aparece relegada a nota al pie la referencia al emplazamiento de la batalla entre Diego de Almagro, el Viejo, y Hernando Pizarro, que aparece con relación a los pueblos que mandó a poblar el primer inca en la nación de Ayarmaca a ambas manos del camino real de Collasuyu.90 De los capítulos de la versión original que el primer extenso capítulo dedicado a Manco Capac recoge, sólo se excluye el capítulo correspondiente a la «Protestación del Autor sobre la Historia». Pero la versión de 1744 no se limita a un reordenamiento de voces sino que introduce al texto otras nuevas y variadas que de hecho fuerzan el nuevo ordenamiento textual. El subtítulo de esta versión anuncia: «avec de Notes & Additions sur l’Histoire Naturelle de ce Pays». Esas notas y adiciones provienen fundamentalmente de la expedición de La Condamine, los diarios de viajes de Amadé Frézier y Louis Feuillée.91 Si bien La Condamine es el personaje más fácilmente reconocible para el lector moderno, estos tres viajeros representaron en la primera mitad del siglo XVIII la nueva «conciencia planetaria» que comenzaba la construcción de un significado a escala global a través de los aparatos descriptivos de la historia natural.92 Operación básica del moderno eurocentrismo, el viaje del siglo XVIII ingresó en el cuadro de las cosas93 el horizonte colonial materializando una nueva conquista, puramente simbólica. La expedición que conocemos bajo el nombre de La Condamine representa el primer emprendimiento científico europeo a gran escala y una de las historias de exploración más exquisitas del siglo XVIII. Iniciada en 1735, buscaba determinar la forma exacta de la tierra y dirimir una disputa teórica entre las dos potencias imperiales. Las versiones encontradas –¿era la tierra una esfera, como sostenía la geografía cartesiana; o un esferoide achatado en los polos, como Newton proponía?– codificaban un enfrentamiento por la 89

Mazzotti 1996: 129. Vega 1744: 30. Esto aparece mencionado en el capítulo XX, libro primero, de la versión prínceps. 91 Existen otras fuentes, entre ellas: Voyage d’Amérique de Th. Gage. 92 Pratt 1992: 15. 93 Foucault 1968: 132. 90

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efectiva decodificación y el consecuente dominio del imperio. Dos grupos partieron en distintas direcciones para recaudar datos que dirimieran el conflicto. Uno liderado por Maupertius, físico francés, se dirigió al norte para realizar mediciones, y otro, bajo la dirección del matemático Louis Godin haría lo propio en el Ecuador. La Condamine era sólo un geógrafo más dentro del grupo de Godin, sin embargo la expedición sería conocida bajo su nombre gracias a una efectiva campaña que le permitió convertirse en el vocero de la expedición en Europa. Su grupo, además de fracasar en su proyecto científico –las mediciones del grupo que se dirigiera al norte confirmaban la teoría de Newton–, también se desintegró en el trayecto, tanto es así que sólo unos pocos regresaron a Europa y tras una larga serie de peripecias.94 La importancia de esta misión no pasó desapercibida en Europa. Los miembros de la expedición reportaron profusamente sus recorridos, enviando con regularidad sus escritos y en 1737, un cargamento de especimenes de la flora americana recogidos por la expedición fue incorporado a la colección del Jardín del Rey.95 Con esta expedición, los territorios americanos cerrados hasta entonces para cualquier viaje oficial de las potencias europeas, se abrían por primera vez a la exploración directa de potencias no españolas. Hasta ese momento, toda empresa que buscara informarse sobre la estructura y recursos de las colonias españolas debía realizarlo en forma encubierta. Ése había sido el caso de Amadé Frézier,96 otra de las voces textuales que se incorpora al entramado de esta versión de la Primera parte. En 1712 había sido contratado por el rey francés para viajar a las costas de Chile y Perú pasando por mercader para investigar las fuerzas del imperio español. Su reporte, Relation du voyage de la mer du Sud aux cotes du Chili, du Pérou, et du Brésil: fait pendant les années 1712, 1713 & 1714, fue ávidamente consumido por el público lector en la Europa del período. El padre Louis Feuillée por su parte realizó dos viajes a Sudamérica que resultaron en su Historie de plantes medicinales (Paris, 1714-1725). Estas empresas, en especial la expedición de La Condamine, tuvieron una enorme repercusión en Europa; según ya indicara Deborah Poole, constituyó un factor determinante para el interés

94

Pratt 1992: 16-23. Para un estudio sobre el destino de las muestras enviadas en el jardín del rey y en la edición de 1744, véase Safier 2004: 64. 96 Pratt 1992: 16. 95

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que el Incario despertaría a partir de 1735 y que se manifestaría en distintos tipos de obras literarias de las que nos ocuparemos en el siguiente capítulo.97 Las adiciones que se introducen aparecen en ambos volúmenes. Así, incorporado al capítulo primero, al mencionar las distintas fábulas de origen existentes en el Perú –incluidas en el capítulo XVIII, libro I de la edición prínceps– «il n’y a point d’Indien un peu considerable, qui ne se dise descendu de la premiere chose qui lui passe par la tête, comme d’un Lac, de la Mer, d’un Lion, d’un Tigre, d’un Aigle, d’un Contour, (a)».98 Una extensa nota explica en detalle lo que es un cóndor: (a) Espece d’Oiseau d’une grandeur étonnante, c’est le Rouk des Orientaux, dont il est parlé dans les Contes Arabes, & dans M. Pol. Les Espagnols nomment le Cuntur, par corruption Condor; l’ envergure de cet oiseau est de 15. à 16 pieds, il n’a point de serres, ses pieds sont terminés en griffes comme ceux des Poules, son bec est assez fort pour déchirer la peau & pour sendre le ventre à un Boeuf; il a une créte sur le devant de la tête, mais qui n’est pas découpée comme celle du Coq, elle est assez égale par tout, & ressemble á un rasoir; lorsque cet Oiseau met le pied á terre & s’abat aprés son vol, il fait un si grand bruit avec ses aîles, qu’il pourroit étourdir un homme & le rendre sourd: il est souvent arrivé qu’un Seúl de ces Oiseaux a mangé des enfans de 10 à 12 ans. Le Capitaine J.Strong, rencontra cet Oiseau sur la Côte de chili, environ á 33. dégrés de latitude meridionale, proche de Mocha, Isle de la Mer du Sud; ce cuntur étoit assis sur un Rocher du côté de la Mer, son enverrgure étoit de 16. pieds, on le tira, & les Espagnols habitans de ces pays-lá, dirent qu’ils avoient grand peur de ces Oiseaux, qu’ils craignoient qu’ils n’enlevassent leurs enfans. Le Capitaine rapporta une plume de cet Oiseau, qu’il donna á Mr. Sloane, elle est longue de deux pieds & quatre pouces, le tuyau en est long de cinq pouces & tríos quarrts & large d’un pouce & demi á l’endroit le plus gros, elle pese tríos dragmes, dix-sept grains & demi, sa couleur est d’un brun obscur. Sloane Trans. Philos. N. 208.99

Las ampliaciones del relato resultan más frecuentes y evidentes en el segundo tomo, dedicado específicamente a «ce que l’on connoit de l’Histoire naturelle de cette partie du nouveau monde»,100 tal como el «Preface du

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Poole 1997: 28. Garcilaso 1744: 27. Ibíd.: 28. Ibíd.: tomo II, p. iii.

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second volume» lo anuncia. El volumen cuenta con 36 capítulos, de los cuales los 27 primeros están dedicados a distintos aspectos de la cultura Inca –por ejemplo: I, Religión ou Culte des Incas, II, Des Sacrifices au Soleil; III, División de l’Empire, & Rôle des Sujets; IV, Des Sciences des Incas, & principalment de l’Astrologie; V, De leurs Sciences; VI, De la Poesie des Incas; estos capítulos reordenan la narración garcilasiana–. Así, el capítulo I, correspondiente a la religión inca, recoge a grandes rasgos los primeros siete capítulos del segundo libro en la edición prínceps. A partir del capítulo XXVIII –«Des Grains»– se completará el relato garcilasiano a través de citas a pie de página que recogen descripciones realizadas por distintos viajeros. Así, por ejemplo, en ese capítulo XXVIII, siguiendo a la primera oración que recoge directamente el principio del capítulo IX del libro VIII de la edición prínceps –«La principale nourriture des Indiens, avant l’arrivée des Espagnols, étoit le mayz, comme le nomment les Méxicains & ceux des Isles de Barlovento; mais que les Peruviens connoissent sous le nom de Cara, & qui leur tenoit lieu de pain»– se agrega: [a] A Le Mayz ou Cara, que l’on nomme en France Bled de Turquie ou de Barbarie, est un genre de plante, dont la fleur a tríos étamines qui sortent du fond d’un calice composé de plusieurs écailles ou bales. Ces fleurs qui sont disposées en épi branchu, ne laissent aucune gaine après elle; mais les embrions naissent dans des épis sépares des fleurs, enveloppés de feuilles roulées en guaine, &deviennent des semences arondies, &remplies d’une substance farineuse propre á faire du pain. Toutes les semences qi sont en trés grand nombre, son enchassées dans des chatons rangés autour d’une espéce de poincon qui soutient l’épi, & terminées par un filet. Cette plante a la feuille á peu prés comme notre froment, mais beaucoup plus longue & beaucoup plus large. Elle vient fort bien dans presque toutes les Provinces de la France, & y seroit une grande ressource dans les années peu fértiles en bled, si l’on prenoit soin de la multiplier dans celles où on ne la cultive pas. Feuillée, Voyage d’Amérrique.101

En casi todas las ocasiones, los agregados serán señalados como tales, y las fuentes cuidadosamente indicadas. Por un lado, se utilizan marcas gráficas que se anuncian ya en el «Preface du second volume» –asteriscos y corchetes–. Pero la mayoría de las veces las incorporaciones son presentadas por el

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traductor mismo, que funciona como nexo entre el «pasado» de la obra garcilasiana y el «presente» científico articulado en los textos de las expediciones. De esta manera, por ejemplo, en el extenso capítulo de los granos se amplía entre corchetes la información sobre las plantas de la región en un aparte que comienza: Il ne doit point paroître surprenant que Garcilaso de la Vega ne connût pas toutes les plantes de son pays. Il l’avoit quitté trop jeune pour pouvoir être instruit, même des plus comunes. D’ailleurs, il est arrivé dans le Pérou, depuis il en est parti, ce qui est arrivé dans les autres pays; les Sciences se sont perfectionnées, & les connoissances se sont étendues par les recherches journalieres, & par le comerse des Etrangers. Ceux-ci eux même conduits par leur intérêt, ou par leur curiosité, ont fait dans l’un & l’autre Continent des découvertes que leurs Ancêtres n’avoient pas soupconnées.102

Representando textualmente al lector modelo, las intervenciones del traductor, que en este texto son literales, comentan la lectura del cuerpo textual, señalando la «ingenuidad» o «ignorancia» del Inca o sosteniendo sus afirmaciones con nuevas pruebas provenientes de las notas de viajeros que evidencian el «progreso» científico.103 Estos agregados permiten una lectura del Perú del siglo XVIII a través del texto garcilasiano.104 Por ejemplo, en el capítulo XXXIV –«De l’or & l’Argent»– se incluye una nota que agrega: On découvrit en 1712. une mine d’argent très riche à Ollachea près de Cosco, aujourd’hui Cusco. On dit que dans le commencement elle rapportoit le cinquiéme. Son produit a beaucoup diminué. Les minières de Potosí, de Lipes & 102

Ibíd.: 217. Un ejemplo más de este aspecto: en agregado al capítulo IV, dedicado a las ciencias se incorpora entre corchetes: «Garcilaso qui n’étoit pas Astronome, s’exprime ici d’une maniere très peu exacte» (Garcilaso 1744: 42). 104 Para mencionar sólo un ejemplo de las notas incluidas, en el capítulo XXXIII –«Des Emeraudes, des Turquoises, & des Perles»– que corresponde al capítulo XXIII, libro octavo, en la edición prínceps, se lee en una de las notas: «plusieurs pierres de Gallinaces, espèce de cristal noir fort beau, que M.Godin a envoyées du Pérou pour le Cabinet d’histoire naturelle, & qu’y sont actuellement semblent cependant prouver que les Péruviens n’ignoroient pas l’art de tailler & polir les pierres» (Garcilaso 1744: tomo II, 290), o en el capítulo XXXIV, p. 297, dedicado al oro y la plata, se incluyen referencias sobre el hallazgo de nuevas minas de mercurio provenientes del diario de Frézier. 103

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de Puno, petite ville à moitié chemin d’Ylo à Cusco, sont les plus renommées. Frezier.105

Los elementos que motivan el mayor número de intervenciones son los potenciales recursos económicos del territorio: agricultura, minería, pesca, principalmente. Un ejemplo prototípico de este interés económico por la naturaleza se manifiesta en las secciones incorporadas al capítulo «De l’or et l’Argent». Se encuentran dedicadas a la «Manipulation de l’or», «Manipulation de l’Argent», y en ellas se incluye una descripción del procesamiento de los minerales y una detallada descripción de las minas más conocidas, las distintas especies de minerales, principal comercio que se hace con los europeos. El material que allí se presenta proviene únicamente de las relaciones modernas. Neil Safier señala en «To Collect and Abridge…» el peligroso clima de inestabilidad que la situación agrícola instaurara en el seno de las clases urbanas más pobres,106 para justificar el marcado interés que esta versión otorga a la productividad natural del antiguo imperio. No obstante, es obvio que más allá de la particular coyuntura que favorece el interés por los granos, la edición clasifica el Perú en tanto la productividad de sus tierras, que declara tácitamente infinita. En este nuevo ordenamiento, el segundo volumen recoge los capítulos de la Primera parte de los Comentarios reales que constituyen lo que el traductor reconoce como historia natural. El segundo volumen cuenta con 36 capítulos que recogen en nuevas agrupaciones los dedicados a la religión, a la estructuración del gobierno y la sociedad civil, a la ciencia, a la poesía y a datos de flora y fauna, respetando su aparición en la versión original del texto. Así, por ejemplo, el primer capítulo de este segundo volumen que lleva como título: «Religion ou Culte des Incas», recoge los capítulos I al VII, libro segundo, y el segundo, «Des Sacrifices au Soleil», comprende del capítulo VIII al XI. La nueva distribución de libros puede ser leída como un excelente ejemplo del nuevo ordenamiento discursivo que –siguiendo a Foucault en Les mots et les choses– requirió la instauración de la historia natural durante el período.107 Según Foucault, durante este período se produce la súbita decan-

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Ibíd.: 297. Safier 2004: 70. Ver específicamente el capítulo V, «Classifier» (Foucault 1966).

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tación de la historia en dos órdenes de conocimiento desde entonces diferentes. Hasta entonces, la historia era el tejido inextricable de lo que se ve de las cosas y todos los signos depositados en ellas. La historia de un ser vivo era ese mismo ser en el interior de la red semántica que lo enlaza con el mundo. La tripartición entre observación, documento y fábula no existía aún. El valor del viejo nombre de la historia cambia, recobrando una de sus significaciones arcaicas, la que concebía al historiador como aquel que ve y cuenta lo visto. Anteriormente, la tarea del historiador era establecer una recopilación de documentos y signos. Durante este nuevo período, poner una mirada minuciosa sobre las cosas y transcribir fielmente lo recogido resultaba el nuevo sentido de la historia. El nuevo ordenamiento que privilegia el saber de la vanguardia capitalista permite una nueva versión de la leyenda negra. El ataque al imperio español resulta en este texto más profundo que en cualquiera de las anteriores. Utilizando argumentos económicos y científicos, la ineficacia administrativa y la falta de curiosidad del imperio ibérico son subrayadas, retomando veladamente el requerimiento de una intervención del imperio francés en América, esta vez en pos del interés de la humanidad toda. En este sentido, se declara en el prefacio que acompaña a este segundo volumen: «Si les Espagnols n’étoient pas aussi indifférens qu’ils le sont pour leur progrès; les Mines du Potosi ne seroient sans doute les seules sources don’t on tireroit des richesses dans le Pérou».108 O incluso, refiriéndose al descubrimiento de la quinina, alcaloide capital para el tratamiento de la malaria, es decir para la empresa colonizadora, se señala: «Croiroit-on qu’il n’est bien connu en Europe que depuis que M. de La Condamine en a envoyé à l’Académie Royale des Sciences une exacte description en 1738?»;109 en pos de una explotación irracional de recursos se demanda tácitamente una intervención del Perú, «un pays où les sciences n’ont point encore pénétré».110 Se pide una intervención científica, una colonización intelectual para un pueblo que, como Garcilaso lo prueba, es fundamentalmente capaz de grandes empresas. Es este discurso, el que no sólo cimenta la imagen de la España bárbara consumida dentro y fuera de la península ibérica, sino que también articula para la América hispana el dis-

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Garcilaso 1744: tomo II, pp iv-v. Ídem. Ídem.

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curso decimonónico de la independencia. En esta versión de la Histoire des Incas, según el traductor, América sólo sirve para España para extraer oro y plata, haciendo trabajar a los indígenas «comme des forçats», obligándolos a «regreter sans cesse le gouvernement des Incas».111 La versión de 1744 representa el punto culminante de las tendencias de intervención observadas desde la primera traducción de 1633. Si bien, como hemos señalado, la reorganización textual responde a una rearticulación discursiva propia del período, al considerarla en el contexto de las anteriores versiones de la Primera parte aparecidas en francés, resulta evidente la existencia de una lectura que busca privilegiar ciertos aspectos de la obra en forma constante. La incomodidad genérica, denunciada explícitamente a partir de la versión de 1704, forzó una reescritura de la obra garcilasiana que se convierte paulatinamente en historia. La versión de 1744 no es sino una consecuencia natural de los intentos realizados por las versiones anteriores. El progresivo y creciente recorte de la voz indígena profundiza una posición crítica contra la conquista. La edición realizada por Barcia privilegia sistemáticamente la herencia española por sobre la indígena, que resultaba simplemente ignorada. Ninguna de las ediciones de don Andrés González de Barcia pudo recuperar un perfil indígena explícito, aun siquiera para marcarlo negativamente. De hecho, tan difícil resulta la apropiación, que las obras del Inca deberán esperar hasta el siglo XIX para volver a ser editadas en español.112 Estas traducciones, materializaciones de la lectura de la obra en Europa, evidencian, por un lado, el conocido encono que la leyenda negra amparaba contra la hegemonía española, amenazante en sus extensas posesiones americanas, y por el otro, una depurada versión de los Comentarios reales, constituidos en texto autorizado. En esa lectura, el indio que se marcara en el título de la primera obra publicada por Garcilaso de la Vega realiza una paradójica corporeidad textual.

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Ibíd.: tomo II, p. vi. En 1800 aparecerá en la imprenta de Villalpando bajo el título Historia general del Perú, ambos volúmenes de los Comentarios, y tres años después, la Historia de la Florida. En 1829, en la imprenta de los hijos de Catalina Piñuela aparece La Florida del Inca, la Primera parte de los Comentarios reales y la Historia general del Perú. La empresa editorial de los hijos de Catalina Piñuela merece una específica atención, en tanto será ella la encargada de reeditar las obras seleccionadas por don Andrés González de Barcia, entre ellas la única reedición del Ensayo cronológico para la Historia de la Florida. 112

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3.6. 1688: la versión inglesa T. R. Steiner, en su tradicional English Translation Theory 1650-1800, establece la importancia de la traducción al inglés durante el siglo XVII. En tanto los estados nacionales comienzan a madurar, una vertiente patriótica ejercita la traducción como maniobra de enriquecimiento de la lengua y su literatura. Durante este siglo, la práctica de la traducción floreció a lo largo y ancho de Europa.113 Las distintas y numerosas obras que se recogen de la península responden en rasgos generales a los mismos lineamientos que hemos especificado para las traducciones francesas. En cuanto a las crónicas de Indias, Inglaterra tardó sesenta años en contar con una completa traducción de los relatos de exploraciones. La versión de Richard Eden, The Decades of the New World de Pedro Mártir, fue traducida del latín y publicada en 1555, y además fue enriquecida con secciones de la Historia general de las Indias de Oviedo y Lopez de Gómara.114 La Historia general de las Indias de López de Gómara aparecería en un volumen independiente en 1578, bajo el curioso título de A Pleasant history of the conquest of the West Indies, traducida por Thomas Nicholas, mercader, responsable asimismo de la traducción de la Conquista del Perú de Agustín de Zárate. La segunda mitad del siglo XVI, señala María Antonia Garcés, fue el marco de un floresciente interés en narrativas de viaje. A partir de la fundación de la Sociedad Real de Londres en 1662 y su publicación mensual de una colección de reportes de viajes, una serie de colecciones se suceden: entre ellas la América de Ogilby (1670, 1671) y The English Empire in America (1685) de Richard Burton.115 La edición de 1688 lleva como título The Royal commentaries of Peru, e incluye las dos partes de los Comentarios en un volumen único, primera edición que respeta la intención de Garcilaso en relación con el título de estas dos obras.116 Sir Paul Rycaut figura como su traductor, y su retrato acompa-

113

Steiner 1975: 8. Hume 1964: 187. 115 Garcés 2006: 214. 116 El título completo de la obra es: The Royal Commentaries of Peru, in Two Parts. The first part. Treating of the Original of their Incas or Kings: Of their idolatry: Of their Laws and Government both in Peace and War: Of the Reigns and Conquests of the Incas: With many other Particulars relating to their Empire and Policies before such time as the Spaniards invaded their 114

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ña la obra, con la leyenda: «Sr. Paul Rycaut late Consul of Smyrna; & Fellow of the Royall Societie».117 Es el primer traductor de esta obra con alguna experiencia no europea y con una directa relación con el sistema colonial.118 De hecho, Rycaut fue el autor de The history of the Turkish Empire, que apareciera en Londres en 1680 y por la que resulta conocido.119 Garcés señala que Sir Paul Rycaut (1629-1700) fue además de diplomático y viajero, prolífico traductor y escritor de ascendencia holandesa y española; que conocía entre otros idiomas latín, francés, italiano y turco. Su español provenía de una juvenil estancia en la Universidad de Alcalá de Henaras entre 1652 y 1653, durante la cual emprendió la traducción al inglés de El criticón de Baltasar Gracián para perfeccionar su conocimiento del idioma. Su traducción de los Comentarios reales se encuentra dedicada a James II, rey de Inglaterra, Escocia, Francia e Irlanda. James II, apodado por Rycaut «Defender of the Faith», sólo gobernó brevemente entre 1685 y 1688, y fue rápidamente despojado del trono en 1688, en una complicada maniobra que tuvo su declarado catolicismo como causa evidente. El destino de James se encuentra ligado al de América, y Nueva York se declara en su nombre cuando, a causa de sus servicios a la Corona, Carlos II le otorgara derechos en el nuevo continente y el asentamiento holandés de Nueva Amsterdam, que había sido capturado en ese entonces, fue renombrado en su honor. La aparición de esta traducción en 1688 tiene el particular contexto que le ofrece un monarca católico en la anglicana Inglaterra. La versión fue publicada sólo meses antes de que James II fuera depuesto del trono y no existe nin-

Countries. The Scond Part (sic) Describing the manner by which that new World was conquered by the Spaniards. Also the Civil Wars between the Piçarrists and the Almagrians, occasioned by Quarrels arising about the Division of that Land. Of the Rise and Fall of Rebels; and other Particulars contained in that History. Illustrated with sculptures. 117 Los paratextos se incluyen sin número de página. 118 Vale recordar que la experiencia colonial de Rycaut no se limita a su estadía en Turquía sino que también abarca su desempeño como secretario en jefe en Irlanda, bajo Sir Henry Hide (Garcés 2006: 216) 119 El título completo de este texto es The history of the Turkish Empire from the year 1623 to the year 1677 containing the reigns of the three last emperors, viz, Sultan Morat, or Amurat IV, Sultan Ibrahim, and Sultan Mahomet IV, his son, the thirteenth emperor, now reigning. Basado en sus 11 años en Turquía, Rycaut publicará otros textos: The Present State of the Ottoman Empire (1666), History of the Turks beginning with 1679 until the end of 1698 (1699) (Garcés 2006: 215).

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guna referencia a esta coyuntura en sus paratextos que, sin embargo, evidencian el interés de James II en sus posesiones americanas y realizan un llamado directo a la intervención del monarca en los asuntos del Nuevo Mundo.120 El primer tomo incluye un prefacio –«The translator to the reader»– donde Garcilaso recupera por primera vez su condición de mestizo. Un primer párrafo dedicado a la presentación del autor lo reconoce como tal, identificándolo como «one of those whom the Spaniards called Meztizo’s».121 El reconocimiento de las dos herencias resulta una inevitable consecuencia de la edición conjunta de ambas partes y así consta en este primer párrafo: «though he was a native of Peru, and by the Mother’s side inclined to the simple Temperament, which is natural to that Countrey; yet it seems the Spanish humour was most prevalent in him, so that be delighted much to tell us, as in divers places».122 Ésta será la única traducción del período que recoja en extenso la herencia hispana del Inca, en un orgulloso despliegue de títulos y linajes que sin duda lo hubiera complacido ampliamente. Más allá de esta significativa diferencia, el prólogo recupera los tópicos que caracterizaron las versiones francesas, remarcando la civilidad y cortesanía Inca, a través de las mismas palabras de Garcilaso en los paratextos a la primera edición que se encuentran subsumidos en el prólogo. En este marco, en tanto el Inca se encuentra establecido como historiador fiel, las fábulas que explican el origen del Incario deben ser justificadas. En el corazón del problema de credibilidad que se intenta resolver, se encuentran las explicaciones que Manco Capac ofrece, por medio de Garcilaso, en el capítulo XVI del libro I. Una «fabulación» que, señalada por el mismo Garcilaso, es reconocida por primera vez bajo una luz distinta. 120

Transcribimos el primer párrafo de la breve dedicatoria: «This translation out of Spanish, having the name of Royal Commentaries, seems justly to claim a Title to Your MAJESTY’S gratious Favour and Protection: And likewise Your MAJESTY’S dominions being adjacent and almost contiguous to the Countries which are the subject of this History, make Your MAJESTY a Party concerned in the affairs of the New World, and so supreme an Arbitrator in the Government thereof, that to suppress the Robberies and Insolence of certain Pirates who infest those coast, your MAJESTY’S Royal Arms are called for, as the most proper Means and Power to reduce them. Great also is your MAJESTY’S Fame in the East as well as in the West-Indies: And may all the World court Your Friendship and Alliance, and doe honour to Your Royal Standard» (Garcilaso 1688: s. p.). 121 Ibíd.: s. p. 122 Ibíd.: s. p.

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It is probable that a great part of this History, as far as concerns the Original of the Inca’s and the foundation of their Laws, is fabulous: howsoever, being, as our Author says, delivered by Tradition, and commonly believed amongst their People of the better degree, it may contain divers Truths mixed with abundance of Fictions and foolish Inventions. But this is no more than what hath happened to Nations of more refined understanding; for what account can we our selves give of Great Britain before the Romans entered into it? Nay, what can France or Spain say of the Ancient Inhabitants of their own countries, or of the manner, how they came first to be Christians? Unless it be that which ignorant men have devised and what the Learned men are now ashame to believe or say after them? And then, what wonder is it that such poor salvage (sic), born in a part of the World undiscovered to us, untill the year 1484; and of whose original we have no certain knowledge; nor have any light besides fancy and conjecture from whence the Continent of America hath been peopled? How then, I say, can it be expected that these illiterate Creatures should be able to give an account of their Extraction, or of Matters which passed those Ages; of which the Learned parts of the World acknowledge their ignorance, and confess themselves to be in the dark even as to those Matters which concern their own Histories?123

Aun si el fragmento manifiesta la imagen del indígena a la que el Incario se asimila, resulta interesante notar que el tiempo americano se subsume al pasado europeo en una lectura que se vuelve novedosa dentro de la historia textual de la Primera parte. No se trata aquí de una asimilación con la antigüedad clásica. En este mismo sentido se interpreta el origen de la población de América: Various have been the opinions among Historians concerning the Original of this People; of which the most probable, as I conceive, is, that they proceeded from the Race of the Northern Tartar whom they resemble in the shape and air of their features, and their barbarous way of living; but then we must fansie, as some Geographers do, that the West side of America is continent with Tartaria, or at least disjoined from thence by some narrow strait; of which I am well persuaded we have no certain knowledge.124

El reconocimiento del Incario como producto de una raza diferente a la andina, con una proveniencia individual que la relaciona con los pueblos de 123 124

Ibíd.: s. p. Ibíd.: s. p.

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la antigüedad clásica, sostiene futuros modelos de la evolución de los pueblos y presenta un discurso que permitirá justificar la intervención colonial hasta aún el siglo XIX. El prefacio presentará el Incario bajo el modelo de «a naked People, simple and credulous, believing everything that the Spaniards told and promise them»,125 que permite una feroz crítica a la conquista y sus mecanismos que sigue a este pasaje, engarzada alrededor del encuentro de Cajamarca. Rycaut recupera explícitamente la crítica indirecta que Garcilaso realiza a los métodos de conquista a través de esta escena a partir de la mala traducción de Felipillo y la codicia literalmente irrefrenable de los soldados españoles.126 La inacción dócil de los andinos que acompañaban al Inca se justifica en su supuesta creencia de la naturaleza divina de los recién llegados. En directa relación con el modelo de indígena que presentan los grabados que acompañan el texto, Rycaut privilegia el modelo del salvaje desprovisto y maravillado, afirmando categóricamente la falta de necesidad de un encuentro sangriento: But this flexible and good nature of this People did not soften the haughty mind of the Spaniards towards them, who esteeming the rest of the World slaves to them, oppressed the Indians with such servitude and slavery as the nature of man was not able to sustain. Of which that wise and good emperour, Charles the Fifth, taking notice, he dispatched new orders to Peru, for ease of the natives, and to exempt them from that inhumane tyranny which one man ought not to exercise towards another: But this gratious indulgence of the prince served to raise greater disturbances amongst the conquerours, who refusing to quit their commands and exempt their indians from their vassalage and services, openly opposed the governours and officers which were sent to put the new ordinances in execution: which afterwards proceeded to an open war and rebellion, which with various successes continued for many years: till at length the King of Spain was forced to moderate the rigour of his new regulation, and condescend to his subjects, by conserving to them that tyrannical power which they pretended unto by right of conquest over the indians: in which they were unmercifull, that had not King Philip the second contrived a supply of negro’s out of Africa to work in the mountain of Potosi and other mines, the whole indian nation had before this been uttlerly extinguished.127

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Ibíd.: s. p. Garcilaso, Segunda parte, capítulo XXIII, libro primero. Ibíd.: s. p.

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La contigüidad narrativa entre las acciones de Cajamarca y la promulgación de las leyes nuevas hubiera sorprendido al Inca, quien, tal como lo afirma en el capítulo X del libro X, no simpatizaba con el dominico. La mención de las leyes nuevas, acompañadas en la misma oración de una referencia a la introducción de esclavos en el continente americano, no puede menos que considerarse un testimonio de la amplia difusión que Bartolomé de Las Casas gozara durante este mismo período. De hecho, el evento «James II» motiva una edición especial de la Brevísima relación de la destrucción de las Indias. El texto, que ya contaba con al menos dos ediciones en inglés –The Spanish Colony (London, 1583) y The Tears of the Indians (London, 1656)– es entonces nuevamente traducido y publicado en 1689 bajo el título de Popery truly display’d in its bloody colours, or a faithful narrative of the horrid and unexampled massacres, butcheries, and all manners of cruelties that hell and malice could invent, committed by the popish Spanish party on the inhabitants of West-India (London, 1689). Evidentemente la edición de los Comentarios reales de 1688 y la versión de la Brevísima de 1689 provienen de distintos sectores políticos dentro del panorama inglés. Haciendo clara referencia al popish plot, ampliamente popular en el último cuarto del siglo XVII, la versión de Las Casas identifica directamente España con el Vaticano, articulando un virulento repudio a la Corona española. En este marco, las guerras civiles del Perú son un castigo divino a las acciones ejecutadas por los españoles durante las primeras décadas de la conquista. In this manner was Peru conquered, and with this sort of People hath it been since that time planted, which we have reason to believe have burried themselves in sloth and luxury. How well they have improved that Countrey and used those Riches which God hath given them, and how humanely they have treated the poor Natives; I leave to the Historians of our modern times: and for the Valour and Bravery which of late years they have used in defence of that Countrey; I refer my self to the Relation of the Bucaniers. And so proceed on with this History.128

El capítulo I, libro primero, sigue directamente a estos dos únicos paratextos. El texto se encuentra reorganizado, sin que exista ninguna aclaración 128

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o aviso de las alteraciones realizadas. La versión inglesa posee al igual que la edición prínceps nueve libros. Sin embargo, el primero de ellos posee sólo 14 capítulos (a diferencia de los 26 con los que aparece en la edición prínceps); y el segundo, 16 (contando con 28 en la edición prínceps). El procedimiento utilizado para la reducción no es constante. Algunos capítulos, aquellos que se dedican a la comparación de versiones o a la disquisición historiográfica, han sido suprimidos por completo –capítulos I, II, V, VI, VII, XVIII y XXVI. Otros han sido condensados bajo un nuevo título. Así bajo el título de: «Of the idolatry and gods which the ancient Incas adored, and manner of their sacrifices», que aparece como capítulo IV, se reúnen los capítulos IX –«La idolatría y los dioses que adorauan antes de los Incas»–, el X –«De otra gran variedad de dioses que tuuieron»– y el XI –«Maneras de sacrificios que hazían».129 La expurgación de la discusión bibliográfica que de hecho articula la Primera parte reconstruye el texto como autosuficiente casi en su totalidad. Un narrador en primera persona, autorizado sólo por su doble herencia, presenta la información de los hechos. Así, en el primer capítulo de esta versión, «How

129 En cuanto al libro segundo, los capítulos IV –De los muchos dioses que los historiadores Españoles impropiamente aplican a los Yndios–, V –De otras muchas cosas que el nombre Huaca significa–, VI –Lo que un autor dize de los dioses que tenían–, VII –Alcançaron la inmortalidad del ánima y la resurrection vniversal–, X –Comprueua el Autor lo que ha dicho con los historiadores Españoles–, capítulo XVIII –Dos conquistas que hizo el Inca Lloque Yupanqui–, resultan suprimidos; condensados son el capítulo VIII –Las cosas que sacrificauan al Sol– y el IX –Los sacerdotes, ritos y ceremonias, y sus leyes atribuyen al primer Inca–, en el capítulo IV –Of the things sacrificed to the Sun; and that the Priests, Rites, Ceremonies and Laws were all taught and delivered by the first Inca–, el capítulo XI –Diuidieron el imperio en quatro distritos: registrauan los vasallos–, el XII –Dos oficios que los decuriones tenían–, y el XIIII –Los decuriones dauan cuenta de los que nascian y morian– son condensados en el capítulo V –The Division of the Empire into four Parts, and of the Register kept by the Decurions, and what their Office was–, el capítulo XIII –De algunas leyes que los Incas tuuieron en su gouierno– y el XV –Niegan los Yndios auer hecho delito alguno Inca de sagre real–, en el capítulo VI –Of certain Laws Ordained by the Incas, and of the Opinion, That the Incas, and those of the Royal Bloud, can doe no wrong, or offend contrary to Law–, el capítulo XXI –Las sciencias que los Incas alcançaron. Tratase primero de la Astrología–, corresponde al capítulo XI –Of the Learning and Sciences to which the Incas attained, and first of their Astrology–, sin embargo en esta versión el capítulo fue modificado e incluye además fragmentos de los capítulos XXII –Alcançaron la cuenta del año, y los solsticios y equinocios– y el XXIII –Tuuieron cuenta con los eclypses del Sol, y lo que hazian con los de la Luna. Es importante señalar que los siete libros siguientes se encuentran respetados en su organización de capítulos.

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the New World was Discovered», todas las referencias a los orígenes de la historia del piloto de «Helvas», como se la denomina en esta versión, han sido retiradas.130 La mención a López de Gómara, a quien Garcilaso remite al lector para completar su propia presentación que indica estar basada en los relatos de su padre, y a Juan de Acosta, a quien Garcilaso señala que no presenta la historia entera por no haber tenido contacto con los «conquistadores antiguos», han sido retiradas. No aparece en el capítulo ninguna fuente para el relato, y la historia del piloto de Helvas se presenta directamente como la historia del descubrimiento del Nuevo Mundo.131 Resulta previsible que el intento de sustraer las voces incluidas resulte incompleto. Ya en el capítulo IV, «Of the Idolatry and Gods which the Ancient Incas adored, and Manner of their Sacrifices», encontramos la primera referencia bibliográfica: «Blas Valera a certain Authour who in loose Papers wrote of the Indies, describes those Nations by distinguishing the former from the latter ages and faith»132 y a partir del capítulo IV las referencias han sido conservadas. Tampoco hay una diferenciación sistemática de las voces; sin embargo, a partir del capítulo XIX, libro cuarto, «Of some Laws which the King, Inca Roca, made; of the Schools which he founded in Cozco; and of some of his wise Apophthegms, or Sayings», comenzamos a observar el uso de comillas para introducir las fuentes citadas. En este capítulo específicamente aparecen para marcar la inclusión de un fragmento de Blas Valera que corresponde casi a la totalidad del capítulo. Sin embargo, en el capítulo VII, libro primero, «The Original of the Incas, who were Kings of Peru», que incluye el capítulo XV, libro primero, de 130

Resulta interesante señalar que las denominaciones geográficas se encuentran sistemáticamente alteradas en su trascripción. Por nombrar sólo algunos ejemplos, en el capítulo III –The Description of Peru with the story of Peter Serrano– «Quita» aparece por ‘Quitu’, «Ancarmaya» por ‘Ancasmavu’, río que delimita al norte el reino Inca; «Ritirgu» por ‘Ritisuyo’, nombre con el que los indígenas denominaban el estrecho de Magallanes. Tal es así que el original Atahualpa se convierte en esta versión en «Atanhualpa». 131 Este procedimiento se realiza en numerosas ocasiones a lo largo del texto. Así del capítulo II –The derivation of the word Peru, and how the Countrey came to be so called– se han eliminado las referencia a Pedro Cieza de León, Agustín de Zárate, Francisco López de Gómara, Diego Fernández y Gerónimo de Román, quienes eran introducidos como apoyo en torno a la discusión de la corrupción del nombre Perú en Piru en ciertos historiadores. 132 Ibíd.: 7.

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la edición prínceps, «El origen de los Incas Reyes del Peru», la voz del tío abuelo materno de Garcilaso aparece en itálica, al igual que el parlamento de Garcilaso. Consecuentemente, gran parte del capítulo VIII y IX se encuentran también en itálica.133 Otras intervenciones reducen fragmentos «repetitivos». La particular traducción del primer párrafo del capítulo XV, libro primero, de la versión prínceps, resulta un excelente ejemplo: Despues de auer dado muchas traças, y tomado muchos caminos, para entrar a dar cuenta del origen y principio de los Incas Reyes naturales, que fueron del Peru, me parescio que la mejor traça, y el camino mas facil, y llano era contar lo que en mis niñezes oy muchas vezes a mi madre, y a sus hermanos y tios, y a otros sus mayores acerca deste origen y principio: porque todo lo que por otras vias se dize del, viene a reduzirse en lo mismo que nosotros diremos, y sera mejor que se sepa por las proprias palabras que los Incas lo cuentan, que no por las de otros autores estraños.134 And now that we may proceed forward, to relate these obscure matters, I must acquaint the Reader, that having considered with my self of the ways and methods whereby I might most clearly make known the beginning and original of the Incas, who were the Natural Kings of Peru, I have determined with my self, that there is no more expedite course, nor means hereunto, than to repeat those stories which in my youth I received from the relation of my Mother, and my Uncles, her Brothers, and others of my Kindred, touching this subject, which certainly will be more authentick and satisfactory than any account we can receive from other Authours, and therefore shall proceed in this manner.135

En algunas ocasiones, el traductor incorpora elementos que explicitan su propia lectura sin señalar sus adiciones. Así, en el capítulo VI –«Of the diffe-

133 Este uso volverá a observarse en distintas ocasiones. Por ejemplo, en el capítulo XXIV, libro cuarto, «The Inca abandons the City, and the Prince succours it», se encuentra en itálica el parlamento del príncipe Viracocha dirigido a su padre, el Inca Yahuar-huacac. En el capítulo XXI, libro cuarto, «Of the Intelligence which an Apparition gave to the Prince, enjoining him to communicate it to his Father», en itálica aparece nuevamente otro parlamento de Viracocha. 134 Garcilaso 1609: 14. 135 Garcilaso 1688: 11.

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rent ways of Marriages, and diversity of Languages amongst them. And of the Poisons and Witchcrafts that they used»–, transcribe: Witchcraft was more commonly used by the Women, than by the Men who, to gain a reputation to themselves of Wisedom, of Prophecies and Predictions of things to come, like Pythonesses, or Sibyls, treated familiarly with the Devil.136

Pueden encontrarse otros agregados del traductor, aunque es necesario aclarar que no prolifera este tipo de intervenciones. El capítulo IV –«La deducion del nombre Peru»– constituye un claro ejemplo de las sutiles diferencias que buscan subrayar la violencia de la intervención española. Dice la versión prínceps: El Indio viendo en la mar vna cosa tan estraña, nunca jamas vista en aquella costa como era nauegar vn nauo a todas velas, se admiro grandemente, y quedo pasmado, y abobado, imaginando que pudiesse ser aquello, que en la mar veya delante de si, y tanto se embeuecio, y enageno en este pensamiento, que primero lo tuuieron abraçado los que le iuan a prender, que el los sintiesse llegar, y assí lo lleuaron al nauío con mucha fiesta y regozíjo de todos ellos.137

Traduce la versión inglesa: […] the Indian beholding so unusual a sight as a Ship swimming with all her Sails on the Sea, which he had never before seen or heard of, his eyes were so fixed, and his imagination so taken up with looking, and considering what thing that was, which offered it self to his sight, that he was not sensible of the snare laid for him, untill he found himself taken in the Armes of the Spaniards, who with great joy and sport brought him to their Vessel.138 [la negrita es del autor.]

Hemos marcado la presencia de ilustraciones como característica de las ediciones de las crónicas de Indias en traducción. Esta versión también cuenta con ellas. Al igual que las traducciones francesas aparecidas en el siglo XVIII, las ilustraciones aparecen incluidas en los capítulos. Cinco son las ilustraciones incorporadas, contando cada una con un título propio; en el capí136 137 138

Ibíd. 172: 10. Garcilaso 1609: 4. Garcilaso 1688: 2.

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tulo VII, libro primero: «The Foundation of the Imperial City of Cozco», en el capítulo XV, libro tercero: «Of the Bridge made with Straw, Rushes and Flags; and how Chayanta was reduced at that place where the Lake empties it self», en el capítulo V, libro cuarto: «Of the manner how they Interred their Kings; and that the Obsequies and Rites of Burial continued for the space of a whole Year», en el capítulo XVI, libro octavo: «Of their tame Cattel, and of the great Caravans, or Droves fo them», y en el capítulo XXXVI, libro noveno: «The causes which moved Atahualpa to exercise all his Cruelties, and the fatal effects of them».139 Las ilustraciones resultan independientes del texto. De hecho, como Gar140 cés señala provienen directamente de la América de Teodoro de Bry. Así, al estar incluidas en los capítulos, abren una flagrante contradicción del texto garcilasiano. «The city of Cozco», por ejemplo, la primera de las ilustraciones incluidas, ofrece una visión panorámica de una ciudad que se encuentra prolijamente diagramada en damero y cuenta con construcciones a dos aguas, que evidentemente no resultan representativas de fragmento alguno incluido en el texto de Garcilaso.141 En la América de de Bry, esta ilustración aparece inaugurando la parte sexta, «De la conquista del Perú». A esta parte pertenece también la ilustración que acompaña el capítulo V, libro cuarto en la versión inglesa, dedicado al entierro del inca. En este último caso, si bien el capítulo de la versión inglesa recoge en extenso la detallada descripción que Garcilaso realiza sobre el entierro de los incas, la imagen contradice abiertamente lo narrado. La ilustración no representa ninguno de los atributos reales descriptos en el texto y muestra un cuerpo que es descendido a una fosa donde se encuentran distintos objetos en metal, comidas y frutas. El capítulo sin embargo indica, siguiendo a Garcilaso: «The Bodies of their Kings, after they were embalmed, were seated before the Image of the Sun, in the Temple at Cozco, to whom they offered Sacrifices, as to Demons of Men of Divine Race».142 La última de las ilustraciones resulta particularmente significativa (ver figura 5). En ella, el tema indudable es «la crueldad de Atahualpa», en tanto 139 The Second Part cuenta con cuatro ilustraciones, concentradas antes del capítulo XXVIII, libro segundo. 140 Garcés 2006: 216. 141 Ésta es la única ilustración acompañada por un título. 142 Garcilaso 1688: 193.

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aparece el capítulo XXXVI, libro noveno: «The causes which moved Atahualpa to exercise all his Cruelties, and the fatal effects of them». Representados, indígenas desnudos luchan con otros con capas y túnicas, corona de plumas en la cabeza. Para nuestro completo asombro, uno de los indígenas desnudos se tiende muerto y el vestido –posiblemente partidario del tirano– se dispone a cortarle una lonja de muslo. La escena no es clara; pero el canibalismo evocado lo es. Originalmente, esta imagen proviene del libro noveno, primera parte de la América, «De los usos y costumbres de los indios en América», al igual que las otras tres ilustraciones incluidas. En el caso de esta ilustración, la escena corresponde originalmente al contexto mexicano.143 Más allá de la poca referencialidad que las ilustraciones tienen, hay un aspecto que las hace particularmente diferentes. Un detalle articula un aplanamiento histórico en el que esta edición se construye en relación con las otras versiones en traducción. La edición conjunta de las dos partes de los Comentarios reales permitió a Rycaut sostener en las ilustraciones la supererposición de la temporalidad preincaica con la Incaica y la de la colonia, una superposición que de hecho caracteriza a los Comentarios y que había constituido en las versiones francesas el foco particular de la incomodidad de la lectura. Así, la cuarta ilustración que acompaña al capítulo XVI, libro octavo, «Of their tame Cattel, and of the great Caravans, or Droves of them», incluye un español (ver figura 6). El capítulo que acompaña a esta ilustración menciona el uso que los españoles realizaran de las llamas y guanacos, ganado doméstico andino. Y la ilustración recoge este comentario. El español se encuentra caminado pacíficamente al costado de un indígena –calvo, tal vez en una extrema interpretación del adjetivo «tresquilados» del mismo Garcilaso– y ambos marchan juntos al frente de un grupo de llamas de carga. Si bajo esta luz reconsideramos las otras ilustraciones, hemos de encontrar que en la segunda ilustración ya referida aparece un personaje con sombrero y poncho, fusil en mano, cruzando en balsa el río en cuestión. Ambas ilustraciones pertenecen al libro noveno de la América, dedicado a los usos y costumbres de los indios americanos. La ilustración cuarta, la que acompaña al capítulo dedicado al ganado, representaba originalmente una escena peruana.144 143

El título que la acompaña es «Noch Eine Andere Art, Die Menschen Zu Opfern», es decir, «Otra manera de hacer una ofrenda humana» 144 Allí lleva por título «Von den Indianischen Schafen, die das Erz vom Gebirge Tragen» o «De las ovejas indias que llevan metales preciosos de las montañas».

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Figura 4. El entierro del inca.

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Figura 5. La crueldad de Atahualpa.

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Figura 6. Del ganado y sus manadas.

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Esta lectura que las ilustraciones manifiestan, capaz de recuperar el tiempo de la colonia, había sido relevada en el prólogo de Rycaut. En el gesto que la permite se condensa uno de los recursos manifiestos de la apropiación europea de la cultura colonizada: convertidos en el pasado del progreso, las culturas exotizadas a través de este recurso resultan sometidas no sólo a través de la conquista de las armas. Las ilustraciones que acompañan esta versión ejemplifican un movimiento en el cual el pasado, la historia, de los incas continúa en un presente estático, e intercambiable con el de cualquier otra cultura pre-conquista. Este movimiento, ha de resultar un recurso usual del discurso colonial hasta entrado el siglo XIX.

4. NOTA FINAL Las traducciones de la Primera parte de los Comentarios reales presentan una constante clara: el estatuto genérico del texto es inevitablemente problematizado. De esta manera se realiza el intento –siempre vano e inacabado– de monologizar un texto que exhibe su dialogismo. El proceso de traducción de la obra ha reforzado así la presencia del sujeto de enunciación en el texto garcilasiano y reconstruido no solamente un sujeto autorizado y central, sino también una voz indígena autorizada dentro del texto mestizo. En un movimiento complementario, a medida que las traducciones articulan la historia del antiguo imperio como modelo de gobierno y conquista; el imperio español, aún hegemónico en los dominios ultramarinos, deviene su contracara, explicitándose cada vez más la crítica, sumándose nuevos argumentos articulados siempre en contrapartida a las virtudes del Incario. En este cuadro, España deviene un obstáculo para el Perú. La crítica se realiza a partir de un simulacro indígena. El siguiente capítulo ha de considerar las reconstrucciones literarias y culturales del Incario durante el siglo XVIII, es decir en él hemos de leer el puro simulacro indígena que ese siglo ha construido. Consideramos que sus lineamientos generales aún permean nuestras aproximaciones críticas a la literatura latinoamericana y también a Latinoamérica misma. Dar visibilidad a esas continuaciones tal vez permita repensar nuestras aproximaciones a esos corpus.

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III. RECONSTRUCCIONES CULTURALES Y LITERARIAS DEL PERÚ ANTIGUO: UN INCARIO FRANCÉS

1. PERMANENCIAS En 2002, bajo el gobierno de Alejandro Toledo, pocas semanas después de que el terrorismo internacional hiciera ingresar lo real en el relato del poder estadounidense, la televisión peruana ponía en el aire una imagen que podría haber surgido de los dibujos de Guamán Poma. Un inca, con tocapu y mascaipacha, ubicado en la Plaza Mayor de Lima, anunciaba presentarse para reclamar en nombre de sus ancestros.1 Dos años atrás, en la marcha de los Cuatro Suyos, Toledo había utilizado los mismos símbolos para protestar la asunción de Fujimori. Esta vez, la marcha había sido organizada por pobladores de Puno en reclamo de un nuevo trazado de la carretera transoceánica que pasara por su departamento. Este tipo de invocación del Incario nunca resultó extraño en el contexto de la cotidianidad peruana, si bien el gobierno de Toledo implicó una fuerte revitalización de estas evocaciones, en tanto primer descendiente quechua en la presidencia. Su ceremonia de asunción de mando simbólico se había realizado en la ciudadela de Machu Picchu, con invocaciones a los apus y ceremonia de agradecimiento a la Pachamama para auspiciar el éxito del gobierno.2 1 Maiscaipacha es el nombre de la borla insignia de poder incaico; tocapu es la denominación de la característica túnica usada por los incas. 2 El Hatun Haywa no constituyó sólo los rituales de la Pachamama (madre tierra) y el agradecimiento a los dioses, incluyó también, a iniciativa de los sacerdotes andinos, una invocación para la purificación y revitalización al presidente Alejandro Toledo, a lo largo de este

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El riesgo del país cayó significativamente durante ese primer gobierno de un descendiente quechua; sin embargo en el 2006 Alán García retornaría al poder en Perú. Ese mismo año, en Bolivia, Evo Morales realizaría la inauguración espiritual de su mandato en Tiahuanacu, convirtiéndose en el primer presidente de origen indígena en su país y manteniendo las discusiones sobre tradiciones incas en las noticas. Las imágenes del Incario continúan teniendo la misma fuerza simbólica que cuatrocientos años atrás. En el siglo XVII, no sólo Garcilaso había utilizado al Incario como eje del debate sobre la legitimidad de la conquista. Ese mismo uso era rastreable ya en la Nueva corónica y buen gobierno de Guamán Poma de Ayala y aún antes, y tal vez como causa de escritura para estos dos andinos, Sarmiento de Gamboa había realizado igual procedimiento. Aun a pesar de sus divergentes resultados, estas tempranas muestras de la importancia simbólica de la imagen del Incario se encuentran sin lugar a dudas en el corazón de sus subsecuentes reelaboraciones dentro y fuera del Perú. Pocos símbolos han sido tan productivos como el Incario andino en el ámbito peruano, latinoamericano y mundial.

nuevo período gubernamental del Perú que se inició el sábado 28 de julio de 2001. Desde la madrugada, empezó el ritual a los apus (dioses de la montaña) que bordean la ciudadela, especialmente para los principales, Ausangate y Salkantay, ubicados dentro de la cordillera de Vilcabamba. El ritual empieza cuando el alto emisario y el paq’o, los sacerdotes andinos, solicitan permiso para dirigirse a los apus. Ellos tienen la facultad de comunicarse con las divinidades de la tierra y la montaña. Cualquiera no puede alcanzar este rango. Los sacerdotes procedieron con el pago a la tierra y depositaron sobre una hoguera muestras de los productos característicos de la zona. Así, fueron colocados sobre el fuego hojas de coca, quinua, untu o sebo de llama, restos de feto de llama, illa (muestra de piedra) y conchas de Spondylus princips. Mientras esos productos eran consumidos por el fuego, los misarios procedían con el ñawimaja, acto en el cual el primer sorbo de chicha que hay en los queros es echado a la tierra en agradecimiento. El acto religioso se desarrolló sobre uno de los andenes que sirven de base para la pirámide trunca en cuyos altos se ubica el Intihuatana o reloj solar. La ceremonia se efectuó con el sonido de fondo que emitían los pututos que se tocaban en los andenes superiores de la ciudadela. Este acto religioso data de inicios de la propia civilización andina. En Machu Picchu se realiza cada cierto tiempo, pero en esta oportunidad contó con la asistencia del presidente de la República y de una distinguida comitiva de dignatarios. «Revitalizados con la energía de Machu Picchu y con las ofrendas entregadas en honor a la Pachamama y a los apus, además de la purificación del mandatario, el Perú inicia una nueva etapa en su historia, la que se destaca por su identificación con la cultura andina y nuestras tradiciones ancestrales», escribió Carlos Castillo, enviado especial del diario El Peruano (lunes 30 de julio de 2001).

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Sólo unos meses después de la marcha del los Cuatro Suyos, en marzo de 2001 aparecía en París La Princesse du Soleil, primer tomo de la trilogía Inca concebida por Bernard Fixot en la casa editorial XO, dedicada a la publicación de sagas históricas. La trilogía, que fue un éxito de ventas en Francia e Italia, fue producida como un trabajo de equipo por Bertrand Huoette –a título de especialista en el Incario–, Antoine Audouard y Jean Daniel Baltassat, y firmada bajo el seudónimo Antoine B. Daniel. La historia de amor entre una princesa inca de ojos azules, consejera de los últimos emperadores del antiguo imperio, y de Gabriel, joven español, acompañante de Pizarro, recrea a principios del siglo XXI los previsibles tópicos de la conquista, tan populares hoy como en sus primeras manifestaciones del siglo XVI. La marcha y la publicación de la trilogía se plantean en una simultaneidad emblemática del desarrollo de las imágenes del Incario y sus usos desde la entrada de Pizarro al antiguo Perú. Las dos vertientes que fueran articuladas desde ese entonces continúan manteniendo su vigencia y su separación territorial. Las imágenes dieron lugar a una expresión política e ideológica en América, y a una expresión utópica y filosófica en Europa. Este capítulo se dedica a la manifestación francesa de esta vertiente durante la primera mitad del siglo XVIII.

2. EL INCARIO FRANCÉS DEL SIGLO XVIII Ya durante el siglo XVII existieron reelaboraciones de la imagen del Incario tanto en el Perú como en Europa. Sin embargo, durante la primera mitad del siglo XVIII, numerosas obras de teatro, ballets y novelas presentaron el Incario como la quintaesencia de lo exótico americano para Europa. Esos textos resultan desconocidos en su mayoría hoy en día a pesar de que sus numerosas reediciones y traducciones durante el período testimonian su indiscutible éxito y amplia distribución por el continente europeo, y permiten postular la existencia de una moda Inca en la época. Esta moda americana se encontraba ligada al creciente interés de Europa por el Oriente, entendido como lugar de aprendizaje, descubrimiento y experimentación. Muchos de los más efectivos estereotipos sobre el Nuevo Mundo fueron concebidos entonces alrededor de lo que Antonello Gerbi denominara «la disputa del Nuevo Mundo».3 Este debate, sin embargo, no se encontró limi3

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tado a la naturaleza. La proliferación de textos relacionados con el Incario demuestra que no sólo la flora y la fauna, sino también las culturas y civilizaciones precolombinas, fueron usadas para la representación del Nuevo Mundo. En este contexto, el Incario llegó a representar el universo americano bajo el gobierno español. La popularidad de la Primera parte de los Comentarios reales de los incas, testimoniada en las cercanas reediciones que estudiáramos en el capítulo anterior, se encuentra directamente ligada a estas elaboraciones que trabajan de hecho sobre los restos de las traducciones. Recuperando el «desorden» de la narración del Inca, que tanto molestara a los traductores y editores de los siglos XVII y XVIII, se teje la ficción andina. Así, estos textos deben ser considerados como versiones, si bien alternativas, de la Primera parte en la peculiar coyuntura de principios del siglo XVIII. Las historias que narran articulan una específica vertiente dentro del discurso del exotismo dieciochesco. La lectura tradicional del discurso exótico del siglo XVIII ha considerado principalmente en estos textos la crítica a las costumbres e instituciones de la sociedad europea, tomando los sujetos, provenientes de América o el Oriente, que en él se representan sólo como medio para vehiculizar esa crítica. Sin embargo, dentro del marco de nuestro estudio nos interesa observar en esas representaciones la forma en que esos espacios otros fueran concebidos y especialmente en relación a los procesos de apropiacion discursiva.

2.1. Les mille et une heures, contes péruviennes: Sherezade encuentra a Garcilaso4 Enrique Pupo Walker, explorando el contenido imaginativo de la escritura del Inca Garcilaso, tantas veces condenado a través de la calificación de su obra como novela utópica, ha señalado la injusticia de esas censuras, que pasan por alto el horizonte discursivo del siglo XVI y sus criterios historiográficos.5 Según señala, el estrato imaginativo de los textos del Inca se encontraba plenamente autorizado en los modelos historiográficos que regían en su época. Así, Cicerón, autor citado por Garcilaso, integra en el concepto de

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Parte de este apartado ha aparecido en Dieciocho (2007) 30: 2, pp. 365-386. Enrique Pupo Walker 1982.

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narratio formas diferenciadas como lo son la fábula, el argumentum y la historia.6 Si bien para la historiografía medieval lo verosímil de lo narrado remite a un concepto dogmático y providencialista de los hechos, durante el siglo XVI las áreas de contacto narrativo entre la ficción y la historia se dilatan y los deslindes formales entre ambas categorías se vuelven escasos y borrosos.7 El texto garcilasiano convoca con igual naturalidad el extenso caudal de sus lecturas históricas y literarias, y entre estas últimas se destacan las referencias a las novelas de caballería, tan presentes en las crónicas de Indias, y al Decamerón de Bocaccio.8 Esta última obra aparece referida en el capítulo XXI del libro octavo, donde Garcilaso hace referencia a la décima novela de Frate Cipolla, incluida en la sexta jornada del Decameron. Concebida en diez jornadas, aquella pieza de mediados del siglo XIV se estructura en una serie de marcos que se multiplican internamente sosteniendo la recreación de una sociedad a partir de la destrucción de la peste negra. La aparición de esta obra resulta iluminadora de una de las tradiciones evocadas en el texto, la del cuento enmarcado, presente a través de los numerosos relatos intercalados que aparecen en la Primera parte. La narrativa intercalada no es una particularidad del discurso garcilasiano. De hecho, las crónicas de Indias utilizan este recurso en numerosas ocasiones. Sin embargo, los relatos incluidos por Garcilaso en sus Comentarios reales han alcanzado una particularmente efectiva vida independiente, característica constitutiva de la estructura del relato enmarcado.9 Si la hipótesis fundante de nuestro capítulo segundo fue que la traducción actualizaba una lectura potencial de la obra, no resulta sino sorprendente abrir nuestro corpus de este capítulo dedicado a las reelaboraciones ficcionales y culturales del Incario con un texto que, actualizando justamente una lectura de las narraciones intercaladas en Garcilaso, ha de reescribir la obra para incorporarla directamente a la tradición bocacciana del relato enmarcado. Hemos mencionado que el insistente interés europeo por el Incario es leído en directa relación con la expedición de La Condamine y sus relatos 6

Ibíd.: 133. Ibíd.: 138. 8 Ibíd.: 126. 9 Recordemos, entre éstos, tan sólo dos incluidas en la Primera parte de los Comentarios reales: la historia de Pedro Serrano, en el capítulo VIII del libro primero (Garcilaso 1609: 8), y la de la carta parlante, en el capítulo XXIX del libro noveno (Garcilaso 1609: 253). 7

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sobre las ruinas encontradas de la antigua civilización andina.10 Sin embargo, es innegable que el interés posee más larga data. Les mille et une heures, contes peruviens de Thomas Simon Gueullette, aparece en Amsterdam en 1733 y constituye un temprano éxito europeo en la moda incanista. A diferencia de Garcilaso, quien evocara la tradición del cuento enmarcado a través de su referencia a Bocaccio, este libro, como lo muestra su título, se inscribe directamente en la tradición de Las mil y una noches, que Garcilaso no conociera. Impreso en formato de bolsillo y ricamente ilustrado, Les mille et une heures, contes peruviens consta de dos volúmenes y se encuentra dividido en horas, cincuenta y ocho en total, que construyen una inversión, al menos parcial, de la historia de Sherezade. Entre 1704 y 1717, Antoine Galland da a conocer en París los doce volúmenes de Les mille et une nuit. Muhsin Mahdi señala que tanto el título completo de la obra –Les mille et une nuit, contes arabes traduits en françois– como los Avertissements que la acompañaran enfatizaban la fidelidad de la versión creando el mito del original árabe para la obra.11 Sin embargo, como es ya bien conocido, Antoine Galland construyó su «traducción» con historias escritas originalmente en distintas lenguas –árabe, turco otomano, entre otras…– y de distintas procedencias –Siria, Egipto, y algunas incluso no identificadas. Esta suerte de hiperoriginal que Galland ensambla a lo largo de los trece años que dura la publicación de Les Nuits, tuvo efectos retroactivos que alteraron definitivamente la historia de la colección y sus versiones en Oriente mismo, tal como indica Eva Sallis.12 La versión de Galland, en su «traición», continúa siendo aún hoy la más efectiva. A ella corresponde lo que todos entendemos bajo Las mil y una noches, muy a pesar de todos aquellos que luego intentaron ofrecer nuevas versiones y unir sus nombres a aquellos textos. Mahdi presenta en su estudio un bosquejo biográfico de Galland que señala su vinculación con el imperio. De acuerdo con Mahdi, la relación de Galland con el Oriente había comenzado cuando viajara como parte de la misión del embajador de Francia al imperio otomano en 1670, bajo las órdenes de Jean Baptiste Colbert, el poderoso controleur général bajo el reinado de Luis XIV y responsable del primer diseño imperial francés. Las órdenes reales

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Deborah Poole (1997) ya había señalado esta causa. Mahdi 1995: 28. Sallis 1999: 8.

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buscaban renovar el rol de su majestad como protector de las tierras santas y de los católicos cristianos en el imperio otomano. Pero también recoger información acerca de la organización del comercio en el imperio y la antigua ruta a la India a través de Egipto y el mar Rojo. Tres nuevas misiones volverían a llevar a Galland al Oriente, siempre bajo las órdenes de Colbert. Es en estos viajes donde se construye el peculiar sistema de referencias que puebla las amplias digresiones de Les mille et une nuits. Sin embargo, no es durante sus casi veinte años en el Oriente Medio cuando Galland adquiere su célebre copia del Alf laylah wa-laylah, base de Les mille et une nuits. De regreso ya en París, dedicado a la traducción de distintos manuscritos entre los cuales se encuentra el Kalila et Dimna y su famoso Sinbad, comienza a interesarse en la posible existencia de un texto del cual Sinbad formaría parte. De esta manera llega la copia más antigua del manuscrito –de tan sólo tres volúmenes– a manos de Antoine Galland en 1701. Hoy en día resulta prácticamente admitido que fue, de hecho, un malentendido entre intérprete e informante el que motivó la reconstrucción de este texto, indiscutiblemente uno de los más famosos del mundo moderno. A pesar de los esfuerzos de Galland y de innumerables investigadores después de él, no se ha podido encontrar hasta el momento ningún ejemplar del Alf laylah wa-laylah en el cual figure la historia de Sindbad. El mismo Muhsin Mahdi especula que Galland podría haber malinterpretado a su informante. Éste puede, simplemente, haber comparado el Sindbad con el Alf laylah walaylah, indicando que se trataba de historias del mismo estilo.13 Les mille et une nuits se convirtió en la traducción por excelencia de Asia al mundo europeo. Allí se puso en funcionamiento para el gran público una serie de imágenes que recurrirían a lo largo del siglo –el harén y sus eunucos, el sofá, el sultán, el genio, etc. Pero la obra de Galland condensó también una relación espacial –entre Europa y el «extranjero»; texto y nota al pie– que articulaba la espectacularización de la relación poder/saber. Dos aspectos fundamentales cristalizaban el esquema: la «transparente» figura del traductor que encriptaba en la labor literaria su explícito rol de funcionario colonial; y el problemático «didactismo» con el que toda narración enmarcada resulta asociada, que intentaba procurar una lectura guiada de aquellos textos y cuerpos extranjeros que se ofrecían en peligrosa exhibición.

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Mahdi 1995: 20.

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Les mille et une nuits logró un éxito inmediato que traspasó las fronteras francesas. Fue publicada casi simultáneamente en francés e inglés y tan sólo en los primeros nueve años que siguieron a su primera edición fue reeditada cuatro veces.14 A lo largo de todo el siglo XVIII, una extensa serie de adaptaciones e imitaciones testimonia la profunda aceptación de la obra y su estilo entre el público lector de la época. Es entre ellas donde se encuentra Les mille et une heures, contes péruviens, de Thomas Simon de Gueullette (1683-1766). Esta curiosa y olvidada obra aparece en Amsterdam en 1733 y forma parte de una de las primeras colecciones que testimonian el impacto de Les mille et une nuits como modelo literario. Al igual que Galland, Gueullette había desempeñado cargos oficiales bajo el reinado de los Borbones. Magistrado, abogado del parlamento, substituto del procurador del rey y prolífico autor, su obra incluye piezas teatrales preparadas para la comedia italiana –entre ellas, una versión de La vida es sueño de Calderón (La Vie est un songe (París, 1718)–, novelas, traducciones y colecciones de cuentos.15 Su fama, que es corta en nuestro siglo, se encuentra ligada a las parades –obras teatrales cómicas breves, representadas en un principio en la calle, de forma gratuita, como propaganda teatral, que luego fueron convertidas en teatro de salón. El género era practicado fundamentalmente por magistrados y miembros de la corte. Gueullette ha sido reconocido como creador de la parade literaria y autor de múltiples obras de este estilo, fundamentalmente las incluidas en Théâtre des boulevards. Gueullette publica cuatro colecciones de cuentos. Todas modeladas bajo el patrón de Les mille et une nuits de Galland. Al igual que lo que ocurriera en aquel texto, en las primeras páginas de cada una de estas obras se hace referencia a un manuscrito original cuyo origen se declara desconocido. El lector entendido reconoce en ese supuesto original un puro constructo ficcional formado en la yuxtaposición de diarios de viajes, historias y crónicas que conformaban la imagen disponible al público lector europeo del espacio exótico. Así entonces Gueullette reconstruye Tartaria –Les mille et un quart d’heures, contes tartares (La Haye, 1715)–, China –Contes chinoises ou Les aventures merveilleuses du mandarin Fum-Hoam (Paris, 1723)–, Mongolia

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Para una completa discusión sobre las versiones de la obra, véase MacDonald (1932). Edmond Poinsot ofrece una amplia noticia biográfica sobre nuestro autor y su relación con las parades en Le véritable auteur du théâtre des boulevards. 15

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–Les mille et une soirées, contes mogols (La Haye, 1732)– y, por último, Perú –Les mille et une heures, contes péruviens (París, 1733). Según indica la advertencia de los editores que se incluye en las primeras páginas de la obra, el texto constituye la traducción de un manuscrito anónimo encontrado en un palacio Inca.16 La advertencia sugiere posibles identidades para el autor: desde un inca o un autor europeo hasta un descendiente de los conquistadores. Sin embargo, un lector familiarizado con las crónicas de Indias, incluso en aquella época, hubiera podido reconocer fácilmente en ese original los Comentarios reales de los incas del Inca Garcilaso de la Vega. De hecho, los posibles autores propuestos por la advertencia recogen como centro motor de la ficción no sólo todo el espectro del sujeto colonial –el colonizador, el colonizado, el híbrido…17– sino también los ejes principales de las discusiones tejidas a lo largo de tres siglos acerca de la preponderancia de una u otra herencia del Inca en su obra, sea con la cultura europea o la indígena. Les mille et une heures espeja la estructura general de los Comentarios reales. Se inaugura con una presentación histórica del reino de los incas, basada en un prolijo y evidente resumen de los cinco primeros libros de los Comentarios reales –desde el Perú preincaico hasta el reinado del séptimo inca. The natives of Peru have a tradition, that this vast country was originally inhabited by savage nations, who in their manners resembled the brutes; and had no other similitude to mankind, than what appeared in their external shape. They lived without any regular system of laws or religion; and had neither houses nor cities to inhabit. They were unacquainted with the proper culture of the earth; and knew not how to spin either flax or wool. They lived in caves, and subterranean glooms. Their food was roots, herbs, and wild fruits; and they frequently feasted on human flesh. They were strangers to the institution of marriage; and the men indulged themselves in a conjunction with those women who first came in their way.18

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La advertencia se incluye, al igual que todos los paratextos, sin numeración de página, en la primera edición de Les mille et une jours consultada en la Biblioteca Nacional de París. 17 Para una discusión sobre las posiciones subjetivas en la situación colonial, véase Hommi Bhabha 1994: «The Other Question». 18 Gueullette 1715: 1. Todas las citas pertenecen a Peruvian Tales, related in One Thousand and One Hours, By One of the Select Virgins of Cusco, To the Ynca of Peru, To dissuade him from a Resolution he had taken to destroy himself by Poison. Interpreted with Curious and Historical Remarks, Explaining The Religious and Civil Customs and Ceremonies of the Antient Inhabi-

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El pasaje constituye un claro ejemplo del procedimiento empleado en la construcción de la primera parte de Les mille et une heures. En él se reconoce una apretada recapitulación de los capítulos IX a XIV del libro primero de los Comentarios reales, que recoge exclusivamente la línea histórica del texto garcilasiano respetando incluso el orden de presentación que el Inca eligiera.19 Este procedimiento se emplea para narrar el reinado de los seis primeros incas. Al llegar al séptimo, Yahaurhuacac, el relato se detiene para recoger en pormenorizado detalle la línea histórica –capítulos XX del libro cuarto al XXI del quinto– y comenzar una ampliación del relato garcilasiano. Combinando la narración de este reinado con fragmentos de la línea dedicada a las costumbres, ritos y ceremonias de la gentilidad de los incas (lo que los traductores de la Primera parte en el siglo XVIII denominaran línea de la «historia natural»20) y episodios no incluidos en el relato pero verosímiles en su marco, Gueullette articula Les mille et une heures respetando una constante de las reescrituras garcilasianas del siglo XVIII; es decir, haciendo de la historia de los incas una historia femenina.21 Antes de considerar las alteraciones que Gueullette realiza al texto garcilaciano, conviene recapitular brevemente la historia del séptimo inca tal como aparece en los Comentarios reales. Según el relato garcilasiano, Yahuar Huacac –sucesor de Inca Roca– se encontraba perseguido por el agüero de su nombre tants of that Great Empire, Tr. Samuel Humphreys. London: s. e., 1764, vol. 3. 4ª. ed. El texto forma parte de la colección especial de la Biblioteca Pública de Nueva York. 19 La línea narrativa de la Primera parte de los Comentarios reales alterna relatos de conquistas y expansiones con fragmentos dedicados a las costumbres y ritos del Incario y la flora y fauna del Perú. Ya en 1955, José Durand sugería la composición tardía de los capítulos dedicados a las conquistas y expansiones (Duránd 1955: 63-85). Garcilaso mismo sostenía esta hipótesis, al incorporar en el «Prólogo a los indios, mestizos y criollos» que se incluye en la Segunda parte, la carta que introduce como presentada a Su Majestad acompañando la entrega de sus Diálogos. Allí expresa su intención de emprender una nueva obra dedicada a «las costumbres, ritos y ceremonias [del Perú], y sus antiguallas» (Garcilaso 1617: 14). Para más información, véanse, en esta obra, pp. 121-122. 20 Véase el prólogo que acompaña la versión francesa de los Comentarios reales traducida por Thomas Francois Dalibard en 1744. 21 Lettres d’une Peruvienne de Mme. de Graffigny constituye el ejemplo más conocido pero podrían mencionarse igualmente Alzire, ou les américains de Voltaire, que sube a escena en la Comédie Francaise en 1736, y «Les Incas du Pérou», segunda escena de Les Indes galantes, ópera ballet con música de Jean Philipe Rameau y libreto de M. Fruzelier representada en la Academie Royale de Musique en 1735, entre otros. En todos estos casos, insiste con una sola historia amorosa cuya resolución es posible solo a través del deseo de sus protagonistas femeninas.

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(«llora sangre»), rehuyendo conquistas y guerras con otros pueblos. Al cabo de algunos años de reinado, el inca se decidió finalmente a emprender algunas conquistas, aunque evitaba conducir por sí mismo las expediciones militares. Por otro lado, la cruel naturaleza y las malas inclinaciones de su hijo primogénito lo mostraban incapaz de continuar el reinado apacible y benéfico de su estirpe. Por esta razón, Yahuar Huacac se vio obligado a considerar la posibilidad de desheredar al príncipe y colocar en su lugar otro de sus hijos que no fuera irrespetuoso con sus mayores. Como última tentativa, el príncipe fue exiliado en la provincia de Chita, donde quedó encargado del pastoreo del ganado dedicado al sol. En ese ámbito, luego de tres años, el joven recibió la visita de un fantasma que, presentándose como hermano de su padre, le anunció un levantamiento de pueblos sometidos por los incas que habría de poner en peligro Cuzco, capital del imperio. Si bien prevenido por el príncipe, Yahuar Huacac desoyó la advertencia. Cuando la amenaza anunciada se concreta en una rebelión de chancas, siendo ya tarde para organizar la defensa, el inca se vio obligado a abandonar la ciudad a los rebeldes. El príncipe es entonces quien organiza la resistencia que, bajo sus órdenes, logra abatir al enemigo. Una vez asegurada la ciudad, Yahuar Huacac no podrá regresar a Cuzco, donde su hijo es reconocido popularmente como inca. El nuevo inca –que tomaría el nombre de Viracocha con el que el fantasma se le presentara en su visión– mandaría construir una suntuosa residencia para el exilio de su padre. La historia de este joven príncipe que deviene héroe es una de las más celebradas de los Comentarios reales y constituye la única instancia de problematización en la sucesión de mando representada por Garcilaso. Recordemos que en los Comentarios reales la sucesión del imperio se organiza bajo el modelo europeo de mayorazgo, que fue considerado históricamente válido para el antiguo imperio americano durante siglos, hasta que la antropología probara lo contrario. Hoy en día, resulta generalmente aceptado que ese modelo sólo comenzó a ser utilizado luego de la llegada de los españoles y que, durante el período prehispánico –debido a la ausencia de leyes que gobernaran la transferencia del poder y a que más de un individuo poseía iguales derechos para aspirar al trono– se realizaban guerras sucesorias en forma regular al final de cada reinado.22

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Rostowroski 1998: 97-99.

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La importancia de este episodio en el relato garcilasiano se debe a distintos factores, más allá de su correspondencia narratológica con el relato de construcción del héroe. Estos elementos en sí pueden justificar la elección de este episodio como punto de partida para la elaboración dieciochesca. En primer lugar, representa uno de los pocos agüeros mencionados en los Comentarios reales sobre la llegada de los conquistadores españoles.23 El fantasma que se aparece al príncipe se denomina a sí mismo Viracocha –nombre de uno de los dioses del panteón Incaico y una de las primeras denominaciones que los andinos utilizaron para nombrar a los nuevos conquistadores– y además se presenta con una larga barba y llevando por la brida un animal desconocido.24 A pesar de esto, la obra de Gueullette no recoge ninguna referencia ni a la conquista ni a la colonia, y constituye en este respecto una excepción en relación con la gran mayoría de obras que recogen la temática incaica durante el siglo XVIII. Por otro lado, y tal vez de más importancia para la construcción de Les mille et une heures, el relato del reinado de Yahuar Huacac en Garcilaso plantea por primera y única vez la coexistencia de dos incas al frente del antiguo imperio. El triunfo sobre la rebelión de los chancas –macroetnia ubicada en la región de los ríos Pampas y Pachachaca que aspiraba al igual que los incas a una expansión territorial25–, que Garcilaso atribuye a Viracocha, justifica el irregular traspaso de la corona. La crisis ocasionada por este levantamiento constituye un episodio histórico fundamental durante el período prehispánico que marca el inicio de la grandeza del imperio y de la unidad quechua, quebrando la cíclica rebelión de las etnias dominadas. De acuerdo con Silva Santisteban, en tanto la victoria sobre los chancas logra alcanzar la unidad quechua, su vencedor puede considerarse iniciador de la expansión del Tahuantisuyo.26 A partir de esta derrota comienza el culto solar y se establece el carácter divino de la monarquía Inca, que luego sería proyectado por los cronistas y la tradición oficial cuzqueña a los Incas anteriores. Por estas razo-

23 Viracocha no resulta explícitamente ligado a la imagen de los españoles en la Primera parte, sin embargo la interpretación resulta convocada textualmente a través de la descripción del fantasma que visita al hijo de Yahuar Huacac en su exilio, como se verá más adelante. 24 Antoinette Molinié Fioravanti ofrece en El regreso de Viracocha una interesante interpretación sobre esta denominación. 25 Rostowroski 1998: 23. 26 Silva Santisteban 1994: 95.

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nes la guerra contra esta etnia adquirió niveles legendarios que hacen difícil precisar su fecha. Otros cronistas atribuyen el triunfo sobre los chancas al inca Pachacutec –noveno inca en el orden garcilasiano.27 La atribución a Viracocha por parte de Garcilaso resulta explicable –según indica Rostworowski– en tanto la panaca28 de Pachacutec –Hatún Ayllu– se enfrentó durante las guerras entre Huascar y Atahualpa a la de Tupac Yupanqui –Capac Ayllu–. Garcilaso descendía por parte de madre de la panaca de Tupac Yupanqui a la que Huascar también pertenecía. La violencia de las guerras entre Huascar y Atahualpa habría llevado a Garcilaso a distorsionar los eventos históricos para favorecer a los miembros de su propia panaca, una práctica que resultaba frecuente en la historiografía andina y que se realizaba en forma más o menos regular a la asunción de cada nuevo inca.29 La selección de esta instancia parece apelar a ansiedades y fantasías convocadas en torno a la conformación del imperio. En este sentido, es interesante recordar que durante este mismo período, Francia además de poseer un diseño imperial articulado bajo la mano de Colbert, en el cual sus antiguos territorios coloniales –Luisiana, Canadá, las Antillas y Guyana– juegan un papel fundamental, intenta ampliar su influencia hacia Madagascar e India, aunque sin mucho éxito.30 Les mille et une heures resume ordenadamente los primeros capítulos de la Primera parte de los Comentarios reales de los incas hasta llegar al reinado de Yahuarhuacac. A partir de ese momento, la versión de Gueullette amplía la secuencia narrativa de Garcilaso. Resumamos brevemente el relato de Gueullette. El príncipe, futuro Viracocha, es enviado al exilio como consecuencia de una ofensa al padre, que tiene a una mujer como principal protagonista. One of the select virgins was brought to the palace, and destined for the Ynca’s bed, the same day. The young prince, happening to meet her at her arrival, 27 Cieza de León, Las Casas, Polo de Ondegardo, Sarmiento de Gamboa, Acosta, Gutiérrez de Santa Clara, el Jesuita Anónimo, Santa Cruz Pachacuti, Cobo, Calancha, Román y Zamora, y Herrera atribuyen a Pachacutec el triunfo (Rostowroski 1998: 30). 28 Se denomina panaca al linaje descendiente de un inca por línea materna (Rostowroski 1998: 18). 29 Rostowroski 1998: 33. 30 Meyer 1990-1991: 117-146.

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was enchanted with her beauty; and the fatal poison of love, in a moment infused itself into his heart, and mastered it in the most absolute manner.31

Esa misma virgen destinada a Yahuarhuacac de la que el futuro Viracocha abusa será quien, al acusarlo frente al inca, se convierta en artífice de su destierro. Si bien este episodio no se encuentra en el relato de Garcilaso, donde no se señala ningún particular desencadenante, para su construcción Gueullette procede a la articulación de distintos pasajes incluidos por Garcilaso en sus Comentarios que corresponden a la línea de historia natural del texto. Así por ejemplo, para decidir el castigo merecido por la profanación de una virgen del sol, Gueullette coloca en boca de uno de los consejeros del rey un fragmento del capítulo II del libro cuarto de la Primera parte: Every daughter of the sun, who is dishonoured in her chastity, is to be buried alive; and the man who corrupted her, is to be hanged. This law goes yet farther: The criminal, his wife and children, his servants, his relations, and all the inhabitants of the town where he dwelt, even to the very infants at the breast, are to be involved in the punishment of the offence.32

Evidentemente, no es ésta la ley que ha de cumplirse en este caso. El futuro inca será condenado al exilio y desheredado sólo si su pena no lo vuelve más sabio. La muerte del príncipe fue seriamente considerada y sin embargo descartada porque se pensaba imposible encontrar una persona capaz de asesinarlo. En cuanto a los otros personajes, la deshonrada virgen fue entregada como esposa al gobernador de la provincia de Chuncuri y la gobernanta que la entregara fue condenada a ser enterrada viva. A partir de aquí, Gueullette nuevamente recupera a Garcilaso casi textualmente. En ambas narraciones se cuenta cómo el príncipe tras tres años de exilio, arriba al palacio de su padre en Cuzco, desobedeciendo sus expresas órdenes, para anunciar que «he only paid obedience to another Ynca, who was as greater a prince as his father, and had sent him to discover some particulars».33 A través de la voz del príncipe, el dios Viracocha ha de anunciar el futuro peligro que protegerá las empresas de los incas, y enviará su socorro en

31 32 33

Gueullette 1715: 7. Ibíd.: 10. Ibíd.: 14.

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cualquier necesidad. En ambas narraciones el príncipe es desoído, aun si los sabios de la corte indican lo contrario; transcurren tres meses hasta la invasión de los chancas junto con otras naciones (uramarcas, villcas, ultusullas, hanco-huallas, entre otras) y es entonces cuando Yahuarhuacac decide refugiarse en la región del Collasuyo. Allí recibe la visita de su hijo, quien, enterado de su proceder, le reclama su descuido, con las mismas palabras en ambos textos: My lord, said he, approaching to him, is it possible, then, that the monarch of this empire should be moved by the false or real tidings of the rebellion of a few vassals, to abandon this city and palace, and fly from a people he never beheld? Can you patiently suffer the house of the sun your father, to be defenseless, and exposed to the power of the enemy?34

Luego inicia su marcha hacia Cuzco, que conquista gracias al apoyo espontáneo del pueblo. Al igual que en el relato de Garcilaso, el nuevo inca Viracocha residirá desde entonces en un lujoso palacio en la provincia de Muyna y Quiespicancha. A partir de aquí, la narración se independiza y una nueva virgen poseerá la suerte de los destinos reales. The Ynca Yahuarhuacac, notwithstanding all these enjoyments, was far from tasting any tranquility in his solitude. He became insensible of all the pleasures his retinue were assiduous to procure him: he resigned himself to floominess of soul, and melancholy musings, which in a little time plunged him into despair. He could not turn his thoughts to the throne, from whence he had been obliged to descend, nor meditate on the conduct of his son, without starting into distraction. In the day, he was tormented with sad and painful reflections and the night discomposed him with dismal visions, which seemed to threaten him with new misfortunes: so that he, at last, resolved, by poison, to put an end to his days, that were rendered insupportable by the bitterness of affliction.35

34 Ibíd.: 23. En Garcilaso: «Inca: ¿cómo se permite que por una nueva falsa o verdadera, de unos pocos vasallos rebelados, desampares tu casa y corte y vuelvas la espalda a los enemigos aún no vistos? ¿Cómo se sufre que dejes entregada la casa del Sol, tu padre, para que los enemigos la huellen…?» (Garcilaso 1609: 223). 35 Gueullette 1715: 36.

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Acllahua –una joven de diecisiete años que reside en el «college of the select virgins of Cusco»36–, fue elegida por la Luna, madre del inca, para evitar esta deshonrosa muerte que –como lo anuncia la joven– «will infallibly draw down the displeasure of the sun on the royal family, the sacred city of Cusco, and all the empire of the Yncas».37 La misión de Acllahua le había sido declarada en sueños por un «shining arm, adorned with pearls, intermixed with emeralds of an admirable lustre, [that] conveyed me to the pavilion of the moon, where it placed me on a silver throne, at a little distance from the throne of the sun’s consort, and near the bodies of the deceased queens».38 Luego de anunciarle la intención de Yahuarhuacac, la Luna indica: «Tell him, that a prince, and especially a son of the sun, ought always to preserve an equality of mind, and be serene amidst all the vicissitudes of fortune».39 Acllahua invertirá entonces parcialmente la posición de la Sherezade de Les mille et une nuit. A diferencia de aquélla, una vez trasladada al palacio de Yahuarhuacac, sus relatos buscarán evitar la muerte de su oyente. Acllahua intentará persuadir al derrocado inca de la inutilidad de su decisión de quitarse la vida con historias de aventuras de incas anteriores que ilustren el mensaje de la Luna. Sin embargo, del éxito de su empresa dependerá su vida pues Yahuarhuacac anuncia matarla si no consigue demostrar lo que promete. Sólo ante esa condición el depuesto inca accede a escucharla.

36

Ibíd.: 38. Ibíd.: 39. Vale aclarar que, siguiendo una constante en la recreación del Incario durante el siglo XVIII, la educación de las vírgenes del sol difiere en mucho de lo expuesto por Garcilaso en la Primera parte; véase capítulo I al VI del libro Cuarto. Según Gueullette (1715: 38): 37

This lady, from her early years, had made history and poetry her favourite studies and the hymns she composed, in honour to the sun, were thought preferable to those of the greatest poets. She perfectly remembered all the antient and modern transactions that had been related to her by her Mamacuna, she likewise surpassed her companions in every manual art, wherein the select virgins were trained up: and all these amiable qualities were still heightened by her admirable modesty and solid virtue. En Garcilaso resulta claro que «el principal exercicio q las mujeres del sol hazian era hilar y tejer» (Garcilaso 1609: 83). 38 Gueullette 1715: 39. 39 Ibíd. 189: 40.

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En el centro de la reescritura de Gueullette, el cuerpo femenino canaliza la representación textual de los conflictos del poder. Este tipo de escenario resulta más que conocido durante el Siglo de las Luces. Más allá de la repetición de Sherezade en Acllahua –o tal vez por ella–, la figura femenina central caracteriza la boga incaica de principios del siglo que insiste en su fascinación con las vírgenes del sol y su sagrada casa. Equivalente americano del harén oriental, resulta sin embargo paulatinamente moralizado en su traducción dieciochesca. La gran constante entre las figuras femeninas que pueblan el Incario francés radica en constituir aparentemente el centro de resistencia y único viable motor de cambio. No obstante, al igual que Sherezade, Acllahua existe sólo en tanto función narrativa a pesar de que el destino del imperio se juega en su relato. Una diferencia entre las vírgenes del sol del Incario francés y sus compañeras orientales radica en que aquéllas, a través de la exhibición de su cuerpo casto, obtienen una voz que articula el conflicto y conserva la vida. Tarea no sencilla para otras heroínas dieciochescas. Como hemos mencionado, la presencia de Garcilaso en la obra es evidente para el lector familiarizado con las crónicas de Indias. Para aquellos que desconocieran aquel discurso, el texto de Gueullette encubre exitosamente su filiación histórica. Las notas al pie que acompañan el texto ponen de manifiesto el tipo de relación que se articula con la Primera parte de los Comentarios reales: éstas recuperan y explican al público particulares costumbres del antiguo imperio, anclando específicamente el relato en su contexto andino pero sin denunciar la fuente utilizada. El silencio que recubre el texto del Inca en la obra de Gueullette resulta sorprendente. Así por ejemplo, un fragmento del capítulo I del libro segundo de la Primera parte aparece en nota al pie al introducir por primera vez a la Luna como personaje: Though the Yncas considered the moon as the sister and spouse of the sun, and even their own mother, yet they never adore’d her in the quality of a goddess they neither offered sacrifices to her, nor erected temples in her honour. They only raised for her a great pavilion near the temple of the sun, to serve her for an habitation and she was there painted on a plate of silver, with the face of a woman.40

40

Ibíd.: 39.

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Si bien el uso de notas aclaratorias aparecía ya en Les mille et une nuits de Galland, en aquel caso incorporaba no sólo distintos libros de viaje sino fundamentalmente el propio testimonio autorizado de Galland, que resurgía en distintas instancias a lo largo de los doce volúmenes. En Les mille et une heures, la figura del traductor desaparece por completo y con él cualquier opacidad lingüística del «original» mencionado en las primeras páginas de la obra. Los Comentarios reales se reconstruyen a través del texto de Gueullette asimilados, ya traducidos. En este sentido, la efectividad del Inca en su incorporación de elementos indígenas al discurso occidental –como señala Margarita Zamora– resulta evidente.41 Los Comentarios reales de los incas contienen una serie de relatos incluidos que han alcanzado de por sí una fama independiente.42 Su gran mayoría representa un corte temporal dentro del relato histórico sobre el antiguo imperio, incorporando testimonios directos del mismo Garcilaso sobre el Cuzco de su tiempo o historias que corresponden al tiempo de la conquista, aun sin su testimonio directo. Hemos mencionado que esta característica de la narración constituye uno de los rasgos distinguibles del género del comentario, tal como Rolena Adorno lo señala. De acuerdo con Adorno, los límites cronológicos del género eran generalmente la vida del autor, siendo éste libre para agregar eventos a la narración.43 Estas historias enmarcadas que permiten la explícita contraposición del tiempo prehispánico con el de la conquista o la colonia, también permiten construir en su pura contraposición un argumento más a favor de las virtudes del antiguo imperio. Así ocurre, por ejemplo, a partir del caso incluido en el libro Tercero, Capítulo XXIII. En ese capítulo, dedicado a los sitios para los sacrificios, pero que ofrece al mismo tiempo un claro semblante de la riqueza y complejidad arquitectónica del Cuzco, se refiere, a partir de una historia de los tiempos de la colonia que tiene a Garcilaso como testigo directo, el triste destino de los monumentos

41 42

Zamora 1988: 25. Recordemos, entre éstos: la historia de Pedro Serrano, en el capítulo VIII del Libro pri-

mero. 43 Si bien, como señala Christian Fernández, es posible, y necesaria, una extensa discusión sobre el modelo genérico utilizado por Garcilaso bajo el rótulo «comentario», consideramos que las observaciones de Adorno describen fehacientemente el funcionamiento de los Comentarios reales y señalan características que la crítica del período que nos ocupa retomaría en detalle. Véase Fernández (2004: 23-55) y Adorno (1997: 360).

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incas tras la conquista: bajo el descuido de los españoles, aquellas obras se pierden y se entregan al olvido. Las traducciones de la Primera parte al francés contemporáneas a Gueullette demostraron una sistemática incomodidad con el género de la obra, interviniendo en el texto para establecer un orden textual y temporal que convierte los comentarios en historia tout court. Las distintas versiones de la Primera parte no sólo diferenciaban las voces de las autoridades incluidas sino que también reconstruían en el cuerpo textual un orden temporal limitado al pasado del antiguo imperio. De esta manera, la gran mayoría de las historias incluidas resultaban generalmente eliminadas o, en algunos casos, relegadas a pie de página al igual que la línea narrativa de la historia natural.44 Síntoma de este proceso en las distintas versiones de la Primera parte en francés era el hecho de que ninguna de ellas recoge el título original de Comentarios: transformadas en singular en la versión de 1633, se convertirían sistemáticamente en Histoire des Yncas durante el siglo XVIII. Les mille et une heures recoge la periferia textual de la Histoire des Yncas; es decir, aquello que en la traducción se encuentra relegado a pie de página: no sólo las historias incluidas, sino también la línea de «historia natural». En ese sentido, el texto de Gueullette debe considerarse otra versión de la Primera parte de los Comentarios reales. Por otro lado, la presencia de la tradición de espejos de príncipes en el discurso de las crónicas de Indias constituye aún un tema poco explorado. Recientemente, Luis Millones Figueroa ha señalado en Pedro Cieza de León y su crónica de Indias una sólida relación entre la crónica de Cieza y los espejos de príncipes. Refiriéndose al principio del capítulo IX de la Segunda parte de la crónica del Perú, Millones Figueroa indica la consciente inclusión de Cieza en este género que busca establecer las virtudes del gobernante.45 Demostrando «cómo los incas del relato de Cieza ejemplifican el modelo positivo de los gobernantes, según los principios expuestos en los tratados conocidos como «Espejos de príncipes»46 y quedan constituidos como una monarquía europea, Millones considera en la Segunda parte de la crónica de Cieza una

44 Esta tendencia presenta una evolución que culmina en la versión de 1744 que hace de la Primera parte de los Comentarios reales un texto en dos volúmenes: una historia del Incario y una recopilación de usos y costumbres, flora y fauna del territorio andino. 45 Millones Figueroa 2001: 172-173. 46 Ibíd.: 184.

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velada crítica al gobierno de Carlos V y una concreta propuesta para la reforma del Perú colonial que Pedro de Gasca, quien encargara la obra, debía llevar a cabo. Cieza de León constituye el cronista más citado en la Primera parte de los Comentarios reales de los incas47 y, como ya hemos mencionado, una lectura que releve en la presentación del antiguo imperio una velada crítica al sistema colonial resulta plausible en la obra de Garcilaso. Sin embargo, con relación al particular episodio que nos ocupa en torno al séptimo inca, los Comentarios reales difieren de la versión ofrecida en la Segunda parte de la crónica del Perú.48 Aun a pesar de las posibles similitudes, el texto de Cieza de León no fue publicado hasta el siglo pasado.49 De hecho, los Comentarios reales parecen perfilarse como única fuente de Les mille et une heures.50 La historia del

47

Ibíd.: 89 Cieza de León se refiere al séptimo Inca con el nombre de Inca Yupanqui, indicando que muere a manos de sus propios capitanes del Condesuyo. En su relato, este evento deja el Cuzco en un estado de sitio virtual cuyo peligro resulta superado gracias a la intervención de las fuerzas naturales: «muchos vecinos quisieron desamparar la ciudad y los matadores la querían poner a saco, cuando, cuentan que, haciendo gran ruido de truenos y relámpagos, cayó tanta agua del cielo que los de Condesuyo temieron y sin proseguir adelante se volvieron» (Cieza 1985: 124). Si bien Cieza recoge en este mismo capítulo la rebelión de los Chancas, en su relato éstos triunfan finalmente sobre los Quichuas. Existe una contradicción con respecto a si Viracocha es o no hijo de Inca Yupanqui; lo que sí queda establecido es que llega al trono elegido por los principales de la ciudad de Cuzco. Según Cieza, el nombre de Viracocha se justifica «por venir de otras partes y que traía traje diferenciado y que en las facciones y aspectos mostró ser como un español porque traía barbas» (Ibíd.: 126). Durante el reinado de Viracocha, Cieza refiere que en Cuzco se levanta un hermano del Inca Yupanqui, Capac, celoso de que se hubiera elegido a Viracocha para el gobierno. Capac se apodera de la ciudad. Finalmente, aquellos mismos que habían aconsejado la toma del poder, se tornaron en su contra lo que motivó que el Inca «por no ver con sus ojos al rey Inca castigó él mesmo su yerro, tomando ponzoña, (de que) cuentan que murió» (Ibíd. 1985: 132). Cieza relata en este mismo capítulo el «feo uso» de sus cuerpos que ciertas vírgenes realizaban con ciertos porteros que las guardaban quienes fueron presas y ajusticiadas junto con sus adulteradores. Es también este Inca quien debe elegir otro hijo suyo, Yupanqui, en lugar de su mayor, pues tenía malas costumbres y era vicioso y muy cobarde. 49 Millones Figueroa 2001: 92. 50 El destino de la segunda parte de la obra de Cieza fue compartido por muchas de las crónicas que recogían la historia del imperio, como la de Juan de Betanzos. Incluso aquellas que fueron publicadas, como la de Sarmiento de Gamboa, no fueron traducidas hasta mucho tiempo después y resulta poco probable que circularan copias manuscritas fuera de España. 48

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veneno con el que Yahuarhuacac piensa darse muerte –punto de partida para la imaginación de Gueullette– es introducida por el mismo Garcilaso en el capítulo XX del libro quinto. Allí, al señalar el destino final del séptimo inca, Garcilaso recoge distintas reflexiones sobre su posible suerte. Entre ellas, la que parece haber motivado la historia de Gueullette: Otros, hablando en alabança comun de sus reyes, dezían que aquel mal hadado Inca no auía caydo en el remedio del veneno porque todos antes cuydauan en quitarlo del mundo que en vsar de él. Otros que se tenían por religiosos, encareciendo más la nobleza, y generosidad de sus Incas, dezían, que aunque le aduirtieran del remedio del veneno no vsara del; porque era cosa indigna de Incas, hijos del Sol, vsar con sus hijos lo que a los vasallos prohibían usar con los extraños.51

En realidad, aquello en lo que Gueullette ancla sus historias hace que Les mille et une heures realice sobre su texto fuente un procedimiento ficcionalmente arqueológico, reconstruyendo aquellos relatos que indican las posibles muertes del séptimo inca, que Garcilaso menciona pero no transcribe. El desarrollo de esos relatos referidos en los Comentarios como explicaciones populares en el Incario permiten considerar que Les mille et une heures repone la voz indígena de los Comentarios reales. De esta manera, el texto de Gueullette reconstruye ficcionalmente los posibles pretextos a los que el Inca Garcilaso hace referencia en el capítulo XIX el libro primero, «Protestación del autor sobre la Historia» al mencionar los relatos con los que sus condiscípulos de escuela respondieran a su pedido de ayuda para la compleción de su proyecto de una historia del Incario. Esta lectura se encuentra en consonancia con las transformaciones que verificáramos en las versiones traducidas de la Primera parte, contemporáneas a la obra de Gueullette. Allí, la reconstrucción genérica convertía al texto garcilasiano en una historia de los incas y en ese proceso reconstruía una voz central autorizada que privilegiaba la heren-

Sólo la Historia natural y moral de las Indias de José de Acosta –cuya traducción al francés, ocho años después de su primera edición contó con numerosas reediciones y constituyó una de las más difundidas crónicas en Europa durante el siglo XVII podría haber sido consultada por Gueullette. Sin embargo, Acosta –quien es desmentido por Garcilaso en cuanto al significado del nombre de Yahuar Huacac–, por lo demás coincide en su breve noticia con la narración del reinado de ese Inca en rasgos generales. Véase Libro VI, capítulo XX y XXI. 51 Garcilaso 1609: 268.

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cia Inca, borrando dentro de lo posible las marcas hispánicas. En este sentido, la ficción de Thomas Simon Gueullette constituye un exponente típico de la lectura de la Primera parte de los Comentarios reales de los incas durante la primera mitad del siglo XVIII. Lo narrado, las más de diez historias, algunas independientes entre sí, otras doble o triplemente enmarcadas, que Gueullette distribuye en LXI horas, articulan aquí la ficción de la voz andina. Ninguna historia es efectiva; es decir, ninguna consigue persuadir al inca de no quitarse la vida, y la obra se interrumpe sin recuperar su marco principal ni señalar el destino final de Yahuarhaucac y Acllahua. Las primeras historias incluidas forman parte del marco del relato: Acllahua, la virgen del sol encargada de disuadir a Yahuarhuacac, debe en primer lugar obtener el permiso necesario para poder cumplir con su cometido. Ese proceso implicará un enfrentamiento narrativo entre la joven virgen y su fiel guardiana o mamacuna dentro del cual se presenta –en boca de la mamacuna– la primera historia: la de Uruya, exitoso médico de la corte del inca Lloque Yupanqui, quien quiso descubrir una cura para todos los males y así superar en fama a sus camaradas. Sin embargo, como todo remedio si se abusa de él se convierte en veneno, tal como nos recuerda la mamacuna de Gueullette, muchos de los que tomaron la mágica cura murieron y él fue procesado como asesino. La enseñanza del relato se recoge explícitamente, como ocurrirá en cada una de las historias: «The Mamacuna now addressed herself to Acllahua: Daughter, said she, this history ought to warn you of the danger we incur, when we would perform actions beyond our abilities».52 Acllahua narrará otra historia para convencer a su guardiana de lo contrario. La historia del vaso de tres metales transcurre en el período preincaico, en la provincia de Charcas, «beyond the narrow pass of Collasuyu, with respect to Cusco».53 El ambiente de la historia ha sido desarrollado a partir de los Comentarios reales, indicándose en notas al pie de página características de aquella provincia presentadas por Garcilaso, como por ejemplo en este caso la adoración de tigres y serpientes propia de esa región. La historia presenta a la familia real bajo el efecto de un hechizo que condena a muerte a todos sus miembros y que sólo sería roto si uno de los príncipes fuera capaz de vencer

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Gueullette 1715: 47. Ídem.

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los obstáculos que protegían la vasija de tres metales que contenía el antídoto contra el maleficio. Los cuarenta y dos hijos del rey parten en la búsqueda, pero sólo el más pequeño conseguirá obtener el remedio, gracias a su inquebrantable perseverancia. Acllahua termina su historia señalando: «his fortitude and courage preserved him from such dangers as any other mortal had certainly sunk under»54 y continúa: «what I have related is sufficient to prove, that the greatest perils should never discourage us, when we would avoid greater calamities».55 Sin embargo, más efectiva que la historia de Acllahua resulta la aparición del brazo luminoso acompañado de una voz que lo declara enviado de la luna. Acllahua será transportada por «the obsequious arm, immediately enfolding her body, rendered her invisible, and conveyed her to the Ynca’s apartment in the palace of Muna».56 En el momento en que Acllahua arriba por primera vez, Yahuarhuacac está llevándose el veneno a la boca. La joven virgen le anuncia entonces el peligro de sus acciones y su misión: colocar en perspectiva histórica su desgracia, narrando casos similares de príncipes que lo precedieran. Yahuarhuacac acepta escuchar sus historias, pero –como hemos dicho más arriba– sólo a condición de matarla si éstas no prueban lo que promete: que otros grandes príncipes debieron enfrentar serias penurias sin por eso dejarse llevar por la melancolía. Acllahua y el inca compartirán algunas horas cada mañana, y la virgen será devuelta cada día a la casa del sol por el brazo luminoso, que la guiará nuevamente al día siguiente a la compañía del inca. Estas dos primeras historias representan acabadamente el resto que Acllahua contará al inca. Como resulta evidente, el escenario andino que las notas al pie buscan insistentemente anclar es prescindible. Los elementos fantásticos que caracterizan al texto –y garantizaran el éxito de ventas entre el público del período– difieren poco de los utilizados por el mismo Gueullette en las historias de Tartaria, China o Mongolia. El mensaje principal que Gueullette articula en cada historia de Acllahua es siempre el mismo: un príncipe debe siempre preservar la serenidad aun en las tempestades de la fortuna. Articular este mensaje teniendo como base los Comentarios reales de los incas resulta simplemente coherente. 54 55 56

Ibíd.: 59. Ibíd.: 60. Ibíd.: 61.

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La insistente presencia del Incario en el imaginario europeo aparece ligada a su presentación como modelo de buen imperio. A diferencia de los sangrientos aztecas o de los nobles salvajes del capitán Cook, los incas ofrecen a través de la privilegiada voz de Garcilaso de la Vega, cuyo estatuto de noble Inca resulta una y otra vez enfatizado en las lecturas francesas del período, un modelo de imperio y gobierno para la Francia de la primera mitad del siglo 57 XVIII. A pesar de ello, este imperio sólo puede ser articulado ficcionalmente en la distancia; es decir, como pasado clausurado, como conjunto clara y reconociblemente identificable. Esta característica de la representación del antiguo imperio constituye una clara diferencia de las ficciones tramadas en torno a otros grupos «exóticos» –orientales, pieles rojas, haitianos– quienes pueden devenir europeos en un cambio de ropas. Existen otras diferencias. Los incas son efectivamente «moralizados» en las elaboraciones europeas. Tomemos como ejemplo el destino enunciado más arriba de la casa de las vírgenes del sol en las distintas versiones de la Primera parte: evoluciona favoreciendo la lectura de aquel espacio como casas de reclusión femenina, conventos, modelos cristianos, erradicando lentamente toda posibilidad de comparación con la fantasía erótica clave en la lectura del Oriente: el harén. Este proceso del que son objeto se observa ya claramente en Les mille et une heures, donde a pesar de la cercanía con el modelo de Les mille et une nuits, no sólo no existe relación entre Acllahua y su oyente sino que en el marco narrativo provee un elemento dedicado específicamente a proteger la virginidad de la joven: el brazo luminoso. Hemos mencionado que fueron numerosas las imitaciones generadas por la aparición de la obra de Galland, que tradujo a distintos territorios exóticos el marco original del Oriente Medio. La lectura tradicional que la crítica ha dedicado a estos volúmenes sanciona como puramente imaginarios tales escenarios. Empero, Les mille et une heures se articula –como hemos observado en detalle– como reducto de verdad histórica, por su cultivada cercanía con la obra de Garcilaso de la Vega. Los Comentarios reales ocupan estructuralmente el mismo lugar que el mentado original de Antoine Galland. La apropiación no denunciada del texto garcilasiano constituye una de las características más

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Con respecto a las representaciones indígenas de América del Norte del período, véase «Noble and ingnoble savages», en Kiernan (1969).

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sorprendentes de los textos que constituyen la moda incaica de la primera mitad del siglo XVIII. La popularidad del Inca, atestada en las múltiples reediciones de sus obras y en las referencias de filósofos del período, no alcanza a explicar este rasgo. De todas formas, la apropiación y borradura de la historia de los pueblos dominados, práctica corriente dentro de las estructuras coloniales que de hecho puede considerarse base y causa de la escritura de los Comentarios reales mismos, constituye un marco indispensable para la lectura de estas obras. La dedicatoria de la obra, dirigida a Madame Von der Stund, «la gloire et les delices de la Norvege», presenta una imagen explícita de autor que coincide con la del recopilador, o coleccionista.58 Convocando una figura que sería popular a partir de la segunda mitad del siglo XVIII, el Nuevo Mundo se presenta como escenario de la colección, en este caso de historias. La dedicatoria presenta un apasionado admirador que prefiere recoger «des heures» antes que el oro y la plata del Perú. Aunque, es consciente de la equivalencia entre cuentos y dinero: «après tout mon choix n’est peut être pas si mauvais qu’on le diroit bien, je connois beaucoup de personnes qui donneroient de bon cœur une partie considérable de ce qu’ils possédent, pour en acheter mille & une».59 El precio finalmente queda librado a la lectora que lo colocará según correspondan las historias a su placer o no. La evidente intersección de la temática orientalista característica del siglo XVIII con la temática americanista propia de este período evidencia que el discurso orientalista fue extendido a otros sectores de la geografía imaginaria europea, incluso con los mismos recursos e instrumentos. Cuando Edward Said, en su ya famoso Orientalismo, libro fundador de los estudios poscoloniales y sin lugar a dudas responsable de una seria revisión del discurso mismo de los estudios coloniales, traza un marco temporal para su estudio, elige como punto de partida el fin del siglo XVIII, más precisamente, la invasión napoleónica de Egipto en 1798, que para él representa «in many ways the very model of a truly scientific appropiation of one culture by another».60 Sustentando esta elección, Said señala que «with Napoleon’s occupation of Egypt processes were set in motion between East and West that still dominate

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Gueullette: s. p. Ibíd.: s. p. Said 1979: 42.

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our contemporary cultural and political perspectives».61 A pesar de que Said reconoce que el discurso orientalista posee una tradición mucho más amplia y dedica extensas partes de su texto a la presentación de esa tradición,62 su estudio intenta marcar una diferenciación esencial para el período dentro del cual se delimita. Sin embargo, ni la justificación de la selección temporal ni los aspectos destacados en el corpus que analiza poseen características inherentes que no se hayan encontrado en otros marcos temporales o geográficos. De hecho, tal vez uno de los principales problemas que puede encontrarse en la obra de Said es justamente su centralización (fascinada) en el Oriente mismo, aislando un discurso como pertinente a un espacio geográfico, aunque lo reconoce como imaginario, y adjudicando a este discurso características que en realidad son propias del discurso colonial en general. Ya Hommi Bhabha en The location of culture puntualiza esta crítica.63 Les mille et une heures ofrece un claro ejemplo de las características del discurso exotizante del siglo XVIII. La excesiva focalización en el Oriente, que provocó fundamentalmente la canonización de obras como las Lettres persanes, ha opacado dentro del estudio del siglo XVIII la indiscutible presencia americana en el imaginario europeo y en consecuencia ha privilegiado una lectura referencial de un corpus que en sus mismas operaciones textuales despliega las características propias del discurso colonial.

2.2. Incas en el teatro El 27 de enero de 1736 sube a escena en la Comédie Française una nueva obra que se convertiría en el éxito de la temporada, con 20 representaciones y dos en la corte. Se presenta frente a un lleno casi completo, 1367 espectadores, y habría de repetirse en sus 20 funciones de la temporada 1735-1736.64 Sus personajes masculinos se dividen entre los que llevan «l’ancien habit à

61

Ibíd.: 213. Véase, por ejemplo, «Imaginative Geography and Its Representations: Orientalizing the Oriental», en Ibíd.: 49-73. 63 Bhabha 1994: 70-75. 64 Es conveniente señalar que la obra continuaría en el repertorio de la Comédie hasta 1830 y que en función de sus 328 representaciones es la quinta obra en popularidad entre las escritas por Voltaire. 62

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l’espagnole, la veste courte et serré, la golille, le manteau noire doublé de satin couleur de feu, les bas couleur de feu, le plumêt du même» y los que usan el tradicional traje à la romaine, «le corselet orné d’un soleil, et des plumes pendantes aux lambrequins, un petit casque garni de plumes qui ne soit pas un casque ordinaire». La heroína aparece con «une jouppe garnie de plumes par devant, une mante qui descende des épaules et qui traîne, la coiffure en cheveux, des poinçons de diamants dans les boucles».65 Con Alzire, Voltaire reelabora un tópico que ya había presentado en su último gran éxito de escena, Zaïre [1732], pero agrega un nuevo marco que la descripción del vestuario nos adelanta.66 El típico traje à la romaine, que ya habíamos visto en las ilustraciones de Picard a la edición de 1737 de la Primera parte, se adapta aquí a las exigencias convencionales de las que aún hoy el Nuevo Mundo trata de separarse. Las plumas aludidas, más propias del Caribe o Norteamérica que del espacio andino, sustentan una parte del título de esta obra que resulta generalmente olvidada. El título completo es Alzire, ou les américains.67 El tema americano había ocupado los escenarios parisinos desde 1702 y, si bien en comparación con la vertiente oriental su representación puede ser considerada menor, para 1736 ya poseía una trayectoria reconocida. Voltaire mismo había recordado en su prefacio a Brutus [1728] otra tragedia llevada a escena en 1702, Montezume de Ferrier; aquella obra no habia conquistado al público.68 A pesar de la vigencia de esta corriente, Alzire constituye una novedad. No sólo en tanto primera tragedia de tema americano que alcanza un

65 La descripción del vestuario se encuentra en la carta D8709 de Voltaire a Louise Dorothea de Meiningen, duquesa de Saxe-Gotha, quien planeaba poner en escena la obra en 1760 y escribiera a su autor pidiéndole consejo sobre el vestuario. Citado en la Introducción a la edición crítica de T.E.D. Braun (1989: 57). 66 Marvin Carlston (1998 [1935]: 42) en su estudio Voltaire and the Theatre of the Eighteenth Century, resume de esta manera el argumento de Zaïre: «The background is the Crusades. Zaïre, the captured daughter of a French nobleman, has been raised a Muslim in the court of the Sultan of Jerusalem. She and the Sultan Orosmane fall in love and plan to marry. Then, her brother, Nérestan, arrives and her long-imprisoned father, Lusignan, is released and recognizes his two children. Misunderstanding Zaïre’s interest in Nérestan, the jealous Orosmane kills her and, discovering his error, kills himself.». Carlston estipula que, si bien Zaïre no fue la primera tragedia que abordaba «temas nacionales» como Voltaire sugiriera, instauró una moda. 67 Voltaire 1989. 68 Carlston 1998: 41.

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rotundo éxito de escena, sino también por estar ambientada en el Perú del siglo XVI.69 Con excepción de la oscura tragedia mencionada por Voltaire, los representantes elegidos del exotismo americano habían sido recurrentemente enlistados entre las filas de las comunidades de la América del Norte. Hasta ese momento, piezas como Acoubar [1702], Arlequin sauvage [1721], L’Ile des esclaves [1723] o La sauvagesse [1732], habían puesto en escena pieles rojas, caribes o iroqueses con mayor o menor suceso.70 La publicación en 1703 de los Nouveaux voyages de Louis-Armand de Lom d’Arce, baron Lahontan, oficial de la armada francesa en Nueva Francia, y sus Dialogues curieux entre l’auteur et un sauvage de bons sens qui a voyagé, presentó las distintas comunidades nativas de América del Norte y popularizó el uso de estos nativos como portavoces de agudas críticas a la sociedad europea.71 Aquel último texto, cinco diálogos entre Lahontan y Adario, un hurón obediente de la ley natural y crítico de la corrupta Europa, materializa el modelo del buen salvaje. Una simple frase resume cabalmente esta perspectiva, en palabras de Chinard: «Ils sont libres comme nous sommes esclaves».72

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Poole 1997: 44 Gilbert Chinard, en su clásico estudio, L’Amérique et le rêve exotique, recapitula brevemente estas piezas. Arlequin sauvage de Louis François de la Drevetière Delisle fue representada en el Théâtre des Italiens, convirtiéndose en un éxito. En su argumento, un piel roja se enfrentaba en París al sinsentido de las costumbres civilizadas. L’Isle des esclaves contó con 21 representaciones en ese mismo teatro. En esta obra de Marivaux, una isla desierta es escenario de un naufragio que obliga a los representantes de la gran sociedad francesa a vivir en una sociedad organizada por las leyes de la naturaleza que invertirá las jerarquías sociales. La sauvagesse se representa en el teatro de la Foire y pone en escena una comunidad iroquesa. Véase Chinard 1913: 221-233. 71 Louis Armand de Lahontan (1666-1715) realiza su primer viaje al Canadá francés en 1683, donde permanecería hasta 1694 cuando regresa a Europa. La edición francesa de los Nouveaux voyages aparece en dos volúmenes en 1703 y será duramente criticada por el autor. Es en la edición inglesa, aparecida ese mismo año, que Lahontan incluye por primera vez sus Dialogues y sólo con posterioridad aparecerán en francés, constituyendo un tercer volumen. La obra se divide en cinco diálogos, cada uno dedicado a un tema particular –el primero a la religión, el segundo y el tercero a las leyes, el cuarto a los médicos, el quinto al casamiento. Gilbert Chinard, referente indispensable, señala en su edición de los Dialogues curieux, que en sus Nouveaux voyages se encuentra «un des premiers exemples […] de l’éloquence indienne» (Chinard 1931: 9), lo que lo convierte en predecesor de Chateaubriand y Cooper. 72 Chinard 1931: 179. Para una discusión más extensa sobre Lahontan, ver Chinard (1931: 167-187) y Sankar Muthuchidambaram (1998: 52-99). 70

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Los textos de Lahontan tuvieron una amplia influencia en su época y Rousseau se sirvió de ellos para moldear sus propias argumentaciones. Pero es necesario además reconocer que con los Dialogues se introduce por primera vez un modelo que resultaría fundacional para la primera mitad del siglo XVIII –y que conviene retener con vistas a las Lettres d’une Péruvienne–: el desplazamiento del indígena a la civilización y el inevitable contraste de costumbres.73 El modelo, que alcanzará su mayor reconocimiento con Montesquieu en sus Lettres persanes [1721], ya ofrecía sin embargo una diferencia radical con respecto a la línea del exotismo oriental: como norma, los salvajes americanos han de resistirse efectivamente a la adaptación civilizadora, «et ne sauraient, comme Usbeck, faire figure dans un salon».74 Y si bien el Incario que Europa cultiva durante esta primera mitad del siglo no desarrolla la imagen de «el buen salvaje», la resistencia a la asimilación será una característica compartida.75 A pesar de ser la primera tragedia, Alzire no es la primera obra de temática Inca. En 1735, con música de Jean-Philippe Rameau (1683-1764) y libreto original de M. Fruzelier, se representa en la Academie Royale de Musique la ópera-ballet Les Indes galantes.76 El género, propio del siglo XVIII francés y que intentara en su momento competir con la recientemente introducida ópera italiana, constaba generalmente de un prólogo y tres o cuatro escenas que, si bien respondían a una temática común que unificaba la pieza, constituían en sí una intriga completa con personajes propios.77 En el caso de Les Indes galantes, el tema unificador era el amor en los países exóticos. La obra,

73 Como ejemplo del tipo de representaciones del siglo XVI, puede mencionarse el ensayo «Des cannibales» de Montaigne [1533-1592], aparecido en sus Ensayos en 1580. En él, la reflexión se articula a partir de la lectura de relaciones de viajes. Muthuchidambaram explora las influencias de Lahontan en Rousseau en su estudio sobre el viajero francés. 74 Chinard 1931: 233. 75 Sankar Muthu (1998) resume con claridad las características atribuibles al «buen salvaje» a principios del siglo: pertenecientes a grupos nómades, en los umbrales de la conquista, desnudos y desprovistos de cultura, se identifican principalmente por su cercanía a la naturaleza. La imagen del Incario tal como aparece en Garcilaso, sus traducciones y elaboraciones ficcionales, no se ajusta a este modelo. 76 Hemos trabajado sobre la edición de 1765 del libreto de Les Indes gallantes (Paris, 1765), y la de Henri Guichaoua de 1956. (Paris: Henri Guichaoua). Es interesante subrayar que esta pieza parece no haber perdido su popularidad, y contó con numerosas representaciones en distintos teatros. Para mayo de 2003 se preparó en París una nueva producción. 77 Véase Marie-Françoise Christout (1982) y Carlston (1998: 48).

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que gracias a su éxito inmediato permanecería en cartel durante todo el siglo XVIII sufriendo distintas reescrituras en el proceso, contaba en su versión original con tres actos. El prólogo presentaba un grupo de gentilhombres europeos que partían a distintos destinos de las Indias orientales y occidentales en búsqueda del amor. Dos de los tres actos transcurren en escenario americano y sólo el primero, «Le turc genereux», se ambientaba en una isla en el océano Índico. Allí, una joven francesa hecha esclava al ser capturado el barco en que viajaba va a ser incorporada al harén de su captor cuando es salvada por su amado francés, a quien el «pachá» debe la vida. De las dos escenas en territorio americano, una transcurre en el Perú y la otra en América del Norte. Esta última, intitulada «Les sauvages», presenta a una princesa indígena requerida amorosamente por un conquistador francés y uno español. Ambos intentarán convencerla de las virtudes de su amor por sobre las de su oponente, presentando una tipificada imagen del amor francés, libertino, y del español, posesivo. Sin embargo, la joven ha de decidirse finalmente por Adario, jefe indígena de su propia comunidad. Adario había sido el nombre elegido por Lahontan para bautizar al hurón de sus Dialogues. Es justamente en esta pieza donde podemos encontrar un ejemplo del tipo de resolución que caracteriza la representación de los nativos americanos durante este período en Francia: un conflicto amoroso coloca a una heroína americana en la disyuntiva de la elección entre un conquistador y un jefe indígena, y la resolución cuando finalmente la heroína se decide por el personaje que pertenece a su misma comunidad racial y cultural. Como contrapartida, «Les Incas du Pérou», segunda escena de Les Indes galantes, ofrece una versión absolutamente diferente de este relato. La escena transcurre en «un désert de Pérou terminé par une montagne aride: le sommet en est couronné par la bouche d’un volcan, formé de rochers calcinés, couverts de cendres». PhaniPalla, «de la race royale», es la heroína enamorada de Dom Carlos, «officier Espagnol», pero temerosa del castigo que ambos podrían sufrir de descubrirse su relación. Huascar Inca, por su parte, está enamorado de Phani-Phallas y finalmente comprende que tras sus negativas se oculta el amor por uno de los conquistadores. Un temblor de tierra que Huascar interpreta como signo del enfado de los dioses hace peligrar la vida de Phani-Pallas, quien se dispone a ser sacrificada en el volcán. Luego, la racionalidad de Dom Carlos interviene para salvarla mientras Huascar muere en la boca del volcán. La obra hace de las idólatras costumbres nativas el centro escénico del espectáculo. Una magnífica fiesta del sol, que recuerda las ilustraciones que acompa-

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ñan las traducciones de Garcilaso al francés, se presenta en el medio de la pieza. En ella, con bailes y cantos, los indígenas festejan la presencia de su dios y agradecen sus dones, proclamando el amor como soberano de sus corazones. El gusto por las maquinarias que caracterizara a Rameau e hiciera famosas sus obras en aquella primera mitad del siglo contribuye a concentrar las miradas en las costumbres herejes. El volcán que cobra la vida de Huascar Inca hace literalmente una magnífica erupción en la última escena. Este peso escenográfico espeja la discusión que estructura la obra y que gira justamente en torno a las creencias religiosas. Mientras Dom Carlos insta a Phani a rechazar «la criminelle erreur qui séduit les Incas», Huascar, quien señala que el oro es el único dios que guía a los conquistadores, será calificado como criminal, por utilizar su poder como gran sacerdote para impedir la unión de los enamorados. Phani, sin embargo, no será engañada y se insinúa una conversión religiosa que no ocurre en escena: «je ne crois pas tout ce que l’on assûre. En attestant les Cieux, c’est souvant l’imposture qui parle au nom des Dieux», responde Phani a Huascar. Estos incas no corresponden al buen salvaje de Lahontan ni a ninguna de sus materializaciones escénicas; la obra deja en plaza una conversión posible y una asimilación al parecer efectiva. Phani se unirá a Dom Carlos, Huascar morirá y los incas progresarán a la luz de las ciencias que los conquistadores ofrecen. Si bien el nombre de Huascar Inca indica algún manejo de fuentes históricas sobre el Perú, dado que corresponde al del último inca legítimo según el relato de Garcilaso, hijo de Huaina Capac, la trama reescribe la historia de la conquista del Perú, justificando las acciones de los conquistadores como «liberación de las tinieblas idólatras del incario»; una lectura que se plantea como poco garcilasiana. En este marco, no resulta sorprendente que en su prólogo a la impresión de la obra Fruzelier señale el discurso de los viajeros como su principal fuente verosimilizadora: Bien de voyageurs attestent qu’ils ont rencontré de ces fournaises souterraines composées de bitume et de souffre qui s’allument facilement, et produisent des incendies terribles lorsqu’on fait rouler un seul morceau de rocher dans leurs gouffres redoutables. Les Naturalistes les plus habiles appuient le témoignage de Voyageurs par des raisonnements Physiques, et par des Expériences plus convaincantes encore que les Arguments.78

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Fruzelier, «Préface», transcrito en Christout 1982: 83.

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Este comentario, que busca justificar la presencia de un volcán activo en medio de la escena, demuestra una explícita preocupación por mantener lo históricamente verosímil en los relatos de la serie exótica. Esta preocupación, que hemos de observar también en Mme. de Graffigny y que ya se encontraba presente en Les mille et une heures, hace de estos relatos algo más que simples excusas para la revisión y crítica de los usos europeos. Fantasía y saber, utopía y realidad colonizadora se encuentran presentes en estos discursos que merecen ser leídos a la luz de la experiencia colonial. Dos temáticas particularmente importantes para el siglo XVIII, la educación y la ciencia, se unen para presentar a Huascar Inca como criminal, adjetivo que el mismo Fuzelier utiliza para describirlo en el prólogo antes mencionado, y en última instancia para justificar la intervención colonial civilizadora. Según la interpretación de la obra que ofrece Fuzelier, Huascar intenta servirse de la ignorancia del pueblo para obtener su venganza. «Les Incas du Pérou» constituye una excepción a la regla que no obstante condensa un nuevo discurso legitimador para la conquista. La imagen del dignatario cruel no era típica de las representaciones de temática americana, las cuales sistemáticamente presentaban una sociedad idílica, autosuficiente e impoluta de ambiciones, y su lucha frente a las convenciones occidentales que contaminaban su simple orden (casi el lamento por el mundo al revés que ofreciera Guamán Poma). En esta línea se inscribe Alzire, la exitosa obra que subiera a escena en 1736. Alzire de François Arouet (1694-1778), conocido como Voltaire por su siglo, ya había sido redactada a fines de 1734. Su composición parece haber estado directamente ligada a la publicación francesa de las Lettres philosophiques que aparecieran en París ese año, sin consentimiento de su autor. En ellas, Voltaire presentaba a Inglaterra como modelo de libertad filosófica y uso experimental de la razón, alabando las libertades políticas y religiosas del país vecino. Los censores vieron en la obra una crítica al rey y la iglesia, y un velado rechazo del catolicismo como único medio para la salvación. Si bien Voltaire ya había comenzado a trabajar en la pieza antes de que la lettre de cachet expedida por la publicación de las Lettres philosophiques lo obligara a escapar de París y refugiarse en Cirey junto a Mme. de Chatelet, él mismo considera la obra «une pièce fort chrétienne qui pourra me réconcilier avec quelques dévots».79 De esta

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Braun ofrece una excelente presentación del contexto de Alzire, que ha servido de base para esta sección. Véase Braun 1989: 3-8.

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manera, Alzire se presenta como pieza de tesis que busca discutir la verdadera naturaleza del cristianismo. Indudablemente, la conquista española ofrecía un marco de condiciones insuperables para este fin, criticada de forma unánime en Europa por su represivo uso de la fuerza con fines evangelizadores. Las acciones de la conquista ocupan consecuentemente el centro dramático. Sin embargo, Alzire ofrece otras líneas de lectura en el marco que nos ocupa. La Alzira de Verdi ha recibido una creciente atención en la última década; pero igualmente conviene repasar brevemente el argumento de la versión original.80 La escena transcurre en «la ville de Los-Reyes, autrement Lima», y en ella dos líneas narrativas se entrecruzan: la del gobierno justo y la del amor devoto. Cuatro son los personajes masculinos, que pueden dividirse en dos parejas de roles equivalentes. Por un lado, Dom Alvarès y Dom Gusman, padre e hijo, gobernador saliente y entrante del Perú. Dom Alvarès, antiguo conquistador, «montrai le premier au peuple de Mexique / l’appareil inouï»,81 presenta la perspectiva lograda por la experiencia de la conquista, los abusos de la victoria y las crueldades que oscurecieron la gloria. Desde esta temperada posición aconseja a su hijo al asumir el mando, instancia con la que se abre la escena, un gobierno justo y compasivo acorde con las leyes de la religión cristiana. Gusman, sin embargo, representa una línea de gobierno apoyada en el temor del pueblo, «ce peuple orgueilleux / Au fer qui l’a dompté n’accoutume ses genoux».82 En última instancia, podría considerarse que Gusman y Alvarès representan dos perspectivas conocidas dentro de la tradición imperial española que giran directamente alrededor de la misión civilizadora: conquistar para evangelizar o evangelizar a través de la persuasión. Alvarès no llega a una posición tan extrema como esta última en sus parlamentos, pero podría percibirse un trasfondo casi lascasiano en su perspectiva, lo que ha sido señalado insistentemente por la crítica.83 Voltaire conocía sin

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La ópera fue estrenada en el teatro San Carlo en Nápoles en 1845 y el libreto, adaptación de la obra de Voltaire, estuvo a cargo de Salvatore Cammarano, y ha sido representada en el Carneghie Hall en enero de 2003 –en su primera representación en Nueva York– y grabada por primera vez en 2002. 81 Voltaire 1989: 125. 82 Ibíd.: 127. 83 A este respecto, véase Braun (1989: 9) y Carlston (1998: 49). Este último llega a afirmar: «Gusman’s heroic morality of the strongest, associated with Plutarch, Machiavelli, and among the sixteenth-century Spanish historians, with Ginés de Sepúlveda, and Alvarez’s

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lugar a dudas la Brevísima relación de la destrucción de las Indias del obispo de Chiapas, traducida más de ocho veces al francés desde su primera edición en español.84 Recordemos que en ese texto Las Casas establece el rol del rey como protector de sus vasallos pero también sugiere la ilegalidad de las guerras de conquista sobre la base de la pacífica condición de los habitantes del Nuevo Mundo.85 Alvarès sólo ha de proponer un gobierno más compasivo, que predique la fe cristiana a través del ejemplo. Pero en ningún momento ha de cuestionar la labor conquistadora. Es más, el argumento central de Las Casas, que gira en torno al legado papal y la función evangelizadora como labor primordial de la conquista, se encuentra ausente en la obra. En realidad, la pieza de Voltaire toca tangencialmente el tema de la conversión religiosa, y se centra en el problema del gobierno justo o represivo. Si bien las conversiones aparecen referidas, no aparecen representadas ni constituyen un tema de discusión en la obra. Ni Alvarès se preocupa por los medios de la conversión ni Gusman menciona siquiera una misión evangelizadora. De opposing Christian position that looked to St. Augustine and argued that the strongest needed to be the most just and helpful to the weak. Among the Spanish historians, Father Bartolomé de Las Casas was the leading spokesman for this position. Indeed, Voltaire’s entire play may be seen as a working out of the Las Casas position, particularly the deathbed ‘conversion’ of Gusman, so melodramatic and unlikely to a modern reader. Gusman demonstrates to his Peruvian rival and captive, Zamore, the difference between their religions by pardoning him both his wife, Alzire and his rule –a text book illustration of Las Casas’s concept of the Christian combination of overwhelming strength and mercy». 84 La Harpe en su Lycée ou cours de littérature ancienne et moderne (Paris, 1840, ii, pp. 272-283, p. 275; citado por Braun 1989: 9), sostiene que la vida de Las Casas ha sido un modelo para este personaje. La afirmación puede dar lugar a cierta reflexión. De hecho, Alvarès, quien es caracterizado como «antiguo conquistador», sufre una regeneración que podría llegar a ser comparable con la trayectoria del obispo de Chiapas, quien arribara al Nuevo Mundo para convertirse en encomendero de los indios y terrenos de su padre y que luego renegara de esa profesión para dedicarse a la defensa de los nativos, pero es difícil sostener que Voltaire conociera esa trayectoria. Es en su Historia de las Indias donde el obispo refiere estas vivencias, una obra que no circuló en su tiempo y que sólo sería impresa en el siglo XIX. 85 Véase Bartolomé de Las Casas (1999: «Prólogo». Por otro lado, es necesario recordar que la edición francesa de este texto [1579], estaba acompañada por extractos de otros textos publicados por Las Casas: el «Octavo Remedio», el «Tratado justificativo» y la «Controversia» con Sepúlveda, según indica Alain Milhou en su «Introducción» a la reedición de la primera edición en francés del texto La destruction des Indes de Bartolomé de las Casas (2000: 67). En esos textos se discute la implementación de las encomiendas, la justicia de los títulos de la Corona en el Nuevo Mundo.

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esta manera, la conquista y el gobierno colonial aparecen simplemente revestidos de una misión religiosa, y se develan como puras estructuras de poder represivo. La discusión que la obra lleva a escena gira en torno a una pregunta: ¿qué estado es más efectivo, uno represivo o uno compasivo? Los otros dos personajes, Monteze y Zamore, antiguos soberanos del «Potoze», representan también dos posiciones frente a la conquista. Monteze, el par estructural de Alvarès, convertido al cristianismo, reniega de sus antiguas creencias y busca una unión de razas y coronas. La conversión de Monteze no ocurre en escena y supuestamente se ha producido en los primeros tiempos de la conquista, sólo por la intervención de Alvarès. Zamore, contraparte de Gusman, persigue la venganza de su pueblo y no renuncia a sus creencias, pero resultará «pacíficamente» asimilado como vasallo real en el final de la obra. Estos cuatro personajes despliegan sus posiciones en torno a Alzire, hija de Monteze y prometida a Zamore bajo el antiguo orden incaico; tras la supuesta muerte de éste en las luchas de la conquista, Alzire es entregada en matrimonio a Gusman para la pacificación de los pueblos. La unión se lleva a cabo gracias al auspicio de Monteze, quien oculta a su hija el regreso de Zamore. El clímax se desencadena cuando Alzire reconoce a Zamore entre los prisioneros. Sin embargo, Alzire permanecerá fiel a sus votos matrimoniales. Convertida ya al cristianismo, Alzire, que ha reconocido la verdad en la religión cristiana, basa su decisión en lo que el siglo XVIII reconociera como ley natural, un voto entregado es una promesa a ser mantenida. Simultáneamente, se produce una rebelión indígena originada en el retorno de Zamore, que será sangrientamente sofocada. Mientras tanto, Zamore es liberado secretamente por Alzire. Pero en vez de huir y salvarse, como Alzire deseara, Zamore hiere de muerte a Gusman. Alzire y Zamore son condenados por ese acto; pero, Gusman los perdonará en su lecho de muerte, iluminado por una epifanía cristiana que cierra la última escena de la obra y declara, en palabras de Alvarès, el verdadero sentido de la religión cristiana: «Mon coeur désespéré se soumet, s’abandonne / Aux volontés d’un Dieu, qui frappe et qui pardonne».86 En estas líneas, la función coyuntural que la crítica otorga a Alzire resulta explícita. Frente a la persecución que sufriera Voltaire a causa de la publicación de las Lettres, Alzire es un llamado al perdón cristiano.

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Voltaire 1989: 204.

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Pero más allá, la instancia amorosa que insiste en el corazón de las reconstrucciones del imperio andino parece poner en escena la biografía misma del Inca Garcilaso, aquellos datos que constituyen el exceso de la traducción, lo no recuperado en las cinco versiones francesas de la Primera parte. La hermandad de razas que se fundan en las dos herencias garcilasianas no puede ser leída en este horizonte discursivo. Renarrada una y otra vez, la unión amorosa entre razas será siempre rechazada. El hecho de que el rol femenino articule las fantasías europeas sobre el Nuevo Mundo no puede resultar sorprendente. Como sostiene Bhabha: The construction of the colonial subject in discourse, and the exercise of colonial power through discourse, demands an articulation of forms of difference –racial and sexual. Such articulation becomes crucial if it is held that the body is always simultaneously (if conflictually) inscribed in both the economy of pleasure and desire and the economy of discourse, domination and power.87

En torno a la posesión de estas mujeres se pone en escena la conquista. Pero, ni como fantasía puede establecerse una unión de razas. Ése es el conflicto que los textos evitan, articulando sus finales felices en torno al respeto de la diferencia de las naciones, como veremos en Graffigny. La realidad, a pesar de ello, es distinta y la mezcla de razas se produce fuera de escena. Ése es en realidad el fantasma que las obras exorcizan. Voltaire trabajó su obra sobre una investigación histórica de la cultura del Incario, cuyas fuentes fundamentales fueron la Historia del descubrimiento y conquista del Perú de Agustín de Zárate y los Comentarios reales de los incas del Inca Garcilaso de la Vega. Una serie de notas al pie reflejan estas lecturas y buscan sostener la verosimilitud histórica de la trama. Especificando las fechas de la conquista de México y del Perú, «les exploits et les barbaries de Ferdinand Cortez et des Pizare», los conocimientos de la astronomía de los incas y el incorrecto uso de la voz cacique para referirse a los soberanos del Perú, las notas demuestran un uso alternativo de estas fuentes. La presencia de Garcilaso resulta indiscutible y es explícita fuente de los conocimientos astrológicos de los incas. Jean Pierre Sánchez ha indicado la posibilidad de reconocer en la trama ecos de la misma historia del virreinato peruano.88 En 87 88

Bhabha 1994: 67. Sánchez 1992.

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el capítulo XV del libro octavo de la «Segunda parte» de los Comentarios reales se menciona a García Hurtado de Mendoza, hijo del tercer virrey del Perú, que gobernara entre 1555 y 1561, Andrés Hurtado de Mendoza, marqués de Cañete. García Hurtado de Mendoza, segundo marqués de Cañete, según indica ese capítulo, regresaría al Perú para ocupar el mismo cargo que su padre entre 1589 y 1596. Sánchez lleva este eco histórico aún más lejos al indicar que Garcilaso caracteriza de belicoso el carácter de García Hurtado de Mendoza, lo que desde su punto de vista podría haber dado a Voltaire un modelo para el personaje de Gusman.89 De la misma manera, su padre, Andrés Hurtado de Mendoza, pudo haber sido fuente de inspiración para el personaje de Alvarès. Bajo su gobierno, se dirigieron las negociaciones tendientes a reducir al príncipe Sayri Tupac, heredero legítimo del imperio, y gestionar su salida de la región de Vilcabamba, un hecho que podría remedar al personaje de Monteze. El rol de Alzire también posee bases históricas. Beatriz Coya, tía de Sayri Tupac, hija legítima de Huayna Capac, casada con Pedro de Bustincia, resultó un personaje clave en la gestión que finalizaría con éxito en el bautismo de Sayri Tupac y su mujer en Cuzco. En realidad, ya en 1504, el casamiento con indias bautizadas había sido autorizado por ley en la colonia y las uniones con miembros de la nobleza indígena eran frecuentemente utilizadas para elevar el estatus de los llegados conquistadores.90 Si bien estas historias no figuran en la primera plana de las crónicas de Indias, reciben una mención tangencial, como es el caso arriba mencionado de Beatriz Coya.91 De la misma manera, Sánchez indica como modelo para el personaje de Zamore al «prince Túpac Amaru qui se dressa contre le vice-roi Francisco de 89

Sanchez basa su observación en el libro octavo, capítulo XIII de la Segunda parte, donde Garcilaso refiere el nombramiento de García de Hurtado como gobernador y capitán del reino de Chile. Desde ese puesto, García de Mendoza realizó distintas empresas militares en las provincias rebeladas, que son narradas por Garcilaso en este preciso capítulo. Resulta interesante asimismo recordar que Voltaire conocía en profundidad la situación de la capitanía de Chile. En su Essai sur la poésie épique [1727], el capítulo VII, «Don Alonzo de Ercilla», se encuentra dedicado a un análisis de la Araucana, que incluye una breve presentación histórica y geográfica de la región habitada por los araucanos. 90 Ver Aurelio Miró Quesada (1965). 91 Si bien el tema aún no posee una investigación apropiada, es necesario señalar dos trabajos de índole divulgativa que aparecieron en la última década: Catherine Delamarre y Bertrand Sallard (1992) y Juan Francisco Maura (1997).

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Toledo».92 Los ecos históricos que hemos señalado pertenecen a la «Segunda parte» de los Comentarios reales y no existen pruebas documentales de que ésta haya sido leída por Voltaire. Sin embargo, los ecos históricos son indiscutibles. En cuanto a la influencia de la obra de Agustín de Zárate (1514-1560), no debe ser desestimada. Contador de mercedes de su majestad, Zárate pasó al Perú en compañía del virrey Blasco Núñez Vela y presenció la rebelión de Gonzalo Pizarro. Su Historia, publicada en Amberes en 1555, fue una de las primeras obras escritas sobre la conquista del Perú y presentaba un estudio completo de las tres primeras décadas en que ésta se llevara a cabo, y abarcó desde el descubrimiento hasta la pacificación por el presidente Pedro de la Gasca luego del fin de la rebelión de Pizarro.93 El texto ofrece una visión del Incario sustancialmente distinta de la garcilasiana, justificando su conquista y sujeción por parte de los cristianos por cuanto constituiría un despótico sistema de conquista y expansión en el espacio andino. Es decir, Agustín de Zárate formaba parte de la corriente contraria a la que representaba en ese mismo momento Las Casas, quien argumentaría sólo unos años más tarde en su De Thesauris, entregado a Felipe en 1562, el derecho de soberanía de los descendientes del Incario sobre el Perú.94 La Historia de Zárate gozó de una amplia popularidad en Europa. Traducida por primera vez al inglés en 1581, aparecería en francés sólo en 1700. Sin embargo, se cuentan al menos ocho ediciones en francés entre 1700 y 1736. Voltaire habría contado con un ejemplar de la traducción al francés aparecida en Amsterdam en 1717.95 Ya en 1943, Merle L. Perkins indicó la presencia de Zárate en Alzire, basándose fundamentalmente en la mención, en la tercera nota del primer acto, de sacrificios humanos en el Perú, y en las sistemáticas alusiones a lo largo de la obra a la adoración de múltiples dioses.96 Estos dos hechos son enfáticamente desmentidos en la obra de Garcilaso. De hecho, Perkins llega a desestimar la influencia de Garcilaso. Sin

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Sanchez 1992: 34. La Verdadera relación de la conquista del Perú de Francisco de Jerez aparece en Sevilla en 1534 y la Primera parte de la crónica del Pirú de Pedro Cieza de León, también en Sevilla en 1553. 94 Adorno 1991: 13-14. 95 Braun 1989: 7. 96 Perkins 1943: 434. 93

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embargo, aunque sea altamente probable que Voltaire conociera la obra de Zárate y que le sirviera de fuente para algunas de las anotaciones, resulta indiscutible la presencia del Inca Garcilaso en el texto.97 La lectura tradicional de Alzire ha desestimado su base histórica. Inscripta en una corriente que considera al exotismo como escenario plano de problemáticas inherentemente europeas, la crítica ha enfatizado la imprecisión histórica de la pieza, su inadecuación al espacio andino y las relaciones existentes con el otro gran éxito de escena que Voltaire presentara en 1732, Zaïre, donde se contrastan las costumbres del pueblo turco con las de los cristianos y un conflicto amoroso pone a la protagonista en una disyuntiva frente a su fe cristiana. Ya desde los nombres de los personajes, la falta de especificación aparece manifiesta. Monteze resulta más cercano a Moctezuma que a ningún inca mencionado por Garcilaso o Zárate, Zamore ostenta claros resabios castizos y Alzire sería más apropiado para una heroína árabe que para virgen del sol. Sin embargo, las resonancias históricas son indiscutibles y presentan justamente los fantasmas que la conquista genera y que se condensan alegóricamente alrededor de la escena amorosa. El uso de la voz bárbaro en el texto merece ser considerado a la luz de la disquisición que Las Casas introdujera en su Apologética historia sumaria.98 En los capítulos CCLXIV al CCLXVII Las Casas analiza la inadecuada aplicación del término «bárbaro» a los nativos americanos y ofrece cuatro definiciones de éste, especificando los muchos usos de la palabra. Según la primera, que califica de impropia, bárbaros serían aquellos que manifiestan «una extrañez y exorbitancia o novedad que discordia de la naturaleza y razón común de los hombres».99 Mientras en la primera acepción la barbarie puede constituir una cualidad transitoria, la segunda contempla la relatividad del punto de vista: «se suele llamar bárbaro un hombre comparado a otro porque es extraño en la manera de la habla».100 La tercera acepción, aquella en sentido estricto, designa a aquellos que «no se rigen por razón», extraños a lo que

97 Otra prueba del uso de Zárate se encontraría en la anotación correspondiente a la voz Inca incluida en la cuarta nota, que señala: «les Espagnoles accoutumés dans l’Amérique septentrionale au titre de Cacique, le donnèrent d’abord à tous les souverains du nouveau monde». Este uso es recurrente en Zárate, quien ofrece la misma explicación. 98 Las Casas 1967. 99 Ibíd.: 637. 100 Ibíd.: 638.

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«siguen y usan y es común a todos los hombres».101 En su cuarta acepción barbarie designa a «aquellos que carecen de verdadera religión y fe cristiana».102 A partir de esta diferenciación, Las Casas establece que los habitantes del Nuevo Mundo sólo pueden ser llamados bárbaros de acuerdo con la segunda y la cuarta definición, tomando esta última sólo en su sentido negativo, es decir, refiriéndose a aquellos que no han tenido conocimiento de la religión de Jesucristo. Queda entonces especificado que, en tanto los habitantes del Nuevo Mundo no forman parte de la barbarie contraria, aquellos que conociendo la palabra de dios la rechazan activamente y se erigen en enemigos de la cristiandad, las guerras de conquista no representan guerras justas. En el epílogo de la obra Las Casas explicita la reversibilidad del término en su tercera acepción y la posibilidad de que ambos pueblos, el americano y el español, caigan bajo la primera definición. En Alzire, a través de los parlamentos de los distintos personajes, se explora el dualismo de esta palabra y su reversibilidad dependiente de un perspectivismo cultural que en el siglo XVI, cuando Las Casas preparara su Apologética historia sumaria, ya resultara altamente innovador. Los españoles son calificados como bárbaros no sólo por los indígenas sino también por Alvarès, quien, como ya hemos mencionado, ha sido considerado portavoz de la posición lascasiana. «Nous seuls en ces climats nous sommes les barbares», exclama Alvarès ya en el primer acto de la primera escena, criticando la ferocidad con la que su hijo, Gusman, se prepara a asumir el gobierno.103 La base de su crítica radica en que, desde su perspectiva, la declarada función de la conquista, la evangelización, ha sido traicionada en las acciones de los conqusitadores. Según lo presenta su parlamento en esta escena, el pueblo americano ha sido «Rendu cruel enfin par notre barbarie».104 Sólo Alvarès será separado de esta barbarie europea que radica en la traición de las enseñanzas cristianas en torno a la compasión, en pos de la codicia. Así lo expresa claramente Zamore en la escena III del segundo acto, cuando, habiendo sido reconocido por Alvarès como su salvador, espera la

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Ibíd.: 641. Ibíd.: 645. Voltaire 1989: 129. Ibíd.: 227.

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llegada de Monteze, enviado por Alvarès para persuadirlo de las virtudes de su conversión religiosa: «Je trouve un homme juste en ce séjour barbare».105 Por otro lado, Gusman representa en sí la corporización de la barbarie europea, caracterizado así por Alzire y Zamore mismo.106 Pero el término también aparece utilizado por esos mismos personajes para referirse al conjunto del pueblo conquistador.107 Al mismo tiempo, la palabra también aparece en su uso tradicional para referirse al pueblo nativo; así, en la escena VI de ese mismo tercer acto, Alonze, al anunciar la rebelión que se prepara en nombre de Zamore, dice: «Ce nom sacré pour eux se mêle dans les airs, / A ce bruit belliqueux des barbares concerts».108 En el acto IV, en la primera escena, Alvarès pide el perdón de Zamore a su hijo como gesto de compasión cristiana, a lo que Gusman responderá, refiriéndose esta vez a Zamore: «Comment lui pardonner? Le barbare est aimé».109 En la siguiente escena, es Alzire quien intercede por Zamore, a lo que Gusman se niega, llamándola a 105

Ibíd.: 148. Numerosas son las ocurrencias que sostienen esta posición. En la escena cuarta del segundo acto, al relatar a Monteze lo que le ocurriera durante los tres años de ausencia, dirá Zamore acerca de Gusman, quien lo dejara por muerto: «A quels maux me livra sa barbare avarice» (Voltaire 1989: 150). Y en la escena sexta de ese mismo acto, cuando Zamore percibe la alianza que existe entre Monteze y Gusman, y se decide a la lucha, vuelve a aparecer la referencia: «Puissons-nous de Gusman punir la barbarie!» (Ibíd.: 157). En la escena quinta del acto tercero, cuando Zamore descubre que no sólo Alzire ha renunciado a su fe y aceptado a Gusman como esposo, sino que éste también es el hijo del hombre al que le salvara la vida, dice: «Qu’entends-je? Lui, Gusman! Lui, ton fils, ce barbare?» (Ibíd.: 168). 107 En la misma escena cuarta del segundo acto, al reflexionar sobre la conquista, dirá Zamore: «les cieux, pour nous avares, / Ont fait ce don funeste [el hierro] à des mains plus barbares» (Ibíd.: 152). Y luego, al escuchar los preparativos de la celebración de la boda de Alzire y Gusman, repetirá: «J’entends l’airain tonnant de ce peuple barbare» (Ibíd.: 158). En la siguiente escena, Alzire decide hacer liberar a Zamore sobornando a su guardián frente a su probable condena por parte del consejo, con relación a su influencia en la rebelión indígena: «Conseil de meurtriers! Gusman! Peuple barbare!» (Ibíd.: 182). Ésa también es la palabra con la que Alzire designa a Alonze cuando en la última escena del cuarto acto éste la conduce a la prisión por órdenes del consejo. Nuevamente así nombrará a los españoles en la tercera escena del último acto cuando en un soliloquio reflexione sobre el futuro destino de Zamore luego de que haya herido mortalmente a Gusman: «Zamore va mourir dans des tourments affreux. Barbares!» (Ibíd.: 194). Del mismo modo se refiere Zamore a las acciones españolas cuando se anuncia que Alzire ha de morir junto a él por el atentado contra la vida de Gusman. 108 Ibíd.: 173. 109 Ibíd.: 176. 106

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respetar sus votos matrimoniales y a: «attendre en silence / Ce que doit d’un barbare ordonner ma vengeance».110 Es en el primer sentido lascasiano, es decir, el que concibe la barbarie como alteración de la razón de los hombres, donde la palabra barbarie aparece aplicada a los conquistadores en la obra de Voltaire. La barbarie que el personaje de Gusman representa constituye un estadio que en su caso significa un alejamiento de la doctrina cristiana tal como es presentada por el personaje de Alvarès, su padre: ALVARÈS. Dieu nous envoyait, par un contraire choix, / Pour annoncer son nom, pour faire aimer ses lois; / Et nous de ces climats destructeurs implacables, / Nous et d’or et de sang toujours insatiables, / Déserteurs de ses lois qu’il fallait enseigner, / Nous égorgeons ce peuple, au lieu de le gagner.111

Al ser entendida en su primera acepción la barbarie atribuida al personaje de Alvarès, resulta verosímil la súbita transformación de la que es objeto en la última escena de la obra, cuando en su lecho de muerte perdona finalmente a Zamore, su asesino, y a la vez bendice su unión con Alzire. La obra no discute el derecho a la colonización del Nuevo Mundo ni cuestiona el dominio de los pueblos, lo que llegaría a ser el foco de la posición lascasiana en sus últimos escritos.112 Aún más, en la quinta escena del último acto Alvarès pedirá a Zamore su conversión al cristianismo, lo que lo salvaría de su condena a muerte junto con Alzire por haber atentado contra la vida de Gusman. En ese momento Alzire, consultada para la decisión de Zamore, expondrá las razones de su propia conversión y se expedirá sobre la sugerencia de Alvarès: ALZIRE. Des lois des chrétiens mon esprit enchanté, / Vit chez eux, ou du moins, crut voir la vérité; / Et ma bouche abjurant les dieux de ma patrie, /Par mon âme en secret ne fût point démentie. / Mais renoncer aux dieux que l’on croit dans son coeur, /C’est le crime d’un lâche, et non pas une erreure; C’est trair à la fois, sous un masque hypocrite, / Et le Dieu qu’on préfère, et le Dieu que l’on quitte.113 110 111 112 113

Ibíd.: 180. Ibíd.: 129. Véase Adorno 1991b: 14. Ibíd. 227: 199.

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El discurso de la tolerancia característico del siglo XVIII utiliza el marco de la conquista del Nuevo Mundo como escenario para proponer una convivencia a la Francia del período, en la posterioridad de la anulación del edicto de Nantes que garantizaba cierta seguridad a la gran minoría calvinista del reino.114 En ese marco, Alzire construye en la imagen de los gobernadores españoles la mejor proyección, la más reconocible, para el propio imperio. Alzire, Monteze, Zamore no se encuentran en el centro de esta escena que cuenta a través de ellos las desventuras del poder y la dificultad de los gobiernos. En ese marco, la fidelidad de nuestra protagonista a la palabra empeñada en los votos matrimoniales, constituye una diferencia que nos hace reconocer en el Incario un modelo singular dentro del marco del exotismo dieciochesco. Fuera de la categoría del buen salvaje, marcados por la cultura, permiten una identificación directa, la articulación de un modelo reconocible y posible para Europa. Evidentemente, Garcilaso se encuentra en el corazón de esa lectura e insiste entre los autores de estas piezas. Base histórica para estas fantasías coloniales de mejores conquistas, el Inca realiza a través de estas voces una crítica que debe leerse como cimiento del discurso antiimperialista del siglo XVIII. No es Alzire la condensación más acabada de tal vertiente, que encontrará en la segunda mitad del siglo su pleno desarrollo.115 En esta obra nuestra princesa se convierte en punto de condensación, piedra de toque de la conquista, sin alcanzar profundidad escénica. Lettres d’une Péruvienne contará sin embargo su histoira. 2.3. La novela del Incario: Lettres d’une Péruvienne y la escenificación de la escritura En Cirey, refugio de Voltaire y Mme. Du Châtelet, los periódicos visitantes que los acompañaban en el castillo participaban en regulares representaciones de obras de su autoría. En el invierno de 1738, Mme. de Graffigny, quien nueve años más tarde alcanzara la fama con sus Lettres d’une Péruvienne, gozó de la hospitalidad de la pareja y tomó parte en la representación de Alzire.116 114

Linton 2000: 158. Véase Muthuchidambaram 2003: 11-14. 116 Mme. De Graffigny (2002: vol. 1, p. 233). Es necesario destacar que la estadía en Cirey no terminaría en buenos términos. Mme. de Graffigny se vería obligada a abandonar el castillo luego de haber sido injustamente acusada de enviar copias del poema prohibido La 115

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En ese entonces, Mme. de Graffigny (1695-1758) o Françoise d’Issembourg d’Happoncourt, que fuera su nombre bautismal, intentaba alcanzar París para entrar al servicio de la duquesa de Richelieu. Separada legalmente de François d’Huget en 1723 y sin fortuna, luego de que la corte de Lorraine se disolviera y su protectora, la duquesa Elizabeth-Charlotte d’Orleans, partiera hacia Viena, Mme. de Graffigny quedó con muy pocos recursos económicos, obligada a abandonar su casa, reducir su tren de vida y aceptar las invitaciones de sus amigos.117 Si bien en las últimas décadas Lettres d’une Péruvienne se ha convertido en mención inevitable en la necesaria relectura del siglo XVIII y obra de culto de la crítica feminista, muchas veces se olvida que su autora fue la primera mujer en publicar una novela epistolar en Francia y también una escritora profesional.118 Y aunque sólo alcanzaría la fama con sus Lettres, para ese entonces llevaba ya publicadas algunas obras, entre ellas una «Nouvelle espagnole», que parodia efectivamente los típicos enredos sentimentales que caracterizaran al Siglo de Oro español.119 Esta necesaria revisión crítica buscó rescatar una obra olvidada por el canon tradicional, que la catalogaba como pálido antecedente de la Nouvelle Heloïse de Jean Jacques Rousseau o simple copia de las Lettres persanes de Montesquieu [1721] o de las anónimas Lettres portugaises [1669]. La inmensa popularidad que la obra tuviera en su propio período constituía en sí

Pucelle. Mme. de Graffigny arribaría a París en febrero de 1739 y sus relaciones con Voltaire sólo se retomarían en 1749, luego de la muerte de Mme. Du Châtelet, cuando Voltaire regresara a París. Véase Showalter (1978). 117 Para una breve reseña biográfica de Mme. de Graffigny, véase Showalter (1978: 13-19). 118 Katherine Ann Jensen (1995: 84); aquí se señala que «this is the first epistolary novel written and published by a women in France». 119 La «Nouvelle espagnole» se encuentra incluida en una colección de cuentos, Recueil de ce Messiers (Amsterdam: Westein, 1745). Ese mismo año aparecería Cinq contes de fées, donde se incluye otra obra de Graffigny, «La Princesse Azerolle, ou l’Excès de la constance». Tanto estas obras como la primera edición de las Lettres aparecerían anónimamente. Para una excelente revisión bibliográfica en torno a las Lettres y las obras anteriores de Mme. de Graffigny, véase Smith (1990). Si bien Mme. de Graffigny publicaría aún después de sus Lettres otras obras, sólo Cénie, obra teatral presentada en el Théâtre Français en junio de 1750, logró un éxito rotundo, que establecería su reputación como mujer de letras. A partir de ese momento su principal ocupación sería escribir historias edificantes para los príncipes de la corte imperial de Viena a cambio de una modesta pensión. Ver Showalter 1964: 16-17.

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misma una justificación para esta revisión. Durante sus primeros cuarenta años, las Lettres fueron reeditadas cuarenta veces en francés, traducidas al inglés (1748) y al italiano (1754), y reeditadas dieciocho veces en esos idiomas. Dos continuaciones apócrifas de la novela fueron publicadas, que aparecieron por primera vez en 1747 y 1748, respectivamente. La popularidad continuó imperturbable hasta mediados del siglo XIX, y fue traducida al ruso (1791), al alemán (1792), al español (1792), al portugués (1802) y al sueco (1828), y aparecieron tres nuevas secuelas, en inglés (1772), español (1792) y francés (1797). Tanta llegó a ser su popularidad que hacia fines del siglo XVIII sirvió como base para un curso que buscaba enseñar el francés a los romanos de entonces.120 Sin embargo, desde mediados del siglo XIX, la obra cayó en un efectivo olvido del que sólo despertaría gracias a English Showalter, quien en 1964 presentara una tesis dedicada a las Lettres que iniciaría su necesaria relectura.121 Y si bien Mme. de Graffigny misma sobrevive para nosotros en los ocho tomos de correspondencia que Showalter editara cuidadosamente y que nos permiten observar a diario no sólo el funcionamiento de los círculos intelectuales ilustrados, sino también las vicisitudes de su biografía, Lettres d’une Péruvienne dista de poseer una fuerte marca autobiográfica, y con ello quiebra la tradición de sus precursoras del siglo XVII cuyas novelas contenían marcas de sus propios amores epistolares.122 La novela, puramente epistolar, se estructura en 41 cartas escritas por Zilia, una virgen del sol que es capturada por los españoles cuando estos

120 P. J. F. Luneau de Boisjermain (1798): Cours de langue italienne…. Paris. La obra cuenta además con varias ediciones bilingües italiano-francés. El artículo de David Smith (1990) resulta indispensable para cualquier seria aproximación a la popularidad de esta obra de Graffigny. Nuestros datos se basan en sus investigaciones. 121 Showalter (1964). Showalter es en realidad responsable de la mayor parte de la investigación realizada sobre Mme. de Graffigny. 122 Jensen señala que Graffigny indicó a François-Antoine Devaux, a quien estuvieran dedicadas la mayoría de las cartas que constituyen los ocho tomos de su correspondencia, que las Lettres constituyen reminiscencias de sus propias cartas de amor a Léopold Desmarets, con quien sostuviera una relación durante treinta años (Jensen 1995: 36). Sin embargo, esta breve referencia no nos resulta suficiente para sostener con Jensen que exista una continuidad con la tradición de la novela francesa escrita por mujeres del siglo XVII en este particular aspecto. La fuerte documentación que Mme. de Graffigny emplea para la construcción de su heroína sirve para sostener que si bien evidentemente pueden encontrarse rasgos biográficos de la autora en su novela, como en toda obra de ficción, no constituye éste el foco principal de la misma.

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ingresan al templo en Cuzco el día marcado para su unión con Aza, príncipe Inca a quien están dirigidas 36 de las misivas.123 Ya en la tercera carta, Zilia es embarcada hacia España, pero en el trayecto su barco es capturado por los franceses y nuestra heroína cautiva el corazón del capitán Déterville, quien la tomará desde entonces bajo su cuidado, y que gozará el privilegio de recibir las cinco últimas cartas de Zilia en la novela. De su mano ingresará en la sociedad francesa y tendrá así la oportunidad de observar sus costumbres e instituciones, que contrastará prolijamente con los usos de su cultura incaica. Gracias a las gestiones de Déterville, Zilia podrá establecerse en la sociedad francesa, convirtiéndose en propietaria de su propia casa, gracias a la restitución de uno de los cargamentos del oro del Cuzco capturado por Francia en el barco en que viajara. Sin embargo, nuestra heroína permanece inalterablemente fiel a su prometido Aza, por lo cual, luego de rechazar los requerimientos amorosos de Déterville, consigue que éste se decida a promover su unión y rastrear el paradero del príncipe inca. Cuando finalmente Aza es localizado en la corte española, ya ha abandonado no sólo sus costumbres y religión, sino también su promesa de amor. Comprometido con una española, sólo acepta la reunión con Zilia para liberar definitivamente sus votos e intentar desengañarla de su inalterable apego a las creencias incaicas. Si bien la conclusión feliz hubiera requerido en este momento que Zilia aceptara finalmente el prudente y respetuoso amor que Déterville aún le ofrece, esta virgen del sol que no renuncia a sus costumbres decide permanecer en soledad, ofreciendo a su benefactor tan sólo los placeres de una eterna amistad. Resulta de más indicar que es este final el que motivó la profusa serie de secuelas a la novela, que, por un lado, presentaron alternativamente las cartas de Aza o de Déterville y, por el otro, propuso nuevos finales, más acordes con las buenas costumbres dieciochescas, donde Zilia resultaba felizmente unida a su compatriota.124

123

Para Julia V. Douthwait (1992: 11) este gesto contribuye a reforzar la «peruanidad» de

la obra.. 124 Las Lettres d’Aza, de Hugary de Lamarche-Courmont, aparecidas en París a fines de 1748 pero bajo la fecha de 1749, constituyen una colección de cartas escritas por Aza que espejan la estructura de la novela de Graffigny y en la cual el cautivo príncipe narra su propia historia, que sigue en líneas generales lo presentado en la novela de Graffigny. La novela cuenta con XXXV cartas, de las cuales tres se encuentran dirigidas a Zilia y el resto a Kanhuiscap, antiguo camarada del príncipe. De acuerdo a lo narrado, Aza, luego de haber intentado recu-

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Figura 2. Primera página de la segunda edición de Lettres d’une Péruvienne. perar su reino, es llevado a España cautivo y en virtud de su estatuto real es entregado a un noble español que queda a cargo de su evangelización. Las cartas describirán prolijamente las costumbres españolas, usufructuando los estereotipos vigentes sobre este pueblo, tales como la pereza, contrastándolas de la misma manera que lo hiciera Graffigny con los usos incaicos, aunque sin la fuerte investigación histórica que caracteriza la obra de ésta (se indica por ejemplo: «Les Péruviens mangeoient la chair de leurs enemies, buvoient leur sang, & les femmes s’en frottoient le bout des mammelles pour le fair sucer à l’enfant»). A diferencia de Zilia, Aza se asimilará efectivamente a esta nueva cultura, no sólo convirtiéndose al cristianismo sino reconociendo la superioridad intelectual de sus captores basada en sus conocimientos y dominio sobre la naturaleza. Según este relato, Aza es informado de que Zilia ha muerto cuando su barco fuera capturado y es a partir de esa noticia que se decide su casamiento con Zulmire, hija de su benefactor. Pero antes de que el matrimonio sea celebrado, la noticia de que Zilia aún vive llega a Aza y éste parte a su encuentro. Sin embargo, cuando dicho encuentro se produce, Aza supone descubrir que Zilia ama a Déterville y es transportado por los celos, que le llevan a mentir sobre su futuro casamiento con Zulmire y huir de su lado. Ya en España, sin que se expliciten los medios, el equívoco queda solucionado y se anuncia que Zilia se encuentra de viaje para unirse con su príncipe. Según David Smith, en 1774 aparece una nueva

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Pero la originalidad de esta obra va más allá de su desafiante final, que deja independientemente instalada a una joven que asume la autoría.125 Y si bien las similitudes con la obra de Montesquieu se explicitan desde el mismo título, la obra de Mme. de Graffigny lleva a una nueva dimensión la crítica cultural que caracterizara las Lettres persanes. En realidad, la obra de Graffigny debe considerarse como una crítica al discurso colonizador. La contraposición con las Lettres persanes ofrece una primera aproximación a esta lectura. Rica y Usbeck, los viajeros persas, guardaban en sus relatos «cuasi antropológicos» de la sociedad francesa un distanciamiento que reproducía, en palabras de Julia Douthwait, «the ontological advantage of the dominant European (male) observer over a passive (silent) Other».126 Nuestra heroína realiza sus observaciones como parte implicada, comunicando no sólo lo observado sino sus propios sentimientos frente a la diferencia. Educados miembros de la élite persa, con perfecto dominio de la lengua «extranjera», los dos viajeros de Montesquieu arriban al París dieciochesco con la intención de ampliar sus conocimientos y se acomodan perfectamente a la vida cortesana que se les ofrece. Como señala Douthwait, Persia resultaba entonces un marco de exótico contenido. Involucrada con Francia económica y diplomáticamente, a principios del siglo XVIII resultaba aceptada como una cultura refinada, y por lo tanto, comparable a la francesa.127 En sus Lettres d’une Péruvienne, Mme. de Graffigny elige una alteridad que, según sus propias palabras en el «Avertissement» que acompaña la obra, no goza de ese mismo estatus: secuela en inglés, escrita por R. Roberts, y en 1797, otra en francés, escrita por Mme. MorelVindé; en ambas versiones Zilia finalmente se casa con Aza. Según Smith, en 1792 aparece una secuela española de la obra escrita por María Romero Masegosa y Cancelada; en ésta Zilia se convierte al cristianismo y llega a justificar las atrocidades españolas en el Perú en función de la necesidad de asegurar la salvación de los habitantes de su tierra. Existe otra continuación, la primera en aparecer (1747), que incorpora cinco nuevas cartas, de Déterville, Celine y Zilia. En esta única versión, el destino que Graffigny eligiera para su heroína es respetado, y la novela se cierra con una carta de Déterville que acepta finalmente el ofrecimiento de Zilia de eterna amistad. 125 Jensen (1995) indica sagazmente que, según la advertencia que acompaña la obra, Zilia misma habría entregado el conjunto de sus cartas a Déterville, poniendo en funcionamiento un establecido código que obligaba a las mujeres escritoras del período a utilizar intermediarios masculinos para la publicación de sus obras. 126 Douthwait 1992: 77. 127 Ibíd.: 89.

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Figura 3. Carátula del segundo tomo de la segunda edición de Lettres d’une Péruvienne.

Nous méprisons les Indiens; à peine accordons-nous une âme pensante à ces peuples malheureux; cependant leur histoire est entre les mains de tout le monde; nous y trouvons partout des monuments de la sagacité de leur esprit, et de la solidité de leur philosophie.128

Pero yendo aún más allá, Graffigny se aventura a explorar una perspectiva instalada doblemente en la alteridad –una mujer, peruana–, y también la posición de un personaje marcado por su dependencia. Zilia es una cautiva desde su primera carta y depende de sus captores en todo momento, incluso

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Graffigny 1747: 3.

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para lograr establecerse en la sociedad francesa, donde decidirá finalmente permanecer. Es a través de esta perspectiva que Mme. de Graffigny explora las complejidades del encuentro de culturas a través de los soportes materiales de la comunicación. Pues, como es sabido, Zilia trama literalmente la primera mitad de sus cartas utilizando el aún hoy misterioso sistema de codificación andino de los quipus. Mme. de Graffigny leyó con inmenso placer la Histoire des Incas durante la primavera de 1743.129 Y a cuenta de ello reprende a Deveraux, su eterno correspondiente, quien desconoce la obra: Tu pourrois apprendre d’eux, comme il y a apparance que tu ne le sais pas, que l’amitié est un monstre quand elle admet des reserves, et que tout doit etre egal, surtout la confiance. Les bonnes gens ne metoit pas des mots a la place des choses, et n’ornoient pas leur vertus jusqu’a en faire des careme-prenant.130

Años más tarde, durante la composición de sus Lettres, Graffigny regresaría a Garcilaso y haría de él la base literal de la novela. Las cuarenta y una cartas poseen un total de 55 notas al pie que incorporan la Histoire des Incas a la peruana voz de nuestra heroína.131 Así, Garcilaso sirve literalmente para traducir la cultura peruana, referente del relato de las costumbres francesas que Zilia realiza para su amado príncipe, al lector europeo. De esta manera, se sostiene al lector en la ilusión del cruce de barreras culturales. Zilia realiza una traducción literal y cultural. Por un lado, incluye en sus cartas términos pertenecientes supuestamente a la lengua del imperio, que luego aparecen

129 Graffigny (1996: 265). Resulta interesante señalar que, según sus propias palabras, los repetidos intentos de clarificar y corregir la obra garcilasiana que realizaron los distintos editores de la obra que han ocupado nuestro segundo capítulo habían resultado exitosos. Escribe Graffigny a Deveraux: «J’ai lu une partie de la journée l’Histoire des Incas; la connois-tu? Elle m’occupe davantage que l’Histoire de France. Du moins, je ne relis que deux ou trois fois une page, et je les relisois dix de l’histoire de notre païs sans l’entendre.». 130 Ibíd. 239: 283. 131 Si bien resulta evidente que Graffigny leyó la Primera parte en primera instancia en una de las versiones de la traducción que realizara Jean Baudoin por la fecha de la correspondencia en que comenta la obra, en las notas de las Lettres la única cita completa con mención de página, «l’Hist.des Incas, tom2. p. 158», incluida en la carta séptima, corresponde a la edición de François Dalibard, única realizada en dos tomos y donde puede encontrarse la referencia. La nota explica en este caso la bebida consumida en las fiestas rituales.

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explicados a pie de página. Así, por ejemplo, ocurre con «Yalpor», «nom du tonnerre», o con las «Mamas», «espèce de gouvernantes des Vierges du Soleil». La mayoría de ellos son transformaciones de las palabras en quechua referidas por Garcilaso. En la Primera parte, illapa es la denominación del rayo, trueno y relámpago conjuntamente, y las guardianas de las vírgenes del sol aparecen referidas como mamaconas.132 Por otro lado, Zilia ha de realizar sus observaciones sobre la base de sus propios conocimientos de la cultura incaica, y realizará una primera interpretación que luego traducirá para su lector europeo a pie de página. Así, por ejemplo, al llegar a tierra señalará: «les sauvages de cette contrée paraissent aussi bons, aussi humains que le Cacique; ils chantent et dansent comme s’ils avaient tous les jours des terres à cultiver», y en la nota se aclara: «Les terres se cultivaient en commun au Pérou, et les jours de ce travail étaient des jours de réjouissance».133 En la edición de 1752 se incorpora una «Introduction historique aux Lettres Péruviennes», donde se reconoce a Garcilaso como fuente histórica.134 El texto se encuentra en concordancia con las diversas introducciones que acompañaran las ediciones francesas de la obra garcilasiana. Es decir, en ella se despliega el ya acostumbrado elogio de la cultura incaica en contraposición a la barbarie española, un elemento sobre el cual el texto de las Lettres no habrá de expandirse en demasía. Sin embargo, el perfil que la introducción presenta del pueblo Inca ofrece un excelente marco para la caracterización del personaje de Zilia y de la obra de Graffigny. A partir de una atenta lectura de la obra garcilasiana, los incas aparecen como un pueblo ingenuo, rígido observador de sus leyes, las cuales, instauradas por «Mancocapac» y obedecidas fervientemente desde entonces, los obligaban al trabajo comunitario por el bien del pueblo y a la cuidadosa educación de sus hijos.135 132

Las traducciones mismas de Garcilaso habían introducido estas variantes. Así, en la edición de 1737, la combinación de rayo, trueno y relámpago aparece como yllapa, y en la nueva traducción aparecida en 1744, es denominado yallpa. 133 Ibíd.: 51. 134 Se duda aún hoy si esta introducción histórica fue escrita por Graffigny. Numerosas fuentes, entre ellas Douthwait, indican al novelista Antoine Bret como autor de este tardío paratexto. En todo caso, lo que es innegable es que fue aprobada por ella, dado que las ediciones de 1752 y 1747 son las únicas realizadas bajo su supervisión. Al respecto, véase Joan de Jean y Nancy K. Miller (1993: p. xxv).. 135 Douthwait (1992) cree reconocer un uso selectivo de la historia del Incario por parte de Graffigny, indicando que en su relato no se habla de las guerras fratricidas ni del deseo

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La unión entre la religión y el estado que las leyes otorgadas por Mancocapac representara, en tanto entregadas a este primer inca por el sol, su padre, y que instaura la equivalencia entre las leyes divinas y las leyes civiles, resulta nuevamente un tropo seductor como ya habíamos observado en los paratextos que acompañaran las distintas ediciones de las traducciones de la Primera parte. Nuevamente resulta referida la particular observación garcilasiana de que los incas desconocían la mentira. Si bien como preámbulo de un texto que hará de la virtud su eje, esta afirmación puede ser considerada como simple preparación para la punzante crítica de la cultura de la apariencia en la Francia dieciochesca, su recurrencia en estos paratextos nos obliga a un examen más detenido. La ausencia de la mentira en el imperio incaico se presenta en el marco del control estatal, que sustenta para Europa la utopía de la perfecta coincidencia entre sujeto y sujeto de control, temática ampliamente debatida en el momento en distintas doctrinas políticas. En particular acuerdo con los planteamientos de Hobbes, el estado incaico presesenta la total comunión entre moral y política, llevando el modelo al extremo de la total anulación de la conciencia individual al suponer un completo sometimiento del sujeto a la ley. Desde esta lectura, la ausencia de mentira sostiene la fantasía de ofrecer al control del estado un sujeto unidimensional, ejemplo privilegiado de la transparencia. Esta misma instancia es ejemplificada en los paratextos garcilasianos, dentro de los cuales ahora incluimos la «Introduction historique» a la obra de Graffigny, a través del ejemplo de la educación incaica. Desde estas presentaciones, en el modelo del imperio Inca, la estructura familiar resulta disuelta en pos de un panóptico de control. La versión de 1737 recogía con particular interés que en el imperio andino las casas se encontraban abiertas a la inspección estatal, para controlar la correcta educación de sus futuros súbditos, lo que constituía una responsabilidad común de los miembros de la sociedad. En este sentido, el Incario devenía prototipo del estado absolutista, presentando una solución al espacio de

expansionista de esta cultura. Sin embargo, un lector que conozca en profundidad la obra garcilasiana, reconocerá que estos elementos no resultan destacados en la Primera parte, o incluso, en el caso de las guerras fratricidas, no resultan mencionados siquiera. Si Douthwait considera como ejemplo de guerras fratricidas la particular sucesión de Huaina Capac, disputada por Huascar y Atahualpa, pasa por alto que dentro de la argumentación garcilasiana este conflicto es presentado como quiebre de las normas usuales de sucesión.

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la conciencia individual, que constituiría para Hobbes, «an unconquered remnant of the state of nature, protruding into the formally perfected State».136 La moralidad que lucha por devenir política sería el gran tema del siglo XVIII. En este paratexto la crítica de la conquista española se articula en términos del conflicto de esta unidad entre política y ética, presentando un ejemplo del divorcio entre las categorías fundantes del estado absolutista. Justamente esta crítica se recorta contra la caracterización ideal del imperio andino. Presentado al Incario como pueblo altamente civilizado, la introducción histórica hace mención de los amautas, «philosophes de cette nation», y de los «quipocamaios», presentados como oficiales públicos, y de los quipus. Les quapas ou les quipos leur tenaient lieu de notre art d’écrire. Des cordons de différentes couleurs étaient attachés, leur rappelaient, par des noeuds placés de distance en distance, les choses don’t ils voulaient se ressouvenir. Ils leur servaient d’annales, de codes, de rituels, de cérémonies, etc. Ils avaient des officiers publics, appelés Quipocamaios, à la garde desquels les quipos étaient confiés. Les finances, les comptes, les tributs, toutes les affaires, toutes les combinaisons étaient aussi aisément traités avec les quipos qu’ils auraient pu l’être par l’usage de l’écriture.137

A pesar de las similitudes y continuidades que hemos observado con las anteriores lecturas de Garcilaso y del Incario mismo, la introducción en esta cultura de un sistema perfectamente equivalente al de la escritura representa una alteración significativa en el perfil otorgado a este imperio andino que, como señalara Graffigny en su carta de 1743 a Deveaux, «ne metoit pas de mots à la place des choses». A través de este recurso, Graffigny eleva a esta civilización a un grado equivalente al de la europea. Los quipus despertaron el interés de los investigadores desde su mismo descubrimiento y las afirmaciones garcilasianas que Graffigny aprovechará para construir su ficción resultan aún hoy tema de debate, si bien ya en 1997 Gary Urton afirmara que «the kipu did represent some form and level of ‘writing’».138 Garcilaso, en el capítulo XXVII de su libro segundo, señala, a

136 Reinhart Koselleck (1988: 39). Para una discusión completa del estado absolutista según Hobbes, véase capítulo 2 «Hobbesian Rationality and the Origins of Enlightenment» (pp. 23-40). 137 Graffigny 1752: 14. 138 Gary Urton (1997: 30).

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propósito de unos versos que hallara entre los papeles de Blas Valera, el cronista mestizo: La fabula, y los versos dize el Padre Blas Valera, que halló en los ñudos y cuentos de vnos anales antiguos, que estaban en hilos de diuersos colores, y que la tradición de los versos, y de la fabula se la dijeron los Yndios contadores, que tenían cargo de los ñudos y cuentas historiales […].139

Como Carlos Radicati indicara en un artículo ya clásico sobre el tema, desde los primeros tiempos de la conquista, los quipus fueron objeto de cuidadosa atención y prolija descripción. Referidos desde las más tempranas crónicas sobre el territorio andino, aparecen en los relatos de Hernando Pizarro y Miguel de Estete en los primeros años de la conquista.140 Ya en la década de 1550, Pedro Cieza de León en la Segunda parte de la crónica del Perú los compara a los «jeroglíficos» mexicanos141 y luego Agustín de Zárate, Cabello Balboa, Molina, Acosta, Oliva, Calancha, el jesuita anónimo y por supuesto Garcilaso, completarían los informes. Sin embargo, este proceso de recopilación de datos se detiene en el siglo XVII, cuando salvo la referencia de algunos viajeros como Amadée Frezier, todo lo publicado sobre el tema no constituye sino una repetición adulterada de lo que ya habían observado los antiguos cronistas. Con Mme. de Graffigny, el tema es adoptado por los literatos, que lo convierten en argumento predilecto de sus obras, y así los quipus pasan a ser el perfecto sistema gráfico del idílico estado andino. Posteriormente, 1750 Raimondo di Sangro escribiría su Carta apologética que llevaría esta ficción a un extremo mayor, no solo explicando en detalle un posible y complejo funcionamiento de los quipus narrativos a partir de una obsesiva lectura de la Primera parte sino postulando aún la posibilidad de utilizar los quipus como sostén material para los idiomas europeos, lo que daría pie a un agitado debate que duraría tres años.142 139

Garcilaso 1609: 53. Urton 2002: 6. 141 Ídem. 142 Raimondo di Sangro, Lettera apologetica dell’ Esercitatio accademico della Crusca, contenente la difesa del libro intitolato Lettere d’una Peruana, per rispetto alla supposizione de’ quipu, scritta alla duchessa di S****e dalla medesima fatta pubblicare (Di Sangro 1750). Como respuesta a esta obra, aparecería anónimamente Parere intorno alla vera idea contenuta nella Lettera apologetica, composta dal Signor’ Accademico Esercitato [pseud.] Per rispetto alla supposizione de’140

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Sin embargo, es necesario aclarar que las imaginaciones alrededor de los quipus superaron los límites de lo literario y que durante el siglo XIX distintas publicaciones revestidas de una aparente austeridad científica postulaban interpretaciones de supuestos quipus con la ayuda de claves conocidas únicamente por los autores de las obras. Ésta es la época de la publicación de las numerosas quipolas que, con sus quipus apócrifos, sembraron no poca duda y desconcierto.143 Y si bien fue ya en el siglo XX cuando comenzara la investigación científica sobre el tema, personajes como Locke y Nordenskiold demuestran que los argumentos «à la Graffigny» aún permanecen.144 Tal como aparecen descriptos por Urton, los quipus son un sistema de nudos y cuerdas utilizado por el imperio Inca para mantener registros. Se considera que fueron usados tanto para registrar datos cuantitativos como información concerniente a genealogías, historias y otros tipos de narraciones. Los españoles, muchos de los cuales vieron el sistema en operación y hablaron y escucharon recitaciones producidas a partir de los quipus por los quipucamayocs, nos dejaron un confuso conjunto de opiniones sobre la naturaleza de las unidades registradas y la legibilidad de estos quipus. Según sus opiniones, cada quipu era legible sólo por el individuo que había registrado la información en él o por iniciados a los que ese hombre había instruido. Por otro lado, según esos infomes, las unidades de información registradas tomaban fundamentalmente la forma de números. De esta caracterización colonial se desprendió la concepción establecida de que los quipus representaban un sistema nemotécnico; es decir, que las unidades de información registradas en ellos representaban claves a partir de las cuales los oficiales

quipu &c. dell’Abate**** (Roma?, 1752?) y finalmente el conde de Sansevero se vería obligado a redactar una suerte de retractación: Supplica di Raimondo di Sangro ... umiliata alla santità di Benedetto XIV ... in difesa e rischiaramento della sua Lettera apologetica sul proposito de’ «quipu» de’ Peruani (di Sangro: 1753). Conviene aquí aclarar que –a pesar de lo mencionado por Urton en «Spanish Colonial commentary»– Mme. de Graffigny postula explícitamente como ficcional su interpretación de los quipus, y no contó con ninguna información del conde de Sansevero antes de la escritura de su obra. De hecho, no existe prueba alguna de contacto entre estos dos personajes. Por otra parte, el mismo conde de Sansevero reconoce su explicación sobre el funcionamiento del quipu como verosímil a partir de la lectura de las Crónicas de Indias, no verdadera. 143 Al respecto, ver A prospect of the quipola, or an explanation of the quipoes, now open for public opinion (London, 1827). 144 Carlos Radicati de Primeglio 1949-1950.

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que mantenían los quipus construían de memoria narraciones históricas y mitos.145 Urton establece que «the information recorded on the khipus constituted something much closer to the units recorded in a system of writing than has heretofore been supposed». Sin embargo, también aclara que «whether we are talking about a single system for recording both quantitative and narrative information, or perhaps two different systems (one for quantitative data, another for narratives), the control and manipulation of at least the larger and more complex versions of these devices were probably limited to a relatively small number of bureaucratic officials in the empire».146 Graffigny se preocupa minuciosamente por trabajar en todo momento dentro de lo históricamente verosímil. Al hacer de los quipus un medio de escritura, extrema una sugerencia de Garcilaso, pero continúa una línea que puede desprenderse de su texto, como hemos visto en la cita transcripta más arriba. Esta misma preocupación la lleva a detenerse en la fundamentación de la mayor crítica histórica que pudiera realizarse a su texto: el hecho de que sea una mujer la depositaria del saber sobre los quipus. Urton señala que las técnicas empleadas en la confección de los quipus eran ampliamente conocidas por los tejedores de las comunidades de los Andes, un saber compartido por ambos sexos. Según señala Garcilaso en el capítulo II del libro cuarto de la Primera parte, la principal ocupación de las mujeres escogidas era «hilar, y texer, y hazer todo lo que el Inca traya sobre su persona de vestido, y tocado».147 A pesar de ello, a lo largo de las crónicas y en distintos documentos históricos mantenidos en los archivos peruanos, se verifica que el rol de quipucamayoc era desempeñado fundamentalmente por hombres.148 En su segunda carta a Aza, Zilia explica: 145

Urton 2002: 176. Ibíd.: 178-179. 147 Vega 1609: 83. 148 Ilustremos este punto con un documento incluido en la colección del Archivo General de la Nación en Lima (legajo 23, cuaderno 389, año 1778): «Autos que promovió Tomás Collazo, indio del pueblo San Pedro de los Chorrillos, jurisdicción de la ciudad de los Reyes, sobre que se le mantuviese en el cargo de quipucamayo perpetuo de aquel pueblo del que lo habían despojado los alcaldes y el cabildo sin causa alguna justificada nombrando en su lugar a Casimiro Laynes». Esta causa legal, llamativa por su tardía fecha, indica además del género del quipucamayo, la perduración de la institución y su incorporación al sistema colonial. Sin embargo, Nancy K. Miller (1988: 126-161) recuerda que en la Nueva corónica y buen gobierno 146

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Si tu étais un homme ordinaire, je serais restées dans l’ignorance à laquelle mon sexe est condamné; mais ton âme, supérieur aux coutumes, ne les a regardées que comme des abus; tu en as franchi les barrières pour m’élever jusqu’à toi. Tu n’as pu souffrir qu’un être semblable au tien fût borné à l’humiliant avantage de donner la vie à ta postérité.149

Por esta razón, continúa Zilia, el futuro inca instruyó a los Amautas para que «ornassent mon entendement de leurs sublimes connaissances,» constituyendo a Aza en una liberal afirmacion sobre la necesidad de la educacion femenina.150 Zilia utiliza los quipus ya en Perú para comunicarse con su amado durante los períodos en que estaban separados y, como señala Lorraine Piroux, cuando entran los conquistadores al templo, se dedicaba a plasmar la historia de su amor y felicidad en un texto, mezcla de historia pública y privada, que Piroux equipara osadamente a los anales (117). Sin embargo, una vez cautiva y durante diecisiete cartas, Zilia utilizará sus quipus para sostener la presencia de Aza en su vida. En la carta XVII declara que sus quipus se han acabado. Será entonces que nuestra protagonista se verá obligada a aprender, con manifiesta dificultad, no sólo la lengua de sus conquistadores sino también a leer y escribir para continuar su imaginado diálogo con su enamorado. Concebidos entonces como equivalentes del papel, estos quipus «à la Graffigny» no pueden ser producidos en la Francia dieciochesca, negando de esta manera una de las características más intrigantes que poseen los quipus como tecnología: su disponibilidad. Al respecto, señala Urton en su trabajo: […] the problem of determining the nature and degree of literacy and numeracy in the late pre-Hispanic Andes is considerably more complicated and challenging than for instance, in Europe at this same time [...] In the European tradition,

de Felipe Guamán Poma de Ayala se indica que las mujeres llevaban quipus para manejar las cuentas de la casa (véase Ibíd.: 139). La referencia aparece incluida en la sección «Hordenansas», en la Segunda calle de la «vecita de las mugeres» (véase Felipe Guamán Poma de Ayala 1980: 192). Como acertadamente señala Miller al respecto, si bien esta mención probaría que las mujeres eran conocedoras del uso de los quipus, su manejo se limitaría al espacio privado de la casa y sus cuentas. El aspecto público, historial, de éstos, seguiría quedando en manos masculinas. 149 Graffigny 1752: 23. 150 Ídem.

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people who could not read or write did not (to my knowledge) spend the better part of every day producing useful objects with the tools and symbols –pen, paper, letters, and number signs– that were otherwise used for reading and writing.151

Las Lettres d’une Péruvienne que nosotros leemos son la traducción de estos diecisiete P al francés más las veintidós cartas escritas ya en francés. Zilia misma se ha encargado de la traducción de sus quipus, como indica escrupulosamente la advertencia que acompaña la novela, que al mismo tiempo resuelve el final de la historia revelando no sólo el destino del ofrecimiento de amistad que Zilia realiza al capitán en la última carta, sino también la ocupación de nuestra heroína en su retiro: «Nous devons cette traduction au loisir de Zilia dans sa retraite. La complaisance qu’elle eue de les communiquer au chevalier Déterville, et la permission qu’il obtint de les garder les a fait passer jusqu’à nous».152 De esta manera Zilia se convierte en la primera traductora americana, espejando significativamente el rol que Garcilaso ostentara de manera explícita desde sus mismos escritos. No resulta sorprendente que este nivel de correspondencia con su obra fuente hubiera sido observado por Mme. de Graffigny, quien en todo momento se presenta como una lectora ampliamente informada. Otorgar un sistema de escritura al pueblo incaico constituía ya una significativa transformación. Brindar literariamente a uno de sus representantes el manejo de dos lenguas imperiales y la posibilidad de la traducción implica autorizar la voz de la protagonista y hacer hablar en primera persona y a través de sus propios medios tecnológicos a una habitante del Nuevo Mundo. El sujeto colonial en Graffigny escribe su propia historia en sus propios términos.153 Lettres d’une Péruvienne se estructura alrededor de la materialidad de la palabra. De esta manera, Graffigny recupera tal vez inconscientemente un elemento fundamental de la obra garcilasiana. Hommi Bhabha indica en «Signs taken for wonder» de qué manera la inevitable reapropiación del código que todo régimen colonial exige señala una grieta consustancial del poder que ha de llevarlo tarde o temprano al fracaso. La obra de Garcilaso se construye en esa exacta brecha que la reproducción del código establece y que ins151 152 153

Urton 2002: 181. Graffigny 1752: 4. Cuán subalterna es Zilia evidentemente es materia de discusión.

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taura en la distancia con el original una evidencia desestabilizadora. Más allá de la exquisita historia amorosa, Lettres d’une Péruvienne espectaculariza los usos de la letra y ofrece una colección de posiciones de autorización para la palabra. La comparación de la obra de Mme. de Graffigny con las Lettres persanes de Montesquieu resulta inevitable. Pero considero que es necesario realizar una aclaración en torno a este tema. Generalmente la crítica olvida que dos de las cartas que presentan la crítica más directa de la sociedad francesa, a la Montesquieu, no fueron incorporadas a su «versión» peruana sino en la segunda edición de la obra en 1752. La primera edición de la misma, realizada bajo la supervisión de Graffigny en 1747, contaba solamente con treinta y ocho cartas, es decir, tres menos que las que se encuentran en la edición de 1752, base de todas las ediciones modernas. Las cartas faltantes, que en la edición de 1752 serían numeradas como XIX, XXX y XXXIV, corresponden a sus famosas críticas sobre la frivolidad y la necesidad de la apariencia, el interés en las posesiones materiales y la educación de las mujeres en la sociedad francesa. La carta XXX es la única que no representa esta vertiente de la obra. La carta XXVIII, que corresponde a la llegada de Zilia a la casa de campo de Céline, donde su matrimonio se celebra, se encuentra retrabajada, ampliando las observaciones de los usos franceses y retirando la descripción de la conducta de Déterville para con Zilia, que en la nueva edición pasa a las cartas XXX y XXXI. De esta manera, la carta XXX de la primera edición se convierte en la XXXII en la de 1752, y la XXXII será la XXXV. Sin embargo, y continuando a la luz de estas comparaciones con la obra de Montesquieu, es justamente en torno a la escritura y a la traducción que la obra de Graffigny ofrece una presentación del «extranjero» mucho más interesante que la de Montesquieu. A diferencia del Usbeck de las Lettres persanes, nuestra autora es la traductora de sus propias cartas, asumiendo de esa manera una autoridad que escapa a su par persa.154 La autorización que implica la autoría resulta mucho más significativa en este caso si consideramos que, como hemos indicado antes, Zilia es prisionera, no viaja por placer a la Francia dieciochesca, ni siquiera lo hace por propia voluntad. Y si la

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Recordemos que en la obra de Montesquieu las cartas son publicadas sin el consentimiento de sus autores, copiadas y traducidas por el anfitrión que los albergara durante su estadía en Francia.

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posesión de la lengua y de la letra que nuestra heroína logra a lo largo de la historia fuera poco, recordemos que Zilia queda establecida como propietaria. Evidentemente, cuando arriba a Europa, a diferencia de Usbeck y Rica, no posee bienes materiales, lo que a lo largo de sus cartas la hace doblemente consciente de su dependencia y cautiverio. Pero, de todas formas, esta circunstancia será ampliamente zanjada cuando Déterville le restituya el botín que fuera secuestrado por los españoles del templo del Sol y que viajara con ella en el mismo barco. Si bien es evidente que Mme. de Graffigny desconocía estas ramificaciones de su construcción ficcional, para el lector familiarizado con la historia colonial es inevitable evocar en esta restitución uno de los últimos escritos lascasianos, De Thesauris, donde se discute justamente la pertenencia del botín hallado en tumbas descubiertas en aquel momento en el Perú. En este texto escrito en 1565, Las Casas expone su posición más extrema frente al rol de España en la colonización de América. Como señala Adorno, a partir de una aplicación secular del principio eclesiástico Quod omnes tangit debet ab omnibus approbari, que concernía al nombramiento de obispos dentro de la estructura eclesiástica, Las Casas afirmaba que la concesión papal del territorio americano no resultaba válida en tanto no era consentida por sus habitantes.155 De esta manera el dominium de los reyes americanos quedaba asegurado, tras su interpretación de que la concesión papal sólo permitía la evangelización de ese pueblo. Y dentro de ese marco, los botines rescatados de ese territorio debían ser devueltos a sus legítimos dueños. Al reentregar el botín capturado en el barco que transportara a su enamorada, Déterville sigue evidentemente esta lógica. Sin embargo, es necesario reconocer que su preocupación no llega más allá de su enamorada peruana, ni la preocupación de Zilia irá más allá de su propio bienestar. Con este botín, nuestra heroína conseguirá ser «clasificada» en la sociedad francesa, resolviendo una de sus mayores preocupaciones, que apareciera en la carta XX: La manière méprisante don’t j’entendis parler de ceux qui ne sont pas riches, me fit faire de cruelles réflexions sur moi-même! Je n’ai ni or, ni terres, ni industrie, je fais nécessairement partie des citoyens de cette ville. O ciel! dans quelle classe dois-je me ranger?156 155 156

Véase Adorno 1991b: 10. Graffigny 1752: 85.

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El botín permitirá a Zilia convertirse en propietaria de, según sus propias palabras, «une maison de campagne don’t la situation et les approches me parurent admirables».157 El uncu real, trono de los incas, incluido en el botín, fue transformado por Déterville no sólo en charmant maison, sino también en «une cassette remplie de pièces d’or à l’usage de France» y en «de grandes armoires remplies d’étoffes admirables, de linge, d’ajustements, en fin de tout ce qui est à l’usage des femmes».158 Y Zilia disfruta profundamente esta nueva condición. Así se lo transmite a Aza: «J’ordonnais librement à des domestiques que je savais être à moi: je badinais sur mon autorité et mon opulence».159 Pero el tesoro capturado contaba con muchos más objetos. Descripto en detalle en la carta XXVII, constituye los «reste sacrés de notre culte et de nos Autels» (112). Su destino final será: [...] un cabinet tout brillant de glaces et de peintures: les lambris à fond vert ornés de figures extrêmement bien dessinées, imitaient une partie des jeux et des cérémonies de la ville du Soleil, tels à peu près que je les avais dépeintes à Déterville.160

Allí, los restos del templo del sol se entremezclan con su propia representación. Los ornamentos del templo están sostenidos por pirámides doradas, y la figura del sol cuelga de un techo pintado color cielo. Enclave de la representación en la novela, el gabinete del tesoro se erige en reflexión metadiscursiva de los mecanismos que articulan la novela misma. Bajo la diestra guía de Déterville, lo real y su representación, así como la historia y la ficción bajo la mano de Graffigny, reconstruyen un nuevo espacio de culto en el que queda contenida a partir de entonces la identidad peruana de la heroína. En concordancia con la lectura de la Primera parte que Graffigny confiara a Déterville, el Incario pasa en las Lettres a articular una historia puramente privada. A partir de entonces, es decir, a partir de la carta XXXVI, la novela olvida la comparación de costumbres y de las referencias a la cultura del Incario para concentrarse en la evolución de la intriga amorosa, en el regreso de Aza, el desengaño amoroso y la soledad última de Zilia. 157 158 159 160

Ibíd.: 146. Ibíd.: 153. Ibíd.: 154. Ibíd.: 152.

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Esta última soledad a la que hacemos mención se encuentra cargada culturalmente. Y tal vez en ella radique la mayor diferencia que esta obra ofrece a las Lettres persanes: la constante incomodidad y rechazo que Zilia siente por su entorno, y esa soledad final, en la cual no ha sido aceptada la conversión ni cultural ni religiosa. Zilia continúa célibe y no ha abrazado la religión católica. Dos cartas concentran la discusión sobre la religión católica en la novela, la XXI y la XXII, si bien desde la carta XX hasta la XXVII la novela transcurre en un convento donde Zilia y Céline, hermana del capitán, fueran recluidas por la madre de éste para asegurar a su primogénito una mayor herencia. En esas dos cartas, la peruana relata sus encuentros con un cura: «Je ne manquerai plus de matière pour t’entretenir, mon cher Aza; on m’a fait parler à un Cusipata, que l’on nomme ici religieux; instruit de tout, il m’a promis de ne me rien laisser ignorer».161 En una primera instancia, no observará grandes diferencias entre ambas religiones, señalando que las «vertus qu’elle prescrit, elle sont tirées de la loi naturelle»,162 y que su origen resulta no más increíble que la historia de Manco Capac y el lago Titicaca. Pero esto es sólo en teoría. Es fundamentalmente la discordancia entre las enseñanzas religiosas y los usos de la cultura lo que retiene a Zilia de abrazar la religión europea, una observación que continúa la línea ya observada en la introducción histórica, que remarcaba con admiración la coincidencia de la ley civil y la religiosa en la cultura inca. Es necesario reconocer que el rechazo final no se define en estos términos, sino que se articula en el espacio de la intriga amorosa. En la segunda entrevista el cura expresará su definitivo rechazo por el amor de Zilia, y la forzará a elegir entre virtud y amor. Una elección doblemente falsa dentro de los parámetros que Zilia maneja y no abandona: en tanto virgen del sol y en tanto enamorada, el amor de Zilia constituye su virtud y el reflejo de sus sentimientos. No obstante, Zilia observa los métodos de conversión y en torno a ellos comenta: «j’aurais écouté le Cusipata avec plus de complaisance, s’il n’eût parlé avec mépris du culte sacré que nous rendons au Soleil; toute partialité détruit la confiance».163 No resulta sorprendente que sea el cura quien explique a Zilia su destino, pero además la conquista del Nuevo Mundo.

161 162 163

Ibíd.: 88. Ibíd.: 87. Ídem.

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Las Lettres recuperan en su exploración del rol de «colonizada» de Zilia lugares reconocibles en la tradición de las crónicas de Indias, uno de los cuales es la labor evangélica. A pesar de lo cual, es su calidad de letrada, que apropia un personaje fundamental del aparato colonial para invertir los típicos roles del observador europeo, el aspecto más llamativo de esta obra. Recapitulemos su evolución en tanto tal. Ya en su primera carta, Zilia se plantea como una superación del modelo tradicional de la heroína de la novela epistolar. Su motivación inicial para escribir, tal como allí la relata, no es la ausencia del amado, sino el deseo de «rendre immortelle l’histoire de notre amour et de notre bonheur».164 Los quipus, utilizados por la pareja anteriormente como «l’interprète de nos pensées, pendant les longs intervalles que nous passions sans nous voir»,165 constituyen un proyecto en marcha ya antes de la inesperada intervención de los conquistadores españoles.166 De hecho, la violencia de esa entrada al templo repite los pasos de la esperada boda incaica bajo un nuevo signo, compartiendo un mismo marco escénico (entrada, llegada al altar, salida del templo). La importancia simbólica que el quipu sostiene en la obra de Graffigny queda explícita en esta carta: «le même sentiment qui nous fit inventer leur usage nous suggérera les moyens de tromper nos tyrans».167 El comenzado proyecto de registro precede a la separación, iniciándose como registro del amor feliz. Ésta, que constituye su «historia peruana», como señalara Gurkin Altman, es ya de por sí una subversión consciente de los usos tradicionales de los quipus en la cultura incaica.168 Ya el saber sobre estos registros residía en manos de los quipucamayocs, masculinos.

164

Ibíd.: 23. Ídem. 166 Uno de los principales problemas históricos que enfrenta Mme. de Graffigny en sus Lettres es justamente el desfase temporal entre el tiempo de la conquista, del cual Zilia es sustraída por los españoles, y la contemporaneidad del París de principios del dieciocho que la heroína enfrenta a su llegada al continente. Mme. de Graffigny, demostrando nuevamente sus amplios conocimientos sobre la historia del Perú, consideró solucionar el problema situando a su Zilia en un templo del Sol de Vilcabamba. Sin embargo, finalmente, defenderá que la Francia no había cambiado tanto desde el siglo XVI y que sólo la ópera resultaría objetable históricamente para aquel período. Volveremos a estas disimetrías temporales más adelante. 167 Ibíd.: 21. 168 Ibíd.: 181. 165

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A partir de la entrada de los españoles, los registros de Zilia tomarán un nuevo sentido. Las dos primeras cartas, las únicas que pudieran haber llegado a Aza, son un pedido de socorro pero también una advertencia y una queja: Tu es instruit de mon sort, il n’est pas changé. Non, mon cher Aza, ces peuples féroces, que tu nommes Espagnols, ne te laissent pas aussi libre que tu crois l’être. Je vois autant de signes d’esclavage dans les honneurs qu’ils te rendent que dans la captivité où ils me retiennent.169

Zilia, «qui n’entend pas leur langage», puede observar lo que Aza no percibe, seducido por las promesas de los conquistadores. Es entonces utilizando este medio secreto de comunicación, no comprendido por sus captores, que propone a su amado abandonar el imperio y ejercer su gobierno sólo sobre ella, retirándose de la ciudad y la vida pública. Y he aquí el límite de la crítica colonial que articula la novela. Desde un primer momento, el pueblo peruano como entidad resulta borrado en la construcción de este personaje en el cual prevalecen los elementos tradicionalmente considerados femeninos. De hecho, el Perú de las Lettres es casi un espacio vacío. Ni siquiera en sus dos primeras cartas existen visiones de conjunto ni relatos de lo que pudiera ver la heroína desde las ventanas de su prisión. Sólo en la primera carta existe una escena «de grupo», cuando la sangrienta entrada de los españoles al templo la hiciera enfrentarse con la muerte de sus compañeras y mamaconas. Pero ésta será la única mención, y no volverá a su recuerdo, y en ningún momento aparecerá una preocupación por el destino del pueblo andino. En los relatos que Zilia realizará desde París se podrá leer un ataque a las bases del discurso colonial, pero Zilia ha de permanecer siempre como personaje de una intriga amorosa. Su voz es peruana sólo a través de sus referencias al espacio conocido de la cultura incaica, es decir, sólo a través de la voz de Garcilaso. En ningún momento su preocupación superará el espacio privado. Cuando Zilia abandona el Perú, cautiva de los españoles, los quipus se convierten en representantes de Aza, cubriendo su ausencia. La función de la escritura se vuelve así en un primer momento puramente consoladora: «je crois te parler, te dire que je t’aime, t’assurer de mes voeux».170 Pero también

169 170

Ibíd.: 24. Ibíd.: 36.

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los quipus constituyen su única forma de comunicación y sostienen indudablemente su identidad peruana. Al desconocer la lengua de sus captores, Zilia queda relegada doblemente al silencio y a la completa incomprensión de su entorno. La queja de no poder «pintar» lo que descubre, puebla las primeras cartas. Utilizando elementos conocidos por la civilización incaica como símiles, pertinentemente explicados para el lector francés en notas al pie que recurren sistemáticamente a Garcilaso, Zilia refiere en primera persona escenas narradas numerosas veces ya desde los primeros cronistas: la maravilla del espejo, las tijeras, los caballos. Pero también contrastará sus costumbres «civilizadas» con la cultura extranjera, es decir, francesa. En este proceso se revertirán los principales puntos que articularan el discurso colonial: la barbarie de los pueblos conquistados, su falta de racionalidad, sus cultos idólatras y la necesidad de impartirles la religión cristiana. Uno a uno, a través de su punto de vista atravesado por el extrañamiento, estos pivotes del discurso conquistador son aplicados directamente a la cultura francesa, que resulta así idólatra de la belleza y lo superfluo, e irracional en su distribución de la riqueza. Esta utilización del discurso colonial se observa desde sus primeras cartas. Zilia había reconocido a los conquistadores españoles como «bárbaros» ya en la primera misiva, donde anuncia «la ville du Soleil, livrée à la fureur d’une nation barbare».173 Los franceses, por su parte, serán referidos a lo largo de las 41 cartas como salvajes: «Deux de ces sauvages ne quittent presque pas le chevet de mon lit»,174 dirá Zilia ya en la cuarta carta al referir su primer encuentro con Déterville. En sus relatos a Aza de las costumbres de esta nación «salvaje», sus habitantes aparecen reconocidos como faltos de luz natural, en contraste con la estructura de trabajo comunal y distribución de bienes atribuida por Garcilaso al orden imperial del Incario;175 corrompidos

171

Ibíd.: 17. Ibíd.: 35. 173 «Sans avoir de l’or, il est impossible d’acquérir une portion de cette terre que la nature a donnée à tous les hommes. Sans posséder ce qu’on appelle du bien, il est impossible d’avoir de l’or, et par une inconséquence qui blesse les lumières naturelles, et qui impatiente la raison, cette nation orgueilleuse, suivant les lois d’un faux honneur qu’elle a inventé, attache de la honte à recevoir de tout autre que du souverain ce qui est nécessaire au soutien de sa vie et de son état» (Graffigny 1752: 85). Otras citas sostienen esta evaluación: «leur légèreté exclu presque toujours le raisonnement» (Ibíd.: 120); «La même dépravation qui a transformé les biens solides des Français en bagatelles inutiles n’a pas rendu moins superficiels les liens de leur sociétés» (Ibíd.: 172

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en su razón por la atribución de valor a objetos puramente decorativos.174 Esos mismos encuentros le permiten sostener que se trata de una nación idólatra, ya que «ont choisi le superflu pour l’objet de leur culte».175 Incluso, al referirse al tratamiento de las mujeres en sociedad: «Au peu de soin que l’on prend de leur âme, on serait tenté de croire que les Français sont dans l’erreur de certains peuples barbares qui leur refusent une».176 De esta manera, Graffigny adopta un perspectivismo cultural que, si bien ha de repetirse en el Supplément au voyage de Bougainville [1771] de Diderot y otras obras clásicas del Siglo de las Luces francés, en el contexto de la apropiación ficcional de la historia del Nuevo Mundo realizada en la primera mitad del siglo XVIII en Europa, resulta altamente innovador. Poco a poco, Zilia comienza a comunicarse por signos con su enamorado capitán y aprende sus primeras palabras en francés: «Déterville», «vaisseau», «France». Esta apertura, que aparece en al carta IX, corresponde solamente a su nueva esperanza de unirse con Aza, frente al descubrimiento de que se acercan a tierra, lo que Zilia interpreta como un signo de su cercana unión, ya que desde su perspectiva todo lo iluminado por los rayos del sol constituye parte del imperio andino. Sin embargo, ésas no son las únicas palabras que Déterville le enseña: Il commence par me faire prononcer distinctement des mots de sa langue. Dès que j’ai répété après lui, oui, je vous aime, ou bien je vous promets d’être à vous, la joie se répand sur son visage, il me baise les mains avec transport, et avec un air de gaieté tout contraire au sérieux qui accompagne le culte divin.177

Si bien Déterville, fiel protector de Zilia, es presentado como héroe de la virtud en la novela (al fin y al cabo, ésta es una novela epistolar y la virtud debe ser el corazón de su estructura), es en esta escena donde el total someti-

122); «le bon sens et la raison, qui sont regardés comme le nécessaire de l’esprit, sont méprisés ici, comme tout ce qui est utile» (Ibíd.: 125). Los subrayados son del autor. 174 «Pour peu qu’on les interroge, il ne faut ni finesse ni pénétration pour démêler que leur goût effréné pour le superflu a corrompu leur raison, leur coeur et leur esprit» (Graffigny 1752: 119). 175 Ibíd.: 117. 176 Ibíd.: 139. 177 Ibíd.: 48.

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miento (como mujer y como indígena) queda manifiesto. Zilia se lo reprochará más tarde, cuando pueda, es decir, cuando maneje la lengua de sus captores. En la carta XXIII Zilia se reencuentra con Déterville a su regreso de las campañas militares en las que participara. La entrevista tiene lugar en el convento. En ese primer encuentro, Céline, quien ya conoce los sentimientos de Zilia y su determinación de reencontrarse con su amado, ha puesto sobre aviso al capitán para preparar su desengaño. El equívoco lingüístico, sin embargo, ha de permanecer aún. Cuando Déterville le comunica su angustia al saber que no lo ama, Zilia responde: Moi! M’écriai-je en l’interrompant, moi, je ne vous aime point! Ah, Déterville! Comment votre soeur peut-elle me noircir d’un tel crime? L’ingratitude me fait horreur: je me haïrais moi-même, si je croyais pouvoir cesser de vous aimer.178

Déterville inquiere entonces una clarificación sobre el sentido que Zilia otorga a esas palabras, que evidentemente no coincidirán con sus expectativas. Déterville quedará encargado de gestionar una unión con Aza, remontando su dolor y decepción. En el siguiente encuentro, representado en la carta XXV, Zilia sabrá finalmente que Aza se encuentra vivo en la corte de España y pedirá a Déterville su ayuda para unirse con su amado. Esto ha de despertar un reproche directo de Déterville, al que Zilia responde: C’est vous, lui dis-je, effrayée de sa résolution, c’est vous que je devrais accuser. Vous flétrissez mon âme en la forçant d’être ingrate; vous désolez mon coeur par une sensibilité infructueuse. Au nom de l’amitié, ne ternissez pas une générosité sans exemple par un désespoir qui ferait l’amertume de ma vie sans vous rendre hereux. Ne condamnez point en moi le même sentiment que vous ne pouvez surmonter, ne me forcez pas à me plaindre de vous, laissez-moi chérir votre nom, le porter au bout du monde, et le faire révérer à des peuples adorateurs de la vertu.179

Zilia alcanzará el estatuto de letrada por propia decisión. Y ésta se encuentra directamente relacionada con su conciencia de cautiva. En la carta XI,

178 179

Ibíd.: 94. Ibíd.: 104.

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cuando ya han tocado tierra y Zilia ha visitado su primer salón social, comunica a Aza su decisión. Confundida aún sobre su paradero, considerando todavía que podría tratarse de un lejano pueblo del imperio, afirma: «je n’en puis plus douter, le seul usage de la langue du pays pourra m’apprendre la vérité et finir mes inquiétudes».180 Es esta activa posición la que le permitirá sostener su identidad andina y rebatir la conquista en su propio destino. No resulta sorprendente en este marco que quien sea elegido para esta primera instrucción en la lengua sea justamente su sirvienta, la china que Déterville le asignara. Repitiendo nuevamente la historia, como Atahualpa en su cautiverio, Zilia comenzará su aprendizaje.181 Sin embargo, ya en la carta XVI, Déterville le ha «amené un Sauvage de cette Contrée qui vient tous les jours me donner des leçons de sa langue, et de la méthode don’t on se sert ici pour donner une sorte d’existence aux pensées».182 De su mano, logrará dominar la lengua y la escritura. Cuando en la carta XVIII, seis meses después de su última misiva cifrada en los quipus, Zilia retome su comunicación con Aza, ahora en francés, lo hará desde la dificultad física de la escritura, que en sus primeros momentos no puede descifrar ni de su propia mano: «Il arrive souvent qu’après avoir beaucoup écrit, je ne puis deviner moi-même ce que j’ai cru exprimer. Cet embarras brouille mes idées, me fait oublier ce que j’avais rappelé avec peine à mon souvenir; je recommence, je ne fais pas mieux, et cependant je continue».183 Es sólo entonces cuando Zilia descubre su destino: Mon esprit, mon coeur, mes yeux, tout m’a séduit, le Soleil même m’a trompée. Il éclaire le monde entier, don’t ton empire n’occupe qu’une portion, ainsi que bien d’autres royaumes qui le composent. […] Loin d’être parmi des peuples soumis à ton obéissance, je suis non seulement sous une domination étrangère, mais si éloignée de ton empire, que notre nation y serait encore ignorée, si la cupidité des Espagnols ne leur avait fait surmonter des dangers affreux pour pénétrer jusqu’à nous.184 180

Ibíd.: 52. «Je ne laisse échapper aucune occasion de m’en instruire, je profite de tous les moments où Déterville me laisse en liberté pour prendre des leçons de ma China» (Graffigny 1752: 52). 182 Ibíd.: 72. 183 Ibíd.: 79. 184 Ídem. 181

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La función de sus registros cambia, y Zilia encuentra el placer de la representación para Aza. Pero sólo en tanto, junto con su vida como autora, comienza su vida de lectora. En su deseo de «ramasser des connaissances», que ahora se independiza de su necesidad de conocer su destino, Zilia descubre los libros donde considera que encontrará «tous les secours don’t j’ai besoin». Es en esta instancia cuando se revierte su pasivo rol con relación al conocimiento, cuando nuestra heroína puede alcanzar su completa independencia. Zilia, gracias al manejo de esta nueva tecnología del registro, anuncia que será la encargada de traducir para Aza estos nuevos placeres. En la carta XXV nuestra heroína se convierte en sujeto, legal, al firmar solemnemente la escritura de la propiedad en la que se ha metamorfoseado el uncu real bajo la intervención de Déterville. Sus cartas y sus quipus ya se encuentran en camino. Pero, eventualmente, cuando lleguen a destino, Aza ya habrá abandonado sus creencias y su pueblo. Zilia también abandonará su pueblo. Permanecerá en Francia, con la devota amistad de Déterville y su hermana, gobernando inocentemente sobre sus criados y con las llaves del pueblo cercano a su pequeña morada. Allí también permanecerá el gabinete, reconstrucción de su pasado, cerrado bajo llave de oro en el privado espacio de su charmant dominio. A partir de esta lectura, no resulta extraño que ninguna de las cinco secuelas que motivarían las Lettres pudieran imaginar que Zilia tuviera una incorporación efectiva en la sociedad francesa. Es decir, el matrimonio con Déterville nunca fue una opción. Si bien enclaustrada en el espacio privado, la identidad peruana resiste. Aun bajo llave de oro, permanece incólume. En sus propios límites, la crítica también permanece imborrable, pero también durante mucho tiempo ilegible. A pesar de su abierto cuestionamiento a la estructura eclesiástica y de afirmar veladamente lo que a Voltaire tantos conflictos le traería con sus Lettres philosophiques, es decir, que el catolicismo no es el único camino a la salvación, esta obra fue altamente recomendada por los jesuitas del momento. Tal vez su mismo género haya sido responsable del camuflaje que posibilitaría a este texto sostener una crítica al discurso colonizador. Perteneciente a la novela epistolar, género paradigmático de la educación virtuosa, la Zilia de Graffigny pudo articular esta relectura de las crónicas de Indias siempre y cuando se limitara al espacio privado de su historia amorosa. Lettres d’une Péruvienne, al igual que Les mille et une heures, surge directamente de una matriz garcilasiana. A lo largo de sus páginas, los ecos de la Pri-

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mera parte de los Comentarios reales se dejan percibir claramente, aun aquellos fragmentos que no llegaran a la versión impresa en París en 1744. Porque es necesario aclarar que en la reconstrucción a la que aquella versión sometía el texto garcilasiano, y que Mme. de Graffigny citara en sus Lettres, resultan suprimidos los primeros cinco capítulos del libro cuarto de la Primera parte. En este texto ficcional esos capítulos encuentran un espacio textual. Es más, justamente la matriz narrativa de Mme. de Graffigny se pone en funcionamiento a partir de esos cinco capítulos. Estaban dedicados a las vírgenes del sol, y en la versión de Dalibard se encuentran reducidos a una breve mención en el capítulo II, «Des Sacrifices au Soleil», del segundo volumen.185 Muchos de sus pasajes han sido copiados casi textualmente a lo largo de las 41 cartas, conformando las notas al pie o encontrando un espacio en el cuerpo textual a través de las comparaciones de la heroína.186 Ninguna de las versiones anteriores, en las cuales Graffigny leyera originalmente la obra garcilasiana, había realizado tan dramática intervención. Resulta al menos significativo que los capítulos faltantes se salvaran del olvido a través de su reubicación en el contexto ficcional que les ofreciera lo que devendría la obra más popular de su tiempo. Mme. de Graffigny no necesita realizar demasiadas alteraciones al texto garcilasiano para convertirlo base de su historia. Ya hemos señalado una de esas alteraciones que aparece sin embargo debidamente justificada (el hecho de que una mujer posea el saber de los quipucamayocs). Otras, en cambio, no lo serán. Lo fundamental radica en que, en la ficción de Graffigny, la casa de las vírgenes del sol posee numerosas características del templo del Sol tal como Garcilaso lo describe, si bien la diferencia entre estos dos espacios es

185 «Ils avoient plusieurs Maisons Religieuses, dont les unes gardoient une perpétuelle virginité, & les autres étoient destinées pour être maîtresses du Roi» (Graffigny 1752: 20). Este fragmento corresponde en realidad al capítulo IX del libro segundo en Garcilaso: «Tuuieron asimismo muchas casas de vírgenes, que vnas guardauan perpetua virginidad sin salir de la casa, y otras eran concubinas del Rey, de las quales diremos adelante mas largamente de su calidad, clausura, oficios, y exercicios)» (Garcilaso 1609: 35). 186 Podrían darse numerosos ejemplos de la exactitud de sus detalles; tomemos sólo uno como muestra. Cuando, en la carta XXVII, Zilia describe el botín que le es entregado por Déterville, rescate del barco español que la transportara originalmente a Europa, enumerará animales, insectos y plantas en oro, que como indica el capítulo III del libro cuarto, se encontraban en la casa de las elegidas: «Il y avoit encore un Jardin, dont les arbres, les plantes, les herbes, les fleurs, les oiseaux, & les autres animaux étoient tous d’or & d’argent, fait au naturel comme ceux du Temple du Soleil» (182-3/1737).

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explícitamente establecida en Garcilaso y su confusión es atribuida a los cronistas.187 La asimilación de estos espacios podría ser leída como una subversión más del orden patriarcal que rige al Incario en la versión de Garcilaso, en tanto otorga mayor importancia al rol femenino dentro de la religión. Por otro lado, según el relato garcilasiano, en la casa de las elegidas, poblada por mujeres de la sangre real, no vivían la Coya y sus hijas aunque estuvieran autorizadas a visitarlas. De esta manera, Zilia, pariente más cercana de Aza, príncipe Inca, no estaría incluida entre sus miembros. De hecho, lo que Mme. de Graffigny suprime es justamente lo que sí es incluido en la versión de Dalibard de la Primera parte. Como señalara Garcilaso en el capítulo IX del libro segundo, las casas de las elegidas guardaban no sólo mujeres en «perpetua viginidad», sino también aquellas que podían ser elegidas como concubinas del rey.188 En cualquier caso, la esposa legal del inca no se encontraba entre las mujeres de la casa de las elegidas, consideradas esposas del sol, su padre. Al suprimir toda alusión a las concubinas reales, Graffigny moraliza la imagen del Incario para adaptarla a su propio período. El «Avertissement», primer paratexto de la obra, presente desde su primera edición en 1747, comienza: «Si la vérité, qui s’écarte du vraisemblable, perd ordinairement son crédit aux yeux de la raison, ce n’est pas sans retour; mais pour peu qu’elle contrarie le préjugé, rarement elle trouve grâce devant son Tribunal».189 Mme. de Graffigny se refiere específicamente a su obra, que presenta «une jeune Péruvienne , don’t le style et les pensées ont si peu de rapport à l’idée médiocrement avantageuse qu’un injuste préjugé nous a fait prendre de sa nation».190 Si bien el «Avertissement» ha de señalar que la historia de los incas «est entre les mains de tous le monde», Mme. de Graffigny indica que los indios son despreciados y que apenas se les reconoce en Francia un alma pensante. Sin embargo, y a la luz de la historia textual del Incario en la que Graffigny se inscribe voluntariamente (Alzire es mencionada en este mismo paratexto), es necesario reconocer que sus observaciones con respecto

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Véase Garcilaso capítulo I Libro cuarto (1609: 82). Sin embargo es necesario aclarar que Garcilaso diferencia, en el capítulo IV del libro cuarto (Garcilaso 1609: 84), la casa del Sol del Cuzco, cuyas integrantes eran consideradas esposas del Sol, y las que se encontraban en otras ciudades, cuyas integrantes no debían ser de sangre real. Es en estas últimas casas donde eran elegidas las concubinas del rey. 189 Graffigny 1752: 3. 190 Ídem. 188

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a los indios no pueden ser fácilmente aplicadas al caso de la civilización Inca si consideramos las lecturas de la obra garcilasiana que las traducciones de la Primera parte de los Comentarios reales explicitaban. Su elección de este particular grupo es entonces una elección de texto. Graffigny elige trabajar dentro de lo históricamente verosímil en las Lettres, y con esa decisión otorga a Garcilaso un rol de autoridad indiscutible, que ya le pertenecía en la Francia dieciochesca. Graffigny eligió como matriz una civilización que ofrecía un marco cuya idealización le permitía revertir la descalificación de los habitantes del Nuevo Mundo.

3. NOTA FINAL En los primeros ciento cincuenta años de su vida textual, la Primera parte de los Comentarios reales de los incas se encuentra ligada a la lengua francesa. Las cinco versiones del texto en traducción francesa y las múltiples elaboraciones ficcionales, de entre las que hemos analizado tres casos ejemplares, articulan de hecho un corpus coherente que trabaja sobre las mismas áreas de la obra garcilaciana: reconstrucción de una voz nativa autorizada, extrapolación de las virtudes del buen gobierno y de la buena conquista. Las reconstrucciones literarias del antiguo imperio sin embargo no son sólo francesas: rápidamente serán traducidas alcanzando el estatus de fenómenos europeos. La apropiación es europea pero no española. Así como no existe más que una reedición de la Primera parte en español durante sus primeros ciento cincuenta años, tampoco se encuentran en la península obras que participen de este ferviente interés por el Incario que ocupa a Europa. El fenómeno –si de hecho puede hablarse de tal– será posterior: con la traducción de la obra de Graffigny y de Alzire hacia fines del siglo XVIII. Les mille et une heures nunca aparecerán en español. La inconveniencia de la apropiación del modelo resulta ya evidente en el tratamiento que Barcia realizara de su edición de este texto. De hecho, el análisis de las reconstrucciones ficcionales permite establecer con claridad que la obra realiza una nueva articulación de la leyenda negra española en el umbral de una instancia de resemantización de la tradición española en el marco europeo. Si bien será hacia fines del siglo que la famosa pregunta de Masson de Morvilliers cancelara simbólicamente la herencia española, vemos que el cambio empieza a realizarse ya desde el comienzo del siglo.

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El Incario provee un escenario privilegiado para la espectacularización de las fantasías imperiales. Los textos realizan insistentemente una nueva conquista recuperando y reapropiando una voz indígena, exactamente aquello que tanto preocupara a Barcia y motivara sus colecciones. Las ficciones se traman alrededor de la contraposición de modelos de conquista. En este sentido, Lettres d’une Péruvienne constituye una explicitación del modelo. Dos conquistas contrapuestas, la española y la francesa, ambas efectivas, se enfrentan en la trama. Sólo una tolerante y en ese sentido, incaica. Sin embargo, en este esquema que las reapropiaciones articulan una y otra vez, la doble herencia se instaura en lo ilegible y el mestizaje resulta en cada caso prolijamente desarticulado. Del otro lado del Atlántico, también se lee a Garcilaso, como veremos en nuestro próximo capítulo.

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IV. RECONSTRUCCIONES CULTURALES Y LITERARIAS DEL PERÚ ANTIGUO: UN INCARIO PERUANO

El 27 de septiembre de 2003, Les Indes Gallantes sube a escena en París. En el Palais Garnier, y bajo la dirección de William Christie, «Les Incas du Pérou» roba la pieza y maravilla a los críticos en su perfección visual y lograda armonía estética. La rotunda efectividad de la escena que subyuga Europa en 2003 como lo hiciera en 1735 nos expone a la resistente permanencia de los estereotipos del antiguo imperio. La ópera barroca, de la cual Les Indes Gallantes es un ejemplo prototípico en la riqueza y disonancia de sus armonías y en la complejidad de su orquestación, resulta una inmejorable alegoría para la complejidad de las reconstrucciones del antiguo imperio andino en el Perú y de su estudio. Una de las características más resaltantes de las innovaciones que el barroco introduce en la música es el continuo, forma de notación que requiere, prevé incluso, la actualización creativa del músico ejecutante. Como en muchas otras piezas barrocas, la melodía en Les Indes Gallantes parece estar en constante negociación entre las distintas partes de los diversos instrumentos y voces. De manera tal que la pieza en su materialidad textual resulta por definición insuficiente, inacabada. Con esa misma falta debe enfrentarse cualquier acercamiento a las reconstrucciones del antiguo imperio Inca en el Perú durante el siglo XVIII. Todo corpus es insuficiente, todo texto incompleto en tanto incluye explícita o implícitamente voces no representadas, voces que eluden la representación o que se instalan en lo no representable. La popularidad de la que goza la imagen del Incario en el Perú durante el siglo XVIII es bien conocida. Durante este período, la reconstrucción de gene-

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alogías Incas en busca de beneficios prometidos a aquellos de descendencia noble, dio lugar a una proliferación de representaciones del Incario, bajo la forma de árboles genealógicos, pinturas en trajes a la antigua, piezas teatrales o participaciones en procesiones o fiestas reales. Todas apelaban a una tradición conscientemente reconstruida. Esta misma tradición sería usada como recurso de legitimación personal por los líderes de los numerosos levantamientos indígenas que buscaron reestablecer el imperio en este momento. Después de la última gran rebelión, se prohibiría toda clase de representaciones del Incario, clara indicación del enorme poder que ostentara durante el siglo XVIII en el Perú. En este capítulo hemos de detenernos en dos textos prototípicos para las representaciones del antiguo imperio andino. Dos textos asociados con la representación del poder: los Jvbilos de Lima, una fiesta real, narrada por don Pedro Peralta de Barnuevo, y Ollantay, una obra teatral insistentemente asociada con la gran rebelión de Tupac Amaru II a fines del siglo.

1. PASEO LIMEÑO El 21 de abril de 1723, diez años antes de la publicación de Les mille et une heures en París, los reyes Incas desfilan en la Plaza de Armas en Lima. El primero fue el último de los emperadores de esta América: Seguiase el Acompañamiento del Emperador Huascar Inca, el Docil, compuesto de doce Señores de la Real Sangre, Cavalleros del famoso militar y orden, que tenian con la insignia de las Orejeras de oro: los quales armadas de dardos representaban los principales Grandes y Capitanes que Vivian en el tiempo de la Conquista de este Reyno. Ceñian la frente del Llauto Negro que les pertenecia, adornado de entrelazados hilos de perlas, y rica pedreria. Vestian mantas, y uncos, o camisetas, de un texido finisimo de lana carmesi, que llaman Cumbi, sembrado de diversas flores. Precedia a esta Guardia vn Capitan, o Alferez Mayor, que llevaba en vna hasta enarbolado el Escudo de las Armas concedidas a la Estirpe de este Monarca. Seguiase el mismo Emperador magestuosamente montado sobre vn generoso cavallo, adornado de hermoso jaez de cintas de tela, ya pendientes al ayre, ya enlazadas en florones, y de silla y gualdrapilla de terciopelo azul bordado de oro y plata. Ostentabase Coronado de Llauto Real, en que los diamantes, las esmeraldas, y las perlas formaban ordenadas vna harmonia de esplendores. Pendiale a la frente la Borla carmesi, y sobre ella tremolaba vna alta Pluma de oro, a

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cuyos lados dos brillantes culebras mordian por los extremos vn iris refulgente; blazon ordinario de estos Reyes. Entre la Borla y Pluma iba la Vncha (que significa insignia) compuesta de vna rica joya. Caian de vna y otra parte de Llauto las orejeras de oro. Vestia manta rosada de rico brocado, orlada de preciosa franja, con borlas tambien de oro a las esquinas, camiseta de raso liso nacar, recamada de realces de oro y plata, guarnecia de encaxes de igual precio, y mangas voladas de finisimos nevados. Rodeaba hermosamente el cuello el Regio Sipe (o muzeta Imperial) que antiguamente formado de plumas, se imitaba entonces con cintas de varios colores artificiosamente encarruxadas. Brillabanle vn Sol de oro, pendiente de vna cadena de preciosas joyas, en el pecho; y en los ombros, en las rodillas, y los pies, los Pumas; que significan Leones, y son mascarones, tambien de oro. Pie y pierna a la Romana, noblemente desnudos, se adornaban, esta de vn flueco Negro, que sobre ella pendia ayrosamente, y aquel de rica oxota. Ostentaba en vno y otro brazo preciosos anillos, de que vsaban los Incas, y llamaban Chipani, engastada en ellos luciente pedreria. Empuñaba en la diestra el Champi de oro (arma, que en vna breve hasta, cuya punta era solo vn floron, llevaba vna segur atravesada a la manera de nuestras alabardas; la qual era el Cetro de los Incas) trage, e insignias que llevaron los demas siguientes. Hizo este Papel el Cazique del famoso Ualle de Pachacamac, nombrado D. Francisco Taulli Chumbi Saba, desendiente de D. Alonso Saba y Cuysmanco (Soberano que fue, segun arriba se ha expressado, de estos vecinos Ualles) como tambien del Chimo mencionado.1

Así lo describe Pedro de Peralta Barnuevo en los Jvbilos de Lima, reporte de los festejos realizados en la capital virreinal con motivo de los augustos casamientos de Don Luis y María Victoria, hijos de Felipe V. Las fiestas reales, celebraciones públicas organizadas por las autoridades para inscribir acontecimientos de la familia real en la cotidianidad de sus

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Jvbilos de Lima y Fiestas Reales, que hizo esta muy Noble y Leal Ciudad, Capital y Emporio de la America Austral, en celebracion de los augustos Casamientos del Serenissimo Señor Don Luis Fernando, Principe de las Asturias, N. Señor con la Serenissima Señora Princesa de Orleans, y del Señor Rey Christianissimo Luis Decimo Quinto con la Serenissima Señora Doña Maria Anna Uictoria, Infanta de España, ordenadas y dirigidas por el Excmo. Sor. D. Fr. Diego Morcillo Rubio de Auñon, Arçobispo de Plata, uirrey, Governador, y Capitan General de los Reynos del Perù, Tierra Firme, y Chile. Y Escritas por el Doct. D. Pedro de Peralta Barnuevo y Rocha, Contador de Cuentas y particiones de esta Real Audiencia, y Cathedratico de Prima de Matematicas en esta Real Vniversidad. En Lima, en la Imprenta de la Calle de Palacio. Por Ignacio de Luna y Bohorques. Año 1723.

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súbditos, escenificaban el lazo de continuidad que unía soberanos y sujetos. Toda festividad dinástica era ocasión de glorificar la Corona y exaltar la autoridad sagrada de los reyes, defensores de la iglesia, por medio del uso de una serie de alegorías y símbolos altamente codificados.2 Un pormenorizado relato de los eventos era documentado por encargo de las autoridades oficiales y remitido a las manos del rey donde se convertía en prueba de sumisión, amor y obediencia. La tradición de las fiestas urbanas en las colonias, que comprende también las fiestas religiosas, es tan antigua como la conquista misma, y desde sus primeras manifestaciones se encuentran menciones a la inclusión de caciques vestidos a la antigua.3 En imágenes dignas de las plumas de Graffigny o Gueullette, los compuestos Incas coloniales que desfilan el 21 de abril de 1723 agregan a los tradicionales atavíos hilos de perlas, diamantes, esmeraldas y el adorno del terciopelo. Pero es sin dudas el sol de oro que le brilla a Huascar en el pecho, símbolo constante a ambos lados del océano, el que encripta con mayor eficacia la paradoja representacional que estas figuras encarnan. Ausente, innecesario, en la escena preconquista, el medallón del sol de oro posee un valor redundante y confirmatorio que cristaliza la distancia que separa a estos incas coloniales del referente de su signo. El despliegue de la imagen del Inca en el Perú se encontró ligado a la construcción del poder colonial desde los primeros momentos, y constituyó «tal vez una de las creaciones más complejas de la imaginación histórica europea de la temprana Edad Moderna».4 Ya desde el primer desfile en el que Pizarro consagrara a Tupac Huallpa como Inca luego del asesinato de Atahualpa –señala Cummins–, la imagen del Inca constituye un complejo y productivo híbrido que evoca simultáneamente significaciones europeas y andinas.

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Perissat 2002: 22. Bartolomé de Arzans Orsúa y Vela da cuenta en la Historia de la Villa Imperial del Potosí de las fiestas que juraron por patronos de la Villa Imperial del Potosí «al Santísimo Sacramento, a la Concepción Purísima de la madre de Dios y al apóstol Santiago» (Arzans Orsúa y Vela 1965: 95), celebrada en 1555, en la cual desfilaron «de dos en dos todos los monarcas ingas hasta el poderoso Atahuallpa, con aquel su excelente traje, llevando cada uno una hacha de cera en la mano» (Ibíd.: 96). Arzans también menciona otro desfile de igual tipo incluido en las festividades que tuvieran lugar en 1600 con motivo de los regios matrimonios de Felipe III. 4 Cummins 2005: 1. 3

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Durante el siglo XVIII en el Perú, se produce una profunda transformación en la circulación y significación de este tipo de representaciones que comienzan a convocar nuevos sectores dentro del pacto colonial. Las fiestas urbanas cristalizan estos cambios y su análisis ha de permitirnos en este apartado no solo considerar de qué manera y con qué fines la imagen del Incario se evoca durante la primera mitad del siglo XVIII, sino también evaluar la presencia y los usos de la obra del Inca Garcilaso en este contexto. Los Jvbilos de Lima, narrados por Pedro de Peralta Barnuevo, han de servirnos como parámetro de las fiestas del período pero hemos de referirnos también a otros relatos de fiestas reales que serán indicados pertinentemente. Juan Carlos Estenssoro Fuchs al estudiar las fiestas reales del Perú señala que a principios del siglo XVIII «los individuos dejan de celebrar a los monarcas […] agrupados por gremios e instituciones, como formando parte de una sociedad única y homogénea, para aparecer divididos en tres naciones: españoles, indios y negros, cada una responsable de asumir su propia imagen».5 La medida puede haber tenido una carga de segregación pero al mismo tiempo ponía en valor a las elites indígenas y les otorgaba una inusitada oportunidad de tomar la palabra.6 Las festividades reales seguían un esquema constante y un orden más o menos fijo en sus representaciones y desfiles.7 La primera parte de los festejos, que podía durar un mes, comprendía un desfile de autoridades que visitaba los distintos arcos triunfales y escenarios erigidos en la ciudad, y los festejos particulares de los distintos gremios, contando casi siempre con el despliegue de máquinas de fuegos alegóricas. Duran-

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Estenssoro Fuchs 2005: 163. Ibíd.: 502. 7 La tradición de fiestas urbanas se remonta a los primeros tiempos de la colonia. La Corona y la Iglesia organizaban festividades que comprometían la participación de los distintos sectores de la población y entre las cuales se mantenían numerosos puntos de contacto. Los roles jugados en estos despliegues urbanos conllevaban un alto reconocimiento público e implicaban una significativa solvencia económica, en tanto los gastos eran distribuidos entre los participantes. Es interesante notar que este mismo esquema continúa vigente en las procesiones que hoy en día se realizan. Véase, por ejemplo, el caso de la procesión del Señor de los Milagros en Lima. Para un estudio de las procesiones reales en Lima, véase Perissat (2002), un estudio completo si bien discutible de las procesiones reales entre los siglos XVI y XVIII. Sobre las divisiones de naciones introducidas en las fiestas durante la primera mitad del siglo XVIII, véase Juan Carlos Estenssoro Fuchs (2005: 163). 6

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te el día se realizaban corridas de toros para el gozo general.8 La segunda parte es la que nos ocupa. Los festejos de los naturales generalmente duraban entre dos y tres días y también ofrecían un libreto que con mínimas variantes incluía una representación de la historia andina para sí mismos y para la Lima toda. Durante esos tres días, con corridas de toros por las mañanas, desfile de reyes Incas, juegos de cañas y alcancías, y mascarada real a partir de las tres de la tarde, los descendientes de la nobleza andina ocupaban la Plaza de Armas. Distintos caciques de la costa limeña e incluso del Cuzco exhibían su prosapia y su riqueza; desfilaban el primer y segundo día de festejos posando como los antiguos reyes del imperio, con llauto adornado de entrelazados hilos de perlas y en el pecho el sol de oro como asumido símbolo de la exuberante riqueza del Perú.9 Estos trajes que materializaban la historia del antiguo imperio articulando significaciones europeas y andinas, simbolizan con propiedad la hibridez de los «incas coloniales» y se comunican exitosamente 8

Era costumbre la publicación de un recuento de las fiestas. Así, además de los Jvbilos de Lima, que nos ocupan, véase: Gerónimo Fernández de Castro y Bocángel, Elisio pervano (Lima, 1725), con motivo de la asunción de Luis Fernando; Miguel de Valdieso Torrejón, Parentación real (Lima, 1748), con motivo de los reales funerales de Felipe V; José A. Manso de Velasco, El día de Lima (Lima, 1748), entre otros. Los gremios que participan en la festividad de 1723 se encuentran listados: mercachifles, tabaqueros y cajoneros; pintores, escultores, panaderos, tiradores de oro, doradores, cereros, mantequeros, carpinteros, carroceros, bodegueros, taberneros, sastres, sombrereros, boroneros, coheteros, olleros, payleros, herreros, espaderos, fundidores de bronce, torneros, pasteleros, zapateros y curtidores. Cada uno es responsable por los festejos de una noche de fuegos artificiales dispuestos en máquinas alegóricas. Véase Peralta Barnuevo (1723). 9 Peralta Barnuevo sólo incluye los nombres de algunos de los que desfilaban. Además del ya mencionado cacique que representa a Huascar, figuran: como Huaina Capac, D. Francisco Inquill Tupac, noble principal del Cuzco; como Manco Capac, D. Ventura Sonco Cusi Huallpa, noble principal del Cuzco. Por su parte, Estenssoro Fuchs señala que la mayoría de los mencionados figuran como signatarios de las solicitudes de canonización de Nicolás de Dios, Nicolás de Ayllón (1632-1677). Este «santo indio», tal como fuera espontáneamente aclamado por toda Lima a su muerte y que aún no ha sido canonizado, desencadena una interesante alianza de intereses en un serio intento por obtener su rápida canonización. Indios, caciques y aún el rey en persona intervienen en distintas instancias del proceso de quien hubiera constituido el primer santo indio. Sin embargo, la abierta oposición del Santo Oficio al proceso implicó su fracaso. Imposibilitada de llevar a juicio por falsa santidad al personaje mismo por ser indio, la Inquisición pone en escena la contradicción del sistema en el que Nicolás de Ayllón «no puede ser reconocido como santo y ser tenido en el marco de excepción que es el de los neófitos indios» (Estenssoro Fuchs 2003: 491).

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con las diferentes audiencias de la escena.10 En esas composiciones queda claro que «Inka elites understood how, being compelled to cultural hybridity, they could fashion their own bodies as empowered sites of cultural confluence».11 En atuendos que podrían ser vestidos por Zilia y Aza, estos compuestos incas actúan la historia del imperio en las plazas del Perú y plantean un problema de representación, en tanto en ese contenido espacio lo que presentan en los albores del siglo es un poder verdadero. El Incario en el Perú había constituido la base administrativa de la colonia. La unidad territorial del Tahuantisuyo fue conservada hasta 1717, cuando se establece el virreinato de Nueva Granada, luego disuelto entre 1724 y 1739. Por otro lado, las unidades territoriales de la administración colonial habían sido instaladas sobre las del antiguo imperio. Así, los caciques que desfilan en abril de 1723 poseen una conexión real con el Incario. La fundamental transformación que la conquista estructura se condensa justamente en el desmantelamiento y reemplazo de las relaciones entre unidades locales. Es decir, como David Garrett claramente explica, si bien la Corona instauró una neta separación entre españoles e indios que dejó que los últimos se organizaran en comunidades autogobernadas, no reconoció unidades políticas indígenas más allá del pueblo de indios.12 Éstos fueron creados a fines del siglo XVI como consecuencia de las reformas del virrey Toledo y se componían de distinto número de ayllus.13 Según explica Garrett, la relación entre el ayllu y el pueblo de indios variaba significativamente de caso a caso pero en general cada ayllu poseía un cacique que en algunas ocasiones se encontraba subordinado a la autoridad de otro cacique principal, que correspondía al pueblo.14 Desde los inicios de la colonia, los caciques funcionaron como nexo entre la comunidad española y la indígena. Su nombramiento en muchos casos se remontaba al período del imperio andino. Según Garcilaso, Manco Inca había elegido un curaca o «cacique según la lengua de Cuba y Santo Domingo», para cada pueblo o nación que reducía, instituyéndolos como «señores de los demás para que los doctrinasen como padres a hijos».15 John 10 11 12 13 14 15

Dean 1999: 122. Ibíd.: 123. Garrett 2005: 28. Ibíd.: 16. Ídem. Garcilaso 1609: 22.

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Rowe indica que los españoles confirmaron los privilegios de muchos de estos dirigentes, aprovechando su experiencia e incorporándolos al sistema colonial.16 Hemming por su parte testifica la transformación que sufren bajo el orden colonial citando a Polo de Ondegardo: «Since the Christians entered the land... the curacas and their sons seized a more complete and widespread licence than they were given in the past. Each one became an Inca in his district».17 Sus funciones fundamentales eran la recolección del tributo, impuesto al que estaba sometido todo indio varón entre 18 y 50 años, y la designación de los mitayos, indios enviados a las explotaciones mineras, obrajes y haciendas, que representaban un séptimo de la población tributaria. A cambio de estos servicios percibían una porción del tributo y tenían un derecho limitado sobre el trabajo de la población indígena a su cuidado.18 El cargo era ocupado muchas veces por miembros de la nobleza andina que al ser reconocidos por la Corona como indios nobles adquirían una serie de prerrogativas entre las cuales se contaba la excepción de tributo y la exoneración de servicios personales y mitas, la posibilidad de ostentar escudos de armas, andar a caballo ensillado y enfrenado, vestirse a la usanza española y portar armas defensivas y ofensivas.19 A lo largo de la colonia, este grupo incursionó en distintas actividades económicas, como pequeñas manufacturas textiles o transporte de mercancías, y fue acumulando riqueza junto al linaje. De esta manera, para el momento en que tiene lugar nuestro desfile de 1723 se encontraban «compitiendo con los españoles a veces con éxito».20 Para los hijos de estos caciques la administración colonial había fundado el Colegio del Príncipe en el cercado de Lima en 1619, y el Colegio de San Francisco de Borja, en el Cuzco, en 1620, donde eran instruidos en aritmética, latín, retórica, español, música y, obviamente, religión. De esta mane-

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Rowe 1954: 18. Hemming 1970: 358. 18 Golte 1980: 154. 19 O’Phelan 1997: 18. Cabe mencionar que –tal como Garrett lo establece– las disposiciones de la casa de los Habsburgo consideraron en todo momento la existencia de una nobleza innata y reconocieron a las elites de la preconquista como pertenecientes a este grupo que debía en consecuencia ser reconocido por la Corona (Garrett 2005: 15). Por otra parte, es fundamental destacar con Garret que no todos los caciques eran nobles hereditarios ni todos los nobles hereditarios ocupaban el cargo de caciques (Garret 2005: 42). 20 Flores Galindo 1986: 108. 17

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ra, se aseguraba la «españolización efectiva» de los futuros dirigentes administrativos.21 El procedimiento no era nuevo. Bajo el antiguo imperio los nobles e hijos de curacas convergían en el Cuzco para recibir una educación oficial que en ese caso comprendía, como principales elementos, el quechua cuzqueño, la religión oficial y la historia oficial cuzqueña. 22 Durante la colonia, sin embargo, como indica Alberto Flores Galindo en Buscando un Inca, la mayoría de ellos recurrían a una educación privada, «evadiendo el sometimiento ideológico, donde pudo enseñarse por igual aspectos de la cultura europea y tradiciones andinas».23 En cualquier caso, lo que resulta evidente a partir del relato de Peralta Barnuevo de las festividades de 1723, es que para entonces estos personajes manejan con comodidad las pautas de la alta sociedad limeña, representando la riqueza con sus propios signos como testimonio último de pertenencia. Cada uno de estos curacas que desfilan como Incas incorporaban elementos seguramente inexistentes en el vestuario precolombino, como las esmeraldas y perlas del llauto, y además, al «acercarse de frente a la Galeria de S. Exc. excitaba[n] el cavallo ayrosamente a vna corta carrera a media rienda, terminandola en vna magestuosa cortesia, que hacia[n], besando e inclinando el Regio Cetro por tres vezes».24 La ostentación de las insignias, lo urbano de la escena, las guardias a la española, todo en el desfile del 21 abril de 1723 contribuye a la comparación explícita de las naciones que ahora resulta posible y que de hecho busca subrayar la continuidad de los grupos. Juan Carlos Estenssoro Fuchs señala que a partir del gobierno de Carlos II había comenzado una transformación del pacto colonial que abría a los indígenas la posibilidad de un reconocimiento desconocido hasta entonces.25 En tanto su cristiandad comenzaba a ser admitida, fundamentalmente a partir de 1693 cuando se iniciara el proceso de canonización de Nicolás Ayllon, todos aquellos que pudieran demostrar una ascendencia incaica serían admitidos como nobles, y podrían postular a

21 Galdo Gutiérrez 1970: 18. Es interesante señalar que en las paredes de este colegio del Cuzco se encontraban colgados retratos de los antiguos incas a mediados del siglo XVII. 22 Ibíd.: 295. 23 Flores Galindo 1986: 108. 24 Peralta Barnuevo 2003: s. p. 25 Estenssoro Fuchs 2005: 163.

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cargos públicos.26 La distancia que separaba las dos repúblicas comenzaba así a disolverse.27 La representación del Incario, entonces, en tanto medio oficial para avanzar en el camino de la integración y el reconocimiento –continúa Estenssoro Fuchs–, refuerza la autoridad del rey, y el naciente incanismo une sin solución de continuidad la dinastía de los incas con los reyes españoles en una sucesión solidaria y legítima.28 Los indios históricos que encarnan en la plaza de armas a los antiguos monarcas en las procesiones de la primera mitad del siglo XVIII garantizan ritualmente la cesión de la soberanía. A través de ellos, los antiguos reyes solo pueden aparecer acompañados de su blasón colonial que los conforma e identifica. Los Jvbilos de Lima ilustran insistentemente la sucesión de las coronas. De hecho, en la plaza, el tercer día de los festejos, cuando se repite el desfile Inca con aún más lujo y boato, sale para cerrar un carro triunfal que: […] servia de igual Throno a las Copias de los Augustos Soberanos que en ella se ostentaban: llevando Nuestros Serenissimos Principe y Princessa en medio las Magestades Christianissimas de Rey y Reyna de Francia: para cuya representacion se eligieron los jovenes mas proporcionados en edad y en hermosura de semblante, con todo aquel magnifico adorno de brocados y diamantes, de Collares y Mantos correspondientes a la alteza y propios de la magestad de cada Real Persona.(…) Ocupaban el inferior resto del carro de frente a testera varios personajes que significaban la Europa, la America, y Lima. E incluso, Lloque Yupanqui, antes de arrojar sus copiosas monedas de oro, esparcio al aire estas gloriosas voces: «Viva el Inca Catholico, Monarca de dos Mundos. Viva el Invicto D. Phelipe Quinto Nuestro Señor.29 26 Cabe aclarar que el inca colonial difiere profundamente del significado que tuviera este término en el período anterior a la conquista. Como señala Garrett, ya Garcilaso diferenciaba entre Incas de sangre e Incas de privilegio, términos que eran innovaciones coloniales (Garrett 2005: 77). 27 Garrett amplía: «A 1735 royal decree ordered that the protectores and procuradores de naturales –the lawyers and scribes whose salaries were paid by the crown, and whose job was to represent Indian interests- be Indians, since «[…] they are more apt for this office» (Garrett 2005: 142). Por otro lado, continúa, es también en este momento que la iglesia abre sus puertas a la nobleza andina. Carlos II había ya ordenado en 1697 que la elite andina fuera capaz de ocupar puestos eclesiásticos, decreto que resultó letra muerta hasta 1730, cuando comenzó a ponerse efectivamente en práctica (Garrett 2005: 142). 28 Ibíd.: 164. 29 Peralta Barnuevo 2003: s. p.

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En esta época, según señala Teresa Gisbert en «El origen iconográfico de las dinastías incaicas», la representación conjunta de los antiguos monarcas en una sola composición comienza a popularizarse.30 Juan Carlos Estenssoro Fuchs y Luis Wuffarden han revelado la existencia de un programa político detrás de estas representaciones. Estenssoro Fuchs señala a Juan Núñez Vela y Ribera, mestizo arequipeño que reside en la corte de Madrid entre 1691 y 1695 como uno de los principales artífices de los logros obtenidos por los indios entre 1693 y 1750.31 En correspondencia con numerosos caciques, Vela y Ribera envía sistemáticamente memoriales al rey, muchos de los cuales obtienen fruto.32 A él se debe, por ejemplo, el reconocimiento que permite a los indios y sus descendientes ocupar cargos en el tribunal de la inquisición, una medida capital en tanto aceptaba implícitamente la limpieza de sangre de los indios. El punto culminante de sus logros será cuando en 1697 consiga que la Corona considere a los descendientes de caciques y a todo descendiente de los antiguos monarcas como nobles de su raza, lo que de hecho llevaría a la erradicación de toda discriminación hacia la nación india y abriría la posibilidad de ocupar cargos en ordenes militares y aún eclesiásticos. Wuffarden ha establecido una relación directa entre los famosos lienzos dinásticos y el programa de Núñez Vela y Ribera. Compuestos en el marco de los reclamos por la aplicación efectiva de las disposiciones de 1697, Wuffarden indica que deben considerarse representación visual de los planteamientos de Núñez Vela y Ribera. De hecho, es Núñez Vela y Ribera quien tanto en sus memoriales como en su correspondencia con los caciques principales enfatiza particularmente la sucesión de las coronas, y llega a convertir en reyes a los incas del antiguo imperio. Efigies de 30

Luis E. Wuffarden señala que existe un antecedente a este tipo de pinturas en los tres lienzos pintados por orden del virrey Francisco de Toledo en 1571. Según Wuffarden describe, uno de ellos representaba la descendencia de los incas que gobernaron el Perú y los otros dos, retratos de los doce incas hasta Huayna Capac. Estos retratos habían sido garantizados por el testimonio de descendientes de los incas consultados a ese efecto. Los cuadros, hoy perdidos, fueron enviados a la corte de Felipe II junto con la crónica de Juan Sarmiento de Gamboa, y exhibidos en palacio. Wuffarden indica que las representaciones de las dinastías incas, tanto las encargadas por Toledo como las incluidas por Guaman Poma o fray Martín de Murúa en sus obras respectivas, tenían como finalidad «dar a conocer al rey la grandeza y antigüedad de los territorios del Tahuantinsuyo» (Wuffarden 2005: 211). 31 Estenssoro Fuchs 2003: 493. 32 Ibíd.: 495.

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los ingas o reyes del Perú con su origen y serie de los católicos reyes de Castilla y de León que les han sucedido hasta el presente que Dios guarde, lienzo principal de la colección de sucesiones diseñado intelectualmente por Alonso de Cueva (1684-1754), constituye según Wuffarden un programa iconográfico. Este lienzo del cual Alonso de la Cueva fuera autor intelectual –realizado hacia 1728 según Gisbert– representa todos los Incas hasta Atahualpa, y a continuación los monarcas españoles a partir de Carlos V y hasta Felipe V en su segundo reinado. El cuadro fue la base de múltiples copias y adaptaciones, muchas de las cuales se realizarían inmediatamente, en la primera mitad del siglo XVIII.33 Las figuras en él representadas son de busto y el conjunto preside un Cristo Rey colocado entre el escudo español y el incaico –tomado de las armas que el rey de España habría otorgado a los descendientes de Huascar. De pie, a ambos lados del conjunto, Manco Capac y Mama Occlo custodian el imperial linaje. El grabado tiene dos leyendas a los lados de los escudos y un texto debajo de cada rey, que explica los principales sucesos de sus reinados. Gisbert considera que con él se buscaba concientizar a los americanos y especialmente a los indígenas de la secuencia entre la monarquía española y la inca. La continuación de los linajes y el reconocimiento de la nobleza incaica en pie de igualdad con la nobleza europea habían sido leídas en Europa a partir de los Comentarios reales desde principios del siglo XVII. Del otro lado del océano, esa misma temática sólo adquiriría una visibilidad irrevocable un siglo más tarde, pero también aquí la influencia del texto garcilasiano estará omnipresente. La composición de Alonso de la Cueva incluye al peculiar inca Yupanqui que sólo Garcilaso lista entre los antiguos monarcas andinos, y los breves comentarios biográficos que acompañan a cada monarca apelan al «relato conciliador y encomiástico de los Comentarios reales de los Incas, hasta el punto de reproducir textualmente alguna frase del cronista mestizo».34 En los

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En el convento de San Francisco de Ayacucho se conserva un ejemplar realizado antes de 1745; en la Relación histórica del Viaje a la America Meridional [Madrid, 1748] de Jorge Juan y Antonio Ulloa se incluye otro realizado por José Palomino; en el beaterio de Copacabana de Lima, dedicado entonces al recogimiento y la educación de indias nobles, se conserva otra muestra, datable entre 1746 y 1759; y en el testamento del cacique José Fernández Guarachi de Jesús de Machaca, en la provincia de Pacajes, de 1734, aparece mencionado otro. La tradición continuaría hasta entrado el siglo XIX, así, por ejemplo el famoso grabado en el que se incluye a Bolívar. 34 Wuffarden 2005: 235.

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Jvbilos de Lima, el Inca Yupanqui no se encuentra incluido y es Pedro de Peralta Barnuevo quien señala esta ausencia como errónea, evidenciando una cierta competencia de versiones. De hecho, la influencia garcilasiana en los Jvbilos resulta verificable fundamentalmente en la noticia histórica sobre el antiguo imperio que el criollo Peralta Barnuevo incluye en su relato, y así demuestra la complejidad de agentes implicados en la construcción de la imagen del Incario durante la primera parte del siglo XVIII. Recordemos que la versión que Peralta Barnuevo reporta, la que se desarrolla en la mascarada real de la plaza de Lima aquel 21 de abril de 1723, había sido concebida y presentada por la nobleza indígena. Volveremos a esto más adelante. La genealogía representada en el lienzo de Alonso de Cueva, la sucesión de coronas invocada por Núñez Vela y Ribera, los desfiles de los Incas, en su inexcusable influencia garcilasiana, ponen en escena la existencia de un linaje real, vigente y reconocido y reconocible. En 1725, cuando «el marqués de Castelfuerte hizo efectiva una cédula de 1691 que confería a los indios principales y nobles la capacidad de ser promovidos a dignidades eclesiásticas y oficios públicos en reconocimiento de su limpieza de sangre», se promovió la representación de innumerables probanzas de nobleza que buscaban demostrar la descendencia directa de la familia real Inca.35 Es así que durante la primera mitad del siglo XVIII, la elite andina, asociada al campesinado, pero también con grupos mestizos e incluso criollos, reclamaba insistentemente a la Corona, por vías legales o violentas, incluso

35 O’Phelan 1999: 263. Resulta innecesario ahondar en un tópico que la profesora O’Phelan ha desarrollado exhaustivamente. Para resumir este tipo de procedimientos, señalemos solamente un ejemplo, existente en el Archivo General de la Nación de Lima, en el legajo 15 cuaderno 266 año 1741. Allí constan los autos que siguieron Pascual Andrés Caychu y sus hermanos, indios del pueblo de la Asunción de Chilca, jurisdicción de la villa de Cañete, solicitando se les declarase por libres de mita y demás servicios personales por ser indios nobles de aquel pueblo. De acuerdo con lo que consta en este legajo, donde media la oposición del cacique principal, don Pedro Cervantes Chumpita, quien manifiesta que los nombrados son indios comunes y mitayos, es observable que este tipo de reclamos se dirime fundamentalmente sobre la base de los testimonios de testificantes sin mediar otro tipo de comprobación que el reporte oral, en algunos casos acompañado de documentación pictórica bajo la forma de árboles genealógicos. En este sentido, la afirmación de Burga en torno a la probanza de servicio de don Simón Curi Páucar, que señala que en 1577 ninguno de los testigos pudo confirmar su relación con la orden del Inca y que en cambio en 1677 siete testigos no tienen dificultad en hacerlo, indica el alto elemento ficticio con el que cuentan estas probanzas de nobleza.

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durante las mismas festividades. Muchas de las insurrecciones fueron encabezadas por autotitulados Incas, comenzando con un breve levantamiento de Ayapata en 1726.36 En la fiesta de 1723 también se contenían rebeliones que aquí, sin embargo, resultaban agradables: Al tiempo de passar el Emperador Pachucutec delante de S. Exc. los vassallos del Chimo, que con festivos movimientos precedian a Huascar, haciendo insulto de la danza, y evoluciones las mudanzas, acometieron a los de la Guarda de aquel Monarca que los conquisto: y siendo la primera vez que aparecio la rebelion agrado, los vnos con las armas de las macanas de oro, y los otros con las de las hondas, que en vez de piedras se veian disparar dorados pomos, travaron entre si vn combate en que corrio sangre de alegria, y se hicieron prisioneros los afectos.37

El juego de las alcancías y el de las cañas, también ese segundo día, ofrecen otra instancia del despliegue de fuerzas. Los naturales, posando como incas, turcos («con vistosos turbantes, marlotas, y demás partes de su moda»), españoles («vestidos de golilla con hermosos plumages, joyas en los sombreros y en los pechos, y cabos de brocado, o de bordaduras de oro y plata») y Franceses («militares, con ayroso trage de guerra a la moderna») a caballo, miden sus destrezas, sin que se reporten ganadores, perdedores, ni desempeños de los grupos.38 En las festividades de 1725 con motivo de la coronación

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Ídem. Peralta Barnuevo 1723: s. p. 38 Debemos notar que hemos consultado también para este fragmento el conocido Elisio pervano de Gerónimo Fernández de Castro y Bocángel (Fernández de Castro y Bocángel 1725), del que la sección de las fiestas de los naturales se encuentra transcripta por Carlos A. Romero en «Una supervivencia del inkato durante la colonia» (Romero 1936: 76-94). El título completo de la obra de Bocángel es: Elisio pervano. Solemnidades Heroicas y Festivas Demonstraciones de Jvbilos, que se han logrado en la muy Noble, y muy Leal Ciudad de los Reyes Lima, Cabeza de la America Austral, y Corte del perú, en la Aclamacion del Excelso Nombre del muy Alto, muy Poderoso, siempre Augusto, Catholico Monarcha de las Españas, y Emperador de la America Don Lvis Primero N.S. (que Dios guarde.) Inspiradas, y Dirigidas por el Excelentisimo señor Marques de Castel-fuerte, Cavallero del Orden de Santiago, Comendador de Montizon, y Chiclana, Theniente Coronel del Regimiento de Guardias de Españoles, del Consejo de S.M. Virrey, lugarteniente, Governador, y Capitan General de el Perù, Tierrafirme, y Chile &c. Y las resvme, Don Geronimo Fernandez de Castro, y Bocangel, del Consejo de su Magestad, su Secretario, Doct. En ambos Derechos, y Cavallerizo mayor de S. E (Fernández de Castro y Bocángel 1725). Estas festividades de 1725 se encuentran tomadas como ejemplo por los distintos críticos mencio37

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de Luis Fernando, narradas en el Elisio pervuano, en vez de Incas, la cuarta cuadrilla «immito las desnudeses Americanas, mal vestidas; pero bien adornadas de toneletes, muzetas, o Zipes de plumas de varios colores, sobre las que luzia multitud de preciosos diamantes, cadenas de oro, que texidas con innumerables hilos de perlas, sostenian los dorados Carcaxes, que eran mas adorno que susto, sobre la espalda».39 No resultaron de agrado, sin embargo, las rebeliones y destrezas militares en 1750, el día de San Miguel, cuando se planeaba una revuelta contra el gobierno central, «ya que para esa fecha a los indios se les permitía que participaran en la procesión portando armas, sin despertar sospechas».40 La revuelta fue descubierta meses antes y no fue llevada a cabo, y se ahorcó y descuartizó a la mayoría de sus responsables. La competencia entre las naciones resulta central en las fiestas reales, en el boato de las procesiones y también en las ofrendas de rigor repartidas.41 El segundo día de las fiestas, cuando el cacique que representara a Lloque Yupanqui llega frente al balcón donde se encontraba Fray Diego Morcillo, virrey del Perú [1723-1736], y para ese entonces también arzobispo de Lima, «esparcio al ayre numero copioso de monedas», un gesto que fue rápidamente imitado por S. Exc., respecto a lo cual señala Barnuevo «que no necesitaba de la potestad para exceder en el afecto, y que excederia al mismo Perù, si se nados hasta ahora, Gisbert, Flores Galindo y Burga. La estructura general de las festividades es equivalente; sin embargo, existen diferencias que nos han llevado a privilegiar el reporte de Barnuevo de las festividades de 1723. Entre éstas, la proclamación del rey como Inca es una. 39 Fernández de Castro y Bocángel 1725: s. p. 40 O’Phelan 1985: 112. 41 Tomamos nación en el sentido con que aparece en este texto de Peralta Barnuevo y en las obras literarias que hemos analizado en el capítulo anterior. En este corpus, el término «nación» aparece referido al Incario al igual que a los españoles o franceses. Es conveniente recordar que la definición del vocablo que ofrece el Diccionario de la Real Academia en su edición de 1734 recoge esta misma significación. Allí se lee: «Nación: La colección de los habitantes en alguna provincia, país, ó reyno». Si bien, la división del Perú en dos repúblicas era efectiva, esta denominación indica que la unidad imperial del Incario continuaba siendo reconocida como «reyno», algo que ya indicara John H. Rowe en su tradicional e indispensable artículo con el que este trabajo está en extrema deuda. Allí indica: «el nombre ‘Perú’ quiso decir el Imperio, o, en la terminología de la época, el Reino de los Incas. Los emperadores antiguos se denominaron «reyes del Perú», y la frase «la conquista del Perú» se refirió sin lugar a equívocos al Tahuantisuyo. Que «Perú» no había sido el nombre indígena del imperio no era del caso; en la lengua española no tuvo otra significación» (Rowe 1954: 20).

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arrojasse ofrenda, recibiendo como imagen y bolviendo como victima mejorado el culto, esparcio varias summas, que enriquecieron el ayre de doblones».42 La ofrenda subraya la inmensa riqueza del Incario, que también se encuentra literalmente representada. Acompañando la entrada de Manco Capac en la plaza, desfilan tres llamas que portan en sus lomos relucientes lingotes de oro. Lloviendo sobre el tumulto que asiste a las mascaradas, los doblones que arroja Lloque Yupanqui, tercer monarca del imperio andino, se convierten en un más allá de la representación. El inca que desfila en las fiestas reales posando la historia del antiguo imperio devela en su escenificación la transformación existente, la imposibilidad del regreso del antiguo orden. La riqueza del antiguo imperio, que es en realidad la alegoría elegida para la representación del pasado, se mide en doblones españoles. Y es así que en las fiestas reales, los límites de lo representado resultan lábiles. La evidente e inocultada reconstrucción del antiguo imperio que orquesta el desfile se contiene mal en el marco de lo que se representa y lo rebasa en constante en tanto coincide pasmosamente con la reconstrucción que se lleva a cabo frente a la ley, en los múltiples reclamos de nobleza. Hacia principios del siglo XVII, cuando Guaman Poma representara la elite indígena, imaginaba para ellos un vestuario hispanizado. Así, los miembros de la nobleza, con merced del rey, aparecen representados en la Nueva Coronica en hábitos europeos.43 En cambio, hacia principios del siglo XVIII, cuando la elite indígena encargaba sus retratos de cuerpo entero, posaba muchas veces en los hábitos típicos de su linaje, que incorporaban ya libremente los signos de la riqueza de la alta sociedad colonial. Teresa Gisbert en «Los descendientes de los Incas» data para la época la popularización de los retratos de miembros de la elite indígena vestidos a la antigua. Estas representaciones –señala Gisbert– eran utilizadas muchas veces como documentos en las causas que buscaban determinar los legítimos sucesores del imperio andino durante este período. 42 Peralta Barnuevo 1723: s. p. Flores Galindo (1986: 108) señala, siguiendo a Ella Dunber Temple (1942), que Lloque Yupanqui había sido representado por Cristóbal de Apoayala. Véase Flores Galindo (1986). 43 Véase por ejemplo la representación de Quicia Uillca, apu, señor principal del linaje de los Yauyos y Guaman Chaua, qhapaq apu, señor poderoso de los Yaro Bilca de Allauca Guánoco (Guaman Poma 1980: 691-693).

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Esta fragilidad de los límites de la representación posee un espacio físico en las fiestas reales. Las festividades de los naturales se iniciaban cada día con el ingreso de un maestre de campo del regimiento de los naturales. En el caso de las festividades de 1723, este cargo fue desempeñado por Salvador Puycon, a quien Mazzotti atribuye la versión del Incario ofrecida durante estos tres días.44 El maestre de campo era acompañado por el sargento mayor y un número de comisarios y ayudantes. Este conjunto estaba encargado de contener el tumulto conglomerado para asistir a las mascaradas. Así, en la segunda fiesta en 1723 entraron los dos alcaldes de nación presidiendo una compañía, con una vestimenta que remedaba la utilizada por soldados españoles: Los dos Alcaldes de esta nacion decorosamente vestidos de golilla con joyas en sombrero y pecho, y cabos o mangas de tela, montando cavallos bien enjaezados. Hicieron el Passeo con la ceremonia acostumbrada. Siguiolos vna numerosa Compañia de sesenta hombres, todos igualmente armados de coletos, y adornados de mangas blancas con fina guarnicion de puntas. Precediala vn Teniente, vestido de terciopelo de color violado con bordadura de oro; y la regia como Capitan el Commisario general de su Cavalleria D.Lorenzo de Avedaño, noble Natural, con rica gala de terciopelo azul, preciosa joya y ayrosa pluma blanca en el sombrero; manejando vn brioso cavallo, adornado de silla de brocado, y jaez correspondiente: y haviendo despues de la precisa rreverencia despejado la Plaza, puestas sus centinelas, se retiró subiendo a asistir al lado de S. Exc.45

Estas guardias, ricamente vestidas a la española, ofrecen el marco y la contención para que la representación de la historia sea posible. Instaurando una mise en abîme propiamente barroca, lazo y límite entre lo representado y el público; entre lo representado y lo real, la guardia se encuentra literalmente en el umbral de la representación. El regimiento de los naturales, formado de indios nobles cuya función fue fundamentalmente simbólica,46 tenía en ésta su función primordial: guardar los límites de la representación, separar presente de pasado. Del otro lado del vallado, en el Perú de la primera mitad del siglo XVIII, la competencia entre las naciones se instalaba a partir de la fuerte solvencia y las extensas propiedades acumuladas por el grupo de los caciques que comenza-

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Mazzotti 1998: 100. Peralta Barnuevo 1723: s. p. Garrett 2005: 81.

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ban a ser vistos como una verdadera amenaza. Para contener ese peligro nuevas regulaciones comenzaban lentamente a rediseñar el cargo de cacique sobre la base de «aclamación general»,47 lo que generó una larga serie de protestas de carácter legal que confirmaban y testificaban las relaciones de los curacas con el Incario. Así se buscaba atentar contra el prestigio y la estabilidad de los caciques.48 Sin embargo, fue el reparto el principal recurso utilizado con este fin.49 Bajo este sistema, según O’Phelan, se «forzaba a la población indígena a comprar bienes europeos y nativos a crédito y a precios inflados, obligándolos después a trabajar en las haciendas y en los obrajes, o a entregar un excedente de su producción para así poder cancelar la deuda contraída».50 Entre las mercaderías repartidas se encontraban medias de seda de mujer, mulas, ropas de la tierra, paños de Quito, tejidos de lana de España, lino inglés, cintas de colores de Nápoles y acero de Milán. El precio y la cantidad variaban según las regiones, pero la constante era que el valor resultaba marcadamente superior comparado con el del mercado. Teóricamente, el reparto aseguraba una fuerza de trabajo permanente y garantizaba el funcionamiento de los centros productivos coloniales, estimulando el comercio interno.51 En la práctica, tenía un carácter obligatorio, dependiendo de la necesidad del corregidor, y quedaba a su criterio tanto el precio como las mercancías y la cantidad repartida. En la mayoría de los casos, el cacique era el encargado de la instrumentación de este «intercambio». La población indígena resistió por medios legales o violentos este sistema. En 1756, fue legalizado en un intento por controlar su funcionamiento, lo que sin embargo no ocurriría.52 Como señala Golte, esta situación generó el malestar de algunos caciques, fundamentalmente en aquellas regiones donde «las cantidades repartidas por el corregidor y las correspondientes exigencias de pago sobrepasaban la capacidad productiva de una provincia» y en consecuencia debían ser honradas por el mismo cacique.53 Durante la pri-

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O’Phelan 1997: 19. Ibíd.: 21. 49 Si bien el reparto se legaliza en 1756, O’Phelan considera que en el período directamente anterior funcionó de forma clandestina (Ibíd.: 19). 50 O’Phelan 1985: 120. 51 Ibíd.: 117. 52 Véase Golte (1980: 80-125). 53 Ibíd.: 158. En el Archivo General de la Nación en Lima es posible encontrar ejemplos de este tipo de reclamos. En el legajo 39, cuaderno 819, año 1732, se encuentran los «Autos 48

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mera mitad del siglo, numerosas revueltas fueron encabezadas por estos indios principales que se aliarían con el campesinado, sectores mestizos y aun criollos.54 Muchas de estas rebeliones serían encabezadas por supuestos descendientes de los Incas que buscaban recuperar su imperio. En los festejos de 1723 no sólo aparece la historia andina. También se incluyen las riquezas del Perú y el trabajo indígena. Así, en el segundo día del desfile, y siguiendo a Manco Capac, sus llamas y los lingotes de oro, entraron a la plaza […] dos Carros con los dos famosos Minerales de Carabaya, y Potosí, estatuas de Montes, tan propiamente labradas, assi en las bocas de sus minas, como en el tragin de sus trabajadores, que parecia haverse trasladado los circunstantes a la solicitada asperesa de sus sitios: immensas arcas de la riqueza del Peru; graneros del Sol y de la Luna; y labyrinthos, donde es confusion el hilo de oro.55

El segundo desfile de Incas en este tipo de festividades parece haber incluido regularmente el despliegue de las riquezas que el Perú generara, real o imaginariamente, a la corona. En 1725, cuando se festejara la asunción de Luis Fernando relatada en el Elisio Peruano por Fernández de Castro, en el segundo desfile realizado «Biracocha Ynca» aparece seguido de «doce Azemillas con ricos paramentos cargados de Barras de Plata» y por supuesto, recogiendo una leyenda popular que Garcilaso incluyera en la Primera parte, Guascar aparece junto a: […] la portatil valla que le formava vna gran cadena, que sobstenida en manos de dieciocho Pages, infundia respeto con la idea, y admiracion con la forma por que seguidos por el maestre de campo Don Marcos Chiguantopa Coronilla Inga, Cacique principal y gobernador de la villa de Guaillabamba, Marquesado de Oropesa, por sí y en nombre de su común e indios de la dicha villa contra D. José Peralta y D. Josefa Landusvanay, Cacica principal en sucesión de sangre por los diferentes agravios y extorsiones que a dicho común ocasionan». Esta cacica, por otro lado, es señalada como descendiente legítima de Capac Lloque Yupanqui y confirmada por Carlos V en los territorios que le fueran otorgados a su bisabuelo por Pizarro por los muchos servicios que su abuelo prestara a la Corona. 54 Empero, es necesario señalar que O’Phelan indica que el reparto no puede ser considerado única razón de las rebeliones, conjugándose con una visita realizada por el virrey Castelfuerte que buscaba elevar el número de tributarios y mitayos y certificar mestizos. Véase O’Phelan 1985: 79-94. 55 Peralta Barnuevo 1723: s. p.

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era tan vivamente imitada en ella la que el Padre de este Emperador le hizo en su Nacimiento (de donde le conjeturan el nombre) y venera oy el misterio la codicia en la celebre Laguna de Chucuito, que pudera acasso quietar las solicitudes y los deseos de tantos como en vano la bvscan.56

Las festividades de 1723 narradas por Peralta Barnuevo resultan peculiares en tanto exhiben la fuente reconocida de la riqueza del imperio español. La explotación minera constituyó la principal actividad económica del virreinato peruano, en torno a la cual se estructuraron los otros sectores productivos, obrajes y haciendas. Pero además constituyó la principal fuente de riquezas del imperio español. Las minas de plata del Potosí, activas desde el siglo XVI y, según la leyenda, reservadas para los conquistadores españoles, fueron el enclave mítico de la riqueza del Nuevo Mundo. También constituyeron una de las causas fundamentales de la mortandad indígena. El sistema de la mita, que implicaba el traslado obligatorio de grupos indígenas de las distintas provincias para servir en las minas durante un período determinado, poseía condiciones de trabajo insalubres, a las que además estos grupos no estaban acostumbrados, y un exceso de horas de trabajo que diezmaron la población indígena. Sin embargo, para el período en que las estatuas de las minas se pasean por Lima, la situación había cambiado. Durante la primera mitad del siglo XVIII, la producción minera del imperio había declinado significativamente. La conveniencia de mantener el sistema de mita había comenzado a discutirse a mediados del siglo XVII, y se planteaba la opción de reemplazarla por el trabajo voluntario. Uno de los argumentos aducidos para sostener el sistema era la disminución de los metales. De hecho, José de Amendariz, quien asumiría el cargo de virrey un año después de nuestras festividades, encontró una situación complicada en la industria extractiva. Por un lado, la disminución de la mano de obra, de la cual la peste de 1719-1720 fue un factor determinante, y el escaso caudal de las lagunas de Potosí, cuya agua era utilizada en el proceso de extracción, hacían dificultoso el proceso, y esto convertía a la producción en un pálido reflejo de los montos alcanzados hacia fines del siglo XVI.57 56

Fernández de Castro y Bocángel 1725: s. p. Para una excelente descripción del virreinato de Amendariz, véase Moreno Cebrián 2000. Para esta sección hemos consultado el apartado «Atención a la minería». Conviene seña57

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La exhibición de estas fuentes de riqueza y el trajín de sus mineros en el conjunto del desfile de los doce Incas ofrece otro aspecto mítico del reino para la mirada conquistadora. No sólo los españoles, sino la Europa toda consideraron al Perú sinónimo de riquezas exhorbitantes. Esta línea podía observarse también en los paratextos que acompañaban las traducciones de la Primera parte de los Comentarios reales, donde se sugería la necesidad de una nueva asociación de coronas bajo la protección de Francia o Inglaterra para mejorar la producción del imperio. A su vez, las elites indígenas recogieron este argumento, y, conscientes de la importancia económica del Perú para la corona, responsabilizaban al manejo impropio del imperio por la mengua de las riquezas extraídas. El desfile de 1723 establece una directa asociación de la riqueza y la producción, en ese momento menguadas, con el antiguo imperio. De hecho, las minas de oro de Carabaya que son exhibidas junto con las de Potosí ya se encontraban en funcionamiento durante el antiguo imperio. Pero, al mismo tiempo, el despliegue del trabajo recoge, si bien no conscientemente, la historia del producto y, en consecuencia, da visibilidad al sometimiento. El trajín al que se refiere Peralta Barnuevo no es otro que el trabajo a destajo de miles de indios mitayos. Y si bien la concurrencia limeña aludida en los Jvbilos de Lima es la alta sociedad, era sobre la plebe sobre quien caían las monedas de oro. Con lo cual, este espectáculo es para ellos, su inclusión dentro del gran escenario de la plaza de armas, y el recuerdo del valor de su trabajo. Los Jvbilos de Lima se dividen en cuatro partes. La primera parte bajo el título general «Descripción de las fiestas reales: Noticia de los augustos casamientos y aparato de su celebración», sirve de presentación y extenso elogio del «Excelentísimo Señor Don Fray Diego Morcillo Rubio de Auñon, Arzobispo de la Plata», virrey interino del Perú en 1716 y designado entre 1720 y 1726. La segunda parte, «Fiestas de la Plaza», y la tercera, «Paseos, máscaras, carreras y pompa triunfal», cubren las fiestas de los gremios. Luego, para introducir la parte dedicada a las festividades de los naturales, Peralta Barnuevo incluye un «Compendio y serie de los Incas» donde resume la historia del antiguo imperio andino construyendo un marco de lectura para las

lar que, según Carlos Contreras, la producción de Potosí alcanzó a finales del siglo XVI 800 mil marcos anuales, mientras que durante la primera mitad del siglo XVIII sólo rozaría los 200 mil marcos. Véase Contreras (1999).

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siguientes partes, «Primera real máscara» y «Segunda máscara, y pompa triunfal», que narran las festividades de los naturales y el fin de la fiesta. Esta presentación histórica se encuentra copiosamente anotada en los márgenes, como fuera usual en la época, indicando las variadas fuentes de las que se sirviera el autor en su relato: Fray Buenaventura de Salinas, Memorial de las Historias del Nuevo Mundo; Agustín de Zárate, Historia del descubrimiento de las Indias; Fray Gregorio Román y Zamora, Repúblicas de Mundo; Antonio de Herrera, Decadas; José de Acosta, Historia natural de las Indias; Fray Antonio Calancha, Crónica moralizada, y el Inca Garcilaso de la Vega, Comentarios reales de los Incas. Así, por ejemplo, Peralta Barnuevo elige narrar como fábula del origen del Incario la que presentó Fr. Buenaventura de Salinas y Córdoba, de acuerdo con la cual: […] Vna muger lasciva, Barbara Venus de esta Region, nombrada Mama Huaco, haviendo dado à luz vn bello infante; deseosa de establecer el Reyno y el Monarca, le paso de su seno al de vna gruta: de donde, habiendo antes divulgado entre los ciegos pueblos, que el Sol queria favorecer sus cultos con su Estirpe, embiandoles por dueño de su Imperio vn hijo de su luz; vestido con traje que no desmintiese el nacimiento, colocado en la cumbre de un eminente monte, le manifesto a la incauta plebe.58

Con esta explicación de Fr. Buenaventura de Salinas en su Memorial de las Historias del Nuevo Mundo, Peralta Barnuevo articula un relato verosímil para el origen del Incario que tanto molestara a los traductores europeos de la Primera parte. Si bien Peralta contrasta distintas crónicas a lo largo de su compendio, Garcilaso constituye el hilo elegido para presentar la sucesión de reyes Incas, tanto en el estudio histórico como en la descripción de las fiestas. Su influencia también aparece en la ortografía del noveno inca, Pachacutec que los autores anteriores a Garcilaso referían como Pachacuti.59 Garcilaso resulta una elección coherente que facilita la sucesión de las coronas andinas y españolas, sugerida en la fiesta misma. José Antonio Mazzotti señala que en este texto Peralta acepta el Incario como modelo de gobierno justo, plegándose a la óptica garcilasiana; a pesar de que su origen 58 59

Peralta Barnuevo 1723: s. p. Rowe 1954: 25.

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permanece ilegítimo y su religión es presentada como bárbara e idólatra.60 Aquellos sectores identificados como fabulosos en el relato del Inca, tal como el origen del imperio, son contrapuestos con el relato de otras fuentes. No era otro el procedimiento instrumentado por el revisionismo histórico que caracterizara la obra de don Andrés González de Barcia. De hecho, Barcia y Peralta poseen varias similitudes. Pedro de Peralta Barnuevo (1663-1743), célebre y prolífico intelectual limeño autor entre otros de la Historia de España vindicada [Lima, 1730] y la Lima fundada [Lima, 1732], aparece en el diario de La Condamine junto al relato de sus significativos logros científicos.61 Ampliamente reconocido a principios del siglo XVIII, Peralta se encontraba de hecho en relación epistolar con el marqués de Villena con quien Barcia sostuviera también una cercana relación. Y más allá de compartir el año de sus muertes, Barcia y Peralta comparten también una posición histórica. De hecho, su Historia de España vindicada busca corregir aquellos historiadores que «angered truth» con relatos fabulosos y extensas digresiones, y que opacan la fama española,62 una posición en absoluta sintonía con los postulados históricos de Gregorio Mayans, Andrés González de Barcia y, en general, el círculo de los novatores, tal como especificáramos en el capítulo 1. Es interesante que Jerry M. Williams en su edición de la Historia de España vindicada señale que «Peralta’s design was similar in nature to the work of his compatriot, the Inca Garcilaso de la Vega, who preceed him by two centuries and challenged conventional historiography by writing a corrective history of the Inca empire».63 De la misma manera habíamos calificado la relación entre Barcia y Garcilaso en nuestro capítulo 1. La Lima fundada de Peralta Barnuevo, originada según Williams en el ambicioso y frustrado plan de la Historia de España vindicada, también se articula en un marco garcilasiano sostenido en las profusas notas que acompañan el poema y que incluso hacen referencia al «Compendio de los Incas» incluido en los Jvbilos. Lima fundada narra la fundación de Lima por Pizarro, desde el viaje de éste por mar antes de llegar al Perú. Al mejor estilo de las

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José Antonio Mazzotti (1998). Hill 2000: 147. Williams 2003: xxi. Ibíd.: xxix.

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piezas europeas, de las que Peralta fuera asiduo lector, la unión amorosa de Pizarro con una princesa Inca, hija de Huaina Capac, representa el amalgamiento del poder español y la población indígena. Si bien de la unión surge una línea de mestizos reales, es Pizarro mismo quien en el poema aparece exaltado como genio de Lima, siendo obliterada la presencia nativa.64 La historia de amor es una clásica alegoría de conquista: Pizarro encandilado por la hija de Huaina Capac, aprenderá de ella las espantosas vicisitudes de la casa real a manos del despiadado Atahualpa. Las acciones de Pizarro, entonces, aseguran la protección de la amada –y la del Perú–. También en la obra de Luis Antonio Oviedo y Herrera, conde de la Granja, contemporáneo de Peralta Barnuevo, Vida de Santa Rosa, se recupera la historia incaica.65 En este caso Yupanqui y Vilcaona aparecen planeando una rebelión bajo los influjos del demonio, que la Santa frustraría. En este caso, en el que los Incas devienen instrumentos de Lucifer, el marco histórico no puede ser atribuido a Garcilaso, y de hecho se encuentra grandemente diluido –o confundido– según se observa ya en el aplanamiento temporal que la elección de los nombres denota. Sin embargo, si bien Garcilaso no se encuentra consistentemente utilizado, ambos ejemplos sirven para observar que la recuperación del pasado incaico se encuentra vigente dentro de los sectores indígenas que ocupan el 21 de abril la plaza de armas, y también entre la población criolla y mestiza. En Nacimiento de una utopía, Manuel Burga, demuestra cómo a principios del siglo XVIII se observa una resemantización del pasado incaico como alternativa al poder colonial, y se olvidan, tras doscientos años, «las guerras, la sujeción forzosa de los yanaconas para trabajar las tierras de la aristocracia cuzqueña y el traslado masivo de poblaciones bajo el sistema de mitimanes».66 Burga señala la aparición de «la esperanza de construir una sociedad indígena mirando a la historia».67 Esta definición de la utopía andina, que sigue vigente aún en nuestros días, recoge la particularidad que fuera señalada por Flores Galindo en su clásico estudio de 1986 Buscando un inca: su intento de vislumbrar un futuro.68 Esta visión utópica tiene lazos directos con la interpreta64 65 66 67 68

Ibíd.: xxxi. Ídem. Burga 1988: 231. Ídem. Flores Galindo 1986: 84.

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ción que ofreciera la Primera parte del Inca Garcilaso, la cual parece para este entonces haber comenzado a impregnar incluso a los sectores nativos, tal como los relatos de las festividades reales de 1725 y 1723 testimonian. Rowe señaló en 1954 que la primera edición de los Comentarios reales no había tenido una amplia difusión dentro de la comunidad indígena ni dentro de la comunidad letrada, lo que atribuye a la cercanía histórica del período que aún permitía un recuerdo vivo de las tradiciones y acontecimientos históricos. Pero considera que ése no fue el caso de la segunda edición realizada por Barcia, a la que se encuentra dedicado nuestro primer capítulo. Rowe sostiene que los caciques, «con su buena educación jesuita, leyeron todos el castellano y también varios de ellos el latín», y que esta edición «les llegó en un momento en que ya comenzaron a pensar en sus responsabilidades como representantes de la comunidad indígena». Desde su punto de vista, la particular coyuntura histórica de principios del siglo XVIII rige la reescenificación del antiguo imperio como fuente de autorización para las élites indígenas, actualizando una línea que los Comentarios reales propusieran un siglo antes. La lectura de la Primera parte que Barcia no pudiera realizar en su edición de 1723, aquella que recoge la magnificencia del antiguo imperio, encuentra lectores no sólo en las traducciones francesas e inglesas de la obra, sino también en el Perú mismo. En este marco, la característica oposicional del discurso garcilasiano se actualiza dando paso a una acción política. En la procesión de 1723, el Incario desfilante hace muestra de su poder real e imaginario, articulando un implícito reclamo a la corona en la exhibición de su real pasado. En la plaza de Lima, el Incario se declara ferviente vasallo en pie de igualdad con sus pares españoles, una declaración de derechos enunciada ya en la equivalencia de espacios ocupados y lujos exhibidos. Peralta Barnuevo cierra su reporte de las festividades de los himeneos reales en 1723 con las siguientes palabras: Lo que sobre todo mueve en el animo mayor admiracion, es considerar, que ayan hecho estas magnificencias los que mas distantes podian estar de ellas: advertir que tenues vasallos ayan podido imitar Monarcas poderosos, con tal grandeza, que aun quando podian mas, hicieran menos: y en fin ver en manos tan cortas ofrendas tan grandes principalmente en medio de la cruel peste, que ha consumido grande parte de esta Nacion (…).69 69

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La admiración de Peralta Barnuevo, que resulta una constante en los reportes de estas fiestas, llegaba a los oídos reales no solamente en las narraciones oficiales de las fiestas reales. También los múltiples memoriales que eran enviados por las elites andinas en reclamo de mejor tratamiento o por el incumplimiento de favores prometidos, hacían explícita referencia de los extensos lujos y honores que las fiestas desplegaban presentándolos como prueba de amor a la corona. Siguiendo la tradición de la Nueva Coronica y Buen Gobierno, y manteniendo con ésta numerosas similitudes, los memoriales plasman la lealtad pero también los insistentes reclamos de buen gobierno que postulan como última instancia la necesidad de un autogobierno o monarquía asociada.70 Ninguno de estos reclamos tendría frutos claros. Pero dan cuenta de la creciente posibilidad de una comparación entre coronas, del surgimiento de una incipiente pequeña burguesía indígena, la pervivencia de la genealogía Inca o noble, y la benéfica imagen que los Comentarios reales ofrecieran del tiempo anterior a la colonia, y que en 1750 era ampliamente conocida y aceptada entre los principales caciques del Perú. Todos estos factores contribuyeron a que la «utopía panandina» intentara ocupar más que la Plaza de Armas por dos días. De los múltiples, focalizados y fracasados movimientos rebeldes que se levantaran en Perú durante la primera mitad del siglo XVIII apelando a la imagen del antiguo imperio, solo el de Juan Santos Atahualpa no pudo ser doblegado. Paradójicamente su fantástico relato de ribetes mitológicos evoca la historia textual de la Primera parte de los Comentarios reales de los incas con fuerza. Si bien aquella rebelión no logró levantar el Perú como anunciara, confinándose a la región de la montaña, se extendió por las localidades de Campas, Amueshas, Piros, Mocholos, Simirinches y Shipibo-Conibas, y retrasó en al menos quince años la evangelización y colonización de la zona. Desde los primeros testimonios recogidos sobre su levantamiento, Juan Santos declaró haber hablado con los ingleses y pactado ayuda por mar a su

70 Entre los distintos memoriales, ver como caso prototípico Representación verdadera y exclamación rendida y lamentable que toda la nación indiana hace a la majestad del Señor Rey de las Españas y emperador de las Indias, el Señor Don Fernando VI, pidiendo los atienda y remedie, sacándolos del afrentoso vituperio y oprobio en que están más de doscientos años, entregado a Fernando VI en agosto de 1750 por fray Calixto Tupac inca (1710-¿?), descendiente de Tupac Inca Yupanqui. Francisco Loayza ha realizado la única edición de este texto que cuenta con un interesante estudio previo.

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sublevación. Así, la profecía mencionada por Sir Walter Raleigh en The Discovery of the Large, Rich and Beautiful Empire of Guiana, y que tan sólo 38 años antes Barcia transcribiera en latín en su prólogo a la Primera parte para desestimarla, encontraba una realización efectiva. Nada puede ser verificado en torno a la rebelión de la selva que Juan Santos llevara adelante, movimiento atípico dentro de las rebeliones del siglo XVIII y del cual se carece en gran medida de noticias. Sin embargo, Loayza señala que el pacto que Juan Santos declarara bien podía tener bases ciertas. En 1739, Inglaterra había declarado la guerra a España a causa de un oscuro incidente ocurrido nueve años antes en el Caribe. En esta guerra, conocida como la guerra de Jenkins, quien protagonizara el oscuro episodio, no se libraron mayores batallas. No obstante, dos escuadrones fueron enviados a asolar las posesiones españolas en el Nuevo Mundo: uno al Caribe, al mando de Edward Vernon, y otro al Pacífico, al mando de George Anson. Este escuadrón de seis buques de guerra, que finalmente daría la vuelta al mundo y produciría numerosos relatos de viajes, estaba equipado para realizar conquistas terrestres.71 En 1741, un año antes del levantamiento de Juan Santos, Anson se había ubicado en la isla Juan Fernández, desde donde intentó controlar los mares de Chile, Perú y Ecuador, a pesar de la significativa merma de su ejército durante el viaje a causa de múltiples enfermedades y del duro pasaje por el estrecho de Magallanes, donde se perdieron tres de sus buques. Con todo, Anson capturó tres navíos y el puerto de Paita, en la costa peruana durante esta visita. La cercanía de estos eventos hace concluir a Loayza que el levantamiento, del cual se sabe que había estado en preparación desde mucho antes de 1742, debía estar sincronizado con el ataque inglés pero que se retrasó por motivos ajenos a su cabecilla, lo que impidió el triunfo planeado.72 Nada más allá de la anécdota sostiene la relación de la Primera parte con ésta o las tantas otras rebeliones del período que se han circunscripto a su influencia desde hace ya casi tres siglos. La adscripción, conviene recordarlo, fue motivada en la lectura de las autoridades virreinales que prohibieran la circulación de la obra luego de la gran rebelión. Lo mismo ocurrió con las piezas teatrales en quechua entre las cuales Ollantay constituye tal vez el más

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Richard Walter y Benjamin Robins, A Voyage Around the World in the Years 1740 to 1744 (London, 1748). 72 Loayza 1989: 2.

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disputado y famoso caso, imaginariamente representado ante Tupac Amaru II en persona. Es también esta pieza la que sostiene la más pasmosa semejanza con sus pares europeas.

2. UNA PIEZA TEATRAL INCAICA: OLLANTAY Y SU TRAGEDIA DOMÉSTICA Si durante la primera mitad del siglo XVIII, la reconstrucción del Incario se produce con igual fuerza a ambos lados del océano, en Europa puede ser claramente limitada dentro de los usos de la cultura letrada. En el Perú, resulta imposible confinar al espacio puramente letrado un corpus que aborde la reconstrucción del antiguo imperio. Los Jvbilos de Lima escenificaban privilegiadamente la peculiar naturaleza de estos textos. Reporte redactado por Peralta, recoge una composición cuyo autor resulta plural e inidentificable. La naturaleza híbrida de estos objetos que se encaraman en una doble tradición oral y escrita resulta particularmente visible en el caso de Ollantay. En la apropiada lectura de Beverly, la pieza combina el modelo barroco alegórico del teatro de estado y la comedia tierna, géneros eminentemente europeos,73 con «an Inca story set in the period before the Spanish conquest».74 La «leyenda de Ollantay», basada según Porras Barrenechea en la rebelión de los Antis, no fue recogida por Garcilaso ni por la mayoría de los cronistas del siglo XVI salvo por Sarmiento y los cronistas toledanos que recogieron los ecos de las tradiciones provinciales hostiles a los incas». En su complicada historia textual, la obra materializa los diversos agentes implicados en su textualidad y subraya la inestabilidad del texto que resiste en constante la completa apropiación por la tradición impresa. Si bien complicada y tediosa, la explicitación de esta historia textual resulta necesaria. En 1837 aparece en el Museo erudito, periódico político, histórico y literario del Cuzco editado por José Palacios, un relato anónimo que inicia una intrincada historia textual. «Tradición de la rebelión de Ollantay, y acto heroico de la fidelidad de Rumiñawi, ambos generales del tiempo de los Incas» se dice basado en una obra teatral compuesta por el cura Antonio Valdez (¿?-1816) y en una inmemorial leyenda ollantina presente en los alrede-

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Beverly 1999: 53. Ídem.

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dores del Cuzco.75 José Palacios, quien estudiara en Europa entre 1826 y 1828, publica este periódico entre 1837 y 1839, adornando cada entrega con citas de Rousseau, Montesquieu y otros ilustrados, cuyo proyecto la publicación intentaba poner en marcha en el Cuzco decimonónico. El periódico reunía artículos literarios, políticos y jurídicos, y testimoniaba la indudable devoción de Palacios a la obra de Voltaire, a la claridad de las leyes, y a la protección de los derechos de propiedad de la persona.76 Ésta es sin duda la primera versión impresa de la obra pero dista de ser la única. La cantidad de versiones es tal que hace que en realidad, alrededor de Ollantay no haya nada seguro ni –obviamente– original rastreable. De la obra se conservan dos manuscritos conocidos: uno en el convento de Santo Domingo en Cuzco, denominado usualmente Dominicano II, y otro en la Biblioteca Nacional del Perú, llamado códice Sahuaraura.77 Como es el caso con muchos otros textos coloniales, su historia editorial transcurre fundamentalmente fuera de América Latina y se encuentra indisociablemente ligada al interés económico que América del Sur genera en la primera mitad del siglo XIX en aquellos que Mary Louis Pratt llamara la vanguardia capitalista, siendo de hecho su exceso. Así, la primera edición completa se realiza en Viena en 1853, a cargo de Joham Jacob von Tschudi, prominente naturalista suizo en el Perú entre 1848 y 1843, quien luego ocupara la embajada de Brasil. Von Tschudi anteriormente había editado junto al Dr. Eduardo de Rivera y Ustariz el libro Antigüedades peruanas [1851], en el que se incluyeron fragmentos de la pieza. Sólo quince años más tarde, en 1868, aparecería la primera traducción completa al español, realizada por José Sebastián Barranca sobre la transcripción editada por Tschudi, según señala Jesús Lara,78 quien 75

Para una completa noticia de la historia textual de Ollantay, la obra de Teodoro L. Meneses continúa siendo indispensable. Hemos tomado de ella estos datos, luego de un cuidadoso contraste con otras fuentes críticas. Ver Teodoro L. Meneses, Teatro quechua: Antología (Meneses 1983: 261-286). 76 Ramos Núñez 2000: 268. 77 En el Dominicano II (DII) la autoría de Valdez se encuentra en letra y tinta visiblemente distintas al resto de la obra. El códice Sahuaraura, del que se cuenta con una copia en el Museo Mitre en Argentina, fue preparado en 1838 y parece haber sido una copia del original códice Valdez mencionado en el Museo Erudito y que Narciso Cuentas, sobrino y heredero de Valdez, diera a conocer en 1816, señalando a su tío como autor de la pieza. (Ver Meneses 1983: 265). 78 Lara/Valdés 1971: 9.

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ofrece una versión en prosa de la obra originalmente versificada y pone en circulación la supuesta etimología quechua de Ollanta que luego sería reformulada por Pacheco Zegarra y aún Vicente Fidel López, basada en la preconcebida idea del quechuismo primitivo de la civilización Inca.79 Barranca fue otro científico y naturalista, esta vez peruano, profesor de Historia Natural en la Universidad Mayor de San Marcos y encargado oficial del estudio de los depósitos de guano en Ica. Otro ejemplar de la vanguardia capitalista, a él se le debe la primera documentación de lo que se conoce como aymara central gracias a su publicación en 1876 de Fragmentos de una gramática para el cauqui. Cerrón Palomino señala que el texto provenía de un manuscrito que el cura de Yauyos habría entregado originalmente a Von Tschudi, quien lo perdería y así llegaría a manos de Carranza. De este modo, en sus primeras manifestaciones impresas la historia de Ollantay corre en paralelo a la historia natural. Lo mismo ocurre con sus manuscritos. Las versiones impresas de las que venimos hablando se encuentran todas basadas en un manuscrito que hoy se considera perdido y que había sido copiado en el convento de Santo Domingo. Johan Moritz Rugendas, pintor paisajista alemán, fue responsable de la copia hacia 1844. Rugendas había partido en un recorrido americano bajo las órdenes de Langsdorf, y se separó prontamente de la expedición luego de cruzar el Atlántico; a pesar de lo cual continuó su misión de pintor naturalista. En medio de su recorrido americano, que lo lleva de México a la Argentina en dos viajes y que motiva en el año 2005 la maravillosa novela de César Aira, Un episodio en la vida de un pintor paisajista, Rugendas se encontró en el Cuzco y allí, más allá de introducir el estilo romántico en pintura, tuvo tiempo de realizar la copia del manuscrito, que luego hace llegar a Von Tschudi y que sirve de base para la edición del 53. El manuscrito que hoy se encuentra en el convento, no obstante, no coincide con la descripción que de él diera el quechuólogo suizo, por lo cual se lo considera su copia posterior. En 1871 aparece la primera traducción al inglés a cargo de Clements R. Markham, basada también en una copia del hoy desaparecido DI, y en 1875 surge la primera edición crítica de la obra acompañando una traducción al

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Cerrón Palomino (2006: 3). Conviene señalar que Cerrón Palomino presenta en este mismo artículo, el carácter descriptivo del nombre Ollantaytambo, y deduce que el nombre del héroe proviene del toponímico y no al revés (Ibíd.: 12).

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alemán, nuevamente a cargo de Von Tschudi. Para esta edición, Von Tschudi manejó además de la copia Rugendas, aquella en poder de Markham y un nuevo códice, conocido como manuscrito boliviano, hallado en Arequipa, con 466 versos completos y 172 versos truncos. Esta versión se encontraba fechada en 1735. Evidentemente, esto es solo un fragmento de la historia textual de Ollantay que vale la pena leer contada por Jesús Lara y que aún tiene mucho más que decir sobre los estudios coloniales. Sin embargo, en su brevedad nos permite observar la complicación de la historia, del texto y su carácter fundamental de sostén de lecturas e ideologías. No en vano Ollantay se encuentra entre los textos más productivos de la historia literaria latinoamericana, retomado por Ricardo Palma, base de la primera ópera peruana, etc. La supuesta autoría de Valdez señalada en la versión cuzqueña en 1837, generó la difundida versión de que la obra había sido representada frente a Tupac Amaru durante la rebelión que encabezara, aunque Porras Barrenechea ya demostrara la falsedad de este dato. Hoy por hoy, la crítica coincide en descartar la autoría de Valdez, primero, por un problema cronológico que plantea el manuscrito boliviano, cuya fecha, de tomarse por cierta, haría imposible su autoría, y segundo, porque las descripciones del DI de las primeras ediciones de la pieza no hacen mención al cura.80 Con respecto a la datación de la obra, las discusiones no son menos acaloradas. A lo largo de casi 200 años se han manejado hipótesis tan dispares como considerarla una pieza prehispánica,81 atribuir su autoría a la mano del religioso mestizo Blas Valera, a fines del siglo XVI,82 o situarla en el temprano

80 Esto más allá de que, como señala Silvia Nagy, no se encontrara entre los archivos del cura ninguna otra pieza literaria que proviniera de su pluma. Véase Silvia M. Nagy 1994: 207. 81 Hipótesis planteada por primera vez por Rivero y Tschudi en Antigüedades peruanas y luego sostenida en el prólogo de Barranca y la edición de Markham. La polémica supera el Perú y encuentra en el argentino Vicente Fidel López en 1871 un férreo defensor. Para un detallado informe en torno a las posturas generadas por la pieza véase Lara (1969: 62-90). Debemos a esta obra las apreciaciones sobre estos debates. 82 Teodoro L. Meneses admite en Teatro quechua colonial haber sostenido esta hipótesis (Meneses 1983: 275). Resulta altamente significativa esta atribución, que marca indudablemente la importancia y el acaloramiento de los debates ollantinos. El padre mestizo Blas Valera en sí constituye una figura de recurso a la que se adscriben los enigmas, reales o imaginados, de la historiografía peruana. Recordemos simplemente, por ser el más reciente episodio de esta historia, las afirmaciones de Laura Miccinelli con respecto a la supuesta autoría del jesuita

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siglo XVII, hipótesis sostenida por Arturo Oblitas sin mayor desarrollo.83 Sin embargo, los últimos análisis lingüísticos de la pieza, por quechuólogos de la envergadura de César Itier y Bruce Mannheim, ubican el texto en el temprano siglo XVIII, tardío siglo XVII. Ollantay aparece desde este punto de vista como la expresión más moderna en la trilogía de las obras teatrales en quechua reconocidas como expresiones máximas de lo que se reconoce como el siglo de oro de esa lengua y entre las que se incluye, junto a nuestra obra, Uscar Paucar y El pobre más rico.84 Todas estas discusiones que aún hoy continúan abiertas, son un capítulo fundamental de la historia colonial y cristalizan la complicada relación de las nuevas repúblicas con su herencia indígena. En este sentido, no es sorprendente que traspasen las fronteras peruanas. El famoso debate entre Vicente Fidel López y Bartolomé Mitre a fines del siglo XIX, ambos padres fundadores de la nación Argentina, en torno al análisis de la obra y su datación histórica, contaba entre sus axiomas la existencia o no de teatro entre los Incas, y con relación al transfondo que éste debiera tener, introducían una discusión sobre la esencia indígena y el tipo de virtudes que un indígena pudiera poseer. Bartolomé Mitre, quien leyera la obra en su versión francesa, veía en el Ollantay «un drama cristiano y caballeresco, ‘de capa y espada’, hecho a la manera de los de Lope de Vega y Calderón de la Barca»,85 negando toda raigambre indígena en la obra en su lectura. Sorprendentemente, esta decimonónica posición que busca privilegiar uno de los componentes presentes en este complicado artefacto, encuentra marcados ecos en la última edición crítica de Ollantay auspiciada por el Centro Cultural «Bartolomé de Las Casas» en Cuzco.86 Privilegiar una u otra de las tradiciones presentes, buscar una adsmestizo de la Nueva corónica y buen gobierno de Felipe Guaman Poma de Ayala; o su identificación dudosa como el autor del escrito del «Jesuita anónimo». En ambos casos, existe una línea de razonamiento común que impide concebir que los indios escriban, como diría la profesora Rolena Adorno. Ver Pedro Guibovich (2003). 83 Lara 2000: 77. 84 Véase César Itier (1995) y Bruce Mannheim (julio 1990). 85 Ibíd.: 73 86 Véase Julio Calvo Pérez (1998). Es necesario presentar sucintamente este libro de Calvo Pérez, que intenta enmarcar nuestra obra en la corriente barroca española, si bien la sola estipulación de su intento deja sentadas las bases de su trabajo, que consideramos debería ser prolijamente evaluado. La obra de Calvo Pérez peca de una sorprendente rapidez de conclusiones, a pesar de la cantidad de páginas que utiliza para arribar a ellas. Transcribamos simple-

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cripción unívoca de la obra domina de hecho su historia textual y la historia de su lectura crítica, al igual que ha dominado durante siglos toda aproximación a la obra del Inca Garcilaso. Ollantay parece resistir una lectura colonial que supere esa dicotomía. En estos debates críticos se articulan las dificultades que los materiales que evocan tradiciones no escritas producen. Ya en 1991, Martín Lienhard realizó en La voz y su huella un sólido análisis de la pieza dentro del género de homenaje ritual al Inca, y consideró la obra como expresión del «predominio de la cultura oficial y la resistencia de unas culturas autóctonas marginadas que se nutren tanto de su pasado autónomo como de su historia en el marco colonial o semicolonial».87 Incluyendo esta pieza en un corpus mayor, junto con «la victoria de Pachacutic», fragmento de la Suma y narración de los Incas de Juan de Betanzos [1548-56], y «la epopeya de Manco Inca» que reconoce en la Ynstruccion de Titu Cusi Yupanqui [1570], ve en ella «una reflexión dramatizada acerca del poder, las responsabilidades y las prerrogativas inherentes a la función suprema en la pirámide jerárquica del estado Inca», que considera plausiblemente elemento nuclear de un género que fuera claramente referido ya por los cronistas.88 Lienhard señala a su vez la presencia de una versificación en acuerdo con las pautas españolas corrientes del período,89 una división en tres jornadas, clásica de la comedia española; y distintos elementos del teatro clásico español, entre otros la presencia de un gracioso.90 La leyenda ollantina aún pervive en boca de los guías turísticos que conducen globales contingentes a través de las ruinas de Ollantaytambo. Si bien algunos críticos han desestimado su existencia, o la han considerado poste-

mente un pequeño fragmento de sus conclusiones: «Ollantay es una obra alienada, occidentalizante, un demérito para un pueblo que sólo busque en ella tópicos culturales; tiene, además, ritmo decadente (desde la perspectiva del quechua) y esa falta de ritual a la que alude Julio Noriega (e.p.), por muy escrita en quechua que esté» (Ibíd.: 1998: 159). Sorprende y entristece considerar que la edición crítica de esta obra auspiciada por el Centro de Estudios Regionales Andinos Bartolomé de las Casas sea de este tenor y contenga errores tan evidentes como considerar a Guaman Poma mestizo (Ibíd.: 81). 87 Lienhard 1991: 172. 88 Ibíd.: 176. 89 Lo que fuera ya ampliamente demostrado en 1929 por Elijah Clarence Hill (1929: 47-105). 90 Un análisis de las «concomitancias barrocas», que pone en comparación Ollantay con La vida es sueño de Calderón de la Barca, puede leerse en Julio Calvo Pérez (1998: 140-150).

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rior a la aparición de la obra, Carlos García Bedoya ha recogido posibles antecedentes que sostendrían el estatuto histórico de la trama.91 Más allá de todo ello, basta pasearse hoy en día por Perú para tomar conciencia de la importancia y vigencia de esta pieza teatral. Su nombre pertenece al teniente que se levantara en el sur peruano el 29 de octubre de 2000 contra el gobierno de Fujimori demandando su renuncia y el juicio de Montesinos, y a la vez ha sido adoptado por compañías teatrales, premios y editoriales que ven en ella un símbolo de creación americana. De hecho, la obra no sólo envidia popularidad a sus pares europeas sino que las supera en exceso. Además de las múltiples ediciones mencionadas que ofrecen distintas versiones de los manuscritos, Ollantay cuenta con numerosas reescrituras, dos óperas y diversas puestas en escena y adaptaciones. Ricardo Rojas ofrece ya en 1939 su propia versión, donde convierte justamente en tragedia un final que ha resultado incómodo para la crítica desde la aparición de la pieza. Permítasenos presentar brevemente el contenido de esta pieza que una mayoría considera la obra maestra de la literatura quechua.92 Esta obra teatral, al igual que sus pares europeos, también trata de Incas y princesas cautivas; pero aquí el marco histórico es el tiempo anterior a la conquista. Articulando su acción entre el reinado de Pachacutec y el de Tupac Inca, su héroe no es otro que Ollanta, general dilecto del Inca y gobernador del Antisuyo. Si bien el tópico del buen gobierno ha de triunfar en la obra, la imagen del Incario presentada no es tan unívoca como lo fuera en las piezas francesas. Aquí un Inca será cruel, aunque otro resulte piadoso. La intriga posee un doble foco. Por un lado, Ollanta, quien se rebelará contra Pachacutec levantando el Antisuyo, pero será finalmente derrotado, condenado y perdonado por Tupac Yupanqui. Por el otro, Kusi Qóyllur, su enamorada e hija del Inca, quien será encadenada durante diez años en una recluida celda en la casa de las vírgenes del Sol por haber sido pedida por Ollanta en matrimonio. Allí será descubierta por Ima Sumaj, una niña de,

91 Bedoya señala que Englekirk, en «La leyenda ollantina», considera que la mentada tradición fue invención de José Palacios en sus artículos del Museo erudito (García Bedoya 2000: 211-219). 92 Es necesario señalar que otro grupo de considerables dimensiones la concibe explícitamente como una obra menor de la literatura. Hemos de guiarnos por la traducción de la obra de Jesús Lara, incluida en Teatro quechua (Lara 2000: 255-337). Todas las citas corresponden a esta edición.

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justamente, 10 años, sin padre ni madre conocidos que, recluida desde su nacimiento en la casa de las elegidas, se resiste efectivamente a tomar los hábitos de las escogidas. La niña será reconocida por Kusi Qóyllur, quien fuera esposa de Ollanta sólo un día, como su hija.93 Esta niña resolverá la segunda intriga cuando, arrojándose a los pies del Inca, salve a su recién descubierta madre de la muerte y del cautiverio: encuentra a su padre y permite una bendecida unión de Ollanta y Kusi Qóyllur con el auspicio y la protección del nuevo inca. Ambas líneas argumentales poseen un desencadenante común en la intriga amorosa. Ollanta se levanta contra Pachacutec sólo cuando éste le niega la mano de su hija, Kusi Qóyllur. Las intrigas se separan en la octava escena de la primera jornada. O, sería mejor reconocer, Kusi Qóyllur desaparece de escena hasta la última jornada, en la cual ambas intrigas coincidirán en la última escena. En la segunda jornada, la aparición inexplicada de Ima Sumaj sostiene un pálido recuerdo de Kusi Qóyllur, al compartir la desdicha que caracterizara a aquel personaje en sus breves apariciones en la primera jornada, en la que sólo ocupa las escenas tercera, cuarta y quinta. Estas dos intrigas, la que se desarrolla en lo privado de la casa familiar, de la cual la casa de las elegidas aparece como una extensión, y la que atañe al espacio público del imperio, poseen una resolución independiente. Ollanta será perdonado por la bondad del Inca y también por ello Kusi Qóyllur será liberada y unida a su amado. Tupac Yupanqui, contra la crueldad manifiesta de Pachacutec, que desencadenara la desdicha del imperio y la familia, se erige como único deus ex máchina de este desenlace calificado en múltiples ocasiones como inverosímil. Así, con estas acciones Tupac Yupanqui representa cabalmente el modelo que ya nos resulta familiar de un Incario justo, benévolo y fundamentalmente compasivo que se viera perturbado por la cólera del Inca, desencadenada por el requerimiento amoroso de Ollanta y que quebraría el equilibrio del imperio.94

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El reconocimiento se produce cuando, después de que Ima Sumaj descubre la presencia de Kusi Qóyllur, es llevada secretamente ante su presencia. En su primera conversación, Kusi Qóyllur la reconoce gracias al nombre que ella otorgara a su hija. 94 Pachacutec aparece explícitamente caracterizado por esta tempestuosa pasión. Así lo comunica a Rumi Ñawi antes de encargarle la búsqueda de Ollanta: PACHACUTEC. He mandado a buscar a Ollanta / y no han podido dar con él. / La cólera me sobra / Y empiezo a recelar de su conducta (Lara 2000: 287).

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En realidad ambos Incas ponen en escena el tradicional modelo de la buena conquista que caracterizara al Incario en el relato garcilasiano. Tanto Pachacutec como Tupac Yupanqui han de preocuparse explícitamente por evitar todo derramamiento de sangre en las expediciones militares a las que envían a sus generales. Así, en la primera jornada, al enviar a Ollanta al encuentro del Qollasuyo, donde la nación Chayanta espera para salir contra el imperio, dirige a él estas palabras: PACHACUTEC: ¿Piensas salir seguidamente, / intrépida serpiente, a pelear, / a desosegar a aquellas gentes? / Primero vas a convocarles / con palabras afables. / Antes hay que entenderse con la gente / y no verter la sangre a ciegas / ni cortar las cabezas sin objeto.95

Y Tupac Yupanqui, por su parte, al recibir el reporte de la captura de Ollanta, indica a Rumi Ñawi, general a cargo de la empresa: TUPAC YUPANQUI: ¿Hube recomendado / o no a todos vosotros / que no se debe sangre humana / derramar? ¿No les dije que ellos / me eran amados y me daban lástima?96

Lo que diferencia estos dos gobernantes es la manera en que gestionan lo que podemos llamar «su buen gobierno familiar» tarea en la cual Pachacutec resulta muy poco hábil y muy poco compasivo. En la escena cuarta de la primera jornada, Pachacutec que cifra en la felicidad de su hija su propia «ventura y vida misma», desatiende demasiado fácilmente las lágrimas de Kusi Qóyllur, a quien luego, una vez ya conocida sus razones, condenará al más trágico encierro por su pecado de amor. Pues en última instancia, lo que se castiga en Kusi Qóyllur es que haya mezclado su sangre con la de Ollanta. Siendo que ambas intrigas se desencadenan a partir de la reacción de Pachacutec frente a los amores de Kusi Qóyllur, Ollantay pone fundamental Y al comunicarle su encargo, repite: PACHACUTEC. Antes de que mi cólera rebase / parte tú, capitán / y si tus fuerzas escasean / y oportunos refuerzos no te llegan, / acicateando a todos en tu suyo / toma cincuenta mil guerreros / y encamínate sin tardanza / a castigar a este enemigo (Lara 2000: 289). 95 Lara 2000: 276. 96 Ibíd.: 317.

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y literalmente en escena la calidad alegórica del espacio privado. Las acciones del padre sobre el deseo de la hija, el intento de total control endogámico, reditúan en el quiebre del poder, en la aparición de una segunda corona –la de Ollanta tanto como la de Tupac Yupanqui. Este efecto se demuestra sin resolución bajo la regla inicial que rige una estructura dominada por la sangre como vehiculadora de casta y raza. El feliz desenlace, en el que Ollanta puede ser aceptado como esposo de Kusi Qóyllur, prueba de hecho regla y gobernante como injustos. El conflicto que desencadenan los amores de Ollanta y Kusi Qóyllur pone de manifiesto un ataque directo al imperio que se explicita tanto en el parlamento con el que Ollanta levantará el Antisuyo como en el engaño que Rumi Ñawi lleva a cabo para doblegar al insurrecto. Los amores entre Kusi Qóyllur y Ollanta son un ataque a las bases mismas del Incario tal como es entendido en un imaginario popular. Recordemos que Ollanta es rechazado por Pachacutec para esposo de su hija por ser un runa, es decir un hombre que no pertenece a la nobleza, y que, dentro del modelo garcilasiano, la endogamia era una característica definitoria de la clase dirigente. Al ser requerida su hija, Pachacutec responde: PACHACUTEC: Ollanta, tú eres un vasallo / común y permanece donde estás. / Considera quién eres, / Quieres subir demasiado alto.97

Entonces, en tanto historia amorosa, esta es fundamentalmente una historia familiar, de padres e hijas; algo que la diferencia diametralmente de sus pares europeas con las que tanta similitud guarda. En aquellas no existe el tiempo preconquista y además la figura del padre se encuentra sintomáticamente ausente en la mayoría de las formulaciones. Ni Graffigny ni Geuellette la incluyen en sus tramas. Ausente, mudo, desconocido, indiferente para la historia, no existe en ellas otra figura paternal que la del Inca y solo para los personajes masculinos. En Alzire de Voltaire, se objetará, el padre además de un personaje es quien decide el destino de la protagonista en una situación similar a la de Kusi Qóyllur. Montez, tal era su nombre, entrega a Alzire en matrimonio a Dom Gusman cifrando en esa unión la pacificación de los pueblos. Alzire ama a Zamore pero accede a la voluntad de su padre porque

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Ibíd.: 279.

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cree a aquél muerto. La resolución en Alzire es invertida en Ollantay: en Alzire se confirma la reclusión de la sangre, marcando el amor entre Alzire y Zamore como el único posible, el único correspondido; en cambio en Ollantay, no existe otra posibilidad para el amor que el quiebre del orden endogámico. Si bien se trata del mismo cuadro alegórico, existe otra diferencia fundamental: Alzire es engañada y convencida para unir su destino a Gusman. Kusi Qóyllur es suprimida del amor paternal en una escena que se encuentra aún eliminada del relato. El título elegido por José Sebastián Barranca para la primera traducción de la pieza privilegiaba la existencia de dos líneas argumentales: «Ollanta: La severidad de un padre y la clemencia de un rey». Sin embargo, la «intriga amorosa» resulta usualmente olvidada por la crítica, a pesar de que el entramado de ambas líneas argumentales es profundo.98 Las figuras de ambos Incas son figuras paternales, en perfecta concordancia con el modelo garcilasiano. Textualmente, es Ollanta el encargado de explicitar este rol. Este general escogido del Inca, al realizar el pedido de mano de Kusi Qóyllur, evoca justamente esa imagen: OLLANTA. Poderoso monarca, sabes bien / cómo desde muy joven te serví. / Me inspiré en ti incesantemente. / El capitán que tu formaste, / imitando tu ejemplo / multiplicó sus fuerzas de una a mil. […] Tú, padre mío, me entregaste / la partesana de oro y tu también / me diste el casco de oro.99

De todas maneras, la independencia con la que pueden ser leídas ambas líneas argumentales se encuentra justificada textualmente. No solamente porque, como hemos dicho, se desarrollan de manera separada, sino también

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La lectura de Lienhard considera que la intriga amorosa posee un papel importante en la obra debido «al impacto de la comedia española», aunque indica que no existen fuentes que permitan vincularlo con otra tradición. Reconociendo en la motivación del conflicto raíces prehispánicas, Lienhard sostiene que «los amantes de Ollantay resultan culpables de una trasgresión sexual, tanto por la diferencia social que los separa como por la índole excesiva de su amor» (Lienhard 1991: 195). García Bedoya, por su parte, al ofrecer un resumen de la pieza, no menciona directamente la línea «amorosa» del argumento. Julio Calvo Pérez, por su parte, reconoce estas dos tramas como principal y secundaria, estructura que «recorre todo el teatro del Siglo de Oro», y realiza una lectura de ambas líneas (Calvo Pérez 1998: 135). Volveremos sobre sus apreciaciones. 99 Ibíd.: 278.

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porque, si bien el levantamiento de Ollanta ocurre como directa consecuencia de su rechazo como esposo de Kusi Qóyllur, las razones aducidas frente a sus guerreros son otras. OLLANTA. Las penurias del Anti comprendiendo / Con intenso dolor le he dicho al Inka: / «Permite que Antisuyo / descanse este año; no están lejos / de doblegarse sus guerreros. / Año tras año todos ellos, / cual plantíos de piñas incendiados, / traquean y asimismo enferman. / En tan extensas travesías, / cuántos hombres se inhabilitan / y cuantos príncipes encuentran / por esos caminos la muerte» / De ese modo se aleja el Anti / de la presencia de nuestro Inka. / Le dije: «No» y de esa manera / Sin tardanza he venido aquí.100

Ollanta tergiversa un tanto su conversación con el Inca y la rebelión se transforma entonces en un evento democrático. Frente a la falta de consideración del mandatario que ya no responde a los intereses del pueblo, éste elige un nuevo gobernante. Ollanta calza un nuevo llauto otorgado por sus mismos soldados del Anti y se mantendrá diez años en rebeldía. Su derrota sólo será posible cuando Rumi Ñawi, general fiel al Inca que puede considerarse par estructural de Ollanta, luego de ser vencido en una primera instancia al cumplir las órdenes de Pachacutec, en su segundo intento encargado por Tupac Yupanqui, recurra al engaño para infiltrarse en las huestes del rebelde y consiga capturarlo sin derramamiento de sangre. El embuste que utiliza es un espejo de las causas de la rebelión. Ruma Ñawi se presenta ante Ollanta buscando su alianza por las supuestas muestras de injusticia del nuevo Inca Tupac Yupanqui. Esto le permite infiltrar a sus soldados y capturar a los rebeldes durante las festividades del Solsticio. Es indudable que la obra debe recoger episodios históricos. Lienhard marca que «el conflicto central, como en los homenajes rituales de Betanzos y Titu Cusi, plantea las condiciones del ejercicio de poder en la sociedad Inca. La legitimidad del Inca se funda, como sabemos, tanto en su ascendencia como en el cumplimiento de las responsabilidades de su función». Y luego agrega: «En Ollantay se cuestiona, en definitiva, al Inca Pachacuti por su manifiesta incapacidad de resolver el conflicto con el apu waminqa Ollanta: sólo con su sucesor, su hijo Tupac Yupanqui, el equilibrio político se volverá a instaurar».101 100 101

Ibíd.: 291. Lienhard 1991: 196.

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Carlos García Bedoya recoge distintos antecedentes históricos que reconstruyen un núcleo histórico de «parcial, rebeldía, grave tensión contra el Inca y sus vasallos, rápidamente superada».102 El perdón de Tupac Yupanqui en esta obra, que ha intrigado a la crítica, tendría entonces una base histórica. Lienhard había considerado que esa compasión provenía de las necesidades de una aristocracia neoinca que buscaba «la alianza con los demás estratos indígenas, probablemente también con los criollos liberales».103 Si bien la investigación de García Bedoya ofrece nueva luz que permite considerar «la 102

García Bedoya, en su excelente y necesaria revisión de las crónicas, presenta la siguiente serie textual. Comienza con la Miscelánea antártica de Cabello de Balboa, que narra la historia de un general de Atahualpa, Quilaco Yupanqui, quien se enamora de Curicoyllur, hija de Huascar. Luego de la muerte de Quilaco, Hernando de Soto toma a Curicoyllur como concubina. La segunda referencia es Armas antárticas de Miramontes y Zuázola, donde Curicoyllor, hija del general Quisquis, se enamora de Chalcuchima, hermano del Inca reinante Chuquiyupangui, quien, envidioso de su hermano, decide eliminarlo, frente a lo cual su amante se suicida. También reconoce en Martín de Murúa un posible antecedente; allí los amores son entre un pastor Acoytapia y una virgen del Sol, Chuqillanto, quienes al ser descubiertos huyen y son convertidos en piedra. Juan de Santa Cruz Pachacuti le ofrece otra posible fuente. Allí Apo Quibacta, capitán Inca, se rebela en el Antisuyo –no en la región de Ollantaytambo sino en Chiriguanos, durante una expedición de conquista que se viera así frustrada–, contra Tupac Yupanqui por un castigo injusto, terminando el episodio con el reconocimiento del error por parte del Inca y la reconciliación. Este episodio no aparece en otras crónicas, si bien la expedición contra los chiriguanos es relatada por Garcilaso durante el reinado de Inca Yupanqui y el fracaso es atribuido a factores climáticos. Juan de Betanzos también presenta la expedición contra los chiriguanos como un éxito, aludiendo a continuación a dos serias rebeliones contra el poder Inca, la primera en el Antisuyo. Cieza de León también referiría una sublevación colla reprimida por Tupac Yupanqui, iniciada cuando Pachacutec emprendiera una difícil expedición de conquista al Antisuyo. Sarmiento de Gamboa también menciona una rebelión colla durante el reinado de Tupac Yupanqui. También aparece allí una conspiración de Topa Cápac contra su hermano Tupac Yupanqui, quien ejecuta a los rebeldes pero, accediendo a los ruegos de su esposa, perdona a algunos seguidores. García Bedoya encuentra otra línea posible en una rebelión de orejones cuzqueños que abandonan el ejército y que es sojuzgada por el Inca. Este episodio se encuentra recogido por Sarmiento de Gamboa, Cabello Balboa, Martín de Murúa y Santacruz Pachacuti. Si bien señala diferencias entre los relatos, el núcleo radica en un amotinamiento que parece justificado y que es rápidamente apaciguado, siendo en la versión de Murúa el casamiento del cabecilla de los rebeldes con una india principal parte fundamental de la resolución del mismo. García Bedoya señala asimismo que estos cronistas recogen fuentes no oficiales o marginales de la historia del imperio. Ver García Bedoya 2000: 212-219. 103 Ibíd.: 197.

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moderación» de Tupac Yupanqui como eco de un episodio histórico, los reclamos en los que se basa la rebelión, tal como los hemos expuesto, más allá de su base histórica, podrían incluso ser considerados como expresión de una elite en busca de aliados. No obstante, es necesario recordar que no se encuentran resueltos, sino perdonados y olvidados en la escena. Beverly señala que Ollantay anticipa el melodrama burgués104 y que su interpretación como alegoría nacional resulta posible pero objetable si se concibe que «Ollanta’s frustrated love affair and rebellion against the Inca would appear to simbolize the dissastisfaction of an emergente creole-mestizo class».105 También señala la posibilidad –más factible– de una audiencia local «mainly indigenous» a la que la pieza sugeriría la reinstauración de un neo estado Inca, más democrático y asimilador de otros grupos.106 En este sentido, la pieza posee una preocupación dirigista reformadora que obviamente tampoco se encuentra en sus pares europeas. Aquí no se confirma un orden dado sino que se prescribe su reforma. La intriga amorosa ha sido señalada como secundaria por Calvo Pérez.107 Sin embargo, tanto la cantidad de personajes femeninos como su particular agencia en la rebelión contra el imperio merecen ser tomadas en cuenta. La particularidad de esta intriga es que en ningún momento, ni aun en el fin de la pieza, hemos de ver la unión feliz de los amantes ni ninguna instancia de pasión representada.108 Desde la primera escena, ésta es una pasión perdida, perteneciente al pasado de la obra.109 Kusi Qóyllur aparece ya marcada por el olvido y el abandono de Ollanta. Así se lo expresa a su madre: KUSI QÓYLLUR. Cómo no he de llorar, / cómo no he de sentir / si ese príncipe que amo, / si esa roca por mí tan halagada / en tantos días, tantas

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Beverly 1999: 53. Ibíd.: 54. 106 Ídem. 107 Calvo Pérez 1998: 135. 108 En el final de la obra, no existe ningún intercambio de parlamentos entre Ollanta y su amada, quien sólo se dirige a su hermano, Tupac Yupanqui. 109 En la escena que abre la obra, Ollanta conversa con Piki Chaki, quien oficia de sirviente de Ollanta y ocupa el rol de gracioso dentro de la obra, intentando convencerlo de que vaya a ver a su amada. Si bien a través de la conversación resulta que Piki Chaki ha visto a Kusi Qóyllur, no la conoce siquiera directamente. La relación entre los amados sólo es conocida por la madre de Kusi Qóyllur y Willka Umar, sumo sacerdote con poderes de adivinación. 105

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noches, / sabiéndome tan delicada / me abandona y me avergüenza / y no me echa de menos ya.110

La relación entre Ollanta y Kusi Qóyllur había sido presentada por Willka Uma, sumo sacerdote con poderes adivinatorios, como una directa afrenta al Inca que tenía a su dilecta hija como principal víctima. Así lo expresaba Willka Uma en su primera entrada: «visto está que pretendes / que Qóyllur se extravíe, / que Kusi mida el suelo».111 A pesar de esto, es siguiendo su mismo consejo que Ollanta presenta su pedido a Pachacutec. Una vez rechazado por el Inca, Ollanta considera a Kusi Qóyllur perdida. Ha de enviar a Paki Chaki en su búsqueda pero éste le anunciará que la noche anterior en el palacio ya no había nadie. Frente a esta noticia, Ollanta decide abandonar el Cuzco, lo cual genera el siguiente diálogo: PIKI CHAKI. ¿Y a Kusi Qóyllur la abandonaremos? OLLANTA. ¡Qué puedo hacer si se ha perdido!112

A pesar de que Ollanta presume a Kusi Qóyllor muerta en esta última escena de la primera jornada, cuando al producirse la reconciliación con el Inca éste le sugiere que tome mujer, Ollanta expresa que ya tiene compañera: OLLANTA. Aquí en Cuzco desapareció / mi adorada paloma. / Un sólo día fue mi compañera / y al otro día el vuelo alzó. / La busqué trastornado / por ella a todos preguntando. (Llora) / La tierra habrá tenido que abismarla / para perderla. Ésta es mi situación.113

De esta manera reconoce perdida y no muerta a su enamorada, a quien de hecho en escena no buscara con tanto ahínco. Si bien Ollanta da nombre a la pieza, no funciona como héroe ni en una ni en otra de las líneas narrativas. En la intriga amorosa, es una niña de diez años quien salva a la princesa. El personaje de Ima Sumaj comparte con Kusi Qóyllur la desdicha pero constituye la contraparte del personaje de su madre, pues ejerce frente a esa tristeza una resistencia exitosa. De hecho, la única resistencia exitosa de la obra. 110 111 112 113

Lara 2000: 270. Ibíd.: 265. Ibíd.: 283. Ibíd.: 326.

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Ima Sumaj se introduce en la pieza al mismo tiempo que un nuevo escenario de acción, otro espacio típico del Incario imaginario: la casa de las vírgenes del Sol, aquella de donde Zilia fuera raptada en las Lettres d’une Péruvienne. Pero a diferencia de aquel recuerdo gozoso que se representara para la Francia ilustrada, esta vez el acllahuaci es una prisión desde todo punto de vista. Allí es recluida Kusi Qóyllur, en cadenas, en una secreta habitación oculta en el huerto, muerta en vida.114 Pero también allí Ima Sumaj es retenida contra su voluntad. Y aunque podría suponerse que su pesar es producto del particular conflicto desatado por la cólera del Inca que la hiciera vivir un destino que no era el suyo, Ima Sumaj se erige como la voz del grupo, representante de las elegidas. IMA SUMAJ. Aborrezco del todo / este recinto, esta mansión; / desde que vivo aquí no ceso de maldecir este ocio. / Las caras de estas viejas / son como las de los mandones / y siempre las diviso / desde el rincón a que me acojo. / Aquí no existe alegría. / En los semblantes se adivina el llanto. / Si de ellas dependiera, / ninguna permanecería aquí. / Miro a las que caminan libres: / van diligentes y risueñas y todas en sus propias manos / llevan su bienestar / ¿Y sólo yo voy a recluirme / porque no tengo madre? / ¿A fin de ser señora poderosa / desde ahora voy a sepultarme?115

Resulta difícil acordar con Calvo Pérez en que la mujer «queda mal parada –si no en cantidad, sí en calidad– en Ollantay, pues ninguno de sus papeles es lo suficientemente relevante».116 El parlamento de Ima Sumaj resulta sorprendente para la época y articula una posición tajante sobre la reclusión femenina, que de hecho no es particular a la colonia, si comparamos la pieza con sus pares europeas. Tanto en la Francia de Zilia o Alzire, como en el Perú de Ima Sumaj, el destino femenino quedaba pocas veces en manos de sus protagonistas, y es contra esto que todas estas heroínas se rebelan exitosamente. 114

Ima Sumaj exclama al ver a Kusi Qóyllur por primera vez:

KUSI QÓYLLUR. ¡Ay! ¿qué veo, hermanita mía? / ¿Acaso busqué yo un cadáver? / Me siento horripilada. / ¿Aquí un cadáver ocultaste? (Lara 2000: 311). 115 116

Ibíd.: 298. Calvo Pérez 1998: 135.

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El acllahuaci en Ollanta no corresponde a la idílica imagen que Garcilaso presentara. En la Primera parte la casa de las elegidas se considera suprema felicidad para padres y doncellas.117 La comparación con el convento con la que Garcilaso presenta este espacio se encuentra aquí particularmente evocada. En el relato garcilasiano, el acllahuaci no estaba destinado a recoger pobres o abandonadas, pero las elegidas de esta obra comparten con las pupilas de los beaterios y conventos su condición de protegidas. Ése fue el destino de muchas de las princesas Incas reales después de la conquista. Raquel Chang-Rodríguez recuerda en «Historia, pintura y literatura en una loa del Perú virreynal» el destino de Beatriz Clara Coya (15361600), hija de Sayri Tupac, quien se criara hasta los ocho años en el convento de las clarisas en Cuzco para ser luego ubicada en la casa de Arias Maldonado, influyente conquistador, mientras se planeaba su matrimonio con el hermano de éste. Los rumores de una supuesta violación que forzaba el matrimonio frustraron la unión y la pequeña fue nuevamente recluida hasta los quince años, cuando la casaron con Martín García de Loyola, quien había capturado a Tupac Amaru I. Su boda fue recordada en el famoso lienzo hoy conservado en la iglesia de la Compañía en Cuzco y en múltiples copias esparcidas por distintos museos peruanos, y es todavía representada en al menos una festividad urbana, el día de San Francisco de Borja en 1741.118 Sin duda constituyó una de las historias fundacionales de la nación peruana. El arduo papel que desempeñaran las mujeres de la nobleza indígena durante la conquista las hizo instrumento necesario de alianzas para la consolidación del poder conquistador. Y aun así, Ima Sumaj es quien resuelve la intriga amorosa en esta pieza. En sus manos está la salvación de Kusi Qóyllur y el final de la pieza, dado que ésta es la última intriga que se resuelve. Si bien esta línea argumental podría considerarse subordinada a la historia militar que Ollanta presenta, el único personaje castigado por el Inca pertenece también al ámbito de la casa de las elegidas. Qaqa Mama, quien oficia de priora o gobernanta del acllahuaci, representa el orden contra el que Ima Sumaj se rebela. Es ella quien busca forzar a la niña a tomar los hábitos y quien, frente a sus terminantes negativas, exclama:

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Ver Garcilaso (1609: 85). Raquel Chang-Rodríguez (s. a.).

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QAQA MAMA. ¿Qué se imaginará ella, / criatura mísera sin padre, / una niña sin madre / como aquella nocturna mariposa? / Dile claro, muy claro: / «Eres tú dentro de estos muros / nevisca que todo lo cubre / y lo engulle, la luz incluso.»119

Ima Sumaj escapa del acllahuaci sin explicación de su recurso y se presenta frente al Inca para requerir su ayuda y la liberación de su madre. Cuando, ya frente a Kusi Qóyllur, Tupac Yupanqui demande por el responsable de su castigo, Qaqa Mama –mamacuna carcelera de Kusi Qóyllur– será tomada prisionera. Sin embargo, frente a Tupac Yupanqui, la culpa de Qaqa Mama es señalar a Pachacutec como responsable de sus propias acciones. En este sentido, el destino de Rumi Ñawi, general fiel al Inca, resulta equivalente. Testigo de la cólera de Pachacutec, el éxito de sus acciones militares, que resulta en la requerida captura de Ollanta, no puede ser premiado. Ambos instrumentos directos de la ira real serán retirados de la escena para la resolución feliz de la pieza y la restauración del orden. Pero sólo Qaqa Mama es hecha prisionera. La intriga amorosa abre y cierra la pieza recortando al espacio privado y familiar como foco principal en este relato que atañe al orden del imperio. La rearticulación de una memoria histórica recupera en este caso una voz femenina y convierte un conflicto de estado en un exceso de severidad paterna. De esta manera, Ollanta da voz a los particulares conflictos enfrentados por las mujeres de la conquista y articula una resolución que permite una convivencia pacífica basada en la flexibilidad del imperio. Pese a ello, si la línea de conquistas de la obra termina cancelada, olvidada y perdonada, es en la línea amorosa donde se produce el cambio; Ollanta es admitido como esposo de Kusi Qóyllur aun a pesar de ser runa. La alegoría amorosa constituye una constante del discurso colonial tanto en Europa como en el Perú. Poniendo en escena una dulce resistencia, este tipo de representaciones insiste en una constante resolución pacificadora. En el caso de Ollantay si bien lo representado se desarrolla en una temporalidad puramente incaica, anterior a la conquista y que no escenifica el contacto de culturas de manera tan abiertamente explícita a nuestros ojos como ocurre en las obras europeas, la problemática amorosa recoge conflictos propios de la sociedad colonial del período. Aquí, la intriga privada se ofrece como alegoría

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de un modelo posible de comunión social para una coyuntura histórica que convoca distintos sectores en sus reclamos políticos, sociales y económicos.

4. NOTA FINAL John Rowe en «El movimiento nacionalista Inca del siglo XVIII» daba forma al planteo de un renacimiento Inca durante la primera mitad del siglo. Su artículo constituye aún hoy un punto de partida indispensable para cualquier acercamiento al estudio de este siglo en Perú y ha sido sin duda un punto de partida para mi trabajo. A pesar de que han transcurrido casi cincuenta años de aquel artículo, sus premisas continúan en el terreno de lo hipotético. Mucho se ha avanzado en la comprensión del marco socioeconómico, siendo Scarlett O’Phelan un exponente fundamental en este avance. La hipótesis de Rowe también fue la base de investigaciones que se convertirían en pilares del estudio de la cultura peruana, como Buscando un Inca de Flores Galindo y Nacimiento de una utopía de Manuel Burga. Sin embargo, la dificultad que plantea el estudio de una formación ideológica cuyos principales agentes forman parte de un grupo colonizado ha dado por resultado que el siglo XVIII permanezca en la oscuridad, beneficiado en el mejor de los casos con algunos fragmentos en ciertos artículos. Resulta hoy evidente que el renacimiento Inca no constituyó un movimiento puramente indígena. Sin embargo, la innegable agencia que sectores de la elite indígena adquirieron durante el período en esta rearticulación del pasado imperial de los Andes y la diversidad textual que caracterizó esa rearticulación, que se materializara en obras pictóricas, queros, memoriales, rebeliones y piezas teatrales, hace que cualquier acercamiento al tema continúe siendo parcial e inacabado. La documentación con la que se cuenta para este período no alcanza la detallada inspección que caracterizara a los primeros siglos de la conquista. Ya Rowe señaló en 1954 la posible influencia garcilasiana en este movimiento. Directa o indirectamente, siendo imposible hasta hoy recuperar con certeza la difusión de los Comentarios reales entre la población indígena del período, la visión que Garcilaso ofreciera del Incario en su obra resulta indiscutiblemente presente en lo que Burga denominara la «utopía panandina», al igual que lo estuviera en las articulaciones europeas del Incario como modelo

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de gobierno justo. En el marco peruano, resulta hoy tan hipotético como lo fuera para Rowe la difusión de la primera y la segunda edición de los Comentarios reales para este particular período, si bien resulta rastreable en sus marcas tanto en las terminologías utilizadas en los reclamos legales de las elites como en las genealogías privilegiadas en uno u otro relato. Nuestro trabajo en este capítulo intentó una relectura del marco que Rowe concibiera. Resulta indiscutible que la articulación del Incario en el Perú constituye un acto político en pos de otro orden posible. La mera exhibición del pasado condensa una crítica al presente, aún en su marco más contenido como el de las fiestas reales. Su inevitable pasaje al acto, en las múltiples rebeliones, es sólo la expresión real de aquel contenido. Ollantay en ese marco es un exponente prototípico en la densidad y complejidad de su composición: la original, ausente, inalcanzable; rodeada en versiones, traducciones, interpretaciones, hipótesis, acentuada siempre en su falta. La paradójica semejanza que guarda su trama con las interpretaciones europeas del imperio andino, que se desarrollaban en una simultaneidad significativa, habla de un más allá que marca la eficacia de la alegoría amorosa para toda narración de conquista. Punto de fuga y resistencia, el cuerpo femenino y los conflictos de la regulación de su circulación resultan en el sorprendente elemento constante que aúna las visiones. La Primera parte de los Comentarios reales acompaña imaginariamente a Ollantay en las bases de la gran rebelión, y comparte con ella un original ausente y una intrincada historia textual que marca sus interpretaciones posibles, y nos enfrenta recurrentemente con una incómoda incompletud. Las sucesivas lecturas que la atraviesan e iluminan, narran la historia del desarrollo de una conciencia americana de la cual este estudio no es más que un breve capítulo. En 1816, cuando los representantes de los antiguos territorios del virreinato del Río de la Plata discutían una forma de gobierno que permitiera respaldar la independencia y ante el sentido apoyo con el que –creador de la bandera argentina e indiscutible padre de la patria– propondría a un descendiente del antiguo imperio para ocupar el trono. Esa particular lectura que caracteriza la primera mitad del siglo XIX tenía como base un sistema de referencias anclado fundamentalmente en esta primera mitad del siglo XVIII que constituye el corpus de nuestro análisis. Pero esa relación es materia de otros estudios.

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