Iglesia Estado Y Economia

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IGLESIA, ESTADO Y ECO i'tituto t-"Iora

UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO INSTITUTO DE INVESTIGACIONES DR. JOSÉ MARÍA LUIS MORA MÉXICO 1995

Primera edición: 1995 DR © 1995, Universidad Nacional Autónoma de México Ciudad Universitaria, 04510. México, D. F. INSTITUTO DE INVESTIGACIONES HISTÓRICAS

Impreso y hecho en, México ISBN 968-36-4612-3

AUTORES ARNOLD J. BAUER. Profesor de la Universidad de California en Davis. Es especialista en la historia social y económica de la América española. Sus principales líneas de investigación han sido la historia rural chilena, los sistemas de mano de obra rural, aspectos económicos de la Iglesia en las Indias, y estudios del consumo y cultura material. Entre sus publicaciones destacan: Chilean Rural Society from the Spanish Conquest to 1930 (Cambridge, 1975) y la edición de La Iglesia en la economía de América Latina, siglos XVI al XIX (México, INAH, 1986). WILLIAM J. CALLAHAN. Actualmente es rector del Victoria College (Universidad de Toronto), especialista en historia social y de la Iglesia. Entre sus publicaciones se encuentran: Honor, Commerce and Industry in Eighteenth-Century Spain (Boston, 1972) y Church, P~litics and Society in Spain, 1750-1824 (traducida al español como Iglesia, poder y sociedad en España, 1760-1874, Madrid, Ediciones Nerea, 1989). THOMAS CALVO. Director del Centre d'Études Mexicaines et Centraméricaines. Entre sus publicaciones destacan: Guadalajara y su región en el siglo XVII, población y economía, Guadalajara (México), 1992; Poder, religión y sociedad en la Guadalajara del siglo XVII, Guadalajara (México), 1992; Guadalajara y el Nuevo Mundo. Nuño Beltrán de Guzmán: semblanza de un conquistador (en colaboración con A. Blázquez), Guadalajara (Españ.a), 1993; L' Amérique ibérique de .1570 a 1910, Paris, 1994. FRANCISCO JAVIER CERVANTES BELLO. Doctor en historia por El Colegio de México. Es investigador en la Universidad Autónoma de Puebla y en el Colegio de Puebla. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores. Sus investigaciones se han centrado en problemas relativos al crédito y sus repercusiones sociales, principalmente en el caso de Puebla (siglos XV.III y XIX). Ha publicado en revistas como Historia Mexicana y El siglo XIX, entre otras.

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BRIAN F. CONNAUGHTON. Profesor titular de historia de la Universidad Autónoma Metropolitana-Iztapalapa y miembro del Sistema Nacional de Investigadores desde 1990. Obtuvo la licenciatura en historia de la Universidad de Seton Hall, Nueva Jersey (EUA), y su maestría y doctorado en Estudios Latinoamericanos (Historia) de la Facultad de Filosofía y Letras en la Universidad Nacional Autónoma de México. Ha publicado: España y Nueva España ante la crisis de la modernidad (México, Sep/Ochentas, 1983) e Ideología y sociedad en Gu ada laja ra, 1788-1853 (México, cONAcuLTAlColección Regiones, 1992), además de artículos en revistas especializadas. JORGE GARIBAY ÁLVAREZ. Asesor del Instituto Nacional de Antropología e Historia en temas eclesiásticos. Sus líneas de investigación han girado en torno de la sociedad salesiana en México (1892-1994); las es~ructuras eclesiásticas de la Iglesia católica, y la historia de diversos institutos y órdenes religiosas. CRISTINA GÓMEZ ÁLVAREZ. Doctora en Historia por la Universidad Nacional Autónoma de México. Investigadora del Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades de la Universidad Autónoma de Puebla. Es autora de varias publicaciones sobre la re~olución de independencia en Puebla y acerca del papel de la Iglesia en dicha revolución. Desde 1987 es miembro del Sistema Nacional de Investigadores. Premio Marcos y Celia Maus a la mejor tesis de doctorado de la promoción 1992-1993, con la tesis) El alto clero poblano y la revolución de Independencia, 1808-1821, Facultad de Filosofía y Letras, UNAM. FRANCISCO GÓMEZ CAMACHO~ Profesor de Historia económica y del pensamiento económico en la Universidad Pontificia Comillas (Madrid), es licenciado en Filosofía y doctor en Teología y Ciencias Económicas. Investiga en la actualidad el pensamiento económico de la escolástica española en los siglos XVI y XVII. Ha traducido y editado entre otras obras: La teoría del justo precio, Tratado sobre los préstamos y la usura, y Tratado sobre los cambios de Luis de Molina, y Tratado de la justificación de la conveniencia de la tassa de el pan, de Melchor de Soria, precedidas todas ellas de un amplio estudio introductorio. En la actualidad prepara la traducción y edición de varios tratados de Juan de Lugo, entre otros, Tratado sobre la compraventa y el precio, Tratado sobre los censos y Tratado sobre los préstamos y la usura.

AUTORES

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ASUNCIÓN LAVRIN. Doctora en Historia por la Universidad de Harvard (Cambridge, Massachusetts). Es catedrática de Historia en Arizona Sta te University. Sus publicaciones incluyen estudios sobre la economía de los conventos de religiosas y las cofradías novohispanas, la vida conventual femenina, la mujer y la relación de géneros en Nueva España e Hispanoamérica y el estudio de la mujer en Hispanoamérica en el siglo xx. Entre sus publicaciones se encuentran, Latin American Women: Historical Perspectives (1978), traducida al español como Las mujeres Latinoamericanas: Perspectivas Históricas (1985); Sexuality and Marriage in Colonial Latin America (1989), traducida al español como Sexualidad y matrimonio en la América hispánica (1991). En prensa: Women, Feminism and Social Change in Argentina, Chile and Uruguay, 1890-1940. ROSALVA LORETO LÓPEZ. Investigadora de la Universidad Autónoma de Puebla y candidata a investigadora nacional del Sistema Nacional de Investigadores. Es candidata al doctorado en historia en El Colegio de México donde prepara su tesis sobre los conventos de monjas en la ciudad de Puebla en el siglo XVIII. SUS trabajos versan sobre la influencia monacal femenina sobre la ciudad y sobre historia urbana en general. Ha publicado artículos en el Anuario de Tandil (Argentina), en la Universidad de León (España) y en libros y revistas nacionales.



LEONOR LUDLOW. Investigadora del Instituto de Investigaciones Históricas de la Universidad Nacional Autónoma de México, prepara actualmente una tesis de doctorado en Ciencias Sociales en el Colegio de Michoacán. Ha sido profesqra de los cursos de Historia y participó en la definición de esta ár~a en la Facultad de Ciencias Políticas. Ha publicado diversos artículos sobre la formación bancaria y la elite financiera; entre ~us trabajos está la compilación, junto con Carlos Marichal, del libro Banca y poder en México, 1800-1925, México, Grijalbo, 1986; y la compilación, junto con Jorge Silva, del libro Los negocios y las ganancias de la Colonia al México Moderno, México, coedición del Instituto Mora y del Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM, 1993 . CARLOS MARICHAL. Doctor en Historia (1977) por la Universidad de Harvard. Profesor-investigador del Centro de Estudios Históricos, El Colegio de México. Autor de A Century of Debt Crises in Latin America: From Independence to the Great Depression, 1820-1930 (Princeton, Princeton University Press, 1989). La versión española

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de este libro es Historia de la deuda externa de América Latina eM~drid, Alianza, 1989). Coeditor de Banca y poder en México (México, Grijalbo, 1986) Yeditor del libro Las inversiones extranjeras en América Latina, 1850-1930 (México, FCE, 1995). MARíA DEL PILAR MARTíNEZ LÓPEZ-CANO. Becaria del Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM y candidata al doctorado en Historia de México en la Facultad de Filosofía y Letras (UNAM). Sus principales líneas de investigación han sido el crédito y la historia del derecho en el siglo XVI novohispano. Entre sus publicaciones se encuentran: El crédito a largo plazo en el siglo XVI. Ciudad de México (1550-1620), y la coordinación de la edición de la obra d~ Nicolás de Yrolo, La Política de Escrituras (ambas en prensa). MARíA DOLORES MORALES MARTíNEZ. Investigadora de la Dirección de Estudios Históricos del Instituto Nacional de Antropología e Historia. Miembro del Seminario de Historia Urbana. Sus principales líneas de investigación han sido los cambios en la propiedad, las transformaciones espaciales, el crecimiento de la ciudad y los empresarios fraccionadores. ALFONSO W. QUIROZ. Doctor en historia latinoamericana (Columbia University, 1986) y profesor del Departamento de Historia (Baruch College y Graduate School, City University of New York). Entre sus pl:lblicaciones destacan: Domestic and Foreign Finance in Modern Peru, 1850-1950; Financing Visions of Development y Deudas olvidadas: instrumentos de crédito en la economía colonial peruana, 17501820 .. JOHN F. SCHWALLER. Doctor en Historia colonial latinoamericana por la Universidad de Indiana. Tiene publicados varios libros sobre la historia de la Iglesia en México, entre ellos: Orígenes de la riqueza de la Iglesia en México: Ingresos eclesiásticos y finanzas de la Iglesia, 1523-1600, y Partidos y párrocos bajo la real corona en la Nueva España, siglo XVI. Actualmente es director de la Academia de Historia Franciscana Americana en Berkeley, California. ' JORGE SILVA RIQUER. Maestro en Historia y candidato al doctorado en Historia por El Colegio de México. Es investigador del Instituto de Investigaciones Doctor José María Luis Mora y miembro del Sistema Nacional de Investigadores. Es especialista en el tema del mercado en los siglos XVIII y XIX. Cuenta con diversos artículos y

AUTORES

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textos sobre los temas del comercio. Entre sus obras destaca la compilación, junto con Leonor Ludlow, del libro Los negocios y las ganancias de la Colonia al México Moderno, México, coedición del Instituto Mora y el Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM,1993. MARtA ISABEL SÁNCHEZ MALDONADO. Maestra en Historia por el Colegio de Michoacán e investigadora de tiempo completo del Instituto Nacional de Antropología e Historia, en el Centro Michoacán. Su línea de investigación está relacionada con el crédito eclesiástico y comercial en el siglo XVIII en Michoacán. Es autora de: Diezmos y crédito eclesiástico. El diezmatorio de Acámbaro 1724-1771 (Zamora, El Colegio de Michoacán, 1994). GUILLERMINA DEL VALLE PAVÓN. Candidata a doctor en Historia por El Colegio de México con la tesis El C~nsulado de comerciantes de la ciudad de México y la deuda interna novohispana, 1778-1828, es investigadora del Instituto de Investigaciones Doctor José María Luis Mora y miembro del Sistema Nacional de Investigadores. Se ha especializado en el estudio del tráfico mercantil de la red de caminos del sureste de México, así como del mercado, la población y la propiedad rural en la jurisdicción de Orizaba a fines del siglo XVIII y principios del siglo XIX. Sobre ambos temas ha publicado varios textos, entre los que destaca el libro El camino México-Puebla-Veracruz. Comercio poblano y pugnas entre mercaderes a fines de la época colonial, editado por el Archivo General de la Nación. GISELA VON WOBESER. Doctora en Historia, miembro del Sistema Nacional de Investigadores y miembro de número de la Academia de la Historia. Destacada estudiosa de temas de historia agraria y del crédito, ha participado en numerosas reuniones académicas. Actualmente es directora del Instituto de Investigaciones Históricas de la Universidad Nacional Autónoma de México. Entre sus publicaciones más relevantes se encuentran: La formación de la hacienda en la época colonial. El uso de la tierra y el agua, México, UNAM, 1983; La hacienda azucarera en la época colonial, México, SEPUNAM, 1988; y El crédito eclesiástico en Nueva España. Siglo XVIII, México, UNAM, 1994.

ÍNDICE

Autores

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Prefacio

11 PRIMERA PARTE: LA IGLESIA y LA ECONOMíA

Iglesia, economía y Estado en la historia de América Latina Arnold J. Bauer . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

17

Fuentes para la historia económica en los fondos catedralicios Jorge Garibay Alvarez . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

33

Los ingresos eclesiásticos en la diócesis de Guadalajara en 1708 Thomas Calvo . . . . .

47

Comentarios de Jorge Silva . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

59

Crédito y usura en el pensamiento de los doctores escolásticos (siglos XVI-XVII) Francisco Gómez Camacho . . . . . . . . . . . . . . .

63

La Iglesia y el crédito comercial en la Nueva España en el siglo XVI John F. Schwaller . . . . . . . .

81

Comentarios de Brian Connaughton

95

Aproximación al crédito eclesiástico en el siglo XVI en la ciudad de México María del Pilar Martínez López-Cano . . . . . . . . . . . .

101

La capellanía en la economía de Michoacán en el siglo XVIII María Isabel Sánchez Maldonado . . . . . . . . . . .

119

El declive del crédito eclesiástico en la región de Puebla, 1800-1847 Francisco Javier Cervantes Bello

131

Comentarios de Alfonso W. Quiroz .

149

314

IGLESIA, ESTADO Y ECONOMíA

El arrendamiento de inmuebles urbanos como fuente de ingresos de los conventos de monjas de la ciudad de México, hacia 1750 Gisela von Wobeser . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . ..

153

La conformación de la propiedad urbana conventual en Puebla. El siglo XVIII Rosalva Loreto López . . . . . . . . . . . . . . . . . .

167

La desamortización y su influencia en la estructura de la propiedad. Ciudad de México, 1848-1864 María Dolores Morales

179

Comentarios de Leonor Ludlow

205

SEGUNDA PARTE: LA IGLESIA y LAS FINANZAS ESTATALES

Una revolución eclesiástica en España, 1750-1850: El papel de la Iglesia y las finanzas estatales entre el antiguo régimen y el liberalismo William J. Callahan . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . ..

211

Las corporaciones religiosas en los empréstitos negociados por el Consulado de México a fines del siglo XVIII Guillermina del Valle Pavón. . . . . . . . . . . . . . . . ..

225

La Iglesia y la Corona: La bancarrota del gobierno de Carlos IV y la Consolidación de Vales Reales en la Nueva España Carlos Marichal . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 241 Las arcas de la Iglesia al servicio de la guerra contrainsurgente: Puebla, 1810-1812 Cristina Gómez Álvarez . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

263

Crédito de origen eclesiástico y deuda pública colonial en el Perú, 1750-1820 Alfonso W Quiroz . . . . . . .

275

Comentarios de Brian Connaughton

289

Comentarios de William J. Callahan

293

Conclusión y reflexiones finales Asunción Lavrin . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . "

295

Iglesia, Estado y economía, siglos .\VI al XIX editado por el Instituto de Investigaciones Históricas, UNAM, se terminó de imprimir en Mendoza Impresores el día 28 del mes de diciembre de 1995. La composición, realizada por Caligrafía Digital, se hizo en tipo New Aster de 10:12,9:11 y 8:10 puntos. La edición, en papel Cultural de 90 gramos, consta de 1 000 ejemplares y estuvo al cuidado de Rosalba Alcaraz Cienfuegos. Tipografía: Ramón Luna Soto

PREFACIO

En los últimos años, el estudio de la riqueza material de la Iglesia y de sus conexiones con la economía en el mundo hispanoamericano ha llamado la atención de un gran número de estudiosos. Los avances que se han producido en la investigación obligan a una revisión de la multifacética actividad económica de las instituciones eclesiásticas y a profundizar en el estudio de las relaciones entre la Iglesia y el Estado, sobre todo en cuanto al apoyo que la Iglesia prestó a las finanzas estatales en el tránsito de las sociedades coloniales a las repúblicas independientes en América Latina. Fue el interés del Seminario de la Historia del Crédito y las Finanzas en México, reunir a distintos investigadores, para discutir los trabajos en curso, evaluar los problemas y analizar las nuevas perspectivas que se abrían en la investigación sobre este rubro. Fruto de este interés, fue la celebración del Coloquio Iglesia, Estado y Economía, siglos XVI al XIX,l donde se presentaron y debatieron los trabajos que se recogen en este volumen. Desde su creación en 1984, el Seminario ha desarrollado una intensa labor en el campo de la investigación. En su seno se discuten avances de investigación y se organizan periódicamente coloquios que reúnen a especialistas de temáticas relacionadas con la historia del crédito y las finanzas, y se prepara la edición de los resultados de los mismos. 2 Por otra parte, los miembros del Seminario, además de sus investigaciones particulares, han emprendido otros proyectos colectivos de investigación. 3 Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM, 29 de junio all de julio de 1994. Entre las publicaciones del Seminario, destacan: Leonor Ludlow y Carlos Marichal (editores), Banca Y 'Poder e.n México (J800-1925),México, Grijalbo, 1986; "Finanzas y política, 1780-1910",. en Historia Mexicana, XXXIX:4 (abril 1990); Pasado V presente de la deuda externa en México, México, coedición del periódico El Día y -el Instituto de Investigaciones Doctor José Maria Luis Mora, 1993; y Leonor Ludlow y Jorge Silva Riquer (compiladores), Los negocios y las ganancias de la Colonia al México Moderna, México, coedición del Instituto de Investigaciones Doctor José Maria Luis Mora e Iestituto de Investigaciones Históricas de la UNAM, 1993. 3 Proyecto de historia del crédito y de las finanzas en México, con apoyo del CONACYT (1991-1993). Entre 1994 y 1997 el Seminario, igualmente con apoyo del I

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IGLESIA, ESTADO Y ECONOMÍA

El libro que aquí se presenta, se ha dividido en dos partes. En la primera, se agrupan aquellos trabajos que analizan el papel de la Iglesia en la economía hispanoamericana, sobre todo en la época colonial. Esta sección se abre con una introducción donde se revisan los temas trabajados y los avances que se han producido en las últimas décadas sobre el papel de la Iglesia en la economía latinoamericana entre los siglos XVI y XIX. Se presentan además algunos fondos eclesiásticos y fuentes de ingreso de determinadas instituciones eclesiásticas, y se analiza el pensamiento eclesiástico en el siglo XVI en tomo de la usura y del crédito comercial, así como la participación de las instituciones eclesiásticas en el crédito (siglos XVI al XIX) y en el mercado inmobiliario (siglos XVIII y XIX). La segunda parte se dedica específicamente a la relación entre la Iglesia y las finanzas estatales. Los trabajos que se recogen en este segundo apartado, se centran entre el cambio del Antiguo Régimen y el Nuevo Régimen, y en el tránsito de la colonia a las repúblicas independientes. Esta sección se abre con un trabajo introductorio sobre lo que significó este cambio en la metrópoli, las implicaciones económicas, políticas y sociales que las reformas liberales del siglo XIX tuvieron en la estructura de la Iglesia española del Antiguo Régimen. A continuación se analiza el apoyo que la Iglesia dio a las finanzas metropolitanas y la conexión entre crédito de origen eclesiástico y deuda pública en México y en Perú. Aunque la mayoría de los trabajos se refieren a México, la inclusión en ambas secciones de trabajos sobre España y América Latina permite insertar la actividad y el pensamiento económicos de la Iglesia dentro del contexto del imperio español. El volumen incluye también los comentarios que siguieron a las ponencias que se debatieron. A través de ellos, el lector puede reconstruir una parte de las discusiones de las mesas de trabajo, y encontrar otras sugerencias para futuras investigaciones. Los trabajos que se ofrecen en este volumen se centran en el análisis del papel de la Iglesia en la economía de los siglos XVI al XIX. Sin desdeñar la actuación de la Iglesia en otros campos, y sin olvidar el objetivo espiritual que guiaba a las distintas instituciones eclesiásticas, el análisis de la participación de la Iglesia en la economía resulta necesario y contribuye a una visión más global del papel que le cupo a esta institu-

CONACYT, elaborará un diccionario histórico sobre términos económicos, catalogará distintas fuentes, apoyará la realización y conclusiórt de investigaciones particulares de sus miembros y organizará tres coloquios internacionales.

PREFACIO

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ción en las distintas facetas del transcurrir material y espiritual entre los siglos XVI al XIX. Quiero, por último, agradecer la ayuda a las personas e instituciones que hicieron posible este trabajo. Al Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM y a su directora, Gisela von Wobeser, por las amplias facilidades que ofrecieron para la realización del evento, así como por el apoyo que prestaron para su celebración; al Consejo Nacional para la Ciencia y Tecnología (CONACYT), a la Dirección General de Intercambio Académico de la UNAM y a la Dirección de Servicios Auxiliares para Apoyo a la Comunidad de la UNAM, por la ayuda económica y apoyo material que ofrecieron para celebrar el mismo. A los miembros del Seminario de Historia del Crédito y las Finanzas en México, quienes brindaron todo su apoyo para la celebración del encuentro, en especial a sus coordinadores -Leonor Ludlow y Carlos Marichal-, y a Francisco J. Cervantes Bello, quien fue el impulsor del coloquio y contribuyó de manera destacada en la preparación y organización del mismo. Por último, mi más reconocida gratitud a Patricia Moisén, Miriam Izquierdo, Teresa Ambriz y Yolanda Aguilar, quienes, con su trabajo y dedicación, hicieron viable la celebración del coloquio y, por tanto, del libro que aquí se presenta. MARÍA DEL PILAR MARTÍNEZ LÓPEZ-CANO

IGLESIA, ECONOMíA Y ESTADO EN LA HISTORIA DE AMÉRICA LATINA

ARNOLD

J. BAUER

Introducción Durante las últimas dos décadas, más o menos, nuestra comprensión de la relación entre Iglesia, Economía y Estado se ha profundizado y muchos de los responsables están presentes en esta sala. 1 Tenemos algo que celebrar. Además, muchos de ustedes tienen proyectos en curso y durante los próximos tres días presentarán los resultados de sus nuevas investigaciones. Constituye mi intervención, entonces, un cierto salto a lo desconocido. Quisiera presentar un breve resumen de las problemáticas que han guiado la investigación hasta ahora, mi impresión de los debates, y una que otra idea que pueda ser de interés. Hay un viejo cuento de un profesor que, hace algunos años, dictaba cátedra sobre la naturaleza del sistema solar. Mientras describía cómo los planetas giraban alrededor del Sol y explicaba detalladamente las fuerzas gravitacionales que mantenían a la Tierra en el espacio, fue interrumpido por una señora sentada unas filas atrás: "¡No señor!, usted se equivoca, la Tierra no gira en órbita, reposa sobre la espalda de una tortuga". "¡Ajá!", repuso el profesor, "pero, ¿en qué reposa la tortuga?" "Sobre la espalda de otra tortuga", dijo la señora, e insistió el profesor, "¿sobre qué cosa reposa esa tortuga?" "Ahora le pillé, profesor; hay tortugas hasta el fondo". Hace unos 20 ó 25 años, nuestra comprensión de la relación entre la Iglesia y las otras instituciones en la sociedad colonial, era, por igual, parca y simplista. Todos éramos conscientes del heroico esfuerzo evangelizador -tema también de duras críticas en los últimos años-, los logros en salud, educación y beneficencia, y la influencia del clero en el control social. Sin embargo, su interrelación con la economía quedaba por investigar. La noción de Lucas Alamán de que la Iglesia era dueña 1

al

Conferencia inaugural dictada en el Coloquio Iglesia, Estado ~' Economía. siglos X\'I 29 de junio de 1994, México, Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM,

XIX,

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IGLESIA, ESTADO Y ECONOMíA

de la mitad del territorio agrícola de México o el discurso liberal en cuanto a la naturaleza parásita del clero regular, se repetía por todas partes. Pero, paulatinamente, se sentía el impacto de la nueva investigación llevada a cabo por estudiosos de varios países. El estudio sobre los jesuitas ofrece un buen ejemplo. Aunque es cierto que Fran90is Chevalier y Jean-Pierre Berthe habían indicado la importancia del latifundio jesuita en México, y tuvimos también el trabajo de Magnus Momer en la región del Río de la Plata, eran éstos casi los únicos estudios que existían. 2 Desde aquel trabajo pionero, las indagaciones de James Riley, Herman Konrad, Ursula Ewald y de todo el equipo alemán del proyecto Puebla; Hermes Tovar, 'en México; Germán Colmenares, Pablo Macera y Cushner, en los Andes; Gustavo Valdés Bunster, en Chile, y muchos otros, revelaron la extensa empresa agrícola, la predilección jesuita por la mano de obra esclava, y la importancia de los múltiples colegios esparcidos por toda América respaldados por sus haciendas. 3 Ahora vemos que esta Orden era dueña de más de cuatrocientas grandes haciendas en México, en Perú, Ecuador, Colombia y Chile que valían unos 20 000 000 de pesos; controló la Orden al menos 10 por ciento de toda la tierra agrícola en el Ecuador, miles de esclavos negros, incluyendo unos 5 000 en el Perú y 1 600 en una sola fazenda brasileña. 4 La relación entre los jesuitas y el estado colonial era 2 Fran~ois Chevalier, La fonnación de los grandes latifundios en México, México, 1956, p. 188-198; Jean Pierre Berthe, "Xochimancas. Les travaux etlesjours d~s une 'hacienda' sucriere de Nouvelle Espagne au XVII sü!cle", Jahrbuch fur Geschichte von Staat, Wirtschaft wzd Gesellschaft Lateinamerikas, vol. 3 (1966); Magnus Morner, The Political and Economic Activities of the Jesuits in the Rio de la Plata Region: The Hapsburg Era, Stockholm, 1953. 3 James D. Riley, Hacendados Jesuitas en México: El Colegio Máximo de San Pedro y San Pablo, 1685-1767, México, 1976; Herman Konrad, A Jesuit Hacienda in Colonial Mexico: Santa Lucia, 1576-1767, Stanford, 1980; Ursula Ewald, Estudios sobre la hacienda colonial en México: las propiedades rurales del Colegio del Espíritu Santo en Puebla (traducido del alemán por Luis Cerna), Wiesbaden, 1976; Hermes Tovar Pinzón, "Elementos constitutivos de la empresa jesuita en la segunda mitad del siglo XVIII en México", en Enrique Florescano (editor), Haciendas, latifundiqs y plantaciones en América Latina, México, 1975; Pablo Macera, Mapas coloniales de haciendas cuzqueñas, Lima, 1968 e Instrucciones para el manejo de las haciendas jesuitas del Perú, Lima, 1966; Germán Colmenares, Haciendas de los jesuitas en el Nuevo Reino de Granada, siglo .\VIII, Bogotá, 1969; Nicolas Cushner, Lords of the Land: Sugar, Wine and Jesuit Estates of Coastal Peru, 1600-1767, Albany, NY, 1980; Famz and Factory: The Jesuits and the Development of Agrarian Capitalism in Colonial Quito, 1600-1767, Albany, NY, 1982; Y Cattle Kingdoms and Colleges: The Jesuits al1d the Agrarimz Develop11lent of Colonial Argentina, 1650-1767, Albany, 1984; Gustavo Valdés Bunster, El poder económico de los jesuitas en Chile, 1593-1767, Santiago, 1985. 4 A. J. Bauer, "Jesuit Enterprise in Colonial Latin America: A Review Essay", Agricultural History, 57: 1 (January 1983), p. 90-104.

IGLESIA, ECONOMíA Y ESTADO EN LA HISTORIA DE AMÉRICA LATINA

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también impresionante. Los jesuitas buscaban ejercer influencia no sólo en las capitales virreinales sino también en Madrid y en Roma. Prestaban dinero a sus aliados políticos para que pudieran adquirir puestos oficiales en la burocracia e incluso mantenían de manera permanente, en la gran hacienda de Santa Lucía, alojamiento para los virreyes de México. El resultado se puede ver en las inevitables riñas sobre los impuestos, o los derechos de tierra o agua. Además, lograron los jesuitas evadir el pago del diezmo por más de un siglo, y si, por ejemplo, los pueblos de indios salían con éxito de sus pleitos en los juzgados de primera instancia, casi siempre perdían si los jesuitas apelaban el fallo en la Audiencia o en el Consejo de Indias donde los buenos padres asiduamente cultivaban amigos poderosos. 5 Siempre que los jesuitas podían mantener su influencia en lo:., centros imperiales fueron intocables en las provincias, así fue hasta que los Barbones súbitamente les retiraron su apoyo y, entonces, sin aliados en la corte, toda la organización de la Compañía, tan cuidadosamente construida, se desvaneció, casi de la noche a la mañana, como se podría decir también del antiguo presidente Nixon: fue la historia de un ascenso desde un comienzo humilde hasta el desastre completo. Así que la historia de la empresa jesuita en América ha sido cada vez más explorada. Estas indagaciones no sólo permiten conocer mejor a la Compañía sino que también proveen un mejor entendimiento de la economía colonial en general. De hecho, la mayor parte del universo de la historia agraria colonial que ahora conocemos reposa no sobre un montón de tortugas, sino sobre los archivos jesuitas que han sido guardados y mejor preservados que los de los hacendados privados. 6

La Iglesia en la economía

Hablar de uno de los poderosos ramos de la Iglesia nos recuerda que no debemos imaginar una sola /lIglesia" sino varias agencias -muchas veces conflictivas entre sí- de la Iglesia castellana en las Américas.? Desde sus inicios en el siglo XVI hasta el XVIII tardío, cuando la Herman Konrad, A Jesuit Hacienda ... , op. cit., p. 155. Hay varios estudios de las propiedades de las otras órdenes; véanse, por ejemplo, Stuart Schwartz, "Los benedictinos en el Brasil colonial", en A. J. Bauer (coordinador), La Iglesia en la economía de América Latina, siglos .\'V/alx/x, traducción de Paloma Bonfil, México, Instituto Nacional de Antropología e Historia, 1986; Manuel Burga, De la encomienda a la hacienda capitalista, Lima, 1976; Antonio Rubial García, El convento agustino y la sociedad novohispana (1533-1630), México, UNAM, 1989. 7 Antonio Rubial García, El convento ... , op. cit., p. 84-108. 5

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corona borbónica empezó a restringir los recursos eclesiásticos, estas agencias, respaldadas por el Estado, habían construido una vasta organización económica que alcanzó hasta el más remoto rinconcito, desde un palacio señorial limeño hasta la más alejada doctrina serrana. Los ingresos·incluían no sólo el diezmo para los seculares sino también las cuotas que se cobraban por bodas, bautismos, los "servicios y raciones" -o sea, el servicio doméstico, las gallinas y huevos, fanegas de maíz o trigo-, que exigía todo doctrinero. Existían además los legados y regalos, o sea casas, esclavos, réditos que se percibían de préstamos y obras pías, más la extensa red de capellanías y censos con los cuales gravaba la elite colonial sus propiedades para garantizar dotes para una hija en el convento, o misas y aniversarios. 8 Es difícil llegar a una cifra global cuantitativa sobre la exacción fiscal que pesaba sobre la economía colonial. El estudio de David Brading para el obispado de Michoacán en los años 1780, muestra que en un solo año, el de 1787, el diezmo produjo unos 334 000 pesos; los réditos de capellanías, 147 000 pesos, y las limosnas y cuotas clericales aproximadamente el valor del diezmo. 9 Más adelante tenemos una ponencia de la maestra Sánchez Maldonado que, sin duda, contribuirá al estudio de este tema. De todos modos, si aceptamos las cifras demográficas que ofrece Claude Morin, el gravamen eclesiástico sólo en estas tres categorías, era más de cuatro pesos por familia, más que el tributo. lO Brading termina diciendo que "de la producción agrícola de toda una región se le exigían impuestos para mantener la celebración litúrgica diaria ... se gastaban unos 3 250 pesos sólo en velas".11 Es arriesgado generalizar estas cifras para toda la América española ya que la Iglesia era mucho más rica en México que en otros reinos, hecho que se constata en las cantidades extraídas en los años de la Consolidación de los vales reales (1804-1809). Ya mencioné las capellanías, pero éstas representaban sólo una de varias obligaciones destinadas al clero secular y regular. El pequeño partido de Cholula, por ej~mplo, tenía haciendas, ranchos y molinos tasados en 788 000 pesos y afectos a una deuda de 550 000, casi el 700/0. 8 A. J. Bauer, "The Church in the Economy of Spanish America: Censos y Depósitos in the Eighteenth é:l.nd Nineteenth Centuries", Hispanic American Historical Review, vol. 63 (1983), p. 707-734; Adrian C. van Oss, Catholic Colonialism: A Parish HistoryofGuatemala, 1524-1821, Cambridge, 1986, p. 85-88. 9 David Brading, "El clero mexicano y el movimiento insurgente de 1810", en A. J. Bauer (compilador), La Iglesia ... , op. cit., p. 136-137. 10 Claude Morin, Michoacdn en la Nueva España del siglo J..'V1II, México, 1979, p. 137-139. 11 David Brading, "El clero ... ", loe. cit., p. 136.

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En Tlaxcala, la cifra comparable es de 420/0, y el trabajo recién publicado de Garavaglia y Grosso indica que varias haciendas estaban gravadas hasta por dos tercios de su valor. Con razón Félix Calleja, subdelegado de Aguascalientes, concluyó que "las obligaciones sobrellevadas por las propiedades son superiores a lo que éstas valen y los intereses suman más de lo que éstas producen, de tal manera que los propietarios son en realidad administradores de los ingresos de otros". Así es que la Iglesia realmente era dueña de la mayor parte del campo, pero no necesariamente de la manera que creyeron don Lucas Alamán y los liberales un poco más tarde. 12 Otras investigaciones demuestran que la Iglesia también era dueña de propiedad urbana. Dolores Morales indica que 47 % del total de propiedades en la ciudad de México, al final de la colonia, pertenecían a la Iglesia. 13 Aunque parece ser que los novohispanos fueron más entusiastas y más adinerados que sus contemporáneos en Perú o Colombia, de hecho todos los fieles desde Coahuila a Chiloé, se esforzaron en apoyar a la Iglesia. Si sumamos diezmos, legados, cuotas, réditos, rentas de tierras y casas, ingresos de cofradías, las cantidades incalculables de ración y servicio, es obvio que la Iglesia ejercía una formidable fuerza económica en la sociedad colonial latinoamericana. Ahora bien, ¿qué hizo la Iglesia con tantos recursos? Al igual que en la sociedad, su distribución fue desigual. De los 334 000 pesos recaudados por diezmos en Michoacán, por ejemplo, el obispo recibió, como parte suya, 88 000 pesos, mientras un extendido "proletariado clerical" esparcido por las más remotas regiones de Michoacán, recibía ingresos miserables. 14 Von Humboldt, muy consciente de la opulencia de la Iglesia europea, quedó impresionado por el estilo principesco de los obispos mexicanos. Sabemos también que se invertía mucho en hospitales, hospicios, casas de recogidas, educación -tareas que hoy día son cumplidas por los ministerios de salud, educación y beneficencia. Los jesuitas, como sabemos, financiaron con sus ingresos imponentes prestigiosos colegios por

12 Manuel de Flon, "El crédito agrícola en el partido de Cholula de la Intendencia de Puebla en 1970", edición de Luis Chávez Orozco, México, 1955; Haciendas y ranchos en Tlaxcala en 1712 (introducción ypaleografía por Isabel González Sánchez, México, 1969; Juan Carlos Garavaglia y Juan Carlos Grosso, "Mexican Elites of a Provincial Town: The Landowners of Tepeaca (1700-1870)", Hispanic American Historical Review, 70: 2 (May, 1990), p. 266. 13 María Dolores Morales, "Estructura urbana y distribución de la propiedad en la ciudad de México en 1813", Historia Mexicana, xxv:3 (enero-febrero 1976), p. 363-402. 14 Alexander von Humboldt, Ensayo político sobre el reino de Nueva España, México, 1984, p. 84-85; David Brading, "El clero ... ", ep. cit., p. 137.

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toda América junto con las doctrinas desde la Pimería Alta. hasta Arauco. 15 Si comparamos las inversiones de la Iglesia con las del Estado, vemos que muy poco de lo que se extraía en concepto de tributo, alcabala~ rentas del tabaco, nieve, quinto real, donativos, etcétera, fue reinvertido en la colonia, salvo en las grandes construcciones de Cartagena de Indias, San Juan, La Habana y uno que otro edificio oficial. La mayoría abrumadora de las extracciones de la Corona fue remitida a la metrópoli. Hay que recordar que los consulados de Veracruz y México pagaron el costo del camino entre esos dos puntos; las municipalidades financiaron las alhóndigas; el Cuerpo de Minería suministró los fondos para su edificio en Tacuba (donde hace siglos iba yo a los bailes anuales cuando albergaba la facultad de Ingeniería). Dice Humboldt que en un solo año, el de 1803, pagó el Cuerpo 120000 pesos. 16 Como sabemos también, muchos empleados de la burocracia real no percibían salario, sino que compraban el oficio y reembolsaban al prestamista (a menudo la Iglesia) a través de impuestos o de ganancias del comercio, como en el caso del infame reparto de mercancías en los Andes. Hasta el último tercio del XVIII, se gastó poco en fuerzas armadas o policía. En cambio, la Iglesia invertía casi todo su capital en las Indias; aparte de los gastos que efectuaba en los ramos de salud, educación y beneficencia, era dueña de minas, obrajes, viñas y haciendas azucareras. En algunas regiones, como por ejemplo en Nicaragua en el siglo XVII, había poca actividad más allá de la subistencia, salvo la que giraba alrededor de la Iglesia, promovida por su política de impuestos y redistribución. Sobre todo, la Iglesia promovía un programa excepcional de construcción. No tenemos cifras globales para la cantidad invertida en catedrales, palacios episcopales, conventos o parroquias, aunque algunos -entusiasmados por la fe cuantitativa- han tratado de medir los edificios y llegar a una cifra por metros cuadrados, tal como calculan hoy día los contratistas el costo de nuestras modestas casas. 17 Aunque varios conventos e iglesias desaparecieron, sobre todo en los primeros años de la república, aún quedan abundantes pruebas de ese afán de

15 A. J. Bauer, "Christian Servitude: Slave Management in Colonial Spanish America", en Agrarian Society in History. Essays in honor of Magnus Momer, London, 1990, p. 89-107. 16 Claude MOlin, Michoacán ... , op. cit., p. 139; Alexander von Humboldt, Ensayo ... , op. cit., p. 85. 17 Van Oss hizo un esfuerzo en Inventory of 861 Monuments of Mexican Colonial Architecture, Amsterdam, 1978.

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construir. Este proyecto que, iniciado en los primeros años de la conquista" culmina en el siglo XVIII, empleaba a miles de albañiles -desde Coahuila hasta Chile, pagados casi siempre a los mágicos dos reales al día-, después de que los sistemas de encomienda y el repartimiento ya no estaban de moda.1 8 Se requerían innumerables carpinteros, vidrieros, artistas, herreros, miles de carretas, mulas, ropa, comida y cuero. En la parroquia común y corriente de San Miguel el Grande, por ejemplo, trabajaron entre 25 y 30 peones, cinco días a la semana, por dos años. 19 Kubler revela que más de 6 000 indios fueron asignados en cuatequitl-lO tumos de 60 personas en cada uno- en otro proyecto. En este sentido, la Iglesia funcionaba como un moderno ministerio de defensa o de guerra. Con la ayuda del Estado, la Iglesia en aquel entonces, tanto como el Pentágono ahora, generaba enormes presupuestos. Sus inversiones crearon una fuerte demanda de materiales y de trabajadores. Cuando la condesa de l~ Selva Nevada propuso fundar un convento de carmelitas en Querétaro, a fines del XVIII, su procurador le indicó a la Corona -a la cual, por supuesto, tenía que pedir permisono sólo que "las oraciones de estas vírgenes que están continuamente alabando a Dios, Nuestro Señor, y rogándole por la salud espiritual de los fieles son muy poderosas para con su Divina Majestad y de su mayor agrado", sino también que en el empleo que se generaría en su construcción, "el dinero que se gaste en su fábrica y materiales quedará en los n artesanos y trabajadores de eUa • 20 Es un argumento enteramente familiar al Departamento de Relaciones Públicas de la Lockheed Corporation, la que fabrica nuestros cohetes y aviones de caza. Finalmente el objetivo es comparable: en los dos casos -tanto el Pentágono como la Iglesia colonial-los enormes recursos económicos se emplearon con un propósito espiritual: las oraciones carmelitas y los submarinos nucleares estaban destinados a alejar al diablo. Ya para el siglo XVIII, la Iglesia, que había logrado la prodigiosa obra de evangelización no sólo en los centros de Mesoamérica y los Andes sino también entre la población indígena esparcida por toda América, dio la espalda al campo y se alió con la elite colonia1. 21 Fue el caso tanto de seculares como de religiosos. Los dueños de propiedades, los



18 Antonio Rubial García, "Santiago de Ocuituco: La organización económica de un convento rural agustino a mediados del siglo xv(, Estudios de Historia Novohispana, vol. VII, 1981, p. 2-28; George Kubler, Mexican Architecture in the 16th Century, New Haven, 1948, capítulo 4. 19 AGN, Iglesias, tomo 1, f. 86. 20 AGN, Templos y conventos, 18, f. 160. 21 Asunción Lavrin, "El capital eclesiástico y las elites sociales en Nueva España", Mexican Studies/Estudios Mexicanos, 1:1 (Winter, 1985), p. 1-2~.

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mineros y comerciantes, se esforzaron en apoyar a la Iglesia a cambio de préstamos, sermones desde el púlpito en caso de tumulto o alboroto, y educación para sus hijos e hijas. En las últimas décadas de la colonia, esta alianza entre terratenientes y clero se hizo más estrecha como reacción a la expulsión de la Compañía y después, a raíz de la desafortunada política de la Consolidación de los vales reales, por la cual la Corona trató de obligar a la elite a pagar el valor capital de todas las obligaciones que pesaban sobre sus propiedades. No importaba si eran préstamos o gravámenes. En una economía como la nuestra esto sería equivalente a pedir que redimiéramos los préstamos que hubiéramos recibido. Podemos imaginar el desastre. En la economía colonial fue peor ya que en muchos casos la elite ni siquiera había recibido los préstamos sino que heredó o compró propiedades cuyos dueños, en un reventón de generosidad, habían gravado con un censo o con una capellanía. El Estado español, entonces, se obligó a pagar los réditos a la Iglesia, pero a una tasa inferior a la original. En un solo golpe, la consolidación logró amenazar a dos importantes elementos en la sociedad colonial e impulsarlos hacia una alianza más estrecha. Con la independencia y el fin del control colonial, los dueños de propiedades llegaron al poder en las flamantes repúblicas e inmediatamente aparecieron tentaciones difíciles de resistir. Después de 1834 en México, 1854 en Chile, y 1855 en Perú, se abolió el diezmo obligatorio -su recolección ya no estaba respaldada por el gobierno. Por los años sesenta, casi toda la red opresiva de censos, capellanías y obras pías fue o abolida o ignorada. En efecto, la elite victoriosa había incrementado enormemente su capital, una ganancia más o menos comparable a la que nosotros realizaríamos si pudiéramos borrar nuestras propias hipotecas hoy día. Al mismo tiempo traspasaron a manos del sector privado o a veces a beneficencia, las propiedades de las diversas órdenes. Así, en el curso del XIX, el sector hacendado ocupaba el espacio creado por la ausencia de la Iglesia, un proceso que impulsó a la Iglesia a buscar amigos entre los elementos conservadores en las nuevas repúblicas. El impacto de la ofensiva devastadora contra la Iglesia en el siglo XIX ha atraído pocas investigaciones. En el Perú del año 1792, por ejemplo, había unos 3 700 eclesiásticos en una población de casi un millón, o sea uno por cada 270 personas. A mediados del XIX, hubo un eclesiástico por cada 800-1 000 personas y en 1973 (eq Lima) uno por cada 3 840. Parece que a fines de la colonia en México había unos 10 000 eclesiásticos, uno por cada 500 personas. 22 En Guatemala, los 22 Jeffrey K1eiber, La Iglesia en el Perú, Lima, 1988, p. 15-60. Alexander von Humboldt, Ensayo ... , op. cit., p. 84-85. En España en el siglo XVIII había un clérigo por cada 62 personas.

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numerosos religiosos en el siglo XVIII habían sido reducidos por los triunfantes liberales a sólo 146 en todo el país, en 1944. Obviamente los servicios de salud, educación o beneficencia proveídos por la Iglesia también fueron restringidos en el curso del siglo XIX, sin que el Estado pudiera reemplazar estos servicios.

Debates históricos La mayor parte de la investigación histórica sobre la Iglesia colonial aborda, de una manera u otra, su influencia en retardar el desarrollo económico de América Latina, no en términos del viejo debate weberiano en cuanto a la conexión entre capitalismo y protestantismo, sino en el sentido material. Así, la primera pregunta que está presente en casi toda la investigación reciente es: ¿contribuía el éxito "explotativo" a lo que antes llamábamos -y algunos aún lo llanian- el subdesarrollo? Los liberales del siglo XIX no tenían la menor duda en cuanto al tema ni tampoco la ha tenido la historiografía dominante moderna. Liberales y marxistas hemos, todos, concluido que la Iglesia no tenía una influencia económica positiva. Prueba abundante de 'ello, se podía encontrar en las políticas de desamortización en las economías republicanas ya que parece que el sector hacendado no floreció realmente hasta que los dueños pudieron liberarse de la aplastante deuda clerical en el último tercio del siglo pasado. La edad de oro para los hacendados latinoamericanos, pues, se realizaría entre 1870 y 1920, no en la "depresión" de Borah y Chevalier ni tampoco en el opulento siglo XVIII. En contra de la crítica marxista-liberal, se defendió a la Iglesia en términos sociales y culturales. Los valores cristianos ayudaban a mantener intacta la sociedad; ayudaban al control social de las clases peligrosas. 23 En los bien conocidos textos de Rodó o en algunos versos inesperados del gran poeta nicaragüense, se comparó positivamente los valores católicos espirituales con el burdo materialismo del capitalismo norteamericano. Pero a la luz de la nueva investigación, el papel de la Iglesia ya no es tan claro como antes parecía. Ha sido mucha la investigación del tipo que a Alfred Whitehead, el filósofo inglés, le gustaba llamar confusing research, o sea la investigación que confunde las categorías simplistas que tomamos como verdades eternas. Algunos estudios se han enfocado al diezmo. La mayoría de los 23 Para una reseña de varios trabajos recientes sobre la Iglesia, véase: Frederick Bowser, "The Church in Colonial Middle America: Non Fecit Taliter Omni Nationi'i, Latin American Research Review, xxv: 1 (1990), p. 137-156.

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trabajos se dedican al siglo XVIII, aunque el primer libro de Fritz Schwaller se remonta hasta los orígenes en el XVI. 24 Varios estudios recientes, como, por ejemplo, el de Medina Rubio en Puebla o el de Enrique Florescano en Michoacán y muchos otros, establecieron la capacidad de los seculares para obtener ingresos. 25 Vemos también diferencias importantes entre regiones. El diezmo en la diócesis de México alcanzó casi 750 000 pesos anuales en la década de 1780; 350000 pesos en Puebla, mucho más alto que en el Perú donde Lima rindió sólo 130 000 pesos y el Cuzco menos de 40 000. Aun tomando en cuenta que México estaba más poblado que la región andina, estas cifras jndican no sólo la riqueza agrícola de una región, sino más bien la eficacia de la Iglesia o sus contratistas en la recaudación del impuesto. 26 A veces se han confundido las dos cosas. El debate en cuanto a la riqueza eclesiástica se centró, al principio, en la tierra y resultó que la Iglesia poseía mucho menos de lo que se había pensado. En realidad, los regulares -las órdenes masculinas y femeninas- tenían más propiedad rural que los seculares. 27 Parece, en cambio, que el acceso a la riqueza del campo dependía más del control de la extensa red de censos, capellanías y obras pías que de la posesión misma de la tierra. Al principio, los censos que toda una generación de investigadores empezaban a encontrar en los archivos notariales y judiciales, fueron considerados como préstamos que tanto el Juzgado de Capellanías como los conventos habrían entregado a los hacendados. Si hubiéramos aceptado esta interpretación, la Iglesia aparecería económicamente como un banco, contribuyendo a la formación de capital y después invirtiéndolo en la economía colonial. Tal interpretación, sin embargo, nos exigió que imagináramos a un hacendado, por ejemplo, que hubiera juntado varios miles de pesos de a ocho en una bolsa de cuero, digamos para la dote de una hija, y los hubiera llevado a la puerta del convento para entregarlos a la abadesa. Tal imagen va en contra de nuestro conocimiento de la mentalidad de la clase hacendada, explicada

24 John Frederick Schwaller, The Origins of Church Wealth in Mexico: Ecclesiastical Revenues and Church Finances, 1523-1600, Albuquerque, No Mo, 19850 25 Aristides Medina Rubio, Elementos para una economía agrícola de Puebla, 15401795, Tesis doctoral, El Colegio de México, 1974; Elías Trabulse et alii, Fluctuaciones económicas en Oaxaca durante el siglo XVII, México, 1979; y las series de Morin, Michoacán ooo, opo cito 26 Ao Jo Bauer, "Introducción", en La Iglesia en la economía de América Latina ooo, opo cito, po 17-190 27 Dolores Morales, "Estructura urbana .. o", opo cito, y, por supuesto, el trabajo de Jan Bazant, Alienation of Church Wea lth in Mexico: Social and Economic Aspects of the Liberal Revolution, 1856-1875, Cambridge, 19720

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en los trabajos de Pablo Macera, entre otros, que ha demostrado que si los terratenientes tenían un fuerte principio era el de no gastar moneda salvo en casos inevitables. 28 Pagaban los salarios en ropa o comida (que los mismos trabajadores habrían producido), o en el acceso precario a una choza en la hacienda. Invertían muy poco en el casco o en la infraestructura. Sabemos que, paradójicamente, en colonias con minas de plata, la moneda era escasa. Los hacendados guardaban sus pesos para las transacciones con los comerciantes locales o ultramarinos. Otra interpretación empezaba a surgir. Parecía que los dueños de propiedades, faltando la moneda en efectivo, muchas veces sólo imponían algún censo, capellanía u obra pía sobre una cantidad nominal o ficticia de su hacienda o casa para garantizar un rédito, casi siempre a cinco por ciento en el siglo XVIII (hasta 70/0 o aun más en el XVI). En este caso, el capital no cambiaba de mano, aunque sí representaba un gravamen. El problema reposaba en el ambiguo término "censo" que podía indicar o "préstamo" o, sencillamente, "gravamen". Este problema, que puede parecer pedante o excesivamente académico, en realidad conduce a interpretaciones muy distintas no sólo en cuanto al papel de la Iglesia en la economía colonial sino también en cuanto a las mentalidades coloniales. El punto de partida en el debate en México fue la cifra de don Manuel Abad y Queipo, a fines del XVIII. Muchos mexicanos y varios estudiosos extranjeros sacaron de sus cifras, la idea de que la Iglesia era realmente activa en el negocio. de prestar dinero a interés a la elite colonial. Aceptando las cifras de don Manuel no muy críticamente, parecía que la Iglesia -la distinción entre secular y regular no se explicaba- había efectuado préstamos por valor de millones de pesos, un volumen que la hubiera convertido en el más importante banquero de la era colonial. 29 Tal interpretación hoy día es posible sólo si uno ignora los trabajos de la profesora Von Wobeser, de Germán Colmenares, de Antonio Rubial y de otros que han examinado el vocabulario y prácticas en la relación económica entre la Iglesia y los terratenientes. Particularmente útil es el estudio de la profesora Von Wobeser sobre la hacienda San Carlos Borromeo y un artículo más reciente sobre el censo consignativo;30 cualquier debate sobre la Iglesia como "banquero" o su 28 Pablo Macera, "Feudalismo colonial americano: el caso de las haciendas peruanas", Acta Histórica, 35 (Szeged, Hungary, 1971), p. 3-42. 29 Manuel Abad y Queipo, "Escritos ... ", en José María Luis Mora, Obras sueltas, México, 1963, p. 217 Y 131. 30 Gisela von Wobeser, San Carlos Borromeo: endeudamiento de una hacienda colonial (1608-1729), México, UNAM, 1980; "Mecanismos crediticios en la Nueva España: el uso del censo consignativo", Mexican Studies/Estudios Mexicanos, 5:1 (Winter 1989), p. 1-23;

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papel en la economía colonial debe tomar en cuenta estos trabajos. Y de hecho, estudiosos por toda América lo han hecho. La diferencia se nota, por ejemplo, entre el libro de Michael Costeloe, la investigación de Linda Greenow o los tempranos trabajos de Asunción Lavrin comparados con su artículo reciente sobre ItEl capital eclesiástico y las elites sociales".31 La profesora Lavrin, por cierto, es una de las pioneras -Josefina Muriel es otra- en este campo. Debo confesar que por varios años Asunción y yo intercambiamos cartas, las suyas largas, informadas y encantadoras. Si no he aprendido nada, pido perdón; no es culpa suya. Ahora, los ecos del debate que empezó en México se ven en todos los artículos y libros que se publican entre Caracas y Cuzco. No me quiero extender más o insistir en un tema que debe ser familiar a todos en esta sala, sino concluir diciendo que el problema reposaba en entender realmente cómo funcionaban los censos y las capellanías. Y resultó que fue difícil aun si uno se acercaba a los archivos con un espíritu interrogativo. Ahora se sabe que aunque la Iglesia, sobre todo los conventos femeninos, sí prestaba dinero, una gran cantidad de los "censos", que antes parecían "préstamos", eran, de hecho, Itimposiciones" hechas por dueños de propiedades que no involucraban el traspaso de dinero sino sólo la obligación a pagar réditos a la Iglesia. En esta interpretación la Iglesia parece más parásita. Su imagen de banquero se ha modificado. Al mismo tiempo tenemos un cuadro más claro de los casos donde sí se prestaba dinero. Esta actividad se ve en los estudios recientes de conventos, tales como los de Mark Zellman en Caracas, Carlos Mayo sobre los betlemitas en Buenos Aires, la profesora Catherine Burns sobre los de Santa Clara en Cuzco, el fino estudio de Antonio Rubial sobre los agustinos y los múltiples trabajos de Asunción Lavrin. 32 Todos Germán Colmenares, "Censos y capellanías: formas de ,crédito en una economía agrícola", Cuadernos Colombianos, vol. 11 (1974), p. 123-144. 31 Michael Costeloe, Church Wealth in Mexico: A Study of the Juzgado de Capellanías in Archbishopric of Mexico 1800-1856, Cambridge, Cambridge University Press, 1967; Linda Greenow, "Spacial Dimensions of the Credit Market in the 18th Century Nueva, Galicia", en David Robinson (ed.), Social Fabric and Spatial Structure in Colonial Latin America, Ann Arbor, 1979; Asunción Lavrin, "The Role of the Nunneries in the Economy of New Spain in the 18th Century", Hispanic American Historical Review, XLVI: 4 (Nov., 1966); "La riqueza de los conventos de monjas en Nueva España: estructura y evolución durante el siglo XVIII", Cahiers des Amériques Latines, vol. VIII (1973). 32 Mark Zellman, A Clarist Convent in Caracas: 1637-1874 (Ph. D. dissertation in History, University of Colorado, Boulder, Colorado, 1991); Carlos Alberto Mayo, Los Betlemitas en Buenos Aires: Convento, Economía y Sociedad 1748-1822, Sevilla, 1991; Kathryn Bums, "Apuntes sobre la economía conventual: el Monasterio de Santa Clara del Cusco", Allpanchis, n. 38 (1991), p. 67-96. La profesora Bums acaba de presentar su tesis

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demuestran que los conventos eran prestamistas importantes. Como era de esperar, el ritmo de los préstamos se aceleró en el siglo XVIII tardío. Se empezó a emplear el término "depósito irregular" y, aun, "hipoteca". No debemos olvidar tampoco que a veces era difícil obligar a los dueños a pagar los réditos del enorme volumen de deuda que gravaba sus propiedades. Es cierto que la Iglesia, en caso de pago atrasado, tenía el derecho de embargar las propiedades, forzar su venta, y muchas veces, de esta manera, adquirir casas y haciendas. Se supone, por ejemplo, que muchas de las casas urbanas en la capital novohispana -la Iglesia era dueña de casi la mitad- se adquirieron de esta manera. Al mismo tiempo las nuevas investigaciones demuestran que existían límites a la capacidad de la Iglesia a insistir en el pago de réditos atrasados, especialmente al final del régimen español y en las primeras décadas del republicano. El estudio de Garavaglia y Grosso, por ejemplo, demuestra que algunos hacendados y rancheros en Tepeaca debían diez años de réditos atrasados. 33 Se supone que el funcionamiento del sistema dependía de las condiciones locales y relaciones de poder.

Algunas explicaciones Cualquiera que sea la naturaleza de la interconexión entre Iglesia y economía, no hay duda que los habitantes de las Indias se esforzaron en apoyar a la Iglesia, especialmente con los censos, capellanías, obras pías y legados. Tenemos abundantes testimonios no sólo en los documentos y comentarios de la época, sino también en la imponente cantidad de templos y conventos aún presentes hoy en·día. En la patria de la cristiandad europea hemos quedado asombrados por las grandes catedrales de Chartres o de Burgos, los majestuosos conventos de Asissi y Avignon. Hay que recordar que fueron producto de siglos de esfuerzo en los centros, relativamente ricos, de la metrópoli. Además, muchos se erigieron en el medioevo tardío. En nuestra América, la gran ola de construcción eclesiástica, llegó en la edad anticlerical de la Ilustración, bajo condiciones de relativa pobreza. ¿Cómo se explica tanta piedad doctoral en la que ofrece información útil sobre los antecedentes europeos y españoles, más un detallado estudio de los conventos cuzqueños junto con sus ramificaciones sociales y culturales (Convents, Culture and Society in Cuzco, Peru, 1550-1865, Harvard University, Dissertation in History, 1993). Véase, también, Jorge Guevara Gil, Propiedad agraria y derecho colonial: los documentos de la hacienda Sentotis, 1543-1822, Lima, 1993, p.262-275. 33 Juan Carlos Garavaglia y Juan Carlos Grosso, "Mexican Elites ... ", op. cit., p. 266.

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barroca en la edad de Adam Smith? ¿Cómo se explica que un esforzado empresario como, por ejemplo, Antonio de Obregón o Josep de la Borda, hubieran invertido sus millones en las maravillas de La Valenciana o de Santa Prisca? ¿Cómo fue posible que los jesuitas invirtieran más de dos millones en las joyas barrocas que son las iglesias de la Compañía en Quito y en Lima? Y, llegando al punto álgido de esta discusión, ¿cómo se explica que los propietarios novohispanos, peruanos, quiteños, etcétera, tan dedicados a la búsqueda de ingresos y riquezas, hubieran gravado sus casas y haciendas a tal grado que hasta el 60 ó 700/0 de su valor se destinase a la Iglesia? O bajando a un nivel más humilde de la sociedad colonial, ¿cómo se explica que todo lo acumulado por un pobre pueblo de indios se gastase en un exuberante y glorioso reventón en una fiesta en honor del santo local? Quizás estas preguntas sólo puedan surgir en la mente de un apóstata, de un representante de una sociedad capitalista que no puede escaparse de su herencia puritana. Pero, de hecho, la pregunta se les ocurrió a varias personas en el siglo XVIII también. Una explicación se puede buscar en la antropología del consumo en la cual todos los bienes tengan las características de "utilidad" y de "identidad". Sin dudar de la admirable piedad de nuestra condesa de Selva Nevada, podemos ver que el legado a los carmelitas también fortaleció su honra, sirvió como una seña visible de su status en la sociedad colonial. Se puede suponer que tales consideraciones motivaron otros legados, obras pías, aniversarios y, consecuentemente, muchos de los gravámenes, censos y capellanías que cubrían como una frazada sofocante la rentabilidad del campo colonial. Las misas, los sacramentos, las fiestas son todos ''bienes'' que se consumen y todos, como sabemos, constituyen indicaciones de identidad social y política. Si existen en una sociedad colonial divisiones bien marcadas entre clase, raza y etnia -el caso de Kenia bajo el imperio británico, o incluso de los Estados Unidos en el siglo XVIII (casi no reconocemos el hecho de mestizaje, no existe en nuestro "discurso", salvo en "zonas latinas" como New Orleans, por ejemplo)- no es tan importante establecer la identidad a través del consumo, ya que nadie puede confundir a un criollo como. Jorge Washington con un negro africano ni tampoco a un campesino cuáquero con un algonquino. Pero, según lo entiendo, en América Latina, aquellas divisiones llegan a ser borradas con el largo proceso de mestizaje. Si añadimos la ambigua relación entre los españoles europeos y americanos, entendemos por qué tantas personas se sentían precarias y ambiguas socialmente y de ahí la tentación de demostrar o crear -"construir"- el status a través del consumo. Garavaglia y Grosso, en su estudio de la elite poblana, no dudan en que los terratenientes fueran

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"racionales" en la administración de sus haciendas, pero, sin embargo, "se esforzaban no en hacer fortuna sino en gastarla para mantener los valores que consideraban fundamentales".34 Éstos significaban no sólo una posición social prominente sino también la piedad religiosa, dos cosas inextricablemente unidas en la mentalidad colonial. Cualquier discusión, entonces, de las intensas conexiones entre Iglesia, economía y Estado debe buscar explicación no sólo en las relaciones económicas y políticas, sino también dentro de la cultura en la cual estaban encajadas. Siguiendo con el tema del consumo, también podemos ver que los conquistadores cristianos o, quizás, los cristianos conquistadores, imponían pautas o patrones de consumo, por todos los lados, en la nueva sociedad~ Se exigían varios bienes nuevos. Aparte del "reparto forzado", de los sacramentos que daban sentido espiritual a la vida cotidiana y conllevaban la imposición de capellanías, aniversarios, más la moneda sonante para las cuotas clericales, la cristiandad también implicaba cambios profundos en la vida material. Pan de trigo, vino y velas son tres obvios compañeros de la fe, pero la Iglesia también estimulaba específicos platos para específicas fiestas, tenía reglas estrictas para la ropa con que se vestían los curas y las monjas y, además, insistió en el vestido modesto para los conquistados. 35 Y, sobre todo, como ya hemos visto, la cristiandad cambió rápidamente y para siempre el paisaje rural con la construcción masiva de conventos y parroquias que traían al campesinado indígena a los nuevos pueblos, donde se acostumbraba el consumo de uno que otro artefacto de origen europeo y sobre todo a tomar. Los domingos, designados días de descanso, más los innumerables días de fiesta en el calendario cristiano, proveían maravillosas oportunidades para emborracharse. La Iglesia llegó a ser un gran productor de vino y aguardiente en el Perú, por ejemplo, mien"tras lanzaba invectivas contra la embriaguez de los indios. 36 Y ya mencionamos las grandes construcciones eclesiásticas que devoraban piedra labrada, vigas y tablas, vidrio, hierro, la plata y el oro, y ofrecían empleo a miles de peones y artistas. Éstas son, entonces, unas reflexiones en cuanto a las relaciones entre la Iglesia, la economía y el Estado. Dentro del cuadro n1ás extenso de la sociedad occidental, vemos que estas relaciones se desarrollaban en forma distinta y de manera retrasada al proceso que se seguía en la patria europea del capitalismo y de la cristiandad. Es otro ejemplo de Ibidem, p. 292 (subrayado en el original). Charles Gibson, The Aztees U/1der Spal1ish Rule, Stanford, 1964, p. 366. 36 William Taylor, Dril1kil1g, HO/Ilicide a/1d Rebelliol1 il1 Colol1ial Mexieal1 Villages, Stanford, 1979, p. 28-72. 34

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las varias épocas históricas, presentes al mismo tiempo, en los imperios atlánticos. Imagino que debemos recordar una vez más que hay que entender la historia de América Latina en sus propios términos en vez de exigir que siga el horario histórico del occidente, como hicimos con todas aquellas "transiciones al capitalismo" que se suponía debían ocurrir a un ritmo fijo. Creo también que un enfoque comparativo es útil. Resulta que por las divisiones impuestas por siglos de control colonial y neocolonial, los historiadores chilenos, peruanos o mexicanos aún escriben dentro de sus propias tradiciones históricas. En esta presunta edadpost-TLC, sería bienvenido un mercado de investigación más amplio que empleara análisis comparativos no sólo entre las distintas regiones americanas sino también tomando en cuenta la rica historiografía de la Iglesia-de las Iglesias del viejo mundo. Finalmente, ¿qué ha pasado con todas aquellas tortugas? Ya que vivimos en un mundo no sólo post-TLC sino también postmoderno, imagino que debemos recordar que tanto el esquema de Galileo como el explicativo montón de tortugas son meras "construcciones".

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JORGE GARIBAY ÁLVAREZ

Introducción El tema que consideraré cuanto más complejo es, tanto más atrayente se presenta. En esta participación deseo exponer tres puntos que estructuran el tema: a) la Iglesia como sociedad que si bien busca el fin espiritual de sus fieles está capacitada para obtener y administrar bienes temporales; b) considerando que los eclesiásticos son los sujetos que acumulan parte importante de los bienes, trataré los diversos tipos de bienes que disfrutan los eclesiásticos y que son parte de la economía de la Iglesia; c) finalmente, me abocaré a los fondos catedralicios, importantes acervos en los que se hallan las piezas documentales que registran los actos administrativos pecuniarios que realiza la Iglesia y que son fuentes importantes para hacer historia económica eclesiástica. Anoto también, como conclusión, que, una vez que se percibe lo valioso de estos documentos, el investigador se encuentra con la dificultad de consultarlos y apunto que ese escollo puede ser superado cuando el investigador y el eclesiástico, custodio legítimo de los documentos, pongan conjuntamente algo de su parte y an1bos se concedan un buen grado de confianza. La Iglesia ha sido una sociedad dedicada principalmente a los asuntos espirituales, pero también se ha ocupado de administrar bienes materiales. Considerar a la Iglesia como organismo que administra lo espiritual, sin posibilidades de adquirir y adnlinistrar bienes económicos, es desconocer la naturaleza y la historia de la misma Iglesia. Los creyentes católicos al rezar el Credo dicen en el aI1ÍCulo noyeno de esta oración: "Creo en la iglesia católica, la comunión de los santos". Esto significa para ellos que Cristo fundó en la tierra una sociedad espiritual y visible llamada Iglesia y que todos los que pcrtenecen a ella están en comunicación entre sí. Son tres elementos indispensables

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para considerarla sociedad; primero, la integran innumerables individuos: los bautizados; segundo, cuenta con una meta y medios precisos para alcanzar ese fin que es la salvación eterna de sus miembros; tercero, los medios que emplea son la fe, los sacramentos, las autoridades y pastores y los bienes materiales, entre otros más. A la sociedad se le adjetiva con lo espiritual, refiriéndose a la Iglesia, porque a diferencia de otras sociedades cuyos fines son terrenos, el fin de la Iglesia es sobrenatural y eterno. Éste se alcanza siempre y cuando la Iglesia cuente con medios adecuados, entre los que están presentes, los bienes materiales y las acciones administrativas y económicas. La sociedad eclesial cuenta, desde hace muchos siglos atrás, con una sólida estructura administrativa en la que todo acto económico tiene cabida y, en el mayor número de los casos, permanece registrado en documentos que más tarde forman los valiosos acervos documentales de la Iglesia Católica. Consideraré algunos tipos de documentos que se hallan principalmente en los archivos catedralicios, los cuales reflejan el quehacer administrativo-económico de la Iglesia.

Hacia una organización administrativa La Iglesia, aunque se dedique primordialmente a la administración de los bienes espirituales, siempre ha considerado que como sociedad tiene derecho también a poseer y administrar bienes materiales. Esta idea la finca en saber que como sociedad, regida por sus pastores, en el ejercicio del culto externo, requiere de los bienes materiales. Sabe que una sociedad de tal índole no puede subsistir ni tampoco puede alcanzar sus fines propuestos cuando le faltan bienes y derechos útiles con los que pueda promover los gastos y expensas necesarios. La Iglesia desde su origen poseyó bienes por derecho propio. Jesucristo, su fundador, tuvo su erario o caja común que el Evangelio llama loculus y de donde se echaba mano para subvenir a las necesidades de los apóstoles, los discípulos y los pobres. l Otro indicador de la administración económica eclesial la observamos cuando en la historia de la Iglesia se ve que los fieles, recién convertidos al cristianismo vendían sus bienes y ponían el precio a disposición de los apóstoles para que de ese común depósito se proveyese a las necesidades de todos. 2

I 2

Cfr. Juan 12,6 Y Marcos 6, 37. Cfr. Acta Apostolorum 2, 44 Y 4, 24.

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Sabemos también que los obispos, sobre todo, y demás varones eclesiásticos consideraban como deber religioso hacer erogaciones considerables de sus propios bienes para aumentar el fondo de la Iglesia y de esta manera poder proveer no sólo los gastos del culto divino sino también a las necesidades de sus ministros y de los pobres. Los monjes, clero regular de la Iglesia, tuvieron como principio existencial ora el labora, es decir, fecundizaban los campos con su propio sudor y usaban y vendían sus cultivos y de esta forma subvenían a sus necesidades y a las de otros indigentes. Lo que restaba se ahorraba y así se formaban riquezas de los monasterios, organismos eclesiales incorporados a la Iglesia Universal. Desde sus orígenes, la Iglesia tuvo bienes; éstos fueron aumentando paulatinamente y, como consecuencia, la misma Iglesia se fue organizando cada vez mejor para administrar sus posesiones y bienes materiales, creando una sólida red administrativa- económica desde la curia romana hasta la curia parroquial, 3 pasando por las capillas y congregaciones religiosas. Los concilios se ocuparon de marcar normas y asentaron criterios para una conveniente administración de los bienes. El Concilio Antioqueño (año 373) afirmó que al obispo le incumbía el cuidado de los bienes. El Concilio de Calcedonia (año 451) recomienda la erección de los ecónomos de la Iglesia quienes se ocuparon más tarde de la administración y distribución de los bienes eclesiásticos. En los siglos posteriores se forma paulatinamente una doctrina y una tradición en el uso y administración de los bienes eclesiásticos que se adquieren, se poseen y se hacen fructificar. Se considera supremo administrador y dispensador de los bienes eclesiásticos para toda la Iglesia al sumo pontífice y al señor obispo en su diócesis, éste es el fiel custodio de la administración de los bienes eclesiásticos de su jurisdicción según las normas del Código de Derecho Canónic0 4 y auxiliado por su consejo administrativo que debe estar compuesto al menos por dos personas y funcionar dentro de la curia diocesana. En la parroquia, el responsable de la administración es el 3 La curia romana es el conjunto de organismos administrativos que ayudan al Papa en el gobierno de la Iglesia; la curia parroquial son las personas que ayudan al párroco en la administración pastoral de la parroquia. 4 El Código de Derecho Canónico es el conjunto de leyes que rigen a la Iglesia. En el Concilio de Trento (1545-1563) comienza la sistematización de estas leyes. En 1918 entró en vigor el Código de Derecho Canónico que en parte sistematizó toda la jurisdicción eclesial anterior. Este Código fue renovado más tarde por el papa Juan XXIII, quien decretó el 25 de enero de ,1983, la promulgación de un nuevo código, el cual rige actualmente la Iglesia.

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párroco, siempre guardando lo indicado por el gobierno diocesano al respecto. Cuando la Iglesia se establece en Nueva España, en el siglo XVI, cuenta ya con una sólida y precisa doctrina administrativa en lo que a bienes materiales se refiere. Las fuentes en donde están registrados los bienes eclesiásticos son diversas y son los clérigos, tanto del clero secular como del regular, los que poseen muchos de los bienes y ejercen su administración dentro de la Iglesia.

Bienes de los clérigos Los clérigos son los sujetos que tienen el dominio de los bienes, y los poseen de diversas maneras. Se distinguen cuatro clases de bienes: patrimoniales, cuasipatrimoniales, eclesiásticos o beneficiarios y parsimoniales. Bienes patrimoniales de los clérigos son los que provienen independientemente de cualquier ministerio sagrado, de la misma forma las personas seglares, es decir, por herencia, donación, testamento, trabajo personal o cualquier otro título profano. Hay que contar entre estos bienes las distribuciones corales que se dan por razón del servicio persona}S como también los derechos de estola y pie de altar. 6 Bienes cuasi-patrimoniales son los que recibe el clero por razón de sus funciones sagradas, pero independientemente de todo beneficio, como la limosna de la misa, los recursos derivados de la predicación, administración de ciertos sacramentos, exequias y de otras funciones. Los bienes eclesiásticos o beneficiales son los que provienen al clérigo por razón del beneficio. 7 Han de considerarse bienes eclesiásticos o frutos beneficiarios las asignaciones que reciben los obispos, canónigos, párrocos y otros beneficiados. Los bienes parsimoniales son los que el clérigo ahorra de las rentas o frutos del beneficio, viviendo más modestamente de lo que está

s Las distribuciones corales son los oficios repartidos entre los canónigos con sus debidos pagos por considerarlos parte del coro. 6 Los derechos de estola son las ofrendas que hacen los feligreses al clero con ocasión de la administración de ciertos ritos sagrados; los de pie de altar son las obvenciones recibidas por la Iglesia por el ejercicio ministerial prestado a los fieles. 7 El beneficio son los bienes eclesiásticos que reciben los clérigos por razón de la tarea pastoral que desempeñan en la Iglesia.

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obligado, y que, por consiguiente, podría muy bien consumir. Los clérigos seculares tienen dominio perfecto de los bienes patrimoniales; sin embargo, sin el permiso del ordinario del lugar no pueden enajenar los bienes que les pertenecen. 8 La acumulación de todos estos bienes, en manos de clérigos hace que la riqueza de bienes de la Iglesia progrese. Son bienes eclesiásticos también los inmuebles, las obras de arte, las propiedades adquiridas por las entidades y personas morales, los vasos sagrados y los objetos que de una manera permanente están destinados al culto divino. Amplia es la gama de los bienes eclesiásticos que posee y administra el clero secular y regular en sus respectivas jurisdicciones. En suma son bienes eclesiásticos aquellos que pertenecen a un ente eclesiástico bajo la autoridad de la Santa Sede. Se llaman sagrados si están destinados al culto mediante la bendición o consagración; se llaman preciosos si su valor histórico, artístico o material es considerado notable. Todo ente canónicamente erigido tiene el derecho de adquirir, poseer y administrar sus bienes conforme a leyes eclesiásticas. Los modos de adquirir los bienes los expresa el Código del Derecho Canónico entre los que destaca el exigir a los fieles contribuciones y prestaciones necesarias para sostener el culto. Típica contribución exigida por la Iglesia es el diezmo que, en conformidad con las antiguas tradiciones, el Concilio de Trento prescribió la obligación a los fieles de ceder a beneficio de la Iglesia una décima parte de los frutos de la tierra como con tributo a los gastos de culto, el cual juega un papel importante en la sociedad eclesial. Las asociaciones piadosas cuyo fin es promover entre ellas la perfección cristiana, la piedad, la caridad y el culto divino, se presentan como otras formas de ingreso para la Iglesia. Las principales formas de asociación son: 1. Órdenes terceras cuyo fin es promover entre los seglares la perfección religiosa de los claustros (orden tercera de San Francisco). 2. Congregaciones o hermandades cuyo fin es la práctica de la piedad o caridad en general (Congregaciones Marianas). 3. Las cofradías cuyo fin es promover el culto público (del Santísimo Sacramento, del Carmen, del Rosario).

8 "El título canónico de ordenación es para los clérigos seculares el título de beneficio y. a falta de éste. el de su patrimonio. Este título debe ser verdaderamente seguro para toda la vida del ordenado y verdaderamente suficiente para su congrua sustentación según las normas que darán los ordinarios" (Cfr. Canon 979).

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Todas ellas llevan controlados registros del capital y los bienes materiales que poseen. Lo referente a la obtención, posesión, administración y fructificación de los bienes eclesiásticos se halla reflejado en las piezas documentales que conforman los archivos de la Iglesia Católica. Para utilizar estos acervos y obtener mejor información para bien de los estudios económicos, es necesario conocer la estructura de las iglesias locales y así ubicarse en el núcleo documental deseado para la concreta investigación socioeconómica. Consideraré los archivos catedralicios por juzgarlos primordiales para cualquier investigación sobre la economía de la Iglesia. Los archivos son el reflejo fiel de la administración que ejercen los organismos eclesiales. En la connotación de archivos catedralicios están señalados el Archi,:,o Diocesano, el Capitular y el Parroquial. A éstos se refieren las estructuras que indicaré y a ellos también se refieren los documentos que describiré.

Documentos reflejo de la administración Acercarse a los documentos que hablan de la economía de la Iglesia y que se ubican en sus archivos no es fácil, y cuando se han brincado con sacrificio y paciencia los obstáculos para lograr consultar el archivo eclesial, se halla el investigador con otro obstáculo ¿cómo pedir el documento que le interesa? Para resolver esta interrogante es necesario el conocimiento de la estructura administrativa de cada organismo eclesial en el que se administran los bienes económicos. La Curia Diocesana cuyo responsable es el señor obispo, custodia los documentos originados por dos grandes oficinas: el Vicariato General o Gobernador de la Mitra9 y el Provisorato,10 donde despacha la persona que es responsable de todo asunto que llega a los juzgados eclesiásticos. De aquí proceden las dos grandes secciones en las que están distribuidos los documentos: Sección Gobierno y Sección Justicia (Cfr. Anexo l.a. y l.b.). En ambas áreas se halla lo referente a la economía eclesiástica pero principalmente en la primera sección, la de

9 El vicario general (llamado también gobernador de la mitra) es la autoridad eclesiástica a quien el obispo delega el gobierno de la diócesis siempre de acuerdo con aquél. 10 El provisor es la autoridad eclesiástica en la que el obispo delega la administración de justicia en la jurisdicción diocesana.

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Gobierno. Al definir con más detalle la función de gobierno o de justicia realizada en la Curia Diocesana, se precisa el tema o serie de documentos a que se refiere y en la sección debe hallarse la serie pecuniaria o aquella que indica administraciones económicas, como serían censos, diezmos, testamentos, etcétera. La sección indica la función administrativa del ente eclesiástico. La serie, el modo de realizar dicha función, y la subserie detalla la forma de esa realización que acerca más al asunto del que trata el documento. Estos criterios son aplicados en los distintos archivos que funcionan en la sede episcopal o catedral: Diocesano y Cabildo, cuyas secciones son gobierno y pecuniaria (Cfr. Anexo 2) y el archivo parroquial que se halla frecuentemente en la iglesia cercana a la catedral llamada Sagrario y que es la parroquia dependiente de la catedral que administra los sacramentos y aquello que se refiere a la economía parroquial. Las piezas documentales de este archivo están ubicadas en dos grandes secciones: Sacramental y Disciplinar (véase Anexo 3). Los que tratan de dinero y administración de bienes materiales se hallan en la segunda sección. Los acervos catedralicios (diocesano, capitular o parroquial) cuentan con valiosa información sobre la economía eclesial a la que el estudioso se puede acercar con mayor facilidad cuando conoce el desarrollo administrativo de los entes eclesiales catedralicios. La investigación en estos acervos se vuelve, sin duda, difícil y escabrosa cuando se desconocen las estructuras canónicas de estos organismos.

Las fuentes de información Una vez que hemos hablado de las estructuras, creo conveniente expresar algunas ideas que describan en general las series más sobresalientes que contienen información económica de la Iglesia Católica. En el archivo diocesano, la serie pecuniaria es la que posee más iBfDrmación s_obre economía. Ahí se encuentran registradas sumas de dinero referentes a aranceles, libranzas, pagarés, registros de entradas y salidas, vales, sexta real, deudas, donativos, limosnas y préstamos. No faltan datos sobre los censos o réditos que recibe la curia diocesana y datos sobre las deudas que los feligreses tienen con la curia, sean en pesos o semillas. Se hallan también registros de contribuciones que devotos de algún santo aportaron para los festejos patronales. Hay listas de pobres a quienes se les reparte una suma de dinero periódicamente, inventarios de ornamentos y V2.S0S sagrados con su importe

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correspondiente. En fin, son múltiples y variados los renglones que nos hablan de economía y administración de bienes. De una o de otra manera, pero en menor escala que la serie anterior, hallamos datos económicos en las siguientes series del archivo diocesano en su sección Gobierno: correspondencia, certificaciones, colegios, mandatos, parroquias, religiosos, sacerdotes, santuarios, registros (donde se encuentran acuses de recibos, inventarios y donaciones adquiridas) y seminario. Todas estas series están vinculadas a información pecuniaria, materia valiosa para el estudioso de la economía eclesial. En el fondo diocesano, en su sección Justicia, es importante notar la serie de testamentos, capellanías y obras pías, porque en ella se encuentran datos referentes a la economía eclesiástica tales como testamentos en los que definen los bienes que legan a la Iglesia. En esta serie se expresa también el monto de la capellanía y la obligación que adquiere la Iglesia al ocupar el capital. No menos importantes son los datos que señalan las obras piadosas que la Iglesia atiende: orfanatos, hospitales, escuelas y ayuda a pobres y desamparados. Al estudiar estos documentos nos percatamos del grado de riqueza que la jurisdicción diocesana tenía dentro de la Iglesia Universal. En el archivo capitular también existen abundantes datos sobre la economía eclesiástica. Cuando el cabildo es el que lleva toda la administración pecuniaria de la curia diocesana, es cuando estos archivos son ricos en información administrativa económica. En este archivo existen series como la de canonjías que indican el desarrollo y el monto de los beneficios obtenidos por los clérigos. Además, en la serie catedral se agrupan los documentos que nos hablan de la administración de esta Iglesia. Ahí se hallan los comprobantes de las cantidades dadas a los maestros y superintendentes de las obras materiales, realizadas en la misma catedral; se indican, también, las compras de vasos sagrados hechas por catedral y los costos de los materiales utilizados para la construcción o fábrica material catedralicia. Aquí se encuentran las cantidades que ganan mensualmente los carpinteros, ensambladores, aparejadores, doradores, bruñidores, estofadores y pulidores. Esto siempre y cuando la catedral se ocupe de estas obras. Una serie que nos habla también de economía es la llamada Colecturía. Aquí se indican las zonas jurídicas donde se colectaba el diezmo y el monto colectado; se ubican, además, los cobros, las cuentas y pagos de diezmos como también los remates y censos que la catedral administra. Existe la serie Contaduría, referente a la oficina que tiene como fin distribuir lo colectado entre las personas y organismos a quienes la

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catedral está obligada a pagar. En esta serie está la suma colectada de los diezmos, los salarios de los canónigos, las deudas, las memorias de trigo y semillas recogidas, escrituras de obligación o sumas de acreedores, fianzas y resumen de gastos de ingreso y egreso. La contaduría, en el proceso administrativo eclesial, tiene como función controlar, distribuir y cuidar los capitales de la Iglesia diocesana. El grupo de documentos que compone la serie Contaduría, es el que da una imagen más fiel del movimiento pecuniario que realiza la curia diocesana. En el archivo parroquial encontramos, también, índices de economía eclesial. Son importantes fuentes de información los libros de entradas y salidas del dinero administrado por la parroquia, los libros de fábrica espiritual donde se asientan los gastos y las entradas que se refieren a los objetos y elementos de culto, los libros de la fábrica material donde se registran los gastos ocasionados en la construcción, remodelación y conservación de la parroquia, los libros de las asociaciones piadosas y cofradías donde se observan los capitales y bienes que administran dichas agrupaciones de feligreses, y, finalmente, los libros de obvenciones en los que se asientan las cantidades que la parroquia obtiene para el desarrollo pastoral y evangelizador entre los cristianos. La parroquia, célula principal de la diócesis, es un claro indicador del desarrollo económico religioso de una pequeña zona dentro de una extensa jurisdicción: la diócesis.

Conclusión La Iglesia como sociedad, tiene derecho a obtener y administrar bienes materiales. El documento eclesial, aunque hable de dinero y bienes materiales, expresa tácitamente algo trascendental para el fin último que se emplea. Descuidar este aspecto es hacer historia eclesiástica incompleta y muchas veces mutilada. No obstante que algunos de los miembros de esta sociedad eclesiástica descuiden el fin de los bienes, que son secundarios y al servicio de lo trascendente, y los administren para su beneficio personal e intereses familiares como se ve en el caso del arzobispo fray Alonso de Montúfar, hay otros que se sirven de ellos para promover la salvación eterna de los hombres y alcanzar los fines trascendentales propuestos por la sociedad eclesiástica como se observa en Juan de Zumárraga y Vasco de Quiroga. Son muchas las fuentes a las que se puede recurrir para recabar información sobre la economía de la Iglesia, pero son contadas y pocas a las que podemos tener acceso y no sólo porque no sabemos recorrer

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la liturgia administrativa para obtener el permiso de investigar esos valiosos papeles que nos hablan de la economía de la Iglesia, sino por una constante actitud de desconfianza hacia el seglar cuando se trata de documentos. El camino para hacer historia eclesiástica-económica es muy largo, las fuentes son muchas y valiosas, pero es difícil llegar a ellas. Algo se facilitaría cuando investigadores y clérigos en seria y serena acción conjunta se tengan mutua confianza y credibilidad.

ANEXOS Diseño de la estructura de secciones y series del: Fondo Diocesano (ANEXO 1) Fondo de Cabildo (ANEXO 2) Fondo Parroquial (ANEXO 3)

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Anexo 1.a FONDO DIOCESANO SECCIÓN GOBIERNO

Certificaciones Colegios Correspondencia Instrucción católica Mandatos Parroquias Registros Religiosos Sacerdotes Santuarios Secretaria Seminario Sin identificación Visitas

Series:

Anexo 1.b FONDO DIOCESANO SECCIÓN JUSTICIA

Series:

Correspondencia Inquisición Pecuniaria Procesos contenciosos Procesos criminales Procesos legales Registros Testamentos, capellanías y obras pías

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ANEXOS

Anexo 2 FONDO CABILDO SECCIÓN GOBIERNO

Series:

Actas Canonjías Catedral Colaciones Correspondencia Mandatos Nombramientos Secretaría SECCIÓN ADMINISTRATIVA PECUNIARIA

Colecturía Contaduría

Series:

Anexo 3 FONDO PARROQUIAL SECCIÓN SACRAMENTAL

Bautizos Confirmaciones Comuniones Defunciones Matrimonios

Series:

SECCIÓN DISCIPLINAR

Series:

...

Asociaciones Cofradías Correspondencia Fábrica espiritual Fábrica material Obvenciones Padrones Pastoral Secretaría

LOS INGRESOS ECLESIÁSTICOS DE LA DIÓCESIS DE GUADALAJARA EN 1708

THOMAS CALVO

Una vez, al abrir un expediente voluminoso, se escaparon unas hojas cubiertas de una escritura redonda, regular, a veces con rasgos de impaciencia, bien conocida por todos lb mexicanistas (y demás). Nos llegan recuerdos de una expedición que Jean-Pierre Berthe y yo llevamos a cabo en el Occidente (Guadalajara y Morelia) en febrero de 1986. Los allegados de nuestro amigo saben lo que eso significa: llegando a México, la cajuela de mi coche, literalmente, se arrastraba en el suelo y, al día siguiente, me habló por teléfono, triunfante, para anunciarme que por su parte, en el transcurso del corto viaje, había adquirido 97 libros. En cuanto a mí, llevaba la fotocopia de un expediente voluminoso almacenado en el Archivo del Arzobispado de Guadalajara. La inscripción, en la portada, me había llamado la atención: "Relaciones juradas que en virtud del edicto del lllmo Sr. Dor Dn Diego Camacho y Avila, arzobispo, obispo de la Nueva Calicia, del consejo de su Mgd, y su predicador, etta mi Sor, se han presentado de las rentas ecclesiasticas que gozaron por el año de 1708 todos los curas, ecclesiasticos, seculares y regulares, hospitales, cofradias y hermandades, que gozaron de dhas rentas ecclesiasticas de el distrito de la vicaria de la ziudad de nra Sellara de Sacatecas, reales y minas de Panuco y fresnillo, villa de Xeres y partido del Monte Grande, en que consta lo que se les regulo de quinto o cinco por ciento de dhas rentas y lo que importo a razon".l Pasamos toda una mañana analizando .el documento, tomando algunas notas. En la primera de sus fichas, Jean-Pierre Berthe escribió "volume factice, brochage de papiers divers par ciudades, curatos, etc .... , non paginé, avec quelques feuillets sueltos". Copié el documento que servía de exergo a cada uno de los expedientes internos, un edicto del obispo Camacho y Ávila: ... Hazemos saver como Nro SS P. Innocencio Papa duodecimo fue servido I En esta fecha el documento no tenía signatura, ni numeración en las páginas. Como siempre, gracias a la amabilidad de C. Castañeda pudimos obtener una copia.

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de concederle a la catholica magesd del Rey nro señor (que Dios guarde mu[ch]os años) la gracia de que el estado ecclesiastico y religioso de este r{ey}no y del Peru, contribuiesen un millon de ducados de la moneda de este reino, para que con esto y los demas medios que aplica a su real zelo, pudiese imponerse a las maquinas y designios de los herejes enemigos de nra sagrada religion, que intentan hostilidades e invasiones en este reino de la America, y ocupan sus plazas; haziendo las prevenciones y resistencias comvenientes, conserbar yndemnes las personas y haziendas de sus vasallos, beneficio comun, utilidad y quietud a la de todos estados de este reino. y para que tubiese efecto dha contribucion fue servido su beatitud mandar expedir su breve, su datta, en Roma, a catorze de julio de mill setecientos [sic] y noventa y nueve años, el qual remiitio su Magestad (que Dios guarde) acompañado con su real zedula, su fha en San Lorenzo el Real, a opze de abril del año de setez[ient]os, a cuya execucion y cumplimiento no se havia dado paso en este obispado por no haver havido en el prelado desde el año de setezientos y dos hasta el año de setezientos y siete, que venimos él el, y hallandonos al presente ademas de dho breve y zedula real, con otro de su Magestad, a nuebe de febrero de setezientos y ocho, en que se nos ruega y encarga, pasemos a poner luego en execucion dho breve sin perder un instante en su puntual cumplimiento, por lo mucho que combiene para la maior defenza de nra sagrada religion, y a su real servicio, y habiendose ya execlltado lo referido en el ar(:obispado de Mexico, y los demas obispados de este reino, lnandamos se observaze en el nro. de este r{eUno de la Nueva Calieia. Para lo qual se publico en nra sancta yglesia cathedral de esta ciudad, edicto general, a los treinta dias del mes de agosto pasado, para lo que toca a esta ciudad, y para lo que mira al distrito y ju.rridicion de las vicarias mandamos despachar el presente por el qual subdelegamos a los vicarios de ella la comision, a nos concedida, para este efecto. En virtud de la qual cada uno, en su territorio y jurridicion hara que este nro edicto se lea y publique, no solo en la yglesia parrochial donde residiere, sino tambien en las demas parrochias de su jurridicion, en los dias de mas concurzo y solemnidad que ofresieren ynmediatos al resivo de el por cuyo thenor. Mandamos que dentro de quinse dias primeros siguientes al de su publicazion, comparescan ante dhos vicarios todas las personas eclesiasticas, assi seculares, como regulares, curas, beneficiado::; y doctrineros, prelados de comunidades y combe?{os, maiordomos de fabrica y cofradias y hospitales de españoles, e indlOs, y declaren clara y advertidamente debajo de juramto que hagan la renta y demas emolumentos que tienen y gosan por razon de tales en cada un año, sin rebaja de gastos, sustento, ni otra cosa alguna; sino de todo aquello integramente que un año persivieren por capellanias y memorias de misas, aniversarios, entierros, administrazion de sacramentos, esquilmos de cofradias, limosmas de fabricas y otros qualesquier d[erech]os que por razon de su ministerio tienen y gosan, sin reservazion de cosa alguna, individuandolo todo por partidas distintas, y hecho el monto de lo que cada uno declarare, los revajaran dhos comissa-

LOS INGRESOS ECLESIÁSTICOS DE LA DIÓCESIS DE GUADALAJARA EN 1708

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rios de las misas de la obligazion que cada uno tuviere anualmente a razon de seis reales; y del superavit que quedare rebaxadas dhas misas, pagaran el cinco por ciento que correspondiere, y lo que assi importarelo depositaran dhos vicarios en persona segura, llana y abonada, a su satisfaccion, de que otorgara el tal depositario recivo en forma, obligandose a entregarlo cada [vez] que le sea pedida por nos ... Dado en la ciudad de Guadalaxara, acinco dias del mes de septiembre de mill setezientos y nuebe años ... 2

En resumen, en 1699, una vez más, el papa autoriza al rey a recibir el quinto de todos los ingresos de origen eclesiástico de su Iglesia de América. Por supuesto el pretexto es la lucha contra los herejes: en realidad la paz acababa de firmarse en Rijswijk (20 de septiembre de 1697), y el enemigo más peligroso era el muy católico Luis XIV. Entre 1700 y 1709, esta medida fue, al menps, aplicada en toda la Nueva España y, dada la firmeza del nuevo monarca (ahora un Barbón), probablemente también en Perú. Para esto, se realizó una importante encuesta. El expediente grueso que teníamos, relacionado con la diócesis de Nueva Galicia, era un testimonio. Se adivinan las especulaciones en las cuales se dejaba llevar Jean-Pierre Berthe: si se encontraran otros legajos de esta encuesta continental. .. Por ahora, cada uno de nosotros tenía sus preocupaciones: para mí, era la ciudad de Guadalajara, y utilicé exclusivamente los datos que ahí se proporcionaban. Las conclusiones principales las podemos resumir brevemente: 3 en el otoño de 1709, 73 individuos y 18 instituciones de esa capital presentaron un estado de sus ingresos exclusivamente eclesiásticos. Hay muchas ausencias, más o menos justificadas: la Compañía de Jesús, el convento de San Francisco, el hospital de la Vera Cruz. Ya sea que se trate de clérigos o de instituciones, encontramos la misma asimetría: una masa con ingresos modestos (menos de 300 pesos para un simple sacerdote, 100 pesos para una cofradía), y algunos privilegiados (5 060 pesos para el deán del cabildo, 14 807 para el convento de mujeres de Santa María de Gracia). Esta desigualdad es todavía más flagrante si examinamos los ingresos del conjunto de la catedral (obispo, cabildo, fábrica); 58.70/0 de los ingresos eclesiásticos de·la ciudad. Con este juego, está claro que los regulares son perdedores. Por supuesto, el diezmo, del cual la catedral acapara la gran mayoría, es un elemento explicativo esencial. Pero existe otro, que se apega a los orígenes muy diferentes de los ingresos (ver cuadro 1). Las instituciones están más aferradas al capital, son rentistas: esto significa Nosotros subrayamos. Thomas Calvo, Poder, Religión y Sociedad en la Guadalajara del siglo 1992, p. 117-120. 2

3

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México,

50

IGLESIA. ESTADO Y ECONOMíA

Cuadro 1 DISTRIBUCIÓN DE LA FORTUNA Y DE LOS INGRESOS DE LA IGLESIA DE LA CIUDAD DE GUADAlAJARA

Clérigos Instituciones

(1708)

Valor del capital

Capital solvente

Ingresos totales

264 178 462476

228309 390047

76323 42236

Fuente: AAG, Obispos, cartas pastorales, edictos y circulares, Relación jurada.

tasas de remuneración preestablecidas (a un 5%), un desgaste progresivo del capital (bienes raíces, casas) y, por lo tanto, una deficiente productividad financiera, la cual beneficia a sus deudores. Los conventos, para su gran perjuicio, tienen la caja fuerte que alimenta a la sociedad laica (ya algunos clérigos). Las 123 beatas y religiosas de Santa Teresa, Santa María de Gracia y Jesús Nazareno comparten el 540/0 del capital de la Iglesia de Guadalajara, pero sólo un 160/0 de sus ingresos. Ya es tiempo de explotar la encuesta en su conjunto. A través de toda la diócesis hubo 451 declaraciones de ingresos, 206 presentadas a título individual. El ejemplo de Guadalajara ya ha indicado la naturaleza de una parte de la evasión: sistemáticamente las órdenes religiosas mendicantes u hospitalarias estiman que ellas están excluidas de esta obligación, amparándose a través de sus autoridades superiores: el guardián del convento de San Diego de Aguascalientes declara "no tener en dicho su convento renta ninguna, legados ni obras pías" y se compromete a presentar una explicación de esto a México. En cuanto al hospital de San Miguel de los Bethlemitas (Guadalajara) se dice que está exento por una bula de 1561. De manera general, los franciscanos arrastran los pies, so pretexto de su pobreza, aun cuando, como doctrineros (curas) tienen ingresos seguros; están listos a dar la mayoría de las veces un donativo tacaño, pero evidentemente no les gusta tener que rendir cuentas. Algunos llegan a la insolencia: fray Antonio Buitrago (Sayula) "no dio nada y dixo que su prelado pagava por toda la provincia". Los casos de verdadera rebelión son, sin embargo, raros. Aquí, como en otras circunstancias,4 Zacualco da una muestra de rebeldía; ocho de las nueve cofradías, a pesar de la amenaza de 50 latigazos, no presentan sus cuentas. Lo mismo sucede para la del Santíssimo Sacramento de 4 Ver Thomus Calvo, La Nuel'o G(dicia en los siglos p.173-182.

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Guadalajara, 1989,

LOS INGRESOS ECLESIÁSTICOS DE LA DIÓCESIS DE GUADALAJARA EN 1708

51

Suchipila. Pero ésas son menudencias cuya ausencia se equilibra por las cuentas de 212 cofradías, a veces muy precisas. En cuanto a la Compañía de Jesús, ésta ignora sin más el edicto, y nadie se atreve a exigirle. Es cierto que sus fuentes de ingreso, siendo casi exclusivamente seculares, se encuentran al margen de la encuesta. El documento fiscal es relativamente confiable. Si tomamos como criterio el caso de las cofradías, la evasión fiscal no sobrepasaría el 50/0; ¿hubo subestimación de los ingresos? En la mayoría de los casos, han sido determinados a partir de registros (libros parroquiales, cuentas de cofradías), y así pues son confiables. Finalmente, es una encuesta homogénea, llevada en tres o cuatro meses a través de un inmenso territorio que incluye todo el norte de México, desde los límites de Michoacán y de la costa pacífica hasta los confines de Nuevo León. Las limitaciones del escrito hay que buscarlas en otros aspectos. En efecto, el documento no delimita más que una parte del poder económico de la Iglesia. En él se excluyen los bienes raíces de algunas instituciones, la Compañía de Jesús, principalmente. Pero no se ha perdonado, así parece, la menor cabeza de ganado en las cofradías indígenas. Fuera de la encuesta queda, también, el peso de la fortuna privada de algunos clérigos, determinante para asentar el esplendor de la institución. Sin embargo, aquí, el límite es tanto nuestro como del documento. Con paciencia, hubiera sido posible formar, a partir de los nombres, todo un cuadro socioeconómico del personal eclesiástico en esas fechas. Nos detuvimos frente a la amplitud de esta labor. Pero un breve muestreo demostrará que la elite (en particular económica) y la Iglesia van a la par. El ejemplo más remarcable se encuentra en Ameca: el caso del licenciado don Juan Pérez Maldonado, quien no dispone más que de 187 pesos de ingresos eclesiásticos, pasaría inadvertido, si no supiéraITIos que está en camino de volverse el dueño de toda la rica cuenca de Ameca, "hombre cuyo cerebro tomó el lugar del corazón".5 Quien conoce bien la historia del real de minas de Guachinango, no se sorprendrá al leer que en 1709 su cura era un vástago de la gran familia Rodríguez Ponce, la cual desde hacía un siglo dominaba ellugar. 6 El cuadro 2 da primero la cifTa del total de ingresos declarados para 1708: 220 695 pesos. La cifTa en sí no es significativa; pero se vuelve un poco más si recordamos que ésta significa el ingreso medio de aproxi-

5 Jesús Amaya Topete, Protofundación mexicana. Historia de la propiedad del valle de Ameca, Jalisco y circunvecindad, México, 1951, p. 232-233. 6 Ver Thomas Calvo, "Entre las exigencias de la economía y las de la demografía: los esclavos de don Francisco Ponce (Nueva Galicia, 1655)", Vingt études sur le Mexique etle Guatemala, (ed. A. Breton et alii), Toulouse. 1991, p. 243-252.

52

IGLESIA. ESTADOY ECONOMíA

Cuadro 2 DISTRIBUCIÓN RÉGIONAL DE LOS INGRESOS ECLESIÁSTICOS (1708) V)

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NORESTE Zacatecas (55) Charcas (12) Nuevo León (21) Sierra de Pinos (10) Total

7406 32 1253 502 9 193

ZONA INTERMEDIA Aguascalientes (20) Lagos (18) Nochistlan (18) Taltenango (30) Teocaltiche (23) Tepatitlán (5) Xalostotitlán Total

1 324 905 100 400 1 695 240 1 525 6 189

ZONA CENTRAL Guadalajara (82) Ameca (36) Sayula (52) Zapotlán (7) Total ZONA OCCIDENTAL Compostela (27) Mascota (10) Ostotipac (5) Total Totalgeneral**

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8034 505

6996 868 1 850 745 1 520 9284 11 234

793 179 352 350 1 674

13060 31 525 1 031 1 539 170 200

476 245 200 1 500 1062 1 870 5353

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887 400 400

600 600 300 300 180 1980

887

75 587 1 588 3029 233 5512

3241 1 976 260 685 6162

1 600 6587 3841 589 801 12617

43

1 748 978

43

2726

4095 115 296 4506

30756 44236 25717

3 181 23524

14291 33234

731 250 100 1 081

549 252

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356 874 156 110 1496

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194 350 1207

4282

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22314 8052 5359 4359 40084

18.1

3061 7726 4 004 4750 4972 1962 5436 31911

14.4

57735 118343 100 11 727 6215 1625 57835 137910

62.4

6575 2777 1 196 10548

4.7

300

1 050 1 350

59 185

220695

* Tomando en cuenta los ingresos no especificados ( ) Cantidad de partidas ** La diferencia entre ingresos totales y parciales se explica por haber fuentes de riqueza no especificadas.

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199 544 17 581 128 110 1579

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Clérigos (206) Curas (33) Doctrineros (16) Cofradías (212) Indígenas (109) Otras instituciones (32)

28252 2869

533 100

25 2480

6412 376 37292

Total

30757

44237

23300 18849 1 510 251

3 181 1032

2 166 25717

3 181

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21923 14809 1479

156 3302 581 576

34387

23523

4282

59 184

220695

24797 1 100

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89709 31 631 3006 42745 19015 88241

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54

IGLESIA, ESTADO. Y ECONOMíA

madamente 500 pesos, cómoda para un individuo. Pero esto es también olvidar cómo el promedio es engañoso, y que nosotros mezclamos en desorden a los conventos con decenas de religiosas, cofradías con cientos de miembros, y clérigos. Es más determinante acercar esta cifra global al conjunto de la riqueza producida en la Nueva Galicia, esencialmente agrícola y minera. En 1705-1709, el diezmo produjo en promedio 105 740 pesos,? y representa aproximadamente el 100/0 de la renta de los bienes raíces: ésta sobrepasa el millón de pesos. Para la producción minera, para el mismo periodo, habría que considerar alrededor de 1 043 millones de pesos al año. 8 En resumen: la Iglesia desviaría, como contraparte de los servicios religiosos prestados, un poco menos del 10% de la producción de la Nueva Galicia, y no tomamos en cuenta la intervención directa de sus miembros, hacendados o mineros ... En detalle, no se debería interpretar de la misma manera el cuadro 2: no traduce la repartición de la riqueza regional, sino que traiciona el movimiento de atracción, y sobre todo de desposes ión de las diversas regiones en favor del centro (Guadalajara), por conducto del diezmo, de las capellanías, de los censos, de los legados. La repartición desigual, según los tipos de ingresos, nos aclara las economías regionales. El noreste minero, rico en capitales, favorece a la Iglesia bajo esta forma, y sus parroquiales tienen los medios para mo.strarse generosos en obvenciones, más aún que en la co.merciante Guadalajara. En contrapartida, lo.S ganados del noreste no aportan gran cosa, así como las co.fradías indígenas de las cuales son el sustento tradicional. La zona llamada intermedia (Aguascalientes, Cañones, Altos) está más mezclada, económicamente y demográficamente, también es la más equilibrada, en cuanto. a repartición de tipo.S de ingresos. La región central es, antes que nada Guadalajara, capital religiosa, y así pues rentista (ver cuadro 1). Pero las campiñas que la rodean están en medida de apoyarla, en particular las ricas cuencas de Ameca y Sayula, con al menos un 440/0 de los ganados de las co.fradías. Aquí la regla son las comunidades indígenas vivaces y las cofradías po.derosas. 7 El diezmo de 1708 aporta 117 852 pesos. Estas diversas cifras, sacadas de Thomas Calvo, Guadalajara, capitale provinciale de l'Occident mexicain au XVIleme siecle (tesis), Paris, 1987, t. IV, p. 1852. La diferencia con nuestra fuente es notable, una parte del diezmo va al rey (11.1 %), otra a los curas (27.7%) que lo han englobado a veces en el conjunto de sus ingresos, sin distinguir. 8 Cálculos a partir de Peter Bakewell, Minería y sociedad en el México colonial. Zacatecas (J 546-1700), México, 1976, p. 335, y Thomas Calvo, Guadalajara y su región en el siglo XVII, población y economía, Guadalajara, 1992, p. 233.

LOS INGRESOS ECLESIÁSTICOS DE LA DIÓCESIS DE GUADALAJARA EN 1708

55

Cuadro 4 DISTRIBUCIÓN REGIONAL DE LAS COFRADÍAs (1708)

Regiones Noreste Zona interrnedia Zona central Zona occidental

Total

Cofradfas indfgenas 3

Otras

50 4

17 34 31 21

109

103

52

El oeste pierde su pedestal progresivamente, la debilidad de las rentas es un síntoma. Sin embargo, le queda una aristocracia nostálgica, capaz de engordar a sus curas por las obvenciones, y sobre todo la ganadería se afirma como su gran riqueza. ¿Qué podemos concluir? Ninguna sorpresa, un cuadro regional que concuerda perfectamente con el restituido por otras fuentes; así, pues, una buena adecuación de la Iglesia en su función de bomba aspirante. Retengamos, sin embargo, toda estrofa demasiado anticlerical: como lo demuestra el cuadro 2, aparte del diezmo (aquí subestimado), ninguna fuente de ingreso aparece excesiva. Aún más, si consideramos que la población de la diócesis alcanza entonces los 80 000 habitantes, la deducción anual es de alrededor de tres pesos, inferior al costo clerical en otras regiones, como el México central o, sobre todo, la de los Andes. Todavía más, parece muy sostenida por los no-indígenas, aunque el monto de las obvenciones de las parroquias de indios sea más que sospechoso,_puesto que las cifras son las dadas por los doctrineros, sobre todo franciscanos. En fin, habría que poner entre paréntesis cerca del 200/0 del total, lo que perciben las cofradías, bajo diversas formas. El estudio del poder económico de las cofradías americanas casi se convirtió en topos, 9 pero el acento fue puesto sobre todo en las comunidades indígenas y pronto olvidamos que las otras pueden tener, al menos en apariencia, la misma validez. Esta encuesta permite una comparación útil: las 103 cofradías españolas y las 109 indias tienen recursos comparables (239 pesos contra 174), pero la distribución interna es radicalmente diferente. Las cofradías de españoles son tanto

9 Ver Daniele Dehouve, Quant les banquiers étaient des Saints, 450 ans d'histoire économique et sociale d'une province indienne du Mexique, Paris, 1990.

56

IGLESIA, ESTADO Y ECONOMÍA.

rentistas como ganaderas, cuentan con la limosna, una estructura muy clerical. Y podemos suponer que la finalidad es del mismo tipo (misas). Las de los indígenas se apoyan casi exclusivamente en la agricultura. "El error" del juez eclesiástico de la provincia de Sayula (¡confundió ingreso con capital!) nos permite hacer el inventario de las 34 cofradías que presentaron un estado de sus bienes: bovinos bueyes caballos yeguas mulas asnos borregos lana de borregos maíz queso 1 propiedad

5 473 56 516

2 622 153 21 640 140 609 fanegas 441 pesos 850 pesos

El conjunto para el partido de Sayula se evaluó en 38 436 pesos, suma no despreciable: comprendemos que a veces haya choques entre comunidades y curas por su administración. La causa parece ya juzgada en la parroquia de Sierra de Pinos, en donde el cura mismo presenta las cuentas de las cofradías de naturales. Las limosnas son un apoyo importante para las cofradías, sobre todo de españoles: en el caso de la parroquia de Tepatitlán existe una organización. El demandante de la cofradía de Nuestra Señora de la Concepción, cuyo papel es precisamente mendigar, entregó cerca de 13 pesos, "las visitas que la Virgen hase cada mes" produjeron 12 pesos, en fin diferentes fuentes reunieron 23 pesos y medio. Otros aspectos de las cofradías nos pondrían en contacto con realidades ya muy conocidas, primeramente la importancia de aquéllas consagradas al culto mariano: 37 para los españoles, 86 para los indígenas. En una región evangelizada primero por los franciscanos, la omnipresencia de la Virgen de la Concepción no debería sorprender: 22 y 60, respectivamente, de las cofradías recibieron esta advocación. El haber vuelto a abrir el expediente, cerca de ocho años más tarde, ¿modificó mi percepción de la Iglesia del norte mexicano? Fundamentalmente no, pero algunas convicciones se reforzaron: los años 1700, por otro lado mal conocidos, marcan a la vez la cima de la hegemonía de una ciudad sobre una región, todavía muy vacía, y por ende rnal "ruralizada", y el final de una asociación, la de Guadalajara y su propio occidente (actual Nayarit, región de Guachinango-Mascota). ¿Y dónde queda la Iglesia en todo esto? Juega su papel de canaliza-

LOS INGRESOS ECLESIÁSTICOS DE LA DIÓCESIS DE GUADALAJARA EN 1708

57

dora de la riqueza, de capitalista no muy golosa. En un siglo de desigualdades y de privilegios, ella está tranquila, sin escIÚpulos, y se inscribe en la injusticia, delimitando bien la distancia entre su alto clero y la masa de "proletarios del hisopo" (ver el apéndice). De hecho, si este expediente se ha reabierto es para contestar a uno de los puntos de la enseñanza de Jean-Pierre Berthe: hay que estar atentos a las encuestas, juntar las piezas del rompecabezas. Muy modestamente, es lo que tratamos de hacer, esperando que otros, a través de América, junten el resto.

APÉNDICE

INGRESOS DE LOS CLÉRIGOS (1708)

Ingreso total por individuo 0- 99 pesos 100 - 199 pesos 200 - 299 pesos 300 - 399 pesos 400 - 499 pesos 500 - 999 pesos 1 000 - 1 499 pesos 1 500 - 1 999 pesos 2 000 pesos y más Total

Cantidad de clérigos 28 85 23 17 13 24 8 6 2

Suma total

206

89709.3

936.5 9 737.3 5 133.5 5672.2 5 410.5 16 353.6 8 932.2 10 125.7 27407.8

% del ingreso total de los clérigos 1 10.8 5.7 6.3 6 18.2 9.9 11.2 30.5 100

COMENTARIOS

JORGE SILVA

Nos reunimos en este coloquio gracias al trabajo que se viene realizando, desde tiempo atrás, en el Seminario de Historia del Crédito y de las . Finanzas en México, y es precisamente a partir de los trabajos, discusiones y propuestas que surge la necesidad de reunir ahora a especialistas en la Iglesia, no vista como un ente doctrinal y evangelizador, sino resaltando la parte más material de esta institución, las fuentes de sus ingresos, sus relaciones económicas, sus inversiones, en fin, las diferentes formas que usó, y creo que sigue usando, para invertir sus ingresos y obtener mayores beneficios económicos. Las comunicaciones que nos reúnen en esta primera mesa de trabajo se refieren a dos aspectos de interés para el historiador. Una busca presentar las fuentes eclesiásticas como material importante para el estudio de la Iglesia como institución económica, y, la segunda, muestra un detallado y completo análisis de una de ellas, donde se nos presenta la oportunidad de conocer las fuentes y los ingresos de la Iglesia, para señalar la importancia que tuvo en la vida de la Nueva España. El trabajo de Jorge Garibay sobre los fondos catedralicios, nos ofrece un panorama general de la riqueza guardada en estos repositorios, señalándonos cómo, a partir del conocimiento de la administración eclesiástica, podremos tener un mejor conocimiento de los documentos que nos interesa consultar. Su trabajo, aunque corto y conciso, nos permite tener una idea de los orígenes de la organización burocrática de la Iglesia y cómo ésta fue generando la documentación que hoy nos interesa analizar para conocer el comportamiento económico de la Iglesia como institución económica. Aunque el título de su trabajo no lo señala, Garibay nos lleva, de una manera rápida, a tener una idea más acabada de las diferentes oficinas eclesiásticas, con la posibilidad de tener mejor acceso al material documental para acercarnos a interpretar la economía, ingresos y egresos, a partir de las diferentes fuentes. Pero hacer una paráfrasis del trabajo presentado por el autor no es mi labor. Lo que sí me corresponde

60

IGLESIA, ESTADO Y ECONOMíA

es comentarlo. Me hubiera gustado que este trabajo hubiera sido más explícito al abordar la riqueza documental de estos repositorios. Si bien nos señala su importancia y nos da ciertas ideas sobre algunas fuentes poco conocidas, nos deja casi en ayuno al no hablarnos más de ellas. ¿Qué información se obtiene de éstas?, si bien ya sabemos de algunas de ellas por los trabajos de muchos de nosostros, hay otras que me hubiera interesado conocer más. Todo lo anterior deriva de un problema casi inevitable, el difícil acceso a los documentos de la Iglesia. Terminaré este breve comentario, con una pregunta, ¿cómo y qué hay que hacer para poder tener acceso a este tipo de fuente documental? El trabajo de Thomas Calvo se refiere a un documento de 1708 sobre los ingresos de la Iglesia en el obispado de Guadalajara, donde se presentan, casi de manera completa, los diferentes cargos que recibían las distintas instancias eclesiásticas .. El trabajo, compacto y preciso, nos señala la importancia de este documento, que se emitió en 1699 en Europa a partir de la "gracia" del papa Inocencio 11, en el cual se concedía al rey Carlos 11 la prebenda de recibir un millón de ducados de sus iglesias de Nueva España y Perú. Calvo nos presenta, como ya es costumbre, un análisis completo y sugerente sobre el problema, y los resultados de este trabajo confirman planteamientos que el mismo autor realizó hace ya algunos años sobre Guadalajara en el siglo XVII. La supremacía de la ciudad sobre el campo, la división regional a partir de las actividades económicas y su propio desarrollo, la concentración de la riqueza de la Iglesia en la ciudad, el alto porcentaje del ingreso de la producción de Nueva Galicia para cubrir los gastos religiosos y la desigual repartición de los ingresos entre el clero regular y secular (la mayor y mejor parte la controlaba el primero, mientras el segundo se "conformaba" con sólo sus exiguos ingresos). Por otro lado, señala la importancia de la participación indígena en las cofradías y las relaciones entre la aristocracia eclesiástica y sus contrapartes civiles (los grandes hacendados, comerciantes y mineros). El trabajo presenta elementos de importancia sobre los ingresos y la distribución regional, la supremacía de algunos de los impuestos que· recibía la Iglesia, como el diezmo. Calvo nos señala que los ingresos de la Iglesia de Guadalajara eran de 2 500 000 pesos anuales, cantidad, sin duda, importante (no incluye la riqueza patrimonial). Nos presenta, además, laforma en que se integraban estos ingresos (el 400/0 lo propocionaban los ingresos seculares, el 40% los ingresos regulares yel200/0 restante las cofradías) y cómo se distribuían estos ingresos entre la jerarquía religiosa. La Iglesia réstamos, es decir, en las operaciones que los doctores llamaron De mutuo. Si mi interpretación es correcta, es esencial para comprendet cabalmente el problema del intercambio y la usura.

b) ¿Qué entienden por mutuo? Supuestas las funciones del dinero, ¿en qué consistía la operación llamada mutuo (mutuum), única en la que se podía presentar la usura? Luis de Malina, fiel a la tradición escolástica, nos define esta operación con las siguientes palabras: tila entrega de una cosa [no necesariamente dinero] para su uso, de forma que inmediatamente pase a ser del que la recibe, quien deberá devolver en el futuro otro tanto de lo mismo en igual cantidad y calidad." 13 Prescindamos por el momento de los aspectos jurídicos de la definición (por los que lo mío pasa a ser tuyo), desde el punto de vista económico el mutuo no es otra cosa que una operación en la que el valor del bien que se entrega en el presente se ha de recibir en el futuro en igual cantidad y calidad. Esta igualdad de valores sucesivos constituye el núcleo de la dificultad analítica y moral que plantea el problema del préstamo y la usura, y presenta un doble problema: empírico y normativo. El empírico pregunta. simplemente si existe o no igualdad entre lo que se entregó y lo que se recibe; el normativo pregunta por qué debe existir esa igualdad. Más adelante, volveré a ocuparme de estos dos problemas; ahora, puede ser oportuno que presente tres conceptos diferentes con los que los escolásticos se refirieron a la igualdad entre valores sucesivós.

13

Ibidem, col. 206, D (el subrayado es mío)

CRÉDITO Y USURA EN EL PENSAMIENTO DE LOS DOCTORES ESCOLÁSTICOS

69

¿ Cómo entienden la l/igualdad" de valores sucesivos? (esterilidad,

fungibilidad y congruencia métrica) La igualdad de valores sucesivos se ha expresado de formas diferentes en la historia del pensamiento económico de la escolástica, y los conceptos de l/esterilidad", I/fungibilidad" y l/neutralidad" son buena prueba de esta diversidad.

a) La esterilidad del dinero. Un bien estéril es aquél que no produce fruto alguno, es un bien que sólo se perpetúa a sí mismo, o se consume con su uso. El argumento más conocido contra la usura es, sin duda, el de la esterilidad del dinero; un argumento que se remonta a la obra de Aristóteles. Es menos conocido que el argumento de la esterilidad evolucionó en el pensamiento de la escolástica hasta significar algo muy distinto de lo que originariamente significó para el estagirita. Aristóteles entendió la l/esterilidad" en un sentido l/biológico" natural; y el dinero no podía producir interés porque era "biológicamente" estéril, es decir, de naturaleza infecunda. Los escolásticos de los siglos XIV y XV ya entendieron la esterilidad del dinero en un sentido mucho más abstracto, en el que se prescinde de la connotación biológica. Para los escolásticos de estos siglos la esterilidad es un concepto que se deduce de una definición: de la definición de bienes fungibles. La esterilidad se entiende así en función de la fungibilidad. Ahora bien, ¿qué entienden los doctores escolásticos por bienes fungibles? b) Fungibilidad como igualdad de valores sucesivos. Langholm ha subrayado la distinción que existe en el pensamiento escolástico de los siglos XIV y xv entre bienes fungibles naturales y fungibles artificiales, y señala a Gerardo de Siena como figura clave en la explicación de esta distinción, aunque siguiera en este punto los pasos de Olivi. Son fungibles naturales bienes tales como el oro, la plata, el trigo, el vino, etcétera;14 el dinero, por el contrario, se considera un bien fungible artificial. 15 A los fungibles naturales se les puede seguir aplicando el calificativo de bienes "estériles" en el sentido aristotélico; a los fungibles artificiales, obviamente, no se les podrá atribuir una esterilidad 14 Nótese que se considera al trigo un bien fungible y, sin embargo, no se puede decir que sea "estéril", "improductivo". Dependerá de lo que con él se haga, como sucede con el dinero. 1s O. Langholm, op. cit., p. 124. "From the self-valuation of fungibles there follows the sterility of fungibles",

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'biológica" o natural, deberá hablarse más bien de esterilidad artificial o esterilidad por convención o definición. En los bienes fungibles naturales el valor viene determinado por su peso (como en el caso del oro o la plata) o por su medida (como sucede con el grano, aceite o el vino). En un bien fungible artificial, como es el dinero, el valor viene determinado por el número que se le asigna. La usura, en consecuencia, consistirá en hacer que "una cosa artificial se valore por encima o por debajo de lo artificialmente convenido" (re m artificialem suae arti supervalere). Este concepto de "fungibilidad artificial" o por definición no se contrapone necesariamente al de "fungibilidad natura!", pero la relación que entre ellos existe nos plantea el problema del nominalismo y su importancia en el pensamiento de la escolástica. Nos plantea, igualmente, el problema de la temporalidad, es decir, de la importancia económica del factor tiempo. c) El factor tiempo y la definición de bien fungible. Si el bien fungible es aquel que conserva un valor constante en el transcurrir del tiempo, ¿qué función desempeña el factor tiempo en relación con el valor? La respuesta nos remite de nuevo a la distinción entre bienes fungibles y no-fungibles. Respecto de los bienes no-fungibles, escribe Langholm que "el tiempo no es sólo una 'medida extrínseca de la duración', pues cambian de formas diferentes con el transcurrir del tiempo".16 Respecto de los bienes fungibles, sin embargo, el tiempo sólo es medida extrínseca de la duración; y la razón de esta relación extrínseca, nos dice Langholm, es que tales bienes "no crecen ni se deterioran, sino que permanecen iguales a sí mismos tanto en sus características físicas como en su valor. Tales bienes no pueden tener valor de uso separado."17 Que el tiempo pueda servir como "medida extrínseca de la duración" en unos bienes y como "factor intrínseco" en otros, plantea, desde mi punto de vista, una grave dificultad respecto del status ontológico que los doctores atribuyeron al factor tiempo así como de su función en la métrica del valor. Es la misma dificultad que volveremos a encontrar dos siglos más tarde en Kant cuando defina el espacio y el tiempo con esquemas o formas apriorísticas de la imaginación, es decir, como formas extrínsecas a la realidad natural. Nosotros no podemos adentrarnos en este momento por los caminos filosóficos que la inteligencia 16 O. Langholm, op. cit., p. 125. "For su eh objeets time is not merely an extrinsic measure of duration, for they may ehange with time in various ways." 17 O. Langholm, op. cit., p. 125.

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humana ha recorrido en su esfuerzo por explicar qué es lo que entendemos por tiempo, pero no podemos dejar de señalar que una de las frases que con mayor frecuencia es empleada por los doctores para justificar la condena de la usura en los siglos XVI y XVII, es que- el m-ero transcurrir del tiempo no es causa de nada" o, dicho con otras palabras, que el factor tiempo es acausal o "neutral" respecto del valor económico del dinero. Así, pues, el pensamiento escolástico sobre la función del tiempo en la valoración de los bienes podría resumirse de la forma siguiente: a) como "medida extrínseca de la duración", el tiempo no causa cambio alguno en el valor de los bienes, sean éstos dinero o mercancías; se tratará, en el lenguaje escolástico, de bienes fungibles; b) sin embargo, si en el transcurrir del tiempo se produjeran cambios en el valor de los bienes, sean éstos dinero o mercancías, se tratará de bienes no-fungibles, en el mismo lenguaje de la escolástica. Esta forma de ver el factor tiempo justifica que dediquemos cierta atención a la congruencia métrica en el pensamiento de los doctores escolásticos, especialmente, a la semejanza que parece existir entre la "fungibilidad" de que nos hablan los escolásticos y la "rigidez" de la que se ocupa la teoría de la congruencia métrica. U

La congruencia en los doctores escoldsticos. Fungibilidad y rigidez

La definición del dinero como bien fungible coincide con la definición de "cuerpo rígido" en la teoría de la congruencia. ¿Qué se entiende por "cuerpo rígido", se pregunta Russell en Los Principios de la Matemdtica?18 Y responde: "es el que durante una parte continua de tiempo conserva inalteradas todas sus propiedades métricas".19 Es la misma respuesta que hubiera dado un escolástico moderno al preguntarle qué entiende por "bien fungible". Fungibilidad y rigidez expresan la misma realidad analítica: la constancia en el tiempo de la magnitud, en nuestro caso, de la magnitud que llamamos valor económico. Langholm parece rechazar una interpretación del problema del crédito y la usura basada en la teoría de la congruencia. Opina que no se puede interpretar el término latino instruml3ntum, cuando se aplica al dinero, como instrumento de medida, más bien se trataría de un instrumento de intercambio. En su opinión:

18 19

B. Russell, Obras completas, Madrid, Aguilar, 1973, vol. 2. Ibídem.

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el dinero como reserva de valor es lo que plantea el problema de la usura. Pero se trata -añade- de una función secundaria. También es secundaria la función medida del valor. Cuando el dinero y los bienes cambian de manos, la exigencia de equivalencia implica la medición, pero una moneda es normalmente una medida sólo porque interviene en el intercambio físico. 20

Me parece que esta interpretación del pensamiento de la escolástica no se aplica a los doctores de los siglos XVI y XVII, quizá tampoco a los que vivieron en los siglos XIV y XV. John E. Murdoch ha estudiado el problema de la congruencia en el pensamiento escolástico en un artículo que titula "Superposition, Congruence and Continuity in the Middle Ages", y en él muestra cómo los doctores analizaron detenidamente el criterio euclidiano de igualdad o congruencia. Precisamente porque la superposición aducida por Euclides como criterio de igualdad les planteaba serias dificultades necesitaron estudiar la continuidad y divisibilidad del espacio y el tiempo. La presentación que Murdoch hace de cómo los doctores se enfrentaron al problema en la Edad Media se puede continuar fácilmente hasta los doctores del siglo XVII, quienes escribían en vísperas de la revolución científica newtoniana. Juan de Lugo, por ejemplo, escribió en el segundo tercio del siglo XVII un tratado, Sobre la composición del continuo, en el que estudia los problemas de la congruencia métrica y la continuidad y divisibilidad del espacio y del tiempo. Lo que sorprende hoy de este pequeño tratado es el motivo por el que Lugo lo escribió: para resolver -nos dice-la cuestión teológica sobre si el mérito de nuestras acciones puede aumentar hasta el infinito por el simple hecho de su mayor duración temporal, es decir, por el simple hecho de que transcurra más tiempo desde el comienzo al fin de la acción. 21 Y es que los doctores escolásticos reflexionaron en un clima de interdisciplinariedad que hoy no se suele practicar. 1. Prigogine ha llamado la atención sobre ese clima interdisciplinar en el que se produjo la revolución científica moderna cuando, a propósito de la controversia entre Leibniz y Clarke, escribe lo siguiente: Resulta curioso constatar que una cuestión aparentamente técnica como el saber si la colisión entre dos cuerpos debe ser entendida a partir de su

o. Langholm, Wealth and Money in the Aristotelian Tradition, Bergen, 1983, p. 64. Juan de Lugo, De compositiones continui, Biblioteca Casanatense, ms. 907, f. 116142. "Ut viam faciliorem pararent ad prasentem difficultatem theologicam de merito non augendo in infinitum ex maiori operationis duratione". Obsérvese la analogía con el incremento del interés por la mayor duración del préstamo. 20 21

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elasticidad o, por el contrario, a partir de su dureza, haya podido ser relacionada con la cuestión del papel de Dios o de la libertad humana. Sin embargo, esto es lo que nos muestra la célebre controversia entre Leibniz y Clarke, este último portavoz de Newton. Este intercambio de cartas que comenzó en 1715 Y terminó con la muerte de Leibniz asocia inextricablemente registros que cualquier epistemólogo serio trataría de mantener separados. 22

Desde mi punto de vista, es desde esta perspectiva interdisciplinar desde la que debemos interpretar el pensamiento económico de los doctores escolásticos, y pienso que dentro de ella adquiere pleno sentido la coincidencia entre la definición analítica de "rigidez" y "fungibilidad", lo que parece probar que la función métrica del dinero no fue una mera función secundaria para los doctores escolásticos. Pienso, igualmente, que es esta perspectiva interdisciplinar la que nos permite situar en su contexto histórico la reflexión de los doctores de los siglos XVI y XVII. Cuando estos doctores nos dicen que el mero transcurrir del tiempo no es causa de nada, que el tiempo es monetariamente acausal, están sacando la consecuencia de un principio filosófico que fue esencial en la reflexión científica del siglo XVII: el Principio de Uniformidad de la Naturaleza;23 el mismo principio sobre el que Newton levantó el edificio de la física moderna y que, ya en el siglo xx, Keynes rechazó en su Tratado sobre la Probabilidad por considerarlo inaplicable a la ciencia económica. 24 Este tiempo a-causal de la escolástica, requisito esencial para que podamos hablar del dinero como un bien fungible, es el mismo tiempo absoluto que Newton consideró medida extrínseca de la realidad física. El tiempo absoluto de Newton no es causa de nada, su mero transcurrir no produce modificación alguna de la realidad; es el mismo tiempo del que dicen los doctores escolásticos que constituye un donum Dei. A nosotros nos pueden sorprender expresiones como donum Dei aplicada al tiempo, o sensorium Dei dicha del espacio, pero no debieron extrañar lo más mínimo al científico Newton dado que fue él mismo quien utilizó esta última expresión en su obra. y es que la reflexión científica de los siglos XVI y XVII se desarrolló en continuidad con la interdisciplinariedad que habían practicado los doctores escolásticos. 25 22

1. Prigogine e 1. Stengers, Entre el tiempo y la eternidad, Madrid, 1990, p. 39.

23

A. Funkenstein, Theology and the Scientific lmagination from the Middle Ages to the

Seventeenth Century, Princeton, 1986, p. 28 Y ss. 24 J. M. Keynes, Treatise on Probability, Collected Writings, Cambridge, 1973, vol. VIII, p. 252,276, 284,293, 306. 25 1. Newton, Principios matemáticos de la Filosof(a natural, Madrid, 1987, p. 32. "1. El tiempo absoluto, verdadero y matemático, en sí y por su propia naturaleza sin relación a

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Tenemos ya los elementos que considero esenciales para una comprensión adecuada del problema del crédito y la usura en el pensamiento de los doctores escolásticos en los siglos XVI y XVII; la esterilidad o fungibilidad entendida como constancia del valor en el tiempo y la importancia que los escolásticas concedieron al tiempo como fáctor neutral o a-causal desde el punto de vista monetario. Éste puede ser el momento de avanzar un paso más tratando de contestar a las preguntas que formulamos al comienzo; la pregunta sobre si existe de hecho igualdad entre los valores sucesivos, y la pregunta por la justificación de esta exigencia de igualdad. Empezaré por el primero.

El problema empfrico de la congruencia monetaria En un mundo euclidiano, la congruencia métrica depende de la constancia en el valor del patrón de medida, y esa constancia se ha identificado con la "rigidez" del objeto patrón. Los doctores escolásticos, como ya sabemos, identificaron la constancia en el valor con la "fungibilidad" del dinero, por eso "rigidez" y "fungibilidad" se pueden considerar, desde el punto de vista de la métrica de la magnitud, como conceptos equivalentes; y porque son conceptos equivalentes, las dificultades

nada externo fluye uniformemente, y se dice con otro nombre duración. El tiempo relativo, aparente y vulgar es alguna medida sensible y exterior (precisa o desigual) de la duración mediante el movimiento, usada por el vulgo en lugar del verdadero tiempo: hora, día, mes y año son medidas semejantes. 11. El espacio absoluto, tomado en su naturaleza, sin relación a nada externo, permanece siempre similar e inmóvil. El espacio relativo es alguna dimensión o medida móvil del anterior, que nuestros sentidos determinan por su posición con respecto a los cuerpos, y que el vulgo confunde con el espacio inmóvil. .. El espacio absoluto y el relativo son idénticos en aspecto y magnitud, pero no siempre permanecen numéricamente idénticos; por ejemplo, si la Tierra mueve un espacio de nuestro aire, que relativamente y con respecto a la Tierra permanece siempre idéntico, el aire pasará en cierto momento por una parte del espacio absoluto y en otro momento por otra, con lo cual cambiará continuamente en términos absolutos". La idea del tiempo absoluto parece proceder de Barrow y More (Barrow, The Mathematical Works of Isaac Ba rrow , edición de Whewell, Cambridge, 1860, vol. 2, p. 160 Y s.; Henry More, Oeuvres, Paris, Adam-Tannery, 1903, vol. v, p. 302). Barrow había escrito que el tiempo "es simplemente una capacidad o posibilidad de existencia permanente". Algunos años antes, Henry More había escrito a Descartes: "si Dios aniquilase el universo y crease otro de la nada mucho después, ese intermundo o privación del mundo tendría su duración". Descartes -defensor del relativismo- estuvo en desacuerdo con el más conspicuo entre los llamados "platónicos de Cambridge". Como señala A. Escohotado, "fueron Barrow y More, junto con Boyle, quienes popularizaron la idea de que espacio y tiempo absolutos eran sencillamente la omnipresencia y eternidad del demiurgo" (estudio preliminar a 1. Newton, op. cit., p. XXXIII).

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epistemológicas que plantea la prueba empírica de la "rigidez" son las mismas que plantea la "fungibilidad" del dinero. Ni la "rigidez" ni la "fungibilidad" se pueden probar empíricamente porque no es posible una experiencia empírica de constancia en el valor. La comparación de dos o más valores sucesivos en el tiempo no es posible porque, como ya indiqué, no es posible la superposición euclidiana. 26 De ahí que si pretendemos probar que el dinero es un bien fungible porque su valor es constante en el tiempo incurramos en un círculo vicioso si después pretendemos justificar que el valor del dinero ha de ser constante porque se trata de un bien fungible. Este círculo vicioso es el mismo que Russell señaló, con carácter general, a propósito de la definición de "rigidez" como base de la congruencia métrica, es decir, de la igualdad de valores sucesivos en el tiempo: "El significado de rigidez presupone una igualdad métrica puramente espacial [o temporal], lógicamente independiente de la materia ... En consecuencia, incurrimos fatalmente en un círculo vicioso al intentar definir las propiedades métricas por medio de la rigidez." 27 El círculo vicioso en que podemos incurrir al definir la fungibilidad del dinero por la constancia de su valor en el tiempo puede suscitar dos tipos de objeciones. El empirista nos dirá, con palabras análogas a las de Russell, que no existe bien económico alguno del que se pueda afirmar que conserva constante su valor:. nos dirá que no existe un bien que se pueda llamar fungible; el no empirista, por el contrario, nos hará notar que el significado de la fungibilidad, como el significado de la rigidez, presupone una igualdad métrica lógicamente independiente del valor. 28 La necesidad de encontrar una solución a este problema llevó a Russell a la formulación del "axioma de libre movilidad:' y la neutralidad (no causalidad) del tiempo como base sobre la que construir la métrica euclidiana de la magnitud, es decir, la métrica basada en un patrón cuyo valor sea constante en el transcurrir del tiempo.29 La aceptación del axioma de libre movilidad equivale a la aceptación de un tiempo a-causal, es decir, de un tiempo cuyo mero transcurrir no altera para nada la realidad. Es esa misma a-causalidad del tiempo, garantía de "rigidez" en el patrón de medida, la que los doctores 26 Cfr. H. Reichenbac:h, The Philosophy ofSpace and TIme, New York, 1958; y B. Russell, op. cit. 27 B. Russell, op. cit., p. 716. 28 Ibidem, p. 405. En este punto debe recordarse la observación de D. Ricardo sobre la inexis tencia de un bien que puede servir como patrón invariable (rigido) de medida del valoc 29 B. Russell, op. cit., p. 121.

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escolásticos invocaron como origen de la fungibilidad del dinero o, si se prefiere, como origen de su uesterilidad" entendida como constancia en su valor. El principio escolástico de uniformidad de la naturaleza equivalía a postular el Uaxioma de libre movilidad" como base axiomática, no empírica, de la métrica euclidiana. Este carácter axiomático de la libre movilidad o, lo que es lo mismo, de la a-causalidad del tiempo, nos permite responder a la primera de nuestras preguntas sobre la igualdad de valores sucesivos en el tiempo. Se trata de una igualdad aceptada por definición, no por contrastación empírica. 3D Sólo la definición de la congruencia métrica basada en la Ufungibilidad" e'rigidez") del patrón de medida, es la que nos permite hablar de valores iguales y desiguales en un intervalo de tiempo. Si admitimos que sólo transcurre el tiempo en ese intervalo, los valores tendrán que permanecer constantes, es decir, invariables. Si observamos que los valores cambian habrá que atribuirlo a factores distintos del mero transcurrir del tiempo. La existencia de estos otros factores era lo que habría que probar, y esta prueba planteaba a los doctores escolásticos el problema de los Utítulos extrínsecos".

Los títulos extrínsecos y el problema de la usura La aceptación de un interés por razón del lucrum caessans, del damnum emergens, etcétera, se conoce en la historia del pensamiento escolástico sobre la usura como aceptación justificada en razón de Utítulos extrínsecos" al propio dinero. Después de cuanto llevo expuesto espero que se me entenderá si digo que estos utítulos extrínsecos" son los mismos que por definición pueden ser causa de que se produzcan intereses. La fungibilidad del dinero, como el transcurrir neutral del tiempo (Uaxioma de libre movilidad"), uno afirma que los cuerpos reales, como materia de hecho empírico, no cambien nunca su forma en modo alguno durante el paso de una posición a otra posición [en el tiempo]; por el contrario, nosotros sabemos que tales cambios deben efectivamente ocurrir... Pero tales cambios son atribuidos no al cambio de lugar. como tal lugar, sino a causas físicas." 31 En mi opinión, es en este contexto analítico en el que debemos interpretar los llamados utítulos extrínsecos" en el problema de la usura. Son razones que apuntan a factores económicos ajenos al mero transcurrir temporal, por eso son l/extrínsecos" al dinero como medida del 30 31

H. Reichenbach, op. cit. Ibidem.

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valor, es decir, extrínsecos a la congruencia materializada en el bien fungible que es el dinero. Si esos títulos fueran internos a la dinámica propia del dinero habría que decir que el dinero no es un bien fungible, pues su valor cambia con el paso del tiempo. Habría que admitir que la congruencia económica no es la euclidiana. La dinámica propia de un bien fungible es la que conocemos como dinámica de un valor estacionario, que sólo cambiará si sobre él actúan fuerzas externas. Se trata, evidentemente, de títulos basados en lo que llamamos expectativas, no en hechos concretos susceptibles de comprobación empírica; pero es que tampoco la "neutralidad" o a-causalidad del tiempo se funda en un hecho empírico concreto. Por eso el juicio sobre la existencia o no de tales "títulos extrínsecos" tenía que ser probable, no cierta; por eso podía ser discutida por otros doctores escolásticos. La casuística y la controversia que caracterizó el desarrollo de la moral económica (y la moral en general) durante los siglos XVI y XVII era consecuencia obligada de una epistemología que reconocía la incertidumbre del conocimiento humano de la realidad. No era un conocimiento que se sustentaba en la experiencia empírica, como después pretendió ser el conocimiento científico, fue un conocimiento que, incluso en aspectos analíticos como el referido a la igualdad entre valores sucesivos en el tiempo, reconocía su imperfección y finitud. Una conducta económica que explícitamente reconocía esta limitación del conocimiento analítico estaba abierta de modo natural y lógico a la dimensión moral, lo que nos lleva al segundo problema planteado al comienzo de este trabajo. .

El problema moral de los préstamos y la usura Si no existe una prueba empírica de la igualdad de valores en el tiempo, la única legitimidad que se podrá aducir de por qué se ha de respetar dicha igualdad habrá de ser la fidelidad a la definición social de esa igualdad. La igualdad de valores deberá respetarse porque ha de respetarse la definición de la fungibilidad del dinero o, si se prefiere, la definición del tiempo como factor neutral. Respetar la igualdad entre el valor recibido y el entregado en mutuo no es otra cosa que respetar la definición de fungibilidad, de libre movilidad, de neutralidad temporal. En definitiva, es respetar la definición de la congruencia métrica basada en la "rigidez" o "fungibilidad" del dinero como patrón de medida del valor. No respetar esa iguald~d supondría faltar a la definición dada de la congruencia métrica, supondría utilizar otro patrón de

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medida distinto del definido socialmente. Por eso debía condenarse moralmente. El problema moral se complicaba por la incertidumbre que rodeaba la presencia o no de "títulos extrínsecos" ·como posibles causas de un cambio en el valor del dinero, es decir, como explicación lógicamente admisible de la pérdida de fungibilidad. ¿ Cómo se podía conocer si en un caso concreto existían o no tales "títulos externos"? La respuesta no podía ser general, necesitaba un análisis del caso concreto, lo que dio origen al desarrollo de la casu{stica. Por tratarse de un juicio sobre la realidad concreta del caso, el juicio tendría que ser a posteriori. Por ser un conocimiento empírico, la opinión sería sólo probable, basada en conjeturas razonables. Por eso en los casos más complejos fue frecuente la controversia. Dicho de otra manera, para saber si se había respetado la definición de la "fungibilidad" (libre movilidad), primero había que analizar las circunstancias de la operación económica, pues sólo así se podría conocer con suficiente probabilidad la existencia o no de "títulos externos". Si se "comprobaba" la existencia de tales títulos se podría reclamar un valor distinto del que se entregó, pues esos títulos se consideraban causa de la desigualdad. Por el contrario, si sólo se comprobaba la existencia del mero transcurrir del tiempo habría que respetar la igualdad, y toda diferencia sería considerada usuraria.

Conclusión Los doctores de los siglos XVI y XVII reconocieron expresamente la necesidad del crédito para el desarrollo de la vida económica; reconocieron también que el dinero podía producir interés cuando se utilizaba en determinadas circunstancias, es decir, cuando existían "títulos extrínsecos" a la mera función métrica del dinero basada en su fungibilidad (libre movilidad). El problema moral se planteaba cuando se intentaba averiguar en cada caso concreto si existían realmente tales títulos extrínsecos o sólo existía el mero transcurrir del tiempo. Como era humano esperar, los comerciantes encubrían con frecuencia el mero. paso del tiempo con razonamientos que justificaran el cobro de intereses, es decir, que justificaran la no-fungibilidad del dinero; se producía entonces lo que los escolásticos llamaban "usura paliada" o encubierta. Si tales razonamientos hubieran conducido a una negación absoluta y total de la a-causalidad del tiempo, es decir, de la fungibilidad del dinero, se habría llegado a una negación del dinero como patrón invariable del valor. Me parece que esta posibilidad no podía ser admitida por los doctores sin renunciar a la definición de la congruencia métrica esta-

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blecida por la autoridad. Negar, por otro lado, que pudieran existir "títulos extrínsecos" que en determinados casos pudieran justificar el cobro de intereses hubiera supuesto negar que el dinero, además de patrón de medida del valor, podía utilizarse como capital, una po'sibilidad que ya en el siglo XIV admitían algunos doctores escolásticos. Como en la mayoría de los problemas morales, los doctores evitaron el recurso fácil que consiste en absolutizar uno de los extremos y negar el otro; por eso optaron, como era costumbre en la actitud probabilista que adoptaron, por mantener la tensión a que conduce el reconocimiento de la incertidumbre y la posibilidad de equivocarse. Evitaron, así, el dogmatismo moral y fomentaron la controversia, dos logros que se fueron perdiendo en los siglos posteriores.

LA IGLESIA Y EL CRÉDITO COMERCIAL EN LA NUEVA ESPAÑA EN EL SIGLO XVI

JOHN F. SCHWALLER

La operación de las redes del crédito comercial en México durante la época colonial tardía ha sido estudiada en las obras de David Brading y John Kicza. 1 La participación de la Iglesia en la economía de la Nueva España a fines de la época colonial figura como tema de muchas otras obras, como las de Arnold Bauer. 2 A pesar de esto, el papel de la Iglesia en el sistema de crédito comercial en la colonia temprana todavía no ha recibido un estudio extenso. 3 Este ensayo tiene como objetivo plantear algunas cuestiones como punto de partida para otras investigaciones, así como ofrecer una visión de la participación de la Iglesia dentro de las redes de crédito en la Nueva España en el siglo XVI. En la Nueva España tanto individuos como corporaciones tenían varios tipos de crédito disponible. No había una distinción entre negocios, corporaciones sin fines de lucro, e individuos en cuanto al mercado del crédito, y por eso es importante 'considerar el mercado de crédito

1 David A. Brading, Miners and Merchants in Bourbon Mexico, 1763-1810, Cambridge, Cambridge University Press, 1971, p. 98-104; John Kicza, Colonial Entrepeneurs: Families and Business in Bourbon Mexico City, Albuquerque, NM, University of New Mexico Press, 1983, p. 171-172. 2 El punto de partida para este estudio es el excelente ensayo de Amold Bauel~ que se enfoca hacia el impacto de las obras pías en la economía novohispana a fines de la época colonial y los primeros años de la república, "The Chun;:h in the Economy of Spanish America: Censos and Depósitos in the Eighteenth and Nineteeth Centuries", Hispa/1Íc American Historical Review, volumen 63 (1983), p. 707-733. 3 Entre otros estudios, son muy valiosos como punto de partida: Gisela von Wobeser. San Carlos Borromeo: Endeudamiento de una hacienda colonial (J 608-1729), México, UNAM, 1980; Jean-Pierre Berthe, "Contribución a la historia del crédito en la Nueva España (siglos XVI, XVII y XVIII)", en Prestar y pedir prestado: Relaciones sociales y crédito en México del siglo XVI y XIX, México, CIESAS. 1993; y los estudios de MaIia del Pilar Martínez, "Mecanismos crediticios en la ciudad de México en el siglo xv(, en Leonor Ludlow y Jorge Silva Riquer (compiladores), Los negocios y lus ganancias de la Colonia al México Moderno, México, coedición del Instituto de Investigaciones Doctor Jos~ MaIia Luis Mora-Instituto de Investigaciones Históricas UNAM, 1993. p. 36-59.

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como un sistema de relaciones de crédito entre todos los participantes, una verdadera red de crédito. Esta red de crédito se desarrolló como una respuesta a la demanda de la economía. Uno de los aspectos sobresalientes de la economía era la plata, pero la plata también era la base del sistema monetario. La política monetaria española tuvo como resultado la salida de la plata y dinero en efectivo a España. Por eso la Nueva España siempre se encontró sin recursos de dinero en efectivo bastantes para cubrir las necesidades ordinarias. Para mantener el crecimiento de la economía, era necesario recurrir al crédito para suplantar la escasez de dinero. Las relaciones de crédito se extendían por toda la sociedad. Al nivel más humilde los indígenas recibieron crédito de manos de los hacendados y obrajeros, quienes tenían necesidad de su mano de obra, en un mundo en que las epidemias habían disminuido sensiblemente el número de posibles jornaleros. Estas relaciones condujeron al sistema de peonaje, en que los trabajadores se encontraron más enredados en deudas con aquelllos que buscaron su trabajo. Por otra parte, oficiales del gobierno real utilizaron las libranzas de la Real Hacienda. Era precjso presentar la libranza en la caja de la Real Hacienda donde fue emitida para cobrarla. Se podían traspasar las libranzas a otras personas, dándoles poder para cobrar el dinero. De esta manera, las personas con libranzas de la Real Hacienda podían utilizarlas como un pagaré en sus propios negocios personales. Hasta los mercaderes y mineros más poderosos tenían que contar con las relaciones de crédito. Para comprar los bastimentos, los mineros tuvieron que convertir su plata en dinero en efectivo. Pero la Casa de la Moneda se encontraba en México, lejos de los centros de producción minera. Los mercaderes vendían sus productos por la plata de los mineros, descontando la plata por los gastos de traslado a México y del señoraje. Pero a su vez, los mercaderes tuvieron que comprar sus mercancías anualmente con la llegada de la flota. La escasez de dinero dio origen a que los mercaderes tuvieran que recurrir al crédito para la adquisición de mercancías. Todas estas relaciones de crédito existieron más allá del control directo de la Iglesia. La Iglesia sólo podía crear un ambiente de justicia en las relaciones de crédito, utilizando la confesión como su único método de vigilancia. A pesar de esto, la Iglesia tenía unas reglas muy claras en cuanto a las relaciones de crédito, para mantener la validez de los contratos frente a las leyes canónicas. En e] último caso, quienes no respetaron las leyes canónicas en cuanto a la usura, corrieron el riesgo de la excomunión. La Iglesia veía a la economía y las relaciones de crédito como un

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foro espiritual en que los fieles podían caer en el pecado. Reconociendo esto, los obispos de la Nueva España incluyeron las relaciones de crédito entre los otros aspectos de la vida cotidiana que consideraron en el Concilio Provincial JII de 1585. Para la administración de la Iglesia novohispana frente a las reformas del Concilio de Trento, los ~reládos elaboraron y ordenaron la difusión de varias obras. La principal eran los decretos del Concilio Provincial mismo. Aprobaron el catequismo para uso en todos los obispados de la provincia. Para ayudar en la administración del sacramento de la penitencia, elaboraron un Directorio para confesores y lo mandaron imprimir. Lamentablemente, nunca llegó a la luz el Directorio. A pesar de esto, el Directorio puede servir para aproximarse a las ideas de los obispos novohispanos frente al crédito, los negocios y la economía en general. El Directorio tiene muchas páginas de "casos de conciencia", situaciones ficticias utilizadas para ayudar al párroco en su labor de determinar la existencia del pecado entre sus feligreses. Más que esto, el Directorio examina la economía desde el punto de vista de los tratos y contratos, la compra-venta, cambio y la usura. En fin, nos presenta, en una manera concentrada, las ideas novohispanas a fines del siglo XVI frente a la economía: 4 En general, la Iglesia se oponía a préstamos con interés. Para los obispos, únicamente se podía cobrar el monto prestado, sin intereses. Si el prestador demandaba interés, el préstamo era usurario. A pesar de esto, los obispos resolvieron que se podía pedir más que el monto prestado si uno había sufrido una pérdida verdadera por haberlo prestado. La diferencia entre el monto prestado y el monto demandado tenía que ser equivalente al monto perdido. También era preciso satisfacer cuatro condiciones para tener un préstamo legal. Primero, el prestador tuvo que haber sufrido una pérdida verdadera. Segundo, la pérdida tuvo que haber ocurrido por un negocio legítimo, y no por algo ilegal o fingido. Tercero, la cantidad de dinero demandada más que el monto prestado, tenía que ser equivalente, restando gastos y mano de obra, al monto perdido. Cuarto, el comerciante que buscaba cobrar más que el monto prestado, tuvo que haber bu-scado su ganancia en los negocios y no en los préstamos. No debía haber buscado ganancia en el préstamo. 5 Las ventas a corto o largo plazo se consideraron como un tipo de préstamo. Por esta razón,. el mercader no podía vender una cosa en pago

4 El padre Stafford Poole, C. M., y yo estamos completando una edición definitiva del Directorio, basada en las tres copias manuscritas existentes. La copia más contemporánea con el concilio se encuentra en la Biblioteca Nacional de Madrid, manuscrito 7196, "Directorio del Sancto Concilio Provincial Mexicano" [1585]. s Ibidem, f. 45-49.

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adelantado en otro precio que el precio del mercado en el día de la transacción misma, no el precio esperado en la fecha de cumplimiento de la venta. Efectivamente, en cuanto a las ventas, el concilio puso gran fe en las fuerzas del mercado para establecer el precio justo. Los prelados aceptaron que una cosa podía tener tres precios: el precio bajo, el precio medio y el precio riguroso. También los distintos mercados, a menudeo, al mayoreo, al grano, tienda de mercader, tienda de artesano, etcétera, tenían sus precios justos. Las fuerzas del mercado establecían los precios justos en cada ambiente. En las ventas a base de crédito y en los préstamos, sin contrato, no se podía esperar más que el precio justo del momento en que se iniciaba la venta, no cuando concluyera. 6 El concilio estableció cuatro categorías para las relaciones comerciales: préstamos, compra-venta, trueque y cambio. La compra-venta es una transacción en que uno recibe dinero para cosas o viceversa. En el trueque, una persona recibe una cosa o producto por otra cosa o producto. En el cambio, una persona recibe un tipo de dinero por otro, es decir se efectúa un cambio de moneda. La compra-venta y el trueque tuvieron las mismas reglas, basadas en la noción de que el mercado del momento establece el valor. Como ya hemos visto, la venta a crédito no se podía hacer sino al precio del día en que se inició la venta. Tampoco los mercaderes debían dar descuento para ventas en efectivo. No había manera de establecer un mercado de futuros precios, porque todas las transacciones tenían que efectuarse al precio del día. Relacionado con el tema de ventas, el concilio prohibió el monopolio, en que un grupo de mercaderes se apoderara de una parte del mercado para subir el precio. También los obispos prohibieron el boicot en que los consumidores rehusaran comprar una cosa para bajar el precio. El cambio tenía unas reglas propias y distintas a las reglas de la compra-venta. En términos muy precisos, el cambio es el cambio de una especie de dinero por otra; pero, en general, en la economía novohispana el cambio tenía que ver con el mercado de cartas de pago, libranzas, promesas, deudas y otros instrumentos. El concilio decretó que los contratos de cambio eran lícitos si satisfacían cuatro condiciones: a) el instrumento debía de reflejar un pago verdadero y la transacción tenía que ocurrir en un lugar distinto al lugar en que el documento fue emitido; b) no se podían añadir cargos por la demora en la colección o cambio; e) quien recibía el dinero no podía pedir interés si no ocurría el cambio en la fecha prevista; d) el plazo del contrato tenía que ser de una duración razonable, como entre ferias o unos tres o cuatro meses. Estas condiciones fueron establecidas para garantizar que los cambios 6

Ibídem, f. SOv-S2v.

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efectivamente ocurrieran y que el contrato no fuera una manera de esconder una transacción vedada. 7 Además de los contratos y transacciones que ya hemos visto, los obispos del Concilio Provincial también consideraron otras actividades económicas: compañías, seguros, suertes, apuestas y el juego. En líneas generales, los obispos reconocieron como lícitos todos, siempre que no hubiera fraude ni apremio. Advirtieron que en ninguno de ellos poJía haber ningún fraude ni apremio. En el caso del juego, advirtieron que la ley civil imponía un límite de dos reales. También amonestaron que no se podían practicar juegos prohibidos por la ley civil o canónica y que únicamente se podía arriesgar la propia hacienda y no la ajena. Dentro de las condiciones impuestas por los obispos, el juego podía ser lícito y aun "obra virtuosa".8 Las apuestas se referían a la subasta o remate. El concilio decidió que la venta al remate era lícita, salvo que hubiera algún fraude. El uso de las suertes era un tema de gran interés para los teólogos. En la tradición pagana el uso de las suertes era una manera de averiguar lo divino. Para los obispos novohispanos, el uso de las suertes para dividir o repartir la hacienda, en un esfuerzo de evitar pleitos, era muy lícito. Al contrario, la selección de individuos en cargos de gobierno a través de las suertes no era lícito, sino cuando no había ninguna diferencia de calidad o preparación entre ellos. 9 Después de haber presentado estas observaciones sobre los contratos y relaciones económicas más comunes, los prelados consideraron el tema de la restitución. Desafortunadamente, este tema nos lleva más allá del tema de la Iglesia y el crédito dentro de la economía novohispana. El otro contrato que consideraron era el censo, pero como el censo figuraba como un aspecto esencial de la participación de la Iglesia en la economía será considerado aparte. Junto a las observaciones generales sobre las relaciones económicas y los contratos, los obispos del Concilio incluyeron veintiséis casos de conciencia que tenían que ver con relaciones comerciales comunes en la colonia. 10 La mitad de los ejemplos se refiere a varios contratos de compra-venta de plata en barras. En ellos se utilizan nombres genéricos para los participantes, como Pedro Mercader o Juan Chirrionero. En uno de los casos, Juan'Mercader tiene seis mil pesos en reales y ofrece a Juan Chirrionero llevarlos a Zacatecas para rescatar y comprar

Ibidem, Ibidem, 9 Ioidem, 10 Ibidem, 7

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f. 54v, f. 56-57v, f. 55v-56, f, 232-241 v,

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plata en barras con ellos, llevándolas en seguida a México. Ambos firman una escritura o contrato en que Juan promete pagar los gastos de transporte y lo asegura contra riesgo. Pero Juan mandaba que Pedro debía presentarse con ocho pesos y seis reales de plata en barra por cada ocho pesos en reales que llevaba, o sea, una ganancia de 9.3750/0. Los obispos opinaron que este contrato era usurario. Los aspectos más generales del contrato eran lícitos, es decir, la oferta de llevar plata en reales a Zacatecas para c()mprar plata en barras, con seguros contra riesgo. Pero cuando Juan demanda que Pedro gane una cantidad específica de plata en barras, el contrato resultó ser ilícito. Únicamente se podía esperar lo que dictaba el mercado en cuanto al nivel de la ganancia. Los obispos notaron que también existían muchos contratos en que se llevaban mercaderías a las minas para venderlas por plata en barras. Pero,' en muchos casos, ambos tipos de contratos, para rescate de plata en barras o venta de mercaderías, eran simplemente una manera de prestar dinero con intereses. Recibe uno los seis mil pesos (en plata, reales o mercaderías), y al fin del contrato es preciso devolver 6652.5 pesos en barras. El contrato podía ser lícito únicamente cuando llevaba uno los reales en dinero o en mercaderías, a Zacatecas, los utilizaba para comprar plata en barras, según la cotización del mercado, y llevaba la plata a México. No se podía estipular de antemano la cotización o tasa. En otro caso, Juan Mercader tiene seis mil pesos en reales que quiere enviar a Zacatecas para el rescate de plata en barras. En un contrato con Pedro Chirrionero, Juan ofrece pagar todos los gastos del envío y el seguro contra riesgo. Pedro, por su parte, tiene que irse en la primera oportunidad a Zacatecas y llevar los reales al agente de Juan, en Zacatecas. Al contrario, Pedro utiliza los reales para comprar mercaderías y, por eso, demora su salida para Zacatecas. En el camino los indios chichimecas le roban y lo pierde todo. Pedro reclama a Juan sus pérdidas, avisando que Juan le había asegurado el transporte contra riesgo. Por su parte, Juan lo niega, notando que Pedro no actuó conforme con los requisitos del contrato. Los obispos opinaban que Pedro no había cumplido con los requisitos del contrato, y por esto tuvo que aguantar todas las pérdidas y devolver el capital inicial a Juan. La mayoría de los casos tiene que ver con el cambio de plata en reales por plata en barras. Muchos de los casos estudian la posibilidad de recibir plata en reales a base de crédito por plata en barras a entregar en el futuro. De nuevo, no se puede cobrar más que en el caso de entrega inmediata. Era lícito que el mercader tuviera plata en reales en su tienda para la compra de plata en barras, siempre según la cotización actual del mercado. Otros contratos que estipulaban un valor futuro o una tasa

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de interés eran usurarios. Más que esto, los obispos creían que la mayoría de contratos ilícitos no eran más que una manera de esconder un préstamo con interés. Hay otro grupo de casos de conciencia acerca de contratos entre mercaderes relativos a la flota y a la compra-venta de mercaderías de Castilla. 11 El problema central de este comercio era la escasez de dinero en efectivo en la Nueva España. Cuando llegaban los productos europeos a Veracruz en la flota anual, no tenían los mercaderes novohispanos suficiente plata en reales para comprarlos. El crédito les ofrecía la manera de mantener el mercado en la ausencia de dinero. La dificultad era averiguar el precio justo del mercado, cuando la mayoría de los contratos eran escritos a base de crédito y de pago a plazos. Para los obispos era necesario averiguar la manera lícita de participar en este mercado a base de crédito. Hay un grupo de mercaderes que invierte en la compra de algún producto comprándolo en un precio muy reducido al mayoreo. En seguida, lo venden en precio riguroso para enviarlo a España. El concilio observaba que no sólo era lícita esta maniobra sino que era esencial en el comercio, comprar a precio bajo y vender a precio alto. En otro caso, los obispos se quejaron de una práctica que no era ética. En este caso, un mercader que trabaja con productos de los indígenas hace un contrato de vender a otra persona, a plazo futuro, una cantidad de maíz o mantas u otro producto de los indígenas, en un precio muy reducido. Cuando vence el contrato, rehúsa el mercader vender en el precio originalmente estipulado, y pretende hacerlo en uno mucho más alto. En un caso similar el mercader hace un contrato a largo plazo en un precio mucho más alto que el que podía haber sido, garantizándose una fuerte ganancia. Claro, estas maniobras eran ilícitas. Los obispos se quejaron de las compras y ventas de mercadurías por el mero fin de ganancia, sin tener en cuenta la utilización última del producto. Los o~ispos novohispanos también reconocieron la participación de los indígenas en el sistema de crédito. Entre los males sociales condenados por los obispos, se encuentra el encarcelamiento efectivo de los indígenas en los obrajes, haciendas y otros lugares. En el Directorio, los obispos decretaron que los indígenas gozaban de la libertad completa y no se les podía retener contra su propia voluntad. Más que esto, tenían el derecho de tiempo libre, de libre salida y entrada al lugar de trabajo, y de recibir los sacramentos de la Iglesia. Los obispos

11

Ibidem, f. 241v-251v.

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aceptaron que los indígenas podían endeudarse, pero en un nivel modesto, del que se pudiera esperar la resolución de la deuda. 12 En el Directorio, se quejaban los obispos de otros abusos del sistema de crédito, especialmente las relaciones entre los corregidores y los mercaderes. Muchas veces los mercaderes vendían a base de crédito mercaderías a los corregidores, alcaldes mayores y sus tenientes. Por su parte los magistrados requerían a los indígenas comprar las mercaderías a precios muy elevados. Los mercaderes y los corregidores ganaban en el trato. Por otra parte, los corregidores compraron productos de los indígenas a precios muy reducidos para, eventualmente, revenderlos en el mercado español. Como los mercaderes y corregidores compraban a precios artificiales, tal práctica fue condenada por los obispos del concilio por haber violado los principios del mercado. 13 Por último, los obispos novohispanos también opinaron sobre una de las relaciones más importantes para la economía, y especialmente para la Iglesia, es decir, el censo. Hoy en día el censo figura como un tipo de hipoteca impuesta sobre los bienes raíces. Los prelados del Concilio Provincial concibieron el censo de otra manera; en vez de pensar sencillamente en un tipo de inversión de capital, lo describieron tanto como una anualidad como un monto invertido: "es comprar con cierta cantidad de dinero, y renta que se ha de pagar cada año en dinero".14 Otros sabios de la época también pusieron énfasis en el aspecto de la renta anual que proporcionaba el censo. Por ejemplo, Tomás de Mercado, en 1569, escribió: "Censo y tributo, según se usa entre nosotros, es una pensión que se da cada año".lS Aunque el censo parecía un préstamo, había una gran diferencia. Efectivamente era la compra de una renta anual por la inversión de una cantidad de dinero, o renta de un terreno. Los obispos del Concilio Provincial consideraron lícito el censo, bajo siete condiciones: a) tenía que ser impuesto sobre bienes raíces fructuosos; b) la creación del censo tenía que ser con contrato ante un notario con el traspaso efectivo del monto invertido; c) los bienes raíces que formaban la base del censo no podían ser enajenados; d) no se podía añadir al principal del censo los réditos no pagados; e) si los bienes raíces sobre los cuales estaba basado el censo llegaban a ser menos fructuosos, tenía que disminuir la anualidad; f) no se tenía que pagar el censo

Ibidem, f. 255v-257v. Ibidem, f. 252-255v; 257v-258v. 14 Ibidem, f. 53v. 15 Tomás de Mercado, Suma de Tratos y Contratos [1569]. 2 V., Madrid, Instituto de Estudios Fiscales, Ministerio de Hacienda, 1984, v. 2, p. 496-497. 12

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cuando los bienes raíces se perdían por caso fortuito; g) se podía vender el censo por el mismo valor en que fue fundado. 16 Aunque los obispos opinaban mucho acerca del mercado de crédito y de las relaciones económicas, a excepción del confesionario, no tenían los medios para vigilar sus propios mandamientos. Los casos de usura generalmente no llegaron al juzgado eclesiástico. Individuos que participaron en contratos ilícitos no sufrieron condenación ante el juez vicario eclesiástico. Más que nada los prelados esperaban que en el confesionario los fieles buscaran ayuda ética y espiritual para controlar sus vidas económicas. La importancia de las observaciones del Directorio es que reflejan los problemas en la economía y la opinión oficial de la Iglesia frente a ellos. La Iglesia tenía un papel notable en otras áreas de la economía, y, especialmente, en cuanto al crédito. La Iglesia tenía cantidades sensibles de capital para invertir en la economía, como las capellanías y obras pías. Dentro de la categoría de obras pías se encontraban las dotes para huérfanas, la fundación de hopitales, o las capellanías mismas. Todas funcionaron de una manera similar, tanto en su fundación como en su operación fiscal. l7 Varios escritores han sugerido que la Iglesia tenía una importancia preponderante en la economía novohispana y que, efectivamente, aquélla funcionaba como un banco. 18 Investigaciones recientes muestran que el papel de la Iglesia era importante, pero no preponderante. 19 En el siglo XVI, ya sabemos que había otras fuentes de crédito y que las deudas entre individuos eran probablemente más comunes de lo que hemos creído. Por ejemplo, en 1575, don Luis de Velasco y su mujer, doña María Dircio, traspasaron a la tía de don Luis la obligación de pagar unos censos de 28 545 pesos de principal y le dieron poder para cobrar los intereses de otros censos de valor de 57 798 pesos de principa1. 2o Estas cantidades reflejan una actividad financiera "Directorio ... ", op. cit., f. 53v-54. El mejor estudio de las obras pías y capellanías durante la época de la independencia y república temprana es el de Michael P. Costeloe, Church Wealth in Mexico: A Study of the "Juzgado de capellanías" in the Archbishopric of Mexico, 1800-1856, Cambridge, Cambridge University Press, 1967. Las obras pías del siglo XVI, aunque similares a la institución descrita por Costeloe, son instituciones distintas. 18 John F. Schwaller, Origins of Church Wealth in Mexico: Ecclesiastical Revenues and Church Finances, 1523-1600, Albuquerque, NM, University of New Mexico Press, 1985. Ver también Amold Bauer, "The Church in the ... ", op. cit., p. 708-709. 19 Por ejemplo, véanse en esta misma publicación, las conclusiones de María del Pilar Martínez, "Aproximación al crédito eclesiástico en el siglo XVI en la ciudad de México", p. 120-143. 20 Archivo General de Notarías del Departamento del Distrito Federal, protocolos de Pedro Sánchez de la Fuente, 9 de marzo de 1575. 16

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muy alta en cuanto al crédito entre individuos. Dentro de las obligaciones traspasadas a doña Beatriz, sólo dos, con un valor de unos 2 154 pesos de principal, provenían de instituciones eclesiásticas; todas las demás fueron de particulares. Y el censo de valor de 57 798 p~sos fue de una sola persona, don Rodrigo de Vivero, pariente de Velasco. En los siglos XVII y XVIII, la Iglesia participaba en el mercado de crédito en un nivel sensible. Entre 1740 y 1798 el porcentaje de censos emitidos por la Iglesia disminuyó de 71 % a 24.60/0 en el obispado de Guadalajara. Al mismo tiempo, en la región de León, por los años 1780, la Iglesia proporcionaba el 32% de los censos, el resto provenía de personas seglares. 21 Por eso, debemos reevaluar el papel de la Iglesia en la economía novohispana en los siglos XVI y XVII. La sugerencia de estos datos, y otros, es que el papel de la Iglesia crecía en importancia a fines del siglo XVI y a través del siglo XVII, para, finalmente, debilitarse en el siglo XVIII. Como se sabe, habría tres maneras de fundar una obra pía. La obra pía se podía fundar sobre unos bienes raíces, rurales o urbanos. La renta generada por estos terrenos formaba los ingresos anuales con que se promovía el fin de la obra pía. También se podía traspasar una cantidad de dinero a la Iglesia, como dotación principal de la obra pía. La Iglesia lo imponía sobre bienes raíces con un individuo quien tendría que pagar los intereses anuales. En el caso de no poder pagar los intereses, la Iglesia podía confiscar los bienes raíces que sirvieron como garantía del censo. Si el fundador de la obra pía carecía de terrenos y dinero en efectivo para la dotación de la obra, podía imponer una obligación de censo sobre unos terrenos que tenía, prometiendo pagar los intereses, sin haber recibido dinero de la Iglesia. La dotación o monto invertido podía surgir de uno de tres mecanismos: del traspaso de tierras o de dinero del fundador a la Iglesia, o de la imposición de un censo sobre terrenos del fundador, sin el traspaso de un principal. En el siglo XVI, en una colección reducida de obras pías, se podían encontrar ejemplos de los tres tipos de dotación. En una muestra de 51 capellanías fundadas a fines del siglo XVI para clérigos seculares, 19 fueron fundadas con dinero en efectivo; 16 sobre bienes raíces, y 11 con imposiciones sobre tierras. Con el paso del tiempo, el número de capellanías fundadas con imposiciones creció, mientras que el de los otros dos tipos disminuyó. Varios investigadores han concluido que de los tres tipos de funda21 Linda Greenow, Credit and Socioeconomic Change in Colonial Mexico, Bú ..Ilder, Colorado, Westview Press, 1983, p. 72; Y Arnold J. Bauer, "The Church and Spanish American Agrarian Structure, 1765-1865", The Americas, 28 (1971), p. 92.

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ción, dos representan la extensión de crédito de la Iglesia a individuos. En estos casos el individuo recibe o el usufructo de un terreno, sea rural o urbano, o recibe una cantidad de dinero. En estos casos el que recibe, tiene la obligación de pagar renta sobre el terreno o intereses sobre el dinero. Pero ha recibido algo de valor. En el otro tipo, en que elindividuo impone un censo sobre un terreno, no ha recibido nada de valor, sino que se ha obligado a pagar interés, en ciertos aspectos artificial, sobre un capital. Desde este punto de vista, las obras pías fundadas con dinero o tierra son beneficiales para la economía, porque representan el movimiento de capital, a través de un sistema de crédito, de una persona a otra. Por otra parte, las obras pías fundadas con obligaciones representan sencillamente una obligación económica en favor de un bien espiritual, y por esto tienen un efecto negativo en la economía. 22 A pesar de esto, es preciso evaluar el efecto de la imposición en términos de su papel en la economía al largo plazo y dentro de la familia que funda la capellanía. Para la economía en general la fundación de obras pías y capellanías con base en imposiciones tenía un impacto muy importante. Con la imposición de una obligación se creaba un capital dentro de la economía. En la economía colonial la manera más común de crear capital fue a través de las minas y de la Real Hacienda, con un papel importante de la Casa de la Moneda. Pero sabemos que la mayoría del capital creado de esta manera fue destinado a España y no permanecía en la Nueva España. Sin otro remedio, la economía, dada su relación de dependencia, no podía crecer sin la intervención de otros mecanismos. La creación de o~ras pÚ1S con imposiciones fue tal remedio. Aunque en el momento de su creación representaba una obligación negativa para el fundador, en algún momento en el futuro alguna persona iba a redimirla, y en ese momento entraría un capital jamás visto antes, para prestar a otro individuo. De esta manera, las obligaciones tenían un papel muy importante en el crecimiento de la economía al largo plazo. Efectivamente, se podía concluir que la economía novohispana del siglo XVII estuviera más estancada sin la existencia de estos mecanismos. Pero la capellanía fundada con base en una obligación tenía un papel muy importante en la vida de las familias novohispanas, especialmente de los sectores medios. Para ser ordenado clérigo era preciso disfrutar de una congrua o una renta anual suficiente para mantener al clérigo. Los ricos podían satisfacer esta obligación con una dotación de dinero en efectivo. Los pobres tenían más dificultad. El saber un idioma indígena era suficiente para recibir ordenación, dado que podía el 22

Arnold Bauer, "The Church in the ... ", op. cit., p. 710-711.

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clérigo servir en una parroquia de indígenas' y había demanda de párrocos de indios. Las familias de los sectores medios carecían de riqueza suficiente para hacer una dotación de dinero en efectivo para el patrimonio de su hijo. Pero podían fundar una capellanía para dar una renta anual suficiente al hijo clérigo. Los más pudientes podían fundarla a través de una dotación de dinero o tierra. Los más humildes tenían que utilizar la fundación a través de la imposición de una obligación. Las capellanías no tenían que sufrir la supervisión de los juzgados eclesiásticos. Generalmente, éstas funcionaban fuera de la regulación eclesiástica y, varias veces, fueron una manera de mantener la riqueza dentrO' de la familia frente a presiones de destruir la riqueza familiar. Las Leyes de Toro tenían como base la idea de que todos los hijos de un matrimonio tenían el derecho de recibir una porción equitativa de la hacienda familiar. Familias con muchos hijos tenían problema de traspasar la riqueza íntegramente de una generación a otra. Por esto los mayorazgos tenían un papel importante en mantener la riqueza de la familia a través de los años. Pero las familias más humildes y las de los sectores medios no podían crear mayorazgos, por los costos muy elevados. Pero sí podían fundar capellanías, en las que un padre de familia fundaba la capellanía, nombrando a su hijo como capellán, a otro hijo como patrón de la capellanía, e invirtiendo el capital con otro hijo o yerno. De esta manera, toda la riqueza se podía mantener dentro de la misma familia y mantenerla íntegra de una generación a otra. Como se ha notado antes, según la ley canónica los terrenos que formaban la base de una capellanía no se podían enajenar. En este caso, la capellanía basada en una imposición también representa un beneficio para la familia, porque el capital disponible no disminuye y los miembros de la familia con poder económico dan ayuda a los que carecen de él. Por esto, debemos continuar las investigaciones acerca de las obras pías y capellanías para entender mejor su importancia dentro de la economía, en general, y para las familias, en particular. La gran mayoría de los censos en la última mitad del siglo XVI tenía una tasa de interés del 7.140/0 anual, basada en una real pragmática que establecía esa tasa para los juros reales. Entre 1608 y 1621 la corona disminuiría la tasa del 7.140/0 al 50/0. 23 Este cambio debía haber tenido una repercusión en el sistema de crédito de la Nueva España. Por una parte los individuos que quisieron crear una obra pía tenían que invertir más capital para tener el mismo fin. Era preciso obligar más capital para recibir un beneficio igual. Pero, por el otro lado, se podía recibir prestado más dinero sin pagar más interés. En las economías modernas 23

Jean-Pierre Berthe, "Contribución a la historia del. .. ", op. cit., p. 28.

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una disminución de la tasa de interés crea una mayor demanda. Pero en la economía novohispana es posible que la oferta no pudiera satisfacer a la demanda y, aunque la tasa de interés se redujera, podía no haber crecimiento en las inversiones en la economía. La cuestión se debe investigar. En conclusión, la Iglesia tenía un papel importante en la economía novohispana, tanto directo como indirecto. Por una parte, estableció las reglas éticas que debían seguir los participantes en la economía. El control que ejercía la Iglesia era muy sutil. Sólo a través de la confesión podía la Iglesia regir las actividades. Pero sin poder jurídico efectivo, las reglas de ésta sólo promovían una norma general sin vigor efectivo. Por otra parte, la Iglesia y los eclesiásticos participaban en la economía. Aunque las obras pías sólo representaban alrededor del 250/0 de los préstamos de la economía, la Iglesia era el prestamista más importante de la colonia y, por eso, con la corona real, sus actividades dictaban el ambiente general. Las obras pías fueron un mecanismo muy importante para que la economía en general creciera y para ayudar a las familias a evitar las fuerzas destructivas de capital de las leyes de la herencia. Pero, en cuanto a todos estos puntos, sabemos muy poco acerca del funcionamiento de la economía y el papel verdadero de la Iglesia. Para resolver esto es preciso continuar las investigaciones.

COMENTARIOS

BRIAN

F.

CONNAUGHTON

Hay una vertiente de gran similitud en estos dos trabajos. Ambos están orientados hacia una revaloración de la contribución intelectual y moral de la Iglesia a la vida económica de la Nueva España. Francisco Gómez Camacho lo hace a partir de la ubicación del pensamiento económico eclesiástico dentro de las coordenadas de una economía ya de intercambio periódico, protagonizada por comerciantes, cambistas y banqueros. Pone hincapié en que el crédito ya estaba contemplado por el pensamiento escolástico dentro de este horizonte. La actitud probabilista en torno del cobro de intereses esquivó el dogmatismo moral y fomentó una sana controversia. Se felicita Gómez Camacho de que el pensamiento escolástico era capaz de vigorosa evolución, incluso anticipándose a los planteamientos actuales. Su preocupación por la constancia en el valor del diriero a través del tiempo y, por ende, de la justificación o no del cobro de intereses, implicaba una problemática no sólo analítica sino moral, digna de los mejores intelectuales entonces y ahora. En forma paralela, John Frederick Schwaller también se ocupa de la normatividad moral que ejercía la Iglesia. Al recurrir al Directorio, o guía confesional, elaborado por el Tercer Concilio Provincial Mexicano en 1585, argumenta que los principios de mercado tenían allí su sitio. Si bien la usura era condenada, había lugar para el cobro de un interés correspondiente a la pérdida de valor de la suma prestada. Igualmente, si la Iglesia condenaba unas prácticas comerciales y crediticias, autorizaba otras que sorprenden. Schwaller se apro~ima mucho a considerar a la Iglesia de la época como una oficina de normas para el mejor desempeño de los negocios (o better business bureau en el lenguaje norteamericano actual). Schwaller concluye que la Iglesia jugaba un papel bastante refinado en la economía. La importancia concedida a las relaciones de crédito corría al parejo de sus prevenciones contra abusos. Gómez Camacho seguramente coincidiría en esto. Indudablemente se daba en el siglo XVI un l/eclecticismo industrioso" por parte de los pensadores y moralistas de la Iglesia católica, y se propiciaba un l/diálogo con el mundo contemporáneo". Hay que reco-

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nocer a los escolásticos "una preocupación de modernidad". Bien podría argumentarse que la primera escolástica tomista era una síntesis salida precisamente de una coyuntura similar. Pero también persiste la duda. ¿Representaría esta orientación una "(m)odernidad frágil ... que no desciende hasta lo más profundo de la exigencia teorética y de la exigencia histórica"? I Gómez Camacho asienta que la apertura moral y la disposición a la controversia fueron "dos logros que se fueron perdiendo en los siglos posteriores". Schwaller alude a la presencia de las cortes eclesiásticas que vigilaban la normatividad económica de la época. Si la modernización de la Iglesia era insuficiente o reversible, pudo haber sido poco fecunda la relación entre el pensamiento eclesiástico y la sociedad económica. Pudo haberse dado un "divorcio ... entre la ley y la realidad", como el que se observó en otros aspectos de la sociedad novohispana. 2 En el caso de la legislación estatal, se ha notado que, casuística y particularista, carecía de una vertebración única. Rezagada frecuentemente frente a la realidad, tenía un "carácter vacilante y ocasional". Había el recurso a "la solución ecléctica" para obviar atolladeros. Pero esto dista mucho de tener el carácter vibrante y vital que las ponencias sugieren. Hace diez años un historiador mexicano asentaba categóricamente que "dentro de la más pura tradición escolástica el concilio (eclesiástico) de 1585 condenó con decisión la usura, como en el Medievo".3 Hace seis años otro nos aseguraba que, con todo y las modificaciones realizadas por la Iglesia en la teoría y la práctica del préstamo a interés, "a pesar de ello el crédito estaba estrechamente vigilado para que no fuera usurario".4 Solórzano Pereyra, en pleno siglo XVII, denunciaba que aun cuando fuera extenso el uso de dicho préstamo, incluso en la corte real, tales "costumbres o tolerancias muchas veces pueden y suelen excusar el pecado ... ".5 La polémica no sólo tiene que ver con si la Iglesia se hermanaba con los cambios de la economía a nivel teórico-legislativo o los refrenaba.

I Estamos citando aquí a J. S. da Silva Dias, Influencia de los descubrimientos en la vida cultural del siglo .\Y/, México, FCE, 1986, p. 40; la temática es ligeramente distinta, pero los juicios parecen muy acertados y la dinámic::1 central cercana. 2 BeatIiz Berna!, "Las características del derecho indiano", Historia !vlexicana, X.~XVIII: 4 (abril-junio 1989), p. 663-675. 3 Luis Weckmann, La herencia medieval de México, 2 v., México, El Colegio de México, 1984, v. 1, p. 383 . ..¡ Francisco R. Calderón, Historia económica de la Nuel'a Espafia en tiempo de los Allsfrias, México, FCE, 1988, p. 466. s Ibidelll, p. 466.

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Se extiende a la participación efectiva de la Iglesia y sus hombres en la economía como protagonistas. En la historiografía dedicada a estudiar la actividad económica de la Iglesia, y no sus postulados teóricos y su vigilancia moral, se ha vuelto común concebir a las diversas instituciones eclesiásticas como el banco de la colonia, su corazón activo que bombeaba el dinero/capital urgentemente requerido a sus miembros productores. Pero si bien "nadie duda que la Iglesia estaba metida en el negocio de préstamos monetarios a interés, la cuestión es ¿qué tan importante era con10 'banco agrícola'?" 6 Un estudioso ha afirmado que de hecho "el volumen de préstamos que otorgara la Iglesia se reduce a medida que lo observamos más detenidamente". Además, asienta categórico que, mientras la tasa general de interés era muy alta, si bien disimulada, las instituciones eclesiásticas "ofrecían un número limitado de préstamos a aquéllos con capacidad de cubrir ... (sus) estrictos requisitos, a un interés que rara vez, si es que alguna, varió entre mediados del siglo XVII y mediados del siglo XIX de S%, tasa determinada no por el mercado sino de principio". 7 Si, de hecho, había profundas reservas de la Iglesia en tomo de la usura; si sus préstamos eran relativamente escasos y regidos por principios más que por el mercado, ¿qué pasaba cori los ingresos enormes de las instituciones eclesiásticas y qué sentido tenían sus préstamos? El argumento concluye que los ingresos se orientaban más al consumo que al "afán rentístico", que se ocupaban en la arquitectura religiosa, en el mantenimiento y el lujo clerical, y en los "servicios de salud, educación y bienestar." 8 Se trataba de allegar a las instituciones eclesiásticas clientes escogidos y útiles, y no sólo rentas seguras. 9 El profesor Schwaller ha mostrado en otro estudio que, en la lucha por mantener los linajes coloniales por parte de las familias de mayor alcurnia, alternaban diversos mecanismos de poder. Entre éstos figuraba una densa red de relaciones de trato y de parentesco y la colocación de parientes en altos puestos de la Iglesia, lo cual no era ajeno a cálculos de "inversiones y servicios". 10 Este entramado que enraizaba en el siglo XVI para perpetuarse en los siglos posteriores, por sí solo justificaría el juicio de que la Iglesia en su conjunto representaba una "pe'sadísima carga económi6 A. J. BaueJ~ "La Iglesia en la economía de América Latina, siglos XVI a XIX", introducción a A. J. Bauer (compilador), La Iglesia en la economla de América Latina, siglos .\VI a XIX, México, INAH, 1986. 7 Ibidem, p. 25. El subrayado es mío. 1\ Ibidem, p. 35, 38, 42-45. 9 Ibidem, p. 45-46. 10 John Frederick SchwalleJ~ "Tres familias mexicanas del siglo xvI", Historia Mexical1a, XXXI: 2 (octubre-diciembre 1981), p. 171-196.

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IGLESIA, ESTADO Y ECONOMíA

ca" para la Nueva España. 11 Explicaría, asimismo, que la evolución teórica de la escolástica se haya frenado ante el acomodo oligárquico de las instituciones eclesiásticas y sus integrantes. Esto pudo haber ocasionado que el crédito laico desempeñara un papel más activo ante una demanda álgida, pero al amparo de la disimulación rutinaria, y no de la creatividad teórica y moral. Hay otras facetas de esto. Gisela von Wobeser afirma que la "argucia legal" más utilizada en materia de crédito en la Nueva España fue el "censo cünsignativo".12 Pero, reton1ando el estudio de Arnold Bauer, aclara que había dos fuentes muy distintas de donde provenían los fondos de estos censos. En un caso representaban un virtual préstamo, particularmente hacia agricultores o personas con otros bienes raíces valiosos. El dinero podía convertirse en capital al desarrollar la infraestructura de una finca, por ejemplo. Pero las dádivas religiosas que se hacían a la Iglesia se hacían mediante la misma fórmula del "censo consignativo". \3 Es decir, un hacendado u otra persona de medios asumía la responsabilidad de pagar un censo o interés sobre una suma de dinero estipulada, y que iba respaldada por bienes raíces. En este caso :'los censos derivados de obras pías eran improductivos y contribuían a la descapitalizació~ de la propiedad". 14 Esto propiciaba el endeudamiento frecuentemente anti-económico de las propiedades y las quiebras de las empresas, dándose el acaparamiento de bienes raíces urbanos y rurales en manos de las instituciones eclesiásticas. ls Como "el endeudamiento fue progresivo, sus efectos negativos fueron en aumento".16 El campo mexicano se empobrecía a favor de un clero enraizado en las ciudades. Se dio un "proceso cíclico" de descapitalización, nuevos censos por motivo de inversión o piedad, quiebra, remate y recan1bio de propietarios en que lo único que importaba en. mantener el pago de los censos acumulados.1 7 La protección de los dineros eclesiásticos obraba en contra de la división de las haciendas, y, por ende, en contra de la proliferación de pequeños y medianos propietarios. 18 En esta visión, ni la "actitud n1ás flexible de la Iglesia en torno al concepto de la usura" en la segunda mitad del siglo Amold J. Bauer, op. cit., p. 47. "Mecanismos crediticios en la Nueva Espai'ía, El uso del censo consignativo", Mexical1 Studies/Estlldios Mexicanns, 5: 1 (Winter 1989), p. 1-23. 13 Ibidem, p. 16. 14 Ibídem, p. 18. IS Ibídem, p. 18-19. 16 Ibídem, p. 20. 17 Ibídem, p. 20-21. 18 Ibídem, p. 21. 11

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pudo remediar enteramente el daño que ya se había obrado a la economía novohispana. 19 Este cuadro contrasta con la propuesta del profesor Schwaller cuando argumenta que ambas formas de favorecer a la Iglesia constituían en la práctica "un medio esencial de crecimiento de capital para la economía colonial". Cuando la Hpoteca se solventara, "la Iglesia tendría entonces una suma adicional de capital que prestar". Asunción Lavrin, por su parte, admite la existencia de un "círculo de mutua dependencia" entre elite y clero, pero subraya que la primera recibía cuantiosos préstamos de dinero del clero novohispano. 2o Por otra parte, y para finalizar, el hecho de que todavía a fines de la colonia la Iglesia estuviera refinando su posición teórica y moral, autorizando la transición al crédito mediante el "depósito irregular" a partir de 1771,21 deja sobre la mesa de debates la propuesta original del maestro Gómez Camacho. Von Wobeser, Asunción Lavrin y otros subrayan nuevas modalidades tanto teóricas como prácticas en la conducta de la Iglesia. Quizá se trata de una larga transición. Escribe Lavrin que, incluso desde fines del siglo XVII, muchas instituciones eclesiásticas habían comenzado a "dar dinero en préstamos con fecha de devolución señalada y con garantías de fiadores, por la razón usualmente señalada de 'falta de fincas seguras en que imponerse'." El día del "depósito irregular" ya amanecía y las corporaciones religiosas comenzaban a superar "su inhibición respecto al préstamo a interés".22 Necesitamos abarcar todo un conjunto de situaciones y fenómenos tal vez sólo aparentemente contradictorios y excluyentes, antes de poder llegar a una valoración definitiva en esta materia. Las ponencias discutidas alimentan el deseo de una apreciación más justa, y nos excitan a comenzar a formular una orden de prioridades en cuanto a las investigaciones que puedan resolver nuestras incógnitas. XVIII

Ibidem, p. 22. "El capital eclesiástico y las elites sociales en Nueva España a Hnes del siglo Mexican Studies/Estudios Mexicanos, 1: 1 (Winter 1985). 21 Gisela von Wobeser, op .. cit., p. 6. 22 Asunción Lavrin, op. cit., p. 5-6. 19

20

XVIII",

APROXIMACIÓN AL CRÉDITO ECLESIÁSTICO EN EL SIGLO XVI EN LA CIUDAD DE MÉXICO

MARÍA DEL PILAR MARTÍNEZ LÓPEZ-CANO

Introducción En general existe una tendencia a considerar que desde finales del siglo XVI la Iglesia aportaba la mayor parte del crédito en la economía novohispana. 1 Esto se deduce de la actividad crediticia de las instituciones eclesiásticas en el siglo XVIII y de la impresión -más intuida que comprobada- de que el censo consignativo fue con anterioridad al siglo XVIII el principal instrumento de crédito. Debido a las características de este instrumento, los únicos acreedores interesados en utilizarlo habrían sido las instituciones eclesiásticas, de ahí que éstas fuesen la principal fuente de financiamiento de la economía colonial o, incluso, "el banco de la colonia". Sin embargo, un análisis de las fuentes del siglo XVI nos lleva a matizar estas afirmaciones. El crédito eclesiástico no fue tan significativo como posteriormente, lo cual se puede explicar por la confluencia de varios factores: primero, porque las instituciones no eran tan ricas en el siglo XVI como en el XVIII, muchas de ellas todavía no se habían fundado y las existentes, tuvieron que hacer frente a otros gastos (ornato, edificios, etcétera) y diversificaron sus fuentes de ingreso; segundo, porque los laicos aportaron capitales a crédito incluso a través del censo consignativo y, tercero, porque el censo consignativo no fue el instrumento de crédito más utílizado. Por otro lado, los estudios sobre el crédito eclesiástico se han basado en los análisis de la contabilidad de las propias instituciones, donde se recogen las sumas a su favor, yen informes que presentaron ante la Real Hacienda. Aunque estos acercamientos han permitido conocer las estrategias inversionistas y crediticias, deudores, sumas entregadas y 1 Por ejemplo, John F. Schwallcr, Ongenes de la riqueza de la Iglesia en México. Ingresos eclesiásticos v finanzas de la Iglesia 1523-1600, México, FCE, 1990, p. 183.

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IGLESIA, ESTADO Y ECONOMíA

garantías exigidas, no han facilitado relacionar su actividad crediticia con la de otros acreedores. A esto hay que sumar que la mayoría de los estudios se refieren al siglo XVIII, con lo cual desconocemos la situación en épocas anteriores. A continuación vaya relacionar el crédito eclesiástico con el proporcionado por otros acreedores, lo que permitirá insertar la actividad crediticia de las instituciones y fundaciones eclesiásticas dentro del crédito en el siglo XVI. Para ello, he utilizado fundamentalmente los protocolos notariales de la ciudad de México, fuente en la que se registra la actividad de los distintos acreedores,2 y el estudio de algunas propiedades gravadas con censos, así como de algunos inventarios efectuados por habitantes novohispanos en 1622. 3 El estudio del crédito eclesiástico se ha completado con algunos fondos del Archivo General de la Nación y del Archivo Histórico de la Secretaría de Salud. 4

Los instrumentos de crédito en el siglo XVI En el siglo XVI coexistieron diversos instrumentos de crédito que permitían operaciones distintas. En grandes líneas podemos distinguir dos operaciones dominantes: a) aquellas que facilitan al deudor un préstamo de capital en dinero y b) las ventas a crédito. 5 Dentro de los préstamos, el crédito a largo plazo se canalizaba a través del censo consignativo. 6 Mediante este contrato, el acreedor 2 Archivo General de Notarías de la ciudad de México (en adelante: AGNCM), escribanos: Gaspar Calderón (legajo 21, años 1554-1555), Antonio Alonso (9 legajos, años 1559-1583) y Juan Pérez de Rivera (legajo 3353, años 1588-1590; legajo 3361, años 1617-1618; legajo 3362bis, años 1624-1625; y legajo 3362, años 1623-1635). La consulta de la documentación notarial (aproximadamente 7 000 escrituras) fue posible gracias a la catalogación exhaustiva que lleva a cabo el Seminario de Paleografía e Historia Novohispana, del que formo parte. Agradezco especialmente a Javier Sanchiz, Ivonne Mijares, Cristina Bravo, Elena Anzures y Maricela Concha las fichas que me proporcionaron. 3 AGI, México, legajos 259, 260 Y 261 (55 inventarios). Sobre las características de estos inventarios, véase José de la Peña, Oligarquía y propiedad en Nueva España (15501624), México, FCE, 1983, especialmente p. 13-29. 4 AGN, Bienes Nacionales (90 expedientes), Censos (v. 1), Cofradías y Archicofradías (v. 4, legajos 1 y 2), Templos y Conventos (6 expedientes), Real Fisco de la Inquisición (v. 2 y 29); Archivo Histórico de la Secretaría de Salud (en adelante: AHSS), Libros del convento de Jesús María (S, 6, 7, 9 Y 10). s Existían otros instrumentos que facilitaban operaciones de crédito, que se han excluido de este análisis, como eran los títulos de crédito para saldar operaciones (traspasos de deudas). 6 Sobre las características del censo consignativo en el siglo XVI, véase: María del Pilar Martínez, El crédito a largo plazo en el siglo XVI. Ciudad de México, 1550-1620, México, UNAM, 1995 (en prensa).

..

CRÉDITO ECLESIÁSTICO EN EL SIGLO XVI EN LA CIUDAD DE MÉXICO

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entregaba una suma de dinero al deudor quien se comprometía a pagarle réditos por ese capital a las tasas de interés marcadas por la legislación hasta que lo devolviese. Desde su introducción en Nueva España, el censo consignativo fue un contrato redimible, siendo ilícito el censo consignativo perpetuo, por esta razón se denominó censo redimible o al quitar.'Ahora bien, a diferencia de los otros instrumentos de crédito, en el censo consignativo no se pactaba una fecha para la devolución del capital, sino que ésta quedaba abierta ya merced del deudor. Además, era parte inherente de este contrato un bien raíz sobre el que descansase la obligación. Es decir, el censo era, ante todo, un derecho u obligación real, en el sentido que reposaba en primer término sobre un bien raíz y era, por tanto, su poseedor, quien, por este hecho, debía pagar la renta. Esto implicaba que con la transmisión de la propiedad se trasladase el censo que la gravaba. Además, la compra de un bien acensuado facilitaba un crédito al comprador de la misma. En el momento de formalizar la operación, se le descontaba el principal del censo, a cambio de reconocerlo y de pagar sus réditos, con lo cual obtenía un crédito en la compra. Por último, hay que indicar que si bien el acreedor no podía forzar al deudor a devolverle el principal del censo, podía traspasar el título a otra persona y, de esta manera, recuperar el capital. Hay que tener en cuenta, además, que las tasas de interés vigentes en el siglo XVI fueron más altas que posteriormente. Hasta 1563, los intereses fueron del 10%; de esta fecha a 1608, del 7.14%, y, a partir de 1608, se rebajaron a un 50/0. Por tanto, en estos años, este crédito se abarata para el deudor. Por otro lado, las nuevas tasas de interés tenían carácter retroactivo, los censos impuestos con anterioridad ajustaban sus réditos a las nuevas tasas. La legislación civil castellana, además, consideraba lícito que el censo se constituyese sin que el acreedor entregase en ese momento el capital, en los términos de la época, "fundar un censo sin dineros de presente".7 Es decir, el deudor podía utilizar el censo consignativo para saldar una operación (por ejemplo, una dote de religiosa, una fundación de capellanía u obra pía, o pagar una deuda). En este caso, el acreedor no entregaba un dinero al deudor sino la carta de pago de la operación que cancelaba. De ahí, que en el censo consignativo no siempre existiese una transferencia de dinero del acreedor al deudor, aunque en todos los casos el principal se fijase en una unidad monetaria, y el deudor pagase los réditos del principal hasta que lo devolviese. 8 En este punto la legislación civil no admitió el Motu Proprio. Sobre este punto, véanse: Amold J. Bauer, "The Church in the Economy of Spanish America: censos and depósitos in the Eighteenth and Nineteenth Centuries", Hispanic American Historical Review, 63: 4,1983, p. 707-737; Y Gisela von Wobeser, "Las fundacio7

8

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IGLESIA. ESTADO Y ECONOMíA

Respecto a las ventas a crédito podían ser a corto, mediano o largo plazo y se podían adquirir bienes muebles o raíces. Los instrumentos elegidos para formalizar esta operación eran la obligación de pago y el reconocimiento de censo. En el primero, el comprador postergaba el pago del importe del bien (una parte o su totalidad), generalmente en plazos inferiores a un año. En el segundo, el comprador reconocía -de ahí su nombre-, el censo que gravaba la propiedad y se comprometía a pagar sus réditos hasta que lo redimiese, con lo cual el acreedor no transfería un nuevo capital en la operación, pero el deudor obtenía un crédito a través del reconocimiento del gravamen. 9 Un análisis de las fuentes nos indica que fue más importante el crédito a corto plazo que a largo plazo, y además se utilizaron más las ventas a crédito que los préstamos de capital. Entre estos últimos, fueron más comunes los instrumentos a corto plazo que a largo plazo. Sin embargo, hay que tener en cuenta que la representación de estos instrumentos en las fuentes es desigual. El único contrato que requería formalizarse ante notario era el censo consignativo, y las otras operaciones se realizaron, la mayoría de las veces, mediante contratos privo·· dos, sin que ningún escribano diese fe pública, de ahí que un análisis de los protocolos notariales sólo permita un seguimiento completo del censo consignativo. En el siguiente cuadro se presenta un análisis de los préstamos y las ventas de crédito en la ciudad de México en algunos años entre 1570 y 1589. 10 Únicamente se consignan las operaciones en que se canaliza el capital (en dinero o en bienes), no los reconocimientos posteriores de la deuda. 11 A pesar de que el censo consignativo está mejor registrado en la fuente que los otros instrumentos, no e~ el contrato más utilizado. Las ventas a crédito son más importantes que los préstamos, y, de éstos, un porcentaje importante se canaliza a través de otros instrumentos. nes piadosas como fuentes de crédito en la época colonial", Historia Mexicana, xxxvm:4, 1989, p. 779-792; "Mecanismos crediticios en la Nueva España. El uso del censo consignativo", Mexican Studies/Estudios Mexicanos 5: 1, Winter 1989, p. 1-23. 9 También las propiedades se podían transmitir mediante censo. El comprador, en lugar de pagar el importe del bien, imponía censo a favor del vendedor por esa cantidad (principal). Aunque en la operación no se entregaba dinero, el censo se extinguía cuando el deudor devolvía el principal en dinero. 10 En los protocolos notariales de la primera mitad del siglo XVI no se registró ninguna escritura de imposición de censo. Datos sobre el crédito en estas décadas en María del Pilar Martínez, "Mecanismos crediticios en la ciudad de México en el siglo xvr", en Leonor Ludlow y Jorge Silva (compiladores), Los negocios y las ganancias de la Colonia al México Modemo. coedición UNAM-Instituto Mora, 1993, p. 36-46. 11 AGNCM, escribanos Antonio Alonso (años 1570-1581)y Juan Pérezde Rivera (legajo 3353, años 1588-1589).

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CRÉDITO ECLESIÁSTICO EN EL SIGLO XVI EN LA CIUDAD DE MÉXICO

Cuadro 1 PRÉSTAMOS Y VENTAS A CRÉDITO (1570-1589)

Operación

C. consignativo Otros préstamos V. a crédito Total

Década 1570

Década 1580

Total capital %



Tot.-cap.



Tot.-cap.

29 45 345

21 713 15 505 176 327

4 13 34

4 200 3 656 18 137

10.8 8.0 81.2

419

213 545

51

25 993

(239538)

Años: 1570-1572, 1576-1579, 1581, 1588-1589.

Cuadro 2 CENSOS QUE SE IMPUSIERON ENTRE 1550-1589

Acreedores

I. eclesiásticas Otros acreedores Total

Total principal

Total censos

en pesos

%

37481 184904

16.9 83.1

23 173

222385

(196)

196

Fuente: AGNCM y fondos del AGN.

%

11.8 88.2

12

Las instituciones eclesiásticas únicamente aportaron capitales mediante el censo consignativo, es decir, 'préstamo de dinero a largo plazo, con lo cual el crédito eclesiástico supuso un porcentaje bajo respecto al conjunto de crédito, con una mayor importancia en los préstamos de dinero, y, sobre todo, en el crédito a largo plazo.

El crédito a largo plazo: crédito eclesiástico y laico

r

Si analizamos las fuentes del siglo XVI observamos que en el crédito a largo plazo es mayor el porcentaje de capital suministrado por los laicos que por las instituciones eclesiásticas. A partir de esta muestra, entre 1550-1589, las instituciones eclesiásticas aportaron únicamente el 17% de los capitales y tan sólo el 12% de los censos estuvieron impuestos a su favor. 12Ibidem, AGNM, Bienes Nacionales, volúmenes (entre paréntesis se indican los expedientes): 312 (22), 289 (34, 55), 846 (16); Templos y Conventos 156 (80); Real Fisco de la Inquisición, v. 2 y 29; Cofradías y Archicofradías, v. 4 (1 Y 2).

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IGLESIA, ESTADO Y ECONOMíA

Sin embargo, el periodo a partir de 1590 está menos documentado. Conocemos 55 censos que se impusieron entre 1590 y 1626, Y tenemos datos del acreedor de otros 26 censos que estaban impuestos en las dos primeras décadas del siglo XVII, que se impondrían probablemente entre 1590-1620. Cuadro 3 CENSOS QUE SE IMPUSIERON ENTRE

Acreedores

Total principal

1. eclesiásticas Otros acreedores

Total Fuente: AGNCM, AGN y AGI.

1590-1626

en pesos

%

102390 203983

33.4 66.6

306373

Total censos %

51 30

63.0 37.0

81

13

A diferencia de los años anteriores, a partir de 1590 se registra un despunte del crédito eclesiástico y aumenta el número de censos impuestos a su favor, pero los laicos todavía entregan sumas considerables mediante este instrumento, de ahí que aunque otorguen menos censos resulten acreedores de sumas más elevadas. Un resultado similar se aprecia entre los acreedores del ayuntamiento de la ciudad de México en las dos primeras décadas del siglo XVII (cinco acreedores laicos con 124000 pesos a su favor frente a dos censos impuestos a favor de obras pías que sumaron 25 000 pesos).14 Ahora bien, dentro del crédito eclesiástico, no todos los censos su pusieron una transferencia real de dinero del acreedor al deudor. Algunos se impusieron para fundar capellanías o pagar una dote de religiosa, sin que el deudor recibiera el dinero de la operación. Si

13 Juan Pérez de Rivera (véase nota 2), Juan Santos de Rivera, legajos 4364,4365,4366 Y 4367. Se han excluido aquellos censos en que no fue posible detenninar el acreedor. La consulta se completó con: AGN, Bienes Nacionales, v. 659 (6), 339 (37), 1523 (3), 549 (3), 1264 (1); Censos, v. 1 (1); y AGI, México, legajos 259,260,261 (55 inventarios). 14 Archivo del ex Ayuntamiento de la ciudad de México, Censos, v. 201'2 (en el crédito laico, 100 000 pesos pertenecían a un acreedor). En los inventarios analizados (AGI, México, legajos 259 a 261), algunos declarantes tenían censos a su favor (no se incluyeron en las muestras anteriores) que sumaban 56 750 pesos (catorce censos). En estos inventarios se registraron otros tres censos a favor de clérigos (4 500 pesos) y en nueve casos no se especificó el acreedor (24 900 pesos), que se han excluido de las muestras anteriores.

CRÉDITO ECLESIÁSTICO EN EL SIGLO XVI EN LA CIUDAD DE MÉXICO

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excluimos estas sumas (30700 pesos), el crédito eclesiástico se reduciría al 260/0 de los capitales. A pesar de que lo reducido de la muestra hace aventurado señalar proporciones o porcentajes, las cifras anteriores indican que, aunque a partir de 1590 el crédito eclesiástico fue más importante que en décadas precedentes y creció el número de censos impuestos a su favor, los laicos todavía entregaron capitales importantes mediante este instrumento. En resumen, si consideramos las fuentes en su conjunto, se puede apreciar que en el siglo XVI la actividad crediticia de las instituciones eclesiásticas no fue comparable a la de los laicos. Estos últimos aportaron capitales importantes a crédito por medio de varios instrumentos. Respecto al crédito a largo plazo, o sea, mediante censo consignativo, también las sumas a favor de los laicos son superiores a las que en las mismas fechas disfrutaban las instituciones eclesiásticas, sobre todo hasta 1589, que es el periodo rnejor documentado en este estudio. El crédito eclesiástico, en cambio, no fue tan importante como posteriorn1ente. Por tanto, no se puede sostener que en el siglo XVI las instituciones eclesiásticas fueran "el banco de la colonia", lo cual se puede explicar porque estaban en proceso de fundación, muchas aún no existían, no poseían capitales importantes y, además, diversificaron sus inversiones. A ello hay que sumar que a veces las instituciones y fundaciones eclesiásticas disfrutaron rentas de censos que se impusieron para dotar a religiosas o capellanías, sin que hubiesen entregado realmente el principal a cambio.

El crédito eclesiástico en el siglo

XVI

En el siglo XVI, dentro del crédito eclesiástico, destacó la actividad de los conventos (religiosas y religiosos) y cofradías. Sin embargo, en las prin1eras décadas del siglo XVII, aumentan las referencias a capellanías y obras pías, no sólo en número sino también en las sumas a favor. 15 Aden1ás, los principales de los censos suben a principios del siglo XVII.

Las inversiones de las instituciones y fundaciones eclesiásticas. Para entender la política inversionista de las instituciones eclesiásticas hay

15 En este análisis sólo se han considerado los protocolos notariales citados en notas anteriores, los inventarios novohispanos, propiedades gravadas con censos y censos que pagaba el ayuntamiento en las primeras décadas del siglo XVII. Se han excluido los libros de contabilidad de estas instituciones y censos localizados en distintos fondos del AGN a favor de las mismas, para dotar de representatividad a la muestra.

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IGLESIA, ESTADO Y ECONOMíA

Cuadro 4 EL CRÉDITO ECLESIÁSTICO

Acreedor

Siglo

(1550-1620)

Siglo XV/l

XVI

Principal Capell.-O.Pías Convento monjas Convento relg. Cofradías Ermita Total

Principal

5 15 4 7

6 065 16 117 4 800 8510 300

21 20 9

72 000 41 100 11 150 940

32

35 792

51

125 190

que tener presente que a partir del Concilio de Trento se procuró su autonomía financiera. En Nueva España se exigió que las instituciones eclesiásticas se dotasen de medios económicos para su sustentación y que no albergasen más miembros de los que su capital y rentas les permitiese mantener. Esto se tradujo en que se buscasen inversiones que facilitasen la obtención de rentas. 16 A excepción de los conventos de religiosos y de la Compañía de Jesús, las inversiones directas de las instituciones eclesiásticas en agricultura fueron muy escasas. Podemos hablar, por tanto, de una actitud rentista a la hora de invertir el capital. Es decir, el capital se invertía en arrendamientos y censos (enfitéuticos y consignativos), instrumentos que tenían en con1ún el que proporcionaban una renta, sin que el capital se consumiera, con lo cual la fundación se podía mantener gracias a la renta del capital. A diferencia del censo consignativo, en el enfitéutico se entregaban bienes raíces. En el siglo XVI se prefirieron las modalidades de censo perpetuo y de por vida, de ahí que la duración del contrato pasase a designar el origen del mismo. 17 Es decir, en la contabilidad de las instituciones, no encontramos el término enfitéutico sino perpetuo o de

16 Por ejemplo, en las constituciones del convento de Jesús María se disponía: "... Encargamos la conciencia de nuestros sucesores [ ... ] de no meter en el monasterio más religiosas pobres ni menos de las que se pudiesen sustentar a razón de 100 pesos por año cada religiosa ... " (reproducido en Francisco del Paso y Troncoso, Epistolario de la Nueva España, 1505-1808, México, Antigua Librería Robredo, de José POITÚa e hijos, 2" serie, tomo XII, doc. 712). Estas medidas también afectaron a los aspirantes al clero secular a quienes se les prohibió su ordenación si no podían demostrar que tenían bienes para su "honesta sustentación" (Primer Concilio Provincial Mexicano, capítulo XLIV). 17 Sobre las denominaciones de los censos en el periodo colonial, véase María del Pilar Martínez, El crédito a largo plazo ... , op. cit.

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por vida. Por otra parte, el censo perpetuo y de por vida no eran instrumentos de crédito, desde el momento en que no se preveía su redención, el censo se extinguía cuando el deudor devolvía la propiedad, aunque por parte de la legislación hubo una tendencia a que todos los censos fuesen redimibles. Además, el censo perpetuo fue mucho menos utilizado en Nueva España que el consignativo 18 y, si en los censos redimibles hubo una alta participación de personas a título particular, los perpetuos parecen estar casi exclusivamente reservados a las instituciones y, sobre todo, a las eclesiásticas. Aunque es difícil precisar qué porcentaje suponía la inversión en cada rubro, los préstamos de dinero parecen ser la inversión preferida. En el convento de Jesús María, por ejemplo, en 1594, los réditos de los principales de los censos consignativos le proporcionaban aproximadamente las dos terceras partes de sus ingresos; los arrendamientos y censos enfitéuticos, el tercio restante. En este momento, el convento tenía arrendadas 22 propiedades urbanas, había entregado dos a censo enfitéutico perpetuo y tenía 80 censos consignativos a su favor. 19 Quince años más tarde, en 1609, los ingresos por censo consignativo siguen don1inando y representan aproximadamente las tres cuartas partes del ingreso del convento. Sin embargo, a diferencia de la cuenta anteriOl~ el convento entregó a censo enfitéutico perpetuo las propiedades que previamente tenía arrendadas. 2o Este cambio se explica porque ante las inundaciones de 1604 en la ciudad de México, muchos inmuebles se deterioraron. El convento optó, entonces, por entregarlos a censo enfitéutico, ofreciendo una renta algo inferior al arrendamiento pero con la obligación del enfiteuta de reparar el inmueble. De este modo, sin ningún deseembolso de capital, el convento se aseguró la renta. 21 Por otra parte, el convento todavía mantenía arrendadas algunas pro18 En los protocolos notariales analizados únicamente se encontraron referencias a siete censos enfitéuticos perpetuos. En uno de elios no se consignó el censualista, cinco estaban impuestos a favor de instituciones eclesiásticas y uno a favor del marqués del Valle. En otras fuentes se encontró que también el ayuntamiento de la ciudad de México tenía censos perpetuos a su favor. En los fondos consultados del AGN y AHSS, todos los censos perpetuos estaban impuestos a favor de instituciones religiosas. En los inventarios novo hispanos de 1622, analizados, sólo se registraron diez censos perpetuos: tres a favor de instituciones eclesiásticas, uno a favor del Hospital Real de Indios de México, dos a favor del marquesado del Valle, y en los cuatro casos restantes no se especificó el censualista. 19 AHSS, Convento de Jesús María, libros 6 y 7. 20 Ibidem, libro 10. 21 Sobre las inundaciones en la ciudad de México en el primer tercio del siglo XVII, véase Louisa Schell Hoberman, City Planning in Spanish Colonial GOVen1111ent: The respO/1se ofMexlco Citv to the Proble11ls ofFloods, 1607-1637, Columbia University, Ph. D., 1972 (Microfilm).

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IGLESIA, ESTADO Y ECONOMíA

piedades, pero no fue posible hacer un seguimiento ni conocer los ingresos. Como se observa en el convento de Jesús María, los censos consignativos no fueron la única inversión. Esta tendencia coincide con las muestras obtenidas para otros conventos, que también tenían entregadas propiedades en arrendamiento y censo enfitéutico, si bien no se pudo establecer la proporción. 22 Por otro lado, capellanías y obras pías también percibían ingresos de las rentas que les producían sus bienes inmuebles. Debido a las modalidades de fundación, la dotación no siempre se realizó en efectivo, sino que a veces se donaron bienes inmuebles que la fundación arrendaba o entregaba a censo enfitéútico. A ello hay que sumar que un porcentaje considerable de estas fundaciones se efectuó mediante un gravamen sobre la propiedad u otros bienes del fundador. 23 Es decir, las instituciones y fundaciones eclesiásticas diversificaron sus ingresos y aunque los censos consignativos fueron su principal inversión, obtuvieron también rentas de inmuebles (arrendamientos y censos enfitéuticos). Además, no todos los censos consignativos supusieron un préstamo de dinero para el deudor, sino que a veces éste impuso el censo para realizar un pago a la fundación sin que ésta hubiera entregado un capital a cambio. Los bienes gravados. En el siglo XVI y principios del XVII, la mayoría de los gravámenes se situó sobre bienes urbanos. Si exceptuamos aquellos casos en que no se presentaron como garantía bienes raíces, el 85.50/0 de los censos y 820/0 de los capitales, se respaldó con bienes exclusivamente urbanos, pero, además, cuando se ofrecieron bienes urbanos y rurales, los primeros fueron la garantía 22 Además, los conventos tenían escrituras de obligación por dotes, que no eran censos, pero que les proporcionaban la misma renta. Estas escrituras se pactaban por un periodo temporal al final del cual el deudor se obligaba a pagar la suma. La garantía de la operación quedaba respaldada por una hipoteca general. Por ejemplo, el convento de Jesús María en 1594 registró seis escrituras de este tipo, que sumaban 6 289 pesos de principal y percibía réditos a razón del 7.14%. Además, recibía ingresos por concepto de gastos de noviciado y niñado. Incluso, algunos conventos tenían entregado dinero a particulares, presumiblemente la mayoría de ellos comerciantes, y percibían réditos por este concepto (esta situación se encontró en el convento de Jesús María, San Jerónirr..o y La Concepción, en los primeros años del siglo XVII). 23 J. F. Schwaller, op. cit., p. 184, señala que de 46 capellanías que se fundaron en el siglo XVI, 11 se efectuaron mediante gravamen, en 16 se entregaron tierras y en 19 la dotación se hizo en efectivo. En las muestras estudiadas, el procedimiento más común fue mediante un gravamen, que en un caso se estableció sobre los tributos de una encomienda (AGNCM, Antonio Alonso, 14 diciembre 1570, f. 1021/1023 [113/115]).

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CRÉDITO ECLESIÁSTICO EN EL SIGLO XVI EN LA CIUDAD DE MÉXICO

Cuadro 5.a BIENES GRAVADOS

Tipo de bien

Urbanos Rurales Urbano rural Total

Conv. monj.

Conv. rel.

Fundaciones

Cofradías Prifle.



Prine.



Prine.



Prine.



46 3 2

50 015 4 614 5 000

28 3

48 200 4050

25 7 1

48 565 15 800 3 000

7 1

8500 1 240 1 100

51

59 629

31

52 500

33

67 365

9

10 840

* En cuatro casos (34 700 pesos) se señalaron censos y posesiones urbanas.

Cuadro 5.b BIENES GRAVADOS (RESUMEN)

Bienes

Urbanos Rurales Urbano rural Total



%



%

106 14 4

85.5 11.3 3.2

155 280 25 704 9 100

81.7 13.5 4.8

124

190 084

principal. La tierra, por sí sola, no parecía, al menos para los acreedores de la ciudad de México, una buena garantía. 24

Los conventos de monjas. Aunque en el siglo XVIII las sumas entregadas a crédito son muy elevadas, no sucede lo mismo en el siglo XVI. Durante el siglo XVI se fundaron en Nueva España sólo un tercio de los conventos de religiosas que existían en vísperas de la Independencia, con lo cual su actividad crediticia no pudo haber sido tan destacada como a fines de la época colonial. Además, de los 17 conventos existentes en el siglo XVI, ocho se fundaron después de 1590. 25 A esto hay que sumar que una parte de la inversiófl: en censos consignativos 24 En el convento de Jesús María, de los 135 censos en que se especificó el bien gravado, los inmuebles urbanos sop0l1aban el 83.7% de los capitales, frente á18% de los rurales, el 8.3% estaba respaldado por ambos. Estos censos se han excluido del cuadro anterior. 25 Nuestra Señora de la Concepción (1541), Regina Coeli, Santa Clara y Nuestra Seii.ora de la Balvanera (1573); Jesús María (1580), San Jerónimo (1585); Santa Catalina de Sena y La Encarnación (1593); San Juan de la Penitencia y San Lorenzo (1598). Las fechas de fundación se han calculado a partir de A. Gallaghel~ The fal1zilv backgrolll1d ofthe IlUl1S of two "mol1asterios" i/1 colo/1ial Mexico: Sal1fa Clara, Querétaro; alld Corpus Christi, Mexico

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provenía de las sumas redimidas, que se volvían a imponer, pero como el censo era un instrumento de larga duración, en el siglo XVI no se facilitó la reinversión del capital redimido en el corto plazo. Esto explica el que la actividad crediticia de los conventos de monjas no fuese, en conjunto, muy significativa. Pero, además, no todos los censos a favor de los conventos procedían de imposiciones, sino que también se compraron títulos de censos ya impuestos o se obtuvieron por traspaso. En los treinta primeros años de vida del convento de Jesús María, estos traspasos supusieron el 20.7 % de las sumas que disfrutaba por censos consigna ti vos. Cuadro 6 CONVENTO DE JESlJS MARÍA: CENSOS CONSIGNATIVOS

Década

1580 1590 1600 Total

IlIIposiciol1es

Total

Traspasos



Tot.cap.



lbt.cap.



Tot.cap.

22 75 38

25 600 66 390 43 700

15 13 7

20680 10892 3920

37 88 45

46280 77 282 47620

135

135 690

35

35492

170

171 182

Respecto de sus estrategias crediticias también existen diferencias con el siglo XVIII. Si para esta centuria se ha señalado un carácter elitista del crédito eclesiástico, con una marcada tendencia a la concentración de los capitales en pocos deudores y a préstamos por sumas muy elevadas, esta situación no se puede trasladar al siglo XVI. 26 En el siguiente cuadro se ofrecen los rangos de los principales de los censos que impuso el convento de Jesús María entre 1580 y 1609. Como se observa en el cuadro 7, los principales de los censos que se impusieron fueron por cantidades inferiores a los 4 000 pesos (99.3%), con un porcentaje muy alto por sumas inferiores a los 1 000 pesos (53.3%), y el 86% se situó en cantidades inferiores a los 2 000 pesos. Las

Citv (1724-1822), tesis de doctorado, The Catholic University of America, 1972. En esta centlllia se fundaron otros siete conventos en Nueva Espafia: Puebla (dos), Oaxaca (dos), Guadalajara, Morelia y Mél"Ída, uno respectivamente. 26 Véase, por ejemplo, Asunción Lavl"Ín, "El capital eclesiástico y las elites sociales en la Nueva Espafia", Mexic011 Studies/Estudios Mexicanos, 1: 1, inviemo 1985, p. 1-28; Y Gisela von Wobesel~ "La Inquisición como institución crediticia en el siglo XVIII", Historia Mexicana, xxxIx:4, 1990, p. 849-879; Y El crédito eclesidtico en Nueva Espal1a. Siglo .WlIl, México, UNAM, 1994.

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sumas localizadas a favor de otros conventos en el siglo rangos similares. 27

XVI

ofrecen

Cl.adro 7 CONVENTO DE JESÚS MARÍA PRINCIPALES DE LOS CENSOS (IMPOSICIONES POR DÉCADA)

Rango de los principales hasta 5001 000-1 2 000-3 4 000 ó

499 999 999 999 más

Total

1580

1590

1600









%

3 3 14 2

19 27 18 11

6 14 12 5

28 44 44 18

20.7 32.6 32.6 13.3 0.7

22

75

38

135

Total

Fuente: AHSS. Convento de Jesús María. libros 5. 6 Y 10.

Pero, además, no todos los censos supusieron un capital entregado al deudor, algunos se traspasaron o impusieron para pagar una dote. En 1594, la suma de estos censos suponía aproximadamente el 220/0 de los principales que disfrutaba el convento de Jesús María por censos consignativos. 28 Ahora bien, si consideramos el monto de las inversiones por década, observamos que el capital que se entregó anualmente fue bajo. Cuadro 8 CONVENTO DE JESÚS MARÍA IMPOSICIONES POR DÉCADA (EXCLUIDOS TRASPASOS)

Década 1579-1589 1590-1599 1600-1609 Total



Tot.cap.

Media anual

22 75 38

25 600 66 390 43'700

2560 6639 4370

135

135 690

27 De 32 censos impuestos a favor de otros conventos de religiosas en el siglo XVI, únicamente el 10% fue por sumas superiores a los 2 000 pesos y, la mitad. por cifras infeIiores a los 1 000 pesos. 28 AHSS, Convento de Jesús Maria, libros 5 y 6.

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Esto queda también confirmado por algunas muestras obtenidas de otros conventos. Por ejemplo, entre 1603-1606, el convento de la Concepción impuso 14352 pesos,29 y el de Santa Clara, entre 1609 y 1615, once censos, que sumaron 19 014 pesos de principa1. 30 Es decir, en promedio, las imposiciones anuales por convento no llegarían a los 7000 pesos, lo que unido a que existían pocos explica el que su actividad crediticia ruese reducida. Por otro lado, la reinversión de los capitales redimidos se dificultó en el corto plazo. En el siguiente cuadro se muestran las inversiones (imposiciones y traspasos) y las redenciones del convento de Jesús María por década. Cuadro 9 CONVENTO DE JES(JS MARÍA: INVERSIONES y REDENCIONES POR DÉCADA

DLicada

1580 1590 1600 Total

II/versiol/es

Redel1ciO/1t's

Diferencia reds. capital

1111'S.



Tot.cap.



Tot.cap.

37 88 45

46280 77282 47620

1 23 25

1 500 22 800 26 223

44 780 54 482 21 397

170

171 182

49

50 523

120 659

AlmeIlos otros seis censos (lO 968 pesos) se conmutaron o perdicmn.

A juzgal-' por estas cifras, en 32 años el convento habría invertido 171 182 pesos (135 690 pesos en imposiciones y 35 492 en traspasos), de los cuales sólo se habrían redimido 50 523 pesos (29.3%). La inversión más alta se registra en las dos primeras décadas, lo cual se explica porque probablemente una parte importante de los fondos invertidos correspondiese al capital de fundación del convento. Por otra parte, las sumas a favor del convento por concepto de censos se incrementan a medida que nos alejamos de la fecha de fundación, pero esto no implica que la actividad crediticia del convento (el monto de las imposiciones) subiese en la misma proporción. En 1609, la inversión del convento en censos era de alrededor de 110000 pesos,

AGN, Biel/es Naciol1ales, v. 277, exp. 2 . .~o Entre 1615-1616 este mismo convento habJ'Ía entregado 13 800 pesos y entre 1619-1621, 8 500 pesos. Cifras calculadas a partir de Jean-Pierre Berthe, "Contl"ibución a la historia del crédito en Nueva España (siglos XVI, XVII, XVIII)", en Marie-Noelle Chamoux et alii (coords.), Prestar v pedir prestado. Relaciol1es sociales v crédito el1 México del siglo .\111 al.\.\, México, coedición CIESAS-CEMCA, 1993, p. 28. 2'1

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pero más de la mitad de la suma procedía de censos impuestos en las dos décadas' anteriores. Además, tampoco se detecta en el siglo XVI una concentración de capitales por deudor, como se ha señalado para el siglo XVIII. Aunque algunos deudores tenían más de un censo, tan sólo el 150/0 de ellos adeudaba sumas entre 2 000 Y 5 000 pesos y el 60% menos de 1 000 pesos. La tendencia a la concentración de deudores con sumas muy elevadas empieza a hacerse visible en las siguientes décadas del siglo XVII, no sólo en el convento de Jesús María sino, también, en otros conventos de la capita1. 31 Es decir, a diferencia de épocas posteriores, el crédito eclesiástico en el siglo XVI, aunque menos significativo en el monto de los capitales, llega a más deudores.

Las capellanías y las obras pía,,,>'. Una institución que con el tiempo llegó a manejar fondos importantes fueron los Juzgados de Testamentos, Capellanías y Obras Pías. En el siglo XVI, en cambio, su actividad crediticia comparada con la de otros acreedores fue muy reducida. Por un lado, hay un porcentaje de población que funda la capellanía o la obra pía en la Península Ibérica, en su pueblo natal, y no en Nueva España;32 por otro lado la dotación no siempre se hizo con dinero sino que se traspasó un censo previamente impuesto,33 se gravó una propiedad o la dotación se efectuó mediante un bien raíz·14 que la fundación arrendó o entregó a censo. 35 De ahí que al igual que en los conventos de 31 A partir de 1610 se otorgan menos censos, pero por principales más elevados. En 1636, el convento de San Jerónimo tenía censos redimibles que sumaban alrededor de 180000 pesos, repartidos entre 37 deudores. Únicamente seis adeudaban menos de 2000 pesos (16.2%), casi la mitad era deudor entre 2 000 Y 4 999 pesos y algo más de un tercio por cifras superiores a 5 000 pesos. Cuatro tenían sumas superiores a los 10 000 pesos (AGN, Bienes Nacionales, v. 1284, exp. 6). Se han excluido de esta cuenta las sumas consignadas como dotes y depósitos . .'12 A título de ejemplo, tan sólo en los protocolos notariales de la ciudad de México, entre 1559-1581, de las 20 referencias que se encontraron" capelbnías, cinco se fundaron en la Península Ibérica, en el lugar de nacimiento de los fundadores. 33EI fundador podía donar el censo desde su imposición (AGNCM, Antonio Alonso, 16 abril 1572, f. 295/296) o después de los días de su vida (Ibidem, 17 noviembre 1563, f. 372/373 [595/597]). . 34 A veces se hacía almoneda de los bienes y se vendían. El nuevo propietario adquiría la propiedad gravada con un censo (el total o una parte del valor del inmueble), con lo cual, si el censo era redimible, se puede considerar como una venta a crédito a largo plazo, pero no como un préstamo de dinero (ejemplo de este procedimiento en AGN, Bienes Nacionales, legajo 289, exp. 6). 35 En general, las propiedades se entregaban a censo enfitéutico. En el siglo XVII, ante el deterioro que sufrieron los. inmuebles de la capital a raíz de las inundaciones, algunas propiedades acensuadas se embargaron y remataron a favor de las fund~ciones, las cuales

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monjas, en las fundaciones, se observe una diversificación de los ingresos. Además, debido a estas modalidades de fundación, al igual que sucedía con las dotes de religiosas, un porcentaje elevado de las sumas a favor de las capellanías no supusieron un crédito al deudor. En las muestras analizadas, de 26 censos impuestos a favor de capellanías y obras pías, que sumaron un principal de 78 065 pesos, al menos 23 700 pesos (30.4%), tuvieron su origen en que el fundador o sus familiares impusieron el censo sobre una propiedad sin recibir el dinero a cambio, sino la carta de pago correspondiente. 36 Por otro lado, en las primeras décadas del siglo XVII aumenta el número de estas fundaciones y los censos impuestos a su favor, perfilándose como los acreedores mejor representados dentro del crédito eclesiástico (cuadro 4) y, al igual que en los conventos, suben los principales de los censos con una tendencia a la concentración de deudores, sobre todo en las obras pías. 37

Conclusiones Visto en su conjunto, el crédito eclesiástico supuso un porcentaje bajo del crédito en el siglo XVI. En esta centuria, los principales acreedores fueron los laicos, no sólo en las ventas a crédito y préstamos a corto plazo, sino incluso en el crédito a largo plazo. Aunque, a partir de 1590, se observa un despunte del crédito eclesiástico, los laicos todavía suministraron capitales importantes mediante el censo consignativo. Por otra parte, el crédito eclesiástico en el siglo XVI presenta diferencias respecto al siglo XVIII. Como se ha visto, en el siglo XVI la actividad crediticia de las instituciones fue más reducida que en épocas arrendaron (AGNCM, Juan Pérez de Rivera, legajo 3362, 26 enero 1634, f. 434/434v; 30 mayo 163, f. 469v/470v). 36 Además, hay que tener en cuenta que muchas veces la capellanía u obra pía no se podía fundar de inmediato, debido a que los bienes dotales estaban gravados y otros acreedores reclamaban la prelación de sus deudas. Por ejemplo, la capellanía que mandaba fundar en su testamento en 1555 el alguacil mayor García de Vega tardó dieciséis años en fundarse por este motivo (AGN, Bienes Nacionales, v. 954, exp. 8), o, ante la cortedad del capital, no llegaban a fundarse o se sumaban a otra existente (El regidor Gonzalo Ruiz, por ejemplo, en 1558, había dispuesto la fundación de un hospital para acoger a 13 personas pobres, pero sus albaceas consideraron que la dotación era insuficiente y conmutaron la fundación, situando el legado en otro, AGN, Bienes Nacionales, v. 634, exp. 1). 37 Por ejemplo, en la obra pía para socorrer p0bres vergonzantes, fundada por el arzobispo Alonso de Bonilla, en la década de 1620, se habían impuesto cinco censos que sumaron 27 600 pesos de principal, dos personas adeudaban 13 400 pesos y 8 500, respectivamente (AGN, Bienes Nacionales, v. 1152, exp. 1).

CRÉDITO ECLESIÁSTICO EN EL SIGLO XVI EN LA CIUDAD DE MÉXICO

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posteriores, no existió una concentración de deudores, la mayoría de los censos fueron por sumas bajas y se situaron sobre bienes urbanos. Ahora bien, a diferencia del siglo XVIII, en el siglo XVI el crédito eclesiástico llegó a un mayor número de personas. De las distintas instituciones y fundaciones eclesiásticas, las más importantes, a efectos del crédito, en el siglo XVI fueron los conventos de religiosas. Las capellanías y obras pías no manejarían, en conjunto, capitales importantes hasta la siguiente centuria. Además, hay que tener presente que no todos los censos que otorgaron estas instituciones supusieron una transferencia de dinero al deudor (dotes de religiosas, capellanías y obras pías). Aunque cuando estos censos se redimían se podían volver a invertir, muchos no se redimieron en el corto plazo, de ahí que no se pudieran trasladar a un nuevo deudor en esa centuria.

LA CAPELLANíA EN LA ECONOMíA DE MICHOACÁN EN EL SIGLO XVIII

MARíA ISABEL SÁNCHEZ MALDONADO

En el trabajo aquí presentado pretendo dar a conocer el proceso que se seguía en el obispado de Michoacán para la fundación de capellanías, mecanismo que, si bien ya ha sido descrito en otros trabajos,l en éste es ampliado en algunas fases y funciones de los sujetos que intervenían. Asimismo, se hace énfasis en el origen de los fondos del Juzgado de Testamentos, Capellanías y Obras Pías. Entre ellos, rescato la función del superávit,2 cuyo usufructo representaba importantes sumas para el citado Juzgado. Por otra parte, caracterizo a las capellanías fundadas en el obispado de Michoacán con referencia a la forma de inversión del monto principal de la fundación y concluyo marcando la importancia de la institución para la economía del obispado de Michoacán.

Orígenes de la capellanía El origen de la capellanía se puede fijar desde los primeros tiempos del cristianismo. En esos años sus miembros eran perseguidos y se acostumbraba que, sobre los restos o sobre las reliquias de los mártires, se construyeran altares para la celebración de misas, designando un ministro especial para que llevara a cabo la función. También latradición nos informa que muchas personas acostumbraban mandar erigir un altar, en una iglesia determinada, en reconocimiento a Dios por algún favor recibido. El interesado establecía un pago fijo para cubrir un

1 Michael Costeloe, Church Wealth in Mexico, 1800-1856, Cambridge, Cambridge University Press, 1967. John Frederick Schwaller, Orígenes de la riqueza de la Iglesia en México, México, FCE, 1990. Gisela von Wobeser, El crédito eclesiástico en Nueva España. Siglo .\VIll, México, UNAM, 1994. 2 El superávit es el rédito que se obtenía del monto de la fundación sobre la base del 5% anual.

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IGLESIA, ESTADO Y ECONOMíA

número de misas que él mismo estipulaba. Al sacerdote que se asignaba para estos altares se le conocía como capellán beneficiario. Los canonistas tienen discrepancias con relación a la etimología de la palabra capellanía. Algunos la hacen derivar de capsa o cap sella , que se relaciona con la caja o cofre utilizado para guardar las reliquias de los mártires. Para otros, el término se deriva del vocablo cappa o capilla que fue una de las vestiduras de San Martín, y que los reyes franceses guardaban en una capella o capilla. Un tercer término que apunta ser el más adecuado, dado el sentido de la misma institución, es el que procede del verbo latino capio que significa tomar o coger y, por extensión, se aplicó al sacerdote que percibía determinada renta por la celebración de misas en una iglesia o capilla y se le conoció como capellán, es decir, perceptor de [TIltos. 3

Clases de capellanías Las capellanías se pueden organizar en dos grupos: eclesiásticas y mercenarias. La capellanía eclesiástica es un beneficio impropi04 en el que se establecía un determinado número de misas para sufragio de especificadas ánimas del purgatorio y se dotaba de una renta. Este tipo de capellanías, de acuerdo con la forma de obtenerse, podía ser electivo o colativo. 5 Esto significa que la designación del capellán propietario se limitaba a la persona presentada por el fundador, a través del patrono, y tocaba al obispo hacer la canónica institución. 6

3 Niceto Alonso Perojo y Juan Pérez Angula, Diccionario de Ciencias Eclesiásticas, Librería de Subirana Hermanos editores, 1886, p. 535-536. 4 Beneficios impropios son ciertas instituciones piadosas con títillo eclesiástico parecidas a los beneficios propios pero que carecen de alguna de sus condiciones. Entre las condiciones de los beneficios propios se encuentran: a) se trata de fundaciones eclesiásticas a diferencia del caso de las capellanías que lo eran de particulares; b) sus cargas eran establecidas por la Iglesia y no a voluntad de un fundador; c) los beneficios propios sólo se conferían a eclesiásticos, no así las capellanías que se podían conceder a laicos y d) los beneficios propios eran derechos de la Iglesia por lo que sus bienes se contaban entre las cosas eclesiásticas a diferencia de los de capellanías que podían mantenerse dentro de la jurisdicción civil. Enciclopedia Universal Ilustrada europeo-america na , Barcelona, Hijos de J. Espasa, editores, p. 85 Y 429. s Niceto Alonso Perojo y Juan Pérez Angula, op. cit., p. 540. 6 Archivo histórico "Manuel Castañeda Ramírez" (en adelante, AHMCR), Fondo diocesano, sección Justicia, serie Testamentos, Capellanías y Obras Pías, subserie Capellanías, caja 1052 (1740).

LA CAPELLANíA EN LA ECONOMíA DE MICHOACÁN DEL SIGLO XVIII

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Por el tipo de beneficiario podían ser familiares 7 y de libre colación. 8 Las primeras se refieren a aquéllas en las que el fundador establecía que el capellán propietario debía ser un descendiente suyo. En el caso de las capellanías fundadas bajo este tipo, en el obispado de Michoacán, se preveía que, de extinguirse el linaje familiar, se concediera el beneficio a un eclesiástico español, pobre y virtuoso, habitante de la población del fundador. 9 Por lo que se refiere a las de libre colación, éstas se conferían a voluntad del obispo con referencia sólo al derecho común. lO Los bienes temporales asignados para garantizar la fundación, a solicitud del instituyente, eran erigidos en bienes espirituales por la Iglesia. Ésta adquiría jurisdicción sobre ellos y la acción significaba que de bienes temporales se derivaría un beneficio espiritual. Por lo que se refiere a las mercenarias eran aquellas capellanías que se instituían sin la intervención eclesiástica, por lo cual no servían para recibir el orden sacerdotal a su título. Los bienes que garantizaban la fundación se mantenían en la calidad de temporales y quedaban vinculados como en los mayorazgos. En este tipo de capellanías, el capellán propietario también estaba obligado a la celebración de un determinado número de misas y se reservaba al obispo el derecho de vigilar su cumplimiento. Sin embargo, era prerrogativa de los jueces seculares inspeccionar en las cuestiones sobre sucesión, ajustándose a lo estipulado por el fundador. 11 Dentro de éstas se daban dos tipos: podían ser profanas y no profanas. En las primeras, el capellán podía ser un seglar, y, en las segundas, el capellán debía necesariamente ser un clérigo. 12

Mecanismos de fundación de la capellanía En este apartado me referiré al procedimiento de fundación de capellanías que rigió en el obispado de Michoacán. También señalaré a los sujetos y las funciones que debían desempeñar en el acto de fundación y en la puesta en práctica de la misma. 7 Eloy Montero y Gutiérrez, Instituciones de derecho canónico, Libreria general de Victoriano Juárez [s.f.], p. 199. 8 Niceto Alonso Perujo, op. cit., p. 540. Véase, además, Enciclopedia Universal Ilustrada europeo-americana, p. 430. 9 AHMCR, Fondo diocesano, sección Justicia, serie Testamentos, Capellanías y Obras Pías, sub serie Capellanías, caja 1052 (1740). 10 Niceto Alonso Perujo, op. cit., p. 539. 1l Ibidem. 12 Véase Enciclopedia Universal Ilustrada europeo-americana, p. 430.

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Por SU forma de obtención, la mayoría de las capellanías instituidas en el obispado de Michoacán fueron electivo-colativas, y por el tipo de beneficiario caen dentro del rubro de familiares. En menor escala se fundaron capellanías de libre colación. La capellanía podía instituirse en vida del fundador con el propÓsito de obtener el orden sacerdotal para sí o para otro clérigo,13 o por vía de cláusula testamentaria. Esta última forma fue el medio más común y era responsabilidad directa de los albaceas promover la fundación. 14 Se dieron casos de negligencia hasta por años en la promoción de la fundación. En este tipo de situaciones era el propio capellán propietario quien denunciaba el hecho. Asf aconteció en una capellanía que mandó establecer BIas de Albarrán Carrilo, en 1717, fundada ocho años después y por presión del bachiller José Reyes de Ortega, capellán propietario de la misma. 15 Como ya otros trabajos lo han señalado, los motivos que impulsaban a los fundadores de estas instituciones eran de índole religiosa y económica. Se pretendía que las misas fijadas se celebraran como signo de alabanza a Dios y como rogativa por las ánimas del purgatorio mencionadas por el instituyente. Por lo que toca al objetivo económico, se pretendía garantizar el sostenimiento de un futuro clérigo. La función de la Iglesia se limitaba a la supervisión de la administración del fideicomiso y, en ese sentido, se le ofrecía la posibilidad de gozar en ciertos casos del usufructo del superávit, así como de canalizar el efectivo de la fundación vía préstamos, como se verá más adelante. Lo más usual era que el fundador designara a los patronos y capellanes propietarios cubriendo varias generaciones. En la mayoría de los casos se trataba de futuros eclesiásticos parientes del fundador. En algunas escrituras de institución de capellanías, se estipulaba que en caso de que un capellán contara con recursos económicos suficientes, los réditos de la capellanía debían cederse al siguiente nombrado. En el momento de concurrir dos o más aspirantes que estuvieran en igual grado de parentesco, se debía preferir entre ellos, el que no tuviere capellanía o congrua suficiente a cuyo título se pueda ordenar o que aunque la tenga sea corta ... " 16 El derecho canónico reconocía, además, el derecho del fundador de 1/ • • •

13 AHMCR, Fondo diocesano, sección justicia, serie Testamentos, Capellanías y Obras Pías, subserie Capellanías, caja 1044 (1734). 14 Archivo de Notarías de Morelia (en adelante, ANM), v. 56 (1709), f. 143-146. 15 AHMCR, Fondo diocesano, sección Justicia, serie Procesos contenciosos, subserie Capellanías, caja 561 (1704-1714). 16 AHMCR, Capellanías, legajo 834 (1765-1857).

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indicar el número de misas que debían celebrarse en su memoria. 17 Sin embargo, el mismo derecho se reservaba la prerrogativa de reducir o cancelar estas misas por deterioro o desaparición de los bienes gravados. 18 El fundador fijaba el monto principal de la institución y, a pesar de que debía rebasar el valor del inmueble dado en garantía, ese monto sólo gravaba la porción de la propiedad que equivaliera a aquella cifra y se adjudicaba posesión real del bien al capellán propietario sólo en cuanto al principal y renta de la capellanía, ya que en la escritura de inlposición se declaraba que: ... desde ahora nos desistimos [el fundador], quitamos y apartamos del derecho, acción, dominio y señorío que de dichos [monto principal] y sus réditos tenemos por cualquiera razón y lo cedemos, renunciamos y transferimos en el dicho primero capellán [ ... ] para que cada uno en su tiempo pasen y tomen posesión de la dicha hacienda sobre que se haya impuesto dicho principal [ ... ] sólo en cuanto a ese principal y sus réditos ... 19

El fundador asignaba el bien inmueble o mueble que respaldaría la f-undación. En el obispado de Michoacán fue amplia la gama de los bienes gravados por este concepto. Hubo desde haciendas, casas-habitación y tierras, hasta trapiches, pozos de sal, tiendas de comercio y tenerías. 2o No obstante, existió cierta restricción para aceptar casas, particularmente para aquellas que estuvieran ubicadas en tierra caliente o en San Luis Potosí. La Iglesia de Valladolid argumentaba que en estos lugares se perdían fácilmente estos bienes. 21 De entre los 130 casos de capellanías estudiados encontré que 37 fueron fundadas por mujeres, cifra que correspondió al 280/0, y 93 por hombres, cubriendo un 71 %. A su vez este grupo lo organicé de acuerdo con sus ocupaciones con los siguientes resultados: los eclesiásticos fundaron 33 capellanías, que correspondió al 250/0; los funcionarios públicos establecieron cinco, tocándoles el 3%; los militares instituye17 En algunos casos, el fundador indicaba los días y los lugares de la celebración, así como la tarifa de pago. AHMCR, Fondo diocesano, sección Justicia, serie Testamentos, Capellanías y Obras Pías, subserie Capellanías, caja 1006 (1700-1701). 18 Adriano Canoe y Miguel de Arquer, El código de derecho canónico, Editorial Litúrgica Espaii.ola, S. A., p. 982. 1'1 AHMCR, Ca pella l1ias, legajo 819 (1731-1859). 20 Archivo de Notarías de Morelia (en adelante ANM), Libro del becerro, número 3 (1746-62), f. 222v; AHMCR, Fondo diocesano, sección Justicia, serie Testamentos, Capellanías y Obras Pías, subserie Capellanías, cajas n. 1006,561. 1008. 21 AHMCR, F011do diocesano, sección Justicia, serie Testamentos, Capellanías y Obras Pías, subserie Capellanías, caja 10 18 (1711).

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ron cuatro, alcanzando el 30/0; los mercaderes y los labradores fundaron dos capellanías, respectivamente, les correspondió el! %. De este grupo encontré 38 hombres, cuya ocupación no está indicada en la documentación y corresponde al 290/0. Con base en la muestra anterior, podemos apreciar que el mayor número de capellanías fue instituido por los hombres y entre ellos destacan los eclesiásticos. Los fundadores procedieron de diferentes lugares del antiguo obispado de Michoacán. Las fuentes citan los siguientes: Valladolid, Pátz. cuaro, Puruándiro, Zinapécuaro, Santa Clara, Maravatío, Tlalpujahua, Zitácuaro, Tajimaroa (actual Ciudad Hidalgo), Colima, Huacana, Pinzándaro,22 Guanajuato, Yuriria, Salvatierra, Valle de Santiago, Salamanca, Apaceo, Celaya, León, Silao, Pénjamo, San Miguel, San Felipe,23 San Luis Potosí, San Juan del Río e Ixtlahuacan. 24 Ahora bien, por lo que se refiere a los patronos, dentro de sus funciones se encontraba su obligación de solicitar al obispo la aceptación de la capellanía. El patrono podía ejercer, al mismo tiempo, el cargo de capellán propietario, así como designar a los sucesores sólo si así lo había indicado el fundador. La mayoría de los patronos de capellanías en el obispado de Michoacán, fueron seglares de ambos sexos o eclesiásticos parientes del fundador. En menor número se designó al obispo y cabildo o a algún rector de colegio. Aun en estos casos el fundador podía establecer una capellanía electivo-colativa y familiar o de libre colación. El capellán propietario tenía entre sus obligaciones la de celebrar las misas señaladas en la fundación o, siendo menor o estudiante, mandarlas decir. Tenía el derecho de gozar el superávit. Sin embargo, esta regalía tenía una importante restricción que es necesario subrayar por las ventajas económicas que representó para la Iglesia vallisoletana. El fundador solía disponer que el superávit se entregara a los capellanes propietarios para ayuda de alimentos en tanto se ordenaban. Sin embargo, la Iglesia sólo admitía que el primer capellán propietario pudiera gozar esa regalía por tratarse de "in limine fundationes".25 La Iglesia no aceptaba que los subsecuentes capellanes propietarios, en. tanto no se ordenaran, gozaran de esos réditos. En este caso, argumentaban, toca al derecho de la Mitra disponer del excedente. 26 Así, la Iglesia Estos lugares se localizan dentro de la jurisdicción del actual estado de Michoacán. Estos lugares tocan a la actual jurisdicción del estado de Guanajuato. 24 Lugares correspondientes a los actuales estados de San Luis Potosí y de México. 25 Esta expresión significa: fundaciones con límite. 26 AHMCR, Fondo diocesano, sección Justicia, serie Testamentos, Capellanías y Obras Pías, subserie Capellanías, caja 1055 (1742-1743). 22 23

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designaba al capellán interino, a quien pagaba las misas estipuladas y la Iglesia recogía el residuo, el cual pasaba a formar parte del fondo del Juzgado de Testamentos, Capellanías y Obras Pías. Este criterio se aplicaba también en el caso de haber vacantes de capellanías. 27 Éstas son dos de las varias vías que el referido Juzgado tenía para obtener recursos. En el siguiente apartado, se verán otras formas de flujo de capital líquido hacia la citada dependencia que, al irse sumando, le permitieron contar con efectivo para su inversión en el renglón de préstamos. A partir de las funciones de cada uno de los sujetos que intervenían en la fundación de la capellanía, hemos visto el margen de participación de la Iglesia. Sin embargo, en síntesis, caía dentro de sus funciones la de otorgar la canónica institución de la fundación, el conocimiento de la legitimidad de los aspirantes, el avalúo y vigilancia de la conservación de los inmuebles ofrecidos y el cumplimiento de las misas. Este último aspecto era de particular importancia para los obispos, en tanto que el derecho canónico los responsabilizaba como ejecutores de las fundaciones pías y la afectación espiritual que, en caso de incumplimiento, se podía derivar. 28 Una vez que la documentación que avalaría la fundación de la capellanía se recibía en la iglesia catedral, el provisor y vicario general la turnaba al promotor fiscal para su revisión. Este funcionario podía rechazar aquellas cláusulas que afectaran al derecho de la Mitra. 29 Una vez aceptada la fundación, debía registrarse ante un escribano público. Este funcionario la asentaba en el libro de registros de censos, tutelas e hipotecas, comúnmente llamado Libro del becerro.

Características de las lonnas de inversión del capital de la fundación A continuación me referiré a los tipos de fundación de capellanías que he detectado para el obispado de Michoacán en cuanto a la forma de inversión del monto principal. Éste podía invertirse de cuatro formas: 1) por medio de un préstamo entre particulares, 2) por obtención 27 Fran