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HISTORIA MILITAR CAPÍTULO I UN MÉTODO ACTUALIZADO PARA EL ESTUDIO DE LA HISTORIA MILITAR Introducción Ámbitos de la Historia Militar y ciclo histórico Análisis de las finalidades de la asignatura Las ciencias del espíritu y los estudios históricos militares Un método para el estudio - Conocimiento del hecho histórico - Reflexión e interpretación del hecho histórico Principales conceptos y requerimientos de aplicación para la exposición y/o comprobación del método de estudio - Determinación de causas de un hecho histórico o selección de causas principales, con breves fundamentos (referidos a la selección) - Con respecto a determinación de causas Por su naturaleza Por su importancia - Esquema metodológico para determinación de causas Ejemplo práctico - Aclaración fundamental - Con respecto a la selección de causas principales con breves fundamentos: - Interpretación de un concepto o hecho histórico - Analizar diferencias o similitudes entre dos o más hechos históricos. Ejemplos - Opinión fundada sobre un concepto o hecho histórico Ejemplo - Preparación de la monografía - Empleo de las fuentes en especial bibliográficas Consideraciones finales
CAPÍTULO II INTRODUCCIÓN A LA POLEMOLOGÍA
Introducción Estudio de la historia de la idea de la guerra La mitología La Teología en la guerra El pensamiento filosófico y la guerra Las doctrinas morales y jurídicas frente a la guerra La Sociología y la guerra Alcance, definición y delimitación del fenómeno guerra La economía y la guerra De las supuestas causas económicas de la guerra La demografía y la guerra Instituciones destructoras conscientes - Infanticidio directo - Infanticidio indirecto - Las mutilaciones sexuales - El monacato - La esclavitud Aspectos psicológicos de la guerra Psicoanálisis de los impulsos bélicos - Sentimiento de fracaso - Sentimiento de inferioridad El combatiente y su comportamiento
El soldado y la sociedad El pacifismo como manifestación psicológica ante la guerra Los planes de paz jurídicos Planes de paz modernos CAPÍTULO III LA GUERRA FRÍA Y EL NUEVO ORDEN MUNDIAL La Guerra Fría - La dialéctica nuclear - Organización - Armamento - Grandes batallas - Pensadores nucleares Bernhard Brodie (1910-1978) Herman Kahn (1892-1983) - Desarme y control de armamentos La Guerra Revolucionaria - Organización - Estrategia y táctica - Armamento y propaganda - Grandes batallas - Grandes capitanes Mao Zedong (Mao Tse -Tung) (1893-1976) Ernesto “Che” Guevara de la Serna (1928-1967) Las guerras de la Posguerra -
La guerra de Corea (1950-1953) La guerra de Vietnam (1946-1975) Las guerras árabes-israelíes La guerra de los Seis Días (1967) La guerra del Yom Kippur (1973) La invasión del Líbano (1982) La guerra de Afganistán (1979-1989). El Vietnam soviético La guerra de las Malvinas (1982)
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La segunda guerra del Golfo (1991-1991) Estrategia Táctica El helicóptero La guerra electrónica Armamento El arsenal del infante Misiles Cazas norteamericanos. El pilar de la supremacía aérea Grandes capitanes Vo Nguyen Giap (1912) Moshé Dayán (1915-1981) Tratadistas militares André Beaufre (1902-1975) John M. Collins (1921) Grandes batallas Dien Bien Phu. El Stalingrado del hombre blanco (1954) Golán (1973). El gran choque acorazado España en la época de Franco Valoración final
CAPITULO IV EL SIGLO XXI Ideas estratégicas para el siglo XXI Organización Estrategia Armamento Logística Grandes capitanes Tratadistas militares - Alvin y Heidi Toffler - Edgard N. Luttwak - Zbigniew Brzezinki
- Samuel P. Huntington - Henry Alfred Kissinger Las batallas del futuro - Los Balcanes - Croacia, vuelve la guerra relámpago - La guerra de Bosnia-Herzegovina. - Las iniciativas de paz - Las organizaciones internacionales sobre el terreno. - El Kosovo, el penúltimo episodio - Los refugiados albanokosovares; el temor a los movimientos migratorios incontrolados. - Chechenia. Un conflicto inacabado - Operaciones de paz - España Tratadistas españoles - Miguel Alonso Baquer (1932) Valoración final DEFINICIONES BIBLIOGRAFÍA - De carácter general - De carácter específico
CAPÍTULO I UN MÉTODO ACTUALIZADO PARA EL ESTUDIO DE LA HISTORIA MILITAR INTRODUCCIÓN Procuremos definir de manera clara y concisa los conceptos básicos para la enseñanza-aprendizaje de la Historia Militar en la Academia de Guerra de la Fuerza Terrestre, respondiendo a las finalidades que tiene el estudio de la asignatura en el ciclo de formación y perfeccionamiento del Oficial estudiante. Debemos tener plena conciencia de que las ventajas y bondades de una metodología o sistema de estudio no guardan necesariamente relación directa con los resultados que éste permitirá obtener. En nuestro caso procuraremos simplemente sistematizar un procedimiento que ayuda a conocer, reflexionar e interpretar sobre cada hecho histórico en estudio, quedando los resultados ligados a quienes se sirvan del método. Como todo sistema o procedimiento de trabajo intelectual podrá resultar artificial o esquemático si, además de tener una clara concepción de su carácter meramente instrumental, no lo aplicamos con un criterio amplio e imaginativo que lo adapte a cada caso. Para cumplir con el objetivo de la asignatura, éste capítulo tendrá el siguiente desarrollo: * Ámbitos de la historia militar y ciclo histórico * Análisis de las finalidades de la asignatura * Las ciencias del espíritu y los estudios histórico-militares * Un método para el estudio
Conocimiento del hecho histórico La interpretación del hecho histórico
* Principales conceptos y requerimientos de aplicación para la exposición y/o comprobación del método de estudio * Empleo de las fuentes, en especial bibliográficas
* Consideraciones finales ÁMBITOS DE LA HISTORIA MILITAR Y CICLO HISTÓRICO La Historia Militar es una rama especializada de la Historia General. Por integrar esta última y estar íntimamente interrelacionada con todas las ramas, que responden a los distintos campos del quehacer humano (político, económico y social) no puede ser considerada aisladamente. Nuestros estudios no podrán circunscribirse a lo militar, soslayando el ineludible encuadre de la “Historia Política”, “Historia Económica” e “Historia Social”, necesariamente la Historia Militar deberá ser estudiada en el ámbito de “la Historia que es la suma de todas las historias posibles”. La Historia Militar circunscripta a la historia de la batalla, carecería del contexto que permite la interpretación integral del hecho histórico militar, fuera del cual el estudio no podrá alcanzar su real valor. Además de esta adecuada ubicación, que podemos denominar el “ámbito temático” de un hecho histórico militar, será necesario encuadrarlo dentro de otros dos ámbitos: el espacial y el temporal. El estudio de la Primera Guerra Mundial, en lo referente a las causas que condujeron a su estallido, no resultará posible si lo circunscribimos en “espacio” a Gran Bretaña, Alemania y Francia; necesariamente deberemos considerar como mínimo, la situación en Europa. De igual manera, en “tiempos”, el referido hecho histórico (para resultar “interpretable” y “utilizable”) impone estudiar algo más que la situación de preguerra. Desde la crisis de añadir o aún de la política internacional del Káiser Guillermo II, pues esta última se podrá comprender recién a partir de la política Bismarkiana, que a su vez quedará clarificada si conocemos las circunstancias que caracterizaron la Europa posnapoleónica. Consideremos que encontrar los ámbitos temáticos, espacial y temporal de cada hecho histórico militar, constituye un elemento esencial para el estudio del mismo. La importancia de determinarlos en forma adecuada queda plenamente evidenciada si analizamos
los fines perseguidos por la asignatura Historia Militar, que, como veremos a continuación, pretenden superar una concepción circunscripta a la batalla o al simple relato de una campaña, para lograr de nuestros estudios los elementos realmente relevantes y permanentes de la evolución del arte de la guerra, que darán a la asignatura su sentido formativo y su valor para interpretar el presente e imaginar el futuro del pensamiento militar en general. Además surge la conveniencia didáctica de establecer un concepto del ciclo histórico militar, que permita programar y desarrollar sobre bases coherentes la enseñanza. Se trata exclusivamente de establecer una teorización que, adecuadamente instrumentada, permita comprender con mayor claridad, cuáles son y qué pueden abarcar los grandes temas de la evolución del arte de la guerra. Antes de intentar una definición, daremos algunos ejemplos que permitan captar la importancia didáctica e instrumental que tendrá la fijación de estos ciclos históricos militares. Es conveniente también destacar que el concepto del ciclo será totalmente relativo y dependiente del tema y del enfoque que del mismo se pretenda hacer. Ejemplos: Tema: Napoleón: conductor militar Ciclo: La conducción militar del siglo XVIII. Las guerras napoleónicas Tema: Las Guerras Mundiales Ciclo: Primera Guerra Mundial. Segunda Guerra Mundial. Guerra Fría Tema: Los blindados en la conducción táctica y estratégica operacional Ciclo: Primera Guerra Mundial, Batalla de Cambray. Segunda Guerra Mundial. Campaña de 1940 en Francia. Guerras árabes-israelíes. Guerra de Yom Kippur A partir de los conceptos expresados, podemos definir al ciclo histórico militar como un período de historia que comprende la gestación, desarrollo y solución, desaparición o replanteo de un
aspecto o problema importante de la evolución del arte de la guerra, adecuadamente encuadrado en los ámbitos temáticos, espacial y temporal. ANÁLISIS DE LAS FINALIDADES DE LA ASIGNATURA Sobre la base de los conocidos conceptos de grandes conductores y pensadores militares del pasado y del presente aceptamos que la finalidad u objetivo final de estudio de la Historia Militar es: Contribuir a educar la personalidad del conductor y proporcionar bases para interpretar el presente e imaginar el futuro del pensamiento militar, mediante la adquisición de experiencia. El análisis de esta finalidad nos permite aclarar que: *
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Expresamos “contribuir”, pues todo el plan de carrera para el oficial, procura su formación a través de la educación de su personalidad. “Educar la personalidad”: el estudio de la asignatura será útil no sólo a la mente, sino fundamentalmente al espíritu del militar, quien, aprendiendo lo relevante del hecho o concepto histórico-militar, educará su personalidad, en forma tal de estar en mejores condiciones para reaccionar y resolver en las situaciones, muchas veces impredecibles o decepcionantes que se le presentará en la guerra. “Conductor” consideramos que el término incluye no solo en los jefes y comandantes de todos los niveles, sino también al oficial general, para quien el mando es profesión. Al expresar “proporcionar” bases para interpretar el presente e imaginar el futuro pensamiento militar”, queda dicho que los estudios de Historia Militar tienen el propósito de comprender el presente, mediante el conocimiento en profundidad del trasfondo histórico que lo sustenta para posibilitar (a partir de estos conocimientos del pasado y del presente) un esbozo de las tendencias que razonablemente proyectadas hacia el futuro, nos darán una prospectiva. Esta última constituye otra disciplina científica, que necesita a la Historia como punto de apoyo. En cuanto al concepto de “experiencia” si bien la acepción idiomática señala que es un conocimiento especial que se
adquiere sobre un hecho con la práctica o la reflexión, en nuestros estudios recurriremos a Liddell Hart, quien en su libro sobre estrategia sostiene que hay dos formas de experiencias: la directa y la indirecta. De ambas, “la experiencia indirecta puede ser la de mayor valor por ser infinitamente más amplia”, pues aún en una profesión activa como es la del militar, “el alcance y las posibilidades de una experiencia práctica son muy limitadas. Sin embargo, y en contra posición con la del profesional de las armas, la del médico goza de una práctica constante”. “No obstante ello, los grandes avances en medicina y en cirugía se deben más al investigador de laboratorio que al que practica la medicina en general”. “El mayor valor de experiencia indirecta descansa en su superior variedad y extensión”. Aquí, añade Liddell Hart, “reside la justificación racional de que la Historia Militar es la base de la Educación Militar y que tiene un preponderante valor práctico en la instrucción y depende de su amplitud, de la medida en que se ajuste a la definición antes citada y de los métodos que se utilizan para estudiarla”. A su vez el Mariscal Montgomery, en su libro Historia del arte de la guerra, cita un párrafo interesante referente a la necesidad del estudio de las guerras del pasado, sometiendo sus reflexiones “a la prueba de nuestra propia experiencia, asimilando lo que sea útil, rechazando lo que sea inútil y añadiendo lo que sea específicamente nuestro. Esto último es muy importante, porque de otro modo no podremos dirigir una guerra. Leer es aprender, pero aplicarlo es también aprender y, en definitiva, es la clase más importante de aprendizaje” y añade que “el estudio y práctica son necesarios: primero, estudiar la ciencia de la guerra y segundo aprender a aplicar prácticamente el estudio en el campo de batalla. Lo primero siempre es posible y no hay excusa para descuidarlo. El logro de la finalidad última, supone un objetivo previo, que encontramos en el análisis de las finalidades de la asignatura y que orienta la enseñanza y la programación de la asignatura en la A.G.F.T. “Estudiar Historia Militar para comprender, reflexionar e interpretar la evolución del arte de la guerra y la diversidad de los factores que intervienen”.
Aquí también el análisis nos permite sintetizar algunos conceptos rectores: * “Reflexionar e interpretar”: estos términos destacan que muy por encima de la simple adquisición de conocimientos, la asignatura procura imponer el trabajo de reflexión e interpretación que podrá asignaturalizarse en un marco de libertad, que permita desarrollar la imaginación creadora, la independencia de juicio y la confrontación objetiva permanente de puntos de vista, coadyuvando en definitiva a la educación de la personalidad. * “Evolución del arte de la guerra”: constituye un concepto que tiene en su núcleo el pensamiento militar de cada época, según lo hemos definido anteriormente. Así mismo, el concepto de nación en armas en el siglo XIX y su evolución en el siglo XX hacia el de la guerra total, hacen de ésta un fenómeno integral, comprensible solo en el marco ya analizado, al considerar los ámbitos de la Historia Militar. * “Diversidad de los factores intervinientes”: Aquí queda ratificado el ámbito temático que hemos analizado la importancia que adquieren para el estudio de la Historia Militar otros conocimientos auxiliares y complementarios, que tendremos que obtener en las asignaturas que integran las “ciencias del espíritu”. LAS CIENCIAS DEL ESPÍRITU Y LOS ESTUDIOS HISTÓRICOS MILITARES Las finalidades analizadas imponen estudiar Historia Militar centrado en el interés en los aspectos esenciales de los hechos históricos militares, configurados por el pensamiento militar de la época en el nivel de las grandes decisiones y los factores humanos permanentes, que expresados por orden de importancia podrán ser, entre otros: * * *
Factores humanos observables en cuadros y fundamentalmente en los primeros. Relación del factor de poder militar con los otros factores de poder. Conducción estratégica militar y operacional en la medida que resulte posible su delimitación.
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Doctrina y conducción táctica, en tanto la interpretación de la batalla permite observar las consecuencias de la conducción estratégica, las influencias que ésta recibe de los resultados de la táctica y los factores humanos expresados en primer término. Organización, armamento y medios bélicos en general, en la medida que permitan interpretar la conducción estratégica y táctica, así como los factores humanos relevantes.
Los puntos expresados permiten deducir las asignaturas que proporcionarán conocimientos indispensables para la reflexión e interpretación a realizar. * * * * * * * * *
Filosofía Ciencia Política Derecho Internacional Político Administración Seguridad Nacional Estrategia (incluso estrategia militar y operacional) Economía Sociología Psicología
Estas asignaturas deberán guardar en el desarrollo de su programa, en los distintos cursos del ciclo de formación del oficial, una estrecha interrelación con los objetivos y programas de Historia Militar. Las ciencias del espíritu deberán servir fundamentalmente a la formación de la mentalidad de los alumnos, de ahí su relación con la Historia Militar, que a su vez es otra gran formadora de los futuros conductores. UN MÉTODO PARA EL ESTUDIO El método para el estudio de la Historia Militar responde a las finalidades de la asignatura analizadas anteriormente y cumplir las acciones mencionadas en las mismas: conocer y reflexionar para interpretar sobre cada uno de los hechos históricos en consideración.
Por ser esencial el resultado a obtener a través de la interpretación, el método deberá instrumentarse con máxima flexibilidad. En última instancia, lo que interesa es que comprenda el problema y reflexione, a través del trabajo individual o colectivo, para que llegue, de esta manera, a la interpretación personal de cualquier hecho histórico; todo esto contribuirá a enriquecer su personalidad y a tener la capacidad de aplicar lo aprendido en situaciones concretas. Aquí debemos insistir en el carácter estrictamente personal, subjetivo e intransferible (ni del profesor a los alumnos ni entre los alumnos) de este objetivo final o finalidad última de nuestro estudio. Esta consideración reiterada a lo largo del trabajo permite llegar a concretar en el método aquí expuesto, deberá ser valorado en su justo término, evitando el error de hacer de éste un fin o aún un medio rígido y tiránico, pues lo esencial serán los resultados a obtener. La experiencia y las opiniones reconocidas y participaciones, flexibilidad, estudio y cursantes del ciclo de formación del alumno, señalan que éstos aspiran a un máximo estudio de Historia Militar; estas aspiraciones resultan plenamente coherentes con la intención de dar a la asignatura una formativa preponderancia a lo formativo sobre la mera adquisición de conocimientos históricos. De estas circunstancias señalamos un segundo aspecto: el método deberá inspirarse en una pedagogía activa, de plena participación, con máxima libertad de expresión y respeto de las opiniones, asumiendo el profesor, en la mayor medida posible, un papel orientador de las reflexiones en el más alto nivel intelectual. - Conocimiento del hecho histórico El conocimiento del hecho histórico (primer paso del método de estudio) podrá lograrse, a través de una o varias fuentes testimoniales y bibliográficas indicadas por el profesor. El principio de la bibliografía básica mínima para nivelar el conocimiento básico será el Manual de Historia Militar, que, en caso necesario y a juicio del profesor, podrá ampliarse con la bibliografía impuesta por el Instituto en el programa de estudio de la asignatura.
- Reflexión e interpretación del hecho histórico Después de conocer el hecho histórico, particularmente en sus elementos básicos, deberá encargarse el proceso de reflexión para alcanzar finalmente su cabal interpretación. El proceso de reflexión sobre los elementos básicos del hecho histórico conocido implicará la consideración detenida de sus causas, el por qué y el para qué, en particular las que se asientan en la acción libre y creadora del hombre, protagonista del mismo y las que surgen del azar o de la acción divina, siempre presente. Por último, la interpretación podrá contener un juicio de valor que concrete si la acción o la idea central que analizamos se encuentra en plena coherencia con el fin perseguido, conforme a las normas y medios de la época o por el contrario, se orientan hacia fines secundarios, inferiores y aún de distinta naturaleza. Nuestra reflexión e interpretación sobre las influencias causales (configuradas no solo por la casualidad objetiva, sino también por la casualidad y la libertad y voluntad humanas) serán las que nos permitirán arribar a aquellos aspectos que, por ser esenciales y relativamente permanentes, proporcionarán la experiencia indirecta enriquecedora de la personalidad, fin último de nuestro estudio. El procedimiento para reflexionar e interpretar el hecho histórico se basará en principio en un método intelectual similar al de una apreciación de situación (deductivo-inductivo; análisis). Comenzará cuando el alumno haya adquirido en su domicilio el conocimiento de la subunidad didáctica, previo a la clase que deberá desarrollar en forma individual o colectiva, según las modalidades de estudio, siendo conveniente destacar que para este momento reunirán mayores ventajas el trabajo en equipo, tipo grupo de discusión (no más de cuatro personas). El proceso de reflexión e interpretación continuará bajo la dirección del profesor mediante diversas técnicas de enseñanza tales como: clase, grupo de discusión y debate dirigido. La segunda de estas técnicas, a pesar de sus conocidas ventajas, se verá limitada por el escaso tiempo disponible.
PRINCIPALES CONCEPTOS Y REQUERIMIENTOS DE APLICACIÓN PARA LA EXPOSICIÓN Y/O COMPROBACIÓN DEL MÉTODO DE ESTUDIO En el desarrollo de las actividades de enseñanza-aprendizaje de la asignatura, los cursantes podrán verse en la necesidad de satisfacer, entre otros requerimientos encuadrados dentro de los siguientes términos: * Determinación de causas de un hecho histórico y selección de causas principales con breves fundamentos (referidos a la selección) * Interpretación de un hecho histórico * Analizar diferencias o similitudes entre dos o más hechos históricos * Opinión fundada sobre un concepto o hecho histórico * Preparación de monografías (esta actividad será asumida cuando usted se encuentre como alumno de la A.G.F.T.). A los efectos de uniformar criterios en la interpretación de estos requerimientos, así como en la solución de los mismos, en forma escrita o verbal, con el presente trabajo se expone una orientación o guía, conceptual y formal, que cada alumno deberá adecuar a los casos concretos que se le planteen. -
Determinación de causas de un hecho histórico o selección de causas principales con breves fundamentos (referidos a la selección) En primer término es necesario aclarar que la concepción causalista absoluta no es aplicable a la Historia, pero es evidente que un hecho histórico determinado no se produce espontáneamente “porque sí”, sino que reconoce la existencia de otros hechos o acontecimientos de distinta naturaleza que, sumados lo motivan (pluricausalidad). Estos hechos se designan como causas y configurarán un instrumento o un medio más para nuestros trabajos.
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Con respecto a determinación de causas
Para la determinación de las causas, se han utilizado diversas clasificaciones tales como: * * * *
Causas principales y secundarias Causas generales y particulares Causas reales y aparentes Causas inmediatas y mediatas
En todos los casos se trata exclusivamente de teorizaciones que procuran contribuir a la interpretación de un hecho, es decir que en la historia, más que causas y efectos, hay hechos y circunstancias de distinta naturaleza, que se interrelacionan. Por lo expuesto las clasificaciones que se desarrollan en este trabajo establecen un criterio para la interpretación del concepto de causa. Las causas deberían buscarse en las circunstancias importantes (no anecdóticas) que motivaron el hecho histórico. Al respecto deberá tenerse en cuenta que en nuestra asignatura utilizaremos normalmente las siguientes clasificaciones: a) Por su naturaleza Por causas finales. Constituyen el fin u objetivo que impulsa al hombre (protagonista de la historia) a producir el hecho histórico. Por causas fuentes. Constituyen hechos o circunstancias previas que originan y provocan el hecho histórico. b) Por su importancia Causas principales. Aquellas que pueden ser conceptuales como la máxima relevancia en el origen o fin del hecho histórico; normalmente serán englobantes de otras causas. (Contienen “engloban” a las causas secundarias).
Causas secundarias. Aquellas que pueden ser conceptuadas como de menor relevancia en el origen o fin del hecho histórico. (Son contenidas por las causas principales). -
Esquema metodológico para determinación de causas Para satisfacer esta tarea es conveniente comenzar haciendo una enumeración de todos los hechos y circunstancias importantes de distinta naturaleza que se relacionaron con la gestación del hecho histórico. Posteriormente resultará apropiado agrupar los referidos hechos según las pautas que más convengan en cada caso. Ejemplificando para un hecho estratégico general incursionando en lo político, económico, social, etc., para un hecho estratégico, operacional o táctico, según los grandes campos de interés de la conducción (operaciones, inteligencia, etc.). Finalmente aplicando los distintos tipos de causas conceptuales, se podrán seleccionar las causas principales que contribuirán a una mejor y más clara interpretación del hecho histórico en estudio. Ejemplo práctico En el estudio de la Primera Guerra Mundial una causa final principal clara sería: objetivos políticos irreconciliables de las grandes potencias que procuraban una situación hegemónica en Europa, en algunos casos con proyección mundial. Esta causa evidentemente engloba un conjunto de causas finales tales como: el enfrentamiento de Rusia y Austria-Hungría por el control de los Balcanes, o de Alemania y Francia por la hegemonía en Europa Continental, etc. También el hecho histórico (Primera Guerra Mundial) reconoce como principal una causa fuente: el fuerte sentimiento competitivo nacionalista acrecentado a partir de 1870. Esta causa fuente engloba otras causas del mismo tipo (secundario) tales como: lucha por los mercados mundiales entre Inglaterra y Alemania; choques por la expansión del Imperio Colonial en el norte de África, entre las grandes potencias etc.
Finalmente también encontramos otra causa fuente principal: los resentimientos nacionales entre las grandes potencias. Esta causa fuente es englobante de una serie de causas secundarias tales como: lucha por los mercados mundiales entre Inglaterra y Alemania; choques por la expansión del Imperio Colonial en el norte de África, entre las grandes potencias, etc. Finalmente también encontramos otra causa fuente principal: los resentimientos nacionales entre las grandes potencias. Esta causa fuente es englobante de una serie de causas secundarias tales como: Alsacia y Lorena en poder de Alemania generaba un afán de revancha en Francia, Bosnia, Herzegovina, un afán de reivindicación territorial por parte de los patriotas servios, etc. -
Aclaración fundamental Para expresar la solución al requerimiento que analizamos deberá omitirse toda referencia al proceso metodológico explicado, así como la inclusión de títulos o subtítulos que pretendan clasificar o denominar las causas según los distintos tipos anunciados. El tutor del trabajo se limitará a enumerar en párrafos claros y concretos los hechos y circunstancias que constituyen las causas del acontecimiento histórico en estudio, seguida cada una de los otros hechos y circunstancias englobadas.
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Con respecto a la selección de causas principales con breves fundamentos La selección de las causas principales se hará según las pautas mencionadas omitiéndose en su expresión oral o escrita las causas englobadas. En cuanto a la fundamentación deberán tenerse en cuenta los siguientes lineamientos generales:
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Fundamentar las razones o motivos principales por cuales se considera que la causa seleccionada es una de las más importantes. No se deberá caer en el error de fundamentar la existencia de la causa que normalmente ya estará reconocida y explicada como tal. * Cada fundamento deberá redactarse en afirmativo y responder al interrogante “por qué”. Estas palabras podrán iniciar el párrafo en los primeros trabajos para facilitar la elaboración de la idea. * Deberá ser concreto y con clara referencia a los hechos sin generalizar. * No se deberá volver a narrar o describir hechos o acontecimientos conocidos, sino expresar de ellos los elementos que hacen a la fundamentación que se realiza. * La clara redacción del fundamento hará innecesaria la ejemplificación. -
Interpretación de un concepto o hecho histórico Este requerimiento impondrá básicamente explicar el sentido de un concepto o hecho histórico en algunos casos incluyendo deducciones que completen esa explicación. El tema ya conocido deberá ser reflexionado, lo que generalmente exigirá aclarar el por qué, el cómo y el para qué del concepto o hecho histórico que se busca interpretar. Todo esto requerirá un proceso de reflexión, o sea una consideración lo más acabada y exhaustiva que el tiempo permita, cuyo natural resultado será la interpretación. Así mismo esta podrá explicar las proyecciones futuras del hecho o concepto, tal vez nuestro presente y porvenir en función del mismo, así como intentar alguna tarea creativa sobre su significado y relaciones. Queda así establecido claramente que la interpretación será el producto final que supondrá dos tareas previas e indispensables, el conocimiento del tema y la posterior reflexión acerca del mismo.
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Analizar diferencias o similitudes entre dos o más hechos históricos
Frente a dos hechos históricos (dos o más conductores en distintas épocas o contemporáneos, varias guerras o campañas dentro de una guerra, etc.), será útil analizar sus diferencias o similitudes para enriquecer la experiencia del alumno. Debe advertirse que exponer diferencias o similitudes significa encontrar los elementos esenciales que como consecuencia de la interpretación de los hechos o conductores que trate, surjan claramente como disímiles o comunes a ambos. “Una variante de la interpretación puede ser requerida como “Consecuencias de un determinado hecho”. En este caso la reflexión e interpretación abarca una serie de sucesos que se pueden desprender del principal es estudio para establecer cómo éste prolongó sus características con nuevas implicaciones o derivaciones. Ejemplos ¿Cuáles son a su juicio las dos diferencias fundamentales entre el pensamiento militar de Jomini y Clausewitz? Breves fundamentos. *
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El diferente enfoque respecto al drama de la guerra: Jomini su gran complejidad a la solución casi matemática de los problemas donde todo podría tener solución en forma racional. Clausewitz entendiendo la suma complejidad de la guerra, era mucho menos racionalista que Jomini y consideraba preponderantes los factores morales y los imprevisibles. Jomini fue un teórico de la estrategia operacional, mientras que Clausewitz fue un filósofo de la naturaleza de la guerra.
Exprese cuáles fueron las similitudes existentes entre la Batalla de Cannas y Zama, producidas durante la Segunda Guerra Púnica, desde el punto de vista táctico. * * -
Las dos fueron batallas de aniquilamiento. Los adversarios incorporaron procedimientos innovadores.
Opinión fundada sobre un concepto o hecho histórico
La satisfacción de este instrumento supone realizar previamente el proceso mental que permite la interpretación (según el concepto dado en la interpretación de un concepto o hecho histórico), a partir del cual se deberá emitir una valorización sobre el concepto o hecho histórico. Esta valorización (juicio de valor) se hará según lo determinado en la interpretación del hecho histórico. El requerimiento podrá precisar el punto de vista, campo o área desde los cuales se pretende que sea enfocada la valorización política, económica, operacional, logística, etc. Para la determinación de los fundamentos se seguirán las pautas indicadas en la selección de causas principales y su fundamentación ya explicadas anteriormente. En los casos en que el concepto o hecho histórico sea complejo o compuesto podrá ser necesario fraccionar la opinión así como los respectivos fundamentos. Ejemplo Tema: Opinión fundada sobre el siguiente concepto de Hitler: “Cuando el enemigo se halle desmoralizado desde adentro, cuando se halle al borde de la revolución, cuando amenace el malestar social, ése será el momento propicio para el empleo del poder militar. Un solo golpe bastará para destruirlo...”. Respuesta: Considero que esta concepción estratégica general es conceptualmente acertada, tuvo validez y mantiene actualidad, pero implica una ética política negativa. Fundamentos. “Conceptualmente acertada…” Destaca la importancia de la acción psicológica como instrumento de la estrategia general en procura del debilitamiento del frente interno enemigo en todos los campos y a través de diversos medios no militares, a fin de crear las mejores bases y la oportunidad propicia para emplear el poder militar y lograr con éste la decisión del conflicto.
“…tuvo validez”. Respondió a la estrategia que empleó el propio Hitler. Austria y Checoslovaquia crearon las bases mediante una estrategia política-psicológica dirigida al frente interno de estos países y al ámbito internacional. Finalmente logró la decisión con una simple demostración de fuerzas. Polonia y Francia crearon igualmente las bases políticopsicológicas para luego, con un golpe rápido y fulminante del poder militar, lograr la decisión. En todos estos casos a los que se puede agregar Noruega y Dinamarca se aplicó el concepto en análisis con pleno éxito. Este concepto revolucionario practicado por Hitler encontró después de la Segunda Guerra Mundial, variaciones y nuevas formas que tomaron lo esencial de él. Entre estas innovaciones merece destacarse la Guerra Revolucionaria que tanto ha beneficiado a las potencias comunistas. “… mantiene actualidad…” *
El concepto tiene plena vigencia, implica el empleo de la estrategia indirecta para crear las bases y en el momento oportuno con máxima rapidez y al menor costo lograr el objetivo mediante la estrategia directa.
“Implica una ética política negativa…” Supone una actitud expansionista y agresiva y la intervención en los asuntos internos de otro Estado, siendo todo ello contrario al progreso de las relaciones internacionales y al bien universal, al que debería tender la sociedad mundial. -
Preparación de la monografía (este tema será analizado en profundidad cuando se encuentre como alumno de la A.G.F.T.)
Este tipo de trabajo consiste en el estudio de un tema con profundidad para su cabal interpretación y una limitada “investigación histórica”, que podrá desarrollarse con mayor o menor amplitud según el tema y el tiempo disponible. Para su preparación secuencia:
podrá
seguirse
la
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siguiente
Selección del tema general en caso de que el autor deba imponérselo o interpretarlo si le ha sido impuesto. * Especificación del tema, a efectos de precisar más la tarea a realizar. * Elección del aspecto del tema que se desea investigar, especialmente cuando así correspondiere. * Determinación de la finalidad del trabajo escrito. * Establecer tentativamente lo que se desea demostrar, aclarar o defender. * Iniciar la búsqueda preliminar del material bibliográfico. * Realizar la lectura preliminar del material seleccionado. * Preparar la bibliografía mediante fichas, asignando una ficha para cada referencia bibliográfica y consignando en la misma al autor, título, nota tipográfica y páginas donde se hallan los datos necesarios. Así mismo deberá colocarse un breve comentario con el contenido o la utilidad para el trabajo que proyecta. * Preparar un plan tentativo del trabajo, marcando las divisiones o partes principales del tema, es decir se confeccionará el temario o estructura del tema. * Lectura definida. * Confección definitiva de la tarea mediante: . Un resumen con redacción propia de los conceptos expuesta por el autor o autora. . Citas, es decir transcripciones exactas de las palabras del autor o autores respetando la redacción original. . Un juicio de valor, observando en especial que los objetivos del trabajo estén claramente expuestos y desarrollados. -
Empleo de las fuentes en especial bibliográficas
El amplio espectro de asignaturas y temas que necesariamente se conjugarán en nuestros estudios de Historia Militar impondrán un intenso trabajo de consulta. Las principales fuentes a que se deberá recurrir serán: * Histográficas generales (historias universales o particulares) * Histográficas específicas o especializadas (fundamentalmente militares y políticas) * Históricas generales y particularmente específicas (memorias de conductores, ensayos militares de la época en estudio, recopilación de documentos, etc.). ^ Geográficas ^ Políticas ^ Sociológicas ^ Económicas ^ Psicológicas ^ Filosóficas El proceso más común comenzará por la ubicación del hecho histórico militar en estudio en un ámbito temático, espacial y temporal adecuado que lo encuadre, recurriendo a una obra historiográfica general. Posteriormente se entrará de lleno a la obra básica (normalmente recomendada por el profesor) que trata el hecho y a través de su lectura se irán tomando notas sobre los principales aspectos o temas de estudio. De estas notas surgirán otras exigencias bibliográficas tales como obras geográficas, políticas, socioeconómicas, etc., a las que se recurrirá con fines muy concretos y específicos para aclarar dudas o ampliar el conocimiento e interpretación del hecho. En particular la interpretación se podrá ver facilitada con fuentes históricas tales como memorias de los protagonistas del hecho o recopilación de los documentos de la época. Si bien las particularidades del estudio de la Historia Militar en la Academia de Guerra de la Fuerza Terrestre y el tiempo disponible podrá limitar el trabajo en profundidad de los alumnos, no puede descartarse la necesidad en ciertos casos de recurrir a fuentes testimoniales inéditas o bibliográficas especializadas. Esta actividad será especialmente tenida en
cuenta en los alumnos del Curso de Estado Mayor, donde pueden desarrollarse ciertos trabajos de investigación. Tal por ejemplo vinculado al estudio del origen y desarrollo de la subversión en nuestro país. En todos los casos deberá acostumbrarse a tomar notas de las obras consultadas o a confeccionar fichas temáticas registrando cuidadosamente el origen de cada nota o ficha, así como el conjunto del aparato erudito que ha servido de base al estudio de cada subunidad didáctica, particularmente cuando se deban desarrollar monografías.
CONSIDERACIONES FINALES El método de estudio de la Historia Militar y en particular todas las consideraciones de carácter general expuestas en el desarrollo de esta disciplina, en nuestro Ejército y en especial en la Academia de Guerra de la Fuerza Terrestre, permitirán una mejor comprensión de los hechos históricos. Además, procura actualizar la concepción y propedéutica según las finalidades y programas vigentes, así como aprovechar el valioso aporte de quienes en el pasado se han desempañado en tareas de programación e impartición de esta asignatura. El trabajo no agota la profundización del tema ni pretende llegar a precisiones o detalles que resten flexibilidad al proceso de enseñanza-aprendizaje que, en definitiva, no deberá cercenar la libertad académica del profesor para la enseñanza, ni la capacidad de elección en el aprendizaje por parte de los alumnos. El empleo del método, los procedimientos y conceptos desarrollados deberán adaptarse a cada caso particular, con arreglo a las necesidades de cada tema o hecho en estudio. El estudio de la Historia Militar tiene una relevancia particular en la formación de nuestros oficiales. Se puede apreciar que esta disciplina cobrará en el futuro inmediato, renovada importancia en los ejércitos de las grandes potencias occidentales, como lo evidencian sus publicaciones militares. Nuestro ejército no deberá quedar atrás en un campo en el que dispone de sólidos
antecedentes, para la formación de la personalidad de nuestros conductores. Impulsar el estudio de esta asignatura es un deber, en procura de una eficiente preparación para la guerra. Nota Aclaración sobre los términos reflexión e interpretación. Reflexión. Considera detenidamente un hecho o concepto histórico ya conocido. Interpretación. Explica el sentido de una cosa; en este caso, de un hecho histórico sobre el que ya se ha reflexionado y que puede contener un juicio de valor según lo hemos visto en el presente capítulo.
CAPÍTULO II
INTRODUCCIÓN A LA POLEMOLOGÍA INTRODUCCIÓN En el año de 1946, Gastón Bouthoul en su libro titulado Cent millions de morts, utiliza por primera vez el término Polemología. Esta palabra se deriva del griego polemos = guerra y logos = tratado. En su máxima concepción, la Polemología es la ciencia que estudia la guerra, sus orígenes, desarrollo, causas, efectos y consecuencias. Quiérase o no, la guerra es el más espectacular de los fenómenos sociales; con la guerra se inician los relatos históricos y posiblemente nunca dejará de ser la "historia de las batallas". Las guerras constituyen en la historia puntos de referencia cronológicos que marcan los grandes giros de los acontecimientos. Por las guerras, han desaparecido las grandes civilizaciones y han dado paso a las nuevas. Son las guerras las que han establecido los diferentes estratos sociales en relación a vencedores y vencidos. La guerra, al mismo tiempo, es el principal factor de imitación colectiva, que ha hecho que las naciones más herméticas como China, Japón o EE. UU. terminen por abrirse en el transcurso histórico-geopolítico; la guerra se ha introducido tanto en las civilizaciones que incluso impone modas: después de Napoleón se copiaban los uniformes franceses; después de 1918, los de los ingleses y a partir de la Segunda Guerra Mundial se imitan los uniformes americanos y soviéticos. Siendo la guerra la forma de transición más acelerada, nos preguntamos: ¿cómo ningún investigador realizó antes un estudio objetivo, de características y aspectos funcionales?, ¿por qué la guerra, que ha producido más víctimas que todas las calamidades juntas de la tierra, no tiene hasta el momento un instituto bien orientado para que estudie e investigue el "fenómeno guerra"? Las respuestas podemos encontrarlas en las siguientes consideraciones:
El principal obstáculo para un estudio científico del "fenómeno guerra" ha sido siempre la costumbre que de ella se han formado los hombres superando el asombro. Aristóteles decía: "La ciencia empieza por el asombro". Joseph Proudhon conceptúa que "ningún lector tiene necesidad de que se le diga lo que es física o empíricamente la guerra, todos tienen de ella alguna idea, unos por haber sido testigos, otros por haber tenido alguna relación, y en gran número, por haberla hecho". Como podemos apreciar, existe en la mayoría de las personas unas seudoevidencias de la guerra. Pues lo único evidente en la apreciación de Proudhon, es el hábito de la guerra que se ha creado en el espíritu de los hombres, cuyo origen se remonta a los días de infancia: Conocido es, por ejemplo, que a la mayoría de los niños les gusta jugar a la guerra. El segundo obstáculo para el estudio del "fenómeno guerra" es que la guerra parece ser un hecho dependiente completamente de nuestra voluntad. Toda guerra tiene su principio y su final; se pone en marcha en un momento determinado, se complementa de conformidades diplomáticas o religiosas y, por último, se la ejecuta. Es decir, se dan motivos que ya estuvieron preparados desde hace mucho tiempo, por lo cual cada guerra observada separadamente no parece haber sido facultativa y evitable, dando una apariencia de ser dependiente de lo que podría llamarse una decisión reflexionada y profundamente madura. Y como tercer obstáculo tenemos el "ilusionismo jurídico", es decir, el error en que incurren los juristas al seguir apreciando a la guerra como una pelea entre individuos, una pendencia, riña o duelo; actuando, por lo tanto, con analogía al derecho privado o código penal. Es así como se ve renacer periódicamente proyectos de pactos internacionales, tribunales y leyes internacionales, con una intención dirigida a prohibir la guerra por medio de una especie de reglamento de policía. Otras instituciones que la toleran tratan de reglamentarla, tomando por modelo el código de honor que usaban los duelistas cortesanos. Y por último, aquellos que quieren arbitrarla reproducen para el efecto algo así como un derecho privado. En definitiva, se trata de una preocupación terapéutica inmediata. Pero, ¿cómo legislar sobre una cosa que se desconoce? Podemos
decir que sabemos aproximadamente lo que es la guerra, cuál es su naturaleza, su función y el papel que desempeña. ESTUDIO DE LA HISTORIA DE LA IDEA DE LA GUERRA LA MITOLOGÍA En las cosmogonías de las civilizaciones pasadas así como en sus mitologías, podemos encontrar dos rasgos comunes: la enorme preponderancia y amplitud que ocupa la guerra en la vida de los pueblos y el carácter loable de la actividad guerrera que los dioses propugnan, fomentan y practican. Al respecto, constituye un ejemplo representativo el panteón germánico denominado "Walhalla", concebido de acuerdo con la imagen de los destinos victoriosos que le procuraban sus guerreros. El guerrero victorioso bebe el embriagador hidromel en el cráneo motilado de su irreconciliable enemigo, mientras Odín (dios de las batallas) mira satisfecho rodeado de trofeos, esclavos y cautivos. La india Brahamana es prodigiosamente guerrera. Sus libros sagrados se encuentran repletos de combates entre dioses, diosas, genios, gigantes, entre otros, con los cuales también participan hombres, monos y otros animales. Un enorme poema épico como es el “Ramayana” está en su mayor parte dedicado a relatar las pompas mitológicas. Y los templos hindúes tienen gran cantidad de bajorrelieves en donde se puede apreciar las luchas intestinas de dioses como: Yndra, Mitra, Varuna, Brahma, Visnú, Siva, y Kali. La mitología griega también es prodigiosa en belicismo: observamos a Zeus y a los dioses luchando contra los titanes y gigantes; Cronos luchando contra Ofioneo; Marte sometiendo a la discordia, al temor y al terror, y llevando como título: "Cazador de hombres". Palas está siempre lista para combatir con su fina lanza y la ostentosa adarga; y, Apolo por su parte, llevaba siempre flechas mortíferas con su arco desafiante. Cabe destacar que la mitología china se manifiesta profundamente pacifista y en contra de la guerra al igual que el budismo.
Pero tal es la preponderancia de la guerra en la antigüedad que ninguna de las civilizaciones ha podido prescindir del ritual que antes y después se ofrenda a ella: sacrificios a los dioses inmolando cultivos; entrega de parte del botín en los templos y oráculos, así como también la costumbre de los asirios, egipcios y aztecas de degollar a los prisioneros en medio de humos de incienso y grandes gritos de alegría. En esta idea de ofrecer sacrificios a los dioses se han realizado muchas veces ritos funerarios anticipados con la creencia que estos purificarán el alma, preparándola para que quede limpia y digna de una vida mejor en el más allá. Una curiosa supervivencia de esta clase de ritos fúnebres, que preceden al combate, fue practicada por el Japón en la Segunda Guerra Mundial, pues los pilotos suicidas del avión kamikaze asistían a un banquete la víspera del combate: vestían de blanco (color de luto para ellos) y ejecutaban un ritual preparándose para la purificación del alma. Al otro día (en el campo de aviación) cada uno recibía una cajita blanca que simbolizaba la urna que debía guardar sus cenizas. LA TEOLOGÍA EN LA GUERRA Como el politeísmo desaparece en función de un monoteísmo pujante es curioso constatar que todos los tributos que antes se les concedía a los dioses (Vulcano, Juno, Mercurio, Ceres, etc.) pasa al poder de un solo Dios: "El Dios de los Ejércitos". La guerra empieza a ser un tributo exclusivo de Dios y no puede haber guerra sin orden expresa de él. "No temáis, Jehová, vuestro Dios, va delante de vosotros. Jehová, tu Dios, echará estas gentes delante de ti poco a poco... las quebrantará con gran destrozo y borrará su nombre debajo de los cielos". "Porque Jehová juzgará con fuego y con su espada toda carne, y los muertos de Jehová serán multiplicados... y cuando saliereis veréis los cadáveres de los hombres que se rebelaron contra mí". Pero cuando la guerra se vuelve un factor adversario al pueblo que adora a un determinado Dios, cambia el estado de ánimo y comienzan a conceptuarse las derrotas como un castigo de Dios. Ejemplo de ello son los testimonios de Jeremías y Ezequiel: "He aquí la tempestad de Jehová que sale con furor, la tempestad se precipita y sobre la cabeza de los impíos reposará. No se calmará la ira del enojo de Jehová hasta que haya hecho y cumplido los pensamientos de su corazón".
El Corán, por su parte, tiene una forma muy sui géneris de concebir la guerra, pues la propagación del islam por medio de las armas constituye una obligación religiosa para sus fieles. La guerra es un ideal, una orden de Dios; incluso el paraíso del cual hablaba Mahoma está reservado únicamente para los guerreros que murieron luchando: "Haced el sacrificio de vuestros bienes y de vuestras personas... Dios perdonará vuestras ofensas y os introducirá en los jardines donde corren los ríos". El cristianismo primitivo se manifiesta profundamente antibelicista, maldice la guerra, la repudia profundamente considerándola algo indigno de aquellos que en realidad tienen fe en Dios; se llevaba del precepto de que quien a hierro mata, a hierro termina. Los máximos representantes de esta manera de conceptualizar la guerra son: Orígenes, Tertuliano y San Ambrosio, quienes rechazan la violencia para cualquier fin. En la actualidad, Gandhi y Tolstoi no han sido más que unos dignos seguidores de lo que ya antes practicó la religión cristiana: "la resistencia pacífica". La segunda posición del cristianismo con respecto a la guerra viene cuando la Iglesia se expande y se encuentra en la necesidad de identificarse con el poder. Los teólogos de la época comienzan a hacer una doctrina de compromiso, plagada de contradicciones entre el Antiguo y Nuevo Testamento. San Agustín, por ejemplo, desarrolla una teodicea que justifica la guerra en cuanto puede ser la expresión de la voluntad divina: "Si Dios, por alguna prescripción especial, ordena matar, el homicidio se convierte en una virtud". Pero la habilidad dialéctica de los teólogos se pone a prueba cuando aparece la justificación razonada de las guerras santas, específicamente cuando hablamos de las famosas cruzadas, cuyo máximo defensor fue San Bernardo. En estas guerras se relatan las formas más crueles de barbarie, no existe disimulo y, más bien, existe una satisfacción por los actos bárbaros cometidos en nombre de Dios. Raymond d'Agiles, canónigo de la catedral de Puy, nos relata lo siguiente acerca de la toma de Jerusalén": se vieron cosas admirables... podían verse por las calles y en la plaza de la ciudad montones de cabezas, manos y pies. Los hombres y los caballeros andaban por todos lados a través de los cadáveres... En el templo y
en el pórtico se circulaba a caballo en medio de charcos de sangre que llegaban hasta las rodillas del jinete y hasta la brida del caballo... justo y admirable castigo de Dios, que quiso que aquel mismo lugar recibiera la sangre de aquellos cuyas blasfemias lo habían mancillado durante tanto tiempo. Espectáculos celestes... en la iglesia y por toda la ciudad, el pueblo daba gracias al Dios eterno". Santo Tomás de Aquino, el más brillante y lúcido defensor de la Iglesia, escribió la famosa teoría de la "guerra justa". Para que una guerra sea grata a Dios, tenía que tener las siguientes características: - La autoridad del príncipe - Una causa justa - Una intención recta EL PENSAMIENTO FILOSÓFICO Y LA GUERRA Si nos ponemos a analizar la historia del pensamiento filosófico, encontraremos que la única filosofía que se ha dedicado con ahínco a no exaltar la guerra, es la china. Incluso, en la actualidad (pocos años atrás), los chinos alardeaban de su debilidad militar, convencidos con esta actitud de su superioridad racional sobre las demás civilizaciones. Confucio decía: "un general verdaderamente grande no ama la guerra, y no es vengativo, ni apasionado". En la jerarquización de la sociedad tradicional china, el soldado estaba ubicado inmediatamente antes que el bandido. Los griegos por el contrario creen que la guerra es un imperativo natural, donde concurren todas las fuerzas para determinar el orden y composición de las cosas. Heráclito, por ejemplo, creía que "la guerra es la madre de todas las cosas: a unos los convierte en dioses, a otros los hace esclavos o bien hombres libres". Aunque algunas veces condenándola, Platón y Aristóteles también admiten la legitimidad de la guerra, siempre y cuando esta vaya en defensa de los intereses de la ciudad-estado. Aunque los imperativos categóricos necesariamente excluyen a la guerra, Kant admite la existencia de ésta, siempre y cuando se la someta a la decisión de cada ciudadano. Su máxima ocupación en este sentido fue la creación de una paz perpetua (proyecto de paz
perpetua) cuyos máximos principios influyeron mucho en la postura de Wilson con respecto a la sociedad de naciones. Al final de su camino por la vida, Kant se dio cuenta de lo utópico de su noción de eternidad, por lo cual dijo: "la paz perpetua no es factible, pero puede ser indefinidamente aproximada". Hegel, como prusiano que era, cree en el “carácter civilizador de la violencia”, la conceptúa como un mal necesario que será fácilmente superado con la realización del "espíritu absoluto". Hegel es un cómodo fatalista que se inclina con facilidad a creer en la necesidad de que existan vencedores y vencidos, y siente un romántico gusto por los desenlaces trágicos. Pero nada dirán en extremo Kant y Hegel, si los comparamos con Maistre y Nietzsche. Joseph Maistre tiene un pensamiento filosófico de la guerra, tan extremado, que le ha permitido convertirse en un verdadero clásico de la actualidad. Él cree que cuando el alma humana ha perdido su energía debido a muchos factores negativos como la desidia, la incredulidad y algunos vicios gangrenosos muy propios de los excesos de civilización, solamente puede revigorizarse esta sociedad por medio de la sangre. Piensa que los verdaderos frutos de la naturaleza humana: artes, ciencias y grandes empresas, etc. dependen, sobre todo, del estado de la guerra: "Diría que la sangre es el abono de esta planta que se llama genio; hay algo misterioso e inexplicable en la importancia que los hombres dan a la gloria militar... la guerra es divina en sí misma, puesto que es una ley del mundo... en ninguna otra parte, la mano divina se hace sentir tan vivamente en los hombres". Fiedrich Nietzsche, como todos conocemos, es el máximo exponente del belicismo obsesionado; los belicistas suelen apoyarse en él para exaltar la guerra. Para Nietzsche, los hombres deben amar la paz como medio de nuevas guerras, pero esta paz debe ser breve antes que larga. Los sufrimientos que engendra la guerra no son más que una escuela excelente para formar el espíritu y la voluntad, y si existe infelicidad en el mundo, es porque los hombres no saben sufrir y morir con valentía. Nietzsche piensa que la guerra justifica la causa, mas no la causa a la guerra: "decís que la buena causa justifica la guerra; yo os digo: la buena guerra santifica toda causa". "Para que la prueba sea concluyente, es necesario que la guerra sea sin tregua y exenta de piedad, las
únicas virtudes son la bravura, la astucia y la inteligencia; en una palabra, la fuerza". "La guerra y el valor han hecho cosas más grandes que el amor al prójimo". Frente a los beligerantes como Nietzsche, Maistre y otros aparece otro tipo de pensadores que excluye o niega alguna razón válida a la existencia de la guerra, llegando algunos, incluso, a ridiculizarla con un humor negro anticipado. Ejemplos de este tipo de pensadores constituyen Erasmo, Rabelais y algunos filósofos franceses del siglo XVIII. Voltaire, por ejemplo, en su "vista panorámica" respecto a la guerra decía: "en el momento en que os hablo, hay cien mil locos de nuestra especie cubiertos con sombreros, que matan a otros cien mil animales cubiertos con turbantes, por unos cuantos montones de barro del tamaño de vuestro tacón... Solamente se trata de saber si terminarán perteneciendo a cierto hombre al que llaman Sultán, o a otro al cual llaman no sé por qué, César... casi ninguno de todos esos animales ha visto jamás al animal por el cual se asesinan". LAS DOCTRINAS MORALES Y JURÍDICAS FRENTE A LA GUERRA Los romanos de la época clásica conceptúan que el derecho de la guerra empieza ab initio. Para ellos, lo principal es la observancia de las reglas que regulan la guerra, pues si la guerra ha sido declarada según los ritos, es considerada como justa, caso contrario será injusta sin importar el motivo o razón. Para ello se creó un colegio especial de sacerdotes llamados feciales, los cuales velaban por el estricto cumplimiento de las reglas. Por otra parte, es necesario resaltar el escrupuloso cumplimiento de los tratados que observan los romanos, llegando incluso al extremo de la minuciosidad. Tenemos un caso curioso al respecto: "Los cartagineses habían hecho un trato con los romanos que les aseguraba la conservación de sus vidas, sus bienes y su ciudad. Por esta última palabra designaban su ciudad asignatural, los edificios. Pero como los romanos se habían servido de la palabra civitas en el tratado, que quiere decir reunión de ciudadanos (sociedad) se indignaron de que los cartagineses se negasen a abandonar la orilla del mar para trasladarse a vivir a partir de entonces tierra adentro; pronto los declararon rebeldes,
tomaron la ciudad y la redujeron a cenizas. Siguiendo el derecho heroico no creyeron haber hecho una guerra injusta". A la guerra también le asiste un derecho bíblico, cuyas cláusulas se encuentran establecidas claramente en el Deuteronomio. Sin embargo, podemos encontrar la expresión más clara sobre la guerra en Moisés Maimónides, quien cree que en una invasión todo el pueblo tiene la obligación de combatir, mas cuando la guerra tiene una intensión expansionista, solo debe ser ejecutada por los hombres voluntarios. Y es finalmente en la Edad Media cuando aparece por primera vez el derecho de gentes, elaborado por ciertos juristas y moralistas que sin importarles los motivos o causas de la guerra tratan de establecer ciertas normas que deben regirla. Papel sumamente importante en esto juega también la Iglesia, la cual contrarresta (aunque no constituya un gran paliativo) las pendencias que se desenlazan entre los príncipes y reyes. Lo más importante en este período constituye, sin duda, la "tregua de Dios", pues esta decidió, a principios del siglo XI, que era prohibido que se tomaran las armas desde el sábado por la noche hasta el lunes por la mañana, con el objeto que cada cual pudiese cumplir su deber dominical para con Dios. Más tarde es prolongada y empezaba el jueves. Tiempo después se exigió la suspensión de las hostilidades durante el Adviento, la Cuaresma y el tiempo de Pentecostés. La violación de esta tregua traía consigo la excomunión. Maquiavelo tiene su propia fórmula con respecto a la guerra y dice: "toda guerra es justa desde el momento en que es necesaria". Es decir, Maquiavelo compagina con la guerra preventiva que practicaban los romanos: "Hay que defender a la Patria, ya sea con ignominia o bien con gloria; todos los medios son buenos con tal que se la defienda". Y para defender correctamente a la Patria, se puede atacar primero: "Los romanos, presagiando de lejos los inconvenientes, procuraban evitarlos rápidamente y no dejaban que la situación empeorase con objeto de evitar una guerra. Sabían que la guerra difícilmente puede evitarse, pero que es ventajoso para el enemigo si se la retrasa". Después de Maquiavelo desaparecen las teorías positivas de la guerra hasta comienzos del siglo XIX, cuando nuevamente aparecen los teorizantes de la guerra.
Karl Von-Clausewitz es el máximo teorizante de los últimos tiempos. Para Clausewitz, lo único que existe es "la guerra total" en donde siempre debemos estar preparados para superar al enemigo en el sacrificio y en el espíritu militar, lo cual se puede obtener sólo en el campo de batalla. Lo más importante de sus análisis constituye el acertado criterio al concebir a la guerra como una expresión o manifestación de la política, subordinando en última instancia la política al aspecto militar. LA SOCIOLOGÍA Y LA GUERRA Existen dentro de la Sociología dos tendencias con respecto a la guerra: * Los "optimistas" que creen que la guerra es un fenómeno social normal y que algún día será superado. * Los "pesimistas" que creen que la guerra es un fenómeno eterno y que muchas veces nos trae consecuencias positivas. Entre los optimistas contamos con Saint Simón que cree que la industria es el factor que eliminará a la guerra, y que todo lo que se gana en valor industrial, se pierde en valor militar. Saint Simón al igual que Augusto Comte (su secretario) jamás supieron de la gran equivocación que cometían en sus concepciones (al expresar que la industria eliminará a la guerra); en la actualidad, no sólo que la guerra ha absorbido a la industria, sino también a la ciencia, a la tecnología, a la economía, etc., y por último las ha puesto a su servicio. Se estima que anualmente la humanidad gasta 700 mil millones de dólares en armamento, mientras que en el tercer mundo mueren 10 millones de niños en el mismo lapso de tiempo por desnutrición. Herbert Spencer está convencido de la loable actividad formativa de la guerra, pues considera que si no hubieran existido guerras, todavía la humanidad estuviera desparramada en tribus nómadas, en lugar de grandes conjuntos humanos (estados) favorables al desarrollo de la industria y la ciencia. Por otra parte, cree que llegada a cierto grado de evolución ella (la sociedad) debe prescindir de la guerra, puesto que ésta se convierte en un factor negativo.
Antes de hablar de Marx y su criterio sobre la guerra, debemos remontarnos primero al pensamiento de Grachus Babaeuf, quien ha dicho que "ha habido solamente una guerra eterna: la lucha de los pobres contra los ricos". Luego, el marxismo adoptará una posición hasta cierto punto maquiavélica (la guerra de diversión), combinada con la noción volteriana del engaño. Marx, contrariamente a Proudhon, era internacionalista y antimilitarista. Cuando hablamos de los pesimistas, en cambio, encontramos a ilustres pensadores imbuidos en un criterio darwiniano y lamarkiano; fehacientes convencidos de lo imprescindible de la guerra en la humanidad. Ellos están seguros de que deben prevalecer los fenómenos de hostilidad sobre los de ayuda mutua y división del trabajo que juegan ciertamente un papel superior en la vida social. En este grupo de pensadores encontramos a Steinmettz, Isoulet, Georges Sorel, Gumplowicz, Le Dantec, Quinton, etc. Steinmetz es el defensor "científico" de la guerra y cree que ella es el principal procedimiento de selección colectiva. Isoulet trata de demostrar que la fuerza es sinónimo de virtud concluyendo, por lo tanto, que la guerra es forzosamente moral. Georges Sorel se caracteriza por su acendrado odio hacia el cristianismo, pues Sorel preconiza una guerra civil que destruya completamente al capitalismo y una guerra crónica que aniquile al cristianismo. Para él, lo importante son los mitos que crea una sociedad, ya que ellos levantan el espíritu bélico de las masas. Gumplowicz es la esencia misma del belicismo. Para él, todas las instituciones son producto de la guerra, los estados son producto de la influencia que ejercen los grupos vencedores sobre los vencidos; el derecho es producto de la imposición de los vencedores; la desigualdad social proviene de la aristocratización de los vencedores y todas las reglas de conducta obligatoriamente nacen de la guerra y a ella se deben.
ALCANCE, DEFINICIÓN Y DELIMITACIÓN DEL FENÓMENO GUERRA Dar una definición exacta de la guerra supondría un conocimiento exacto de ella, cosa que no sucede, por lo cual, simplemente propondremos los rasgos más característicos.
Como punto de partida, debemos corregir la tendencia que tienen muchos autores a conceptuar a la guerra dentro del conjunto de los fenómenos de oposición, es decir a considerarla una lucha entre dos entes opuestos. Recordemos que una lucha darwiniana es la de supervivencia; una lucha marxista es la lucha de clases; una lucha según el concepto de Nietzsche es la lucha contra los obstáculos de la vida. Pero ya hablando en términos de Polemología, la guerra es una lucha, pero se distingue de la lucha universal y de los crímenes individuales por tres causas: * Por un elemento subjetivo que es la intención. * Por un elemento político que es la organización. * Por un fenómeno natural que es el tiempo y espacio. Además podemos decir que se diferencia de otros tipos de luchas porque éstas son contra cosas inertes o adversarios inconscientes, mientras la guerra supone un enemigo activo y organizado. En cuanto a la finalidad y al motivo de la guerra, podemos afirmar que, generalmente, los motivos han sido de orden particular, mientras que la finalidad de cada guerra es de orden colectivo. Ejemplos clásicos tenemos en el rapto de Elena de Troya que ocasionó la guerra entre tirios y troyanos; la Primera Guerra Mundial que se ocasionó por la muerte del Archiduque de Austria en Sarajevo. En cuanto al aspecto jurídico de la guerra, podemos afirmar que ella es un verdadero contrato, puesto que no ha existido una guerra que no esté regida por reglas más o menos precisas y por un derecho formal y habitual. Si comparamos la guerra con un duelo, vamos a encontrar un proceso normativo similar: comienza con el antagonismo de las partes, quienes para no actuar con traición o indecorosamente siguen ciertos procedimientos como es la previa declaración de la guerra; luego viene el proceso de guerra en el cual corre la suerte de las armas, como quien dice "Dios dará la victoria a quien tiene la razón"; y por último aparecen los areópagos, quienes se reúnen al final de la guerra para sacar consecuencias jurídicas de la guerra. (Por ejemplo tenemos el congreso de Berlín, en 1878).
Luego de haber analizado someramente estos puntos de vista, vamos a ver cómo han definido a la guerra algunos pensadores, tratando de insistir en su aspecto jurídico. Quincy Wright: "La guerra es la condición legal que permite a dos o varios grupos hostiles dirigir un conflicto por medio de las fuerzas armadas". Karl Von Clausewitz: "La guerra es un acto de violencia, cuyo objetivo es forzar al adversario a ejecutar nuestra voluntad". Martens: "La guerra consiste, ante todo, en una lucha entre hombres". Von Bogulslawski: "La guerra es un combate dirigido por una agrupación determinada de hombres, tribus, naciones, pueblos o estados contra otra agrupación igual o similar". Lagorgette: "La guerra es el estado de lucha violenta surgida entre dos o varias agrupaciones de seres pertenecientes a la misma especie". Gastón Bouthoul: "La guerra es una lucha armada y sangrienta entre agrupaciones organizadas". También han dado sus definiciones autores sobresalientes como Bynkerschock, Twins, Geflcken, Bluntschli, Bradier, Dupuis. LA ECONOMÍA Y LA GUERRA Cuando hablaba de hacer la guerra, el mariscal Saxe creía que para ello un estado necesitaba tres cosas: 1. Dinero, 2. Dinero y 3. Dinero. Jamás el mariscal estuvo errado en su concepción, pues la guerra es una empresa económica que requiere para su inicio de una cierta acumulación de capital. La mayoría de ciudades de la antigüedad poseía un tesoro de guerra que le permitía usarlo en cualquier eventualidad. El poderío militar y naval de Atenas creció bruscamente a raíz del descubrimiento de las minas de plata de Laurio; los Países Bajos pudieron crear ejércitos permanentes y modernos gracias a la acumulación del tesoro de guerra que les procuraba sus recursos. España logró despuntar como un gran
imperio militar gracias a las minas y recursos que obtuvo de América, que acrecentaban su tesoro de guerra. Nadie puede olvidar el famoso tesoro de guerra que se acumuló en Spandau, gracias a la indemnización francesa en el Tratado de Francfort; o el tesoro de Menelik al pie de la estatua de la victoria. En la actualidad, siguen existiendo los tesoros de guerra (aunque usted no lo crea) sino echemos un vistazo a lo que constituyen las reservas metálicas de los bancos de emisión o las divisas extranjeras. El segundo paso de esta empresa económica es la inversión de sus recursos en la guerra. Esto es lo que los economistas llamarían el riesgo de inversión y que en la vida militar constituyen las operaciones tácticas, pues del resultado de estas operaciones dependerá el flujo de los tesoros de guerra ya sea positiva o negativamente. Un ejemplo clásico al respecto constituye Francia. En 1918, las reservas de oro del Banco de Francia llegaron a cifras jamás alcanzadas anteriormente (había triunfado sobre su enemigo secular); en 1945, la misma reserva de oro se encontraba casi completamente perdida (había perdido frente a Alemania) y la mayor parte de este tesoro fue a parar al sótano de Fort-knox, en donde se depositó un formidable tesoro de guerra de los Estados Unidos (ganado en la Segunda Guerra Mundial). El tercer paso constituye las consecuencias que implica esta empresa económica. Luego de la etapa virulenta del consumo acelerado que es la guerra, obligatoriamente se producen modificaciones en las estructuras económicas: Se modifican las inversiones, se desarrollan ciertas industrias, ciertas formas de producción o patrones de consumo. Es decir, si hablamos de coyunturas económicas, podemos afirmar que existen tres coyunturas: * La coyuntura de preguerra * La coyuntura de la guerra * La coyuntura de la reparación La coyuntura de preguerra es aquella en la cual la sociedad está sujeta a un ahorro obligatorio, a la constitución de reservas, inflación de pedidos a las industrias metalúrgicas, químicas, etc. Esto implica una gran prosperidad en los estados, puesto que
aumentan las fuentes de trabajo, los salarios se elevan y hay una acelerada producción. Alguien ha afirmado que este tipo de coyuntura es la preferida de los alemanes por su prosperidad: "Alemania nunca se siente tan plenamente feliz como cuando está gestando una guerra". En la coyuntura de guerra, la productividad sigue siendo acelerada, aumentan las fuentes de trabajo, existe gran consumo de mercaderías y a veces se ve obligada a forzar la producción. Y por último tenemos la coyuntura de reparación. Esta coyuntura se encuentra frente a una estructura económica completamente reformada. La producción de la reparación de guerra continúa en forma acelerada, pero existe un fenómeno económico que es la falta de consumo, que conduce a las ya famosas crisis de posguerra, como: la producción se paraliza, aumenta el desempleo, existe deflación, no hay mercados. DE LAS SUPUESTAS CAUSAS ECONÓMICAS DE LA GUERRA Respetables teorías afirman que el factor económico es la causa principal de la guerra; otras teorías más radicalizadas no tienen reparos en afirmar que la guerra tiene como origen absoluto el factor económico. Negar totalmente estas razones sería obstinación, sin embargo, sin descartar estos preceptos, podemos afirmar que la guerra es producto (en la mayoría de los casos) de la sed de poder. Algún pensador decía: "la embriaguez del poder es mayor que la de la riqueza". Y tiene razón. Las tribus primitivas del Asia Central tuvieron que invadir terrenos aledaños por la gran sequía que las flageló, provocando subsecuentemente un gran remolino social en sus vecinos. Igual cosa ha sucedido también con tribus del Sahara y Arabia. Pero, ¿podríamos afirmar que son de carácter económico? Puede haber, en realidad, excepciones de tribus que, por su primitiva forma de vida, hayan luchado por su supervivencia. Pero recordemos que muy a menudo iban a la guerra para procurarse esclavos, vengar ofensas, por enemistad tradicional con un vecino o sencillamente por deporte. En todo caso, nos encontraríamos frente a una guerra de miseria. Por el contrario, en las civilizaciones de los últimos
siglos, ¿se podría hablar de guerras, cuyas causas sean económicas? La guerra del opio, sostenida entre Gran Bretaña y China, aparentemente parece ser económica, pero nosotros nos preguntamos, ¿tenía Inglaterra alguna necesidad apremiante o vital para atacar China? La verdad es que no, más bien es una guerra de lujo, destinada a procurar una riqueza suplementaria a Inglaterra, lo que un marxista llamaría "imperialista". ¿Pero acaso Roma, Egipto, Grecia, entre otros, no han sostenido guerras iguales?, es decir aquí hablamos de una guerra de superabundancia. En definitiva, una guerra está destinada a obtener o demostrar poder sobre el enemigo. La economía apenas es una parte del poder y si alguna vez interviene como causa de una guerra será cuando un estado beligerante esté en miseria, o por el contrario, cuando quiere desbordar su poder sobre los demás. LA DEMOGRAFÍA Y LA GUERRA Alguien decía alguna vez: "La guerra es un homicidio colectivo, organizado y finalizado". Esta frase tiene su razón de ser, pues si no existe homicidio no podemos hablar de una guerra y estaríamos más bien en un plano de amenaza y habladuría como es la llamada "guerra fría". La guerra en sí tiene los siguientes efectos demográficos: Mortalidad acelerada y variada, según del desenvolvimiento de los resultados. Pérdida del mejor elemento humano de la sociedad, pues debemos recordar que primero marchan los jóvenes y luego los adultos más aptos. La guerra se convierte en una "institución destructora consciente. Disminución de la natalidad. Aumento de gente postrada y desequilibrada.
La guerra tiene tres períodos demográficos claramente establecidos en su desenlace: * La estructura explosiva. En la cual encontramos un excedente de jóvenes y adultos que sobrepasan las tareas indispensables de la economía, creando una cierta predisposición a una expedición guerrera. * La relajación demográfica. Que no es sino la eliminación y disminución brusca que sufre una población como consecuencia infalible de una guerra. * La inflación demográfica. Que no es sino los incentivos que los gobiernos propugnan mediante leyes y subsidios para incrementar la población insuficiente. Ejemplos clásicos de estos tres fenómenos demográficos de la guerra tenemos en la Revolución francesa, que se dio en un marco de una Francia superpoblada, con medios de producción reducidos y una productividad que apenas abastecía a su población. Luego de las guerras civiles, de la cruzada republicana del directorio y finalmente de una guerra dinástica tipo medioevo, su población masculina se redujo en un 16%, es decir, murieron más o menos 1 600 000 hombres. INSTITUCIONES DESTRUCTORAS CONSCIENTES La guerra es una institución destructora consciente, su origen se remonta a los inicios mismos de la humanidad; sin embargo, no es la única institución de este género ya que existen otras que le han seguido a la par en la reducción demográfica. - Infanticidio directo Al profeta Mahoma le costó mucho trabajo suprimir la mortalidad infantil ya que en el futuro serían los progenitores de seres vivientes, por lo cual decía: "No matéis a vuestros hijos por temor a la pobreza, os daremos alimentos para vosotros y ellos". Los griegos lanzaban desde el monte Taigeto a los niños inválidos.
Algunas civilizaciones europeas incluso dejaron a la libre voluntad del padre de familia la vida y muerte de sus hijos, y todo esto reconocido por leyes. Fue el cristianismo el que luchó por erradicar esta táctica tan común en la antigüedad. Sin ir muy lejos, recordemos a los grandes expósitos de la historia como: Moisés, Rómulo, Ciro, Edipo. - Infanticidio indirecto Consiste en la negligencia en el cuidado de los niños, cuyas repercusiones encontramos en el gran índice de mortalidad, especialmente en civilizaciones superpobladas como: la china, la india. Se cree, incluso, que la mayoría de los esclavos venidos a América (negros) fueron vendidos por sus padres ante la necesidad económica. También existen otras formas de infanticidio indirecto como, por ejemplo, las pruebas que en ciertas tribus se implantan para el paso de la condición de infante a adulto; los períodos de ayuno, tatuajes, apaleamientos, flagelos. - Las mutilaciones sexuales Muy frecuentemente en el Medio y Lejano Oriente se practicaban distintas clases de mutilaciones sexuales. Tavernier, por ejemplo, cuenta que en el siglo XVIII, el reinado de Golconda convirtió 22 000 hombres en eunucos. - El monacato Los desequilibrios demo-económicos han propiciado ciertos lugares y épocas en los cuales los hombres abandonaron su vida ordinaria para entregarse por completo a un culto y al celibato. Ejemplos clásicos de esta situación constituye la España del siglo XVI, así como la Francia de la revolución de 1789, en la cual se calcula existieron 200 000 clérigos. - La esclavitud La esclavitud dentro del punto de vista netamente demográfico se caracteriza por una débil fecundidad y una enorme mortalidad.
ASPECTOS PSICOLÓGICOS DE LA GUERRA Innumerables estudios referentes al comportamiento humano en la guerra han realizado algunas universidades del mundo. En conclusión se pueden resumir en los siguientes aspectos: Existe una estrecha relación entre la agresividad y la frustración. El sentimiento de frustración es producto de la impotencia del hombre frente a un obstáculo. El hecho de sentirse frustrado crea un estado de irritación que generalmente no es desfogado contra el obstáculo que lo provocó sino más bien se dirige a un elemento más débil. Un ejemplo de este estado de frustración encontramos en un trabajador, quien al ser vejado por su patrono desahoga su ira contra su mujer o hijos. Hablando de política, igualmente encontramos que al realizar una serie de encuestas a los ciudadanos norteamericanos (en el oeste) se ha sacado como conclusión que cuando existe un período de sequía que afecta a los intereses de los pobladores, también es afectado directamente el partido que está en el poder, siendo derrotado en las siguientes elecciones. Pero no siempre el sentimiento de frustración va correlacionado con la agresividad. Existen frustraciones que más bien se aparejan con un sentimiento depresivo, que se manifiesta mediante una regresión mental de los individuos, así como un retorno a un modo más primitivo e inferior de la vida intelectual. Si hablamos de un individuo aisladamente, encontraremos que es tan agresivo como su contextura física lo permita (puer - robustus homo malus). Generalmente, los hombres jóvenes y robustos son los más turbulentos y batalladores. Sin embargo, psicológicamente se ha comprobado que la colectividad o masa de gente es pasiva por excelencia, alejándose de este estado hacia la agresividad, únicamente cuando la masa se enajena obedeciendo consignas o rumores y llega a un estado tal de contaminación emocional, que es capaz de destruir, destrozar, matar, luchar. En cuanto a la noción de frustración, cuando se trata de impulsos bélicos, aparece una gama de creencias en el grupo. Por ejemplo, una nación puede considerarse frustrada porque quiere obtener territorios que considera le pertenecen por herencia; igualmente puede considerar insoportable el no tener una desembocadura sobre tal o cual río o,
en última instancia, no tolerar que sus vecinos tengan creencias diferentes a las suyas. Este sinnúmero de motivos susceptibles de intensificar la agresividad colectiva nos lleva a creer que otra justificación de una guerra sólo sería pretexto o causa ocasional.
PSICOANÁLISIS DE LOS IMPULSOS BÉLICOS Los impulsos bélicos están relacionados con los siguientes complejos: 1. Fracaso; 2. Culpabilidad; 3. Sentimiento de inferioridad bajo todas sus formas. - Sentimiento de fracaso Este sentimiento en muchas ocasiones va estrechamente unido con el complejo de culpabilidad física o metafísica; conduce a personalizar los contratiempos, fracasos, desgracias. Se intenta inculpar a los demás la responsabilidad de algo que nos afecta y de lo cual queremos evadir la verdadera causa. Además, el encontrarse uno mismo culpable, predispone a esperar una sanción de la suerte y, por lo tanto, aceptar cualquier desgracia ciegamente. En otras ocasiones, el complejo de culpabilidad se transforma en sublimación; es decir, aquí aparece el heroísmo, aparece el héroe aspirando al sacrificio, cuyo convencimiento lo hace propender más al crimen; lo que en palabras de Alexander y Staub (Le criminel et ses juges) constituye lo siguiente: "El héroe de guerra, por ejemplo, puede tener el alma ambivalente de una víctima y de un asesino; es un mártir que mata: asume al mismo tiempo en su subconsciente, el sacrificio y el crimen; éste proporciona una justificación más a aquel". - Sentimiento de inferioridad Adler y Olivier Brachfeld han analizado admirablemente este sentimiento y han llegado a la conclusión que en la mayoría de los casos desemboca en la compensación. Pues ante un sentimiento de inferioridad, por orgullo, vergüenza, tratamos de obtener ventajas con los medios que tenemos disponibles. Por ejemplo, un pueblo que se crea menos rico o civilizado que su vecino,
reaccionará (por ejemplo) desarrollando en compensación una fuerza bruta. EL COMBATIENTE Y SU COMPORTAMIENTO El soldado al introducirse en la guerra se encuentra en un nuevo universo psicológico. Los valores se han invertido y la mentalidad se revoluciona. Es decir, aquellos que alguna vez se mostraron contrarios a la pena de muerte, o se escandalizaron por la ejecución del más vil criminal encuentran natural la matanza de miles de jóvenes. Los economistas a quienes les asombra cualquier desembolso, encuentran natural que se destruyan instalaciones, empresas; los hombres acostumbrados a la libertad de pensamiento y acción, se tornan en los más resignados y obedientes. De la misma manera, podemos analizar la psicología de los vencedores y vencidos, de los agresores y agredidos. Pero anticipadamente hablemos de los combatientes en general. Los combatientes pueden ser: movilizados, mercenarios, voluntarios y fanáticos. El estado psicológico del movilizado constituye generalmente la resignación, a lo cual puede ir agregando la firmeza, el valor o la indignación. El mercenario hace la guerra por profesión y es ejecutada de tal manera que pueda sacar el mayor provecho con el menor riesgo posible. El voluntario constituye el soldado de planta de un ejército, para quien la guerra es ante todo un deber cívico y moral; su misión es defender a la Patria de cualquier peligro exterior. Su deber es, como decía Alfred de Vigny: "adonde está mi escuadrón, allí está mi deber". El voluntario tiene conciencia de la nobleza de su profesión, está rodeado del aprecio y consideración de los conciudadanos y es respetado por su condición moral y física. EL SOLDADO Y LA SOCIEDAD Llevar las armas ha sido siempre un privilegio del poder; pues todas las instituciones sean democráticas o no, dependen directamente de este brazo poderoso que garantiza su estabilidad. En la India, por ejemplo, la casta militar seguía inmediatamente a la de los brahamanes y entre sus miembros obligatoriamente se reclutaban príncipes y reyes. Igual estructura encontramos en la época medieval, cuya preponderancia es el sistema militar. En Venecia,
un pueblo característico por su actividad comercial, la aristocracia tenía frecuentemente oficiales del Ejército en su seno. En las repúblicas monárquicas, llamadas democráticas, como fueron la Francia de Luis Felipe y la Alemania de Guillermo, la máxima satisfacción de la aristocracia era ver ascender a sus hijos en el escalafón militar. Por el contrario, las tropas o masas guerreras han sido siempre extraídas del pueblo y han quedado siempre en este estrato social. Sin embargo, muchos hombres han elevado su condición social por su valentía o capacidad militar ascendiendo del pueblo a la aristocracia. Renán, haciendo referencia al duro entrenamiento que recibían las tropas en los siglos XVII y XVIII, cuando se comenzó a intensificar el servicio militar en los estados, decía: "Quienquiera que haya pasado por un cuartel está perdido irreversiblemente para el espíritu de la fineza". Simone Beauvoir y Oliver Brachfeld, relacionando la condición social del hombre y la mujer y analizando el perpetuo estado de dependencia femenina, han concordado en afirmar que tal dependencia se debe a que la mujer nunca ha manejado las armas y no ha participado, por lo tanto, en la guerra. "En la humanidad, la superioridad no se otorga al sexo que engendra, sino al que mata". EL PACIFISMO COMO MANIFESTACIÓN PSICOLÓGICA ANTE LA GUERRA El pacifismo es un comportamiento de oposición al "fenómeno guerra". El pacifismo es antagónico por excelencia con el impulso belicoso; en otras palabras, es la reacción natural a la violencia. Existen muchos tipos de pacifismo entre los que podemos mencionar: el pacifismo sagrado, el pacifismo romano, el pacifismo evangélico, el pacifismo plañidero, el pacifismo moderado, el pacifismo belicoso y el pacifismo irreverente. El pacifismo sagrado considera a la guerra como si fuera un castigo de Dios para los irreverentes o pecadores. Recordemos el pacifismo de los profetas que velaban insistentemente porque no haya impiedad, impureza, maldad, de tal manera que la sanción divina no se haga presente.
El pacifismo romano es un pacifismo de vencedores, pues los triunfadores romanos acostumbraban a avasallar y exigir el máximo cumplimiento de sus leyes como una manera de preservar el orden y la paz. El pacifismo fatalista es una actividad de no resistencia ante cualquier circunstancia del destino. Para este tipo de pacifismo, el destino está trazado y cualquier resultado es motivo de resignación. El pacifismo evangélico se distingue del pacifismo sagrado (bíblico) en que el Nuevo Testamento, por ejemplo, prohíbe la vinculación de sus miembros en la guerra. Para el Nuevo Testamento, Dios prohíbe la guerra y, por lo tanto, ella es humana y constituye un pecado. Otro ejemplo de este tipo de pacifismo puede constituir la resistencia pacífica de Gandhi, Buda y Tolstoi. El pacifismo plañidero concibe que para obtener la paz solamente es necesario recordar a la humanidad cuán crueles son las guerras, o poner en evidencia la destrucción que causa. Sin embargo, su intento por demostrar que la guerra es una especie de error de cálculo ha fracasado y las "plañideras no han curado jamás ningún enfermo". El pacifismo moderno tiende a moderar la guerra antes que descartarla, trata de menguar el mal antes que desapercibirlo, consciente que la guerra es un fenómeno social indefinidamente probable. Este tipo de pacifismo predican todos aquellos autores de derecho internacional cuya doctrina está dirigida a evitar las crueldades y arbitrariedades de la guerra. El pacifismo belicoso trata de impulsar la guerra como un medio lógico de poner fin a ella misma. Un caso patético de esto constituye la famosa "Paz armada" en Europa, cuyo eslogan "guerra a la guerra", no obtuvo otra cosa que no sea una masacre a nivel mundial. Napoleón justificó su belicismo diciendo que hizo la guerra sólo con el fin de imponer una paz perpetua en el mundo. El pacifismo irreverente no tiene otra intención que la de “desantificar” a la guerra y ridiculizarla. Quienes han practicado este tipo de pacifismo no han ocultado su indignación y, además, han atacado toda forma y costumbre de militarismo. Casos que
pueden mencionarse al respecto constituyen: Voltaire y su Diccionario filosófico; Anatole France con su Isla de los pingüinos"; y, por último, Jacques Prévert con su Batalla de Fontenoy. LOS PLANES DE PAZ JURÍDICOS La alta Edad Media produjo un sinnúmero de juristas que creyeron necesario realizar un plan de organización internacional. Cabe destacar a Pierre Dubois, cardenal y político francés, consejero inseparable del Duque de Orleans, quien en 1715 le confió la dirección de la política exterior francesa. Entre sus méritos, Dubois alentó la Triple Alianza (Francia, Holanda e Inglaterra), aislando de esta manera a Felipe V de España; además, propuso crear una federación de estados cristianos, poniendo en medio un concilio regulador. Emeric Crucé (1590-1648) igualmente se mostró como un gran internacionalista; y, el Duque de Sully creyó que Europa se podía dividir en quince partes, con igual poder económico y militar. Pero todos estos internacionalistas, en realidad, no representaron mucho en esta asignatura, siendo en verdad Saint Pierre y Jeremías Bentham, quienes dieron un fundamento más sólido al derecho internacional. Saint Pierre estableció un proyecto para lograr una paz permanente en Europa, proyecto que fue estudiado por los enciclopedistas. Para lograr esta paz permanente, Saint Pierre propone una sociedad permanente (24 potencias) la cual obligatoriamente pagará sus gastos comunes proporcionalmente a sus ingresos. Los estados más poderosos no podrán hacer uso de las armas y la mediación en cualquier conflicto estará a cargo de los aliados (con una asamblea general). Además, prevé el arbitraje y sanciones contra el estado que incurra en una guerra injusta. Por último, este abate detalla la composición y funcionamiento del consejo "Senado de paz” el que está compuesto de veinticuatro senadores de veinticuatro naciones. Jeremías Bentham, por su parte, es un eminente jurisconsulto y filosófico inglés (1748-1832), fundó la escuela utilitarista que considera el interés como único fin de los actos. En el plano internacional, cree que la rivalidad es comercial y que esto ocasiona la guerra, por lo cual era indispensable suprimir las colonias; además, compagina con el pensamiento de Robespierre cuando afirmaba: "Que perezcan las colonias antes que un
principio". El proyecto de paz perpetua de Bentham exige evidentemente la limitación de armas así como establece la creación de un tribunal y un congreso de paz. En definitiva, las propuestas establecidas por Saint Pierre y Bentham constituyen la base de los proyectos que se ejecutan actualmente. Los proyectos de justicia, seguridad internacional y arbitraje se refieren implícitamente a su análisis. PLANES DE PAZ MODERNOS Basados en los proyectos de paz perpetua pregonados por Jeremías Bentham y Saint Pierre, en el año de 1898, se reúne por primera ocasión un conjunto de naciones europeas y asiáticas, cuyo último fin se consideraba el establecimiento de normas reguladoras de paz. A instancias de Nicolás II de Rusia, el conde Muraviev fue el encargado de realizar el movimiento inicial (compuesto por veintiséis naciones), movimiento que precisaba la limitación del armamentismo así como la mediación y el arbitraje de los estados. Desgraciadamente este movimiento estuvo destinado a fracasar por tres motivos fundamentales: * La enfática resistencia de Alemania * La guerra de los bóers * La guerra ruso-japonesa El fracaso inicial tuvo su continuación en el año de 1907 cuando Teodoro Roosevelt decide pedir un nuevo intento; y es así como la segunda conferencia de La Haya codifica reglas de derecho internacional tanto para la paz como para la guerra, así como establece también los deberes y derechos de las potencias y de los estados neutrales. Esta conferencia produjo muchas resistencias, sin embargo, se pensó nuevamente en limitar el armamentismo; establecer una completa sumisión al arbitraje, así como la creación de un tribunal para el efecto. A pesar de todo, algunas sentencias que dictó este tribunal fueron escuchadas, especialmente las que eran en cierto modo secundarias. Luego de la Primera Guerra Mundial aparece la muy nombrada sociedad de naciones, la cual tenía dos principios fundamentales: * La universalidad de la sociedad
* Un secretariado permanente El error mayúsculo de la sociedad constituyó la asociación libre, ya que de esta manera los estados podían unirse o separarse voluntariamente sin someterse a la autoridad de los miembros. En 1928 aparece el famoso pacto Kellog, firmado el 27 de agosto de 1928 en París. Los estados que conformaban este pacto se comprometían a renunciar a la guerra como instrumento de política nacional. Recordemos que Alemania firmó este pacto, sin embargo de lo cual ya todos sabemos lo sucedido. El 14 de agosto de 1944 se dio a luz la carta del Atlántico, la cual planteaba muchas bases de paz futura. A la conferencia de Dumbarton Ouks y luego a la de San Francisco, asistieron cuarenta y siete naciones las cuales aprobaron los siguientes puntos principales: * Igualdad de todas las naciones. * Las decisiones pueden ser tomadas por una mayoría. * El Consejo de Seguridad está compuesto por once miembros, de los cuales cinco son permanentes (Estados Unidos, Gran Bretaña, Unión Soviética, Francia y China) y, además, son los únicos que tienen derecho a veto. La carta de San Francisco, muy alejada del pensamiento wilsoniano, establece algunas sanciones diferentes de las morales, entre las cuales podemos enumerar: interrupción de relaciones económicas, diplomáticas y medios de comunicación; intervención si fuera necesario con la constitución de una fuerza multinacional; y, por primera vez se pone en tela de juicio la soberanía de los Estados. La Carta de las Naciones Unidas ha sido la última tentativa de mantenimiento de paz en el mundo, así como también ha sido un intento de vincular al mundo en el aspecto económico, cultural, educativo, social, médico, entre otros. Esta Carta, al igual que los planes anteriores, tiene un profundo y fundamental error cual es el de tratar de regular la paz y la guerra con simples normas de derecho internacional y además no adentrarse profundamente en la
investigación misma de las causas que originan la guerra. Por otra parte, parece que esta institución está perdiendo credibilidad por el intervencionismo de la Unión Soviética y los Estados Unidos de Norteamérica, países considerados potencias que, prevalidos de tales prerrogativas, tratan de emplearla en beneficio personal, sin interesarles, en definitiva, su existencia.
CAPÍTULO III
LA GUERRA FRÍA Paz imposible, guerra improbable Raymond Aron
CRONOLOGÍA 1945
1949 1959-1953 1954 1956 1959 1960 1962 1964-1975 1967 1973 1976 1979
1980-1988 1982 1989 1990-1991
Agosto: EE. UU. lanza bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki Fin de la Segunda Guerra Mundial Triunfo de Mao en China Guerra de Corea Derrota francesa en Dien Bien Phu (Indochina) Crisis de Suez. Revuelta húngara Fidel Castro triunfa en Cuba Crisis del Congo. Se inicia una guerra civil hasta 1965 Crisis en los misiles cubanos. Se levanta el Muro de Berlín. EE. UU. interviene en la guerra de Vietnam Guerra de los Seis Días Guerra del Yom Kippur Crisis de los misiles SS-20 Triunfo sandinista en Nicaragua. Revolución del imán Jomeini en Irán Invasión soviética de Afganistán Guerra del Golfo entre Irán e Iraq Guerra de las Malvinas Retirada soviética de Afganistán Segunda guerra del Golfo, Iraq es derrotada por una coalición multinacional
Ha constituido un período del siglo XX, hoy generalmente reconocido como un período cerrado. Ha sido un término utilizado para describir un estado de tensión elevado y continuado. El concepto ha sido tomado del enfrentamiento que durante el siglo XVI sostuvieron los imperios otomano y español por el control del Mediterráneo. Es así, como enfrentamientos geopolíticos anteriores, ya sea el de Atenas y Esparta en la época clásica o el de los imperios británico y ruso en el siglo XIX, han sido considerados, por su similitud, como modelos previos para el estudio de este fenómeno. El origen de la Guerra Fría hay que situarlo en algún momento entre los años 1946 y 1948. La esperanza suscitada por el final de la Segunda Guerra Mundial de encaminarse hacia una etapa de prosperidad y progreso se oscureció por el advenimiento de dos mundos encontrados, de dos bloques irreconciliables. Derrotada Alemania, la URSS se alzó como la libertadora de Europa y adalid de la realidad comunista superior a las potencias capitalistas occidentales. En consecuencia, el abrazo del río Elba de los aliados occidentales y los soviéticos solo resultó un espejismo. Llegaron los primeros informes norteamericanos desde Moscú. George Kennan, joven diplomático allí destinado, advertía de las verdaderas intenciones del sistema soviético, que no eran otras que la expansión del sistema socialista y la derrota del bloque capitalista. Winston Churchill proclamaba que, en la actual situación internacional, “desde Settin en el Báltico hasta Trieste en el Adriático, un telón de hierro había caído sobre Europa” y que nadie sabía con seguridad qué estaba pasando al otro lado de ese “telón de acero”. En efecto, en los países de la esfera soviética, acordados en la conferencia de Yalta, los partidos de izquierda habían formado un frente único para alzarse con el poder, para después unificarse y prohibir el ingreso al resto de los partidos. Los hechos consumados precipitaron la desconfianza y la falta de comunicación, en suma, el recelo mutuo. Los disturbios en Berlín y el golpe de Estado en Checoslovaquia, ambos en 1948, y la guerra civil griega espolearon las iniciativas europeas para crear un ámbito de defensa occidental que hiciera frente a la amenaza soviética. El tratado de Bruselas y la
constitución de la Organización de Defensa de la Unión Occidental fueron los primeros pasos, aunque insuficientes. Las potencias europeas se desangraban aún más en las incipientes guerras insurgentes de Indochina y Malasia, y no encontraban recursos suficientes para hacer frente al peligro soviético. La solución la encontraron en la solicitud de ayuda al gobierno norteamericano para comprometerse, desde tiempo de paz, en una alianza defensiva en Europa. Inicialmente, como explica el general Beaufre, se trataba de integrarlos en la defensa europea, aunque desde el primer momento Estados Unidos adoptará un papel líder: Así, la Alianza Atlántica nació el 4 de abril de 1949 como una alianza defensiva para proteger los territorios y el sistema de valores de la Europa occidental. La Guerra Fría, en definitiva, configuró un entorno estratégico que condicionó enormemente al arte militar. La Segunda Guerra Mundial había ratificado la supremacía industrial de la guerra. Los Aliados, amparados en un aporte casi inagotable de recursos humanos y materiales y habiendo orientado todo su esfuerzo industrial hacia la guerra, concibieron operaciones en las que hicieron un máximo uso del desgaste. Los sacrificios fueron grandes, pero el resultado final estaba asegurado. Esta capacidad industrial había otorgado grandes esperanzas para los bombardeos masivos. Con ellos se pretendía destruir la capacidad productora del enemigo y doblegar su voluntad. Es la década de los años veinte, habían aparecido los teóricos del poder aéreo; Douhet y Seversky habían postulado que en el futuro la victoria en la guerra radicaría en el dominio aéreo. Entonces, los medios no eran todavía los adecuados, pero a finales de la Segunda Guerra Mundial un arma nueva, la bomba atómica, lo haría posible. En efecto, la experiencia sobre el bombardeo nuclear contra las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki, en agosto de 1945, fue determinante. Se había doblegado la voluntad japonesa de continuar en la guerra gracias al arma definitiva. Sin embargo, esta confianza en el arma definitiva fue tan sólo otra ilusión. Los estrategas militares, confiados en que habían incrementado casi hasta el infinito su potencia de fuego, advirtieron que finalmente el arma era casi inutilizable. Idearon los medios, el Mando Aéreo Estratégico (SAC), habilitaron casi
doscientas bases por todo el mundo, crearon una portentosa flota de bombarderos (modelo B-36 con 6400 km de autonomía) y disponían de la doctrina para su uso, pero reconocieron graves inconvenientes para su utilización. La realidad quedó constatada en la guerra de Corea (1950-1953). Los estrategas militares aliados, con MacArthur al frente de las operaciones, fieles a su concepto de aplicar todos los recursos disponibles para vencer, fueron coartados. El presidente Truman aseveró: “Tenéis que comprender que esto no es otra arma cualquiera…”. Aparecía así una limitación, una moderación en la utilización de los medios. Esta moderación se va a extender hasta el final de la Guerra Fría. El arma nuclear va a ser un verdadero inhibidor de la estrategia de la acción, aquella en que predomina el uso de los medios militares. El arma nuclear va a generar el ámbito de la disuasión nuclear, del uso de la amenaza para impedir que el potencial enemigo actúe en contra de nuestros intereses. Si hasta entonces la disuasión, basada en medios convencionales, hacía posible y rentable políticamente el uso de la fuerza militar, ahora, la disuasión basada en el arma nuclear hacía impensable obtener ventaja alguna en su utilización. La estrategia, como utilización efectiva de la fuerza militar, quedó paralizada. La única vía para soslayar esta atadura quedó reducida uso de guerras convencionales limitadas y las conocidas como guerras revolucionarias. En conclusión, se abren tres caminos bien diferenciados para el estudio del arte militar: - La dialéctica nuclear - Las guerras revolucionarias, alimentadas por la expansión comunista y la descolonización - Las guerras convencionales limitadas La dialéctica nuclear La dialéctica nuclear, la rivalidad por el dominio basado en la superioridad atómica, no existió en un principio como tal. Estados Unidos dispuso de un período inicial de monopolio nuclear, lo que les permitía disfrutar de superioridad estratégica y permanecer invulnerables. Incluso en esta primera fase, los soviéticos
simularon indiferencias ante las expectativas de esta nueva arma.
DEFINICIÓN DE LA CONTENCIÓN George Kennan Julio de 1947, Foreing Affairs
Y la persistente paciencia que le anima se traduce en que no puede ser efectivamente contrarrestada con factores esporádicos que representan momentáneos caprichos de la opinión democrática, sino sólo por políticas inteligentes, a largo plazo, llevadas a cabo por los adversarios de Rusia; políticas no menos firmes en sus propósitos y no menos variadas y llenas de recursos a la hora de su aplicación que las de la Unión Soviética.
Con los planeamientos estratégicos derivados de la Segunda Guerra Mundial, esto es, la certeza que en un futuro conflicto todos los medios serían utilizables para la victoria final, los estrategas americanos crearon el medio militar para disfrutar de la posesión exclusiva del arma nuclear. En consecuencia, en 1946 se formó el Mando Aéreo Estratégico. Su despliegue obedecía a una idea geopolítica de cerco al bloque soviético. Se idearon planes de bombardeos masivos contra objetivos económicos en el interior del territorio ruso y se empezaron a almacenar los primeros depósitos atómicos (inicialmente, algunas decenas; después, centenares de bombas nucleares). Ante esta tenaza norteamericana, los soviéticos siguieron confiando en los medios generados durante la Segunda Guerra Mundial y en la doctrina militar marxista, que proclamaba la superioridad moral del soldado soviético, el espíritu ofensivo y la importancia de la guerra política, mezcla de subversión, propaganda y empleo militar del ejército de masas. Esta doctrina
respondía a la idea de Trotsky de que la frontera entre la guerra y la paz era ilusoria y los objetivos permanecían constantes. Respecto a los medios, la Unión Soviética mantuvo movilizados sus efectivos aún después de la finalización de la gran contienda mundial. Más de doscientas divisiones, once millones de combatientes… toda una máquina militar que confiaba en aportar en el campo de batalla una superioridad incontestable, un verdadero rodillo destructivo. Así pues, la batalla terrestre era el medio; el elemento central de la estrategia se basaba en los postulados de los “principios operativos permanentes”. Estos eran: la superioridad del soldado soviético, la moral de la retaguardia, el armamento, la calidad y cantidad de sus divisiones y la capacidad organizativa de los mandos. La dialéctica queda así establecida: cerco y contracerco, batalla aérea contra batalla terrestre, contención contra expansionismo. Sin embargo, la política de contención, que había sido propuesta por George Kennan y que se oficializó en el documento NSC-68, doctrina Truman, estaba agotando política, anímica y conceptualmente a Estados Unidos, Grecia, Corea. Sólo constituyeron los primeros pasos. Estados Unidos sentenció que no seguiría el juego a la URSS y que respondería con los medios y lugar a su elección cuando sus intereses resultaran gravemente dañados. Instauró, así, una doctrina estratégica conocida como represalias masivas. La amenaza era enorme y el umbral nuclear podría ser traspasado sin una advertencia previa. Esta doctrina fue formulada en 1953. Europa Occidental se sintió segura. Asumía que, en caso de una invasión soviética, Estados Unidos respondería con todo su potencial nuclear sobre las ciudades y centros industriales soviéticos. No debemos ignorar el impacto psicológico que produjo en Europa la invasión de Corea del Sur por fuerzas norcoreanas al estilo soviético. Es fácil trasladar ese paralelo 38 al Telón de Acero europeo. Pero la garantía americana no resultó tan evidente. La URSS había accedido al arma nuclear en 1949. La bomba de hidrógeno fue experimentada por ambas potencias a principios de los cincuenta y la URSS no tardó en hacer operativo su arsenal nuclear. El momento crítico se alcanzó en 1957 cuando los rusos pusieron en órbita el Sputnik. El misil intercontinental (ICBM) era ya una realidad; Estados Unidos había dejado de ser invulnerable.
El intento por mantener esta doctrina fue considerado por algunos autores como la “gran falacia”. Carecía de credibilidad la utilización generalizada del arma nuclear cuando el resultado final podía ser el suicidio. Así, se acuñó un término apocalíptico para describir la nueva situación: MAD (Mutua Destrucción Asegurada). En efecto, la MAD, vocablo inglés que significa loco, implicaba que debido al potencial incremento de los arsenales nucleares, en una desenfrenada carrera de armamentos, ambas superpotencias eran susceptibles de ser borradas del mapa. En el afán de cuantificar las pérdidas, se valoraba la MAD en la destrucción, entre un 50% y un 70% de la capacidad industrial del país y entre un 33% y un 40% de la población. Raymond Aron predecía unos cien años para que la humanidad se recuperase de una hecatombe nuclear.
Cabezas nucleares de las superpotencias
1970
1980
EE. UU.
4000
9800
URSS
1800
6000
La crisis de los misiles de Cuba, en 1962, asociada a la del Muro de Berlín, convenció al presidente Kennedy de la necesidad de modificar la doctrina nuclear. El estado de alerta permanente, que hacía posible una guerra por error, y la posibilidad de un ataque nuclear preventivo (un “Peral Harbor” atómico) unido a la necesidad de disponer de una serie de opciones militares utilizables en caso de crisis o conflictos limitados, empujó al presidente a formular una doctrina de respuesta flexible. Implicaba un rearme convencional, disponer de una tríada estratégica y propiciar un clima de entendimiento, en lo posible, con la URSS. Con el rearme convencional se constituyeron 16 divisiones de combate. Hasta entonces, el Army (Ejército de
Tierra) sólo había recibido un 10% de los presupuestos de Defensa. De esta manera, se hacía más factible el empleo de fuerzas terrestres y se abría el abanico de opciones militares. La tríada estratégica estaba constituida por ICBM, protegidos por silos subterráneos, bombardeos estratégicos (algunos en alerta permanente) y submarinos portadores de misiles nucleares. Estos tres componentes garantizaban la capacidad de un segundo golpe, esto es, la capacidad de sobrevivir a un ataque nuclear y responder al castigo con una represalia de similar magnitud. Esta capacidad de respuesta suprimía los incentivos de un ataque preventivo. Finalmente, el establecimiento de un teléfono rojo, una línea directa de comunicación entre Washington y Moscú y el clima de coexistencia pacífica reinante entre las superpotencias atenuaron las posibilidades de una guerra por error. Pero la respuesta en Europa no fue tan convincente. La respuesta flexible ofrecía distintos grados de respuesta en escalada y la posibilidad de combatir en una guerra nuclear limitada en Europa, que era así rehén de las relaciones entre las superpotencias y se constituía en campo de batalla de la rivalidad entre bloques. Pero no había opción, y la OTAN asumió esta doctrina en 1967. Tan sólo Francia, herida en su orgullo y con una necesidad apremiante de recuperar el prestigio perdido en la Segunda Guerra Mundial, en Indochina (1954), en Suez (1956) y en Argelia (1960), se lanza a la creación de su propia fuerza nuclear, la “force de frappe”. La seguridad nacional y la supervivencia de un Estado deben estar garantizadas por sus propios medios. Si Francia es atacada, el agresor debe saber que será respondido con todos los medios disponibles y desde el primer instante. Se ingenia, de esta manera, la disuasión conocida como “del débil al fuerte”. Es el poder igualador del átomo, es decir, la capacidad destructiva que proporciona el arma nuclear al Estado que la posee, independientemente de otras consideraciones políticas y económicas, es lo que garantiza, en definitiva, la seguridad. Es el compromiso nuclear norteamericano, la asistencia nuclear a Europa en caso de ser atacada, el elemento central de la estrategia atlántica (OTAN). En terminología estratégica es conocida como conexión nuclear. La crisis de Suez (1956), que
suscitaron los recelos europeos sobre el compromiso americano, provocó diferentes soluciones para salvar esa conexión. Gran Bretaña ligó su desarrollo nuclear al americano (Acuerdo de Nassau). Se ensayó una fórmula para compartir la responsabilidad nuclear (sistema de doble llave: planeamiento conjunto, decisión unilateral norteamericana). Una fuerza multinacional naval con capacidad nuclear fue proyectada. La cuestión nunca fue definitivamente resuelta, y siempre permaneció una duda razonable, una vaguedad en el compromiso. Paradójicamente, esa misma vaguedad incrementó la incertidumbre y, por lo tanto, la eficacia de la disuasión. La respuesta flexible se mantuvo durante casi veinticinco años, admitiendo variables que obedecían a la necesidad de limitar los arsenales (concepto de suficiencia) y a presentar la opción nuclear limitada creíble (es decir, que en caso de ser atacada sí se obtendrían resultados en la práctica) si la disuasión fallaba (concepto de opciones selectivas). LOS MISILES CRUCERO Esta atractiva tecnología se remonta a la década de los setenta, cuando se construyó el primer prototipo ALCM (AGM-86A) (air launched cruise missile). Boeing y general Dynamics intervinieron en el proyecto. El sistema de guiado (muy superior al inercial) funciona por comparación con el terreno de los datos programados en el ordenamiento de vuelo. Se desarrollaron modelos lanzados desde submarinos, buques de superficie, lanzaderas terrestres y aviones. Los primeros ensayos se hicieron en 1979, con alcances entre los 450 y los 2500 km. La capacidad era doble, nuclear y convencional, y también se desarrollaron modelos antibuque. El resultado fue un arma de enorme precisión.
La URSS, por su parte, modificaba radicalmente el planteamiento convencional. Animados por las posibilidades estratégicas de los nuevos ingenios nucleares y plenamente involucrados en una desmedida carrera tecnológica, incrementaron sus arsenales nucleares sin descuidar, por ello, su potencial convencional. El
resultado era estremecedor. Hacia 1972 se aceptó que se había alcanzado la paridad nuclear; la existencia de un equilibrio estratégico. El resultado, sin embargo, era paradójicamente esperanzador: se había alcanzado una situación simétrica y la convicción de un conflicto estable.
EL DESMEMBRAMIENTO DE LA URSS George Kennan Julio de 1947, Foreing Affairs Y, ¿quién se atreve a decir con seguridad que la fuerte luz que todavía irradia el Kremlin sobre las personas del mundo occidental no es el último y poderoso destello de una constelación que actualmente está en decadencia? Esto no puede probarse, ni tampoco descartarse. Pero queda la posibilidad (posibilidad grande, en opinión de este autor) de que el poder soviético, al igual que el mundo capitalista que concibe, sea portador de las semillas de su propia decadencia, y que el brotar de las mismas esté ya en fase avanzada.
Pero las intenciones tienen carácter subjetivo, mientras que las capacidades permanecen. La URSS en los setenta se había fortalecido. Disponía de una maquinaria moderna y amenazaba la supremacía estadounidense. Bresnev, presidente de la Unión Soviética, se inclinaba por una política de desarme-distensión y apoyo al Tercer Mundo. Retaba a Estados Unidos con una presencia, mediante acuerdos de amistad y cooperación, en un arco que iba desde Ibero América al Índico y el sureste asiático pasando por África. La doctrina militar soviética, dada a conocer al mundo a través del mariscal Sokolovski, estipulaba que la URSS estaba preparada para afrontar y ganar una guerra nuclear. Esta guerra no admitía fases intermedias y sería total desde el primer instante. El giro en el enfoque estratégico era espectacular. De un enfoque inicial basado en la superioridad cuantitativa de medios convencionales, en el que la sorpresa no era importante, se había pasado a un enfoque basado en la sorpresa y la ventaja tecnológica. M. GORBACHOV “Ahora resulta evidente que el incremento del poder militar no hace a un país omnipotente. Es más, la confianza en el desarrollo unilateral y exclusivo del poder militar finalmente debilita otros componentes de la seguridad nacional”.
Es así como en 1976 la URSS decide desplegar los modernísimos misiles de alcance intermedio (IRBM) SS-20. La guerra nuclear de teatro, europea claro está, es ventajosa para la URSS, que dispone de más de seiscientos de estos misiles. La corriente pacifista en Europa se hace muy fuerte. La gente asume el lema “más vale rojo que muerto”. No existe una opción creíble para contrarrestar la superioridad soviética. La OTAN decide desplegar misiles crucero y Pershing-II y, a la vez, favorecer la distensión, conversaciones que la entrada en Afganistán de tropas soviéticas deja congeladas. Sin embargo, la convicción europea en garantizar una defensa con menor dependencia de las armas nucleares se plasma en la corriente de “No first use” (“no es prioritario el uso de la tecnología nuclear”) y la confianza en las tecnologías emergentes para frenar el avance convencional soviético, relegando el uso del arma nuclear. Se desarrolla así en la OTAN un concepto de defensa basado en batir los segundos escalones soviéticos impidiendo el refuerzo y la alimentación de la primera oleada. Este concepto se conoce con el nombre de FOFA (Follow on forces attack) y supone un nuevo crédito para la batalla operativa aeroterrestre. El debate estratégico, ya en la década de los ochenta, adopta un giro inesperado. Una nueva administración estadounidense (Reagan) renuncia al uso de la detente (política de distensión) e inicia una ofensiva geopolítica e ideológica contra el comunismo. La doctrina Reagan utilizará el combate de baja intensidad para hacer frente a las insurrecciones de carácter comunista que se han producido fuera del área de influencia soviética. Especialmente preocupante en su difusión en Ibero América. Su otra apuesta es el desarrollo de la Iniciativa de Defensa Estratégica (SDI), un programa de defensa antimisil que pretendía garantizar la seguridad del suelo norteamericano y, en consecuencia, dejar obsoleto el sistema soviético basado en el ICBM. Reagan hará de la defensa de la democracia su bandera, negando el apoyo a regímenes autoritarios y sembrando la semilla del desconsuelo en el bloque socialista.
Sin embargo, los mensaje de Gorbachov, la perestroioka, la glasnost, la propuesta de desarme unilateral, la casa común europea, la renuncia explícita a las esferas de influencia van a desembocar en un ambiente aperturista y liberalizador que provocará, para el asombro de la mayoría de los observadores internacionales, el desmoronamiento del Imperio soviético y el fin de la Guerra Fría. En cierta manera, se había cumplido la arriesgada predicción que G. Kennan había formulado cuarenta años antes.
TRATADO DEL ATLÁNTICO NORTE ARTÍCULO 5 Las partes convienen en que un ataque armado contra una o varias de ellas, acaecido en Europa o en América de Norte, se considerará como un ataque dirigido contra todas ellas, y en consecuencia acuerdan que si tal ataque se produce, cada una de ellas, en ejercicio del derecho de legítima defensa individual o colectiva reconocido por el art. 51 de la Carta de las Naciones Unidas, asistirá a la parte o partes así atacadas, adoptando seguidamente, individualmente y de acuerdo con las partes, las medidas que juzgue necesarias, incluso el empleo de la fuerza armada, para restablecer y mantener la seguridad en la región del Atlántico Norte. Todo ataque armado de esta naturaleza y toda medida adoptada en consecuencia se pondrán inmediatamente en conocimiento del Consejo de Seguridad. Estas medidas cesarán cuando el Consejo de Seguridad haya tomado las medidas necesarias para restablecer y mantener la paz y la seguridad internacionales.
Organización La organización militar básicamente permanece estable, continuando con los modelos adquiridos durante la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, el hecho nuclear dará lugar a la creación de unidades específicas para la utilización del nuevo armamento. En suma, a la revolución tecnológica le acompañará una adaptación orgánica y un nuevo concepto doctrinal. Así, por ejemplo, los soviéticos crearán a principios de los años sesenta la Unidad de Cohetes Estratégicos (SRF). Ante este temor generalizado del ataque aéreo, la Unión Soviética, de igual manera, realizará un esfuerzo enorme en garantizar su defensa aérea (PVO), favoreciendo un desarrollo extraordinario de los sistemas misilísticos superficie-aire (SAM), que exportará, como una necesidad estratégica, a los países de su área de influencia. En definitiva, la URSS mantendrá en sus fuerzas armadas sus tres componentes clásicos (aéreo, naval y terrestre) más los dos citados con anterioridad: SRF y PVO. Estados Unidos, por su parte confiarán inicialmente y de forma decidida en el Mando Aéreo Estratégico (SAC), manteniendo sus cuatro servicios clásicos: ejército, fuerza naval, fuerzas aéreas y el cuerpo de marines. En sus aspectos básicos, todos los países, nucleares y no nucleares dispondrán de organizaciones similares. Las brigadas, divisiones y cuerpos de ejército formarán el esqueleto de las fuerzas terrestres. Las fuerzas aéreas confiarán en agrupaciones de escuadrones y la fuerza naval en sus grupos de combate y otras organizaciones menores. En un mundo bipolar, la disuasión y las “señales”, esto es, un conjunto de medidas que dé a entender al potencial enemigo que se están haciendo preparativos para una acción militar, tal como poner en alerta el dispositivo nuclear, tienen más importancia que el improbable desencadenamiento armado. Esto hace que los órganos de consulta y asesoramiento de alto nivel (tipo Consejo de Seguridad Nacional en Estados Unidos) hayan desplazado, restado protagonismo, a los órganos específicos de asesoramiento y conducción militar (los Estados Mayores).
Otro fenómeno derivado del hecho nuclear y de la geopolítica de bloques es la conformación de alianzas defensivas desde tiempo de paz. Las primeras tentativas occidentales, tales como el Tratado de Dunquerke (1947) y el Tratado de Bruselas (1948), fracasaron en el intento de dotarse de un instrumento militar efectivo, pero abrieron el camino hacia un modelo de cooperación euro atlántico. En efecto, en el año 1947 Estados Unidos habían firmado el Tratado de Río, que velaba por la seguridad del continente americano, pero no fue hasta 1948 (Resolución Vandenberg), cuando Estados Unidos se comprometieron en la defensa de Europa. El Tratado de Washington fue finalmente firmado el 4 de abril de 1949, materializando la Alianza Atlántica. El tratado consta de 14 artículos, y el quinto de ellos constituye el corazón de la organización. El órgano superior y directivo de la organización era el Consejo Atlántico Norte (NAC) que inicialmente coordinaba dos comités, uno de defensa y otro financiero y económico, y no fue hasta el tiempo de la guerra de Corea (1950-1953) cuando la organización se dotó de una auténtica estructura militar. El ingreso de la República Federal de Alemania (RFA) en la Alianza (1955) precipitó la creación de una organización simétrica en el bloque socialista, el Pacto de Varsovia. La República Popular China asistió como Estado observador. El Pacto constaba de 11 artículos, correspondiendo el cuatro al quinto de la OTAN. El artículo undécimo abría una vía de extinción del tratado en el caso de que en Europa se constituyera un sistema de seguridad colectiva. El Pacto era dirigido por un Comité Consultivo bajo autoridad soviética. La preponderancia soviética era tan acentuada que este tipo de pacto se ha denominado “pacto por subordinación”. Cuando en 1954, después de la Conferencia Dulles-Molotov, se renunció a una diplomacia fluida y de entendimiento, se militarizó el sistema de organizaciones y pactos defensivos que, a la postre, endureció el sistema internacional, como en el siglo XVII lo hicieron las fortalezas respecto a las fronteras de los Estados. Así, surgieron organizaciones como la SEATO, CIENTO, ASEAN,
Pacto Chino-Soviético, etc., que velaban por el blindaje de ambos bloques. En definitiva, el sistema cerco y contracerco se había regionalizado, lo que provocó que un conjunto de países tratasen de desmarcarse de la confrontación y formaran el grupo de Países No Alineados, ratificando en la Conferencia de Bandung (1955) sus aspiraciones de descolonización y no alineación. Los líderes de aquel movimiento fueron el presidente Nasser de Egipto y el pandit Nehru de la India. Armamento En contadas ocasiones, en la evolución del arte militar; el armamento y los medios han tenido la preponderancia de la que han gozado durante esta época. El arma nuclear; la bomba atómica, produjo un fenómeno de “revolución militar” similar al que en el siglo XV produjo la pólvora de disparo. La “bomba” parecía dejar obsoleto el enorme dispositivo militar generado durante la Segunda Guerra Mundial. Ya no sería necesario, por más tiempo, acumular medios, formar frentes, profundizar en el despliegue enemigo, alcanzar los objetivos del terreno después de un fuerte desgaste. Ahora se llevaría a la práctica las teorías de Douhet. Se bombardearían las ciudades y los centros de producción, destruyendo la moral y privando al enemigo de la alimentación sostenida de los frentes. Pero sus enormes posibilidades de destrucción no se mostraron utilizables y así, en su primer test, la guerra de Corea (1950-1953), los políticos concluyeron que había que introducir un factor de moderación en el uso de los medios. Su implicación iba más allá de la estrategia, de la utilización efectiva del poder militar para resolver el conflicto. Los conductores militares no debían tener libre acceso al arma nuclear, ya que su uso tenía connotaciones de carácter político y moral de mayor calado que la simple destrucción del enemigo. La moderación en los medios había conducido a un nuevo carácter limitado de la guerra.
LOS ICBM Los misiles balísticos intercontinentales constituyen la piedra de toque de la tecnología nuclear. Su desarrollo fue posible gracias a la aplicación de la tecnología espacial a la carrera de armamentos (combustibles y trayectorias). La URSS desarrolló durante la década de los sesenta algunos modelos portentosos, como el SS-7 de 35 metros de largo, 11000 km de alcance y con una ojiva de cinco megatones. La década de los setenta supuso el desarrollo de las cabezas múltiples MIRV, como el SS-18, con un alcance de 15 000 km y diez cabezas independientes de 500 kilotones cada una. Los norteamericanos desarrollaron tres modelos básicos: en los sesenta el Titán, en los setenta los Minuteman y en los ochenta el MX Peacekeeper, todos ellos de mayor precisión que sus homólogos soviéticos.
Esta arma (cohetería nuclear) sólo podría ser lanzada inicialmente desde un avión. De esta manera, la posibilidad de poseerla y encontrar medios diversos para sus lanzamiento originó un fenómeno de carrera armamentística conocido como proliferación nuclear, tanto en el sentido “horizontal” de acceso al arma por los diversos países, como en su dimensión “vertical”, de desarrollo tecnológico. Uno de los primeros retos que tuvieron que afrontar los países occidentales fue cómo afrontar una desventaja convencional aportando mejor tecnología y evitando el incremento en gastos militares. La solución la encontraron en la fabricación de armas nucleares tácticas (ANT) que la miniaturización había hecho posible. De esta manera, en un combate más fluido y con estas armas de uno o dos KT, instaladas en municiones de artillería, cohetes, misiles o minas terrestres, se incrementaba la capacidad de fuegos y el nivel de destrucción sin recurrir al concepto tradicional de masa por el número de piezas de artillería, blindado y divisiones.
Países que en 1968 firmaron el Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP) para vetar el acceso al resto de los Estados Se detalla el año de acceso al arma nuclear País
EE. UU. URSS
Gran Bretaña
Francia
China
AÑO
1945
1952
1966
1964
1949
En cuanto a la innovación tecnológica, resulta muy ilustrativo el cuadro adjunto, en el que se aprecia el adelanto momentáneo de la URSS a finales de los años cincuenta, a tenor de las aplicaciones militares derivadas de la misión espacial Sputnik.
Innovación tecnológica
EE. UU.
Bomba atómica Bombardero intercontinental Explosivo termonuclear Submarino de propulsión nuclear Ensayo ICBM ICBM operativo SLBM operativo Ensayo MIRV ICBM operativo provisto de MIRV Ensayo misil crucero estratégico ICBM de alta precisión Armas antisatélite
1945 1948 1951 1954 1958 1960 1960 1962 1970 1976 1980 1985
ICBM: Misil Balístico Intercontinental
URSS 1949 1955 1953 1958 1957 1959 1957 1969 1975 1979 1985 1985
SLBM: Misil Balístico lanzado desde el Mar MIRV: Ojivas Múltiples No Guiadas. En la década de los sesenta, la preocupación principal giró en torno a cómo asegurar la supervivencia después de un ataque enemigo. La defensa pasiva, esto es, la disponibilidad de refugios para la población y la dispersión de los arsenales, proporcionaba una solución limitada y poco satisfactoria, y lo que es más, no era un factor disuasorio para un ataque sorpresa del contrario. La clave radicaba en alcanzar una solución que hiciera posible, al menos aparentemente, lanzar un segundo golpe y de esta manera hacer improbable e irracional la acción primera del enemigo (primer golpe). En suma, se trataba de que ningún bando dispusiera de ventaja para lanzar un ataque nuclear, alcanzando una situación de conflicto estable. El silogismo era evidente: si se sufre un ataque nuclear, a pesar de los daños, la respuesta sería igualmente devastadora. El instrumento que garantizaba esta situación era la tríada estratégica. Consistía en disponer de ICBM enterrados en silos protegidos, submarinos armados con SLBM, preferiblemente submarinos nucleares, más silenciosos y con más autonomía, y los bombarderos estratégicos con posibilidades de mantener algunos de ellos en vuelo permanente. Esta gama de armas daba la posibilidad de disponer de armas de primer golpe, los ICBM que podría alcanzar territorio enemigo en unos treinta minutos y otras más apropiadas para un segundo golpe, como el submarino con SLBM que adecuadamente situado y por su baja detectabilidad podía hacer blanco en territorio enemigo en ocho o diez minutos. En el cuadro se aprecia la evolución de estos tres vectores estratégicos por ambas potencias.
EE. UU. Vector \ año
1968
1976
1983
ICBM SLBM Bombarderos
1045 656 545
1045 656 387
1045 568 272
Vector \ año
1968
1976
1983
ICBM SLBM Bombarderos
858 121 155
1477 845 135
1398 989 150
URSS
Se advierte la estabilidad cuantitativa en Estados Unidos y el esfuerzo por lograr la superioridad numérica por parte de la URSS durante la década de los setenta. Por otro lado, la ventaja numérica soviética en ICBM y submarinos quedaba paliada por la ventaja norteamericana en bombarderos, generada en la edad dorada del SAC, y la ventaja tecnológica del diseño y de la precisión. EL SSBN Y EL B-52 El submarino de propulsión nuclear (SSN) armado con misiles balísticos (SSBN) tuvo un gran desarrollo en la década de los 60. La URSS dispuso de 62 de este último tipo por 35 de los que dispuso Estados Unidos, aunque éstos tenían un nivel de operatividad más alto. Los modelos superiores fueron la clase Typhoon (URSS) y la clase Ohio (EE.UU.), de 170 metros de eslora y 30000 t de desplazamiento. El SSBN intentó ser la respuesta oceánica soviética a la supremacía naval norteamericana. El superbombardero B-52 Stratofortress es el avión estratégico por excelencia de Estados Unidos. Con una autonomía de 12000 km y doble capacidad (nuclear/convencional) ha operado con éxito desde la guerra del Vietnam (1972) hasta la del Golfo (1991).
En efecto, los años setenta vieron prosperar ideas desorbitadas de grandeza y poder militar en la URSS. Conocedores de la rivalidad clásica de Atenas y Esparta, los soviéticos pretendieron adquirir ventaja allí donde los norteamericanos se había mostrado intratables: la guerra oceánica. Recordando los episodios de Siracusa y Egospótamos, los soviéticos se lanzaron a la instalación de bases navales alrededor del mundo y a la creación de una potente flota de alta mar, indudable símbolo de prestigio, construyendo dos portaaviones tipo almirante Kustnesov, cuatro de la clase Kiev y modernos cruceros de la clase Kirov. Los años ochenta están dominados por un resurgimiento geopolítico y estratégico norteamericano. Superando el síndrome de Vietnam y contemplando el desgaste soviético en Afganistán, el presidente Reagan se decía “America is back”, en el sentido del relanzamiento de la influencia de Estados Unidos en el mundo. Combatió la insurgencia comunista con su doctrina de conflicto de baja intensidad (CBI), y lanzó al mundo el mensaje de la Iniciativa de Defensa Estratégica (SBI), conocida popularmente con el nombre de “guerra de las Galaxias”. La idea podía ser doble: un sistema de defensa antimisil que destruyera los misiles balísticos enemigos durante el vuelo, apoyando en un sofisticado sistema de satélites, todavía en fase de investigación. Este proyecto podría dejar obsoleto todo el arsenal atómico soviético. La segunda finalidad estribaba en someter a la URSS a un nuevo duelo tecnológico y armamentístico extremadamente caro, insoportable para la economía soviética. El último paso en la carrera de armamentos en este período lo encontramos en el desarrollo de las armas inteligentes, en especial, los misiles de crucero susceptibles de ser armados con cabezas nucleares y cuya asombrosa precisión y alcance, así como la dificultad de interceptarlos, hacían de ellos una arma quirúrgica, capaz de evitar los impopulares daños centrales. Con estos seis momentos, bomba atómica, carrera tecnológica, tríada de estratégica para un conflicto estable, superioridad militar, Iniciativa de Defensa Estratégica y armas inteligentes se resumen las cinco décadas de carrera armamentista.
Grandes batallas Durante la rivalidad nuclear entre las dos grandes potencias, la estrategia de la acción quedó relegada a enfrentamientos en zonas periféricas y a través de terceros países en lo que se conoció como guerra de representantes. La otra forma de actuación, que ya se ha mencionado, fue a través de la estrategia indirecta, con la subversión y la guerra prolongada en su caso. De esta manera, en el ambiente nuclear, adquirieron más importancia las crisis que las guerras limitadas, en el sentido de que la amenaza nuclear actuó con todo su peso. Las crisis fueron a la era nuclear lo que las grandes batallas habían supuesto en los 150 años anteriores, o lo que la huelga revolucionaria será para la subversión, su verdadera piedra de toque. Las tres grandes crisis que sacudieron el inestable equilibrio entre bloques fueron las de Suez-Hungría (1956), la de CubaBerlín (1962) y la de los misiles SS-20 (1976). La política del líder egipcio Nasser, nacionalizando el canal de Suez, desembocó en una acción militar decidida por parte de Francia y Gran Bretaña. En una brillante operación militar, tramada en secreto con los israelíes (Tratado de Sévres, octubre 1956), las fuerzas combinadas ocuparon el canal con veinte mil hombres (5 y 6 de noviembre). La excusa inmediata era la protección de esta vía naval del enfrentamiento bélico entre israelíes y egipcios. Al mismo tiempo se había producido el levantamiento en Budapest (24 de octubre): milicias populares tomaron las calles y algunos edificios singulares. La revuelta fue aplastada el día 4 de noviembre por el ejército soviético. El mundo occidental permaneció al margen. Ese mismo día, la URSS exigió “el cese de las hostilidades bajo amenaza del uso de la fuerza, incluso la nuclear, para aplastar a los agresores” (refiriéndose a Francia y Gran Bretaña). Estados Unidos no se involucraron. No fueron informados de las operaciones sobre el canal y se desmarcaron de sus aliados. El presidente Eisenhower explicó: “La época en que se usaba la fuerza militar para apoyar una política imperialista ha terminado”. Tildó de colonialista la acción franco-británica pero, a su vez, fue explícito con los soviéticos: “Si los soviéticos amenazan Occidente, Estados
Unidos aplastarán la URSS”. Finalmente, los europeos abandonaron el canal. Francia nunca perdonó a Estados Unidos esta decisión y el alejamiento entre ambos países fue inevitable. Por el contrario, Gran Bretaña selló una “relación especial” con la gran potencia. La URSS inició el camino hacia la inviolabilidad del sistema comunista y extendió su influencia hasta Próximo Oriente, donde Estados Unidos había tomado el relevo de los británicos gracias a la que sería conocida como “Doctrina Eisenhower”. En esta ocasión, bastaron las amenazas nucleares para conformar las decisiones políticas trascendentes. El poder militar, aunque de forma aplastante y tempestiva, se usó con relativa moderación, pese al probable balance de veinte mil muertos húngaros. La crisis de los misiles cubanos se desarrolló plenamente bajo el espectro de la amenaza nuclear. La URSS no estaba dispuesta a asistir pasivamente al flujo de personas que desertaban, a través de Berlín Oeste, del sistema socialista. Propuso alcanzar un estatuto definitivo para Berlín. Al mismo tiempo, a mediados de octubre de 1962, Estados Unidos descubrieron atónitos que la URSS estaba desplegando en la Cuba de Fidel, que había batido recientemente a los disidentes cubanos en la bahía de Cochinos (20 de abril de 1961), misiles de alcance intermedio (IRBM). El 22 de octubre, el presidente Kennedy dio a conocer la noticia al mundo y, entre las diversas opciones presentadas, decidió imponer una “cuarentena”, una especie de bloqueo naval, a la isla. Paralelamente, amenazó directamente a la URSS si ésta llevaba a cabo cualquier acción militar contra Berlín Oeste. La crisis se saldó con una retirada de las intenciones soviéticas de emplazar misiles en la isla antillana y el levantamiento del Muro de Berlín. El resultado de la propuesta no está muy claro. Kruschev había arrancado del presidente norteamericano la promesa de respetar el régimen cubano y retirar los misiles estacionados en Turquía e Italia. Pero el líder ucraniano sería apartado del poder después de ser duramente criticado. En ese caso la insignificante apuesta estratégica, y más con armas nucleares, comprobó que la percepción del resultado es más importante que los propios acuerdos alcanzados.
La tercera gran crisis tuvo lugar en Europa como resultado del emplazamiento soviético de los modernísimos misiles SS-20; misiles del alcance intermedio, capaces de batir objetivos a más de cuatro mil kilómetros (la distancia que separa Lisboa de Moscú viene a ser de unos cinco mil) con gran precisión. A esta eficacia se sumaba su excelente movilidad. La URSS construyó más de seiscientos de estos misiles, y gracias a su despliegue, en la práctica la totalidad de los objetivos de la OTAN estaban apuntados. Lo verdaderamente trascendente es que esta efectividad disuadía e inhibía a los países de la OTAN del uso de armas nucleares tácticas y de teatro en el caso de un enfrentamiento generalizado en Europa. La corriente de “no es prioritario el uso de la tecnología nuclear” por parte de la OTAN se extendió, y el movimiento pacifista se incrementó en toda Europa. La solución estratégica al problema se perfiló con la decisión de instalar euromisiles en Europa y, a la vez, favorecer la distensión. La invasión soviética de Afganistán en 1979 cortaría este segundo proceso. Pensadores nucleares En la dialéctica nuclear no es posible hablar de conductores militares o grandes capitanes. Sin embargo, el pensamiento nuclear es muy amplio y muy rico en matices. Al mismo se suman los conocidos como “estrategas civiles”. Son hombres procedentes de las empresas, de los centros científicos, de las universidades. Son filósofos, sociólogos, empresarios, matemáticos que incorporan sus conocimientos a un campo antaño reservado a los militares. Entre estos últimos también surgirán figuras preeminentes, pero que en ningún caso desplazarán al grupo anterior. Si hablamos de escuelas, la principal es la norteamericana o, para ser más precisos, la anglosajona. Militares franceses, por su parte, enriquecerán el debate nuclear al incluir, gracias al “tercer centro de decisión”, esto es, la force de frappe francesa, más complejidad al sistema. Finalmente, oficiales soviéticos confeccionarán, a partir de los años sesenta, la doctrina nuclear soviética. Bernhard Brodie (1910-1978)
Filósofo norteamericano estudioso de Quincey Wright, Clausewitz, Jacob Viner y Liddel Hart. Se especializará en las relaciones internacionales como una tesis doctoral sobre “El impacto de la tecnología naval en la diplomacia del siglo XX”. Pasó a prestar sus servicios a las fuerzas aéreas, con el estudio del bombardero estratégico y la selección de blancos. Trabajó en la Rand Co., centro de investigación sostenido por la fuerza aérea de Estados Unidos (USAF) entre los años 1951 y 1966. Finalmente, fue desplazado de los círculos oficiales por un grupo de tecnócratas partidarios de métodos científicos, como la investigación operativa y la teoría de juegos, y regresó a la universidad. Entre sus obras destaca El arma absoluta (1946), a la que siguieron Estrategia en la era de los misiles (1959), El escalamiento y la opción nuclear (1966), Guerra y política (1973) y El desarrollo de la estrategia nuclear (1978). Brodie es considerado como el “Clausewitz nuclear”, por lo innovador, lo trascendente y lo influyente de su pensamiento. Siempre fue un hombre crítico que se opuso a la simplificación y a la imposición de teorías matemáticas tendentes a desfigurar la base del problema, el conocimiento de la psicología del contrario. Sus ideas sobre el arma absoluta provocaron un impacto en los círculos estratégicos cuando aseguraba, recién finalizada la Segunda Guerra Mundial, que la seguridad nacional ya no dependería tanto del poder nacional como del refrenamiento mutuo ante la presencia de la nueva arma. Brodie sentenció: “En el pasado el objetivo fundamental de nuestro estamento militar era ganar las guerras. De ahora en adelante su propósito será evitarlas. Puede que no exista ningún otro propósito útil”. Brodie se mostró contrario a la estrategia de represalias masivas, ya que podía convertir una guerra local en una guerra entre naciones. Matizó de forma repetida su opinión sobre la guerra limitada y el arma nuclear táctica. Admitía que era eficaz en Europa para repeler ataques demostrativos, pero en caso de invasión masiva, consideraba la guerra total inevitable. La guerra nuclear limitada era una mala opción entre varias alternativas espantosas. Rechazó en su momento la guerra preventiva o la de anticipación (cuando el ataque se considera
inminente) por motivos morales y reconocía lo impredecible de la salida ante los errores en la predicción de los conflictos. Achacaba a la falta de mutuo conocimiento (EE. UU.-URSS), la acumulación excesiva de los medios de destrucción para, finalmente, criticar la noción de una estrategia nuclear válida para ganar la guerra. En suma, Brodie fue considerado un referente necesario en la formulación de ideas estratégicas sobre el uso del arma nuclear, y es reconocido como el hombre que sentó los fundamentos de la disuasión nuclear. Herman Kahn (1892-1983) Es un pensador norteamericano con mentalidad prospectiva. Su principal aportación al pensamiento estratégico proviene de un libro que publicó en los inicios de la década de los sesenta titulado Sobre la escalada. En él, amparándose en la idea imperante de la respuesta graduada propicia para una escalada militar, daba a conocer una escalera imaginaria de 44 peldaños que iba desde la “crisis manifiesta” (peldaño 1) hasta la “guerra espasmódica” (peldaño 44). En la citada escalera se insertaban seis descansillos aptos para la reflexión. La importancia radicaba, no en que la escalera fuera una predicción del conflicto en la que se identificaban diferentes grados de la escalada, sino en su significado. Era una metáfora para el estudio de situaciones, un instrumento de reflexión para la toma de decisiones y un medio de intercomunicación, ya que sugería al potencial enemigo cuáles podían ser las siguientes acciones militares que había que emprender. Los descansillos podían equipararse a pausas para la reconsideración de situaciones. La “escalera de Kahn” tuvo gran difusión y reforzó la convicción norteamericana de la escalada militar, que se llevaría a la práctica en Vietnam. En esta escuela deben ser citados: Henry Kissinger, como gran geopolítico y fiel continuador del realismo político norteamericano; su creencia en la posibilidad de una guerra nuclear limitada nunca fue descartada; Tomas Schelling, también partidario de la posibilidad de una guerra limitada; Lawrence
Freedmann, excelente recopilador y articulista; Albert Wholstetter, iniciador de la metodología matemática y autor del famoso artículo “Delicado equilibrio del terror” (1959), en el cual argumentaba que el equilibrio nuclear no era automático sino delicado, aderezado por las posibilidades de primero y segundo golpe; Maxwell Taylor, autor de La advertencia incierta (1959), primer gran teórico de la respuesta flexible; Schlesinger, creador de las opciones nucleares selectivas; Liddel Hart, precursor, en 1955, de la respuesta graduada; y, Collin Gray, conformador de la posibilidad de victorias en una guerra nuclear a través de su reflexión “La victoria es posible” (1981). La escuela francesa centra su estudio en la utilización nacional del poder nuclear. En 1966, Francia había creado su propia fuerza de disuasión nuclear y necesitaba una orientación sobre su significado estratégico. Pierre Gallois abogaba por una “disuasión proporcional”, que lo era respecto a los bienes protegidos. Implicaba que la supervivencia de Francia debía estar garantizada, por lo que la respuesta a un ataque soviético debía ser automática, con todo el potencial contra los objetivos contra valor (ciudades y fábricas) de la URSS. André Beaufre era partidario de una “disuasión multilateral”, contrapuesta a la opción nacional de Gallois. La disuasión estaba concertada con la Alianza Atlántica que, añadiendo un adicional centro de decisión nuclear, no hacía sino incrementar la incertidumbre y, por ende, el nivel de disuasión. Loucien Poirier acuñó el término de disuasión del “débil al fuerte” (caso francés) y advertía del extraordinario “poder igualatorio del átomo”, lo que incrementaba el peso político de los países poseedores del arma nuclear. Finalmente, Charles Ailleret, quien actuó bajo las indicaciones de Charles de Gaulle, abogaba por una defensa en todas direcciones (tous ázimuts) y en cualquier lugar del mundo, señalando la necesidad de los ICBM para Francia. La escuela soviética no es bien conocida y la principal fuente se encuentra en la publicación de La estrategia militar soviética (1965) del mariscal Sokolowski. Es un libro espeso,
confeccionado con un estilo propagandístico sobre los logros incontestables del sistema soviético. La orientación estratégica gira en torno a una guerra nuclear total y desde el primer momento. No admite una intromisión gradual en el conflicto, sino que actúa desde el primer instante y con todos los medios. Los objetivos están situados en el interior del territorio enemigo y la guerra nuclear con el uso del misil se muestra como la reina de las batallas. La guerra sería generalizada, de bloques, en la que la superioridad moral del soldado soviético y del sistema socialista propiciaría la victoria final. Por su parte China, que en 1946 equiparaba las armas nucleares a “tigres de papel”, por su improbable utilización, presuponía la victoria del Ejército Popular Chino sobre un potencial enemigo occidental gracias a la superioridad del Ejército de masas revolucionario. Así quedan resumidas las aportaciones significativas sobre el pensamiento nuclear.
teóricas
más
Desarme y control de armamentos Los conceptos del desarme y control de armamentos no son esencialmente nuevos, pero sí cobran en este período una importancia sustancial. El hecho es que debido a la imposibilidad de conocer los arsenales del contrario, por un lado, y por el propio efecto disuasivo del número, por otro, el incremento cuantitativo se hizo hiperbólico. No sólo existía la posibilidad de destruirse mutuamente (MAD), sino que incluso la propia vida en el planeta Tierra estaba en entredicho. Los grandes maestros nucleares elevaron la voz de alarma. El mismo Kissinger reconocía que “un incremento en el arsenal nuclear no equivalía a una mejora automática de la posición estratégica”. Estos criterios condujeron a una toma de conciencia sobre los arsenales estratégicos. Había que garantizar lo suficiente; el resto podía ser reducido. Dentro de la terminología, a nivel conceptual, es preciso establecer una diferencia entre desarme, medidas de confianza, limitación y reducción de armamentos.
Por desarme se entiende el conjunto de medidas que tienden a la bajada muy sustancial de ciertos niveles de armamento e incluso a su eliminación. Es un concepto amplio y suele comprender medidas aplicables a una generalidad de países.
DECÁLOGO DE SEGURIDAD ACTA FINAL DE HELSINKI (1975) I. II. III. IV. V. VI. VII. VIII. IX. X.
Igualdad soberana respecto a los derechos inherentes a la soberanía. Abstención de recurrir a la amenaza o al uso de la fuerza. Inviolabilidad de fronteras. Integridad territorial de los Estados. Arreglo de las controversias por medios pacíficos. No intervención de los asuntos internos. Respeto de los derechos humanos y de las libertades fundamentales. Igualdad de derechos y libre determinación de los pueblos. Cooperación entre los Estados. Cumplimiento de buena fe de las obligaciones contraídas según el derecho internacional.
Las medidas de confianza procuran rebajar la tensión entre países y bloque y favorecer su acercamiento. Comprenden medidas concretas, como la comunicación de maniobras, la asistencia de observadores e intercambios frecuentes. La limitación busca establecer unos techos sobre el número de armas. Paradójicamente, en ocasiones supone un incremento para alcanzarlos. La reducción va encaminada a marcar tasas o niveles inferiores a los existentes. En todas ellas, el control y la verificación de los procesos se hace imprescindible. Durante la Guerra Fría y una vez alcanzado ese nivel de conflicto estable, hubo abundancia de estos procesos. En el nivel regional europeo, la Conferencia de Helsinki (1975) supuso la aceleración de los mismos. Se fijó el Acta Final, que constituyó la guía de actuación hasta el final de la Guerra Fría en los asuntos de seguridad. Con posterioridad se mantuvieron diversas sesiones
de seguimiento y se alcanzaron acuerdos en medidas de confianza (CSBM) y control de fuerzas convencionales (CFE). En el ámbito mundial los logros fueron más precarios. El tratado de Proliferación Nuclear (TNP), ya citado, se firmó en 1968, y los setenta y los ochenta fueron declaradas “décadas para el desarme”. Aunque los resultados fueron modestos, se consiguió mantener una línea de comunicación abierta y un foro adecuado para los temas de seguridad. En el ámbito bilateral EE. UU.-URSS, las relaciones fueron mucho más intensas. En la década de los setenta se negociaron los acuerdos sobre Limitación de Armamentos (SALT I y II), así como el ABM (de misiles antibalísticos). En 1987 se firmó el Tratado de Eliminación de los Misiles IRBM (alcance intermedio), y en los noventa entraron los Tratados de Reducción de Armas Estratégicas (STARA I y II). LA “OPCIÓN CERO” Un indudable éxito diplomático ligado a los acuerdos de reducción de armamento y a la distensión, y como preámbulo del final de la Guerra Fría, fue la decisión de eliminar los misiles de alcance intermedio estacionados en Europa, también llamada “Opción Cero”. Cuantitativamente, suponía desmantelar 600 misiles soviéticos SS-4, SS-5 y SS-20 por 464 misiles crucero y 108 Pershing II. Cualitativamente, y de mayor trascendencia, rebajaba las posibilidades de una guerra nuclear de teatro en Europa.
La valoración global de todas estas iniciativas es inequívocamente positiva e incidió de forma directa en el proceso de distensión.
LA GUERRA REVOLUCIONARIA El conflicto subversivo, revolucionario o las guerras de liberación es un fenómeno antiguo. Lo recordamos bien durante la Pax Romana, ya fuera en Hispania, Judea y otras provincias. Sin embargo, durante el período de la Guerra Fría se dieron las circunstancias para su explosión. Por un lado, la conocida como guerra revolucionaria comunista, esto es, la extensión de la Revolución bolchevique al resto del mundo. Coincidentes en el tiempo y solapadas, se producen las guerras anticolonialistas y de liberación, libradas por aquellos pueblos que se sacudían el “yugo colonial”. Estas dos circunstancias pertenecen al campo de la política. Desde el punto de vista estratégico-militar, el desarrollo de este tipo de guerra encuentra su justificación en el hecho de que la aparición del arma nuclear acarreaba la inhibición de la estrategia de la acción. Ante esta parálisis del uso efectivo de la fuerza militar, la forma de soslayarla fue el recurso a la guerra subversivo-revolucionaria, en la que los agentes no estaban claramente identificados ni existía un enfrentamiento franco “fuerza contra fuerza”. El segundo recurso fue la guerra convencional limitada a través de “representantes” o terceros países. La guerra revolucionaria moderna, que tiene sus bases en el marxismo y la lucha de clases, se caracteriza por desarrollarse en un campo político, propagandístico y de lucha armada. Su objetivo tiene carácter revolucionario, ya sea la liberación de un pueblo o una clase social o la instauración de un “orden nuevo”. La población constituye el objetivo, atraerla a la causa, y a la vez el medio donde se desarrolla la lucha. Esta está impregnada de violencia y de terror y no se conforma con objetivos limitados ni acuerdos intermedios mutuamente satisfactorios. El incentivo y la guía se resumen en una idea-fuerza impactante y necesariamente ambigua para llegar a toda la población. La lucha debe iniciarse cuando existan unas condiciones objetivas favorables, es decir, unas circunstancias que permitan el desarrollo con éxito de la revolución (una crisis, unas condiciones sociales inestables, pobreza y otros).
Organización La organización del movimiento revolucionario inicialmente tiene un carácter encubierto y clandestino. Extendida a través de células revolucionarias, va adquiriendo una orgánica cada vez más compleja. En el momento óptimo de desarrollo y con plenas capacidades operativas, el movimiento revolucionario es dirigido por una cúpula normalmente colegiada que forma la vanguardia o élite revolucionaria. De ella depende una rama operativa, basada en comandos o unidades guerrilleras, también conocida como frente militar. Al mismo nivel se sitúa una rama políticoadministrativa, que cumple misiones de dirección y que puede llevar las relaciones internacionales. Suele constituir organizaciones subordinadas bien paralelas (por ejemplo, de documentación, escuelas) o bien pantalla (por ejemplo, aparentemente de tipo cultural pero en realidad propagandistas o comprometidas con los fines de la revolución). Por último, se forma una rama de apoyo en la que se encuadran grupos de frontera, apoyo logístico y de información. En situación de superioridad, estas organizaciones se hacen visibles estrechando lazos internacionales y creando un verdadero ejército capaz de derrotar en el plano convencional al de las “fuerzas opresoras” del Estado. En una organización de movimiento de guerrillas, compatible y a veces complementario con el movimiento subversivo, que desarrolla su actividad principal en áreas rurales apoyándose en zonas liberadas, la organización adopta un carácter más territorial y militar, con jefes de zona dentro de las cuales operan comunas, compañías y escuadras. Estrategia y táctica La estrategia revolucionaria puede tener un fuerte componente militar, el caso de la guerra de guerrillas, o un fuerte componente político, si lo que predomina es la propaganda, la desestabilización del poder constituido y la insurrección de las masas. En el primer caso, se accede al poder mediante la victoria
militar; en el segundo, mediante un asalto directo al mismo. El paradigma del primer caso es la revolución maoísta; el del segundo, la revolución rusa. El proceso completo puede ser estructurado en tres fases: 1.ª Organización y protección del aparato revolucionario 2.ª Extensión de la revolución 3.ª Fase de decisión PRINCIPIOS REVOLUCIONARIOS Al igual que en la estrategia convencional, la estrategia revolucionaria investiga en principios que orienten su lucha. Engels elaboró cinco reglas para la insurrección: 1) Acción decidida hasta el final 2) Concentrar fuerzas superiores a las del enemigo 3) Ofensiva 4) Sorpresa 5) Obtener un éxito todos los días para conservar, de este modo, la superioridad moral En cualquier caso, la dialéctica de la acción no admite ninguna pausa.
La estrategia, el modo en el que se va a dirigir la lucha, se materializa en la conducción y priorización de una serie de acciones tácticas. Estas engloban acciones de tipo psicológico, la infiltración física, la organización política de las masas, la agitación, el sabotaje, la guerrilla, acciones diplomáticas y de apoyo exterior y la insurrección general. En ocasiones, algunas acciones sencillas se convierten en el elemento característico de la lucha revolucionaria. Por ejemplo, el tiro, en el caso brasileño (lucha urbana). En definitiva, la estrategia intentará lograr los objetivos de la revolución con unos recursos inicialmente muy limitados, favorecidos por la propaganda y el terror. Fidel Castro alcanzó la victoria contando sólo con tres mil hombres armados. En otras ocasiones, es el conjunto del pueblo el que debidamente organizado en diversos y solapados frentes (militar, social,
cultural) se muestra invencible; tal es el caso de la lucha vietnamita bajo la dirección del Ho Chi Minh y Giap. Al final, todas las victorias revolucionarias se logran por abandono del contrario. Armamento y propaganda La guerra revolucionaria no aporta elementos armamentísticos nuevos al arte militar. Se hace un extenso uso de armas ligeras y explosivos. El arma verdaderamente eficaz es la propaganda. Así lo entendieron los primeros anarquistas a finales del siglo XIX cuando abogaban por la propaganda armada. La propaganda técnicamente puede ser clasificada como positiva y negativa, blanca, gris, y negra. Su finalidad es siempre la misma: influir en el comportamiento de las masas en beneficio de la revolución. LA PROPAGANDA Blanca. A cargo de fuentes oficiales, conocidas. La veracidad es indispensable. Gris. Fuentes encubiertas, desconocidas. Útil para realizar tanteos de opinión. Negra. Fuentes clandestinas. Pretenden generar contradicciones y confusión.
La guerra psicológica, en suma, consiste en el empleo planificado de la propaganda. Grandes batallas La lucha revolucionaria, por definición, evita las grandes batallas. Es una lucha prolongada, de larga duración, de efectos acumulativos. Las bajas son muy sensibles y de difícil reposición. Sólo van al encuentro armado aprovechando la sorpresa y con superioridad local. Excepcionalmente, en la fase de decisión y cuando la superioridad es notable, la organización revolucionaria buscará la derrota militar del enemigo.
En este contexto, las acciones armadas principales suelen darse en una fase posterior de contrarrevolución. Así, finalizada la Revolución rusa (1917), Trotski tuvo que crear un poderoso Ejército Rojo de unos cinco millones de hombres, constituido sobre una reducida base de batallones revolucionarios que sumaban unas escasas decenas de miles. Fue en esta guerra entre rusos rojos y blancos apoyados por ejércitos expedicionarios occidentales donde se libraron las auténticas batallas. La revolución en sí, en la fase de decisión, sólo fueron los “diez días que conmovieron al mundo”. Sin embargo, la acción militar y la batalla siempre han existido, en ocasiones porque la fuerza en el poder tentó al movimiento revolucionario hacia la batalla, al enfrentamiento directo. Este fue el caso de Dien Bien Phu (1954) por parte de los franceses o de las campañas de aniquilamiento del general Chang Kai-Shek contra los comunistas de Mao en la década de los treinta. En este tipo de lucha, otras gestas asumen la misma significación que las batallas. La Larga Marcha de Mao (1934) tuvo implicaciones estratégicas más notorias que cualquier batalla. Aunque sólo logró sobrevivir un 10% de la expedición, las funciones de adoctrinamiento, formación de células, extensión de la revolución y la propagación de su carácter mítico tuvieron mayor repercusión que la obtenida por cualquier otro acontecimiento en la guerra. Grandes capitanes El aspecto más notable de los líderes revolucionarios es su doble faceta de teóricos y conductores militares. Algunos de ellos se ampararon en una segunda figura para prolongar esa acción armada. Así tenemos dualidades Lenin-Trotski, Mao-Lin Piao, Fidel-”Che” Guevara y Ho-Giap. Muchos de ellos construyeron su teoría revolucionaria el mismo tiempo que la llevaban a la práctica, salvando así ese hueco entre el pensador estratégico y el conductor militar, o lo que es lo mismo, la diferencia entre el concepto y la praxis. Mao Zedong (Mao Tse-Tung) (1893-1976)
Mao es la expresión de un hombre que se compromete con la revolución desde su juventud. En 1911 lo encontraron combatiendo junto a Sun Yat-sen, considerado el padre de la patria china. Mao nació en Shao-shan, provincia de Hunan, y vivió toda su vida en China. Fue uno de los fundadores del PC chino (PCCh) en 1921 y se entregó con devoción al estudio de las teorías marxistas, de las que obtuvo los fundamentos de la revolución que él encabezaría: “La fuerza núcleo que dirige nuestra causa es el PCCh y a base teórica que guía nuestro pensamiento es el marxismo-leninismo”. Mao, describiendo su país como “semicolonial y semifeudal”, emprenderá una lucha en primer lugar y ante todo nacionalista, para, a continuación, llevar a cabo la reforma social, aunque ambos procesos, en buena lid, se solapen. Su idea conducirá a una guerra popular y de masas, actuando preferiblemente mediante el sistema de guerra de guerrillas. De esta manera, operando en un ámbito rural, se apartará de la ortodoxia comunista (revolución de obreros, en las grandes urbes). Su lucha derivará, en la fase final (1945-1949), en una guerra civil abierta ejecutada con ejércitos convencionales (la acción final sobre Nankín concentrará seiscientos mil hombres del ejército Popular de Liberación). Su rival, el Kuomintang liderado por Chang Kai-Shek, una vez derrotado acabará por refugiarse en la isla de Formosa. El carácter político de la lucha, su extensión del campo a la ciudad, el valor relativo del espacio, la escasa preocupación por el tiempo (modalidad de guerra prolongada), el recurso a la guerra de guerrillas y el uso del ejército como un instrumento de educación política y de gestión administrativa constituyen los rasgos más característicos de su lucha. “El ejército no es sólo un destacamento de combate, es principalmente un destacamento de trabajo. Todos los cuadros del ejército deben aprender cómo tomar posesión de las ciudades y cómo administrarlas”. “La célula del Partido se organiza a nivel compañía”.
Mao, el Gran Timonel, velará durante toda su vida por la correcta dirección de la revolución. Intervendrá sobre ella en 1957 (el “gran salto adelante”) y 1966 (la “revolución cultural”), intentando evitar la burocratización y la formación de élites políticas e industriales. Morirá en 1976, y su muerte espoleará el enfrentamiento entre el sector más duro (la “Banda de los Cuatro”) y el sector reformista de China (Deng Xiaoping). Ernesto “Che” Guevara de la Serna (1928-1967) El “Che” constituye, desde su muerte, un mito para los movimientos revolucionarios. Nación en Argentina, de familia acomodada, cursó estudios de Medicina y pronto se sintió solidario con los ideales revolucionarios. En la década de los cincuenta recorrió Latinoamérica y tomó contacto con los grupos revolucionarios. En 1954 fue acogido en la Guatemala progresista del coronel Arbenz, pero se verá expulsado por el movimiento conservador, apoyado por los norteamericanos, del coronel Castillo. Pasó a México, entabló contacto con los hermanos Castro, y desembarcó con ellos en Sierra Maestra (Cuba), en 1956. En esta ocasión, dijo Fidel Castro: “En 1956, o seremos héroes o seremos mártires.” Con el triunfo de la revolución (1959), asumirá la dirección del Ministerio de Industria, pero su espíritu de acción lo llevará al Congo y posteriormente a Bolivia. Allí, tratará de acaudillar un movimiento revolucionario, y mediante la creación de un “foco”, extender la revolución a todo el país. La idea era hacer de los Andes la Sierra Maestra de Latinoamérica. Sin embargo, aislado, con dificultades para comunicarse con los indígenas, sin el apoyo del PC de Bolivia, fue finalmente abatido y muerto en la Quebrada del Yuro por rangers bolivianos (1967).
LA GUERRILLA EN CENTROAMÉRICA El istmo centroamericano ha sido una de las grandes víctimas de las tensiones de la Guerra Fría. Sofocada cualquier tentativa de reforma agraria en Guatemala (1954), todo conflicto o movimiento reformador centroamericano fue visto como un elemento desestabilizador en el ”patio trasero” de Estados Unidos. Dos oleadas revolucionarias en la década de los sesenta con el influjo de la Revolución cubana y a principios de los ochenta, con el triunfo de la Revolución sandinista en Nicaragua (1979) y la percepción del debilitamiento de Estados Unidos fruto de la guerra del Vietnam, llevaron la desolación a esta región. La Doctrina Reagan (rearme de la contra nicaragüense) y el final de la Guerra Fría crearían las condiciones para la búsqueda de la paz.
La aportación esencial del “Che” y la Revolución cubana es la teoría del “foco”. El “Che” lo explica en su libro (verdadero manual de guerrilla rural) La guerra de guerrillas. Consiste en crear un grupo reducido de guerrilleros (foco), asentarse en una zona rural e irradiar la revolución. Se trata de adelantar lo máximo la acción armada, en cuanto se den un mínimo de condiciones favorables, y extender el campo de actuación de manera progresiva, creando sucesivos y nuevos focos. De esta manera, la pronta utilización de la fuerza se aparta del modelo soviético y chino, en los cuales la maduración política debe preceder a cualquier acción armada. El otro gran atractivo de la Revolución cubana fue su llamada a los jóvenes intelectuales de todo el mundo para unirse en la lucha contra el imperialismo: “Hagamos dos, tres, muchos Vietnam”.
LAS GUERRAS DE LA POSGUERRA Las devastadoras consecuencias de la Segunda Guerra Mundial y la amenaza de una guerra aún más terrible entre las potencias nucleares influyeron en el mantenimiento de una precaria paz en el continente europeo durante la época de la Guerra Fría. Por el contrario, el resto del mundo experimentó un período terriblemente conflictivo en el que se mezclaron los intereses enfrentados de las grandes potencias con los procesos de descolonización. Varios centenares de conflictos se sucedieron entre 1945 y 1991; muchos de ellos superaron la cifra del millón de muertos (Vietnam, Afganistán, guerra irano-iraquí, Angola, Sudán, Corea). Otros fueron menos sangrientos pero mantuvieron la atención mundial al desarrollarse en zonas de interés económico vital, como las guerras árabes-israelíes. En este apartado se recogen aquellas guerras que, de alguna forma, supusieron innovaciones importantes en el pensamiento y los procedimientos militares o tuvieron una especial relevancia en la escena internacional. La guerra de Corea (1950-1953) El primer enfrentamiento de entidad durante la Guerra Fría iba a producirse en 1950 en Corea. En agosto de 1945, la URSS había atacado las posesiones japonesas en Manchuria y Corea. Se había llegado a un acuerdo con Estados Unidos para frenar el avance en el paralelo 38 que divide en dos a la península Coreana. Tras el fin de las hostilidades, esto dio lugar a la aparición de dos países diferentes. Por un lado, Corea del Norte, donde los soviéticos habían instaurado un régimen comunista y, por otro, Corea del Sur, con un gobierno pro occidental. Tras el triunfo comunista en China, Estados Unidos habían convertido Formosa en una pieza clave de su contención del comunismo, pero habían olvidado dar ese papel a Corea del Sur. El ejército surcoreano era poco más que una fuerza de policía incapaz de oponerse a las potentes fuerzas acorazadas, organizadas por la URSS, de su vecino del norte.
El 25 de junio de 1950 las fuerzas norcoreanas iniciaron el avance hacia el sur, y aplastaron la resistencia a su paso. La amenaza que representaba para Japón la posibilidad de una Corea dominada por los comunistas hizo reaccionar a los norteamericanos, que promovieron en la recién creada ONU una moción de censura contra Corea del Norte. Más tarde se aprobó por unanimidad una decisión del Consejo de Seguridad que animaba a todos los miembros de la organización a apoyar a Corea del Sur. La unanimidad se consiguió gracias al boicot que en aquellos momentos realizaba la URSS a las reuniones del Consejo de Seguridad en protesta por el no reconocimiento de la China de Mao. Esta resolución de la ONU significó el comienzo de la intervención norteamericana. El general MacArthur por aquel entonces jefe de las fuerzas norteamericanas en el Pacífico, recibió la misión de frenar el avance norcoreano. Inicialmente sólo fue autorizado a emplear los bombarderos estratégicos al sur del paralelo 38 pero, cuando la ONU aprobó la formación de una fuerza multinacional para defender Corea del Sur, recibió permiso para emplear las fuerzas destacadas en Japón. El estado de estas fuerzas, como el del resto del ejército de tierra norteamericano, era por entonces deplorable. Tras la guerra, Estados Unidos, confiando en sus armas nucleares, había llevado a cabo su periódica política de abandono de las fuerzas terrestres. La primera división norteamericana enviada a Corea (la 24) apenas disponía de la mitad de su plantilla y carecía de artillería pesada. En unos pocos días fue pulverizada por las tropas norcoreanas. No obstante, el mero hecho de la intervención americana alarmó a los norcoreanos que se volvieron más cautos y procedieron a reorganizar sus tropas, dando unos días más a MacArthur para enviar otras dos divisiones al mando del general Walter. Estas fuerzas, junto con la masiva intervención de la fuerza aérea, lograron lentificar el avance comunista. Walter reorganizó lo que quedaba del ejército surcoreano y lo integró con unidades norteamericanas. A pesar de estos esfuerzos, a finales de agosto sus fuerzas defendían lo que era poco más que una cabeza de puente en torno al puerto de Fusan, en el extremo sur de la península.
Aunque las fuerzas norteamericanas y aliadas continuaban aumentando, MacArthur comprendió que desde aquella reducida cabeza de puente era imposible organizar una contraofensiva. Para desbloquear la situación, MacArthur pensó en una operación de desembarco en la retaguardia enemiga y eligió para ello el puerto de Inchon, situado a unos treinta kilómetros de la capital Seúl. El lugar ofrecía unas condiciones tan poco propicias para el desembarco que todo el Estado Mayor de MacArthur se opuso al plan, apoyado además por el Estado Mayor Conjunto en Washington. Sin embargo, MacArthur no cedió y consiguió sacar adelante la operación. Las mismas dificultades que habían angustiado a los norteamericanos habían sido tenidas en cuenta por los norcoreanos, por lo que el puerto carecía apenas de defensores. El desembarco se realizó sin problemas y las fuerzas norteamericanas avanzaron rápidamente hacia Seúl. Los norcoreanos quedaron desconcertados. Aunque ofrecieron una fuerte resistencia en Seúl, todo su despliegue había sido desequilibrado. Cuando se encontraron dentro de la tenaza formada por las fuerzas enemigas que avanzaban desde Inchon y las que lo hacía desde Fusan, su frente se desmoronó y emprendieron una apresurada reiterada. MacArthur recibió poco después permiso para continuar las operaciones al norte del paralelo 38, y así lo hizo con entusiasmo. Lanzó un nuevo desembarco, anfibio, esta vez en la costa oriental coreana, en el puerto de Wosan. No obstante, el avance de las fuerzas terrestres fue tan rápido que llegaron allí antes de que se hubiera producido el desembarco. En octubre, unidades surcoreanas habían llegado al Yalu, frontera entre China y Corea del Norte. El ejército enemigo se había disuelto y apenas algunas unidades aisladas ofrecían resistencia.
Corea: 1950-1951. La ruptura del cerco norcoreano sobre el perímetro de Pusan se realizó gracias a la sorpresa obtenida por el desembarco en Inchon. Las tropas de la ONU, posteriormente, llegaron hasta casi la frontera china para tener después que retroceder ante la intervención de fuerzas chinas durante el invierno.
Pero las nuevas autoridades chinas habían realizado ya advertencias de que si las fuerzas de la ONU atravesaban el paralelo 38, China podría intervenir en la guerra. Estas amenazas no fueron tenidas en cuenta y, a finales de octubre, algunas unidades avanzadas surcoreanas y norteamericanas fueron misteriosamente aniquiladas. En noviembre, MacArthur decidió lanzar la ofensiva definitiva para acabar con la resistencia. Se trataba de la típica maniobra en doble tenaza que debía llevar a cabo el Octavo Ejército de Walter desde el oeste y el 10.º Cuerpo desde el este. MacArthur ignoraba entonces que unos cien mil soldados chinos se habían infiltrado en su retaguardia aprovechando la naturaleza montañosa del país. Cuando a finales de noviembre se inició la ofensiva, las fuerzas chinas cayeron de improviso sobre la retaguardia aliada. El resultado fue un caos monumental. Divisiones enteras fueron destruidas y las supervivientes tuvieron que emprender una caótica retirada. El Octavo Ejército estuvo a punto de disolverse y emprendió la retirada más larga y penosa del ejército norteamericano en toda su historia. En cuanto al 10.º Cuerpo, consiguió replegarse con
algo más de orden hacia el puerto de Hamhung. Con temperaturas de -30º los marines junto con tropas británicas y surcoreanas llevaron a cabo una brillante acción de retaguardia que, no obstante, les costó graves bajas. En Hamhung la artillería de la flota estableció una auténtica cortina de fuego que contuvo a las tropas chinas hasta que pudo realizarse la evacuación. El 23 de diciembre, el general Walter murió en un accidente de circulación. Fue sustituido por el general Ridway, que exigió a MacArthur, el mando de todas las fuerzas desplegadas en el Teatro. MacArthur, abrumado por el desastre, aceptó pero comenzó a ejercer una presión creciente sobre el presidente Truman para bombardear los puentes sobre el río Yalu y las bases chinas. Truman, temeroso de una guerra abierta con China que podía arrastrar a la URSS, se negó acceder a sus peticiones. MacArthur, partidario de una guerra total comenzó a criticar en público las decisiones del presidente. Mientras tanto, las tropas de la ONU habían sido arrojadas de Corea del Norte pero el continuo martilleo que sufrían las líneas de comunicaciones chinas por parte de la fuerza aérea norteamericana, unido a la excesiva sobre extensión de las mismas, los obligó a detenerse a principios de enero. Las tropas de la ONU desarrollaron nuevos procedimientos para aprovechar su superior potencia de fuego frente a los chinos y lograron algunos éxitos. El 14 de marzo de 1951 se conseguía reconquistar Seúl, y el frente volvía a su situación al comienzo de la guerra. Se sucedieron ofensivas aliadas y chinas pero con escasos resultados. En abril, MacArthur consiguió acabar con la paciencia de Truman, que lo destituyó por sus continuas críticas, muchas de ellas públicas. Ridway asumió el mando y en junio se iniciaban conversaciones de paz en Panmunjom entre ambos bandos cansados de guerra. Las conversaciones fueron problemáticas y se prologaron durante dos años. Durante este período, las operaciones continuaron, pero el frente permaneció prácticamente estable. En julio de 1953 se llegó por fin a la paz que reconocía la partición coreana, pero convertía a Corea del Sur en uno de los más fieles aliados de Estados Unidos y contemplaba el despliegue permanente de tropas estadounidenses en el país.
La guerra de Corea fue un éxito occidental en cuanto al freno puesto a la expansión comunista. Pero militarmente fue una grave humillación para los ejércitos occidentales que se habían visto batidos por un enemigo integrado casi exclusivamente por tropas ligeras que se movían de noche y se infiltraban buscando la retaguardia. Sin embargo, las mayores humillaciones estaban todavía por llegar y tendrían lugar en otra península asiática. En esta ocasión, la Indochina. La guerra de Vietnam (1946-1975) Como en China, en la Indochina francesa se había desarrollado un partido comunista durante los años veinte y treinta que estaba dirigido por Ho Chi Minh, un político que había sabido negociar con franceses, japoneses y chinos, aumentando de forma gradual pero continua su influencia. Durante la ocupación japonesa, Ho había creado una organización militar de resistencia denominada Vietminh, al mando del más tarde general Giap. La capitulación japonesa sirvió para que el Vietminh se hiciese con gran cantidad de armamento y estableciese un gobierno provisional. Ho se deshizo despiadadamente de sus enemigos políticos y se convirtió virtualmente en presidente de la zona norte de Vietnam. Pero el regreso de los franceses en 1946 lo colocó en una situación delicada cuando los funcionarios del Vietminh fueron sustituidos en el sur. Aunque Ho quería la paz con Francia para consolidar su dominio del norte, los franceses estaban dispuestos a librarse de él. En 1946 se produjeron incidentes entre soldados franceses y del Vietminh en Haiphong que terminaron con una terrible carnicería al abrir fuego por error un crucero francés sobre una columna de refugiados. Fue la señal para la insurrección general. Los intentos vietnamitas por controlar Hanoi fracasaron, y el Vietminh se replegó a las montañas. Comenzó entonces una agotadora lucha de guerrillas que se prolongó hasta 1950. Los esfuerzos franceses por eliminar a los guerrilleros fueron vanos, aunque éstos tampoco fueron capaces de aumentar su capacidad de combate para llevar a cabo operaciones de gran entidad. Gran parte del esfuerzo del Vietminh se centró en buscar el apoyo de la población, de buen grado o mediante el terror.
En 1950 el triunfo comunista en China dio nuevas fuerzas a Vietminh. Sus unidades se equipararon con armas pesadas y lanzaron una potente ofensiva en octubre que aniquiló las guarniciones francesas entre Hanoi y Haiphong. Animado por el éxito, Giap decidió lanzarse a una ofensiva total de tipo convencional en 1951. Pero era una intención todavía prematura. El general De Lattre de Tassigny, nombrado jefe de las fuerzas francesas en Indochina unos meses antes, lanzó sobre las fuerzas del Vietminh que asediaban el puesto de Vihn Yen todos los aviones que pudo reunir cargados con napalm. El efecto de la nueva arma fue devastador sobre los soldados vietnamitas, que abandonaron el campo de batalla aterrorizados. A partir de ese momento, Giap retomó la guerra de guerrillas concentrándose en cortar las comunicaciones francesas. Fue una lucha lenta pero provechosa. En 1953 los comunistas dominaban en general las poblaciones rurales, mientras los franceses se concentraban en las ciudades y en sus puestos fortificados. En 1954, la insurrección en Vietnam se había trasladado a Laos, amenazando a las fuerzas francesas allí desplegadas. El general Navarre, sucesor de De Lattre, decidió aprovechar esta circunstancia para atraer al Vietminh a una batalla decisiva en la frontera laosiana. Construyó una enorme fortaleza e Dien Bien Phu guarnecida por 15000 hombres y esperó a que Giap la atacara para abrir las comunicaciones hacia Laos. Giap aceptó el ataque, pero los franceses se encontraron con que el Vietminh había mejorado mucho sus procedimientos de combate convencional. La artillería vietnamita pronto acalló a la francesa, mientras que las armas antiaéreas se cobraban un alto precio entre los aviones que debían abastecer la fortaleza. Algunas columnas enviadas en socorro de Dien Bien Phu fueron bloqueadas en el camino. Finalmente se lanzó el ataque directo sobre las posiciones. Aunque la defensa francesa fue enormemente valerosa y tenaz, sucumbió ante la superioridad del Vietminh. La caída de Dien Bien Phu fue un desastre no sólo para Francia sino para todo el prestigio militar occidental. Tras Dien Bien Phu, Francia estaba agotada y humillada. Las negociaciones de paz fueron la única salida ya que, aunque
Estados Unidos apoyó económicamente a Francia en la guerra, no quiso inmiscuirse directamente en un conflicto colonial. En el tratado de paz entre Francia y la República Democrática de Vietnam se definió una línea sobre el paralelo 17 al norte de la cual no debía quedar ningún soldado francés y al sur ningún soldado norvietnamita. Esto significaba en la práctica la partición del país en dos mitades: el Norte bajo dominio comunista, y el Sur que, tras la retirada francesa, quedaba bajo el poder nominal del emperador Bao-Dai. Como la popularidad de éste no era excesiva entre sus súbditos, buscó a un hombre de confianza y lo encontró en Ngo Dinh Diem, un antiguo ministro del Interior perteneciente a una de las familias nobles más influyentes del país. Diem estableció una dictadura personal en un país dominado por mafiosos, extremistas religiosos y señores de la guerra. Contó con la ayuda de Estados Unidos que, después de la descolonización francesa, no veía obstáculo para ejercer su influencia anticomunista en la zona. Mediante su habitual combinación de persuasión y terror, los comunistas se habían hecho con el 80% del territorio rural de Vietnam del Sur. En 1961 se creó una nueva fuerza guerrillera denominada vietcom que buscaba la caída del régimen sudvietnamita y la anexión al Norte comunista. Cuando empezó la guerra civil, el ejército sudvietnamita se encontró en graves dificultades. El entonces presidente norteamericano John F. Kennedy no estaba dispuesto a tolerar más avances comunistas y decidió intervenir en apoyo de Diem. Se envió una fuerza de asesores militares norteamericanos de unos diez mil hombres para apoyar y entrenar a los sudvietnamitas. Entre esas fuerzas destacaban algunos contingentes de la fuerza aérea y, sobre todos, un gran número de las recientemente creadas “fuerzas especiales” diseñadas para enfrentarse en todo el mundo a las tácticas revolucionarias comunistas. La estrategia inicial se basó en la que anteriormente habían utilizado los británicos en Malasia. Como la base del dominio comunista era su control sobre las pequeñas poblaciones rurales, el camino que había que seguir era concentrar a la población rural en “pueblos defensivos” protegidos por el ejército y por milicias locales entrenadas por las fuerzas especiales. Con ello
se aislaría al vietcom de sus bases populares. Como complemento, las fuerzas especiales realizarían una labor de captación de los belicosos y primitivos pueblos que habitaban las montañas centrales de Vietnam del Sur. Adiestrándolos adecuadamente podías suponer una terrible amenaza para las rutas de infiltración del vietcom desde Camboya y Vietnam del Norte. La fuerza aérea apoyaría esta labor de interdicción. En conjunto esta estrategia se mostraba bastante razonable, pero falló por dos motivos principales. En primer lugar, el éxito del programa de pueblos fortificados dependía en gran medida de que éstos fueran atractivos para los campesinos. La corrupción reinante en la administración de Vietnam del Sur provocó que este programa se convirtiese rápidamente en impopular ante los traslados forzosos a poblados inhabitables y los abusos del ejército y de los funcionarios. A pesar de los esfuerzos de Diem, el caos y la corrupción hicieron fracasar el proyecto. En segundo lugar, la propia falta de comprensión del elemento cultural vietnamita por parte de Estados Unidos, que hizo fracasar en su lucha de “corazones y mentes”. El fracaso de estas primeras medias con los problemas que Diem empezó a tener con los budistas (la familia de Diem era católica) alteró de tal forma la situación de Vietnam del Sur que a finales de 1963 se produjo un golpe de Estado que acabó con la vida de Diem y llevó al poder una dictadura militar bajo el mando del general Cao Ky. Esto marcó también el principio de la intervención directa del ejército norteamericano en el conflicto, ya que se dudaba que el caótico ejército de Vietnam del Sur pudiese resistir al vietcom con los asesores norteamericanos. El 2 de agosto de 1964 se produjo un incidente naval en el golfo de Tonkín, cuando el destructor Maddox fue atacado por lanchas torpederas norvietnamitas. Aunque el incidente siempre fue confuso, constituyó un causus belli para Estados Unidos que decidió iniciar su participación directa y masiva en el conflicto. La estrategia norteamericana se basaba en el concepto de la escalada, es decir, en aumentar progresivamente las fuerzas y las acciones en la zona, creando una presión que terminase por se insoportable para el vietcom y para Vietnam del Norte. La
escalada se materializó en la progresiva utilización de tropas terrestres y por una cada vez más devastadora campaña aérea contra objetivos militares en Vietnam del Norte. Las tropas terrestres basaron su actuación en procedimientos de búsqueda y destrucción, esto es, localizar las unidades del vietcom que actuasen en determinada zona, aislarlos de la población y después destruirlos en un combate convencional utilizando la superior potencia de fuego norteamericana. Las fuerzas aéreas debían atacar objetivos en Vietnam del Norte, devastando el tejido económico del país y presionando a Ho Chi Minh para cesar en su apoyo al vietcom. Además tanto la fuerza aérea como la armada debían cortar las rutas de aprovisionamiento del vietcom desde Camboya y Vietnam del Norte. La guerra se convirtió, hasta 1968, en una sucesión de operaciones norteamericanas para “limpiar” las zonas bajo dominio del vietcom y cortar las vías de comunicación con Vietnam del Norte. En general, estas operaciones constituyeron victorias tácticas norteamericanas. El vietcom sufrió un número enorme de bajas, lo que obligó a Giap a enviar cada vez más fuerzas regulares norvietnamitas a combatir al Sur. Sin embargo, la situación a principios de 1968, cuando había ya medio millón de soldados norteamericanos en Vietnam, no sólo no había mejorado, sino que había empeorado sensiblemente. ¿Cuáles eran las causas de ese fracaso? En primer lugar, toda la campaña de bombardeos sobre el Norte se reveló como casi inútil. Vietnam del Norte apenas tenía objetivos estratégicos dignos de ser atacados, y los pocos que había tenían las mayores concentraciones de armas antiaéreas de la Historia. La operación “Rolling Thunder”, que pretendía agotar a los norvietnamitas mediante bombardeos aéreos, acabó agotando a los norteamericanos, que sufrieron la pérdida de mil aviones en tres años. Además, los norvietnamitas sacaron un enorme partido propagandístico de los destrozos causados por la aviación enemiga. A pesar de que los norteamericanos intentaron ser escrupulosos en no atacar objetivos civiles, los daños colaterales fueron inevitables, y sus efectos puntualmente reflejados en toda la prensa occidental.
En cuanto a las operaciones terrestres, Giap había diseñado una estrategia a largo plazo. Sus fuerzas sufrían graves bajas, pero sabía que podía permitírselas, mientras que el interminable goteo de bajas norteamericanas era cada vez menos soportable para éstos. Además, las fuerzas del vietcom no solían oponerse en fuerza a las operaciones norteamericanas. Su norma de actuación era evacuar las zonas atacadas y volver cuando el enemigo se hubiera ido. De hecho, el ejército norteamericano siempre fue incapaz de controlar el terreno. El 80% de sus hombres estaba implicado en tareas logísticas, administrativas o de apoyo, y nunca tuvo suficientes unidades de combate como para controlar grandes zonas del territorio. El ejército sudvietnamita, que podía haber asumido esta función, tenía generalmente una actuación deplorable en sus combates contra el vietcom. Otro factor de gran influencia fue la tremenda ineficiencia del sistema de reclutamiento e instrucción. Los jóvenes norteamericanos con mejores recursos económicos y más preparación habitualmente conseguían librarse del servicio militar o realizarlo en puestos de no combate. Mientras, una gran masa de reclutas con escasa preparación y procedentes de sectores sociales humildes era enviada a las unidades de primera línea. Este hecho provocó un gran debate social que se manifestó incluso en forma de motines raciales. La selección e instrucción de oficiales no obtuvo mejores resultados. Muchos jóvenes era enviados a Vietnam tras unos meses en las escuelas universitarias de preparación de oficiales. Finalmente, el mantenimiento de un régimen dictatorial y corrupto en Vietnam del Sur tuvo un carácter decisivo en el fracaso de la guerra. Era difícil ganarse a la población civil mientras era expoliada por sus dirigentes. Aunque los comunistas no dudaban en utilizar el terror de forma salvaje para someter a la población civil, lo cierto es que la vida en las zonas dominadas por ellos adquiría un aspecto más ordenado y soportable para los campesinos. El punto de inflexión en la guerra de Vietnam lo constituyó la ofensiva del Tet en 1968. Con esta ofensiva, Giap esperaba demostrar al ejército y al pueblo norteamericano que el vietcom
era todavía fuerte y que la guerra seria larga. La ofensiva causó una profunda impresión en Norteamérica, mientras el vietcom ocupaba cientos de pueblos y ciudades en todo Vietnam y se permitía asaltar la propia embajada de Estados Unidos en Raigón. La reacción norteamericana y sudvietnamita convirtió esta acción en una derrota táctica para el vietcom, que fue prácticamente aniquilado. Pero el mal estaba hecho, las imágenes de la ofensiva del Tet impactaron en todos los hogares norteamericanos y coincidieron con la explosión de movimientos de protesta estudiantiles y de minorías raciales en EE.UU., y en todo el mundo. Una nueva cultura pacifista se imponía y la continuación de la guerra se veía como una abominación. El presidente Jonson no se presentó a la reelección, y el nuevo presidente, Nixon, decidió acabar con la escalada y “vietnamizar” el conflicto, dando cada vez más responsabilidades a las tropas sudvietnamitas. En mayo de 1968 se iniciaban conversaciones en París para poner fin al conflicto. Las condiciones de Hanoi se basaban en la retirada total de las fuerzas norteamericanas. A lo largo de cuatro largos años, las negociaciones seguirán, pero las fuerzas norteamericanas ya no participarán al menos en operaciones de envergadura y su número irá disminuyendo rápidamente. En 1972, Giap se arriesga a una nueva ofensiva de tipo convencional para derrotar al Sur. Sin embargo, se encuentra con la desacostumbrada resistencia de los soldados sudvietnamitas y con la presencia de la fuerza aérea norteamericana, que destruye sus columnas acorazadas. La lucha será cruenta en algunas zonas, pero la ofensiva fracasa y los norteamericanos inician una nueva campaña de bombardeos en Vietnam del Norte para llevar de nuevo a sus dirigentes a la mesa de negociaciones. En la Navidad de 1973, los bombarderos B-52 norteamericanos sufren graves pérdidas, pero la presión sobre un país que no había sido bombardeado en los últimos cinco años surte efecto, y el 23 de enero de 1973 Kissinger y Le Duc Tho firman en París el acuerdo de alto el fuego. Este acuerdo será, no obstante, el fin de Vietnam del Sur. Las unidades comunistas permanecen sobre el terreno mientras los norteamericanos completan su retirada. En 1974, Vietnam del Norte recrudece su ofensiva y en abril de 1975 el Sur se colapsa
y los carros norvietnamitas entran en Raigón, finalizando con ello la guerra. La guerra de Vietnam supuso una enorme crisis para el ejército norteamericano. Pero de resultas de esta crisis surgió un amplio movimiento de regeneración que culminó en la guerra del Golfo. El ejército se profesionalizó y se establecieron nuevas condiciones para el despliegue de las fuerzas de Estados Unidos. Se aumentó la atención hacia la prensa y hacia el impacto psicológico que las operaciones podían causar en la población civil. Asimismo, se puso el interés en disminuir al máximo las bajas en operaciones recurriendo a la tecnología más avanzada.
Las guerras árabes-israelíes La creación del Estado de Israel en 1947 fue la culminación de un largo proceso de emigración judía a la zona de Palestina iniciado a finales del siglo XIX. El deseo de volver a crear una entidad política judía fue inicialmente respaldo por los británicos, administradores del territorio tras la primera guerra mundial, aunque posteriormente este apoyo se fue haciendo más tibio ante las presiones de la población árabe. Efectivamente, el asentamiento de gran número de colonos judíos en Palestina fue visto como una amenaza por la población autóctona y por las monarquías árabes circundantes. La violencia, practicada tanto por árabes como por judíos, se hizo cotidiana y estalló definitivamente cuando la emigración judía aumentó espectacularmente tras la Segunda Guerra Mundial. Gran Bretaña renunció a su administración y Naciones Unidas estableció un plan de reparto del territorio entre árabes y judíos. No obstante, las hostilidades se iniciaron antes de que el plan pudiera iniciarse. Los judíos demostraron una mejor aptitud organizativa que los árabes y batieron sucesivamente a palestinos, sirios, libaneses y egipcios. Solo la Legión Árabe-Jordana ofreció una resistencia de entidad impidiendo a las fuerzas judías la conquista de Jerusalén. Finalmente, los judíos lograron controlar un territorio homogéneo que se constituyó en el Estado de Israel. Los países árabes aceptaron un alto el fuego, aunque no reconocieron al nuevo Estado. La población árabe-palestina huyó a los países vecinos y crearon un grave problema de refugiados que, en parte, se mantiene hoy en día. La situación se agravó con la llegada al poder en algunos países árabes de líderes nacionalistas que buscaban una unión entre los pueblos árabes y que sustituyeron a las tradicionales monarquías feudales. El personaje más representativo de esta nueva clase política fue Gamal Abdel Nasser, un militar egipcio que alcanzó el poder tras un golpe de Estado en 1952. Radicalmente antiisraelí y antioccidental, Nasser decidió nacionalizar el canal de Suez en 1956, al tiempo que prohibió la navegación israelí a través del estrecho de Tirán. Estas medidas provocaron una violenta
reacción de Gran Bretaña y Francia, con importantes intereses en la zona. Tropas británicas y francesas ocuparon la orilla occidental del canal, mientras que el ejercicio israelí realizó una operación coordinada con las potencias europeas ocupando toda la península del Sinaí. La falta de apoyo norteamericano y las amenazas soviéticas obligaron a franceses, británicos e israelíes a retirarse. Nasser, pese a su derrota militar, salió reforzado de la crisis y reafirmó su liderazgo entre los países árabes. Israel también obtuvo beneficios al permitírsele la navegación a través del estrecho de Tirán. La guerra de los Seis Días (1967) Tras la crisis de Suez, Nasser salió convertido en el dirigente árabe más carismático. Sus intentos por convertir a Egipto en motor de la unión árabe fueron extenuantes para el país y lo hicieron caer claramente en la órbita de influencia soviética. Otro tanto ocurrió con Siria tras la llegada al poder del partido panárabe Baas. Mientras tanto, Israel sufría constantes agresiones de los fedayin (que habían adquirido también un carácter revolucionario y comunista) y contestaba con su clásica política del talión. Las represalias israelíes eran especialmente duran en Jordania y Siria y hacían crecer cada vez más el odio hacia Israel entre la población. En 1967, Nasser ordenó nuevamente bloquear a la navegación israelí el estrecho de Tirán. Asimismo, exigió la inmediata retirada de las fuerzas de la ONU, que garantizaban el alto el fuego de 1956 en la zona. Las tropas de la ONU se replegaron totalmente y fueron sustituidas por tropas egipcias que comenzaron a hacer efectivo el bloqueo contra Israel. Para este último, se trataba de una situación intolerable máxime cuando además Nasser estaba realizando un ostentoso despliegue militar en el Sinaí. Egipto había recibido, además, treinta bombarderos Tupolev “Bager” capaces de realizar ataques estratégicos sobre las ciudades israelíes.
Los intentos por solucionar la crisis recurriendo a la diplomacia no obtuvieron ningún resultado. La Francia de De Gaulle había retirado a Israel gran parte de su antiguo apoyo. Estados Unidos había rellenado ese hueco, pero en esos momentos la guerra de Vietnam ocupaba toda su atención. Israel se encontraba cada vez más solo y los partidarios de la guerra ganaron terreno. Moshé Dayán, el antiguo jefe del Estado Mayor de Israel, fue invitado a ocupar la cartera de Defensa. El gobierno israelí decidió lanzar un ataque preventivo que aniquilase la potencia militar de sus enemigos. Para ello era necesaria una sorpresa absoluta y conseguir en las primeras horas el dominio del aire. Se llevó a cabo un eficiente y discreto programa de movilización y en la madrugada del día 5 de junio el ataque estaba preparado. El planteamiento de éste fue impresionante. Los aparatos israelíes despegaron en tres grupos y barrieron, en primer lugar, los aeropuertos egipcios, justo a la hora en la que la mayor parte de los altos mandos militares egipcios se encontraban camino de su trabajo, sumergidos en los atascos de El Cairo. El jefe de las fuerzas egipcias, mariscal Amer, se encontraba en una situación aún peor: volando en ese momento hacia el Sinaí. Los aparatos israelíes volvían una y otra vez al ataque, reposando en el tiempo récord de siete minutos. A mediodía, la fuerza aérea egipcia había dejado de existir aunque nadie había osado decírselo a Nasser. El mariscal Amer empeoró las cosas al ponerse en comunicación con el rey Hussein de Jordania y asegurarle que la aviación israelí estaba destruida. El rey jordano le creyó y ordenó a su fuerza aérea atacar los aeropuertos israelíes mientras hacía avanzar sus fuerzas acorazadas (equipadas con modernos M-48) hacia la frontera. La respuesta hebrea fue fulminante. Todos los aviones de Jordania fueron destruidos y los pilotos de Israel se entregaron con mucha eficacia en la destrucción de las unidades acorazadas jordanas, que dejaron de existir al anochecer. En Siria también se produjo un desconcierto ante el ataque de Israel que resultó fatal. Tras destruir la fuerza aérea egipcia, los aviones judíos atacaron a la siria, que fue asimismo aniquilada.
Sin embargo, las autoridades del Líbano pudieron conocer la magnitud del desastre sufrido por los egipcios y prudentemente decidieron mantenerse al margen de la guerra. Las columnas acorazadas israelíes rehicieron de nuevo los caminos emprendidos en 1956. En dos días algunas unidades habían llegado al canal. La mayor parte de los medios egipcios fueron destruidos por la aviación israelí, y patéticas e interminables hileras de vehículos destruidos llenaron el Sinaí.
Guerra de los Seis Días. La ofensiva israelí en el Sinaí. El objetivo prioritario era aprovechar el desconcierto egipcio y ocupar rápidamente la zona de Abu Agheila, llave del Sinaí.
El siguiente objetivo de Israel era Jordania. Tras la destrucción de su fuerza aérea y de sus unidades blindadas, los jordanos sólo podían adoptar una actitud estrictamente defensiva. El ejército israelí se lanzó sobre Jerusalén y lo ocupó tras duros combates. En el resto del frente central, los israelíes avanzaron hasta el Jordán en cuatro días y ocuparon toda Cisjordania.
Ahora le tocaba el turno a Siria. Se trataba de un enemigo muy peligroso por sus estrechas relaciones con la URSS y por la amenaza que representaba su posición dominante en los altos del Golán, sobre las llanuras de Galilea. Los israelíes arremetieron contra las defensas sirias sin poder contar ya con el factor sorpresa. Se produjeron los combates más sangrientos de toda la guerra pero, finalmente, la superioridad de Israel, que ya había destruido a sus otros enemigos, acabó imponiéndose. Los sirios fueron rechazados hasta Kuneitra (a 50 km de Damasco). No obstante, esta ofensiva provocó las iras soviéticas. Kosygin, como presidente del Consejo de Ministros soviético, amenazó con la intervención soviética en Siria si Israel no se retiraba. La tensión entre EE. UU. y la URSS había crecido excesivamente en los últimos días y había estado a punto de estallar cuando aviones israelíes atacaron por causas desconocidas un buque espía norteamericano, acción que en principio se creyó que era obra de los rusos. El presidente Jonson presionó a los israelíes para que cesaran en su ofensiva. Éstos, que ya habían alcanzado todos sus objetivos, aceptaron, y el 11 de junio cesó el fuego en todos los frentes. La guerra de los Seis Días fue una espectacular victoria militar israelí. Muchos habían sido los méritos del ejército, que desde aquella guerra pasó a ocupar un lugar entre lo mejor considerados del mundo. Desde el punto de vista político, el éxito de la guerra fue mucho más discutible. Los judíos no sólo habían humillado a los árabes, sino que habían ocupado parte de su territorio y no aceptaron devolver pese a las Resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU. El odio contra Israel se acrecentó y estaba claro que la venganza llegaría tarde o temprano. El problema palestino se agravó, ya que Israel tenía ahora dentro de sus fronteras a una numerosa comunidad palestina habitante de los territorios ocupados. La Organización para la Liberación de Palestina (OLP) se convirtió en el foco de la resistencia antiisraelí y recrudeció sus acciones ante la ineficacia demostrada por los ejércitos convencionales de sus aliados. Por otro lado, la imagen de Israel sufrió un deterioro progresivo ante el mantenimiento de la ocupación de los territorios árabes. Todo estaba preparado para una nueva confrontación.
La guerra del Yom Kippur (1973) Tras la guerra de los Seis Días, los países árabes se mantuvieron técnicamente en guerra con Israel. Las escaramuzas, incursiones y bombardeos estaban a la orden del día pero siempre la respuesta israelí era inmediata y devastadora. Los atentados contra los intereses israelíes en todo el mundo eran también continuos y, en algunos casos, adquirían gran resonancia como el ataque contra los atletas israelíes en la olimpiada de Munich en 1972. La OLP se había radicalizado y en 1970 (Septiembre Negro) había intentado derrocar al rey Hussein de Jordania, último representante en la zona de las monarquías ancestrales y que siempre había mantenido su pro occidentalismo. La respuesta de Hussein no se hizo esperar y expulsó a la OLP de su país. Muchos de los guerrilleros se refugiaron en el Líbano, donde contribuirían a inestabilizar la situación hasta el estadillo de la guerra civil en 1975. En Egipto, Nasser había querido dimitir tras el desastre de 1967, pero el pueblo se lo impidió. Nasser se mantuvo en el poder hasta su muerte en 1970 y se fue acercando cada vez más a los soviéticos, que llegaron a enviar pilotos para combatir contra los israelíes. A su muerte tomó el poder un antiguo colaborador suyo Annuar el Sadat que continuó la política antiisraelí. En Siria, había llegado al poder en 1971 Haffez el Assad un miembro del Baas que aglutinó a todos los partidos progresistas y de izquierda acercándose cada vez más a Moscú. Era evidente que los árabes iban a intentar vengar la afrenta de 1967, pero la Inteligencia israelí pensaba que no lo harían hasta tener unas fuerzas aéreas capaces de proporcionar una adecuada cobertura. Estimaban que esto no ocurriría hasta 1975. Pero los soviéticos propusieron a egipcios y sirios una nueva estrategia; en lugar de intentar emular al ejército israelí organizando una fuerza aérea capaz de vencer a la suya, el esfuerzo se debía centrar en crear una sombrilla antiaérea tan densa que impidiera prácticamente la actuación de los aviones enemigos. Egipto fue especialmente sensible a estas ideas y las
trasladó también al como de la lucha contracarro. La infantería egipcia se equipó con cantidades prodigiosas de estas armas. Quedaba el problema de cómo obtener la sorpresa necesaria en la operación para evitar el ataque preventivo de Israel. El servicio de Inteligencia israelí era notablemente eficiencia y contaba con el apoyo de los sistemas norteamericanos de vigilancia. La solución se basó en la saturación de la vigilancia judía. A partir de 1971, las maniobras y concentraciones de tropas en el canal y en los altos del Golán se convirtieron en algo tan habitual que los israelíes acabaron por acostumbrarse. Egipcios y sirios acordaron realizar un ataque coordinado para el día 6 de octubre de 1973, festividad judía de Yom Kippur. El 6 de octubre, los zapadores egipcios se abrieron paso a través del canal, demoliendo los terraplenes de las orillas con proyectores de agua a presión, y cayeron sobre las fortificaciones de la Línea Bar Lev. El ataque estuvo muy bien coordinado y los egipcios se afianzaron sólidamente en el lado oriental del canal. Cuando la aviación israelí acudió para bombardear los puntos de paso se encontró con un despliegue tremendamente denso de armas antiaéreas que le causaron graves bajas. La combinación de misiles SA-6 a media y baja cota y de cañones autopropulsados ZSU 23/4 a muy baja cota resultó mortal para los pilotos israelíes que, por primera vez, eran incapaces de prestar apoyo a sus fuerzas terrestres. Las unidades desplegadas en el Sinaí intentaron contraatacar sobre las cabezas de puente egipcias, pero careciendo de apoyo aéreo, fueron diezmadas por las armas contracarro egipcias, que constituían el armamento principal de su infantería. Sin embargo, las penetraciones en el Sinaí no eran demasiado peligrosas para Israel. El enemigo avanzaba con mucha cautela y estaba todavía lejos del territorio israelí. Las cosas eran muy diferentes en los altos del Golán. En esa zona, los sirios habían lanzado su ofensiva a las 14:00 h del 6 de octubre. Una gran masa de carros se había lanzado sobre las dos brigadas acorazadas incompletas que Israel mantenía en ese frente. En el sur del despliegue, la 188 Brigada fue prácticamente exterminada y los sirios lograron pisar el suelo
de Israel. Pero las horas que esa brigada había podido ganar fueron vitales. Los reservistas comenzaron a afluir en masa y fueron enviados al frente en cuanto se dispuso de una tripulación de carro completa sin esperar a formar unidades. En el norte, la 7.ª Brigada consiguió resistir la embestida, aunque para el día 9 sólo le quedaban siete carros operativos. Para entonces, el Alto Mando de Israel ya había decidido concentrar sus esfuerzos en primer lugar sobre la penetración siria. Se envió una división acorazada a la zona bajo el mando del general Peled que, comprobando que las fuerzas sirias estaban excesivamente concentradas al frente, se lanzó inmediatamente sobre su flanco sur. El efecto del ataque fue fulminante y los sirios abandonaron equipos y material y se retiraron precipitadamente hacia Kuneitra. Una vez estabilizado el Golán, se decidió trasladar el esfuerzo al Sinaí. El general Eleazar, jefe del Estado Mayor y el general Gonen, jefe del Mando Sur, pensaba que era inminente una ofensiva egipcia y preferían esperar; destruir a los egipcios mediante una ofensiva egipcia y preferían esperar, destruir a los egipcios mediante operaciones móviles y pasar posteriormente al contraataque. Pero el impetuoso general Sharon consideraba que ése no era el modo de proceder del ejército de Israel. Propuso, en cambio, lanzar una rápida ofensiva sobre el punto de unión de los dos ejércitos egipcios y alcanzar la orilla occidental del canal planteando una amenaza formidable sobre la retaguardia enemiga. La insistencia de Sharon y la timidez de los intentos egipcios por pasar a la ofensiva hicieron que finalmente se aprobara el plan. Se organizó una operación de decepción para ocultar los movimientos de la fuerza que efectuaría el paso, y el día 15 por la noche Sharon consiguió llegar al canal y atravesarlo. Al amanecer disponía de 2000 hombres y 20 carros en la orilla occidental. La reacción egipcia no se hizo esperar, pero no se disponía de reservas suficiente en la orilla occidental. Se lanzaron una serie de ataque en la orilla oriental que consiguieron cortar temporalmente las comunicaciones con la cabeza de puente aislando a Sharon. Pero las fuerzas de éste consiguieron suficientes suministros como para mantener su
resistencia y, además, logrando destruir varias baterías de misiles antiaéreos, con lo que abrieron un “agujero” en la sombrilla antiaérea egipcia. Tras recuperar en enlace con Sharon, las fuerzas israelíes en la orilla occidental del canal crecieron hasta los 10000 hombres. Girando hacia el sur, el general Adan, que había atravesado también el canal, envolvió prácticamente toda la retaguardia del Tercer Ejército egipcio. Estos movimientos decidieron la suerte de la guerra, ya que la URSS no podía permitir la destrucción del Tercer Ejército, que hubiera supuesto un desastre para los egipcios. Por otro lado, los israelíes estaban también cansados. Habían sufrido más bajas que en los conflictos anteriores (más de tres mil muertos) y la resistencia tanto siria como egipcia se había endurecido notablemente. Estados Unidos y la URSS mediaron para lograr el cese de las hostilidades, y éste llegó el 22 de octubre. No obstante, en la zona del Tercer Ejército egipcio, israelíes y egipcios seguían luchando por mejorar sus posiciones. Los intentos egipcios por romper el cerco fracasaron, pero los israelíes también sufrieron fuertes bajas al intentar atacar Suez. El 24 de octubre entró en vigor un segundo alto al fuego a instancias del Consejo de Seguridad de la ONU, que fue respetado en líneas generales en ambos frentes. La guerra había finalizado aparentemente como una victoria militar israelí, pero fue sin duda una victoria muy costosa. Israel no podía permitirse tales bajas en su exigua población. Además, por primera vez, los árabes habían puesto en aprietos al ejército judío e incluso habían derrotado a algunas de sus unidades. Los egipcios habían recuperado parte del Sinaí y, por si fuera poco, los países árabes productores de petróleo llevaron a cabo un bloqueo en sus exportaciones sobre los países occidentales que apoyaban a Israel, lo que provocó una crisis económica mundial. Las presiones sobre Israel para que abandonase los territorios ocupados en 1967 y firmase un acuerdo de paz con sus vecinos aumentaron de forma notable. De hecho, en 1979 Israel y Egipto firmaban un acuerdo de paz que devolvía a los egipcios el control del Sinaí y ponía fin a las hostilidades entre ambos países. Pero Siria se mantenía hostil a Israel y el enfrentamiento entre ambos países se repetiría en 1982.
La invasión del Líbano (1982) En 1975, estalló una confusa guerra civil en el Líbano, que iba a prolongarse hasta 1991. Las hostilidades estallaron entre los diversos grupos sociales y religiosos del país (palestinos, cristianos, drusos y maronitas y diversos grupos chiítas), encontrándose una causa profunda en la desestabilización provocada por la afluencia masiva de refugiados palestinos de Jordania y Siria. La guerra provocó una rápida intervención de las fuerzas sirias (en principio, como tropas de pacificación), que actuaban para proteger a las falanges cristianas contra las tropas palestinas de la OLP. Sin embargo, esta intervención pronto degeneró en ocupación y los sirios llegaron a un acuerdo con la OLP y se repartieron sus áreas de influencia: Siria al norte y la OLP al sur. Los falangistas buscaron entonces apoyo en Israel. En esos momentos gobernaba el Israel una coalición de partidos conservadores liderados por Méname Begin, antiguo jefe del Irgun durante la guerra de independencia, y representante de la “línea dura” de los políticos israelíes. El hecho de que los palestinos libaneses hubiesen sido empujados hacia el sur del país repercutía en la seguridad de los asentamientos judíos en Galilea. Las incursiones y bombardeos se intensificaron. Aunque se llegó a un acuerdo de alto el fuego, éste fue violado en innumerables ocasiones. El ataque sirio a los cristianos libaneses colmó el vaso de la paciencia judía. La expansión siria hacia el sur amenazaba directamente las fronteras de Israel y cuando los sirios instalaron baterías antiaéreas en el valle de la Bekaa, al este del país, quedó claro que esa expansión se consolidaba. El detonante del nuevo conflicto fue el intento de asesinato del embajador israelí en Londres. Los bombardeos israelíes de represalia fueron contestados por ataques de la OLP, y el 6 de junio de 1982 las tropas israelíes cruzaban la frontera del Líbano. El objetivo judío era destruir las bases de la OLP y empujar a los sirios hacia el norte, estableciendo una zona colchón para evitar ataques sobre Galilea. Los israelíes se movieron en tres direcciones. La primera, a lo largo de la costa, enlazando con operaciones anfibias y destruyendo los centros de resistencia palestinos hasta llegar a Beirut. La segunda, a través de las montañas del Líbano hasta cortar la carretera Beirut-Damasco y
girar después contra la retaguardia de las tropas sirias en el valle de la Bekaa. Finalmente, la tercera dirección avanzaba directamente hacia el valle de la Bekaa, donde se encontraba el grueso de las fuerzas sirias. Se consideró fundamental lograr una absoluta superioridad aérea ya que, si no era así, la lucha en las montañas se cobraría un alto número de bajas. Para ello, se realizó una operación que se convirtió posteriormente en modelo para neutralizar la defensa aérea enemiga. La operación consistió en lanzar aviones de control remoto (RPV) a sobrevolar las posiciones antiaéreas sirias en la Bekaa. Los aviones provocaron la activación de los radares sirios, que inmediatamente fueron localizados y atacados con misiles antirradiación. Cuando se produjo la reacción de la fuerza aérea siria los israelíes tenían dispuesto un complejo sistema para recibirlos con aviones AWACS, capaces de detectar las incursiones a gran distancia, y aviones de guerra electrónica para perturbar el guiado de los aparatos sirios. En la batalle aérea que siguió, los sirios combatieron prácticamente ciegos y perdieron ochenta aparatos sin ninguna pérdida israelí. Los sirios no se dieron por vencidos y utilizaron sus unidades acorazadas para intentar frenar el avance israelí. Toda una brigada acorazada fue aniquilada por la aviación y los helicópteros judíos antes de llegar al frente. Las unidades que establecieron contacto con los carros israelíes fueron asimismo derrotadas y causaron escasas pérdidas a sus oponentes. Finalmente, los sirios se avinieron a un alto el fuego el 11 de junio. No obstante, este alto el fuego se violó repetidamente en los días siguientes cuando el ejército sirio utilizó una táctica menos convencional y empleó infantería armada con misiles, lo cual aprovechaba las ventajas del terreno se detuvo y pronto llegaron a Beirut. Por el camino habían destruido gran parte de la infraestructura de la OLP en el país, y tras un largo cerco de Beirut, lograron que Yasir Arafat y todo el cuartel general de la OLP fuese evacuado a Túnez. Pero a Israel le resultaría muy costoso mantener sus conquistas en el Líbano, por lo que poco a poco se fue replegando, abandonando el país definitivamente en 1984, pero creando una zona de seguridad en el sur guarnecida por los milicianos cristianos de Haddad. No obstante, esta franja de seguridad no fue suficiente para frenar los ataques de los
guerrilleros pro iraníes de Hezbollah en los años noventa. La influencia siria continuó aumentando y durante la guerra del Golfo, el apoyo sirio a los aliados occidentales fue recompensado dejándole manos libres en el Líbano, donde acabó con las fuerzas cristianas del general Aoun, último baluarte antisirio. Finalmente, la franja de seguridad fue abandonada por Israel en junio de 2000 y la milicia cristiana fue disuelta. La guerra de Afganistán (1979-1989). El Vietnam soviético Afganistán, independiente desde 1921, es un vasto país de 652.000 km², poblado por unos 17 millones de habitantes. Eminentemente nómada (85% de la población), presenta un territorio partido por la formidable cordillera del Hindu Kus. Su ubicación, entre la tradicional Persia, hoy Irán de confesión chií, y los musulmanes sunníes de Pakistán y, a la vez, su valor como zona de las ancestrales aspiraciones rusas por alcanzar el Índico y la consiguiente contención británica para impedírselo, le ha conferido una importancia estratégica de primer orden desde mediados del siglo XIX. Esta rivalidad ruso-británica (conocida como “El Gran Juego”), dejó en su territorio, a modo de cicatriz, una lengua de tierra en el noreste, a lo largo del río Amu Darya, que separaba entonces ambas zonas de influencia. El carácter tribal de su población y la cohabitación de tres culturas marcadamente diferentes, a saber: la tayica y uzbeka en el norte, la hazerí (chií) en el oeste y la pastún (sunní) en el este, han hecho y hacen de este país un endémico lugar de enfrentamiento. Así, un conflicto que se inició como una lucha frente al invasor soviético ha mutado en la actualidad un abierto enfrentamiento intercultural.
Etnias Pastunes Tayicos Hazeríes Uzbecos
Porcentaje 38% 25% 19% 6%
A finales de los años setenta convergieron sobre este territorio poderosas fuerzas desestabilizadoras. El triunfo de la Revolución islámica en Teherán (1979) despertó el entusiasmo chií en Herat, la segunda ciudad en importancia del país. Por otro lado, los soviéticos, en pleno proceso de compromiso con los países del Tercer Mundo (“Doctina Bresnev”), afianzaron un Tratado de Amistad (1978) con el gobierno afgano. Finalmente, la rivalidad, entre lo político y lo tribal con mezclas marxistas, nacionalistas y fundamentalistas, de los principales líderes afganos Amín, Karmal y Taraki y que desembocó en la muerte de este último, confirieron, en su conjunto, el ambiente propicio para el estallido de la guerra. Como resultado de los desórdenes, los soviéticos concentraron cien mil hombres en la frontera para en diciembre de 1979 y amparados en el Tratado de Amistad citado, invadir el territorio. De forma inmediata deponen a Amín y sitúan al frente del gobierno al deportado Karmal. Las fuerzas afganas se muestran inicialmente pasivas, confiando en la ayuda que podrían recibir de las fuerzas soviéticas para reducir los movimientos armados. Sin embargo, al percibir la realidad de la ocupación, unos cuarenta mil hombres (el 50% de las FAS) desertan de las filas del ejército. La estrategia inicial soviética estaba orientada a asegurar los núcleos urbanos y proteger las principales líneas de comunicación, dejando para el ejército afgano la lucha contra los mujaidines, islamistas desencantados del marxismo. Esta concepción era justo lo contrario a lo realizado por la administración norteamericana en Vietnam, cuando el ejército de Estados Unidos se empeñaba en las operaciones de búsqueda y destrucción y asignaba a las fuerzas sudvietnamitas la defensa de los poblados.
En Afganistán, las zonas principales de la guerrilla estaban situadas en la frontera paquistaní, en torno a Herat y en la zona montañosa central (Hindu Kus). Ante la falta de operatividad del ejército afgano y el elevado número de deserciones, los soviéticos se vieron obligados a modificar su estrategia, centrándose en las operaciones contraguerrilla e implicándose totalmente en la lucha. El objetivo era eliminar la guerrilla en la zona central y sellar las fronteras, ya que tanto desde Pakistán (paso de Khyber) como desde Irán (con ayuda estadounidense y saudí), las guerrillas eran continuamente apoyadas y cobijadas. El mismo ejército soviético en zona debió ser renovado ante el número tan elevado de soldados musulmanes (sobre el 40%) que resultó de dudosa lealtad. El terreno abrupto y las rutas y pasos obligados resultaron muy aptos para la lucha de guerrillas y forzaron al ejército soviético a continuos enfrentamientos de combate irregular (hostigamientos y emboscadas). A pesar de la eficiencia de determinados medios soviéticos contra este tipo de lucha, como el napalm, los lanzacohetes BM-21 y los temidos helicópteros Hind-24 combinados en operaciones de cerco, la prolongación del conflicto y el continuo desgaste, el desencanto generalizado de la población rusa, la imposibilidad de alcanzar una situación
ventajosa y el giro hacia posiciones comunes de Estados Unidos y la URSS, provocaron la retirada definitiva de los soviéticos en 1989. Sin embargo, la guerra continúa abierta en la actualidad. Los guerrilleros talibanes, formados en las escuelas coránicas (madrasas), muchas de ellas sitas en los campos de refugiados de Pakistán, pretendieron alzarse con el poder absoluto en detrimento de las otra dos etnias, y aunque Kabul y Herat fueron ocupadas militarmente la lucha continúa hoy en día en el norte, donde el tayico Masud (el león del Panshir) y el uzbeco Dostum presentan una dura resistencia, con el temor ruso de fondo a la expansión talibán hacia las ex repúblicas soviéticas del Asia Central. La guerra de las Malvinas (1982) A principios de los años ochenta, la situación política en Argentina era muy inestable. La larga y dura lucha contra diversos movimientos revolucionarios había elevado al poder a una junta militar que logró acabar con la insurgencia a costa de ejercer una represión exagerada, que le valió una condena a nivel mundial. Pese a que se había conseguido acabar con los insurgentes, existía un fuerte movimiento popular de protesta contra los excesos cometidos, que se mezclaba con las consecuencias de una grave crisis económica. Viéndose acorralado, el gobierno de la nación, encabezado por el General Galtieri, decidió desenterrar una antigua reivindicación argentina: la soberanía de las islas Malvinas. Se trataba de un archipiélago situado a 1000 km de las costas argentinas, ocupado por la armada británica en el siglo XIX y nunca devuelto. Se esperaba que la explosión patriótica, provocada por la recuperación de las islas, desviara la atención de los problemas sociales y esto llevaría a disminuir la presión sobre el gobierno. El 2 de abril de 1982, unidades de Infantería de marina argentina desembarcan en las islas y proceden a una rápida ocupación. La lejanía de las islas al territorio británico hacía suponer al mando argentino que la respuesta de Gran Bretaña se reduciría al terreno diplomático. Para no forzar demasiado la tensión, se ordenó a la infantería de marina que no debía causar bajas a las
fuerzas británicas. Efectivamente, los ochenta soldados británicos de guarnición en la isla fueron capturados sin sufrir ninguna baja frente a cuatro muertos argentinos. Pero la reacción del gobierno británico de Margaret Thatcher fue contundente. Dispuesta a recuperar las islas, Thatcher ordenó el envió de una fuerza al Atlántico sur el día siguiente al ataque argentino. A partir del día 6 de abril, una fuerza operativa con dos portaaviones, catorce fragatas y destructores, seis buques de desembarco y más de cincuenta buques de apoyo, muchos de ellos de procedencia civil, partieron de los puertos británicos. Con ellos se transportaba a una fuerza terrestre de unos seis mil hombres, que después sería completada por otros cuatro mil. Tras hacer un alto en la isla Ascensión, estratégicamente situada a mitad de camino hacia las Malvinas, y reestibar la carga, la fuerza llega al Atlántico sur a finales de abril. El día 21, los británicos inician la campaña con una de sus típicas operaciones indirectas desembarcando en las Georgias del Sur, unas islas situadas a 1400 km de las Malvinas, ya en zona ártica, y ocupadas por una reducida guarnición argentina. Posteriormente, el 1 de mayo, comienzan los bombardeos de los aviones británicos sobre el aeropuerto de Port Stanley, en la isla Gran Malvina. Las fuerzas argentinas trasladadas a las islas superaban los diez mil efectivos, pero la confianza argentina en que no se iba a producir una respuesta británica hizo que este despliegue fuese lento y desordenado. Muchas unidades no estaban al completo de plantillas ni de armamento y las mejores fuerzas, las de montaña, se habían quedado cubriendo la frontera con Chile. La presencia de dos submarinos nucleares británicos en la zona disuadió a la armada argentina de salir de puerto, sobre todo después de que el día 2 de mayo fuera hundido el buque insignia de la Armada, el General Belgrano, un viejo crucero de la Segunda Guerra Mundial. La batalla aeronaval en torno a las Malvinas fue terriblemente dura. Los británicos sufrieron graves pérdidas frente a los aparatos de la aviación naval y la fuerza aérea. Más de la mitad de los buques de escolta fueron alcanzados y muchos se
salvaron sólo a causa de los fallos en las espoletas de las bombas argentinas. Los únicos cinco misiles antibuque Exocet en manos argentinas tuvieron un papel muy destacado, echando a pique un destructor y un carguero británico y averiando gravemente otro destructor. Pero los argentinos sufrieron fuertes pérdidas en aviones, ya que los Sea Harrier británicos equipados con los nuevos misiles Sidewinder modelo L norteamericanos eran claramente superiores. Finalmente el día 22 de mayo, los británicos lograron desembarcar en la bahía de San Carlos, el extremo opuesto a Port Stanley de la Gran Malvina. Los desembarcos se realizaron sin apenas oposición y los paracaidistas británicos limpiaron tras un encarnizado combate el istmo de Goose Green, capturando a 2000 soldados argentinos. A partir de ese momento, los argentinos se concentraron en la defensa de un cinturón defensivo en torno a Port Stanley, cediendo prácticamente a los británicos el dominio del resto de la isla. Tras agotadoras marchas, los soldados británicos tomaron contacto con la principal línea de defensa argentina, que fue sobrepasada en una serie de duros combates a partir del 10 de junio. La superioridad de los soldados profesionales británicos, de su armamento, de sus medios de visión nocturna decidió la batalla, pese al evidente valor de muchos soldados argentinos que cayeron combatiendo en sus posiciones. La guerra de las Malvinas fue muy interesante porque puso a prueba los modernos conceptos sobre la guerra naval y demostró la viabilidad del nuevo concepto de proyección, es decir, la capacidad para enviar rápidamente una fuerza militar autónoma a un escenario lejano. Los británicos realizaron un enorme esfuerzo para transportar a la fuerza de desembarco, aunque para ello gozaron del inestimable apoyo norteamericano. La operación fue, no obstante, muy arriesgada y podría haber terminado en un grave fracaso si las fuerzas aéreas argentinas hubieran dispuesto de más Exocet o de un poco más de suerte. La guerra de las Malvinas también convenció a muchos ejércitos occidentales de la superioridad de las fuerzas profesionales sobre las de reemplazo, iniciándose la reflexión que
desembocaría en la adopción masiva reclutamiento en la década siguiente.
de
este
tipo
de
La segunda guerra del Golfo (1991-1991) Saddam Hussein formaba parte de la generación de jóvenes líderes que buscaban la unidad de los países árabes durante los años cincuenta y sesenta. Perteneciente al partido Baas, alcanzó el poder en 1978 en Iraq y rápidamente demostró la extrema agresividad con la que conduciría la política iraquí. Aprovechando la llegada al poder de los revolucionarios islámicos en Irán y la alarma creada por ello en Occidente se lanzó a un ataque directo contra el territorio iraní con la pretensión fundamental de ampliar la exigua salida de su país al golfo Pérsico. A pesar de que Irán se encontraba en un estado caótico, la resistencia fanática de su población frenó a las tropas iraquíes rápidamente. El frente se estabilizó y las operaciones comenzaron a recordar a las realizadas en el Frente Occidental durante la Primera Guerra Mundial. Las ofensivas iraquíes y, sobre todo iraníes, se sucedieron sin más resultados que centenares de miles de muertos. Ante el estancamiento terrestre, ambos bandos intentaron asfixiar económicamente a su adversario, atacando las instalaciones y rutas petroleras en el golfo. Estas operaciones provocaron una crisis económica en Occidente al aumentar el precio del crudo y llegaron a motivar la presencia de buques de guerra norteamericanos y europeos en el área. Finalmente, agotados ambos bandos, en 1988 se llegó a un acuerdo, impulsado por Naciones Unidas, por el que se ponía fin a las hostilidades y se retornaba a las fronteras originales. Arruinado por la guerra, con el petróleo a bajo precio y un ejército sobredimensionado, Saddam presionó a la OPEP para acordar un alza del crudo. La oposición de Kuwait a esta medida, unida a la elevada deuda contraída con este país y a ciertas controversias fronterizas sobre la explotación petrolífera, llevó a Saddam a una de sus típicas huidas hacia delante. El 2 de agosto de 1990 se lanzó a una invasión militar de Kuwait.
La reacción ante la invasión de Kuwait, tanto en los países occidentales como en el mundo árabe, fue primero de asombro y después de preocupación. La ocupación fue rápida y limpia. En veinticuatro horas la resistencia kuwaití se vino abajo e Iraq controló el emirato. Con ello Saddam Hussein controlaba directamente el 15% de las reservas mundiales de crudo y, lo que era peor, amenazaba otro 20% situado en Arabia Saudí y los Emiratos Árabes. Su capacidad para hacer subir el precio del crudo había aumentado radicalmente. Evidentemente, los países occidentales, y en especial Estados Unidos, no podrían permitir tal situación. Además, la desestabilización de la zona hacía temer el estallido de un conflicto generalizado con la probable participación de Israel. La intervención era inevitable. El problema era como planear esa intervención. El ejército iraquí era el cuarto del mundo en cuanto a cantidad de armamento. Derrotarlo era una tarea que exigiría un gran desembolso económico o un gran río de sangre, o ambas cosas a la vez. Estados Unidos no estaba en condiciones de afrontar ninguna de estas contingencias por sí solo. Por añadidura, la crisis se había producido en una zona donde los sentimientos antioccidentales estaban muy arraigados y existía el problema árabe-israelí de fondo. El entonces presidente George Bush enfrentó la crisis de una forma brillante desde el punto de vista político. En primer lugar, observó que la crisis iraquí no beneficiaba prácticamente a nadie en el mundo, salvo a Iraq. La URSS afrontaba una grave crisis política y económica y necesitaba mantener sus lazos económicos con Occidente, mientras que los países árabes que no están amenazados por Saddam, veían con suspicacia su expansionismo. Había pues que mantener ese espíritu de condena a la acción iraquí, por lo que no era prudente iniciar una acción directa de fuerzas, aunque tampoco había que permitir que Saddam se beneficiase de su conquista. Al mismo tiempo, era necesario consensuar las acciones que se llevasen a cabo para que apareciesen como voluntad de la comunidad mundial y no de Estados Unidos. La resolución 661 de las Naciones Unidas estableció un bloqueo caso total a Iraq que gradualmente iría debilitando su ejército.
Asimismo, el 4 de agosto, Arabia Saudí solicitó ayuda a Estados Unidos ante la actitud hostil de las tropas iraquíes en la frontera de Kuwait. Esto justificó la intervención de las tropas norteamericanas, que comenzaron a llegar el día 8. En un primer momento, se enviaron a la zona dos portaaviones, un ala de cazas F-15 y los primeros elementos de la División Aerotransportada 82. El plan consistía en enviar a la zona una fuerza de protección con una entidad aproximada de dos cuerpos de ejército. En la primera fase, estaba previsto enviar el cuerpo de ejército de invención rápida con las Divisiones 82 y 101 y parte de la 24. A partir de los treinta días se previó, en una segunda fase, enviar las unidades pesadas hasta completar el total de la fuerza. Se dejó bien claro que el despliegue era meramente defensivo y se instó a Iraq a cumplir con las resoluciones de la ONU, retirándose de Kuwait mientras que se le prometían negociaciones sobre sus reivindicaciones territoriales. Saddam se comportaba en estos primeros momentos de una forma extremadamente torpe. Toma como rehenes a los residentes extranjeros, amenaza con usar armas químicas y promueve la agitación antiisraelí en los países árabes. Esto hace que su causa pierda toda fuerza en la comunidad internacional. Aunque una gran parte de la opinión pública árabe lo apoya, los gobiernos de la zona no están nada cómodos con la agitación creada entre su población. Lentamente, Bush logra atraer a su causa a los gobiernos árabes y formar una coalición que actúa bajo el mandato de la ONU. En septiembre, las fuerzas norteamericanas en Arabia Saudí son ya suficientes como para rechazar un ataque iraquí, aunque no se dará por finalizado el despliegue defensivo hasta finales de octubre. Junto a las unidades norteamericanas, llegan contingentes británicos y franceses, e incluso de algunos países árabes moderados. Egipto concretamente envía una fuerza considerable. Un gran logro de la diplomacia norteamericana es atraerse a Siria, que envía una división a cambio de disponer de carta blanca en el Líbano. Para Bush todavía quedaban tres problemas por resolver. En primer lugar, la financiación de la operación, en segundo lugar, la
actitud israelí y, en tercer lugar, el problema de las bajas. Se llega a un acuerdo sobre la financiación tras aceptar los países industrializados y las monarquía árabes costear una parte sustancial de la operación. Aunque se trata de un evidente logro norteamericano, este hecho demuestra la debilidad del sistema defensivo occidental. Sólo Estados Unidos dispone de un ejército capaz de afrontar una operación de envergadura, pero hacerlo sin apoyo financiero le puede suponer un costo inaceptable. En cuanto a Israel, se le consigue convencer de que no intervenga auque su territorio sea objeto de ataques. Iraq dispone de misiles SCUD capaces de alcanzar suelo israelí y de transportar armas químicas y está claro que la estrategia de Saddam Hussein reside en intentar romper la coalición, enfrentando a los países árabes con los occidentales. La intervención de Israel en el conflicto podría provocar esta ruptura. Por último, queda pendiente un espinoso problema para Norteamérica. Esta es la primera guerra de envergadura que afronta el ejército norteamericano desde Vietnam. Aunque la capacidad de éste ha aumentado notablemente, la actitud de la población ante las bajas sería con seguridad problemática. Se decide que las bajas se reduzcan al mínimo, afrontando para ello los costos económicos que sean necesarios. Así, cuando en noviembre el general Schwarzkopf, jefe operacional en la zona, realiza su primer plan ofensivo, queda claro que el número de bajas para reconquistar Kuwait puede ser inaceptable. Para reducirlo, Schwarzkopf va a contar con la capacidad de pedir lo que necesite sabiendo que le será concedido. La fuerza norteamericana se refuerza con otro cuerpo de ejército mecanizado procedente de Europa más varias alas de caza y ataque. El total de fuerzas norteamericanas en Kuwait asciende a 500 000 hombres y se hace necesario movilizar reservistas, no se escatima ningún medio. Mientras tanto, Saddam Hussein había concentrado en Kuwait 540 000 hombres. Su esquema defensivo era muy simple y se basaba en una resistencia sin idea de retroceso efectuada por sus divisiones regulares, manteniendo sus 8 divisiones de la guardia republicana (un cuerpo profesional de élite) como reserva en la frontera norte de Kuwait. En diciembre de 1990 todavía se
intenta llegar a una solución negociada, pero la testarudez de Saddam impide cualquier avance. Finalmente la ONU establece una fecha límite para abandonar Kuwait: el 15 de diciembre de 1991. Si la resolución no se cumple se autoriza el uso de la fuerza a la coalición multinacional. A pesar de los esfuerzos de última hora del secretario general de la ONU, Iraq llega al día final de ultimátum sin retirarse de Kuwait. El 16 de enero se inicia el ataque de la coalición multinacional. El plan de la coalición consiste en destruir la capacidad de resistencia iraquí mediante una prolongada campaña de ataques aéreos. Dicha campaña se divide en tres fases: en una primera, destruir la aviación iraquí, sus sistemas de defensa aérea y las comunicaciones estratégicas; en una segunda fase, destruir la capacidad industrial iraquí, aislar a las tropas desplegadas en el teatro de Kuwait del resto del país y degradar el sistema de mando y control del ejército iraquí. Por último, la tercera fase estaba orientada a desgastar a las unidades posicionadas en Kuwait y a la guardia republicana. El plan de Saddam Hussein era intentar romper la coalición, atacando a Israel con misiles Scud para provocar su reacción. También esperaba que el temor occidental a las bajas, combinado con su sistema defensivo y los contraataques de la guardia republicana, prolongase el conflicto lo suficiente como para desgastar a la opinión pública occidental y exaltar a la árabe, consiguiendo un alto el fuego con una parte de Kuwait aún en su poder. Pero el ejército iraquí ya sufría graves problemas. El primero era la baja operatividad de sus materiales. Iraq disponía de pocos técnicos capaces de mantener los materiales de alta tecnología. El prolongado embargo había acabado con las existencias de repuestos y gran parte del material militar iraquí estaba inoperativo o sufría graves deficiencias. En segundo lugar, la enorme masa de unidades que Saddam había introducido en Kuwait estaba ahogándose a sí misma. El abastecimiento era ya complicado antes del estallido de la guerra y se hizo imposible al iniciarse ésta. Pero el principal problema del ejército iraquí era su sistema de mando. Los comandantes de unidad no disponían de ninguna iniciativa, ya que sabían que el precio era la ejecución
sumaria. Los cargos en las fuerzas armadas se otorgaban en función de la lealtad al régimen y de las amistades y no de la competencia profesional. Todo esto daba como resultado un ejército absolutamente rígido, que quedaba paralizado si se interrumpían las comunicaciones o se cortaba la cadena de mando. Los ataques aéreos de la coalición pronto comenzaron a surtir efecto con un índice de bajas muy reducido. Las armas previstas para librar la batalla aeroterrestre contra la URSS demostraron toda su eficacia. La aviación iraquí no llegó a actuar, y cuando lo hizo, fue para huir masivamente a Irán. El sistema de defensa aérea fue pronto anulado y obligó a los iraquíes a limitarse a acciones esporádicas que, aunque obtenían algunos éxitos, no tenían ningún peso en las operaciones. Pero los ataques aéreos y de misiles no se mostraron tan eficaces para destruir los Scud iraquíes o para desgastar a sus unidades terrestres. Los primeros comenzaron a operar a partir del segundo día de la guerra atacando objetivos en Israel. El gobierno israelí aguantó a duras penas la tentación de devolver el golpe. A su resistencia contribuyó la ayuda norteamericana (envío inmediato de baterías Patriot) y el hecho de que los Scud causaron pocas bajas. En cuanto a las unidades terrestres, el efecto directo de la preparación aérea fue un tanto decepcionante. Las unidades de la guardia republicana, sobre las que se lanzó la mayor concentración de ataques, no sufrieron en ningún caso más del 20% de pérdida de potencia de combate. Tras cinco semanas de preparación aérea comenzaron las operaciones terrestres. El plan consistía en lograr que una gran parte de las fuerzas iraquíes se concentrasen en la costa para hacer frente a un supuesto desembarco de la coalición. Mientras tanto, dos cuerpos de ejército se trasladaron hacia el oeste para envolver Kuwait desde allí y caer sobre la retaguardia iraquí. Se eligió esta zona oeste ya que era un terreno desértico, considerado por los iraquíes como casi pasivo y en donde apenas había unidades. El XVIII Cuerpo avanzaría por el flanco oeste hasta enlazar con una operación aeromóvil de la 101 División que constituiría una base logística en territorio iraquí. El VII Cuerpo debía avanzar más al este y lanzarse directamente sobre la guardia republicana en al zona norte de Kuwait. Por
último, las fuerzas árabes aliadas y la infantería de marina avanzarían de frente para inmovilizar a las unidades iraquíes de la zona central y reconquistar Kuwait City.
Guerra del Golfo. El plan de ataque definitivo de la coalición. Se desarrollaría un gran movimiento envolvente por el oeste mientras las unidades acorazadas del VII Cuerpo del Ejército avanzaban directamente sobre la guardia republicana iraquí estacionada en la zona de Basora.
El plan funcionó perfectamente. Los soldados iraquíes, martilleados durante semanas y hambrientos, se entregaron por millares. Las unidades que avanzaban por el flanco oeste progresaron rápidamente sin apenas resistencia, hasta que el VII Cuerpo se encontró con dos divisiones iraquíes de la guardia republicana. Ambas unidades habían conseguido trasladarse hasta una serie de posiciones en contra pendiente al noroeste de Kuwait. Desde allí esperaban entablar un combate a corta distancia con las fuerzas norteamericanas que anulase la inferioridad de sus carros en el tiro a larga distancia. Pero la mala suerte quiso que el combate se entablase en mitad de una tormenta de arena. Los carros M-1 norteamericanos, dotados de
cámaras térmicas, destrozaron a los iraquíes. Ambas divisiones fueron prácticamente aniquiladas. Durante el cuarto día de la ofensiva terrestre, Saddam dio órdenes a sus unidades de abandonar Kuwait. El repliegue se transformó en desbandada y, como en todas las guerras, fue aquí donde más bajas se produjeron. Poco después, las fuerzas norteamericanas se detuvieron antes de entrar en Iraq y Saddam aceptó las resoluciones de la ONU. Se ha criticado mucho la decisión norteamericana de no derrocar a Saddam. No obstante, hay que tener en cuenta que la desaparición de Saddam hubiera supuesto a buen seguro la disgregación de Iraq y la creación de una situación de inestabilidad no mejor que la que había motivado la guerra. De hecho, en cuanto terminó la ofensiva aliada, se produjeron graves insurrecciones en la zona de Basora de mayoría chiíta y en el Kurdistán iraquí. Dichas insurrecciones fueron reprimidas por la guardia republicana con sorprendente energía. Para los aliados occidentales era mejor un Iraq debilitado que uno inexistente. Estrategia Durante los años de la Guerra Fría, la estrategia se centró fundamentalmente en el debate nuclear y en el impacto de la guerra revolucionaria. La guerra convencional permaneció un tanto relegada con dos notables excepciones: la estrategia soviética, que siempre mantuvo un importante componente convencional, y la nueva orientación de la estrategia militar norteamericana en los años setenta y ochenta, que buscaba la capacidad para derrotar a las fuerzas soviéticas en Europa sin necesidad de recurrir a las armas nucleares tácticas. La estrategia convencional soviética se mantuvo en al línea de las campañas desarrolladas durante la Segunda Guerra Mundial. Los principios operativos permanentes, marcados por Stalin durante el conflicto, serán la guía para una posible guerra futura aunque el impacto de las armas nucleares irá matizando paulatinamente su validez.
En el aspecto meramente militar, la idea soviética giraba en torno a una ofensiva general en Europa capaz de aplastar rápidamente a las fuerzas de la OTAN. Los principios eran los mismos de la Segunda Guerra Mundial: sorpresa, concentración de grandes masas acorazadas en frentes reducidos para lograr una rápida ruptura y, sobre todo, una fulgurante explotación del éxito que dislocase todo el despliegue enemigo. El Ejército Rojo continuaba manteniendo sus clásicas unidades operacionales denominadas frentes, compuestas por varios ejércitos y con efectivos que podían superar el medio millón de hombres, cuyos comandantes mantenían una cierta libertad de acción a la hora de diseñar las operaciones necesarias para alcanzar el objetivo estratégico que se les marcaba. El clásico objetivo soviético en un eventual ataque en Europa era, en una primera fase, alcanzar el Rin en menos de cuatro días. El ejército soviético mantenía una estructura con las cinco ramas independientes ya conocidas: el ejército de tierra, las fuerzas estratégicas (misiles, bombarderos y submarinos nucleares), las fuerzas de defensa aérea (unidades de cazas y armas antiaéreas como misión de proteger el territorio soviético), la fuerza aérea (también llamada aviación frontal, con misión de apoyo a las fuerzas terrestres) y la armada. En cuanto a esta última, la estrategia soviética se modificó sensiblemente cuando durante los años setenta se inició un programa de construcción naval, que pretendía capacitar a la armada soviética para enfrentarse a las fuerzas navales de la OTAN en la lucha por el control del Atlántico norte y el Mediterráneo. El programa absorbió una gran cantidad de los recursos destinados por la URSS a la defensa y preocupó seriamente a las flotas occidentales, que debían hacer frente a una mayor presencia naval en sus tradicionales áreas de influencia. En cuanto a la estrategia norteamericana, se produjo un cambio importante a mediados de los años setenta cuando se comenzó a trabajar en el desarrollo de un método para lograr la victoria sobre las masivas fuerzas soviéticas sin utilizar el recurso del arma nuclear. El modelo que surgió de esta idea fue la denominada batalla aeroterrestre, que se basaba en la
superioridad tecnológica para destruir la retaguardia soviética, con lo cual se provocaba el colapso de las fuerzas de primera línea. Para lograrlo, era necesario disponer de armas capaces de salvar las líneas enemigas y destruir con gran precisión puntos vitales en su retaguardia, como puestos de mando, centros logísticos, comunicaciones y, sobre todo, las unidades de refuerzo que debían sustituir a las de primera línea cuando éstas se desgastasen. Privadas de estos apoyos, las fuerzas de vanguardia se vendrían abajo en pocos días. La batalla aeroterrestre preveía, además, una participación más dinámica de las fuerzas terrestres, que deberían emplear la iniciativa para lanzar frecuentes contraataques y completar el colapso de las fuerzas enemigas. Tanto la teoría como las armas que se desarrollaron para llevarla a cabo tuvieron oportunidad de demostrar su eficacia durante la segunda guerra del Golfo (1991). Táctica La táctica terrestre permaneció un tanto anquilosada durante los años de posguerra debido al predominio de las armas nucleares. Se continuaron utilizando los procedimientos clásicos de la Segunda Guerra Mundial modificándolos paulatinamente para adaptarse a los sucesivos avances tecnológicos. Sin embargo, la táctica aérea y la naval fueron mucho más sensibles al progreso de la tecnología y cambiaron profundamente sus métodos y procedimientos de actuación, como pudo verse respectivamente en la guerra del Golfo y en la guerra de las Malvinas. Como fenómenos importantes pueden considerarse tanto la aparición del helicóptero en el campo de batalla, como el carácter cada vez más vital de la guerra electrónica. Ambos merecen un tratamiento más detallado. El helicóptero Durante la Segunda Guerra Mundial, se comprobaron las posibilidades de las fuerzas aerotransportadas lanzadas en paracaídas o embarcadas en planeadores, pero también quedó constancia de su vulnerabilidad una vez en tierra. El problema
residía en la ligereza de su equipo, su aislamiento, la imposibilidad de recuperarlas en caso de fracaso y, especialmente, el gran número de bajas que se producían en los accidentados aterrizajes de paracaidistas y planeadores. La solución residía en un vehículo capaz de aterrizar y despegar en espacios muy cortos y con posibilidades de transportar una carga de cierta entidad. En los años treinta se habían realizado experimentos con vehículos de despegue corto como el famoso autogiro del español De la Cierva, pero fue en la Segunda Guerra Mundial cuando se desarrollaron los primeros prototipos de helicóptero. Entre ellos cabe destacar los pequeños helicópteros alemanes de observación, transportados por submarinos, o los prototipos Sikorsky, utilizados por el ejército norteamericano. En los años cincuenta, el uso de los helicópteros se extendió aunque los motores de pistón de que iban dotados los hacían inestables y poco potentes. Se los utilizaba fundamentalmente para la observación, en enlace entre unidades, el rescate de pilotos abatidos y, sobre todo, para evacuaciones médicas de urgencia, tarea en la que se demostró su valor para sacar heridos graves de zonas montañosas o selváticas. En los años sesenta, la aparición de los más potentes y seguros motores de turbina permitió que aumentasen las presentaciones de los aparatos. El aumento en la capacidad de carga y maniobrabilidad permitió su utilización para el transporte de unidades de Infantería a zonas situadas en la retaguardia enemiga o bien para reforzar posiciones amenazadas o cercadas. También podían trasportar suministros a zonas mal comunicadas o incluso colaborar en los cambios de posición de la artillería, cargando las piezas externamente mediante cables. La guerra de Vietnam fue el gran campo de experimentación para el helicóptero y se crearon unidades completas de Infantería y Caballería, diseñadas para realizar operaciones desde helicópteros. Algunos aparatos fueron modificados para portar ametralladoras y lanzacohetes, con los que podían apoyar con sus fuegos a las tropas después de desembarcarlas. Pero los helicópteros seguían planteando problemas y el principal era su vulnerabilidad. Los norteamericanos perdieron 4000
helicópteros en Vietnam por una mezcla de averías mecánicas y fuego enemigo. Consecuentemente, en los años setenta se intentó mejorar su capacidad de supervivencia con blindajes, turbinas dobles, armamento defensivo y capacidad para el vuelo nocturno mediante visores especiales. Surgió también el concepto de helicóptero contracarro, armado con misiles y especializado en la lucha a larga distancia contra formaciones acorazadas. La confluencia de los helicópteros de apoyo de fuegos y los contracarro se logró en los años ochenta con los modelos AH-64 Apache norteamericano y MI-24 Hind soviético. Fuertemente armados y blindados, estaban diseñados para penetrar en las líneas enemigas, enfrentarse a la defensa antiaérea y destruir objetivos como unidades acorazadas, puestos de mando, fortificaciones o concentraciones de tropas. En la armada, el helicóptero pronto se convirtió en un arma indispensable para la lucha antisubmarina gracias a su capacidad para patrullar minuciosamente a una zona durante largo tiempo. También ha demostrado su utilidad para el transporte de un buque a otro o para el desembarco terrestre, sustituyendo parcialmente a las antiguas lanchas de desembarco. En el ejército de aire ya se ha comentado la utilidad del helicóptero como medio de rescate de pilotos abatidos. En definitiva, el helicóptero se ha convertido en un vehículo insustituible en el campo de batalla moderno y con un gran campo de desarrollo futuro, incluso algunos aventuran que puede constituir el futuro relevo del carro de combate, a pesar de que en la actualidad constituye su complemento ideal. La guerra electrónica La guerra electrónica surge con la intervención de la radio y se empleó ya con normalidad en la primera guerra mundial. El objetivo era interceptar las emisiones de radio enemigas para obtener información o bien, simplemente, perturbarlas para impedir el enlace. La facilidad con la que podían ser interceptadas las emisiones llevó rápidamente a la adopción de la criptografía, es decir, del establecimiento de claves secretas que sólo permitieran la interpretación del mensaje a aquel que poseyera el código adecuado.
En la Segunda Guerra Mundial, la guerra electrónica cobró mayor importancia al generalizarse la utilización de la radio hasta el nivel de las pequeñas unidades y también por la aparición del radar. La lucha por cegar o confundir los radares enemigos de localización aérea fue especialmente enconada entre británicos y alemanes durante los bombardeos mutuos sobre sus respectivos territorios. También se desarrolló sobremanera la radiogoniometría, es decir, la capacidad para localizar el punto de origen de una emisión de radio, lo que permitía determinar la situación de los puestos de mando enemigos o de posibles agentes y espías infiltrados en la retaguardia, cuando intentaban transmitir la información obtenida. En los años de la posguerra, las medidas y contramedidas de guerra electrónica experimentaron una espectacular ampliación. Los campos de batalla se llenaron de emisiones electromagnéticas: transmisiones entre puestos de mando y unidades, radares de localización aérea y terrestre, radares de control de tiro, enlaces por satélite y otros varios tipos de emisiones. Se crearon unidades específicas para la guerra electrónica y se ampliaron sus misiones. Actualmente estas misiones comprenden: obtener información de las emisiones enemigas interceptadas, localizar puestos y órganos de mando, impedir el enlace entre unidades enemigas, anular sus radares, confundir al enemigo con emisiones falsas que le hagan suponer la existencia de unidades ficticias y otras muchas. Paralelamente, se ha trabajado en la tarea de proteger las comunicaciones ante la eficacia de las medidas de guerra electrónica. Concretamente, e han recuperado las comunicaciones por cable, muy difíciles de interceptar, para los enlaces más importantes o sensibles. En las comunicaciones por radio, se ha recurrido a utilizar emisiones de microondas que sólo se propagan en una dirección determinada, lo que dificulta su localización y, sobre todo, aparatos de radio dotados de dispositivos de salto de frecuencia que permiten transmitir en una sucesión continua de frecuencias diferentes, impidiendo la recepción a quien no conozca dicha sucesión. Finalmente, los enlaces vía satélite se están imponiendo en el mundo de las
transmisiones, especialmente para los enlaces estratégicos, por su seguridad y dificultad de interceptación. Armamento El arsenal del infante Durante la primera guerra mundial, el armamento del soldado de infantería consistía fundamentalmente en su fusil, su bayoneta y algunas granadas de mano. Esto cambió ya en la Segunda Guerra Mundial, al generalizarse el uso de los subfusiles (armas capaces de disparar a ráfagas que utilizan munición de pistola) y de las ametralladora ligeras hasta las unidades más elementales. Durante la guerra, cada pelotón (9-12 hombres) estaba equipado con una ametralladora o fusil ametralladora (arma más ligera que las ametralladoras que suele alimentarse mediante cargadores en lugar de cintas de munición). La amenaza de los carros de combate obligó a dotar a la infantería de armas adecuadas para combatirlos. Pronto surgieron los lanzagranadas, armas capaces de disparar un pequeño cohete a unos cien o doscientos metros de distancia. El cohete podía perforar la coraza de los carros de combate gracias a la configuración de su carga explosiva, que dejaba un cono hueco en la parte frontal, lo cual provocaba que, en el momento de la explosión, se formase un auténtico “dardo” de fuego y gases capaz de fundir y penetrar los blindajes. Las más famosas de estas armas fueron el bazooka norteamericano y el panzerfaust alemán. Tras la guerra mundial, la mayoría de los ejércitos dotaron a sus infantes con los nuevos fusiles de asalto. Se trataba de armas que disparaban una munición menos potente que los fusiles tradicionales, lo que permitía que pudiesen hacer fuego a ráfagas con un retroceso controlable. El representante más popular de estas armas fue el célebre AK-47 Kalashnikov soviético, diseñado a finales de los años cuarenta y que continúa siendo hoy en día, en sus múltiples variantes, el arma más utilizada en el mundo.
Los lanzagranadas se perfeccionaron para hacerlos más ligeros y eficaces. Surgió el RPG-7 soviético, que podía ser manejado por un solo hombre y los norteamericanos fabricaron al LAW, una arma contracarro muy ligera que se desechaba después del disparo. El concepto de lanzagranadas desechables se ha generalizado y permite que todos los infantes puedan llevar una o varias armas contracarro o contra fortificación. En esta última función de destruir fortificaciones ligeras, se han popularizado también los lanzagranadas de 40 mm que disparan un pequeño proyectil hasta unos doscientos metros de distancia y que pueden acoplarse en la parte inferior de los fusiles de asalto. A toda esta panoplia de armamento, la infantería debe añadir otra serie de ingenios como botes de humo, granadas incendiarias, visores nocturnos, fusiles de francotirador, escopetas para combate a corta distancia y algunos más que complican en extremo su instrucción y sobrecargan su equipo a cambio de convertir a los fusileros en auténticos sistemas de armas. Misiles El misil puede definirse básicamente como un cohete al que se ha dotado de un sistema de guía que permite variar su trayectoria a voluntad. Los primeros misiles fueron utilizados por los alemanes en la Segunda Guerra Mundial con funciones variadas, pero algunos incluían perfeccionamientos técnicos increíbles para la época, como los misiles planeadores antibuque guiados por televisión que hundieron a varios navíos enemigos en el Mediterráneo y el Atlántico. Tras la guerra, los misiles sufrieron un parón en su desarrollo, pero éste se reinició en varios frentes a finales de los años cincuenta. Aparte de los ya tratados misiles portadores de cabezas nucleares, comenzaron a aparecer los misiles aire-aire, que podían batir a un avión enemigo siguiendo, mediante un sistema infrarrojo, las emisiones de sus motores. Esto permitía al misil maniobrar para no perder el blanco aunque el aparato enemigo intentase esquivarlo. Posteriormente, se desarrollaron
misiles aire-aire de mayor alcance que localizaban y seguían al blanco a través de un radar autónomo. Con el mismo principio, se desarrollaron los misiles antiaéreos, desde los grandes proyectiles guiados por radar y capaces de alcanzar blancos a más de diez kilómetros de altura hasta los pequeños misiles portátiles con guía infrarroja, como el SA-7 soviético o el Stinger norteamericano, que podían derribar aviones y helicópteros a muy baja altura. En el campo de batalla terrestre surgieron los misiles contracarro, que se basaban en el mismo principio de la carga hueca mencionada en los lanzagranadas para perforar las corazas de los carros enemigos. Inicialmente, eran guiados por un cable a través del cual el tirador transmitía las órdenes de modificación de vuelo para seguir al blanco. Esta operación se hacía visualmente en los primeros modelos, lo que requería gran habilidad, pero pronto se automatizó el proceso permitiendo que el tirador sólo tuviese que mantener su visor apuntando al blanco, transmitiéndose automáticamente las correcciones al misil. Una última innovación ha sido la guía láser. Con ella, el tirador puede disparar y ocultarse inmediatamente mientras el misil es guiado por otro observador camuflado que apunta un haz láser hacia el blanco, el cual es tomado como referente por el misil. Por último, cabe destacar el gran impacto de los misiles en la guerra naval, ampliamente demostrado durante la guerra de las Malvinas. Los misiles antibuque como el Exocet y el Harpoon, con alcances de hasta 100 kilómetros, guiados por radar y que pueden ser transportados por buques pequeños representan una terrible amenaza para las unidades de superficie. Cazas norteamericanos. El pilar de la supremacía aérea La fuerza norteamericana siempre mantuvo cierta supremacía tecnológica sobre sus homólogos soviéticos y europeos, pero esta supremacía aumentó notablemente con la generación de aviones diseñados durante los años setena y que aún se mantienen en primera línea de la fuerza aérea de los Estados Unidos.
El primer prototipo de la nueva generación fue el caza naval F-14 Tomcat, diseñado a finales de los sesenta. Este avión fue pensado para disparar los potentes misiles aire-aire Phoenix de 60 km de alcance y además se lo dotó de una excepcional maniobrabilidad gracias a sus alas de geometría variable (pueden variar su forma y ángulos de ataque a voluntad del piloto). El F-14 pasó a prestar servicios con la armada como avión de superioridad aérea (caza) en todos los grupos de portaaviones. El ejército del aire desarrolló una versión similar al F-14 pero prescindiendo de las alas de geometría variable y equipándolo para el combate a gran distancia. Se lo denominó F-15 Eagle y se convirtió en el caza más avanzado del mundo. Podía llevar seis misiles Sparrow de largo alcance y cuatro Sidewinder de corto alcance. Además, su radar y su ordenador de tiro, muy avanzados, permitían localizar y atacar varios blancos a la vez, incluso si volaban a muy baja cota. Pero el F-15 era muy caro y complejo y se pensó en complementarlo con otro aparato más barato y especializado en el combate cercano. Se presentaron dos prototipos, el YF-16 y el YF-17. Finalmente, fue elegido el primero, que se convirtió en el caza F-16 Fighting Falcón, un avión monomotor pequeño y extremadamente ágil, pero que podía llevar una carga de armas de tres toneladas. No obstante, el YF-17 continuó su desarrollo y acabó convirtiéndose en el F-18, adquirido inicialmente por la armada como avión de ataque, pero que pronto demostró su valía como caza, y fue adquirido por el ejército del aire y por otros varios países entre ellos España. El F-18 tiene ventajas sobre el F-16 de poseer dos motores, con mejor capacidad de supervivencia. Además de una mayor capacidad de carga lo que facilita su modernización mediante la instalación de equipos y armas nuevas. Los cazas F-14, F-15, F-16 y F-18 se mantienen todavía en servicio y, de momento, no han encontrado un rival capaz de amenazar su supremacía. Grandes capitanes
Vo Nguyen Giap (1912) General vietnamita. Giap nació en el seno de una familia de clase media, lo que le permitió licenciarse en Derecho en la Universidad de Hanoi. En la década de 1930 ingresó en el Partido Comunista Indochino, pero se vio obligado a huir a China en 1939 ante la persecución a la que eran sometidos los comunistas por las autoridades locales. En China, Giap participó en la guerra contra los japoneses formando parte de las fuerzas comunistas de Mao Zedong. Allí adquirió las bases de su formación militar y aprendió la estrategia guerrillera utilizada por Mao. De regreso a Indochina en 1945, se convirtió en el hombre de confianza del dirigente comunista Ho Chi Minh, quien lo nombró jefe militar de las fuerzas de liberación (Vietminh). Giap combatió contra los japoneses y después contra los franceses con notable éxito, utilizando una mezcla de tácticas guerrilleras y convencionales. Su mayor triunfo fue la conquista de la fortaleza francesa de Dien Bien Phu, una batalla decisiva que sentenció la suerte de la guerra. Nombrado ministro de Defensa en el gobierno de Vietnam del Norte, fue encargado de coordinar las operaciones en el Sur emprendidas por el ejército norvietnamita en combinación con las guerrillas locales (vietcom). La intervención de Estados Unidos en la guerra supuso una dura prueba para Giap y sus hombres, que sufrieron enormes bajas, pero supieron mantener una presión constante sobre las fuerzas norteamericanas hasta conseguir su desmoronamiento. En 1979, Giap debió hacer frente a una nueva amenaza: la invasión China del norte en respuesta a la intervención vietnamita en Camboya. Pese a la superioridad china, Giap maniobró con sus reservas hasta colocar a los chinos en una situación muy peligrosa provocando su repliegue. En 1980, abandonó el Ministerio de Defensa y en 1983 se retiró de la vida política. Giap ha sido uno de los generales con más éxito de este siglo y está considerado como el maestro de la guerra irregular pese a que, en ocasiones, la tentación de aceptar batallas convencionales le llevó a costosos fracasos.
Es el autor de Guerra del pueblo, ejército del pueblo. Moshé Dayán (1915-1981) General israelí. Nacido en un asentamiento judío en Galilea, Dayán ingresó con tan sólo quince años en la milicia judía Hagannah. En 1941 participó, como oficial al servicio de los británicos, en la campaña de Siria contra las tropas francesas de Vichy. Allí perdió su ojo izquierdo y adoptó el característico parche que se convertiría en su seña de identidad. En la guerra de 1948-1949, Dayán fue nombrado responsable del sector de Jerusalén, donde fue parcialmente derrotado por las potentes fuerzas de la legión árabe-jordana. No obstante, su actuación fue muy meritoria, y en 1953 fue nombrado jefe de Estado Mayor del Ejército. Desde ese cargo dirigió la Campaña de Suez de 1956, que constituyó un modelo de guerra relámpago. En 1958 abandonó el ejército y se dedicó a la política, y fue ministro de Agricultura entre 1959 y 1964. Ante la amenaza del Egipto de Nasser, se recurrió nuevamente a Dayán, que fue nombrado ministro de Defensa en 1967. El espectacular éxito de la guerra de los Seis Días reforzó su leyenda que, no obstante, sufrió un duro golpe en 1973 al resultar sorprendidas las fuerzas israelíes por la ofensiva árabe del Yom Kippur. Aunque el resultado final del conflicto fue favorable, Dayán dimitió de su cargo en 1974. En 1977 fue nombrado ministro de Asuntos Exteriores en el gabinete de Méname Begin y participó en la firma de la paz con Egipto. En 1979 dimitió por diferencias con Begin, y murió poco después. Dayán fue auténtico símbolo para el recién creado Estado israelí. Con su vitalidad y su aspecto de pirata resumía en su persona las cualidades de astucia y energía que permitieron al ejército israelí batir sistemáticamente a sus enemigos árabes. En el aspecto puramente militar, Dayán fue un excelente continuador de las teorías sobre la guerra relámpago nacidas durante la Segunda Guerra Mundial. Tratadistas militares
André Beaufre (1902-1975) General francés. André Beaufre ha tenido una vida llena de experiencias militares y ha participado en las principales campañas que su país ha emprendido a lo largo del siglo XX. Estuvo presente como voluntario en los últimos compases de la Primera Guerra Mundial. Intervino en el desembarco de Alhucemas (1925) y combatió en diversos frentes del teatro europeo durante la Segunda Guerra Mundial. A la finalización de este conflicto, prestó servicio en Indochina, Argelia y Suez, comandando en este último el contingente francés en la protección del canal en 1956. Posteriormente, se incorporó a los destinos de Estado Mayor en la OTAN, y en 1962 fundó el Instituto Francés de Estudios Estratégicos. Falleció en 1975, en plenitud intelectual. Su obra recoge una trilogía muy aplaudida que incluye Introducción a la estrategia; Disuasión y estrategia; y, Estrategia de la acción, todas ellas de la década de los sesenta. Relacionado con sus destinos en la OTAN, publicó un estudio sobre la defensa occidental en la OTAN y Europa (1966) y, asimismo, un tratado prospectivo titulado “Construir el porvenir”. La obra de Beaufre es fruto de la reflexión sustentada en una riquísima y variada experiencia militar. Las líneas clave de su pensamiento surgen como una reacción frente a los dogmatismos invariables (muy propios de principios de siglo). Para Beaufre, la estrategia es ante todo, un método de pensamiento, una actitud abierta frente al conflicto para, tras su estudio, idear la solución más acertada. En consecuencia, propone cinco modelos estratégicos aptos para afrontar diversos tipos de conflicto, desde la lucha prolongada hasta la amenaza nuclear, situaciones de las que él mismo ha sido partícipe. Estuvo obsesionado con la necesidad de mantener en todo momento la libertad de acción, la posibilidad de disponer de diferentes opciones sin estar sujeto a los dictados del enemigo. A él le debemos, asimismo, la división de la estrategia, aunque ésta sea única, en diferentes niveles de decisión, desde el político al operativo, en lo que se conoce como Pirámide estratégica.
Beaufre se mueve entre la estrategia convencional, la revolucionaria y la nuclear, recomendando para esta última la disuasión multilateral, esto es, la disuasión concertada entre Estados Unidos y Europa. En suma, el general Beaufre es, sin duda, un referente obligado del pensamiento estratégico de la segunda mitad del siglo XX. John M. Collins (1921) Coronel norteamericano. Collins debe ser considerado como un hombre que ha alternado su experiencia en operaciones con las de tratadista, educador y asesor presidencial. Merece un puesto de honor entre los tratadistas gracias a una obra de amplia difusión y marcado interés divulgativo: La gran estrategia. Principios y prácticas (1973). Como él mismo señala, una de sus intenciones es proporcionar a los ciudadanos elementos de reflexión y criterios para la comprensión de los temas de defensa. En consecuencia, la obra abarca aspectos muy diversos de la estrategia, desde la evolución del pensamiento hasta su encuadramiento y la naturaleza de la guerra para, posteriormente, centrarse en las características de la estrategia contemporánea norteamericana. Sus ideas principales y que han sido bien acogidas con carácter general han versado sobre el acertado enfoque de la seguridad nacional como elemento central de la estrategia; la definición sencilla de esta última como “plan de acción para alcanzar un fin” y el uso de una matriz estratégica, en la que intervienen como ingredientes los fines, medios, amenazas y alianzas, para elaborar la gran estrategia, esto es, “el uso del poder nacional para conseguir los objetivos de la seguridad nacional”. En definitiva, un estudio imprescindible sobre la estrategia y su aplicación nacional en el momento de la Guerra Fría. Grandes batallas Dien Bien Phu. El Stalingrado del hombre blanco (1954)
Dien Bien Phu fue una batalla concebida por el general Navarre, jefe de las fuerzas francesas en Indochina, como una gigantesca trampa. Su objetivo era atraer a las fuerzas del Vietminh (guerrilla comunista vietnamita) a una gran batalla de asedio en la que la superioridad aérea y de fuegos del ejército francés terminaría por aniquilarlas. Para ello, se eligió una zona de paso obligado entre Vietnam del Norte y Laos, país en el que las fuerzas comunistas locales habían lanzado una fuerte ofensiva apoyada por el Vietminh. Si los comunistas querían mantener el apoyo a Laos, debían conquistar Dien Bien Phu. El general Giap, jefe de las fuerzas vietnamitas, aceptó el reto. Había recibido de China gran cantidad de piezas de artillería y morteros, por lo que se veía con capacidad para librar una operación de asedio. Además, sabía que la posición de Dien Bien Phu, dominada por las montañas circundantes y con difíciles pasos por los que pudieran acceder los refuerzos franceses, tenía más de ratonera que de fortaleza. El campo fortificado de Dien Bien Phu comprendía diez puntos fuertes alrededor de un campamento central que disponía de una pista de aterrizaje con una escuadrilla de cazabombarderos, una compañía con doce carros de combate y una unidad de artillería con una docena de piezas de 105 mm y cuatro de 155 mm. La guarnición comprendía más de quince mil hombres. En teoría, se trataba de una fuerza formidable, pero pronto quedó claro que se había subestimado al Vietminh.
Dien Bien Phu, 1954. Situación de los puestos defensivos franceses y ataques de Vietminh
Giap emplazó unos cien cañones alrededor de la fortaleza, y los complementó con otros doscientos cañones y ametralladoras antiaéreas. La artillería francesa pronto se vio superada y neutralizada, mientras que sus aviones sufrían graves bajas al intentar bombardear a los sitiadores y lanzar suministros a los defensores. Se intentó enviar una columna de refuerzo hasta la fortaleza, pero fue emboscada y destrozada por las guerrillas antes de poder llegar. Mientras tanto, y tras una terrible preparación artillera, los vietnamitas se lanzaron al asalto a mediados de marzo de 1954. Las primeras posiciones en caer fueron Beatrice y Gabrielle, fortines de la zona norte. Los vietnamitas sufrieron terribles pérdidas pero progresaron inexorablemente, combinando las preparaciones artilleras con los masivos asaltos de la infantería y los zapadores. A mediados de abril, el general De Castries, jefe de la posición francesa, se encontraba en una situación desesperada. Las fuerzas de socorro no podían llegar, los suministros se agotaban y muchos de sus hombres estaban muertos o heridos. De Castries fue objeto de un auténtico “golpe de Estado” por parte de algunos de sus coroneles, desesperados ante la inminente caída de la posición.
En un esfuerzo desesperado, el general Navarre ordenó lanzar cinco batallones de paracaidistas sobre Dien Bien Phu al tiempo que Francia solicitaba apoyo en fuerzas aéreas a Estados Unidos para evitar el desastre. Pero los norteamericanos no querían verse mezclados en una guerra colonial, y los paracaidistas no pudieron frenar la marea del Vietminh. A principios de mayo, la fortaleza era un montón de escombros, y el día 7 los zapadores vietnamitas entraban en la zona central de la fortaleza asediada. El general De Castries se rindió con los sobrevivientes, que fueron conducidos al cautiverio. El impacto en la opinión pública, francesa fue terrible y sentenció el conflicto. En el resto del mundo, el desastre colonial francés fue el prólogo de un acelerado proceso de descolonización, que se completaría en su mayor parte durante los años sesenta. Golán (1973). El gran choque acorazado Cuando el 6 de octubre de 1973, tropas egipcias y sirias se lanzaban al ataque de las posiciones israelíes en el canal de Suez y en los altos del Golán, la sorpresa, e incluso el pánico, se apoderaron de la nación judía. El ataque se había producido en la festividad religiosa del Yom Kippur y gran parte de las unidades tenían un alto porcentaje de personal de permiso. La penetración egipcia a través del canal de Suez había sido la acción más espectacular, pero el ataque sirio era mucho más peligroso. Si los sirios conseguían atravesar la meseta del Golán y llegar hasta las llanuras de Galilea, nada les impediría lanzarse hacia el corazón de Israel. Los altos del Golán estaban guarnecidos por dos brigadas acorazadas, la 7.ª al norte y la 188.ª al sur. Ninguna de las dos se encontraba al completo de efectivos y reunían entre ambas unos 170 carros de combate. Su despliegue se basaba en reductos ocupados cada uno por uno o dos pelotones de infantería y tres o cuatro carros de combate. Los sirios lanzaron contra el Golán tres divisiones mecanizadas y dos acorazadas, en total unos 1500 carros de combate. La táctica utilizada era la habitual aprendida de los soviéticos: potentes preparaciones de artillería seguidas por masivos ataques de carros para saturar la defensa enemiga.
La ofensiva siria comenzó con un espectacular golpe sobre el monte Hermón, una posición dominante que aseguraba todo el flanco norte del despliegue israelí. Posteriormente, las unidades sirias aniquilaron prácticamente a la 188.ª Brigada, aunque la desesperada resistencia de muchos reductos israelíes, les ocasionó fuertes bajas. En el norte, sin embargo, la 7.ª Brigada resistió la embestida, y se produjeron algunos combates entre carros prácticamente a quemarropa. En algunos reductos, los carros debieron replegarse para repostar y reconquistar la posición ocupada por los sirios. A su vuelta. El día 9 de octubre sólo quedaban siete carros en la brigada. Pero cuando se iba a producir el repliegue, una improvisada fuerza de trece carros recién reparados y ocupados por reservistas y heridos lanzó un contraataque que desconcertó a los sirios y frenó su avance.
Guerra del Yom Kippur, 1973. El contraataque israelí en el Golán. Aprovechando la excesiva concentración de fuerzas sirias en el centro del despliegue, los refuerzos israelíes contraatacaron por los flancos.
En esos momentos, los israelíes habían conseguido reunir apresuradamente dos divisiones de refuerzo. En lugar de utilizarlas para reforzar un frente que estaba a punto de hundirse, las unidades israelíes se lanzaron a un contraataque por los flancos, aprovechando la excesiva concentración siria en la zona central del frente. Las unidades sirias habían sufrido ya un duro desgaste y, al sentirse embolsadas, se replegaron apresuradamente y dejaron gran cantidad de material sobre el campo de batalla. La amenaza sobre Galilea había sido eliminada. La batalla de Golán fue el mayor enfrentamiento entre carros de combate desde la batalla de Kursk en la Segunda Guerra Mundial. Participaron unos 2400 carros de combate y los sirios perdieron más de 800 contra 250 israelíes. La batalla tuvo después una gran trascendencia en el ejército norteamericano, que envió varios observadores al campo de batalla para comprobar cómo habían podido desarticular los israelíes un ataque masivo con doctrina soviética. De los informes de estos observadores surgió una parte de la nueva doctrina militar norteamericana sobre el empleo de la maniobra. España en la época de Franco
SAETA El avión Hispano Aviación HA-200 Saeta y su versión mejorada, el HA-200E Súper-Saeta, fue el primer reactor construido por la industria aeronáutica española. El diseño fue dirigido por Willy Messerschmitt. El vuelo del prototipo se produjo en 1955 y su fabricación en serie, en 1959, Se fabricaron un total de 110 aparatos, que fueron definitivamente retirados del servicio en 1983, Como aviones subsónicos fueron idóneos para el entrenamiento y ataque al suelo (Súper-Saeta).
La España de esta época se caracteriza por acontecimientos decisivos. En los primeros años de la Segunda Guerra Mundial, la postura española osciló entre la “neutralidad” y la “no beligerancia” hasta que Franco, consciente de la inminente derrota del Eje, se separó de las corrientes totalitarias. No obstante, un largo período de condena y aislamiento le fue
impuesto al régimen, hasta que en 1953, el Convenio con EE. UU. significó su aceptación pro Occidente. Este hecho, que proveería de ayuda militar en material y equipos y permitiría la instalación de bases norteamericanas en territorio nacional en consonancia con los requisitos de la Guerra Fría, frenó, por otra parte, la emergente industria militar española, forjada en los prestigiosos arsenales de la Barzán, en la empresa de fusileros CETME y la aeronáutica de reacción a cargo de la Hispano Aviación. España, hasta la década de los ochenta, orientó su defensa militar a una celosa protección del territorio con unidades de Defensa Operativa del Territorio (DOT), que se complementó con otras de Intervención Inmediata (tres divisiones) como respuesta a las necesidades de la defensa occidental en el entorno de la Guerra Fría. En último extremo, se recurriría a la guerra de guerrillas para hacer impracticable la ocupación por parte del enemigo del territorio nacional.
IFNI – SAHARA Mientras que la retirada del Rif se efectúo de forma pacífica y ordenada, el abandono de los territorios de Ifni y Sahara español se realizó con 2 importantes incidentes armados. El territorio de Ifni, de 1500m km , fue hostigado en 1957 por bandas irregulares de nacionalistas marroquíes, que pusieron sitio a las poblaciones más importantes. Las fuerzas españolas, organizadas en tres columnas y con el apoyo de la aviación, limpiaron el territorio y restablecieron la situación. En esta operación entraron en combate por primera vez los paracaidistas españoles. Simultáneamente, en diciembre de 1957, la presión de las bandas marroquíes sobre el perímetro de El Aajún se hizo insoportable, Las unidades saharianas españolas fueron reforzadas con batallones expedicionarios y se procedió a romper el cerco en fuerza. La operación, coordinada con las tropas francesas que operaban desde la frontera este del Sahara, logró atrapar con éxito a las bandas armadas, primero en Smara y posteriormente en Auserd y Bir Euzaran. A pesar del Convenio con Estados Unidos (1953), el ejército español no fue autorizado a usar el moderno material norteamericano, sin duda, motivado por el rechazo que estas operaciones, con tintes coloniales, produciría en Estados Unidos (cabe recordar la crisis de Suez de 1956). La brillante operación militar, de gran movilidad y acertada coordinación, produjo en las tropas españolas unas trescientas bajas. La administración del territorio saharaui fue cedida a Marruecos en 1975, tras el conocido episodio de la “marcha verde”.
La zona estratégica clave giraba en torno al estrecho de Gibraltar y al eje que se extendía hacia Canarias y Baleares, lo que dejaba a un lado el territorio peninsular y al otro las posesiones africanas. Finalmente, la política exterior centraría sus esfuerzos en los territorios del norte de África (como había sucedido en el primer tercio del siglo) El Rif, Ifni y el Sahara conformarían los problemas de seguridad más importantes de las tres décadas y que la independencia de Marruecos, en 1956, precipitaría en
forma de retirada de estos territorios. Así, las tropas españolas se replegaron del Rif en 1961, en Ifni en 1969 y del Sahara en 1975. La presión descolonizadora en el norte de África y la posibilidad de tener que defender el bastión peninsular en espera de los refuerzos atlánticos contra una invasión soviética a través de Europa occidental, que podría situar tropas en los Pirineos después de diez días de campaña, constituyeron las claves sobre las que gravitó la defensa española. La doctrina y la organización orientaron sus miras hacia los modelos franceses y norteamericanos. SAHARA ESPAÑOL 1957
Se hicieron previsiones sobre diferentes tipos de guerra, convencional, nuclear y subversiva, y se ensayaron formaciones tácticas inspiradas en modelos norteamericanos (como las unidades pentómicas, divisiones basadas en cinco grupos de combate aptos para sobrevivir en ambiente nuclear).
El giro estratégico llegó con la entrada española en las organizaciones europeas en la década de los ochenta. Su influencia en las Fuerzas Armadas (FAS) se tradujo en la firma de los Acuerdos de Coordinación con la OTAN, forma de participación orientada al cumplimiento de seis misiones específicas relacionadas con la defensa de los espacios soberanos y la capacidad para recibir como base logística los refuerzos aliados y la participación activa en ejercicios y misiones multinacionales. En el campo de la organización y planificación de la defensa (1777), que sustituyó a los tres ministerios de los Ejércitos, se promulgó la Ley Orgánica de la Defensa Nacional (L. 6/80 y 1/84), se lanzó el primer Plan General de la Defensa Nacional (1985) y se acometió la modernización del ejército de tierra, plan META (1984). Todas estas inquietudes fueron recogidas por los tratadistas militares. En los primeros años del régimen se difunde una escuela moralista de gran calado, con autores como el general Jorge Vigón (1893-1978), a quien debemos su Estampa de capitanes y el espíritu militar español (1956). Otros, como el prolífico general Carlos Martínez Campos, compaginan estudios teóricos como la Teoría de la guerra (1945) con otros históricos España Bélica, en sus distintas épocas. En conjunto, todos sienten la posibilidad inminente de La próxima guerra (1945, libro escrito por el general Kindelán, fundador del Arma Aérea, en el cual aboga decididamente por las teorías de Douhet. Sólo en la década de los ochenta, el interés por un compromiso con la Alianza y la defensa occidental se hace patente, como queda reflejado por el general Munilla en su libro Introducción a la estrategia militar española (1948). De igual manera, se continúa con la tradición clausewitziana del estudio de la guerra, como en el caso del general Juan Cano Hevia (1921) en su obra De la guerra y la paz (1988).
Valoración final El período que va desde el final de la Segunda Guerra Mundial hasta la proclamación multilateral y entusiasta de un Nuevo Orden Mundial (NOM), aunque libre de conflictos generalizados y devastadores, ha sido un período de gran complejidad estratégica. Se puede decir que en este proceso, conocido como Guerra Fría, la política internacional estuvo militarizada y la estrategia politizada, ya que la posibilidad del uso del arma nuclear condicionó profundamente los planeamientos estratégicos a escala planetaria. Por fortuna, y dado el fuerte componente psicológico del enfrentamiento, lo más admirable es que se logró mantener en todo momento un comportamiento racional y que ninguna de las superpotencias llevó la rivalidad a extremos intolerables. Si el arma nuclear, mortífera en grado sumo, se mantuvo inactiva, las guerras revolucionarias, por el contrario, produjeron un desgaste en vidas humanas similar al ocasionado por las guerras mundiales, y crearon, además, condiciones de inestabilidad perdurables y temibles para el futuro. Las guerras convencionales, enmarcadas necesariamente en este contexto de la Guerra Fría, no aportaron elementos revolucionarios en el arte de la guerra y se aprecia una continuidad notable respecto al modelo de la Segunda Guerra Mundial. No obstante, otras condiciones casi exógenas al arte de la guerra, como el nuevo entorno social, la profesionalidad y multinacionalidad de los ejércitos, la decidida implicación civil en las operaciones militares, la presión internacional, la injerencia humanitaria, el papel de los medios de comunicación, la tecnología más avanzada y la nueva fisonomía de algunos conflictos de carácter étnico y nacionalista han hecho su
aparición y modificarán sustancialmente las operaciones militares del futuro.
CAPÍTULO IV EL SIGLO XXI La manera de combatir contra la guerra debe reflejar la manera de librarla. A. y H. TOFFLER
Ideas estratégicas para el siglo XXI La utilización del poder militar para resolver el conflicto ha sido bien comprendida y definida en los últimos doscientos años. En el mundo occidental, las victorias de Napoleón abrieron un campo prolífico de pensamiento estratégico, que en el devenir del tiempo se ha ido conformando a la luz de los diferentes conflictos. La Europa posnapoleónica encontró en Jomini y Clausewitz los más acertados intérpretes del hecho bélico y del modo de conducir el conflicto Jomini centró su atención en el aspecto geográfico y doctrinal, mientras que Clausewitz abundó en los aspectos morales e intangibles de la guerra y en la relevancia de la conexión política. Ambos definieron los términos fundamentales de la teoría de la guerra y los aspectos operacionales de la misma, que aún continúan vigentes. Sus continuadores valoraron determinados aspectos. Así, Moltke fijó el éxito en la capacitación profesional que superará el azar y la fricción de la guerra definidas por Clausewitz. Du Pieq hizo hincapié en el valor decisivo de la moral, a la vez que Foch resaltaba la premisa de la ofensiva a ultranza. La revolución tecnológica de mediados del siglo XIX propició el desarrollo de los buques acorazados de grandes cañones, el arma aérea y, como integrador de diferentes esfuerzos, el dominio del éter, es decir, de las comunicaciones a distancia, no sólo para el acto de guerra en sí, sino también para la rápida movilización. En consecuencia, surgieron los teóricos del poder naval (Mahan, por ejemplo), que corroboraron sus teorías en la guerra hispanoamericana de 1898 y la ruso-japonesa de 1905. Por otro lado, los entusiastas del poder aéreo, digamos Doubet, Mitchel, De Seversky enfatizaban que el arma aérea haría innecesaria la sangría de los frentes, actuando directamente
sobre la población y la producción industrial, desmoronando así el flujo moral y material hacia el frente. Los partidarios del domino terrestre apoyaron sus tesis en el efecto decisivo del arma acorada (Fuller, Guderian, De Gaulle, Tujachevski) que permitía la ruptura del frente y la explotación del éxito alcanzando rápidas victorias (como la Campaña de Francia de 1940 parecía demostrar). La radio hizo posible esa integración de infantería, masa de carros, artillería y apoyo aéreo que constituyó el esqueleto de la guerra relámpago. El arma nuclear posibilitó que un grupo de estrategias civiles se incorporara al debate estratégico. En efecto, con la denominada arma absoluta era más importante evitar la guerra que ganarla aunque no se renunciaba a obtener ventajas en el campo de la confrontación. Basaron sus teorías en el fenómeno de la disuasión, es decir, el empleo de la amenaza para obligar al enemigo a que desistiera de realizar determinadas acciones. Por ello, la guerra efectiva se consideraba un hecho improbable y los militares perdieron protagonismo como los maestros conductores de los ejércitos. En este entorno se dieron cita Kissinger, Brodie, Kahn, Freedman, etc. En definitiva, la nueva estrategia implicaba la no acción y sólo el combate de baja intensidad y la denominada guerra de representantes (por ejemplo, las árabesisraelíes) eran toleradas. Por este motivo durante la Guerra Fría se desarrollaron movimientos revolucionarios alimentados por el comunismo y la descolonización y liderados por aquellos que serían a la vez conductores y teóricos de la estrategia revolucionaria, tales como Lenin, Mao, el Che, Fidel Castro, Ho, Giap. El fin declarado de la Guerra Fría abrió la expectativa de una resolución pacífica y dialogada de los conflictos. Debido a que el motivo principal de la conflictividad, el enfrentamiento ideológico este-oeste, había desaparecido, el consenso internacional instrumentalizado en la ONU haría factible la resolución de aquellos conflictos menores y localizados que se desataran. Pero las causas de tales conflictos habían mutado del enfrentamiento de dos sistemas a la complejidad e imprevisibilidad de luchas étnicas y nacionalistas, luchas por los recursos y la rivalidad regional.
En esta última década se han difundido y han sido aceptadas las ideas de los Toffer, conocidos futurólogos, sobre las tres civilizaciones o grandes olas (la agrícola, la industrial y la tecnológica) y su coexistencia en un mismo mundo, lo que pude generar conflictos asimétricos. De hecho, la guerra del Golfo (1991) se ha explicado como un ejemplo de lucha entre países a de la 3. ola contra la 2ª.“La mundialización incrementa la posibilidad del hecho asimétrico; baste pensar en la intervención norteamericana en Somalia en 1992. Esta situación de confrontación de olas es lo que estos autores han denominado mundo “trisecado”. Sin duda, la revolución tecnológica en marcha, que inspira la denominada Era de la Información. Lleva aparejada una revolución en el campo militar. Son muy conocidas las tesis de que cada sociedad crea su propio modelo de hacer la guerra, y la actual (siempre hablando de la occidental) debe proyectar un modelo tecnológico de combatir. La denomina Revolución en los Asuntos Militares (RMA), definida por el almirante Owens y el profesor Elliot A. Cohen, busca paralizar al posible enemigo, anticiparse a sus decisiones y operar con plena efectividad sobre la totalidad de los objetivos, batiéndolos a larga distancia y desde el primer instante. De igual manera, con la información en tiempo real y un conocimiento completo (knowledge) pretende eliminar la “niebla” (otra vez Clausewitz) de la guerra que tanto preocupa a los conductores militares. Este ambiente conflictivo y diferenciado tecnológicamente ha inspirado en Edgard Luttwak la idea sobre un tren del conflicto. “En el tren de la historia, los últimos vagones, los países más pobres…no pueden todavía conducir guerras, ya que sus ejércitos son incapaces de operar mucho más allá de sus fronteras. “Los vagones centrales, los países parcialmente desarrollados con burocracias constituidas, algunos más pobres como la India y Pakistán, y otros más ricos como “Turquía o Iraq, son todos capaces de guerrear entre sí pero están normalmente demasiado
embebidos en conflictos territoriales como para perseguir políticas neoeconómicas. “Los vagones de cabeza, Estados Unidos, los países europeos, Japón y otros como ellos, son todos materialmente capaces de conducir guerras eficazmente, pero el entorno social ha llegado a ser alérgico a la guerra. Ciertamente sus habitantes y sus élites gobernantes son conscientes de que no es útil lucha entre sí con fuego y armas. Aun así, sus Estados están organizados a la manera tradicional de la lucha militar y parecen perseguir los mismos fines mediante los medios neoeconómicos.” En esta línea, los países desarrollados sólo dirimen sus diferencias en el campo de la geoeconomía, esto es, en la rivalidad de investigación y de mercados alentados por sus respectivos Estados. Sin embargo, en opinión de los Toffler; la guerra neoeconómica no descarta el enfrentamiento militar, y citan: “El razonamiento geoeconómico resulta inadecuado por dos razones aún más fundamentales: es demasiado simple y está anticuado. Simple, porque trata de explicar el poder mundial sólo en términos de dos factores, el económico y el militar; anticuado, porque desdeña el creciente papel de los conocimientos (ciencia, tecnología, cultura, religión…) que constituyen el meollo de los recursos de toda economía avanzada así como de la eficacia militar. “La humanidad no está penetrando en la era de la geoeconomía sino en la de la geoinformación”. Por su parte, también Fukuyama se suma a la idea de los Tres Mundos (Deng Kiaoping), de las Olas (Toffler) y de los Vagones (Luttwak) y presenta dos mundos: El mundo Poshistórico, en el que reina la democracia liberal. Es un mundo rígido por lazos de cooperación, especialmente económicos. La guerra, como medio de resolver posibles conflictos, es poco probable.
El mundo Histórico, que no ha consolidado la democracia liberal en sus sociedades. La guerra es factible como medio de resolución de conflictos. Y es que en el fondo subyacen dos concepciones geopolíticas subyacen dos concepciones geopolíticas extremas que van a manejar los hilos de la confrontación y la rivalidad natural de bloques y Estados: la que mantiene que en el mundo existe una sola gran potencia hegemónica, aunque admitiendo áreas económicas pujantes, y la que sostiene un enfoque multipolar: En el primer caso, es más sencillo asumir el carácter indivisible de la seguridad y la actuación concertada para mantener la paz. Exige una gran implicación de ese primer vagón descrito por Luttwak y dirigido (quizá como la máquina del tren) por Estados Unidos. Originaría una serie de operaciones de mantenimiento de la paz en todas sus variantes, y a largo plazo posiblemente produciría un gran desgaste (a no ser que sea capaz de utilizar más el poder que la fuerza militar). Si se admiten potencias regionales con autonomía suficiente, el equilibrio estaría más distribuido, la intervención sería más prudente y la disuasión más eficaz (pensemos en el papel que China podría jugar en el conflicto indo-pakistaní). De la breve exposición precedente, se puede intuir que, en definitiva, las ideas estratégicas se mueven en tres niveles: 1. La concepción de las relaciones internacionales y el renacimiento de la geopolítica. 2. El uso de la fuerza para la resolución del conflicto, es decir, la estrategia. 3. La estrategia militar, la conducción de las operaciones en un espacio geográfico determinado con preponderancias o equilibrio de los diversos componentes (tierra, mar y aire). Así, si tomamos la idea de Brzezinski de que el gran tablero se encuentra en Eurasia, Estados Unidos, para conservar su grado de gran potencia en el futuro, debe alcanzar un entendimiento con China. Si se trata de un mundo multipolar, como el descrito
por Kissinger, el triangulo Pekín-Tokio-Washington será crucial, hablando en términos de geopolítica, que en definitiva aportará criterios que orientarán la actuación en política exterior de los diferentes países o bloques. La geopolítica, “la reflexión que precede a la acción del príncipe”, se mueve en el nivel superior de la estrategia, tiene cierto carácter global y de permanencia y vocación tendencial. En cuanto al uso de la fuerza, tradicionalmente se ha contemplado como último recurso o bien cuando la premura de tiempo así lo aconsejaba. Sin embargo, en la actualidad, se considera también como contribución o apoyo a la política exterior, en lo que algunos autores definen como “diplomacia violencia”. Esta concepción lleva aparejada en cierta medida los criterios de “limitación” y “escaladas” que por norma repugnan al conductor militar. El debate sobre la estrategia militar en su concepción restrictiva, esto es, en la conducción de operaciones (siguiendo a Clausewitz), también denominada estrategia operativa o arte operacional, ha girado en torno al uso de determinados medios en un espacio y un tiempo concretos. La predominancia de un medio, terrestre, marítimo o aéreo, sobre los otros ha perdurado a lo largo del tiempo desde finales del siglo XIX. El Poder naval británico, japonés o norteamericano, el poder aéreo norteamericano (sublimado con las primeras bombas atómicas), la actualidad, la tecnología ha superado en cierta forma esa tendencia y busca la posibilidad de obtener varias plataformas en los tres medios mencionados (un ejemplo puede ser un misil crucero). Vistos así los niveles y la relación geopolítica-estrategia-arte operacional, se obtiene dónde dirigir el esfuerzo (combinación geopolítica.geoestrategia), qué hacer para resolver el conflicto (estrategia) y cómo ejecutarlo (arte operacional). Qué las operaciones del a OTAN en 1995 sobre BosniaHerzegovina (EiH), puedan dar un ejemplo de lo anterior. Los intereses europeos y norteamericanos señalaban que había que actuar en BiH para terminar la guerra en Yugoslavia y alcanzar una paz estable en los Balcanes. La estrategia indicaba que la
mejor forma era el uso de la fuerza militar contra el bando que se consideraba agresor y que entorpecía la posibilidad de un acuerdo diplomático. La estrategia operativa se basaba en un ataque de precisión contra los elementos de mando y control y objetivos logísticos que dejase desarmado al ejército serbo bosnio, con la añadida amenaza del avance de fuerzas de infantería bosnias y bosniocroatas. Con el uso de la fuerza militar se pretendía desbloquear una situación para permitir un acuerdo político, ya que toda acción militar supone, a su vez, una invitación para la negociación. Así, la fuerza militar se utilizó como último recurso pero, de igual manera, como apoyo a una acción diplomática decidida.
CARLO JEAN General italiano y antiguo director del Centro de Altos Estudios de la Defensa de Italia, enumera las características de los conflictos modernos: La absoluta imprevisibilidad del fenómeno de la guerra, su carácter mutable y su inestabilidad estructural, parafraseando a Clausewitz, “a la guerra es como un camaleón”. Carece de un carácter lineal (causa –efecto). Existe una adecuación racional entre objetivos, costes y riesgos. La secuencia de la decisión comporta una interacción política militar. El proceso estratégico debe ser considerado en su globalidad.
Así como la diplomacia moderna tiende, mediante un entramado de organizaciones de seguridad y cooperación, a enfriar los conflictos y paliar su carácter imprevisible, intentando enderezarlo hacia un ámbito lineal y previsible, y la RMA pretende disipar la niebla de la guerra, obteniendo pleno conocimiento de la situación (situational awareness), la tecnología también proporcionada otra opción ventajosa: la acción a distancia. Luttwak, y siempre desde un punto de vista occidental, argumenta que gracias a ellas se ha alcanzado la “era posheroica” (sin enfrentamiento cuerpo a cuerpo) y facilita la guerra a cero muertos, que es lo que demandan las sociedades avanzadas. De tener que recurrir a las fuerzas terrestres, lo que puede implicar un alto índice de bajas, este autor propone alistar fuerzas al estilo legión extranjera o grupos étnicos homogéneos (gurkas); y es que Luttwak conoce a la perfección el sistema de las legiones del Imperio romano y el uso que de los auxiliares se hacía. De esta manera, se pretende el control absoluto y racional sobre un fenómeno que, siguiendo a Clausewitz, presenta las tres aristas: racionalidad, irracionalidad y irracionalidad (razón, pasión y voluntad). Sin embargo, la capacidad de modelar y actuar según lo que convenga es limitada. No siempre la posibilidad de atraer a los Estados menos desarrollados a políticas democráticas (como dice Fukuyama) con el fin de ganar estabilidad, o la de extender el “espacio civil” o alcanzar la “seguridad democrática”, es factible. No siempre la diplomacia consigue la salida adecuada ni, desatado el conflicto, la superioridad tecnológica proporciona una ventaja militar decisiva y una salida corta al conflicto. Según Lawrence Freedman, estratega británico especialista en el debate nuclear; puede ser previsible encontrarse en una “guerra asimétrica”. Asimétrica en los objetivos (lo que puede ser supervivencia para uno puede ser restaurar el orden internacional para otro), en los medios y en la estrategia. Comenta que habrá que estar preparados para enfrentarse a verdaderos “guerreros”, hombres sin escrúpulos dispuestos a luchar hasta el fin, sin descuidar la amenaza que las armas NBO pueden suponer (la reconsideración o la retirada en determinadas situaciones). En
estos casos, la superioridad numérica, el adiestramiento, el liderazgo y la tecnología no serán determinantes. Ocurre que en un plano realista, es muy difícil evitar o prescindir de la visión estadounidense del dominio mundial. Los principales tratadistas, ya mencionados, se sitúan en la atalaya norteamericana y desde allí, salvaguardando los propios intereses, formular su visión del mundo. Asumiendo estas posiciones, el futuro se presenta incierto pero con una decidida voluntad de Estados Unidos por su configuración. El futuro es incierto pero se pude explotar y se pueden tomar las medidas para configurar el deseado. Ralph Peters, teniente coronel retirado del Ejército de Estados Unidos, pronostica que: “Los grandes peligros que podrían provocar guerras convencionales importantes serán la competición por los recursos y la confrontación cultural o una combinación de ambos que podría producirse, tal vez en la macro región del golfo Pérsico y mar Caspio. “Hacia la mitad del próximo siglo, si no antes, la misión principal de nuestros militares será el mantenimiento de nuestra calidad de vida”. Y es que el modo de vida occidental es un bien que se debe preservar, que está regido, en opinión de Fukuyama, por la ciencia y el reconocimiento (timos o autoestima). El mismo autor previene contra la prosperidad y la paz permanente que penden ser, a la postre, desestabilizadoras: “La vida humana entraña una curiosa paradoja: parece que requiere la injusticia, pues la lucha contra la injusticia es lo que hace salir a la superficie lo que hay en él de más elevado” Completando este comentario, viene bien la aportación de Brian Crozier, experto en la guerra revolucionaria, que dice: “La frustración es el elemento común a todos los rebeldes, cualesquiera que sean sus objetivos, ideas políticas o extracción social. La frustración les une en la hermandad de la rebelión.”
Dos aspectos adicionales deben ser considerados en el conjunto de la futura conflictibilidad: el papel que juega el elemento demográfico-opinión pública, que hace que las sociedades occidentales, con bajos índices de natalidad y muy proteccionistas, repugnen la mortandad al mismo tiempo que los países en vías de desarrollo sean capaces de asimilar grandes pérdidas. En opinión de Carlos Jean, al final son las victorias demográficas las únicas que cuentan. El obro factor es el cultural, al que sólo últimamente se ha reconocido su importancia. La tradición histórica y bélica de un país aparece como un elemento clave a la hora de definir su concepción estratégica y sus doctrinas militares. (Es fácil deducir el impacto que Pearl Harbor ha obrado en este sentido en Estados Unidos). Ante este futuro conflictivo, intervencionista y de coaliciones, las naciones tendrán que pagar su tributo, como lo hicieran los estados clientelares del Imperio romano. No parece que Europa sea capaz de edificar una verdadera defensa común a medio plazo y seguirá confiando en el liderazgo de Estados Unidos. El estilo occidental de hacer la guerra velará por el uso tecnológico imparable, con tecnología de doble uso y amplia colaboración con organizaciones civiles (ayuda humanitaria, apoyo a las minorías, procesos electorales y democráticos, etc.). Esa misma tecnología favorecerá la integración de los ejército s terrestre, marítimos y aéreos y aunque los principios de la guerra pueden ser revisados, su vigencia y vigilancia deberán ser observados (objetivo, fuerza decisiva….). La limitación de la guerra no deberá implicar la anulación de la estrategia. “En la posibilidad de elegir radica la esencia de la estrategia.” (Beaufre.) Sin embargo, el riesgo principal, se incide de nuevo, lo sitúan algunos autores en lo más profundo del ser humano. Ralph Peters advierte que el principal desafío “puedes ser nuestro orden moral”. Organización
La revolución francesa trajo consigo el concepto de ejército ciudadano. En realidad se trataba de una recuperación del espíritu de los ejércitos ciudadanos de la antigüedad clásica. Todos los miembros útiles de la nación debían servir durante un período en el ejército como parte de sus obligaciones con el Estado. El nuevo ejército de reclutas sorprendió en los campos de batalla europeos. La bisoñez de sus miembros fue ampliamente compensada por su entusiasmo y en sucesivas campañas derrotaron a los más bien abúlicos ejércitos profesionales de la época. Cuando el ejército revolucionario francés adquirió cierta experiencia y fue puesto bajo el mando de un genio militar como Napoleón, el resultado fue sencillamente devastador. Durante todo el siglo XIX, se vivió del recuerdo de las campañas napoleónicas y se aceptó en general la superioridad de los ejércitos de reemplazo sobre los profesionales, siempre que estuviese en juego la defensa del territorio nacional o el ataque sobre un enemigo cercano al mismo. Para las campañas coloniales, que exigían combatir a gran distancia de la patria por largos períodos se mantuvo, sin embargo, la preponderancia de las tropas profesionales. En la década de 1860-1870, los ejércitos prusianos a alemanes volvieron a demostrar la eficacia de un ejército de reemplazo, cuando inundaron literalmente los campos de batalla con cientos de miles de disciplinados reclutas. El ferrocarril permitía concentrar y trasladar a estas grandes masas a una velocidad increíble, y frente a su número abrumador, poco podían hacer los exiguos ejércitos profesionales. Prácticamente todos los países europeos adoptaron el reclutamiento obligatorio como base de sus ejércitos. La única excepción notable fue la de Gran Bretaña, que mantuvo su tradición de fundamentar la defensa en una potente flota y un pequeño y muy profesionalizado ejército de tierra. El inicio de la Primera Guerra Mundial coincidió con la apoteosis de los ejércitos de reemplazo. Enormes masas de reclutas partieron hacia el frente en medio del fervor nacionalista de sus respectivas poblaciones. El gigantesco atasco estratégico que
provocaron y que se saldó con millones de muertos significó el principio de la crisis del sistema de reclutamiento forzoso. La población europea, espantada por la matanza, perdió gran parte de entusiasmo patriótico y comenzó a refugiarse en el pacifismo. Al mismo tiempo, surgieron voces, como la del teórico militar Liddel Hart, que pedían regresar a un modelo de ejército profesional según los modelos del siglo XVIII, en el cual la preparación y la tecnología sustituyesen a la masa y a un entusiasmo que ya se estaba perdiendo. La Segunda Guerra Mundial se libró con ejércitos de reemplazo, pero las unidades clave del nuevo tipo de guerra (las fuerzas aéreas y las unidades acorazadas) tenían ya un alto componente de profesionales. Tras el final de la guerra, la enorme amenaza del ejército soviético aconsejó no suprimir el reclutamiento forzoso, aunque la reticencia social al mismo aumentó notablemente y obligó a acortar los tiempos en filas y a mejorar las condiciones de vida. Esto acarreó también una disminución de la eficacia, que se intentó paliar con el aumento de personal profesional en puestos clave. Finalmente, el fracaso de Vietnam convenció a los norteamericanos de que era imposible mantener su capacidad de actuación en cualquier lugar del globo con soldados de reemplazo. En 1973 renunciaron al sistema de reclutamiento forzoso. En Europa se produjo un proceso similar. El hundimiento de la URSS eliminó para muchos ciudadanos europeos la justificación del sacrificio que implicaba el servicio militar obligatorio. Arreciaron las críticas al mismo, lo cual obligó a reducir aún más los tiempos de servicio hasta extremos que impedían alcanzar la operatividad de las unidades. Finalmente, los gobiernos europeos se dieron cuenta de que las futuras crisis implicarían actuaciones fuera de su territorio a las que se resistiría fuertemente la sociedad, si ello obligaba a enviar a sus jóvenes a gran distancia durante largo tiempo. Este cúmulo de circunstancias provocó una renuncia en cadena de los gobiernos europeos al sistema de reclutamiento forzoso, y el inicio de un proceso de profesionalización. Se discute muchas veces sobre la mayor o menor eficacia de un modelo u otro de reclutamiento. Sin embargo, se trata
frecuentemente de una discusión baldía. Los ejércitos son, en definitiva, producto de sus sociedades respectivas, y es la actitud de estas sociedades la que obliga a la adopción de un ejército profesional o de uno de reclutamiento forzoso. En general, el reclutamiento forzoso e la opción de una sociedad que ve la defensa como una prioridad y está dispuesta a asumir los costes de una guerra, por ver en ella la mejor salida a una situación e inseguridad o pobreza. Los casos de la Francia revolucionaria, o de Israel en este último medio siglo, con paradigmáticas. El ejército profesional es, por el contrario, el recurso de una sociedad que ha perdido interés por la defensa al no ver amenazas inmediatas, o al estimar que éstas no justifican el sacrifico que implica dedicar una parte de sus vidas al servicio del Estado. Las habituales ilusiones a la mayor eficacia y preparación técnica de los ejércitos profesionales pertenecen, en general, más al terreno de la propaganda que al de los hechos. Cuando existe una clara voluntad social de defensa, es posible mantener unos tiempos de servicio suficientes para instruir adecuadamente a los soldados forzosos que, además, suelen mostrar un entusiasmo mayor que sus homólogos profesionales. La preparación técnica no es inconveniente cuando es posible extraer de la sociedad individuos con suficiente cualificación que acudan a filas de buen grado. Los soldados profesionales, aunque se benefician de su mayor permanencia para alcanzar un mayor grado de preparación, presentan a veces problemas insolubles de formación básica al proceder en gran parte de las capas menos favorecidas de la sociedad y haber recibido una formación educativa deficiente. Así pues, la elección de un modelo profesional o de reemplazo depende más de las circunstancias sociales que de su eficacia intrínseca. En la situación actual de los países occidentales, estas circunstancias convierten en inoperativos y problemáticos los ejércitos de reemplazo y obligan a la profesionalización. Esta profesionalización aporta diversas ventajas. En primer lugar, permite mantener la operatividad de los ejércitos y la credibilidad de la defensa. En segundo lugar, rebaja el impacto social de las
operaciones militares, limitando las bajas a aquellos ciudadanos que, voluntariamente, se presten al servicio y permitiendo el despliegue de contingentes militares a grandes distancias durante largo tiempo sin temor a una explosión social. Los gobiernos tienen así mayor libertad para afrontar crisis que puedan implicar el estallido de un conflicto bélico. De alguna forma se regresa al concepto del siglo XVIII, manteniendo al grueso de la sociedad aislada de las consecuencias de la guerra. Pero incluso este modelo de ejércitos profesionales parece estar entrando últimamente en crisis en los países occidentales. El temor a las bajas ha reducido sensiblemente las opciones estratégicas en conflictos como el de Kosovo, Somalia o Iraq, al tiempo que ha sembrado las dudas sobre la capacidad occidental para enfrentarse con una potencia media como Irán, Estrategia A finales del siglo XIX se popularizo en el pensamiento militar europeo al término de guerra total. De alguna forma, este concepto había surgido como una consecuencia lógica del nuevo modelo social derivado de la Revolución francesa. El pueblo, y no el rey, era el dueño de su propia soberanía. La guerra, por tanto, ya no era una “cuestión monárquica” iniciada habitualmente por motivaciones dinásticas o territoriales y librada por los ejércitos del soberano. Las nuevas guerras serían una cuestión nacional (el concepto de nación surgía también en la época como una consecuencia más de la soberanía popular) y toda la nación debía participar en las mismas. Este razonamiento parecía indiscutible pero abrió vías muy peligrosas en la evolución de los conflictos bélicos. La guerra, por ejemplo, exigía la aplicación de todas las energías materiales y morales de la nación para conseguir la victoria. Este hecho elevaba la apuesta que se emprendía al iniciar una guerra y convertía la derrota e incluso el compromiso en algo prácticamente inaceptable. Quedaba así olvidado el modelo propio del siglo XVIII, en el cual la guerra era un mero instrumento en manos de gobernantes y monarcas que se utilizaba de forma limitada para obtener resultados también limitados y de cuyas consecuencias se intentaba mantener
apartada por todos los medios al resto de la sociedad. En este modelo de guerra limitada la victoria o la derrota eran cuestiones de estado sin excesiva trascendencia en la vida cotidiana de un reino. º La búsqueda de la victoria a toda costa llevó en ocasiones al olvido de la misma naturaleza de la guerra. Como escribió Von Clausewitz, paradójicamente considerando por algunos como el apóstol de la guerra total: “La guerra no es simplemente un acto político, sino un verdadero instrumento político, una continuación de las relaciones políticas. Una gestión de las mismas con otros medios… la fuerte reacción que en determinados casos ejerce la guerra sobre las intenciones políticas debe estimarse y únicamente como una modificación de éstas, pues el propósito político es el fin, la guerra el medio, y jamás pueden concebirse medios in un fin.” Sin embargo, en el siglo XIX y, especialmente en el XX, la dinámica de la guerra se impuso en ocasiones a la de la política, que se movió a remolque de la exigencia de una victoria tan total como irrenunciable. Un aspecto todavía más inquietante fue el de la evolución en la consideración de objetivos dentro de una guerra. Durante el siglo XVIII. El objetivo era normalmente el ejército enemigo al que se intentaba desarticular en una batalla, agotar mediante el corte de suministros o desanimar a través de una serie de maniobras que lo situasen en desventaja. También la ocupación o defensa de partes de un determinado territorio podía ser un objetivo aunque, habitualmente, esto implicaba también batirse con el ejército enemigo para lograrlo. En el siglo XIX nace la idea de que, si es una nación entera la que hace la guerra con todos sus recursos, toda esa nación constituye también un objetivo de las operaciones militares. La población, los recursos económicos, la infraestructura, todo era susceptible de ser atacado, destruido y desmoralizado. El nuevo concepto se aplicará sobre la retaguardia confederada en la guerra de Secesión norteamericana pero alcanzará su apogeo tras la Primera Guerra Mundial, cuando el desarrollo de la aviación permita el fácil acceso a todo el territorio enemigo.
Estos parámetros -aplicación a la guerra de todo el potencial nacional, búsqueda de la victoria militar a toda costa y consideración como objetivo de todos los componentes de una nación- enmarcan el concepto, antes citado, de guerra total. Este concepto ha dominado el pensamiento militar desde las guerras napoleónicas hasta el fin de la guerra fría, pero su origen es más antiguo. Muchas guerras clásicas como la del Peloponeso o los conflictos entre Roma y Cartago fueron claramente guerras totales. En general, la guerra total aparece cuando el conjunto de la población apoya las hostilidades y las considera como la única forma de obtener un gran beneficio o evitar un gran perjuicio. El gran sacrificio humano y económico necesario para afrontar una guerra total exige una fuerte identificación del ciudadano con el Estado o, en su defecto, con la causa de la guerra. Así, hemos visto surgir las guerras de carácter total entre los entusiastas ciudadanos de las ciudades – estado griegas o de la Roma republicana, los campesinos y burgueses atenazados por el feudalismo en la Alta Edad Media o los habitantes de Europa occidental en los siglos XIX y XX, bombardeados en rápida sucesión por ideales revolucionarios, nacionalistas, marxistas y hasta racistas. En definitiva, el entusiasmo popular y la consideración de la guerra como camino inevitable son elementos imprescindibles en la guerra total. Pero ¿qué vigencia mantiene este concepto en nuestros días? ¿Es la guerra total todavía una opción? Evidentemente, no, en lo que respecta, al menos, a las sociedades occidentales. La guerra fría marcó el fin (por el momento) de la guerra total. La amenaza de una destrucción global rompió la escalada bélica al eliminar la utilidad política de la guerra (al menos de la nuclear). El entusiasmo por nuevas aventuras bélicas desapareció en una Europa que había emergido de las ruinas de dos guerras mundiales sólo para encontrarse con que había perdido su posición de hegemonía mundial y que ahora pendía sobre ella, como una fenomenal espada de Damocles, el riesgo de un holocausto nuclear. Curiosamente, a la sombra de esa amenaza se desarrolló una nueva Europa enormemente próspera que vio en el mantenimiento de esa prosperidad un motivo más para desdeñar la guerra como instrumento político. Cuando a finales de los años ochenta se fue desmoronando la URSS, el único
enemigo que amenazaba el paraíso europeo, las posiciones pacifistas se asentaron de forma genera en las sociedades del continente. El caso de Estados Unidos es más complejo. La sociedad norteamericana siempre se ha movido a este respecto en una actitud contradictoria, Por un lado, la situación de aislamiento geográfico de su nación ha provocado una tradicional resistencia al envío de sus jóvenes a luchar y morir en lugares recónditos del planeta por causas a veces poco comprendidas. Por otro lado, la opinión pública norteamericana se ha mostrado siempre muy agresiva hacia la clara defensa de los intereses de su país en todo el globo. También existe un cierto compromiso en cuanto a la defensa y propagación de los denominados “valores norteamericanos” de libertad individual y justicia por el mundo (el famoso y a veces sobrevalorado “destino manifiesto”). Por último, los norteamericanos mantienen una exigencia casi empresarial de resultados en las guerras; raramente se admite algo que no sea una victoria total. Esta contradicción se manifestó en ambas guerras mundiales aunque el aspecto antiintervencionista quedó apago ante los excelentes resultados de las mismas. Estados Unidos combatió por causas justas, obtuvo unos grandes beneficios económicos y políticos y todo ello a un coste aceptable en vidas y sin sufrir ninguna devastación de su territorio. La crisis se manifestó en Vietnam. La hábil estrategia de Ho Chi Minh atrapó a los norteamericanos en una guerra larga y sangrienta en un lugar remoto, con unos beneficios que aparecían como nulos y una justificación moral discutible. Por primera vez se produjo el divorcio ente la sociedad y su gobierno, provocando una derrota más moral que real. Pero la reacción no se hizo esperar: La clase dirigente norteamericana comprendió que no se podía oponer a su opinión pública y comenzó a trabajar en un nuevo modelo de guerra que mantuviese las características tradicionales de la guerra total pero con un mínimo impacto social. Este aparente equilibrismo se consiguió gracias al aislamiento del territorio norteamericano y a su enorme potencial económico. Por
un lado se mantenía un modelo de guerra total hacia el enemigo. Todo su territorio, así como su potencial económico y la moral de su población seguían siendo objetivos militares aunque atemperados por la necesidad de librar una guerra con fines justos y evitar daños desproporcionados a la población civil. La guerra debía terminar con una victoria clara para lo cual se utilizaría toda la potencia militar desde el primer momento. Por otro lado, la guerra debía ser corta, con objetivos claros y librada por soldados profesionales. La protección de la vida de estos últimos debía ser prioritaria, para lo cual se recurriría sistemáticamente a la tecnología pese a sumador coste económico. El objetivo final era que las operaciones bélicas tuviesen un impacto social mínimo. Quizá el ejemplo más claro de este nuevo modelo, que combina la devastación de la guerra total para el enemigo con la escasa repercusión social para el país propio puede encontrarse en el reciente conflicto de Kosovo. A pesar de la aparente bondad de este modelo, el difícil equilibrio que exige implica unas enormes limitaciones estratégicas. La sociedad sigue siendo muy sensible a las bajas y lo es cada vez más, ya que se ha acostumbrado a no sufrirlas. La guerra debe ser corta. Si se enquista aparece inmediatamente el fantasma de Vietnam y el apoyo popular decae. Además, los objetivos deben ser muy claros y deben proteger de forma evidente los intereses norteamericanos o, al menos, sus ideales. Así pues, el concepto clásico de guerra total parece hoy por hoy desechado en Occidente, aun en la inteligencia de que actuando con medios limitados y asumiendo muy pocos riesgos, los objetivos sólo pueden ser modestos aunque se aplique un factor de corrección positivo gracias a una diplomada activa y concertada y el amplio empleo de la tecnología. Armamento El siglo XXI está encaminado hacia una industria de armamentos innovadora y marcadamente dual. Una gran parte de los componentes podrán ser utilizados por la industria civil y la militar indistintamente. La tecnología espacial, por ejemplo, servirá tanto para al detección de interés militar como la previsión meteorológica. El componente informático hará su irrupción
definitiva en el campo de la defensa, no sólo para funciones de mando y control, inteligencia y armamento, sino también para funciones básicas del soldado, de posicionamiento y combate. Se habla, en último extremo, de este soldado conocido como “cibersoldado”, mítico hombre con injertos electrónicos. Sin embargo, no nos debemos deslumbrar ante el impacto tecnológico. La muerte en la guerra no será siempre deslumbrante, eficaz, “limpia” (sin daños colaterales, que afecten a personas u objetos fuera del objetivo deseado). En el siglo XXI, la muerte muchas veces vendrá de una hoja de cuchillo, como la guerra del Zaire (1996) nos ha demostrado, Paradójicamente, las armas primitivas quizá traigan más mortandad que los ingenios más avanzados con mayor capacidad de destrucción. A pesar de ello, la investigación se centrará en ese nuevo tipo de armas que tratará de proporcionar a los países más desarrollados una decisiva ventaja en el campo militar. Entre esas nuevas armas, actualmente disponibles, se encuentran las bombas de grafito, los misiles GBU guiados por láser, los misiles guiados por televisión. Armas que buscan la inhabilitación de un bien del enemigo (una central eléctrica, por ejemplo) o la destrucción efectiva de un objetivo concreto, con mínimos daños colaterales. Los proyectos futuros se centrarán también en armas no letales, micromáquinas y nanotecnología, con los cuales la muerte o la incapacitación se podrá diferir a voluntad. Todas estas innovaciones han sido enmarcadas dentro del concepto de Revolución en los Asuntos Militares (RMA), con el que se trata de englobar los diferentes sistemas y hacerlos ínter operables. Sistemas de vigilancia del campo de batalla, de decisión y de combate íntimamente entrelazados, aportando información en tiempo real y con capacidad de respuesta inmediata. En el RMA, la tecnología cobre el papel principal. En definitiva, se tiende a la creación de un conjunto de armas “inteligentes”, capaces de buscar el objetivo, modificarlo si es necesario, adaptarse a sus características e, incluso, permanecer
en él y dosificar sus efectos, en contraposición a las anticuadas armas “estúpidas” de acción invariable. Pensemos, por ejemplo, en armas biológicas o micro robots instalados en el cuerpo humano y accionados o regulados a distancia según el interés del agresor. Logística El proyecto de la logística militar para el futuro está inexorablemente ligado a las nuevas tendencias industriales de suministro de mercancías. Se trata de proporcionar el producto solicitado “just in time” (a petición y en el lugar adecuado), evitando los grandes stocks y una pesada cadena de suministro. Ello implica un sistema de almacenes inteligentes, que mantenga unos niveles mínimos y que calcule las necesidades y sea capaz de satisfacerlas casi en tiempo real. La logística superará así los tiempos de la fabricación en masa y la creación de depósitos interminables en los diferentes escalones de mando. La logística superará el modelo industrial de hacer la guerra, resumido en la cadena de montaje. Otro de los aspectos más innovadores de la logística será su carácter multinacional y la de operar sobre territorios cuyos países se integrarán plenamente en los procesos logísticos. Esta circunstancia, ya sea en operaciones bélicas o no bélicas (OMP), ha sentado unos procedimientos que tienen su fundamento en el apoyo de la nación anfitriona (HNS), aquellas que recibe las fuerzas, y una cadena ágil de suministros según los siguientes criterios: Empleo amplio de recursos civiles y contratación de servicios locales. Satisfacción de las necesidades logísticas de los países menos preparados mediante la redistribución de los recursos. Designación de “países líderes”, capaces de proporcionar apoyo logístico de amplio espectro, esto es, en una gran variedad de productos. Especialización de cometidos, sacando ventajas en los campos en que determinados países (por ejemplo, material de ingenieros o equipos médicos).
Grandes capitanes Los líderes del mañana será militares de amplia formación técnica y humana. Tendrán una sensibilidad especial hacia los asuntos internacionales y el estudio profundo de la conflictividad, conocedores de que cualquier operación menor puede tener un impacto importante, a veces desproporcionado, en la situación de conjunto. Los conductores militares del futuro deberán tener una gran flexibilidad para adaptarse a una situación muy cambiante y operar en condiciones de restricción estratégica, impuesta por condicionamientos políticos y sociales; una visión estratégica acentuada para comprender los aspectos claves del conflicto y con ello deducir dónde se debe volcar el esfuerzo de la operación, y un liderazgo suficiente fundamentado en el prestigio internacional y la competencia. Algunos de estos jefes saltarán incluso a la arena política, donde harán valer sus condiciones de liderazgo y el conocimiento del entorno internacional. Tratadistas militares Desde el final de la Segunda Guerra Mundial, los estrategas civiles han copado gran parte del ámbito del pensamiento estratégico. Esto es debido a que el conjunto de acciones previas a la guerra predominaban sobre la conducción de la misma. Era más importante amenazar que desencadenar la acción bélica, más cuando el arma nuclear inhibía de la propia acción militar. Por otra parte, la acción militar podía poner en peligro la propia supervivencia de Estados y civilizaciones, provocando que la estrategia militar fuese más allá de los intereses propios de un conflicto armado. En suma, las personas próximas al poder (consejeros, secretarios de Estado, ministros) fueron auténticos geopolíticos y estrategas (Kissinger, Schelesinger, Brzezinski). Incluso profesores, filósofo, matemáticos, sirvieron de guía, con sus libros, para los planteamientos estratégicos (Brodie, Whostetter). También muchos militares de profesión fueron influyentes y fueron requeridos por sus gobiernos respectivos (Taylor, Gallois). En el futuro, la tendencia sigue siendo la misma.
Debido a la globalización y la importancia de la investigación tecnológica. El pensamiento estratégico también descansará sobre los estrategas civiles, con generosas aportaciones de los profesionales de las armas. Alvin y Heidi Toffler Son los futurólogos más prestigiosos de Estados Unidos y sus ideas han sido muy influyentes en la evolución de la estrategia y la doctrina militar estadounidense. Sus libros han sido traducidos y difundidos por todo el mundo, comenzando por El choque del futuro (1970) en el cual advierte sobre el shock de su advenimiento y los menores tiempos de reacción; siguiendo por La tercera ola (1980), donde explican la llegada de la Ola de la Información y El cambio del poder (1990), en el que argumentan que el poder ha cambiado de los que tenían el dinero a los que disponen del conocimiento y terminando por Las guerras del futuro (1993), en el cual repasan las formas de guerra que la nueva ola traerá consigo. Su éxito radica en lo sugestivo de su planteamiento y la sencillez de su exposición. Además, Estados Unidos, con su capacidad tecnológica, se sitúa al frente de la nueva revolución que pronostica. En todo efecto, el argumento más impactante es el siguiente a lo largo de la Historia han existido tres grandes civilizaciones u olas; la primera, coincidente con la revolución neolítica, es la revolución agrícola y está representada por la azada. La segunda, es la industrial, representada por la fábrica y la cadena de montaje. La Tercera, en marcha desde el último cuarto del siglo XX, es la Era de la Información; el conocimiento es el bien más preciado instrumentalizado en el ordenador. Estas tres olas coexisten en un modelo “trisecados”. Cada ola genera su propia forma de guerra y también sus propios mecanismos de paz. La guerra de Secesión americana (18611865) se aplica como un conflicto entre el norte industrial y el sur agrícola. La guerra del Golfo (1991) fue una lucha entre ejércitos de la segunda y la tercera ola. De igual manera, los conflictos pueden desencadenarse en un mismo nivel, tal fue el caso de Inglaterra y Alemania en la Primera Guerra Mundial.
La obra de los Toffler expira cierto optimismo y exhorta, finalmente, para encontrar las formas de conseguir la paz (la “anteguerra”) en la nueva Era de la Información. Edgard N. Luttwak Nació en Arad (Transilvania) en 1942. Se educó en Italia, Inglaterra y EE.UU. Ha sido asesor del Consejo de Seguridad Nacional y del Departamento de Defensa. Une a su faceta política la de educador, y ha impartido clases en los centros estratégicos más importantes del mundo. En la actualidad, es miembro del Centro de Estudios Internacionales y Estratégicos (CSIS) de Washington D.C: Luttwak ha teorizado sobre la estrategia en un libro brillante, Estrategia, la lógica de la guerra y de la paz (1987), en el que indaga sobre la armonía, en la guerra y las relaciones de la estrategia. De profundidad influencia clausewiziana, define la guerra como “el renio de la incertidumbre y la indefinición”, y la estrategia como “el dominio de la ironía, la paradoja y la contradicción”, y es que en el campo de la estrategia gobierna la paradoja y la relaciones no causales. Concibe la estrategia en cinco niveles; el técnico, el táctico (el elemento humano del combate), el operacional (relacionado con la conducción de operaciones militares), el de teatro (que define la relación fuerza militar territorio) y finalmente el nivel de la gran estrategia, la de los resultados finales. Estos niveles interactúan entre sí y también de forma horizontal en la lucha con los contrarios. A partir de 1990, finalizada la guerra fría, amplio el campo de la investigación estratégica hacia los aspectos económicos. Expuso que la rivalidad de los Estados desarrollados había pasado de la confrontación geopolítica a la confrontación neoeconómica, término acuñado por él mismo que equivale a la competitividad alentada por los Estados en el campo de la investigación y de los mercados.
Luttwak, finalmente, advierte que el mundo occidental ha entrado en la “era posheroica”, y que los países occidentales son remisos a participar en empresas militares costosas en cuanto al número de bajas. Por tal motivo, estos países deben reconsiderar su política militar y buscar formas, a través de la tecnología y unidades ligeras sin fuerte carga social, para defender sus intereses en la nueva era global. Zbigniew Brzezinki Nació en Varsovia en 1928. Emigró a Estados Unidos y se doctoró en Ciencias Políticas en Harvard en 1953. Fue consejero de Seguridad del presidente Carter entre 1977 y 1981 y ha influido de forma notoria, en Cali de profesor, en la cúpula política y diplomática de Estados Unidos. Brzezinski es un hombre especializado en el estudio de la Ex URSS y anticipó con su libre El gran fracaso (1988) el desmoronamiento del Imperio soviético. Se mueve con soltura en el campo de la geopolítica y en su obra El gran tablero mundial (The Great Chessboard) (1996) analiza la actual situación mundial y propone líneas de acción para la futura política exterior norteamericana. “Al ser ahora Eurasia el tablero decisivo del ajedrez geopolítico, ya no basta con tener una política para Europa y otra para Asia. Lo que ocurra con la distribución del poder en la masa territorial euroasiática será de decisiva importancia para la primacía mundial de EE.UU. y su legado histórico”. Su pensamiento recupera la tradicional tesis de la “Tierra corazón” y la idea fuerza de Mackinder; “Quién controle la Tierra –corazón controlará el mundo.” En este juego geopolítico considera como jugadores principales a Alemania, Francia, China, India y Rusia, A su vez, también Japón, Gran Bretaña e Indonesia pueden participar de forma importante sobre el tablero. Brzezinski apuesta por una China con rango de potencia regional que facilite un equilibrio futuro a nivel global. Concibe la
occidentalización de Rusia como un medio para descartar su visión imperial y aconseja mantener la alianza estratégica con la Europa occidental. En definitiva, este analista es un convencido de la continuidad del liderazgo de Estados Unidos, única superpotencia surgida de la guerra fría y que retiene la capacidad militar, la economía global, la ventaja tecnológica y un sistema de valores que así lo acreditan. En el futuro, la estrategia debe pasar por un sistema de cooperación institucionalizado en el que el arbitraje norteamericano sobre el tablero euroasiático preservará su hegemonía a nivel global. Samuel P. Huntington Es un prestigioso politólogo nacido en Estados Unidos en 1927. Formó parte del Consejo de Seguridad Nacional de la Casa Blanca en 1977 y 1978. En la actualidad es profesor de Ciencias Políticas en la Universidad de Haward y es un referente obligado en el estudio de las relaciones Internacionales y la conflictividad. Huntington ha trazado una brillante línea de pensamiento expuesta en sus principales obras: El soldado y el Estado (1957), en la que analiza las relaciones de las instituciones civil y militar dentro de la sociedad, El orden político en las sociedades en cambio (1968), en la que examina la inestabilidad aparejada a las sociedades en desarrollo, La Tercera Ola (1991), en la quemadita sobre las causas y la naturaleza de las transiciones democráticas y, finalmente, El cheque de civilizaciones (1997), libro que lo ha llevado a la primera línea del debate intelectual a nivel mundial. En este último libro citado, que explora el orden mundial del futuro y la conflictividad, el autor sostiene que “las identidades culturales, que en su nivel más amplio con las civilizaciones, están configurando las pautas de cohesión, desintegración y conflicto en el mundo de la posguerra fría”, y que “el choque entre las civilizaciones dominará la política a escala mundial; las líneas divisorias entre las civilizaciones serán los frentes de batalla del futuro”.
El rasgo más característico de estas civilizaciones es la religión, razón por la cual propone como grandes civilizaciones la china, la japonesa, la hindú, la islámica, la ortodoxa, la occidental, la africana y la latinoamericana. Con carácter general, un Estado asume el liderazgo de cada una de estas civilizaciones, aunque en el caso de África, el Islam y Latinoamérica no se percibe con claridad. Así, en el futuro es improbable un conflicto mundial entre las principales civilizaciones; éstos serán más bien locales, a lo largo de las líneas de frontera entre las mismas. Tal ha sido el caso de la guerra ruso afgana de 1979 o el conflicto abierto en la ex Yugoslavia. Henry Alfred Kissinger Nació en Fürth, Alemania, en 1923, en una familia judía de clase media. Atemorizados por la violencia antisemita, la familia se traslada a Estados Unidos en 1938. En 1950 Kissinger se gradúa en Relaciones Internacionales en el Haward Collage y ejerce la enseñanza hasta 1969, año en que emprende su actividad política. Es nombrado asesor del presidente. Nixon para asuntos de Seguridad. De 1973 a 1977 ocupa la Secretaría de Estado y desde expertos internaciones. Su trabajo está recogido en una serie de libros que tratan, por un lado, sobre la dialéctica nuclear y, por otro, una reflexión sobre la historia de la diplomacia y los asuntos de Estado. A su primera época pertenecen Nuclear Weapons and Foreign Policy (1957) y The Necessity of Choice (1961). En la segunda se encuadran A world restored: Europe After Napoleon (964), Years of Upheaval (1982), Diplomacy (1994) y Years of Renewal (1999). Kissinger, fiel continuador de la línea del realismo político norteamericano, se muestra partidario en su primera época de la estrategia de guerra nuclear limitada, aunque sus ideas fueron amoldándose a la realidad dinámica de la guerra fría.
En el segundo bloque de sus obras analiza, con una aguda penetración sicológica, la evolución de la diplomacia y, con más detalle, su participación personal en la política exterior norteamericana. Admirador de la formación política de Nixon y el instinto estratégico exterior de Reagan, pronostica para el futuro un orden multipolar bajo el liderazgo de Estados Unidos, en el que recomienda mostrarse más selectivo respecto a sus propios intereses y siempre atento a la globalidad (linkage) de las situaciones. Kissinger, en definitiva, aboga ante situaciones de conflictividad por soluciones acordes con los intereses nacionales y siempre producto de un estado profundo de los actores principales y la situación en su conjunto. Las batallas del futuro Las guerras del siglo XXI puede que sigan los modelos de la guerra de los Balcanes (1991-1995) y Kosovo (1999) y el conflicto de Chechenia (1994-1999). En suma, son conflictos de naturaleza compleja, con hondas raíces culturales y fuertes tensiones étnicas que se han desatado una vez liberadas las ataduras del pasado, esto es, del fuerte control que ejercieron las grandes potencias durante la guerra fría. Los Balcanes La zona de los Balcanes parece resentirse de cierto determinismo geográfico como zona de frontera. El Imperio romano quedó dividido en el 395 d. J.C. a través de una línea que se remontaba sobre el río Drina. Las poblaciones que habitaban las pequeñas aldeas a lo largo de ese río no se definieron ni por la religión católica romana del Imperio de Occidente ni por la ortodoxa del Imperio de Oriente y se inclinaron hacia una herejía conocida como bogomilismo, de carácter social revolucionario de la misma raíz que los cátaros. Cuando los turcos se establecieron en el sur de Europa, tratando de alcanzar Viena, estas poblaciones optaron casi mayoritariamente por convertirse al Islam y lograr así una posición social más estable.
Sin embargo, la marea turca pareció estabilizarse hacia los finales del siglo XVIII sobre la línea de los ríos Sava-Danubio, dando a los poblados limítrofes un definido carácter de frontera militar (la Trajina). Este espacio europeo bajo domino otomano es lo que ha dado en llamarse Balcanes, vocablo turco que significa “montañas” y que cobrará interés para los imperios europeos cuando el declive otomano sea evidente, es decir, a principios del siglo XIX, y se identifique su imperio como el “hombre enfermo del Bósforo”. Volviendo al punto anterior, esos hombres de frontera instituidos por el rey Habsburgo Fernando I en 1538, muchos de ellos fugitivos serbio.ortodoxos de Bosnia, campesinos bajo el mando de un capitán (ban) dependiente directamente de Viena, tenían como única obligación la defensa de la frontera contra los ataques de los otomanos. Otros guerreros de frontera, los uscoques, bosnio católicos también dependientes de los Austria, operaban desde la costa dálmata con barcos rápidos y ligeros contra las naves otomanas, sirviéndose del laberinto de islas costeras para su protección, Curiosamente, su actividad indiscriminada afectando también a los venecianos originó una guerra entre los Austria y Venecia (1615) saldada en 1617 con la Paz de Madrid. Resulta evidente que los Balcanes ha sido una zona de encuentro (hoy lo llamaríamos cinturón de quiebra o zona de ruptura) entre el Imperio austrohúngaro, Venecia (después Italia) y el Imperio turco. Sin embargo, en 1876 tuvo lugar un levantamiento búlgaro en todos los territorios con población eslava en el sur de los Balcanes que propició la irrupción rusa en la zona, que se saldó, una vez alcanzada Constantinopla, con la paz favorable de San Stéfano (1878). Ante el temor de la posible penetración rusa en el Mediterráneo, las potencias europeas occidentales acordaron en el Congreso de Berlín (1878) crear una Bulgaria del Norte como principado tributario dependiente de los turcos y una Bulgaria del Sur (Rumelia Oriental) como provincia autónoma con opción de unirse al Norte Servia y Montenegro fueron reconocidos como
Estados independientes. Actriz-Hungría ocupó Bosnia y la Herzegovina (anexionadas en 1908) y el Sanzak de Novipazar evitando, por un lado, el acceso servio a la Dalmacia, y por otro, la unión de Serbia y Montenegro. Grecia, independiente desde 1830, tendría opción por Tesalia. A principios del siglo XX, croatas y eslovenos consiguieron cierta autonomía dentro del Imperio austrohúngaro (“trialismo”). Por el contrario, más al sur, serbios, montenegrino, búlgaros y griegos conquistaron y se distribuyeron, en las conocidas como guerras balcánicas (1912-913), la totalidad de los territorios turcos en Europa, a excepción de Adrianópolis y Constantinopla y Albania, este último ideado como Estado independiente por Italia y Austria-Hungría para impedir la salida de los serbios (y por ende de Rusia) al Adriático. Como consecuencia de esta guerra. Serbia dobló sus territorios con el siguiente recelo del Imperio danubiano.
ABDIC, FIKRET Es un fiel representante de ese tipo de guerrero de corte medieval que pretendió formar alrededor de su figura una milicia y un territorio propio, su “Provincia Autónoma de Bosnia del Oeste”; sustentada con el apoyo serbio, fue barrida por la ofensiva combinada croato.musulmana de agosto de 1995.
Tras la finalización de la Primera Guerra Mundial, se constituye el Reino de los Serbios, Croatas y Eslovenos (1918), redenominado Reino de Yugoeslavia en 1929 bajo La dictadura real de Alejando (dinastía servia de los Karageorgevich que se remota a principios del siglo XIX). Parecía alcanzarse, pese a las resistencias croatas y eslovenas, el ideal dieciochesco de la unión de todos los eslavos del sur (tal es el significado etimológico de Yugoeslavia), pero el estallido de la Segunda Guerra Mundial iba a desvanecerlo. Desmembrada por la ocupación fascista y nazi en 1941, las fuerzas de Tito lograrán afianzarse como la fuerza política representativa de la nueva Yugoeslavia, que adoptará una forma de república federal compuesta por Eslovenia, toda
ella regida por un socialismo original, desligada de Moscú desde 1948 y autogestionaria. La Constitución de 1974 proveería de mayor autonomía a las repúblicas y las dos provincias autónomas de Voivodina y Kosovo, mediante su propio banco central, policía, educación, sistema judicial y sus propias asambleas, quedando únicamente centralizados la defensa, la política exterior y algunos mecanismos económicos. La muerte de Tito en mayo de 1980 provocará un desconcierto político en la Federación Yugoslava, que sólo verá una salida coherente en la identificación de las repúblicas soberanas con pueblos de homogeneidad étnica. Así, eslovenos, croatas, macedonios, montenegrinos y serbios crearán sus propios Estados después de los ajustes migratorios acordes a tal fin. Sin embargo, la población multicultural de BIH, censada en 1910 como 32% musulmana, 43% serbia y 23% croata, y en 1990 con porcentajes de 44, 31 y 17 respectivamente, las minorías albanchosovares (90% en Kosovo) y la húngara de Voivodina no encajaban en la fórmula soterradamente aceptada. La desmembración de Yugoslavia no fue un proceso tan evidente como hoy puede parecer. La Unión Europea y Estados Unidos se mostraron partidarios de mantener la unidad. Repugnaba la idea de un nuevo trazado de fronteras, y más cuando se había reclamado en la Carta de París para una Nueva Europa (OSCE1990) la necesidad de mantener las fronteras y evitar los conflictos por su redefinición una vez terminada la guerra fría. Perecía posible preservar la República Federal con una presidencia rotatoria. Sin embargo, después de la caída del Muro (1989), las dos fuerzas que ostentaban la unidad, “hermandad y unidad” era el lema de Yugoslavia, esto es, el ejército (JNA) y el partido comunista habían caído en descrédito. Como consecuencia, una tras otra, y con el inicial apoyo alemán, las repúblicas fueron declarando su independencia: Eslonevia, después de una guerra simulada de diez días, Croacia, tras librar una guerra titánica, inicialmente en condiciones de inferioridad, para liberar la Trajina y las dos Eslabona y Macedonia, con l a inicial reticencia de los griegos.
Croacia, vuelve la guerra relámpago En efecto, parece que hubo un entendimiento entre los líderes políticos de Croacia, Franjo Tudjman, y Serbia, Slovodan Milosevic, para un mutuo reconocimiento y la aceptación de la soberanía de los correspondientes Estados y parece que incluso pudo llegar más allá, con la repartición de BiH. El problema radica en dónde situar las fronteras, cómo armonizar naciónpueblo y Estado-territorio. Los croatas querían recuperar su milenaria visión de Croacia y eso implicaba integrar la Trajina, Eslabona Occidental y Eslabona Oriental, donde los serbios formaban grupos muy importantes de población. Milosevic, por otro lado, pretendía integrar o crear Estados allí donde hubiese un tradicional asentamiento serbio. La discrepancia política derivó en un conflicto armado que afectó los territorios mencionados y que tuvo en la localidad de Vukovar un nuevo Stalingrado y en Dubrovnik, esa joya medieval en la costa dálmata, una reliquia bombardeada. Sin unidades militares constituidas, privada del armamento por el ejército yugoslavo, Croacia afrontó la guerra sólo con unidades de policía y milicias armadas que hicieron frente a las milicias serbocroatas y las unidades regulares de un ejército yugoslavo casi totalmente depurado. De esta manera, Croacia no tuvo opción de controlar los territorios en litigio. Iniciadas las hostilidades, el mundo entero quedó aterrorizado ante la mezcla de belleza y muerte que podían ver. Las murallas de Dubrovnik eran batidas, el bellísimo parque croata de Plitvice era escenario de un decisivo choque inicial, Vukovar era condenada a quedar en ruinas, y la bella Zagreb bombardeada. A pesar del desequilibrio inicial, Croacia aguantó la presión y logró equipar y entrenar con patrocinio occidental un ejército moderno para una batalla decisiva. En febrero de 1994, Croacia había organizado un cuerpo de ejércitos (Primer Cuerpo de Guardias) integrado por ocho brigadas y otras unidades menores. Con esta unidad llevaría a
cabo la liberación de las áreas principales en una campaña relámpago de apenas varios días. Inicialmente, la vialidad de una Krajina serbia independiente con la prolongación al puerto de Zadar quedó descartada en enero de 1993, gracias a una ofensiva croata (seis mil hombres) con la que aseguraron la posesión del puente clave de Maslenica (cordón de unión entre Dalmacia y el norte de Croacia) y la misma ciudad de Zadar. El capítulo decisivo lo constituyó la denominada “Operación Store” (“Tormenta”), que fue precedida en mayo de 1995 por la denominada “Operaciones Flash”, tres días de ofensivas que forzó la liberación de la Eslabona Occidental al coste de 55 muertos y 200 heridos, por 400 bajas serbias. Esta operación inicial (“Flash”) dio a entender a los serbios que el esfuerzo iba a realizarse de norte a sur y de forma escalonada, obteniendo “rebanadas de territorio” mediante acciones militares sucesivas.
“PREPARADOS PARA LA GUERRA COMO SI FUERA A ESTALLAR MAÑANA” Las FAS yugoslavas estaban compuestas por el Ejército Federal Yugoslavo (JNA) y la Fuerza Territorial de Defensa (TO=, ambos componentes coordinados a todos los niveles y bajo un mando único. El concepto estratégico de la defensa estaba basado en la participación popular inmediata del pueblo yugoslavo para la autodefensa. Así, cada municipio o fábrica importante podía constituir un batallón en caso de movilización, y disponían para tal fin, de los depósitos de armas en las inmediaciones. Estas unidades del TO, reservistas de alta disponibilidad, son herederos de la tradición partisana de Tito y su concepción ayuda a entender las características de localismo de este conflicto.
Pero la concepción de las operaciones fue radicalmente distinta. Los croatas se propusieron un ataque coordinado en todo el frente de la Krajina penetrando hacia el corazón del territorio ocupado por el enemigo. La acción se vería favorecida por una o ofensiva simultánea del 5 cuerpo bosnio operando desde el enclave de Bihac. Para completar el dispositivo, se mantendrían dos brigadas en acción de bloqueo sobre la Eslabona Oriental.
Los croatas encuadraron ciento cinco mil hombres y mantuvieron otros cien mil en reserva. Los serbocroatas oponían una defensa territorial adjudicada a cetro cuerpos de ejército cuyo potencial humano oscilaba entre los siete y los diez mil hombres cada uno, con apoyo artillero (un centenar de piezas) y carros de combate (de cincuenta a ochenta carros cada uno). La operación, precedida a finales de julio con la toma de Glamoc y Grahovo, dos localidades que estrangulaban k.o. y amenazaba la línea de comunicaciones Bihac-Sarajevo, fue desatada por sorpresa el 4 de agosto de 1995, siguiendo los cánones de la guerra relámpago: penetración profunda de unidades mecanizadas dejando atrás los núcleos de resistencia para ser batidos por el fuego y las unidades de infantería. El éxito fue rápido y espectacular. En cinco días, las operaciones principales habían cesado y los serbios se retiraban hacia el interior de BiH en confusas columnas mixtas (militares y civiles) que colapsaban las vías de comunicación. Se estima que unos
trescientos mil serbocroatas pudieron abandonar la Trajina por entonces. Los croatas habían tenido 118 muertos y 1200 heridos, 60% de los cuales fueron a causa de las minas. Croacia había vencido y recuperado la Trajina y Eslabona Occidental. Posteriormente, en enero de 1998 y por medios diplomáticos, se haría con la Eslabona Oriental. La unidad estaba conseguida. La guerra de Bosnia-Herzegovina. La comprensión del conflicto de los Balcanes de gran complejidad. Algunos opinan que en Yugoslavia Eslovenia y Croacia son los hermanos católicos gemelos separados de los serbios por la difusa zona de BiH. Otros dicen que los croatas y los serbios son los siameses que comparten un corazón común: BiH. La Historia nos ha enseñado la enorme tensión que durante siglos se ha comprimido en esta zona, aplicable a la actual Albania, Kosovo, Voivodina, Montenegro, Macedonia e incluso Bulgaria y Grecia, por no hacer más amplia el área de conflictividad englobando la rivalidad secular entre Grecia y Turquía. La presión que se ha autoimpuesto Serbia como Líder natural de los Balcanes ha hecho que la atención se haya centrado en sus iniciativas y los demás grupos o partes en el conflicto aparezcan como oponentes a su idea de predominio simbolizada en la concepción de la Gran Serbia.
VARES, MOCROESCENARIO DE LA GUERRA Vares es una pequeña localidad situada en la cabecera de un valle estrecho al norte de Sarajevo y que era un modelo de convivencia étnica entre croatas y musulmanes. Sin embargo, la guerra había empujado allí columnas de refugiados croatas que alteraron gravemente el delicado equilibrio étnico. Para mayor complicación, una unidad del HVO procedente del enclave croata de Kiseljak entró en la aldea. La colaboración dio paso a una serie de acciones de pillaje y muchas casas fueron quemadas. El horror se extendió a los alrededores. Los que no pudieron huir buscaron refugio en el personal sueco de la ONU. Pero la presión de la guerra de nuevo provocó desplazamientos migratorios, esta vez musulmanes del norte de Bosnia expulsados por los serbios, esta vez musulmanes del norte de Bosnia expulsado por los serbios y que venían escoltados por la a 7. Brigada de la Armija (milicia musulmana). Se calcula que más de diez mil croatas huyeron durante esa misma noche. Después de este episodio, ya nada volvió a ser igual en Vares.
En 1986, recogiendo este espíritu, la Academia de Artes y Ciencias serbia lanzaba un manifiesto que culpaba a los pueblos eslavos del sur, no serbios, de una conjura para destruir Yugoslavia. Serbia siempre había sido la “víctima” de los esfuerzos disgregadores y, paradójicamente, la que había pagado más caro la liberación de las garras imperiales, ya fueron turcas, austriacas o nazis. Al año siguiente, en abril 1987, se inició la muerte práctica de Yugoslavia. Hubo altercados entre los albanokosovares y los serbios de Kosovo en episodios de tensión étnica que se remontaban a comienzos de la década. Slovodan Milosevic se
forjó allí como líder arguyendo que Kosovo era el corazón de Serbia y que “nadie osaría golpear a los serbios” en su propia patria. La autonomía fue abolida y la llama nacionalista se propagó por el resto de Yugoslavia. Aceptadas las independencias de Eslovenia y Croacia, aunque esta última se mantendría en guerra por los territorios en litigio ya conocidos, en el verano de 1991, la guerra se focalizó en BiH, allí donde el equilibrio étnico era más evidente. Las milicias serbobosnias, que siempre se movieron alrededor de unos ochenta mil hombres, aseguraron las localidades de Zvornik y Bijeljina situadas al norte del país (BiH) con la intención de asegurarse una base de operaciones lindante con Serbia desde donde extender los esfuerzos hacia el sur, para limpiar los reductos musulmanes de Srebrenica, Zepa y Gorazde y hacia el oeste para ocupar el Corredor de Posavina y mantener expedita la línea de comunicaciones con Banja Luka, la principal cuidad serbobosnia.
LAS NUEVAS FORMAS DE GUERRA Nuevas formas de guerra aparecieron en BiH e incluso se hicieron protagonista del conflicto. Uno de los aspectos más notables fue la conversión de las fuerzas policiales en efectivas fuerzas militares. Este hecho fue consecuencia de la “serbización” del Ejército Federal Yugoslavo (JNA). El ejemplo más paradigmático ocurrió en Croacia, donde las fuerzas de policía realizaron, mediante procedimientos a caballo entre policiales y militares, las primeras operaciones de la guerra. Otra faceta bien conocida es esas primeras instancias de la guerra fue el bloqueo decidido a las guarniciones del JNA en Eslovenia, Croacia y BiH por milicias y paisanos pobremente armados. La solución más airosa y deseada consistía en pactar la salida de las tropas rindiendo su material militar. El movimiento de los desplazados fue un buen procedimiento para generar tensiones y desequilibrios en las zonas de destino. En este sentido, la población no sólo sufrió las consecuencias de la guerra, sino que fue el objetivo mismo de ella. En consecuencias, la forma más conocida, eficaz y terrible de hacer la guerra ha pasado al lenguaje popular como limpieza étnica, la praxis del “nosotros contra vosotros” por el hecho de ser diferentes.
La idea estratégica consistía en lograr un arco étnico homogéneo alrededor del corazón musulmán para negociar la independencia o la unión con Serbia. La lucha se completaba con la posesión de Sarajevo, espléndida ciudad multicultural a la que se sometió a un durísimo y largo asedio. Se calcula que diez mil personas murieron en esos combates. Para conseguir estos fines los serbobosnios, liderados en lo político por Karazic y con Mladic como jefe militar, emprendieron una serie de acciones armadas destinadas a conseguir la limpieza étnica, expresión que pasado a ilustrar la principal forma de acción de la guerra. El acto era brutal y eficaz:: llegar a un pueblo, anular la resistencia armada, convocar a sus habitantes, separar a los hombres de las mujeres y los niños, permitir a estos últimos la huida (no sin vejaciones) y fusilar o, en el mejor de casos, retener a los hombres. La etnia de la fuerza conquistadora, allí residentes o alegados de otras zonas, se hacía con el pueblo. La población dejó de ser un subproducto de la guerra civil y se convirtió en el mismo objetivo de la guerra. No había que esperar combates en campo abierto; depurada la población el territorio pasaba a estar asegurado. En el camino hacia sus objetivos, los serbobosnios tuvieron que hacer frente a una milicia musulmana pobremente armada, basada en fuerzas ligeras de infantería con pocos apoyos de combate (la Armija) y que tuvo como aliados, y en ocasiones enemigos, a los bosniocroatas, milicia encuadrada en el Consejo de Defensa Croata, HVO, y que también perseguía sus propios objetivos, que no eran otros que su integración con Croacia. En este difícil tablero, con tres jugadores principales, cada uno de religión y cultura diferentes, mezclados geográficamente pero diferenciados y, sobre todo, con objetivos muy distintos y contrapuestos, la solución se presentaba ardua y difícil. Frente a los dos esfuerzos periféricos y disgregadores de serbobosnios y bosniocroatas, los bosnios musulmanes aspiraban a un Estado multiétnico con predominio propio.
En el intento de preservar las zonas liberadas, las fronteras se enlucieron y se sembraron de minas. Las masacres, los campos de detención, los exterminios se sucedieron. En febrero de 1994, una bomba en la plaza del Mercado de Sarajevo mató a 69 personas. La intervención internacional, hasta ahora limitada a proteger zonas seguras (safe areas) y facilitar ayuda humanitaria, se concierta para acordar la reiterada de armas pesadas a 20 km de distancia e interponer fuerzas de Naciones Unidas. Alija Izetbegovic, presidente de BiH, está muy cerca de conseguir la internacionalización del conflicto, su estrategia deseada. En efecto, había recurrido a Europa, a la Organización de la Conferencia Islámica y, ahora a Estados Unidos para forzar su planteamiento: un Estado multiétnico liderado por los musulmanes. El verano de 1995 va a resultar decisivo. La caída de Srebrenica, aquí violando la protección de los cascos azules holandeses, y la Zepa, más la presión insoportable sobre Gorazde, colma la tímida y dubitativa política occidental. En efecto, el fuerte impacto psicológico que produce la caída de la primera, de impotencia y rabia (se calcula que murieron ocho mil musulmanes muchos de ellos perseguidos por los montes) hace intervenir definitivamente a Estados Unidos, movido por la violación flagrante de los derechos humanos y la inoperancia europea. Estados Unidos utilizará varios instrumentos coordinados. Por un lado, usará un intermediario interesado, Croacia y su ofensiva sobre la Trajina, y por otro, una acción militar directa mediante la OTAN, la campaña aérea de septiembre. Una campaña de dos semanas en la que las fuerzas aéreas de la OTAN efectuarán 3400 salidas, batirán 56 blancos terrestres (depósitos, almacenes, unidades de artillería antiaérea, radares, centros de comunicaciones) inmovilizando completamente al ejército serbobosnio. Esta campaña será reforzada con una ofensiva con una ofensiva generalizada de croatas y bosnios que amenazará la misma Banja Luka. El otoño de 1995 presenta ya todos los elementos necesarios para la paz. Serbia ha dejado de apoyar a los serbobosnios desde 1994; Croacia, la gran vencedora del conflicto, ha
conseguido la unidad nacional; los serbobosnios han sido derrotados. Y lo más importante, en el interior de BiH existe una continuidad territorial conseguida por las tres partes. La paz ya es posible, al menos para BiH. Las iniciativas de paz A lo largo de todo el conflicto, las iniciativas diplomáticas para alcanzar una paz en los Balcanes fueron continuas. A un plan se sucedía otro, sin lograr la conformidad de todas las partes. Europa se debatía a su vez en su propia definición, con los preparativos del Tratado de Maastricht (otoño de 1991), el Nuevo Concepto Estratégico de la OTAN (también por la misma fecha), la Carta de París para una Nueva Europa, en el marco de la CSCE, todo ello en la búsqueda de un nuevo orden global. El primer planteamiento global lo formuló lord Carrington, en otoño de 1991. Su atención principal radicaba en dar una fórmula válida para toda Yugoslavia, evitando acciones unilaterales. No fue posible. La Yugoslavia “a la carta” que proponía, con un grado de adhesión consensuado por las partes en relación la República Federal, fracasó, tal vez por el temor servio a que los albanokosovares pudieran ser reconocidos como nación. En la primavera de 1993 se puso sobre la mesa la propuesta de los mediadores Vance-Owen, que garantizaban una BiH soberana articulada en diez provincias de marcado carácter étnico. El plan fue rechazado por los serbobosnios, que controlaban en ese momento más de lo prometido, pese a la presión ejercida por Milosevic. Owen y Stoltenberg propusieron en septiembre de 1993 una repartición basa en las zonas ocupadas, siguiendo un criterio pragmático, manteniendo Sarajevo bajo la administración de UN, pero la iniciativa también fue apartada. Por el Acuerdo de Washington (febrero de 1994), se convino la creación de una Federación Bosniocroata para los territorios de BiH. Esta apuesta iba a facilitar en gran medida la solución final.
En ese mismo verano, el denominado Grupo de Contacto (entonces Estados Unidos, Rusia, Francia, Gran Bretaña y Alemania) establece que los territorios controlados por las tres partes (dos, a efectos prácticos), sean un 51% de territorio para la Federación y un 49% para los serbobosnios (la denominada República Srpska). Milosevic de la espalda definitivamente a los serbobosnios ante la negativa de éstos a aceptar la propuesta. Tras la campaña aérea de septiembre de 1995, se alcanza el Acuerdo de Dayton (noviembre de eses año) que garantiza la unidad de BiH como Estado, formado por dos partes; la Federación Bosniocroata y la República Srpska y separadas provisionalmente por una Línea Interentidades. Se garantiza el regreso de los refugiados y se constituye una organización cívico-militar para formalizar el acuerdo y favorecer el desarrollo de las nuevas instituciones democráticas en un ambiente seguro. La Fuerzas de Implementación de este acuerdo (IFOR), formada alrededor de un núcleo de países OTAN, entrará en zona en febrero de 1996.
Las organizaciones internacionales sobre el terreno. Una de las características más notables del conflicto es la entrada en juego de un complicado entramado de organismos internacionales de naturaleza supranacional, estatal o no gubernamental. Estas organizaciones van a trabajar con las partes en conflicto y con las fuerzas multinacionales allí desplegadas. Esta aportación de personal civil sobre los escenarios de la guerra va a transformar el campo bélico tradicional. Por un lado, tiende a humanizar o suavizar el conflicto y de igual manera acercarlo al público mundial. Por otro lado, entorpecer la acción militar, la ralentiza e incrementa la burocracia en elementos de cooperación cívico-militar. En cualquier caso, su presencia supone una toma de conciencia en cada momento de las acciones bélicas y de la marcha general del conflicto. Cuando la IFOR se despliega sobre BiH (febrero de 1996) y ocupa bases logísticas en Croacia y Eslovenia, el dispositivo completo de cooperación cívico-militar se establece de forma estable. Hasta ese momento, habían operado en zona de forma temporal y a petición. Las Naciones Unidas tenían veinticuatro mil personas encuadradas en la Fuerza de Protección de NiH (UNPROFOR), ocho mil en la misión de Croacia (UNCRO) y once mil en el contingente de Despliegue Preventivo de Macedonia (UNPREDEP). La UE había destacado sus propios observadores, los conocidos como hombres de blanco, y dirigía la administración de la ciudad de Mostar. Francia y Gran Bretaña habían desplegado su propia Fuerzas de Reacción Rápida para proteger al personal de UN. (Cabe recordar que algunos de ellos fueron tomados como rehenes y utilizados como escudos humanos por los serbobosnios.) La OSCE mantenía también sus propios observadores. Al conjunto se sumaban Organizaciones No Gubernamentales (ONG) en tarea humanitarias. La IFOR trasladó a lo que se denominó como Teatro de Operaciones (TO) sesenta mil soldados y los distribuyó en tres sectores. Cada uno de estos sectores estaba coordinado por un país líder que regulaba los apoyos y proporcionaba el
contingente más numeroso. En cada sector desplegaba una fuerza de entidad división. El sector Norte fue asignado a los norteamericanos y allí desplegaron noruegos, daneses, turcos, rusos, polacos, suecos, fineses, pakistaníes y un pequeño contingente de estonios, letones y lituanos. El sector Sureste fue adjudicado a Francia, y con ella se integraba españoles, italianos, portugueses, belgas y luxemburgueses, egipcios, marroquíes, jordanos y ucranianos. El sector Suroeste era el británico, con holandeses, canadienses, malayos y checos. El cuartel general de la operación se ubicó en Sarajevo. A la par, la UE designó un alto representante que coordinaba sus acciones con el jefe de la IFOR y las tres presidencias constituidas. En este ámbito colaboraban los diez mil voluntarios de las diferentes organizaciones. Las más importantes eran la Misión de UN para BiH (UNMBiH), la Misión de la CE (ECMM), la OSCE, la Oficina del Alto Representante (OHR) y la Agencia de Voluntarios (ICVA). En la primera destacaban, por su misión, la Fuerza Internacional de Policía (IPTE) y el Consejo del Tribunal para la ex Yugoslavia (ICTY). El Kosovo, el penúltimo episodio Por una ironía de la Historia, el conflicto pare3ce retornar allí donde empezó. La tensión en el Kosovo continuaba en aumento desde el final de la guerra en BiH (1995) y una incipiente guerrilla, Ejército de Liberación del Kosovo (UCK) parecía hincar acciones armadas contra objetivos e intereses serbios. La represión fue iniciada por las unidades por las unidades especiales de la policía serbia y tuvieron una fuerte repercusión internacional. La comunidad internacional advertía, a través del secretario general de la OTAN y del propio presidente de Estados Unidos, que no toleraría una operación de limpieza étnica ni que fuesen ultrajados los derechos civiles de los albanokosovares. La situación alcanzó un momento álgido de tensión en octubre de 1998, cuando una respuesta militar por parte de la OTAN a la represión serbia parecía inevitable. Finalmente, la mediación del representante norteamericano Holbrooke, que ya había sido mediador en BiH, salvó la situación extremis alcanzando unos puntos de acuerdo mínimos para dirimir el conflicto por medios
pacíficos. Se autorizaría una delegación de la OSCE para la supervisión del alto y restablecer medidas de confianza. Sin embargo la misión fracasó ante las acciones enconadas de ambas partes. París tomó entonces la iniciativa y sentó a las partes en el castillo de Rambouillet para alcanzar un régimen transitorio que garantizase una autonomía albanokosovares. Las negociaciones se suspendieron ante el incremento de las acciones armadas y las represalias por ambas partes. En cualquier caso, la opinión occidental no estaba dispuesta a aceptar las tácticas dilatorias de Milosevic, y el ultimátum se ejecutó, el 24 de marzo, con aparente precipitación. Los aviones de la OTAN atacaron objetivos en el corazón de Serbia. La corriente oficial occidental comunicaba que el objetivo consistía en detener la catástrofe humanitaria y reducir la capacidad de las FAS serbias para ejercer la represión, Los ataques aéreos y la ofensivas terrestre serbia sobre el Kosovo aceleró la huida de los refugiados, y la situación se hizo insostenible en las fronteras de Macedonia y Albania. Los refugiados albanokosovares; el temor a los movimientos migratorios incontrolados. Refugiados registrados hacia el final de los bombardeos aliados, en junio de 1999 (cifras de ACBUR): Albania Macedonia Montenegro BiH
444200 247400 69700 21700
Total Balcanes 783000 Otros países Anteriores a marzo de 1999 TOTAL
38464 124000
954464
Sin considerar los desplazados dentro del propio país, las estadísticas demuestran que un 50% de la población
albanokosovar ha estado refugiada, porcentaje similar al registrado en el conflicto de BiH, en el que dos millones de personas estuvieron en esta situación. El retorno de los refugiados, una vez alcanzaba una paz, es el objetivo y, a la vez, el mejor indicador del grado de paz y compromiso logrado. Los países occidentales decidieron mantener a los refugiados en las inmediaciones de las fronteras para favorecer un rápido regreso. Pero las acciones aéreas se incrementaron y se prolongaron en el tiempo sin conseguir los objetivos deseados, esto es, una propuesta de cinco puntos según la cual el presidente serbio aceptaba el cese de las hostilidades, el retorno de los refugiados, la retirada total de sus fuerzas, un régimen autonómico dentro de la república serbia y la supervisión del proceso por una fuerza internacional. Esos cinco puntos se presentaron como irrenunciables y las propuestas intermedias formuladas por Milosevic y mediadas por Rusia resultaron estériles. Las operaciones aéreas no parecían dar sus frutos y una corriente de intervención terrestre se hizo insistente en todos los medios occidentales. Había que detener la estrategia de vaciado de albanokosovares por parte del líder serbio, y hacerlo con toso los medios disponibles.
LA CAMPAÑA AÉREA La operación militar sobre el Kosovo pasará a la Historia como la apoteosis del poder aéreo; aún más, como la confianza en el poder aéreo para lograr, en exclusividad, los objetivos de la campaña. La OTAN realizó sobre el territorio de la RFY 35931 salidas (una salida equivale a la misión de dos aviones) en 78 días de campaña. Para hacerse una idea de la complejidad de la operación, tan sólo el 12% de las acciones fueron ofensivas, y las demás se distribuyeron entre misiones de defensa aérea, y las demás se distribuyeron entre misiones de defensa aérea. Reconocimiento, apoyo, reavituallamiento y supresión de las defensas antiaéreas del enemigo. La operación se distribuyó en fases sucesivas: inicialmente, el esfuerzo se centró en la eliminación de la defensa aérea yugoslava. Los siguientes objetivos fueron logísticos, de infraestructura y órganos de mando. Finalmente, el esfuerzo se dirigió contra las tropas serbias estacionadas en el Kosovo. En la operación intervinieron en total 912 aviones. En este contexto, y cuando la ONU no parecía encontrar el mecanismo adecuado para alcanzar la paz, el G-8, los países más ricos del mundo más Rusia, reiteraron los conocidos cinco puntos con una mejor disposición serbía para aceptarlos. Corrían los primeros días de junio y las acciones aéreas llegaron a su fin. En su conjunto, ni la presión del UCK, que encuadraba alrededor de treinta mil combatientes, y que se mostró ineficaz, ni la mediación de Rusia, ni la oposición interna al líder serbio, ni el mismo “poder aéreo” ni la amenaza de una intervención terrestre multinacional fueron concluyentes por sí mismas para finalizar las acciones militares de la OTAN. La operación, denominada “Fuerza Determinada” constituyó un pulso para la OTAN y la comunidad internacional, que repetidamente manifestaron que no iban a permitir entrar en el siglo XXI admitiendo dictadores ni la violación de los derechos humanos. Estaban en juego las
principios y valores occidentales más sagrados y existía una voluntad decidida de ampararlos. Chechenia. Un conflicto inacabado Los chechenos constituyeron una de las poblaciones de tradición musulmana incrustadas en el complejo laberinto de poblaciones del Cáucaso. Su territorio fue conquistado por las tropas rusas en una larga y feroz campaña que se prolongó desde finales del siglo XVIII hasta mediados del siglo XIX. No obstante, la integración fue siempre superficial. Los chechenos intentaron sacudirse el yugo de la dominación rusa aprovechando la confusión que acompañó a la Revolución de 1917. Posteriormente, durante la invasión alemana de 1941, colaboraron activamente con las tropas del Eje, por lo que fueron duramente reprimidos por Stalin que envió a 400000 de ellos al exilio en Siberia y Kazajstán. Tras la muerte del dictador, se les permitió regresar paulatinamente a sus tierras. La población chechena ha conservado una tradicional y fuerte estructura en clanes familiares. Esta rígida organización social les permitió sobrevivir culturalmente al exilio y fue el caldo de cultivo idóneo para el nacimiento de organizaciones mafiosas, que pronto se extendieron al resto de la URSS, aprovechando el clima de corrupción generalizada que se apoderó del país en sus últimos años de existencia, Los grupos mafiosos evolucionaron en algunos casos hacia organizaciones armadas que reclamaban la independencia para el territorio chechenio y combatían frecuentemente con otros pueblos caucásicos para ampliar su territorio. Tras la disolución de la URSS, el problema chechenio apareció como un auténtico tumor en la nueva Federación Rusa. Chechenia no era una república de la URSS, sino una República Autónoma de Rusia. Por este motivo, no alcanzó la independencia en diciembre de 1991, La situación de sumisión a Moscú no satisfacía a los chechenos que, bajo el liderazgo de Dhojar Dudaiev proclamaron su independencia respectiva a la Federación en 1991.
Por aquel entonces, Chechenia, era un problema realmente molesto para Boris Yeltsin. Las mafias chechenas controlaban gran parte de las redes criminales que operaban en Moscú y era difícil diferenciarlas del aparato administrativo creado por Dudaiev para la República Autónoma. Además, los chechenos fomentaban descaradamente la inestabilidad y el auge del integrismo islámico en el Cáucaso. Sus combatientes habían apoyado a Azerbaiján en la Guerra del Alto Karabaj contra Armenia, a los abjasios en su lucha contra el gobierno de Georgía y habían realizado además, sangrientas incursiones por el territorio de sus vecinos inghuses y diguestanos. Por si fuera poco, la situación del territorio chechenio era estratégicamente muy importante para Moscú, al ser atravesado por los importantes oleoductos que conectan territorio ruso con los yacimientos de Azerbaiján y el mar Caspio. La estrategia inicial de Yeltsin se basó en no intentar una solución militar inmediata. Consciente de que existía una fuerte división entre los dirigentes chechenos, apoyó a la posición a Dudaiev mientras ejercía un bloqueo de las fronteras de la república. La situación, sin embargo, no parecía evolucionar favorablemente. Dudaiev mantenía su poder mientras los grupos armados chechenos proliferaban en la región participando en los numerosos conflictos abiertos en ella. En 1994, ante el estancamiento de la situación, el kremlin decidió recurrir a una estrategia más agresiva. Tropas rusas apoyaron un intento de golpe de Estado en la capital chechena Grozni. En octubre, una columna de setenta vehículos blindados apoyados por helicópteros penetró en las calles de la capital. El resultado de la aventura no pudo ser más desastroso. Las milicias chechenas dejaron entrar a los vehículos para después contraatacar en el centro de la ciudad. La columna fue destruida y varios soldados rusos fueron hechos prisioneros, dejando al descubierto la implicación del kremlin en la intentona golpista. Ante esta situación, Yeltsin decidió recurrir al empleo directo de la fuerza. Encargó al ministro de Defensa, general Pavel Grachov, la constitución de una Fuerza Operativa con la misión de “restablecer el orden constitucional en Chechenia”. Las
conversaciones de última hora con Dudaiev fracasaron y el 11 de diciembre las tropas rusas penetraban en territorio chechenio. La confrontación que siguió parecía inicialmente muy desigual a favor de las tropas rusas, por lo que se esperaba un rápido desenlace. El general Grachov concentró contra Chechenia dos divisiones mecanizadas y una aerotransportada, así como numerosos elementos de apoyo y un número importante de unidades del Ministerio del Interior. En total, más de 40000 hombres con 300 carros de combate y otros 1500 vehículos acorados. Frente a esta fuerza, se alienaban unos 15000 combatientes chechenos provistos fundamentalmente de armas ligeras aunque también poseían algunas decenas de carros, blindados y piezas de artillería. Pero esta primera comparación de fuerzas llevaba al engaño. En las filas chechenas comparación de fuerzas llevaba al engaño. En las filas chechenas abundaban los combatientes experimentados, la mayoría ex miembros del Ejército Soviético, que habían participado en la guerra de Afganistán y en los conflictos caucásicos. El mismo Dudaiev era general de la fuerza aérea soviética y estaba apoyado por un competente Estado Mayor formado por antiguos oficiales. La moral era enormemente alta y cercana al fanatismo en ocasiones. En cuanto al aspecto económico, se podría contar con la importante financiación de las mafias y de algunos movimientos islámicos. Por el contrario, las fuerzas rusas estaban integradas por personal que, en su mayoría, no tenía experiencia de combate y estaba muy poco motivado. Existían graves problemas de cobertura de plantilla y muchos vehículos de combate no llevaban su dotación completa. Los problemas logísticos, especialmente sanitarios, eran importantes y pronto provocarían un auténtico hundimiento de la moral. Además, el Estado ruso no se encontraba en condiciones de efectuar grandes gastos en la campaña. Las operaciones rusas se centraron inicialmente en penetrar rápidamente hacia Grozni y bloquear la capital. Algunas columnas fueron detenidas por grupos de civiles chechenos mediante métodos de resistencia pasiva. No se consiguió el
bloqueo completo de la capital, pero se decidió mantener un corredor abierto para permitir la evacuación de la ciudad por parte de los civiles. El 31 de diciembre, las tropas rusas iniciaron una dura preparación por el fuego y esa noche lanzaron el asalto. Didaiev había previsto una típica maniobra defensiva de líneas interiores. La ciudad estaba defendida por varios anillos integrados por puntos fortificados en los edificios y patrullas móviles. La misión de estos anillos era localizar y retardar las penetraciones rusas. La mayoría de los combatientes chechenos formaban parte de grupos móviles de reserva, que debían contraatacar sucesivamente sobre las penetraciones más peligrosas. Las fuerzas rusas intentaron dispersar a estas reservas mediante la realización de ataques simulados de infantería y helicópteros, pero los chechenos no cayeron en la trampa. El plan ruso contempló entonces una penetración simultánea en varias direcciones para saturar y desarticular a las reservas enemigas. Como había ocurrido en octubre, la ejecución del plan terminó en fracaso. Las columnas rusas no supieron coordinase y quedaron pronto aisladas. Los chechenos se vieron superados en un primer momento y algunas unidades rusas consiguieron alcanzar el Palacio Presidencial, pero pronto se produjo el contraataque. Utilizando tácticas sorprendentemente parecidas a las empleadas por los soviéticos en Stalingrado, los chechenos cercaron y aniquilaron a varias unidades enemigas en las oscuras calles de Grozni. Utilizando masivamente minas y lanzagranadas consiguieron destruir a un número importante de vehículos blindados, de los que los bisoños soldados rusos no se atrevían a salir por miedo al fuego de fusilería. El amanecer del 1 de enero fue testigo de un espectáculo deprimente que los ciudadanos rusos pudieron ver a través de la televisión. Unos quinientos soldados yacían muertos en las calles de Grozni, mientras otras unidades rusas luchaban por su supervivencia en los puntos en los que habían quedado aisladas. La reacción del general Grachov y del propio Yeltsin fue de ira. A partir de ese momento, las unidades rusas hicieron un uso masivo de su potencia de fuego. Los bombardeos de la artillería, la aviación y los helicópteros redujeron Grozni a escombros y
causaron un enorme número de bajas entre la población civil. A pesar de ello, la conquista de la ciudad se prolongó hasta el 10 de febrero de 1995. Las fuerzas chechenas se replegaron hacia las zonas montañosas de sur, hasta donde fueron perseguidas por las tropas de Moscú. En Grozni se instaló un gobierno pro ruso bajo la dirección de Nikolai Semionov, antiguo comunista. Las operaciones rusas se desarrollaron con relativo éxito durante 1995 y en junio cayeron los últimos bastiones rebeldes. No obstante las fuerzas de Dudaiev aún existían y en julio darían un golpe de repercusión internacional. Un comando checheno de unos cien hombres mandados por Samil Basaiev ocupó la ciudad rusa de Budionnosk, y se encerró en el hospital con dos mil rehenes tras causar más de cuarenta muertos. In intento de rescate por parte de las fuerzas especiales rusas se saldó con un sangriento fracaso en el que se produjo otro medio centenar de muertos entre los rehenes. Tras arduas negociaciones. Basaiev consiguió su objetivo de que se le permitiese abandonar el hospital con sus rehenes y dirigirse a Chechenia. Este suceso convenció al presidente Yeltsin y al Primer Ministro Chernomirdin de que la vía militar no garantizaba una solución al problema chechenio. La proximidad de las elecciones legislativas en Rusia forzó a ambos a iniciar conversaciones con Dudaiev para llegar a un alto al fuego. El acuerdo se alcanzó en julio y preveía un intercambio de prisioneros y la retirada progresiva de la mayor parte de las fuerzas rusas. Pero se mantenía el gobierno pro ruso en Grozni y la dependencia de Moscú de la República Autónoma. Los chechenio aprovecharon esta tregua para reorganizarse y, en el otoño de 9195, reiniciaron su actividad con incidentes armados diarios. Tras las elecciones de diciembre, las fuerzas rusas se lanzaron a una nueva ofensiva pero se encontraron con una resistencia muy bien planteada. Las fuerzas chechenas sólo aceptaban el combate en localidades y zonas montañosas en las que la potencia de fuego rusa no era decisiva. Cuando la presión enemiga se hacía excesiva, abandonaban sus posiciones y se trasladaban a otra zona. Las bajas rusas aumentaban día a día y
comenzaron a aparecer las primeras protestas populares, sobre todo de organizaciones compuestas por madres de soldados. En febrero de 1996, se repitió una acción muy similar a la de Budionnosk. Un grupo de trescientos chechenos al mando de Salman Raduyev asaltó una ciudad en el vecino territorio de Daguestán y, tras Hacerse con varios cientos de rehenes inició el regreso hacia chechenia. Bloqueados por las fuerzas rusas, los guerrilleros se hicieron fuertes en el pueblo de Petromavskoye. Como en ocasiones anteriores, los intentos de las fuerzas especiales rusas por liberar a los rehenes fracasaron. La reacción rusa horrorizó al resto del mundo: captores y rehenes fueron implacablemente bombardeados con lanzacohetes. Los chechenos sufrieron muchas bajas pero, a pesar de todo, un grupo de cien combatientes con varias docenas de rehenes lograron romper el cerco y llegar a Chechenia. La imagen de las autoridades rusas sufrió un duro golpe cuando estos rehenes fueron liberados y algunos confesaron que se habían visto obligados a combatir junto a los chechenos para salvar sus vidas ante la brutalidad de las acciones rusas. La proximidad de las elecciones presidenciales obligó a Yeltsin a buscar una nueva solución de compromiso. Se intentó aprovechar la división en clanes de la sociedad chechena para firmar compromisos de paz y entrega de las armas con cada uno de los distritos y las poblaciones de la república. Este programa pareció dar buen resultado inicialmente, pero los incumplimientos por ambas partes pronto lo convirtieron en papel mojado. En abril, se ensayó un golpe decisivo contra la resistencia chechena. Una autoridad relevante de la política rusa, probablemente el propio Yeltsin, entabló conversaciones directas don Dudaiev. En una de estas conversaciones, a través de un teléfono vía satélite, los rusos consiguieron determinar la situación exacta del líder chechenio y lanzar un misil aire-tierra que acabó con su vida. El golpe fue duro, pero no produjo la esperada fragmentación de la resistencia. Se eligió a Yandarbiev como sucesor, aunque dos grupos opuestos comenzaron a ejercer el poder en la sombra: por un lado, los radicales islámicos liderados por Basaiev y Raduyev; por otro, los moderados,
partidarios de un acuerdo con Moscú y dirigidos por el jefe de Estado Mayor de Dudaiev, coronel Alan Masjadov. No obstante, durante las elecciones presidenciales de junio, Yeltsin consiguió increíblemente un acuerdo de alto al fuego a través de conversaciones con Yandarbiev. Tras los inquietantes resultados de la primera vuelta de elecciones (empate técnico con los comunistas de Ziuganov), Yeltsin realizó uno de sus frecuentes golpes de efecto nombrando al general Liebed (que había obtenido el 15% de los votos) secretario del Consejo de Seguridad de la Federación y asesor presidencial. El apoyo de Liebed fue decisivo para el triunfo de Yeltsin, y su ascenso a puestos de responsabilidad introdujo una visión nueva sobre el conflicto checheno.
Chechenia (1996) El ataque inicial ruso se dirigió contra la capital, Grozni. Tras su penosa conquista, los rebeldes se refugiaron en las montañas del su. En julio, los chechenos lanzaron una amplia ofensiva sobre Grozni que llegó a ser parcialmente reconquistada tras la muerte de unos trescientos soldados rusos. Era la humillación definitiva para Rusia, Liebed, un general héroe de la guerra de Afganistán, comenzó una serie de conversaciones con Masjadov convertido en nuevo líder de la resistencia, que llevaron a un alto el fuego el 22 de septiembre. Rusia reconocía la autonomía de las autoridades chechenas aunque vinculaba independencia a un futuro acuerdo que debía alcanzarse en el plazo de cinco años. Las tropas rusas se retirarían del territorio chechenio y el gobierno quedaría en manos del ganador de unas elecciones bajo la inspección de la OSCE. Los acuerdos se cumplieron
satisfactoriamente y Alan Masjadov se proclamó vencedor en las elecciones de 1997. Pero el conflicto dista mucho de estar resuelto. La autoridad del presidente Masjadov es contestada por los grupos radicales, lo que ha convertido ha ocasionado una situación de turbulencia interna que ha convertido a Chechenia en uno de los lugares más peligrosos del mundo. Atentados, secuestros y ataques a puestos fronterizos rusos se suceden sin interrupción, mientras Masjadov intenta imponer el orden entre constantes atentados contra su vida. La implicación de las mafias en la política chechenia es total y las relaciones con Rusia empeoran a cada momento. Los acuerdos obtenidos por Liebed parecieron, en un primer momento, una capitulación de Moscú; pero en la actualidad pueden evaluarse como una forma de ganar tiempo. Así, en el verano de 1999, las hostilidades volvieron a reaparecer con especial virulencia. La causa de este rebrote bélico ha estado en una incursión sobre el territorio de Daguestán de unos dos mil combatientes chechenos al mando Símil Basaiev. La reacción rusa fue inicialmente lenta, pero tras unos combates de cerco, los rebeldes chechenos fueron expulsados. Se sucedieron entonces una cadena de atentados terroristas en Moscú y otras ciudades rusas, dirigidos contra objetivos civiles y que ocasionaron unos trescientos muertos. Los atentados, atribuidos a los chechenos, provocaron una gran indignación en la sociedad rusa. Este fue el motivo perfecto para que el entonces Primer Ministro ruso, Vladimir Putin, lanzara una nueva ofensiva sobre chechenia. En esta ocasión, la estrategia rusa resultó mucho más cautelosa. Se barajaron varias opciones; desde crear una zona de seguridad (al estilo del Líbano), hasta la realización de ataques quirúrgicos (tipo OTAN), pasando por la ocupación completa del territorio chechenio. Finalmente, se adoptó el criterio de acumular medios, ocupar la parte “útil” de Chechenia t evitar choques sangrientos. En consecuencia, se está utilizando masivamente el fuego, evitando el asalto directo a las ciudades, negociando con los ancianos la retirada de los civiles y acumulando un contingente muy importante, sobre cien miel hombres, en espera
de posteriores acontecimientos. Los guerrilleros chechenos, por su parte se han visto obligados a replegarse de las principales ciudades y responden a las acciones rusas, en cuanto se les presenta la ocasión, con sangrientas emboscadas. Pero la voluntad rusa parece clara: aplastar la rebelión chechena recurriendo, si fuera preciso, a la tradicional estrategia de devastación. El año 1999 terminó como lo había hecho 1994; con las tropas rusas asediando Grozni y los chechenos dispuestos a defenderse en ella a toda costa. Los primeros intentos rusos por tomar la capital terminaron también con un grave revés. A principios de enero, y tras sufrir más de mil muertos, las fuerzas rusas debieron realizar una pausa en sus operaciones sobre Grozini, mientras los chechenos lanzaban peligrosamente contraataques. Pero la segunda ofensiva estuvo mejor planificada. A finales de enero, la mayoría de los combatientes chechenos debieron abandonar la ciudad al sufrir un gran número de bajas ante la devastadora potencia de fuego ruso. Comenzó entonces una lucha en las montañas del sur, en la que los combatientes chechenos causaron fuertes pérdidas a las fuerzas rusas en una serie de grandes emboscadas. Pero, en líneas generales, el ejército ruso consiguió expulsar a los chechenos de sus principales bastiones y, a principios del verano, estos últimos se vieron obligados a limitar sus actividades a atentados y hostigamientos esporádicos. No obstante, la guerra continúa todavía, aunque un nivel más bajo. El nuevo presidente ruso. Vladimir Putin, ha mostrado una gran energía en la conducción del conflicto, pese a las protestas internas y externas. Los chechenos, por su parte, están lejos de haber sido aniquilados aunque el apoyo de la población es cada vez menor, y de dependen cada vez más de voluntarios extranjeros. Si la Federación Rusa consigue una cierta recuperación económica y social, es probable que la causa chechena pierda toda esperanza de victoria. Pero si Rusia se
sumerge en otro período de inestabilidad, los combates se intensificarán con toda seguridad. El conflicto chechenio, hasta la actualidad, se ha cobrado entre cincuenta y sesenta mil vidas. Operaciones de paz El conflicto de los Balcanes y de Chechenia (el Cáucaso, en general) parece corroborar las tesis del profesor Huntington sobre “el choque de civilizaciones” como fuente de conflictividad del futuro. En este caso en el cinturón de quiebra de los Balcanes y el Cáucaso, frontera entre las civilizaciones islámica, ortodoxa y cristiana. Debido a su naturaliza generacional, el conflicto se muestra tenaz e inacabado. Por otro lado, el mundo occidental, organizado en materia de seguridad y defensa alrededor de la OTAN, ha puesto en práctica los nuevos procedimientos militares para afrontar los nuevos tipos de misiones. Son misiones para garantizar la paz y promover la estabilidad; son misiones que han sido recogidas en sus dos últimos conceptos estratégicos (marco de actuación de sus fuerzas militares) del año 1919 y 1999 y que han permitido a la organización pasar de una OTAN de reacción (frente al Pacto de Varsovia), a una OTAN de proyección, de intervención allí donde los intereses de sus miembros estén amenazados y con una decidida vocación de promover y mantener la paz y la seguridad internacionales. Los procedimientos ideados consisten en la utilización multinacional de la fuerza para las denominadas Operaciones de Mantenimiento de la Paz (OMP) u Operaciones de Apoyo a la Paz (PSO, en su acrónimo inglés). Son operaciones que fueron relanzadas a principios de los años noventa por el secretario general de la ONU Boutros Ghali (La agenda para la paz), y que fueron recogidas por la OTAN y la UEO. Implican, por su naturaleza, una acción muy coordinada entre la diplomacia y el recurso a la fuerza militar. Recorren una gama de misiones que van desde la ayuda humanitaria, a la construcción de la paz, pasando por el mantenimiento y la imposición de la paz. Su activación ha generado una nueva atención por parte de los
estrategas militares hacia lo que ha dado en denominarse Operaciones Distintas de la Guerra (Opeartions other than war). Históricamente, su inicio se remonta a 1948, cuando con motivo de la guerra civil griega las Naciones Unidad decidieron intervenir para impedir la ayuda de Albania, Bulgaria y Yugoslavia a las guerrillas griegas comunistas. Desde entonces, se han sucedido gran cantidad de operaciones articuladas, para su comprensión, en tres “generaciones”:
Una primera, con protagonismo militar, que se extiende desde 1948 hasta los años sesenta, en la que la fuerza militar actúa, con consentimiento de las partes, ya sea como observadores o como fuerza de interposición (Suez, 1956, por ejemplo). Una segunda, a raíz de la independencia del Congo Belga (1969-1965), en la que se apuesta por una intervención integral, con elementos civiles y militares colaborando en funciones administrativas y de organización del territorio. La tercera, generada en esta última década, son intervenciones justificadas con fines humanitarios, delegando la actuación de la fuerza en organizaciones regionales de seguridad. Este es el caso de Kosovo (1999).
España España ha adquirido, desde principios de los ochenta, una decidida vocación europeísta. Los sucesivos ingresos en la OTAN (1982), la CEE (1986) y la UEO (1988), la participación plena en el proceso de la Unión Europea y la participación en los procesos internacionales de pacificación, han requerido un cambio en las estructuras y los criterios de actuación de las fuerzas armadas (FAS) españolas. Tres son las acciones principales que las FAS han emprendido para afrontar los retos del siglo XXI: un nuevo concepto estratégico, la reestructuración de las fuerzas terrestres de acuerdo con el Plan Norte (reestructuración en general también del resto de las FAS), y la incorporación de las industrias
españolas de defensa especialmente europeos.
a
los
proyectos
multilaterales,
Sobre el primer punto, los criterios estratégicos están sujetos a las directivas que emanan del Concepto Estratégico de la OTAN y del propio Concepto Estratégico español. En definitiva, se trata de pasar de unas FAS de protección del territorio a unas FAS de proyección, es decir, con capacidad para operar fuera del territorio nacional e integrado en unidades multinacionales. Sobre este punto, debe apreciarse el enorme esfuerzo de adaptación por parte de las FAS españolas. En el tiempo de la guerra fría, los criterios imperantes de la defensa española giraban en torno a una sólida estrategia terrestre, sobre la cual gravitaban las coberturas aéreas y navales. La clave residía en la defensa del territorio y la Meseta constituía el “reducto central”. En último extremo, se recurriría a la guerrilla para expulsar al invasor. La defensa a toda costa, sin idea de retroceso, constituía el concepto táctico preferido.
DE OFICIALES DE GUARNICIÓN A OFICIALES MULTINACIONALES Uno de los aspectos más notables en la transición del milenio ha sido la implantación del nuevo sistema de trabajo de los cuadros de mando. En suma, se ha pasado de un oficial/suboficial de guarnición, generalmente comprometido con una unidad y una ubicación geográfica por un tiempo prolongado, a otro con una clara vocación multinacional, de gran movilidad, partícipe en misiones de apoyo a la paz, con destinos en unidades multinacionales situadas fura del suelo patrio, conocedores de las tecnologías de la información y ávido por dominar lenguas extranjeras.
Según esta línea, y atendiendo a los postulados moralistas imperantes, lo sublime del valor, la disciplina, el espíritu de
servicio, la camaradería y la abnegación fueron los valores que marcaron el norte de la enseñanza en las academias militares. En la actualidad, las FAS españolas tienden cada día más hacia lo conjunto, esto es, la participación integrada de los tres ejércitos en el planeamiento y la conducción de operaciones. Este criterio supone el establecimiento de unos complejos sistemas de mando y unas dependencias muy reguladas, muy distintas de la forma convencional de mando único directo. Así, el ejército de tierra ha modificado su disposición y ha pasado de las unidades clásicas de línea, los regimientos, y las unidades de defensa operativa del territorio a unidades más ágiles, interoperables con otras unidades multinacionales y con capacidad conjunta. Las fuerzas aéreas y navales, por su parte, encuentran su plena justificación enmarcada en unidades multinacionales operando con criterios y procedimientos comunes. Respecto a tercer reto, la industria de defensa española acomete en la actualidad proyectos internacionales de gran envergadura, como son el futuro avión de combate europeo (Eurofighter), el futuro avión de transporte europeo (FLA), el submarino Scorpene y diversos proyectos aeroespaciales. De igual manera, la industria nacional lleva a cabo proyecto notables, como la fragata F-100, el vehículo de combate Pizarro y el avión de transporte CASA CN-235. Uno de los aspectos más relevantes de la década de los noventa y con visos de continuación en futuras actuaciones, es la participación española en misiones de apoyo a la paz. Desde 1989 hasta 1998, España ha prestado colaboración en medio centenar de estas misiones, ya sea bajo auspicios de la ONU, UE, UEO, OTAN u OSCE. Por su envergadura, aquella que ha supuesto un mayor esfuerzo en efectivos y una mayor complejidad ha sido la misión de los Balcanes todavía operativa. Por interés geográfico y cultural, y por la diversidad de cometidos allí realizados, el área de Centroamérica reviste un especial interés.
Tratadistas españoles Desde mediados de los años ochenta, los militares españoles que han reflexionado sobre la estrategia y el arte militar se han visto condicionados por dos premisas de su tiempo: el ingreso de España en las estructuras políticas y de seguridad occidental, y el final de la guerra fría. Ambos factores han abierto abanico de grandes expectativas coincidentes con el final del milenio. Entre los militares que más han influido en su entorno profesional y que han sido reclamados en el ámbito civil para los estudios estratégicos y de seguridad sobresalen los almirantes Eliseo Álvarez Arenas y Fernando Bordejé Morencos, y los generales Juan Cano Hevia, Eduardo Munilla López Rafael Casas de la Vega, los hermanos Ramón y Jesús Salas Larrazábal, Felipe Quero Rodiles, Miguel Alonso Bacuer y los coroneles Fernando de Salas López, Fernando Puell de la Villa y José María Gárte Códoba. Miguel Alonso Baquer (1932) Nació en Zaragoza en 1932. Autor prolífico. Es un pensador que aúna las tendencias sociológicas y la aportación de los pensadores militares más relevantes, como Clausewitz, Liddel Hart o Beaufre, para presentar brillantes estudios históricos y configurar un cuerpo de teoría sobre la estrategia. “La estrategia es un mod a rellenar con fines y medios; es el arte de la distancia; el decir de un hacer; la lógica de la acción”. Sus obras están orientadas bien hacia estudios teóricos, como las preferencias estratégicas del militar español (1985), Estrategia para la defensa (1988) y En qué consiste la estrategia, o bien hacia temas históricos, El modelo español de pronunciamiento (1983), D. Manuel Azaña y los militares (1997) y la guerra civil española, sesenta años después (1999). Alonso Baquer es un hombre comprometido con el pensamiento y la tradición militar española. Su obra es una reflexión constante sobre los modelos estratégicos y las preferencias del militar español. Afirma que aunque no se pueda hablar de “un modo
español de hacer la guerra” (aludiendo a L. Hart, que sí lo justifica para Gran Bretaña), sí puede decirse que las decisiones de los jefes milites son el fruto de ese legado histórico y de la situación del momento. Su aportación a los estudios estratégicos constituye una referencia para los estudios actuales sobre estrategia, seguridad y defensa. Valoración final El siglo XXI estará marcado por la globalidad y los equilibrios regionales. Los conflictos tendrán raíces muy diversas. Algunos seguirán los clásicos enfrentamientos geopolíticos, ávidos por el control de áreas que se consideren vitales, ya sea por sus recursos, ya por su situación sobre las rutas estratégicas. Otros tendrán un carácter cultural, étnico nacionalista o religioso. Los riesgos de proliferación nuclear, los desequilibrios demográficos, la pobreza, los daños medioambientales, la existencia de Estados casi inviables, podrán generar efectos terribles e inesperados sobre la humanidad. En estos conflictos, muchos de ellos invernados, la prevención, la diplomacia activa, la aplicación de la fuerza militar en su caso y la restauración de la paz, proporcionarán un haz de medidas multilaterales, consensuadas y convergentes de las que participarán un gran número de Estados y organizaciones al margen de los mismos. La fuerza militar tenderá a utilizarse en guerra limitadas, con componentes multinacionales, sustentada por la legitimidad de la Comunidad Internacional (ONU), soportada por la tecnología puntera y preocupada por evitar los daños innecesarios. La coparticipación civil y militar sobre el conflicto añadirá un elemento de complejidad a las operaciones. En cualquier caso, la guerra, siempre imprevisible, explotará al máximo las debilidades humanas y provocará sobre las personas situaciones extremas. Algunos conflictos presentarán un lado humano, aquellos en que las sociedades se involucren para su
resolución. Otros, por el contrario, quedarán arrinconados, olvidados, con evidente indeferencia por parte de todos. Si el componente racional del comportamiento es desbordado por el odio y la sinrazón, el panorama de la conflictividad futura podrá ser desolador.
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