Historia de las lenguas de Europa

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Francisco Rodríguez Adrados realiza un lúcido análisis sobre una cuestión compleja y a menudo controvertida. El mosaico lingüístico del continen­ te europeo, concebido en términos de unidad geo­ gráfica y política, pero sobre todo cultural, se nos presenta como una realidad histórica en cuya con­ formación han intervenido numerosos factores de índole diversa.. Para llegar a su comprensión cabal, el autor traza de manera clara y accesible una pa­ norámica que abarca desde los orígenes del grueso de estas lenguas y características y fases de la len­ gua común reconstruida, hasta el entramado lin­ güístico del momento actual, marcado por una tendencia a la unidad debida a aproximaciones de base cultural entre las distintas lenguas y, al mismo tiempo, por un resurgir de idiomas minoritarios. La tipología de los diferentes grupos lingüísticos indoeuropeos (románico, céltico, griego, germá­ nico, báltico, eslavo) y las de las lenguas de ori­ gen no indoeuropeo (vasco, grupo finougrio), sus avatares históricos y sus manifestaciones litera­ rias, la confluencia a la que se han visto abocadas a través de los préstamos de origen griego y lati­ no o los trasvases entre ellas, la expansión y el desarrollo que han experimentado, o las políticas lingüísticas son algunos de los aspectos tratados en las páginas de ¿ste libro revelador.

Diseño de la cubierta: Luz de la Mora Imagen de la cubierta: © Getty Images; Pieter Brueghel el

Viejo, La torre de Babel (fragmento), 1563

(Salaman­ ca, 1922) es profesor emérito de Filología Griega en la Universidad Complutense de Madrid, miem­ bro de las Reales Academias de la Lengua y de la Historia, director de revistas y proyectos científi­ cos. Ha trabajado y sigue trabajando en lingüísti­ ca indoeuropea y general, en filología y lingüística griega e india, en historia del teatro, de la fábula, del léxico culto y de la prosa castellana, trazando siempre grandes perspectivas generales en torno a planteamientos nuevos. Ha publicado diversos li­ bros, entre los que destacan Evolución y estructu­ ra del verbo indoeuropeo, Lingüística indoeuro­ pea, Orígenes de la lírica griega, Fiesta, comedia y tragedia, Modelos griegos de la prosa castellana y europea o El reloj de la historia.

FRANCISCO RODRÍGUEZ ADRADOS

Historia de las lenguas de Europa

h ED ITO RIA L GREDOS, S. A. M A D R ID

Esta obra ha sido publicada con una subvención de la D irección G en eral del L ib ro , A rch ivos y B ibliotecas d el M inisterio de C u ltu ra, para su préstam o público en B ibliotecas Públicas, de acu erdo con lo previsto en el artículo 37.2 de la L e y de Propiedad Intelectual.

© F ranci seo Rod r íg u ez A d rad os, 2008.

© EDITORIAL CREDOS, S. A., 2008.

L ó p e z de H oyos, 141 - 28002 M adrid. w w w .rb alibro s.com

VÍCTOR IGUAL · FOTOCOMTOSICIÓN TOP PRINTER PLUS · IMPRESIÓN d e p ó s it o l e g a l : m is b n

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2.099-2008

978-84-249-2871-1

Impreso en España. Printed in Spain. Reservados todos los derechos. Prohibido cualquier tipo de copia.

A MI HIJA HELENA, HELENISTA COMO YO, CON CARIÑO

Cierto ario que vivía en el Pamir cultivando con primor un abedul, decidió que mejor sería vivir más al Sur, y se hizo la maleta y el baúl. Emigró y emigró con temas puros que se iban flexionando lentamente y al llegar de Micenas a los muros el sistema ya era competente para todo lo que fuera locativo en los más diversos grados de alternancia, que es asunto que tiene más sustancia que seguirle la pista al abedul que dejó aquel ario preflexivo y cambió por el mar Egeo azul. L UIS ALBERTO DE C U E N C A

CONTENIDO

Prólogo,

13

PR IM E R A PARTE

L A S R A ÍC ES L IN G Ü ÍS T IC A S D E E U R O PA

1.

L EN GU A S INDOEUROPEAS Y N O INDOEUROPEAS E N EU R OPA ,

2 . EL IN DOEUR OPEO CLASICO Y SUS VAR IAN TES ( iE III A Y b ),

25 55

3.

M IR AN D O H A C IA ATRAS: EL IN DOEUR OPEO M O N O T E M A T IC O (iE II),

4.

M Á S ATRÁS TODAVÍA! EL IN D O EU R O PEO NO FL E X IO N A L (lE i) ,

5.

M IR AD A TIPO L Ó G ICA AL IE Y SUS RAM AS,

6.

EL IN DOEUROPEO IV: E V O L U C IO N HASTA EL PR ESEN TE,

7.

C O N C L U S IÓ N ,

6J

77

85 89

93

S EG UN DA PARTE

L A S L E N G U A S EU R O PE A S, SU C R E C IM IE N T O Y SUS R E L A C IO N E S

1.

IN TR O D U C C IÓ N ,

2.

HISTORIA DE LAS LEN GU AS Y LOS DIALECTOS INDOEUROPEOS E N E U R O PA ,

97

3.

LAS LEN GU AS NO IN DOEUR OPEAS DE EU R OPA ,

II

I4 I

I 11

12

Contenido TERCERA PARTE

L A C O N F L U E N C IA Y E X P A N S IÓ N DE LA S LE N G U A S D E EU ROPA

1.

EL A LF A B ET O , LOS TEXTOS GRIEGOS Y LATIN OS Y SU LLEGADA A E U R O PA ,

153

2 . LÉXICO GRIEGO, L A T IN O Y CRISTIA N O EN LA HISTORIA DE LAS LEN GU AS DE EUROPA Y DE SU A PR O X IM A C IÓ N , 3.

185

SIN TAX IS Y LIT ER A T U R A EN LA HISTORIA DE LAS LEN GU AS DE EU R O PA ,

C U A R TA PARTE

H IS T O R IA D E L A S G R A N D E S L E N G U A S C O M U N E S DE EU ROPA

1.

LAS GRANDES L EN GU A S C O M U N E S DE EU R O PA ,

2.

LA EX PA N SIÓ N FU ERA DE EU R O PA DE LAS LEN GU AS EUR OPEAS, 3 O I

Notas,

319

Indice de lenguas y dialectos,

349

267

245

PRÓLOGO

El tema de Europa me ha apasii inado siein pre. ¿ Qué es Europa ? ¿ Qué es Es­

paña? fue el título de mi discurso de ingreso en la Real Academ ia de la H is­ toria.1 En realidad, conservo la invitación a una conferencia que di sobre este tema en 1962, conferencia abreviada en un artículo de periódico.2Lue­ go desarrollé el tema en diversos periódicos y publicaciones,3en innumera­ bles conferencias, sobre todo en mi libro E l reloj de la historia: Homo sa­

piens, Grecia antigua y mundo moderno* El hecho es como sigue. Europa fue, en el comienzo, un puro concepto geográfico: una península occidental de Asia, prolongada a su vez por va­ rias penínsulas y rodeada de islas. Fue un concepto mítico, también: la nin­ fa Europa nació de la ninfa T e Ilusa de Delfos y el rey fenicio Agenor. La raptó y la llevó a Creta el toro-Zeus. En tanto, su hermano Cadm o la bus­ caba. Inútilmente: el oráculo de Delfos le mandó abandonar la búsqueda y fundar una ciudad, Tebas. Europa, «la de vasta mirada», se paseaba entre tanto por la futura Europa. El nombre de Europa se dio primero a la Grecia central, luego a la G re­ cia toda, después a las ciudades en torno a la ribera norte del Mediterráneo: se oponía a Libia y Asia, desde Heródoto. Esta geografía se amplió en la Edad Media hasta Irlanda y el Cabo Norte, luego hasta el Don, y final­ mente, en el siglo xvm , hasta los Urales. Y surgieron las nuevas Europas, llevadas por los europeos, en buena parte del planeta. Se amplió así el Imperio romano, eje de Europa y ampliación, a su vez, de la primigenia Europa, Grecia. También se recortó: el norte de Africa, Asia Menor, Siria y Palestina cayeron ante el musulmán. Y hubo pérdidas y luego reconquistas, en la Edad Media: España y Sicilia. También se perdió Bizancio ante los turcos, en 1453; no volvió a la civilización europea más que parcial­ 13

Prólogo

14

mente, en la zona entre el Adriático, el Egeo y el mar Negro, donde en el siglo xix surgieron naciones eslavas independientes y la moderna Grecia. Pero Europa no es solo geografía, es también y sobre todo cultura: ha recibido la herencia de los griegos, continuada, entre cambios, por los ro­ manos y los cristianos. El conjunto de sus tierras se llamó, un día, cristian­ dad. Así, la geografía se dobló con la herencia cultural de griegos, romanos y cristianos, y con la nueva cultura que de todos ellos nació y luego se desa­ rrolló. Pero cuando muchos cristianos vivían ya fuera de Europa y muchos europeos y descendientes suyos dejaron de ser cristianos, el término E uro­ pa, testimoniado de nuevo desde el siglo vm , volvió a tener vigencia, m u­ cho más desde el siglo

x v i i i .5

Cada vez más. Así, desde esa fecha, Europa era al tiempo geografía — sus descendientes en otros continentes quedaban fuera de ella— y, sobre todo, cultura. Una cultura que venía de los griegos y romanos, había absor­ bido a otros pueblos, se había defendido de otras culturas y se extendía por el mundo. Y que ahora estaba sometida a embates directos, desde dentro y desde fuera/ Y se extendía hacia fuera, con la conquista de otras tierras y la expansión cultural y económica. Políticamente, Europa, desde que cayó el Imperio romano, que fue su germen, tras los griegos, no fue nunca una unidad. Era una unidad cultu­ ral y religiosa, como digo, imitaba una y otra vez a la cultura grecorroma­ na, crecía y era la sede principal del cristianismo — y aun de la crítica hecha al cristianismo— . Pero, políticamente, no era ya, insisto, una unidad, como lo había sido el Imperio romano. Lingüísticamente tampoco. Este es el tema de este libro. Cierto que Bizancio era la continuación de Roma y se consideraba a sí misma como el núcleo cultural del mundo. Cierto que se constituyó, desde Carlom agno, el Imperio romano-germánico, que duró hasta el siglo

x v ii

— pero no pasó de ser un recorte, un fragmento de Europa, combatido por muchos— . Cierto también que el papa era el rector espiritual de Europa hasta el Cisma de Bizancio en el siglo

ix

y la llegada de los protestantes en

el xvi. Pero la unidad política de Europa, que intentaron establecer por la fuerza Napoleón y Hitler, fracasó. Ahora se reintenta por vías pacíficas, con la Unión Europea. N o la veo con excesivo optimismo.7Esto es muy personal. Y a Alejandro fracasó unien­

Prólogo

15

do a los griegos; su creación apenas duró políticamente, sí culturalmente. Hubo luego, eso sí, el Imperio romano, pero seguido de los fracasos a los que he aludido. Y hay la problemática política actual. En todo caso, Euro­ pa es, ante todo, un concepto cultural, dentro del cual está la fórmula polí­ tica que hoy domina o intenta dominar en todas partes: la democracia. N o voy a insistir en ello demasiado en este libro, excepto en la medida en que tiene un reflejo lingüístico. Este reflejo, que viene casi siempre del influjo del léxico culto griego y latino (y de otros elementos lingüísticos y literarios más, griegos y latinos también) a través de vías diversas, así como de las relaciones de todo tipo entre las naciones europeas, ha hecho y conti­ núa haciendo una enorme contribución a la unidad cultural de Europa. Es lo que unifica, en cierta medida, las lenguas de Europa. Lo que, como su cultura toda, se ha trasplantado a gran parte del planeta. D e esto he es­ crito,8y he dado sobre ello múltiples cursos y conferencias. Tam bién sobre el influjo de la cultura grecolatina en la creación de las nuevas literaturas europeas y de todo el pensamiento europeo: en E l reloj de la historia, ya ci­ tado, y en otros lugares.9 D e todo ello se hallará aquí el eco, desde una nue­ va perspectiva. T odo esto tiene, naturalmente, relación con el tema de las lenguas europeas y el de en qué medida hay una lengua europea, que es precisa­ mente el de este libro: no tengo más remedio que aludir a ello para dar el marco en que se desarrollaron las lenguas de Europa. Lo notable es lo que sigue. Europa ha tenido, como he apuntado, una geografía variable (y, en cierto sentido, se extiende hoy fuera de Europa) y ha tenido una historia política compleja y variable, que solo ahora desem­ boca en una cierta unidad y que, ella también, ha repercutido y repercute sobre el mundo; ha tenido y tiene una cultura, más unificada cada vez, pero siempre varia y conflictiva y desbordada sobre el mundo. Pues bien, lo mismo o algo parecido ha sucedido en su historia lingüística. Este es el tema central de este libro. L o he dicho antes: las lenguas europeas tienden a una cierta unidad en el terreno del léxico y la formación de palabras (lo que afecta también a las lenguas europeas habladas fuera de Europa y, en realidad, ya, a todas las len­ guas del mundo), también en otros terrenos. Es una historia notable, que merece ser contada.

ι6

Prólogo Pero comencemos por el principio: la llegada a Europa (y a diversos lu ­

gares de Asia) de las lenguas indoeuropeas se sitúa hacia el año 5000 a. C.; y por la misma fecha llegaron avanzadas de las lenguas finougrias. El más antiguo hombre europeo hablaba, pues, otras lenguas, de las que, si acaso, han quedado huellas en la toponimia. El vasco puede ser una de ellas, pero es más probable que llegara de fuera por la misma fecha indicada. Esta es, al menos, mi opinión tentativa. En realidad, por la techa indicada, el quinto milenio antes de Cristo y los siguientes, las lenguas indoeuropeas que llegaron son para nosotros remotas, conjeturales, detectables en los topónimos y nombres de ríos. N o pertenecían a las familias posteriores, ramificadas luego variamente y bien co­ nocidas, origen de nuestras lenguas indoeuropeas actuales. Estas vienen del indoeuropeo que, desde más allá del Volga, penetró a partir de Ucrania y los Balcanes y la llanura oriental europea en varias oleadas a partir del tercer m ilenio antes de Cristo. Se extendió desde el 2000 a. C. por Grecia, y desde el 1000 a. C., más o menos, por Italia, el centro y oeste de Europa y España (lenguas itálicas, célticas, germánicas). Se añadieron las lenguas llegadas más tarde, desde fines del primer milenio antes de Cristo: las bál­ ticas y las eslavas, por no mencionar las lenguas menores, como el ilirio. Pero eran lenguas varias y diversas, que pertenecían a ramas diferentes del indoeuropeo, algunas extendidas también por Asia: no hubo nunca una lengua europea base de todas las posteriores. A estas lenguas indoeu­ ropeas se les añadieron miembros de familias lingüísticas no indoeuropeas ya mencionadas. Las llanuras del centro de Asia, vieja matriz, lanzaron a numerosos pueblos nómadas, tribus de culturas neolíticas y del bronce, apenas agra­ rias, sobre Europa. Una serie de datos sitúan a uno de estos pueblos, los in­ doeuropeos, por un tiempo, en la llanura que va del Volga al Dniester, en lo que es hoy Ucrania y Rusia meridional. A lgo he de decir sobre la cultura de estos pueblos, reconstruida ya a partir del léxico, ya de datos arqueoló­ gicos e históricos, y sobre la de algunos pueblos no indoeuropeos que tam­ bién llegaron a Europa. Pero para que, a partir de las lenguas indoeuropeas de Europa, cuya historia en alguna medida podemos reconstruir, y de las demás, podamos configurar, aunque sea en breve esbozo, una historia lingüística de Euro­

Prólogo pa, habremos de considerar varios puntos que en este prólogo no hago sino mencionar: 1. El indoeuropeo tiene ciertas características estructurales, variables, por lo demás, según épocas y lugares, cierta tipología que en alguna medi­ da se conserva en las lenguas indoeuropeas actuales. Trataré de ella. 2. Pero hay dos temas que no deben olvidarse. Primero, que las caracte­ rísticas centrales de todas las lenguas del mundo coinciden: hay unos uni­ versales lingüísticos (un derivado, sin duda, del fenómeno de la creación del lenguaje dentro de la historia del Homo sapiens, quizá en parte antes). Segundo, que, vecinas del indoeuropeo, hubo, en estrecho contacto, otras familias lingüísticas: algo hemos de decir sobre las relaciones y diferencias. Hay una copiosa bibliografía y algo he escrito ya sobre ello.1'1 3. El indoeuropeo, como ya he dicho y es bien sabido, no es exclusivo de Europa: continuó y continúa viviendo en Asia. En este libro, como en publicaciones mías anteriores que citaré en el lugar oportuno, lo consi­ deraré como un sistema en evolución, con diversas etapas cronológicas y locales. N o es esta la imagen común: más generalmente se describe un in­ doeuropeo único, plano, por una inercia que se arrastra desde la recons­ trucción de Bopp hasta las de Brugmann, Meillet y otros, reconstruccio­ nes de una fecha en que todavía no eran conocidos el hetita y las lenguas anatolias. Aunque en lingüistas como Meillet, H irt, Specht y Benveniste, entre otros, había ya notables anticipos de un estudio en profundidad del indoeuropeo. He defendido esta idea en numerosas publicaciones a las que aludiré, también la abrazan otros lingüistas." Pero es terrible el poder de la inercia y la resistencia a las nuevas ideas, aunque el descubrimiento del hetita y el anatolio en general, así como el del tocario, en techa muy posterior a las primeras reconstrucciones del indoeuropeo a las que he aludido, haga im­ prescindible revisar todo el tema. N o existe, pues, una equivalencia del tipo indoeuropeo = lenguas de Europa. Las etapas del indoeuropeo son las mismas en Europa y fuera de Europa; hay entre ellas un paralelismo, dependiente, sin duda, de factores internos de tipo estructural: desde el IE I, el preflexional, de tipo monosilá­ bico con mínima morfología, hasta el IE II o monotemático (el del anato­ lio,

quedan huellas fuera de él) y el III o politemático (el de las lenguas de

ι8

Prólogo

Europa en general y otras fuera de ella). Este último es el que habitual­ mente es considerado, hoy todavía, como indoeuropeo a secas, el de la re­ construcción tradicional. Añado todavía el que he llamado IE IV, a saber, un IE III evolucionado cuyos rasgos comunes son independientes de la geografía: lo hallamos hoy día desde en la India e Irán hasta en toda Europa.12En todas las lenguas in­ doeuropeas de hoy: en todas las de Europa, pero no solo en ellas. Es tema muy complicado, que aquí intentaré exponer en forma simple. 4. En cambio, hay algo que sí tiene que ver, en el indoeuropeo, con la historia de Europa: la creación de grandes lenguas nacionales y aun supranacionales, que han recubierto pequeños dialectos a veces conservados, a veces no. Nótese: «dialecto» es un concepto lingüístico, «lengua» es un concepto sociopolítico. Cuando se dieron las circunstancias adecuadas, los que eran pequeños dialectos — así el castellano de una mínima región, el francés de la Ile-de-Franee o el florentino, por ejemplo— se convirtieron en grandes lenguas nacionales y culturales. He de estudiar este fenómeno. Igual había sucedido antes con el ático, dialecto inicialmente de una pe­ queña región; y el latín, dialecto meramente del Lacio. Se convirtieron en lenguas ampliamente habladas, en lenguas de política y cultura que, ade­ más, penetraron el futuro. Por supuesto, las grandes lenguas europeas han recibido la huella de las diferentes y sucesivas etapas culturales de sus naciones y ámbitos. Se han relacionado ampliamente, también, con las lenguas no indoeuropeas. Y han pasado a hablarse, algunas, en lejanas e importantes geografías. 5. Porque no todo es indoeuropeo en Europa, ya he dicho. Tenem os, para dejar ahora las lenguas del substrato anterior a los indoeuropeos, dos lenguas de la familia lingüística finougria: una, el húngaro, que llegó a Europa a fines del siglo ix d. C.; otra, el finés, muy anterior. En cuanto al vasco, seguramente de origen asiático también, se piensa en el Cáucaso y se supone por lo general de fecha preindoeuropea; pero no puede precisarse. Su llegada al País Vasco español es posiblemente poste­ rior a su llegada a Aquitania, es de época rora;ma.'J Otras lenguas no indoeuropeas que llegaron de Asia, como las de los hunos, ávaros, mongoles y turcos, o se perdieron o no echaron aquí raíces. Caen fuera, pues, de este libro.

Prólogo En todo caso, el indoeuropeo no es solamente europeo y en Europa no hubo un solo indoeuropeo, sino variantes temporales y locales. En nuestros genes, por otra parte, pesa amplísimamente un substrato no indoeuropeo. Son similares los de la población de toda Europa, así como lo son los de la población del País Vasco y de las provincias limítrofes. Volveré sobre ello más adelante. N o hay, pues, en las tases más antiguas, una historia lingüística ni una tipología común a Europa. Europa es una aproximada unidad cultural y lingüística que se han creado paso a paso, no otra cosa. Y en una gradual aproximación de las lenguas europeas entre sí, en un momento en que ha­ bía escasa comunicación con Asia, el influjo de la lengua griega, directa­ mente o a través del latín, ha sido decisivo. En suma, el concepto de «indoeuropeo» no coincide con el de «Europa». H ay, eso sí, diversas ramas lingüísticas indoeuropeas en Europa, y hay va­ riantes tipológicas. Ha habido una evolución histórica, ha habido présta­ mos de las antiguas lenguas de cultura, que son el latín y el griego, ha habi­ do influjo del conjunto de las dos sobre las lenguas no indoeuropeas. Y algunos otros influjos exteriores.

6.

Cuando existe una fragmentación dialectal o lingüística, pero tam­

bién una estrecha relación social y política, lo habitual es que se adopte una de las lenguas del conjunto como lengua común o general. Esto ha propi­ ciado la difusión, dentro de ciertos límites, de lenguas como el castellano, el francés, el italiano, el alemán, etc. El ático, en su forma de kpiné, fue len­ gua común entre los distintos dialectos griegos y también fuera (en Asia Menor, Siria, Palestina y Egipto, entre los búlgaros, en Nubia, etc., tam­ bién entre las clases cultas romanas). Influyó en todas partes enormemen­ te.14 Y el latín fue lengua común no solo en Roma, también en la Europa medieval entre los hombres cultos. Luego, en fechas diferentes, el español y el italiano se hablaron fuera de las propias fronteras. Después el francés, como idioma diplomático e inter­ nacional, sobre todo desde el siglo xvm . Ya por esa fechase había perdido el latín como lengua común. Hoy la lengua común europea (e internacional) es, como se sabe, el inglés. Influye, por otra parte, en todas nuestras lenguas. Hay, pues, escalones de lenguas comunes y, bajo ellas, lenguas de difusión regional o dialectal. Los límites, de todas maneras, no son siempre claros.

Prólogo

20

η. Pero sí hay cierta unidad entre las distintas lenguas europeas, ta m ­ bién entre las regionales y dialectales, en un sector im portante de las m is­ mas: el del léxico cultu ral, en un sentido m uy am plio. Su crecim iento es parte de la historia cultural de E u rop a, este léxico procede del grieg o por vías m uy distintas, luego del latín, y después se ha desarrollado en lugares m uy varios, y se ha transm itido tam bién horizon talm ente, de unas lenguas europeas a otras. T o m a n en préstam o palabras de diversos orígenes y de diversas transm isiones: la m ayor parte griegas y latinas, pero tam bién del m u n do extraeuropeo, directam ente o a través de calcos y traducciones. Este es el principal factor de unificación lingüística, aun qu e no pueden silenciarse algun os elem entos m orfológicos, sintácticos y literarios (estilís­ ticos, de géneros literarios, etc.). L a literatura es tam bién lengua, un texto literario es un hecho lingüístico. C la ro qu e los m odelos literarios y cien tífi­ cos europeos se han exten did o ya a todo el orbe: son parte de la cultura europea y de su influjo. E fectivam ente, la antigua tradición grecolatina fue am pliada luego con desarrollos propios de varias lenguas que, a su v ez, in fluyeron en otras len ­ gu as europeas. Son, sobre todo, el francés, el castellano, el italiano, el ale­ m án y el inglés. E l in flu jo de la lengua y el de la literatura, a través de m o­ m entos diversos, no pueden separarse. P ero hay, todavía, otras tendencias unificadoras más sutiles. Las que se reflejan, p or ejem p lo, en sistem as de signos no alfabéticos, del m ism o m o d o que hay otros sistem as de com un icación no lingüísticos qu e ta m ­ bién tienden a unificarse. Este es el com plejo tem a de este libro: cóm o en nuestras lenguas p ervi­ ven viejas tradiciones previas a E u ropa y, a su lado, resultados de evo lu cio­ nes más o m enos paralelas qu e tam bién rebasan Europa. Y , dentro de esta, huellas dejadas p or su propia historia. T am b ién elem entos crecientes de unidad, en principio, de origen grecolatin o (que a veces tiene raíces más le ­ janas), pero unidos a evoluciones culturales que incluyen influ jos h o rizo n ­ tales entre las diversas lenguas europeas en varios m om entos de su historia. E n nuestros días, las tendencias a la unificación del léxico europeo son más fuertes que nunca. Porq ue, evid en tem en te, no hay m otivo para establecer niveles o rangos entre las lenguas, en principio: bien ha insistido en ello M oreno C a b re ra .11

Prólogo

21

N o es m enos cierto qu e las lenguas pueden constituirse en instrum entos al servicio de varias culturas, en este caso la europea y las europeas. E l paso de las lenguas de la edad neolítica y del bronce a las que expresan hoy nuestra cultura e in flu yen en todas las del m u n do es algo que m erece estudiarse. Es lo que intento en este libro. Pienso que este es un planteam iento origin al, al m enos en parte, qu e es­ taba esperando a que alguien lo recogiera. H e intentado desarrollarlo en form a accesible a las personas cultas, sim plificand o las cosas excesivam en­ te técnicas, y apoyándom e, con frecuencia, en exposiciones anteriores. M uchas de ellas son m ías y se refieren a puntos m u y diversos. A algunas he hecho m ención ya, a otras la haré luego. E ran tratam ientos aislados, in­ dependientes, surgidos a partir de tal o cual interés m onográfico. A hora los recojo, a veces abreviados, otras expandidos, tras haber llegado a la con­ clusión de que, en realidad, todos esos puntos tenían coherencia, se refe­ rían en definitiva al tem a gen eral de este libro. C la ro que esos tratam ientos m íos partían de estudios anteriores y a ve­ ces coincidían, a veces discrepaban, con los de otros estudiosos. Procuro hacerlo ver aquí, aun que voy a reducir en lo posible la eru dición y la bi­ bliografía. O tras partes del libro proceden de ideas de diversos estudiosos qu e intento hacer encajar aquí, den tro de la red de tem as qu e analizo. O tras veces aún, finalm ente, lo qu e hago es más bien indicar ideas qu e de­ berán ser am pliadas acudiendo a otros lugares y autores, o qu e ofrecen su­ gerencias de tem as de estudio qu e deberían ser explorados. D ivid o , así, el libro en tres partes. L a prim era estudia los orígenes lin ­ güísticos de Eu ropa y su prehistoria dentro de un contexto indoeuropeo más am plio, pero inserto aq u í en una determ inada geografía y una deter­ m inada fase de evolución lingüística. L a segunda atiende a las lenguas pro­ piam ente europeas y a su evolución a lo largo de su historia. L a tercera, al con texto cultural de las lenguas de Europa y a las tendencias unificadoras qu e operan dentro de ellas. El libro une, pues, tem as diferentes, siem pre al servicio de una idea cen­ tral: la creación de una Europa lingüística y cultu ral a partir de unos oríge­ nes com plejos, no solo europeos. Y ello m ediante la guía de la línea de las lenguas griega y latina, que atraviesa los siglos y proporciona el m odelo para otras lenguas y culturas nacionales.

20

Prólogo 7.

P ero sí hay cierta unidad entre las distintas lenguas europeas, tam ­

bién entre las regionales y dialectales, en un sector im portante de las m is­ mas: el del léxico cultural, en un sentido m u y am plio. Su crecim ien to es parte de la historia cultu ral de E u ro pa, este léxico procede del g rieg o por vías m uy distintas, lu ego del latín, y después se ha desarrollado en lugares m uy varios, y se ha transm itido tam bién hori/.ontalm ente, de unas lenguas europeas a otras. T o m a n en préstam o palabras tic diversos orígenes y de diversas transm isiones: la m ayor parte griegas y latinas, pero tam bién del m u n do extraeuropeo, directam ente o a través de calcos y traducciones. Este es el principal factor de unificación lingüística, aunque no pueden silenciarse algunos elem entos m orfológicos, sintácticos y literarios (estilís­ ticos, de géneros literarios, etc.). L a literatura es tam bién lengua, un texto literario es un hecho lingüístico. C la r o que los m odelos literarios y cien tífi­ cos europeos se han exten did o y a a todo el orbe: son parte de la cultura europea y de su influjo. E fectivam ente, la antigua tradición grecolatin a fue am pliada lu ego con desarrollos propios de varias lenguas qu e, a su v ez, influ yeron en otras len­ guas europeas. Son, sobre todo, el francés, el castellano, el italiano, el ale­ m án y el inglés. E l in flu jo de la lengua y el de la literatura, a través de m o ­ m entos diversos, no pueden separarse. P ero hay, todavía, otras tendencias unificadoras m ás sutiles. L a s q u e se reflejan, por ejem p lo, en sistem as d e sign os no alfabéticos, del m ism o m odo q u e hay otros sistem as de com u n icació n no lingüísticos que tam ­ bién tienden a unificarse. Este es el com p lejo tem a de este libro: cóm o en nuestras lenguas p ervi­ ven viejas tradiciones previas a Eu rop a y, a su lado, resultados de evolucio­ nes m ás o m enos paralelas qu e tam bién rebasan E u ropa. Y , den tro de esta, huellas dejadas por su propia historia. T a m b ié n elem entos crecientes de u nidad, en principio, de origen grecolatin o (que a veces tiene raíces m ás le­ janas), pero unidos a evoluciones culturales qu e incluyen in flujos h o rizo n ­ tales entre las diversas lenguas europeas en varios m om entos de su historia. E n nuestros días, las tendencias a la unificación del léxico europeo son más fuertes qu e nunca. P orq ue, evidentem ente, no hay m o tivo para establecer niveles o rangos entre las lenguas, en principio: bien ha insistido en ello M oren o C a b re ra .'5

Prólogo N o es m enos cierto que las lenguas pueden constituirse en instrum entos al servicio de varias culturas, en este caso la europea y las europeas. E l paso de las lenguas de la edad neolítica y del bronce a las que expresan hoy nuestra cu ltu ra e in flu yen en todas las del m u n do es algo qu e m erece estudiarse. Es lo qu e intento en este libro. Pienso que este es un planteam iento original, al m enos en parte, qu e es­ taba esperando a qu e alguien lo recogiera. H e intentado desarrollarlo en form a accesible a las personas cultas, sim plificand o las cosas excesivam en ­ te técnicas, y apoyándom e, con frecuencia, en exposiciones anteriores. M uchas d e ellas son m ías y se refieren a puntos m u y diversos. A algunas he hecho m ención ya, a otras la haré luego. E ran tratam ientos aislados, in­ dependientes, surgidos a partir de tal o cual interés m onográfico. A h o ra los recojo, a veces abreviados, otras expandidos, tras haber llegad o a la con­ clusión de que, en realidad, todos esos puntos tenían coherencia, se refe­ rían en definitiva al tem a gen eral de este libro. C la ro que esos tratam ientos m íos partían de estudios anteriores y a ve­ ces coincidían, a veces discrepaban, con los de otros estudiosos. P rocuro hacerlo ver aqu í, aun que voy a redu cir en lo posible la erudición y la bi­ bliografía. O tras partes del libro proceden de ideas de diversos estudiosos q u e intento hacer encajar aquí, den tro de la red de tem as que analizo. O tras veces aún, finalm ente, lo qu e h a go es más bien indicar ideas qu e de­ berán ser am pliadas acu diend o a otros lugares y autores, o qu e ofrecen su­ gerencias de temas de estudio qu e deberían ser explorados. D ivid o , así, el libro en tres partes. L a prim era estudia los orígen es lin­ güísticos de Eu ropa y su prehistoria dentro de un contexto indoeuropeo m ás am plio, pero inserto a q u í en una determ inada geografía y una deter­ m in ada fase de evolución lingüística. L a segunda atiende a las lenguas pro­ piam ente europeas y a su evo lu ción a lo largo de su historia. L a tercera, al con texto cultural de las lenguas de E u ro pa y a las tendencias unificadoras qu e operan den tro de ellas. El libro une, pues, temas diferentes, siem pre al servicio de una idea cen­ tral: la creación de una Eu rop a lingüística y cultural a partir de unos o ríge­ nes com plejos, no solo europeos. Y ello m ediante la gu ía de la línea de las lenguas griega y latina, que atraviesa los siglos y proporciona el m odelo para otras lenguas y culturas nacionales.

Prólogo

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R ehuye el libro una erudición excesiva y ofrece m ateriales m ultiform es, unos m ás conocidos que otros, que unidos cobran sentido. A veces expone cosas qu e son nuevas sin du d a para m uchos (así lo relativo a los orígenes indoeuropeos, qu e sigue fun dam entalm en te ideas mías), otras veces he­ chos varios bien conocidos sobre lenguas y culturas de E u ropa, antiguas y m odernas. P ero lo novedoso del libro, más q u e sus m ateriales, es que intenta trazar una línea que una unos y otros hechos y m uestre cóm o fue creándose, a partir de ellos, esc con jun to lingüístico y cultural que llam arnos Europa. Pues la lengua es inseparable del resto de la cultura, y el resto de la cultura se com prende mal sin las lenguas en qu e se expresa — y que la m oldean ofrecien do su m odelo.

PR IM E R A PARTE

LAS RAÍCES L I N G Ü Í S T I C A S DE EUROPA

Γ L E N G U A S IN D O E U R O P E A S Y N O IN D O E U R O P E A S E N E U R O P A

V IS IÓ N G E N E R A L

E L N Ú C L E O DE NU ESTRAS LE N G U A S INDOEUROPEAS

El núcleo de las lenguas indoeuropeas de Europa (y de las dem ás) está en un sector de las lenguas indoeuropeas qu e penetró en ella, ya he dicho, des­ d e el este, desde la lla n u ra q u e va del V o lg a al D n iester, pero qu e venía, en definitiva, del A sia central y tam bién pasó al A sia qu e va de A n atolia a la India, bien por el C áu caso, bien desde la península Balcánica. U n m om en to d e su avance, o de uno de sus avances, estuvo represen­ tado por la llam ada cu ltu ra de los ku rgan es o tú m u los funerarios, locali­ za d a en U cran ia a partir del q u in to m ilen io antes de C risto , p ero tam bién m ás hacia el este y, lu ego, hacia el oeste, hasta B u lga ria , H u n g ría , M ace­ d o n ia y G re cia , y m ás allá (véase m ás adelante). L o s constructores de los k u rga n es pertenecían a u n p u eb lo fu n d am en talm en te gan adero, sem inóm ada, gu errero , qu e se m o vía a lom os del caballo, co m o tantos pueblos sucesores suyos. H abían d o m estica d o al perro, la oveja, el cerdo, etc., cu ­ yos restos se encuen tran en los k u rgan es. E l estudio del polen revela la existencia del haya, el abedu l, el roble. E nterraban a sus m uertos, boca arriba y teñidos de ocre, con sus caba­ llos. A partir de aq u í esta cu ltu ra se difun d ió, por un lado, en dirección a E u ro p a y, por otro, a A n atolia, Irán y la India, com o acabo de decir, entre otros lugares. H abía varios estratos de pueblos indoeuropeos, qu e tam poco se excluye q u e procedieran del A sia septentrional y la región qu e llega hasta el P acífi­ co; y, desde luego, lanzaron hordas invasores en varias direcciones. A d e ­

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Las raíces lingüísticas de Europa

lanto lo que, en d efin itiva, pienso sobre el tem a, para luego p ro fu n d izar más en detalle y presentar diversas teorías. Prim ero, vino la argum entación lingüística; lu ego, la arqu eológica e histórica. L a com paración lingüística, que com en zó ya en el siglo x ix con la obra de F ra n z B opp, d e 1816, tras el descubrim iento, a fines del siglo x v m , de la sem ejanza del sánscrito y diversas lenguas europeas, dem ostró que hubo un fon do lin gü ístico com ú n , más o m enos u nitario, del que proceden los grup os de lenguas m encionados. Son las lenguas indoeuropeas, que, a par­ tir de aquí, se crearon y continuaron lu ego fragm entándose. T ra s la especulación qu e situaba la India en el origen de todo, relacio­ nada sin du da con el libro de Sch legel Ueber die Sprache und Weisheit der Inder, de 1807, v in o la ola de los estudiosos alem anes, qu e em plazab an a los indoeuropeos originales en la llanura alem ana, com o m ucho hasta P o lo­ nia. F ilo desde A d a lb e rt K u h n (han seguido lu ego K osin n a, B osch -G im pcra, H ausler y m uchos otros): eran altos y rubios, a lgo así com o los anti­ guos germ anos. L u ego vinieron los estudiosos que, desde A . Pictet, los situaron en A sia. P ero de esto hablarem os m ás adelante. E n todo caso, la com paración lingüística reconstruía el esquem a d e una lengua indoeuropea com ún. Esta lengua de la reconstrucción tradicional de los indoeuropeístas, que debe fecharse a partir del 2500 a. C ., es aquella de la que surgieron las gran des fam ilias lingüísticas conocidas. Este es el estrato qu e lla m o IE III, porqu e los datos arqueológicos — las culturas de los ku rganes m ás antiguas, desde el qu in to m ilenio, com o he d ich o — y datos lin gü ístico s qu e verem os, hacen pensar en la existen cia de uno o varios indoeuropeos anteriores, P ero volvam os a la expansión del in doeu ropeo a partir, com o d ig o, del 2500 a. C , más o menos: del que m uchos califican, sim plem ente, com o «el in­ doeuropeo» y en este libro se define com o una de sus fases, la últim a antes de su dispersión. S olo por la difu sión d e los pueblos y len g u as in doeuropeos a partir de un p u n to g e o g rá fic o in term ed io e n tre todos ellos pu ed e com pren derse el p arentesco d e las lenguas qu e van del in d io y el tocario en el este, en A sia, hasta el celta en el occid en te de E u ro p a. Ese p u n to in term ed io entre los q u e partieron hacia el este y los q u e lo h iciero n hacia el oeste (unos y otros lu ego, a veces, bajaron hacia el sur: hacia el M ed iterrán eo o la India

Lenguas indoeuropeas y no indoeuropeas en Europa

iZ

m erid ion al) está, exactam en te, en la cultu ra de los k u rga n e s, al norte del m ar N e g ro , y p o r el este hasta el V o lg a , incluso el la go A ra l y el R a za k is tá n .1 Es, ho y, la m ás g e n era lm en te aceptada p a tria del p u eb lo in d o­ europ eo. A u n q u e ha podido ser, insisto, tan solo una escala de paso en sus m igra­ ciones; y ha producido distintas oleadas de pueblos antes de la más recien­ te, de la q u e ahora m e ocupo. D e algunas hay huella en el llam ado «anti­ gu o europeo*, del que hablaré. L as lenguas indoeuropeas cuyos descendientes han llegado a nosotros (y a varias partes de Asia) son varias, pero podríamos dividirlas en dos grupos:*

E L C IN T U R Ó N IN D OEU R OPEO M E R ID IO N A L

E xistió un cinturón m eridion al de lenguas indoeuropeas, el que en la A n ­ tigüedad com enzaba en E u ro p a con el tracio y el griego, y continuaba en A sia M enor con el frigio, el arm enio y, más allá, el indoiranio (también pre­ sente en A sia cen tral y en vario s pueblos al norte del m ar N e g r o y en los Balcanes: escitas, etc.). Son lenguas m uy estrecham ente em parentadas en­ tre sí, es el gru p o que llam arem os IE III A . Este cinturón qu edó fragm en tad o en dos grupos, que se m ovieron en direcciones contrarias. U n p rim er g ru p o se d esp lazó desde la llanura de U cran ia hacia O ccid en te, bo rd ean do el m ar N e g r o y giran d o lu ego hacia el sur. C reó el tracio y el g rie g o (y otras lenguas, hoy perdidas, sin duda). Y a partir d e un m om ento, atravesando el B osforo y los D ardanelos, dejan d o atrás el tracio y el griego, siguió hacia A n atolia, don de creó el frigio y el ar­ m en io, ya en A sia M enor. Se im pu so allí a un indoeuropeo d e fecha ante­ rior, el anatolio, del que ten go que hablar. Pero, volvien do al IE III A , un segundo gru p o , el del indoiranio, con ­ trariam ente a lo qu e hicieron los pueblos y lenguas qu e acabo de citar, se d irig ió desde U cran ia (donde dejó, ya digo, huellas) hacia el este, por el C áu caso y bordeando el m ar C asp io. A través de la llanura de G o rg an pe­ n etró en Irán, donde perm aneció el iranio: lo encontram os en la Babilonia d e l siglo glo

XIV,

x v iii

(casitas) y hay hu ella de él en el p u eb lo d e M itan n i, en el si­

O tra lengua de este grupo, el indio, pasó hacia el este a través del In-

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Las raíces lingüisticas de Europa

d u kush , y se asentó en la cuenca del Indo; lu eg o siguió más hacia el este hasta el g o lfo de B en gala, luego hacia el sur. D a d o que la llegada del grieg o y el indio a las qu e habían de ser sus pa­ trias se fecha hacia el 2000 a .C ., estos dos m ovim ientos de pueblos en dos sentidos contrarios deben situarse a finales del tercer m ilenio antes de C risto. N o describo aq u í sino las lenguas generales, no la rica varied ad de dialec­ tos geográficos y tem porales, ni las lenguas qu e, a partir de ellos, han llega­ d o hasta hoy m ism o com o descendientes del iran io y el indio: del ku rd o , el farsi y el pastum al hindi, el bengalí y otras varias en la India. H an llegado tam bién hasta hoy el g rie g o m oderno, descendiente de la kpiné o g rieg o he­ lenístico, y el arm enio; no el tracio ni el frigio ni otras lenguas más. Este indoeuropeo al que m e refiero con el nom bre de IE III A (el del cin­ turón meridional) y que describiré en el m om ento adecuado poseía, com o he dicho, los rasgos que habitualm ente se atribuyen al indoeuropeo a secas. Pues la reconstrucción tradicional se hacía sobre el griego y, sobre todo, el sánscrito. Es el que a las características generales del IE III (pérdida de los fon e­ m as laringales, creación de flexiones nom inales y verbales en las qu e se oponen varios tem as derivados de una m ism a ra íz y con u n valor gram ati­ cal propio cada uno) añadía innovaciones m últiples. Innovaciones m uy ca­ racterísticas, com o nuevos desarrollos del politem atism o (flexiones n om i­ nales y verbales que oponen varios temas, no solo desinencias), así com o tiem pos y aspectos, com o el futu ro y el perfecto y m odos verbales. Se suele postular que si hay rasgos de este IE I I I A que faltan en el IE III B, el del cinturón septentrional que va del tocarlo y el báltico al celta, se debe a que este los ha perdido. En realidad, el IE III B no aceptó sim plem ente a lgu ­ nas de las innovaciones del IE III A , que es más arcaico. A u n q u e a veces con­ serva arcaísmos que el IE III A perdió, com o veremos. Y presenta innovacio­ nes propias, sobre rodo, la conjugación verbal sobre solo dos temas diferentes. E xp o n d ré todo esto. Y tam bién las fases del 1 E anteriores a la III: entre ellas, la del IE II, más antiguo, preservado en algun a m edida en el anatolio, qu e pasó hacia el sur, se supone, a través del C áucaso; y la del IE I o preflexional, más an tiguo aún, dedu cido de consideraciones teóricas. L a solución del problem a in doeuropeo y del origen y m ovim ien tos de los distintos p u e­ blos y lenguas indoeuropeos no era, com o se ve, tan simple.

Lenguas indoeuropeas y no indoeuropeas en Europa

*9

F.L C IN T U R Ó N IN DOEUR OPEO SE P T E N T R IO N A L

Pero, antes de hablar de las fases arcaicas del IE , debo m encionar las gran ­ des unidades lingüísticas del cinturón indoeuropeo septentrional, el de las len guas bálticas, las eslavas, las célticas, las itálicas y las germ ánicas en E u ro­ pa, m ás algunas m enores (y el tocario en Asia). Form an un grupo de lenguas con varios rasgos com unes, son las m adres de todas las actuales lenguas indoeuropeas de Europa salvo el griego. Y pro­ ceden de un cinturón de lenguas indoeuropeas qu e, desde la zona de los ku rgan es, se desplazaron, p or el norte del cinturón m eridion al indoeuro­ peo, en dirección a la llanu ra europea. A u n q u e hu bo tam bién un m o vi­ m ien to hacia el este, el del tocario. U n gru p o , el fo rm ad o p or las len g u as m en cionadas, se d e sp la zó hacia el oeste por el norte de los C árp ato s después del año 1000 a. C ., y se esta­ b leció en E u rop a; un segu n d o g ru p o m u ch o m en or, el del tocario, se des­ p la zó hacia el este y p erd ió el con tacto con el an terior, aun con servan do rasgos lin gü ísticos com unes. C re ó , co m o digo, el to cario (conocido en te­ cha tard ía, siglos v -v m d. C .) con sus dos ram as A y B. Se estableció en el S in k ia n g , al este de los m on tes T ie n Shan, en los oasis de T u r fá n y K u ­ cha. Ign oram o s la fecha de este d esplazam ien to: el caso es q u e el tocario «se extravió » hacia el este, p or así d ecirlo , ro m p ien d o el con tacto con las len g u as occidentales, com o he d ich o . Q u ed aro n en el rasgos com un es con estas otras lenguas, con servó tam b ién arcaísm os y desarrolló in n o va­ ciones. T o d o este gru p o de lenguas tiene características com unes: es el que lla­ m o IE III B, aquellas de cuyas lenguas qu e penetraron en F.uropa, a partir de un cierto m om ento, creo q u e ya den tro de ella, establecieron secunda­ riam ente un contacto con las del IE III A , el in doeuropeo m eridion al, lo q u e q u ed ó reflejado en una serie de préstam os. V e rem o s el detalle. Son lenguas las del IE 1 1 1 B (las de Europa y el tocario en A sia) que, por u n lado, frente al IE III A , presentan arcaísm os (a veces les faltan los m o ­ dos, el futu ro o el perfecto) e innovaciones. T ales, en el verbo, la reducción d el sistem a politem ático (presente / aoristo / perfecto / futuro, con in clu ­ sión en él de los m odos) a uno bitem ático, com o ya he dicho: solo tienen un pretérito, que es un an tiguo im p erfecto, aoristo o perfecto. H a y otras in no­

Las raías lingüísticas de Europa



vaciones com unes a todas o parte de estas lenguas. E l tocario es, dentro de ellas, desde luego, un caso especial. L a s hu ellas históricas d e estas len guas d e riv a d as d el IE III B son m ás recientes qu e las del g r u p o del g rie g o , el in d o ira n io y las dem ás lenguas del IE III A . E s m uy fácil que los orígen es de los gru p o s lin gü ístico s d e ­ rivad os del IE III B no sean anteriores al año 1000 a .C ., y v ario s, p oste­ riores. T o d o s estos son elem entales argum entos lingüísticos e históricos que apenas han sido tenidos en cuenta. H a y que com pletarlos con otros basa­ dos en lo que sabemos, a través del léxico, del pueblo indoeuropeo y su c u l­ tura: es la llam ada paleontología lingüística. T o d o ello en conexión con los datos arqueológicos y con las diferentes hipótesis sobre fases del in doeuro­ peo anteriores a la a q u í reseñada (las fases II y I, ya aludidas) o bien sobre localizaciones diferentes qu e se han propuesto.

CON CLU SION ES SOBRE LOS INDOEUROPEOS DE LA TERCERA OLEADA ( lE 111) EN EU R O PA

N u estra concepción es sim ple. H u b o un d esplazam ien to desde el este de dos grupos de pueblos, u n o situado al norte (el III B) y otro al sur (el III A ) de los C árp atos, en dirección al oeste (salvo el caso del tocario); todo ello a partir de un cen tro com ún. Pero un subgrupo del III A bajó a Irán, com o ya he dicho. Y hu bo lu ego una bajada secundaria de algunos de estos p u e­ blos hacia el sur, a saber: los de E u ro p a hacia el M editerráneo, lu ego hacia A n a to lia ;el otro sector, desde Irán hacia la India. T od o s estos son en buena m edida hechos ya históricos que no son sino la continuación del proceso de la expansión del indoeuropeo. T am b ié n son históricos, por ejem plo, los m o vim ien to de baltos, esla­ vos, celtas y germ an os cad a v ez m ás hacia el oeste; se da por así decirlo ante nuestros ojos. E igu al el descenso, fen óm en o secundario, de los g rie ­ gos, itálicos y celtas hacia el sur, al que ya he aludido. Puede techarse el de los primeros desde el año 2000 a. C ., el de los otros hacia el 1000 a. C . E histórica es la entrada de los indios en la In d ia, com o he dicho, y su expansión cada v ez más al este y al sur, tras el períod o védico. L o s tocarios, a su v ez, son

Lenguas indoeuropeas y no indoeuropeas en Europa

ii

claram en te unos intrusos en el S in k ia n g , sus parientes lin güísticos están en E u ropa. Y la hipótesis de los dos «cinturones» indoeuropeos, uno al sur y otro al n orte, nacidos am bos de la cultu ra de los kurganes, no es sino la consecuen­ cia d e que, efectivam ente, los pueblos derivados del prim ero y los del se­ g u n d o estaban en época histórica y en la anterior en esas m ism as posiciones relativas: sur y norte. Hechos tan simples apenas son tenidos en cuenta, se prefieren en general hipótesis arqueológicas y paleolingüísticas por lo m enos dudosas. V erem os algunas. Y , sin em bargo, está bien claro que la penetración de los indoeuro­ peos hacia el sur en Europa es secundaria: persistieron por un tiem po lenguas no indoeuropeas en C reta y en la m ism a G recia (la toponim ia y los préstamos lexicales de lenguas no indoeuropeas lo atestiguan), en Sicilia, en Iberia. E igual en el centro y sur de la India, donde sigue hablándose el dravídico. Solo el em pu je sucesivo de pueblos diversos en fases sucesivas y a partir de un centro com ún, em p u je hacia el este y oeste, lu ego hacia el sur, e xp li­ ca las cosas. T o d o esto lo con firm an, com o he dicho, los m ovim ien tos de pueblos posteriores en Europa: los de los guerreros nóm adas, indoeuropeos y no, qu e invadieron repetidam ente E u ro pa desde la llanura euroasiática (sár m atas, escitas, hunos, finougrios, m ongoles, turcos, etc.); algunos, com o los hu n os y los m ongoles, in vadieron tam bién el A sia oriental, otros, corno los sacas y kusanes, la India, los partos Irán. E incluso conocem os en detalle cóm o fueron, en edad plenam ente his­ tórica, los m ovim ientos de celtas y germ anos: sucesivas invasiones de tri­ bus varias en direcciones varias, superposiciones tam b ién varias. N o hay m ás que pensar en las correrías y gu erras de cim brios y teutones,3 de godos tam bién; en los diversos dialectos germ ánicos que están en la base del in­ glés (los de anglos, juros, sajones, frisones), sobre u n substrato céltico; y en las sucesivas llegadas de los pueblos itálicos a Italia. Es el indoeuropeo evolucionado, el III, el que, partiendo tras el año 2500 d e ese centro del qu e he hablado, la estepa europea de U cran ia y el sur de Rusia, se d ifu n d ió por el m undo. Y ello tras otras fases más arcaicas qu e yo sitúo en dos fechas diferentes, más antiguas. P orq ue habría q u e hablar, ya he dicho, del m ás antiguo in-

Las raíces lingüísticas de Europa

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doeuropeo, que se exten dió por E u ro p a, seguram ente, desde el qu in to m i­ lenio antes de C risto . Es difícil d ecidir si pertenecía al IE III o a uno más arcaico. Está claro, en cam bio, qu e otro indoeuropeo arcaico, el que he llam ado II, representado para nosotros por el anatolio, bajó directam ente a A n atolia, sin d u d a a través del C áu caso. Y qu e antes existió el I, no flexional y m on o­ silábico, que solo se puede detectar por m étodos lingüísticos a partir de huellas que ha dejad o en varias lenguas. D e todo ello y de la cultura del pueblo in doeu rop eo y las diversas hipó­ tesis sobre su origen , la qu e he expuesto a q u í y otras m ás, hablaré m ás ad e­ lante. Pero antes de ocu p arm e de todo esto y de exponer las relaciones del in doeuropeo con otras ram as lingüísticas y p ro fu n d iza r en la historia de sus estratos sucesivos, d ebo decir algun as cosas sobre la E u ro pa lingüística antes de los indoeuropeos. Porque las lenguas indoeuropeas, que han ocupado casi toda Europa (y, desde ella, buena parte del m undo), son, por su origen, insisto, ajenas a Europa. Y llegaron a ella en una fase relativam ente tardía. A u n q u e, a partir de pueblos indoeuropeos que fuera de Europa conservaron estados lin güís­ ticos arcaicos (el anatolio y el tocario, sobre todo) y de la propia reconstruc­ ción interna, podem os deducir algunas cosas sobre los estadios indoeuropeos más antiguos, m uy diferentes de los qu e conservam os, cuya evolución d en ­ tro de Europa se puede seguir más fácilm ente y estudiarem os tam bién.

E U R O P A A N T E S D E LO S I N D O E U R O P E O S

LA EURO PA PREH ISTÓ RICA

P o r supuesto, los indoeuropeos no llegaron a un continente (península continental, m ás bien) vacío, ni siquiera los de la prim era oleada, de en tor­ no al 5000 a. C ., m enos los d e la ú ltim a oleada, de la que salieron los grupos lingüísticos conocidos, tras el 2500 a. C . Estaba poblada por cazadores y re­ colectores. E s conocido el llam ado Hom o antecessor, de la Gran Dolina de A tap uerca, en torno al 800000 a. C . L u e g o siguieron el ergaster y el erectus y desde el 130000 (otros dan fechas más bajas) estaban a q u í los neandertales,

Lenguas indoeuropeas y no indoeuropeas en Europa

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sucesores de los heidelbergenses (últim am ente se ha propuesto el 500000 a. C . para un cráneo heidelhergense, no sé con qué exactitud) y de características físicas no distantes ya de las del hom bre m oderno. Y hacia el 40000 a. C . llegó el Homo sapiens, llam ado a q u í de C ro m a ñón. Salido de A frica hacia el 100000 a. C . o antes, se expan dió igual qu e las oleadas anteriores. A cabó, por exterm in io o fusión, con los ncandertales,4 desaparecidos hacia el añ o 30000 a. C . V in o , seguram ente, a través de Pa­ lestina y la Eu rop a oriental. N ótese que desde el 35000 a. C ., aproxim adam en te, aparecieron el arte paleolítico (en España y Francia) y el arte m obiliar en gen eral (desde el norte de España hasta cerca del V o lga). Este hom bre tenía una capacidad craneana sem ejante a la nuestra, una m em oria qu e se traducía en m itos y ritos (incluidos los funerarios), una serie tic técnicas y com portam ientos. N o estaba dem asiado alejado del otro Homo sapiens, ven ido de las estepas q u e van del m ar N e g ro hasta el V o lg a y más allá, a saber, los indoeuropeos. D om inaba el Hom o sapiens, sin duda, el lenguaje, que según algunos ya poseían, en el grad o que fuera, el ergaster, el erectus y, sobre todo, el neandertal. E n todo caso, y prescindiendo de precedentes, las características ge­ nerales de la hum anidad y del lenguaje hum ano actuales, características di­ fundidas por todo el m undo, proceden de la propia difusión m un dial del Hom o sapiens. Las he recogido en otro libro ya citado.’ N o es de extrañar q u e los habitantes de Eu ropa qu e el Hom o sapiens encontró pudieran asim i­ lar, aprender, su lengua o sus lenguas. Estas lenguas del Homo sapiens se im ­ pusieron: m uy poco qu edó de las antiguas, y ello en los bordes de las lenguas indoeuropeas, allí donde estas tardaron m ás en llegar (véase más adelante). Porque hay una cosa que añadir a lo hasta aquí dicho. Las oleadas del Hom o sapiens indoeuropeo que penetraron en Eu ropa (y en parte de Asia, com o he dicho) a partir del 5000 a. C ., deben ser concebidas com o pequeñas bandas que se sucedían, com batían, superponían. En la época que contem ­ plam os, las características antropológicas de la región que nos interesa han cam biado m uy poco, a ju zgar por los rasgos craneanos, los genes y el A D N V Y es m u y difícil encon trar variaciones cultu rales y m ovim ien tos de pueblos en la E u ro p a n eolítica — argu m en to que u tilizaban los viejos indoeuropeístas (y algun os hoy todavía) para situar en la llanura alem ana (a veces extendida a la polaca) el origen del pu eblo indoeuropeo— . D e él

Las raíces lingüísticas de Europa

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form arían parte los pueblos de la cerám ica de cordones (Schnurkeramifyer), de la cerám ica de bandas (Bandberamiker), del hacha d e gu erra (Streitaxt). Se consideran em parentados o descendientes del pueblo o los pueblos de los ku rganes.

¿C O N Q U IÉN ES SE EN C O N TR A R O N EN EUR OPA LOS IN DOEUROPEOS?

Pero, dejan d o de lado, de m om en to, el resto d e las culturas europeas, ¿con quiénes se encontraron prim ero en E u ro p a los indoeuropeos de la prim era oleada, en el qu in to m ilenio? Sin duda, con la llam ada por G im bu tas y otros cultura de la V ie ja Europa (OldEurope ) .7 Son las culturas neolíticas (al final usaron tam bién el cobre) de G ucuteηί y T rip o lje , entre otras; en realidad esta cultu ra se p rolongaba por G recia y el sur de Italia, a ella pertenecía en definitiva, sin duda, la cultura del E g eo ,s la m inoica de C re ta y la de Satal H iiy íik y su zona en A sia M enor. C u ltu ras agrarias cuyos cultos estaban centrados en el d e la diosa, protecto­ ra de los anim ales y de la fecun didad. D e jó una huella im portante en la G recia posterior. Estos preindoeuropeos tenían pequeñas casas y capillas, signos de escri­ tu ra, tam bién anim ales dom ésticos (ovejas, cabras, cerdos) y salvajes (lobo, oso), pescaban y cazaban. N o se encuentran hu ellas de estratificación social ni de fortificaciones. Son estas culturas, que alguien ha calificado de agrarias y fem eninas, las q u e cayeron en m anos de los indoeuropeos, hacia la m itad del qu in to m ilen io e igu al m ás tard e las del M editerrán eo. T ra ían una cultura «m as­ culina» y gu errera de la qu e luego hablarem os, viajaban con sus caballos y sus carros tirados por bóvidos. E l carro de com bate con dos ruedas con ra­ dios y tirado por caballos es posterior a la prim era oleada.’ C on stru ían fuertes en las alturas, los rodeaban de m uros d e barro, tenían una rigurosa organización tribal y m ilitar, com o verem os más adelante. Y penetraron cada v ez m ás hacia el oeste, adonde llevaron sus túm ulos o kurganes; se en­ cuentran en B ohem ia y A lem a n ia , así com o en la cultura m icénica de G re ­ cia, incluso en el norte de la península Ibérica y de Italia, hasta en los Países Bajos."* T am b ié n , com o ya he dicho, hacia el este.

Lenguas indoeuropeas y no indoeuropeas en Europa Esta cultura neolítica y calcolítica de la V ie ja Europa es la que m ejor conocem os en la Eu rop a p rein doeuropea, tras las culturas paleolíticas a las q u e he aludido. P ero hay qu e añadir la cultu ra de los m egalitos, de los m ilenios cuarto y tercero antes de C risto, qu e ha d ejad o sus m en hires y sus dólm en es en E sp añ a y P o rtu gal, en B retañ a, en Inglaterra y D in am arca; tam bién sus con jun tos cultuales de m en hires en España y en las costas atlánticas de Francia, Inglaterra y D inam arca (alineamientos de C arnac, círculos de Sto­ n eh enge, sobre todo). Y sus enterram ientos y sus tem plos en M alta, del 3800 al 2500, es decir, cuando los indoeuropeos habían ya destruido la cu l­ tura de la A n tig u a E u ropa, antes de la tercera oleada y del bronce. T e m ­ plos en que se daba culto a la diosa. Es la culm inación de todo esto, junto con el arte parietal de las cuevas del levante español, la cerámica de varios tipos, los tejidos. A lgu n os consideran los m egalitos de origen oriental, parece que se desarrollaron a partir de Espa­ ñ a." Posiblemente, todo el N eolítico recibió influjos orientales. Pero los indo­ europeos, procedentes de las grandes llanuras euroasiáticas, representaban, com o otros nóm adas, un tipo diferente de cultura, de raigam bre en último térm ino paleolítica: cazadores, recolectores, guerreros. F n cuanto a las culturas neolíticas de A lem ania y Europa central a las que he aludido, se piensa que eran ya indoeuropeas,11 aunque hay quien lo d u d a ;'3 en todo caso, no se halla una ruptura cultural notable. Y existían cul­ turas indoeuropeas procedentes de las oleadas más antiguas, de las que queda huella en la toponim ia y, sobre todo, en la hidronim ia: hablaré de ellas.

LAS LEN GU AS PREIN D O EU RO PEAS. EL VASCO

P e ro en lo relativo a la lengua, el substrato p rein doeuropeo de E u ro p a es m al conocido. K .H . S ch m id lo postula para el celta insular (y el tocario).'4 A lg o se puede investigar en la toponim ia: se pueden buscar raíces no in­ doeuropeas en la toponim ia de E u ropa, se han propuesto algunas com o car{r)a, «piedra».15 O tras veces es du doso si ciertos topónim os son preindoeuropeos o pertenecen a capas indoeuropeas antiguas (de eso hablaré más adelante). E n España hay, desde lu ego, topónim os ibéricos y vascos.

Las raíces lingüísticas de Europa Por otra parte, sabem os de lenguas preindoeuropeas en E u ropa. T a m ­ bién en A sia, por supuesto, com o la lengua de la civilizació n del Indo (no descifrada), el hatti, el hu rrita, el sum erio, el m itanni, el elam ita y el d ravídico. D ejo este tema fuera de este libro. Pero en E u ro p a, ya que no han p erdu rado lenguas preindoeuropeas den tro de su espacio, salvo el vasco, han existid o y a veces siguen existiendo en su entorno lenguas no indoeuropeas varias. N o inclu yo entre ellas el etrusco: creo que es in doeuropeo anatolio v en id o de A sia, com o dice H ero­ doto; hablaré de ello m ás adelante,16 Están, por el norte, el esquimal; por el este, el uraloaltaico, sobre todo, dentro de él, el finés y algunas lenguas m inoritarias (estonio, carelio, vepsio, lapón, votiaco, d ría no, rnari o cherem isio, m ordovo), mientras que el hún ga­ ro ya sallemos que penetró en fecha m edieval en I lu n gría;1 por el sudoeste las lenguas caucásicas septentrionales y meridionales. D e algunas de las len­ guas altaicas (de las subfamilias túrquicas y m ongolas, iniciadas por los hu­ nos) no ha quedado sino un pequeño enclave d e las prim eras en la T u rq u ía europea (salvo pequeños grupos en la antigua U nión Soviética). U ralos y al­ taicos ocuparon en tiem pos parte del espacio posterior del báltico y eslavo. T o d a la Europa mediterránea estaba bordeada de lenguas no indoeuro­ peas, Para em p ezar, G recia: el léxico griego contiene un gran n úm ero de palabras no indoeuropeas. Y los escritores griegos nos hablan de léleges, tirrenos, pelasgos y carios en G recia, si bien eran indoeuropeos los carios y, a mi parecer los tirrenos o etruscos (y su principal docum ento fuera de Italia, la estela de Lem nos). Y ello se ha postulado m uchas veces para el pelásgico.1* Y

no indoeuropea era la lengua de la escritura L in eal A de C reta, si

du da la del disco de Festo, tam bién la de los eteocretenses de la qu e habla H o m ero (üd. X I X 176). Y el ciprom inoico hablado en C h ip re del siglo x v i al iv a .C . H abría que continuar con Sicilia y hablar de los sicanos y los élim os de la A n tigü ed ad . Sin duda ocuparían m ás espacio antes de la llegada de los indoeuropeos; a saber, los pueblos itálicos y los latinos, venidos del norte en varias oleadas. E n la península Ibérica hay que contar, naturalm ente, con el ibérico y el tartesio, extintos desde la A ntigü ed ad : nada sabemos sobre sus orígen es.'51 Pero está, sobre todo, el vasco, hablado hoy todavía. El hecho es que tuvo, en

Lenguas indoeuropeas y no indoeuropeas en Europa un m om ento m edieval dentro de España, una extensión m ayor que la ac­ tual, a ju zgar por los topónim os; pero en la A n tigü ed ad estaba m uch o más im plan tado en A qu itan ia que en el actual País V asco español, donde la to­ ponim ia es casi toda indoeuropea y céltica: vasca solo a partir del siglo i a. C . L en gu as no indoeuropeas ya citadas son el hú n garo, llegado a H u n gría m u ch o más recientem ente, en el año 896, donde se m an tu vo (su extensión rebasa con m u ch o la m oderna H u ngría). Pertenece al gru p o finougrio, q u e v ivía en la zona de bosques y lagos tie la Europa nordoriental y Siberia noroccidental. Len gu as ya citadas de este grupo, com o el finés y el estonio, se situaron desde el año 2000 a. C ., en p róxim o contacto con el báltico, en zonas septentrionales en torno al propio m ar Báltico. F u era de estos casos, han sido las lenguas in doeuropeas de la tercera oleada, las del IE III, las qu e se han im puesto en E u ro pa (y en Asia) y pro­ d u cid o descendientes: los hasta a q u í m encionados y otros m enores, com o el ilirio, el ven éfico y el inesapio. E n Fin, con las excepciones q u e he citado de invasiones secundarias, los indoeuropeos trajeron a Eu ropa su cultura patriarcal y gu errera, se fu n ­ dieron con el N eo lítico europeo e hicieron avan zar una cultura com ú n ya en la edad de los metales. Y vaciaron a E uropa de sus antiguas lenguas, crean­ d o otras nuevas y unos nuevos pueblos. A l final, ya en la E dad M edia, fu n ­ daron m onarquías sedentarias que siguieron, au n q u e a larga distancia, los an tiguos m odelos grecolatinos. Europa ha estado en riesgo, varias veces, de perder la suprem acía in­ doeuropea: ante los hunos y los uraloaltaicos en general (incluidos los turcos), ante los árabes semitas. Pero se ha convertido en un continente indoeuropeo con pequeños enclaves ajenos, q u e qu edaron inm ersos, en definitiva, en la cultu ra in do eu ro p ea."

¿ Q U I É N E S E R A N L O S lN D O E U R O P E O S ? C U L T U R A Y O R IG E N E S

LA C U L T U R A DE LOS INDOEU ROPEOS

D esd e F ra n z B opp, el indoeuropeo, reconstruido a partir del estudio de las lenguas indoeuropeas conocidas en aquel m om en to (no, todavía, las len­

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Las raíces lingüísticas de Europa

guas anatolias y el tocario), fue considerado com o una lengua unitaria. Se le atribuía lo que era com ú n al m ayor n ú m ero posible de lenguas. Se re­ construía así u n sistem a fonético in d o eu ro p eo y otro m orfológico, a partir, sobre todo, del sánscrito y el griego. Si a lgu n o de sus rasgos faltaba en cier­ tas lenguas (caso de la flexión nom inal, el perfecto, los m odos, por ejem ­ plo), se consideraba q u e era p orqu e lo habían perdido. A p enas si poco a poco, ya en el siglo x x , se in tentó establecer fases y dialectos den tro del in d o eu ro p eo por ob ra d e M eillet, H irt, S pccht, B enven iste, K u r y lo w ic z y otros. N o se llegó m u y lejos. P ara el au to r de este lib ro el in d o eu ro p eo recon stru id o p or B op p , S ch leich er y B ru g m a n n , en tre otros, no es sin o «un» in d o eu ro p eo , el IE III A , el q u e está en la base del g rieg o , el in d o ira n io y su g ru p o . E l IE III B , com o ya h e d ich o , a veces coin cid e, a veces carece de ciertas innovacion es o añade otras, a v e ­ ces es más arcaico. Y

ahora se pueden investigar m ás detenidam ente las fases más arcaica

procedentes, sin duda, de anteriores oleadas. D el indoeuropeo, en todo caso, se reconstruía una serie de palabras qu e se u tilizaban com o testigos de la cultu ra y la sede del p rim itivo pueblo in ­ doeuropeo. Esto es lo qu e se llam a paleontología lingüística, iniciada por A . K u h n , con tin uada por A . Pictet, V . Pisani, G . D evo to y otros m ás” (véase la Encyclopedia o f Indo-European Culture, f. P. M allory y D . Q . A d a m s (eds.), L o n d res, F itzro y , 1997). L a existencia en in doeuropeo de ciertas palabras indica, se proponía, la existencia de una cultu ra determ inada. P o r ejem plo, ciertos nom bres in­ doeuropeos atestiguaban, se pensaba con acierto, que los indoeuropeos eran un pueblo ganadero: tenían palabras para el pastor, la oveja, el cerdo, el perro..., tam bién para la leche, la lana, y para, sim plem ente, el gan ado ( *peku)y o bien para los anim ales salvajes qu e am enazaban el gan ad o (el lobo, el oso, la serpiente). Y otras relativas a la guerra y los transportes (el ca­ ballo, el carro, com ponentes de este); otras, a la organización fam iliar; otras, a la social y política (la tribu, las arm as, el rey) o a las actividades artesanas (carpintería, tejido, vivienda), o a las plantas y alimentos, y otras a cosas p ro ­ pias de la patria origin al (volveré sobre esto). D e todo esto ha qu edad o com o lo más firm e lo relativo a la cultura m a ­ terial y espiritual de los indoeuropeos; m u ch o más discutible es lo relativo

Lenguas indoeuropeas v no indoeuropeas en Europa

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a la patria original. Está bien claro qu e los indoeuropeos eran un pueblo sem in óm ad a, de organización tribal de tipo patriarcal: se han conservado los n om bres de parentesco (pero no los había para designar el parentesco del hom bre con la fam ilia de la m u jer). Se m ovía por la estepa con sus caballos y sus carros (prim ero tirados p or bóvidos, luego fueron inventados carros de g u e rra de dos ruedas). Se dedicaba a la ganadería, tam bién a la pesca y la c aza , en m edida más lim itada a la agricultura: conocía la cebada, no el tri­ go. T am b ié n el cobre, que se usaba, jun to con la piedra, para varios in stru­ m entos y arm as; luego el bronce, todavía no el hierro. Podían los indoeuropeos hacer tapiales de barro, fortificar las alturas, había para ello una palabra qu e ha dado en grieg o polis, en sánscrito púr. R endían culto a los dioses, pero solo para el del C ie lo , en la India Dyaus, en G re cia Zeus, en R om a Juppiter, se ha conservado un nom bre com ún. H abía una poesía oral, épica y lírica, cuyos tem as fundam entales, fórm ulas y m é­ trica conocem os por sus derivaciones. T o d o ello se conoce por el estudio del léxico, ¡κ-m tam bién por la conti­ nuid ad en varias culturas in doeuropeas posteriores. L a arqueología su m i­ nistra escasos datos, aun que sí algun os sobre arm as, cerám ica, carros, altu ­ ras fortificadas, túm ulos funerarios. Q u ed an , de todas form as, dudas en cuanto a la cron ología, qu e puede oscilar, según los casos, entre el año 5000 y el 2000 a. C ., incluso después, se­ g ú n las distintas oleadas. Por ejem plo, se duda cuánd o los indoeuropeos adoptaron el carro de dos ruedas con radios y si fue in ven to indoeuropeo o préstam o de las culturas del O rien te M e d io ," cuánd o conocieron ciertas plantas y el hierro o ciertos instrum entos com o el hacha y el yun qu e, de piedra en el origen, según la etim ología. O si el arad o era com ú n y desde cu án d o (la palabra correspon dien te al latín aratrum no existe en in doiranio), lo que va u nid o p or supuesto a la entrada de la a gricultura, q u iz á posterior a la separación del indoiranio. M u ch o debieron de tom ar los in doeuropeos ya del a n tigu o O rien te, ya de la A n tig u a E u ro p a agraria: acabo de a lud ir a la agricu ltu ra (difu n dida desde O rien te M ed io a partir del séptim o m ilenio), antes m e he referido al carro de gu erra. Y

habría que d ecidir si algun o s térm inos léxicos son préstam o de otras

cultu ras, al igual qu e algunos ritos, cultos y m odos de vida. H abía entre los

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Las raíces lingüísticas de Europa

indoeuropeos ritos y dioses com parables a los de varias culturas neolíticas, la A n tig u a E u ro p a y O rien te. Incluían cultos de la fecun didad que se añ a­ dirían al del rey del C ie lo , la llu via y la gu erra. Y serían préstam os sin du da los nom bres de anim ales salvajes, com o el león, unido al prestigio real des­ de S um eria y los asirios. E stá claro que los indoeuropeos tenían superioridad m ilitar sobre los agricultores neolíticos y calcolíticos de E u ropa. Siendo, com o creem os, m u y inferiores en núm ero, se establecieron ju n to con ellos en toda E u ropa, cada v ez m ás al oeste, m ás al sur. Se creó una unid ad cultural. D e qué sec­ tor surgieron las culturas del centro y el sur de Europa de las que he hablado perm anece dudoso. E n todo caso, fueron los indoeuropeos los que im p u ­ sieron su len gu a o lenguas — lu ego se escindieron más— , los qu e im p u lsa­ ron a todos los pueblos de Europa a desplazarse hacia el oeste y hacia el sur, y en A sia, hacia el este y hacia el sur. Pequeñas m inorías son la punta de lan za de la historia. Y esto no solo en el caso de la oleada del IE III, desde el año 2500, lu ego el 1000 a. C ., de la que he hablado; tam bién en el de las anteriores. L os indoeuropeos invaso­ res de la ú ltim a oleada pisaban sobre las anteriores oleadas. Y

casi n ada q u ed ó de las len g u as prein doeu rop eas. Q u e la le n g u a d

la gen te de los m egalito s fuera sem ítica, c o m o p ropon e V e n n e m a n n / ’ es p ura esp ecu lación sin base. In cluso respecto a las lenguas qu e se m a n tu ­ vieron o llegaron después, el vasco y el h ú n g a ro , penetram os en u n á m b i­ to cultu ral fu n d a m en talm en te in doeu ropeo: ya an tiguo , ya m ed iev al, ya m oderno. Este ám bito cultural de la A n tig ü ed ad y la Edad M edia fue una con ti­ nuación del in doeu rop eo que he descrito: se trata siem pre de culturas tri­ bales v patriarcales, fun dam entalm en te pastoriles y guerreras, lu eg o a g ra ­ rias, continuadoras en m il aspectos de las indoeuropeas, con cultos y literaturas tam bién descendientes de las orales de los indoeuropeos, a u n ­ que creciera cada v ez m ás la agricultura (enriquecida por árboles y plantas del M editerráneo), entrara el hierro, luego la escritura (préstam o del O rien ­ te no indoeuropeo), hubiera, en sum a, un desarrollo cultural. Este desarrollo cultural floreció en C re c ía antes y más v ivo que en parte alguna y luego, por distintas vías, penetró en todas las culturas de Europa, en todas sus lenguas. S igu ió en R om a, qu e se constituyó en el gran

Lenguas indoeuropeas y no indoeuropeas en Europa

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m odelo, com o he dicho antes. E l estudio de este fen óm en o será parte im ­ portante de este libro.

LOS ORÍGENES DE LOS INDOEUROPEOS

V u e lv o atrás para insistir en qu e el estudio de la a n tigu a cultu ra indocu n i púa a partir del léxico in d o eu ro p eo que se reconstruía, es decir, la Pa­ leon tología lingüistica, ha sido du ran te m u ch o tiem po la base de la re­ con strucción de la «patria» origin al de los indoeuropeos. U n a búsqueda obsesiva, acom pañada del p roblem a de si la «patria» que se proponía era la verdad eram en te origin al o solo una etapa en el cam ino. Es atacada por los escépticos qu e, de cuand o en cuan d o, siguen d icien d o que ese estudio es una ilusión, el pueblo in doeu ropeo n o tiene patria. «La cultu ra d e los indoeuropeos en una Urheimat — escribe un a rq u eó logo— no es m ás que u n a ficción ».14 C osa que, desde lu ego, no creo. Este puede ser un ejem p lo m ás del de­ senfado con que ciertos arqu eólogos desdeñan o ign oran el estudio lin gü ís­ tico. Pero no puede negarse qu e los prim eros intentos de lo calizar la «pa­ tria» d e los indoeuropeos con ayu da del léxico fueron un fracaso, hoy gen eralm en te reconocido. N o voy a repetir aquí la larga historia de cóm o, a partir de palabras com o *mari, «el m ar», y las del «haya», el «salm ón» y el «abedul», lingüistas alem anes, com o K u h n , P en ka, K o sin n a y T h ie m e (y n o alem anes, com o Bosch G im p cra y D evoto), situaron en Europa la pa­ tria de los indoeuropeos. M ás bien en A lem a n ia , si acaso tam bién, com o ya he d ich o , en la llanura polaca, incluso hasta el m ar N e g ro . Este m étodo de estudio ha sido refutado por lingüistas varios.35 * M an puede ser no solo «el m ar», tam bién cualqu ier superficie de agua; y no está nada claro qu e las otras tres palabras representen las especies europeas que se dice y que estas nunca hayan cam biad o de em plazam ien to o área bioló­ gica. En realidad, lo que sobre todo pesaba a favor de la tesis europea era la falta de cam bios cu ltu rales en el N e o lític o del norte de E u ro p a; aun qu e la difusión de los kurganes y otros hechos culturales en dirección a O ccidente, en fecha posterior (la de varios m odelos cerám icos, la de los celtas y sus c u l­

Las raíces lingüísticas de Europa

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turas de H allstatt y L a T é n e , la de los germ anos) podrían haber servido de gu ía y paralelo. Y q u iz á pesaba tam bién un cierto n acionalism o alem án, herencia de la época en que se hablaba de «indogerm anos», a los que se atribuían las características físicas d e los «arios» (altos y rubios), y en la que la lingüística in doeuropea era una ciencia fun dam entalm en te alem ana. N atu ralm en te, para esta teoría «el indoeuropeo» era una lengua u nita­ ria, y argum entos lingüísticos com o los q u e han encabezado este libro no se conocían. E ran débiles, en definitiva, tanto los argum entos lingüísticos com o los arqueológicos. Sin em bargo, n o sería justo q u e dejáram os de recordar que fueron tam ­ bién indoeuropeístas alem anes (entre otros) los que, insatisfechos con d i­ cha propuesta, lan zaro n la tesis con traria/' la de las estepas del sur de R u ­ sia y aun más allá. C iertam en te, algunos de quienes la proponían estaban equivocados en un punto: el consistente en ad m itir la supuesta m ayor anti­ gü edad del sánscrito. A s í en el caso de A . Píctct (la patria origin al estaría en Bactria). L u e g o O . S chrader pensó que el am biente cultural europeo no casaba con los indoeuropeos y propuso las estepas del sur de Rusia. Igual S. Feist. Sería el lu gar propio de un pueblo nóm ada, que hacía incursiones en carros o a caballo. Igual el a rq u eó logo australian o G . C h ild . Si se descarta­ ba E uropa, el sustituto ló gico era este, P ero faltaba apoyo arqueológico. Este lo sum inistró, principalm ente, la arqueóloga lituana M arija G im bu tas, de la que he hablado. En los ku rganes se encontraron restos de una cultura m aterial análoga a la que la paleon­ tología lingüística mostraba: en esto, esta ciencia no había fallado. Y com o había huellas d e la entrada de esta cultu ra en la A n tigu a Europa de los B a l­ canes, a la que destruyó, parece que qu edaba obviada cualqu ier duda. L a oposición entre la cultu ra nóm ada y gu errera, patriarcal, de los in doeu ro­ peos, y la «fem enina», agraria, basada en el culto de la diosa, de la A n tigu a E uropa, creo que era esgrim ida con acierto. H o y día esto está aceptado por la m ayor parte de los estudiosos, que si­ túan a los indoeuropeos entre el V o lg a y el D n iep er (o el D niester): si no com o patria, sí com o lu gar de paso, base secundaria (así R en frew , com o lu eg o diré). E n tre otros, F. V illa r, R. S. P. B eekes, A . M artinet, ], V . D ay/" Esta es la tesis qu e yo asum í, antes de estos autores, en mi trabajo de >979, « A rq u eo logía y diferenciación del in d o eu ro p eo » /'

lenguas indoeuropeas y no indoeuropeas en Europa

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E n este trabajo añadí a los argu m entos arqueológicos otros lingüísticos, sobre la base de que, así com o h u b o diferentes oleadas, había tam bién d ife­ rentes estratos del indoeuropeo. L a oleada III d e G im b u ta s, a finales del tercer m ilenio, correspondería a m i IE III: la base d e las lenguas in doeuro­ peas conocidas en que se fun dam en ta la reconstrucción tradicional. E n d i­ versas publicaciones he insistido sobre esto y aportado m ás detalles, com o h aré tam bién aquí. R ep ro d u zco mi esquem a d e la difusión del IE III y de las distintas lenguas de él nacidas. E n páginas anteriores he añ adid o nuevos argu m entos desde el punto d e vísta lingüístico. S olo desde el p unto geo g rá fico in term ed io represen­ tado por la cultu ra de los k u rgan es pu ed e com pren derse la difusión del in doeu rop eo hacia el este y oeste: lu ego, en am bos casos, hacia el sur. Ese d esp lazam ien to tu vo lu gar a través d e dos «cinturones», u n o m eridion al y u n o septentrional, de los q u e he h ablado (IE III A y B). Y tam bién he anticip ad o cóm o lu ego, en algun as ocasiones, estos dos cinturones se pu­ sieron, de una m anera secun daria, en contacto, de m o d o que unas lenguas in flu ían a otras. Es la oleada m erid ion al, la del g rie g o y el indio, entre otras lenguas, la q u e ha servido de base para la reconstrucción tradicional del indoeuropeo, según he dicho. P ero qu eda un tem a todavía. N o solo en la zo n a citada, tam bién más al este, en torno al lago A ra l, en el U zb e k istán y el K a za k s tá n , hasta el Y e n ise y y m ás allá, se en cu en tran huellas de la cu ltu ra de los ku rganes. L a llanu ra euroasiática hasta el V olga y los U rales no fu e sino un punto de establecimiento provisional de los nóm adas, que se escindieron luego, d i­ rigiéndose ya a E u ro p a, ya a la India (tam bién a A n ato lia , desde el este del Caspio). Y o he visto, tanto en B u lgaria com o en M acedonia, en la G recia m icéni­ ca, en E tru ria (en C aere, por ejem plo) los cam pos de kurganes, colinas fu ­ nerarias. Son m ás o m enos los m ism os de C orea (K jó n g ju y lugares próxi­ m os)21' y C h in a (tum ba de Q in S hih uang, del siglo m a. C ., en X ian ,3° tum bas de los X u a n y los Q in cerca de Pekín).3' Pienso que este es un tipo de enterram iento creado por los nóm adas, indoeuropeos o no, para im itar m ontañas que no tenían, a lo largo de toda E urasia, del Pacífico al V o lga . Por esta zo n a se expandían los pueblos uraloaltaicos y los indoeuropeos; estos no hacían otra cosa qu e im ita r un m o d elo g e n era l (verem os, más

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adelante, cosas sobre los contactos entre los dos pueblos). Su m o do de vida (y de muerte) era el m ism o. L o s tú m u los funerarios se extendieron por todas partes, al igual que el cab allo y, después, el cobre. Los im itaron las pirám ides de E gip to , la de P a ­ lenq ue v otras más. Podem os, entonces, considerar la zona del A ra l y la de la estepa m ás allá del V o lga com o partes de lo m ism o. L o s indoeuropeos bajaron tam ­ bién a A n atolia, y las gran des tum bas de M ayko p , junto al C áucaso, son lina v e z m ás lo m ism o. L os frigios, llegados a través d e Europa, con struye­ ron igu alm en te el gran tú m u lo de G o rd io n . Y en la India, los grandes stu­ pas tienen el m ism o origen . Y los m on um en tos funerarios, m ás tarde, de los m ongoles. O sea: los indoeuropeos circulaban, desde el Pacífico, por toda Siberia hasta atravesar los Urales y el V olga. A llí se detuvieron largo tiempo. N i más ni m enos que otras tribus nóm adas de varias lenguas. L legaro n a la estepa euroasiática, de allí a E u ro p a oriental, a la occidental más tarde; bajaron lu ego hacia el sur, al ín d ico y al M editerráneo. D espués se agotaron: ape­ nas hay huella de los kurganes en Europa central y del sur; los m egalitos, los cam pos de urnas, etc. sustituyeron a los ku rganes. L o s descendientes de los indoeuropeos se hicieron sedentarios, crearon nuevas naciones.

TEORÍAS Q U E CONSIDERO ERRÓNEAS

N o puedo term in ar este cap ítu lo sin m en cionar las qu e considero teorías erróneas. A p arte de las ya aludidas, son dos: la de G a m k re lid ze , qu e sitúa a los indoeuropeos en el norte d e M esopotam ia, próxim os al C áu caso, de do n de habrían pasado a la zona de los ku rganes;3* y la de C . R en frew ,33 que sitúa a los indoeuropeos en la A n ato lia del séptim o m ilen io antes de C risto , de do n de habrían pasado a G recia y a toda E u ropa, se supone que a la India tam bién. Son dos teorías qu e n adie acepta, pero qu e todos citan. E llo es obra del prestigio de la ciencia y la bib liog rafía anglosajonas (en inglés y en prestigiosas editoriales se difu n d ieron am bos libros): lo que aparece fuera de ese círcu lo apenas se m enciona. N i se lee. E n o rm e des­ gracia para la ciencia.

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G a m k relid ze , un georgia n o inteligente qu e logró introducirse en el m u n d o anglosajón, operó a base de relacionar el georgian o y el indoeuro­ peo. C re ó la teoría de la existencia, en esta lengua, de las glotales del kartvélico, al que pertenece el georgiano; teoría sin du da errón ea.'4 En cuanto a la lengua en gen eral, acepto la separación del anatolio y el g rieg o a com ien ­ zos del tercer m ilenio antes de C risto , pero lo dem ás no es, para m í y pare­ ce qu e para nadie, aceptable. El anatolio es conocido por referencias de m ercaderes sirios desde el siglo x ix a. C ., se escribía desde el x v ii ; del in doiranio hay referencias desde en to m o al 1700 a .C . o antes (cultura de Síntashta-P etrovka), del griego desde aproxim adam ente el 1600 a. C . Pero apenas dice nada G am krelid ze de la m orfología, no sabe de la diferencia radical del anatolio y otras lenguas. Se re fu g ia en unas pocas palabras q u e el in d o eu ro p eo habría to m a d o del caucásico: la del león, la del elefante y alguna otra. E s más que dudoso que sean préstam os de las lenguas caucásicas.4’ C o n tres o cuatro palabras no se dem uestra nada. ; Y el grieg o habría pasado de A n atolia a G recia y todas las dem ás lenguas tam bién? ¿ Y qué dice del indoiranio? T o d o ello va contra lo qu e sabem os de las m igraciones indoeuropeas, qu e van hacia este y oeste y luego el sur, no al revés. Y los a r­ gu m en tos lingüísticos, basados fun dam entalm en te en la m orfología, ni si­ qu iera se tocan. ¿ Y qué d ecir de los agricultores m inorasiáticos que, según R en frew , habrían extendido la agricu ltu ra por E u ro p a (y la India, se supone) desde el séptim o m ilenio antes de C risto? A u n q u e las técnicas agrarias se hayan d ifu n d id o en fech a a n tigu a desde a llí, ya he h a b la d o d e la E u ro p a preindoeurop ea, incluso de la m ín im a agricultura indoeuropea, el paso de unos agricultores indoeuropeos de A sia a Eu rop a (y a la India, se supone), en el séptim o m ilen io antes de C risto , es contrario a toda la evidencia. ¿N ada sabe este autor, parece, de los distintos sistemas lingüísticos indoeuropeos y de la expansión del in doeuropeo y la m ism a cultu ra indoeuropea en los sentidos que conocernos? Bien dice H o z , en su reseña, qu e R en frew nada sabe de lingüística. El gru p o anatolio 110 ha participad o en una larga serie de innovaciones de los dem ás grupos lingüísticos indoeuropeos. Es un gru p o aparte, con un reco­ rrido aparte, de él no han p od ido salir los otros grupos, que innovaron des­

Las raíces lingüísticas de Europa de antes del 2000 a. C . E stos pueblos y estas lenguas son m u y posteriores al 7000 a. C . Es una pena q u e hoy, cuando tanta bibliografía se cita, apenas se lea y se im provise tanto. Repito el lam ento de líneas anteriores. Si estas elucubraciones arqu eológicas sin apoyo lingüístico (ni arqueológico, véanse las críticas de P . K a llio desde este punto de vista)J‘ se h u bie­ ran escrito en español, nadie las habría m encionado. Pero, según están las cosas, no me qu ed a otro rem edio qu e refutarlas, para qu e nadie suponga desconocim iento. N osotros sí que leem os la bibliografía.

IN D O E U R O P E O Y O T R A S R A M A S L I N G Ü Í S T I C A S

Q u ie ro hablar aq u í tanto de las relaciones lingüísticas entre el in doeuropeo y las dem ás ram as del lenguaje hum an o que co n o cem o s— derivadas todas ellas de las lenguas del H om o sapiens— com o d e sus lenguas vecinas. P o r­ qu e ello acabará de con firm ar lo qu e antes se ha dicho sobre la patria de los indoeuropeos, o la patria de los indoeuropeos antes de su dispersión. Sobre las relaciones lingüísticas entre el in doeu ropeo y otras ram as, re­ m ito, para em p ezar, al resum en del estado de la cuestión qu e ofreció F . V i­ lla r / ' H abla de la relación con el sem ita propuesta por 1 1 . M uller, A . C u n y y H . Pedersen. C u n y a cu ñ ó el nom bre de «nostrático» para las lenguas «nuestras», a las qu e con el tiem po se han añ adid o otras, tales com o el uraloaltaico (la fam ilia del finés, el lapón , el h ú n ga ro y el sam oyedo; tam bién del turco, el japonés y el coreano), el ka rtvélico (caucásico m eridional, so­ bre todo el georgiano), el d ravídico y el cam i to -semítico. V illa r hace una crítica m u y decisiva de la relación entre indoeuropeo y sem ítico: la com paración, si es que es acertada, se refiere a una época ante­ rior a la m orfología indoeuropea. N o existe, pues, criterio claro para ella. A ñ a d iré una cosa, qu e ya especifiqué en la reseña que hice a G re en b e rg / 8 Y o apuntaba qu e la com paración se hacía con un indoeuropeo plano, pretnorfólogico: sirviéndose, sobre todo, de sem ejanzas lexicales más o m enos claras. Los parecidos m ás claros del in doeuropeo se dan con el fin o u g rio y el altaico (la fam ilia uraloaltaica, en d efin itiva)/9 Este térm ino de n ostrático continúa siendo usado por lingüistas com o J. H . G reen b erg4'* y una larga serie de lingüistas rusos, com o U lic-Svityc,

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D olgop olsky y otros.4' U n resum en más bien m axim alista de las atribuciones d e diversas lenguas al nostrático puede encontrarse en el gran libro de J. C. M oreno C abrera.42 D istingue u n filo af roasiático y otro drávida-euroasiático, que com prende las fam ilias drávida, sumeria y euroasiática; dentro de esta últim a, el filo indoeuropeo estaría al lado del urálico, altaico, chucoto-esq u im a l y n iveji. S igo p ensan d o q u e la gran d ific u lta d para establecer p a­ rientes firm es del indoeuropeo es que la m orfología indoeuropea, com o he dicho, es reciente. Pero, en d efin itiva, este tem a n o es el de este libro. D e lo que se trata en estas páginas, situar local y cron ológicam ente la antigua fam ilia in doeu ­ ropea, tiene q u e ver con la lo ca lizació n de las len gu as vecinas, em p a ren ­ tadas o no, qu e dejan, entre ellas, un espacio para el in doeuropeo. U n es­ pacio que coin cide, en realidad, con el que ya he señalado, el de la estepa euroasiática. E n realidad, la fam ilia localm ente m ás p róxim a al indoeuropeo es, sin lu gar a dudas, la fin o u gria y, dentro de ella, el espacio próxim o al qu e, ju n ­ to con los baltos, ocuparon a partir de un m om en to dado el finés, el estonio y el lapón, junto con lenguas m enores. E l fin o ugrio com p ren de un gru p o de lenguas que, desde la curva del V o lg a , se desplazó hacia el oeste, en varias oleadas, desde el año 5000 a. C , m ás o menos. N o llegaron al B áltico hasta el 3200 aproxim adam en te, en la época de la cerám ica de cordones. Y recibieron in flujos léxicos m u y claros del IE , sobre todo de los m ás antiguos báltico y eslavo e, incluso, del ge r­ m ánico prim itivo. Los recibió a veces todo el fin o u grio, a veces el finés (los lapones son, qu izá , un pueblo solo secundariam ente uralizad o).41 Estos desplazam ientos se hacían por conjuntos de pueblos, qu e se in­ fluían o se superponían. T r a s la «cola» de los indoeuropeos que se despla­ zaban hacia O ccid en te y los que, m oviéndose hacia el este, conocem os com o tocarios. O junto con ellos. E n definitiva: el fin o u g rio es una lengua m ás qu e, en fecha anterior o contem poránea de la indoeuropea, se desplazó hacia el oeste: en este caso, hasta el m ar Báltico. D en tro del indoeuropeo, los baltos quedaron retrasa­ dos respecto a los eslavos, que avan zaro n m ás. U nos y otros pisaron sobre un substrato uralio, que otras veces se com portó com o adstrato. U n nuevo pu eb lo u ralio, el h ú n g a ro , a v a n zó hacia el oeste en fech a posterior. Son

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oleadas sucesivas, com o siem pre. C o m o q u izá el vasco, com o m ás tarde el huno, el turco, etc. P ero no es solo esto. E l in doeuropeo lindaba en un m om en to dado, al sur, a través del C áu caso, con lenguas caucásicas varias: las del norte y las del sur, del gru p o kartvélico, el georgian o sobre todo, com o ya he dicho. A su lado estaba la cultura de M aiko p , con sus túm ulos, sin du da in doeu ro­ pea. N o se excluyen los préstam os léxicos, aun que el parentesco lin gü ísti­ co, qu e se ha propuesto com o hem os visto, no es seguro.44 T am b ién lin dó el indoeuropeo, a partir de un m om ento, con las len­ guas altaicas, del tipo del turco, venidas de la Siberia m eridional, en la re­ gión del A ltai. L legaro n ai sur de la actual A n atolia a partir del 3000 a. C .4’ Y

lindó tam bién, sin du da, con el g ru p o cam ito-sem ítico, en el n orte d

Siria y de M esopotam ia.** Podem os seguir la historia de estas lenguas des­ de hace unos 5.000 años. Estas son las lenguas qu e ocupaban la periferia de los indoeuropeos: hay que añadir las que ocupaban A n atolia antes d e la llegada de los he ti tas, q u izá desde el 3000 a. C . (luego penetraron los frigios y arm enios, desde el 1200 a. C.). Y a hem os citados el hatti, el hu rrita, el m itanni y el u rartu. Y las lenguas qu e ocupaban Irán y la India (ya he hablado de algunas de ellas). Y , por supuesto, las que se hablahan en las penínsulas m eridionales de E u ro­ pa y sus islas (algunos datos he dado antes). A lgu n as de estas lenguas — m uchas veces venidas d e O rien te, traídas por pueblos nóm adas com o los indoeuropeos— nos ayudan a d elim itar los lugares más antiguos que estos ocuparon en la estepa euroasíática, los B al­ canes y, luego, la llanu ra europea. H abía en E u ropa, en cierto m odo, casi un vacío, que ocupaban con escasa densidad pueblos neolíticos que fueron arrasados por los recién llegados. N o dejaron grandes huellas lingüísticas. P ero hay que añadir qu e los indoeuropeos no llegaron de golpe. Sus gran des invasiones de en torn o al 2500, seguidas de otros m ovim ien tos de pueblos que crearon más tarde las gran des lenguas indoeuropeas de E u ro ­ pa y A sia, no fueron sino la continuación de anteriores oleadas desde el 5000 a. C ., com o he dicho. En realidad, las cultu ras de la A n tig u a Europa, en los Balcanes, y de la llanura europea habían sido destruidas o asim ila­ das, había ya una fusión de pueblos neolíticos y agrarios y, seguram ente, una cierta unificación lingüística, den tro de variantes m últiples.

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A penas quedaron en Eu ropa huellas de pueblos no indoeuropeos. O tros fueron, en líneas generales, contenidos, quedaron detrás de las fronteras indoeuropeas. Seguirían lu ego, claro, las invasiones periódicas de uraloaltaicos y semitas, en definitiva al final derrotadas, salvo las excepciones m en ­ cionadas. El fu tu ro era para los indoeuropeos y los pueblos de ellos d eriva ­ dos desde el 2000 y el 1000 a. C ., com o ya he dicho. P ero no deja de ser notable el hecho de que, en todo caso, E u ro pa ha sido ocupada lingüísticam ente por los indoeuropeos y los finougrios (y sin d u d a por los vascos) en una fecha relativam ente m u y reciente, desde el 5000 a. C . D e las lenguas anteriores solo qu edan m ín im os restos, de los que he hablado. Para poner las cosas en perspectiva, los neandertales, desde el 130000 a. C „ se supone, y los prim eros representantes del Homo sapiens en Europa, los crom añones, desde en torno al 35000, ya hablaban; seguram ente, también, el H om o antecessor de A ta p u e rca , desde alred ed o r d e l 800000. H ab lab an lenguas no indoeuropeas. Las indoeuropeas, como las finougrias, eran de pe­ queños grupos que penetraron, com o ya he dicho, desde el 5000 a. C . Luego, el indoeuropeo evolucionó enorm em ente. E l que más conocemos, el IE III o indoeuropeo clásico, es de finales del tercer milenio; el IE II, poco anterior. O sea: el Hom o sapiens es, en E u ro pa, de anteayer, com o qu ien dice, y m ás reciente todavía es la fase lingüística, indoeuropea y fin o ugria con la excepción del vasco, que se encuentra en la base d e nuestras lenguas actua­ les, A n tes de entrar el indoeuropeo en E uropa, esta era parte del gran océa­ no del nostrátíco, todo él hablado en A sia sobre todo por el Hom o sapiens y del que el in doeuropeo era u na parte. U n lingüista m u y distin gu ido, W . P. Leh m an n ,47 ha propuesto qu e, si bien la reconstrucción gram atical difícilm ente pu ed e ir más allá del año 5000 a. C ., la de las raíces y el léxico, a base de reconstrucción interna, po­ dría llegar hacia el 8000 a. C .; y q u e para en torno al 20000 a. C . podrían re­ construirse unos cientos de raíces verbales. A ñ ad e qu e las lenguas entre el 20000 y el 50000 pertenecerían al tipo de las lenguas d e clases, com o el bantú. Es la fecha, o un poco anterior, en la qu e llegaría a Europa el Homo sa­ piens. M ás atrás, m isterio. P e ro , por otra parte, todas las len guas del m u n d o tienen rasgos abso­ lu tam en te sem ejantes (de esto m e he o cu p ad o en d eta lle en otro libro,'*'1

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do n de tam bién he in sistido en los u niversales com un es a todas las le n ­ guas). Son, m u ch os de ellos, m ás an tigu o s q u e el Homo sapiens, y está cla ­ ro q u e las len g u as q u e ya los com portaban , tam bién. Si bien para las que han llega d o a nosotros en todo el m u n d o p u ed e plantearse la hipótesis de q u e d eriven de la len g u a del H om o sapiens o , q u izá algun as veces, de las anteriores a él. L o s europeos debem os ser conscientes de qu e las lenguas qu e a q u í pros­ peraron entraron en E u ro p a en una fecha m u y reciente, en térm inos relati­ vos. Y estaban em parentadas, gen ealógica y tipológicam ente, con diversas ram as lingüísticas q u e se han con servad o en todo el m undo, al igu al que la cultura de sus portadores. M ás todavía: en fecha m uy anterior había le n ­ guas m uy diferentes de las indoeuropeas tanto en Europa com o fuera de ella, no podem os alcanzarlas. Para ser m odestos, los europeos debem os recordar que hablam os len­ guas de un d eterm in ado nivel del in doeuropeo qu e p rodu jo no solo las lenguas europeas, ni m u ch o m enos, sino tam bién varias asiáticas. 1' nos in ­ vadió en fecha no tan lejana. D e él salieron varias ram as lingüísticas, de ellas a su ve?, salió una serie de lenguas europeas que, eso sí, posteriorm en ­ te recibieron in flujos lingü ístico-cu ltu rales de u n sector interno de ese m is­ m o «indoeuropeo de E uropa». D e l grieg o , el latín y, luego, de las diversas lenguas europeas, unas sobre otras. T o d a s las lenguas europeas, incluso las que no son indoeuropeas, llega ­ ron con el tiem po a alcan zar una especie de u nid ad , debid o a hechos políti­ cos y culturales. Y , en cam bio, para antes de esas m igraciones de in doeuro­ peos y no indoeuropeos q u e he fechado hacia el 5000 a .C ., poco podem os decir sobre las lenguas qu e se hablaban en E u ro p a. L o q u e queda, a lo que ya he aludido, son m ín im os restos, tam poco fechables.

E L M A S V I E J O E S T R A T O I N D O E U R O P E O DE E U R O P A

N o sería com p leto este panoram a d e la m ás antigua Europa lingüística si no añadiéram os la existencia de una am plia capa de topónim os in doeu ro­ peos qu e se encuentran en las más varias regiones de E u ropa. N o es fácil su atribución lingüística ni, a veces, su separación del celta y otras lenguas; ni.

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tam poco, su inserción precisa en el tem a de los grandes estratos del in d o­ e urop eo (IE I, II y III), del qu e m e ocuparé más adelante. Se trata de topónim os cuyo con tenid o lexical es indoeuropeo. Pero no tenem os otra cosa que datos lexicales. E fectivam ente, existe en E u ro p a (y fuera de E u ro p a) una toponim ia de orige n indoeuropeo: lo son sus raíces y sufijos. A p arece sobre todo en hidrón im os. Pertenecen a aq u ello que H ans K r a h e 1' llam ó el «antiguo euro­ peo». Es decir, a un substrato anterior a las lenguas indoeuropeas históri­ cas. F. V illa r ha propuesto q u e se refiere a lenguas varias, no a una lengua concreta que nosotros podam os id en tificar.5'1 L a top on im ia, y den tro de ella la h id ro n im ia (aunque los hidrónim os se con vierten con frecu en cia en n om bres de lu gar), qu eda con frecuencia arraigad a, pese a los cam bios de len gu a de los sucesivos pobladores. C la ro q u e a veces procede de una capa lingüística bien determ inada: -briga o Seg- son celtas, Guad- es árabe; en un nom bre de río com o Guadiana se u n en en antiguo n om bre in dígen a (adoptado por los romanos) Ana y el árabe Guad-, Pero los nom bres de la h idronim ia indoeuropea que a q u í m enciono no se refieren a una lengua in doeuropea concreta, no son, por ejem plo, celtas o germ án icos, ni latinos, p or supuesto, com o he dicho. Las hipótesis que los referían al ilirio o al ligu r (o, sim plem ente, al precelta) han sido desecha­ das. H o y pensam os en lenguas indoeuropeas varias, no identificables, q u i­ zá em parentadas con indoeuropeos prehelénicos, com o se ha propuesto en el caso del pelásgico. Sobre el valor probatorio que tienen los topónim os respecto a la lengua de antiguas poblaciones, véanse trabajos de V illa r y u no m ío., ' Se trata de hidrónim os y topónim os en general que a) poseen una raíz claram ente indoeuropea, b) pueden añadir a ella sufijos y derivativos tam ­ bién indoeuropeos, c) algunas de estas raíces se han conservado igualm ente en elem entas léxicos existentes en varias lenguas indoeuropeas. H e aquí algunas de estas raíces, tom adas d e V illa r y de H o z, entre otros, quienes las acom p añ an de listas de topónim os derivad os, en H is­ pania y en E u ro p a en gen eral, así co m o tam bién de m apas de su difusión: a l ‘flu ir’, alb, arg ‘blanco’, is ‘fuerte’, mar agua quieta, mar, lago',/*?/ ‘estan­ que, pantano’, sal ‘río’, ser ‘flu ir’, tar ‘fuerte, penetrante’, wer, war, ur ‘agua.

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río’. Y hay derivados en -n, -o, -nt, -ko, -tifo, -yo, etc. Tenem os, por ejem plo, d earg (cf. lat .argentum ), el A rga, Arganza, Arganda, Argén tona, etc.; decís, is (cf, ai. isirá ‘fuerte’, gr. ιερός ‘sagrado’}, el Esta, el ¡suela, el físaro; d esa i (cf. lat. sal), el Salo (¡alón). Salía, Salmantica, Salor, Salas, Salsum·, de tar (cf. ai. tañí-, gr. τορός ‘ penetrante, agudo’ ), Tar ancón, Tarrientos, Tiermes, Tonnes. H abría qu e hacer algun as acotaciones. Por ejem plo: a) N o hay coincidencia con el lím ite histórico de las lenguas in doeu ro­ peas qu e conocem os, llegadas posteriorm ente. A lgu n as de estas raíces se encuentran en la H ispan ia m eridional, no indoeuropea, y tam bién en A sia M en or y hasta en la India. A s í p or ejem plo, uro-, u n í -?1 tur, tar.*3 b) H ay grup os tie topónim os q u e ocupan cierta área indoeuropea, no toda.''4 E n el «antiguo europeo» del qu e hablam os (y que no debe co n tu n ­ dirse con la « A n tig u a Europa» prein doeu rop ea de G im butas) responde a lenguas indoeuropeas qu e se difun d ieron en diversas direcciones. V illa r publica m apas relativos a las diversas raíces. c) P o r supuesto, raíces pertenecientes a dos estratos lingüísticos pueden com binarse, com o en el caso del río G u ad ian a. H e propuesto esto para T u -

rodanom, hoy T uré gano·, un nom bre de «río» del an tigu o europeo, ya no entendido, recibió la adición de un nom bre de «río» más reciente (relacio­ nado con el celta Danuuius, ai. daña ‘líq u id o ’, av. danu ‘río’). O tra m ezcla de este tipo es Turóbriga (con adición de una palabra celta). O tras veces han su rgido secundariam ente m alas interpretaciones; así, se ha enten d ido qu e tur viene de lat. turris (Torreadrada, an tiguam en te *Turaderata, hay una traducción latina del siglo x ii fontem aderatam). E v id e n te m e n te , se trata de d eriv a d o s del in d o eu ro p eo qu e e n tró en Europa antes del que crearon las grandes familias lingüísticas: procede, com o he d icho, de las prim eras oleadas in doeuropeas, a partir del año 5000 a. C . y antes de la q u e, a fin a le s del tercer m ile n io y p osteriorm en te, cre ó las gran des lenguas que conocem os. E l hecho es qu e, cuando llegaron los in­ doeuropeos de la últim a oleada, a m ediados del tercer m ilenio, com o digo, aquella que dio origen a las prim eras grandes lenguas indoeuropeas de E u ro­ pa (y Asia), el terreno estaba ya ocupado por los indoeuropeos procedentes de las anteriores invasiones. T op o n im ia preindoeuropea quedaba poca. L o s problem as que presenta ei «antiguo europeo» del qu e estoy hablan­ do son dobles. P rim ero , com o be ven ido diciend o, no podem os establecer

Lenguas indoeuropeas y no indoeuropeas en Europa

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las lenguas a las que pertenecía ni la fecha de su fijación. S egun do, nada podem os decir de su m orfología. C o m o verem os más adelante, el más antiguo indoeuropeo que pode­ m os reconstruir (el IF. I) consistía en una serie de raíces qu e adqu irían fun ­ ciones y valores sem ánticos y gram aticales m edian te el orden de palabras, el acento, elem entos aglutinados, derivación, com posición, etc. Solo en fe­ cha posterior se crearon desinencias con valor gram atical (en el IE íí); y en u n a posterior todavía, tem as con valor gram atical. E sto sucedió cuando se creó el IE III y, dentro de él, cada uno de sus dos sectores, A y B. C ó m o funcionaba la gram ática en la fecha del an tiguo europ eo no po­ dem o s saberlo. N i en qu é m edid a deberíam os atrib uirlo al IE I (radical) o al IF. II (m onotem ático); no, desde lu ego, al IF. III, que existía ya, sin duda, hacia el año 2500 a .C ., en qu e debieron de separarse el IE III A — el del cinturón m eridional del qu e hem os hablado— y el IE III B — el del sep­ tentrional— . Pero en a lgo sí hay coincidencia con el IE III: en la existencia tan to en el «antiguo europeo» com o en el IF. III d e m asculinos en -o y fe­ m eninos en -a. E n los m ilenios qu in to, cuarto y com ien zos del tercero antes de C risto, el indoeuropeo debió de desbordarse, en m últiples oleadas y variantes, con flictivas entre sí y con diversos inicios de m o rfolo gizació n , por Europa

y por A sia. Sin du da, a partir de la m ism a llanura euroasiática de la que he­ m os hablado, a la que llegaban las sucesivas oleadas in d o eu ro p eas— u n i­ das a las de pueblos uraloaltaicos— trion al.,'

desde el in terior del A sia septen-

E L IN D O E U R O P E O C L Á S IC O Y S U S V A R I A N T E S (IE III A Y B)

G E N E R A L ID A D E S

C o m o es sabido y ya ha sido apuntado, desde B opp , y luego Schleicher, R rugm an n y los dem ás, la com paración entre palabras de igual significado y sem ejante fonética en diversas lenguas, tipo lat. donum / ai. dúnam ‘ rega­ lo ’ , ai. mddhu / g r. μέ&υ ‘m ie l’ (corno prim er sentido), llevó a la hipótesis de una lengua origin al, el in doeu rop eo, de la que habrían n acido sucesiva­ m ente las distintas fam ilias indoeuropeas. L a cito sumariamente, ejem plificando con las lenguas antiguas que cono­ cemos: las indoiranias (védico, sánscrito, antiguo persa, avéstico), el griego, el armenio, el frigio y el tracio, las lenguas eslavas (antiguo eslavo, búlgaro, ruso, etc.), las germ ánicas (a partir del gótico), las itálicas (oseo y um bro, latín), otras com o el venético y el m esapio, las célticas (galo y celtibérico antiguos, diversas lenguas posteriores a partir del irlandés), el ilirio (de don de deriva el albanés) y algunas más. L as correspondencias son lexicales, m orfológicas y tam bién fonéticas: a tal fonem a indoeuropeo corresponde tal o cual fone­ m a en cada lengua (pueden variar según el contexto fónico). Entiéndase que, com o he dicho, para m í la len gu a origin al de la que ha­ b lo es un estrato in doeuropeo de a partir del año 2500 a. C .; pero en general se entiende com o «el indoeuropeo», com o he señalado. M ás exactam ente: se tom a, en general, com o indoeuropeo el prototipo del IE III A , el que se reconstruye a partir del griego y el indoiranio, sobre todo. El IE 111 B coincide en gran m edida con él pero ya hem os visto que presenta pérdidas, innovaciones y arcaísmos. D oy a continuación una descripción de conjunto del IF, III A , en buena m edida tam bién (pero no siempre) del B. C o m en za n d o por el sistem a fonológico, a este indoeuropeo se le atribu­

Las raíces lingüísticas de Europa ye uno bastante sim ple, au n q u e hay algunas variantes. L o ú nico nuevo, posterior a la reconstrucción tradicional, es qu e al sistem a general se le añaden ahora tres fonem as, las tres larin gales Η ,, Η ., H ,: fricativas que pueden vocalizarse y qu e «tiñen» las vocales en contacto, dán doles los tres tim b rese ,a ,o . H a n desaparecido en todo el IE III, pero se conservan en hetita (que procede, com o he dicho, del IE II). Es la única adición gen eralm en te adm itida al sistem a fon oló gico del IE q u e venía de B rugm ann : evidente deseq uilib rio, el cuadro qu e se propone com o gen eral del in doeu ropeo contiene un elem en to m ás antiguo, el d e las laringales. Sigue sin reconocerse qu e son propias de un sistem a fonológico más an tiguo que el qu e está en la base del in do iran io y dem ás, un sistema conservado en anatolio y existente en un m om en to dado, el del IE II, en todo el indoeuropeo. Prescindiendo ahora de las laringales, que teñían, com o he dicho, con su tim bre las vocales en contacto (y si iban a continuación de ellas las alarga­ ban, además, m ientras que entre consonantes vocalizaban dando vocales, ya t/, ya 7 , según las lenguas), los distintos m anuales de lingüística indoeuropea trazan un sistema fonológico que es en principio el m ism o de la vieja re­ construcción (excepto, repito, en el caso de las laringales). A sí, por ejem plo, los de M eillet, S zem éren yi, Beekes, S ch m itt-B ran d t y M eier-B rü g ger (el m ío y de B ernabe-M endoza atribuyen ese cuadro solo al IE III).1 L a nueva obra de M . M ayrhofer2sigue igualm ente la línea tradicional. T ra z a n tam bién, igu alm en te, estos m anuales un sistem a m o rfoló gico único, aunque lu ego daré excepciones y detalles y otros más en dos trabajos posteriores/ P o rq u e en m orfología sucede algo sem ejante: la vieja m o rfo ­ logía unitaria del in doeu ropeo, la d e B ru gm an n y dem ás, se asum e qu e era tam bién la del hetita y anatolio en gen eral. L a m ayoría, sin ni siquiera d e­ cirlo. Y a he anticipado qu e disiento.

L A F O N O L O G ÍA

El sistem a fon ológico qu e los m anuales dan, en gen eral, com o com ún al in­ doeurop eo (y qu e para m í es el de su estrato III) es un sistem a m u y sim ple, qu e incluye:

E l indoeuropeo clásico y sus variantes HE III A y B) a)

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V ocales f , a , o breves y las largas correspondientes. L a a era m u y rara. L a oposición de e v o y de las largas correspon­ dientes se u tilizaba para crear oposiciones varias en el sistem a n om i­ nal y el verbal.

b) Sonantes, qu e podían desem peñar, según su posición en la sílaba, papeles ya de consonante (y, w , n, m, r, l), ya de vocal (/', u, », tn, r ,l, que podían tam bién ser largas). c) Consonantes, con cuatro puntos de articulación y, en cada uno, fo­ nem as sordos, sordos aspirados (raros), sonoros y sonoros aspirados. O sea: labiales,p ,p h ,b ,h h , dentales, t,th ,d ,d h \ g u tu ra les,l^,/(/t,g,gh; labiovelares, Ι(“\ Ιφ" ,g “ , g h “ ■H a y qu e a ñ a d ir q u e a lgu n o s autores distinguen, den tro de las qu e a q u í llam am os velares, una serie velar y otra palatal, que distin guen con ayuda d e signos diacríticos tales com o g ' o g. Estos fonem as y, en el caso de las sem ivocales, sus variantes en la sílaba, da­ ban en las distintas lenguas soluciones propias y generales o bien depen­ dientes de los fonem as en contacto. N atu ralm en te, a partir de aquí vienen las evoluciones fonéticas de las diversas lenguas o grupos de lenguas. Por ejem plo, m uchas perdieron la aspiración de las sonoras o las alteraron de diversos m odos (cf. ai. bhám mi, a rm . berem, gr. φέρ«>, lat. feroj; el germ án ico alteró el sistema de oclusivas (p. e j„ de *dek>n, el inglés h izo ten, el alem án zehn)\ las lenguas llamadas.f«tem, com o el indoiranio y el eslavo, cam biaron las oclusivas en silbantes o sibilantes (p. ej., al centum latino corresponde el ai. satám, aesl. süto). Esta ú ltim a, es fácil verlo, es una evolución reciente qu e afecta a una parte del I E III A y del I E III B. P or supuesto, a las evoluciones de las distintas ram as del an tiguo in­ doeuropeo hay que añadir las de sus derivados posteriores. Y hay que insistir en qu e todo esto fue propuesto antes del descubrim iento del hetita y las d e ­ más lenguas anatolias. En ellas, adem ás de la presencia más o m enos regu­ lar de las laringales, ya m encionadas, hay diversas particularidades, com o, por ejem p lo, la ausencia, en gen eral, de las vocales largas, la presencia de a en lu gar de a y o , etc.4 Sin em bargo, el problem a d e las vocales largas en hetita es grave, por­

5

Las raíces lingüísticas de Europa

«

que se com plica con problem as de grafía. La escritura plena o doble de al­ gu n as vocales, com o ΰ -a, a veces se interpreta com o prueba de la existencia d e largas, pero pueden ser largas secundarias, derivadas en anatolio a par­ tir de breves,5 o analógicas. Resulta im posible entrar aquí en el detalle, aun qu e ya d igo qu e el uso sistem ático de las largas, sobre todo en m o rfolo­ gía, parece una innovación postanatolia. L os m anuales, en gen eral, no m encionan apenas el hetita, dan sin más el cuadro anterior. A veces añaden la discusión sobre la supuesta existencia de glotales com o las del caucásico, propuesta por G a m k relid ze e Ivanov. ¡T a n to revuelo para una teoría que, al final, nadie acepta!6 Pero no hay m an ual qu e no cite las glotales, aunque sea para rechazarlas.

E L L É X I C O , L A M O R F O L O G I A , L A S IN T A X IS

T a m p o co para este am p lio do m in io son m encionados apenas el anatolio ni el hetita. Sobre ellos, o se calla, o se piensa qu e las categorías que en estas lenguas faltan (m ascu lin o/fem en ino, aoristo, perfecto, m odos, etc.) las han perdido. Sobre esto he escrito en varios lugares, últim am ente en dos artículos ya aludidos.7 Esas raíces o conjuntos de raíz + su fijo constituyen a veces, en el n o m ­ bre, adjetivo, pron om bre o verbo, una form a no flexionada: un adverbio, preposición o interjección. O tras, constituyen lo q u e se llam a un tem a, o sea, una raíz o un con jun to de raíz + alargam ien to (-£,

etc.) o su fijo (-//,

-s/(, -neu, etc.) qu e se declina o con juga con ayuda d e desinencias y, a veces, se opone a otro tem a de igu al raíz (y aun de otra). P o r ejem plo, en ai. (que continúa un m odelo indoeuropeo), hay un n. sg. vrkas ‘lo bo’, frente a un g . sg. vrkasya, un n. pl. vrkas, etc. A la raíz vr\ se añade bien una vocal tem ática, bien, a veces, alargam ientos o desinencias, todo ello al servicio de la m orfología. Pero, en fin, esto es den tro de una dicotom ía entre las raíces: las hay nom inal-verbales (que crean nom bres y / o verbos) y pronom inal-adverbiales (que crean pronom bres y / o adverbios). Por ejem p lo, las raíces nom inal verbales presentan ya form as nom inales (p. ej., en gr. σ ύ -ζυ ξ, o sea, ‘el cón ­ y u g e ’ o ‘el que vive con', en lat. iudex ‘el qu e dice la ley’, ‘el juez'), ya form as

E l indoeuropeo clásico y sus variantes (IE III A y B)

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verbales (p. ej., gr. δείκνυμι ‘ m ostrar', lat. dico ‘d ecir’, gót. gateihan ‘mos­ trar’). U n as y otras pueden llevar la «vocal tem ática» t ,p > f j b h > b. cf, ingl, ten de ~dek,father de *pater, got. baíran de *bhéro, etc.), pero el gru p o del alro alem án tiene una segunda m utación: las nuevas consonantes germ ánicas evolucionan, por ejem plo, de form a que t da z (al. zehn ‘d ie z’), k da ch (cf. in gl. boo\ 'libro' y al. B u ch ), etc. O , dentro del celta, hay el grup o que ha convertido la ktv indoeuropea e n p {^¡{winque ‘cin co’ > galés pump) y el que la ha hecho evolucionar a f( (irl. cúig). O , d en ­ tro del eslavo, el búlgaro casi ha elim inado la flexión nom inal y pronom inal. Sem ejantes diferencias se encuentran entre las lenguas románicas; hay in­ num erables discusiones, por ejem plo, sobre la posición dialectal del catalán. Esto, dentro del IE III B. Y . den tro del m odelo anterior, el ΙΕ 1 Π A , se dan diferencias p ro fu n ­ das entre los dialectos griegos antiguos. Por otra parte, existen isoglosas que, com o he dicho, atraviesan dos «lenguas com unes» o dos dialectos y aparecen, p or eiem p lo, en g rieg o an tigu o o algu n o de sus dialectos y en germ án ico y otras lenguas. Las lenguas com un es se han ido creando grad ualm ente y se han escin­ dido históricam ente tam bién de form a paulatina, sin fronteras absoluta­ mente tajantes. Estas se han creado, en m uchas ocasiones, cuando ha habido unificaciones por causa de hechos culturales y políticos v cuando las lenguas se han desplazado, por causa de guerras o anexiones políticas, y se han en­ con trado con otras: el castellano con el francés, por ejem plo. L as lenguas indoeuropeas de E u rop a, qu iero decir, las que entran d en ­ tro del panoram a que tiene todavía trascendencia para nuestras lenguas de hoy (dejo de lado las anteriores de! «antiguo europeo») nos son conocidas en fechas diferentes: cuando han sido escritas y estos testim onios escritos, han llegado a nosotros. D e esto hay que decir aq u í algo, y tam bién de la lo­ calizació n d e las m ism as a lo largo del tiem po. M e parece oportuno repetir el esquema, antes publicado por mí, que dibu­ ja las dos hordas indoeuropeas qu e, en fechas diferentes desde el 2500 a. C ,, invadieron Europa. U na es la m eridional: su cabeza, bordeando el m ar N e g r o y entrando por él sur de los C árpatos, trajo a Eu ropa ei I racio (luego perdido) y el griego, qu izá tam bién el frigio y el arm en io, pasados secun­

Historia de las lenguas y los dialectos indoeuropeos de Europa

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dariam ente a A sia. Su «cola» o ram a oriental es la que penetró, a través de la llanura de G organ , al este del C asp io, en Irán y la India, transportó allí el indoiranio. Esta horda m eridion al es la del IE [II A , tantas veces m en cio­ nado, que lu ego descendió al M ed iterrán eo, por un lado, y a Irán y la India, por otro. S u m o vim ien to hacia el oeste, después hacia el sur, debió de ser bastan­ te anterior al año 2000. Su cabeza estaba form ad a por los antecesores de los griegos, que pudieron entrar en contacto, en algún m om ento, con la cola de ía horda, septentrional, la del IE III B, que penetró p or el norte de los C árp atos y p rodu jo (aparte del toca rio, que se desvió hacia el este) el bálti­ co, el eslavo, el germ án ico, el celta, el latín y el itálico, que.se dirigieron ha­ cia el oeste y, algunos, lu ego, hacia el sur, hacia las tres penínsulas europeas. L os contactos entre las dos hordas se reflejan en rasgos com unes al griego y las lenguas germ ánicas, eslavas, etc. y en otrtis com unes al indoiranio y el báltico y el eslavo. A algunas he hecho ya referencia en otros lu gares." Esta segunda horda, la septentrional o III 15 , p rodujo las principales «lenguas com unes» europeas de las que he ven ido hablando. L os rasgos lingüísticos com unes de unas y otras y su propia posición geográfica certi­ fican que esta horda, sin du da en varias tases, traía pueblos cuyas lenguas indoeuropeas fueron cristalizan do sucesivam ente ya dentro de Europa: en cabeza el latín y el itálico (que bajaron a Italia), luego el celta (que ocupó en un m om ento todo el centro de Europa), seguía el germ án ico (en el sur d e Suecia, Judandia y la costa del Báltico), lu ego el eslavo, en la cola el bál­ tico (aparte del tocario que, ya se sabe, se desvió en dirección contraria). En a lgú n lugar in term edio se encontraban los creadores del ilirio, que, com o el latín, el itálico y el celta, se d irigió en algú n m om en to hacia el sur; de ellos salió, sé cree, el albanés. Esta es la segunda línea invasora de mi esquem a, la septentrional, com o digo, que sim plifico, evidentem ente, en cuanto a techas {más recientes que la prim era línea) y geografía. Y que supone, sin duda, invasiones acaecidas a finales del segundo m ilenio e incluso a com ienzos del prim ero. En con tra­ ban estos pueblos en E uropa, sin du da, lenguas diversas procedentes de las grandes invasiones desde el quinto milenio: aquellas a las que hem os atri­ buido el «antiguo europeo» y qu izá el pelásgico. Q u izá , tam bién, lenguas no indoeuropeas: pueblos de origen diverso se unían en estos m ovim ientos.

IN D O E U R O P E A S

Diagrama de la expansión y relaciones de las lenguas indoeuropeas

(desde c. 250üd.C ,)

IN V A S IO N E S

Historia de ¡as lenguas y los dialectos indoeuropeos de Europa

Ι2 Ί

N o hav que concebir las grandes «lenguas com unes» indoeuropeas de las que ven go hablando com o un continuum, sino com o cristalizaciones acaecidas en lugares más bien lim itados, com o «m anchas» en un m apa de Europa., que luego se extendieron v corrieron en diversas direcciones, so­ breponiéndose, a veces, unas a otras. En principio, hay que situar una de estas m anchas, la celta, en la zona de B aviera, S uiza y B ohem ia, entre el si­ glo v n i y ei v a. C .; otra, la germ án ica, en Suecia y la costa báltica, ya hacia los siglos ix v v iii a. C.; latinos e itálicos estarían al sur de los celtas, en los aledaños de los A lp es, hacia el año iooo. En cuanto a los eslavos, solo a com ienzos de nuestra era em pezaron a m overse hacia Europa, antes debían de estar situados entre el V ístu la y el D n iep er. L u ego , desde el siglo vt d. C . tuvieron lu gar las grandes invasio­ nes, que dejaron dialectos al norte de los C árpatos, más tarde los atravesa­ ron hacia el sur, ocu pan do B u lgaria y bajando al norte de G recia. M ás tar­ de los eslavos se expandieron en varias direcciones, chocando, al oeste, con los germ anos. Por el este, venían detrás de ellos los bálticos, hoy reducidos a m ínim os. Parte de la to p on im ia rusa es báltica, y una lengua báltica se ha­ bló en Prusia hasta el siglo x vm . Esté es un esquem a que liábría.que am pliar para colocar en él a los tí acios, los ilirios, los venétioos, los mesapios. P ero la idea es clara: hubo crea­ ción de nuevos dialectos en territorios restringidos, luego invasiones suce­ sivas que llevaron a los celtas hasta el norte de Italia y el centro de España y a todo el oeste, incluidas las islas Británicas; a los germ an os, m ás tarde, én diversas direcciones hacia el oeste y el sur, a costa de celtas y romanos: H u bo el em p u je, finalm en te, de los eslavos y bálticos desde el este. T o d o el substrato in doeuropeo procedente de invasiones más antiguas desapareció, d ejan d o restos, tan solo, en la toponim ia y en préstam os léxicos.

H I S T O R I A DE L A S P R I N C I P A L E S L E N G U A S . C O M U N E S

GR [ECO

Por supuesto, la lengua indoeuropea más antigua de Europa, de entre aquellas a las que m e estoy refirien d o y que pertenecen al contexto que es­

122

Las lenguas europeas, su crecimiento y sus relaciones

tam os estudiando, es el griego. N o m e refiero ahora al punto ya tratado y del que m e ocuparé m ás adelante en detalle, el d e su in flu jo en las dem ás lenguas indoeuropeas (y no indoeuropeas) de E u ro pa. M e refiero a su liegada a Eu rop a y a su historia interna. A lg o que he tratado detenidam ente en m i Historia de la lengua griega.' L a opinión más am pliam ente sostenida es que hubo en los Balcanes un griego com ún em parentado con las otras ramas del IE III A ya mencionadas y, posiblemente, escindido internam ente. H acia el 2000 a. C . penetró en G re ­ cia una de sus ramas, el griego orienta!, de! que surgieron luego un dialecto literario, el aqueo épico tie H om ero (que conocem os por su redacción en el siglo v iii ), y uno burocrático, el m icénico, qu e las tablillas descifradas en 195} nos han revelado.12 Y , más tarde, los dialectos jónicos y eólicos, que conoce­ mos por las inscripciones y la literatura, a partir del siglo v n a. C ., además del arcadiochipriota, conocido solo epigráficam ente. H acia el año

lo o o

llegaron

los dialectos dóricos, más arcaizantes, luego escindidos a su v e z .'' N o p uedo escribir a q u í la com plicada historia de estos dialectos, ni su difusión por las varias costas del M editerráneo, de A sia M enor a Sicilia, a Italia, M assalia e Iberia. L o im portante es que el grieg o que in flu yó en las lenguas posteriores de E u ro p a es, fun dam entalm en te, un dialecto u nificado qu e se creó sobre la base del ático, pero con algunos otros elem entos. Es la llam ada \oiné, que, por otra parte, con diferentes variantes, fu e la lengua oficial de la m itad oriental del Im perio rom ano y, lu ego, de Bizancio. Princip alm ente, com o lengua culta o katharévousa;14 la versión popular o áim otikí está m enos d o ­ cum entada en fecha antigua y bizantina. D e la kpiné viene el grieg o m oderno: de la variante «popular», con al­ gu n os elem entos de la lengua m ás culta. E l g rie g o m o dern o no procede, pues, com o las otras lenguas de Europa, de un an tiguo dialecto, luego lengua, d erivado de una «lengua com ún» in­ doeuropea: caso del español, el alem án o el ruso, por ejem plo. N o: el g rie ­ go, escindido desde el com ien zo en dialectos, fue unificándose poco a poco y la lengua unificada resultante, que culm in ó en el ático y la \oiné,"5 es la que atravesó los siglos. C ie rto que, a su v ez, de ella d erivan variantes pop u ­ lares y cultas, com o he dicho, y otras geográficas, que han tenido escasa d i­ fusión e im plantación en G recia. L a lengua u nificada de la época bizantina

Historia de las lenguas y los dialectos indoeuropeos de Europa

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es la base del g r ie g o m oderno, tras el reconocim iento internacional de la independencia de G re cia en 1830. C o n la variante dirrtolikí principalm ente, com o he señalado tam bién. F un d am en talm ente, la kpiné fue difun d ida por los m acedonios cuando, a partir de F ilip o y A lejan d ro , lin d a ro n la unificación de G recia y de parte de O rien te. E s un derivado del ático y representa su triun fo cultural, allí don de, m ilitarm ente, A ten as había perdido todas las guerras. E l in flu jo del griego en las lenguas europeas, en cam bio, procede de m u y diversas fases del m ismo: de la kpiné de fecha helenística y rom ana y, a veces, del g rieg o m ás antiguo, com o el jónico de los m édicos y el ático de oradores y filósofos. & un te m a q u e estudiarem os más adelante. El griego desem peña, pues, dentro de la historia lingüística de Europa, un papel m uy especial. Previam en te, el alfabeto griego se había exten dido por todo el M editerráneo, de A sia M enor a Italia, Sicilia é Iberia. Y ia len­ gu a griega había acabado por sustituir a lenguas diversas en A sía, en Sici­ lia, en M arsella, en colonias por casi todo el M editerráneo, A u n q u e en A sia y Egipto tuvo que luchar con lenguas semíticas com o eí aranieo y el siriaco y con el cgipcio m ism o, en la E dad M edia con el b ú lgaro y el árabe.

L A T Í N Y LE NGU AS ROM ÁNICAS

La historia del latín es diferente. En tiem pos se consideraba descendiente de una «lengua com ún» tie la que tam bién ven drían las llam adas lenguas itálicas, oseo y um bro; hoy m ás bien se piensa que no, que eran ramas indo­ europeas independientes, aun que rasgos com unes sí tienen. E l latín, dia­ lecto del Lacio em parentado con el falisco, estaba ya establecido allí desde el siglo vili a, C . y está docum entado desde el siglo vi. F ue influido désele pronto por el etrusco y, más tarde, por el griego. Se extendió por toda Italia, en el siglo tu, por causa de la conquista rom ana;luego, por todo el imperio. Es, en definitiva, una variante de una lengua indoeuropea establecida en el L a c io en el siglo v iu a. C . C o n el tiem po, se fragm en tó creando las diversas lenguas románicas. Es el típico IE III 13 . con fusión de aoristo y perfecto, pero con algunas particularidades, com o la fusión de subjuntivo ν optativo, la creación de un futu ro y un im p erfecto com puestos, de in fluí-

I2 ±

Las lengua.·: europeas, su crecimiento y sus relaciones

tivos y participios en cada tem a, e tc ./ ' y arcaísm os com o ¡as desinencias con -r y la flexión sem item ática, aparte de las innovaciones fonéticas y las d e una flexión nom ina! am pliada. E n etecto, tras ser influido tem pranam ente por el etrusco, el latín se helen izó m uy pronto. D e G recia viene una parte im portante de su léxico, de sus géneros literarios y de su sintaxis y estilo. D e esto hablaré más adelante. Por otra parte, es del latín llam ado vulgar, el del pueblo en la edad tardía, que in­ corporaba elem entos griegos orales y otros, del que provienen las lenguas ro­ mánicas, que luego fueron recibiendo, siglo a siglo, elem entos cultos tanto la­ tinos com o griegos. D e esto se hablará, tam bién, más adelante. O tra im portancia tuvo la lengua latina. Y es que d ev o ró innum erables lenguas. E n Italia y a veces fuera, el etrusco, las lenguas itálicas que he c i­ tado, el ligu r, d lepóntico, el venético y mesapio, el rético, el falisco, el oseo y el u m bro, lenguas todas indoeuropeas; m uchas lenguas, indoeuropeas y no, en Sicilia (élim o, sículo, sicano, griego). D e v o ró igu alm en te el celta en el norte de Italia y en gran parte de Europa. El ibero, además, en Hispania, el n úm ida y el púnico en A frica . En otros lugares fue im portante com o len­ gua adm inistrativa y m ilitar, aun que no consiguiera convertirse en lengua única: así en A sía y en Egipto. D e este m odo, con la expansión del latín hubo una reducción del n ú m e ­ ro de lenguas indoeuropeas en E u ropa, aun qu e con él coexistieron el celta y el germ án ico, entre otras lenguas. H ay que insistir en que la historia lingüística de Europa estaba ya, en cierto m odo, diseñada desde la época de la República y del Im perio romanos, cuando con el latín convivía el griego y con ambos, pacíficamente o no, al nor­ te y al oeste, convivían lenguas célticas y germ ánicas, y tam bién, más tarde, las eslavas. D e todos estos pueblos nos han dado noticia los escritores latinos y los griegos. C ierto que las lenguas celtas y germ ánicas que han llegado hasta hoy, y por supuesto las eslavas y bálticas, son más recientes. Pero fue desde la caída del im perio cuando la m ayor parte de estos pueblos adm itieron el alfa­ beto latino (los eslavos el griego) y la im pronta cultural latina y griega. En realidad, celtas, germ anos y eslavos ocuparon, al principio, enclaves relativam en te pequeños dentro de un panoram a am p lio de lenguas in­ doeuropeas procedentes de oleadas anteriores y de algunas no indoeuropeas, com o he dicho. L u e g o , estas nuevas len guas in doeu ropeas se e xp a n d ie­

Historia de las lenguas y los dialectos indoeuropeos de Entripa

12, /, ^ son raras en posición inicial, las sonoras correspondientes pueden ser oclusivas o fricati­ vas, com o en castellano. T o d o esto es sem ejante en el castellano, y se ha pensado en un in flu jo vasco. Pero n o ocurre así con la existencia de varias silbantes y africadas, ni con la prótesis vocálica ante r- y ciertos grupos. E l sustantivo no tiene genero, sí núm ero y anim ación. H ay hasta cator­ ce casos en el nom bre y el adjetivo, se crean por aglutinación al final. El

Las lenguas europeas, su crecimiento y sus relaciones

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verbo se conjuga por persona, tiem po, m odo y aspecto y no opone activa y pasiva; puede hacer referencia m ediante afijos al agente, paciente y destina­ tario. E n e¡ verbo intransitivo n o se distingue si el sujeto es agente o pacien­ te. E n el transitivo, es ergativo. Y no hay nada com parable a las construccio­ nes indoeuropeas transitivas con sujeto + verbo + com plem ento directo. P or lo dem ás, los verbos sintéticos, con conjugación propia, son raros, la m ayor parte tiene una conjugación perifrástica. H ay partículas para el m odo. En definitiva, en ú ltim o térm ino la gram ática del vasco se m u eve m edian ­ te form as perifrásticas y partículas aglutinadas. N o es m u y diferente de lo que ocu rre en indoeuropeo, aun que el sistema verbal y las antiguas partí­ culas sean distintas. 2. Influencias extrañas en el léxico H a y m uch os elem entos celtas tanto en la toponim ia (tipo D eva, ciudad y río, Ulzama, q u izá de Uxama), com o en los sufijos (-ama, -¡sama) y en el lé ­ xico com ú n , sobre todo en el del aquitano." A u n q u e no es seguro que todo este léxico sea celta, puede proceder tam bién de otras lenguas, in doeu ro­ peas"’ o no in doeu rop eas.1' E n todo caso, F . V illa r 12 ha señalado el bajo n úm ero de los topónim os vascos antiguos en el País V asco español, y tam bién de antropónim os, al lado de los frecuentes de origen indoeuropeo, celta o latino. Los vascos son más frecuentes en A q u ita n ia , don de el vasco debía de llegar en fecha m e ­ dieval hasta Burdeos. C o n clu y e que, m ás q u e pensar en una «revasquización» del País V asco español, que algunos han propuesto, hay qu e postular una bajada secundaria de los vascos desde A q u ita n ia , q u izá de la época de com ien zos del Im perio rom ano. H ay, luego, enorm es influencias del léxico latino: el vasco recoge in clu ­ so la pronunciación auténtica del latín, ajena al rom ance.'3 Por ejem plo, i y u breves se han conservado con el m ism o tim bre (kirru ‘cerro’ cíe cirrus, butzu ‘p o zo ’ de puteus)·, l( v g conservan la articulación velar ante vocal anterior (bake ‘p a z ’ ácpacem , kerexa ‘cereza ’ de ceresa}; las oclusivas sordas latinas se han m an tenid o entre vocales (bekfltu ‘pecado’); etc. O tros présta­ mos adoptan la fonética vasca, com o varios de los citados con b- en v e z de p - y chis tu de fístu la , zeta ‘seda’. P alataliza consonantes, las m etatiza en grupos, etc.

Las lenguas no indoeuropeas de Europa

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Es notable, en todo caso, el estudio de palabras latinas qu e in trodujeron los objetos o actividades a qu e se refieren. A algunos de los ejem plos ante­ riores pueden añadirse otros,'4com o las palabras del lino (lin uj, el cáñam o (canam u),e 1 trabajo de la lana y el tejido (gardatu ‘card ar’, matexa ‘m adeja’, goru ‘rueca’), ingude ‘yu n q u e ’, gela ‘aposento’ (cié celia). O de conceptos cristianos com o kurutse ‘c r u z ’ o generales com o gorputz ‘cu erp o’, tembora ‘tiem p o’, zeru ‘cielo’. Y

siguieron lu ego los in flu jos de lenguas rom ánicas, el castellano sobre

todo. N ad a extraño, pues el contacto fue con tin uo y de aquí llegó al m undo vasco todo el m u n do cultu ral m edieval y m o d ern o de Europa. E l vasco, desde este punto de vista, se con virtió en una lengua europea m ás, aunque conserve un núcleo autóctono. Esto continúa: el vasco está hoy som etido a las mismas presiones cu ltu ­ rales, y por lo tanto lexicales, que todo nuestro m u n do. H o y, incluso pala­ bras del m om ento actual, incluso del in dependentism o político, vienen del español. D e nuestras palabras aeropuerto o independencia, por ejem plo, Pero ha habido tam bién, a lo largo de la historia, préstam os del vasco en otras lenguas, com o en castellano izquierda,pizarra,guijarro, abarca, ardite, etc., así com o las palabras correspondientes en otras lenguas peninsulares. Y form as mixtas, com o guitarra, de gr. κιθάρα y vasco -ana. Y nom bres de persona, com o X im en a, X avier, Sancho, Iñigo, aparte de los de com pon en ­ te más claram ente vasco, com o E ch everría, M adariaga, A rteaga, Irigoyen. P o rq u e préstam os vascos siguieron entrando en las lenguas de España y P ortugal durante la E d ad M edia.

3. Parentescos lingüísticos del vasco. Hipótesis sobre su llegada E s sabido entre los lingüistas, menos entre el público, incluso culto, en g e ­ neral, qu e la hipótesis de la iden tidad de vasco e ibérico, tan de m oda en un tiem po sobre todo después de Sch uh ardt, carece d e apoyos sólidos, pese a la existencia fuera del País V asco de unos pocos topónim os que parecen vas­ cos o vascoidcs y también de algunas correspondencias entre palabras vascas y georgianas o de otras lenguas caucásicas. N o hago sino rem itir a obras de A . T o v a r y L . M ich elen a ya citad as.15 E l hecho es que el ibérico, que se lee aun qu e no se traduce, no da la clave para la interpretación del vocabulario ni menos de la gram ática vasca. T a m -

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poco hay razones arqueológicas ni etnológicas o culturales para relacionar los dos pueblos. Pueden haber estado en contacto en algún lu gar y m o m en ­ to, ciertam ente, y haber habido algunos préstam os com o, q u izá , el nom bre del río Ebro, al lado del vasco ibar ‘río ’. N o ha sido posible establecer un «protocaucásico» con el cual pu diera com pararse el vasco: n o se ha establecido una p rotolen gu a com ú n del cau ­ cásico del n orte y del sur, ni siq u iera de dos sectores del cau cá sico del norte, y m enos aún correspon den cias fonéticas. Estas propuestas p ro ce­ den , posiblem en te, de la eq u ip ara ció n del vasco y el ibérico, y la de los iberos de H isp an ia y los del C aú caso. P rod u cto, sin du da, de una e q u ip a ­ ración ap roxim ad a por parte de los grieg os de dos nom bres que les son a­ ban de una m an era sem ejante. C o m o sucedió m uch as veces a los españo­ les en A m érica. ¿Q ué pensar entonces? Si los vascos im ponían su lengua m ucho más fuertem ente en A q u ita n ia y solo a lo largo de la época del Im perio rom ano los térm inos vascos fueron haciéndose más frecuentes al sur de los Pirineos, surge la hipótesis de que el vasco pudo haber llegado a H ispania desde A q u i­ tania y haber penetrado en el País V a sco español a partir del siglo 1 a. C ., esto es lo que hoy parece.If> Esto nos ofrece la visión de una invasión que descendió, com o tantas otras en E uropa, de norte a sur; y que procedería en definitiva, com o todas, del este: de pueblos de cultura pastoril sem ejante a la de los indoeuropeos y los uraloaltaicos (y otros posteriores com o los hunos). H abría que postular una oleada invasora en algún m om en to del neolí­ tico o calcolítico y aun del bronce, fases que han d ejad o su im pronta en el vocabulario vasco. Podrían los vascos haber entrado m ezclad os con los in­ doeuropeos, igu al qu e pueblos turcos de la región del V o lg a , llam ados b ú l­ garos, pasaron m ucho m ás tarde por el cáucaso y llegaron m ezclad os con los eslavos a la que lu ego se llam ó B u lg a ria .'7 C o m o de A sia llegaron tam ­ bién los hunos, los húngaros y tantos otros pueblos. Si así fuera, su descenso de A q u ita n ia a la zona española en torno a los Pirineos occidentales (y lu ego desde allí a zonas lim ítrofes al sur y al este) sería un caso m ás de una tendencia general y repetida en Europa: la d ifu ­ sión de las poblaciones de la estepa euroasiática prim ero hacia el oeste, lu e­ go hacia el sur.

Las lenguas no indoeuropeas de Europa

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Por otra parte, hay qu e hacer notar que el vasco no rom pe la gran ho­ m ogeneidad genética de Eurasia desde el paleolítico'* y lu ego el neolítico. Y la tiene en com ún con cántabros y gallegos. Fue, pues, el vasco un com ponente de los grupos de lenguas que entra­ ron paulatinam ente en Eu ropa desde el este, sin duda a partir del neolítico. Es excepcional el hecho de que, debido sin duda a circunstancias históricas de aislam iento, no ha sido absorbido por las lenguas vecinas, que lo in fluye­ ron fuertem ente, por lo dem ás, sobre todo el celta, el latín y el castellano. A l contrario de otras lenguas indoeuropeas citadas, en especial el celta, no está clara la cronología del vasco. D ebió de pasar por Eu ropa antes de la creación definitiva de los gran des grupos del germ án ico y el celta com u ­ nes, a finales del segundo m ilen io antes de C risto. La llegada de los vascos a A q u ita n ia debió de ser anterior a la de los celtas, cjue los arrinconaron, pero no pudieron absorberlos (tam poco luego los pueblos posteriores, ha­ blantes del latín, el francés y el español). A u n q u e estos pueblos y lenguas in flu yeron m uy fuertem ente en la cultura y la lengua vascas y dejaron, en la m ism a A q u ita n ia , una fuerte im pronta to pon ím ica.'9 En sum a, en el vasco, pienso, hallam os un resto aislado de una de las m últiples invasiones de nóm adas que, procedentes de la estepa euroasiática, invadieron E u rop a a partir del quin to m ilen io antes de Cristo. D e en ­ tonces a los tártaros en el siglo x iv d .C ., siguieron llegand o interm itente­ m ente a Europa. E n todo caso, los indoeuropeos se alzaron con el dom inio d e casi toda ella, los dem ás pueblos o desaparecieron o, cuand o no, se m e z­ claron con ellos y con pueblos indígenas. Los vascos son una excepción.

LAS L E N G U A S F IN O U G R IA S

H em o s visto ya que, cuand o las lenguas indoeuropeas com en zaron a ex­ tenderse, en el q u in to m ilen io antes de C risto, hacia el oeste y E u ro p a, es­ taban en estrecho contacto con los grup os lingüísticos fin o u g rio (uno de los su bgru pos del urálico) y altaico. G ru p o s que, segú n m uchos lingüistas, form an , en ú ltim o análisis, un g ru p o lin gü ístico único, em paren tad o con el indoeuropeo. A u n q u e la atribución del u rálico y el altaico a un g ru p o ú nico no carece de problem as.

Las lenguas europeas, su crecimiento y sus relaciones Esta gran fam ilia form aría, unida al aleutoesquim al y otras lenguas, una gran fam ilia euroasiática, que a su v e z sería parte del llam ado nostrático, del que ya he hablado, e incluía, entre otras lenguas, las dravídicas, kartvélicas y la sum eria. E n otro lu gar" m anifesté m is dudas sobre estas y otras especulaciones, dado lo incierto de la com paración del léxico sin con ­ tar con correspondencias fonéticas regulares, y lo incierto de com p aracio­ nes entre sistemas m orfológicos de cronología relativam ente reciente. E n todo caso, y para ceñ irm e al tem a de este libro, ya he h ablad o de qu e hubo sin du da estrecho con tacto entre el fin o u g rio o u na parte de él y lenguas in doeu rop eas com o el báltico y el germ án ico. E llo se dem uestra con ayu da de los préstam os léxicos q u e hubo, en fecha an tigu a, entre es­ tas lenguas. P o rq u e el fin o u g rio contenía una gran núm ero de len gu as/' de las que el g ru p o baltofinés (finés, estonio, carelio, etc.}, el sami (esquim al) y el cherem m ís (lapón) llegaron a la E u ro p a báltica y a la septentrional, entrando en contacto, algunas de estas lenguas, con los indoeuropeos. Más tarde, ya en plena E d a d M ed ia, lo hiciero n tam b ién los h ú n garos, q u e establecieron contacto con los germ anos en el valle del D an u bio, en lo qu e hoy es H u n ­ gría y R um ania, en el siglo x d. C . P ero otras lenguas del g ru p o ugrofinés (el m o rd ovo y el pérm ico) se qu edaron en la que es hoy la Rusia europea, otras en la asiática. C om p arten , así, el ugrofinés y el indoeuropeo el hecho de estar a caba­ llo entre Eu ropa y A sia. En E u ropa las lenguas ugrofinesas son m u y m in o­ ritarias, pero quedan huellas de sus antiguos contactos con el indoeuropeo, ya he aludido a ello. Y más adelante, a lo largo de la E d ad M edia, estos pueblos, antes o después, qu edaron unidos a la cultu ra europea y sus len ­ guas fueron in flu idas por las nuestras. Este g ru p o cuenta con unos veinticuatro m illones de hablantes, unos dieciséis el h ú n garo y unos siete el finés. Por otra parte, m erece la pena indicar algunas de las características lin ­ güísticas del g ru p o u rálico o ugrofin és.22 El sistem a de oclusivas y fricativas no tiene gran origin alid ad , aun que conviene notar la existencia de tres sil­ bantes. Y , sobre todo, los tres grad os de abertura de las vocales, algunas con redondeam iento de los labios. M ás notable aún es la arm onía vocálica, com o en altaico. T o d o ello resulta extraño al indoeuropeo.

Las lenguas no indoeuropeas de Europa

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H a y un am plio n úm ero de casos locales, m arcados con afijos, qu e in di­ can diversos tipos de m ovim ien to. H ay tam bién determ inaciones posesivas y otras más de persona, m arcadas igualm ente con afijos. E indicación del núm ero. E l verbo distingue varios casos y m odos, el orden de palabras es tem a + foco + verbo. H a y, en algunas lenguas, ergativo. Pero ya en fecha an tigua hubo estrecho contacto entre finés e in doeu ro­ peo. Se conservan en finés, por ejem plo, palabras de origen germ án ico con una form a más antigua que la del germ án ico por nosotros conocido: p. ej. /(m ingas ‘rey’ (ingi. \ing, al. kpnig), rengas ‘an illo’ (al. R ing ).11

TERCERA PARTE

LA CO NFLUE NC IA Y EXPANSIÓN DE LAS L E N G U A S DE EUROPA

I E L A L F A B E T O , L O S T E X T O S G R IE G O S Y L A T IN O S Y SU L L E G A D A A E U R O P A

E L A L F A B E T O G R IE G O : O R IG E N E S Y D I F U S I O N

P u ede decirse que E u ropa, cultu ralm en te hablando, nació con el alfabeto g rieg o y su difusión; difusión que llegó luego, a partir de un m om en to, a gran parte del m undo. M e refiero a m últiples inscripciones y papiros griegos en todo el ám bi­ to de la G recid ad y del Im perio rom ano oriental, pero tam bién al uso del alfabeto g rieg o , más a m enos m o d ificad o , para notar diversas lenguas, com o explicaré. N ótese que la lengua grieg a nos es conocida desde el siglo

x iii

a. C . has­

ta ahora, durante tanto tiem po com o el chino; pero prim ero lo fue gracias al silabario m icénico, luego, desde finales del siglo ix, gracias al alfabeto. D irectam en te o a partir de derivados que acabo de citar, ha constituido el eje de la cultura europea y es im portante en otros diversos lugares. G racias a él nos han llegad o la lengua y la literatu ra grieg as de diversas épocas (arcaica, clásica, helenística, rom ana, bizan tin a, m oderna), lengua y literatura qu e han in flu enciad o fuertem en te a otras. Y todas ellas han cread o Europa. El alfabeto y la lengua griega están en la base de todo. A un q ue debo señalar que son la lengua griega clásica y helenística, cono­ cidas por vía literaria, las que más han in flu id o en nuestra cultura. Por vía oral, en la edad tardorrom ana se incorporaron térm inos griegos al latín vu lga r y de ahí a las lenguas europeas; y en la E d ad M edia se incorporaron a ellas térm inos bizantinos, llegados en ocasiones por interm edio de las re­ públicas italianas o de F rancia o P rovenza. En la A n tigü ed ad , a veces fue usado el alfabeto griego, sim plem ente,

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La confluencia y expansión de las lenguas de Europa

‘ 54

para m arcar diversas lenguas, del oseo y m esapio al galo y el ibérico. Pero su historia es m ás com pleja. E n A sia y A fric a el alfabeto griego, con el surgim iento de los pueblos sem íticos, desapareció, igual que la lengua griega, que dejó, sin em bargo, abundantes restos de léxico en toda clase de lenguas, semíticas o no, com o el aram eo, el siriaco, el hebreo, el copto, el árabe, el nubio, etc. E igual que entraron en latín el alfabeto y el léxico griegos, tam bién en eslavo, etc. F u e este un hecho concom itante con el del retroceso de la cultu ra griega y rom ana en A sia y Á frica , por obra de los sasánidas, los árabes y los turcos. A u n q u e huellas im portantes quedaron. Busquem os, ahora, m ás atrás. L a cultura y la lengua griegas, con su al­ fabeto o variantes del m ism o, se habían exp an dido desde fecha m uy tem ­ prana por A sia y A frica , por obra de las navegaciones, el com ercio, las co­ lonias. Siguieron desem peñando un papel im portante en época rom ana y, por supuesto, en la bizan tin a, incluso en la árabe. Y luego, pese a las p érdi­ das, en toda E u rop a, com o es bien sabido, a través de las edades subsi­ guientes, hasta ahora. E l alfabeto fu e un adelantado de esa expansión, a veces lim itada, nunca cortada del todo. Se trata, por una parte, del uso del grieg o en infinitas ins­ cripciones y otros docum entos, en todo el M editerráneo, desde la época a r­ caica a los reinos helenísticos y en todo el Im perio rom ano.1 N otaba, p ri­ m ero, los distintos dialectos griegos, en distintos alfabetos; después, la lengua com ú n o kpiné, lentam ente salida del ático y escrita en el llam ado alfabeto jónico, adoptado por A ten as el año 403. Es el qu e se difu n d ió y fue la base de varios alfabetos subsiguientes, el últim o el eslavo. Pero otro alfabeto, el calcidico del tipo llam ado occiden ­ tal, está en la base del alfabeto etrusco y por consiguiente del latino. Y

hay otros dos hechos. El prim ero, qu e los sistemas de escritura qu

intentaron crear germ an os y celtas (las runas y la escritura ogám ica, ya m encionadas) fracasaron, se extinguieron tras una corta vida (no podían com petir). O tro , ya apuntado: qu e no es exactam ente el alfabeto grieg o el que se im puso siem pre directam ente, tam bién lo h izo a través de d eriva­ dos. H e dado ya algunas indicaciones. D esde m u y pronto, digam os el siglo v a. C ., se habían creado en O rie n ­ te y O ccid en te, para notar diversas lenguas, alfabetos derivados del griego;

E l alfabeto, los textos griegos y latinos y su llegada a Europa

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la m ayor parte desapareció hace tiem po, algun os llegan hasta nosotros. Q u iero citar, en los Balcanes y A sia, a partir más o m enos del siglo v a. C ., el al tabeto griego más o m enos m o dificado usado por el tracio, el lidio, el licio, el cario y otras lenguas, todas perdidas. A ñ ad am o s en fecha posterior, ya rom ana, los alfabetos copto y etiópico (en Á frica ) y arm en io (en Asia). H a y qu e añadir los alfabetos occidentales derivados del griego: el etrusco desde el siglo

vii

a. C . (y alfabetos derivados de él, com o el lepóntico, el ré-

tico, el venético, los itálicos y el latino), creado, com o ya he dicho, a partir de un alfabeto grieg o de tipo occidental, tom ado de los calcidios de Eubea y sus colonias, C um as ante todo. E n la península Ibérica, a partir del griego y a veces del fenicio, se crearon alfabetos y sem ialfabetos usados por los ibe­ ros, los tartesios y los celtíberos. Y , en O rien te, el alfabeto gótico, en el siglo iv d. C ., y el eslavo, en el siglo ix d. C ., fueron dos alfabetos derivados del griego. T o d o s estos alfabetos han desaparecido, salvo uno de ellos, el latino, el propio alfabeto grieg o y el eslavo. L a E d ad M edia y los tiem pos que la siguieron, hasta hoy, han notado sus lenguas bien en grieg o (en O rien te, en el Im perio bizantino), bien en dos alfabetos derivados del griego, qu e acabo de m encionar. El latino en la E u rop a latina y germ án ica (pero el alfabeto gótico, com o ya he dicho, pro­ cede del griego, fuera de allí se usó el latino). E l eslavo, derivado del griego, se usó en B ulgaria y lu ego en U crania y otros países eslavos. Por lo dem ás, el alfabeto latino se ha exten did o a toda clase de lenguas, incluso a algunas eslavas y a las no indoeuropeas. H o y ocupa casi todo el m undo. L im itán d om e a E uropa, qu e es m i tem a, q u izá pudiera decirse que el rasgo fun dam ental de su unidad consiste en qu e todas sus lenguas, a partir de un m om ento, se han notado y se notan bien con el alfabeto griego, bien con variantes derivadas del m ism o, la latina y la eslava. H oy en día, en cualqu ier pueblo europeo, el orden de las letras del alfabeto es, con alguna excepción, el m ism o del alfabeto griego, ¡que a su vez era el m ism o del de sus precedentes en Fenicia y Ras Sham bra, de los que hablaré! Es este un ejem p lo notable de continuidad cultural. Sín el alfabeto grieg o no habría habido ni literaturas europeas, en el más am plio sentido, ni E u ropa. Piénsese qu e a la cultura iniciada por los griegos se fueron sum ando, grad ualm ente, pueblos ágrafos (todavía los ha­

La confluencia y expansión de las lenguas de Europa bía al final del Im perio rom ano en H ispania y las islas Británicas, sobre todo). L os griegos, directa o indirectam ente, sum inistraron en todas p ar­ tes, a los pueblos que alcanzaban cierto nivel, el instrum ento cultural que es la escritura. C la ro está que, a partir de diferentes m om entos, los alfabetos griegos o postgriegos arrastraron la im itación de la cultura griega y de su sucesora la latina, y em p u jaron en la m ism a dirección, a saber, la integración y u n ifi­ cación de E uropa. L u e g o estos alfabetos y esta cultura se hicieron m ás que europeos, se extendieron por el m undo. D e esos alfabetos postgriegos ya he dado algun os datos, pero volveré con m ás detalles sobre ellos. A n tes, convendría insistir sobre el origen del alfabeto griego, los alfabetos griegos m ejor dicho: es la prim era pieza de todo el sistema. D e los orígenes del alfabeto grieg o y su difusión he escrito en otro lu gar con cierto detalle, dan do la bib liografía adecuada, a la que hoy se puede añadir otra.2 A q u í m e lim itaré a algunas consideraciones generales que son im portantes. L a p rim era es recordar que si en el alfabeto grieg o está el origen de la cultura griega y, por tanto, de la cultu ra europea, no fue en ella un hecho prim ario. N o se creó hasta finales del siglo ix o el v m a. C ., cuand o G recia (m últiples ciudades griegas, G recia no fue nunca una unidad política, sal­ vo en un m om ento, con A lejan dro) fue edificada com o algo radicalm ente n uevo después de la caída de la cultura m icénica. C on la cultura m icénica, arrasada por los llam ados pueblos del m ar en torno al 1200 a. C ., se perdió su escritura, la llam ada lineal B, qu e era una es­ critura silábica, que añadía ideogram as y signos num erales y de m edidas, y que notaba el griego de la época, el que llam am os griego m icénico.3 Y

se perdieron tantos elem entos de su cultura qu e derivaban de los rei

nos e im perios teocráticos de O riente: la adm inistración y la econom ía cen­ tralizadas, la organ ización burocrática en torno a los archivos en que se gu ardaban las tablillas con esa escritura, el carácter sem idivin o del rey, la religión en torno a él, etc. C u a n d o los pueblos del m ar cayeron sobre los viejos im perios, estos sufrieron el em bate, pero se reconstruyeron lu ego o bien se crearon otros nuevos: así ocurrió en E gip to, en M esopotam ia, en Irán. Pero no en G recia.

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A q u í, im pensadam ente, tras q u ed ar arrum bado todo el aparato estatal m icénico, incluida la escritura qu e utilizaba, una escritura de función ad­ m inistrativa al servicio del Estado, tu vo lugar el nacim iento de u n m u n do diferente: el de la G recia de la que lu ego surgió E u ro p a.4 Es la G recia de las ciudades y del autogobierno de las m ism as, qu e po­ día ser de diversos tipos: oligárqu ico, tiránico, el inclasificable régim en es­ partano, al final el de tipo dem ocrático. L a G recia del in dividualism o en la qu e personas privadas firm aban sus poemas u obras de arte o inscripcio­ nes, o hacían pensam iento n uevo o política. T o d o ello, que he descrito detenidam ente en otros lugares,· fue posible gracias a la creación de una nueva escritura, la escritura griega. Es una par­ te de esta nueva G recia y, a partir de ella y com o acabo de decir, una parte im prescindible de la E u rop a que a partir de aquí se creó. C uriosam en te, igual qu e la escritura silábica m icénica (la lineal B, d eri­ vada de la lineal A de C reta, portadora de una lengua indescifrada) fue tom ada de pueblos no griegos, la nueva escritura, alfabética esta, de que es­ toy hablando, íue tom ada por los griegos de un pueblo oriental, los feni­ cios, com o bien sabían los posteriores griegos y rom anos. A u n q u e fue per­ feccionada y hecha más m anejable y útil m ediante algo que se le añadió: las vocales. T am b ién el m aterial escritorio más usual (tras la piedra, el bronce y plom o, etc.) era extranjero: el papiro egipcio. E n tre tantos elem entos ex­ tranjeros adoptados por los griegos en su religión, su arte, su cultura, este es uno más. Esta fue la g ran origin alid ad de los griegos: crear algo nuevo, o rigin al, a partir de su herencia indoeuropea y m icénica, y de diversos elem entos to­ m ados de pueblos extraños, semitas y egipcios, la escritura entre ellos. L a escritura fue adoptada, sin duda, por com erciantes griegos, en la épo­ ca del relanzam iento de la actividad com ercial entre Grecia y el extranjero tras los siglos oscuros, siglos sin escritura, que siguieron al hundim iento de los reinos micénicos. Y lo fue con finalidades principalm ente comerciales, en algún lugar en que los negociantes griegos y fenicios coincidían, qu izá en Al M in a (an tigu a Posid on ia), en Siria. Y ello en el siglo v m o q u izá ya a fi­ nales del ix, cuando com enzaba la nueva cultura griega de las ciudades, el arte ge o m étrico y o rie n taliza n te , la expan sión colo n ial, los intentos de a u to go b iern o y tam bién los logros en el arte, la poesía y el pensam iento.

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L a confluencia y expansión de las lenguas de Europa

L a escritura no entró hecha y com pleta, sino en diversos alfabetos loca­ les. E n el siglo v m ya están atestiguados los de Eubea, A tica, T e ra , C reta, Rodas y N axos; en el com ienzo del v il, los de C orin to y Samos. Estos alfabe­ tos se d ifu n d ieron a través de Eubea, C reta, Rodas y C orin to, que ofrecían variantes. Y a he dicho que, más tarde, fue el alfabeto jónico el que se im p u ­ so. N otaba la e y la o breves y largas (E/H, Ο/Ω), las oclusivas aspiradas la­ bial y gutu ral (Φ, X), las consonantes dobles (Ψ, Ξ), carecía de d igam m a y de signo de la aspiración (hubo que introducirlo m u ch o m ás tarde). N a tu ­ ralm ente, se trataba del que ahora llam aríam os alfabeto de m ayúsculas, las m inúsculas son una invención m edieval. T écn icam ente, llam am os a estas letras, las de las inscripciones y ciertos papiros y m anuscritos, capitales. A lg o habría que decir, aun que se sale en realidad del tem a de este libro, de los orígenes.6 C on ocem os el alfabeto fenicio desde la inscripción del se­ pulcro del rey A h ira m , en Biblos, de hacia iooo a. C . Por cierto, no solo el alfabeto, sino tam bién algunos de los m ás antiguos tipos de inscripciones, com o esta funeraria, fueron im itados por los griegos. Pero, a su vez, el alfa­ beto fen icio tenía su historia. E l paso de los sistemas de escritura silábicos a los alfabéticos tenía pre­ cedentes en las inscripciones protosinaiticas desde el 1700 a. C . y en las protocananeas del siglo x m a. C . y siguientes. Y por las m ism as fechas se escri­ bían en U g a rit textos cuneiform es con una escritura alfabética, con hasta treinta signos; tenem os incluso un com pleto silabario. L a form a de la escri­ tura cu n eifo rm e estaba inspirada, al m enos en parte, en las escrituras protosinaíticas y protocananeas. Estas acabaron por reem plazar al alfabeto cu ­ n eiform e ugarítico, cuand o U ga rit fue destruida por los pueblos del m ar, hacia el 1200 a. C „ igu al que los reinos m icénicos. D e ahí vin o el alfabeto fenicio, escrito de derecha a izq u ierd a igual que el ugarítico (esto continuó en inscripciones arcaicas griegas, luego vino el «bustrophedon», con líneas alternando en las dos direcciones, lu ego la es­ critura de izq u ierd a a derecha). D e este alfabeto fenicio (usado tam bién, luego, por los púnicos) y hacia los siglos xi y x a. C . el del aram eo (lengua oficial del Im perio persa y m uy difu n d id a, a veces en escritura cursiva). Y el hebreo, lu ego abandonado a favor del aram eo. Y otras escrituras m ás, com o la m oabita, la am m onea y la edom ita. R aram ente usaban vocales. S u rgió después, entre otras escrituras, la árabe.

E l alfabeto, los textos griegos y latinos y su llegada a Europa

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Pero la que m ás nos interesa en este contexto es la griega. C onocem os los alfabetos griegos más antiguos, desde el siglo

v iii ,

en lugares que ya he­

m os citado y en otros más. L os m ás antiguos son los m eridionales, en C r e ­ ta, T era, Melos y Sicinos. C arecían de los rasgos jónicos antes m encionados. L o verosím il es que el alfabeto fuera el invento de un solo creador y que tuviera el núcleo de sus 23 letras (en realidad 22, porque unos alfabetos u tili­ zan san, otros sigma, se ve que había una vacilación). A estas se añadieron otras com plem entarias o que indicaban grupos consonánticos, algo he dicho ya sobre los alfabetos arcaicos sin signos dobles ni consonantes aspiradas ni notación de las diferencias de cantidad. Más cosas podrían decirse, pero esto nos llevaría a un dom inio lejano al que nos interesa aquí principalm ente. E n todo caso, todos los alfabetos griegos se caracterizaron por la intro­ ducción de las vocales, aprovechando la falta en grieg o de las laringales se­ m íticas. A lg u n o s precedentes de las vocales había en las escrituras fenicia, aram ea y hebrea. Pero con tribuyeron adem ás la notación de las vocales en chipriota y la necesidad en grieg o de escribir sílabas en V - C , inexistentes en fen icio.7 E n todo caso, la escritura de las vocales hacía m u ch o m ás clara la transcripción escrita del griego, no era preciso defin ir el tim bre de las vocales por sus apoyos contextúales. C iertam en te, la escritura grieg a carecía de signos fie puntuación y acentuación, qu e solo m ucho más tarde, en época helenística, se in tro d u je­ ron. N o había separación de palabras, es lo qu e se llam a scriptio continua. L e e r un texto grieg o era d ifícil, exigía conocim ientos. D u ran te m ucho tiem po, la literatura g riega con tin uó siendo predom in an tem en te oral o es­ cuchada a un lector, m ás q u e leída directam ente. Pero el alfabeto, para inscripciones privadas y públicas y para textos literarios, aunque fueran ejem ­ plares únicos (el libro editado, realm ente, no existió hasta el siglo v a. C.), fu e m u y im p o rtan te. D ifu n d ía la cu ltu ra grieg a p or todas partes, ta m ­ bién fuera de G recia. Y a tenían, pues, los griegos en el siglo vi 11 a. C . un instrum ento que di­ fun dió sus varios dialectos por todo el M editerráneo, en sus m onedas, ins­ cripciones en varios soportes y papiros. Y suponem os qu e tam bién usaron la escritura, desde esta fecha, con fines literarios. En prim er lugar, para escri­ bir y leer los poemas épicos, H o m ero sobre todo. Y poemas derivados de la antigua literatura oral y convertidos ahora en una gran de y extensa poesía.

La confluencia y expansión de las lenguas de Europa F u era que H o m ero escribiera, fuera que dictara: hay varias hipótesis. Y había H esío do y los dem ás. T a m b ié n la lírica era oral, fue escrita desde el siglo v u i, con E u m elo de C o rin to , lu eg o desde el siglo v n , con la elegía y el yam bo sobre todo. A sí se difun d ieron los grandes dialectos literarios, base de la posterior unidad del griego, com o ya he dich o .s Y

llegaron estos poetas e inscripciones a todas partes, sufrieron en todas

partes el in flu jo de H o m ero, lu ego del jónico. D espués llegó la prosa jóni­ ca, desde el siglo v i, lu ego la ática, desde el v. E l grieg o com o lengua litera­ ria y de cultu ra estaba, pues, lanzado. Y el alfabeto griego llevaría la cu ltu ­ ra griega a E tru ria y Rom a, a través de los alfabetos etrusco y latino (derivado del prim ero). A n tes o m ás tarde la llevaría a pueblos diferentes, que he citado, y a los m ateriales de apoyo citados se añadirían el pergam i­ no, desde fecha helenística, y el papel ya en la bizantina. Sin em bargo, lo ú nico que realm ente podem os tocar con nuestras m a­ nos y ver con nuestros ojos, en las fechas más antiguas, son las inscripciones. Y en ellas se com prueba cóm o la cultu ra griega, naciendo de las orientales, era desde el com ien zo m u y diferente. H abía con tin uidad en inscripciones privadas relativas a la propiedad, las funerarias, las votivas, las de artífice, pero faltaban en G recia las grandes inscripciones conm em orativas de construcciones y hechos gloriosos, com o las conocidas del Im perio persa. La escritura no era va el in strum en to para la glorificación de los grandes reyes (la m icénica sí, en una m edida). Tam bién había temas nuevos, en relación con fiestas y celebraciones, desde las dos m ás antiguas inscripciones griegas, la de la copa de N éstor en Pitecusa y la del elogio de un danzarín en Atenas. Y había los ecos literarios en tantas inscripciones y epigram as arcaicos, así com o había mil inscripciones de gente privada (votos, firmas de artista) y de textos relativos a la administración de la ciudad: leyes, decretos, cuentas de gastos, otras de diversas actividades adm i­ nistrativas y políticas. Era un nuevo m undo, como el de la literatura en papiro. E l m u n d o del autogobiern o y del individuo. L a escritura hacía posible qu e funcionara. A veces, las inscripciones tenían, junto al texto escrito, re­ lieves escultóricos y otros subrayados artísticos. El c o m ien zo de la cultura europea estaba, pues, en m archa con la escri­ tura grieg a, acom pañada del arte, la poesía, el pensam iento, la nueva polí­ tica, el valor del individuo.

E l alfabeto, los textos griegos y latinos y su llegada a Europa

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P ero, sobre todo, m ientras qu e el alfabeto fen icio tu vo una difusión m u y lim itad a, su d erivado, el g rieg o , es el qu e se d ifu n d ió por todo el m u n d o y trasportó una n ueva cultu ra, la de E u ro p a, directam en te o a tra­ vés de sus derivados, el alfabeto latino y el eslavo sobre todo, com o ya h e­ m os visto. L as lenguas y los pueblos de A sia, indoeuropeos o no, quedaron aisla­ dos de E uropa, aun que algunos alfabetos de la Ind ia v en gan del aram eo, es decir, estén indirectam ente em parentados con el griego. A lfab eto grieg o y cultura europea son sinónim os. E l alfabeto g rieg o h izo posible no solo la adm inistración y la vida de las ciudades y el llevar la presencia m ism a de los in dividuos y de su vida y acti­ vidades al conocim iento general, sino qu e inició la vía para q u e la literatura oral de los griegos se hiciera escrita y m ás adelante surgiera el libro editado y vendido, después las bibliotecas qu e lo coleccionaban. Estas bibliotecas, qu e se renovaban a pesar de las destrucciones, hicieron posible qu e una parte de la literatura de los griegos llegara a la época del R enacim iento, lu ego, impresa ya, a nosotros. T o d o esto sum inistró el m odelo para fenóm enos paralelos en R om a y la E d ad M edia: se d ifu n d ió el latín clásico, tam bién, a partir d e un m om ento, el grieg o clásico. Y se hicieron gram áticas y m il estudios de los clásicos, que in flu yeron am pliam ente en la vida cultural. A su vez, todo esto in flu yó vastam ente en la im presión de los libros, a partir de la Biblia im presa por G u te n b e rg desde 1455. Siguieron infinitas ediciones, estudios y com entarios y, luego, m u y num erosas bibliotecas. A partir de un m odelo redu cido se creó la Eu ropa cultural. T ra s esto, querría lim itarm e a unas pocas cosas en relación con la evo­ lución, en G recia y en el m u n do griego en general, del alfabeto griego. L u e g o hablaré de la creación del libro griego y de las bibliotecas griegas, m odelo de todo. E l antiguo alfabeto grieg o es el de la llam ada capital, presente en ins­ cripciones y, con ciertas variantes, en los papiros y el pergam ino. Se escri­ bía en scriptio continua, com o ya he dicho, sin acentos ni signos diacríticos. Los filólogos de A le jan d ría lo usaron en sus ediciones: desde A ristófanes de B izan cio introdujeron la separación de versos y tyómmata en los poetas y, parcialm ente, signos diacríticos y de puntuación.

Iui confluenda y expansión de las lenguas de Europa Son pocos los libros en p ergam in o escritos en uncial, salida de la cap i­ tal, qu e nos qu edan , de entre ellos el m ás an tiguo es sin du da el Sinaiticus del A n tig u o T esta m en to , del siglo iv d. C .; otro de los más im portantes es el D ioscórid es de V ie n a, del siglo vi. Y citem os los latinos, com o el L a tírentianus de V irg ilio . Y es qu e en el siglo ix los códices en uncial fueron transliterados a la letra m in úscula, que por entonces se im puso. Sin em ­ bargo, la uncial se conservó en los títulos, las iniciales y suscripciones de los libros escritos en m in ú scula, sistem a qu e hem os heredado. Y hu bo va­ riantes qu e hacían la uncial más m anejable, así la uncial litú rgica de m a ­ nuscritos desde el siglo x. L a capital y la uncial, con su falta de ligaduras y sus trazos en ángulo recto, eran trabajosas para los lapicidas y, luego, para los copistas. C u a n d o para escribir en el papiro se sustituyó el cincel por el estilo, se fueron intro­ duciendo form as más curvas. Pero, sobre todo, se creó la cursiva, que incluía ligaduras: la m ayúscula en fecha helenística, la m inúscula en el siglo

v ii.

D e la cursiva nació la redonda m inúscula, que es algo así com o una cu r­ siva más elegante. L a antigua se inició en el siglo v il, la nueva en el x n , lu e­ go hay la form a del siglo xv, qu e es la qu e heredó la im prenta. C asi todos nuestros m anuscritos están en una de estas m inúsculas, sus características nos ayudan a fecharlos.

LO S T E X T O S G R IE G O S A N T I G U O S Y SU L L E G A D A A E U R O P A

A sí han llegado a nosotros el alfabeto grieg o y los textos griegos. H ay que añadir algo, aun qu e sea brevem ente, sobre los m ateriales escriptorios y so­ bre la conservación de los textos. H a y qu e decir, sobre el prim er tem a, qu e los m últiples m ateriales duros (piedra, m etales, cerám ica, m adera) y las tablillas de cera fueron sustitui­ dos la m ayor parte de veces, con ventaja, por el papiro im portado de E g ip ­ to. N o rm alm en te se enrollaba en un volumen, a veces se encuadernaban las hojas, form an do lo qu e llam am os un libro. Esto fue lo n orm al cuand o el papiro com en zó a tener una com petencia en el pergam ino, m ás caro pero más duradero, a partir de Eum enes II (siglo 11 a. C .), en el reino de P e rg a ­ mo, qu e dio nom bre a este m aterial.

E l alfabeto, los textos griegos y latinos y su llegada a Europa Se usó para ejem plares de lujo, com o los cincuenta ejem plares de la B i­ blia qu e regaló C on stan tino a las cincuenta iglesias que había fun dado, y para los grandes prototipos de los clásicos, los códices que los salvaron en las bibliotecas monásticas de B izan cio en los siglos oscuros, hasta que en el siglo ix d .C . fueron transliterados a la letra m inúscula. C o m o consecuen­ cia, el pergam in o fue u tilizad o para otros usos y los códices se perdieron, salvo excepciones, com o he dicho. Entretanto, el papiro desapareció hacia el año 800. Y el p ergam in o, tan caro, encontró un sustituto más barato en el papel, invención de los chinos: una v e z más la cultura griega (y la latina) fueron salvadas m ediante instru­ m entos de lejano origen. L o encontram os desde el siglo xi, y en B izan cio, desde el x m . F acilitó la difusión de los textos antiguos entre los estudian­ tes, en C onstanti nopla y Salónica. A h o ra bien, ¿cuáles eran estos textos griegas antiguos y cóm o se salva­ ron? ¿C óm o se perdieron otros? L a continuidad de la cultura grieg a en la europea pendió de un hilo du ran te m ucho tiem po. H e escrito sobre esto, pero daré aquí una idea.9 La literatura griega fue durante m ucho tiem po, com o tantas otras, ex­ clusivam ente oral. Sin duda los rapsodas tenían copias de H om ero, que re­ citaban. E igual hay que pensar para la lírica, qu e se cantaba en el banquete y en la fiesta. T o d a v ía, para el siglo v a. C „ se nos recuerda la lectura de la obra de Parm énides por Zen ón de Elea, de la de H eródoto por él m ism o."’ E ra raro tener en casa un H o m ero com pleto, com o E u tid e m o ." O tros escritos eran, sin duda. Hypomnemata, es decir, notas o apuntes, lo im p o r­ tante era la presentación oral, así en el caso de la épica, la lírica y la oratoria. Sócrates no escribió, Platón escribió diálogos y subrayó la superioridad de la palabra oral sobre la escrita."1L as obras «esotéricas» o «internas» de A ris­ tóteles, conservadas por un azar histórico, eran sim ples notas para la ense­ ñ an za, igual que las de los m édicos hipocráticos. Pero ya a finales del siglo v a. C . y en el iv com en zó en A ten as un tím ido com ercio librero, prim ero para vender ejem plares de las obras teatrales (la gente las recordaba y quería leerlas), tam bién podían adquirirse las de pen­ sadores com o A n axágoras.'3 L icu rgo , gobernante de A tenas a finales del si­ glo iv, h izo gu ardar ejem plares de todas las tragedias en el archivo público: había conciencia de la im portancia de conservar el texto original.

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La confluencia y expansión de las lenguas de Europa

D e esa época conservam os el papiro de T im oteo , Los Persas, m uy difícil de leer, sin separación de palabras ni acentos. Se desplegó, pues, la literatura griega, oralm ente prim ero y en el libro después, en una serie de géneros qu e van de la épica y la lírica al teatro, lue­ g o a diversos géneros de la prosa, en jónico prim ero, en ático después. Son estos géneros literarios los qu e habían de d ejar su im pronta en las literatu­ ras europeas, tam bién el estilo y la sintaxis del verso y de la prosa. Y el léxi­ co culto. T o d o esto hem os de estudiarlo. F uero n los filólogos alejandrinos, tras la fundación del m useo y su bi­ blioteca por P tolom eo L ago , con ayu da de D em etrio de F alero, discípulo de A ristóteles, los qu e salvaron la literatura griega. E l patriotism o de los griegos asentados en E gip to y otros lugares de O rien te los im pulsó a salvar esa literatura: a hacer ediciones depuradas (las de H om ero, los líricos, los trágicos, los dem ás), qu e em p ezaron a ser legibles gracias a la introducción de algunos signos diacríticos y a la redacción de com entarios. A ristarco, pero sobre todo A ristófanes de B izan cio (director de la Biblioteca del M u ­ seo de 294 a 180 a. C .) y lu ego C alim aco (tam bién director, que escribió unos Pinares o catálogo de la Biblioteca) fueron los salvadores de la litera­ tura griega. O tro s filólogos, com o C rates, trabajaron en P érgam o con iguales ideas, otros, m ás tarde, en Rom a. Esta vía es aquella por la que llegó a la posteridad la antigua literatura griega arcaica y clásica. O al m enos la más im portante, se conoce el caso de las obras «esotéricas» de A ristóteles salvadas a partir de un m anuscrito h e­ redado por su sucesor T eo frasto. C la ro está que una parte de la literatura griega, la conservada y la perdida, la conocem os a través de referencias e im itaciones en la literatura latina y por otras fuentes indirectas. Para los griegos de Egipto, que superaban en am plitud de m iras a los ate­ nienses, la literatura griega era, com o para nosotros, un todo: actuaban por patriotismo, se consideraban sim plem ente griegos. La editaban selectiva­ m ente (el canon), era leída en las escuelas. El m undo culto helenístico era una unidad, la nueva literatura que en él se escribía, bien continuando la an­ tigua (épica, lírica, filosofía, historia, etc.), bien creando otra nueva (ciencia y erudición, novela, etc.), era para todo el m u n do griego, se dirigía a todo él. L a fractura política sucedida tras A le ja n d ro no existía en el dom in io de la ciencia y literatura: eran para todos en todas partes. C o m o ahora. A u n ­

El alfabeto, los textos griegos y latinos y su llegada a Europa qu e está claro que ciertos géneros (com o la tragedia y la com edia en sus form as antiguas, la oratoria política) ya n o se escribían o habían cam biado gran dem en te su espíritu. Y había géneros nuevos (los antológicos, la cien ­ cia, la novela, la erudición). E n la escritura de la ciencia y la erudición helenística floreció la koiné, el dialecto derivado del ático y exp an d id o por los m acedonios y los colonos griegos q u e se asentaban en O rien te. Y en ella, m u y especialm ente, el léxi­ co culto y científico, qu e tanto in flu jo había de ejercer en el desarrollo del léxico latino y, tam bién, en el de nuestras lenguas. Pero, volvien d o a la literatura antigua ahora recogida y estudiada, hay que notar que la palabra κδοσις, edición, se refería a un ejem plar único, depurado y crítico. Solo en ocasiones se difu n d ían ejem plares m últiples, de los qu e tenem os restos en los papiros encontrados en E gipto. Y se hacía una selección: para cada género, ya lo he apuntado, se establecía un canon, una lis­ ta de autores seleccionados. A lg u n o s autores, por ejem plo oradores líricos, filósofos y autores teatrales del siglo iv a. C ., com o F ilox en o y T im o teo , y dram aturgos sicilianos m enores no entraban en ese catión. Se piensa que entonces se perdieron, q u izá algunos continuaran propagándose por vías m arginales. Esta fue la prim era salvación, acom pañada de un n au fragio parcial, de la antigua literatura griega. M ás adelante, en época im perial, el panoram a fue más vario. Sustancialm ente, la escuela salvó a los grandes clásicos, que allí se estudiaban, a oradores, historiadores y autores de teatro sobre todo. P ero parcialm ente: se hacían, por ejem plo, selecciones del teatro qu e in ­ cluían las obras principales, se salvaron algunas m ás, m uchas se perdieron. Y

las escuelas filosóficas, en especial los académ icos y peripatéticos, sal­

varon la antigua filosofía (pero no hubo salvadores para los presocráticos y los pitagóricos). Y fueron m enos afortunadas las filosofías helenísticas de es­ toicos, epicúreos y cínicos, entre otros. Por otra parte, los cultivadores de diversas ciencias, com o la astronom ía, la geografía, la m atem ática, la g ra ­ m ática, la m edicina, al escribir nuevos tratados sobre ellas en fecha poste­ rior, hicieron que se perdiera una parte im portante de la ciencia helenísti­ ca. A h o ra estaban Ptolom eo, G alen o, A p olo n io de Perga, H erodiano, H efestión y tantos otros (más los tratadistas latinos), que hicieron que se perdieran sus m odelos de época helenística.

La confluencia y expansión de las lenguas de Europa Se añadía qu e los nuevos y caros libros en códices de pergam in o exigían una reducción del n úm ero de textos qu e había qu e copiar y leer. Sabem os por los papiros lo qu e se leía (H om ero, D em óstenes y Platón antes qu e nin­ gun os otros autores) y lo que no se leía o se leía menos: la cultura bajaba. Y algunos cristianos, desde Basilio de C esarea, apoyaron la lectura de la anti­ gua literatura, pero sin du da contribuyeron a relegar una gran parte de ella a círculos m uy reducidos. Pero, pese a todo, los textos griegos (algunos de ellos) nos han llegado por una tradición continuada, que incluye traducciones e imitaciones en otras lenguas: el latín, el árabe, el eslavo, com o he señalado. M ientras que los tex­ tos de culturas orientales (egipcia, sum eria, acadia, asiría, babilonia, persa) hemos tenido qu e recuperarlos, casi siem pre, por las excavaciones arqueoló­ gicas. Es poco lo que, in fluyen do a los griegos, llegó por esta vía indirecta. A l llegar el fin de la A n tigü ed ad , la literatura griega había qu edad o m uy reducida. A B izan cio llegó algo más de lo conservado, no m u ch o más: se nos cita a Safo, a T eo p o m p o , a C tesias, a H iponacte, etc. Es difícil decir si se conservaban ejem plares com pletos. En otros lugares a los que llegaron los árabes en el siglo v u , he p ropuesto'4 que allí encontraron textos griegos qu e estudiaron o tradujeron. H ay casos, raros, de textos griegos conserva­ dos solo en traducciones árabes. Peor fueron las cosas en el Im perio occidental; en Rom a y otros lugares había excelentes bibliotecas griegas y m uchos hom bres cultos qu e conocían la literatura griega, pero a finales de la A n tigü ed ad eran escasos los h o m ­ bres cultos qu e leían e im itaban a los griegos. En la E d ad M edia occidental el grieg o casi se perdió, con algunas excepciones en Irlanda, S ain t-G all y m onasterios de la Italia m eridional. P ero en la m ism a B izan cio las cosas fueron m al, tras Justiniano, en los siglos v u y v iii d. C .: los siglos de los iconoclastas, del cierre de las escuelas, de la gran decadencia cultural. Los antiguos códices en p ergam ino dorm ían en las bibliotecas. Solo el renacim iento cultural de los siglos ix y x, resum i­ dos en los nom bres de Focio y A retas, los sacó de ellas para ser copiados en m inúscula — y olvidados o destruidos luego, salvo raras excepciones, los originales— . G ran desdicha: los arquetipos de m uchos de los m anuscritos en m inúscula estaban precisam ente en esos códices en uncial. A l m enos, se salvó lo salvable.

E l alfabeto, los textos griegos y latinos y su llegada a Europa Y , tras la ocu p ación de C on stan tin o p la por los cruzad os, desde finales del siglo x iu y en el x iv h u b o un ren acim ien to g rieg o , se crearon las u n i­ versidades de C on stan tin o p la y Salónica y surgieron nuevas escuelas de filólogos: Plan udes y M oscópulo, en C on stan tin o p la, y M agistros y T r i ­ clin io , en Salónica, son los nom bres m ás citados. E d ita ro n , com en taron la antigua literatu ra. A veces, perdidos los m anuscritos anteriores, son los de esta época los qu e nos han llegado. Eran a m en u d o ediciones baratas en papel. El tipo de letra, la m in ú scula reciente, fue lu ego im itad o por la im prenta. L a hu id a de los eru ditos g rieg o s a Italia, cu a n d o la in vasión tu rca que c u lm in ó en la con qu ista de C o n stan tin o p la en 1453, trajo a O ccid en te estos tesoros qu e eran los m an uscritos, qu e acabaron llega n d o n o solo a las gran d es bibliotecas italianas, sino tam bién a P arís, a O x ío r d , a E l E s ­ corial y otros lu gares. F u e ro n ob jeto d e estudio, tam bién de ed ición con ayu d a de la im p ren ta, recién descu bierta. En 1495 solo se había p u b lica ­ do una docena de edicion es griegas: gram áticas de Láscaris y C risolo ras, E sop o, T e ó crito , la Batracomiomaquia, H o m e ro , Isócrates. S igu iero n m u ch ísim as edicion es m ás, por obra de A ld o M a n u zio y otros editores bien co n o cid o s.15 A partir de aqu í vino el in flu jo de la antigua literatura en las nuevas culturas y el estudio por eruditos y hum anistas de la antigua cultura grie ­ ga. Se añadieron, poco a poco, textos griegos qu e se habían perdido y ahora se recuperaban: los procedentes de papiros, inscripciones y óstraca; y las co­ lecciones de fragm entos de filósofos, poetas y dem ás autores, cuidadosa­ m ente recogidos y analizados por los estudiosos occidentales. A sí aum entó, por una parte, el con ocim ien to de la antigua cultura griega en sus varias etapas, y aum entó el in flu jo de esta sobre toda la cu ltu ra europea. El bache fue, así, salvado, en la m edida de lo posible. Se añadió el con o­ cim iento indirecto de G recia a través de la literatura latina, entre otras vías. Y , refiriénd om e ahora, una v ez más, a la lengua, al in flu jo de la len ­ gua griega en las nuestras en la E d ad M edia por vías gen eralm en te in d i­ rectas, se añadió ahora el in flu jo directo, factor de unidad entre ellas y en toda nuestra cultura. C la ro está, con esto ni siquiera tocam os el desarrollo de la literatura griega en las épocas rom ana y bizantina. Resulta esencial decir qu e en esta

La confluencia y expansión de las lenguas de Europa ú ltim a el grieg o p opular, el d erivado de la \oiné hablada, apenas se escribía y em ergía solo esporádicam ente en la literatura; la cultivada usaba una lengua arcaizante y más bien artificial. N i una ni otra"’ ejercieron in flu jo destacable en las lenguas y literaturas europeas. E n cam bio, sí hay que decir desde ahora que el gran in flu jo de la cu ltu ­ ra g riega en la nuestra tuvo lu gar fundam entalm ente con el descu brim ien ­ to de los clásicos en la época hum anística, qu e acabo de citar. P o rq ue es el léxico g rieg o clásico y helenístico el qu e fun dam entalm en te ha in flu id o en nuestras lenguas, en su sector culto, aparte del cristiano. A u n q u e por otras vías, ya lo he dicho, ha penetrado, desde el fin de la A n tigü ed ad y en la E dad M edia, léxico popular, hablado.

E L A L F A B E T O L A T I N O : O R ÍG E N E S Y D I F U S I Ó N

H o y se piensa qu e el alfabeto latino no derivó directam ente del griego, sino qu e hubo un interm ediario, el etrusco, aun que hay quien opina que el g rieg o in flu yó lu ego directam ente en el latino, a ju zg a r por la presencia en él de las oclusivas sonoras griegas b y d (tam bién £, pero esta fue creada se­ cundariam ente), que no existen en etrusco. Pero hablem os, prim ero, del alfabeto etru sco.'7 L os etruscos tom aron el alfabeto grieg o de resultas de sus transacciones com ercia les con los g rieg o s de C u m a s y Pitecusa. Y a desde fin ales del si­ g lo v iii adoptaron el alfabeto grieg o para notar el etrusco. Era un alfabeto g rieg o de tipo occidental, diferente en cierta m edida del alfabeto jónico: de ahí qu e en un d erivado del alfabeto etrusco com o es el latino haya ciertas diferencias con el alfabeto grieg o jónico. O tras diferencias proceden de la elim inación de ciertas letras innecesarias o la elección entre ellas o la crea­ ción de letras nuevas. Por ejem p lo, la H derivada de la grieg a nota en etrusco una aspiración (en el jónico, donde no había aspiración, la eta era usada para notar la e la r­ ga); la X equ ivale a %s. L a ψ equ ivale a kb. S egún los lugares y contextos, para la gu tu ral sorda usaron los etruscos ya Cappa, ya qoppa, ya gamma (con la form a redondeada C). N o se usaron la b y la d , innecesarias en su sistem a fon oló gico, carente de oclusivas sonoras. C o m o tam poco la o (solo

E l alfabeto, los textos griegos y latinos y su llegada a Europa

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tenían cuatro vocales: a, e, i, «). Y crearon una fricativa labial sorda con un signo com p lejo W H . H abía varias letras para las silbantes, q u e parece qu e eran dos, según las zonas: hallaron hueco, según los casos, las letras g r ie ­ gas sigma y san. E l alfabeto etrusco, aparte de su uso com ercial y en inscripciones cuya tipología es griega, lo usaban los nobles com o orn am en to en objetos deco­ rativos y de lujo: con todas sus letras, incluso las qu e en la práctica de la es­ critura no se usaban. Este alfabeto fue tom ado en préstam o, con las variantes necesarias, por lenguas itálicas com o, en el norte, el vcnético, el lepóntico y el rético; en el sur, por el um bro, el oseo y el falisco. Y por el latín, claro está. C u a n d o Rom a conquistó Italia, a partir del siglo ni a .C ., desaparecieron g rad u a l­ m ente las dem ás lenguas y sus alfabetos. E n cam bio, la lengua y el alfabeto de esta pequeña ciud ad, R om a, estaban destinados a una difusión por toda Italia, por casi toda Eu ropa y por gran parte del m u n do. M ás el alfabeto qu e la lengua, pues fue adoptado por toda clase de len ­ guas y el latín acabó por desaparecer, aun que fue m ás difu n d id o qu e el griego, su últim o m odelo, desde luego. E n alfabeto latino hay un m ín im o n úm ero de inscripciones en los si­ glos vi y v a.

lu ego crecen enorm em en te a partir del in , no solo en Italia,

sino en todo el M editerráneo, sobre todo en el occidental. En el oriental se prefería el griego, pero hay tam bién inscripciones, papiros de óstraca lati­ nos, sobre todo dependientes de la adm inistración im perial, la m ilitar y la de justicia. El latín siguió siendo, por lo dem ás, la lengua oficial del Im pe­ rio de O rien te, hasta Justiniano.'* El alfabeto latino se origin ó, com o he señalado, a partir del etrusco, en realidad de sus form as m eridionales. D e ellas vino la reglam entación del uso de C , K o Q para m arcar la

Pero hay algunas diferencias, com o el uso

de la O, de las oclusivas sonoras B y D , de \asigma (no la san), d e la C (form a m odificada de la gamma, G), la F (form a sim plificada de la fricativa labial, a partir de la digamma). L a Z casi no se usaba, en su lu gar se colocó en el a l­ fabeto la G , luego se rein trodujo y se colocó al final. O tros detalles podrían darse sobre m odificaciones del alfabeto en la época republicana. L a escritura latina era de izqu ierd a a derecha, m ientras q u e la etrusca era, norm alm ente, de derecha a izq u ierd a , en algún caso de bustrophedon y

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La confluencia y expansión de las lenguas de Europa

aun de izq u ierd a a derecha, sentido qu e se había gen eralizad o en grieg o en el siglo vi a. C . En esto, com o en algún detalle dado antes, se ve que in flu yó la escritura griega. P or lo dem ás, la form a concreta de las letras variaba a veces de las g r ie ­ gas, había variantes en latín. Es antigua, por ejem plo, la form a de laZJ con panza hacia la derecha (propia de la escritura de izqu ierd a a derecha), frente a la delta griega triangular. Pero hay desde pronto form as evo lu cio­ nadas, en inscripciones m enos form ales, por ejem plo, algunas con un trazo vertical y una p a n za .,y N atu ralm en te, todo este alfabeto de las inscripciones y de los textos m a­ nuscritos más antiguos era en la que se llam a capital o uncial. S igu ió usán­ dose, en la escritura m ás form al, hasta el siglo v m . Se creó tam bién, para la escritura rápida, una cursiva, derivada de la ca­ pital: prim ero m ayúscula, lu ego m inúscula desde el siglo iv d. C . D e aquí se pasó a la m inúscula propiam ente dicha, que tuvo, a lo largo de los siglos, diversas variantes: visigoda, carolin gia, francesa, gótica, hum anística. E s­ tas últim as variantes son las qu e pasaron a la im prenta, qu e a su v e z d e­ sarrolló diversos tipos de letra. Por supuesto, com o en griego, se conservó la letra capital para títulos, m ayúsculas, etc. Son dos evoluciones paralelas las de los alfabetos grieg o y latino, com o se ve; y uno y otro desem barcaron, ya en el siglo xv d. C ., en los tiparios de im prenta. L a gran diferencia es qu e el alfabeto g rieg o y la lengua que nota ofrecen una im portante con tin uid ad , en G recia, desde la A n tigü ed ad hasta hoy; fuera de ella, hay los derivados qu e son los alfabetos gótico y eslavo. En cam bio, el alfabeto latino, llevado por el Im perio rom ano y la cultura rom a­ na, p ervivió en todos los confines del im perio. F u e, al final, la única lengua escrita (lenguas no escritas fueron el vasco, la de los pictos y el celta insular, sobre todo). M ás todavía: en las culturas (celtas, germ ánicas, eslavas occidentales) en las que, en la E d ad M edia y las posteriores, dom in ó el in flu jo occidental, se im plan tó com o lengua de cultura el latín, con el alfabeto latino. Y cuando, a partir de un m om ento, com en zaron a escribirse las lenguas de los grupos lingüísticos qu e he m encionado, convertidas en lenguas de cultura, tom a­ ron el alfabeto latino, no se crearon alfabetos propios, com o el gótico y el

El alfabeto, los textos griegos y latinos y su llegada a Europa eslavo, q u e he citado. A lo sum o, se añadieron m odificaciones o signos d ia ­ críticos para atender a sus características fonéticas. E l alfabeto latino se hizo así propio de lenguas no latinas. M ás todavía: a partir del siglo x com en zó a escribirse en él el húngaro; a partir del xvi, a veces más tarde, otras lenguas de E uropa, indoeuropeas o no, com o el vasco, el albanés, el letón, el lituano y el finés. Siem pre con el alfabeto latino. Se em pleó, tam bién, para las lenguas no europeas: las de A m érica, que transcribían los españoles, los portugueses y otros europeos más; las de A frica , transcritas por exploradores y colonizadores; el turco, desde la revolución de A ta tü rk ; etc. E l alfabeto latino, al qu e resisten el árabe y lenguas de la India y la C h i­ na, entre otras, lleva cam in o de convertirse en u niversal. C o n ciertas m o d i­ ficaciones o signos diacríticos, tam bién ahora, para atender a la fonética de diversas lenguas. P ero convendría insistir en las diferencias en la historia de los alfabetos grieg o y latino, y de las lenguas y literaturas griega y latina. E n el com ien ­ zo están, ciertam ente, el alfabeto grieg o y la literatura griega, son los m o­ delos del alfabeto latino y la literatura latina. Pero lu ego el alfabeto grieg o q u edó reducido a G recia y B izan cio, e igual la lengua y la literatura g rie ­ gas; el latino se difu n d ió am pliam ente. En cam bio, la lengua griega m o­ derna es un derivado, no dem asiado alejado, de la lengua griega antigua (y en B izan cio vivió un derivado más próxim o, la lengua llam ada /{atharévousa), m ientras que en O ccid en te el latín solo subsistió com o lengua culta, de ella se desgajaron las lenguas rom ánicas. H u b o unidad o casi unid ad en O rien te, por obra sin du da del im p erio y el p atriarcado (aunque hay q u e contar con la diversid ad in trodu cid a por el a lfabeto y las lenguas y literaturas eslavas); diversid ad en O ccid en te, con la creación de varias naciones, rom ánicas y no. Pero el alfabeto las c u ­ bría a todas. Y las literaturas orientales (griega, eslavas) y las occidentales (rom ánicas y no) m antenían la huella de su raíz com ú n y aun la in crem en ­ taron con el tiem po, sobre todo desde el R enacim iento. Sobre el m odelo an tiguo , claro.

La confluencia y expansión de las lenguas de Europa LO S T E X T O S L A T I N O S A N T I G U O S Y SU L L E G A D A A E U R O P A

Pero, antes de pasar a B izan cio y Europa, no solo el alfabeto y varios ele­ m entos lingüísticos de los qu e hablaré, tam bién la literatura griega tu vo una continuación en la A n tigü ed ad : la latina. T ra s unos com ienzos itálicos m uy pobres — cantos rituales de los Salios y Arvales, elogia fúnebres. Annales, farsas dram áticas com o lasfescennmae— , a partir de finales del siglo m a. C . se creó una nueva literatura que im itaba la griega. Esa literatura, con el tiem po, pasó en la m edida que fuera a la Edad M edia, fue una vía para su helenización indirecta. Y luego fue redescubierta en el Renacim iento. Según el esquem a habitual, que lu ego se repitió varias veces, hem os de verlo, el p rim er paso fue escribir textos literarios en la lengua de cultura ajena: en grieg o escribieron, por ejem plo, los historiadores F ab io P ictor y C in cio A lim en to . El segundo paso fue el de hacer traducciones de esa len­ gua, así la de la Odisea de L iv io A n dro n ico . El tercer paso fue hacer im itaciones o contrapartidas latinas de los g rie ­ gos, qu e eran ya obras propiam ente literarias: así la tragedia cothurnata y praetexta, la com edia palliata y la togata (L ivio A n d ro n ico , N e v io , etc.) des­ de finales del siglo m y sobre tocio en el n a. C.: la com edia culm in ó, com o se sabe, en P lau to y T eren cio. L a m ayor parte de las obras eran im itaciones de otras griegas (a veces contam inadas), con am biente griego. E n n io hizo, por su parte, épica rom ana, con tem a ya rom ano (\os Anna­ les), pero sobre m odelos helenísticos; L u cilio escribió sátiras, sobre las de C alim aco; C atón , obras en varios géneros (historia, m áxim as). H abía tam ­ bién los oradores, pero sus discursos o no se editaban o no han llegado a n o­ sotros, y las obras de agricultura, gram ática, etc. Se creó así una literatura que doblaba a la griega en tem as y géneros y que usaba un latín qu e co­ m en zaba a helenizarse. N ótese que la literatura latina helen izada no siguió el orden de apari­ ción de los géneros en G recia (y en otros varios lugares): prim ero géneros orales, la épica y la lírica, lu ego las versiones escritas de estos y otros, con una apertura ideológica grad ual. En R om a se com en zó por im itar los g é ­ neros helenísticos contem poráneos, com o la sátira, la historia y un cierto tipo de épica, al tiem po que géneros anteriores, com o la tragedia del siglo v y la com edia del iv. C iertos géneros griegos estaban m al vistos en una so­

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ciedad que todavía era m u y cerrada: la filosofía, la retórica, la erótica. Se im itaban sobre todo géneros helenísticos y algun os científicos o eruditos, com o los ya citados. Periódicam en te había expulsiones de filósofos y rétores (cosa que continuó bajo el im perio). Solo con el tiem po, desde el siglo i a .C ., hubo una m ayor apertura y una im itación, con frecuencia de los autores clásicos. L leg ó la oratoria de C icerón y otros, que imitaba a Dem óstenes y otros oradores griegos; la lírica erótica y otra de H oracio, C atulo, O vidio, T ib u lo , etc., que en parte im itaba a los anti­ guos líricos, en parte a los helenísticos; la bucólica de V irgilio, que arranca de T eócrito; la épica más o menos hom érica, más o menos alejandrina, de V ir­ gilio; la nueva historia; toda clase de filosofías, incluida la epicúrea de L u cre­ cio; la fábula. C ontinuaron la ciencia y la erudición y varios otros géneros. Sobre la base de los griegos, se creó toda una literatura, que alcanzó, a veces, cim as insuperables. C ie rto qu e esta literatura decayó desde com ien ­ zos del siglo

ii

d .C ., época de T ra ja n o y A d rian o. P rod ujo, de todos m o­

dos, obras im portantes en los siglos siguientes, pese a la decadencia cu ltu ­ ral. O b ras de literatura pagana y tam bién cristiana. C on tin u ab an la poesía helen izan te de un A uson io , un R u tilio N am acian o, un D racon cio. Pero la gran literatura había pasado. Q u ed ab an los grandes com pilado­ res del pensam iento y la cultura antiguos, com o M acrobio, Boecio y, ya en fecha visigoda, Isidoro. La literatura latina form a un ciclo, no estrictam en­ te paralelo al griego, pero con los grandes m ovim ientos inicial y final de apertura, esplendor y decadencia. R eflejo de hechos sociales, evid en te­ m ente. Y con la m ism a intervención, al final, del cristianism o. D e esta gran literatura viene el in flu jo en E u ropa de la lengua latina; un in flu jo que a veces refleja el del g rieg o en el latín. C o m o en el caso de G re ­ cia, la Edad M edia, por supuesto influida por una cultura y literatura lati­ nas em pobrecidas, recibió un in flu jo más bien escaso de la gran literatura. Pues, com o en el caso de los griegos, hubo la gran decadencia del siglo vi y siguientes. A u n q u e la Iglesia, con sus m onasterios y luego sus universida­ des, ayudó a que la cultura antigua se salvara, a que fuera de nuevo m ejor conocida sobre todo desde el siglo x v y siguientes, gracias a los grandes autores que ahora se descubrían o redescubrían y que fueron los que relan­ zaron la tradición literaria y cultural desde el R enacim iento y el H u m an is­ mo. H ubieron de dorm ir, durante largos siglos, en las bibliotecas.

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A sí, la literatura antigua latina, igual qu e la griega, fue el apoyo para la con tin uidad de nuestra cultura desde el R enacim iento. Pero no dejó de existir un largo bache, salvado en cierta m edida, en a m ­ bos casos, por algunos renacim ientos. H e hablado del bizantino del siglo ix, en O ccid en te hay el carolin gio de igual fecha y algunos m enores más. Y todo fue creciendo con la fundación de las u niversidades y las nuevas órde­ nes religiosas en el siglo x n y sobre todo en el x m . N o voy a hablar aq u í de la cultura m edieval de O ccidente, solo qu iero insistir en qu e los grandes autores latinos, fundam entales en el R enacim ien­ to y el H u m an ism o, fueron apenas conocidos en la E dad M edia occidental, m enos aún los griegos, igual que en B izan cio, pese a esos renacim ientos y a casos especiales. Y , pese a todo, desde la fun dación por san Benito de su orden y del m o ­ nasterio de M onte Cassino, com en zó la existencia de las bibliotecas, luego continuadas en las escuelas catedralicias y las universidades, com o he d i­ cho. En otro lu gar he estudiado la pobreza inicial cié esas bibliotecas, desti­ nadas sobre todo a obras de contenido eclesiástico y a la nueva literatura la­ tina m edieval.20 C la ro que hubo excepciones, autores m edievales qu e conocían a algu ­ nos autores antiguos (algunas pocas de sus obras), com o la m onja H rosvita que im itaba a T eren cio; A lfo n so el Sabio, q u e conocía a Suetonio, parte de O vid io , L u can o, etc. E n general, O v id io se conocía tan solo por las M eta­ morfosis, H o racio p or el Arte Poética, Platón por el Timeo. A ristóteles era estudiado, en círculos restringidos, a través de traducciones al árabe y lue­ g o al latín. Y diversos autores que se citaban eran en realidad literatura tar­ día: así obras atribuidas falsam ente a O v id io (el D e vetula), a P ed ro (el lla­ m ado Róm ulo) y al m ism o H o m ero (la Historia Troyana). S olo en el siglo x v y sobre todo en el x vi vino la resurrección de Séneca, Plauto, los historiadores; lu ego la de C icerón , V ir g ilio y los dem ás. S u m i­ nistraron m odelos n o solo para la literatura, tam bién para el estilo, la sinta­ xis y el léxico de las nuevas lenguas. Y

había la literatura latina m edieval, qu e de algun a m anera conectaba

con la antigua. D e ella hablaré en otro capítulo. C o m o en el caso de los griegos, fue la im prenta la que salvó para el público hum anista a los g ra n ­ des autores latinos, editados ya desde el siglo x v en V en ecia, en A m b eres y

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otros lugares. Ellos hicieron el m ilagro de qu e las nuevas literaturas de O c ­ cidente pasaran cíe los m odelos m edievales (por lo dem ás derivados, tam ­ bién ellos, de la A n tigü ed ad ) al de los grandes clásicos latinos y griegos. U na tradición de base antigua, pero en el com ien zo pobre y solo lentam en­ te enriquecida, fue sustituida en las m odernas literaturas por otra q u e en­ lazaba más directam ente con los grandes m odelos antiguos. P o r otra parte, el latín com o lengua hablada no subsistió, m ientras que el grieg o siguió siendo aproxim adam ente unitario, aun que con dos estra­ tos diferentes com o he señalado, siendo p rivilegiad o el m ás culto por el facto r u n ifica d o r qu e sign ificab an en B iza n cio tan to el e m p e ra d o r com o el patriarca. E l latín se desintegró cuando se h u n d ió el Im perio rom ano. L a decadencia del sistem a de com unicaciones y de la cultu ra (solo una pequeña élite continuó cultivan d o el latín literario en los siglos iv y v) y la creación de nuevas entidades políticas trajeron la fragm entación de esta prim era Europa que era el Im perio rom ano y, com o consecuencia, la em er­ gen cia a partir del latín de las lenguas rom ánicas. E n la E d ad M ed ia occi­ dental, efectivam ente, se consiguió la unidad religiosa con los papas, no la política, pese a los intentos de C arlo m agn o y del Im perio rom ano-germ á­ nico. N i, por supuesto, la lingüística al nivel de lengua hablada general. Y , sin em bargo, el latín continuó siendo, du ran te largos siglos, la lengua culta de la Europa occidental: aquella en la que escribían los que sabían es­ cribir, leían los qu e sabían leer. C ircu lab an toda clase de textos legales y de obras en prosa y en verso, originales o traducidas del grieg o o del árabe, pero en latín todas. O bras antiguas, por el m om ento, com o ya he dicho, cir­ culaban pocas y dentro de círculos m uy lim itados. Pero incluso cuando, desde el siglo ix a veces, desde el xi sobre todo, se co­ m enzó a escribir verso o prosa en estas nuevas lenguas y a traducir a ellas tex­ tos latinos antiguos y aun medievales, amplios dom inios, com o la m edicina, la teología, la filosofía y el derecho, quedaron reservados al latín. Autores im ­ portantes com o D ante, Erasm o, Copérnico, Bacon, G arcilaso, fray Luis de León, Descartes, Spinoza, L eib n iz, Linneo y Nevvton escribieron en latín. L as im prentas p ublicaban más libros en latín q u e en las nuevas lenguas. E n 1570, el 70 % de los libros im presos en A lem a n ia estaban escritos en la­ tín. Y tam bién eran m ayoría los libros en latín entre los que se enviaban de España a M éxico.

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N ótese que incluso en el gran período del Renacim iento y el H u m an is­ mo, cuando crecían las nuevas literaturas, cuando Bem bo, V ives o M ulcaster defendían la dignidad de las nuevas lenguas, los monarcas y los poderosos se­ guían reuniendo bibliotecas griegas y latinas, y poetas com o D ante, M ena y Ronsard creían en la superioridad de la lengua latina o, en ú ltim o caso, de la griega. Y se creaban academias y universidades renacentistas, tales com o la Academ ia Platónica de Florencia, el C ollege de France de París y la U niversi­ dad de A lcalá. El dom inio intelectual del latín era abrum ador, incluso entre los protestantes y los católicos romanos reform ados. N o se puede com prender nada de la cultura y las literaturas europeas sin conocer este hecho. E ste papel del latín en E u ro p a occid en tal es p aralelo al del g rie g o escrito, cu lto , en B iza n c io , al q u e ya m e he referido; in flu y ó , a su v e z, e xtra o rd in aria m e n te , en las len gu as eslavas, cuyas obras an tigu as eran, con frecu en cia, trad u ccio n es del g rie g o (com o m u ch as de las p rim eras obras latin as habían sido trad u ccio n es del griego). B izan cio y O ccid en te se habían resignado, por un tiem po, a tener una lengua culta (la katharévusa y el latín) y una o varias populares que solo rara y tardíam ente se escribieron en griego, más tem prano en O ccidente. A q u í, desde el siglo x n , las lenguas populares avanzaron para convertirse, a su v ez, en lenguas de cultura, aun qu e el gran salto en este sentido fue ya en el R enacim iento, en contacto con las obras antiguas ahora redescubiertas y editadas. U n papel sem ejante de lengua culta lo desem peñó el sánscrito en la India y lo sigue desem peñando el árabe clásico en el m u n do m usulm án. El latín, com o digo, continuó in flu yen d o fuertem en te en el lenguaje culto de las lenguas m odernas en el siglo x v y siguientes. Los cultivadores de estas intentaban, sim plem ente, com petir con la prosa y la poesía latinas. Pero se tendió a la aproxim ación entre todas ellas, precisam ente por el p o­ deroso in flu jo de la lengua latina y de la griega, que antes había in flu ido en la latina y continuó in flu yen d o sobre todas las lenguas. Por lo dem ás, este papel cultural, tradicional y u n ifk a d o r del latín (de m om ento, m enos del griego) es paralelo al que ejerció toda la cultura re li­ giosa, artística, política, social y religiosa procedente de la A n tigü ed ad . Esto ya desde la E d ad M ed ia, pero sobre todo después. E igual fue en B i­ zancio el papel de la cultu ra griega. L en gu a y cultura son cosas solidarias, no se explican la u na sin la otra. Pero en O cciden te se creó una cultura co­

E l alfabeto, los textos griegos y latinos y su llegada a Europa

m

m ú n , con la llegada de los m anuscritos griegos clásicos y el descubrim iento de los latinos. A sí se crearon bibliotecas com o la del V atican o, Floren cia, V en ecia, P a­ rís, E l Escorial y otras m uchas. F u ero n un testim onio vivo de la co n tin u i' d ad y vigencia universal de nuestra cultura. Y lo m ism o las ediciones, a partir de la introducción de la im prenta en Italia en 1465: las de A ld o M an u zio , las de H . Etienne, la Biblia Polyglotta de A lcalá , etc., por no hablar de las traducciones y los com entarios. Las editiones principes com en zaron con varias de C icerón desde 1465, lu eg o siguieron A p u le y o , G elio , C ésar y m uchos más. A A ld o M an u zio le siguieron su h ijo y su nieto Paolo y editores alem anes, flam encos y otros. H ab ría que hablar, por supuesto, de los hum anistas, a partir de P etrar­ ca y Boccaccio, lu ego Salutati, P o ggio , etc. Y , entre los cultivadores del griego, V alla, M anetti y em igrad os griegos a Italia, com o C risoloras y Lascaris; algunos vinieron a España. Y hubo los de los Países Bajos, com o L ipsius y tantos otros más, y los de F ran cia, com o B udé, los de España, com o N e b rija y H ernán N ú ñ ez. Y habría que añadir las academ ias de F lorencia, R om a y N ápoles, el C o lle ge de F rance, las universidades de Salam anca y A lc a lá , etc. T o d o esto desem bocó en la renovación de los géneros literarios y de las ideas filosóficas en todo el m u n do europeo, bajo la influencia griega y lati­ na clásicas. Se aproxim aron entre sí las culturas europeas y, com o verem os, las lenguas europeas.

LO S A L F A B E T O S G O T IC O Y E S L A V O Y S U S P R IM E R O S T E X T O S

D en tro de la E uropa cultural son im portantes los varios alfabetos d eriva­ dos del griego, de los qu e ya he hablado. A q u í q u ie ro recordar brevem en ­ te dos, qu e son europeos: el gótico, de vida efím era, y el eslavo, tan im por­ tante en un gran sector cultural de Europa. L a creación del alfabeto gótico fue un resultado notable de las m ig ra ­ ciones de pueblos germ ánicos, de sus choques con B izan cio y de la aculturación de uno de ellos, el pueblo godo, a partir de B izan cio y del cristianis­ m o, sim ultáneam ente. C u a n d o los godos se desplazaron hacia O rien te y

La confluencia y expansión de las lenguas de Europa entraron en contacto, gu errero y a veces pacífico, con los bizantinos, se cristianizaron. Y el obispo U lfilas, de fam ilia cristiana de C ap ad o cia y c u ­ yos abuelos habían sido hechos prisioneros por los godos, trad ujo al gótico, en este am biente, en el siglo iv d. C ., la Biblia, traducción solo parcialm en ­ te conservada. Es notable cóm o las guerras contra B izan cio y la llegada del cristianism o hicieron posible, en un m om ento dado, la helenización de los godos. Y cóm o esta com en zó por la creación de un alfabeto, tom ado del griego pero, com o en otras ocasiones, m odificado para adaptarse a la fonética de la n ue­ va lengua. A diecinueve letras griegas se añadieron seis latinas y una rúnica. Pero el alfabeto gótico term inó con U lfilas, sin duda porque los godos se trasladaron lu ego a O ccid en te, donde cayeron en el ám bito de la cultura latina. M ucho más im portante cultu ralm en te fue el alfabeto eslavo, creado com o he dicho en el siglo ix por los m onjes herm anos C irilo y M etodio, griegos de Salónica qu e conocían el eslavo de los pueblos qu e rodeaban e infiltraban esta ciudad. L u e g o fueron declarados santos. Y a he dicho tam bién que en realidad se trata de dos alfabetos. E l de C i­ rilo es el g la g o lític o , d e riv a d o de la m in ú scu la bizan tin a: la Vida de San Cirilo nos dice qu e antes de ir, en el año 863, de C onstantinopla a M oravia para predicar el cristianism o, había com puesto el nuevo alfabeto y com en ­ zado la redacción de los E vangelios. El alfabeto llam ado cirílico, en cam ­ bio, el que más se difu n d ió luego, deriva de la uncial bizan tin a, con ciertos elem entos del glagolítico. Es este alfabeto el q u e ha sido aceptado y continúa vivo en el m u n do es­ lavo oriental y m eridional, in flu id o por B izancio: en ruso, ruso blanco, ucraniano, bú lgaro, esloveno, serbio. En cam bio, en el m u n do eslavo occi­ dental (en polaco, checo, eslovaco, esloveno) y en croata (m eridional pero de influencia católica), se im puso el alfabeto latino. Eran zonas todas ellas so­ metidas a la influencia occidental (del Im perio rom ano-germ ánico y Rom a, entre otras). Pero antes de volver a los condicionam ientos políticos y religiosos que llevaron a la expansión de los alfabetos antiguos en la E uropa m edieval y, concretam ente, del grieg o en los pueblos eslavos orientales y en casi todos los m eridionales, conviene decir algo sobre el propio alfabeto cirílico.

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El alfabeto cirílico conserva veinte letras griegas, con pronunciación es­ lava, a veces diferente de la griega antigua (por ejem plo, fricativa en v ez de sorda aspirada). A ellas añaden otras (tom adas varias de ellas del hebreo) para fonem as o grup os inexistentes en griego. Transcribiénd olas en la form a usual, son: los dos yers (vocales de p ro­ nunciación u l t r a b r e v e ) «; consonantes palatalizadas: z, dz, s t ,c , c , s; for­ m as vocálicas con palatalización y a veces nasalización:ju ,jp ,je ,jg ,jp . H ay las vocales e, o, u, e ,y , sin nasalizar, e i, procedente i y η. Ύ s y las oclusivas. Por supuesto, hay diferencias en los alfabetos de lenguas posteriores. Pero es notable la continuación del alfabeto griego y del latino en las lenguas eslavas: esta dualidad es un reflejo de la oposición m edieval entre B izancio, por un lado, y el m undo germ ánico y rom ánico, por otro. Y de la oposición, tam bién, entre el cristianism o ortodoxo y el de obediencia rom ana. T ie n e interés, pienso, decir algo sobre la con tin uidad entre los eslavos de la cultura grecobizan tina, hecho reflejado tanto en el alfabeto com o en los textos escritos y, ya digo, en la obediencia religiosa. C o m o la hay entre la cultu ra europea de tradición latina (aunque de lengua germ án ica, pero tam bién eslava en ocasiones), ya alud ida, y el alfabeto y la cultu ra latinas. T o d o ello tiene que ver con las circunstancias de la creación del alfabe­ to cirílico. En realidad, la lucha política y la lucha nacionalista iban unidas; los búlgaros, cuya nación fue fundada en 681 por el kan K u brat, aspiraban a ser una iglesia autocéfala, autónom a, y con expresión búlgara. L o lograron tras una larga lucha diplom ática. Las piezas en juego, cuyas rivalidades utilizaban los búlgaros, eran el Im perio bizantino, el rom ano-germ ánico y el papa de Rom a. C u a n d o los dos herm anos C irilo y M etodio, de los que he hablado, griegos eslavohablantes de Salónica, fueron enviados a la G ran M oravia en el año 86} para d ifu n d ir el tipo búlgaro de cristianism o (el antiguo eslavo se com prendía en todo el m u n do eslavo), todavía no se había producido el cisma prom ovido por el patriarca F ocio, que se consum ó en 867. Pero la tensión estaba ahí. N o está claro si los dos m isioneros fueron llam ados desde M oravia por el príncipe Rostislav o enviados desde C onstantinopla por el em perador M iguel II o por el m ism o patriarca F ocio. Se trataba, en todo caso, de e x ­ tender la influencia bizan tin a (pero en defin itiva búlgara) a un territorio

La confluencia y expansión de las lenguas de Europa que, al final, q u ed ó bajo la zona de influencia germ ánica. L o s m isioneros fueron expulsados. Pero fueron acogidos por el nuevo rey Boris, b autizado lu ego com o M igu el. L os herm anos daban instrum entos para que se d ifu n ­ diera la enseñanza cristiana en lengua eslava. N o obstante, hubieron de ne­ gociar, en Rom a, con los papas N icolás y A d rian o , aprovechan do su en­ frentam iento con el Im perio germ an o-rom an o. A llí los llam ó el papa A d rian o , fueron llevan do las reliquias del papa C lem en te, supuestam ente recuperadas en el m ar de A z o f. Y allí m u rió C irilo , está enterrado en la iglesia de San C lem en te. L a liturgia eslava fue aceptada. L u ego, bajo el rey Sim eón, en 925, se im plantó un patriarcado en B ulgaria, independiente del de C on stan tinopla. A sí, el nacionalism o búlgaro, qu e incluía el deseo de independencia re­ ligiosa, es el qu e logró la im plantación del búlgaro com o lengua religiosa y, luego, la im plantación de las lenguas eslavas y sus literaturas en general. Este fue el com ien zo, a partir de aquí se crearon nuevos centros de c u l­ tura eslava, con uso del alfabeto cirílico, en O crid a (hoy en M acedonia), adon d e lle vó el m o vim ien to C le m e n te , d iscíp u lo de C irilo . M ás tarde, en Ucrania, donde el rey Vladim ir (978-1015) se convirtió: la conversión de un rey llevaba la de su pueblo, así en Occidente, en este período y en el de la lucha entre católicos y protestantes en el siglo x vi (cuius regio, eius religio). H ay q u e añadir que, en todo caso, la relación entre los búlgaros (nom ­ bre qu e en principio era el de un pueblo turco que se desplazaba acom pa­ ñado por los indoeuropeos y lu ego se eslavizó) y los griegos era estrecha. L os búlgaros (y llam am os ahora así a la totalidad del pueblo) se asentaron en un lu gar cuya costa, com o la restante del m ar N e gro , estaba llena de ciu ­ dades griegas. C ita m o s A p olo n ia, M esem bria (Nessebar), O lb ia, Borístenes, O dessos (V arna), A n k h ía lo s (Pom orje) o D ionisópolis (Baltschik), en algunas de las cuales se conservan iglesias bizantinas del siglo x m . M ás al norte están T o m i (hoy C on stan za) e Istria, centros rom anos en la costa de Rum ania. C on vien e añadir algo sobre el origen de las literaturas eslavas. D erivan de la griega, pero no solo por los libros. Es im portante saber, adem ás, que en el territorio que los búlgaros ocuparon había poblaciones m uy helcnizadas. En el interior estaban los tracios y en las inm ediaciones ilirios y escitas: pueblos todos ellos cuya helenización se puede ver en su arte en los m useos

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de Sofía y San Petersburgo y en las tum bas de los reyes tracios en la propia B ulgaria (en K a za n la k , Silistra, Sveshtari, etc.). H abía tam bién ciudades rom anas, Sérdica y F ilipópolis, cuyas ruinas se encuentran bajo Sofía y P lovd iv. Y N icopolis ad Istrum , fundada por T ra ja n o , hoy N ik ju p . L o s búlgaros, que apenas tenían cultura, organ izaro n su reino al estilo bizan tin o, con una diarquía del rey y el patriarca. Los palacios reales, com o los de Plisca y Preslav, im itaban a los de B izan cio, los príncipes estudiaban en C on stan tinopla, en grieg o escribían los búlgaros sus prim eras inscrip­ ciones, com o la del santuario de M adara y las inscritas en m iliarios rom a­ nos. Su religión era la cristiana, en la versión de B izancio. Su arte derivaba del del propio B izancio. N a d a es de extrañar, pues, qu e de los griegos tom aran los búlgaros su alfabeto y que su literatura com en zara traduciendo textos griegos, el pri­ m ero los E vangelios. Igual en O crid a, en K ie v y en todo el m u n do eslavo m eridional y orien­ tal. Es una prolongación del m u n d o bizantino, pese a que el reino búlgaro fue destruido por B izan cio en i o 18 (fue reconstruido en 1 1 85) y a qu e M os­ cú desplazó, en un m om en to dado, a K iev. B izan cio fue, pues, el punto de partida de la cultura eslava: hubo un cam bio de acento, pero no ruptura. C ie rto q u e hubo, gradualm ente, un cam bio de lengua, aun que no de alfabeto, salvo los lógicos retoques. En O ccid en te las cosas fueron diferentes: seguía el m ism o alfabeto (tam bién con retoques, a veces). Y el latín tardó m ucho en ser desplazado, al final fueron nuevas lenguas las qu e tom aron el peso. Pero tanto en B izan cio com o en O ccid en te hubo una con tin uidad cultu ral, sobre el m odelo de las antiguas lenguas y culturas, porque tanto la cultu ra bizantina com o la m edieval europea dependen, en ú ltim o análisis, de la griega y rom ana y de la cristiana. Y la aproxim ación de sus lenguas, a la qu e ya he aludido, tam bién. C la ro que las culturas eslavas m ás m odernas y las occidentales incorpo­ radas a la cultura latina, así las germ ánicas y rom ánicas, tam bién la h ú n ga­ ra y otras, tienen una historia un poco diferente. A q u í, fuera del limes, no hay continuación de las antiguas ciudades. K ie v rem onta al siglo v, M oscú al x ii, Praga, C raco via o Pozn an al ix o el x. P ero continúan, en últim o análisis, el antiguo m odelo.

La confluencia y expansión de las lenguas de Europa En cuanto a las literaturas eslavas más antiguas, repitieron el m odelo de la latina y otras m ás, de la árabe a las europeas m edievales: com en zaron con traducciones, continuaron con im itaciones de esas traducciones, pasa­ ron ya a un estadio de origin alid ad . L as traducciones al eslavo eran, por su­ puesto, del griego: de textos griegos cristianos o, en todo caso, próxim os a la sensibilidad contem poránea de los bizantinos. L os grandes filósofos y poetas griegos, sobre todo A ristóteles, y personajes com o A lejan d ro , eran considerados casi com o santos cristianos, sus im ágenes aparecen en iglesias (com o la catedral de la A su n ció n , en el K rem lin , la N ativid ad en A rban assi) y edificios públicos. C iertam en te, la im agen bizantina de la antigua G recia (con su rey, sus filósofos, etc.) estaba fabricada sobre el m odelo bizantino. Y los grandes poetas y pensadores antiguos eran desconocidos. Los centros prim eros de traducción, en los siglos ix, x y x i, fueron Sofía, O crid a y K ie v , lu ego hu bo otros más. Por supuesto, la prim era traducción fue la de los E vangelios. Pero lu e ­ go vinieron las de escritos sagrados y profanos, tales com o las obras de M alalas, C osm as Indicopleustas, la Alexandreis, el Calila (en grieg o traducido del pehlví), F lav io Josefo, el anónim o Canto de Divgenís, Juan C risóstom o, Juan D am asceno, el Physiologiis... D espués vinieron las obras originales eslavas.21 A l principio, de tipo re­ ligioso. P u ede ya considerarse com o tal el Proglas o p rólogo de C on stan tino a los E vagelios, en versos im itados de los bizantinos, así com o num erosas vidas de santos y escritos litúrgicos. Y lu ego hay, en las diferentes lenguas eslavas, diversas crónicas com o la de N e v go ro d , vidas de príncipes, obras épicas com o la Canción de Igor, lírica religiosa y m u n dana, poesía satírica y didáctica. M ás o m enos, com o en otras literaturas m edievales. Entre los eslavos occidentales, que empleaban el alfabeto latino, com o he dicho, la historia es diferente. Usaban los mismos modelos que los demás pueblos occidentales. Por cierto que en Bizancio, en el siglo x u i, con las C r u ­ zadas, el influjo occidental fue grande, pero sobre todo de las literaturas fran ­ cesa e italiana. Entre los pueblos eslavos ese influjo fue, en general, más tar­ dío: sobre todo en Rusia, ya en el siglo x vm , con Pedro el G ran d e y Catalina. P or lo dem ás, ni la literatura griega bizantina ni la eslava apenas llega­ ron al espíritu del R en acim iento y del H u m an ism o, descontando algunos

E l alfabeto, los textos griegos y latinos y su llegada a Europa sabios griegos del siglo xv, sobre todo los em igrad os a Italia, y los de P olo­ nia y otras naciones eslavas influidas por O ccidente. L a Ilustración penetró en Rusia, com o acabo de decir, en el siglo

xviii.

Y en el x ix y x x entraron en todas partes las nuevas tendencias, im portadas desde E u rop a. E n literatura, desde luego, pero tam bién en el pensam iento político, que difu n d ió la idea de la libertad. Esta llevó a la liberación de las naciones eslavas m eridionales y otras, tanto de los turcos com o del Im perio austruhúngaro.

2 L É X IC O G R IE G O , L A T I N O Y C R IS T IA N O E N L A H IS T O R IA D E L A S L E N G U A S D E E U R O P A Y D E SU A P R O X IM A C IÓ N

EL LÉX IC O C U LT O Y C IE N T IF IC O GRIEGO Y LAT IN O Y SU P A S O A LAS L E N G U A S DE E U R O P A

IDEAS GENERALES

Es de sobra conocido que cualqu ier lengua tiene una gram ática y un léxi­ co, aunque entre una y otro hay zonas de transición: palabras usadas para m arcar categorías o funciones gram aticales, nom bres de seres hum anos y anim ales de uno y otro sexo para m arcar el gén ero, preposiciones in dica­ doras de lo que en otras lenguas se m arca con el caso, creación de form as perifrásticas qu e pasan a form ar parte de la con jugación del verbo. Por otro lado, lo qu e en unas lenguas es léxico en otras es gram ática. E n térm inos generales, el léxico es la parte m ás creativa y viva del len­ guaje. A veces se organ iza en pequeños sistemas, com o los de parentesco, a veces no. Es la parte de la lengua más susceptible tie adm itir préstam os de otras y cam bios form ales y de sentido dentro de una m ism a. C u a n d o se in­ troduce en una fecha el conocim iento de nuevos seres o entidades, se crea la necesidad de nuevas palabras: creadas por derivación den tro de la m is­ m a lengua, o inventadas con ayu da de siglas o de im itación de ruidos natu­ rales, o tom adas en préstam o de otras lenguas. Y con el desarrollo del pen­ sam iento, la ciencia y la técnica, esa necesidad crece. C rece un vocabulario que. en realidad, lo qu e hace es establecer las enti­ dades nom brables, que se consideran (aunque luego, a veces, resulten no serlo) fijas y perm anentes. Es un vocabulario qu e consta de palabras que, en principio, no son sensibles al contexto com o lo son las palabras com unes del lenguaje hum ano: en español un banco, un gato, incluso un padre signi185

La confluencia y expansión de las lenguas de Europa fican varias cosas. P ero un triángulo, en cualqu ier lengua y en cualqu ier contexto, será siem pre lo m ism o, salvo en usos figurados. N atu ralm en te, hay un sector del léxico qu e está en el lím ite: democracia tiene un claro sig­ n ificado general, pero en distintos contextos y en los labios de diversos h a­ blantes significa cosas diferentes. En realidad, el léxico culto y científico, al que m e estoy refiriendo, tiene precedentes, en cu alq u ier lengua, en las llam adas taxonom ías: nom bres de anim ales y plantas que, en principio, tienen un sign ificado fijo e in m u ta ­ ble. A u n q u e el estudio científico posterior averigü e que bajo un nom bre puede haber varias especies y qu e hay otras varias indeterm inaciones. Pero, en fin, yen d o a nuestro tema y centrándonos en las lenguas in d o ­ europeas (aunque el desarrollo del léxico culto y científico haya alcanzad o lu ego a las dem ás), el hecho es que podem os reconstruir una gram ática aproxim ada de las distintas fases del indoeuropeo, de los distintos grup os lingüísticos den tro del m ism o, de las distintas lenguas. H e dado ya algunos datos, así com o bibliografía. Y podemos, en alguna m edida, reconstruir un lé­ xico indoeuropeo, pero no en medida m uy amplia, desde el m om ento en que hay, cronológicam ente hablando, varios indoeuropeos. Y dentro de cada uno, sobre todo del IE III, diversos sectores. D e todos modos, una cosa es ha­ b lar de raíces, q u e son com u n es (a to do o a parte del in doeu rop eo) y otra h ablar de palabras, m uchas veces no elem entos radicales, sino sufijados. L a verdad , es un tem a no bien establecido. L o qu e nos interesaría sería tener un léxico in doeuropeo com ún al indoeuropeo III (a veces, a sectores del mismo). Este es el que llamaríam os léxico patrimonial: diríamos, aproxi­ m adam ente, el qu e se encuentra en el grieg o hasta el ático, en el latín hasta el latín republicano, en las otras lenguas, hasta el m om en to en qu e entran en la E d ad M edia (diríam os, hasta el siglo ix) y en qu e al léxico patrim onial (a veces con d iferen cias d en tro del rom ance, ge rm án ico , eslavo, etc.) se añade el cultural d erivado, por unas u otras vías, del griego. L im itán d om e al IE III, que es, después de todo, el punto de partida de nuestras lenguas, q u izá el m odo más práctico de presentar el conjunto de sus raíces y de su vocabulario desde el punto de vista de la sem ántica sea acudir a la conocida Introduction de M eillet. A llí encontram os, entre otros, los nom bres de parentesco (los corres­ pondientes a una sociedad patrilinear, con los nom bres del padre, la madre

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y todo el parentesco inm ediato por esa vía); los de anim ales (oveja y carnero, vaca y toro, cabra y macho cabrío, cerdo, /o¿o, oío, ciervo, ratón,pájaro,grulla, oca,pez,serpiente,avispa,abeja)·, los de ciertos vegetales y árboles y sus d eri­ vados, com o el haya, el abedul, el sauce, la encina (y la bellota), la cebada (no el trigo), la manzana·, alim entos com o la sal·, en religión , el dios o cielo, pero tam bién el mortal. Y siguen los nom bres de ciertos objetos com o la rueda y el carro, el hacha, el arado, el barco·, de entre los m etales, el cobre o bronce, no tan seguram ente el oro y la plata, no el hierro. H a y luego las diferentes par­ tes del cuerpo hum ano. Y num erales; y adjetivos que significan color, grande /pequeño y otras oposiciones varias. Y diversos pronom bres, a dver­ bios y preposiciones. E n cuanto a los verbos, raíces qu e significan fabricar, hacer (con especializaciones), darform a a la arcilla,hilar, tejer, coser, vestirse, conducir un cairo, remar, arar,forjar, agujerear, ordeñar, untar, pasar la noche a cubierto, comer, dormir, beber, despertarse, gustar,pedir, llevar... T o d o este léxico tiene una característica com ún: que se refiere a las re­ laciones más elem entales del hom bre, a su entorno más usual, a sus accio­ nes habituales, a su trabajo y actividades tam bién habituales, a sus creen­ cias y ritos, a indicaciones de tiem po, lu gar y relación. Es un m u n do concreto, tradicional y fijo: no varía gran cosa de unas culturas a otras en los estadios de tipo neolítico y posteriores centrados en la caza y pesca, la agricultura y ganadería, unas pocas artesanías. Puede este léxico am pliarse con el uso de prefijos, sufijos y otras form as de deriva­ ción, pero en form a restringida. E n realidad, coincide todo esto con el concepto de léxico patrim onial en las lenguas indoeuropeas (luego receptoras de influencias léxicas externas) y en las m edievales y otras, derivadas en definitiva de ellas. Es el qu e ha rea­ liza d o la evolución fonética propia de cada lengua y ha m antenido, en g e ­ neral, su antigua sem ántica. El léxico culto suele ser un léxico evolucion a­ d o internam ente o de origen externo: en ú ltim o origen, del griego. Y ello tanto para las raíces com o para los elem entos form ativos. Efectivam ente, en diversos m om entos de la historia del m u n do, con el crecim iento de la capacidad intelectual, que establece nuevas relaciones, se crea un m u n do abstracto y un m u n d o personal, y sobre todo, un m undo del pensam iento, la ciencia y la técnica, de nuevos objetos y conocim ientos.

La confluencia y expansión de las lenguas de Europa Y se crea así la necesidad de un léxico culto y aun de un léxico esp ecializa­ do. E s el léxico no patrim onial: el cultural. Y el léxico crece im parablem ente, m ientras que la gram ática apenas puede crecer. Es más: com o hem os visto, la gram ática de las lenguas in ­ doeuropeas, tras un p eríodo de desarrollo que cu lm in ó en el indio antiguo y, sobre todo, en el griego, se redu jo y sigue reduciéndose p rogresiva­ m ente. El léxico crece, com o he dicho, internam ente, m ediante los procedi­ m ientos aludidos. Pero en cada lengua es tam bién alim entado, por présta­ m os o calcos, por otras lenguas en las que el n uevo léxico ha avan zad o más por causa de un desarrollo cultu ral m ás tem prano. A s í es todo avance c u l­ tural. S igue m odelos. L a idea de m odelo es im portante siem pre, pero m uy especialm ente en el dom in io del léxico. E n el caso de ias lenguas indoeuropeas y no indoeuropeas de E u ropa, el m odelo clásico, griego y latino, ha sido y es esencial en el desarrollo del léxico, com o en el de toda la cultura. Y ello porque en otras lenguas hubo tam bién desarrollos del léxico cu l­ tural y científico; ciertam ente, más reducidos. M e refiero a las lenguas del antiguo E gip to, B abilonia, la India, la C h in a , entre otros lugares. Pero lo qu e distingue a estos dom inios lingüísticos del griego, aparte del carácter m u ch o m ás redu cido del fenóm eno, es que, salvo excepciones de exporta­ ción lingüística m u y lim itada, son cuencas cerradas, desconocidas o casi desconocidas fuera de sus fronteras. E n cam bio, en el caso del grieg o hay una tradición q u e lo abrió y lo abre hacia otras lenguas o hacia el futu ro, a través del latín y de las lenguas eslavas, sobre todo, y por otras vías ya seña­ ladas. T ra d ició n que, con el tiem po, se abrió cada v ez más. Los griegos han sido la guía y el estím ulo de las culturas posteriores, pese a sus terribles pérdidas. H em os visto una parte del fenóm eno. P ero ha sido especialm ente im portante en el terreno de la lengua y, especialm ente del léxico. Si exam inam os en su conjunto la lengua griega, incluidos su léxico y su literatura, podem os obtener conocim ientos im portantes sobre su evo lu ­ ción. N o entro en las causas, solo en los hechos. El hecho, en gram ática, es qu e el g rieg o antiguo (el m oderno, aun con ­ servando m ucho del antiguo, se ha plegado en varios sectores a la línea de

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las lenguas europeas, aligerando la gram ática, ya he hablado del indoeuro­ peo IV ) representa el m áxim o esfuerzo para crear, dentro de una lengua, un am plísim o cuadro que pueda expresar toda la realidad. Y ello a base de un igu alm en te am p lio esquem a d e categorías y funciones de las palabras flexivas, incluidos los procedim ientos de derivación y com posición del nom bre y el verbo, de creación de abstractos, de paso de unas a otras clases de pala­ bras. E sto en el contenido: la expresión era a veces irregular y com pleja, lo qu e llevó a su decadencia o transform ación. N in g u n a otra lengua lo igualó, ni siquiera el sánscrito, procedente de la m ism a ram a del indoeuropeo. Y , por otra parte, el griego desarrolló una literatura y un pensam iento que, en com p lejidad y novedad creativa, 110 encontraban p arangón en par­ te alguna: por eso fueron objeto de im itación y de estím ulo por doquier. Sin em bargo, había una disparidad, un problem a. A partir de un m o­ m ento, a saber, de los presocráticos, los m édicos del siglo v a. C ., los socráti­ cos (y lu ego las distintas ciencias y técnicas helenísticas), esa enorm e g ra ­ m ática y esa enorm e literatura chocaban con la insuficiencia del léxico. Y el léxico, en consecuencia, creció tam bién enorm em ente. P ero hubo de crecer p or sí m ism o y desde sí m ism o (tom ó escasos prés­ tam os de O rien te y E g ip to para realidades extrañas). N o tenía m odelos: esa es la gran d iferen cia respecto a las lenguas posteriores. C u a n d o los la­ tinos sintieron sem ejantes nuevas necesidades lexicales, acudieron al g rie ­ go. Igu al los cristianos, antiguos o m edievales. Igu al todos los pueblos m e­ dievales, de cu alq u ier origen: acu dían al grieg o o a interm ediarios del m ism o, com o el latín. L u e g o , unas lenguas sirvieron de interm ediarias para otras. Estas lenguas tenían un depósito de donde tom ar materiales: el griego. N atu ralm en te, esos m ateriales podían ser alterados: en su sentido, en sus derivaciones. Y también contaminados entre sí y con el léxico de lenguas d i­ ferentes. ¿C óm o iban a im aginar los griegos un astronauta, una m ezcla de lenguas com o la de burócrata, usos para mil ciencias y técnicas que estaban lejos de soñar? ¿C óm o im agin ar qu e de κυ βερνά ω ,pilotar, iban a salir no solo gobernar, sino también la cibernética? ¿Q ue el sufijo

-lkóc,

con poquísi­

mas apariciones en H o m ero, iba a crecer inm ensam ente en G recia, pero infinitam ente más en todas nuestras lenguas?

La confluencia y expansión de las lenguas de Europa O tras veces lo qu e se ha hecho, desde los latinos, es traducir los térm i­ nos griegos: de συνείδηοις, un térm ino que en grieg o aparece solo desde los estoicos (con una varia lectio en H ipócrates), se creó en latín conscientia, de este esp. conciencia, al. Gewissen. Esta es solo una m ínim a introducción al tem a. Se creó un vocabulario grecolatino, lu ego im itad o en todas partes. H e hablado ya del grecolatín. E ra un vocabulario no solo de palabras aisladas, tam bién im plicaba la creación de abstractos, la derivación y com posición, la creación de verbos a partir de nom bres y al revés, de adjetivos a partir de nom bres y al revés. V erd ad eros sistem as funcionales y form ales. Pero nosotros solem os tratar el grieg o antiguo com o una unidad. E n un estudio publicado por m í en el ya lejano año de 1968, «Ideas para una tip o­ logía del griego» , hablaba y o del enorm e peso del sector «léxico» en el griego antiguo y establecía com paraciones con las lenguas m odernas (cier­ to qu e no con su vocabulario técnico): la proporción, en los diccionarios, era siem pre favorable al griego. Pero había en esto una insuficiencia. Y o trabajaba sobre un diccionario griego gen eral, el de Liddell-Scott-Jones, qu e abarcaba el griego desde H o m e ro hasta el fin de la A n tigü ed ad . En trabajos posteriores he visto que lo decisivo es esto: qu e el léxico griego, en especial el léxico culto, creció e x ­ ponencialm ente ante nuestros ojos. Sobre todo en época helenística, ro m a­ na, cristiana y bizan tin a. E n efecto, el grieg o culto y cien tífico creció enorm em en te en estas épo­ cas, es realm ente el que más ha in flu ido en el latín y en nuestras lenguas. Y tu vo que ser creado a partir del propio griego, n o a partir de préstam os, com o han hecho estas. Insistiré en este teína, que es esencial. \ en un segun do tema: si, desde el latín, todas las lenguas han in cluido léxico grieg o a raudales y lo han calcado, lo han u tiliza d o de m il m odos, ello ha sido p or necesidad, por escasez de léxico culto en m om entos, preci­ sam ente, de crecim ien to cultural. N ecesitaban angustiosam ente léxico nuevo, léxico intelectual, técnico, científico. Pero tenían a don de ir a bus­ carlo. Esa es la g ra n diferencia. L o s latinos conocían este problem a y esta solución: ya L u crecio hablaba de la patrii sermonis egestas, la pobreza de la lengua m aterna. T o d o s los es­ critores desde P lau to — C icerón , Q u in tilian o , los dem ás— lucharon para

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superarla, con la ayuda del léxico griego, que se tom aba en préstam o o se calcaba. C o m o ahora tom am os en préstam o o calcam os el léxico inglés, el léxico griego pasaba al latín, y uno y otro, más tarde, a las dem ás lenguas. Es la m ism a cosa. En realidad, en latín hay palabras griegas desde sus m is­ m os m om entos iniciales escritos. V o lv ie n d o atrás, el problem a del latín se reprodu jo cuando, al final de la A n tigü ed ad , el nivel lexical y cultu ral del llam ad o latín vu lga r — el ha­ blado por el v u lgo — se im puso. U n a gran parte del léxico culto anterior desapareció por innecesario cuando se bajó a ese nivel. Se creó así una ca­ rencia, que se supliría cuando llegara el m om en to de un crecim iento inte­ lectual y de la necesidad de léxico culto. E l latín vu lga r era, fun dam entalm en te, unitario en todo el im perio, f>ero no dejaba de haber diferencias. Incluía, por lo dem ás, térm inos g rie­ gos. T o d o él, en la m edida en que entró en las lenguas rom ánicas y las de­ más, pasó a form ar parte del léxico patrim onial. P ero cuand o los pueblos rom ánicos com en zaron a crecer cultu ralm en te desde el siglo ix d. C . y sobre todo desde el x u i, y necesitaron n uevo léxico, había una fuente, ya sabem os, en la que buscarlo. El proceso se repitió lu e­ go , una y otra vez, con el paso de los siglos. L a fuente varió. H a b ía , jun to con el latín v u lg a r, el latín m edieval, el latín eclesiástico, el latín a rro m a n za d o ; a veces, desde el siglo x m , en g e ­ neral en fecha posterior, la fuente era el latín clásico. E n todos ellos había helenism os. A sí, en nuestras lenguas, junto con el léxico patrim onial que ha pasado a través de todos los siglos y ha seguido las evoluciones fonéticas propias de cada una de ellas, se adoptó y sigue adoptándose cada día u n léxico qu e es con tin uid ad del grecolatino. A veces pasa de unas lenguas a otras: nos llega hoy con frecuencia a través del inglés. Y

no se trata tan solo de las lenguas románicas. Estas partieron de un es­

tadio, com o he dicho, en que se había perdido una gran parte del léxico cul­ to, eran lenguas orales del pueblo, lo qu e se escribía era el latín de los cultos. C u a n d o las nuevas lenguas rom ánicas com en zaron a escribirse, tuvie­ ron qu e acudir, cada v e z más, a los préstam os griegos y latinos qu e sabe­ m os. P ero no es qu e las lenguas célticas, germ ánicas, eslavas, bálticas, el hú n garo, el vasco, hubieran perdid o ese vocabulario culto, es que no lo ha­

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bían tenido nunca ni habían sido escritas nunca (lo hicieron, ya sabemos, con ayuda del alfabeto grieg o y sus derivados). T uvieron que crearse ese vocabulario culto a partir del griego y del latín, tom ánd olo bien directam ente o bien a través de las lenguas europeas. En realidad, desde los prim eros balbuceos de las lenguas germ ánicas, desde el siglo v ili d. C ., se encuentran ya en ellas latinism os, eclesiásticos y no, com o verem os. A veces son, en el origen, helenism os. Por supuesto, el léxico c u l­ to, de origen grecolatino, com en zó

a

crecer desde el siglo

x ii,

pero sobre

todo en el x iv y siguientes, bajo el im pulso del m ovim ien to del R enaci­ m iento y el H u m an ism o. Y

no m u y diferente es el caso del grieg o m oderno. E n gran m edida,

las épocas bizantina y turca, los griegos habían perdido el antiguo léxico culto y científico. A l m enos en la lengua popular, hablada: la dimotikí. Salvo pequeños textos, no se escribió hasta el siglo xiv. L o recobraron y aum en ta­ ron luego, a partir del griego antiguo, cuand o se creó el grieg o m oderno, aun que la base de este fuera, precisam ente, la dimotikí. E l léxico grieg o an tiguo les llegaba a los griegos, con frecuencia, a tra­ vés de las lenguas europeas. A sí, si en griego m o dern o hay δημοκατία, la palabra llegó a través del francés. Pues ¿qué dem ocracia podía haber habi­ do en fecha bizan tin a y turca? En definitiva, las lenguas europeas son, com o he dicho otras veces, una es­ pecie de sem igriego o criptogriego (a veces las raíces griegas están traducidas, ya he dicho, al latín). El profesor griego A . Psom adakis ha establecido una lista de 150 términos de base griega que aparecen en siete lenguas europeas (español, francés, italiano, inglés, alem án, ruso, griego) en form as m uy próxi­ mas. A sí, los representantes de δημοκατία, ya citada: esp. democracia, fr. dcmocratie, it. democracia, ingl. democracy, al. democratia, rus. ΔΗΜΟΚΡΑΤΗΝ. Igual ocu rre con algunos térm inos latinos, incluso m edievales, com o universitas·, bastan unas m ínim as m odificaciones al final de la palabra para que obtengam os esp. universidad, fr. université, ingl. university, al. Universitat, it. universita. E l grieg o m oderno usa calcos (έλκυκλοπαιόεία en la fa­ chada de la U n iversidad de Salam anca, πανεπιστήμιον hoy generalm ente). A hechos com o este me refería yo cuando, en páginas anteriores, hablaba de las tendencias unificadoras, a partir de un momento, de las lenguas europeas. Anticipaba ya que el léxico es uno de los factores esenciales de esa unificación.

Léxico griego, latino y cristiano en la historia de las lenguas de Europa

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El léxico griego, quiero decir, pero tam bién el latino. O el griego antiguo a través del latín helenizado, com o he señalado. Incluso del latín vulgar, aquí los helenism os llegados por vía oral eran ya palabras latinas com o cuales­ quiera otras y entraban en el léxico patrim onial de las nuevas lenguas. A sí κεράσιον 'cereza', de donde vienen tanto el esp. cereza com o el fr. cérise, el ingl. cherry, en al. Kirsh. A veces las palabras latinas son griegas alteradas, así la palabra citada (con asimilación vocálica cere-) y otras que citaremos. Y

tam bién sucede que una palabra griega haya entrado en nuestras len ­

gu as con un sentido cristiano; se trataba, en definitiva, del lenguaje q u e di­ ríam os técnico de los cristianos. Pero otras veces a nuestras lenguas llegó una n ueva palabra griega creada por los cristianos para evitar la antigua: de εκκλησία con un sentido cristiano vienen esp. iglesia, fr. église ‘iglesia’ {‘iglesia católica’ por oposición a temple), pero del n uevo térm ino κυριακόν ‘casa del señor’ vienen al. Kirche, ingl. church. E n fin, sobre la fecha y el origen de los térm inos griegos y su vía de en­ trada en las diversas lenguas, así com o sobre su carácter, en ellas, ya patri­ m onial, ya culto, d o y bibliografía. A sí, el léxico culto grieg o y latino, con varias especializaciones, ha con­ tribuido gran dem en te al nacim iento de una lengua culta y cien tífica eu ro­ pea; hay, sin duda, aportaciones posteriores, por ejem plo, en el vocabulario político palabras com o ‘congreso’ , ‘p rim er m in istro’, ‘liberal’, ‘constitu­ ción ’, etc.; en realidad, tienen raíces grecolatinas. Esta lengua es transpa­ rente, solo existen variaciones ortográficas y de adaptación a los su fijos de cada lengua. Pero tam bién «calcos» y traducciones. Y es estable, pero no absolutam ente, pues, considerada la evolución de las culturas y ciencias, puede suceder qu e en un m om en to se trate de precisar más o que haya que abandon ar un térm in o y crear uno nuevo. Pero hay algo qu e añadir, algo que no qu erría olvidar en esta visión g e ­ neral. E l in flu jo del léxico grieg o no consiste tan solo en una colección de palabras aisladas, com o las que vienen de las lenguas prerrom anas o ger­ m ánicas o del árabe o de las distintas lenguas europeas. A sí proceden nuestras historias de las distintas lenguas europeas, por ejem plo, la de la lengua española de Lapesa, excelente, por otra parte. E l grieg o sería un depósito más de palabras q u e tom ar en préstam o, ju n to con otros depósitos varios de distintas lenguas. A u n q u e tienen q u e reconocer

L a confluencia y expansión de las lenguas de Europa

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que m uchos arabism os, y no digam os latinism os, anglicism os, etc., vienen del grieg o en ú ltim o térm ino. Pues bien, ese proceder es absolutam ente incom pleto. D el grieg o o del latín o de ese g recolatín del qu e he hablado vienen, adem ás de palabras, in ­ num erables elem entos form ativos com unes, com o la m ayor parte de esas palabras, a todas o m uchas de las lenguas de E uropa. Son elem entos fo r­ m ativos iniciales procedentes de gr. ά-, άντι-, βιο-, φιλο-, etc., o de lat. in-, super-,agri-, etc. O finales, com o innum erables sufijos y segundos térm inos de com puesto: bien griegos (-ία, -ισμός, -ιατής, -μα, -σις, etc.), bien la ti­ nos (-men, -osus, -tor, etc.). C la ro que, de entre los elem entos latinos, m u ­ chos habían sido tom ados en préstam o del griego. Y

hay los procedim ientos de com posición del griego, y los que derivan

un verbo de un n om bre o un nom bre de un verbo, etc. T o d o s estos elem en ­ tos y procedim ientos habían entrado, a veces, en el latín vulgar, y palabras patrim oniales de nuestras lenguas los conservan. M ás frecuentem ente, es­ tos elem entos pertenecen al vocabulario culto, han sido introducidos en va­ rias fechas. Y en ocasiones son «traducidos», así cuando térm inos de o ri­ gen g rie g o en -logia son «traducidos» en alem án por -ktmde (Erdfytnde ‘ciencia de la tierra’ es el equ ivalen te de Geographia y sus derivados). A m enudo nuestras lenguas tienen ya, com o inició el griego, redes léxi­ cas en las que se incluyen diversas clases de palabras. N u estras lenguas, al aproxim arse, se han aproxim ado tam bién al g rie­ go. Y , en buena m edid a, poseen un léxico y unos procedim ientos de desa­ rrollo del léxico qu e ya no son ni griegos, ni españoles, ni ingleses: son, sim ­ plemente, europeos. Faltan en las lenguas indoeuropeas de Asia. Se pueden usar, en nuestras lenguas, librem ente con toda clase de palabras, no solo ya con las heredadas. E l papel del grieg o en el desarrollo de las lenguas europeas es único. Frente a todos esos elem entos form ativos y derivativos de los qu e he habla­ do, apenas hay otros que no sean griegos. El al- árabe, por ejem plo, solo está en palabras de origen árabe, no se difu n d ió en otras. Y tienen espacio reducido sufijos com o el árabe -i, el germ án ico -ing (-engo en castellano an­ tiguo), el francés -age. Pero, antes de estudiar la difusión del léxico grieg o y sus elem entos fo r­ m ativos prim ero en el latín, lu ego en las lenguas europeas, volveré a la

¡léxico griego, latino y cristiano en la historia de las lenguas de Europa gran peculiaridad del griego: q u e ese léxico y esos procedim ientos, en la m edida en qu e no son indoeuropeos de origen, son desarrollos propios. El g rieg o tu vo que crear, inventar; las dem ás lenguas tom aron esto en présta­ m o, lo desarrollaron y lo adaptaron a sus necesidades. Sin em bargo, hay algo de lo qu e deberíam os ser conscientes: el léxico g rieg o ha sido, hasta ahora, m u y incom pletam ente estudiado. H a y m ú lti­ ples estudios sobre térm inos individuales, algun os sobre sufijos o sobre preverbios, otros sobre el léxico de los dialectos o los distintos autores o los distintos tipos de kpiné. P ero no los hay com plexivos, sobre el léxico g rieg o en su conjunto: sus herencias, sus innovaciones en relación con los m o vi­ m ientos culturales de cada edad y circunstancia. Y o he tratado de dar una idea general de todo esto en mi Historia de la lengua griega, pero no se me oculta que es m u y incom pleta. Procedo, com o todos, p or ejem plos. A q u í intentaré añadir algunas cosas a este y otros trabajos m íos y de otros auto­ res, qu e son de todos m odos una ayuda. C itaré algunos. Piénsese en la com plejidad del léxico griego, qu e a su núcleo añade un inm enso m argen referido a toda clase de circunstancias cronológicas y cu l­ turales, a toda clase de dialectos (incluidos los varios estratos de la koine), a toda clase de ciencias. H ay el léxico de los poetas (de diferentes géneros de poesía), el de los presocráticos, el de la prosa jonia (los hipocráticos, H e ro ­ doto), eí de Sócrates, la prosa ática, las filosofías socráticas y otras; el de las diversas ciencias, el de los diversos tipos de koiné, com o he dicho. E l de los griegos de E gip to y A sia, el de los cristianos. Y tantos más. U nos u otros griegos pasaron, en la m edida q u e sea y por la vía qu e sea, al latín en sus diversos tipos, incluido el vulgar y los diversos latines m edie­ vales. A veces el léxico griego fue, en Rom a, alterado o cam biado en su m orfología o su sentido. L u e g o el léxico griego pasó a Bizancio, que lo m o­ dificó, redujo y aum entó. Y de allí, a veces, a E u ro p a a través de interm e­ diarios varios: el latín eclesiástico, las ciudades com erciales italianas, etc. E l léxico grieg o es un océano qu e los grandes diccionarios tratan de fo r­ ma indiscrim inada. Por otra parte, estos diccionarios (continuación, por lo dem ás, de los que iniciaron los propios griegos) están incom pletos. El de Liddell-Scott-Jones procede, en su últim a revisión, de los años cuarenta del siglo pasado, lu ego hay dos suplem entos con m ateriales recogidos en form a m ás bien casual y arbitraria. Y el Diccionario griego-español, que es

La confluencia y expansión de las lenguas de Europa más com pleto en los seis volúm enes publicados (están a punto de aparecer el prim ero, en una edición m uy m ejorada, y el séptim o), solo llega a la ter­ cera parte, más o m enos, del total. E n cuanto al gran Thesaurus Linguae Graecae de Irvine, C alifo rn ia, es sim plem ente un índice en el que, para cada uno de sus térm inos (no lem atizados) se pueden buscar contextos. Es, pues, com o los diccionarios en gen eral, una acum ulación de m ateriales, no otra cosa. C la ro qu e hay m últiples diccionarios (y concordancias y léxicos) de d i­ ferentes autores. Y diccionarios parciales, com o los de papiros de Preisigke y sus continuadores, o el cristiano de Lam p e, diccionarios etim ológicos e infinitos estudios sobre palabras y elem entos de derivación y com posición. P u ed e encon trarse una buena bib lio g ra fía lexicog ráfica en el Repertorio lexicográfico de la lengua griega, de P. B on ed y J. R o d ríg u e z S om olin os. P ueden añadirse algunas obras recientes que son im portantes. Solam ente para qu e se vea el cam po que queda abierto hoy en la lexico­ g ra fía grieg a, d o y a lgu n o s datos sobre las noved ad es del D iccionario grie­ go-español, vol. V I (έκβιβάζω - εκδηλος). Para ese m ín im o sector del léxico griego, una pequeña estadística es esta: 62 nuevos lem as, 8 lem as elim in a­ dos, 22 hapax qu e dejan de serlo, 22 lem as con nuevas acepciones, ejem plos de nueva organ ización de los artículos (εγγράφω, έγκλίνω, έθέλω, δόγμα, είρηνη, εγκρατής, εγχώριος, εαυτού). Por otra parte, no parece ocioso señalar, en este m om ento, que los g rie ­ gos fueron, en O ccid en te, los creadores de la lexicografía. T en ía n algunos precedentes en O rien te, precedentes qu e ellos sin du da desconocían. Pero en O ccid en te fueron ellos quienes com en zaron a hacer diccionarios y léxi­ cos diversos del griego, sus dialectos, sus lenguajes especializados. L o s de las edades subsiguientes partieron, sim plem ente, de ellos: los continuaron. Y

la lexicografía m oderna no es sino una continuación de la antigua y

más directam ente, de los grandes diccionarios latinos y griegos de la época hum anística, con el gran diccionario latino de R obert Etienne y el grieg o de H enri E tienne (G inebra, 1536 y 1572). Sobre los léxicos y diccionarios griegos m odernos véase J. L ó p e z Facal en la m ism a obra, pág. 106 sigs. L o cierto es qu e la tradición occidental en este terreno, a partir del R enacim iento, pende de la latina y la griega: de los dos gran des diccionarios citados. Es varia y m u ltiform e, sin em bargo. En

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n oviem bre de 2002 la F un d ación L exis pro D iccio n a rio G riego-E sp añ ol hizo en M adrid una exposición de diccionarios (conservo el catálogo) acom ­ pañada de conferencias donde se vio claro todo esto.

LA CREACIÓN Y EL DESARROLLO DEL LÉXICO C U L T O Y CI EN T ÍF I CO GRIEGO

En la Grecia arcaica y clásica H a y, ciertam ente, sobre bases indoeuropeas, precedentes que pueden en­ contrarse en H o m ero, H esíodo y los poetas, pero el giro racional y cien tífi­ co del pensam iento grieg o y, por tanto, del léxico griego, parte de los filó­ sofos presocráticos (más bien preplatónicos) y de los m édicos jonios, todos ellos de los siglos vi y v a. C . Se les deben añadir H eródoto y la restante pro­ sa jónica, así com o los sofistas, Sócrates y T u cíd id es. L u e go , el gran salto tu vo lugar en el siglo iv, con Platón , los oradores y A ristóteles, especial­ m ente. Y más aún en la E d ad H elenística, desde el siglo n i a. C . L o nuevo vino, sobre todo, con la creación m asiva de vocabulario abs­ tracto (y de abstractos con -á o a rtículo + ad jetivo neutro), de nuevas oposi­ cion es, de in fin ito s d erivad os ad jetiva les del n om bre, del con sid erab le aum en to de la frecuencia de la derivación de verbos a partir de nom bres. Y , en definitiva, de la creación de am plias redes léxicas en las qu e entraban nom bres, verbos, adjetivos y adverbios relacionados entre sí y derivados de una m ism a raíz o tem a.1 Sobre varios sufijos y térm inos léxicos hay una am plísim a b ib liografía/ C o m o decía antes, tras las bases indoeuropeas hay precedentes de este léxico en el más antiguo griego: tanto de los nom bres abstractos com o de los más de los sufijos. Pero hay qu e hacer constar que, en la fecha m ás anti­ gu a, los que llam am os abstractos eran m ás bien elem entos considerados com o entidades independientes, hipóstasis divin as o sem idivinas. A sí, por ejem plo, φύσις, que traducim os por ‘n atu raleza’ en un pasaje com o Od. X 302, es más bien una fuerza autónom a que hace crecer una planta. P. C h a n tra in eí ha insistido m ucho sobre este punto de vista, tam ­ bién, para el m icénico, J. L . M elena.4 Se trata, aproxim adam en te, de las qu e E. F ran keP llam ó Wesenheiten, algo así com o «entidades esenciales».

La confluencia y expansión de las lenguas de Europa Son ya las que para nosotros son entidades naturales, com o Γ αΐα ‘la T ie r r a ’ en H esío do (una entidad natural y una diosa, al tiem po), ya los qu e noso­ tros calificam os de abstractos, com o ’Ή βη ‘la Juventud’ en Píndaro. Y

son to davía sem idivin os ciertos «principios» (άρχαί) de los presocrá

ticos, com o recon oció especialm ente W . Jager1’ y yo he repetido frecu en te­ m ente. A q u í está el origen de los abstractos griegos, aun qu e el pensam iento a r­ caico continuó m uchas veces vivo. Las Ideas platónicas, desgajadas del m u n do tangible y pertenecientes al suprasensible y divin o, accesibles solo para el νους, son un buen ejem plo. H u b o que esperar a A ristóteles para qu e fueran sustituidas por los conceptos. Pero la tendencia a la interpreta­ ción de estos térm inos com o abstractos es m uy anterior. Se creó, así, en grieg o arcaico y clásico, y luego creció en el posterior, un sistema de abstractos — y otro de térm inos derivados, volveré sobre ellos— qu e com pletaba, com o léxico, el sistem a gram atical griego. Este, con su am plia red de categorías y funciones presentes en el nom bre y adjetivo y en las form as personales y las nom inales del verbo, era un instrum ento más idóneo, qu izá , q u e el de cualqu ier lengua para captar la realidad, se ha d i­ cho m uchas veces y ya he a lud ido a ello. Efectivam ente, el am p lio despliegue del léxico g rieg o iba en esta m ism a dirección, com pletan do el sistema gram atical. Fun cion aba gracias a un uso abundantísim o de los sufijos, tam bién de form as con diversos elem entos com positivos iniciales y finales y, tam bién, de nom bres compuestos." Por supuesto, todo esto partía de los orígenes indoeuropeos del griego, com o ya he dicho; pero esta lengua lo llevó más lejos. D esde los prim eros textos griegos, incluidos los m icénicos, se encuentran, aun que con frecu en ­ cias a veces m u y bajas, m uchos de los prefijos y sufijos lu ego usados cada v ez más en el n om bre y en el adjetivo. Y de los tipos de com puestos lu ego usados, tam bién. L a diferencia está, por una parte, en hechos de frecuencia dentro del griego, que podem os cuantificar estudiando el libro de C han train e de 1933s o, sim plem ente, los diccionarios griegos, incluidos los que siguen el orden inverso.9 A u n q u e , desgraciadam ente, las cuantificaciones qu e se han he­ cho son para el vocabulario total del grieg o antiguo; habría qu e hacer otras para los diferentes períodos y géneros.

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A p arte de las nuevas creaciones, el crecim ien to de la frecuencia de los diferentes nom bres con sentido filosófico y de los elem entos form ativos iniciales y finales dentro del g rieg o es apabullante. Para la totalidad del grieg o antiguo se nos da, en el diccionario inverso de B uck-P etersen, la ci­ fra de 7.200 apariciones de -κός, -ικός, -τικός. Pues bien, en H o m ero hay poquísim as palabras: el fem enino παρθενική 'v irge n ', ορφανικός. Τ ρω ικός y pocos étnicos más. N o quiero repetir cosas que he dicho en trabajos ya antes citados, com o el problem a de en qué m edida son literales los fragm entos A de los presocráticos (los B son literales, los A , qu e son m eras referencias, pueden serlo a veces a pesar de todo), o la existencia de diferencias entre los distintos presocráticos. P ero sí insistiré en algun os puntos. Y añadiré otros nuevos, sin intentar, en n ingún caso, ser exhaustivo. En mi Historia de la lengua griega y en m i artículo de Glotta tam bién citado pueden encontrarse, en algunos casos, exposiciones más am plias. a) Los presocráticos. Estos pensadores fueron los prim eros representantes de la intelectualidad crítica y rupturista griega y de la prosa jonia (aunque Parm énides y E m pédocles escribieron en verso, en una lengua hom erizan te). U n a prosa creada para la exposición del pensam iento cada v ez más li­ bre de la época, esto es, a partir del siglo vi a. C . D esgraciadam en te, son es­ casos los f ragm entos literales (fragm entos B), ya he a lud ido a ellos. El jónico fue la prim era prosa literaria de G recia , qu e desarrolló el de ciertos poetas, los yam bógrafos sobre todo. E n él escribían, por supuesto, tantos pensadores jonios qu e ahora nos ocupan y que, tras la conquista per­ sa de Jonia el año 546, vivían exiliados en Italia y Sicilia, lu ego en A tenas, o continuaron vivien d o en A sia (com o sin du da H eráclito). Pero existía, tam bién, la lengua de la elegía y el hexám etro. O tro exiliado, establecido en Italia, era Pitágoras, del que no quedan fragm entos literales, pero sí al­ gunos, en dórico, de su discípulo Filolao. H ablem o s del n uevo léxico de estos pensadores, lu eg o d ifu n d id o en ­ tre sus con tin uadores. E s notable el uso filosófico o técnico d e térm inos procedentes de H o m e ro o de la poesía en gen eral; y, tam bién , la creación de nuevos térm inos. P o r ejem p lo, del pasaje de II. X I V 201 en q u e se ca­ lifica al O céan o com o θεών γένεσιν, «origen de los dioses», viene el uso de

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γένεσις en P a rm én ides, A ristó fa n es y Platón com o un térm in o abstracto gen eral. D e πέρας, άπειρος, άπείριυν en H o m ero y H esíodo, referidos al «lím i­ te» m aterial de una entidad física, A n ax im a n d ro creó su άπειρον, que in­ dica lo in defin ido com o prim er principio. Φ ιλότης y Ν εΐκος ‘A m o r ’ y O d i o ’ en H o m ero, pasaron a ser principios cósm icos en E m pédocles. Α νό η τος, que es ‘insensato’ en el H im no a M ercurio, pasa a ser ‘carente de νο υς’ en Parm énides. Α ν ά γ κ η es ‘N ecesid a d ’, com o fu erza religiosa, en H o m ero y los trágicos, lu ego será ley natural o necesidad física o lógica en H eró doto y los presocráticos. Κ όσμος es ‘a rm a zó n ’ en la Odisea, con re­ ferencia al caballo de T roya , lu ego ‘el m u n d o ’. ’Ύ λ η en A n axágoras no es ya ‘el bosque’ o ‘la m adera’, sino ‘la m ateria’. Λ ό γο ς se convierte en un con­ cepto gen eral, qu e reúne la palabra y el pensam iento; y, en H eráclito, la ley natural u orden del m u n d o .1'' Ψ υχή ya no se refiere a las alm as de los hé­ roes qu e veía O diseo, llorosas, en el H ades, sino al concepto posterior de «alma». Σφ α ίρα , que era ‘pelota’, es ya ‘estera’ en A n ax im a n d ro , κύκλος pasa a ser igualm en te un concepto general. Igual φύσις, del que ya he ha­ blado com o fu erza qu e hace crecer una planta, lu ego es ‘n aturaleza’ en tér­ m inos generales: se aplica al hom bre, a los anim ales y las plantas, al propio κόσμος (Anaxim enes). El léxico de los presocráticos tiende a sentar barreras entre lo d ivin o y lo natural o hum ano: γαΐα o γή es ya para ellos sim plem ente ‘la T ie rra ’, no una diosa. Los presocráticos a veces vacilaban, sin em bargo, así cuando en H e ­ ráclito πΰρ es ‘fu ego ’ com o entidad tísica, pero tam bién com o principio unitario del m undo. A h o ra bien, los presocráticos tendían a hacer entrar lo hum an o y lo na­ tural den tro de una m ism a palabra, com o en λόγος, ya citado, qu e procedía del ám bito hum ano. Igual ocurría con δίκη ‘justicia’, μέτρον ‘m edid a’, νόμος ‘ley’. O tras veces creaban térm inos nuevos qu e lo unificaban todo, com o τά όντα ‘los seres’, τά όναντία ‘los contrarios’. Para los abstractos en general los presocráticos usaban a veces los sufijos tradicionales del griego: en palabras heredadas, así en γένεσις, ya citado; o en otras creadas por ellos, com o αισθησις ‘percepción’, δίζηοις ‘bú sq ueda’, νόημα ‘pensam iento’. Pero tam bién utilizaban la sustantivación con ar­

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tículo, com o en τά εναντία, τά δντα, ya citados. Y la adjetivación (στάσιμος de στάσις, por ejem plo, en A n axim andro). Y , aunque sus redes léxicas eran todavía m uy lagunosas, com enzaron a perfeccionar las existentes, con térm inos ya heredados, ya nuevos, a los que anteponían ά -/ άν-, 6υσ-, preposiciones y preverbios, etc. Y con adjetivos al lado de los nom bres, etc. T am b ién oponían térm inos que form aban oposi­ ciones que han perm anecido estables, en unas lenguas y en otras: com o las de cuerpo / alma, materia / espíritu, vida / muerte (σώμα / ψυχή, ΰλη / νους, βίος / θάνατος, γένεσις/ φθορά, con derivados adjetivales y verbales de cada térm i­ no). C om en zaron a reflexionar sobre el sentido de los térm inos morales, com o H eráclito sobre καλό, άγαθός y δίκαιος, y luego Sócrates y Platón. b) Hipócrates y los hipocráticos. Heródoto y la prosajónica. En pleno siglo v a. C . y después, H ipócrates y su escuela bajaron la m edicina del ám bito de las creencias religiosas o supersticiosas al de la racionalidad; y tu vieron que crear, para ello, un vocabulario a decu ad o." Y ello dentro del jónico, que era ya una lengua internacional: H ipócrates, com o H eródoto, era d orio de na­ cim iento (H ipócrates, de la isla de C os; H eródoto, de H alicarnaso). D orios qu e vivían com o exiliados o ganándose la vida com o podían entre jonios y atenienses. Escribían en jónico, com o los sofistas y otros más. Piénsese, por lo dem ás, que H ipócrates escribió a fines del siglo v a. C . y com ien zos del iv, pero una parte del corpus Hippocraticum qu e nos ha lle­ gad o es posterior, de los siglos i v y i n a . C . Junto con su calidad de pioneros del léxico científico, hay qu e anotar qu e los hipocráticos a veces estaban in­ fluidos por el ático. El ático qu e luego, a partir de G org ias de Leontinos, llegado a A ten as el 427 a. C ., se gen eralizó com o lengua literaria — seguida en fecha helenística por su d erivado la koiné— . P ero v olvien do a los m édi­ cos, son los tratados que con m ás seguridad son originales del m aestro los qu e deben estudiarse para conocer las innovaciones léxicas de la escuela. H ablem os, pues, del léxico renovado de la nueva m edicina. U n as veces venía de dar un uso n uevo a un térm ino anterior, ya hom érico, ya general. Por ejem plo, H o m . θεραπεύω, ‘cuid ar, servir’, tom ó entonces el sentido de ‘tratar m édicam ente’. Palabras jónicas ya en H eródoto, com o πάθη, π ά ­ θημα, tom aron en los m édicos el sentido específico de ‘afección ’, ‘enferm e­ d ad ’ (tam bién πάθος, qu e no está testim oniado antes del ático). O podían

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ser derivados con sentido m édico de nom bres de uso corriente, com o καρκίνος ‘can grejo’, ‘cáncer’, π ο λύ π ου ς ‘el p u lp o’, ‘los pólipos nasales’, ά λώ π η ξ ‘la zo rra ’, ‘la alopecia’. T o m a n sentido m édico igualm en te σύμπτωμα ‘síntom a’, χυμοί ‘los hu m ores’, κώμα ‘sueño’ y otras varias pala­ bras, com o κρίσις, κράσις, μίασμα, μετάστασις, πέψις, ύγίεια, ΰδρωψ . O podían partir de una form a anterior y añadir derivados, así νοσηρός y νόσημα (derivados d e ático νοσος ‘enferm ed ad ’, en H o m ero, y jónico hay νούσος). Se ocupaban de la φύσις, su ciencia era una τέχνη, ellos ιατρικοί τεχνΐται. Es notable y fue im portante para el léxico grieg o posterior el uso abundante de prefijos y sufijos, incluidos los destinados a den om inar en ­ ferm edades y enferm os de las mism as. P o r ejem plo, prefijos: δυσεντερία y otros con δυσ-, ά-, περι-. Y com ­ puestos num erosos. Pero sobre todo sufijos den otan do enferm edades (-αίνα, -ία, -μα / -ωμα, -σις / -ωσις) y enferm os (-ικός, -ώδης). C f., por ejem plo, κοιλία, -ιακός; αιμορραγία / -ιακος; γάγγραινα; νεφρΐτις, νεφριτικός;

άρΟρϊτις,

αρθριτικός;

πλευρά,

πλευριτικός;

γλαύκω μα,

καρκίνωμα; νάρκωσις, -κώδης; πριαπισμός, σατυρισμός, y un largo etcétera. En fin, los hipocráticos fueron im portantes no solo por su creación de sistemas léxicos que procuraran definiciones científicas, exactas, sino tam ­ bién para el desarrollo del léxico de los abstractos y de los adjetivos d eriv a ­ dos de ellos. A veces, de los verbos tam b ién .12 Esta es la medicina hipocrática, la prim era verdadera ciencia griega, y que encontraba a su lado escuelas médicas diversas. T odas ellas encontraban la m ejor acogida en Persia, en la corte de los A quem énidas (Ctesias fue m édico de D arío II y A rtajerjes M nem ón) y luego en fecha helenística y romana. G a ­ leno es, en esta, el escritor m édico más prolífico y más conocido. H ay que in­ sistir en la im portancia de su aportación al crecim iento del léxico griego. Por ejem plo, el sufijo -ίτις se especializó para nom brar enferm edades di­ versas: en esto y en tantas otras cosas el léxico de los hipocráticos fue continua­ do y desarrollado por la m edicina posterior. H o y sigue, en lo esencial, vivo. Por otra parte, los hipocráticos no son los únicos representantes del m u n do literario jónico y de su creatividad en el terreno léxico. D esgracia­ dam ente, apenas quedan fragm entos literales de escritos jónicos de los logógrafos y los sofistas. Pero tenem os al menos a H eródoto, algo más joven que H ipócrates y dorio de origen com o él, ya lo he dicho.

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H eródoto, hom bre libre qu e se exilió a Sam os y luego viajó a A ten as y a todo el m u n do griego, incluso a A sia tras la p a z de C alías con Persia el año 449 a. C ., estaba lleno de curiosidad. T o m a b a lo qu e le contaban y lo trata­ ba com o un dato, no creía autom áticam ente en ello. Y hacía crítica, a veces ciertam ente ingenua, pero crítica. C om parab a pueblos, regím enes políti­ cos y costum bres. F ue el gran iniciador del pensam iento histórico con m i­ ras universales. T o d o esto tenía qu e reflejarse, cóm o no, en su léxico.'3 c) Sócrates y la prosa jónica y ática. D e la prosa jónica se pasó a la ática: el ático es, en realidad, una variante del m ism o dialecto. Resultaba anóm alo, a partir del m om ento en que Jonia fue dom inada por los persas y A ten as se con virtió prácticam ente en el centro intelectual del m u n do griego, que los escritores siguieran usando el jónico. E n A tenas las inscripciones se redactaban en ático y el ático in flu yó en S oló n , to d avía en el siglo vi a .C . y en el d iá lo g o del teatro del siglo v .'4 P ero era ya un ático conversacional, el de la comedia, ya conservaba, en la tra­ gedia, adherencias de la antigua lengua poética, m uy influida por el jónico.'5 U n extranjero, un jonio, G org ias, a quien ya he hecho referencia, fue el q ue, llegado a A ten as en el 427 com o em bajador de su ciudad, L eontini en Sicilia, perm aneció en ella com o m aestro de retórica. En A ten as los discursos en la A sam blea y la H eliea o con jun to de los tribunales eran, naturalm ente, en ático. Y

G orgias, com o extranjero qu e era, no tenía entrada allí. Pero encon­

tró inspiración para escribir en ático sus παίγνια, juguetes: discursos de puro ensayo com o el Epitafio, el Palamedes, la Defensa de H elena; e incluso uno de tem a filosófico. Sobre e l No-Ser. Q u ed a tam bién algún fragm ento en ático del sofista T rasím aco de C alcedonia. D ieron el m odelo para la prosa ática, cuyo prim er escrito es, al menos para nosotros, la Constitución de Atenas del pseudo-Jenofonte, anterior al 431, fecha del com ien zo de la gu erra del Peloponeso. L u e g o siguieron so­ fistas com o A n tifo n te y oradores com o A n tifo n te (el rétor, si es que es una persona diferente) o A n dócides o Lisias. Son varios sectores de la literatura ateniense los que, desde cierto m o­ m ento, dieron el m odelo para la literatura griega qu e siguió: la prosa de los socráticos, la de los oradores y la de los historiadores, a partir de T u cíd id es

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sobre todo. T od o s estos tipos de prosa fueron im portantes para el desarro­ llo del léxico g riego. A q u í d oy tan solo unas breves notas. E l cam p o n o está bien exp lo rad o , pero aun así rem ito al libro de P. C h an train e1'1y a ejem plos en m i Historia de la lengua griega, pág. 156. H a y qu e com en zar por los socráticos, aun que sus escritos no son los más antiguos, antes están los ya citados y lu ego otros que se fechan en el si­ glo iv (Jenofonte, E squines, Platón). L o que es notable, m e parece, es que toda esta rama (o conjunto de ramas) filosófica com en zó con un hom bre que nada escribió, Sócrates. Y que, es m ás, luchaba contra la exposición personalista y un tanto ex cathedra y dogm ática de los presocráticos. Sócra­ tes solo sabía qu e no sabía nada e inquiría, dialogaba. Pero, curiosam ente, su diálogo en las calles, palestras y los banquetes de Atenas se convirtió en el modelo de un género literario: «diálogos», que son ya obras literarias de sus discípulos. U n m odelo para la renovación de toda la prosa ática y, sobre todo, de la prosa helenística. E ran escritos que, desde pronto, dejaron de ser verdaderos diálogos (a veces conservaban la form a, así en el prim er Aristóteles) para convertirse en exposiciones o tratados. Y fue form idable su contribución al avance del léxico griego, sobre todo en A ristóteles y sus continuadores helenísticos. N o parece, por ello, inadecuado, creo, qu e yo haga aquí una breve refe­ rencia al léxico de Sócrates: de él partieron todos sus discípulos próxim os y remotos. Sócrates no escribió, ciertam ente, pero las particularidades de su lengua y de su léxico las conocem os bien: nuestras fuentes, qu e en tantas cosas discrepan, coinciden en esto.1" Sócrates era un sofista, en cierto m odo. Pero oponía el «discurso corto» al largo (Protagoras 334c) y, adem ás, era ateniense. N o hacía literatura, sim plem ente dialogaba: no era relativista, buscaba conclusiones. Evitaba el nivel v u lga r y el lenguaje «elevado» de sofistas y rétores. En la Apología iy b -c le hace decir Platón qu e va a hablar en el lenguaje casual, «el qu e se le ocurra». G ustab a de com paraciones y sím iles, de anécdotas y mitos, de fábulas, acudía a la parodia e ironía, a la paradoja. Usaba la ate­ nuación, los recursos im presivos y expresivos, la interrogación y exclam a­ ción, el personalism o, la sintaxis laxa. Y , sin em bargo, en él em p e zó un n u evo léxico filosófico. Y som etía a du da el lenguaje com ún pregu n tan d o el « ¿qué es...?». E n las m ism as N u ­

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bes de A ristófanes, del 423 a. C ., hay ya vo cab u la rio socrático: φροντίς, τά θεία πρά γμα τα, γνώμη, διάλεξις, τι σοφόν, αμαθής, δυσμαθής, q u c son ‘p ensam ien to’, ‘las cosas d iv in as’, ‘op in ió n ’ , ‘d ialéctica’, ‘a lgo sabio’, ‘in ­ cu lto ’ , ‘resistente al a p re n d iza je ’. E n contextos especiales in tro d u cía v er­ bos m u y suyos o en sentido m u y suyo, com o έπιμέλομαι, θεραπεύω , εξετά ζω , ελέγχω , φ ροντίζω , πείθω: ‘cuidarse de', ‘c u ltiv a r’, ‘e xa m in a r’, ‘ in terrogar, re fu ta r’, ‘re flex io n a r’, ‘p ersuadir’ . T o d o aquello del «cuida­ do del alm a», de «la vid a no exam inada» y dem ás es p u ram en te socráti­ co. A trav esó las edades. L a m ism a palabra φιλόσοφΓς ‘filó so fo ’ por oposi­ ción al σοφ ός ‘sabio’ de los presocráticos, es in ven to suyo («solo D io s es sabio», d ijo lu ego Platón). T o d o eso de la «definición» de las virtudes no es otra cosa que darles un n uevo sentido: Sócrates quería apoyar las «virtudes» tradicionales, frente al relativism o y hasta inm oralism o de los sofistas,1'* pero dándoles una ar­ gu m en tación racional. Y , al definirlas, les daba un nuevo sentido. Igual, por supuesto. Platón. H e propuesto'9 qu e la equ ip aración plató­ nica de los térm inos de la Justicia, el Bien y la B elleza (δίκη, τό άγαθόν, τό καλόν) equ ivale, en realidad, a un cam bio sem ántico respecto al grieg o co­ m ún que se hablaba en las calles, qu e venía de la antigua tradición. ¿Y qué decir, también, de las Ideas (εϊδη), del alma espiritual o cognoscente (νους), de la ‘separación’ (χωρισμός) de los dos m undos, real e ideal, de la ‘dialéctica’ (διαλεκτική) y tantas ciencias o especialidades en el Sofista, etc.? E n Platón com en zó la invasión del ático por el léxico abstracto y los ad­ jetivos derivados de él. Sus últim os diálogos (Timeo, Leyes, etc.) ofrecen una avan zad illa del léxico helenístico.21’ T o d o , en torno ya de la m itad del siglo t v a .C . Pero esto no era nada respecto a lo que a va n zó en el m ism o sentido Aristóteles, verdadero anticipo de la lógica y la ciencia helenísticas. Sobre la base de los filósofos anteriores, suyo es el lan zam ien to del léxico griego en cam pos com o la gram ática (σημαντικός, ονομα / έήμα / έπίθετον / άρθρον, υποκείμενον), de la lógica (συλλογισμός, πρότασις, κατηγορία, γε­ νικός), de la física (φυσικός, φυσική επιστήμη), de la teología y teoría del m ovim ien to (κίνησις, εντελέχεια, ενέργεια, κα τά συμβεβηκός), la política y ta ética (oí μέσοι, μέση πολιτεία, επιείκεια), literatura y retórica (άναγνώρισις), etc. Sentó las bases para su am pliación posterior.

La confluencia y expansión de las lenguas de Europa P o r supuesto, se trata de especializaciones que arrancan del léxico del grieg o com ú n y de los sufijos y otros elem entos form ativos del grieg o co­ m ún. U sado todo ello com o léxico especializado qu e unas veces acabó por convertirse en norm al en todo el grieg o y luego, con frecuencia, en todas las lenguas del m u n do, m ientras qu e en otros casos continuó el uso especia­ lizado , a veces hasta hoy. E l problem a para aquilatar la aportación aristotélica es que, con la m a­ yor frecuencia, las publicaciones m odernas relativas al léxico de las d ife ­ rentes ciencias*1 recogen sin discrim inación el de toda la G recid ad. Por supuesto, el ím petu para crear abstractos y derivados no estaba li­ m itad o en A ten as a los socráticos. Pero es de lam entar que, así com o exis­ ten m u y buenos estudios sobre la prosa ática de la oratoria y géneros cone­ xos,^ es poco lo q u e se nos dice sobre su léxico, salvo en la m edida en que conocem os la term inología ju ríd ic a / 5 D e todas m an eras, algun as cosas he d ich o en m i Historia de la lengua griega14 sobre los p rim eros escritores de la prosa ática, G o rg ias y T ra sím aco. P ero a lgo m ás p od ría añadirse, sobre ellos y sobre el sofista A n ti­ fonte. Sobre G org ias, por ejem plo, cóm o o bien in trodu jo nuevos abstractos (άγνόημα) o adjetivos (αβίωτος, οικτίρμων), o bien los h izo entrar en la prosa con n um erosas palabras proceden tes del jón ico o de la traged ia (άμαθία, νόσημα, ανωφελής). O creó tam bién una serie de nuevos sentidos figurad os (δυνάστης ‘poderoso’ unido a λόγος, τοΐς τής ψυχής όμμασι ‘con los ojos del alm a’, ψυχή τυποΰτα ι ‘el alm a es con fo rm ada’, νόσον ήδειαν ‘una dulce en ferm ed ad ’, etc.). A u n q u e sus fragm entos son m ínim os, T r a sím aco in trodu jo adjetivos nuevos com o αναίσθητος, así com o nuevos usos de la pasiva y de las sustantivaciones. M ás novedades encontram os en A n tifo n te el sofista: num erosas sustan­ tivaciones (τα νόμιμα ‘la ley’, τό ζην, τό άποΒανεΐν ‘ la vida, la m uerte'), al­ gunos abstractos nuevos com o επικούρησις ‘auxilio’, etc. L a lengua se m ovía ya, con sofistas y rétores, en el sentido de crear redes léxicas y abstractos, gen eralizar la pasiva, usar más del in fin itivo y partici­ pio, sacar adjetivos de nom bres y nom bres de adjetivos, em plear lenguaje poético y figu rad o (que pasó luego, a veces, a ser com ún). P ero sus fra g ­ m entos son escasos, no podem os ju zg ar bien.

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M ás ha llam ado la atención el léxico de T u cíd id es, lleno de abstractos y derivados de los m ism os, den tro de una sintaxis concentrada: llena de ex­ presiones nom inales, de anacolutos, abuso de participios e infinitivos, etc.’5 E n definitiva, es la expresión abstracta lo que más amaba, aquella que hizo la gloria de la lengua griega y dio el m odelo para otras lenguas. Se trata ya de la sustantivación de adjetivos (τά γαμικά en vez de γάμος, τό εΰψυχον en vez de ευψυχία, τά γιγνόμενα), ya del uso del infinitivo con τό (διά τό άδεές, τό βραδύ, τό εΐξαι, ές τό βοηθειν, τό καταπεπληχθέναι, την ου περιτείχισιν). A ve­ ces Τ ucídides seguía usando una expresión ya de los trágicos o H eródoto, otras veces creaba, a veces usaba ya un nuevo térm in o ya el existente (άδεια, βραδύτης, κατάπληξις, βοήθεια). Disfrutaba am pliando las posibilidades de la lengua griega, al tiempo que revivía lo arcaico y manejaba lo usual. M ás frecuentem ente, T u cíd id es creó abstractos u tilizan d o las capacida­ des form ativas del griego, aun que a veces no los creaba, sino qu e los reco­ gía de sus antecesores. A n tig u o s son ya άγώνισμα, άμάρτημα, άναχω ρησις. Pero creó, por ejem p lo, α ναλογισμός, άναγνώρισις, εγκαλλώπισμα. A través de él, un d ilu vio de abstractos, derivados y expresiones varias se transm itió a la prosa posterior; o bien pasaron al griego posterior o bien quedaron com o una rareza. H a y en todo caso en él una libertad, apertura y variedad increíbles. N o siem pre fáciles. Y m u ch o de lo qu e aparece en T u cídides lo hallam os en toda la prosa del siglo iv, sobre todo en los oradores.

E l léxico griego de las edades helenística y romana Pero la m áxim a extensión del léxico griego está en la prosa de la época he­ lenística y rom ana. Eso lo sabe cualquiera que m aneje diccionarios griegos. Y son m uy incom pletos, sin em bargo. C u a lq u ie r persona o cualqu ier gru p o de hablantes podía crear en grie ­ go, en esta fecha sobre todo, nuevas palabras o nuevos sentidos de las exis­ tentes, en una proporción m ayor qu e en cu alqu ier otra lengua conocida. L o que y o decía en un artículo arriba citado sobre la tipología del griego, centrada en la m agn itud del léxico, se revela absolutam ente cierto para esta época, en la que, por otra parte, el an tigu o sistema m o rfoló gico tendía a sim plificarse, salvo en la literatura m u y aticista.

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Pero, antes de seguir adelante, he de decir algunas generalidades. El volu m en de literatura griega de fecha helenística y rom ana que se nos ha conservado es m u ch o m ayor qu e el de la anterior; sin em bargo, es incom pleto. L a literatura helenística, con excepciones, es un gran n au fra­ gio: bíen poco nos queda de sus poetas, filósofos y científicos, los con oce­ m os sobre todo p or sus continuadores en época rom ana. L a prosa m enos técnica se nos conserva en escasa m edida: la carta de Aristeas, F ilón el M e­ cánico, Polibio, etc. Podem os, pues, difícilm ente fechar la aparición de nuevas palabras y de nuevos sentidos, aun que m u ch o podem os adivin ar. El crecim iento, ya digo, es exponencial. Y hay que com pletarlo con el de los helenism os lati­ nos, incluidos los nom bres técnicos tam bién latinos, derivados del griego por préstam o o calco. Por otra parte, habría que atender al estudio de los diferentes estratos del g rieg o . E l g r ie g o v u lg a r y su léxico es escasam en te con ocido. A lg o se puede aportar sobre textos vulgares helenísticos o de en torno al siglo i d. C ., com o la Vida de Esopo, pienso;36 o bien tardíos, cuando se h u n dió la prosa aticista, así la redacción de las fábulas de Esopo en la C olección V in d o b o nense.2' E n realidad, el léxico v u lga r es a lgo evitado, solo sale a flote, com o descuido, en algunos papiros y algunos otros textos. H ay algunos estudios sobre tem as particulares en este capítulo, m uch ísim o m enos exhaustivos qu e los relativos a la fonética o la m o rfolo gía.28 H ay dos fenóm enos generales que merecen atención: el crecim iento de la literatura aticista, que trata de recuperar el lenguaje ático, y el de la técnica. E l aticism o es un m o vim ien to clasicista que llenó de form as y palabras áticas ya perim idas la prosa g riega desde el siglo i d. C . Sobre él puede v er­ se con provecho, todavía, la obra de W . S ch m id, D er Atticismus in seinen Hauptvertretem, H ild esh eim , 1964 ( i.a ed. 1896-1897). H a b lo del aticism o en general, con bib liografía, en mi Historia de la lengua griega, pág. 180 sigs.,29 au n q u e tam bién en este cam po los estudios que se han realizad o han sido sobre todo gram aticales. C on sid ero qu e la tendencia a volver a los orígenes áticos, a partir de C e ­ cilio de C aleacte y D ion isio de H alicarn aso, tuvo lu gar por una especie de grad ación o escalada: puede señalarse, con frecuencia, la fecha en que se «repescó» una palabra del ático o se creó una a su im itación. Y cóm o el n i­

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vel de aticism o era diferente según los autores, cóm o al aticism o propia­ m ente basado en la lengua ática se le añadió ya en fecha tardía un lenguaje poético que im itaba a los antiguos poetas áticos o no. T o d o esto, y cóm o cayó el nivel de len gua, in clu id o el léxico, en el si­ g lo v i d. C ., lo estudié en m is Estudios sobre el léxico de las fábulas esópicas. *0 F ech o en él m u y exactam ente, sobre el precedente de Sch m id y en la m edi­ da de lo posible, la fecha de reincorporación a la prosa griega de las d ife­ rentes palabras. Pero es un tem a m u y abandonado hoy en día. Y

hay lu ego el segundo tem a, el de la entrada del léxico técnico, tom ado

de la tradición anterior o creado ahora. Sobre el estado de la cuestión m e he expresado en el trabajo realizad o en colaboración con D olores L a ra y que he citado antes. A llí estudiam os, con indicaciones bibliográficas, el léxico de la botánica, de la zoología, la geom etría, la m edicina, la arquitectura, la retórica, la gram ática y la astronom ía. Estos térm inos, com pletados o tra­ d ucidos algunos en época latina, son la base de los que han seguido em ­ pleándose hasta hoy en día. P ero este estudio es insuficiente, porque hay que añadir que, a partir de A ristóteles, creció enorm em ente en diversos autores el léxico filosófico en los más distintos sentidos. Y el léxico legal y adm in istrativo en general, con fo rm e a las nuevas necesidades de los tiem pos. Y el de tantos con oci­ m ientos nuevos en cam pos com o el de la m ecánica y en m il aspectos de la v id a com ún. Pero, una v e z más, no tenem os estudios precisos. A u n q u e sí otros sobre el desarrollo de ciencias e instituciones en las edades helenística y rom ana: de ellos es posible obtener datos sobre el nuevo léxico, sus fechas de aparición, sus cam bios de sentido, etc. A u n q u e chocam os siem pre con el m ism o problem a: nuestras fuentes son incom pletas y tardías, el n u evo vocabulario que aparece en G ale n o o P tolom eo o los gram áticos tardíos, p or poner un ejem plo, puede proceder de fecha helenística. Y qu izá, a veces, de otra anterior. E n todo caso, por una vía u otra, incluida la latina, la ciencia m oderna, cuand o com en zó a despuntar a partir del siglo x m y, sobre todo, del xvi y x v ii, pudo encontrar, en los griegos, una gu ía (para seguirlos o contrade­ cirlos) y lo esencial del léxico necesario. L o m ism o ocurre en otro sector esencial: el n uevo léxico del cristianis­ mo. Y a el E van gelio, sobre todo algunos evangelistas, acogió léxico griego,

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así com o, antes, la am plia literatura judeocristiana (y otros m ovim ientos en relación con religiones egipcias o iranias, a veces salvacionistas y m istéri­ cas). E n esta nueva literatura hay qu e in cluir a los autores que, com o C le ­ m ente de A le jan d ría y F ilón , trataban de acercar la Biblia hebrea (o bien el Evangelio) a la tradición helénica. Y , sobre todo, hay que incluir la vasta literatura cristiana desde el si­ glo

ii

d. C .: los E vangelios apócrifos, los padres apostólicos, los apologistas,

los Padres de la Iglesia. Estos últim os edificaron un vasto léxico teológico, sobre base griega, pero ateniéndose, en lo posible, a los cánones del aticis­ mo. A l m enos hasta el siglo v d. C . Este es el vasto océano del léxico g rieg o , una m area creciente que puede recogerse en diccionarios generales y sectoriales, léxicos de autores, etc., aun que en buena m edida, en form a cruda, sin orga n izar científicam ente. A partir de unas cuantas vías, que he señalado, alcanzó al latín y las len ­ guas europeas, com o he adelantado y verem os más detenidam ente. En m i Historia de la lengua griega, pág. 186 sigs., he dado algun os datos generales sobre la organización de este léxico. Por ejem plo, sobre cóm o fueron creándose, en torno a un nom bre o un verbo básico, m ediante d e ri­ vados y com p u esto s, y térm inos p ositivos y n eg ativo s, vastas redes lé x i­ cas. L o he ejem p lific a d o con α ίρεω ‘coger, to m a r’ , para el qu e, hasta el siglo v a. C . no había sino el verbo m ism o (en H om ero) y el abstracto αιρεσις (en H eródoto). C reció luego en el ático del siglo iv, en los filósofos helenísticos, en los científicos de época rom ana, en los cristianos. Señalo igu alm en te la creación de redes léxicas, sobre las cuatro clases principales de palabras, en torno a λο γίζω ‘calcular’, βουλεύω ‘reflexion ar’, φίλος ‘am igo’, όράω ‘ob rar’. Y

la am pliación de las redes con diversos prefijos (άνα-, άπο-, έκ-, φιλο-,

άρχι-, αύτ-, etc.). Solo con αύτ- y α ύτο- hay en el D G E unas 850 palabras, con άπο-, unas 1.750; con άγαθο-, 50; con άρχ-, άρχι-, άρχε-, άρχ-, 250. M ás interesante es, sin d u d a, la pro lifera ción de los su fijo s qu e crean abstractos y derivad os. H ay qu e rem itir otra v e z a C h a n tra in e, 1933, tam bién a literatura parcial sobre su fijos y autores. Y por supuesto, a los diccion arios. El inverso de B uck-Petersen, ya citado (y hoy notablem ente superado), señala para una serie de sufijos añadidos a nom bres y adjetivos las siguien ­

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tes frecuencias (cierto qu e para la totalidad del griego, com o he dicho): -ιος, -ιον, 12.000 apariciones; -ία, -ίη, -ια, 7.500; -μός, -μόν, -ομός, -ισμός, 4·οοο; -μα, -ασμα, -ισμα, 3-3°°’ ' τιΊ5 (-τα ς)/ -τητος, -τατος, ι.οοο; -τής, -τάς (gen. -του), 44o; -σις, -ξις, -ψις, -τις, 5-4°°; ' Κ(ί)ς, -κόν, -ιακός, -τικός, 7.200. T o d o esto puede dar una idea del inm enso despliegue del léxico griego: de su coherencia y sistematismo, de su poder clasificatorio, de su función de a poyo en los m ás diversos sectores de la ciencia y de la vida. Y no insisto en su gran capacidad para crear abstractos m ediante sustantivación con el ar­ tículo, así com o com puestos. Partiendo de unos orígenes indoeuropeos y de un cierto despliegue en fecha clásica, todo ello culm in ó en las edades helenística y rom ana del grie­ go. Estaba destinado a continuar en latín, en las lenguas europeas y en to­ das las lenguas. H a con tribuid o a una cierta unificación , com o he dicho, de todas las lenguas de E uropa, q u e se han constituido en m odelo para las de todo el m undo. Por otra parte, el léxico grieg o antiguo es inm enso, inabarcable; en la redacción del Diccionario griego-español hem os chocado m últiples veces con la im p osib ilidad de dar una descripción exhaustiva: rem ito a varios artícu lo s relativos a este tem a.3' E n ellos podrá tom arse nota del enorm e cau dal qu e encon tram os en dicho diccion ario de nuevas palabras, nuevas acepciones, elim inación de palabras que no aparecen en las nuevas edicio­ nes, hapax que ahora dejan de serlo, nueva definición de los térm inos, n ue­ va organización sem ántica de los artículos, etc. T o d o ello, tras la nueva bi­ bliografía y con ayu da de cam pos hasta ahora poco explorados (léxico técnico, cristiano, etc).

DEL L ÉX IC O GRIEGO AL L A T IN O

L a derivación de palabras, directam ente, del g rieg o antiguo a las lenguas m odernas es m ás bien rara hasta la E d ad M oderna. El griego an tigu o ha entrado gen eralm en te en ellas a través del latín: del an tiguo y hablado preliterario; del literario (que entró lu ego en la lengua com ún, con frecu en ­ cia); y del tom ado en préstam o por el latín vulgar. O del latín eclesiástico y el latín m edieval, tam bién, o del árabe y otras lenguas. P ero el grieg o anti­

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gu o llegó asim ism o directam ente a O ccid en te a partir del R enacim iento, por la lectura d e los textos griegos y latinos antiguos. O bien se trata, otras veces, en nuestras lenguas, de palabras del griego b izan tin o, que suelen haber llegado o por vía eclesiástica, o por la latina m edieval, o a partir de las ciudades italianas o de P roven za o F rancia. D e esto hablaré m ás adelante. Pero dejem os esto por el m om en to y volvam os al in flu jo del léxico g rie ­ go en latín, don de era aceptado bien en la lengua hablada, bien en la culta, sim plem ente transcrito (pero frecuentem ente con alteraciones) o con a yu ­ da de calcos. Y ello desde fecha m uy antigua. El griego estaba, com o quien dice, siem pre a la puerta, esperando en ­ trar por la vía de la lengua hablada (la latina o las m edievales) o por la de la literatura, y ello en varios niveles y épocas. A u n así, tanto el latín com o las diversas lenguas europeas, rom ánicas y no, quedaron inundados de pala­ bras griegas.3J Y

eso que la lengua griega su frió duros golpes en la A n tigü ed ad . D es

pareció, ante el latín, en las antiguas colonias griegas de O ccidente: en Ita­ lia, Sicilia, M arsella, H ispania, cuando fueron conquistadas por R om a a partir del siglo m a. C . En O rien te, el grieg o tue expulsado de la India e Irán, a finales del siglo iv a. C . y lu ego en el m , cuando los pueblos indios y más tarde los partos se im pusieron, y los reinos helenísticos qu edaron lim i­ tados por la frontera del Eufrates; e igual, más tarde, Rom a y B izancio. Esta es, com o ya se ha dicho, el lím ite del léxico europeo in flu enciad o por los griegos. Y del alfabeto europeo y la cultu ra europea derivada de la grie ­ ga y latina, en general. E l lím ite de E u ropa por un tiem po, diríam os; m u ­ sulm anes y turcos lo estrecharon más, más tarde. D esde la conquista rom ana de los reinos helenísticos y G recia, el grieg o perm aneció en G recia y M acedonia, pero en los dem ás lugares fue, com o m áxim o, la lengua d e las clases urbanas e ilustradas trente a las lenguas in ­ dígenas. A u n q u e había un dom in io del latín en la adm inistración, la m ili­ cia y el derecho.33 P ero después de Justiniano desapareció en B izan cio lo que quedaba de latín en la adm inistración del Im perio bizantino. Y , en O ccidente, en la R om a de los siglos iv y v d. C ., el grieg o era sola­ m ente la lengua de ciertos inm igrantes de O rien te y de algunos pocos c u l­ tos. En la E d ad M edia, era casi siem pre desconocido, con contadas excep­

Léxico griego, latino y cristiano en la historia de las lenguas de Europa

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ciones en los m onasterios de Irlanda, Inglaterra y Escocia y en el in flujo qu e ejercieron en el continente, por ejem plo, en la corte de C arlo m agn o y en los m onasterio de Saint G a ll y Reichenau, entre otros. M on jes griegos hu bo tam bién en la corte de O tón I, en R om a y en varios m onasterios del sur de Italia. Y hu bo traducciones, aun que no m uchas, del g rie g o / 4 Pues bien, pese a todo, el prestigio de la lengua griega nunca decayó y, ciñén dom e ahora al léxico, es cierto qu e dejó gran des huellas en toda clase de lenguas y, m u y concretam ente, en todas las de Europa: de las rom ánicas a las germ ánicas y eslavas, al vasco y a todas las dem ás. M e ocuparé ahora del léxico que penetró en el latín, ya en el hablado, ya en el literario. Pero el in flu jo del léxico griego no puede com prenderse sin el in flu jo de su literatura, com o traducción e im itación de la cual, com o he señalado páginas atrás, se creó la latina. T am p o co sin la existencia del bi­ lingüism o, procedente de relaciones com erciales y de todo tipo, pero tam ­ bién de la enorm e in m igración de griegos y, sobre todo, ya en época im pe­ rial, de grecoparlantes de O rien te (egipcios, sirios, judíos, etc.). A sim ism o, las clases cultas de R om a al m enos en la R epública y en bue­ na parte del im p erio , eran b ilin g ü es, no m en os qu e las q u e com bin aban el griego con lenguas orientales varias. Tenem os sobre esto mil anécdotas, el grieg o era tan indispensable para estas clases com o hoy el inglés. M an d a­ ban a sus hijos a estudiar a G recia, trataban con representantes de toda la cultu ra griega. Por supuesto, sin esto no se com prendería tam poco el in flu jo de la lite­ ratura griega — prim ero la contem poránea, lu ego toda ella, incluida la an­ tigua— en la literatura latina. L a prim era oleada de helenism os35 debe atribuirse a los contactos de los rom anos, en realidad ya desde el siglo v n a. C ., cuand o el alfabeto entró en Rom a, ya con los griegos del sur de Italia ya con los etruscos helenizados. Y aum en tó con el fin de las gu erras samnitas, hacia el 330. T érm in o s influidos por el etrusco pueden ser, según se piensa,persona, Proserpina,amurca, sporta. Y derivadas de dialectos griegos del sur de Italia y de Sicilia, lo que com porta varias peculiaridades fonéticas procedentes de esos dialectos, son palabras com o machina, olma, crapula, A chiui. H a y que notar qu e en los helenism os m ás antiguos se encuentran ras­ gos ortográficos propios del latín de esa época, com o la transcripción de las

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La confluencia y expansión de las lenguas de Europa

sordas aspiradas com o sim ples sordas (purpura, ampulla, Poenus). Y que otras veces se encuentran adaptaciones o alteraciones form ales de las pala­ bras griegas o bien derivaciones va latinas. A d aptaciones pueden conside­ rarse las form as en -a de la p rim era declinación m asculina (nauta,poeta), o las derivadas de la tercera pasadas a la prim era (sporta, ya citado, norma de ac. γνώμονα) o a la segunda (bracchium, Tarentum, Agrigentum). O el paso de los verbos a la prim era con jugación (machinari, exanclare). Por otra par­ te, el latín podía hacer derivaciones propias de palabras griegas: paedicare de τά παιδικά, stomachari de στόμαχος, pausare de παϋσαι. T o d o esto indica una perfecta asim ilación del vocabulario grieg o al lati­ no. N ótese la vid a de las palabras citadas: m uchas pasaron luego a las len ­ guas europeas. Y nótese qu e el fenóm eno del in flu jo de la vía oral en la entrada d e helenism os tu vo lu gar tam bién en la tarda A n tigü ed ad , en latín vulgar. Sobre esto volveré. Estos elem entos léxicos antiguos se refieren más bien a la vida de todos los días: por ejem p lo a objetos (camera, linterna, chorda, calamus), a term i­ nología relacionada con el m ar (ballaena, delphinus, thunnus, cáncer, poly­ pus; scopulus, spelunca, crypta; puppa, gubernare, ancora), al com ercio (pur­ pura, serica, tapete, apotheca, nummus, mina, talentum), a la agricultura y alim entación (putare, cannabus, sinapi, rapanus, oleum, castanea, malum, ampulla), a la m úsica (cithara, cymbalum). L u e g o entraron térm inos refe­ rentes a la n ueva cultura que llegaba a Rom a (epistula, grammatica, schola, horologium, balneum), al cuerpo y la m edicina (stomachus, melancholia, p o ­ dagra, catarrhus, diaeta), a los m inerales y las piedras preciosas (magnes, ala­ baster, adamas, smaragdus, margarita), a la sociedad y las costum bres (poena, punire, crapula), etc. Pero pasemos a los térm inos incorporados por la antigua literatura lati­ na, aun qu e no podem os asegurar la vía por que llegó a ella cada uno. P u e­ den ven ir de la lengua hablaba o de textos literarios griegos. E l caso es que encontram os helenism os ya en la más antigua literatura latina: algun os son de carácter literario o m usical, otros no. A sí ya en L iv io A n d ro n ico (cothurnus, purpureus), en N e v io (barbarus, melos, nauta), en Plauto (absinthium, basilica, comoedia), en T e r e n d o (musicus, scaenicus)·, y lu ego en C a tu lo (ambrosia, astrum, satyrus), en L u crecio (cycnus), en V ir g i­ lio (calathus, magicus, narcissus).

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E stos térm inos acabaron por in corporarse, m u ch os de ellos, al latín hablado norm al y han llegado a nuestras lenguas. Pero habría qu e insistir en a qu ello s otros qu e procedían de la filosofía, la retórica o, sim p le­ m en te, del le n g u a je abstracto e in telectu al g r ie g o y q u e fu e ro n in ­ corporados al léxico latino por C icerón , la Rhetorica ad H erennium , Q u in ­ tilia n o y otros prosistas más: m u ch os fueron a parar, con el tiem p o , a nuestras lenguas. E n C icerón hallam os, entre m uchos térm inos n u evo s,astrologia, biblio­ theca, epigramma. A veces sustituía los términos griegos por calcos: conscientia por συνείδησις, com o ya he dicho; quantitas y qualitas por ποσότης y ποιότης; conuenientia por ομολογία. Q u in tilian o aceptó essentia por ουσία, conclusio por επίλογος, uniuersalia por καθολικά. A m b o s autores se debatían en el problema de si aceptar los térm inos griegos o crear equivalentes latinos: p ro­ blem a general cuando se trata de adoptar o no el léxico de otra lengua (lo tenem os ahora con el inglés). E n fin, autores posteriores con tin uaron in ­ troducien do nuevos térm inos griegos o calcos de los mismos: M acrobio, san A gu stín , poetas com o A uson io, etc. H a y algunos puntos de esta helen ización del latín o de sectores del latín qu e qu erría considerar aparte. a) E l vocabulario científico y técnico. A q u í los térm inos griegos entraron a chorro, por ejem p lo en la gram ática: nom bres de fonem as y letras, de partes de la oración y categorías gram aticales, de los casos y form as del ver­ bo, etc.,h En la m edicina, por ejem p lo (ya he señalado algunos térm inos, añádanse m il otros: C elso y los m édicos latinos tom aban tanto léxico especia­ liza d o de los m édicos griegos com o Prisciano y los dem ás de los gram áticos latinos). Y habría que añadir la astrologia y la m atem ática, la term inología botánica y zoológica, la de técnicas artesanas varias.57 b) E l vocabulario cristiano. Y a he hablado de él en el caso del griego: el la­ tín en general adoptó el del griego, aun qu e tam bién hacía calcos. Podrían citarse, entre m uchas palabras, Christus, Biblia, profeta, martyr, apostolus, baptizare, euangelium ,papas, episcopus, archtepiscopus, chorus, diaconus, ere­ mita, laicus, lyturgia, ecclesia, monasterium, eleemosyna, diabolus, angelus, parochus,presbyter, etc.

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A veces el latín cristiano cam biaba el sentido de las palabras griegas:pa­ thos es ‘pasión’ desde san A gu stín . O se hacían traducciones, com o spiritus por πνεύμα, benedicere por εύλογέίν. A lgu n as, sin em bargo, no han cu aja­ do, así tingere en v e z de βαπτίζειν: está en T ertu lian o y L actan cio, pero se ha perdid o en otros lugares, aun qu e queden huellas en dialectos de Sicilia y C alabria. c) E l latín vulgar. E l latín hablado, coloquial, del final de la A n tigü ed ad está lleno de helenism os. A veces se trata de la continuación de las tenden­ cias de adaptación, se dice por ejem p lo lampada (del ac.), amigdalum, o hay variantes fonéticas (ceresus, cithera). O se introducen nuevas palabras, tales cata ‘cad a’, colaphus ‘bofetada’. E n d efin itiva, el latín, en sus diversos niveles y especializaciones, acabó aceptando un im portante contingente de léxico griego. Ciertam ente, solo una parte de este léxico se incorporó a las lenguas m odernas com o léxico p atri­ m onial de las m ism as; otra parte tu vo qu e esperar a ser recogida de los tex­ tos latinos en la E d ad M edia o después (junto con léxico latino de origen, por supuesto). C la ro está que esta lengua qu e yo he llam ado alguna v ez grecolatín era considerada, lu ego, in dependientem ente de sus orígenes, m ero latín (o cas­ tellano, etc.). Se trataba, para la sensibilidad posterior, de una lengua ú ni­ ca. E n ella no solo las raíces griegas y latinas alternaban, tam bién los su fi­ jos: -icus, -ma, -ta, -ismus, -izare en el verbo, entre otros, son de origen griego; -osíís, -men, -mentum , -are en el verbo, de origen latino. E igual los prefijos: alternan -a e /«-, hi per- y super-,peri- y circum-. Este es el latín cuyos léxico y procedim ientos de form ación de palabras llegaron en cierta m edida a la E d ad M edia: no todo, un sector para cada sector de hablantes. U n a parte, com o ya he dicho, se perdía. Pero m ás tarde todo él o la m ayor parte de él fue u tiliza d o de n uevo para crear o recons­ truir el léxico de las nuevas lenguas. Y este latín era en cierta m edida de origen griego. El latín se con virtió, así, en un veh ícu lo del griego. Y de su literatura y cultura en general, por supuesto.

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P A S O D E L L É X I C O L A T I N O Y G R I E G O A LAS L E N G U A S D E E U R O P A

GENERALIDADES

L o dicho páginas atrás, en «Ideas generales», puede abrir este apartado. El latín cubrió, desde el m ism o com ien zo, las necesidades de las lenguas de Europa: les sum inistraba el léxico del que carecían. P orq ue E u ropa, lo hem os visto, era bilingüe: al lado del latín había las lenguas rom ánicas y las dem ás. Son lenguas habladas que com en zaron a escribirse desde el si­ g lo ix d .C ., raram ente el v m , a veces más tarde. Junto con estas lenguas habladas seguía vivien d o en O ccid en te la lengua culta, que era el latín: len ­ gu a escrita, pero hablada en ciertos ám bitos eclesiásticos y cultos. Llevaba, com o ya sabem os, térm inos griegos, incluidos m uchos de origen cristiano y eclesiástico. En O rien te, junto con una koiné hablada m uy dism in uid a, se­ guía escribiéndose la κα θαρεύουσα o «lengua pura». C ie rta m e n te , ese latín a d m itía d eform acion es p roceden tes d e las len ­ gu as habladas (el latín a rro m a n za d o del qu e he h ablad o podía d e c ir inmovele, flum in e, resis, carraira, etc.); y no era u n itario, ya hem os v isto sus d iferen tes tipos. L as len gu as habladas, en realid ad desde un c o m ie n zo p re lite ra rio q u e se nos ocu lta, in co rpo rab an latin ism os qu e en ocasio­ nes, según he d ich o , eran de o rig e n g rie g o o de otros orígen es. Y cre cie ­ ron cada v e z más. En O rien te la situación era diferente. En traron en el griego algunos la­ tinism os desde el Im perio b izan tin o inicial, lu ego otros más desde la con­ quista de C on stan tinopla por los cruzad os en 1203. Se añadió otra cosa: la entrada en O cciden te del léxico grieg o b izan tin o bien por vía eclesiástica, bien por relaciones com erciales y otras a través de ciudades italianas, Proven za, C atalu ñ a, etc. Este latín y este grieg o que entraban por diferentes vías contribuían, com o he dicho, a la unificación parcial, en el léxico, de las lenguas de toda E uropa. O tro tactor, que presentaré m ás adelante, es el de los influjos h o ri­ zontales de unas lenguas europeas en otras. A veces estos influjos traían nuevos latinism os y helenism os. Y

otros helenism os, más algunos latinism os, venían, en la E d ad M edia,

del árabe. D e ellos hablaré. A u n q u e lo norm al en las lenguas europeas

La confluencia y expansión de las lenguas de Europa eran los in flu jos internos de unas en otras. L o s externos, com o estos del árabe, eran excepcionales, más frecuentes en la península Ibérica. En todo caso, los préstam os de vocab ulario grecolatin o de u na edad o de o tra in clu ían , p or añ ad id o, elem en to s de sus sistem as de com p o sición y d erivación de palabras. E sto era m u ch o m enos cierto en el caso d e los préstam os que tom aban las lenguas europeas unas a otras y en el de los del árabe. V a m o s a estudiar este tem a, com pletando lo dich o hasta ahora y d ejan ­ do algunos puntos para la conclusión, divid ién d o lo en cuatro apartados: los préstam os latinos y grecolatino® recibidos por e¡ O ccid en te rom ánico; por el O ccid en te n o rom ánico; la entrada de léxico g rieg o en O ccid en te a través de B izan cio y a partir de B izancio; la entrada de léxico grieg o en el m u n d o eslavo.

LOS PRÉSTAMOS LATINOS Y GRECOLATINOS EN EL OCCIDEN TE RO MA N IC O

L as lenguas rom ánicas com en zaron a escribirse, com o ya he dicho, a partir del siglo ix d. C . A s í el francés desde los «Juram entos de Estrasburgo» de 842 y la Sequence de Sainte Eulalie, de 882; el italiano desde el Indovinello Veronese de ese m ism o siglo {pero no es aún un texto seguido, para eso hubo que esperar al siglo x). En España, el m ozárabe entraba en las moaxajas, desde ei siglo x i d. C ., y el castellan o de las glosas silenses y em ilianen ses es de la m ism a fecha. Igual el p ro vcn zal escrito. F i catalán es del x m , el portu gués separado ya del gallego, del xiv. E n todos estos textos, y por supuesto más en los de los siglos x n y x m , aparecen palabras latinas de las que no sabemos, la m ayor parte de las veces, desde cuándo estaban ya en la lengua hablada. L os sem icultism os, del tipo de esp. iglesia, tr. église, esp. virgen, it. vergine, fr .geste, angele nos hacen per­ cibir una especie de duelo entre form as patrim oniales y form as cultas, lati­ nas. Y textos latinos visigóticos desde el siglo v n , donde aparecen auricula, genuculum, ouicula ,1 nos hacen adivinar la existencia de form as rom ánicas que lu eg o se im pusieron, del tipo de esp. oreja, fr. saleil. En algunos casos había sin du da una continuidad desde el m ism o latín tardío, vu lgar o ecle­ siástico. Pero es difícil o im posible fijar la fecha de m uchos latinism os.

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El m ovim iento cultural com en zad o por C arlom agn o y que tuvo ecos en España e Italia, al favorecer el estudio del latín y su escritura, sentó las bases para que com en zaran a escribirse las lenguas rom ances, ya he dado las fe­ chas. Se escribían nuevos textos en latín, se hacían gram áticas y léxico·;.-'1'' Entraban palabras latinas, qu e o bien se hacían patrim oniales, o bien semicultas, por influencia de la Iglesia. E n trances, por ejem plo, baptisier, basiliq ue, église, idée, paradis, allegoric, aromatiser, astronomien, zone: puro griego. Se podrían dar algunos ejem plos de los m ás antiguos latinism os caste­ llanos. En M ío C id hay laudar, mirra, tus, uigilia, voluntad', tienen un con ­ texto eclesiástico. Es m uy interesante, por otra parte, el estudio de actas notariales y textos legales de la península Ibérica4" del siglo v m al x n , en cuyos lemas se in clu ­ yen tanto form as latinas com o otras rom anceadas, con m uchas variantes. H ay, p or ejem p lo, mercato, mergado, mergato; letrato, literato, literado; ermo, eremo, yermo (palabra esta de origen g rieg o );exido, éxito; directo, dere­ chura. L as palabras rom ances pugnaban por entrar en docum entos latinos, pero las latinas se defendían. El resultado de esta pu gn a fue el triu n fo a ve­ ces del latín, a veces del rom ance, a veces del sem icultism o. E n fin, a partir del siglo x m la adm isión de latinism os fue ya im portan ­ te. E n cualqu ier m anual o estudio se cita u na relativam ente larga serie de latinism os en, por ejem plo, Berceo y A lfo n so el Sabio.4' Sin duda proceden de textos latinos escritos: algunos antiguos, otros ya m edievales. C o n fre­ cuencia son helenism os: así en B erceo abysso, evangelistero, epistolero, en A lfo n so X teatro, comedia, himno, crónica, triángulo; gigante, centauro, del­ fín ; tirano, zodiaco, bigamo, anatema. C o m o se ve, se trata a m en ud o de u n léxico especial, culto o científico; a veces se rom ancea, com o en idolería. Igual en francés (austérité, authéntiq ue, bigame) y en italiano (arismctica, canonista, coszienza,dottrina).*‘ N o table es qu e por esta época com en zaron a funcionar dobletes de tér­ minos rom ances y latinos: artejo / artículo, santiguar / santificar. C o m o en francés (livrer t liberare, chance / cadence) y otras lenguas. Los más frecuen­ tes son aquellos en que a un nom bre patrim onial se opone un adjetivo lati­ no, del tipo hierro /férreo, hermano /fraternal, dedo / digital, qu e tienen para­ lelos en francés, en inglés y en otras lenguas. Se intentaba reconstruir redes léxicas de nom bre / adjetivo / verbo, com o las del griego y latín antiguos.

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La confluencia y expansión de las lenguas de Europa

E ra este un m om ento en que se escribían obras importantes en latín (a v e­ ces se traducían luego al romance, así las históricas de D . Lucas de T u v y el arzobispo D on Rodrigo) y despertaban la historia, la astrologia, el derecho. L o s latinism os crecieron en los siglos x iv y xv, cuando se abrían paso las corrientes del R enacim iento y el H u m an ism o: Petrarca y Boccaccio las ini­ ciaron. E n Francia·13 com en zaron por esta fecha las traducciones de obras latinas para los reyes: proporcionaban el m odelo. Y entraban en el francés palabras corno allégorie, anarchie, etc., y m uchos térm inos m edicinales, gra­ m aticales, etc. Igual en Italia.'” E n España, en tanto, Juan de M ena veneraba la Jiíada de una m anera casi religiosa; él, Santillana y V ille n a 45 introducían abominable, accesible, bélico, bucólico, cándido, caverna, deifico, divinal, fértil, hostil, ínclito, inocen­ cia, invención, magnífico, poetal, vocablos que a veces fracasaban, otras en­ traron en la lengua com ún. E n L a Celestina, a finales del x v , hay inmérito, fluctuosos, sulfúreo. Y

com o térm inos técnicos m édicos por esta fecha en castellano, po

ejem p lo, agonía, arteria, cardíaco, cólico. E n francés, desde del xrv, agronome, allégorique, anarchie, antipode, etc.4’’ Y en todas partes entraban térm i­ nos m édicos y térm inos científicos y técnicos de este tipo. E n el x vi y x v n siguieron entrando latinism os y helenism os latin izad os, pero en gen eral con m ayor m oderación . Es la época en que, por una parte, se elogiaba las lenguas m odernas (N ebrija y V ald és en España, B em bo en Italia, M ulcaster en Inglaterra, du Bellay en Francia); por otra, se trataba de adecuarlas al m odelo latino. P ero D an te, M ena y tantos otros ponían por delante ai latín, Ronsard se lam entaba de qu e el francés no pudiera equipararse con el griego. A veces, se in trodu jo el latín de tipo ciceroniano u ovidiano, al tiem po que se editaba a los antiguos, se creaban bibliotecas e instituciones cu ltu ra­ les al servicio del H u m an ism o , com o ya he apun tado. Entraban latinism os sinnúm ero, pero se intentaba, con más o m enos éxito, buscar térm inos in­ dígenas (en F rancia complainte por élégie) o se creaban form as m ixtas (fr. académicien, giganta l). L a literatura dio, entretanto, un giro: la épica oral m edieval fue susti­ tuida p or la virgilian a (A riosto, T asso, C am oen s, Ercilla), la lírica trad icio­ nal por la italianizan te (G arcilaso es el ejem plo clásico), las crónicas por la

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historia crítica, el teatro pop u lar o el d erivado de temas evangélicos por el m oderno, etc.47 P or tanto, la literatura rom ance m edieval, cierto que d erivada casi siem pre de m odelos clásicos pero considerada ahora ruda e inculta, fue reem ­ plazad a por otra de clara raigam bre grecolatina. N atu ralm ente, esto y los nuevos estudios m édicos, jurídicos, gram aticales, traían de to rm a inevita­ ble una renovación del léxico, siem pre a partir de la vena grecolatina. E s el léxico culto del que he hablado, que cada vez proliferaba más y, a veces, entraba en la lengua com ún. C la ro está, el cultism o podía ser más o m enos extrem ado. H abía diferencias de grad o, crítica (com o la de Q u evedo), térm inos m edios y térm inos extrem os, así en G ón gora. Y

no siem pre se tom aba el térm ino grieg o o latino: puede cam biarse el

sentido de los térm inos patrim oniales siguiendo el m odelo antiguo. A sí, cuand o Iray L u is de L eó n usaba en sentido latino leño, aplicar, tuces, perdo­ nar, construía huir com o transitivo igu al qu e en latín, etc. Pero H e rrera de­ cía directam ente sublimar, horrísono, flamígero·, G ón gora áspid, cóncavo, in culcar, intonso, métrico, náutico.1S P or otra parte, es im portante hacer notar que, sobre todo a partir del si­ g lo xvi, en todas partes se extendió la m oda de dar form a latina a las palabras patrim oniales, incluso a las derivadas del latín. E n español, por e jem p lo ,sino com en zó a escribirse (y pronunciarse) signo. En francés se escribió, por lati­ nism o, homme, heure, etc. ¡Y se pasó, por ultracorrección, a escribir heurler, haut\ Fuera de la Rom ania, en inglés por ejem plo, se siguió esta m ism a ten­ dencia, insisto m ás adelante. Las palabras semicultas, la sinonim ia de for­ mas patrim oniales y las latinizadas, etc., vienen de la m ism a tendencia.

LOS P R É S T A M O S L A T I N O S Y G R E C O L A T I N O S EN UT RA S L E N G U A S E U R O P E A S

E n las lenguas n o rom ánicas de E u ro p a entraron igu alm en te, desde fecha tem prana, préstam os latinos, qu e podían ser a veces de origen griego. E fectivam ente, adem ás de con los griegos, los rom anos estuvieron en contacto desde pronto con otros pueblos en Europa, para prescindir de los de A frica y A sia: etruscos, oscos y um bros, m acedonios, varios pueblos de

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La confluencia y expansión de las lenguas de Europa

Sicilia, ilirios, iberos, otros m ás. D e todos ellos, cuyas lenguas se han p erdi­ do, no hablo aquí. Sin duda recibían vocabulario latino, corno lo recibieron los vascos, según hem os visto. Siguió el contacto con celtas y germ anos, lo que fue la base de la entrada en latín y en las lenguas m edievales de algún (escaso) vocabulario celta, así com o de un notable núm ero de térm inos germ ánicos. N o entro aquí en el de­ talle de esos contactos, que especificaré al hablar, precisamente, de los présta­ mos. L a cuestión es que, en todo caso, el contacto fue frecuente desde la pri­ mera vez que se nos habla de las invasiones germ ánicas, cuando los cimbrios y teutones fueron derrotados por M ario en el año 101 a. C . E n la guerra y en la paz, cuand o los germ anos eran establecidos dentro del im perio desde el siglo tu d. C . y cuando, posteriorm ente, crearon sus reinos en territorios de lengua latina, que contaban con una población más num erosa y culta que la suya, y se cristianizaron y quedaron inm ersos en esta cultura, sus lenguas com en zaron a recibir de ella, y del latín fun da­ m entalm ente, las palabras que ahora necesitaban. Los germ anos, con excepciones, se latinizaban y aceptaban la cultura romana: los visigodos escribieron sus leyes en latín (la L e e romana visigotorum), ellos y los dem ás organizaron reinos estables sobre un m odelo en parte tradicional indoeuropeo, en parte rom ano; Se cristian izaban y, salvo excepciones, aceptaron las lenguas rom ances (incluso los norm andos en F rancia, ya en el siglo xi, una lengua francesa). P o rq u e reconocían la supe­ rior cultura occidental {y la bizantina, en un m om ento, los godos) y eran cuantitativam ente una pequeña m inoría, había algo así com o un germ an o por cincuenta rom anos. L a excepción principal estuvo en G ran Bretaña, donde las lenguas germ ánicas se im pusieron al latín y casi siem pre al celta (pero su lengua recibió un fuerte in flu jo del norm ando). C u a n d o se com en zaron a escribir las lenguas germ ánicas, en térm inos generales y salvo excepciones com o la poesía épica, ello se hacía en latín, com o en el resto de F-uropa. Y eran la cultura y la literatura europeas las que in flu ían en esos textos escritos y en las lenguas germ ánicas en general. A si, los latinism os de fecha antigua se increm entaron con el tiem po. V o y a poner algunos ejem plos: claro está, no los tenem os contempvoráneos al m om ento en que tuvo lu gar el préstam o. N o podem os hacer otra cosa que. conjeturas a partir de estadios posteriores de las lenguas.49

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AI menos para los térm inos cristianos tenem os un terminus post quem. E ncontram os latinism os (a veces de origen griego) cristianos en alto ale­ m án hacia el año 1000 d. C .: chriuze ‘c r u z ’ (lat. crux), tievel ‘d em o n io ’ (lat. diabolus), Kirche {de gr. κ υ ρ ια κ -ν ) 'iglesia', tam bién en an tiguo inglés se encuentran num bres y calcos sem ejantes (Haiga ‘santo\godpell ‘evan gelio’ , etc.). Siguen térm inos com o bishop, church y tantos otros. T od o s estos tér­ m inos, sé supone, vienen de la época de la cristianización. P ero hay, sin du da, térm inos m ás antiguos, en unas y otras lenguas germ ánicas: térm inos culturales latinos. A sí, al. 1V ein, ingl. wine de uinum ; al. Strasse, ingl. street de strata·, al. Z ieg el ‘teja’ de tegula; al. kaufen, a in g l. ceapian ‘co m p rar’ (tam bién cheap) de ampo; al. Birne, ingl. pear ‘p era’ d epirum ; al. K elch, aingl. calic ‘copa’ de calix, etc. H ay m uchos tér­ m in os relacionados con frutos y productos qu e eran nuevos para el m u n ­ do germ án ico (he m en cionado algunos); con transacciones com erciales (aparte de derivados de caupo, los de moneta, pondus, uncia, mango, etc.); con la cocina y la com ida (ing!. coo/( de coquus, dish cie discus. al. Schüssel d e scute/la, K eller de cellarium)·, etc. E n alem án A rzt ‘m e d ico ’ viene deüj·chiater, un helenism o. E n lenguas nórdicas hay térm inos correspondientes, tom ados sin duda de los m ercaderes rom anos (danés kpbe ‘com prar’ , vin ‘ vin o’). T o d o este am biente continuó durante la E d a d M ed ia, cuando en todo el m u n d o germ án ico la lengua de cultura era el latín, aquella en la que es­ cribían los doctos. En Inglaterra, donde el inglés era una lengua que había sintetizad o las lenguas germ ánicas originales, desde finales del siglo

vii

entró u na m u lti­

tud de palabras danesas y noruegas, y desde el siglo si entraron m uchísim as norm andas. T o d o ello fue consecuencia de las sucesivas invasiones. El latín era, junto al inglés y el n orm ando, la tercera lengua, la de la cultura: teolo­ gía , gram ática, docum entos oficiales, etc. D esde el siglo x iv com en zó a en­ trar una avalancha de palabras latinas, a veces las tom adas del francés se retocaban para hacerlas m ás fdatinas» (describe, April, equal). E n el siglo x iv , C h a u ce r está Heno ya de latinism os y helenismos: doctour, physic, naturel, pacient, drogges, diete, cordial. La cosa creció en el xvi: anachronism, analogy, antipathy, apostrophe, helenism os, com o se ve. H abía una verdadera gu erra entre el latín y el inglés, con partidarios de uno y de

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La confluencia y expansión de las lenguas de Europa

otro; el inglés com en zó a triu n far a finales del siglo xvi, M ulcaster ju stifi­ caba los latinismos por «pure necessity»;5" a veces había ternas de sinónim os inglés / francés / latín, del tipo rise / m ount / ascend. L o m ás notable, qu izá, fue la introducción d efinitiva de prefijos y sufi­ jos de tipo latino o griego, que pasaron a coexistir con los tradicionales in­ gleses {un-, be-,ge-, of-·, -ness, -ty, -dom). C osas parecidas pueden decirse del alem án. F.n este vasto do m in io los dialectos proliferaban , com o lengua escrita un alto alem án general com en ­ z ó su difusión desde el siglo x iv, a partir de la zona de A u g sb u rg o y W ü rtem berg. E n él entró una pléyade de latinism os, por ejem p lo en la religión (Reliquien, Hastie, Monstranz), en la m úsica (Octave, Fuge, Kontrapunkt) y en la vida de la enseñanza (Abitur, Derail, Gy mnasium, Examen, Katheder). Y hay calcos com o Freitag (de Veneris dies), vergangen (de praeteritus), Handbuch (por manuale, que a su v e z viene de έγχειρίόιον). El panoram a es sem ejante en otras lenguas germ ánicas, sobre todo en cuanto a escritas: en el bajo alem án (especialm ente en neerlandés y flam en ­ co), en nórdico. Y en las eslavas, el hún garo y otras más. Y

habría que añadir otras lenguas: el vasco, del que ya he hablado;

cím brico y el bretón, lenguas celtas (galés mynwent de lat. monumenta)·, el aibanés; el grieg o bizan tin o (térm inos legales y religiosos).

E L E M E N T O S L É X I C O S G R I E G O S DE F E C H A M E D I E V A L E N LAS L E N G U A S D E E U R O P A

HELEN IS MOS LLEGADOS A TRAVÉS I>EL ARABE

HI léxico grieg o penetró en E u ro pa, en unas u otras regiones, no solo a tra­ vés del latín an tiguo o eclesiástico o m edieval, com o acabam os de estudiar. E n tró asim ism o a través del árabe. Y tam bién llegó, en algu n a m edid a, el grieg o bizan tin o, a través a veces de interm ediarios varios. En todos los ca­ sos, está claro qu e esas palabras tueron tom adas del lenguaje bizantino, aun que m uchas de ellas existían ya en el anterior. Por vía árabe entraron m uchas palabras. Los árabes conquistaron D a ­ masco en el año 556, Jerusalén y A n tioq uía en el 63S, M esopotam ia en el 639,

Léxico griego, latino y cristiano en la historia de las lenguas de Europa

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A le ja n d r ía en el 646. P o sterio rm e n te con q u ista ro n el n orte de Á fr ic a y llega ro n hasta la India. U n pueblo del desierto, con u nacultura m aterial pri­ m itiva y con desconocim iento del m undo vegetal, anim al y hum ano del M e­ diterráneo, por fuerza hubo de tom ar del griego, en Siria, Palestina y Egipto, sobre todo, m uch o vocabulario. L o trajo a O ccidente, sobre todo a Hispania, conquistada a partir del 711, y Sicilia (siglo ix). D e ahí pasó a diferentes lenguas europeas, sobre todo al español y al portugués, en m en or m edida a las dem ás. E n español, a través del dialecto andalusí. Pero a este vocabulario árabe transm itido por vía oral hay que añadir una serie de térm inos, sobre todo científicos, que vinieron de la ciencia árabe por vía escrita. En general (pero no siem pre) derivaban del g rieg o a partir de las traducciones del grieg o al árabe en la corte de algunos califas ilustrados de B agdad, A l M ansur y A l M am ún sobre todo, desde la segunda m itad del siglo v m y en el ix; y en la de los fatim idas en El C airo en el x i. H u b o lu ego, com o se sabe, traducciones del árabe al latín y al cas­ tellano y eco de filosofías árabes en las occidentales.5' Se sabe que in terpre­ taciones árabes pesaron en las ideas m edievales sobre Platón y Aristóteles. L o s préstam os del árabe a los qu e m e refiero, unos y otros, son m u y nu­ m erosos, al m enos 4.000 palabras.5’ M uchas son de origen griego; no todas, las hay propiam ente árabes, así com o préstam os tom ados por los árabes de lenguas orientales. En lo que sí querría insistir es en que se trata n orm al­ m ente de térm inos aislados, no de elem entos form ativos que se hayan tras­ pasado a nuestras lenguas, com o los griegos y latinos: de esto ya he hablado. P o r lo gen eral, se trata de nom bres de plantas, frutos, anim ales y m in e­ rales, de la adm inistración y la vida pública, de la com ida y el vestido, de la vida com ercial, etc.; raram ente de abstractos. Se han con vertido en las len­ guas m odernas en térm inos patrim oniales (m uchos perdidos hoy), con ex­ cepción de algun os de tipo culto, científico.53 L a España m usulm ana era bilin güe y es a los m ozárabes, p robablem en­ te, a quienes debe atribuirse el m ayor papel en la introducción de arabis­ mos en las lenguas de los países en los qu e lu ego se refugiaron. D o y a continuación algunos ejem plos ele- helenism os llegados a las len­ guas europeas a través del árabe. A veces el helenism o procede a su v e z de otra lengua.

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a) En español. E l español es la lengua qu e presenta el m ayor núm ero de ara­ bism os. Entre las plantas, frutos y peces pueden citarse acelga (σικελός), adelfa (δάφνη), albérchigo (περσικόν), albarieoque (βερίκοκκος), cazuz (κ ισ σ ό ς),arroz (όρ υ ζα , de o rige n indio), jibia (σηπία, tam bién hay, a tra ­ vés del latín , sepia). D e ob jetos y ed ificio s, e l vestido, el lujo: escarlata (σιγιλλατος, del latín), fonda (πανδοχεΐον), alcaicería (Καισαρείαν, del la­ tín), marlota (anticuado, de μα λλω τή) ,abalorio (βήρυλλος). D e profesiones: albeitar (anticuado, de ίππίατρος). D e útiles diversos y de la vida com ercial y científica: alambique (άμβιξ), quilate (κεράτιον), adarme (δραχμή), talis­ mán (τέλεσμα), quím ica y alquimia (χυμεία), algoritmo (de αριθμός y el m a ­ tem ático árabe A l (uarizm i). b) En otras lenguas. E n portugués hay m uchos arabism os, algunos de base helénica y com unes, en gen eral, a los del español y algun a otra len gu a (a lbaricoque, cf. fr. abrieot. it. albicocca). P ero existen arabism os, sobre todo en el cam po de la ciencia, a veces pro­ cedentes del griego, que se han hecho universales. Por ejem plo los e q u iva ­ lentes al esp. química, alambique, talismán, algoritmo, quilate. H a y tam bién arabism os no helénicos, a m en ud o procedentes del cam ­ po de la ciencia, que son com unes a las lenguas europeas, pero esto perte­ nece a otro capítulo.

ELE ME N T O S DEL GRIEGO B IZ AN TI NO

A pesar de las diferencias culturales y religiosas y de los enfrentam ientos políticos, B izan cio, heredera de R om a igual q u e O ccid en te, no dejó de te­ ner relaciones con él. Sobre todo, du ran te un tiem po, con R om a y tam bién con el Im perio rom ano-germ ánico. C arlo m agn o quiso casarse con la em ­ p eratriz viuda Irene, O tón I lo h izo con la princesa T eo fa n o . Y el arte bi­ zan tin o llegaba a O ccid en te, textos bizantinos eran traducidos al latín. H e estudiado esto.54 L o s térm inos bizan tin os entraron en la Europa occidental de varios m odos. A lg u n o s son eclesiásticos. N o pu ed e d ecid irse si es b izan tin o o anterior el n uevo sentido de σ ύνοδος ‘reunión de obispos’, que entró en to-

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das las lenguas. L o m ism o sucede con otros m uchos térm inos griegos com o β ούτυρον, que da derivados com o ingl. butter, τα ρ τα ρ ο ΐχ ο ς, de don de esp. tortuga, it. tartaruga, etc. C iertam en te, cuando hay iotacism o las cosas son más claras: com o en el caso de περγαμνή, con -i- en todas las lenguas occidentales (esp.pergamino, fr. parchemin), ελεημοσύνη (esp. limosna), άποθήκη (esp. botica, fr. bouti­ que, térm inos sem icultos, pero hay tam bién esp. bodega, en al. se ha conser­ vado el térm ino latino Apotheke). E n m i Historia de la lengua griega doy m ás detalles, así com o listas de térm inos bizantinos que pasaron a las lenguas de E u ro p a, a unas u otras, y que pueden ser fechados con m ayor o m enor seguridad (de los siglos v-vi, v ii-v in , rx-x, x i-x ii, x m -x iv ); a ellas rem ito.55 A lg u n o s continúan térm inos antiguos, con cam b io de sentido, así σκάλα ‘pu erto’, la m ayor parte son nuevos. O tros vinieron a través del latín, com o de κανονικός, canonicus (esp. canónigo, cat, calonge de lo uno o lo otro). O provienen de las nuevas circunstancias históricas (σκλάβος ‘esclavo’, del nom bre de los eslavos; βυζάνχιον, de donde esp. besante, it. bisante, nom bres de una m oneda). M u ch o s p roceden de la v id a religiosa y eclesiástica (ναός, esp. nave, fr. nef, de u n tem plo; είκώ ν, de do n de esp. icono y palabras corresp on ­ dientes); otros de la eco n ó m ica, com ercial y social, otros del m u n d o del m ar y la m arin a. C o n frecu en cia estos han lle g a d o a nosotros a través de las ciud ades italianas q u e tenían estrech o con tacto con B iza n cio (V en e ­ cia y G én o v a sobre todo). O del italiano en gen eral, en todo caso. T a m ­ bién del p ro v e n za l o del francés. En su fon ética dejan traslucir, a veces, la vía de entrada. C ito unos pocos ejem plos. H a y térm inos que entraron a través de V enecia: κοντούα ‘barca de cola corta’, ‘gó n d ola’; κατάστιχον, d e donde venec. catasttco, esp. catastro. T érm in o s m arineros llegados p or vía italiana, sin que podam os m uchas veces d efinirla exactam ente, son, por ejem plo, nom bres de barco a partir de γα λέα y κάραβος; de anim ales m arinos com o esp. anchoa de ax$m\,gam­ ba de καμπή (en it. es ‘p iern a’); el nom bre del alm irante (de origen árabe, de άμιρας, contam inado a veces con lat. ad, así en ingl. Adm iral); esp. chus­ ma ‘la tripulación de una galera’ (gr. κέλευσμα). T érm in o s económ icos y adm inistrativos son άπάόειξις, de donde it. polizza, esp. póliza. A veces se

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La confluencia y expansión de las lenguas de Europa

hicieron calcos: τρά π εζα se trad ujo literalm ente al italiano com o banco o banca, de ahí pasó a todas las lenguas europeas. A través del francés (la fonética lo asegura) vinieron al español palabras grecobizan tinas com o ‘cisne’, ‘m o n je’, ‘p age’ (παιδίον). A través del latín llegaron helenism os bizan tin os a las lenguas germ ánicas. A sí aaa.prestar de πρεοβύτερος. U n calco de ψ αλμός es salmsang ‘psalterio’ . En inglés hay m últiples térm inos religiosos griegos, algunos sin duda bizantinos, llega­ dos a través del francés: charity,parish, etc. E n suma: B izan cio contribuyó a la unificación del léxico europeo, sobre todo en el dom in io de la religión, pero tam bién en el económ ico, com ercial y m arítim o. En realidad, los barcos bizantinos de gu erra y com ercio y la ac­ tividad bancaria y burocrática fueron un m odelo para O ccidente, después del m odelo romano: no es de extrañar que B izan cio exportara sus palabras. T am b ién las exportó al m undo eslavo, del que sabemos que fue el m ode­ lo religioso y cultural; las m ism as palabras y otras. Y a en antiguo eslavo, al que se recordará que se tradujo por prim era v ez el E vangelio, aparecen tér­ minos com o ankjyra ‘ancla’, dijavol ‘diablo’, myro ‘perfum e’, drérsinja ‘cere­ z a ’, siem pre del griego. Y a lo largo de la prim era Edad M edia aparecen en diversas lenguas eslavas otros térm inos procedentes del griego bizantino: por ejem plo, aserb. icona de είκών, rasa de έάσον ‘tela basta de lana’.

O T R O F A C T O R DE U N I D A D : LOS P R É S T A M O S E N T R E LAS L E N G U A S DE E U R O P A

H ab ría qu e com en zar por los resultados del contacto con los celtas: los g a ­ los, los celtíberos, los celtas de Irlanda, G ran Bretaña y Escocia. D esde el si­ glo iv a. C . lo hubo. Son lenguas, com o he dicho, que fueron sustituidas por las germ án icas en el centro de E u ropa, por el latín en lo que son hoy Italia, F rancia, B élgica, S u iza, las islas Británicas, España y Portugal. D e las lenguas célticas se tom aron préstamos en latín, no m uy abundan­ tes. Por supuesto, estos préstamos se convirtieron en otras palabras latinas más y dejaron huella en varias lenguas: en el léxico com ún o en la toponim ia. En esta pueden encontrarse, aq u í y allá, efectivam ente, huellas de pala­ bras celtas (doy los temas) com o briga ‘ciudad, fo rtale za ’, rito ‘v ad o ’, laño

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‘llan o’, mago ‘cam p o’, ardentía ‘bosque’, epo ‘caballo’, duno ‘ciu d ad ’, segó ‘v icto ria ’. Y a través del latín o directam ente han llegado a varias lenguas palabras celtas de vehículos, arados, vasijas (esp. carro, ingl. car, fr. char, fr. soc ‘reja del arad o’, fr. tonne, tonneau, esp. tonel, tonelada)·, bebidas (esp. cer­ veza, Ir. cervoise, fr. brais, brasseur, brasserie)·, anim ales (esp. salmón, fr. saumon; esp. caballo, fr. cheval, gr. κα βα λλικεϋω ‘cab algar’); prendas de vestir (esp. it. braga, fr. braie; esp. camisa; esp. sayo de sagum). Pero ya he dicho que, hoy en día, las lenguas célticas han qu ed ad o reducidas a m ínim os en Irlanda, G ales, Escocia y Bretaña. H an ejercido es­ casa influencia. M ás interesante es lo sucedido con las lenguas germ ánicas, que dejaron unos pocos préstam os en latín y, sobre todo, en las lenguas rom ánicas y otras no germ ánicas; y hay préstam os, tam bién, de unas lenguas germ án i­ cas en otras. Y presentan, desde pronto y a lo largo de la E d ad M ed ia, m u ­ chos latinism os. T o d o esto arranca de los contactos de los germ anos con los rom anos prim ero, con las lenguas rom ances después, tam bién con otras. L o s germ anos, pueblos con hábitos de expansión y conquista (com o los indoeuropeos en general), invadieron Italia y fueron derrotados por M ario en el 101 a. C . D esde entonces los choques continuaron: C ésar los rechazó de la G alia, pero los intentos de los rom anos de conquistar G erm an ia hasta el E lba fracasaron una y otra vez, tuvieron qu e contentarse con establecer su limes en el D an u b io y el R in, en época de C lau d io . Pero siguieron las in­ vasiones germ ánicas, por ejem plo, bajo M arco A u re lio y Juliano. Y

los visigodos chocaron en el siglo iv con el Im perio de O rien te, luego,

en el 410, bajo A larico , conquistaron Rom a, desμ·>ués fundaron el reino de T olo sa en la G alia, más tarde se establecieron en H ispania (tam bién otros germ anos, com o los suevos y vándalos, estos pasaron el 429 a A frica ). F u e ­ ron germ anos varios los qu e en 454 pusieron fin al Im perio rom ano de O c ­ cidente, deponiendo al em perador R ó m u lo A u g ú stu lo . E n el 488 los ostro­ godos, con T eo d o rico , fundaron un reino en Italia. En cuanto a los francos, se apoderaron de la G alia septentrional (487), luego de toda ella, im poniéndose a burgundíos, alamanes y otros; y bajo C lo d o v eo se hicieron católicos (otros, com o los ostrogodos y los visigodos en una prim era fase, arríanos). Y hay lu ego los longobardos, que ocuparon Ita­

2^0

La confluencia y expansión de las lenguas de Europa

lia, para ser desplazados en el 774 por los francos. Por otra parte, tras la retira­ da de los rom anos de G ran Bretaña, se establecieron allí tribus germ ánicas, a saber, los anglos, jutos, sajones y frisones; desde el 790, llegaron las invasiones danesas y noruegas, luego, en buena parte de Europa, las de los vikingos. N o pu ed o entrar aquí en el detalle,'’ pero estas son las bases de los dos procesos que nos interesan: el de la entrada del léxico germ án ico en la Rom ania y aun en otros lugares {B izancio, territorios eslavos) y el de la latin i­ zación de los germ anos. D esde fecha m u y antigua entraron en latín germ anism os qu e lu ego p a ­ saron a las lenguas rom ánicas:ganta ‘gan so’ (fr. ant.jante, cat.ganta 'c ig ü e ­ ña'}, aringus (it. aringa, fr. haréng, esp. arenque), bandum ‘bandera’ (ir. ant. ban, esp. bandera). Para la entrada de vocab ulario germ án ico en general en las lenguas ro­ m ánicas m e lim ito a rem itir a la bib liografía pertinente, sobre todo a G am illscheg.'57 Q u iero apuntar tan solo a lo com plejo de este estudio, por dos causas. U n a, lo tardío de nuestros docum entos germ ánicos, a partir del si­ glo ix: hubo lenguas com o el godo, el franco y tantas otras que no llegaron a escribirse (salvo la traducción de U lfilas al godo). L u e go , por la m u ltip li­ cidad de sus lenguas: en italiano quedan palabras de los varios estratos (go­ dos, longobardos, francos); en castellano es d ifícil decidir, a veces, si los préstam os son del go d o o del franco. E l vocabulario inglés reposa sobre una m ezcla de lenguas, a las que, desde el siglo ix , se añadieron el danés y el n oru ego .5* E n todo caso, los préstam os germ ánicos — que tam bién penetraron en el finés, desde fecha m uy antigua— han con trib uid o en algun a m edida a la ho m o gen eizació n (relativa, desde luego) de las lenguas europeas. V éanse, por ejem plo, series en qu e el francés y el italiano van con el germ án ico y el castellano con el latín: fr. besoin / it. bisogna (esp. necesidad); fr. blond / it. biondo (esp. rubio)', ir. guérir / it. guante (esp. sanar, curar); fr. regarder / it. guardare (esp. mirar). O tras veces la palabra germ án ica está solo en una lengua: fr. affreux (it. orribile, esp. horrible); fr. blesser (it. ferire, esp. herir); ir. ha i tie (it., esp. odio). C la ro que otras veces el térm ino germ án ico está en las tres lenguas: así esp. rico, fr. rich, it. ricco; esp., it .guerra, fr. guerre; esp. blanco, it. bianco, fr.

Léxico griego, latino y cristiano en la historia de las lenguas de Europa blanch. En ocasiones, las lenguas presentan un descendiente del latín y otro del germ ánico, más o m enos sinónim os. P u ede suceder qu e una palabra germ ánica in trodu cid a en las lenguas rom ánicas se conserve tam bién en lenguas germ án icas m odernas, p. ej. al. rauben junto a esp. robar, así com o algunas de las citadas antes. E n fin, esta proxim idad de las lenguas se nota tam bién en nom bres de persona y topónim os extrem adam ente difun didos. Paso a hablar de otros préstam os. E n prim er térm ino, los de las lenguas rom ánicas entre sí y en las germ án icas.w Sobre todo desde el siglo x n el francés y el p roven zal in flu yeron am ­ pliam ente en E u rop a.60E n español, por ejem plo, entraron en esa época me­ són (fr. maison), manjar (solo com o sustantivo, a diferencia del it. mangiare), monje, deán, jardín, homenaje, mensaje; más tarde, dama, paje, corcel, visaje. D el italiano, a partir del siglo xv, entraron en español escopeta, parapeto, es­ colta; piloto, fragata, galeaza; escorzo, modelo, cornisa fachada; macarrónico, novelar, arlequín, bufón, soneto; belleza; del portugués payo, mermelada. Pero, a su v ez, el francés to m ó térm inos del p roven zal (amour, ballade, asperge, velours, aubergine); del italiano desde el siglo x iv (bande, brigade, révolter; balcón, baldaquin, carrosse, frégate; sonnet y m il otros), tam bién lle­ garon a otras lenguas, por ejem plo, al español."1 D el español los tom ó el francés desde el x v (brave, armada, embargo, fanfaron, grandiose, camarade, infant, laquais, disparate, romance, duegne, négre), etc. Las lenguas, diría­ m os, se m ezclaban. H abría qu e añadir m uchas cosas más. Por ejem plo, en la península Ibé­ rica, los préstam os de unas lenguas a partir de otras, sobre todo del castella­ no. E n Inglaterra, los abundantísim os préstam os del norm ando, se cuen ­ tan unos io.ooo.62 Entre ellos, todo el vocabulario del poder (salvo king y queen), de la ley (law, jury, court), de la gu erra y la p a z (arms, peace, battle), de la sociedad ¡y aun de la cocina! Es bien sabido que los anim ales vivos te­ nían n om bre inglés, en la mesa nom bre francés (beef, mutton, pork). C on esto m e he salido del territorio rom ánico: otras lenguas tomaban préstam os de las rom ánicas, com o antes del latín. Sobre todo desde los siglos x iv y x v están los préstam os del francés en alem án (leutnant, caserne;fassade, mansarde; bouillon, omelett; allée) y en todas las dem ás lenguas europeas. Véanse tam bién, en neerlandés, palabras c o m o avontuur, cadeau, ideaal.

La confluencia y expansión de las lenguas de Europa

2¿2

L os préstam os del italiano están en inglés un poco en todas partes, sobre todo en los dom inios m ilitar, artístico y social. T am b ién los del español. Los del eslavo, por ejem plo, en rum ano: nom bres relacionados con el cultivo de la tierra (brazda ‘surco’, plug ‘arado’), con la vida fam iliar (nefasta ‘m ujer, esposa’, λ ¡ubi ‘qu erer,).!’, Y a he hablado de los del griego bizantino. H abría qu e añadir las palabras que han entrado desde fuera de E uropa. Sobre todo, de las lenguas indígenas de A m érica, de donde vienen tantos térm inos exóticos: canoa, coca, cacique, tomate, llama, caníbal, etc. P ero un poco de todas partes, según se iba descubriendo el m undo. C o m o se verá, esta es una exposición rápida, destinada tan solo a subra­ yar los lazos de unidad que, en fecha m edieval y renacentista, unían cada v ez m ás las lenguas de Europa. Incluso los préstam os del árabe, com o más tarde los de diversas lenguas exóticas, contribuían a u nificar lingüísticam ente a E uropa. Son térm inos qu e raram ente salían fuera de ella.

I N F L U J O S L É X I C O S DE L E N G U A S D IV ER SA S EN E U R O P A , EN FECH A M OD ER N A

IDEAS GENERALES

L a corriente que introducía térm inos griegos y latinos y de unas lenguas en otras den tro del ám bito europeo con tin uó en la fase posterior, digam os que desde el siglo x v iii hasta la actualidad. Se fue creando así un vocabulario internacional. V o y a hablar del léxico, en la form ación de palabras insistiré m ás adelante. E n el siglo x v m el in flu jo latin izan te continuó: en todas partes sigu ie­ ron in trodu cién dose palabras, sobre todo en el dom in io del con ocim ien to y la ciencia. Y el m odelo latino sirvió, ahora más que nunca, para regu la ­ rizar la orto grafía. E n España, por ejem plo, se im pusieron concepto, efec­ to, signo, solemne, excelente. H a y hechos paralelos en otras lenguas. E n fin, todavía hoy existen palabras o expresiones latinas em pleadas en m u ltitud de lenguas: a fortiori, agenda, forum , homo sapiens, junior, lapsus, gratis, se­ nior, ultra, viceversa..!'11' F u e im portan te, sobre todo, el latín en el léxico

Léxico griego, latino y cristiano en la historia de las lenguas de Europa

23 3

cien tífico , más aún lo fue el g rieg o . D e él ha derivad o, en ú ltim o térm ino, sobre todo a partir de L in n eo, la term in o logía científica de la botánica y el rein o anim al. H ablem os prim ero de la entrada de léxico procedente de lenguas euro­ peas diversas. D e todas ellas surgieron palabras viajeras, que se im p lan ­ taron en otras. D e España, por ejem plo, liberal glos

x viii

y

y

jun ta . Pero en los si­

x ix fue el francés la principal fuente del léxico de las lenguas

europeas. C o n frecuencia, ese léxico procedía en defin itiva del latín y del griego. El francés tom aba el relevo del italiano. L a m oda francesa — en el vestir, la cocina, la literatura, la ideología— dom in ó, pese al terrible paréntesis de la R evolución. A u n q u e la R evo lu ­ ción y el Im perio napoleónico tam bién exportaron palabras. Pero en gen e­ ral su fuente estuvo en la m on arq uía del siglo

x viii

y en la sociedad de las

m onarquías, el im perio y los regím enes republicanos y aun las tendencias socialistas del

x ix

.

E l francés era en todo el m u n do la lengua internacional. La de la d ip lo­ m acia, la que hablaba la gente distin guida desde España hasta Rusia, la qu e abría las puertas en los viajes y tam bién la de la ciencia. Las obras fran ­ cesas se traducían en todas partes. D oy algunas palabras españolas de origen francés, tienen equivalente en casi todas las lenguas.'* H abía el vocabulario de la ciencia: mecánica, hidrostática, termómetro, electricidad, microscopio, vacuna, automóvil, etc. D e las ideas y la política: sistema, ilustración, civilización, cultura, deísmo, fanatismo, tolerancia, utilidad, felicidad, industria, lujo, aristocracia, tiranía, igualdad, li­ bertad, ciudadano, patriotismo, materialismo, inmoral, humanidad, hotel. Palabras com o estas se han hecho universales. M uchas veces se trataba, sim plem ente, de restaurar viejas palabras o conceptos de las antiguas cu l­ turas grecolatinas. En ellas entraban con frecuencia los sufijos -ismo, -ista, -ía, -dad (francés -isme, -iste, -ie, -té), qu e ahora florecieron. L a introducción de las palabras francesas no siem pre carecía de proble­ mas. L a -e m u da final procuraba grandes dolores de cabeza a los traducto­ res. En España, se introdujeron estratega, aeda, cratera (¡tam bién cráter\), hematíes, con fu n diend o los antiguos finales en -os, -a y erran do al traducir el artículo les m asculino y fem enino. Por otra parte, a veces quedan vacila­ ciones: ¿restorán o restaurante?

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La confluencia y expansión de las lenguas de Europa

M enos im portante fue el in flu jo alem án, salvo en térm inos com o el Kaiser, el proletariado, transcripciones de lenguas exóticas com o «los (error por el fem enino) U panisads», giros com o «espacio vital» por Lebensraum, «autopista» por Autobahn, etc. Sin em bargo, desde finales del x ix y aun antes la lengua qu e todo lo in ­ vadía era el inglés. D esde el x v m Inglaterra se había exten dido poco a poco por casi todo el planeta, derrotan do a los franceses en la India, C an a d á y Estados U nidos, fun dan d o im portantísim as colonias, dom in an d o el co­ m ercio internacional, poniéndose a la cab eza de la técnica. L u e g o , poco a poco los dom inios británicos fueron independizándose: prim ero Estados U nidos en 1776, lu ego progresivam ente otros países, has­ ta la gran ola tras la segunda gu erra m undial. P ero esto no fue obstáculo para la difusión del inglés, m ás bien al contrario: ahora ganaba terreno in ­ ternacional no solo desde Inglaterra, tam bién desde otros países, sobre todo Estados U n idos, con su dom in io de la tecnología, la econom ía y la po­ lítica m undiales, tam bién de nuevos estilos de vida y «entertainm ent». H o y día el in glés es la lengua in tern acion al p or excelen cia, la que debe saber todo el q u e qu iere p articip ar en la cu ltu ra o la econom ía o la p olítica m u n d ia l, viajar, estar al tanto de todo lo nuevo. H o y estudian in ­ glés m ás personas en C h in a qu e en In g la te r ra ." E s la segu n da lengua para m illo n es de personas, algo así com o lo qu e era el g rie g o en la a n ti­ gu a R om a. En fin, desde finales del siglo x ix sobre todo y cada v ez más las palabras inglesas entran a ch o rro en todas las lenguas. Pero no solo en E u ropa, com o lo hacía p redom in an tem en te el f rancés, sino en todo el m undo. C o n esto no m e refiero tanto al léxico científico, qu e es prácticam ente internacional desde el com ien zo, n azca donde nazca, com o al más específi­ cam ente inglés o norteam ericano. Palabras inglesas o am ericanas com o humor, gangster, golf, bar, water se han hecho universales. El léxico inglés es fácil d e adaptar (a las lenguas europeas sobre todo) cuand o deja ver bien clara su estructura griega o latina: bastan pequeños cam bios en grafía (así en tecnicolor, computador, cibernética, entre mil ejem plos) o en la derivación. E inversam ente, palabras grecolatinas entran fácilm ente en inglés. Pero hay otras palabras inglesas, sobre todo las patri­ m oniales, qu e entran más difícilm ente en otras lenguas.

Léxico griego, latino y cristiano en la historia de las lenguas de Europa

31

A q u í hay varios problem as. A lgu n as palabras son aceptadas, pero con alteraciones fonéticas: así, térm inos deportivos, goal (esp. gol),footb a ll (esp. fú tb o l), aun que en otras lenguas se m antiene la grafía inglesa. O tras veces no hay este problem a, com o en golf. E n otras aún se pronuncia la form a es­ crita, com o en club, y se prescinde de la oral. O se m antiene la escrita, pero se pronuncia a la m anera inglesa (leasing, hall). O se adopta la oral, que se escribe tam bién (esp. mitin, de meeting, cuya form a se m antiene en fran ­ cés). H ay, en las diversas lenguas, toda suerte de corrientes y contraco­ rrientes: el resultado es cierta aproxim ación entre las lenguas en la form a escrita, m enos en la oral. Pero no siem pre. Otras veces se hacen calcos de las palabras inglesas: blac\ hole es en espa­ ñol agujero negro, se duda entre lobby y grupo de presión. O se acude a am pliar el sentido de una palabra patrim onial, siguiendo al inglés: así cuando usamos ratón hablando del mouse del ordenador, amarillo de cierta prensa o ciertos sindicatos (yellow). Se am plían los sentidos de otras m uchas palabras, así cor­ poración o taller o agresivo (calificación favorable en ciertos contextos). Las traducciones pueden com p ortar graves errores: science fiction no debería traducirse por ciencia ficción sino porficción científica, tour operator por operador turístico. Se verá qu e los térm inos ingleses son a veces de o ri­ gen grieg o o latino, a veces francés. Por la vía inglesa se difun den . E n fin, no son solo el francés y el inglés las lenguas qu e sum inistran nuevos térm inos. V ien en un poco d e todas partes. D e Italia vienen la pizza, la mafia y tantos térm inos artísticos, teatrales, musicales. D e A le m a n ia hay térm inos traducidos com o la Autobahn, que es it. autostrada, esp. autopista, com o he señalado. A su v ez A le m a n ia ha seguido la política de trad ucir el vocabulario técnico y científico internacional: Fernsprecher ‘teléfon o’, tér­ m in os de gram ática co m o Z eitw ort ‘v erb o ’ y m u ch ísim os otros m ás. Su adhesión al léxico europeo es, diríam os, disim ulada. D el ruso entraron tér­ m inos revolu cionarios com o bolchevique,soviets, estajanovismo, etc. O tros térm inos más antiguos son paneuropeos, en gen eral de origen alem án. En fin, existen m uchísim os casos en que, en varias lenguas, las form as de una m ism a palabra básica, griega, solo tienen pequeñas diferencias. Y a he ha­ blado del léxico de Psom adakis, que relaciona 120 palabras básicas en siete lenguas europeas que ofrecen pequeñas variantes de una m ism a palabra grie­ ga del tipo de δημοκρατία. L o m ism o podría hacerse con las palabras latinas.

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La confluencia y expansión de las lenguas de Europa

C la ro que, adem ás del léxico grecolatino, entran en todas las lenguas térm inos de lenguas exóticas, com o el kjmono y el samurai japoneses, el yoga, el %arma, el samsara y el nirvana de las lenguas de la India, el totem y tabú de Á frica , el kiw i neozelandés, ya he hablado de los términos árabes y los americanos. Las lenguas europeas han asim ilado térm inos de todos los o ríge­ nes y qu e son ahora más qu e europeos. Por ejem plo, del croata, a través del fr. cravatte, esp. corbata y otros equivalentes. Y se han difu n d id o creaciones artificiales com oga.f e innúm eras siglas del tipo de radar. Inversam ente, el léxico internacional europeo entra en todas partes: en turco hay, en la a ctu a lid a d ,auto ‘a u to m ó vil’, otel ‘hotel’. C o n todo, la tendencia a un léxico internacional europeo no es m ás cjue eso, una tendencia. Puede haber elecciones varias: junto con los derivados del fr. automovil, hay ingl. car, etc., tam bién en español am ericano (carro). En el m ism o español, puede haber computador y ordenador, conducir y ma­ nejar. Y a he hablado de las «traducciones» del alem án. Y hay, en todas las lenguas y en determ inados m om entos, reacciones contra el léxico grecola­ tino y fom en to del propio. Y efectos del eu fem ism o , q u e p roscribe, p or ejem p lo, en in glés, han­ dicapped, cam b ia en español dentista por odontólogo, inválido por m inus­ válido, etc. Se hacen derivaciones anóm alas: del lat. omnibus ‘para todos’ el inglés se ha qu ed ad o con bus, por su tendencia al m onosilabism o, y esto ha pasado a todas las lenguas. Y se ha creado autobús, sobre el griego auto-. Y no hablem os de la unidad que proporciona la presencia en todas las lenguas europeas de nom bres de persona de origen judío, griego, latín, cristiano, germ án ico, a veces hoy eslavo. Inútil d ar ejem plos. Y los topón i­ mos com unes. Pero m ayor im agen de unidad, todavía, proporciona al léxico europeo el uso de prácticam ente los m ism os prefijos y sufijos, la m ayor parte de origen grecolatino, com o he expuesto páginas atrás, y qu e continúan proliferando. Por otro lado, habría que llam ar la atención sobre el hecho de qu e las lenguas no indoeuropeas de E u ropa se han integrado en el panoram a g e ­ neral europeo. D el vasco, con sus latinism os, sus celtism os y, sobre todo, sus españolism os, ya he hablado. P ero es qu e el panoram a es sem ejante para las lenguas finougrias.

Léxico griego, latino y cristiano en la historia de las lenguas de Europa

237

Así, en el caso del húngaro, cuyos textos escritos más antiguos son del siglo xii. A través de la Edad Media, tanto en el léxico como en otros aspec­ tos, siguió el modelo latino;1'7 luego recibió innum erables préstamos ger­ mánicos, eslavos y de todas las lenguas de cultura occidentales. Si se toma un diccionario húngaro se encontrarán préstamos latinos antiguos como lampa, keretszt ‘cruz’, Evangelium; más helenismos o latinismos entrados a

través de diversas lenguas, como los que incluyen bank^, porta, mito, m auso­ leum, legende, perverz, politiza, status, szocialis, navigáció, etc., con toda

suerte de derivados, generalm ente con los sufijos que nos son familiares en E uropa (-ismus, -logia, - ator, -tory, -alis, -ista). Hay montones de palabras, tam bién, con prefijos del tipo a - / an-, auto-,peri-. O tras más propiam ente francesas, com o parkett, balet. O alemanas como herzeg, de Herzog. Hay, naturalm ente, calcos: de l{lalít se saca -itás ‘exposición’, -itó expo­ sitor’; y derivados calcados de las lenguas occidentales, como varios a partir de világ ‘m undo’. En fin, solo el 7,1 % de su vocabulario es de origen finougrio; el 6,6 es eslavo, el 3,9 propiam ente húngaro, el 3,9 germ ánico, otra parte im portan­ te de origen desconocido.6* Cosas no muy diferentes podrían decirse del finés, donde hay un im ­ portantísim o sector de vocabulario de origen germánico. Del más antiguo ya he hablado. Pero hay luego muchísimas palabras de varias edades cuyas fuentes germ ánicas son evidentes:69aalato ‘viejo’, airo ‘aire’, armas ‘pobre’, al(so ‘hacha’, autia ‘desierto \fuolf{e ‘familia’, tartaño ‘camo, jard ín ’, kauppa

‘m ercancía’ (en últim o térm ino de lat. caupo), kidta ‘oro’, etc. Por lo demás, el influjo de las lenguas occidentales en finés se nota me­ nos que en húngaro: se ha acudido con m ayor frecuencia a fenómenos de calco o traducción. Pero se han asimilado palabras de diversas lenguas, a veces con sufijos fineses: así, por ejemplo, materia, merimies ‘m arinero’, mausoleummi, mytologia, portti ‘puerta’, penkj ‘banco’. Y no faltan, por su­

puesto, palabras internacionales com o sosiologia, sosiologi ‘sociólogo’; socia­ lism i, sosialisti.

Y, sobre todo, existe, como en gótico, el vasto núm ero de derivados y compuestos del ámbito cultural occidental, lo que da a todas las lenguas de Europa un aire de familia.

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La confluencia y expansión de las lenguas de Europa

EL LÉXICO ESPECIALIZADO Y C IE N T IF IC O

L a del léxico especializado y científico es ya, hoy en día, una lengua inter­ nacional, no solo europea. U na lengua especial qu e arrancó en el siglo

x v ii,

pero cu lm in a en la actu alidad. Y q u e casi siem pre procede de elem entos léxicos grieg os y latinos. N o en vano en G recia y R om a están los fu n d a­ m entos de la ciencia y la técnica europeas. L a lengua técnica y científica es una lengua especial, esto es, propia de un g ru p o de hablantes (pero tanto com o hablarse, se escribe) tam bién espe­ cial, no de tipo social o g eográfico o estilístico.71’ H ay que recordar lo qu e he dicho páginas atrás sobre los orígenes del lenguaje científico de los griegos: a veces procede de la especialización sem ántica de un térm ino com ún, más frecuentem ente de u n derivado especializado, norm alm ente después de la A n tigü ed ad , de un préstam o grieg o o latino. Pero, más a m en ud o todavía, im plica una n ueva creación a partir de elem entos que, en general, son g rie ­ gos y latinos. Se trata, la m ayor parte de las veces, de palabras com puestas, sobre m o­ delo grieg o evidentem ente, aun qu e sus elem entos se encuentren tam bién a m en udo en las otras lenguas indoeuropeas. Insistiré lu ego sobre los elem entos iniciales y los sufijales de estas pala­ bras, la m ayor parte de las veces griegos y latinos. Y daré datos estadísticos. El léxico cien tífico y técnico es esencialm ente estable: trata de fijar una realidad para siem pre. A u n q u e la ciencia evoluciona y ciertas palabras pueden parecer obsoletas con el tiem po, lo qu e puede tener consecuencias lexicales.7' El caso es qu e hay que contar, en principio, con una larga serie de tér­ m inos sim ples o com puestos, gen eralm en te griegos, tam bién latinos. A ve­ ces van precedidos de elementos form ativos griegos (a-, aero-, ana-, anti-, bio-, filo -,g e o -, mono-, tele-, etc.) o latinos (agri-, in-, circum-, m u lti-,super-, etc.) y con frecuen cia llevan en su final elem entos igu alm en te grieg os (-algia, -filo, -grafio / -grafía, -hidro-, -ico, -ismo, -ista, -logo / logia, -ma, -sis) o latinos (-ario, -men, -oso, -tas, -tor, etc.) C la ro que puede haber tam bién sus traducciones m odernas, aunque m enos usuales en el vocabulario puram ente científico: ingl. -ty, al. -heit, -k,unde, fr. -té, esp. -dor, -ero.

Léxico griego, latino y cristiano en la historia de las lenguas de Europa

¿39

H ablaré lu ego sobre estadísticas relativas a este léxico. A q u í qu erría añadir algunas cosas. 1. En las palabras griegas y los m ism os com puestos puede haber cam ­ biado de sentido: biología, arqueología no significan lo m ism o qu e las for­ mas griegas, qu e se referían, respectivam ente, a un actor o m im o y a una recopilación m ítica o histórica. E l puro análisis con ayuda del grieg o no siem pre da el sentido. 2. Este léxico se organ iza en redes (-ismo / -ista, etc.), pero pueden tener lagunas, no son com pletas: no hay *nazista, *bandolerista. 3. Palabras bien form adas desde el punto de vista del grieg o significan realidades m uy ajenas a los griegos: así cosmonauta, astronauta, aeronauta, fotografía, taxímetro y cientos de otras. 4. H ay com puestos m ezclad os de griego y latín (televisión), grieg o y francés (burócrata), grieg o e italiano (autostrada), latín y español (ferroca­ rril), grieg o y español (autovía); y derivados de raíces m odernas con ayuda de sufijos griegos (turista, naturista, palabras con -oide, -ia y otros sufijos). 5. H ay sufijos m odernos con un nuevo sentido, «fabricado»: en q u ím i­ ca se dan valores especiales a -oso e -ico, se refieren respectivam ente a com ­ puestos en que el elem ento principal actúa con una valencia m ín im a y a otros en los que actúa con una valencia m áxim a. Si todo este léxico es, en el origen , griego y latino o bien de im itación del g rieg o y el latín, lu ego estas im itaciones lo han hecho crecer para expresar n uevas realidades de la ciencia y la técnica m odernas. Y las raíces y ele­ m entos form ativos griegos y latinos no son otra cosa q u e instrum entos convencionales usados para notar esas realidades. A u n q u e , ciertam ente, recuerdan la existencia de una tradición todavía viva. T o d a s estas palabras form an parte de un vocabulario internacional, con escasas diferencias; y un vocabulario vivo y creciente. E l grieg o y el la­ tín no son, pues, lenguas m uertas, sus elem entos siguen vivos y son parte integrante de las lenguas europeas.7i N a d a más erróneo, pues, q u e calificarlos de lenguas m uertas. D aré a continuación algunos datos estadísticos. P ero es este un estudio que no está plenam ente realizado: los dicciona­ rios de helenism os y latinism os en las lenguas europeas o bien en las distin­ tas ciencias y técnicas ofrecen inform ación im portante, pero son m uy in-

La confluencia y expansión de las lenguas de Europa

24 «

com pletos. A p orta n pocos datos sobre la fecha de los térm inos y su fre­ cuencia. U na excepción es el Diccionario médico-biológico de helenism os de F . C ortés G ab a u d án .73 C om p ren d e un diccionario de térm inos, con 3.765 entradas, así com o otros de lexcm as y sufijos. D a la fecha de creación de esos térm inos siem pre que es posible. H o y día, con ayuda de los bancos de datos, puede trabajarse m ejor en este cam po. C o m o el léxico cien tífico y técnico es prácticam ente com ún en las distintas lenguas europeas, los diccionarios especializados y técnicos de las m ism as son m ás bien repetitivos. Pero les faltan, m uchas veces, datos cronológicos y no siem pre es fácil establecer por qué lengua entraron o en qué lengua se crearon y cuándo o cóm o pasaron a otras.

A L G U N O S DA T O S E S T A D I S T I C O S

V u e lv o a tom ar, ahora, el léxico europeo en su conjunto, pero sobre todo el culto y cien tífico, sin distinción. Y añado a lo dicho hasta aq u í algun os d a ­ tos estadísticos. Se refieren al español, pero es bien evidente que, al m enos en las grandes lenguas, prescindiendo de dialectos locales, los resultados serían sem ejantes. 1. U n tem a central es el de los helenism os. C om p arad os con los 7.000 helenism os recogidos en latín por W eisc (ciertam ente, am pliables), el dic­ cionario de helenism os de C . E severri74 señala unos 17.000 en español. Es m u y am pliable, a su vez, recuérdese lo que se acaba de decir a propósito del léxico m édico-biológico recogido por F. Cortés. Por supuesto, estos helenism os son efe fechas, carácter y origen m uy va­ riables, a lo dicho a q u í pueden añadirse datos de M . F ern án d ez G aliano, de m i Historia de la lengua griega y de f. B ergua, obras citadas. H abría que d istin gu ir entre térm inos patrim oniales y no patrim oniales, estos últim os m u ch o más frecuentes. Y por supuesto que habría que hacer, paralelam en­ te, estadísticas de los térm inos latinos 110 patrim oniales. T o d o s estos térm inos no patrim oniales son los m ás transparentes fon é­ ticam ente y los de m ás carácter internacional. Son, con m ucho, los que ha­ cen crecer con m ayor rapidez nuestra lengua en los últim os tiempos. 2. E n relación con el tem a de los helenism os está el del crecim iento del

¡léxico griego, latino y cristiano en la historia de las lenguas de Europa

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léxico culto, qu e es en su m ayor parte grieg o y latino. T e n g o hecha una pe­ qu eña estadística sobre el Diccionario histórico de la lengua española. Señalo en él, en 1.000 páginas, la proporción de palabras nuevas que han entrado en cada período: H asta 1501, 1.964 palabras (14 %). H asta 1701, 1.148 palabras (15,4 %). D el siglo xvi 11 al xx, 5.242 (70,3 %).

Este creciente desarrollo se debe, fun dam entalm en te, al léxico culto. Ú lti­ m am ente es exponencial. 3.

E stadística de los p refijo s (en sentido am plio) y su fijo s (igual o b ­

servación). O b servo qu e en la edición del 2001 del D R .\E o Diccionario de la Real Academia Española, el núm ero de prefijos m arcados com o tales (con guión final, en entrada independiente) es de unos 200. D e ellos, la proporción de helenism os y latinism os es aproxim adam en te del 95 %: a - / an- , a- / ad-, aden- / adeno-, aero-, afro-, agro-, al- (árabe, no productivo), alti-, ana-, anarco-, etc. N ótese que en este diccionario hay 100 palabras qu e com ien ­ zan con auto-, 80 con hiper-, 24 con filo -. E n la m ism a obra, el n ú m ero de sufijos es unos 300. A q u í la pro p or­ ción de los sufijos grecolatinos es a lgo m ás baja, aun así son un 75 %: los hay, ya, rom ances (-able, -ador, -ear, -ero, etc., patrim on iales de origen latino). A u n así, véanse algun as cifras, relativas al m ism o diccionario: 600 palabras con -ario, 1.900 con -ico, -tico (no es fácil d ecidir si es grieg o o es latín), 800 palabras con -ismo, 850 con -ista, 225 con -sis, 60 con -itis, 200 con -logia, 225 con -sis, etc. P o r otra parte, puede com pararse el Diccionario inverso de la lengua es­ pañola, de don de pueden obtenerse m ateriales en el m ism o sentido.75 Sería curioso com parar este léxico con el correspondiente griego. Por ejem plo, en Buck-Petersen tenemos 2.000 palabras con -μός, -ίσμός, 5.400 con -σις, etc.; claro que influye la asim etría del carácter y la extensión de los textos en que se basan am bos diccionarios. E n cuanto a elem entos iniciales, en griego (y latín) encontram os ya fre­ cuencias im portantes. Por ejem plo, en la parte publicada del D G E encon­

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La confluencia y expansión de las lenguas de Europa

tramos: ά γαθο- 30 veces, ά ντι- cerca de 500, α ύτο- unas 660. N in g u n a len­ gu a, qu e sepam os, ha o rga n izad o su léxico den tro de una red de sign ifica­ dos tan clara y densa com o el griego. E n otras lenguas hallaríam os resultados sem ejantes sobre la persisten­ cia de los elem entos form ativos griegos. Véase, por ejem plo, lo qu e dice Jespersen7*’ sobre las preposiciones latinas y griegas en inglés. Y , para el in­ flu jo del léxico g riego en general, la afirm ación de Constantinides-7 de que entre las 166.000 palabras del Diccionario inglés de W ebster hay 35.000 he­ lenism os, el 21 % . E n fin, no es necesario insistir en que los helenism os y los latinism os son especialm ente im portantes en la lengua científica. Y no se trata tanto de un tema de vocabulario com o del estudio de una lengua viva, que funciona con ayuda de prefijos, sufijos y lexem as que son ya internacionales. N a d a com parable a los préstam os lim itados procedentes de tal o cual lengua (préstamos que, con frecuencia, son a su vez de origen grecolatino). 4.

C o n clu y o con algunos datos del diccion ario de D . Pharies relativo a

los su fijo s españoles."s U n lib ro q u e es una excepció n en un cam p o d o n ­ de los estudios sistemáticos no son abundantes. Se encuentran en él cosas de interés, por ejem plo, el en trecruzam ien to de los sufijos griegos y latinos, a veces no podem os establecer el origen exacto de un sufijo, -ico por ejem plo, com o ya he dicho. Y datos cronológicos. Por ejem p lo, -ismo entró en el castellano en el siglo x m (baptismo, el ca­ rácter culto es claro), en fecha m oderna (siglo xvi) el prim er -ismo ín cca to ­ licismo·. hoy crece im parablem ente; -ista, igual de im parable hoy, entró en el x ii con exorcista; -ción y -zón estaban desde el siglo x m ; el cultism o -tión entró en el xv. Para -trofia lo más antiguo es atrofia (siglo xvi). Junto a -go (tósigo), desde el siglo x m entró el cultism o -ico (lógico, retórico); -isa (profe­ tisa) es del siglo xv, antes hay la form a patrim onial -esa, etc. Se podría seguir la historia, en todas las lenguas, de los sufijos (y los p re­ fijos) grecolatinos p rim ero en la lengua culta en general, lu ego en la cien tí­ fica. Y , por supuesto, de los lexem as.7”

Léxico griego, latino y cristiano en la historia de las lenguas de Europa

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C O N C L U S IÓ N

E n O cciden te se creó un léxico intelectual a partir, sobre todo, del siglo x m , aun qu e con algunos anticipos: cuand o las necesidades intelectuales lo re­ q uirieron. Igual qu e en G recia. Pero aquí existía el m odelo grecolatino, qu e se usó hasta la saciedad, tanto prefijos com o sufijos o térm inos léxicos. L a derivación y la com posición fueron los procedim ientos habituales: co­ nocidos por las lenguas indoeuropeas antiguas y las de ellas derivadas, pero increm entados por el influjo grecolatino del que hablo. Y cada vez más. C recen las palabras internacionales y las redes léxicas. Y ayudan al de­ sarrollo m orfológico de las lenguas que, com o he dicho, buscaban ap roxi­ m arse haciéndose más analíticas y transparentes, pese a las barreras que entre ellas habían puesto, principalm ente, evoluciones fonéticas con fre­ cuencia de resultados separativos. M ucho más sucedió esto en el caso del propio léxico, sobre todo cuando se pasó del patrim onial al culto y, luego, al cien tífico y técnico. Este léxico ayu d ó a la com prensibilidad de las lenguas. Y ello no solo por el origen co­ m ú n , tam bién p orque creció en él el tipo fon ético grecolatino. N ótese que en un diccionario europeo de palabras usuales hay, de entre sus 8.000 palabras, 1.200 hom ógrafas, casi todas de origen grecolatino. Y otras m uchas m u y próxim as en varias de las lenguas a que se refiere. Y eso q u e se trata de palabras usuales, no de lenguaje científico y técnico. H oy en día nuestras lenguas se aproxim an entre sí y, al tiem po, a la A n ­ tigüedad grecolatina, que perm anece viva y actuante. D irectam ente o por interm edio de otras lenguas, sobre todo del inglés. E l papel del léxico se hace cada v ez más central en nuestras lenguas. A u n q u e una gran parte de él ya no es lengua com ún, sino lengua especial de ciertas ciencias y técnicas.

3 S IN T A X IS Y L IT E R A T U R A E N L A H IS T O R IA DE LAS LE N G U A S DE EUROPA

S I N T A X I S , E S T IL O Y C O M P O S I C IO N L I T E R A R I A ; DE LO S G R IE G O S Y L A T I N O S A E U R O P A

P R IN C IPIO S GENERALES

L a sintaxis de las lenguas de E u ropa es relativam ente u niform e. L o com ún se debe, por una parte, a la com u n idad del punto de partida; por otra, y no solo en la sintaxis, al in flu jo de las lenguas antiguas (latín en O ccid en te, grieg o en O riente) y de su prosa literaria. L o d iferente se debe, por un lado, a las diferencias de la m o rfología de las lenguas; p or otro, a tendencias d i­ versas, de tipo estilístico y literario, a lo largo de la historia, y a que una prosa de tipo más o m enos latin izan te o helen izan te fue sustituida, en cier­ tas fechas y géneros, por una más libre, m enos subordinante, más de tipo hablado. E l punto de partida de la sintaxis m edieval es doble, aun qu e en cierto m odo com ún. Por un lado, para las lenguas rom ánicas, el latín vulgar; por otro, para las germ ánicas, célticas y eslavas, su base indoeuropea. T od as ellas eran, com o ya sabem os, lenguas puram ente habladas. Para el griego m edieval hablado el origen está en el griego de la %()iné\ para las lenguas es­ lavas, en el eslavo com ún. V ien e luego el m odelo cultu ral qu e estas lenguas siguieron, com o he se­ ñalado. Para las lenguas occidentales el m odelo fue, cada v ez rnás, el latín escrito, a su v ez cada v e z más literario. Para el grieg o y el eslavo m edieva­ les, el grieg o m edieval escrito, la llam ada «lengua pura» o fyatharévusa. E jerció el m ism o papel que en O ccid en te el latín, en sus diversas fases. H u b o , en el caso de la sintaxis com o en los dem ás, al com en zar la Edad

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M edia, un retroceso desde el latín y el grieg o cultos, y ello tanto en O c c i­ dente com o en O rien te. Esto, en el caso de las lenguas derivadas del latín y del griego antiguos. E n las lenguas no dependientes ni del latín ni del grieg o hubo un nivel prim ario indoeuropeo: el del que he llam ado indoeuropeo IV . Y a el latín y el grieg o de \oin é pertenecían a él, pero sus rasgos se hipertrofiaron en las lenguas derivadas de ellos, así com o en las otras lenguas no derivadas de estas, a las que he hecho referencia. Pero lu ego, para las lenguas escritas m edievales, de cualqu ier origen, incluso no indoeuropeo, el m odelo qu e ha im perado, com o he dicho, es el tipo literario del latín y del grieg o de la A n tigü ed ad . Y cada vez m ás culto y hum anista, más «antiguo». T o d o ello ha co n ferid o cierta u n id ad , en cuan to a la sintaxis, el estilo y la com p osición literaria se refiere, a tas lenguas m edievales y m odernas d erivadas del latín y el g rieg o y a lenguas in doeuropeas com o el g e rm á ­ n ico (en m en or m edid a el celta), el báltico y el eslavo (las diferen tes le n ­ guas) y, tam b ién , las lenguas no in doeu ropeas q u e se asentaron en E u ro ­ pa, co m o he dicho. P o r tanto, el grieg o y el latín (un latín en el qu e el grieg o había in flu id o previam ente) están, una v e z más, en la base de la relativa unidad de las len ­ guas de O cciden te. R ecu erdo la historia. El IE I (preflexion al), el IE II (m on otem ático) y el IE III (politem ático) están en la base de todas las lenguas indoeuropeas posteriores. E l IE III A , en la del grieg o y el indoiranio; el IE III B, en la de las dem ás lenguas indoeuropeas de E uropa. P ero el IE I V borró las d ife ­ rencias entre el IE III A y el IE III B. A sí, las lenguas indoeuropeas, en un m om en to dado, han resultado ser todas, en definitiva, de un tipo bitem ático IE III B m odificado: el IE IV , con m o rfología aún más sim plificada, aun qu e esto varía d e lengua a lengua. Esto es com ú n a las lenguas derivadas del indoiranio, del griego, del la­ tín y del germ án ico, por no hablar de otras lenguas. Y a el grieg o de la kpiné y el propio latín se aproxim aban a este tipo. N o había, pues, en sintaxis, una línea diferencial entre las lenguas de Eu ropa y las de fuera de Europa. H abía m il elem entos com unes a todas, incluso en el caso d e las m edievales y m odernas. L o que traza esa línea que

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separa de las dem ás, en la sintaxis com o en el léxico, a las lenguas de E u ro ­ pa es, com o he dicho, el in flu jo, en estas, del m odelo grecolatino.

EL GRIEGO A N TIG U O

P ero antes de llegar a las lenguas m edievales, detengám onos un m om ento en el griego y el latín, que son el origen de m uchas de ellas e influyeron posteriorm ente, el uno o el otro, en todas. N ótese que, ya en el latín y el g rieg o más arcaicos, se había desarrollado, en cierta m edida, una sintaxis com pleja. H ablaré brevem ente de ello, antes de v o lv er sobre las lenguas m edievales, a las que he venido refiriéndom e. Es conveniente, porque una serie de rasgos de la sintaxis de las lenguas clásicas son los que, a partir de estas, se im plantaron en las lenguas m edievales. E n el grieg o más antiguo la coordinación con conjunciones era relativa­ m ente frecuente y u niform e, y existía la subordinación (con relativos o conjunciones). A u n q u e era m ás bien rara y de desarrollo particular en cada ram a o lengua.' Las más frecuentes eran las com pletivas (con con ju n ­ ciones o form as nominales del verbo) y las relativas (único tipo bien desarro­ llado en todas las lenguas). Se han añadido varios recursos, com o cam bio de la persona o del m odo, etc. Pero, en realidad, el uso frecuente y com plejo de la subordinación es cosa de la prosa griega, contagiada lu ego a la latina. Si fijam os la atención en una poesía origin alm en te oral, com o la de H o ­ m ero, vem os que el cuadro está dom in ad o por las oraciones bim em bres en las que, en las sustantivas, lo habitual es la ausencia de la cópula; y en todas ellas falta con frecuencia el su jeto/ L a coordinación se realiza la m ayor parte de las veces m ediante la aposición. Y en la m ism a subordinación, cuyo tipo más frecuente es el relativo, se ve a m en u d o que la interpretación subordinativa es secundaria, al lado de la a positiva.3 E n la oración sim ple, el esquem a era com ún al griego y el latín más ar­ caicos (y a otras lenguas indoeuropeas): oraciones unim em bres (más bien raras) y bim em bres, estas de los dos tipos, el n om inal (en lo más a n tigu o sin cópula) y el verbal, a su v ez bien transitivo, bien intransitivo y, opcional­ m ente, con varios com plem entos no obligatorios. Las oraciones simples

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podían, naturalm ente, ser exclam ativas, interrogativas, de m andato o d e­ seo, activas o pasivas. P ero tam bién había, en este esquem a tradicional, oraciones coordin a­ das (apuestas o con conjunción) y subordinadas (con conjunción o con v a ­ rios recursos), estas más bien raras en fecha antigua. En fin, páginas atrás, a propósito del léxico, he trazado un breve panorama sobre el desarrollo de la prosa griega y, dentro de ella, de la ática, continuada luego por la kpiné\ y también por la prosa latina. Por otra parte, el desarrollo del léxico abstracto y de las posibilidades que ofrece la derivación, así com o las correlaciones nom bre / adjetivo / verbo, etc., facilitaron, a partir de un m o­ mento, el desarrollo de una sintaxis compleja. D e b o insistir, sin em bargo, sobre varios puntos que desbordan en cierto sentido la sintaxis. H e descrito el desarrollo de la prosa ática en m i Historia de la lengua griega4 y no querría repetirm e. Pero sí m e gustaría insistir en algun o s aspectos q u e se refieren a puntos de vista no solo de sintaxis, tam bién de estilo y com posición literaria. Por ejem plo, en la culm inación de este proceso de com plejidad oracio­ nal en Isócrates, con sus oraciones «en nido», incrustadas casi in d efin id a­ m ente unas den tro de otras; sobre los varios m odelos previos a este, sobre todo la prosa que trabajaba a base de esquem as m étricos y de «figuras» com o antítesis y paralelism os (G orgias, en parte T u cídid es); sobre la exis­ tencia de varios tipos de prosa más sim ples qu e la de Isócrates, com o la de Platón y Lisias, y m ás sofisticados, com o la prosa «asiánica» o retórica, a veces ya en fecha clásica, lu ego sobre todo en la escuela de H egesias/ Pero nótese que en la obra literaria la oración sim ple y com puesta y el texto o p árrafo (y sus equivalentes en la poesía) no son las únicas unidades: hay unidades interm edias hasta llegarse al ú ltim o nivel, el de la obra. Esta es, efectivam ente, una unidad tanto form al com o de contenido. E n esto ha habido una evolución a lo largo de la literatura griega. U n prim er estadio organ izativo es el de los poem as épicos, con sus digresiones y sus avances hacia atrás y hacia adelante, sus elem entos incrustados varios e im predecibles, sus plegarias, debates, m áxim as, sím iles, así com o su d ic­ ción form ularia heredada y m odificada a veces: todo ello no m uy diferente de la épica indoeuropea en general/ T am p o co m uy diferente de una histo­ ria com o la de H eró d oto.7

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En todo caso, estas son estructuras abiertas, im predecibles. L o original de los griegos es la creación de diversas estructuras cerradas, com puestas por elem entos qu e dentro de ellas se organ izan de un m odo estable, aun­ que toleran variantes. Son diferentes según los géneros y nacieron en d ife­ rentes edades, y han in flu id o en toda la posteridad, hasta hoy en día. Son, fundam entalm ente: 1. Las composiciones líricas, de diversos géneros (coral, m ixta, m onó­ dica, dialógica) y diversos caracteres (treno, him eneo, partenio, epini­ cio, etc.).8Suele dom inar la estructura ternaria, con m uchas variantes. 2. E l teatro (tragedia, dram a satírico, com edia de varias fechas), con unidades com binadas según esquem as previos que perm iten cierta variación.9 3. E l diálogo, a partir del socrático. 4. L a oratoria de varios géneros, cuya estructura estudió la antigua re­ tórica. E n todos dom inan la narración y refutación, entre el proem io y la peroración. 5. E l tratado científico, filosófico y técnico, a partir de H ipócrates, or­ ga n izad o en apartados y subapartados, según criterios de contenido que van entre un prólogo y una conclusión.1" 6. L a historia organizada cronológicam ente, a partir de T u cíd id es, con m ínim as digresiones. Igual la biografía y la novela, con varios sub­ géneros. 7. Los géneros antológicos de tipos m uy diversos. T o d o esto en térm inos m u y generales y con gran trascendencia para el fu ­ turo: estos géneros dom inaron la literatura latina y, tras varios eclipses y problem as, todas las literaturas occidentales.

EL L A T ÍN A N T IG U O

Por supuesto, los conjuntos oracionales centrados en la oración simple a la que, poco a poco, se añadieron los períodos con coordinación y subordinación, los encontramos ya en los prim eros textos latinos, epigráficos y literarios.

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La confluencia y expansión de las lenguas de Europa El esquem a arcaico indoeuropeo de la oración verbal sim ple está, entre

m il ejem plos, en la fíbula de Preneste: Manios m edfhefha\edNumasioi, «M a­ nio m e h izo para N u m erio». C u an d o se trata de exponer un tema com p le­ jo, los conocidos Elogia de los Escipiones se organizan sobre el esquem a de la oración verbal, con diversas aposiciones al sujeto y com plem ento. V éase, por ejem plo, el elogio qu e se edita, el prim ero, en C I L I 6: sujeto (Cornelius Lucius Scipio Barbatus) + adjetivos y aposiciones nom inales (Gnaivod patre prognatus, fortis uir sapiensque) + oraciones de relativo (quoius... fu it... quei... fu it) + oración transitiva en aposición (Taurasia y aposiciones ... cepit) + otra en aposición (subigit...) + otra con con jun ción cop u lativa (opsidesque abdoucit). C o n m enos frecuencia y poco a poco se introdujeron subordinadas con relativo (quei / qui) y con c u m ,se i/ si, o in fin itivo, sobre to d o ." P o r supues­ to, p aulatinam ente la subordinación proliferó. M erece la pena citar, por ejem plo, en C a tó n ,'2 la oración del pater fam ilias a favor de sus cam pos: Marspater te precor quaesoque uti síes... + oración de relativo que incluye un verbo de voluntad qu e rige un in fin itivo, circumagi iussi + uti prohibessis (con aposición de verbos y com plem entos directos en aposición) + ut... grandire... evenire siris (y sujetos en ac. en aposición) + dos subjuntivos y sus com plem entos, todo en aposición. Este es el esquem a origin al, latino e itálico en general, sum am ente a r­ caico. A p arecía ya en el verso más antiguo, que tenía m odelos griegos. E n ­ nio, por ejem p lo ,'3 podía crear una interrogativa indirecta sin con jun ción (certabant urbem Romam Remoramne uocarent), pero tam bién una tem p o­ ral con cum (ueluti consul cum mittere signum uolt). E n el m ism o pasaje si­ g u e una serie de oraciones verbales intransitivas. H ay, efectivamente, en latín, el «viejo» y el «nuevo» estilo, que sale gra­ dualm ente del prim ero por imitación de los griegos e incluye la sintaxis y el es­ tilo helenizantes. E. N orden ha escrito sobre ello páginas difíciles de superar, describiendo las distintas etapas del latín helenizado a través de su historia.'4 Resulta im posible entrar aq u í en el detalle, qu e incluye variantes y m o­ dalidades diversas, algunas más am plias, otras fijadas en una sintaxis y un vocabulario estrictos; algunas más rígidas y simples, otras abundantes y «asiánicas». H ay variantes tam bién entre poesía y prosa y, dentro de esta, entre diversos tipos según los gustos y los géneros. U n orador podía elegir

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entre la lengua más plana de Lisias y la más com pleja de D em óstenes, lle­ gar incluso a la im itación de Isócrates. Y para los historiadores había, igu alm en te, varios m odelos. E ntra aquí lo que podem os llam ar, am pliam ente, estilo, que incluye el tipo de léxico y el ritm o de la prosa, así com o la organ ización de los poemas y, sobre todo, d e los discursos, según los esquem as com positivos desarrolla­ dos por los griegos. E n sum a, sin n egar la origin alid ad , la b rillan tez en ocasiones de la pro­ sa latina (y del verso, por supuesto), lo cierto es que, a partir de una base in­ doeuropea com ún , el desarrollo de la prosa depend ió del m odelo griego. D e los varios m odelos, m ejor dicho. Pues la literatura griega qu e prim ero se im itó, a partir del siglo 11 a. C ., fue la de los escritores helenísticos con­ tem poráneos. Solo después se pasó a im itar a los escritores áticos.'5 L os géneros literarios fueron, en definitiva, los m ism os: im itados de los griegos. Sustituyeron a la antigua literatura de tipo itálico. En traron en fe­ chas varias, no en el orden cron ológico de los de los griegos; pero al final el panoram a general fue el m ism o. E s este repertorio de géneros el que fue im itado, tam bién en fechas diversas, en las literaturas latinas m edievales y en las nuevas literaturas m edievales y posteriores.

LA CRISIS L IN G Ü ÍS T IC A A L F IN A L DE LA A N TIG Ü E D A D Y C O M IE N ZO S DE LA EDAD M EDIA

L a decadencia, a partir del siglo v, de la prosa latina fue paralela a la deca­ dencia de la griega, aun que con m atices diferentes. El arcaísm o cultivado por los arcaístas griegos y por los latinos tam poco fue la solución. Esa decadencia literaria h izo reducirse, en el latín y el grieg o hablados, los sistemas de subordinación. Provino, en el fondo, de hechos sociales: la m ezcla del núcleo tradicional de población con gentes poco o nada cultiva­ das, la fractura social y la ruptura de las com unicaciones, el «cerco» cada vez más estrecho que se puso a las élites, aisladas dentro de masas de otra cultura y consum idas por la ineficiencia y la falta de poder y de esperanza. U n a sociedad proletarizad a p ro d u jo lenguas dism in uid as y elem enta­ les. L o que, en estilo, sintaxis, léxico y técnicas de com posición literaria ha­

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bían a va n za d o el grieg o y luego, por in flu jo de este, el latín, tendió a per­ derse. H u b o una quiebra, un bache entre dos tipos de sociedad: el latín y el grieg o cultos se con virtieron en algo más bien artificial propio de las élites. Era seguido trabajosam ente por los m ás o no se seguía. Esto se ve en el latín v u lg a r"’ y, luego, en el m edieval, in cluido el que llam am os rom anceado. C o m o en g rieg o desde fecha más antigua, así en el grieg o v u lga r de, por ejem plo, la Vida deEsopo; tam bién en el poco con oci­ do grieg o vu lgar de la E d ad M ed ia.1’ C la ro que, a partir de aquí, los cam inos que siguieron las lenguas en O ccid en te y en O rien te fueron diferentes. E n O rien te el griego vu lgar ape­ nas fue escrito, lo qu e se escribió fue el «puro», artificial, del que he habla­ do: hasta el siglo x v no hubo conatos de con vertir en literarios los dialectos griegos vulgares, en realidad para qu e se im plantaran hu bo que esperar al siglo x ix y aun al x x .° En cam bio en O ccidente, que había quedado escindido en varias nacio­ nes, el latín vulgar se convirtió a su v e z en varias lenguas habladas. N o lite­ rarias, pero susceptibles de ser influidas por el latín, cuya tradición nunca se perdió. A partir de aquí, y com o ya he dicho, el crecim iento de las lenguas de la Europa occidental — en léxico, sintaxis, estilo, literatura— a veces desde el siglo ix, a veces desde el xi, fue debido a renacim ientos literarios basados en el latín, que traía dentro de sí antiguos elem entos griegos. T am b ié n en el caso de lenguas, indoeuropeas o no, que nunca habían pasado del estadio oral; eran ajenas a las culturas antiguas, pero con el tiem po fueron influidas por ellas. Y a lo he dicho a propósito del léxico, fue igual en lo dem ás. Se consolidó así la unidad lingüística de la qu e he hablado, basada en una con tin uid ad , no sin abandonos ni episodios dram áticos, de las literatu ­ ras griega, latina y las occidentales. Y de la infusión de esta tradición cu ltu ­ ral a otras lenguas varias. L a nueva etapa, la de las lenguas occidentales de varios orígenes, coin ci­ dió, por supuesto, con un crecim ien to de la sociedad y de la cultura, fo ­ m entada esta por los m onasterios, obispos, reyes, nobles y universidades qu e veían en la cultura antigua un m odelo que seguir. Influyó en las n ue­ vas lenguas y en las nuevas culturas, tanto en las de origen latino o grieg o com o en las de origen sim plem ente indoeuropeo, en O rien te y O ccid en te, e incluso en las de origen no indoeuropeo.

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Pero, en fin, nada puede com prenderse sobre el estado de las lenguas la­ tina y griega al final de la A n tigü ed ad y la evolución lingüística a partir de ahí si no se coloca todo en un cuadro am plio. En el cuadro cultu ral esboza­ d o y, tam bién, en un cuadro del total de ambas lenguas, no solo de su sinta­ xis, tam bién de todo lo dem ás, incluida la literatura. Pues hay que recordar la decadencia de la subordinación y d e la prosa literaria y com pleja en el latín y el grieg o vulgares. Es un fen óm en o qu e no dejó de in flu ir en la estructura de las nuevas lenguas qu e crecieron en la E d ad M edia. P orq ue ya he hablado de las innovaciones del IE I V qu e se reflejaron en una evolución de esas nuevas lenguas europeas y que tuvieron con fre­ cuencia trascendencia sintáctica. E l fen óm en o se m an tuvo pese a los poste­ riores influjos de las lenguas clásicas. C item os, por ejem plo, la pérdida de la flexión nom inal en algunas len­ guas: así en francés, inglés o bú lgaro. Q u é du da cabe de que este hecho, que se produjo gradualm ente, llevó, por un lado, al uso más frecuente (obli­ gatorio a veces) de preposiciones; por otro, al em pleo, com o sustitutivo, del orden de palabras. A u n q u e , la verdad, ello tiene m ás trascendencia desde el punto de vista form al que desde el del contenido. L o m ism o d ig o, aun qu e habría que es­ pecificar el detalle, de la sustitución de las form as sintéticas por otras analí­ ticas, así en el caso de los grad os de com paración del adjetivo y en el de la recreación de form as verbales com plejas (de perfecto, pluscuam perfecto, v o z pasiva, usos m odales del verbo, etc.). T o d o esto es com ún , en grad os diversos, a lenguas rom ánicas, g e rm á ­ nicas, grieg o m ed ieval, lenguas eslavas. E n d e fin itiva , todas estas lenguas con servaron una estructu ra apta para con tin u ar la sintaxis a n tigu a del indoeuropeo y aceptar, en el m om ento adecuado, la sintaxis com pleja de las prosas grieg a y latina. H a b lo en térm inos gen erales, porqu e el uso del in­ finitivo y participio decayó o (a veces) se perdió y los usos m odales del v e r­ bo dism in u yero n en gran m edid a o se perdieron , salvo el del im perativo. Y , en gen eral, los tiem pos com puestos del verbo in tro d u jeron algun as n o v ed ad es.'9 C iertam en te, la reducción m o rfológica h izo d ifícil o im posible, en cier­ tas lenguas, la concordancia de n om bre y adjetivo, así com o el hipérbaton

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del g rieg o y el latín clásicos. Su reintroducción culta no siem pre se h izo sin violencia hacia las nuevas lenguas.

EL IN F L U J O DEL GRIEGO Y E L L A T IN EN LAS LEN GU AS DE EU RO PA EN LA EDAD M ED IA

U na lengua conversacional no pasa, en térm inos generales, de frases cuya relación es establecida por el gesto y la situación. Esto no se ha extinguid o, hoy m ism o podem os decir: N o salgo a la calle, llueve mucho. O ¿Vienes? Sal­ go contigo. P ero al lado de estas construcciones se crearon otras qu e hicie­ ron form alm en te evidentes las relaciones entre las oraciones. Para ello, se crearon marcas, relativos y conjunciones que indican las distintas relacio­ nes de subordinación. Y , alternativam ente, la subordinación se indicaba m ediante las form as nom inales del verbo y el uso de tiem pos y m odos. Y a hem os visto esto y que, en las form as escritas más antiguas de las len­ guas indoeuropeas, la subordinación era escasa. Pues bien, existe la gran curva que va del dom inio de la oración simple al de la com puesta y luego otra v e z al de la sim ple en la época poco literaria del fin de la A n tigü ed ad y los com ienzos de la E d ad M edia. Era, por decirlo así, un volver a em pezar. Este volver a em p ezar crecería lu ego creando otra v ez oraciones com puestas, párrafos en qu e estas se integraban, libros. Se llegaba así a u n id a­ des literarias varias, en escala. A l final, en la época del H u m an ism o y, por supuesto, después de ella hasta hoy en día, volvieron a escribirse libros en prosa del tipo de los de la A n tigü ed ad clásica. E viden tem en te, por in flu jo del grieg o y del latín. N ótese qu e n o quiero referirm e aquí a las prim eras épica y lírica m e­ dievales, de tipo popular, a veces ya subordinativa, pero raram ente; apenas organ izad a en unidades. Pienso, por ejem plo, en las jarchas y los ro m a n ­ ces, tam bién en la lírica gallega y proven zal y la de los minnesinger. En el m om ento en que, adem ás de cantarse, se escribía (aunque fuera solo para que los juglares la recordaran), un cierto m odelo culto im peraba. P ero ahora m e refiero preferentem ente a la prosa. P o rq u e desde el si­ g lo ix d. C . en Francia y B ulgaria, el x i en otros lugares, el x m en otros to­ d avía, volvió a haber una prosa. Y su m odelo, en cuanto a la sintaxis com -

Sintaxis y literatura en la historia de las lenguas de Europa pleja y las unidades textuales, era sin lu gar a du das la literatura griega en O rien te, la latina en O ccidente. E l O rien te m adrugó más. H u b o prim ero, en el siglo iv, la traducción go da de la Biblia, desde el ix la eslava tam bién de la Biblia en B ulgaria, en fechas posteriores diversas traducciones en B ulgaria, en la Rusia de K ie v y en otros lugares. Por supuesto, todos estos textos calcaban la sintaxis del grieg o de los Evangelios y los Padres. Y la literatura eslava posterior deri­ vaba directam ente de esos textos traducidos del griego. E n cam bio, en el caso de las lenguas occidentales, tanto las románicas com o las que ahora se escribían por v e z prim era — célticas, germ ánicas, es­ lavas occidentales, húngaro, finés y, más tarde, el vasco— , el m odelo era a todas luces el latín. N ótese que n o m e refiero solam ente al latín an tigu o d e fecha tardía: el de O rosio o la V u lg a ta o las vidas de santos o el Pamphilus pseu dovidian o o las Etimologías de san Isidoro. M e refiero tam bién al latín m edieval qu e se­ gu ía escribiéndose: el de la literatura de la corte de C arlom agn o , las crón i­ cas asturianas, los fueros y docum entos notariales, las fábulas, el preteatro cristiano, el Navigium Sancti Brandami, el Liber Sancti Iacobi, la Disciplina Clericalis de P ed ro A lfon so, el Carmen Campidoctoris, la Historia Regum Britanniae, la Ecbasis Captivi, el Ysengrimus (m odelo del Roman de la Rose), las com edias latinas de H rosvith a y otras, el Speculum Historiale de V ic e n ­ te de Beauvois, el Liber Thesauri de B runetto L a tin i, obras gram aticales, otras filosóficas... Piénsese qu e en el siglo x n las obras árabes de origen g rieg o se trad u ­ cían al latín en la Escuela de T o led o . E n el x m ya al castellano, igu al que las obras árabes sapienciales de origen griego o iranio e indio a las qu e me refiero más adelante. E n ese m ism o siglo los prim eros historiadores castellanos qu e supera­ ban ya las viejas crónicas escribían todavía en latín obras com o las de Lucas de T u y y el arzobispo D o n R odrigo; pero lu ego ellos m ism os las trad uje­ ron al castellano. C o m o em p ezaron a proliferar las traducciones de obras latinas, a veces derivadas de originales griegos: las Vidas de A p olo n io, de Esopo, de Secundo; la Disputatio de A d ria n o y E picteto (de don de salieron innúm eras «disputas» en francés y en castellano). Y hay en latín m áxim as, fábulas, cuentos, espejos de príncipes, obras preteatrales (Visitatio sepulchri,

La confluencia y expansión de las lenguas de Europa Officium pastorum, Ludus de rege et regina...). L u e g o llegaron las d eriv a cio ­ nes en lenguas m odernas. L as fronteras entre la traducción y la obra original no siem pre son cla­ ras. E n un capítu lo anterior he señalado el absoluto dom in io del latín en la E d ad M edia y que las literaturas occidentales com en zaron , en gran m edi­ da, con obras de traducción, o con im itaciones de las traducciones, com o en el caso de obras sapienciales griegas llegadas a través del árabe, qu e yo he estudiado, qu e a su v e z fueron im itadas por una am plísim a literatura.2" N a d a extraño: tam bién el latín em pezó a escribirse sobre el m odelo del griego, este lo fue tam bién para el gótico y el eslavo, com o ya he dicho, tam bién en gran m edida puede esto aplicarse al árabe de los traductores del grieg o en B agdad. Este latín que conocían los hom bres m edievales condicionaba absoluta­ m ente sus escritos en lenguas m odernas, cuando estas com en zaron a escri­ birse en las fechas m encionadas. Por supuesto, hay desde el siglo x v el latín de los hum anistas, qu e despreciaban el m edieval y seguían m ás de cerca el m odelo antiguo. A él era trad ucido el griego de los clásicos, desde V a lla y tantos otros, y los clásicos griegos y latinos eran a su v ez traducidos a las nuevas lenguas. M uchos hum anistas (el m ism o Boccaccio, el m ism o Petrarca, los m is­ mos G arcilaso y F ra y L u is, entre tantos otros) escribían ya en latín, ya en lengua rom ance. Y otros escritores, a veces, en latín o alem án o inglés o po­ laco o húngaro. E l latín seguía sirviendo de m odelo. P or supuesto, por fuerte que fuera la influencia del latín, debía res­ petar, en lo que a la sintaxis se refiere, las nuevas características de algunas de las nuevas lenguas: ya he hablado de la reducción o pérdida, en algunas de ellas, de los casos nom inales, lo qu e llevaba al uso de las preposiciones y a veces del orden de las palabras y a la gen eralización de la obligatoriedad de notar el sujeto en lenguas com o el francés y el inglés. Y a la im posibilidad de ciertas concordancias y de un hipérbaton dem asiado forzado, que solo se renovaron en fecha hum anística y barroca. E n ocasiones, esta diferen cia respecto a la a n tigu a sintaxis fue m ín im a en un co m ie n zo (así en las lenguas citadas y en el a n tigu o bú lga ro , h ere­ dero por lo dem ás de un g rieg o no m uy subordinan te), creció con el tiem po.

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Pero, antes de ello, es sobre todo en el dom in io de la oración sim ple y la aposición, sin apenas coordinación y subordinación, en los com ien zos de las nuevas literaturas, en lo que más se nota el nacim iento de una nueva edad, un volver a em pezar. F u e seguido del crecim iento de la coordinación y la subordinación, apoyada p or el latín (y en O rien te por el griego). D om inaba la trase quebrada, con repeticiones, aposiciones, cam bios de construcción.21 H abía un p rim itivism o sintáctico, con pobreza de nexos, tanto coordinantes com o subordinantes.22 E sto en el castellano, pero igu al­ m ente en las dem ás lenguas. V in o lu ego, poco a poco y en todas las lenguas, una latin ización de la sintaxis qu e en F rancia partía, entre otras cosas, de las traducciones qu e se hacían para uso del rey.25 Esa latin ización se ve, entre otros puntos, en la creación de oraciones de in fin itiv o , el sistem atism o de la coordin ación y la expansión del relati­ v o y las con jun cion es de su bord inación . Pero nótese qu e son la excepción los nexos qu e vienen d irectam en te de los latinos. L a m ayor parte de ellos se han recreado de diversas m aneras y se han hecho poco a poco más co m ­ plejos y más esp ecializado s.24 P o r supuesto, esta ap roxim ación de las nuevas lenguas, en la m edida q u e sea, a la sintaxis latina es propia de la lengua escrita m ás qu e de la h a­ blada. Y dentro de la p rim era, en el período del H u m an ism o , el latin ism o c reció m u ch o m ás, en ciertos escritores: no solo el hipérbaton, sino tam ­ bién construcciones derivadas del ab la tivo absoluto, del acu sativo de rela­ ción , etc. E sto era una m oda literaria sin gran trascendencia gen eral. Y , a partir de cierto m om en to, hubo una reacción a fa v o r de una sintaxis más libre y con versacion al. Y a en el siglo x vi y lu eg o cada v e z m ás, con ciertas excepciones. A u n así, es im portante notar el in flu jo de la sintaxis latina, glo b alm en ­ te, en toda la prosa y aun la poesía (a veces m uy especialm ente en esta): ha unificado, com o he notado, las lenguas de E u ropa, al m enos en cierta m e­ dida. Y el griego m oderno, aun qu e sea teóricam ente una dimotikí, griego popular, ha recibido en form a notable el peso de la katharévusa: en d efin iti­ va, de la sintaxis de la prosa de la kpiné literaria griega. L o m ism o ocurre en el caso de las lenguas eslavas. Y

hay que alu d ir tam bién, al m enos, a la resurrección, en la E dad M e­

dia pero sobre todo en fecha hum anística, de las antiguas figuras de die-

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ción y la antigua prosa rítm ica. L a m ayor parte de las veces en el latín que ahora se escribía, pero tam bién en las nuevas lenguas, en m odelos literarios que im itaban a los antiguos: en la oratoria, la historia, géneros poéticos.2,;

DE L A L I T E R A T U R A G R E C O L A T IN A A L A S E U R O P E A S

Por supuesto, no es este el lu gar adecuado para hacer una exposición de las literaturas europeas de la E d ad M edia y de las posteriores, hasta hoy. Pero sí para exponer algunas consideraciones generales en buena parte anticipa­ das en m i libro E l reloj de la historia. Homo sapiens, Grecia antigua y mundo moderno.26 Recojo algunas de sus conclusiones fundam entales: 1. Es im posible exponer la historia de las literaturas occidentales y de otras más de E u rop a sin hacerla preceder o acom pañar de la historia de la literatura latina: de la m edieval y, tam bién, de la antigua, esta redescubier­ ta poco a poco, sobre todo desde el siglo xv. H a b ía , diríam os, un reparto: gén eros q u e se escribían en latín , otros q u e co m e n za ro n a escribirse g ra d u a lm e n te, en especial a p a rtir del si­ g lo x ii, en las n uevas lenguas. P e ro para estos, y lu eg o tam b ién para los p rim eros, el latín (el a n tigu o y el m edieval y este de trad u cció n o de crea­ ción) era el m odelo. Sin él no habría habido literatu ra p ropiam en te en las nuevas len guas. Y

com o el m odelo era el m ism o para todos, de ahí se deduce el paral

lism o entre las nuevas literaturas, acom pañado de influencias entre ellas: el p roven zal in flu yó en toda la lírica, la leyenda de A le jan d ro pasó del fran ­ cés al español, B occaccio in flu yó en toda la cuentística, lu ego D an te en la poesía épica, lu ego Petrarca en la lírica, etc. 2. U n corolario se deduce de aquí: la exposición aislada de las distintas literaturas, justificada sin duda por razones prácticas (y a veces por razones nacionalistas), es un p ro fu n do error. Se escriban en la lengua qu e sea son paralelos, por ejem plo, el teatro, las crónicas, los espejos de príncipes, los debates, las alegorías, y los dem ás géneros m edievales y posteriores. 3. A h o ra bien: den tro de las distintas literaturas hay un segm ento de origen oral y otro de origen escrito. E l prim ero es el de la épica, ya germ á­

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nica (fíeow u lf Nibelungos, Edda), ya céltica (diversos poemas irlandeses y otros), ya rom ánica (Chanson de Roland, Poema de M ío Cid). D e esta épica d eriva la novela caballeresca en E u ro p a, que desarrolla leyendas de este tipo, los rom ances en España, etc. Y

hay la lírica popular, cantada, sobre todo entre los m ozárabes (las jar-

chas), en P roven za, G alicia, en A le m a n ia (poemas líricos de los minnesin­ ger, etc.). Por supuesto, tanto la épica com o la lírica acabaron por escribirse (y por p roducir derivados en prosa, com o los libros de caballerías). Y hay el teatro popular (que lu ego enlaza con el que tuvo origen en la Escritura) y qu e iba unido a la dan za y a representaciones populares: carnavalescas, de m oros y cristianos (o moresca, mornsh dance), de fon do religioso arcaico o m ítico. Eran representaciones q u e lu ego a veces se escribieron, com o la Plough Play inglesa o el je u de la Eeuillée francés de A d a m de la H alle, o la Commedia dell’Arte en Italia/7 4. A l lado está la literatura en la prosa de las nuevas lenguas, q u e crecía al lado de la de las obras reservadas al latín. E ra escrita desde el siglo ix. C o m o ya he señalado, en buena m edida se trataba de traducciones: del la­ tín, que a veces procedía, a su vez, del griego; o del árabe, qu e solía proce­ der del grieg o o del pehlví. 5. Pero otras veces los textos latinos, de traducción o no, eran sim ple­ m ente imitados: así nacieron las fábulas, los proverbios, espejos de prín ci­ pes y obras análogas com o varias del Infante don Juan M anuel, «disputas». Y obras sem ejantes, com o, en España, el Libro de los doce sabios, las Flores de Filosofía, etc., obras diversas de sabiduría (com o el Conde Lucanor y otras); crónicas e historias en las diversas lenguas (com o la Anglo-Saxon Cronicle o la History o f the Kings of Britain o las Grandes Chroniques de SaintDenis o las obras históricas de A lfon so el Sabio). O poemas m edievales com o el Roman de Renart, que partía del Ysengrimus, sobre todo. O vidas com o la de A p o lo n io Rey de T iro . O leyendas com o las unidas a T ro y a o a A le ja n ­ d ro , o poesía d id áctica y satírica co m o la del A rc ip re ste d e H ita o C h a u ­ cer, o alegórica com o el Roman de la Rose. O literatura h agiográfica o mariana (la Séquence de Sainte Eulalie, la Vida de Santa María Egipciaca, los Milagros de Nuestra Señora, de G o n za lo de Berceo, etc.). Estas eran ya obras de las nuevas literaturas, escritas por hom bres de ta­ lento. El m odelo es siem pre latino: antiguo, m edieval o cristiano.

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6.

A h o ra bien, desde los siglos x iv y x v sobre todo tu vo lu gar una f

sión de estos m odelos y los latinos clásicos. E sto tuvo lugar ya en Italia con, por ejem plo, D an te, o, en España con, por ejem plo, Juan de M ena. V irg ilio estaba ya presente en estos poetas, al igual que en, por ejem plo, Juan del E n zin a y Lu cas F ern án d ez (con m ezcla de tem as pastoriles tradicionales, más los evangélicos, más los virgilian os y m itológicos). C u a n d o las nuevas literaturas alcanzaron su m a d u rez resultaron, en el fondo, paralelas. Y ello no solo por los enorm es influjos recíprocos entre ellas, sino por el eco de la antigua literatura latina, edificada a su v ez sobre la griega. Se creó así, por ejem plo, un n uevo teatro, derivado, por m uchas d ife ­ rencias q u e hubiera, de la idea de la antigua com edia y tragedia: en España con G il V icente, T orres N a h a rro y Rojas, entre otros, en Italia por M ussa­ to, A riosto, P o lizia n o y otros m ás.2* D esde los siglos x iv y x v había, pues, una nueva literatura en O ccidente. T e n ía una clara im pronta antigua. A sí en el caso de la historia, donde en ­ contram os ya obras de clara estructura latina, com o en F rancia las de V illehardouin, F'roissart y C om m in es, en España las del C an ciller A y ala y Je­ rónim o de Z u rita. Por no hablar de las obras del siglo x vi, com o las de M ariana o F lu rtad o de M en doza. Es fácil ver la organización de las obras históricas, así com o la de la ora­ toria, en unidades calcadas de las antiguas. F lay una clara exposición cro ­ nológica, in clu yen d o en ella los discursos y las arengas de los protagonistas. Y , tam bién sobre el m odelo latino, encontram os la organ ización en li­ bros y capítulos, a veces con prólogo y conclusión, de las obras filosóficas y científicas, que por m u ch o tiem po se habían escrito solo en latín. Incluso géneros que son realmente nuevos, com o el teatro clásico español e inglés de los siglos xvi y

x v ii

(para no hablar del francés del siglo xvn), que

tienen un claro trasfondo antiguo, al menos en las líneas generales y en el con­ cepto de lo cóm ico y lo trágico y la organización de las obras. Y lo m ism o digo de la novela, el género, qu izá, más nuevo de todos, a partir del Quijote. Sobre este tem a he escrito: tanto esta obra com o sus predecesoras, el Lazarillo so­ bre todo, proceden del fondo de la novela antigua realista, crítica, paródica.29 L a novela, por lo dem ás, siguió, com o en G recia, el m odelo o rga n izati­ vo de la historia.

Sintaxis y literatura en la historia de las lenguas de Europa Y continuaron los géneros antológicos: colecciones de m áxim as y de­ más, de fábulas, de poesía lírica. L os géneros literarios y la facies form al de la nueva literatura fueron aproxim ándose cada v e z m ás a los m odelos lati­ nos — qu e a su v e z dependían de los griegos. P o r supuesto, no es necesario insistir sobre el trasfondo antiguo, latino con precedentes griegos, de la nueva épica de A rio sto, E rcilla y los demás. N i de la nueva lírica de Petrarca, G arcilaso, Ronsard, F ra y L u is y los de­ más. N i de los poetas y prosistas del Barroco. E n definitiva: la literatura latina tardía y m edieval, prim ero, y la clási­ ca, después, están en la base de las literaturas europeas: de las m edievales y de las renacientes y posteriores. H an logrado m antener, a través de todos esos derivados, una v ez m ás, la unidad de Europa. Y no solo la de los pueblos de origen latino: tam bién la de los germ an os y celtas, así com o la de los eslavos occidentales, los húngaros y los fineses. Y los vascos, desde fecha m ás reciente. Por otra parte, la literatura griega m edieval, jun to con una base popu­ lar en la épica del tipo del Digenís Atritas y la lírica tam bién popular, d e­ pende de la literatura griega tardía. Pero tam bién, en gran m edida, de la literatura de los francos, en C re ta de la de los venecianos, lu eg o en los si­ glos x v iii y siguiente de la francesa.3" Im posible entrar aquí en las literaturas eslavas de escritura cirílica y re­ ligión ortodoxa: pero está claro que se desarrolló bajo las mismas coordena­ das, prim ero continuando la literatura griega tardía, incluida la cristiana, dejándose in flu ir lu ego por las literaturas occidentales.

C O N C L U S IÓ N

C o n esto concluim os la parte de este libro relativa a la unidad lingüística de E uropa, en tanto que hecho cultural. H ech o m ú ltip le, hecho reflejado en todas las lenguas de E u rop a, sea cual sea la ram a lingüística a que pertene­ cen. H ech o grad ual, que ha reconstruido, en algun a m edid a, los estadios antiguos de las lenguas griega y latina. En d efin itiva , insisto sobre lo qu e he d ich o al com ien zo: las lenguas europeas todas form an un con jun to , una a p roxim ad a u n id ad n o ya desde

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La confluencia y expansión de las lenguas de Europa

el p unto de vista de su estructu ra gram atical (que es com ú n a la general de las lenguas in doeuropeas, con las excepciones qu e sabem os), sino des­ de estos otros puntos de vista q u e hem os ven id o estudiando. F u n d a m e n ­ talm en te, el de la representación g rá fica (el alfabeto), el del léxico c u ltu ­ ral, el de la sintaxis más com p leja y el de la literatu ra. Y ello, desde los grieg os hasta la actu alidad. E u rop a es una unidad cultural: lo ha sido en sus fases griega, latina, m e­ dieval y en las qu e siguen hasta hoy. Pese a sus discordias y guerras. A u n ­ que hoy en día su cultura no está restringida a ella sino qu e se ha exten di­ do, en form as y m edidas ciertam ente diversas, por todo el m undo. P ero qu erría com pletar este punto de vista con otros hechos unitarios, qu e en realidad rebasan ya E uropa. M e he ocupado de ellos brevem ente en otro lu gar.3' Se trata de esto: nuestras lenguas están recuperando, en cierto m odo, estadios de lenguas del A n tig u o O rien te en los cuales la escritura fonética (en silabario, lu ego alfabeto) se com binaba con la gráfica de ideogram as o jeroglíficos. Estos pueden indicar, por ejem plo, los servicios o baños para hom bres, m ujeres y m inusválidos, el sentido en que puede circularse, los pasos de peatones, prohibiciones m últiples, etc. Pero tam bién son internacionales los num erales, algunos sím bolos (L = aprendiendo a conducir, H = hospital, P = aparcam iento, I = Inform ación). Y toda clase de siglas del tipo de U N E S C O , U C I y m il más. C ierto que a veces no son exactam ente iguales en todas partes, O T A N sigue el orden es­ pañol (O rgan ización del T ra tad o del A tlán tico N orte), N A T O en inglés. E n suma: los hablantes de cualqu ier lengua pueden com pren der un sis­ tem a de signos lingüísticos (pronunciados de varios m odos o no pron un ­ ciados) q u e es com ún a todos. Se añaden signos no gráficos com o los sem á­ foros, las banderas, etc. E sto lleva m i atención a otro tema: allí don de existe una m ultiplicidad de lenguas, una de ellas, la de más prestigio social o político, suele con ver­ tirse en lengua com ún, así el quech ua y el nahua en A m érica, el gu aran í en Paragu ay y zonas contiguas. Este papel unificador lo ejerce el español en España (con disgusto de algunos), el francés en F rancia, etc. Y m uchas veces una lengua com ún se convierte en lengua nacional, com o verem os en el p róxim o capítulo.

Sintaxis y literatura en la historia de las lenguas de Europa Pues bien, en Eu rop a ha habido «lenguas com unes» sucesivas, de m a­ yor o m enor difusión, útiles en todo caso para la com unicación. Para no ha­ blar de la A n tigü ed ad , en la E d ad M edia lo fue el latín, según he expuesto. L u e g o ha habido difusión de otras lenguas (italiano, español, alem án, grie ­ go, ruso) fuera de sus fronteras, pero las grandes lenguas com unes (para viajes, negocios, cultura) han sido sucesivam ente el francés y el ingles, que lo es ahora. P o r supuesto, las lenguas com unes producen préstam os q u e llegan a las diversas lenguas. A u m en tan su grad o de intercom unicación, fen óm en o qu e hem os estudiado. N o hay una lengua europea, pero hay fenóm enos varios qu e las han aproxim ado y las aproxim an cada v e z más. H a y una especie de constela­ ción de lenguas, nadie se siente totalm ente extraño en ella, com o cuando nos encontram os en un país árabe o en C h in a. T am b ién allí nos salvan nuestras lenguas, sobre todo las m ás com unes.

CUARTA PARTE

H I S T O R I A DE LAS G R A N DE S L E N G U A S COMUNES DE EUROP A

LAS G RAN D ES LE N G U A S CO M U N ES DE EUROPA

LA C R E A C IÓ N DE LAS G R A N D ES L E N G U A S E U R O PE A S

G ENERALIDADES

L a prim era im presión que recibe cualquiera que se acerca al tem a de las lenguas europeas es la de que existen unas cuantas graneles lenguas en E u ro­ pa: español, francés, italiano, inglés, etc. Parece com o si las lenguas eu ro­ peas hubieran salido directam ente del indoeuropeo, de las diversas ramas del indoeuropeo: del IE III A (el griego), del IE III B (las lenguas occidenta­ les: el latín, el celta, el germ án ico, el eslavo, el báltico, el ilirio, con lenguas derivadas). Y del no indoeuropeo (el vasco, las lenguas fm ougrias qu e son el h ú n garo y el finés, entre otras). Pues bien, no es así. D e las grandes ramas del indoeuropeo salió un pu­ lu lar de lenguas diversas, con elem entos com unes, eso sí, pero em parenta­ das de algún m odo: he hablado de los rasgos qu e unen al báltico y el eslavo, al eslavo y el germ án ico, a este y el griego, al latín y el itálico, tam bién al celta, etc. Y de las relaciones secundarias, horizontales. D en tro de cada una de las gran des ramas había una alfom bra cam bian ­ te, en la que se pasaba de unos dialectos o lenguas a otros. A p a rte de los in ­ flujos transversales en épocas diversas, que acabo de estudiar. C u a n d o se dieron ciertas circunstancias políticas y literarias, se crearon las grandes lenguas com unes, debajo de las cuales seguían vivien d o len ­ gu as particulares. N o surgieron directam ente ni del indoeuropeo ni de sus ram as diversas: fueron el resultado de unificaciones o elecciones secunda­ rias. Es com o cuando, en A m érica, el nahua, el quechua o el gu aran í, di­ fun did os principalm ente por los m isioneros, se convirtieron en lenguas co­ m unes, debajo de las cuales pervivían otras.

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Historia de las grandes lenguas comunes de Europa N a tu ra lm en te, estas unificacion es partieron de gran des y am plios d ia ­

lectos de las lenguas indoeuropeas. H e alu d id o, por ejem p lo, a los del ge rm án ico y el eslavo — q u e a p artir de un cierto m o m en to cristalizaro n en otros varios dialectos, algun o s de los cuales se con virtieron en gran des lenguas nacionales— . P ero tam bién el latín se escindió, a finales de la A n tig ü e d a d , en gru p o s de iden tid ad m ás o m enos m arcad a, q u e lu eg o sigu ieron escindiéndose hasta qu e llegó el m o m en to del triu n fo de a lgu n o s dialectos, con vertid o s en gran des lenguas qu e in vad iero n o m arg in a ro n a los dem ás. A sí, a las escisiones sucesivas siguieron unificaciones consistentes en la im posición de algunas gran des lenguas: siem pre con concom itancia con la creación y el desarrrollo de grandes unidades culturales y políticas. S obre las escisiones previas existen, ciertam ente, varias teorías. E n lo relativo a los derivados del latín, en general se opone, por ejem plo, el iberorrom ánico al galorrom án ico, incluso al latín del norte de Italia.1 L u e g o se p ro fu n d izó en las escisiones — antes de llegar la nueva fase de las u n ifica­ ciones: la creación de las grandes lenguas culturales y políticas. E n E uropa hubo varias de estas unificaciones, que crearon esas grandes lenguas y supusieron el olvido, tem poral o d efinitivo, de dialectos y varian ­ tes. H ablaré aq u í de las m ás im portantes, creadas en la E d ad M edia y v in ­ culadas, en general, a las referidas unidades políticas y culturales de ese m om ento u otro posterior. A lgu n as de estas lenguas com unes y las u n id a­ des qu e reflejaban fueron pasajeras; otras, definitivas. T am b ié n sucedió que las qu e fueron lenguas com unes en un m om ento dado dejaran su hu e­ lla en pequeños dialectos. Y que otras, por las circunstancias qu e sea, fu e ­ ron restauradas en fecha posterior. D esde el siglo x ix y sobre todo el x x ha habido, en efecto, una tendencia a la restauración de lenguas que antes habían sido relegadas a usos sociolingüísticos de otro nivel. H ablaré, en España, del castellano (luego español), del portugués, el g a ­ llego, el catalán, el vasco, y de las relaciones entre ellos (y de sus variantes y de las otras lenguas que quedaron com o relegadas y m arginales). E n F ra n ­ cia, del francés, tam bién de otras lenguas, entre ellas el p roven zal. E n Ita­ lia, del italiano, al lado de dialectos varios, algunos han sido una verdadera lengua sin correspondencia política duradera, com o el corso o el véneto. E n R um ania, del rum ano.

Las grandes lenguas comunes de Europa

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E n Inglaterra, del inglés; en la E u ropa germ án ica, del alto alem án (de don de deriva el alem án de hoy), el nórdico (danés, sueco, noruego), el fla­ m enco o neerlandés (única variante del bajo alem án que alcan zó la d ig n i­ dad de constituirse en lengua nacional). E n los países eslavos y bálticos, de las grandes lenguas ya m encionadas, que se convirtieron en lenguas nacio­ nales y lenguas de exportación, algunas. H a y, pues, escalones. Son pocas las grandes lenguas com unes europeas, lenguas nacionales, en general exportadas luego, m ás o m enos, B ajo ellas h ay a veces otras y en algunos casos un pulular de dialectos. T am b ié n , no m enos, hay dialectos que, u nificados, se con virtieron o intentan convertirse en lenguas generales o com unes: el vasco, el catalán y algun as otras. C o n una p ro liferación , a veces, b ajo ellas, de dialectos parti­ culares. P u ede haber, pues, situaciones de un solo piso (una sola lengua) o de dos o tres pisos. L a represen tatividad externa la tienen, en gen eral, las lenguas superiores. M ás bien la superior. A u n q u e hoy, a veces, otras le discuten esc puesto. T ra s las tendencias unitarias han ven id o en ocasiones las disgregadoras. H a y , pues, las grandes lenguas com unes (y, con frecuencia, nacionales, con frecuencia exportadas luego). Son de fechas diversas, m edievales y m o­ dernas. Su origen está liga d o a la historia: a la política, tam bién a la litera­ ria y la cultura en general. Bajo ellas, a veces no hay lenguas o dialectos diferentes, a veces sí. Y tienen estatus cambiante; en algunos casos son lenguas com unes de un territorio en el que ese lugar se lo disputa una lengua local que a su v ez tiene variantes, com o el catalán. P o r otra parte, cuando en un lugar coinciden varias lenguas, hay que investigar su estatus sociolingüístico, que puede variar con el tiempo. Insisto en qu e los conceptos de «lengua», «dialecto» y «variante» no son propiam ente de orden lingüístico, sino de orden social y aun político. Se convierte en «lengua» el antiguo dialecto qu e es aceptado com o com ún para una sociedad m ás o m enos unificada social, cultural y políticam ente. Y a he dicho que puede tener tam bién expresiones lingüísticas particulares. Y que, en este caso, puede haber opiniones contrapuestas, de condiciona­ m iento social, sobre si se trata de una «lengua» o un «dialecto». Y que, fi­ nalm ente, lo que en un m om ento dado se considera una «lengua» puede considerarse lu ego un «dialecto». O al revés.

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Historia de las grandes lenguas comunes de Europa

Pero aquí no podem os entrar en dem asiados detalles. N u estro tema fundam ental son las grandes lenguas europeas, a veces, com o he dicho, exportadas tam bién.

EL C A S T E L L A N O , EL PO R TU G U E S Y LAS LE N G U AS DE H ISPA N IA

Generalidades

C o m o ha qu edad o dicho, el latín más o m enos culto florecía com o lengua escrita de la H ispania visigoda. D e b ajo de él bullía el m ozárabe, la len­ gua oral. F ue, tam bién, lengua popular en la España m usulm ana, en los si­ glos v iii y ix; en el x se im puso el árabe. Precisam ente de esta época viene nuestro conocim iento, escaso de todos m odos, del m ozárabe, a través de la poesía p opular de las jarchas, tam bién de la toponim ia. T en ía ya diferen ­ cias dialectales.7 Sobre el latín de la época he hablado ya. E n todo caso, el m ozárabe no llegó a ser una lengua nacional, no hubo una unificación secundaria del m ism o o un predom inio de un dialecto so­ bre otro. Podría haber sucedido así, puesto que H ispania, tras haber sido una m era unidad geográfica, se h izo ya una unidad adm inistrativa, una diócesis, en el año 289 por obra de D iocleciano. Y fue, con los godos, a partir de cierto m om ento, un reino unificado políticam ente, una v ez elim inados los fragm en tos su evo y b izan tin o , y elim in ad o el arrian ism o. E n el 683, en un concilio de T oled o presidido por san Isidoro, se definió esa unidad bajo un rex Hispaniae, una fidelidad religiosa al papa de R om a y el latín. E n definitiva: fu e un pueblo germ án ico, el de los godos, el q u e unificó la Península, tom ando el poder político y rom anizándose. D e esta rom ani­ zación vin iero n las lenguas de España: prim ero el m ozárabe, luego las de­ más, aparte del vasco. Podría haber habido, pues, paralelam ente a lo qu e sucedió en otros lu­ gares, una cultura en una lengua rom ánica unificada, a partir del siglo ix y sobre todo el x y siguientes. U n a lengua derivada de un latín hispánico, ha­ blado en un fragm en to del Im perio rom ano; y con tin uan do la situación lingüística del reino visigodo. Pero no fue así: hubo desde el 711 la conquis­ ta m u su lm an a y tras ella la Reconquista. Y en el territorio reconquistado el

Las grandes lenguas comunes de Europa latín de H ispan ia {que tenía ciertos rasgos com unes con el de las Galias) p ro du jo, fundam entalm ente, cuatro lenguas (gallego-portugués, asturleonés-castellano, n avarro-aragonés y catalán, dejo aparte el vasco) qu e pre­ sentan algunos rasgos com unes. Y

tam bién, naturalm ente, rasgos diferenciales, qu e no pudieron salvar­

se más que por la absorción grad ual, en el curso de la historia, del m ozára­ be, el asturleonés y el aragonés por el castellano. E ste fue en el com ien zo un dialecto leonés, de los confínes orientales, que se extendió en todas direccio­ nes e infiltró com o lengua com ún a todas las lenguas en torno, sin expu l­ sarlas radicalm ente. Resultó en algunos lugares una especie de bilingüism o. L a ra íz del fenóm eno está en hechos culturales y políticos: el crecim iento del reino de C astilla y de su cultura. Esta es la historia: fue la conquista m usulm an a la qu e selló el destino de España, recom puesta lu ego pero nunca del todo. N o solo tuvo qu e haber una penosa reconquista m ilitar (casi ocho siglos), tam bién una larga histo­ ria política y cultural, qu e al final im puso el castellano com o lengua de toda la España central, de norte a sur, y com o len gu a com ú n del resto. A sí, el castellano se con virtió en español. Solo el portugués alcanzó el m ism o estatus de lengua nacional, desga­ jándose, ya en el siglo x iv , del tronco com ún del gallego-portugués. Por causa, tam bién en este caso, de un hecho político y cultural: la creación en 1139 de la m onarquía portuguesa bajo A lfo n so H e n ríq u e z y la estabiliza­ ción del portugués com o lengua literaria (prim ero de la lírica, luego gen e­ ral), desde el siglo xiv. A sí, la conquista m usulm an a fue el gran desastre de la historia de E spa­ ña. Im puso un gran retraso en la cultura (que tu vo qu e ser salvada con las influencias carolingia, borgoñona y cisterciense) y un gran retraso en la unificación lingüística de España. E llo pese a algunos influjos culturales, casi todos de origen griego o iranio, y lingüísticos derivados de la cultura m usulm ana. F ue la de España una unificación siem pre parcial y que toda­ vía hoy sigue causando problem as. Hispania se fragm entó, en efecto, tanto política como lingüísticamente, por el hecho de que la Reconquista se realizó valle a valle o región a región de los Pirineos, con corrimientos, luego, hacia el sur. V in o luego la pugna entre las lenguas así surgidas y la primacía, pero no dom inio absoluto, del castellano.

272

Historia de las grandes lenguas comunes de Europa

M enos m al que las unificaciones políticas que prom ocionaron el caste­ llano no fueron por m edio de guerras, com o a veces m aliciosam ente se dice: fueron p or m atrim onios, herencias y pactos, dentro d e un sentido g e ­ neral de com u n idad, de pertenecer todos a H ispania.

D el castellano a l español L a u nificación se h izo , insisto y ello es bien sabido, a partir del castellano, un pequeñ o dialecto que se im puso al leonés, lengua esta sin apenas lite­ ratura a la q u e el castellano sustituyó a partir de la unificación de los dos reinos bajo F ern an d o I (1037) y lu ego bajo A lfon so V I (1072). E l leonés perdu ró en ciertos lugares, hasta hoy m ism o, com o lengua residual. Y el castellano, sobre todo desde la conquista de T o le d o en 1080, se con virtió en la lengua hegem ónica, qu e se expandía hacia el sur, tam bién hacia el oeste y el este. L u e g o hubo otras unificaciones. H u b o el navarroaragonés, de cuyo te­ rritorio salió el reino de N a va rra, solo en el siglo x vi absorbido por C astilla (1512) juntam ente con su lengua, m ientras qu e A ra g ó n se inclinó hacia su vecino oriental, C ataluña: hubo un reino com ún llam ado C o ro n a de A r a ­ gón. Y para qu e el castellano triun fara tu vo que llegar la aproxim ación de este reino al de C astilla, cuand o el trono de A ra g ó n q u edó vacante al m orir sin hijos su últim o rey, M artín el H u m an o. H u b o el C om prom iso de C aspe en 1412, en el que F ern an do de A n tcq u cra , de los Trastám ara, fue elegido rey de A ra g ó n , en m edio de la gran decadencia económ ica de C atalu ñ a.3 S igu ió la u nificación propiam ente dicha, con la boda de Isabel y F e r­ nando y el acceso del últim o al trono de A ra gó n , en 1474 y 1479. P ero ya en el siglo x iv el castellano dom inaba en C atalu ñ a com o lengua culta de co­ m unicación, el catalán se convertía en una lengua local para los burgueses y el pueblo. Este fue el auge del castellano a partir del pequeño condado de C astilla, que F ern án G o n zá le z in dep en d izó en el siglo x, aun que todavía no form al­ mente, no hasta 1037, de León. Salió indem ne de las correrías de A lm a n zor, en torno al año 1000, lo que no fue pequeña suerte. Estaba situado en una región m ontañosa y pobre, m al com unicada, fronteriza de C an tabria,

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la T arracon en se, la C artagin en se y Vasconia. E l sur de C an tabria, Á lava y la Bureba hasta los m ontes de O ca, C lun ia, eran su núcleo, con m onaste­ rios com o los de san M illán, O ñ a y Silos; lu ego el centro se trasladó a B u r­ gos. C on Fern an do V I , en plena expansión ya, a T o led o , com o he señalado. Se recuperaba así la tradición visigoda. C astilla, tras L eó n , era ya la po­ tencia dom inante, política y culturalm ente, en España. E l caso es que, tras las glosas silenses y em ilíanenses, a finales del siglo x o en el xi, ya desde el siglo x n , con el Poema de M ío Cid, y sobre todo desde el x iii, con A lfon so el Sabio, Berceo, etc., el castellano se tran sform ó en len­ gu a literaria, sobre todo de la prosa, aunque persistía el latín com o lengua docum ental y la de diversas traducciones y textos. Y se h izo lengua tam ­ bién de la poesía lírica, aunque en un com ien zo esta era el gallego.4 Pron to fue el castellano la lengua más robusta de España, la que se ha­ blaba com o lengua com ún en toda la Meseta N o rte, en G alicia, N avarra, A ra g ó n y la M eseta Sur, lu ego en C atalu ñ a y V alencia. Las otras lenguas quedaban restringidas al uso local, a veces al puram ente rural y aldeano. H an qu edad o restos, sobre todo en la m ontaña, del asturiano, el leonés y el aragonés. E n cuanto a la literatura, la gallega qu edó restringida a la lírica en el si­ glo xv, lu ego se extinguió; igual la aragonesa. D el resto, solo hubo gran li­ teratura, tam bién prosa, en C atalu ñ a y V alencia, Pero desertó de allí desde el siglo xv. E l castellano, con vertido ya en español, devino en todas partes lengua cortesana, adm inistrativa, literaria, la de las clases elevadas y aun las m edias. Este fue el resultado del lento proceso en q u e el m ozárabe (reforzado por los em igrantes de A n dalucía) fue sustituido por las nuevas lenguas y dialectos nacidos en el norte a im pulsos de la R econquista y expandidos lu ego hacia el sur. D e entre ellos, ya digo, era el castellano el qu e más vigor tenía: a va n zó hacia el sur, desde luego, pero se extendió tam bién hacia el oeste y el este, aun que aquí halló resistencia, no pasó de ser una lengua co­ m ú n bajo la cual los antiguos dialectos subsistían com o lenguas ya aldea­ nas, ya burguesas. T am b ié n perduraron en V ascon ia los dialectos vascos. L u e g o todos es­ tos dialectos (no había un vasco, un gallego, un catalán unitarios) desapare­ cieron en unos lugares, en otros qu edaron en un estado, diríam os, de hi-

Historia de Las grandes lenguas comunes de Europa bernación hasta qu e fueron, en cierto m odo, resucitados y unificados ya en los siglos x ix y x x, por obra de los m ovim ientos nacionalistas. Pero el castellano h izo otros progresos: se con virtió en la lengua de las grandes ciudades vascas, el vasco q u ed ó reducido a los caseríos y la vida ru­ ral, no fu e u n ificado hasta que se creó el batúa, sobre la base del g u ip u zcuano y el labortano, ya en el siglo x x, tras la gu erra civil. T e n ía una litera­ tura bien eclesiástica, bien puram ente oral, pocas veces escrita. E l castellano a va n zó hacia el sur y ocupó la zona anteriorm ente árabe, incluido, en el siglo xv, el reino de G ran ada. Suplantó tam bién aquí al m o­ zárabe. Saltó, en el m ism o siglo, a las islas Can arias, lu ego a A m é rica y a otros lugares del m un do. A sim ism o recibió influjos cultos, a los que en algun a m edida ya he he­ cho referencia, del italiano, del latín y el griego hum anísticos y científicos, del francés, del inglés. Se convirtió así en una de las lenguas fundamentales del planeta, tras una accidentada historia. L a invasión islám ica fue superada en algún m odo. N u n ca del todo. Sin ella la continuación del latín en el es­ pañol no habría tenido, presum iblem ente, los problem as qu e ha tenido y tiene. N o sabemos dón de habría estado el núcleo de la evolución lin gü ísti­ ca ni cóm o habrían sucedido las cosas. E l castellano era, se ha dicho m uchas veces a partir de don Ram ón M en én dez Pid al, una lengua m u y innovadora, frente a la cual tanto el m o zá ­ rabe com o el asturleonés y el navarroaragonés (incluso, a veces, el gallegoportugués y el catalán) tenían en su fonética y su m o rfología rasgos com unes. Inútil repasarlos aquí, repitiendo cosas bien sabidas. L os m ás no­ tables del castellano son la pérdida de la/-, convertida en una h - aspirada, y la dipton gación de la e y la o breves y tónicas. L u e g o , desde el siglo xv, el castellano m on opolizó los influ jos cultos de los qu e he hablado, sobre todo en la fonética y la grafía, en el léxico y la sin­ taxis. M on op o lizó prácticam ente la literatura, la adm inistración y la cu ltu ­ ra en toda España. T o d a v ía en el siglo x iv había literatura aragonesa (Juan F ern án d ez de H eredia, traducciones diversas), aparte de la gallega y la ca­ talana. L u e go , desde el x v, ya no. Son, pues, razones políticas y culturales, no la «espada» de la qu e in cu l­ tam ente se ha hablado, las que poco a poco im pusieron el castellano com o español. N o es que nadie obligara a nadie a hablarlo, es que todos lo adop­

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taban por propio interés, si qu erían ascender socialm ente y prosperar en un m u n do nuevo, en una lengua qu e era no solam ente «la lengua del im ­ perio», com o decía N eb rija, tam bién la de la adm inistración, la cultura y las clases elevadas. M ás tarde hablaré de esto en relación con A m érica. Estas causas siguieron operan do en los siglos xvi y siguientes. L a gran literatura española fue en castellano, aun que a cargo de escritores nacidos en todas las regiones de España. L a gran política, la m ilicia, todo lo dem ás era en castellano. A u n q u e los que lo hablaran fueran, por su origen , vascos, catalanes, valencianos, etc. Y , fam iliarm en te, pudieran ser vascos y hablar esta lengua (com o fray Juan de Z u m á rra ga en M éxico) o valencianos, com o V ives, o andaluces, com o N eb rija. Este fue, com o se sabe, el codifica­ dor del castellano en su Gramática y sus diccionarios m u ch o antes de que se hiciera lo propio con el francés o el inglés.

Las otras lenguas de España L a fragm entación lingüística de España, en la que, por lo dem ás, el caste­ llano o español sigue fun cion an do com o lengua com ún , es un derivad o de la R econquista, com o ya he dicho. Y de la persistencia del vasco. N o es cuestión de insistir sobre este, ya he hablado de él. Solo desde el siglo x vi nos es conocido y ya he dicho que solo ú ltim am en te se ha u n ifica­ do y se han hecho esfuerzos por con vertirlo en una lengua de cultura y una lengua general, im portando vocabulario y trad ucien d o a él de varias len­ guas (antes se traducía del latín). E sfu erzo s tam bién para intentar que una lengua que era rural y m in oritaria se convierta, m ediante una in terpreta­ ción sesgada de la C on stitución y con ayuda de toda clase de presiones, en una lengua única o al m enos hegem ónica. Q u ed a por ver lo que saldrá de ello. El univasquism o y la expulsión del español serían m alos para todos, sobre todo para los vascos. D e las dem ás lenguas, las salidas del latín, solo una, el portugués, se ha convertido en una lengua nacional y ello, com o he dicho, por causa de la in­ dependencia de P ortugal y su conversión en una m on arquía en 1 1 39. A ntes de ese m om ento portugués y gallego eran lo m ism o; y han continuado te­ niendo m uchos rasgos com unes, com o convertir en ch- la p l- latina inicial.

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P ero P ortugal, al in dependizarse, h izo diferenciarse ese an tiguo dialec­ to con ayuda de elem entos tom ados de la 2ona de L isboa, y le d io prestan­ cia y relieve gracias a sus navegantes del siglo xv y a una adm inistración y una literatura propias. Esta tu vo su prim er gran hito en Os Lusiadas de C am oens, en 1572. R ecibió lu ego el in flu jo del castellano, que funcionaba com o una segunda lengua (G il V icen te y otros portugueses escribían en castellano, había una especie de bilingüism o). Pero el dom in io de Castilla sobre P ortugal bajo Felip e II no in flu yó gran cosa en el portugués ni en el Im perio portugués, qu e se m an tu vo incólum e. E n cuanto a las dem ás lenguas salidas del latín, ya he dicho qu e la pér­ dida del poder político y de la literatura las con virtió en m eram ente m a r­ ginales. Q u izá la m ás v iva z, en el am biente rural, fue el gallego. P orque pronto se perdió el uso literario, sustituido, en los escritores gallegos, por el castellano.5N o revivió hasta Rosalía de C astro, en pleno siglo x ix. A h o ra lo reviven con los m ism os procedim ientos artificíales y forzados del vasco. U n caso especial es el del catalán, una lengua q u e en su raíz está em pa­ rentada con el proven zal pero tam bién tiene transiciones con lenguas de España. L u e g o creó variantes en V alen cia, Baleares y otros lugares, tam ­ bién en la m ism a C ataluñ a. C o m o C atalu ñ a nunca ha sido una nación, no ha habido una lengua ca­ talana u nificada, n orm alizad a, hasta que lo h izo P om peu Fabra, ya en el siglo xx. Sin em bargo, fue im portante dentro del reino de A ra g ó n y de la expansión de este por el M editerráneo. A h o ra bien, desde el siglo x iv reci­ bió m uchas isoglosas castellanas. H u b o ciertam ente, por un tiem po, a partir sobre todo del siglo x m , una literatura catalana, que puede presentar nom bres com o los de Ram ón L lu ll, M un tan er, B ernat M etge; y luego, en el xv, nom bres fun dam en tal­ m ente valencianos, com o A usiás M arch y M artorell, autor principal de 7 7 rant lo Blanch, una novela de caballerías. P ero desde que el reino de A r a ­ gón se unió al de C astilla, el castellano, com o he dicho, se im puso en los escalones sociolingüísticos más elevados. Se creó así una especie de bilin güism o, pero con diferencias respecto a G alicia y el País V asco, don de el gallego y el vasco pasaron a ser, poco a poco, lenguas rurales y m inoritarias. Y lo son, pese a los denodados esfuer­ zos de los que he hablado. E n C atalu ñ a, en cam bio, todo el país era prácti-

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carneóte bilin güe. C iertam en te, el catalán y el castellano tenían papeles socíolingüísticos en cierta m edida diferentes. Pero el renacim iento del catalán fue más antiguo y decisivo que los otros, se puede fechar en la «O da a la patria», de A rib au , de 1833, y continuó luego con la Renaixenca, a com ienzos del xx. Y más com pleto: hubo y hay una lite­ ratura catalana, hubo una norm alización del catalán que ya he citado. A l tiem po, se escribía, leía y editaba en español. Salvo en algún m om en ­ to especialm ente tenso, nadie prohibió el catalán, aunque el castellano o es­ pañol era, ciertam ente, la lengua adm inistrativa oficial. N o había, realm ente, con flicto lingüístico, lo han creado solam ente po­ líticos qu e han iniciado una persecución sistem ática del español. A I tiem ­ po, buscan im poner el catalán de Pom peu F ab ra sobre las variantes de las islas Baleares y V alen cia, que son consideradas socialm ente com o lenguas. U n error notorio, ciertam ente, p u ro fanatism o.

EL FRAN CÉS y LAS LEN GU AS DE F R A N C IA

L a G alia , rom anizada grad ualm en te, poseía un latín con rasgos com unes con el de H ispania. Era fun dam entalm en te un país celta, aun qu e los celtas ocupaban una extensión m u ch o m ayor, lucra de Francia tam bién, com o se sabe; queda gran dísim a huella de ellos en la toponim ia, com o en España. P ero desde el 121 a. C . hubo ya la provincia, la qu e fue lu ego la Galia Nar­ bonensis; y ya se sabe de la conquista del resto de la G alia por Julio C ésar a partir del 58 a. C . A u n q u e dividid a p or A u g u sto en cuatro provincias y sufriendo v ici­ situdes posteriores, la G alia siem pre se consideró com o una u nidad, m uy rom anizada y qu e p rodu jo personajes políticos y literarios, incluso en el si­ glo v. D esde los tiem pos de D ioclecian o era regida desde T réveris, cabeza de una de las cuatro tetrarquías. L a G alia sufrió pronto invasiones germ ánicas, qu e fueron graves desde el siglo ni d. C . y, sobre todo, a com ien zos del siglo v, cuando los bárbaros atravesaron el Rín y acabaron con el poder rom ano. Se trataba, fu n d a m en ­ talm ente, de los alam anes, los vándalos, los suevos, los burgundíos, los visi­ godos y los francos.

27^

Historia de las grandes lenguas comunes de Europa

E l hecho es que bu rgun dios, visigodos y francos fueron los qu e por un tiem po prevalecieron. Eran los m ás rom anizados, establecidos con fre­ cuencia en territorio rom ano com o foederati, algunos que habían m ilitado al lado de los rom anos contra otros pueblos germ ánicos y contra los hunos. A l final fueron los francos los que u nificaron la G alia; los dem ás o resulta­ ron vencidos o, vencidos tam bién, pasaron a H ispania e incluso a A frica . F ue un fenóm eno paralelo al de Hispania: un pueblo germ ánico rom ani­ zado y cristianizado unificó una provincia o grup o de provincias rom anas y puso las bases de una nación m oderna. Y de una gran lengua europea, d eri­ vada del latín. A u n q u e llena de germ anism os, en el caso del francés más que en ningún otro.1’ T am b ién en los topónimos: el tipo nom bre + adjetivo (Valbonne frente a Bonneval), por ejem plo. L a diferencia es qu e H ispania solo a finales del siglo v n lo gró la unidad política (por m edio de los visigodos) y la unidad católica. E n F rancia, las cosas fueron m ás deprisa. Y a a com ien zos del siglo v los francos ocupaban la zona del M osela y el Rin inferior y hasta el M arne. Su reino coexistía, com o ya he apuntado, con los de los bu rgun dios (de G inebra al valle del R ódano, 443-534) y visigodos (reino de T olo sa , 419-507), entre otros. N ótese qu e en el 476 el Im perio ro­ m ano había d ejad o de existir. Pero se im puso la nación franca por obra del rey de los francos C lo d o veo: en el 486 venció al du qu e galorrom an o Siagrio, en el 496 a los alam anes, en el 500 a los burgundios. Y se con virtió al cristianism o, en su versión católica, en 497, antes que n ingún rey germ ánico. Esto consolidó un reino, qu e se apoyaba en la Iglesia y el papa (el em pe­ rador de B izan cio, tam bién, lo nom bró cónsul). A m b as partes se repartían el poder sobre el m odelo del Im p erio rom ano. L os francos en F ran cia, con los ostrogodos y lom bardos en Italia y los visigodos en H ispan ia, fueron el núcleo de las nuevas naciones y de las nuevas lenguas rom ánicas. E sto fue decisivo, pese a las sucesivas fragm entaciones del reino (por repartos entre los hijos) y reunificaciones. Y a la integración, en un m om ento, de los fran ­ cos con pueblos germ án icos den tro del im perio de C arlo m agn o , coronado en el 800. En realidad, fue el reparto, una v ez más, del im perio entre los hijos de C a r lo m a g n o el q u e d e jó establecidas ap ro x im a d a m en te las fron teras

Las grandes lenguas comunes de Europa de Francia. C u a n d o se renovó con los O tones el Im perio rom ano-germ ánico, F rancia q u edó ya fuera. Es decir, el solar del latín en G alia , que oscilaba entre la proliferación de lenguas rom ánicas y renacim ientos latinizantes, q u edó libre para una nación m edieval desde m u y pronto; el de H ispan ia, m u ch o más tarde. C o m o en C astilla, proliferaron los «dobletes» latín / rom ance, qu e conti­ núan: libérer / livrer, cadence / chance, calcul / caillou, etc. H a y que notar, después de esto, varias cosas. Si bien las lenguas celtas habían sido absorbidas, la unidad lingüística no era com pleta. A l norte quedaban lenguas germ ánicas, de don de salió el flam enco. A l sur, el vasco, aun qu e fue grad ualm ente em p u jad o hacia los Pirineos. L u e go , en la Edad M edia, del siglo v al x, hubo m igraciones desde la Bretaña insular a la fran­ cesa, hoy todavía subsiste el bretón, aun que dism inuido. El francés, del qu e hablo a continuación, se exten dió cada v ez m ás en Francia; tam bién en detrim ento del catalán, establecido en el Rosellón y la C erdañ a. Q u ed an , por lo dem ás, habladas por una población m ayor o m enor, es­ tas otras lenguas (a veces vivificadas en nuestros días por obra de los m o vi­ m ientos nacionalistas). Por otra parte, las fronteras de Francia no coinci­ den hoy exactam ente con las del francés: por no hablar del francés de A m érica, esta lengua se habla tam bién, com o se sabe, en B élgica y Suiza. Y fue m u y hablada, en la E d ad M edia, en Inglaterra con el nom bre de anglonorm ando; ya he alud ido a ello. El nom bre de un pueblo germ án ico, el de los f rancos, design ó la nación de él salida así com o su lengua. Q u iero decir: la gran lengua francesa, una de entre las varias salidas del latín de las G alias. Se im puso unida a una m o­ narquía unitaria, iniciada por los francos m erovingios. L a G alia , lu eg o F ra n cia , tu vo una gran ven taja respecto a H ispania: no su frió una ocu p ación m u su lm an a, los m oros fueron derrotad os en Poitiers por C arlo s M artel, en el año 732. Y otra m ás, relacionada con la prim era: F ran cia fue siem pre un reino, no se d io la terrible situación de E spaña hasta q u e C astilla y su len gu a la u n ificaro n , no sin problem as y no enteram ente. Sí que hubo dialectos diversos, nacidos del latín; pero el que se im puso sobre ellos, el f rancés, es decir, la variedad parisina de la lengua de o il, tuvo m enos problem as que el castellano. F u e desde el principio, desde luego, la

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«lengua del rey», el papel de los notarios reales y de las traducciones he­ chas del latín para el rey fue im portante en su difusión. H u b o, ya digo, lenguas varias en F rancia y algunos restos quedan. Pero no vienen de varios puntos in dependientes qu e crearan lu ego una d ifu ­ sión. Son grup os de lenguas cam pesinas, agrupadas en varios tipos, prin ci­ palm ente tres, el establecim iento de cuyas fronteras (por otra parte, no pre­ cisas) ha sugerido diversas hipótesis qu e hablan sobre todo del substrato y de las cuales ninguna es decisiva. Por otra parte, los testim onios de un protofrancés y un francés antiguo son más tem pranos qu e los de los dialectos hispánicos posteriores al m o­ zárabe. Y ello p orqu e ya en 813 el con cilio de T o u rs aceptó para los ser­ m ones en la Iglesia la lingua romana rustica. Y m ientras qu e en H ispania para fecha antigua tenem os que contentarnos con faltas en docum entos notariales y las glosas de los siglos x i o x ii, en F rancia hay glosas ya en el siglo v iii y tenem os en el 842 los «juram entos de Estrasburgo» entre L u is el G erm án ico y C arlo s el C a lv o (con versiones en francés y en germ ánico): en ellos falta la declinación latina y aparece el artículo. Y en el 881 hay ya un texto literario, la Séquence de Sainte Eulalie. H a y una con tin u id ad en ­ tre esta obra y el an tigu o francés clásico.' E n España, para la literatura, hay q u e esperar al siglo

x ii.

E l fran cés m ed io (sin flex ió n , m ás analítico) es el de los siglos x m y xiv: con tem p orán eo de la n ueva prosa castellana, C astilla había recupe­ rado el tiem p o perdid o. Ese francés m ed io es ya la langue du roi de que hablé, el térm in ofranqais dom in a sobre el más gen eral de román. Es la va­ riante p referid a p or la literatura (con una excepción, por un tiem po: la li­ teratura p roven zal). Es una variante dentro de una clasificación gen eral qu e distingue una lengua de o'il y una de hoc (por las dos form as para decir «sí»). E n la p rim e­ ra había variantes, com o el santongués; pero sobre todo la lengua de losparisii, cuna del que llam am os francés. L a línea divisoria era, m ás o m enos, la qu e va de la desem bocadura del C a ro n a a G inebra. H acia el sur, existía la lengua de hoc, que tenía variantes: así el gascón, del que deriva el aranés, al sur del P irin eo (pero n o es catalán). Pero hacia el este, de G in e b ra a G ren o b le, en el valle del R ódano, estaba el fran cop ro ven zal, en el qu e se escribió una literatura m edieval «cortés», ya alu ­

Las grandes lenguas comunes de Europa d id a, su m am en te im p ortan te co m o m odelo para toda la lírica europea. F ue in vadid o p or el francés: solo en el siglo x ix fue renovado por F ederico M istral y otros poetas. C o n v ertía la oclusiva sorda gu tu ral en th (tharbon de carbonem). E l qu e se im puso, a la larga, ya lo he dicho, es el francés, la lengua corte­ sana. E llo desde que se llegó al francés m edio: se convirtió en la lengua del rey. D esde el siglo x n la «pureza» de la literatura se ju zgó por su p ro xim i­ dad a la lengua de París. A u n q u e en la época del H u m an ism o hubo una relatinización de la lengua, desde 1539 cesó de usarse el latín en los tribu ­ nales reales.' E n fin: hubo una serie de ordenanzas varias, qu e favorecían a los dia­ lectos, hasta qu e en 1539 se publicó en V illiers-C o tteret el edicto de F ra n ­ cisco I, que h izo obligatorio el francés. C iertam en te, los dialectos siguieron hablándose, la masa de la población era bilingüe; y la R evolución francesa fracasó en su intento de unificación lingüística. L u ego, los dialectos han decaído. E l latín, por otra parte, fue prom ovido y favorecido por el m ism o rey, com o he dicho antes, al igual q u e el griego. E ran los m odelos de la nueva lengua f rancesa. Hasta el intento de renovación del provenzal, ya aludido, en el siglo xix; y los esfuerzos actuales de enseñar en la escuela y rehabilitar lenguas com o el bretón, el vasco y el catalán. C o n m enos em peño qu e en situaciones para­ lelas en España, ciertam ente. El increíble espectáculo del frente antilengua española en España no se da en n ingun a parte. A sí, una v ez m ás, un m ín im o subdialecto se ha con vertido en una de las grandes lenguas europeas. H a sufrido, ciertam ente, com o todas, influjos externos. Y a he hablado de ello. E n F rancia, fue especialm ente im portante el in flu jo italiano, por obra, sin duda, de las italianas C atalin a y M aría de M ed ici, en la ú ltim a p arte del siglo x vi y la p rim era del xvir. L u e g o , en el x v iii, antes de la R evolución, y en el x ix , después, el francés se convirtió en la gran lengua culta internacional: la lengua de la diplom acia y la len­ gu a de la ciencia. Posteriorm ente, ha sido in flu ida, com o todas las lenguas, por el inglés, lengua com ún del m u n do entero. A u n q u e se defiende m ejor qu e otras. Y no tiene guerras políticas den ­ tro que sean significativas.

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EL IT A L IA N O Y LAS LEN GU AS DE IT A L IA

L a situación lingüística de Italia es m u y diferente, no ha habido realm ente una lengua com ú n hasta el siglo x ix . E llo es por una razón evidente: no ha habido reino de Italia hasta entonces, hasta 1870. N in g ú n reino m edieval, tras los pasajeros de ostrogodos y lom bardos. Solo los reinos de N ápoles y el Piam onte, la república de Ven ecia (entre otras), señorías, ciudades, d u ­ cados, la C iu d ad V atican a de los papas, etc. Se crearon m últiples dialectos, qu e con vivían con el latín y algunos de los cuales llegan, más o m enos v i­ vos, hasta hoy. Eso sí, desde el siglo x iv dom inaba en la literatura el dialecto florentino de D an te, B occaccio y Petrarca, d ifu n d id o am pliam ente y base del italiano com ú n . U n caso en parte d iferen te de los anteriores. A u n q u e el del alem án com ún no es m u y disím il. Y ya m uy anteriorm ente, en G recia, hem os visto cóm o el dialecto hom érico abrió el paso al jónico y el ático y este a la koiné. E n definitiva: la gran lengua com ún italiana es m u ch o m ás reciente qu e la castellana y la francesa. Y apenas fue exportada fuera de E uropa. En fin, una especie de protoitaliano está, en el siglo ix, en el Indovinello Veronese; y en un texto notarial, en el siglo x, en M ontecassino. H a y luego textos provenzales en el

x ii,

sicilianos en Sicilia, en el

xm ,

bajo F ederico II.

D e alguna m anera enlazan con D ante. Sobre el florentino literario volveré. E l caso es q u e jun to con este y los dem ás dialectos italianos hay qu e si­ tuar lenguas varias no italianas. A sí el sardo, en C erdeñ a, rom ance m uy ar­ caizante, pero no italiano; en la m ism a isla, en A lg e ró , el catalán. D ialectos retorrom ánicos al norte, junto a la frontera suiza («ladino dolom itico»). H ay lu ego alem án en B olzan o y otros lugares vecinos: albanés y grieg o en C alabria. E l fran cop roven zal y el francés, en el valle de Aosta. T o d o s estos dialectos están siendo absorbidos por el italiano com ún. E l croata se habla­ ba en la zona p róxim a a Trieste, que hoy ha pasado a C roacia. E igual están siendo absorbidos los dialectos italianos: los del norte (vé­ neto, piam ontés, lom bardo, genovés, romañol); los centrales (toscano, ro­ mano); los del sur (napolitano, siciliano). E l italiano com ún es, com o he dicho, el toscano arcaizante, literario, que poco a poco fue im poniéndose por obra de los grandes escritores cita­ dos, im itados en toda Italia. L o eligieron tam bién M aq uiavelo y C astiglio-

Las grandes lenguas comunes de Europa

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ne y lo defendía Pietro Bem bo, q u e era veneciano. E ra hablado e im itado en Inglaterra y en toda E u ro pa en el siglo x vi, ejerció influencia sobre el francés, el español y las dem ás lenguas — y tom ó, a su vez, préstam os. A c a b ó de lan zar al toscano com o lengua literaria M an zo n i, qu e era m ilanés, ya en el siglo xix: reh ízo su novela I promessi sposi para ponerla en toscano. R ealm ente, hasta el siglo x ix no se gen eralizó , com o italiano co­ m ún hablado, el qu e llam am os italiano.

LAS GRANDES LE N G U AS G E R M Á N ICA S

Y a he hablado páginas atrás de su historia y de sus grupos y lenguas princi­ pales. E n realidad, la explosión del germ ánico com ún en una serie de subgrupos y de estos en lenguas y dialectos es paralela a la que hem os visto en el caso del latín, con una diferencia: que la del germ ánico debió de tener lugar a finales del segundo m ilenio antes de C risto, luego progresó con la expan­ sión hacia el sur desde el siglo v m a. C .; la del latín desde el siglo v i d. C . L a prim era fue más fácil porque se trataba de tribus varias q u e se dis­ persaban y no tenían que lu ch ar contra una lengua escrita, com o en el caso de la fragm entación del latín. Y a he hablado de los grup o s del nórdico, el germ án ico oriental y el oc­ cidental. D e n tro de cada uno hubo m u y diversos dialectos. A q u í nos ocu ­ pam os solo del estado actual, qu e presenta solam ente cuatro «grandes lenguas»: el alem án (derivado del alto alem án), el neerlandés (derivado del bajo alem án), el inglés (producto de la m ezcla de elem entos g e rm án i­ cos occidentales y de otros latinos y franceses) y el nórdico, con variantes nacionales. T o d a s las grandes lenguas germ ánicas deben su origen, en d efin itiva, a la consolidación de un antiguo dialecto (o una m ezcla de dialectos) com o lengua nacional. T ie n e que ver, tam bién, con su form a escrita y con el na­ cim iento de una literatura nacional. Igual qu e en los casos anteriores y en los que nos quedan p or ver. L im itá n d o m e a las lenguas m odernas, com o hago en este capítulo, ten­ go que señalar qu e las «grandes lenguas» de las qu e ven go hablando están principalm ente en el germ án ico occidental. E l g ru p o oriental, representa­

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do históricam ente p or el gótico, acabó por perderse. E l nórdico se conser­ va, pero ofrece unas características m uy especiales. Está escindido en lenguas próxim as entre sí, continuación en realidad del an tigu o nórdico, cuya expresión m ás antigua para nosotros es el anti­ gu o islandés, del siglo x n . E ra llam ado «danés», y el danés fue la lengua más usada por los pueblos nórdicos, a excepción de variantes com o la cita­ da y la lengua de los vikingos, que aterrorizaron a Eu rop a desde finales del siglo v iii. E n fin, el hecho es que no existe hoy una lengua nórdica com ún, aun qu e los hablantes de todas ellas se entienden entre sí: no están m u y di­ ferenciadas. P ero sobre base nacionalista se han diferenciado sueco, norue­ g o e islandés y sus respectivas literaturas: el proceso de siem pre, pero sin llegar a la creación de una lengua com ú n para todos. H ay, en definitiva, una especie de «nórdico» pero diferenciad o en ram as varias. El alem án, en cam bio, es la lengua com ún de un am plio abanico de p ue­ blos germ ánicos occidentales, poseedores de dialectos propios, pero d o m i­ nados por el superestrato del «alem án». Esos pueblos desbordan A lem an ia propiam ente dicha: se hablan dialectos germ ánicos y alem án com ún tam ­ bién en A u stria, S u iza, norte de Italia y otros lugares. Pero solo en A le m a ­ nia y estas zonas lim ítrofes se ha extendido el alem án com ún, que, com o he señalado, históricam ente es uno de los derivados del alto alem án. H ay, pues, alto alem án com ún y, bajo él, diversos dialectos alto y bajo alemanes. O tros derivados del alem án (del anterior a la segunda m utación conso­ nantica del alto alem án) son el neerlandés y el flam enco, así com o el inglés. V o lv e ré sobre ellos. H ay, pues, tres «grandes lenguas germ ánicas» de cate­ goría cultural y política (aparte de las nórdicas, ya m encionadas). L a historia del alem án com ún es m ás o m enos esta. Los germ anos occi­ dentales, escindidos en m u ltitud de dialectos, perdieron estos cuand o atra­ vesaron la frontera del Rin. F u ero n sustituidos por el latín y sus derivados. P ero en torno a la línea de separación del im perio de C arlom agn o , cuando este se d ivid ió a su m uerte, en la parte oriental siguieron p ro liferan do dia­ lectos varios del germ án ico occidental: los del bajo alem án, que se quedó en la prim era m utación consonántica, y los que hicieron la segunda m u ta ­ ción. Estos dieron testim onios escritos desde el siglo v m , sobre todo desde el ix con el gran poem a épico de los N i be tungos, la lírica de los minnesinger, etc. A u n q u e la prosa fue por un tiem po solo en latín.

Las grandes lenguas comunes de Europa F u e L u tcro quien decidió, en su traducción de la Biblia ( i 521 -1522), em ­ plear la lengua que le era próxim a, la de T u rin g ia , un dialecto alto alem án q u e pensaba qu e era fácilm ente com prensible en todas partes. Es una len­ gu a qu e penetró lentam ente en A u stria y S u iza en los siglos

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fue adoptada en el x ix por la cancillería prusiana. P oco a poco se convirtió en lengua estándar o com ú n de una población qu e hablaba m últiples dia­ lectos. Este es el qu e hoy conocem os com o alem án. Su difusión fue un fenóm eno anterior al del italiano y m u y posterior al del griego y al del latín: tu vo lu gar en espacios m ultidialectales y no u n ifi­ cados políticam ente, aun que sí culturalm ente, al m enos en parte. Fueron lenguas literarias de un sector dentro de espacios m ucho m ás am plios las que se im pusieron com o com unes. F enóm eno diferente al del castellano y el francés, pequeños dialectos cuya difusión política y literaria m archaron unidas. U n idas igualm ente al proceso de crear una nación com ú n , pero de lím ites lingüísticam ente laxos (som etidos a hechos históricos). Y con com ­ petencia, dentro, entre la nueva lengua com ún y los antiguos dialectos. C o m o se ve, los hechos se repiten en la historia lingüística. Y en la histo­ ria toda, com o he señalado en otro lu gar.9 Por supuesto, esta gran lengua com ún, que había estado som etida en fecha antigua, com o todo el germ ánico, a la influencia del latín (ya he ha­ blado de ello), sufrió lu ego otras varias influencias, sobre todo, sucesiva­ m ente, las del italiano, el francés y el inglés. Es el proceso de unificación de las lenguas de E u rop a del qu e he hablado. A l tiem po, han con tin uado hablándose varias lenguas germ ánicas, de alto y bajo alem án, en la zona de la llanura del m ar del N o rte y el Báltico, en Baviera, en A lsacia y Loren a, en S u iza, etc. Y hay el yiddismh, lengua viajera de los judíos, com o se sabe. C o n esto quedan fuera las otras dos «grandes lenguas» germ ánicas de las que he hablado. M e refiero, en prim er lu gar, al neerlandés (es decir, lengua de los Países Bajos), que en H olan da se llam a dutch, palabra idén ti­ ca a deutsch «alem án» (esto es, «lengua del pueblo»); en B élgica y Francia se llam a flam enco. Se trata, sim plem ente, de un dialecto bajo alem án que al independizarse los Países Bajos del Im perio español se con virtió en len ­ gua nacional — y desarrolló una cultu ra nacional— . V icisitud es políticas, a saber, la creación de B élgica (1830) y la incorporación a ella de una parte

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de esta región (Gante, Brujas), h izo cam biar el nom bre más que la realidad de la lengua. M ientras qu e al norte del R in y del M osela se hablan variantes germ ánicas que no son el neerlandés. E n fin, la lengua com ún neerlandesa viene de este contexto original: de la independencia y de una notable literatura. H a habido, luego, in flujo francés e inglés. F in alm en te, el inglés, tras aportaciones celtas y latinas (estas recurren ­ tes y m u ch as d e ellas cristian as, co m o he ap un tado), n ació d e una fusión de dialectos germ án icos nórdicos y occidentales previos a la segun da m u ­ tación consonántica del alto alem án: los jutos, los anglos, los sajones y los frisones de los que he hablado. T am b ié n he m encionado las aportaciones posteriores danesas (a partir de las invasiones vikin gas desde 787) y n or­ m andas (tras la invasión de G u ille rm o el C on qu istad or en 1066). T o d a v ía se distinguían, en el siglo v m , los diferentes dialectos germ án i­ cos en algunas zonas de Inglaterra, y quedan huellas de ello. E n otras con­ tinuaban hablándose dialectos celtas. H u b o lu ego una fusión de los dialectos germ án icos. E n realidad, el in­ glés, conservado siem pre por las clases inferiores m ientras que los nobles hablaban el francés de los n orm an d os, solo ocu pó un prim er plano, por una reacción nacionalista, desde el siglo x m . P ero antes había h abid o ya testigos del an tiguo inglés, com o el poem a épico B eow ulf, de origen oral, que se fecha en el siglo v m . L u e g o , pese a una intensa latin ización desde el siglo x v , de la q u e ya he hablado, a p a rtir del siglo x v i h u b o un e n o r­ m e e sfu e rzo para crear una le n g u a re g u la riza d a : en la o rto g ra fía (desde J. H a rt, 1568) y la gram ática (sobre todo B. Johnson, 1640), tam bién en el léxico (sobre todo en el siglo x v m , d iccion ario de S. Johnson). T o d o ello sobre el m odelo de las lenguas y gram áticas europeas, y, a su vez, sobre el m odelo latino. El inglés es, pues, una lengua m ixta. M uy latin izad a y afrancesada, y con un alto índice de innovación, en el sentido de la m áxim a sim plificación morfológica pero de una complicada fonología.1" Y con gran intervención cul­ ta en su plasm ación definitiva. H u b o , den tro de ella, la introducción desde el siglo xvi de nuevos tér­ m inos italianos, franceses y españoles. E l inglés, por otra parte, tu vo ya una im portante literatura en este siglo.

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P ero fue la expansión m ilitar de Inglaterra la que llevó, desde el si­ g lo x v i, a la im plantación, lu ego el dom in io o casi dom in io, del inglés en G ales, Escocia e Irlanda. A partir de finales de este siglo, pero sobre todo desde 1607, llegó el inglés a A m é rica, cuyo dom in io hubo de disputar a ho­ landeses y franceses, aparte de los españoles. Y se expandió tam bién, com o se sabe, por todo el m undo. N o solo com o lengua hablada en m uchos n ue­ vos Estados de origen inglés a lo largo y ancho de él, sino com o «segunda lengua» m undial. H ablaré lu ego de esto. P o r tanto, el inglés com ú n o están dar es un dialecto un tanto d ife re n ­ te de las otras gran des lenguas q u e nos han ocu p ado. En p arte es igual: es la le n g u a u n ificad a de un reino y un im perio. P ero no d eriv a de un m ín i­ m o rincón, por circunstancias favorables, co m o las otras gran des len ­ gu as. Es una lengua m ixta y lu eg o con vertida en culta y adoptad a p or los reyes.

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Está, ante todo, el ruso, pero tam bién son im portantes lenguas com o, en el eslavo m eridional, el búlgaro, el serbocroata (cuyos hablantes ahora tien­ den a considerar com o dos lenguas aparte); y, en el occidental, el polaco, el checo, el eslovaco y el sorabo. Y a he dicho en otro lu gar qu e en el oriental jun to al ruso están el ucraniano y el ruso blanco. H em os estudiado ya, a lo largo del libro, las características m ás im p o r­ tantes de las lenguas eslavas: su tipología, su relación con el báltico, la in­ troducción del alfabeto y el in flu jo cultural cristiano y grieg o en B u lga ria y el reino de K ie v (y latino entre los eslavos occidentales). R ealm ente, toda­ vía en el siglo v d. C . los eslavos n o eran otra cosa qu e una serie de tribus es­ tablecidas entre el D n iep er y el V ístu la. T rib u s q u e form aban alianzas, se desplazaban, com batían. A veces, con el tiem po, se convertían en reinos de resultas de conquistas o unificaciones en torno a tribus y poblaciones varias. Y com batían o asim i­ laban a poblaciones diversas no indoeuropeas: finougrias, turcas (com o los paleobúlgaros, los k azares, los m ongoles, los tártaros), germ anas (los vi­ kin gos sobre todo). L os eslavos eran la «cola» de las oleadas indoeuropeas,

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una «cola» com batida o in filtrada por pueblos diversos y qu e llegó m uy tarde a la sede qu e hoy le conocem os. Solo con el tiem p o fueron creándose reinos, com o el bú lga ro desde el año 681, antes el de la G ran M oravia, luego, desde el siglo x, los de K ie v y P olonia; son m ás tardíos los de Serbia (im portante en el siglo xiv) y M oscú (lo fue desde el xv). Estos reinos fueron m odelados, en parte al m enos, por los in flu jos de la A n tig ü ed a d y la tradición cristiana. Se crearon palacios, así los de Plisca y Preslav, en B ulgaria, im itación de los de C on stan tinopla. Y ciudades, con tin uación de las rom anas, com o en Sofía y P lo vd ik en B u lgaria, o nuevas, com o P raga, C ra co via y P o zn an , de los siglos ix o x. Y su rgieron una literatura (ya hablé de ella) y un arte im portantes, con ti­ n uador tam bién él del bizan tin o. E l m ás an tigu o y esplendoroso fue el de K ie v , qu e allí llegó a través de B ulgaria. Pero hu bo in flu jo latino en O c c i­ dente, com o ya he d ic h o .11 D e la existencia de estos reinos deriva, com o en otros lugares, la existen­ cia de lenguas nacionales o com unes. Son recientes, posteriores a la crea­ ción de los reinos en cuestión. A u n q u e a base de com binar el an tiguo es­ lavo o eslavo eclesiástico, aquel al que C irilo y M etodio tradujeron los Evangelios en el siglo ix, con variantes locales, cada v ez más p repon deran ­ tes. T o d a v ía hacia el año iooo las lenguas eslavas eran com prensibles entre sí, solo con la caída de los yers o vocales ultrabreves com en zaron a d iferen ­ ciarse más y más. Por otra parte, hay que tener en cuenta dos factores que afectaron a la diferenciación. U n o, el aislam iento del eslavo m eridional, por causa de la interposición del hú n garo y el rum ano. O tro, el hecho ya m encionado del fuerte in flu jo germ án ico y cristiano occidental sobre una serie de len ­ guas, las eslavas occidentales. A sí, la creación de lenguas unificadas solo en parte siguió el m odelo que ya conocem os, el de la extensión de una lengua local por causa de su poder político, m ilitar o cultural. Solo este últim o factor lo encontram os en B u l­ garia, en donde se escribió el eslavo eclesiástico, del cual derivó el b ú lgaro m oderno. T am b ién in flu yó, com o acabo de decir, en todas las lenguas (no en las de O ccid en te desde el cism a de Focio). E n los dem ás casos nos en ­ contram os, sí, con reinos, pero reinos que englobaban poblaciones y dialec­ tos varios que solo poco a poco fueron unificados.

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Reinos de fronteras cam biantes, a veces lu ego desaparecidos (el de la G ra n M oravia y el de la Rusia de K ie v) o expandidos luego, así el de P olo­ nia. E n form a gigantesca, ya en fecha m oderna, la Rusia de M oscú: desde Iván el G ran d e hasta finales del siglo x v, hasta C atalin a, a finales del x vm . L o qu e era un pequeño dialecto local, que introducía algunas form as en textos en eslavo eclesiástico en el siglo x i, se con virtió en una gran lengua m u n dial que eclipsó los dialectos de K ie v , N o v g o ro d , Rostov (de d o n d e en prin cipio dependía Moscú) y a los dem ás. Pero nunca llegó a haber un dialecto paneslavo, com o el rom ano-ger­ m ánico, que legó una lengua a A lem an ia, A ustria y regiones lim ítrofes. La Rusia de M oscú llegó dem asiado tarde para ello, pese a los m ovim ientos paneslavistas. H abía ya lenguas nacionales eslavas, las m encionadas y otras; algunas rechazaron, com o ya sabem os, la religión ortodoxa, y re­ ch azarían luego el protestantism o. A u n q u e la cultu ra occidental, y con ella elem entos lingüísticos de la m ism a, penetró, con paso desigual, en los paí­ ses eslavos; p rim ero en P olonia, C h e q u ia y C ro acia, en Rusia desde el si­ g lo x v m , a partir de Pedro I. A h o ra bien, sería conveniente señalar cóm o los m ovim ientos de crea­ ción de lenguas nacionales, el más exitoso el más tardío, el del ruso, fueron preparados a lo largo de la historia de las lenguas eslavas por una serie de acontecim ientos que se sucedieron. F ueron, diríam os, una serie de ensayos. A propósito de la difusión de la versión eslava del alfabeto g rieg o y de la literatura, prim ero de traducción, lu ego propia, escrita con él, he expuesto las circunstancias del viaje a M oravia en el 863 de C irilo y M etodio, llam a­ dos por el rey Rostislav, qu e pidió el envío de m isioneros al rey b ú lgaro B o­ ris, lu ego M iguel cuando se bau tizó en el 865. H em o s visto qu e se trataba, en definitiva, de prom over una cultura eslava con una iglesia y una lengua propias: de crear para los prim eros reinos eslavos una lengua propia, basa­ da en el eslavo eclesiástico recién cread o y qu e era m ás o m enos entendido p or los hablantes de lenguas eslavas poco diferenciadas entre sí.'a F u e el reino de M oravia, pues, el prim er gran reino eslavo y el prim ero q u e, con ayuda de los búlgaros, m ás próxim os a los griegos, intentó intro­ d u cir una lengua unificada basada en textos escritos. Pero M oravia — qu e en sus m ejores m om entos se extendía de B ohem ia a Polonia— estaba suje­ ta a una gran presión por el Im perio rom ano-germ ánico. L os m isioneros

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fueron perseguidos y tuvieron qu e regresar a su patria, don de fueron aco­ gidos por Boris, el futuro M iguel. N o m u ch o más tarde, en el 906, el reino de M oravia desapareció, conquistado por los hú n garos.'3 En B ulgaria, en cam bio, el m ovim ien to tuvo éxito: se logró, tras arduas n egociaciones con Rom a y tras el cism a p rom ovid o por F ocio en B izan cio, una iglesia autocéfala con lengua eslava propia. Esto cu lm in ó en la época del rey Sim eón (893-927). H u b o una gran expansión en M acedonia y otros lugares, una asim ilación de la población paleobúlgara (turca), el fin del po­ der independiente de la nobleza, la im posición del poder del rey sobre un Estado u n ificado y un gran su rgim iento de las artes, las ciudades, la litera­ tura. E n Preslav sobre todo, tam bién en O crid a por obra de C lem en te, dis­ cípulo de C irilo . Y a he dicho algunas cosas sobre la literatura bú lgara de traducción y las obras originales. P ero B u lgaria tenía sus lím ites. El gran en fren tam ien to con B izan cio term in ó en la con quista bizan tin a en 1018; cuand o B u lgaria fue restable­ cida en 1187 era ya dem asiado tarde. A dem ás, B u lgaria estaba separada de los eslavos del norte y este por una franja de Estados no eslavos, y al oeste tenía rivales en M acedonia y Serbia. F ue enorm e el peso, sobre todas las lenguas eslavas, del eslavo eclesiástico y de todo el in flu jo grecocristiano q u e ven ía con él; pero, a la larga, las diferentes lenguas (tam bién el búlgaro) fueron aligeran d o ese peso, introdu cien do cada v e z más las fo r­ mas populares. A sí, la creación de lenguas nacionales eslavas en Estados u nificados, centralizados y poseedores de una lengua literaria, m odelo que ya conoce­ mos, fracasó p or dos veces. A u n q u e no del todo. L o ensayado en M oravia se cum p lió en Bulgaria. Y lo puesto ya en práctica en B ulgaria fue con ti­ n uado en el reino de K ie v , com o ya hem os adelantado. En torno a K iev fue unificado un vasto reino, en un espacio que llegaba de los C árpatos al Báltico. Este Estado tenía antecedentes en tribus n um ero­ sas que form aban grupos tribales, así junto al V o lga , y que se interpenetraban, pacíficam ente o no, con los varangios escandinavos y los kazares turcos. En este am biente y aprovechando el vacío dejad o por la G ran M oravia, fue el príncipe nórdico nom brado en eslavo Svyatoslav y m uerto en el 972 el que fundó el nuevo Estado con sede central en K iev, destruyendo a los k a ­ zares turcos y llegand o al V o lga . F u e su hijo V la d im ir (980-1015) el que

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creó una organización estatal y un código, se con virtió al cristianism o y abrió su reino al influ jo cristiano-bizantino. A sí siguió con su hijo Y ero slav, fu n d ad o r de la catedral de Santa Sofía en K ie v. P ero con ven dría recordar qu e, antes de todo esto, había habid o un K ie v cristiano, con un obispado fun dado por el patriarca F o c io en torno al 864. Pero fue destru ido hacia el 880 por un príncipe ruso, pagan o, O leg, ven id o de N o v g o ro d . S iguiero n Igor y su viuda O lg a , m adre de S vyatos­ lav: rein tro du jo el cristianism o. P ero el reino de K ie v , tan cristian izad o y helen izad o y patria de una im portan te literatura, se desintegró a com ien ­ zos del siglo x ii. F u e sustituido por pequeños Estados in dependientes, el m ás im por­ tante el de N o vg o ro d , fu n d ad o en 1136. H abía resultado ser solo una eta­ pa m ás en el cam in o de la creación de un gran E stado y una gran lengua eslava oriental. F ue el tercer intento, tam bién fracasado, de crear un gran reino eslavo, aun qu e este era ya solam ente oriental, otros com petían con él. S igu ió un largo y peligroso período en el siglo x m , con dispersión del poder, invasio­ nes m ongolas, dom in io tártaro de la H o rda de O ro en un vasto territorio. F u e ya en el x iv cuando com en zaron a levantar la cabeza las ciudades ru­ sas, entre ellas M oscú, no la más im portante de ellas hasta el siglo xv. Pero antes de seguir hay que decir algunas cosas sobre las fases antiguas de las lenguas eslavas. Por una parte, había diferencia entre los alfabetos: el glagolítico predom inaba, por ejem plo, en Bohem ia; el cirílico, en Bulgaria y otros lugares; el latino se im puso en los países de influencia germ ánica, com o ya sabemos. Por otra, dentro de textos en eslavo eclesiástico (que, por lo de­ más, han llegado a nosotros la m ayor parte de las veces en m anuscritos más recientes) aparecen, sutilm ente, diferencias dialectales: en especial en la fo­ nética, pero tam bién en la m orfología y en el léxico. Desde luego en M ora­ via, pero sobre todo en el eslavo oriental y, dentro de él, en el ruso de K ie v y en los rusos posteriores, en torno a N o vg orod y luego a M oscú.'4 Los otros dialectos del eslavo oriental quedaron relegados a los m árgenes del ruso. U n a v ez m ás, fue la expansión m ilitar de un reino que era en el com ien ­ zo una pequeña ciudad la que aseguró un vasto territorio, lo que trajo com o consecuencia la necesidad de una lengua com ún. U n a lengua que discipli­ naba y unificaba la popular con la tradición del eslavo eclesiástico. E l reino,

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com en zad o a principios del x v con V asilio I y II, se expan dió a finales del m ism o siglo con Iván III (1462-1505) hacia el este, el sur y el oeste. C o n ­ quistó N o v g o ro d y disputó las fronteras a lituanos y polacos. A l contrario de lenguas com unes fundadas de una v e z a partir de pe­ queños lugares — com o el francés y el castellano— aquí hemos presencia­ do experim entos sucesivos para crear una lengua nacional com ún. F ueron varias: algunas desaparecieron, otras siguen hoy vivas. E l ruso es, sim ple­ m ente, hablado por el m ayor núm ero de personas y en la m ayor extensión, tam bién la lengua de la nación más poderosa de la zona. Iván casó con una sobrina del últim o em perador bizan tin o y consideró M oscú, una v e z caída Constantinopla ante los turcos en 1453, com o la nue­ va Rom a. El y sus sucesores llenaron el K rem lin de catedrales y el país de m onasterios de estilo bizantino. Se llam aron zares, del n om bre del César. Rusia era un im perio. Esta es la Rusia que, ya en el siglo x v m , Pedro I occidentalizó en torno a su n ueva capital, San Petersburgo, en el Báltico. Y que C atalin a expan ­ dió a costa de los tártaros y los pueblos de Siberia. C rearon una gran len ­ gua u n ificad a, que pronto tu vo una literatura propia, som etida a los in flu ­ jos occidentales. H u b o, pues, en el m u n do eslavo una serie de intentos sucesivos para crear una g ran lengua, sobre la base de un gran reino o im perio y con in flu ­ jo p rim ero bizan tin o, lu ego occidental. L a línea principal es la qu e he tra­ zado, hu bo otras paralelas que crearon lenguas nacionales en Serbia, P olo­ nia, B ohem ia, C ro acia, etc. Y desarrollaron literaturas, sobre todo en los siglos χ ία y xiv: tam bién, durante m ucho tiem po, a base de traducciones y obras religiosas, pero tam bién históricas, épicas, líricas y de sabiduría. N o hubo nunca una unificación lingüística de los eslavos, com o tam po­ co de los germ an os ni de los celtas. Igual que, disuelto el latín, las unifica­ ciones lingüísticas qu e siguieron fueron diversas, alguna tan tardía com o la de Italia. Y siem pre, tanto en territorio latino com o en el celta y el germ á­ nico, al lado de la lengua com ún, difundida por el poder regio y la literatu­ ra, qu edaron otras más o m enos sum ergidas: dialectos o lenguas que se­ guían hablándose en sectores locales o sociolingüísticos o am bas cosas. H a habido, pues, en Europa, unificaciones lingüísticas secundarias de lenguas indoeuropeas y no indoeuropeas, en distintas fechas y lugares. N u n ­

Luis grandes lenguas comunes de Europa ca una unificación total dentro de ninguna gran ram a lingüística. T o d o es­ tu vo condicion ad o por los poderes regionales cuando se hicieron am plios y la literatura (y el arte) acom pañaban esa difusión. L a lengua com ú n de más am plia difusión fue la rusa, com o he dicho, pero he señalado tam bién que, pese a todo, q u edó encerrada dentro d e unos límites. Y con dialectos próxim os al oeste y el sur. M ás allá, seguían lenguas nacionales eslavas qu e he m encionado. Y las bálticas, las germ ánicas, el rum ano y el griego. L a vía n orm al de expansión era hacia el este, a expensas de lenguas no indoeuropeas, hasta el Pacífico. Es lo qu e sucedió. Pero hay una excepción, que es G recia: allí hay una sola lengua unifica­ da y com ún, cierto que en un espacio lim itado. D e ella voy a hablar, y de sus precedentes.

E L GRIEGO M ODERNO

Im posible hablar del grieg o m odern o, una lengua u n ificad a iden tificada con el su rgim ien to del E stado g rie g o en 1830, sin decir a lgo de sus prece­ dentes antiguos y m edievales. T a n im posible com o hablar de las lenguas rom ánicas sin hablar del latín. L a gran di te rene ia es que el latín se fra g ­ m entó, ju n to con el Im perio rom ano, naciendo de él las diferentes lenguas rom ánicas, m ientras qu e el g rie g o no se fragm en tó. Y ello p orqu e política y cu ltu ralm en te el Im perio b izan tin o se m an tu vo intacto, aun qu e dism i­ nuido, hasta 1453. Esta es la gran diferencia. Y tam bién otra: que las lenguas rom ances na­ cieron, está bien claro, de la fragm entación del latín hablado o popular, y hu bo lu ego procesos secundarios de creación de lenguas nacionales en tor­ no a las nuevas naciones y las nuevas culturas; y procesos de in flu jo del la­ tín culto en las lenguas rom ánicas y en todas las lenguas europeas. E n cam ­ bio, el grieg o m oderno heredó la unidad del grieg o culto o katharévusa de la lengua escrita bizan tin a, pero en realidad predom in ó en él la dim otikí o lengua popular, tam bién con fuerte in flu jo de la prim era. A veces, a partir del in flu jo del grieg o antiguo, ático o kpiné, en todas las lenguas europeas. Y a he hablado de ello.

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Y tam bién de que la historia del g r ie g o — una lengua q u e ha pervivid o hasta hoy, com o el chino, desde el año 1500 a. C .— es sum am ente com ple­ ja, con alternativas de dispersión y unificación. En m i Historia de la lengua griega, tantas veces citada ya, he hablado en detalle de ello. A q u í daré solo algunos rasgos generales. En la A n tigü ed ad el griego ava n zó desde una m ultiplicidad de dialec­ tos, ya locales y conocidos sobre todo por vía epigráfica, ya literarios e in­ fluidos en definitiva por H om ero, hasta el predom inio del jónico — un predom inio tam bién literario— y luego el del ático, la lengua de un gran im perio, la Liga M arítim a ateniense. U na lengua de im portancia política al tiem po que cultural. Pero A tenas, al final, perdió las guerras — contra Esparta, contra M acedonia y contra R om a— pero su dialecto triunfó. Se difun dió por toda G recia y por lo que era la expansión de G recia al otro lado del M editerráneo y en torno a él. O sea: hubo un griego unificado por razones tanto culturales com o po­ líticas y militares. A partir de un m om ento fueron los m acedonios, con F ilipo, A lejan d ro y los demás, los que difun dieron el ático, qu e en su varian ­ te, la kpiné, se convirtió en lo que esta palabra significa: la lengua com ún. C on sus variantes hablada y escrita, y am bas, a su vez, con variantes a lo largo del tiem po y de las modas. F u e la lengua de las m onarquías helenísti­ cas y del O rien te griego del Im perio rom ano. Por tanto, en G recia hubo el prim er m odelo, en Europa, de la im plantación de una lengua com ún y g e ­ neral a partir de un poder político y un poder literario, si vale la expresión. Pues bien, ya he adelantado que el m odelo de la dispersión, el del latín y, tam bién, de los troncos com unes del indoeuropeo — germ án ico, celta, eslavo, etc.— no funcionó aquí. Porque continuó, durante largos siglos, un poder político unificado: político y religioso, encabezado por el em perador y el patriarca. Sin duda, la reducción territorial del griego — prim ero con la pérdida de la India e Irán, por obra de indios, partos y sasánidas, luego de E gip to y casi toda A sia por obra de árabes y turcos— h izo que el im pe­ rio se concentrase en la defensa de sus fronteras, tam bién la del norte, ata­ cada por los búlgaros, dentro de un territorio reducido. Lejos de desinte­ grarse, floreció el griego culto otra v ez desde el siglo ix y lu eg o en el xiv. Y el griego culto, la katharévusa, fue prácticam ente la única lengua es­ crita, la popular la conocem os por pequeñas muestras. Y los dialectos po-

Las grandes lenguas comunes de Europa pillares locales apenas se escribieron, en realidad tuvieron un poco m ás de vid a en las zonas alejadas del poder directo b izan tin o por obra de ven ecia­ nos o de francos. Y por poco tiem po. A l contrario de lo que sucedió con los dialectos latinos vulgares, qu e crearon nuevas lenguas."5 C o n todo, hubo un elem ento om in oso en la historia de G recia que pudo haber produ cid o una dispersión dialectal paralela a la que provocaron, en España, la conquista árabe y la Reconquista. N o fue así: el g rieg o más o m enos próxim o a la antigua koiné se conservó, bajo la turcocratía, en la en­ señanza religiosa y culta en gen eral, al lado de la lengua popular. Y la rebe­ lión contra el turco fue cosa de d ie z años, de 1820 a 1830, no com o en Espa­ ña, don de la R econquista du ró casi ocho siglos y m archó a su paso en cada región. Y el latín no existía sino entre los cultos, dom inaba la lengua v u lga r o popular, con sus variantes. A sí, cuando, tras el do m in io bizan tin o y lu eg o el turco, llegó una nue­ va unidad, la de la G recia m odern a, qu e los europeos veían com o una nueva G recia antigua (los griegos más bien com o un n uevo B izancio), junto a este n u evo poder unitario h izo falta una nueva lengua tam bién unitaria. Esta fue el qu e llam am os grieg o m oderno, en realidad una síntesis de dialectos populares de tipo m eridional, en torno al grieg o de Atenas, don de, tras N a u p lio n , se estableció la capital. N o es cuestión de recordar aq u í la larga lucha entre los partidarios de la katharévusa y los de la dimotify, con el triun fo de estos, pero con adm isión de form as abundantes de la lengua culta. L os dialectos locales han con ti­ nuado, pero están en decadencia y no tienen fu erza para discutir al griego u n ificado el papel central. H a habido, pues, una unificación a partir de elem entos varios, unifica­ ción vinculada, una v ez más, al poder político y al uso literario. A u n q u e en este ha habido y hay variantes.

C O N CL U SIO N E S

H e hablado de «grandes lenguas» por un criterio relacionado sobre todo con el n úm ero de hablantes, qu e con frecuencia va u nido al peso político y cultural de lenguas y naciones en la historia m u n dial. Son criterios que

Historia de las grandes lenguas comunes de Europa pueden resultar, en alguna m edida, subjetivos. F.l hecho es que, a lo largo de la historia, ha habido una evolución relativam ente u n iform e (pero no en la cronología) en el panoram a evo lutivo de las lenguas de Europa. Podernos seguir estas lenguas más o m enos retrospectivam ente hasta estadios prim itivos en que p ululaban pequeñas lenguas tribales o de g ru ­ pos de tribus, lenguas em parentadas dentro de vastos grupos que llam a­ mos «griego com ún », «germ ánico com ún», «eslavo com ún», etc. G rup o s con toda clase de transiciones internas y de transiciones entre unos grupos y otros. H e d ad o ejem plos. Este estadio tribal era de cronologías diferentes: en torno al 2000 a. C . el del griego, al 500 d. G. el del eslavo. Esas diferencias dependen a su v ez de la cronología de las invasiones asiáticas, que son la base de nuestras lenguas europeas: son casi siempre de pueblos indoeuropeos (pero no los m ism os que bajaron a A natolia, 1 rán y la India), a veces ya sabemos que no indoeuropeos. E l caso es que hem os de contar con agrupaciones de tribus y de sus d ia­ lectos, con escisiones tam bién. Pero no podem os trasladar a fecha antigua estadios en q u e la lengua está al servicio de una nación, un Estado o un rei­ no y de su cultura, en que esa lengua se escribe y está m u y n orm alizada. Este segundo estadio es el qu e se alcan zó prim ero en G recia, aun qu e un griego usado por todos y n orm alizad o llegó solo con el ático y la kenné hele­ nística; y luego en R om a, sobre todo a partir del siglo π a. C . El n uevo grieg o com ún — para distin gu irlo del prehistórico, conjunto de dialectos próxim os situados al norte de G recia y que luego, a partir del año 2000 a. C ., penetraron en ella— nació, com o he dicho, de la superiori­ dad cultural d e A tenas, im itada por todos, y de la potencia m ilitar y con ­ quistadora de m acedonios y griegos. Paralelam ente, el latín de R om a, pu­ ram ente local al principio, se con virtió en la lengua de Italia y de gran parte de las naciones m editerráneas a partir de las conquistas de R om a, so­ bre todo desde el siglo n i a. C . Y del crecim iento de su cultura, una cultura helen izada, sobre todo desde el siglo 11 a. C . Estas lenguas escritas y más o m enos regu larizadas, cuyo conocim iento significaba el acceso a niveles sociales superiores y que eran las lenguas de la adm inistración, el poder y la cultu ra, surgen siem pre de form a m ás o m enos sem ejante. P o rq u e lo que sucedió cuando se crearon el grieg o co­ m ún y el latín se repitió lu ego en la E dad M edia y aun después: surgieron

Las grandes lenguas comunes de Europa reinos o Estados qu e necesitaron una lengua com ú n , fijada y unitaria, sim ­ plem ente para funcionar. Estas lenguas regularizadas y cultas corren siem ­ pre parejas con el poder político, m ilitar y cultural qu e se expande a partir d e puntos gen eralm en te m u y concretos. A u n q u e , com o hem os visto, hay variantes. E l proceso de creación de una lengua de civilizació n com o el latín — en lucha, por supuesto, con otros pueblos y otras lenguas-— se repitió, com o hem os com entado, en lu­ gares tan distantes com o París o la C astilla inicial o M oscú. C la ro qu e en unos casos a partir de la desintegración del latín, seguida cíe estas nuevas integraciones; en otros, de grupos de dialectos germ án icos o celtas o esla­ vos. L a base es diferente, pero siem pre se trata de lograr una vasta integra­ ción territorial, social, cultu ral y política. Y existe la variante de cuand o el m odelo lin gü ístico com ú n es secunda­ rio, com o cuando el alem án de L u te ro se im pu so en un Im perio rom anogerm án ico preexistente o el floren tin o se im puso en una Italia que, al m e­ nos en la visión general, existía com o una unidad desde la A n tigü ed ad . Esta es la línea que he querido trazar, haciendo ver que no se trata de m é­ ritos o deméritos de las lenguas, la suerte de estas ha dependido de la de sus so­ ciedades y de si estas se han organizado de una manera o de otra. H an podido, así, perderse algunas lenguas, com o tantas europeas de las que he hablado. Y las lenguas nacionales han pod ido crecer o m en gu ar, ser «grandes lenguas» o no, según las vicisitudes de la historia. A veces la gran lengua com ú n se ha creado de golpe, ha crecid o luego; otras ha habido ensayos va­ rios, unos desaparecidos, otros con un papel histórico hasta hoy m ism o. Pero, tras el grieg o y el latín, ha habido un largo período sin nuevas len ­ guas com unes: estas com en zaron , com o lenguas escritas y regularizadas, con el eslavo eclesiástico y el anglosajón, en el siglo ix. Siguieron otras, has­ ta el siglo x v iii (el ruso) y el x ix (el italiano). E n cam bio, otros dialectos o conjuntos cié dialectos, por falta de una base de poder político, se qu edaron en m eras variantes o dialectos locales, socialm ente m inu svalorados, cuyos hablantes poseen al tiem po o intentan poseer la gran lengua nacional creada m ás tarde, la lengua com ún. C la ro q u e esas valoraciones pueden cam b iar con el tiem p o y la lucha lingüística (y no lingüística, la lengua no va nunca sola) puede renovarse cuando pa­ recía acabada.

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Pero no qu iero q u e d é la im presión de qu e la lengua sea una consecuen­ cia directa del poder. M ás bien es indirecta: la expansión de una lengua se hace más bien por necesidad social, deseo de integración. C o m o hoy apren ­ dem os el inglés p orque nos es necesario, así se extendió grad ualm ente el castellano p or España. Y lu ego p or A m érica, no ya por unos pocos decre­ tos. U n caso entre los varios que hem os estudiado. C o n el crecim iento y decadencia de los Estados sus lenguas crecen y m enguan. A u n q u e tam bién hay excepciones. C o m o la del griego, supervi­ viente de tantas derrotas, recreado com o lengua com ún una y otra vez. Y hay las naciones qu e se han in d ep en d izad o de España o Po rtugal o Inglate­ rra y han preferido, aquellas que reunían determ inadas circunstancias, con tin uar hablando las lenguas de sus antiguas m etrópolis. A u n q u e n o deja de haber tensiones en, por ejem plo, M éxico, entre el es­ pañol y las lenguas indígenas; o en España entre el español y las otras len­ guas. L a decadencia del poder político central (y el surgim iento del regio­ nal) se refleja en los problem as de la lengua española, por poner un ejem plo. L a lengua es un elem ento de poder político y social, y las poblaciones tienden a adaptarse a la qu e más les interesa desde estos puntos de vista y tam bién desde el cultural. Se puede tam bién, naturalm ente, elegir el bilin ­ g ü ism o o el poliglotism o. Y hay, por supuesto, las reacciones sentim entales y nacionalistas, sobre todo desde com ien zos del siglo xx. Es pronto para decir en qué m edida, allí donde las hay, se im pondrán con ayuda de presio­ nes gubernam entales o si cederán ante otras fuerzas, sin du da crueles, que han estado presentes tantas veces en la historia lin gü ística.16 E n todo caso, creo que ofrece interés estudiar el desarrollo de las u n i­ ficaciones (y disgregacion es) lin gü ísticas en E u ro p a, sus crecim ien to s y decadencias. Por otra parte, lo qu e ha sucedido y sucede en Eu ropa no es sino algo p aralelo a lo qu e sucede y ha sucedido en todo el m undo. A u n q u e Europa ha sido pionera en la creación de un nivel nacional, que incluye una lengua com ú n (a veces más de una) y qu e supera el estadio tribal, y el de la con fu ­ sión de m ontones de dialectos dentro de un am p lio territorio sin unidad política. Es algo qu e p rim ero se logró en G recia y Rom a, luego, paso a paso, en la Edad M edia. Y más tarde: la últim a de las grandes unificaciones lingüísticas fue la de Italia.

Las grandes lenguas comunes de Europa En este caso y en otros, com o el de B ulgaria, el proceso cultural ha ido por delante del político y el del poder, otras veces han ido juntos. C o m o cu an d o N eb rija decía que «la lengua es com pañera del im perio». S eg u ra ­ m en te pensaba en Rom a, no solo en C astilla. H ay que insistir a este respecto en qu e la noción de nación con un Estado supratribal y dotado de una lengua regularizada y escrita solo poco a poco, y m uchísim as veces por im itación, ha surgido en otras partes del globo. D esde los griegos, E u ro p a ha gu iad o estos procesos, dentro de los cuales la lengua es solo uno de los factores. Im portante, desde luego. T o d o esto no es obstáculo para hechos com o los problem as entre las lenguas, su in flu jo recíproco y el in flu jo general de elem entos griegos y la­ tinos qu e hem os estudiado y cuya aceptación ha m arcado durante m ucho tiem po las fronteras de Europa. A h o ra las rebasan con frecuencia.

2 L A E X P A N S IÓ N F U E R A D E E U R O P A DE LAS LEN G U AS EUROPEAS

V IS IÓ N G E N E R A L

E u ro p a, com o ya he dicho al com ien zo, no es un concepto lingüístico, ha­ bla lenguas procedentes de A sia , indoeuropeas sobre todo y algun as no in ­ doeuropeas, pero unas y otras em parentadas con lenguas habladas en vas­ tos sectores de A sia. E n la m edida en que las lenguas de E u ropa están relativam en te próxim as, desde un punto de vista lin gü ístico, es por proce­ sos evo lu tivo s a veces no solo europ eos, a veces sí e xclu siv am e n te eu ro­ peos (al m enos hasta un m om en to). Y por otros, tam b ién europeos, de base fu n d am en talm en te cultu ral griega y latina. Europa, aparte de la geografía, se ha ido creando com o una unidad cul­ tural: una unidad con varias evolucion es y varias escisiones, por lo demás. N u n ca ha llegado a ser una unid ad política (aunque en algun a m edida lo es ahora). Pero la evolución cultural y la política han in flu ido en la evo lu ­ ción de sus lenguas. H em os visto que estas lenguas solo grad ualm ente fueron penetrando de este a oeste, lu ego de norte a sur. E volucion an do, al tiem po, a través de estadios que hem os estudiado. Pero, sobre todo, creciendo: en espacio geo­ gráfico , hablantes, cultura. L a s p rim eras gran d es len gu as de cu ltu ra fu e ro n , co m o sabem os, el g r ie g o y el latín; excuso rep etir sus escisiones y u n ifica cion es, los in flu ­ ios secun dario s q u e ejerciero n . P e ro sí insisto en que o cu p ab an , en un c o m ie n zo , espacios red u cid os, h u b o lu eg o u na en o rm e expan sión lin ­ g ü ística al tiem p o q u e cu ltu ra l y p olítica. E l m u n d o g rie g o y el Im p erio ro m a n o fu ero n las p rim eras E u ro pas. P ero E u ro p a creció m ás en la E d ad M ed ia con los Estados y las len g u a s q u e sabem os, q u e atravesaron 3o1

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diversas fases hasta crista liza r en len g u a s nacion ales, en algu n a s ocasio­ nes g ran d es len guas. Bien es verdad, tam bién, que Europa y sus lenguas se encogieron a partir de un m om ento por la presión, en el este y el sur, de árabes y turcos. L u ego hubo parciales reconquistas. A l final, quedó reducida a lo que es ahora. Pues bien, lo que qu iero apuntar es qu e esas lenguas que dom in an aho­ ra, sobre todo algunas de ellas, E u rop a, venidas de fuera de E u ropa, han saltado m ás allá de ella. E l ím petu expansivo de los indoeuropeos (y de los otros pueblos a que he hecho referencia) no se agotó en Eu ropa y en sus guerras y avances culturales, ni en la im plantación de sus lenguas. Y a he hablado de cóm o el ruso se exten dió por Asia: rebasó por el norte a lenguas com o el m ongol, el chino, el m anchó y el coreano, se sobrepuso a lenguas va­ rias finougrias, altaicas y otras, llegó al Pacífico. Es, en realidad, una nueva invasión indoeuropea. E sto por vía terrestre, hacia el O rien te, por el norte de la barrera de v ie ­ jas civilizacion es, com o la china. En A sia M enor, Siria, Palestina y Á frica , los indoeuropeos y sus lenguas, lejos de avan zar, retrocedieron ante árabes y turcos, qu e les cerraban el paso. Les quedaba el océano: bien para rodear A frica con sus barcos, saltando el obstáculo y llegar a la India y las islas de las Especias, com o hicieron los portugueses en el siglo xv; bien para surcar el A tlá n tico hasta A m érica y lu ego más allá. Son las exploraciones y conquistas iniciadas por C astilla y continuadas por otros pueblos europeos desde el descubrim iento de A m érica en 1492. Es com o si, esta vez, los indoeuropeos hubieran segu ido su cam ino hacia el oeste cru zan d o el m ar con sus caballos y sus guerreros. L a cultu ra europea, resultado de la expansión de nóm adas asiáticos fun dam entalm en te indoeuropeos, pero no solo indoeuropeos, es algo ú n i­ co en la historia del m undo. P u ede com pararse, ciertam ente, con la expan ­ sión de árabes y otros sem itas, o la de hunos, turcos y tártaros. Pero la de los indoeuropeos fue más lejos geográficam en te. En Eurasia, se extiende de Irlanda a K a m ch a tk a ; en Europa hacia el O ccid en te, de S evilla a F ilipinas, de Lisboa a M alasia, de Lon dres a casi el m u n do entero. Y

no solo es cosa de extensión, la cultura islám ica se extiende de M a­

rruecos a Indonesia. A ñ ad ió , adem ás, una nueva onda de progreso in d iv i­ dualista y científico qu e venía de griegos, rom anos, cristianos y m edievales

La expansión fuera de Europa de las lenguas europeas

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y qu e no solo creaba nuevas com unicaciones, m ercados y naciones, sino qu e penetraba de una m anera u otra en las dem ás culturas, que la acepta­ ban en una u otra m edida o bien la rechazaban, tam bién en form a variable (a veces brutal). Esta cultura indoeuropea, recreada en Europa y expandida fuera, fue, en d efinitiva, la p rom otora de la globalización. E n realidad, ensayada pre­ viam ente, en escala m ás reducida, a partir de los griegos. E s un fenóm eno de unificación económ ico-cultural, no estrictam ente político, pero en a lg u ­ na m edida político. Pues bien, esta cultura llevó fuera de Eu ropa a varias de sus lenguas, m ediante una serie de fenóm enos q u e he estudiado en un libro anterior ya citado.' A q u í n o hago sino recordarlos: 1. Exploraciones u ltram arinas qu e crearon puntos de apoyo para el co­ m ercio y la expansión económ ica, guerrera y religiosa, tam bién lingüística. A u n q u e las lenguas europeas eran, fundam entalm ente, las de las élites tam bién europeas: el portugués, el holandés y el francés en A sia, el inglés, el francés y el holandés en islas y puertos de A m érica. L os indígenas con­ servaban, en general, sus lenguas. 2. Vastos espacios de expansión ultram arin a de las m etrópolis, con ver­ tidas luego, antes o después, en naciones independientes de lengua euro­ pea. A sí las españolas y portuguesas en A m érica, las inglesas en N o rtea m é­ rica, Sudáfrica, A ustralia y otros lugares, las francesas en C an ad á. H u bo, claro está, lucha entre unas y otras potencias europeas. En este caso han d o­ m in ado y dom inan las lenguas europeas, pero las indígenas han perdu ra­ do, en ocasiones, tam bién. C olon ias propiam ente dichas, en las que vivía un pequeño núcleo de adm inistradores y colonos europeos y una vasta población in dígen a, den­ tro de la cual una élite más o m enos am plia aprendía la vida europea. H ay qu e añadir los m isioneros. A finales del siglo x ix casi todo el m undo consistía en Eu ropa más las nuevas Europas m ás las colonias europeas, con excepciones com o C h in a, Japón, T aila n d ia, T u rq u ía y pocas más. C iertam en te, las colonias se fue­ ron in dep en d izan do, sobre todo, después de la prim era gu erra m un dial, y las qu e quedaban después de la segunda. Pero la independencia, llevada a cabo por las m inorías europ eizad as, no dism in uyó, sino al contrario, las culturas europeas y el uso de las lenguas europeas.

Historia de las grandes lenguas comunes de Europa 4. L a em igración. Las penosas condiciones de vida en algunos países europeos im pulsaron a que millones de emigrantes, desde finales del siglo x ix sobre todo, se m archaran a A m érica y a otros Estados de población eu ro­ pea (A u stralia, N u eva Z eland a, Sudáfrica). Estados U n idos recibía, por ejem plo, polacos, italianos, judíos, alem anes, etc.; A rg en tin a sobre todo es­ pañoles e italianos; A u stralia, ingleses y griegos. Estos grupos asim ilaron, con más o m enos problem as, la lengua dom inante. Y con tribuyeron , con su trabajo, a hacer prosperar sus naciones de elección. 5. El in flu jo de la cultura y las lenguas europeas 110 siem pre necesita del traslado tísico de los individuos, que por otra parte es más sim ple g ra ­ cias a la facilidad de los viajes. Y a he hablado de las lenguas culturales, el francés, y ahora, sobre todo, el inglés: está presente en todo el m undo. Y habría qu e hablar de los diversos m edios de difusión, entre ellos la televi­ sión, qu e ha hecho caer tantas barreras nacionales y políticas. L a s lenguas europeas son un com ponente central, hoy, de una cultura universal de raíz tam bién europea, pero ya glo balizad a o universal más qu e europea. A veces su in flu jo llega no a partir de E u rop a, sino de N o rte ­ am érica o la A m é rica española o el Brasil. N atu ralm en te, no es que la glo balizació n y la difusión de las lenguas europeas no encuentren barreras. L a s hay, e im portantes, en todo el m u n ­ do y dentro de E u rop a, que dista m u ch o de poseer una hom ogeneidad c u l­ tural. Pero no es este el lugar para hablar de este tem a, m e refiero a él en m i libro anterior. N i del tem a del im pacto lingüístico global de nuestras len ­ guas: unas veces h acien d o desaparecer len guas, otras red u cién d o las a n iveles sociolingüísticos inferiores,2 otras veces in flu yen d o en ellas de va­ rios m odos. E sto necesitaría un estudio especial.

D E T A L L E S P A R T IC U L A R E S

E L PO RTUG UÉS

Esta expansión fue iniciada por P ortugal, una v e z qu e se liberó de los m u ­ sulm anes y conquistó C eu ta en 1415. El im pulso ultram arin o fue, por así decirlo, una continuación de la Reconquista, igual que en España. L os gu e­

La expansión fuera de Europa de las lenguas europeas rreros y navegantes, el espíritu de aventuras, el deseo de ganancias y de evan gelización m o vió las prim eras expediciones portuguesas, im pulsadas por el príncipe don E n riq u e el N a vega n te desde en torno a 1418, A cabada la reconquista portuguesa antes que la española, no había tie­ rra infiel qu e conquistar: M arruecos era una presa dem asiado difícil, eso lo experim entaron pronto los portugueses, pese a su conquista de T á n g e r, y más tarde con la m uerte del rey don Sebastián en A lc a za lq u iv ir. L os por­ tugueses se volvieron hacia el A tlán tico , donde conquistaron A zo re s y M a­ deira, islas deshabitadas, desde 1445 (habían fracasado en Canarias). P ero se volvieron, sobre todo, a contornear la costa de A frica , con inten­ ción de llegar a las m íticas islas de la Especiería evitan do el largo y p eligro­ so cam ino a través de los turcos y otros pueblos del A sia continental. A la m uerte del príncipe, en 1460, habían explorado la costa hasta Sierra Leona. Son conocidas las sucesivas etapas de exploración. D ie g o C a o llegó a la boca del C o n g o en 1482, hu bo allí hasta un rey con vertido al cristianismo; pero aquí no hubo perspectivas de futu ro, las navegaciones siguieron hacia el sur hasta que Bartolom eu D ias dobló en 1488 el cabo de B uena E speran ­ za. Sustituyeron el reino de A n g o la por el de la A n g o la portuguesa (L u an ­ da fue fun dada por Paulo D ias en 1576). Pasaron los portugueses a la India y la Especiería: se establecieron en M adagascar, G o a (A lfon so de A lb u rq u erqu e, 1510), M alaca y las M olucas, entre otros lugares. L leg aro n hasta C an tón y se establecieron en M acao y las M olucas (desde 1492). G oa y M a­ cao fueron las bases para los intentos de Francisco Javier de eva n g elizar Ja­ pón y de Ricci de evan g elizar C h in a. El T ra tad o de T ord esillas (1492) perm itía a los portugueses todas estas exploraciones e incluso, sin duda por u n error cartográfico, la de una parte de Brasil, adonde llegó A lv a re z C a b ia l en 1500. Y a estaba fu n d ad o el gran Im p erio portugués, qu e estableció contactos con toda la India desde la lle­ gada de V asco de G a m a a C alcu ta en 1497. L in g ü ística m en te, la exp lo ració n y con qu ista de Brasil fue la más im ­ portante para la len gu a p ortu guesa, pues en A sia sus puertos m ercantiles y lu gares fortificad os fu ero n cayend o poco a poco en m an os de los pu e­ blos in dígen as. L o s últim os fu ero n G o a y M acao, ya en la segu n da m itad del siglo xx; tam bién a d q u irie ro n la in depen d en cia las colonias de A n g o ­ la y M ozam b iqu e en el m ism o siglo. Y antes Brasil, a com ien zos del x ix , en

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el m ism o m o vim ien to q u e arrastró a las colonias españolas tras las g u e ­ rras napoleónicas. P ero Brasil continúa siendo ahora el gran centro de la lengua p ortu gu e­ sa, m u ch ísim o más poblado que la m etrópolis, q u e solo aporta unos doce m illones de personas a un total de hablantes de portugués qu e rebasa los doscientos m illones. L a m ayor parte en el Brasil, donde el portugués d o m i­ na, aun qu e jun to con él se hablan lenguas descendientes de las africanas de los antiguos esclavos y lenguas indígenas, com o el gu aran í en el sur y m u ­ chísim as en la A m a zo n ia . E l sistema gráfico del portugués del Brasil difiere del continental, y hay algunas diferencias de pronunciación, com o la velarización de la /, pro­ nunciada com o w (sow > sol), la palatalización de t y d ante i y e (dentchi > dente), la relajación de vocales inacentuadas, etc. H a y, tam bién, variantes léxicas bastante numerosas. Pero se trata, en todo caso, de una m ism a lengua, sin problem as de com prensión. Se pueden dar, tam bién, en Brasil con fe­ rencias en español, qu e es perfectam ente seguido, m ejor qu e en Portugal, pues su sistem a vocálico está más p ró xim o al nuestro. Pero no se trata solo de P ortugal y Brasil. E l portugués es lengua oficial, tam bién — hablada más o m enos según los casos— en islas de C a b o V erd e, G uin ea Bissau, islas de Santo T o m é y Príncipe, A n g o la y M ozam b iqu e.

EL ESPAÑ O L

N o es este el lu gar adecuado para entrar en el detalle de la expansión de Castilla por el A tlán tico , A m érica y O cean ia, aun que del español, por su­ puesto, sí que tenem os qu e hablar.1 E l hecho es qu e la expansión española, un poco posterior a la p ortu gu e­ sa, procede de las m ism as circunstancias tras la Reconquista: buscar nue­ vos espacios más allá del m ar y asentam iento y riquezas para poblaciones gu erreras constreñidas a estrechas lim itaciones de vida y ascenso social en la Península; ím petu m isionero tam bién. T o d o ello com portaba, al plazo que fuera, la expansión de la lengua castellana, porque se trataba de e m ­ presas de C astilla (que incluía el País Vasco). L a expansión m editerránea de A ra gó n era sustituida por la atlántica de C astilla.

La expansión fuera de Europa de las lenguas europeas

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H u b o un p rólogo qu e fue la conquista de las islas C an arias, en com peti­ ción con Portugal, de 1406 en adelante y reconocida por el T ra ta d o de A lcágovas en 1479. D espués vino el D escub rim ien to de C oló n en 1492, segu i­ do de los otros tres viajes y de los ulteriores descubrim ientos y conquistas. Las etapas fueron, com o se sabe, tras San S alvad or (G uan ah am i), L a E spa­ ñola y C u b a, más una serie de navegaciones y conquistas en el C aribe, P a­ nam á ( 15 13, descubrim iento del Pacífico por N ú ñ e z de Balboa, R ío de la Plata), exploraciones de N o rteam érica (desde 1499), circum n avegación de la T ie rra (1419-1422, por M agallanes y Elcano). P ero la culm inación llegó con la conquista de los grandes im perios indígenas: de M éxico por H ernán C ortés (1519-1521) y del Perú por Francisco P iza rro (1531 -1533), con ti­ nuada por la de ( 'h ile por P edro de V a ld iv ia (1540-1543). H acia la m itad del siglo, tras las dos fundaciones de Buenos A ire s (la prim era en 1536), puede darse por concluida la conquista. S igu ió la llegada de nuevos pobladores. A m é rica no fue nunca una co­ lonia, eran territorios de C astilla adm inistrados por virreyes y con organis­ mos e instituciones calcadas de las españolas. T a m b ié n instituciones cu ltu ­ rales com o las universidades y la im prenta. Esta fue la gran expansión castellana hacia occidente, continuada luego por portugueses, holandeses, franceses e ingleses. U n nuevo continente, al com ien­ zo c o n tu n d id o con C a ta y y C ip a n g o — A sia — , q u e d ab a abierto a los europeos, que expandieron en él su cultura y, por supuesto, sus lenguas. L lega­ ron a un m undo nuevo, que he llam ado prehelénico (y, por supuesto, precris­ tiano), con infinitas culturas y lenguas. Iba de lo tribal a los grandes imperios mexicano y peruano con sus lenguas correspondientes, el nahuatl y el quechua. E ra com o cuand o el em puje indoeuropeo chocó con las grandes cu ltu ­ ras semíticas y otras de A sia y A frica . E n realidad, las lenguas y culturas de A m érica venían de las asiáticas, a través del estrecho de B eh rin g, cru zad o sobre el hielo en fechas qu e se sitúan entre 30000 y 15000 a. C .: un m om en ­ to bastante reciente. A u n q u e no faltan quienes proponen qu e hubo, tam ­ bién, navegaciones desde A sia a través del Pacífico, q u e habrían in trodu ci­ do form as culturales sem ejantes.4 N atu ralm ente, había entre los indígenas y los recién llegados una co­ m u n idad hum ana general. M itos, ritos, lenguas tenían una base com ún , de la que he escrito.1’ Pero era com o si llegara un nuevo m undo.

Historia de las grandes lenguas comunes de Europa

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A m érica se incorporaba a Europa, a través de C astilla y las dem ás naciónes. Vastos espacios eran prolongación de las naciones europeas. L u e g o se­ rían, con el tiempo, independientes, pero m antendrían su lengua y su cultura. L as lenguas europeas se im ponían, no sin qu edar restos im portantes de lenguas indígenas, en form a de substrato lingüístico o de lenguas únicas de algunas poblaciones. Pero estoy hablando de C astilla y del español. A n tes de seguir adelante, hay qu e dar algun a noticia sobre los lím ites de su extensión: a) Por el este, este lím ite está en la expansión del portugués en Brasil, del que ya he hablado anteriorm ente. Y el em pu je naval de varias poten­ cias europeas, en los siglos x v i y

xvii,

contra el Im perio español, dejó pobla­

ciones de habla francesa, holandesa e inglesa en varias islas del C a rib e y en las G u aya ñas. b) H acia el oeste, las varias em presas navales españolas, a partir de la de M agallanes, em presas destinadas en últim o térm ino a disputar a los portugueses su dom inios de las islas de las Especias, fracasaron en d efin iti­ va. T ra s gran derroche de heroísm o, C astilla tuvo qu e renunciar al oriente cuando C arlos V , en el tratado de Z a ra g o za (1529), firm ó esa retirada m e­ diante una com pensación económ ica. Solo quedaron G u a m y F ilipinas, es­ trecham ente unidas a M éxico m ediante el llam ado galeón de M an ila y que m antenían el contacto económ ico y h u m an o con C hin a. c) H acia el norte, F lorida, T ex a s, A rizo n a y C alifo rn ia, adonde había llegado la conquista española en varios m om entos, se perdieron ante la presión norteam ericana. E l golpe decisivo y peor fue el T ra ta d o d e G u a d a lu p e-H id a lgo de 1848, en qu e M éxico cedió una vasta extensión de territo­ rio, de C alifo rn ia a T exas. T o d o esto incide, naturalm ente, en la reducción de la extensión del es­ pañol, qu e en otro caso habría sido m ayor. O tra cuestión es la de su im ­ plantación en la A m é rica española tal com o q u ed ó en definitiva. Y es, jun­ to con la del portugués, una excepción: solo estas dos lenguas han logrado im plantarse en A m érica, al lado del inglés. Y ello pese al terrible hostiga­ m iento al qu e las naciones españolas y la portuguesa de A m é rica estuvie­ ron som etidas por ingleses, holandeses y los m ism os franceses. P o r supuesto, no es este el lu gar de estudiar a fon do el in flu jo en él de las lenguas in d ígen as (sobre todo en el léxico, aun qu e no se exclu yen al­

La expansión fuera de Europa de las lenguas europeas gu n as in flu encias fonéticas y otras), ni el de los rasgos andaluces (no todos los aceptan) del español de A m é ric a ni el de las variantes d en tro de él. Para esto hay qu e acudir a la bib liografía especializada/’ com o para el caso del léxico m odern o, con los anglicism os," y los in digen ism os y el nuevo léxico.8 Sí quiero delinear, por lo m enos, lo que fue el proceso de im plantación del castellano. U n proceso difícil, en un contexto en que la población llega­ da de la Península era un i o 2 % del total, había una gran m u ltitu d de len ­ guas diferentes y la evangelización , que en toda la docum entación figura com o el objetivo p rim ord ial de la conquista, tendían a hacerla los frailes en las lenguas indígenas — lo consideraban com o la única posibilidad— . Las difun d ían con ayuda de la im prenta, a veces a yu dan do a expandirlas, com o en el caso del nah uad, el quechua y el guaraní. L legaro n , algunos, a am ar estas culturas, a dejarnos recuerdos im bo­ rrables de ellas, fray B ernard ino de Sahagún es el caso m ás ilustre, pero hay m uchos otros sin los cuales nada sabríam os de las literaturas y las cul­ turas indígenas. E n fin, la situación de un p uñado de españoles no era fácil: una gran lengua unificada y culta se im puso, com o el latín a los germ anos. Por otra parte, solo m u y raram ente hubo una política de im posición del castellano sobre las lenguas indígenas. N i m enos una política hostil a las nuevas po­ blaciones, pese a qu e apenas soportaban las enferm edades de origen euro­ peo y la vida de trabajo reglam en tado que se les im ponía y que era ajeno a su cultura. Q u ed an aún hoy día unos cuarenta m illones de indígenas, sin contar los m estizos: im posible calcular el n úm ero de los qu e no conocen o conocen m al el español. P or otra parte, la independencia lograda a com ienzos del siglo x ix por las naciones am ericanas en absoluto fue contra el predom in io del español, al contrario: este creció enorm em en te, im pulsado por los criollos qu e ha­ bían hecho aquella revolución. L a m ultip licidad de lenguas indígenas fue una sorpresa para los p rim e­ ros descubridores y conquistadores y un problem a para los m isioneros y los adm inistradores. H u bieron de arrostrarlo. E l papa A le ja n d ro V I había concedido a los Reyes C atólicos la posesión de las Indias (bula inter coetera, 1493) a cam bio de «adoctrinar a los dichos indígenas en la fe católica».

Historia de las grandes lenguas comunes de Europa

3J °

H ay innum erables cédulas que insisten en esto, lo que planteaba el pro­ blem a de la lengua. A u n q u e la situación era am bigua, en su diario C oló n hablaba de qu e los indios aprendieran la lengua de los cristianos y sus cos­ tum bres. Los frailes, en gen eral, intentaron la vía contraria: aprender ellos las lenguas indígenas. E n fin, se podría hablar largam en te tanto de los fracasos en la m utua com prensión (com o el de fray B ernard o B oil, q u e acom pañ ó a C o ló n en su segu n do viaje), com o de los éxitos: el ap ren d izaje de los niños en con ­ tacto con niños indígenas, com o el del qu e fue lu eg o fray A lo n so de M ed i­ na, estudioso de estas lenguas. Y de las vacilaciones de las a utorid ad es es­ pañolas: en 1516 ('a rlo s V recom endaba a los jerónim os qu e instaran a los caciques a hablar castellano y lu ego en 1550 decía lo m ism o al v irre y de N u e va España, pero F elip e II exigía qu e los frailes m isioneros hablaran las lenguas indígenas. Solo en el siglo x v m , con C arlo s III y el arzobisp o L o ren zan a , la presión castellanista se h izo más fuerte, con argu m entos ilustrados. En fin, en un trabajo de F. G o n zále z ( )llé*' pueden encontrarse m uchos más datos. Y otros que sugieren que fue, fundam entalm ente, el trato hum a­ no, la necesidad de entenderse con los españoles y de vivir en la sociedad que ellos creaban lo que h izo extenderse su lengua. Sabemos que al llegar C olón en su segundo viaje encontró ya a indios que hablaban español, sabemos del aprendizaje infantil de niños de ambos orígenes que convivían, de los frailes que a su v ez aprendían, de que en ('u z e o en 1699 casi todos hablaban espa­ ñol, de que cuando la sublevación de T u p a c A m a ru en 1780 su propaganda la hacía en español. Son las necesidades sociales y culturales las qu e han hecho difun dirse las lenguas. D e viva v o z y, tam bién, por escritos leídos por los indios que com en zaban a ilustrarse. Los hijos de nobles aprendían el latín en el cole­ gio de T latelo lco en M éxico, ellos y m uchos más, por pura necesidad, el es­ pañol. C ie rto qu e los frailes publicaban gram áticas de lenguas indígenas y hacían qu e algunas de estas lenguas se expandieran, pero era sobre todo con la finalidad de aprender ellos m ism os, de poder predicar. Los indios fueron más realistas, se dieron cuenta de las ventajas de aprender el español: de hablar una lengua com ún a todos, en todos los lu ­ gares y en todos los niveles sociales. Pron to hubo indígenas qu e fueron es­

La expansión fuera de Europa de las lenguas europeas critores en español, tanto en M éxico com o en Perú y luego en otros lugares, es bien sabido, sus nom bres son bien conocidos a partir del Inca G arcilaso. E n realidad, son las clases más cerradam ente indígenas, sin ningún tipo de trato con los españoles ni posibilidad de ascenso social, las qu e se m an­ tuvieron aparte — pero acabaron todas por cristianizarse m u y fuertem en ­ te— . M uchos se hicieron bilingües o hispanohablantes. A h o ra hay un cier­ to resurgir de algunas lenguas indígenas, den tro del am biente del qu e ya he hablado a favor de las antiguas lenguas relegadas. L os criollos, descendientes de españoles, siguieron m anteniendo, tras la independencia, la lengua española; y no en una nación, en todas. Es el único vínculo universal que reconocieron y reconocen con España, aunque hayan existido o existan diferencias políticas y otras. L a Real A cadem ia Española es el único organism o español cuya autoridad se reconoce en A m érica. T o d o esto no depende de ninguna presión, solo de hechos culturales y sociales: el español proporciona un instrum ento de com unicación qu e es esencial. Es el m ism o fenóm eno que hem os ap rend ido a conocer cuand o se han creado y difu n d id o lenguas com unes den tro de Europa. La creación española y la difusión am ericana de esta lengua com ú n están cronológica­ m ente m ucho m ás distanciadas de lo que hem os visto den tro de Europa. A sí, el español, hablado por unos 550 millones de personas, unos 400 m i­ llones en A m érica, no solo sobrevivió a la fragm entación política del Im perio esp añol, creció y crece tras ella. Inú til rep etir a q u í la lista de naciones am ericanas en las qu e el español es la lengua oficial (al lado, a veces, de lenguas indígenas). Los tem ores a una fragm en tación se han revelado fal­ sos, las circunstancias son m uy diferentes a las del Im perio rom ano deca­ dente. Eso no obsta para qu e haya diferencias lingüísticas internas — com o las hay dentro de la propia España. A las naciones de A m é rica (tam bién Puerto R ico y Bélice) hay que aña­ dir la G u in ea Ecuatorial y F ilip in as (donde existen factores desfavorables). Y , naturalm ente, los m iem bros de la im portante m inoría hispanohablante de Estados U nidos, más de treinta m illones de personas. Y

el judeoespañol, un castellano arcaizante hablado por los descendien­

tes de los judíos expulsados de España por los Reyes C atólicos en 1492. V i­ ven sobre todo en G recia, Líbano, Israel y T u rq u ía : unas 300.000 personas.

i 12

Historia de las grandes lenguas comunes de Europa

E L FRANCÉS

T a m b ié n el francés es una lengua m u n dial, aun qu e sea en form a d ife re n ­ te. A p a rte de q u e en Bélgica, S u iza y otros lugares desborda las fronteras de F ra n cia , esta ha desem peñado, com o he recordado varias veces en a n ­ teriores ocasiones, un papel esencial en la ciencia, la cultu ra y la d ip lo m a ­ cia en todo el m u n do. H a sido la segunda lengua europea para gen eracio­ nes enteras, aun qu e ahora esto es verdad , sobre todo, para la gen eración de los abuelos de hoy. Y más en el este de E u ropa qu e en n in gún otro lu ­ gar. H a m o vid o toda la ciencia y la literatura universales, sigue siendo im ­ portante en ellas. A h o ra bien, países de lengua francesa que existieron en un m om en to en N orteam érica solo subsisten en alguna m edida y sin independencia políti­ ca. E n N orteam érica existieron la N u eva Francia, hoy provincia can ad ien ­ se de Q uébec; A cad ia , en la N u eva Escocia, en el C an adá; y Luisiana, en Estados U nidos. L a N u e va Francia de Q uebec, capital de la N u e v a F ran cia, fue creada, tras la exploración del go lfo de San L o re n zo por Jacques C artier en 1534, por Sam uel de C h a m p la in , en 1608, gobernador, tam bién, de A c a d ia y T e rranova. M ontreal tue fundada en 1642. T o d o el dom inio francés estaba en perm anente disputa con los ingleses y los indios y vivía, sobre todo, del co­ m ercio de las pieles. Se añadió la colonización de L u isian a (descubierta por los españoles), qu e com en zó en 1682 y culm in ó en la fundación de N u e v a O rlean s en 1718, fueron territorios cedidos a España en 1762. España los ced ió de n uevo, en 1800, a F rancia y Francia los ven dió a Estados U n idos en 1803. A C an ad á y Estados U nidos pasaron, pues, al final tocias las colonias francesas; anteriorm ente, la N u eva F ran cia había sido conquistada por los ingleses (Q uebec cayó en 1759) y los acadios fueron expulsados de su terri­ torio. Sin em bargo, Q uébec ha seguido siendo francófono: pocos ingleses em igraron allí y la Québec A ct de 1774 concedió a los pobladores toda clase de libertades civiles. V ario s intentos recientes de lograr la independencia por m edio de elecciones han fracasado. C on tin ú a habiendo, pues, una im portante población de habla francesa en N orteam érica: sobre todo en Q uébec y M ontreal (aquí con m ucha m ez-

L a expansión fuera de Europa de las lenguas europeas cía de inglés), en N e w B ru n sw ick {antiguos acadios), en N u e va O rlean s (donde el francés es cooficial). Sin em bargo, el acadio es un verdad ero d ia­ lecto y el m ism o francés hablado en Q uébec difiere m u ch o del de Francia. H a habido una conexión más histórica y sentim ental que real. A ñ ád an se las islas del C arib e (H aití, G uadalup e, M artinica, Saint Pierre-et-M ichelon) y la G u ayan a francesa. T o d a s ellas con una población m u y m ezclada de franceses y negros, sobre todo. E xiste en algunas de ellas, junto con el francés propiam ente dicho, un criollo de base francesa. E n cuanto al continente afroasiático, los im pulsos colonizadores fran ­ ceses en la India fracasaron, com o los de los portugueses, por obra d e los ingleses en el siglo x vm . M ayor fue el éxito francés, en fecha m ás reciente, en Indochin a y en Á frica : pero no se trata de naciones francesas, sino de colonias (hoy nacio­ nes independientes) en las que el francés es hablado solam ente por una capa superficial y culta de la población. Eso sí, la cultu ra francesa ha sido y es im portante en su desarrollo, pese a la ruptura q u e acabó, con guerras o sin guerras, en el fin del Im perio francés, ya en el siglo xx. T o d a s estas colonias proceden del colonialism o del siglo x ix. H u b o la conquista francesa de A rg elia en 1830, el protectorado de T ú n e z en 1881, ios de Indochina desde 1863. A ñ ád an se las colonias de M adagascar y del A frica occidental, así com o el protectorado de M arruecos en 1912. Pese a las in depen dizacion es tras la prim era gu erra m undial y, sobre todo tras la segunda, especialm ente cruentas las de Indochina y A rg elia , el francés está asentado, aun que de m anera parcial, en una am plia parte del m undo. En total, el francés es lengua oficial, en Á frica , en diecisiete países, pero en realidad solo lo hablan el 1 7 % de sus habitantes. E n el norte de Á frica , don de no es oficial, lo habla sin em bargo ei 25 o 30

T am b ién es oficial

en islas del ín d ico (Reunión, C om ores, M adagascar, M au ricio, Seychelles y M ayotte) y el Pacífico (V an u atu , N u e v a C aled on ia, así com o las islas de Polinesia qu e son oficialm en te T errito rio s de U ltram ar). E n todos los casos el francés, a un qu e, con la excepción de Q u éb ec, no ha creado Estados franceses hom ogéneos y su n ú m ero de hablantes es relati­ vam ente reducido, ha sido un veh ícu lo im portante para la difusión a esca­ la m u n dial de la cultura francesa y europea.

Historia de las grandes lenguas comunes de Europa EL INGLÉS

N o hace falta decir qu e el m ayor agente de u niversalización del m undo lin güístico y cultural europeo es el inglés: el expandido desde Inglaterra a sus antiguos dom inios y colonias — hoy todos Estados independientes— , y el reexportado desde Estados U nidos. L o hablan unos quinientos m illones de personas. T o d o ello com en zó por el poder político y m ilitar de Inglaterra a partir del siglo xvi y lu ego de Estados U n idos desde el x ix sobre todo (su in de­ pendencia fue reconocida por los ingleses ya en 1783), Pero no se trata solo de poder político y m ilitar, un poder basado tradicional m ente en la am ­ p liació n del te rrito rio . H o y todas las antiguas colonias han acabado por recibir su libertad desde la independencia de E gip to en 1922. Y solam ente P u erto Rico, H a w a i y A la sk a han qu edad o englobados den tro de Estados U n idos (G ibraltar, de un m odo u otro, de Inglaterra). Existen, eso sí, en torno al glo bo algunas bases am ericanas. Es, sobre todo, el llam ado «poder blando» de la econom ía y com ercio, las com unicaciones, la tecnología, un cierto tipo de cultura, el que trae el dom in io del inglés. C om bin ad o, ciertam ente, con el in flu jo occidental en gen eral.11 C ulturas más o menos occidentalizadas o am ericanizadas, en Asia u otros lugares, actúan luego com o centros de repetición. Pero la lengua de transm isión es, fun dam entalm en te, el inglés. L o necesita todo el qu e q u ie­ ra m overse dentro d el m u n do m oderno, estar, sim plem ente, en él. C la ro está, com o siem pre, los hechos lingüísticos tienen una base histó­ rica. H u b o, desde el siglo x v i, el enfrentam iento sucesivo de Francia, H o ­ landa e Inglaterra a España y P ortugal: por celos de poder y apetencias económ icas. E n realidad, desde la época de Felipe II, Se tradujo en la rebe­ lión de H o lan d a y en la gu erra naval de todos contra España. C o n ataque a las ciudades españolas de España (C ád iz, L a C oruña) y A m érica (Puerto Rico, L a H abana, C artagen a de Indias, etc.), piratería y apresam iento de naves, fundación de bases en las islas del C aribe, etc. Y

hubo la fundación de colonias. P rim ero en A m érica: he hablado de la

francesas, las hubo tam bién holandesas e inglesas. E n 1620 llegaron a M as­ sachusetts los «padres peregrinos» del Mayflower, en 1656 fue fundada la U n iversidad de H arvard , la isla de M anhattan fue tom ada a los holandeses

La expansión fuera de Europa de las lenguas europeas

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en 1664 y N u eva A m sterdam rebautizada com o N u eva Y o rk . L u ego vino la independencia en 1776 y la expansión a expensas, sobre todo, de los españo­ les (tam bién de los franceses). En 1763 F lorida había pasado a los ingleses, y, al fin, tras varias peripecias, pasó a los am ericanos. Y ya he aludido a la pérdida de un vastísim o espacio por M éxico, ya en el siglo xix. Esto en cuanto a A m érica. Pero vino tam bién la expansión inglesa en A sia y en Á frica. Los ingleses despojaron de la India a los franceses, ya desde el siglo x vii 1; los holandeses de Indonesia y dem ás islas, a los portugueses. Y en el reparto de A frica , los ingleses, ya en el siglo x ix , obtuvieron la parte m a­ yor. A dem ás crearon dom inios propiam ente de nación y habla inglesa, ya he aludido a C anadá (que no se había rebelado contra Inglaterra y se constituyó en dom inio en 1867), A ustralia (colonia inglesa desde finales del xvm ) y El C ab o (fundada por los holandeses en 1652, luego hubo la gu erra contra los bóers, ganada por los ingleses). H ay que añadir N u e v a Zelanda, desde 1840. E n fin, históricam ente hubo la sucesión de los im perios español y portu­ gués, luego del francés, lu ego del holandés, finalm ente del inglés, seguido del am ericano. E n efecto, los ingleses se hicieron con el m ayor poder, pero la necesaria ayuda que recibieron de los am ericanos en las dos guerras m u n ­ diales hicieron que el peso del poder político, m ilitar y diplom ático, más el cultural y el de nuevas form as de vida, pasara a los americanos. Son estos últim os, fundam entalm ente, los que han prom ovido y prom ue­ ven una am ericanización de la vida m undial, em pezan do por la de Europa. C o n los grados y variantes que sean, es irresistible, aunque ciertas potencias com o C hina intentan reducirla a lo puram ente tecnológico y económ ico y el m u n do islámico reacciona, a veces, con violencia extremada. En todo caso, la lengua que transporta a todas partes el nuevo m undo g lo b a liza d o al cual he a lud ido ya, e incluso los m ovim ien tos más extrem os de protesta y antiglob alización , es el inglés. ¡L os qu e protestan de cual­ q u ier cosa en cualqu ier rincón del globo escriben letreros en inglés! Es la lengua de la cultu ra y la contracultura, del n uevo pensam iento igualitario, práctico, lúdico y ahistórico. Penetra con su vocabulario (o con calcos del m ism o) todas las lenguas. L os am ericanos pueden perder las guerras, han perdido algunas, pero su cultura y su lengua, el inglés, acaban im poniéndose. T o d o s necesitan al final su ayuda económ ica o diplom ática.

1£É

Historia de las grandes lenguas comunes de Europa

Por otra parte, el inglés es la lengua propia de enorm es naciones que hem os citado y la lengua de las clases dirigentes y de vastos sectores en paí­ ses com o la India y Pakistán, tam bién en otros m uchos países, aunque con m enor intensidad. H a sustituido al francés com o lengua de com unicación global. En realidad, im pone un veto silencioso contra todo lo que se escribe o piensa que no sea en inglés; aun qu e puede d ifun d ir, tam bién, toda clase de m ovim ientos ajenos y hasta hostiles. Y a través del inglés, fun dam en tal­ m ente (aunque en este caso tam bién en francés), se acercan al m u n do m o ­ derno las nuevas naciones qu e se in depen d izaron después de la prim era guerra m u n dial y, sobre todo, después de la segunda. N os guste o no, la cultura europea y sus varias desviaciones llega al m undo, fundam entalm ente, en la m edida en que se expresa en inglés. Y lo m ism o ocu rre con la de sus en em igos islám icos y otros. A u n q u e haya h a­ bid o otras culturas, en Europa y en A m érica, que han ido por delante y a veces van todavía. E históricam ente el avance cultural de N o rteam érica es m uy posterior al español, las universidades y la im prenta d ifun d ían en la A m érica española nuestra lengua desde los siglos x vi y xvn . Pero el hecho es qu e el inglés ha convertido en secundarias, desde el punto de vista de su difusión global y de su in flu jo cultu ral, las otras len­ guas de las que hemos venido hablando. E n cuanto a su papel com o lenguas de vastos espacios geográficos, el francés y el holandés han perdido terre­ no, com o hem os visto; y el alem án y el italiano se han qu edad o práctica­ mente en E u rop a, tam bién el ruso (salvo en Asia). En este cam po, sin em bargo, el inglés ha chocado con un obstáculo: las grandes naciones am ericanas de habla española y portuguesa. C iertam en te, Estados U n idos ha m u tilado el dom in io territorial que tenía el español, pero esta lengua se ha m antenido firm e, com o lengua prácticam ente unitaria, del R ío G ran d e al C ab o de H orn os y del A tlán tico al Pacífico. N o ha retrocedido, tam poco, en P u erto R ico y C u b a, pese a las intervenciones am ericanas y a tantos factores más. C iertam en te, hay un peso im portante, m ayor que en España, de los anglicism os en la lengua de estos países, m ás en unos lugares que en otros, pero la lengua y la cultura españolas se m antienen firm es, tam bién la portuguesa en Brasil. Esto intenta ser un sum ario panoram a del peso del inglés, una lengua que en Europa fue por m u ch o tiem po secundaria, m ás bien m ixta y ecléc­

La expansión fuera de Europa de las lenguas europeas

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tica, en el m undo actual, incluida E u ropa, com parán dolo con el de las otras grandes lenguas europeas, qu e en el m u n do de la alta cultura siguen sien­ do esenciales, en el de la vida diaria, m enos im portantes.

EL RUSO

D e entre las grandes lenguas europeas qu e se expan dieron fuera de E u ro ­ pa nos falta por hablar del ruso. U n a lengua que, en su form a literaria y n orm alizad a, viene solam ente del siglo

x v iii,

de la región de M oscú. Y que

es hablada por más de 150 m illones de personas. C o m o ya he dicho, tenía cerrado el cam ino hacia el oeste por lenguas es­ lavas y otras. Las conquistas de Polonia, Finlandia y Besarabia en el siglo x ix, de los Estados bálticos en el x x, se revelaron, al final, com o fracasos. Ú n ica ­ m ente en la época com unista el ruso se difu n d ió en cierta m edida en los círculos ilustrados de la E u rop a oriental. Su d ifu sión fue, en los siglos x v n gro , C rim ea

y el

C áu caso,

tock, en el P acífico,

y

y

hacia

el

y x v iii,

hacia

el

sur, hasta

el

m ar N e ­

este. E n i860 fu e fu n d ad a V la d iv o s-

los rusos pasaron, incluso, a A la sk a (vend ida lu ego,

en 1867, a los norteam ericanos). L a con strucción del tran siberian o, desde 1894, h izo m ás m an ejable el in m enso país, que tras gu erras

y

la g ran re­

volu ció n fue tran sform ad o en u na U n ió n de R ep úb licas Socialistas S o ­ viéticas. Incluía los países islám icos del A sia central, en los q u e el ruso tenía que abrirse paso entre lenguas turcas e iranias. Esa U n ión se desintegró, com o se sabe, tras la caída del m uro, y Rusia ha vuelto a ser un E stado con una lengua — aun qu e quedan huellas abundantes de substratos m ás antiguos. D u ran te el régim en zarista Rusia aportó, de todos m odos, una rica li­ teratura en su propia lengua, adem ás de la m úsica y otros elem en tos c u l­ turales. E l ruso no ha c ru z a d o los m ares más qu e por m ed io de sus e m i­ grantes, pero en E urasia ha in vertido la dirección de avance de las lenguas indoeuropeas, llega n d o al Pacífico y ocu p an do todo el borde norte de pueblos y lenguas com o el m an ch ú, el coreano, el m o n gol, lenguas turcas e iranias, etc. Se ha superpuesto a lenguas finougrias y otras m ás, qu e a v e­ ces se conservan vivas.

Historia de las grandes lenguas comunes de Europa E n fin, al lindar el ruso con el inglés am ericano a los dos lados del estre­ cho de B eh rin g (antes en A laska), se ha cerrado el círculo de las lenguas in­ doeuropeas en el hem isferio norte. U n círculo paralelo al del español y el portugués en el hem isferio m eridional, más en el siglo x vi que ahora m is­ mo: el qu e atravesaba, desde E u ropa, el A tlán tico , A m érica, el Pacífico con sus islas, ciudades y tuertes aislados en A sia hasta llegar al M editerráneo. Pero la im portancia de las lenguas indoeuropeas rebasa con m ucho el nivel geográfico. Partien do de oleadas de tribus nóm adas de diversas fe­ chas y que llevaban hablantes de diferentes variedades dialectales del in ­ doeuropeo, se ha creado una evolución lingüística que he tratado de des­ cribir a través del tiem po, el espacio y el m undo cultural.

NOTAS

PRÓLOGO 1. ¿Quées Europa?¿Qué es España?, Madrid, Real Academia de la Historia, 2004.

2. La conferencia «Historia griega e historia universal» fue dada el 4 de mayo de 1961 en el salón del CSIC, en Madrid, en Duque de Medinaceli, 6. El artículo «Grecia como pequeña Europa» se publicó en ABC, 3-V-1962.

3. Véase, en­

tre otras cosas, «Europa como complejo», El Independiente, 15-ÍI-1990; «jQué es Europa? », ABC, 4-I-1997, también La Prensa, 14-VII-2002; «Grecia, España, Euro­ pa», ABC, 6-VIII-1901; «Los eslavos: de los orígenes a la helenización y la inte­ gración en Europa», en España y el mundo eslavo, Madrid, GRAM Ediciones, 2002, págs. 27-40.

4. Barcelona, Ariel, 2006. Este libro ha estado precedido y acom­

pañado por una larga serie de artículos. Sobre los orígenes griegos de Europa véan­ se mi Historia de la lengua griega, Madrid, Gredos, 1999, y en el libro editado por mí, E l Partenón en los orígenes de Europa, Madrid, CSIC, 2003. También «Grecia anti­

gua e historia del mundo», en E. Fernández de Mier-D. Plácido-J. de la Villa (eds.), Magistri. Dies lecciones sobre el mundo clásico, Madrid, SEEC, 2003, págs. 13-39· Y

libros y trabajos sobre literatura y filosofía, que aquí no detallo. Sobre las lenguas de Europa (prescindiendo ahora de las de España), varios artículos recogidos en De nuestras lenguas y nuestras letras, Madrid, Visor, 2003, pág. 73 sigs.

5. Véase mi

¿Qué es Europa? ¿Qué es España?, cit., pág. 55 sigs.

fortaleza asediada», ABC, 4-VIII-2006.

6. Véase «Europa, una 7. Véanse, entre otros artículos, «Yo

soy danés», ABC, 4-X-2000; «Ahora soy sueco»,ABC, 4-X-2003. Y, sobre todo, mi E l reloj de la historia, Barcelona, Ariel, 2006.

8. En mi Historia de la lengua

griega, cit. (traducción alemana, Tubinga, Francke, 2001; traducción griega,

Atenas, Papadimas, 2002; traducción inglesa, Leiden, Brill, 2005) y en otros di­ versos trabajos, por ejemplo, «Griego y latín, vivos en la lengua culta interna­ cional», Revista de lengua y literatura españolas 1, 2000, págs. 9-22; «Griego y la­ tín, ¿lenguas muertas?», Estudios clásicos 125, 2004, págs. 7-16. 3 21

9. Así, en

Notas

3**

mis Modelos griegos de la sabiduría castellana y europea, Madrid, Real Academia Española, 2001; en mi Historia de la fábula greco-latina, Madrid, Universidad Complutense, 1985-1987 (traducción inglesa, Leiden, Brill, 1999-200}) y en va­ rios lugares más, por ejemplo, «El despegue griego en el nacimiento de una nueva Humanidad», en A. M González de Tobía (ed.), Etica y estética. De Grecia a la modernidad, La Plata, Universidad Nacional de La Plata, 2004, págs. 13-24.

10. Véase mi reseña de Joseph A. Greenberg, Indo-European

and its closest Relatives, en Revista de Libros 46, octubre de 2000, págs. 16-17

(también recogido en De nuestras lenguas y nuestras letras, cit., pág. 73 sigs.). ri. Cf., entre otras publicaciones mías, «The new image of Indo-European», IF 97, 1992, págs. 1-28. Y dos artículos recientes, «Must we again postulate a

unitary and uniform Indoeuropean?», «Panorama o f Indoeuropean Linguis­ tics since the middle of the twentieth century: advances and inmovilism», en prensa en IF y JIES, respectivamente.

12. He anticipado cosas en «Euro­

pa y sus lenguas», ABC, 17-VI-2001, recogido en De nuestras lenguas y nuestras letras, cit., págs. 81-83. Más en «Tipología de las lenguas indoeuropeas moder­

nas», Studia lndoeuropaea i, 2001, págs. 9-29; «Del indoeuropeo al español», en Filología y Lingüística. Estudios ofrecidos a Antonio Quilis, Madrid, CSIC, 2005,

II, págs. 1.447-1.461.

13. Cf. últimamente F. VÍllar-B. Prosper, Vascos,

celtas e indoeuropeos:genes y lenguas, Salamanca, Ediciones Universidad de Sa­

lamanca, 2005, pág. 503 sigs. Y más adelante en este mismo libro. se mi Historia de la lengua griega, cit., pág. 198 sigs.

14. Véa­

15. Véase J. C. More­

no Cabrera, La libertad e igualdad de las lenguas, Madrid, Alianza Editorial, 2000.

PRIMERA PARTE

LAS RAÍCES LINGÜÍSTICAS DE EUROPA I.

LENGUAS INDOEUROPEAS Y NO INDOEUROPEAS DE EUROPA

i. Cf. mi «La reconstrucción del indoeuropeo y de su diferenciación dialectal», en Manual de Lingüística Indoeuropea, Madrid, Ediciones Clásicas, 1995, vol. III, pág. 281 sigs. Sobre las fechas, incluida la de las lenguas anatolias en el Caúcaso, antes de atravesarlo, véase igual obra, pág. 282 (lo atravesarían hacia el 2400 / 2300 a. C.).

2. Resumo mi trabajo «Arqueología y diferenciación del indoeu­

ropeo», Emerita 47, 1979, págs. 261-282 (recogido en Estudios de Lingüística in-

Notas

1 2Λ

doeuropea, Madrid, CSIC, 1988, págs. 19-38 y traducido al alemán con el título Die rdumliche und zeitliche Differenzierung des Indoeuropaiscken im Lichte der Vor- und Frühgeschichte, lnnsbrucker Beitrage zur Sprachwissenschaft, Innsbruck, 1982). He trabajado repetidamente sobre estas ideas, nada me ha hecho descartarlas. Véanse, entre otros trabajos, los ya citados «The new image o f Indoeuropean» y «La reconstrucción del indoeuropeo y de su diferenciación dialectal», así como los dos trabajos en prensa que he mencionado en la nota 11 del prólogo, en los que insisto en la historia de la cuestión indoeuropea.

3. Véase A. Martinet, De las estepas

a los océanos, trad, esp,, Madrid, Gredos, 1997, pág. 36 sigs.

4. Véase mi E l re­

loj de la historia, cit., pág. 98 sigs., así como A. Leroi-Gourhan, La prehistoria en el mundo, trad, esp., Madrid, Akal, 2002, pág. 259 sigs., entre múltiple bibliografía. 5. E l reloj de la historia, cit., pág. 105 sigs.

6. C f. V . Day, Indo-European Ori­

gins, the anthropological Evidence, Washington, D .C ., Institute for the Study of Man, 1997, pág. 315 sigs. También F. Villar-B. Prosper, Vascos, celtas e indo­ europeos: genes y lenguas, cit., pág. 367 sigs.

7. Véase la bibliografía de Μ.

Gimbutas en mi «Arqueología y diferenciación del indoeuropeo», cit., pág, 21, nota 9 (sobre todo «Die Urheimat der Indoeuropaer», en A. Scherer (ed.),D/f Urheimat der Indogermanen, Wege der Forschung 165, Darmstadt, Wissenschaftliche Buchgesellschaft, 1968, págs. 414-425; The Gods and Goddesses o f Old Europe: yooo to ¿500 BC. Myths, legends and Cult Images, Londres, Tham es and Hudson, 1974. También The Language o f the Goddess, Londres, Thames and Hudson, 1989; «The collision o f two ideologies», en T . L. Markey-J. A, C. Greppin (eds.), When worlds collide: the Indo-Europeans and the Pre-Indo-Europeans, Ann A r­ bor, Karoma Publishers, 1998, págs. 5-14. Puede consultarse también F. Villar, Los indoeuropeos y los orígenes de Europa: lenguaje e historia, 2.a ed., Madrid, G re­ dos, 1996, págs. 15 y 38 sigs.; H . W alter, La aventura de las lenguas en Occiden­ te, M adrid, Espasa Calpe, 1998, pág. 22 sigs. No hay que confundirlo con el «Alteuropaisch» o antiguo europeo de Krahe y demás, del que me ocupo más adelante.

8. C f., sobre todo para la cronología, L ’art des Cyclades dans la

collection N. P. Goulandris: marbre, céramique et metal a l ’dge du bronze anden, París, Ministerio de Cultura, 1985.

9. C f. P. Raulwing, Horses, chariots

and indo-europeans: foundations and methods o f chariotry research from the view­ point o f comparative Indo-European linguistics, Budapest, Archaeolingua, 2000, pág. 79 sigs.

10. Véase G. Ruiz Zapatero, «Los grupos de campos de urnas

y la edad del hierro “céltica”: tradición y continuidad cultural en Iberia duran­ te el I milenio a.C .», en J. de H oz-E . Luján-P. Sims-W illiams (eds.), New approaches to Celtic place-names in Ptolemy’s Geography, Madrid, Ediciones

Notas Clásicas, 2005, pág. 35.

11. C f. A . Martinet, De las estepas a los océanos,

cit., pág. 62 sigs. Para los de Malta, cf. D. H. Trum p, Malta. Prehistory and Temples, Malta, Midsea Books, 2002.

12. Así los primeros indoeuropeístas,

también ahora R. S. P. Beekes, Comparative Indo-European Linguistics: an intro­ duction■ , Amsterdam, John Benjamins, 1995, pág. 50 sigs.

13. Véase L. Kilian,

Zum Ursprung der Indogermanen. Forschungen aus Linguistic, Prahistorie undAnthro­ pologic, 2.a ed., Bonn, Habelt, 1988, pág. 155 sig.

14. C f. Κ. H. Schmid,

«The postulated Pre-Indoeuropean Substrates in Insular Celtic and Tocharian», en When worlds collide: the Indo-Europeans and the Pre-Indo-Europeans, cit., págs. 179-202. Véase también W. Thomas, «Zur Frage der nicht-indogermanischen Komponenten im Tocharischen», en R. Bielmeier-R. Stempel (eds.). Indogermá­ nica et Caucasica. Festschrift fiir Karl Horst Schmidt zum 65. Geburtstag, BerlinNueva York, de Gruyter, 1994, págs. 223-235.

15. Véase F. Villar-B. Pros­

per, Vascos, celtas e indoeuropeos: genes y lenguas, cit., pág. 104.

16. Véase

«F.truscan as an IE Anatolian (hut not Hittite) Language», JIES 17, 1989 [1990], págs. 363-383; «More on Etruscan as an IE-Anatolian Language», Historical Lin­ guistics 107, 1997, págs. 54-76; «El etrusco como indoeuropeo anatolio: viejos y nuevos argumentos», Emerita 73,2005, págs. 45-55. Sobre hipótesis semejantes a la mía, pero sin implicación lingüística, cf. R. S. P. Beekes, The Origin o f the Etrus­ cans, Amsterdam, Real Academia de Ciencias de Holanda, 2005 (y mi reseña en Emerita 71, 2003, págs. 374-375), C. di Palma, Le origini degli etruschi, Bolonia, Patrón, 2004 (y mi reseña en Emérita 73,2005, págs. 161-162). Sobre etrusco y rético, posiblemente emparentados, cf. H. Rix, Rdtisch and Etruskisch, Innsbrucker Beitrage zur Sprachwissenschaft. Vortrage und kleinere Schriften 68, Innsbruck, Instituí für Sprachwissenschaft der Universitat, 1998, y mi reseña en Emérita 69, 2001, págs. 359-360; de su relación con el nurágico de Cerdeña se ha ocupado M. Pittau en varios trabajos.

17. Sobre esta familia, véase J. C. Moreno Cabrera,

El universo de las lenguas, Madrid, Castalia, 2003, pág. 285 sigs. Historia de la lengua griega, cit., pág. 42 sigs.

18. Véase mi

19. Sobre los límites de la Hispa­

nia no indoeuropea (ibérica y tartesia) en relación con la indoeuropea, véase J. Untermann, Sprachrüume und Sprachbewegungen in vorromischen Hispanien, Wiesbaden, Harrassowitz, 1961. Sobre topónimos ibéricos en el sur de España, en Portugal y el norte de Africa, F. Villar, Los indoeuropeos y los orígenes de Europa, cit., pág. 469 sigs.

20. Cf. J. de H oz, «Los orígenes lingüísticos de Europa», E l Campo de

las Ciencias y las Artes 136,1999, págs. 11-27.

2I* Véase una revisión en P. Ra-

mat. Las lenguas indoeuropeas, Madrid, Cátedra, 1995, pág. 28 sigs.; otras en F. V i­ llar, Los indoeuropeos y los orígenes de Europa, cit., pág. 32 sigs., E. Campanile, La

Notas ricostrttxione della cultura indoeuropea, Pisa, Giardini, pág. u sigs., A. Martinet, De las estepas a los océanos, cit., pág. 52 sigs., R. S. P. Beck es. Comparative Indo-Euro­ pean Linguistics: an introduction, cit., pág. 34 sigs. Remito a estas obras para un cua­ dro más completo que el aquí ofrecido.

22. Véase el libro de Raulwing citado

en la nota 9 de este capítulo.

23. Languages in Prehistoric Europe, Heidelberg,

W inter, 2003, pág. 323 sigs.

24. Así A . Hausler, «Urkultur der Indogerma-

nen und Bestattungsriten», en A. Bammesberger-Th. Vennemann (eds.), Lan­ guages in Prehistoric Europe, cit., pág. 62. Se aproximan a esta posición A . Giacalone-P. Ramat, Las lenguas indoeuropeas, cit., pág. 50.

25. Cf. por ejemplo F.

Villar, Los indoeuropeos y los orígenes de Europa, cit., pág. 32 sigs.; R. S. P. Beekes, Comparative Indo-European Linguistics: an introduction, ch., pág. 47 sigs.; A. Marti­ net, De las estepas a los océanos, cit., pág. 52 sigs. ropeos y los orígenes de Europa, cit., pág. 39 sigs.

26. Véase F. Villar, Los indoeu­ 27. Cf. ibidem, pág. 40 sigs.;

R. S. P. Beekes, Comparative Indo-European Linguistics: an introduction, cit., pág. 50 sig.; A. Martinet, De las estepas a los océanos, cit., pág. 64; J. V. Day, Indo-European Origins, the anthropological Evidence, cit., pág. 326 sigs. También, hasta cierto pun­ to, A. Giacalone-P. Ramat, Las lenguas indoeuropeas, cit., pág. 50. También W. Meid, Archdologie und Sprachwissenschaft. Kritisches zu mueren Hypothesen der Ausbreitung der Indogermanen, Innsbrucker Beitrage zur Sprach-wissenschaft. Vortrage und kleinere Schriften 43, Innsbruck, Institut fiir Sprachwissenschaft der Universitat, 1989.

28. Reeditado, como dije, en Nuevos estudios de Lin­

güística Indoeuropea, Madrid, CSIC, 1988, y traducido al alemán como Die raumliche und zeitliche Differenzierung des Indoeuropaischen im Lichte der Vor- und Friihgeschichte, Innsbrucker Beitrage zur Sprachwissenschaft. Vortrage und kleinere Schiften 27, Innsbruck, Institut f'ür Sprachwissenschaft der Universitat, 1982. 29. Véase R. Storey-G. Crowther, Korea, Lonely Planet, 1995, pág. 225 sigs. 30. Cf. M. Busckey, China, Lonely Planet, 1994, pág. 377 sigs.

31. Cf. S. Yong-

nan, Imperial Tombs ofthe Ming and Qings Dynasties, China Esperanto Press, 1996. 32. Cf. Th. V . Gam krelidze-V. V. Ivanov, Indo-european and Indo-europeans, Nueva York, Mouton de Gruyter, 1993, véase mi reseña en Emerita 25,1997, págs. 1 39-141. En realidad el libro es confuso: habla de que los indoeuropeos pasaron del Cáucaso al Volga, de allí a Asia Menor (a través de los kurganes, parece), de allí a Grecia, se supone que a toda Europa. Pura fantasía.

33. Trad. esp., Arqueología y

lenguaje, Barcelona, Crítica, 1990. Véase la reseña de J. de Hoz en Arqrítica 1992. 34. Cf. A. Bernabé, «Tipología frente a reconstrucción: la hipótesis glotálica», RSEL 18,1988, págs. 357-371, y Manual de Lingüística Indoeuropea, cit., II, pág. 204 sigs.

35. Cf. F. Villar, Los indoeuropeos y los orígenes de Europa, cit., pág. 53,

Notas

326

entre otros.

36. «Languages in the prehistoric Baltic Sea Region», en A.

Bammesberger-Th. Venneman, Languages in Prehistoric Europe, cit., pág. 233 sigs. 37. Los indoeuropeos y los orígenes de Europa, cit., pág. 556 sigs.

38. Citada

más arriba, en Revista de Libros, octubre de 2000 (también recogido en De nuestras lenguas y nuestras letras, cit., págs. 73-79)·

39· Véase W . Cowgill, Indogerma-

nische Grammatici. Einleitung, Heidelberg, Winter, 1986, pág. 13 sigs. (habla tam­ bién de los posibles paralelos con otras lenguas).

40. Indo-European and its

closest relatives. The Eurasiatic Language Family, Standford, California, Standford University Press, 2000 (ya he citado mi crítica). Véanse también varios trabajos in­ cluidos en I. Hegedus-P. A. Michalove (eds.), Indo-European, Nostratic and Be­ yond. Festschriftfür Vitalij V. Shevorosh^tn, journal o f Indo-European Studies. M o­ nograph 22, Washington, D. C., Institute for the Study o f Man, 1997.

4 1· Cf.

V. M. Illich-Svitych, Opyt sravneniija nostratichestkil^h jazykpv, Moscú, Nauka, 1971-1984, 3 vols.; A. Dolgopolsky, The Nostratic Family and Linguistic Paleonto­ logy, Cambridge, The McDonald Institute, 1998.

42. El universo de las len­

guas, cit., pág. 1205 sigs.

43. Véase P. Kallio, «Languages in the prehistoria

Baltic Sea Region», cit.

44. Cf. I.M. Diakonov, «Language contacts in the

Caucasus and the near East», en When worlds collide: the Indo-Europeans and the Pre-lndo-Europeans, cit., pág. 65 sigs., y A. C. Harris, «Kartvelian Contacts with Indo-European», ibidem, págs. 67-100. También G. A . Klimov, «L’analogie karvéli de riEo^/o(«)»,en R. Bilmeier-R. Stempel (eds.), Indogermánica et Caucasica. Festschrift fü r Karl Horst Schmidt zum 65. Geburtstag, cit., págs. 472-478. Otros contactos, posteriores, son ya con lenguas indoeuropeas como el griego, el arme­ nio y el iranio: cf. en la misma obra R. Bildmeier, págs. 427-447, etc.

45. Cf.

J. C. Moreno Cabrera, E l universo de las lenguas, cit., pág. 323. Sobre la proximidad del coreano (muy dudosa), cf. A. Eckard, Koreanisch und Indogermanisch. Untersuchungen überdie Zugehorigkeit des Koreanischen zur Indogermanischen Sprachfamilie, Heidelberg, Julius Groos, 1996.

46. Cf. Moreno Cabrera, E l universo

de las lenguas, cit., pág. 423 sigs. Es dudosa la propuesta de S. Levin, The Indoeuropean and Semitic Languages, Albany, University o f N ew York Press, 1971, que en­ cuentra concordancias sobre todo entre griego, indoiranio y hebreo, cf. las conclu­ siones en pág. 681 sigs.

47. «The Origin and initial development o f Human

Language», RSEL 35,2005, págs. 1-15. sigs.

48. E l reloj de la historia, cit., pág. 116

49. C f. Die Struatur der alteuropaischen Hydronymie, Maguncia, Akade-

mie der Wissenschaften, 1963, entre otras obras. Véase también A. Tovar, Krahes alteuropdische Hydronymie und die westindogermanischen Sprachen, Heidelberg, Carl Winter, 1977\ Die indoeuropdisierung Westeuropas, Innsbruck, Instituí für

Notas

327

Sprachwissenschaft der Universitat Innsbruck, 1982; J. de Hoz, «Hidronimia an­ tigua europea en la Península ibérica», Emerita 31, 1963, págs. 227-242. Y otros trabajos, entre ellos los de F. Villar y míos citados más adelante.

50. Véase

F. Villar, Los indoeuropeos y los orígenes de Europa, cit., págs. 94 sigs., 102 sigs. 51. Ibidem, pág. 93; F. Villar-B. Prosper, Vascos, celtas e indoeuropeos: genes y len­ guas, cit., pág. 13 sigs. Y mi trabajo «Hacia una teoría de la Ciencia toponímica», R SEL 32,2002, págs. 33-51-

52. Cf. F. Villar-B. Prosper, Vascos, celtase indo­

europeos: genes y lenguas, cit., pág. 32 sigs.

53. C f. F. Villar, «Los topónimos

de la serie tur», en Estudios de celtibérico y toponimia prerromana. Salamanca, Edi­ ciones Universidad de Salamanca, 1995, págs. 199-244; y mi «Torreadrada y T urégano: sobre TUR / TÍIRR, A D R .W O S y D A N O M », en F. Villar-M * P. Fernán­ dez Álvarez (eds.). Religión, lengua v cultura prerromanas de Hispania, Salamanca, Ediciones Universidad de Salamanca, 2001, págs. 571-579.

5 4 · Cf. por ejem­

plo F. Villar-B. Prósper, Vascos, celtas e indoeuropeos: genes y lenguas, cit., pág. 45 sigs. sobre Mala, Malaca, pág. 97 sigs. sobre topónimos comunes a las Penínsulas ibérica e itálica; F. Villar, «Los antropónimos Pent-, Pint- y las lenguas indo-euro­ peas prerromanas de la Península Ibérica», en Indogermánica et Caucasica. Fes­ tschriftfiir Karl Horst Schmidt sum 65. Geburtstag, cit., págs. 234-264 (p en lf - es IE común, pero no es celta, donde la base es *penl(‘ etós).

55. Sobre la cronología

del indoeuropeo y la pertenencia de las ramas lingüísticas del indoeuropeo en Europa a las oleadas del tercer milenio y aun después, cf. ideas semejantes a estas en M. Gimbutas, Die Ethnogenese der europdischen Indogermanen, Innsbrucker Beitrage zur Sprachwissenschaft 54, Innsbruk, Institut für Sprachwissenschaft der Universitat, 1992.

2.

i

EL INDOEUROPEO CLASICO Y SUS VARIANTES (iE III A Y b )

.Cf. A . Meillet, Introduction a I''étude comparative des langues indoeuropéennes,

8.a ed., París, Hachette, 1957; O. Szemérenyi, Introducción a la lingüística compa­ rativa, trad, esp., Madrid, Credos, 1978; A . Giacalone-P. Ramat (eds.). Las len­ guas indoeuropeas, Madrid, Cátedra, 1995; R. S. P. Beekes, Comparative IndoEuropean Linguistics, cit.; R. Schmitt-Brandt, Einfiihrung in die lndogermanisti\, Tubinga, Francke, 1998; M. M eier-Brügger, Indogermanische Sprachwissens­ chaft, 7/ ed., Berlin-Nueva Y ork, de Gruyter, 2000. Y mi Lingüística indoeuro­ pea, Madrid, Gredos, 1975, también A . Bernabé en F. R. Adrados-A. BernabéJ. Mendoza, Manual de Lingüística Indoeuropea, Madrid, Ediciones Clásicas, 1995,

p8 vol. I.

Notas 2. M. Mayrhofer, Die Hauptprobleme der Indogermanischen Lautlehre

seit Bechtel, Viena, de Gruyter, 2004. Antes, su Indogermanische Grammatik, 1 . Lau­ tlehre, Heidelberg, Winter, 1986.

3. «Must we postulate an unitary and plain

Indoeuropean?» y «Panorama o f Indoeuropean Linguistics since the middle o f the twentieth century: advances and inmovilism», ya aludidos antes y ambos en prensa, en IF y JIES respectivamente.

4. Cf. A. Bernabé en F. R. Adrados y

otros, Manual de Lingüística Indoeuropea, cit., I, pág. 243 sigs.

5, Véase el libro

de S. E. Kimball, Hittite Historical Phonology, Innsbrucker Beitrage zur Sprach­ wissenschaft 95, Innsbruck, Institut fiir Sprachwissenschaft der Universitat, 1999, págs. 56 sigs., 1 19 sigs.

6. Véase sobre ella A. Bernabé, «Tipología trente a re­

construcción: la hipótesis glotálica», RSEL 18, 1988, págs. 357-371; M. Mayrhofer, Die Hauptprobleme der Indogermanischen Lautlehre seit Bechtel, cit., pág. 47 sigs. 7. C f. mis dos artículos en prensa citados: «Must we again postulate a unitary and uniform Indoeuropean?», «Panorama o f Indoeuropean Linguistics since the middle o f the twentieth century: advances and inmovilism».

8. Para el

carácter activo del indoeuropeo desde sus fases antiguas véase W . P. Lehmann, Pre-Indo-European, Journal o f Indo-European Studies. Monograph 41, W ashing­ ton, Institute for the Study o f Man, 2002, y Theoretical Bases o f Indoeuropean Lin­ guistics, Londres, Routledge, 1993. Sobre las propuestas de ergatividad en indo­ europeo, véase F. Villar, Ergatividad, acusatividad y género en lafamilia lingüística indoeuropea, Salamanca, Ediciones Universidad de Salamanca, 1983 (y mi reseña «Tipología y reconstrucción del indoeuropeo», R SEL 14, 1984, págs, 107-118). Sobre el esquema antiguo de la flexión (n., v., g. y ac.), aplicado luego tanto en IE III como en anatolio, véase mi bibliografía ya citada, sobre todo Lingüística in­ doeuropea, cit., I, pág. 395 sigs., «El sistema central de la flexión».

9. Para

una descripción más detallada del indoeuropeo clásico y sus recursos, véase mi Lingüística Indoeuropea, cit., II, pág. 891 sigs. y Manual de Lingüística indoeuropea, cit., II, pág. 3 sigs. Linguistics, cit., pág. 48.

10. W . P. Lehmann, Theoretical Bases o f Indoeuropeu 11. «Hethitisch und Indogermanisch», en J. Kno-

bloch (ed.), II Fachtagungfür indogermanische und allgemeine Sprachwissenschaft. Innsbruck^ /0-/5 okfober 1961, Innsbrucker Beitrage zur Kulturwissenschaft 15, Innsbruck, 19Ó1, págs. 145-151.

12. Citados en la nota 11,

13. Sóbrelas

distintas ramas del IE III B véase W . Cow gill, Indogermanische Grammati^ I. Einleitung, Heidelberg, W inter, 1986, pág. 11 sigs. (junto con las demás lenguas indoeuropeas), F. Villar, Los indoeuropeos y los orígenes de Europa, cit. Sobre su relación con el resto del indoeuropeo véase mi «Arqueología y diferenciación del indoeuropeo», cit., pág. 275,

14. Véanse mis dos artículos «Las lenguas

Notas eslavas en el contexto de las lenguas indoeuropeas» e «Indoeuropeo, eslavo y báltico: algunas notas tipológicas», recogidos en Nuevos estudios, cit., pág. 559 sigs. 277 sigs.

15. Cf. mi «Arqueología y diferenciación del indoeuropeo», cit., pág. 16. Véase mi artículo «The Celtiberic Verb», en W . Smoczynski

(ed.), Analecta Indoeuropaea Cracoviensia, vol. II. Kurylowicz Memorial Volume. Part One, Cracovia, 1996, págs. 447-453.

17. Véase por ejemplo mi Evolu­

ción y estructura del verbo indoeuropeo, Madrid, CSIC, 1974, 1 , pág. 383 sigs.

3.

MIRANDO HACIA ATRAS) EL INDOEUROPEO M ONOTE M ÁT ICO (iE II)

i. Para una revisión de las lenguas anatolias, con su bibliografía pertinente, véase W . C ow gill, ¡ndogermanische Grammatif( I, Einleitung, Heidelberg, W in ­ ter, 1986, pág. 18 sigs., entre otra bibliografía. Indoeuropea, cit., II, pág. 102 sigs.

2. C f. Manual de Lingüística

3. Véase ibidem, II, pág. 326 sigs., y Evo­

lución y estructura del verbo indoeuropeo, cit., pág. 95 sigs.; y, entre otros artículos recogidos en Nuevos Estudios, cit., «El arcaísmo del hetita: la esencia de proble­ ma», págs. 391-420. Mi posición sobre el perfecto, convertido en tema indepen­ diente en IE III, en Nuevos estudios, cit., pág. 329 sigs. («Perfecto, voz media y desinencias indoeuropeas»). guistic Society of America, 1942.

4. ¡ndo-Hittite Laryngeals, Baltimore, Lin ­ 5. Cf. J. A. Kerns-B. Schwarz, «Multiple

stem conjugation: an Indo-Hittite isogloss?», Language 22, 1946, págs. 57-68. C f. P. Brosman, «Evidence in support o f Proto-Indo-Hittite», Folia Lingüisti­ ca Historica 23, 2002, págs. 1-22.

6. Estudios sobre las laringales indoeuro­

peas, Madrid, C S IC , 1961 (2.a ed. de 1973, Estudios sobre las sonantes y laringales indoeuropeas).

7. Aceptado en el caso de las laringales Η ,, H 2y H ,, no en el

de las laringales con apéndice que defendí en mis Estudios sobre las laringales indoeuropeas, cit., y sobre las que volveré a insistir. Manual de Lingüística Indoeuropea, cit., I, pág. 352 sigs.

8. C f. A. Bernabé en 9. Cf. ibidem, II,

pág. 146 sigs. y «El genitivo temático en -o en inicénico y chipriota», en F. V i­ llar (ed.), Studia Indogermánica et Palaeohispanica in honorem A. Tovar et L. M ichelena, Salamanca, Ediciones Universidad de Salamanca, 1990, págs. 175-181. 10. C f. mi «La flexion nominale du grec et de l’indoeuropéen III á la lumiére de l’AnatoIien», en E. Benveniste aujourd'hui. Actes du Colloque International du C.N.R.S. (Tours, 28-30 septembre 1983), Tours, Peeters, 1984, págs. 1-16. 11. Sobre los temas puros véase Lingüística indoeuropea, cit., pág. 370 sigs. 12. Véase ibidem, pág. 479 sigs.

13. En mi opinión esa -u es fonética, proce-

Notas

33°

de de la laringal con apéndice velar. Sobre el tema de las raíces y los temas pu­ ros en el verbo, véase ibidem, pág. 542 sigs.

14. Véanse más detalles en

ibidem, pág. 719 sigs. También «Perfect, middle voice and Indoeuropean ver­ bal endings», Emerita 49, 1981, págs. 27-58 (recogido en Nuevos estudios, cit., págs. 329-357.

15. Véase Lingüística indoeuropea, cit., pág. 695, Manual de

Lingüística indoeuropea, cit., II, pág. 256 sigs. origini degli etruschi, cit.

16. Véase C. di Palma, Le

17. C f. «Etruscan as an IE Anatolian (but not

Hittite) Language», cit.; «More on Etruscan as an IE-Anatolian Language», cit.; «El etrusco como indoeuropeo anatolio: viejos y nuevos argumentos», cit. En este último artículo explico las desgraciadas circunstancias (veto nacionalista de Pallottino y arqueólogos italianos, veto de indoeuropeístas alemanes de la es­ cuela tradicionalista) que han hecho que aquello que los datos hacen evidente sea mal expuesto o rechazado. Es fácil que al etrusco haya que añadir lenguas empa­ rentadas con él, como el rético y el nurágico.

18. «Bopp’s Image o f Indo­

european and some recent Interpretations», en R. Sternemann (ed.), Bopp Sympo­ sium igg2 dei■ Humboldt- Universitat zu Berlin, Heidelberg, C. Winter, 1994, pág. 11. 19. «Hethitisch und Indogermanisch», en J. Knobloch (ed.), II Fachtagung für indogermanische undallgemeine Sprachwissenschaft. Innsbruck 10-15 October /96/, Innsbrucker Beitrage zur Kulturwissenschaft 15, Innsbruck, 1961, págs. 145-151. 20. Evolución y estructura del verbo indoeuropeo, cit.

21. F. R. Adrados, «The

archaic structure o f Hittite: the Crux o f the Problem», JIES 11, 1982, págs. 1-35 (también en Nuevos Estudios, cit., pág. 391 sigs.) y otros lugares. En ia nota 18 aña­ do una amplia relación de artículos míos sobre el tema. new Image o f Indo-European», cit., pág. 4.

22. Véase mi «The

23. Cf. H. Eichner, «Die Vor-

geschichte des Hethitischen Verbalsystems», en H. Rix. (ed.), Flexion und Wortbildung. Akten der V. Fachtagung der Indogermanischen Gesellschaft, Wiesbaden, Reichert, 1975, págs. 71-110. Véase también mi crítica a Jasanoffen mi artículo en prensa en ¡IES, «Panorama oí Indoeuropean Linguistics since the middle o f the twentieth century: advances and inmovilism».

24. Cf. W. Cowgill, «More

evidence for Indo-Hittite: the Tense-Aspect systems», en L. Heilmann (ed.), Proceedings o f the Eleventh International Congress o f Linguists, II, Bolonia, II Mulino, 1975, págs. 557-570. An introduction, cit., pág. 31 sigs.

25. Comparative Indo-European Linguistics. 26. C f. J. H. Jasanoff, Hittite and the

Indo-european Verb, O xford, Oxford University Press, 2005. Véase mi crítica detenida en «Must we postulate an unitary and plain Indoeuropean?», en prensa en IF. ción).

27. Wiesbaden, Lu dw ig Reichert, 2001 (véase la Introduc­

28. C f. «The new image o f Indo-European», cit., pág. 14, con la bi-

Notas

ili

bliografía allí mencionada.

29. C f. «Probleme der raumlichen und zeitli-

chen Gliederung des Indogermanischen», en H. Rix (ed.), Flexion und Wortbildung. A\ten der V. Fachtagung der Indogermanischen Gesellschaft, cit., págs.

204-219.

30. «Die Bedeutung des Hethitischen tür die Rekonstruktion

des friihindogermanischen Verbalsystems», IF 72-73, 1967, págs. 221-238. 31. «Probleme der raumlichen und zeitlichen G liederung des Indogermanischen», cit.

32. «Arqueología y diferenciación del indoeuropeo», cit.,

págs. 261-282 (recogido en Nuevos Estudios, cit., págs. 19-38, traducido al ale­ mán — precisamente por invitación de M eid— con el título D ie raumhche und zeitliche Differensierung des Indoeuropaisch im Lichte der Vor- und Frühgeschichte, Innsbrucker Beitrage zur Sprachwissenschaft. Vortráge und kleinere Schriften 27, Innsbruck, Institut für Sprachwissenschaft der Universitat, 1982. 33. Véase mi protesta contra ese supuesto origen de mis ideas (según J. Tischler, «Relative Chronology: the Case of Proto-Indo-European», en Y. L. A rbeitman (ed.), A Linguistic Happening in Memory o f Ben Schwarz, Louvain-laNeuve, Peeters, 1988, pág. 560; W . P. Lehmann en Kratylos 32, 1987, pág. 29; J. H. Jasanoff, Hittite and the Indoeuropean Verb, cit., pág. 25, etc., en «Bopp’s Image o f Indoeuropean and some recent Interpretations», en R. Sternemann (ed.), Bopp Symposium ig