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Spanish Pages [423] Year 2018
Índice
Portada Sinopsis Prólogo El niño que encandiló a los españoles. 1968—1975 Felipe solo es uno más. 1975—1984 La forja de un príncipe. 1985—1995 Aprendiendo el oficio de rey. 1995—2010 Los años de espera. 2011—2014 La hora de la verdad. 2014—2017 Créditos
Un repaso a la vida de Felipe VI (y a la historia de España de los últimos 50 años) a través de 200 fotos comentadas: su nacimiento en 1968, la proclamación de su padre como rey, que le convirtió en príncipe de Asturias; su educación escolar, semejante a la de tantos chicos de su edad; la formación militar y académica y las primeras novias; su vida como heredero, su boda con doña Letizia, el nacimiento de sus hijas; su proclamación como rey de España y los primeros tres años de su reinado.
Prólogo
Cuando en el verano de 2002 empecé a cubrir la información de la familia real, la primera dificultad con la que me encontré fue informar con honestidad de un hombre al que consideraba un desconocido, el príncipe de Asturias. Muy pronto tuve la oportunidad de hablar off the record, en corrillos informales, con don Juan Carlos y doña Sofía, y esas conversaciones, unidas a las biografías que había leído, me permitieron formarme una idea de cómo eran, más allá de la imagen que transmitían en los actos oficiales. Pero don Felipe se nos escurría a los periodistas, sobre todo a los que cubríamos habitualmente las noticias de la Zarzuela. Los compañeros veteranos decían que el príncipe nos evitaba en aquella época porque, en cuanto daba una oportunidad, se enfrentaba a una pregunta para la que no tenía respuesta todavía: cuándo se iba a casar. En aquellos años las presiones arreciaban para que el heredero de la Corona contrajera matrimonio y garantizara la continuidad de la dinastía, pero don Felipe se había propuesto conciliar las razones de Estado con las del corazón, y ese propósito no era tan sencillo de materializar. Para conocer a don Felipe había que recurrir a los testimonios de las personas de su entorno, y todos ellos hablaban sin excepción con un gran entusiasmo de sus cualidades humanas y académicas, unas cualidades que sorprendentemente desconocía la opinión pública. A esas circunstancias se sumaban otras dificultades, como el orden jerárquico imperante en Zarzuela —el príncipe debía ocupar un segundo plano— o la personalidad arrolladora de don Juan Carlos. Un día comenté mis inquietudes al jefe de la Casa del Rey en aquellos años, Alberto Aza: «Tengo que escribir del príncipe, pero no le conozco». Y su respuesta me sorprendió: «Pues eso se va a acabar». Aza cumplió con su palabra y, a partir de ese momento, los periodistas habituales tuvimos algunas oportunidades de hablar con don Felipe y de conocer sus puntos de vista
sobre cualquier asunto que le planteáramos. Eran conversaciones informales que no podíamos difundir pero nos permitían conocer mejor al hombre que estaba llamado a ser rey y fue entonces cuando empezamos a publicar que don Felipe ganaba en la corta distancia. Luego, se produjo un acercamiento mayor, cuando apareció doña Letizia, y el príncipe mostró con toda naturalidad su lado más humano. Todavía en aquellos años imperaba la idea de que don Felipe lo había tenido fácil en la vida. Aunque cuando nació, bajo la dictadura, su futuro era incierto, después había crecido con todas las comodidades, a diferencia de su padre, que conoció el exilio y maduró entre Franco y don Juan de Borbón. Parecía que a él le iba a corresponder la difícil tarea de escribir la segunda parte de la historia de éxito colectivo que había supuesto el reinado de don Juan Carlos. Nadie se imaginaba entonces que el príncipe heredaría la Corona en el momento más delicado de la monarquía y que tendría que renovarla para asegurar su continuidad en una España que, golpeada por la crisis, el desempleo, la corrupción y las conductas inmorales, había dejado de ser un proyecto ilusionante para millones de ciudadanos. Pero lo que no se podía sospechar era que, antes de cumplir los primeros cuatro años de reinado, don Felipe tendría que afrontar unas dificultades comparables, o incluso más complicadas, a las que vivió su padre. Si don Juan Carlos frenó un golpe de Estado el 23-F de 1981, don Felipe tuvo que hacer frente al del 1-O de 2017 en Cataluña, con la dificultad añadida de que el desafío separatista no se resuelve en horas, como ocurrió con el golpe de Tejero. El Guernica de don Juan Carlos en el Parlamento Vasco lo vivió don Felipe en agosto de 2017 en la manifestación contra el terrorismo de Barcelona. Y las dificultades que afrontó don Juan Carlos hasta que logró restaurar la democracia, en 1977, podrían equipararse a las de don Felipe cuando se enfrentó a la crisis de gobernabilidad de 2016 con una Constitución que no preveía que ningún candidato a presidente del Gobierno contara con suficientes apoyos. Felipe VI no se parece a Juan Carlos I ni en su carácter, ni en su forma de afrontar los desafíos, ni en sus aficiones o gustos, pero a ambos les une un lazo irrompible que empezó a tejerse hace siglos: la vocación de rey. A sus cincuenta años, don Felipe es el resultado de una vida muy diferente a la de su padre, marcada por sus propias experiencias, un ambiente familiar, una
educación distinta, mucho más completa y específica, y por unas pocas personas que contribuyeron a formar el carácter de aquel niño rubio que encandiló a los españoles. Las más de doscientas fotografías que ilustran este libro evocan los momentos clave que forjaron al rey y ayudarán a conocer mejor al hombre.
El niño que encandiló a los españoles 1968—1975
Un futuro incierto —30 de enero de 1968
Felipe de Borbón y Grecia vino al mundo a las 12:45 de un frío martes de enero en la ya desaparecida clínica Nuestra Señora de Loreto, de Madrid. El nacimiento de un varón, después de dos niñas, llenó de alegría a sus padres, los príncipes don Juan Carlos y doña Sofía, y a los españoles que esperaban la restauración de la monarquía. Hacía 37 años que Alfonso XIII había partido al destierro y en aquellos momentos el futuro de la familia real era incierto. Las antiguas leyes de la monarquía no prohibían a las mujeres heredar la Corona, aunque los varones tenían preferencia, pero en aquella España tradicional y conservadora la llegada de un niño ayudaba a allanar el camino. Aun así, el futuro del recién nacido no estaba escrito. Aunque España era oficialmente un reino, sin rey, y sus padres residían en el palacio de la Zarzuela, en realidad el infante solo era el futuro heredero de una familia real en el exilio. Mientras el general Francisco Franco gobernaba en España, don Juan de Borbón, jefe de la dinastía, vivía desterrado en Estoril con la esperanza de regresar a su país y asumir la corona que habían ceñido sus antepasados durante siglos. Ajeno a la trascendencia histórica de su nacimiento, el bebé dormía en la habitación 604 junto a su madre, que había sido atendida por el doctor Mendizábal en un sencillo parto natural. El pequeño pesó 4,300 kilos y midió 55 centímetros. Una enfermera difundió la noticia por los pasillos de la clínica —«¡Es precioso! Rubio y con los ojos azules»—, y pronto corrió como la pólvora.
© Archivo ABC
«No nos han olvidado» —8 de febrero de 1968
El infante fue bautizado en una sencilla ceremonia celebrada en el palacio de la Zarzuela, pero con todo el simbolismo que las monarquías reservan para los futuros reyes. Hasta allí se llevó la pila de Santo Domingo de Guzmán, donde los herederos de la Corona reciben las aguas bautismales desde 1605. Al niño se le llamó Felipe, por el primer rey de la dinastía Borbón; Juan, por su abuelo paterno y su padre; Pablo, como su abuelo materno, y Alfonso, como su bisabuelo. Como padrinos se eligieron a los dos miembros de más alto rango en la familia real: la reina Victoria Eugenia, bisabuela del niño, y don Juan de Borbón, su abuelo. Ambos estaban en el exilio y aquella ceremonia religiosa familiar propició un hecho que parecía imposible en la España franquista: doña Victoria Eugenia volvió a España por primera vez desde que partió al destierro, el 15 de abril de 1931, tras la proclamación de la II República, y aunque el conde de Barcelona había pisado en escasas ocasiones su tierra natal, nunca había permanecido tanto tiempo como aquella vez. Cuando doña Victoria Eugenia llegó al aeropuerto de Barajas, a pie de avión la esperaba don Juan acompañado por una multitud de miles de personas que se desplazaron para recibirla entre gritos de «¡Viva la reina!» y «¡Viva el rey!». Emocionada por el entusiasta recibimiento, le dijo a su hijo: «No nos han olvidado».
© Archivo ABC
Cumplir con la tradición —13 de julio de 1968
© Archivo ABC
El infante Felipe fue presentado por sus padres ante Nuestra Señora de Atocha siguiendo una antigua tradición de la familia real española, para que «la Virgen protegiera al niño de todo mal y le guiara por el buen camino». Aunque esta devoción se remonta al siglo xi, fue Felipe IV quien en 1643 proclamó a Nuestra Señora de Atocha protectora de la familia real y de la monarquía española. La tradición había quedado interrumpida durante el exilio, pero fue restaurada por don Juan Carlos y doña Sofía, que llevaron a la basílica de
Atocha a cada uno de sus tres hijos, Elena, Cristina y Felipe, al poco de nacer. A la salida del templo, el príncipe cogió al niño en brazos entre los aplausos del público que se acercó a acompañarles. Aquel día empezó a tejerse el lazo afectivo entre el infante Felipe y el pueblo que le vio crecer.
El doloroso precio de la restauración —23 de julio de 1969
Ajeno por su corta edad a los asuntos de alta política, el niño asistió esa mañana en el palacio de la Zarzuela a una ceremonia privada que cambiaría el curso de la historia. A sus 76 años, Franco había decidido nombrar un sucesor a título de rey. Históricamente, la restauración de la monarquía habría correspondido a don Juan de Borbón, hijo y heredero de Alfonso XIII, tras la renuncia de sus hermanos mayores, pero el general se saltó ese eslabón de la dinastía y se lo propuso a don Juan Carlos. El príncipe sabía que aceptar ese nombramiento supondría la vuelta de la monarquía a España, pero exigiría un doloroso sacrificio a su padre, que nunca sería rey. Además, le atormentaba la idea de jurar las leyes fundamentales de Franco, porque su intención era avanzar hacia la democracia en cuanto las circunstancias se lo permitieran. El temor se diluyó cuando su consejero, el catedrático Torcuato Fernández-Miranda, le convenció de que todas esas normas podían ser legalmente reformadas. El 22 de julio las Cortes aprobaban su designación como futuro rey y, al día siguiente, don Juan Carlos aceptaba formalmente el nombramiento en un acto celebrado en la Zarzuela. En un rincón del salón, el pequeño Felipe aguardaba sentado en el suelo a que terminara la ceremonia y le permitieran seguir con sus juegos de niño.
© Archivo ABC
Un padre orgulloso —14 de abril de 1970
En aquellos años —«cuando no éramos nadie», decía doña Sofía— la actividad pública de los príncipes estaba controlada por el régimen franquista. Algunos sectores presionaban a Franco para que cambiara a don Juan Carlos como sucesor y apostara por su primo, Alfonso de Borbón Dampierre, que además se prometió con Carmen Martínez-Bordiú, nieta del jefe del Estado. Don Juan Carlos aprovechaba el tiempo para mantener contactos discretos con jóvenes dirigentes de la oposición, que le serían muy útiles después, cuando fue proclamado rey, y abrió las puertas de la Zarzuela a todos aquellos profesionales que destacaban en alguna actividad, ya fuera la ciencia, el arte o el deporte. Mientras el príncipe pasaba las horas en su despacho, Felipe jugaba en su cuarto o en el arenero que habían instalado en los jardines de la residencia. Con frecuencia, don Juan Carlos reclamaba la presencia del pequeño para presentarlo a las visitas. El álbum familiar está repleto de fotos de audiencias de esa época con el niño. Entre ellas, las de José Manuel Ibar Urtain y Miguel Velázquez, campeones de Europa de boxeo, que regalaron unos diminutos guantes a Felipe.
© Archivo ABC
Como un baturro más —12 de octubre de 1970
© EFE
El niño se acostumbró desde muy pequeño a acompañar a sus padres a los actos oficiales. Don Juan Carlos y doña Sofía querían que su hijo fuera aprendiendo a desenvolverse como heredero de la Corona y que los españoles empezaran a conocer a aquel niño que algún día, si salían bien las cosas, sería proclamado rey. El 12 de octubre, los príncipes y sus tres hijos asistieron a la ofrenda de flores a la Virgen del Pilar, en Zaragoza, y doña Sofía vistió a su hijo con el traje tradicional aragonés, como un baturro más.
En la cabalgata de los Reyes Magos —5 de enero de 1971
© Archivo ABC
La infancia de Felipe fue muy parecida a la de otros niños de su edad en la España de los años setenta. Le llevaban al circo, a jugar en parques infantiles, a comprar bromas para el Día de los Inocentes en el mercadillo de la plaza Mayor de Madrid o a ver la cabalgata de los Reyes Magos. Más adelante, él y sus hermanas se convirtieron en «pajes» de los Reyes de Oriente, cuando se instauró en la Zarzuela la costumbre de que los tres infantes repartieran entre los hijos del personal de la Casa los regalos que les enviaban los fabricantes de juguetes valencianos.
Los abuelos viven en el exilio —20 de enero de 1971
© EFE
Felipe creció oyendo hablar del exilio. Esa circunstancia había llevado a su padre a nacer en Roma y a vivir en Suiza y Portugal. Cuando tenía su misma edad, su madre tuvo que abandonar Grecia rumbo al destierro, que la llevaría a Londres, Egipto y Sudáfrica. Su bisabuela, la reina Victoria Eugenia, había fallecido en Lausana, a donde sus padres le llevaron a visitarla cuando era un bebé. Y sus abuelos paternos, los condes de Barcelona, residían exiliados en Estoril, localidad a la que él, sus padres y sus hermanas iban con frecuencia. Aquel día don Juan de Borbón iba a hacer una breve escala en el aeropuerto de Barajas, procedente de Lisboa rumbo a Roma, y había que aprovechar esos cuarenta minutos entre un vuelo y el siguiente para reunirse con él. Los
príncipes y sus tres hijos le esperaron a pie de avión y, en cuanto los niños vieron aparecer a su abuelo, se fundieron con él en un entrañable abrazo.
Primer acto oficial — 4 de marzo de 1971
Con tres años, Felipe asistió a su primer acto oficial: apadrinó en Barajas la puesta en servicio de dos hidroaviones Canadair CL-215 que habían sido adquiridos por el Gobierno para la lucha contra los incendios forestales. Las aeronaves tenían una velocidad de crucero de 350 kilómetros por hora y cargaban su depósito en diez segundos. Tras la bendición de los aparatos, decía la crónica de la época, el infante los roció con un extintor forestal cargado de vino español y, acto seguido, el hijo del embajador de Canadá, país fabricante de los aviones, le regaló una maqueta del aparato.
© EFE
El niño más retratado —30 de abril de 1971
Algo que distinguía a Felipe de la mayoría de los niños de su edad era el interés que suscitaba en los artistas. Apenas tenía tres años cuando posó por primera vez ante un pintor para que le retratara, una experiencia que después tendría que repetir en numerosas ocasiones a lo largo de su vida. En este caso, se trataba de la pintora Betsy Westendorp. Para conseguir que el niño permaneciera entretenido un buen rato, doña Sofía le subió en una mesa y le puso a pintar a él a su vez un cuadro con la ayuda de un pequeño caballete. La princesa tuvo que proteger con una bata la ropa del niño, que sostenía la paleta de colores en sus piernas y terminó manchado de pintura.
© Archivo ABC
Esperando a la abuela Federica —17 de diciembre de 1971
© Archivo ABC
La madre de doña Sofía, la reina Federica, era todo un carácter pero sentía debilidad por sus nietos. Ella fue quien fomentó la afición que Felipe empezó a mostrar por la astronomía. De hecho, le organizó una visita al observatorio de Madrid y probablemente fue su abuela quien sugirió a sus padres que le regalaran un telescopio cuando cumplió once años. Cuando las condiciones climatológicas eran favorables, Felipe permanecía hasta avanzada la madrugada mirando las estrellas y al día siguiente le costaba enormemente
levantarse para ir al colegio. Si no hubiera estado llamado a ser rey, probablemente habría sido astrónomo. Como sus otros abuelos, la reina Federica también vivía en el exilio, pero pasaba temporadas en la Zarzuela. Aquel día, Felipe, acompañado por sus hermanas y sus primos, acudió al aeropuerto de Barajas, donde contemplaban desde una ventana el aterrizaje de los aviones, a la espera de que uno de ellos trajera a su abuela.
Un guepardo en casa —11 de mayo de 1972
© Archivo ABC
«Vamos con un guepardo. Prepara alojamiento». Este es el mensaje que don Juan Carlos y doña Sofía enviaron a la Zarzuela desde Etiopía, donde realizaban una visita oficial, y el emperador Haile Selassie les había regalado un felino domesticado. Como era habitual, los tres hermanos acudieron a Barajas a recibir a sus padres, y ese día estaban deseando conocer a la exótica mascota que traían en el avión de Iberia y que pronto se convertiría en una presencia habitual en la Zarzuela. En aquellos tiempos decían que el guepardo, el animal terrestre más veloz del mundo, adelantaba a las motos en sus carreras por el monte de El Pardo. Cinco años después, el felino dio un susto de muerte a Sabino Fernández Campo, el nuevo secretario general de la Casa del Rey. Cuando estaba tomando posesión de su despacho, la puerta se
abrió y entró el guepardo lanzando unos gruñidos inquietantes, pero segundos después apareció don Juan Carlos, que tranquilizó a Fernández Campo.
Primer día de colegio —18 de septiembre de 1972
Felipe nunca fue a la guardería y a sus cuatro años estaba deseando empezar el colegio y conocer a otros niños de su edad. Después de una cuidadosa selección, su madre había elegido el colegio Santa María de los Rosales, entre otras razones, por su independencia ideológica. Aquella mañana, doña Sofía y las infantas Elena y Cristina acompañaron a Felipe, que estrenaba el uniforme del colegio y un estuche con lápices de colores. El niño se quedó muy contento, según relataron sus profesores. Por su edad, debía haberse incorporado a Maternal, pero como iba a cumplir cinco años en enero, decidieron inscribirle en un curso superior, Párvulos, lo que hizo que durante toda su vida escolar fuera menor que el resto de su clase. La única instrucción que doña Sofía dio al colegio fue que trataran a su hijo como un niño más. De aquella época es la anécdota que la secretaria de doña Sofía, Laura Hurtado de Mendoza, relató al periodista José Apezarena. Cuando la secretaria preguntó al infante cuál era la clase que más le gustaba, el niño respondió: «La de siesta… Bueno, y la de recreo también». Después, don Felipe recordaría aquellos años en el colegio Santa María de los Rosales como «la época más feliz de mi vida» y, más adelante, llevaría a sus hijas Leonor y Sofía al mismo centro escolar.
© EFE
El infante que se colaba en el despacho —2 de octubre de 1972
Felipe paseaba con total libertad por el palacio de la Zarzuela y le gustaba visitar a su padre con mucha frecuencia en el despacho, donde en ocasiones terminaban los dos jugando en el suelo. Solo alguna vez le frenaban, cuando don Juan Carlos lo había indicado expresamente. El entonces ministro del Plan de Desarrollo, Laureano López Rodó, contaba que, estando un día despachando con el príncipe, el niño entró de repente en la habitación, se echó en brazos de su padre y con voz compungida le dijo: «¡Se me han perdido las canicas!». En la imagen, el infante corretea por la casa de sus abuelos en Estoril.
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Sus juegos preferidos —23 de junio de 1973
A pesar de los intentos de doña Sofía por educar a sus hijos en un ambiente de austeridad, lo cierto es que Felipe disponía de casi todo lo que un niño de aquella época podía desear. En una familia habituada a tener perros, él nunca tuvo que convencer a sus padres para que le permitieran disponer de una mascota. A su primer perro, Winky, que murió al parecer ahogado en una charca, le sustituyó Baloo, regalo de los reyes de Bélgica. Desde entonces, don Felipe siempre disfrutó de la compañía de un perro a su lado hasta que contrajo matrimonio con doña Letizia, poco partidaria de la presencia de un animal dentro de la casa. La infancia de Felipe transcurrió entre patinetes, Scalextric, bicicletas, una pequeña moto, libros de Tintín, tebeos de Astérix, partidas de futbolín y las numerosas alternativas que encerraba la caja de los «Juegos Reunidos», con la que se entretuvo toda una generación de niños españoles. Pero uno de los obsequios que más ilusión le hizo fue el kart que le regaló la Escudería Universitaria de Barcelona. En cuanto le entregaron el automóvil, que funcionaba con gasolina y alcanzaba los 20 kilómetros por hora, el pequeño se lanzó por los jardines de la Zarzuela a toda velocidad y obligó a correr a su padre para evitar que se estrellara.
© Archivo ABC
El estreno de Marivent —4 de agosto de 1973
© Álvaro García Pelayo / ABC
Hasta ese verano, los príncipes no tuvieron un único destino estival, pero a don Juan Carlos y a doña Sofía les gustaba especialmente Mallorca, donde podían practicar la vela, uno de sus deportes favoritos. Cuando viajaban a la isla solían hospedarse en el hotel Victoria, situado en el paseo marítimo, hasta que la Diputación Provincial de Baleares decidió ceder a la familia real el palacio de Marivent como residencia estival. Aquel verano, los príncipes y sus tres hijos estrenaron su nueva casa de verano. Tras aterrizar en el aeropuerto de Palma, a bordo de dos reactores Mystere, porque ya en aquella época don Juan Carlos y su hijo viajaban separados, los cinco miembros de la familia real se trasladaron a Marivent en un Seat 1400 que conducía el propio príncipe.
Con Los Chiripitifláuticos —19 de septiembre de 1973
© Archivo ABC
Como todos los niños de su generación, Felipe creció con Los Chripitifláuticos y Los payasos de la tele, los dos programas infantiles de mayor éxito de una televisión que solo tenía dos cadenas y emitía únicamente unas horas al día. El infante tuvo la oportunidad de conocer personalmente al Capitán Tan, uno los personajes de Los Chiripitifláuticos, durante un vuelo de regreso de Málaga, a bordo de un DC-10 de Iberia que había amadrinado su hermana, la infanta Cristina. Junto a los infantes, en el avión viajaban los 16 niños que ese año habían participado en la Operación Plus Ultra, un concurso que reconocía valores humanos como el altruismo y la solidaridad.
Creado en 1963, permaneció hasta 1982 y premiaba a los chicos con un viaje por España y el extranjero. Felipe y sus hermanas, Elena y Cristina, compartieron una jornada con los premiados.
Una Primera Comunión sencilla y familiar —30 de mayo de 1975
© Ángel Carchenilla ABC
Igual que sus hermanas, Felipe recibió la Primera Comunión el día de Fernando el Santo, rey de Castilla y de León, siguiendo una costumbre familiar ya abandonada. También su abuela, la condesa de Barcelona, y su tía, la infanta doña Pilar, recibieron el sacramento ese mismo día de diferentes años. La sencilla ceremonia se celebró en la pequeña ermita de la Zarzuela, donde se reunió la familia, acompañada por las profesoras del colegio Santa María de los Rosales, en el que el niño estudiaba, y por el personal de la Casa del Príncipe: doncellas, cocineros, conserjes, jardineros, camareros y escoltas, entre otros. También fueron invitados los obreros que trabajaban en las obras de ampliación del palacio y que ese día terminaron su
jornada a las doce del mediodía para asistir a la ceremonia. Vestido con camisa y pantalón corto de color blanco, Felipe llevaba una medalla y una pequeña cruz de oro colgadas del cuello. Tras la misa, el infante repartió entre los asistentes el recordatorio de su Comunión, en el que aparecía una corona real sobre su nombre. La anécdota del día la protagonizó su primo Alfonso Zurita, hijo de la infanta doña Margarita. El niño, que todavía no había cumplido dos años, se puso el tricornio de un guardia civil que había encontrado en un banco y provocó las risas del resto de la familia.
El infante y el delfín —23 de agosto de 1975
© Álvaro García Pelayo ABC
Felipe pasaba su último verano como infante de España en Palma de Mallorca, y una tarde, cuando el delfinario de Marineland cerró sus puertas al público y los animales recuperaron la calma, el niño se acercó a las instalaciones para verlos de cerca. Al principio, miraba con prudencia a los cetáceos desde el borde de la piscina, y los delfines también escrutaban desde el agua al pequeño, que tenía siete años. Los animales medían dos metros de largo y, cuando abrían el hocico, mostraban una poderosa mandíbula de afilados dientes. Pero, de pronto, el receló se esfumó: Felipe se hizo amigo de uno de los delfines y se animó a bañarse con él; se sentía seguro en el centro de la piscina abrazado al lomo del animal, y este se dejaba hacer. Parecían
disfrutar tanto el niño como el delfín. Al día siguiente, regresó con sus hermanas y primos, y fue entonces cuando el fotógrafo Álvaro García-Pelayo tuvo la oportunidad de retratarle jugando con el delfín.
Felipe solo es uno más 1975—1984
De infante a heredero de la Corona —22 de noviembre de 1975
Dos días después de la muerte de Franco, don Juan Carlos fue proclamado rey por las Cortes, y su hijo Felipe se convirtió en heredero de la Corona a la edad de siete años. Los símbolos tradicionales de la monarquía, la corona y el cetro, presidieron la ceremonia sobre un cojín de terciopelo rojo. Tras el paréntesis de 44 años que había supuesto la II República, la Guerra Civil y el régimen de Franco, España volvía a ser un reino con rey. Aunque se había declarado luto oficial y el cadáver de Franco yacía en el Salón de Columnas del Palacio Real, doña Sofía asistió a la ceremonia en el Congreso de los Diputados con un llamativo vestido color fucsia, que simbolizaba un nuevo tiempo y que después se tuvo que cubrir con un largo abrigo negro para visitar la capilla ardiente del anterior jefe del Estado. Cinco días después de la proclamación, se celebró una ceremonia religiosa en la iglesia de San Jerónimo el Real, oficiada por el cardenal Vicente Enrique Tarancón, en cuya homilía pidió a don Juan Carlos que fuera «el rey de todos los españoles». Estas palabras quedaron grabadas en el heredero de la Corona, aunque aún era demasiado joven para comprender su significado.
© Archivo ABC
Mensaje de Navidad en familia —24 de diciembre de 1975
© Archivo ABC
Desde el primer momento, la monarquía quiso marcar diferencias con el régimen franquista y, en su primera Navidad como rey, don Juan Carlos decidió suprimir el mensaje que el anterior jefe del Estado transmitía en fin de año y se dirigió a los españoles en Nochebuena. Además, para que se visualizara claramente el cambio de sistema, sustituyó la imagen individual por la familiar, y en sus cinco primeros mensajes de Navidad el monarca
compareció acompañado por la reina, el heredero de la Corona y las infantas Elena y Cristina.
Un príncipe del Atlético —11 de enero de 1976
© Archivo ABC
El primer partido de fútbol al que acudió el príncipe fue un Atlético de Madrid-Real Madrid que se disputó en el Vicente Calderón. El rey estaba aquel día sin apenas voz: «Me perdonaréis que no sea demasiado explícito, pero tengo una tremenda afonía», comentó a los periodistas, y estos pidieron permiso para hablar con su hijo. Don Juan Carlos les explicó: «Este es su primer partido», y el niño atendió a los periodistas: «Sí, me gusta el fútbol… —les dijo—. Y me gusta el Atlético». El partido lo ganó el equipo rojiblanco, cuyos integrantes comentaron que la visita del príncipe les había dado buena suerte. Así nació la relación especial que don Felipe ha mantenido con el Atlético y que nunca ha tratado de desmentir.
Viaje de incógnito a la India —12 de enero de 1976
© Archivo ABC
Felipe emprendió su primer viaje privado a la India, junto a su madre y sus hermanas, para visitar a su abuela, la reina Federica, y a su tía, la princesa Irene, que se habían instalado en Madrás, atraídas por la filosofía hindú. El motivo oficial de aquel desplazamiento imprevisto, de diez días de duración y en pleno curso escolar, era que doña Federica estaba enferma, pero cuando llegó a España la noticia de que la madre de la reina había ido a recibirles al aeropuerto y «se encontraba bien», los rumores atribuyeron el viaje a una discusión matrimonial.
A su llegada a Madrás, doña Sofía y sus hijos encontraron a la reina Federica y a la princesa Irene—la «tía Pecu» (de peculiar), para la familia— vestidas con el tradicional sari. A partir de ese momento, el príncipe realizó varios viajes de incógnito a la India que le abrieron la mente y contribuyeron a forjar su personalidad. A su regreso a Madrid, el rey acudía a recibirles al aeropuerto de Barajas.
Primer cumpleaños como heredero —30 de enero de 1976
© Archivo ABC
Con la monarquía recién restaurada, los reyes quisieron aprovechar el octavo cumpleaños de Felipe, y primero como heredero de la Corona, para afianzar los lazos afectivos entre su hijo y el pueblo español. Con ese fin, la Zarzuela accedió a que se tomaran imágenes del niño abriendo los regalos de su aniversario, jugando con su padre de rodillas en el suelo y soplando las velas de la tarta. Después de la sesión fotográfica Felipe ofreció una merienda infantil a treinta compañeros del colegio.
Pasión por la nieve —12 de abril de 1976
Era tal la afición de la familia real por el esquí que en aquellos años don Juan Carlos y doña Sofia llegaron a aprovechar la hora de la comida, único espacio libre en su apretada agenda, para acercarse a Navacerrada a practicar este deporte. Esa pasión se la inculcaron a don Felipe, que aprendió a dominar el esquí en las pistas de Sierra Nevada, Baqueira Beret y Candanchú. Con el tiempo, él transmitiría a su vez esta afición a doña Letizia y a sus hijas, Leonor y Sofía.
© EFE
Un simulacro de guerra —21 de junio de 1976
Aquella mañana Felipe acompañó a su padre a unas maniobras militares en las localidades segovianas de Valverde del Majano y Yanguas del Eresma, convertidas en escenario de un simulacro bélico. El día amaneció nublado y con frío, le siguió un sol bochornoso y continuó con un impresionante aguacero mientras el rey, su hijo y los demás militares terminaban la jornada castrense con un almuerzo de campaña en el campamento de El Robledo. Vestido con pantalones vaqueros, camisa de cuadros y jersey azul, el niño de ocho años rechazó el capote militar que le ofrecieron para protegerse de la lluvia y prefirió mojarse como hicieron todos los mayores. Con una mezcla de asombro y curiosidad, el príncipe siguió atentamente los distintos ejercicios con unos diminutos prismáticos, casi de juguete, que al rato sustituyó por otros grandes que le prestaron. El niño comentaba cuanto veía: «Mira, papá, parecen setas», dijo en alusión a la nube de paracaidistas que ya estaba a ras de tierra. «¡Anda, dónde se ha caído ese!», exclamó al ver un paracaidista que había aterrizado sobre unos árboles. «Y ¿para qué son esas señales de humo?», preguntó. «Para que los paracaidistas sepan cuándo tienen que empezar a saltar», le respondieron. Aquel simulacro de guerra fue su primer contacto con unas Fuerzas Armadas en las que siempre se ha sentido un soldado más.
© Manuel Sanz Bermejo / ABC
Todo empezará a cambiar —8 de julio de 1976
© EFE
Ocho meses después de la muerte de Franco, el rey empezó a desmontar el régimen con la ayuda de su antiguo profesor Torcuato Fernández-Miranda, y nombró presidente del Gobierno a Adolfo Suárez. En un primer momento, la elección provocó la decepción de la mayoría de los españoles porque no se imaginaban que un hombre que había hecho una larga carrera en el franquismo fuera a restaurar la democracia. Aquel día, el nuevo Gobierno de Suárez juró sus cargos ante el rey en el palacio de la Zarzuela, y don Juan Carlos quiso que su hijo, Felipe, conociera a los ministros que iban a cambiar la historia de España.
El heredero será príncipe de Asturias —21 de enero de 1977
Las circunstancias históricas en las que se restauró la monarquía en España obligaron a alterar algunas tradiciones dinásticas. Durante el franquismo, don Juan Carlos tuvo que dejar de utilizar el título de príncipe de Asturias, que ostentaban desde 1388 los herederos del trono de Castilla y del reino de España, porque ello hubiera obligado al régimen a reconocer como rey a su padre, don Juan. Años después, cuando Felipe se convirtió en heredero de la Corona en el mismo momento en que su padre fue proclamado rey, se dejó sin definir si recuperaría o no el título de príncipe de Asturias, aunque algunos sectores ya le llamaban así. A los seis meses de la restauración de la monarquía, los reyes realizaron un viaje al Principado y el presidente de la Diputación, Juan Luis de la Vallina, les pidió en público que el heredero recuperara el título que había vinculado durante casi siete siglos a la Corona con Asturias. El rey aceptó la petición «con verdadera satisfacción», y el 21 de enero de 1977, el Gobierno aprobó el Real Decreto 54/1977 que reconocía a Felipe de Borbón y Grecia los títulos de príncipe de Asturias, Gerona y Viana y todos los demás que corresponden al heredero de la Corona. Cuando se conoció la noticia, Felipe se encontraba jugando con su padre a los bolos en el hotel Meliá Sierra Nevada, donde la familia real pasó el fin de semana.
© Ángel Carchenilla ABC
Los españoles empiezan a conocer a Felipe —30 de enero de 1977
© Ángel Carchenilla ABC
Con motivo del noveno cumpleaños de Felipe, el palacio de la Zarzuela accedió a una petición del diario ABC, que había solicitado hacer un reportaje del príncipe de Asturias —el primero que se le haría— para que los españoles empezaran a conocer al niño que en un futuro se convertiría en rey. Lo realizaron el periodista Tico Medina y el fotógrafo Ángel Carchenilla en dos días. La primera sesión transcurrió un sábado en la Zarzuela, dentro de la casa y en el jardín, donde los reporteros conversaron con Felipe y le tomaron imágenes mientras montaba en bici, corría con sus perros y jugaba con el balón. Felipe también hizo sonar la campana de la ermita, como cuando ejercía de monaguillo en la misa familiar. La segunda sesión fue el lunes siguiente en el colegio. Se le tomaron imágenes sentado en su pupitre, escribiendo en la pizarra, durante el almuerzo y jugando con sus compañeros en el recreo. Hasta poco tiempo antes, iba todos los días a comer a la Zarzuela o se llevaba la comida preparada al colegio, como hacían otros compañeros, pero él mismo pidió almorzar en el centro escolar. «Quiero comer en el colegio porque la comida es más rica que en casa», afirmó.
La renuncia de don Juan —14 de mayo de 1977
El príncipe fue testigo del gesto de responsabilidad dinástica que protagonizó el jefe de la dinastía. Su abuelo, don Juan de Borbón, que había pasado más de la mitad de su vida en el exilio soñando con restaurar la monarquía en España, renunció formalmente a sus derechos dinásticos en favor de don Juan Carlos. Esta decisión pudo parecer innecesaria en aquel momento, cuando ya se había restaurado la monarquía, pero tenía una importancia extraordinaria porque aportaba la legitimidad histórica al reinado de su hijo. El conde de Barcelona ya había comunicado con anterioridad a don Juan Carlos su voluntad de renunciar, pero para formalizarla quiso esperar hasta asegurarse de que la democracia iba a ser restaurada. En cuanto se convocaron las primeras elecciones generales, que se celebrarían el 15 de junio, el conde de Barcelona viajó desde Estoril a Madrid. En una sencilla y emotiva ceremonia celebrada en el palacio de la Zarzuela, don Juan hizo una profunda inclinación de cabeza ante su hijo, acompañada de un sonoro y marcial taconazo, y con palabras entrecortadas por la emoción, añadió: «Majestad, por España, todo por España». Años después, el príncipe comentó que «aquella decisión magnánima nos ha marcado a todos en la familia».
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«Tienes que ser un buen soldado» —28 de mayo de 1977
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Tras cortarse el pelo al estilo militar, el príncipe firmó ese día el documento de filiación básica, como soldado de honor, al Ejército español y estrenó su primer uniforme castrense en una ceremonia a la que asistieron el rey y el presidente del Gobierno. Durante el acto, celebrado en el Regimiento Inmemorial del Rey, su padre le dijo: «Felipe, eres soldado, servidor de la patria. Por ella tienes que sacrificarte. Tienes que estar dispuesto a darlo todo, hasta la vida, si fuese necesario, en defensa del honor, de la independencia y de la libertad de España. Tú tienes que ser un buen soldado, el mejor, el más abnegado, el más sobrio». Don Felipe siempre ha considerado esa fecha como la de su ingreso en el Ejército y, cuatro décadas después de su filiación, mostró su «orgullo por pertenecer a las Fuerzas Armadas durante estos últimos cuarenta años».
Un desfile para la democracia —29 de mayo de 1977
© Archivo ABC
Don Juan Carlos se había propuesto restaurar la democracia y reconciliar a los españoles tras la Guerra Civil y el régimen de Franco. Con esos objetivos, se suprimió el Desfile de la Victoria, que todos los días 1 de abril conmemoraba el triunfo de uno de los dos bandos de la contienda. A partir de 1977, se celebraría el Día de las Fuerzas Armadas, que serían las responsables de defender el orden institucional elegido por todos los españoles en las elecciones democráticas. El príncipe Felipe acompañó a los reyes en la nueva parada militar, que se celebró en Madrid.
A bordo del Fortunita —6 de julio de 1977
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Durante el verano el príncipe realizó un curso de vela y otros deportes en la escuela de Calanova de Mallorca. Felipe daba continuidad a la tradición náutica de la familia real, que empezó en tiempos de Alfonso XII y se fue transmitiendo de padres a hijos. Durante el curso, el niño bautizó a su pequeño velero con el nombre de Fortunita, inspirado en el yate con el que navegaba su padre durante las vacaciones.
Ceremonia simbólica en Covadonga —1 de noviembre de 1977
Cuando Felipe fue reconocido como príncipe de Asturias hacía casi siglo y medio que se habían suprimido las ceremonias de jura de los herederos de la Corona. La última princesa de Asturias a la que se juró lealtad fue la infanta Isabel (después Isabel II), en 1833, en una ceremonia celebrada en la iglesia de San Jerónimo. Desde entonces, a los herederos de la Corona se les reconocía el título de príncipes de Asturias de forma automática en el momento de su nacimiento o del hecho sucesorio. El ceremonial protocolario se reducía a que el Principado de Asturias enviaba a sus delegados a palacio para que reconocieran al nuevo príncipe y le entregaran una insignia con la Cruz de la Victoria y un tributo simbólico, que se llamaba «mantillas». Sin embargo, en el caso de Felipe todo sería diferente. La Diputación de Asturias había pedido formalmente a don Juan Carlos que se realizara una ceremonia de investidura del príncipe de Asturias en tierras del Principado, y la recién restaurada monarquía veía con muy buenos ojos un acto que iba a reforzar la figura del heredero. La ceremonia, con un gran simbolismo histórico, dinástico y político, se celebró en la explanada de la basílica de Covadonga. «Esta cruz es también tu cruz. Tu cruz de rey», le dijo su padre en alusión a la Cruz de la Victoria. Años después, don Felipe desvelaría que fue «en las montañas de Covadonga» donde tuvo conciencia por primera vez de su destino histórico.
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El sacramento de la Confirmación —15 de enero de 1978
© Archivo ABC
Junto a sus hermanas, las infantas Elena y Cristina, el príncipe de Asturias recibió el sacramento de la Confirmación en la ermita del palacio de la Zarzuela. El arzobispo de Toledo y cardenal primado de España, monseñor Marcelo González Martín, ofició la ceremonia religiosa, y los reyes ejercieron de padrinos. Ocho años después, don Felipe afirmó en una entrevista a Los Domingos de ABC: «Soy católico practicante. Recibí el sacramento de la Confirmación y lo recibí con mi conformidad. Soy creyente y cumplo los deberes religiosos lo mejor que sé y que puedo. Pero insisto en
que es necesario respetar a los que tienen otra fe y a los que no tienen ninguna».
Un príncipe forjado en la Transición —27 de diciembre de 1978
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Como heredero de la Corona, Felipe asistió a la ceremonia en la que el rey sancionó la Constitución de 1978, la única de las siete que ha habido en España que ha sido sometida a referéndum y aprobada por el 87,78 por ciento de los votos. A sus diez años, llamó la atención la compostura y seriedad con las que el niño siguió la ceremonia, como después sucedería con sus hijas, Leonor y Sofía, en las grandes ceremonias de Estado. Cuando el rey plasmó su firma en la nueva Carta Magna, el príncipe se levantó a aplaudir, como hizo su abuelo, don Juan, que acudió por primera vez a las Cortes Generales, y como hicieron los parlamentarios desde sus
escaños. Treinta y seis años después, en su discurso de proclamación, don Felipe se definió a sí mismo como un «rey constitucional».
«Misión cumplida» —19 de enero de 1980
Casi cuarenta años después de que el rey Alfonso XIII muriera en el exilio, su hijo, don Juan, pudo cumplir una de las últimas voluntades de su padre: que sus restos mortales se trasladaran a España «tan pronto como sea posible» y recibieran sepultura en el monasterio de El Escorial «con mis antecesores en el trono». Don Juan viajó a Roma a recoger el féretro del rey y lo trajo a España a bordo de la fragata Asturias, donde ordenó izar la misma bandera de España que llevó a Alfonso XIII al destierro. Aquella mañana de enero se cerraba una página de la historia y el príncipe de Asturias asistía emocionado en El Escorial, que había amanecido nevado, al regreso de los restos mortales de su bisabuelo. Con el cáncer enroscado a la garganta y la fiebre de 40 grados quemándole los ojos, don Juan pidió la venia a don Juan Carlos para entregar el féretro al prior del monasterio y, una vez hecho, se cuadró ante su hijo y le dijo: «Majestad, misión cumplida». Años después, don Felipe comentó que nunca olvidaría aquel día en El Escorial, en el que se reunieron las cuatro generaciones de la familia. «Me emocioné porque vi muy claro que la monarquía es como una cadena: el abuelo era un eslabón de esa cadena, de la que mi padre es el presente y yo el futuro».
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Campamento de verano —1 de julio de 1980
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Todos los años, cuando finalizaba el curso en el colegio Santa María de los Rosales, los reyes enviaban al príncipe a un campamento de verano para que practicara deporte, estuviera en contacto con la naturaleza y conociera a otros chicos de su edad, hasta que, a finales de julio, la familia real se reunía en su residencia estival de Palma de Mallorca, el palacio de Marivent. En 1979 el campamento elegido fue el monasterio del Lluch, en Mallorca; en 1980 en Villanueva de la Vera (Cáceres) y en 1981, también en Mallorca. Con el tiempo, recordaría positivamente esas experiencias, que también vivirían sus
hijas, Leonor y Sofía. «En los campamentos de verano se acostumbra uno a todo, incluso sé guisar. Me sale muy bien la tortilla de patatas», afirmaba.
A Urgencias por una herida —17 de enero de 1981
Mientras jugaba en los jardines de la Zarzuela con un monopatín a motor, el príncipe se deslizó sobre una placa de hielo que se había formado en la calzada y sufrió una caída. El golpe sobre los adoquines le produjo un profundo corte de cuatro centímetros de longitud en la barbilla y una herida en el lado interior del labio por el impacto con los dientes. El niño sangraba abundantemente y sentía un gran dolor, por lo que los reyes dispusieron que se le llevara a Urgencias. Felipe fue trasladado al hospital militar central Francisco Franco, donde le limpiaron la herida y se la suturaron con varios puntos bajo anestesia local. Igual que a su padre, al príncipe le gustaban las motos, los karts y las bicicletas de carreras, como la que le regaló la comisión organizadora de la Vuelta Ciclista Ronda de la Hispanidad, que quiso probar inmediatamente en los salones del palacio de la Quinta de El Pardo, donde acababan de entregársela.
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Los sucesos de Guernica —4 de febrero de 1981
Los reyes realizaron su primera visita oficial al País Vasco y el príncipe les acompañó para inaugurar con ellos un espigón en el puerto de Bilbao que llevaba su nombre. Después Felipe regresó a Madrid para continuar con sus estudios, pero cuando el día 4 vio por televisión a sus padres en la Casa de Juntas de Guernica, se llevó «un buen susto» debido al incidente que allí se produjo. Cuando el rey iba a tomar la palabra, una veintena de diputados de Herri Batasuna se levantaron y empezaron a entonar, puño en alto, el Eusko Gudariak. Don Juan Carlos se llevó la mano a la oreja y comentó: «Más alto, que no os oigo». Después, cuando los radicales fueron desalojados, el rey tomó la palabra y afirmó: «Frente a quienes practican la intolerancia, desprecian la convivencia, no respetan las instituciones ni las normas elementales de una ordenada libertad de expresión, yo quiero proclamar, una vez más, mi fe en la democracia y mi confianza en el pueblo vasco». Años después, el príncipe comentó: «La reacción de mi padre en Guernica me llenó de orgullo. Quisiera que no se produjera nunca, pero si llegara el caso, me gustaría poder reaccionar como él».
© Luis Alonso ABC
Una muerte inesperada —6 de febrero de 1981
Los reyes y las infantas viajaron aquel fin de semana a Baqueira Beret para esquiar, pero el príncipe tenía que estudiar y se quedó en Madrid con su abuela materna, que pasaba unos días en la Zarzuela. En la tarde del viernes la reina Federica se sometió a una sencilla operación estética para eliminar los depósitos de colesterol o xantelasmas que le afeaban los párpados. La intervención se desarrolló sin problemas, pero mientras se recuperaba de la anestesia general sufrió un infarto de miocardio que acabó con su vida. Tenía 64 años. Doña Sofía regresó inmediatamente a Madrid y dio instrucciones para que le ocultaran a Felipe la muerte de su abuela hasta que ella llegara. Los restos mortales de la reina Federica permanecieron cinco días en la sala de Audiencias de la Zarzuela, donde se instaló la capilla ardiente, a la espera de que las autoridades griegas autorizaran su traslado a la finca de Tatoi, donde iba a recibir sepultura junto a su marido, el rey Pablo. El Gobierno de Atenas acabó cediendo, pero impuso la condición humillante e innecesaria de que la familia real griega solo permaneciera seis horas en el país. A sus trece años, Felipe acompañó a su madre en uno de los momentos más tristes de su vida.
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«Jo, qué mes» —23 de febrero de 1981
«Papá, ¿qué va a pasar?», preguntó aquella noche el príncipe al rey. Unos doscientos guardias civiles, encabezados por el teniente coronel Antonio Tejero, habían tomado el Congreso de los Diputados en un intento de golpe de Estado mientras se votaba la investidura de Leopoldo Calvo-Sotelo como presidente del Gobierno. Para explicarle la situación, don Juan Carlos recurrió a la imagen de un balón que está en el aire y no se sabe de qué lado va a caer. «Pues ya ves, Felipe, con la Corona es lo mismo. En estos momentos está en el aire y yo voy a hacer todo lo posible para que caiga de buen lado». El monarca quiso que su hijo le acompañara durante toda la noche, y hubo momentos en los que le venció el sueño. «¡Felipe, no te duermas, mira lo que hay que hacer cuando se es rey!», le decía su padre. El propio don Juan Carlos relató estos hechos a José Luis de Vilallonga para su libro El rey: «Aquella noche —le dijo—, el príncipe de Asturias aprendió en unas horas más de lo que aprenderá en el resto de su vida…». Cuando su padre le despertó por segunda o tercera vez, ya avanzada la madrugada, Felipe comentó: «Jo, papa, qué mes». A los incidentes de Guernica, la dimisión de Suárez, la muerte de su abuela y la presión de los exámenes, se sumaba un intento de golpe de Estado.
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Un joven caballero del Toisón de Oro —3 de mayo de 1981
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El día de San Felipe, don Juan Carlos concedió a su hijo la máxima condecoración de cuantas otorga el rey de España, el collar de la Insigne Orden del Toisón de Oro, fundada en 1429 por Felipe el Bueno, duque de Borgoña. El Real Decreto se publicó el 15 de mayo, y ese mismo día el príncipe estrenó su condecoración en una ceremonia privada en la Zarzuela en la que también se impuso el Toisón al escritor y académico José María Pemán, que presidió el Consejo Privado del conde de Barcelona en los años de exilio. El heredero de la Corona lo exhibió en público por primera vez el
31 de mayo, en el desfile del Día de las Fuerzas Armadas, que se celebró en Barcelona.
El primer discurso en público —3 de octubre de 1981
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Con trece años, Felipe pronunció su primer discurso en público con motivo de la entrega de los premios Príncipe de Asturias. Después de tantos ensayos, se sabía de memoria las veintidós líneas que llevaba escritas de su puño y letra, pero prefirió leerlo. Lo hizo con seriedad y sin titubear: «He querido que las primeras palabras en público que pronuncio en mi vida tengan precisamente como marco este Principado de Asturias, cuyo título con tanto honor ostento…». El aplauso del público se prolongó durante casi un minuto, hasta que el niño se retiró y se sentó por indicación de su padre. Después de la entrega de los primeros galardones en el teatro Campoamor de Oviedo, los reyes ofrecieron un almuerzo en el hotel La Reconquista y, antes de sentarse a la mesa, el príncipe pidió a los camareros que retiraran el almohadón que habían colocado en su asiento. Había crecido y ya no lo necesitaba.
Un decepcionante Mundial de Fútbol —13 de junio de 1982
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España albergó el Mundial de fútbol de 1982 y estaba dispuesta a explotar al máximo esa oportunidad para presentarse ante el mundo como un país abierto y moderno. Tras cinco años de rodaje democrático, había dejado de ser una excepción en Europa y ahora tenía que demostrar su capacidad para organizar el mejor Mundial de la historia, con 24 selecciones y más de cien equipos inscritos. A su favor contaba con una dilatada experiencia como destino turístico y el entusiasmo colectivo que despertaba el fútbol. El príncipe acompañó a los reyes a la grandiosa ceremonia de inauguración en el Nou Camp de Barcelona, donde cientos de jóvenes representaron sobre el césped una gigantesca paloma de la paz. Como organizadora, España estuvo a la altura de las circunstancias pero, en el terreno deportivo, el resultado fue decepcionante. La Selección Española solo fue capaz de ganar
uno de los cinco partidos que disputó, al que asistió el príncipe en Valencia (en la imagen). Aquella experiencia supuso toda una lección para la gran prueba que vendría diez años después, los Juegos Olímpicos de Barcelona.
El papa viene a España —2 de noviembre de 1982
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Era la primera vez que un papa visitaba España, y todo el mundo quería participar en el acontecimiento. Juan Pablo II llegó a Madrid tres días después de que el PSOE ganara las elecciones; a la recepción que los reyes ofrecieron en su honor en el Palacio Real, acudieron el ex presidente del Gobierno Adolfo Suárez, el presidente en funciones Leopoldo Calvo-Sotelo, el futuro presidente Felipe González y el secretario general del Partido Comunista, Santiago Carrillo. No obstante, el anfitrión del papa era el jefe del Estado y, por extensión, la familia real, de manera que el príncipe tuvo la oportunidad de acompañar a Juan Pablo II en varias ocasiones. El papa realizó otras cuatro visitas a España y, en cada una de ellas, constataba cómo iba creciendo la familia real. Cuando el príncipe se convirtió
en el último miembro soltero, Juan Pablo II le recordó con insistencia que debía casarse. Veintidós años después del primer encuentro, don Felipe le visitó en el Vaticano acompañado por su esposa, doña Letizia, para recibir su bendición.
Periodistas hasta en la habitación —30 de enero de 1983
Al cumplir quince años, el príncipe concedió a ABC y a Diario 16 una de las entrevistas más espontáneas de su vida. Los periodistas le preguntaron si «no le resultaba raro eso de prepararse para ser rey». «Si lo coges bien desde pequeño, te vas acostumbrando», respondió. Felipe también quería ser, en el futuro, «el rey de todos los españoles» porque «no bastará con que yo me considere a mí mismo bueno, sino que hará falta que lo diga todo el pueblo. No comprendo cómo se puede ser rey de una parte solo del pueblo». Les habló del 23-F: «Mi padre aquel día estuvo fenomenal» porque «actuó con gran serenidad, fue dueño de la situación y, con su actitud, salvó España». Dijo que para él la democracia «se parece mucho a la palabra libertad, es decir que cada uno se sienta libre y pueda expresar lo que sienta». Ante la posibilidad de que nunca llegara a ser rey, respondió que «trabajaría, ya encontraría algo». Durante la entrevista, accedió —a regañadientes— a mostrar su habitación a los periodistas: «Va a estar muy desordenado porque, al final, todo va a parar allí», les advirtió. Y encontraron un cuarto como el de cualquier chico de su edad, con una calavera pirata en la puerta y un montón de objetos en su interior: un globo astronómico, otro terráqueo, el sable de un samurai, colecciones de soldados, libros, fotos, emblemas, rotuladores y hasta espumillón navideño.
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El primer viaje oficial — 1 de junio de 1983
El destino del primer viaje oficial del príncipe fue Cartagena de Indias (Colombia), que celebraba el 450.º aniversario de su fundación, pero la noche anterior Felipe llegó a República Dominicana a bordo de un pequeño Mystere de diez plazas que había tenido que repostar en las Azores. Siguiendo las huellas de Cristóbal Colón, la primera tierra americana que debía pisar el heredero de la Corona española era Santo Domingo, donde visitó el centro histórico colonial. Durante el vuelo hasta Cartagena, «el príncipe, el ayudante de marina y yo vinimos jugando a las siete y media», relató Luis Yáñez, que era presidente del Instituto de Cooperación Iberoamericana. «Y parecía que a don Felipe le ponían las cartas, como a Fernando VII, porque nos ganó las tres partidas», añadió. En Cartagena le esperaban los presidentes de Colombia, Belisario Betancourt, y del Gobierno de España, Felipe González. Tras asistir a una parada naval, el público empezó a corear «Felipe, Felipe, Felipe». Y el príncipe preguntó a González: «¿A qué Felipe se referirán, presidente? ¿Saluda usted o saludo yo». «Yo creo —respondió González— que por las edades de las personas que parecen chillar, la cosa va dirigida a Vuestra Alteza. Así que salude sin miedo». Pero el príncipe insistió: «Yo creo que debemos saludar los dos». Y así se hizo, según relata en su libro Felipe VI José Antonio Alcina, el ayudante de campo del rey que acompañó al príncipe en su primer viaje oficial.
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La sombra del príncipe —24 de abril de 1984
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El rey llevaba algún tiempo buscando a una persona que se ocupara de los asuntos del príncipe y supervisara su formación. A sus 16 años empezaba a aflorar en Felipe la rebeldía de la adolescencia y había que inculcar en el joven heredero los valores de la puntualidad, la disciplina, el orden y la organización antes de que empezara su exigente formación militar y académica. Don Juan Carlos confió esta misión a su ayudante de campo, el teniente coronel José Antonio Alcina del Cubillo. Hasta entonces, Alcina había acompañado a Felipe en sus noches de contemplación astronómica, en los campamentos de verano y en los viajes, pero a partir de ese momento
debía convertirse en la sombra del príncipe de Asturias y ayudar a diseñar la educación del futuro rey.
Un romano en el escenario —1 de junio de 1984
En su último año en el colegio Santa María de los Rosales, Felipe participó en la obra de teatro que los alumnos representaron al final de curso bajo la dirección del profesor de teatro Francisco Vallejo. Se trataba de Calígula, de Albert Camus, y el príncipe interpretó al personaje de Helicón, el fiel sirviente del emperador romano. Los reyes acudieron a la representación de la obra en el salón de actos del Instituto Nacional de Educación Física, donde vieron a su hijo vestido de romano y muriendo en el escenario.
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Será el príncipe mejor formado —5 de julio de 1984
Después de meses de reuniones y consultas a cualificados expertos, la Casa del Rey anunció los planes de la futura educación del príncipe de Asturias, un asunto de enorme trascendencia para el Estado. Felipe acababa de terminar el bachillerato con buenas calificaciones y el curso próximo estudiaría COU en el extranjero, alejado de su familia y del ambiente protector de la Zarzuela. El objetivo era que aprendiera a valerse por sí mismo, robusteciera su carácter, perfeccionara el inglés y el francés y completara su educación académica y física. Después recibiría formación en las tres academias militares y, por último, realizaría los estudios universitarios, que estarían orientados al Derecho y las Ciencias Económicas.
© Jaime Pato ABC
Debut en la Copa del Rey de Vela —30 de julio de 1984
El príncipe participó ese verano por primera vez en la Copa del Rey de Vela, que disputaba su tercera edición en la bahía de Palma de Mallorca. «Hijo, ponte crema y ten mucho cuidado», le dijo la reina antes de que embarcase, como un tripulante más, en el Sirius II, el velero de la Armada española, cuyo patrón era el almirante Marcial Sánchez Barcaiztegui. Protegido con gafas de sol y vestido con camiseta y pantalón corto, Felipe llevaba una bolsa con cremas y bocadillos de jamón con tomate. Don Juan Carlos pidió al capitán de corbeta Juan Carlos Rodríguez Toubes que no tuviesen «ningún trato especial con él» y que le hicieran trabajar. Y así fue. De hecho, el príncipe llegaba a puerto cada tarde quemado por el sol y con ampollas en las palmas de las manos. Pero a partir de ese momento se creó un lazo irrompible con la vela y Felipe participó en las regatas durante veinte años consecutivos. Solo dejó de navegar en una ocasión, durante el verano de 2005, cuando optó por acompañar a doña Letizia, que se encontraba embarazada de su primera hija. Después retomó su afición náutica de forma esporádica, porque a medida que crecían sus responsabilidades se reducía el tiempo libre para practicarla.
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Volando solo en Canadá —5 de septiembre de 1984
Elegir un colegio en el extranjero para el príncipe de Asturias no fue tarea fácil. Se descartaron los del Reino Unido y Estados Unidos por razones políticas, y los de otros países porque el ambiente era frívolo, permisivo, porque se habían dado casos de consumo de drogas o porque ofrecían una formación incompleta. Después de un minucioso estudio, se eligió el Wakefield College School de Ontario (Canadá), donde Felipe empezó el curso con una pierna escayolada, lo que le impidió practicar deporte durante los primeros meses; pocos días antes de partir, el príncipe se había hecho un esguince en Marivent al tratar de esquivar con un salto los últimos peldaños de la escalera. Mientras preparaba las maletas en la Zarzuela, recibió la visita sorpresa del duo musical Los del Río. Tras actuar en una fiesta flamenca en honor del rey Hussein de Jordania, don Juan Carlos les llevó al dormitorio de Felipe para que le cantaran «No te vayas todavía». A los reyes, recuerdan los cantantes, «se les llenaron los ojos de lágrimas, como a cualquier familia española en esa situación». Doña Sofía temía que su hijo pasara frío en ese gélido país, y don Juan Carlos recordaba los años tristes de su infancia en el internado de Lausana o en Madrid, alejado de su familia. En su nuevo colegio, Felipe de Borbón saboreó el gusto amargo de la soledad y dejó de ser el príncipe para convertirse sencillamente en «Flip».
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La forja de un príncipe 1985—1995
Objetivo terrorista —2 de junio de 1985
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El príncipe creció en los años de plomo de ETA. Como heredero de la Corona, siempre fue objetivo de la banda terrorista, pero en aquellos momentos surgió una nueva amenaza para la familia real. Las fuerzas de seguridad del Estado desmontaron un atentado organizado por militares y civiles golpistas. A través de un túnel subterráneo, pretendían volar con cien kilos de explosivos la tribuna desde la que los reyes y las infantas iban a presidir el desfile de las Fuerzas Armadas en La Coruña. Tras el 23-F, había quedado claro que, para que un golpe de Estado prosperara, había que hacerlo contra el rey. Mientras el príncipe apuraba sus últimos días en el colegio de Canadá, el resto de la familia real asistía en Galicia a uno de los desfiles militares más tensos de la democracia. Si el atentado se hubiera producido, habría cambiado dramáticamente el futuro de España.
Citado para el servicio militar —20 de julio de 1985
Todo estaba preparado para que el príncipe empezara en septiembre su formación castrense y se incorporara como caballero cadete a la Academia General Militar de Zaragoza. Sin embargo, ese verano Felipe recibió en el palacio de la Zarzuela una papeleta de citación para su alistamiento en el servicio militar en el reemplazo de 1987. Se la enviaba la Junta Municipal de Reclutamiento del distrito de Fuencarral, que le citaba el 10 de octubre a las 9 horas y le advertía de que debía llevar el DNI y un certificado de nacimiento. Su ayudante, José Antonio Alcina, relató que el príncipe se quedó perplejo con la citación y que el jefe de la Casa del Rey, marqués de Mondéjar, contestó a la Junta e informó de la próxima incorporación del heredero de la Corona a las Fuerzas Armadas.
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Se impone la formación castrense —2 de septiembre de 1985
Hasta el último momento, el Gobierno de Felipe González intentó eliminar o reducir al mínimo la formación militar del heredero de la Corona. En aquellos tiempos el Ejército levantaba sospechas en algunos sectores políticos y estos argumentaban que el príncipe podría recibir una formación que consideraban demasiado militarista. El rey tuvo que defender con criterios muy convincentes la necesidad de que un futuro monarca, a quien la Constitución atribuía el mando supremo de las Fuerzas Armadas, tenía que pasar por las tres academias militares y permanecer en cada una de ellas el tiempo suficiente para conocerlas a fondo, convivir con sus compañeros e impregnarse de los valores castrenses. Cuatro años después del intento de golpe de Estado, don Juan Carlos tenía muy presente lo útil y beneficiosa que había sido para él su relación con el Ejército. A pesar de las presiones políticas, Felipe ingresó en la Academia General de Zaragoza, donde pasó el primero de los tres años que recibió formación militar.
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Jura de bandera —11 de octubre de 1985
Una vez asumido que el príncipe recibiría formación militar, el Gobierno trató de evitar que jurara bandera en la Academia General de Zaragoza y propuso como alternativa que se celebrara en Madrid una ceremonia conjunta con las tres academias. No obstante, se impuso el criterio del rey, y la víspera de la Fiesta Nacional el caballero cadete Borbón prestó juramento en el mismo patio donde lo había hecho su padre treinta años antes, ante la misma bandera, que había sido bordada por su tatarabuela la reina María Cristina, y en presencia de la familia real y de las altas autoridades del Estado. Durante su estancia en Zaragoza, el príncipe recibió su primer sueldo, como cadete, de 26.000 pesetas al mes, y sufrió sus primeros arrestos.
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Un heredero mayor de edad —30 de enero de 1986
El mismo día que cumplió 18 años, el heredero de la Corona juró la Constitución ante las Cortes. La mayoría de edad del príncipe coincidió con un momento inédito en la historia de España: por primera vez, el PSOE gobernaba con la monarquía, y el Ejecutivo socialista aprovechó la ocasión para mostrar «el apoyo de todos a la Corona». Vestido con su primer chaqué y luciendo la insignia del Toisón de Oro, le tomó juramento el presidente del Congreso de los Diputados, Gregorio PecesBarba, que pronunció un discurso institucional aunque hizo mención a su condición de socialista. Tras la jura en el hemiciclo, la celebración continuó en el Palacio Real, donde el rey impuso al príncipe el Collar de Carlos III, y el presidente del Gobierno, Felipe González, reiteró su apoyo a la Corona: «Vuestra Alteza Real sabe que cuenta con la lealtad y simpatía del Gobierno». Don Felipe recordaría después que «era muy consciente de la importancia de ese acto» y que experimentó «al mismo tiempo el sentimiento de satisfacción y el peso de la responsabilidad». Aquella tarde, celebró su cumpleaños con sus amigos, y sus padres le regalaron su primer coche, un Seat Ibiza de color dorado metalizado que aún hoy se conserva en el museo de la factoría en Barcelona.
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La primera oportunidad de votar —12 de marzo de 1986
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Tras estrenar su mayoría de edad, el príncipe ejerció por primera vez en su vida el derecho al voto en el referéndum sobre la permanencia de España en la OTAN. Al tratarse de un asunto institucional no partidista, la familia real podía participar en la consulta sin perder su neutralidad política. Don Felipe votó por correo, mientras que los reyes acudieron a depositar su papeleta en el colegio electoral de El Pardo.
Desfile tras el arresto —24 de mayo de 1986
© Dalda / ABC
El príncipe de Asturias desfiló por primera vez junto a sus compañeros de la Academia General Militar de Zaragoza en el Día de las Fuerzas Armadas, que ese año se celebró en Santa Cruz de Tenerife. Tres días antes de desplazarse a la isla, don Felipe había terminado un arresto de 48 horas que le había impuesto el general director de la Academia. El Príncipe se había escapado una noche junto a otros cadetes y, antes de que sus superiores se
enteraran por terceras personas, fue él mismo quien se lo comunicó al director, que le impuso el arresto.
Primera corrida de toros —26 de junio de 1986
© Archivo ABC
La afición de Las Ventas recibió con una ovación al príncipe de Asturias, que acudió aquella tarde por primera vez a una corrida de toros. Don Felipe acompañó al rey y al príncipe heredero de Marruecos, que se encontraba de visita oficial en Madrid. Aquella Corrida de la Beneficencia, con los toreros Julio Robles y Ortega Cano, había levantado gran expectación, pero acabó siendo «decepcionante», según relató el cronista taurino Vicente Zabala. Y añadía: «Lo sentimos muy de veras por el debut taurino del príncipe de Asturias, que se ha encontrado un festejo tedioso y anodino. Tenga la
seguridad, Vuestra Alteza, que la fiesta de los toros no es esto siempre. Solo algunas tardes. Tampoco los partidos del Mundial salen todos redondos».
Anfitriones en Mallorca —9 de agosto de 1986
© Manuel Hernández de León / EFE
La familia real invitó a pasar unos días en el palacio de Marivent a los príncipes de Gales, Carlos y Diana, acompañados de sus hijos, Guillermo y Enrique, y su estancia en Mallorca se convirtió en el acontecimiento internacional del verano. Cientos de fotógrafos y cámaras llegados de todo el mundo competían en busca de una exclusiva que tuviera como protagonista a la princesa Diana, en unos momentos en los que ya habían empezado a circular rumores sobre sus desavenencias matrimoniales. Carlos y Diana aprovecharon para disfrutar del mar y el sol a bordo del yate Fortuna y, tras
aquellas primeras vacaciones que calificaron de «inolvidables», los príncipes de Gales regresaron a Marivent los veranos de 1987, 1988 y 1990.
Inflexible con los tratos de favor —9 de enero de 1987
Tras incorporarse a la Escuela Naval de Marín, el caballero guardiamarina Borbón embarcó en el buque escuela Juan Sebastian Elcano, siguiendo la estela de su abuelo, don Juan, y de su padre, don Juan Carlos. Durante cinco meses, el príncipe recorrió unas 15.000 millas, desde el puerto de Cádiz al de Baltimore, con numerosas escalas intermedias, y realizó a bordo las mismas tareas que el resto de los guardiamarinas. Inflexible a recibir trato de favor, don Felipe se ganó el respeto de sus compañeros. Trepó a los mástiles, plegó velas, fregó la cubierta, hizo guardias, sufrió temporales, cumplió arrestos de alba, que consistían en levantarse a la salida del sol y subir a la parte más alta del palo trinquete, y también celebró su 19 cumpleaños en plena travesía hacia América. Incluso, sufrió un incidente sin mayores consecuencias, cuando en unos ejercicios de arriado de botes se rompieron los cabos que sostenían su embarcación por la proa y esta quedó suspendida por la popa mientras el príncipe y sus compañeros caían al mar. El cadete Borbón se despidió del buque escuela a finales de mayo en Baltimore para retomar su condición de heredero de la Corona y visitar al presidente de Estados Unidos.
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En el despacho oval de la Casa Blanca —26 de mayo de 1987
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Hasta ese día, el príncipe solo había visto el despacho oval de la Casa Blanca «en las películas». «Me impresionó estar en persona», recordó después. Allí le recibió el presidente de Estados Unidos, Ronald Reagan, acompañado por el vicepresidente, George Bush padre. Después almorzó con el secretario de Estado, George Schulz; visitó la sede de la Organización de Estados Americanos, la Academia Naval de Annapolis, el Pentágono y la Cámara de Representantes y del Senado, pero aún le quedó tiempo para salir de copas con amigos y para hacer compras antes de regresar a Madrid. Atrás quedaba un inolvidable viaje de cinco meses de duración a bordo del Juan Sebastián Elcano en los que había conseguido ser uno más sin dejar de ser el príncipe de Asturias.
La «suelta» del príncipe —2 de octubre de 1987
El día de su ingreso en la Academia General del Aire de San Javier (Murcia), el alférez Borbón mandó parar el Mercedes que le trasladaba poco antes de llegar a su destino y recorrió el último tramo a pie. Era una muestra más de que durante su formación militar no quería distinciones. El rey había dado instrucciones para que don Felipe realizara su primer vuelo en solitario cuando la dirección de la Academia considerase que estaba preparado, «sin necesidad de más permisos ni consultas a mí». Sus profesores veían en el príncipe un piloto superior a la media, pero el riesgo cero no existía, como se demostró el 29 de septiembre. Ese día, cuando todos los alumnos estaban volando con sus instructores, uno de los 30 aparatos se estrelló en Fuente Álamo y murieron sus dos ocupantes, el cadete Héctor Haya Beyser y su instructor, Carlos Montañano Navalpotro. Al príncipe le afectaron mucho las muertes de su compañero y del profesor, pero sus planes continuaron según lo previsto, y el 2 de octubre realizó la «suelta» con un avión igual al siniestrado, un T-34 Mentor.
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La pasión de volar —27 enero de 1988
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Cuatro meses después de su ingreso en la Academia General del Aire, el príncipe estaba suficientemente formado para realizar su primer vuelo en solitario con un reactor Casa 101. El 27 de enero amaneció con malas condiciones de visibilidad y tuvo que esperar hasta las doce del mediodía a que la bruma se despejara. Durante más de una hora, don Felipe realizó un vuelo perfecto, con acrobacia incluida, sobre la provincia de Murcia y, cuando se le dio la orden, regresó y posó suavemente el avión sobre la pista. Más adelante, en marzo de 1996, recibió instrucción como piloto de helicópteros en la base aérea de Armilla (Granada) y posteriormente tuvo la oportunidad de pilotar los más modernos aviones de combate, como hizo en
2008 con el Eurofighter en la base aérea de Morón (Sevilla). La aviación se convirtió en una de sus grandes pasiones, que practica en cuanto tiene ocasión y, a veces, aprovecha los desplazamientos a actos oficiales para hacer horas de vuelo.
Con la reina de Inglaterra —17 de octubre de 1988
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El príncipe de Asturias y su hermana, la infanta doña Elena, fueron los encargados de recibir a la reina Isabel II de Inglaterra y a su marido, el duque de Edimburgo, en el aeropuerto de Barajas y de acompañarles al palacio de El Pardo, convertido en la residencia de los mandatarios extranjeros que visitan España. Era la primera vez que un monarca británico realizaba un viaje oficial a nuestro país, aunque la relación entre las dos familias reales se remontaba a siete siglos atrás. Emparentadas por varios matrimonios a lo largo de la historia, el lazo más reciente era la boda del rey Alfonso XIII con Victoria Eugenia de Battenberg. Tanto Isabel II como don Felipe descendían directamente de la reina Victoria de Inglaterra. De hecho, Isabel II destacó que además de una visita de Estado aquello era una «reunión familiar».
Empieza la universidad —18 de octubre de 1988
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Después de valorar numerosas propuestas, el príncipe de Asturias empezó a estudiar la carrera de Derecho y ocho asignaturas de Ciencias Económicas y Empresariales en la Universidad Autónoma de Madrid. Don Felipe acudía a clase en un Lancia Delta conducido por él mismo. Para garantizar su seguridad, dos jóvenes guardias civiles miembros del equipo de seguridad de La Zarzuela se matricularon a la vez que el heredero sin que este conociera su verdadera identidad, aunque acabó descubriéndola. Los agentes estudiaban tanto como el resto de sus compañeros y terminaron sus licenciaturas. Durante los cinco años de carrera se organizaron cursos y conferencias para reforzar la formación del príncipe. En uno de ellos, sobre la Transición
política, participó el presidente del Gobierno Felipe González, que fue recibido con abucheos e insultos por parte de algunos estudiantes ante la presencia del príncipe de Asturias.
Con el patrón de España —25 de julio de 1989
Aquella fue la primera vez que el Rey encargó a su hijo que le representara en la tradicional ofrenda al apóstol Santiago. La costumbre establece que los Años Santos Xacobeos, es decir cuando la fiesta de Santiago cae en domingo, el monarca se desplaza a Compostela para rendir homenaje al patrón de España, pero en las demás ocasiones suele delegar en representantes. En su primer año, el heredero de la Corona pidió al apóstol paz en lugar de terror y «empleo digno», especialmente para los jóvenes, y le rogó por la unidad y la concordia de España. Posteriormente, don Felipe hizo tres ofrendas más en representación de su padre, en 1990, 1991 y 1993, y regresó, recién proclamado rey, en 2014. Ese año no era Xacobeo, pero hizo la excepción, porque, si hubiera seguido el calendario a rajatabla, habría tenido que esperar hasta 2021 para volver como monarca a la catedral de Compostela.
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El primer amor —20 de agosto de 1989
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Don Felipe había conocido ese verano en Madrid a una joven rubia y atractiva tres años mayor que él, con la que volvió a coincidir durante las vacaciones en Mallorca. Tras disfrutar de unas pocas semanas sin presión mediática, dos fotógrafos retrataron a la pareja a bordo de una lancha en aguas de Cabrera compartiendo risas y confidencias mientras ella aplicaba crema solar al príncipe. En los meses siguientes, don Felipe trató de desmentir la relación para bajar la enorme presión que sufría Isabel Sartorius y para no precipitar un anuncio que en las familias reales adquiere la categoría de compromiso matrimonial. Pero la pareja continuó saliendo durante casi dos años. Mucho tiempo después, Isabel declaró que su relación con don Felipe «terminó porque su mundo interior estaba roto» en aquella época. La joven vivía una
difícil situación familiar, agravada por la adicción a la cocaína que sufría su madre.
Cataluña, «mi tierra» —20 de abril de 1990
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En su primer acto oficial en Cataluña, el príncipe de Asturias y de Gerona intervino ante el Parlamento autonómico, donde pronunció un discurso en catalán y en castellano. «No podría representar lo que represento, sin haberme propuesto hablar catalán», afirmó. En otro momento añadió: «Caminaré por esta tierra, sabiendo que lo hago por mi tierra». La visita se desarrolló sin incidentes destacables, aunque cuando se disponía a hablar ante el Parlamento, tres diputados de ERC y dos del PCC, de los 135 autonómicos, abandonaron el salón, lo que provocó que el resto de la Cámara, puesto en pie, dedicara una ovación al heredero de la Corona.
Después, cuando terminó su discurso, otros tres diputados de ERC permanecieron en sus escaños sin aplaudir. Primero como príncipe y más adelante como rey, don Felipe viaja con frecuencia a Cataluña, que es, después de Madrid, la comunidad autónoma con más actos de la Corona.
«No estoy obligado a casarme con una princesa» —12 de julio de 1990
En el vuelo de regreso de un viaje a Australia y Nueva Zelanda, el príncipe reunió a los periodistas que le acompañaban y les pidió «respeto a mi vida privada». En aquella época aún mantenía su relación sentimental con Isabel Sartorius. También les comentó que no se sentía obligado a casarse con una persona que perteneciera a una familia real y que el abanico de princesas en edad casadera era muy reducido, por lo que le sería muy difícil escoger entre ellas. Don Felipe se acogía a lo establecido por la Constitución, que le permitía elegir libremente a su esposa mientras no contrajera matrimonio contra «la expresa prohibición del rey o de las Cortes Generales». No obstante, aquella fue la primera ocasión en la que el heredero de la Corona hizo pública su decisión de romper con una tradición histórica cuyo incumplimiento había supuesto hasta entonces la exclusión de la línea de sucesión a la Corona.
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Casa propia en Mallorca —20 de febrero de 1992
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La presencia de los reyes durante los veranos en Mallorca era la mejor campaña de promoción turística para Baleares, y la isla quería asegurarse la permanencia de la nueva generación de la familia real, que pronto empezaría a crecer con las bodas de las infantas y el previsible nacimiento de nuevos miembros. Por ello, el Gobierno autonómico emprendió una serie de gestiones con el Ministerio de Defensa —que culminaron este día— con el fin de que el Sector Naval cediera el uso de los terrenos y el pabellón militar de Son Vent, colindantes con el palacio de Marivent, de manera que el príncipe de Asturias pudiera disponer de su propia residencia estival en Mallorca. La casa de Son Vent se remodeló en 2004, poco antes de la boda de los príncipes de Asturias, que siguieron utilizando esa vivienda, en lugar de trasladarse al palacio de Marivent, tras la proclamación de don Felipe como rey.
El día que Barcelona deslumbró al mundo —25 de julio de 1992
Siguiendo los pasos de su padre, que compitió en los Juegos Olímpicos de Múnich 1972; de su madre, que fue suplente en los de Roma 1960, y de su hermana Cristina, que participó en Seul 1988, don Felipe se preparó a fondo para competir en los de Barcelona 1992. Los entrenamientos en el velero olímpico, que recibió el nombre de Fortuna, le obligaron a reducir al mínimo su actividad oficial y a dejar dos asignaturas (Derecho Mercantil y Derecho del Trabajo) para septiembre. El príncipe aceptó ser el abanderado del equipo español, a pesar de sus reticencias iniciales, pues no quería quitarle ese privilegio a otros atletas que, en su opinión, lo merecían más que él. El día de la inauguración de los Juegos, Barcelona deslumbró al mundo con una brillante ceremonia, y uno de los momentos apoteósicos fue cuando el príncipe desfiló con la bandera española. Doña Elena, emocionada, no pudo reprimir las lágrimas; doña Sofía alzó los brazos y don Juan Carlos aplaudía con fuerza, mientras miles de personas coreaban el nombre de «Felipe». Su equipo terminó en sexto lugar y obtuvo por ello un diploma olímpico.
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Muere don Juan de Borbón —1 de abril de 1993
La muerte de don Juan a los 79 años de edad, como consecuencia de un cáncer de laringe, no fue una sorpresa. El príncipe había celebrado con él su último cumpleaños en la Clínica Universitaria de Navarra, donde su abuelo estaba ingresado. Sin embargo, el fallecimiento del conde de Barcelona le sorprendió en Madrid, junto a su abuela doña María, que se recuperaba de una fractura en una pierna. Felipe llegó de madrugada a la clínica y estuvo velando a su abuelo en el pequeño oratorio del centro sanitario hasta que, después de una misa, se trasladaron sus restos en avión a Madrid. La capilla ardiente se instaló en el Palacio Real, donde miles de españoles acudieron a despedir como a un rey a aquel hombre que nunca reinó, y don Juan Carlos ordenó que su padre recibiera sepultura en el Panteón de Reyes del monasterio de San Lorenzo de El Escorial. Una vez más, en el cortejo fúnebre se repitió la escena de los tres eslabones de la cadena: al armón con el féretro de don Juan, le seguía don Juan Carlos y, unos pasos detrás, el príncipe de Asturias. «Mi abuelo fue un gran hombre, un gran demócrata y un gran patriota. Siempre puso los intereses de España por encima de los suyos personales», afirmó don Felipe años después.
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El primer príncipe licenciado en la universidad —17 de junio de 1993
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Tras examinarse ese día de la última asignatura de Derecho, don Felipe se convirtió en el primer príncipe de Asturias con una licenciatura universitaria. En su expediente acumulaba una matrícula de honor, catorce sobresalientes y ocho notables, según datos del periodista José Apezarena. Dos asignaturas se las convalidaron por los estudios complementarios de Ciencias Económicas y Empresariales, que terminó ocho días después con cuatro sobresalientes, tres notables y un aprobado. Además, había recibido clases particulares y asistido a cursos y conferencias para reforzar sus conocimientos. Ningún heredero de la Corona española había recibido una formación académica tan amplia, pero don Felipe no se sentía plenamente satisfecho y el invierno anterior había comunicado a su padre que quería seguir estudiando. Su deseo era completar su formación en el extranjero y, tras analizar las distintas opciones, solicitó su admisión en el máster en Relaciones Internacionales de la Universidad de Georgetown (Washington).
Un máster en Georgetown —1 de septiembre de 1993
El alumno Felipe de Borbón alquiló con su primo Pablo de Grecia un chalet sin muebles de la urbanización The Cloisters, situado a menos de diez minutos a pie de la Universidad de Georgetown, distancia que él prefería recorrer en bicicleta. Los dos estudiantes compraron en Ikea e instalaron ellos mismos algunos de los muebles que necesitaban. En la capital de Estados Unidos Felipe pasaba casi inadvertido, lo que le permitía hacer la compra en el supermercado, visitar la biblioteca o ir a restaurantes. Un mes después de su llegada, recibió la visita de los reyes, que le llevaban una sorpresa: a su perro, un schnauzer miniatura que se había quedado en Madrid. Tiempo después, el príncipe relató que «en Georgetown se me abrió un campo nuevo, por el que siempre sentía cierta atracción. El mundo internacional es difícil de entender y manejar si uno no tiene los conocimientos para ello. Me atraía mucho por una reflexión muy básica, que es cuál es la posición de España en el mundo y qué influencia podemos tener. Esto que parece muy grandilocuente, allí lo pude entender porque pude tener contacto con una gran cantidad de personas y de agencias internacionales». Don Felipe también recuerda con añoranza la vida de estudiante en Washington: «Es importante mantener de alguna manera una vida privada y poder tener la posibilidad de salir a la calle y pasar desapercibido».
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En defensa del medio ambiente —1 de noviembre de 1994
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Como todos los niños de su generación, Felipe creció bajo la influencia de Félix Rodríguez de la Fuente, el gran divulgador que enseñó a los españoles a respetar la naturaleza y el medio ambiente. Por ello, cuando Borja Cardelús propuso al príncipe participar en el rodaje de una serie de diez capítulos sobre La España salvaje, don Felipe accedió y solo puso dos condiciones: que pudiera implicarse a fondo en la serie y que esta sirviera para concienciar a los españoles a favor de la protección de la naturaleza. El rodaje se prolongó durante dos años, aprovechando los viajes del príncipe a España, y se estrenó en octubre de 1996. Don Felipe defendía el desarrollo sostenible, compatible con el respeto a la naturaleza, un mensaje
en el que ha vuelto a insistir después con frecuencia. Ya como rey, ha urgido en varias ocasiones a cambiar el modelo económico mundial hacia uno sostenible: «No hablamos de profecías; sino de previsiones que se confirman, como el calentamiento global».
Un corte en el labio —6 de enero de 1995
Aquellas Navidades don Felipe había estado esquiando en Baqueira Beret, donde sufrió un pequeño accidente de esquí que le ocasionó una herida en el labio. Solo se tuvo conocimiento del percance cuando regresó a Madrid y se incorporó a su actividad oficial con el labio partido. En aquellos años, la familia real solía asistir a la Gala de Reyes que organizaba el tenor Plácido Domingo, y fue allí donde apareció por primera vez con el corte en el rostro, aunque al día siguiente tuvo que exponerse de nuevo en público durante la tradicional Pascua Militar. La lesión se resolvió con unos puntos de sutura, pero le dejó una pequeña cicatriz que el paso de los años no ha logrado borrar del todo.
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Una novia misteriosa —31 de enero de 1995
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En aquellos días se publicaron en España las fotografías del príncipe con una joven paseando por Nueva York tras haber celebrado en una discoteca el cumpleaños de don Felipe. Esa misma joven, cuya identidad se desconocía por entonces, volvió a aparecer poco después entre los amigos que habían pasado con don Felipe las vacaciones de Semana Santa en la isla caribeña de San Martín. Se trataba de Gigi Howard, una atractiva estadounidense que salió durante un año con el príncipe y que también sufrió el acoso mediático. De hecho, Gigi tuvo que testificar en Nueva York durante el juicio a un
periodista español acusado de haberle pinchado el teléfono. La joven negó ante el juez ser la novia del príncipe, porque lo más probable es que en aquellas fechas, agosto de 1996, ya no lo fuera.
«No se puede estar toda la vida estudiando» —26 de mayo de 1995
Tras dos años en Washington, el príncipe de Asturias recibió el título de Master of Science on Foreign Services por la Universidad de Georgetown. Aquel acto académico, al que acudió toda la familia real, puso fin a una etapa y marcó el comienzo de una nueva. Como decía el jurista Aurelio Menéndez, que fue su preceptor, «no se puede estar toda la vida en la universidad. No tiene sentido seguir con más estudios». A partir de entonces, don Felipe debería regresar al palacio de la Zarzuela y dotar de contenido la función del heredero de la Corona, algo para lo que no existía ningún manual en el que inspirarse. No se trataba de ser un príncipe a la espera, sino de empezar a trabajar al servicio de los españoles.
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En el punto de mira de ETA —10 de agosto de 1995
La banda terrorista ETA había preparado un atentado para acabar ese verano con la vida del rey o con la del príncipe de Asturias, cuando embarcaran en el Fortuna, el yate de recreo que utilizaba la familia real en Mallorca. Los terroristas llegaron a alquilar un apartamento próximo a Puerto Pi, desde el que tenían previsto disparar, y se habían dado de plazo hasta el 13 de agosto para cometer el atentado. Las fuerzas de seguridad del Estado detectaron sus planes con antelación y en la noche del 9 al 10 de agosto procedieron a la detención de Jorge García Sertucha (en la imagen), José Rego Vidal e Iñaki Rego Sebastián. Los etarras se jactaron de haber tenido a don Juan Carlos en tres ocasiones en el punto de mira de su rifle, y afirmaron que no habían disparado porque no tenían asegurada la huida de la isla.
© Manuel Hernández de León / EFE
Aprendiendo el oficio de rey 1995—2010
Un hombre de confianza —1 de diciembre de 1995
© Óscar Pipkin / EFE
Una vez finalizada su formación académica y militar, don Felipe comenzó una nueva etapa como heredero de la Corona y precisaba a su lado a un hombre de confianza que se pusiera al frente de su secretaría y le ayudara a diseñar su plan de trabajo ante un relevo en la Corona que se preveía muy lejano. La Constitución no le atribuía más función que la regencia, si quedara inhabilitado el rey, y la sucesión, en caso de muerte o abdicación del monarca.
Por sugerencia del catedrático Aurelio Menéndez, que había sido el responsable de la formación jurídica del príncipe, se eligió a Jaime Alfonsín (en la imagen, detrás de don Felipe, con corbata amarilla), un abogado del Estado discreto, prudente, casi invisible, meticuloso, con amplia experiencia profesional y sólidos principios. En aquel momento Alfonsín trabajaba en el despacho de Uría & Menéndez, pero estuvo dispuesto a renunciar a una carrera brillante con elevados ingresos para prestar servicio al heredero de la Corona. Aquel hombre se convirtió en la mano derecha del príncipe, y cuando don Felipe fue proclamado rey, le nombró jefe de su Casa.
Embajador en Iberoamérica —14 de enero de 1996
Macarthur Mcburney / EFE
Una de las funciones más importantes que se atribuyó al príncipe de Asturias fue la representación de España en las tomas de posesión de los presidentes iberoamericanos, una misión que, hasta entonces, recaía en el jefe del Ejecutivo. Así lo acordó el rey con el gobierno de Felipe González y con el principal partido de la oposición, el PP. Con aquella decisión ganaban las tres partes: el Estado disponía de un embajador de alto nivel, los países iberoamericanos valoraban positivamente que España enviara a un representante tan destacado y don Felipe asumía una función de peso que le
proporcionaría una excelente experiencia diplomática y una valiosa red de contactos internacionales. El príncipe y quienes le acompañaron nunca olvidarán la primera toma de posesión a la que asistió, que fue la del presidente de Guatemala, Alvaro Arzú. Don Felipe voló en un pequeño Falcon de la Fuerza Aérea española que hizo un par de escalas para repostar antes de aterrizar a oscuras en el aeropuerto. Allí mismo, el príncipe tuvo que pasar revista alumbrado por los faros de un jeep.
Con la defensa nacional —14 de enero de 1997
El príncipe mantenía una estrecha relación con las Fuerzas Armadas y presidía periódicamente las maniobras de los tres ejércitos (en la imagen, a bordo del dragaminas Guadalquivir, en aguas de Mallorca). El 14 de enero de 1997 asistió por primera vez a una reunión de la Junta de Defensa Nacional con el rey, el presidente del Gobierno, cinco ministros y los miembros de la cúpula militar. A partir de ese momento se institucionalizó su presencia en el órgano que asesoraba al Gobierno en materia de defensa. En aquella época, todos los varones españoles tenían la obligación de hacer el servicio militar, y en esa reunión se defendió la necesidad de mejorar la eficacia de las Fuerzas Armadas a través de su plena profesionalización, aunque aún tuvieron que pasar cinco años para que la «mili» desapareciera.
© Tony Albir / EFE
«Hoy estoy sordo» —3 de mayo de 1997
© Archivo ABC
A medida que pasaban los años se iban incrementando las presiones al príncipe de Asturias para que abandonara su soltería, formara una familia y garantizara la continuidad de la dinastía. El día de la petición de mano de la infanta Cristina, mientras la familia real comparecía en el palacio de la Zarzuela ante los medios de comunicación, todas las miradas se dirigieron a don Felipe, que no pudo eludir la pregunta que le dirigió un periodista: «¿Se siente aludido?». El príncipe sonrió, se llevó la mano a la oreja y respondió: «No he oído nada. Estoy sordo hoy».
«¡Basta ya!» —14 de julio de 1997
ETA intentó echar un pulso al Estado pero acabó provocando una reacción de repulsa sin precedentes en la sociedad española. La banda terrorista secuestró a un joven concejal de Ermua, Miguel Ángel Blanco, y amenazó al Estado con asesinarlo si en 48 horas no se trasladaba a todos los presos etarras a las cárceles vascas. Cientos de miles de españoles se echaron a las calles para pedir la libertad del edil pero, transcurrido el plazo, ETA consumó el crimen con toda su crueldad y descerrajó dos tiros en la cabeza de Miguel Ángel. Cuatro días después del secuestro, Blanco recibió sepultura en el cementerio de Ermua, y el príncipe de Asturias viajó hasta esa localidad para acompañar a la familia y decir «¡Basta ya!», el grito de los demócratas contra el terrorismo. En esas tristes circunstancias, don Felipe improvisó unas sentidas palabras para expresar su pésame, condenar el atentado y agradecer las numerosas muestras de solidaridad. «El dolor de la familia Blanco Garrido y su angustia durante estos días es el dolor de todos los españoles que amamos y respetamos la vida y la libertad», afirmó.
© Manuel Hernández de León / EFE
Urdangarin entra en la familia —4 de octubre de 1997
© Manuel Hernández de León / EFE
La infanta Cristina contrajo matrimonio con un joven deportista vasco que había obtenido dos medallas olímpicas de bronce como miembro de la selección española de balonmano. Aquella boda por amor se celebró en la catedral de Barcelona, ciudad en la que ambos residían, en medio del entusiasmo popular y la alegría de la familia real. Mientras don Juan Carlos llevaba a su hija del brazo hacia el altar, don Felipe acompañaba a su madre, la reina, en el cortejo nupcial. Nadie se podía imaginar aquel día que el marido de la infanta acabaría poniendo en jaque a la Corona española por sus negocios privados y que veinte años después sería condenado a prisión por delitos de corrupción. En cuanto empezaron a conocerse los detalles del caso Nóos, el príncipe tomó la dolorosa pero necesaria decisión de marcar distancias con su cuñado.
Eva Sannum —19 de octubre de 1997
La noruega Eva Sannum tenía 22 años cuando la agencia de modelos Magic la contrató para que desfilara en Madrid. La joven estudiaba Publicidad, pero trabajaba como modelo para pagarse la carrera. Durante su estancia en la capital española, conoció al príncipe de Asturias por unos amigos comunes durante una cena en el restaurante mexicano El Cuchi, situado en el centro de Madrid, y ese encuentro sorprendentemente se filtró a unos paparazzi. Pronto surgió una relación sentimental entre don Felipe y Eva que suscitó fuertes críticas. La joven, que era hija de padres divorciados y había posado ocasionalmente como modelo en ropa interior, no parecía reunir las condiciones que los españoles esperaban en aquel momento de una futura princesa de Asturias.
© Ballesteros / EFE
Una entrevista a TVE al cumplir 30 años —30 de enero de 1998
© Archivo ABC
Con motivo de su trigésimo cumpleaños, el príncipe de Asturias concedió una larga entrevista a TVE en la que habló de España, del matrimonio, de su relación con el rey, del terrorismo, de la solidaridad, del paro, de la droga y de su formación como heredero. Aquel documento se convirtió en una referencia obligada para conocer la forma de pensar de don Felipe. «Para ser rey antes hay que ser persona. Un rey debe ser persona porque tiene que estar cercano a la gente. Tiene que saber percibir los sentimientos, las preocupaciones, es decir, no perder la condición de persona», afirmó. «No me considero un príncipe heredero a la espera de que se produzca la sucesión sino que, por el contrario, puedo desarrollar un conjunto de actividades y funciones con una sustantividad propia, diferentes de las de carácter
constitucional que ejerceré como rey. No enfoco el tiempo que medie hasta la sucesión como una etapa ociosa, llena tan solo de actos protocolarios, sino como una fase de trabajo útil al servicio de España y que en el terreno personal me satisfaga y me llene, porque ambas facetas son indispensables para el equilibro de mi persona», continuó.
Tras los pasos de Darwin —12 de agosto de 1998
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Don Felipe aprovechó un viaje oficial a Iberoamérica para cumplir su sueño de conocer las islas Galápagos, donde 160 años antes el científico Charles Darwin se inspiró para desarrollar su teoría de la evolución de las especies. Una teoría que no solo desmontaba los principios inamovibles en los que se basaba la ciencia en aquel momento sino que provocó una revolución filosófica y religiosa sobre el origen del hombre. Tras inaugurar un centro de interpretación financiado por Cooperación Española, el príncipe se quedó 24 horas visitando en privado el «paraíso terrenal». Don Felipe navegó por las islas, se bañó en sus aguas y contempló
su peculiar fauna. Allí pudo comprobar que los animales de las Galápagos, aislados del resto del mundo durante cinco millones de años y sin depredadores, no solo habían evolucionado de una forma distinta sino que además se mostraban confiados ante la presencia del ser humano.
Solidaridad tras el huracán —14 de noviembre de 1998
© Paco Campo / EFE
El huracán más mortífero de la historia reciente, Mitch, había dejado a su paso más de once mil víctimas mortales y un impresionante reguero de destrucción en Nicaragua, El Salvador, Honduras y Guatemala. Desde el Gran Huracán de 1780, no se había visto nada igual en el océano Atlántico, y el príncipe visitó las zonas más devastadas de los cuatro países, a las que España había enviado una generosa ayuda humanitaria. «Vengo a testimoniar la solidaridad de España», afirmó. Don Felipe conoció sobre el terreno los destrozos que había provocado la catástrofe natural, visitó a los afectados y caminó sobre tablones de madera por las calles embarradas para poder transmitir un mensaje de aliento y esperanza ante tanta destrucción.
Un príncipe europeo —18 de enero de 1999
Con el fin de conocer los entresijos de la Unión Europea, el príncipe hizo un viaje de inmersión que le llevó a Bruselas, Luxemburgo, Estrasburgo y Fráncfort. Fueron cinco semanas intensas en las que visitó las instituciones, mantuvo un centenar de entrevistas personales (en la imagen, con Marcelino Oreja, comisario europeo) y asistió a largas reuniones en las que afianzó su convicción en el proyecto europeo. España había ingresado trece años antes en la Unión Europea —que entonces contaba con quince Estados miembros—, pero aún se utilizaba la peseta, ya que el euro no empezó a circular hasta enero de 2002. A mitad de la estancia, don Felipe hizo un paréntesis para viajar a Venezuela y representar a España en la toma de posesión de su nuevo presidente, Hugo Chávez.
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Con Nelson Mandela —17 de junio de 1999
En la década de los noventa, el mundo estaba pendiente de Sudáfrica, que había abolido la segregación racial después de siglos de sometimiento de una mayoría de raza negra a una minoría blanca. El activista Nelson Mandela fue liberado tras permanecer 27 años en la cárcel por luchar contra el racismo y, tras ganar las primeras elecciones democráticas, se convirtió en 1994 en el primer presidente de su país de raza negra. Su principal objetivo era lograr la reconciliación nacional. Igual que España, Sudáfrica había protagonizado una Transición modélica y el Gobierno encomendó al príncipe de Asturias la representación oficial en la toma de posesión de Mandela. Don Felipe ya conocía personalmente al líder africano, a quien en 1992 había entregado el Premio Príncipe de Asturias de Cooperación Internacional. Entre las tomas de posesión de los mandatarios extranjeros, los viajes al exterior y las personalidades galardonadas en Oviedo, el príncipe estaba tejiendo una valiosa red de contactos internacionales. Don Felipe regresó a Sudáfrica cinco años después, cuando Mandela se retiró de la política para dedicarse a obras solidarias, y el líder africano viajó a Madrid en 2004 para asistir a la boda de los príncipes de Asturias. En 2010 volvieron a coincidir en el Mundial de Fútbol de Sudáfrica, que ganó España, y en 2013 don Felipe asistió en Johannesburgo a sus funerales. «Ha sido para mí un honor y un privilegio haber podido conocerle», afirmó.
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«Mi hijo se casará… cuando le dé la gana» —24 de junio de 1999
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Don Juan Carlos celebró aquel año su onomástica con una misa en el palacio de la Zarzuela, a la que asistió la familia real, y una sencilla recepción a las altas autoridades de Estado. Antes de la ceremonia religiosa, la familia al completo posó para los fotógrafos, y el nieto de los reyes, Felipe de Marichalar, que todavía no había cumplido un año, se convirtió en protagonista indiscutible. Don Juan Carlos movía la mano del niño para que saludara a la prensa. «Os tengo que hacer un anuncio muy importante», comentó el rey acercándose a los periodistas. «¿No estabais toda la prensa esperando…?», preguntó don Juan Carlos, que dejó pasar unos segundos de estudiado suspense y agregó: «Mi hijo se casará… cuando le dé la gana».
Concentración contra ETA —3 de diciembre de 1999
El príncipe se encontraba en aquellos días en Bruselas para completar su formación en las instituciones europeas cuando se sumó a una concentración contra ETA que había sido convocada por los funcionarios españoles en la capital comunitaria y que acabó convertida en una emocionante muestra de solidaridad de la Unión Europea. Días antes la banda terrorista había anunciado la ruptura de la tregua que mantenía desde hacía catorce meses, y en casi todas las ciudades españolas se sucedieron las protestas ciudadanas contra la nueva amenaza de muerte. Aquella fue la primera vez que se pudo ver al heredero de la Corona detrás de una pancarta. En ella se podía leer en francés y flamenco «Por la paz».
© Ángel Millán / EFE
Las fotos del viaje a la India —7 de diciembre de 2000
Durante casi dos años, don Felipe y Eva Sannum habían conseguido mantener discretamente su relación a salvo de las cámaras de los fotógrafos. Sin embargo, aquel día la revista ¡Hola! publicó en portada y en páginas interiores las fotografías de un viaje que la pareja había realizado a la India y Nepal, junto a otros amigos, en el verano de 1999, casi un año y medio antes. No eran fotos robadas, sino que alguien las había filtrado. Las imágenes, en las que se podía ver al príncipe y a su novia en actitud relajada delante del Taj Mahal o montando en elefante, desencadenaron un fuerte debate en la sociedad española sobre la idoneidad de Eva como princesa de Asturias y también sobre las razones por las que la revista había publicado el reportaje que confirmaba la relación sentimental de don Felipe con la joven noruega. Ajenos a la polémica, ellos se siguieron viendo, a veces en Madrid, otras en París o en Oslo, donde el heredero de la Corona se hospedaba en un sencillo hotel de tres estrellas para pasar inadvertido. También acudieron juntos a esquiar en Austria. A medida que crecía el debate en España, se disparaba la presión mediática sobre la pareja, y cada nueva foto que se publicaba alimentaba la polémica.
© Cortesía Revista ¡Hola!
El fin de una relación que nunca se confirmó —14 de diciembre de 2001
© Aleksander Nordahl / POOL / Pressens Bild / MAXPP
«Eva y yo hemos decidido de mutuo acuerdo poner fin a nuestra relación». Con estas palabras, el príncipe anunció a los periodistas habituales de la Zarzuela la ruptura de su noviazgo con la joven noruega. Los informadores habían sido citados para una charla navideña con el jefe y el secretario general de la Casa del Rey, cuando don Felipe se sumó por sorpresa a la reunión para dar a conocer una decisión «personal, tomada en la intimidad y desde la libertad». «No hay ruptura de compromiso porque nunca hubo compromiso», añadió. «Como no ha sido oficial, os hablo de manera personal y en nombre de los dos».
Cuatro meses antes, el heredero de la Corona y Eva Sannum habían sido retratados juntos en la boda del príncipe Haakon de Noruega y Mette-Marit. La foto (sobre estas líneas), en la que se veía a la joven con un escotado vestido azul sosteniendo una copa, había sido interpretada por la sociedad española como la confirmación oficial de un noviazgo que suscitaba una gran controversia.
Un hogar propio —26 de junio de 2002
A los 34 años, el príncipe se instaló en su nuevo hogar, una casa de estilo castellano de 1.771 metros cuadrados que costó 4,2 millones de euros, propiedad de Patrimonio Nacional y con cuatro plantas que inicialmente se distribuían de la siguiente forma: una planta principal de 568 metros cuadrados destinados a uso oficial, una primera planta de 423 metros que albergaba los dormitorios y un semisótano de 780 metros para servicios. Además, disponía de una buhardilla, que en aquellos momentos se encontraba aún vacía. Don Felipe estrenó su residencia con una reunión de la Fundación Príncipe de Asturias en la que él mismo ejerció de anfitrión ante los periodistas y les mostró su despacho, el salón y la biblioteca. En la planta principal, con acceso al porche y al jardín, también se encontraba el comedor, que perteneció a sus abuelos los condes de Barcelona, con capacidad para dieciocho comensales, así como el despacho de su ayudante y la sala de espera de las visitas. La primera planta, a la que se accedía por una escalera de caracol, albergaba el dormitorio principal con dos vestidores y dos cuartos de baño; otros tres dormitorios con dos baños y un aseo, un despacho y un antedespacho. Y en el semisótano, además de la zona del servicio, se instaló una gran cocina para poder atender recepciones y comidas oficiales.
© Manuel Hernández de León / EFE
«Yo no me muevo» —7 de agosto de 2002
El príncipe fue el primer representante extranjero que aterrizó en Bogotá para asistir a la toma de posesión del nuevo presidente de Colombia, Álvaro Uribe. Veinte mil soldados y policías patrullaban la ciudad, especialmente el centro histórico, donde se encuentran el Congreso y el palacio presidencial. Un avión radar de Estados Unidos y varios caza de combate colombianos vigilaban el espacio aéreo, cerrado al tráfico por razones de seguridad, y cientos de francotiradores de élite observaban desde las torres de la catedral y los edificios próximos al Congreso, donde se celebró la ceremonia. A pesar de las medidas de seguridad, un brutal ataque terrorista de las FARC enlutó la toma de posesión de Uribe. Una veintena de personas perdieron la vida y 64 resultaron heridas. Cuando las explosiones retumbaron en el Congreso, el príncipe y los demás mandatarios extranjeros mantuvieron la calma, pero en cuanto la ceremonia concluyó, solo don Felipe permaneció en Bogotá. Las demás delegaciones cancelaron sus compromisos y regresaron inmediatamente a su país. El presidente de Venezuela, Hugo Chávez, anuló una rueda de prensa para volver cuanto antes a Caracas. Lo mismo hizo el presidente argentino, Eduardo Duhalde. El príncipe llamó por teléfono al presidente del Gobierno, José María Aznar, para informarle de los atentados y le dijo: «Yo no me muevo». Desde el Capitolio Nacional, don Felipe se trasladó a la residencia del embajador, donde catorce personas le esperaban para cenar. Allí lamentó lo sucedido, expresó su pesar a las familias de las víctimas y solo cuando terminó el programa previsto regresó a Madrid como estaba convenido. Fue el primero en llegar y el último en irse.
Rafa Salafranca / EFE
«Un encuentro casual» —17 de octubre de 2002
© EFE / TVE
El príncipe acudió esa noche a la casa del periodista de TVE Pedro Erquicia, que ofrecía una cena en su ático del barrio de Salamanca. Allí conoció a la también periodista Letizia Ortiz Rocasolano, que se había sumado a la cita en el último momento, en sustitución de la esposa de otro invitado que se había sentido indispuesta y no pudo asistir. Don Felipe conocía a Letizia de verla por televisión y le gustaba su forma de desenvolverse ante las cámaras. La periodista había presentado Informe Semanal y el Telediario matinal, y en aquel momento acababa de regresar de Estados Unidos, donde había cubierto el primer aniversario de los atentados del 11-S. Según testigos presenciales, ambos congeniaron y estuvieron conversando y bromeando durante toda la noche hasta que don Felipe abandonó la cena a la una de la madrugada. No obstante, el príncipe aseguró después que aquello
«fue un encuentro casual y no tuvo ninguna consecuencia. Fue en la primavera que tomamos más contacto y aquello fructificó».
«Que sepa Galicia que no está sola» —16 de diciembre de 2002
El hundimiento del petrolero Prestige frente a las costas gallegas estaba provocando uno de los mayores desastres ecológicos de la historia de España y suponía una amenaza para las miles de familias que vivían del mar. La crisis había enfrentado a los políticos, que se enzarzaron en un debate estéril mientras surgía una ola de solidaridad ciudadana con los afectados. Ante la falta de una respuesta rápida de las autoridades, voluntarios de toda España viajaron a Galicia para retirar con sus manos el petróleo de las playas. El príncipe visitó las zonas afectadas por la catástrofe y tras reunirse con voluntarios, marineros, pescadores, mariscadores y demás afectados, afirmó: «Que sepa Galicia que no está sola». También hizo un llamamiento a las autoridades: «Sigue siendo hora de arrimar el hombro, de sumar esfuerzos para que salgamos cuanto antes de este desastre». La visita incluía la inauguración del Museo de Arte Contemporáneo de Vigo, junto al veterano político Manuel Fraga, a quien cientos de radicales nacionalistas recibieron con abucheos y lanzándole chapapote. A la salida, don Felipe tuvo que abandonar el edificio protegido bajo un paraguas.
© Miguel Riopa / EFE
Con Fidel Castro —15 de enero de 2003
© Eduardo Tapia / EFE
El único país de Iberoamérica que don Felipe no pudo visitar nunca como príncipe de Asturias fue Cuba. Al tratarse de una dictadura gobernada durante casi cincuenta años por Fidel Castro y posteriormente por su hermano Raúl, en Cuba no ha habido relevos democráticos en las últimas décadas. Aunque le hubiera gustado conocer la isla, don Felipe tampoco pudo visitarla en privado, por razones políticas. Sin embargo, el príncipe coincidió con Fidel
Castro en algunas de las tomas de posesión de otros mandatarios iberoamericanos, como fueron las del brasileño Luiz Inácio Lula da Silva, el ecuatoriano Lucio Gutiérrez, el argentino Néstor Kirchner y el paraguayo Nicanor Duarte en 2003. El protocolo, que asignaba a don Felipe el estatus de jefe de Estado, solía sentarles juntos.
La peor tragedia del Ejército español —28 de mayo de 2003
Sesenta y dos militares murieron en un accidente de aviación en Turquía cuando regresaban a España tras cuatro meses y medio en Afganistán. El funeral se ofició en Torrejón de Ardoz ante los féretros y bajo un clima de enorme tristeza y elevada tensión. Los familiares acusaban a los políticos de haber alquilado un avión para trasladar a las tropas que no reunía suficientes condiciones de seguridad. En ese momento todavía no se sabía que también se habían cometido graves errores en la identificación de los cadáveres. En esas circunstancias, los reyes y el príncipe de Asturias asistieron a la ceremonia y trataron de reconfortar a las inconsolables familias de las víctimas. Catorce años después, el Consejo de Estado responsabilizó del accidente al Ministerio de Defensa, argumentando que podía haber evitado la mayor catástrofe aérea de las Fuerzas Armadas en tiempos de paz, y la ministra María Dolores de Cospedal pidió perdón en nombre del Estado a los familiares.
© Jaime García ABC
Letizia, en el telediario de mayor audiencia —22 de abril de 2003
© Emilio Morenatti / EFE
Aquella primavera, Letizia Ortiz fue enviada a Irak por TVE para cubrir la Guerra del Golfo (en la imagen aparece cubierta con un pañuelo en una mezquita de Basora) y, al poco tiempo de su regreso, sus compañeros de trabajo supusieron que salía con «un chico» con el que hablaba por un teléfono móvil muy avanzado que llamaba la atención. Unos meses después, con motivo de las vacaciones estivales, TVE relevó a once presentadores de sus informativos. El cambio más significativo se produjo en el Telediario de las tres de la tarde, el de mayor audiencia de la cadena, en el que Letizia Ortiz y Josep Puigbó sustituyeron provisionalmente a Ana Blanco. Después, en septiembre, la periodista pasó a presentar el telediario de la noche, junto a Alfredo Urdaci.
La primera foto juntos —24 de octubre de 2003
Don Felipe tenía la costumbre, y la mantiene, de acercarse a saludar a los profesionales de TVE que retransmiten en directo desde Oviedo los actos de la entrega de los premios Príncipe de Asturias. En octubre de 2003 una de las periodistas que se había desplazado desde Madrid para informar de la ceremonia era Letizia Ortiz, a la que el heredero de la Corona saludó afectuosamente. Ambos mantenían una relación sentimental desde hacía unos meses, pero habían logrado mantenerla oculta, y durante el encuentro también disimularon. La foto del saludo, en la que aparecen con el director general de RTVE, José Antonio Sánchez, es la primera imagen pública de don Felipe y doña Letizia juntos. Ocho días después y tras unas filtraciones periodísticas, la Casa del Rey precipitó el anuncio del compromiso matrimonial del príncipe. Esta vez la decisión se presentaría como un hecho consumado para evitar el debate entre partidarios y detractores que se suscitó en tiempos de Eva Sannum. La periodista divorciada no se ajustaba al perfil que esperaban los españoles de una princesa de Asturias, pero la opinión pública comprendía las razones del corazón de un príncipe enamorado.
© EFE / TVE
«Letizia reúne las cualidades de una reina» —3 de noviembre de 2003
© Manuel Hernández de León / EFE
Dos días después del anuncio del compromiso matrimonial, los prometidos comparecieron juntos ante la prensa en el jardín de la residencia del príncipe. «Me da muchísima alegría poder manifestar lo feliz que me hace nuestro compromiso y lo enamorado que estoy de Letizia», afirmó don Felipe. «Yo os digo con convicción que Letizia es la mujer con la que quiero compartir mi vida y formar una familia. Además, como heredero de la Corona tengo la seguridad de que Letizia reúne las cualidades y capacidades necesarias para
asumir las responsabilidades y funciones como princesa de Asturias y futura reina de España». A continuación, tomó la palabra doña Letizia: «Desde muy joven soy periodista, y hasta los 31 años que tengo ahora, he ejercido mi profesión con ganas, con ilusión, con fuerza…Y de esa misma manera afronto lo que ahora iniciamos: con responsabilidad, con ilusión y con vocación de servicio a los españoles».
«Déjame hablar a mí» —6 de noviembre de 2003
Era la petición de mano más esperada de la historia reciente. A sus 35 años, el heredero de la Corona por fin se comprometía, después de años de presiones para que garantizara la continuidad de la dinastía con el matrimonio y la descendencia. La ceremonia se celebró en el Palacio Real de El Pardo para poder acoger a 350 periodistas de los mil que solicitaron acreditarse. Siguiendo los cánones de la tradición, los prometidos se intercambiaron los regalos y después comparecieron ante la prensa, primero solos y luego con sus familias. Sin embargo, la espontaneidad de doña Letizia, que llegó a interrumpir y a apostillar varias veces al príncipe, convirtió el acto en otra cosa, menos protocolario de lo esperado y más natural. Don Felipe regaló a su prometida una alianza de oro blanco y brillantes de talla baguette y «una joya de familia», y ella al príncipe unos gemelos de oro blanco con un zafiro azul y «una joya literaria» (la edición de lujo de 1852 de El doncel de don Enrique el doliente, de Larra). La anécdota de la petición se produjo cuando la prometida estaba explicando su nueva vida y el príncipe la interrumpió con un «vale, vale», y ella, ante la sorpresa de todos, insistió con un «déjame hablar a mí». En otro momento, don Felipe bromeó con que le gustaría tener «más de dos y por debajo de cinco» hijos, a lo que ella agregó un llamativo «¡anda!».
© Sergio Barrenechea / EFE
La matanza del 11-M —11 de marzo de 2004
© Ballesteros / EFE
Cuando faltaban dos meses para la boda, la alegría del príncipe y de su prometida se borró de un plumazo. Aquella mañana, España había sufrido los peores atentados de su historia, que arrebataron la vida a 192 personas y dejaron más de dos mil heridos. Don Felipe y doña Letizia acompañaron a la reina a visitar a los heridos y a sus familiares. Con la ministra de Sanidad, Ana Pastor, recorrieron los hospitales Gregorio Marañón, Doce de Octubre y
Clínico de Madrid, donde se vivían escenas de desgarro y dolor tan duras que la madre y la prometida del príncipe no pudieron contener las lágrimas. Letizia descubrió ese día el lado amargo de ser princesa de Asturias. Como periodista, había conocido el horror de las grandes tragedias cuando la enviaron a cubrir los atentados del 11-S en Nueva York, pero ahora lo vivía por primera vez desde una situación diferente.
Un funeral en lugar de una despedida de solteros —12 de marzo de 2004
Al día siguiente de los atentados, el príncipe encabezó la mayor manifestación de la democracia acompañado por sus hermanas, las infantas Elena y Cristina, y por dos millones de madrileños que dijeron «No» al terror. «Todos nos sentimos víctimas de este ataque atroz», comentó. En consonancia con el dolor que se respiraba, don Felipe y su prometida decidieron anular la despedida de solteros que tenían previsto celebrar días antes de la boda. También suspendieron el espectáculo multimedia que el Ayuntamiento de Madrid había preparado en su honor para el día 17 de mayo, como regalo de boda de los ciudadanos. Los prometidos pidieron al Consistorio que el presupuesto del espectáculo se destinara a las víctimas de los atentados o a financiar el monumento que se levantó en su recuerdo. El 24 de marzo asistieron con el resto de la familia real al funeral que se ofició en la catedral de la Almudena y, al final, el dolor contenido durante la ceremonia se desbordó cuando dieron el pésame y trataron de reconfortar a cada uno de los familiares de las víctimas.
© Paco Campos / EFE
El debut internacional de la futura princesa —14 de mayo de 2004
Una semana antes de su boda, el príncipe y su prometida asistieron en Copenhague al enlace matrimonial del príncipe Federico de Dinamarca con Mary Donaldson. En su debut ante las casas reales extranjeras, doña Letizia se cayó al suelo al salir de la habitación del hotel, pero se levantó, se recompuso y apareció en público con un espectacular vestido largo de color rojo, diseño de Lorenzo Caprile, y el cabello peinado en ondas. Tras la ceremonia religiosa en la catedral de Nuestra Señora y el banquete nupcial en el palacio de Fredensborg, los recién casados abrieron el baile con un vals y don Felipe y su prometida tuvieron ocasión de bailar por primera vez juntos en una gran fiesta de gala.
© Srdjuan Suki / epa / EFE
Los ensayos de la ceremonia —18,19 y 20 de mayo de 2004
Hacía noventa y ocho años que no se celebraba una boda de Estado en Madrid, y se cuidó hasta el mínimo detalle. Durante tres días se sucedieron los ensayos técnicos en los principales escenarios de la ceremonia: la catedral de la Almudena, el Palacio Real, el Patio de la Armería y la basílica de Atocha. Los novios, la reina y sus cinco nietos, el padre de doña Letizia, Jesús Ortiz, y quienes tenían asignada una misión especial el día del enlace, asistieron personalmente a los preparativos en los que nada se dejó al azar. El único factor que se no se podía controlar era el tiempo, y las previsiones meteorológicas anunciaban un 90 % de probabilidades de lluvia en el momento de la boda, por lo que se previeron dos planes para el cortejo nupcial: con lluvia y sin lluvia. Los protagonistas de los ensayos fueron los niños, en especial Felipe de Marichalar, que se llevó un patinete para las esperas y llamó la atención con sus travesuras.
© Manuel Hernández de León / EFE
Una boda para la historia —22 de mayo de 2004
Don Felipe y doña Letizia se convirtieron en marido y mujer en una brillante ceremonia celebrada en la catedral de la Almudena, de Madrid, ante dieciséis jefes de Estado extranjeros y treinta y ocho casas reales y con la música de los truenos como fondo. Al final, las previsiones se cumplieron y la lluvia deslució los primeros momentos de una boda en la que Madrid y España habían puesto toda su ilusión. El novio, con el uniforme de gran etiqueta de comandante del Ejército de Tierra, y los demás miembros de la familia real aún pudieron cruzar a pie la plaza de la Armería sobre la alfombra roja que unía el Palacio Real con el templo. Pero, minutos después, la novia, vestida por Pertegaz, y sus pajes, con espectaculares trajes inspirados en el siglo xviii español y en Goya, tuvieron que hacerlo en coche. Antes de otorgar su consentimiento al matrimonio, el príncipe de Asturias dirigió la mirada a su padre, el rey, y esperó que le diera la venia. Bastó con un leve gesto de don Juan Carlos, que asintió con la cabeza, para que la ceremonia prosiguiera como estaba previsto, con la única excepción de las travesuras que protagonizaron los niños con sus juegos y ocurrencias. «Soy un hombre feliz. Me he casado con la mujer que quiero», afirmó don Felipe en el brindis del banquete nupcial, antes de reiterar su compromiso como heredero: «No tengáis ninguna duda de que siempre pensaremos en España».
© Ballesteros / POOL / EFE
Luna de miel en España —23 de mayo de 2004
Los recién casados comenzaron su viaje de novios por tierras españolas y, al día siguiente de la boda, aparecieron por sorpresa en Cuenca, donde cenaron en un restaurante típico, el mesón Casas Colgadas, y durmieron en el Parador Nacional. Con don Felipe al volante, los príncipes visitaron Albarracín —allí almorzaron en Casa Santiago— y siguieron a Zaragoza, donde el entusiasmo popular estuvo a punto de arrollarles porque se había corrido la voz de la visita y les esperaban unas seis mil personas en la plaza del Pilar. Desde Zaragoza continuaron el viaje a Sos del Rey Católico, en cuyo Parador Nacional pernoctaron para visitar al día siguiente el palacio de Sada, donde nació Fernando el Católico. «Estamos disfrutando de España», afirmó doña Letizia. «Como veis, solos», bromeó don Felipe. Siguieron en ruta hasta Olite, donde el príncipe quería mostrar a su esposa el palacio de los reyes de Navarra, y terminaron en San Sebastián. Allí almorzaron en el restaurante del chef Juan Mari Arzak, pasearon por La Concha (en la imagen), entre aclamaciones y aplausos del público, y visitaron el museo de Chillida-Leku, en Hernani, desde donde se trasladaron al aeropuerto y emprendieron regreso en avión a Madrid.
© Javier Echhezarret / EFE
Viaje de novios de incógnito —31 de mayo de 2004
Tras asistir en Amán a la boda del príncipe Hamza de Jordania, hijo del rey Hussein y de la reina Noor, con su prima la princesa Noor, los príncipes de Asturias comenzaron su viaje de novios con una visita a la legendaria ciudad de Petra. Las autoridades jordanas les habían ofrecido la posibilidad de cerrar al público el recinto arqueológico durante su recorrido, pero don Felipe y doña Letizia rechazaron el ofrecimiento y tuvieron la suerte de que en ese momento hubiera muy pocos turistas. Algunos fotógrafos españoles se desplazaron hasta Petra para tomar las únicas fotos que se podrían realizar de la luna de miel de los príncipes, porque a partir de ese momento emprendieron un viaje estrictamente de incógnito de 23 días de duración y bajo estrechas medidas de seguridad para garantizar la intimidad de los recién casados. A su regreso, el día de la onomástica de don Juan Carlos, don Felipe reconoció que el viaje «se nos ha hecho muy corto», y doña Letizia apostilló: «Teníamos ganas de volver y empezar a trabajar».
© Ángel Díaz / EFE
Hijo de Cervantes —18 de julio de 2004
Don Felipe se define a sí mismo como «hijo de Cervantes», y una de las referencias que inspira sus discursos es el Quijote. Quizá por ello asumió con tanto entusiasmo el cometido de promocionar el idioma español y extender por el planeta el «territorio de La Mancha», en el que habitan unos 500 millones de personas de diversos países. «Los españoles —afirma— solo somos copropietarios de este tesoro cultural y lingüístico que compartimos con tantos hispanohablantes del mundo». Don Felipe está convencido de que «nuestra lengua constituye un inmenso tesoro cultural, pero también una extraordinaria fuente de riqueza económica, real, tangible, presente y futura». Durante los años de expansión del Instituto Cervantes, a él le correspondió inaugurar las nuevas sedes y, en los últimos tiempos, ha añadido una nueva cruzada: expandir el español en internet. En la Real Academia Española, en la entrega de los principales premios culturales, en los congresos de la Lengua o en la Feria del Libro, don Felipe no ha perdido ocasión de apoyar el idioma español ni a los escritores que han contribuido a su riqueza y expansión (en la imagen, con Gabriel García Márquez).
© Héctor López / EFE
Acude a votar por primera vez —20 de febrero de 2005
© Ángel Díaz / EFE
Don Felipe acudió por primera vez a votar a un colegio electoral en el referéndum para la Constitución Europea. Los príncipes depositaron su voto en el colegio público Monte del Pardo, en cuyo censo estaban inscritos con los números 88 y 486, respectivamente. El heredero de la Corona ya había votado con anterioridad, en el referéndum convocado para ratificar la permanencia de España en la OTAN, pero en aquella ocasión lo hizo por correo al estar realizando su formación militar en la Academia General de Zaragoza. «Vaya expectación», comentó don Felipe al ver la sala llena de periodistas. En la imagen, el príncipe entrega su voto a la presidenta de la mesa electoral, María Josefa Muñoz, en presencia de su esposa.
En la favela brasileña de Candeal —26 de febrero de 2005
La primera visita oficial de los príncipes a Iberoamérica tuvo como destino Brasil, donde les recibió el presidente, Luiz Inácio Lula da Silva, con honores de jefe de Estado. Don Felipe y doña Letizia inauguraron un foro empresarial y una nueva sede del Instituto Cervantes, pero la visita que nunca olvidarían fue la que realizaron a la favela de Candeal, un humilde barrio de Salvador de Bahía que había conseguido salir de la pobreza gracias a la música y al más famoso de sus 5500 vecinos, Carlinhos Brown. Los príncipes pusieron la primera piedra de una guardería financiada por Cooperación Española y los vecinos de Candeal se lo agradecieron de la mejor manera que sabían hacerlo: con una impresionante fiesta de carnaval al son de los tambores y las trompetas. «Si se pusiera en todo el mismo empeño que ponemos a la hora de organizar un carnaval, en el mundo habría más progreso», afirmó Brown, quien también deseó mucha suerte a doña Letizia «y a la linda familia que va a conseguir». Ocho meses después de aquellas palabras, la princesa dio a luz a su primera hija.
© Marcelo Sayao / EFE
Solidaridad tras el incendio —22 de julio de 2005
Una barbacoa que unos excursionistas dejaron mal apagada ocasionó un devastador incendio forestal que acabó con la vida de once guardas forestales, se tardó cinco días en extinguir y arrasó más de diez mil hectáreas de monte en Riba de Saelices (Guadalajara). El funeral por los fallecidos se ofició en un ambiente de profunda tristeza, pero también de extrema tensión porque el pueblo responsabilizó a los políticos de la tragedia. Alegaban que en las primeras horas del incendio no se enviaron los necesarios medios aéreos y terrestres para sofocarlo y que solo se solicitó ayuda al Estado cuando se tuvo conocimiento de la muerte de los once guardas forestales. En esas circunstancias, los príncipes acudieron a la ceremonia religiosa en la iglesia del fuerte de San Francisco, de Guadalajara, y antes de que empezara la misa transmitieron el pésame, en nombre de todos los españoles, a cada uno de los familiares de las víctimas. En la imagen, don Felipe consuela a un niño.
© Ángel Díaz / EFE
La primera Copa del Rey sin príncipe —3 agosto de 2005
© Ernesto Agudo / ABC
Por primera vez, después de veinte años ininterrumpidos, don Felipe anunció que ese verano no participaría en la regata de la Copa del Rey para acompañar durante las vacaciones a su esposa, que estaba embarazada. Los príncipes salieron un día juntos a navegar en la lancha Somni (en la imagen), desde la que siguieron la competición náutica y, al día siguiente, abandonaron la isla para pasar el resto de las vacaciones en privado.
También don Juan Carlos tuvo que ausentarse unos días de la isla porque aquel verano murió el rey Fahd de Arabia Saudí, y se trasladó a Riad para transmitir el pésame. El rey regresó a Palma a tiempo para entregar los trofeos de la competición náutica. Curiosamente, el único año que no regateó don Felipe, ganó el CAM, velero que patroneaba habitualmente en aquellos años.
«Es lo más bonito que puede ocurrir» —31 de octubre de 2005
A la 1:46 horas de la madrugada nació la primera hija de los príncipes de Asturias, la infanta Leonor, en la clínica Ruber Internacional de Madrid, mediante cesárea y en la semana 37 de gestación. La niña pesó 3,540 kilos y midió 47 centímetros, y sus padres enviaron el cordón umbilical a un banco de Arizona por sus posibles propiedades terapéuticas en un futuro. Cuando vino al mundo, Leonor pasó a ocupar el segundo lugar en la línea de sucesión a la Corona, por detrás de su padre. Su nacimiento supuso una gran sorpresa para los españoles, ya que algunos medios de comunicación habían hecho creer que sería un varón. Don Felipe estuvo presente en el parto, que fue asistido por el doctor Luis Ignacio Recasens y su equipo. Cuatro horas después del nacimiento, el príncipe compareció ante la prensa: «Esto es lo más bonito que le puede ocurrir a alguien. Estamos absolutamente felices y radiantes con el nacimiento de nuestra hija Leonor», afirmó. «En el primer momento, ni me fijé si era niño o niña», explicó, porque al tratarse de una cesárea estaba «muy pendiente» de cómo estaba la madre. «Cuando ya habían retirado al bebé, dije: “Pero bueno, ¿qué ha sido?”, y ya me lo confirmaron», relató.
© Diego Gómez / EFE
El rey: «Mientras el cuerpo aguante, seguiré dando guerra» —22 de noviembre de 2005
Ángel Diaz / EFE
Don Juan Carlos y doña Sofía se encontraban de visita oficial en Canarias cuando se cumplieron treinta años del reinado, y el rey aprovechó una entrega de premios, que se celebró la víspera del aniversario, para anunciar sus deseos de continuar en la Jefatura del Estado: «Me siento más ilusionado y resuelto que nunca a seguir dando lo mejor de mí mismo para favorecer nuestra convivencia».
El 22 de noviembre, en una conversación informal con los periodistas, reiteró que «mientras el cuerpo aguante, seguiré dando guerra». A sus 67 años, don Juan Carlos gozaba de buena salud y de unos elevados índices de popularidad. Nunca España había vivido una etapa tan larga de libertad, paz y progreso como bajo su reinado. Salvo sorpresas, don Felipe aún tenía por delante un largo periodo para seguir aprendiendo el oficio de rey antes de asumir la Corona.
«Será otra niña» —27 de noviembre de 2006
Por primera vez en la historia, la Casa del Rey anunció con antelación el sexo del bebé que esperaban los príncipes de Asturias. Hasta entonces siempre se había aguardado al momento del nacimiento para saber si era niño o niña, aunque las ecografías ya permitían desde hacía años conocer el sexo. La llegada al mundo de otra niña, que recibiría el nombre de Sofía, no modificaba el puesto que ocupaba la infanta Leonor en la línea de sucesión a la Corona y daba un margen de tiempo más amplio para reformar la Constitución y eliminar la preferencia del varón sobre la mujer. El anuncio se produjo cinco meses antes del parto, poco después de que el ginecólogo que atendía a la princesa, el doctor Luis Ignacio Recasens, informara a los padres. Don Felipe ya había adelantado a un grupo de periodistas, en conversación informal, que él no tenía inconveniente en dar a conocer el sexo del bebé que esperaban para evitar unas especulaciones innecesarias hasta el parto. En la imagen, los príncipes asisten a un concierto en vísperas del anuncio.
© Zipi / EFE
Batalla campal a puñetazos —1 de diciembre de 2006
© Marcos Delgado / EFE
Don Felipe siempre recordará la toma de posesión de Felipe Calderón, presidente de México, como una de las más tensas de la historia reciente. Desde los palcos del Congreso de los Diputados, el príncipe contempló el campo de batalla en el que se convirtió la cámara. La izquierda, que no aceptó los resultados electorales, intentó impedir con puñetazos, golpes y barricadas que hubiera cuorum suficiente para que el nuevo presidente prestara juramento, y este tuvo que asumir el cargo bajo la protección de los agentes de la Policía Federal Preventiva en una ceremonia que apenas duró tres minutos.
Como al resto de los mandatarios extranjeros que asistieron a la toma de posesión, al príncipe le citaron en un hotel céntrico y, desde allí, le trasladaron al Parlamento en un vehículo blindado y bajo extremas medidas de seguridad.
Muere su cuñada Erika —7 de febrero de 2007
© Ignacio Gil / ABC
Cuando todo parecía transcurrir como un cuento de hadas —la boda, el nacimiento de la primera hija, la segunda venía en camino…—, la tragedia llamó a la puerta de los príncipes. La hermana menor de la princesa, Erika Ortiz Rocasolano, apareció muerta a los 31 años de edad en el piso de Valdebernardo donde residía con su hija Carla, de seis, tras dejar varias cartas de despedida. La noticia sorprendió solos a los príncipes en la Zarzuela, ya que el rey estaba de visita oficial en Alemania, la reina en un viaje de Cooperación en Indonesia y la otra hermana de doña Letizia, Telma, en Filipinas. Doña Sofía y Telma emprendieron regreso inmediatamente, pero no llegaron a tiempo de acudir al responso que se ofició en el tanatorio de
Tres Cantos. Tras la ceremonia, la princesa se acercó a la prensa. Con el rostro pálido y desencajado, derrumbada por la tragedia y asida al brazo de su marido, lo único que pudo decir fue: «Gracias… Gracias a todas las personas que se han sentido apenadas por la muerte de mi hermana pequeña», y rompió a llorar en un imposible consuelo.
«Tenemos el plato lleno de felicidad» —29 de abril de 2007
© Chema Barroso / ABC
A las 16:50 horas nació mediante cesárea en la clínica Ruber Internacional de Madrid la segunda hija de los príncipes de Asturias, que recibió el nombre de Sofía por su abuela paterna. La niña pesó 3,310 kilos y midió 50 centímetros. Igual que en el parto anterior, la princesa estuvo atendida por el doctor Luis Ignacio Recasens, el príncipe asistió al alumbramiento y los padres decidieron congelar células del cordón umbilical por sus posibles propiedades terapéuticas en el futuro. En esta ocasión, donaron parte de la sangre extraída a un banco público y enviaron otra parte a un banco privado europeo. Preguntado sobre si aún deseaba tener «más de dos y por debajo de cinco» hijos, don Felipe respondió: «Estamos encantados con Leonor y con Sofía.
Tenemos el plato lleno de ocupación y de felicidad. Ya iremos viendo con el tiempo».
Primer día de guardería —7 de septiembre de 2007
Los príncipes acompañaron a su hija mayor en su primer día de guardería, cuando la niña aún no había cumplido los dos años de edad. Escogieron la escuela infantil de la Guardia Real, situada dentro del Cuartel del Rey, en El Pardo, muy próxima al palacio de la Zarzuela. Vestida con el uniforme azul celeste y blanco de la guardería y arrastrando una mochila con ruedas, que al principio se le resistía, la infanta Leonor posó con sus padres ante los medios de comunicación, hasta que dio por concluida la sesión fotográfica y animó a los príncipes a entrar en el edificio escolar con un «vamos al cole». Don Felipe relató que la niña iba «muy contenta» a clase y que no había llorado, y doña Letizia confesó que ella no lo llevaba tan bien: «El primer día lo pasé fatal, como todas las madres». La infanta compartía clase con doce niños y nueve niñas.
© Ernesto Agudo / ABC
«Gracias, querido patrón» —9 de enero de 2008
© Alberto Martín / POOL / EFE
Don Juan Carlos cumplió setenta años y, aunque no acostumbraba a celebrar sus aniversarios en público, hubo tantas peticiones que al final la Casa del Rey tuvo que organizar una cena institucional que se celebró en el palacio de El Pardo y a la que asistieron 500 personas que le habían acompañado en alguna etapa de su reinado. Habló el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, y cuando el rey iba a cerrar el acto, de repente, don Felipe pidió la venia e intervino por sorpresa «rompiendo el protocolo». El príncipe pronunció unas palabras «como heredero de la Corona, pero sobre
todo como hijo» que emocionaron a don Juan Carlos. «Gracias, querido patrón —como nos gusta llamarte, tal y como le llamabais los hermanos a vuestro padre, nuestro querido abuelo— por tu permanente ejemplo de vida intensa entregada al servicio de la nación».
Escenas familiares —30 de enero de 2008
© Borja / EFE / Casa de S. M. el Rey
Con motivo del 40 cumpleaños de don Felipe, la Casa del Rey difundió una serie de fotografías institucionales y familiares de los príncipes junto a sus hijas. En ellas se podía ver al heredero de la Corona enseñando a montar en bicicleta a la infanta Leonor en los jardines de la Zarzuela, mientras la princesa paseaba en la sillita a Sofía, cubierta con una mantita de retales. En otras imágenes, los príncipes leían cuentos a sus hijas, primero sentados en un sofá y, después, en torno a una mesa camilla. El reportaje transmitía la sencillez de la vida privada. Desde que terminó su formación académica y militar hasta ese momento, don Felipe había realizado 4530 actividades oficiales y 170 viajes al extranjero. También había recibido en audiencia a más de trece mil personas y había pronunciado 719 discursos. «Estoy en forma, con ganas de vivir la
vida y de trabajar, y feliz con mi familia», afirmó don Felipe a los periodistas que le aguardaban ese día en un acto militar.
Visita sorpresa a Afganistán —17 de junio de 2008
© Alberto Martín / POOL / EFE
Tres días después de que las tropas españolas sufrieran un ataque talibán, el príncipe de Asturias hizo una visita sorpresa a Afganistán y Kirguistán para transmitir su apoyo a los militares desplegados en ambos países. En algunos tramos del trayecto, don Felipe viajó protegido con casco y chaleco antibalas. «A todos nosotros nos hacéis sentirnos orgullosos de nuestras Fuerzas Armadas y de ser españoles», afirmó. «Quiero que sepáis —dijo a los soldados— que como heredero de la Corona y como militar, me siento hoy más unido que nunca a vosotros». Durante su estancia, el príncipe visitó el hospital español del Campamento Arena, donde tuvo ocasión de hablar con mujeres cubiertas con burkas y niños afganos que esperaban para recibir asistencia médica.
Se hunde su velero —13 de julio de 2008
© Nico Martínez
El velero que solía patronear el príncipe de Asturias, el CAM, se hundió en aguas de Valencia, donde se disputaba la Copa de la Reina, después de que la proa del barco no pudiera soportar tanta tensión y se abriera en dos formando un agujero por el que cabía una persona. En el momento del hundimiento, don Felipe no se encontraba a bordo, pero compartió el disgusto con sus compañeros, a los que esperó en el Real Club Náutico de Valencia con unas palabras de ánimo tras el naufragio. El barco fue rescatado tras permanecer nueve días en el fondo marino, pero su único destino podía ser el desguace, por lo que el príncipe recuperó un velero viejo, el predecesor del CAM
hundido, para poder competir ese verano en la Copa del Rey de Vela. Con ese gesto, la tripulación demostraba que su afición a la navegación estaba por encima de las características del barco.
Dulces tras la tragedia —21 de agosto de 2008
© Alberto Martín / EFE
Ciento cincuenta y cuatro personas perdieron la vida en un accidente de aviación en el aeropuerto de Barajas. En cuanto se conoció el alcance de la tragedia, los reyes y los príncipes suspendieron sus vacaciones estivales y, al día siguiente, acudieron a dar el pésame a las familias de las víctimas y a visitar a los heridos. Doña Letizia había aprovechado esos días de descanso para someterse a una operación de nariz (septorrinoplastia), en la que se suavizó el perfil, y el
accidente de Spanair la obligó a retomar la actividad institucional antes de lo previsto, cuando aún presentaba ligeros hematomas bajo los ojos. Tras visitar a los heridos que estaban ingresados en el hospital Ramón y Cajal, un niño se acercó a don Felipe a la salida del centro sanitario para hacerle un regalo muy especial: dos bolsas de chucherías.
La infanta Leonor: «Empiezo el cole de mayores» —15 de septiembre de 2008
© Javier García / ABC
Treinta y seis años después de que doña Sofía llevara por primera vez a su hijo Felipe al colegio Santa María de los Rosales, en Aravaca, los príncipes de Asturias acompañaron a la infanta Leonor en su primer día de clase en el mismo centro escolar. «Hoy empiezo el cole de mayores», afirmó la niña, que aquel día estrenaba su uniforme. Uno de los factores que más influyó en la elección del colegio fue el hecho de que don Felipe se hubiera educado en el mismo y guardara el mejor recuerdo de aquellos años. La infanta, que aún no había cumplido tres años,
se incorporó desde el primer momento a jornada completa y compartió el aula con otros veintiún niños.
Más cerca de Cataluña —26 de junio de 2009
© Ona Riba
Don Felipe declaró constituida la Fundación Príncipe de Girona, dedicada a apoyar a los jóvenes en el terreno profesional y personal y a la búsqueda de chicos con talento que sirvan de referencia a los demás. El día de su creación, el heredero de la Corona la definió como «un proyecto integrador» que «aúna las voluntades y esperanzas» de «una España que decidió hace treinta años sumar y no restar ni dividir, que reconoció su diversidad» y que eligió un «camino irrenunciable» de libertad, convivencia y democracia. La anécdota de la jornada la protagonizaron los príncipes cuando se quedaron atrapados durante veinte minutos en el ascensor del Auditorio de Girona con el presidente de la Generalidad, José Montilla; la alcaldesa, Anna
Pagans, y el presidente de la Fundación Gala-Salvador Dalí, Ramón Boixadós. Al salir, don Felipe bromeó y dijo que no tenía inconveniente en prolongar su estancia en la ciudad. En la imagen, los príncipes en el monasterio de Montserrat, uno de los símbolos de Cataluña, en julio de 2011.
Descalzos en la mezquita —17 de enero de 2010
Los príncipes de Asturias empezaron su primer viaje juntos a un país árabe con un gesto de cortesía ante la tumba del fundador de Emiratos Árabes Unidos. Antes de entrar en la mezquita del Jeque Zayed, donde reposan sus restos, doña Letizia se cubrió la cabeza con un velo blanco, del mismo color que su conjunto de chaqueta y pantalón, y se descalzó, igual que hizo don Felipe. Con la princesa se hizo una excepción, porque al resto de las mujeres se las exigía cubrirse con una abaya negra desde el cuello hasta los pies para acceder al templo. La mezquita es una inmensa construcción de mármol, oro y piedras preciosas con capacidad para 30.000 fieles, todo un símbolo de la inmensa riqueza del país. Tras el gesto de cortesía, visitaron al presidente de Mubadala, uno de los mayores fondos de inversión del mundo, y almorzaron con el príncipe heredero de Abu Dhabi, el jeque Mohammed bin Zayed, que les ofreció un almuerzo informal en un restaurante de la playa, frente a las aguas azules del Golfo Pérsico. La tradición musulmana excluyó a la esposa del heredero y doña Letizia tuvo que almorzar sola con los dos príncipes.
© Alberto Martín / EFE
El terremoto más fuerte —11 de marzo de 2010
© Leo La Valle / EFE
Varios terremotos, uno de ellos de 7,2 grados en la escala de Ritcher, seguidos de una alerta de tsunami, sorprendieron al príncipe en Valparaiso durante la toma de posesión de Sebastian Piñera como presidente de Chile. Los seísmos empezaron minutos antes de la ceremonia, cuando comenzó a moverse el suelo y temblaron las luces, y no cesaron durante todo el acto. Al producirse la sacudida más intensa, don Felipe reaccionó con gesto de asombro mientras miraba el techo y después confesó que había sido el terremoto más fuerte que había sentido en toda su vida pero que, como no veía a los chilenos preocupados, no se asustó. En un momento de la investidura y ante la preocupación de algunos de los mandatarios extranjeros
que acudieron al acto, el maestro de ceremonia transmitió un mensaje de tranquilidad asegurando que el edificio estaba preparado para soportar seísmos.
Una herencia obligada —23 de abril de 2010
Con cerca de cuatro millones de euros, los príncipes constituyeron la Fundación Hesperia, destinada a fines sociales, en cumplimiento del mandato de un empresario menorquín al que no conocían personalmente pero que les había nombrado herederos en su testamento. Si don Felipe y doña Letizia renunciaban a la herencia, valorada en 9,8 millones de euros, esta pasaría al Estado de Israel. Juan Ignacio Balada Llabrés, fallecido el 18 de noviembre de 2009 a los 69 años, legó la mitad de su fortuna a los príncipes y a los ocho nietos de los reyes, y encomendó a don Felipe y doña Letizia que con la otra mitad de la herencia crearan una fundación nacional de interés general. Tras el pago de 3,3 millones de euros correspondiente al Impuesto de Sucesiones en Baleares, cada heredero cobró unos 70.000 euros. Los príncipes destinaron su parte de la herencia a una fundación de discapacitados en Menorca y a becas de reinserción social para jóvenes, y las cuantías de los ocho niños, al ser menores de edad, las gestionarían sus padres hasta que alcanzaran la mayoría y decidieran su destino. En la imagen, los príncipes visitan un programa de Cáritas puesto en marcha en Málaga con financiación de la Fundación Hesperia.
© Jorge Zapata
El rey, operado de un pulmón —9 de mayo de 2010
El rey fue intervenido de un nódulo en el pulmón y, aunque previamente se temía que fuera un cáncer, los análisis realizados durante la operación determinaron con toda seguridad que era benigno. La intervención no requirió la adopción de medidas institucionales excepcionales. La Constitución española establece que el príncipe heredero asuma la regencia «si el rey se inhabilitare para el ejercicio de su autoridad y la imposibilidad fuere reconocida por las Cortes Generales», pero no era el caso. Aunque don Felipe no tuvo que asumir la regencia, a partir de ese momento empezó a representar al rey cada vez con mayor frecuencia y en actos institucionales más relevantes. Al día siguiente de la intervención, los príncipes acudieron al Clínic de Barcelona para visitar al rey, quien recibió a don Felipe con estas palabras: «Como ves, aquí estoy: entero y en forma».
© Yolanda Cardo / EFE
En el Camino de Santiago —13 de mayo de 2010
© Miguel Muñoz / ABC
Como dos peregrinos más, los príncipes de Asturias recorrieron los doce kilómetros del tramo final del Camino de Santiago y asistieron a misa en la catedral de Santiago de Compostela, donde ganaron el jubileo, abrazaron «con emoción» al Apóstol y le pidieron que siguiera «atendiéndonos, cuidándonos y protegiéndonos en estos tiempos difíciles que vivimos todos».
Tras la ceremonia, don Felipe y doña Letizia se fueron a tomar unas tapas por el casco viejo de la ciudad con su anfitrión, el presidente de la Xunta de Galicia, Alberto Núñez Feijóo.
En nombre del rey —17 de mayo de 2010
© Alberto Martín / POOL / EFE
Por encargo del rey, que seguía convaleciente de la operación de pulmón, el príncipe ejerció por primera vez como anfitrión de dieciséis jefes de Estado y catorce de Gobierno en la cena que les ofreció en el Palacio Real con motivo de la Cumbre UE-América Latina. Para dejar claro que ellos no eran los reyes, sino que actuaban «en su nombre», don Felipe y doña Letizia dieron un aire distinto al formato de la cena, de manera que recibieron a los invitados en el Salón de Alabarderos, mucho más austero que los Salones del Trono o de Gasparini, en los que solían recibir los reyes. Además, compartieron el aperitivo con los demás asistentes en el Salón de Columnas, lo que hizo
mucho más amena la espera, ya que algún mandatario, como la argentina Cristina Fernández de Kirchner, se retrasó veinte minutos.
«El rey me ha dicho que no tome partido» —19 de mayo de 2010
© Xabier Bertal / EFE
Don Felipe había acompañado a don Juan Carlos a varias finales de la Copa del Rey de fútbol, pero aquella fue la primera ocasión en la que él entregó el trofeo en nombre de su padre, que seguía recuperándose de la intervención quirúrgica. Ganó el Sevilla Fútbol Club tras derrotar al Atlético de Madrid en el Camp Nou. Preguntado por los periodistas sobre si don Juan Carlos le había dado algún consejo para asistir a la final, el príncipe bromeó: «El rey me ha dicho que no tome partido por ningún equipo». Don Felipe volvió a entregar la Copa en 2012 en el estadio Vicente Calderón, donde escuchó el himno de España en actitud firme y con la cabeza
alta mientras parte de las aficiones del Barcelona y del Athletic de Bilbao trataban de boicotearlo con silbidos y abucheos, una escena que, con mayor o menor intensidad, se ha repetido en casi todas las ediciones.
El debut de las infantas —12 de julio de 2010
© Archivo ABC
En medio de un entusiasmo sin precedentes, la selección española de fútbol se proclamó campeona del mundo tras ganar a Países Bajos por un gol que marcó Andrés Iniesta en la prórroga. La reina y los príncipes de Asturias se habían desplazado a Sudáfrica para animar a los futbolistas españoles que, al día siguiente, fueron recibidos en Madrid por el rey y el resto de la familia real. «Gracias por hacer realidad nuestros mejores sueños», les dijo don Juan Carlos. Al encuentro con los 23 miembros de la selección española, que se
celebró en el Palacio Real, se sumaron por sorpresa las infantas Leonor, de cuatro años, y Sofía, de tres, que asistían por primera vez a un acto oficial.
Adiós a Marcelino Camacho —29 de octubre de 2010
© Javier Lizón / EFE
El heredero de la Corona rindió tributo al fundador de Comisiones Obreras, Marcelino Camacho, el sindicalista curtido en la clandestinidad, el exilio y la cárcel que apostó por el diálogo, y no la revancha, para defender los derechos de los trabajadores en los difíciles años de la Transición. Don Felipe visitó la capilla ardiente, firmó en el libro de condolencias y expresó el reconocimiento de la Corona a una figura histórica a la que quiso «rendir homenaje y tributo». En la imagen, el príncipe se santigua ante el féretro de Camacho, instalado en la sede del sindicato, en presencia del secretario general de Comisiones Obreras, Ignacio Fernández Toxo, y del secretario general de Comisiones Obreras de Madrid, Javier López.
Bienvenida al papa peregrino —6 de noviembre de 2010
© Ballesteros / POOL / EFE
«Quiero reiteraros nuestro enorme aprecio por vuestro compromiso con la paz, la libertad y la dignidad del ser humano», especialmente en unos tiempos complejos que «requieren del esfuerzo de los gobernantes de la tierra y de todos los hombres y mujeres de buena voluntad». «Venís como peregrino a transmitir un mensaje de fe, de paz y de esperanza». Con estas palabras, el príncipe de Asturias recibió en Santiago de Compostela al papa Benedicto XVI, que empezaba en esta ciudad su segunda visita a España. Fue la primera
ocasión en la que don Felipe dirigía unas palabras en público al Sumo Pontífice, pues todos sus encuentros anteriores, ya fuera con Juan Pablo II o con Benedicto XVI, se habían celebrado en privado o en presencia del rey, que fue quien intervino.
Los años de espera 2011—2014
Preparado para reinar —30 de enero de 2011
© Archivo ABC
Con motivo del 43 cumpleaños del príncipe, la Casa del Rey convocó en la Zarzuela a un grupo de periodistas y don Felipe se sumó por sorpresa a la reunión. Comentó que se sentía «satisfecho» de la labor que venía realizando como heredero, pero que estaba «dispuesto y a la orden» para asumir la Corona «con responsabilidad cuando llegara el momento». Agregó que el rey deseaba que se abordara esta cuestión con normalidad y previsibilidad, pero que no había ninguna operación de abdicación en marcha, ni siquiera impaciencia por su parte. El príncipe recordó que ese día se cumplían también 25 años de su mayoría de edad y de su jura de la Constitución ante las Cortes, y se mostró satisfecho de la formación académica y militar que había recibido.
Anfitriones de Carlos de Inglaterra —30 de marzo de 2011
Los príncipes de Asturias se estrenaron como anfitriones durante la primera visita oficial a España que realizaron juntos Carlos de Inglaterra y su esposa, la duquesa de Cornualles. Muestra del máximo nivel que se dio a aquella visita fue que los invitados se alojaron en el palacio de El Pardo, habitualmente reservado a los jefes de Estado extranjeros. Don Felipe y doña Letizia ofrecieron a sus invitados una cena de gala en el Salón de Columnas del Palacio Real, en cuyo brindis el príncipe instó a solucionar «el contencioso histórico bilateral» de Gibraltar. Carlos de Inglaterra y su esposa aprovecharon su estancia en Madrid para visitar la Plaza Mayor y pasear por el centro histórico de la capital. Un mes después, fueron los príncipes de Asturias quienes se desplazaron a Londres para asistir, junto a doña Sofía, a la boda de los duques de Cambridge.
© Alberto Martín / EFE
El escalofrío del horror —11 de abril de 2011
© Jim Hollander / EFE
En su primer viaje a Israel, los príncipes rindieron homenaje a los seis millones de víctimas del nazismo durante su visita al Museo del Holocausto. «No bastan las palabras para describir el escalofrío del horror que el corazón del hombre experimenta bajo las bóvedas de este memorial», afirmó don Felipe. El heredero de la Corona se cubrió con una kipa, accedió a la Cripta del Recuerdo y avivó su llama perpetua. También depositó una corona sobre la lápida que cubre las cenizas recogidas en seis campos de exterminio. Tras la visita a Israel, los príncipes viajaron a Ramala, donde fueron recibidos por el presidente de la Autoridad Nacional Palestina, Mahmud Abbas.
«Una ambición honesta y trasparente» —14 de diciembre de 2011
Un mes después de que estallara en la prensa el caso Nóos, que investigaba a Iñaki Urdangarin por presuntos delitos de corrupción y amenazaba con erosionar la imagen de la Corona, don Felipe marcó distancias con su cuñado. Zarzuela había anunciado días antes que Urdangarin quedaba apartado de la actividad institucional ya que su comportamiento no había sido ejemplar, pero la opinión pública esperaba con impaciencia que don Juan Carlos se pronunciara sobre su yerno, algo que el rey hizo en el mensaje de Navidad, cuando afirmó que «la Justicia es igual para todos» y que «cualquier actuación censurable deberá ser juzgada y sancionada con arreglo a la ley». Cuando faltaban diez días para la Nochebuena, don Felipe aprovechó la presentación de la Fundación Príncipe de Girona en Barcelona para marcar diferencias con la forma de proceder de su cuñado. «Es una fundación joven, pero contamos con valiosas alianzas y con una ambición honesta y transparente», dijo. También anunció entonces su deseo «firme y permanente de adaptar, de adecuar la Institución a los tiempos que vivimos en cada momento».
© Inés Baucells / ABC
El sueldo del príncipe —28 de diciembre de 2011
El palacio de la Zarzuela hizo públicas por primera vez en 32 años las cuentas de la Casa del Rey. No tenía obligación legal de hacerlo porque la Constitución faculta al monarca a distribuir libremente la asignación que recibe cada año del Estado, pero en aquel momento se consideró oportuno este nuevo gesto de transparencia que, además, acabó con la confusión en algunos sectores. La gran sorpresa fue descubrir que decenas de altos cargos de la Administración y cientos de directivos de empresas públicas y privadas ganaban en aquel momento mucho más que el rey. Don Juan Carlos recibía 140.519 euros brutos anuales en concepto de dotación personal y 152.233 como gastos de representación, y el príncipe de Asturias percibía exactamente la mitad que su padre: 70.259 euros de dotación y 76.117 en gastos de representación. En total, el heredero de la Corona recibía 146.376 euros brutos al año, que equivalían al 1,73 % del presupuesto global de la Jefatura del Estado, el cual era de 8,43 millones de euros. En la imagen, los príncipes de Asturias en la celebración de la Pascua Militar.
© Sergio Barrenechea / EFE
Su sobrino Felipe se dispara en un pie —10 de abril de 2012
El hijo de la infanta doña Elena, Felipe de Marichalar y de Borbón, de trece años, tuvo que ser operado de urgencia la noche del 9 de abril en una clínica de Madrid al disparársele accidentalmente una escopeta del calibre 36 en el pie derecho. Felipe sufrió el accidente cuando realizaba prácticas de tiro mientras se encontraba con su padre y su hermana Victoria apurando las últimas horas de las vacaciones de Semana Santa en la finca familiar de Soria. La primera mitad de las vacaciones las había pasado con su madre en la estación de esquí de Baqueira Beret. Al día siguiente de la intervención, el príncipe acudió a visitar a su sobrino en la clínica acompañado de doña Letizia y de sus hijas, Leonor y Sofía, cuando las niñas terminaron las clases.
© Víctor Lerena / EFE
Accidente del rey en Botsuana —15 de abril de 2012
Aquella madrugada don Juan Carlos tuvo que ser trasladado de urgencia a Madrid tras sufrir la víspera una fractura de cadera en Botsuana, donde se encontraba en viaje privado, acompañado, entre otras personas, por Corinna Larsen, una ambiciosa mujer que se jactaba de mantener una estrecha amistad con el rey. La noticia provocó un enfado generalizado en la opinión pública, a la que no se había informado del viaje del jefe del Estado en un momento en el que cernía sobre España la amenaza de un rescate como consecuencia de la crisis económica. Botsuana, Corinna y el caso Nóos desencadenaron una tormenta perfecta que erosionó a la institución. El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, que sí había sido informado previamente del viaje y del repentino regreso, prefirió no visitar al rey el día de la operación. Quienes sí acudieron a la clínica San José de Madrid fueron el príncipe de Asturias, acompañado de Jaime Alfonsín y la infanta doña Elena con su hija Victoria. Esta operación era la cuarta a la que se sometía el Jefe del Estado en menos de dos años y, como ocurrió en las anteriores (de pulmón, rodilla y talón de Aquiles), don Felipe asumió gran parte de la actividad institucional.
© Luca Piergiovanni / (EPA) EFE / lafototeca.com
Puesta de sol en Sóller —6 de agosto de 2012
© Ballesteros / EFE
Después de tres meses de intensa actividad, en los que el príncipe tuvo que asumir algunos actos del rey, además de los que tenía programados en su propia agenda, los príncipes se trasladaron a Mallorca para pasar unos días de vacaciones. Don Felipe y doña Letizia estrenaron su estancia en la isla con una pintoresca excursión, junto a sus hijas, las infantas Leonor y Sofía, a bordo del tren centenario que, desde 1912, une Palma de Mallorca con Sóller.
En este municipio, se apearon del tren y se subieron en el tranvía, también clásico —empezó a circular en 1913—, que les llevó hasta el puerto de Sóller, donde la familia dio un paseo, tomó fotos y disfrutó de una espectacular puesta de sol. Todo ello junto a cientos de turistas y veraneantes que, sorprendidos por la presencia de los príncipes, decidieron acompañarles en su paseo y, de paso, retratarles y saludarles.
El hincha más entusiasta —10 de agosto de 2012
© Javier Lizón / EFE
Vestido con el polo de la selección española, el príncipe de Asturias se convirtió en el hincha más entusiasta de los Juegos Olímpicos de Londres. Acompañado por la reina y la princesa, don Felipe animó en las últimas cuatro jornadas a los olímpicos españoles, chocó la mano con muchos de ellos y abrazó a otros tantos, pero también sufrió y disfrutó desde las gradas en una competición en la que España logró diecisiete medallas: tres de oro, diez de plata y cuatro de bronce. Aunque Madrid ya había intentado en dos ocasiones albergar unos Juegos Olímpicos y no lo había conseguido, todo parecía indicar que aún estaba dispuesta a intentarlo por tercera vez, y
nadie mejor para defender esa candidatura que don Felipe, que había sido abanderado y olímpico, y que creía firmemente en el proyecto.
Los tres eslabones de la dinastía —10 de septiembre de 2012
© Casa de S. M. el Rey
La Casa del Rey hizo públicas ese día dos imágenes del rey, el príncipe de Asturias y la infanta Leonor, acompañadas del mensaje «Tres generaciones, un compromiso común». Existen muy pocas fotos de los tres eslabones de la dinastía en los que no aparezcan otros miembros de la familia real. Con esas imágenes inéditas, que fueron tomadas en los jardines del palacio de la Zarzuela, la Casa del Rey estrenaba una nueva página web más moderna y transparente que, entre otras novedades, incorporaba las lenguas cooficiales
(catalán, vasco, gallego y valenciano) y el inglés, así como más de 12.000 fotografías, vídeos y archivos históricos de sonido.
Retrato íntimo en familia —15 de septiembre de 2012
© Cristina García Rodero, VEGAP, Barcelona, 2018
Con motivo de los cuarenta años de la princesa de Asturias, Zarzuela difundió un amplio reportaje fotográfico, obra de Cristina García Rodero, Premio Nacional de Fotografía, realizado en el jardín y el interior de la residencia de los príncipes, que mostraba los momentos más espontáneos, íntimos y entrañables de una familia unida. Sobre estas líneas, una de las imágenes que iba a formar parte del material sobrante porque había sido tomada al final de una larga sesión de fotos, cuando todos querían terminar, e incluso la infanta Sofía, que tenía cinco años, se había quedado dormida mientras don Felipe jugaba con la infanta Leonor, de seis.
Donativo con beso —10 de octubre de 2012
Don Felipe revolucionó ese día el centro de Madrid cuando recorrió a pie y en solitario, únicamente con un discreto equipo de seguridad, el corazón de la ciudad. Su paseo, ante la sorpresa de los viandantes, empezó en el Congreso de los Diputados, donde entregó un donativo a la mesa de Cruz Roja que presidía su madre, doña Sofía. Desde allí, se dirigió a la Puerta del Sol para cumplimentar a su hermana, la infanta doña Elena, y continuó hasta el palacio de Santa Cruz para aportar su solidaridad en la mesa de su esposa, doña Letizia, a la que previamente saludó con un efusivo beso. Por el camino, el príncipe accedió a hacerse fotos con los ciudadanos que se lo pidieron y estrechó la mano a algunos de ellos ante el asombro y la simpatía de la gente.
© Juan Medina / Cordon Press
El abrazo de España —13 de enero de 2013
© Javier Cebollada / EFE
El sargento David Fernández Ureña, bilbaíno de 35 años de edad, perdió la vida en Afganistán. Formaba parte de los equipos de desactivación de explosivos y cayó en acto de servicio al estallar un artefacto. Con su muerte eran 99 los militares españoles que habían fallecido desde que empezó el despliegue en el país asiático. El príncipe de Asturias viajó a Zaragoza para recibir sus restos mortales, asistir al funeral e imponerle a título póstumo la Cruz al Mérito Militar con distintivo rojo, reservada a aquellos que han llevado a cabo acciones militares con especial muestra de valor y contrastada ejemplaridad.
Don Felipe dio el pésame a la madre y a la novia del militar y se fundió en un abrazo, en nombre de todos los españoles, con uno de sus cinco hermanos.
La despedida del otro «príncipe de Asturias» —6 de febrero de 2013
© Víctor López / EFE
El heredero de la Corona asistió a la emotiva despedida del que fue buque insignia de la Armada Española durante un cuarto de siglo, el portaaviones Príncipe de Asturias. Tras haber navegado el equivalente a veinte vueltas al mundo y haber participado en guerras como la de los Balcanes y el Golfo, el buque emprendió su último viaje, desde las costas de Cádiz a Ferrol, para ser dado de baja. En plena crisis económica, las autoridades renunciaron a financiar los treinta millones de euros que costaba cada año su mantenimiento, así como su necesaria modernización, aunque veteranos marinos advirtieron de que su desguace sería «un craso error».
Cinco años después de su retirada del servicio y a falta de que surgiera un comprador, la Armada tuvo que rebajar el precio del barco de 4,8 a 2,4 millones de euros para deshacerse de las diez mil toneladas de acero y chatarra.
El sueño frustrado de un Madrid olímpico —7 de septiembre de 2013
No pudo ser. El príncipe había puesto lo mejor de sí mismo para conseguir que Madrid fuera sede de los Juegos Olímpicos en 2020, pero el Comité Olímpico Internacional prefirió Tokio. Don Felipe sabía que, con esa apuesta, su imagen como heredero de la Corona tenía mucho que ganar, pero también que perder. Aun así, solo tardó una semana en tomar la decisión de respaldar la candidatura, y arriesgó porque, se ganara o no, España tenía que librar esa batalla. Aunque la candidatura madrileña perdió, don Felipe ganó, porque ese día millones de españoles siguieron su intervención en Buenos Aires y pudieron comprobar que detrás de su presentación había muchos meses de trabajo, ensayos y preparación. El príncipe, que utilizó por primera vez el teleprompter para evitar leer, saltó con naturalidad del español al inglés y al francés y, al final, supo perder con entereza y transmitir un mensaje de ánimo. Aunque su valoración en las encuestas suele mantenerse estable, tras aquel discurso subió.
© David Fernández / EFE
Preocupación por la salud del rey —24 de septiembre de 2013
Tras cinco meses sin dolores, don Juan Carlos había vuelto a sentir fuertes molestias en la cadera izquierda. El doctor Miguel Fernández Tapia-Ruano, jefe de los servicios médicos de la Zarzuela, diagnosticó una infección en la prótesis que el traumatólogo Ángel Villamor le había implantado el 23 de noviembre de 2012. Se trataba de una complicación muy grave que obligaba a reemplazar la prótesis en dos operaciones, y se recurrió a la máxima eminencia mundial en caderas, el doctor Miguel Cabanela. El día que los médicos confirmaron al rey que tendría que ser operado de nuevo, doña Sofía le dio un beso en presencia de los periodistas, que no supieron cómo interpretarlo pues todavía no se les había informado de las nuevas intervenciones. Además, a don Juan Carlos se le oyó decir: «Tengo unos dolores que me están matando». Zarzuela convocó una rueda de prensa, la primera y única del reinado, para informar sobre las operaciones del rey. Una vez más, don Felipe asumió gran parte de la actividad institucional y visitó con frecuencia a su padre en la clínica Quirón de Madrid. En la imagen, con su hija, la infanta Leonor.
© Kike Huesca / EFE
«Si lo que hoy nos une es mucho, será mucho más» —12 de octubre de 2013
© Chema Moya / POOL / EFE
Mientras el rey seguía convaleciente, el príncipe de Asturias presidió por primera vez la celebración de la Fiesta Nacional. Tras el desfile militar, don Felipe quiso transmitir un mensaje de esperanza sobre un futuro mejor, y lo hizo improvisando un brindis en la recepción del Palacio Real: «Hoy es un día para celebrar lo que nos une, para recordar nuestra historia milenaria y valorar lo mucho que hemos conseguido juntos. Pero, sobre todo, hoy es un día para reafirmar nuestro compromiso con el futuro, un futuro compartido de concordia y de progreso para todos los españoles. Si lo que hoy nos une es
mucho, es mucho más lo que cada día seguirá estrechando nuestros vínculos».
«España es una gran nación por la que merece la pena luchar» —25 de octubre de 2013
En esas fechas don Juan Carlos ya había empezado a plantear en su círculo más próximo la opción de abdicar, pero no había tomado una decisión firme. A golpe de trabajo y viajes oficiales, el rey trataba de recuperar la popularidad que le acompañó durante las primeras tres décadas de su reinado, pero que se había visto erosionada por el caso Nóos, la presencia de Corinna y el accidente de Botsuana. Sin embargo, sus convalecencias habían convertido al príncipe en el rostro más visible de la Corona y, en unos momentos políticos, económicos y anímicos especialmente difíciles, los mensajes de don Felipe iban ganando en peso y en contenido. En la última entrega de los premios Príncipe de Asturias a la que asistió como heredero de la Corona, don Felipe invitó a los españoles a vencer el pesimismo y a construir un futuro «con principios éticos firmes», basado «en el rigor, la seriedad, el esfuerzo y la honradez» y llamó a reflexionar «para nunca más volver a caer en errores y excesos inadmisibles». «España es una gran nación que vale la pena vivir y querer, y por la que merece la pena luchar», afirmó.
© Alberto Morante / EFE
Noche en vela por la avería del avión —25 de noviembre de 2013
© Casa de S. M. el Rey
El viejo avión de la Fuerza Aérea Española que debía trasladar al príncipe a Brasil sufrió una avería en el último momento, cuando se disponía a despegar de Madrid. La tripulación invitó a los pasajeros a abandonar el Airbus, con más de treinta años de antigüedad, mientras se revisaba una pieza, y el príncipe prefirió quedarse a bordo. Los mecánicos de la base aérea de Torrejón de Ardoz estuvieron durante toda la noche tratando de reparar la avería, que afectaba al funcionamiento del sistema flap, mientras la delegación aguardaba en tierra. Tras siete horas de espera, el piloto acudió al pabellón de autoridades y afirmó: «No salimos», y explicó que el avión no reunía las condiciones de seguridad necesarias. El príncipe bajó del Airbus,
lamentó la suspensión del viaje, se despidió de la delegación y añadió sonriente: «Es la primera vez que me pasa, y ya tengo unos añitos». Dos meses después, el avión oficial que le trasladó a Honduras sufrió una nueva avería.
Suárez, el hombre que había hecho «lo imposible» —24 de marzo de 2014
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«Estamos muy tristes. Hay que agradecerle todo». Así lo afirmó el príncipe a la salida de la capilla ardiente en la que yacían los restos de Adolfo Suárez, el hombre que, junto a don Juan Carlos, llevó a España de la dictadura a la democracia por un camino de paz insólito en nuestra historia. Don Felipe conocía desde niño al artífice de la Transición, a quien entregó en 1996 el Premio Príncipe de Asturias de la Concordia. Suárez, dijo entonces, «hizo posible lo que muchos tratadistas políticos, basándose en su conocimiento de España y en la experiencia de otros pueblos, habían considerado imposible». Una semana después de la muerte de Suárez, se ofició el funeral, y el rey escogió ese momento, a la salida de la catedral de la Almudena, para anunciar al presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, su decisión de abdicar. A don
Felipe se lo había comunicado a principios de enero. La decisión estaba tomada, solo hacía falta elegir el día más oportuno.
El ensayo de lo que vendría después —2 de mayo de 2014
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Cuando faltaba un mes para que don Juan Carlos anunciara su decisión de abdicar, los príncipes de Asturias llevaron por sorpresa y por primera vez a sus hijas a un acto militar. Se trataba del vigésimo quinto aniversario de la XLI promoción de tenientes de la Academia General del Aire, de la que don Felipe formaba parte. Aquella jornada en la Academia de San Javier (Murcia) fue una especie de ensayo general para las infantas Leonor y Sofía, poco habituadas a comparecer en público, antes de la abdicación de su abuelo y de la proclamación de su padre como rey, dos actos institucionales de enorme importancia en los que estarían presentes.
«Mañana entenderá por qué» —1 de junio de 2014
El príncipe se encontraba en El Salvador, donde asistía a su toma de posesión número 69 de un mandatario iberoamericano. En este caso se trataba del ex guerrillero Salvador Sanchez Cerén. Como es habitual en estos viajes, el mandatario ofreció un almuerzo a los representantes extranjeros que asistieron a la ceremonia. Don Felipe solía quedarse, pero en aquella ocasión se excusó con unas enigmáticas palabras: «Tenemos que irnos; mañana entenderá por qué». Le acompañaba el secretario de Estado para Iberoamérica, Jesús Gracia, que asistía prudentemente a la conversación. La delegación española emprendió regreso a Madrid y poco antes de que el avión tomara tierra, el príncipe invitó a Gracia a tomar un café. Le explicó que unas horas después el rey iba a anunciar su deseo de abdicar, y consideraba que debía decírselo después de haber pasado el fin de semana juntos.
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Los tres gestos de la abdicación —18 de junio de 2014
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Don Juan Carlos firmó su última ley, la de su propia abdicación, en una ceremonia celebrada en el Salón de Columnas del Palacio Real. Habrían bastado unos segundos —los que se tardan en plasmar una firma— para poner fin a un largo reinado y poner los cimientos de uno nuevo, pero el acto fue revestido de un ceremonial y de gestos personales de don Juan Carlos que lo prolongaron alrededor de media hora. Tras la sanción de la ley, el rey besó a la reina, abrazó al príncipe y le cedió su sitio, y mandó llamar a sus nietas, las infantas Leonor y Sofía, que aplaudían a su abuelo desde un lateral. Con esos tres gestos, que simbolizaban el agradecimiento, el relevo y la
continuidad dinástica, don Juan Carlos puso fin a un reinado de casi 39 años que será recordado como una de las mejores etapas de la historia de España.
La hora de la verdad 2014—2017
Empieza un tiempo nuevo —19 de junio de 2014
Felipe VI fue proclamado rey de España a los 46 años de edad en uno de los momentos más delicados para la monarquía desde la restauración de la democracia. Tras prestar juramento ante las Cortes Generales, don Felipe dirigió un mensaje de 25 minutos de duración, que fue interrumpido seis veces por los aplausos, en el que anunció «una monarquía renovada para un tiempo nuevo». La Corona debía «observar una conducta íntegra, honesta y transparente», porque «solo de esa manera se hará acreedora de la autoridad moral necesaria para el ejercicio de sus funciones», afirmó. Acompañado por la reina y por sus hijas —Leonor, convertida en princesa de Asturias, y la infanta Sofía—, don Felipe reafirmó su «fe en la unidad» de una España «en la que cabemos todos». «Nada me honraría más que, con mi trabajo y esfuerzo, los españoles pudieran sentirse orgullosos de su nuevo rey», añadió. Tras la ceremonia en el Congreso de los Diputados, los reyes recorrieron en coche descubierto el centro de Madrid y se dirigieron al Palacio Real. Al saludo desde el balcón se sumaron don Juan Carlos, que no quiso estar presente en la proclamación de su hijo para no restarle protagonismo, y doña Sofía, que había seguido la ceremonia desde la tribuna de invitados. Los nuevos reyes ofrecieron una multitudinaria recepción y dedicaron dos horas a saludar a los 2500 invitados en el besamanos más largo que se recordaba.
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Lo primero, las víctimas del terrorismo —21 de junio de 2014
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Los reyes quisieron que el primer acto oficial de su reinado fuera con aquellas personas que habían sufrido el terrorismo en su propia piel o en la de sus seres queridos. No fue una improvisación de última hora, sino que en cuanto su padre, don Juan Carlos, hizo público su deseo de abdicar, el todavía príncipe aprovechó un encuentro con el entonces ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, para empezar a organizar este acto. El rey pidió que fueran invitados los representantes de todas las víctimas del terrorismo, sin distinción: las de ETA, del 11-M, del Grapo, de Irak y de Afganistán. «Vuestro sufrimiento estará siempre en nuestros corazones», les dijo don Felipe. «Nunca olvidaremos vuestro dolor». «Admiramos vuestra fortaleza moral, vuestro ejemplo de superación personal y vuestra voluntad de no querer venganzas ni revanchas».
Con los gays y las lesbianas —24 de junio de 2014
La Corona invitó por primera vez a uno de sus actos oficiales al colectivo de lesbianas, gays, transexuales y bisexuales y, a la salida, sus representantes se mostraron satisfechos con la «receptividad» que encontraron en el rey y la «absoluta empatía de la reina». Fue durante una recepción que los reyes ofrecieron en el palacio de El Pardo a una representación «amplia, aunque incompleta» de personas dedicadas a la solidaridad. Entre los más de 350 invitados, acudieron miembros de ONG, de asociaciones de discapacitados, de lucha contra la droga y contra la violencia de género, de enfermedades específicas, de mujeres rurales, de gitanos y otros muchos colectivos. «Sois la foto de la solidaridad en España —les dijo don Felipe—, la imagen de miles de personas que en nuestro país trabajan en atención o servicios sociales y en cooperación». En la imagen, Boti García, presidenta de la Federación Estatal de LGTB, saluda al rey.
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Libertad para elegir la cruz —9 de julio de 2014
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Uno de los primeros cambios del nuevo reinado fue permitir que quienes juraran o prometieran sus cargos ante el rey pudieran elegir libremente si querían hacerlo solo ante la Constitución, que debe estar presente en todos los casos, o también con el crucifijo y la Biblia, como había ocurrido hasta ese momento. El magistrado del Tribunal Constitucional Antonio Narváez Rodríguez fue el primer alto cargo que pudo elegir, y escogió jurar ante los tres símbolos tradicionales: la Constitución, la Biblia y el crucifijo. Otra novedad fue que a las juras o promesas del nuevo reinado no asistiría la reina, a diferencia de doña Sofía, que solía acompañar a don Juan Carlos en estas ceremonias.
Evitar los errores del pasado —28 de julio de 2014
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Un mes y nueve días después de la proclamación, el rey empezó a renovar la monarquía y ordenó poner en marcha un paquete de medidas para adaptar la institución a los nuevos tiempos y evitar que en el futuro se repitieran los errores del pasado, como fue el caso Nóos. Don Felipe dispuso que los miembros de la familia real no podrían trabajar en empresas públicas ni privadas y que exclusivamente desarrollarían actividades institucionales. También anunció un régimen jurídico para los regalos recibidos por la familia real, que no podrían superar los usos de cortesía; un código de conducta para los empleados de la Jefatura del Estado y el sometimiento de las cuentas de la Casa del Rey a una auditoría externa, cuyo informe se haría público.
Junto a estos cambios, el rey sustituyó el cuadro del infante don Felipe de Borbón, futuro duque de Parma, de Jean Ranc, que tenía don Juan Carlos en el despacho, por un retrato de Carlos III, pintado por Antonio Rafael Mengs y que hasta entonces lucía en su residencia de la Zarzuela. Entre sus antepasados reyes, don Felipe escogió como referencia a este monarca ilustrado de vida ejemplar, reformador y, como él, amante del trabajo y de la ciencia.
Mallorca seguirá siendo residencia estival —5 de agosto de 2014
«Gracias a Mallorca por permitir que pasemos unos días tan agradables. Esto es un trozo de cielo en la tierra». Con estas palabras, pronunciadas por el nuevo rey en los jardines del palacio de Marivent, quedaba renovado el compromiso con Mallorca como destino veraniego de la familia real. Los reyes también retomaron las tradicionales sesiones fotográficas en la residencia estival, una costumbre que había quedado olvidada en los últimos años del reinado de don Juan Carlos. De hecho, el último verano que la familia real había comparecido ante la prensa en Marivent había sido el de 2007, cuando estaba compuesta por dieciséis miembros.
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En el foro más importante del mundo —24 de septiembre de 2014
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En su estreno ante el foro más importante del mundo, la Asamblea General de Naciones Unidas, el rey habló a los mandatarios de la Transición española y utilizó la palabra «dictadura» para referirse al franquismo: «Pronto se cumplirán cuatro décadas de la Transición política española, que nos permitió pasar de una dictadura a un sistema político de libertades y derechos, marcado por un afán de reconciliación histórica y un verdadero espíritu de concordia», dijo. Don Felipe también reiteró el «apoyo incondicional» de España a los principios reconocidos por la ONU: «La libertad, la justicia, la igualdad, la soberanía nacional, la independencia y la integridad de los Estados».
La víspera de su intervención, el rey mantuvo su primera reunión bilateral con el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, y por la noche asistió con la reina a la recepción que ofrecieron el mandatario norteamericano y su esposa, Michelle Obama, en el hotel Waldorf Astoria de Nueva York.
Una Fiesta Nacional más cercana —12 de octubre de 2014
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Un año antes, don Felipe había presidido como príncipe de Asturias la celebración de la Fiesta Nacional, pero aquella fue la primera ocasión que lo hizo como rey. Durante el desfile militar, además de la reina, le acompañaron sus hijas, la princesa de Asturias y la infanta Sofía. En su deseo de acercar la Corona a la sociedad, los reyes también renovaron la posterior recepción en el Palacio Real, que abrieron a invitados no habituales en esas ceremonias. A los representantes institucionales se sumaron jóvenes talentos, escritores, científicos, artistas y deportistas, representantes de ONG como Cáritas, Cruz
Roja, el Banco de Alimentos o los Hermanos de San Juan de Dios, la orden religiosa a la que pertenecían los dos sacerdotes que habían fallecido ese verano por ébola en Madrid tras contraer la enfermedad en África. Además, don Felipe y doña Letizia invitaron a todas aquellas personas o instituciones que habían mantenido relación con la Corona en los primeros cuatro meses del reinado.
El primer mensaje de Navidad —24 de diciembre de 2014
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«Debemos cortar de raíz y sin contemplaciones la corrupción», afirmó el rey en su primer mensaje de Navidad ante una España cada día más escandalizada por los casos de corrupción y las prácticas inmorales. Don Felipe defendía un modo de convivencia basado en la honradez. «Desempeñar un cargo público no puede ser un medio para aprovecharse o enriquecerse», advirtió. Además de la corrupción, el rey habló del paro, los dos problemas que, según todos los sondeos, más preocupaban a la sociedad. La lucha contra el desempleo «debe continuar siendo nuestra gran prioridad». Sus palabras más repetidas fueron «España», «futuro» y «confianza». Para transmitir su primer mensaje navideño, don Felipe eligió una discreta sala de estar del palacio de la Zarzuela que transmitía sencillez y cercanía en la que estuvo acompañado por una bandera de España y un pequeño nacimiento.
Se baja el sueldo un 20 por ciento —10 de febrero de 2015
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Durante los seis primeros meses de reinado, don Felipe siguió percibiendo el sueldo de príncipe de Asturias que le había asignado don Juan Carlos, a la espera de que empezara 2015 y pudiera distribuir libremente la partida de 7,7 millones de euros destinados al mantenimiento de la Jefatura del Estado. En cuanto recibió la asignación, el nuevo rey se bajó el sueldo en 58.000 euros, un 20 % menos de lo que cobraba su padre. Don Felipe pasó a percibir 234.204 euros brutos anuales, a don Juan Carlos le asignó 187.356 (un 80 % del sueldo del rey), a doña Letizia 128.808 (un 55 %) y a doña Sofía 105.396 (un 45 %). Ni la princesa de Asturias ni la infanta Sofía perciben cantidad alguna de los Presupuestos Generales del Estado. Mientras Zarzuela daba a
conocer el desglose de los primeros presupuestos del reinado, los reyes visitaron el Hospital Nacional de Parapléjicos de Toledo, donde jugaron al futbolín con algunos de los pacientes ingresados.
El viaje más triste —24 de marzo de 2015
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Iba a ser la primera visita de Estado del reinado y había sido preparada durante meses con mucho entusiasmo por parte de España y de Francia. Sin embargo, mientras los reyes volaban a París, un piloto suicida, que había partido de Barcelona con destino a Düsseldorf, estrelló intencionadamente su avión en los Alpes franceses con ciento cincuenta pasajeros a bordo, un tercio de ellos españoles. El rey y el presidente de Francia, François Hollande, anunciaron la cancelación de la visita. «Comprendemos que en estos momentos de duelo no se puede celebrar el viaje», informó Hollande. «Sabemos que hay muchas víctimas y un número elevado de españoles, y queremos expresar nuestras condolencias más sinceras, de todo corazón, a las
familias», añadió el rey. La visita, que se iba a prolongar durante tres días, solo duró cinco horas.
Lo que pensaba Sofía de su padre —14 de mayo de 2015
© Casa de S. M. el Rey
Don Felipe regresaba aquella tarde de Aquisgrán (Alemania), donde había asistido a la entrega del premio Carlomagno al presidente del Parlamento Europeo, Martin Schulz, y la reina y sus hijas acudieron a recibirle en el helipuerto de la Zarzuela. De camino a su residencia, el rey les comentó que había asistido a la entrega de un premio y las niñas le asaetearon a preguntas. Lo primero que querían saber era si le habían dado el premio o si lo había entregado, pero don Felipe les explicó que en esta ocasión él solo asistió a la ceremonia como invitado del presidente del Parlamento Europeo. «Yo creía que tú trabajabas dando premios», comentó Sofía. La princesa Leonor le preguntó si él podría recibir también ese galardón alguna vez, y el rey le respondió que quizá algún día. La infanta quiso saber cómo se llamaba el
premio y don Felipe indicó que Carlomagno, que fue emperador en el año 800. «¿Antes de Cristo?», preguntó la princesa de Asturias, antes de empezar a reírse. «Después, después», respondió el rey, y chocó cariñosamente su frente con la de su hija, antes de pasar al interior de su residencia.
La República francesa se rinde ante los reyes —2 de junio de 2015
© Reuters / Cordon Press
Dos meses después de la cancelación del viaje, los reyes retomaron su visita de Estado a Francia. La República tuvo la deferencia, reservada a muy pocos jefes de Estado extranjeros, de ceder a don Felipe la tribuna de la Asamblea General, y el rey aprovechó la oportunidad para hacer una defensa de los valores europeos, amenazados, entre otras causas, por los ataques yihadistas. «La libertad, la fraternidad y la igualdad no nos son dadas, sino que tenemos que luchar por ellas cada día», advirtió don Felipe en un discurso en francés. La democracia, agregó, «no solo se declara sino que exige para su pervivencia un modelo de equilibrio entre poderes y una eterna vigilancia». El rey, que fue interrumpido en tres ocasiones por aplausos, recibió una larga ovación con los diputados en pie. Pero el momento más cálido de la visita se vivió en el ayuntamiento de París, cuya alcaldesa, Anne Hidalgo, descendiente de españoles emigrados, dijo al rey: «Usted es el rostro de la España joven y reconciliada que pasó la página de sus horas oscuras… Se lo
dice, no la alcaldesa de París, sino una republicana educada en los valores de la República».
Revocación del ducado de Palma —11 de junio de 2015
© Cati Cladera / EFE
Cuando estaba a punto de cumplir el primer año de reinado, el rey decidió retirar a su hermana doña Cristina el título de duquesa de Palma de Mallorca que le había concedido su padre, don Juan Carlos, el 26 de septiembre de 1997 con motivo de su enlace matrimonial con Iñaki Urdangarin. La revocación obedeció a una decisión personal del rey, la única persona que tiene capacidad para conceder o revocar títulos nobiliarios, después de que la infanta se viera involucrada en el caso Nóos y ocasionara un daño enorme a la Corona. Dos años después, doña Cristina fue absuelta por la Justicia pero su comportamiento no estuvo a la altura de lo que se esperaba de una infanta de
España. La decisión del rey requirió su ratificación por parte del Gobierno en forma de un real decreto, y la víspera de su publicación, don Felipe comunicó personalmente la decisión a su hermana. Pocos días después, el rey recibió a cerca de 400 nobles y grandes de España, y les pidió que honraran «con ejemplo y conducta» los nombres que evocan sus títulos.
«Vosotros hacéis grande a España» —19 de junio de 2015
Para celebrar el primer aniversario de su reinado, don Felipe convocó a 38 ciudadanos anónimos en el Palacio Real. Había médicos, maestros, catedráticos, investigadores y un vendedor de la Once, pero también varios inmigrantes, jubilados y amas de casa. «¿Por qué a mí?», era la pregunta que todos hacían tras recibir la llamada de la Zarzuela para invitarles a la ceremonia, y todos recibían la misma respuesta: «El rey se lo explicará». Llegó el día de la ceremonia y don Felipe les dirigió unas palabras: «Hoy puedo deciros que vosotros, y otros muchísimos españoles como vosotros, sois los que hacéis grande a España». Aquellos hombres y mujeres habían sido elegidos porque reflejaban «la mejor realidad cotidiana», y el rey quería imponerles una condecoración al Mérito Civil. Entre ellos se encontraba Alicia Rodríguez Pérez (en la imagen con el rey), mariscadora de Moaña (Pontevedra) y trabajadora infatigable que luchó durante toda su vida por dignificar su profesión y la igualación profesional de las mujeres y los hombres de la mar.
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«Inmensa gratitud a México» —29 de junio de 2015
La segunda visita de Estado del reinado tuvo como destino México, donde el rey destacó los profundos lazos históricos con España. Unas relaciones, dijo, que más allá de los Gobiernos y las instituciones, «están construidas entre personas» y ello las hace «aún más sólidas». En el mismo salón de Cabildos (ayuntamiento) en el que las Cortes de la República se reunieron en agosto de 1945 y nombraron a José Giral presidente del Gobierno en el exilio, el rey manifestó la «inmensa gratitud» a México por haber acogido a los españoles que «llegaron en busca de una utopía, de un futuro o de un refugio», muchos de ellos intelectuales que, en palabras del historiador Ortega y Medina, «reivindicaron a la tan vilipendiada cuanto incomprendida España».
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En el velero más viejo —5 de agosto de 2015
En un nuevo gesto de austeridad, don Felipe recuperó un viejo barco de la Armada Española para poder participar en la Copa del Rey de vela. Se trataba del Aifos, un velero construido en 1996, con el que ya compitió ese mismo año y que, diecinueve años después, fue reformado para adaptarse a la prueba náutica. Cuando subía al barco, el rey se convertía —y sigue haciéndolo— en un miembro más de la tripulación. Su único privilegio respecto a los demás regatistas es que por razones de seguridad tiene un sitio reservado en la puerta del Real Club Náutico de Palma de Mallorca para aparcar su coche. Cuando era príncipe se le veía transportando personalmente hasta el velero las neveras de comida y bebida que consumirían durante la regata. La pasión por el mar de la familia real empezó con Alfonso XIII, que se la transmitió a su hijo don Juan. El conde de Barcelona se la inculcó a su vez a don Juan Carlos y este a don Felipe.
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«Que nadie construya muros con los sentimientos» —23 de octubre de 2015
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Tras el relevo en la Corona, las fundaciones Príncipe de Asturias y de Girona cambiaron su denominación para adaptarse al género femenino de su nueva titular, Leonor, aunque el rey continuó entregando los premios a la espera de que la princesa alcanzara una edad razonable para presidir la ceremonia. Don Felipe aprovechaba estos galardones para poner de ejemplo a los premiados e invitar a una reflexión honesta sobre la realidad española.
En aquella edición, el rey advirtió que «cuando se levantan muros emocionales o se promueven divisiones, algo muy profundo se quiebra en nosotros mismos, en nuestro propio ser, en nuestros corazones» y pidió «que nadie construya muros con los sentimientos». Don Felipe fue interrumpido en siete ocasiones por los aplausos y, al final, recibió una larga ovación por parte del público puesto en pie que solo cesó cuando la banda de gaiteros empezó a interpretar el himno de Asturias con el que se cerró el acto.
El Toisón de Oro para Leonor —31 de octubre de 2015
Con motivo del décimo cumpleaños de la princesa de Asturias, el rey concedió a su primogénita el collar de la insigne Orden del Toisón de Oro, la más alta condecoración que puede otorgar. Se trata de un reconocimiento simbólico, sin privilegios de ningún tipo más allá de los protocolarios, que en el caso de Leonor obedecía a razones de tradición y continuidad, y al deseo de ir institucionalizando progresivamente a la princesa de Asturias como heredera de la Corona. Este fue el primer reconocimiento que concedió don Felipe desde que fue proclamado rey y se convirtió en soberano y gran maestre de esta orden creada en 1430. Como la concesión del Toisón es un reconocimiento personal del rey, no una condecoración del Estado, el real decreto fue visto, pero no votado, por el Consejo de Ministros.
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«Voluntad de entendimiento» —24 diciembre de 2015
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El rey hizo un llamamiento al acuerdo y el entendimiento cuatro días después de unas elecciones generales en las que, por primera vez en la democracia, el voto se fraccionó en cuatro fuerzas y ningún partido obtuvo suficientes apoyos para formar Gobierno. La pluralidad, dijo don Felipe, «conlleva una forma de ejercer la política basada en el diálogo, la concertación y el compromiso». «La imposición de una idea o de un proyecto de unos sobre la voluntad de los demás españoles solo nos ha conducido en nuestra historia a la decadencia», advirtió. Don Felipe trasladó estas ideas en su segundo mensaje de Navidad, que transmitió desde el imponente Salón del Trono del Palacio Real, reflejo de
«la grandeza de España». «Este palacio es de todos los españoles —recordó — y es un símbolo de nuestra historia que está abierto a todos los ciudadanos que deseen conocer y comprender mejor nuestro pasado».
Un bloqueo político sin precedentes —18 de enero de 2016
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El rey abrió esa mañana la ronda de consultas más complicada de la democracia para escuchar a los partidos políticos y proponer un candidato a presidente del Gobierno, en cumplimiento del artículo 99 de la Constitución. Don Felipe citó en la Zarzuela a los representantes de quince formaciones, por orden de menor a mayor, y tras esa primera ronda, propuso al candidato más votado, Mariano Rajoy (PP), que declinó someterse a la investidura porque no tenía suficientes apoyos. En aquel momento, se puso de manifiesto el gran vacío legal de la Constitución, al no establecer el mecanismo a seguir en el caso de que no hubiera ningún candidato con opciones de ser elegido presidente.
Ajeno a las presiones políticas, don Felipe convocó una segunda ronda y propuso al segundo candidato más votado, Pedro Sánchez (PSOE), que no logró la confianza del Congreso pero puso en marcha el contador para convocar nuevas elecciones. Tras una tercera ronda, el rey constató que no existía un candidato con los apoyos necesarios y dejó que se agotara el plazo legal para disolver las Cortes.
Fútbol y tradición —27 de abril de 2016
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Dos equipos madrileños se enfrentaban en un plazo de siete días a dos equipos extranjeros, y el rey aprovechó esa oportunidad para llevar por primera vez y por sorpresa a sus hijas al fútbol. Primero acudió con la princesa de Asturias al Vicente Calderón, el mismo estadio en el que don Felipe debutó cuando era niño. En esta ocasión, el Atlético de Madrid venció al Bayern de Munich. Y una semana después, el 4 de mayo, llevó a la infanta Sofía al estadio Santiago Bernabéu, donde presenció la victoria del Real Madrid sobre el Manchester City. Tras el partido, el rey y la infanta acudieron a los vestuarios a felicitar a los futbolistas.
Una segunda oportunidad —3 de mayo de 2016
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Tras el fracaso de los partidos políticos para llegar a acuerdos que permitieran dotar a España de Gobierno y una vez transcurridos los plazos legales, el rey firmó el día de su santo el real decreto de disolución de las Cortes y convocatoria de nuevas elecciones, que se celebrarían el 26 de junio. Al darse unas circunstancias excepcionales, fue la primera vez en la democracia que se aplicó el artículo 99.5 de la Constitución, según el cual era el monarca el que debía convocar los comicios, refrendado por el presidente del Congreso. Hasta entonces todas las elecciones las había convocado el presidente del Gobierno y el rey había sancionado el decreto. Terminaba así la legislatura
más corta de la democracia, de tan solo 111 días de duración, y se vislumbraba en el horizonte una nueva oportunidad para sacar a España del bloqueo político que la tenía paralizada. En la imagen, el rey con Patxi López, presidente del Congreso.
Un menú de once euros —9 de mayo de 2016
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El rey había viajado esa mañana en helicóptero hasta Cuacos de Yuste (Cáceres) para entregar junto al presidente del Parlamento Europeo, Martin Schultz, el Premio Europeo Carlos V a Sofía Corradi, la impulsora del programa Erasmus. Las intensas lluvias formaron tal cantidad de barro que el aparato no pudo aterrizar donde estaba previsto y, tras dos intensos fallidos, se buscó un tercer emplazamiento algo más alejado, lo que provocó que la ceremonia empezara con 25 minutos de retraso. Una vez terminada la entrega del premio, Schulz tenía prisa por regresar a Madrid. No podía quedarse a la recepción posterior para no perder el avión a Estrasburgo, y el rey decidió cederle el helicóptero y volver en coche. Cuando faltaban 160 kilómetros para llegar a la Zarzuela, don Felipe y sus acompañantes, entre ellos el ministro Íñigo Méndez de Vigo, decidieron parar a almorzar en un restaurante de carretera, el «Puerta de Extremadura», en La Calzada de Oropesa (Toledo), donde ofrecían un menú de once euros. El rey comió patatas con
conejo, ensalada y carne, y de postre, un plátano y bizcocho, y tras almorzar se hizo fotos con el personal del restaurante y algunos vecinos que acudieron a saludarle al correrse la voz.
Obama, impresionado —10 de julio de 2016
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Hacía quince años que ningún presidente de Estados Unidos visitaba España y la llegada de Barack Obama suscitó enorme expectación, a pesar de que en el último momento tuvo que reducir su estancia a veinte horas, tras el asesinato de seis policías en Dallas. El rey le recibió en el Palacio Real, y Obama no podía ocultar su admiración por el arte y la historia mientras recorría los salones con don Felipe. «Estoy muy feliz de acogeros, en nombre del pueblo español, en el Palacio Real», le dijo el rey. «Igual que vuestro padre, sois el símbolo viviente de la fortaleza de la nación», le respondió el presidente de Estados Unidos. Allí mismo Obama relató a su anfitrión su primera visita a España. «Tengo que confesar que mi primer viaje a Madrid no fue en el Air Force One. Fue antes de entrar en la Escuela de Derecho. Llevaba una mochila a la espalda,
viajé a pie la mayor parte del tiempo, comí barato y nunca hubiera imaginado que me iba a recibir a Su Majestad».
Respeto a los países de acogida —19 de septiembre de 2016
Solidaridad con los refugiados pero también respeto a los valores de los países de acogida. Estos fueron los mensajes que el rey transmitió en Naciones Unidas, donde intervino en una cumbre de alto nivel sobre grandes desplazamientos. Ante un auditorio integrado por muchos más mandatarios de países emisores que receptores de migrantes, don Felipe hizo una doble advertencia. «Nuestra responsabilidad es acogerlas (a las personas), en la medida de nuestras posibilidades para que puedan llevar una vida digna», afirmó, pero también pidió respeto. «Las sociedades de hoy y de mañana serán diversas desde el punto de vista étnico, religioso y cultural», pero este hecho «debe ser compatible con el respeto a los valores que deben ser observados en los países de acogida».
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Por fin hay Gobierno —17 de noviembre de 2016
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Después de diez meses con un Gobierno en funciones, dos elecciones y cinco rondas de consultas a los partidos políticos, el rey volvió a proponer como presidente del ejecutivo al candidato de la formación más votada, Mariano Rajoy (PP), que días después recibió la confianza del Congreso de los Diputados. Don Felipe siguió la votación de investidura desde Cartagena de Indias, donde asistía a la Cumbre Iberoamericana, y a su regreso firmó el decreto de nombramiento del nuevo jefe del Ejecutivo. En la apertura solemne de la legislatura, a la que asistieron los reyes con la princesa Leonor y la infanta Sofía, don Felipe recordó que la repetición de elecciones generó «inquietud y malestar en nuestra sociedad, desencanto y
distanciamiento de nuestra vida política en muchos ciudadanos, y preocupación en nuestros socios y aliados». No obstante, agregó que la crisis de gobernabilidad se había resuelto «con diálogo, con responsabilidad y también con generosidad».
Se reanudan los viajes tras 500 días de parón —28 de noviembre de 2016
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Tras una interrupción de más de quinientos días motivada por el bloqueo político, los reyes retomaron los viajes al exterior. Durante la crisis de gobernabilidad, hubo que suspender cuatro viajes a Reino Unido, Arabia Saudí, Japón y Corea del Sur, que debían haberse realizado en el primer semestre del año. En cuanto el nuevo Gobierno empezó a funcionar, don Felipe y doña Letizia viajaron a Portugal, invitados por el presidente de la república, Marcelo Rebelo de Sousa. En Lisboa, don Felipe intervino ante la Asamblea, donde alternó el portugués con el español, y defendió la fuerza de la «hermandad ibérica» que
sirve «para apoyarnos solidariamente en momentos de dificultad» y para «adelantar nuestros respectivos intereses» en el seno de la Unión Europea. También animó a «convertir la península ibérica en una alternativa rentable para el abastecimiento energético de Europa».
Con el rey de Arabia Saudí —15 de enero de 2017
Tras dos cancelaciones previas por causas sobrevenidas, el rey viajó finalmente a Arabia Saudí, cuyo monarca, Salman, escenificó ante los jerarcas de su reino que la buena relación mantenida con don Juan Carlos continuaría con su hijo, don Felipe. Como muestra, le concedió la máxima condecoración árabe, el Gran Collar del Rey Abdulaziz, que le impuso durante la visita. Aunque Arabia Saudí es una monarquía absoluta que se rige por una estricta interpretación de la ley sharia y en la que no se respetan los derechos humanos, se trata de un aliado clave para la Unión Europea y para Estados Unidos, entre otras razones porque alberga el 20 % de las reservas petroleras del planeta y tiene capacidad para influir en el precio del barril. Además, se encuentra sometido a un ambicioso proceso de modernización de sus infraestructuras que ofrece oportunidades de negocio a miles de empresas. De hecho, el mayor contrato realizado por compañías españolas en el exterior se firmó para construir el llamado «AVE del desierto», que une las ciudades de La Meca y Medina. El viaje de don Felipe a Arabia Saudí suscitó las críticas de algunos partidos políticos contra el Gobierno, que es quien establece la política exterior.
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España recibe con grandeza —22 de febrero de 2017
El rey estrenó con el presidente de Argentina, Mauricio Macri, y su esposa, Juliana Awada, un nuevo ceremonial de bienvenida para recibir a los jefes de Estado extranjeros. Hasta ese momento, los recibimientos oficiales se habían celebrado en el palacio de El Pardo y don Felipe los trasladó al Patio de la Armería del Palacio Real. El cambio obedeció a una decisión personal del rey, que quiso dotar a esta ceremonia de una mayor solemnidad, dignidad y brillantez, con el fin de transmitir, no el boato, pero sí la grandeza y el orgullo de un país con una larga y sólida historia. Los invitados llegaron a la plaza en un antiguo Rolls Royce, escoltados por un escuadrón de la Guardia Real a caballo, compuesto por batidores, banda de clarines y timbales, coraceros y lanceros. Los reyes les esperaban acompañados por las altas autoridades del Estado y, tras los himnos, las salvas de honor y la presentación de las respectivas delegaciones, don Felipe y el presidente de Argentina pasaron revista a las tropas y presidieron un desfile militar.
© Casa de S. M. el Rey
El tiempo del emperador del Japón —4 de abril de 2017
© Javier Lizón / EFE
Japón hizo coincidir la floración de los cerezos con la visita de Estado de los reyes. El emperador de la dinastía más antigua del planeta, Akihito, que a sus 83 años ya había anunciado su deseo de abdicar, recibió al rey más joven de Europa en una visita en la que se puso de manifiesto que, a pesar de la distancia geográfica, los dos países compartían su «forma de estar en el mundo». Don Felipe transmitió un mensaje de confianza en la economía española a los empresarios japoneses, que buscaban socios comerciales, y los emperadores mostraron a los reyes el Japón más real: el del tren bala y los templos sintoístas, pero también el que vive amenazado por los terremotos.
Además, les enseñaron el reloj más antiguo de Japón (en la imagen), regalo que un antepasado del rey, Felipe III, hizo en 1611 al primer shogun de la dinastía Tokugawa en agradecimiento por su ayuda a los supervivientes del naufragio de un buque español que viajaba de Filipinas a México.
La amistad sobrevivirá al Brexit —12 de julio de 2017
© Archivo ABC
Además de una visita de Estado, el viaje de los reyes al Reino Unido fue un reencuentro entre las dos monarquías más antiguas de Europa y entre dos familias emparentadas varias veces a lo largo de la historia y descendientes ambas de la reina Victoria. La monarca más veterana del mundo, Isabel II, de 91 años, recibió con besos a don Felipe y despidió con esas mismas muestras de afecto a doña Letizia. El rey intervino en el Parlamento británico, donde instó a buscar «fórmulas satisfactorias» sobre Gibraltar y lamentó, aunque respetó, la decisión del Reino Unido de abandonar la Unión Europea. Además, anunció que los Gobiernos de ambos países tratarían de «mantener,
e incluso mejorar» la relación tras el Brexit, un mensaje que en esos momentos agradeció especialmente el Reino Unido.
El primer atentado del reinado —16 de agosto de 2017
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Los reyes suspendieron sus vacaciones de verano después de que el conductor de una furgoneta atropellara intencionadamente a un grupo de personas en Las Ramblas de Barcelona y otros terroristas fueran abatidos cuando preparaban otra matanza en Cambrils. Era el primer atentado del reinado, y don Felipe se desplazó a la capital catalana para transmitir su solidaridad con las víctimas. Acompañado por doña Letizia, el rey visitó a los heridos ingresados en los hospitales, rindió homenaje a los muertos y asistió a misa en la Sagrada Familia. «Barcelona ciudad querida, ciudad olímpica y capital catalana, orgullo de toda España y ciudad universal. Hoy Barcelona llora y hoy, como reyes y como condes de Barcelona, nos sentimos
especialmente cerca de los barceloneses, que, junto a los visitantes de tantos países, han sido golpeados tan dura y vilmente por el terrorismo», dejó escrito el rey en el libro de condolencias. Días después, regresó a Barcelona para sumarse a la manifestación contra el terrorismo y tuvo que afrontar la hostilidad de un grupo de separatistas que le recibieron con pitidos y abucheos.
Ante el golpe separatista —3 de octubre de 2017
Treinta y seis años después de la asonada militar del 23-F, el nuevo rey tuvo que afrontar otro golpe contra la democracia. Las principales autoridades de Cataluña convocaron un referéndum independentista que violaba la Constitución y el Estatuto de la propia comunidad autónoma, y el Estado se vio incapaz de impedir que los colegios electorales abrieran sus puertas el día de la votación ilegal. Las imágenes de los policías nacionales y los guardias civiles empleando la fuerza para intervenir las urnas dieron la vuelta al mundo. Mientras los separatistas acosaban a los agentes —algunos llegaron a ser expulsados de los hoteles en los que se hospedaban en Cataluña—, surgió en toda la nación el deseo de defender en las calles la unidad de España. Igual que hizo don Juan Carlos en 1981, don Felipe dirigió un mensaje extraordinario por televisión ante una situación que calificó de «extrema gravedad». El rey urgió a los poderes del Estado a «asegurar el orden constitucional», reclamó «el compromiso de todos con los intereses generales» y acusó a las autoridades catalanas de cometer una «deslealtad inadmisible» y de haber enfrentado y fracturado a la sociedad. Además, aseguró que Cataluña seguirá formando parte de España.
© Casa de S. M. el Rey
Un rey que mira al futuro
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El reinado de Felipe VI se estrenó con cuatro grandes desafíos —la corrupción, los altos niveles de paro, el desafío separatista catalán y el fraccionamiento del voto— que han requerido, y continúan haciéndolo, gran parte de su tiempo y atención. Pero, a diferencia de los dirigentes políticos, el
rey tiene una visión de España a largo plazo. Don Felipe cree que nuestro país debe anticiparse a la revolución tecnológica que está transformando el mundo antes de que esa realidad imparable se imponga y nos excluya. «Nunca en la historia de la humanidad y en un espacio de tiempo tan corto, se habían producido cambios tan grandes», advierte. «Hoy sabemos que no se trata ya solo de una revolución tecnológica: es algo mucho más profundo. Es un nuevo modelo del mundo». «Debemos concentrar nuestras energías en mirar hacia el mundo que nos rodea y darnos cuenta cabalmente de por dónde va». Mientras avanza el reinado, a su lado va creciendo la princesa de Asturias, llamada a adquirir cada vez más protagonismo y a continuar algún día con la obra de sus antepasados.