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Spanish Pages [368] Year 1893
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4
I
;
COLECCIÓN DE
ESCRITORES CASTELLANOS CRÍTICOS
ESTUDIOS
CRÍTICA LITERARIA
TIRADAS ESPECIALES hilo, del. 50 ejemplares en papel de en papel China, del.. v ,0
!
al 50.
I al
X.
^
-«8^
asp»
ESTUDIOS
CRÍTICA LITERARIA POR KL DOCTOR
M.
MENÉNDEZ
V
Catedrático de literatura en la Universidad de Madrid, individuo de número de la» Reales Academias Española ti de la Historia, Buenas Letras de Barcelona
y Correspondiente de la» de
PRTMERA SERIE (secunda edición)
kst. ttpografico «sucesores de rivaden'evrad
Paseo Oe San Vicente,
ffj
1893
nóm
20
AL
Sr. D.
JUAN VALERA
Su amigo que no ,
le
olvida
Marcelino Menéndez
&&!>
,
v Pelayo.
DE LA POESÍA MÍSTICA
DE LA POESÍA MÍSTICA
(i).
Señores: i
fué siempre favor altísimo y honra codiciada la de sentarse al lado vuestro; si todos los que aquí vinieron tras larga
vida de gloria para sí propios y para las letras encontraron pequeños sus méritos en parangón con el lauro que los galardonaba, agotaron
en
y y agradeque vengo á
ocasión las frases de obsequio
tal
cimiento, ¿qué he de decir yo,
aprender donde ellos vinieron á enseñar, que y en los umbrales déla juventud, cubierto todavía con el polvo de las aulas,
abono, fos
de
como
la
no traigo en mi
trajeron ellos, ni ruidosos triun-
tribuna ó del teatro, ni largos trabajos de aquellos que apuran y acendran
filológicos;
(i) Discurso de entrada en la Real Academia Espav ñola (1881).
:
ESTUDIOS DE CRÍTICA LITERARIA.
4 el
tesoro de la lengua patria? Pero
Señores, que ni un sois vosotros
momento me
y quién soy yo; y
me
pulos nunca
no temáis,
olvide de quién si
de mis
discí-
tuve por maestro, sino por
compañero, ¿qué he de juzgarme en esta Academia, sino malo y desaprovechado estudiante?
Y
aumenta mi confusión
el
recuerdo del va-
y vuestros votos, me han dado por predecesor. Poco le conocí y traté rón ilustre que
la suerte,
(y eso que era consuelo y refugio de todo prin-
¿cómo olvidarle, cuando una Enamoraba aquella mansedum-
cipiante); pero,
vez se
le
veía?
bre de su ánimo, aquella ingénita modestia y aquella sencillez y candor como de niño, que servían de noble
y
discreto velo á las perfeccio-
nes de su ingenio. Nadie tan amigo de ocultar su gloria
y de
ocultarse. Difícil era
poco atentos descubriesen en
Y
eso era antes que todo,
literario dio
él al
que ojos
gran poeta.
aunque
el
vulgo
en tenerle por erudito, bibliote-
cario é investigador,
más bien que por vate manera de ver
inspirado. Otros gustos, otra
y de respetar los textos, una escuela crítica más perfecta y cuidadosa, han de mejorar (no hay duda en ello) sus ediciones, hoy tan estimables, de Lope, Tirso, Alarcón y Calderón libre será cada cual de admitir ó rechazar sus
DE LA POESÍA MÍSTICA.
5
ingeniosas enmiendas al Quijote; pero sobre los ó los caprichos
aciertos
del editor se
alzará
siempre, radiante é indiscutida, la gloria del
que no está ligada á una escuela
poeta. Gloria
ni á
un período
y en
la
porque Hartzenbusch
literario,
dramático de escuela,
sólo en los accesorios es
esencia dramático de pasión
y de
senti-
miento. Por eso queda en pie, entre las ruinas
enamorada pareja aragohermana de la de Verona, y re-
del Romanticismo, la nesa, gloriosa
suena en nuestros oídos, tan poderoso y vibrante
como
le sintieron
en su alma
los espec-
tadores de 1836, aquel grito, entre sacrilego
sublime, del
amador de
y
Isabel de Segura:
— «En presencia de Dios formado ha sido. — Con mi presencia queda destruido.»
Y
al
lado de
Los Amantes de Teruel vivirán,
aunque con menos lozana juventud y vida, Doña Mencia, Alfonso el Casto, Un si y un no, Vida por honra y
La
ley
de raza. Podrá ne-
garse á sus dramas históricos,
dos los que en España
y penetración
hemos
como
á casi to-
visto, color local
del espíritu de los tiempos, ni
era ésta la intención del autor; pero,
¿cómo una
negarles lo que da fuerza y eternidad á
obra dramática, lo que enamora á los doctos
enciende
el
alma de
las
y muchedumbres con-
ESTUDIOS DE CRÍTICA LITERARIA.
6
gregadas en
el teatro: la
profunda de
los afectos
La vena dramática
expresión verdadera
era en
Hartzenbusch tan
poderosa, que llegaba á ser exclusiva.
las
y modesta,
Por eso no
sonajes.
sino cuando dio voz
brilló
en
y forma
la
poesía lírica
castellanas al pen-
samiento de Schiller en
el
religioso, el
el
más
manes, y quizá moderna.
per-
se
de la Campana,
mano y
Su
esfuma y desarrogantes figuras de sus per-
sonalidad, tímida
vanece entre
y
humanos?
el
más
lírico la
maravilloso Canto
de todos
más hu-
los cantos ale-
obra maestra de
la poesía lí-
rica
Reservado queda á
les futuros biógrafos
de
D. Juan Eugenio Hartzenbusch hacer minucioso recuento de todas las joyas de su tesoro literario,
sin olvidar, ni sus delicadísimas na-
rraciones cortas, entre todas las cuales brilla
peregrino y fantástico cuento de La hermosura por castigo, superior álos mejores de Anel
dersen; ni sus apólogos, tención y
más
ningún otro
más profundos de
in-
poéticos de estilo que los de
fabulista nuestro; ni los
numero-
que en prólogos y disertaciones dtjó acopiados para la historia de nuestro teatro. Yo nada más diré: hay nombres que abrusos materiales
man
al
sucesor,
y
esto,
que en boca de otros
DE LA POESÍA MÍSTICA.
pudo parecer modestia
7
retórica, es
en mí sen-
muestra de admiración ante una vida tan
cilla
gloriosa
y tan
llena,
y á
vez tan mansa y hombre de letras y
la
apacible, verdadera vida de
de varón prudente, hijo de sus obras y señor de sí, exento de ambición y de torpe envidia, ávido ni despreciador del popular aplauso.
ni
responder, Señores, ni aun de
¿Cómo
lejos,
á
que exigen de mí tan gran recuerdo y ocasión tan solemne? Por eso busqué asunto que, con lo
su excelencia, cristiana tes
y con
ser simpático á
y española, encubriese
de mi
estilo
y doctrina, y
me
género de poesía castellana por
toda alma
los bajos quila-
el
fijé
en aquel
cual nuestra
lengua mereció ser llamada lengua de ángeles.
Permitidme, pues, que por breve rato os hable de
la
res
y
poesía mística en España, de sus caractevicisitudes,
y de
sus principales autores.
Poesía mística he dicho, para distinguirla de los varios
géneros de poesía sagrada, devota,
y moral, con que en el uso vulgar se confunde, pero que en este santuario del ha-
ascética la
bla
castellana justo
es deslindar
cuidadosa-
mente. Poesía mística no es sinónimo de poesía cristiana: abarca
más y abarca menos. Poeta y con todo eso, no es
místico es Ben-Gabirol,
poeta cristiano.
Rey de
los poetas cristianos es
ESTUDIOS DE CRITICA LITERARIA.
8
Prudencio, y no hay en
él
sombra de
misti-
cismo. Porque para llegar ala inspiración mística,
no basta
ser cristiano ni devoto, ni
gran
teólogo ni santo, sino que se requiere un
es-
tado psicológico especial, una efervescencia de la
voluntad y del pensamiento, una contem-
plación ahincada y
honda de
las cosas divinas,
y una metafísica ó filosofía primera, que va por camino diverso, aunque no contrario, al de la teología dogmática. El místico,
si
es
ortodoxo,
da como supuesto y base de todas sus especulaciones, pero llega acepta esta teología
más adelante:
,
la
aspira á la posesión de Dios por
unión de amor, y procede como si Dios y alma estuviesen solos en el mundo. Este es
como estado
el el
del alma,
y su virtud es tan poderosa y fecunda, que de él nacen una teología mística y una ontología mística, en misticismo
que
el
espíritu,
iluminado por
la
llama del
amor, columbra perfecciones y atributos del Ser, á que el seco razonamiento no llega; y
una psicología mística, que descubre y persigue hasta las últimas raíces del amor propio
y de tica,
humanos, y una poesía mísmás que la traducción en forma
los afectos
que no
es
de arte de todas estas teologías y filosofías, animadas por el sentimiento personal y vivo
DE LA POESÍA MÍSTICA. del poeta que canta sus espirituales amores.
Sólo en
el
Cristianismo vive perfecta y pura más ó menos enturbiada,
esta poesía; pero cabe,
en toda creencia que afirme y reconózcala per-
humana y la personalidad divina, y aun en aquellas religiones donde lo divino
sonalidad
ahoga y absorbe á
humano, pero no en
lo
ciosa unidad, sino á
modo de
arrollo de la infinita esencia
silen-
evolución y des-
en fecunda é in-
agotable realidad. Por eso no es fruto, ni del
deismo vago, ni del fragmentario y antropomórfico politeísmo. Por eso los griegos no alcanzaron ni sombra los
ha de aspirar á en
ni
vislumbre de
hombres valen más que las
la
dulzuras de
unión extática, la
ella.
los dioses,
¿quién
abismarse
ni
contemplación? La exce-
lencia del arte heleno consistió en ver
quiera la forma, esto
Donde
es, el
límite;
y
donde
la excelen-
c'a de la poesía mística consiste en darnos
vago sabor de
lo
infinito,
aun cuando
un
lo en-
vuelve en formas y alegorías terrestres.
El panteísmo
idealista
mismo incompatible ccn árido y enojoso lista
;
pero no
y
dialéctico es asi-
la poesía, el
por seco,
panteísmo natura-
y emanatista, aunque encierra un virus
capaz de matar en germen toda inspiración lírica,
so
pena de grave inconsecuencia en
el
ESTUDIOS DE CRÍTICA LITERARIA.
IO
poeta. Si la poesía lírica es, por su naturaleza,
íntima, personal, subjetiva,
de
como en
la
¿dónde queda
las escuelas se dice,
dualidad del que se reconoce parte de nita esencia
;
dónde
lengua
la indivila infi-
eterno drama que en
el
conciencia cristiana nace de la comparación
la
entre
de
la
la
y los abismos y poder de Dios; dónde el
propia flaqueza y miseria
sabiduría
triunfal desenlace traído por la afirmación ca-
hombre y de
tegórica del libre albedrío en el la
bondad inagotable de un Dios que
Cristo
humanado,
se hizo
mundo? Fuera
carne por los pecados del
lazo entre el cielo
y
del
la tie-
¿qué arte, qué poesía sagrada habrá que
rra,
no sea monstruosa como taria é infecunda
como
la
la
de
de
la
India ó soli-
hebreos de
los
la
Edad Media? Esta poesía, aun
la
imperfecta y heterodoxa,
ora tenga por intérpretes yoguis indostánicos, gnósticos de Alejandría, rabinos judíos ó ascetas cristianos,
no
es ni
ha podido
ser
en ningún
género universal y de moda, sino propio y exclusivo de algunas almas selectas, desasidas de las cosas terrenas, y muy adelantadas en los siglo
caminos de
la espiritualidad.
Se
la
ha
falsifi-
cado, parque todo puede falsificarse; pero ¡cuan fría
y pálida cosa son
las
imitaciones hechas
DE LA POESÍA MÍSTICA. sin
amor! De mí
ni
f(
II
que cuando modernas con pretensión de indigna más la falsa devoción del sé deciros
leo ciertas poesías
místicas,
me
autor que
la
abierta
incredulidad de otros,
y echo de menos, no ya las desoladas tristezas de Leopardi, menos amargas por el purísima cendal griego que las cubre, sino hasta los gritos de satánica rebelión contra el cielo,
lanzaba con rudeza sajona
Mab y del
el
que
La Reina
autor de
Prometeo desatado.
Pero, dejando á un lado tales impotentes
remedos, á cualquiera
poco bastan
la
que tam-
se le alcanza
mera devoción y
el
bien inten-
cionado fervor cristiano para producir maravillas
de poesía mística, sino que
ó creador de filósofo
tal
poesía ha de ser
intérprete
el
encumbrado
y teólogo, ó á lo menos teósofo, y homy haya convertido en sustancia
bre que posea
propia un sistema completo sobre las relaciones entre
el
Criador y
la criatura.
Por eso no dudo
en afirmar que, además de ser rarísima de
tal
poesía, no brota en
ninguna
por su propia y espontánea virtud
flor la
literatura ,
sino des-
pués de larga elaboración intelectual, y de muchas teorías y sistemas, y de mucha ciencia y libros
en prosa, como se verá claro por
texto de este discurso.
Y
no
se crea
el
con-
que con-
ESTUDIOS DE CRÍTICA LITERARIA.
12
fundo
los
aledaños de
que soy partidario de
y del arte, ni que llaman hoy arte
la ciencia
lo
docente, sino que creo y afirmo que los conceptos que sirven de materia á la poesía mística son de tan alta naturaleza y tan sintéticos y comprensivos, que en llegando á columbrarlos, entendimiento, y fantasía, y voluntad, y arte y ciencia se confunden y hacen una cosa
misma, y tad,
y
la
fantasía,
que
el
entendimiento da
alas á la
volun-
voluntad enciende con su calor á
y
es
llama de amor viva en
es serena
contemplación en
la
el arte lo
teología.
la
Si separamos cosas inseparables, en vez de las
odas de San Juan de
como
la
Cruz, tan gran teólogo
poeta, nos quedará
sentimentalismo de
ahora se componen. es obstáculo para
el
vacío y femenil
que
los versos religiosos
No
creamos que
la ciencia
nada; no creamos, sobre
mano
del
lengua del ritmo
las
todo, que la ciencia de Dios traba la
que ha de ensalzar con
la
divinas excelencias.
Y dados tales precedentes, á nadie asombrará que tarde tanto en asomar la Iglesia latina,
la poesía
y que, aun entre
no tenga más antigüedad que intérprete digno de
mística en
los griegos,
el siglo IV ni
la historia
que
el
más
neo-pla-
tónico Sinesio, discípulo de Hipatia, amainan
3
DE LA POESÍA MÍSTICA. tado con todas ticas
y
cristianas de Alejandría
los griegos
por
forma, hasta
la
vocar con amor
1
enseñanzas paganas, gnós-
las
discípulo de
;
el
punto de
in-
coro de las vírgenes lesbia-
el
nas y la voz del anciano de Teos; discípulo de
Platón en
la teoría
de
las ideas
y de
la preexis-
tencia de las almas; pero tan poco discípulo de ellos
en
lo sustancial é
íntimo, que
autor del Fedro y del Simposio
le
al
mismo
hubieran
sonado á música extraña y desconocida aquevagos anhelos de tornar á la fuente de la
llos
vida, de
romper
las
ataduras terrenales, de
saciar la sed de ciencia en la eternas fuentes de lo absoluto,
y de
ser
Dios juntamente con Dios,
no por absorción, sino por abrazo místico.
¿Cómo habían de
encajar tales ideas en la con-
cepción plácida y serena de
vida, ley armo-
la
niosa del arte antiguo? Por eso las efusiones
de Sinesio abren un arte y un nuevos.
La melancolía
modo de
sentir
cristiana, el corazón in-
quieto hasta que descanse en
el
Señor, encon-
traron la primera expresión (y ciertamente una
el
las más bellas) en sus odas; y es, por ende, Obispo de Tolemaida poeta más moderno
en
el sentir
de
y en
el
imaginar que
el
mismo San
Gregorio Nazianceno. Cerca del nombre de Sinesio debernos poner el del sirio
San Efrem,
ESTUDIOS DE CRITICA LITERARIA
14
que con himnos católicos mató en las gentes de su país la semilla herética derramada en sus versos por el
el
gnóstico Harmonio, aunque
hoy
misticismo de San Efrem vive para nosotros
en sus homilías y oraciones en prosa ricas de color con riqueza y prodigalidad orientales, ,
más bien que en
sus himnos, perdidos todos, á
excepción de los pocos que se incorporaron en la liturgia siria,
y que son, por
la
mayor
parte,
cantos fúnebres ó ascéticos.
Nada semejante en
la Iglesia latina.
un español, un
poeta es
Prudencio,
el
celtíbero,
Su gran Aurelio
cantor del Cristianismo heroico
y militante, de
y de
los ecúleos
la Iglesia
perseguida en
fadora en
el
las
los garfios,
de
catacumbas ó triun-
Capitolio. Lírico al
modo de David,
de Píndaro ó de Tirteo, y aun más universal
que
ellos,
en cuanto sirve de eco, no á una
raza, siquiera sea tan ilustre ni á
un pueblo, siquiera sea
sino á la gran
comunidad
como el
la raza doria,
pueblo escogido,
cristiana,
de entonar sus himnos bajo
las
que había
bóvedas de
la
Rey y maestro en
la descrip-
ción de todo lo horrible, nadie se ha
empapado
como
sangre es-
primitiva basílica.
él
en
la
bendita eficacia de
la
parcida y de los miembros destrozados. Si hay poesía que
levante y temple
y
vigorice
el
5
DE
POESÍA MÍSTICA.
I-A
1
alma, y la disponga para el martirio, es aquélla. Los corceles que arrastran á San Hipólito, el
lecho de ascuas de San Lorenzo
rrado pecho de Santa Engracia,
lamen y envuelven
el
emeritense Eulalia
la
huye á los
los cielos
las
desga-
el
,
llamas que
cuerpo y los cabellos de mientras su espíritu ,
en forma de candida paloma;
agudos guijarros que,
al
contacto de las
carnes de San Vicente, se truecan en fragantes rosas; el ensangrentado circo de Tarragona,
adonde descienden, como gladiadores de
Cristo,
San Fructuoso y sus dos diáconos; la nivea estola con que en Zaragoza sube al empíreo la mitrada estirpe de
los Valerios
eso canta
Prudencio, y por eso es grande. No le pidamos ternuras ni misticismos; si algún rasgo ele-
gante y gracioso se
le ocurre,
siempre irá mez-
clado con imágenes de martirio: serán los Santos Inocentes
ante
el
bellino
En
jugando con
las
palmas y coronas
ara de Cristo, ó tronchados por el tor-
como
rosas en su nacer.
vano quiere Prudencio
cuela antigua, á lo
metros; porque
la
menos en
ser fiel á la esel estilo
naturalista, bárbara, hematolatra se
y en
y sublime,
desborda del cauce horaciano. Para
vida es
campo de
los
hirviente lava de su poesía
pelea, certamen
él
la
y corona de
16
ESTUDIOS DE CRITICA LITERARIA.
atletas,
y
granizo de
el
persecución es se-
la
milla de mártires, y los nombres que aquí se escriben con sangre, los escribe Cristo con áu-
y los leerán los ángeles cuando vengan todas las
reas letras en el cielo,
en
el
día tremendo,
ciudades del orbe á presentar
al
Señor, en ca-
nastillos
de oro, cual prenda de alianza, los
huesos y
las cenizas
de sus Santos.
Quédese para otro hacer
gloriosísima his-
la
toria de la poesía eclesiástica, desde sus oríge-
nes hasta el nacimiento de las lenguas vulgares.
Esta poesía, erudita por sus autores, po-
pular porque
el
tamente con no
tanto,
solitaria
pueblo latino
el clero,
es
la
cantaba jun-
impersonal
es mística, ni expresión
,
y,
por
de un alma
y contemplativa. El poeta no habla
en nombre propio, sino de
la
multitud reunida
templo. Sólo cuando
el
autor ha sido un
en
el
Padre de
la Iglesia
,
como San Ambrosio, ó un
Pontífice instaurador ó reformador del canto eclesiástico,
Gregorio
el
como nuestro San Dámaso y San retórico famoso como
Magno, ó un
Venancio Fortunato, consta su nombre; y aun el alma del poeta anda tan ve-
en estos casos
lada, que bien
puede retarse
de
ella
en
el
más
sutil
ana-
que descubra una sola
fibra
Vexilla regis prodeunt en el
Jam
lizador de estilos á
al
y
7
DE LA POESÍA MÍSTICA. lucis orto sidere, ó en el
pcregit.
cha
la
¿Qué más? Anónimas son hasta mayor oda y la mayor elegía del
la fe-
Cris-
Dies trae y el Stabat Mater; y en uno ni en otro creemos escuchar la voz
tianismo: ni
1
Lastra sex qui jam
el
aislada de
un poeta, por grande que
él sea,
sino que en los versos bárbaros del primero
viven y palpitan todos los terrores de la Edad Media, agitada por las visiones del milenario,
y en el segundo todas las dulzuras y regalos que pudo inspirar, no á un hombre, no á una generación, sino á edades enteras
de
la
He
Madre dicho,
,
la
devoción
del Verbo.
y
la historia lo
confirma
,
que á
todo poeta místico precede siempre una
aun en
cuela filosófica. Obsérvase esto
es-
mis-
el
ticismo heterodoxo. Si conociéram os de otra
manera que por fragmentos
las
gnósticos de Siria y de Egipto
palpable
la
,
obras de los
aun
más
sería
demostración; pero bástanos
texto de la Pistis Sophia ó Sabiduría
fiel,
de algunos evangelios apócrifos, y lo
el
y el
quede
Valentino y de Bardesanes nos dejaron escrito sus impugnadores, para deducir
que
los
him-
y novelas de aquellos sectarios no eran más que una traducción en forma po-
nos, alegorías
pular de sus respectivos sistemas emanatistas xv
2
—
8
.
ESTUDIOS DE CRITICA LITERARIA.
1
ó dualistas. Así expusieron ción de los eones en
y
destierro
por
á
la
eterna genera-
la
seno del Pleroma,
peregrinaciones de Sophia
las
timo anillo de final
el
la
,
el
úl-
dodecada, y su redención
el Cristo; así
difundieron
materia, que llamaban una
el
desprecio
mancha en
la
vestidura de Dios.
De
esta poesía herética
en España:
tra
el
tenemos una mues-
himno de
Argirio, conser-
vado, aunque sólo en parte, por San Agustín
CCXXXVI1
en su carta á Cerecio (Epíst.
de
Le usaban los única rama gnóstica
San Mauro)
edición de
la
(i).
Priscilianistas
gallegos,
que
en Occidente, y dábanle oculto
se arraigó
y misterioso
sentido, suponiéndole recitado en
secreto por el Salvador á los Apóstoles.
blaba en
él la infinita
Ha-
y única sustancia en :
la
primera parte de cada versículo, como naturaleza divina; en la
(i)
segunda, como naturaleza
Solvere voló et solví voló.
I.
— Salvare voló salvan' — Generari voló h V. — sa cu n V. — Plangere voló: iundite vos omnes. — VI. Ornare voló o mar II.
voló.
et
I II. [
'
i
i 'olo :
cti
Itate
et
i voló.
VII. Lucerna sum tibi, Ule quinte vides. VIII. Janua sum Ubi, quicumque me pulsas.
— X. — Qui vides quod age, X. — cuneta,
I
I
'erbo illusi
tace opera mea.
el
non
sum
illusus in totum.
DE LA POESÍA MÍSTICA.
Y
humana. el
19
decían de esta manera, imitando
paralelismo hebreo: 1.
— Quiero
(esto es,
de
desatar y quiero ser desatada
los lazos corpóreos).
II.— Quiero salvar y quiero ser salvada. Quiero engendrar y quiero ser engenIII.
—
drada.
— Quiero cantar — Quiero llorar:
IV.
V.
saltad todos.
:
golpead todos vuestro
pecho.
VI.
— Quiero
adornar, y quiero ser ador-
nada. Vil.
— Soy lámpara para
ti
— Soy puerta para IX. — Tú, que ves loque VIII.
que que
ti
me ves. me golpeas.
hago, calla mis
obras.
X.
y no
— Con la palabra engañé á todas las cosas, fui
Aun
engañada en cosa alguna.
nos queda que andar largo camino, ca-
mino de tica
siglos, antes
ortodoxa.
cando
La
se refugió
Edad Media en
de tropezar con
inspiración que
en el
los
ilustre de sus poetas, el
dad
casi
las
los judíos, el
más
canónica en
mís-
primeros siglos de
alma de
entre ellos no la atesoró en
compuso
la
vamos busla
y aun
mayor grado
el
que logró autori-
Sinagogas,
la famosa lamentación
el
que
que será can-
ESTUDIOS DE CRÍTICA LITERARIA.
20
tada en todas las tiendas de Israel esparcidas
por
el
mundo,
de Jerusalcn
el aniversario de la destrucción ,
el
Abul-Hassán de
los árabes,
castellano Judá-Leví, aquel de quien, entre
el
burlas y veras, dijo Enrique Heine que «tuvo
alma más profunda que
el
mar.» Con ser Judá-Leví
los
abismos de
el lírico
la
más notable
de cuantos florecieron desde Prudencio hasta
Dante, no
es poeta místico
en todo
el
rigor
del término, precisamente por ser poeta bíblico
y sacerdotal en grado sumo.
Más independiente, más soñador y melancólico á
món-ben-Gabirol,
el
la
personal y hasta
moderna,
Avicebrón de
es Salo-
los cristia-
Su poesía más que una forma de su filosofía; y su filosofía, la más audaz que ha brotado dentro de la Sinagoga, es un emanatismo alejandrino nos, autor de la Fuente de la vida.
no
es
con reminiscencias gnósticas, y toques y vislumbres de otras metafísicas por venir, expuesto todo ello con método y terminología aristotélicos,
y esforzándose
el
autor con más
candidez que dichoso resultado, en concertar sus enseñanzas, á toda luz panteísticas, con la
personalidad divina y con ción. Así si
proclama
la
el
dogma de
la crea-
unidad de materia, como
dijéramos, la unidad de sustancia, y sólo
DE
en
los seres;
POESÍA MÍSTICA.
I.A
forma ve
la
21
principio de distinción de
el
pero excluye á Dios de
la
composi-
forma, afirmando en otra parte que forma y materia emanaron de la ción de materia y
voluntad divina. La contradicción dia-
libre
léctica es evidente, pero
no amengua
atomismo de Leucipo, hermanado con ral
de Epicuro, bastó á inspirar
la
la glo-
como
Si tan pobre filosofía
ria del poeta.
la
el
mo-
nerviosa y ha-
¿cómo no
espléndida poesía de Lucrecio,
bía de levantarse Gabirol sobre todas las anti-
nomias de su Makor Hayim,
él
que era poeta
hasta en prosa, y sabía interpretar simbólica-
mente
naturaleza,
la
recordar
caracteres
como ría
como buen
teósofo,
y
verdadero sentido oculto bajo los
el
y
letras
las
formas sensibles
que declaran
de su autor
?
el
,
que son
primor y sabidu-
La más extensa de sus comReal {Ketcr Malkuth),
posiciones, la Corona
encierra trozos de soberana
y eterna
porque son de noble poesía
espiritualista, in-
dependiente de
las
belleza,
especulaciones del autor.
Esta obra, que tiene más de ochocientos versos
,
participa de lo lírico
himno y de poema
y de
rcept (J/ujeoí?,
lo didáctico,
donde
de
la cien-
cia del poeta y su arranque místico se dan la mano. Permitidme, noque extracte, sino que
ESTUDIOS DE CRÍTICA LITERARIA.
22
traduzca algún breve trozo: «Eres Dios
clama
poeta
el
— y todas
Tu
y adoran
gloria
no
se
disminuye ni
acrecienta porque adoren en Ti lo que eres,
porque
van como
el fin
vano
se
Tú no
ti. Pero camino y ruedan
de todos es llegar á
ciegos, pierden el
abismo de
al
— ex-
las criaturas te sirven
destrucción, ó se fatigan en
la
sin lograr el fin apetecido.
Eres Dios, y
y esencias á todas las criaturas con tu divinidad, y nadie puede distinguir en Ti sostienes
unidad
la
,
la
eternidad y la existencia, porque
todo es un misterio único, y con nombres tintos todo tiene
y
la
un
dis-
solo sentido. Eres sabio,
sabiduría fué desde la eternidad tu retoño
querido. Eres sabio,
y de
tu sabiduría
tu voluntad de artífice para sacar nada.
Y
á la
manera que
infinitos rayos
eternamente
por todo
las
la luz se
la
que su caudal
tes
instrumento para tus obras.»
se agote, sin
al
la
manan
fuente de la vida,
sin
¿Y cómo no admirar
de
difunde en
lo creado, así
aguas de
emanó
el ser
que
poeta en
Tú
necesi-
la descrip-
ción de las esferas celestes, hasta que penetra
en
que
la
décima, en
la esfera del entendimiento,
es el cercado palacio del
náculo del Eterno, gloria, labrada
con
la
la
Rey,
el
Taber-
tienda misteriosa de su plata de la verdad, re-
DE LA POESÍA MÍSTICA.
23
vestida con el oro de la inteligencia
tada en las columnas de la justicia?
de esa tienda sólo queda pio de toda cosa
poeta, satisfecho
cado con su
y
reas
ante
,
como por
el
sino real
ves
mar
las naves.
á tan altas
¿cómo había de mirar
el
contem-
mundo,
y destierro? «Alma noble y dice en una de sus composiciones bre-
como
—
cual se humilla el
que van pasando por su
el
Quien vivía entregado placiones,
allá
toJas las existencias corpó-
espirituales,
espíritu
Más
el misterio, el princi-
triunfante por haber abar-
y
mano
y asen-
cárcel
— ¿por
qué tiemblas como una paloma?
Esta vida es un arco tendido y amenazador.
El tiempo corto,
el fin incierto.
ve á tu nido: cumple
la
Vuelve, vuel-
voluntad de Dios, y
sus ángeles te guiarán al jardín celeste
La judíos
filosofía ,
y algunos chispazos de este misticismo con ser la más refracta-
llegaron á los árabes ria
(i).
alejandrina hizo místicos á los
de todas
,
las razas á la
especulación intelec-
(1) Hay una excelente traducción alemana de las poesías de Avicebrón, hecha por Geiger, rabino de Breslau: Salomo Gebirolu. s. Dichtungen (Leipzig, 1867). La mayor parte de ellas pueden verse además en el libro del Dr. Miguel Sachs, Die r eligióse Poesie der luden in Spa~ nien (Berlín, 1845). El Keter Malkuth fué traducido al la-
24
ESTUDIOS DE CRÍTICA LITERARIA.
tualy á
la
meditación de las cosas divinas. Ni solo verso místico conozco en todo lo que
un
anda traducido de sus poetas. El único que lo aunque escribiendo en prosa es el insigne filósofo, astrónomo y médico guadaño, Abubeker-ben-Tofail (siglo xn), autor de la novela filosófica que Pococke llamó El ;_'';'. obra de las más extrañas de la Edad Med ia Si ala grandeza de la invención y del pensamiento correspondiesen fué de veras,
.
el
llo
desarro-
el estilo,
que desdichadamente, y para gusto de lectores modernos y occidentales >'
corresponden, pocos libros habría en tan maravillosos como este
fo, en que una
,sla
el
el
mundo
Robinsón
filoso-
protagonista Hat,
desierta
cela, crecido
el
no
y
nacido en amamantado por una ga-
y formado
sin trato ni
comuni-
cación con racionales, va elaborando por sí rmsmo sus ideas, procediendo de lo particular ¿ lo general, de lo concreto á lo abstracto, del
prosa/por ¿ÍV d Nieto tura, etc.
^r '
'
^
y
n f,ancés
>
^
aU Ue en ¡¡"j P or Mardoqueo Ven-
Las condiciones de este H¡«n, P c„ tenerme en otros poetas "* C ° nSienten de " he b eo ,T. mCn ° S CUenta como Jos dos Ben-Fzras v M' ! I ar" NaChmán,S0bre ,os ta puede vc!í:
¿t
^
-
«~
DE LA POESÍA MÍSTICA. accidente á la sustancia
dad y abismarse en
ella
todas sus meditaciones
de Persia y templadores
con tro
uni-
sacar por fruto de
el éxtasis
la secta
de
los sofíes
llamada de
autor, los con-
escribió su libro para resolver el
,
la
unión del entendimiento agente
hombre pero, á semejanza de su maesAvempace en la epístola del Régimen del el
;
solitario, llega á la
conclusión mística por vía
especulativa (i), por zas naturales del la
y
,
la
Nirvana budhista. El
el
que pertenecía á problema de
25
hasta llegar á
,
la
exaltación de las fuer-
entendimiento humano, por
espontaneidad racional elevada á
la
máxima
potencia, y no por el escepticismo religioso,
que hoy diríamos tradicionalismo, del persa Algazel. «El
mundo
un mismo harén: ha de
irritarse
y el mundo dicomo dos mujeres en
sensible
vino (escribe Tofail) son si el
dueño
forzosamente
prefiere á la una, la otra.»
¿Cómo
resolver este dualismo? Aniquilándose, para
que
lo múltiple se
reduzca á
tras la aniquilación el éxtasis
dios,
y
no
la visión
se
la
unidad; y mien-
cumple, prolongando
por todo género de me-
hasta materiales y groseros, aturdién-
(1) Él lo dice bien claro, á lo menos en la versión la«Ad Aune autem gradum pervenitur vía
tina de Pococke:
scientiae speculativae et disquisitionis cogitativae.*
ESTUDIOS DE CRÍTICA LITERARIA.
26
dose y marcándose con vueltas á la redonda, para producir
el
vért'go.
«Ponía
el
solitario
toda su contemplación en lo Absoluto, y apartaba de
sí
todos los impedimentos de las cosas
los ojos y tapiaba los oídos, y con todas sus fuerzas procuraba no pensar más que en lo Uno; y giraba con mucha rapi-
sensibles
,
y cerraba
dez, hasta que todo lo sensible se desvanecía,
y
y
la fantasía
las
demás
facultades
que tienen
instrumentos corpóreos caían en debilidad y abatimiento, alzándose pura y enérgica la acción de su espíritu, hasta percibir el Ser nece-
sario
(i), la
verdadera y gloriosa esencia.»
¿Y habrá quien pretenda que semejante novela pesimista y delirante, ó que la misma Corona Real de Gabirol, con ser resplandeciente
(i) Página 15 de la edición de Pococke: «.Philosophua
autodidactus sive Epístola Abi Jaatur, ebn Tlwfail', de Hahi ben Jokdhan in cjua ostenditur quomodo ex inferio,
rum
contemplatione
ad superiorum
notitiam vatio
humana
Ex
Arábica in latinam linguam versa. Ab Eduardo Pocockio. A M. Aídis Christi A lumno. Oxonii,
ascenderé possit.
.
excudebat II. Hall..... 1671. (De mi biblioteca.) Hay otra edición latina de 1700, tres traducciones inglesas, dos ale-
manas, una holandesa y una hebrea de Moisiís de Narbona, acompañada de un largo comentario, inédito todavía. Vid. Munck. Mé'.anges de philosophie árabe etjuive. (París, 1859. págs. 410 a 418.) Puede notarse cierta lejana analogía entre el Autodidacto y el Criticón de Gracián.
DE LA POESÍA MÍSTICA.
2~¡
de luz y de poesía, han influido de un
mcdo
directo en la literatura mística de los cristia-
nos? ¿Cuándo de las tinieblas salió
la luz?
Mís-
hay que son hermanos ó hijos pero no los busquemos en la Iglesia
ticos nuestros
de Tofail;
ortodoxa, sino en
en Mi-
las sectas quietistas,
guel de Molinos y los adoradores de la nada,
en
los
alumbrados de Llerena, en en
sionarios jansenistas, Inglaterra.
El vértigo,
la
los
el
desprecio de la
contemplación enervadora y de ellos son y no de San Buenaven-
vida activa, ,
convul-
excitación producida
por brutales flagelaciones,
malsana
los
tembladores de
la
tura ni de Gerson.
Achaque
fué de la erudición de otros tiem-
pos poner por
las
nubes
hayamos venido
de árabes y y hoy quizá
el influjo
Europa
judíos en la cultura de
,
á caer, por reacción
en
el
ex-
tremo contrario. Agradecimiento debemos,
sin
duda, á
menos
los árabes
infieles,
como
transmisores, más ó
de una parte del saber griego,
recibido por ellos de segunda pretes persas ó sirios.
astronómicas y sofía
,
Y
físicas,
mano, de
no sólo en sino en la
intér-
las ciencias
misma
filo-
primera, sirven los sectarios del Islam de
anillo
derna.
que traba
Tan
la
antigua cultura con
la
mo-
inexacto es decir que Aristóteles
ESTUDIOS DE CRÍTICA LITERARIA.
28
fuera desconocido en las escuelas de Occidente
hasta la
introducción de los compendios de
Avicena y de Algazel en el siglo xn, como imaginar que los escolásticos anteriores á aquefecha conociesen del Estagirita otra cosa
lla
que
el
ginal
,
Orgation, incompleto, y no en su
ori-
sino en la traducción de Boecio. Pero
no fué obstáculo esta ignorancia del texto de Aristóteles para que la escolástica, que en este
más que y potente en todo género de direcciones ortodoxas y heprimer período no pudo tomar de las
formas lógicas,
él
se desarrollase rica
terodoxas, sin que deban nada á los árabes, ni el
panteísmo alejandrino de Escoto Erígena,
sabiamente
impugnado por nuestro doctor
Prudencio Galindo en
el siglo
ix,
ni el rea-
lismo de Lanfranco, enérgico adversario del heresiarca Berenguer en llosa teodicea de
el
xi, ni la
maravi-
San Anselmo, en que
zón va confirmando
las
premisas de
la ra-
la fe, ni el
audaz y descarado nominalismo de Gaunilón
y
del antitrinitario
Roscelino, que parecen
precursores de los positivistas modernos, ni el
conceptualismo de Pe dro Abelardo, ni mística de
Y
si
Hugo y
)a
escuela
de Ricardo de San Víctor.
luego se dilata por los campos de
la esco-
lástica la corriente oriental, es para traer
nue-
DE LA POESÍA MÍSTICA. vos errores sobre los antiguos, el
29
y más que
todos,
averroismo, ó teoría del intellecto uno, perla Edad Media y del Renacicomo que no bastaron á ahuyentarle esfuerzos de Santo Tomás de Ramón Lull
petuo fantasma de miento, los
,
y de Luis Vives, y se arrastró oscuramente en la escuela de Padua hasta muy entrado el siglo xvir.
Ni necesitaron
los escolásticos
que moros y
judíos viniesen á revelarles las dulzuras de la
contemplación y de la unión extáticas, puesto que, aparte de las muchas luces que podían sacar de los tratados de
San Agustín, eran
tura familiar de ellos los libros
De
Theologia y
De
lec-
mystica
divinis nominibus del falso
Areopagita, pseudónimo de algún platónico cristiano de Alejandría; libros
que
Escoto Erígena (mucho antes que nadie en
comentó
la
el
mismo
filosofase
raza árabe) tradujo del griego
é hizo familiares á los cortesanos
Carlos el Calvo. Aquella semilla fructificó
bre todo en
la
,
y de
so-
abadía de San Víctor, cátedra
de Guillermo de Champeaux, hasta engendrar la escuela
mística de
Hugo y
Ricardo, que as-
piran á la intuición de las naturalezas invisibles,
pero no por los documentos de la razón,
ni por la
vana sabiduría
del
mundo, sino por
ESTUDIOS DE CRÍTICA LITERARIA.
3. Aun á los más serenos
y maque han querido abarcar todo vida de un imperio, á Tito Livio,
jestuosos, á los el
curso de
la
verbi gracia, les
domina la pasión por la grandeza de su pueblo, y esta pasión es la que da unidad á su obra y color y fortaleza heroica á su estilo, y perpetuidad como de bronce, ó mármol antiguo.
De todo sica es
que
lo cual infiero
gran
le,
los retóricos dicen,
trario;
no porque
sino, al revés,
no porque
le
la historia clá-
el
no por
lo
sino por todo lo con-,
historiador sea imparcial,
por su parcialidad manifiesta; sean indiferentes las personas,
sino, al contrario,
porque
y aborrece de muerte que lee, este amor y historia sea
yo que
bella é interesante,
se
enamora de unas,
á otras, comunicando, al este odio;
en sus manos
la
no porque
maestra de
la
la
vida
LA HISTORIA COMO OBRA ARTÍSTICA. oráculo de los tiempos, sino porque es
III
un
y el puñal y una tea vengadora; no porque abarque mucho y pese desinteresadamente la verdad, sino porque abarca poco y descubre sólo algu-
nos aspectos d¿
con fruición
la vida,
artística;
encarnizándose en ellos
no porque sirva de grande
enseñanza á reyes, príncipes y capitanes de ejército, dándoles lecciones de policía, buen gobierno y estrategia, sino porque ha creado figuras tan ideales y serenas como las de la es-
y comdrama moderno; no porque
cultura antigua, y otras tan animadas
como
plejas
las del
«enseñe á bien vivir», como dijo Luis Cabrera, á pesar de los aforismos con que solían engalanarla, sino porque produjo en Tácito el más
grande de se
los artífices
creadores de hombre,
si
exceptúa á Shakespeare. 0/>us hoc untan
máxime oratorimn. Por ricas,
de
la
tales virtudes, antes poéticas
que histó-
viven y vivirán eternamente á los ojos memoria, la peste de Atenas, la oración
fúnebre de Pericles y la expedición de Sicilia
en Tucídides;
la batalla
de Ciro
hermano en Xencphonte;
la
el
joven y su
consagración de
Publio Decio á los dioses infernales, y la igno-
minia de el
las
Horcas Caudinas, en Tito Livio; las legiones del Rhin, y la lie-
tumulto de
112
KSTUDIOS dx CRÍTICA literaria.
gada de Agripina á Brindis con
Germánico
[infausti populi
las cenizas
Romani
de
amores),
en Tácito;
la conjuración de los Pazzi y la muerte de Julián de Mediéis, en Maquiavelo;
acusación parlamentaria de
la
tings, el terrible procónsul de
la
Warren HasIndia, en
Lord
Macaulay.
Con ron
esa leche ateniense
los
y romana
se nutrie-
cinco ó seis historiadores españoles que
merecen
el nombre de clásicos, y que, por méde estilo y lengua, se separan de la inmensa falange de los compiladores y de los
ritos
eruditos,
como rita.
el
y aun de los historiadores sin estilo, más grande de los nuestros, como Zu-
Es verdad que aun
por maestros
les faltó
de asimilarse
lo
en
á los pocos que la
imitación
que imitaban, hasta
el el
damos poder
punto
de borrar toda huella del modelo, y hacer que pareciese espontánea emanación del genio propio lo que era sabia y adecuada reminiscencia.
Suelen
ir,
pues, en sus mejores trozos, por
un
lado la poesía del asunto, que se va abriendo
camino como puede, y por otro toriador laboriosamente
de
la
la
que
compone con
el his-
retales
púrpura de Salustio ó de Tácito. Cuando se funden armoniosamente, y la majes-
ambas
tad de la toga
romana no parece vestimenta
LA HISTORIA COMO OBRA ARTÍSTICA.
1
13
de máscara sobre los hombres habituados á vestir
morisco alquicel ó á adornarse con salvajes
tejidos de algodón, todavía el artificio,
y
podemos aplaudir
seguirle con embeleso, arrastra-
la pompa y número del período, ó por y nervioso de la sentencia; pero á la
dos por lo seco
larga, tal ilusión resulta imposible, y advertí mos que de la forma antigua sólo va quedando, cada vez más arrugada, la corteza.
De
tan dura sentencia
hay que
siempre á D. Diego de Mendoza,
más El
italiano de todo el
cual, por
salvar casi el
hombre
Renacimiento español.
haber pasado su vida, no en un
claustro ni en los bancos de
una escuela, sino
á todos los soles de la política
y de la guerra, y por haber puesto las manos y el entendimiento en las más altas empresas de su siglo, comunicó á
la
imitación
y jugoso, y un fadado, émulo de nal
Salustio.
A
modelos, v.
mánico
cierto la
misma
algo de perso-
andar
libre
inmortal
y desen-
brevedad de
veces traduce literalmente á sus gr.,
á Tácito, en la llegada de Ger-
campo donde perecieron las legiones de Varo; pero nunca nos parece más clásico, es decir, más empapado en el grande arte de los
al
antiguos (que
él
había estudiado más dere-
chamente y con más independencia de juicio xv
8
ESTUDIOS DE CRITICA LITERARIA.
114
que ningún otro español de entonces), que
cuando da más ensanches á
la
espontánea
vi-
vacidad de su natural cáustico, maldiciente y severo. Entonces los
términos de
sí
la
que verdaderamente dilata
lengua castellana, con aquel
decir suyo, de tan precisa rapidez
y de tan
enérgica condensación: finales bruscos y desgarrados, sentencias que aun parecen correr
sangre y quejarse de los dientes de las
la sierra
que
ha dividido.
Vence á Mendoza, y
á todos los historiadores
nuestros, el Tito Livio talaverano en la mag-
nitud del plan: véncelos también en ría ética,
la sabidu-
que de cada suceso quiere sacar una
máxima y una
advertencia; pero esta continua
preocupación de política trascendental quita evidencia y precisión á
separa
la historia, la
del arte puro, y la convierte,
no en un drama,
sino en la confirmación práctica y experimen-
de un tratado
De
tal
de
De
aquí la frecuente indiferencia del autor en
los principios
cuanto á
la crítica
de
los
Rege.
hechos que narra, y
el
contentarse con cualquier testimonio,
si
los hechos,
viesen ya
un
por
el
razón de
ser,
como
no
tu-
valor independiente de la mora-
lidad ó epifonema
explica
la sola
que
se saca
de
ellos.
Así se
plura transcribo qumn credo, deri-
US
LA HISTORIA COMO OBRA ARTÍSTICA.
vado, no de pereza de entendimiento, sino de
una concepción singular de es
ya
cho
la
la
mano con
filosofía
la historia,
que no
mu-
concepción clásica, aunque se dé
de
ella, ni es
la historia,
tampoco la moderna
aunque trasciende ya de
límites de simple narración, sino cierto
los
modo de
historia pragmática,
que de
lo
pasado
quiere sacar ante todo ejemplo para lo porvenir,
y que procede por medio de
escarmientos, lación.
De
ó, al
aquí
la
avisos
contrario, por vía de
y de emu-
metamorfosis radical y evi-
dente que, en manos de Mariana y de otros historiadores políticos, á contar desde el
Maquiavelo, experimentan
mentos del
los
mismo
antiguos ele-
arte histórica, trocándose, de dra-
máticos que eran, en morales y dialécticos.
Los
retratos, tejidos
generalmente de
no nos presentan ya criaturas
antítesis,
reales, sino tipos
de maldad ó de heroísmo. Las arengas no
ven ya para transportarnos
al
agora ó
sir-
al foro,
y hacernos palpitar con las mismas pasiones que agitaron á los antiguos arcontes y tribunos, sino que son
y
discreto,
un medio convencional,
de darnos
sofías políticas,
el
indirecto
autor sus propias
filo-
por boca de un jefe de tribus
bárbaras ó de algún reyezuelo de Taifas. legisladores del arte histórica,
Hay
como Luis Ca-
ESTUDIOS DE CRÍTICA LITERARIA.
Il6 brera,
que francamente
y aun lo Quedaban las
lo confiesan,
tienen por invención felicísima.
ánforas griegas, pero el vino estaba agotado. Así, aun mostrándose exteriormente lozana,
estaba ya herida de muerte la antigua forma
como muere toda forma de
histórica,
arte por
ausencia del espíritu que la informaba, y por la intrusión de un elemento de utilidad prola
Sin advertirlo los preceptistas, todo ha-
saica.
bía cambiado, descendiendo la historia á la ca-
manos de
tegoría de obra didáctica, en líticos
cios,
y de
los
y rebajándola,
literatos, á la
de
la
los
po-
hombres de acción y de negoal
mismo tiempo,
los
puros
de ejercicio retórico, simulador
pasión y de la vida. Así
más famosas
las
historias latinas, de los Ossorios, de los Stradas,
de los Bucanam, sin que apenas pueda exceptuarse á otro que á
mente por
De Thou y
La degeneración
fuó, sin embargo, lenta,
tuvo nuestra lengua entre
contando
á éste precisa-
,
político.
la
de Italia,
las
y
vulgares, aun
el privilegio
de enterrar
gloriosamente esta forma, madurada
la
pri-
mera vez bajo el sol del Ática, dilatada luego por los romanos con majestad consular é imperatoria, y envuelta, al les
y
curiales, de
fin,
en
que hablaba
los el
paños rea-
secretario de
LA HISTORIA COMO OBRA ARTÍSTICA. Florencia.
Y
es lo cierto
mas muestras de cuencia del P.
sí
en
que
IIJ
ella dio las últi-
la austera
y
férrea elo-
Mariana, especie de estoico
bautizado, inexorable censor de príncipes y de
pueblos; y en algunos historiadores de Flandes y de Indias que, por haber tenido el
ánimo
Ora en la dulce ciencia embebecido, Ora en el uso de la ardiente espada,
alcanzaron aquella belleza «sencilla y desnuda, sin
aparato oratorio, despojada de toda vesti-
dura y cendal» (quasi veste detracta), que admiraba Marco Tulio en los Comentarios de
Y
César.
todavía en tiempos peores, cuando
comenzaba á espesarse dictó á
Moneada
cerrazón literaria,
la
su elegante
compendio de una
parte de la Crónica de Muntaner, en el cual
alguien echará de menos lo que no se com-
pensa con todos los
artificios literarios,
y
es la
nativa y pintoresca simplicidad del viejo cronista, con su dejo rústico y almugavar.
«En
inquirir
fué tan hábil
y
retratar afectos»
como
el
ninguno
portugués D. Francisco
Manuel, atento siempre á mostrar «los ánimos de
los
hombres, y no sus vestidos de seda, lana como él mismo escribe. Más que de
ó pieles»,
historia, tiene la
suya de
folleto político
de
ESTUDIOS DE CRÍTICA LITERARIA.
Il8
acerbísima oposición
,
hábilmente disimulada
con apariencias de histórica mansedumbre.
Como
el
asunto era contemporáneo y
siones de sus héroes él
le
inflamaban
asunto con
Pau
,
no
que á
acertó á fundir el color del
los colores
de Tácito, haciendo á
Claris tentar las llagas de nuestra
monar-
De donde
quía, «no sin dolor y sangre». sultó
pa-
las
distintas de las
una obra excepcional ó más bien
re-
única,
de tétrica y solemne belleza, rica en amarguras y desengaños, aguzados con profundidades conceptuosas
,
donde
la
misma indulgencia
tiene trazas de lúgubre ironía
,
no de censor,
enemigo oculto, y donde encontró
sino de
voz,
por caso único en nuestra literatura, la tre-
menda Con
elocuencia délos tumultos populares. todas estas grandezas
adolecía la historia, escrita al
y esplendores,
modo
antiguo,
de dos sustanciales defectos, que, tocando
al
parecer únicamente á su fondo y materia, influían al la
mismo tiempo, y como de
forma. Nacía
el
primero de
rechazo, en
la carencia
de
y de una concepción primera y alta del destino del linaje humano, objeto de la historia. Por ser gentiles sus primeros y nunca igualados maestros, y por el estrecho leyes generales
círculo en
que
los
encerraba la contemplación
Iiq
LA HISTORIA COMO OBRA ARTÍSTICA.
exclusiva de su patria y ciudad, no habían poá dido elevarse por las solas fuerzas racionales la
comprensión, á
lo
menos
del gobierno de Dios en el
providencial de
la historia.
la consideración del
de éste
total
de
la ley
Reducidos, pues, á
elemento
en su relación
perfecta,
y
mundo y
política,
humano y aun como ciudadano ,
acertaban á y miembro de un Estado, no ñalar con otros nombres que con los muy
se-
va-
gos y nebulosos de casojortuna hado y demodel nio aquel factor incógnito de la historia ,
,
mundo cuya ,
presencia tenían que reconocer
por sus maravillosos efectos, que desbaratan toda combinación de la sagacidad humana,
pero cuya raíz se les escapaba. Y así á lo más que llegaban, como vemos en Herodoto, el más religioso de los griegos, era á poner de ,
manifiesto, en casos singulares, la venganza de los dioses sobre los soberbios
ciosos,
y
el
,
inicuos y jactanla sophrosyne,
restablecimiento de
templanza ó quietud del ánimo dividuos
como en
,
las repúblicas,
así
en
los in-
ya por medio
de esas mismas sangrientas justicias, ya por la vía de purificaciones, exorcismos y sacrificios expiatorios. fera
más
Por donde
alta,
la historia,
venía á usurpar
en su
el oficio
es-
de
la
tragedia, que inculcaba siempre, por voz del
120
ESTUDIOS DE CRÍTICA LITERARIA.
coro y en las peripecias mismas de la acción dramática, aquellas máximas de la antigua sa-
biduría: que «del
campo
del inicuo se recogió
siempre fruto de muerte», y que «cuando una ciudad impía olvida á los dioses, cae sobre ella
venganza celeste y hunde en la ruina hasta á los justos que se hospedaban en ella» (i). De tan fugaces vislumbres no podía nacer la filosofía de la historia: sólo el Cristianismo la
le
dio base con las doctrinas de
la
Redención, del origen del mal en
de
la
acción constante de
vina, sin
menoscabo
la
la
y de mundo,
caída el
Providencia di-
del libre albedrío
humano.
Aplicar estos principios á la historia fué la tarea de los primeros providencialistas, empe-
ñados en contestar á al
abandono de
nervio de
la
la
los
paganos que atribuían
antigua religión
República romana
,
,
fuerza
y
las postreras
calamidades que llovieron sobre el Imperio. Conocidos son los pasajes de San Agustín, De chilate Dei, y de Salviano de Marsella,
De guque apareció formulada aunque brevemente, esta con-
bernatione Dei, en
por primera vez,
cepción cristiana de vidarse
mucho
el
la historia;
nombre
(i) Los Siete sobre Tebas.
pero suele ol-
del discípulo
fiel
de
LA HISTORIA COMO OBRA ARTÍSTICA.
121
San Agustín, nuestro español Orosio, que
es
historiador, en el riguroso sentido del vocablo, más que los otros; como que, á ruegos del
aun
grande Obispo de Hipona riales, trazó su cuadro de
mundo
las
(Moesta Mundt), título ya por sí mismo pesimista, al cual corresponde bien
original el
y para darle matecalamidades del
,
y
contexto de la obra
,
que
es
una cadena de
guerras, enfermedades, hambres, terremotos,
inundaciones, erupciones volcánicas, rayos y tempestades, parricidios y crímenes de toda suerte
(i);
nueva y extraordinaria manera de Ni es esta la única nove-
escribir la historia.
dad de Orosio, sino también la de ser el primer historiador universal, en el más propio sentido del vocablo, no ya por la extensión geográfica, en lo cual pudieran disputarle la
prioridad Diodoro Sículo
,
Trogo Pompeyo y
otros antiguos, sino por haber sido el primero
que consideró
el
sola familia, y, lo
género
que
dividuo, afirmando,
es
no
humano como una más, como un solo in-
sólo
que
la
divina Pro-
mor bis,
(I) Qucecumque aut bellis gravia, aut corrupta aut inuntristia, aut terrarum molibus terribilia, medationibm aquarum insólita aut eruptionibus ignium smva, grandinum íuenda, aut ictibus fulminum plagisque ve! etiam parricidiis flagitiisque misera.
aut /ame
,
,
ESTUDIOS DE CRÍTICA LITERARIA.
122
videncia rige
mundo
el
lo
mismo que
el
hom-
bre {divina Providentia, qucc sicut dona, ita pia et
justa, et agitur intuidas et homo), sino que
cada hombre, en
y por
sí
sí,
puede contem-
plar todas las vicisitudes del género
humano:
«per bona malaque alternantia exerceri hunc
mundum sentit quisquís/-?;- se atque in se humanum genus videt.» Por eso anuncia Orosio, con arrogancia española, desde pítulo,
hecho
que el
si
los
cuerpo,
el
primer ca-
antiguos historiadores han
él
va á poner sobre ese cuerpo
y que, colocado en una torre ú observatorio eminente {tamquam de speculd) la
cabeza
(i),
va á llamar al conocimiento
(2),
no
los anales
de una ciudad, sino los juicios de Dios y los conflictos del género
Desde
tal altura
humano.
pudo comprender
el
pri-
mero la misión providencial de la ciudad romana, «por medio de la cual plugo á Dios (escribe Orosio) pacificar el orbe de la tierra,
reducirle á la
cujus
Quid impedimenti
Mi
esl
(3).
non ejus rei capul pandare,
corpus expresserint?
(2)
Ad cognitionem
(3)
Per quam Deo placuit orbem
unam
pacare.
y
sola sociedad por el vínculo de
república y de las leyes» (i)
in
una
vocare.
deleitare terrarum, et
sodelatem rtitublüce legumque
longe lategue
LA HISTORIA COMO OBRA ARTÍSTICA.
1
23
tardó en prender esta semilla histó-
Mucho
rica. La Edad Media apenas conoció más formas de narración que el seco epítome de los
escribas monacales, ó, al contrario, la pinto-
resca crónica,
que con arte no aprendido y ob-
servación fresca y espontánea, sin profundidades de filósofos ni de repúblicos, toda exterior
y objetiva,
sin ir tras
hilo de la narración
de otra cosa que tras
misma, nos cuenta
el
que
lo
una prosa desatada, gárrula y encan-
pasó, en
tadora, que parece gorjeo de pájaros ó balbucir
¿Qué primor
de niños.
literario iguala al en-
canto de una crónica, cuando es verdadera-
mente ingenua? Pondré un ejemplo, que
lo es
de grandeza épica y cristiana, y no lo tomaré de nuestra literatura, para que no se á la vez
tenga por ostentación de
las riquezas propias,
que en esta parte son tan grandes. Recordad, en
Señores,
la
Conquista de Constantinopla,
de Jofre de Villehardouín
pagne
,
,
mariscal de
Cham-
aquella escena de tan maravillosa rea-
y poesía, en que Dándolo ciego de los
lidad
,
alumbrado de pulpito de
los del
el
viejo
dux Enrique
ojos de la cara
y
muy
entendimiento, sube
San Marcos, y dirige desde
al
allí
su voz al pueblo, anunciándole su resolución
de tomar
la
cruz y arrojarse á la
más
alta em-
124
ESTUDIOS DE CRÍTICA LITERARIA.
presa quejamos hombres emprendieron* luego,
Y vedle
el día del asalto, el
primero en la proa de su galera, y delante de él el gonfalón de San Marcos, que iba á tremolar, por esfuerzo de los venecianos, sobre veinticinco torres de Constantinopla, en aquel día de inmensa, aunque estéril, gloria para la cristiandad latina, 17
de Julio de 1203. De tales crónicas hay pocas en todas las literaturas, y bien pronto pereció hasta su recuerdo, nistas, sólo tales
en
el
ahogado por otros cronombre, que, con seque-
dad de notarios, trataron de calcar el tono de su relato, primero sobre los Paraméntenos los
y
Macabeos,
y, andando el tiempo, sobre Tito Livio, pesadilla de nuestro canciller Ayala.
Renacieron
al
fin
en su integridad
las for-
mas antiguas,
gracias al maravilloso ingenio de algunos escritores florentinos; ellos
y
mos, conociendo
la deficiencia
mis-
de una ley ge-
neral histórica, trataron de buscarla; pero de relativo y empírico, volviendo
un modo espaldas
de
la
las
Cristianismo y separando la política ética. De aquí lo vano y seco de sus apoal
tegmas, y injusto;
el
eterno fluctuar entre lo justo y lo
como que no
calificaban
ya
las accio-
nes por ningún principio de carácter necesario A»y trascendental, sino por un empirismo ciego, ,
LA HISTORIA COMO OBRA ARTÍSTICA.
125
que tiene para cada caso su receta, y que por eso resulta inhábil en otra combinación de circunstancias.
poco
fría
La
elegancia constante
de Guicciardini,
la
y un
admirable mezcla
de originalidad y sencillez, de poder y naturalidad que forma el mayor encanto del estilo ,
de Maquiavelo, á un tiempo familiar y elocuente, hacen imperecederas sus historias, harto más que los ponderados misterios de la
razón de Estado, trivial cuando no es inicua. «Las cosas pasadas (dice Guicciardini) darán luz á las futuras, porque el
mundo
fué siem-
pre de una misma suerte, y todo lo que es y será', ha sido en otro tiempo, y las mis-
mas
cosas vuelven
colores.»
«El
,
bajos diversos
nombres y
cielo, el sol, los elementos, los
hombres, han sido siempre los mismos», leemos al principio de los Discursos sobre Tito Livio.
Contra
tales doctrinas,
negadoras de toda
esperanza de progreso, y no
menos
agrias
y
desconsoladas que las que acompañaron los funerales del
mundo pagano,
de
se levantó
de San Agustín y de Orosio, formulando, por boca de Fr. José de Sigüenza
nuevo en
el
la escuela
prólogo de su Vida de San Jerónimo la los hombres Providencia-
admirable teoría de
,
126
ESTUDIOS DE CRÍTICA LITERARIA.
les (i), la cual,
por decirlo así,"exaltó y magnihumano en la historia, lanzan-
ficó el
elemento
do
gérmenes del Discurso de Bossuet, donde
los
se ve
caminar á
los
pueblos
bre, bajo el imperio
Pero apenas nacida
comenzó
la filosofía
de
solo
hom-
del Señor. la historia,
á separarse del tronco materno,
y á y menos histoen Vico y en Herder, de donde resultó el
hacerse cada día rial,
como un
y blando freno
más
filosófica
constituirse en ciencia aparte, ciencia de los principios y de los últimos resultados de las
acciones tafísica
humanas, ora inspirada por una meprior/, que quiere encontrar en los
á
hechos su confirmación, ora apoyada en
la
ob-
servación de estos
á posteriori,
mismos hechos, y construida por vía experimental. En uno y
otro caso trasciende de la historia propiamente dicha (la historia narrativa); pero influyó en el
modo
tido
de escribir esta historia con un sen-
más grave y más profundo que
el
de
los
moralistas y políticos, y contribuyó á darle unidad todavía más estrecha que la unidad
dramática, y á que se viera cada hecho como manifestación de un organismo; con lo cual, si (i)
Análoga doctrina, pero con sabor cuasi-panteístico, moderno filósofo norteamericano Emerson, es y
sos'.iene el
en sustancia
la
misma de Carlyle en su
libro de Los Héroes.
LA HISTORIA COMO OBRA ARTÍSTICA. el
127
elemento individual perdió algo, ganó en
cambio
el
universal,
y apareció más grande
la
obra del individuo, cuando se la vio, no aislada
y anecdótica, sino en relación inseparable con la obra social. En una palabra: aunque el historiador no fuera filósofo, cosa
ilícita escribir
nera de
que
como
toda filosofía del
xvín, siendo más de aplaudir
la ejecución
forman
la
á parecer
alguna ma-
Cierto que ésta fué al princi-
filosofía.
pio achacosa y endeble, siglo
comenzó
la historia sin
,
aun en
el
intento
los tres ingleses
más espléndida corona de
que
la historia
en ese período. Pero fué, con todo eso, gran
novedad y grande esfuerzo aquella introducción de Robertson, que por primera vez trató de dar luz
en
al
caos de
el espíritu
la
Edad Media y de penetrar
de sus instituciones, y será siem-
pre digna de admiración en Gibbon la erudición inmensa
y segura, y aquel
anhelo de buscar
la historia
indeficiente
en todo género de
fuentes.
Tuvo también el siglo xvín (y el nombre de Hume me lo trae á la memoria) el mé-
David rito
de haber intentado remediar en
modo
el
segundo de
los defectos,
algún
que antes
re-
conocí en la forma oratoria, quiero decir, el olvido de todas las actividades
humanas
dis-
ESTUDIOS DE CRÍTICA LITERARIA.
128
y de la guerra. Por primera vez comenzó á hablarse en las historias
tintas de la política
de comercio, de industria, de artes, de
y hasta de costumbres
tura
familiares
mésticas, y á entenderse que
vive sólo en
la
el
plaza pública, ni
litera-
y do-
hombre no en el campo
de batalla, ni ha de ser forzosamente rey ó
ti-
rano, ó siquiera condottiere y capitán de bandidos armados, para que sus hechos parezcan
dignos de inscribirse en
Todo fica
de Clío.
las tablillas
esto, á la larga, debía ser savia bené-
para
el
árbol de la historia; pero
el
si-
glo xvni no acertó á coger los frutos, cegado
como
más parcial, más más sañudo y más desconocedor y
estaba por el criterio
estrecho,
despreciador del espíritu de otras edades que
puede imaginarse. La historia continuó siendo literaria;
pero no calzó ya
el
coturno trágico,
sino el zueco de la ínfima farsa,
y de épica bajó un tejido de
á epigramática, convirtiéndose en
agudezas miopes, sin generosidad, sin sentido
moral y
sin
nada que
se pareciera á
segunda
vista ni á reconstrucción de lo pasado.
Y
no
se
ha de negar que hay arte insupera-
ble en la eterna transparencia de la prosa de
Voltaire; pero arte lejano cuanto cabe del arte
de
los antiguos,
y de
la serena, íntegra
y des-
LA HISTORIA COMO OBRA ARTÍSTICA.
129
interesada contemplación de la grandeza ó de
miseria
la
y recoge
humanas, que piadosamente busca historia. Toda la objetividad de
la
ésta se aniquila y desaparece entre los móviles
juegos de un estilo expresivo, pero no bello,
que
á las grandes cualidades de
emoción y
elo-
cuencia, propias de los antiguos narradores, sustituye
el
golpe de
el
imperio de
la flecha
la gracia personal,
y
enherbolada, leve y aérea
en Voltaire, torpe y plomiza en Gibbon. Moría, entre tanto, la historia por penuria
de elementos pintorescos. Voltaire y los suyos habían dado de mano á las arengas y á los grandes cuadros de composición, ya desacredi-
Quedaban los rey paralelos, esmaltados con rasgos de bel-sprit y malignas agudezas. El libelo invadía tados por el abuso retórico. tratos
por todas partes
y
si
las
la jurisdicción
de
la historia,
antiguas y clásicas habían sido (como
dice lord Macaulay) novelas chos, las
modernas
sobre la
mera ingeniosidad
fundadas en
he-
solían ser novelas fundadas
del autor.
El color
local era cosa ignorada; borrábase toda distin-
ción entre la cultura
en
estilo
de salón
y
la barbarie; se escribía
la historia
salvajes; se rebajaban todos los
y
salientes; todo rasgo enérgico
XV
de
los
pueblos
puntos ásperos de costumbres 9
ESTUDIOS DE CRÍTICA LITERARIA.
130
condenado
era
historia
al
no era
olvido,
y
el
el ser instable
hombre de la y múltiple de
aspectos que conocemos, sino cierta entidad abstracta, á quien se adulaba ó se deprimía,
conforme á
La
y
el
la histo-
comenzó á
sentirse
la reacción,
modo
característico
,
trajera olor de flores agrestes
de Gibbon ó de Voltaire hablaba
ingenio, pero no á los ojos, al
modo antiguo no
que ó
el
que va desde
que
el
hasta
el
y rudo, y ruido
Y como la historia escrita
de selvas primitivas. al
tesis.
epigrama enterraron á
sed de algo original
que nos
de una
las necesidades
y venida
ria, la
tesis
se dilata
y la
al
historia escrita
abarcaba mayor espacio
la
Acrópolis hasta
desde
el
el Pireo,
arco de Septimio
anfiteatro Flavio, fué menester que
una mitad entera de
la historia
humana
saliese
de entre escombros y cenizas, evocada por los conjuros del arte. Sacudieron su manto de polvo
las
arder un sajón raza;
,
abadías y las torres feudales; tornó á monte de leña en la cocina del señor
mal avenido con
la
servidumbre de su
volvió á correr la tierra
maniferro
el
Goetz de Berlichingen, terror del Obispo de
Bamberg y esperanza de tos;
los
aldeanos insurrec-
coronóse de lanzas y de alborotada
chedumbre de
croatas, arcabuceros
y
mu-
frailes el
LA HISTORIA COMO OBRA ARTÍSTICA.
campamento de Wallenstein;
gaitas de los highlanders escoceses la
de combate; resonó en
juramento de cayó
el
los
131
repitieron
las
marcha
de Suiza
los lagos
el
compañeros de Stauffacher;
Innominado á
Federico y se alzó en
los pies del
Cardenal
de Milán
el lazareto
,
la
bendita figura de Fra-Cristóforo. Se dirá que fueron arte híbrido, arte de transición, el
drama y
la
que
tal
arte
anémico de
novela históricos; pero ¡dichoso sangre vino á infundir en
el
cuerpo
la historia!
Entonces nació los
el
la
escuela pintoresca, la de
Barante, la de los Thierry, que confiesa su
abolengo en Quentín
Durward y
hasta en el
carro de Meroveo. Creció la avidez del porme-
nor característico,
pequeño, ó
al
la
el
amor de
lo infinitamente
indumentaria ahogando
al
procer
villano entre armaduras, jaeces y muebles;
y llegó día en que
las historias
de
la
Edad Me-
dia parecieron iluminaciones de libros de coro
ó tablas bizantinas.
Otros buscaron luz por distinto camino, y vióse en Inglaterra renacer, por impulso del
más grande de
los historiadores
modernos,
forma oratoria, tan espléndida como en jores días de la antigüedad, ción y de ardorosa elocuencia
los
la
me-
y tan rica de pacomo en el yerno
ESTUDIOS DE CRÍTICA LITERARIA.
132
de Agrícola: historia parcialísima lo sus modelos, historia de facción
mismo que
y de bandería;
pero tan sincera, tan honrada y tan sabiamente
que borra con lo que tiene de poema mucho que tiene de alegato. Obra varia y tan opulenta como la misma naturaleza; poema parcial,
lo
de
la
libertad civil, de la industria
y de
la
prosa; viril esfuerzo de una alma romana, para
ennoblecer con majestad patricia
el
trabajo
mo-
derno y llevar de frente todas sus actividades, como si fuesen órganos de un mismo cuerpo, y
no
aislados mecanismos, cual los consideraba
la filosofía del siglo ria,
que no
xvni. Al
fin,
en esa histo-
es filosófica, ni religiosa, ni literaria,
ni comercial, sino todo esto
y mucho más, y no
por fracciones atomísticas, sino todo á un tiempo,
y con
la
la vida, el
Siempre
misma
libertad
y movimiento de
animal humano respiró entero. es
bueno, cuando
se
anhela por
perfecto, detenerse en las cumbres,
quien traza hoy
la
imagen
y por
del arte histórico
debe detenerse en lord Macaulay. Pero dición del entendimiento
humano no
es con-
ver ago-
tada nunca la virtualidad de concebir que en lleva, é
imaginar siempre sobre
ya creada otra perfección más
Marco Tulio fantaseaba
la
lo
eso
sí
la perfección
alta.
Y
así
como
idea del orador per
LA HISTORIA COMO OBRA ARTÍSTICA. fecto, cual
y
nunca
como
«así
fué visto entre los
el artífice
ateniense,
133
humanos;
cuando
la-
de Jove ó de Minerva, no contemplaba ningún modelo vivo, sino el admirasu ble dechado de perfección que habitaba en
braba
la estatua
mente y que regía su arte y su mano», es lícito soñar
para
así
muy remotas edades
nos
con
el
advenimiento de un historiador aún más grade que Tácito y que Macaulay, el cual haga la historia por la historia, y con alta impersonalidad,
sin
y
más pasión que
la
de la verdad y
hermosura, reteja y desenrolle
la
tela
de
la
inmensa
la vida.
Pero antes que es preciso
que
se
el
historiador perfecto llegue,
cumpla
la
obra de investiga-
ción en que nuestro siglo está empeñado.
¿Y
cuándo hubo otro más glorioso para los estudios históricos que el siglo de los Niebuhr y de los
Momsem,
los
Rawlinson y de
y
los
de
los
se
Oppert, de los Savigny
Ranke y los Gervinus? ha renovado en menos de cuarenta
Herculano, de
Todo
Curtius y de los Grote, de los los
años: el extremo Oriente nos entrega sus tesoros: las esfinges del valle del llos
de
la
Nilo y los ladri-
Caldea nos han revelado su secreto:
las raíces aryas,
interpretadas por la filología,
nos cuentan la vida de los patriarcas de la Bac-
ESTUDIOS DE CRÍTICA LITERARIA.
134
triana:
dondequiera
parecía
más infecundo, y
res, ritos
se levantan, del
teogonias.
Ganges como
familiares las orillas del sagrado las del
Tíber ó
las del Ilysso,
Sakya-Muni tanto como
mundo
el
polvo que
y conquistadoEmpiezan á sernos tan
dinastías
la
y
la
leyenda del
de Sócrates. Hasta
clásico parece haberse
remozado en
alguna fuente de juventud, y vemos hoy, con los mismos ojos de amor que en el siglo xv, un
nuevo Renacimiento, Et geminum solem et duplices se ostendere Thebas; es decir, otra
hermosas que escuelas.
Y
al
Atenas y otra Roma mucho más las que aprendimos á ver en las
mismo tiempo,
que antes sólo respondía á arte,
es
manda
la
ya amorosa esclava de
ríos
Edad Media,
las solicitaciones del la
ciencia,
y
de luz desde cada tumbo monástico
y desde cada privilegio ó carta municipal. Pero reconociendo y admirando los triunfos de
esta crítica
y de esta
filología
que Niebuhr
llamó, con majestad religiosa, «mediadora de la eternidad, inclinación secreta
que nos
lleva
á adivinar lo que ha perecido», esperemos, señores, la caja
que no siempre de hierro de
libros sin estilo
se
ha de ver encerrada en
la ciencia
pura, es decir, en
y abrumados de notas y
testi-
LA HISTORIA COMO OBRA ARTÍSTICA.
135
monios, sino que algún día romperá la áspera corteza,
y entonces (digámoslo con palabras del
gran Niebuhr) «será semejante á aquella ninfa de
la
leyenda eslava, aérea
sible, hija
al principio é invi-
de la tierra luego, y cuya presencia
se manifiesta sólo
y de amor».
por una larga mirada de vida
SAN ISIDORO.
SAN ISIDORO
(i).
Excmo. Señor: Señores:
p
dudé largo tiempo antes de escoger materia para á dirigiros.
las
breves frases que voy
Hablando en
una Academia que tiene por tivo de la ciencia cristiana,
Sevilla, y ante
instituto el cul-
¿cómo
elegir otro
asunto antes que San Isidoro? Quiera Dios que el
recuerdo de
la
piadosa sabiduría del Metro-
politano hispalense esfuerce y dé calor á mis palabras, para
que no caigan como en arena,
sino que fructifiquen
y labren en vuestros
áni-
mos, é infundan en ellos generosos pensamientos
(i)
de restauración
intelectual
y española;
Discurso leído en la Academia Hispalense de Santo
Tomás de Aquino, en Octubre de
i88r.
ESTUDIOS DE CRÍTICA LITERARIA.
140
nunca más necesaria que hoy,
restauración
cuando una ola de ideas
forasteras
y descami-
nadas invade nuestra tierra y amenaza, á cada
momento más,
borrar hasta los últimos restos
de saber castizo y de espíritu tradicional. Señores: Grandes son sin duda las glorias literarias
y
artísticas
de Sevilla: sobre todas
alcanzan popularidad no disputada su escuela
y su escuela lírica, coloristas entramamantes de la pompa y de la esplendidez,
pictórica bas,
é iluminadas
y
vivificadas por la
este sol tan generoso
Pero,
si
como
el
lumbre de
del Ática.
vuestra grandeza artística recuerda
por momentos tradiciones y esplendores de
la
antigua Hélade y de la Italia del Renacimiento; si
es cierto
un
que
supisteis
poner hasta en
la
imi-
de independencia y de genial desenfado, visible sobre todo en el naturalismo tación
sello
cristiano de vuestros pintores;
tuvo cuna el
el
si
entre vosotros
que acertó á sorprender y
lienzo hasta los
fijar
átomos im alpables de ;
llante luz del Mediodía,
en
la bri-
y entre vosotros tam-
bién aquel gran maestro de realismo sano y potente, el del toque vigoroso y la mano franca,
naturaleza, que con rica
como la misma y enérgica expresión
habla en sus cuadros;
son timbre eterno de
hombre de
espíritu tan vario
si
SAN ISIDORO.
141
vuestra historia literaria la bíblica inspiración
de Herrera, bajada en derechura de de Sión
;
las
cumbres
inspiración arqueológica de Rodrigo
la
Caro, el primero que supo traducir en forma lírica la
voz honda y melancólica con que
grandeza romana habla desde sus ruinas; las silvas
tola
de Rioja y en los tercetos de
Moral
(sea su autor
la
si
la
en
Epís-
quien fuere), reveló
la
más escondidas armonías, ó vibraron de nuevo los graves consejos de la antinaturaleza sus
gua severidad
estoica,
templados por
lo dulce
y apacible del sentimiento cristiano; si todas estas y otras innumerables palmas derramaron las
Gracias sobre este suelo bendecido con sus
dones y acariciado con sus halagos, no habéis de olvidar ni
un punto
(y
que tenéis una gloria igual por lo menos:
yo
sé
que no
lo olvidáis)
no mayor, una cadena de oro de pencientífica, si
sadores y de filósofos, que arranca del gran
Doctor hispalense, y ñola siempre, hasta
el
se dilata, cristiana
y espa-
gran metafísico platónico
del siglo xvi, Sebastián
Fox
Morcillo, que tanto
adelantó la conciliación de los dos términos eternos é irreductibles del pensamiento hu-
mano, bajo una unidad superior; y hasta el modesto y olvidado Pérez y López, que, enfrente del enciclopedismo de la centuria pasada,
ESTUDIOS DE CRÍTICA LITERARIA.
143
desarrolló, con espíritu
armónico no menos
profundo, y grande originalidad en los pormenores, el principio del orden esencial de la naturaleza,
en
columbrado por
el siglo
el
catalán
Sabunde
xv.
Unidad: armonía: orden:
tales
son
las ten-
dencias del espíritu científico entre vosotros,
desde el
las
edades más remotas. ¿Qué mucho,
primer educador de vuestro espíritu,
triarca de la cultura hispalense, la
cultura española,
pañas, cuyo
el
el
si
pa-
y aun de toda
gran Doctor de
nombre festejamos hoy,
fué
las
Es-
uno de
aquellos espíritus vastos y sintéticos, que llevan
de frente todos los conocimientos humanos, y compendian y resumen en sí todo ei
cifran,
esplendor y
la civilización
de una época? San
Isidoro es el siglo vil personificado; ¿qué digo? es toda la
de
la
primera Edad Media española, antes
influencia de las ideas francesas, determi-
nada y traída por la mudanza de rito y por los monjes galicanos. San Isidoro es, además, faro y luz esplendidísima para todas las generaciones subsiguientes. ¿Quién agotará sus elogios?
No
se los
de nuestra le
escatimaron ciertamente los Padres Iglesia,
debían. Concilio
comprendiendo bien cuánto
hubo que
le
celebró con los
magníficos dictados de Doctor egregio, novísimo
SAN ISIDORO.
143
esplendor de la Iglesia Católica, doctísimo
digno de veneración en todos
los siglos.
y
Nin-
guna ciencia humana ni divina se le ocultó San Braulio); todas las penetró las recorrió todas; no hubo escritor sa-
(nos dice su discípulo
grado ni profano que se escondiese á su
dili-
gencia.
No
os repetiré los pormenores, por desgracia
escasos,
que tenemos de
la biografía
de nuestro
Metropolitano, enlazada además estrechamente
con
la
de los otros hijos de Severiano, y, sobre San Leandro, gloria también de
todo, con la de
esta cátedra metropolitana; principal agente de
conversión de los visigodos, y luminar ma-
la
yor del Concilio Toledano III, que recogió de sus labios palabras
no menos elocuentes
madas que
los Basilios
las
de
No os mostraré á San misma
Isidoro, exaltado después
presidiendo el Conci-
de
él
lio
IV Toledano, que uniformó
á esta
é infla-
y Crisóstomos.
sede
,
la liturgia,
y el
hispalense II, que condenó la herejía de los
un Obispo sirio. más que considerar á San en sus obras y como promotor de la cultura, y aun esto muy por cima, sin
Acéfalos, sostenida por
Mi
propósito no es
Isidoro
general
entrar en pormenores, los rasgos capitales
y deteniéndome
de su fisonomía
sólo en
literaria.
ESTUDIOS DE CRÍTICA LITERARIA.
144
El que entre todos más ter de conservador
se señala es su carác-
y restaurador de
las reli-
quias de la antigua civilización greco-romana,
ya cristianizada, y tal como la habían transmiPadres de la Iglesia latina. Error
tido los
gravísimo es antiguo y
el
el
de suponer que entre
mundo
el
nuevo hubo una á modo de
zanja,
como
dicen
ó alguna solución de continuidad,
Nada se mundo, y todos ahora.
pierde completamente en el los siglos se
sueldan y se con-
tinúan en su ciencia y en su espíritu por lazos
más ó menos
invisibles ó inextricables.
Ni
la
barbarie fué nunca tan completa que dejara
perder todos los restos de
la
antigua herencia,
más obscuros, turbulentos y caliginosos de la Edad Media, quien conservara no extinta alguna lucecilla más ó menos débil, é infiltrara en el espíritu de las ni faltó, hasta en los siglos
razas bárbaras algo de la
ciano y Donato, de
de
la
la
Gramática de Pris-
Dialéctica de Aristóteles,
Historia natural de Plinio, y, con
cuidado y amor, algo y
mucho de
la
más
divina
ciencia de los Ambrosios, Agustines, Jerónimos
y Gregorios.
El hombre de de
la
ciencia,
Edad Media, antes
en
los
primeros siglos
del siglo
la civilización cristiana llega á
xm
(en que
su plena
madu-
SAN ISIDORO.
14 5
rez, adquiere plena conciencia
asombra drales,
al
con
que
fuese,
sí
misma y
mundo con las ojivas de sus cateSuma del Ángel de Aquino, con
la
los tercetos dantescos ó
de Alfonso
de
el
Sabio),
con
la ciencia jurídica
no podía
ser, ni
un espíritu original
ansioso de nuevas ideas
convenía
é inventivo,
y explorador de nuevos
campos, sino un compilador paciente, un enciclopedista laborioso que,
yendo detrás de
las
pisadas de los antiguos sabios gentiles y cristianos,
como
la
espigadora
Rut
detrás de los
segadores, congregase y reuniese y metodizase
en forma de enciclopedia
el fruto
de todos, pero reducida á su á la quinta esencia
pedían de consuno
y las
al
de
mínima
la
labor
expresión,
substratum; como lo
necesidades de los tiem-
pos, la escasez de libros, la falta de sosiego,
perturbado á cada paso por bárbaras invasiones
y
y sobre todo, la rudeza de los disy oyentes, salidos muchos de ellos de
violencias,
cípulos
razas semibárbaras ó bárbaras del todo, cris-
y no latinizadas más que Ese papel representaron Casio-
tianizadas á medias
en
la corteza.
doro y Boecio en la corte del rey ostrogodo Teodorico, y ese mismo representó con mucha
más amplitud y generalidad nuestro San doro en xv
las cortes
Isi-
de Sisebuto y de Suintila. 10
ESTUDIOS DE CRITICA LITERARIA.
146
San
Isidoro, heredero del saber y de las tra-
diciones de la antigua
y gloriosísima España romana, algo menoscabadas por injuria de los tiempos, pero no extinguidas del todo; here-
dero de todos
los
recuerdos de aquella Iglesia
española, que produjo en Osio
al
gran cate-
quista de Constantino y valladar insuperable
contra
de
en Prudencio
los arrianos,
los
al
más grande
poetas cristianos anteriores á Dante,
y en Paulo Orosio
á uno de los padres de la
historia providencialista (juntamente con
San
Agustín y con Salviano); San Isidoro, digo, artífice incansable en la obra de fusión de godos
y
españoles, á la vez que atiende con exquisito
cuidado á
la general
así del clero
como
educación de unos y otros,
del pueblo,
fundando escue-
establecer el
y monásticas (como las mandó IV Concilio de Toledo in uno con-
clavi atril)
y difundiendo
las episcopales
y dando
,
regla especial
(sin olvidar por eso la
la
vida monástica,
y española á sus monjes veneranda tradición del
patriarca de Subiaco y de su orden, dechado y
plantel fecundísimo de la vida monacal
en
Occidente), escribe compendios, breviarios y resúmenes de cuantas materias pueden ejercitar el
entendimiento humano, desle
blimes hasta
las
más
técnicas
las
más
su-
y manuales,
SAN ISIDORO. desde los
147
abstruso océano de la teología hasta
el
instrumentos de desde
tuarias,
las artes
mecánicas y sun-
cedro del Líbano hasta
el
hisopo que crece en
la
pared.
metódicamente
La
serie
el
de sus
se leen, viene á cons-
obras,
si
tituir
una inmensa enciclopedia, en que
está
derramado y como transfundido cuanto se sabía y podía saberse en el siglo vn, cuanto había de saberse por tres ó cuatro siglos después,
y además otras
moria
más
se perdió
infinitas cosas,
cuya me-
adelante. Sapientia
cedifi-
cavit sibi domutn.
¿Qué importa que San originalidad, lectura?
Ni
y
él
lo
deba
Isidoro carezca de
casi todo á su
inmensa
quiso inventar, ni podía hacerlo.
Colocado entre una sociedad agonizante y moribunda y otra todavía infantil y semisalvaje,
pobre de artes y de toda ciencia, y afeada ade-
más con toda
suerte de escorias
y herrumbres
bárbaras, su grande empresa debía ser transmitir á la segunda de estas sociedades la herencia de la primera. Esto hizo,
y por
rece cuantos elogios caben en lengua
más que temas al
si
hubiera escogitado peregrinos
filosóficos,
mundo con
raciones.
ello mehumana,
la
más que
si
audacia y
sis-
hubiera asombrado el
brío de sus inspi-
Recoger, conservar, exponer fué su
ESTUDIOS DE CRÍTICA LITERARIA.
I48
propósito.
que los
De
tales
se igualan
hombres bien puede
decirse
en importancia histórica con
primeros civilizadores y legisladores de
pueblos, con aquellos Orfeos fantaseó
la
los
y Anfiones que
imaginación helénica, y que con el y de su canto movían las
prestigio de su voz
piedras, fundaban las ciudades, traían á los
hombres errantes y feroces á cultura y vida social, domeñaban las bestias de la selva y escribían en tablas
las leyes
sagradas é imperece-
deras.
Esta misión providencial de San Isidoro no se ocultó á sus
en
él
mismos coetáneos. Todos vieron
algo de predestinación singularísima. San
Braulio dice que en la
él
y
vivía
más doctos de
ella le
respiraba toda
y que
ciencia de la antigüedad,
los
siglos
hubieran reclamado por
nombre al lado del de Vamás docto de los romanos, fsidorus
suyo, poniendo su rrón, el
noster Vario
,
Isidorus noster Plinius.
Si queréis saber las ideas, se
cómo,
sin originalidad
y extraordinarios servicios á rred las obras de
San
la ciencia
,
reco-
Isidoro, Doctor de las
lógicos?
¿Qué novedad tienen sus libres La novedad del método, y con
esto crea
una ciencia nueva y
Españas.
en
pueden hacer, no obstante, grandes
teo-
sólo
se coloca. leo,
Viejo
y
la
Niña y en La Mojigata. La
inten-
ESTUDIOS DE CRÍTICA LITERARIA.
266 ción.
moral
pero no contraria:
es distinta,
la
fábula igualmente sencilla, el estilo trabajado
con más indolencia, pero culto y agradable. Todo está en su lugar, nada desentona; todo
arguye talento;
se respira bien, se vive entre
gentes de buena crianza
sólo
ausente desde el principio
de dicción
fundados
como de
es,
comedias, la
más
ale-
escénico.
reacción absolutista de 1823 lanzó al des-
tierro á
Martínez de
la
Rosa, que en
años siguientes parece haber vivido pre en París, dado á
tado de
las letras
de
y bastante apar-
tentativas de reconquista á que se
las
las
los diez
casi siem-
arrojaban otros liberales más fogosos. salió
está
sentimiento. Los celos in-
las tres
más movimiento
gre y la de
La
de
una cosa
al fin, la poesía, así
En
1827
prensas de Julio Didot una edición
elegante y casi completa de rias de Martínez de la Rosa.
Obras literaDos tomos ocupa
las
su Poetica^que, con las notas y apéndices, quizá
deba tenerse por literaria
el
mejor cuerpo de doctrina
que entonces había en España. Pero
¡cuan inferior al tiempo en que se redactó! Ras-
gos hay de eclecticismo y de tolerancia en notas, pero en lo esencial, la doctrina de
tínez de la
quiere, es
Rosa
es
la
mucho más
de Boileau, y, rígida y
más
las
Marsi
se
francesa
FRAN'CISCO MARTÍNEZ DE LA ROSA.
D.
que
de Luzán. Comparadas entre
la
Poéticas,
puede sostenerse que
267
ambas
sí
la crítica espa-
ñola había perdido en originalidad y en inde-
pendencia desde 1737. Martínez de
la
Rosa
y juzga como si no hubieran nacido Lessing, Schiller, Goethe y Byron; discute
escribe
muy
formalmente
si
el
término
fatal
de
las
veinticuatro horas, impuesto por la unidad de
tiempo, puede alargarse á dos ó tres días, y la
unidad de lugar ha de entenderse de suerte que no
la letra,
se
mude
al pie
si
de
decora-
la
un modo más
ción, ó ha de interpretarse de
benigno, concediéndose al poeta
el
derecho de
pasear á sus héroes por las distintas habitacio-
nes de un
mismo
Como
en
es
palacio.
la teoría, así es
Llega á hablar de Calderón
,
en
y no
la crítica.
le
concede
otro mérito que el de dramático de intriga,
lamentándose mucho de que
gran poeta
el
malgastara sus fuerzas en asuntos tan monstruosos
como
el
de un principe de Polonia en-
cerrado por su padre como una fiera.
Con
to-
das estas ceguedades de escuela, no fué ni es libro pernicioso la Poética,
demás que
allí se
porque
dice es racional
casi
todo lo
y verdadero,
ni contrarió la invasión de las nuevas ideas estéticas, antes la
favoreció
indirectamente,
ESTUDIOS DE CRÍTICA LITERARIA.
268
volviendo los
la
atención de los estudiosos hacia
monumentos
nez de
la
del arte nacional,
Rosa dentro de ,
la
que Martí-
erudición de su
tiempo, conocía bastante y juzgaba con buen si bien prefiriendo en todas ocasiones lo
seso¿
que menos rompía con su gusto académico, meticuloso y refinado.
Además de
Poética, tradujo admirablemente cio,
y
la
su propia
de Hora-
esta traducción, en verso suelto,
muy
superior á la de Burgos
y no inferior á ninguna otra de las castellanas, aunque haya alguna más literal que ella, adquiere nuevo precio con la docta Exposición que la acompaña y que arguye mucho estudio de
la
Poética de Aris-
tóteles.
Pero con toda esta
como Martínez de
la
afición
á las poéticas,
Rosa era tolerante y
be-
névolo, y además espíritu curioso de novedades,
y
al fin
vivía en París,
donde toda confu-
y batalla de ideas tiene su asiento, mal podemos imaginar que presenciara impasible la primera y turbulenta representación de Hernani, y que dejaran de labrar en su ánimo el sión
preámbulo dé[ Cromwel, manifiesto revolucionario de la vanguardia de la nueva escuela, ¡as lecciones de literatura dramática de Gui-
llermo Schlegel, que años antes había tradu-
FRANCISCO MARTÍNEZ DE LA ROSA.
D.
269
Mad. Necker de Saussure, y la carta de Manzoni sobre las unidades dramáticas, ma-
cido
nifiesto
más
de otro romanticismo más templado y con la índole de Martínez de la Rosa,
afín
muy
siquiera éste anduviese
todo
el
lejos
de penetrar
alcance de las teorías del gran poeta
italiano.
Lo
cierto es que, sin hacerse romántico, sin
pasarse jamás á los reales de Víctor
Hugo,
sin
renegar ostensiblemente de ninguno de los artículos de su fe literaria antigua, vino,
como
por una pendiente suave é insensible, á quebrantarlos, así en la teoría
como en
la práctica,
y á hacer la apología del drama histórico, rico de pormenores y de movimiento, rico de color local, libre del énfasis
ceremonioso de
gedia francesa, y finalmente, sin
que
la
la tra-
más unidad
de acción, y aun ésta Ubérrimamente
entendida, tal como se la admira en los inmensos
cuadros de Jidio
Romano
(son sus pala-
bras).
Las obras que entonces escribió Martínez de la
Rosa (Aben-Humeya y La Conjuración de más importantes de su teatro, ,
Venecia) son las
y para mí
el
mejor cimiento de su fama. Tie-
nen, aparte de su mérito, un valor inestimable
como documentos de
historia literaria. Paré-
ESTUDIOS DE CRÍTICA LITERARIA.
270 cese,
ya
lo
he dicho, Martínez de
Casimiro Delavigne; pero de
Eduardo no puede
en
la
el
el
la
Rosa á
autor de Los hijos
eslabonarse
como
anillo
cadena romántica, no puede decirse que
romanticismo
le
deba nada. Su papel fué
el
de observador inteligente, que iba modificando su manera con
el
estudio de Shakespeare y con
espectáculo de
el
Martínez de quererlo,
la
invasión que avanzaba.
Rosa influye mucho más,
la
repugnándolo
casi,
por
la
sin
fuerza
inexorable de los hechos y de la cronología. Él, imitador de Sófocles,
español
la
ha dado en
primera batalla contra
y ha triunfado
el
el
teatro
el clasicismo,
primero. Él, autor ó traduc-
tor de dos Poéticas, ha sido el heraldo invo-
Don Alvaro, de El Trovador y de Los aman fes de Teruel. ¡Cuan cierto es que hay en el destino literario, como en todo destino humano, algo que cae fuera de los ordiluntario de
narios términos de la prudencia
y de
la vo-
luntad!
Los dos dramas románticos, vel guasi, del poeta granadino están escritos en prosa. Aben-
Humeya,
el
más
histórico de los dos, fué
com-
puesto primero en lengua francesa, y estrenado,
no
sin éxito, en el teatro de la Porte Saint-
Martín. Triunfo grande, hacerse aplaudir en
1
D.
FRANCISCO MARTÍNEZ DE LA ROSA.
27
una lengua extraña. Sólo muchos años después se decidió á ponerle traje español tablas.
las
tarde,
y confiarle á El Aben-Htimeya castellano llegó
y no hizo fortuna, aunque de
cierto la
merecía. Porque, en primer lugar, tiene exactitud histórica la
y color de época. Martínez de
Rosa, concienzudo y laborioso siempre,
tudió
muy
es-
despacio á nuestros historiadores
de
la rebelión
y
sacó, así
de
los
moriscos contra Felipe
II,
Mármol como de Mendoza,
de
mil primores arqueológicos é indumentarios.
Aparte de
esta fidelidad,
ya
muy
quien tenía que romper con todas
nes de su propia Viuda de Padilla, está,
loable en
las tradicioel
drama
no sólo bien escrito (que esto ya
suponer en nombrando
al
bien pensado, y ejecutado con
es
de
sino
muy
mucha
fran-
autor),
queza y mucho desembarazo, que nadie esperaría de Martínez de la Rosa. Hasta el estilo
toma á veces desusado calor y energía, y no sólo hay cuadros de grandísimo efecto, como el del
da,
alzamiento de los moriscos, que recuer-
aunque
muy
de
lejos, el
juramento de
conspiradores suizos en Guillermo ;
cendio y devastación de
la villa
de Cádiar en
noche de Navidad, interrumpiendo de venganza de
los
el del in-
los gritos
los foragidos moriscos las pre-
ESTUDIOS DE CRÍTICA LITERARIA.
272 ees
villancicos de los cristianos;
y
primorosos rasgos de poesía
lírica
no sólo hay en
los coros,
que aquí son verdaderos coros, y no cantarcillos de zarzuela como en Edipo; no sólo es digno de alabanza y de ponerse entre
los meromance morisco que esclavas de Fátima al principio del
jores versos del poeta el
cantan
las
acto segundo; sino que contiene rasgos de ver-
dadera energía dramática, enervado
(es cierto)
por alguna punta de ingeniosidad ó v.
gr.,
Farax
al
matador del
camino
es difícil
Aben-
reyecillo: «¡Aben-Aboo!....
Mira: ¿Ves este reguero de sangre? el
bel-sprit,
aquellas fatídicas palabras de
del trono.»
de explicarse
Con
Ese
es
tales condiciones,
la frialdad
con que
el
público recibió este drama, y lo ligeramente
que hablan de nez de
la
él
algunos biógrafos de Martí-
Rosa, quizá por parecerles que tiene
más de novela que de
tragedia. Pero admitido
género (¿y quién ha de repugnarle, cuando está consagrado por tan altos ejemplos desde el
Shakespeare hasta Schiller y Manzoni?) Aben-
Humeya mente uno de
es
uno de los dramas más verdaderaque se han escrito en España,
históricos los
pocos que tienen algún color local
y mentiroso. Lo que vale y lo que su autor iba ganando, se comprende bien
que no
sea falso
FRANCISCO MARTÍNEZ DE LA ROSA.
D.
cuando
se le coteja
273
con una tragedia clásica de
asunto granadino (zegríes y abencerrajes) que
Martínez de
la
Rosa había compuesto algunos
el título de Morayma, y que él abstuvo cuerdamente de llevar á las
años antes, con
mismo
se
tablas, á pesar
por
el
La mala á
La
predilección que sentía
la
suerte de
Aben-Humeya no
alcanzó
Conjuración de Venecia, que, escrita
chos años .antes la
de
argumento.
,
mu-
logró ruidosísimo triunfo en
noche del 23 de Abril de 1834, cuando
autor, vuelto de la emigración
,
Y
frente de los negocios públicos.
situación era revolucionaria, tiles
y
los
el
se hallaba al
aunque
la
ánimos hos-
á Martínez de la Rosa (aparte de la habi-
tual hostilidad en
manda, por
la
España contra todo
común
el
que
persuasión de hacerlo
todos pésimamente), nadie se dejó arrastrar
por
la
próxima y apetitosa tentación de
silbar
á un presidente del Consejo de Ministros, antes,
con
tiempos
la ,
alma con
buena
fe literaria
propia de aquellos
sintieron dulcemente las
ron del tribunal que para ellos de
conmovida su
lágrimas de Rugiero, y abominale
condenaba, recuerdo
muy cercanas
Venecia del drama
es la
arbitrariedades.
La
Venecia un tanto con-
vencional, pero poética é interesante, de puna-
ESTUDIOS DE CRÍTICA LITERARIA.
274
y máscaras, de conspiradores y ejecuciones secretas, que habían puesto de moda los románles
ticos,
y especialmente
lord
Byron en Marino
Falicro y en Los dos Fosean. Pero tínez de la
Rosa todo
mucho de
cuidaba
la
lo
como Mar-
estudiaba bien y se
verdad histórica, no
se
arrojó á presentar en la escena la conjuración
de 1310, de
los
Ouerinis y de los Thiépolos, sin
haber registrado antes, no sólo
la
Historia de
Vcnccia del Conde Daru, sino
los
mismos do-
cumentos tori
en
el
scriptores,
originales, coleccionados por
tomo xn de
sus
y especialmente
Mura-
Reriim Italicarum las cartas
del
Dux
Gradénigo. El drama (que tiene algo de melo-
drama, pero no en
el
está construido con lítico se
mal sentido de la palabra)
mucho
arte: al interés po-
mezcla una intriga de amor, que no
destruye ni obscurece, antes aviva
de pasiones; y este amor nés,
amor entre
nado diálogo
el
amor veroHermoso y apasio-
es trágico,
sepulcros.
de Laura y Rugiero, fuera de
alguna afectación de naturalidad. Primorosa confesión de Laura á su padre: hábil traste
le
el conflicto
el
la
con-
entre los dos Morofini. El reconoci-
miento del padre de Rugiero
es
un golpe
tea-
y de dudoso gusto; es lo que Don Hermógenes llamaba una anagm risis. En las
tral violento
FRANCISCO .MARTÍNEZ DE LA ROSA.
D.
escenas populares no holgarían
pero los que
res;
nos en
el
poeta introduce son
especialmente
felices,
plaza de
la
canto
el
San Marcos.
hay, no sólo grande
275
más pormeno-
En
toda
artificio- é interés
muy
peregri-
ele los
la pieza
de curio-
sidad vivo y punzante, sino calor de alma,
que en obra alguna de Martínez de afectos juveniles, vivos
la
simpáticos.
y
más
Rosa, y
Nunca
degenera en monstruoso; nunca
lo terrible
lo
virginal tropieza en el escollo de lo lánguido.
Vivirá esta obra modesta y apacible (en medio
de sus sombras trágicas), cuando haya desaparecido hasta
la
última memoria de esas negras
caricaturas de la naturaleza
humana, que hoy
afrentan nuestra escena.
De haber sería
La
seguido yo mi propia inclinación,
Conjuración de
Venecia
el
drama
elegido para esta antología del teatro Español.
Pero
me
parecer de amigos míos, de cuyo voto
el
fío
más que
literarias,
no
muy
del propio en estas materias
me ha hecho
preferir el Edipo,
á disgusto mío, por
voy á exponer.
y una razón que
Si en esta colección
ha de ha-
ber muestras de todos los géneros
dramáti-
cos, sica.
no puede
Ahora
mayo y
el
faltar
alguna de tragedia
clá-
bien: excluidas la Virginia de Ta-
Cesar de Ventura de
la
Vega, en
ESTUDIOS DE CRÍTICA LITERARIA.
276
consideración á otras obras suyas
más
altas,
queda Edipo como única tragedia aprovechable.
A
lo cual
ha de añadirse que,
tal
como
es,
tiene el privilegio de ser la única imitación directa del teatro griego
que ha logrado fortuna
en España.
El innovador más ó menos tímido,
se
nos
presenta aquí bajo un nuevo aspecto, que no deja de ser forma revolucionaria también,
y
suscitada indirectamente por el romanticismo.
Llega á oídos de Martínez de de que bien
la
los franceses
antigüedad,
la
Rosa
y que con
moderno han
tragedia griega.
una vez en su ser clásico al
Y
rumor
afeites cortesa-
nos y complicaciones de acción y un sentir
el
no han entendido del todo
modo de
alterado la sencillez de la
Martínez de
la
Rosa, por
no
vida, siente la ambición de
modo de Racine y de
Alfieri, sino
con otro clasicismo de mejor ley y más
alto:
quiere imitar á Sófocles y dar á su patria
Edipo Tirano. ¿Cómo
salió
de
la
un
empresa? Re-
lativamente bien, pero quedándose tan francés
como antes, y escapándosele de mismo que á Voltaire, más que
las
manos,
lo
á Voltaire,
si
alma y el propósito y la esencia de la tragedia que imitaba, obra de las más perfectas
cabe, el
que han
salido de
manos de hombres, y
tal
FRANCISCO MARTÍNEZ DE LA ROSA.
D.
277
que parece osado sacrilegio tocarla ó refundirla.
Conviene examinarlo más de El primer error de
los
ha consistido en limitarse prescindir del Edipo en
que en
las
otra trilogía la
al
Edipo Tirano y No importa
Colona.
dos tragedias no hayan figurado juntas
las listas oficiales
con
cerca.
imitadores modernos
más
de
Antigona, en
sus espectadores.
las trilogías atenienses:
alta las enlazaba entre sí el
En
y ánimo de Sófocles y de
el teatro
Tirano sólo puede ser so pena de sustituir al
el
moderno, Edipo
primer acto de Edtpo,
drama
religioso,
solemne
y expiatorio de Sófocles, la mezquina solución de una especie de adivinanza fatalista. El Edipo de nuestras imitaciones sólo puede despertar
un
interés de curiosidad; la fatalidad
que
le
persigue parece ciega, los decretos de los dioses
parecen impíos. El Edipo de Sófocles, por
el
contrario, en su caída
la
cólera divina
hiere en
sí
que
y en su expiación, en su generación,
y le era un
y solemnísimo, de
especie
se abate sobre su casa,
mismo y en
personaje ejemplar
superior á los mortales, vidente y profeta, por lo mismo que su calamidad había sido enorme;
portador de la peste á Tebas, y portador luego de felicidad y de gloria á la tierra que recibiese sus cenizas. Porque esa
Moira que
á nosotros
ESTUDIOS DE CRÍTICA LITERARIA.
278 se
nos antoja ciega fatalidad, no era en
el
drama
griego sino una manera imperfecta y vaga de
concebir la Providencia; y Edipo, que á nues-
puede parecer inocente víctima de un
tros ojos
destino inexorable, resultaba, dentro del sentido moral del teatro helénico,
no sólo víctima
expiatoria de la impiedad de Layo,
y del mey de todos los crímede Cadmo, sino culpable
nosprecio de los oráculos, nes de la familia real
de
faltas propias, todas las cuales
rirse á
sima,
una
raíz
la
pueden
refe-
para griegos esencialí-
apartamiento de
el
moderación, de
Esta es
sola,
la
templanza, de
la
serenidad, de la sophrosyne.
la alta lección
que
poeta quiere in-
el
culcar á sus espectadores; quien
no
se
penetre
de este criterio moral, no alcanzará á comprender ni
el
Edipo Tirano
ni obra
alguna de
la es-
cena griega. Edipo, antes y después de ejercer el el
supremo mando ó tiranía en Tebas, pierde de sus propios afectos, y
señorío
arrastrar,
como
lo exterior,
se
deja
leve arista, por el tumulto de
y por
el
tumulto de sus propios
impulsos desbordados: peca Edipo de violenta iracundia, cuando da muerte á su padre en la
disputa del crucero; de olvido escandaloso de la justicia,
cuando acepta
dejando por tanto tiempo
el
sin
trono de Tebas,
venganza
la
san-
D.
FRANCISCO MARTÍNEZ DE LA ROSA.
279
gre de su predecesor; de arbitraria ligereza,
cuando sospecha vanísimamente de Creón y de Tiresias, y de su propia mujer; de despótica brutalidad en el altercado con el mismo Creón; y finalmente, de escepticismo y de impiedad desdeñosa contra
y
las respuestas
voz del mensajero de
la
de los oráculos
los dioses.
A los ojos
de un griego, Edipo merecía su suerte, no ya
por incestuoso y parricida, aunque involuntario, sino por liviano, petulante, atropellado, inicuo, confiado en demasía de la prosperidad,
y olvidadizo de mandaba á sus le mandaban á griego,
en
el
los dioses:
en suma, porque no
pasiones, porque sus pasiones él.
La
pasión, en el puro arte
de Esquilo y Sófocles, no es más
que una ceguedad y espesa al espíritu
de
la
niebla,
que
aleja
templanza, y atrae sobre
cabeza henchida de viento
la ira
la
de los dioses
inmortales.
Pero aquí. tas
el
drama no terminrni puede terminar
Desde que Edipo deja vacías
cuencas de sus
jeto especial cias
de
ojos;
y señaladísimo de
la fatalidad
;
las
sangrien-
desde que ha sido oblas
duras cari-
desde que, apoyado en
el
brazo de Antígona, emprende su peregrinación expiatoria,
Edipo no
sino objeto sagrado,
es objeto de maldición,
como
la selva
herida por
280
ESTUDIOS DE CRÍTICA LITERARIA.
el rayo.
A
los ojos
de su alma
se
abre
por-
el
venir: la resignación brilla en su frente: toda
su naturaleza moral se ha ido depurando, ele-
vando y transformando; es sacerdote y es profeta, por lo mismo que su infortunio ha sido superior al de todos los
humanos;
ciego,
digo, desterrado, logra la alta serenidad
men-
que no
logró cuando rey; y después de su muerte, to-
davía sus huesos derramarán bendiciones sobre la hospitalaria tierra del Ática,
rezca el olivo de Minerva
en
los árboles
Quien no
mientras
y canten
flo-
las cigarras
de Colona.
sienta toda la
hermosura
religiosa,
moral, patriótica, de estas dos tragedias, mara-
humano,
villa insuperable del arte
buen hora con
jor diré, con las
que
se
fríos
falsificaciones
han hecho
zando por
las
deleítese en
imitaciones ó remedos,
las
y
me-
caricaturas
Edipo; comen-
del primer
hinchadas declamaciones y los
horrores de Séneca
el
trágico,
modelo
eterno de los poetas de colegio, incapaces de
comprender que más verdadera poesía y más profundo horror trágico hay en aquellos inarticulados gritos de Sófocles /av, ay, infeliz de
mi! que en todas de
la
tarse,
las sutilezas é
ingeniosidades
Yocasta, de Séneca, al tiempo de
y en
la insufrible
ma-
y quirúrgica relación
D.
FRANXISCO MARTÍNEZ DE LA ROSA.
que hace
el
nuncio de
la
acertó á reventarse los ojos. Pues ¿qué,
mos
á los imitadores
281
manera como Edipo si
pasa-
modernos, que, teniendo
por frialdad y pobreza la divina sencillez sofocléa, y pareciéndoles poco asunto el de Edipo para llenar cinco actos, han henchido, por lo
menos
dos, de absurdos amoríos dignos de cual-
quier novela sentimental,
como
los
de Teseo y
Dircea en Corneille, ó los de Filoctetes y Yocasta en Voltaire,
toda tos,
la ridiculez
que
sin
embargo, conocía
de estos episodios y aditamen-
y confiesa que
sólo sirven para envilecer
un argumento tan bello? Sólo en los dos últimos actos, sobreponiéndose, aunque no del todo, al bastardo convencionalismo que pasaba
en Francia por tragedia
clásica,
osó Voltaire
aplicar sus labios al raudal de la poesía de Sófocles,
y no parece sino que aquellas sagradas
aguas, con no llegar puras á das por
el
légamo de
él,
sino enturbia-
las traducciones,
bastaron
á infundirle vigor, majestad y grandeza hu-
mana en él desusados. En suma: lo único bueno que hay en
el
Edipo de Voltaire
es lo
que tiene
de Sófocles, malentendido, mal traducido, pero Sófocles al
fin.
Los desperdicios de aquel
arte
divino valen más que todos los golpes de teatro,
todas las combinaciones artificiosas
y
to-
ESTUDIOS DE CRITICA LITERARIA.
202
dos los oropeles de guardarropía de
la
tragedia
moderna.
¿A qué proseguir este análisis? El Edipo de Dryden es una mostruosidad, olvidada hasta en Inglaterra. El de Forciroli en de principiante aprovechado. curos nadie ha de censurar
queda en pie que
existe,
dado que
el
el
obra obs-
omisión. Sólo
la
Edipo de Martínez de
el
asimismo
es
Italia es
De otros más la
Rosa,
único que en castellano
de Estala es mera traduc-
y harto endeble, del original griego. Cuanto pueden hacer el buen gusto y el en-
ción,
tendimiento de un hombre docto, laborioso, perspicaz
y
correcto, otro tanto se
digámoslo mejor, se estima) en
Martínez de modernas,
Rosa.
la
es la
De
menos
el
admira (ó Edipo de
todas las imitaciones
infiel
á la lttra, ya que
más descargada más sencilla, y por lo tanto la mejor. Fué gran triunfo conmover á un público como el nuestro, con ti eco délas no
al espíritu
de Sófocles,
de accesorios extraños,
la
la
tumbas de Tebas. Los dos últimos actos de Voltaire sacan, á mi entender, ventaja á los de Martínez de
la
éste la palma.
Rosa; pero en
el
conjunto lleva
Añádase que no hay obra
Martínez de
Rosa en que
dt;
siera
más esmero de dicción que -en Edipo,
la
al-
éste pu-
guna
ni
FRANCISCO MARTÍNEZ DE LA ROSA.
D.
283
volvió en su vida á hacer versos tan llenos y numerosos, como aquellos que comienzan: «Respirad, ¡oh Tebanos! ya los dioses
Ó
»
bien aquellos otros: «.
.
Ya
.
Del panteón
Todo
esto
el
último recinto
y cuanto que
arte exquisito con
tocaba »
diga en elogio del
se
poeta alcanzó á dar
el
interés de
drama moderno á un tema tan ve-
tusto, flor
marchitada por tantas manos; todo
esto, digo,
me
pequeña
loa.
parece justo, y aun se
con Sófocles! Dios
No
me antoja
¡Pero entrar en comparaciones
me libre
de
tal
profanación.
conozco intento más absurdo que
fundir una obra perfecta.
La
el
de
re-
tragedia griega es
admirable, no imitable, á lo menos de
la
nera que hasta aquí se ha hecho. El
mismo
Goethe, en
la Ifigenia
ma-
en Táuride, confundió á
veces la serenidad con la frialdad.
Ya
fué pro-
verbio de los antiguos que era necedad escribir Ilíadas después
de Homero. La tragedia
griega es un ideal de perfección tan absoluto
como
y forma se compey amorosísimamente. Dende aquel modo de sentir y de pensar, nada su escultura; esencia
netran en ella tro
falta,
fácil
nada redunda. Estudiémosla sin cesar;
ESTUDIOS DE CRÍTICO LITERARIA.
284
pero ¿á qué empeñarnos en estériles competencias?
Martínez de
la
Rosa
creía de
buena
fe
que su
¿cómo ha de
tragedia era clásica; pero
ser
griega una tragedia llena de rasgos sentimen-
¿Qué Edipo
tales?
sensible pecho,
es ese
como
si
que nos habla de su
fuera un pisaverde edu-
cado en un colegio de París?
moral en
sión del sentido
eco de
la
voz de Dios en
Y
la
el coro,
expre-
tragedia
lírica,
voz de
la
las
muche-
dumbres, efusión del sentimiento religioso del poeta, personaje impersonal
que, sin embargo, tiene
como
(si vale la frase) y un alma tan individual
cualquier otro de la tragedia, ¿á qué
queda reducido en Martínez de
la
Rosa sino á
un accesorio de ornato, á unas coplillas más menos dignas de la gravedad trágica? Y
ó á
aquel adivino Tiresias, tan sobrenatural y de tan misterioso y poético destino, ¿quién le reconocerá bajo los pomposos arreos y las no
menos pomposas
tiradas de versos del
Sacerdote de Martínez de
la
Sumo
Rosa? ¿Y quién
dirá que éste llegó á entender la obra que imitaba,
cuando
le
vea arrancar de cuajo todo
el
episodio de Creón, una de las violencias que
más
justifican la fatalidad
Mis
lectores
de Edipo?
van á juzgar
la tragedia:
ella
FRANCISCO MARTÍNEZ DE LA ROSA.
D.
compensará
les
el
tedio y la
285
amargura de
este
preámbulo. Por otra parte, es forzoso terminar.
Completan
el
teatro de Martínez de la
Rosa
una comedia de enredo, El Español en Veneci'a,
ó la
Cabeza encantada, discreta y
imitación de
las
pecialmente de
fácil
de nuestro antiguo teatro,
las
es-
de Tirso, con sus doncellas
y un melodrama senil, Amor de la Rosa compuso en Ñapóles en 1849, en casa del Duque de Rivas, andariegas;
padre, que Martínez de
y que nunca ha
sido representado.
Su asunto
(un padre que da la vida por su hijo) es de los
tiempos de
De
la
Revolución francesa
las restantes
(1).
obras literarias de Martínez
de la Rosa no nos incumbe hablar aquí.
La
mayor parte de sus poesías líricas no pasan de una medianía elegante, y á lo sumo acreditan á su autor de discípulo inteligente del dulce
Baldo (en
cristiano,
Meléndez Valdés). Casi
una escuela anacrónica y definitivamente enterrada. Sólo pueden saltodas pertenecen á
varse de esta general proscripción dos composiciones: la Epístola
(1)
La
Duque
de Frías en la
edición única completa de las obras dramáticas
la Rosa que tengo á la vista, es de MaRivadeneyra, 1861, tres tomos en 8.°
de Martínez de drid,
al
2
ESTUDIOS DE CRÍTICA LITERARIA.
86
muerte de su esposa inferior con mucho á la soberbia y apasionada elegía de D. Juan Nica,
sio Gallego al mismo asunto, pero notable por algunos trozos de sentimiento, y por otros de limpieza descriptiva (v. gr., la visita á Pom-
peya); y
epitalamio de
el
La Novia
de Pórtici,
que tiene algo más animado y vigoroso que
En
otras composiciones.
sencia de ¡a patria
los versos
de
la
Au-
:
«Vi en el Támesis umbrío Cien y cien naves cargadas
De si
otra cosa que
manejado
el
Tampoco Las
prosa.
de
riqueza
»
bien se mira, lo que
la
la
más aplaudimos no
es
apacible soltura con que está
metro de Jorge Manrique.
mucho en
insistiré
filosofías
de
la historia
Rosa compuso: El
las
obras en
que Martínez
espíritu del siglo, el
Bosque/o de la política de España, son de una candidez que ha pasado en proverbio. Martí-
nez de
la
Rosa no había nacido ciertamente
para recoger los lauros de Bossuet, ni de Vico, ni de
Maquiavelo.
Mucho más
de los niños, porque
allí
vale su Libro
siquiera la naiveté es
simpática y propia del asunto, sin que el autor empeñe en parecer político ni filósofo, ni
se
hombre profundo y
misterioso.
D.
FRANCISCO MARTÍNEZ DE LA ROSA.
El único trabajo histórico que es su arcaica biografía
le
287
sobrevivirá
de Hernán Pérez del
Pulgar, el de las Hazañas, delicioso remedo de la
prosa de D. Diego de Mendoza, con algunos la
de Ginés Pérez de Hita. Más poe-
allí
que en toda su novela de Doña
toques de
hay
sía
Isabel de Solis
,
una de
las
más lánguidas
imi-
taciones que aquí se hicieron de Walter Scot,
con haberlas tan lánguidas como El Doncel de
D. Enrique
el Doliente,
de Larra, y
el
Sancho
Saldaña, de Espronceda.
¿Y
del
hombre, qué hay que decir? Que po-
cos le igualaron en buenas intenciones
y en
rectitud personal: que privadamente era hon-
rado, dulce, caritativo, benéfico; que, habién-
dose consumado durante su
mando algunos de
crímenes más horrendos que afrentan
los
España
historia de frailes
en 1834),
ojos de los
(v. gr., la
él
matanza de
la
los
resultó inculpable á los
hombres, á
los
de su propia con-
y (podemos pensarlo piadosamente) á de Dios; que á su manera tibia y algo des-
ciencia los
colorida, fué en la tribuna elegantísimo ora-
dor; la
que en
el
invasión de
Gaeta fué
el
Quirinal resistió heroicamente
demagogia
italiana,
y en
consolador de Pío IX, y,
final-
la
mente, que, á pesar de sus antecedentes revo-
ESTUDIOS DE CRÍTICA LITERARIA.
288
lucionarios siglo
y á pesar de haber nacido en un murió como cristiano,
enciclopedista
,
siendo su muerte un duelo nacional, y dejando
uno de de
la
los
nombres más intactos y respetables
España moderna.
«
D.
GASPAR NÚÑEZ DE ARCE.
19
D.
GASPAR NÚÑEZ DE ARCE
L comenzar
el
presente estudio,
.
como
siempre que pienso en poetas contemporáneos, acuden involuntariamente á
mi memoria
estas tristes palabras
de Enri-
que Heine, en un capítulo de sus Rcisebilder:
«En
otro tiempo, en la antigüedad, en la
Media,
el
mundo
era de
bía poetas enteros.
una
Honremos
sola pieza,
Edad y ha-
á estos poetas
y gocemos de su genio; pero toda imitación de su unidad es una mentira, que difícilmente se oculta á los ojos que saben discernir lo verda-
dero de lo falso.»
Y
añade con profunda amar-
gura Enrique Heine, que es lástima que
el
(i) Publicado en los Autores dramáticos contemporáneos, al frente
de El Haz de Leña.
292
ESTUDIOS DE CRÍTICA LITERARIA.
mundo
se
haya partido en
y que
el
cora-
zón del poeta, no pudiendo mantenerse
ínte-
dos,
gro y compacto, haya padecido
los efectos
de
esta violenta división.
Al
hoy
Sr.
Núñez de Arce, como
viven, le
á todos los que
ha alcanzado algo de
esta uni-
y no es mengua de su fuerza poética el que pueda decirse de él que no es un poeta entero, aunque sea un gran poeta. versal calamidad,
i
¿Y qué
se
entiende por poeta entero? Procu-
raré aclarar
Heine, que
mi pensamiento, ó más bien
me ha dado
el
de
ma-
pie para entrar en
teria.
Hubo
alma
del
poeta vibraba acorde con las de sus oyentes.
En
las
en
siglos,
efecto,
en que
el
sociedades primitivas, y en otras
más
lantadas, pero todavía de unidad sencilla
ade-
y po-
derosa, era el cantor eco solemne de la multi-
tud que
le
escuchaba, y casi se confundían sus
atributos con los del sacerdote y el profeta.
Sobre un fondo común de ideas y de afectos se levantaban, no (como soñó
mil voces que
se
la
escuela wolfiana)
confundiesen luego en una
ráfaga de sonido, bastante á inflamar el corazón
de
los guerreros
yentes
al pie
y á hacer postrarse á
de los altares, sino
la
los cre-
voz única,
y de inmortal resonancia, del varón elegido
D.
por
el
GASPAR NÚÑEZ DE ARCE.
Numen
hombre, ni por tía,
mundo y
lo
que
por
creía, ni
que afirmaba de
ni por lo
293
para marcarle con su
sello.
lo
que sen-
las cosas
del otro, ni por el odio ó el
Este
de este
amor que
enfervorizaban su canto, se distinguía notable-
masa de su pueblo; pero todo lo y lo afirmaba de un modo más enérgico, más íntimo y más luminoso. Toda idea que pasaba por su mente se convertía insmente de
la
creía, lo sentía
tantáneamente en imagen, y toda imagen era veladura de aquel concepto universal vislumbrado por
el
poeta en una especie de ensueño.
Leía en piedras, plantas y metales revelaciones prodigiosas, y,
como
de
los pájaros
y
del
Rey cuentan
del sabio
leyendas orientales, tenía
la clave del
aroma de
las
lenguaje
las flores.
Pero
quizá debía todas estas maravillosas virtudes y aquella profusión de luz con que aparecían en su
mente
hecho de
los espectáculos
ser vulgo, de ser
de
la
naturaleza, al
uno de
los
peque-
ñuelos de su gente, de no ser apenas persona,
en
el
frase.
sentido individual y autonomista de la
Llaman
los críticos á la poesía
de tales
hombres poesía popular, y todos convienen en darle por nota característica la impersonalidad,
no ciertamente en rial
el
sentido grosero
de que todo un pueblo
la
y mate-
vaya compo-
ESTUDIOS DE CRÍTICA LITERARIA.
294
niendo fragmentariamente, sino en otro sen-
más profundo,
tido
contribuye á
no de
la
no de
los versos,
porque el pueblo
es á saber,
con
ella
elaboración anónima,
forma (que será siem-
la
pre, así en las sociedades bárbaras
como en
las
y virtud de uno solo, á quién excelencia llamamos artista), sino de la
cultas, privilegio
por
tal
materia de
de
mito, de la teogonia,
la poesía, del
leyenda;
la
y
poeta, que tiene la dicha
el
de concentrar todos estos rayos de luz en un
no
foco,
es persona,
ni creador de las
en cuanto no es inventor
ninguna de
estas cosas, sino
acepta buenamente de
dolas con fe encendida precio será creído
y
él,
amorosamente por
el
que
creyén-
la tradición,
y sumisa. Sólo
á tal
será recibida su obra
pueblo.
No
es persona,
en cuanto sus conceptos y aun sus pasiones no le pertenecen á él más ni menos que á cualquiera de los que \
una
cosa, la
eficacia tifica
le
oyen; y sólo
forma. Pero
y virtud, que en
su personalidad,
mismo tiempo,
el
le
forma
pertenece
de
es
ella se arraiga
y por
y
tal
for-
ella se levanta, al
nivel de la cultura en el
pueblo circunstante, que en
la
se
reconoce á
sí
mismo
cantos del poeta; pero ennoblecido y glorificado por el divino fulgor de la hermolos
sura. Así se establece aquella cadena
magné-
GASPAR NÚÑEZ DE ARCE.
D'.
tica
labón es
mimo ó claro
y
el
el
poeta, el segundo el rapsoda, el
cantor,
y
que cuando
el
un modo
otro,
ó más bien
distinto, esta poesía
ni se concibe siquiera.
humanidad que
la
gámoslo mejor,
el
Es
tercero el público.
el
poeta siente de un
espectadores de
los
cual de
se
29$
de que Platón nos habla, cuyo primer es-
Y como
es
no
cada
,
existe
ley de la
conciencia individual,
mundo
modo
ó, di-
interior de cada uno,
vaya distinguiendo y separando cada día
más
del
mundo
que han de
intelectual colectivo, resulta
llegar
forzosamente épocas de
in-
creíble disgregación moral, de fraccionamiento
cuales
el sentir y en el pensar, en las no habrá más poesía legítima y sincera'
que
poesía individual, que algunos creen ser
atomístico en
la
la
única poesía
lírica,
pero con error, porque
también cabe un lirismo, de especie
muy
dis-
y épicas. Llamémosla, pues, individual ó personal, y esto será más exacto. Claro es que esta poesía, si no ha de ser letra muerta para los contemporáneos, ha de corresponder á algún estado general del alma humana; pero lo expresará de una manera tan singular ó peculiar del poeta, que ventinta,
en
las sociedades primitivas
drá á convertirse en propiedad y dominio suyo.
A
pesar de la
honda división que producen
las
ESTUDIOS DE CRÍTICA LITERARIA.
396
escuelas filosóficas líticos el
y
sociales
y
los
sistemas po-
en incesante lucha, todavía
el
placer
y
dolor son lengua universal é inteligible para
todos; sólo que cada poeta habla esta lengua
con
de su propio dialecto. Nace una variedad inmensa de tonos y de matices en la lírica contemporánea. Pero ¿donde encontrar una poesía que nos exprese las inflexiones
de aquí
todas las relaciones sociales, todas las fuerzas
y el
manifestaciones de la vida, en una palabra,
hombre
físico?
Y
las
como en
lo
Enrique Heine, no menos verdaderas
labras de
que
entero, así en lo moral
aquí vuelvo á acordarme de otras pa-
pasadas:
solitarios:
«Vivimos intelectualmente
cada cuál de nosotros, merced á una
educación particular, y á lecturas dirigidas
la
mayor parte de las veces por el acaso, ha adquirido una tendencia de carácter diferente: cada cuál de nosotros, como si estuviese moralmente disfrazado, piensa, siente y obra de diverso
modo que
es tan frecuente,
mún
se
hace
los
demás, y
que
difícil;
la
el
no entenderse
vida intelectual en co-
y donde quiera nos en-
contramos extraños unos á
otros,
y como
tras-
plantados á tierra extranjera.»
Hay mucha verdad En otro tiempo había
en estas lamentaciones. poetas nacionales, poe-
D.
GASPAR NÚÑEZ DE ARCE.
297
de raza, de religión, primeros educadores
tas
de su pueblo, fundamento de su orgullo
mero, Dante, Lope de Vega.
Ho-
Hoy no hay
ni
puede haber otra cosa (como no sea en nacionalidades atrasadas llas
y rudimentarias, ó en aque-
que no han alcanzado todavía su indepen-
dencia plena, y que en el fragor de la lucha la conciencia nacional) que
mantienen viva
poetas de sentimiento y de fantasía individual:
Byron, Leopardi, Lamartine, Musset, Heine
y,
Dii minores de todas las literaturas. Nuestro siglo se señala, no hay que negarlo, por un desarrollo prodigioso de después de
ellos, los
Cada uno de
esta especie de poesía.
estos sa-
cerdotes poéticos tiene su templo, su culto
y
sus fieles. ¿Cuál de ellos representa la poesía del siglo xix?
Á
mi entender, todos y
nin-
guno. El más grande de todos es Goethe, sin
embargo,
la
y,
poesía de Goethe es el secreto
de pocos iniciados: cultura del poeta
la
misma
le aisla
extraordinaria
del vulgo
,
y pocos,
entre los hijos de los hombres, podrán seguir
de hito en hito
el
vuelo del águila de Weimar.
Entre su nación y
él
media todavía una
dis-
tancia incalculable.
Es, pues, vana, la
aunque
sea generosa empresa,
de querer reproducir en nuestra edad los
ESTUDIOS DE CRÍTICA LITERARIA.
298
prodigios líricos
épicos de las sociedades jó-
y
venes y convertirnos en poetas populares. tal
empeño nos perderemos
En
siempre, al paso
que podremos
ser grandes y originales, tan grandes como esos poetas primitivos, siguiendo
un rumbo
distinto del
hablando de
las cosas
que
ellos
siguieron,
y
de nuestra alma, como
Byron y Leopardi. ¿Es esto decir que toda poesía moderna haya de reducirse á esta contemplación egoísta de
sí
propio? No, en verdad. Si en los tiempos que
corremos no es dado versos los
muros de
al
poeta levantar con sus
las ciudades,
puede toda-
vía asociarse á los triunfos de la civilización,
y
encontrar en ellos una fuente de poesía, no ya sólo nacional, sino
humana, magnificando
to-
dos los esfuerzos del trabajo y todos los elementos que ha conseguido poner bajo su mano,
desde
y
el telar
la
lanzadera, hasta la fuerza
eléctrica
que enlaza dos mundos.
como en
las
juntar con
el
si
no puede
la historia
lauro de su frente las ínfulas sa-
cerdotales, puede, él
Y
más remotas edades de si
no quiere atarse
la fe al
arde en su pecho, y
carro de la impiedad
triunfante, puede todavía hablar de las cosas
más y á
los
Manzoni en
los
de Dios en lengua que llegue á mejores,
como
llegó la voz de
los
D.
GASPAR NÚÑEZ DE ARCE.
Himnos Sacros; pero siempre (para
que
esta
á
299
condición
voz sea íntima y penetrante) de
que no responda á pasajero sentimentalismo,
como en Lamartine y Chateaubriand la
dicional,
como en
tes citado.
en
sino á
,
robustez enérgica y viril de la creencia trael
gran poeta lombardo an-
Y, finalmente, aunque
las actuales condiciones, rara
el
vate
lírico,
vez pueda ha-
cer resonar su voz en la plaza pública, ni des-
cender á
la palestra olímpica, ni servir
de guía
ó de faro á los combatientes y á los legislado-
aunque no pueda ser, no ya David, sino aun Píndaro ó Tirteo, todavía puede, en las
res;
ni
grandes
crisis
de su pueblo, alzar
el
cántico de
victoria ó la lamentación sobre las ruinas; aun-
que
las
más de
las veces,
por efecto de
la ten-
dencia individualista que nos domina, esta
misma
poesía vendrá mezclada con algo, y será, si se excep-
aun mucho, de personal, y
túan algunos pasos y situaciones heroicas, antes la poesía
de un partido, quizá grande, quizá
dominante, que
la poesía
de una nación. Pero
sucederá en cambio, porque todo está compensado en
el
mundo, que
los italianos dicen),
pre persigue
un
esta poesía civil
por lo
mismo que
(como
casi
siem-
ideal abstacto de justicia
y de
derecho, no se encerrará en los estrechos
lí-
ESTUDIOS DE CRÍTICA LITERARIA.
300
mites del solar
nativo,
muchos de
extraños,
que será
los
y
comprenderán
la al
mismo tiempo
muesta para no pocos de
letra
ios
propios.
Este carácter cosmopolita ó universal que
asignamos á en
no
sólo
del sentimiento individual,
que
la poesía
la esfera
de nuestro
siglo,
con más empeño cultiva, sino en los intereses generales,
la
esfera de
que á veces invade,
se
poderosamente en aquellas, por otra
refleja
parte escasas, obras líricas de nuestra edad,
donde
poeta ha querido agrandar
el
el
campo
de sus triunfos, no limitándose á hablar á cada lector en solitario asilo, sino
tivamente apóstol,
el
tomando
alterna-
papel de tribuno, de soldado, de
y algunas veces el de profeta. Aun en numerosos y algunos muy bellos,
los cantos
que
la
unidad italiana ó
la
patria germánica
han inspirado, se siente como una tormenta mayor, y suena á truendo de
la
rechazo de
lo lejos el es-
revolución europea; algo,
suma, más hondo que de nacionalidades. tos
el
Y
la
de igual suerte,
que nuestra guerra de
en
cuestión de razas ó
la
los can-
Independencia
inspiró á Quintana, tienen tanto de europeos
como de
españoles
ellos se advierte
;
de
y por
la
mezcla que en
las ideas francesas
y aun
GASPAR NÜÑEZ DE ARCE.
D.
301
del espíritu enciclopedista del tiempo, podían
haber sido fácilmente adoptados por los ven-
que debían sonar desapacible-
cidos, al paso
mente en
de muchos de
los oídos
vence-
los
dores.
Pero con todas
estas restricciones
más que habría que
hacer,
si
lante este análisis, cabe en nuestros
una poesía más
alta
que
que
la
otras
;
tiempos
puro color
es
y pura música, ó ambas cosas á importante y trascendental que del amor inagotable tema obra que
y
llevásemos ade-
la vez;
más
que hace
la
finalmente,
,
perder su condición de artística, y acaso por esto mismo, se convierte en elemento sin
poderosísimo de organización ó de trastorno social.
de
Cuando
momento
del
la
gría
vida
y
esta poesía traspasa los lindes
presente; y abarca todo
humana, derramando en
la esperanza,
el
cuadro
ella la ale-
ó ungiendo sus alas con
el
suave nardo del sentimiento evangélico, pro-
duce
maravillas de
las
Pentccoste.
La Campana
Cuando desciende á
la
ó de
La
arena de
la
pasión contemporánea y se trueca en espada terrible
y luminosa, surge
ranger ó
el
la
canción de Bá-
Scherzo de Giusti, y con formas
y tono más remontados,
Núñez de Arce.
la poesía política
de
ESTUDIOS DE CRÍTICA LITERARIA.
302
Núñez de Arce de
los poetas
amonestan, de
pertenece, pues, al género los
que increpan y
que hacen
crujir su látigo
civiles,
los
de
sobre las prevaricaciones sociales, de los que
imprimen la
el
hierro candente de su palabra en
frente ó en la espalda de los grandes malva-
dos de tales,
la historia
ó de los que ellos tienen por
pues no se ha de olvidar que
el
poeta po-
en nuestros tiempos, no puede menos
lítico,
de ser un hombre de partido, con todos atropellos é injusticias
que
el espíritu
ción trae consigo. Pero este
mismo
de
los
fac-
espíritu
cabe sino en almas de temple recio y
viril,
no na-
turalmente honradas y capaces de apasionarse por una idea. De donde resulta que, para que las
indignaciones ó los entusiasmos del poeta
político nos
modo de lo
conmuevan,
siquiera sea de
un
y mientras dura la impresión que leemos, es menester que tengan altransitorio,
gún fondo de nobleza y generosidad, y que lleven implícitos algunos de aquéllos conceptos universales, aceptables para todos,
cada cual en
la inteligencia
de libertad,
el
de
ley, el
que
de patria,
cho, nombres todos gratos
al
el
de dere-
corazón humano,
sea en un grado de perversión in¿Podemos llamar entera en el sentido
como no creíble.
aunque varíe
les da, v. gr., el
,
GASPAR NÚÑEZ DE ARCK.
D.
heiniano, á
la
poesía de
ideas? Sí, en cuanto á su base
No, en cuanto á el
303
que son nervio
estas
y fundamento.
la interpretación,
donde, bajo
poeta, comienza á aparecer el
hombre de
partido. Y, sin embargo, el
aun podría
ser etitero
poeta, dentro de estas condiciones, pero á
precio de ser fanático, cosa imposible en nuestros días, en
que
el
mismo choque de
las opi-
niones va limando las asperezas, y en que cierto
buen gusto, cada día más esparcido, prohibe ser
energúmeno, excepto á
toman por
oficio.
los infelices
que
el
lo
Acontece, pues, cuando un
poeta verdadero y grande, como aquel de quien voy á escribir, desciende á la liza, que por un lado su delicadeza y cultura
le
impiden llegar
á las extremosidades, en que se deleita el vulgo soez de todos los partidos, y, por otro lado, sus ideas traen, mezclado con lo general,
mucho
de parcial y deleznable. Todo esto circunscribe notablemente el auditorio del poeta político, enajenándole de una parte á todos los violentos
de su propia bandería, y haciendo que los él sólo fríamente parti-
que no piensan como
cipen de su entusiasmo, lo cual, por última
consecuencia, también cansa y desalienta al poeta, falto de eco
un doble
y de estímulo. Nace de aquí
desequilibrio: primero entre el poeta
ESTUDIOS DE CRÍTICA LITERARIA.
304
y su
público, segundo en
el
alma del mismo
menos por más ó menos
poeta, que fácilmente cae, á lo tervalos,
en
zonado y punto de
vista, á la fe
escepticismo
el
sincero,
mundo, canta que enerva
y en vez de cantar, según su ó á
en
el ideal
la fibra
moral de sus contemporá-
,
el
fundamento de su
que sólo vive por
de intentar,
ni'
la fe
robusta
cabe en los lími-
de este artículo, considerar
Arce bajo todos literaria.
señoras del
que propaga.
No hemos tes
la razón,
á la duda; con lo cual, al paso
neos, niega y destruye
propia poesía
in-
ra-
Como
los aspectos
estas páginas
al Sr.
Núñez de
de su actividad
han de
servir de
prólogo á un drama suyo, fuerza será hablar
con más extensión de
las
obras que ha desti-
y especialmente de la más notable de todas, de la que aquí se reimprime. nado
al teatro,
Pero como, á pesar de sus méritos dramáticos,
que luego haremos
Arce
es,
demos
resaltar, el Sr.
ante todo, un gran poeta
Núñez de
lírico,
no po-
pasar adelante sin insistir en este rasgo
capital de su fisonomía.
No vamos
á hacer la biografía del Sr.
Núñez
de Arce. Tengo por una casi impertinencia
el
hacer la biografía de los vivos, y cuando estos
son estimados y poderosos, la impertinencia
D.
toma
GASPAR NÚÑEZ DE ARCE.
visos de adulación. Baste saber
3O5
que Nú-
ñez de Arce nació en Valladolid
de 1834; que
se crió
es hijo adoptivo;
hombre
el 4 de Agosto en Toledo, de cuya ciudad
que ha
además de poeta,
sido,
y periodista, gobernador, diputado, subsecretario, y actualmente ministro de Ultramar, cosas todas que para la apreciapolítico
Lo único que imNúñez de Arce, por
ción estética importan poco.
porta hacer constar es que
mejores y más sanas partes de su ingenio,
las
y por
las
condiciones de la lengua poética que
habla, es hijo de la escuela castellana, llamada
comunmente salmantina, y adhiere por
las escuelas andaluzas.
cuál
es,
á
la
diversos lados,
Y
si
cual se prende
mucho más que
se
á
pregunta ahora
entre los poetas de Salamanca,
el
pre-
y aquel de quien más vestigios perseveran en sus cantos, sin menoscabo de su
dilecto suyo,
inspiración propia, todo el
con
el
que
el
rial? te;
mundo
responderá
nombre de Quintana. ¿Quién dudará Miserere es hijo del Panteón del Esco-
Y
no porque
que no
es
le
haya imitado servilmen-
Núñez de Arce hombre para
se-
guir con paso rastrero las huellas de otro. El
verdadero genio
lírico,
en
lo
que tiene de más
íntimo y sustancial, no desciende de nadie, hace escuela por sí propio, y sólo á Dios debe XV
30
ESTUDIOS DE CRÍTICA LITERARIA.
30Ó
los raudales
de su inspiración. Pero también
verdad que Núñez de Arce tana, no
gemelo,
cados con
las
mismas auras. Uno y otro
se pa-
como
frivolo solaz,
como elemento educador y
civilizador de
los pueblos.
no en
Uno y
el arte
otro buscan la inspiración,
solitaria estancia, lejos del bullicio, sino
al aire libre
y á
las oleadas
tre
es
asemeja á Quin-
como discípulo, sino como hermano como hijos del mismo terruño, y edu-
recen en no mirar sino
se
inmenso de
la
de
radiante lumbre del la
multitud y en
la batalla,
sol,
el
en-
fragor
entre trueno de cañones
y relampaguear de espadas. Uno y otro miran el mundo, no como paraíso de amores ó como desierto de melancolías, sino circo,
como
palestra ó
henchido de multitud clamorosa,
al cual
descienden para hacer prueba de sus músculos
de
atleta.
con
la
Uno y
otro son gladiadores armados
espada del canto, según
la gráfica
expre-
sión del poeta italiano.
Fué
gloria de Quintana, debida ciertamente
á la edad en que vivió, no haberse limitado á tarea tan estéril
mado con
y desconsolada, y haber
afir-
fanatismo indómito tantas cosas por
menos como las que negaba; semejante en hombres del 89. No ha alcanzado Núñez de Arce semejante virginidad revolu-
lo
esto á los
D.
GASPAR NÚÑEZ DE ARCE.
307
y por eso duda mucho más de lo que afirma, y llora sobre lo que destruye. Ni ha alcanzado tampoco lo que á Quintana dio la guerra de la Independencia, es decir, un audicionaria,
torio de héroes, ante los cuales renovar, por
caso único en nuestros tiempos, los prodigios
de Tirteo y de Simónides, lanzando por los
campos
castellanos los ecos de la gloria
y de
la
guerra, y cortando de nuevo los lauros de Sa-
lamina y de Platea, para ceñirlos á la frente los vengadores de las víctimas de Mayo.
de
Pero
poeta no es dueño de
el
la historia, ni
siquiera de los motivos de sus canciones.
aquí que ticas
no
Núñez de Arce, con inferiores á las de
De
facultades poé-
Quintana, no sea
responsable de no haber encontrado en esta sirte
miserable (que su predecesor decía) tan
altos asuntos para el canto. el
No
es
culpa suya
haber tenido que ser un Quintana sin Tra-
falgar, sin
Bailen y sin Zaragoza.
Lo mismo villano,
le
aunque
aconteció á Tassara, poeta se-
muy
de
la
cuerda de Núñez
de Arce. Pero Tassara, con mal acuerdo y sinceridad de inspiración dudosa, antes que deplorar la triste realidad que sus ojos veían, prefirió
y
perderse en vagas declamaciones, síntesis
filosofías
de
la historia,
en predicaciones
ESTUDIOS DE CRÍTICA LITERARIA.
308
apocalípticas y vaticinios preñados de tempesalto
grado que ningún
otro poeta castellano el os
magna sonaturum;
Tuvo en más
tades.
pero casi siempre hay en su poesía algo que suena á hueco, y mucho que parece lección de historia ó ejercicio de retórica.
No
así
políticos,
Núñez de Arce. Casi todos que son entre todos
vivirán con inmortalidad
los
sus versos
suyos los que
más robusta, han
hecho actual; ahí están sangrientos y palpitantes, compendiando en sí todas las afrentas de nuestra historia contemnacido
al calor del
poránea.
Y
como
el
poeta tiene siempre algo
de vidente, aun contra su voluntad y propósito, suelen trocarse en sus labios, como en en los del antiguo adivino, las bendiciones tal suerte,
anatemas, de
trar arsenal los
que
el
pesimismo
tra-
más desgarrado no podría encon-
dicionalista
mejor provisto de armas que el de marcha España,
Gritos del combale. Allí
por entre lágrimas y cieno, «Roto
el
respeto, la obediencia rota, de la ley perdido el freno»,
De Dios y
azotado su rostro por aire de tempestad, y agotadas por sutil veneno las fuerzas de sus músculos. Allí,
convirtiendo
el
poeta sus estrofas en
hierro estampado sobre la herida abierta,
le-
1).
varita
309 la
Re-
de Juve-
la cual él servía, el látigo
volución á nal
GASPAR NÚÑEZ DE ARCE.
en 1870, en medio del triunfo de
y de Quevedo, «En medio de esta universal mentira, De este viento de escándalo que zumba, De este fétido hedor que se respira, De esta España moral que se derrumba.»
Bien puede decirlo Núñez de Arce:
nunca á
nunca á las
licencia
la las
él
no aduló
desgreñada del motín,
turbas que arrastran por
blancas vestiduras de
tención puede salvar al poeta hasta de
de lógica,
el
el
fango
la libertad. Si la inla falta
poeta está salvado, y no sólo en
tal, sino en la de hombre de bien. Nunca para la maldad triunfante tuvo aplauso ni excusa. Su voz austera y robusta se alzaba siempre en aquellos tremendos días, como
condición de
para purificar
la
olor de la sangre
atmósfera corrompida por
y
el
humo
del incendio.
el
La
conciencia nacional, amedrentada por la insolente tiranía del
motín
,
se
templaba y vigoy poderoso de
rizaba con el canto masculino
Núñez de Arce. Era una tribuna eficaz el
que
la
la
suya más
tribuna parlamentaria.
Cuando
tempestuoso Ríos Rosas descendía
pulcro, acompañábale
el
al
se-
himno, á un tiempo
fúnebre y triunfal, de Núñez de Arce, con
la
ESTUDIOS DE CRÍTICA LITERARIA.
310
más
que ningún héroe de
alta consagración
la
mayor que la que tributó Beranger á Manuel. Cuando sonaban en Alcoy y en Cartagena los aullidos de la hiena demapalabra ha obtenido,
templaba
gógica,
poeta su broncínea
el
lira
para maldecir «Aquella
triste
y vergonzosa tarde, imbécil y cobarde y entregó sin gloria,
En que un Senado
Vendió sin fruto Cediendo á los' estímulos del miedo, El trono secular de Recaredo.»
Podría preguntarse, en verdad,
y catoniano maldecidor, qué con
el
trono de Recaredo
el
enérgico
al
tenía de
común
trono que aquella
asamblea derribó, y por qué escandalizarse tanto de lo que, después de todo, no era
que una evolución
lógica, natural
perfectamente legítima dentro de revolucionaria, que con dura
i
,
la
más
forzosa
m penitencia
profesado durante toda su vida
y
ortodoxia
el Sr.
ha
Núñez
de Arce. Pero dejando estas consideraciones, tan obvias
como
admirar
la
potencia de expresión,
como de
ariete, la
extrañas al arte, sólo cabe
un tiempo sobria y lada amargura que
buen hora
se los
rotundidad de
el
empuje
la estrofa
llena, la elocuente
estos versos revelan.
compare con
los
á
y deso-
En
yambos de
D.
GASPAR NÚÑEZ DE ARCE.
3 II
Y
á su lado
Barbier; no quedarán inferiores.
palidecen las ardorosísimas diatribas que la in-
dignación política más generosa ba dictado á algunos ilustres vates de v. gr., sas,
la
América española, la tiranía de Ro-
Mármol, flagelador de
y José Eusebio Caro, azote de Nueva-Granada.
los opreso-
res de
Pero Núñez de Arce no
es
exclusivamente
poeta político, ni es posible serlo, cuando* se llega al
campo de
las letras
después de un pe-
ríodo de lirismo interno y psicológico. Por otro lado, cuando la invectiva política no es
y lleva como sustentáculo
libelo personal
al-
guna idea generalísima, forzosamente ha de penetrar el poeta en cuestiones de orden más alto,
y hacer
filosofía,
sabiéndolo ó no.
Y
el
Núñez de Arce la ha hecho en varias de sus más notables composiciones, v. gr. en su epístola La Duda, tan popular en América; Sr.
:
en su oda Tristezas; en
la sátira
á Darwtn, y
en alguno de sus poemas de mayor extensión, v. gr.,
en
La
Selva Obscura y en
Fray Martin. Esta filosofía, como casi
La
vi-
sión de
de
los poetas, es
tafísica.
muy
todas las filosofías
endeble en su razón me-
Casi se reduce á esta sola palabra: la
Duda. Núñez de Arce
es el cantor oficial
de
la
ESTUDIOS DE CRITICA LITERARIA.
312
duda: no sólo
le
ha consagrado toda entera
la
soberana epístola indicada, sino que en todos sus versos posteriores á 1867, la ha convertido
en recurso poético y Dcus ex machina
como por
cierto, la
duda un estado patológico,
racterístico de nuestros días; pero por
y como el arte.
tal
Ya
de
sí
ca-
misma,
estado patológico, vale poco para lo
notó
el
ingenioso y sabio autor
del excelente prólogo que sías
ya
,
ya como personaje alegórico. Es,
idea,
(1)
acompaña alas poe-
Núñez de Arce en
la
reimpresión de
Bogotá. Toda poesía requiere afirmaciones ó negaciones robustas, y los mismos poetas, que
pasan por escépticos, son verdaderos poetas por lo que afirman ó por lo que niegan, pero lo que dudan. Es más: yo no conozco ningún poeta verdaderamente escéptico, es
no por decir,
cuyo estado habitual sea
caracterizar el Sr.
bre de duda. Conozco, Shelley, ó pesimistas
no
se
quedan, como
la orilla del río, sino
san.
obra,
(1)
De y
que quiere
sí,
el
poetas ateos
nomcomo
como Leopardi; pero éstos el Sr. Núñez de Arce, á que resueltamente
le
pa-
unidad de su carácter y de su energía que ponen en la negación,
aquí la
el
Núñez de Arce con
la
Miguel Antonio Caro.
D.
GASPAR NÚÑEZ DE ARCE.
3I3
atrayendo y subyugando, no en virtud de
la
negación infecunda, sino en virtud del alarde
de fuerza con que combaten y niegan porque la fuerza es siempre elemento estético, aun ,
prescindiendo de su aplicación.
Además,
es
muy
determinar
difícil
el obje-
Núñez de Arce. Si de sus versos, mucho más
tivo de las dudas del Sr.
atendemos á
la letra
parece nacido para
la fe
que para
el escepti-
cismo, y nunca logra mayores efectos y es más
sinceramente poeta que cuando embalsaman sus cantos los recuerdos de la fe
perdida; ni suele aparecérsele la
pecto halagador, sino frío,
cuyo diente
como
Todo
esto comunica,
cierta frialdad
da por
reptil áspero
as-
y
bajo cuyas garras se re-
tuerce, ó con otras figuras bles.
él
duda con
en sus entrañas, ó
se clava
como un monstruo,
que
así, feas
y desapaci-
no hay que dudarlo,
y monotonía
al
conjunto de
las
composiciones, por otra parte bellísimas (quizá,
en
más bellas del poeta), en Núñez de Arce explota este recurso
la ejecución, las
que
el Sr.
poético de la duda.
No
sé
si
á mis lectores
les
acontecerá lo mismo, pero yo veo en esta duda
mucho de
retórica.
El
cree obligado á dudar,
miento propenda
al
Sr.
Núñez de Arce
se
no porque su entendi-
pirronismo, ni porque su
ESTUDIOS DE CRÍTICA LITERARIA.
314
corazón esté seco de afectos y de creencias, sino porque es hijo del siglo,
y en vano se
resiste
á su impiedad. Resulta de aquí una situación de ánimo indecisa y flotante, que quizá haría
como
niebla
si el
Sr.
cisase los términos del problema.
de Leopardi tiene una base
relativo y escéptico del Sr.
«Que
el
afirma-
pesimismo
Núñez de Arce,
grandeza de su
la
pre-
El pesimismo
filosófica, la
ción de lo absoluto del mal. Si
que llama satánica á
se des-
Núñez de Arce
siglo,
entre nubes de fuego alza la frente,
Como Luzbel potente, Pero también como Luzbel caído»,
y que no
satisfecho con esto, lanza rudísimas la ciencia humana, hasta más desalentado tradicionalismo
imprecaciones contra afirmar con
el
que «A medida que marcha y que investiga, Es mayor su fatiga, Es su noche mis honda y más obscura»; si
este
guna
campo la
pesimismo, digo, busca
ciencia primera, católico, otra
no
el
apoyo de
hallará, ni
bandera que
aun en
le cobije,
alel
que
bandera de Donoso, escéptico también á su
manera, como todos
y eficacia de
la
caen bajo de sus pios
los
negadores de
la fuerza
humana en las cosas que límites. Fundado en princi-
razón
y conceptos de
esta razón
que maltrata, á
D.
GASPAR NÚÑEZ DE ARCE.
vez que en reminiscencias de
la
tigua, quizá
la
315
piedad an-
menos apagada que lo que él se Núñez de Arce su musa al
imagina, ha puesto
servicio de la causa espiritualista, inseparable
de
la
causa cristiana, combatiendo con
del sarcasmo, en estrofas tan fáciles pias
y
el
acero
como
lim-
gallardas, las doctrinas del materialismo
evolucionista,
con entereza
y afirmando en toda ocasión y personalidad de Dios la inmu-
la
,
tabilidad de la ley moral
derechos de
los
,
la
conciencia, la responsabilidad del ser
humano,
y, finalmente, la absoluta necesidad
de algún
ideal
que sea como
de
la sal
y la imTodo esto
la vida,
pida corromperse miserablemente.
generoso y bueno, y está dicho además con
es
poderosa elocuencia
;
pero por desgracia es
poco, y por otro lado los positivistas saben más lógica que el Sr. Núñez de Arce, que nació
,
no ya para creyente
sino para ultra-
,
creyente, sino que ha errado
el
camino, y
es
hoy un supernaturalista á medias, antinómico consigo mismo.
Pero de político
las deficiencias del
pensador ó del
no hay que pedir cuentas
Este, en su calidad de
ponsable,
como
tal,
los reyes
de
modernas. Enrique Heine
al poeta.
tiene algo de irreslas
Constituciones
lo
ha dicho: «el
3l6
ESTUDIOS DE CRÍTICA LITERARIA.
pueblo puede matarnos, pero no puede juzgarnos.»
Y
el
pueblo somos aquí todos
no somos capaces de
los
que
escribir las Tristezas ó el
poema de Raimundo Lidio, aunque nos creamos muy capaces de criticarlos. Este poema de Raimundo Lidio señala, á mi ver, el apogeo de la gloria de Núñez de Arce. Ni antes ni después ha producido cosa mejor. Muchos tercetos se habían hecho en España, pero tercetos de epístola ó de á
lo
Argensola ó á
lo
sátira,
Fernández de Andrada.
Esta forma pulida, elegante, académica, nos había hecho olvidar que las terzine, siglos antes
de servir de molde adecuado para
nestación moral, habían sido tro, lírico
y épico á
la vez,
la re-
amoun poderoso me-
prensión de los vicios públicos ó para
la
bastante para apri-
sionar en su triada simbólica, misteriosamente
repetida y engranada en innumerables eslabones, todos los arcanos del
mundo
invisible
y todas las cóleras del presente. Per Stvga, per ccelos mediique per ardua montis. Núñez de Arce ha restaurado, mejor diríamos, ha introducido en España el terceto dantesco, de que sólo algún ejemplo, aunque muy notable, nos había dado rusalcn y otros
el
mejicano Pesado en su Je-
muy
bellos Tassara.
Pero
la
D.
GASPAR NÚÑEZ DE ARCE.
obra métrica de fecta, que,
Núñez de Arce
31/
es tan per-
para encontrarle paralelo, hay que
retroceder hasta el asombroso calco del estilo
dantesco que ejecutó Monti en
y en
la
Mascheroniana
con
,
Basvilliana
la
la
ventaja en
vor de nuestro poeta de que en Monti rará siempre
más que nada
el
del versificador, única cosa
paso que en
fa-
admi-
arte insuperable
que deja campear
su absoluta indiferencia en cuanto la poesía, al
se
al
fondo de
Núñez de Arce
es
forma vestidura inseparable de su sincero
la
pensamiento,
al
través de la cual se descubren
todos los contornos de la gallarda estatua.
El pensamiento mismo del pequeño poema, ya
se considere el
asunto
tación simbólica que
el
real,
ya
la interpre-
poeta ha querido darle
y que no tiene nada de artificioso ni de forzado, es de una belleza extraordinaria, debida en parte á los datos de la leyenda del beato mallorquín
,
discretamente aprovechados por
autor. Pero con todo eso
,
al
el
poema simbólico
déla razón y de la ciencia, personificados en Raimundo y en su dama, yo prefiero con mu-
cho
el
poema de pasión que
allí
se desarrolla,
tan ardiente, tan terrible y tan humano, que
apenas deja ojos para descifrar
condido bajo estas figuras.
el
misterio es-
ESTUDIOS DE CRITICA LITERARIA.
318
El
libro
de
recogió, con algunas poesías
suyas de otro género, todas lítico
y
combate, en que
los Gritos del
Núñez de Arce
social, es el
las
de carácter po-
monumento de
verdadero
su gloria. Pasada la revolución de Septiembre,
amortiguadas
pasiones políticas, que ha-
las
bían sido la tormentosa atmósfera en que tronó
y relampagueó su numen, ha variado de rumbo su inspiración, haciéndose más reflexiva, y paseándose, á guisa de exploradora, por diversos
campos. Fruto de esta evolución son
los poe-
mas que con inmenso aplauso ha impreso y hecho leer públicamente Núñez de Arce en estos últimos años
,
es á saber, el Idilio
gía á la muerte de Hercidano mentación de
Lord Byron
Selva obscura y
La
,
la
,
El
Visión de
,
la
Ele-
Ultima
la-
La
Vértigo,
Fray Martin,
aparte de algún otro, que sólo conocemos por
fragmentos.
¿Revelan estas obras verdadero progreso en la
vida artística del Sr.
Núñez de Arce?
Difícil
es contestar á esta pregunta, sobre todo
tiene en cuenta lo torcer
mucho que
el juicio, las aficiones
si
se
influyen, para
individuales.
Yo
expongo mi parecer, y procuraré justificarle, advirtiendo que en la técna'da decido, pero
nica nada ha perdido
el
poeta, antes al contra-
D.
GASPAR NUNEZ DE ARCE.
material artístico. Los terceros de
obscura los
La
Selva
«saben á Dante» todavía más que
de «Raimundo Lulio»;
Vértigo
como
319
ha ido enseñoreando cada vez más del
rio, se
las
décimas de
están tan artísticamente
las
El
cinceladas
y para mí no tienen formado escuela, dando
del Miserere,
otro defecto que haber
ocasión ó pretexto á una inundación de déci-
mas
y de narraciones insulsas, que peor y más anacrónico romanticismo, cuando más lejanos parecíamos descriptivas
nos han vuelto
de
él.
al
Las octavas de
la
Lamentación de Byron,
por su estructura métrica apenas tendrían val en castellano
empeñado, con
si
cierta
ri-
poeta no se hubiese
el
monotonía rítmica, en
considerar los cuatro primeros versos de cada
octava
como una entidad
aparte, quitando así
unidad y grandeza al período poético, quizá por acomodarse á las exigencias de la lectura ó recitación teatral, que en esto, cosas
más
gridad y libre arranque del arte
mente, en
como en
otras
esenciales, es funesta para la inte-
La
Visión de
lírico.
Y final-
Fray Martin, Núñez
de Arce, á quien su bien sentada reputación autorizaba ya para romper con vulgarísimas
preocupaciones, que sólo prueban lo ínfimo del nivel de la cultura entre nuestra plebe litera-
ESTUDIOS DE CRITICA LITERARIA.
320
ha atrevido, por primera vez en su vida á emplear el más noble y difícil de todos se
ria,
,
los
metros, aquel en
el
cual están escritas
mu-
chas de las obras más insignes de la poesía de nuestra edad, en Inglaterra, en Alemania, en Italia, el
generoso verso suelto; y
le
ha mane-
jado con habilidad rarísima entre nosotros, pe-
netrando
la ley
de sus cortes, pausas, rodar de
sílabas, acentuación
y encabalgamientos.
Al mismo tiempo que los versos del Sr. Núñez de Arce han ganado, no en nervio y robustez, que esto era difícil, pero
sí
en variedad
de tonos, tampoco ha perdido nada su despidiéndose algo de la tiesura la
solemnidad y
el énfasis
estilo,
y entono, de
propios de la escuela
de Quintana, y adoptando una manera más apacible
y serena, por un lado y por otro me,
nos aristocrática y más realista, como es de ver, sobre todo, en el Idilio, composición llena de rasgos semipopulares, y de descripciones de
las labores
de
los
agrícolas, hechas
labradores de Castilla.
en
Es de
la
lengua
creer
y de
desear que, dada la tendencia actual de las tras el Sr.
Núñez de Arce
siga sin
temor y
le-
sin
exageración este camino, y enriquezca su vocabulario poético no con vulgarismos crudos é
impertinentes, que
le
aplebeyen sin fruto, sino
1
GASPAR NÚÑEZ DE ARCE.
D.
con
más pintoresco, vivo y
lo
32
gráfico de la
lengua del pueblo, única que puede salvar á
lengua del arte del escollo de
lo abstracto
ceremonioso á que fácilmente propenden Arce, cuyo
Aun
el
y
las
,
escuelas poéticas.
la
mismo Sr. Núñez de más veces crea-
estilo poético es las
ción propia y no concreción muerta, adolece
algo de falta de precisión rífrasis
hechas,
,
no rehuye
y amengua
pe-
las
sus fuerzas, ca-
yendo en verboso, sobre todo cuando no sujetan las estrofas regulares él
ha inventado, y
si
,
le
de aquellas que
no inventado
,
hecho su-
yas por derecho de conquista y sello de genio, v. gr., la estrofa cie
de
lira
de
seis versos,
usada en Tristezas y en
nueva
espe-
el Idilio (i);
ejemplo nuevo de una verdad que sufre pocas excepciones: es á saber, que todo gran poeta lírico
tro,
inventa, renueva ó modifica algún me-
que
prime
el
es
como
la
nueva copa en que
se ex-
jugo generoso de un ingenio nuevo.
Las innovaciones discretas (quizá tímidas)
que
se
ha permitido Núñez de Arce en
el len-
guaje de sus últimas composiciones, han influido
también en
la
importancia que concede
(1) Las había usado Zorrilla en su oda no tuvo muchos imitadores.
Al Águila;
pero
ESTUDIOS DE CRÍTICA LITERARIA.
22
5
nunca elemento pintoresco. Núñez de Arce colorista. temperamento de poeta ha sido ni es en El rojo, el blanco y el verde, tradicionales seducido han le no Góngora, la escuela de
al
sido idólatra,
ha
nunca.
Tampoco de
aun
que usa en sus cantos
la
la luz
tener reflejos siniestros.
Como
nacida en tierra
fructífera, allá hacia
aunque Toro y Zamora,
árida,
su poesía da
y
políticos suele
más
tiene algo del jugo moral
Medina,
fruto
y de
que
la gra-
y Pereyra. vedad estoica de la poesía de Ulloa de vicpalma la que dicho ha Pero ¿quién crecer para el poeta descriptivo no puede
flor,
toria
de mieses hasta en la extensa llanura cuajada Núabrasada por los rayos del sol canicular?
y
ñez de Arce
lo
ha mostrado en
ciendo pasar á los ojos de
que apura el
el
el Idilio, ha-
la fantasía, el jarro
zagal, la carreta que rechina bajo
peso de la mies,
el trillo
de aguzadas pun-
cuando tas y la paja reseca que salta esto, se desgrana. ¿Y qué es todo
la espiga si
bien se
poema más mira, sino volver á la tradición del acicalado del mundo, á la tradición artístico y
de
las
Geórgicas?
innegables, Pero con todas estas ventajas los nuevos de ninguno que ¿en qué consiste
poemas, tan meditados y tan brillantes
(si
ex-
D.
ceptuamos dole
de
,
NfjiÑEZ
DE ARCE.
323
composición de otra ín-
de Evangelina y de Mireya, amores semipastoriles, imaginada
la familia
historia de
y
GASPAR
el Idilio,
sentida, ya
que no
en
escrita,
primera
la
juventud del autor), nos hace tan profunda
A
impresión como los Gritos del Combate?
nuestro entender, dos causas influyen en esto.
Es
la
primera,
ritu reflexivo
mayor
elaboración de la
Líbreme Dios de creer
que
reposado,
el cálculo
crítico
y
la
parte de estos poemas.
con
ir
el espí-
que ha presidido á
vulgo en eso de
el
la inspiración es cosa ciega, fatal é
inconsciente.
su canto de
Razón
La
en
tiene el gran Schiller
Ca?íipa?ia, para declarar irra-
cionales á los que
nunca piensan en sus obras, Pero
ni llevan propósito en ellas.
es
muy
dis-
tinta la reflexión del poeta antes de la obra,
que
la del crítico
mos que
después de
es contraria.
en
la
inicial
de
la
ella.
Hasta
dire-
ojos del poeta, la
nunca la ve, aun en
idea está implícita;
mento
A los
el
mo-
concepción sino encarnada ,
forma. Si empieza por pensar discursiva-
mente, y busca
la
forma luego,
la
forma
se
resentirá de frialdad ó se vengará enturbiando ,
el
pensamiento. Al contrario
cio es
desmontar
las piezas
ducir en idea lo que
el
Su
ofi-
máquina,
tra-
el crítico.
de
la
poeta expresó en forma,
ESTUDIOS DE CRITICA LITERARIA.
324
un modo
reconstruir de
reflejo lo
que vio
el
poeta entre los esplendores de una iluminación cuasi extática.
«En
A él,
y no
personaje quiso
tal
toca decir:
al artista, el
autor simbolizar
duda; en este otro
el
espíritu del mal; tal
tuación manifiesta
el
poder de
tal otra, la
la si-
la conciencia;
penuria de ideal que hay en nues-
tra sociedad,
y
lo necesario
sangre nueva.» Pero
que
es infundirle
poeta se adelanta, y pone un prólogo, y dice como el Sr. Núñez de si el
Arce: «he obedecido á intentado representar
nocido y á lo infinito», luego
tal
tal
la
pensamiento
he
aspiración á lo desco-
teme desde
el lector
enseñanza, y discurre de este modo:
Es indudable que
el
poeta no obedece ni debe
obedecer á pensamientos, sino á formas, y en eso se conoce
el
que Dios
le
ha hecho poeta,
en vez de hacerle matemático ó teólogo. Luego
cuando
el
empeña en hacer carne un
poeta se
pensamiento, que ya por su propia virtud, misteriosa
y calladamente, no
ha ido con-
se
virtiendo de larva en mariposa, la poesía desfallece,
no porque
entre las manos,
se le escape la
como teme
Arce, sino porque se
que
la
forma no
porque no
se
es
le
materia de
el Sr.
Núñez de
escapa la forma, ó por-
íntima con
ha criado con
el
él, ó,
pensamiento,
mejor dicho,
D.
GASPAR NÚÑEZ DE ARCE.
porque no han nacido
los dos,
325
como cuerpos
gemelos, de un acto generador indivisible.
De
aquí
misma
la
indecisión con que en es-
Núñez de
tas últimas obras suyas busca el Sr.
Arce su camino, quizá por huir de
namente
han acusado de tañer
le
cuerda de bronce. cede hasta
los
el
que va-
sólo
una
Y así en unas ocasiones retro-
romanticismo legendario, como
en El Vértigo y en Hernán el Lobo, obedeciendo á la misma tendencia que mueve á Tennyson la
Tabla Redonda,
poesía feudal que constituye
hoy un conven-
á reproducir
cionalismo,
los
cuentos de
semejante
al
convencionalismo
bucólico de otras edades, y que no sienta bien
á la índole enteramente moderna de la poesía
de Núñez de Arce.
Y
Selva obscura y en
La
como en La Fray Martin,
otras veces,
Visión de
desaforadamente al símbolo y á la aleno siempre claros y traslucidos, como arte, hasta el punto de tener que ex-
se lanza
goría,
pide
el
plicarlos el poeta
que
en advertencias y comentos de la concepción debiera
la fuerza plástica
hacer inútiles. Esto acontece con
la
abrupta
Duda conduce á Lutero, y con otras ficciones del mismo poema, más ingeniosas que fantásticas, más racionales que imagiroca adonde la
nativas,
aunque tengan analogía con
otras de
ESTUDIOS DE CRITICA LITERARIA.
326
Divina Comedia y convengan con el sentido estético dominante en la poesía de los sila
,
glos medios.
Tampoco
es de
aplaudir que
poeta, ce-
el
diendo á una tendencia bien natural en épocas de crítica como
la
presente, haya preferido, en
vez de volar con alas propias, rehacer, digá-
moslo canto
así, la
inspiración ajena,
y añadir un
Alighieri y otro canto á Lord Byron,
al
empresa ya tentada, aunque martine en
Cada cual
el
es
sin fruto, por
dueño de su propia
inspiración,
y vale más
pero no de
la inspiración ajena,
quedarse
el
primero en su línea que
gundo á
la
Byron,
La-
Último canto de Childe Harold.
ir el se-
como Núñez de Arce en
zaga de otro. Así Dante
sólo se asemejan á
y se nos figura que ha entendido de un modo algo estre-
su condición de poetas, éste los
cho, asimilándolos demasiado á su propia ín-
y prestándoles su fisonomía de tribuno y desengañado. De los múltiples aspectos de la personalidad de Byron sólo uno, y no el más saliente aparece en La Lamentación, donde, admirando al Sr. Núñez de Arce, echará de menos muchas cosas todo el que haya leído á Byron, de quien, por decirlo así, sólo se reproduce lo más externo. Toda la obra dole,
escéptico
,
,
GASPAR NÚÑEZ DE ARCE.
D.
327
de Byron fué una continuada exhibición de
sí
propio: Childe Harold, Manfredo, Sardaná-
Juan
palo, Caín, D.
Debajo de
ellos,
como
debajo de las armas de Roldan, hay que escri-
Nadie
bir el
las toque,
aunque
se
llame La-
martine ó Núñez de Arce, ingenios grandes, pero no byronianos.
El Byron de
ad usum
La Lamentación es un Byron muy enamorado de la li-
Delphini,
bertad política y de la independencia de los griegos, pero sin rastro del
Juan
,
humorismo de Don
y de la soberbia Harold, tan inglés y tan
ni del elegante hastío
patricia de Childe
gran señor en todas sus cosas. quiere decir que este
Lo
no
cual
poema de Núñez de Arce
no tenga versos estupendos, siempre que no de Byron, v. gr., al describir la ma-
se trata
tanza de los suliotas.
Y
esto
me
hace lamen-
tarme más y más de que Núñez de Arce prefiera llevar los colores de otro á lidiar por su cuenta.
No
sión política
sentía
Byron
el acicate
de
,
por suyo un
la
como Núñez de Arce pero
mundo
pa-
tenía
funerario, de reprobos
de foragidos más ó menos heroicos, que
y el
poeta castellano no conoce.
Tampoco creemos que haya blemente en
las
influido favora-
últimas obras del Sr.
Núñez
ESTUDIOS DE CRÍTICA LITERARIA.
328
de Arce
mación
novedad de
la
teatral.
Tiene
y sus golpes de
ficios
ó de la decla-
la lectura
la
declamación sus
efecto,
en su calidad de dama
que
la
patricia,
huraña desdeñosamente rechaza. ,
arti-
musa lírica, y un tanto
En
el silen-
cioso centro del alma, libre de la falsa excita-
momento, y sorda
ción del
al
rumor de
la abi-
garrada plebe, cuyos clamores ahuyentan
numen
ó
le
ser-
escondida y modesta
flor
vidumbre, nace
la
del sentimiento lírico, é insinuarse al
al
empequeñecen en vergonzosa que para llegar
blandamente, no
irá á
al
alma
prenderse
acaso en el seno de cualquier espectador dis-
cuya emoción
traído, ó
es
puro contagio ner-
vioso.
Se dirá que á de Arce no
le
la
poesía tribunicia de
Núñez
basta la emoción individual, sino
que, expresando,
como
generales, requiere
expresa, sentimientos
un auditorio más vasto y
más agitado Quizá sea verdad; pero si en nuescuando se han acabado los pro-
tros tiempos,
y
fetas
los cantores
de
los
juegos olímpicos,
fuera posible congregar tal auditorio el
de
las
y una
sola
alma,
el
era
de Núñez de Arce no de-
biera reunirse en el teatro tal
hecho
como
edades antiguas, con un solo corazón
las
como
lo
han
convenciones modernas, sino en
la
GASPAR NÚÑEZ DE ARCE.
D.
329
y entre oleadas de verdadera
plaza pública,
multitud, tan apasionada pasión del día presente su cabeza, sino
como
poeta, con
el
que no inflamase sólo
,
que imperase en sus músculos
y en su sangre. Toda otra escena es indigna de tan alta poesía, y no conozco medio más eficaz para acabar lírico,
histriónica.
Aun
en
tratándose del Sr.
como
birse
no
sin
el caso
más
la recitación
favorable,
Núñez de Arce, podrá
fruto de tales lecturas
se escribirán
Y
con un verdadero ingenio
que entregar sus versos á
,
El
aun
escri-
Vértigo;
jamás Las Tristezas.
embargo,
el Sr.
Núñez de Arce, que
tantas cuerdas tiene en su lira, es también
poeta dramático, y cerlo así
,
me complazco
común y quizá contra
nión
,
tiene
en recono-
por lo mismo que voy contra
formada
al poeta.
la
que de
sí
la opi-
mismo
¡Cosa singular! Aquí,
donde una hueca ampulosidad llamada lirismo, se enreda eternamente como planta pa,
rásita al diálogo del teatro, los
personales
haciendo hablar á
como energúmenos
maestros de botánica, observamos
el
ó
como
frecuente
contraste de que cuando un verdadero poeta lírico, v. gr.,
Ayala ó Núñez de Arce, llega al con austera
teatro, hace estudio de expresarse
sobriedad
,
y de poner en boca de sus
figuras
O
ESTUDIOS DE CRÍTICA LITERARIA.
33
escénicas el verdadero lenguaje
Pero
si
librarse
de
vida.
la
en esta parte más externa ha sabido
Núñez de Arce
del escollo á
que pare-
y su sangre española aunque más del Norte que del Mediodía, ¿habrá conseguido, en lo más íntimo cían arrastrarle su fantasía lírica ,
y fundamental, despejarse de su propia naturaleza y vida exterior, hasta el punto de dar el ser á verdaderas criaturas humanas, que cada cual, de por
¿Habrá dejado
sí,
sean distintas del poeta?
de tropezar donde tropezaron
y Byron?
Alfieri
La
él
posteridad
lo
ha de
decir.
Yo
sólo
puedo
informar, é informaré diciendo, conforme á mi
conciencia de espectador y de crítico, que
Nú-
ñez de Arce ha hecho un drama tan bueno
como
mo-
cualquier otro del teatro español
No
derno.
había leído yo un solo verso
lírico
de Núñez de Arce, cuando vi representar en Barcelona
El Haz
de Leña
,
y
él solo
para que desde entonces tuviese yo
bastó
al Sr.
Nú-
ñez de Arce por gran poeta. Ahora he vuelto á leer
el
Pero
drama, y me ratifico en lo dicho. puede producir excepcionalmente
se
un drama bueno y hasta óptimo,
sin tener, á
pesar de eso, verdadera genialidad dramática.
Nadie negará que Sardanápalo
es
una joya, y
1
GASPAR NÚÑEZ DE ARCE.
D.
que haya en
él
v. gr., la esclava griega,
Byron no
y con todo
es poeta dramático.
Zoraida, de Cienfuegos, más que
los
tragedias españolas
IV,
y, sin
eso,
Lord
Y (salvando dismí me agrada
tancias inconmensurables) á
las
33
personajes que no son Byron,
la
casi todas
tiempo de Car-
del
embargo, no tengo á Cienfuegos
por dramaturgo de
los
de raza
,
y hasta creo
que entendía menos de teatro que D. Dionisio Solís.
Sería fácil multiplicar los ejemplos en todas las literaturas
,
y hacer observar otro fenómeno
contrario, es á saber, que el genio dramático
no excluye
el
genio
bordinado, antes proceres, v.
han
sido
como
lírico
inferior
al contrario, los
Shakespeare, Lope,
gr., Sófocles,
también
líricos
respectivas literaturas.
y su-
dramáticos
de
Lo
los
mayores dé sus
cual parece argüir
cierta inferioridad en el lírico respecto del dra-
mático,
como
la tiene éste respecto del épico,
que junta en su obra titánica las
los caracteres
de
dos especies inferiores, escalonándose
así
los reinos del arte los reinos
de
fundamento hecha por
de un
modo análogo
la naturaleza,
real
al
de
y mostrándose
el
y objetivo de
la clasificación
los preceptistas.
Pero dejando aparte
tal disquisición,
y aten-
ESTUDIOS DE CRITICA LITERARIA.
332
diendo sólo
al
conjunto del teatro del Sr. Nú-
ñez de Arce, forzoso es decir que no corres-
ponde á
la categoría
en que está
El Haz
de
Leña, y que bajo este aspecto quizá tengan razón los que afirman que no ha fallado en
Núñez de Arce la regla ya dicha, de la el mismo Víctor Hugo se escapa. Podemos dividir el teatro del Sr. Núñez de
el Sr.
cual ni
Arce en dos grupos:
al
primero pertenecen
obras que ha escrito solo:
segundo
al
compuso en colaboración con
el
las
las
que
malogrado
poeta y narrador extremeño D. Antonio Hurtado.
De estas
últimas (por ejemplo,
El Laurel La Jota
de la Zubia, Herir en la sombra,
Aragonesa) prescindiremos enteramente, aun-
que
se
admiren en
versificación,
ellas trozos
porque no
de elegantísima
es posible discernir la
parte de invención ni de ejecución que debe atribuirse á cada
De
las
uno de
necen, ha coleccionado cuatro:
Deudas de
el Sr.
la honra,
Justicia providencial tres
los autores.
obras que exclusivamente le pertene-
y El
Núñez de Arce Quien debe paga,
Haz
de Leña. Las
primeras nos detendrán poco, á pesar de
estar muy bien concertadas y escritas. El autor ha querido caracterizarlas, llamando á la primera drama intimo 6 de conciencia, á la se-
GASPAR NÚÑEZ DE ARCE.
333
gunda comedia de costumbres, y á
la tercera
D.
drama
de tendencias sociales. Pero, salvo leves
accidentes, todas tres pertenecen á la
de Ayala y á una de es decir, á aquel
las
género de alta comedia que
pudiéramos llamar realismo urbano moralizador, niana. gantes
En y
manera
maneras de Tamayo,
y
ético 6
y en España comedia alarcogénero de comedias, tan
este
cultas, la intención
moral
ele-
es directa,
quizá demasiado directa, y no se manifiesta
y resultados de la acción, ponen en boca de los personajes. Sólo una extraordinaria mesura, un gusto exquisito y una pulcritud de sólo por el desarrollo
sino por las reflexiones que se
forma como
la
de
los
puede evitar ó mitigar
dos autores ya citados, los
inconvenientes del
elemento no estético que en con justo elogio ciendo que no es
estas obras se in-
podemos nombrar á Núñez de Arce, aun recono-
troduce. Después de
la
ellos,
observación de los vicios y
campo de su mismo propende á
defectos sociales el
gloria,
quizá por eso
las
y que
moralida-
des generales y sentenciosas, y á los conflictos ásperos
como
el
de Deudas de la honra, más
bien que al estudio de la infinita variedad de los detalles.
Resulta de aquí también algo de
pálido y borroso que suele haber en las figuras
ESTUDIOS DE CRÍTICA LITERARIA.
334
de estos dramas suyos, como ocupación del
de
la
si
la
continua pre-
moral enturbiase
la
limpieza
concepción. Por eso quizá son poco cono-
cidos,
que
fin
la
y rara vez aparecen en las tablas, aunimpresión que deja su lectura es por ex-
tremo favorable
al autor.
El drama verdaderamente poderoso de Núñez de Arce histórico,
autor
le
brío,
no
(lo
hemos dicho ya), es un drama de Leña. Su asunto, que al
El Haz
parece eminentemente trágico y somes otro
que
la prisión
y muerte
príncipe D. Carlos, hijo de Felipe ría
más
fácil,
II.
Nada
y nada tampoco de peor
se-
gusto,
que dilatarnos en vulgaridades históricas ó terarias á propósito
del
li-
de un tema tan socorrido,
y que ha entrado hace mucho tiempo en
la ca-
tegoría de los lugares comunes. Pero de la cuestión histórica
(si
es
que
tal
nada quiero
cuestión dura á
decir,
porque no
puedo añadir una palabra
al libro
de Gachard,
que considero definitivo en
la
estas horas)
materia.
Por otra
parte, este episodio tuvo curiosidad mientras le
envolvió
el misterio;
pero inundado hoy de
y reducido á proporciones vulgares, ha perdido el interés de la adivinanza ya resuelta, y queda muy en segundo término al lado de los luz
grandes acontecimientos de
la historia religiosa
GASPAR NÚÑEZ DE ARCE.
D.
y
política de
335
España en aquel reinado. El
per-
sonaje del Príncipe, despojado de los oropeles
con que tasía,
le
había adornado
la
complaciente fan-
redúcese á la categoría de un niño tonti-
y mal
loco, brutal
ban á
mos y
gémenes de
feroces instintos,
los atajó la
comenza-
criado, en quien
desarrollarse los
muerte.
La
muy
á sazón
historia de semejante
niño debiera relegarse á jenaciones mentales,
cuando
perversísi-
la ciencia
como
de
las
ena-
caso de atavismo,
y
apenas ofrecería curiosidad de otra índole, á no
haber tenido
padre que tuvo, y que por sí solo
el
basta para dar cierto aspecto de severa y
que
lancólica grandeza á todo lo
Dos caminos
se ofrecían al
que en nuestros la
escena
uno de
el
le
me-
rodea.
poeta dramático
días intentaba renovar sobre
asunto del príncipe D. Carlos. Pero
estos caminos, el tradicional
dario, el de Schiller, Alfieri
y legeny Quintana, lees-
taba vedado á nuestro poeta, por su conciencia
y dignidad de
tal,
historia había
hecho
desde
el
la luz,
momento en que derribando
la
el ca-
dalso de ficciones levantado por los odios sectarios de otras edades.
No
quien estimase su arte y
cabía elección para
se estimase á
sí
propio.
Convertirse en juglar del vulgo, mantenerle
en su secular ignorancia, convertir el teatro en
ESTUDIOS DE CRÍTICA LITERARIA.
336
último asilo de
las
calumnias históricas, eter-
nizar así el imperio de la falsedad,
y todo esto
á sabiendas, por miserable espíritu de partido
ó por dejadez de ánimo y
pecho arriba contra
falta
de valor para
la corriente,
ir
nadie había
de esperarlo de alma tan noble y tan amasada á fuego
Y
Arce.
y hierro como el Sr.
la del Sr.
Núñez de Arce
se
Núñez de
guardó
muy
bien de hacerlo, entre otras razones más y me-
nos poderosas, por una razón de estética realista,
que yo he hecho valer en un trabajo
ciente,
entendido
al revés
por
han querido hacerse cargo en que yo
me
del
re-
muchos que no punto de
vista
colocaba, es á saber, que la ver-
dad humana, por
el
mero hecho de
serlo,
que exteriormente parezca prosaica,
es
aun-
más
poética que toda ficción, pero lo es solamente
para quien sabe leer
vial.
la
poesía que hay en el
que parece más insignificante y triDe donde deducía yo, y sigo deduciendo,
fondo de
lo
que á mayor grado de exactitud
histórica, co-
rresponde también mayor grado de evidencia
que las obras apoyadas sólo en aunque exteriormente se muestren lozanas, llevan algún germen interior que las poGtica, al paso
la falsedad,
corroe.
Por
eso aplaudo de todo corazón al Sr.
Nú-
D.
GASPAR NÚÑEZ DE ARCE.
337
ñez de Arce que, persuadido de que para
nada hay baladí
ni despreciable
humanas, ha acertado á sía
de
de
las
la enfática
en
las
el arte
acciones
sacar tal tesoro de poe-
narración de Luis Cabrera ó
correspondencias diplomáticas de los em-
bajadores de Venecia, comentadas por Gachard.
Y
no
grandes poetas
es esto censurar á los tres
que en obras, alguna de ron, á fines del siglo
Con una
ellas inmortal,
xvm,
mismo
el
distinción todo se explica.
Schiller, Alficri ó
Quintana
trata-
asunto.
Cuando
aprovechaban
se
del cuento del abate de Saint-Real, teniéndole
por historia verdadera, creían representar en
muy próximo
forma
artística la
á
Fundábanse, pues, no en
ella.
jetiva, pero
porque todo
verdad ó algo
sí
en
el
mundo
la
nos fuera de España
fe
verdad ob-
creía entonces, á lo
(i),
dado cruda muerte á su
La buena
la
subjetiva ó convencional,
que Felipe
me-
II había
hijo.
salvaba á los poetas, y los sal-
vaba también su propio fanatismo
político,
que
eruditos españoles habían dado con lo aunque tenían pocos papeles con que probarlo. Recuerdo á este propósito que cuando Alfieü escribió su Philippo, nuestro famoso estético Arteaga (el más insigne crítico de teatros que produjo el siglo xvill), volvió por (i) Algunos
cierto,
los fueros
de
la
verdad histórica en
el
razonado análisis
ESTUDIOS DE CRÍTICA LITERARIA.
338
hacía verdaderas por la pasión obras falsas por el
dato.
Pero hoy que
el
fanatismo ha men"
guado ó ha tomado otros caminos, y la verdad se encuentra en cualquier manual de historia, hacer un soberano esfuerzo de impa-
es preciso
y retrotraer
sibilidad crítica
muy allá,
el
pensamiento
para que resulte tolerable aquel prín-
cipe D. Carlos de
El Panteón
del Escorial,
agitando «El sangriento dogal con
faz terrible,»
y mostrando en el lívido cuello las huellas del nudo que le arrancó la vida. Y, sin embargo, tan persuadido estaba Quintana de estos absurdos,
que cuando
se le
hacían cargos por esta
composición, respondía siempre que «había
hablado de
los
la historia.»
Y
Reyes de España como habla no lo hubiera creído, ¿cómo
si
había de tener su fantasía
y
terrorífica
que
tiene,
la belleza
lúgubre
como de ánimo impre-
sionado por verdaderos rencores?
En
la
misma
situación de
que hizo del Philippo, y que
se
ánimo hay que
imprimió con otras
críti-
menos notables del teatro de Alfieri, dirigidas á la famosa veneciana Isabel Teotochi Albrizzi. La edición que tengo de estos raros opúsculos, que parece cas suyas no
extractada de
las
Actas de alguna Academia italiana, no
tiene fecha ni lugar.
D.
GASPAR NÚÑEZ DE ARCE.
339
colocarse para juzgar el Don Carlos de Schiller,
que, escrito hoy, parecería una declamación
y que
retórica,
un elocuente
fué en su tiempo
alegato en favor de la libertad de conciencia. la primera manera del más irregular, más violenta, más abrupta y escabrosa, más apasionada y de un idealismo malsano que no tiene la segunda. No hay en Don Carlos el frenesí de Los Ladrones ó de
Pertenece esta obra á
poeta,
Cabala y amor, pero todavía está la la
parable la
muy
lejos
de
pura y alta serenidad de algunos pasos de trilogía, ó de Guillermo Tell, ó de la incom-
María Stuard. No había sonado aún
hora de
la
emancipación del gran poeta, que
todavía obedece á la pasión, en vez de dirigirla
y
purificarla en el crisol del arte, para
lágrimas corran dulces, y hasta
tenga dignidad. les
de
la
No
naturaleza
porque
falta
que
las
dolor físico
son ya los instintos bruta-
humana
como en Los Ladrones; ya domeñada, pero
el
la
los
que imperan,
la parte inferior está
calma no
se restablece,
vencer á otro enemigo que siem-
pre persiguió á Schiller:
el
sentimentalismo.
Sólo la dura disciplina de sus últimos años y el ejemplo y el consejo de Goethe pudieron darle,
aunque no
sobre
sí
del todo, el soberano imperio
y sobre sus creaciones, que caracteriza
ESTUDIOS DE CRÍTICA LITERARIA.
340
grande
al
y sobre todo
artista,
sobre el revuelto
De
campo
todas suertes, en
al artista
como
mático, que ha de levantarse
dra-
águila
el
del combate.
Don
Carlos
el
idealismo
schilleriano se ha desbordado sin dique, encar-
nándose, no en
el
con todo
naje,
histórico
que
que no es el héroe Marqués de Posa, perso-
Príncipe,
verdadero, sino en
el
no tan arbitrario y
eso,
como rutinariamente
lleva,
de uno de
aunque
alterado,
el
anti-
se repite, puesto
nombre ó
título
los protestantes castellanos del si-
glo xvi, y profesa ideas, raras entre sus correligionarios de entonces, pero no desconocidas
tampoco, puesto que lisura
Antonio
las
formula con
del Corro en su
sin igual
Carta d Fe-
II: «Paréceme, Señor, que los Reyes
lipe
y
Magistrados tienen un poder restricto y limitado,
que no
hombre
del
llega ni alcanza á la conciencia
Cada cual pueda
vivir en la
bertad de su conciencia, teniendo
y
la
llez
de
predicación de
la palabra,
y sinceridad que
la
No
los
li-
el ejercicio
según
la senci-
Apóstoles y cristianos
primitiva Iglesia guardaban.» es, pues, el
Marqués de Posa
la
mayor
incongruencia histórica del drama, aun en su calidad de librepensador, ni era tan absurdo
el
cálculo de Schiller, al poner en su boca las
1
D.
máximas glo xviii.
á veces sabía res.
GASPAR NÚÑEZ DE ARCE.
34
y cosmopolitas
filantrópicas
del
si-
Á pesar del anacronismo del lenguaje,
me doy
más
á pensar
que
tal
historia del siglo xvi
Pero sea cual fuere
vez Schiller
que sus censoque
el juicio
se
forme
acerca del carácter artístico del Marqués de
Posa ó Poza, hay que confesar que arranque juvenil, por
la
él,
por su
hirviente elocuencia
de sus palabras y por lo generoso de su sacrificio (aparte de las ideas que á él le mueven),
concentra en mientras que la
todo
sí
el
el
interés
sombra. Escrita además
veces,
del
drama,
principe D. Carlos queda en la
y dibujados con mano
teres secundarios, flaquea
en
tragedia en dos infeliz los carac-
la acción,
y no
es
posible enumerarla entre las obras príncipes de
su autor.
Ni mucho menos, entre
las
de Alfieri,
el
Philippo, sobre el cual no se puede dejar de aceptar sin apelación el juicio de nuestro Padre
Arteaga, confirmado y autorizado por Guillermo Schlgel. Pocas veces los defectos de la
manera de
Alfieri se
han demostrado tan á
las
y no hay una sola de sus tragedias de tiranos tan triste, monótona, desnuda y abs-
claras,
el
mismo
Alfieri decla-
raba di non molió caldo
effetto.
El Pérez
tracta
como
ésta,
que
,
el
ESTUDIOS DE CRÍTICA LITERARIA.
342
Gómez y
Leonardo que andan en
el
cen sombras de
la otra vida,
y
tan árida, seca é inarmónica
Un
mento.
obra y cala
al lector
el
argu-
los días
de
la
hasta los huesos.
Esto baste en cuanto á en
como
viento glacial corre por toda
tienen por fundamento allá
ella pare-
locución es
la
las
las
obras poéticas que
la falsa
tradición que,
guerras religiosas del
siglo XVI,
«Hizo
correr por su marcial falange El rebelado Príncipe de Orange (i).»
Sólo por curiosidad apuntaré, ya que su
mismo
autor quizá no habrá reparado en
ello,
que El
Haz
aunque obs-
de
Leña
curos, en
tiene antecedentes,
España
;
quiero decir, que la verdad
histórica, conocida,
si
bien imperfectamente,
narración de Cabrera, fué llevada
por
la
tro
muy
del siglo
pocos años después, en
los
al tea-
primeros
xvn, por dos poetas de segundo orden,
Dr. Juan Pérez de Montalbán, en su comedia
el
de
El segundo Séneca
lipe II),
de
sevillano, en la
suya de
muy
al
superior
(i) El lipe II.
España
(es decir,
Fe-
y D. Diego Ximénez Enciso, ingenio
El Principe D.
Carlos,
desconcertado engendro de
duque de Frías en su oda
A
la
muerte de Fe-
.
GASPAR NÚÑEZ DE ARCE.
D.
343
Móntalbán. Advierto en Núnez de Arce, sin poder precisarla, una como impresión lejana de
la
obra de Enciso, ó á
tículo de
Latour acerca de
lo
menos de un
ella;
pero
me
á creer que ciertas semejanzas de tono
cialmente en
más
,
espe-
diálogo del Príncipe con su
el
padre, proceden de haber
muy
seguido
de
mismo Enciso que Núñez de Arce primero, aunque con menos arte), la
cerca, lo
(y
ar-
inclino
el
absoluta fidelidad histórica, con lo cual no po-
dían menos de encontrarse aun en algunos rasgos de carácter.
Pero aparte de
lo bien
imaginado de algunas
situaciones, de lo robusto de algunos versos y
de
la
nobleza sostenida del lenguaje, cualidades
comunes á
las
pocas obras que conocemos de
Enciso inspiradas por
la historia,
paración posible entre
guo poeta y
el
la brillante
Arce, cuya excelencia es genes,
si
es
que algunos
La primera (mayor para
tico) consistía
entender,
la
dificultad
él,
no hay com-
rudo esbozo del anticreación de tal
,
el
venció.
monstruo apocado y
orí-
tiene.
que tenía que vencer
dado su modo de
en
Núñez de
que borra sus
sentir polí-
carácter del Rey. Y, á
Su Felipe vil
II
no
es
de Quintana, ni
finge monosilábica de Alfieri,
mi
ya
el
la es-
aunque mucho
ESTUDIOS DE CRÍTICA LITERARIA.
344
menos
sea el beato imbécil y ñoño,
que en son
de triunfo nos presentan hoy algunos apologistas,
incapaces de comprender
Alma indomable
más
bajo apariencias
alto ideal.
frías,
recon-
centrado en un solo pensamiento, siervo de una idea, la
más sublime de
todas, implacable con
demás y consigo mismo por noción de deber, déspota si se quiere, pero no tirano, y déspota, los
al fin,
por sufragio universal
senta en
El Haz de Leña
exento, á la par, de afectos
tal se
ños pre-
Rey Prudente, no tanto más profundos
el
cuanto más contenidos, y que suavizan de un modo inesperado su ascética fisonomía. Como
padre y como Rey pudiera drama. La
crítica
ser el título de este
histórica todavía
pudiera
poner algún reparo y notar exceso de tintas obscuras, en que se reconoce la mano de un
De
todas
maneras, cuando nos acordamos de que
el se-
adversario
leal,
pero adversario
al fin.
ñor Núñez de Arce ha sido progresista, no po-
demos menos de ver cumplido otro título de El mayor contrario amigo. Para el arte, su Felipe II, tal como está, será siempre un personaje noble, simpático y muy próximo
comedia
á
:
la realidad.
cariño dos,
:
no
es
El autor de
él el
le
ha tratado hasta con
ensañarse con los venci-
y mucho menos cuando cayeron comba-
D.
tiendo por
manchó
GASPAR NÚÑEZ DE ARCE.
la justicia.
el
luchar con
Mayores
alma de nuestro poeta las
345
El odio postumo nunca ,
avezado á
miserias presentes.
dificultades,
si
cabe, ofrecía el tipo
del príncipe D. Carlos. Si bien se mira, Felipe II, así para los
del Mediodía,
que
como para
llaman
le
el
demonio
los
que quisieran po
nerle en los altares, tiene
un
sello
innegable, aunque se
mire sólo como
mento de
le
de grandeza ele-
y su huella no se borrará historia humana. Pero ¿cómo
resistencia,
tan pronto de la
poetizar al príncipe D. Carlos, sin salir de los
recursos que la historia da, y haciendo estudio
de huir de Saint-Réal y de Schiller?
alma humana tan
erial
y tan
pueda descubrir, quien sabe ceptibles
que
,
arte,
baldía
en
No hay
donde no
ella,
imper-
gérmenes de virtudes ó de
vicios,
agrandados luego por descubren
el
poder de
leer
el
microscopio del
la naturaleza
en lo
mínimo. ¿Quién había de decir que aquella alma enferma, vagabunda, pueril, veleidosa y
más en El Haz de Leña que el apuesto y enamorado manatropellada, había de interesarnos
cebo que fantasearon Alfieri y Schiller? Así es,
sin
embargo. Don Carlos, por
misma de
la ligereza
sus propósitos, por la ceguedad que
le arrastra
á su fatal destino, por sus crisis
ESTUDIOS DE CRÍTICA LITERARIA.
346
nerviosas, que súbitamente le hacen pasar de la
esperanza
y hasta por
al desaliento,
el
velo
de redención moral que tan oportunamente viene á tender sobre atrae
él
muerte, interesa,
la
y conmueve mucho más que
incestuoso y víctima de
ha colocado cerca de mujer, que
ama
le
un él
fuera hijo
si
parricidio.
El autor
una casta figura de
sin saber
por qué, y que
ennoblece y purifica con amarle. Todo lo demás corresponde á esto, y triga se desarrolla
aunque
el
con imponente
le
la in-
sencillez,
principal recurso peca de violento
y
Al lado de D. Carlos ha puesto
el
artificioso.
autor á un protestante, pero no de la familia del
Marqués de Poza, sino
hijo de aquel D. Carlos
de Seso ó Sessé, quemado en uno de los autos de Valladolid y á quien cuentan que dijo Fe,
lipe II: «Si
mi
hijo fuera
como
esos cálculos de perversidad
que sólo en ten en hijo
la
yo mismo
y de venganza, y que si exis-
teatro se toleran
,
vida es á título de aberraciones,
mayor de D. Carlos de Seso
hacer que su
el
vos,
quemarle.» Por uno de
llevaría la leña para
la
amenaza
se
,
el
propone
cumpla, y disfrazando
nombre y condición con
del farsante Cisneros
se
el
nombre y hábito
en sombra del y empuja á su total
se trueca
Príncipe, á quien pervierte
GASPAR NÚÑEZ DE ARCE.
D.
ruina, para
que
la
amenaza
propio padre quien atice
la
347
cumpla y
se
sea su
hoguera. Dios frus-
y cuando ve el fingido Cisneros levantadas las manos de Felipe II
tra sus inicuos planes,
para bendecir y perdonar á su hijo, entrégase él propio á la hoguera por luterano. Si se exceptúa el defecto antes indicado el
drama no
cual este
sencillo,
puro y sobrio. Hasta
sin
,
todo es en
existiría,
el estilo tiene
él
un
grado de vigor y precisión que no suele encontrarse en los poemas del autor, sin nada indeciso, flotante ni diluido.
Al terminar aquí
este juicio de
Arce, sólo debo añadir que en callar
él
Núñez de he hecho
todo respeto de amistad y compañe-
rismo, apreciándole
como
poeta de edades remotas
,
si
se tratase
tenga algún peso y autoridad
hacemos de
los
la crítica
contemporáneos, que
genios de tan buena ley
de un
único medio de que
como
el
si
que
son in-
de Núñez de
Arce, bien toleran y resisten éste y aun otro
más riguroso expurgo, cuando va guiado, como más sana intención de acertar y por el más desinteresado amor al arte.
aquí, por la
Santander,
Julio de 1883.
.
ÍNDICE.
vn
Dedicatoria
De De
la poesía mística la historia,
San
considerada como obra artística.
I .
Isidoro
Noticias sobre la vida y escritos de Rodrigo Caro. Don Francisco Martínez de la Rosa
Don Gaspar Ñoñez de Arce
79 137 163 235 289
La
segunda edición de
acabó