Estudios de crítica literaria

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4

I

;

COLECCIÓN DE

ESCRITORES CASTELLANOS CRÍTICOS

ESTUDIOS

CRÍTICA LITERARIA

TIRADAS ESPECIALES hilo, del. 50 ejemplares en papel de en papel China, del.. v ,0

!

al 50.

I al

X.

^

-«8^

asp»

ESTUDIOS

CRÍTICA LITERARIA POR KL DOCTOR

M.

MENÉNDEZ

V

Catedrático de literatura en la Universidad de Madrid, individuo de número de la» Reales Academias Española ti de la Historia, Buenas Letras de Barcelona

y Correspondiente de la» de

PRTMERA SERIE (secunda edición)

kst. ttpografico «sucesores de rivaden'evrad

Paseo Oe San Vicente,

ffj

1893

nóm

20

AL

Sr. D.

JUAN VALERA

Su amigo que no ,

le

olvida

Marcelino Menéndez

&&!>

,

v Pelayo.

DE LA POESÍA MÍSTICA

DE LA POESÍA MÍSTICA

(i).

Señores: i

fué siempre favor altísimo y honra codiciada la de sentarse al lado vuestro; si todos los que aquí vinieron tras larga

vida de gloria para sí propios y para las letras encontraron pequeños sus méritos en parangón con el lauro que los galardonaba, agotaron

en

y y agradeque vengo á

ocasión las frases de obsequio

tal

cimiento, ¿qué he de decir yo,

aprender donde ellos vinieron á enseñar, que y en los umbrales déla juventud, cubierto todavía con el polvo de las aulas,

abono, fos

de

como

la

no traigo en mi

trajeron ellos, ni ruidosos triun-

tribuna ó del teatro, ni largos trabajos de aquellos que apuran y acendran

filológicos;

(i) Discurso de entrada en la Real Academia Espav ñola (1881).

:

ESTUDIOS DE CRÍTICA LITERARIA.

4 el

tesoro de la lengua patria? Pero

Señores, que ni un sois vosotros

momento me

y quién soy yo; y

me

pulos nunca

no temáis,

olvide de quién si

de mis

discí-

tuve por maestro, sino por

compañero, ¿qué he de juzgarme en esta Academia, sino malo y desaprovechado estudiante?

Y

aumenta mi confusión

el

recuerdo del va-

y vuestros votos, me han dado por predecesor. Poco le conocí y traté rón ilustre que

la suerte,

(y eso que era consuelo y refugio de todo prin-

¿cómo olvidarle, cuando una Enamoraba aquella mansedum-

cipiante); pero,

vez se

le

veía?

bre de su ánimo, aquella ingénita modestia y aquella sencillez y candor como de niño, que servían de noble

y

discreto velo á las perfeccio-

nes de su ingenio. Nadie tan amigo de ocultar su gloria

y de

ocultarse. Difícil era

poco atentos descubriesen en

Y

eso era antes que todo,

literario dio

él al

que ojos

gran poeta.

aunque

el

vulgo

en tenerle por erudito, bibliote-

cario é investigador,

más bien que por vate manera de ver

inspirado. Otros gustos, otra

y de respetar los textos, una escuela crítica más perfecta y cuidadosa, han de mejorar (no hay duda en ello) sus ediciones, hoy tan estimables, de Lope, Tirso, Alarcón y Calderón libre será cada cual de admitir ó rechazar sus

DE LA POESÍA MÍSTICA.

5

ingeniosas enmiendas al Quijote; pero sobre los ó los caprichos

aciertos

del editor se

alzará

siempre, radiante é indiscutida, la gloria del

que no está ligada á una escuela

poeta. Gloria

ni á

un período

y en

la

porque Hartzenbusch

literario,

dramático de escuela,

sólo en los accesorios es

esencia dramático de pasión

y de

senti-

miento. Por eso queda en pie, entre las ruinas

enamorada pareja aragohermana de la de Verona, y re-

del Romanticismo, la nesa, gloriosa

suena en nuestros oídos, tan poderoso y vibrante

como

le sintieron

en su alma

los espec-

tadores de 1836, aquel grito, entre sacrilego

sublime, del

amador de

y

Isabel de Segura:

— «En presencia de Dios formado ha sido. — Con mi presencia queda destruido.»

Y

al

lado de

Los Amantes de Teruel vivirán,

aunque con menos lozana juventud y vida, Doña Mencia, Alfonso el Casto, Un si y un no, Vida por honra y

La

ley

de raza. Podrá ne-

garse á sus dramas históricos,

dos los que en España

y penetración

hemos

como

á casi to-

visto, color local

del espíritu de los tiempos, ni

era ésta la intención del autor; pero,

¿cómo una

negarles lo que da fuerza y eternidad á

obra dramática, lo que enamora á los doctos

enciende

el

alma de

las

y muchedumbres con-

ESTUDIOS DE CRÍTICA LITERARIA.

6

gregadas en

el teatro: la

profunda de

los afectos

La vena dramática

expresión verdadera

era en

Hartzenbusch tan

poderosa, que llegaba á ser exclusiva.

las

y modesta,

Por eso no

sonajes.

sino cuando dio voz

brilló

en

y forma

la

poesía lírica

castellanas al pen-

samiento de Schiller en

el

religioso, el

el

más

manes, y quizá moderna.

per-

se

de la Campana,

mano y

Su

esfuma y desarrogantes figuras de sus per-

sonalidad, tímida

vanece entre

y

humanos?

el

más

lírico la

maravilloso Canto

de todos

más hu-

los cantos ale-

obra maestra de

la poesía lí-

rica

Reservado queda á

les futuros biógrafos

de

D. Juan Eugenio Hartzenbusch hacer minucioso recuento de todas las joyas de su tesoro literario,

sin olvidar, ni sus delicadísimas na-

rraciones cortas, entre todas las cuales brilla

peregrino y fantástico cuento de La hermosura por castigo, superior álos mejores de Anel

dersen; ni sus apólogos, tención y

más

ningún otro

más profundos de

in-

poéticos de estilo que los de

fabulista nuestro; ni los

numero-

que en prólogos y disertaciones dtjó acopiados para la historia de nuestro teatro. Yo nada más diré: hay nombres que abrusos materiales

man

al

sucesor,

y

esto,

que en boca de otros

DE LA POESÍA MÍSTICA.

pudo parecer modestia

7

retórica, es

en mí sen-

muestra de admiración ante una vida tan

cilla

gloriosa

y tan

llena,

y á

vez tan mansa y hombre de letras y

la

apacible, verdadera vida de

de varón prudente, hijo de sus obras y señor de sí, exento de ambición y de torpe envidia, ávido ni despreciador del popular aplauso.

ni

responder, Señores, ni aun de

¿Cómo

lejos,

á

que exigen de mí tan gran recuerdo y ocasión tan solemne? Por eso busqué asunto que, con lo

su excelencia, cristiana tes

y con

ser simpático á

y española, encubriese

de mi

estilo

y doctrina, y

me

género de poesía castellana por

toda alma

los bajos quila-

el

fijé

en aquel

cual nuestra

lengua mereció ser llamada lengua de ángeles.

Permitidme, pues, que por breve rato os hable de

la

res

y

poesía mística en España, de sus caractevicisitudes,

y de

sus principales autores.

Poesía mística he dicho, para distinguirla de los varios

géneros de poesía sagrada, devota,

y moral, con que en el uso vulgar se confunde, pero que en este santuario del ha-

ascética la

bla

castellana justo

es deslindar

cuidadosa-

mente. Poesía mística no es sinónimo de poesía cristiana: abarca

más y abarca menos. Poeta y con todo eso, no es

místico es Ben-Gabirol,

poeta cristiano.

Rey de

los poetas cristianos es

ESTUDIOS DE CRITICA LITERARIA.

8

Prudencio, y no hay en

él

sombra de

misti-

cismo. Porque para llegar ala inspiración mística,

no basta

ser cristiano ni devoto, ni

gran

teólogo ni santo, sino que se requiere un

es-

tado psicológico especial, una efervescencia de la

voluntad y del pensamiento, una contem-

plación ahincada y

honda de

las cosas divinas,

y una metafísica ó filosofía primera, que va por camino diverso, aunque no contrario, al de la teología dogmática. El místico,

si

es

ortodoxo,

da como supuesto y base de todas sus especulaciones, pero llega acepta esta teología

más adelante:

,

la

aspira á la posesión de Dios por

unión de amor, y procede como si Dios y alma estuviesen solos en el mundo. Este es

como estado

el el

del alma,

y su virtud es tan poderosa y fecunda, que de él nacen una teología mística y una ontología mística, en misticismo

que

el

espíritu,

iluminado por

la

llama del

amor, columbra perfecciones y atributos del Ser, á que el seco razonamiento no llega; y

una psicología mística, que descubre y persigue hasta las últimas raíces del amor propio

y de tica,

humanos, y una poesía mísmás que la traducción en forma

los afectos

que no

es

de arte de todas estas teologías y filosofías, animadas por el sentimiento personal y vivo

DE LA POESÍA MÍSTICA. del poeta que canta sus espirituales amores.

Sólo en

el

Cristianismo vive perfecta y pura más ó menos enturbiada,

esta poesía; pero cabe,

en toda creencia que afirme y reconózcala per-

humana y la personalidad divina, y aun en aquellas religiones donde lo divino

sonalidad

ahoga y absorbe á

humano, pero no en

lo

ciosa unidad, sino á

modo de

arrollo de la infinita esencia

silen-

evolución y des-

en fecunda é in-

agotable realidad. Por eso no es fruto, ni del

deismo vago, ni del fragmentario y antropomórfico politeísmo. Por eso los griegos no alcanzaron ni sombra los

ha de aspirar á en

ni

vislumbre de

hombres valen más que las

la

dulzuras de

unión extática, la

ella.

los dioses,

¿quién

abismarse

ni

contemplación? La exce-

lencia del arte heleno consistió en ver

quiera la forma, esto

Donde

es, el

límite;

y

donde

la excelen-

c'a de la poesía mística consiste en darnos

vago sabor de

lo

infinito,

aun cuando

un

lo en-

vuelve en formas y alegorías terrestres.

El panteísmo

idealista

mismo incompatible ccn árido y enojoso lista

;

pero no

y

dialéctico es asi-

la poesía, el

por seco,

panteísmo natura-

y emanatista, aunque encierra un virus

capaz de matar en germen toda inspiración lírica,

so

pena de grave inconsecuencia en

el

ESTUDIOS DE CRÍTICA LITERARIA.

IO

poeta. Si la poesía lírica es, por su naturaleza,

íntima, personal, subjetiva,

de

como en

la

¿dónde queda

las escuelas se dice,

dualidad del que se reconoce parte de nita esencia

;

dónde

lengua

la indivila infi-

eterno drama que en

el

conciencia cristiana nace de la comparación

la

entre

de

la

la

y los abismos y poder de Dios; dónde el

propia flaqueza y miseria

sabiduría

triunfal desenlace traído por la afirmación ca-

hombre y de

tegórica del libre albedrío en el la

bondad inagotable de un Dios que

Cristo

humanado,

se hizo

mundo? Fuera

carne por los pecados del

lazo entre el cielo

y

del

la tie-

¿qué arte, qué poesía sagrada habrá que

rra,

no sea monstruosa como taria é infecunda

como

la

la

de

de

la

India ó soli-

hebreos de

los

la

Edad Media? Esta poesía, aun

la

imperfecta y heterodoxa,

ora tenga por intérpretes yoguis indostánicos, gnósticos de Alejandría, rabinos judíos ó ascetas cristianos,

no

es ni

ha podido

ser

en ningún

género universal y de moda, sino propio y exclusivo de algunas almas selectas, desasidas de las cosas terrenas, y muy adelantadas en los siglo

caminos de

la espiritualidad.

Se

la

ha

falsifi-

cado, parque todo puede falsificarse; pero ¡cuan fría

y pálida cosa son

las

imitaciones hechas

DE LA POESÍA MÍSTICA. sin

amor! De mí

ni

f(

II

que cuando modernas con pretensión de indigna más la falsa devoción del sé deciros

leo ciertas poesías

místicas,

me

autor que

la

abierta

incredulidad de otros,

y echo de menos, no ya las desoladas tristezas de Leopardi, menos amargas por el purísima cendal griego que las cubre, sino hasta los gritos de satánica rebelión contra el cielo,

lanzaba con rudeza sajona

Mab y del

el

que

La Reina

autor de

Prometeo desatado.

Pero, dejando á un lado tales impotentes

remedos, á cualquiera

poco bastan

la

que tam-

se le alcanza

mera devoción y

el

bien inten-

cionado fervor cristiano para producir maravillas

de poesía mística, sino que

ó creador de filósofo

tal

poesía ha de ser

intérprete

el

encumbrado

y teólogo, ó á lo menos teósofo, y homy haya convertido en sustancia

bre que posea

propia un sistema completo sobre las relaciones entre

el

Criador y

la criatura.

Por eso no dudo

en afirmar que, además de ser rarísima de

tal

poesía, no brota en

ninguna

por su propia y espontánea virtud

flor la

literatura ,

sino des-

pués de larga elaboración intelectual, y de muchas teorías y sistemas, y de mucha ciencia y libros

en prosa, como se verá claro por

texto de este discurso.

Y

no

se crea

el

con-

que con-

ESTUDIOS DE CRÍTICA LITERARIA.

12

fundo

los

aledaños de

que soy partidario de

y del arte, ni que llaman hoy arte

la ciencia

lo

docente, sino que creo y afirmo que los conceptos que sirven de materia á la poesía mística son de tan alta naturaleza y tan sintéticos y comprensivos, que en llegando á columbrarlos, entendimiento, y fantasía, y voluntad, y arte y ciencia se confunden y hacen una cosa

misma, y tad,

y

la

fantasía,

que

el

entendimiento da

alas á la

volun-

voluntad enciende con su calor á

y

es

llama de amor viva en

es serena

contemplación en

la

el arte lo

teología.

la

Si separamos cosas inseparables, en vez de las

odas de San Juan de

como

la

Cruz, tan gran teólogo

poeta, nos quedará

sentimentalismo de

ahora se componen. es obstáculo para

el

vacío y femenil

que

los versos religiosos

No

creamos que

la ciencia

nada; no creamos, sobre

mano

del

lengua del ritmo

las

todo, que la ciencia de Dios traba la

que ha de ensalzar con

la

divinas excelencias.

Y dados tales precedentes, á nadie asombrará que tarde tanto en asomar la Iglesia latina,

la poesía

y que, aun entre

no tenga más antigüedad que intérprete digno de

mística en

los griegos,

el siglo IV ni

la historia

que

el

más

neo-pla-

tónico Sinesio, discípulo de Hipatia, amainan

3

DE LA POESÍA MÍSTICA. tado con todas ticas

y

cristianas de Alejandría

los griegos

por

forma, hasta

la

vocar con amor

1

enseñanzas paganas, gnós-

las

discípulo de

;

el

punto de

in-

coro de las vírgenes lesbia-

el

nas y la voz del anciano de Teos; discípulo de

Platón en

la teoría

de

las ideas

y de

la preexis-

tencia de las almas; pero tan poco discípulo de ellos

en

lo sustancial é

íntimo, que

autor del Fedro y del Simposio

le

al

mismo

hubieran

sonado á música extraña y desconocida aquevagos anhelos de tornar á la fuente de la

llos

vida, de

romper

las

ataduras terrenales, de

saciar la sed de ciencia en la eternas fuentes de lo absoluto,

y de

ser

Dios juntamente con Dios,

no por absorción, sino por abrazo místico.

¿Cómo habían de

encajar tales ideas en la con-

cepción plácida y serena de

vida, ley armo-

la

niosa del arte antiguo? Por eso las efusiones

de Sinesio abren un arte y un nuevos.

La melancolía

modo de

sentir

cristiana, el corazón in-

quieto hasta que descanse en

el

Señor, encon-

traron la primera expresión (y ciertamente una

el

las más bellas) en sus odas; y es, por ende, Obispo de Tolemaida poeta más moderno

en

el sentir

de

y en

el

imaginar que

el

mismo San

Gregorio Nazianceno. Cerca del nombre de Sinesio debernos poner el del sirio

San Efrem,

ESTUDIOS DE CRITICA LITERARIA

14

que con himnos católicos mató en las gentes de su país la semilla herética derramada en sus versos por el

el

gnóstico Harmonio, aunque

hoy

misticismo de San Efrem vive para nosotros

en sus homilías y oraciones en prosa ricas de color con riqueza y prodigalidad orientales, ,

más bien que en

sus himnos, perdidos todos, á

excepción de los pocos que se incorporaron en la liturgia siria,

y que son, por

la

mayor

parte,

cantos fúnebres ó ascéticos.

Nada semejante en

la Iglesia latina.

un español, un

poeta es

Prudencio,

el

celtíbero,

Su gran Aurelio

cantor del Cristianismo heroico

y militante, de

y de

los ecúleos

la Iglesia

perseguida en

fadora en

el

las

los garfios,

de

catacumbas ó triun-

Capitolio. Lírico al

modo de David,

de Píndaro ó de Tirteo, y aun más universal

que

ellos,

en cuanto sirve de eco, no á una

raza, siquiera sea tan ilustre ni á

un pueblo, siquiera sea

sino á la gran

comunidad

como el

la raza doria,

pueblo escogido,

cristiana,

de entonar sus himnos bajo

las

que había

bóvedas de

la

Rey y maestro en

la descrip-

ción de todo lo horrible, nadie se ha

empapado

como

sangre es-

primitiva basílica.

él

en

la

bendita eficacia de

la

parcida y de los miembros destrozados. Si hay poesía que

levante y temple

y

vigorice

el

5

DE

POESÍA MÍSTICA.

I-A

1

alma, y la disponga para el martirio, es aquélla. Los corceles que arrastran á San Hipólito, el

lecho de ascuas de San Lorenzo

rrado pecho de Santa Engracia,

lamen y envuelven

el

emeritense Eulalia

la

huye á los

los cielos

las

desga-

el

,

llamas que

cuerpo y los cabellos de mientras su espíritu ,

en forma de candida paloma;

agudos guijarros que,

al

contacto de las

carnes de San Vicente, se truecan en fragantes rosas; el ensangrentado circo de Tarragona,

adonde descienden, como gladiadores de

Cristo,

San Fructuoso y sus dos diáconos; la nivea estola con que en Zaragoza sube al empíreo la mitrada estirpe de

los Valerios

eso canta

Prudencio, y por eso es grande. No le pidamos ternuras ni misticismos; si algún rasgo ele-

gante y gracioso se

le ocurre,

siempre irá mez-

clado con imágenes de martirio: serán los Santos Inocentes

ante

el

bellino

En

jugando con

las

palmas y coronas

ara de Cristo, ó tronchados por el tor-

como

rosas en su nacer.

vano quiere Prudencio

cuela antigua, á lo

metros; porque

la

menos en

ser fiel á la esel estilo

naturalista, bárbara, hematolatra se

y en

y sublime,

desborda del cauce horaciano. Para

vida es

campo de

los

hirviente lava de su poesía

pelea, certamen

él

la

y corona de

16

ESTUDIOS DE CRITICA LITERARIA.

atletas,

y

granizo de

el

persecución es se-

la

milla de mártires, y los nombres que aquí se escriben con sangre, los escribe Cristo con áu-

y los leerán los ángeles cuando vengan todas las

reas letras en el cielo,

en

el

día tremendo,

ciudades del orbe á presentar

al

Señor, en ca-

nastillos

de oro, cual prenda de alianza, los

huesos y

las cenizas

de sus Santos.

Quédese para otro hacer

gloriosísima his-

la

toria de la poesía eclesiástica, desde sus oríge-

nes hasta el nacimiento de las lenguas vulgares.

Esta poesía, erudita por sus autores, po-

pular porque

el

tamente con no

tanto,

solitaria

pueblo latino

el clero,

es

la

cantaba jun-

impersonal

es mística, ni expresión

,

y,

por

de un alma

y contemplativa. El poeta no habla

en nombre propio, sino de

la

multitud reunida

templo. Sólo cuando

el

autor ha sido un

en

el

Padre de

la Iglesia

,

como San Ambrosio, ó un

Pontífice instaurador ó reformador del canto eclesiástico,

Gregorio

el

como nuestro San Dámaso y San retórico famoso como

Magno, ó un

Venancio Fortunato, consta su nombre; y aun el alma del poeta anda tan ve-

en estos casos

lada, que bien

puede retarse

de

ella

en

el

más

sutil

ana-

que descubra una sola

fibra

Vexilla regis prodeunt en el

Jam

lizador de estilos á

al

y

7

DE LA POESÍA MÍSTICA. lucis orto sidere, ó en el

pcregit.

cha

la

¿Qué más? Anónimas son hasta mayor oda y la mayor elegía del

la fe-

Cris-

Dies trae y el Stabat Mater; y en uno ni en otro creemos escuchar la voz

tianismo: ni

1

Lastra sex qui jam

el

aislada de

un poeta, por grande que

él sea,

sino que en los versos bárbaros del primero

viven y palpitan todos los terrores de la Edad Media, agitada por las visiones del milenario,

y en el segundo todas las dulzuras y regalos que pudo inspirar, no á un hombre, no á una generación, sino á edades enteras

de

la

He

Madre dicho,

,

la

devoción

del Verbo.

y

la historia lo

confirma

,

que á

todo poeta místico precede siempre una

aun en

cuela filosófica. Obsérvase esto

es-

mis-

el

ticismo heterodoxo. Si conociéram os de otra

manera que por fragmentos

las

gnósticos de Siria y de Egipto

palpable

la

,

obras de los

aun

más

sería

demostración; pero bástanos

texto de la Pistis Sophia ó Sabiduría

fiel,

de algunos evangelios apócrifos, y lo

el

y el

quede

Valentino y de Bardesanes nos dejaron escrito sus impugnadores, para deducir

que

los

him-

y novelas de aquellos sectarios no eran más que una traducción en forma po-

nos, alegorías

pular de sus respectivos sistemas emanatistas xv

2



8

.

ESTUDIOS DE CRITICA LITERARIA.

1

ó dualistas. Así expusieron ción de los eones en

y

destierro

por

á

la

eterna genera-

la

seno del Pleroma,

peregrinaciones de Sophia

las

timo anillo de final

el

la

,

el

úl-

dodecada, y su redención

el Cristo; así

difundieron

materia, que llamaban una

el

desprecio

mancha en

la

vestidura de Dios.

De

esta poesía herética

en España:

tra

el

tenemos una mues-

himno de

Argirio, conser-

vado, aunque sólo en parte, por San Agustín

CCXXXVI1

en su carta á Cerecio (Epíst.

de

Le usaban los única rama gnóstica

San Mauro)

edición de

la

(i).

Priscilianistas

gallegos,

que

en Occidente, y dábanle oculto

se arraigó

y misterioso

sentido, suponiéndole recitado en

secreto por el Salvador á los Apóstoles.

blaba en

él la infinita

Ha-

y única sustancia en :

la

primera parte de cada versículo, como naturaleza divina; en la

(i)

segunda, como naturaleza

Solvere voló et solví voló.

I.

— Salvare voló salvan' — Generari voló h V. — sa cu n V. — Plangere voló: iundite vos omnes. — VI. Ornare voló o mar II.

voló.

et

I II. [

'

i

i 'olo :

cti

Itate

et

i voló.

VII. Lucerna sum tibi, Ule quinte vides. VIII. Janua sum Ubi, quicumque me pulsas.

— X. — Qui vides quod age, X. — cuneta,

I

I

'erbo illusi

tace opera mea.

el

non

sum

illusus in totum.

DE LA POESÍA MÍSTICA.

Y

humana. el

19

decían de esta manera, imitando

paralelismo hebreo: 1.

— Quiero

(esto es,

de

desatar y quiero ser desatada

los lazos corpóreos).

II.— Quiero salvar y quiero ser salvada. Quiero engendrar y quiero ser engenIII.



drada.

— Quiero cantar — Quiero llorar:

IV.

V.

saltad todos.

:

golpead todos vuestro

pecho.

VI.

— Quiero

adornar, y quiero ser ador-

nada. Vil.

— Soy lámpara para

ti

— Soy puerta para IX. — Tú, que ves loque VIII.

que que

ti

me ves. me golpeas.

hago, calla mis

obras.

X.

y no

— Con la palabra engañé á todas las cosas, fui

Aun

engañada en cosa alguna.

nos queda que andar largo camino, ca-

mino de tica

siglos, antes

ortodoxa.

cando

La

se refugió

Edad Media en

de tropezar con

inspiración que

en el

los

ilustre de sus poetas, el

dad

casi

las

los judíos, el

más

canónica en

mís-

primeros siglos de

alma de

entre ellos no la atesoró en

compuso

la

vamos busla

y aun

mayor grado

el

que logró autori-

Sinagogas,

la famosa lamentación

el

que

que será can-

ESTUDIOS DE CRÍTICA LITERARIA.

20

tada en todas las tiendas de Israel esparcidas

por

el

mundo,

de Jerusalcn

el aniversario de la destrucción ,

el

Abul-Hassán de

los árabes,

castellano Judá-Leví, aquel de quien, entre

el

burlas y veras, dijo Enrique Heine que «tuvo

alma más profunda que

el

mar.» Con ser Judá-Leví

los

abismos de

el lírico

la

más notable

de cuantos florecieron desde Prudencio hasta

Dante, no

es poeta místico

en todo

el

rigor

del término, precisamente por ser poeta bíblico

y sacerdotal en grado sumo.

Más independiente, más soñador y melancólico á

món-ben-Gabirol,

el

la

personal y hasta

moderna,

Avicebrón de

es Salo-

los cristia-

Su poesía más que una forma de su filosofía; y su filosofía, la más audaz que ha brotado dentro de la Sinagoga, es un emanatismo alejandrino nos, autor de la Fuente de la vida.

no

es

con reminiscencias gnósticas, y toques y vislumbres de otras metafísicas por venir, expuesto todo ello con método y terminología aristotélicos,

y esforzándose

el

autor con más

candidez que dichoso resultado, en concertar sus enseñanzas, á toda luz panteísticas, con la

personalidad divina y con ción. Así si

proclama

la

el

dogma de

la crea-

unidad de materia, como

dijéramos, la unidad de sustancia, y sólo

DE

en

los seres;

POESÍA MÍSTICA.

I.A

forma ve

la

21

principio de distinción de

el

pero excluye á Dios de

la

composi-

forma, afirmando en otra parte que forma y materia emanaron de la ción de materia y

voluntad divina. La contradicción dia-

libre

léctica es evidente, pero

no amengua

atomismo de Leucipo, hermanado con ral

de Epicuro, bastó á inspirar

la

la glo-

como

Si tan pobre filosofía

ria del poeta.

la

el

mo-

nerviosa y ha-

¿cómo no

espléndida poesía de Lucrecio,

bía de levantarse Gabirol sobre todas las anti-

nomias de su Makor Hayim,

él

que era poeta

hasta en prosa, y sabía interpretar simbólica-

mente

naturaleza,

la

recordar

caracteres

como ría

como buen

teósofo,

y

verdadero sentido oculto bajo los

el

y

letras

las

formas sensibles

que declaran

de su autor

?

el

,

que son

primor y sabidu-

La más extensa de sus comReal {Ketcr Malkuth),

posiciones, la Corona

encierra trozos de soberana

y eterna

porque son de noble poesía

espiritualista, in-

dependiente de

las

belleza,

especulaciones del autor.

Esta obra, que tiene más de ochocientos versos

,

participa de lo lírico

himno y de poema

y de

rcept (J/ujeoí?,

lo didáctico,

donde

de

la cien-

cia del poeta y su arranque místico se dan la mano. Permitidme, noque extracte, sino que

ESTUDIOS DE CRÍTICA LITERARIA.

22

traduzca algún breve trozo: «Eres Dios

clama

poeta

el

— y todas

Tu

y adoran

gloria

no

se

disminuye ni

acrecienta porque adoren en Ti lo que eres,

porque

van como

el fin

vano

se

Tú no

ti. Pero camino y ruedan

de todos es llegar á

ciegos, pierden el

abismo de

al

— ex-

las criaturas te sirven

destrucción, ó se fatigan en

la

sin lograr el fin apetecido.

Eres Dios, y

y esencias á todas las criaturas con tu divinidad, y nadie puede distinguir en Ti sostienes

unidad

la

,

la

eternidad y la existencia, porque

todo es un misterio único, y con nombres tintos todo tiene

y

la

un

dis-

solo sentido. Eres sabio,

sabiduría fué desde la eternidad tu retoño

querido. Eres sabio,

y de

tu sabiduría

tu voluntad de artífice para sacar nada.

Y

á la

manera que

infinitos rayos

eternamente

por todo

las

la luz se

la

que su caudal

tes

instrumento para tus obras.»

se agote, sin

al

la

manan

fuente de la vida,

sin

¿Y cómo no admirar

de

difunde en

lo creado, así

aguas de

emanó

el ser

que

poeta en



necesi-

la descrip-

ción de las esferas celestes, hasta que penetra

en

que

la

décima, en

la esfera del entendimiento,

es el cercado palacio del

náculo del Eterno, gloria, labrada

con

la

la

Rey,

el

Taber-

tienda misteriosa de su plata de la verdad, re-

DE LA POESÍA MÍSTICA.

23

vestida con el oro de la inteligencia

tada en las columnas de la justicia?

de esa tienda sólo queda pio de toda cosa

poeta, satisfecho

cado con su

y

reas

ante

,

como por

el

sino real

ves

mar

las naves.

á tan altas

¿cómo había de mirar

el

contem-

mundo,

y destierro? «Alma noble y dice en una de sus composiciones bre-

como



cual se humilla el

que van pasando por su

el

Quien vivía entregado placiones,

allá

toJas las existencias corpó-

espirituales,

espíritu

Más

el misterio, el princi-

triunfante por haber abar-

y

mano

y asen-

cárcel

— ¿por

qué tiemblas como una paloma?

Esta vida es un arco tendido y amenazador.

El tiempo corto,

el fin incierto.

ve á tu nido: cumple

la

Vuelve, vuel-

voluntad de Dios, y

sus ángeles te guiarán al jardín celeste

La judíos

filosofía ,

y algunos chispazos de este misticismo con ser la más refracta-

llegaron á los árabes ria

(i).

alejandrina hizo místicos á los

de todas

,

las razas á la

especulación intelec-

(1) Hay una excelente traducción alemana de las poesías de Avicebrón, hecha por Geiger, rabino de Breslau: Salomo Gebirolu. s. Dichtungen (Leipzig, 1867). La mayor parte de ellas pueden verse además en el libro del Dr. Miguel Sachs, Die r eligióse Poesie der luden in Spa~ nien (Berlín, 1845). El Keter Malkuth fué traducido al la-

24

ESTUDIOS DE CRÍTICA LITERARIA.

tualy á

la

meditación de las cosas divinas. Ni solo verso místico conozco en todo lo que

un

anda traducido de sus poetas. El único que lo aunque escribiendo en prosa es el insigne filósofo, astrónomo y médico guadaño, Abubeker-ben-Tofail (siglo xn), autor de la novela filosófica que Pococke llamó El ;_'';'. obra de las más extrañas de la Edad Med ia Si ala grandeza de la invención y del pensamiento correspondiesen fué de veras,

.

el

llo

desarro-

el estilo,

que desdichadamente, y para gusto de lectores modernos y occidentales >'

corresponden, pocos libros habría en tan maravillosos como este

fo, en que una

,sla

el

el

mundo

Robinsón

filoso-

protagonista Hat,

desierta

cela, crecido

el

no

y

nacido en amamantado por una ga-

y formado

sin trato ni

comuni-

cación con racionales, va elaborando por sí rmsmo sus ideas, procediendo de lo particular ¿ lo general, de lo concreto á lo abstracto, del

prosa/por ¿ÍV d Nieto tura, etc.

^r '

'

^

y

n f,ancés

>

^

aU Ue en ¡¡"j P or Mardoqueo Ven-

Las condiciones de este H¡«n, P c„ tenerme en otros poetas "* C ° nSienten de " he b eo ,T. mCn ° S CUenta como Jos dos Ben-Fzras v M' ! I ar" NaChmán,S0bre ,os ta puede vc!í:

¿t

^

-

«~

DE LA POESÍA MÍSTICA. accidente á la sustancia

dad y abismarse en

ella

todas sus meditaciones

de Persia y templadores

con tro

uni-

sacar por fruto de

el éxtasis

la secta

de

los sofíes

llamada de

autor, los con-

escribió su libro para resolver el

,

la

unión del entendimiento agente

hombre pero, á semejanza de su maesAvempace en la epístola del Régimen del el

;

solitario, llega á la

conclusión mística por vía

especulativa (i), por zas naturales del la

y

,

la

Nirvana budhista. El

el

que pertenecía á problema de

25

hasta llegar á

,

la

exaltación de las fuer-

entendimiento humano, por

espontaneidad racional elevada á

la

máxima

potencia, y no por el escepticismo religioso,

que hoy diríamos tradicionalismo, del persa Algazel. «El

mundo

un mismo harén: ha de

irritarse

y el mundo dicomo dos mujeres en

sensible

vino (escribe Tofail) son si el

dueño

forzosamente

prefiere á la una, la otra.»

¿Cómo

resolver este dualismo? Aniquilándose, para

que

lo múltiple se

reduzca á

tras la aniquilación el éxtasis

dios,

y

no

la visión

se

la

unidad; y mien-

cumple, prolongando

por todo género de me-

hasta materiales y groseros, aturdién-

(1) Él lo dice bien claro, á lo menos en la versión la«Ad Aune autem gradum pervenitur vía

tina de Pococke:

scientiae speculativae et disquisitionis cogitativae.*

ESTUDIOS DE CRÍTICA LITERARIA.

26

dose y marcándose con vueltas á la redonda, para producir

el

vért'go.

«Ponía

el

solitario

toda su contemplación en lo Absoluto, y apartaba de



todos los impedimentos de las cosas

los ojos y tapiaba los oídos, y con todas sus fuerzas procuraba no pensar más que en lo Uno; y giraba con mucha rapi-

sensibles

,

y cerraba

dez, hasta que todo lo sensible se desvanecía,

y

y

la fantasía

las

demás

facultades

que tienen

instrumentos corpóreos caían en debilidad y abatimiento, alzándose pura y enérgica la acción de su espíritu, hasta percibir el Ser nece-

sario

(i), la

verdadera y gloriosa esencia.»

¿Y habrá quien pretenda que semejante novela pesimista y delirante, ó que la misma Corona Real de Gabirol, con ser resplandeciente

(i) Página 15 de la edición de Pococke: «.Philosophua

autodidactus sive Epístola Abi Jaatur, ebn Tlwfail', de Hahi ben Jokdhan in cjua ostenditur quomodo ex inferio,

rum

contemplatione

ad superiorum

notitiam vatio

humana

Ex

Arábica in latinam linguam versa. Ab Eduardo Pocockio. A M. Aídis Christi A lumno. Oxonii,

ascenderé possit.

.

excudebat II. Hall..... 1671. (De mi biblioteca.) Hay otra edición latina de 1700, tres traducciones inglesas, dos ale-

manas, una holandesa y una hebrea de Moisiís de Narbona, acompañada de un largo comentario, inédito todavía. Vid. Munck. Mé'.anges de philosophie árabe etjuive. (París, 1859. págs. 410 a 418.) Puede notarse cierta lejana analogía entre el Autodidacto y el Criticón de Gracián.

DE LA POESÍA MÍSTICA.

2~¡

de luz y de poesía, han influido de un

mcdo

directo en la literatura mística de los cristia-

nos? ¿Cuándo de las tinieblas salió

la luz?

Mís-

hay que son hermanos ó hijos pero no los busquemos en la Iglesia

ticos nuestros

de Tofail;

ortodoxa, sino en

en Mi-

las sectas quietistas,

guel de Molinos y los adoradores de la nada,

en

los

alumbrados de Llerena, en en

sionarios jansenistas, Inglaterra.

El vértigo,

la

los

el

desprecio de la

contemplación enervadora y de ellos son y no de San Buenaven-

vida activa, ,

convul-

excitación producida

por brutales flagelaciones,

malsana

los

tembladores de

la

tura ni de Gerson.

Achaque

fué de la erudición de otros tiem-

pos poner por

las

nubes

hayamos venido

de árabes y y hoy quizá

el influjo

Europa

judíos en la cultura de

,

á caer, por reacción

en

el

ex-

tremo contrario. Agradecimiento debemos,

sin

duda, á

menos

los árabes

infieles,

como

transmisores, más ó

de una parte del saber griego,

recibido por ellos de segunda pretes persas ó sirios.

astronómicas y sofía

,

Y

físicas,

mano, de

no sólo en sino en la

intér-

las ciencias

misma

filo-

primera, sirven los sectarios del Islam de

anillo

derna.

que traba

Tan

la

antigua cultura con

la

mo-

inexacto es decir que Aristóteles

ESTUDIOS DE CRÍTICA LITERARIA.

28

fuera desconocido en las escuelas de Occidente

hasta la

introducción de los compendios de

Avicena y de Algazel en el siglo xn, como imaginar que los escolásticos anteriores á aquefecha conociesen del Estagirita otra cosa

lla

que

el

ginal

,

Orgation, incompleto, y no en su

ori-

sino en la traducción de Boecio. Pero

no fué obstáculo esta ignorancia del texto de Aristóteles para que la escolástica, que en este

más que y potente en todo género de direcciones ortodoxas y heprimer período no pudo tomar de las

formas lógicas,

él

se desarrollase rica

terodoxas, sin que deban nada á los árabes, ni el

panteísmo alejandrino de Escoto Erígena,

sabiamente

impugnado por nuestro doctor

Prudencio Galindo en

el siglo

ix,

ni el rea-

lismo de Lanfranco, enérgico adversario del heresiarca Berenguer en llosa teodicea de

el

xi, ni la

maravi-

San Anselmo, en que

zón va confirmando

las

premisas de

la ra-

la fe, ni el

audaz y descarado nominalismo de Gaunilón

y

del antitrinitario

Roscelino, que parecen

precursores de los positivistas modernos, ni el

conceptualismo de Pe dro Abelardo, ni mística de

Y

si

Hugo y

)a

escuela

de Ricardo de San Víctor.

luego se dilata por los campos de

la esco-

lástica la corriente oriental, es para traer

nue-

DE LA POESÍA MÍSTICA. vos errores sobre los antiguos, el

29

y más que

todos,

averroismo, ó teoría del intellecto uno, perla Edad Media y del Renacicomo que no bastaron á ahuyentarle esfuerzos de Santo Tomás de Ramón Lull

petuo fantasma de miento, los

,

y de Luis Vives, y se arrastró oscuramente en la escuela de Padua hasta muy entrado el siglo xvir.

Ni necesitaron

los escolásticos

que moros y

judíos viniesen á revelarles las dulzuras de la

contemplación y de la unión extáticas, puesto que, aparte de las muchas luces que podían sacar de los tratados de

San Agustín, eran

tura familiar de ellos los libros

De

Theologia y

De

lec-

mystica

divinis nominibus del falso

Areopagita, pseudónimo de algún platónico cristiano de Alejandría; libros

que

Escoto Erígena (mucho antes que nadie en

comentó

la

el

mismo

filosofase

raza árabe) tradujo del griego

é hizo familiares á los cortesanos

Carlos el Calvo. Aquella semilla fructificó

bre todo en

la

,

y de

so-

abadía de San Víctor, cátedra

de Guillermo de Champeaux, hasta engendrar la escuela

mística de

Hugo y

Ricardo, que as-

piran á la intuición de las naturalezas invisibles,

pero no por los documentos de la razón,

ni por la

vana sabiduría

del

mundo, sino por

ESTUDIOS DE CRÍTICA LITERARIA.

3. Aun á los más serenos

y maque han querido abarcar todo vida de un imperio, á Tito Livio,

jestuosos, á los el

curso de

la

verbi gracia, les

domina la pasión por la grandeza de su pueblo, y esta pasión es la que da unidad á su obra y color y fortaleza heroica á su estilo, y perpetuidad como de bronce, ó mármol antiguo.

De todo sica es

que

lo cual infiero

gran

le,

los retóricos dicen,

trario;

no porque

sino, al revés,

no porque

le

la historia clá-

el

no por

lo

sino por todo lo con-,

historiador sea imparcial,

por su parcialidad manifiesta; sean indiferentes las personas,

sino, al contrario,

porque

y aborrece de muerte que lee, este amor y historia sea

yo que

bella é interesante,

se

enamora de unas,

á otras, comunicando, al este odio;

en sus manos

la

no porque

maestra de

la

la

vida

LA HISTORIA COMO OBRA ARTÍSTICA. oráculo de los tiempos, sino porque es

III

un

y el puñal y una tea vengadora; no porque abarque mucho y pese desinteresadamente la verdad, sino porque abarca poco y descubre sólo algu-

nos aspectos d¿

con fruición

la vida,

artística;

encarnizándose en ellos

no porque sirva de grande

enseñanza á reyes, príncipes y capitanes de ejército, dándoles lecciones de policía, buen gobierno y estrategia, sino porque ha creado figuras tan ideales y serenas como las de la es-

y comdrama moderno; no porque

cultura antigua, y otras tan animadas

como

plejas

las del

«enseñe á bien vivir», como dijo Luis Cabrera, á pesar de los aforismos con que solían engalanarla, sino porque produjo en Tácito el más

grande de se

los artífices

creadores de hombre,

si

exceptúa á Shakespeare. 0/>us hoc untan

máxime oratorimn. Por ricas,

de

la

tales virtudes, antes poéticas

que histó-

viven y vivirán eternamente á los ojos memoria, la peste de Atenas, la oración

fúnebre de Pericles y la expedición de Sicilia

en Tucídides;

la batalla

de Ciro

hermano en Xencphonte;

la

el

joven y su

consagración de

Publio Decio á los dioses infernales, y la igno-

minia de el

las

Horcas Caudinas, en Tito Livio; las legiones del Rhin, y la lie-

tumulto de

112

KSTUDIOS dx CRÍTICA literaria.

gada de Agripina á Brindis con

Germánico

[infausti populi

las cenizas

Romani

de

amores),

en Tácito;

la conjuración de los Pazzi y la muerte de Julián de Mediéis, en Maquiavelo;

acusación parlamentaria de

la

tings, el terrible procónsul de

la

Warren HasIndia, en

Lord

Macaulay.

Con ron

esa leche ateniense

los

y romana

se nutrie-

cinco ó seis historiadores españoles que

merecen

el nombre de clásicos, y que, por méde estilo y lengua, se separan de la inmensa falange de los compiladores y de los

ritos

eruditos,

como rita.

el

y aun de los historiadores sin estilo, más grande de los nuestros, como Zu-

Es verdad que aun

por maestros

les faltó

de asimilarse

lo

en

á los pocos que la

imitación

que imitaban, hasta

el el

damos poder

punto

de borrar toda huella del modelo, y hacer que pareciese espontánea emanación del genio propio lo que era sabia y adecuada reminiscencia.

Suelen

ir,

pues, en sus mejores trozos, por

un

lado la poesía del asunto, que se va abriendo

camino como puede, y por otro toriador laboriosamente

de

la

la

que

compone con

el his-

retales

púrpura de Salustio ó de Tácito. Cuando se funden armoniosamente, y la majes-

ambas

tad de la toga

romana no parece vestimenta

LA HISTORIA COMO OBRA ARTÍSTICA.

1

13

de máscara sobre los hombres habituados á vestir

morisco alquicel ó á adornarse con salvajes

tejidos de algodón, todavía el artificio,

y

podemos aplaudir

seguirle con embeleso, arrastra-

la pompa y número del período, ó por y nervioso de la sentencia; pero á la

dos por lo seco

larga, tal ilusión resulta imposible, y advertí mos que de la forma antigua sólo va quedando, cada vez más arrugada, la corteza.

De

tan dura sentencia

hay que

siempre á D. Diego de Mendoza,

más El

italiano de todo el

cual, por

salvar casi el

hombre

Renacimiento español.

haber pasado su vida, no en un

claustro ni en los bancos de

una escuela, sino

á todos los soles de la política

y de la guerra, y por haber puesto las manos y el entendimiento en las más altas empresas de su siglo, comunicó á

la

imitación

y jugoso, y un fadado, émulo de nal

Salustio.

A

modelos, v.

mánico

cierto la

misma

algo de perso-

andar

libre

inmortal

y desen-

brevedad de

veces traduce literalmente á sus gr.,

á Tácito, en la llegada de Ger-

campo donde perecieron las legiones de Varo; pero nunca nos parece más clásico, es decir, más empapado en el grande arte de los

al

antiguos (que

él

había estudiado más dere-

chamente y con más independencia de juicio xv

8

ESTUDIOS DE CRITICA LITERARIA.

114

que ningún otro español de entonces), que

cuando da más ensanches á

la

espontánea

vi-

vacidad de su natural cáustico, maldiciente y severo. Entonces los

términos de



la

que verdaderamente dilata

lengua castellana, con aquel

decir suyo, de tan precisa rapidez

y de tan

enérgica condensación: finales bruscos y desgarrados, sentencias que aun parecen correr

sangre y quejarse de los dientes de las

la sierra

que

ha dividido.

Vence á Mendoza, y

á todos los historiadores

nuestros, el Tito Livio talaverano en la mag-

nitud del plan: véncelos también en ría ética,

la sabidu-

que de cada suceso quiere sacar una

máxima y una

advertencia; pero esta continua

preocupación de política trascendental quita evidencia y precisión á

separa

la historia, la

del arte puro, y la convierte,

no en un drama,

sino en la confirmación práctica y experimen-

de un tratado

De

tal

de

De

aquí la frecuente indiferencia del autor en

los principios

cuanto á

la crítica

de

los

Rege.

hechos que narra, y

el

contentarse con cualquier testimonio,

si

los hechos,

viesen ya

un

por

el

razón de

ser,

como

no

tu-

valor independiente de la mora-

lidad ó epifonema

explica

la sola

que

se saca

de

ellos.

Así se

plura transcribo qumn credo, deri-

US

LA HISTORIA COMO OBRA ARTÍSTICA.

vado, no de pereza de entendimiento, sino de

una concepción singular de es

ya

cho

la

la

mano con

filosofía

la historia,

que no

mu-

concepción clásica, aunque se dé

de

ella, ni es

la historia,

tampoco la moderna

aunque trasciende ya de

límites de simple narración, sino cierto

los

modo de

historia pragmática,

que de

lo

pasado

quiere sacar ante todo ejemplo para lo porvenir,

y que procede por medio de

escarmientos, lación.

De

ó, al

aquí

la

avisos

contrario, por vía de

y de emu-

metamorfosis radical y evi-

dente que, en manos de Mariana y de otros historiadores políticos, á contar desde el

Maquiavelo, experimentan

mentos del

los

mismo

antiguos ele-

arte histórica, trocándose, de dra-

máticos que eran, en morales y dialécticos.

Los

retratos, tejidos

generalmente de

no nos presentan ya criaturas

antítesis,

reales, sino tipos

de maldad ó de heroísmo. Las arengas no

ven ya para transportarnos

al

agora ó

sir-

al foro,

y hacernos palpitar con las mismas pasiones que agitaron á los antiguos arcontes y tribunos, sino que son

y

discreto,

un medio convencional,

de darnos

sofías políticas,

el

indirecto

autor sus propias

filo-

por boca de un jefe de tribus

bárbaras ó de algún reyezuelo de Taifas. legisladores del arte histórica,

Hay

como Luis Ca-

ESTUDIOS DE CRÍTICA LITERARIA.

Il6 brera,

que francamente

y aun lo Quedaban las

lo confiesan,

tienen por invención felicísima.

ánforas griegas, pero el vino estaba agotado. Así, aun mostrándose exteriormente lozana,

estaba ya herida de muerte la antigua forma

como muere toda forma de

histórica,

arte por

ausencia del espíritu que la informaba, y por la intrusión de un elemento de utilidad prola

Sin advertirlo los preceptistas, todo ha-

saica.

bía cambiado, descendiendo la historia á la ca-

manos de

tegoría de obra didáctica, en líticos

cios,

y de

los

y rebajándola,

literatos, á la

de

la

los

po-

hombres de acción y de negoal

mismo tiempo,

los

puros

de ejercicio retórico, simulador

pasión y de la vida. Así

más famosas

las

historias latinas, de los Ossorios, de los Stradas,

de los Bucanam, sin que apenas pueda exceptuarse á otro que á

mente por

De Thou y

La degeneración

fuó, sin embargo, lenta,

tuvo nuestra lengua entre

contando

á éste precisa-

,

político.

la

de Italia,

las

y

vulgares, aun

el privilegio

de enterrar

gloriosamente esta forma, madurada

la

pri-

mera vez bajo el sol del Ática, dilatada luego por los romanos con majestad consular é imperatoria, y envuelta, al les

y

curiales, de

fin,

en

que hablaba

los el

paños rea-

secretario de

LA HISTORIA COMO OBRA ARTÍSTICA. Florencia.

Y

es lo cierto

mas muestras de cuencia del P.



en

que

IIJ

ella dio las últi-

la austera

y

férrea elo-

Mariana, especie de estoico

bautizado, inexorable censor de príncipes y de

pueblos; y en algunos historiadores de Flandes y de Indias que, por haber tenido el

ánimo

Ora en la dulce ciencia embebecido, Ora en el uso de la ardiente espada,

alcanzaron aquella belleza «sencilla y desnuda, sin

aparato oratorio, despojada de toda vesti-

dura y cendal» (quasi veste detracta), que admiraba Marco Tulio en los Comentarios de

Y

César.

todavía en tiempos peores, cuando

comenzaba á espesarse dictó á

Moneada

cerrazón literaria,

la

su elegante

compendio de una

parte de la Crónica de Muntaner, en el cual

alguien echará de menos lo que no se com-

pensa con todos los

artificios literarios,

y

es la

nativa y pintoresca simplicidad del viejo cronista, con su dejo rústico y almugavar.

«En

inquirir

fué tan hábil

y

retratar afectos»

como

el

ninguno

portugués D. Francisco

Manuel, atento siempre á mostrar «los ánimos de

los

hombres, y no sus vestidos de seda, lana como él mismo escribe. Más que de

ó pieles»,

historia, tiene la

suya de

folleto político

de

ESTUDIOS DE CRÍTICA LITERARIA.

Il8

acerbísima oposición

,

hábilmente disimulada

con apariencias de histórica mansedumbre.

Como

el

asunto era contemporáneo y

siones de sus héroes él

le

inflamaban

asunto con

Pau

,

no

que á

acertó á fundir el color del

los colores

de Tácito, haciendo á

Claris tentar las llagas de nuestra

monar-

De donde

quía, «no sin dolor y sangre». sultó

pa-

las

distintas de las

una obra excepcional ó más bien

re-

única,

de tétrica y solemne belleza, rica en amarguras y desengaños, aguzados con profundidades conceptuosas

,

donde

la

misma indulgencia

tiene trazas de lúgubre ironía

,

no de censor,

enemigo oculto, y donde encontró

sino de

voz,

por caso único en nuestra literatura, la tre-

menda Con

elocuencia délos tumultos populares. todas estas grandezas

adolecía la historia, escrita al

y esplendores,

modo

antiguo,

de dos sustanciales defectos, que, tocando

al

parecer únicamente á su fondo y materia, influían al la

mismo tiempo, y como de

forma. Nacía

el

primero de

rechazo, en

la carencia

de

y de una concepción primera y alta del destino del linaje humano, objeto de la historia. Por ser gentiles sus primeros y nunca igualados maestros, y por el estrecho leyes generales

círculo en

que

los

encerraba la contemplación

Iiq

LA HISTORIA COMO OBRA ARTÍSTICA.

exclusiva de su patria y ciudad, no habían poá dido elevarse por las solas fuerzas racionales la

comprensión, á

lo

menos

del gobierno de Dios en el

providencial de

la historia.

la consideración del

de éste

total

de

la ley

Reducidos, pues, á

elemento

en su relación

perfecta,

y

mundo y

política,

humano y aun como ciudadano ,

acertaban á y miembro de un Estado, no ñalar con otros nombres que con los muy

se-

va-

gos y nebulosos de casojortuna hado y demodel nio aquel factor incógnito de la historia ,

,

mundo cuya ,

presencia tenían que reconocer

por sus maravillosos efectos, que desbaratan toda combinación de la sagacidad humana,

pero cuya raíz se les escapaba. Y así á lo más que llegaban, como vemos en Herodoto, el más religioso de los griegos, era á poner de ,

manifiesto, en casos singulares, la venganza de los dioses sobre los soberbios

ciosos,

y

el

,

inicuos y jactanla sophrosyne,

restablecimiento de

templanza ó quietud del ánimo dividuos

como en

,

las repúblicas,

así

en

los in-

ya por medio

de esas mismas sangrientas justicias, ya por la vía de purificaciones, exorcismos y sacrificios expiatorios. fera

más

Por donde

alta,

la historia,

venía á usurpar

en su

el oficio

es-

de

la

tragedia, que inculcaba siempre, por voz del

120

ESTUDIOS DE CRÍTICA LITERARIA.

coro y en las peripecias mismas de la acción dramática, aquellas máximas de la antigua sa-

biduría: que «del

campo

del inicuo se recogió

siempre fruto de muerte», y que «cuando una ciudad impía olvida á los dioses, cae sobre ella

venganza celeste y hunde en la ruina hasta á los justos que se hospedaban en ella» (i). De tan fugaces vislumbres no podía nacer la filosofía de la historia: sólo el Cristianismo la

le

dio base con las doctrinas de

la

Redención, del origen del mal en

de

la

acción constante de

vina, sin

menoscabo

la

la

y de mundo,

caída el

Providencia di-

del libre albedrío

humano.

Aplicar estos principios á la historia fué la tarea de los primeros providencialistas, empe-

ñados en contestar á al

abandono de

nervio de

la

la

los

paganos que atribuían

antigua religión

República romana

,

,

fuerza

y

las postreras

calamidades que llovieron sobre el Imperio. Conocidos son los pasajes de San Agustín, De chilate Dei, y de Salviano de Marsella,

De guque apareció formulada aunque brevemente, esta con-

bernatione Dei, en

por primera vez,

cepción cristiana de vidarse

mucho

el

la historia;

nombre

(i) Los Siete sobre Tebas.

pero suele ol-

del discípulo

fiel

de

LA HISTORIA COMO OBRA ARTÍSTICA.

121

San Agustín, nuestro español Orosio, que

es

historiador, en el riguroso sentido del vocablo, más que los otros; como que, á ruegos del

aun

grande Obispo de Hipona riales, trazó su cuadro de

mundo

las

(Moesta Mundt), título ya por sí mismo pesimista, al cual corresponde bien

original el

y para darle matecalamidades del

,

y

contexto de la obra

,

que

es

una cadena de

guerras, enfermedades, hambres, terremotos,

inundaciones, erupciones volcánicas, rayos y tempestades, parricidios y crímenes de toda suerte

(i);

nueva y extraordinaria manera de Ni es esta la única nove-

escribir la historia.

dad de Orosio, sino también la de ser el primer historiador universal, en el más propio sentido del vocablo, no ya por la extensión geográfica, en lo cual pudieran disputarle la

prioridad Diodoro Sículo

,

Trogo Pompeyo y

otros antiguos, sino por haber sido el primero

que consideró

el

sola familia, y, lo

género

que

dividuo, afirmando,

es

no

humano como una más, como un solo in-

sólo

que

la

divina Pro-

mor bis,

(I) Qucecumque aut bellis gravia, aut corrupta aut inuntristia, aut terrarum molibus terribilia, medationibm aquarum insólita aut eruptionibus ignium smva, grandinum íuenda, aut ictibus fulminum plagisque ve! etiam parricidiis flagitiisque misera.

aut /ame

,

,

ESTUDIOS DE CRÍTICA LITERARIA.

122

videncia rige

mundo

el

lo

mismo que

el

hom-

bre {divina Providentia, qucc sicut dona, ita pia et

justa, et agitur intuidas et homo), sino que

cada hombre, en

y por



sí,

puede contem-

plar todas las vicisitudes del género

humano:

«per bona malaque alternantia exerceri hunc

mundum sentit quisquís/-?;- se atque in se humanum genus videt.» Por eso anuncia Orosio, con arrogancia española, desde pítulo,

hecho

que el

si

los

cuerpo,

el

primer ca-

antiguos historiadores han

él

va á poner sobre ese cuerpo

y que, colocado en una torre ú observatorio eminente {tamquam de speculd) la

cabeza

(i),

va á llamar al conocimiento

(2),

no

los anales

de una ciudad, sino los juicios de Dios y los conflictos del género

Desde

tal altura

humano.

pudo comprender

el

pri-

mero la misión providencial de la ciudad romana, «por medio de la cual plugo á Dios (escribe Orosio) pacificar el orbe de la tierra,

reducirle á la

cujus

Quid impedimenti

Mi

esl

(3).

non ejus rei capul pandare,

corpus expresserint?

(2)

Ad cognitionem

(3)

Per quam Deo placuit orbem

unam

pacare.

y

sola sociedad por el vínculo de

república y de las leyes» (i)

in

una

vocare.

deleitare terrarum, et

sodelatem rtitublüce legumque

longe lategue

LA HISTORIA COMO OBRA ARTÍSTICA.

1

23

tardó en prender esta semilla histó-

Mucho

rica. La Edad Media apenas conoció más formas de narración que el seco epítome de los

escribas monacales, ó, al contrario, la pinto-

resca crónica,

que con arte no aprendido y ob-

servación fresca y espontánea, sin profundidades de filósofos ni de repúblicos, toda exterior

y objetiva,

sin ir tras

hilo de la narración

de otra cosa que tras

misma, nos cuenta

el

que

lo

una prosa desatada, gárrula y encan-

pasó, en

tadora, que parece gorjeo de pájaros ó balbucir

¿Qué primor

de niños.

literario iguala al en-

canto de una crónica, cuando es verdadera-

mente ingenua? Pondré un ejemplo, que

lo es

de grandeza épica y cristiana, y no lo tomaré de nuestra literatura, para que no se á la vez

tenga por ostentación de

las riquezas propias,

que en esta parte son tan grandes. Recordad, en

Señores,

la

Conquista de Constantinopla,

de Jofre de Villehardouín

pagne

,

,

mariscal de

Cham-

aquella escena de tan maravillosa rea-

y poesía, en que Dándolo ciego de los

lidad

,

alumbrado de pulpito de

los del

el

viejo

dux Enrique

ojos de la cara

y

muy

entendimiento, sube

San Marcos, y dirige desde

al

allí

su voz al pueblo, anunciándole su resolución

de tomar

la

cruz y arrojarse á la

más

alta em-

124

ESTUDIOS DE CRÍTICA LITERARIA.

presa quejamos hombres emprendieron* luego,

Y vedle

el día del asalto, el

primero en la proa de su galera, y delante de él el gonfalón de San Marcos, que iba á tremolar, por esfuerzo de los venecianos, sobre veinticinco torres de Constantinopla, en aquel día de inmensa, aunque estéril, gloria para la cristiandad latina, 17

de Julio de 1203. De tales crónicas hay pocas en todas las literaturas, y bien pronto pereció hasta su recuerdo, nistas, sólo tales

en

el

ahogado por otros cronombre, que, con seque-

dad de notarios, trataron de calcar el tono de su relato, primero sobre los Paraméntenos los

y

Macabeos,

y, andando el tiempo, sobre Tito Livio, pesadilla de nuestro canciller Ayala.

Renacieron

al

fin

en su integridad

las for-

mas antiguas,

gracias al maravilloso ingenio de algunos escritores florentinos; ellos

y

mos, conociendo

la deficiencia

mis-

de una ley ge-

neral histórica, trataron de buscarla; pero de relativo y empírico, volviendo

un modo espaldas

de

la

las

Cristianismo y separando la política ética. De aquí lo vano y seco de sus apoal

tegmas, y injusto;

el

eterno fluctuar entre lo justo y lo

como que no

calificaban

ya

las accio-

nes por ningún principio de carácter necesario A»y trascendental, sino por un empirismo ciego, ,

LA HISTORIA COMO OBRA ARTÍSTICA.

125

que tiene para cada caso su receta, y que por eso resulta inhábil en otra combinación de circunstancias.

poco

fría

La

elegancia constante

de Guicciardini,

la

y un

admirable mezcla

de originalidad y sencillez, de poder y naturalidad que forma el mayor encanto del estilo ,

de Maquiavelo, á un tiempo familiar y elocuente, hacen imperecederas sus historias, harto más que los ponderados misterios de la

razón de Estado, trivial cuando no es inicua. «Las cosas pasadas (dice Guicciardini) darán luz á las futuras, porque el

mundo

fué siem-

pre de una misma suerte, y todo lo que es y será', ha sido en otro tiempo, y las mis-

mas

cosas vuelven

colores.»

«El

,

bajos diversos

nombres y

cielo, el sol, los elementos, los

hombres, han sido siempre los mismos», leemos al principio de los Discursos sobre Tito Livio.

Contra

tales doctrinas,

negadoras de toda

esperanza de progreso, y no

menos

agrias

y

desconsoladas que las que acompañaron los funerales del

mundo pagano,

de

se levantó

de San Agustín y de Orosio, formulando, por boca de Fr. José de Sigüenza

nuevo en

el

la escuela

prólogo de su Vida de San Jerónimo la los hombres Providencia-

admirable teoría de

,

126

ESTUDIOS DE CRÍTICA LITERARIA.

les (i), la cual,

por decirlo así,"exaltó y magnihumano en la historia, lanzan-

ficó el

elemento

do

gérmenes del Discurso de Bossuet, donde

los

se ve

caminar á

los

pueblos

bre, bajo el imperio

Pero apenas nacida

comenzó

la filosofía

de

solo

hom-

del Señor. la historia,

á separarse del tronco materno,

y á y menos histoen Vico y en Herder, de donde resultó el

hacerse cada día rial,

como un

y blando freno

más

filosófica

constituirse en ciencia aparte, ciencia de los principios y de los últimos resultados de las

acciones tafísica

humanas, ora inspirada por una meprior/, que quiere encontrar en los

á

hechos su confirmación, ora apoyada en

la

ob-

servación de estos

á posteriori,

mismos hechos, y construida por vía experimental. En uno y

otro caso trasciende de la historia propiamente dicha (la historia narrativa); pero influyó en el

modo

tido

de escribir esta historia con un sen-

más grave y más profundo que

el

de

los

moralistas y políticos, y contribuyó á darle unidad todavía más estrecha que la unidad

dramática, y á que se viera cada hecho como manifestación de un organismo; con lo cual, si (i)

Análoga doctrina, pero con sabor cuasi-panteístico, moderno filósofo norteamericano Emerson, es y

sos'.iene el

en sustancia

la

misma de Carlyle en su

libro de Los Héroes.

LA HISTORIA COMO OBRA ARTÍSTICA. el

127

elemento individual perdió algo, ganó en

cambio

el

universal,

y apareció más grande

la

obra del individuo, cuando se la vio, no aislada

y anecdótica, sino en relación inseparable con la obra social. En una palabra: aunque el historiador no fuera filósofo, cosa

ilícita escribir

nera de

que

como

toda filosofía del

xvín, siendo más de aplaudir

la ejecución

forman

la

á parecer

alguna ma-

Cierto que ésta fué al princi-

filosofía.

pio achacosa y endeble, siglo

comenzó

la historia sin

,

aun en

el

intento

los tres ingleses

más espléndida corona de

que

la historia

en ese período. Pero fué, con todo eso, gran

novedad y grande esfuerzo aquella introducción de Robertson, que por primera vez trató de dar luz

en

al

caos de

el espíritu

la

Edad Media y de penetrar

de sus instituciones, y será siem-

pre digna de admiración en Gibbon la erudición inmensa

y segura, y aquel

anhelo de buscar

la historia

indeficiente

en todo género de

fuentes.

Tuvo también el siglo xvín (y el nombre de Hume me lo trae á la memoria) el mé-

David rito

de haber intentado remediar en

modo

el

segundo de

los defectos,

algún

que antes

re-

conocí en la forma oratoria, quiero decir, el olvido de todas las actividades

humanas

dis-

ESTUDIOS DE CRÍTICA LITERARIA.

128

y de la guerra. Por primera vez comenzó á hablarse en las historias

tintas de la política

de comercio, de industria, de artes, de

y hasta de costumbres

tura

familiares

mésticas, y á entenderse que

vive sólo en

la

el

plaza pública, ni

litera-

y do-

hombre no en el campo

de batalla, ni ha de ser forzosamente rey ó

ti-

rano, ó siquiera condottiere y capitán de bandidos armados, para que sus hechos parezcan

dignos de inscribirse en

Todo fica

de Clío.

las tablillas

esto, á la larga, debía ser savia bené-

para

el

árbol de la historia; pero

el

si-

glo xvni no acertó á coger los frutos, cegado

como

más parcial, más más sañudo y más desconocedor y

estaba por el criterio

estrecho,

despreciador del espíritu de otras edades que

puede imaginarse. La historia continuó siendo literaria;

pero no calzó ya

el

coturno trágico,

sino el zueco de la ínfima farsa,

y de épica bajó un tejido de

á epigramática, convirtiéndose en

agudezas miopes, sin generosidad, sin sentido

moral y

sin

nada que

se pareciera á

segunda

vista ni á reconstrucción de lo pasado.

Y

no

se

ha de negar que hay arte insupera-

ble en la eterna transparencia de la prosa de

Voltaire; pero arte lejano cuanto cabe del arte

de

los antiguos,

y de

la serena, íntegra

y des-

LA HISTORIA COMO OBRA ARTÍSTICA.

129

interesada contemplación de la grandeza ó de

miseria

la

y recoge

humanas, que piadosamente busca historia. Toda la objetividad de

la

ésta se aniquila y desaparece entre los móviles

juegos de un estilo expresivo, pero no bello,

que

á las grandes cualidades de

emoción y

elo-

cuencia, propias de los antiguos narradores, sustituye

el

golpe de

el

imperio de

la flecha

la gracia personal,

y

enherbolada, leve y aérea

en Voltaire, torpe y plomiza en Gibbon. Moría, entre tanto, la historia por penuria

de elementos pintorescos. Voltaire y los suyos habían dado de mano á las arengas y á los grandes cuadros de composición, ya desacredi-

Quedaban los rey paralelos, esmaltados con rasgos de bel-sprit y malignas agudezas. El libelo invadía tados por el abuso retórico. tratos

por todas partes

y

si

las

la jurisdicción

de

la historia,

antiguas y clásicas habían sido (como

dice lord Macaulay) novelas chos, las

modernas

sobre la

mera ingeniosidad

fundadas en

he-

solían ser novelas fundadas

del autor.

El color

local era cosa ignorada; borrábase toda distin-

ción entre la cultura

en

estilo

de salón

y

la barbarie; se escribía

la historia

salvajes; se rebajaban todos los

y

salientes; todo rasgo enérgico

XV

de

los

pueblos

puntos ásperos de costumbres 9

ESTUDIOS DE CRÍTICA LITERARIA.

130

condenado

era

historia

al

no era

olvido,

y

el

el ser instable

hombre de la y múltiple de

aspectos que conocemos, sino cierta entidad abstracta, á quien se adulaba ó se deprimía,

conforme á

La

y

el

la histo-

comenzó á

sentirse

la reacción,

modo

característico

,

trajera olor de flores agrestes

de Gibbon ó de Voltaire hablaba

ingenio, pero no á los ojos, al

modo antiguo no

que ó

el

que va desde

que

el

hasta

el

y rudo, y ruido

Y como la historia escrita

de selvas primitivas. al

tesis.

epigrama enterraron á

sed de algo original

que nos

de una

las necesidades

y venida

ria, la

tesis

se dilata

y la

al

historia escrita

abarcaba mayor espacio

la

Acrópolis hasta

desde

el

el Pireo,

arco de Septimio

anfiteatro Flavio, fué menester que

una mitad entera de

la historia

humana

saliese

de entre escombros y cenizas, evocada por los conjuros del arte. Sacudieron su manto de polvo

las

arder un sajón raza;

,

abadías y las torres feudales; tornó á monte de leña en la cocina del señor

mal avenido con

la

servidumbre de su

volvió á correr la tierra

maniferro

el

Goetz de Berlichingen, terror del Obispo de

Bamberg y esperanza de tos;

los

aldeanos insurrec-

coronóse de lanzas y de alborotada

chedumbre de

croatas, arcabuceros

y

mu-

frailes el

LA HISTORIA COMO OBRA ARTÍSTICA.

campamento de Wallenstein;

gaitas de los highlanders escoceses la

de combate; resonó en

juramento de cayó

el

los

131

repitieron

las

marcha

de Suiza

los lagos

el

compañeros de Stauffacher;

Innominado á

Federico y se alzó en

los pies del

Cardenal

de Milán

el lazareto

,

la

bendita figura de Fra-Cristóforo. Se dirá que fueron arte híbrido, arte de transición, el

drama y

la

que

tal

arte

anémico de

novela históricos; pero ¡dichoso sangre vino á infundir en

el

cuerpo

la historia!

Entonces nació los

el

la

escuela pintoresca, la de

Barante, la de los Thierry, que confiesa su

abolengo en Quentín

Durward y

hasta en el

carro de Meroveo. Creció la avidez del porme-

nor característico,

pequeño, ó

al

la

el

amor de

lo infinitamente

indumentaria ahogando

al

procer

villano entre armaduras, jaeces y muebles;

y llegó día en que

las historias

de

la

Edad Me-

dia parecieron iluminaciones de libros de coro

ó tablas bizantinas.

Otros buscaron luz por distinto camino, y vióse en Inglaterra renacer, por impulso del

más grande de

los historiadores

modernos,

forma oratoria, tan espléndida como en jores días de la antigüedad, ción y de ardorosa elocuencia

los

la

me-

y tan rica de pacomo en el yerno

ESTUDIOS DE CRÍTICA LITERARIA.

132

de Agrícola: historia parcialísima lo sus modelos, historia de facción

mismo que

y de bandería;

pero tan sincera, tan honrada y tan sabiamente

que borra con lo que tiene de poema mucho que tiene de alegato. Obra varia y tan opulenta como la misma naturaleza; poema parcial,

lo

de

la

libertad civil, de la industria

y de

la

prosa; viril esfuerzo de una alma romana, para

ennoblecer con majestad patricia

el

trabajo

mo-

derno y llevar de frente todas sus actividades, como si fuesen órganos de un mismo cuerpo, y

no

aislados mecanismos, cual los consideraba

la filosofía del siglo ria,

que no

xvni. Al

fin,

en esa histo-

es filosófica, ni religiosa, ni literaria,

ni comercial, sino todo esto

y mucho más, y no

por fracciones atomísticas, sino todo á un tiempo,

y con

la

la vida, el

Siempre

misma

libertad

y movimiento de

animal humano respiró entero. es

bueno, cuando

se

anhela por

perfecto, detenerse en las cumbres,

quien traza hoy

la

imagen

y por

del arte histórico

debe detenerse en lord Macaulay. Pero dición del entendimiento

humano no

es con-

ver ago-

tada nunca la virtualidad de concebir que en lleva, é

imaginar siempre sobre

ya creada otra perfección más

Marco Tulio fantaseaba

la

lo

eso



la perfección

alta.

Y

así

como

idea del orador per

LA HISTORIA COMO OBRA ARTÍSTICA. fecto, cual

y

nunca

como

«así

fué visto entre los

el artífice

ateniense,

133

humanos;

cuando

la-

de Jove ó de Minerva, no contemplaba ningún modelo vivo, sino el admirasu ble dechado de perfección que habitaba en

braba

la estatua

mente y que regía su arte y su mano», es lícito soñar

para

así

muy remotas edades

nos

con

el

advenimiento de un historiador aún más grade que Tácito y que Macaulay, el cual haga la historia por la historia, y con alta impersonalidad,

sin

y

más pasión que

la

de la verdad y

hermosura, reteja y desenrolle

la

tela

de

la

inmensa

la vida.

Pero antes que es preciso

que

se

el

historiador perfecto llegue,

cumpla

la

obra de investiga-

ción en que nuestro siglo está empeñado.

¿Y

cuándo hubo otro más glorioso para los estudios históricos que el siglo de los Niebuhr y de los

Momsem,

los

Rawlinson y de

y

los

de

los

se

Oppert, de los Savigny

Ranke y los Gervinus? ha renovado en menos de cuarenta

Herculano, de

Todo

Curtius y de los Grote, de los los

años: el extremo Oriente nos entrega sus tesoros: las esfinges del valle del llos

de

la

Nilo y los ladri-

Caldea nos han revelado su secreto:

las raíces aryas,

interpretadas por la filología,

nos cuentan la vida de los patriarcas de la Bac-

ESTUDIOS DE CRÍTICA LITERARIA.

134

triana:

dondequiera

parecía

más infecundo, y

res, ritos

se levantan, del

teogonias.

Ganges como

familiares las orillas del sagrado las del

Tíber ó

las del Ilysso,

Sakya-Muni tanto como

mundo

el

polvo que

y conquistadoEmpiezan á sernos tan

dinastías

la

y

la

leyenda del

de Sócrates. Hasta

clásico parece haberse

remozado en

alguna fuente de juventud, y vemos hoy, con los mismos ojos de amor que en el siglo xv, un

nuevo Renacimiento, Et geminum solem et duplices se ostendere Thebas; es decir, otra

hermosas que escuelas.

Y

al

Atenas y otra Roma mucho más las que aprendimos á ver en las

mismo tiempo,

que antes sólo respondía á arte,

es

manda

la

ya amorosa esclava de

ríos

Edad Media,

las solicitaciones del la

ciencia,

y

de luz desde cada tumbo monástico

y desde cada privilegio ó carta municipal. Pero reconociendo y admirando los triunfos de

esta crítica

y de esta

filología

que Niebuhr

llamó, con majestad religiosa, «mediadora de la eternidad, inclinación secreta

que nos

lleva

á adivinar lo que ha perecido», esperemos, señores, la caja

que no siempre de hierro de

libros sin estilo

se

ha de ver encerrada en

la ciencia

pura, es decir, en

y abrumados de notas y

testi-

LA HISTORIA COMO OBRA ARTÍSTICA.

135

monios, sino que algún día romperá la áspera corteza,

y entonces (digámoslo con palabras del

gran Niebuhr) «será semejante á aquella ninfa de

la

leyenda eslava, aérea

sible, hija

al principio é invi-

de la tierra luego, y cuya presencia

se manifiesta sólo

y de amor».

por una larga mirada de vida

SAN ISIDORO.

SAN ISIDORO

(i).

Excmo. Señor: Señores:

p

dudé largo tiempo antes de escoger materia para á dirigiros.

las

breves frases que voy

Hablando en

una Academia que tiene por tivo de la ciencia cristiana,

Sevilla, y ante

instituto el cul-

¿cómo

elegir otro

asunto antes que San Isidoro? Quiera Dios que el

recuerdo de

la

piadosa sabiduría del Metro-

politano hispalense esfuerce y dé calor á mis palabras, para

que no caigan como en arena,

sino que fructifiquen

y labren en vuestros

áni-

mos, é infundan en ellos generosos pensamientos

(i)

de restauración

intelectual

y española;

Discurso leído en la Academia Hispalense de Santo

Tomás de Aquino, en Octubre de

i88r.

ESTUDIOS DE CRÍTICA LITERARIA.

140

nunca más necesaria que hoy,

restauración

cuando una ola de ideas

forasteras

y descami-

nadas invade nuestra tierra y amenaza, á cada

momento más,

borrar hasta los últimos restos

de saber castizo y de espíritu tradicional. Señores: Grandes son sin duda las glorias literarias

y

artísticas

de Sevilla: sobre todas

alcanzan popularidad no disputada su escuela

y su escuela lírica, coloristas entramamantes de la pompa y de la esplendidez,

pictórica bas,

é iluminadas

y

vivificadas por la

este sol tan generoso

Pero,

si

como

el

lumbre de

del Ática.

vuestra grandeza artística recuerda

por momentos tradiciones y esplendores de

la

antigua Hélade y de la Italia del Renacimiento; si

es cierto

un

que

supisteis

poner hasta en

la

imi-

de independencia y de genial desenfado, visible sobre todo en el naturalismo tación

sello

cristiano de vuestros pintores;

tuvo cuna el

el

si

entre vosotros

que acertó á sorprender y

lienzo hasta los

fijar

átomos im alpables de ;

llante luz del Mediodía,

en

la bri-

y entre vosotros tam-

bién aquel gran maestro de realismo sano y potente, el del toque vigoroso y la mano franca,

naturaleza, que con rica

como la misma y enérgica expresión

habla en sus cuadros;

son timbre eterno de

hombre de

espíritu tan vario

si

SAN ISIDORO.

141

vuestra historia literaria la bíblica inspiración

de Herrera, bajada en derechura de de Sión

;

las

cumbres

inspiración arqueológica de Rodrigo

la

Caro, el primero que supo traducir en forma lírica la

voz honda y melancólica con que

grandeza romana habla desde sus ruinas; las silvas

tola

de Rioja y en los tercetos de

Moral

(sea su autor

la

si

la

en

Epís-

quien fuere), reveló

la

más escondidas armonías, ó vibraron de nuevo los graves consejos de la antinaturaleza sus

gua severidad

estoica,

templados por

lo dulce

y apacible del sentimiento cristiano; si todas estas y otras innumerables palmas derramaron las

Gracias sobre este suelo bendecido con sus

dones y acariciado con sus halagos, no habéis de olvidar ni

un punto

(y

que tenéis una gloria igual por lo menos:

yo



que no

lo olvidáis)

no mayor, una cadena de oro de pencientífica, si

sadores y de filósofos, que arranca del gran

Doctor hispalense, y ñola siempre, hasta

el

se dilata, cristiana

y espa-

gran metafísico platónico

del siglo xvi, Sebastián

Fox

Morcillo, que tanto

adelantó la conciliación de los dos términos eternos é irreductibles del pensamiento hu-

mano, bajo una unidad superior; y hasta el modesto y olvidado Pérez y López, que, enfrente del enciclopedismo de la centuria pasada,

ESTUDIOS DE CRÍTICA LITERARIA.

143

desarrolló, con espíritu

armónico no menos

profundo, y grande originalidad en los pormenores, el principio del orden esencial de la naturaleza,

en

columbrado por

el siglo

el

catalán

Sabunde

xv.

Unidad: armonía: orden:

tales

son

las ten-

dencias del espíritu científico entre vosotros,

desde el

las

edades más remotas. ¿Qué mucho,

primer educador de vuestro espíritu,

triarca de la cultura hispalense, la

cultura española,

pañas, cuyo

el

el

si

pa-

y aun de toda

gran Doctor de

nombre festejamos hoy,

fué

las

Es-

uno de

aquellos espíritus vastos y sintéticos, que llevan

de frente todos los conocimientos humanos, y compendian y resumen en sí todo ei

cifran,

esplendor y

la civilización

de una época? San

Isidoro es el siglo vil personificado; ¿qué digo? es toda la

de

la

primera Edad Media española, antes

influencia de las ideas francesas, determi-

nada y traída por la mudanza de rito y por los monjes galicanos. San Isidoro es, además, faro y luz esplendidísima para todas las generaciones subsiguientes. ¿Quién agotará sus elogios?

No

se los

de nuestra le

escatimaron ciertamente los Padres Iglesia,

debían. Concilio

comprendiendo bien cuánto

hubo que

le

celebró con los

magníficos dictados de Doctor egregio, novísimo

SAN ISIDORO.

143

esplendor de la Iglesia Católica, doctísimo

digno de veneración en todos

los siglos.

y

Nin-

guna ciencia humana ni divina se le ocultó San Braulio); todas las penetró las recorrió todas; no hubo escritor sa-

(nos dice su discípulo

grado ni profano que se escondiese á su

dili-

gencia.

No

os repetiré los pormenores, por desgracia

escasos,

que tenemos de

la biografía

de nuestro

Metropolitano, enlazada además estrechamente

con

la

de los otros hijos de Severiano, y, sobre San Leandro, gloria también de

todo, con la de

esta cátedra metropolitana; principal agente de

conversión de los visigodos, y luminar ma-

la

yor del Concilio Toledano III, que recogió de sus labios palabras

no menos elocuentes

madas que

los Basilios

las

de

No os mostraré á San misma

Isidoro, exaltado después

presidiendo el Conci-

de

él

lio

IV Toledano, que uniformó

á esta

é infla-

y Crisóstomos.

sede

,

la liturgia,

y el

hispalense II, que condenó la herejía de los

un Obispo sirio. más que considerar á San en sus obras y como promotor de la cultura, y aun esto muy por cima, sin

Acéfalos, sostenida por

Mi

propósito no es

Isidoro

general

entrar en pormenores, los rasgos capitales

y deteniéndome

de su fisonomía

sólo en

literaria.

ESTUDIOS DE CRÍTICA LITERARIA.

144

El que entre todos más ter de conservador

se señala es su carác-

y restaurador de

las reli-

quias de la antigua civilización greco-romana,

ya cristianizada, y tal como la habían transmiPadres de la Iglesia latina. Error

tido los

gravísimo es antiguo y

el

el

de suponer que entre

mundo

el

nuevo hubo una á modo de

zanja,

como

dicen

ó alguna solución de continuidad,

Nada se mundo, y todos ahora.

pierde completamente en el los siglos se

sueldan y se con-

tinúan en su ciencia y en su espíritu por lazos

más ó menos

invisibles ó inextricables.

Ni

la

barbarie fué nunca tan completa que dejara

perder todos los restos de

la

antigua herencia,

más obscuros, turbulentos y caliginosos de la Edad Media, quien conservara no extinta alguna lucecilla más ó menos débil, é infiltrara en el espíritu de las ni faltó, hasta en los siglos

razas bárbaras algo de la

ciano y Donato, de

de

la

la

Gramática de Pris-

Dialéctica de Aristóteles,

Historia natural de Plinio, y, con

cuidado y amor, algo y

mucho de

la

más

divina

ciencia de los Ambrosios, Agustines, Jerónimos

y Gregorios.

El hombre de de

la

ciencia,

Edad Media, antes

en

los

primeros siglos

del siglo

la civilización cristiana llega á

xm

(en que

su plena

madu-

SAN ISIDORO.

14 5

rez, adquiere plena conciencia

asombra drales,

al

con

que

fuese,



misma y

mundo con las ojivas de sus cateSuma del Ángel de Aquino, con

la

los tercetos dantescos ó

de Alfonso

de

el

Sabio),

con

la ciencia jurídica

no podía

ser, ni

un espíritu original

ansioso de nuevas ideas

convenía

é inventivo,

y explorador de nuevos

campos, sino un compilador paciente, un enciclopedista laborioso que,

yendo detrás de

las

pisadas de los antiguos sabios gentiles y cristianos,

como

la

espigadora

Rut

detrás de los

segadores, congregase y reuniese y metodizase

en forma de enciclopedia

el fruto

de todos, pero reducida á su á la quinta esencia

pedían de consuno

y las

al

de

mínima

la

labor

expresión,

substratum; como lo

necesidades de los tiem-

pos, la escasez de libros, la falta de sosiego,

perturbado á cada paso por bárbaras invasiones

y

y sobre todo, la rudeza de los disy oyentes, salidos muchos de ellos de

violencias,

cípulos

razas semibárbaras ó bárbaras del todo, cris-

y no latinizadas más que Ese papel representaron Casio-

tianizadas á medias

en

la corteza.

doro y Boecio en la corte del rey ostrogodo Teodorico, y ese mismo representó con mucha

más amplitud y generalidad nuestro San doro en xv

las cortes

Isi-

de Sisebuto y de Suintila. 10

ESTUDIOS DE CRITICA LITERARIA.

146

San

Isidoro, heredero del saber y de las tra-

diciones de la antigua

y gloriosísima España romana, algo menoscabadas por injuria de los tiempos, pero no extinguidas del todo; here-

dero de todos

los

recuerdos de aquella Iglesia

española, que produjo en Osio

al

gran cate-

quista de Constantino y valladar insuperable

contra

de

en Prudencio

los arrianos,

los

al

más grande

poetas cristianos anteriores á Dante,

y en Paulo Orosio

á uno de los padres de la

historia providencialista (juntamente con

San

Agustín y con Salviano); San Isidoro, digo, artífice incansable en la obra de fusión de godos

y

españoles, á la vez que atiende con exquisito

cuidado á

la general

así del clero

como

educación de unos y otros,

del pueblo,

fundando escue-

establecer el

y monásticas (como las mandó IV Concilio de Toledo in uno con-

clavi atril)

y difundiendo

las episcopales

y dando

,

regla especial

(sin olvidar por eso la

la

vida monástica,

y española á sus monjes veneranda tradición del

patriarca de Subiaco y de su orden, dechado y

plantel fecundísimo de la vida monacal

en

Occidente), escribe compendios, breviarios y resúmenes de cuantas materias pueden ejercitar el

entendimiento humano, desle

blimes hasta

las

más

técnicas

las

más

su-

y manuales,

SAN ISIDORO. desde los

147

abstruso océano de la teología hasta

el

instrumentos de desde

tuarias,

las artes

mecánicas y sun-

cedro del Líbano hasta

el

hisopo que crece en

la

pared.

metódicamente

La

serie

el

de sus

se leen, viene á cons-

obras,

si

tituir

una inmensa enciclopedia, en que

está

derramado y como transfundido cuanto se sabía y podía saberse en el siglo vn, cuanto había de saberse por tres ó cuatro siglos después,

y además otras

moria

más

se perdió

infinitas cosas,

cuya me-

adelante. Sapientia

cedifi-

cavit sibi domutn.

¿Qué importa que San originalidad, lectura?

Ni

y

él

lo

deba

Isidoro carezca de

casi todo á su

inmensa

quiso inventar, ni podía hacerlo.

Colocado entre una sociedad agonizante y moribunda y otra todavía infantil y semisalvaje,

pobre de artes y de toda ciencia, y afeada ade-

más con toda

suerte de escorias

y herrumbres

bárbaras, su grande empresa debía ser transmitir á la segunda de estas sociedades la herencia de la primera. Esto hizo,

y por

rece cuantos elogios caben en lengua

más que temas al

si

hubiera escogitado peregrinos

filosóficos,

mundo con

raciones.

ello mehumana,

la

más que

si

audacia y

sis-

hubiera asombrado el

brío de sus inspi-

Recoger, conservar, exponer fué su

ESTUDIOS DE CRÍTICA LITERARIA.

I48

propósito.

que los

De

tales

se igualan

hombres bien puede

decirse

en importancia histórica con

primeros civilizadores y legisladores de

pueblos, con aquellos Orfeos fantaseó

la

los

y Anfiones que

imaginación helénica, y que con el y de su canto movían las

prestigio de su voz

piedras, fundaban las ciudades, traían á los

hombres errantes y feroces á cultura y vida social, domeñaban las bestias de la selva y escribían en tablas

las leyes

sagradas é imperece-

deras.

Esta misión providencial de San Isidoro no se ocultó á sus

en

él

mismos coetáneos. Todos vieron

algo de predestinación singularísima. San

Braulio dice que en la

él

y

vivía

más doctos de

ella le

respiraba toda

y que

ciencia de la antigüedad,

los

siglos

hubieran reclamado por

nombre al lado del de Vamás docto de los romanos, fsidorus

suyo, poniendo su rrón, el

noster Vario

,

Isidorus noster Plinius.

Si queréis saber las ideas, se

cómo,

sin originalidad

y extraordinarios servicios á rred las obras de

San

la ciencia

,

reco-

Isidoro, Doctor de las

lógicos?

¿Qué novedad tienen sus libres La novedad del método, y con

esto crea

una ciencia nueva y

Españas.

en

pueden hacer, no obstante, grandes

teo-

sólo

se coloca. leo,

Viejo

y

la

Niña y en La Mojigata. La

inten-

ESTUDIOS DE CRÍTICA LITERARIA.

266 ción.

moral

pero no contraria:

es distinta,

la

fábula igualmente sencilla, el estilo trabajado

con más indolencia, pero culto y agradable. Todo está en su lugar, nada desentona; todo

arguye talento;

se respira bien, se vive entre

gentes de buena crianza

sólo

ausente desde el principio

de dicción

fundados

como de

es,

comedias, la

más

ale-

escénico.

reacción absolutista de 1823 lanzó al des-

tierro á

Martínez de

la

Rosa, que en

años siguientes parece haber vivido pre en París, dado á

tado de

las letras

de

y bastante apar-

tentativas de reconquista á que se

las

las

los diez

casi siem-

arrojaban otros liberales más fogosos. salió

está

sentimiento. Los celos in-

las tres

más movimiento

gre y la de

La

de

una cosa

al fin, la poesía, así

En

1827

prensas de Julio Didot una edición

elegante y casi completa de rias de Martínez de la Rosa.

Obras literaDos tomos ocupa

las

su Poetica^que, con las notas y apéndices, quizá

deba tenerse por literaria

el

mejor cuerpo de doctrina

que entonces había en España. Pero

¡cuan inferior al tiempo en que se redactó! Ras-

gos hay de eclecticismo y de tolerancia en notas, pero en lo esencial, la doctrina de

tínez de la

quiere, es

Rosa

es

la

mucho más

de Boileau, y, rígida y

más

las

Marsi

se

francesa

FRAN'CISCO MARTÍNEZ DE LA ROSA.

D.

que

de Luzán. Comparadas entre

la

Poéticas,

puede sostenerse que

267

ambas



la crítica espa-

ñola había perdido en originalidad y en inde-

pendencia desde 1737. Martínez de

la

Rosa

y juzga como si no hubieran nacido Lessing, Schiller, Goethe y Byron; discute

escribe

muy

formalmente

si

el

término

fatal

de

las

veinticuatro horas, impuesto por la unidad de

tiempo, puede alargarse á dos ó tres días, y la

unidad de lugar ha de entenderse de suerte que no

la letra,

se

mude

al pie

si

de

decora-

la

un modo más

ción, ó ha de interpretarse de

benigno, concediéndose al poeta

el

derecho de

pasear á sus héroes por las distintas habitacio-

nes de un

mismo

Como

en

es

palacio.

la teoría, así es

Llega á hablar de Calderón

,

en

y no

la crítica.

le

concede

otro mérito que el de dramático de intriga,

lamentándose mucho de que

gran poeta

el

malgastara sus fuerzas en asuntos tan monstruosos

como

el

de un principe de Polonia en-

cerrado por su padre como una fiera.

Con

to-

das estas ceguedades de escuela, no fué ni es libro pernicioso la Poética,

demás que

allí se

porque

dice es racional

casi

todo lo

y verdadero,

ni contrarió la invasión de las nuevas ideas estéticas, antes la

favoreció

indirectamente,

ESTUDIOS DE CRÍTICA LITERARIA.

268

volviendo los

la

atención de los estudiosos hacia

monumentos

nez de

la

del arte nacional,

Rosa dentro de ,

la

que Martí-

erudición de su

tiempo, conocía bastante y juzgaba con buen si bien prefiriendo en todas ocasiones lo

seso¿

que menos rompía con su gusto académico, meticuloso y refinado.

Además de

Poética, tradujo admirablemente cio,

y

la

su propia

de Hora-

esta traducción, en verso suelto,

muy

superior á la de Burgos

y no inferior á ninguna otra de las castellanas, aunque haya alguna más literal que ella, adquiere nuevo precio con la docta Exposición que la acompaña y que arguye mucho estudio de

la

Poética de Aris-

tóteles.

Pero con toda esta

como Martínez de

la

afición

á las poéticas,

Rosa era tolerante y

be-

névolo, y además espíritu curioso de novedades,

y

al fin

vivía en París,

donde toda confu-

y batalla de ideas tiene su asiento, mal podemos imaginar que presenciara impasible la primera y turbulenta representación de Hernani, y que dejaran de labrar en su ánimo el sión

preámbulo dé[ Cromwel, manifiesto revolucionario de la vanguardia de la nueva escuela, ¡as lecciones de literatura dramática de Gui-

llermo Schlegel, que años antes había tradu-

FRANCISCO MARTÍNEZ DE LA ROSA.

D.

269

Mad. Necker de Saussure, y la carta de Manzoni sobre las unidades dramáticas, ma-

cido

nifiesto

más

de otro romanticismo más templado y con la índole de Martínez de la Rosa,

afín

muy

siquiera éste anduviese

todo

el

lejos

de penetrar

alcance de las teorías del gran poeta

italiano.

Lo

cierto es que, sin hacerse romántico, sin

pasarse jamás á los reales de Víctor

Hugo,

sin

renegar ostensiblemente de ninguno de los artículos de su fe literaria antigua, vino,

como

por una pendiente suave é insensible, á quebrantarlos, así en la teoría

como en

la práctica,

y á hacer la apología del drama histórico, rico de pormenores y de movimiento, rico de color local, libre del énfasis

ceremonioso de

gedia francesa, y finalmente, sin

que

la

la tra-

más unidad

de acción, y aun ésta Ubérrimamente

entendida, tal como se la admira en los inmensos

cuadros de Jidio

Romano

(son sus pala-

bras).

Las obras que entonces escribió Martínez de la

Rosa (Aben-Humeya y La Conjuración de más importantes de su teatro, ,

Venecia) son las

y para mí

el

mejor cimiento de su fama. Tie-

nen, aparte de su mérito, un valor inestimable

como documentos de

historia literaria. Paré-

ESTUDIOS DE CRÍTICA LITERARIA.

270 cese,

ya

lo

he dicho, Martínez de

Casimiro Delavigne; pero de

Eduardo no puede

en

la

el

el

la

Rosa á

autor de Los hijos

eslabonarse

como

anillo

cadena romántica, no puede decirse que

romanticismo

le

deba nada. Su papel fué

el

de observador inteligente, que iba modificando su manera con

el

estudio de Shakespeare y con

espectáculo de

el

Martínez de quererlo,

la

invasión que avanzaba.

Rosa influye mucho más,

la

repugnándolo

casi,

por

la

sin

fuerza

inexorable de los hechos y de la cronología. Él, imitador de Sófocles,

español

la

ha dado en

primera batalla contra

y ha triunfado

el

el

teatro

el clasicismo,

primero. Él, autor ó traduc-

tor de dos Poéticas, ha sido el heraldo invo-

Don Alvaro, de El Trovador y de Los aman fes de Teruel. ¡Cuan cierto es que hay en el destino literario, como en todo destino humano, algo que cae fuera de los ordiluntario de

narios términos de la prudencia

y de

la vo-

luntad!

Los dos dramas románticos, vel guasi, del poeta granadino están escritos en prosa. Aben-

Humeya,

el

más

histórico de los dos, fué

com-

puesto primero en lengua francesa, y estrenado,

no

sin éxito, en el teatro de la Porte Saint-

Martín. Triunfo grande, hacerse aplaudir en

1

D.

FRANCISCO MARTÍNEZ DE LA ROSA.

27

una lengua extraña. Sólo muchos años después se decidió á ponerle traje español tablas.

las

tarde,

y confiarle á El Aben-Htimeya castellano llegó

y no hizo fortuna, aunque de

cierto la

merecía. Porque, en primer lugar, tiene exactitud histórica la

y color de época. Martínez de

Rosa, concienzudo y laborioso siempre,

tudió

muy

es-

despacio á nuestros historiadores

de

la rebelión

y

sacó, así

de

los

moriscos contra Felipe

II,

Mármol como de Mendoza,

de

mil primores arqueológicos é indumentarios.

Aparte de

esta fidelidad,

ya

muy

quien tenía que romper con todas

nes de su propia Viuda de Padilla, está,

loable en

las tradicioel

drama

no sólo bien escrito (que esto ya

suponer en nombrando

al

bien pensado, y ejecutado con

es

de

sino

muy

mucha

fran-

autor),

queza y mucho desembarazo, que nadie esperaría de Martínez de la Rosa. Hasta el estilo

toma á veces desusado calor y energía, y no sólo hay cuadros de grandísimo efecto, como el del

da,

alzamiento de los moriscos, que recuer-

aunque

muy

de

lejos, el

juramento de

conspiradores suizos en Guillermo ;

cendio y devastación de

la villa

de Cádiar en

noche de Navidad, interrumpiendo de venganza de

los

el del in-

los gritos

los foragidos moriscos las pre-

ESTUDIOS DE CRÍTICA LITERARIA.

272 ees

villancicos de los cristianos;

y

primorosos rasgos de poesía

lírica

no sólo hay en

los coros,

que aquí son verdaderos coros, y no cantarcillos de zarzuela como en Edipo; no sólo es digno de alabanza y de ponerse entre

los meromance morisco que esclavas de Fátima al principio del

jores versos del poeta el

cantan

las

acto segundo; sino que contiene rasgos de ver-

dadera energía dramática, enervado

(es cierto)

por alguna punta de ingeniosidad ó v.

gr.,

Farax

al

matador del

camino

es difícil

Aben-

reyecillo: «¡Aben-Aboo!....

Mira: ¿Ves este reguero de sangre? el

bel-sprit,

aquellas fatídicas palabras de

del trono.»

de explicarse

Con

Ese

es

tales condiciones,

la frialdad

con que

el

público recibió este drama, y lo ligeramente

que hablan de nez de

la

él

algunos biógrafos de Martí-

Rosa, quizá por parecerles que tiene

más de novela que de

tragedia. Pero admitido

género (¿y quién ha de repugnarle, cuando está consagrado por tan altos ejemplos desde el

Shakespeare hasta Schiller y Manzoni?) Aben-

Humeya mente uno de

es

uno de los dramas más verdaderaque se han escrito en España,

históricos los

pocos que tienen algún color local

y mentiroso. Lo que vale y lo que su autor iba ganando, se comprende bien

que no

sea falso

FRANCISCO MARTÍNEZ DE LA ROSA.

D.

cuando

se le coteja

273

con una tragedia clásica de

asunto granadino (zegríes y abencerrajes) que

Martínez de

la

Rosa había compuesto algunos

el título de Morayma, y que él abstuvo cuerdamente de llevar á las

años antes, con

mismo

se

tablas, á pesar

por

el

La mala á

La

predilección que sentía

la

suerte de

Aben-Humeya no

alcanzó

Conjuración de Venecia, que, escrita

chos años .antes la

de

argumento.

,

mu-

logró ruidosísimo triunfo en

noche del 23 de Abril de 1834, cuando

autor, vuelto de la emigración

,

Y

frente de los negocios públicos.

situación era revolucionaria, tiles

y

los

el

se hallaba al

aunque

la

ánimos hos-

á Martínez de la Rosa (aparte de la habi-

tual hostilidad en

manda, por

la

España contra todo

común

el

que

persuasión de hacerlo

todos pésimamente), nadie se dejó arrastrar

por

la

próxima y apetitosa tentación de

silbar

á un presidente del Consejo de Ministros, antes,

con

tiempos

la ,

alma con

buena

fe literaria

propia de aquellos

sintieron dulcemente las

ron del tribunal que para ellos de

conmovida su

lágrimas de Rugiero, y abominale

condenaba, recuerdo

muy cercanas

Venecia del drama

es la

arbitrariedades.

La

Venecia un tanto con-

vencional, pero poética é interesante, de puna-

ESTUDIOS DE CRÍTICA LITERARIA.

274

y máscaras, de conspiradores y ejecuciones secretas, que habían puesto de moda los románles

ticos,

y especialmente

lord

Byron en Marino

Falicro y en Los dos Fosean. Pero tínez de la

Rosa todo

mucho de

cuidaba

la

lo

como Mar-

estudiaba bien y se

verdad histórica, no

se

arrojó á presentar en la escena la conjuración

de 1310, de

los

Ouerinis y de los Thiépolos, sin

haber registrado antes, no sólo

la

Historia de

Vcnccia del Conde Daru, sino

los

mismos do-

cumentos tori

en

el

scriptores,

originales, coleccionados por

tomo xn de

sus

y especialmente

Mura-

Reriim Italicarum las cartas

del

Dux

Gradénigo. El drama (que tiene algo de melo-

drama, pero no en

el

está construido con lítico se

mal sentido de la palabra)

mucho

arte: al interés po-

mezcla una intriga de amor, que no

destruye ni obscurece, antes aviva

de pasiones; y este amor nés,

amor entre

nado diálogo

el

amor veroHermoso y apasio-

es trágico,

sepulcros.

de Laura y Rugiero, fuera de

alguna afectación de naturalidad. Primorosa confesión de Laura á su padre: hábil traste

le

el conflicto

el

la

con-

entre los dos Morofini. El reconoci-

miento del padre de Rugiero

es

un golpe

tea-

y de dudoso gusto; es lo que Don Hermógenes llamaba una anagm risis. En las

tral violento

FRANCISCO .MARTÍNEZ DE LA ROSA.

D.

escenas populares no holgarían

pero los que

res;

nos en

el

poeta introduce son

especialmente

felices,

plaza de

la

canto

el

San Marcos.

hay, no sólo grande

275

más pormeno-

En

toda

artificio- é interés

muy

peregri-

ele los

la pieza

de curio-

sidad vivo y punzante, sino calor de alma,

que en obra alguna de Martínez de afectos juveniles, vivos

la

simpáticos.

y

más

Rosa, y

Nunca

degenera en monstruoso; nunca

lo terrible

lo

virginal tropieza en el escollo de lo lánguido.

Vivirá esta obra modesta y apacible (en medio

de sus sombras trágicas), cuando haya desaparecido hasta

la

última memoria de esas negras

caricaturas de la naturaleza

humana, que hoy

afrentan nuestra escena.

De haber sería

La

seguido yo mi propia inclinación,

Conjuración de

Venecia

el

drama

elegido para esta antología del teatro Español.

Pero

me

parecer de amigos míos, de cuyo voto

el

fío

más que

literarias,

no

muy

del propio en estas materias

me ha hecho

preferir el Edipo,

á disgusto mío, por

voy á exponer.

y una razón que

Si en esta colección

ha de ha-

ber muestras de todos los géneros

dramáti-

cos, sica.

no puede

Ahora

mayo y

el

faltar

alguna de tragedia

clá-

bien: excluidas la Virginia de Ta-

Cesar de Ventura de

la

Vega, en

ESTUDIOS DE CRÍTICA LITERARIA.

276

consideración á otras obras suyas

más

altas,

queda Edipo como única tragedia aprovechable.

A

lo cual

ha de añadirse que,

tal

como

es,

tiene el privilegio de ser la única imitación directa del teatro griego

que ha logrado fortuna

en España.

El innovador más ó menos tímido,

se

nos

presenta aquí bajo un nuevo aspecto, que no deja de ser forma revolucionaria también,

y

suscitada indirectamente por el romanticismo.

Llega á oídos de Martínez de de que bien

la

los franceses

antigüedad,

la

Rosa

y que con

moderno han

tragedia griega.

una vez en su ser clásico al

Y

rumor

afeites cortesa-

nos y complicaciones de acción y un sentir

el

no han entendido del todo

modo de

alterado la sencillez de la

Martínez de

la

Rosa, por

no

vida, siente la ambición de

modo de Racine y de

Alfieri, sino

con otro clasicismo de mejor ley y más

alto:

quiere imitar á Sófocles y dar á su patria

Edipo Tirano. ¿Cómo

salió

de

la

un

empresa? Re-

lativamente bien, pero quedándose tan francés

como antes, y escapándosele de mismo que á Voltaire, más que

las

manos,

lo

á Voltaire,

si

alma y el propósito y la esencia de la tragedia que imitaba, obra de las más perfectas

cabe, el

que han

salido de

manos de hombres, y

tal

FRANCISCO MARTÍNEZ DE LA ROSA.

D.

277

que parece osado sacrilegio tocarla ó refundirla.

Conviene examinarlo más de El primer error de

los

ha consistido en limitarse prescindir del Edipo en

que en

las

otra trilogía la

al

Edipo Tirano y No importa

Colona.

dos tragedias no hayan figurado juntas

las listas oficiales

con

cerca.

imitadores modernos

más

de

Antigona, en

sus espectadores.

las trilogías atenienses:

alta las enlazaba entre sí el

En

y ánimo de Sófocles y de

el teatro

Tirano sólo puede ser so pena de sustituir al

el

moderno, Edipo

primer acto de Edtpo,

drama

religioso,

solemne

y expiatorio de Sófocles, la mezquina solución de una especie de adivinanza fatalista. El Edipo de nuestras imitaciones sólo puede despertar

un

interés de curiosidad; la fatalidad

que

le

persigue parece ciega, los decretos de los dioses

parecen impíos. El Edipo de Sófocles, por

el

contrario, en su caída

la

cólera divina

hiere en



que

y en su expiación, en su generación,

y le era un

y solemnísimo, de

especie

se abate sobre su casa,

mismo y en

personaje ejemplar

superior á los mortales, vidente y profeta, por lo mismo que su calamidad había sido enorme;

portador de la peste á Tebas, y portador luego de felicidad y de gloria á la tierra que recibiese sus cenizas. Porque esa

Moira que

á nosotros

ESTUDIOS DE CRÍTICA LITERARIA.

278 se

nos antoja ciega fatalidad, no era en

el

drama

griego sino una manera imperfecta y vaga de

concebir la Providencia; y Edipo, que á nues-

puede parecer inocente víctima de un

tros ojos

destino inexorable, resultaba, dentro del sentido moral del teatro helénico,

no sólo víctima

expiatoria de la impiedad de Layo,

y del mey de todos los crímede Cadmo, sino culpable

nosprecio de los oráculos, nes de la familia real

de

faltas propias, todas las cuales

rirse á

sima,

una

raíz

la

pueden

refe-

para griegos esencialí-

apartamiento de

el

moderación, de

Esta es

sola,

la

templanza, de

la

serenidad, de la sophrosyne.

la alta lección

que

poeta quiere in-

el

culcar á sus espectadores; quien

no

se

penetre

de este criterio moral, no alcanzará á comprender ni

el

Edipo Tirano

ni obra

alguna de

la es-

cena griega. Edipo, antes y después de ejercer el el

supremo mando ó tiranía en Tebas, pierde de sus propios afectos, y

señorío

arrastrar,

como

lo exterior,

se

deja

leve arista, por el tumulto de

y por

el

tumulto de sus propios

impulsos desbordados: peca Edipo de violenta iracundia, cuando da muerte á su padre en la

disputa del crucero; de olvido escandaloso de la justicia,

cuando acepta

dejando por tanto tiempo

el

sin

trono de Tebas,

venganza

la

san-

D.

FRANCISCO MARTÍNEZ DE LA ROSA.

279

gre de su predecesor; de arbitraria ligereza,

cuando sospecha vanísimamente de Creón y de Tiresias, y de su propia mujer; de despótica brutalidad en el altercado con el mismo Creón; y finalmente, de escepticismo y de impiedad desdeñosa contra

y

las respuestas

voz del mensajero de

la

de los oráculos

los dioses.

A los ojos

de un griego, Edipo merecía su suerte, no ya

por incestuoso y parricida, aunque involuntario, sino por liviano, petulante, atropellado, inicuo, confiado en demasía de la prosperidad,

y olvidadizo de mandaba á sus le mandaban á griego,

en

el

los dioses:

en suma, porque no

pasiones, porque sus pasiones él.

La

pasión, en el puro arte

de Esquilo y Sófocles, no es más

que una ceguedad y espesa al espíritu

de

la

niebla,

que

aleja

templanza, y atrae sobre

cabeza henchida de viento

la ira

la

de los dioses

inmortales.

Pero aquí. tas

el

drama no terminrni puede terminar

Desde que Edipo deja vacías

cuencas de sus

jeto especial cias

de

ojos;

y señaladísimo de

la fatalidad

;

las

sangrien-

desde que ha sido oblas

duras cari-

desde que, apoyado en

el

brazo de Antígona, emprende su peregrinación expiatoria,

Edipo no

sino objeto sagrado,

es objeto de maldición,

como

la selva

herida por

280

ESTUDIOS DE CRÍTICA LITERARIA.

el rayo.

A

los ojos

de su alma

se

abre

por-

el

venir: la resignación brilla en su frente: toda

su naturaleza moral se ha ido depurando, ele-

vando y transformando; es sacerdote y es profeta, por lo mismo que su infortunio ha sido superior al de todos los

humanos;

ciego,

digo, desterrado, logra la alta serenidad

men-

que no

logró cuando rey; y después de su muerte, to-

davía sus huesos derramarán bendiciones sobre la hospitalaria tierra del Ática,

rezca el olivo de Minerva

en

los árboles

Quien no

mientras

y canten

flo-

las cigarras

de Colona.

sienta toda la

hermosura

religiosa,

moral, patriótica, de estas dos tragedias, mara-

humano,

villa insuperable del arte

buen hora con

jor diré, con las

que

se

fríos

falsificaciones

han hecho

zando por

las

deleítese en

imitaciones ó remedos,

las

y

me-

caricaturas

Edipo; comen-

del primer

hinchadas declamaciones y los

horrores de Séneca

el

trágico,

modelo

eterno de los poetas de colegio, incapaces de

comprender que más verdadera poesía y más profundo horror trágico hay en aquellos inarticulados gritos de Sófocles /av, ay, infeliz de

mi! que en todas de

la

tarse,

las sutilezas é

ingeniosidades

Yocasta, de Séneca, al tiempo de

y en

la insufrible

ma-

y quirúrgica relación

D.

FRANXISCO MARTÍNEZ DE LA ROSA.

que hace

el

nuncio de

la

acertó á reventarse los ojos. Pues ¿qué,

mos

á los imitadores

281

manera como Edipo si

pasa-

modernos, que, teniendo

por frialdad y pobreza la divina sencillez sofocléa, y pareciéndoles poco asunto el de Edipo para llenar cinco actos, han henchido, por lo

menos

dos, de absurdos amoríos dignos de cual-

quier novela sentimental,

como

los

de Teseo y

Dircea en Corneille, ó los de Filoctetes y Yocasta en Voltaire,

toda tos,

la ridiculez

que

sin

embargo, conocía

de estos episodios y aditamen-

y confiesa que

sólo sirven para envilecer

un argumento tan bello? Sólo en los dos últimos actos, sobreponiéndose, aunque no del todo, al bastardo convencionalismo que pasaba

en Francia por tragedia

clásica,

osó Voltaire

aplicar sus labios al raudal de la poesía de Sófocles,

y no parece sino que aquellas sagradas

aguas, con no llegar puras á das por

el

légamo de

él,

sino enturbia-

las traducciones,

bastaron

á infundirle vigor, majestad y grandeza hu-

mana en él desusados. En suma: lo único bueno que hay en

el

Edipo de Voltaire

es lo

que tiene

de Sófocles, malentendido, mal traducido, pero Sófocles al

fin.

Los desperdicios de aquel

arte

divino valen más que todos los golpes de teatro,

todas las combinaciones artificiosas

y

to-

ESTUDIOS DE CRITICA LITERARIA.

202

dos los oropeles de guardarropía de

la

tragedia

moderna.

¿A qué proseguir este análisis? El Edipo de Dryden es una mostruosidad, olvidada hasta en Inglaterra. El de Forciroli en de principiante aprovechado. curos nadie ha de censurar

queda en pie que

existe,

dado que

el

el

obra obs-

omisión. Sólo

la

Edipo de Martínez de

el

asimismo

es

Italia es

De otros más la

Rosa,

único que en castellano

de Estala es mera traduc-

y harto endeble, del original griego. Cuanto pueden hacer el buen gusto y el en-

ción,

tendimiento de un hombre docto, laborioso, perspicaz

y

correcto, otro tanto se

digámoslo mejor, se estima) en

Martínez de modernas,

Rosa.

la

es la

De

menos

el

admira (ó Edipo de

todas las imitaciones

infiel

á la lttra, ya que

más descargada más sencilla, y por lo tanto la mejor. Fué gran triunfo conmover á un público como el nuestro, con ti eco délas no

al espíritu

de Sófocles,

de accesorios extraños,

la

la

tumbas de Tebas. Los dos últimos actos de Voltaire sacan, á mi entender, ventaja á los de Martínez de

la

éste la palma.

Rosa; pero en

el

conjunto lleva

Añádase que no hay obra

Martínez de

Rosa en que

dt;

siera

más esmero de dicción que -en Edipo,

la

al-

éste pu-

guna

ni

FRANCISCO MARTÍNEZ DE LA ROSA.

D.

283

volvió en su vida á hacer versos tan llenos y numerosos, como aquellos que comienzan: «Respirad, ¡oh Tebanos! ya los dioses

Ó

»

bien aquellos otros: «.

.

Ya

.

Del panteón

Todo

esto

el

último recinto

y cuanto que

arte exquisito con

tocaba »

diga en elogio del

se

poeta alcanzó á dar

el

interés de

drama moderno á un tema tan ve-

tusto, flor

marchitada por tantas manos; todo

esto, digo,

me

pequeña

loa.

parece justo, y aun se

con Sófocles! Dios

No

me antoja

¡Pero entrar en comparaciones

me libre

de

tal

profanación.

conozco intento más absurdo que

fundir una obra perfecta.

La

el

de

re-

tragedia griega es

admirable, no imitable, á lo menos de

la

nera que hasta aquí se ha hecho. El

mismo

Goethe, en

la Ifigenia

ma-

en Táuride, confundió á

veces la serenidad con la frialdad.

Ya

fué pro-

verbio de los antiguos que era necedad escribir Ilíadas después

de Homero. La tragedia

griega es un ideal de perfección tan absoluto

como

y forma se compey amorosísimamente. Dende aquel modo de sentir y de pensar, nada su escultura; esencia

netran en ella tro

falta,

fácil

nada redunda. Estudiémosla sin cesar;

ESTUDIOS DE CRÍTICO LITERARIA.

284

pero ¿á qué empeñarnos en estériles competencias?

Martínez de

la

Rosa

creía de

buena

fe

que su

¿cómo ha de

tragedia era clásica; pero

ser

griega una tragedia llena de rasgos sentimen-

¿Qué Edipo

tales?

sensible pecho,

es ese

como

si

que nos habla de su

fuera un pisaverde edu-

cado en un colegio de París?

moral en

sión del sentido

eco de

la

voz de Dios en

Y

la

el coro,

expre-

tragedia

lírica,

voz de

la

las

muche-

dumbres, efusión del sentimiento religioso del poeta, personaje impersonal

que, sin embargo, tiene

como

(si vale la frase) y un alma tan individual

cualquier otro de la tragedia, ¿á qué

queda reducido en Martínez de

la

Rosa sino á

un accesorio de ornato, á unas coplillas más menos dignas de la gravedad trágica? Y

ó á

aquel adivino Tiresias, tan sobrenatural y de tan misterioso y poético destino, ¿quién le reconocerá bajo los pomposos arreos y las no

menos pomposas

tiradas de versos del

Sacerdote de Martínez de

la

Sumo

Rosa? ¿Y quién

dirá que éste llegó á entender la obra que imitaba,

cuando

le

vea arrancar de cuajo todo

el

episodio de Creón, una de las violencias que

más

justifican la fatalidad

Mis

lectores

de Edipo?

van á juzgar

la tragedia:

ella

FRANCISCO MARTÍNEZ DE LA ROSA.

D.

compensará

les

el

tedio y la

285

amargura de

este

preámbulo. Por otra parte, es forzoso terminar.

Completan

el

teatro de Martínez de la

Rosa

una comedia de enredo, El Español en Veneci'a,

ó la

Cabeza encantada, discreta y

imitación de

las

pecialmente de

fácil

de nuestro antiguo teatro,

las

es-

de Tirso, con sus doncellas

y un melodrama senil, Amor de la Rosa compuso en Ñapóles en 1849, en casa del Duque de Rivas, andariegas;

padre, que Martínez de

y que nunca ha

sido representado.

Su asunto

(un padre que da la vida por su hijo) es de los

tiempos de

De

la

Revolución francesa

las restantes

(1).

obras literarias de Martínez

de la Rosa no nos incumbe hablar aquí.

La

mayor parte de sus poesías líricas no pasan de una medianía elegante, y á lo sumo acreditan á su autor de discípulo inteligente del dulce

Baldo (en

cristiano,

Meléndez Valdés). Casi

una escuela anacrónica y definitivamente enterrada. Sólo pueden saltodas pertenecen á

varse de esta general proscripción dos composiciones: la Epístola

(1)

La

Duque

de Frías en la

edición única completa de las obras dramáticas

la Rosa que tengo á la vista, es de MaRivadeneyra, 1861, tres tomos en 8.°

de Martínez de drid,

al

2

ESTUDIOS DE CRÍTICA LITERARIA.

86

muerte de su esposa inferior con mucho á la soberbia y apasionada elegía de D. Juan Nica,

sio Gallego al mismo asunto, pero notable por algunos trozos de sentimiento, y por otros de limpieza descriptiva (v. gr., la visita á Pom-

peya); y

epitalamio de

el

La Novia

de Pórtici,

que tiene algo más animado y vigoroso que

En

otras composiciones.

sencia de ¡a patria

los versos

de

la

Au-

:

«Vi en el Támesis umbrío Cien y cien naves cargadas

De si

otra cosa que

manejado

el

Tampoco Las

prosa.

de

riqueza

»

bien se mira, lo que

la

la

más aplaudimos no

es

apacible soltura con que está

metro de Jorge Manrique.

mucho en

insistiré

filosofías

de

la historia

Rosa compuso: El

las

obras en

que Martínez

espíritu del siglo, el

Bosque/o de la política de España, son de una candidez que ha pasado en proverbio. Martí-

nez de

la

Rosa no había nacido ciertamente

para recoger los lauros de Bossuet, ni de Vico, ni de

Maquiavelo.

Mucho más

de los niños, porque

allí

vale su Libro

siquiera la naiveté es

simpática y propia del asunto, sin que el autor empeñe en parecer político ni filósofo, ni

se

hombre profundo y

misterioso.

D.

FRANCISCO MARTÍNEZ DE LA ROSA.

El único trabajo histórico que es su arcaica biografía

le

287

sobrevivirá

de Hernán Pérez del

Pulgar, el de las Hazañas, delicioso remedo de la

prosa de D. Diego de Mendoza, con algunos la

de Ginés Pérez de Hita. Más poe-

allí

que en toda su novela de Doña

toques de

hay

sía

Isabel de Solis

,

una de

las

más lánguidas

imi-

taciones que aquí se hicieron de Walter Scot,

con haberlas tan lánguidas como El Doncel de

D. Enrique

el Doliente,

de Larra, y

el

Sancho

Saldaña, de Espronceda.

¿Y

del

hombre, qué hay que decir? Que po-

cos le igualaron en buenas intenciones

y en

rectitud personal: que privadamente era hon-

rado, dulce, caritativo, benéfico; que, habién-

dose consumado durante su

mando algunos de

crímenes más horrendos que afrentan

los

España

historia de frailes

en 1834),

ojos de los

(v. gr., la

él

matanza de

la

los

resultó inculpable á los

hombres, á

los

de su propia con-

y (podemos pensarlo piadosamente) á de Dios; que á su manera tibia y algo des-

ciencia los

colorida, fué en la tribuna elegantísimo ora-

dor; la

que en

el

invasión de

Gaeta fué

el

Quirinal resistió heroicamente

demagogia

italiana,

y en

consolador de Pío IX, y,

final-

la

mente, que, á pesar de sus antecedentes revo-

ESTUDIOS DE CRÍTICA LITERARIA.

288

lucionarios siglo

y á pesar de haber nacido en un murió como cristiano,

enciclopedista

,

siendo su muerte un duelo nacional, y dejando

uno de de

la

los

nombres más intactos y respetables

España moderna.

«

D.

GASPAR NÚÑEZ DE ARCE.

19

D.

GASPAR NÚÑEZ DE ARCE

L comenzar

el

presente estudio,

.

como

siempre que pienso en poetas contemporáneos, acuden involuntariamente á

mi memoria

estas tristes palabras

de Enri-

que Heine, en un capítulo de sus Rcisebilder:

«En

otro tiempo, en la antigüedad, en la

Media,

el

mundo

era de

bía poetas enteros.

una

Honremos

sola pieza,

Edad y ha-

á estos poetas

y gocemos de su genio; pero toda imitación de su unidad es una mentira, que difícilmente se oculta á los ojos que saben discernir lo verda-

dero de lo falso.»

Y

añade con profunda amar-

gura Enrique Heine, que es lástima que

el

(i) Publicado en los Autores dramáticos contemporáneos, al frente

de El Haz de Leña.

292

ESTUDIOS DE CRÍTICA LITERARIA.

mundo

se

haya partido en

y que

el

cora-

zón del poeta, no pudiendo mantenerse

ínte-

dos,

gro y compacto, haya padecido

los efectos

de

esta violenta división.

Al

hoy

Sr.

Núñez de Arce, como

viven, le

á todos los que

ha alcanzado algo de

esta uni-

y no es mengua de su fuerza poética el que pueda decirse de él que no es un poeta entero, aunque sea un gran poeta. versal calamidad,

i

¿Y qué

se

entiende por poeta entero? Procu-

raré aclarar

Heine, que

mi pensamiento, ó más bien

me ha dado

el

de

ma-

pie para entrar en

teria.

Hubo

alma

del

poeta vibraba acorde con las de sus oyentes.

En

las

en

siglos,

efecto,

en que

el

sociedades primitivas, y en otras

más

lantadas, pero todavía de unidad sencilla

ade-

y po-

derosa, era el cantor eco solemne de la multi-

tud que

le

escuchaba, y casi se confundían sus

atributos con los del sacerdote y el profeta.

Sobre un fondo común de ideas y de afectos se levantaban, no (como soñó

mil voces que

se

la

escuela wolfiana)

confundiesen luego en una

ráfaga de sonido, bastante á inflamar el corazón

de

los guerreros

yentes

al pie

y á hacer postrarse á

de los altares, sino

la

los cre-

voz única,

y de inmortal resonancia, del varón elegido

D.

por

el

GASPAR NÚÑEZ DE ARCE.

Numen

hombre, ni por tía,

mundo y

lo

que

por

creía, ni

que afirmaba de

ni por lo

293

para marcarle con su

sello.

lo

que sen-

las cosas

del otro, ni por el odio ó el

Este

de este

amor que

enfervorizaban su canto, se distinguía notable-

masa de su pueblo; pero todo lo y lo afirmaba de un modo más enérgico, más íntimo y más luminoso. Toda idea que pasaba por su mente se convertía insmente de

la

creía, lo sentía

tantáneamente en imagen, y toda imagen era veladura de aquel concepto universal vislumbrado por

el

poeta en una especie de ensueño.

Leía en piedras, plantas y metales revelaciones prodigiosas, y,

como

de

los pájaros

y

del

Rey cuentan

del sabio

leyendas orientales, tenía

la clave del

aroma de

las

lenguaje

las flores.

Pero

quizá debía todas estas maravillosas virtudes y aquella profusión de luz con que aparecían en su

mente

hecho de

los espectáculos

ser vulgo, de ser

de

la

naturaleza, al

uno de

los

peque-

ñuelos de su gente, de no ser apenas persona,

en

el

frase.

sentido individual y autonomista de la

Llaman

los críticos á la poesía

de tales

hombres poesía popular, y todos convienen en darle por nota característica la impersonalidad,

no ciertamente en rial

el

sentido grosero

de que todo un pueblo

la

y mate-

vaya compo-

ESTUDIOS DE CRÍTICA LITERARIA.

294

niendo fragmentariamente, sino en otro sen-

más profundo,

tido

contribuye á

no de

la

no de

los versos,

porque el pueblo

es á saber,

con

ella

elaboración anónima,

forma (que será siem-

la

pre, así en las sociedades bárbaras

como en

las

y virtud de uno solo, á quién excelencia llamamos artista), sino de la

cultas, privilegio

por

tal

materia de

de

mito, de la teogonia,

la poesía, del

leyenda;

la

y

poeta, que tiene la dicha

el

de concentrar todos estos rayos de luz en un

no

foco,

es persona,

ni creador de las

en cuanto no es inventor

ninguna de

estas cosas, sino

acepta buenamente de

dolas con fe encendida precio será creído

y

él,

amorosamente por

el

que

creyén-

la tradición,

y sumisa. Sólo

á tal

será recibida su obra

pueblo.

No

es persona,

en cuanto sus conceptos y aun sus pasiones no le pertenecen á él más ni menos que á cualquiera de los que \

una

cosa, la

eficacia tifica

le

oyen; y sólo

forma. Pero

y virtud, que en

su personalidad,

mismo tiempo,

el

le

forma

pertenece

de

es

ella se arraiga

y por

y

tal

for-

ella se levanta, al

nivel de la cultura en el

pueblo circunstante, que en

la

se

reconoce á



mismo

cantos del poeta; pero ennoblecido y glorificado por el divino fulgor de la hermolos

sura. Así se establece aquella cadena

magné-

GASPAR NÚÑEZ DE ARCE.

D'.

tica

labón es

mimo ó claro

y

el

el

poeta, el segundo el rapsoda, el

cantor,

y

que cuando

el

un modo

otro,

ó más bien

distinto, esta poesía

ni se concibe siquiera.

humanidad que

la

gámoslo mejor,

el

Es

tercero el público.

el

poeta siente de un

espectadores de

los

cual de

se

29$

de que Platón nos habla, cuyo primer es-

Y como

es

no

cada

,

existe

ley de la

conciencia individual,

mundo

modo

ó, di-

interior de cada uno,

vaya distinguiendo y separando cada día

más

del

mundo

que han de

intelectual colectivo, resulta

llegar

forzosamente épocas de

in-

creíble disgregación moral, de fraccionamiento

cuales

el sentir y en el pensar, en las no habrá más poesía legítima y sincera'

que

poesía individual, que algunos creen ser

atomístico en

la

la

única poesía

lírica,

pero con error, porque

también cabe un lirismo, de especie

muy

dis-

y épicas. Llamémosla, pues, individual ó personal, y esto será más exacto. Claro es que esta poesía, si no ha de ser letra muerta para los contemporáneos, ha de corresponder á algún estado general del alma humana; pero lo expresará de una manera tan singular ó peculiar del poeta, que ventinta,

en

las sociedades primitivas

drá á convertirse en propiedad y dominio suyo.

A

pesar de la

honda división que producen

las

ESTUDIOS DE CRÍTICA LITERARIA.

396

escuelas filosóficas líticos el

y

sociales

y

los

sistemas po-

en incesante lucha, todavía

el

placer

y

dolor son lengua universal é inteligible para

todos; sólo que cada poeta habla esta lengua

con

de su propio dialecto. Nace una variedad inmensa de tonos y de matices en la lírica contemporánea. Pero ¿donde encontrar una poesía que nos exprese las inflexiones

de aquí

todas las relaciones sociales, todas las fuerzas

y el

manifestaciones de la vida, en una palabra,

hombre

físico?

Y

las

como en

lo

Enrique Heine, no menos verdaderas

labras de

que

entero, así en lo moral

aquí vuelvo á acordarme de otras pa-

pasadas:

solitarios:

«Vivimos intelectualmente

cada cuál de nosotros, merced á una

educación particular, y á lecturas dirigidas

la

mayor parte de las veces por el acaso, ha adquirido una tendencia de carácter diferente: cada cuál de nosotros, como si estuviese moralmente disfrazado, piensa, siente y obra de diverso

modo que

es tan frecuente,

mún

se

hace

los

demás, y

que

difícil;

la

el

no entenderse

vida intelectual en co-

y donde quiera nos en-

contramos extraños unos á

otros,

y como

tras-

plantados á tierra extranjera.»

Hay mucha verdad En otro tiempo había

en estas lamentaciones. poetas nacionales, poe-

D.

GASPAR NÚÑEZ DE ARCE.

297

de raza, de religión, primeros educadores

tas

de su pueblo, fundamento de su orgullo

mero, Dante, Lope de Vega.

Ho-

Hoy no hay

ni

puede haber otra cosa (como no sea en nacionalidades atrasadas llas

y rudimentarias, ó en aque-

que no han alcanzado todavía su indepen-

dencia plena, y que en el fragor de la lucha la conciencia nacional) que

mantienen viva

poetas de sentimiento y de fantasía individual:

Byron, Leopardi, Lamartine, Musset, Heine

y,

Dii minores de todas las literaturas. Nuestro siglo se señala, no hay que negarlo, por un desarrollo prodigioso de después de

ellos, los

Cada uno de

esta especie de poesía.

estos sa-

cerdotes poéticos tiene su templo, su culto

y

sus fieles. ¿Cuál de ellos representa la poesía del siglo xix?

Á

mi entender, todos y

nin-

guno. El más grande de todos es Goethe, sin

embargo,

la

y,

poesía de Goethe es el secreto

de pocos iniciados: cultura del poeta

la

misma

le aisla

extraordinaria

del vulgo

,

y pocos,

entre los hijos de los hombres, podrán seguir

de hito en hito

el

vuelo del águila de Weimar.

Entre su nación y

él

media todavía una

dis-

tancia incalculable.

Es, pues, vana, la

aunque

sea generosa empresa,

de querer reproducir en nuestra edad los

ESTUDIOS DE CRÍTICA LITERARIA.

298

prodigios líricos

épicos de las sociedades jó-

y

venes y convertirnos en poetas populares. tal

empeño nos perderemos

En

siempre, al paso

que podremos

ser grandes y originales, tan grandes como esos poetas primitivos, siguiendo

un rumbo

distinto del

hablando de

las cosas

que

ellos

siguieron,

y

de nuestra alma, como

Byron y Leopardi. ¿Es esto decir que toda poesía moderna haya de reducirse á esta contemplación egoísta de



propio? No, en verdad. Si en los tiempos que

corremos no es dado versos los

muros de

al

poeta levantar con sus

las ciudades,

puede toda-

vía asociarse á los triunfos de la civilización,

y

encontrar en ellos una fuente de poesía, no ya sólo nacional, sino

humana, magnificando

to-

dos los esfuerzos del trabajo y todos los elementos que ha conseguido poner bajo su mano,

desde

y

el telar

la

lanzadera, hasta la fuerza

eléctrica

que enlaza dos mundos.

como en

las

juntar con

el

si

no puede

la historia

lauro de su frente las ínfulas sa-

cerdotales, puede, él

Y

más remotas edades de si

no quiere atarse

la fe al

arde en su pecho, y

carro de la impiedad

triunfante, puede todavía hablar de las cosas

más y á

los

Manzoni en

los

de Dios en lengua que llegue á mejores,

como

llegó la voz de

los

D.

GASPAR NÚÑEZ DE ARCE.

Himnos Sacros; pero siempre (para

que

esta

á

299

condición

voz sea íntima y penetrante) de

que no responda á pasajero sentimentalismo,

como en Lamartine y Chateaubriand la

dicional,

como en

tes citado.

en

sino á

,

robustez enérgica y viril de la creencia trael

gran poeta lombardo an-

Y, finalmente, aunque

las actuales condiciones, rara

el

vate

lírico,

vez pueda ha-

cer resonar su voz en la plaza pública, ni des-

cender á

la palestra olímpica, ni servir

de guía

ó de faro á los combatientes y á los legislado-

aunque no pueda ser, no ya David, sino aun Píndaro ó Tirteo, todavía puede, en las

res;

ni

grandes

crisis

de su pueblo, alzar

el

cántico de

victoria ó la lamentación sobre las ruinas; aun-

que

las

más de

las veces,

por efecto de

la ten-

dencia individualista que nos domina, esta

misma

poesía vendrá mezclada con algo, y será, si se excep-

aun mucho, de personal, y

túan algunos pasos y situaciones heroicas, antes la poesía

de un partido, quizá grande, quizá

dominante, que

la poesía

de una nación. Pero

sucederá en cambio, porque todo está compensado en

el

mundo, que

los italianos dicen),

pre persigue

un

esta poesía civil

por lo

mismo que

(como

casi

siem-

ideal abstacto de justicia

y de

derecho, no se encerrará en los estrechos

lí-

ESTUDIOS DE CRÍTICA LITERARIA.

300

mites del solar

nativo,

muchos de

extraños,

que será

los

y

comprenderán

la al

mismo tiempo

muesta para no pocos de

letra

ios

propios.

Este carácter cosmopolita ó universal que

asignamos á en

no

sólo

del sentimiento individual,

que

la poesía

la esfera

de nuestro

siglo,

con más empeño cultiva, sino en los intereses generales,

la

esfera de

que á veces invade,

se

poderosamente en aquellas, por otra

refleja

parte escasas, obras líricas de nuestra edad,

donde

poeta ha querido agrandar

el

el

campo

de sus triunfos, no limitándose á hablar á cada lector en solitario asilo, sino

tivamente apóstol,

el

tomando

alterna-

papel de tribuno, de soldado, de

y algunas veces el de profeta. Aun en numerosos y algunos muy bellos,

los cantos

que

la

unidad italiana ó

la

patria germánica

han inspirado, se siente como una tormenta mayor, y suena á truendo de

la

rechazo de

lo lejos el es-

revolución europea; algo,

suma, más hondo que de nacionalidades. tos

el

Y

la

de igual suerte,

que nuestra guerra de

en

cuestión de razas ó

la

los can-

Independencia

inspiró á Quintana, tienen tanto de europeos

como de

españoles

ellos se advierte

;

de

y por

la

mezcla que en

las ideas francesas

y aun

GASPAR NÜÑEZ DE ARCE.

D.

301

del espíritu enciclopedista del tiempo, podían

haber sido fácilmente adoptados por los ven-

que debían sonar desapacible-

cidos, al paso

mente en

de muchos de

los oídos

vence-

los

dores.

Pero con todas

estas restricciones

más que habría que

hacer,

si

lante este análisis, cabe en nuestros

una poesía más

alta

que

que

la

otras

;

tiempos

puro color

es

y pura música, ó ambas cosas á importante y trascendental que del amor inagotable tema obra que

y

llevásemos ade-

la vez;

más

que hace

la

finalmente,

,

perder su condición de artística, y acaso por esto mismo, se convierte en elemento sin

poderosísimo de organización ó de trastorno social.

de

Cuando

momento

del

la

gría

vida

y

esta poesía traspasa los lindes

presente; y abarca todo

humana, derramando en

la esperanza,

el

cuadro

ella la ale-

ó ungiendo sus alas con

el

suave nardo del sentimiento evangélico, pro-

duce

maravillas de

las

Pentccoste.

La Campana

Cuando desciende á

la

ó de

La

arena de

la

pasión contemporánea y se trueca en espada terrible

y luminosa, surge

ranger ó

el

la

canción de Bá-

Scherzo de Giusti, y con formas

y tono más remontados,

Núñez de Arce.

la poesía política

de

ESTUDIOS DE CRÍTICA LITERARIA.

302

Núñez de Arce de

los poetas

amonestan, de

pertenece, pues, al género los

que increpan y

que hacen

crujir su látigo

civiles,

los

de

sobre las prevaricaciones sociales, de los que

imprimen la

el

hierro candente de su palabra en

frente ó en la espalda de los grandes malva-

dos de tales,

la historia

ó de los que ellos tienen por

pues no se ha de olvidar que

el

poeta po-

en nuestros tiempos, no puede menos

lítico,

de ser un hombre de partido, con todos atropellos é injusticias

que

el espíritu

ción trae consigo. Pero este

mismo

de

los

fac-

espíritu

cabe sino en almas de temple recio y

viril,

no na-

turalmente honradas y capaces de apasionarse por una idea. De donde resulta que, para que las

indignaciones ó los entusiasmos del poeta

político nos

modo de lo

conmuevan,

siquiera sea de

un

y mientras dura la impresión que leemos, es menester que tengan altransitorio,

gún fondo de nobleza y generosidad, y que lleven implícitos algunos de aquéllos conceptos universales, aceptables para todos,

cada cual en

la inteligencia

de libertad,

el

de

ley, el

que

de patria,

cho, nombres todos gratos

al

el

de dere-

corazón humano,

sea en un grado de perversión in¿Podemos llamar entera en el sentido

como no creíble.

aunque varíe

les da, v. gr., el

,

GASPAR NÚÑEZ DE ARCK.

D.

heiniano, á

la

poesía de

ideas? Sí, en cuanto á su base

No, en cuanto á el

303

que son nervio

estas

y fundamento.

la interpretación,

donde, bajo

poeta, comienza á aparecer el

hombre de

partido. Y, sin embargo, el

aun podría

ser etitero

poeta, dentro de estas condiciones, pero á

precio de ser fanático, cosa imposible en nuestros días, en

que

el

mismo choque de

las opi-

niones va limando las asperezas, y en que cierto

buen gusto, cada día más esparcido, prohibe ser

energúmeno, excepto á

toman por

oficio.

los infelices

que

el

lo

Acontece, pues, cuando un

poeta verdadero y grande, como aquel de quien voy á escribir, desciende á la liza, que por un lado su delicadeza y cultura

le

impiden llegar

á las extremosidades, en que se deleita el vulgo soez de todos los partidos, y, por otro lado, sus ideas traen, mezclado con lo general,

mucho

de parcial y deleznable. Todo esto circunscribe notablemente el auditorio del poeta político, enajenándole de una parte á todos los violentos

de su propia bandería, y haciendo que los él sólo fríamente parti-

que no piensan como

cipen de su entusiasmo, lo cual, por última

consecuencia, también cansa y desalienta al poeta, falto de eco

un doble

y de estímulo. Nace de aquí

desequilibrio: primero entre el poeta

ESTUDIOS DE CRÍTICA LITERARIA.

304

y su

público, segundo en

el

alma del mismo

menos por más ó menos

poeta, que fácilmente cae, á lo tervalos,

en

zonado y punto de

vista, á la fe

escepticismo

el

sincero,

mundo, canta que enerva

y en vez de cantar, según su ó á

en

el ideal

la fibra

moral de sus contemporá-

,

el

fundamento de su

que sólo vive por

de intentar,

ni'

la fe

robusta

cabe en los lími-

de este artículo, considerar

Arce bajo todos literaria.

señoras del

que propaga.

No hemos tes

la razón,

á la duda; con lo cual, al paso

neos, niega y destruye

propia poesía

in-

ra-

Como

los aspectos

estas páginas

al Sr.

Núñez de

de su actividad

han de

servir de

prólogo á un drama suyo, fuerza será hablar

con más extensión de

las

obras que ha desti-

y especialmente de la más notable de todas, de la que aquí se reimprime. nado

al teatro,

Pero como, á pesar de sus méritos dramáticos,

que luego haremos

Arce

es,

demos

resaltar, el Sr.

ante todo, un gran poeta

Núñez de

lírico,

no po-

pasar adelante sin insistir en este rasgo

capital de su fisonomía.

No vamos

á hacer la biografía del Sr.

Núñez

de Arce. Tengo por una casi impertinencia

el

hacer la biografía de los vivos, y cuando estos

son estimados y poderosos, la impertinencia

D.

toma

GASPAR NÚÑEZ DE ARCE.

visos de adulación. Baste saber

3O5

que Nú-

ñez de Arce nació en Valladolid

de 1834; que

se crió

es hijo adoptivo;

hombre

el 4 de Agosto en Toledo, de cuya ciudad

que ha

además de poeta,

sido,

y periodista, gobernador, diputado, subsecretario, y actualmente ministro de Ultramar, cosas todas que para la apreciapolítico

Lo único que imNúñez de Arce, por

ción estética importan poco.

porta hacer constar es que

mejores y más sanas partes de su ingenio,

las

y por

las

condiciones de la lengua poética que

habla, es hijo de la escuela castellana, llamada

comunmente salmantina, y adhiere por

las escuelas andaluzas.

cuál

es,

á

la

diversos lados,

Y

si

cual se prende

mucho más que

se

á

pregunta ahora

entre los poetas de Salamanca,

el

pre-

y aquel de quien más vestigios perseveran en sus cantos, sin menoscabo de su

dilecto suyo,

inspiración propia, todo el

con

el

que

el

rial? te;

mundo

responderá

nombre de Quintana. ¿Quién dudará Miserere es hijo del Panteón del Esco-

Y

no porque

que no

es

le

haya imitado servilmen-

Núñez de Arce hombre para

se-

guir con paso rastrero las huellas de otro. El

verdadero genio

lírico,

en

lo

que tiene de más

íntimo y sustancial, no desciende de nadie, hace escuela por sí propio, y sólo á Dios debe XV

30

ESTUDIOS DE CRÍTICA LITERARIA.

30Ó

los raudales

de su inspiración. Pero también

verdad que Núñez de Arce tana, no

gemelo,

cados con

las

mismas auras. Uno y otro

se pa-

como

frivolo solaz,

como elemento educador y

civilizador de

los pueblos.

no en

Uno y

el arte

otro buscan la inspiración,

solitaria estancia, lejos del bullicio, sino

al aire libre

y á

las oleadas

tre

es

asemeja á Quin-

como discípulo, sino como hermano como hijos del mismo terruño, y edu-

recen en no mirar sino

se

inmenso de

la

de

radiante lumbre del la

multitud y en

la batalla,

sol,

el

en-

fragor

entre trueno de cañones

y relampaguear de espadas. Uno y otro miran el mundo, no como paraíso de amores ó como desierto de melancolías, sino circo,

como

palestra ó

henchido de multitud clamorosa,

al cual

descienden para hacer prueba de sus músculos

de

atleta.

con

la

Uno y

otro son gladiadores armados

espada del canto, según

la gráfica

expre-

sión del poeta italiano.

Fué

gloria de Quintana, debida ciertamente

á la edad en que vivió, no haberse limitado á tarea tan estéril

mado con

y desconsolada, y haber

afir-

fanatismo indómito tantas cosas por

menos como las que negaba; semejante en hombres del 89. No ha alcanzado Núñez de Arce semejante virginidad revolu-

lo

esto á los

D.

GASPAR NÚÑEZ DE ARCE.

307

y por eso duda mucho más de lo que afirma, y llora sobre lo que destruye. Ni ha alcanzado tampoco lo que á Quintana dio la guerra de la Independencia, es decir, un audicionaria,

torio de héroes, ante los cuales renovar, por

caso único en nuestros tiempos, los prodigios

de Tirteo y de Simónides, lanzando por los

campos

castellanos los ecos de la gloria

y de

la

guerra, y cortando de nuevo los lauros de Sa-

lamina y de Platea, para ceñirlos á la frente los vengadores de las víctimas de Mayo.

de

Pero

poeta no es dueño de

el

la historia, ni

siquiera de los motivos de sus canciones.

aquí que ticas

no

Núñez de Arce, con inferiores á las de

De

facultades poé-

Quintana, no sea

responsable de no haber encontrado en esta sirte

miserable (que su predecesor decía) tan

altos asuntos para el canto. el

No

es

culpa suya

haber tenido que ser un Quintana sin Tra-

falgar, sin

Bailen y sin Zaragoza.

Lo mismo villano,

le

aunque

aconteció á Tassara, poeta se-

muy

de

la

cuerda de Núñez

de Arce. Pero Tassara, con mal acuerdo y sinceridad de inspiración dudosa, antes que deplorar la triste realidad que sus ojos veían, prefirió

y

perderse en vagas declamaciones, síntesis

filosofías

de

la historia,

en predicaciones

ESTUDIOS DE CRÍTICA LITERARIA.

308

apocalípticas y vaticinios preñados de tempesalto

grado que ningún

otro poeta castellano el os

magna sonaturum;

Tuvo en más

tades.

pero casi siempre hay en su poesía algo que suena á hueco, y mucho que parece lección de historia ó ejercicio de retórica.

No

así

políticos,

Núñez de Arce. Casi todos que son entre todos

vivirán con inmortalidad

los

sus versos

suyos los que

más robusta, han

hecho actual; ahí están sangrientos y palpitantes, compendiando en sí todas las afrentas de nuestra historia contemnacido

al calor del

poránea.

Y

como

el

poeta tiene siempre algo

de vidente, aun contra su voluntad y propósito, suelen trocarse en sus labios, como en en los del antiguo adivino, las bendiciones tal suerte,

anatemas, de

trar arsenal los

que

el

pesimismo

tra-

más desgarrado no podría encon-

dicionalista

mejor provisto de armas que el de marcha España,

Gritos del combale. Allí

por entre lágrimas y cieno, «Roto

el

respeto, la obediencia rota, de la ley perdido el freno»,

De Dios y

azotado su rostro por aire de tempestad, y agotadas por sutil veneno las fuerzas de sus músculos. Allí,

convirtiendo

el

poeta sus estrofas en

hierro estampado sobre la herida abierta,

le-

1).

varita

309 la

Re-

de Juve-

la cual él servía, el látigo

volución á nal

GASPAR NÚÑEZ DE ARCE.

en 1870, en medio del triunfo de

y de Quevedo, «En medio de esta universal mentira, De este viento de escándalo que zumba, De este fétido hedor que se respira, De esta España moral que se derrumba.»

Bien puede decirlo Núñez de Arce:

nunca á

nunca á las

licencia

la las

él

no aduló

desgreñada del motín,

turbas que arrastran por

blancas vestiduras de

tención puede salvar al poeta hasta de

de lógica,

el

el

fango

la libertad. Si la inla falta

poeta está salvado, y no sólo en

tal, sino en la de hombre de bien. Nunca para la maldad triunfante tuvo aplauso ni excusa. Su voz austera y robusta se alzaba siempre en aquellos tremendos días, como

condición de

para purificar

la

olor de la sangre

atmósfera corrompida por

y

el

humo

del incendio.

el

La

conciencia nacional, amedrentada por la insolente tiranía del

motín

,

se

templaba y vigoy poderoso de

rizaba con el canto masculino

Núñez de Arce. Era una tribuna eficaz el

que

la

la

suya más

tribuna parlamentaria.

Cuando

tempestuoso Ríos Rosas descendía

pulcro, acompañábale

el

al

se-

himno, á un tiempo

fúnebre y triunfal, de Núñez de Arce, con

la

ESTUDIOS DE CRÍTICA LITERARIA.

310

más

que ningún héroe de

alta consagración

la

mayor que la que tributó Beranger á Manuel. Cuando sonaban en Alcoy y en Cartagena los aullidos de la hiena demapalabra ha obtenido,

templaba

gógica,

poeta su broncínea

el

lira

para maldecir «Aquella

triste

y vergonzosa tarde, imbécil y cobarde y entregó sin gloria,

En que un Senado

Vendió sin fruto Cediendo á los' estímulos del miedo, El trono secular de Recaredo.»

Podría preguntarse, en verdad,

y catoniano maldecidor, qué con

el

trono de Recaredo

el

enérgico

al

tenía de

común

trono que aquella

asamblea derribó, y por qué escandalizarse tanto de lo que, después de todo, no era

que una evolución

lógica, natural

perfectamente legítima dentro de revolucionaria, que con dura

i

,

la

más

forzosa

m penitencia

profesado durante toda su vida

y

ortodoxia

el Sr.

ha

Núñez

de Arce. Pero dejando estas consideraciones, tan obvias

como

admirar

la

potencia de expresión,

como de

ariete, la

extrañas al arte, sólo cabe

un tiempo sobria y lada amargura que

buen hora

se los

rotundidad de

el

empuje

la estrofa

llena, la elocuente

estos versos revelan.

compare con

los

á

y deso-

En

yambos de

D.

GASPAR NÚÑEZ DE ARCE.

3 II

Y

á su lado

Barbier; no quedarán inferiores.

palidecen las ardorosísimas diatribas que la in-

dignación política más generosa ba dictado á algunos ilustres vates de v. gr., sas,

la

América española, la tiranía de Ro-

Mármol, flagelador de

y José Eusebio Caro, azote de Nueva-Granada.

los opreso-

res de

Pero Núñez de Arce no

es

exclusivamente

poeta político, ni es posible serlo, cuando* se llega al

campo de

las letras

después de un pe-

ríodo de lirismo interno y psicológico. Por otro lado, cuando la invectiva política no es

y lleva como sustentáculo

libelo personal

al-

guna idea generalísima, forzosamente ha de penetrar el poeta en cuestiones de orden más alto,

y hacer

filosofía,

sabiéndolo ó no.

Y

el

Núñez de Arce la ha hecho en varias de sus más notables composiciones, v. gr. en su epístola La Duda, tan popular en América; Sr.

:

en su oda Tristezas; en

la sátira

á Darwtn, y

en alguno de sus poemas de mayor extensión, v. gr.,

en

La

Selva Obscura y en

Fray Martin. Esta filosofía, como casi

La

vi-

sión de

de

los poetas, es

tafísica.

muy

todas las filosofías

endeble en su razón me-

Casi se reduce á esta sola palabra: la

Duda. Núñez de Arce

es el cantor oficial

de

la

ESTUDIOS DE CRITICA LITERARIA.

312

duda: no sólo

le

ha consagrado toda entera

la

soberana epístola indicada, sino que en todos sus versos posteriores á 1867, la ha convertido

en recurso poético y Dcus ex machina

como por

cierto, la

duda un estado patológico,

racterístico de nuestros días; pero por

y como el arte.

tal

Ya

de



ca-

misma,

estado patológico, vale poco para lo

notó

el

ingenioso y sabio autor

del excelente prólogo que sías

ya

,

ya como personaje alegórico. Es,

idea,

(1)

acompaña alas poe-

Núñez de Arce en

la

reimpresión de

Bogotá. Toda poesía requiere afirmaciones ó negaciones robustas, y los mismos poetas, que

pasan por escépticos, son verdaderos poetas por lo que afirman ó por lo que niegan, pero lo que dudan. Es más: yo no conozco ningún poeta verdaderamente escéptico, es

no por decir,

cuyo estado habitual sea

caracterizar el Sr.

bre de duda. Conozco, Shelley, ó pesimistas

no

se

quedan, como

la orilla del río, sino

san.

obra,

(1)

De y

que quiere

sí,

el

poetas ateos

nomcomo

como Leopardi; pero éstos el Sr. Núñez de Arce, á que resueltamente

le

pa-

unidad de su carácter y de su energía que ponen en la negación,

aquí la

el

Núñez de Arce con

la

Miguel Antonio Caro.

D.

GASPAR NÚÑEZ DE ARCE.

3I3

atrayendo y subyugando, no en virtud de

la

negación infecunda, sino en virtud del alarde

de fuerza con que combaten y niegan porque la fuerza es siempre elemento estético, aun ,

prescindiendo de su aplicación.

Además,

es

muy

determinar

difícil

el obje-

Núñez de Arce. Si de sus versos, mucho más

tivo de las dudas del Sr.

atendemos á

la letra

parece nacido para

la fe

que para

el escepti-

cismo, y nunca logra mayores efectos y es más

sinceramente poeta que cuando embalsaman sus cantos los recuerdos de la fe

perdida; ni suele aparecérsele la

pecto halagador, sino frío,

cuyo diente

como

Todo

esto comunica,

cierta frialdad

da por

reptil áspero

as-

y

bajo cuyas garras se re-

tuerce, ó con otras figuras bles.

él

duda con

en sus entrañas, ó

se clava

como un monstruo,

que

así, feas

y desapaci-

no hay que dudarlo,

y monotonía

al

conjunto de

las

composiciones, por otra parte bellísimas (quizá,

en

más bellas del poeta), en Núñez de Arce explota este recurso

la ejecución, las

que

el Sr.

poético de la duda.

No



si

á mis lectores

les

acontecerá lo mismo, pero yo veo en esta duda

mucho de

retórica.

El

cree obligado á dudar,

miento propenda

al

Sr.

Núñez de Arce

se

no porque su entendi-

pirronismo, ni porque su

ESTUDIOS DE CRÍTICA LITERARIA.

314

corazón esté seco de afectos y de creencias, sino porque es hijo del siglo,

y en vano se

resiste

á su impiedad. Resulta de aquí una situación de ánimo indecisa y flotante, que quizá haría

como

niebla

si el

Sr.

cisase los términos del problema.

de Leopardi tiene una base

relativo y escéptico del Sr.

«Que

el

afirma-

pesimismo

Núñez de Arce,

grandeza de su

la

pre-

El pesimismo

filosófica, la

ción de lo absoluto del mal. Si

que llama satánica á

se des-

Núñez de Arce

siglo,

entre nubes de fuego alza la frente,

Como Luzbel potente, Pero también como Luzbel caído»,

y que no

satisfecho con esto, lanza rudísimas la ciencia humana, hasta más desalentado tradicionalismo

imprecaciones contra afirmar con

el

que «A medida que marcha y que investiga, Es mayor su fatiga, Es su noche mis honda y más obscura»; si

este

guna

campo la

pesimismo, digo, busca

ciencia primera, católico, otra

no

el

apoyo de

hallará, ni

bandera que

aun en

le cobije,

alel

que

bandera de Donoso, escéptico también á su

manera, como todos

y eficacia de

la

caen bajo de sus pios

los

negadores de

la fuerza

humana en las cosas que límites. Fundado en princi-

razón

y conceptos de

esta razón

que maltrata, á

D.

GASPAR NÚÑEZ DE ARCE.

vez que en reminiscencias de

la

tigua, quizá

la

315

piedad an-

menos apagada que lo que él se Núñez de Arce su musa al

imagina, ha puesto

servicio de la causa espiritualista, inseparable

de

la

causa cristiana, combatiendo con

del sarcasmo, en estrofas tan fáciles pias

y

el

acero

como

lim-

gallardas, las doctrinas del materialismo

evolucionista,

con entereza

y afirmando en toda ocasión y personalidad de Dios la inmu-

la

,

tabilidad de la ley moral

derechos de

los

,

la

conciencia, la responsabilidad del ser

humano,

y, finalmente, la absoluta necesidad

de algún

ideal

que sea como

de

la sal

y la imTodo esto

la vida,

pida corromperse miserablemente.

generoso y bueno, y está dicho además con

es

poderosa elocuencia

;

pero por desgracia es

poco, y por otro lado los positivistas saben más lógica que el Sr. Núñez de Arce, que nació

,

no ya para creyente

sino para ultra-

,

creyente, sino que ha errado

el

camino, y

es

hoy un supernaturalista á medias, antinómico consigo mismo.

Pero de político

las deficiencias del

pensador ó del

no hay que pedir cuentas

Este, en su calidad de

ponsable,

como

tal,

los reyes

de

modernas. Enrique Heine

al poeta.

tiene algo de irreslas

Constituciones

lo

ha dicho: «el

3l6

ESTUDIOS DE CRÍTICA LITERARIA.

pueblo puede matarnos, pero no puede juzgarnos.»

Y

el

pueblo somos aquí todos

no somos capaces de

los

que

escribir las Tristezas ó el

poema de Raimundo Lidio, aunque nos creamos muy capaces de criticarlos. Este poema de Raimundo Lidio señala, á mi ver, el apogeo de la gloria de Núñez de Arce. Ni antes ni después ha producido cosa mejor. Muchos tercetos se habían hecho en España, pero tercetos de epístola ó de á

lo

Argensola ó á

lo

sátira,

Fernández de Andrada.

Esta forma pulida, elegante, académica, nos había hecho olvidar que las terzine, siglos antes

de servir de molde adecuado para

nestación moral, habían sido tro, lírico

y épico á

la vez,

la re-

amoun poderoso me-

prensión de los vicios públicos ó para

la

bastante para apri-

sionar en su triada simbólica, misteriosamente

repetida y engranada en innumerables eslabones, todos los arcanos del

mundo

invisible

y todas las cóleras del presente. Per Stvga, per ccelos mediique per ardua montis. Núñez de Arce ha restaurado, mejor diríamos, ha introducido en España el terceto dantesco, de que sólo algún ejemplo, aunque muy notable, nos había dado rusalcn y otros

el

mejicano Pesado en su Je-

muy

bellos Tassara.

Pero

la

D.

GASPAR NÚÑEZ DE ARCE.

obra métrica de fecta, que,

Núñez de Arce

31/

es tan per-

para encontrarle paralelo, hay que

retroceder hasta el asombroso calco del estilo

dantesco que ejecutó Monti en

y en

la

Mascheroniana

con

,

Basvilliana

la

la

ventaja en

vor de nuestro poeta de que en Monti rará siempre

más que nada

el

del versificador, única cosa

paso que en

fa-

admi-

arte insuperable

que deja campear

su absoluta indiferencia en cuanto la poesía, al

se

al

fondo de

Núñez de Arce

es

forma vestidura inseparable de su sincero

la

pensamiento,

al

través de la cual se descubren

todos los contornos de la gallarda estatua.

El pensamiento mismo del pequeño poema, ya

se considere el

asunto

tación simbólica que

el

real,

ya

la interpre-

poeta ha querido darle

y que no tiene nada de artificioso ni de forzado, es de una belleza extraordinaria, debida en parte á los datos de la leyenda del beato mallorquín

,

discretamente aprovechados por

autor. Pero con todo eso

,

al

el

poema simbólico

déla razón y de la ciencia, personificados en Raimundo y en su dama, yo prefiero con mu-

cho

el

poema de pasión que

allí

se desarrolla,

tan ardiente, tan terrible y tan humano, que

apenas deja ojos para descifrar

condido bajo estas figuras.

el

misterio es-

ESTUDIOS DE CRITICA LITERARIA.

318

El

libro

de

recogió, con algunas poesías

suyas de otro género, todas lítico

y

combate, en que

los Gritos del

Núñez de Arce

social, es el

las

de carácter po-

monumento de

verdadero

su gloria. Pasada la revolución de Septiembre,

amortiguadas

pasiones políticas, que ha-

las

bían sido la tormentosa atmósfera en que tronó

y relampagueó su numen, ha variado de rumbo su inspiración, haciéndose más reflexiva, y paseándose, á guisa de exploradora, por diversos

campos. Fruto de esta evolución son

los poe-

mas que con inmenso aplauso ha impreso y hecho leer públicamente Núñez de Arce en estos últimos años

,

es á saber, el Idilio

gía á la muerte de Hercidano mentación de

Lord Byron

Selva obscura y

La

,

la

,

El

Visión de

,

la

Ele-

Ultima

la-

La

Vértigo,

Fray Martin,

aparte de algún otro, que sólo conocemos por

fragmentos.

¿Revelan estas obras verdadero progreso en la

vida artística del Sr.

Núñez de Arce?

Difícil

es contestar á esta pregunta, sobre todo

tiene en cuenta lo torcer

mucho que

el juicio, las aficiones

si

se

influyen, para

individuales.

Yo

expongo mi parecer, y procuraré justificarle, advirtiendo que en la técna'da decido, pero

nica nada ha perdido

el

poeta, antes al contra-

D.

GASPAR NUNEZ DE ARCE.

material artístico. Los terceros de

obscura los

La

Selva

«saben á Dante» todavía más que

de «Raimundo Lulio»;

Vértigo

como

319

ha ido enseñoreando cada vez más del

rio, se

las

décimas de

están tan artísticamente

las

El

cinceladas

y para mí no tienen formado escuela, dando

del Miserere,

otro defecto que haber

ocasión ó pretexto á una inundación de déci-

mas

y de narraciones insulsas, que peor y más anacrónico romanticismo, cuando más lejanos parecíamos descriptivas

nos han vuelto

de

él.

al

Las octavas de

la

Lamentación de Byron,

por su estructura métrica apenas tendrían val en castellano

empeñado, con

si

cierta

ri-

poeta no se hubiese

el

monotonía rítmica, en

considerar los cuatro primeros versos de cada

octava

como una entidad

aparte, quitando así

unidad y grandeza al período poético, quizá por acomodarse á las exigencias de la lectura ó recitación teatral, que en esto, cosas

más

gridad y libre arranque del arte

mente, en

como en

otras

esenciales, es funesta para la inte-

La

Visión de

lírico.

Y final-

Fray Martin, Núñez

de Arce, á quien su bien sentada reputación autorizaba ya para romper con vulgarísimas

preocupaciones, que sólo prueban lo ínfimo del nivel de la cultura entre nuestra plebe litera-

ESTUDIOS DE CRITICA LITERARIA.

320

ha atrevido, por primera vez en su vida á emplear el más noble y difícil de todos se

ria,

,

los

metros, aquel en

el

cual están escritas

mu-

chas de las obras más insignes de la poesía de nuestra edad, en Inglaterra, en Alemania, en Italia, el

generoso verso suelto; y

le

ha mane-

jado con habilidad rarísima entre nosotros, pe-

netrando

la ley

de sus cortes, pausas, rodar de

sílabas, acentuación

y encabalgamientos.

Al mismo tiempo que los versos del Sr. Núñez de Arce han ganado, no en nervio y robustez, que esto era difícil, pero



en variedad

de tonos, tampoco ha perdido nada su despidiéndose algo de la tiesura la

solemnidad y

el énfasis

estilo,

y entono, de

propios de la escuela

de Quintana, y adoptando una manera más apacible

y serena, por un lado y por otro me,

nos aristocrática y más realista, como es de ver, sobre todo, en el Idilio, composición llena de rasgos semipopulares, y de descripciones de

las labores

de

los

agrícolas, hechas

labradores de Castilla.

en

Es de

la

lengua

creer

y de

desear que, dada la tendencia actual de las tras el Sr.

Núñez de Arce

siga sin

temor y

le-

sin

exageración este camino, y enriquezca su vocabulario poético no con vulgarismos crudos é

impertinentes, que

le

aplebeyen sin fruto, sino

1

GASPAR NÚÑEZ DE ARCE.

D.

con

más pintoresco, vivo y

lo

32

gráfico de la

lengua del pueblo, única que puede salvar á

lengua del arte del escollo de

lo abstracto

ceremonioso á que fácilmente propenden Arce, cuyo

Aun

el

y

las

,

escuelas poéticas.

la

mismo Sr. Núñez de más veces crea-

estilo poético es las

ción propia y no concreción muerta, adolece

algo de falta de precisión rífrasis

hechas,

,

no rehuye

y amengua

pe-

las

sus fuerzas, ca-

yendo en verboso, sobre todo cuando no sujetan las estrofas regulares él

ha inventado, y

si

,

le

de aquellas que

no inventado

,

hecho su-

yas por derecho de conquista y sello de genio, v. gr., la estrofa cie

de

lira

de

seis versos,

usada en Tristezas y en

nueva

espe-

el Idilio (i);

ejemplo nuevo de una verdad que sufre pocas excepciones: es á saber, que todo gran poeta lírico

tro,

inventa, renueva ó modifica algún me-

que

prime

el

es

como

la

nueva copa en que

se ex-

jugo generoso de un ingenio nuevo.

Las innovaciones discretas (quizá tímidas)

que

se

ha permitido Núñez de Arce en

el len-

guaje de sus últimas composiciones, han influido

también en

la

importancia que concede

(1) Las había usado Zorrilla en su oda no tuvo muchos imitadores.

Al Águila;

pero

ESTUDIOS DE CRÍTICA LITERARIA.

22

5

nunca elemento pintoresco. Núñez de Arce colorista. temperamento de poeta ha sido ni es en El rojo, el blanco y el verde, tradicionales seducido han le no Góngora, la escuela de

al

sido idólatra,

ha

nunca.

Tampoco de

aun

que usa en sus cantos

la

la luz

tener reflejos siniestros.

Como

nacida en tierra

fructífera, allá hacia

aunque Toro y Zamora,

árida,

su poesía da

y

políticos suele

más

tiene algo del jugo moral

Medina,

fruto

y de

que

la gra-

y Pereyra. vedad estoica de la poesía de Ulloa de vicpalma la que dicho ha Pero ¿quién crecer para el poeta descriptivo no puede

flor,

toria

de mieses hasta en la extensa llanura cuajada Núabrasada por los rayos del sol canicular?

y

ñez de Arce

lo

ha mostrado en

ciendo pasar á los ojos de

que apura el

el

el Idilio, ha-

la fantasía, el jarro

zagal, la carreta que rechina bajo

peso de la mies,

el trillo

de aguzadas pun-

cuando tas y la paja reseca que salta esto, se desgrana. ¿Y qué es todo

la espiga si

bien se

poema más mira, sino volver á la tradición del acicalado del mundo, á la tradición artístico y

de

las

Geórgicas?

innegables, Pero con todas estas ventajas los nuevos de ninguno que ¿en qué consiste

poemas, tan meditados y tan brillantes

(si

ex-

D.

ceptuamos dole

de

,

NfjiÑEZ

DE ARCE.

323

composición de otra ín-

de Evangelina y de Mireya, amores semipastoriles, imaginada

la familia

historia de

y

GASPAR

el Idilio,

sentida, ya

que no

en

escrita,

primera

la

juventud del autor), nos hace tan profunda

A

impresión como los Gritos del Combate?

nuestro entender, dos causas influyen en esto.

Es

la

primera,

ritu reflexivo

mayor

elaboración de la

Líbreme Dios de creer

que

reposado,

el cálculo

crítico

y

la

parte de estos poemas.

con

ir

el espí-

que ha presidido á

vulgo en eso de

el

la inspiración es cosa ciega, fatal é

inconsciente.

su canto de

Razón

La

en

tiene el gran Schiller

Ca?íipa?ia, para declarar irra-

cionales á los que

nunca piensan en sus obras, Pero

ni llevan propósito en ellas.

es

muy

dis-

tinta la reflexión del poeta antes de la obra,

que

la del crítico

mos que

después de

es contraria.

en

la

inicial

de

la

ella.

Hasta

dire-

ojos del poeta, la

nunca la ve, aun en

idea está implícita;

mento

A los

el

mo-

concepción sino encarnada ,

forma. Si empieza por pensar discursiva-

mente, y busca

la

forma luego,

la

forma

se

resentirá de frialdad ó se vengará enturbiando ,

el

pensamiento. Al contrario

cio es

desmontar

las piezas

ducir en idea lo que

el

Su

ofi-

máquina,

tra-

el crítico.

de

la

poeta expresó en forma,

ESTUDIOS DE CRITICA LITERARIA.

324

un modo

reconstruir de

reflejo lo

que vio

el

poeta entre los esplendores de una iluminación cuasi extática.

«En

A él,

y no

personaje quiso

tal

toca decir:

al artista, el

autor simbolizar

duda; en este otro

el

espíritu del mal; tal

tuación manifiesta

el

poder de

tal otra, la

la si-

la conciencia;

penuria de ideal que hay en nues-

tra sociedad,

y

lo necesario

sangre nueva.» Pero

que

es infundirle

poeta se adelanta, y pone un prólogo, y dice como el Sr. Núñez de si el

Arce: «he obedecido á intentado representar

nocido y á lo infinito», luego

tal

tal

la

pensamiento

he

aspiración á lo desco-

teme desde

el lector

enseñanza, y discurre de este modo:

Es indudable que

el

poeta no obedece ni debe

obedecer á pensamientos, sino á formas, y en eso se conoce

el

que Dios

le

ha hecho poeta,

en vez de hacerle matemático ó teólogo. Luego

cuando

el

empeña en hacer carne un

poeta se

pensamiento, que ya por su propia virtud, misteriosa

y calladamente, no

ha ido con-

se

virtiendo de larva en mariposa, la poesía desfallece,

no porque

entre las manos,

se le escape la

como teme

Arce, sino porque se

que

la

forma no

porque no

se

es

le

materia de

el Sr.

Núñez de

escapa la forma, ó por-

íntima con

ha criado con

el

él, ó,

pensamiento,

mejor dicho,

D.

GASPAR NÚÑEZ DE ARCE.

porque no han nacido

los dos,

325

como cuerpos

gemelos, de un acto generador indivisible.

De

aquí

misma

la

indecisión con que en es-

Núñez de

tas últimas obras suyas busca el Sr.

Arce su camino, quizá por huir de

namente

han acusado de tañer

le

cuerda de bronce. cede hasta

los

el

que va-

sólo

una

Y así en unas ocasiones retro-

romanticismo legendario, como

en El Vértigo y en Hernán el Lobo, obedeciendo á la misma tendencia que mueve á Tennyson la

Tabla Redonda,

poesía feudal que constituye

hoy un conven-

á reproducir

cionalismo,

los

cuentos de

semejante

al

convencionalismo

bucólico de otras edades, y que no sienta bien

á la índole enteramente moderna de la poesía

de Núñez de Arce.

Y

Selva obscura y en

La

como en La Fray Martin,

otras veces,

Visión de

desaforadamente al símbolo y á la aleno siempre claros y traslucidos, como arte, hasta el punto de tener que ex-

se lanza

goría,

pide

el

plicarlos el poeta

que

en advertencias y comentos de la concepción debiera

la fuerza plástica

hacer inútiles. Esto acontece con

la

abrupta

Duda conduce á Lutero, y con otras ficciones del mismo poema, más ingeniosas que fantásticas, más racionales que imagiroca adonde la

nativas,

aunque tengan analogía con

otras de

ESTUDIOS DE CRITICA LITERARIA.

326

Divina Comedia y convengan con el sentido estético dominante en la poesía de los sila

,

glos medios.

Tampoco

es de

aplaudir que

poeta, ce-

el

diendo á una tendencia bien natural en épocas de crítica como

la

presente, haya preferido, en

vez de volar con alas propias, rehacer, digá-

moslo canto

así, la

inspiración ajena,

y añadir un

Alighieri y otro canto á Lord Byron,

al

empresa ya tentada, aunque martine en

Cada cual

el

es

sin fruto, por

dueño de su propia

inspiración,

y vale más

pero no de

la inspiración ajena,

quedarse

el

primero en su línea que

gundo á

la

Byron,

La-

Último canto de Childe Harold.

ir el se-

como Núñez de Arce en

zaga de otro. Así Dante

sólo se asemejan á

y se nos figura que ha entendido de un modo algo estre-

su condición de poetas, éste los

cho, asimilándolos demasiado á su propia ín-

y prestándoles su fisonomía de tribuno y desengañado. De los múltiples aspectos de la personalidad de Byron sólo uno, y no el más saliente aparece en La Lamentación, donde, admirando al Sr. Núñez de Arce, echará de menos muchas cosas todo el que haya leído á Byron, de quien, por decirlo así, sólo se reproduce lo más externo. Toda la obra dole,

escéptico

,

,

GASPAR NÚÑEZ DE ARCE.

D.

327

de Byron fué una continuada exhibición de



propio: Childe Harold, Manfredo, Sardaná-

Juan

palo, Caín, D.

Debajo de

ellos,

como

debajo de las armas de Roldan, hay que escri-

Nadie

bir el

las toque,

aunque

se

llame La-

martine ó Núñez de Arce, ingenios grandes, pero no byronianos.

El Byron de

ad usum

La Lamentación es un Byron muy enamorado de la li-

Delphini,

bertad política y de la independencia de los griegos, pero sin rastro del

Juan

,

humorismo de Don

y de la soberbia Harold, tan inglés y tan

ni del elegante hastío

patricia de Childe

gran señor en todas sus cosas. quiere decir que este

Lo

no

cual

poema de Núñez de Arce

no tenga versos estupendos, siempre que no de Byron, v. gr., al describir la ma-

se trata

tanza de los suliotas.

Y

esto

me

hace lamen-

tarme más y más de que Núñez de Arce prefiera llevar los colores de otro á lidiar por su cuenta.

No

sión política

sentía

Byron

el acicate

de

,

por suyo un

la

como Núñez de Arce pero

mundo

pa-

tenía

funerario, de reprobos

de foragidos más ó menos heroicos, que

y el

poeta castellano no conoce.

Tampoco creemos que haya blemente en

las

influido favora-

últimas obras del Sr.

Núñez

ESTUDIOS DE CRÍTICA LITERARIA.

328

de Arce

mación

novedad de

la

teatral.

Tiene

y sus golpes de

ficios

ó de la decla-

la lectura

la

declamación sus

efecto,

en su calidad de dama

que

la

patricia,

huraña desdeñosamente rechaza. ,

arti-

musa lírica, y un tanto

En

el silen-

cioso centro del alma, libre de la falsa excita-

momento, y sorda

ción del

al

rumor de

la abi-

garrada plebe, cuyos clamores ahuyentan

numen

ó

le

ser-

escondida y modesta

flor

vidumbre, nace

la

del sentimiento lírico, é insinuarse al

al

empequeñecen en vergonzosa que para llegar

blandamente, no

irá á

al

alma

prenderse

acaso en el seno de cualquier espectador dis-

cuya emoción

traído, ó

es

puro contagio ner-

vioso.

Se dirá que á de Arce no

le

la

poesía tribunicia de

Núñez

basta la emoción individual, sino

que, expresando,

como

generales, requiere

expresa, sentimientos

un auditorio más vasto y

más agitado Quizá sea verdad; pero si en nuescuando se han acabado los pro-

tros tiempos,

y

fetas

los cantores

de

los

juegos olímpicos,

fuera posible congregar tal auditorio el

de

las

y una

sola

alma,

el

era

de Núñez de Arce no de-

biera reunirse en el teatro tal

hecho

como

edades antiguas, con un solo corazón

las

como

lo

han

convenciones modernas, sino en

la

GASPAR NÚÑEZ DE ARCE.

D.

329

y entre oleadas de verdadera

plaza pública,

multitud, tan apasionada pasión del día presente su cabeza, sino

como

poeta, con

el

que no inflamase sólo

,

que imperase en sus músculos

y en su sangre. Toda otra escena es indigna de tan alta poesía, y no conozco medio más eficaz para acabar lírico,

histriónica.

Aun

en

tratándose del Sr.

como

birse

no

sin

el caso

más

la recitación

favorable,

Núñez de Arce, podrá

fruto de tales lecturas

se escribirán

Y

con un verdadero ingenio

que entregar sus versos á

,

El

aun

escri-

Vértigo;

jamás Las Tristezas.

embargo,

el Sr.

Núñez de Arce, que

tantas cuerdas tiene en su lira, es también

poeta dramático, y cerlo así

,

me complazco

común y quizá contra

nión

,

tiene

en recono-

por lo mismo que voy contra

formada

al poeta.

la

que de



la opi-

mismo

¡Cosa singular! Aquí,

donde una hueca ampulosidad llamada lirismo, se enreda eternamente como planta pa,

rásita al diálogo del teatro, los

personales

haciendo hablar á

como energúmenos

maestros de botánica, observamos

el

ó

como

frecuente

contraste de que cuando un verdadero poeta lírico, v. gr.,

Ayala ó Núñez de Arce, llega al con austera

teatro, hace estudio de expresarse

sobriedad

,

y de poner en boca de sus

figuras

O

ESTUDIOS DE CRÍTICA LITERARIA.

33

escénicas el verdadero lenguaje

Pero

si

librarse

de

vida.

la

en esta parte más externa ha sabido

Núñez de Arce

del escollo á

que pare-

y su sangre española aunque más del Norte que del Mediodía, ¿habrá conseguido, en lo más íntimo cían arrastrarle su fantasía lírica ,

y fundamental, despejarse de su propia naturaleza y vida exterior, hasta el punto de dar el ser á verdaderas criaturas humanas, que cada cual, de por

¿Habrá dejado

sí,

sean distintas del poeta?

de tropezar donde tropezaron

y Byron?

Alfieri

La

él

posteridad

lo

ha de

decir.

Yo

sólo

puedo

informar, é informaré diciendo, conforme á mi

conciencia de espectador y de crítico, que

Nú-

ñez de Arce ha hecho un drama tan bueno

como

mo-

cualquier otro del teatro español

No

derno.

había leído yo un solo verso

lírico

de Núñez de Arce, cuando vi representar en Barcelona

El Haz

de Leña

,

y

él solo

para que desde entonces tuviese yo

bastó

al Sr.

Nú-

ñez de Arce por gran poeta. Ahora he vuelto á leer

el

Pero

drama, y me ratifico en lo dicho. puede producir excepcionalmente

se

un drama bueno y hasta óptimo,

sin tener, á

pesar de eso, verdadera genialidad dramática.

Nadie negará que Sardanápalo

es

una joya, y

1

GASPAR NÚÑEZ DE ARCE.

D.

que haya en

él

v. gr., la esclava griega,

Byron no

y con todo

es poeta dramático.

Zoraida, de Cienfuegos, más que

los

tragedias españolas

IV,

y, sin

eso,

Lord

Y (salvando dismí me agrada

tancias inconmensurables) á

las

33

personajes que no son Byron,

la

casi todas

tiempo de Car-

del

embargo, no tengo á Cienfuegos

por dramaturgo de

los

de raza

,

y hasta creo

que entendía menos de teatro que D. Dionisio Solís.

Sería fácil multiplicar los ejemplos en todas las literaturas

,

y hacer observar otro fenómeno

contrario, es á saber, que el genio dramático

no excluye

el

genio

bordinado, antes proceres, v.

han

sido

como

lírico

inferior

al contrario, los

Shakespeare, Lope,

gr., Sófocles,

también

líricos

respectivas literaturas.

y su-

dramáticos

de

Lo

los

mayores dé sus

cual parece argüir

cierta inferioridad en el lírico respecto del dra-

mático,

como

la tiene éste respecto del épico,

que junta en su obra titánica las

los caracteres

de

dos especies inferiores, escalonándose

así

los reinos del arte los reinos

de

fundamento hecha por

de un

modo análogo

la naturaleza,

real

al

de

y mostrándose

el

y objetivo de

la clasificación

los preceptistas.

Pero dejando aparte

tal disquisición,

y aten-

ESTUDIOS DE CRITICA LITERARIA.

332

diendo sólo

al

conjunto del teatro del Sr. Nú-

ñez de Arce, forzoso es decir que no corres-

ponde á

la categoría

en que está

El Haz

de

Leña, y que bajo este aspecto quizá tengan razón los que afirman que no ha fallado en

Núñez de Arce la regla ya dicha, de la el mismo Víctor Hugo se escapa. Podemos dividir el teatro del Sr. Núñez de

el Sr.

cual ni

Arce en dos grupos:

al

primero pertenecen

obras que ha escrito solo:

segundo

al

compuso en colaboración con

el

las

las

que

malogrado

poeta y narrador extremeño D. Antonio Hurtado.

De estas

últimas (por ejemplo,

El Laurel La Jota

de la Zubia, Herir en la sombra,

Aragonesa) prescindiremos enteramente, aun-

que

se

admiren en

versificación,

ellas trozos

porque no

de elegantísima

es posible discernir la

parte de invención ni de ejecución que debe atribuirse á cada

De

las

uno de

necen, ha coleccionado cuatro:

Deudas de

el Sr.

la honra,

Justicia providencial tres

los autores.

obras que exclusivamente le pertene-

y El

Núñez de Arce Quien debe paga,

Haz

de Leña. Las

primeras nos detendrán poco, á pesar de

estar muy bien concertadas y escritas. El autor ha querido caracterizarlas, llamando á la primera drama intimo 6 de conciencia, á la se-

GASPAR NÚÑEZ DE ARCE.

333

gunda comedia de costumbres, y á

la tercera

D.

drama

de tendencias sociales. Pero, salvo leves

accidentes, todas tres pertenecen á la

de Ayala y á una de es decir, á aquel

las

género de alta comedia que

pudiéramos llamar realismo urbano moralizador, niana. gantes

En y

manera

maneras de Tamayo,

y

ético 6

y en España comedia alarcogénero de comedias, tan

este

cultas, la intención

moral

ele-

es directa,

quizá demasiado directa, y no se manifiesta

y resultados de la acción, ponen en boca de los personajes. Sólo una extraordinaria mesura, un gusto exquisito y una pulcritud de sólo por el desarrollo

sino por las reflexiones que se

forma como

la

de

los

puede evitar ó mitigar

dos autores ya citados, los

inconvenientes del

elemento no estético que en con justo elogio ciendo que no es

estas obras se in-

podemos nombrar á Núñez de Arce, aun recono-

troduce. Después de

la

ellos,

observación de los vicios y

campo de su mismo propende á

defectos sociales el

gloria,

quizá por eso

las

y que

moralida-

des generales y sentenciosas, y á los conflictos ásperos

como

el

de Deudas de la honra, más

bien que al estudio de la infinita variedad de los detalles.

Resulta de aquí también algo de

pálido y borroso que suele haber en las figuras

ESTUDIOS DE CRÍTICA LITERARIA.

334

de estos dramas suyos, como ocupación del

de

la

si

la

continua pre-

moral enturbiase

la

limpieza

concepción. Por eso quizá son poco cono-

cidos,

que

fin

la

y rara vez aparecen en las tablas, aunimpresión que deja su lectura es por ex-

tremo favorable

al autor.

El drama verdaderamente poderoso de Núñez de Arce histórico,

autor

le

brío,

no

(lo

hemos dicho ya), es un drama de Leña. Su asunto, que al

El Haz

parece eminentemente trágico y somes otro

que

la prisión

y muerte

príncipe D. Carlos, hijo de Felipe ría

más

fácil,

II.

Nada

y nada tampoco de peor

se-

gusto,

que dilatarnos en vulgaridades históricas ó terarias á propósito

del

li-

de un tema tan socorrido,

y que ha entrado hace mucho tiempo en

la ca-

tegoría de los lugares comunes. Pero de la cuestión histórica

(si

es

que

tal

nada quiero

cuestión dura á

decir,

porque no

puedo añadir una palabra

al libro

de Gachard,

que considero definitivo en

la

estas horas)

materia.

Por otra

parte, este episodio tuvo curiosidad mientras le

envolvió

el misterio;

pero inundado hoy de

y reducido á proporciones vulgares, ha perdido el interés de la adivinanza ya resuelta, y queda muy en segundo término al lado de los luz

grandes acontecimientos de

la historia religiosa

GASPAR NÚÑEZ DE ARCE.

D.

y

política de

335

España en aquel reinado. El

per-

sonaje del Príncipe, despojado de los oropeles

con que tasía,

le

había adornado

la

complaciente fan-

redúcese á la categoría de un niño tonti-

y mal

loco, brutal

ban á

mos y

gémenes de

feroces instintos,

los atajó la

comenza-

criado, en quien

desarrollarse los

muerte.

La

muy

á sazón

historia de semejante

niño debiera relegarse á jenaciones mentales,

cuando

perversísi-

la ciencia

como

de

las

ena-

caso de atavismo,

y

apenas ofrecería curiosidad de otra índole, á no

haber tenido

padre que tuvo, y que por sí solo

el

basta para dar cierto aspecto de severa y

que

lancólica grandeza á todo lo

Dos caminos

se ofrecían al

que en nuestros la

escena

uno de

el

le

me-

rodea.

poeta dramático

días intentaba renovar sobre

asunto del príncipe D. Carlos. Pero

estos caminos, el tradicional

dario, el de Schiller, Alfieri

y legeny Quintana, lees-

taba vedado á nuestro poeta, por su conciencia

y dignidad de

tal,

historia había

hecho

desde

el

la luz,

momento en que derribando

la

el ca-

dalso de ficciones levantado por los odios sectarios de otras edades.

No

quien estimase su arte y

cabía elección para

se estimase á



propio.

Convertirse en juglar del vulgo, mantenerle

en su secular ignorancia, convertir el teatro en

ESTUDIOS DE CRÍTICA LITERARIA.

336

último asilo de

las

calumnias históricas, eter-

nizar así el imperio de la falsedad,

y todo esto

á sabiendas, por miserable espíritu de partido

ó por dejadez de ánimo y

pecho arriba contra

falta

de valor para

la corriente,

ir

nadie había

de esperarlo de alma tan noble y tan amasada á fuego

Y

Arce.

y hierro como el Sr.

la del Sr.

Núñez de Arce

se

Núñez de

guardó

muy

bien de hacerlo, entre otras razones más y me-

nos poderosas, por una razón de estética realista,

que yo he hecho valer en un trabajo

ciente,

entendido

al revés

por

han querido hacerse cargo en que yo

me

del

re-

muchos que no punto de

vista

colocaba, es á saber, que la ver-

dad humana, por

el

mero hecho de

serlo,

que exteriormente parezca prosaica,

es

aun-

más

poética que toda ficción, pero lo es solamente

para quien sabe leer

vial.

la

poesía que hay en el

que parece más insignificante y triDe donde deducía yo, y sigo deduciendo,

fondo de

lo

que á mayor grado de exactitud

histórica, co-

rresponde también mayor grado de evidencia

que las obras apoyadas sólo en aunque exteriormente se muestren lozanas, llevan algún germen interior que las poGtica, al paso

la falsedad,

corroe.

Por

eso aplaudo de todo corazón al Sr.

Nú-

D.

GASPAR NÚÑEZ DE ARCE.

337

ñez de Arce que, persuadido de que para

nada hay baladí

ni despreciable

humanas, ha acertado á sía

de

de

las

la enfática

en

las

el arte

acciones

sacar tal tesoro de poe-

narración de Luis Cabrera ó

correspondencias diplomáticas de los em-

bajadores de Venecia, comentadas por Gachard.

Y

no

grandes poetas

es esto censurar á los tres

que en obras, alguna de ron, á fines del siglo

Con una

ellas inmortal,

xvm,

mismo

el

distinción todo se explica.

Schiller, Alficri ó

Quintana

trata-

asunto.

Cuando

aprovechaban

se

del cuento del abate de Saint-Real, teniéndole

por historia verdadera, creían representar en

muy próximo

forma

artística la

á

Fundábanse, pues, no en

ella.

jetiva, pero

porque todo

verdad ó algo



en

el

mundo

la

nos fuera de España

fe

verdad ob-

creía entonces, á lo

(i),

dado cruda muerte á su

La buena

la

subjetiva ó convencional,

que Felipe

me-

II había

hijo.

salvaba á los poetas, y los sal-

vaba también su propio fanatismo

político,

que

eruditos españoles habían dado con lo aunque tenían pocos papeles con que probarlo. Recuerdo á este propósito que cuando Alfieü escribió su Philippo, nuestro famoso estético Arteaga (el más insigne crítico de teatros que produjo el siglo xvill), volvió por (i) Algunos

cierto,

los fueros

de

la

verdad histórica en

el

razonado análisis

ESTUDIOS DE CRÍTICA LITERARIA.

338

hacía verdaderas por la pasión obras falsas por el

dato.

Pero hoy que

el

fanatismo ha men"

guado ó ha tomado otros caminos, y la verdad se encuentra en cualquier manual de historia, hacer un soberano esfuerzo de impa-

es preciso

y retrotraer

sibilidad crítica

muy allá,

el

pensamiento

para que resulte tolerable aquel prín-

cipe D. Carlos de

El Panteón

del Escorial,

agitando «El sangriento dogal con

faz terrible,»

y mostrando en el lívido cuello las huellas del nudo que le arrancó la vida. Y, sin embargo, tan persuadido estaba Quintana de estos absurdos,

que cuando

se le

hacían cargos por esta

composición, respondía siempre que «había

hablado de

los

la historia.»

Y

Reyes de España como habla no lo hubiera creído, ¿cómo

si

había de tener su fantasía

y

terrorífica

que

tiene,

la belleza

lúgubre

como de ánimo impre-

sionado por verdaderos rencores?

En

la

misma

situación de

que hizo del Philippo, y que

se

ánimo hay que

imprimió con otras

críti-

menos notables del teatro de Alfieri, dirigidas á la famosa veneciana Isabel Teotochi Albrizzi. La edición que tengo de estos raros opúsculos, que parece cas suyas no

extractada de

las

Actas de alguna Academia italiana, no

tiene fecha ni lugar.

D.

GASPAR NÚÑEZ DE ARCE.

339

colocarse para juzgar el Don Carlos de Schiller,

que, escrito hoy, parecería una declamación

y que

retórica,

un elocuente

fué en su tiempo

alegato en favor de la libertad de conciencia. la primera manera del más irregular, más violenta, más abrupta y escabrosa, más apasionada y de un idealismo malsano que no tiene la segunda. No hay en Don Carlos el frenesí de Los Ladrones ó de

Pertenece esta obra á

poeta,

Cabala y amor, pero todavía está la la

parable la

muy

lejos

de

pura y alta serenidad de algunos pasos de trilogía, ó de Guillermo Tell, ó de la incom-

María Stuard. No había sonado aún

hora de

la

emancipación del gran poeta, que

todavía obedece á la pasión, en vez de dirigirla

y

purificarla en el crisol del arte, para

lágrimas corran dulces, y hasta

tenga dignidad. les

de

la

No

naturaleza

porque

falta

que

las

dolor físico

son ya los instintos bruta-

humana

como en Los Ladrones; ya domeñada, pero

el

la

los

que imperan,

la parte inferior está

calma no

se restablece,

vencer á otro enemigo que siem-

pre persiguió á Schiller:

el

sentimentalismo.

Sólo la dura disciplina de sus últimos años y el ejemplo y el consejo de Goethe pudieron darle,

aunque no

sobre



del todo, el soberano imperio

y sobre sus creaciones, que caracteriza

ESTUDIOS DE CRÍTICA LITERARIA.

340

grande

al

y sobre todo

artista,

sobre el revuelto

De

campo

todas suertes, en

al artista

como

mático, que ha de levantarse

dra-

águila

el

del combate.

Don

Carlos

el

idealismo

schilleriano se ha desbordado sin dique, encar-

nándose, no en

el

con todo

naje,

histórico

que

que no es el héroe Marqués de Posa, perso-

Príncipe,

verdadero, sino en

el

no tan arbitrario y

eso,

como rutinariamente

lleva,

de uno de

aunque

alterado,

el

anti-

se repite, puesto

nombre ó

título

los protestantes castellanos del si-

glo xvi, y profesa ideas, raras entre sus correligionarios de entonces, pero no desconocidas

tampoco, puesto que lisura

Antonio

las

formula con

del Corro en su

sin igual

Carta d Fe-

II: «Paréceme, Señor, que los Reyes

lipe

y

Magistrados tienen un poder restricto y limitado,

que no

hombre

del

llega ni alcanza á la conciencia

Cada cual pueda

vivir en la

bertad de su conciencia, teniendo

y

la

llez

de

predicación de

la palabra,

y sinceridad que

la

No

los

li-

el ejercicio

según

la senci-

Apóstoles y cristianos

primitiva Iglesia guardaban.» es, pues, el

Marqués de Posa

la

mayor

incongruencia histórica del drama, aun en su calidad de librepensador, ni era tan absurdo

el

cálculo de Schiller, al poner en su boca las

1

D.

máximas glo xviii.

á veces sabía res.

GASPAR NÚÑEZ DE ARCE.

34

y cosmopolitas

filantrópicas

del

si-

Á pesar del anacronismo del lenguaje,

me doy

más

á pensar

que

tal

historia del siglo xvi

Pero sea cual fuere

vez Schiller

que sus censoque

el juicio

se

forme

acerca del carácter artístico del Marqués de

Posa ó Poza, hay que confesar que arranque juvenil, por

la

él,

por su

hirviente elocuencia

de sus palabras y por lo generoso de su sacrificio (aparte de las ideas que á él le mueven),

concentra en mientras que la

todo



el

el

interés

sombra. Escrita además

veces,

del

drama,

principe D. Carlos queda en la

y dibujados con mano

teres secundarios, flaquea

en

tragedia en dos infeliz los carac-

la acción,

y no

es

posible enumerarla entre las obras príncipes de

su autor.

Ni mucho menos, entre

las

de Alfieri,

el

Philippo, sobre el cual no se puede dejar de aceptar sin apelación el juicio de nuestro Padre

Arteaga, confirmado y autorizado por Guillermo Schlgel. Pocas veces los defectos de la

manera de

Alfieri se

han demostrado tan á

las

y no hay una sola de sus tragedias de tiranos tan triste, monótona, desnuda y abs-

claras,

el

mismo

Alfieri decla-

raba di non molió caldo

effetto.

El Pérez

tracta

como

ésta,

que

,

el

ESTUDIOS DE CRÍTICA LITERARIA.

342

Gómez y

Leonardo que andan en

el

cen sombras de

la otra vida,

y

tan árida, seca é inarmónica

Un

mento.

obra y cala

al lector

el

argu-

los días

de

la

hasta los huesos.

Esto baste en cuanto á en

como

viento glacial corre por toda

tienen por fundamento allá

ella pare-

locución es

la

las

las

obras poéticas que

la falsa

tradición que,

guerras religiosas del

siglo XVI,

«Hizo

correr por su marcial falange El rebelado Príncipe de Orange (i).»

Sólo por curiosidad apuntaré, ya que su

mismo

autor quizá no habrá reparado en

ello,

que El

Haz

aunque obs-

de

Leña

curos, en

tiene antecedentes,

España

;

quiero decir, que la verdad

histórica, conocida,

si

bien imperfectamente,

narración de Cabrera, fué llevada

por

la

tro

muy

del siglo

pocos años después, en

los

al tea-

primeros

xvn, por dos poetas de segundo orden,

Dr. Juan Pérez de Montalbán, en su comedia

el

de

El segundo Séneca

lipe II),

de

sevillano, en la

suya de

muy

al

superior

(i) El lipe II.

España

(es decir,

Fe-

y D. Diego Ximénez Enciso, ingenio

El Principe D.

Carlos,

desconcertado engendro de

duque de Frías en su oda

A

la

muerte de Fe-

.

GASPAR NÚÑEZ DE ARCE.

D.

343

Móntalbán. Advierto en Núnez de Arce, sin poder precisarla, una como impresión lejana de

la

obra de Enciso, ó á

tículo de

Latour acerca de

lo

menos de un

ella;

pero

me

á creer que ciertas semejanzas de tono

cialmente en

más

,

espe-

diálogo del Príncipe con su

el

padre, proceden de haber

muy

seguido

de

mismo Enciso que Núñez de Arce primero, aunque con menos arte), la

cerca, lo

(y

ar-

inclino

el

absoluta fidelidad histórica, con lo cual no po-

dían menos de encontrarse aun en algunos rasgos de carácter.

Pero aparte de

lo bien

imaginado de algunas

situaciones, de lo robusto de algunos versos y

de

la

nobleza sostenida del lenguaje, cualidades

comunes á

las

pocas obras que conocemos de

Enciso inspiradas por

la historia,

paración posible entre

guo poeta y

el

la brillante

Arce, cuya excelencia es genes,

si

es

que algunos

La primera (mayor para

tico) consistía

entender,

la

dificultad

él,

no hay com-

rudo esbozo del anticreación de tal

,

el

venció.

monstruo apocado y

orí-

tiene.

que tenía que vencer

dado su modo de

en

Núñez de

que borra sus

sentir polí-

carácter del Rey. Y, á

Su Felipe vil

II

no

es

de Quintana, ni

finge monosilábica de Alfieri,

mi

ya

el

la es-

aunque mucho

ESTUDIOS DE CRÍTICA LITERARIA.

344

menos

sea el beato imbécil y ñoño,

que en son

de triunfo nos presentan hoy algunos apologistas,

incapaces de comprender

Alma indomable

más

bajo apariencias

alto ideal.

frías,

recon-

centrado en un solo pensamiento, siervo de una idea, la

más sublime de

todas, implacable con

demás y consigo mismo por noción de deber, déspota si se quiere, pero no tirano, y déspota, los

al fin,

por sufragio universal

senta en

El Haz de Leña

exento, á la par, de afectos

tal se

ños pre-

Rey Prudente, no tanto más profundos

el

cuanto más contenidos, y que suavizan de un modo inesperado su ascética fisonomía. Como

padre y como Rey pudiera drama. La

crítica

ser el título de este

histórica todavía

pudiera

poner algún reparo y notar exceso de tintas obscuras, en que se reconoce la mano de un

De

todas

maneras, cuando nos acordamos de que

el se-

adversario

leal,

pero adversario

al fin.

ñor Núñez de Arce ha sido progresista, no po-

demos menos de ver cumplido otro título de El mayor contrario amigo. Para el arte, su Felipe II, tal como está, será siempre un personaje noble, simpático y muy próximo

comedia

á

:

la realidad.

cariño dos,

:

no

es

El autor de

él el

le

ha tratado hasta con

ensañarse con los venci-

y mucho menos cuando cayeron comba-

D.

tiendo por

manchó

GASPAR NÚÑEZ DE ARCE.

la justicia.

el

luchar con

Mayores

alma de nuestro poeta las

345

El odio postumo nunca ,

avezado á

miserias presentes.

dificultades,

si

cabe, ofrecía el tipo

del príncipe D. Carlos. Si bien se mira, Felipe II, así para los

del Mediodía,

que

como para

llaman

le

el

demonio

los

que quisieran po

nerle en los altares, tiene

un

sello

innegable, aunque se

mire sólo como

mento de

le

de grandeza ele-

y su huella no se borrará historia humana. Pero ¿cómo

resistencia,

tan pronto de la

poetizar al príncipe D. Carlos, sin salir de los

recursos que la historia da, y haciendo estudio

de huir de Saint-Réal y de Schiller?

alma humana tan

erial

y tan

pueda descubrir, quien sabe ceptibles

que

,

arte,

baldía

en

No hay

donde no

ella,

imper-

gérmenes de virtudes ó de

vicios,

agrandados luego por descubren

el

poder de

leer

el

microscopio del

la naturaleza

en lo

mínimo. ¿Quién había de decir que aquella alma enferma, vagabunda, pueril, veleidosa y

más en El Haz de Leña que el apuesto y enamorado manatropellada, había de interesarnos

cebo que fantasearon Alfieri y Schiller? Así es,

sin

embargo. Don Carlos, por

misma de

la ligereza

sus propósitos, por la ceguedad que

le arrastra

á su fatal destino, por sus crisis

ESTUDIOS DE CRÍTICA LITERARIA.

346

nerviosas, que súbitamente le hacen pasar de la

esperanza

y hasta por

al desaliento,

el

velo

de redención moral que tan oportunamente viene á tender sobre atrae

él

muerte, interesa,

la

y conmueve mucho más que

incestuoso y víctima de

ha colocado cerca de mujer, que

ama

le

un él

fuera hijo

si

parricidio.

El autor

una casta figura de

sin saber

por qué, y que

ennoblece y purifica con amarle. Todo lo demás corresponde á esto, y triga se desarrolla

aunque

el

con imponente

le

la in-

sencillez,

principal recurso peca de violento

y

Al lado de D. Carlos ha puesto

el

artificioso.

autor á un protestante, pero no de la familia del

Marqués de Poza, sino

hijo de aquel D. Carlos

de Seso ó Sessé, quemado en uno de los autos de Valladolid y á quien cuentan que dijo Fe,

lipe II: «Si

mi

hijo fuera

como

esos cálculos de perversidad

que sólo en ten en hijo

la

yo mismo

y de venganza, y que si exis-

teatro se toleran

,

vida es á título de aberraciones,

mayor de D. Carlos de Seso

hacer que su

el

vos,

quemarle.» Por uno de

llevaría la leña para

la

amenaza

se

,

el

propone

cumpla, y disfrazando

nombre y condición con

del farsante Cisneros

se

el

nombre y hábito

en sombra del y empuja á su total

se trueca

Príncipe, á quien pervierte

GASPAR NÚÑEZ DE ARCE.

D.

ruina, para

que

la

amenaza

propio padre quien atice

la

347

cumpla y

se

sea su

hoguera. Dios frus-

y cuando ve el fingido Cisneros levantadas las manos de Felipe II

tra sus inicuos planes,

para bendecir y perdonar á su hijo, entrégase él propio á la hoguera por luterano. Si se exceptúa el defecto antes indicado el

drama no

cual este

sencillo,

puro y sobrio. Hasta

sin

,

todo es en

existiría,

el estilo tiene

él

un

grado de vigor y precisión que no suele encontrarse en los poemas del autor, sin nada indeciso, flotante ni diluido.

Al terminar aquí

este juicio de

Arce, sólo debo añadir que en callar

él

Núñez de he hecho

todo respeto de amistad y compañe-

rismo, apreciándole

como

poeta de edades remotas

,

si

se tratase

tenga algún peso y autoridad

hacemos de

los

la crítica

contemporáneos, que

genios de tan buena ley

de un

único medio de que

como

el

si

que

son in-

de Núñez de

Arce, bien toleran y resisten éste y aun otro

más riguroso expurgo, cuando va guiado, como más sana intención de acertar y por el más desinteresado amor al arte.

aquí, por la

Santander,

Julio de 1883.

.

ÍNDICE.

vn

Dedicatoria

De De

la poesía mística la historia,

San

considerada como obra artística.

I .

Isidoro

Noticias sobre la vida y escritos de Rodrigo Caro. Don Francisco Martínez de la Rosa

Don Gaspar Ñoñez de Arce

79 137 163 235 289

La

segunda edición de

acabó