Entre el bronce y el olvido: Heroísmo y afrodescendencia en Colombia, Brasil y Cuba 9783968695020

Concibiendo al héroe como el eje central de la imaginación moderna, Entre el bronce y el olvido. Heroísmo y afrodescende

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Spanish; Castilian Pages 247 [248] Year 2023

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Table of contents :
Índice
Índice de imágenes
Agradecimientos
Introducción. Imaginación heroica y blanqueamiento: el héroe como zona de conflicto
Capítulo 1 La poética del riesgo y el deseado cuerpo del guerrero
Capítulo 2 El cuerpo ausente del letrado patriota
Capítulo 3 Los múltiples rostros del héroe en la prensa
Capítulo 4 Heroica maternidad
Capítulo 5 Poetas y héroes “de color”
Coda Incompletas, pero pertinentes: imágenes del heroísmo negro
Trabajos citados
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Entre el bronce y el olvido: Heroísmo y afrodescendencia en Colombia, Brasil y Cuba
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María Alejandra Aguilar Dornelles ENTRE EL BRONCE Y EL OLVIDO Heroísmo y afrodescendencia en Colombia, Brasil y Cuba

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JUEGO DE DADOS Latinoamérica y su Cultura en el xix 13 De acuerdo con las palabras de Alfonso Reyes en su ensayo “Última Tule”, igual que ocurre en el juego de dados de los niños, “cuando cada dado esté en su sitio tendremos la verdadera imagen de América”

CONSEJO EDITORIAL William Acree Washington University in St. Louis Christopher Conway University of Texas at Arlington Pura Fernández Centro de Ciencias Humanas y Sociales, CSIC, Madrid Beatriz González Stephan Rice University, Houston Francine Masiello University of California, Berkeley Alejandro Mejías-López University of Indiana, Bloomington Graciela Montaldo Columbia University, New York Andrea Pagni Universitaet Erlangen-Nuernberg Ana Peluffo University of California, Davis

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María Alejandra Aguilar Dornelles

ENTRE EL BRONCE Y EL OLVIDO HEROÍSMO Y AFRODESCENDENCIA EN COLOMBIA, BRASIL Y CUBA

Iberoamericana - Vervuert - 2023

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Derechos reservados © Iberoamericana, 2023 Amor de Dios, 1 – E-28014 Madrid Tel.: +34 91 429 35 22 Fax: +34 91 429 53 97 © Vervuert, 2023 Elisabethenstr. 3-9 – D-60594 Frankfurt am Main Tel.: +49 69 597 46 17 Fax: +49 69 597 87 43 [email protected] www.ibero-americana.net ISBN 978-84-9192-389-3 (Iberoamericana) ISBN 978-3-96869-501-3 (Vervuert) ISBN 978-3-96869-502-0 (e-book) Depósito Legal: M-29568-2023 Impreso en España Diseño de cubierta: Marcela López Parada Ilustración de cubierta: Jean Baptist Debret, Rideau d’avant scène exécuté au Théâtre de la Cour, pour réprésesntation d’apparat, à l’occasion du couronnement de l’Empereur D. Pedro I-er (c. 1834) Este libro está impreso íntegramente en papel ecológico sin cloro.

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Índice

Índice de imágenes................................................................................... 8 Agradecimientos...................................................................................... 11 Introducción. Imaginación heroica y blanqueamiento: el héroe como zona de conflicto .............................................................................. 17 Capítulo 1. La poética del riesgo y el deseado cuerpo del guerrero .... 37 Capítulo 2. El cuerpo ausente del letrado patriota ............................... 71 Capítulo 3. Los múltiples rostros del héroe en la prensa ..................... 105 Capítulo 4. Heroica maternidad ............................................................. 145 Capítulo 5. Poetas y héroes “de color” ................................................. 183 Coda. Incompletas, pero pertinentes: imágenes del heroísmo negro .... 215 Trabajos citados ...................................................................................... 219

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Índice de imágenes

Figura 1. Figura 2. Figura 3. Figura 4.

Retrato de Juan José Nieto (1861) .......................................... 97 “Escravos lendo o jornal O Paiz”, Revista Ilustrada (1887) .... 106 Marmota Fluminense, n.º 417 (1853) ..................................... 119 Poesias de Francisco de Paula Brito (1863) ............................ 120

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A los verdaderos héroes de esta historia, quienes me han enseñado más de lo que me es posible agradecer y a quienes quiero con idolatría: Blanca Dornelles y Noel Aguilar

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Agradecimientos

Este libro es el resultado de años de investigación y escritura, pero es, antes que nada, la conclusión de encuentros y discusiones con amigos y colegas que han sabido estimularme, desafiarme y apoyarme. He podido articular este estudio gracias al fructífero diálogo que tuve el privilegio de entablar con los miembros del Department of Romance Languages and Literatures y el programa de Women, Gender and Sexualities Studies de Washington University in Saint Louis (MO), en el Department of Languages, Literatures, and Cultures, y en el Department of Latin American Caribbean and U.S. Latino Studies de University at Albany-SUNY (NY). El Department of Romance Languages and Literatures de Washington University in Saint Louis me brindó los espacios de interlocución y crecimiento intelectual que me permitieron desarrollar la fase inicial de investigación y escritura. Agradezco particularmente a William Acree el entusiasmo y dedicación que puso en este proyecto desde la primera vez que lo discutimos y me hizo escribir la estructura de los capítulos en una servilleta mientras tomábamos un café. A través del diálogo y la cuidadosa lectura, su amplio conocimiento del siglo xix latinoamericano me ayudó de manera extraordinaria a elaborar la conceptualización de este estudio. Mi profesora de estudios cubanos, Elzbieta Sklodowska, ha sido una inspiración constante en mi carrera y a ella debo muchas de las ideas que recorren estas páginas, así como la generosa ayuda durante mis viajes de investigación en Cuba. Akiko Tsuchiya ha sido una maravillosa mentora y amiga, a quien debo incontables horas de discusión y estímulo. Gracias a su rigurosa lectura y afectuoso apoyo he logrado dedicarme a este proyecto, incluso en momentos muy difíciles.

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Hago extensiva mi gratitud a Mabel Moraña, Ignacio Sánchez Prado, Iver Berstein, Tabea Linhard, Javier García Liendo, Bret Gustafson y Steve Hirsch, quienes en muy diversas maneras me han alentado y han enriquecido mi comprensión de la historia cultural de las Américas. Agradezco también el cálido apoyo que me brindaron Selma Vital y Barbara Baumgartner, que generosamente compartieron conmigo sus conocimientos sobre literatura brasileña y estudios de género. Mis compañeros de estudios, Chareese Ross, Erin Roark, Brandan Grayson, Megan Havard, Sara Potter, Britta Anderson, Stacy Davis, Javiera Jaque, Gonzalo Montero, Iván Aguirre y Heidi Pennington, compartieron conmigo incontables y amenas horas de estudio y, más importante aún, me beneficiaron con su cariño y amistad. En el Department of Languages, Literatures, and Cultures, y en el Department of Latin American Caribbean and U.S. Latino Studies de University at Albany-SUNY encontré una comunidad de colegas generosos que me brindaron el apoyo necesario para dedicarme a la investigación y escritura. Mi mentora y amiga Ilka Kressner ha sido una amable y dedicada interlocutora siempre dispuesta a escucharme y alentarme. Carmen Serrano ha sido un ejemplo de camaradería y solidaridad, que ha guiado tanto mi trabajo de enseñanza como de investigación y con la comunidad. Alejandra Bronfman me ha honrado con su amistad y ha escuchado con generosa paciencia mis ideas, me ha invitado a participar en eventos y me ha brindado sugerencias que han enriquecido mi escritura. Lotfi Sayahi, Pedro Cabán y Glyne Griffith siempre tuvieron tiempo para recibirme en sus despachos, reunirse conmigo para tomar un café y apoyarme en el desarrollo de diferentes facetas de este estudio. A todos ellos mi eterna gratitud. Este libro ha sido posible, además, gracias al generoso apoyo de instituciones que me abrieron sus puertas y me permitieron acceder a valiosos documentos que forman parte de su acervo cultural. Entre ellas, la Hemeroteca Digital Brasileira, integrada en la Fundação Biblioteca Nacional (de acceso libre), la Biblioteca Nacional de Cuba José Martí, la Fundación Fernando Ortiz y la Casa de las Américas, en La Habana, y la biblioteca Luis Ángel Arango, la Biblioteca Nacional de Colombia y el Archivo General de la Nación, en Bogotá han aportado valiosos materiales. En sus catálogos, salones de estudio y gracias a la ayuda de bibliotecólogos y especialistas que me es imposible nombrar aquí, descubrí muchos de los textos que iluminan este estudio. La valiosa experiencia del trabajo de archivo se ha enriquecido a través del diálogo con colegas e investigadores, cuya sabiduría contribuyó en gran medida a este estudio. Agradezco especialmente a Luisa Cam-

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AGRADECIMIENTOS

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puzano, Zaida Capote, Roberto Zurbano, María del Carmen Barcia y Tomás Fernández Robaina, en Cuba, y a Silvia Valero, Marixa Lasso y Carolina Alzate en Colombia, quienes señalaron pertinentes lecturas y generosamente proporcionaron sugerencias. También agradezco a Richard Blackett, Jane Landers y Celso Castilho, quienes me invitaron, cuando iniciaba este proyecto, a participar en “Age of Emancipation: Black Freedom in the Atlantic World Workshop”, organizado por el Robert Penn Warren Center de Vanderbilt University. Además del apoyo intelectual y afectivo, he recibido el generoso soporte financiero e institucional de Washington University in Saint Louis, que me otorgó diversas becas financieras que me permitieron realizar un indispensable trabajo de archivo en Bogotá y La Habana, además del financiamiento necesario para la escritura de la tesis de doctorado. Estoy profundamente agradecida a University at AlbanySUNY por haberme otorgado el Dr. Nuala McGann Drescher Affirmative Action/Diversity Leave Program en la primavera de 2018, y el Faculty Research Awards Program (Category B), en el verano de 2018. Por último, mi deuda de gratitud se extiende a Florida Atlantic University por haberme otorgado un Scholarly and Creative Achievement Fellowship (SCAF) en la primavera de 2022. Estoy especialmente agradecida al Department of Languages, Linguistics, and Comparative Literature por su apoyo en la publicación de este libro. Agradezco profundamente al grupo de estudios del siglo xix conformado por Vanesa Miseres, Sarah Moody, Mercedes López Rodríguez y Carlos Abreu Mendoza, quienes con su entusiasmo y cariño me han alentado siempre. También quiero agradecer el apoyo constante y la paciencia infinita de Gonzalo Aguiar, quien con su aguda inteligencia y amorosa crítica ha sabido guiarme y alentarme siempre. A Sol Aguilar, a quien escamoteé algunas horas de juego para escribir este libro, mi más afectuoso agradecimiento.

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…the hero is the true subject of la modernité. In other words, it takes a heroic constitution to live modernity. Walter Benjamin

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Introducción Imaginación heroica y blanqueamiento: el héroe como zona de conflicto

En 1906, un joven cubano que había nacido esclavizado tomó la decisión de alfabetizarse para narrar en primera persona su experiencia como soldado en la Guerra de Independencia (1895-1898). Al relatar sus memorias, el joven reconoce que, “teniendo en cuenta que para ocupar una posición decorosa […] era imprescindible saber leer y escribir” (Para 172), se encerró en una habitación durante seis meses “después de lo cual ya sabía hacer algunos garabatos, que con esfuerzo se entendían” (Para 172). El resultado no podía ser más elocuente: en 1912 publicó su diario de guerra, titulado Para la historia. Apuntes autobiográficos de la vida de Ricardo Batrell Oviedo.1 En un lenguaje explícito, el novel escritor expresó su deseo de crear “una guía á la nueva generación de cubanos” (Para 179) y de denunciar las prácticas discriminatorias que llevaron a que durante los primeros años de la república los “hombres de color” fueran despojados de los grados militares que habían ganado “por hechos de armas” (Para 171).2 Al recurrir a la escritura autobiográfica, Batrell, además, actualiza la concepción del heroísmo como categoría de afirmación identitaria y como vehículo productivo para enmascarar reclamos políticos. 1  La información biográfica acerca de Batrell es escasa. Siguiendo su propio relato, sabemos que nació en Trinidad de Oviedo, Matanzas, que trabajó en el campo desde los ocho años y que no tuvo acceso a la educación. Para más información, véase el estudio de Mark Sanders y el artículo de Alexander Eastman (“Between Racism”). Recientemente se ha publicado una edición crítica de Para la historia a cargo de René González Barrios. 2  Batrell utiliza las expresiones “hombres de color”, “raza de color” y marcadores como “mi raza”, para referir a su identidad racial y a la de sus compañeros de armas. Según cuenta, formó parte de un batallón que en “su totalidad á excepción de diez ó doce todos eran hombres de color, entre los que se encontraba el Jefe de ella” (Para 22).

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Para la historia ofrece al lector una forma valorativa e idealizada del pasado, al mismo tiempo que inscribe a Batrell en la posición de testigo y protagonista de la gesta nacional cubana. En esta “escritura del yo” –como la llamaría Sylvia Molloy– el autor intenta inscribir al hombre “de color” en un telos épico convirtiéndolo en núcleo simbólico del orgullo nacionalista.3 Así relata Batrell una escaramuza bélica en la que participó: cuando cayó nuestro temerario y heroico Simeón, caían los pedazos de madera encendidos sobre esos heroicos patriotas, muertos por las balas del tirano. ¡Los que presenciamos aquel espectáculo, no nos asombraba, por estar acostumbrados á verlo […] pero, no por eso se dejaba de sentir por aquellos tres fornidos hombres, que momentos antes daban ¡vivas! á la libertad de su Cuba querida!; (aunque después, mancillada por la política, en la Paz). El hecho de haber podido elevar el nombre de los cubanos libertadores á tal altura que pudiera hacerse visible su heroísmo en el mundo entero, estribaba precisamente en poder contrarrestar la cantidad numérica del enemigo y coronar la obra que hoy nos enorgullece con justísimo motivo. Cuando se está haciendo política del género que la hacemos hoy y un gran número de los que no fueron á purificar su alma en la Revolución quieren quitarle brillo á los que la hicieron con valor y entereza, el alma se apena… (Para 25-26).

A través del cambio de perspectiva que va desde el testigo que observa sin asombro las hazañas hacia el hombre que “se apena” ante el olvido en que han caído sus compañeros, la subjetividad que narra se inscribe de manera débil y precaria en un pasado distante que aspira a construir como acabado e incontestable. Sin embargo, la necesaria “distancia épica” –aquello que excluye toda posibilidad de que el evento en que interviene el héroe sea alterado (Bajtín 463)– no se concreta narrativamente, ya que la voz narradora incluye la perspectiva de quienes en el presente de la escritura “quieren quitarle brillo”. El heroísmo se presenta, así, como aspiración, ubicándose en una zona inestable entre el deseo de perdurar, de ser recordado en bronce, y el rechazo de sus contemporáneos que lo condenan al olvido. Para la historia presenta un objetivo claro y explícito: la reconstrucción del archivo de la guerra independentista cubana a partir de 3  Sobre escritura autobiográfica en América Latina se debe consultar el notable estudio de Molloy, Acto de presencia. En relación a la valoración del ciudadano-soldado como manifestación concreta del poder de la nación, véase Anderson, Imagined 9-12.

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INTRODUCCIÓN

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una sentimentalidad nacionalista que celebra el protagonismo de “los hombres de color”. Como ha señalado Mark Sanders, se trata de una escritura en clave autobiográfica a través de la cual Batrell participa en la tradición atlántica de narraciones en primera persona desarrolladas por hombres y mujeres de ascendencia africana.4 Sin embargo, el texto presenta una radical hibridez constitutiva, ya que en él se perciben rasgos del Bildungsroman, de la narrativa épica, del diario de campaña y de la autobiografía. Como muestra elocuentemente el fragmento citado, Para la historia desplaza el foco narrativo desde el joven revolucionario hacia la experiencia colectiva de la guerra, interrumpiendo, además, la narración para introducir reflexiones del escritor sobre la situación política de los hombres “de color” en las primeras décadas de vida republicana.5 La experiencia de Batrell, o sea, el conflicto concreto individual, se constituye entonces en acontecimiento históricosocial decisivo al inscribirse en la experiencia del pueblo cubano en su enfrentamiento bélico contra España. Narrado desde un “yo” que se desplaza constantemente hacia un “nosotros”, el texto enfatiza los nexos entre la experiencia individual, la epopeya nacional y la historia universal. Me detengo en el análisis del texto de Batrell porque es ilustrativo respecto a tres ejes conceptuales desde los que me interesa organizar la discusión que planteo en este estudio. El primero es el reconocimiento del espacio de la letra como correspondiente al poder, tal ha sido reconocido por Ángel Rama (La ciudad), pero poniéndolo en tensión con el deseo vehemente expresado por individuos racia-

4  Me refiero a textos como, por ejemplo, Autobiografía de un esclavo, de Juan Francisco Manzano y a las publicaciones de Jacinto Ventura de Molina en el Río de la Plata; véanse Acree, “Jacinto” y Acree y Borucki, Jacinto. 5  En los primeros años de la república cubana se dio una serie de levantamientos y conflictos bélicos liderados por afrocubanos veteranos de la guerra independentista: el levantamiento de 1905 encabezado por liberales radicales, la revolución de 1906 llamada “Guerrita de Agosto” y el enfrentamiento racial de 1912, conocida como la “Guerrita del 12”. Los dos movimientos más prominentes fueron el liderado por el PIC (Partido Independiente de Color) y la campaña nacional de los veteranos (19101911). La “Guerrita del 12” marcó la desaparición del PIC, lo cual si bien no impidió que individuos “de color” desarrollaran formas organizadas de oposición contra la segregación racial (Fuente, A Nation 121-127), marcó el fin de una forma de expresión colectiva basada en la identificación racial (Helg, “Afro-Cuban” 63). Véanse también Ferrer, Insurgent y Helg, “To Be Black”. Después de la “Guerrita del 12”, Batrell desapareció de la vida pública. Para la historia se convierte, así, en el legado intelectual de un soldado con aspiraciones de ser reconocido como protagonista de la epopeya cubana.

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lizados de negociar espacios de dignificación y de protagonismo en la historia nacional. Hombres y mujeres que llegaron a América a través del tráfico esclavista, así como sus descendientes, se integraron rápida y progresivamente en la circulación de bienes simbólicos.6 Mujeres, como Juana Pastor (c. 1700), y hombres, como Domingos Caldas Barbosa (1738-1800) y Jacinto Ventura de Molina (1766-c. 1837), de ascendencia africana se incorporaron a la cultura impresa y a la esfera pública como letrados.7 Como ha señalado Jerome Branche, el consumo y la producción de textos literarios contribuyó al proceso de blanqueamiento cultual y a la movilidad social de individuos racialmente identificados como no-blancos (“Writing” 12). Este proceso de blanqueamiento, que estuvo signado por la precariedad y la marginalización, se vio influido por lo que Nicola Miller llama apropiadamente “heroísmo del espíritu”, o sea, el reclamo de parte de intelectuales de celebrar la “grandeza” del hombre de letras (In the Shadow 107). El caso de Batrell es ilustrativo no solo por su reconocimiento del poder de la palabra escrita, sino también por su clara conciencia de las dificultades que rodeaban a la recepción de su obra, la cual sigue siendo aún hoy poco conocida.8 Esto me lleva al segundo aspecto que me interesa destacar: la precariedad desde la que se enuncia el heroísmo. Considerando, como ha sugerido Bolívar Echeverría, que el individualismo es uno de los fenómenos organizadores del pensamiento moderno desde el cual se articula la oposición entre singularidad y comunidad (16), sugiero 6  A este respecto, véase el estudio de José Jouve Martín, Esclavos de la ciudad letrada, en el que examina los modos en que, durante el periodo colonial en Perú, el acceso a la escritura contribuyó a que algunos esclavizados cuestionaran la autoridad de sus dueños ante los tribunales. El texto más antiguo escrito por una mujer de ascendencia africana del que tenemos noticia en América Latina es el de Úrsula de Jesús, una monja limeña que escribió su diario espiritual en el siglo xvii; véase Nancy van Deusen, “The World of Ursula de Jesús”. Rosa Maria Egipciaca de Vera Cruz escribió Sagrada Teologia do Amor divino das almas peregrinas, pero el manuscrito fue destruido por su confesor cuando fue acusada de herejía. Resulta útil consultar el trabajo pionero de Richard Jackson, Black Writers in Latin America. 7  Juana Pastor, conocida como “la Avellaneda negra”, escribió poesía y prosa en La Habana durante el siglo xviii. José Severino Boloña recoge algunos de sus poemas en Colección de poesías arreglada por un aficionado a las musas, 113-115. Véase también DeCosta-Willis 27-29. En referencia a Caldas Barbosa, véase Bastide 12-24. Sobre Ventura de Molina, consúltense Acree, “Jacinto” y Acree y Borucki. 8  Fernando Martínez Heredia ofrece una detallada referencia a sus escritos, entre los que destacan el manifiesto “Al pueblo de Cuba”, un manuscrito titulado “La Paz”, un escrito titulado “Fatalidad. Para la historia”, una hoja impresa titulada “Mi homenaje” y unas “Pautas Políticas”.

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INTRODUCCIÓN

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que el héroe define el “grado cero” de la experiencia moderna. Dice Echeverría: “el grado cero de la identidad individual moderna es en verdad un grado insostenible, evanescente, que en la historia cede su lugar enseguida a un grado primero o inicial de concretización identitaria: el grado de la identidad que corresponde a la identidad nacional” (59). Concibo al héroe, entonces, como una aspiración hacia la que el individuo, tanto singular como colectivo, se proyecta y a partir de la cual se imagina. Al considerar el “grado cero” de la subjetividad moderna una “santidad” o el haber sido elegido por la gracia divina, a mi entender, Echeverría vislumbra –sin detenerse a examinar– la raigambre mítica de la figura heroica. Esta conceptualización es relevante para la exploración que me interesa abordar porque reconoce el carácter ambivalente e incompleto de la modernidad mientras advierte que la “santidad” de un individuo “lo ubica por encima de la línea que separa tajantemente a los ‘winners’ (triunfadores) o ‘salvati’ de los ‘losers’ (perdedores) o ‘sommersi’” (59). En otras palabras, el héroe es reconocible antes que nada como una aspiración de triunfo y de trascendencia que hace visible el alto grado de expectativas que definen su accionar en busca de cumplir una serie de tareas o impulsar un conjunto de ideales que lo colocan en una esfera “superior” respecto a sus contemporáneos. En el caso de Batrell, representarse como “gran hombre” conlleva el reclamo de perduración y el deseo de ser reconocido como figura de autoridad en la construcción de la historia cubana. Esta aspiración de integrarse a la galería de notables en torno a la cual se organizaba el relato nacionalista, conllevaba una radical postura de dignificación y de desafío a los discursos de inferioridad racial. El tercer eje conceptual que me interesa señalar es la naturaleza performativa del heroísmo. Siguiendo a Echeverría sabemos que este “grado cero” de la identidad moderna debe ser visible y manifiesto. Es decir, que “necesita tener una receptividad sensorial, una apariencia o imagen exterior que permita distinguirla” (59). Es así como el héroe es, antes que nada, una puesta en escena o, en palabras de Sylvia Molloy, una pose.9 Lo heroico se muestra en la imagen que se proyecta en el

9  En su fundamental estudio Poses de fin de siglo, Molloy propone examinar no solo los textos de los escritores de finales del xix, sino también prestar atención a su pose, esto es: gestos, vestimentas, tonos y performances públicas. Un ejemplo de pose es el “anenamiento” de Delmira Agustini (1886-1914), una performance que enmascara su desafiante actitud como poeta modernista. Véase también la conceptualización de Conway respecto a la pose heroica, The Cult.

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imaginario, en el conjunto de rasgos visibles que lo distinguen, en la apariencia física del cuerpo y la vestimenta, la propiedad del lenguaje, la discreción de la actitud, la mirada, los gestos, la compostura y los movimientos. Es así que no se trata de ser heroico, sino de mostrarse heroico. Este razonamiento me lleva a concebir la heroicidad como acto de interpretación, un acto de lectura en que el receptor o la audiencia participa activamente en la construcción o negación de los rasgos heroicos de ciertos individuos. Es decir, lee en su pose lo heroico del individuo. El último aspecto de la propuesta conceptual de Echeverría que resulta relevante considerar es su reconocimiento del racismo como fuerza estructuradora y constitutiva de la modernidad.10 Distinguir entre un racismo que exige la presencia de la blanquitud de orden ético o civilizatorio como condición de modernidad y la blancura de orden étnico, biológico y cultural contribuye a esclarecer las actualizaciones contingentes de la tensión que subyace en la constitución de identidades individuales y comunitarias. El análisis de textos producidos por o escritos sobre individuos que fueron reconocidos como de ascendencia africana y que operaron dentro de coordenadas heroicas ilumina la complejidad y el poder de convocatoria de una figura que opera en sintonía con coordenadas de blanquitud. Me refiero a que, si bien algunos escritores y líderes militares de ascendencia africana se identificaron como negros, pardos o “de color”, al asumir una pose heroica se inscribieron en la imaginación a partir de coordenadas civilizatorias, blanqueadoras y, por supuesto, viriles. Entre el bronce y el olvido propone una exploración de la dinámica de poder establecida entre sujetos de ascendencia africana que se postularon como heroicos y los diversos mecanismos de negociación que entablaron con sus contemporáneos y con su posteridad que en algunos casos los reconoció como héroes mientras que en otros se ha 10  Fundamental para los estudios latinoamericanos ha sido la contribución teórica de Aníbal Quijano, quien ha señalado que el proceso de colonización produjo un nuevo patrón de poder global basado en la diferenciación racial como clasificación jerarquizante para consolidar un modo de producción y de reproducción basado en la explotación, marginación y discriminación de amplios sectores de la sociedad. El racismo, sostiene Quijano, no es “la única manifestación de la colonialidad del poder. Pero es, sin duda, la más perceptible y omnipresente. Por eso mismo, no ha dejado de ser el principal campo de conflicto” (“¡Qué tal raza!” 193). La importancia del concepto de “raza” para los estudios latinoamericanos y para el feminismo decolonial radica en que el proceso de modernización se constituye en la dominación de territorios y poblaciones sobre un sistema de opresión género-racial. Sobre los sistemas de esclavización, colonialismo y racismo, véanse los trabajos de Aimé Césaire y Frantz Fanon.

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INTRODUCCIÓN

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negado a leer en ellos las características sagradas del heroísmo. Ser reconocido como héroe, a pesar de enunciarse desde un posicionamiento identitario negro, mulato o “de color”, favoreció procesos de identificación y contribuyó a que hombres y mujeres pertenecientes a grupos subalternados y racializados comenzaran a imaginarse como sujetos relevantes para su comunidad y como protagonistas de las transformaciones sociales. Es sugestivo, por ejemplo, que Batrell haga explícito que se unió a las fuerzas revolucionarias porque vio “el símbolo de [su] raza, en esa obra grandiosa: al señor Juan Gualberto Gómez” (Para 3). Gualberto Gómez (1854-1933) fue un periodista y activista “de color” fundador el Directorio Central de las Sociedades de la Raza de Color que desde su periódico La Igualdad desarrolló una agenda anticolonial de defensa de la equidad racial.11 Al identificarse con Gómez, Batrell refiere a sus aspiraciones de ser reconocido como héroe en la guerra y como intelectual en la república. De allí mi interés en señalar la relevancia metodológica de aproximarnos a los fenómenos de movilización política a partir de una cuidadosa aproximación a las dinámicas de identificación vinculadas a la imaginación heroica. Mi análisis parte de la premisa de la exterioridad performativa y relacional de la figura heroica que, más allá de que se vincule a individuos históricos específicos, se organiza a partir de actos de enunciación. En el conflicto entre una performance de modernidad y un trasfondo mítico se dirimen los alcances y las limitaciones de las figuras de heroísmo en torno a las cuales gira la imaginación moderna y se movilizan agendas políticas, aún en nuestros días. Sugiero, entonces, que el héroe opera desde una matriz simbólica que se muestra productiva para la proliferación de relatos utópicos estimulando visiones esperanzadoras del mundo en la que resuenan perspectivas mágicomíticas de entender, enfrentar y soñar con controlar nuestra contingencia y escribir la historia colectiva. Es también una categoría que, manipulada desde ideologías que justifican la supremacía de ciertos grupos sobre otros, contribuye a reproducir estructuras de dominación heredadas del proceso de colonización, en tanto promueve modelos de virilidad blanca y heterosexual inscribiéndolos en la cumbre de la pirámide social y naturalizando su vínculo con instancias de poder y autoridad. 11  Por ejemplo, el 10 de mayo de 1893, Gómez escribió: “no hay cuestión de razas, no hay más cuestión que de justicia y aspiraciones de progresos y anhelos de igualdad” (cit. en Fernández Robaina 32).

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El héroe en la encrucijada de lo simbólico Si concordamos con Roger Bartra cuando advierte que “se entiende mejor la Modernidad si la observamos desde el Romanticismo”, porque “se trata de un ethos de larga duración cuya presencia no se ha extinguido” (29) podemos entender la vigencia irrefutable del héroe.12 Fue justamente durante el Romanticismo, con la publicación de On Heroes, Hero-Worship, and the Heroic in History (1841) del historiador escocés Thomas Carlyle (1775-1881), cuando la fascinación por las figuras heroicas se consolidó como preocupación historiográfica. On Heroes estableció el marco conceptual desde el cual ordenar la historia colectiva a partir del relato de las acciones de los “grandes hombres”. Poetas, profetas, reyes, líderes políticos y militares se convierten en el estudio de Carlyle en modelos de una masculinidad “superior”, cuya grandeza espiritual provoca veneración y moviliza a la acción. El “gran hombre” del modelo historiográfico de Carlyle establece una jerarquización incuestionable, vinculada a su origen divino, y no plausible de ser alterada, sustentada simbólicamente por el telos épico. Así define a los héroes: the leaders of men, these great ones; the modellers, patterns, and in a wide sense creators, of whatsoever the general mass of men contrived to do or to attain; all things that we see standing accomplished in the world are properly the outer material result, the practical realization and embodiment, of Thoughts that dwelt in the Great Men sent into the world: the soul of the whole world’s history, it may justly be considered, were the history of these (On Heroes 3).

Si bien esta conceptualización del individuo excepcional actualiza visiones mítico-filosóficas de la tradición grecolatina y de la Ilustración, lo hace vinculando la figura heroica a instancias de dominación

12  El trabajo de Michael Goldberg en la edición crítica de On Heroes, Hero-Worship, and the Heroic in History, publicado en 1993, argumentó de manera original el impacto y la persistencia de narraciones heroicas en la imaginación moderna. La fabrique des héros (1999) editado por Pierre Centlivres, Denis Fabre y Françoise Zonabend, Epicidad y heroísmo en la literatura hispanoamericana (2009) editado por Maryse Renaud y Perfiles del heroísmo en la literatura hispánica de entresiglos (xix-xx) (2013) editado por Luis Álvarez Castro y Denise DuPont ofrecen nuevas visiones críticas sobre la intrincada relación entre literatura y heroísmo. Sin embargo, ninguno de estos estudios aborda la temática considerando las dinámicas de poder que subyacen a la formación de identidades racializadas.

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y de poder. Esta conceptualización se alinea con nociones de modernidad y con el ethos puritano capitalista. En palabras de Echeverría, es el “grado cero” de la identidad individual moderna, tan deseable como insostenible. La influencia del pensamiento de Carlyle puede verse en diversas disciplinas que recurren a la categoría heroica como matriz de conocimiento. A partir de la figura del héroe, el psicoanalista vienés Otto Rank (1884-1939) identificó estructuras imaginativas fijas y estableció una innovadora forma de entender la relación entre imaginación, fantasía, sueños y deseos.13 Según Rank, el héroe provoca una intensa identificación en los receptores de mitos, leyendas y relatos épicos, estimulando sensaciones memorables que impactan en la memoria colectiva. Joseph Campbell (1904-1987), leyendo con detenimiento a Carlyle y Rank, propone en The Hero with a Thousand Faces (1949) una visión que rearticula y difunde la conceptualización de la heroicidad como estructura central del desarrollo humano. Dice Campbell: “el héroe es más bien un símbolo para contemplarse que un ejemplo para seguir literalmente. El ser divino es una revelación del Yo omnipotente, que vive dentro de todos nosotros. Así, la contemplación de la vida debe entenderse como la meditación en nuestra propia divinidad inmanente, no como un preludio para precisar la imitación” (285). Campbell entiende al héroe como un dispositivo simbólico que propicia una identificación fructífera en la cual el individuo, en tanto es capaz de vencer obstáculos, puede descubrir su faceta heroica. Si los héroes de Carlyle, Rank y Campbell representan un “yo” triunfante, poderoso y redentor que funciona como catalizador para la identificación del lector/receptor, esa subjetividad heroica se reconoce “civilizadora”, por tanto, viril y eurocéntrica. Más aún, los tres coinciden en la glorificación del guerrero y en la exclusión casi absoluta de la mujer, ya que, para Campbell, el único que la menciona, el principio femenino asume un papel subordinado como fuerza que asiste o se Según Rank, los mitos “are structures of the human faculty of imagination, which at some time were projected for certain reasons upon the heavens, and may be secondarily transferred to the heavenly bodies, with their enigmatical phenomena. The significance of the unmistakable traces which this transference has imprinted upon the myths, as the fixed figures, and so forth, must by no means be underrated” (8). La cuidadosa edición de The Myth of the Birth of the Hero, traducido por Gregory Richter y James Lieberman con un estudio introductorio de Robert Segal, publicado por Johns Hopkins University Press en 2015 revela la vigencia del interés por el estudio de la categoría heroica y sus vínculos con la imaginación colectiva. 13 

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opone al accionar heroico. En estas conceptualizaciones interesadas por definir estructuras arquetípicas, las figuras femeninas, en las escasas instancias que son mencionadas, aparecen como simples variaciones del modelo masculino. La figura heroica se carga del imaginario bélico visto a través del tamiz aristocratizante de la cultura grecolatina y privilegiando un espacio público configurado desde coordenadas universalistas que no reconocen diferencias de clase, raza o género. El héroe es así un dispositivo imaginativo que opera en términos de vinculación del “Hombre” (en tanto modelo de sujeto universal) a las instituciones jerárquicas. En otras palabras: es una figura de autoridad y poder que funciona en un mundo en el que la ausencia de mujeres, de sujetos racializados y subjetividades no heteronormativas es estructural y significativa. Aníbal Quijano y Hermann Herlinghaus han señalado que los imaginarios de la modernidad son múltiples y radicalmente heterogéneos. En estos imaginarios, el heroísmo opera como zona de conflicto en la que se producen constantes incorporaciones, rearticulaciones y borramientos. Recientes estudios, como los de Zeno Franco, Kathy Blau y Philip Zimbardo sostienen que the heroic imagination functions in three distinct ways: how heroes are imagined in classic writings and by the general public; a mental state of anticipation and readiness for any person to act heroically when opportunities arise calling for heroic actions—as a contrast with the “hostile imagination,” or the psychology of enmity, which instills fear and hatred of enemies; and, at least in some individuals, the ability to envision and communicate a new way of ordering a social system or an entire society (13).

El concepto de imaginación heroica resulta útil porque me permite enfatizar la matriz simbólica desde la que el heroísmo se concretiza en discursos científicos, historiográficos, literarios y artísticos. Por ser, justamente, una matriz que contribuye a dar sentido y ordenar las interacciones sociales, la imaginación heroica se manifiesta a través de disputas simbólicas a partir de las cuales el imaginario se ajusta y transforma constantemente. Es así que las concretizaciones históricas de figuras heroicas están vinculadas a un entramado de discursos y manifestaciones de la cultura que son siempre imprecisas (ya que se sustentan en construcciones míticas y leyendas) y contingentes (por su vinculación a los vaivenes y transformaciones sociales).

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Imaginación heroica en América Latina y su conexión atlántica Amparándose en el concepto de carisma propuesto por Max Weber (1864-1920), Ben Fallaw y Samuel Brunk definen al héroe como “a person to whom remarkable courage, talent, and other noble, even godlike traits are attributed by members of a community and who thus acquires a lasting place of importance in that community’s culture” (1). En Heroes and Hero Cults in Latin America (2006), Fallaw y Brunk interrogan la conceptualización de Carlyle del héroe como “motor” de la historia (2, 11) enfatizando el sustrato religioso de la idolatría a los héroes nacionales y a ciertas figuras que se convirtieron en íconos culturales de talla internacional, como Eva Perón (1919-1952) y Frida Kahlo (1907-1954). Si bien Fallaw y Brunk reconocen el alcance político del heroísmo, lo vinculan a características individuales (como el carisma) y a dinámicas de relacionamiento social (como la capacidad de convocatoria de ciertos líderes). Sin embargo, es imprescindible diferenciar conceptualmente entre heroísmo y liderazgo. Propongo entender el heroísmo como una aspiración, un grado “evanescente” –siguiendo a Echeverría– de la individualidad moderna y el liderazgo como concretización histórica. Esto me lleva a conceptualizar la heroicidad como un complejo entramado de discursos a partir de los cuales ciertos individuos se inscriben en la imaginación heroica. Mi interés se concentra en integrar al mapa político, social y cultural de América Latina la representación de hombres y mujeres de ascendencia africana que apelaron a la categoría heroica como fuente de dignificación y aspiración de reconocimiento social, pero también de poder y autoridad. En los estudios latinoamericanos, el mito de Simón Bolívar (17831830) y su función ideológica ha cautivado la atención de numerosos investigadores.14 Christopher Conway tiene páginas notables que aportan una rigurosa teorización respecto al proceso de monumentalización heroica de Bolívar y la ideología de género que subyace a la construcción de una identidad nacional basada en el culto al “Padre de la Patria”. La icónica figura de Bolívar en la que se funda un culto al héroe se sustenta, según Conway, en tres poses: la ilusión de progreso, la solidez del principio patriarcal y el poder de la palabra. La pose mo14  Particularmente relevantes resultan los trabajos de Germán Carrera Damas, Christopher Conway, John Chasteen, Alicia Ríos, Yolanda Salas de Lecuna y Carlos Abreu Mendoza.

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numental, en tanto postulación de un heroísmo inmutable en sus valores y en su fortaleza, alimenta la construcción de discursos nacionalistas. Así lo explica: “the authority of monuments, and by extension, monumentalist narratives about heroes, may be diagrammed through the concept of monumental poses, or authoritative statements about the monumentalist hero that explain his primary claim on ideological power” (énfasis en el original, The Cult 3). A partir del fenómeno del culto a Bolívar, Conway aporta una relevante conceptualización de la categoría heroica y de la monumentalización de una masculinidad modélica que legitima la alianza inviolable entre la santidad del cuerpo viril del héroe y el honor nacional.15 Si los estudios que exploran la figura y legado histórico de Bolívar son numerosos, por el contrario, son escasos los que interrogan el proceso de heroización en América Latina desde una perspectiva continental y transatlántica que considere la interseccionalidad de las diversas formas de opresión y las estructuras de dominación social vinculadas al racismo y a la colonialidad. Celeste-Marie Bernier ha denunciado “the lack of scholarship devoted to examining eclectic forms of black heroism within a transatlantic imagination” (6). Según Bernier, las figuras de Toussaint Louverture (1743-1803), Nathaniel Turner (1800-1831), Sengbe Pieh (1814-1879), Sojourner Truth (17971883), Frederick Douglass (1818-1895) y Harriet Tubman (1820-1913) han sido constantemente apropiadas y manipuladas por políticos, escritores y artistas que rearticulan su legado, nutriendo la vigencia del heroísmo negro en el contexto transatlántico. El aporte fundamental de Bernier, que no incluye en su estudio el Atlántico luso-hispano, es su reclamo por una aproximación teórica que revise el legado heroico negro sin fijarlo a arquetipos que respondan a modelos preexistentes, sino que reconozca la existencia de múltiples formas de resistencia y contestación. Coincido con Bernier cuando sostiene que “[a]s the malleable symbolism dramatized by eclectic representations of black male and female heroism demonstrates, any quest to penetrate beneath obfuscations within the archive to recover an essential or even historically verifiable heroic figure is not only illusory but ultimately doomed to failure” (7). Esos espacios opacos del archivo constituyen un desafío para el análisis de la producción cultural de hombres y 15  En el original: “[b]ecause the heroism that Western culture has enshrined as foundational is associated with ‘great’ men, and with institutional and cultural spaces that have historically been defined by men, a focus on masculinity as a cultural construct is particularly pertinent for the study of nationalist hero-worship” (The Cult 14).

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mujeres de ascendencia africana, pero también representan una invitación a desarrollar nuevas metodologías de estudio que interpreten la riqueza de esas zonas de discontinuidad y fragmentación ya que ellas elocuentemente señalan las zonas de conflicto entre políticas de valoración y políticas de borramiento. Esta opacidad del archivo me ha conducido a trabajar con fuentes muy diversas y, en algunos casos, fragmentarias, a partir de una metodología que pone en diálogo textos y autores canónicos de la cultura latinoamericana y autores y documentos que han permanecido inexplorados. A la exploración de textos que muestran reveladoras estrategias de autorrepresentación de hombres y mujeres de ascendencia africana he incorporado la visión de sus contemporáneos, lo cual ha exigido un minucioso y extenso trabajo de búsqueda y relevamiento de documentos en múltiples archivos. Por ejemplo, analizar la construcción del perfil heroico del líder afrocubano Antonio Maceo (1845-1896) conlleva revisar el discurso historiográfico, las fuentes museísticas, su construcción monumental, pero también requiere la lectura cuidadosa de su correspondencia, fuente ineludible para recuperar su voz e integrarla a la conceptualización del heroísmo en clave marcial. Siguiendo un derrotero que privilegia la enunciación producida por afrodescendientes he integrado en mi análisis (además de novela, narrativa breve, ensayo y poesía) cartas, crónicas periodísticas, panfletos, proclamas militares, retratos e imágenes tipográficas.16 Este estudio, por tanto, no se limita al abordaje de géneros literarios específicos, sino que aprovecha la heterogeneidad y diversidad de fuentes documentales producidas por afrodescendientes. Como parte de ese archivo diverso y fragmentado, la cultura visual aporta información imprescindible para entender el proceso de monumentalización que nutre la performance heroica, su ritualización y su perduración en el imaginario. De esta manera, considero que las discontinuidades del archivo deben ser entendidas como invitaciones a desarrollar nuevas metodologías de análisis, ya que, al desprendernos del molde de los Utilizo en este estudio los términos “afrodescendiente”, “negro” y otras formas de referirse a la identidad racial, tales como “de color”, “pardo” y “mulato” porque, dependiendo de contextos específicos, estos términos aparecen en las fuentes como parte de una reivindicación de los sujetos implicados. Además, comparto el planteamiento de Ochy Curiel respecto a la utilidad teórica y política del término “afrodescendiente” para referirse a hechos históricos ligados a la colonización y a la historia de la lucha contra la explotación basada en categorías de raza, clase, género y sexualidad. Para una discusión fundamental al respecto, véase Restrepo, “¿Negro o afrodescendiente?”. 16 

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géneros literarios y de conceptos elitistas de “literatura”, podemos desarrollar nuevas conceptualizaciones tendientes a ampliar nuestro conocimiento acerca de las múltiples intervenciones en la imaginación heroica protagonizadas por hombres y mujeres de ascendencia africana, así como también las reacciones que estas intervenciones provocaron en sus contemporáneos. Entre el bronce y el olvido En su estudio de las formas narrativas, Mijaíl Bajtín nos recuerda que “la contemporaneidad (que no tiene pretensiones de ser recordada) es moldeada en arcilla para la contemporaneidad; la contemporaneidad es moldeada en mármol y bronce para el futuro (para los descendientes)” (464). Esta aspiración de “moldear para el futuro” movilizó a Batrell en su esfuerzo por aprender a escribir y narrar en primera persona la gesta de los cubanos “de color”. Esta aspiración guio también, el trabajo intelectual de escritores que entendieron el oficio de las letras como una obligación cívica cercana a la ritualización de lo heroico y a las prácticas de disciplinamiento y, por tanto, operaron seleccionando cuerpos y poses que dieran forma a la imagen viril y moderna que aspiraban para su nación.17 Entre el bronce y el olvido explora diversas situaciones en que hombres y mujeres identificados racialmente como de ascendencia africana recurrieron a la categoría heroica para representarse o representar a hombres y mujeres de su comunidad racial. Particularmente me enfoco en la producción cultural de Colombia, Cuba y Brasil, tres países que comparten la particularidad de que en su territorio se encontraban los puertos que recibieron durante el tráfico esclavista los mayores contingentes de africanos esclavizados y en los cuales se concentra en la actualidad la mayor población afrodescendiente de la región.18 Sin duda, la presencia en la guerra, la tribuna, la 17  Al respecto, sugiero consultar, además del estudio de Molloy, los fundamentales trabajos de González-Stephan y Peluffo. 18  La base de datos “SlaveVoyages” (https://www.slavevoyages.org/) ofrece información sobre más de 36.000 viajes a través del Atlántico desde finales del siglo xvi hasta mediados del xix. Siguiendo la información recogida sabemos que arribaron en los puertos de Bahía y Pernambuco, en Brasil, alrededor de 4.600.000 africanos; a Cuba, más de 778.000 y al puerto de Cartagena de Indias, en Colombia, 267.499. Siendo estas tres regiones las más activas en el tráfico de esclavos en América Latina. Según Tanya Hernández, Colombia cuenta con una población de entre siete y diez millones de afrodescendientes, de la cual el ochenta por ciento vive por debajo de la línea de pobreza

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prensa y la literatura de hombres y mujeres de ascendencia africana que se propusieron como modelos heroicos estimuló la concreción de alianzas multirraciales desde las cuales se tejieron los mitos de democracia racial que tendieron a ocultar zonas de conflicto y manifestaciones heterogéneas de lo nacional.19 Algunos de ellos fueron moldeados en bronce y su figura se inscribió en la imaginación heroica; otros fueron moldeados en arcilla y permanecen, como Batrell, en una posición ambigua entre la marginación y el olvido. Si bien, como señala Mabel Moraña, el proceso emancipador en América Latina puede verse como la aspiración a conformar una entidad nacional “que se piensa a sí misma a través de sus héroes” (70), la heroización necesariamente conlleva una serie de conflictos que se traducen en el silenciamiento de ciertos individuos y grupos. Este estudio se inicia con la exploración de textos creados en torno a las figuras de José Prudencio Padilla (1784-1828) y Antonio Maceo, cuyo proceso de heroización se vincula a visiones épicas de la nación. En el primer capítulo, “La poética del riesgo y el deseado cuerpo del guerrero”, analizo la construcción de una masculinidad heroica en torno a una performance de poder expresada a través de la representación de una corporalidad racialmente marcada que se expone constantemente al peligro. Exploro particularmente la apelación al honor del soldado en los textos de Padilla y Maceo como valor de redención para el hombre que espectaculariza su deseo de “pagar con su sangre” su inscripción en el imaginario nacional. A esta poética del riesgo se suma, en el caso del héroe cubano, una transustanciación simbólica del cuerpo del héroe y el territorio nacional que conducen a su temprana monumentalización en los primeros años de la república. El capítulo concluye con la discusión de la figura del general negro Quintín Bandera (1834-1906), quien fue humillado públicamente, acusado de inmoralidad y traición, negándosele los honores de héroe. En lugar de un cuerpo disciplinado y contenido, Bandera especularizó aspectos de una masculinidad guerrera que contradecía los modelos dominantes de civilidad, por lo cual se inscribió precariamente en espacios marginales de la imaginación heroica. (75); en Brasil, el cincuentaiún por ciento de la población es afrodescendiente (85), y en Cuba, se estima que el treinta y cinco por ciento es de ascendencia africana (76). 19  Por “mito de democracia racial” me refiero a los discursos que sugieren que los individuos, independientemente de su identidad racial, se benefician de las mismas oportunidades porque forman parte de una sociedad en la que predomina la armonía e integración racial. Al respecto, véanse Schwarcz, O espetáculo, Lasso, Mitos y Fuente, “Mitos”.

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En torno al tráfico y la trata de hombres, mujeres y niños que llegaron al continente en condición de esclavizados, la economía se desarrolló a expensas del trabajo esclavo y de las redes de transporte y tráfico desde los puertos hacia otras regiones del continente. Por ser Cartagena el centro negrero por excelencia de la América hispana y el distribuidor hacia al Caribe, Nueva Granada y Lima (Vila Vilar 108), el segundo capítulo se centra en el análisis de quien, como Padilla, representa el heroísmo costeño. En “El cuerpo ausente del letrado patriota” examino los textos de Juan José Nieto (1805-1866), examinando su construcción de una subjetividad heroica vinculada el protagonismo político de Cartagena en las guerras en las que liberales y conservadores se disputaban el control territorial de Colombia. Nieto formó parte de un grupo organizado de “pardos” que compartió una visión de protagonismo de la región de la costa caribeña en tensión con la consolidación de la región andina como sede de poder económico, político y cultural. En claro contraste con Padilla y Maceo, Nieto apeló a construirse como un héroe ilustrado fundador de instituciones modernas sin hacer en sus textos alusión a su identidad racial. Sugiero, entonces, que el estadista funda una heroicidad en clave regional y republicana que celebra el mestizaje ligándolo a la alegorización de la fundación de Cartagena como núcleo civilizador. En esta construcción de un regionalismo heroico, el cuerpo del letrado se ausenta del relato épico cediendo su lugar al territorio, sus habitantes y su historia. Analizo este procedimiento de borramiento racial, a través de la escritura de Nieto y en diálogo con su representación en la cultura visual, ya que su retrato presidencial fue retocado para “blanquear” su imagen y luego permaneció por más de cien años oculto en un sótano y alejado de la vista del público. El liberalismo de fines del siglo xix generó dos figuras centrales que tendieron a legitimar la masculinización de la categoría heroica: el soldado y el escritor. Entre ambas polaridades, liderazgo cultural y militar, se dirimieron durante el largo siglo xix los espacios de intervención política de individuos de ascendencia africana. Con la democratización de la cultura y la consolidación de los proyectos nacionales surgió un heroísmo de la letra que tomó cuerpo en la pluma de periodistas, cronistas y editores de publicaciones periódicas. En el tercer capítulo, titulado “Los múltiples rostros del héroe en la prensa”, examino el trabajo de Francisco de Paula Brito (1809-1861), Luiz Gama (1830-1882) y José do Patrocínio (1853-1905), destacando su uso político de una retórica heroica que respondió a visiones liberales de la función democratizadora de la prensa brasileña. Sugiero que las

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múltiples visiones del heroísmo negro que aparecieron a partir de 1850 en la prensa estuvieron estrechamente vinculadas a proyectos colectivos antiesclavistas, pero también a agendas personales: a los anhelos de letrados negros de proyectarse como ciudadanos nobles y virtuosos contradiciendo los discursos de discriminación racial. El hombre negro, libre o esclavizado, aparece en los textos de estos escritores como símbolo de habilidad y resistencia, y, por tanto, representantes simbólicos del progreso de la nación. Preocupados por la construcción de una masculinidad heroica, estos autores no incluyeron en su repertorio figuras femeninas, ni visibilizaron el fundamental aporte de la mujer a la cultura y a la agenda antiesclavista. El análisis que propongo en el capítulo “Heroica maternidad” se incorpora a los estudios de feminismo negro y decolonial considerando que la raza, la clase y el género son marcadores sociales inseparables y que la literatura como difusora de modelos identitarios desempeñó un rol fundamental en la legitimación de los discursos de supremacía racial y de género.20 Mi perspectiva interpretativa se aproxima a la obra de la escritora afrobrasileña Maria Firmina dos Reis (1822-1917), priorizando su representación de una feminidad negra heroica que niega no solo la conceptualización de la “fragilidad femenina”, sino que recupera la maternidad (biológica y simbólica) como espacio de afirmación de la mujer afrodescendiente. Según Ochy Curiel, en la “reconstrucción de una feminidad negra resignificada positivamente es donde ha descansado en gran medida la práctica política antirracista y antisexista” (171). A partir de este marco, analizo las estrategias narrativas implantadas por Reis desde una perspectiva que enfatiza su conciencia como sujeto creador capaz de dejar en el texto marcas retóricas de su resistencia ante los discursos de dominación. Coincido con Patricia Hill Collins en que el análisis de la representación de cuerpos femeninos racializados en los textos de autoras

El feminismo negro ha propiciado un giro teórico-político al señalar que es imprescindible considerar las experiencias de las mujeres no-blancas como posición enunciativa, además de reclamar que la agenda feminista reconozca la dominación como formación histórica en la que confluyen de manera interseccional las categorizaciones de raza, clase y género que informan y legitiman las asimetrías sociales. Consúltense los trabajos de Patricia Hill Collins, Angela Davis, Audre Lorde, bell hooks y Kimberlé Crenshaw. El pensamiento feminista decolonial latinoamericano aborda esta problemática de forma situada y crítica cuestionando no solo las diversas opresiones de géneros, sino también el proyecto universalista de la modernidad y la dominación epistémica. Sugiero consultar especialmente los trabajos de Sueli Carneiro, María Lugones y Mara Viveros Vigoya. 20 

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afrodescendientes contribuye a crear una visión más completa de las diversas formas de resistencia, así como también de las luchas que ellas desarrollan para preservar su autoridad autoral, su libertad creativa y su aporte a la liberación de sus comunidades.21 Siguiendo este marco interpretativo, en “Poetas y héroes ‘de color’”, último capítulo de este estudio, me detengo a examinar el uso político de una retórica heroica en la poesía de la afrocubana Cristina Ayala (1856-1936). Los héroes que se manifiestan en su poesía hacen visibles su cuestionamiento a uno de los puntos neurálgicos del imaginario liberal: la imaginación histórica. Desvinculando al héroe de sus atributos marciales, pero también alejándolo de figuras de la domesticidad vinculadas a la maternidad, Ayala fundó un espacio de dignificación para la mujer que aspiraba a ser reconocida como letrada “de color”. Esto hace que su poesía ofrezca una oportunidad única de aproximación a la experiencia de mujeres que crearon discursivamente una visión personal e insólita del proceso de organización de la sociedad civil en relación a las dinámicas de negociación del poder representacional. Richard Graham ha señalado que el periodo de mayor desarrollo de la ideología de inferioridad racial coincidió con la caída del sistema esclavista y la internacionalización del sistema capitalista (Idea 4). Si bien este estudio no se organiza de manera cronológica, sino temática, el análisis traza un recorrido que se inicia en la segunda década del siglo xix (periodo vinculado a la circulación de discursos emancipadores y antiesclavistas en el contexto atlántico) y concluye a inicios del siglo xx (periodo de restructuración institucional luego de la abolición de la esclavitud y el inicio de la república en Cuba y Brasil). Los líderes y escritores analizados en este estudio no constituyen un grupo homogéneo, pero coinciden en su aspiración de intervenir en la imaginación heroica en el periodo en que se estaban rearticulando los discursos de jerarquía racial y de género asociados a proyectos neocoloniales y modernizadores. La elección de estos actores sociales se debe a que, a través de dar forma discursiva a sus anhelos de protagonismo, contribuyeron a poner en circulación diversos modelos de heroísmo. Su estudio aporta una visión única de la experiencia de sujetos que, a pesar de su posición excéntrica y culturalmente desplazada, pusieron en circulación nuevas formas de imaginar la intervención cultural y 21  Patricia Hill Collins señala que “[m]aintaining the invisibility of Black women and our ideas not only in the United States, but in Africa, the Caribbean, south America, Europe, and other places where Black women now live, has been critical in maintaining social inequalities” (3).

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política de grupos subalternos. Sus proclamas, cartas, informes, poemas, ensayos y novelas revelan el rol que el acceso a la palabra escrita significó para representantes de grupos marginalizados que aspiraban a intervenir en la contienda simbólica de la que emanaron los mitos de armonía racial. Este estudio concluye con una reflexión sobre la necesidad de reconceptualizar la producción cultural de hombres y mujeres de ascendencia africana a partir de la proliferación de significados que rodean a la categoría heroica y que han hecho perdurar para la imaginación moderna ciertas lecturas de las figuras decimonónicas que tienen a reforzar las jerarquías basadas en ideologías de inferioridad de clase, raza y género. Sugiero que, en un periodo en que la representación de las identidades masculinas racializadas revelaba la inestabilidad e inseguridad de toda performance de virilidad contenida y disciplinada, la categoría heroica se muestra como una zona de conflicto y negociación simbólica que funciona tanto informando y legitimando prácticas de dominación como generando espacios de resistencia. Para hombres y mujeres de ascendencia africana la utilización estratégica de un lenguaje salvacionista y heroico significó la posibilidad de exhibirse como cuerpos modélicos y de ponerse al frente de un contingente humano que los seguía y, en algunos casos, veneraba. El heroísmo vino, así, a resignificar la experiencia de la esclavitud como espacio de visibilidad de la corporalidad racialmente marcada, pero también operó como espacio de movilización política y dignificación colectiva. Los múltiples archivos, panteones, galerías que se organizaron en el siglo xix construyendo colecciones de retratos de héroes y hombres ilustres escenifican la necesidad de que el heroísmo negro se ausentara de los relatos de progreso y bienestar. En ellos debemos leer lo que se conserva en los archivos, lo que se “corrige” para hacerlo venerable y lo que se ausenta para hacer patria, ya que el heroísmo representa el “grado evanescente” de la modernidad que pone en tensión las nociones de fugacidad y memoria dando lugar a visiones que subrayan la paradójica tensión entre una materialidad exuberante que se monumentaliza en bronce y la fragilidad de la unión comunitaria que se dirime en olvidos.

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Capítulo 1 La poética del riesgo y el deseado cuerpo del guerrero

La guerra es una realidad atroz que conlleva un radical desafío interpretativo. Como Fredric Jameson reconoce, al enfrentarnos a la urgencia del aquí y ahora, la guerra genera una dificultad de conceptualización mientras que, paradójicamente, estimula la proliferación de relatos que procuran restablecer nuestra relación con el entorno.22 La guerra también es una invitación a distinguir cuerpos y tecnologías discursivas, para lo cual se establecen marcadores específicos que delimitan los contornos que definen al aliado y al enemigo, al héroe y al traidor, al salvador y a la víctima. En palabras de Felipe Martínez-Pinzón y Javier Uriarte “la guerra le hace algo al lenguaje” (énfasis en el original, 7). Sin embargo, el lenguaje también le hace algo a la guerra. Así, al actualizar la matriz del heroísmo épico vinculado a hazañas en el campo de batalla, el lenguaje habilita espacios para la imaginación y para la interpelación política. Con el interés de examinar la imbricada relación entre lenguaje, imaginación y guerra, en este capítulo me aproximo a la construcción de figuras heroicas racialmente marcadas que le hicieron algo al relato emancipador latinoamericano. Para los líderes emancipadores de ascendencia africana, convertirse en modelos de abnegación y patriotismo contradiciendo la percepción que se tenía de ellos como fuerzas peligrosas del cuerpo nacional conllevó un radical cambio ideológico. Como muestra el diario de guerra de Ricardo Batrell, discutido en la introducción de este estudio, el imperativo de la lucha independentista tuvo un atractivo particular

22  En el original: “War offers the paradigm of the nominalist dilemma: the abstraction from totality or the here and now of sensory immediacy and confusion” (Jameson 1533).

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para quienes se situaban entre la contingencia inapelable de la guerra y la memoria corporal del trabajo esclavizado. Exponer “el pecho a las balas” (Ideología 1: 95), como lo expresó Antonio Maceo, se estableció como el fundamento de una retórica que espectacularizaba el deseo de ser reconocido como modelo de un patriotismo de corte republicano. Al destacarse como modelos de virilidad aguerrida y temeraria, al tiempo que actuaban como hábiles estrategas y líderes del ejército, ciertos afrodescendientes se invistieron con la dignidad y el poder del héroe militar, mientras que en el plano representacional recurrían a visiones imaginativas vinculadas a arquetipos de lo heroico en clave romántica. En este capítulo me detengo a analizar la utilización de lo que he llamado una poética del riesgo que se manifiesta a través de proclamas y panfletos escritos por José Prudencio Padilla y en la correspondencia de Antonio Maceo. Entendiendo que en el siglo xix el héroe funcionó como un dispositivo de visualidad que puso en circulación un repertorio de performances y una masculinidad que se narraba expuesta y se deseaba triunfante, sugiero que el honor del soldado se configuró a través de una corporalidad que se exhibía como trofeo de la victoria sobre el enemigo. Esta poética del riesgo se vio facilitada por lo que Beatriz González-Stephan ha llamado “tecnologías de la virilidad” (“Narrativas” 115), en cuya estetización se desplegaba una hipervirilización del soldado en tensión con la presencia de hombres y mujeres afrodescendientes en los ejércitos revolucionarios. Sugiero que al postularse como modelos de heroísmo, Padilla y Maceo se invistieron con las características del honor patriótico y establecieron diversas performances de hombres honorables contribuyendo a movilizar reclamos de inclusión racial. Particularmente, el análisis de la escritura epistolar de Maceo es elocuente respecto a la utilización de una poética de la exhibición que se materializó en una puesta en peligro que a modo de leitmotiv celebró la lucha por la libertad de la patria y reforzó los atributos de una masculinidad marcial y heroica. La perspectiva desde la que fueron imaginados y representados por sus contemporáneos muestra que el heroísmo funciona como zona de conflicto en que se negociaron diversos modelos masculinos en los que se entretejieron ilusiones de modernidad con estructuras míticas. La monumentalización de Maceo a inicios del siglo xx alegoriza la abnegación patriótica vinculada a proyectos de blanqueamiento y modernización. En oposición, la figura del líder revolucionario Quintín Bandera ofrece un relevante contraste y proporciona un ejemplo de la dinámica de poder que subyace a la heroización de sujetos racialmente marcados. El juicio que llevó al que Bandera fuera acusado de traidor

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y despojado de las honras militares pone al descubierto que ciertas corporalidades no debían exhibirse y, por tanto, no se inscriben en el tiempo histórico de la nación con la dignidad del héroe. El honor como zona de conflicto En el Caribe colombiano existía una numerosa población afrodescendiente que participó en la guerra independentista integrando los ejércitos libertadores, pero también interviniendo en las Juntas Revolucionarias, en las elecciones de candidatos y en las sesiones de debate político.23 Alfonso Múnera, Aline Helg, Marixa Lasso y Peter Blanchard han señalado el relevante rol que negros, mulatos y pardos tuvieron en la negociación de espacios de intervención política durante el proceso de consolidación nacional.24 Además, la gesta revolucionaria estimuló el desarrollo de nuevas prácticas de socialización vinculadas a la movilidad de marineros y soldados, a la construcción de lazos de camaradería y fraternidad que fomentaron alianzas y lealtades asociadas a concepciones republicanas de participación popular. Estas prácticas informaron nuevas percepciones de la identidad racial que coexistieron con diversas formas de discriminación y sometimiento en una sociedad en la que la esclavitud fue legal hasta mediados de siglo. Convocados a luchar por plasmar un ideal que pregonaba la igualdad social y la armonía racial, hombres y mujeres de ascendencia africana también intervinieron en la construcción de una retórica heroica desde una posición marginal, descentrada y, por tanto, simbólicamente relevante para dar cuenta de lo que Carlos Quijano ha denominado la “colonialidad del poder”.25 El líder revolucionario colombiano José Prudencio Padilla alcanzó la cumbre de su carrera militar durante la campaña independentista 23  Según el censo de 1778-1780, la población de la costa caribe de Colombia era de 162.272 habitantes, de los cuales el 11,57% eran blancos, un 17,60% eran indios, el 62,12% eran libres de todos los colores y el 8,67%, esclavos (Múnera, El fracaso 62). 24  Según Lasso, la aparición de una poderosa clase negra política y militar, y la concesión del voto a un sector de esta clase generó expectativas de libertad e igualdad entre los grupos populares, los cuales ejercieron una presión política que las élites no pudieron ignorar (Mitos 11). 25  Peter Blanchard ha señalado que “The liberators’ call for freedom with its associated slavery metaphor found favor at all levels of society, but it struck an especially resonant chord within that sector of the Spanish American population who in fact and by law were enslaved” (“The Language” 500).

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de 1823 al asegurar la victoria de los patriotas en la batalla naval de Maracaibo, momento en que Simón Bolívar lo distinguió llamándolo “el Nelson” colombiano (Helg, “El General” 35).26 Además de las acciones militares que comandó, las palabras con que se comunicó con los hombres con que combatía son elocuentes respecto a su propia conceptualización del heroísmo épico y de su adopción de una pose heroica. Por ejemplo, a finales de 1820 convocó a los habitantes de Cartagena diciendo: os convido en nombre de la República victoriosa de Colombia para exterminar y desalojar de nuestra capital el corto número de tiranos que actualmente van […]; desengañaos y aprended a ser libertadores de vuestra Patria […]: la puerta del honor y la gloria está abierta: corred y uníos en el servicio de las fuerzas a mi mando. […] El premio os espera por vuestros heroicos esfuerzos, valor y constancia en vuestra libertad […] y veréis que a vuestro lado derramaré gustoso mi sangre, porque viva Colombia y mueran sus verdugos (cit. en Uribe White 155-156).

Esta proclama, sin duda, intentaba inducir un sentir patriótico y movilizar al combate. Más importante aún, la retórica heroica que sustenta el texto se funde en el reconocimiento del honor y la gloria como justa investidura de quienes arriesgan sus vidas para liberar a la patria. Este fragmento ejemplifica un momento en el que el líder, concibiéndose a sí mismo como Libertador convoca a sus hombres a arriesgar la vida en un enfrentamiento bélico que tendrá como recompensa el acceso al espacio sagrado de la heroicidad patriótica. La sangre remite metonímicamente al cuerpo del guerrero que expone su vida para “salvar” a la patria del invasor, pero también se refiere al linaje, a la ascendencia africana e indígena de quien se erige en héroe. Resulta significativo, especialmente en un periodo en que se estaba cuestionando el concepto de “pureza de sangre” como mecanismo de exclusión social colonial, que el gesto de “derramar la sangre” aparezca a modo de leitmotiv cumpliendo una función redentora que reviste al soldado de gloria. Es justamente a través de su habilidad para transformar la pericia militar en un relato épico inteligible como los líderes de la emancipación intentaron inducir la nacionalidad, en tanto adhesión a una serie de principios reconocidos como patrióticos. Como ha señalado Mabel 26  Padilla era considerado pardo, hijo de madre wayuu y de padre negro; véase Helg, Liberty 197. Sobre el grupo Wayuu, puede consultarse Polo Acuña y Gutiérrez Meza, “Territorios”.

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Moraña, “el esfuerzo por reconvertir la historia en escritura, la utopía en un sistema de representaciones y programáticas la paradoja principal es la posicionalidad de los que fundan las narrativas protonacionales” (71). Debido a su enclave romántico, además, el proyecto heroico de los emancipadores se apoyó en una representación del sujeto político que se postuló desde la precariedad y la amorosa disposición al sacrificio. “Morir por la patria” o “derramar gustoso la sangre” –en palabras de Padilla– se constituye en el fundamento de una masculinidad cuyo despliegue retórico y performativo implica la espectacularización del riesgo. Voluntad de lucha y entrega apasionada en pro del ideal patrio son los marcadores simbólicos que sientan las bases para que el líder militar se convierta discursivamente en la figura heroica que da origen a la nacionalidad, promoviendo, a su paso, una masculinización de la rebeldía e invisibilizando otras formas de heroísmo. Construye, así, una poética del riesgo que funciona como interpelación política (Althuser) y que se convierte en parte del lenguaje que intenta aglutinar al cuerpo social en torno a la performance heroica. Se trata de un discurso que, a pesar de ser construido como un “yo”, se proyecta hacia un “nosotros” tendiendo a generar lazos fraternos (en una comunidad homosocial que excluye a la mujer), pero también a crear espacios de un heroísmo plural que dignifica a la comunidad imaginada. Las prácticas discursivas desarrolladas por líderes que guiaron las transformaciones políticas revelan su propia percepción del fenómeno revolucionario y su conciencia de la dimensión épica de su accionar. Esta operación de subversión a través de la cual los grupos racialmente marcados dejan de encarnar el peligro para transformarse en quienes sacrifican su vida por su comunidad conlleva un radical el reclamo político que enfatiza su virtud cívica.27 Por ejemplo, la proclama leída por Padilla a los marineros y soldados a su mando antes de la toma de Maracaibo en 1822 muestra su articulación de esta retórica de heroísmo. Dice Padilla: un solo esfuerzo nuestro basta para destruir á los tiranos que sedientos de sangre y de vergüenza han osado invadir otra vez el territorio de la República que veíamos enteramente libre de sus opresores. El asesino

27  Para la élite criolla bogotana “las provincias costeras de la Nueva Granada, con sus llanuras ardientes y sus ‘salvajes’ e ‘indisciplinados’ negros y mulatos, simbolizan la imagen de la ausencia de progreso y la imposibilidad de obtenerlo” (Múnera, El fracaso 54). En esta proclama se invierte esta lógica al situar el discurso republicano en la modernidad y el dominio impuesto por España en la barbarie.

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Moráles que los acaudilla y que con un violento despecho ha intentado empresa tan temeraria, jamás desmentirá la crueldad bárbara que forma su carácter […] Acordáos de […] la sangre de mas de doscientas víctimas sacrificadas al furor de aquel bárbaro […]. Marchemos, pues, contra ese monstruo de la tiranía: destruyamos de una vez ese puñado de perversos, último resto de los enemigos que escaparon de nuestras cuchillas en otros vencimientos: afiancemos para siempre la independencia y la libertad (Proclamas 133).

Ubicando a los soldados españoles en la barbarie, se configura un discurso en el cual los pardos, negros, indios y mulatos que integraban el ejército patriota podían imaginarse como dignos defensores de la civilización. En otras palabras, podían descubrir el reconfortante sentimiento de pertenencia a una entidad de gran intensidad interpelativa –la república– que ellos estaban forjando, y, por tanto, imaginarse integrados a una comunidad que valoraba su esfuerzo. A través de la vívida imagen de la sangre, Padilla moviliza a corregir el abuso y enfatiza el horror que conlleva el dominio español. Para que se espectacularice lo que Santiago Castro-Gómez llama el “lenguaje salvacionista, totalizante y heroico de la modernidad” (181), la fragilidad de las víctimas debe exponerse retóricamente justificando el despliegue performático de una masculinidad viril y guerrera. El discurso republicano facilitó la emergencia de una retórica heroica en la que ciertos afrodescendientes se postularon como defensores de ideales asociados a la soberanía de la nación y a la modernidad. Al concederle por decreto los honores de héroe nacional, después de su triunfo en Maracaibo, Francisco de Paula Santander (1792-1840) corroboró la consolidación del prestigio de Padilla como modelo republicano de masculinidad heroica.28 Finalizada la guerra, Padilla capitalizó este reconocimiento y asumió responsabilidades legislativas que muestran el alcance de su liderazgo y también, sus ambiciones políticas. Fue elegido senador de la república por el departamento de Magdalena en 1822 y 1825. No es casual, entonces, que desde 1823 aparecieran en la arena pública diversos ataques a su honor acusándolo de relaciones extramatrimoniales con Anita Romero, una mujer identificada como “parda”. Esta denuncia intentaba negarle la posibilidad de representar un modelo de masculinidad autosuficiente y proclive a la castidad, como era concebido el héroe decimonónico, que organi28  Francisco de Paula Santander fue el primer vicepresidente de la Gran Colombia (1821-1827) y presidente de la República de la Nueva Granada (1833-1837).

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zaba sus habilidades entorno a ejercer prácticas militares y tareas de administración del Estado.29 Como modelo cívico, el héroe se asocia a una virilidad poderosa, en tanto corporalidad capaz de vencer sobre su propia sensibilidad y sus deseos para proyectarse como ordenador de la vida comunitaria. Al vincularlo a un comportamiento reñido con la moral burguesa vinculada a normas de disciplinamiento, Padilla es asociado con el cuerpo desbordado y anónimo de la masa. En otras palabras, se contradice su pose de “hombre extraordinario” merecedor –desde la perspectiva que Carlyle desarrolla años después– de admiración y obediencia. Por entonces, los textos de Padilla muestran el desarrollo de una conciencia crítica con respecto al valor político de los ataques a su honor. En 1824 publicó un panfleto dirigido “Al respetable público de Cartagena”, en el cual advertía: “la espada que empuñé contra el rey de España, esa espada con que he dado a la patria días de gloria, esa misma espada me sostendrá contra cualquiera que intente abatir a mi clase [parda], y degradar a mi persona” (cit. en Helg, “El General” 36). La espada remite a su poder como líder militar, pero también pone al descubierto su pose de guerrero poseedor del tiempo histórico de la nación. Con este gesto, Padilla intenta representarse a partir de las coordenadas intemporales del héroe cuyo accionar es incuestionable e inmutable. El símbolo fálico de la espada, en la que se resume la pose del prócer, enfatiza el deseo de inscribirse en la imaginación heroica como pieza clave de la salvación de la patria desde una masculinidad exuberante y belicosa. En la visión de Padilla, la “gloria” de la patria es el resultado de las acciones asociadas a una masculinidad heroica capaz de conquistarla y otorgarla. Agrega luego: mis enemigos, los enemigos de mi clase, han tratado de desconceptuarme delante del gobierno, delante de mis conciudadanos, delante del mundo entero; ya se ve, yo no pertenezco a las antiguas familias, ni traigo mi origen de los Corteses, los Pizarros, ni de los feroces españoles que por sus atrocidades contra los desgraciados indios, su rapiña, su usura y su monopolio amontonaron riquezas con que compraron nuevos abuelos […] Ciudadanos, que sensible es en mi corazón contemplar que los sacrificios que he hecho por mi Patria, y que me han adquirido el alto rango que obtengo, sean el motivo del celo, de la rabia y del negro odio con que me miran esos hombres a quienes Colombia no debe sino traiciones e indi-

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Al respecto, consúltese González-Stephan, “Narrativas”.

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ferencia, esos hombres que cada día y desvergonzadamente redoblan sus ataques y minan el santo edificio de la libertad y de la igualdad del pueblo, para levantar sobre sus ruinas el tablado de la ambición, y sustituir a las formas republicanas las de sus antiguos privilegios y la dominación exclusiva de una pequeña y miserable porción de familias sobre la gran mayoría de los pueblos (cit. en Helg, “El General” 36).

Padilla presenta un lúcido análisis del proceso mediante el cual las nociones de abolengo y nobleza de sangre predominantes durante la colonia perduraban en la república legitimando el ascenso de una oligarquía criolla que se negaba a aceptar la igualdad racial. El ideal republicano había generado la promesa de eliminar los privilegios de clase y raza convirtiendo el servicio a la patria como centro de irradiación del prestigio y el mérito social. Padilla esperaba, entonces, ser reconocido y ocupar posiciones de privilegio acordes al servicio prestado a la república.30 Interpreta, por tanto, el ataque a su virtud como una estrategia de erosionar su perfil heroico. En otras palabras, escribe para corregir una manipulación tendenciosa de su pose heroica. Es así como el honor se manifiesta como una zona de conflicto que pone al descubierto las tensiones y ansiedades que rodearon a la exhibición de un cuerpo racialmente marcado que se enviste con el poder simbólico del héroe. A inicios de 1828, Padilla realizó un movimiento arriesgado al expresar que “estaba a la cabeza del pueblo” (Helg, “El General” 43) mientras movilizaba a la marina y a los soldados asignándoles puestos de guardia, luego de asumir el control político y militar de Cartagena. Además, evitó convocar al Cabildo, trasladó el centro de poder a Getsemaní, el barrio habitado en su mayoría por grupos de ascendencia africana, poniendo a la ciudad “bajo el control de los pardos” (Lasso, Mitos 120).31 Como resultado, Padilla fue detenido, encarcelado y acusado de instigar una guerra racial en Cartagena. Seis meses después, la noche que se realizó un atentado contra Bolívar, varios conspiradores entraron en su celda, mataron al guardia y lo ayudaron a huir. El atentado contra Bolívar fracasó y, sabiéndose perseguido, Padilla se 30  Esto se debió a que los patriotas abolieron las leyes coloniales de castas y decretaron la igualdad racial legal de los ciudadanos libres. Por su triunfo en Maracaibo, Padilla fue ascendido a general y se le otorgaron una medalla de oro y una pensión anual de 3.000 pesos. Padilla describía estos logros como “la paga de un mercenario” comparándolos con los cargos que otros militares habían obtenido. Reconociéndose como héroe militar, Padilla aspiraba a “concluir su carrera con honor”; véase Uribe White 300-2. 31  Véanse Helg, Liberty 202-218 y Lasso, Mitos 115-128.

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entregó a la justicia, siendo juzgado y sentenciado a muerte, junto con otros trece acusados (Helg, Liberty 206-211). Aline Helg plantea que la conspiración contra Padilla, que llevó a su ejecución pública, estuvo fomentada por su rivalidad política con el general Mariano Montilla (1782-1851) y por el miedo de Bolívar a la pardocracia, esto es, al ascenso de individuos de ascendencia africana a posiciones de gobierno. Además, es necesario tener en cuenta que Bolívar había propuesto una constitución que favorecía un poder centralizado fuerte que amenazaba desmantelar las organizaciones locales y regionales, con lo cual los intereses democráticos de los pardos se verían frustrados (Lasso, Mitos 305). Según Helg, Padilla se inclinaba a favor de Santander en defensa de “una libertad garantizada por un sistema popular representativo” (“El General” 42). La popularidad política de Padilla y su gesto de insurrección se sitúa entre la redacción de la Constitución de 1821 y la fractura del proyecto político de la Gran Colombia (1830).32 Padilla ingresó a la imaginación heroica como modelo cívico y defensor de principios republicanos a través de cronistas de la época. El escritor costumbrista José María Cordovez Moure (1835-1918) ubica la insurrección liderada por Padilla en una intricada red de rivalidades y luchas por el poder político enfatizando los atributos heroicos de su actividad como líder republicano. En su crónica “La conspiración del 25 de septiembre de 1828” (1893), el escritor enmarca la causa por traición y conspiración, así como su fusilamiento, en una serie de cuestionamientos a la masculinidad heroica representada por Bolívar, a quien acusa de no haber sido capaz de “ver que su misión había terminado el día que la Independencia de medio mundo quedó asegurada” (19). Desde la perspectiva del cronista, su naturaleza “nerviosa y en extremo impresionable” (21) y su incapacidad para “dominar sus primeros ímpetus” (21) inhabilitaban al Libertador para ejercer el gobierno. Si bien no justifica a los amotinados, al cuestionar la asociación de la visión heroica del “gran hombre” y las acciones de Bolívar, Cordovez Moure habilitó la circulación de modelos heroicos vinculados a la exhibición de una masculinidad republicana que tuvo en Padilla a su mayor exponente.33

32  Padilla tuvo un grupo amplio de seguidores entre los que se encontraban miembros de las clases populares y también comerciantes, empleados y funcionarios. Véanse Helg, Liberty 201, Lasso, Mitos 115-116 y Conde Calderón 54-55. 33  Particularmente elocuente es su reivindicación del heroísmo del coronel Leonardo Infante, apodado “el Negro” (Cordovez Moure 8), quien, al igual que Padilla, según el cronista, fue injustamente condenado y fusilado.

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Cordovez Moure incluye en la extensa crónica sobre los conjurados contra Bolívar cartas, reportes judiciales, decretos, memorias y comentarios de testigos ordenados a modo de evidencia de las malas prácticas de gobierno e intentos de fraude, censura, corrupción y abusos de poder realizados por líderes que se ubicaban a ambos lados del espectro político, a saber: bolivarianos y liberales. Elocuente resulta su énfasis en la serie de fusilamientos reñidos “con los más rudimentarios principios del derecho criminal” (9) vinculados al ascenso político de Bolívar. En cuando a Padilla, dice el cronista que la mañana de su fusilamiento: marchaba altivo y vestía uniforme de General de División; apenas atendía a las exhortaciones del religioso que lo acompañaba llevando el crucifijo. En las venas del héroe del lago Maracaibo circulaba sangre de aquellos indomables guerreros africanos que no doblegan la cerviz ante ningún infortunio, y que provocan á sus enemigos mientras alienten un soplo de vida, aunque se les tenga atados de pies y manos. El General Padilla era un mulato esbelto, de constitución de atleta, usaba patillas, el pelo corto al rape, bizco de mirada inteligente, de andar cadencioso, como es costumbre en los hombres de mar, sin otra instrucción que la necesaria para gobernar, y valiente hasta la temeridad. Padilla no desmintió su carácter en el cadalso (127).

Los aspectos teatrales de la representación muestran el intento de revertir el deshonor de la ejecución pública al inmortalizar a Padilla a partir de un grado superlativo que lo coloca del lado de los triunfadores o “salvati”. Al presentar a Padilla, el cronista permite a sus lectores “ver” al héroe caminar de forma “cadenciosa”, disfrutar de su porte y de su constitución de “atleta”, admirar su mirada e imaginar su inteligencia. El uniforme, que como bien ha señalado Beatriz González Stephan responde a una “fantasía de monumentalismo heroico” (“Héroes” 31), funciona como un poderoso recordatorio del honor de quien triunfó en batalla. En este caso, la identidad racial se hace visible integrada a la pose heroica. En efecto, la heroicidad debe ser siempre manifiesta para que sea reconocible y el héroe pueda ubicarse por encima de la línea que lo separa del resto de sus contemporáneos. El gesto del cronista no deja dudas, se trata de construir un telos épico que enlaza, desde una visión exotista, un sustrato mítico asociado a su ascendencia africana para construir una masculinidad marcial heroica. En esta crónica, el antagonismo entre los diversos grupos que se disputan el poder es representado a partir de un elaborado contraste

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entre quienes abusan del mismo y quebrantan la ley y quienes son reconocidos por el cronista como héroes granadinos que no claudican de sus ideales republicanos. De esta manera, el texto recupera el honor de que fue despojado Padilla al ser humillado en público. Según relata Cordovez Moure, antes de fusilarlo y exhibir su cadáver colgado de una horca, Padilla fue despojado de las insignias del uniforme, ante lo que exclamó “con acento de sarcasmo. Ésas no me las dio Bolívar, sino la República” (128). Agrega luego que mientras lo ataban al poste para fusilarlo “exclamó con voz de trueno, que resonó en los ámbitos de la plaza: ¡Viva la República! ¡Viva la Libertad!” (128). Si bien estas expresiones adjudicadas a Padilla parecen estar sustentadas en aspectos imaginativos de la memoria popular, la referencia a la violencia gestual que significó el despojamiento del uniforme de las “marcas” materiales de su heroísmo da cuenta de la necesidad de espectacularizar la deshonra. El relato de Cordovez Moure, por el contrario, revela el deseo de conservar la memoria del héroe costeño, de revestirlo con los atributos de una masculinidad marcial heroica al escenificar una última escena en que se enfrenta valeroso a sus verdugos y niega la autoridad de Bolívar. Al atribuirle la última palabra a Padilla, que es un grito de victoria y de esperanza en el porvenir (“¡Viva la República! ¡Viva la Libertad!”), el autor lo retrata no como un hombre dispuesto a morir o vencido, sino como un héroe de la república, como un mítico paladín de la libertad que debe ser inmortalizado en bronce. En el momento de su muerte, Padilla era popularmente reconocido por sus hazañas militares, entre las cuales la más famosa fue la toma de Angostura en 1817, a la que se sumó su actuación como capitán de buques de guerra que hicieron posible la liberación de Riohacha, Santa Marta y Cartagena (Uribe White 115-170). La premura con que juicio y sentencia se ejecutaron –además de que se hiciera en Bogotá, no en Cartagena– puede ser un indicador del temor a que se organizara una rebelión de las capas populares simpatizantes de la causa de Padilla. Resulta elocuente, además, la orden de “que el nombre del general de división José Padilla, sea borrado de todos los registros, listas, archivos y cualesquiera otro donde se halle escrito” (Pinedo Flórez 13).34 El deseo de borrar de la memoria la participación protagónica de quien 34  Según Helg, Padilla tuvo un grupo amplio de seguidores entre los que se encontraban miembros de las clases populares y también pequeños contratistas, comerciantes, empleados y funcionarios. Bolívar no dudó en calificar a Padilla como “el hombre más importante de Colombia”, agregando que “lo quiero mucho por sus servicios y por la adhesión que me tiene. Dios le conserve en este sentimiento” (“El General” 39).

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en 1828 era el hombre más influyente de Cartagena (Lasso, “Haití” 15), evidencia que la fundación nacional requería no solo de la puesta en escena de una traición que convertía al cuerpo del soldado “pardo” en cuerpo execrable, sino también de vencer en la contienda simbólica, en la cual el documento jurídico asumió la autoridad de eliminar una presencia incómoda. Al parecer, el héroe costeño debía ausentarse de la narración emancipadora para permitir el ascenso de otras figuras con las que antagonizaba. Marixa Lasso señala en su fundamental trabajo Mitos de armonía que el futuro de las relaciones raciales fue uno de los problemas más controversiales y significativos del periodo de la Independencia, y el mito de la armonía racial, uno de los legados políticos más importantes de la era de las revoluciones (11).35 Desde este marco interpretativo, la figura de Padilla se ofrece como una instancia de confrontación en la que la vertiente emancipadora del liberalismo colombiano propició la participación en la arena política de un héroe “pardo”. Sin embargo, Padilla también puede ser integrado al panteón de héroes transatlánticos, ya que tuvo la oportunidad de familiarizarse con las revoluciones atlánticas, particularmente con la haitiana, durante su estadía en Les Cayes en 1815 (Lasso, Mitos 116).36 Las acciones de Padilla, al igual que las de Antonio Maceo, se enmarcaron en un periodo de conflicto entre diversos grupos que se disputaban el predominio al final de las guerras de independencia, pero también formaron parte de una amplia red de influencias e intercambios caribeños y transatlánticos. Antonio Maceo y la poética del riesgo Antonio Maceo Grajales (1845-1896) formó parte de una familia de ascendencia africana que había emigrado al oriente de Cuba a principios del siglo xix, cuando la región atravesaba un periodo de auge económico (Torres-Cuevas 6).37 Al dar inicio la guerra independentista en 1868 se unió a las fuerzas revolucionarias junto con su padre y dos hermanos, a los que se unirían poco después su madre y su espoVéase también, Graham, The Idea 4. Sobre su intervención en la batalla de Trafalgar, posterior prisión y participación en el exilio en Haití y las campañas de Venezuela y Guyana, véase Uribe White 65-120. 37  José Luciano Franco ofrece detallada y relevante información en su biografía Antonio Maceo. Los interesados en su vida pueden consultar también Perera Díaz, Torres-Cuevas 6-19 y Mármol 13-21. 35 

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sa.38 Maceo aportó una particular visión de la guerra al definirse como “un hombre que ingresó en la Revolución sin otras miras que la de dar su sangre por ver si su patria consigue verse libre y sin esclavos” (Ideología 1: 65), al mismo tiempo que defendía un nacionalismo de corte republicano al sostener que en Cuba “no hay blanquitos, ni negritos, sino cubanos” (cit. en Ibarra, Ideología 51). En su posición de líder militar, Maceo escribió cartas, informes, proclamas, comentarios y declaraciones que documentan la guerra desde la perspectiva de una subjetividad construida a partir de la voluntad de vencer no solo en el campo de batalla, sino también frente a los estigmas asociados a su identidad racial.39 Al igual que Padilla, Maceo dejó testimonio del valor político de revestir el cuerpo del revolucionario con un honor incuestionable. A pesar de que la escritura epistolar responde a un estilo codificado que se organiza siguiendo estructuras formularias, las cartas de Maceo ofrecen un valioso testimonio de las formas de concebir su experiencia de la guerra, y, más importante aún, de conceptualizar su contribución como hombre “de color”. Por ejemplo, en 1876, escribió a Tomás Estrada Palma (1835-1908), presidente de la República en Armas, diciendo: como el exponente precisamente pertenece a la clase de color, sin que por ello se considere valer menos que los otros hombres: no puede, ni debe consentir, que lo que no es, ni quiere que suceda, tome cuerpo y siga extendiéndose: porque así lo exige su dignidad, su honor militar, el puesto que ocupa y los lauros que tan legítimamente tiene adquiridos. Y protesta enérgicamente con todas sus fuerzas […] máxime cuando forma parte, y 38  Sus padres, Marcos Maceo y Mariana Grajales, además de ser prósperos agricultores y comerciantes, lograron establecer vínculos económicos y sociales que hicieron posible que sus hijos se educaran en Santiago de Cuba y posteriormente se integraran a la logia masónica Gran Oriente de Cuba y las Antillas (GOCA). Con respecto a las condiciones económicas y la educación de los integrantes de la familia, véanse TorresCuevas 6-19, Mármol 13-21 y Franco, La vida 7-12. En relación con la afinidad ideológica entre la logia y el pensamiento de Maceo, véase Torres-Cuevas 25-26 y 76-77. 39  Cabe señalar aquí que los textos de Maceo se encuentran dispersos en varias publicaciones que muestran el interés de algunos investigadores cubanos por preservar y difundir su obra como parte de un proceso de homenaje e institucionalización de la figura del prócer. Los trabajos de Emeterio Santovenia, Papeles de Maceo; Emilio Roig de Leuchsenring, Antonio Maceo: ideología política, cartas y otros documentos; Gonzalo Cabrales, Epistolario; José Antonio Portuondo, El pensamiento vivo de Maceo; Aisnara Perera Díaz, Diarios de campaña; y Rafael Ramírez García, Cartas cruzadas, son fuentes indispensables para el análisis de la experiencia de la guerra desde la perspectiva de un líder militar afrodescendiente.

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no despreciable, de esta República democrática, que ha sentado como base principal la libertad, la igualdad y la fraternidad y que no reconoce jerarquías (Ideología 1: 66).

Negándose a ocupar el papel de víctima, Maceo desplaza la atención hacia su posición de autoridad como líder militar y como intérprete de los alcances políticos de la revolución. La defensa de su honor forma parte de una visión ideológica en la que el mérito militar y la exhibición de una masculinidad patriótica borran las diferencias y las jerarquías raciales.40 La escritura epistolar desarrollada por Maceo funciona como espacio de intercambio en el que el líder inscribe su posicionamiento ideológico a través del ordenamiento racional de la realidad caótica y atroz de la guerra. Es posible rastrear en ellas la progresiva consolidación de una subjetividad que se construye en base a la negociación de su autoridad y el reclamo de atención hacia los triunfos obtenidos. Maceo incorpora al informe de acciones bélicas el relato de las heridas recibidas en el campo de batalla, los voluntarios que llegaban a alistarse, las estrategias de abastecimiento, las órdenes y escaramuzas que dirige para salir victorioso ante un enemigo mejor equipado y mayor en número y su opinión sobre la conducta de subordinados y jefes militares. El tono enérgico y seguro con que se dirige a los diferentes interlocutores convierte la escritura epistolar en extensión de su autoridad y de su acción heroica en el campo de batalla. Con la firma del Pacto de Zanjón (1878), que puso fin a la Guerra de los Diez Años, Maceo se convirtió en la única figura revolucionaria que se negaba a rendirse ante el enemigo. Este evento, que se conoce como la Protesta de Baraguá (1878), se documentó en su correspondencia. Por ejemplo, le escribió al general en jefe español Arsenio Martínez Campos (1830-1900) solicitando una reunión, ya que su ejército deseaba “la Independencia absoluta” y sus hombres eran “capaces de resistir indefinidamente” (Ideología 1: 92).41 Por entonces, Maceo era el jefe de las regiones de Santiago y Guantánamo (fuerzas conformadas por una mayoría de negros y mulatos) y se encontraba en Loma del Bío recuperándose de graves heridas sufridas en batalla, pero al enterarse de que planeaban asesinar a Martínez Campos duVéase Foner, Antonio Maceo 99. Luciano Franco ofrece una detallada narración de las negociaciones realizadas por Maceo una vez que Máximo Gómez abandonara el campo de batalla y varios generales pactaran con el ejército español; véase La protesta. 40 

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rante la reunión concertada, le escribió a Flor Crombet, jefe militar negro bajo sus órdenes, en tono de admonición: aunque estaba grave quise contribuir a que no se realizara, creyendo que los cubanos, con ese hecho, se harían pequeños y en particular escribí a usted, temiendo que su nombre se confundiese con aquellos que no presentan el cuerpo a las balas y que apelan a tan reprochable medio […] llenóme de indignación cuando lo supe, y dije que el hombre que expone el pecho a las balas y que puede en el campo de batalla matar a su contrario, no apela a la traición y a la infamia asesinándole, y que aquellos que quisiesen proceder mal con ese señor, tendrían que pisotear mi cadáver: no quiero la libertad, si unida a ella va la deshonra (Ideología 1: 94-95).

El vínculo entre deseo de resistir y honor, tanto personal como nacional, aparece en la escritura epistolar mediado por una corporalidad amenazada. A pesar de las heridas se muestra enérgico y disciplinado, pero también capaz de disciplinar a su ejército. Intentando controlar la inestabilidad de la identidad viril y la precariedad de su imagen heroica, Maceo pone en circulación un sentimiento de indignación asociado a la desobediencia al código militar al definir el deshonor en términos en que lo personal –el “nombre” del soldado– debe ser leído sino en clave política. Además, hace explícito que quienes pueden “pisotear su cadáver” son los cubanos que ponen en riesgo el honor de la patria, no el ejército enemigo, ante el que se presenta capaz de “resistir indefinidamente”. Así, la heroicidad se define por oposición a la traición, entendida como la incapacidad de exponer el cuerpo ante el enemigo. Virilidad, honor y deseo de exponerse se conjugan para articular una retórica heroica destinada a inspirar –y “civilizar”– al resto del cuerpo militar sobre el que se erige como modelo de integridad y fortaleza.42 La Protesta de Baraguá ha sido calificada como el acto más relevante de intransigencia revolucionaria durante la Guerra de los Diez Años. Con este gesto de voluntad y poder, Maceo “pasó de ser un jefe militar de reconocido prestigio en varias zonas orientales a convertirse En Revolutionary Masculinity and Racial Inequality, Bonnie Lucero plantea una relevante discusión en torno al uso del término despectivo majá usado en referencia a soldados que no se ajustaban al código de conducta militar (sacrificio, abnegación, contención sexual). A través del estudio de cartas y documentos de la guerra, Lucero muestra que la construcción discursiva y propagandística de una masculinidad mambí honorable tendió a minimizar las divisiones de raza y clase acorde al proyecto de una “nación sin razas”. Sin embargo, esta masculinización contribuyó a reproducir prácticas racistas en el campo de batalla que se concretaron a través de una serie de cortes marciales y castigos a soldados y oficiales “de color” acusados de majasería (75-104). 42 

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en una de las personalidades representativas de la racionalidad cubana” (Rodríguez, Hacia 57). La prensa cubana en el exilio, como por ejemplo La Verdad de Nueva York, relató sus hazañas considerándolo “el héroe del día” que iba a “levantar a Cuba al pináculo de su gloria” (cit. en Franco, La ruta 43). Recordemos que “sólo excepcionalmente las masas de la sociedad moderna son, como suele decirse, masas amorfas y anónimas, por lo general son masas identificadas en la realización del proyecto histórico” (Echeverría 59), por tanto, al dotarlas de una performance patriótica se genera imaginativamente la ilusión de unidad nacional. Además, al asumir el liderazgo del grupo decidido a continuar luchando y proclamar la voluntad de no declararse derrotado, Maceo estableció las coordenadas de una masculinidad heroica de larga perduración en el imaginario cubano, al punto que continúa aún hoy vigente. Sin embargo, el 9 de mayo de 1878, Maceo debió dejar Cuba y partir a un exilio que se extendió por más de dieciséis años durante los cuales viajó a través de Jamaica, Haití, Costa Rica, Honduras, Panamá, México y Nueva York en busca de apoyo para la causa cubana.43 Si Baraguá le otorgó estatura heroica ante el enemigo, el exilio otorgó a su liderazgo una plataforma caribeña y transatlántica. En este periodo, mantuvo una intensa relación epistolar a través de la cual informó de sus actividades en busca de apoyo financiero para la causa cubana poniendo énfasis en el relato de los atentados contra su vida y el apoyo popular que conseguía. En ellas, elabora planes, explica postergaciones y viajes, convoca alianzas, reclama apoyo y enuncia el renovado deseo de hacer la guerra y terminar con el dominio español en la isla. Este notable intercambio epistolar, en el que la guerra debe ordenarse discursivamente antes de ejecutarse, despliega un proceso doblemente constitutivo del soldado, eje central de un proyecto político orientado hacia la guerra, y del líder “de color” que intenta consolidar una posición de mando constantemente en disputa. Si la guerra favoreció el establecimiento de comunidades que se reconocían como “compañeros de armas”, el exilio las convirtió en comunidades epistolares, ya que contribuyó al desarrollo de lo que Antonio Castillo Gómez llama

43  Respecto a la repercusión que tuvo la Protesta de Baraguá en Londres y Nueva York, véase Franco, La protesta 52-55. Durante el exilio, Maceo estableció vínculos políticos con hombres de Estado en República Dominicana, Haití, Jamaica, Colombia, Ecuador, México, Costa Rica y Honduras, donde ocupó cargos militares (Hidalgo Paz 4). Véanse Mármol 73-111 y Franco, La ruta y La vida 39-93. También fue entrevistado en Nueva York en 1878; véase Foner y Syme-Hastings.

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“comunidades de escritura”, o sea, redes de sociabilidad sostenidas a través de la correspondencia (15).44 Los textos epistolares ponen en circulación para la imaginación heroica una puesta en escena del fervor patriótico y de la fortaleza de subjetividades viriles que no claudican ante la adversidad. Son, por tanto, el espacio propicio para desarrollar una poética del riesgo con la que interpelar y transmitir el deseo de combatir. En su doble condición de discurso íntimo y público la correspondencia de Maceo se organiza estratégicamente para cautivar al lector, interpelándolo para que se sume al esfuerzo y acepte el liderazgo de quien escribe. Más que instrumentos de intercambio de información, deben leerse como formas de seducción y de interpelación ideológica en las que se definen campos de influencia y se nutren vínculos de respeto y obediencia. Por ejemplo, estando en Haití en 1880, le escribe a Máximo Gómez (18361905), líder militar de la Guerra de los Diez Años que se encontraba en el exilio en Jamaica, relatando un complot para asesinarlo del cual se salvó gracias a sus informantes. Dice Maceo que un grupo de hombres lo atacó y que uno de ellos “se lanzó sobre mí machete en mano, haciéndole yo tres disparos” (Ideología 1: 121). En la carta, el enemigo no identificado se asocia a la incapacidad de España de darle captura, al mismo tiempo que al negarle identidad al atacante lo convierte en un cuerpo irrelevante y débil. Es además significativo que el atacante utilice el machete, arma en general asociada al ejército mambí y que la subjetividad que narra se describa hábil en el manejo del arma de fuego. De esta manera, se identifica con atributos de poder y prestigio estableciendo un contraste entre el cuerpo informe e ineficaz de quien representa a España y el cuerpo eficiente del cubano. Maceo comenta esta victoria convirtiéndola en una espontánea manifestación popular, lo que le permite exhibir discursivamente el efecto que su presencia produce en las masas. Narra en la misma carta que un amigo intentó ocultarlo “del gentío que nos asediaba. Mas todo fue en vano; porque pronto volvió a descubrirme la multitud siguiéndome a todas partes y penetrando en las casas donde me refugiaba. En una de ellas dirigí algunas frases de agradecimiento a los circundantes, y les supliqué que se retirasen […]. Siguiéndome todavía el pueblo haitiano y algunos cubanos” (Ideología 1: 124). La escritura de Maceo no deja lugar a dudas: el reconocimiento del héroe permite 44  Al respecto, consúltense los trabajos de Roger Chartier, quien sostiene que “the goal of letter-writing was to cement, maintain and extend the bonds of social life and solidarity” (15).

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a la masa convertirse en pueblo. En otras palabras, al convertirse en seguidores espectacularizan su veneración y se proyectan como partícipes del ideal emancipador. Sin embargo, también expresa a través de la idea de “asedio” las múltiples facetas de persecución que enfrentó, convirtiendo su cuerpo en núcleo simbólico de gran poder. Es así como las autoridades haitianas se suman a la persecución cuando el presidente Louis Lysius Salomon (1815-1888), percibiendo la amenaza de un alzamiento, otorga “carácter político a la manifestación del pueblo” (Ideología 1:124). Maceo debió entonces abandonar el territorio haitiano para evitar ser apresado. Esta carta, escrita cuando estaba a salvo en Gran Turk, revela una subjetividad que se construye a partir de escenificarse como foco de una persecución injusta que pone su vida en peligro. En las cartas de Maceo el honor se representa como la experiencia cotidiana que conlleva asumir y espectaculizar el riesgo mediatizado a través de un lenguaje que amalgama el orgullo por dar la vida y el dolor por la condición colonial de la isla. En 1882, mientras Maceo se encontraba en Honduras, José Martí (1853-1895) inició con él un diálogo epistolar que se extendió hasta el 12 de mayo de 1895, siete días antes de su muerte en Dos Ríos. La escritura epistolar de ambos líderes, que en muchos casos se hizo pública al aparecer en la prensa, se convirtió en la materialización textual de una interpelación que vincula sentir “amor” por la patria con la adopción de una pose desde la cual ordenar los significados de sus acciones apelando a la imaginación heroica. Martí lo hizo explícito diciendo: “heroicos hemos de parecer, puesto que nos quieren heroicos. Si nos ven de menor tamaño que aquel de que esperan vernos –esto será como darnos muerte” (Cartas 24). Al proponer una heroicidad performativa que funciona como objeto de deseo de la nación, Martí –e incluye a Maceo en el gesto– convierte al héroe en el eje político de un proyecto de restitución de la unidad de la nación dispersa por el exilio.45 Los héroes anhelados por Cuba son, en la retórica heroica establecida por Martí, el centro de significación de la promesa de unificación nacional y futuro de bienestar. Sin embargo, en el presente de la enunciación el heroísmo se sostiene en base al relato de las hazañas del pasado y al deseo de superar la pérdida a través de organizar para la patria “la campaña de su redención final” (Martí, “La revolución” 45  La compleja relación entre el poeta y la guerra, así como su admiración por los héroes militares de la Guerra de los Diez Años ha sido estudiado por Julio Ramos; véase Desencuentros 305-316.

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152). La escritura asume, así, el rol de escenificar la constante batalla entre un poder avasallador encarnado por España y el héroe que no renuncia a luchar por obtener la libertad de su nación, entendida como proyecto modernizador. Si bien en el diálogo epistolar las subjetividades se construyen en tensión, ya que se trata de masculinidades correspondientes a grupos disímiles que intentan alinearse en un proyecto común, Martí altera las coordenadas de la imaginación heroica para concebirse como letrado que comparte las cualidades viriles del guerrero. Formuladas desde el deseo de dar expresión a una masculinidad heroica y una emotividad para la guerra, las cartas que intercambian Maceo y Martí presentan sujetos emisores que visualizan una comunidad fraterna en la que los “héroes” sintetizan y consolidan el “amor” patriótico y ofreciéndose como modelos de masculinidad fraterna.46 La masculinidad heroica construida en torno a Maceo se expresa fuertemente ligada a su capacidad de sobrevivir a las “heridas” causadas por el enemigo, convirtiendo al cuerpo del héroe en el centro de irradiación de fortaleza y gloria. Las asociaciones simbólicas establecidas entre las agresiones sufridas y el ultraje perpetrado contra la nación cubana contribuyeron a alimentar intensos vínculos identitarios que le otorgaron materialidad a la heroicidad marcial.47 Por ejemplo, Maceo sufrió un atentado al salir del teatro en San José de Costa Rica, el 10 de noviembre de 1894, y Martí no tardó en publicar en Patria (el periódico oficial del Partido Revolucionario Cubano) la transcripción del mensaje recibido en el que Maceo dice: “Turba española hirióme espalda: estaré pronto bueno” (Ideología 1: 420), a lo cual Martí agrega: “aún queda en el cuerpo del general Maceo espacio suficiente para unas cuantas cicatrices. […] No, no se mata a la Revolución a puñaladas” (cit. en Franco, Antonio 2: 68). Al organizar la heroicidad en una estructura dialógica que incorpora la voz de Maceo en su propio discurso de propaganda revolucionaria, Martí intenta no solo controlar

Ángel Rama y Sylvia Molloy han examinado las tensiones homo-afectivas en la escritura martiana; véanse Rama, “La dialéctica” y Molloy, Poses 114-127. Ana Peluffo también ha señalado el “exceso afectivo” (“Homo-sentimentalismo” 80) que caracteriza la poesía de Martí en la cual la amistad masculina crea intensas alianzas simbólicas entre patriotismo y erotismo. Francisco Morán y Jorge Camacho han propuesto acertadamente la tensión irresuelta entre homoerotismo y amistad masculina en el epistolario y en las crónicas de Martí; véanse Morán, “Hay afectos” y Camacho, “La virilidad”. Respecto a la emotividad en la correspondencia cruzada entre Maceo y Martí, consúltese Aguilar, “Heroísmo emotivo”. 47  Con relación al tema de corporalidad y dolencia en la escritura de Martí remito al trabajo de Juan Carlos González Espitia “Deep and Hidden”. 46 

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los aspectos simbólicos del heroísmo sino también incorporarse a la poética del riesgo. La específica mención de la “espalda” en la cita del telegrama pone al descubierto la inefectividad de la acción del enemigo –que se percibe como informe y carente de valores (turba)– para afectar de forma permanente la integridad física y moral del héroe, cuya capacidad de recuperarse “pronto” fortalece la promesa de redención definitiva de la patria, al mismo tiempo que refuerza la visión mítica del héroe “invencible” portador de un cuerpo que resiste a ser penetrado, al menos de forma efectiva, por el enemigo. En su fabulación de la masculinidad heroica cubana Martí desliza su deseo de controlar, aunque sea discursivamente, el cuerpo del soldado en el que “aún queda […] espacio suficiente para unas cuantas cicatrices”. Se trata de poner en circulación subjetividades viriles que a través de actualizar constantemente el riesgo exhiben su capacidad de resistencia. El cuerpo del guerrero y la circulación homosocial del deseo Potenciando las coordenadas de una poética del riesgo, Maceo se proyecta como un cuerpo en constante observación. Si tomamos como ejemplo su viaje a La Habana en 1890, vemos que tanto patriotas como enemigos compiten por espacios de visualidad y contacto con una figura heroica que se transforma en el “Titán de bronce”. A través de un salvoconducto obtenido del cónsul español en Jamaica, Maceo viajó en 1890 a La Habana. Este constituye un evento simbólicamente notable, ya que viaja al bastión de poder español en el Caribe y logra trasladarse por la isla ante la vista impotente de las autoridades. Según Luciano Franco, a su llegada “jóvenes y campesinos a porfía se disputaron el honor de saludar a Maceo” (Antonio 1: 334). Este deseo de contacto con el cuerpo del héroe quedó registrado en detalle en la prensa cubana e internacional, como, por ejemplo, en el periódico La Lucha.48 Maceo pudo escenificar una masculinidad heroica en “guerra” en tiempos de paz ante la mirada expectante de una sociedad ávida por relatos épicos que restablecieron el necesario sentido de unidad y autonomía. Luego del fin de la Guerra de los Diez Años, se habían dado en Cuba una serie de las transformaciones sociales como el surgimiento de los partidos políticos, la liberación de la censura a través de la Ley 48 

Sobre la entrevista en La Lucha, véase Franco, Antonio 1: 335.

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de Imprenta (1880), la aprobación del sistema de patronato (1880), la abolición de la esclavitud (1886), la Ley de Libertad de Asociación (1887) y el sufragio universal masculino (1890).49 Acompañando estas reformas y cambios sociales se desarrolló una vigorosa esfera pública en la que grupos diversos debatieron sobre la condición colonial de Cuba, al mismo tiempo que se reforzaban los códigos de exclusión para los sectores “de color”, las mujeres y los inmigrantes chinos (Lane 107).50 Si a su retorno a Cuba Maceo traía consigo una rica experiencia caribeña y el reconocimiento internacional, su llegada se daba en un momento propicio en que los sectores “de color” estaban consolidando su protagonismo.51 Según Alexander Eastman, por entonces circularon cerca de una docena de periódicos y medios de prensa editados por escritores e intelectuales que se definían como pertenecientes a la “raza de color” (“Binding” 31). Estas publicaciones materializaron una variedad de expresiones y aspiraciones políticas de hombres y mujeres que estrenaban sus capacidades de liderazgo y movilización. Publicaciones pertenecientes a la prensa negra, como El Pueblo (1878), El Africano (1887), La Fraternidad (1888-1890) y La Igualdad (1892), contribuyeron a articular una comunidad social y política que se organizó para denunciar las injusticias y desigualdades basadas en la raza.52 El clima era propicio para la escenificación de un heroísmo “de color” como símbolo de la liberación de la isla. 49  También fue el periodo en que se crearon el Partido Liberal, más tarde denominado Autonomista (PLA) y el Partido Unión Constitucional (PUC) que representaba los intereses de peninsulares y de grandes propietarios; véase Moreno Fraginals 256259. Esta situación será alterada años más tarde con el surgimiento del Partido Reformista (PR) como escisión del PUC y la fundación por parte de José Martí del Partido Revolucionario Cubano (PRC) que atrajo a sectores populares. 50  Particularmente, La Habana experimentó el desarrollo de la cultura impresa con más de quinientas publicaciones periódicas (Ferrer, Insurgent 113). La proliferación de la prensa propició que se publicaran ataques a las autoridades españolas, como, por ejemplo, el artículo “La sociedad de La Habana”, publicado en La Habana Elegante en febrero de 1888, en el que el poeta Julián del Casal atacó al capitán general Sabas Marín y su familia; véase Montero. 51  Este periodo de entreguerras estuvo signado por un intenso debate sobre el rol de los grupos “de color” en la historia cubana y su posición en la sociedad (Camacho, Amos 204). 52  Sobre los debates en la prensa negra cubana, véanse Fernández Robaina, El negro y Lane, Black Face. La fortaleza de las alianzas entre individuos “de color” se evidencia también en la proliferación de clubes de instrucción y recreo, salones, teatros, agrupaciones benéficas, recreativas y difusoras de cultura. Por ejemplo, los antiguos cabildos de negros dieron paso a sociedades de instrucción, recreo y socorros mutuos. Véase Montejo Arrechea, Sociedades 46-104 y Fernández Robaina 23-45.

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La visita de Maceo y su objetivo de organizar la insurrección, no pasó desapercibida para las autoridades españolas, que establecieron redes de vigilancia en su hotel (Franco, Antonio 1: 341). Así, el viaje se presentó como una oportunidad de autoafirmación de su perfil heroico ante los cubanos ya que pudo exponerse al peligro y escenificar una poética del riesgo. Por ejemplo, sabiendo que existía una orden de vigilancia y detención contra su persona, Maceo se presentó en el palacio de la Plaza de Armas y exigió al capitán general y gobernador, Felipe Fernández Cavada (1824-1899), que se respetara su permiso de transitar libremente por Cuba. Haciendo pública su capacidad de enfrentarse y derrotar a las autoridades españolas, el héroe no solo visibiliza su antagonismo y escenifica una “puesta en peligro” deliberada y desafiante, sino que también genera un espacio para que diversos grupos actúen heroicamente a través de la posibilidad de integrarse en las brigadas de voluntarios que lo seguían a todas partes para evitar que fuera apresado.53 Al poner en circulación prácticas de desafío que amalgaman en una única performance de heroicidad a Maceo y sus fieles seguidores, el heroísmo funciona como una potente interpelación al cuerpo social. Según Franco, su presencia despertó el “entusiasmo desbordado de todo el pueblo cubano” (Antonio 1: 340), pero también atrajo la atención de las autoridades españolas, que lo observaron y registraron el efecto que su presencia tenía sobre los cubanos. En palabras del general español Camilo Polavieja (1838-1914): desde el momento de su llegada hizo, hasta en presencia de altas autoridades, ostentoso alarde de sus ideas separatistas, y lo que es más grave, de sus proyectos revolucionarios [...].Públicamente fueron a verle en La Habana conocidos revolucionarios de toda la Isla, dando esto lugar al reverdecimiento de esperanzas poco gratas para España y el espectáculo tristísimo de que no obstante pertenecer Maceo a la raza de color, que es general objeto de profundo desprecio por parte de los criollos, por simbolizar Maceo la idea del odio a España, fuese visitado y acompañado por considerable número de representantes de familias criollas, algunas muy notables (cit. en Franco, Antonio 1: 340-341).

En este informe se enfatiza el efecto que su presencia causaba en la población cubana sin descuidar los aspectos espectaculares de una masculinidad que se muestra en control del discurso libertador que 53  Respecto al viaje y estadía de Maceo en Cuba en 1890, consúltese Franco, Antonio 1: 331-372.

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resignifica al ponerlo en acto. Es además notoria la preocupación del español por el prestigio que se asocia a una masculinidad racialmente marcada que no teme exhibirse. El “ostentoso alarde” que incomoda al español es el despliegue de una cubanidad que lo excluye ya que se trata de una performance de cohesión social amenazante. Los informes del general Polavieja, que no le pierde pisada desde su llegada, denotan la ambigüedad que despierta la presencia de un héroe “de color” al que se observa con curiosidad y fascinación. Su descripción del pasaje de Maceo por Santiago ejemplifica esta confusión del militar que no puede evitar mostrar su exaltación y respeto por la masculinidad guerrera. Así, refiere que fue recibido en triunfo y obsequiado con bailes, funciones de teatros, banquetes, jiras de campo, haciéndose, como era consiguiente, en todas esas reuniones ostentoso alarde de un ardiente espíritu revolucionario y de las esperanzas de inmediato triunfo que a los enemigos de España había de dar aquel cabecilla que se presentaba en público luciendo un lujoso fajín con entorchados y la estrella solitaria, emblema de la República cubana, cuyo distintivo había sido bordado por señoritas pertenecientes a familias distinguidas de dicha Capital (cit. en Rodríguez, Hacia 78).

El fragmento es elocuente también en describir un cuerpo que se exhibe como promesa de liberación y en el que se inscriben deseos y esperanzas en una futura victoria como una provocación a las autoridades españolas. Se trata de la escenificación de la apoteosis del héroe que es investido por los emblemas de la patria y celebrado por las familias “distinguidas” ante la insistente mirada de quienes se ven forzados a reconocerse impotentes ante su presencia. El retorno de Maceo a Cuba permite que su corporalidad pueda ser leída en clave alegórica y genere en torno a sí la circulación de una emotividad patriótica.54 Durante su estadía en La Habana, se reunió con intelectuales como Enrique José Varona (1848-1933), representante del Partido Autonomista; Manuel de la Cruz (1861-1896), quien colaboraba con La Nación de Buenos Aires; y Francisco de Paula Coronado (1870-1946), representante de los trabajadores socialistas de La Habana. Cuenta Luciano Franco que al ser entrevistado por los periodistas De la Cruz y De Paula Coronado, Maceo “desnudándose el pecho cubierto de cicatrices, les [hizo] un breve relato de cada una de 54  Sobre el trabajo conspirativo de Maceo durante este viaje, véase Helg, “La Mejorana” 68.

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ellas” (Franco, Antonio 1: 347). En este espacio homosocial, el cuerpo marcado del héroe, en tanto cuerpo escrito por la guerra, debe exhibirse para dar origen al relato de una virilidad exuberante en su fortaleza. Las cicatrices, que en el cuerpo de personas esclavizadas expresarían el rigor y la violencia del sistema esclavista, en el cuerpo de Maceo imprimen materialidad a la leyenda del héroe invencible. La rememoración de la guerra a través de la corporalidad marcada y expuesta del soldado estrecha los lazos fraternos de una comunidad masculina que se imagina a sí misma viril y heroica. Se trata de la escenificación de lo que González-Stephan ha llamado “sensibilidades homoeróticas reguladas” (“Narrativas” 115), que se rebelaban ante la feminización de los discursos colonialistas (Lucero 6-8). El cuerpo marcado por cicatrices se propone como imagen alegórica de la experiencia cubana de la guerra, pero también, como lo reconoció Polavieja, es una promesa de victoria. Luego de este encuentro, Manuel de la Cruz, conocido como el “mambí de las letras”, escribió una de las primeras semblanzas heroicas de Maceo. En Episodios de la Revolución Cubana, lo describió así: “Maceo, hueso y carne de leyenda fundida en bronce” (139). Acompañando el nombre de Maceo aparece, desde entonces, el epíteto “el Titán de bronce”.55 Maceo también se reunió en La Habana con el poeta modernista Julián del Casal (1863-1893), quien además de dedicarle el soneto “A un héroe”, escribió que era “un hombre bello, de comprensión robusta, inteligencia clarísima y voluntad de hierro. Pocos hombres me han hecho tan grata impresión como él” (cit. en Franco, Antonio 1: 348).56 De este fugaz encuentro, que al parecer impactó al poeta, quedó un documento fotográfico y, aparecido años después, el soneto que dice: Como galeón de izadas banderolas que arrastra de la mar por los eriales su vientre hinchado de oro y de corales, con rumbo hacia las playas españolas, 55  Por estos años circularon, tanto en Cuba como en las diversas comunidades de exiliados cubanos, una serie de publicaciones que Ambrosio Fornet ha llamado literatura de “campaña” (“El ajuste”). Además de Episodios de la Revolución Cubana (1890), se publicaron A pie y descalzo (1890), de Ramón Roa; Desde Yara hasta el Zanjón: apuntaciones históricas (1893), de Enrique Collazo y Los poetas de la guerra. Colección de versos escritos en la guerra de independencia de Cuba (1893), publicado por Martí en Nueva York. 56  Véase Montero 118-119.

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y, al arrojar el áncora en las olas del puerto ansiado, ve plagas mortales despoblar los vetustos arrabales, vacío el muelle y las orillas solas; así al tornar de costas extranjeras, cargado de magnánimas quimeras, a enardecer tus compañeros bravos, hallas sólo que luchan sin decoro espíritus famélicos de oro imperando entre míseros esclavos (Casal 1: 218).

En este soneto, publicado en La Habana Elegante en 1892, Casal ofrece una versión estetizada de la situación colonial de la isla y de su pasado esclavista aludiendo al objetivo de movilizar a la guerra, verdadero objetivo del viaje de Maceo. La bella composición poética elude nombrar al héroe, cuyo cuerpo se mantiene oculto, innombrado y, por tanto, deseado. Paradójicamente, “A un héroe” enuncia la ausencia de este. El tono desalentado y nostálgico del soneto de Casal pone al descubierto una zona de fragilidad que hace al héroe “necesario”, que da sentido a su accionar, sugiriendo que el orden simbólico de lo nacional se enuncia desde la ausencia y el deseo. En 1895, iniciada la última guerra por la independencia cubana (1895-1898), Maceo lideró una campaña militar brillante: la invasión del occidente de la isla que mantenía el apoyo a España. Alrededor de 1.700 combatientes salieron de Oriente y tres meses después llegaron victoriosos al otro extremo de la isla (Helg, “Sentido” 59). En ese momento de apoteosis heroica, la muerte de Maceo durante una escaramuza de escasa relevancia histórica produjo un profundo impacto y derivó en una serie de especulaciones y leyendas en torno a las causas que condujeron a la “caída” del héroe.57 La leyenda de héroe invulnerable ante las balas del enemigo llegaba a su fin alineando, desde entonces, su figura a la del mártir que entrega su vida en el altar de la patria.58 La acción de rescate, honras fúnebres y ocultamiento del cuerpo mientras este era infructuosamente buscado por el enemigo, 57  Según Álvarez Pitaluga, hasta 1974 existían cuarenta y siete versiones del combate de San Pedro en el que perdió la vida Maceo (3). 58  Por una relevante discusión sobre el “código del martirio” y el sacrificio como parte de una teleología, un metarrelato trágico de la nación cubana, consúltese el relevante estudio de James Pancrazio.

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trazó un nuevo derrotero que intentó proyectar el heroísmo hacia el cuerpo colectivo representado por el ejército revolucionario. Maceo y Francisco “Panchito” Gómez Toro, hijo de Máximo Gómez, fueron enterrados en una fosa secreta en la finca El Cacahual, como parte de una estrategia militar para preservar la integridad de los soldados caídos. Al proteger el cuerpo de Maceo y evitar que fuera execrado como botín de guerra, el ejército revolucionario asume un rol protagónico en la gesta heroica. Así, en su carta de despedida, “Panchito” Gómez dice: “muero en mi puesto, no quiero abandonar el cadáver del general Maceo y me quedaré con él. Me hirieron en dos partes. Y por no caer en manos del enemigo, me suicido. Lo hago con mucho gusto por la honra de Cuba” (cit. en Franco, Antonio 3: 365). Al permanecer junto al cuerpo de Maceo, en palabras de Panchito, se está protegiendo la integridad de la nación, pero también al actuar siguiendo su modelo se está asumiendo y resignificando su legado heroico. Reconocer al héroe conlleva el deseo de emulación expresado en una íntima identificación que se lleva hasta el sacrificio de la propia vida. El cuerpo del héroe actúa simbólicamente como aglutinador y legitimación de modelo de masculinidad que no teme arriesgar la vida. Con este gesto en que ambos cuerpos se funden en un mismo sacrificio, Panchito se hace partícipe del heroísmo al representarse a partir de la poética del riesgo que niega la derrota invistiéndose de honor patriótico, gesto que se inmortaliza en bronce. La repercusión de la muerte de Maceo en el imaginario cubano se capitaliza en la obra pictórica La muerte de Maceo (1906) del artista plástico Armando García Menocal (1868-1942), que actualmente se encuentra en exposición en la Sala de las Banderas del Museo de la Ciudad en La Habana.59 En el cuadro, el cuerpo ensangrentado de Maceo yace sin vida y es alzado por cuatro soldados protagonistas del rescate. Ubicado en el centro de la composición, en la cual los colores principales remiten simbólicamente a la bandera cubana, el cuerpo del héroe aparece suspendido en una postura que recuerda celebradas representaciones religiosas, como la obra escultórica la Pietá de Miguel 59  En esta sala se encuentra en exhibición una selecta colección de objetos que pertenecieron a Maceo, como un machete y un rifle Winchester, junto con la primera bandera cubana creada en 1850 y convertida durante la Guerra de los Diez Años en emblema nacional, además de objetos personales de líderes de las guerras de independencia, como Máximo Gómez (1836-1905) y José Martí. A la entrada de la sala, cubriendo la pared, se encuentra una serie de retratos de soldados de la guerra y en la pared posterior el óleo de la caída en combate de Maceo realizado por García Menocal, quien había combatido en el ejército revolucionario.

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Ángel. Siguiendo coordenadas de imágenes mesiánicas, Maceo aparece con la cabeza y el brazo izquierdo inclinados mientras yace en brazos de su ejército que, en una composición de elaborado equilibrio, lo rodea y protege. Al tener como fondo el monte cubano, la representación pictórica enfatiza la unión simbólica entre territorio, nación y heroísmo. La pintura monumentaliza la acción colectiva de rescate del cuerpo de Maceo que inscribe, una vez más, la masculinidad heroica de corte marcial en el imaginario colectivo. La imagen, rodeada de otros objetos que el museo incorpora al archivo de la guerra, funciona como reservorio de un pasado glorioso que se fetichiza a partir de los atributos viriles de una masculinidad revolucionaria fundadora de la nación. Como ha propuesto Álvaro Fernández Bravo, la presencia del heroísmo en el espacio de los “teatros de la memoria” (331) que son los museos, hablan del proceso de fetichización del heroísmo de corte marcial sobre los que se fundan los rituales modernizadores del proyecto nacional en el periodo posterior a las guerras. Sin embargo, en el caso de los sujetos racialmente marcados no solo el honor en su expresión guerrera, sino también la monumentalización del soldado formó parte de una tensa dinámica de exclusiones vinculada a la conformación de un discurso de democracia racial que solo podía desarrollarse en el marco de un proyecto de blanqueamiento. La monumentalización del Maceo a inicios del periodo republicano se manifiesta como un espacio de contienda en que grupos diversos compiten por el control representacional, intentando escribir sobre la corporalidad expuesta del héroe modelos de una masculinidad orientada hacia la ética del trabajo y la obediencia ciudadana. Como en el cuadro de Menocal, se trata de representar una masculinidad no racializada orientada hacia la vida comunitaria y destinada a reparar las heridas de la guerra. Monumentalización y blanqueamiento La figura heroica de Maceo se reveló crucial para congregar a los que permanecían insatisfechos con la intervención norteamericana (18981902) como resultado de la guerra de independencia. Tal fue el caso de las solemnes honras fúnebres su honor realizadas en 1898 en la Basílica Metropolitana de Santiago de Cuba. En esta ceremonia, rodeando un ataúd vacío se encontraban los “generales negros Silverio Sánchez Figueras y Quintín Bandera. En las afueras de la iglesia abarrotada, donde esperaba un inmenso gentío, una formación de tropas del Ejército

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Mambí portaba armas” (Iglesias Utset 222).60 La ceremonia, que había comenzado con el sonido de cincuenta campanadas dándole al héroe mambí los honores máximos de capitán general de la isla, culminó con salvas de fusilería, un mitin cívico y una procesión a la casa de la familia Maceo. Organizar un evento de tal magnitud en Santiago teniendo como centro un ataúd vacío –ya que los restos de Maceo permanecían enterrados en una fosa secreta– constituyó un poderoso mensaje que convocaba a reflexionar sobre los espacios políticos en una nación que se había independizado de España, pero se hallaba bajo la intervención de Estados Unidos. Lo que se exhibe en esta oportunidad es la adhesión del cuerpo social al ideal del héroe épico que, como en Baraguá, no se reconoce vencido. Al portar armas en una celebración no autorizada por las autoridades intervencionistas estos hombres congregados en torno a la memoria del héroe exhibían los emblemas de un ejército viril y preparado para seguir luchando. Nueve meses después, la policía de La Habana tuvo que intervenir para rescatar a once españoles que iban a ser linchados por haber organizado una fiesta para celebrar la exhumación de los restos del general Maceo.61 Estos eventos de desobediencia ciudadana caracterizados por el despliegue espectacular del cuerpo popular se rodearon de señales de disconformidad revelando que para muchos cubanos la guerra no había terminado.62 Ellos nos recuerdan que para el relato de la nación “más valen los duelos que los triunfos, pues ellos imponen deberes; piden esfuerzos en común” (Renan 65). Estas movilizaciones de índole popular son elocuentes respecto al poder de convocatoria de la figura heroica, al exhibir la unión entre el cuerpo popular que asume protagonismo al apropiarse del espacio público. La exhumación de los restos que habían sido ocultados en una fosa secreta permitió que renombrados científicos realizaran el estudio de la conformación ósea de Maceo. A José Montalvo Covarrubias, Luis Montané Dardé y Carlos de la Torre Huerta les fue encargado un estudio antropométrico que tuvo como resultado un informe que fue Marial Iglesias Utset ofrece una relevante discusión sobre la participación de los grupos subalternos en la creación de símbolos asociados a las ceremonias y fiestas nacionalistas. 61  Véase Iglesias Utset 240. 62  La debilidad del proyecto emancipatorio se hizo evidente con la aprobación de la Enmienda Platt, integrada en la Constitución de 1901. Las primeras elecciones municipales realizadas en 1900 y las de la Convención Constituyente se rigieron por la ley electoral aprobada por el gobierno militar norteamericano (Fuente, “Mitos” 247-249). 60 

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publicado en forma de panfleto en 1900.63 En este informe se concluyó que muchos caracteres antropológicos reintegran a MACEO como en el tipo negro, –en particular, las proporciones de los huesos largos del esqueleto. […]. Pero se aproxima más á la raza blanca, la iguala, y aún la supera por la conformación general de la cabeza, por el peso probable del encéfalo, por la capacidad craneana, lo que permite definitivamente afirmar en nombre de la antropología: […] Que dada la raza á que pertenecía y el medio en el cual ejercitó y desarrolló sus actividades, ANTONIO MACEO, puede con perfecto derecho ser considerado como un hombre realmente superior (énfasis en el original, El cráneo 15).

Siguiendo una metodología de índole frenológica, estos científicos pusieron en circulación un diagnóstico que desde el aparato legitimador de la ciencia intentaba orientar las inquietudes en torno de la constitución racial del héroe nacional cubano. El informe no solo es relevante porque enuncia las preocupaciones de la comunidad intelectual y científica cubana ante la masculinidad heroica “de color”, sino que también corrobora que el pensamiento científico de la época sigue los derroteros de la imaginación heroica. Al leer el cuerpo del soldado, los científicos intentaron dar respuesta a la pregunta de Carlyle sobre la naturaleza del “gran hombre”. El interés de científicos e intelectuales en examinar sus restos señala la necesidad de encontrar en el cuerpo del soldado respuestas que intervengan en el debate por la constitución racial de Cuba, al mismo tiempo que se postulan con el derecho de escribir sobre su identidad racial. Al intervenir en su cuerpo, los científicos se apoyan al mismo tiempo que intervienen en la imaginación heroica para configurar un mito de democracia racial que “se aproxima más [a los intereses de] la raza blanca”. La fascinación por mirar, medir y saturar de significado el cuerpo del héroe, tiende a legitimar la leyenda del “Titán de Bronce” difundida en los textos de escritores que como Martí y De la Cruz que alimentaron su estatura mítica. El discurso científico legitima el proceso de blanqueamiento convirtiéndolo al soldado en digno modelo para ser monumentalizado en bronce.64 63  El cráneo de Maceo consta de 15 páginas e incluye dos fotografías, una posterior y una lateral, acompañadas de la leyenda “Cráneo de Antonio Maceo”. 64  Para una relevante lectura de la blanquitud como categoría de dominación en la sociedad cubana, consúltese Por una Cuba negra, de Alberto Abreu Arcia.

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No sorprende, entonces, que pocos años después se iniciara la construcción de un imponente grupo escultórico para honrar la memoria de Maceo.65 En el barrio de Centro Habana, de espaldas al malecón, sobre la antigua batería de la Reina, lugar simbólico del poder militar que protegía la ciudad durante la colonia, se instaló el monumento que tiene en su parte superior la estatua ecuestre del general revolucionario.66 Se trata de un monumento de capital importancia, por su ubicación y por su tipología ecuestre, que articula un relevante “lugar de enunciación” (Jelin y Langland) desde el cual el Estado intentó fijar los límites de la masculinidad heroica de corte marcial como símbolo de un pasado glorioso, pero no operativo en tiempos de paz.67 Este monumento se asienta sobre una plataforma circular dividida por escalinatas, en las cuales se encuentran cuatro figuras alegóricas: La Acción, El Pensamiento, La Justicia y La Ley.68 A los costados del zócalo de la base se encuentran dos imágenes que representan El Amor Patrio y El Sacrificio y dos relieves en mármol que representan el Triunfo de la Paz y el Triunfo del Trabajo. En la parte posterior se encuentra una alegoría de la República de Cuba portando la bandera y al frente aparece la figura alada de La Victoria, que se proyecta hacia afuera del pedestal sostenida y empujada por soldados anónimos. Al encontrarse enmarcada por las referencias intemporales de las alegorías, la virilidad exuberante que representa el heroico jinete se 65  Formando parte del plan de remodelación urbana a inicios del siglo xx se realizó la construcción de una serie monumental que tiene como eje el malecón y que incluye los monumentos de Antonio Maceo, Máximo Gómez y Calixto García. El monumento a Máximo Gómez fue aprobado en 1919 e inaugurado en 1935. El de Calixto García fue aprobado en 1955 e inaugurado en 1957. Los monumentos a los militares revolucionarios Alejandro Rodríguez Velasco (1919) y Carlos Manuel de Céspedes (aprobados como proyecto ley en 1919, pero inaugurados en 1953) no forman parte de esta serie y se ubican en la calle Paseo y en la plaza de Armas, respectivamente. 66  La batería de la Reina era una monumental explanada circular con una batería mirando hacia el mar diseñada para lograr un fuego cruzado con la batería de Santa Clara y el castillo de la Punta. Véase Ferro 57. 67  Este conjunto surge a instancias de un decreto ley que estipulaba la inversión de 100.000 pesos y ciertas condiciones de ejecución: disposición ecuestre de la imagen, incorporación de elementos alegóricos, materiales de primera calidad y emplazamiento central en la ciudad (Bazán de Huerta 65). 68  Etimológicamente, ‘monumento’, monumentum, significa “hacer recordar”, “avisar”, “iluminar”, “instruir”, y, a su vez, está relacionado con el término ‘memoria’ (mens, memini). Maurice Halbwachs sostiene que esta memoria se encuentra condicionada por su contexto social, en donde las experiencias individuales se fusionan con las adquiridas o comunicadas, lo cual no solamente define lo que se recuerda, sino también lo que se olvida.

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presenta contenida y dirigida hacia la abnegación y el trabajo. Sin duda, la plaza y el paseo en que se ubica el monumento dan cuenta del deseo de las autoridades de ordenar la circulación y disciplinar los cuerpos para una configuración urbana y moderna, pero también al proyectar en el espacio público una alegorización de la guerra se enuncia una correlación entre virilidad y poder del Estado. Así, esta pieza irrumpe en la ciudad como un procedimiento persuasivo que espectaculariza la masculinidad heroica de corte marcial como metáfora de la fortaleza de la nación cubana que se presta a organizarse bajo principios disciplinarios. Al mismo tiempo, domestica la figura del guerrero al ubicarla en un paseo destinado al esparcimiento cotidiano. Sacrificio, trabajo y virilidad se vinculan alegóricamente para enunciar de manera monumental el triunfo de una nación que se imagina moderna. Kirk Savage sostiene que en momentos de crisis y emergencia de la conciencia nacional “public monuments were meant to yield resolutions and consensus” (4). Concebido en los primeros años de la república, en un intento de conformar una visión monumental del Estado cubano, el monumento a Maceo funciona como una “imagen fundacional” (Achugar) que promueve el modelo de una masculinidad marcial heroica, pero dirigida hacia ideales modernizadores que eluden mencionar su identidad racial. A este respecto, María de los Ángeles Pereira ha señalado que el escultor italiano Domenico Boni representó a Maceo a la usanza de un condotiero italiano o de un oficial bonapartista, encaramado en una fría pirámide de mármol, rodeado hasta el delirio de un sinfín de relieves y volúmenes exentos –alegorías todas de filiación grecolatina– que descontextualizan el ámbito de sus hazañas y muy poco nos dicen, porque casi nada saben, de la singular naturaleza de la epopeya mambisa que Maceo ejemplarmente lideró (823).

La presencia reveladora de las alegorías y el escaso parecido de la figura del jinete realizado por un artista extranjero, revela el conflicto entre el deseo de una representación escultórica que dé cuenta de la identidad cubana del héroe y la monumentalización de un ideal de civismo y disciplinamiento que borre los marcadores de su ascendencia africana. James Pancrazio ha señalado elocuentemente que el monumento es una apropiación del modelo de la estatua clásica del “caballero”, aquel que se diferencia del “hombre natural” por su espiritualidad (159). Pancrazio no elude mencionar que se trata de “un testimonio que escinde el cuerpo del General de la narrativa de la nación”. Más

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específicamente: se trata de “escindir al negro y al mulato de la sociedad cubana” (160).69 Para ser incorporada al relato heroico cubano, la imagen de Maceo debe configurarse siguiendo patrones europeos y elitistas que borren toda referencia a su identidad racial para que su inscripción en bronce no amenace el proyecto cubano de nación moderna. Como sugiere Conway, “monuments are memory infused with the exercise of power; they are personal and intimate in their embodiment of an authoritative narrative for the individual and the collectivity” (The Cult 3). Esta construcción monumental expresa el deseo del Estado de intervenir en el relato emancipador sometiendo a la masculinidad heroica a principios de orden y productividad acordes a proyectos de modernidad y blanquitud. Cuerpos que no deben exponerse La inauguración del monumento a Maceo en La Habana estuvo acompañada de la publicación de un texto titulado De la campaña (1916) que fue leído a modo de homenaje. Néstor Carbonell (1883-1966) en el prólogo a De la campaña (1916) dice: “de otros cubanos fue la tarea de escribir: de Antonio Maceo, pelear, de otros, dar alas al pensamiento y luz a la idea: de él, subir lomas, vadear ríos, recorrer largas jornadas, de otros, vivir de casquete de seda y lentes de oro, inclinados sobre los libros: de él, vivir a caballo, vivir guerreando” (3). El gesto de Carbonell de disociar al hombre de letras y al soldado como dos figuras de alcance social disímil da cuenta de una operación simbólica que trata de desplazar el significado de lo heroico hacia contenidos aristocratizantes en que “idea” y “palabra” no se corresponden a la acción de sujetos de ascendencia africana. Como acertadamente ha señalado González-Stephan, “la ficción de la guerra y el pasado son metáfora que dice de la añoranza del letrado por defender el ámbito viril de las letras y el ejercicio de la escritura como asunto de Estado” (“Narrativas” 127). En este caso, el letrado intenta disociar al soldado mulato del “heroísmo del espíritu”, agregando que Maceo fue “bronce por fuera, y por dentro, mármol purísimo, sin una veta negra” (4). La ansiedad de Carbonell por desplegar una paleta que elimine el color negro de la representación monumental de Maceo no deja dudas: el bronce y el mármol (blanco) son los elementos que hablan de una sub69  Según Pancrazio, muchos historiadores cubanos evitan mencionar su herencia africana y enfatizan que su piel era “bronceada por el sol tropical” (166).

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jetividad que se inscribe en la imaginación heroica sin antagonizar con proyectos de blanqueamiento y modernización. En oposición a una imagen de masculinidad heroica como apoteosis del criollo blanco y culto deseado por Carbonell, la representación de Quintín Bandera ofrece un ejemplo valioso de la tensión y el conflicto que demarcaron los procesos de heroización. Bandera participó en conspiraciones antiespañolas en 1850, luchó en la Guerra de los Diez Años, la Guerra Chiquita y la Guerra de Independencia de 1895. Además, fue celebrado en canciones populares y poemas al lado de Maceo y aparece en el relato de guerra de Batrell como un héroe “de color” de la guerra independentista. Sin embargo, en 1897, el ejército le sometió a un consejo de guerra acusándolo de desobediencia, insubordinación, sedición e inmoralidad. Según Ada Ferrer, “Bandera cuenta con la dudosa distinción de ser tal vez el único héroe de la independencia que sirve también de diana del humor racista: un patriota que es también ladrón, haragán y mujeriego, un hombre sin cultura y cuya negrura lo volvía incapaz de reproducir los sonidos básicos de la lengua española” (“Raza” 142).70 Los discursos racistas que se tejen entorno a la figura de este soldado parecen estar dirigidos a negar los atributos que conducirían a reconocerlo como héroe negro revolucionario, ya que su éxito en el campo de batalla y su liderazgo lo colocaban a la cabeza de la insurgencia nacionalista. Sobre Bandera recaen, sin embargo, los estigmas de la materialidad del cuerpo negro hipersexualizado presentándolo en oposición a la identidad del soldado cuya castidad lo prepara para asumir responsabilidad en los asuntos públicos. Como sugiere Bonnie Lucero, “sexual immorality emerged as a convenient mechanism to denounce black officers’ unfitness for authority in a gendered lexicon without explicitly voicing opposition in racial terms” (93-94). Bandera, al convivir con su amante en el campo de batalla y permitir que se hiciera público que ella usaba su machete para ayudarlo en sus encuentros bélicos con los españoles contradijo la pose austera y virtuosa, pero también fuerte y aguerrida del arquetipo heroico.71 Sin embargo, el modelo de masculinidad austera, como ha señalado LuceFerrer sostiene que “aunque Bandera eligió hacer públicas sus penalidades citando el racismo de los oficiales locales, enseguida resulta evidente que el cargo de racismo no explica por completo el caso legal contra Bandera” (“Raza” 146). 71  Lucero documenta la práctica frecuente de los soldados y oficiales de estar acompañados por mujeres, no siempre sus esposas (81-102). Prados-Torreira menciona que Maceo estuvo “often involved with other women” (107) sin que ello haya perjudicado su pose heroica. 70 

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ro, tendió a ocultar las jerarquías raciales y las prácticas racistas, ya los procesos de criminalización recaían en hombres como Bandera que no asumían la pose de una masculinidad casta, educada y blanca. Al confundir el mapa social y genérico del ejército exhibiendo un cuerpo indisciplinado, la pose que se adjudicó a Bandera contradecía la imagen de respetabilidad que regulaba las virilidades revolucionarias, por lo cual su corporalidad guerrera pudo ser vinculada a imágenes abyectas. La masculinidad negra que Bandera representaba, a pesar de sus reconocidos logros militares, no podía ser leída en clave heroica, por el contrario, sobre él recayeron crueles burlas racistas que nos recuerdan los límites del heroísmo como categoría interpretativa permeada por concepciones de supremacía de clase, raza y género. La amalgama de honor y desexualización constituyen un componente fundamental a partir del cual se imagina lo heroico como estrategia de viabilizar productivamente la unidad nacional y organizar el aparato estatal alrededor de subjetividades distanciadas del exceso de sexualidad que el racismo cientificista asociaba con cuerpos subalternos: mujeres, mestizos, indígenas y negros. Tanto el gesto de Carbonell de limitar la acción de Maceo al campo de batalla, como el gesto de atribuirle a Bandera el perfil de “hombre sin cultura” y ridiculizarlo por una supuesta incompetencia lingüística revela la progresiva preeminencia de un heroísmo asociado a la actividad letrada y a la práctica literaria como actividad cercana al Estado. La educación y el uso apropiado de un acervo cultural compartido, que se materializó en una sofisticada retórica heroica en las cartas de Maceo, sin duda contribuyó a su blanqueamiento y a su heroización. Bandera, quien aprendió a leer y escribir cuando era adulto, sufrió las consecuencias de los estigmas sociales que dificultaron que fuera reconocido a través de la matriz heroica, la cual se reservaba, a inicios del siglo xx, para sujetos cuyo capital cultural se asimilaba a los estándares europeizantes de la élite cubana. La imposibilidad de leer en la performance guerrera de Bandera los atributos del héroe moderno estuvo vinculada no solo a una conducta que se percibió como inmoral, sino también a un intento de masculinizar la actividad letrada en tensión con discursos de blanquitud para inscribir al hombre de letras en la imaginación heroica. Este complejo y dinámico entramado que se tejió en el siglo xix entre función letrada, Estado y heroísmo lo examino en el próximo capítulo a partir de la precaria consolidación de Juan José Nieto como letrado patriota de origen costeño.

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Capítulo 2 El cuerpo ausente del letrado patriota

Con gran fausto y solemnidad se celebraron el 3 de octubre de 1831 las exequias del líder militar José Prudencio Padilla (1784-1828) en la catedral de Cartagena. Responsable de la ceremonia fúnebre, la Sociedad de “Veteranos Defensores de la Libertad” tomó en sus manos la tarea de inmortalizar en bronce a quien consideraban un héroe costeño injustamente abatido por “los asesinos de la Patria” (Nieto, “Exequias” 100). El espectáculo contó con la figura central de un catafalco en cuya estructura arquitectónica se inscribieron poemas patrióticos y sentencias que además de recordar las hazañas militares de Padilla, enunciaban explícitamente los objetivos de los hombres que integraban la sociedad. A modo de advertencia, en la parte trasera del epitafio, se leía: “la muerte de este héroe es un ejemplar precioso para la historia, y su recuerdo será siempre temible á los tiranos que insaciables en su ambición oprimen y destruyen á los pueblos” (Nieto, “Exequias” 102). Realizadas en un periodo en que los seguidores de Simón Bolívar eran derrotados en Bogotá y ciertos grupos liberales eran acusados de provocar una guerra racial (Lasso, Mitos 145), las exequias del militar costeño pueden interpretarse como un acto público que investía de honor a quienes se sentían legítimos herederos de una racializada genealogía heroica. Al celebrar la memoria del “gran hombre”, los “Veteranos Defensores de la Libertad” se preparaban para emularlo. En ese sentido, la ceremonia no buscaba espectaculizar la muerte del héroe sino el nacimiento de una organización de hombres que se identificaban como “pardos” y estaban decididos a intervenir en los asuntos públicos. Los “Veteranos Defensores de la Libertad” eran comerciantes, educadores, militares, hacendados, escribanos, profesionales y artesanos que, nucleados en torno a una agenda liberal, publicaban con regularidad en la prensa y denunciaban la discriminación racial y los

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abusos de poder, al mismo tiempo que se organizaban políticamente.72 El secretario de la sociedad, y quien firma el texto de las “Exequias del General José Padilla”, es el militar, escritor y estadista Juan José Nieto (1805-1866). Nieto es considerado el autor de la primera geografía provincial publicada en la República de la Nueva Granada (Ortiz Cassiani), la primera novela colombiana (Williams, “Los orígenes”) y el primer manual de deberes y derechos del ciudadano. Sus logros en el campo de batalla y en la legislatura se desarrollaron en consonancia con una incesante labor letrada que antecede y promueve su pose de prócer fundador de la identidad costeña. Por ejemplo, refiriéndose a su labor como representante político de Cartagena, Nieto dice que fue el primero que en 1838, tuvo el ánimo bastante para proponer a la antigua Camara provincial de Cartagena el proyecto de federación […] los centralistas me tuvieron por visionario, i hasta me ridiculizaron. Por aquel tiempo, era yo candidato para Representantes del Congreso, i tenia la mayoría de sufragios sobre mis competidores; al perfeccionarse la eleccion como era de costumbre entónces, fui escluido (Bosquejo 50).

Orlando Fals Borda señala que esta manipulación de los votos fue obra del grupo de los ministeriales, “los ricos, los clericales, los hacendados y los señores” (54A), que habían rechazado el anteproyecto de Constitución federalista propuesto por Nieto por provenir de “un ‘pardo’ ignorante” (53A). Leyendo su antagonismo frente a individuos que Nieto identifica como “centralistas”, Fals Borda da cuenta del desprecio y la perspectiva racista desde la que se intentó condenarlo al silencio y el olvido. La obra de Nieto, por el contrario, revela las estrategias a las que apeló para oponerse constantemente a sus rivales y construirse como “gran hombre”, como el iniciador y defensor de una práctica de soberanía y poder. En otras palabras, se proyectó en el imaginario como modelo heroico del republicanismo neogranadino y costeño. Nieto provenía de una familia de agricultores. Sus padres fueron “pobres, pero libres” (Fals Borda 33A) oriundos de Cibarco, en lo Lasso sostiene que las autoridades locales vieron con alarma la organización política de los pardos, quienes se hicieron presentes en “casi todos los periódicos de la ciudad, y en ellos dan bien a conocer sus intenciones y aspiraciones. Se teme bastante que de la Sociedad resulte la subversión del orden” (cit. en Lasso, Mitos 145). Agrega que el rumor de una probable guerra de razas fue una forma de deslegitimar las actividades de los liberales pardos (Mitos 147). Al respecto, consúltese también Múnera, Tiempos difíciles 25-26. 72 

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que era entonces el departamento de Bolívar, actual departamento del Atlántico.73 Fals Borda lo describe como “un niño fornido, de piel cetrina clara (o trigueña oscura), ojos zardos verdosos, nariz recta y amplia, labios finos, cejas arqueadas y cabello negro medio rizado” (32A).74 Según sus biógrafos, aprendió a leer y se instruyó de forma autodidacta antes que su familia, casi al final de la Guerra de Independencia, se estableciera en Cartagena.75 En una ciudad devastada por las guerras, Nieto no tardó en ganar notoriedad y aceptación en círculos vinculados al comercio y a la política. Además de la movilidad social que le permitieron las alianzas matrimoniales con familias de la élite, estableció redes de socialización con grupos de obreros y artesanos, al mismo tiempo que se identificó como intelectual vinculado a la masonería (Lemaitre 17, 64) y al proyecto político de Francisco de Paula Santander (1832-1837).76 Aunque no es posible probar que Nieto haya sido el autor de todos los poemas y sentencias que aparecieron en el catafalco de la ceremonia fúnebre, el texto de las “Exequias del General José Padilla” expresa una de las mayores preocupaciones que van a regir el pensamiento y la obra literaria del escritor y líder político: la lucha a muerte entre el “gran hombre” y el tirano. Para resolver el dilema que subyace a la tensión entre estas dos figuras de masculinidad, el líder federalista escribe, legisla, participa en la guerra, asume posiciones de autoridad en el Estado y construye a Cartagena como el centro neurálgico de una utopía republicana. Nieto formó parte del caudillismo que “tomando ora la pluma, ora la espada” (Moraña 70) intentó asumir el control de la acción y de su representación discursiva. A pesar de las 73  Según Fals Borda, era hijo de Tomás Nicolás Nieto, “curandero, partero y albañil”, y de Benedicta Gil, artesana de sombreros (33A). Sobre el uso de “libres” como categoría que diferencia a los “libres de todos los colores” de los esclavizados, véase Conde Calderón 25, 35. 74  Agrega Fals Borda que no “pueden explicarse estas características tan dispares […] sino en un individuo mestizo o de la raza ‘cósmica’ triétnica, compuesta de mezclas variables de blanco, indio y negro, que ha llegado a caracterizar a los costeños colombianos” (32A). 75  Según Renán Silva, en Colombia la educación estuvo restringida a representantes de las élites, ya que el modelo tradicional escolar se mantuvo vigente hasta la legislación republicana de 1820, cuando se estipuló que la educación debía ser accesible a todos los ciudadanos (37-38). 76  Según Fals Borda, Nieto contrajo matrimonio con María Margarita del Carmen Palacio García del Fierro, hija del comerciante canario José Palacio y Ponce de León, y en segundas nupcias con Josefa Teresa Plácida de los Dolores Cavero y Leguina, hija de Ignacio Cavero (1757-1834), prócer de la gesta emancipadora de Cartagena (36-48A).

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múltiples formas de discriminación que experimentó por su identidad racial y por su origen humilde, Nieto se construyó como letrado patriota al asumir el rol de portavoz y defensor de un proyecto liberal de reivindicación regional.77 A estos efectos, Cartagena, su historia, su territorio y sus habitantes son minuciosamente estudiados y celebrados por la incansable pluma de Nieto. A través de cartas, geografías, documentos jurídicos, artículos de prensa, discursos, novelas y obras de teatro, expresó su constante preocupación por reconstruir un pasado glorioso, organizar el proyecto federalista y proyectarse en la imaginación heroica como fundador de la narrativa identitaria costeña en clave republicana. En 1856 Nieto donó sus obras a la Biblioteca Nacional (Zabala, Juan José Nieto 21) mostrándose como un autor cuidadoso de su legado. Sin embargo, su obra literaria ha recorrido un periplo marcado por la marginación y el olvido. Publicada en Jamaica, su novela histórica Yngermina (1844) no tuvo circulación en Colombia durante el siglo xix más allá de los pocos ejemplares que el propio Nieto probablemente llevaba consigo al regresar del exilio. Sin embargo, es el texto de Nieto que más ha atraído a la crítica especializada. Javier Ortiz Cassiani constatando la ausencia de las poblaciones afrocolombianas en Yngermina sostiene que “través de los amores de Alonso e Yngermina, se forja una identidad mestiza de la ciudad y la región, una especie de armonía cultural a través del romance, en donde lo negros no tienen cabida” (s/n). Idelber Avelar la considera una “antialegoría nacional” y, por tanto, no canonizable (Transculturación 52). Felipe MartínezPinzón ubica la obra en las coordenadas de un diálogo trasatlántico con autores del romanticismo vinculando su narrativa histórica como parte de una pregunta por el origen y “la educación como forma de acallar o borrar los orígenes indígenas y negros de la República con el fin de crear nuevos orígenes” (3). Óscar Zabala y Nathalie Goldwaser han contribuido al estudio de la conformación nacional colombiana al 77  El concepto de letrado patriota, planteado por Jorge Myers, resulta útil para el estudio del proceso a partir del cual Nieto se legitimó como defensor del liberalismo costeño en un momento en que se gestaba lo que Liliana López Lopera llama una “ciudadanía en armas”, o sea: la convocatoria a la guerra a través de la exaltación de un “entusiasmo patriótico” y de la evocación de un “orgullo nacional” a partir de discursos que enfatizaban que Colombia era el suelo “predilecto de la libertad” y “la cuna de los héroes de la independencia” (35-36). Como ha señalado Óscar Zabala, desde sus inicios, como intelectual involucrado con el proyecto santanderista, Nieto logró “trascender lo individual” para “expresarse no como un individuo, sino como una colectividad” (“Dos ensayos” 101) y liderar la “ciudadanía en armas”.

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examinar el rol asignado por Nieto a la educación y las dinámicas de género presentes en su obra. Estas lecturas críticas han contribuido a la revisión de la narrativa y ensayística de Nieto, pero sin hurgar en su construcción de un heroísmo republicano como apelación a la figura del “gran hombre” costeño. Lo que me interesa en este capítulo es el análisis de la urdimbre ideológica desde la que Nieto elabora la tensión entre el “gran hombre” y el tirano como parte de un proyecto de reivindicación regional. Examino su novela, geografía, discursos y panfletos vinculados a su labor como letrado patriota y estadista, sugiriendo que su construcción del heroísmo estuvo vinculado a su conceptualización del protagonismo histórico y cultural de Cartagena. El estadista preocupado por la fundación de un Estado soberano y autosuficiente funda una heroicidad en clave regional que celebra el mestizaje ligándolo a la alegorización de Cartagena como núcleo civilizador. En esta construcción, el cuerpo del letrado se ausenta del relato épico cediendo su lugar al territorio, sus habitantes y su historia. Además, Nieto apeló a construirse como un hombre ilustrado fundador de instituciones modernas sin hacer en sus textos alusiones a su identidad racial. Así, su obra propone entender el heroísmo como manifestación ética de conducta ciudadana negándose a describir corporalidades que respondieran a las categorías raciales predominantes en el periodo. La precariedad de la inscripción de este ilustre costeño en la imaginación heroica aporta una valiosa visión de los procesos de negociación de grupos subalternos para ingresar al espacio letrado, por lo tanto, el análisis de la escritura de Nieto necesita ponerse en diálogo con su representación en la cultura visual, ya que su retrato presidencial fue retocado para “blanquear” su imagen y luego permaneció olvidado en un sótano. El capítulo se cierra con una reflexión motivada por la exposición de arte ¿Suficientemente negro?, sobre la vigencia del heroísmo como zona de tensión en la que diversos grupos reclaman reconocimiento ante la persistente resistencia a grabar en bronce corporalidades no hegemónicas. Geografía: el saber hacer del “gran hombre” La costa caribe, compuesta por Cartagena y Magdalena, poseía características culturales propias vinculadas a su enclave geográfico y a su economía basada en la ganadería y en la explotación agrícola producto del trabajo esclavo, lo cual, con el tiempo, daría lugar a la constitución

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de una clase arrendataria libre de ascendencia africana.78 Los alrededores de la ciudad fueron sitios propicios para el establecimiento de palenques, comunidades de esclavos cimarrones que se convirtieron en foco de resistencia y conflicto con las autoridades españolas.79 Favorecida por su condición de ciudad fortaleza y puerto fundamental para la circulación de mercancías, individuos y bienes simbólicos a través del Caribe y el Atlántico, se produjo en Cartagena el desarrollo de diversos grupos vinculados la actividad mercantil. Además, esta ciudad destacó por su resistencia a la dominación española, declarándose independiente a comienzos de siglo (1811-1815).80 Es dentro de estas coordenadas donde debe estudiarse la producción cultural de Nieto, ya que su posicionamiento costeño se traduce en la construcción de un locus de enunciación que contradice la visión de las élites que creían que “Bogotá estaba idealmente posicionada para fomentar la circulación de gente, tecnología, bienes, capital e ideas” (Del Castillo XXIX). Nieto, por el contrario, concibió un proyecto de modernidad republicana a partir del protagonismo político y económico de Cartagena. El territorio, la población, su historia y su geografía se convirtieron en protagonistas de un relato fundacional que requería del letrado patriota para hacerlo legible e inscribirse en la imaginación heroica. A partir de su oposición al poder opresor de las élites bogotanas (y centralistas), el escritor asumió la pose de defensor implacable de la autonomía y el “buen vivir” de la región costeña. Desde sus primeros textos, Nieto desarrolló un lenguaje que reivindicaba la identidad cultural de la costa caribe y procuraba la “felicidad común” (“Una temprana” 17).81 Es así que, al configurar discursivamente a Cartagena como símbolo de heroísmo y progreso, en un momento en que “las ciudades tenían más derechos que los individuos” (Del Castillo XXV), actuó como portavoz de grupos cuyo 78  Sobre las características de la costa caribe, véase Lasso, “El día de la independencia” y Múnera, El fracaso 53-110. 79  Al respecto, consúltense McFarlane, “Cimarrones” y Polo Acuña y Gutiérrez Meza, “Territorios”. 80  Véanse Lasso, “El día de la independencia” y Múnera, El fracaso. 81  Fals Borda ha estudiado la influencia del Catecismo o instrucción popular, escrito en 1814 por Juan Fernández de Sotomayor y Picón, párroco de Mompox, en las ideas democráticas de Nieto, sosteniendo que su concepto de bienestar común o “felicidad del pueblo” como meta política se convirtió en un lenguaje común de la juventud patriota de la Costa (45B). Óscar Zabala también ha examinado la articulación de las ideas de Nieto sobre la “felicidad común”; véase “Dos ensayos” 102-5. Al respecto, Gloria Morales plantea una pertinente valoración del concepto de “buen gobierno” en la obra de Nieto.

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descontento con la administración del Estado condujo a una serie de guerras y levantamientos armados. Óscar Zabala señala acertadamente que en su reflexión argumentativa confluyen la articulación de un proyecto federalista y la prédica contra la “discriminación cultural de la provincia de Cartagena” (“Dos ensayos” 96). En los textos que escribió en la década de 1830, Nieto intentó cartografiar el rico patrimonio de la provincia creando un fuerte lazo simbólico entre su pasado heroico y los principios de soberanía que harían posible que administrara sus propios recursos. En el pensamiento de Nieto, Cartagena ocupaba una posición de privilegio por haber liderado los movimientos independentistas, le correspondía, entonces, asumir el rol de bastión de resistencia frente al “pequeño círculo que siempre ha aspirado a apoderarse de la autoridad pública” (Nieto, El ciudadano 42). En “Una temprana argumentación a favor del Federalismo en la Costa Caribe de la Nueva Granada” (1835), que escribió a modo de diálogo epistolar con Santander, Nieto elaboró “el punto de partida del sentimiento regional costeño” (Bell Lemus 9) al enfatizar el valor de los recursos naturales y culturales de la región al mismo tiempo que denunciaba que “los representantes del centro denigrarán la formación educativa y las costumbres de sus vecinos” (Zabala, “Dos ensayos” 100).82 En 1839, publicó Geografía histórica, estadística y local de la provincia de Cartagena República de la Nueva Granada, descrita por cantones sumándose al esfuerzo de las élites neogranadinas que vieron la necesidad de desarrollar un conocimiento científico que cartografiara el territorio nacional, así como su gente y recursos.83 La Geografía de Nieto presenta un extenso relato del proceso de conquista de la provincia seguida de apuntes sobre las gestas de independencia como introducción a la descripción de las diferentes poblaciones ordenada por cantones. En la imaginación de Nieto, la cartografía debe organizarse a través del lente de la historia ya que sobre un pasado glorioso puede construirse un alegato sobre la riqueza y promesa productiva de Para un detallado análisis sobre cómo Nieto evoca a los próceres de la independencia y elabora la defensa de los símbolos del pasado heroico y soberano de Cartagena, véase Zabala, “Dos ensayos” 105-107. 83  Javier Ortiz Cassiani vincula el trabajo geográfico de Nieto con el proyecto de Santander, quien, en 1823, exhortó a los gobernadores provinciales para que se trazaran mapas que contribuyeran a organizar administrativamente la productividad (2). Para una contextualización del esfuerzo de las élites por crear un mapa que organizara las riquezas del país, véase el fundamental estudio de Lina del Castillo, La invención republicana 1-47. 82 

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la región. En Geografía se vislumbra el proyecto de dotar a la región de un “mapa” histórico-geográfico que catalogue los recursos y construya la narrativa de la región como centro de progreso y bienestar. Es, también, un texto en el que el escritor se posiciona como autoridad para organizar discursivamente el territorio y su productividad. Así presenta su trabajo: me propuse formar la geografía de la benemérita provincia de mi nacimiento […] he procurado la mayor parte de noticias, sacrificando ciertas horas del dia por un periodo considerable en registrar los fragmentos preciosos de los archivos municipales y otras oficinas […] emprendí mi trabajo, con mas patriotismo que conocimientos; pues mi sincero objeto no ha sido otro que el de hacerlo en obsequio de mi tierra natal (Geografía 3-4).

Nieto no resiste la tentación de inscribirse en el texto como precursor de un saber hacer letrado que, operando desde una discursividad cientificista, legitima su posición como administrador de los recursos de la región. Se trata de la construcción de la figura de un prócer fundador que exhibe su control sobre una tecnología de saber basada en la observación, clasificación y difusión del archivo simbólico de la costa caribe. Las geografías formaron parte de una narrativa espacial creada por las élites para justificar el proyecto criollo como plan civilizatorio (Martínez-Pinzón, Una cultura 23). Al señalar la relevancia de desarrollar el conocimiento de los recursos naturales de “una de las mejores [provincias] de la república” (“Una temprana” 18), Nieto se incorporó al esfuerzo de cartografiar el territorio, sus recursos y sus gentes, pero desde una posición de reivindicación regional. Su incursión en la imaginación espacial, al igual que sus coetáneos de la zona andina, ronda en torno a la pregunta de si las regiones tropicales podían imaginarse y organizarse como espacios disciplinados y productores de bienes de consumo que les permitieran integrarse al mercado internacional. Al posicionarse en el campo cultural a partir de la defensa del protagonismo de la costa caribe en un momento en que las élites letradas ejercían el poder desde la capital de la República de la Nueva Granada, su obra se inscribe en un radical antagonismo que conducirá a su participación militar en la Guerra de los Supremos (1839-1841). Martínez-Pinzón ha señalado que pensadores de la élite intelectual, como Francisco José de Caldas (1768-1816), crearon un relato espacial racializado “al entender que el único espacio que pertenece

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a la historia (de Europa) son los Andes” (Una cultura 28).84 Nieto contradice esta visión de los Andes como el espacio privilegiado para la producción de civilización y progreso. Si Caldas desconoce como factores de la geografía humana el movimiento colonizador español, el desplazamiento de los indígenas y la explotación de los esclavizados (Martínez-Pinzón, Una cultura 39), Nieto volverá insistentemente en sus escritos sobre el pasado de la conquista, la colonización y los movimientos de resistencia para legitimar la hegemonía política de Cartagena. También José María Samper (1828-1888), en Ensayo sobre las revoluciones políticas y la condición social de las Repúblicas Colombianas (1861), propuso la imagen de una nación dividida en regiones y razas que respondían a una jerarquía interna: la costa, los llanos, la selva y Panamá como zona de frontera hacia donde debía avanzar la civilización (Múnera, Fronteras 101-128). Según Samper, el “negro, ántes esclavo, sumiso, estúpido y sedentario, es el artillero de la revolución, siempre fijo en su posición, brutal, obediente al jefe que le manda, sea español ó colombiano” (Ensayo 184). La superioridad del criollo blanco y de la región andina quedó organizada en el imaginario a partir de un mapa que vinculaba el clima y la región a ciertas razas y sus prácticas de sociabilidad que debían ser controladas y erradicadas para propiciar la modernización y el progreso.85 A partir del mapa trazado por Caldas y las teorías raciales europeas, Samper concibe Cartagena como “los extramuros de la República” (Martínez-Pinzón, Una cultura 57). Así, la imaginación espacial mediada por las geografías –y en el caso de Samper, también la narrativa de viajes– actúan como “dispositivos de alejamiento”, como ha propuesto Martínez-Pinzón, en que se espacializan las relaciones jerárquicas creando zonas para la civilización (los Andes) en oposición a zonas tropicales concebidas como productoras de cuerpos sin historia (Una cultura). Nieto, por el contrario, imaginó, años antes de convertirse en el presidente de los Estados Unidos de Colombia (1861), una nación costeña que debía liderar los cambios necesarios para afianzar la república moderna y liberal. Su ideal político se sustentó en la negación de jerarquías basadas en linajes vinculados a la colonia, la defensa de la educación como parte de la “felicidad común” y la concepción de 84  Sobre el trabajo de Caldas, quien procuraba la construcción de un “mapa majestuoso” (3), y la apropiación republicana de su legado, consúltese también Casti­llo 1-47. 85  Al respecto se deben consultar los notables estudios de Martínez-Pinzón, Una cultura 51-85, López Rodríguez, Blancura 135-218 y Múnera, Tiempos difíciles 46-49.

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que los hombres tienen el derecho “natural” de reducir por las armas toda forma de tiranía.86 En su proyecto se concibe la acción política como plan pedagógico y se narra en tono épico. Los héroes del republicanismo son, en la visión de Nieto, quienes se oponen a los tiranos a través de las letras y de las armas.87 Escribe Nieto en la introducción de Derechos y deberes del hombre en sociedad (1834): Aunque los derechos y deberes del ciudadano están demarcados en la Constitución, no siempre ésta llega à manos de todos, por cuya causa es muy útil un estracto de ellos sacado de las instituciones del país y del derecho natural y público de las naciones, para que sea menos molesta y fastidiosa su lectura. Deseoso siempre de que mis compatriotas conozcan lo que son, y á cuanto están comprometidos con la sociedad del pueblo libre a que pertenecen, he hecho reimprimir este cuadernito, con algunas agregaciones útiles á nuestra situación actual en que es preciso que el pueblo se penetre de sus verdaderos intereses para que los sostenga (1).

Sergio Mejía señala apropiadamente que esta “pedagogía republicana” es un “manual de revoluciones” ya que se define al tirano como quien usurpa la soberanía y se señala que es deber de todo ciudadano ejecutar al tirano (177).88 El fragmento destaca, además, la posición de autoridad desde la cual el letrado corrige el texto constitucional haciendo algunos “agregados” para hacerlo legible para el pueblo y ajustarlo a sus intereses. Es también una forma de exponer las ideas que van a sostener su prédica política: instruir para gobernar. Poniendo en acción las ideas que difundió en Derechos y deberes del hombre en sociedad, Nieto se incorporó a la Guerra de los Supremos, en la cual se enfrenaron “ministeriales” que defendían el régimen constitucional y “progresistas” interesados en una mayor autonomía para sus territorios. Dado su liderazgo y su capacidad para movilizar a la comunidad, Nieto contribuyó a este “cuestionamiento al orden social”, al que esclavizados, indígenas, negros y mulatos se sumaron masivamente (Prado Arellano 48), al visitar diversos pueblos del río

86  Respecto a la perspectiva didáctica y el valor de la educación en la obra de Nieto, véanse Zabala, Juan José Nieto 43-74, Goldwaser 360-400 y Martínez-Pinzón, “Ficciones”. 87  Sobre la influencia en América Latina de Jean-Jacques Rousseau y sus argumentos a favor de la libertad y el derecho natural, véase Miller, “Reading Rousseau”. 88  En este breve texto Nieto presenta a modo de catecismo y código jurídico lo que considera como principales valores republicanos: igualdad, libertad, propiedad y seguridad. Para más detalles, consúltese Mejía 177.

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Magdalena y conseguir “pronunciamientos” a favor de los rebeldes (Lemaitre 15).89 La efectividad de su convocatoria se tradujo en un ascenso al grado de coronel, cargo con el que participó en la batalla de Tescua, donde fue herido y hecho prisionero (Lemaitre 15). Según Víctor Guerrero Apráez, la guerra adoptó connotaciones raciales, ya que fue considerada como esa “temida y oscura guerra de los colores” (30).90 Para Nieto, la guerra se convirtió en una experiencia exílica ya que luego de capturado lo enviaron a prisión en el castillo de San Lorenzo de Chagres, en Panamá, y en 1841, fue desterrado a Jamaica. Este es el periodo de la carrera literaria de Nieto, quien durante el exilio escribió tres novelas históricas. Las novelas Rosina o la prisión del castillo de Chagres (1842, 1850), Yngermina o la hija de Calamar (1844) y Los moriscos: novela histórica (1845) fueron escritas mientras alternaba la lectura de obras de Victor Hugo, Alphonse de Lamartine y Alejandro Dumas con la escritura de un Catecismo político constitucional para uso de las escuelas primarias (impreso en Cartagena en 1843) y un diccionario mercantil inglés-español.91 Con la publicación de estos textos, intentó orientar el debate hacia el origen de una identidad regional articulada a su enclave caribeño y caracterizada por una tradición de resistencia y civismo. Su trabajo intelectual muestra, además, su interés por interpelar a un público diverso utilizando lenguajes y formas literarias populares. Calamar y el romance utópico fundacional En 1815, Simón Bolívar reflexionaba sobre el futuro de América dejando en “Carta de Jamaica” su visión de la necesidad de crear formas de gobierno que legitimaran la concentración de poder en las manos del “gran hombre”, ya que no creía que tolerarían “los ricos la democracia, ni los esclavos y pardos libertos la aristocracia” (29). En clara oposición con el pensamiento bolivariano, Nieto retomó durante su exilio en Jamaica la reflexión sobre las responsabilidades del ciudadano para impedir la tiranía, pero, esta vez, intentando llegar Durante este periodo, en la Nueva Granada la práctica conocida como “pronunciamiento” era la forma de realizar plebiscitos populares; véase Mejía 177. 90  Dice Guerrero Apráez: “Aranzazu señalaba ‘eso de Zaragoza va a ser una guerra de negros contra blancos y tendremos que cazar algunos por el monte’” (30). 91  Sobre la influencia de Dumas en su obra, véase Martínez Pinzón “Ficciones”. En referencia a la novela Los moriscos y el tratamiento épico de la novela histórica, véase Zabala, “Los moriscos”. Sobre la novela Rosina, consúltese Goldwaser, Escribir mujer 366-380. 89 

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a un público consumidor de novelas románticas. Contemporánea al Facundo (1845), de Domingo Faustino Sarmiento, Yngermina (1844) es una novela ambiciosa que incorpora una mirada cientificista hacia el pasado como estrategia para elaborar una continuidad histórica en la cual los héroes republicanos del presente son los herederos de una larga tradición de raíces peninsulares y prehispánicas. La novela narra la invasión y la conquista del pueblo de Calamar proponiéndose como el relato épico del origen de la ciudad colonial de Cartagena de Indias.92 La introducción a la novela incluye una descripción “de los usos, costumbres y religión de los habitantes del pueblo de Calamar” (Nieto, Yngermina vii), en la que el narrador se detiene para dar cuenta de la complejidad administrativa y el grado de civilización de este pueblo.93 Según el narrador, “entre todas las parcialidades de Indios que había en sus inmediaciones, la de Calamar era la mas numerosa, la mas fuerte y la mas civilizada” (Yngermina vii).94 Mediante la descripción de la organización política, administrativa y religiosa del pueblo indígena, Nieto construye una tradición de orden y civilidad como característica principal de los habitantes de lo que sería, en pocos años, el estado soberano de Bolívar que lo elegiría presidente. Así lo dice: El gobierno de este pueblo como el de todos los Indios, era absoluto; pero tenía una corporación llamada Tarponaxy o consejo de escogidos que ayudaba con su dictamen al Cacique, quien podía o no seguirlos. 92  Como han señalado varios estudiosos, su obra intenta responder a la pregunta por el origen de la nación; véanse Martínez-Pinzón “Ficciones”, Zabala, Juan José Nieto 149 y Goldwaser 382-388. 93  Según Raymond Williams, la introducción evidencia el primer encuentro de Nieto con el discurso científico, ya que demuestra un modo muy sofisticado de acercarse “científicamente al acto de contar, pues este asumió el papel del científico decimonónico en la misma línea de Alexander Von Humboldt, José Celestino Mutis y otras figuras de la ilustración” (“Los orígenes” 586). 94  En diversos textos del periodo se encuentran alusiones a Calamar o Calamarí para reconstruir la memoria de los indígenas que habitaron la zona. Según Ortiz Cassiani, “hay una constante recreación de lo indígena como retórica de movilización y simbólica. En Cartagena, la constitución de 1812 adoptó el escudo que representaba una indígena con el torso desnudo sentada debajo de una palmera, sosteniendo una granadilla con la mano derecha de la cual comía un turpial; a sus pies se encontraba una cadena destrozada símbolo de la liberación del yugo español” (s/n). Sobre las referencias al heroísmo del pueblo de Calamar durante las celebraciones de la independencia de Cartagena en 1850, véase Conde Calderón 313-315. Resulta también relevante el estudio de Lina del Castillo respecto a la conceptualización del “indígena” en el periodo republicano y el debate en torno a la administración de la tierra de los resguardos, 93-129.

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A ecepcion de los Indios de Turbaco que eran inquietos, valientes, y de genio indomable, el Cacique de Calamar tenia alianza con los otros pueblos de Carex, Matarapa, i Cuspique, situado en los margenes de la bahia, i Bohaire inmediato al puerto, cuyos aliados celebraban sus asambleas cada doce lunas, presididas por el de Calamar (vii).

Este fragmento es elocuente para ilustrar la visión de una sociedad que, previa a la llegada de los españoles, poseía formas de gobierno en que las autoridades (los caciques) respondían a principios de soberanía (las asambleas). También señala el protagonismo de Calamar como núcleo principal de organización política, elaborando para Cartagena una larga tradición de liderazgo regional. En la introducción o “Breve noticia histórica”, como la titula Nieto, el lector se informa acerca de las formas de gobierno, los cultos y creencias religiosas, la organización familiar y la poligamia como práctica común, la industria textil que habían desarrollado, los rituales funerarios y los conocimientos medicinales del pueblo de Calamar. Resulta elocuente la ausencia de descripciones sobre los rasgos físicos de los calamareños. El narrador solamente relata que los calamareños eran de buena estatura i bien formados: eran fuertes, sagaces i determinados, aunque no dejaban de participar de la mala fe que ha distinguido generalmente a los indigenas. Sobresalian en agilidad e inteligencia a sus vecinos, particularmente en la pesca y caceria. Sus mujeres i las del pueblo de Tubarco, eran tenidas por las mas hermosas de la comarca (Yngermina xvii).

Industriosos, ordenados y hospitalarios, los indígenas imaginados por el letrado patriota son figuras de valor ético cuya corporalidad se ausenta del relato a no ser por dos elementos que refieren simbólicamente a una estatura moral elevada: la belleza y la fortaleza. Cuerpos bellos y fuertes (representados por los personajes de Yngermina y Catarpa, respectivamente) son, en el pensamiento de Nieto, “naturalmente” proclives al bien y a la justicia. A través de extensos parlamentos en que los personajes al verse perseguidos y encarcelados por líderes despóticos debaten los límites de la libertad, el escritor recupera la discusión que había iniciado al publicar Derechos y deberes, pero, esta vez, enmascarando la prédica política en la forma de romance utópico fundacional. Así escribió en 1834: Art. 27. Todo individuo que usurpe la soberanía, debe ser al instante muerto por los hombres libres, porque es un tirano.

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Art. 35. Cuando el gobierno viola los derechos del pueblo, la insurrección es para éste, y para cada uno de sus individuos, el más sagrado é indispensable de sus deberes. Pero cuando el gobierno es libre y es la obra de la nación, cada individuo tiene el deber de sostenerlo y de castigar á sus enemigos (énfasis en el original, Derechos 14).

En este texto fundacional de la ideología republicana y liberal costeña se concibe una visión de sociedad amparada por principios igualitarios y antiesclavistas. Además de sostener que cada individuo “es dueño absoluto y legítimo propietario de su cuerpo y de los productos de su trabajo” (Derechos 6), Nieto explica que igualdad y justicia son “una misma palabra” (Derechos 7) porque derivan de la ley natural sobre la que se construye la república moderna. Según Nieto, toda práctica que conllevara la opresión e inferiorización de individuos o grupos era de por sí injusta, y debía ser resistida. Funcionando como alter ego del autor, Catarpa, el indígena rebelde hijo del magnánimo cacique Ostarón, se niega a someterse al poder colonizador representado por los hermanos Pedro y Alonso Heredia, y desarrolla un alegato sobre la dignidad de su pueblo y el valor de la libertad. Así se dirige Catarpa a Alonso de Heredia cuando es capturado: ¿Crees orgulloso Castellano […] que preferir la deshonra de deber la vida al enemigo de mi patria, a la muerte gloriosa que en esta hora me ha de libertar de una miserable esclavitud? Si te precias de generoso, déjanos en paz en nuestra tierra, […] si eres magnánimo, haznos dichosos devolviéndonos nuestros derechos i nuestra libertad sobre esta yerba que pisamos […]. Nosotros os damos nuestras riquezas, objeto de vuestra insaciable codicia –ningún sacrificio es este para nosotros pues la libertad no tiene precio (Yngermina 34).

Catarpa es una figura sincrética en la que se condensan múltiples experiencias de sujetos oprimidos y esclavizados que oponen resistencia ante autoridades que abusan de su poder. A través de este personaje se expresa lo que León-Portilla llamó “la visión de los vencidos”, pero asumiendo una perspectiva contestataria que permite vincularla a las rebeliones esclavas. Si bien, como señala Ortiz Cassiani, “Catarpa parece más un negro o un mulato cartagenero del siglo xix que un indígena” (s/n), esto se debe a que sobre esta figura convergen simbólicamente las experiencias de diversos grupos subalternos. Catarpa y su “hermana” Yngermina funcionan como portavoces de grupos que en la Cartagena decimonónica se organizaban para reclamar espacios de dignificación

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y protagonismo. Así, coexisten en la novela la visibilidad y el ocultamiento del sujeto racial, ya que se trata de construir una heroicidad republicana en la que el indígena, representando alegóricamente a subjetividades subalternadas, exhibe sus virtudes cívicas al reconocer la fraternidad de ideales que lo unen a Alonso de Heredia, quien representa el modelo de un líder magnánimo y respetuoso de la cultura americana que pretende gobernar por la persuasión no la fuerza (Yngermina 38). A contrapelo de las narrativas contemporáneas que luego integrarían los cánones nacionales y latinoamericanos, Nieto construye una obra que celebra lo que Antonio Benítez Rojo ha definido como “la fluidez sociocultural que representa al archipiélago Caribe” (21). A través del romance entre el colonizador español Alonso de Heredia e Yngermina, hija del cacique Ostarón y “hermana” del rebelde Catarpa, el narrador reflexiona sobre la posibilidad de una identidad mestiza. Sin embargo, el lector descubre que Yngermina era en realidad hija de Hernán Velázquez, un sevillano que se convirtió en musulmán y, tras la muerte de su esposa, emigró al Caribe. El cacique Ostarón no era en realidad su padre, sino que la había rescatado cuando, siendo niña, se encontraba bajo el dominio de un cacique tiránico llamado Marcoya, que había desterrado a su padre y esclavizado a su madre. Así, la identidad “calamar” de la protagonista se transmuta en una identidad que celebra la hibridez y el mestizaje, ya no como promesa utópica de armonía racial, sino como parte de un legado histórico. Si bien la novela expresa la preocupación por formular una conceptualización del mestizaje como homogeneizador de la población y unificador de la nación, Nieto altera los regímenes de representación al crear un heroísmo en clave republicana.95 Es así como, lo que en el discurso de las élites andinas se propone como un “proceso de desaparición simbólica de lo indígena, a través de su muerte romantizada en la narrativa, y de extinción real de los resguardos y tierras comunales” (López Rodríguez 37), en Yngermina se convierte en un pacto de convivencia entre sujetos virtuosos.96 Alonso, Yngermina y Catarpa más que representar simbólicamente al europeo, al mestizo y al indígena, son configuraciones republicanas del heroísmo y, por tanto, responden a visiones en las cuales la ética y la virtud borran los contornos de la diferenciación social entendida a través de categorías de género 95  Para un detallado estudio de los discursos de mestizaje en relaciones a los proyectos liberales y republicanos en la zona andina, véase López Rodríguez, Blancura, 138-183. 96  Sobre la defensa de Nieto al derecho de los indígenas a permanecer en sus resguardos, véase Solano 36-42.

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y raza.97 Como ha señalado Mercedes López Rodríguez, el mestizaje estaba ligado a la noción de blancura y al ideal de blanqueamiento, por tanto, funcionó como dispositivo ideológico para imaginar la nación (27, 147). En el caso de Nieto, el mestizaje se presenta como legado que hace posible imaginar la costa caribe como centro de civilidad y progreso, al mismo tiempo que se integra a una tradición de “buen vivir” de raíces prehispánicas, negando las diferencias y privilegios basados en construcciones étnico-raciales. Velázquez, el padre sevillano de Yngermina, es un personaje de gran valor simbólico porque señala el origen español, aunque mestizo, de Yngermina, pero también porque su condición de “musulmán” funciona como un recordatorio del legado africano en España. Velázquez cuenta que, estando en España, se convirtió a la religión musulmana para casarse con su primera esposa, la morisca Zulima, pero al perder a su esposa e hijo, decidió marcharse a América. Llegado al continente, conoce a Tálmora, la madre de Yngermina, pero es obligado a abandonar Calamar y a su familia por la acción del cacique “tirano” Marcoya. Avelar considera a Velázquez “una suerte de emblema de la transculturación, movilizada en la novela de Nieto para disolver el antagonismo político entre colonizadores y colonizados dentro del antagonismo moral entre buenos y malos” (Transculturación 50). Si bien Velázquez representa una subjetividad diaspórica que antagoniza con los proyectos de dominio de sus compatriotas colonizadores mostrándose cercana a la experiencia de las comunidades indígenas (ya que es perseguido, hecho prisionero y esclavizado), es en la tríada conformada por Yngermina, Alonso y Catarpa en la que recae el debate ideológico propuesto por la novela. A través de la historia de amor entre Yngermina y Alonso, la novela narrativiza diferentes formas en que los líderes se envisten de poder y logran el apoyo popular o abusan del mismo y se enfrentan a la resistencia. Sin embargo, el romance se desdobla en un amor fraternal entre conquistadores e indígenas incluyendo al príncipe heredero de Calamar. Alonso, del mismo modo que se enamora de Yngermina en cuanto la ve, en su primer encuentro se siente atraído por el coraje y la oratoria de Catarpa, y toma en sus manos la tarea de persuadirlo para que acepte su condición de súbdito del rey. Así lo narra Nieto: “elogiando el intrepido valor de Catarpa, Alonso pidió se le entregase 97  Respecto a las ambigüedades del ideario liberal republicano que pretendió suprimir las identidades étnicas reduciéndolas a la condición de ciudadanos mientras se proponía la extinción de la población indígena a través del mestizaje, véase Solano 40-41.

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este prisionero para disponer él de su suerte […]. Alonso lo visitaba cada dia, procurando a fuerza de atenciones i beneficios hacer inclinar aquel genio impetuoso” (Yngermina 37). Más tarde agrega que Alonso se “ofreció persuadir, por medios suaves, a aquel genio que nadie podía domar sin un explicito convencimiento” (Yngermina 42). Es así como la alegoría fundacional no se concreta a través de la historia de amor entre Yngermina y Alonso, sino que incluye a un tercer personaje cuya resistencia obliga a los españoles a implementar estrategias de “buen gobierno” entendidas como formas de seducción política que eluden recurrir a la represión y al tormento físico. El éxito de la conquista se concreta en el “cariño” entre dos figuras masculinas. Así, dice el narrador, que Catarpa: “estimaba ya a Alonso con toda la fuerza de su inclinación, lo reputaba digno de su casa, i aun lo defendería con peligro de su vida si fuese necesario” (Yngermina 42). El texto narrativo se concibe como espacio para conciliar simbólicamente fracciones antagónicas del cuerpo político que por entonces intentaban consolidar su poder tanto en la arena discursiva como en el campo de batalla. Sin embargo, Yngermina no se limita a alegorizar alianzas económicas, sociales y raciales convenientes para la consolidación de la república liberal que Nieto imagina. Por el contrario, la tradicional relación amorosa heterosexual se desdobla en una serie de propuestas de matrimonio y en la configuración de un triángulo de amor fraternal que da cuenta de una utopía republicana que reconoce la heterogeneidad caribeña. Si, como ha propuesto Doris Sommer, en las “ficciones fundacionales” latinoamericanas el amor heterosexual “natural” y los matrimonios proporcionaron figuraciones discursivas para la consolidación (aparentemente no violenta) de la nación durante los conflictos internos de mediados de siglo, Nieto ofrece una visión alternativa al crear una trama en la cual la relación romántica entre Yngermina y Alonso se ve intervenida no solo porque la joven está prometida en matrimonio a Catarpa y por el acoso que sufre a manos del tiránico Francisco Badillo, sino porque el eje narrativo se desplaza por múltiples historias de amor, persecución, pérdida y rebeldía.98 La “pareja fundacional” Yngermina-Alonso, sin duda, proporciona una retórica afectiva desde la cual entender la conquista como acto de “amor”. Sin 98  Dice Sommer: “Romantic passion, on my reading, gave a rhetoric for the hegemonic projects in Gramsci’s sense of conquering the antagonist through mutual interest, or ‘love,’ rather than through coercion. And the amorous overtones of ‘conquest’ are quite appropriate, because it was civil society that had to be wooed and domesticated after the creoles had won their independence” (6).

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embargo, el rol protagónico de Catarpa no solo menoscaba la centralidad del romance fundacional, sino que también conlleva la sospecha de que algunos grupos no han sido completamente seducidos por la promesa de fraternidad y se hallan en constante amenaza de alzamiento. En su esfuerzo por convertir la utopía fundacional en un sistema de representaciones y programas de gobierno republicano, Nieto alegoriza en Yngermina el rico y heterogéneo legado cultural de la costa caribe para comunicarse con un público consumidor de novelas.99 Escrita durante su exilio jamaiquino luego de la derrota en el campo de batalla, la novela es una reflexión política en la que se funden el ansia del geógrafo por cartografiar recursos, las aspiraciones del estadista por dirimir los límites del pacto social y la fabulación heroica del novelista romántico. Avelar acierta al sostener que, por su complejidad narrativa y la representación de poblaciones indígenas escindidas, esta novela construye un universo ficcional que no encuentra paralelo “en las novelas romántico-sentimentales o costumbristas que dominaron el canon literario latinoamericano” (“Yngermina” 121). Sin duda, Yngermina es una novela diferente que no rehúye operar desde el registro de una realidad multicultural en la cual la figura del colonizador se desdobla para mostrar una faceta magnánima (representada por los hermanos Heredia y por el cacique Ostarón) y otra violenta y abusiva (representada por Badillo, Peralta y el cacique Marcoya), al mismo tiempo que las comunidades indígenas se fragmentan en cosmovisiones y prácticas culturales muy diversas. Sin embargo, no es posible leer estas construcciones retóricas a través de “la ambigüedad política del mismo Nieto” o de su situación de desterrado (Avelar, “Yngermina” 121). Por el contrario, una lectura atenta de su obra, tanto anterior como posterior a la publicación de Yngermina, revela su persistente búsqueda de un lenguaje que contribuyera a legitimar su intervención en la política nacional desde una posicionalidad costeña. Es, también, la ficcionalización de su prédica contra la tiranía y la divulgación en clave romántica de un idealizado pacto entre héroes. Acierta Avelar al señalar que Yngermina es “una de las novelas más rigurosamente construidas del siglo xix latinoamericano” (Transculturación 47), así como también en su análisis de la intrincada estructura narrativa en la que se superponen los antagonismos entre dos modelos europeos (los gobernantes magnánimos en oposición a los tiránicos) y 99  Véase Martínez-Pinzón, quien sostiene que la estética romántica le facilita el acceso al ámbito privado para educar a las lectoras sobre los horrores de la tiranía y el valor de los principios republicanos (“Ficciones” 7).

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dos modelos de indígenas (los que resisten y los que se someten). Si bien se puede argumentar que la novela presenta un heroísmo fragmentado, ya que es compartido por el español Alonso de Heredia, por Catarpa el heredero de un linaje noble y guerrero e Yngermina, la virtuosa princesa mestiza, es la representación de una consolidación política basada en el consenso y el mutuo respeto entre personajes antagónicos lo que prueba la tesis de Nieto. En momentos en que el liberalismo colombiano se debilitaba y fragmentaba por la existencia de dos visiones de institucionalización de la república democrática, la de los “gólgotas” y la de los “draconianos”, el autor construye una intrincada estructura de rivalidades, pérdidas y persecuciones para resolver el conflicto a través de la valoración de la virtud democrática. La tríada Yngermina, Alonso y Catarpa no solo permite que se destaque el origen multiétnico de la comunidad costeña, sino que también conforma una clara unidad de sentido al ser estos los héroes en los que se concentran las virtudes cívicas, y por tanto destinados a dar origen a la república liberal. El impacto narrativo de la tríada Yngermina, Alonso, Catarpa alcanza la mayor tensión durante el clímax de la novela, cuando hechos prisioneros y listos para ser llevados en una embarcación a su destino de esclavizados en Santo Domingo los tres personajes se arrojan a las aguas en busca de liberarse o perecer intentándolo. El éxito de la huida se logra por la colaboración de los tres: Yngermina toma el liderazgo sorprendiendo a todos al lanzarse al agua, Alonso se arroja tras ella y la salva de morir ahogada y Catarpa desamarra un barco con el que alcanzan tierra. Así se narra la comunión entre los tres personajes: “Yngermina como de un gran letargo abrió los ojos, i al volver en su conocimiento, quedó absorta de encontrarse estrechada por los brazos de Alonso, asistida por su hermano Catarpa, i rodeada de muchos Indios, que con mechones encendidos alumbraban su lecho” (93). El pasaje demuestra el sustrato ilustrado de la alegoría fundacional a través del despertar y de la luz para dar cuenta del nacimiento de una identidad costeña multiétnica, pero también de la conquista de la libertad como un duro proceso que incluye a españoles, indígenas y sus descendientes. La novela escenifica en múltiples escenarios la lucha a muerte entre sujetos notables por su virtud y los tiranos que en su deseo de poder destruyen familias y pueblos. En su desenlace, una vez vencido el tirano, se sella el pacto social a través del abrazo fraterno entre Yngermina, Alonso y Catarpa. Así, dice el narrador que Catarpa “estrechó contra su corazon a los compañeros de sus desgracias, humedeciéndose con las lagrimas de la satisfaccion mas pura, aquellos ojos altivos que jamas habian visto la tierra, ni eclipsadose delante del poder” (123). La

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conquista se narra a partir de una política afectiva que no se reduce al enamoramiento de Alonso y Yngermina, sino que se expresa a través de múltiples experiencias de persecución y opresión. Queda claro que para el letrado costeño la virtud, el orden y el consenso son los pilares que sostienen a la nación y, por tanto, las categorías de raza, género y clase social se subordinan a una jerarquía de valores morales y éticos. Yngermina celebra el mestizaje incorporando a las culturas originarias a partir de coordenadas heroicas sobre las que descansa la fundación de la narrativa costeña. Tomando distancia de la construcción épica propuesta por el poeta ecuatoriano José Joaquín de Olmedo (1780-1847) en “La victoria de Junín: canto a Bolívar” (1825-1846), Nieto no reclama un pasado indígena apelando a una presencia espectral, sino que legitima a través de un romance fundacional diferente el legado de los pueblos originarios en la construcción de una utópica sociedad en la que priman los ideales de justicia y equidad.100 Esta mirada, que construye el pasado desde una perspectiva idealizada y que inaugura Yngermina, tendrá luego su apogeo en la narrativa latinoamericana con Cumandá o un drama entre salvajes (1878) del ecuatoriano Juan León Mera, Iracema (1875) del brasileño José de Alencar y Aves sin nido (1889) de Clorinda Matto de Turner. Sin duda, como ha sugerido Roberto González Echevarría, “escribir la narrativa de América Latina supone escribir sobre el origen de la historia” (139). Si bien estos autores se preocuparon por crear un relato del “origen” que incluyera a las culturas originarias en la imaginación moderna, lo que distingue a la construcción de Nieto es la apelación a una continuidad político-cultural entre la fundación colonial y la república independiente, y su interés en trazar una genealogía heroica que incluya a los pueblos originarios otorgándoles la dignidad de haber sido copartícipes en la construcción de la sociedad colonial. Resulta elocuente que en Yngermina la convivencia pacífica se construye como una utopía, como aspiración del héroe magnánimo, pero la trama se encarga de mostrar su imposibilidad. Las últimas palabras de la novela lo hacen explícito al relatar el encuentro de Miguel Peralta, el tirano español, con “algunos indios de Calamar, quienes enfurecidos por el recuerdo de sus antiguos resentimientos cayeron sobre él i lo asesinaron. Asi termino quien tantas lagrimas había hecho derramar” (Yngermina 126). Estos “indios de Calamar” no identificados desobedecen las órdenes de Alonso que había convocado a una 100  En el poema, Huaina Tupac, último inca que gobernó el imperio, se presenta rodeado de una nube dorada para animar a los hombres al combate y legitimar el homenaje al vencedor de Ayacucho, diciendo “tuya será, Bolívar, esta gloria” (Olmedo 44).

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convivencia pacífica y, siguiendo sus propios intereses, deciden ajusticiar al opresor. Al dar muerte al tirano, en coincidencia con los principios defendidos por Nieto en Derechos y deberes, asumen la libertad necesaria para moldear su historia y dar origen a la heroica Cartagena. Así, en la novela, el protagonismo histórico, no es determinado por la geografía, el clima, ni por factores de índole étnica o racial, sino por prácticas culturales que intervienen en las múltiples esferas de negociación entre las elites y los sectores subalternos. De la novela al Estado: el héroe cívico costeño Durante su exilio en Jamaica, Nieto no perdió el vínculo con las asociaciones de artesanos y grupos liberales que en 1836 habían sustentado su candidatura a la Cámara provincial. A su retorno a Cartagena en 1847, fundó el periódico La Democracia, en torno al cual se organizaron ciertos intelectuales que buscaban “el mejoramiento moral, intelectual i material del pueblo granadino por medio de la verdadera democracia” (La Democracia s/n).101 Vinculado a este grupo y en el marco de la elección presidencial del general José Hilario López, Nieto organizó las Sociedades Democráticas de Artesanos que operaron en los barrios La Catedral y Bocagrande.102 La influencia de la prensa y las organizaciones sociales fue fundamental en este periodo, ya que la fracción liberal se dividía, al mismo tiempo que se generaba una revolución institucional basada en la movilización popular y en nuevas prácticas de participación ciudadana. En torno a la agenda de movilización popular de La Democracia, Nieto desarrolló una serie de lecturas públicas con el fin de que “muchas ideas útiles quedaran grabadas en el ánimo de los jóvenes” (La Democracia s/n).103 Del mismo 101  El primer número de La Democracia salió en Cartagena el 1 de abril de 1849 y el último, el 31 de diciembre de 1869. Circulaba el primero, diez y veinte de cada mes y sus folios iban acompañados de un folletín en donde se difundieron novedades literarias francesas. Con el propósito de relatar las condiciones de vida de los prisioneros en el antiguo castillo-prisión panameño, Nieto publicó en 1850 su novela Rosina en este folletín. Esta publicación se sostenía con el pago de una suscripción anual de cuatro reales y su distribución se realizó a través de agencias ubicadas en Cartagena, Sabanalarga, Barranquilla, Chinú, Corozal, Bogotá, Mompox, Santa Marta, Ciénaga, Riohacha, David y Santiago de Veraguas, en Panamá. 102  A partir de la elección del general liberal José Hilario López (1798-1869) en 1849 dio inicio la revolución liberal de medio siglo; véase Lemaitre 17. 103  Véase La Democracia n.º 2. No hay registro de los textos que fueron leídos. Nieto también publicó en el periódico El Tiempo.

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programa surgieron empresas alfabetizadoras y de difusión cultural que trabajaban en horas nocturnas para permitir el acceso de trabajadores mientras establecían foros de debate político para fortalecer la militancia. Este grupo se propuso delimitar las prácticas que definían la democracia “real” en momentos en que la esfera de intervención se expandía incorporando a sectores populares. Si durante su exilio se había concentrado en la escritura de ficciones históricas, a partir de 1849 y hasta 1864 Nieto intensificó su actividad como militar y estadista. En este periodo fue jefe político del cantón de Cartagena, gobernador de la provincia, representante a la Cámara (1850-1852), presidente del estado soberano de Bolívar y presidente ejecutivo de los Estados Unidos de la Nueva Granada. En Bogotá, intervino en las sesiones de uno de los congresos más revolucionarios de la historia colombiana, en el cual se aprobaron leyes que respondían a la ideología federalista e intentaban mantener la unidad nacional (Rentería 90).104 Sin embargo, su mayor interés se encontraba en el gobierno de Cartagena, y en cuanto fue elegido gobernador de esta provincia abandonó la Cámara. En su cargo de gobernador de Cartagena organizó varias manifestaciones de carácter público, entre las cuales la fiesta cívica en celebración de la ley de abolición de la esclavitud (1851) tuvo un gran valor simbólico. En el discurso que leyó durante esta celebración, Nieto condensó los principales valores de su prédica política: preparar a los ciudadanos para enfrentar toda forma de tiranía. En el discurso proclamó: Desde hoy se acabaron los esclavos en la Nueva Granada; y es por eso que os saludo en este día el más solemne, el más bello que ha tenido la República, porque es el día complementario de nuestra regeneración política; el día en que ha desaparecido para siempre de entre nosotros el odioso título de señor y de esclavo, y en que ninguno de nuestros hermanos lleva colgada al cuello la poderosa, la negra cadena de la servidumbre (“Alocución” 87).

Conde Calderón llama a estas celebraciones cívicas republicanas “teatros del poder” (84). Sin duda, las dimensiones teatrales de la ceremonia dan cuenta de un interés propagandístico sumado al deseo de interpelar solemnemente a los nuevos ciudadanos para fomentar su

104  Nieto fue responsable de la sanción de la primera Constitución municipal de la provincia de Cartagena (1855), la segunda Constitución Política del Estado de Bolívar (1860), el Código Civil (1862) y la tercera Constitución Política del Estado de Bolívar (1863).

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adscripción a los ideales republicanos. Nieto, investido con los atributos de poder del líder magnánimo que había imaginado en Yngermina, convoca a partir de un acto de convivencia ciudadana a defender la república cuyo triunfo él representa. A través de los rituales cívicos republicanos se estrechan los lazos de pertenencia del ciudadano al cuerpo de la nación (Conde Calderón 83), por tanto, la ceremonia funciona como interpelación a la ciudanía a seguir al líder durante la agudización de tensiones regionales y enfrentamientos bélicos. Para potenciar su poder de convocatoria, Nieto se dirige específicamente a quienes ya no se encuentran esclavizados diciendo: Ahora me dirijo exclusivamente á vosotros, mis hermanos, que ayer fuisteis siervos y que hoy os incorporáis como nuevos miembros de la comunidad granadina […] Sabed, pues, que si el esclavo está sometido á la humillante violencia de obedecer a la voluntad de un solo hombre semejante suyo á quien llama señor, el hombre libre tiene el forzoso deber de acatar y obedecer las leyes de la República (“Alocución” 89).

Apelando a la simbología de la familia para dar cuenta de los lazos fraternos que unen a los ciudadanos, Nieto se dirige a los manumitidos a través del vocativo: “hermanos”. El discurso insiste en la deuda que ellos tienen para con la ley y las autoridades. Sin eludir la perspectiva paternalista, el líder costeño asume una pose de héroe civilizador, al mismo tiempo que fomenta el amor patriótico que estimulará a muchos a sumarse a su ejército y defender su proyecto político cuando en 1859 se levante en armas. Posicionándose como prócer fundador de las instituciones, agrega Nieto que entre las obligaciones de los nuevos ciudadanos se encuentra “defender la independencia y la libertad de la República hasta con el sacrificio de la vida si éste fuera necesario” (“Alocución” 89). En esta alocución, no por casualidad, resuenan las palabras atribuidas a Catarpa, el rebelde representante de un linaje de intrépidos guerreros que se someten a la autoridad del líder magnánimo. Se trata de la espectacularización de una masculinidad que reorganiza en torno al esfuerzo y al mérito los principios de convivencia social para fundar las instituciones del Estado liberal. El letrado patriota, convertido en gobernador, anuncia el final de la práctica legal de la esclavitud celebrando en varias ciudades de la provincia (Lemaitre 21) su propio ascenso político como evidencia contundente del triunfo republicano. La promesa republicana de que los nuevos ciudadanos pueden convertirse en modelos de grandeza se expresa de la siguiente manera:

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De la nada hemos visto salir muchos grandes hombres, y esa nada es la porción más común á todos, todos pueden elevarse sobre ella poniendo lo medios, y el que no los ponga no puede ser igual al que por sus esfuerzos se distingue de aquel cuya estupidez, vicios e indolencia le condenan á vivir perpetuamente en las tinieblas (“Alocución” 90).

El discurso entabla performativamente un diálogo que, en medio de una plaza colmada de público, “distingue” a los nuevos ciudadanos y los reconoce por sus deberes y derechos. La performatividad de la ceremonia refuerza el sentido de pertenencia a la comunidad a través de una promesa: todos y cada uno de ellos puede “elevarse” por sobre sus conciudadanos a partir de hacerse meritorio para la república. La fiesta cívica refuerza, así, la unión entre el líder y sus seguidores, pero también permite el despliegue de una masculinidad en control de las prácticas de sociabilidad colectiva y su apelación a la figura del “gran hombre” para promover la dignificación de su comunidad. Apelar a la “grandeza” de espíritu colocándose en una esfera “superior” respecto a sus contemporáneos conlleva un radical acto de reivindicación política para el letrado patriota frecuentemente despreciado por sus rivales, tanto por filiación partidaria como por su origen. En sus textos, Nieto se representa como un salvati o triunfador, a pesar de que las circunstancias lo contradigan. En el texto El ciudadano Juan José Nieto, gobernador suspenso de la Provincia de Cartajena ante los hombres honrados e imparciales de todos los partidos (1855), el autor se autoproclama como “gran hombre” en oposición a su rival militar y político, el general Tomás Cipriano de Mosquera (1798-1878). Defendiéndose de las acusaciones de actuar en contra de los ideales republicanos, argumenta Nieto: “es superior el mérito del que lo adquiere por si mismo, que el de quien lo adquiere favorecido por influencias hereditarias: lo primero, es el resultado del supremo esfuerzo del jenio, o de la voluntad; lo segundo, obra del capricho de la suerte” (El ciudadano 37). Y agrega: “ha habido sin embargo ocasiones en que me he encontrado mas grande que el Jeneral Mosquera, y asi lo considerarán los hombres que saben hacer distincion entre lo elevado i lo pequeño” (El ciudadano 37). En su argumentación, Nieto enfatiza sus rasgos nobles de hombre virtuoso que actúa como líder “sereno y resignado” (El ciudadano 37) ante los abusos de poder de su rival. Es notoria la apelación a figuras del repertorio romántico para construirse como sujeto “superior” dotado de “potente inteligencia” que “sin apoyo ni protección i tan solo por sus propios esfuerzos, ha podido abrirse paso” (El ciudadano 37).

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En 1859, Nieto organizó un ejército al que llamó “Ejército Regenerador” y que, según Lamaitre, “tuvo como núcleo central a los negros de su propia hacienda en Alcibia (al que denominó ‘Batallón Glorioso’)” (46). Su participación y liderazgo en una serie de alzamientos y guerras que tuvieron como escenario la provincia de Cartagena la narró en primera persona en un texto titulado Bosquejo histórico de la revolución que rejeneró el Estado de Bolivar (1862). Se funden, en este texto, el líder militar, el estadista y el escritor en un afán de reivindicarse como prócer fundador de las instituciones republicanas en la costa caribe. Así, a partir de una sensibilidad fraterna que le permite investirse con los atributos de una masculinidad de corte cívico y civilizador, se representa como protector del bienestar público. En esta línea de argumentación, dice: Mi manera de tratar al soldado ha sido uno de mis principales elementos para hacer la guerra –me han respetado i querido como a su padre, dándome este titulo. […] Cuando de algo se ha carecido, yo he suplido frecuentemente la necesidad del soldado con mi buen trato, cuidándolo hasta personalmente en sus enfermedades, socorriéndole en cuanto he podido; i despertándole constantemente las ideas de patriotismo, sufrimiento, i abnegación por la causa (Bosquejo 34, 47).

Soldado, líder y patria se fusionan en una retórica patriarcal que enfatiza la entrega desinteresada y amorosa a la causa común que excluye a la mujer. La fragilidad del cuerpo del soldado herido refiere alegóricamente al cuerpo de la nación que debe ser restaurada por la acción heroica de un líder magnánimo. Al representarse a partir de una cercanía paternal, Nieto legitima su posición como modelador de las conductas y responsable de conducir la nación. Además, la recurrencia de la figura del hermano y del padre fortalece la comunión entre la virilidad marcial y el lenguaje afectivo de lo político que fomenta una masculinización de la ciudadanía. Siguiendo una lógica paternalista que establece la autoridad y el mando en el letrado patriota, Nieto se representa como líder conciliador integrado al cuerpo social de su comunidad regional. El poder de convocatoria de Nieto se vio favorecido por su capacidad para la oratoria y la espectacularización de la política. Fals Borda dejó constancia del apoyo popular que tuvieron sus campañas militares al transcribir algunas de las coplas populares que circularon en la época (143-144 A). En sus textos, Nieto se autoproclama como

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prócer. Por ejemplo, cuenta que durante la campaña militar se detuvo a escuchar un discurso que le dedicó una “joven entusiasta que toda se vuelve espíritu a favor de la buena causa” (Bosquejo 17). Al situar a la mujer en la esfera opuesta al soldado, el texto de Nieto realiza una doble operación que, siguiendo la tradición patriarcal, distribuye jerárquicamente los géneros adjudicando a la mujer el papel de admirar y homenajear al héroe. Sin beneficiarla con un nombre que la identifique, esta mujer anónima ingresa al relato desde parámetros que enfatizan su condición “espiritual”, estableciendo un contraste con la corporalidad del soldado que da su vida por la patria. Al capturar en su texto la imagen de la joven, Nieto parece intentar fusionar en una misma retórica heroica republicana los atributos viriles del soldado y los atributos “espirituales” del letrado. La adhesión de sectores populares a la causa de Nieto tuvo implicaciones no solo de género sino también raciales, ya que los avances de su ejército eran descriptos como invasiones de los “negros ‘peinilleros’ de la costa” (Giraldo Jurado 241). Fals Borda también reconoce que “la adhesión de los negros a la figura de Nieto se constata a todo lo largo de su carrera” (144 A). Estas construcciones dan cuenta de un proceso de racialización de la política, ya que, “para los conservadores, liberalismo, ‘democratismo’, ‘populismo’, ‘mulatos, negros, zambos’, ‘populacho amotinado’, eran lo mismo” (Conde Calderón 312). Los discursos que enfatizaban las diferencias raciales informaron la identificación ideológica de los grupos enfrentados en la contienda militar y electoral otorgando nuevos significados, ahora teñidos de partidismo político, a las prácticas discriminatorias. Si Nieto apeló en sus textos al borramiento de rasgos físicos asociados a categorías raciales, sus contemporáneos de diversas facciones políticas le atribuyeron una agenda aristocratizante y una identidad de clase convirtiéndolo en un “un pardo, un advenedizo”, que no respondía a los intereses de los negros, como lo expresó Bernavé Malpica.105 La última guerra civil en la que participó Nieto lo llevó a ocupar durante los meses de enero a julio de 1861 el cargo de presidente de la Confederación Granadina, convirtiéndose así en el primer presidente de ascendencia africana de Colombia. Meses antes, había firmado con el general Mosquera, presidente del estado del Cauca, el Tratado de Unión y Confederación de los Estados del Cauca y Bolívar bajo la denominación de Estados Unidos de la Nueva Granada. Nieto asumió

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Véase Conde Calderón 323.

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el mando de la provincia en 1859 llamando a una Asamblea Constituyente que le otorgó el cargo de general y lo nombró presidente del estado de Bolívar. Se firmó entonces un nuevo pacto de unión entre los estados soberanos de Bolívar, Boyacá, Cauca, Cundinamarca, Magdalena, Santander y Tolima, quienes instituyeron los Estados Unidos de Colombia. Luego se le sumaron los estados de Antioquia y Panamá, para expedir en mayo de 1863 la Constitución de Rionegro que consolidó por más de dos décadas el federalismo como forma de gobierno.

Figura 1. Retrato de Juan José Nieto (1861).

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El breve paso del líder costeño por la presidencia quedó documentado en un retrato al óleo en el que aparece luciendo la banda tricolor y tres condecoraciones: las medallas de la Orden del Mérito Civil de Bolívar y la que le otorgó la Asamblea Legislativa [figura 1]. Al parecer, esta pintura fue encargada y realizada en París, y la banda presidencial fue agregada posteriormente para conmemorar el triunfo de Nieto como supremo gobernante de los Estados Unidos de la Nueva Granada.106 El retrato muestra su aspiración de hacer memorable una masculinidad heroica de pose serena y elegante sugerida por la vestimenta, en la que el rico orlado de la camisa en filigrana dorada contrasta con la sobriedad del traje. Además, del interés en ingresar a lo que Eilean Hooper-Greenhill, ha denominado “galerías de notables” que empezaban a organizarse en torno a las figuras de caudillos y líderes militares, el retrato de Nieto se ubica como la imagen costeña de un civilizador que no necesita recurrir al uniforme militar para demostrar su poder de convocatoria y su prestigio.107 Para entonces, Nieto no solo había ganado en el campo de batalla, sino también en las urnas afianzando su poder en “el inmenso territorio comprendido desde la península de la Guajira hasta el golfo de Urabá y partes de Antioquia y Santander” (Fals Borda 156A). En este contexto, el retrato pone en exhibición una masculinidad segura de su poder y en control de los espacios representacionales desde los cuales se enuncia la autoridad política.108 Sin embargo, el peso simbólico de la imagen descansa en la banda presidencial y en las medallas que invisten al cuerpo del héroe con las marcas de la nacionalidad y del mérito del letrado patriota. La rapidez con la que el retrato debió ser confeccionado, dada la brevedad de la presidencia de Nieto, da cuenta de la ansiedad por fundar una iconografía que inscriba en la memoria colectiva la imagen En relación con las medallas que luce en el retrato, véase Rentería 111. Las galerías de notables tenían la función de destacar “certain groups of people for admiration and emulation, of, for example, standards of beauty, achievement and social behaviour. The pedagogic role of portrait galleries is thus open to being a moral one, achieved through the assembling and bringing to meaning of certain pieces of visual culture” (Hooper-Greenhill 23). Constancio Franco Vargas realizó a finales del siglo xix retratos de líderes que lucharon en la Guerra de Independencia confeccionando una particular “galería de notables” que incluye a los militares afrodescendientes Leonardo Infante (1895-1826) y Juan José Rondón (1790-1822) en el panteón de héroes nacionales. Actualmente el retrato de Leonardo Infante se encuentra en exhibición en el Museo Nacional en Bogotá. Sobre la iconografía heroica colombiana, véase Chicangana-Bayona, “Imagens”. 108  Como ha señalado Yobenj Chicangana-Bayona, a partir de 1819 se les exigía a los pintores no solo retratar, sino “hacer heroico” al retratado (“La memoria” 164). 106  107 

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en la que se funden el “gran hombre” costeño y el letrado patriota. Contemporáneo al retrato, Nieto publicó Bosquejo Histórico de la Revolucion que Rejeneró al Estado de Bolívar, en el que recurre a un heroísmo mesiánico para inscribirse en la imaginación heroica. Así lo expresa Nieto: El mismo dia 26, i como complemento de la revolucion se reunió el pueblo e hizo su pronunciamiento, el cual me confirió el gobierno provisorio del Estado, que confirmaron los demas, obedeciendo mi autoridad. […] i como las oficinas públicas fueron cerradas i abandonadas por sus jefes, hubo que crearlo todo –i se creó. […] Un escritor ha dicho con tal motivo, ‘que si no me recibieron como a un Dios, me recibieron más que a un hombre’. ‘Yo había resucitado un muerto,’ me dijeron algunos (Bosquejo 12, 31).

Nieto hábilmente incluye una voz mediadora que le informa del impacto que sus acciones han tenido en el pueblo para crear una ilusión de distanciamiento y neutralidad. Sin embargo, al apoyarse en elementos religiosos que otorgan una dimensión sagrada a sus acciones políticas, se posiciona como figura mesiánica capaz de “dar vida” a las instituciones y sentido de pertenencia a la comunidad. Más aún, la capacidad de crear las instituciones se ampara en un acto del lenguaje proyectando su escritura de la historia comunitaria como acto heroico.109 La obra de Nieto constituye un valioso ejemplo de la participación de letrados de ascendencia africana en la vida cultural, política y social de la costa caribe, región en la que nació el poeta, traductor y dramaturgo afrocolombiano Candelario Obeso (1849-1884), oriundo de Mompox. En Cantos populares de mi tierra (1877), considerado por Carlos Jáuregui “uno de los más originales poemarios del siglo xix” (568), Obeso recuperó y celebró el protagonismo de la población afrocolombiana a través de su habla y su imaginario. Entre 1871 y 1884 publicó, además, la novela La familia Pygmalión (1871), una Gramática de la lengua castellana, Lecturas para ti (1878), Secundino el zapatero (1880) y Lucha de la vida (1882), traducciones de autores extranjeros y cursos y manuales de italiano, inglés y francés. En Lucha 109  En 1864, estalló en Cartagena un alzamiento contra la administración de Nieto que tuvo resonancias en toda la región. Pocos meses después Nieto presentó su renuncia al cargo de presidente y se alejó definitivamente de la vida pública. Según escribió, venía sintiéndose enfermo desde años antes. Dos años después, murió en Cartagena.

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de la vida, poema dramático escrito al final de su vida, Obeso asume un tono desencantado para denunciar la dolorosa situación de desprecio y pobreza en que se desarrollaba la vida de un escritor negro. No es difícil imaginar que este poeta precursor de la poesía negrista en América Latina haya sido testigo de la carrera política de Nieto y, tal vez, haya sido también inspirado por sus textos o por los cantos populares entonados por los hombres y mujeres que lo siguieron en la guerra. Coda: el accidentado periplo del retrato de un héroe costeño Orlando Fals Borda cuenta en Historia doble de la Costa (1979-1984) que encontró el retrato de Nieto (Figura 1) abandonado en el depósito de la Academia de Historia de Cartagena. Siguiendo una metodología que denominó “investigación-acción participante”, el sociólogo construyó la biografía de Nieto incorporándose al relato como testigo, receptor e intérprete de los relatos orales que incluye en su libro. A partir de esta metodología, Fals Borda no solo interrogó la historia cultural en busca de un ethos costeño, sino que también aportó respuestas para completar los vacíos o silencios del archivo historiográfico. Respecto a la confección del retrato, dice Fals Borda que Nieto: en los ratos que dejaba de jugar con su ahijada Anita, posó con la banda tricolor presidencial terciada sobre el pecho, para que le hicieran un retrato al óleo […] (Este debió de ser el lienzo enviado a París para que fuera retocado a la manera de un mandatario francés, el mismo que de retorno se colocó en los salones del Museo Histórico de Cartagena, hasta cuando fue retirado en 1974, luego de una restauración que no fue aprobada por los académicos de la ciudad) (158A).

El fragmento ilustra una de las características principales del trabajo de recuperación realizado por el sociólogo colombiano: la construcción de una figura humanizada de quien consideraba el caudillo costeño más relevante de la historia de la región. La denuncia de que el retrato fue enviado a Europa para que fuera “retocado” a causa de ciertos deseos de la elite de borrar los rasgos “afro” (Fals Borda 188) del hombre investido por los honores de líder político resulta revelador de las tensiones que rodearon a ese intento de inscribir al héroe

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cívico costeño en museos e instituciones culturales formadoras de la nacionalidad, que al catalogar el patrimonio asignaron espacios y significados específicos a la masculinidad heroica. A partir del descubrimiento del sociólogo y sus acciones para que el retrato fuera expuesto al público se inicia otra historia: la del reclamo por la incorporación del retrato de Nieto a la galería de mandatarios colombianos. La historia del doble ocultamiento de la imagen, que además de ser “retocada” es abandonada en un depósito (Fals Borda 188), me parece un ejemplo elocuente con el cual cerrar mi reflexión sobre la precariedad que caracterizó el accionar de este líder costeño a pesar de su apelación a una masculinidad heroica marcada por su función de escritor y estadista.110 La travesía del retrato hacia su exhibición pública sugiere la vigencia de figuras heroicas que logran convocar a individuos y grupos que permanecen en las márgenes del relato histórico y que organizan agendas de reivindicación política y de construcción de espacios de dignificación y protagonismo en torno a la recuperación de héroes racialmente marcados. Según Fals Borda, varias generaciones de académicos de Cartagena se disputaron el control de la imagen de Nieto, al punto de encargar que fuera modificada para luego alejarla del contacto con el público. El vandalismo al que fue expuesta esta pieza de museo revela la inestabilidad del concepto de patrimonio cultural ante el poder de esta institución de intervenir en la imagen que debía ser preservada o eliminada. Esta pérdida de integridad material del retrato respondió al deseo de ajustar la imagen a ciertos modelos para que esta adquiriera el valor de modélica e ingresara en la memoria colectiva como el retrato de un prócer que respondía a los lineamientos del discurso de blanqueamiento. Los estudios de Laura Malosetti nos han enseñado que en “la construcción de imágenes canónicas de los héroes, tras la aparente preocupación iconográfica por encontrar –y divulgar– la ‘verdadera efigie’ de aquellos, el criterio que primó fue la reconstrucción ideal de su apariencia, siguiendo criterios que se ajustaron más a consideraciones de índole tanto estética como moral y política, así como su adecuación a la función que debían cumplir” (14). Así como el monumento de Antonio Maceo parece estar atrapado entre la abstracción y la referencialidad, el retrato de Nieto señala que el heroísmo es un espacio fértil para el conflicto y la contestación. A pesar de su potencialidad de símbolo cívico, la representación 110  Sobre el uso de la técnica de “repinte”, véase Chicangana-Bayona, “Memoria” 166-168.

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iconográfica de Nieto aparece atrapada entre varias temporalidades y versiones del pasado, cada una de las cuales ha dejado una inscripción en la materialidad del retrato. Al solicitar que fuera “retocado” se enuncia la imposibilidad de la imagen de responder a un cierto ideal de lo que podía ser exhibido como símbolo del heroísmo patriótico. Si el museo actúa como “anclaje temporal”, es decir, como voluntad por detener la proliferación del sentido y otorgar un significado fijo a la memoria nacional como ha propuesto Andreas Huyssen (7), la imposibilidad de preservar la integridad del retrato que se destina a un segundo artista que lo modifique y luego a los sótanos y al olvido, sugiere una dificultad para reconocer esa imagen como digna de ser exhibida y a Nieto como figura memorable. De ser correcta la denuncia de Fals Borda, la manipulación del retrato enuncia una incomodidad que impide ver la heroicidad porque la imagen se satura de signos que espectacularizan el origen racial del retratado. El vigor con que diferentes grupos han reclamado la incorporación de Nieto al panteón colombiano de próceres nacionales pone de relieve la vigencia de la heroicidad como espacio de tensión y como plataforma de reivindicación política. Por ejemplo, la Radio Nacional de Colombia informó sobre una exposición de arte organizada en torno a la recuperación de la figura de Nieto, la cual reunió a 26 artistas colombianos en Bogotá en los meses de febrero y marzo de 2020 (Restrepo, “¿Suficientemente negro?”).111 Esta exposición, titulada ¿Suficientemente negro?, incluyó obras de artistas contemporáneos, retratos de descendientes de Nieto, videos, cronologías y documentos de investigación en una muestra que invitaba a reflexionar sobre las diversas formas de entender la identidad racial y regional en Co­ lombia.112 ¿Suficientemente negro? puso a la vista del público una serie de imágenes y objetos que establecieron un diálogo con el retrato de Nieto, pero no con el que fue pintado en 1861, el cual estuvo, una vez más, ausente. La figura central en torno a la que se montó esta exposición es el retrato oficial realizado en 2016 por el artista plástico Justiniano Durán, en base a un encargo del presidente colombiano (2010-2018) Juan Manuel Santos. A pesar de que el retrato se inauguró en un acto 111  Esta exposición se realizó antes en el Centro Colombo Americano en Cali en febrero de 2019 (Ariza Aguilar 4). 112  El título de la muestra es elocuente al expresar el cuestionamiento a su identidad racial como punto de partida del debate sobre los significados otorgados a la identidad negra en Colombia y su marginalización en el relato museístico.

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público, no fue colocado en la galería de mandatarios colombianos, sino que se destinó a engalanar las paredes del Palacio Presidencial, Casa de Nariño (Ariza Aguilar 4). Este acto de reconocimiento público no hubiera sido posible sin la iniciativa de los miembros de la Academia de Historia de Cartagena y la labor de Gonzalo Guillén, pero el retrato contemporáneo deliberadamente se aleja del original “retocado” de Nieto, ya que Durán declaró que prefirió realizar su propia investigación para pintar un retrato que fuera “fiel” a su imagen para evitar cualquier imprecisión histórica.113 Desde el prestigioso espacio del retrato presidencial se intenta anular la inestabilidad iconográfica del “gran hombre” creando una versión institucional que dé cuenta de su impacto en la imaginación heroica. Relevante resulta que la artista Ada Margarita Ariza Aguilar, reconociéndose descendiente de Nieto (3), desarrolle una reflexión sobre el poder de la cultura visual para vehiculizar espacios de inclusión. Los artistas convocados a crear en una acción colaborativa su “propia versión” de Nieto, actualizan una forma de interrogar al pasado y construirlo imaginativamente para “corregir” los silencios y olvidos. Dice Ariza Aguilar: “As a collective act of resistance to black erasure, ¿Suficientemente negro? uses memory as a critical construct in the face of the coloniality of historical and contemporary inequalities” (10). Restituir a Nieto a su posición de “gran hombre” costeño implica que se inscriba en la imaginación heroica como figura relevante para la posteridad. La institución museística a través de procedimientos de selección y canonización que implican la fijación de jerarquías y también de olvidos y borramientos cumple un rol fundamental en la inscripción de corporalidades modélicas en la imaginación heroica.114 Con los museos que surgieron desde las primeras décadas del siglo xix se fundó una forma de mirar y ordenar el pasado al desplegar emblemas de poder y de distinción en los cuales lo heroico cobró una materialidad específica al vincularse con ciertos objetos que pasaron a habitar la memoria colectiva. Sin embargo, el acervo de un museo siempre es mayor de lo que se exhibe permitiendo una constante renovación del relato que se pone en circulación, esto los hace un terreno fértil para Véase Guzmán Díaz, “El único”. Según Álvaro Fernández Bravo, el museo actúa como una tecnología de inscripción vinculada al Estado, ya que la colección de objetos exhibidos al ser leídos en una secuencia narrativa provee una materialidad firme y tangible en la que la nación puede ser observada ajena toda inestabilidad; véase “Memorias” 333. 113  114 

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proponer la reconciliación de grupos que se reconocen herederos de una misma historia, así como también para escenificar contiendas por el control representacional memoralizando en bronce figuras cuidadosamente seleccionadas. La reciente inclusión del retrato de Nieto (que se encuentra en exposición en el Museo Histórico de Cartagena) y su “doble” –el realizado por Durán– en el escenario cultural colombiano inaugura espacios para la reflexión en torno a la dinámica de recepción e institucionalización de una imagen que al modificarse da cuenta de los múltiples periplos de la heroicidad costeña y su precaria y conflictiva inscripción en los imaginarios de la modernidad colombianos. Además de su precaria monumentalización y de su presencia incómoda en algunas galerías de arte, desde inicios del siglo xix ciertas figuras de heroicidad racialmente marcada ocuparon las páginas de la prensa periódica atrayendo a un vasto público no necesariamente letrado. Como lo prueba el periódico La Democracia, que fue estratégicamente utilizado por un letrado patriota que creía fervorosamente en el poder de la palabra escrita como vehículo de persuasión colectiva, la prensa contribuyó a afianzar el liderazgo de afrodescendientes que se proyectaron como “héroes del espíritu” y como tales alteraron las dinámicas de relacionamiento social. En el próximo capítulo examino la representación de héroes negros a través de poemas, crónicas periodísticas e imágenes que circularon en la cultura impresa brasileña y cuya vinculación con editores, escritores y activistas afrobrasileños señala el centro álgido de la negociación de espacios de protagonismo ciudadano en el periodo de eclosión del debate por la abolición de la esclavitud y la crisis del proyecto imperial brasileño.

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Capítulo 3 Los múltiples rostros del héroe en la prensa

En 1903, cuando comenzó a trabajar en la Gazeta de Notícias usando el seudónimo de João do Rio, el escritor João Paulo Emílio Cristóvão dos Santos Coelho Barreto (1881-1921) desató una polémica al afirmar: “O Brasil lê” (Bilac, Critica 385). El flâneur brasileño basaba esta aseveración en la intensa actividad en librerías y mercados de libros que observaba durante sus paseos por las calles de Río de Janeiro. Olavo Bilac (1865-1918), uno de los fundadores de la Academia Brasileira de Letras, ubicándose del otro lado de la polémica sostuvo que los brasileños no leían por la “razão única e terrível de não saber ler” (Critica 385). Bilac pensaba que el porcentaje de analfabetismo y las continuas quejas de los escritores ante las dificultades que significaba comercializar su obra eran pruebas suficientes del escaso acceso a la cultura impresa que tenía la población brasileña.115 Las dos visiones encontradas en el debate no ocultan cuestiones importantes relacionadas a las prácticas de lectura y al acceso de la población no alfabetizada a la cultura impresa, tales como la coexistencia de oralidad y escritura potenciada por la lectura en voz alta, el progresivo abaratamiento de los impresos y la popularidad de la imagen como comunicador privilegiado de contenidos.116 Aspectos estos despreciados por Bilac, que no Según el censo de 1872, en Brasil solo el veintiún por ciento de la población libre podía leer y escribir. En 1906, el sesenta por ciento de la población adulta de Río de Janeiro sabía leer y escribir (Graham, “Free Afro-Brazilians” 16-17). Es útil consultar también, Viotti Da Costa, Da Senzala 30-40 y Russell-Wood 22-23. 116  Desde 1834, cuando se lanzó A Lanterna Mágica, las revistas ilustradas intentaron informar y divertir a sus lectores abordando temáticas de la vida política, social y económica del país. Algunas publicaciones ilustradas, como Semana Ilustrada, Revista Ilustrada, O Mosquito y O Besouro, cautivaron a un grupo amplio de lectores. Luego sería el turno de la fotografía de acaparar la atención del público, sustituyendo parcialmente al dibujo. En referencia a las transformaciones de la cultura impresa en el siglo xix, véase Cardoso, “O início” 160-161. 115 

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parece entender que el acceso a la cultura impresa no siempre respondía a la compra de libros, como atestigua la ilustración “Escravos lendo o jornal O Paiz” (1887) de Ângelo Agostini (1843-1910). Sin duda, el gesto de Bilac intenta controlar los significados de “lectura” y “lector competente” durante el proceso de democratización de la cultura.

Figura 2. “Escravos lendo o jornal O Paiz”, Revista Ilustrada (1887, p. 4).

Su preocupación por intervenir en la pericia modernizadora de las letras brasileñas llevó a Bilac, el poeta más exitoso de su tiempo, a incursionar en diversos formatos que incluyen, además de la crónica, la poesía satírica y la literatura infantil. No es sorprendente, entonces, que en 1904 se encontrara dirigiendo la lujosa revista ilustrada Kósmos, que se publicó en Río de Janeiro hasta 1909. Resulta significativo, sin embargo, que Bilac dedicara en Kósmos un homenaje al escritor y líder negro José do Patrocínio (1853-1905), fallecido poco antes.117 Cuenta Bilac que Patrocínio “recebeu, depois de morto, a mais bela consagração de quantas já nesta terra glorificam o nome de um homem. O povo quiz conduzir ao cemiterio, numa apotheose, o corpo do Libertador; e, quando o cortejo fúnebre atravessou a cidade, parecia que o feretro ia boiando sobre as palpitações de um imenso oceano” (“Chronica” 5). Esta escena de despedida en la que el lenguaje alegórico hace posible una transmutación que convierte las calles en un océano y al féretro en una embarcación mecida amorosamente por él, monumentaliza el encuentro del pueblo con el cuerpo del héroe abolicionista identificado como “el Libertador”. El homenaje de Kósmos también incluye una imagen alegórica creada por el pintor Rodolpho Amoêdo (1857-1941), en la que Patrocínio aparece portando una pluma en la mano derecha y un papel en 117  Bilac y Patrocínio frecuentaban los mismos círculos de escritores y artistas. Bilac, además, colaboró en la publicación Cidade do Rio, fundada por Patrocínio, quién lo envió como corresponsal a Europa en 1890 (Farias Alves 254).

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la izquierda mientras por encima de sus hombros una figura alada que representa la inspiración lo acompaña portando una antorcha y una bandera, símbolos inequívocos del conocimiento y el ideal. Más significativo, aún, resulta el artículo de Ernesto Senna (1858-1913) incluido en ese número de Kósmos en el que dice: Quando em todo o Brasil é seu nome abençoado, quando os grandes mestres do jornalismo [...] lhe descreveram a estatura varonil de batalhador sem igual na rude campanha da libertação dos captivos, deve ser também permitido a um soldado, que sob as suas ordens combateu encorajado pelo seu civismo e fortalecido pela fé naquelle ideal, consignar aqui alguns traços da vida desse herói cujo nome fulgurará eternamente nos fastos da historia da nossa nacionalidade (18).

Senna aporta una perspectiva que viriliza la actividad intelectual al revestirla con la metáfora bélica, al mismo tiempo que refuerza la perspectiva mítica presente en las creaciones de Bilac y Amoêdo para enfatizar una masculinidad heroica. La implementación de una retórica bélica inscribe el trabajo del periodista en una epicidad cívica desplegando una red de asociaciones simbólicas que subordinan el activismo político de Patrocínio a su labor periodística. El fragmento es elocuente, en tanto, por una parte, aboga por el reconocimiento nacional de la estatura heroica de Patrocínio, quien, junto con João Clapp, fue el fundador y líder principal de la Confederação Abolicionista. Por otra parte, Senna se posiciona estratégicamente como “soldado” que formó parte de la campaña por la abolición de la esclavitud, haciéndose partícipe de la heroicidad retratada. El fragmento resulta productivo, además, para ilustrar la intrincada relación entre el surgimiento de una vigorosa cultura impresa, la difusión de figuras heroicas asociadas a líderes de ascendencia africana y la campaña abolicionista. La masculinidad heroica promovida por estos escritores y artistas de principios de siglo se muestra, así, a tono con los principios modernizadores, urbanos y elitistas de la revista para la que trabajaban. Asegurarse el control de la narrativa heroica era incidir políticamente en la memoria de los conflictos sociales que habían sacudido a Brasil durante el siglo anterior, entre los cuales la legitimidad del sistema esclavista, la composición racial de la nación y la oposición entre partidos políticos habían contribuido a dividir y debilitar a las élites. Kósmos se posiciona como autoridad para poner en circulación una heroicidad cívica como estrategia de legitimación de la función letrada, al mismo tiempo que postula a Río de Janeiro como

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locus privilegiado de la producción cultural brasileña. Convenientemente, entonces, Patrocínio –quien fue editor y propietario de varios periódicos– se erige como representante de los ideales nacionalistas y liberales cuya lucha ha quedado en el pasado y, por tanto, requiere ser revindicada por los letrados como parte de su legado. A esos efectos, la figura de heroísmo que evocan es la de un líder cívico cuya batalla se libró en la prensa y en las calles de Río de Janeiro. Al celebrar el rol protagónico de Patrocínio en la lucha antiesclavista evitan mencionar las diversas formas de resistencia lideradas por esclavizados, quienes son, así, eliminados de la epopeya nacional. Mujeres, tanto esclavizadas como libres, que participaron en el debate abolicionista y desarrollaron prácticas de contestación ciudadana no fueron incorporadas al discurso de quienes se propusieron como héroes del abolicionismo. Tanto la polémica entre el cronista afrodescendiente João do Rio y el intelectual Olavo Bilac como el homenaje de Kósmos a quien fue el periodista y activista político brasileño más influyente del siglo xix, resultan elocuentes para ilustrar ciertos aspectos del proceso que hizo posible la circulación en la prensa brasileña de modelos de heroísmo centrados en la figura de hombres de ascendencia africana. No debemos engañarnos en cuanto al gesto de apropiación desde el cual el heroísmo de Patrocínio es construido en Kósmos después de que la manifestación masiva de millares de personas en las calles demostró que su poder de convocatoria seguía vigente. El homenaje hace referencia, sin duda, a una reacción letrada ante un fenómeno masivo que intenta amalgamar al intelectual a la figura del “gran hombre” creando espacios de inclusión para letrados que se identificaron como negros o mulatos sin alterar las jerarquías de clase, género y raza predominantes en la sociedad brasileña. Retomando la postura de Silviano Santiago, para quien “o problema do índio e do negro, antes de ser a questão do silêncio é a da hierarquização de valores” (17), en este capítulo me detengo a examinar la utilización política de la retórica heroica como intento de reinscribir al letrado de ascendencia africana en el centro de los procesos transformadores de la modernidad. El examen de los textos de Francisco de Paula Brito (1809-1861), Luiz Gama (1830-1882) y José do Patrocínio revela su uso político de la retórica heroica que respondió a una posicionalidad estratégica y reivindicativa de sus derechos. El escritor y periodista Francisco de Paula Brito, desde una posición de privilegio, siendo el primer editor del Imperio, puso en circulación la figura heroica de un marino africano representándolo como sujeto noble y habilidoso, y proyectándolo como héroe transatlántico. El poeta y abogado Luiz Gama se convir-

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tió en el primer líder negro del movimiento abolicionista y en símbolo de la lucha de los esclavizados por su libertad. José do Patrocínio concibió la actividad periodística como una forma de activismo político postulando una masculinidad heroica articulada a demandas de plena participación política de individuos de ascendencia africana. Sus textos son un documento valioso para indagar las diversas perspectivas desde las cuales ellos concibieron y articularon nociones tales como honor, virtud, servicio y justicia proyectándose como modelos de heroísmo negro. Este capítulo traza, así, un recorrido por las múltiples imágenes de heroicidad racialmente marcada que se pusieron en debate para contrarrestar los discursos discriminatorios y las prácticas de exclusión. La elección de estos actores sociales se debe a que, a través de dar forma discursiva a sus anhelos de protagonismo, ellos contribuyeron a poner en circulación modelos de heroísmo negro que tuvieron un impacto en amplios grupos de la población que los reconoció como protagonistas de la historia nacional y agentes de transformación social. Iniciar esta discusión analizando el homenaje de Kósmos al líder abolicionista responde a mi interés en enfatizar la dinámica de poder que sostiene la incorporación del heroísmo negro al espacio letrado y a la cultura visual brasileña. También contribuye a señalar las alianzas establecidas por negros y mulatos dueños de medios de prensa con representantes de otros grupos en momentos que los ideales de civilización y progreso erosionaban los modelos heroicos de corte marcial. Este capítulo muestra que el poder aglutinador del héroe llevó a que diversos intelectuales y artistas construyeran discursivamente una pose heroica fuertemente asociada al intento de masculinizar la actividad letrada y debilitar el prestigio que generaba la posesión de tierra y esclavizados en un periodo marcado por los conflictos políticos y por el debate abolicionista que se desarrollaba a ambos lados del Atlántico. Un héroe transatlántico en el arte y en la prensa brasileña El 9 de octubre de 1853 los habitantes de Río de Janeiro se enfrentaron a la desoladora noticia de un naufragio en las costas de la Laguna. La trágica muerte de veintiocho personas que viajaban desde Rio Grande do Sul a bordo del vapor Pernambucana conmocionó a la ciudad.118 118  La pintura Cena do naufrágio do vapor Pernambucana, de Joaquim Lopes de Barros Cabral, expuesta en el Salão de 1860 da cuenta del impacto del naufragio en el imaginario brasileño; véase Cardoso, “José Correia” 47.

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Desde una perspectiva esperanzadora, las noticias que circularon en la prensa se mezclaron con el relato heroico del rescate de algunos sobrevivientes.119 Rápidamente se dispersó en la ciudad la noticia de que el número de víctimas hubiera podido ser significativamente mayor de no ser por la intervención de un marinero oriundo de Cabo Verde, en África, que, cuando se encontraba a salvo en la orilla, regresó para rescatar a los que aún se encontraban a merced de las olas. Simão, o el “preto Simão” como pasó a ser conocido, repitió la hazaña trece veces, rescatando a trece de los cuarenta y dos sobrevivientes. La notoriedad del episodio llevó a que Manuel Moreira de Azevedo lo mencionara en O Rio de Janeiro: Sua história, monumentos, homens notáveis, usos e curiosidades publicado en 1877. Dice Moreira de Azevedo que el “intrépido marinheiro” Simão: treze vêzes transpôs a nado as ondas, venceu insuperáveis perigos, expôsse à morte conseguindo arrancar das profundezas do mar, entre outros, um cego, e um militar que tinha uma perna de menos. Êste prêto, natural da Ilha de S. Vicente, em Cabo Verde, tinha mulher e oito filhos, mas nessa hora de perigo esqueceu-se de si e dos seus e correu em auxílio dos náufragos (207).

Simão, según el relator, arriesgó la vida para salvar a aquellos que por debilidad o incapacidad hubieran perecido en la catástrofe. La voluntad del marinero de anteponer la vida de otros a la suya propia, además de su arriesgada lucha para rescatar de las aguas a desconocidos, lo proyectó como figura de dimensiones épicas. Más aún, la mención a la familia del marinero remite específicamente a la construcción de una masculinidad heroica. El dramatismo con que, más de veinte años después, es narrado este evento pone al descubierto el efecto que provocó la irrupción de esta figura de características épicas leída en clave racial. De hecho, el tema que interesa a Moreira de Azevedo para su historia de Río de Janeiro es la “Academia de Belas-Artes” y, al referirse a varias obras que se presentaron en la “Exposição de 1859”, se ve en la obligación de explicar la presencia inquietante del retrato de Simão entre “a estátua de José Bonifácio de Andrade e Silva” y otras piezas de arte (207). La presencia del Retrato do intrépido marinheiro Simão, carvoeiro do vapor Pernambucana (1853), pintado por José Correia de Lima (1814-1857), en esta exposición nacional de arte demuestra el 119  El Jornal do Commercio fue el primero en dar la noticia; luego, varios periódicos de Río de Janeiro anunciaron la catástrofe. Véase Cardoso, “José Correia” 47-49.

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interés que provocó la figura de este héroe negro. Además, al dedicar un párrafo a la narración de la acción heroica de Simão en su descripción de la exposición, Moreira de Azevedo revela una incomodidad que hace necesaria la explicación, a modo de justificación de una presencia “fuera de lugar”. La amalgama de heroísmo y negritud en esta pieza del repertorio visual decimonónico ofrece un ejemplo valioso de los cambios en la percepción de las categorías raciales que se estaban operando en Brasil, al mismo tiempo que señala que el heroísmo se concibe como zona de conflicto. Por entonces, la mayor parte del registro iconográfico, vinculado al costumbrismo y la creación de tipologías, ilustraba a los individuos de origen o ascendencia africana según su trabajo, oficio o región de la que provenían, ubicándolos en escenas vinculadas a la llegada de esclavos y al mercado donde eran vendidos.120 La cultura visual enfatizaba su objetivación al colocarlos como parte del marco social o como atributo de poder de los sujetos retratados. El Retrato do intrépido marinheiro Simão, por el contrario, coloca al espectador frente al busto de un hombre negro en actitud serena y digna. El retratado está vestido con una holgada y sencilla camisa azul que deja parcialmente al descubierto las formas del pecho y de un brazo musculoso, en cuya mano sostiene una cuerda.121 El gesto no parece corresponder a ninguna acción concreta, dando cuenta, tal vez, de un momento de descanso. La cuerda está apenas esbozada dificultando que se pueda asignar al retratado un oficio o función social, lo cual coloca el foco de atención en el vigoroso cuerpo masculino que se presenta libre de atributos o simbología. La presencia de la cuerda, sin embargo, marca un diálogo intertextual con el poema “Simão, O herói da Pernambucana”, del escritor afrobrasileño Francisco de Paula Brito, publicado en la Marmota Fluminense en 1853. Estática y enmarcada en un fondo oscuro, la figura masculina recibe la luz en el rostro y en el pecho estableciendo un claro contraste que le asigna un aire de misterio. La deliberada imprecisión que imposibilita situar En las imágenes que reproducen tipos sociales la individualidad no suele ser destacada, sino que al representar a afrodescendientes se usaban características generales atribuidas a un determinado grupo. Un notable ejemplo son las pinturas de JeanBaptiste Debret (1768-1848) y su representación de tipos humanos en Voyage pittoresque et historique au Brésil (Paris, 1834-1839), en el que presta especial atención a los esclavos. Al respecto, es útil consultar también el trabajo de Valéria Lima, J.-B. Debret. 121  La iconografía del periodo destacaba la forma física de cuerpos que aparecen por lo general semidesnudos. Específicamente, el hombre negro era representado mostrando el pecho (Petean Marino 288). 120 

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al retratado, si se elude la lectura del título, contrasta con la función misma del retrato como género dedicado a destacar la individualidad de un personaje influyente o poderoso. La pintura, además, elude la narrativa de rescate para concentrarse en la representación de una masculinidad negra en la cual la rigidez de los labios cerrados contrasta con una mirada que expresa una cierta placidez, proporcionándole lo que la crítica ha resaltado como un “ar sereno e distante” (Cardoso, “José Correia” 46). Así, la representación visual del héroe negro se presenta como un espacio conflictivo e inestable. Por una parte, la categoría heroica permite la entrada del hombre negro al espacio privilegiado de la pintura al óleo y al género del retrato. Por otra parte, la figura debe controlarse para que el cuerpo negro no resulte amenazante. Rafael Cardoso, Renata Bittencourt y Nara Petean Marino coinciden al interpretar este retrato como la expresión “serena e plácida, de heroísmo modesto” (Bittencourt 87). Se trata, sin duda, del retrato de un hombre fuerte y digno, pero imaginado en actitud contemplativa y reposada que elimina –o al menos desplaza– los temores que podía despertar el cuerpo de un vigoroso hombre negro. El retrato captura, además, la complejidad y fluidez de una masculinidad heroica que intenta representar al africano articulando elementos de múltiples repertorios. La exhibición del cuerpo musculoso responde a códigos dominantes que sexualizaban el cuerpo negro concediéndole al espectador la posibilidad de acceder a la observación del pecho musculoso estableciendo con él un contacto mediado por el arte. Estableciendo un contraste, la frente iluminada y la mirada serena otorgan a la subjetividad retratada una carga mística que parece aproximarse a la actitud de las imágenes religiosas. La inquietante distancia entre estos dos repertorios se potencia con la incongruencia anatómica que presenta la cabeza de dimensiones proporcionalmente menores al cuerpo.122 La anomalía del retrato de Simão no corresponde solamente a su excepcionalidad en el campo iconográfico brasileño, sino también a la monstruosa fabricación de un héroe negro configurado a partir de elementos contradictorios, lo cual señala la dificultad de representar subjetividades que no formaban parte de los repertorios iconográficos existentes. Resulta difícil imaginar al marinero africano posando plácidamente en el atelier de Correia de Lima, consagrado pintor de retratos de 122  Daryle Williams sugiere acertadamente que la discrepancia anatómica entre la cabeza y el cuerpo puede responder a que esta fue insertada sobre un cuerpo masculino genérico (425).

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la élite brasileña, entre quienes se incluye el emperador Pedro II. Sin embargo, Simão traía tras de sí un rico y complejo imaginario que alimentaba las fantasías románticas. Las aventuras de Simbad en Las mil y una noches y las vicisitudes marítimas de Eneas y de Odiseo, que por entonces comenzaban a circular gracias a la traducción al portugués de Manuel Odorico Mendes (1799-1864) probablemente nutrieron la construcción de una masculinidad heroica en clave mítica. El tropo del viaje se potencia en el caso de Simão con la epicidad del rescate ante la tragedia del naufragio. Correia de Lima, sin duda, pudo haber conocido la obra de Théodore Géricault (1791-1824) Le Radeau de la Méduse (1819), que espectacularizó el fracaso de la monarquía francesa para rescatar a los náufragos de la nave Méduse.123 La elección de retratar a un “intrépido” marinero africano cuya trayectoria lo relaciona a una subjetividad trasatlántica se integra en una conversación entre la producción iconográfica brasileña y europea –no solo estética, sino también política– que responde a la preocupación de las élites brasileñas de ser reconocidas como parte del mundo “civilizado” acorde a una visión eurocéntrica. Así, al colocar en el centro de la imaginación visual a un marinero libre, el artista proyecta una visión de Brasil como nación moderna, que ante las presiones internacionales y los alzamientos esclavos había prohibido el tráfico internacional de esclavos en 1850.124 Presentar en el elitista formato del retrato a un marinero oriundo de Cabo Verde apela a reconocer el vínculo con África a partir de la red de intercambios comerciales y, por tanto, se construye un diálogo de coordenadas transatlánticas que elude abordar la temática esclavista. La heroicidad de Simão adquirió dimensiones trasatlánticas al circular en diferentes formatos visuales en Brasil, Portugal, Cabo Verde y Francia (Williams 419). La intervención del editor afrobrasileño Francisco de Paula Brito fue crucial a este respecto, ya que, según Moreira de Azevedo, fue quien “mandou tirar-lhe o retrato e distribuílo” (207). A partir de esta fotografía se elaboraron una litografía, un dibujo al carbón, y, al parecer, también fue utilizada por Correia de Lima para la elaboración del retrato (Williams 419). Paula Brito, quien convirtió en la década de 1830 una pequeña encuadernación en una de 123  Geoff Quilley plantea la relevancia de estudiar la presencia de marineros negros en la iconografía del Atlántico negro. Sin embargo, la singularidad del retrato de Simão no permite adscribirlo a la representación del esclavizado. 124  Para una relevante discusión sobre el peso de las conspiraciones y alzamiento esclavos en el debate por el cese del tráfico esclavista, véase Graden, “Slave Resistance”.

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las editoriales más prestigiosa del país, la Empresa Tipográfica Dois de Dezembro, fue responsable de poner en circulación una figura de heroísmo ético que cuestionaba las categorías raciales existentes.125 Fue así como, pocas semanas después del rescate protagonizado por el marinero africano, apareció en el periódico Marmota Fluminense un artículo de Paula Brito, titulado “O Preto Simão”, en el que sostiene: O desgraçado acontecimento do naufrágio do Vapor Pernambucana fez aparecer, em 1853, um Herói, um Preto, que cheio de coragem e amor pela humanidade, lançou-se ao mar, não uma, mas muitas vezes, e arriscando em cada uma delas a vida, foi assim salvando a de quantos passageiros nele, e só nele tinham fitos os olhos! Isto é tanto mais louvável quanto, sendo ele Preto, todos aqueles a quem salvava eram Brancos, entrando neste número senhoras casadas, moças donzelas, e crianças, a quem ele respeitava e animava cheio de confiança em si! Cansado já da luta, sentindo enfraquecidas as pernas, do resfrio do mar, estendeu-se uma vez sobre a praia, e esfregando-as com areia, pode assim restabelecer a circulação do sangue, e conseguir seus desejos, até onde puderam chegar suas forças, e lhe permitiram as circunstâncias! (Marmota 416, 3, énfasis en el original).

Tanto el epígrafe –“A cor não faz o Herói, não, são seus feitos”– como el fragmento ejemplifican el interés en alterar las coordenadas de representación de la negritud. La categoría heroica se manifiesta como una matriz productiva para este fin, ya que permite negociar la superioridad física y moral del africano, que se representa siguiendo parámetros humanistas. El deseo de arriesgar la vida para poner a salvo a desconocidos, que son representados como sujetos débiles y feminizados, sirve al propósito de destacar las cualidades positivas del marinero que enfrenta los rigores de la naturaleza con pericia y coraje. 125  Paula Brito fundó el periódico A Mulher do Simplício ou A Fluminense Exaltada (1832-1846), que tuvo gran circulación. Años después, creó Marmota da Corte (18491852), que pasó a llamarse Marmota Fluminense desde 1852 hasta su cierre en 1861, el cual es considerado su mayor emprendimiento y en cuyas páginas se impulsó la obra de jóvenes literatos; véase Magalhães Pinto, Impresa 31-52. Como miembro del Conservatório Dramático de Rio de Janeiro, de la Sociedade Literária do Rio de Janeiro y de la Sociedade Petalógica, Paula Brito consolidó su prestigio como promotor de cultura. Sus cuentos “A mãe-irmã” y “O enjeitado” fueron publicados en el Jornal do Commercio en 1839, y luego recogidos por Barbosa Lima Sobrinho en Os precursores do conto no Brasil. Manuel Moreira de Azevedo seleccionó y publicó en 1863 una colección de sus poesías. A pesar de recientes estudios, la obra literaria, específicamente su poesía y sus relatos breves, no ha recibido aún suficiente atención de la crítica. Para un estudio exhaustivo de la obra editorial de Paula Brito, véase Camargo de Godoi, Um editor no Império.

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En un contexto en el que la referencia al color de la piel y la categoría de esclavizado definían las jerarquías sociales, Paula Brito convirtió el episodio protagonizado por Simão en una oportunidad para defender, además, el lugar de la prensa en la conformación de un público interesado y atento a los debates nacionales. La circulación en el imaginario de esta figura de gran fuerza simbólica constituye un ejemplo del impacto que tuvo la labor editorial de Paula Brito, la cual marcó el inicio de “a longa história da influencia dos grupos editoriais sobre os rumos políticos da nação” (Cardoso, “José’ 49). Agrega Paula Brito en el mismo artículo: Não será este Preto digno de uma pensão do Estado? Consta-nos que na praça se promove para ele uma subscrição; o ato é louvável, bonito, e até mesmo um dever; mas isto só não basta; em casos tais o governo deve tomar a iniciativa e animar com o exemplo a outros, para que façam o mesmo, caso se achem (o que Deus não permita) nas circunstâncias em que se viu o preto Simão! Tantas pessoas salvas do naufrágio por um só homem... é caso tão extraordinário, que deve ser encarecido por quantos tiverem coração benfazejo, e amor à humanidade. Honra aos jornais que disto se têm ocupado com empenho. Daremos com o próximo número o retrato deste Herói (Marmota 416, 3, énfasis en el original).

Al reclamar que se pague a Simão una pensión por los servicios prestados, el escritor espectaculariza su capacidad de influir en las decisiones del gobierno, al mismo tiempo que enfatiza la acción honorable de la prensa, que se ha ocupado de enaltecer la pericia de Simão. La prensa, en tanto articuladora de la opinión pública, se reviste de atributos heroicos. El proceso de espectacularización del heroísmo negro requería de un evento público y este se produjo al conseguir el apoyo del emperador Pedro II, quien se reunió con Simão para otorgarle un premio de cuatrocientos mil reales y una medalla de honor.126 El gesto de conmemorar la hazaña del marinero contribuyó a descubrir la potencialidad de la categoría heroica para generar espacios de reconocimiento y movilidad social para los afrodescendientes, pero también Simão se había transformado en una celebridad más allá de Río de Janeiro, ciudad en la que la Asociación Comercial organizó una suscripción en su nombre, extendiendo su fama a Portugal, donde el rey, siguiendo el ejemplo de Pedro II, le otorgó reconocimiento heroico con la entrega de una medalla de oro. En pocos meses la imagen del héroe negro adquirió dimensiones transatlánticas al aparecer la noticia acompañada de su retrato en la Revista Estrangeira de Portugal y un boletín de amplia circulación en el Atlántico (Williams 410-423). 126 

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visibilizó el creciente poder de la prensa para promover espacios legítimos de intervención y cuestionamiento al Estado. Como propietario de una tipografía, editorial y librería, Paula Brito influyó decisivamente en la producción y circulación de bienes simbólicos, lo cual no evitó que fuera víctima de prácticas discriminatorias y racistas.127 Entre 1830 y 1860 las sucesivas editoras de su propiedad llegaron a publicar casi un centenar de periódicos y revistas, y cerca de cuatrocientos libros (Cardoso, “José” 48).128 Desde 1833, cuando apareció la publicación periódica O Mulato ou O Homem de Cor, Paula Brito lideró un grupo de intelectuales que puso en debate los términos de inclusión racial y los derechos de negros y mulatos.129 Ana Flávia Magalhães Pinto en su fundamental trabajo sobre la prensa negra brasileña sostiene que por entonces se desarrolló una “rede de solidariedade negra à qual interessavam a conservação de garantias individuais e também a construção de uma voz coletiva direcionada ao fortalecimento do grupo” (Impresa 20). El momento era oportuno, ya que en la Corte se discutía una propuesta que, de ser aprobada, definiría la distribución de cargos públicos a partir de la identidad racial atribuida a los candidatos.130 La iniciativa de Paula Brito rápidamente fue seguida por otros intelectuales; surgieron, entonces, los periódicos Véase Camargo de Godoi, “Cor e política” 18-20. La vasta labor editorial de Paula Brito incluye el primer volumen de Sátiras, Epigramas e Outras Poesias, de José Joaquim Correa de Almeida (1853), el poema épico A Confederação dos Tamoios, de Gonçalves de Magalhães (1856), las novelas A carteira de meu Tio, de Joaquim Manuel de Macedo (1855), Os Desterrados, de Luís José Pereira da Silva (1854), además del Vocabulário brasileiro para servir de complemento aos dicionários da língua portuguesa, de Braz da Costa Rubim (1853), e Zaira americana mostra as imensas vantagens que a sociedade inteira obtém da ilustração, Virtudes e perfeita educação da mulher como mãe e esposa do homem (1853). También se debe a Paula Brito la publicación de la primera obra de teatro, titulada Antônio José, ou o poeta e a Inquisição, de Gonçalves de Magalhães (1838). Como impresor de la Casa Imperial fue responsable de la publicación de tesis, estatutos, relatorías, discursos y reglamentos; véase Martins, Corpo sem cabeça 99. 129  O Mulato ou O Homem de Cor se publicó desde el 14 de septiembre hasta el 4 de noviembre de 1833. En referencia a los debates en los que participó proclamándose portavoz de los homens de cor y denunciando la discriminación racial, véase Magalhães Pinto, Impresa 35-51. 130  El acceso a cargos públicos en instituciones tales como la Guarda Nacional, el ejército y la marina era fundamental para sostener la dinámica de integración de los ciudadanos en el aparato de Estado. El debate planteado por O Mulato ou O Homem de Cor defendió la expansión de la esfera de intervención intentando reforzar las prácticas ciudadanas de los afrobrasileños libres. Para una discusión de la ciudadanía política y la relación de los individuos con el Estado en Brasil, consúltese Murilo de Carvalho, “Povos”. 127  128 

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Brasileiro Pardo, O Cabrito y O Lafuente. Además de la posibilidad de intervenir en la conformación de la opinión pública, la prensa negra favoreció el desarrollo de un sentido de pertenencia a comunidades intelectuales y estimuló la reflexión colectiva acerca de su identidad y estrategias de oposición a la problemática de discriminación racial. Esta concepción de la labor intelectual como establecimiento de redes operativas en el campo cultural llevó a Paula Brito a apoyar el desarrollo de jóvenes intelectuales de ascendencia africana, entre los cuales destacan Antônio Gonçalves Teixeira e Sousa (1812-1861) y Joaquim Maria Machado de Assis (1839-1908), quien publicó su primer poema “Ella” en 1855 en la Marmota Fluminense.131 Fue, justamente, en la Marmota Fluminense donde se publicó el 18 de noviembre de 1853 del poema narrativo “Simão, O herói da Pernambucana”. Compuesto de veintinueve cuartetos octosílabos de rima consonante en los versos pares, el extenso poema transmite, a través de un ritmo intenso y lenguaje sencillo, el dramatismo del naufragio y la acción valerosa del marinero. La estructura interna revela el interés en establecer un contraste entre las inclemencias del mar y la incapacidad de enfrentar los peligros de algunos tripulantes, temáticas a que se dedican los dieciséis primeros cuartetos, y la hazaña de Simão. Así presenta el poema al héroe: SIMÃO, que era marinheiro, E de preto tinha a côr, Natural de Cabo-Verde, Homem de força e valor; [...] Para o vapôr vai da praia Nadando, gente buscar, E d’ele à praia conduz Náufragos... sempre a nadar!... Assim, de treze pessoas SIMÃO a vida salvou: Quantos perigos não teve! Quanto isto lhe não custou! [...]

131  Teixeira e Sousa es autor de una serie de novelas que aparecieron en forma de folletín: O filho do pescador (1843), Tardes de um pintor ou As intrigas de um jesuíta (1847), Gonzaga ou A Conjuração de Tiradentes (1848-1851), Maria ou A menina roubada (1852-1853), A Providência (1854) y As fatalidades de dois jovens (1856); véanse Bosi, História 101-103, Cândido, “Sob o Signo” 126 y Sayers, O negro 324-385.

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Se o que salva uma só vida Tem prêmio, e título de glória, O que treze vidas salva, Que nome terá na história? Ninguém a SIMÃO despreze, ninguém lhe negue o louvor: Simão fez fatos divinos; –A virtude não tem cor.– (mayúsculas en el original, Marmota 419, 1)

Escrito a modo de copla popular, el poema interpela a su audiencia solicitándole que reflexione sobre la condición virtuosa del marinero asociando las nociones de resolución y habilidad a la nobleza de propósito. El componente ideológico en el que se enmarca la enunciación compele al reconocimiento de la virtud del marinero, cuya identidad se destaca a través de la repetición anafórica del nombre en ma­yúsculas. A través de la implementación de una retórica heroica, el poema desafía los códigos de clasificación racial proponiendo un héroe cuya “força e valor” se potencian por el deseo de ayudar a los desvalidos. El uso del nombre sin referencia a su apellido, linaje o familia, pero acompañado de un epíteto que lo clasifica de acuerdo con su raza, “Simão, um preto”, contradice la aseveración del último verso: “a virtude não tem cor”. Articular al héroe negro desde coordenadas morales, cumple la doble función de ennoblecerlo al mismo tiempo que se lo inscribe en la dinámica social de utilidad y disposición a servir. Se trata de una heroicidad servicial alejada de componentes amenazadores relacionados a fugas y alzamientos protagonizados por personas esclavizadas. Simão posee, según el poeta, el ingenio necesario para utilizar los medios a su alcance, en este caso una cuerda, para auxiliar a los náufragos a llegar a la playa a salvo. La figura heroica, recurriendo al modelo de Odiseo, el intrépido héroe de la mitología grecolatina, se despoja de atributos vinculados a la fuerza física para mostrarse en posesión de una habilidad que convierte la tragedia en episodio épico.132 Al caracterizarlo por el ingenio, la destreza y la resolución el poema pone en circulación nuevas formas de imaginar la subjetividad negra, en este caso dotada de temple para arriesgar la vida y habilidad para salvar la de otros, desvinculada de aspectos amenazantes asociados a la rebeldía y a los alzamientos de esclavizados. 132  La presencia de la cuerda en el retrato hecho por Correia de Lima sugiere que el pintor tuvo acceso a la publicación de Paula Brito.

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En manos de Paula Brito, Marmota Fluminense puso en circulación imágenes que representaban temas y objetos nacionales que interpelaron al creciente público consumidor al hacerle llegar eventos y personajes cercanos a su cotidianidad. Teniendo a su alcance los avances de la revolución tecnológica, el editor no desaprovechó la oportunidad de espectaculizar el heroísmo negro y convertirlo en objeto de consumo.133 Así, en el mismo número que se publicó el poema, se anuncia la venta de “Retratos do Preto Simão” (Marmota 416, 4). Si bien se desconoce el número de retratos vendidos en la tipografía, es posible especular que tuvo gran popularidad y que probablemente se hayan realizado varias reimpresiones ya que cinco años después del naufragio era aún posible encontrar anuncios en que se promocionaba su venta (Martins, Corpo sem cabeça 94). Esta amplia circulación de la imagen le dio a la masculinidad negra heroica una visibilidad de dimensión trasatlántica hasta entonces imposible de imaginar. No es arriesgado, entonces, imaginar que el retrato de Simão podía encontrarse decorando las paredes de casas, lugares de trabajo o escuelas permitiendo que hombres y mujeres pudieran “ver” a un héroe negro e imaginarse heroicos. A partir de la fotografía de Simão se realizó una litografía, descrita como el “retrato deste homem extraordinário” (Marmota 417, 1), que fue entregada a los suscriptores de la Marmota Fluminense [Figura 3].

Figura 3. Marmota Fluminense n.º 417 (1853).

133  Paula Brito fue pionero de la industrialización, a la que contribuyó como empresario miembro de la Sociedade Auxiliadora da Indústria Nacional y de la Imperial Sociedade Auxiliadora das Artes Liberais e Mecânicas. La importación de maquinaria y la incorporación de los avances tecnológicos le permitió conformar una red de publicaciones que ofrecían al público imágenes de muy buena resolución.

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Este impreso, que fue uno de los primeros resultados de la colaboración entre Paula Brito y el litógrafo francés Louis Thérier (Cardoso, “José” 51), llevaba el epígrafe, a pie de página: “Simão, Herói do vapor brasileiro Pernambucana”. Este epígrafe funciona como localizador específico de la heroicidad al inscribirla a un proyecto modernizador de raigambre nacionalista. No es casual, entonces, que Simão se presente en la ilustración como un hombre elegante vestido de traje y peinado al gusto de la época, ajustándose a los códigos de vestimenta dominantes para mostrar un estatus de respetabilidad social. Más aún, si observamos el retrato de Paula Brito que aparece en su libro de poemas podemos darnos cuenta de que la postura, vestimenta y actitud de los dos hombres son muy similares (véase Figura 4). El héroe negro del que se ocupa la litografía ocupa el campo semántico del homem extraordinário asimilándose a un elegante intelectual adecuado al horizonte cultural de los lectores de la revista. Este gesto expresa el interés en poner en circulación un heroísmo políticamente manipulado que escribe en el cuerpo del africano nuevos significados tendientes a legitimar la labor cultural del intelectual negro a través de un heroísmo del espíritu que elude enfatizar aspectos corporales de la masculinidad retratada.

Figura 4. Poesias de Francisco de Paula Brito (1863).

El retrato del marinero muestra una nueva fase en la representación de los acontecimientos en la prensa, en la cual la cultura visual se amalgama con otros formatos para difundir opiniones e ideologías asociadas a agendas intelectuales y políticas. La capacidad de imagi-

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narse a través de lazos de afinidad que dieran cohesión a la comunidad nacional, sin duda, fomentó la circulación y el consumo de las publicaciones periódicas (Anderson). Sin embargo, la popularidad lograda por las imágenes de Simão señala el establecimiento de procesos de identificación que operan a través de alianzas simbólicas empáticas que compelen a imaginar al otro, en este caso un africano, ajustándolo a códigos propios. La rapidez con que se produjeron y distribuyeron los textos sobre el heroísmo del marinero evidencia la emergencia de una dinámica red de publicaciones periódicas y el crecimiento de un público ávido por narraciones heroicas. Sin embargo, la multiplicidad de textos sobre Simão, quien probablemente hablara una versión africana de portugués, contrasta con el silenciamiento de su voz, que no aparece en ninguno de ellos (Williams 418). Construida a partir de una estética romántica, la imagen de Simão fue manipulada por diversos artistas e intelectuales que controlaron la narrativa heroica sin generar espacios para incorporar la voz del africano o su perspectiva de los sucesos. La necesidad de poner en circulación a través de la prensa la figura heroica de Simão a través de varios formatos –crónica, poesía y grabado– es un ejemplo de la intensidad de la negociación por espacios de intervención que llevaron adelante intelectuales de ascendencia africana durante el Segundo Imperio. Sin duda, el grabado buscaba expandir su esfera de acción pública al colocar al hombre negro en posición de igualdad con otras figuras destacadas del periodo, pero inscribiéndolo dentro de coordenadas emanadas de concepciones de elegancia y refinamiento vinculadas a visiones elitistas de escritores y artistas. Si bien los textos abogaron por expandir la esfera de intervención de los negros y mulatos, los esclavizados quedaron al margen de estos reclamos. Paula Brito, quien empleó esclavizados en su tipografía, elaboró una prédica por mejoras sociales para hombres libres y educados que, como él, se identificaban con los valores y principios de la élite letrada y de la dirigencia política.134 La circulación de estos textos da cuenta de un cambio significativo al incorporar al imaginario imágenes de un heroísmo servicial y habilidoso de dimensiones transatlánticas que intentaba contradecir los discursos de inferioridad racial creando un espacio acotado para letrados negros. En una sociedad en la que la imaginación se nutría de aventuras románticas y de historias de lucha contra la adversidad, el heroísmo funcionó como una productiva ma134  Sobre la relación de Paula Brito con el emperador Pedro II, véase Camargo de Godoi, Um editor 191-192. Sobre los esclavos y africanos libres que trabajaron para Paula Brito, Camargo de Godoi, Um editor 144-160.

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triz ideológica en que se inscribieron masculinidades en disputa que reclamaban para sí la dignidad del héroe. El niño esclavizado y el héroe abolicionista: imágenes de Luiz Gama en la cultura impresa Las expresiones asociadas al abolicionismo que circularon en la cultura impresa formaron parte de un repertorio simbólico creado por poetas, periodistas y literatos que modularon el debate en torno a los conceptos de nación, progreso y ciudadanía en el periodo posterior a la Guerra de la Triple Alianza, o del Paraguay (1864-1870). El tropo de la esclavitud como “mancha” vergonzosa, por ejemplo, fue utilizado por los abolicionistas a modo de leitmotiv vinculado a nociones de orgullo nacionalista para provocar movilizaciones en contra del sistema esclavista. Retóricamente manipulada, la vergüenza fue una herramienta poderosa para cuestionar la masculinidad heroica de corte marcial en que se sustentaban los discursos fundacionales. Raul Pompeia (18631895) politizó este afecto en “A vergonha da bandeira” (1880) metaforizando en un tono desencantado la incompetencia del Estado brasileño para eliminar la esclavitud. Dice en ese texto: “Aquela bandeira [...] foi depois tão grande que amortalhou falanges de heróis. [...] Os bravos de Riachuelo e Tuiuti tentaram disfarçar a profanação. Moribundos, beijavam a bandeira. Em vão. Sobre a bandeira nacional está a noite da vergonha: a mancha da profanação. Quando raiar a aurora da desafronta é que o pendão auri-verde há de expandir-se” (Pompeia, Obras 33-34). Al nombrar las batallas que sellaron el triunfo brasileño, Pompeia construye una continuidad histórica entre el tiempo de la guerra y el tiempo de la escritura, la cual se constituye en acto revolucionario. Recurriendo a un lenguaje alegórico y a una conversación intertextual con el poema “O navio negreiro” (1869) de Antônio de Castro Alves (1847-1871), Pompeia menoscabó la heroicidad marcial y reclamó que se prestara atención al hombre de letras, único con la estatura moral de limpiar el honor mancillado de la patria. Castro Alves, conocido como el “Poeta dos Escravos”, utilizó el espacio teatral para recitar algunos de sus más celebrados versos abolicionistas, los cuales aparecieron de forma dispersa en periódicos estudiantiles hasta la publicación de O navio negreiro.135 En el poema 135  Según Peixoto, sus primeros poemas abolicionistas datan de 1863 y su poema Os Escravos fue “recitado, publicado, aplaudido, por todo o Brasil” (Introdução 11).

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narrativo Os escravos (1884) convoca a la juventud brasileña a asumir un rol heroico en la lucha contra la esclavitud. En este poema, el “yo” lírico describe con intenso patetismo la violencia del tráfico esclavista y su sufrimiento al descubrir que un barco negrero porta bandera brasileña. Lo dice en los siguientes términos: Auri-verde pendão de minha terra, [...] Tu que da liberdade apoz a guerra Foste hasteado dos heroes na lança, Antes te houvessem roto na batalha Que servires a um povo de mortalha! ... [...] Levantae-vos, herois do Novo Mundo! Andrada! Arranca esse pendão dos ares! Colombo! Fecha a porta dos teus mares! (Obras 30).

El emblema nacional se convierte en generador de la crisis del sujeto que reclama la intervención de los “herois do Novo Mundo”. Afrânio Peixoto considera que “esses versos heroicos” “mudaram a alma nacional, dando-lhe a sympathia para serem ouvidos, persuadirem, e levarem o país á victoria da liberdade, em 1888” (12). Recitados por jóvenes entusiastas en reuniones y mítines políticos, los poemas abolicionistas de Castro Alves emocionaron y movieron a la acción través del aura de prestigio del poeta investido en una pose abolicionista.136 Su contemporáneo y fundador de la historiografía literaria brasileña, Sílvio Romero (1851-1914) describió el campo cultural del periodo con alarma diciendo: “Um bando de idéas novas esvoaçou sobre nós [...]. Positivismo, evolucionismo, darwinismo, critica religiosa, naturalismo, scientificismo na poesia e no romance, folk-lore, novos processos de critica e de historia litteraria, transformação da intuição do direito e da politica, tudo então se agitou” (“Discurso” 22-23). Esta fragmentación del campo cultural fomentó camaraderías, así como también provocó diversos enfrentamientos entre intelectuales que se veían a sí mismos decidiendo el rumbo de la literatura nacional.137 En 136  La postura abolicionista de Castro Alves, como ha señalado acertadamente David Haberly, respondió más a una afinidad filosófica y estética con el Romanticismo europeo y a la adopción de una pose de paladín de la libertad, que a una preocupación política por la abolición de la esclavitud (Three 56-60). 137  Véase Braga-Pinto, A violência das letras.

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la História da literatura brasileira publicada en 1888, Romero ofreció una innovadora conceptualización de la literatura como elemento crucial del proceso de formación cultural del “povo brasileiro”. En este “monumento” discursivo que intentó dar forma a la imaginada unidad nacional, Romero define su función como intelectual diciendo: Pretendo escrever um trabalho naturalista sôbre a história da literatura brasileira. Munido do critério popular e étnico para explicar o nosso caráter nacional, não esquecerei o critério positivo e evolucionista da nova filosofia social, quando tratar de notar as relações do Brasil com a humanidade em geral. Nós os brasileiros não pensamos ainda muito, por certo, no todo da evolução universal do homem; ainda não demos um impulso nosso à direção geral das idéias; mas um povo que se forma não deve só pedir lições aos outros; deve procurar ser lhe também um exemplo. Ver se á em que consiste nossa pequenez e o que devêramos fazer para ser grandes (énfasis en el original, História 1: 57).

História da literatura brasileira inaugura la moderna historiografía literaria al romper con las referencias clásicas y elaborar una tecnología de saber que toma distancia de la postura retórica-poética a favor de una perspectiva cientificista de la cultura. Al mismo tiempo, Romero elabora una teorización del mestizaje cultural del “povo brasileiro” proponiendo un ethos informado por el mito de blanqueamiento siguiendo pautas evolucionistas. En la novela A conquista (1899) de Henrique Coelho Neto, el escritor Olavo Bilac, convertido en un personaje llamado Bivac, modelo de intelectual comprometido, le dice a Anselmo, el protagonista de la narración: –Não faça noticias: a noticia embota. Ataque as instituições, desmantele a sociedade, conflagre o país, excite os poderes públicos, revolte o comercio, assanhe as industrias, enfureça as classes operárias, subleve os escravos, não escreva uma linha, uma palavra sobre notas policiais, nem faça reclamos. Mantenha-se artista. Havemos de vencer, mas para isto é necessário que não façamos concessões (A conquista 274).

Anteponiendo el “arte” a la función social de la noticia, se articula, en la figura de Bivac, una concepción elitista del trabajo intelectual contraria al modelo del periodista como intelectual comprometido, cuyo modelo encarna el abolicionista negro José do Patrocínio. En esta novela de artista, Coelho Neto da cuenta de la pose heroica adoptada por escritores y artistas ante un medio saturado de conflictos y dis-

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crepancias ideológicas.138 Ante la presencia abrumadora de imágenes de heroísmo negro que desde la década de 1850 circulaban en el imaginario brasileño, Coelho Neto y Romero interpelan a un sector de la intelectualidad con anhelos de investirse con un heroísmo de la pluma. Tanto la teorización del rol del escritor (Romero) como su ficcionalización (Coelho Neto) resultó sintomático de una combativa esfera pública en que diversos grupos se disputaban la preeminencia y el poder representacional en momentos en que líderes de ascendencia africana que enunciaban su orgullo racial controlaban influyentes medios de prensa y se postulaban como “héroes” capaces de convocar a las masas. En este contexto de agitación política y cultural, Raul Pompeia se convirtió en uno de los principales articuladores ideológicos de las que Romero llamó “bando de idéias novas”, esto es: las corrientes del liberalismo que sacudieron el campo cultural brasileño desde la segunda mitad del siglo xix oponiéndose al esclavismo. Además de crónicas periodísticas que presentaban una visión crítica de la vida social brasileña, Pompeia escribió artículos políticos empleando un lenguaje directo e incisivo, muy efectivo para los fines propagandísticos de su agenda abolicionista y republicana.139 A estos efectos, las figuras heroicas que aparecen en sus textos responden a una preocupación cívica y se enmarcan en las coordenadas de la función intelectual. La muerte del abogado y poeta abolicionista Luiz Gama, mentor y amigo de Pompeia, estimuló la escritura de varios artículos en los que el periodista confiesa su idolatría y traza la semblanza heroica de Gama. En 1884, Gazeta de Notícias publicó el texto “Luís Gama” en la que Pompeia sostiene: 138  Tomo el concepto de “novela de artista” de Rafael Gutiérrez Girardot; véase Modernismo. Las “novelas de artista” del fin de siglo latinoamericano expresan la crisis del escritor frente a la hegemonía de los discursos científicos y objetivistas. La actividad literaria progresivamente se había desprendido de su vínculo con proyectos político-institucionales, pero no por ello los escritores habían decidido abandonar los temas políticos ni evitar posibilidades de intervenir en la vida pública (Rama, La ciudad). Asumen así, como deber social del escritor, en tanto héroe cívico, señalar los conflictos sociales y la solución para regenerar la sociedad. Ariel (1900), de José Enrique Rodó, constituye un intento de consolidación de esta función social del escritor que se imagina a sí mismo como modelo del intelectual capaz de guiar a las futuras generaciones. 139  Sus textos tuvieron una amplia circulación, apareciendo en Gazeta da Tarde, Gazeta de Notícias, Jornal do Commercio, O Diário de Minas y Çá Ira, revista vinculada al Centro Abolicionista de São Paulo, entre otras. En 1882, Pompeia participó, junto con Alberto Torres, Antônio Bento y otros en la fundación del Centro Abolicionista; véase Conrad, The Destruction 184-185. Con Bento y la llamada red de “Caifás”, ayudó a organizar fugas sistemáticas de esclavos; véase Pontes, A vida inquieta.

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Os lutadores, em geral, estimam, animados pela vaidade do heroísmo, as posições expostas: cair traspassado pela morte, mais diante do olhar assombrado dos batalhões, aplaudido pelo espanto de dos exércitos. Luís Gama, estimulado por um impulso que nascia do fundo da natureza, travou a luta como guerrilheiro despretensioso e impávido, que não se importa de acabar ignorado. […] maior ainda do que a sua coragem era o seu amor. A vida de Luís Gama e este romance sublime de uma vingança tomada aos homens pelo requinte do amor e pela força da caridade. [...] o ardente Luís Gama, [...] rasgou o véu de reserva com que disfarçava a dor que o pungia à vista dos seus irmãos de raça torturados na escravidão. Brandindo como uma espada de fogo a eloquência rara que possuía […] e tirou do coração […] a bandeira que ali guardava desde muito, a bandeira com a qual ia morrer abraçado, depois de haver por ela combatido uma vida inteira. Declarando-se abolicionista, em nome da pátria e em nome da humanidade (Obras V 122-123).

Los símbolos de la espada y la bandera aluden claramente al activismo político del abolicionista que se representa como incansable paladín de la justicia. Gama es, así, construido como defensor de los derechos de negros y mulatos, pero también como figura de estirpe mítica cuyas habilidades para seducir a su audiencia a través de un lenguaje elocuente contribuyen a virilizar la actividad letrada en un esfuerzo por restaurar el prestigio de quienes no participaron en la Guerra de la Triple Alianza y de contradecir la masculinidad heroica de corte monárquico.140 En la semblanza heroica, Pompeia estratégicamente sustituye la bandera nacional por la bandera de la fracción republicana radical que Gama lideraba. Pompeia no fue el único en construir la vida de Gama como un “romance sublime” que lo proyectó como símbolo del movimiento abolicionista. Desde 1881, la biografía de Gama había circulado en la prensa gracias a la publicación Almanaque Literário de São Paulo para o ano de 1881, que incluía el artículo “Luiz Gama” escrito por el poeta y abogado Lúcio de Mendonça (1854-1909).141 Escrito a modo de folletín romántico, como ha señalado Roberto Schwarz (136), el texto de Mendonça no pasa de la transcripción, con escasas alteraciones, de una 140  Pompeia, quien fue responsable de divulgar la noción de prensa democrática moderna en Brasil (Braga-Pinto, “The Honor” 171), publicó varios textos que tenían a Gama como modelo de heroísmo cívico. 141  En Almanaque Literário se incluyó además un poema de Gama y una carta de José Bonifácio, o Moço (1827-1886). Respecto a la circulación de leyendas y relatos imprecisos de su vida, véase Mennucci 233-249. Véase también Azevedo, “Se negro sou”.

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carta que Gama le dirigió en 1880 (Mennucci 15). La misiva relata en primera persona y en ritmo vertiginoso la dramática historia de un niño que, habiendo nacido libre en Salvador de Bahía, luego de perder a su madre, cuando tenía diez años fue vendido como esclavo por su padre a un traficante. Después de ocho años de cautiverio consiguió escapar, aprender a leer y escribir de forma autodidacta, formarse en leyes (a pesar de haber sido rechazado de la Faculdade de Direito de São Paulo) y convertirse en el hombre “mas amado e mais temido” (Mennucci 12) de São Paulo consiguiendo liberar a más de cuatrocientos esclavizados.142 Esta carta, escrita a modo de autobiografía, ubica su obra en conversación transatlántica con hombres y mujeres de la diáspora africana que recurrieron al género autobiográfico para potenciar la denuncia que desde el “yo” reclama atención hacia las terribles condiciones en que vivían los esclavizados.143 Incluyo aquí una cita extensa de la carta: Sou filho natural de uma negra, africana livre, da Costa Mina, (Nagô de Nação) de nome Luíza Mahin, pagã, que sempre recusou o batismo e a doutrina cristã. [...] Meu pai, não ouso afirmar que fosse branco [...]. Devo poupar à sua infeliz memória uma injúria dolorosa, e o faço ocultando o seu nome. Ele foi rico; e nesse tempo, muito extremoso para mim: crioume em seus braços. [...] reduzido à pobreza extrema, a 10 de novembro de 1840, [...] vendeu-me, como seu escravo, a bordo do patacho “Saraiva”. Remetido para o Rio de Janeiro, nesse mesmo navio, dias depois, que partiu carregado de escravos, fui, com muitos outros, para a casa de um cerieiro português, de nome Vieira [...]. A senhora Vieira era uma perfeita matrona: exemplo de candura e piedade. Tinha eu 10 anos. Ela e as filhas afeiçoaram-se de mim imediatamente [...] Sempre que me lembro desta bôa senhora e de suas filhas, vêm-me as lágrimas aos olhos, porque tenho saudades de amor e dos cuidados com que me afagaram por alguns dias. 142  Según Ligia Fonseca Ferreira, Gama fue el único intelectual afrobrasileño autodidacta y el único en haber vivido la esclavitud (“Introdução” 17). El original de la carta de Gama no fue publicado hasta 1930 (Ferreira, “Ao filho” 187-191). 143  En el contexto brasileño, Patrocínio publicó en Gazeta da Tarde en 1884 un artículo autobiográfico para defenderse de sus detractores, que lo acusaban de malversación de fondos; véase Fernandes Machado, “Encontros” 295-297. También André Rebouças desarrolló una escritura autobiográfica que fue publicada como Diário e notas autobiográficas en 1938; véase Pessanha, Da abolição. La escritura autobiográfica se vincula a una práctica extendida en el Atlántico negro, a través de la cual algunos escritores negros y mulatos asumieron autoridad enunciativa y reclamaron espacios de libertad y soberanía. Además de Autobiografía de un esclavo, de Juan Francisco Manzano y Para la historia, de Ricardo Batrell en Cuba, debe incluirse a Jacinto Ventura de Molina en el Río de la Plata; véase Acree, “Jacinto” y Acree y Borucki, Jacinto.

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Dalí saí derramando copioso pranto, e também todas elas, sentidas de me verem partir. Oh! Eu tenho lances doridos em minha vida, que valem mais do que as lendas sentidas da vida amargurada dos mártires. Nesta casa, em Dezembro de 1840, fui vendido ao negociante e contrabandista alferes Antonio Pereira Cardoso, o mesmo que, há 8 ou 10 anos, sendo fazendeiro no município de Lorena, nesta Província, no ato de o prenderem por ter morto alguns escravos a fome, em cárcere privado, e já com idade maior de 60 a 70 anos, suicidou-se com um tiro de pistola, cuja bala atravessou-lhe o craneo (cit. en Mennucci 20-22).

Este fragmento es elocuente para dar cuenta de la violencia inherente al sistema esclavista y la contradicción que sustentaba las relaciones interpersonales que subordinaban el afecto a la comercialización de seres humanos. Gama poetizó en “Que mundo é este” una crítica a la sociedad que consideraba que el valor de una persona se contabilizaba en monedas. Al decir en este poema “vejo al livre feito escravo” (Primeiras 128) denunciaba la situación de ilegalidad en que muchos, como él, eran mantenidos en cautiverio como consecuencia de que, pese al cese del tráfico transatlántico en 1831, magistrados y jueces no actuaban para hacer cumplir la ley. El fragmento es, además, útil para discutir tres aspectos de la carta en los que se apoya la construcción de la masculinidad heroica abolicionista. El primero es la configuración retórica de una negritud rebelde y altiva como herencia materna en contraste con el silenciamiento del “nombre” del padre portugués que funciona alegóricamente como recordatorio de la conflictiva conformación multirracial de la nación brasileña.144 Además de rescatar la herencia africana vinculándola al amor por la libertad, el texto la desplaza hacia la construcción de una figura idealizada y ausente, la madre, que reaparece enmascarada en la figura de la “senhora Vieira”. La autobiografía no se organiza como exploración narcisista, sino como reflexión política de elaborada estructura que trasmite el dolor del cautiverio, materializado en las lágrimas copiosas del niño y las mujeres, al mismo tiempo que posiciona al lector como testigo de los problemas que atravesaba la sociedad brasileña. El “yo” que narra se debate en un dilema profundamente humano que politiza las emociones para dar cuenta de la contradicción inherente al discurso esclavista que defendía la “bondad” del señor a 144  Su madre, Luiza Mahim, al parecer fue una de las líderes de la Revolta dos Malês (1835) en Salvador de Bahía. Sobre la Revolta dos Malês, consúltense Graden, “Slave Resistance” y Reis, Rebelião escrava no Brasil.

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pesar de los numerosos casos de tortura y muerte de esclavizados a manos de sus dueños, en este caso ejemplificado por el alférez Pereira Cardoso. El texto, además, establece una oscilación entre la denuncia y la reflexión que se potencia por el suspenso creado por la abundancia de detalles y el ocultamiento de información relevante que transforman su experiencia en el relato de un sujeto colectivo y popular. Así, la experiencia del poeta remite metonímicamente a la experiencia de millones de esclavizados. El segundo aspecto es el tono reposado y desapasionado con que se presentan los episodios de la vida ejemplar del intelectual autodidacta que se convirtió, a pesar de las adversidades, en un elocuente abogado defensor de personas ilegalmente esclavizadas. La utilización de este tono, por una parte, resalta la virtud y el temple reflexivo de quien se manifiesta, una y otra vez, agradecido de “as boas lições de letras e de civismo, que conservo com orgulho” (cit. en Mennucci 25). Se trata de la historia de formación social e intelectual de un líder político cuyo heroísmo de corte mesiánico se origina con el abandono de los padres y el encuentro de una serie de mentores que dan lugar a la narración de una biografía en la que priman la ética y la ideología republicana. En segundo lugar, el tono enunciativo permite que la denuncia de la injusticia que representa el sistema esclavista sea moderada por la virtud del héroe que se muestra piadoso y agradecido. Las adversidades a las que se enfrentó le permiten reclamar el estatus de mártir, pero su determinación de luchar por erradicar la esclavitud le presta una talla monumental de héroe abolicionista y republicano, figura en la que se amalgaman la sed de conocimiento y de justicia. El tercer aspecto que me interesa subrayar es el estratégico énfasis colocado en la figura del niño esclavizado. Construido como Bildungsroman, este texto no solo narrativiza la capacidad del hombre negro de transformarse en ciudadano ilustre, sino que, más importante aún, se muestra capaz de transformar la sociedad en la que vive. Además de ser una narración ejemplarizante de la posibilidad de resistir, revertir la dominación y triunfar, al apoyarse en la figura del niño, el texto realiza una doble operación reivindicativa. Por una parte, contradice los discursos que representaban a los niños negros como seres malignos que engañan y pervierten la moral, como aparecen representados en el “moleque” de la obra de José de Alencar O demônio familiar. Por otra parte, llama la atención hacia uno de los aspectos más nefastos del sistema esclavista brasileño, que desde 1810 importó más de medio millón de infantes (Valencia Villa y Florentino 16). Gama parece compartir la perspectiva de Machado de Assis, quien, en

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Memórias póstumas de Brás Cuba (1881), sostiene que “O menino é o pai do homem” (xx). Sin embargo, la postura de ambos autores no podía ser más disímil. Aparecido el mismo año que la carta de Gama, el personaje del “moleque Prudêncio” creado por Machado de Assis encarna la figura del niño esclavizado que sufre en silencio y acepta los malos tratos con resignación, para luego, ya adulto, repetir las prácticas abusivas y violentas con otro esclavizado. Si Prudêncio parece no poder escapar a la dinámica de dominación propia de la sociedad esclavista, Gama prueba que quieres sufrieron el rigor de ser esclavizados pueden convertirse en agentes de transformación social. La reiteración de la edad de diez años –que se repite en cuatro oportunidades en la carta–, funciona como umbral simbólico en que el niño libre se convierte en cautivo, pero también como momento fundacional del “soldado” abolicionista. Dice Gama en la carta: […] detesto o cativeiro e todos os senhores, principalmente os Reis. Desde que fiz-me soldado, comecei a ser homem; porque até os 10 anos fui criança; dos 10 aos 18, fui soldado. Fiz versos; escrevi para muitos jornais; colaborei em outros literários e políticos, e redigi alguns. Agora chego ao período em que, meu caro Lúcio, nos encontramos no “Ipiranga”, à rua do Carmo, tu, como tipógrafo, poeta, tradutor e folhetinista principiante; eu, como simples aprendiz-compositor, de onde saí para o foro e para a tribuna, onde ganho o pão para mim e para os meus, que são todos os pobres, todos os infelizes; e para os míseros escravos, que, em número superior a 500, tenho arrancado às garras do crime. Eis o que te posso dizer, às pressas, sem importância e sem valor; menos para ti, que me estimas deveras (cit. en Mennucci 26).

El sofisticado despliegue de recursos retóricos contrasta con la escasa atención que le presta a la actividad literaria que se oculta tras la expresión “fiz versos”. Al enmascarar su conocimiento y capacidad para seducir a través del lenguaje, la subjetividad que enuncia la carta desplaza la atención del lector hacia la construcción de ese “yo” plural “que são todos os pobres, todos os infelices, os míseros escravos”. Sin embargo, la expresión final no deja dudas: se trata de una subjetividad que ha logrado liberar más de quinientos esclavos. Es, como lo llama Pompeia, un Libertador.145 145  Gama fue un autodidacta que, tras someterse a la validación de sus conocimientos jurídicos, logró ejercer la profesión de abogado de primera instancia. Amparándose en la ley de 7 de noviembre de 1831 que prohibía el tráfico negrero, reclamó en los

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Fundador y colaborador de periódicos como Diabo Coxo, Cabrião, O Polichinelo, Correio Paulistano, Gama era a la fecha de la publicación de la carta un reconocido poeta, orador y activista político. Con Primeiras trovas burlescas de Getulino, que publicó en 1859 y tuvo una segunda edición revisada y aumentada en Río de Janeiro en 1861, Gama se convirtió en el primer poeta negro celebrado por la intelectualidad brasileña.146 En un periodo en que el esclavizado era un personaje que movía a la risa o a la condena, la aparición de un poeta que se definía como “Orfeu de Carapinha” (“Orfeo de pelo rizado”), atreviéndose a denunciar las inconsistencias de la ley, las paradojas de la política y la hipocresía de la sociedad imperial utilizando la sátira, fue, sin duda, un desafío al statu quo. En Primeiras trovas, Gama cuestiona el legado cultural occidental, representado por figuras mitológicas (Orfeo, Tritón, Cupido) y poetas consagrados como Ludovico Ariosto, Alphonse de Lamartine y Luís Vaz de Camões, poeta nacional de Portugal, presentándoles con un vocabulario coloquial y estructuras lingüísticas provenientes de la oralidad. La amalgama de elementos de la sátira portuguesa de los siglos xviii y xix, y de la poesía romántica brasileña, desmontados por la risa, y elementos provenientes de la cultura popular consolidan una voz poética original desde la que se afirma una identidad afrodiaspórica. A esto se suma la afirmación de una subjetividad orgullosa de su identidad racial. Por ejemplo, en el poema “Quem sou eu?”, también conocido como “Bodarrada”, dice: Se negro sou, ou sou bode Pouco importa. O que isto pode? Bodes há de toda a casta, Pois que a espécie é muito vasta. Há cinzentos, há rajados, Baios, pampas e malhados, Bodes negros, bodes brancos (Gama, Primeiras 116).

Gama legitima, así, una subjetividad negra como locus de la enunciación poética. Además, politiza el uso del término peyorativo bode, que era usado en la época en referencia a mulatos de piel oscura, proponiendo la mezcla racial como constitutiva de la identidad brasile-

tribunales la libertad de personas que se mantenían esclavizados por la indiferencia o corrupción de magistrados y autoridades judiciales; véase Ferreira, “O filho”. 146  Getulino es el seudónimo usado por Gama, derivado de Getúlia, nombre con que fue conocido el territorio de Libia y por extensión referido a África.

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ña.147 El estigma asociado al color de la piel y a su condición de esclavizado se convierte en elemento estratégico desde el cual postula una identidad brasileña que reconoce el legado africano y lo incorpora al sofisticado lenguaje poético. Particularmente interesado en desmontar construcciones de heroísmo épico centradas en intelectuales y juristas vinculados a la monarquía y al esclavismo, Gama desarrolló una escritura de tono satírico para denunciar el prejuicio racial, la corrupción política, la inoperancia del sistema judicial y el poder imperial. El tema de la falsa grandeza de hombres a quienes señala como falsos héroes aparece tanto en su poesía como en sus artículos periodísticos. En “Apontamentos biográficos”, por ejemplo, acusa al obispo de São Paulo, Antônio Joaquim de Melo (1791-1861), de malicia y falsedad, ya que finge otorgar la libertad a sus esclavizados. También en “Questão Jurídica” cuestiona las actuaciones del consejero Nabuco de Araujo (1813-1878), padre del reconocido abolicionista Joaquim Nabuco. Al poner en tela de juicio la identificación de ciertos miembros de la élite con la figura del “gran hombre” consigue inscribir en la imaginación heroica figuras marginalizadas del imaginario brasileño. Por ejemplo, se opuso a la construcción de una estatua que monumentalizara al emperador Pedro I, pero reclamó atención hacia el primer mártir que proclamó la independencia y defendió la liberación de los esclavizados. En “A força, o Cristo da Multidão”, representa a Joaquim José da Silva Xavier (1746-1792), el revolucionario conocido popularmente como Tiradentes, como símbolo de la lucha del pueblo contra la opresión. Siguiendo estructuras mesiánicas del heroísmo popular, Gama propone rearticular una masculinidad heroica asociada al ideal republicano y a la resistencia contra la represión del Estado monárquico. Gama, además, concentró los valores éticos y políticos de lo que imaginaba como el heroísmo republicano y abolicionista en la figura de esclavizados que resisten al cautiverio. Así dice en “Carta a Ferreira de Menezes”: Acabo de ler na Gazeta do Povo, o martirológico sublime dos quatro Espártacos que mataram o infeliz filho do fazendeiro Valeriano José do Valle. [...] Há cenas de tanta grandeza, ou tanta miséria, que completas em seu gênero, não se descrevem; o mundo e o átomo por si mesmos e se de147 

Véase Ferreira, “Introdução” xiii.

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finem; assim, o crime e a virtude guardam a mesma proporção; assim, o escravo que mata o senhor, que cumpre uma prescrição inevitável de direito natural, e o povo indigno, que assassina heróis, jamais se confundirão. [...] Milhões de homens livres, nascidos como feras ou como anjos, nas fúlgidas areias da África [...] que recebiam uma carabina envolvida em uma carta de alforria, com a obrigação de se fazerem matar à fome, e à sede e à bala nos esteiros paraguaios e que nos leitos dos hospitais morriam, volvendo os olhos ao território brasileiro, os que, nos campos de batalha, caíam, saudando risonhos o glorioso pavilhão da terra de seus filhos, estas vítimas que, com seu sangue, com seu trabalho, com sua jactura, com sua própria miséria constituíram a grandeza desta nação, jamais encontraram quem, dirigindo um movimento espontâneo, desinteressado, supremo, lhes quebrasse os grilhões do cativeiro!... (Com a palavra 153-154).

La carta construye un contraste entre los héroes que defienden la libertad causando la muerte del hijo de su dueño y la violencia sancionada por el Estado imperial que los condena a muerte. La audaz comparación con el martirio de Jesucristo evoca un imaginario de santidad y redención para los esclavizados que luchan por ser libres. Al resistir y enfrentar a quien lo esclaviza, el hombre prueba, en la perspectiva de Gama, su valor como defensor de la libertad. Así, Gama sostiene que “Perante o Direito, é justificável o crime do escravo perpetrado na pessoa do senhor” (cit. en Menucci 154). Como acertadamente ha señalado Angela Alonso, luego de su muerte el 24 de agosto de 1882, Gama se constituyó en un poderoso símbolo del abolicionismo brasileño (Flores). Su funeral se convirtió en punto de inflexión que espectacularizó el poder de convocatoria de un movimiento que alcanzaba repercusión nacional. Un periodista de Gazeta do Povo sostuvo que “o espetáculo a que esta capital ontem assistiu não foi o enterramento de Luiz Gama, foi a sua festa, a sua apoteose” (Ferreira, “Entre lágrimas” 214). Las crónicas destacan la magnitud de las ceremonias de homenaje que tuvo a la capital paulista alterada por un largo tiempo. Durante meses se publicaron en la prensa cartas, testimonios, recuerdos y poemas a través de los cuales seguidores y admiradores de Gama, como Pompeia, daban cuenta del dolor que sentían ante su muerte. Clubes y asociaciones abolicionistas organizaron homenajes, saraus y fiestas para recoger fondos y para honrar su memoria. A partir de 1883, grupos de activismo negro organizaron peregrinajes y visitas a su tumba, practica cultural que continua vigente. Además del reconocimiento que tuvo entre sus coetáneos, Gama

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fue el único líder negro que fue incorporado como modelo heroico en los manuales de instrucción cívica, como, por ejemplo, en la obra de Tancredo de Amaral (Ferreira, “Evocações” 256). Gama atrajo el apoyo de una multiplicidad de grupos que legitimaron su posición de héroe negro, y recibió una temprana monumentalización cuando en 1884 se inauguró su escultura en el Largo do Arouche, São Paulo, en la que se lee “homenagem dos pretos do Brazil”. José do Patrocínio: el héroe abolicionista y las redes de la prensa Meses antes de que Gama escribiera su carta autobiográfica, la vida social de Río de Janeiro se había visto sacudida por una protesta popular que alteró las formas de relacionamiento entre el Estado y las capas populares de la ciudad.148 En los últimos días de diciembre de 1879, se desató una serie de protestas callejeras en las que, durante más de una semana, la policía se enfrentó con ciudadanos disconformes con el impuesto de um vintém que gravaba la tarifa del transporte público (o bonde). Para entonces, el desarrollo de la industria había permitido el crecimiento de los llamados arrabaldes, como los de Laranjeiras, Botafogo, Jardim Botânico, Tijuca y Andaraí, en los que se instalaron cortiços como el retratado en la novela O cortiço (1890) de Aluísio Azevedo (1857-1913), donde vivían inmigrantes, trabajadores pobres, libertos y esclavizados que se dirigían cada día a la ciudad a alquilar sus servicios. El transporte era un elemento cotidiano fundamental para su sobrevivencia, por lo cual, ante la suba del precio, vieron amenazado su acceso y reaccionaran con violencia destruyendo oficinas y vehículos durante la protesta.149 Varios medios de prensa exhortaron a la movilización popular durante esta serie de enfrentamientos. Por ejemplo, la Gazeta de Notícias publicó el 24 de diciembre el poema “A derrubada” que dice: –Fazei parede, bom povo, Que eu desde já vos louvo: Quando – abusa a realeza Sai-lhe em frente a Marselhesa [...]

148  149 

Véase Graham, “The Vintém Riot” 231. Véase Soares, A negregada instituição 173.

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E se os sete salafrarios Arvorados em secretarios... Pensam que o povo é escravo! –Hão de ver o desagravo Que o dócil povo carneiro Deve tomar em Janeiro (énfasis en el original, Gazeta de Notícias 353, 3).

Firmado con el seudónimo de Cagliostro, el poema, anticipando la caída de la monarquía, invita al pueblo a construir barricadas y a manifestarse siguiendo el modelo de la Revolución francesa (1789-1799). Por entonces, uno de los colaboradores de la Gazeta de Notícias era el escritor y abolicionista negro José do Patrocínio, quien bien podría estar oculto detrás del seudónimo.150 La “Revolta do Vintem” puso al descubierto que la población estaba preparada para organizarse y responder a la acción represiva, pero también visibilizó el poder de convocatoria de líderes de origen popular que lograron encauzar las expresiones de desconformidad y oposición al régimen.151 Patrocínio fue uno de los líderes amenazados con prisión por haber asumido un rol protagónico en estas protestas (Fernandes Machado, “Encontros” 299). Hijo del vicario João Carlos Monteiro y de una joven esclavizada llamada Justina Maria do Espíritu Santo, Patrocínio había llegado a Río de Janeiro en 1868, donde casi de inmediato se vinculó al Clube Republicano y comenzó a publicar en A República. Para la década de 1880 había consolidado su prestigio como escritor luego de publicar Os Ferrões, quinzenário satírico (1875), en colaboración con Demerval da Fonseca y las novelas Mota Coqueiro ou A pena de morte (1877) y Os retirantes (1879).152 Sin embargo, el gran prestigio del que gozó estuvo vinculado a su habilidad oratoria, su capacidad de crear “imagens fascinantes, que incendiavam a imaginação popular” (Magalhães Júnior, A vida 125) y a su trabajo como columnista y editor en Gazeta de Notícias (1877-1881), Gazeta da Tarde (1881-1887) y Cidade do Rio (1887-1893). 150  Patrocínio comenzó a trabajar en Gazeta de Notícias en 1877, siendo responsable de la columna “Semana Política”, en la que usaba el seudónimo Proudhomme (Ferreira Machado, “Encontros” 296-298). 151  La cuestión de la participación política fue un tema muy debatido en la década de 1880. Por ejemplo, el parlamento discutió la Lei Saraiva (1881), que aumentaba las restricciones para votar reduciendo drásticamente el electorado; véase Murilo de Carvalho, Cidadania no Brasil 38-44. 152  También participó en el Manifesto da Confederação Abolicionista (1883) y escribió la novela Pedro Espanhol (1884). Algunos de sus artículos periodísticos fueron recogidos en Campanha abolicionista.

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En 1881, al morir el periodista abolicionista negro José Ferreira de Menezes (1845-1881), Patrocínio compró su parte en la Gazeta da Tarde.153 A partir de entonces esta publicación creció en popularidad y alcance llegando a duplicar su tirada en pocos meses (Magalhães Júnior, A vida 117). Al adquirir una plataforma de intervención que en poco tiempo se convirtió en la publicación abolicionista de mayor circulación de Río de Janeiro, el periodista ganó adeptos y seguidores. Patrocínio utilizó esta plataforma para configurar su perfil como líder de la intelectualidad liberal que se definía por su oposición al Imperio y a la persistencia del tráfico esclavista. Así se describe: [n]ós éramos revolucionários e tínhamos a consciência e o orgulho da nossa missão. Cada um de nós trazia para dentro do jornal uma revolta. […] A Gazeta era um grande laboratório de opinião, uma retorta dentro da qual se combinavam os ácidos os mais fortes da inteligência com as tradições, os preconceitos, as aspirações e os interêsses dessa fase. Ninguém pode contestar que a opinião publica fundiu-se na Gazeta. Aí está a revolução de 1.0 de janeiro de 1881 para demonstrá-lo. Foi na sua redação que o governo viu o perigo (cit. en Magalhães Júnior, A vida 115-116).

El papel protagónico en el movimiento de renovación política y de oposición al gobierno que se asigna Patrocínio fue reconocido por muchos de sus contemporáneos. Al punto que la redacción de la Gazeta da Tarde se convirtió en el sitio de reunión de los caricaturistas, escritores y pensadores más talentosos del país (Alonso, Flores 119). Coelho Neto declaró que “foi ele que impulsionou a mocidade do meu tempo, foi o treinador da minha geração […] era o turbilhão, era a coluna de fogo, era o gênio: atraia” (cit. en Alonso, Flores 119). Sentirse parte de una revolução que estaba transformando los cimientos de la sociedad brasileña al promover el fin de la esclavitud, fue un incentivo para esta generación de creadores que se imaginaron como “redentores” de su nación. Además de nuclear intelectuales y escritores en torno a su periódico abolicionista, Patrocínio trabajó con los activistas negros André Pinto Rebouças (1838-1898) y Vicente Ferreira de Souza (1852-1908) para organizar eventos de persuasión y agitación pública en que solicitaban dinero para la liberación de esclavizados. El uso estratégico del teatro para convocar la participación popular permitió que espectáculo y política se amalgamaran en las Conferências Emancipadoras, en las que 153  Para un estudio pormenorizado de la figura de Ferreira de Menezes, consúltese el fundamental trabajo de Magalhães Pinto, Escritos de liberdade 37-84.

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los oradores no solo daban sus discursos abolicionistas, sino que también otorgaban “cartas de alforria”, liberando esclavos en el palco ante el aplauso del público.154 Según Alonso, “Patrocínio postava na porta mocinhas vestidas de branco e ornadas com fita verde e amarela para atrair público e pedir aportes” (Flores 130). El éxito de estos espectáculos de propaganda y financiamiento abolicionistas, que incluían piezas teatrales y conciertos, fue tal que en algunas oportunidades la gente debía asistir desde la calle por haberse agotado las entradas.155 Estos eventos teatrales propiciaron un encuentro ritualizado y performativo del líder político con seguidores y simpatizantes de la causa abolicionista. Según testigos, la palabra de Patrocínio “tinha melodia – era silvo ou rugido; o seu gesto era desmantelado, o seu olhar despedia fagulhas. Avançava, recuava, agachava-se, gingava, retraía-se, despejava-se, ficava na ponta dos pés, arremangado [...] desmantelo trágico de tormenta” (cit. en Alonso, Flores 136). El efecto logrado por su oratoria, que emocionaba hasta las lágrimas a su auditorio (Alonso, Flores 136), nos permite vislumbrar la performance de una masculinidad que se relaciona a partir de su capacidad de persuasión y de movilización popular. Sus biógrafos, como Murilo de Carvalho, sostienen que Patrocínio “combinou a perspectiva da elite ilustrada da época com seu toque popular. Distinguia-se de Nabuco e Rebouças pelo lado popular, pelo gosto do contato com o povo na praça pública, pela volúpia de agitar as multidões” (“Com o coração” 15). El lado “popular” del periodista se asocia a su trabajo en las calles y a su capacidad de movilizar al pueblo, ya que “por donde passava a caravana de Patrocínio, um rastilho revolucionário começava a crepitar” (Magalhães Júnior, A vida 191).156 Sin embargo, su asociación con esclavizados y organizaciones religiosas lideradas por negros está poco documentada. Por ejemplo, Coelho 154  Para un excelente análisis del teatro abolicionista y su relevancia política, véase Castilho, “Performing”. 155  Sobre la participación de organizaciones locales y la relevante función de la recaudación de fondos de emancipación como movilización popular, véase Castilho y Cowling. Es útil también consultar Alonso, Flores 129-139 y Viotti Da Costa, Da senzala 431-432. Además de la organización de las Confêrencias Abolicionistas y el trabajo periodístico, el activismo político de Patrocínio se desarrolló en la fundación de la Associação Central Emancipadora en 1880 y, un año después, junto con Joaquim Nabuco, André Rebouças y João Clapp, la Sociedade Brasileira contra a Escravidão, fundamental órgano de propaganda y organización del movimiento abolicionista en Río de Janeiro. 156  José Murilo de Carvalho ha enfatizado la capacidad convocatoria de las masas lograda por Patrocínio. Véanse también los trabajos de Uelinton Farias Alves, Orlando Guilhon, Raymundo Magalhães Júnior, Osvaldo Orico, Sebastião da Silva Barreto y Humberto Fernandes Machado. Sobre la obra literaria de Patrocínio, véase Nilo Bruzzi.

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Netto en A conquista (1899) menciona que “em frente ao mar, havia um quilombo mantido pela Confederação Abolicionista e, no escritório da Gazeta da Tarde, que era o grande homizio de Cã, negros e negras sentados melancolicamente fumavam esperando que lhes dessem destino” (280-281). La novela hace referencia a los lazos establecidos entre individuos que pertenecían al quilombo y el periódico de Patrocínio, pero, más importante aún, da cuenta de la preservación de las jerarquías que subyace al heroísmo abolicionista al representar a los esclavizados como sujetos pasivos y dependientes de la acción reparadora del “gran hombre”. A pesar de que la intervención activa de hombres y mujeres esclavizados fue crucial para cambiar la percepción social sobre el régimen esclavista (Castilho, “Performing” 383), Coelho Netto los describe como víctimas que dependen de la acción del héroe abolicionista. Por el contrario, Patrocínio celebra los actos de rebeldía asociados con la liberación de los esclavizados que a través de alzamientos y rebeliones desafiaron el cautiverio. Desde un repertorio romántico en que el héroe se concibe como luchador incansable contra la injusticia, en sus textos se exaltan las diversas formas de resistencia contra el esclavismo. Por ejemplo, al cubrir la noticia de la fuga de un gran número de personas esclavizadas que abandonaron las haciendas en Capivari en 1887, Patrocínio construye una heroicidad que unifica la acción de los esclavizados que luchan por su libertad y de los abolicionistas. Así lo expresa: surpreendidos pela fome em meio ao seu êxodo, fustigados perla caçada desumana, que os ferrejava como bestas feras, esses homens, em vez de lançarem mão do roubo em nome do direito a vida, confiram lealmente o seu destino a generalidade social. […] os heróis dessa tragédia só derramaram sangue com altivez e lealdade, batendo-se como beligerantes pela própria liberdade (Campanha 180).

Los protagonistas de la fuga masiva se transforman discursivamente en modelo de heroísmo al poner en riesgo su vida para defender su libertad. En este texto, el cuerpo de los esclavizados se constituye en reservorio simbólico a través de una economía de resistencia que supera los obstáculos físicos (el hambre, la persecución y el maltrato) para redimirse a través de un objetivo espiritual: la libertad. Patrocínio construyó un heroísmo definido a partir de los ideales y la agenda abolicionista. Desde su perspectiva, la defensa de la libertad y la lucha por el cese del tráfico y la exploración de seres humanos era una condición sine qua non para el progreso de la sociedad brasileña. En sus artículos desfilan héroes que, como él, se enfrentan a la

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explotación esclavista, la discriminación racial y las diferentes formas de exclusión social. El homenaje a Ângelo Agostini, colaborador con Gama en varios proyectos editoriales y caricaturista de Revista Ilustrada, ofrece un ejemplo de su construcción de una retórica heroica vinculada al abolicionismo. Así lo concibe Patrocínio: Quando lhe guerrearam o jornal no interior, quando pretenderam reduzi-lo pela fome, alguns amigos tímidos quiseram que ele atenuasse os seus ataques a escravidão. Ele nem respondeu. Quanto mais perseguido, mais intemerato. [...] Não desanima; não hesita; não gradua o seu fervor. Uma vez na luta, só conhece dos deveres: vencer ou morrer. Ângelo não e só um propagandista, e um apóstolo. Não defende só, ama realmente os negros. Comove-se diante dos seus sofrimentos, indigna-se como um irmão, como um pai, quando os vê maltratados. [...] Tenho orgulho em abraçá-lo como ao irmão mais velho (Campanha 210).

Este retrato del ilustrador intenta que el lector se identifique con la causa abolicionista a través de la construcción de modelos de masculinidad heroica que reúnen las condiciones de rebeldía y defensa de los esclavizados. Al convertir al caricaturista en un apóstol de la libertad, recurre a un repertorio que funde desde una visión secular el imaginario mesiánico y el proyecto político de corte liberal. Sin evitar asumir una perspectiva paternalista, Agostini se construye simbólicamente como representante de la prensa abolicionista, que, en la visión de Patrocínio, encarna al verdadero heroísmo antiesclavista. La Guarda Negra da Redentora y el intento de heroización del liberto Con la firma de la Lei Áurea en 1888, que puso fin a la esclavitud, la princesa imperial Isabel I (1846-1921) pasó a ser llamada la Redentora y Patrocínio fue reconocido como el héroe del abolicionismo brasileño.157 Siguiendo un imaginario que sacraliza el encuentro de Patrocí157  Sobre el “delírio das aclamações populares a Patrocínio”, véase Murilo de Carvalho, “Com o coração” 17; sobre la monumentalización de la princesa Isabel, Araujo, Shadows 146-178.

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nio con quienes le consideraban el “Libertador”, Coelho Neto relata en los días en que se firmó la ley era imposible que caminara por las calles sin ser reconocido y recibido con muestras de veneración. Así lo dice el narrador de A Conquista: “O povo, vendo-o, prorompeu em vivas e os populares que o carregavam, orgulhosos do grande fardo, reclamavam caminho. Um velho negro ajoelhou-se e, juntando as mãos, com um pranto nos olhos, dirigio-se ao libertador, e parecia que resava diante de um santo” (434). A través de la asociación de heroísmo y santidad, el narrador reduce a quienes identifica como pueblo a escenas de reverencia y postración ante quien es considerado responsable de la liberación de los esclavizados. La figura del emocionado anciano negro coloca al lector ante cuerpos débiles que reconocen la superioridad del héroe abolicionista. Luego agrega el narrador que “até á noite Patrocínio, de quando em quando foi comprimido em braços, foi beijado. Se viam na rua rapazes avançaram, atirando-se-lhe aos botões da sobrecasaca e do collete, porque todos queriam, como relíquia, uma lembrança do grande homem” (A conquista 435). Lo que define al héroe, en la visión de Coelho Neto, se organiza en torno al contacto entre cuerpos que no temen la cercanía ya que se reconocen afines. El héroe abolicionista despierta idolatría, según el escritor, porque funciona como fetiche y, por tanto, genera el deseo de posesión. Patrocínio es, así, objetivado en esta ficción histórica en que se señala la ansiedad que despertaba el íntimo contacto entre el héroe y sus admiradores. El entusiasmo popular que despertó la abolición de la esclavitud no logró ocultar el contexto de desigualdad, enfrentamiento y conflicto racial que caracterizó a la sociedad brasileña de fin de siglo. Como ha señalado Richard Graham, “if, during slavery times, the bulk of free blacks and mulattos were discriminated against at every turn, this was even truer once slavery was finally abolished in 1888” (“Free AfroBrazilians” 15).158 La declaración de la república el 15 de noviembre de 1889 consolidó un Estado liberal e instituyó el sufragio restringido imponiendo como requisito para votar la alfabetización, dejando a un gran número de personas sin acceso a los beneficios de la ciudadanía. Además, la inmigración de europeos subvencionada por el Estado como parte del proyecto de blanqueamiento dificultó las posibilidades de conseguir empleo, tanto en el campo como en la ciudad, para quienes habían vivido esclavizados y que ahora debían competir por el tra-

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Véase Naro, “Antislavery and Abolitionism” 159-160.

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bajo asalariado (Graham, “Free Afro-Brazilians” 16). Sin planes para integrarlos en la educación ni proyectos de mejoras sociales por parte del Estado, hombres y mujeres de ascendencia africana se enfrentaron durante el periodo postabolicionista a un escenario de hostilidad y discriminación racial. En este periodo, Patrocínio es abanderado de la defensa de un grupo de libertos que se identifica como la Guarda Negra da Redentora y se define como organización armada destinada a proteger a la princesa Isabel. Por entonces, el enfrentamiento entre el partido republicano, que ganaba apoyo entre las capas medias, y ciertos grupos populares asociados a lo que Carlos Eugênio Líbano Soares llama “Partido Capoeira”, propició el surgimiento en 1888 de la Guarda Negra.159 La fundación de este grupo integrado por hombres que juraban dedicarse “de corpo e alma, e em todos os terrenos, a defesa do reinado da Excelsa Senhora, que os fez cidadãos” (Soares 231), se realizó en la redacción de Cidade do Rio.160 Patrocínio estuvo vinculado a su organización y actividades, siendo el mayor defensor de su derecho a la acción política como genuinos representantes de los intereses de los libertos.161 También publicó los estatutos de la Guarda Negra procurando generar debate y legitimar la intervención de la organización en momentos cruciales de definición nacional.162 La reclamación de protagonismo político para este grupo se produce a partir de la exhibición de una masculinidad racialmente marSoares entiende por Partido Capoeira no un grupo específico, sino una forma de operar y negociar la intervención política caracterizada por tener como escenario las calles y mantener autonomía frente a organizaciones o patronos (219). Este método de intervenir los llevó a elaborar alianzas con diferentes coaliciones políticas según la coyuntura del país. Desde la segunda mitad del siglo xix tuvieron una incidencia fundamental en la vida política de Río de Janeiro, pero fue en la década de 1870 cuando, por su afiliación con el Partido Conservador y con el movimiento abolicionista, ganaron mayor protagonismo; véase Soares 190-245. La prensa llamó Partido Capoeira a la alianza formada por líderes conservadores y grupos urbanos marginalizados que expresaban mediante la violencia su descontento social; véase Viotti Da Costa, Da senzala 436-347. 160  Oliveira Mattos señala que, si bien no hay acuerdo entre los investigadores del fenómeno en cuanto a si se trató de un partido político, una asociación política, una institución ligada a la monarquía, una guardia o una milicia, es relevante el carácter sagrado y ritual que vincula sus actividades a las tradiciones de las “irmandades negras” (79). 161  La publicación del “Ato de criação da Guarda Negra” en Cidade do Rio fue una declaración de legitimidad, así como también de sus intenciones de nuclear a “libertos do interior” (Soares 232); véase Trochim 286-287. Sobre el documento de creación de la Guarda Negra, Oliveira Mattos 81. 162  Véase Soares 232-234. 159 

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cada que despliega una performance de combate a sus opositores y de protección de la figura idealizada de la Redentora. Sin duda, al trazar en el cuerpo agredido y frágil de la princesa una narrativa que glorifica la intervención armada de la Guarda Negra, se refuerzan las jerarquías de clase y género masculinizando el espacio público. Ante un Estado débil y feminizado, la organización de libertos se proyecta como la intervención heroica de los defensores de la integridad nacional. También, el escritor Coelho Neto responde a esta visión diciendo: Patrocínio, emtanto, domando a sua pena tremenda, aparava todos os golpes que eram vibrados contra a princeza pelos republicanos que, com Silva Jardim a frente, começavam ostensivamente a propaganda, na tribuna e na imprensa. Contra o redactor da Cidade de Rio avançava toda a legião, ele, porem, como se não sentisse os golpes, continuava sereno, impassível, pregando o seu programma, como se apenas escutasse o lamento dos escravos, tão alto, que não lhe deixava ouvir o rumor dos tumultos dos novos combatentes que o injuriavam (408).

El fragmento forma parte de la ficcionalización de la contienda entre republicanos y abolicionistas, construyendo al cuerpo del héroe del abolicionismo como escudo que protege a la princesa. A pesar de representar el poder del Estado, la mujer es representada como pasiva, como cuerpo débil, virilizando el activismo político y reforzando la concepción de que el heroísmo es un espacio eminentemente masculino. La primera intervención pública de la Guarda Negra fue el 30 de diciembre de 1888, cuando el líder republicano Antônio Silva Jardim (1869-1891) proclamaba la caída del gobierno monárquico. Esa reunión política se convirtió, según El Paiz, en una “praça de guerra, com grande número de mortos e feridos” (cit. en Oliveira Mattos 79). El enfrentamiento, que se convirtió en una lucha al “fio da navalha” (Soares 238), se vinculó a conflictos sociales y a la disputa por espacios de representatividad y participación política que estuvieron marcados por jerarquías de género, clase y la raza. No es casual que su primera aparición fuera interrumpir un evento que contaba con la presencia del líder republicano Antônio Silva Jardim, quien se refirió a Patrocínio como “um homem de cor” que era “tolerado por todos os brancos” (Fernandes Machado, “Encontros” 312) y lo acusó de ser el “último negro que se vendeu” (Murilo de Carvalho, “Com o coração” 14) por haber abandonado el Partido Republicano. Estas declaraciones racistas formaron parte del ambiente de hostilidades que llevaron a Clarin-

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do de Almeida, jefe de la Guarda Negra, a enfatizar que su objetivo no era “levantar os homem de cor contra o branco, mais restituir ao homem de cor o direito que lhe foi roubado, de intervier nos negócios públicos” (Cidade do Rio, 3 de enero de 1889). Si bien la vida política de la Guarda Negra fue efímera, ya que con la instauración de la república los jefes capoeiristas fueron apresados y exiliados (Soares 237), su aparición se vincula al protagonismo de la prensa negra y a la persistencia de prácticas de sociabilización urbana que tendían a la masculinización de la rebeldía.163 La Guarda Negra propició la espectacularización de un heroísmo negro en clave épica en momentos en que el héroe abolicionista cedía su espacio a nuevas formas de interpelación. La preocupación por glorificar la virilidad trajo como consecuencia que poco se dijera de las mujeres que participaron en organizaciones abolicionistas recaudando fondos, organizando eventos, celebrando en sus textos a los escritores abolicionistas y, por cierto, enfrentando a fuerzas represivas y practicando capoeira.164 A pesar de que la agenda abolicionista no incluyó reformas en cuestiones de género ni promovió alterar las jerarquías sociales basadas en los discursos de la domesticidad, algunas mujeres generaron espacios para la reflexión y el cuestionamiento. En la esfera literaria, ciertas escritoras desarrollaron obras en las que imaginaron diversas formas de protagonismo social, político y cultural para la mujer. La aparición de una narrativa abolicionista de autoría femenina y la representación de la heroicidad de mujeres negras en la narrativa de Maria Firmina dos Reis son los temas que examino en el próximo capítulo.

163  En octubre fue redactado el nuevo Código Penal de la República tipificando la capoeira como crimen. En pocos meses, centenares de capoeiristas fueron hechos prisioneros. Patrocínio debió exiliarse en Cucuí. Murió en 1905 empobrecido y retirado de la vida pública. 164  Sobre los registros de mujeres que practicaron capoeira, véase Pires, “Uma ‘volta ao mundo’”.

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Capítulo 4 Heroica maternidad

Desde inicios del siglo xix circularon en el mercado cultural brasileño periódicos y revistas dedicadas a la mujer en las que se asimilaba “lo femenino” a un repertorio restringido de temáticas asociadas a las labores manuales y a la vida en el hogar. En tensión con estas publicaciones “para la mujer”, surgieron medios de prensa fundados y dirigidos por mujeres que reconfiguraron las prácticas sociales más allá de lo doméstico. Constância Lima Duarte localizó 143 títulos de publicaciones periódicas femeninas y feministas que circularon en más de treinta ciudades brasileñas, pero señala que el número debe haber sido mayor, ya que hay que considerar que muchas no fueron conservadas (Imprensa 18). Estas publicaciones no se centraron exclusivamente en cuestiones de género, sino que operaron como difusoras de opiniones e ideales políticos influyendo en la creación de un público lector femenino y alterando las prácticas de negociación política. En los textos de estas mujeres se encuentran numerosas claves que demuestran una intensa actividad literaria desarrollada en forma de poesía, narrativa y crónica, a través de la cual nos legaron su visión de una sociedad más justa y equitativa. Sin embargo, no hay que perder de vista que hacia la década de 1870 el porcentaje de mujeres libres que sabían leer y escribir no superaba el once por ciento de la población brasileña.165 Conscientes de la desventaja en que se encontraban las mujeres, algunas escritoras se preocuparon por crear centros educativos que fomentaran el interés por las artes y prepararan a las futuras generaciones para intervenir activamente en la esfera pública. Al contribuir a la educación de jóvenes y favorecer la formación de un público lector, mujeres pertenecientes a

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Al respecto, consúltese Duarte, Imprensa 24.

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diferentes esferas sociales desempeñaron un rol fundamental en la expansión de los derechos ciudadanos. Nísia Floresta Brasileira Augusta (1810-1885), autora de Direitos das mulheres e injustica dos homens (1832), considerada la primera feminista brasileña (Seidl 9), además de publicar con regularidad en la prensa, fundó en 1838 en Río de Janeiro el Colégio Augusto.166 Maria Firmina dos Reis (1825-1917) publicó la novela abolicionista Úrsula en 1859 y el cuento “A escrava” en 1887, y fundó, por la misma época, la primera escuela gratuita y mixta de la ciudad de Guimarães, en Maranhão, en la que trabajó durante casi diez años hasta que fue cerrada por el gobierno.167 Si bien estas dos autoras son consideradas abolicionistas por defender el fin del comercio esclavista, la narrativa de Floresta presenta una perspectiva paternalista hacia los individuos esclavizados, mientras que Reis elabora un relato de dignificación de las personas de origen africano y sus descendientes.168 Como han señalado estudiosas pertenecientes al feminismo negro de Estados Unidos y al feminismo decolonial latinoamericano, el concepto de patriarcado es insatisfactorio cuando intentamos aproximarnos a diversos tipos de situaciones coloniales como, en este caso, la literatura de autoría femenina producida en Brasil durante el siglo xix. Así como los hombres negros o racialmente marcados por los discursos coloniales no usufructuaron los beneficios del patriarcado, las mujeres negras, pardas, mulatas y mestizas fueron discriminadas y oprimidas a través de estrategias de dominación diferentes a las mujeres blancas (Carneiro 110). Angela Davis ha proporcionado una iluminadora perspectiva respecto a la situación de la mujer esclavizada sobre la que recaía no solo el trabajo doméstico, sino también los rigores del trabajo en la plantación y el cuidado de los niños, no necesariamente los suyos propios, ya que era obligada a amamantar y criar a los hijos de sus dueños (14-20). Como ha alertado Sueli Carneiro, “lo que podrían ser consideradas historias o reminiscencias del periodo colonial permanecen, sin embargo, vivas en el imaginario social y adquieren nuevos ropajes y funciones en un orden social supuestamente demoSobre Floresta, véanse Duarte, Nísia, Matthews, Gender y Castilho, “The Press.” Respecto a la obra de Reis, consúltense Morais Filho, Martin, Duarte de Assis y Adler. 168  Nísia Floresta escribió para el Jornal do Commercio, el Diário do Rio de Janeiro, O Liberal y el Brasil Ilustrado, entre otros. En referencia a su biografía y obra literaria, consúltense los relevantes estudios de Charlotte Hammond Matthews y de Constância Lima Duarte. Es útil también consultar el trabajo de Érico Vital Brazil y Schuma Schumaher, quienes la consideran la autora del texto “A emancipação da mulher”, publicado en O Liberal (452). 166 

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crático que mantiene intactas las relaciones de género, según el color o la raza instituidos en el periodo esclavista” (110). La vigencia en el imaginario de configuraciones de jerarquización y opresión heredadas del esclavismo hace que sea crucial el examen riguroso y continuo de la experiencia histórica y la producción cultural de mujeres negras y afrodescendientes en América Latina. Sin embargo, hay que tener en cuenta que el feminismo latinoamericano difiere del feminismo globalizado y eurocéntrico en su intento de reconstruir su propia génesis (Bard Wigdor y Artazo 200). El trabajo forzado y la violencia sexual formó parte de la experiencia de mujeres negras, mestizas y afrodescendientes, pero también, al ser objetivadas como mercancía sexual y consideradas reproductoras de fuerza de trabajo esclavo, fueron excluidas de la maternidad, que se convirtió en un espacio simbólicamente reservado para las mujeres blancas.169 Al respecto, la escritora y crítica afrobrasileña Conceição Evaristo ha reconocido que un estudio profundo de la literatura brasileña nos revela uma imagem deturpada da mulher negra. Um aspecto a observar é a ausência de representação da mulher negra como mãe, matriz de uma família negra, perfil delineado para as mulheres brancas em geral. Mata-se no discurso literário a prole da mulher negra. Quanto à mãepreta, aquela que causa comiseração ao poeta, cuida dos filhos dos brancos em detrimento dos seus. Na ficção, quase sempre, as mulheres negras surgem como infecundas e por tanto perigosas (“Da representação” 53).

Evaristo ha señalado con precisión los diferentes estereotipos literarios a través de los cuales la mujer negra ha sido representada de forma animalizada o como figura de perversión. Al mismo tiempo, ha convocado al estudio de una literatura producida por mujeres negras y afrodescendientes para inscribir en el corpus literario (falocéntrico, heterosexual y blanco) brasileño imágenes producidas desde la autorrepresentación. De esta manera, podremos aproximarnos a narrativas en las que “o corpo-mulher-negra deixa de ser o corpo do ‘outro’ como objeto a ser descrito, para se impor como sujeito-mulher-negra que se descreve, a partir de uma subjetividade própria experimentada como mulher negra na sociedade brasileira” (énfasis en el original, 169  A través del concepto de honor se reforzó la autoridad patriarcal que rigió en todos los aspectos de la vida de las mujeres de la élite. Domesticidad, maternidad y patriotismo actuaron como valores fundamentales en las vidas de estas mujeres, y fueron reforzados por las prácticas sociales, la educación y los manuales de conducta; véase Hahner 47-53.

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Evaristo, “Da representação 54). Sin duda, el análisis de la representación de cuerpos femeninos racializados en los textos de autoras afrodescendientes, como Firmina dos Reis, contribuye a crear una visión más completa de las diversas formas de resistencia, así como también de las luchas que ellas desarrollan para preservar su autoridad autoral, su libertad creativa y su aporte a la liberación de sus comunidades. Desde este punto de vista, la recuperación de la experiencia de las mujeres negras, afrodescendientes, indígenas y de sectores populares que no se reconocen en el mito de la fragilidad femenina, sino que por el contrario se identifican con procesos de resistencia y elaboración de un contradiscurso negándose a ser consideradas “víctimas” u “objetos”, es crucial para el proyecto teórico-político del feminismo. El análisis que propongo se incorpora a los estudios de feminismo negro y decolonial considerando que la raza, la clase y el género son inseparables y que la literatura como difusora de modelos identitarios desempeñó un rol fundamental en la legitimación de los discursos racializadores y en las prácticas de dominación, pero también como espacio de reivindicación identitaria y de resistencia. Considerando que la “reconstrucción de una feminidad negra resignificada positivamente es donde ha descansado en gran medida la práctica política antirracista y antisexista” (Curiel 171), en este capítulo analizo la obra de Reis priorizando su representación de una feminidad negra heroica que niega no solo la conceptualización de la “fragilidad femenina”, sino que recupera la maternidad (biológica o simbólica) como espacio de afirmación de la mujer afrodescendiente. El capítulo se inicia con un breve examen del campo cultural brasileño en el que escritoras e intelectuales comenzaron a intervenir desde las primeras décadas del siglo xix, para contextualizar la obra de Reis. Luego examino la novela Úrsula y el cuento “A escrava señalando la relevancia política de la construcción de un heroísmo negro y femenino que propuso a la mujer esclavizada como figura de coraje, virtud y resistencia a la opresión. Sugiero que, en la narrativa de Reis, las mujeres aparecen representadas como sujetos conscientes de su situación social, capaces de oponer resistencia y de elaborar planes para ofrecer ayuda a quienes la necesitan. Mujeres valientes, informadas y audaces, las madres creadas por Reis cuestionan la categoría heroica que en el romanticismo correspondía a la figura del “gran hombre” protegiendo a quienes aman y postulándose como héroes de su propio destino. Por último, ubico a la mujer esclavizada propuesta por Reis en diálogo con las que aparecen en textos que han sido considerados por la crítica como abolicionistas para enfatizar la excepcionalidad de

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la obra de esta autora afrobrasileña. Al enfatizar la dimensión política de la creación de personajes femeninos que actúan de forma independiente, desafiante y contestataria, mi análisis aspira a contribuir a la visibilización de una escritura femenina negra, insurgente y libertaria. Prensa y literatura “femenina” en el Brasil decimonónico El desarrollo de la prensa brasileña desempeñó un papel fundamental tanto en el fortalecimiento del Estado nacional como en el cuestionamiento de las instituciones del Imperio. Entre los años 1831 y 1840, conocido como el periodo de las Regencias, aumentó la circulación de textos impresos en el escenario público generando un avance de la ideología liberal y una atmósfera de optimismo en procura de cambios sociales. En este periodo, apareció la primera publicación dedicada a la mujer, O Espelho Diamantino (1827-1828), y se promulgó la Lei de Instrução Pública, que autorizaba la apertura de escuelas primarias.170 Con el establecimiento del poder centralizador del monarca don Pedro II, a partir de los años cuarenta se produjo la alianza del Estado imperial y los terratenientes, que privilegió prácticas vinculadas a discursos conservadores. El Jornal do Commercio funcionó como aliado del poder estatal, junto a otros periódicos como el Correio Mercantil, actuando como instrumento de control social y de mantenimiento del orden vigente (Martins y De Luca 52). Sílvio Romero lo refiere como un momento de inactividad en que “tudo tinha adormecido à sombra do manto do príncipe feliz que havia acabado com o caudilhismo nas províncias da América do Sul e preparado a engrenagem da peça política de centralização mais coesa que já uma vez houve na história” (“Discurso” 22). Reconocidos escritores, como José de Alencar (18291877), Joaquim Manuel de Macedo (1820-1882) y Antônio Gonçalves Dias (1823-1864), recibieron apoyo imperial y participaron en la vida política del Imperio. En las décadas posteriores a la Guerra de la Triple Alianza, o del Paraguay (1864-1870), se produjo el debilitamiento del gobierno imperial y el surgimiento de nuevas formas de contestación civil, al mismo tiempo que la prensa abolicionista y republicana (estudiada en el capítulo 3) vigorizaba el debate y generaba espacios de intervención para escritoras y escritores de ascendencia africana. 170  O Espelho Diamantino, “Periódico de Política, Literatura, Belas Artes, Teatro e Modas, Dedicado às Senhoras Brasileiras” fue fundado por el periodista francés Pierre Plancher, quien se posicionó sobre la “cuestión femenina” defendiendo el derecho de las mujeres a la instrucción; véase Duarte, Imprensa 20-21.

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En este periodo aparecieron O Espelho Diamantino (1827), Espelho das Brasileiras (1831), A Fluminense Exaltada (1832), Correio das Modas (1839), Espelho Fluminense (1843), O Jornal das Senhoras (1852), Recreio do Belo Sexo (1856), Biblioteca das Famílias (1874), publicaciones periódicas que demostraron que las mujeres se habían constituido en interlocutoras culturales, no como receptoras pasivas de obras extranjeras o escritas por autores brasileños, sino como productoras de una literatura que reclamaba ser reconocida. En su investigación sobre los inicios de la prensa femenina en Brasil, Zahidé Muzart sostiene que “a literatura feminina foi presença constante nos periódicos do século xix, tanto nos dirigidos por homens quanto nos inúmeros criados e mantidos por elas próprias” (“Uma espiada” 225). El primer periódico fundado por una mujer en Brasil surgió alejado de la vida cultural de Río de Janeiro. Maria Josefa Barreto Pereira Pinto (1775-1837) creó en 1833, en la ciudad de Porto Alegre, el periódico Belona Irada contra os Sectários de Momo, de temática política, que no tuvo el alcance ni el prestigio del que gozaron otras publicaciones.171 Jornal das Senhoras, fundado en 1852 por la argentina Juana Paula Manso de Noronha (1819-1875), según Muzart, fue uno de los medios de mayor impacto en el campo cultural brasileño, cumpliendo un rol fundamental en la “integração das mulheres na educação e na cultura” (“Uma espiada” 227). A partir de este modelo se pusieron en circulación una serie de publicaciones periódicas que evidencian el deseo de protagonismo de mujeres letradas que, al proyectarse a la esfera pública, intervinieron en la negociación de los nuevos roles de género asociados a visiones de progreso y modernidad. En su fundamental trabajo sobre la prensa femenina y feminista en Brasil, Constância Lima Duarte sostiene que “a literatura, a impressa e a consciência feminista surgiram praticamente ao mesmo tempo no Brasil, nas primeiras décadas do século xix” (Imprensa 14). Algunas de estas publicaciones fueron de vida efímera y no sobrevivieron a los vaivenes del mercado, otras, en cambio, perduraron y se establecieron como referencia cultural imprescindible, tales son los casos de O Jornal das Familias (1863-1878) y O Sexo Femenino (1873-1889) (Duarte, Imprensa 19). Las primeras publicaciones periódicas fundadas y dirigidas por mujeres operaron como difusoras de opiniones e ideales políticos integrándose a las preocupaciones y debates de su tiempo. De esta manera, influyeron no solo en la creación de un público lector 171  Muzart argumenta que Maria Josefa, como firmaba sus escritos, debe ser considerada una pionera del periodismo y del feminismo en Brasil; véase “Uma espiada” 229-230.

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femenino, sino también en la construcción de una red de influencias y diálogos que alteraron las prácticas de sociabilización e injerencia política. El desarrollo de la prensa dedicada al público femenino contribuyó a la aparición de novelas escritas por mujeres, algunas de las cuales se publicaron por entregas y siguiendo el formato de folletín. Muzart acertadamente vincula la influencia de la estética gótica en estas primeras escritoras, que apropiándose del imaginario de terror denunciaron la situación de opresión en la que se encontraban.172 En Marmota Fluminense, el periódico de Francisco de Paula Brito, fue publicada en forma de folletín la primera novela escrita por una brasileña (Muzart, “Narrativa” 230). Firmada bajo el seudónimo de “Indígena do Ipiranga”, la novela D. Narcisa de Villar (1859) de Ana Luíza de Azevedo Castro (1823-1869) narra la historia del amor imposible entre Narcisa, una rica joven portuguesa, y Leonardo, el hijo de una mujer indígena. Pocos meses después se publicó la novela Úrsula, de Reis, en formato libro en São Luís de Maranhão. Estas novelas, al igual que A rainha do Ignoto (1899) de Emília Freitas (1855-1908) y A judia Rachel (1886) de Francisca Senhorinha da Motta Diniz (?-1910), se centran en la experiencia de la mujer elaborando una visión contestataria ante las prácticas de dominación basadas en el género. Operando al margen de los debates en torno a la construcción de una literatura “brasileña”, las mujeres encontraron en la estética gótica una plataforma de intervención que les permitió pasar “de leitoras a fornecedoras de folhetins e de romances” (Muzart, “Sob o signo” 308). Estas novelas que comenzaron a circular desde la década de 1850 renovaron el imaginario romántico al proyectar la enunciación de una subjetividad femenina que cuestionaba diversas formas de sujeción social. La construcción narrativa presente en estas novelas sugiere una revisión por parte de las autoras de las coordenadas en las que se inscribía el heroísmo, en tanto espacio de disputa de modelos de masculinidad, desestabilizando la construcción tradicional del héroe para permitir que las figuras femeninas asuman el rol protagónico. La modificación de los perfiles heroicos supuso una alteración de los lenguajes narraSegún sostiene Jacqueline Howard en Reading Gothic Fiction, la estética gótica contribuyó a que algunas mujeres propusieran una feminización de la escritura. Howard señala que “women contributed to a ‘feminization’ of values, language, and literature that empowered them over succeeding decades and favoured their development as authors. With the concomitant shift in the notions of ‘genius’ and ‘author’, they actively promulgated and legitimized their lore, tastes, judgements, and feelings as the fit subject-matter of literature” (94). 172 

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tivos tendientes a erosionar el liderazgo masculino. La aparición de Túlio, por ejemplo, como sujeto virtuoso y cómo móvil de la acción en Úrsula, a pesar de su condición de esclavizado, marca el inicio de un proceso de cuestionamiento de la categoría heroica en tanto figuración del “gran hombre” llamado a resolver el conflicto y poner a salvo a las víctimas de la acción del villano. En este periodo en que los significados y jerarquías que sostenían los marcos valorativos de lo femenino y lo masculino estaban siendo negociados, los discursos higienistas contribuyeron a fomentar el debate en torno al rol de la maternidad y el papel de la mujer en la educación de los hijos. La publicación A Mãi de Familia (1879-1888) y la obra de Júlia Valentina da Silveira Lopes de Almeida (1862-1834) revelan que algunas letradas informadas de las teorías positivistas desarrollaron una estratégica conceptualización de la maternidad como rol fundamental de la “nueva mujer”. Por su parte, Josefina Álvares de Azevedo (1851-1905), en la pieza de teatro O voto feminino (1890) y en su periódico A Família (1888-1897), se interesó por el debate sobre las limitaciones que se imponían a la mujer en una sociedad patriarcal y defendió el sufragismo. Según Duarte, “a partir de 1870, os órgãos feministas se multiplicam com uma rapidez espantosa, minimizando o isolamento das mulheres, divulgando as conquistas é realizando uma espécie de rede de apoio e intercambio intelectual entre eles” (Imprensa 25-26). En las últimas décadas del siglo xix, las mujeres se habían incorporado a los debates políticos y culturales, en algunos casos, haciendo suyos los reclamos por la expansión de los derechos ciudadanos y por el fin de la esclavitud en Brasil. El movimiento abolicionista, como acertadamente ha señalado Angela Alonso, contribuyó a la politización de la vida privada al incorporar mujeres, esclavizados y niños a su programa de propaganda, como fue el caso de la “matinée musicale” que João Clapp organizó en Río de Janeiro en 1881 (“Associativismo” 187). Mujeres de diferente extracción social se integraron en el movimiento y trabajaron en organizaciones abolicionistas contribuyendo a la recaudación de fondos para la liberación de niños y esclavizadas como, por ejemplo, lo hizo la Sociedade Redentora de Crianças Escravas, fundada en 1870 en São Paulo e integrada exclusivamente por mujeres (Viotti da Costa, Da senzala 403).173 Otra manera de unirse al movimiento era mediante de vínculos familiares o parentesco con abolicionistas, como fue el caso

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Sobre este tema se debe consultar el estudio de Roger Kittleson.

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de Maria Henriqueta Sena esposa de José do Patrocínio y directora del Club José do Patrocínio. También, cantantes y actrices, como Luiza Regadas, conocida popularmente como “o rouxinol da campanha abolicionista” (Sabino 255), y Chiquinha Gonzaga (1847-1935) participaron activamente en eventos abolicionistas logrando gran visibilidad pública.174 A través de veintiséis sociedades abolicionistas femeninas situadas en diez provincias, dieciocho de ellas exclusivamente integradas por mujeres, el movimiento generó espacios de protagonismo femenino y posibilitó que algunas de ellas utilizaran estas plataformas para reclamar mayor atención a cuestiones vinculadas al rol de la mujer en la sociedad moderna. En este momento de inflexión, que señala el comienzo del largo proceso por la abolición de la esclavitud en Brasil, la obra de Reis se ubica como pionera e iniciadora de la rica tradición literaria afrobrasileña. Si bien la incorporación de la mujer al mercado de bienes culturales contribuyó a cuestionar el alcance de las prácticas sociales que giraban en torno a la constitución de la familia, el matrimonio y las libertades individuales, este proceso estuvo marcado por el rechazo y la marginación de su obra. Por ejemplo, Joaquim Machado de Assis, lector privilegiado y preocupado por dictar los rumbos de la literatura brasileña, intervino en el debate por la existencia de una “literatura femenina” en su columna “Semana Literária” (1866) del Diário do Rio de Janeiro. Machado de Assis reconoció que Se não as há em abundância, também não são raras as escritoras em nosso país; e se ainda não tivemos uma Staël, nem por isso deixa de haver talentos notáveis. Estamos certos de que os resultados seriam mais brilhantes, se acaso fosse mais larga a educação intelectual; havia lugar para se manifestarem os verdadeiros talentos, quando os houvesse; e em caso contrário, os estudos adequados, regulares, próprios não seriam nocivos ao espírito das esposas e das mães de famílias. (Crítica 275)

La publicación de Ecos da minha alma (1866) de la poeta bahiana Adélia Josefina de Castro Fonseca (1827-1920), texto dedicado a la emperatriz Teresa Cristina de Borbón-Dos Sicilias (1822-1889), esposa de Pedro II, era el motivo de la columna de Machado de Assis. El 174  Sobre la intervención de Luiza Regadas en la campaña abolicionista, véanse Sabino 251-257. Sobre la compositora negra Chiquinha Gonzaga, véanse Schumaher y Brazil 151-157 y Diniz, Chiquinha Gonzaga. Sobre la participación de mujeres en el movimiento abolicionista es útil consultar Hahner, Emancipating 38-41, Cowling, Conceiving 112-115 y Alonso, “A teatralização” 108-111.

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escritor, sin detenerse en el análisis de este “livrinho”, elogia a la autora por su expresión de una “verdadeira individualidade feminina” que evita la “pompa afetada” y los “tons másculos” (Crítica 277).175 Si bien reconoce los beneficios de la educación para las mujeres de “talento”, la crónica de Machado de Assis, intenta “poner en su lugar” a las escritoras, a quienes no se les recomienda incursionar en la imitación de modelos de escritura “masculina”. El gesto aparentemente inclusivo de Machado de Assis sigue un doble recorrido. Por una parte, celebra la poesía intimista de exaltación de la sensibilidad escrita por una mujer perteneciente a la élite cuyo ingreso a la esfera literaria ya había sido avalado por el poeta Antônio Gonçalves Dias, quien la llamó la “Safo cristã” (Assis, Crítica 276). Por otra, se propone como árbitro del valor literario de los textos de autoría femenina. Al construir el perfil de “uma senhora” que “cultiva as letras”, Machado de Assis articula una visión elitista de la literatura, esfera que queda así restringida a aquellas “damas respetables” y de talento que expresen una sensibilidad acorde a las expectativas patriarcales. La escritura “femenina” que admite el escritor en estas crónicas se postula como mercancía para el consumo de lectores modernos y refinados acorde a parámetros de distinción destinados a espectacularizar el privilegio y reforzar las jerarquías de clase, género y raza. La posición estratégicamente paternalista y rectora asumida por Machado de Assis aparece con mayor claridad en sus comentarios acerca de la pieza de teatro Cancros sociais (1865), de Maria Angélica Ribeiro (1829-1880).176 Si bien acepta que la obra “foi muito aplaudida”, el escritor sostiene que debe someterse a un “exame frio e atento do público” que corrija los errores de una trama innecesariamente compleja, extensa y un “tanto prejudicial ao pensamento capital do drama” (“Semana”, 3 de abril: 2). Recomienda a la autora “aperfeiçoar-se com o trabalho e o estudo” para mejorar “o estilo que, embora animado e próprio da cena, não tem ainda o apuro e colorido necessários” (“Semana”, 3 de abril: 2). Luego de señalar que el tema Para información biográfica sobre Castro Fonseca, véase Schumaher y Brazil, Dicionário 22. 176  Machado de Assis menciona en sus crónicas a la poeta, traductora, dramaturga y periodista portuguesa Ana Augusta Vieira Plácido (1832-1895), de quien dice “a sensibilidade é o primeiro dom das mulheres escritoras, a autora de Luz coada por ferros possui esse dom em larga escala” (Crítica 123). En 1872, dedicó una crónica a la publicación del libro de poemas Nebulosas, de Narcisa Amália, en la que confiesa: “não sem receio abro um livro assinado por uma senhora” (Crítica 418). Nísia Floresta también atrajo la atención del crítico, quien le dedicó la crónica del 10 de julio de 1864. 175 

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de una madre esclavizada separada de su hijo había sido desarrollado previamente por José de Alencar, a quien considera “um dos mais fecundos e brilhantes talentos da mocidade atual” (“Semana”, 27 marzo: 2), se dedica a cuestionar el recelo de la autora que denuncia la precaria situación en que se encontraba la producción literaria femenina. Dice Machado de Assis que Ribeiro: preocupa-se muito com a sua condição de senhora, que, segundo ela, pode prejudicar o efeito da obra. O livro traz esta epígrafe de Mme. de Staël: “Quand une femme publie un livre, ele se met tellement dans la dépendence de l’opinion que les dispensateurs de cette opinion lui font sentir durement leur empire”. Essa frase só pode exprimir um receio natural, comum a todos os autores, é desmentida por muitos exemplos, em que a opinião coroa as escritoras que o merecem (énfasis en el original, “Semana”, 3 de abril: 2).

Al cuestionar la autoridad de la autora que, además de no presentar una creación original se desvía en quejas injustificadas y vanas, se niega el valor político de su denuncia de la situación de marginación en que se encontraba la escritura de mujeres. De ese modo, la perspectiva de la escritora es desestimada al adjudicársele como móvil la búsqueda de gloria personal, a pesar de que Ribeiro sostiene en el prólogo “não são estas palavras arroubos de vaidade, que nunca tive, nem protestos para novos triunfos” (“Cancros” 270). Si bien el crítico confiesa que el público se inclina por leer con severidad las obras de autoría femenina, esta predisposición se justifica por la insuficiente preparación que tienen en el oficio de las letras. Así lo dice en la crónica: É verdade que, quando uma mulher apresenta ao público um fruto dos seus labores, o público, ou pelo menos, o público literário, lê o livro com mais severidade, e isso pela razão de que sendo a instrução da mulher geralmente diversa e menos profunda que a do homem, há sempre receio de que a sua imaginação não seja acompanhada de uma erudição conveniente. Mas esta prevenção é favorável aos talentos verdadeiros, alimentados por uma instrução sólida e real. Foi uma mulher quem disse: aprende-se a pensar, como se aprende a coser (“Semana”, 3 de abril: 2).

La mención a la actividad doméstica de “coser” no es casual. Se trata de una referencia irónica que tiende a limitar el alcance intelectual de la mujer, que queda subordinada al saber masculino del crítico y asociada a labores manuales. También se trata de una referencia que

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los lectores podían situar en el debate por la educación de la mujer que por entonces dividía a la intelectualidad entre quienes defendían la “educação da agulha”, esto es, la educación moral de la esposa y madre para el bien del país, y quienes creían en la educación intelectual de la mujer y en su emancipación (Paiva 161). El reconocimiento de Machado de Assis de que “há uma opinião, aliás partilhada por homens de muito talento [...] que entende dever-se excluir a mulher dos exercícios literários” (Crítica 275) muestra la clara consciencia del crítico de su poder legitimador de la producción cultural de las mujeres y su interés en ubicarse en el debate como árbitro del valor no solo estético, sino político de la literatura escrita por mujeres. Paratextos y estrategias inclusivas en Úrsula Del mismo modo que Ribeiro, Reis dejó constancia en sus textos del descrédito y la sospecha que rodeaba la recepción de su obra. En el prólogo de Úrsula, la autora se atreve a interpelar a sus lectores ofreciendo una lúcida reflexión sobre el medio cultural en el que intentaba establecerse. Dice el prólogo: Mesquinho e humilde libro é este que vos apresento, leitor. Sei que passará entre o indiferentismo glacial de uns e o riso mofador de outros, e ainda assim o dou a lume. Não é vaidade de adquirir nome que me cega, nem o amor próprio de autor. Sei que pouco vale este romance, porque escrito por uma mulher, e mulher brasileira, de educação acanhada e sem trato e conversação dos homens ilustrados, que aconselham, que discutem e que corrigem, com uma instrução misérrima, apenas conhecendo a língua de seus país, e pouco lida, o seu cabedal intelectual é quase nulo (13).

Utilizando el recurso conocido como captatio benevolentiae, Reis intenta ganarse la simpatía del lector y contrarrestar la actitud despreciativa con la que era recibida la escritura de mujeres. Sabiendo que podía ser considerada vanidosa por perseguir una gloria inmerecida y exponerse a ser objeto de indiferencia o de burlas, se posiciona como una “mulher brasileira”, esto es: apela a su identidad nacional para llamar la atención de los “homens ilustrados” interesados en la construcción de una literatura brasileña. Al reconocerse como una “mulher brasileira”, Reis, además, elabora una sofisticada denuncia de las condiciones de aislamiento y falta

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de oportunidades en que se encontraban las mujeres en su país. La queja, enmascarada tras un humilde pedido de benevolencia, desplaza la atención desde la autora hacia la obra. Reis intenta, así, ausentarse de la enunciación reclamando protagonismo para “nosso romance” (14) y reconociendo que su escritura se funda en un “amor materno, que não tem limites” (13). Así, se refiere a su libro: Ele semelha à donzela, que não é formosa; porque a natureza negoulhe as graças feminis, e que por isso não pode encontrar uma afeição pura, que corresponda ao afeto da su’ alma [...]. Deixai pois que a minha ÚRSULA, tímida e acanhada, sem dotes da natureza, nem enfeites e louçanias d’arte, caminhe entre vós. Não a desprezeis, antes amparai-a nos seus incertos e titubantes passos para assim dar alento á autora de seus dias, que talvez com essa proteção cultive mais o seu engenho, e venha a produzir cousa melhor, ou quanto menos, sirva esse bom acolhimento de incentivo para outras, que com imaginação mais brilhante, com educação mais acurada, com instrução mais vasta e liberal, tenham mais timidez do que nós (énfasis en el original, 14).

Con este intento de feminización de la escritura que convierte a la novela en una “joven pura” que requiere protección, Reis enmascara su autoridad enunciativa. Sin embargo, la autora se muestra convencida de poder proyectarse como modelo para futuras escritoras al recurrir al tropo de la maternidad. Se trata de una fecundidad intelectual que legitima su escritura. Sin eludir denunciar su situación de aislamiento, a través de hacer explícita la carencia de interlocutores en que se encuentra toda mujer que aspire a consagrarse a la escritura, Reis se proyecta como precursora de la narrativa de autoría femenina en Brasil apelando al poderoso núcleo simbólico que emana de la figura maternal. En un texto autobiográfico titulado “Resumo de minha vida”, Reis dejó constancia de su afición a la lectura y elaboró una lúcida reflexión acerca de las consecuencias desfavorables que el escaso acceso a la educación formal acarreaba a las mujeres que tuvieran aspiraciones literarias.177 Resulta sugestivo que para hablar de sí misma la autora recurra a estrategias discursivas similares a las empleadas para presentar su novela. Dice Reis: 177  Morais Filho reproduce en su edición de 1975 el Álbum, en el cual, a modo de diario íntimo, Reis dejó constancia de sus memorias. Compuesto por textos breves escritos a partir de 1853, el Álbum incluye el fragmento “Resumo de minha vida”.

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De uma compleição débil e acanhada, eu não podia deixar de ser uma criatura frágil, tímida e, por consequência, melancólica: uma espécie de educação freirática veio dar remate a estas disposições naturais. Encerrada na casa materna, que só conhecia o céu, as estrelas e as flores que minha avó cultivava com esmero; talvez por isso eu tanto amei as flores; foram elas o meu primeiro amor. Minha irmã... minha terna irmã e uma prima querida foram as minhas únicas amigas de infância; e, nos seus seios, eu derramava meus melancólicos e infantis queixumes; por ventura sem causa, mas já bem profundos (cit. en Morais Filho 154).

Reis enfatiza la atmósfera de encierro y soledad en la que vivió privada de oportunidades de socialización o de contacto con intelectuales como consecuencia de una educación que considera cercana al claustro conventual. El empleo estratégico de la adjetivación –“frágil, tímida, melancólica– no solo reproduce los paradigmas dominantes de “lo femenino”, sino que también genera un fuerte paralelismo con la subjetividad detrás de la que se enmascara en el prólogo de su novela. Este paralelismo refuerza la construcción de una posición enunciativa de autoridad: se trata de la iniciación en las letras de una mujer que no contó con mentores ni maestros, y esos “queixumes; por ventura sem causa” fueron los inicios de una fabulación creativa y de una imaginación precoz que debió superar la precariedad y el aislamiento. La información biográfica sobre esta autora es escasa y fragmentaria. Según Dilercy Aragão Adler, nació en la isla de São Luís de Mara­ nhão alrededor de 1822.178 Por entonces, Maranhão, provincia ubicada en el nordeste brasileño, dependía de la plantación extensiva de algodón y del trabajo esclavo. Siendo muy pequeña, dejó su ciudad natal y se mudó a São José de Guimarães, en la misma provincia, donde vivió con una tía materna “melhor situada economicamente”, que al parecer poseía tierras y se beneficiaba del trabajo esclavo (Mott 61). En 1847, Reis ganó un concurso estatal que la habilitó para ejercer como maestra de educación primaria, trabajo que ejerció hasta 1881. Según lo refiere en su Álbum, fue una ávida lectora de formación autodidacta. Inició su carrera literaria en 1859 con la publicación de Úrsula y al año siguiente sus poemas firmados con las iniciales M. F. R. aparecieron en el periódico A Imprensa. En 1861, publicó la novela indianista Gupeva en el Jardim das Maranhenses, cuyo éxito de público llevó a dos reimpresiones, en 1863 y 1865, en Porto Livre y en el Eco da Juventude.

178  Dilercy Aragão Adler, trabajando con los archivos de Maranhão, ubica su nacimiento en 1822 (“A mulher” 82); véase también, Zahidé Muzart, “Uma pioneira” 23.

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Sus poemas fueron seleccionados para integrar la antología Parnaso Maranhense (1861), apareciendo en forma de libro diez años después con el título de Cantos à beira mar (1871). Reis se dedicó a la escritura de manera sistemática, ya que además colaboró asiduamente en Publicador Maranhense (1861), A Verdadeira Marmota, Semanário Maranhense (1867), O Domingo (1872), O País (1885), Revista Maranhense (1887), Diário do Maranhão (1889), Pacotilha (1900), Federalista (1903), entre otros.179 Su obra se completa con el artículo “Minhas impressões de viagem” (1872) que formó parte del Almanaque de Lembranças Brasileiras (1863,1868), las notas biográficas tituladas Álbum (1865), varias adivinanzas y enigmas, además de composiciones musicales y canciones populares. Su obra pone al descubierto una autora versátil que incursionó en diversos géneros, como el folletín, el cuento, la crónica y la poesía, y cuyo gusto por las formas populares se demuestra en sus charadas (adivinanzas), canciones y en su trabajo de recuperación de tradiciones orales y folclóricas. Sus biógrafos le atribuyen una posición de destaque en la cultura maranhense, por su presencia constante en los medios de prensa, sus publicaciones en formato libro y sus creaciones musicales, tanto de carácter erudito como popular. Su éxito, aunque limitado al ámbito local, muestra su habilidad para imponerse en un campo cultural en el que no solo la presencia de mujeres era extraña, sino que quienes gozaban de prestigio cultural eran gramáticos, latinistas y helenistas. El uso del seudónimo “uma maranhense” con el que firmó Úrsula puede haber respondido a su interés por protegerse detrás del anonimato. Sin embargo, su elección sugiere la estratégica apelación a una identidad regional como locus de enunciación. Sin duda, firmar como “uma maranhense” contribuyó a minimizar la sospecha de vanidad que rodeaba a la narrativa de mujeres, al mismo tiempo que alentó el orgullo maranhense, convirtiendo la novela en una enunciación de carácter regional. Es relevante, además, notar el subtítulo con el que se publicó en 1859: Úrsula, romance original brasileiro. Respecto a la recepción de su obra, el Jornal do Commercio publicó una nota que invitaba a los lectores a “apreciarem essa obra original maranhense” (cit. en Nascimento, O negro 25). En el Jardim dos Maranhenses se celebró la publicación de Úrsula por ser un “primoroso trabalho de nossa distinta comprovinciana, a Exma Sra. D. Maria Firmina dos Reis, professora pública da Vila de Gui-

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Véase Paiva 159-160.

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marães” (cit. en Morais Filho s/p).180 También A Verdadeira Marmota apoyó la aparición de “Úrsula na literatura pátria” (cit. en Nascimento, O negro 26). Es posible, además, vincular su éxito a nivel local a la elección de temáticas y lenguajes que, emparentados con la novela gótica y el folletín melodramático, hicieron que sus textos resultaran accesibles a un público poco entrenado en la lectura. La trama de Úrsula se sirve del triángulo amoroso formado por la bella y pura Úrsula, su tío Fernando y el joven estudiante de leyes Tancredo, para enmascarar una serie de reclamos políticos. A través de la inclusión de microrrelatos, que funcionan estratégicamente como episodios que facilitan la lectura, la autora narrativiza diferentes formas de abuso y violencia a la que se encuentran expuestos los esclavizados y las mujeres. La estructura episódica resulta conveniente para el desarrollo de una trama que no se caracteriza por la acción, sino por la escenificación de diálogos en que los personajes toman la palabra para referir su historia en primera persona. Estructurada en veinte capítulos, además del prólogo y el epílogo, la novela establece una dinámica de pares en que los personajes funcionan como dobles complementarios que al duplicar una misma idea enfatizan la premisa de que la sociedad esclavista brasileña estimula la concentración de poder en manos de quienes son dueños de tierras y de esclavizados. Son ellos, representados por los personajes del padre de Tancredo y el tío de Úrsula, quienes asumen la función de villano. El padre de Tancredo encarna al tirano que abusa de su esposa y somete a su hijo. El tío, mencionado en la novela como el “comendador”, obsesionado con Úrsula la persigue y acosa, luego de haber asesinado a su padre, provocado la muerte de su madre paralítica y haberse hecho dueño de todas sus posesiones, siendo también quien ordena el asesinato de Tancredo en el momento que ambos jóvenes salen de la iglesia como recién casados. Víctimas de las acciones de estos villanos, la madre de Úrsula y la madre de Tancredo encarnan la figura de la mujer que sufre resignada ante el poder abusivo del esposo. La primera padece una parálisis que la obliga al encierro y la postración, cuya única forma de resistencia es alentar a su hija a huir del acoso incestuoso de su hermano, mientras que la segunda, a pesar de pertenecer a la élite, “chorava em silêncio e resignava-se com sublime brandura” (60). La madre de Tancredo, además, complementa a Úrsu180  También en A Moderação se utiliza la expresión “comprovinciana” para presentar a la autora de Úrsula; véase Morais Filho (s/p).

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la en la constitución de la figura de la “mulher angélica” (69), la “triste vítima” (60), “santa e humilde mulher” (60) que frente a la violencia y la brutalidad con que son tratadas buscan refugio en la religión. Este refugio se constituye tanto en el espacio físico, representado por las paredes del convento en que se oculta Úrsula, como simbólico, en la constante plegaria en que viven estas mujeres, enfatizando la situación de desprotección y aislamiento en que se encuentran. Héroes de la libertad: el joven negro y la anciana esclavizada Túlio, un joven esclavizado que es liberado por Tancredo, forma con el estudiante de leyes la pareja de héroes masculinos que se enfrentan, aunque sin éxito, al poder despiadado de los señores. Úrsula comienza con el accidente de Tancredo, quien al quedar aprisionado debajo de su caballo es salvado por Túlio. El accidente pone a Tancredo en una posición de vulnerabilidad y el esclavizado es quien asume una actitud heroica al rescatarlo.181 Ambos jóvenes se complementan para proponer, junto con la voz narrativa y la esclavizada Susana, el alegato abolicionista de la novela. Así describe la voz narrativa a Túlio: era um pobre rapaz, que ao muito parecia contar vinte e cinco anos, e que na franca expressão de sua fisionomia deixava adivinhar toda a nobreza de um coração bem formado. O sangue africano refervia-lhe nas veias; o mísero ligava-se à odiosa cadeia da escravidão; e embalde o sangue ardente que herdara de seus pais, e que nosso clima e a servidão não puderam resfriar, embalde – dissemos – se revoltava; porque se lhe erguia como barreira – o poder do forte contra o fraco! [...] E o mísero sofria; porque era escravo, e a escravidão não lhe embrutecera a alma; porque os sentimentos generosos, que Deus lhe implantou no coração, permaneciam intactos, e puros como sua alma. Era infeliz; mais era virtuoso (22-23).

181  A diferencia de la perspectiva de Gertrudis Gómez de Avellaneda, que en su novela Sab (1841) construye el personaje de un esclavo mulato con acceso al estudio de la literatura, la virtud de Túlio no se vincula a la esfera letrada; véase Aguilar Dornelles, “El esclavo”. También en Florencio Conde, escenas de la vida colombiana (1875), de José María Samper se representa una escena de un rescate en que el héroe de la guerra es salvado por un esclavizado; véase López Rodríguez 202-211. Si bien las tres novelas incorporan el tropo del “rescate” protagonizado por hombres esclavizados, Túlio presenta la particularidad de establecer con Tancredo una alianza interracial basada en la ideología antiesclavista que comparten y que es la base del vínculo de fraternidad que los une.

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Además de contradecir la representación del esclavizado como figura siniestra, dominante en la narrativa del periodo, Túlio establece el marco ideológico desde el cual la novela intenta erosionar la jerarquización que sustentaban los discursos de inferioridad racial. La voz narrativa lo aclara diciendo que en el corazón de Tancredo “ardiam sentimentos tão nobres e generosos como os que animavam a alma do jovem negro” (25), siendo Túlio el modelo de elevación moral y la base de la comparación que demuestra el carácter noble de Tancredo (Martin 11). La construcción de Reis es doblemente innovadora por establecer lazos fraternos entre un joven perteneciente a la oligarquía terrateniente y un esclavizado que reconoce su capacidad de decisión sobre el futuro. Identificándose con Tancredo, Túlio establece con él una alianza fraterna que cuestiona las jerarquías sociales y que enfatiza su postura antiesclavista. Así se expresa el joven mientras vigila el sueño afiebrado del convaleciente: –Homem generoso! único que soubeste compreender a amargura do escravo! […] […] este também era livre, livre como o pássaro, como o ar; porque no seu país não é escravo. Ele escuta a nênia plangente de seu pai, escuta a canção sentida que cai dos lábios de sua mãe, e sente como eles, que é livre; porque a razão lho diz, e a alma o compreende. Oh! a mente! isso sim ninguém a pode escravizar! Nas asas do pensamento o homem remonta-se aos ardentes sertões da África, vê os areais sem fim da pátria e procura abrigar-se debaixo daquelas árvores sombrias do oásis, quando o sol requeima e o vento sopra quente e abrasador: vê a tamareira benéfica junto à fonte, que lhe amacia a garganta ressequida: vê a cabana onde nascera, e onde livre vivera! (38-39).

Este fragmento muestra a un joven que, a pesar de encontrarse esclavizado, se reconoce como agente de su propia historia construyendo a África como locus amoenus. La alteración de las jerarquías que se propone a través de la alianza Túlio-Tancredo se refuerza con la valoración de la herencia africana, representada en la canción de la madre. La voz narradora no solo cede al esclavizado el espacio representacional para que enuncie en primera persona su alegato contra la esclavitud, sino que también le permite valorar su situación y decidir no revelarse desarrollando en su lugar formas de resistencia pacífica. Se trata de un personaje que no representa la pasividad del esclavizado ante el cautiverio, sino que estratégicamente opta por formas no violentas de contestación. Resulta significativo que sea la madre la figura –que remite simbólicamente a África–, en torno a la cual se

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celebra la memoria y se sostiene el cuestionamiento a la opresión y el cautiverio. En el desenlace de la novela, Túlio se presenta como agente de la acción al ser capturado por el tío de Úrsula para evitar que alerte a los jóvenes del atentado que planea para secuestrar a la joven y asesinar a Tancredo. El joven africano se muestra hábil para engañar a su vigilante, escapar y correr a rescatar a Tancredo. Así lo narra: Livre, Túlio deitou a correr em direitura da casa, tendo só na mente salvar a seu benfeitor e amigo (210). […] Já lhe faltava o fôlego, já as pernas se lhe atracavam de cansaço, e ele corria sempre veloz como fuzilar de um relâmpago, como o cervo que o caçador persegue (211). […] Faltavam-lhe já forças, estava aniquilado de cansaço, entretanto corria sempre [...] –São eles! – disse a si mesmo, e no ardor da sua dedicação gritou com voz que repercutiu na solidão. –Cilada, senhor... querem assassi... Dois tiros de pistola disparados ao mesmo tempo ressoaram com pavoroso estampido, e Túlio não acabou a palavra! (212).

Túlio escenifica al héroe que se enfrenta a una serie de obstáculos y arriesga su vida para salvar a quienes se encuentran en situaciones desesperadas o apremiantes. Sucesivamente, Úrsula, Tancredo e incluso el viejo esclavizado que lo vigila mientras se encuentra prisionero se convierten en sujetos del accionar del héroe quien se representa en constante pugna contra las fuerzas opresivas simbolizadas por el comendador. A diferencia de Tancredo, Túlio conoce la fuerza y las intenciones de su enemigo y, sin embargo, lo enfrenta. Túlio es, sin duda, el primer héroe antiesclavista de la literatura brasileña y lo hace explícito al recordar la muerte de su madre y al exclamar: “Ah! Senhor! Que triste coisa é a escravidão” (169). El gesto heroico de Túlio se vincula simbólicamente a diversas formas de heroísmo desarrolladas por esclavizados en la novela, que alcanzan su mayor expresión en la resistencia de mãe Susana frente a la violencia y la tortura. Esta anciana esclavizada se niega a informar al comendador del paradero de la joven y, acusada de engañar a su dueño, es brutalmente interrogada. Ante esta situación de injusticia uno de los hombres de la hacienda le ofrece ayuda diciendo:

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–Foge, Susana! –Fugir? não, meu senhor. Não sabeis que estou inocente? –Louca! – tornou ele, – toma meu cavalo e foge. Que importa àquela fera a tua inocência? Acaso não conheces o comendador? Susana replicou-lhe com vivo reconhecimento: –O céu vos pague tão generoso empenho; mais os que estão inocentes não fogem (187).

La anciana se muestra decidida a mantener su silencio para asegurar la huida de Úrsula. La voz narradora hace explícito, para que ningún lector distraído lo pase por alto, que se trata de una forma de heroísmo negro al decir que Susana “pediu a Deus que lhe pusesse um selo nos lábios, e o valor do mártir no coração” (191). Reis, además, interpone entre la esclavizada y su señor la figura de un sacerdote que intercede por ella pidiendo “não mandeis flagelar esta pobre velha; ela é inocente” (190), para condenar la violencia esclavista y la impotencia de las autoridades religiosas. El personaje del villano llega a su máximo despliegue como figura siniestra en esta escena en que Susana se niega a darle información. Así lo describe la voz narradora cuando descubre, por otros medios, el paradero de la joven: um sorriso infernal lhe arregaçou o lábio superior, e seu rosto ficou hediondo. –Levam-na –tornou acenando para Susana– Miserável! Pretendeste iludir-me ... saberei vingar-me. Encerrem-na em a mais úmida prisão desta casa, ponha-se lhe corrente aos pés, e à cintura, e a comida seja-lhe permitida quanto baste para que eu a encontre viva. Susana ouviu tudo isso com a cabeça baixa; depois ergueu-a, fitou os céus, onde a aurora começava a pintar-se, como se intentasse da à luz seu derradeiro adeus, e de novo volvendo para o chão, exclamou: –Paciência! (192).

Reis imprime una gran visualidad a la imagen de la mujer al describir su actitud corporal y el movimiento de su mirada. Al erguirse, la anciana recupera una posición de firmeza que refiere simbólicamente a su entereza moral y a su decisión de no someterse. La gestualidad que se le otorga al personaje contribuye a su humanización proponiendo el retrato de una mujer negra cuya nobleza y capacidad de resistencia la convierten en modelo de fortaleza y dignidad. La analogía creada entre la luz del amanecer y Susana, además, crea una novedosa asociación simbólica de raigambre iluminista entre feminidad negra y

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sabiduría que refuerza la construcción de este personaje como modelo de virtud. En el personaje de esta madre esclavizada confluyen la virtud, la abnegación y la defensa de la libertad. En la voz de esta mujer, identificada en la novela como “a preta Susana” (111), se expresa un severo cuestionamiento al alcance político de la libertad individual en una sociedad esclavista. Así, ante la declaración de Túlio “troco escravidão por liberdade, por amplia liberdade” (114) al ser liberado por Tancredo, Susana dice: –Tu! tu livre? ah não me iludas! (114) […] Liberdade! Liberdade …ah! Eu a gozei na mina mocidade! – continuou Susana com amargura. –Túlio, meu filho, ninguém a gozou mais ampla, não houve mulher alguma mais ditosa do que eu. Tranquila no seio da felicidade, via despontar o sol rutilante e ardente do meu país, e louca de prazer a essa hora matinal, em que tudo aí respira amor, eu corria às descarnadas e arenosas praias, e aí com minhas jovens companheiras, brincando alegres, com o sorriso nos lábios, a paz no coração, divagávamos em busca das mil conchinhas, que bordam as brancas areias daquelas vastas praias (115).

Al relativizar la libertad que “recibe” Túlio, Susana propone que quienes fueron esclavizados, aun después de liberados, viven en un estado precario ya que una libertad “otorgada” contribuye a enfatizar la situación de subyugación de los africanos y sus descendientes. Según Viotti da Costa, los negros y mulatos libres eran “naturally segregated in a social system that offered them few economic opportunities and excluded them from the political participation. In Brazil blacks could move up in the social scale to the point permitted by white elite” (“Slave” 295). Esta situación es la que Susana expresa con claridad, dando cuenta de su conciencia de la opresión a la que estaban sujetos los esclavizados, aun siendo liberados.182 La postura de Reis se hace eco de la defensa desarrollada por el abogado y diputado mulato Antônio Pereira Rebouças (1798-1880), quien durante los debates sobre la inclusión de la pena de muerte en el Código Cri182  De acuerdo con las Ordenações Filipinas el esclavo quedaba obligado a corresponder con un comportamiento agradecido y respetuoso hacia su dueño, pues este aun después de haberlo liberado podía revocar su libertad en caso de “ingratidão pessoal, em sua presença ou em ausência, quer seja verbal, quer de feito e real” (Campello 21).

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minal sostuvo que “os direitos inauferíveis e essenciais do homem eram sus inteligência, sua liberdade e a sua atividade” (cit. en Ribeiro, No meio 22). Susana describe la libertad como un estado de felicidad y plenitud al rememorar su vida antes de ser esclavizada. Contrariamente a la construcción de Europa como locus del conocimiento y la civilización, en su relato África se constituye en locus amoenus. El lenguaje vívido y los detalles de la narración hábilmente entrelazan la experiencia personal y la experiencia diaspórica de los africanos. Así lo expresa la anciana: E esse país de minhas afeições, e esse esposo querido, essa filha tão extremamente amada, ah! Túlio tudo me obrigaram os bárbaros a deixar! Oh! Tudo, tudo até a própria liberdade! […] dois homens apareceram, e amarraram-me com cordas. Era uma prisioneira – era uma escrava! Foi embalde que supliquei em nome de minha filha, que me restituíssem a liberdade: os bárbaros sorriam-se das minhas lágrimas, e olhavam-me sem compaixão. […] Meteram-me a mim e mais trezentos companheiros de infortúnio e de cativeiro no estreito e infecto porão de um navio. Trinta dias de cruéis tormentos, e de falta absoluta de tudo quanto é mais necessário à vida passamos nessa sepultura até que abordamos as praias brasileiras. Para caber a mercadoria humana no porão fomos amarrados em pé para que não houvesse receio de revolta, acorrentados como animais ferozes das nossas matas, que se levam para recreio dos potentados da Europa. Davam-nos a água imunda, podre e dada com mesquinhez, a comida má e ainda mais porca: vimos morrer ao nosso lado muitos companheiros à falta de ar, de alimento e de água. É horrível lembrar que criaturas humanas tratem a seus semelhantes assim e que não lhes doa a consciência de levá-los à sepultura asfixiados é famintos! (énfasis en el original, 115-117).

Susana enuncia la penosa y traumática experiencia de la pérdida de su familia y su posterior cautiverio en Brasil. La expresión de una intensa vida afectiva sumada a su capacidad de análisis y de concientización política convierte a Susana en la primera figura de una mujer negra con rasgos heroicos de la literatura latinoamericana. Además, el desplazamiento del sujeto de enunciación desde un “yo” hacia un “nosotros” apela a la construcción de una comunidad que comparte el trauma del cautiverio, estableciendo a mãe Susana como vocero de la diáspora africana, cuya memoria se proyecta hasta nuestros días en lo que Curiel ha conceptualizado como perspectiva “afrocéntrica” (170).

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La representación de Túlio y Susana no solo antagonizan con la construcción del esclavizado como perverso presente en la obra de escritores como Joaquim Manuel de Macedo y José de Alencar, sino que también propone al esclavizado como modelo de heroísmo.183 El reconocimiento de lazos ideológicos y fraternos entre Túlio y Tancredo, así como también entre Úrsula y Susana, posibilita que se proponga una identificación entre ellos. Sin embargo, Reis va aún más allá al destacar la talla heroica de una anciana africana que se convierte en el pilar de resistencia frente al poder esclavista. A través de la construcción de figuras masculinas que amalgaman poder y perversión, Reis ofrece una narrativa en la que se destaca la heroicidad femenina y negra en clave maternal. La única gesta heroica propuesta por la novela es la desarrollada por los esclavizados, ya que Úrsula y Tancredo (y sus madres) son representados como cuerpos débiles y frágiles que asumen la posición de víctimas. Esta heroicidad no se presenta con la grandiosidad del héroe épico, sino que se reviste de las múltiples formas de microrresistencia desarrolladas a diario por mujeres esclavizadas para sobrevivir y, en muchos casos, salvar a sus hijos de los rigores de la esclavitud. Eduardo de Assis Duarte acertadamente sostiene que “Úrsula não é apenas o primeiro romance abolicionista da literatura brasileira […] é também o primeiro romance da literatura afro-brasileira, entendida esta como produção de autoria afro-descendente, que tematiza o assunto negro a partir de uma perspectiva interna e comprometida politicamente em recuperar e narrar a condição do ser negro” (“Maria” 279). Susana constituye un modelo de heroicidad maternal que, habiendo perdido a sus hijas cuando fue secuestrada en África, se representa como la madre simbólica de Túlio y de Úrsula. A ese respecto, la “originalidade revolucionaria” de la novela (Nascimento, O negro 16) se concentra en la construcción subversiva de una mujer negra como símbolo de nobleza y compromiso político en una sociedad en la que la ley no ofrecía garantías. En el desenlace, la voz narradora aclara: “a justiça, se a pintam vendada, completamente cega ficou, e os assassinatos do apaixonado mancebo e do seu fiel Túlio impunes. […] as pesquisas da justiça cansaram de mistérios e tergiversações e também foram abandonadas” (231). La literatura asume para Reis la tarea de corregir los errores de las instituciones de justicia que no protegían a las mujeres y reforzaban la dominación esclavista. 183  Respecto a la presencia de figuras negras en el teatro de Alencar, consúltese Aguilar, “Entre la espectacularización”.

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La mujer abolicionista y la madre esclavizada: la contienda por la voz En la década de 1880, cuando el movimiento abolicionista brasileño se consolidaba como fuerza política organizada, Reis dejó el puesto de primeira mestra régia para fundar la primera escuela gratuita y mixta de Guimarães, en Maranhão. Al parecer, estaba trabajando en esta escuela cuando publicó en la Revista Maranhense el cuento abolicionista “A escrava (1887), que comienza así: Em um salão onde se achavam reunidas muitas pessoas distintas, e bem colocadas na sociedade e depois de versar a conversação sobre diversos assuntos mais ou menos interessantes, recaiu sobre o elemento servil. O assunto era por sem dúvida de alta importância. A conversação era geral: as opiniões, porem, divergiam. Começou a discussão. –Admira-me, disse uma senhora, de sentimentos sinceramente abolicionista, faz-me até pasmar com se possa sentir, e expressar sentimentos escravocratas, no presente século, no século dezenove! A moral religiosa, e a moral cívica aí se erguem, e falam bem alto esmagando a hidra que envenena a família no mais sagrado santuário seu, e desmoraliza, e avilta a nação inteira! (241).

El marco narrativo coloca, así, a la mujer abolicionista en un ambiente de distinción, otorgándole una posición destacada en el debate político, ya que no teme tomar la palabra y defender sus ideas. Como he analizado en el capítulo anterior, el tropo de la esclavitud como “mancha” vergonzosa fue utilizado por los abolicionistas a modo de leitmotiv para provocar empatía y reforzar alianzas emotivas hacia los esclavizados. La narradora del cuento también intenta avergonzar a los defensores de la esclavitud diciendo: “O senhor, que papel representa na opinião social? O senhor é o verdugo – e esta qualificação é hedionda. Eu vou narrar-vos, se me quiserdes prestar atenção, um fato que ultimante se deu. Podereia citarvos uma infinidade deles, mais este basta, para provar o que acabo de dizer sobe o algoz e a vítima” (242-243). La abolicionista contradice la visión propuesta por Joaquim Manuel de Macedo en su novela As vítimas-algozes (1869), en la que los esclavos son vistos como crueles “verdugos” de la sociedad.184 Además, al crear un interlocutor intradiegético masculino al que la narradora se enfrenta, el cuento genera múltiples instancias 184 

Sobre As vítimas-algozes, consúltense los trabajos de Abreu y Amaral.

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de conflicto para demostrar la valentía de la mujer al defender su postura política. Se trata de la escenificación de tres instancias de desafío protagonizados por la narradora quien confronta a un mayoral que persigue a una esclavizada fugitiva, al dueño de la mujer y a sus oyentes en la tertulia. En un periodo que privilegiaba la narrativa didáctica y moralizadora, Reis construye un sujeto femenino en control de su enunciación para promover la “elevación moral” de sus lectores.185 En el cuento, la vergüenza se proyecta hacia los individuos que defienden la esclavitud y se enriquecen a través del trabajo esclavo. Así lo expresa la narradora: a escravidão [...] é, e sempre será um grande mal. Dela decadência do comercio; porque o comércio, e a lavoura caminham de mãos dadas, e o escravo não pode fazer florescer a lavoura, porque o seu trabalho é forçado. Ele não tem futuro, o seu trabalho não e indenizado; ainda dela nos vem o opróbio, e a vergonha, porque de fronte altiva e desassombrada não podemos encarar as nações livres, por isso que o estigma da escravidão, pelo cruzamento das raças, estampa-se na fronte de todos nós (242).

La mujer abolicionista se muestra informada de las corrientes ideológicas de su tiempo, alineándose con los discursos que alertaban sobre el “atraso” que suponía el mantenimiento del trabajo esclavo. La mujer narra para sus oyentes, que permanecen en silencio, la historia de mãe Joana, una esclavizada que vio correr mientras “quebrara a solidão com seus ais lamentosos, com gemidos magoados, com gritos de suprema angústia (243). El aspecto desprotegido y angustioso de la fugitiva contrasta con su perseguidor, descrito por la narradora como “de cor parda, de estatura elevada, largas espáduas, cabelos negros, e anelados. Fisionomia sinistra” (244). Ante la aparición de este hombre “que brandia, brutalmente, na mão direita um azorrague repugnante; e da esquerda deixava pender uma delgada corda de linho” (244), la narradora comprende que se encuentra frente a la fuga de una esclavizada. El miedo que le produce la presencia del hombre no se limita a sus palabras y actitudes rudas, sino que se potencia por los elementos que trae consigo: el látigo y la cuerda. Sin embargo, no se deja amedrentar y decide intervenir para salvar a quien llama “minha desditosa protegida” (246). De esta manera, la narración recurre a contrastar la masculinidad beligerante representada por el esclavismo a una heroicidad (femenina) cívica y solidaria representada por el abolicionismo. 185 

Sobre el carácter pedagógico de la novela, véase França, “O negro” 101.

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Engañando al perseguidor sobre el paradero de la esclavizada, lo aleja del lugar antes de que aparezca en escena el joven esclavizado Gabriel en busca de su madre. Así lo describe la narradora: [seu] corpo seminu mostrava-se coberto de recentes cicatrizes; entretanto sua fisionomia era franca, e agradável. O rosto negro, e descarnado; suposto seu juvenil aspecto aljofarado de copioso suor, seus membros alquebrados de cansaço, seus olhos rasgados, ora lânguidos pela comoção de angústia que se lhe pintava na fronte, ora deferindo luz errante, e trêmula, agitada, e incerta traduzindo a excitação, e o terror, tinham um quê de altamente interessante. No fundo do coração daquele pobre rapaz, devia haver rasgos de amor, e generosidade (247).

Virtuoso y debilitado por los duros tratos que recibe, Gabriel se presenta como figura feminizada, al punto que la narradora exclama: “despertou-me compaixão” (247). Es Gabriel quien relata la fuga de Joana en los siguientes términos: “Estava no serviço, coitada! Minha mãe caiu, desfalecida; o feitor lhe impôs que trabalhasse, dando-lhe açoites; ela deitou a correr gritando” (248). A partir de este momento la narradora se constituye en protectora de Joana y Gabriel, a pesar de reconocer que se estaba exponiendo a ser castigada ya que la “lei que infelizmente ainda perdura” (251) prohibía dar refugio a esclavos fugados. Así, dice la narradora: “tomei com coragem a responsabilidade do meu ato” (251).186 No duda en ayudar a Joana una vez que reconoce que se encuentra frente a una madre y su hijo ilegalmente mantenidos cautivos por uno de sus vecinos, el señor Tavares do Cajui. La narradora cuenta: “eu já me havia constituído então membro da sociedade abolicionista da nossa província, e da do Rio de Janeiro. Expedi de pronto um próprio à capital” (252).187 Reis muestra la eficacia de las organizaciones abolicionistas para refugiar y comprar la libertad de esclavos que huían, colocando en el centro de la acción un personaje femenino que no teme enfrentarse con hombres violentos y poderosos. Así, le promete a Joana: “estas em segurança pobre mulher, […] tu, e teu filho estão sob a minha proteção. Descansa, aqui ninguém 186  La Lei dos Sexagenários o Lei Saraiva-Cotegipe, promulgada en 1885, concedía la libertad a esclavos mayores de sesenta años, pero castigaba duramente a quienes refugiaban a esclavos huidos. 187  Según Alonso, por lo menos “18 associações de mesmo padrão apareceram de meados dos anos 1860 até 1871, 3 na Bahia; 2 no Ceará, 2 em Pernambuco; Maranhão, Amazonas e Piauí ficaram com uma cada” (“Associativismo” 175).

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lhes tocara com um dedo” (254). La alianza solidaria que se establece entre la esclavizada y la abolicionista muestra las jerarquías sociales que separaban a las dos mujeres, pero también la incorporación de la mujer a las organizaciones políticas. Es significativo que la abolicionista no pida ayuda a miembros masculinos de la organización o de su familia; por el contrario, resuelve la situación de manera rápida, eficaz e independiente, poniendo de relieve su poder de decisión y su libertad de acción. Nada sabemos de la narradora, quien cede el espacio narrativo a Joana y Gabriel para que enuncien por sí mismos la experiencia del cautiverio. A pesar de encontrarse gravemente enferma, Joana se esfuerza por narrar su propia historia, así, cuando su hijo intenta hablar por ella le interrumpe diciendo “ainda posso falar” (254). Agrega, luego: “antes que a morte me cerre os lábios para sempre... deixa-me morrer amaldiçoando os meus carrascos” (257). Joana cuenta que su padre era de “raça índia” (254) y que cuando ella tenía cinco años consiguió la suma para comprar su libertad, mientras su madre permanecía esclavizada, pero fue engañado por su dueño. Lo relata en los siguiente términos: Meu pai não sabia ler; de agradecido beijou as mãos daquela fera. Abraçou-me, chorou de alegria, e guardou a suposta carta de liberdade. Então furtivamente eu comecei a aprender a ler, com um escravo mulato, e a viver com alguma liberdade. […] aquela suposta carta de liberdade era um fraude; nunca deu a ler a ninguém, mas, minha mãe [...] tomou o papel, e deu o a ler, aquele que me dava lições. Ah! Eram umas quatro palavras sem nexo, sem assinatura, sem data! (254).

El drama de Joana se agrava cuando es separada de sus hijos, Urbano y Carlos, al ser vendidos a un traficante. De esta manera, Reis incluye un comentario sobre la intensificación del tráfico interno y sobre las frecuentes fugas de esclavos que, tanto de forma individual como organizadas por abolicionistas, desestabilizaban la continuidad del sistema esclavista.188 La escena de separación de la madre de sus hijos pequeños, que le son arrebatados mientras duerme, logra un efecto de gran dramatismo y enfatiza el valor de la familia para la mujer esclavizada. Reis describe así la lucha de la madre con los traficantes: 188  Sobre el tráfico interno entre provincias en la segunda mitad del siglo xix, véase Araújo, “A persistência” 241-251.

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Corri para meus filhos, que dormiam, apertei-os ao coração. Então senti um zumbido nos ouvidos, fugiu-me a luz dos olhos e creio que perdi os sentidos. Não sei quanto tempo durou este estado de torpor; acordei aos gritos de meus pobres filhos, que arrastavam pela saia, chamando-me: mamãe! mamãe! [...] Ele, e o feitor arrastavam sem coração, a os filhos que se abraçavam a sua mãe. (257)

Reis incorpora, así, dos nuevos elementos a su denuncia antiesclavista. Por una parte, la protagonista es una fugitiva cuya acción muestra su capacidad de resistencia, aun estando gravemente enferma. Al refugiarla en su casa, la abolicionista le ofrece la oportunidad de morir en sus propios términos rodeada de personas que la consideran dueña de una historia que debe ser preservada. Por otra parte, crea un ambiente en el que la mujer ilegalmente esclavizada recupera su dignidad como sujeto de una narrativa de resistencia heroica ante la opresión. A través de la narración de su experiencia, Joana asume una postura de contestación, ya que deja de ser objeto de explotación y pasa a ser sujeto de enunciación. Más aun, la autora permite al personaje asumirse como madre, perspectiva fundamental para la construcción de una identidad “mujer” en el siglo xix. Contradiciendo a la literatura dominante que le negaba a la mujer negra o afrodescendiente la imagen de “mulher-mãe, perfil que aparece tantas vezes desenhado para as mulheres brancas em geral” (Evaristo, “Literatura” 23), Reis ofrece el espacio simbólico para que la mujer esclavizada se autodefina y se construya discursivamente como sujeto de su propia historia estableciendo los lazos familiares desde los que construyen una subjetividad disidente. Elocuentemente, Joana muere contando su historia y en brazos de su hijo. En su estudio sobre el debate en torno a la pena de muerte y su implementación en el código penal brasileño, João Luiz Ribeiro incorpora declaraciones de esclavos que, al ser interrogados, manifestaron su deseo de comunicar su historia en sus propios términos. Por ejemplo, un esclavo llamado Agostinho fue acusado en 1855 de haber cometido robo y asesinato. Al ser interrogado, Agostinho se negó repetidas veces a responder las preguntas del juez. En su lugar, decía con orgullo que no era un ladrón, agregando “o que tenho a dizer é falar o que tenho dentro do meu coração” (cit. en Ribeiro, No meio 232).189 Me-

189  La población seguía con interés el desarrollo de los eventos en las cortes, ya que las declaraciones aparecían en la prensa, como, por ejemplo, en el Jornal do Commercio y el Correo Mercantil; véase Ribeiro, No meio.

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diada por el copista, la voz de Agostinho fue retenida por el archivo por su empecinado deseo de no atenerse a lo que se le preguntaba para, en su lugar, ofrecer una expresión genuina de su anhelo de mantener el control de su historia. Reis narrativiza este deseo de individuos esclavizados de constituirse en sujetos de enunciación. Más aún, a través de la narración de su experiencia, Joana, al igual que Agostinho, asume una postura política de contestación. Sin duda el cuento opera la transformación de la esclavizada, que deja de ser objeto de explotación y pasa a ser sujeto de enunciación. Este desplazamiento se acompaña de la transformación de la narradora, que deja de ser observadora para convertirse en participante activa en la liberación de esclavizados. Reis construye hábilmente una alianza simbólica entre Joana, quien desenmascara el engaño que la mantuvo ilegalmente esclavizada, y la abolicionista que interviene para corregir la injusticia. La maternidad conforma el núcleo de reivindicación política de las mujeres que se unen en el esfuerzo por liberar a Gabriel. La autora también se muestra conocedora de la reforma legal, ya que la Lei do Ventre Livre de 1871 estableció el derecho de los esclavos a comprar su libertad a través del ahorro de un pecúlio. Esta posibilidad legalizó la práctica de liberación de esclavos a través de donaciones, lo cual estimuló que las organizaciones abolicionistas desarrollaron diversas campañas de recaudación de fondos para comprar alforrias. Además de vigorizar la movilización abolicionista, que dejó de limitarse a los espacios de la élite, la ley de 1871 limitó el poder de los dueños de esclavos, ya que no requería que estuviera de acuerdo o autorizara la venta.190 Reis narrativiza esta situación, ya que la mujer abolicionista sorprende al dueño de Gabriel con los documentos requeridos para su liberación. Dice el cuento que la mujer le entregó “um volume de papeis subscritados e competentemente selados” (262), y el hombre “[r]asgou o subscrito, leu-os. Nunca em sua vida tinha sofrido tão extraordinária contrariedade (262). En el desenlace, se presenta a la abolicionista triunfante interrumpiendo el alegato contra la Lei do Ventre Livre del hombre diciendo: –Desculpe-me, senhor Tavares, disse-lhe: Em conclusão, apresento-lhe um cadáver e um homem livre. Gabriel ergue a fronte, Gabriel es livre! O senhor Tavares, cumprimentou, e retrocedeu no seu fogoso alazão, sem dúvida alguma mais furioso que um tigre (262). 190 

Al respecto, consúltense Chalhoub, “Slaves” y “The Precariousness”.

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La furia del señor Tavares revela su impotencia ante la maniobra de la mujer que amparada por la ley consigue la liberación de Gabriel. A través de la alianza entre Joana y la abolicionista, Reis resignifica el tropo del rescate del esclavizado, crucial para el abolicionismo, convirtiéndolo en una esfera de acción exclusivamente femenina. El esfuerzo de mãe Joana se ve doblemente recompensado: por la libertad con la que cuenta su historia y por la restitución de su identidad como madre. Este personaje, al igual que mãe Susana, funda una narrativa que valoriza el rol de madre como espacio de heroicidad y de afirmación identitaria, pero también como territorio de conflicto político, y al que para acceder la mujer esclavizada se ve obligada a desarrollar estrategias de sobrevivencia y sororidad. Debido al tono testimonial de la narración, Luiza Lobo sospecha que los personajes se basan en personas con las que Reis convivió (229). Sin duda, la ficción de Reis incorpora detalles que agudizan el efecto de verosimilitud haciendo de mãe Joana un personaje particularmente relevante para entender la experiencia histórica no solo de los hombres y mujeres esclavizados en las Américas, sino también del ambiente social, político y cultural en el que vivieron. Sin negar la dimensión biográfica del cuento, me interesa enfatizar la sofisticada construcción de figuras femeninas verosímiles cuyos rasgos heroicos se vinculan a prácticas cotidianas de resistencia y al reclamo de su derecho a ser consideradas madres. Maria Firmina dos Reis y la literatura abolicionista Norma Telles señala en su fundamental estudio de la literatura abolicionista escrita por mujeres que “até a década de 70 do século passado, são poucos os escritos abolicionistas mencionados nas antologias. Nunca nelas se inclui os artigos, panfletos ou livros de autoria de escritoras. A mulher, no entanto, desempenhou um papel ativo nas lutas contra a escravidão assim como escreveu a respeito dela, fazendo propaganda abolicionista” (“Rebeldes” 75). La maestra y periodista Narcisa Amália de Campos (1863-1924), quien comenzó a publicar desde la década de 1870 en la prensa de Río de Janeiro, es una de las autoras que Telles ubica como abolicionista junto a Maria Firmina dos Reis y Julia Lopes de Almeida. Sin duda, algunos textos de Narcisa Amália y Almeida muestran las preocupaciones antiesclavistas de estas escritoras. Sin embargo, la perspectiva ideológica desde la cual construyen a los esclavizados, así como su conceptualización de la identidad racial,

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difiere radicalmente de la propuesta por Reis. Además, es necesario ubicar la producción de estas autoras en un campo cultural en el que el influjo romántico contribuía a estimular la manipulación de la figura del esclavizado, que, en tanto símbolo del sufrimiento, exacerbaba el pathos de la obra.191 Narcisa Amália, nombre de pluma adoptado por la escritora, publicó la colección de poesía titulada Nebulosas en 1872. El tono melancólico que caracteriza su poesía intensifica el patetismo de su poema “O Africano e o Poeta”, el cual gozó de popularidad y se convirtió en una composición musical conocida como modinha. Este poema se estructura como un diálogo entre un esclavizado “que outrora foi bravo” (Nebulosas 132) y cuyo “canto tristonho” (Nebulosas 130) es escuchado por el poeta, único que puede entender y hacerse eco del dolor del cautivo. Dice el esclavizado en el poema: –Deixei bem criança Meu pátrio valado, Meu ninho embalado Da Líbia no ardor; Mas esta saudade Que em túmido anseio Lacera-me o seio Sulcado de dor (Nebulosas 130).

De gran musicalidad y ritmo ágil, producido por los versos breves y la rima consonante, este poema incluye performativamente el canto de un esclavo que enuncia su nostalgia por la tierra africana y su dolor ante el cautiverio.192 Sin embargo, es en el poeta en quien recae la autoridad enunciativa, resaltando la función del escritor como intérprete y mediador cultural. De este modo, la poesía de Narcisa Amália se inscribe dentro de las coordenadas de la estética romántica para la cual la figura de un emasculado hombre esclavizado se mostraba útil 191  Véase la discusión planteada por Jean Marcel Carvalho França, quien sostiene que la “década de 60 consolida em definitiva a presença do negro na poesia nacional. Não só em ração da estreia do poeta baiano Castro Alves, responsável pelo culminar da chamada poesia africana entre nós, mas também em virtude do aparecimento de alguns trabalhos, anteriores a essa estreia” (Imagens 47). França delimita en ese estudio las coordenadas de la aparición del “negro” como assunto poético en la literatura brasileña; véase Imagens. 192  Siguiendo la tipología creada por França, esta construcción corresponde al “escravo melancólico” presente en la poesía de Manuel Odorico Mendes, Bernardo Guimarães y Castro Alves (Imagens 38-60).

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como alegoría de la precaria situación de la escritora en la sociedad brasileña. Algunos años antes de la consagración de Narcisa Amália como poeta, Maria Angélica Ribeiro publicó la pieza teatral Cancros sociais (1866). Recurriendo a la imaginación melodramática, esta obra pone en escena la situación de una madre esclavizada separada de su hijo por la acción inescrupulosa de un traficante que los vende cuando ya habían sido liberados. La trama se centra en la familia de Eugênio, un negociante próspero, honesto y buen padre de familia que decide obsequiar a su hija, que cumple 16 años, con la liberación de una esclavizada. Sin embargo, al reconocer en Marta, la esclavizada cuya libertad compra, a la madre de la que había sido separado siendo pequeño, prefiere fingir no conocerla por temor a ser rechazado por su esposa. A pesar de que la pieza presenta un trasfondo antiesclavista, a través de enfatizar la perspectiva de Eugênio, quien dice con orgullo “em minha casa não há cativos, todos os meus servos são pessoas livres” (301), esta obra es un alegato contra el sometimiento social de la mujer que se ve presa de un esposo abusivo. Matilde, mujer divorciada e infeliz, funciona como alter ego de la autora constituyéndose en la figura central de la obra al recuperar los documentos que prueban que Marta había sido liberada antes del nacimiento de Eugênio, salvando a este del estigma social que hubiera tenido que sufrir por haber sido esclavizado.193 La pieza de Ribeiro comparte con la construcción de Reis la incorporación de una figura femenina que a pesar de ser esclavizada es virtuosa. Sin embargo, la madre construida por Ribeiro presenta cierta ambigüedad. Marta, quien “educo-se com a filha da sua senhora no mesmo colégio, e aprendeu tudo quanto aquela estudou […] até música e desenho!” (360), es una mujer inteligente y sumisa, llena de amor por su familia, a pesar de que su hijo finge no reconocerla.194 Es, además, orgullosa de su honradez y así lo expresa: “vale mais a mediania, a pobreza mesmo, honrada, do que a opulência adquirida por meios reprovados pelas leis e pela moral” (409). Sin embargo, la representación del cuerpo de la mujer negra responde a los paradigmas tradicionales que lo veían como una amenaza a la familia burguesa y como una provocación sexual para el hombre, ya que Marta despierta 193  Para una discusión detallada sobre Cancros sociais, véase Aguilar, “Teatro y sororidad”. 194  Marta e Isaura se construyen como mujeres de esmerada educación y estándares morales. Este “blanqueamiento” de la figura de la esclavizada es el requisito para que pueda operar como modelo de virtud en las construcciones de Ribeiro y Guimarães.

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celos en la esposa de Eugênio al punto que amenaza abandonarlo. Por último, es notorio el interés de Ribeiro por establecer un diálogo con la representación de la mujer esclavizada como cuerpo sacrificial propuesta por José de Alencar en la pieza teatral Mãe (1860), quien puso en escena a Joana, una esclavizada que vive con un joven estudiante de medicina llamado Jorge. A pesar de que Jorge siente afecto por Joana, ante el endeudamiento de su futuro suegro decide venderla para evitar la deshonra. A través del doble sacrificio de Joana, que primero se ofrece voluntariamente a ser vendida y luego de descubierto su secreto (que Jorge es su hijo) se suicida, Alencar intervino en los discursos de idealización de la figura materna para enfatizar el rol doméstico de la mujer. Así lo aclara en el prólogo de la obra: “rainha ou escrava, a mãe é sempre a mãe” (293). De este modo, la maternidad se integra a una configuración arquetípica femenina cuyo costo simbólico es la desaparición de la mujer esclavizada y la deshonra del hijo (Aguilar, “Entre la espectacularización” 42). Estratégicamente, como Ribeiro pudo percibir, Alencar no procura someter a la mujer negra a ideales de sacrificios y abnegación, ya que en su condición de esclavizada estaba forzada a obedecer, sino que intenta promover modelos femeninos de domesticidad. Joana, al igual que Marta, sufre el borramiento de su identidad racial en función de probar la “tesis” que interesa a los autores: la competencia de la mujer para ser árbitro de su propio destino. Contrariamente a la construcción de la mujer negra como madre amorosa y abnegada que se encuentra en los textos de Reis, ciertos textos que han sido considerados por la crítica como abolicionistas la representan objetivada, dotadas de cuerpos hipersexualizados y perversos. A escrava Isaura (1875), de Bernardo Guimarães, reconfigura el modelo victoriano de la domesticidad basado en el ángel del hogar al dotar a la hija de una mujer esclavizada y un portugués de los atributos tradicionalmente imputados a las mujeres de clase privilegiada en la sociedad brasileña.195 Isaura “sem o querer sobressaia entre as outras, bela e donosa, pela correção e nobreza dos traços fisionômicos e por certa distinção nos gestos e ademanes. Ninguém diria, que era una escrava” (Guimarães 57). La belleza y educación de Isaura contribuyen a su blanqueamiento para enfatizar la injusticia de su cautiverio que, a modo de leitmotiv, estructura el melodrama de que se sirve el 195  Giovana Xavier plantea en su excelente estudio sobre los estereotipos utilizados para representar a la mujer negra en la literatura del periodo que, aunque Isaura representa simbólicamente el éxito del blanqueamiento, también tiene rasgos que la asocian a una “peligrosa” herencia africana (98).

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autor para narrativizar la tensión entre dos modelos económicos: el agrícola latifundista representado por Leoncio y el liberal progresista interesado en modernizar el país representado por Álvaro. Estos dos modelos, además, representan dos regiones geográficas en pugna: Leoncio cercano al ambiente de la capital del Imperio y Álvaro, nacido en Recife. En una novela estructurada en torno al antagonismo entre estos personajes masculinos, la figura de la esclavizada funciona como elemento de promoción de las ideas del autor en torno a la modernización. La construcción de Isaura sirve, así, para reafirmar la sumisión de la mujer y enfatizar en el atraso que representa la continuación de la explotación esclavista para el desarrollo económico del país. Charles Martin acierta al afirmar que Úrsula debe ser considerado un texto abolicionista, más aún que la novela de Guimarães porque no solo denuncia la violencia del sistema esclavista, sino que también presenta una estética sobre la negritud. Martin sostiene que Reis “propõe uma nova visão do passado africano, respeita a alma africana e a vivência do negro no Novo Mundo” (10). La novela A familia Medeiros (1892) de Julia Lopes de Almeida, considerada abolicionista por Telles, también incorpora el debate por la abolición de la esclavitud como telón de fondo en el que se enfrentan dos personajes que representan modelos económicos en pugna.196 Como Telles acertadamente reconoce, Almeida se interesa por discutir el papel de la mujer en la perpetuación de la institución esclavista y las oportunidades que la pequeña empresa brinda a la mujer para su autonomía financiera (“Rebeldes” 80-82).197 Al ubicarse durante el periodo de transición del trabajo esclavo al remunerado en una provincia en que la producción cafetalera y la inmigración europea incentivaba transformaciones políticas y económicas, la autora estratégicamente construye una figura femenina como símbolo de modernidad. Eva encarna el ideal de nación moderna imaginado por la élite: es educada, segura de sí misma, honesta, respetuosa del trabajo de sus colonos y eficiente en 196  Esta fue la primera novela escrita por Almeida, publicada primero en forma de folletín en la Gazeta de Noticias de Río de Janeiro en 1892 y luego en formato libro en 1893. La trama se ubica en Campinas, en la región rural de São Paulo en la época de fugas masivas de esclavos que contaron con apoyo de grupos abolicionistas; véase Telles, “Introdução” 13-17. 197  Almeida publicó más de cuarenta títulos, entre novelas, cuentos, teatro, artículos periodísticos, crónicas, ensayos, conferencias y libros de lectura dedicados a niños en edad escolar y adultos poco escolarizados. Entre sus libros de lectura se encuentran: Contos infantis (1886), Histórias de nossa terra (1907), A árvore (1916), Era uma vez (1917) y Jornadas no meu país (1920).

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la administración de recursos. Eva es, además, abolicionista, siendo la única con la suficiente entereza para oponerse a su tío Medeiros, quien representa simbólicamente a la oligarquía esclavista. Así, al narrativizar el linchamiento de un juez y la fuga masiva de esclavos que en 1887 atrajo la atención de la población siendo constantemente debatida en la prensa, la autora enmarca el conflicto familiar en el debate que dividía a la sociedad brasileña.198 A familia Medeiros narra el levantamiento de esclavos enfatizando la violencia a la que recurrían “homens enraivecidos e capaces de tudo para satisfazerem seus fins” (202), recurriendo a la figura, tan presente en el imaginario de la época, del esclavizado que ataca a la familia de sus dueños. La novela relata que Otávio, el hijo y heredero de Medeiros, intenta detener el alzamiento cuando “um tiro disparado de entre a escuridão da noite cravou-lhe nas costas uma bala” (202). El ataque por la espalda remite claramente a una acción innoble del esclavizado Jacinto, quien es poco después aprisionado y llevado a la “prisão” (207). Además de incorporar la imagen del hombre esclavizado como criminal, la novela proyecta alegóricamente el cuerpo del esclavista como vulnerable. Este evento habilita la aparición de Joana, una esclavizada anciana y paralítica madre de Jacinto y “ama-de-leite” de Otávio.199 La representación de Joana recurre a estrategias de animalización convirtiendo a la mujer negra en un cuerpo anómalo y repulsivo. Dice la voz narradora que el hombre que velaba por Otávio “[o]uviu gritos dolorosos, numa voz tremida de mulher e a bulha de um corpo que se arrastrava no assoalho. Voltou-se: era a ‘mamã’ de Otávio, a pobre negra velha, que ia como réptil, com o ventre encostado no chão, as pernas mirradas pela paralisia” (205). La anciana esclavizada corresponde en la estructura alegórica a las fuerzas atávicas que reducen a la mujer al servilismo y que reproducen hijos “enfermos”, sean estos criminales como Jacinto o débiles como Otávio.

Las fugas masivas organizadas a finales de la década de 1880 por Antonio Bento (1843-1889) en São Paulo ganaron visibilidad nacional e impulsaron el debate por la abolición. Por ejemplo, la noticia de la fuga de ciento cincuenta esclavos de diversas haciendas de Capivari (SP) que se dirigían a São Paulo apareció en el número del 29 de octubre de 1887 de la Revista Illustrada. La novela de Almeida incluye en nota a pie de página un homenaje al abolicionista, al decir: “O nome glorioso do Dr. Antonio Bento, o denodado, o grande abolicionista de São Paulo, foi alvo de todas injurias de que tem agora a recompensa na gratidão popular” (410). 199  Sobre la representación de la figura de la ama de leite en las artes visuales, véase el fundamental trabajo de Kimberly Cleveland, Black Women Slaves Who Nourished a Nation: Artistic Renderings of Wet Nurses in Brazil. 198 

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Asociada a la función pedagógica de la literatura, esta novela de Almeida busca “redimensionar o valor das funções domésticas femininas, sobretudo a função maternal, ressaltando a importância da mãe, enquanto educadora (moralizadora, civilizadora) dos futuros homens e mulheres de bem da nação” (Roncador, “O demônio” 97). Más cercana a la perspectiva ideológica presente en O demônio familiar de José de Alencar y As vítimas-algozes de Joaquim de Macedo que a la de Reis, Almeida coloca al lector frente a una maternidad anómala y perversa que no reconoce los lazos “naturales” que la unen a su progenie.200 Así describe la voz narrativa la vida afectiva de la ama-de-leite: Mas não era ao filho preto, das suas próprias entranhas, a quem a paralitica queria mais. Entre os dois, preferia o branco, nascido dos seus senhores, a quem amamentara e cuja importância e beleza a enchiam de orgulho (207). A razão dessa absurda anomalia residia talvez no próprio horror da escravidão (207). […] Entre as escravas era isso frequente [...] a sua atenção, seu desvelo, o seu carinho convergiam para o menino branco; o preto que morresse […] era um desgraçado de menos (416). […] Por mais extraordinário e inverossímil que o caso pareça, o certo e que era assim. A doçura do amor materno, amor tanto mais cheio da sacrifícios quanto mais intenso, não lhes vibrava na alma o sentimento, ou era abafado pela voz do orgulho. E de crer, porem, que o principal motivo dessa anomalia fosse a miséria da sua condição (416).

Siguiendo discursos higienistas, Almeida condensa en esta mujer negra la anomalía física y la afectividad desviada. Al enmarcar la acción de A familia Medeiros en el contexto del abolicionismo, Almeida interviene en la legitimación de los discursos antiesclavistas y antiesclavos invitando a las mujeres educadas pertenecientes a la clase alta a asumir su posición de líderes en la esfera doméstica con el fin de controlar o mitigar los peligros que la convivencia con mujeres pertenecientes a otros grupos significaba para la familia burguesa.201 La ficción de Reis, por el contrario, restituye a la mujer esclavizada el derecho a la maternidad, reconfigurada como espacio de heSobre O demônio familiar, consúltese Paulk. Al respecto, véanse Roncador “O demônio” y “O mito”. Sobre la literatura antiesclavista y anti-esclavo, véase Haberly, “Abolitionism”. 200  201 

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roicidad. Su obra pone de relieve lo que Evaristo sostiene al decir: “a família representou para a mulher negra uma das maiores formas de resistência e de sobrevivência. Como heroínas do cotidiano desenvolvem suas batalhas longe de qualquer clamor de glórias. Mães reais e/ou simbólicas, como as das Casas de Axé, foram e são elas, muitas vezes sozinhas, as grandes responsáveis não só pela subsistência do grupo, assim como pela manutenção da memória cultural no interior do mesmo” (“Da representação” 54). Desde el tono maternal que aparece en el prólogo de su primera novela, pasando por el fundamental rol de la madre de Tulio en su construcción de una identidad africana y concluyendo en las madres esclavizadas que aparecen en su narrativa, Reis provoca un radical cambio ideológico al colocar a la maternidad como eje de su proyecto político de reivindicación racial y de género. La construcción narrativa en los textos de Reis sugiere una revisión de las coordenadas blancas y viriles en las que se inscribía el heroísmo romántico anteponiendo al “gran hombre” esas “heroínas do cotidiano” (Evaristo, “Da representação” 54), mujeres que luchaban no en la guerra o en la tribuna parlamentaria, sino en las plantaciones, en las calles y en las casas para hacer valer su derecho a ser consideradas madres y a construir lazos familiares y fraternos. Recientemente han aparecido algunos estudios, como O negro e a mulher em Úrsula de Maria Firmina dos Reis (2009) y Maria Firmina dos Reis: faces de uma precursora (2018), que han demostrado la valiosa contribución de Reis a la literatura negra brasileña y la necesidad de incorporar su obra a los estudios de la diáspora africana en Brasil. Sin embargo, la complejidad y riqueza de su obra convoca a futuros estudios que reclamen su incorporación a la historia cultural latinoamericana, en la cual la mujer negra ha sido largamente olvidada. El examen de la configuración heroica de la mujer negra que he planteado procura, por una parte, establecer puntos de contacto con preocupaciones presentes en textos de escritoras, teóricas y activistas negras en América Latina. Por otra parte, enfatiza la excepcionalidad de Reis en el campo cultural brasileño, en el cual tanto hombres como mujeres intervinieron para dar forma a las nuevas prácticas de escritura que cuestionaban las jerarquías de género, raza y clase. Incorporar la narrativa de Reis a la historia literaria latinoamericana me parece imprescindible. De otro modo estaremos no solo ignorando una pieza clave de la producción simbólica del siglo xix brasileño, sino que también nos estaremos privando de conocer la expresión genuina de una mujer con una clara visión del rol de la literatura en la

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preservación del legado cultural africano y en la defensa de la libertad como derecho inalienable de los individuos. Nuevos estudios sobre Reis, así como también sobre otras escritoras afrodescendientes de la región, como la poeta Cristina Ayala, que examino en el siguiente capítulo, pueden contribuir a una práctica feminista crítica y plural que defienda el valor político del trabajo de nuestras pensadoras, escritoras y creadoras.

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Capítulo 5 Poetas y héroes “de color”

En las semblanzas patrióticas publicadas en Patria, José Martí apeló a la maternidad para reconfigurar el protagonismo que imaginaba para la mujer cubana. En “El alma cubana” (1892), codifica en la figura de una anciana maternal “desexualizada, recia pero a la vez vulnerable, y portadora del tiempo histórico de la nacionalidad” (Lugo-Ortiz 157) su modelo de sujeto nacional. Pocos meses después, el poeta publica la semblanza “Antonio Maceo” (1893), en la que retrata a Mariana Grajales (1815-1893), madre de Antonio Maceo, como la manifestación perfecta del “alma cubana”.202 Martí la describe como una “viejecita gloriosa” que “tiene manos de niña para acariciar a quien le habla de la patria” (133). Ancianidad e inocencia se conjugan en una imagen femenina desexualizada en la que se intenta condensar el pasado de la guerra y la promesa de un futuro venturoso. Luego agrega: “habla la anciana, ardiente de las peleas de sus hijos, de sus terrores, de sus alborozos, de cuando vuelva a ser. Acurrucada en un agujero de la tierra pasó horas mortales, mientras que a su alrededor se cruzaban por el pomo sables y machetes. Vio erguirse a su hijo, sangrando del cuerpo entero, y con diez hombres desbandar a doscientos” (“Antonio” 133). A través de una intensa gestualidad, la semblanza asigna los roles específicos a la mujer, que se esconde en un agujero de la tierra, y a su hijo Antonio –léase: el héroe– creando una jerarquización que deja a la mujer oculta. Grajales es representada, en oposición a su hijo, como Como ha sido señalado en el capítulo 1, la familia Maceo Grajales se incorporó a la insurrección independentista pocos días después de iniciado el levantamiento (1868). Mariana Grajales tuvo dos hijas y once hijos, los cuales se sumaron a la revolución independentista. Además de Antonio y José, que alcanzaron altos puestos de liderazgo en el ejército, y su esposo Marcos, siete de sus hijos murieron en la guerra. Para más información sobre Grajales, consúltense Stubbs, “Mariana” y “Race”, Archer, Society, Sarabia, Historia y Torres Elers y Escalona, Mariana Grajales. 202 

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un cuerpo que no se exhibe. La figura de madre patriota creada por Martí funciona como símbolo de la nación multirracial que promueve en textos como “Mi raza”, pero también como discurso que organiza las jerarquías de género excluyendo a la mujer de instancias de protagonismo épico. Luego de la muerte en el exilio de “aquella madre de héroes” (“Mariana” 137), Martí escribe: “su pueblo entero, de ricos y de pobres, de arrogantes y de humildes, de hijos de amo y de hijos de ciervo, ha seguido a la tumba, a la tumba en tierra extraña. Murió en Jamaica el 27 de noviembre, Mariana Maceo” (“Mariana” 137). El fragmento ilustra el valor de convocatoria que el poeta atribuye a quien llama “Mariana Maceo”, no Grajales, imponiéndole el apellido de su esposo para así referirse a una heroicidad vinculada al matrimonio y a la familia. Continúa diciendo que Grajales “amaba, como los mejores de su vida, los tiempos de hambre y sed, en que cada hombre que llegaba a su puerta de yaguas, podía traerle la noticia de la muerte de uno de sus hijos” (“Mariana” 137). El deseo de ver la liberación de Cuba se muestra más poderoso que el afecto maternal, haciéndola idónea para encarnar un heroísmo patriótico desvinculado de atributos guerreros. Así lo dice: “Patria, en la corona que deja en la tumba de Mariana Maceo, pone una palabra: –¡Madre!” (“Mariana” 137). Se trata de la construcción de una maternidad patriota que funda para la imaginación heroica un modelo de mujer que contradecía otros modelos femeninos que, por entonces, surgían en torno a la “nueva mujer” gracias a la pluma y a la acción de mujeres cubanas. Ante la irrupción de un numeroso contingente de mujeres que a finales de siglo asumieron el protagonismo político y cultural, el poeta contrapone una figura heroica desexualizada –y por lo tanto no amenazante– como símbolo de las ciudadanías patriotas. A través el arquetipo de la madre se funda una figura asociada a la domesticidad que desplazada del hogar por la guerra se convierte en una especie de ángel de la manigua. Mariana Grajales responde a un ideal de madre patriota, valiente y fecunda destinada a formar ciudadanos valientes y disciplinados y, así, contribuir a regular la distribución de roles y jerarquías sociales y ordenar la vida política de la nación moderna.203 Al fijar los contornos del “alma cubana” en la mujer noble y anciana, el poeta crea una poderosa imagen que conjuga la secularización de figuras sagradas con principios moderniza203  Esta actualización de su figura como madre patriota y santa patrona tuvo fundamental relevancia en la década de 1950; véase Stubbs, “Mariana” 40-1.

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dores que intentaban moldear las subjetividades para poblar, civilizar y gobernar. La celebración de la “madre” contribuye a ocultar otras formas de heroísmo femenino construido por letradas y representado por las mambisas, es decir, las mujeres que participaron en la guerra. Además, al codificar en la figura de una mujer anciana valores morales en los que funda la identidad cubana, Martí estratégicamente desvía la atención de la masculinidad heroica representada por destacados revolucionarios afrodescendientes que asumieron posiciones de liderazgo en el ejército y en la arena política. Además de ajustarse a las coordenadas de los discursos de la domesticidad, la heroicidad que se construye en torno a Grajales refuerza el valor sagrado de la maternidad, pero subordinándolo al amor patriota. Como sostiene Jean Stubbs, “our knowledge of her is mediated through white male references and perceptions” (“Race” 99), y, por tanto, su figura se inscribe en las coordenadas patriarcales de la domesticidad y subordinación femenina.204 Dada la escasa atención prestada al heroísmo protagonizado por mujeres durante la guerra, resulta apropiado preguntarse, como lo hace Rachel Archer, si Mariana Grajales hubiera sido reconocida por el discurso oficial sin la consagración de su hijo Antonio como el “Titán de Bronce” (5). Sin duda, ambos relatos se complementan y contribuyen a distinguir claramente los cuerpos femeninos y masculinos en términos de fuerza y agresividad para demarcar el territorio específico del héroe como espacio incuestionablemente viril. Además, la figura arquetípica de la madre racialmente marcada ocupa en el imaginario cubano desde los inicios de la novela antiesclavista un lugar destacado a partir de la figura de la “ama de leche”, representada de forma brillante por Cirilo Villaverde en la novela fundacional Cecilia Valdés (1882).205 Estas figuras arquetípicas vinculadas a la maternidad negra corresponden a lo que Patricia Hill Collins llama “controlling images”. Según Collins, estas figuras “are designed to make racism, sexism, poverty and other forms of social injustice appear to be natural, normal, and inevitable parts Sobre la construcción de Mariana Grajales como la madre virtuosa y abnegada vinculada al ideal mariano, véase Archer 16-17. 205  Me refiero al personaje de la esclava María de Regla, quien amamanta a dos de las hijas de Cándido Gamboa, Cecilia y Adela, además de a su propia hija, Dolores. Adela y Dolores son “hermanas de leche” (Villaverde 303), porque “como crecieron juntas, como en realidad mamaron una misma leche, no obstante su opuesta condición y raza, se amaron con amor de hermanas” (Villaverde 303). La “madre de leche” fue concebida tanto en la ficción novelística como en los discursos higienistas como “una figura clave de contacto y comunicación entre las castas” (Ramos, “Cuerpo” 236). 204 

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of everyday life” (Black Feminist 77). En oposición a estos arquetipos tendientes a objetivizar a las mujeres afrodescendientes que participaron en la guerra e intervinieron en la espectacularización de un heroísmo patriótico, algunas mujeres cubanas evitaron representarse siguiendo las líneas de la domesticidad e intentaron negociar espacios de intervención en los relatos que inscribieron sus nombres en bronce. Concibiendo a la literatura como el espacio privilegiado para la defensa de prácticas culturales tendientes a contradecir y subvertir las imágenes que refuerzan la subordinación de género, clase y raza, este capítulo se inicia con un breve repaso a modo de contextualización de las diferentes intervenciones en la imaginación heroica desarrolladas por mujeres cubanas. A través de la participación en la guerra, la organización de clubes patrióticos, la presencia en la prensa y en mítines políticos, mujeres pertenecientes a diferentes sectores operaron reforzando o contradiciendo los discursos que las representaban a partir de la hipersexualización y la perversión, o las marginaban a posiciones domésticas de servicio y abnegación. Me detengo particularmente a examinar la obra poética de Cristina Ayala (1856-1936) enmarcándola en las coordenadas de la emergencia de la revista Minerva y de diversas organizaciones lideradas por individuos “de color”. Integrada a estas iniciativas, Ayala produjo una poesía de relevante contenido político, que al ser vehiculizada por un sofisticado lenguaje lírico negoció los límites de la masculinidad heroica. Al igual que Martí, Ayala concebía al intelectual como un soldado de las letras, pero a diferencia de este, puso su pluma al servicio de la construcción del heroísmo de la literata “de color”. El análisis de su poesía señala una construcción de la heroicidad desligada de la figura del soldado y de la madre desplazando la atención hacia formas “espirituales” de heroísmo vinculadas a la función letrada. Al igual que Maria Firmina dos Reis, Ayala se inscribe en sus textos revindicando la noción de que la literatura es un espacio productivo para la amalgama de voces y legados, pero también para negociar el protagonismo histórico de grupos que permanecen al margen de los discursos oficiales de monumentalización y reconocimiento. En la guerra y en el club Si bien el escenario de la guerra hizo posible que la mujer se integrara a la contienda y fuera, en algunos casos, interpelada como ciudadana (Prados-Torreira 74), la virilización del espacio público contribuyó a

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borrar su identidad ya que los discursos de la domesticidad le adjudicaban una posición subordinada y secundaria al hombre, dificultando que se ubicara en escenarios de heroísmo épico.206 Teresa Prados-Torreira documenta en Mambisas, Rebel Women in Nineteenth-Century Cuba las diversas formas en que las mujeres cubanas se incorporaron a la guerra ya sea ocupando espacios en la manigua, o trabajando como espías, mensajeras, proveedoras de alimentos y medicinas y organizando la recolección de fondos. Sostiene Prados-Torreira que Their collective work was crucial to the survival of the rebel army. They staffed makeshift hospitals and war supply centers; they worked as messengers and undercover agents; they organized fund-raising activities to buy weapons; they joined revolutionary clubs; they wrote pamphlets, hid ammunition, and even shot enemy soldiers and rose through milita­ ry ranks. But wars are not fought only on the battlefield. In the home, the square, the street, the country road, the hidden conuco (a small garden or field next to a humble dwelling), thousands of women took a political stand. Within their families and their communities, women created a climate that celebrated Cuban nationalism and helped shape a new society (3).

Además de documentar la relevante contribución de la mujer a la República en Armas, el estudio de Prados-Torreira plantea una revisión de la perspectiva desde la que se estudia la guerra de independencia para incluir las múltiples formas de resistencia al colonialismo español que fueron lideradas por mujeres.207 La categoría heroica se muestra permeable al conflicto y la negociación de identidades marcadas por el género, pero también funciona como matriz productiva para imaginar la participación popular. El desarrollo de una conciencia de género por parte de mujeres cubanas puede apreciarse desde los inicios de la Guerra de los Diez Años. Ana Betancourt (1832-1901), la esposa de uno de los líderes alzados, se dirigió a la asamblea de Guáimaro reunida para la redacción Estudios recientes abogan por recuperar las diferentes esferas en que la mujer participó tanto en la guerra como en la conformación de su relato; véase Miseres, “Vidas”. Respecto a la participación de la mujer en las guerras en Cuba, véanse PradosTorreira, Mora Morales y Sánchez Guerra. 207  La actividad política de mujeres cubanas no se inició con su participación en la guerra, sino que se produjo desde fechas muy tempranas a través de su participación en las rebeliones esclavas, reclamos legales y oposición a la invasión inglesa de La Habana (1762); véanse Ramos, “La ley es otra”, Stoner, “Militant”, Cowling, Conceiving y Campuzano, “Las muchachas”. 206 

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de la primera constitución declarando que se debía luchar no solo por la independencia y la abolición de la esclavitud, sino también por la emancipación de la mujer.208 Así interpeló Betancourt a su audiencia: Ciudadanos: La mujer cubana en el rincón oscuro y tranquilo del hogar esperaba paciente y resignada esta hora sublime en que una revolución justa rompe su yugo, le desata las alas. Todo era esclavo en Cuba: la cuna, el color, el sexo. Vosotros queréis destruir la esclavitud de la cuna, peleando hasta morir si es necesario. La esclavitud del color no existe ya, habéis emancipado al siervo. Cuando llegue el momento de libertar a la mujer, el cubano que ha echado abajo la esclavitud de la cuna y la esclavitud del color, consagrará también su alma generosa a la conquista de los derechos de la que es hoy en la guerra su hermana de caridad, abnegada, que mañana será, como fue ayer, su compañera ejemplar! (cit. en González Pagés 31-32).

A partir de su habilidad para establecer un lazo identificatorio con su audiencia, Betancourt integró el coro de voces que en la segunda mitad del siglo xix reclamaban, desde la oratoria y la cultura impresa una posición de autoridad desde la que articular y difundir sus ideas. La inclusión de una perspectiva reivindicativa para la mujer desde los inicios de la guerra, sin duda, debe de haber resultado atractiva para muchas de las que se sumaron a la lucha. A pesar de que durante el periodo bélico las mujeres colaboraron con los rebeldes y participaron en el ejército revolucionario, sus actividades no han sido leídas siguiendo coordenadas épicas. Lynn Stoner señala que To secure nationalist ideals, male publicists created the image of the female warrior and used women’s bravery to instruct a nation in new values, such as loyalty and sacrifice to the state. Women warriors a la cubana could fight as men, nurture as women, and stand beside their men in refusing to surrender to the Spanish Crown, all the while asking little for themselves. These women were not remembered for their individual circumstances, ingenuity, philosophical understanding of independence, or female-centered objectives. Mambisas became inspirational fetishes and examples of nationalist will and a modern orientation, but not individuals in their own right (“Militant” 73). 208  Ana Betancourt nació en Puerto Príncipe y participó en la Guerra de los Diez Años al lado de su esposo, Ignacio de Mora. Sobre la participación de Betancourt en la guerra, véase Prados-Torreira, Mambisas 82-87.

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Al asignársele el espacio simbólico del mártir, pero negándoles individualidad, se celebró un modelo “femenino” asociado al amor desinteresado y al sacrificio incondicional que al mismo tiempo borraba su participación como sujetos de su propia historia y protagonistas valiosos de la historia de su comunidad. Si la heroización de la masculinidad marcial descansa en el énfasis de una individualidad intrépida, arrojada y victoriosa, el heroísmo de las mambisas se leyó como parte del sacrificio anónimo de la masa social que seguía o acompañaba al héroe. A diferencia del “gran hombre” que se exhibe como protagonista de la historia y en torno a cuyo nombre se construye el honor de la patria, como examiné en el primer capítulo, el anonimato de la mambisa contribuye a borrar su individualidad reservándole un espacio marginal y subordinado en la epopeya nacional. Recuperar sus nombres y reconocer su participación en la organización política, en las acciones militares y en la elaboración estratégica de planes y tácticas de guerra, es necesario y contribuye a restituirles su individualidad y su identidad política. María de la Concepción (Concha) Agramonte y Boza (1834-1922), Adriana del Castillo (18491870), Candelaria Figueredo (1852-1914), Manuela Cancino (18511900), Rosa (La Bayamesa) Castellanos (1834-1907) y Amália Simoni (1842-1918), son algunas de las mujeres que Prados-Torreira incorpora a su estudio, sin embargo, muchas aún permanecen en el anonimato.209 Algunas, como Isabel Rubio (1837-1898), quien dirigió un hospital, fueron heridas durante los ataques y murieron antes de ver el fin de la guerra (Mora Morales 40). Otras, como Evangelina Cosio y Cisneros (1877-1870), fueron encarceladas en la Casa de Recogidas de La Habana, en la cual “no existía separación entre las presas comunes y presas políticas” (Mora Morales 32), para luego ser enviadas al exilio. Desde el exilio mujeres, como Emilia Casanova (1832-1897), se movilizaron para enviar armas, banderas y dinero a la causa independentista.210 También, algunas intentaron alistarse como soldados. Tal es el caso de Adela Azcuy, a quien le fue negado el permiso y debió anotarse como enfermera, lo cual no impidió que participara en cuarenta y nueve batallas y que alcanzara el rango de capitán (Prados-To-

209  Rosa “La Bayonesa” ha sido homenajeada con un monumento colocado en Bayamo, capital de la provincia de Granma, realizado por Alberto Lescay. 210  Casanova fue perseguida y ridiculizada por la prensa española en caricaturas. Se reunió con el presidente Ulysses Grant para que intercediera por Inocencio, que se presentaba ante el Congreso norteamericano para que reconociera a la República en Armas cubana.

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rreira 128). Incluso algunas provocaron cierta incomodidad entre los soldados por mostrar su coraje. De Luz Noriega, por ejemplo, se dijo que mostraba una valentía y templanza “poco natural” en una mujer (Prados-Torreira 134-135). A pesar de que se esperaba de la mujer dedicación y sacrificio por la causa independentista, esta debía ajustarse a una performance “femenina” que no amenazara la exhibición de los cuerpos viriles para quienes se reservaba el bronce. Las mambisas, en cambio, se moldearon en arcilla, sin pretensiones de que fueran recordadas o celebradas. La tertulia y el club político fueron lugares privilegiados para que las mujeres discutieran sus ideas y ensayaran su autoridad trabajando en la organización de eventos culturales en un ambiente homosocial que no amenazaba los lineamientos de la domesticidad. Estos espacios también hicieron visibles las diferencias de clase y raza que dividía a la sociedad cubana. Si bien las mujeres que se integraron a la manigua eran en su mayoría pobres y de ascendencia africana (Prados-Torreira 130), fueron escasos los clubes políticos dirigidos por mujeres negras (González Pagés 43).211 Según González Pagés, en Cuba y en el exilio se organizaron alrededor de cien clubes femeninos que apoyaron las ideas independentistas en los que las integrantes, además de trabajar en recolección de fondos y confeccionar uniformes, compartían sus discursos políticos y creaciones literarias mientras que se alentaban a concebirse como protagonistas de la historia colectiva (47). La organización de concursos de declamatoria patriótica demuestra lo importante que resultó el intercambio cultural promovido en estas reuniones en que las mujeres se sintieron motivadas a concebirse como autoridad para narrar la epopeya patriótica.212 En esos espacios homosociales pudieron desarrollar nexos de sororidad y de valorización de su labor como revolucionarias y como autoras. Al poner en circulación textos poéticos que oscilaban entre la exaltación del fervor patriótico y la enunciación de una subjetividad femenina, ciertas autoras intervinieron en la conformación del relato Por ejemplo, el Club Mercedes Varona, presidido por Inocencia Martínez, el Club Esperanza del Valle, fundado en 1896 y presidido por Edelmira Guerra de Dauval, y La Cubanita, fundado y presidido por Rita Suárez del Villar, estos dos últimos de Cienfuegos. Los clubes Céspedes y Martí y José Maceo de Nueva York y el club Mariana Maceo de Grajales de Cayo Hueso, estuvieron presididos por mujeres negras; véase González Pagés 42-43. 212  Según González Pagés, el periódico Patria otorgó espacio en sus páginas para celebrar las significativas intervenciones femeninas en oratoria y declamación patriótica (46-47). 211 

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emancipador ofreciendo alternativas a los modelos de masculinidad heroica. 213 Por ejemplo, en 1858, Luisa Pérez de Zambrana escribió “Adiós a Cuba”, poema que luego sería repetido en la guerra por los combatientes. Dice el poema: ¡Oh Cuba! si en mi pecho se apagara tan sagrada ternura y olvidara esta historia de amor, hasta el don de sentir me negaría, pues quien no ama la patria ¡oh Cuba mía! no tiene corazón (cit. en Chávez 237).

La voz poética se muestra sensible ante el lamento de la naturaleza y preparada para escuchar el llamado de la patria, creando lo que Prados-Torreira llama un “clima revolucionario”.214 El éxito logrado por Zambrana puede verse en que años después, incluso durante la república, este poema siguió siendo reconocido como canto patriótico. Ángel Huete lo considera “un himno de guerra” que representó “para un considerable número de cubanos de ambas guerras –la de 1868 y la de 1895– el alma de la cubanidad herida, el sentimiento puro, patriótico” (xix). A través de su capacidad para expresar el deseo popular, Zambrana se construye como sujeto histórico-patriótico proyectando su voz como parte significativa del devenir político de la nación. Las escritoras que comenzaron a explorar la poesía patriótica habían tenido la oportunidad de familiarizarse con la institución literaria gracias a la labor intelectual de Gertrudis Gómez de Avellaneda y su revista quincenal Álbum Cubano de lo Bueno y de lo Bello (1860). Domitila García de Coronado (1847-1938), una joven periodista, preparó la primera antología destinada a “enaltecer a las escritoras cubanas” (Campuzano, “Para empezar” 10), que dedicó como homenaje a Gómez de Avellaneda. La aparición de este esfuerzo compilatorio que reunió la obra de catorce escritoras, titulado Álbum poético fotográfico de escritoras y poetisas cubanas (1868) coincidió con el inicio de la Guerra de los Diez Años. Al constituirse en sujetos de su propia enunciación estas mujeres evitaban el anonimato que acompañaba a las mambisas constituyéndose en portadoras de un “sentir” patrio que debía ser enunciado. Véanse, García Chichester, Rodríguez Gutiérrez y Yáñez. En el original: “women undermined traditional forms of authority and thus helped foster a revolutionary climate” (4). 213  214 

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En 1891 en una velada organizada por los miembros de la Junta Revolucionaria en Nueva York, entre los que se encontraba Martí, Juana Borrero (1877-1896) recitó el poema “Esperad” en el que convoca a luchar por la emancipación cubana.215 El poema comienza así: ¡Descansan en el seno de la patria que con valor heroico defendieron oponiendo los pechos generosos del enemigo al sanguinario acero! Quizás nos culpan de mirar pasivos la agonizante convulsión de un pueblo, que pugna en vano por romper el yugo que lo mantiene, a su pesar, sujeto! Quizás ¡baldón mortal! nos juzgan cómplices del tirano, vencidos por el miedo, y al hijo espurio de la mártir Cuba fulminan ya, terrible su desprecio! (Poesía 71).

Imposible rehuir el paralelismo construido entre el reposo en el seno de una feminizada patria de los que lucharon en la Guerra de los Diez Años y quienes, en el presente de la enunciación, no luchan por la independencia. El uso del “nosotros” inclusivo y ambiguo permite al yo poético legitimarse como portavoz del clamor independentista y, al mismo tiempo, distanciarse de los que acusa de apatía política y cobardía. A través de la imagen de los “pechos generosos”, la poeta opone a la pasividad de sus contemporáneos una pose heroica en consonancia con la poética del riesgo que Antonio Maceo desplegaba en sus cartas y Martí promovía en las páginas de Patria. Sin embargo, en este poema los héroes “descansan” y la poeta convoca a la lucha, Borrero invierte, así, los términos del discurso heroico, configurándose en arcana de la virtud patriótica a través de su vehemente exaltación del espíritu independentista. El final del poema es aún más claro: 215  Juana Borrero perteneció a una familia del patriciado cubano que contaba con reconocidos escritores. Su padre fue un celebrado intelectual defensor de la causa independentista, quien la estimuló a escribir. Para más información acerca de esta escritora, véanse Escaja, “Autoras modernistas”; Romeu, Voces de las mujeres; Vallejo, The women.

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¿Será para el país que defendisteis estéril ¡ay! el sacrificio vuestro? […] ¡No es posible! ¡Esperad! ¡quizás no tarde de la batalla entre el confuso estruendo de ¡Libertad! el anhelado grito en conmover vuestros sagrados restos! (Poesía 71).

La performatividad del poema se potencia por la práctica cultural de recitación pública que resulta en una proclamación del poder de convocatoria de una voz femenina para conmover y movilizar a los que se encuentran pasivos ante el sufrimiento de la patria. A través de la performance que implica el acto de declamación, la autora da voz y escenifica un heroísmo letrado de signo femenino. Publicado en 1895, “Esperad” se convirtió en una exhortación poética a la lucha armada. Si bien, como ha señalado Iván Schulman en este poema la “independencia del ser, la libertad creadora se suma a la libertad patria” (203), también en él se define una identidad eminentemente política en la cual no se entiende lo personal sin adscribirse a un deseo colectivo de resonancias emancipadoras. Sin embargo, Borrero va aún más allá en su poema “El Ideal” (1893), dedicado a Mercedes Matamoros (1851-1906), en el que asocia la virtud patriótica a la conformación de una fraternidad femenina.216 “El Ideal” propone a la escritora como figura de autoridad (en este caso Matamoros), revindicando a su paso el trabajo intelectual. Dice el poema: Donde quiera me lleve he de seguirle y aunque deba morir en suelo extraño yo cruzaré tras él siempre serena la inmensidad grandiosa del Océano. ¡Oh Patria! Si la muerte inexorable no me detiene con su helada mano en mitad de la senda peligrosa a donde en pos de mi ideal me lanzo, 216  Catharina Vallejo ha documentado el intercambio de prólogos, dedicatorias y poemas que mantuvieron las poetas cubanas de finales del siglo xix como estrategia de auto y mutua legitimación (“Introducción” 10-13). Mercedes Matamoros nació en el seno de una familia acomodada en Cienfuegos y comenzó a publicar sus textos en reconocidos periódicos a los catorce años. Al final de la Guerra de los Diez Años debió mudarse a Guanabacoa, donde trabajó en el colegio de María Luisa Dolz.

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tu recuerdo que siempre irá conmigo me dará nuevo ardor en el obstáculo… ¡Yo salvaré mi nombre del olvido! ¡Yo lucharé para conquistarte un lauro! (Poesía 78-79).

Este fragmento muestra la conciencia de Borrero de la importancia de recuperar su “nombre” para inscribirse en bronce en la historia cultural cubana. Esta función de salvar del anonimato a la mujer a través de la actividad literaria se enmarca, siguiendo la dedicatoria a Matamoros, en el desarrollo de lazos de sororidad que llaman la atención hacia el valioso trabajo intelectual de sus congéneres. La obra poética de Mercedes Matamoros también da cuenta de un interés por participar en los debates políticos de su tiempo. Por ejemplo, los poemas “La muerte del esclavo” (1879) y “La mejor lágrima. Balada” (1879) en el que refiere a un “mísero esclavo, presa del dolor” (Obra 151), la sitúan en diálogo con discursos abolicionistas de la época.217 La heroicidad opera en el corpus lírico-narrativo de Matamoros como una fuente de reconocimiento y reivindicación de la capacidad creadora de la mujer. El poema “La bella entusiasta (Durante la guerra)”, escrito en 1897, es un elocuente ejemplo, ya que el enfrentamiento bélico irrumpe en el espacio doméstico gracias a la lectura de un periódico. Así lo expresa el yo lírico en tercera persona: me es grato verte en tu discreta alcoba con tu amante familia, dulce Laura […] hojear con mano rápida el periódico que un amigo te envió de tierra extraña y que cuenta en verídicos detalles la lucha cruenta, la brillante hazaña en que alcanzó los lauros de la gloria combatiendo valiente por la patria tu hermano, aquel hermano tan querido, […] tu tierna madre con afán intenso fija en tu bello rostro sus miradas; tu padre, al otro, conmovido y grave, a escucharte en silencio se prepara (Poesías 239).

217  “La muerte del esclavo” ha sido traducido a varias lenguas, publicado en diversas antologías y considerado por el conde de Kostia como “una de las más bellas composiciones de nuestro parnaso” (Pichardo 118).

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Se trata de la escenificación de una lectura familiar en la que la quietud y el silencio del padre señalan que, a pesar de situarse en un espacio íntimo y doméstico, el poema desvirtúa los roles de género para enfatizar la posición de mediadora intelectual que ocupa la mujer. La lectura en voz alta la coloca en una posicion de privilegio siendo la que recibe el periódico y comunica a su familia las noticias de la guerra. Más aún, la elección de la estructura del romance heroico pone al descubierto el interés de la autora de dotar de un tono celebratorio al poema que reivindica la virtud patriótica de la mujer como mediadora en la historia colectiva. A través de la lectura, Laura, cuyo nombre significa “victoriosa”, se transporta simbólicamente a la manigua. Dice el poema: el poder de tu ardiente fantasía a otros lugares de dolor te arrastra; a los montes lejanos y sombríos, al manigual espeso, donde aguarda rodilla en tierra, con el rifle al hombro, el insurgente que vigila y calla; […] al pavoroso campo de batalla donde ruge el cañón, y atruena el aire ¡el horrible fragor de la matanza! (Poesías 240-241).

La lectura actualiza performativamente la virtud heroica de la mujer que, contrariamente al soldado que de rodillas “aguarda” y “calla”, se enfrenta valerosa al “fragor de la matanza”. El yo lírico convierte el acto de lectura y la tragedia familiar de Laura en símbolo de la experiencia nacional cubana alterando a través del acto creativo los discursos tradicionales de la domesticidad. La elipsis final en que la muerte del hermano se sugiere a través de la reacción de Laura, desmonta completamente la heroicidad del combatiente para fijar la atención en el sufrimiento de la joven. Con estos versos se concentra el heroísmo en la figura de la mujer: ¡Ah, siempre amó tu corazón ferviente la augusta Libertad, joven cubana! ¡Tú sueñas con la madre de los Gracos! ¡Juana de Arco te legó su alma! (Poesías 241).

La referencia a mujeres que forman parte de una genealogía de líderes contribuye a erosionar la imagen del soldado como núcleo

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simbólico de la nación, focalizando la heroicidad en la performance patriótica de la lectora. Así, la heroicidad no se construye ligada a la masculinidad, ni propone la intervención de la mujer limitada a la maternidad. A través de mostrarse portadora de un saber que transforma en práctica comunitaria, la autora reconstruye el imaginario de la guerra. Matamoros, al igual que Borrero, reorganizaron el discurso nacionalista alterando los roles de género tradicionales y articulando un discurso en defensa de la labor intelectual de la mujer. Las dos últimas décadas del siglo xix fueron particularmente fecundas en la creación de espacios para la difusión de la obra de artistas y escritoras. En 1882 se formó la Asociación Literaria de Señoras, organización que nucleó a un grupo diverso que intentaba visibilizar su aporte a la sociedad cubana. En febrero de 1895, el mismo mes en que estalló la guerra independentista, se publicó un número especial de El Fígaro dedicado a La mujer en Cuba en cuyas páginas se presentan retratos, dibujos y textos de más de veinte mujeres. Aurelia Castillo de González (1842-1920) coordinó la selección de textos e imágenes que promocionaron el trabajo de pintoras, escultoras, poetas, ensayistas, médicas, farmacéuticas, esgrimistas y licenciadas en matemáticas y ciencias naturales. En este número dedicado exclusivamente a demostrar el aporte de la mujer a la cultura y a la sociedad sin recurrir a figuras de la domesticidad, Castillo de González analizó en su ensayo: “Esperemos” las consecuencias que tenía la guerra como tecnología de virilización. Así lo denunció: “quien no paga su contribución de sangre, no puede tener voz ni voto en los destinos de la nación, ni hacer cálculos científicos, ni curar, ni comerciar, ni vivir apenas más que para dar vida al hombre, al guerrero” (66). La escritora denuncia que al ser excluidas de los relatos épicos en que se glorificaba el sacrificio del soldado, las mujeres quedaban reducidas simbólicamente a su función maternal. Reconociendo el valor político de la poética del riesgo a partir de la cual los hombres podían exhibir su sacrifico patriótico, Castillo de González intenta hacer visible con esa publicación la valiosa contribución de las mujeres a la sociedad y a la cultura cubana. Como ha señalado Luisa Campuzano, en La mujer en Cuba se expresan ideas feministas (“Para empezar” 11) y se promueven espacios de sororidad entre mujeres blancas de la clase acomodada en momentos en que las mujeres “de color” habían comenzado a reclamar notoriedad a través de su propio medio de prensa: la revista Minerva.218 218  Sobre la influencia del feminismo internacional en la obra de estas escritoras, véase González Pagés 52-57.

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El protagonismo de la raza “de color” Cristina Ayala es el seudónimo utilizado por una poeta afrocubana que comenzó a publicar vinculada al proyecto editorial de Minerva. Revista Quincenal Dedicada a la Mujer de Color. Poco sabemos de esta autora, de la cual incluso su origen es incierto. Según Miriam DeCosta-Willis, Ayala nació en 1856 en la ciudad de Güines, siendo su madre una mujer esclavizada, por lo cual fue criada por su madrina y concurrió a la escuela pública. Esta autora le atribuye una predilección por la lectura y un precoz gusto por la escritura poética ya que a los siete años comenzó a ensayar sus primeros poemas. Según María del Carmen Barcia, la poeta nació esclavizada y recibió el nombre de María Cristina Fragas por su dueña, quien la educó y luego liberó (Mujeres 123).219 Si bien la información acerca de su nacimiento y primeros años de vida resulta contradictoria, no cabe duda que la poeta experimentó de cerca la experiencia de la esclavitud. Bajo el seudónimo de Cristina Ayala, publicó a partir de 1885 poemas, sonetos y baladas en más de veinte periódicos cubanos. El poemario que publicó en 1926, titulado Ofrendas Mayabequinas (1926), constituye un testimonio único de la experiencia de una mujer “de color” que se dedicó a la literatura y logró cierto reconocimiento a nivel local como poeta y educadora.220 También, este poemario revela su interés por debatir y reclamar el derecho a la educación y a la plena participación de la mujer en la esfera pública. Ayala comenzó a publicar sus poesías en el periodo de intensos conflictos y transformaciones posterior a la Guerra Chiquita (18791880) y a la abolición de la esclavitud (1886). Este fue un tiempo en que no solo los movimientos reformistas vigorizaban el debate político, sino que también diferentes grupos de la población habían desarrollado con la experiencia de la guerra una clara visión de su poder de convocatoria y movilización para reclamar y obtener derechos. Como ha demostrado Barcia, los sectores libres “de color” se fortalecieron alcanzando un grado apreciable de organización, que se manifestó en la creación de numerosas sociedades de instrucción y recreo, tanto en ciudades como en pequeños poblados, que llegaron a 139 en 1887 219  La información sobre la vida de Cristina Ayala es escasa y contradictoria; consúltense DeCosta-Willis, Daughters xxx-xxxi, Barcia, Mujeres 123-124, Rubiera Castillo, “El discurso” 226, Callahan, Between y Aguilar, “Heroísmo” 183-185. 220  El ayuntamiento de su ciudad nombró una calle “Cristina Ayala” como homenaje póstumo a la poeta; véase Barcia, Mujeres 123.

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(Mujeres 115-116), muchas de las cuales se integraron en el Directorio Central de las Sociedades de la Raza de Color (1887). Algunos de estos grupos se manifestaron a favor del gobierno español, como el encabezado por Rodolfo Hernández de Trava y Blanco de Lagarder redactor de El Ciudadano y El Hijo del Pueblo. Sin embargo, la mayoría de los líderes de estas agrupaciones, como Rafael Serra, Margarito Gutiérrez, Martín Morúa Delgado y Juan Gualberto Gómez, expresó su apoyo al movimiento independentista. La prensa negra cubana contribuyó a crear un clima de debate y articuló una potente voz en defensa de sus derechos intentando modificar las estructuras de explotación y discriminación racial heredadas del sistema esclavista.221 Muchas de estas asociaciones funcionaron siguiendo la tradicional división de géneros y solo admitían a mujeres en calidad de hijas o esposas, por lo cual se crearon asociaciones exclusivas para mujeres como Nuestra Señora del Carmen y La Caridad. La guerra contribuyó a que algunas asumieran responsabilidades laborales y organizativas ante la ausencia y la pérdida de sus esposos y familiares. Esto conllevó que desarrollaran conciencia de su particular situación como mujeres “de color” y que se nuclearan en torno a proyectos que demostraban su capacidad de organización y de lucha. La revista Minerva comenzó a circular en La Habana en 1888 y contó con el apoyo de trescientas doce mujeres que se hicieron cargo de la tarea de promoverla (Barcia, Mujeres 118). Además de Ayala, entre sus colaboradoras se encontraban escritoras apreciadas por su comunidad como Úrsula Coimbra de Valverde, África de Céspedes, María Ángela Storini, Lucrecia González Consuegra, Pastora Ramos, María Cleofa, Onatina y Catalina Medina, entre otras.222 Esta revista estableció una plataforma de intervención política y cultural para personas educadas que en la estratificada sociedad cubana quedaban excluidas de los círculos letrados reservados a mujeres blancas. Si bien Minerva se convirtió en una potente voz de denuncia que materializó las ambiciones de estas escritoras y su deseo de intervenir en los debates políticos y culturales de la época, también creó una audiencia de mujeres “de color” que por primera vez podían identificarse como lectoras de textos que las interpelaban estimulándolas a reclamar mejor acceso a la 221  Sobre los debates en la prensa negra cubana, véanse Fernández Robaina, El negro, Lane, Black Face y Eastman, “Binding”. 222  Si bien la revista figuraba como dirigida por Miguel Gualba, esta adjudicación fue una estrategia para burlar las leyes que prohibían a las mujeres estar a cargo de empresas culturales; véase Barcia “Mujeres”.

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educación, a combatir la discriminación y a ubicarse a la vanguardia de su tiempo.223 Las colaboradoras de esta revista intentaron promover en sus lectores un sentimiento de orgullo por pertenecer el grupo “de color” y el deseo de superación a través de la educación y el servicio a su comunidad. Por ejemplo, en “Gratitud. A mis amigas y colegas del periódico Minerva” publicada en 1889, Úrsula Coimbra de Valverde dice: me siento orgullosa de pertenecer a una raza que por sí sola y á costa de sacrificios, procura elevarse a la altura de las demás y mucho trabaja y estudia para vencer. Sin duda, siguiendo el vuelo de mi entusiasmo, caería en desagrado con aquellos que todavía ven en nosotros tristes parias, sujetos a la esclavitud del silencio y sumidos en el rafelo torpe de la envilecedora ignorancia (93).

También María Ángela Stornini publicó bajo el título de “Una carta” un texto en el que dice: “seguimos las que pertenecen a mi raza, a mi sexo, sin encaminar sus pasos por la senda de la ilustración […] sensible sería que la mujer negra no sirviese en Cuba más que para los deleites de la danza” (cit. en Barcia, “Mujeres” 84). América Font, quien fue otra de las intelectuales vinculadas a Minerva, defendió que “la instrucción debe ser para la mujer lo que es la sabia para el árbol […] pues donde no hay instrucción no hay libertad” (cit. en Barcia, “Mujeres” 86). Además de la conciencia de la necesidad de denunciar la persistencia de estructuras de opresión basadas en la raza y el género, estas escritoras formaron una cohesiva fuerza de cambio y movilización ya que se respaldaban mutuamente actuando como impulsoras de la dignificación de los individuos “de color”. Ayala participó activamente en este proyecto cultural que da cuenta de la emergencia de un liderazgo de mujeres de ascendencia africana que aspiraban a consolidarse como relevantes interlocutoras culturales. El 26 de enero de 1889 apareció el primer artículo de Ayala escrito para Minerva. En este texto, titulado “Me adhiero”, la autora responsabiliza a las “ominosas instituciones” españolas de la situación opresiva y el escaso acceso a la educación en que vivían negros y mulatos. Así lo expresa: 223  Esta revista completó diecisiete entregas quincenales entre 1888 y 1889. En 1889 dejó de editarse por falta de recursos económicos (Barcia, “Mujeres” 91). En 1910 Minerva reaparece con otro título: Revista Ilustrada Universal. Ciencia, Arte, Literatura y Deporte. Cristina Ayala colaboró en ambas publicaciones; véanse Brunson 83-86 y Montejo Arrechea 41-46. La última versión de la revista apareció en 1925.

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mientras todos los individuos de nuestra raza no estén en condición de hacerlo, no se eduquen, y por medio de la educación se moralicen, no podremos entrar en el concierto de las sociedades que se titulan cultas, sin que del seno de las mismas se levante alguna voz dispuesta arrojarnos en cara faltas que, verdaderamente no son más que lamentables consecuencias del triste estado de abyección a que ominosas instituciones sociales nos tenían relegados hasta ahora (cit. en Barcia, “Mujeres” 87).

Además de enunciar las consecuencias del escaso acceso a la educación, Ayala desplaza la atención hacia el deseo generalizado de que Cuba sea considerada una nación culta y moderna. A pesar de que la ley establecía que las escuelas eran interraciales, según Barcia, en 1883 había veinticuatro escuelas en La Habana, de las cuales dieciocho eran para blancos y seis para negros y mestizos. En menor número, había veinte escuelas para niñas, quince de ellas para la población blanca y cuatro para niñas “de color” (Barcia, Mujeres 103).224 En este contexto, la participación de Ayala, intenta interpelar a la población “de color” para que se organice y reclame un mejor acceso a la educación.225 Lenguaje lírico y protagonismo cultural También en su poesía Ayala vincula discursivamente educación y conducta ética representando a hombres y mujeres de ascendencia africana como protagonistas de la historia nacional. En el poema “A mi raza”, publicado en 1888, meses antes del texto aparecido en Minerva, el hablante poético reconfigura simbólicamente el pasado de opresión y esclavitud situando a la “raza negra” en el centro de la promesa de modernidad y progreso. Dada su importancia es conveniente citar el poema completo: La enseñanza pública en Cuba fue atrasada y escasa, en contraste con la educación privada que “utilizaba los métodos más avanzados de su época” y las escuelas católicas, que tenían el apoyo del Estado (Barcia, Mujeres 103). En Güines, donde nació y ejerció la docencia Ayala, había en 1862 diecisiete escuelas, quince de ellas públicas (trece de varones y dos de niñas) y dos privadas (Huerta Martínez 54). Las mejoras en el sistema educativo era una reivindicación fundamental del Directorio Central de Sociedades de la Raza de Color, que tenía entre sus metas la creación de escuelas primarias para niños de ambos sexos (Helg, Our Rightful 35-37). 225  Ayala escribió un poema titulado “Mis discípulos” (1918), de tono melancólico, en el que reflexiona sobre su propia labor docente y “La escuela” (1924), poema en el que celebra los beneficios de la instrucción. 224 

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Ya es tiempo raza querida que, acabado el servilismo, demos pruebas de civismo y tengamos propia vida. Ya es tiempo de comprender –pues está probado el hecho– que es imposible el Derecho, si no se cumple el Deber. Y, lo que el Deber nos traza en tan solemne momento es, redoblar el intento de mejorar nuestra raza. No es la raza negra, no; aunque en tal sentido se hable, la que ha de ser responsable de “aquel tiempo que pasó”. Pero no puede eludir la responsabilidad que es suya en la actualidad, para con el porvenir. Evitemos ese mal, Teniendo perseverancia Para extirpar la ignorancia De nuestra esfera social. Mas, si hemos de conseguir tan nobles aspiraciones, he aquí las indicaciones que hemos todos de seguir: Los hombres han de estudiar; hay que abandonar el vicio y salvar el precipicio en que se van a estrellar. Comprendiendo la razón, tratarán de consagrarse para unidos, procurarse la mayor ilustración.

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Y, nosotras las mujeres cumpliendo nuestra misión, tenemos la obligación de entender nuestros deberes. Que si todos por igual –sin que haya rémora en eso– buscamos en el progreso nuestra perfección moral, tal vez tengamos la gloria para que el mundo se asombre, de consignar nuestro nombre con honra y prez en la Historia. Y si tal éxito alcanza el noble esfuerzo que haremos el estigma borraremos que la Sociedad nos lanza (17-19).

El tono poético es admonitorio y la hablante lírica, que no duda en identificarse como una mujer perteneciente a la “raza querida”, enuncia a modo de sermón “las indicaciones que hemos todos de seguir”. Se trata de una subjetividad que se presenta en total control no solo de la materia poética, sino también del mensaje cívico, construyéndose como autoridad capaz de influir en el curso de acciones convenientes para su comunidad. A través del uso de una estructura antitética que opone “servilismo” a “civismo”, reforzada por la sonoridad de la rima consonante de la redondilla, la poeta propone la idea de que el progreso se encuentra condicionado por el logro de la igualdad social y el cese de la discriminación. Las palabras elegidas para cerrar cada primer y último verso –igual, moral, gloria, historia– construyen una elaborada estructura poética que propone a la raza “de color” como protagonista de la historia colectiva. El poema traza una trayectoria que, partiendo del pasado de sufrimientos que fue la esclavitud, progresa hacia un futuro de equidad que ha de conseguirse gracias al esfuerzo de “todos por igual”. Así, la voz lírica incorpora la perspectiva didáctica que permeaba la literatura del periodo y se representa como portadora de un saber que le permite proponer las estrategias que se deben seguir para propiciar la inclusión social. El poema construye un espacio de igualdad para las mujeres alterando las jerarquías patriarcales, pero también propone a una hablante que

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asume el liderazgo de su comunidad representándose como modelo de conducta cívica. Ayala aclara en una nota al pie que “A mi raza” fue concebido como respuesta a las ideas expuestas en “un folleto que se titulaba ‘Cuba y su gente’ donde se denigraba a la raza de color y sobre todo a la mujer” (17). En Cuba y su gente. Apuntes para la historia (1887), Francisco Moreno describe así la visión que se ofrecía al viajero que llegaba al puerto de La Habana: “negros y negras, apestando á grajo ó á catinga desde cien varas de distancia, y moviéndose al arrullador compás de las chancletas que arrastran; alguna que otra señorita cursi con semblante color de morcilla, ó revocada de albayalde, asomada á la ventana” (11). A pesar de que no es posible afirmar que Ayala específicamente haga referencia a este texto, “A mi raza” demuestra su interés en contradecir los discursos que utilizaron la figura de la “mulata” para proponer excluyentes nociones de nacionalidad. En La prostitución en la ciudad de La Habana (1888), por ejemplo, Benjamín de Céspedes sostiene que “en el organismo linfático de la sociedad cubana, el abceso supurante de la prostitución, radica en las costumbres de la raza de color” (171), y agrega que “en estos contubernios de razas y colores, se advierte un fenómeno curioso de selección sexual: la negra y la mulata eligen á los blancos para cubrir sus gastos y prefieren al negro y al mulato para satisfacer sus gustos (171-172). El discurso médico-higienista de Céspedes, el costumbrismo literario y pictórico –representado por la novela Cecilia Valdés (1882), de Cirilo Villaverde y la pintura de Víctor Patricio Landaluze– y el teatro bufo, que por entonces estrena La mulata de rango, de José María Quintana, conjugan un discurso que denigra a la mujer de ascendencia africana y la representa como causante de los “vicios” de la sociedad cubana.226 “A mi raza” contradice estos estereotipos, que, como señala Collins, “are intended to discretely undermine black women and inhibit challenges [she] might pose to the oppressive status quo” (77). Si bien la mujer afrodescendiente era construida como perversa, también sobre los hombres caía el estigma que asociaba lo “sucio” y “peligroso” al origen africano, lo que Alberto Abreu Arcia llama “el otro de la racialidad” (énfasis en el original, 17). Desarticulando el poder de estos discursos racializadores, Ayala crea una voz lírica que representa a la comunidad “de color” como responsable del progreso económico de la isla, defendiendo su derecho a acceder a la educación y al trabajo.

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Véanse Lane 180-223 y Kutzinski, Sugar’s Secrets.

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El poema, además, estratégicamente convierte a negros y mulatos en sujetos de una enunciación colectiva reclamando espacios de reconocimiento y dignificación. En “Redención”, publicado en Minerva el 15 de febrero de 1889, Ayala aborda la historia de Cuba desde la experiencia de quienes constituían la fuerza productiva de la isla. En este poema escrito tres años después de la abolición de la esclavitud Ayala representa a los esclavizados como símbolo de la liberación de Cuba. Así dice el poema: Así mi pobre raza, que llevaba una vida de mísera agonía y bajo el férreo yugo que la ahogaba en dura esclavitud triste gemía, hoy se encuentra feliz, pues con sus galas la hermosa Libertad augusta y santa la cubre, y la adorna de esas galas bate la palma y sus glorias canta. Raza humilde, sencilla y laboriosa, modelo fiel de abnegación constante, que vertiste tu sangre generosa al impulso del látigo infame […] ¡Perdón, Señor, te imploro para Cuba! ¡Ya su crímen borró! ¡ya el negro es libre […] (20).

La elección de la compleja estructura poética del serventesio señala la importancia del tema de la composición y de la intención moralizante de la autora. A través de un lenguaje elegante y un tono reflexivo, el hablante poético expresa su pesar ante el pasado de opresión y su deseo de que Cuba se redima del crimen de la esclavitud. La “sangre” que en el relato épico es el símbolo del sacrificio del guerrero y núcleo simbólico de la poética del riesgo, se transforma en poderoso recordatorio de la contribución al progreso y consolidación nacional de sujetos que sufrieron el tráfico y la explotación esclavista. Ayala invierte, así, los parámetros de la poética del riesgo presente en los textos de los héroes de la emancipación, proponiendo que el protagonismo histórico debe incluir formas cotidianas de resistencia a la opresión racial. Sin embargo, esta postura se alinea a una visión disciplinatoria en que la entrega al trabajo y la conducta moderada y virtuosa, en tanto racionalidad productiva, son las piezas claves para lograr la inclusión

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social. La escritora propone, entonces, una versión del heroísmo que vincula sacrificio, abnegación y ética de trabajo a los ideales de libertad y emancipación alineada con discursos modernizadores. Con el avance de los preparativos para la última guerra de independencia (1895-1898), la representación del heroísmo “de color” en su poesía se hace directa y resuelta. Por ejemplo, en su poema “Corona al genio”, (1893) Ayala pronuncia un reconocimiento público a Juan Gualberto Gómez diciendo: Al hombre que amparado en su derecho, con faz serena y con la frente erguida, ¡presenta siempre su valiente pecho a los rudos embates de la vida […] ¡Al león de la tribuna, en cuya frente quiso Dios colocar el sacro fuego del humano saber, y un alma ardiente, para más gloria consedióle luego […] ¡Héroe que no sucumbe en la batalla por más que en pos de sí vaya dejando jirones de su carne, ¡no desmaya! con cívico valor, ¡sigue luchando! (87).

En este extenso y bello poema Ayala recurre una vez más a la compleja estructura del serventesio para homenajear a quien considera, coincidiendo con Ricardo Batrell, un héroe de la “raza de color”. Si bien el heroísmo construido por la voz lírica se organiza a modo de angiografía que exalta la disolución del cuerpo individual en el campo de batalla como forma de encarnar simbólicamente el cuerpo social, también enfatiza que este sacrificio forma parte de una guerra “cívica”. Esta construcción lírica elabora un héroe mesiánico “de color” entre cuyas hazañas se cuentan la defensa en la tribuna y en la prensa de los derechos de su comunidad, se trata de un héroe de la pluma. Este poema, recitado por la autora en la “La Bella Unión Güinera”, fue escrito cuando Gualberto Gómez participaba junto con Martí en la conducción del Partido Revolucionario Cubano y coordinaba las acciones necesarias para dar inicio a la última guerra de independencia. Gómez era miembro fundador del Directorio de las Sociedades de la Raza Color y desde el periódico La Igualdad denunciaba la incapacidad de las estructuras coloniales de asegurar los derechos reclamados

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por negros y mulatos. Por ejemplo, el 10 de mayo de 1893, Gómez escribió en el periódico La Igualdad: “¿qué pide la raza negra de Cuba? Pues sencillamente la igualdad de derechos, y, con ella, la igualdad de trato en todas las esferas públicas” (cit. en Lane 106). En estos años, el Diario de la Marina y La Unión Constitucional, entre otros, publicaron artículos y caricaturas que difundían la idea del eminente peligro de un levantamiento “negro”.227 Ante esta campaña que fomentaba el terror y popularizaba el descrédito hacia las ambiciones de protagonismo y dirigencia política de negros y mulatos, Gómez respondió: “nadie predica guerra de raza pidiendo la igualdad de trato, la igualdad de condiciones sociales entre los que habitan este país. […] no hay cuestión de razas, no hay más cuestión que de justicia y aspiraciones de progresos y anhelos de igualdad” (cit. en Fernández Robaina 32). Gómez asumió la posición de líder político de la comunidad “de color” que a través de la prensa y de la organización desarrollo una agenda de reivindicación y defensa de los derechos de los afrocubanos. El homenaje que le rinde Ayala en su poema, enfatiza los aspectos intelectuales del liderazgo de Gómez, a quien representa con los atributos del “gran hombre”. Al ser declamado en una reunión política, “Corona al genio” puede ser entendido como una enunciación poética dirigida a un público específico: los individuos que se identificaban como “de color” y se alineaban en torno a Gómez a favor de la lucha independentista. También demuestra el alcance y difusión de su obra poética entre un público no necesariamente alfabetizado. Si bien en La Habana, en 1887, solo el setenta por ciento de la población que se identificaba como blanca y el veintiocho por ciento de la población que lo hacía como “de color” sabía leer y escribir (Ferrer, Insurgent 116), la circulación y recepción de la producción literaria no se limitaba a la lectura individual y silenciosa. Por el contrario, la lectura pública en clubes y asociaciones de recreación, sumada a la acción de los pregones callejeros y a las lecturas en las fábricas de tabaco, contribuyeron a la divulgación de textos revolucionarios y alentaron el sentimiento de comunidad nacional.228 Al ser invitada a leer sus textos en mítines y reuniones políticas, Ayala supo aprovechar las condiciones de circulación de textos, comunes en la época, estableciendo una relación productiva entre escritura y oralidad que potenciaba en los sectores populares el sentimiento de pertenencia comunitaria. Los aspectos performativos de la lectura en voz alta, o la declamación poética, hicieron posible, además, que el cuerpo 227  228 

Véase Fernández Robaina, El negro 26-34. Véanse Ferrer, Insurgent 115-117, Lane 110 y Fornet, El libro 185-193.

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de la mujer racialmente marcada ocupara el espacio privilegiado del saber y de la construcción de la memoria heroica. Poesía y pose emancipadora se unen en este texto para reclamar el derecho de la mujer letrada “de color” a intervenir en la creación de los símbolos nacionales. Dice el poema: Pues esto y más, merecen en conciencia, los genios eminentes; distinguidos que en esta fiesta de la inteligencia con placer admiramos reunidos. Porque, cual ramo de galanas flores, por doquiera que la vista giro, ¡todo es gracioso! ¡todos son primores y no puedo decir lo más que admiro […] Aquí, la culta dama, que recrea con su palabra dulce y elocuente; allí, el varón ilustre, que la Idea lanza al espacio con su voz potente. Y […] más allá, ¡distingo emocionada al que en mi raza brilla por gigante […] ¡aquel que Cuba contempló admirada! ¡permítanme, señores, que le cante […] Que he de cantarle, sí, con deferencia, al hombre que fundó todo su anhelo en ilustrar la inculta inteligencia del triste esclavo en el cubano suelo (86).

A través de un hablante poético que oscila entre una primera persona singular y un “nosotros” inclusivo, este poema escenifica su propia enunciación. El público deja de ser receptor pasivo de la acción heroica y se convierte simbólicamente en sujeto de la enunciación y copartícipe del evento patriótico-poético. Mediante la declamación del texto se logra unir en una enunciación colectiva a la poeta que lo recita, al héroe presente en el acto y a la comunidad que escucha. De este modo, además de la elaboración de una retórica heroica, la lectura pública del poema vigoriza, al escenificarlos, los lazos comunitarios de los líderes “de color”. El tono solemne y elogioso desde el que se enuncia este poema no oculta la actitud performativa de la voz poética que salpica la li-

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turgia del culto al “héroe” con la mención del pasado esclavista y la alusión al derecho de la mujer “de color” a enunciar la historia patria. Al final del poema, cuando la voz poética agrega “¡hay que ser un genio prepotente/ para cantarte como tú mereces” (88), alerta al público sobre su propia posición histórica y su compromiso con la labor intelectual. A partir de esta última expresión es como debe interpretarse el título “Corona al genio”. La voz poética, que ocupa performativamente el espacio de la autoridad creadora, es la verdadera “coronada” por el genio. En su construcción no hay reverencia al héroe, sino manipulación intencionada. Así, en el homenaje al héroe, Ayala construye un espacio enunciativo que le permite incluirse asumiendo una voz exhortativa y dramática que convoca a la acción. Al desplegar una retórica heroica que enmascara sus propios reclamos, recurre a las “tretas del débil” (Ludner) para celebrarse como letrada “de color”. Héroes para la paz: poetas y maestros En el periodo de conflictos y enfrentamientos raciales en que Evaristo Estenoz y Pedro Ivonet fundaron el Partido Independiente de Color, Ayala escribió un poema titulado “Contestación” (1906).229 En él construye una genealogía de escritores negros y mulatos de los que se siente heredera y defiende el aporte de los escritores de su “raza querida” a la literatura nacional. “Contestación” está dedicado al poeta Vicente Silveira Arjona (1841-1924), cuya poesía fue incluida en Poetas de color (1878), de Francisco Calcagno. Silveira, además de poeta y maestro, fue director de instituciones benéficas, como El Tren Funerario Público y la Sociedad de Socorros Mutuos de Blancos y de Color y un periodista reconocido fundador del semanario La Caridad (1889) y El Progreso (1900-1901). Al exigir el reconocimiento de la contribución a la cultura cubana de este hombre de letras, Ayala reclama atención sobre su trabajo intelectual. Así dice el poema: Hoy que mi raza en Cuba, ya las puertas del Templo del Saber, encuentra abiertas, es lógico creer 229  Me refiero al levantamiento de 1905 liderado por liberales radicales y a la revolución de 1906 llamada Guerrita de Agosto. Sobre el Partido Independiente de Color, véase Helg, “Afro-Cuban Protest”.

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que si algún genio, con potente vuelo escalar quiere de la gloria el cielo, ya lo puede obtener. Si en el tiempo del látigo inhumano, un Plácido, un Medina y un Manzano nuestra Cuba nos dio, que en medio de tamaña desventura llegaron a cantar con tal dulzura que el mundo se asombró. ¿Cómo es posible que hoy, que ya la tralla rasgando nuestra espalda no restalla, no logremos también que nuestro acento, noble y grave vibre y del Parnaso de la Patria libre no hagamos un Edén? (énfasis en el original, 90-91).

Al dar nombre a los héroes-poetas que vertieron su sangre ante el “látigo inhumano” y fundaron una tradición literaria a través de su “acento noble y grave”, Ayala intenta conservar en bronce para la posteridad el protagonismo intelectual de los individuos de ascendencia africana. El hablante poético sostiene que Juan Francisco Manzano, autor de Autobiografía de un esclavo, y el poeta Gabriel de la Concepción Valdés, más conocido como “Plácido”, así como también Antonio Medina y Vicente Silveira, son referentes ineludibles de la cultura nacional cubana. Estos héroes-poetas actúan como aglutinadores en torno a los cuales se reconfigura la genealogía literaria cubana. Sin embargo, la voz poética va mucho más allá de realizar un intento de fundar un origen cultural común al inscribirse en el tercer terceto diciendo: “El canto de esta cítara divina / al enlazar los versos de Cristina,/ vibrante acompañó” (énfasis en el original, 89). La autorreferencia textual le permite construirse como heredera del legado de estos escritores y continuadora de su labor. Más adelante dice: “no puedo, por desdicha mía/ pensar, un puesto en el futuro día/ del Parnaso ocupar” (énfasis en el original, 90), señalando la exclusión de las letradas negras y mulatas que no podían participar en las antologías y colecciones poéticas desde las que se formaron

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las historias literarias cubanas. El contraste ofrecido por la “divina” cítara, que remite metafóricamente a su poesía, y la imposibilidad de ser parte de los poetas que integran el Parnaso cubano, se convierte en un cuestionamiento a la arbitrariedad (y el racismo) con que se construyeron las historias culturales. En este poema Ayala reflexiona sobre su labor como escritora, la recepción de su obra y la imposibilidad de dejar un legado en una sociedad que se niega a reconocerla, construyéndose como sujeto de la escritura, aunque bajo la máscara del homenaje. La dimensión metapoética de este vibrante terceto demuestra el despliegue de una consciencia que se sabe silenciada, pero que rehúsa abandonar la escritura. La estructura del terceto –de tercer verso breve y rima consonante– le otorga una gran sonoridad y ritmo dinámico que acentúa la intensidad de la demanda. En este poema, Ayala asume sin temor la tarea de preservar la memoria de quieres la precedieron y desafía las políticas culturales que la condenan al silencio, reclamando que su nombre se inscriba en la imaginación heroica. Además, este poema reelabora la temática planteada en “Lamento del alma” (1901) y adelanta la que se presentará algunos años más tarde en “Mi flor” (1911). En “Lamento del alma”, la voz poética expresa su “sufrir atroz” “por encontrar dificultades de parte de profesores para ampliar sus conocimientos” (30), dando cuenta de su condición de mujer “desvalida y sola” que “por esta vida va,/ ciñendo del martirio la aureola” (30). Esta voz reclama para sí espacios de intervención en el campo cultural cubano diciendo: ¡Atrévete! y sabrás cual es la vida, del que por intuición se siente con el alma acometida por alta vocación y sin poder jamás lograr su anhelo, tras lento padecer, ¡muere con un profundo desconsuelo, sin darse a conocer! (31).

Este fragmento con el que cierra la enunciación ejemplifica su deseo de encontrar un interlocutor que reconozca su dedicación a la labor intelectual y su aspiración a formar parte de la élite cultural cubana. La búsqueda infructuosa de “maestros” revela la soledad que experimenta una mujer que se identifica como letrada “de color”. Los

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poemas dedicados a Lola Rodríguez de Tió, Salvador Rueda, Ramón Vasconcelos y Ernesto Fernández Arrondo, entre otros, señalan su intento de formar parte de una comunidad intelectual, al mismo tiempo que dan cuenta de su esfuerzo por crear una red de contactos a partir de su poesía. El poema “Mi flor”, dedicado a “nuestro inmortal poeta PLÁCIDO” (144), fue leído en 1911 en la Sociedad Gran Maceo de Santa Clara. Recurriendo una vez más a la estructura del serventesio, la voz poética escenifica un diálogo en el que invoca al poeta construyéndose a sí misma como ejemplo de la persistencia de situaciones de injusticia social. La voz lírica se desplaza desde una tercera persona que le canta al “mísero mulato, que al verse preterido/ por las leyes inícuas de injusta Sociedad,/ nunca pulsó su lira para llorar herido” (145), pasando por un nosotros “tus hermanos en Arte,/ tus hermanos en patria, tus hermanos en piel” (146), hasta un “yo cual tú” (147) que cierra la enunciación. Plácido se convierte en símbolo de la heroicidad de negros y mulatos a los cuales la “historia patria” debe rendir “tributo de honor” (146). La insistente reiteración de la deuda que tiene la historia cubana con los mártires “de color” enfatiza su contribución a la sociedad y a la cultura.230 De este modo, Ayala negocia su propia incorporación al canon literario y hace visible su búsqueda de referentes ante la ausencia de obras de escritoras negras con las cuales fundar una genealogía heroica. La poeta y el héroe: a modo de reflexión final En 1912 la masacre conocida como la Guerrita del 12 contribuyó a obstaculizar la movilización política organizada a través de un partido, el Partido Independiente de Color, que proponía la identificación racial como núcleo de álgido de cohesión comunitaria.231 El poema “En la brecha”, publicado ese año, se enuncia desde una voz femenina Plácido, celebrado no solo como poeta, sino también como revolucionario y mártir patriota, fusilado en 1844 por conspirar contra el gobierno español, ha sido junto con José María Heredia una de las figuras más populares y fascinantes del campo cultural cubano; véanse Abreu Arcia 150-225 y Bueno, Acerca de Plácido. Sobre la polémica suscitada en torno a Plácido en la década de 1890, véase LugoOrtiz 140-154. 231  Sobre la masacre de miles de afrocubanos conocida como la Guerrita del 12 y la desaparición del PIC, consúltense Fuente, A Nation for All 121-127 y Helg, “AfroCuban” 63. 230 

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que no teme identificarse como literata desplazando la figura del soldado para poner en su lugar a la escritora. Dice el poema: Mas, entre el bravo guerrero y el literato eminente, si mucho admiro al primero, al segundo, lo venero con entusiasmo ferviente. Que el literato es faro que alumbra la inteligencia; y de su pluma al amparo, surge con destello claro la hermosa luz de la ciencia. Por eso yo quiero ser… ¿literata? ¿por qué no? ¿qué acaso porque soy… YO, tal vez no pueda obtener lo que tanto me halagó? ¡Pues quiera el mundo o no quiera, siempre en la “brecha” estaré tremolando mi bandera, y en lo alto de la trinchera al fin, la colocaré!… (195).

En esta quintilla dedicada al director de Escuela y Hogar, Sr. Valentín Cuesta y Jiménez, se subraya la inoperancia del heroísmo de corte marcial en momentos en que era necesario construir la república. A partir de una perspectiva metapoética, Ayala asume una posición de autoridad en la construcción de la epopeya nacional al reconocer: “canté los hechos más salientes/ que se registran en la patria historia,/ y las proezas de sus combatientes/ he consignado en páginas de gloria” (121). El heroísmo es, así, concebido por la poeta como una categoría maleable y precaria desde la que se enuncian, o se silencian, protagonismos. En oposición a la representación de Mariana Grajales como un cuerpo femenino que se oculta, en tanto permanece “acurrucada en un agujero de la tierra” (Martí, “Antonio” 133), Ayala propone una voz poética que, siguiendo la perspectiva de la correspondencia de Maceo, exhibe con orgullo su deseo de luchar. Se trata de una performance de

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arrojo y valentía que tiene como foco de irradiación una subjetividad que se autodefine como literata. En momentos en los cuales ser mujer, letrada y “de color” parecía una contradicción de términos, Ayala no duda en desmontar los estereotipos dominantes que representaban a la mujer afrodescendiente a partir de la hipersexualización y la marginación, para autoproclamarse como intelectual “de color”. Recurriendo a la figura del genio ilustrado, portador de la autoridad para establecer los derroteros de la historia cultural, Ayala se representa con derecho a reclamar “una fama gloriosa” (194). Más aún, la apropiación estratégica de la metáfora bélica funciona como recordatorio de las hazañas de las mambisas y solidifica su reclamo de reconocimiento como letrada. Sin embargo, la pregunta retórica “qué acaso porque soy…” plantea, desde la elisión, la búsqueda de un nuevo lenguaje, poniendo al descubierto la precariedad desde la que se enuncia el heroísmo de la letrada “de color”. A pesar de que la poesía de Ayala ofrece una mirada original al proceso de negociación de nuevas posiciones del sujeto político en Cuba, su libro Ofrendas mayabequinas da cuenta del arduo camino de consolidación de su voz poética y de la escasa notoriedad alcanzada por la autora. Su aspiración a acceder a “la cumbre del Parnaso” (181), que quedó documentada en su poesía, señala los límites de la participación de los letrados “de color” en un campo cultural poco receptivo a sus trabajos. Alrededor de figuras heroicas como Gualberto Gómez, Manzano y Plácido, se concentró simbólicamente la compleja tensión entre una identidad que se reconocía como “de color”, mujer y cubana. La categoría heroica, que fue estratégicamente usada a través de diversas formas de enmascaramiento, le permitió articular una prédica reivindicativa de oposición a la discriminación racial y defender su agenda creativa. Su obra, aún poco conocida, establece ciertas líneas de contacto con el diario de guerra de Ricardo Batrell, aparecido en 1912. La apelación a la palabra escrita y a plasmar en un texto con aspiraciones literarias su visión de la epopeya cubana se convierten, en el texto de Batrell, en un esfuerzo por inscribir en bronce la participación de los hombres “de color” en las guerras de independencia. En la poesía de Ayala, en cambio, se manifiesta una búsqueda constante por la expresión poética para reclamar espacios de intervención para la mujer literata. En ambos textos, sin embargo, se plantea la exploración de formas expresivas que negocien la participación de los individuos “de color” en la imaginación heroica. Si Batrell adopta en su texto una pose de virilidad marcial, Ayala desautoriza la figura del soldado como representante del “gran hombre”, eje de la historia colectiva.

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La aspiración de ser reconocidos como sujetos de su propia historia y portadores privilegiados del tiempo histórico de su comunidad se presenta de manera diversa en los textos que Batrell y Ayala nos legaron. Sin embargo, la aspiración de dignificación y reconocimiento a partir de la matriz heroica se manifiesta en ambos autores. Sus textos son fragmentos de una historia inconclusa. La historia de la experiencia de hombres y mujeres de ascendencia africana que se encuentra en proceso de ser recuperada para el bronce.

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Coda Incompletas, pero pertinentes: imágenes del heroísmo negro

El interés que ha guiado este estudio ha sido señalar la pertinencia de interrogar la categoría heroica como matriz estructuradora de prácticas sociales y políticas de representación que han legitimado y reproducido jerarquías de dominación de abrumadora vigencia. Los múltiples archivos, panteones, galerías que se organizaron en el siglo xix construyendo colecciones de retratos de héroes y hombres ilustres formaron parte de una guerra por el poder representacional. En ellos se escenifica una zona conflictiva en que ciertas imágenes racialmente marcadas se inscriben para dar cuenta del proceso de blanqueamiento (como es el caso de Antonio Maceo) o como confirmación de la excepcionalidad monstruosa del heroísmo negro (como Simão, el marino de Cabo Verde). Mujeres y hombres de ascendencia africana han dejado sus huellas en la imaginación heroica y, aunque fragmentadas e incompletas, estas imágenes nos estimulan a revisar los archivos para explorar los diversos procesos de borramiento y las múltiples formas en que el heroísmo racialmente marcado irrumpe y se memoraliza en bronce, pero no sin moldearse acorde a patrones de virilidad y blanqueamiento. Sin embargo, construido a base de poses y prácticas discursivas, el “héroe” es un espacio poroso e inestable, siempre abierto a nuevos significados. Entre el bronce y el olvido fue concebido como un modelo de exploración de la dinámica de poder establecida entre sujetos de ascendencia africana que se postularon como heroicos y los diversos mecanismos de negociación que entablaron con sus contemporáneos y con su posteridad, que en algunos casos los ha reconocido como héroes mientras que en otros se niega a leer en ellos las características sagradas del heroísmo. Ser reconocido como héroe, a pesar de enunciarse desde un posicionamiento identitario negro, mulato o “de color”, favoreció procesos de identificación y contribuyó a que hombres y mujeres per-

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tenecientes a grupos subalternados y racializados se imaginaran como protagonistas de las transformaciones sociales y dueños de su propia historia. Examinar los textos de estos hombres y mujeres que se representaron como heroicos, me ha llevado a sugerir que el héroe es una categoría que, manipulada desde ideologías que justifican la supremacía de ciertos grupos sobre otros, contribuye a reproducir estructuras de dominación heredadas del proceso de colonización, pero también admite la proliferación de figuras que cuestionan y alteran los modelos tradicionales del “gran hombre” señalando su precariedad e ineficacia. En este estudio he planteado que el heroísmo resignificó la experiencia de la esclavitud como espacio de hipervisibilidad de la corporalidad racialmente marcada, pero también operó como espacio de dignificación colectiva. Considerando que el heroísmo representa el “grado evanescente” de la modernidad se comprende la dimensión performativa de la virilidad modélica desde la que se funda la nación, pero también se comprende el valor político y reivindicativo de las expresiones de deseos de perdurar en la imaginación colectiva, de ser monumentalizados en bronce y de negarse a ser imaginados como cuerpos sin historia, condenados al olvido. Esta aspiración de hombres y mujeres afrodescendientes de integrarse a la galería de notables en torno a la cual se organizaba el relato nacionalista, en un periodo en que circulaban discursos emancipadores y antiesclavistas, conllevó una radical postura de dignificación y de desafío a los discursos de inferioridad racial. Estos reclamos de autoridad y poder asociados a la construcción de figuras heroicas, trajeron aparejados el consumo y la producción de textos literarios, así como una activa presencia en la prensa y en la vida cultural, por lo cual el protagonismo de estos intelectuales negros, como Luiz Gama, señala la tensión entre diversos campos que se disputaron el rol de definir quiénes podían ser reconocidos por su “heroísmo de espíritu” (Miller, In the Shadow 107). El análisis de textos producidos por o escritos sobre afrodescendientes que operaron dentro de coordenadas heroicas ilumina la complejidad y el poder de convocatoria de una figura que opera en sintonía con coordenadas de blanquitud, en tanto fuerza estructuradora de la modernidad. Privilegiar la praxis textual y performativa de hombres y mujeres de ascendencia africana en la exploración del heroísmo no solo contribuye a desarrollar nuestro conocimiento sobre aspectos no explorados de la historia cultural latinoamericana, sino que también me ha llevado a conceptualizar el heroísmo como espacio de negociación y conflicto, como campo de tensión siempre abierto al cuestionamiento y la proliferación de significados.

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INCOMPLETAS, PERO PERTINENTES

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Evaluar el éxito o fracaso de la pose heroica de líderes y escritores de ascendencia africana se revela una labor infructuosa, si no estéril. La proliferación de significados que rodean a la categoría heroica, y que han perpetuado para la imaginación moderna ciertas formas de lectura de las figuras decimonónicas, demuestra que recurrir a tipologías descriptivas o construir definiciones rígidas de heroísmo es un ejercicio vano e infructuoso. Por tanto, en este estudio me he enfocado en discutir múltiples expresiones de hombres y mujeres de ascendencia africana que se inscribieron, aunque de manera precaria y contingente, en la imaginación heroica en una época en que la identidad racial se consolidaba como un indicador de discriminación y marginalización social. La perspectiva que guio este estudio ha sido considerar que el examen de las prácticas literarias y performativas desarrolladas por hombres y mujeres de ascendencia africana arroja nuevas luces a la dinámica negociación que entablaron grupos subalternos para procurarse protagonismo y reconocimiento, y también –¿por qué no?– autoridad y poder. La selección de textos no se hizo orientada a trazar un mapa uniforme y completo del heroísmo racialmente marcado, sino para explorar una multiplicidad de experiencias y perspectivas desde las que el heroísmo operó como zona de conflicto y negociación. Del mismo modo, los escritores, soldados y líderes cuya producción cultural analizo en este estudio no constituyen un grupo homogéneo. Por el contrario, su acercamiento y dominio de la escritura estuvo pautado por el escaso acceso a la educación formal, lo cual dificultó que se inscribieran en la imaginación colectiva desde el espacio privilegiado de las “Bellas Letras”. En un periodo en que la representación de las identidades masculinas revelaba la inestabilidad e inseguridad de toda performance de virilidad contenida y disciplinada, la categoría heroica vino a reforzar manifestaciones épicas en la que predominan masculinidades fuertes, productivas y con control de sí y de su entorno, pero también, abrió nuevos campos de injerencia y cuestionamiento para mujeres afrodescendientes. La posibilidad de convertirse en maestras y asumir el rol de escritoras, a pesar del escaso reconocimiento que recibieron, contribuyó a que algunas mujeres, como Cristina Ayala y Maria Firmina dos Reis, reclamaran para sí y para su comunidad el espacio sagrado del “heroísmo del espíritu”. Desde una posicionalidad marcada por la marginalización, ellas configuraron maneras alternativas de entender el protagonismo de los grupos subalternos, creando oportunidades para que sus nombres se inscribieran en bronce. Es así como los textos de autores afrodescendientes formaron parte de un tenso diálogo con sus contemporáneos en el que confluyen de-

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seos de movilizar hacia la guerra a amplios sectores de la población, el anhelo de dignificar su contribución como soldados o su labor como escritores, la defensa de agendas democratizadoras, reclamos de acceso a la educación para su comunidad y aspiraciones de protagonismo y de poder de intervención en proyectos modernizadores. Esta diversidad de intereses y agendas, pero también de competencias y habilidades, requiere el desarrollo de metodologías despegadas de concepciones elitistas que asocian la “obra literaria” con elementos predeterminados que consideran determinante una (in)cierta “calidad” estética y que tienen como consecuencia la reproducción de la marginación y el alejamiento de la producción cultural de autores de ascendencia africana de las aulas, de los estudios especializados y de las bibliotecas. En el transcurso de este estudio se hizo notoria la dificultad de acceder a un archivo que permita el abordaje crítico y fomente la construcción de líneas de reflexión teórica en torno a la producción cultural de hombres y mujeres de ascendencia africana. Al enfrentarme a la pregunta sobre cómo organizar un archivo heterogéneo y fragmentado, además de marcado por los silencios y por la ausencia de documentos, opté por una metodología que conecta los hallazgos, por mínimos que parezcan, con su contexto de producción y en diálogo con sus contemporáneos. Cartas, anotaciones en diarios, documentos legislativos, crónicas periodísticas y proclamas políticas se han incorporado al análisis junto con novelas, poemas y otros textos literarios en un intento de revisar la posicionalidad enunciativa de sujetos que se definieron o fueron percibidos por su comunidad como de ascendencia africana, al mismo tiempo que reclamaban para sí el honor de ser inmortalizados en bronce. La diversidad de géneros analizados señala la relación tensa entre escritura y afrodescendencia apuntando hacia la necesidad de desarrollar nuevas herramientas de clasificación y metodologías interpretativas que den cuenta de un complejo corpus que se encuentra disperso y se manifiesta discontinuo. El resultado de este ejercicio puede convertirse en el punto de partida de futuras reflexiones que interroguen la problemática histórica creando nuevas configuraciones teóricas sobre las narrativas de heroicidad que dieron forma a los imaginarios latinoamericanos en el largo siglo xix. Una revisión cuidadosa del archivo puede resultar en que figuras que fueron moldeadas en arcilla y condenadas al olvido, recuperen espacios de protagonismo y contribuyan a configurar un mapa más completo e inclusivo de la historia cultural de la región.

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Trabajos citados

Fuentes primarias Alencar, José Martiniano de. Obra completa. Editora J. Aguilar, 1958. Almeida, Júlia Lopes de. A familia Medeiros. Editora Mulheres, 2009. Amalia, Narcisa. Nebulosas. Garnier, 1872. Ayala, Cristina. Ofrendas mayabequinas: recopilación de poesías publicadas en distintos periódicos de esta y otras provincias. Imp. Tosco Heraldo, 1926. Azevedo, Aluísio. O Cortiço. Martins, 1968. Barbosa Lima Sobrinho, Alexandre, ed. Os precursores do conto no Brasil. Editôra Civilização Brasileira, 1960. Batrell, Ricardo. Para la Historia: apuntes autobiográficos de la vida de Ricardo Batrell Oviedo. Seoane y Álvarez Impresores, 1912. — Apuntes autobiográficos de la vida de Ricardo Batrell Oviedo, editado por René González Barrios. Editora de Historia, 2004. Bilac, Olavo. Critica e fantasia. A. M. Teixeira, 1904.  — “Chronica”. Kósmos. Revista Artística, Scientifica e Litteraria, n.º 2, febrero 1905, 3-5. Bolívar, Simón. Carta de Jamaica. Editorial Epígrafe, 1978. Boloña, José Severino. Colección de poesías arreglada por un aficionado a las musas. Imprenta de D. José Boloña, 1833. Borrero, Juana. Poesía completa. Verbum, 2016. Cabrales, Gonzalo. Epistolario de héroes. Cartas y documentos históricos. Imprenta “El Siglo xx”, 1922. Calcagno, Francisco. Poetas de color. Impr. Mercantil de los herederos de S. S. Spencer, 1887.

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— “Exequias del General José Padilla”. Efemérides del Estado de Bolívar, de Manuel Ezequiel Corrales, Tomo III. Imprenta de Medardo Rivas, 1889, pp. 100-106. — “Alocución del Gobernador de la Provincia de Cartagena en el acto de la emancipación de los esclavos el día 1 de enero de 1852”. Efemérides del Estado de Bolívar, de Manuel Ezequiel Corrales, Tomo IV. Imprenta de Medardo Rivas, 1892, pp. 87-90. — “Una temprana argumentación a favor del Federalismo en la Costa Caribe de la Nueva Granada”. Selección de textos políticos, geográficos e históricos. Ediciones Gobernación del Atlántico, 1993, pp. 17-26. — Yngermina o la hija de Calamar: novela histórica o recuerdos de la Conquista, 1533-1537, con una breve noticia de los usos, costumbres, i religión del pueblo de Calamar. Cargraphics Impresión Digital, 1998. Obeso, Candelario. Cantos populares de mi tierra. Imprenta de Borda, 1877. — Lucha de la vida. Imprenta de Silvestre Blanco, 1882. Olmedo, José Joaquín de. La victoria de Junín. Canto a Bolívar. Imprenta de M. Calero, 1826. Paula Brito, Francisco. Poesias. Typographia P. Brito, 1863.  — “O Preto Simão”. Marmota Fluminense. Jornal de Modas e Variedades, Rio de Janeiro, n.º 416, 8 de noviembre de 1853, p. 3. — “Simão, O Herói da Pernambucana”. Marmota Fluminense. Jornal de Modas e Variedades, Rio de Janeiro, n.º 419, 18 de noviembre de 1853, p. 1. Patrocínio, José do. Campanha abolicionista: coletânea de artigos. Fundação Biblioteca Nacional/Ministério da Cultura, Departamento Nacional do Livro, 1996. — Os retirantes. Editora Três, 1973. — Motta Coqueiro ou a pena de morte. F. Alves/Instituto Estadual do Livro, 1977. Pérez de Zambrana, Luisa. Poesías completas (1853-1918). P. Fernández, 1957. Pichardo, Hortensia. “Mercedes Matamoros: la poetisa del amor y del dolor”. Revista de la Biblioteca Nacional, 1965, pp. 105-119. Pompéia, Raul. Obras. Vol. 5. Editora Civilização Brasileira, 1982. Proclamas de Bolívar, Sucre, Santander y Padilla. El Acta de la Independencia y otros documentos importantes. Impr. del Distrito, 1878. Rebouças, André Pinto. Diário e notas autobiográficas. José Olimpo Editora, 1938.

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TRABAJOS CITADOS

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— Flores, votos e balas: o movimento abolicionista brasileiro (186888). Editora Companhia das Letras, 2015. Althusser, Louis. Aparatos ideológicos del Estado. Comité de Publicaciones de los alumnos de la ENAH, 1975. Álvarez Castro, Luis y Denise DuPont, eds. Perfiles del heroísmo en la literatura hispánica de entresiglos (xix-xx). Verdelís, 2013. Álvarez Pitaluga, Antonio. “La caída de un héroe y el secuestro de un mito”. Horizontes y Raíces, n.º 1, vol. 1, 2013, pp. 1-10. Amaral, Sharyse. “Emancipacionismo e as representações do escravo na obra literária de Joaquim Manuel de Macedo”. Afro-Ásia, n.º 35, 2007, pp. 199-236. Anderson, Benedict. Imagined Communities: Reflections on the Origin and Spread of Nationalism. Verso, 1983. Araujo, Ana Lucia. Shadows of the Slave Past: Memory, Heritage, and Slavery. Routledge, 2014. Araújo, Thiago Leitão de. “A persistência da escravidão: população, economia e o tráfico interprovincial (Província de São Pedro, segunda metade do século xix)”. Escravidão e Liberdade: temas, problemas e perspectivas de análise, editado por Regina Célia Lima Xavier. Alameda Casa Editorial, 2012. pp. 229-253. Archer, Rachel E. Society, Culture, and Heroes: Depictions of Cuban Heroine Mariana Grajales Cuello, 1893-2000. Latin American and Iberian Institute-University of New Mexico, 2001. Arcia, Alberto Abreu. Por una Cuba negra: Literatura, raza y modernidad en el siglo xix. Hypermedia Ediciones, 2017. Ariza Aguilar, Ada Margarita. “Juan José Nieto Gil, Artistic Practices and the Genealogy of Coloniality in Colombia”. Latin American and Caribbean Ethnic Studies, vol. 18, n.º 1, 2023, pp. 1-13. Avelar, Idelber. “Yngermina, de Juan José Nieto: antagonismo y alegoría en los orígenes de la novela caribeña”. Revista de Estudios Sociales, n.º 38, 2011, pp. 120-127. — Transculturación en suspenso. Los orígenes de los cánones narrativos colombianos. Instituto Caro y Cuervo, 2015. Azevedo, Elciene. “Se negro sou, ou sou bode, pouco importa, o que isso pode?: inclusão e cidadania na pena de Luiz Gama”. Pensadores negros – pensadoras negras: Brasil, séculos xix e xx, editado por Sidney Chalhoub y Ana Flávia Magalhães Pinto. UFRB, 2016, pp. 59-82. Azevedo, Celia M. Onda negra, medo branco: o negro no imaginário das elites, século xix. Annablume, 1987. Azevedo, Sílvia M. Brasil em imagens: um estudo da Revista Ilustração Brasileira (1876-1878). Editora UNESP, 2010.

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Bajtín, Mijaíl. Teoría y estética de la novela. Taurus, 1991. Barcia Zequeira, María del Carmen. Mujeres al margen de la historia. Editorial de Ciencias Sociales, 2009. — “Mujeres en torno a Minerva”. Afrocubanas: historia, pensamiento y prácticas culturales, editado por Daysi Rubiera Castillo e Inés María Martiatu Terry. Editorial de Ciencias Sociales, 2011, pp. 77-92. Basile, Marcello. “Inventário analítico da imprensa periódica do Rio de Janeiro na Regência: perfil dos jornais e dados estatísticos”. Dimensões e fronteiras do Estado brasileiro no Oitocentos, editado por José Murilo de Carvalho y Lucia Maria Bastos Neves. Ed. Uerj, 2014, pp. 37-62. Bastide, Roger. Estudos Afro-brasileiros. Editora Perspectiva, 1973. Bard Wigdor, Gabriela, y Gabriela Artazo. “Pensamiento feminista Latinoamericano: Reflexiones sobre la colonialidad del saber/ poder y la sexualidad”. Cultura y Representaciones Sociales, vol. 11, n.º 22, 2017, pp. 193-219. Bartra, Roger. “La batalla de las ideas y las emociones”. El lenguaje de las emociones, editado por Mabel Moraña e Ignacio Sánchez Prado. Iberoamericana/Vervuert, 2012, pp. 17-36. Bazán de Huerta, Moisés. La escultura monumental en La Habana. U de Extremadura, 1994. Bell Lemus, Gustavo. “Nieto y los comienzos del regionalismo costeño”. Selección de textos políticos, geográficos e históricos. Ediciones Gobernación del Atlántico, pp. 7-12. Benítez Rojo, Antonio. La isla que se repite. El Caribe y la perspectiva posmoderna. Plaza Mayor, 2010. Benjamin, Walter. The Writer of Modern Life: Essays on Charles Baudelaire. Harvard UP, 2006. Bernier, Celeste-Marie. Characters of Blood: Black Heroism in the Transatlantic Imagination. U of Virginia P, 2012. Bethell, Leslie. “The Decline and Fall of Slavery in Nineteenth Century Brazil”. Transactions of the Royal Historical Society, 1, 1991, pp. 71-88. Bittencourt, Renata. Modos de negra e modos de branca: o retrato “Baiana” e a imagem da mulher negra na arte do seculo xix. Universidade Estadual de Campinas, tesis de maestría, 2005, http:// repositorio.unicamp.br/handle/REPOSIP/281434. Blanchard, Peter. “The Language of Liberation: Slave Voices in the Wars of Independence”. Hispanic American Historical Review, vol. 82, n.º 3, 2002, pp. 499-523.

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Castillo Gómez, Antonio. “Presentación: ¡Gran invención, precioso hallazgo!”. La correspondencia en la historia. Modelos y prácticas de la escritura epistolar. Actas del VI Congreso Internacional de Historia de la Cultura Escrita, editado por Carlos Sáez y Antonio Castillo Gómez. Editorial Cumio, 2002, pp. 13-16. Castro-Gómez, Santiago. “Geografías postcoloniales y translocalizaciones narrativas de ‘lo latinoamericano’. La crítica al colonialismo en tiempos de la globalización”. Enfoques sobre posmodernidad en América Latina, editado por R. Follari y R. Lanz. Editorial Sentido, 1998, pp. 155-182. Centlivres, Pierre, Denis Fabre y Françoise Zonabend, eds. La fabrique des héros. Éditions de la Maison des Sciences de l’Homme, 1999. Césaire, A. El discurso sobre el colonialismo. Akal, 2006. Chalhoub, Sidney. “Slaves, Freedmen and the Politics of Freedom in Brazil: The Experience of Blacks in the City of Rio”. Slavery and Abolition, vol. 10, n.º 3, 1989, pp. 64-84. — “The Precariousness of Freedom in a Slave Society (Brazil in the Nineteenth Century)”. International Review of Social History, vol. 56, n.º 3, 2011, pp. 405-439. Chalhoub, Sidney y Ana Flávia Magalhães Pinto. Pensadores negros-pensadoras negras: Brasil, séculos xix e xx. UFRB, 2016. Chasteen, John. “Simón Bolívar: Man and Myth”. Heroes and Hero Cults in Latin America, editado por Samuel Brunk y Ben Fallaw. U of Texas P, 2006, pp. 21-39. Chartier, Roger. “Introduction: An Ordinary Kind of Writing”. Correspondence: Models of Letter-Writing from the Middle Ages to the Nineteenth Century, editado por Roger Chartier, Alain Boureau y Cécile Dauphin. Princeton UP, 1997, pp. 1-23. Chávez, Félix Ernesto. La claridad en el abismo: la construcción del sujeto romántico en la poesía de Luisa Pérez de Zambrana. Verdum, 2014. Chicangana-Bayona, Yobenj. “La memoria visual de la independencia: alegorías, retratos de héroes y batallas”. Independencia, independencias y espacios culturales. Diálogos entre historia y literatura, editado por Carmen Elisa et al. Centro Editorial de la Facultad de Ciencias Humanas de la Universidad Nacional de Colombia, 2009, pp. 163-183. — “Imagens, Conceitos e Cultura Política: A pintura sobre a Independência da Colômbia na primeira metade do século xix”. Tempo, vol. 16, n.º 31, 2011, pp. 145-176. Chvaicer, Maya Talmon. “The Criminalization of Capoeira in Nineteenth-Century Brazil”. Hispanic American Historical Review, vol. 82, n.º 3, 2002, pp. 525-547.

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