El origen ibérico de la lengua vasca: Según los primeros testimonios escritos en lengua ibérica de Andalucía, Aragón, Cataluña, Valencia y Portugal 8480180242, 9788480180245


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Índice
I. INTRODUCCIÓN: el parentesco genético de las lenguas vasca e ibérica
I.1 La lengua
I.2 La historia
II. LAS OFRENDAS RELIGIOSAS DE LOS PUEBLOS IBÉRICOS
II.1 La Ofrenda religiosa de los pueblos de la Contestania ibérica: Serreta I
II.2 La Ofrenda religiosa de los pueblos e la Sierra de Espadán: Solaig
III. ESTELAS FUNERARIAS: MUERTE Y RITO DE INCINERACIÓN
III.1 Los primeros escritos de la Hispania antigua: las estelas funerarias del sur de Portugal
III.2 Las estelas funeraria del Levante Mediterráneo
IV. PEQUEÑOS LETREROS DE CERÁMICA, HUESO O METAL
IV.1 El arte de maquillarse
IV.2 El arte de tejer y coser
IV.3 Vasijas para guardar alimentos
IV.4 El vaso del clan familiar
IV.5 Un proyectil de plomo para las hondas
IV.6 La conciencia semiótica sobre la escritura
V. LA PALEO-METALURGIA EN UNA MINA DE GALENA DE GÁDOR
VI. DICCIONARIO DE MORFEMAS IBÉRICOS
Bibliografía
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El origen ibérico de la lengua vasca: Según los primeros testimonios escritos en lengua ibérica de Andalucía, Aragón, Cataluña, Valencia y Portugal
 8480180242, 9788480180245

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A Flor, a Juan Luis y a Ana

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I INTRODUCCIÓN: El parentesco genético de las lenguas vasca e ibérica

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El estudio que presentamos no pretende teorizar sobre un tema tan debatido como el origen de la lengua vasca, sino que incide esencialmente en la comprensión de una serie de epígrafes ibéricos —en un abanico bastante representativo de la Edad de Hierro— y cuya traducción ha sido posible tras la minuciosa asociación de estos textos con morfemas vascos. Dado que la tentativa consigue una traducción con sentido y además verificable por los referentes de cada epígrafe, se deduce, como consecuencia, la estrecha relación de parentesco entre la lengua ibérica y la lengua vasca. En esta Introducción se trata el tema de la lengua ibérica y el método de análisis empleado en su desciframiento, ofreciéndose una sucinta comparación de morfemas ibéricos y vascos. Ahora bien, como la comprensión de las relaciones lingüísticas entre ambas lenguas necesita un marco histórico que las esclarezca, se finaliza la introducción con una retrospectiva histórica sobre los pueblos que hablaron la lengua ibérica en el primer milenio a.C., en la península ibérica, y sobre la protohistoria del pueblo vasco. En el capítulo II se estudian dos textos largos, relativos a las ofrendas religiosas que tenían por costumbre realizar los pueblos ibéricos en los santuarios, enmarcados en los conocimientos que se tiene hoy sobre los ritos de ofrendas en época ibérica y su comparación con las reminiscencias actuales de dichas peregrinaciones, insistiendo especialmente en las del País Vasco, y resaltando las fuertes similitudes. El capítulo III analiza estelas funerarias, variadas por su cronología y procedencia —fundamentalmente del sur de Portugal y del Levante mediterráneo— cuyo esclarecimiento se acompaña con la exposición del concepto de muerte y su ritual en la antigüedad hispana, comparada con la tradición vasca. En el capítulo IV se recogen y analizan una serie de pequeños letreros escritos en cerámica, hueso o metal, que desvelan parcelas diversas de conocimiento sobre el arte de maquillarse las mujeres, o de hilar y coser, sobre la familia, la cocina e incluso el instrumental de guerra, así como algún letrero muy curioso que expresa la reflexión semiótica que sobre la escritura misma hace el escriba. Finaliza el libro con un capítulo apasionante en donde se descifra un epígrafe escrito en una lámina de plomo hallada en la entrada de una antigua mina ibérica de plomo en la sierra de Gádor (Almería), y que resultó ser un balance de masas de la mina y su contabilidad, datos de suma importancia, pues pudieron cotejarse con un modelo metalúrgico que se creó en el laboratorio y cuyos resultados químicos, en la obtención del plomo, encajaron exactamente con el balance expresado en el epígrafe ibérico. El refrendo

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que la metalurgia y la química dan a la traducción de dicho texto, con ayuda de morfemas vascos, sin duda marcará un hito en la larga historia del desciframiento de la lengua ibérica y la comprensión de los orígenes de la lengua vasca.

La lengua Hacer un repaso de las controversias y formulaciones diferentes sobre el origen del vasco es algo que transciende los límites y fines de este trabajo. Sin embargo, comentaré algunos argumentos que generalmente se han expuesto, fundamentalmente en la orientación que aquí proponemos, es decir, en su relación con la lengua ibérica. Tal vez, las exposiciones de Tovar (1960 y 1961) son de referencia obligada así como las aportaciones de Michelena, P. Beltrán, Lafon, Lejeune, Caro Baroja, etc.. Tovar en varias ocasiones ha insistido en que «el ibérico no parece un antepasado directo del vasco» y que «si el vasco y el ibérico estuvieran genéticamente relacionados, el desciframiento... avanzaría rápidamente» (1968, 80-81). Las razones en que se apoya son las siguientes: 1ª El fracaso del intento de G. Bähr; 2ª Las escasas coincidencias de las palabras vascas con las ibéricas: «De las casi mil palabras que podemos ordenar en las inscripciones ibéricas, las coincidencias con el vascuence pueden contarse»,... «si el parentesco vasco-ibérico fuera por origen común, las coincidencias habrían de ser mucho más abundantes». Si examinamos el primer argumento, vemos que se trata de un argumento externo y extrínseco a la tesis que se defiende, pues el que un investigador no consiga su propósito, al menos en ciencia, no cierra el proceso. Es más, si utilizando el método empleado por Bähr, se hubiera conseguido traducir el ibérico, es en ese momento, cuando se podría afirmar la imposibilidad de la traducción. Me explico. Como Tovar muy bien expone, este autor intenta «descifrar el ibérico con la ayuda del vascuence… mezclándolo todo, incluso lo no ibérico, lo celtibérico, en un fondo común». Evidentemente, este factor de mezcla es tan arriesgado que está llamado al fracaso inexorable. En primer lugar, habría que haber demostrado preliminarmente que el ibérico y el celta hablado en la península tienen un mismo origen, porque de lo contrario se están mezclando lenguas pertenecientes a familias lingüísticas diferentes, abocándose con ello al fracaso del intento de desciframiento. En cuanto al segundo argumento, basado en las escasas «coincidencias» iberovascas, que para él se pueden contar con los dedos de las manos, hoy, efectivamente, no es así. Y afirmo que no es así, pues son más de doscientos los morfemas ibéricos que «coinciden» con el vasco, y, además, el número de «palabras» —según terminología de Tovar— es mucho mayor. En primer lugar, tildar de palabra a BASEROKEIUNBAIDA es algo inexacto, pues esa palabra significa 'la ensenada del canal retorcido'. Por lo tanto, cuando queremos hablar de parentesco genético entre dos lenguas, las coincidencias deben encontrarse en el nivel del morfema o unidad mínima de significado, y sólo en ese nivel. Y mientras no tengamos herramientas lingüís-

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ticas que nos permitan escudriñar en dicho estrato, no nos quejemos de nuestros magros resultados, y no proyectemos nuestras propias limitaciones como si fueran limitaciones de la ciencia. En la búsqueda de elementos morfemáticos comunes hay que desplegar todos los conocimientos que la lingüística actual pone a nuestra disposición y que no son pocos; integrando, además, elementos de la geografía lingüística y la arqueología. El escaso rendimiento que en la actualidad se obtiene en la comprensión de los textos ibéricos y las pocas coincidencias que se dedujeron, a mi modo de entender, no prejuzgan las relaciones lingüísticas entre estas dos lenguas. Lo que sí juzga, en primer lugar, es el método con el que se actuó. Y, realmente, desconozco crítica alguna en este sentido. El distribucionalismo formal a ultranza, que se utiliza, debe ser el primero en cuestionarse. Y no lo afirmo desde una postura de principios metodológicos, sino por sus malos resultados; que han llevado a concluir que un elevado número de palabras ibéricas, prácticamente casi todas las palabras que han sido interpretadas, si exceptuamos pequeños afijos, se consideran nombres de personas: nombres personales de magistrados, nombres personales de propietarios, nombres personales de gobernantes, nombres personales femeninos, nombres personales de difuntos, etc.. Es evidente que algo falla en el método que ha llevado tras tantos años de investigación a tan peregrina conclusión: que los iberos se dedicaron a escribir sus nombres por doquier. Sobre este particular, no voy a repetir o resumir aquí las distintas observaciones que en los capítulos siguientes haré. Únicamente quiero hacer notar que en la medida en que los análisis lingüísticos e históricos se vayan exponiendo, haré las consiguientes alusiones a este tema, para dar a ver, poco a poco, la inconsistencia argumental o la simple presunción con la que se han zanjado o escondido los problemas: «Esto puede ser un nombre de persona». La crítica, pues, no debe hacerse a los malos resultados, sino a los malos métodos empleados. El método lo describe muy bien Michelena, cuando afirma que se trata de observar «grupos de signos recurrentes que se repiten en un mismo texto o en textos distintos» (1961, 12). Ahora bien, un método distribucionalista sirve en tanto en cuanto conocemos la lengua, no cuando la ignoramos, porque lo que puede ocurrir es que se distribuyan nuestros desconocimientos. A un caballo tan desbocado como el distribucionalismo formal, es necesario ponerle unas riendas que lo guien y eviten, en lo posible, desviaciones y malos caminos. La única alternativa que puede prevenir la falta de orientación, con la consecuente pérdida del camino, es la lingüística referencial; aquella que, cuando trata los significantes en busca de su significado, se deja conducir por el referente. Al referente, en los estudios sobre el ibérico, no sólo se le ha dado de lado, sino que se le ha maltratado cuando estaba presente. Contemplaremos algún caso en concreto. Gómez Moreno ya propuso un ejemplo de recurrencia —que se cita siempre como paradigmático— entre GAROKAN, BAGAROK y TAGISGAROK, que le permitía segmentar GAROK como nombre de persona y AN, BA, y TAGIS como afijos (1949, 231); Michelena abunda en el mismo sentido (1985, 352), e incluso dice «veamos un ejemplo clásico» (352), teniendo conciencia de que se trata de un ejemplo incuestionable. Sin embargo,

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como se verá en el estudio correspondiente, la segmentación que cuenta con más argumentos descompone la secuencia en BA/GAR/OK y demuestra que GAROK no es un nombre de persona ni BA un prefijo, por la sencilla razón de que el texto de Alcoi, donde aparecen las tres secuencias, enumera una serie de pueblos ibéricos, a uno de los cuales llama BAGAROK y el topónimo que aún se conserva como referente es Bacarot. (Más cercanía en los significantes, no se puede pedir). Es a partir de este dato referencial como podemos construir segmentaciones apropiadas y bien encaminadas, pues podemos contemplar la descripción física del lugar, y su posible funcionalidad, para conducir bien la investigación. Por ejemplo, el análisis de polen demuestra que en época ibérica existieron allí cereales; cerca del lugar se encontraron hoces para la recolección del cereal; la aparición de icnitas o huellas fósiles de animales en el Bacarot con una antigüedad de 6 millones de años demuestra que aquello fue una llanura con agua y abundante hierba que sirvió posteriormente al hombre agricultor de excelente tierra de cultivo. Éstos son hechos, no son opiniones. Evidentemente, ello nos conduce hacia el término GAR 'cereal, cebada' en vasco, como lo confirman también los referentes de GAROKAN y TAGISGAROK, que son zonas eminentemente cerealísticas. Este tipo de método referencial guía el pensamiento, aconseja y desaconseja, marca pautas y, desde luego, aporta argumentaciones más concluyentes que la mera distribución formal que afirma: GARO es nombre de persona, por estar en medio de la secuencia, y lo que va delante o después son afijos. A partir de ahí, la bola de nieve que se forma puede acabar con todo. Pero, por desgracia, no sólo se ha ignorado la lingüística referencial, sino que cuando, al menos, intuitivamente, se utilizó —como es el caso de Pío Beltrán— poniendo en evidencia textos fuertemente ligados con su referente, se ha intentado sobre todo desvirtuarlos, en ningún momento ver las posibilidades que ofrecían. Uno de los ejemplos es el famoso texto GUDUA DEISDEA, cuestionado, digamos invalidado, por algunos críticos. El letrero aparece pintado en un vaso ibérico de Liria en donde se representa un combate: desde una barca tres guerreros luchan contra otra embarcación, ocupada por dos guerreros, lanzándose flechas; y desde la orilla, otro les hostiga con una jabalina y un arco. Por debajo de las naves unos peces nadan. El letrero se sitúa en medio de la escena, y fue traducido por Beltrán como «llamada o grito de guerra» (Beltrán, 1972, 263), basándose en dos vocablos vascos gudu 'guerra' y deitu 'llamar'. La escena del vaso ibérico avalaba fuertemente la traducción, y, por consiguiente, la publicación del letrero impresionó a los especialistas en la materia, que no tardaron en reaccionar. La argumentación en contra (expuesta reiteradamente en Caro Baroja, 1963, 804; Tovar, 1950, 18; Michelena 1985, 339) se puede resumir en lo siguiente: el verbo vasco deitu tiene una terminación verbal en tu que es latina; gudu-a presenta un artículo en época muy temprana; y tal vez gudu no pertenezca al fondo antiguo vasco. En consecuencia, la inscripción no removía los cimientos de la postura divorcista entre ibérico y vasco. Por eso, Caro Baroja encuentra como más natural en vasco antiguo Gudu dei (1963, 804). Sobre gudu ya advierte Michelena que «no hay razón alguna para marcar vasc. gudu... como término de introducción reciente» y añade que «no es, con seguridad, tomado del germá-

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nico» (1985, 339), en contra de lo que opina Tovar. Sobre la presencia en época tan temprana del artículo, el único juicio válido es el documental, y no es la primera palabra que se presenta con dicho sufijo, así SERAIKALA, TURLBAILURA (Serreta I). Pero el argumento definitivo era el segundo: deitu es un préstamo del latín, así Tovar lo hace venir del latín dictum, castellano 'dicho'. Sin embargo, la tozudez simple y descarnada del letrero guerrero no es fácil de obviar. Yo no voy a entrar en un análisis exhaustivo del tan traído y llevado letrero, sólo voy a decir que la crítica no fue imparcial, y que no exploró todas las posibilidades, contentándose con cerrar en el cajón de los sustos a dicho epígrafe. Por eso, voy a romper una lanza en favor de Pío Beltrán: se puede opinar que DEISDEA no puede provenir del vasco deitu, latín dictum. Pero la ciencia obliga a recorrer todos los caminos, pues tal vez aquel que no se anda y se olvida tiene la adecuada respuesta, o al menos ofrece alguna luz. En primer lugar, DEISDEA es una secuencia cuatrisilábica, luego es absolutamente cierto e incontestable, que una secuencia de tal magnitud debe ser segmentada en morfemas. Sólo pido que se dé un ejemplo de morfema cuatrisilábico en ibérico. Si esto es así, la cuestión radica en una segmentación adecuada de la secuencia. Y por evidente que parezca, este camino ni se exploró. Mi propuesta de segmentación, que debe ser juzgada como hipótesis de trabajo, es la siguiente: DEI/IS/DEA: el morfema DEA es el vasco da 'es'; IS se corresponde con el vasco itz 'la voz, la palabra', que encontramos en la inscripción de Benidorm I; y DEI, como se ha dicho, es el vasco dei 'llamar', ahora sin el fatídico sufijo -tu, como en la frase dei egitekoak, que Azkue emplea para designar a las mujeres encargadas de llamar a los pescadores cuando van de madrugada a la mar. Siendo la traducción de la frase completa: 'es la voz que llama al combate' y encima de la misma los guerreros lanzándose flechas y lanzas, como referente inequívoco. Esta hipótesis interpretativa obvia las dificultades propuestas y coincide con la fórmula que esperaría Caro Baroja. La cuestión es, pues, la siguiente, ¿Por qué no se dieron todas las posibilidades de interpretación, y se circunscribió el debate a demostrar que no es admisible que el letrero se refiera a un combate? Hecho, por lo demás, incuestionable si no estuviera por en medio la lengua vasca. Da la impresión de que en el tratamiento de este epígrafe, tan diáfano, traicionó el subconsciente. No se trata de no criticar una propuesta como la que hace Beltrán, sino también de ofrecer otras posibilidades, independientemente de las consecuencias a que nos conduzca. Pasemos ahora a establecer el proceso metodológico mediante el cual se da cuenta de cómo el referente contribuye a la justa segmentación de los significantes y colabora en la definición del significado. Para la investigación de una lengua desconocida, es necesario el recurso a la lingüística referencial. Para: a) La homologación de los significantes: el BAGAROK ibérico fácilmente se adivina como una proyección del actual Bacarot. b) La des´ cripción semántica, por ejemplo, del topónimo ibérico BIR/INAR > Bèrnia (actualmente) que corresponde a la sierra de 'los dos tajos', como se puede comprobar por sus características geográficas. Por otro lado, del estudio de los referentes, en su relación con los significantes y significados, se pueden deducir: c) Las estructuras

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mayores y menores de la lengua que componen un texto. d) La dirección de las dos interpretaciones, fonológica y semántica, que obligatoriamente tiene la lengua. De ello hablamos a continuación. Una vez que en un texto podemos identificar una serie de topónimos, referidos a poblados, el estudio de la descripción geográfica que presentan y su posible función como hábitat ganadero, agrícola, industrial, etc. adquieren una importancia decisiva a la hora de realizar la conveniente segmentación morfológica del significante ibérico. Ésta es, sin duda, una aportación muy valiosa, que ofrece el referente toponímico, decisiva en la tarea de segmentar adecuadamente el significante ibérico y de otorgar un significado preciso a cada uno de los morfemas constituyentes. El proceso puede reiterarse, de forma que un morfema pueda ser constatado en más de un topónimo, en cuyo caso la recurrencia del nuevo referente puede avalar o desaconsejar la definición semántica que se otorgaba al segmento morfemático. Por ejemplo, en el plomo del Solaig se nombra una serie de poblados ibéricos, fundamentalmente ganaderos, que realizan una ofrenda a un santuario. Es imposible que sea fruto de la casualidad que todos los pueblos se encuentren alineados, a distancias de 3 o 4 km., siguiendo la sierra de Espadán, que es la que conduce a dicho santuario. En dicha sierra encontramos el topónimo Eytura y en el texto ibérico EDETUR-a, que ha perdido la oclusiva intervocálica: *EØETURA > Eytura, que debe segmentarse en EDE/TUR(A) y significa '(el lugar) que posee la cueva'. Pues bien, en Eytura existe una factoría de cría y matanza de ganado de época ibérica constatada por el análisis de los restos faunísticos, y está ubicada en 'una cueva'. En otro signo del mismo ´ y está referido a epígrafe encontramos también el segmento EDE, en EDESILIR, una cueva, pero en este caso mina de mercurio. Tenemos, pues, que los referentes de los dos topónimos ibéricos nos conducen a lugares en donde existen cavidades realizadas y utilizadas para dos actividades, una, ganadera; y otra, metalúrgica. A esto hay que añadir la información que el vasco ofrece sobre el morfema EDE: ede y edeki son definidos por Azkue como «abrir una cosa antes no abierta, como zanja, brecha etc.»; y, en el sentido genérico de 'quitar, sacar, arrancar' es aplicable a cualquier tipo de cueva o mina dependiendo de la actividad y uso. Sin duda, la relación del morfema ibérico y del vasco no es puramente conjetural, sino que la recurrencia del referente implica un argumento sólido. A 4 km. de las minas de mercurio nombradas, se encuentra el pueblo ganadero de Artana, con corrales de época ibérica; el texto ibérico lo nombra -ARTONE. ¿Se puede pedir más concordancia en los significantes?; la secuencia completa dice EGI/ ART/ONE 'lugar de ovejas en la ladera' y si visitamos Artana sobrecoge ver este pueblo, con corrales ibéricos, recostado en una ladera que emerge solitaria en el centro de un pequeño valle, rematada por un castillo medieval cuya cimentación es ibérica. También en el texto ibérico de Serreta I concurren idénticas circunstancias. En el epígrafe se nombran los siguientes pueblos: BASK, y el referente actual es Bask-a; ´ y el referente actual es Orito; se nombra BAGAROK, y el referense nombra ORTI, te actual es Bakarot; y así sucesivamente podemos cotejar TURLBAILURA con el referente Turbaillos; ISBIN con el referente Ibi; BINIKE con el referente Benikeis,

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etc. También aquí la mediación del referente, a la hora de establecer el significado de los morfemas, es fundamental y muy precisa. Por ejemplo, a través de la toponimia circundante, y de la descripción del mismo topónimo ibérico, se llega a la ´ 'dos' e INAR 'tajo'. El texto de Serreta I tiene el sintagma conclusión de que BIR ´ BIRINAR, y, además, el vasco confirma que birr- 'dos' —como en birrazi 'segunda simiente'—, e iñar 'tajo'. La hipótesis de BIRINAR´ como 'los dos tajos, la entalladura doble' parece convincente. Si, además, se localiza el referente de BIRINAR, como fue´el caso, y se observa que en el lugar citado existen dos espectaculares tajos en la sierra, parece evidente que se ha conseguido asegurar la hipótesis propuesta para ambos morfemas. No solamente la referencialidad actúa en el caso de topónimos. Muchos otros textos permiten invocarla. Así en una bala de honda aparece el letrero ABER y, en vasco, abel significa 'honda'; no se puede achacar a una mera coincidencia y despachar así la cuestión. Si en una bocamina de galena se encuentra un escrito ibérico grabado en una lámina de plomo, cuya primera palabra dice, según Gómez Moreno, UDUORU, y resulta que en vasco uduri significa 'cisco (de carbón vegetal)', no creo que en buena ley se pueda hacer caso omiso de un dato tan alentador. Habíamos dicho que una de las consecuencias inmediatas, cuando se utiliza este tipo de método, es el ir desgranando unidades mínimas portadoras de sentido, es decir, morfemas. Dos son los niveles en que se pueden secuenciar los fonemas ibéricos: un nivel mínimo, donde se encuentran los morfemas, y otro máximo, donde se unen los morfemas para formar sintagmas. Los morfemas pueden realizar a la vez diversas funciones ya que a veces nominalizan mientras que en otras predican, por ejemplo: BA significa 'criba y cribar' KER 'parada y pararse', NARE 'tranquilo, calmoso y remansarse', IL 'muerte y morir'. Otro tipo de morfema funciona específicamente como afijo, LA, con valor modal, EN, a modo de genitivo, AN como locativo etc. Estos morfemas al fusionarse entre sí forman secuencias que denominamos sintagmas, utilizando un tipo de unión aislante, así BASER/OKE/ IUN/BAIDA 'la ensenada del canal repleto de curvas (o re-torcido)'; después de cada sintagma se suele marcar unos interpuntos que indican el final de la secuencia. Como hemos dicho, no parece que quepa distinguir entre verbos, nombres y adjetivos, sino más bien se observa que, dependiendo del contexto, los morfemas —o algunos de ellos— pueden asumir las dos funciones fundamentales: nominalizar o predicar, sin la presencia de afijos derivativos nominales o predicativos. El morfema ´ 'el pueblo donde el mercurio se extrae', funciona como elemenEDE, en EDESILIR to de la predicación, designando la actividad; mientras que, en el mismo texto, el morfema se repite en EDETUR '(el lugar) que posee la cueva', en donde funciona nominalmente, designando no la actividad de la extracción, sino el resultado de la extracción, sea una zanja, cueva o pozo. El ibérico, pues, no marca funciones ni categorías gramaticales con morfemas de derivación, al menos en los textos que hemos estudiado. Una vez establecida la unidad mínima con sentido, es decir, el morfema, lo más normal es que nos preguntáramos sobre el siguiente nivel, la palabra. Sin embargo, este nivel no está definido en ibérico, según la documentación textual. El concepto

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de palabra es muy usado en las lenguas actuales, aunque, desde la perspectiva lingüística, es un término con cierto grado de indefinición. En alguna manera, la escritura es la que crea las palabras al establecer unos espacios en blanco entre las secuencias de signos. Esto, si prestamos atención, no sucede en la expresión hablada. En un lenguaje fundamentalmente oral (como era el caso de las lenguas antiguas, que o bien desconocían la escritura o ésta sólo era usada por muy pocos, los escribas), el concepto de palabra, al no ser evidente desde la perspectiva oral, no se identificó como una unidad de lengua. El problema se le planteó a los primeros escribas, y en ibérico se resolvió mayoritariamente yuxtaponiendo los morfemas hasta completar una unidad de sentido, similar a la de un sintagma; tras él se señalaba el final del mismo con interpuntos verticales, y se iniciaba otro nuevo sintagma, así GAROKAN : DADULA : BASK, creando con ello unidades secuenciales mayores que el morfema, las cuales formarán a su vez el texto completo. Evidentemente, la longitud de estas secuencias es arbitraria y no está preestablecida, de forma que cada escriba decide cuál es la unidad; por ejemplo, encontramos ´ en Campello III. NINAR en Tornabous y NINAREN Estas unidades secuenciales son equivalentes a sintagmas, pero también a oracio´ 'el pueblo del nes completas. En forma de sintagmas nominales tenemos SALIR redil', o nombres como AI 'el paso'; y formando una oración completa, secuencias como SESDIRGADEDIN 'donde se encuentra el sesteadero de las reses'. Por eso creemos que la acepción de sintagma, para designar esta secuencias que el escriba separa, puede ser de utilidad, aunque no se ajuste a su definición formal. El orden de los morfemas en estos sintagmas está más en función de lo que se quiere expresar y, por lo tanto, no parece pre-establecido, salvo en algún caso; sobre esto hablaremos a continuación, pero antes es obligado comentar la dirección en que se hace la decodificación semántica. Todo sintagma sufre necesariamente dos interpretaciones, la fono-fonológica y la semántica. La primera necesariamente está condicionada por los mecanismos de la articulación muscular y, por lo tanto, se da en un orden temporal y sucesivo, así el sintagma BEKOR obligatoriamente ha sido pronunciado con la siguiente dirección B E K O R; cabe preguntarse si la interpretación semántica sigue la misma dirección u otra diferente, y la constatación que hemos observado en todos los casos es que la lectura semántica tiene una dirección opuesta, y, en el ejemplo anterior, sería BE KOR; lo que indica dos hechos: 1º que la interpretación no es semántica sino morfo-semántica; 2º y que esta interpretación lleva la dirección contraria, es decir, inversa a la fono-fonológica. Si examinamos el ejemplo, BE 'abajo', KOR 'en el lugar', la interpretación semántica con dirección inversa da la siguiente traducción 'en el lugar de abajo'. A continuación verificamos algunos ejemplos de este proceso de construcción de sintagmas que llamaremos de «interpretación fono-semántica inversa». En el texto del Solaig se encuentra el sintagma BASTA/IBAI/TIEBA, que designa un poblado ibérico situado en unas lagunillas o encharcamientos del río Millars. La interpretación inversa así lo avala, refiriéndose al lugar donde 'se encharca el agua/ del río/ que limita'. Siguiendo las indicaciones que daba el texto ibérico, nos

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percatamos de que el río que limita la región Edetana de la región de los Ilercavones, según las fuentes clásicas, es el río Millars; y recorriendo dicho río encontramos un rosario de lagunas, que el texto ibérico llama TIEBA, y el actual topónimo lo conserva en Txipa. Allí, efectivamente, había un poblado ibérico. Si, por el contrario, hubiéramos seguido en la interpretación semántica la misma dirección que la fono-fonológica, hubiéramos obtenido como traducción 'el límite/ del río/ que se encharca' o bien 'la orilla/ del río/ que se encharca', siendo imposible la identificación del lugar y obteniendo, además, un sentido demasiado ambiguo. También el ´ letrero Campello III NI/NAR/EN tiene sentido con la interpretación inversa 'del/ linaje (o clan)/ mío', mientras que con la interpretación directa alcanzaríamos una traducción imposible 'yo/ linaje/ de'. En Serreta I tenemos el sintagma SES/ GERSDUR/AN que ubica a un poblado ibérico 'en el lugar contiguo a los antepasados' (referido a los difuntos de la necrópolis), si interpretamos inversamente; mientras que con la interpretación directa daría 'los antepasados contiguos en el lugar', que a todas luces carece de sentido. En el mismo texto, el sintagma SES/DIRGA/ DEDIN describe un poblado ganadero en el que aún se conservan los muros de piedra seca donde se guardaba el ganado, justificando la arqueología la interpretación inversa 'donde se encuentra/ el sesteadero/ de las reses', mientras que con la otra interpretación obtenemos una frase extraña 'las reses/ sestean/ donde se encuentran'. El sintagma SA/KAR/IS/KER, del mismo texto, ubica el pueblo en el lugar donde 'se detiene/ el río/ de la piedra/ pequeña (o río de la arena)', y con lectura directa la interpretación estaría vacía de contenido. En el plomo de Gádor, el repetido sintagma ST/ARI/EN/MÜ adquiere pleno sentido en interpretación inversa: 'Extracto/ del filón/ abundante (o rico)', puesto que el texto contabiliza el balance de masas de la actividad minera de una mina de galena, y denomina a esta mina 'la que tiene una veta o filón rico en mineral'; la interpretación directa es imposible: 'abundante/ filón/ del extracto'. Como se puede constatar, en textos muy diversos en el tiempo y procedencia, la interpretación fono-semántica inversa es la adecuada para la justa comprensión de la lengua ibérica. Este dato faltó en las investigaciones anteriores, o al menos yo desconozco que alguien lo hubiera detectado. Sin embargo, la influencia que tiene a la hora de explorar con éxito la comprensión de los textos ibéricos es prácticamente de conditio sine qua non y es posible que en ello radique la falta de logros en el desciframiento. Una vez diseñada la dirección en que los morfemas deben interpretarse, conviene hacerse la pregunta de si existe, dentro de esa dirección, un orden establecido. La respuesta parece afirmativa y la expondremos con el ejemplo ya conocido de BASTA/IBAI/TIEBA. El primer morfema en la interpretación semántica es TIEBA, que toma la función [+Tema], es decir, aquello sobre lo que se va a hablar en el sintagma, 'los charcos de agua o lagunillas', que es justamente el lugar exacto en donde se sitúa el poblado ibérico; a continuación le sigue el comentario '(en cuanto a los charcos de agua) comentamos que son de río, y que el río es el que limita las regiones ibéricas'; a su vez, el comentario, en sí mismo, se construye con un elemento IBAI 'río' seguido de su determinante BASTA 'límite', en consecuencia, si nos

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circunscribimos al orden de los elementos determinantes (Dte.) y determinados (Ddo.), obtenemos en la secuencia la estructura Dte + Ddo, todo lo cual se puede representar con el siguiente esquema:

BASTA

IBAI

Ddo

Dte

Ddo [+ Comentario]

TIEBA

Dte [+ Tema]

Podrían presentarse, como contra-ejemplo, aquellos sintagmas que comienzan con algún elemento de relación o proformas de lugar -AN, -EN, etc., sin embargo, estos sintagmas tienen el tema implícito, es decir, son una presuposición lingüística. ´ Así en NI/NAR/EN, que comienza con un relacionante de genitivo, se presupone el referente, el vaso familiar en donde está escrito el letrero, siendo el significado del mismo —tanto de 'lo puesto' como de 'lo presupuesto'— 'el vaso del clan mío', en donde 'el vaso' es una presuposición. Por lo demás el ejemplo, cumple la distribución propuesta. El mismo análisis se deduce de STA/ARI/EN/MÜ, en donde MÜ 'extracto, resumen', es el tema y el resto del sintagma es el comentario: 'de la veta rica', en donde STA 'rica' determina a ARI 'la veta'. Esto nos conduce a avanzar una reflexión sobre la tipología de la lengua ibérica. En primer lugar, es aún prematuro presentar un esbozo tipológico de esta lengua, pues todavía desconocemos una serie de parámetros indispensables. Sin embargo, algunos rasgos se pueden detectar y de ellos daremos razón, siempre y cuando tengamos en cuenta la provisionalidad de estas consideraciones. La lengua ibérica, que podemos contemplar en los epígrafes que analizaré en los siguientes capítulos, no parece presentar tipos flexivos: accidentes de frontera o flexiones, como es el caso de la declinación en latín o de la conjugación en español, francés, etc., no están patentes en los textos estudiados. Y digo «patentes», porque sin necesidad de recurrir a ellos se ha podido dar sentido a los textos. Al menos, podemos decir que no actúan de una manera necesaria en la construcción de la frase, o que su actuación es escasa. Tal vez podamos hablar de una flexión de pluralidad referencial, -IR, a lo sumo. Tampoco se encuentran flexiones internas, en donde los elementos gramaticales son expresados por variaciones vocálicas, consonánticas, secuenciales, etc. como en inglés man/men, cuya variación vocálica informa sobre el número gramatical. Existen en los textos algunas variaciones: BIDUDEDIN, BIDAN, BIDEN, a partir de las cuales se podría pensar que BIDU- presenta un elemento flexivo frente a BID-; el texto no parece postular dicho elemento para su explicación, y más bien la variación se debe a una epéntesis que facilita la pronunciación. La aglutinación, característica de otro tipo de lenguas, parece estar mínimamente representada; así el relacionante -EN, con valor de genitivo 'de', es un elemento

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´ gramatical que puede encontrarse al fin de un sintagma NINAR / NINAREN, pero también en medio del mismo STARIENMÜ, poseyendo siempre el mismo significado gramatical; esta simple yuxtaposición del afijo que observamos es característica de las lenguas aglutinantes. Por el contrario, el tipo aislante, que presenta elementos independientes, prácticamente sin afijos, en donde las relaciones sintácticas se expresan por yuxtaposición de los distintos elementos radicales, es el que parece definir a la lengua ibérica como lengua analítica; en oposición a las sintéticas, flexivas y aglutinantes. Como consecuencia de esta tipología aislante se deriva la dificultad de encontrar en ella «palabras», entendiendo este concepto como secuencia pre-definida en la lengua, en el sistema; mientras que en ibérico la palabra no se define de antemano, se crea en la actuación lingüística. Ahora se entiende mejor por qué utilizamos el término de sintagma, para definir las secuencias comprendidas entre interpuntos. Un claro ejemplo del tipo aislante lo encontramos en el sintagma BASEROKEIUNBAIDA que — interpretado en sentido inverso— presenta la siguiente estructura 'ensenada+canal+lle-no+torcido', es decir 'la ensenada del canal re-torcido'; idéntica yuxtaposición de radicales encontramos en los ejemplos ya citados, SESGERSDURAN, SESDIRGADEDIN, SAKARISKER, BASTAIBAITIEBA, STARIENMÜ, etc. Es, desde luego, interesante que Tovar en sus trabajos sobre léxico-estadística y tipología constate que el vasco es una lengua con un índice muy alto de aislamiento, lo mismo que el beréber; además hay que tener en cuenta que dicho índice queda abultado en las lenguas indoeuropeas, por contabilizar en él las preposiciones y conjunciones en relación con su régimen (Tovar, 1981, 154 y 156), hecho que aleja al ibérico y al vasco del ámbito indoeuropeo. A continuación nos centraremos en el concepto de parentesco genético existente entre el vasco y el ibérico. Las opiniones de los estudiosos del tema están siempre en el filo de la navaja, a veces se decantan por un parentesco lejano, a veces se prefiere hablar de lenguas en contacto. Cuando Tovar dijo que podía hablarse de un «parentesco», Michelena le llamó la atención, insistiendo en que las similitudes se deben a otros factores. Tovar había escrito: «Con estas observaciones lingüísticas podemos insistir en nuestras afirmaciones sobre el parentesco vasco-ibérico, que pertenece a un tipo 'proto-histórico' profundamente diverso al de las lenguas resultantes, en familia genealógica, de la expansión de un dialecto más o menos unitario y que forman los grandes troncos que han ocupado el viejo continente» (Tovar, 1960, 21). Michelena le contestó al año siguiente: «Me resisto a admitir esto, porque cuesta creer que el ibérico tuviera un influjo más profundo sobre el vasco (o viceversa, o mutuamente) del que han ejercido sobre éste durante dos milenios el latín y los romances vecinos, cuya superioridad social difícilmente pudo alcanzar el ibérico» (Michelena, 1961, 22-23). La argumentación que contrapone Michelena es extrínseca a la cuestión del parentesco. Pues, el que dos o más lenguas tengan un parentesco con un tronco común, nada tiene que ver con que dos lenguas, por los azares de la historia, entren en un contacto estrecho y prolongado, y exista un flujo lingüístico entre ambas. Nadie le negará a Michelena que este flujo por contacto sea mayoritario entre el latín, las lenguas romances y el vasco. Pero eso nada prejuzga, ni a favor 18

ni en contra, sobre si las relaciones del vasco y del ibérico son o no son de parentesco. Una cosa es contactar e influir y otra muy diferente descender, emparentarse. La primera es accidental, la segunda, esencial. Pongámonos en otro orden de cosas, en donde no entren connotaciones de ningún tipo: ¿Se podría afirmar que los cetáceos pertenecen al orden de los peces por su contacto milenario con el agua; o más bien tendremos que afirmar que pertenecen al género de los mamíferos? Nada tiene que ver el contacto ancestral de las ballenas con los océanos para dirimir la cuestión de su parentesco genético. Caro Baroja, al hablar de las comparaciones vascoibéricas, termina su estudio afirmando que la postura que identifica el vasco y el ibérico como la misma lengua no es aceptable —con lo que estoy fundamentalmente de acuerdo—, y que cabe «sustituirla por una más compleja sobre un grupo de lenguas 'iberovascoides', con sus dialectos y su historia particular» (Caro Baroja, 1963, 810). De Hoz, al estudiar las relaciones del vasco con sus lenguas vecinas, afirma que «no es imposible que entre vasco antiguo o ibérico exista una relación genética más o menos remota, es decir, que se trate de lenguas emparentadas entre sí.» (De Hoz, 1981, 52). Michelena, al igual que otros autores, se encuentra con unas similitudes lingüísticas entre ambas lenguas que describe así: «Se diría, pues, que el ibérico y el vasco habían formado una especie de pool onomástico, que poseían un stock en gran parte común de elementos y procedimientos de formación» (Michelena, 1985, 355). Esta consideración nos lleva a entrar en la cuestión de las semejanzas y desemejanzas entre vasco e ibérico. La búsqueda de elementos comunes ha sido la piedra de toque, el argumento esencial, para emparentar o no ambas lenguas. Ahora bien, si acometemos el estudio pormenorizado de los elementos semejantes entre dos estados de lengua que distan más de dos mil años, hemos de realizar la comparación allí donde los elementos gramaticales son más indelebles e imperecederos. Por eso, argumentaremos aquí que los elementos a comparar se han de buscar entre las unidades morfo-semánticas y su interpretación fono-fonológica y no en los elementos más superficiales y estructurales. Y puesto que la transmisión de la lengua ibérica de padres a hijos fue oral, hay que recurrir a los conocimientos que nos aporta la psicolingüística sobre la adquisición del lenguaje en las edades tempranas, que por estar basada en mecanismos universales —para toda lengua y para todo tiempo— es capaz de descubrir qué elementos de una determinada lengua se transmiten de manera consubstancial al adquirir el lenguaje. Sería absurdo pensar que los niños del primer milenio a. C. utilizaran mecanismos de aprendizaje de la lengua materna diferentes o menos desarrollados que los actuales, o creer que las lenguas habladas por los pueblos de la edad de Hierro o del Bronce fueran lenguas imperfectas e inmaduras. Es muy instructivo a este respecto el testimonio de Herodoto al narrar un experimento sobre la adquisición del lenguaje que hizo en Egipto el faraón Psamético, aportando un dato sobre la primera palabra de un niño de dos años, becos, cuya estructura silábica y fonológica se corresponde perfectamente con la de los niños actuales, y además demuestra que comenzaban a utilizar el lenguaje articulado en pequeños morfemas a la misma edad.

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En los estudios que hemos realizado sobre las estructuras primeras de adquisición lingüística en niños menores de tres años, hemos reunido un importante material de grabaciones sonoras de habla espontánea de 150 niños, en diversas lenguas, comprendidos en estas edades y que cubren proporcionalmente cada uno de los 36 meses estudiados. Los datos sobre la adquisición de la fonología —y que interesan al tema que estamos tratando— son, resumidamente, los siguientes: las labiales aparecen hacia los seis meses, al año las dentales ocupan un lugar privilegiado, incluso con fuerte tendencia hacia el dentalismo, y la superación del mismo y la conclusión del triángulo de Jackobson se cierra a los 14 meses con la aparición de las guturales. A partir de ahí, podemos decir que la fonología básica consonántica, así como la vocálica, ha quedado constituida, dependiendo ésta de la fonología que le proporciona el ámbito familiar. Con posterioridad, el niño irá realizando diferentes oposiciones y combinaciones hasta establecer el cuadro fonológico materno. Estas unidades fonológicas no se adquieren, evidentemente, aisladas, sino que se realizan en sílabas muy simples. Sólo una vez cumplido el año de vida, el niño descubrirá el fonema como tal, al ser capaz de segmentar una sílaba en sus componentes. Estas sílabas, como ya describió Vigotsky, funcionan como portadoras de significado. Al principio se repite la misma sílaba, después la estructura es bisilábica, etc. Ahora bien, el niño a los diez meses, y también antes, ya ha correlacionado unos sonidos con unos significados, y esta relación sonido/significado supone una síntesis perceptual y motriz muy compleja, siendo en estas emisiones iniciales donde encontramos los primeros morfemas portadores de sentido. Con estas herramientas bisilábicas construye sus primeros morfemas-palabra: tútu, upa, cuyo enunciado corresponde al significado completo de una frase: 'dame el chupete', 'siéntame en tus rodillas'; y hacia los dieciocho meses aparecen las primeras combinaciones de dos morfemas equivalentes a una frase: tote notá: 'el coche no está'. Los datos que nosotros poseemos indican que todos los niños llegan a la edad de 24 meses con estas bases fonológicas y morfemáticas adquiridas, y en aquellos casos en que se ha detectado su ausencia, se ha constatado un retraso en la adquisición del lenguaje, debida a factores múltiples. En consecuencia, y puesto que se trata de un proceso constante y universal, hemos de concluir que, cuando un niño se inicia en el aprendizaje de su lengua materna, construye en su cerebro unos elementos básicos que son del tamaño del fonema y del morfema, sobre los cuales se edificará lo estructural. Slobin (1981) ya demostró ampliamente en su estudio sobre el aprendizaje de la lengua materna, realizado con datos de catorce familias lingüísticas y cincuenta y siete lenguas, que el estadio de dos morfemas equivalentes a una frase con sentido es universal, así en samoano, uma mea 'no he encontrado una cosa'; en luo, adway cham 'yo quiero comida', kom baba 'esta es la silla de mi padre'. Estos mecanismos esenciales (y desde los cuales se desarrollan con posterioridad la sintaxis, la flexión, la derivación, las categorías gramaticales, etc. de una lengua) obviamente son los más perdurables y consistentes en el proceso de trasmisión de la lengua materna, de padres a hijos, de lo contrario, no serían universales; no decimos inalterables, pues evidentemente existe el cambio lingüístico, pero sí los más persistentes. Y es en ellos y no en los hechos de flexión, (como la declinación nominal y

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la conjugación verbal; de derivación; de construcción sintáctica y oracional, etc.) donde debemos establecer la comparación de lenguas. Es decir, si está demostrado que un niño aprende a hablar, en cualquier parte del mundo, a través de unos mecanismos universales y utiliza los mismos recursos (o sea, determinadas unidades fonológicas que le permiten construir pequeños morfemas provistos de sentido hasta alcanzar la base esencial de toda lengua: «dos morfemas equivalentes a una frase compleja»), hemos de concluir que los elementos que invariablemente se transmiten de padres a hijos son los fonéticos y la combinación por yuxtaposición de morfemas; cualquier otro tipo de estructura lingüística es claramente posterior, en el tiempo de adquisición, y no está enraizada en la esencia del hablar, del lenguaje, siendo por ello mismo más variable y capaz de ser deformada e influenciada por lenguas socialmente dominantes. Cuando se afirma que el estudio de la conjugación verbal del vasco es aclaratorio y definitivo para establecer su identidad diferenciada del ibérico y por lo mismo se niega el parentesco, parece que se olvida que la conjugación flexiva pasiva del latín ha desaparecido totalmente en las lenguas hijas como el español, francés, portugués, etc.; que en la actualidad en español ha desaparecido ya la flexión del futuro de subjuntivo, y —según el estudio estadístico sobre el uso de la flexión temporal en el español coloquial (Román, 1981, 75)— el futuro de indicativo está siendo ampliamente postergado en favor de la construcción perifrástica, con un 2,1 % de utilización; que el 50 % de la flexión está sin utilizarse en la expresión oral, empleándose el comodín del presente de indicativo; que la flexión del pretérito indefinido alcanza sólo un 1,5 %; que el pretérito imperfecto de subjuntivo, un 0,2 %; y que los tiempos compuestos de subjuntivo se usan habitualmente un 0,1 %.. También en francés la flexión del subjuntivo sólo la aprenden los extranjeros, pero los nativos no la usan ya. Todo ello revela que los valores morfemáticos y su expresión fono-fonológica tienen una prioridad en el tiempo y se constituyen en la base esencial de toda lengua, y no así los estructurales. Por lo mismo, y tal y como habíamos anunciado, se acomete a continuación la comparación de los morfemas ibéricos y vascos con el fin de poner de relieve la alta afinidad fonológica y morfemática de los mismos. Si se alcanzara un elevado porcentaje en semejanzas fono-morfemáticas, la única conclusión posible sería la de admitir que ambas lenguas tienen un mismo origen, una misma génesis. Haré una advertencia general sobre la tipografía empleada: las mayúsculas transcriben fonemas ibéricos —así BEKOR, indica que se trata de un sintagma ibérico—, mientras que las palabras vascas se transcriben en cursiva, como bela, ur, ´ ibérica representa un fonema multivibrante, frente a R monovibrante; egi, etc. La R S y S son fonemas sibilantes en oposición fonológica, sin que podamos especificar su diferencia fono-fonológica, en el estadio actual de los estudios. La comparación de los morfemas ibéricos con los vascos nos lleva a cotejarlos, según el grado de identidad de los mismos; indicando, en su caso, qué tipo de cambio fonético ha operado. En primer lugar, existen bastantes morfemas que presentan una manifiesta igualdad fonológica en ambas lenguas, siendo su significado el mismo; así:

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IBÉRICO

VASCO

I NI DAR ´ BIR AN A

i ni dar, tar birran a

BE y BI KOR y KAUR AIN TI OK y OKE LA IK BAIDA UR KE BELA, BEL IS AI IKE GAI BIGAIT ´ ARNAI KAR ´ KAR KOSKIBAI LAK

DUI EGI ARD- (ART-) EDE EN ABE y ABA

SIGNIFICADO

'tú'. 'yo'. 'habitante, natural de'. 'dos'. 'en el lugar de'. 'afijo con función de definir, artículo definido'. be 'fondo, parte inferior'. kor 'proforma de lugar en donde'. ain 'cría'. ti 'propenso a, lugar de'. ok 'llenarse de, estar repleto de'. la 'afijo modal'. ik 'afijo con valor de ablativo'. baida 'ensenada'. ur 'agua'. ke 'afijo de potencialidad, cantidad, caudal de'. bela 'hierba de pasto'. iz '(ibérico) río, (vasco) agua'. ai-aia, ai-aio 'el paso'. ike 'cuesta muy empinada'. gai 'aspirante a, tendiente a, en proceso de'. bigai, bigad-oin 'ternera, novillo'. arnai 'redil'. harri, k(h)ar-be (comp.) 'piedra'. karrak 'resquebrajarse, agrietarse'. kosko 'trozo, mella, muesca, acción de morder'. ibai 'río'. lako 'modal que expresa la semejanza, parecido o comparación'. dui 'afijo derivativo local'. egi 'ladera'. ardi 'oveja'. ede- y edeki 'acción de quitar, pozo, fosa, zanja, cueva'. en 'función de genitivo, de'. abe 'destino, sino, hado, fatalidad, suerte'.

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KE IL ÜI ´ SAKAR

ke il oi, ui-a zakar, zakaira, zakara

KOI DIN ´ TAR

koi din tarrat

DUIN

duin

-STARI y ARÜI KAN TILE

-zto ari kan tilet

LUR

lur

'humo'. 'muerte, morir'. 'grito de dolor'. 'broza que se amontona en las heredades para quemar'. 'tender a, propenso a'. 'adecuado, apto, apropiado'. 'onomatopeya del ruido cuando algo «se desgarra»'. 'justo, suficiente, ajustado;medida justa, proporción justa'. 'abundante, copioso'. 'hilo, veta, filón'. 'aguijón, punta de la aguja'. 'punto, puntuación, conjunto de signos, línea, raya, trazo'. 'tierra, territorio'.

Otros morfemas presentan la misma identidad en ambas lenguas, sólo que incluyen una paragoge vocálica:

´ e IR IR -G BID´ OR ´ ER BA GANDDUR (TUR)

iri -gi bide orri erre bae gandi duru

´ TIR ´ BALAR LES

tirri balaro leze

'pueblo'. 'sufijo locativo, lugar, sitio'. 'camino'. 'hoja de hortaliza'. 'barranco'. 'cribar, criba'. 'desde, procedencia'. 'afijo que indica tenencia o posesión'. 'dentera, temblar los dientes'. 'cesta con cubierta propia'. 'pozo, sima, abismo'.

Otros morfemas se diferencian por una alteración vocálica: BA BOISTIN, BUISTIN ILDU NIRAENAI IRIKE

bae buztin eldu nuranai iriki, ireki

'cribar, criba'. 'arena-fina, arcilla'. 'germinar las plantas'. 'donde quiera, por doquier'. 'abrir, hender'.

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IUN ESA ONE SAN SUNTU (SUTU)

un-a eze une zain suntoi, zuntoi

´ ´ UIROA (UROA)

urrua

ONTEI GISEN SELDAR

untu gizon seldor

´ ASOR ´ IKOR KALUN UDUORU MÜ

azur ikara kalo uduri muin

BISTEU EKOÜ ´ NER SETI

biztu ekun nirro satei, satai

TEKI KULES

ttiki kulatz, kulatztu

´ URIA UNS KIKE

urra iunz kiki

'canal, zanja, acequia'. 'fresco, húmedo, verde'. 'espacio, trecho'. 'guardián, pastor'. 'el palo que sirve de eje a los haces de paja piramidalmente amontonados'. 'espeso, abigarrado. pila o atropado, de ramas recogidas juntas'. 'cubrir de cenizas el humo'. 'el hombre, la persona'. 'haz o pila de leña para hacer carbón, carga o haz de leña, carga, leña, hierba, etc.'. 'hueso'. 'susto, espanto pavor'. 'cráneo'. 'cisco, carbón muy menudo'. 'meollo, médula, núcleo, esencia, compendio, resumen, sumario, extracto'. 'encender'. 'poseer, tener'. 'entreabrir, entornar'. 'palo con punta o cuña, (punzón)'. 'pequeño, menudo, diminuto'. 'punto ortográfico, puntear, marcar, grabar con puntos'. 'rasgar, rasguño, incisión'. 'rocío'. 'pepita, semilla'.

En otros casos, la diferencia entre ibérico y vasco consiste en la presencia en éste del sufijo definidor -a ya mencionado: TIR GIS

tira gisa

GAR BASK IUN

gara baska una

'curso de agua'. 'materia de que algo está hecho'. 'tallo que crece, cereal'. 'lodo, barro de tierra'. 'canal, zanja, acequia'.

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KER ´ ÜRUN

kera (h)ürruna

´ IKOR ´ NAR

ikara narea

'parada, detención'. 'en toponimia: allende, al otro lado, de la parte de allá'. 'susto, espanto, pavor'. 'linaje, clan, ascendientes, mayores'.

En cuanto al fonema final, la ausencia o presencia de /-n/, así como de /-r/ es una fluctuación característica del vasco y que ya se percibe en la comparación con el ibérico: LEGU

legun

´ AR ´ TARTIN BETAN KALUN MÜ

aran tarte beta kalo muin

EKOÜ BASTA BURA GIAR

ekun baztar, bastar burar gia

'liso, allanado, nivelado, pie de monte'. 'valle'. 'tallo de árbol joven'. 'ocio, reposo, descanso'. 'cráneo'. 'meollo, médula, núcleo, esencia, compendio, resumen, sumario, extracto'. 'poseer, tener'. 'límite, linde, rincón, orilla'. 'masa de agua inundada'. 'piel'

En cuanto a las consonantes, el trueque de alveolares o nasales, así como la alternancia entre la realización sonora/sorda de ciertas dentales y velares, y otros cambios que afectan a fonemas homorgánicos, es frecuente: SAL ABER SABARI NALIR

sare abel zabali nare

OM

on

KEM ENÜ DADU TINGE BASER ´ MARON

ken emon, eman, emai tato tinke matzer barrun

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'redil'. 'honda'. 'ancho, amplio'. 'tranquilo, calmoso; remansar'. 'provecho, beneficio, ganancia, bien'. 'quitar, extraer'. 'entregar, poner en manos de'. 'salto, brinco'. 'angosto, apretado'. 'torcido, tortuoso, deforme'. 'lo que está dentro, interior, las entrañas'

La palatalización también se advierte: INAR

iñar

'tajo, entalladura'

Diversas neutralizaciones fonológicas ya se dieron en épocas tempranas, así en ´ es decir, del fonema ibérico tardío ya se ha documentado la neutralización de R y R, monovibrante o multivibrante. En cuanto a S y S, los sonidos sibilantes han sufrido un proceso de confusión y pérdida de identidad tal que no contamos con datos sobre su posible realización (sorda, sonora...), etc.:

´ AR ´ BALAR ´ IKOR ´ NAR

aran balaro ikara narea

SABARI SES > SEBA SE BASER AS SA KOSKO BASTA SIL

zabali zezen zeba -tze matzer atz txa kosko baztar, bastar zilar, zilar bizi

GISEN ´ SAKAR

gizon zakar

´ ASOR BISTEU LES

azur biztu leze

'valle' . 'cesta con cubierta propia'. 'susto, espanto, pavor'. 'linaje, clan, ascendientres, mayores'. 'ancho, amplio'. 'toro, res, ganado'. 'domesticar'. 'acto de, acción de'. 'torcido, tortuoso, deforme'. 'roca'. Afijo diminutivo. 'canto, cascajo, ripio'. 'límite, linde, rincón orilla'. 'metal plateado, plata, mercurio'. 'el hombre, la persona'. 'broza que se amontona en las heredades para quemar'. 'hueso'. 'encender'. 'pozo, sima, abismo'.

En vasco, en final de tema, es bastante general la tendencia a la pronunciación africada, así: KULES

kulatz, kulatztu

IS

itz

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'punto ortográfico, puntear, marcar, grabar con puntos'. 'la voz, la palabra'.

Pequeñas metátesis también se observan: UNST(I)

untzi

DIRGA GEDIR

trika gider

'depósito de, echar en vasijas, receptáculo'. 'descansillo'. 'causa, motivo'.

Esta breve comparación de algunos morfemas ibéricos con sus correspondientes vascos, así como su construcción fono-fonológica, obliga necesariamente a reconocer que el ibérico y el vasco tienen un mismo tronco genético. Ahora bien, preguntarse si el ibérico del primer milenio a. C. es la misma lengua que el vasco del primer milenio a. C., es una pregunta mal planteada. Pues, mientras los especialistas del vasco no la reconstruyan para ese período de tiempo, o aparezcan textos de la época, no cabe comparación alguna. Ahora bien, la única relación sobre la que se puede operar es la existente entre el ibérico del primer milenio a. C. y el vasco actual. Del ibérico, en la actualidad se cuenta con el suficiente número de textos como para realizar verificaciones intertextuales, que garanticen la recurrencia de los hechos lingüísticos que se analicen. Por lo tanto, si desde el vasco actual «en el sentido de los morfemas vascos que se entienda que posiblemente no son préstamos de lenguas en contacto», podemos traducir con sentido y referencia diversos textos ibéricos, funcionando los morfemas en el mismo sentido y en diferentes textos, podremos concluir que ambas lenguas, aunque en estadios de desarrollo diferentes en el tiempo, pertenecieron a un mismo tronco genético, desde donde conformaron su diversa identidad según la historia propia y particular de los pueblos que la hablaron; por eso, comprender la diversidad lingüística de la Hispania prerromana, es adentrarnos en la historia misma de estos pueblos. A continuación ofrecemos un mapa de la lengua vasca actual con sus diversidades dialectales: vizcaíno, guipuzcoano, alto navarro, labortano, bajo navarro, suletino y roncalés.

Lám.1. La lengua vasca y sus dialectos en la actualidad.

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La historia. Las inscripciones redactadas en lengua ibérica que vamos a analizar se enmarcan en el primer milenio a. C. Efectivamente, la expresión escrita de dicha lengua comienza a aparecer en este período, gracias a la influencia fenicia y, posteriormente, griega. Fue en el año 1100 a. C., cuando los comerciantes fenicios fundaron Cádiz, al sur de la península ibérica, con el propósito de establecer una base de intercambios que aprovechara las grandes posibilidades mineras de la región. Los inmejorables resultados obtenidos posibilitaron el establecimiento de otras factorías fenicias en el sur: Abdera (Almería), Sexi (Almuñécar, Granada), Malaka (Málaga), Toscanos (Málaga), etc. La carencia de metales en casi todo el Mediterráneo, y la abundancia de los mismos en el sur y el este peninsulares llevó a un intercambio comercial en estos establecimientos, que consistía en aprovisionar a los indígenas de joyas, telas, perfumes, marfiles, etc. traídos de Oriente, a cambio de materias primas, fundamentalmente, plata y estaño, además de otros metales, que abundaban en las minas de Sierra Morena, Extremadura, y del sureste peninsular. Este período comercial de implantación fenicia se extendió por todo el Mediterráneo, Grecia, Etruria, Cartago, etc. y ha sido denominado, en el sur peninsular, Tartésico, caracterizado por su marcada influencia oriental. Solamente a finales del siglo VII a. C. hacen su aparición los griegos en las costas del sur de la península, con el viaje de un tal Colaios, natural de Samos. Como resultado de estos contactos con los griegos, se funda la colonia griega de Mainake en el Estrecho. Más tarde, hacia el año 600 a. C. fundan Ampurias, en el nordeste peninsular, y establecen su gran centro comercial en la actual Marsella. Característica de la presencia fenicia y griega es la no conquista de los territorios con los que comercian. Respetan su integridad, producen grandes riquezas en las zonas de los intercambios comerciales y nunca ocupan las fuentes de producción por la fuerza. Este período orientalizante da paso en el siglo VI a. C. a las florecientes culturas indígenas, conocidas en las fuentes como turdetana en el sur peninsular, e ibérica en el levante mediterráneo y sur de Francia, hasta el Ródano. El sistema de gobierno más generalizado en ambos territorios fue la monarquía con su correspondiente séquito aristocrático. Gobernaban a veces varias ciudades y las fuentes antiguas nombran a algunos de ellos, Edecón, Indíbil, Mandonio, Culcas, etc.. Sin embargo, en Sagunto existía un senado, así como en otras ciudades al norte del Ebro. En cuanto a la lengua, los naturales del país poseían la suya propia, que era esencialmente diferente a las habladas por los distintos pueblos con los que comerciaban. Se trataba de una lengua preindoeuropea, perteneciente a una familia lingüística sahariano-mediterránea occidental. La lengua hablada por los indígenas, concretamente referida a los turdetanos, la describe Estrabón (3,1,6) como muy culta, pues «tienen escritos de antigua memoria, poemas y leyes en verso, que ellos dicen de seis mil años», además de poseer una gramática de la misma.

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En el siglo VI a. C. se produjeron en Oriente una serie de acontecimientos políticos que tuvieron gran repercusión en la península, como el asedio de la ciudad de Tiro por Nabucodonosor durante trece años y la consiguiente pérdida de poder por los fenicios; así como la batalla de Alalia, 535 a. C., entre una coalición de cartaginenses y etruscos contra los griegos focenses, que fue el comienzo del declive de la colonización griega en el Occidente mediterráneo. Los cartagineses sustituyen a los fenicios en el siglo VI en la explotación de las riquezas mineras del sur peninsular, aunque culturalmente se mantuvieron las relaciones con Oriente. Esta presencia cartaginesa en el Estrecho peninsular hizo posible que los navegantes cartagineses Hannón e Himilcón realizaran varios viajes por el océano Atlántico sur y norte hacia el año 460 a. C. Al igual que habían hecho los fenicios, los cartagineses ocultaban esta vía de contactos comerciales con el Occidente europeo. Por eso, contaban una serie de mentiras, por los puertos del Mediterráneo, sobre la peligrosidad de atravesar el Estrecho y la imposibilidad de navegación, que quedaron recogidas en la Ora Maritima (381-390; 406-411): «Dice además Himilcon que desde estas columnas hacia el Occidente hay un abismo sin término, que se abre un ancho piélago y que el mar se extiende. Nadie ha visitado estos parajes, ni nadie condujo sus barcos a aquellas aguas, porque faltan en el mar vientos que empujen y ningún soplo de aire ayuda a la nave. Después la calígine cubre cual un manto el cielo y la niebla envuelve siempre el abismo, persistiendo el día oscurecido por las nubes... y generalmente el mar se extiende con tan poco espesor, que apenas cubre las subyacentes arenas. Abundantes algas flotan sobre el abismo y éste, encharcado, impide el oleaje. Una muchedumbre de monstruos nada por todo el piélago; un gran terror de las fieras llena los mares». Los turdetanos, pues, comerciaron con el resto del Mediterráneo a través de los cartagineses lo que les proporcionó un gran desarrollo cultural y económico, con ejemplos de magníficas obras arquitectónicas. La monarquía turdetana vivía rodeada de un lujo desmesurado. Cuenta Polibio (Athen. 16) que uno de estos déspotas turdetanos vivía en lujosas habitaciones en donde le servían una bebida confeccionada con cebada en cráteras de oro y de plata, que vestía con adornos de oro y era muy rico, aunque también muy avaro, pues sólo comía una vez al día. La riqueza turdetana estaba basada fundamentalmente en las minas, completada por una gran fertilidad agrícola, la cría de grandes rebaños ganaderos y la pesquería. Las minas de Sierra Morena, junto a las de Carthago Nova, eran, sin duda, las más ricas de todo el orbe conocido. Estrabón cuenta que «los cartagineses, guiados en una expedición por Barka, hallaron los pueblos de Tourdetania sirviéndose de pesebres y de toneles de plata» (3,2,14). Y añade al respecto: «A tanta riqueza... se añade la abundancia de minerales. Ello constituye un motivo de admiración; pues si bien toda la tierra de los iberos está llena de ellos, no todas las regiones son a la vez tan fértiles y ricas, y con más razón las que tienen abundancia de minerales, ya que es raro que se den ambas cosas a un tiempo, y raro es también que en una pequeña región se halle toda clase de metales. Pero la Tourdetania y las regiones comarcanas abundan de ambas cosas, y no hay palabra digna para alabar justamente esta virtud.

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Hasta ahora, ni el oro, ni la plata, ni el cobre, ni el hierro nativos se han hallado en ninguna parte de la tierra tan abundantes y excelentes» (3,2,8). El mismo autor recoge la leyenda de que «habiéndose incendiado una vez los bosques, estando la tierra compuesta de plata y oro, subió fundida a la superficie; pues que todo el monte y colina es como dinero acumulado allí por una pródiga fortuna» (3,2,9). Se utilizaban técnicas depuradas para la extracción o fusión de los materiales, así Estrabón informa de que los turdetanos «abren sinuosas y profundas galerías, reduciendo a menudo las corrientes que en ellas encuentran por medio de los tornillos egipcios» (3,2,9). Precisamente, uno de los textos epigráficos que se analizan en este estudio es el 'plomo de Gádor' que, como veremos, hace referencia a la contabilidad de una mina situada en el entorno de lo que describe Estrabón, concretamente en la sierra de Gádor de Almería. La otra fuente de riquezas fue la agricultura, que Estrabón describe así: «Turdetania es maravillosamente fértil; tiene toda clase de frutos y muy abundantes; la exportación duplica estos bienes, porque los frutos sobrantes se venden con facilidad a los numerosos barcos de comercio» (3,2,4). Y añade: «De Turdetania se exporta trigo, mucho vino y aceite; éste, además, no sólo en cantidad, sino de calidad insuperable. Expórtase también cera, miel, pez, mucha cochinilla y vino mejor que el de Sinope» (3,2,6). Uno de los productos turdetanos más cotizados fue el garum, un salazón hecho con huevas de pescado cuya composición constituía un secreto, y que se exportaba a todo el Mediterráneo. A este propósito comenta Estrabón: «Tiene sal fósil y muchas corrientes de ríos salados, gracias a lo cual, tanto en estas costas como en las de más allá de las Columnas, abundan los talleres de salazón de pescado, que producen salmueras tan buenas como las pónticas» (3,2,6). Esta especie de 'caviar' o garum ya se exportaba a Atenas en el siglo V a. C., y fue muy solicitado en Roma, en la época imperial. En general, la actividad pesquera del sur peninsular fue importante con un comercio muy próspero. En el Levante ibérico también la agricultura fue pujante, como lo muestran los hallazgos de instrumentos agrícolas muy especializados, que no cambiarán hasta la Edad Media, y que incluso hasta hoy son de utilidad. Se cultivaron fundamentalmente cereales, pues la abundancia de molinos harineros hallados en las viviendas de los poblados indica que ésta era su principal base de alimentación. Según Tito Livio, en Sagunto, las cosechas de cereales eran muy copiosas e importantes (28,33). Y según Plinio, también existían los cultivos hortícolas (XIX, 35 y 152). Una escena pintada en un vaso de Liria describe la recolección de granadas. La ganadería tanto en Turdetania como en Iberia fue otra fuente de riqueza, siguiendo una ancestral costumbre, que en Levante se documenta en el Neolítico. Precisamente, en Turdetania se sitúa la leyenda del robo de los toros de Gerión por Hércules. Y las lanas producidas por excelentes ejemplares de ovejas hacen exclamar a Estrabón que «sus lanas son más solicitadas que las de los koraxos y nada hay que las supere en belleza» (3,2,6). Por su parte, los iberos de Edetania, de las zonas de montaña, basaban fundamentalmente su economía en la ganadería, así lo atestiguan las representaciones de las cerámicas de Liria, y lo mismo cabe decir de la Contestania ibérica. Rebaños de ovejas, cabras, cerdos, caballos y bueyes fueron ha-

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bituales en estas zonas. La posesión de estos rebaños movía a constantes guerras entre las ciudades, y como informa Tito Livio, el robo de los rebaños era práctica habitual (28,32). Precisamente, uno de los textos epigráficos que analizamos en este estudio enumera una serie de pueblos ganaderos de Edetania que realizaron una ofrenda al santuario ibérico cercano al Solaig, costumbre muy arraigada entre los pueblos pastoriles que veían en esas ofrendas una protección divina para sus rebaños. La defensa de estas riquezas exigía una fuerza armada considerable y ciudades amuralladas. Era reconocido el carácter bélico de estos pueblos, y concretamente de los iberos comenta Estrabón que «llevaban una vida de continuas alarmas y asaltos, arriesgándose en golpes de mano, pero no en grandes empresas, y ello por carecer de impulso para aumentar sus fuerzas uniéndose en una confederación potente; así pues, si hubieran logrado juntar sus armas, no hubieran llegado a dominar la mayor parte de sus tierras, ni los cartagineses, ni antes los tirios...» (3,4,5). Desde las relaciones comerciales amistosas con los cartagineses, se pasa a la ocupación violenta del territorio hispano por éstos, a partir del año 237 a. C., lo que provoca la reacción de Roma. Así, en el año 206 a. C., comienza a desalojarse a los cartagineses de la península. Tanto los iberos como los turdetanos apoyan la presencia romana, una vez que los Escipiones desembarcan en Ampurias, en el año 218 a. C. A partir de ese momento comienza la ocupación sistemática y militar de la península. La política de Roma fue de respeto a la cultura autóctona, aunque paulatinamente ésta fue desapareciendo y perdiendo su idiosincrasia hacia el final de la República romana. Con los romanos el latín comienza a instaurarse con fuerza en las ciudades y se convierte en la lengua del poder y del comercio, comenzando un lento pero inexorable proceso de cambio lingüístico; poco a poco la lengua ibérica va a dejar paso al latín. Puesto que entendemos que, en sus orígenes, tanto la lengua ibérica como la vasca pertenecieron a una misma familia lingüística pre-indoeuropea, basados en el descubrimiento de una misma estructura profunda léxico-semántica que se desvela en sus morfemas, es conveniente que, desde el punto de vista histórico-geográfico, aportemos los conocimientos que las fuentes antiguas y la arqueología ponen a nuestra disposición sobre el País Vasco. La cadena montañosa de los Pirineos occidentales divide en dos el actual territorio vasco, estando ubicado el norte en Francia y el sur en España. La historia de estos valles pirenaicos, así como sus condiciones de vida, no se diferencian en nada de sus paralelos valles situados en el centro y este del macizo pirenaico. Valles muy aislados, micromundos con deficientes y difíciles comunicaciones, en donde una misma e inmutable cultura ganadera ha modelado una similar forma de vida, hasta bien entrado este siglo. Desde la consideración lingüística, la toponimia es, por lo mismo, muy conservadora y recurrente en todo el Pirineo, hecho que conduce a pensar en una misma familia lingüística para todos los valles; bastaría recordar que, si cruzamos horizontalmente el Pirineo español, cada cambio de valle está corroborado lingüísticamente por dos clases toponímicas: una primera, que bajo las formas Sort, Suert, Sos, etc. nos indica la existencia de un 'puente' que cruza un río, y que se ha convertido en

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núcleo urbano; y una segunda, que nos muestra la situación del camino que se debe seguir para franquear al siguiente valle, soportada por el morfema BIDU 'el camino' bajo las formas toponímicas Viu, Vio, etc. y cuyo estudio estoy realizando. A la misma conclusión se llega tras el análisis de la toponimia ibérica en el valle de Benasque (Román, 1992) o en otros valles (Corominas, 1965 y 1970). La cordillera une al Mediterráneo con el Atlántico, en el Golfo de Vizcaya, desviándose ligeramente hacia el sur, para entroncar con la cordillera Cantábrica; constituyendo ambas la cornisa norte de la Península. El País Vasco y, en general, los valles occidentales ofrecen, pues, tres espacios fundamentalmente diversos: las llanuras aluviales como límites norte y sur: en Francia, las planicies aquitanas regadas por el río Garona, con un clima húmedo que aprovecha las borrascas atlánticas, y, al sur, los llanos algo áridos regados por el río Ebro. En el centro, a modo de espina dorsal, las grandes montañas de espesos bosques y economía ganadera, cuya altitud decrece progresivamente desde el centro, Macizo de la Maladeta, hacia la costa de Vizcaya. Y, como peculiariedad del País Vasco, la estrecha franja costera dedicada a la pesca, históricamente la más remota y fuera de las rutas ordinarias para el cruce de la cordillera. Centrándonos en los testimonios arqueológicos antiguos del País Vasco, llaman la atención los escasos restos encontrados del Paleolítico, motivada la ausencia de hábitat por la última glaciación. Sin embargo, en el Neolítico, 4.000-2000 a. C., encontramos una efectiva repoblación de la zona aunque de forma no homogénea, así Álava se incorpora antes a la cultura alfarera propia del Neolítico que otras zonas. En el País Vasco francés, los progresos fueron también muy lentos; según Bahn (1984), a diferencia de gran parte del resto del continente, el paso a una economía mixta de agricultura, caza y ganadería —que sería el gran avance del Neolítico— no se manifestó en las regiones del norte de los Pirineos hasta el período siguiente, la Edad del Bronce (c. 2000-900 a. C.), donde el estilo más antiguo de una economía puramente pastoril sobrevivió inalterable. Y esta conclusión es transferible al sur del País, puesto que, incluso en la zona más avanzada, Álava, no se prueba la existencia de las aves de corral antes de 500 a. C. (Altuna, 1983). Durante el Neolítico se observan en el País Vasco dos formas básicas de hábitat, una al aire libre y otra en cuevas, ambas estudiadas por Vallespí (1968), Baldeón (1978), y Apellániz (1981), que pudieran muy bien estar en función de la trashumancia ganadera, y, por lo tanto, ser asentamientos discontinuos, las cuevas con una mayor protección frente al frío, para el invierno, y el hábitat al aire libre, para el verano; en el caso de Álava, estos poblados al aire libre pueden estar relacionados con el cultivo agrícola, por ser una zona más propicia a los mismos y más abierta a las nuevas técnicas agrícolas. Los dólmenes están emplazados habitualmente en las zonas montañosas, admitiéndose cada vez más su relación con la ganadería (Bahn, 1984), siendo una constante su ubicación junto a las veredas de ganados que conducen a los altos prados, y que hacen posible el sistemático aprovechamiento de las ricas praderas durante el verano. Hoy en día podemos observar en el Pirineo cómo, a la llegada del verano, los ganados comienzan pausadamente una ascensión que puede llegar hasta los

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3.000 m. de altitud, por ejemplo, en los alrededores del macizo de la Maladeta (Huesca); los animales comen de forma sistemática la hierba que ha estado cubierta por la nieve y a su vez fertilizan con su abono natural las mismas praderas, en una armonía perfecta, en donde no sólo hay beneficio sino aportación, que asegure el posterior beneficio. En estos recorridos suelen encontrarse dichos dólmenes. Esta presencia de los dólmenes en zonas ganaderas corrobora, a su vez, la división funcional del espacio pirenaico: la montaña, ganadera; y las tierras bajas de ambas vertientes, más proclives a la agricultura. Según esto, tendríamos, pues, una doble manifestación cultural, la de los pastores que habitan y recorren las montañas, construyen dólmenes, y no se interesan en la alfarería y la agricultura; y otro grupo que habita al aire libre, en las zonas bajas, y se interesa por la alfarería y la agricultura. Cuestión aparte es dilucidar quién es el sujeto de esta doble manifestación cultural, como muy bien se pregunta Collins (1985): si se trata de dos grupos culturales diferentes, o bien es el mismo grupo humano que en verano se traslada a las altas montañas dejando en los campamentos de base una parte del clan. Según el estudio demográfico de Galilea (1983), se calcula, hipotéticamente, que los habitantes de las regiones vascas de la vertiente sur de los Pirineos ascendería a unos 9.000, en cualquier momento del Neolítico. Los asentamientos de población del Neolítico están bien representados en lo que hoy se entiende por País Vasco, y parece que existió una continuidad de estos hábitats neolíticos en los posteriores de la Edad de Bronce. Ésta es la conclusión que está más de acuerdo con los hechos arqueológicos conocidos, en opinión de Collins (1985), quien afirma que las migraciones de los pueblos de Oriente en Europa, durante la Edad de Bronce —que fueron los introductores de la nueva tecnología del metal—, no influyeron en los Pirineos occidentales, lo que conllevó una marginación y retraso en la adquisición de la cultura del Bronce. Al parecer, los lugares de ocupación y los nuevos asentamientos en esta época son más bien marginales y carentes de vestigios de una fase previa de hábitat Neolítico, lo que debería interpretarse, según este autor, como un crecimiento de la población autóctona que obligó a la exploración de zonas que hasta entonces no habían necesitado o eran de difícil exploración. Algo parecido sucede con las dos sucesivas oleadas indoeuropeas de la Edad de Hierro (900-600 a. C. y 500-200 a. C.) que sólo están representadas en yacimientos muy distantes de las montañas, es decir, en la cuenca del río Ebro, fundamentalmente. De hecho no existen prácticamente restos de la Edad del Hierro en la antigua región dolménica de la dorsal de los Pirineos. En consecuencia con esto, la estirpe y los antepasados del pueblo vasco no se encuentra en las culturas indoeuropeas de la Edad de Hierro. Atendiendo, pues, a los indicios arqueológicos, Collins concluye, como razonable, que los vascos descienden de los habitantes indígenas de las zonas montañosas del Neolítico-Edad del Bronce. Parece, afirma, que en esas zonas hubo una continuidad de ocupación desde la Edad de Piedra hasta la Edad de Bronce. Es posible, pues, que éste sea el nicho donde debamos situar la sociedad de los 'protovascos'; ésta es su impronta fósil. Si, como muestra la arqueología, las migraciones de los pueblos de Oriente,

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durante la edad de Bronce, no influyeron en el País Vasco, ni tampoco las sucesivas oleadas indoeuropeas de la Edad de Hierro penetraron en él, no parece que se pueda establecer conexión arqueológica entre los vascos y algún pueblo oriental, ni, por lo mismo, lingüística. Por el contrario, las conclusiones arqueológicas describen un territorio ocupado permanentemente por una misma sociedad ganadera desde la Edad de Piedra hasta el Bronce, que fue la cuna de los vascos actuales. Esta presencia casi inalterada de la misma sociedad fundamenta claramente el marco lingüístico de su lengua, como una de las pertenecientes a la misma familia lingüística establecida en la península en esos mismos períodos; y como es el caso, también, de la lengua ibérica, documentada por escrito en el Levante y sur de la Península, y documentada, por la toponimia, en todo el territorio peninsular, incluida la cordillera pirenaica.

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II LAS OFRENDAS RELIGIOSAS DE LOS PUEBLOS IBÉRICOS

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Se conocía la existencia arqueológica de santuarios con restos cerámicos que indicaban ritos religiosos de libaciones a la divinidad y de exvotos; sin embargo, se desconocía el marco en que eran establecidas dichas relaciones religiosas. Los epígrafes escritos en láminas de plomo, encontrados en La Serreta d'Alcoi y en el Solaig, nos informan de la tradición religiosa que tenían los pueblos peninsulares de la Edad de Hierro, en el ámbito mediterráneo, de peregrinar a los santuarios, como tales pueblos, para encomendarse a su dios y hacer sus ofrendas. Los santuarios ibéricos debieron ser pequeñas habitaciones situadas en altos, a veces de difícil acceso, y a ser posible relacionados con algún manantial con propiedades curativas, como sucede con los santuarios beréberes. No había una clase social de sacerdotes dedicados al culto, sino más bien sacristanes encargados de la limpieza del mismo, y de enterrar o verter, de cuando en cuando, los exvotos que los peregrinos dejaban como ofrenda. Esta costumbre de ofrecer exvotos es claramente oriental, y debió entrar en la península por influencia fenicia, como se constata en los templos fenicios de Biblos, Limassol y Meniko, en donde el fiel actuaba directamente ante la divinidad sin intermediario sacerdotal, ofreciendo los exvotos. Se colocaban éstos en unos bancos adosados a los muros laterales en el interior del santuario, como muestran los hallazgos arqueológicos de Cortes de Navarra, semejantes a los encontrados en el santuario de Serri en Cerdeña, y acordes con las noticias que da Estrabón (3,3,7): «Comen sentados sobre bancos construidos alrededor de las paredes». Dado el carácter popular de estos pequeños santuarios ibéricos, el peregrino escogía el exvoto más apropiado, por lo general, sencillo y estilizado, de acuerdo con sus posibilidades económicas. Las formas de los mismos eran a veces muy reiterativas, y realizados con técnicas muy simples. Puesto que en estos lugares sacros no han aparecido altares para los sacrificios, ni depósitos de los restos de las víctimas, lo más probable es que no existieran sacrificios de animales, excepto de palomas, en algún caso; así, en la terracota de la Serreta de Alcoy, encontrada junto a los exvotos del santuario ibérico, aparece representada la paloma (Lám. 2), y en una escena de un vaso de Liria, la paloma es entregada a un varón, que tiene un cuchillo, para su sacrificio.

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Lám. 2. Terracota encontrada en la Serreta d'Alcoi, representando una peregrinación de pueblos ibéricos de la Contestania.

Lo más probable, como opina Blázquez (1983, 112), es que en los santuarios ibéricos hubiera «ofrenda de frutos de la tierra; tal vez de panes, libaciones de hidromiel, aceite, etc.». Esta afirmación viene confirmada en el plomo de la Serreta de Alcoi, cuando el escriba anota BAGAROK SSSX untzi, Michelena (1990, 365) afirma: «n(t)z… su origen puede estar... en los frecuentes grupos n+sibilante+oclusiva», que es el caso que estamos observando. ´ analizado en el corpus de morfemas, significa 'puePor último, el morfema IR, blo'. Perdura en el vasco bajo la forma iri y la variante oriental hiri. Michelena (1990, 74) lo relaciona con frecuentes topónimos del s.XI, como Iriberri, y con el antiguo hispano Iliberri(s), en donde el morfema aparece con el significado de 'pueblo'. ´ debe ser traducido como una Congruentemente con todo lo expuesto, IUNSTIR fórmula sacra que encabeza la ofrenda realizada por pueblos ibéricos, 'pueblos que te ofrendan', lo que implica que el resto del epígrafe enumera a aquellos pueblos que el escriba cuidadosamente refleja en el acta notarial sacra dando fe de la presencia y de la ofrenda hecha a la divinidad. El plomo, una vez escrito, se dobló y guardó; no se trataba de un texto para ser leído, como claramente demuestra el hecho de tener signos sobreimpresos; sino que era un texto que debía permanecer en el santuario, como testigo constante ante la divinidad de que aquellos pueblos merecían su protección.

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´ Nº 2: SALIRG Este sintagma, segundo de la cara A, aparece repetido al final de la cara B, en el ´ siendo ambas coincidentes, a excepción del sintagma Nº 39, bajo la forma SALIR; signo -G. Por lo que respecta al signo -G, creemos que es un elemento introductor de carácter locativo. Pero, antes de comentar esto, conviene recordar lo que ya dijimos sobre el sentido retrógrado que debe tener la interpretación semántica. Según este ´ el morfema que primero debe principio, y segmentando el sintagma en SAL/IR/G, ´ En ser traducido es -G y, por lo mismo, es el que sigue a la palabra IUNSTIR. cuanto a su traducción, pensamos que es un sufijo locativo con el significado de 'lugar, sitio', tal y como indica el vasco actual -gi. En consecuencia, el texto dice 'Pueblos que te ofrendan, lugares:' y a continuación se enumeran y describen los 41 ´ lugares de donde provienen los pueblos que están haciendo la ofrenda: SALIR, BASIRTIR, etc. ´ es ciertamente una base toponímica muy abundante y frecuente en la SALIR toponimia actual. Topónimo pecuario que se ubica en lugares destinados a la actividad del ganado. Bajo la forma Saleres designa unas partidas de Quatretondeta, Relleu, Petrer y Ontinyent; con la forma diminutiva Saleretes aparece en Tollos y Villalonga. ´ en Quatretondeta por Hemos optado por ubicar el emplazamiento de SALIR razones arqueológicas y tradicionalmente ganaderas del lugar. La partida Saleres se encuentra muy cerca del actual pueblo de Quatretondeta, entre éste y el río, algo al norte. El pueblo, situado en una colina de aspecto claramente defensivo, se emplaza al pie de la sierra Serrella, entre ésta y el río Valleseta, a 650 metros de altitud. La partida Saleres se extiende por la ladera de Serrella junto a otras denominadas: partida Borreguero —clara mención al ganado ovino—; partida Devesa, nombre valenciano de la dehesa; y partida Ers, con probable mención a la 'cerca' del redil. Al hablar del sintagma Nº 32, se describe y comprueba una organización ganadera en el cercano pueblo de Benasau, con la existencia actual de una antiquísima cañada o vereda de ganado o assagador que conducía el ganado de la mesta castellana hacia los pastos de estos lugares, hacia Serrella. En la descripción del sistema ganadero hecha en el sintagma Nº 32 —a la que me remito— se habla de un impuesto ganadero, l'herbatge, que cobraba recientemente el municipio de Quatretondeta a todos los ganados que se alimentaban de los pastos que había en la zona y en la sierra de Serrella. Incluso el nombre latino de Quatretondeta, que Corominas (1970, II, 143-158) acertadamente analizó como Quadra Rotunda, lo confirmaría, bien en el sentido de la Corte Rotunda o población, bien en el sentido de la forma que tuvo la cerca de piedras donde se encerraba el ganado. En definitiva, esta quadra sustituyó al antiquísimo redil ibérico formado por un entramado de palos y cuerdas que constituyó el SAL ibérico. Los restos arqueológicos en esta zona son muy abundantes y de cierta importancia. En el término de Balones, en la partida Pitxòcol existen un poblado ibérico y

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una posible necrópolis de la misma época. En el collado del Zurdo (nombre que contiene bases ibéricas referentes al agujero allí existente), que está al norte de Saleres, se han encontrado importantes fragmentos de escultura y además una potnia hippôn; y en general, restos de cerámicas de tiestos ibéricos y campanienses. La duración de este poblado debió de ser bastante larga, además de coetánea del de la Serreta. El morfema SAL tiene su correspondiente, sare, 'red' en vasco, que por extensión designó la red o empalizada que servía de cerramiento al ganado, llegando a signifi´ car 'redil'. Y, efectivamente, el suletino mantiene la acepción 'aprisco de ovejas'. El morfema IR´ acaba de ser analizado con la acepción de 'pueblo', lo que conlleva traducir SAL/IR como 'el pueblo del redil'.

Nº 3: BASIRTIR El tercer sintagma de la cara A tiene una lectura clara; los argumentos lingüísticos, descriptivos y arqueológicos facilitan la segmentación morfemática, así como la ubicación del referente toponímico. El morfema BAS queda definido en el diccionario de morfemas como 'reunir, confluir', deducido del análisis de la toponimia, así como por el castellano baza 'reunión de cartas' cuya etimología es incierta y se orientaba hacia el concepto de 'juego', cuando obtiene mejor explicación desde el morfema ibérico 'reunión, conjunto'; lo mismo sucede con el castellano beso y sus derivados, que proviene del latín basium 'beso erótico' —forma tardía que compite con el clásico osculum—, y cuya etimología se desconoce. El ibérico BAS explicaría, pues, la base etimológica de estos préstamos. El morfema -IR se define como concepto de plural o distributivo plural, 'cada uno'. El vasco admite el sufijo distributivo -ra y -na, el primero tras la vocal i y el segundo tras las otras vocales, así amabira 'doce a cada uno' frente a amarna 'diez a cada uno'. Parece, pues, congruente con nuestro análisis que el grupo -IR- sea considerado como un cuantificador distributivo. En cuanto al morfema TIR se analiza su significado como 'curso de agua, corriente', no sólo por ser habitual en hidrónimos muy antiguos y prelatinos, sino por confirmarlo el vasco de Fuenterrabía. Por lo que respecta a la ubicación del referente, el pueblo ibérico de la Bastida —ciertamente el poblado ibérico más importante de la Contestania después de l'Alcúdia— presenta una gran unanimidad argumental. Esta ciudad ibérica, con alrededor de mil departamentos, de los que sólo se ha excavado una parte, según Lamboglia fue destruida hacia el año 340 a. C. En relación a la progresiva transformación en el actual topónimo, el sintagma ibérico se sufijó con el artículo originando BASIRTIRA, y por el fenómeno de la superposición silábica, en este caso de IR, se simplificó en *BASTIRA, que, sin duda, sufrió la presión del catalán Bastida, topónimo frecuente en el dominio catalano-parlante y apellido catalán usual.

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La descripción del sintagma ibérico como 'un lugar donde confluyen los regueros o cursos de agua' es muy adecuada al emplazamiento del poblado. Éste se ubica precisamente defendiendo un valle plano y alargado que recoge las aguas de las barranqueras de la sierra Grossa (Lám. 9).

Lám.9. El pueblo ibérico de La Bastida, sobre la colina, defendió el pasillo de entrada a la Contestania. Una Bastida es un lugar 'donde confluyen los regueros de agua'; a esta lengua de tierra se dirigen numerosos barrancos circundantes.

Es, pues, el primer bastión defensivo de la Contestania, fronterizo con la meseta. Y vigila el valle de penetración hacia el este, hacia la costa, en busca del clima propicio para el pastoreo de invierno. El enclave ibérico domina el lugar donde confluyen las barranqueras profundas de la sierra Grossa.

Nº 4: SABARIDAR La lectura del sintagma no ofrece dificultad, correspondiendo la secuencia SABARI al final de la primera línea, y la secuencia DAR al inicio de la segunda. El hecho de no existir puntos verticales de separación, como en los demás sintagmas que finalizan línea, evidencia claramente la unificación de los dos elementos en un sólo sintagma; la mente del escriba, que intuitivamente propone una segmentación morfemática, parece lógico que esté operando.

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El primer segmento corresponde al morfema SABARI 'ancho, amplio, espacioso, extenso', corroborado por el laburdino zabali 'extensión, espacio' y el vasco zabal 'ancho, abierto, planicie'. En cuanto al segundo elemento, DAR, se trata del sufijo 'habitante, natural de', tan abundante en la epigrafía con el alomorfo -tar; así lo encontramos en los nombres personales ibéricos Urcestar 'natural de Urce', o el aquitano Bontar, y en los étnicos Arseetar, Saitabietar. Consecuentemente, la traducción de SABARIDAR 'los habitantes del espacio amplio' es congruente. Por razones arqueológicas y geográficas ubicamos el topónimo ibérico en el Castell d'Alzabare, en Vall de Laguar. El topónimo actual Alzabare, al igual que Alsabares en Elx, ha recibido el artículo al árabe durante la dominación musulmana. El topónimo, pues, conserva exactamente el morfema ibérico SABARI 'amplio, espacioso' y se adecua a la geografía del lugar: efectivamente, el castillo domina La Plana, es decir, el gran llano que se encuentra al final de Vall de Laguar, una vez que el río ha superado el Estrecho de Isber 'barranco abajo cerrado' y discurre lentamente por la amplia llanura en dirección al mar. Por eso mismo, el río cambia de nombre en este lugar y se llama Girona 'el río abierto'. Pues bien, precisamente en La Plana y junto al río, el alcalde de Orba paralizó unas obras recientemente por haberse encontrado cerámica ibérica, flechas de sílex y un collar de piedras verdosas. Estamos, pues, describiendo a los habitantes del SABARI, La Plana; es decir, SABARIDAR. La presencia ibérica en el valle aparece, además, en la Cova de la Bruixa, en Benimantell y en el Castell de Pop.

´ Nº 5: BIRINAR El quinto sintagma del texto no presenta dificultad en su lectura, no existiendo ninguna G en el mismo, contraviniendo la lectura de Gómez Moreno (l961, 944), tal ´ y como se aprecia en observación microscópica. ´ viene propiciada por el conocimiento que teneLa segmentación en BIR/INAR mos de estos dos morfemas. BIR se analiza como el numeral 'dos', tanto por el estudio de la toponimia (Román 1990, 104) como por el vasco, que acepta el prefijo birr- equivalente a una reduplicación: así birretan significa 'dos veces'. También el morfema INAR abunda en la toponimia (Román 1990, 57) con el significado de ´ 'grieta, hendedura, 'tajo, entalladura', corroborado su significado en el suletino iñar abertura' (Mujika,1981) e iñartu 'henderse' (Azkue,1984). BIRINAR significa, pues, 'los dos tajos' (Lám. 10). Efectivamente, en el lugar existe una gran falla N-S, junto a otras paralelas, encajándose el desfiladero del Mascarat sobre las calizas oligocénicas blancas. Estas entalladuras paralelas son el único paso posible entre el norte y el sur de la provincia alicantina por la costa, por eso se han aprovechado actualmente para construir los túneles del Mascarat, por donde transcurren el tren, la autopista A-7 y la carretera nacional N-332. La presencia ibérica está atestiguada, según Martínez y Martínez (1943), en las

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inmediaciones de Cap Negret donde se han encontrado restos ibéricos: jarras, cabezas de barro, lucernas, estatuas de bronce, etc. Y en el cabo Toix, final marítimo de la sierra Bèrnia muy cerca del paso de 'los dos tajos', se encuentra la Cova dels Coloms con cerámica ibérica, ubicada en un acantilado inaccesible a 3 metros sobre el nivel del mar (Gómez Serrano, N.P. 1943, 30 y 91).

Lám.10. Sierra de Bèrnia 'Los dos tajos'.

Nº 6: GURS El sintagma Nº 6 no presenta dificultades en su lectura. La función ganadera y los argumentos lingüísticos nos llevan a proponer como referente actual del topónimo ibérico al pueblo de Gorga. Debajo mismo del santuario de La Serreta, al este, existe un triángulo ganadero, formado por Gorga, Saleres y Benasau, que se citan en el plomo ibérico. Distan entre sí 3 km. y están emplazados en la ladera de sierra Serrella, aprovechando sus abundantes pastos. En el Nº 32 se describe con detalle la actividad ganadera de la zona. El entorno ibérico de Gorga es patente. La toponimia y la arqueología así lo indican. Circundando a Gorga se pueden contabilizar unos 50 topónimos de clara adscripción ibérica, muchos de ellos relativos a las formas físico-geográficas y otros que describen un sistema ganadero. Incluso topónimos más recientes como el catalán Devesa 'dehesa', confirman la actividad ganadera de Gorga. Mientras que Benasau y Saleres se emplazan en la ladera alta, Gorga se ubica abajo, junto al río Valleseta, para aprovechar su agua y la de los manantiales allí existentes. El cambio GURS-A > Gorga no presenta especiales dificultades, pues al característico cambio vocálico /u/ > /o/, se le añade un proceso de asimilación progresiva de la gutural que se proyecta hacia la última sílaba. Este mismo proceso es el que

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aconteció en el vasco, pues encontramos en el bajo navarro gorko, y en el valle del Roncal, gorku, con la acepción 'refugio del ganado'; tal vez el término gorgotx 'envoltorio de la simiente del lino' deba relacionarse también con el concepto de 'refugio, protección' que estamos definiendo. De hecho, Saleres 'el pueblo del redil', Benasau 'el lugar apto para la hierba de pasto' y Gorga 'el refugio del ganado' son los tres vértices del triángulo ganadero nombrado en el plomo ibérico. La presencia de asentamientos humanos antiguos en el entorno es muy abundante. Restos ibéricos en La Caraita y Castell de Billeneta, así como el yacimiento del Castell de Balones. A su vez, el arqueólogo C. Visedo (1922, 11) cita huellas de civilización ibérica en Gorga.

Nº 7: BOISTINGISDID Esta sintagma sólo ofrece una pequeña duda en el séptimo signo, pero en la microscopía se observa muy bien marcado el tercer trazo de la N, así como la unidad de todo el sintagma. Sin duda, estamos ante una serie fonológica larga y extraña para un oído indoeuropeo. Se trata de un sintagma cuya búsqueda del correlato toponímico no fue fácil, ´ pues la analogía lo había encubierto. Sin embargo, la identificación y traducción del sintagma Nº 21, BUISTINER, hizo que entre ambos surgiese una complementación, de forma que mutuamente se apoyan dando luz el uno al otro. Los cambios fonológicos que experimentó la secuencia son los siguientes: ensordecimiento de /b/ > /p/, observado en BIN > pin, BE > pe, y de /d/ > /t/, como DAR > tar; monodiptongación de /oi/ > /o/, como en Mostalla, Mostiner, etc.; en cuanto a /s/, ya habíamos deducido una regla general (Román 1990, 23): se conserva ante oclusiva sorda, como en BASK, y se pierde ante oclusiva sonora o bien cambia de identidad, como en ISBIN > Ibi; por tanto el grupo ST tendería a consolidarse mientras que SD > ØD. Aplicadas estas consideraciones, la secuencia BOISTINGISDID debió de cambiar en *POSTINGITIT. Sabemos que hacia el siglo II d. C. se da una relajación del timbre vocálico /i/ > /e/ (Díaz y Díaz, M., 1960, 159); pero, además, una secuencia final del tipo ...ITIT sufrió necesariamente una superposición silábica, simplificándola en una sola sílaba IT, que al experimentar la relajación vocálica y la disimilación de alguna de las /i/ de la secuencia, propició una evolución en *POSTINGET. Es probable que el latín Posticum actuara en favor de esta secuencia fonológica. Pero lo más relevante es la existencia de un topónimo, único en la provincia de Alicante, con la forma Postiguet que da nombre a la playa de Alicante. La cuestión, pues, se plantea en dilucidar si el posible significado del sintagma ibérico es congruente con el referente toponímico, la playa del Postiguet, o por el contrario no existe ninguna asociación lógica. La playa del Postiguet está situada bajo el monte Benacantil, un inmenso roquedo que se alza en la misma arena y que albergó un poblado ibérico. La costa alicantina escasea en puntos de atraque seguros para las embarcaciones, por eso son constantes las alabanzas a dicha playa en su función de puerto: en un privilegio de

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1243 se dice «et porque es puerto de mar de los buenos et de los más senyalados que a en España» (Martínez Morellá, 1959, 11); en 1490 Fernando el Católico le concede el título de ciudad, entre otros motivos, «por tener tal y tan buena y segura playa y muelles» (Viciana, 1972); y en 1687, en un memorial al rey se describe así la rada alicantina. «Su playa... no reconoce, antes lleva notorias ventajas a cuantos admiran ambos mares» (Archivo Municipal Alicante, Memorial, Arm.5, Lib.111). De los diversos testimonios que hemos traído a colación debemos destacar la idoneidad del emplazamiento del Postiguet para desarrollar la función portuaria y la base material que lo hace posible, una playa arenosa y resguardada (Lám. 11).

Lám.11. Playa del Postiguet en Alicante 'el fondeadero de arena fina'.

Estos rasgos nos van a servir de norte orientativo para el análisis morfosemántico y la consiguiente segmentación en BOISTIN/GIS/DID. Al primer morfema, BOISTIN, le corresponde el significado de 'arena fina', cuya acepción estaría corroborada por el vasco buztin y los topónimos Mostalla y Mostiner, etc. El morfema GIS, que indica la modalidad, clase, especie o materia de que algo está hecho, tiene su confirmación en el vasco gis-a, de idéntica acepción, y al tercer segmento DID le asignamos el concepto de 'puerto o fondeadero de embarcaciones' tal y como el vasco ditx-o corrobora; correspondiéndole, pues, el significado de 'fondeadero de arena-fina', a saber, un puerto marino que está hecho o presenta la modalidad de ser una playa de arena fina. El emplazamiento defensivo de dicha ensenada se sitúa en la ladera escarpada que nace en la misma playa, y donde se encontró cerámica ibérica. Una estratigrafía realizada por el P. Belda dio cuatro niveles: uno prehistórico, otro ibero-cartaginés, un tercero romano y, por último, el cuarto ya moderno.

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Postiguet diseña un sistema comercial completo junto a Garbinet y Bacarot, Nº 41 y 22 respectivamente: en Postiguet comercio marítimo y pesca; al norte, en Garbinet, ganadería; y al sur, en Bacarot, agricultura.

Nº 8: SESGERSDURAN Desde antiguo existió una gran laguna a la altura de Villena, alimentada por el río Vinalopó y un barranco proveniente de Caudete. En este marco fue donde se encontró el tesoro ibérico de oro macizo, una verdadera joya en su género, perteneciente a un reyezuelo del lugar. A orillas de la laguna, tres topónimos adquieren una relevancia especial, en un pequeño triángulo de un kilómetro de lado, Terlinques Zaricejo - Segundina. Terlinques ha sido analizado como 'el pantano del curso de agua' y, al ser un poblado del Bronce —datado de 1850 a. C.—, prueba que la lengua del plomo alcoyano es la lengua del Bronce, también. Situado en una colina sobre la laguna, tiene a sus espaldas la necrópolis de Zaricejo y a continuación Segundina. En Zaricejo se ha descubierto una necrópolis, con hogueras para la habitual incineración de los muertos y una escultura de cabeza de león, custodio de los venerados antepasados. Zaricejo es, pues, funcional y lingüísticamente, 'el recinto de los muertos', como confirman el alto-navarro y vizcaíno zeitxo 'plazoleta, recinto' y el vasco común zar 'antepasados, viejos'; obteniéndose una transformación *ZARZEITXO > Zaricejo en algún momento de la evolución del topónimo. Además, la necrópolis está emplazada bajo la sierra del Castellar, que responde al KATALO ibérico, 'inclinado', tal y como es en realidad y junto a un montecillo aislado, el Mosquito, que referencia el morfema MOSKO 'pico'. Una de las hipótesis para la ubicación de SESGERSDURAN era Segundina, y la segmentación más obvia SES/GERSDUR/AN. El segundo elemento tiene una correspondencia justa con el guipuzcoano gertura 'punto cercano a' y el sufijo AN se corresponde al sufijo locativo vasco an 'en el lugar' (Azkue, 1984; Mujika, 1981). La cuestión era saber: cercano ¿a dónde?; evidentemente la geografía nos acercaba a Zaricejo, la necrópolis, distante un kilómetro de Segundina, puesto que Terlinques en ese momento era un emplazamiento abandonado; de ahí que optáramos por asociar el morfema del topónimo zar con el ibérico SES, de donde plausiblemente provendría. De hecho el rotacismo de /s/ es un fenómeno lingüístico generalizado, no sólo en los topónimos estudiados aquí, sino en áreas de los Pirineos: Corominas (1965, 35) cita Isavals > Iravals; Glosianes > Glorianes; Caresac >Carerac; Asaleu > Ralleu; Tolzà > Tolrà, etc. Y el mismo vasco reconoce el rotacismo en el mismo morfema, cuando el vizcaíno y guipuzcoano sits aceptan el significado de 'vejez de ojos, polilla', así como el alto-navarro sis el de 'polilla', ambos morfemas muy cercanos a SES y posiblemente presentando una fonología menos evolucionada dentro del campo semántico de la vejez. Por lo que respecta al núcleo vocálico del morfema en cuestión, el vasco mismo

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es muy dubitativo, pues a los sis, sits, zar, tal vez podamos añadir zer, como vemos en el vizcaíno zergera 'tiempo, época'. Según esto, SESGERSDURAN se puede traducir como 'el lugar cercano a los antepasados (difuntos)', correferenciando a Segundina y Zaricejo. Su evolución fonética presenta una serie de metátesis obligadas por el extrañamiento latino de secuencias como SESGERS- o -GERSDU-. Fundamentalmente, el proceso de recuperación de dicha palabra por el latín tardío implica el intercambio de los núcleos vocálicos entre la segunda y tercera sílabas, amén del ya constatado proceso de supresión de /s/ ante oclusiva sonora. Una secuencia resultante del tipo *SEGURDIRAN fue atraída, sin duda, por el latín secundus y sus derivados, especialmente por secundina, propiciando que el grupo /-rd-/ > /-nd/; y con respecto a la última sílaba, el intercambio posicional de las consonantes /-ran/ > /-nar/ y la posterior caída de /-r/ final. Consecuentemente, la traducción íntegra del sintagma es 'el lugar cercano y a continuación de los antepasados (difuntos)', es decir, a continuación de la necrópolis de Zaricejo, donde está Segundina. Posiblemente el significado ibérico de 'estar a continuación de Zaricejo', o lo que es igual, 'el segundo' o 'a seguido de Zaricejo', de algún modo quedó intuido en la época de bilingüismo ibero-latino, fortaleciendo la transformación en Segundina.

Nº 9: SESDIRGADEDIN La investigación llevada a cabo nos orientó hacia el actual topónimo de Sendiquer, partida de tierra situada en la falda de la Carrasqueta, en la solana, y término municipal de Xixona. Fue el P. Belda, en el año 1929, quien alertó sobre la presencia de estas ruinas ibéricas, en las que él pretendió ver una fortaleza. En realidad, se trata de una pequeña plataforma horizontal, al abrigo de unas peñas, en la falda de La Carrasqueta, que confiere a dicho lugar un emplazamiento muy apropiado para guardar los rebaños, los cuales se alimentan de los fértiles pastos que a pocos metros ofrece el llano donde se asienta el Sot de la Casa Gran, es decir, el soto u hondonada, regado por la fuente Nutxes, un manantial importante que en la actualidad se ha canalizado y riega las huertas de toda esta zona. En el lugar, encontramos, semiderruidas, dos partes de la muralla: la de la izquierda, entre unas grandes encinas, ofrece restos del muro en piedra seca, muy diseminada, y detrás de ella, aprovechando el saliente natural y vertical de la montaña, una especie de refugio mucho más alto en forma de torreón; allí se mezcla la industria humana con la disposición en grieta cavernosa de la roca; es posible que esta parte sirviera de cobijo para los pastores. Unos ochenta metros a la derecha de la primera mureta encontramos de nuevo un muro algo levantado pero también destruido. Esta cerca de piedra, guarecida por detrás por el corte vertical de las rocas, tiene forma de semicircunferencia y abarca la parte posterior de la plataforma. Una vereda comunica los corrales con la fuente Nutxes, que nace en la misma partida Sendiquer. Los restos arqueológicos también son elocuentes, pues allí mismo se han encontrado fragmentos de cerámica ibérica.

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Desde el punto de vista lingüístico, y basándonos en las circunstancias observadas, hemos segmentado el noveno sintagma de la cara A en SES/DIRGA/DEDIN. El segmento final, -DEDIN, tiene su correlato en el sintagma BIDUDEDIN. Como veremos, ninguno de los dos topónimos mantiene dicho morfema, bien por el significado de proforma locativa verbal, 'encontrarse, hallarse', que siempre está implícito en todo topónimo; bien porque, con el paso del tiempo, y por ese carácter de ubicador general que tienen los topónimos, se ciñeron a su parte realmente más descriptiva y específica, es decir, los morfemas SESDIRGA o BIDU. La transformación SESDIRGA > Sendiquer, no ofrece especiales dificultades, puesto que la secuencia sesd no es conocida por el bajo latín, mientras que send es muy abundante, por ejemplo, en los derivados de senderius. En cuanto a la secuencia final -RGA sufre una reordenación basada en la metátesis de R, originando -GAR. Esta secuencia se asimiló al morfema KAR que por imala originó múltiples topónimos en quer; sólo citaré unos pocos en los alrededores de Sendiquer: Xoquero, Junquera, Xerquera, Morquera, Mosquera, todos ellos derivados de KAR; la asimilación de KAR y GAR, que implica un ensordecimiento, es un fenómeno conocido en el árabe valenciano, como en el caso de Al-gudáyr > Alcodar (Barceló, 1982, 17). La transformación en -quer es casi una constante en la toponimia alicantina, recordemos el ibérico IRIKE > Riquer. La segmentación morfológica más plausible del sintagma es SES/DIRGA/ DEDIN; conviniéndole al morfema DEDIN el significado de 'encontrarse, hallarse', que puede confirmarse en el alto-navarro edin, con el mismo sentido; al morfema DIRGA le otorgamos el significado de 'descanso, dormir', que obtiene su correlato en el bajo-navarro y laburdino trika, de acepción similar (y que presenta el ensordecimiento de oclusivas y metátesis de vibrante), así como en el alto-navarro trigun, que mantiene el sonido original de la gutural, con el sentido de 'descansillo'. El morfema SES es asimilable al concepto de 'toro, res, ganado', corroborado por el vasco zezen, y sin duda al castellano res, lo que propicia traducir el sintagma por el lugar donde 'se encuentra el sesteadero de las reses', es decir, el aprisco donde se encierra a los toros o ganado para descansar, lugar cercado y a la vez defendido para evitar el ataque de las alimañas o ladrones. Este significado coincide perfectamente con las señas de identidad de los restos ibéricos hallados en el antiguo aprisco de Sendiquer.

Nº 10: SERAIKALA El Nº 10 no ofrece dificultad en su lectura. El análisis morfemático induce a la segmentación SERAI/KAL/A. El primer segmento lo encontramos en el guipuzcoano de Andoain con la forma seraila 'delgado' (Azkue, 1984). Y Mujika (1981) recoge las formas zerail, serail con idéntica acepción. El segmento KAL-A 'la cumbre' es muy abundante en la toponimia y frecuente en compuestos vascos: kaldurru, galdurru, galdor significan 'cumbre, cima' (Azkue), en donde se percibe la sonorización de la gutural /k/ > /g/; y en el diccionario de Mujika se citan con la

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misma acepción las formas sordas kalpar y kaldor y las sonoras gaildor y gailen entre otras. En general, abundan en el vasco los compuestos de este morfema con el sentido de 'prominente, superior'. Por último, constatamos la existencia del artículo (o definidor) A. La traducción, pues, de este sintagma es 'la cumbre estrecha, delgada'. En lo que concierne a la ubicación del topónimo ibérico, varias son las posibilidades que se pueden barajar (Román 1990, 138) Con todo, el reciente hallazgo de cerámica ibérica en la sierra de Segaria aconseja relacionarlo con dicho topónimo. Físicamente, la correspondencia entre su forma y el significado de sus morfemas es admirable. Se trata de un espinazo rocoso que avanza en dirección al mar, con una longitud de 5 km., cuya cumbre alargada se asemeja al filo de la navaja. Esta forma caprichosa de la montaña, que destaca sobre el amplio glacis marítimo de Vergel, ha dado origen a leyendas populares y antiguas como la que afirma que la montaña es un gigante dormido que despertará cada cien años. El topónimo Segària ya fue identificado por Corominas (1965, 227) como prerromano; su transformación se originó por una metátesis entre la segunda y tercera sílabas y el proceso de imala, que hicieron posible la secuencia *SEGARIALA. La pérdida de /l/ intervocálica en esta comarca está constatada en documentación medieval (Barceló,1984, 175).

Nº 11: NALTINGE Este sintagma no presenta dificultad en su lectura, habiendo sido el morfema NAL, analizado con su alomorfo MAL, frecuente y muy extendido en la toponimia actual (Román, 1991, 58). El fonema /m/ de los actuales topónimos proviene bien del fonema bilabial sonoro /b/, bien de la nasal /n/; son dos vías que han llenado la laguna fonológica de la bilabial nasal ibérica, en esta región. En este caso, la transformación NAL > Mal está propiciada por el primer contacto del ibérico con el latín, que desconoce la secuencia Nal- como inicio de palabra, mientras que es abundante Mal-. En cuanto al significado de este morfema, 'escarpado', ha sido muy contrastado en nuestro estudio (Román 1990, 58), y, como veremos, el referente propuesto lo confirma. La segmentación morfológica NAL/TINGE parece, pues, lógica, dado que los vascos tink, tinke, tinki, tinka, aceptan el significado de 'angosto, apretado', y el abundante topónimo Artiga, analizado como 'valle angosto', lo confirma. NALTINGE es, pues, 'el desfiladero escarpado'. Las transformaciones operadas sobre las bases ibéricas responden a la metátesis de interversión de los fonemas iniciales, tan habituales y constantes UR > Ru, Ro; DAD > And; LES > Els; ORTZ > Roig; IRI > Ri; ARSA > Ras; ER > Re, etc., además del cambio vocálico propiciado por el árabe: a la interversión NALTINGE > *Anltinge > *Antinge se añadió un cambio vocálico por el proceso tafxim, /a/ > /o/, /u/, dando lugar al topónimo Ontinge, que el Llibre del Repartiment (a. 1248) cita como Ontignen, Ontine, etc., hoy en día Ontinyent. Esta ciudad se emplaza actualmente en la confluencia de tres impresionantes

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desfiladeros que forman los ríos Calabutxa, Naranjero y Ontinyent, con un promedio de unos cuatro kilómetros de escarpes, sobre todo del llamado Ontinyent. Este barranco discurre entre las poblaciones de Bocairent y Ontinyent originando una larga escotadura que en algunos tramos presenta escarpes y precipicios de 400 metros de caída. El topónimo, pues, se adecua perfectamente a la realidad física; no es de extrañar que, dentro de este barranco, encontremos el topónimo Casa Patiras, es decir, PATAR/ESE/A 'la casa de la cuesta escabrosa'. Por lo que respecta al hábitat antiguo, existió un importante poblado de la edad del Bronce excavado por el P. Belda en el Cabezo Navarro de Ontinyent; y la cultura propiamente ibérica está representada en el yacimiento de Les Eretes (Sanchis Esparza, 1886, 548) en dicho término municipal.

Nº 12: BIDUDEDIN Este sintagma no presenta dificultad en la lectura ni tampoco en la interpretación lingüística, dado que la referencia toponímica es muy explícita y además existen argumentos arqueológicos. La segmentación morfológica en BIDU/DEDIN es oportuna, conociéndose por el sintagma Nº 9 el morfema DEDIN. En cuanto a BIDU, por su afinidad con el vasco bide 'camino' y el número importante de topónimos que lo contienen y que indican caminos, no parece albergar dudas en su acepción. El topónimo que proponemos es el Camino de la Viuda, que conduce, siguiendo el barranco del mismo nombre, desde Benitatxell al Portet de Moraira por el único camino costero posible que penetra desde Dénia hacia el sur de la provincia. La caída del segundo morfema, DEDIN, ya lo observamos en el Nº 9 y allí dimos las razones pertinentes. Sólo, y como curiosidad, citaré, aun fuera de contexto, un topónimo que me llamó mucho la atención, Biduedo, a la entrada de Galicia por León. En él vemos muy bien conservados ambos morfemas. Se trata de un pequeño pueblo de montaña situado estratégicamente en la vía de penetración hacia Galicia, una vez hecha la ascensión del puerto de Cebrero. Incluso formó parte del itinerario del famoso Camino de Santiago y sin duda celtas, romanos, godos, etc., lo utilizaron para adentrarse en Galicia. Dejando esta pequeña digresión —que no deja de ser instructiva, por tratarse de lugares alejados— y centrándonos en el topónimo Viuda, es muy conocida la metátesis producida en el latín vidua al pasar al castellano como 'viuda'; por eso fácilmente se concibe que el BIDU-A ibérico siguiera la misma suerte, una vez que se perdió el sentido original. Por lo que se refiere a su ubicación, el problema no es fácil dada la cantidad de Viudas que designan camino de penetración o barrancos que tuvieron la misma función. Incluso creo que se podría reconstruir parte de la red vial ibérica partiendo de este topónimo. La localización que ha tenido preferencia es el Camino de la Viuda, único lugar de paso que atraviesa el relieve del Llorensà, montaña que forma unos acantilados impracticables sobre el mar. El camino de la costa que llegaba a

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Dénia y Xàbia, se encontraba cortado por el cabo de La Nao; sólo subiendo a Benitatxell y siguiendo La Viuda se alcanza de nuevo la costa en el Portet de Moraira. La razón que motivó la ubicación del topónimo en el camino entre Benitatxell y Moraira fue la fuerte presencia de asentamientos ibéricos en la zona. En la partida de La Lluca, en Benitatxell, se encontró un magnífico y conocido tesoro, compuesto de diadema, cadenas, brazalete, cintas, en oro macizo, del siglo IV a. C. En Moraira, la Cova de Rates presenta material ibérico; la Cova de la Cendra también; y en la Torre de la Punta de Moraira, en el Portet de Moraira, hay un poblado ibérico. De lo dicho, se deduce el significado global de BIDUDEDIN como el lugar donde 'se encuentra el camino' y la ubicación actual a través del topónimo Camino de la Viuda entre Benitatxell y Moraira, que sigue el trazado del barranco del mismo nombre.

Nº 13: ILDUNIRAENAI La lectura del sintagma Nº 13 no presenta dificultades textuales, encontrándose la secuencia ILDU al final de la cuarta línea y comenzando la quinta con la secuencia NIRAENAI seguida de los tres interpuntos. Esta separación secuencial es, propiamente hablando, una segmentación morfológica que proporciona el escriba ibérico del plomo. Varios son los casos en el texto en donde el cambio de línea ofrece una segmentación. En el Nº 4 la separación gráfica era SABARI/DAR con dos morfemas diferentes; en el Nº 30, BASER/ OKAR, ocurre el mismo fenómeno. Ello, evidentemente, nos informa de la conciencia morfológica que tenía el escriba sobre las unidades aglutinadas en la formación de sintagmas. En cuanto a la correcta ubicación del topónimo, razones geográficas y lingüísticas corroboradas por la arqueología nos inducen a localizarlo en el corredor natural del río Vinalopó, junto al poblado ibérico del Monestir: se trata del topónimo actual Elda, que dio nombre a los habitantes del poblado ibérico sito en El Bolón que aprovechaban la fértil huerta regada por el río Vinalopó. Hagamos una descripción del lugar. El río Vinalopó, en su recorrido desde Villena al mar, proporciona un pasillo natural de tránsito, jalonado por diversas estaciones; en el plomo alcoyano se citan cinco: Segundina en Villena, Monestir en Elda, junto a ella la del monte Bolón, al sur Orito en Novelda y, por último, L'Alcúdia d'Elx en la desembocadura. ´ (Nº 21), como 'el Hemos descrito el poblado ibérico del Monestir, BUISTINER barranco de las arenas' por situarse este poblado encima del río Vinalopó, existiendo en la ladera, entre el poblado y el curso de agua, un magnífico arenal. Pues bien, al salir el río del estrechamiento que allí se forma, discurre por la llanura que ocupan hoy la ciudad y huerta de Elda, defendida por el poblado ibérico sito en el pequeño cerro del Bolón, que aprovechaba la riqueza agrícola de la huerta eldense; este asentamiento ibérico se llamó ILDUNIRAENAI. La huerta existente en la zona mo-

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tivó la presencia humana ininterrumpida desde el Neolítico, y fue el principal sustento de la población hasta la época del desarrollo industrial. La toponimia también hace referencia a ella: así encontramos los caseríos La Horteta, El Azafranar, Las Agualejas, que denotan claramente las posibilidades de la agricultura y la presencia del agua, pues existieron humedales por donde transcurría el río, anegando el llano; como lo demuestra la existencia actual de abundantes fuentes, manantiales y pozos. El contraste, pues, entre Monestir y Elda es claro. El primero se caracteriza por el arenal que lo rodea, y el segundo por la fecunda huerta y las cañadas ganaderas, distando el uno del otro 2'5 km. El Monestir se especializó en una industria cerámica, gracias a la abundancia de sílice que proporcionaba el arenal —como lo prueba el horno cerámico ibérico allí encontrado—, y Elda posibilitaba la alimentación agrícola y ganadera. Lo que estamos afirmando por el análisis lingüístico, a su vez se confirma por las excavaciones arqueológicas en curso. Debo agradecer al Dr. Antonio M. Poveda Navarro, director del museo arqueológico de Elda, la siguiente información sobre la función agrícola descrita: en la margen izquierda del río se han encontrado tres villas romanas rurales y en la margen derecha otras dos, con abundancia de ánforas de aceite y vino e instrumental agrícola. En este conjunto arqueológico del Monestir y de Elda han aparecido hoces, molinos, dientes de sílex, etc. de diferentes épocas: prehistórica, del bronce, ibérica, romana y árabe; así mismo la abundante cerámica ibérica está llena de motivos naturalistas y vegetales. Y en época reciente, junto al río, existieron ocho molinos de irrigación. Desde la perspectiva descrita, la segmentación del sintagma en ILDU/ NIRAENAI obtiene un importante refrendo en el laburdino eldu 'germinar las plantas' y el suletino y bajo-navarro nuranai 'donde quiera'; el suletino, además, nos informa del morfema nura 'adonde', mientras que el vasco, en general, acepta para nai el significado de voluntad, utilizándolo a su vez como sufijación en -quiera (Michelena acepta la pertenencia del morfema al fondo antiguo vasco [1990, 310]). La traducción, pues, del segmento —que a su vez se ajusta a la del morfema ibérico— es la del castellano 'doquier', es decir, algo que se da 'por todas partes, donde quiera'; siendo la traducción del sintagma, en su conjunto, el lugar donde 'germinan las plantas por doquier'. El topónimo Elda se construyó en base al primer morfema ILDU '(donde) germinan las plantas'; dejando de ser operativo el determinante NURAENAI, 'por doquier', probablemente en época latina, cuando no se comprendió su significado, unido esto a la tendencia comprobada de simplificar las secuencias fonológicas largas. Efectivamente, el Itinerario de Antonio, de principios del s. III d. C., cita el topónimo Adello, y en otros itinerarios hispanos antiguos se nombra a Eloe y Edelle; las fuentes medievales, más atentas a la tradición oral, conservan mejor el topónimo ibérico que las latinas, pues encontramos Ella y Elda (CODOM, II, 5 y 36). Ciertamente, el cambio ILDU-A > Elda implica únicamente la abertura de la vocal inicial y la monoptongación /ua/ > /a/. Es más, incluso los itinerarios latinos antes citados reconocen el topónimo lldum para una de las estaciones entre Tortosa y Sagunto,

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que debió de tener un emplazamiento hortícola semejante al ILDU ibérico del río Vinalopó. En cuanto a los contenidos arqueológicos del poblado ibérico de Elda, según informes del Padre Belda, se halló un exvoto ibérico de bronce que representa a un peregrino con túnica corta ofrendando a la divinidad; esta noticia es de suma importancia por relatar, una vez más, lo que describe el plomo alcoyano: la costumbre de ofrendar a la divinidad que tenían los moradores ibéricos del pueblo de ILDUNIRAENAI.

Nº 14: BEKOR El sintagma Nº 14 es de lectura fácil, así como su identificación toponímica actual. Además, el soporte arqueológico confirma la presencia ibérica en la ubicación que vamos a proponer. Hemos documentado en reiteradas ocasiones el paso de la oclusiva bilabial sonora ibérica a la sorda, por la influencia del latín en los primeros momentos de bilingüismo; así como la sonorización de la oclusiva velar. En cuanto a la inestabilidad de /r/ sería redundante argumentarla; sólo hay que constatar que, en posición final, tiende a ø; precisamente este fenómeno se da en Llombai < Lombaer (a. 1370, Archivo Reino Valencia, V, C 1, 8), alquería situada a veinte kilómetros de nuestro topónimo. El paso, pues, BEKOR > Pego está dentro de las reglas transformativas observadas; y en cuanto al significado, la descripción del actual pueblo es elocuente. Se halla a la salida de la Vall de Gallinera y de la Vall d'Ebo, valles de montaña que descienden bruscamente sobre la llanura que bordea la costa del mar. Quiero destacar la existencia de agua que forma zonas pantanosas y la abundancia de arenales. La descripción corresponde justamente a lo que llamamos en la zona un 'hondo' o lugar bajo y pantanoso, tan abundante por toda la costa, que origina lagos interiores, albuferas, etc.; de ahí que el significado BEKOR 'el hondo' encuentre un paralelo léxico en el vizcaíno y guipuzcoano be, 'hondo, fondo, parte inferior', y el locativo kor, que permanece en el bajo-navarro y en el Valle del Roncal, con sentido de 'lugar en donde'. En el vasco actual podemos constatar la caída de la vibrante final, beko, 'llanero, bajero'. La presencia de restos arqueológicos es muy copiosa: Tossal del Moro y de Sorell, La Bastida, El Bullentó, la cueva del Sapet y el Castell d'Ambres son seis yacimientos que testifican la presencia de hábitat ibérico en Pego.

Nº 15: SEBAGEDIRAIN El último sintagma de la cara A presenta una dificultad de lectura en el penúltimo signo; el detalle proporcionado por el microscopio muestra la existencia de la letra I entre A y N, siendo la lectura correcta -AIN. La secuencia de las tres últimas

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letras, analizada a 200 aumentos, es la siguiente: se perciben la A y la I claramente, ésta última con la quiebra final del trazo casi vertical que presenta habitualmente dicho signo, finalizando justamente antes de entroncar con el ángulo derecho de A. Efectivamente, se perciben los valles profundos del surco de ambas letras existiendo entre ellos una cornisa no incisa que los separa. A continuación finaliza el sintagma con el signo N y las interpunciones. La existencia, pues, de la I esgrafiada por el punzón del escriba y sin superponerse a otras letras es evidente; así como la colocación forzada del trazo al no encontrar espacio suficiente, lo que puede implicar una corrección del mismo escriba que se percató de haber escrito -AN 'proforma de lugar' en vez de AIN 'cría, animal joven', enmendando él mismo el descuido. La segmentación morfológica que vamos a proponer se basa en la relación entre la descripción física y ganadera del lugar y el estudio toponímico y morfológico; reforzado todo ello por la presencia abrumadora de emplazamientos ibéricos. Las zonas pantanosas y la albufera que existió en los actuales marjales de Pego (ver el Nº 14, BEKOR), separados del mar por una restinga arenosa, encuentran por el sur un muro natural en la sierra de Segària. Entre el mar, la albufera y la sierra, un pequeño enclave de tierra privilegiado, regado por varios cursos de agua, ha originado el pueblo de El Verger, es decir, un vergel de floreciente agricultura. Allí conocemos el nombre de una antigua partida, SEBIC: al norte, los marjales de Pego, ella misma cruzada por el río Girona y el barranco de la Alberca; y al sur, la partida de Salpi. El río Girona 'el río abierto' —llamado así porque poco antes ha dejado la montaña y recorre la llanura para desembocar seguidamente en el mar— junto al Alberca, que en árabe significa 'el pantano' y que cruza el Aigualós, nos hablan claramente de una zona con abundante agua muy propicia para los pastos. Hecho que confirmamos porque un poco más al sur encontramos Salpi 'bajo el redil', además de la partida Bovetes, adjunta al Sebic. Todo este legado toponímico evidencia el aprovechamiento ganadero de esta albufera. El sintagma SEBAGEDIRAIN parece conveniente segmentarlo, pues, en SEBAGEDIR/AIN, dado que el vizcaíno ain 'cría, animal joven' y el vasco común zebagarri 'domesticable' o zeba 'domesticar' se ajustan a la descripción de un sistema ganadero; a su vez SEBA/GEDIR admite obviamente la segmentación propuesta, pues el laburdino gider 'causa, motivo' confirma el significado 'lo que causa o produce la doma'. En conclusión, la traducción adecuada al lugar del Sebic sería 'donde las crías son domesticadas'. En lo tocante a la forma del topónimo actual, como en tantas ocasiones, la reducción de secuencias largas ha sido drástica desde que se perdió la conciencia del significado; de ahí que plausiblemente fue la secuencia SEBAGE la que originó el topónimo actual, sufriendo la vocal abierta /a/ el conocido proceso de imala /a/ > /i/ por influencia árabe; así como la caída de la vocal final, que proporcionó necesariamente la pérdida de la sonoridad en la oclusiva final, SEBAGE > Sebic. La presencia arqueológica alrededor de esta albufera y de su sistema ganadero de cría y doma es muy abundante: un poblado ibérico por el norte, cerca de Oliva, en El Castellar; los seis yacimientos ya mencionados de Pego, más otros tres en Atzúbia, a 2,5 km. de Pego, todos ellos al oeste; y por el sur, el del Paset de Segària, Ondara,

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Ocaibe en Pedreguer, y los de Benimaquia, Pic de l'Aguila y Coll de Pous en término de Dénia, sumando un total de dieciséis hábitats ibéricos. Además de los poblados ibéricos de Alzabare (Nº 4) y de Segària (Nº 10).

Nº 16: IRIKE El sintagma Nº 16, de fácil lectura, es el primero de la cara B, y se repite en el Nº 29. Este hecho prueba que los topónimos nombrados en el texto no son nombres propios en el sentido actual del término, es decir, nombres sin significado, no descriptivos, sino nombres cuya función es la de reflejar el aspecto externo del lugar, de ahí que sea frecuente la repetición del topónimo allí donde se vuelve a dar la forma geográfica. En Alcoi, en el mismo término municipal donde fue encontrado el texto, 6 km. al oeste de La Serreta, se encuentra el caserío Riquer. Este caserío está al abrigo del monte Castellar, donde han aparecido restos de un poblado ibérico, en un saliente del mismo monte. Desde allí se vigilaba una de las entradas al valle de Alcoi, la que proporcionaban los ríos Barxell y Polop que confluyen en este lugar. Precisamente el río Barxell, al pasar a la altura de Riquer, forma un impresionante corte que es conocido con el nombre de El Salt (Lám. 12), que origina una hermosa cascada cuando las lluvias son intensas. La hendidura que ha sufrido el relieve es realmente soberbia y caracteriza el mencionado paisaje.

Lám. 12. El Riquer en Alcoi, 'la hendidura'.

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La zona está llena de restos ibéricos que nos indican la presencia de poblados en las cercanías, como en Els Baradellos o en Polop Alto. El significado de IRIKE parece claro, tanto más cuanto que en el Nº 29, como analizaremos posteriormente, se repite la misma morfología del relieve. IRIKE, pues, entendido como 'la hendidura', tiene un refrendo importante en el Valle del Roncal en donde iriki presenta la misma acepción; confirmándolo a su vez los vizcaíno y guipuzcoano ireki, iregi, con el significado de 'abrir'; Michelena (1990, 228) califica estas voces de antiguas. La transformación IRIKE > Riquer se fundamenta en la tendencia muy constatada del latín a comenzar la palabra con la vibrante, provocando metátesis de interversión de /r/ inicial. En cuanto a la finalización consonántica de la palabra, tenemos una fluctuación, pues el mismo topónimo puede encontrarse bajo la forma Riquet, tanto en Alcoi como en Altea, y se debe bien a una tendencia muy generalizada en el catalán, el cerramiento en oclusiva, o bien por analogía con el antropónimo, Riquer.

´ Nº 17: ORTI El sintagma Nº 17 debe ser leído con vibrante fuerte. Entre todos los topónimos estudiados, éste se caracteriza por su afinidad con el significante ibérico y con el significado correspondiente a la segmentación morfológica; se trata del caserío de Orito en el término municipal de Monfort. Orito es famoso por sus fuentes, que gracias a sus aguas cloruro-sódicas hicieron posible la instalación de un balneario, hoy en día abandonado. El río Vinalopó originó, además, una huerta, que, sin duda, fue aprovechada por la antigua vía de comunicación con Alicante y Elx. Según los datos proporcionados hasta aquí, convine la segmentación del ´ sintagma en OR/TI, de forma que, siguiendo el concepto hortícola del topónimo Orito, resulta útil la acepción que el vizcaíno, y también el guipuzcoano, orri, señalan, 'hoja de hortaliza'; teniendo el segmento TI el significado de 'propenso a, lugar de, conjunto de, desde, etc.', que refrenda el vasco en general. Y que Michelena (1990, 236) identifica con un sufijo que, añadido a nombres de determinaciones espaciales, forma derivados con función nominal y adverbial. Correspondiéndole, pues, el significado global de 'lugar de hortalizas', es decir, 'la huerta'. La presencia arqueológica de asentamientos ibéricos confirma la hipótesis sobre la ubicación del topónimo. En el mismo castillo de Monfort hubo un poblado ibérico; en el Campet de Monfort existe una necrópolis, y en la 'huerta' del Vinalopó, a la que nos estamos refiriendo, se encontró una magnífica escultura de toro ibérico, posiblemente con sentido funerario.

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Nº 18: GAROKAN Esta secuencia, de trazos claros, permite una lectura adecuada, que además hay que relacionar con los Nº 22, BAGAROK, y 36, TAGISGAROK. La localización de este topónimo presenta una dificultad que a su vez se convierte en confirmación de la segmentación morfológica, puesto que tenemos dos lugares de idénticas características geográficas o, mejor dicho, agrícolas, y ambos con argumentos sólidos para ser los correlatos actuales de GAROKAN; sin embargo, esta pugna ayuda a confirmar la significación morfológica del sintagma. La documentación sitúa en el término de Bolulla, año 1267, el castillo y villa de Gargio (Martínez Ferrando, 1934, II); año 1276, el castillo de Gartx (Soldevila, 1950, 12); año 1280, el castillo de Garg (Martínez Ferrando, 1934, II); año 1460 Bolulla en el valle de Garx (Archivo Reino Valencia). En la actualidad el pueblo ha desaparecido, aunque aún los habitantes de Bolulla hablan de él, y sólo queda el nombre de la partida, rematada en lo alto de una cumbre por un castillo. El alcalde de Bolulla me ha confirmado que el nombre de la partida es Garx, el más usual, pero también pronunciado Garitx, nombre a su vez documentado en la cartografía MME 1/25000. Veamos, pues, la conexión entre la toponimia actual y el texto del plomo. Propiamente, el topónimo ibérico fue GAROK, dado que el segmento AN es un elemento locativo. Este topónimo sufrió, por influjo árabe, un proceso de palatalización o ismân en la segunda vocal que también afectó a la oclusiva originando el topónimo Garitx o la variante con pérdida de la vocal átona Garg, Garx. Además, podemos añadir que el fonema africado sordo se encuentra generalmente en topónimos de etimología no árabe (Barceló, 1982, 15). En cuanto al Nº 36, con secuencias morfemáticas similares, el proceso ismân también se produce en la misma vocal. Las variantes toponímicas observadas designan en la actualidad un castillo, una fuente, una partida de terreno, pero también el río que se forma por la confluencia del Bolulla con el Algar. Este río, sin duda, ofrece el espectáculo hídrico y agrícola más impresionante de toda la provincia alicantina. En una zona con frecuentes problemas de agua, desertización, etc., inesperadamente surgen cascadas de agua que riegan una llamativa huerta protegida por la sierra Bèrnia (ver Nº 5), en donde hoy se cultivan plantas tropicales como el aguacate y, fundamentalmente, el níspero. Un micro-clima especial y la cercanía al mar hacen posible esta exuberancia vegetativa (Lám. 13). El topónimo Algar da nombre tanto al caserío como al río que desciende de la zona descrita. Dicho topónimo acabó por sufrir una analogía con el árabe Al-Gar 'la cueva'. Sin embargo, es notorio que en el caserío del Algar sus habitantes desconocen la existencia de cueva alguna, y en el recorrido de los desfiladeros por donde pasa el río Algar, una prospección que realicé me confirmó la inexistencia de cuevas. Este fenómeno se volvió a repetir en la investigación realizada en el Algar del río Serpis, y el Algar de Albaida: en ambos casos tampoco existe cueva alguna y coinciden en ser huertas de regadío desde antiguo. Es interesante la información al

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Lám. 13. El Al-Gar 'el lugar repleto de cereales'.

respecto que me ofreció el ponente de un estudio sobre la toponimia de Cocentaina, F. X. Carbonell en el XIV Col.loqui General de la Societat d'Onomàstica celebrado en Alicante, en donde me hizo saber que, puesto que era natural de allí, había buscado infructuosamente la supuesta cueva del Algar, concluyendo que no existe dicha cueva en un llano con tierras sedimentarias y sin relieve montañoso y calizo. Estos mismos hechos concurren en la huerta del Algar en Albaida, con manifiesta imposibilidad de fenómenos kársticos y, por contra, la presencia de huertas junto al río en plena llanura. Estas consideraciones sobre la realidad agrícola del topónimo ibérico orientan objetivamente la segmentación del sintagma en GAR/OK/AN, coincidente con los Nº 22 y 36, BA/GAR/OK y TAGIS/GAR/OK. En cuanto al morfema AN, en el Nº 8 se analiza como proforma locativa, corroborado en vasco. La secuencia GAROK debe ser segmentada en GAR/OK —por ser más precisa que la propuesta en Román (1990, 158)— significando OK 'llenarse de, estar repleto', tal y como acepta Azkue, ok, okhatu con el sentido de 'llenarse, saciarse, hartarse', así en la Navarra Baja dicen: sagarrak fruituz okhatuak dire 'los manzanos están repletos de fruto' (Azkue, 1984); y por lo que respecta al morfema GAR, el vizcaíno y guipuzcoano gar-a, cubre el campo semántico de 'crecer, desarrollarse' y, consiguientemente, 'elevarse' (Azkue, 1984; Mujika, 1981). Ahora bien, al referir este concepto a los vegetales, la idea se materializa y visualiza en los tallos

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que se elevan y crecen, por eso el alto navarro y el guipuzcoano aplican dicho término a los 'tallos de la flor del maíz' arta-gara, o al 'tallo del nabo' arbi-gara (Azkue, 1984; Mujika, 1981). En este sentido agrícola hay que entender el morfema GAR en los Nº 18, 22 y 36: GAR/OK 'repleto de tallos que crecen', es decir, de 'cereales'. Efectivamente, podemos definir con exactitud lo que crecía en dichos lugares, gracias al análisis de polen realizado en el entorno del Nº 22, a donde me remito. En resumen GAR/OK/AN es 'el lugar repleto de cereales' es decir, 'el trigal'. A este respecto, es muy elocuente la relación que existe entre el morfema GAR 'tallo, trigo' y el mito fundacional de la institución monárquica en el sur de la península ibérica, fechado a finales de la Edad del Bronce. Este mito tartésico afirma que los pobladores antiguos de los bosques tuvieron un rey, Gárgoris, que entronizó a un hijo natural de su hija, Habis, después de someterlo a numerosas pruebas y de intentar matarlo. Este héroe fue el rey legislador que construyó una cultura y civilización para su pueblo. Ahora bien, Gárgoris construyó los cimientos de esta monarquía, como consecuencia de la creación de una sociedad agrícola, a través de la introducción de la técnica del arado. Desde el punto de vista lingüístico, Gárgoris permite ser segmentado en GAR/GORI 'fértil en tallos, en cereales': el segmento GAR acaba de ser comentado, y GORI se encuentra en el bajo navarro de Las Aldudes con el significado de 'abundante, fértil, bien provisto', así etse gori indica una 'casa bien provista, abundante' (Azkue, 1984; Mujika, 1981). Michelena cree que esta palabra puede ser un préstamo indoeuropeo, pero en todo caso prelatino (1990, 549), con lo que su carácter antiguo y anterior a la gran influencia del latín parece ser pertinente. La presencia arqueológica ha sido detectada por la aparición de un hacha en un margen de un bancal, según noticias del alcalde de Bolulla, y en la zona es notable la abundancia de asentamientos ibéricos: en Callosa d'Ensarrià un posible santuario ibérico; y la sierra de Bèrnia, con importantes emplazamientos (ver Nº 5 y 29).

Nº 19: DADULA El sintagma Nº 19 del texto y cuarto de la cara B no ofrece dudas en la transcripción. La segmentación morfológica que se propone viene avalada por razones descriptivas, arqueológicas y lingüísticas, así como por su localización en el correlato toponímico Andola, del término de Penàguila. Este pueblo, uno de los más altos de la provincia, situado en la vertiente Norte de Aitana, presenta, como se explicó, una explotación ganadera ibérica. Allí hay importantes yacimientos y hábitats humanos desde tiempos prehistóricos. El más importante es el del Salt, salto de agua o cascada, junto al pueblo, con abundantes pinturas rupestres en la cuevas y un resto de poblado ibérico (Beltrán 1974, 33), (Lám. 14). A 1 km. de los covachos prehistóricos se emplaza el caserío de Andola. El lugar debió tener un carácter estratégico, pues guarda la entrada al valle por el sur; y hoy en día existe una torre defensiva medieval cerca de este lugar llamada Torre Sena.

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Lám. 14. El Salt, en Penàguila DADULA 'en forma de salto'.

La transformación DADULA > Andola obedece al fenómeno tantas veces constatado de metátesis de interversión en primera sílaba DA- > Ad-, con la consiguiente disimilación *ADDULA > Andola. La segmentación morfológica, según la descripción geográfica del elemento que identifica mejor el lugar, corresponde a DADU/LA, en donde DADU significa 'salto, brinco'. El alto-navarro y también el vizcaíno tato confirman esta acepción, al igual que el guipuzcoano en su forma diminutiva ttatto; en el Valle del Roncal forma parte del significado de 'descabalgar, desmontar'. A su vez el sufijo modal -la se da en todos los dialectos vascos.

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Nº 20: BASK El sintagma con el Nº 20 no ofrece dificultad de lectura y presenta una afinidad morfológica con su correlato toponímico actual La Basca, realmente admirable. Además, razones descriptivas, arqueológicas y lingüísticas justifican la propuesta de ubicación. Morfológicamente, la única diferencia entre el nombre ibérico y el actual topónimo se circunscribe a la adición del sufijo -A con función de artículo definido. La Basca, junto a Arneva y Xacariella —según analizaremos más adelante— son las tres referencias del texto que se sitúan en el extremo sur de la Contestania, en la ribera, a orillas del río Segura. En el sentido descendente del río, primero La Basca, al borde mismo del río; 6 km. después, y recostado sobre el monte Hurchillo, Arneva; y otros 6 km. más adelante, Xacariella. La Basca es un pequeño caserío pegado a un meandro del río Segura, en plena Vega Baja, al sur de Orihuela, en donde la sedimentación de lodos que las frecuentes avenidas del río transportan, proporciona una excelente tierra de cultivo (Lám. 15).

Lám. 15. La Basca, BASK 'tierra de barros'.

Un poco al este, unas pequeñas colinas, llamadas los Cabecicos Verdes —no por ´ vigilan tan codiciado y fértil llano, su color, que es gris, sino por ser varios, BIR—, desde tiempos prehistóricos; allí se asienta un poblado protoibérico que perduró desde el año 800 a. C. hasta el 375 a. C., en la plenitud de la cultura ibérica (Arteaga, 1975).

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En cuanto al significado morfológico, éste parece no presentar dudas, BASK 'lodo, barro', confirmado además por el vizcaíno de Oñate, Baska. El topónimo, que describe la tierra de cultivo, toma su verdadera significación en tanto que se opone al concepto de arena, obviamente no cultivable, que tiene el topónimo Xacariella y consecuentemente el río Segura; sin embargo, esta última afirmación queda relegada a una explicación más analítica que daremos al hablar del sintagma Nº 43, a la que me remito, puesto que allí se describe la paleo-geografía de la zona. En cuanto al significado del sintagma BASK, éste debe ser entendido como 'la tierra de barros'. Hay que reseñar que, en estos lugares de fuerte sedimentación, se ha podido comprobar, por referencias medievales, que esta zona se ha colmatado aumentando varios metros de espesor en este último milenio; lo que, añadido a las antiguas y continuas roturaciones del terreno, hace prácticamente inviable la detección de dichos emplazamientos. Por el contrario, es larga la enumeración de los emplazamientos ibéricos recostados al abrigo de la sierra, desde La Basca hasta el mar: Saladares, Sierra de Cristo, Hurchillo, Loma de Bigastro, monumento funerario de Pinohermoso, La Pedrera, Cabecico Soler, Cabezo Lucero y Los Estaños; todos ellos delimitando la orilla sur de la gran marisma. Esta serie de asentamientos autóctonos, la factoría fenicia de Guardamar y la presencia de material púnico en varios de ellos, confirma la importancia comercial de la zona, no sólo agrícola-ganadera sino minera de la sierra de Orihuela, con extracciones de plata, oro, hierro, etc.

´ Nº 21: BUISTINER Este sintagma comienza la segunda línea de la cara B y no presenta dificultades para su lectura correcta. Existen razones lingüísticas, así como arqueológicas y geográficas, que avalan el topónimo Monestir como su referente objetivo. En el Archivo Municipal de Elda se cita dicho topónimo bajo la forma Monestir o Monastir (Navarro, A., 1981, 35), dando nombre al poblado ibérico que perduró desde el siglo IV a. C. hasta el siglo V d. C., y que en la actualidad está en proceso de excavación. La decoración de la cerámica ibérica tiene tales rasgos peculiares que Nordström habla de un «Maestro ceramista del Monestir» (Nordström, 1969, 68-69). El poblado ibérico está enclavado en un montículo, justo en la confluencia del río Vinalopó y el barranco Navaiol 'valle llano', pues discurre este último mansamente por un pequeño valle muy plano, de poca pendiente. Ambos ríos producen un fenómeno sedimentario muy curioso, 'el arenal'. Son tres los arenales que a lo largo del cuaternario se han ido formando, al depositarse partículas y granos de caliza (Ruditas y Lutitas) en los márgenes del barranco, (Lám. 16). De hecho, los sondeos efectuados en el puente viejo del Monastil con ocasión del nuevo trazado de la carretera nacional arrojaron una profundidad de más de diez m. de arena, lo que explica que el pueblo ibérico se encontrara rodeado por grandes

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Lám. 16. Uno de los arenales junto a BUISTINER ´ 'el barranco de arena fina'.

arenales entre los que transcurría, más o menos en superficie, según la estación de lluvias, el caudal de agua del río Vinalopó (Cuenca Payá, 1971). Precisamente, la existencia de abundante sílice, necesario para la cocción, hizo posible la fabricación de la cerámica del Monestir, como lo demuestra el hallazgo de un horno cerámico en dicho poblado. Estos hechos fueron, por desgracia, desconocidos por Solveig Nordström. El estudio lingüístico de los morfemas señala muy bien la existencia del morfe´ había sido identificado con el significado de 'barranma complementario ER, ya que co', gracias al estudio de Isber y los numerosos barrancos llamados Infern, según se analiza en dicho morfema (Román 1991, 85); además de tener una corroboración en el vizcaíno y el guipuzcoano erre, (Mujika, 1981) y errei, erreka (Azkue, 1984). ´ Todo ello conduce a una segmentación del sintagma en BUISTIN/ER, 'el barranco de arena-fina', tan descriptivo de la realidad que puede tildarse de asombroso. Son hechos como éste los que dan realmente fuerza y objetividad al estudio y consiguiente traducción del plomo ibérico. Es obligada la comparación de la grafía BOISTIN, que tiene el sintagma Nº 7, con BUISTIN, que presenta este sintagma. Ya hemos comentado que la grafía de la cara A del plomo está escrita ciertamente por un escriba diferente al que trazó los signos de la cara B. Este hecho confirma, pues, que en esta época ibérica los sonidos vocálicos [o] y [u] gozaban de una cierta indefinición, lo que propició posteriormente su confusión o bien la transformación /u/ > /o/.

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´ > Monestir no presenta dificultad especial. El fonema /b/ El paso BUISTINER bilabial sonoro —al parecer único en este momento— originó posteriormente las otras dos realizaciones bilabiales inexistentes, /p/ bilabial sordo y /m/ bilabial nasal. Este proceso ha sido ampliamente confirmado en nuestro estudio y Mostalla en Pego con abundante arena es un fiel exponente de ello. A su vez, tal y como vimos en BOISTINGISDID > Postiguet, el diptongo /ui/, /oi/ se simplifica en una vocal redondeada /o/, o bien /u/ —como Mostalla—, con lo que llegamos a la secuencia *MOSTINER. La fuerte analogía con el catalán Monestir 'monasterio' propició una metátesis de la sílaba -NE- para intercalarse como sílaba segunda de la palabra ´ 'el barranco de MONESTIR siendo éste el correlato toponímico de BUISTINER arena fina''. Nº 22: BAGAROK La grafía y lectura del sintagma es clara. Y el segmento GAR/OK se repite en el Nº 18 GAROKAN y en el Nº 36 TAGISGAROK. Basados en argumentos lingüísticos, arqueológicos y del medio físico, el referente que proponemos es el actual caserío de Bacarot dentro del término municipal de Alicante. Bacarot es un pequeño caserío al S.O. de Alicante y adjunto a la ciudad. Dicha partida de tierra se extiende desde el monte Fontcalent hacia el mar y tiene los aportes de agua, por el oeste, del Barranc del Infern, y por el norte, del barranco de Las Ovejas. Tal y como se explica en el Nº 7, el término de Alicante tiene tres lugares con funciones muy definidas: el embarcadero que aprovecha las arenas de la playa del Postiguet, defendida por el inmediato pueblo de LAKAR situado en el monte Benacantil; al norte, una explotación ganadera en las lomas del Garbinet, que en la actualidad aún conserva ganadería caprina; y al sur, una explotación agrícola en la tierra de aluvión de Bacarot, en donde hoy continúa la agricultura a pesar de la presión urbana e industrial. A lo largo de la bahía varios asentamientos ibéricos como los de Benalúa, Serra Grossa, Tossal de Manisses, Alcodre, etc., se surtieron de carne en Garbinet y de cereales en Bacarot. Desde la perspectiva arqueológica, en la ladera de Fontcalent existió un poblado ibérico; y oralmente el profesor J. Uroz, de la Universidad de Alicante, me ha comunicado que han recibido para su estudio cerámica procedente de un bancal de Bacarot; de hecho la vía romana Elche-Alicante atravesaba dicho lugar. La segmentación morfológica en BA/GAR/OK se deduce del estudio de los Nº 18 y 36, cuya secuencia GAR/OK quedó definida como el lugar 'repleto de cereales'; en cuanto al morfema BA se corresponde al vizcaíno bae 'criba', así como a otros dialectos vascos (Azkue, 1984; Mujika, 1981). El cambio operado BA > bae es el normal, pues se conoce bien la tendencia del vizcaíno a presentar -e en los pocos temas en -aa (Michelena, 1990, 129), así arraa > arrae 'palmo'; por ello el cambio fonético operado desde el tema ibérico al vizcaíno actual es absolutamente el esperado: BA (ibérico) > BA-A (por adición del artículo) > bae vizcaíno actual. No parece,

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por tanto, necesario postular un origen latino para esta forma partiendo de una supuesta y no documentada forma *bane (Michelena, 1990, 414) proveniente a su vez del latín vannus, romance van, que ya fue objetada por Meyer-Lübke. Nosotros argumentamos la procedencia ibérica del término y de toda la secuencia BA/GAR/ OK por tres razones que nos parecen suficientemente incuestionables: 1ª. El análisis de polen llevado a cabo en el yacimiento de Palacio Llorca de Alicante, bajo la dirección del arqueólogo municipal P. Rosser y realizado por E.I. Yll Aguirre (en prensa), es concluyente a este respecto. Se realizaron análisis de cuatro niveles arqueológicos, los más recientes, el 1º y 2º, tardorromanos; y los dos más antiguos, el 3º y 4º, naturalmente relacionados con la época romana e ibérica de la ciudad, al menos alguno de ellos. Pues bien, el análisis concluye diciendo: «Precisamente los niveles inferiores (3º y 4º) son los relacionados con los niveles de huerta y de cultivo; aquí se han encontrado los niveles más altos tanto para las crucíferas (huerta) como para los cereales (secano) lo que parece indicar una economía mixta de huerta-secano mucho más desarrollada que en los niveles superiores. No podemos deducir a qué es atribuible esta diferencia pero puede suponerse un cambio en la actitud de los habitantes de la zona». Leamos a continuación el análisis polínico de estos niveles: «Las gramíneas son, junto a las compuestas, el taxon más abundante entre las herbáceas en casi todos los análisis polínicos. Agrupan a una gran cantidad de especies, por lo que atribuirles un significado ecológico determinado es imposible. Cuando sus granos de polen son de talla superior a la normal y presentan un poro más claro suele admitirse que están cultivados y se agrupan bajo el epígrafe Cerealia. Los porcentajes de Cerealia son siempre bajos, dada la escasa polinización del conjunto de las gramíneas, por tanto los porcentajes que hemos obtenido en estos análisis (entre el 2 y el 6 %) deben aceptarse como importantes, significando una zona de cultivo de secano de importancia considerable». La existencia, pues, de una importante zona cerealística en los alrededores de Alicante ciudad, es decir, Bacarot, queda probada en niveles anteriores a los tardorromanos, luego presumiblemente alguno de ellos ibérico. El análisis lingüístico coincide. pues, con el polínico, ya que se analizó en el Nº 18, GAR/OK, como el lugar 'repleto de cereales'. En definitiva, tenemos un nombre ibérico BAGAROK, con un topónimo correlativo casi idéntico Bacarot, que designa una importante zona cerealística —no en vano, en el texto ibérico, a continuación de BAGAROK aparece una cifra, que probablemente deba interpretarse como la cantidad de cereal ofrendado al santuario—, y todo ello congruente con el vasco bae/gar/ok, 'lleno de tallos para la criba'. 2ª. Sin duda, es significativo a este respecto que en la cueva del Fum de Fontcalent, junto a Bacarot, excavada por J. Carbonell y V. Bernabéu por el año 1963, se encontraran láminas de sílex con los bordes dentados, que engarzados en mango de madera con forma de hoz servían para recolectar el cereal. El poblado referente a dicha necrópolis aún no ha sido hallado, pero la relación del hábitat con el cultivo del cereal parece evidente desde la edad de Bronce. Como ahora sabemos, únicamente en época tardorromana, s. VI-VII d. C., se abandona dicha producción. 3ª. Impresionante es el testimonio que podemos aportar de lo que fue Bacarot en épocas antiguas geológicas. Precisamente en noviembre de 1991 se da la

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noticia científica de la aparición en el Bacarot de icnitas o huellas fósiles de animales, que, según el estudio preliminar de los profesores de la Universidad de Alicante, Antonio Estévez y Carlos Lancis, tienen una antigüedad entre 6,5 y 5,3 millones de años, y que pertenecen a mamíferos y aves; alguna de las huellas marcan claramente el sentido de marcha SSO. Se piensa inicialmente que se trata de un úrsido Agriotherium, de un équido Hipparion (caballo del tamaño de un pony), adaptados a vivir en llanuras pantanosas donde formaban manadas en compañía de ciervos, antílopes, gacelas, etc.. Para que estas huellas fósiles de pisadas se conserven tienen que darse unas condiciones muy especiales, entre otras, que exista una capa de materiales de grano fino y gran plasticidad (lodo), con una pequeña lámina de agua prácticamente estancada, en la que, tras el registro de las huellas, se dé un proceso rápido de endurecimiento antes de quedar cubiertas por materiales de diferente naturaleza. Esto hace que las icnitas no sean muy frecuentes. Hemos de tener en cuenta que el nivel del mar ha variado notablemente a lo largo del tiempo geológico y, así, hacia el final del Messiniense el mar se retira paulatinamente, estableciéndose una serie de lagunas y áreas pantanosas. En estas zonas, anteriormente cubiertas por el mar, se crea un ambiente continental que corresponde al Turoliense terminal y, al igual que ocurre en la actualidad, rebaños de herbívoros y bandadas de aves se establecieron en ellas con agua y alimento abundante. Los carnívoros bajarían a cazarlos desde zonas próximas. Según esta descripción del Bacarot, hace seis millones de años la zona era un humedal con lagunas, donde crecía la hierba abundamentemente, dirigiéndose hacia allí los herbívoros por la abundante comida, tras ellos los carnívoros y por fin los hombres cazadores. Los restos históricos de esta antiquísima zona lacustre sirvieron al hombre agrícola de excelente tierra de cultivo por la abundancia de agua, que, como reconoce el análisis de polen, fue fundamentalmente de cereal y huerta. De lo expuesto hasta aquí parece evidente que existen razones de peso para afirmar que el Bacarot fue desde épocas remotísimas una zona clave para la vida animal y humana en esta región convirtiéndose en gran centro cerealístico; la traducción, pues, del lugar 'repleto de cereales para la criba', que se corresponde perfectamente con el vasco, se fundamenta en sólidas razones.

Nº 23: ∑∑∑ X< Estos signos no forman parte del alfabeto jónico arcaico y su distribución se asemeja a la numérica. Los tres primeros signos son bastante semejantes a la letra sigma que utiliza el escriba de la cara B. El cuarto signo es un aspa, habiéndose trazado primero la barra /, que a continuación fue cruzada por la barra \; los trazos han sido marcados de arriba abajo. El quinto < en forma de media aspa converge con el centro del anterior X /ø/ en posición intervocálica, al postular /ø/ > /g/ intervocálica: leun >legun. Corominas opta por emparentarlo con el occitano teun(e), lo que evidencia la falta de seguridad y consenso argumental para atribuir a legun el valor de préstamo; sobre todo, cuando el térmimo agrícola castellano legón, catalán llegona, remiten al latín ligo-onis, del cual Ernout-Meillet (1979) opinan que se desconoce su procedencia, puesto que el griego lisgos es tardío; y, efectivamente, legón, llegona es el nombre que recibe un instrumento agrícola que únicamente sirve para nivelar el terreno y que era utilizado habitualmente por los agricultores ibéricos, habiéndose encontrado excelentes ejemplares en yacimientos arqueológicos ibéricos. Por tanto, los argumentos fonológicos y lingüísticos indican claramente que legun no es un préstamo indoeuropeo, sino que las lenguas latinas adoptaron este término por ser de uso corriente en las tareas agrícolas entre los habitantes colonizados. Y los hallazgos arqueológicos confirman que la agricultura ibérica dependía de este instrumento, esencial para la irrigación del suelo, en las tareas de nivelación y allanamiento. Por último, diremos que el texto ibérico señala a LEGU como el lugar 'donde el terreno se allana', es decir, 'un pie de monte'.

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En cuanto a SE, se trata de un afijo gramatical con el sentido de 'acto, acción de', siendo, por tanto, LEGUSE 'la acción de nivelar, allanar' forma que el vasco actual también reconoce en leguntze 'allanamiento, nivelación' (Mujika, 1981) y en tze 'acto, acción de' (Azkue, 1984). La proforma locativa -G ya fue analizada en el Nº 2, y el sufijo IK, con sentido casual de ablativo, es frecuente en todos los dialectos vascos. El sentido íntegro de LEGU/SE/G/IK es, por tanto, 'donde se allana el terreno', es decir, 'un pie de monte'. Según vemos, el topónimo propiamente descriptivo se encuentra en la secuencia LEGUSE, dado que el resto son sufijos morfosintácticos. Existe un referente en el término de Benissa que se adecua al análisis lingüístico y a la realidad geográfica, además de tener un hábitat ibérico; se trata del actual caserío de Lleus, denominado en el Llibre del Repartiment, Leusa (año 1249). La transformación LEGUSE > Leusa demanda solamente el proceso ya conocido de pérdida de velar /g/ > /ø/. Los descubrimientos arqueológicos en la zona son importantes, sobre todo, la famosa pintura rupestre de la Eva Pinera hallada en un abrigo rocoso, en la partida rural de Lleus; en el libro de B. Capó, Benisa, se reproducen unas interesantes fotografías del hábitat de la Eva Pinera rupestre y de las vasijas ibéricas encontradas en Lleus (Capó, 1983, 37). El actual caserío de Lleus y, en general, la partida del mismo nombre, se sitúa en el pie de monte de la sierra de Bèrnia. Pues bien, la ladera septentrional de esta sierra, que alcanza los 1.127 mts. de altura, es muy pronunciada al principio, para ir suavizándose donde se ubica el caserío actual de Lleus o Leusa. Más abajo comenzará propiamente el llano o glacis que conduce al cercano mar.

Nº 26: BASEROKEIUNBAIDA El sintagma había sido leído anteriormente ... TUNBAI..., es decir, otorgando el valor de T a I. Sin embargo, al realizar la microscopía, se observó claramente que, a pesar de la rotura coincidente con la parte superior del signo, el trazo de la I se concluye un poco antes de la grieta, pues se observa cómo el escriba, al concluir el signo, deriva un poco hacia la derecha, al terminar la incisión del plomo y levantar el punzón. Esto mismo ocurre con la I siguiente ...BAIDA. .; por ello, si se hubiese grabado el trazo vertical, esta pequeña desviación hacia la derecha habría desaparecido. La lectura, pues, que ofrecemos con I parece más razonable y objetiva. La segmentación morfemática no presenta dificultad al estar contrastada en el Nº 30, y parcialmente en los Nº 18, 22, y 36: BASER/OKE/IUN/BAIDA. BAIDA, 'la ensenada' lo confirma el vizcaíno de Bermeo, baida (Azkue, 1984) y (Mujika, 1981). Posiblemente el castellano bahía y el francés baie deban asociarse al morfema ibérico, puesto que la etimología de ambos es oscura e incierta y su relación con el ibérico BAIDA aporta una solución probable. IUN es muy frecuente en la toponimia ibérica designando canales de agua, y así lo retoma también el vizcaíno un-a 'canal, zanja, acequia' (Mujika, 1981); y tal vez pueda

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relacionarse con un 'médula' en el sentido formal de 'acanalado', aunque posteriormente significara la materia grisácea de que está compuesta la médula, y no su forma. Por lo que respecta a la grafía IUN, tal vez el escriba, con la secuencia fonológica /-iu-/, quiso representar el fonema /ü/ que aparece en otros textos ibéricos que emplean la escritura ibérica propia y no la jónica. El morfema OK, analizado en los Nº 18, 22, 30 y 36 significa 'lleno de, repleto' y presenta aquí el alomorfo OKE. En cuanto a BASER 'torcido, tortuoso, deforme', lo confirma el laburdino matzer 'torcido, deforme' (Azkue, 1984 y Mujika, 1981). Siendo el sentido completo de la expresión ibérica 'la ensenada del canal retorcido'. Para la búsqueda del referente toponímico de un nombre multisilábico como el presente, era obvio que debía haber ocurrido una simplificación, incluso creemos que un significado como 'la ensenada del canal retorcido' debió optar en tiempos de vigencia de la lengua ibérica por la descripción principal y no por la adjetiva. Sin embargo, la precisión del escriba es muy útil a la hora de determinar el referente. Se trata de la actual ciudad de Al-baida, topónimo reconstruido por los árabes con el significado de 'la blanca'. Ahora bien, el emplazamiento de esta ciudad responde perfectamente a la descripción que hizo el escriba: se encuentra en la ensenada o meandro del río Albaida justo antes de confluir con el río Agullent. Ambos con un curso muy sinuoso en este tramo, ya que han descendido de las montañas que la separan del valle de Alcoi. Desde el punto de vista arqueológico, Albaida es uno de los centros ibéricos importantes. Situada a la entrada del único paso natural entre el Valle de Albaida y el de Alcoi, presenta el magnífico bastión ibérico de la Covalta, en plena sierra, defendiendo el paso. Y en el término de la ciudad, en un pequeño cerro cercano a Adza-neta, se encontró cerámica ibérica; así como en el Corral del Bollo, cercano al barrio de San Antón, y en el del Castell Vell, a la entrada del puerto de Albaida. En consecuencia, la fuerte iberización de la zona y ciudad de Albaida postulan en principio un topónimo ibérico, como IUNBAIDA 'la ensenada del canal', pues, en ese tramo, el río es más un canalón estrecho que no un cauce ancho. Por su lado, el carácter árabe del significado 'la blanca' por el color de la tierra es igualmente aplicable a la decena de pueblos que comparten dicho valle; luego, en sí, no es diferenciador. En cuanto al segmento BASEROKE, o bien nunca formó parte del topónimo ibérico o bien pronto dejó de serlo.

Nº 27: URKE El morfema UR 'agua' es uno de los más contrastados en el estudio morfemático. Me remito, pues, a su análisis (Román, 1991). El morfema KE significa 'potencialidad', que aplicado al agua designa 'caudal de agua'. Efectivamente, el sufijo vasco ke significa 'potencialidad' (Azkue, 1984; Mujika, 1981) y el compuesto urketa 'cantidad, caudal de agua' (Azkue, 1984; Mujika, 1981), adecuándose perfectamente al topónimo alicantino río Orxeta, de abundantes aguas, y obviamente al ibérico

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Orxa. Consiguientemente, la segmentación UR/KE 'caudal de agua' es congruente con nuestro análisis. El referente toponímico conjuga muy bien las distintas argumentaciones que solemos proponer. En cuanto al significante URKE, obviamente se sufijó con el artículo, originando URKEA, de donde se transformó en Orxa, por palatalización. El pueblo de l'Orxa, en el valle de Alcoi, junto al río Serpis, es conocido en la provincia alicantina como el pueblo cuya abundancia de agua en sus manantiales es apetecida por muchas comarcas litorales que pretenden transvasarla. En cuanto a la presencia ibérica, se ha encontrado en las mismas laderas del castillo de l'Orxa cerámica ibérica.

´ Nº 28: BASBIDIRBARTIN La lectura de los signos no presenta dificultad. Al igual que la segmentación morfológica, dado que los morfemas implicados han sido ya determinados BAS/ ´ BID/IR/BARTIN. El morfema BAS, 'reunir', se encuentra también en el Nº 3 y ha sido analizado como morfema. El alomorfo BID- es una variante del morfema BIDU del Nº 12, 'camino', debido al cambio BIDUIR > BIDIR. El afijo -IR ha sido analizado en el Nº ´ 3 con el valor de plural. El morfema BARTIN 'pantano, marjal, albufera' está corroborado en el vasco de Ustaritze, parta, y de Salazar, bartale (Azkue 1984; Mujika, 1981). Siguiendo la segmentación propuesta, la secuencia debe traducirse por 'la albufera donde los caminos confluyen'. El concepto 'zona pantanosa y de tránsito' parece que deba situarse en las inmediaciones del río Júcar o Sucro, según las fuentes antiguas. Las vías de comunicación romanas debieron seguir las vías ibéricas obviamente y en aquéllas podemos ver la estación de Sucro (Alzira) como un lugar donde confluyen: la vía proveniente del norte, concretamente de Valencia; la vía que desde la meseta castellana, por Saltigim, Ad statuas, Saitibi y Sucro, conecta con la proveniente del norte; la vía que desde el sur, Carthago e llici, conecta en Sucro; por último, un ramal que desde Alzira se dirige a Cullera, y por la costa llega a Dénia. Tenemos, pues, que el emplazamiento de Alzira era un lugar apto para tomar una de las cuatro direcciones, norte, sur, este y oeste, que allí se ofrecían. A su vez, dicho emplazamiento, junto al río Júcar, estaba en la orilla de lo que fue una gran zona pantanosa, producto del delta formado por los ríos Júcar y Turia y de la que hoy son restos la albufera valenciana y todos los arrozales y marjales de Sueca, hasta Cullera y Alzira. Más aún, esta ciudad se encuentra a una cota de altura de veinte metros, exactamente igual al emplazamiento de los poblados ibéricos en el delta sur de la Contestania. Es decir, nos encontramos aquí con la frontera natural del norte de la Contestania ibérica. El Llibre del Repartiment informa de un valioso topónimo, cuando se ofrece a un tal Johannete «domos in Algezira prope castrum, contiguas de duabus partibus viis

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publicis. Et tres iovatas terre in alqueria de Benibarden». Vemos en el texto que se habla de viis publicis 'camino o calzada', lo que concuerda con el concepto de lugar con viales de comunicación. En cuanto al significante del topónimo, Benibarden, creemos que es el referente del sintagma ibérico que estamos analizando. Efectivamente, este sintagma en su conjunto es más descriptivo que el topónimo que finalmente cristalizó, tal y como ya hemos observado en el Nº 26. En Benibarden se recoge lo fundamental de la des´ cripción: la asociación marjal-viales, es decir, BIDIRBARTIN 'el marjal de los caminos'; la apostilla que da el escriba ibérico, 'confluyentes', debió de desvanecerse por obvia. Por su parte, el sintagma ibérico se encuentra muy bien conservado en el topónimo, a excepción del primer segmento que tiene una clara explicación por el hábito de la lengua árabe de recuperar en Beni cualquier secuencia fonológica desconocida y semejante. El prefijo Beni lo hemos visto servir de comodín en muchas ´ ocasiones, y en el caso presente garantiza el paso BIDIRBARTIN > Benibarden; en ´ donde se puede observar que el segundo segmento BARTIN > Barden ofrece una conservación admirable. Los asentamientos ibéricos en el término de Alzira se encuentran, uno, en el pasaje de La Murta y, el otro, en la llamada Cova dels Francesos. Además de las consabidas citas que en los antiguos itinerarios se hace de Sucro, ubicada hoy probablemente en la ciudad de Alzira.

Nº 29: IRIKE Este sintagma no presenta dificultad en su lectura y está repetido en el Nº 16. En cuanto al análisis lingüístico del mismo y a su traducción me remito al estudio allí realizado, según el cual IRIKE es 'la hendidura'. Efectivamente, el referente que proponemos para este sintagma es el caserío y partida del Riquet, al norte de Altea, en la ladera meridional de la sierra de Bèrnia. En esta partida se encuentra una gran hendidura excavada en la roca por el barranco Riquet, es decir, el barranco que forma 'la hendidura'. En toda esa ladera se ha encontrado abundancia de cerámica ibérica, lanzas, armaduras, urnas cinerarias (Almarche, 1918, 65), lo que consolida a este lugar como referente del sintagma.

´ Nº 30: BASEROKAR El sintagma finaliza y comienza línea sin mediar interpuntos, lo que, añadido al análisis toponímico subsiguiente, justifica su unión. La segmentación morfológica que proponemos se apoya en la del Nº 26, que tiene idéntico significado y cuyo referente goza de similares características geográfi´ se inicia con el morfema BASER, analizado con el significado cas. BASER/OK/AR

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de 'tortuoso'; le sigue OK, que interpretamos como alomorfo del morfema correspondiente de los Nº 18, 22, 26 y 36 con el significado de 'lleno, repleto'; y por lo que ´ 'valle, cañada', además de estar presente en numerosos respecta al morfema AR topónimos, el suletino ar y arra 'valle, cañada' (Mujika, 1981) y el más común aran 'valle' (Azkue, 1984) lo confirman. Siendo la traducción íntegra del sintagma 'el valle retorcido o muy tortuoso' Por lo que respecta al topónimo correlativo, se trata de una cañada muy sinuosa que ha sido conformada por un barranco de nombre BASEROK > Maserof. Este valle se encuentra en la vertiente septentrional de la sierra de Bèrnia. En su parte alta existe un diminuto caserío, del mismo nombre, que aprovecha un alto rodeado por dos barrancos, que en el descenso han producido una cañada sinuosa y retorcida. En cuanto a la transformación lingüística de la base ibérica BASEROK, hemos de señalar el proceso /b/ > /m/, tantas veces reseñado; así como el paso /k/ > /f/ originado por el árabe valenciano. Este cambio está muy atestiguado según Barceló (1982, 17) «... debido a la confusión en el árabe valenciano entre /kh/, /q/, /k/. El resultado normalmente ha sido /f/ labio-dental fricativa sorda: Bufali < /Abu Khálid/, Sufera < /Sukháyra/ . ..»; parece, pues, congruente la forma actual del topónimo. El actual caserío de Maserof se ubica en la parte alta de la cañada. El lugar no ha sido prospectado arqueológicamente y por eso sólo se tienen noticias desconexas, pero sabemos de numerosos hallazgos de cerámicas: existe gran abundancia de restos arqueológicos de la edad de Bronce que se encuentran esparcidos un poco por todos los sitios, debido al gran acarreo y transporte de tierras con estiércol que se hace en la zona —ésta es la opinión de uno de los estudiosos locales que conserva gran número de fragmentos cerámicos—; por lo que corresponde a la época ibérica, apareció un fragmento de cerámica en el cono de deyección del barranco Maserof, sin duda transportado por éste al llano. Además, existen en el caserío de Maserof una casa romana y un poblado árabe. Tanto la toponimia circundante, de características claramente ibéricas, como la presencia masiva de emplazamientos ibéricos en la sierra de Bèrnia, garantizan también la ubicación propuesta como referente de este sintagma.

Nº 31: TEBIND La grafía que proponemos parece la más probable, siendo a su vez congruente con su correlato toponímico. Se trata de Tibi, pueblo vigía, cuyo valle comunica el interior —Castalla y Alcoi— con el mar, por Alicante. El topónimo se pronuncia con acento tónico en la sílaba inicial, y siendo la estructura tonal y rítmica de las palabras por lo general muy conservadora, parece lógico pensar que en la sílaba TE recayera el acento tonal. Si a esto se añade la tendencia del árabe valenciano a la pérdida de /-n/ en el grupo final /-in/ (Barceló, 1982, 11), la transformación TEBIND > Tibi, parece correcta. El castillo de Tibi —cercano al pantano del mismo nombre, donde hemos ubicado el referente de TAGISGAROK—, como hemos dicho, vigila un importante paso

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hacia el mar. Situado en la ladera del angosto valle que forma el río Montnegre, aprovecha un saliente rocoso, que a modo de verruga allí se origina (Lám. 18).

Lám. 18. Tibi 'protuberancia rocosa'.

Aprovechando esta protuberancia rocosa, se instaló un puesto defensivo ibérico, como lo demuestra la existencia de cerámica ibérica en las laderas del castillo árabe. El vizcaíno tibi nos informa, curiosamente, de la acepción 'protuberancia de los árboles' (Mujika, 1981), referido a las deformaciones o bultos que a veces se producen en los troncos de los árboles; siendo ésta la imagen que ofrece la roca del castillo de Tibi. Por ello, traducimos el sintagma por 'la protuberancia rocosa'.

Nº 32: BELAGASIKAUR El sintagma no presenta dificultad de lectura. En cuanto a la morfemática, reconocemos un alomorfo en el último segmento KAUR, del morfema KOR que encontramos transcrito por el primer escriba en BEKOR, Nº14, y que se analizó como proforma locativa. La segmentación en BELA/GASI/KAUR responde bien al análisis lingüístico que a continuación exponemos y a la realidad ganadera donde se ubica el referente. Efectivamente, el vasco acepta el término bela 'hierba de pastos, hierba menuda

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que cubre el suelo' (Mujika, 1981), así como belar, belhar, berar (Azkue, 1984; Michelena, 1990, 320) con el mismo significado, como se dice en el refrán belhar gaiztoak zainak luze 'la mala hierba (tiene) raíces largas'. En alto-navarro y guipuzcoano gai significa 'apto para, idóneo' (Azkue, 1984; Mujika, 1981); gai-on 'apto, idóneo, capaz' y belagai, en Lezaka 'pastadero, dehesa'; parece, pues, evidente que BELA/GASI signifique 'dehesa', es decir, 'un lugar apto para la hierba de pastos'. El topónimo ibérico sufrió el proceso normal de sonorización de sordas y pérdida de sonoras, concretamente en este caso de guturales intervocálicas, con lo que las oclusivas quedaron asimiladas a las vocales. A esto hay que añadir que el árabe valenciano no pronunciaba /r/ final en determinados casos, como /Al-Lúmbar/ > Llombai, reduciéndose consiguientemente la secuencia ibérica a la forma BELAØASIØAUØ; en cuanto al primer segmento, BELA, fue recuperado por el árabe con el morfema Bena, tan abundante en la toponimia, dando como resultado global *Benasiau > Benasau, que es como conocemos hoy al actual topónimo. El pueblo de Benasau, situado en la parte oriental del valle de Alcoi, no lejos del santuario de La Serreta, es un lugar que desde tiempos muy remotos se dedicaba al pastoreo. La toponimia circundante, la existencia, aún visible, de la antigua cañada de paso del ganado, utilizada para la trashumancia, y diversos testimonios escritos y orales, así como la realidad de pastos y agua, hacen incuestionable la función ganadera de Benasau. La zona se asocia con la también ganadera de Quatretondeta, donde se sitúa ´ SALIR (Nº 2), y con la de GURS (Nº 6), a cuya descripción me remito. Y en general, los tres son el complemento ganadero, ubicado en las montañas y laderas altas, de la agricultura propiciada en los llanos por el río Serpis y sus afluentes. Esta zona de Benasau recibe gran cantidad de agua proveniente de Aitana —la sierra más importante de la provincia alicantina— y de la sierra Serrella. La historia ganadera del pueblo aún se percibe hoy en día, existiendo testigos de la trashumancia hacia Serrella. Y he oído en bocas de personas del pueblo cómo antiguamente aparecían inmensos rebaños procedentes incluso de Andalucía y de la meseta castellana, siguiendo la ruta del Assagador o vereda del ganado que cruzaba el pueblo de Benasau, para dirigirse a las laderas de Serrella. Quienes utilizaban los pastos de la sierra pagaban un tributo denominado l'herbatge, que ingresaba normalmente el municipio de Quatratondeta, por estar gran parte de la sierra en término de este pueblo; pueblo en el que hemos localizado ´ es decir, el redil. L'herbatge es la exacta traducción de BELAGASIKAUR, SALIR, 'lugar apto para la hierba de pastos'. La presencia de restos arqueológicos en Benasau está confirmada, pues en un bancal junto a la iglesia ha aparecido una necrópolis que deberá ser excavada, y unas anforitas pequeñas de unos 10 cms. de altura y sin pintar, algo abultadas en su parte media, con estrechamiento en la boca.

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Nº 33: ISBIN El texto no presenta dificultades en la lectura del sintagma, a pesar de que habitualmente ha sido mal interpretado dando pie a segmentaciones de sufijos carentes de todo rigor. Efectivamente, la lectura correcta ofrece la secuencia ISBIN: con interpunción, haciendo, pues, imposible la amalgama con el sintagma siguiente en ISBINAI, lo que desaconseja la poco acertada segmentación consiguiente de unos supuestos sufijos -AI, -NAI. En cuanto a la interpunción, ciertamente está poco marcada si la observamos a simple vista, pero con la microscopía podemos precisar lo siguiente: el punto de abajo, que forma un perfecto cono inciso por instrumento puntiagudo, se observa nitidamente; el punto de arriba no existe pues ha habido una pérdida cuantiosa de plomo en el borde derecho de la lámina, que se extiende hasta las inmediaciones de la N causando obviamente la desaparición de la información esgrafiada allí; con todo, la presencia inequívoca del interpunto inferior es suficiente para justificar la separación con el sintagma siguiente. Por lo que se refiere a la segmentación morfemática, los dos morfemas que la componen son analizados y descritos profusamente en la toponimia y, además, el mismo texto los utiliza en la formación de otros sintagmas: IS es un formante morfemático del Nº 35 y BIN del Nº 37. En cuanto a IS, el vasco reconoce iz 'agua' (Azkue, 1984; Mujika, 1981) y en la toponimia ibérica designa siempre a los ríos que portan habitualmente agua, de curso continuo. El significado, pues, de IS/BIN es 'la colina del río'. La base ibérica ha experimentado la transformación SB > øb, según la tendencia observada de pérdida de S en el grupo S + oclusiva; además constatamos la caída de /-n/ final, hecho que en el árabe valenciano fue frecuente (Barceló, 1982, 11) y ha sido contemplado en el Nº 31, TEBIND; el resultado que se obtiene aplicando estas reglas es ISBIN > Ibi, que corresponde a la forma del topónimo actual. El pueblo de Ibi ha sufrido una gran transformación industrial-juguetera por lo que su presente fisonomía y extensión hacen poco viable un superficial reconocimiento del relieve. Sin embargo, el geógrafo Cavanilles, en el siglo XVIII, realizó una pintura literal del espacio en un dibujo que se corresponde justamente a la descripción ibérica (Lám. 19). La lámina que reproduce el geógrafo coincide plenamente con la situación de 'colina del río', por cuanto en el cerro donde se encuentra la ermita de San Miguel, se ubicó la antigua población ibérica, como demuestra la existencia en ella de restos ibéricos (Gómez Serrano, 1943, 115); así como el yacimiento ibérico de Fernoveta en Ibi atestigua la presencia en el lugar (Gómez Serrano, 1931, 127).

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Lám. 19. Emplazamiento del castillo de Ibi, según dibujo de Cavanilles, en 1795.

Nº 34: AI La lectura del sintagma no presenta dificultad. Y el morfema AI ha sido analizado a través de la toponimia con el significado de 'el paso'; estudio al que me remito, para no ser reiterativo (Román 1991). En dicho análisis se constata que el morfema ibérico había evolucionado desde el concepto de grito para hacer andar al ganado, ai-a 'arre, anda', en su obvia repetición ai-ai-a que ha originado el actual vizcaíno aiai-a 'de paso' y el bajo-navarro ai-aio 'de paseo'. Este morfema originó los numerosos topónimos contestanos Aielo, Aial, Beniaia, por una disimilación del fonema /i/. Estos nombres han sido descritos, todos ellos, ubicados en lugares estratégicos de paso. El referente más apropiado para situar el topónimo ibérico está en función de los conocimientos arqueológicos que hoy tenemos a nuestra disposición. El pueblo de Aielo de Malferit asocia una serie de elementos ibéricos con una intensidad tal que decantan su elección como referente probable. Efectivamente, se sitúa este hábitat a la entrada del único paso natural para franquear la sierra Grossa, auténtico valladar para quienes, procedentes de la meseta castellana, intentaran penetrar, vía Mogente, en la Contestania. Únicamente el Estrecho de Aielo proporciona un collado natural que permite atravesar la sierra Grossa. Justamente cuando se ha franqueado dicho paso, a la derecha, en la Serratella, tenemos un observatorio y fortaleza defensiva, encima del río Clariano, a la altura del actual pueblo de Aielo de Malferit. En la Serratella existió una fortaleza ibérica, como lo prueba la existencia de restos de muros, montones de piedras y una abundancia considerable de cerámica ibérica (Gómez Serrano, 1933,175).

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Nº 35: ASGANDIS El sintagma no presenta dificultad en la lectura. La segmentación en AS/GAND/ IS parece la correcta, puesto que IS acaba de ser analizado con la acepción de 'río'; en cuanto a GAND, el vizcaíno gandi 'desde, procedencia' y el infijo -gan (Azkue, 1984; Mujika, 1981), así como la toponimia antigua atestiguan el significado direccional de 'proceder de, desde'; y por lo que respecta a AS 'roca', abunda en la toponimia de toda la península y sur de Francia, y el vasco lo acepta con dicho significado en muchos derivados: Azpeitia, Azcoitia, Azkarai, Azkue, etc. (Azkue, 1984; Mujika, 1981), presentando además las variantes aitz, ats, haitz,(ibidem). En cuanto a la identificación del referente, creo que se puede proponer Gandia por razones geográficas, lingüísticas y arqueológicas. El valle de Gandia está formado por la planicie sedimentaria que forman las sierras Falconera, Asafor y Gallinera, antes de llegar al mar. Está recorrido y bañado por las aguas del río Serpis y su afluente, el río Bernissa. El nombre de río Serpis es un topónimo actual que prosperó el siglo pasado no sin fundamento. No obstante, desconocemos su antiguo nombre puesto que ha sido conocido por río de Alcoi, debido al nombre de la población donde aproximadamente nace. Sin embargo, los ríos ibéricos recibían varios nombres, según las características del tramo recorrido; así se constata con el río Verde-Montnegre-Seco, con el río Ebo-lnfern-Girona, etc. Este hecho es consecuencia de la función cartográfico-descriptiva que tuvo el topónimo ibérico. De poco servía a un río denominarle de una forma descriptiva concreta para todo su recorrido, si no se le podía reconocer como tal en los diversos tramos. Efectivamente, el río Serpis recibió al menos dos nombres diferentes. En el primer tramo transita mansamente por el valle interior de Alcoi, describiendo innumerables meandros. Allí encontramos el topónimo Muro, que probablemente provenga de MAKUR > MAUR 'sinuoso', como corresponde al recorrido de dicho tramo. Después se encajona en la sierra Asafor 'blanca roca' durante 13 km.; haciéndose prácticamente impenetrable durante su recorrido por los enormes precipicios que lo convierten en inaccesible. Por último, recorre la llanura durante otros tantos km., para desembocar en el mar. Precisamente, este río, que salía de las entrañas mismas de las rocas, fue denominado en este trecho 'el río que procede de la roca', es decir: el río, IS; que procede, GAND-; de la roca, AS; llamada Asafor por su color blanco. Y allí está Gandia. La descripción geográfica, como podemos observar, es muy consecuente con su nombre (Lám. 20). La transformación fonética ASGANDIS-A > Gandia, Gandesa se circunscribe fundamentalmente a la pérdida del elemento inicial, que debe de enmarcarse en la dinámica constatada de caída de secuencias iniciales o finales. Hemos traído a colación el topónimo Gandesa (Tarragona) porque la situación geográfica es fácilmente comparable a la descrita. El antiguo castillo de Gandesa se sitúa a la salida del río Fontcalda en los escarpes y desfiladeros rocosos. Este lugar fue conocido desde antiguo por la propiedad curativa de sus aguas. Es posible, también, que el cambio fonético lo proporcione el latín, por cuanto

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Lám. 20. Por el fondo del valle transcurre el río ASGANDIS 'el río que procede de las rocas’.

desconoce la secuencia ASG- como cadena fonológica inicial; y, tal vez, también pudiera influir el término náutico gandeia, un tipo de barco, dado el carácter marítimo de la ciudad que conservó el topónimo. La presencia ibérica en el valle de Gandia es importante, habiendo sido documentada en La Falconera, La Cova Bolta, La Cova de les Meravelles (con niveles del Paleolítico Superior, Neo-Eneolítico e Ibero-Romano, (Pla, 1945, 191) y en el castillo de Bairén, y así mismo en Ador, pueblo cercano a la salida del río del desfiladero.

Nº 36: TAGISGAROK El Nª 36 no presenta dificultad en la interpretación de la escritura. En cuanto a la descripción geográfica de su correlato toponímico y a la propuesta lingüística interpretativa del sintagma existe una objetividad argumental, así como una presencia de asentamiento ibérico, confirmado por prospecciones arqueológicas hoy en curso. El referente toponímico de este sintagma está situado en el pantano de Tibi. Es importante conocer la historia del mismo, así como las descripciones climáticas que se poseen de dicha zona.

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El pantano de Tibi es muy conocido por tratarse del primer embalse europeo que se construyó en la edad moderna, manteniéndose aún hoy con la misma fábrica de piedra original. Existía en el mismo río abundancia de pequeñas presas que regulaban el caudal, y azarbes que regaban los fértiles campos, que en la documentación de la época se denominan «presas antiquísimas abiertas con anterioridad a la construcción del pantano» (Viravens, 1876, 166). Al parecer, estas pequeñas represas databan algunas de época romana. Tenemos, pues, varios componentes que describen una inmejorable situación para la existencia de la agricultura; abundante agua, tradición en represamientos y riego, clima sumamente benigno y en definitiva un microsistema agrícola, en donde hoy se ubica el topónimo Tagarit dando nombre a un pequeño cerro junto a la presa del actual pantano; muy cerca de allí, en la ladera que baja hacia el embalse, se encuentra el topónimo ya estudiado Ronesa UR/EN/ESE/A, 'la casa del agua' (Román 1991, 83). La segmentación morfemática que proponemos es TAGI/S/GAR/OK. Los últimos segmentos han quedado bien definidos en el análisis de los Nº 18 y 22 con el significado de 'repleto de cereales'. En cuanto a TAGI/S, /-S/ hay que compararlo al sufijo vasco /-s/ y /-z/ que tiene valor modal (Azkue, 1984, Mujika, 1981): como en berenez 'espontáneamente', o en tajuz 'convenientemente, debidamente' (Mujika, 1981). A su vez estos autores definen taju con los conceptos de 'estado, forma, aspecto, disposición'; consecuentemente, la traducción íntegra queda referida a un lugar 'repleto de cereales, debidamente, convenientemente'. El topónimo Tagarit se ubica en la provincia alicantina en diversos lugares, todos ellos aptos para el cultivo de cereales. La opción de situar el referente en el Tagarit situado junto al pantano de Tibi, citado en el Nº 31, es debido a la presencia ibérica arqueológica en dicha zona. Lo que motivó la progresión de la secuencia ibérica hacia Tagarit, sin duda se encuentra en el árabe valenciano que convirtió una secuencia fonológica extraña en algo comprensible como Tagari, árabe tagri 'morisco fronterizo' (Rubiera-Epalza, 1984, 63).

Nº 37: BINIKE Este sintagma no presenta dificultad de lectura, existiendo interpunción entre él y la palabra siguiente BIN. La segmentación morfemática en BIN/IKE es lógica dado que conocemos el morfema BIN 'colina', Nº 33 y 38; a IKE, además de ser abundante en la toponimia circundante, el vasco actual lo conserva perfectamente con el sentido de 'cuesta muy pendiente' como cita Azkue (1984) en ik(h)e eta jaustegia zituela pasatzen 'atravesando cuestas y precipicios'; de donde podemos traducir el conjunto BIN/IKE por 'la cuesta de la colina'. De los diversos topónimos Beniqueis, preferimos ubicar el referente en el Vall d'Ebo por conocerse allí la existencia de un poblado ibérico en el Tossal Gran,

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colina que físicamente corresponde al concepto ibérico de 'la cuesta de la colina' y donde se ubicó la hoy desaparecida alquería de Beniqueis (Lám. 21).

Lám. 21. BINIKE 'la cuesta de la colina' en la Vall d'Ebo.

Nº 38: BIN Este sintagma tiene una lectura clara. Y el morfema que presenta ha sido contrastado en los Nº 33 y Nº 37, así como en la toponimia; debiéndose traducir por 'la colina'. La búsqueda de referente se centra en el actual pueblo de Pinós, ubicado en la antigua calzada ibero-romana que, bajando por el Vinalopó, se desviaba en Elda para dirigirse al importante enclave ibérico de Jumilla, en Murcia. Concretamente, en la colina La Centenera se han encontrado alineamientos de piedra con abundante cerámica ibérica que puede datarse probablemente del siglo IV-II a. C.; así como un exvoto de terracota helenizante, y una columna de piedra ibérica. Es altamente significativo que se hallara un exvoto de los que se ofrecían en los santuarios ibéricos, y que este pueblo esté nombrado en el plomo ibérico como uno de los oferentes de exvotos. El topónimo Pinós define claramente aquellos parajes gracias a la enorme y perfecta colina que domina toda la gran planicie, que siempre ofrece la misma forma aunque se cambie de perspectiva. En cuanto a la forma actual del topónimo, el sufijo /-os/ es característico de esta zona, que a veces mantiene, a pesar del catalán, la sufijación latina tardía, como hemos comentado en Turballos, Tollos, etc.

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´ Nº 39: SALIR La lectura no presenta dificultad, y es repetición del Nº 2, en su primer segmento. En consecuencia, me remito íntegramente al análisis allí realizado que aporta ´ como conclusión SAL/IR, 'el pueblo del redil'. La ubicación del referente, por tratarse de un nombre común muy habitual, presenta un amplio abanico de posibilidades: Saleres en Petrel, Saleres en Relleu, Saleres en Sella, Saleretes en Tollos y también junto a Villalonga, etc. Por lo que ´ > respecta al topónimo Sella, muy posiblemente se trate de una metátesis de SALIR *SELAR > *SELA fomentada por el latín sella. Se han encontrado allí monedas y un santuario ibérico.

Nº 40: KIDEI La lectura del sintagma no presenta dificultad. Vamos a demostrar, aportando datos lingüísticos y físicos, que el sintagma KIDEI-A se convirtió por aportación árabe en Al-Cúdia, es decir, KIDEI-A > KUDYA en base a las siguientes razones: 1ª. La descripción física de KIDEI-A en época ibérica. 2ª. KIDEI-A es el centro político de la Contestania, situado en el Fan-Delta del río; dicha laguna es llamada por los iberos ELSE y por los latinos Elece, Elice, Ilice, etc.. 3ª. KIDEI-A está situada en un llano y no en una colina; los árabes, por razones lingüísticas más que por el relieve geográfico, la confunden con kudya.

1º La descripción física de KIDEI-A en época ibérica. Las descripciones del entorno físico de KIDEI-A se recogen en el estudio paleo-geográfico incluido en el análisis del Nº 43. Es imprescindible acudir a él para obtener una clara idea de la situación geográfica en época ibérica. Resumo aquí el informe geológico del Departamento de Ciencias Ambientales de la Universidad de Alicante: La llanura actual donde desemboca el río Vinalopó está formada por un inmenso llano cuya superficie superior es un abanico aluvial en el Pleistoceno (100.000 años) que origina un Fan-Delta; este abanico prograda sobre la marisma. En estos materiales el agua circuló por cauces poco marcados y variables. De hecho, sólo circulaba agua con ocasión de grandes tormentas o períodos de agua abundante. Ya en el Holoceno es posible que se abriese el curso actualmente visible del río Vinalopó a través del Fan-Delta, originando una situación muy similar a la histórica. En ningún caso pudo existir una colina en el emplazamiento de La Alcudia. En el actual emplazamiento de l ‘Alcúdia, rodeando las murallas de la misma,

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se observa un foso no muy profundo, que según el informe «en ningún caso es debido a un barranco o curso de agua que rodeara la ciudad, ya que no se observa la existencia allí de ningún cauce»; el barranco más cercano se encuentra al este de l'Alcúdia. El emplazamiento de la l'Alcúdia responde a dos coordenadas: el eje del Vinalopó y la altura suficiente, al amparo de las grandes inundaciones. Los poblados ibéricos, en toda la marisma que formaban el río Vinalopó y Segura, siempre están por encima de la cota 20 m., y la l'Alcúdia se encuentra a 60 m.. En el estudio de A. Ramos (1953, 326) se enumeran unos veinticuatro yacimientos de época prerromana que jalonan el río Vinalopó, todos ellos respetando perfectamente la cota de 20 m.. En este lugar —privilegiado por contar con el portus ilicitanus, comercio, ganadería, abundancia de pastos adonde acudía la trashumancia de la meseta, y existencia de minerales en la Sierra de Orihuela— uno de estos pequeños hábitats creció hasta convertirse en la capital de la Contestania. 2º KIDEI-A. Centro político de la Contestania. En el emplazamiento de la actual l'Alcúdia se encuentran ocho estratos arqueológicos que se extienden desde la edad de Bronce hasta la ciudad visigoda y bizantina. Todos los autores coinciden en describirla como la ciudad más importante de la Contestania ibérica en función de los hallazgos que allí se han realizado. La ciudad ibérica se inicia en el estrato F, a finales del siglo VI, y termina al final del siglo III a. C. A esta época correspondió la cita que se hace en el plomo de Alcoi. El estrato E corresponde a una segunda ciudad ibérica que llega hasta la mitad del siglo I a. C., dándose la fecha del año 42 a. C., el de la declaración de Ilici como colonia romana. Congruente con esta realidad política, el topónimo actual responde a la base ibérica KIDEI-A, que significa 'el lugar donde se gobierna, la capital'; sin la menor duda, esta base ibérica hay que cotejarla con el bajo navarro kudea y kudeatu 'dirigir, gobernar', como en la expresión kudea errez 'fácil de gobernar' (Mujika, 1981). Azkue (1984) admite por igual k(h)udatu y ambos autores dan las variantes kidatu y kida 'gobernar'. El nombre, pues, de KIDEI-A, o 'la capital', no era un nombre distintivo, un topónimo descriptivo, sino funcional. El nombre que correspondía a la referencia física era ELSE 'el hondo, el pantano', siendo el correlato toponímico de las fuentes latinas Elese, Ilici, etc.; Ils, el de las fuentes árabes; y el catalán actual, Elx. 3º Los árabes confunden por razones fonéticas KIDEI-A con kudya. En árabe al-kudya significa 'la colina'; sin embargo, el emplazamiento de l'Alcúdia está ubicado en un llano. El estudio geológico de la zona dice: «...se desarrollan largos cordones dunares que cierran estas llanuras al mar...»; los iberos denominaron a esta llanura SABARI, 'lugar ancho, espacioso'; y el actual topónimo Sabares mantiene el concepto. En estas grandes zonas llanas, cerca del río Vinalopó se sitúa KIDEI-A. Hasta ahora los diversos autores se referían a dicho emplazamiento como pequeño

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cerro o colina más o menos desmontado por la acción del hombre, es decir, un tell, y rodeado por las aguas circundantes de un barranco. Nada más alejado de la realidad, según el informe geológico. La confusión, pues, la originó, no el relieve, sino el nombre. Los árabes denominaban al-Cúdia a los caseríos emplazados sobre colinas; siendo este topónimo de creación árabe: así Alcúdia de Carlet, Alcúdia de Veo, Alcúdia de Villalonga, Alcudieta de Cocentaina, Alcudieta de Crespins, Alcúdia en La Vall de Gallinera, etc.. Ahora bien, comparemos uno de estos emplazamientos con el de l'Alcúdia d'Elx (Lám. 22) en donde se observa una perfecta llanura, situándose la ciudad ibérica en el bosquecillo de palmeras. Mientras que, por el contrario, L'Alcúdia árabe de La Vall de Gallinera se ubica encima de una verdadera colina en la montaña (Lám. 23), (Los árboles no dejan ver las ruinas árabes sobre el cerro). En consecuencia, no podemos decir que los árabes desconocieran lo que era la realidad física de una Alcudia, es decir, de una colina, sino que se encontraron con un nombre anterior, KIDEI-A, que necesariamente asociaron a kudya, en el caso de Elx. De todo lo dicho, se desprende como hipótesis más verosímil que l'Alcúdia ibérica sea el correlato toponímico del sintagma KIDEI-A, cuya traducción es 'la capital', o lugar donde se gobierna.

Lám. 22. L'Alcúdia d'Elx, situada en el llano.

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Lám. 23. L'Alcúdia de Gallinera, emplazada en la colina.

Nº 41: GAIBIGAIT Este sintagma no presenta dificultad de lectura. Y su relación lingüística y referencial-ganadera con el topónimo Garbinet se apoya en sólidas razones. Las Lomas del Garbinet se encuentran cercanas a la ciudad de Alicante, en dirección norte. Son una serie de lomas y colinas sobre las que hoy la ciudad de Alicante comienza a extenderse, separadas de la línea costera por los llanos de la Condomina y Campello. En estas lomas, desde antiguo, se practicó la ganadería, ya que se trata de un terreno ondulado de muy fácil acceso y que hoy en día todavía mantiene una serie de corrales. De hecho, el enclave ibérico del Campo de Alicante se fundamentó en tres pilares económicos que hacían viable los diferentes hábitats que allí proliferaron: la pesca en el Postiguet; la agricultura, al sur, en Bacarot; y la ganadería en el Garbinet. Me remito, para ello, a las explicaciones dadas en los Nº 7 y 22. Lingüísticamente el proceso GAIBIGAIT > Garbinet se fundamenta por la atracción que supuso la analogía con el árabe Garbi y el romance Garbino y Garbí; siendo estos últimos los nombres del viento occidental, es decir, el terral que normalmente llega al mar, atravesando las lomas del Garbinet. El morfema vasco gai cuando se refiere a personas —en sentido lato al rasgo [+animado]— significa 'aspirante a', como constatamos en el compuesto ezkongai 'aspirante al matrimonio' (Azkue, 1984; Mujika, 1981), y éste es el sentido que damos al morfema ibérico GAI 'aspirante a, tendiente a, en proceso de'. Por lo que

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respecta al segmento BIGAIT, el vasco bigai 'ternera, novilla' (Mujika, 1981) y bigae 'ternera, novilla' (Azkue, 1984) deben relacionarse con el morfema ibérico. La propuesta de Michelena de que bigae* puede derivarse de bi, biga 'dos' (1990, 146) en el sentido de 'ternera de dos años', no parece correcta, pues el roncalés bigantxa 'ternera de diez meses' excluye concretamente la referencia a dos años. Además, el morfema antiguo de la dualidad no es bi, biga, sino birr, tal y como se describe en el Nº 5 BIRR/INAR 'muesca doble'. Pero hay que añadir a esto que el bajo navarro bigad-oin 'arrendamiento del ganado' (Mujika, 1981), confirma la segmentación que se propone bigad 'ganado' y oin 'precio que se paga por, arrendamiento' (Azkue, 1984; Mujika, 1981). Y consecuentemente el término ibérico BIGAIT se transformó en bigad 'ganado', y debido a la insistencia del vasco bigai, bigae 'ternera, novilla', concluimos con la especificación 'ganado bovino' (incluso podría segmentarse BIGAIT en ait 'macho', big 'ganado'). En resumen, y volviendo a la secuencia íntegra GAI/BIGAIT, la traducción que literalmente le conviene es 'aspirante a ganado-vacuno', es decir, 'ternera o novillo' que aspira convertirse en vaca o buey. Siendo el sentido total de la expresión ibérica: 'el lugar de las terneras'. La presencia de restos ibéricos en las lomas del Garbinet está confirmada por la pequeña colección de cerámicas ibéricas que conservó el cronista de la ciudad de Alicante, Vicente Martínez Morellá, procedente de las lomas del Garbinet.

´ Nº 42: ARNAI El Nº 42 está grabado encima de los signos de la cara B, empezando en la primera línea y en sentido transversal, al igual que el Nº 43; en línea anterior a éste y en el ángulo izquierdo superior. Se aprecia que se alisó el primer texto grabado, para escribir mejor el nuevo, siendo consciente el escriba de no hacer desaparecer los signos alisados. Lo importante era que quedara constancia en el plomo de que la ofrenda había sido hecha. No era, pues, un texto para ser leído, sino sacral, de ofrenda a la diosa. Son varios los investigadores que, obsesionados por ver en las palabras ibéricas nombres de personas, dan el valor de firma de los signatarios de una carta o contrato ´ SAKARISKER. Conclusión imaginativa y sin a estos dos últimos sintagmas ARNAI ningún aval objetivo, mero anacronismo por considerar con categorías actuales o latinas la cultura ibérica. La ubicación del referente Arneva en parte está dada en el Nº 20; y nos resta decir que el actual caserío se encuentra al abrigo del monte Hurchillo. Lo más significativo de su emplazamiento es que por él transitan importantes veredas de ganado: La Vereda de Ganados del Reino de Castilla, procedente de la meseta castellana; La Vereda de Ganados del Reguerón, procedente del S.O.; La Vereda de Ganados de La Basca; La Vereda de Ganados de la Buena Vida, que se dirige desde el sur al río Segura. Allí se ubican además la partida de La Dehesa y varios caminos referentes a las dehesas: Camino de la Dehesa de Pino Hermoso; Camino de la Dehesa de Pisana, etc.. En la visita que giré al caserío, estuve hablando con un

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anciano que había sido pastor y que me informó de que los Serranos, es decir, los pastores y rebaños procedentes de la meseta manchega y de Castilla, incluso de Teruel, a principios del invierno bajaban a la Vega del Segura, evitando los rigores climáticos de la meseta y buscando la bonanza y los pastos que les proporcionaba el lugar, cercano al mar y con abundante agua y también hierba. Por el mes de marzo, cuando la primavera se acercaba, volvían otra vez a su lugar de origen. Este ciclo se repetía anualmente hasta hace poco y está documentado. También se me informó que de las sierras murcianas, desde Fuente Álamo y Alcantarilla, parte una vereda que transportaba el ganado hasta Arneva; vereda que continuaba luego hacia el norte, Alicante y Alcoi. Incluso se me dio el dato del año 1932 como el último que recordaban en que una manada de toros, destinados a la lidia, pasó por Arneva utilizando dicha vereda. ´ En cuanto a la transformación de ARNAI-A en Arneva se justifica por la imala de /a/ > /e/; el paso /i/ > /u/, atestiguado en Ondokis > Ondochus, Niraenai > Nunai, etc., siendo conocido el proceso de consonantización de /u/ > /v/. La descripción del lugar, como destino de la trashumancia desde las dehesas de verano a las de invierno, más cálidas, de la costa, proporciona un marco argumental ´ para fundamentar la acepción de ARNAI, como 'aprisco de ovejas', que el vizcaíno de Durango ha conservado sin variación alguna en arnai 'redil' y en Bolibar con la variante arnae (Azkue, 1984). Por lo que respecta a la referencia arqueológica, ya informamos de ella en el Nº 20, sobre el poblado proto-ibérico de los Cabecicos Verdes, lugar de defensa de la riqueza agrícola de La Basca, de la ganadera de Arneva y la minera de cobre, plata y oro de la sierra de Orihuela. Precisamente viene a reforzar esta circunstancia la tesis doctoral de González Prats (1983, 277) en la que da cuenta de los pueblos ibéricos de la sierra de Crevillent, cuyos resultados arqueológicos confirman esta trashumancia de la que hablamos, al verificar que el barranco de La Rambla ha constituido una de las cañadas o caminos de trashumancia por el que circulaban millares de cabezas de ganado ovicaprino: Equus Caballus, Bos taurus, Sus Domesticus, Ovis Aries, Capra Hircus, Cerrus Elaphus, Capra Pyrenaica y Canis Familiaris (Ibi-dem, 284); concluyendo que el aparato defensivo y militar que muestran los asentamientos ibéricos no hace otra cosa que confirmar la importancia de esta ruta. Además hemos de constatar el reciente descubrimiento de un poblado ibérico ganadero en Arneva, a sus espaldas, en la Sierra de Cristo. Cursamos visita al lugar, de la que doy cuenta: el camino sigue la vereda ganadera de Pisana; allí se encuentran la Dehesa de Pisana y al lado, la Dehesa de Pino Hermoso; la Vereda de Ganados del Reino de Castilla, confluye con la de Pisana en este lugar. El poblado ibérico, aún por excavar, presenta en superficie cerámica ibérica de los siglos V-IV a. C., y, también tardorromana. Emplazado en una colina, domina un pequeño valle circular donde arriban dos barrancos; en la actualidad el agua de los mismos llena una gran balsa, justo bajo el poblado. Esta hondonada, sin duda, servía de redil, pues está rodeada de montañas y, por lo mismo, cerrada y de fácil defensa. El mismo poblado ibérico estaba lleno de recientes huellas de ganado, lo que confirma la ancestral vida ganadera del lugar; y un poco más arriba, colgado en una ladera y aprovechando una

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oquedad en la roca, un corral hecho con piedra seca, que ha sido utilizado hasta hace poco, y que por su emplazamiento y configuración debe ser muy antiguo, utilizándose como lugar de recuento del ganado, al igual que vimos en Sella. Este poblado, al estar metido en plena sierra, no es de carácter defensivo, como los que se ubican dominando la llanura, más abajo. La función ganadera del mismo no ofrece dudas para quien visita el lugar y por su relación con las dehesas y veredas enumeradas; de ahí que se convierta en un gran argumento arqueológico de la ´ hipótesis lingüística adelantada, ARNAI, 'aprisco de ovejas'. Por último, señalaré que en el análisis del Periplo Massaliota, realizado en Román (1990, 204 y ss.), se advierte la posible ubicación de la ciudad de Herna, situada junto a la inmensa palus. Varios factores son proclives a la ubicación de la ´ ciudad en este entorno. La afinidad lingüística ARNAI versus Herna, es muy sugestiva; sobre todo si tenemos en cuenta las abundantes metátesis operadas en el paso de la lengua ibérica a la latina. Además, la ubicación que hace el Periplo, «junto a la gran marisma», coincide con el emplazamiento de Arneva y la función ganadera de la misma.

Nº 43: SAKARISKER El sintagma no presenta dificultad en la lectura y está impreso en la banda izquierda, transversalmente, al igual que el anterior. Se trata de la última palabra escrita en el plomo y me remito a los comentarios del Nº 42. Al hablar de los Nº 4, 20, 40 y 42 nos hemos referido con insistencia a una realidad física, las marismas formadas por el río Segura y el río Vinalopó, cuya estructura y relieve actuales no se corresponden con los de época ibérica. Vamos, pues, a dar aquí una descripción geográfica de la zona, desde cuya consideración toman sentido completo los sintagmas ibéricos antes citados: BASK, KIDEI, ´ ARNAI y el que aquí tratamos SAKARISKER. La descripción, pues, del medio físico que vamos a realizar sirve de marco imprescindible para interpretar estos sintag-mas y llegar a su correcta traducción. En el estudio de cada uno de ellos se ha remitido convenientemente a la reconstrucción paleo-geográfica de esta zona lacustre. Estas marismas se encuentran en estrecha relación con el Portus llicitanus. Esencialmente están formadas por la aportación de los ríos Segura y Vinalopó. Citaremos el estudio elaborado por el Departamento de Geología de la Universidad de Alicante. Tras la fuerte erosión que siguió al depósito de las playas y dunas paleotirrenenses, subsecuente a la emersión rissense, se origina un litoral con amplias llanuras, coincidentes además con zonas subsidentes, que bordean los relieves en que aflora el substrato (Messinense, Plioceno, Villafranquense). Durante el Eutirrenense, se desarrollan largos cordones dunares que cierran estas llanuras al mar y generan la aparición de diversos marjales y lagunas hace unos 100.000 años. Los ríos como el Vinalopó y el Segura desembocarían conjuntamente en la amplia zona húmeda constituida por el Hondo de Elche y las

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Salinas de Santa Pola. La regresión del Wurm deja colgadas estas depresiones que subsistirían como zonas endorreicas. No parece que fuesen alcanzadas por erosión remontante aunque tuviesen drenaje al mar, ya que no existen grandes valles inundados (cañones) alineados con los cursos de los ríos actuales. Es posible que sólo las Salinas de Santa Pola y la Laguna del Hondo de Elche, dada su importante alimentación a través del Segura y el Vinalopó, tuviesen salida a través de un pequeño cañón que se localiza al S. de Santa Pola, pero tampoco en este caso la erosión remontante acabó por desmantelar el cordón de dunas y playas eutirrenenses, que aún se observa en medio de las salinas. Así se explica también el hecho curioso de la falta de cañones asociados a la Gola del Segura, que por esta época desembocaba más al N. (ESTÉVEZ, PINA, 1989, 24). En cuanto a la desembocadura del río Vinalopó, el informe geológico resume lo siguiente: está formada por una planicie cuya superficie superior es un abanico aluvial en el Pleistoceno (100.000 años) que origina un Fan-delta; este abanico prograda sobre la marisma. En estos materiales el agua circuló por cauces poco marcados y variables. De hecho, sólo circulaba agua con ocasión de grandes tormentas o períodos de agua abundante. Ya en el Holoceno es posible que se abriese el curso actualmente visible del río Vinalopó a través del Fan-delta, originando una situación muy similar a la histórica. Además, el estudio realizado por el Director del Departamento de Geología, Dr. Antonio Estévez, puntualiza que en tiempo ibérico la laguna estaba situada entre la cota 10 y 15 metros., lo que coincide plenamente con el emplazamiento de los hábitats ibéricos, situados todos en la cota +20 m., rodeando dicha laguna o bien siguiendo los cauces de los ríos Vinalopó y Segura, tal y como se observa en el mapa (Lám. 24). En cuanto al curso del río Segura, y teniendo en cuenta que la marisma estuvo situada entre las cotas de 10 y 20 m. sobre el nivel actual del mar, el río no desembocaba directamente al mar, como lo hace hoy, por Guardamar, sino que desaparecía en la laguna al alcanzar dicha cota. Este hecho, de importancia capital para la traducción correcta de este sintagma, queda probado fehacientemente por cinco hechos: 1º Inexistencia de cañón en la actual desembocadura del río Segura, así como la constatación de un cañón de salida más al norte, por el Vinalopó, al sur de Santa Pola (ver informe anterior). 2º La existencia de bastantes paleocanales mutantes evidenciados por los sondeos eléctricos (Tesis de L' Université des Sciences et Techniques du Languedoc), (Talon, 1977, 13). Lo que pone de manifiesto la ausencia de un cauce propiamente dicho en la llanura. 3º La documentación árabe del geógrafo musulmán nacido en Almería, AlUdrî (s. XI) que describe así al río Segura «río de iguales propiedades que el Nilo de

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Lám. 24. Reconstrucción del mapa del Fan-delta formado por los ríos Vinalopó y Segura en época ibérica. Situación de los emplazamientos ibéricos.

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Egipto»... «su cauce concluye al sur de este paraje, en el término (nâhiya) llamado de Al-Muwallidîm (Almoradí)» (Franco, 1989, 378). En donde se confirma el Fandelta y las avenidas o crecidas de agua, así como la finalización del cauce en el lugar donde nosotros afirmamos. 4º La constatación histórica de la obra de desecación parcial de la laguna y la construcción de un cauce artificial por encima del terreno circundante a base de muros y taludes; obra realizada en el siglo XVIII por el cardenal Belluga. A esto hay que añadir la casi anual inundación de las tierras desecadas con ocasión de las lluvias torrenciales. 5º La ubicación de todos los poblados ibéricos a partir de la cota de 20 m.. Descrita la realidad paleofísica de la zona, cotejemos la información del texto ibérico; éste afirma que «el río de la arena se detiene a la altura de Xacariella», es decir, justamente donde comenzaba la marisma. Hay dos conceptos que cabe destacar: la descripción de que el río 'se detiene' y la calificación 'río de la arena'. Debo a la gentileza de D. Artemio Cuenca Payá la comprobación —una vez más— de que el río Segura se perdía en la laguna en el lugar indicado por el texto ibérico; el estudio correspondiente está en preparación y versa sobre la paleogeografía de esta zona litoral. En él se establece una zona pantanosa lacustre, de marisma, cuyo limite sur está en el río Segura, que enlaza con el delta del Vinalopó y se extiende hacia el norte por Balsares, Clot de Galvany y Arenales del Sol, con una restinga arenosa en la costa. La síntesis de los sondeos geológicos efectuados por él da, de 0 a 10 metros de profundidad, «limos orgánicos con niveles de arenas discontinuas», encontrándose estas arenas, a veces, a tan sólo 1 m. de la superficie, en otras a 2 m., etc. Hay que añadir que, según este autor, el clima en la edad de Bronce y de Hierro fue más húmedo y con mayores aportes de agua. En cuanto al nombre 'río de las arenas', que otorga el plomo alcoyano al río Segura, conviene recordar que en los informes geológicos citados se habla de «el cordón de dunas y playas» y de «limos orgánicos con niveles de arenas discontinuas», lo que es concluyente al respecto. Sin embargo, no deja de ser impresionante lo sucedido en el terremoto del 21 de marzo de 1829. Rodríguez de la Torre, F. (1984, 83-85), en su estudio sobre dicho terremoto, recoge el testimonio de Larramendi de la existencia de volcanes de arena; concretamente dice que se abrieron millares de agujeros que arrojaron arena, agua, etc, viéndose afectados por estos cráteres de arena veinte municipios, es decir, toda la Vega Baja del Segura. En el laboratorio de carreteras de Alicante de la Conselleria de Obras Públicas de la Generalitat Valenciana me informan que recientemente se han realizado varios sondeos para el estudio de la traza de la futura carretera que unirá Crevillente con Torrevieja; siete de los cuales atraviesan de NO a SE toda la llanura de inundación del río Segura a lo largo de 10 km., localizándose tres de ellos junto al cauce del río. En todos aparece en primer lugar una capa, de hasta 10 m. de espesor, de arenas finas, limos, y arcillas, con deposición caótica en facies de «arroyada», debajo de la cual hay un nivel constante de arenas finas con espesor variable entre 3 y 6 m. Se ha tenido acceso a los análisis granulométricos de las muestras, que ofrecen tamaños medios (D50) comprendidos entre 0,35 y 0,10 mm.

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Como podemos observar, la constatación ibérica del 'río de las arenas' es totalmente congruente con la realidad geológica. Una vez consideradas las aportaciones de la paleo-geografía estamos en condiciones de iniciar el análisis lingüístico. La segmentación que se propone es SA/ KAR/IS/KER: el morfema SA es un diminutivo, como en vasco txa, así bigantxa significa 'ternerita' (Azkue, 1984; Mujika, 1981); en cuanto al morfema KAR 'piedra', el actual término vasco (h)arri 'piedra' procede de él, habiéndose producido la transformación /k/ > /h/ > /ø/, pues como muy bien afirma Michelena (1990, 251): «El ejemplo más probativo es seguramente vasc. (h)arri «piedra» < *karr-, cuyo derivado b. nav. sal. k(h)arbe "gruta, caverna" (lab. harpe) acaso haya mantenido y no restablecido la inicial». Además, Michelena califica al morfema karr- de término de substrato. Obviamente del substrato ibérico, como demuestra su presencia en este documento ibérico. El morfema segmentado a continuación, IS, ya nos es conocido por haber sido analizado con el significado de 'río' en los Nº 33 y 35. Por último, KER 'parada, detención' se encuentra en el vizcaíno de Markina , así kera bat egin 'hacer un alto en el camino' (Azkue, 1984; Mujika, 1981).Consecuentemente, la traducción del sintagma ibérico en su conjunto es 'donde se detiene el río SAKAR', es decir, Segura o 'río de la arena'; y el referente toponímico, el pueblo de Sacariella (s. XIII) que el castellano llama Jacarilla y el catalán Xacarella. En cuanto a la transformación SAKAR/A > Segura, encontramos procesos de imala en la primera vocal /a/ > /e/, y de tafxîm en la segunda /a/ > /u/ por encontrarse en entorno consonántico faringo-velar; así mismo ya quedó constatado el proceso de sonorización de la oclusiva sorda. Por lo que se refiere a la transformación SAKARISKER-A > Sacariella —topónimo documentado en el Repartiment d'Oriola (año 1274-1314)— se explica fácilmente por la conocida tendencia del grupo ibérico SK > Ø; y la analogía del final de la palabra con el sufijo latino -ella. En resumidas cuentas, el plomo alcoyano nos informa de que el río de las arenas se detenía en la marisma a la altura de Xacariella, y estos datos concuerdan con los análisis de la paleo-geografía y la geología. La presencia ibérica en el entorno del actual pueblo es muy evidente. La Loma de Bigastro alberga un poblado ibérico del siglo IV a. C., es decir coetáneo de la peregrinación a la Serreta d'Alcoi; y se sitúa 2 km. al oeste del emplazamiento actual del pueblo. El monumento funerario de Pino Hermoso se encuentra hacia el este, pero también cercano al pueblo. Este emplazamiento formaba parte de una cadena de pueblos ibéricos alineados en la orilla sur de la marisma. Hacia el interior, desde Xacariella, a distancias de 2 ó 3 km., el poblado ibérico de Loma de Bigastro; el yacimiento ibero-romano del pantano de la Pedrera; el del alto del monte Hurchillo, encima del pueblo de Arneva; el poblado ibérico de Los Saladares, ubicado en los Cabecicos Verdes; metido en la sierra, el recién descubierto de la Sierra de Cristo, un emplazamiento ganadero; y en el llano, junto al río, La Basca. En dirección este, hacia el mar, el mencionado monumento funerario de Pino Hermoso. Entre Rojales y Guardamar, los importantes yacimientos del Cabecico Soler y Cabezo Lucero y, por último, antes de llegar al mar, Los Estaños.

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TRADUCCIÓN DEL TEXTO SERRETA I, DE ALCOI. Pueblos que te ofrendan, lugares: El pueblo del redil. (El lugar) donde confluyen los regueros de agua. Los habitantes del espacio amplio. (La sierra de) los dos tajos. El refugio del ganado. El fondeadero de arena-fina. El lugar cercano y a continuación de los antepasados (difuntos). (El lugar) donde se encuentra el sesteadero de las reses. (La sierra de) la cumbre estrecha. El desfiladero escarpado. (El lugar) donde se encuentra el camino. (El lugar) donde germinan las plantas por doquier. El lugar de abajo. (El lugar) donde las crías son domesticadas. La hendidura. La huerta. El lugar repleto de cereales. El salto. (La tierra del) barro. El barranco de arena-fina. (El lugar) repleto de cereales para la criba. El cercado de la montaña bicónica. (El lugar) donde se allana el terreno. La ensenada del canal muy tortuoso. El caudal de agua. La albufera donde los caminos confluyen. La hendidura. La cañada muy tortuosa. La protuberancia rocosa. El lugar apto para la hierba-de-pastos. La colina del río. El paso. El río que procede de la roca. (El lugar) repleto de cereales normalmente. La cuesta de la colina. La colina. El pueblo del redil. La capital. (El lugar) de las terneras. El aprisco-de-ovejas. (El lugar donde) se detiene el río de la arena.

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2. La Ofrenda Religiosa de los Pueblos Pastores de la Sierra de Espadán: Solaig. En el poblado ibérico del Solaig (Castellón) se encontró una lámina de plomo escrita en lengua ibérica. Su fecha más probable es del siglo II a. C. Según nuestro estudio lingüístico, se trata de una Ofrenda de Pueblos, pero en este caso de los pueblos ganaderos de la Sierra de Espadán. Al igual que el epígrafe de la Serreta d'Alcoi, este plomo se halló en el poblado y no en el santuario; ya que estos santuarios eran pequeñas habitaciones o ermitas a los que se peregrinaba, y que no estaban habitados habitualmente. Además, por falta de espacio se hacían las rutinarias limpiezas de los exvotos dejados por los peregrinos. De ahí que algunos documentos significativos fueran guardados con esmero. El santuario objeto de la peregrinación fue probablemente el santuario de Santa Bárbara, ubicado a 4 km. del poblado ibérico del Solaig, lugar donde se halló el plomo escrito. A este santuario ibérico peregrinaron un conjunto de pueblos que habitaron la Sierra de Espadán, algunos de los cuales han perdurado en pueblos o ciudades actuales, mientras que otros emplazamientos fueron abandonados desde antiguo. Esta sierra, junto a la de Espina, divide las cuencas de los ríos Millars y Palancia, proporcionando a ambos abundantes afluentes por sus respectivas laderas. La cordillera Espadán-Espina, toma dirección oeste-este, con una ligera inclinación sureste, y atraviesa la provincia de Castellón por el sur, hasta llegar al mar. Espadán tiene, en sus cumbres, prolongadas mesetas, muy propicias al pastoreo. Las profundas barranqueras que surcan las laderas, junto a escarpadas pendientes, no la hacen apta para la agricultura, dificultando incluso la penetración en algunos valles. Sin embargo, el ganado transita aún por antiguas veredas que posibilitan la penetración desde la fría meseta de Teruel a las templadas llanuras y lagunas de la costa mediterránea, y hacen posible el aprovechamiento de los excelentes pastos que allí produce un especial microclima húmedo. Uno de estos antiguos caminos la atraviesa desde Segorbe, Algimia hasta enlazar con el río Veo, por cuyo cauce y valle estrecho se consigue alcanzar Betxí y desembocar en Burriana, en el mar. Precisamente, el topónimo Veo proviene del ibérico BIDU 'camino', con pérdida de oclusiva sonora intervocálica, tal y como constatamos en la toponimia pirenaica: así el paso o collado de Viu, que se encuentra repetidamente en el Pirineo aragonés. También Betxí, como veremos en su análisis, contiene dicho morfema. En el mismo río Veo aún existen pequeñas corralizas que lo jalonan y que datan de época ibérica, haciendo posible la trashumancia del ganado. La presencia ganadera en dicha sierra es tan fuerte que incluso arqueo-lógicamente se ha demostrado la existencia de una explotación cárnica, lanar y lechera cerca de Segorbe, en Altura, de la Edad de Bronce y de época ibérica. Como hemos dicho, estos pueblos ibéricos ganaderos peregrinaron al santuario de Santa Bárbara, siendo el plomo, encontrado en el cercano poblado ibérico del Solaig, el acta documental de esta ofrenda de pueblos. Existe en toda la península una fuerte simbiosis entre los santuarios y la existen-

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cia de la ganadería y de la trashumancia. De la salud, fertilidad y seguridad de un rebaño dependía la existencia, no de una familia, sino de todo el pequeño poblado que vivía a sus expensas, sobre todo en la zonas de montaña. No es de extrañar, pues, que la religión, fundamentalmente funcional en aquellas épocas, girase en torno a la actividad ganadera. Incluso la vida personal debió de tener un valor relativo. Podía morir el jefe del clan, y sería reemplazado por otro, pero una enfermedad en el ganado supondría no sólo la muerte del rebaño, sino la desaparición del poblado. Es habitual que los arqueólogos se encuentren con pequeños poblados ibéricos que han sido abandonados súbitamente, sin justificación aparente. Tal vez, en bastantes casos, la causa esté en la protección y supervivencia del ganado, emigrando para evitar una peste declarada, una sequía, o el robo. Explicaremos a continuación algunos mitos antiguos atribuidos a los pobladores hispanos del primer milenio en relación con la vida ganadera, así como algunas realidades arqueológicas que muestran esta relación estrecha entre la actividad ganadera y los santuarios, haciendo especial mención de las cuevas-santuario. Después, relataremos la supervivencia de esta estrecha simbiosis en las tradiciones actuales, especialmente las del País Vasco, para acabar con el análisis lingüístico del texto del Solaig. El mito fundamental de la cultura tartésica narra el nacimiento del héroe Habis, a quien el rey Gárgoris intenta matar reiteradamente. Según escribe Justino —autor de la época de los Antoninos— en su Historia Universalis, Gárgoris fue el primer rey de los tartesios, los cuales habitaron los bosques del suroeste andaluz. El mito lo resumimos en sus líneas fundamentales de la siguiente forma: la hija de Gárgoris tuvo un hijo antes de casarse, lo que indujo al padre a deshacerse de él; así le abandona en el monte, pero las fieras lo amamantan y sobrevive en el bosque; tras esto, lo hace colocar en un sendero por donde transitan los rebaños para que el ganado pase por encima del niño y muera; sin embargo, milagrosamente ningún animal lo toca, ni lo daña; en vista de lo sucedido, se lo da a comer a unos perros y cerdos hambrientos, que en vez de devorarlo lo alimentan con sus ubres; ya sin saber qué hacer, ordena el rey que lo arrojen al mar; pasado un tiempo, las olas generosamente lo devolvieron a la orilla y una cierva lo crió; creció el niño como un cervatillo más, hasta que cayó en una trampa de cazadores y éstos, al ver la extraña pieza, la llevaron ante el rey, quien lo reconoció y convirtió en su heredero, llamándole Habis. Este héroe fue quien enseñó a sus súbditos a cultivar la tierra con bueyes y el arado, y dictó las primeras leyes, haciendo pasar a su pueblo de un estadio primitivo y ganadero, a otro agrícola y urbano. Es muy sugestiva la mención que el mito hace de las cañadas pastoriles de trashumancia del ganado, como una de las pruebas míticas que el héroe debe superar; lo que indica la realidad ganadera de dicha sociedad, que ya utilizaba una red vial de trashumancia para la ganadería, que en parte aún se conserva. Otro de los mitos de la antigua Hispania, se refiere al rey tartésico Gerion, que fue rey pastor en tiempos no históricos y fue descrito por Avieno en la Ora Marítima, (263-269, 309). Según el escritor latino Justino en su Historia Universalis (44,4,14) su reino se extendía por las marismas del Guadalquivir, donde desde antiguo existió una gran tradición ganadera. A este respecto dice Estrabón que «los

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animales que pasan a las islas del río antes de la pleamar, sorprendidos por ésta, ya al subir, ya al bajar, suelen perecer por falta de fuerza para luchar contra la corriente al intentar el regreso. Dicen que los toros, acostumbrados al hecho, esperan a que se termine el reflujo para volverse a la tierra firme» (3,2,5). El mito en sí mismo, tal y como lo describe el poeta Estesícoro en el poema Gerioneida, canta el robo del ganado efectuado por Heracles, el cual se lo llevó a Tirinto. En resumida cuenta, y a pesar de la romanización que ha sufrido la mitología transmitida por las fuentes literarias latinas, el actante principal del mito fue un rey ganadero, Gerión, y una de las fuerza actanciales del mito es el robo del ganado. Estos hechos junto a la alusión a la trashumancia del ganado, que existe en el mito de Gárgoris, nos descubren una realidad y cultura en torno a la ganadería, que deben hacerse extensivas a toda la península, como una forma de vida esencial de aquellos pueblos. Además, llaman poderosamente la atención los nombres de Gerión y Gárgoris. (De este último ya han señalado los filólogos su relación con el vasco 'cebada'). Según los mitos, sabemos que Gerión es un rey pastor y también que Gárgoris es el rey agricultor. Ahora bien, el análisis lingüístico nos lleva a establecer una comparación con el término vasco geri, que en guipuzcoano designa al 'ganado lanar', según consta en la obra de Iztueta (1847, 167-12); y por lo que respecta a Gárgoris, como se ha dicho, es asimilable al vasco gar 'tallo del cereal'. Hemos visto cómo la mitología expresa la fuerte relación entre la ganadería y las formas de vida de la península, incluida la religiosa, en el primer milenio a. C. Pero también la realidad que nos descubre la arqueología corrobora lo mismo. Precisamente, en el santuario tartésico del Carambolo, que algunos autores identifican con Tartesos, se encontró una escultura en bronce de la diosa fenicia Astarté y otras tres estatuas en el fondo de una cabaña, junto a las cuales apareció un hogar, lleno de vasos cerámicos, huesos de animales, y numerosos cuernos de cabra. La presencia de vasos indica la existencia de ofrendas de miel, agua, vino o aceite; estos vasos se rompían luego, y se enterraban a continuación en zanjas. Los huesos de ganado menor son la prueba de los sacrificios de estos animales, cuyas carnes se comían a continuación en el mismo santuario, formando parte del ritual habitual en los templos dedicados a Astarté. Este hallazgo arqueológico muestra, una vez más, la relación entre la vida pastoril y la existencia de los santuarios indígenas. Y hemos de estar de acuerdo en que la presencia de 'cuernos de cabra' en este santuario tartésico es totalmente pertinente con el nombre del rey pastor Gerion, referido al concepto de 'ganado lanar' en vasco. También en el este peninsular encontramos abundantes escenas pastoriles y ganaderas representadas en la cerámica de Liria, lo que nos indica la realidad del pastoreo como fuente de riqueza en esta zona. Tan sólo 45 km. al norte, está emplazado el santuario ibérico donde los pastores de la sierra de Espadán hicieron la ofrenda religiosa. La vida ganadera y trashumante de los habitantes de la sierra de Espadán y Espina, hay que ponerla en relación con la existencia de santuarios que facilitan la ofrenda a la divinidad protectora, obligación religiosa que estuvo muy arraigada en

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estos pueblos ibéricos, sobre todo entre los que habitaron en las sierras de montaña. La vida pastoril conlleva a su vez el establecimiento de rediles o cuevas-refugio de pastores y ganado, por eso no es de extrañar que la actividad ganadera tenga mucho que decir sobre la existencia de cuevas ganaderas que pasaron a ser cuevas-santuario. Una de ellas está citada en este plomo del Solaig que estamos analizando. Por ello haremos mención especial de este tipo de santuarios, muy frecuentes en el País Valenciano, añadiendo que esta tradición de peregrinar a las cuevas santuario aún pervive hoy en día en el País Vasco. Los santuarios ibéricos a veces estaban ubicados en cuevas, y como afirma GilMascarell había que entender «a las cuevas como constitutivas de un centro de atracción de toda la comarca, tal y como ocurre hoy día con las ermitas, a las que se acude desde los núcleos urbanos más inmediatos» (1975, 325). Podemos citar entre otras: Cova de les Dones (Millares, Valencia), Cova de les Maravelles (Gandia, Valencia), etc. En estas cuevas se han encontrado variados exvotos y ofrendas en cerámica, hueso, anillos de bronce y cobre, pequeñas cazoletas y vasitos caliciformes de pasta gris (que tenían un tamaño justo para ser sostenidos con la punta de los dedos, para así hacer las libaciones), huesos de animales, etc. Concretamente, en la Cova de les Maravelles aparecieron dos piernas humanas en cerámica, así como dos cabezas, y un torso de varón. (Tengo que dar fe personalmente de la existencia en esta cueva de material antiguo muy diverso, pues, siendo yo niño, penetramos en dicha cueva varios amigos, y encontramos dentro de la cueva una sala espléndida llena de estalactitas y con muchos fragmentos cerámicos por el suelo, o a medio enterrar. Y debo corroborar que no lejos de allí existen varias ermitas en las que se celebran romerías donde se siguen haciendo esta clase de ofrendas en cera). Una cueva votiva de este tipo está representada en una terracota de La Albufereta (Alicante). Y según veremos en el estudio del Nº 14 EDETUR '(el lugar) que posee la cueva', en ésta no sólo se hacían libaciones y ofrendas votivas, sino que, además, allí coexistió una explotación cárnica de ganado lanar y también láctea, como corresponde a un espacio eminentemente ganadero. Existen, también, una serie de cuevas no votivas, importante por su número, unas cuarenta en el País Valenciano, que en época ibérica fueron utilizadas como refugio de pastores; así, opina Gil-Mascarell, «cabe pensar que su ocupación estaría relacionada, o bien con pastores que las aprovecharían temporalmente, o bien como lugares de refugio esporádico» (1975, 303). De todo lo dicho se desprende una fuerte simbiosis entre el concepto religioso del santuario ibérico y la salud, no sólo para el hombre sino para el ganado, puesto que el santuario sale garante de la subsistencia de los pueblos montañeses, como es el caso de los pueblos pastores de la sierra de Espadán, que realizan sus ofrendas en el santuario de Santa Bàrbara. Esta religiosidad pastoril se encuentra también muy arraigada en las tradiciones populares vascas, con una serie de semejanzas y paralelismos, dignos de tenerse en cuenta. La romería vasca a la cueva-santuario de San Adrián, que realiza el pueblo de Idiazabal, tiene una finalidad semejante a la relatada en el plomo ibérico del Solaig (Castellón).

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La famosa peña horadada está situada en uno de los collados más célebres de la geografía guipuzcoana, donde la leyenda ha situado también batallas contra los romanos. Sin embargo, me interesa señalar que los vecinos del pueblo cercano de Idiazabal acuden en romería allí con el fin de mantener el derecho de su ganado a los pastos de la Pazonería, en la sierra de Aitzgorri. Se trata de cumplimentar un pacto importante para la supervivencia de este pueblo. Por eso, hay intercambio de varas de mando entre los alcaldes de los pueblos interesados, que significan la posibilidad de acceso a los pastizales, acompañado de danzas y txistularis que tocan la flauta. Aprovechando, pues, esta romería, se establecía el derecho a los pastos y al paso de los rebaños hacia las majadas de verano, para el pueblo de Idiazabal. El paralelismo con la peregrinación relatada en el plomo del Solaig se debe a que en él se recoge la romería y ofrenda de los pueblos ganaderos de la sierra de Espadán al santuario de Santa Bàrbara, junto al Solaig, donde van a implorar el bien y la vida para ellos y sus animales; y también para pactar la trashumancia de sus ganados. Pues hay que tener en cuenta que dicha sierra se constituyó en época ibérica, y también en la actualidad, como una importante vía pecuaria de trashumancia de ganado desde la meseta y Teruel, al Mediterráneo. Incluso hoy en día, aún se hace pública subasta en estos pueblos de sus pastizales para los ganados que vienen de Teruel, y así mismo, en esta ruta aún podemos contemplar restos de antiguas corralizas ibéricas. En su conjunto, el sistema y la ubicación de los poblados de la zona responde a la idoneidad para hacer posible y guardar la gran ruta de trashumancia que conecta los pastos de invierno con los de verano. Siguiendo con las tradiciones vascas religioso-pastoriles, Barandiarán relata una serie de leyendas mezcladas con realidades y creencias que se me permitirá las traiga aquí a colación (1980, 63-73): Es un collado situado en las estribaciones de Gorbea el designado en la región de Orozco con el nombre de Araneko-arri. Cuentan que una joven del caserío Arane subió a Gorbea a retirar sus ovejas que pacían en aquella montaña. Pero envuelta de improviso por espesa nube, se desorientó de tal suerte que no pudo hallar el camino de su casa. Allí se le hizo noche. Luego vinieron unos lobos y la devoraron. Su familia la buscó en vano durante muchos días. Sólo hallaron más tarde sus cabellos en el collado de Araneko-arri 'piedra de Arane'. El día 23 de mayo de 1922 visité aquel paraje. Allí vi dos piedras enhiestas como formando dos costados de una cámara dolménica. Ellas perpetúan sin duda el nombre y la leyenda. El relato de la zagala de Orozco es semejante al de otra de Eterna (pueblo burgalés) que me contó un vecino de Pradilla el 3 de julio de 1957. Una joven de aquella localidad cuidaba sus ovejas en el monte Larrea. Un día las bajó a su casa; pero faltaban dos o tres ovejas del rebaño. Sus padres le ordenaron que volviera al monte a buscar las ovejas perdidas. Subió, pues, a Larrea y allí la acometieron los lobos y la devoraron. En el mismo lugar se ve ahora una antigua estela de piedra —un monolito semicilíndrico de forma humana— llamada 'Piedra de la pasto-

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ra', que en un lado tiene grabada una figura de mujer y a su pie la inscripción ARAN, lo que recuerda el nombre y la leyenda del dolmen de Orozco. Otro caso de estela o andre-arri 'señora piedra' es la vulgarmente llamada Arpeko-saindia, 'la santa de la cueva'. Se trata de una columna estalagmítica de forma borrosamente humana, situada en el fondo de una cueva de Bidarray. La cueva está abierta en los bancos de pudinga y de asperón que forman los escarpes meridionales del monte Zelharburu, una de las estribaciones de la montaña Artzamendi-Iuskai. Es una zona de pastores de antigua tradición. Sobre el acantilado del Zelharburu, en el collado llamado Iuskadiko-lepo, existen varios cromlechs, un menhir y un dolmen, y en las vecinas lomas de Iuskai (o Iuskadi) y Artzamendi varios grupos de cromlechs. Los peregrinos que visitan a esta 'santa' de la cueva vienen de todos los puntos cardinales, atravesando barrancos y escalando montes, andando las tortuosas sendas que parten de Errazu, de Amayur, de Ainhoa, de Itxassou y de Bidarray. Esta última ruta es la más frecuentada. Atravesando en Bidarray el Nive por el puente de Ondoene que, según leyendas, fue construido en una noche por un ejército de lamiñas (...) se llega a la cueva de Arpeko-saindia. La entrada de la cueva mira al E-SE. Tiene un vestíbulo de cinco metros de anchura, cinco de fondo y seis de altura. A la izquierda, a metro y medio de altura sobre el piso del vestíbulo, hay una estrecha galería a la que se sube por diez peldaños de piedra. Es sitio húmedo: el agua cae a gotas del techo. En el fondo de la iglesia se levanta una columna estalagmítica que llega hasta el techo: mide metro y pico de altura y dos decímetros de anchura media. Semeja un torso humano. Es la 'santa' petrificada, que un día fue descubierta por los pastores de aquellos contornos. He aquí cómo ocurrió el caso, según la versión del relato popular que oí de labios de la etxekoandre 'señora de casa' de Arrusia el día 14 de noviembre de 1938, día en que visité por primera vez aquellos lugares: «Una zagala se perdió en el monte Euzkei (Iuskai). Tan sólo fue hallada su cabeza. »En adelante, de noche, durante años, se oían voces. ¡Aguarda! ¡Aguarda!, gritaba alguien desde el lado de la montaña Euzkei. »Una vez fue vista, a la media noche, una luz que entraba en la cueva del Zelharburu. Algunos decían también haber visto doce luces. »Los aldeanos de los contornos acudieron a la cueva y allí vieron la estatua de la santa. En adelante no se oyeron las voces.» Cuando visitaba la cueva, vi llegar del lado de Itxassou tres mujeres con dos niñas. Una de aquéllas, muchacha joven, encendió una velilla de cera, trazó con ella una cruz en el aire delante de la estalagmita y la depositó al pie de ésta para que allí se consumiera.

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Delante de aquella estalagmita hay varias palmatorias apoyadas en resaltes de peña. En ellas los devotos colocan las velas que ofrecen a la 'santa' y frotan su cuerpo o sus miembros enfermos con el agua que se desliza por la superficie de aquel pétreo icono, cuya protección es invocada en casos de enfermedades de la piel y de los ojos. Los que sufren de eczema (en vascuence negal) son los que tienen devoción particular por la 'santa' de esta gruta. En las paredes de la cueva existen muchos exvotos: rosarios, cruces, medallas, peines, pañuelos, camisas y boinas que los enfermos dejan, creyendo que en tales prendas queda la enfermedad que les aquejaba. Esta profunda e íntima conexión entre lo religioso y el mundo de los pastores tiene obviamente la misma expresión fuera del País Vasco, pues se trata de algo consustancial y natural. Baste citar algunos casos concretos a modo de ejemplos. En el interesante estudio sobre la religiosidad popular realizado por W. A. Christian en el norteño valle del río Nansa, se hace la siguiente afirmación (1978, 72): Otro denominador común de los santuarios regionales que frecuentan las gentes del valle del Nansa es que aquéllos están localizados en zonas dedicadas al ganado, de modo que todos ellos comparten el mismo entorno que los aldeanos, y que las imágenes a las que se rinde culto podría considerarse que tienen un interés especial en el tipo de problemas con los que los aldeanos del Nansa pueden enfrentarse. Sólo en muy raras ocasiones se cita algún santuario que esté en las áreas trigueras de Castilla, poco más allá de las montañas. El mismo concepto transmite el interesante trabajo de M. Cátedra sobre La vida y el mundo de los vaqueiros de alzada, es decir, los que realizan la trashumancia del ganado; así se nos refiere el inicio de la trashumancia y la vuelta (1989, 107-8): Todos los que realizan el viaje son vaqueiros procedentes de diversas brañas, cada braña congrega a sus vecinos y todos se reúnen en un punto común al comienzo de la marcha. El viaje al puerto es una ocasión social que permite el encuentro de viejos amigos, ayuda a la creación de nuevas amistades y estrecha los vínculos que unen al grupo vaqueiro una vez al año. En el transcurso del viaje la bonhomie, ayuda y camaradería son las notas dominantes. Para el viaje, como en día de fiesta, se reservan los mejores manjares y se bebe vino en abundancia; además en esta ocasión incluso la «merienda» de cada uno es para todos (...). A la vuelta, el ritual de la trashumancia termina como comenzó, de un modo ritual: la comitiva se dirige al santuario de la patrona vaquera, la Virgen del Acebo, para que asegure la vuelta a la braña. Allí mismo se dice en boca de un viejo sacerdote (150): Cuando la vaca está enferma, ellos [vaqueiros], que es su modo de vida... les preocupa más el ganado enfermo que los hijos. Ellos dicen: Un hijo puede hacerse.... Ellos lloran por los animales y cuando están enfermos traen [para ofrecer las figuras de] las vacas en cera.

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Y continúa la autora comentando (151): Efectivamente, muchos de los rituales que se realizan en la braña tienen como objeto el ganado vacuno. La vaca se ofrece a San Antonio al menor síntoma de enfermedad, cuando se la lleva al toro para que venga preñada, en el crítico momento del parto, cuando se extravía el ganado en el monte y en cualquier ocasión en que se tema por estos animales. También se hacen promesas por el ganado a la famosa 'santa' del Acebo en misas u oficios, diversas cantidades en metálico o dejando junto al altar una figura de cera representando a la vaca o al ternero; los ofrecimientos del animal en vivo han sido numerosos en el pasado. Además, muchas de las visitas de los vaqueiros a lugares santos, ermitas, santuarios e iglesias tienen, entre otros objetivos, el de lograr la bendición de chuecas, cencerros, cintas o velas destinadas a los animales o cualquier otra mercancía "bendita" que les asegure cierta protección contra diferentes males. Analizado el contexto cultural ganadero-religioso de los pueblos ibéricos de la sierra de Espadán y vistas las conexiones culturales con las tradiciones pastoriles vascas, pasamos al análisis lingüístico del texto del Solaig en sus aspectos morfemáticos y referenciales.

Análisis lingüístico En el poblado ibérico del Solaig (siglo II a.C.), según los excavadores Fletcher y Mesado (1967, 40), «Esparciendo unas tierras que parecían recién extraídas, tal vez por labores agrícolas, apareció arrollado un plomo, a unos 10 m. de la Prospección Solaig I». Es una lámina de plomo de 31 cm. de longitud y 3,5 cm. de anchura, escrita por ambas caras en escritura ibérica levantina. Ambas caras contienen dos líneas de palabras separadas por una raya central no muy marcada. La cara A comprende catorce secuencias fonológicas separadas por tres puntos verticales; mientras que la cara B presenta tres secuencias con interpuntos en la primera línea, seguida de una secuencia incompleta, a continuación un espacio en blanco, otra secuencia completa, un espacio en blanco, finalizando la línea con unos interpuntos delante de una secuencia deteriorada, por pérdida de plomo. La línea segunda se encuentra toda vacía a excepción de una secuencia, tal vez también incompleta, justo debajo de la anteriormente descrita, allí donde hubo una pérdida de plomo (Lám. 25). Veamos a continuación la lectura de los sintagmas y su transcripción.

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Lám. 25. Texto del plomo ibérico del Solaig.

Transcripción Cara A

´ : KARKOSKAR ´ 1 IUNSTIR : BELESAIR : BASTAIBAITIEBA: BALKELAKOSKA : BIDEDUI : BAR...? ´ ´ 2 IUNSTIR : EGIARTONE : BELESDAR : SENÜRUN : EDESILIR: IUNSTIR : EDEDUR (EDETUR) Cara B 3 SANER : BURANALIR : BIDAN : A...? : BALKELAKU : DAUDI...? 4 BIDEN...?

Nº 1: IUNSTIR El sintagma, que inicia el documento escrito en el plomo del Solaig, ha sido analizado en el Nº 1 del epígrafe Serreta I de Alcoi. Esta inscripción es más tardía que Serreta I, pudiendo cifrarse la diferencia en unos 200 años. Ésta es la razón por la que la´ R final multivibrante haya iniciado un proceso de neutralización hacia R monovibrante, al igual que S > S. La traducción correspondiente es 'Pueblos que te

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ofrendan', considerada como una fórmula religiosa habitual en encabezamientos de inscripciones ibéricas. A continuación, en el texto se enumera la lista de pueblos que aparecen en la primera línea y que formaron un primer grupo de peregrinos. En esta inscripción la secuencia IUNSTIR 'Pueblos que te ofrendan' aparece tres veces, dos al iniciar primera y segunda líneas, y la tercera en la penúltima secuencia de la cara A. Parece, pues, probable que cada vez que aparece la fórmula sacra de ofrenda, las palabras que a continuación se enumeren estén referidas a los pueblos que en aquella ocasión realizaron la romería al santuario. Así, el primer IUNSTIR corresponde a seis pueblos, de los cuales el último tiene incompleta la secuencia fonológica; el segundo corresponde a otros cuatro pueblos; y el tercero, a ocho, tres de los cuales tienen las secuencias deterioradas. Como ya se ha dicho, los plomos escritos en lengua ibérica, relativos a las ofrendas hechas en los santuarios, no fueron hallados en estos, sino en poblados cercanos al santuario. En este caso, el poblado es el del Solaig, y el santuario al que debe referirse la peregrinación, el de Santa Bárbara, distante tan sólo 4 km. en dirección sur. Este santuario se sitúa en las últimas estribaciones de la Sierra de Espadán, en una pequeña colina de 221 m. de altura, cuando confluye con La Plana, en la Vilavella; de esta sierra provienen los pueblos peregrinos. Fue excavado por J. Vicent (1981), de quien tomamos las referencias arqueológicas. La estratigrafía presenta materiales de la época del Bronce, de época ibérica, materiales romanos y cerámica medieval. De época ibérica son los vasos caliciformes para las libaciones, habituales en las cuevas-santuario levantinas. Y de época romana, los altares votivos, algunos con inscripciones votivas latinas, pedestales en mármol y fragmentos en mármol de manos, pies, cuellos, torsos, etc. Se han encontrado también residuos de cenizas provenientes de hogueras hechas para condimentar animales y los restos de los huesos quemados. Como se ha explicado, los banquetes y libaciones en los santuarios eran, también, rituales. Han aparecido monedas en abundancia, cuyo carácter votivo es evidente. En la falda del santuario existe una fuente medicinal, la Font Calda, cuyos edificios adyacentes están por excavar. Sin embargo, parece lógico el emplazamiento del santuario en un lugar con fuentes medicinales. Ya en el siglo XVIII se atribuía a los romanos la utilización terapéutica de estas fuentes (Lemos, 1788, 73): «De dos modos se usan solamente las aguas de la fuente Calda, que son en baño y bebida. El primero es tan antiguo, como que los más ancianos de la Villa han alcanzado (a ver) las ruinas de las casas que a este fin construyeron los Romanos». Su utilización medicinal la continuaron los árabes, como lo muestran las dos bañeras de esta procedencia, según Sarthou (1989, 108), y su uso ha perdurado hasta este siglo. Según los análisis químicos realizados por el director del balneario, el agua contiene carbonato férrico, sódico y cálcico, cloruro sódico y magnésico, sulfato magnésico y ácido silícico; y se utilizaba para las enfermedades gastro-intestinales, ictericia, riñón, flujos sanguíneos, cálculos, reumas e impotencia viril, etc. El autor de la excavación del santuario deduce una estrecha relación entre los santuarios de la Serreta d'Alcoi, el de La Frontera, en Sagunto, y el de Santa Bárbara: los tres están en altos; su estructura es muy simple, con una habitación entre 50 y 80 m2;

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la cronología también similar, con una etapa fundacional prerromana y una fuerte dependencia del santuario de un poblado ibérico; y los orígenes indígenas y populares son evidentes si contemplamos el arte y la inspiración de las terracotas de La Serreta o las inscripciones de Santa Bárbara y Frontera (1981, 202). Vemos, pues, la estrecha relación entre el santuario indígena de la Serreta y el de Santa Bárbara, lo que explica que en ambos exista una antigua tradición popular de peregrinar y que, consecuentemente, hayan aparecido textos en lengua ibérica relativos a este hecho, y encabezados por la fórmula habitual 'Pueblos que te ofrendan'.

´ Nº 2: BELESAIR ´ ha sido analizado en Serreta I, Nº 1, 2 y 39 como 'ciudad'. El El morfema IR segmento ESA se corresponde al vasco común eze 'fresco, húmedo, verde', no en el sentido del color verde, sino de 'húmedo, fresco' en oposición a igar 'seco', como en el refrán oiñak leor, aoa eze, sendari doke 'secos los pies, húmeda la boca, tendrás gallardía' (Azkue, 1984). Mujika (1981) recoge la expresión vasca belar eze 'hierba verde', que se corresponde perfectamente con las bases ibérica que aquí analizamos, BEL/ESA 'fresca hierba'. En cuanto al morfema BEL, se analizó en Serreta I, Nº 32 con el sentido de 'hierba de pasto, hierba menuda que cubre el suelo'. Concluyendo, ´ y su traducción 'la ciudad de la fresca la segmentación del sintagma es BEL/ESA/IR hierba', es decir, 'la ciudad del prado'. La búsqueda del referente toponímico en el marco de la sierra de Espadán, nos llevó al topónimo Benasai, puesto que en el plomo de Alcoi ya aparece el morfema ibérico BELA transformado en Bena (Benasau), y también con la caída habitual de /-r/ final. El topónimo, además, estaba ubicado entre tres poblados ibéricos citados en el texto, el de Cárrica (2 km. al N.O.), el de Soneja (5 km. al S.E.), y el de Altura (8 km. al S.O.). Y para más coincidencias, el primer pueblo citado en el texto es el de Benasai, seguido del de Cárrica, debiéndose esta circunstancia contextual a la cercanía geográfica, tan sólo 2 km. de distancia entre ambos, lo que parece indicar que la peregrinación al santuario la hicieron prácticamente juntos, con un recorrido aproximado de unos 30 km., pues sabemos que las vías desde este lugar tomaban la dirección a Algimia, Veho, Collado de Veho, Ahín, Eslida, Artana y Betxí. Faltaba la verificación de la presencia ibérica en Benasai. Al respecto no había nada publicado, por eso me puse en contacto con el director del museo arqueológico de Segorbe, D. Vicente Palomar, a quien comuniqué estos detalles, preguntándole si se habían encontrado restos ibéricos en Benasai. Su contestación fue la de extrañeza, pues, efectivamente, hay en el museo de Segorbe cerámica ibérica, datable del siglo III-II a. C. —y también romana— procedente de Benasai, pero cuya existencia no había trascendido. Me mostró muy amablemente dicha cerámica, ofreciéndome además una serie de informaciones arqueológicas de sumo interés. El lugar donde se encontró la cerámica se ubica en la fértil planicie que suavemente recae sobre el río Palancia, regada por el mismo río y repleta hoy de árboles frutales. Sin duda, esta tierra de aluvión originó una inmejorable pradera de pasto 116

para el ganado. En la actualidad el corral de Verdún y el corral del Negro circundan la planicie.

´ Nº 3: KARKOSKAR ´ es correcta, habiendo sido examinada con el microsLa lectura del tercer signo R copio. No presenta el resto del sintagma ninguna ambigüedad. ´ El morfema KAR 'pieLa segmentación que proponemos es KAR/KOSK/KAR. dra' ha sido analizado en Serreta I, Nº 43. En oposición fonológica, el morfema ´ entendemos que significa 'resquebrajarse, agrietarse' siendo una onomatopeya KAR de la resquebradura que sufren ciertos cuerpos duros, tal y como explica Azkue (1984) para el término vizcaíno karrak. El morfema KOSK- forma parte de la base léxica del vasco kosko 'trozo, mella, muesca, acción de morder' (Azkue, 1984; Mujika, 1981), y es homologable al vizcaíno de Markina, Mondragon y Oñate, arkosko 'canto, cascajo, ripio' (Azkue, 1984; Mujika, 1981), por ello la secuencia ibérica debe traducirse por 'piedra despedazada y agrietada'. El referente toponímico que proponemos es Cárrica, por encontrarse allí un poblado ibérico y presentar la montaña una piedra muy rota y descompuesta en todo el relieve. El topónimo se encuentra a 1 km. de Segorbe en dirección norte, y como acabamos de decir, a 2 km. de Benasai, en el término de Castellnovo. En la actualidad, esta pedanía se llama Peñalba o Cárrica, prevaleciendo el primer nombre. El mismo topónimo Peñalba ya alude obviamente a la existencia de piedras y rocas. La ´ transformación del topónimo ibérico KARKOSKAR en la actual secuencia fonológica se explica con facilidad por estar implicados fenómenos fonológicos ya conocidos: el fonema /k/ de la segunda sílaba tiende a /ø/ porque se encuentra en una sílaba débil y postónica, según observamos en el topónimo actual que conserva el acento tónico en la primera sílaba; y, en general, ya se ha constatado el proceso de sonorización de oclusivas sordas y posterior desaparición de sonoras (Román, 1990, 22), así MOKO > mó. En cuanto a la palatalización de /o/ > /i/, me remito al plomo de Alcoi, TAGISGAROK > Tagarit, que debe entenderse dentro del proceso de Ismâm, habitual en el árabe valenciano; es decir, la tendencia a la palatalización de las vocales cerradas posteriores (Barceló, 1982, 6). Así mismo, el grupo SK tiende a /øk/, como se ha verificado en todos los casos examinados de /s/+ oclusiva (Román, 1990, 23), ISBIN > Ibi, SAKARISKER > Xacariella. Por último, diremos que es habitual la pérdida de /r/ final, BEKOR > Pego, KOKOR > Kokó. Según esto, la ´ secuencia KARKOSKAR se transforma en karrøiøkaø (Cárrica). En Cárrica, efectivamente, se encuentra el importante poblado ibérico de Torre del Mal Paso, situado en la montaña de Malara. El topónimo que describe la montaña, Mal(k)ar-a, significa 'piedra escarpada', lo que nos indica la característica geológica del relieve, que está constituido por lajas muy deshechas y erosionadas. En la cima del cerro se encuentra el poblado y en la ladera una cueva con abundante material ibérico, mezclado con restos que abarcan del calcolítico hasta época medieval (Fletcher, 1954), habiéndose hallado una inscripción ibérica en tapadera cerámica. 117

La ubicación del poblado tuvo un sentido defensivo por cuanto se sitúa a la entrada de la vía que comunicaba Segorbe con Algimia y cruzaba la Sierra de Espadán, hasta llegar al mar. Además compartía con Benasai la actividad ganadera que ofrecían los prados adyacentes al río Palancia. Constatemos, por último, lo que hemos dicho a propósito de Benasai: que el texto ibérico comienza enumerando a Benasai y Cárrica, y que ambos están situados a tan sólo 2 km., el uno del otro, siendo lógico que la peregrinación al santuario la hicieran siguiendo la misma ruta, ya descrita. Esta coincidencia en la situación geográfica de los poblados con la enumeración contigua en el documento ibérico avala también la correcta identificación que hemos propuesto de los correlatos toponímicos del texto ibérico.

Nº 4: BASTAIBAITIEBA La segmentación de la secuencia es BASTA/IBAI/TIEBA: comenzaremos por el tema central IBAI 'río' que se perpetúa en todos los dialectos del vasco sin modificación (var. hibai) y con el mismo significado; el morfema TIEBA se corresponde con la primera palabra de la expresión txipa (egin) 'empaparse-en-agua', propia del alto navarro de Lezaka y el bajo navarro de Salazar (Azkue, 1984; Mujika, 1981); la transformación Txipa < TIEBA es la habitual también en el vasco, si tenemos en cuenta que, según Michelena, «Es característico de los dialectos orientales… que latín c, t más j (tras vocal o consonante) aparezca como tx: -antia, roncalés, suletino -ántxa» (1990, 287). Por lo tanto, el conjunto IBAI/TIEBA debe traducirse por el lugar donde 'se empapa o encharca el agua del río'. El segmento BASTA funciona como un determinante de IBAI 'río', y especifica de qué río se trata. Efectivamente, BASTA es homologable al vasco baztar, variante vizcaína bastar, que tiene como variante más general bazter, y éste a su vez con la alomorfía guipuzcoana baster, siendo el sentido general del término 'límite, linde, rincón, orilla' (Michelena, 1990, 62; Azkue, 1984, Mujika 1981). Por lo que cabe traducir BASTA/IBAI como 'el río que limita'; siendo la traducción de BASTA/IBAI/TIEBA, el lugar donde 'se encharca-el-agua del río límite'. Una vez construida la hipótesis lingüística, es necesario ubicar e identificar su correlato referencial. Por ser una secuencia fonológica muy larga, sabemos que el topónimo conservaría un fragmento de la misma, como se ha constatado ya en otros casos. Fácilmente la secuencia IBAITIEBA habría podido perder el morfema genérico IBAI 'río', en beneficio del morfema TIEBA 'encharcamiento, poza de agua', que es el descriptivo. El topónimo que presentaba gran similitud con este morfema era Txiba —prácticamente con la misma evolución que el vasco txipa— que en la actualidad se llama Torre Txiba, estando ubicado a orillas del río Millars. Faltaba saber si allí existía un poblado ibérico y en las orillas del río se formaban charcos o lagunas de agua. Giramos una visita al lugar y, efectivamente, ambas cosas concurrían. El poblado ibérico se encuentra situado en un montículo, La Crucica del Barbero, que domina y vigila la entrada al desfiladero que en ese sitio

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forma el río Millars, impidiendo la penetración por la garganta de La Cantera de la Huerta Baja. En el pueblo, el alcalde y algunos vecinos me informaron y me hicieron visitar lo más característico del lugar, lo que ellos llaman 'pozos', y que son pequeñas lagunas o encharcamientos que se forman en el cauce del río. La situación geográfica es la siguiente: antes de que el río Millars se encajone en el desfiladero, el río serpentea formando unos pequeños meandros. Lo más curioso es que gran parte del agua del río es subterránea, produciendo en este pequeño tramo unas surgencias de agua que forman pequeñas lagunas, que incluso hoy en día, y en los días de mucho calor, las gentes del pueblo beben, pues el agua sale muy fresca. Se observa bien el borbotear del agua. Citaré el nombre de las lagunas en orden descendente: Pozo del Bolquerín, Pozo de los Majuelos, Pozo del Vadalto, Pozo de la Tila, Pozo del Puente, Pozo del Moreral, Pozo de la Mortera, Pozo de la Huerta Baja (Lám. 26)

Lám. 26. Encharcamientos de agua en Torre-Txiba.

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En total son ocho las lagunas que se pueden observar allí, debajo del poblado ibérico. Es más, en la actualidad varios kilómetros río arriba existe una presa hidroeléctrica que impide el paso del agua del río por este lugar, ya que es conducida artificialmente río abajo, para ocasionar un salto de agua donde se ubica la central eléctrica. Pues bien, a pesar de que el agua superficial del Millars no llega, se siguen formando las ocho lagunas con la sola aportación de los manantiales subterráneos. El pueblo tiene, además, una larga tradición ganadera, como constatamos en todos los poblados mencionados en el texto del Solaig. Me hicieron notar los vecinos que las casas antiguas conservan una serie de arcos, tanto en fachada como en el interior, que pertenecieron a las estructuras de las antiguas corralizas. En la actualidad aún subsisten el Corral de la Masadeta, el Corral del Pinar, el Corral de la Era Alta y el Corral de la Viña Cerra(da). En las faldas del monte donde se ubica el poblado ibérico se encuentran dos grandes cuevas, la del Polvorista, de la que se han sacado furtivamente grandes cantidades de cerámica por unas desaprensivos de Barcelona (así me lo comentó el alcalde) y la cueva del Jardinero, en donde se guardaba antiguamente el ganado. Parece, pues, evidente la función ganadera y defensiva del enclave ibérico, así como la correspondencia de la descripción lingüística 'encharcamiento o lagunas en el río' con la ubicación de Txiba. Ahora bien, nos encontramos con un detalle altamente significativo. Por un lado, la ubicación del referente toponímico en Txiba, y la coexistencia en el lugar de un poblado ibérico y de encharcamientos en el río, son argumentos que mutuamente se complementan. Pero ¿qué razón existe para que el texto ibérico denomine al río Millars 'el río que limita'. La cuestión no es banal, puesto que, si podemos establecer que en época ibérica este río servía de frontera entre dos regiones ibéricas, el refrendo y valor argumental de nuestra propuesta de traducción es prácticamente definitiva. Las fuentes antiguas establecen el límite entre los pueblos ibéricos, Edetanos e Ilercavones, en el río Udiva; así nos informa C. Plinio: «(A continuación) viene la región de la Edetania, ante la cual se extiende una amena laguna que penetra hasta los celtíberos. (Sigue) Valencia, colonia situada a 3.000 pasos del mar; el río Turia. (A continuación) Sagunto, situada a otros tantos pasos de la costa, con derecho romano, 'oppidum' noble por su fidelidad, (y tras ella) el río Udiva. (A continuación) la región de los Ilergaones» (Plinio III, 20). Esta descripción de Plinio es de primera mano, puesto que el año 73 estuvo de procurador en la Hispania Citerior, por lo tanto la región estuvo bajo su mandato, conociendo perfectamente los límites de estos pueblos ibéricos y su geografía. Ahora bien, según describe Plinio, después de Sagunto se encuentra el río Udiva, y el río que geográficamente se localiza en dicho lugar hoy se conoce con el nombre de río Millars, luego hay que establecer la igualdad Millars = Udiva, la cual es aceptada habitualmente por los investigadores actuales. Más aún, cuando Plinio sitúa al río Udiva después de Sagunto, le confiere la función de límite entre los Edetanos y los Ilercavones, y este detalle es esencial, pues precisamente el texto ibérico describe al río Millars como BASTA/IBAI 'el río límite, el río que define los límites'; añadamos

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que, con posterioridad, el río Millars sigue siendo el límite meridional del Convento Tarraconense en la división de Augusto. Como se puede apreciar, la coincidencia entre las fuentes ibéricas del siglo II a. C. y las romanas del siglo I d. C. es absoluta; por lo tanto, la hipótesis lingüística, que permite traducir el texto ibérico, queda fundamentada, una vez más, con argumentos tan explícitos como el que aquí se expone.

Nº 5: BALKELAKOSKA La segmentación que se propone es BALKE/LAK/KOSKA. El morfema KOSKA ha sido analizado en este mismo texto, Nº 3, con el significado de 'mella, muesca, acción de morder'; LAK- es un modal que expresa la semejanza, parecido o comparación, como atestigua el vasco lako — así el vizcaíno musturra txarriarena lakoa dauda, 'tiene el hocico parecido al del cerdo', (Azkue, 1984; Mujika, 1981)— encontrándose en el Nº 19 con la variante LAKU. El morfema BALKE, sin duda, debe referirse al vizcaíno baltz 'negro, oscuro' (Azkue, 1984; Mujika, 1981), puesto que la transformación baltz < BALKE es perfectamente lógica por analogía con el latín c + e, i que aparece representado por vasco z (Michelena, 1990, 288); junto a la tendencia mayoritaria a la pronunciación africada en final de tema (h)atz, (h)itz, (h)otz, (h)utz, etc. (Michelena, 1990, 288).Todo ello habría originado la forma baltz, tras la pérdida de la vocal final -e documentada ampliamente por Michelena (1990, 134): «Ejemplos claros de caída de -e:...su forma antigua pudo muy bien ser *bade, reducida a bat, ...el orónimo Aralar contiene acaso como segundo miembro el nombre larre, y, efectivamente, encontramos in Aralarre.», y sigue enumerando una serie de ejemplos como gurutz / gurutze etc.. De todo ello se desprende que la traducción de BALKE/LAK/KOSKA es 'la muesca de aspecto oscuro, la muesca negruzca, la grieta negruzca'. En cuanto a la identificación del referente toponímico me remito al Nº 19 BALKELAKU, en donde serán analizados conjuntamente.

Nº 6: BIDEDUI La interpretación fonética de los signos ibéricos, como es sabido, permite leer BITETUI, al no distinguir entre oclusivas sordas y sonoras. Conviene comentar brevemente este hecho. Los signos ibéricos, en este caso, pertenecen a un semisilabario en el que se representan las oclusivas junto a las vocales, así DE y TE están interpretadas por un mismo signo, DU y TU también etc. ¿Cuándo, pues, escoger uno u otro fonema? Idéntica cuestión se le planteó a Ventris en su desciframiento del Micénico, de forma que fue utilizada como caballo de batalla por sus detractores. Chadwick (1962, 138) afirma lo siguiente: «Es verdad que el signo transcrito ka puede representar también ga o kha; pero para el lector micénico el signo no era ninguno de

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éstos. Indicaba simplemente un sonido oclusivo velar cuya naturaleza exacta se determinaba por el contexto.» Y éste es nuestro caso, en donde sólo el contexto, conocido por el hablante-lector ibérico, permite en cada caso interpretar la oclusiva como sorda o sonora, concretamente aquí DE o TE. En este texto la elección no presenta dificultad alguna, puesto que dicho morfema aparece en Serreta I con la forma alfabética jónica BID- en el Nº 12, es decir, con oclusiva dental sonora. El morfema BIDE, analizado en Serreta I, Nº 12, con el significado de 'camino', coincide con el vasco común bide «camino»; en cuanto al morfema DUI, Azkue (1984) habla de dui como un sufijo derivativo local y Michelena abunda más en ello al afirmar: «Los nombres de lugar acusan también -dui en buena parte de la zona donde se hablaba el alto navarro meridional y en aezcoano conviven al parecer en la actualidad -doi, -dui. Todo indica pues que -di procede de -doi, -dui.» (Michelena, 1990, 108). Lo que confirma, una vez más, que estamos en presencia de nombres de lugar. La segmentación y traducción del sintagma es BIDE/DUI 'el lugar del camino'. La secuencia fonológica BIDEDUI ensordeció posteriormente las dentales, como se observa en los topónimos Mas de Vito (en Rossell), poblado ibérico en la vereda o camino que se dirige hacia el Ebro, y Bitem en el mismo río, que como es sabido sirvió de vía de comunicación. También se simplificó la secuencia por superposición silábica, en segmentos átonos, así ID-ED > ØED, transformándose en *BETUI, que originó el actual topónimo Betxí. En el término de Betxí, en lo alto de la montaña del Solaig, se emplaza el poblado donde se halló el plomo ibérico que estamos analizando, y en el mismo término municipal, a 1 km. de distancia, el santuario en el que los pueblos ganaderos hicieron las ofrendas. El poblado ibérico, por su carácter defensivo, se ubicó en el monte del Solaig, y ha sido estudiado por Fletcher y Mesado (1967), quienes afirman que la zona, por sus magníficas condiciones estratégicas, estuvo habitada desde la Edad del Bronce, concentrándose sus habitantes, en época ibérica, en este monte del Solaig «hasta bien avanzados los tiempos ibéricos» (1967, 41). Opinan, además, estos autores que «la población se asentó a la vera de dos seculares vías» (1967, 6). Efectivamente, por allí transitaba la Vía Augusta y, algo más cercana al mar, la vía de la costa, casi paralela a la anterior. Ambas unían Sagunto con Tortosa, en el río Ebro. El estudio detallado de las mismas se encuentra en Chabret (1978). Pero además, tal y como se describe en el Nº 21, existe otra vía, perpendicular a estas, procedente de la meseta, que desde Segorbe, Algimia de Almonacid, Alcúdia de Veo, etc., atravesaba la Sierra de Espadán, y llegaba a Onda, para alcanzar la llanura en Betxí, y enlazar allí con la Vía Augusta. Muñoz en su estudio sobre las vías romanas habla de varias calzadas «entre ellas la que por Betxí y siguiendo el Riu Sec tomaba contacto con el mar en la playa de Burriana» matizando que a lo largo del camino se encuentra «un rosario de hallazgos, tanto ibéricos como romanos» (1972, 158). De lo expuesto, se justifica, pues, la traducción de BIDEDUI 'el lugar del camino'.

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Nº 7: BAR...? Al estar incompleto el texto por ser final de línea y coincidir con una rotura y merma del plomo, no se puede dar ninguna interpretación.

Nº 8: IUNSTIR Este sintagma encabeza la 2ª línea de la tablilla, significa 'pueblos que te ofrendan' —según analizamos en el Nº 1— y, por lo tanto, los sintagmas que le siguen a continuación nombran a un segundo grupo de pueblos que realizaron esta ofrenda.

Nº 9: EGIARTONE La segmentación del sintagma es EGI/ART/ONE. El vasco común egi designa el borde de la colina, es decir, la 'ladera'; más aún, según Azkue (1984), no debe traducirse por 'colina'. Y, efectivamente, el ibérico BIN es 'colina' y EGI 'ladera'. Michelena (1990, 125 y 411) afirma que egi está muy bien atestiguado en la toponimia, y cita Eguiluz en Alava. En cuanto al morfema ART- o ARD-, se corresponde con el vasco general ardi 'oveja' y con los compuestos art-xaun 'señor de las ovejas, pastor' y art-il(l)e 'lana de oveja' (Michelena, 1990, 174 y 237). Por último, el morfema ibérico ONE debió de ser la base léxica del vasco une 'espacio, trecho' con características morfo-sintácticas de sufijo, como observamos en la secuencia ibérica, y confirman para el vasco, Michelena (1990, 305) y Azkue (1984). Además afirma Michelena que es frecuente en la toponimia; y Mujika (1981), a su vez, cita ezcutune 'sitio abrigado', lurrune 'porción de terreno'. De lo analizado aquí, traducimos el sintagma ibérico EGI/ART/ONE como 'lugar de ovejas en la ladera', es decir, 'la dehesa de ovejas en la ladera'. El referente toponímico actual ha perdido el inicio de la secuencia y se construye sobre ARTONE, hoy Artana. El topónimo aparece siempre con idéntica grafía desde época medieval, tanto en las fuentes árabes como en las cristianas: en el siglo XI alUdrî escribe Artána, con acento en la segunda sílaba, El Llibre del Repartiment cita a Artana, año 1238, etc. En ninguna lengua romance, ni en latín o árabe tiene significado este topónimo, y, sin embargo, la semejanza con el nombre ibérico del plomo del Solaig es impresionante; tengamos en cuenta que entre Artana y el lugar donde se halló el texto ibérico hay una distancia de 4 km., pero más aún, en este segundo grupo de pueblos, formado por cuatro, se encuentra también Eslida, que dista de Artana tan sólo otros 4 km. La pérdida del primer morfema EGI 'ladera', pudo deberse a dos circunstancias: una bastante temprana, por la tendencia a reducir a veces la información muy pormenorizada que presentan algunos topónimos, así bastaba con describir a Artana como la 'dehesa de ovejas', obviando el detalle de 'que se encuentra en una ladera'; la otra razón pudo ser de carácter general y la hemos constatado bastante prolijamente:

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al desaparecer la lengua ibérica, y por tanto resultar opaco el significado de los topónimos, la tendencia ampliamente observada es la simplificación de la secuencia por pérdida de algunos elementos que con frecuencia son los que la inician, como en este caso. Cuando realicé la visita de reconocimiento a Artana, la impresión, nada más entrar en el pequeño valle, fue realmente inesperada y sobrecogedora, por cuanto la escena que se contemplaba no era otra que la que se describía en el plomo ibérico: en un valle muy pequeño, algo circular y rodeado enteramente por montañas que lo protegen y aseguran una pluviometría por encima de lo normal, en el fondo del valle, en el llano, el capricho geológico hizo que un resalte rocoso formara una pequeña ladera, independiente del resto de montañas, aislada, y en donde se ubicaba el castillo y el pueblo ganadero de Artana (Lám. 27).

Lám. 27. El pueblo de Artana situado en la ladera, como describe el texto ibérico.

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A continuación, referiré los restos arqueológicos de Artana, así como su ancestral actividad ganadera, debiendo esta información al paciente y estudioso D. Josep Herrero Cabanes, nacido en este pueblo, que ha reconocido su término municipal muy detalladamente. Las primeras noticias arqueológicas sobre Artana las proporcionó Joan Tomás i Martí, quien excavó en el castillo de Artana, situado en la cima de la ladera anteriormente descrita, lugar donde se ubicó el antiguo poblado ibérico, ya que al excavar los cimientos del castillo se descubrió que eran de procedencia ibérica; hallándose, además, fíbulas ibéricas. La necrópolis se localizó, como es habitual, fuera del poblado, concretamente abajo, en el llano, en un lugar denominado Els Clots de la Terra Blanca, con urnas funerarias ibéricas. En un altozano cercano a Els Clots de la Terra Blanca, J. Herrero, en prospección superficial, encontró cerámica ibérica. En la partida de Els Corralets existen unos corrales de piedra cuya cimentación es también ibérica. Esto nos lleva a considerar la tradición ganadera de Artana desde antiguo, y así lo atestiguan también unos corrales-cueva, de los que entre otros podemos citar dos, la cueva Xautena y la cueva del Tronc, utilizadas habitualmente como refugio de ganado, hasta nuestros días, y donde J. Herrero encontró unos molinos de mano ovoides de época ibérica. Y no sólo existen restos arqueológicos, sino que el mismo nombre de Xa/ut/en-a es ibérico, y además muy descriptivo de la función que cumple: XA 'buey', corroborado en el bajo navarro y en el Valle del Roncal con el término xa 'buey' y como nombre expresivo que sirve también para que paren los bueyes (Mujika, 1981), así como xaal (tsaal) 'ternero' (Mujika, 1981; Azkue, 1984; Michelena, 1990, 113); el segundo morfema UT 'cerdo', lo atestigua el vasco ut-o 'cerdo' y ut-a 'cerda' (Mujika, 1981), nombre probablemente también expresivo de los sonidos emitidos por los cerdos; y, por último, el morfema de genitivo EN ya analizado en otros textos. Por lo que la traducción de Xautena es 'el lugar de cerdos y bueyes'. No sólo hay que circunscribir esta actividad ganadera a época ibérica, sino que también se remonta a la edad del Bronce, pues en la cueva de Ferrero se ha encontrado cerámica del Bronce, un hacha y diversos utensilios, y en la partida de Els Castellets existe un poblado del Bronce. Esta larga tradición aún persiste hoy en día, con corrales muy bien construidos, utilizando la mayoría arcos de piedra de medio punto en las puertas de entrada. Y todo ello para garantizar la trashumancia que procede de Teruel. Efectivamente, los pastores que pasan el invierno en Artana con sus rebaños de ovejas suelen venir de Mosqueruelas, Puerto Mingalbo, Sarrión, etc. Llegan en septiembre u octubre para retornar el día de Santa Cruz, el 3 de mayo. En este día se subastarán los pastizales que cada uno tendrá al año siguiente. De hecho, el término municipal de Artana está dividido en cuartos; es decir, en función de este reparto; el primer cuarto se llama Aigües Vives, el segundo Les Mallaes, el tercero Xautena y el cuarto Cuarto de d'Avant. En estos pastizales están ubicados los corrales que son propiedad de los habitantes del pueblo y cuyo uso tienen la obligación de ceder a los pastores durante el invierno «barat el fem», es decir, a cambio del estiércol que dejan allí los animales y que servirá de abono. El clima de Artana es muy propicio para el pastoreo. Es un valle cerrado y circular, pero con buena exposición al sol, a una altura media de

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262 m. llegando las laderas, fértiles en pastos, hasta los 400 m.. En el valle se producen unos fenómenos hídricos, propios de este lugar, puesto que la evaporación marina cercana, así como la que proviene de los marjales próximos se condensa en nieblas matinales que riegan diariamente el fértil y pequeño valle. Ciertamente, el análisis general de esta secuencia aporta tanta documentación probativa que con dificultad se puede hacer caso omiso. Por un lado, la similitud fonológica de la secuencia ibérica con el topónimo actual ARTONE > Artana, así como el ajuste de la descripción ibérica 'dehesa de ovejas en la ladera' con la realidad geográfica. Añadamos la comprobación arqueológica de la existencia de actividad ganadera en época ibérica, aún persistente hoy en día con la trashumancia desde Teruel. Y concluyamos con la exacta correspondencia de los morfemas ibéricos con los vascos egi, ardi, une. Como colofón podemos comprobar que este poblado ibérico dista 4 km. del lugar donde se halla el epígrafe ibérico y que a otros 4 km. está el pueblo de Eslida, que también aparece, formando parte del texto de esta peregrinación, a continuación de Artana.

Nº 10: BELESDAR La secuencia fonológica BELEDAR sufrió la adición posterior del fonema S, cuando alguien quiso realizar una hipercorrección, incorporándolo justo debajo del lugar donde faltaba, quedando la secuencia reconstituida en BELESDAR. Es muy significativa esta omisión del escriba, pues muestra cómo en esta época tardía (s. II a. C.) ya operaba el cambio fonético SD > ØD, transformación que habíamos deducido en el estudio del texto Serreta I, al comprobar que en los grupos /s/ + oclusiva o /s/ + oclusiva (excepto /st/), las sibilantes tienden a /ø/ o pierden identidad, así ISBIN > Ibi, SAKARISKER > Xacariella etc. La interpretación de Fletcher y Mesado (1967, 47) de que el fonema S se escribió debajo para evitar la perforación producida al esgrafiar la otra cara, no parece la más acertada porque lo normal hubiera sido continuar con el signo S en dirección hacia la derecha y no en vertical, evitando las perforaciones (si éstas existían en ese momento). Pero, además, si observamos detenidamente estos signos, en el segundo supuesto, el escriba hubiera dejado el espacio correspondiente al signo, el cual habría escrito debajo. Sin embargo, no sucedió así, puesto que no existe espacio entre los dos signos, y por eso el escriba que rectificó el sintagma se vio obligado a escribirlo debajo mismo del signo siguiente, hecho que indica claramente que no se respetó un lugar para S, sino que este signo se añadió con posterioridad. El morfema BEL 'hierba de pasto' ha sido analizado en Serreta I, Nº 32 y en Solaig, Nº 2; el morfema ES 'húmedo, fresco, verde', en Solaig, Nº 2; y el morfema DAR 'habitante, natural de' en Serreta I, Nº 4; siendo la segmentación y traducción correspondiente BEL/ES/DAR 'los habitantes de la fresca hierba, (es decir) del prado'. ´ 'pueblo, ciudad' y DAR 'habitantes', Ya vimos en Serreta I la diferencia entre IR en tanto que estos últimos constituían un hábitat disperso, frente al núcleo urbano.

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Es el caso que aquí se presenta. La partida Ballestero en Pina de Montalgrao se encuentra situada en un pequeño valle de alta montaña a 1.000 m. de altura, rodeado por pequeños cerros y regado por la fuente natural del Ballestero, siendo el valle una planicie con muy poca inclinación, en donde el agua de las fuentes se encharcaba. La zona inferior de la partida está atravesada por el barranco de la Canaleta. En la actualidad, el terreno se ha roturado para explotación agrícola, habiéndose abierto una zanja que recorre el centro de la planicie, con el fin de drenar la tierra. Este hecho nos muestra que se daban las condiciones necesarias para la existencia de una gran pradera, tal y como lo atestigua el topónimo Prados de la Masada, que designa precisamente a este lugar, según me indicó un vecino del pueblo de Pina de Montalgrao, que me acompañó en la visita por ser propietario de uno de los prados. Varios son los corrales que aún quedan en pie, todos en ruinas, pero que confirman la actividad ganadera; concretamente, en el caserón de la Masada, muy deteriorado, todavía se aprecian los diversos corrales adosados al mismo. El lugar estuvo habitado desde antiguo y de forma dispersa, como lo atestiguan los restos ibéricos encontrados junto al barranco de la Canaleta, cerca del cerro de Changalanga; el poblado ibérico del monte Limbo, que se divisa desde los mismos prados del Ballestero; el poblado ibérico de la Rochuela, y la importante cuevasantuario de la Cerdaña, que dista tan sólo 5 km. También es muy significativo que en los mismos prados del Ballestero se encontraran en superficie unas grandes piedras con inscripciones romanas. La transformación de BELESDAR en el actual topónimo es un caso frecuente en la toponimia del este peninsular, siendo un nombre habitual de lugares aptos para el pastoreo, así Sierra Ballestera en Campello (Alicante); en el proceso de cambio fonológico ha intervenido fundamentalmente la analogía con el oficio de hacer ballestas, y el consiguiente apellido. Con todo, los fenómenos fonológicos que se observan son los habituales: permuta de /a/ en /e/ ya constatada por Gavel (1921) en todas las hablas vascas, al ser la /a/ vasca más palatal que la castellana; y la palatalización de /l/ en toponimia la observamos en el valle de Salazar, en donde Galoze ha sido romanizado en Gallués. Por último, diré que tanto el topónimo Ballestero como el que vamos a analizar a continuación, Urón, están escritos juntos en el documento ibérico, y a su vez su ubicación geográfica se encuentra en el mismo término municipal de Pina de Montalgrao, distantes el uno del otro 5 km. Ambos tuvieron que hacer un recorrido aproximado de 55 km. para llegar al santuario ibérico, siguiendo el camino del barranco Urón hasta Segorbe, y de allí por la vía antes indicada. Esto quiere decir que recorrieron juntos el camino, como se comprueba en otros casos, y, consecuentemente, fueron inscritos uno a continuación del otro por el escriba. Este hecho, sin duda, avala, una vez más, la correcta ubicación de los referentes toponímicos ibéricos.

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´ Nº 11: SENÜRUN ´ La segmentación SEN/ÜRUN se deduce del análisis de ambos morfemas. SEN 'paraje angosto entre dos montañas, garganta' se atestigua en el vasco zin(t)zur que tiene el mismo significado (Michelena, 1973, 154; Azkue, 1984; Mujika, 1981), tal y como dicen en Baztan, erreka zintzur ortan ¡ura zer indarrean jausten den!: «¡Con qué fuerza baja el agua en la garganta de esa regata!». Michelena opina que es un producto de disimilación sobre *zirzur (1973, 154); sin embargo, el primer tema de esta base léxica debió de ser SEN o ZEN (desconocemos la antigua realización fonética de este fonema sibilante); en primer lugar, porque en la toponimia ibérica alicantina es frecuente Sin(t) para designar una 'garganta entre montañas', como sucede en Alcoi y Elda; y por otro lado, los compuestos vascos zin(t)zarri, zin(t)zerri y el castellano cencerro, que Corominas en su diccionario emparenta con el vasco, aíslan el morfema correspondiente al ibérico SEN. En cuanto al morfema ´ ÜRUN, el vasco conserva la misma forma, incluso con el fonema /ü/, como observamos en el suletino (h)ürruna laida ezak, (h)ülana ore ezak 'alaba al que está lejos, ampárate en el que está cerca' (Azkue, 1984). El significado en toponimia es 'allende, al otro lado de, de la parte de allá', así Urrundi, término de Betoño (Alava), Urrundia, término de Asteguieta (Alava), etc. (Irigoyen, 1987, 134). El significado, ´ pues, de la secuencia SEN/ÜRUN es 'allende la garganta, más allá de la garganta'. ´ La secuencia ibérica SENÜRUN, una vez que su significado dejó de ser comprendido y se volvió opaco, fue recuperado por las lenguas romances, como es ´ habitual; perdió la primera parte de la secuencia, de forma que ÜRUN se convirtió en Urón por analogía, existiendo en la actualidad los topónimos barranco del Urón y Val de Urón, para identificar el mismo referente. Conviene señalar que en el valle angosto que recorre el barranco Urón, no se tiene constancia de la existencia de este animal (hurón), y tampoco han aparecido huesos de este tipo de fauna en los restos arqueológicos que se han excavado. (Es más, Chabret lo escribe correctamente cuando en el siglo pasado habla del 'barranco Urón' (53), y no hurón, referido al animal). Sin embargo, una vez se pasa, en sentido ascendente, la garganta de la Peña del Águila, se encuentra el poblado ibérico del Castellar del Ragudo, en lo alto de un cerro sobre el mismo barranco. Todo el barranco Urón en estos tramos es muy angosto y discurre encajado entre montañas, con escarpes muy verticales de 150 m.; concretamente, la garganta de La Peña del Águila ha tenido que ser atravesada por la carretera nacional necesitando la construcción de un puente considerable, construido con pilares muy altos. La situación del poblado 'allende de esta garganta' tiene una clara función defensiva impidiendo el tránsito por ella. Hemos de tener en cuenta que no existe ningún otro paso posible desde la meseta hacia el mar y Sagunto, que no sea seguir el cauce del barranco Urón. Más aún, probablemente pasaba por allí la calzada romana de Aragón que unía Calatayud con Sagunto (Chabret, 1978, 49). El carácter defensivo de este importante poblado se demuestra también por haberse encontrado en el poblado una torre con foso de acceso; y, en avanzadilla, otras dos torres ibéricas defensivas, unos centenares de metros en dirección norte, en la Hoya Huguet. 128

´ Nº 12: EDESILIR Por el conocimiento que tenemos de alguno de los morfemas de esta secuencia, ´ El morfema IR´ tanto de Serreta I como de Solaig, segmentamos en EDE/SIL/IR. 'pueblo' se analizó en Serreta I, Nº 1, 2 y 39; y EDE aparecerá también en Solaig, Nº 14. El morfema SIL debió de ser la base léxica del vasco común zilar 'plata', en su primer segmento, y de zilar bizi 'mercurio', literalmente 'plata viva'. Es congruente pensar que designaba sobre todo la cualidad de plateado, sin identificarse únicamente con un tipo de mineral; este 'metal plateado' podía referirse tanto a la plata como al mercurio. A este respecto, es interesante traer a colación la afirmación de Plinio, según la cual del cinabrio proviene la argentaria metalla (Plinio, Naturalis Historia, 33, 111); esta argentaria metalla es en realidad la 'plata-viva', ya que en Plinio se utiliza a veces argentum en vez de argentum vivum, así por ejemplo en (33, 119) is enim et ipse in argentum excoquitur. Luego es evidente que en las fuentes antiguas el mismo morfema léxico designó dos metales diferentes, la plata y el mercurio, pero ambos con el mismo color plateado. Por lo que se refiere a la conocida relación de zilar con el nombre de la plata en germánico y balto-eslavo ha sido cuestionada ampliamente por Vendryes y Michelena (Michelena y de Hoz, 1974, 32). Tovar es muy explícito al respecto y en varias ocasiones ha afirmado, en relación al vasco zilar, «que el vasco ha conservado una vieja palabra preindoeuropea, que pudo extenderse con la minería» (Tovar 1973, 378 (9)). A este respecto, de Hoz confirma la no procedencia indoeuropea del término y afirma sobre el término zilar que «proviene de una antigua palabra cultural hispánica que desde el sur de la península se ha transmitido como préstamo a lenguas como el euskera [vasco] y el celtibérico, y a través del dominio indoeuropeo hacia zonas muy alejadas en Oriente» (de Hoz, 1981, 51). Esta palabra, que los autores citados postulan en el dominio hispano antiguo, en relación con la minería, está documentada en el plomo del Solaig, siglo II a. C. bajo la forma radical SIL. En cuanto al morfema EDE 'acción de quitar, pozo, fosa, hueco, zanja, cueva' cabe diferenciarlo de IRE 'abrir', que ha sido analizado en IRIKE 'hendidura' (Serreta I); es interesante al respecto la afirmación de Michelena: «ede- 'quitar' e ido 'sacar, arrancar' (y con mayor razón ire- 'abrir') son radicales de forma semejante y sentido no muy diverso, pero de origen distinto» (1990, 82). El morfema EDE probablemente se encuentre en la base del vasco edeki 'quitar' (Azkue, 1984; Mujika, 1981); en todo caso, el concepto general que define Azkue, «abrir una cosa antes no abierta, como brecha... zanja...», es aplicable por entero al resultado de una extracción, sea pozo, foso, cueva, mina, etc. Y como la secuencia ibérica es EDE/SIL, debemos entender por tal 'el mercurio o plata extraídos de una mina', como confirma, a su vez, la ubicación del topónimo correspondiente, en una antigua mina de ´ 'el pueblo mercurio. Siendo la traducción completa de la secuencia EDE/SIL/IR donde el mercurio se extrae'. ´ se encuentra en el actual pueblo de La referencia toponímica de EDESILIR-A Eslida, que ya aparece documentado en el año 1242 (Huici 241) con dicha grafía. La

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transformación en el actual topónimo se debe a la pérdida de /d/ intervocálica, fenómeno ampliamente constatado, ver EDEDUR, Nº 14; a la pérdida del fonema /i/ átono asimilado al mismo fonema en posición tónica; así como a la habitual confusión de las vibrantes con el fonema /d/ fricativo, de articulación muy abierta entre vocales; así lo confirma Michelena (1990, 228) para el vasco, como fenómeno muy generalizado (eudi < euri 'lluvia', bedar < berar 'hierba'); según esto la secuencia se transformó en eøesølida, tal y como se presenta en el topónimo Eslida. Este pueblo, como ya hemos dicho, se encuentra a sólo 4 km. de Artana, y en el plomo del Solaig aparece reseñado en el mismo grupo de cuatro pueblos que realizan la ofrenda. En la investigación que llevamos a cabo faltaba por verificar si en él existían minas de mercurio o plata, hecho que de producirse completaría totalmente la fuerza argumentativa de Eslida, como referente de la correspondiente secuencia ibérica. Se tenían noticias de que el lugar había sido habitado desde época eneolítica por los trabajos de C. Olaria (1977) realizados en la cueva del Oret, en donde se hallaron sepulturas de inhumación eneolíticas, material lítico, hachas, adornos, huesos, etc. El mismo nombre de la cueva Oret contiene el morfema ibérico UR 'agua', hallándose dentro de la cueva un manantial de agua, inundándose la parte inferior de agua en época de lluvias, por las filtraciones. En una cueva cercana a la cueva del Oret, José Luis Viciano encontró cerámica ibérica; al igual que también se encuentra en la ladera del castillo de Eslida. Pero lo más importante y representativo es la existencia en Eslida de minas de mercurio, llamadas ahora del Inglés, porque fueron explotadas por un inglés recientemente, aunque Sarthou, en su geografía de Castellón del año 1913, ya dio noticias de la existencia en Eslida de ocho minas de mercurio-cinabrio (785), al igual que hizo Madoz. Pues bien, tengo que agradecer a José Luis Viciano la información de que en la misma vereda que pasa por delante de las minas, él encontró cerámica ibérica. Por lo tanto, la argumentación es muy explícita y contundente para la correcta ubicación del referente toponímico. En realidad son ocho las minas de cinabrio-mercurio que se encuentran en Eslida. El mercurio era un metal apreciado en la antigüedad, habiéndose utilizado en el siglo VII a. C. para la recuperación del oro y otros metales, aprovechando que todos los metales flotan en él y que el oro y la plata se disuelven. Teofrasto, 300 años a. C., ya habla del mercurio español, y, en general, las fuentes antiguas indican su explotación en la península: así Propercio, Pausanias, Vitruvio, Justino, Isidoro, Floro y el mismo Cicerón, quien alude a las minas de Sisapo, que habitualmente se localizan en Almadén, minas que incluso hoy se sitúan entre las primeras productoras mundiales de mercurio.

Nº 13: IUNSTIR Analizado en los Nº 1 y 8: 'pueblos que te ofrendan'. Con esta secuencia, se abre en el epígrafe la enumeración del tercer grupo de pueblos oferentes.

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Nº 14: EDEDUR (EDETUR) Esta secuencia fonológica finaliza la segunda línea del texto, habiéndose perdido la parte final del signo R, pero siendo todavía muy reconocible. La segmentación que proponemos EDE/DUR o bien EDE/TUR aísla al morfema EDE 'acción de quitar, pozo, fosa, hueco, zanja, cueva', ya analizado en el Nº 12. La secuencia DUR se corresponde bien con el sufijo vasco actual -duru, que según Azkue es equivalente a -dun, como en zorduru 'deudor', hogenduru 'culpable'; de ahí que se le considere como un sufijo que indica tenencia o posesión de algo (Azkue, 1984; Mujika, 1981). La secuencia completa EDE/DUR indica la posesión de lo que se predica, en este caso, 'la cueva', que al estar referida a un topónimo se debe traducir por 'el (lugar) que posee la cueva'. Y tengamos en cuenta que el referente del topónimo es una cueva-santuario ibérica. La secuencia EDETUR-A, con la afijación del artículo, sufrió la pérdida del fonema /d/ por encontrarse el fonema oclusivo sonoro en posición intervocálica; este fenómeno es habitual y lo vemos confirmado en los escritos de Ubillos (1785) con las formas alternativas bidaldu, bialdu 'enviado', derivado de bide 'camino', morfema constatado en los textos ibéricos analizados. Y en toponimia BIDU > Viu. El mismo ´ proceso se constata en EDESILIR-A, Nº 12. La pérdida de /d/ obligó a la disimilación de una de las dos /e/, con lo que la secuencia se transformó en Eøitura. Esta secuencia la encontramos en el Llibre del Repartiment, año 1237, escrita Eytura, y referida al actual topónimo de Altura. En el término municipal de Eytura o Altura (Castellón), se localiza la cueva santuario de Los Murciélagos, en la partida de Pelillas. La cueva está en el centro de la sierra Calderona, surcada por numerosos barrancos y pequeños espacios abiertos que fueron aprovechados para el establecimiento de un número considerable de poblados, Las Nogueras, Puntales del Pollino, Caparrota, etc. (Palomar-Sarrión, 1986, 45-46), y ha sido excavada por V. Palomar y publicado su estudio en la obra citada, de donde extraemos la información. La cueva se sitúa en la ladera este del alto de Pelillas, (921 m.), a la derecha de una pequeña vaguada formada en la cabecera de uno de los barrancos que desembocan en la rambla Seca o de Uñoz; según opinión de Palomar: «Debemos de destacar la importancia de esta rambla como una de las principales rutas de comunicación entre las dos vertientes de la sierra Calderona, al poner en contacto la zona de Lliria con el valle del Palancia a la altura de Segorbe» (1986, 46). Siguiendo la descripción de Palomar, la cueva tiene una boca de entrada alargada de 2 m. por 5 m., la sala principal es de 55 m. por 34 m. con una altura media de 7 m., con columnas estalagmitas; de ahí se accede a otra sala, así como a diversas galerías. La cueva viene siendo ocupada desde la edad de Bronce de forma intensa y prolongada, y estuvo de nuevo habitada en época ibérica, pues aparecieron fragmentos de cerámica caliciforme ibérica así como otros materiales, lo que lleva a Palomar a «plantear la posibilidad de su inclusión en el grupo de las cuevas-santuario ibéricas, con amplios paralelos en el resto del País Valenciano» (1986, 82). Posteriormente la cueva continuó siendo ocupada con funciones de cavidad-redil, hecho vinculado al paso por sus cercanías de la vereda de Montmayor, que permitía el tránsito del ganado hacia el norte de la comarca.

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Efectivamente, este lugar de Eytura, al igual que los demás topónimos que estamos analizando en el plomo del Solaig, tiene fundamentalmente una razón de ser ganadera. Todos se ubican en las laderas y pequeños valles de la sierra de Espadán, o bien, cuando ella termina cercana al mar, en los humedales que forma el delta del Millars-Viuda. Pues bien, tenemos en este caso una aportación documental que lo corrobora, fechada en 1256 (Archivo Reino de Valencia, Ar. 23, bandeja 4-7) en donde se da «permis als bestiars d'Altura per a pasturar a Segorbe» (permiso al ganado de Altura para pastar en Segorbe). Y, además, el estudio faunístico de los restos encontrados dentro de la cueva, así lo demuestra: «La ganadería, por el contrario, se perfila como la actividad económica más importante y la base de la dieta alimentaria de los ocupantes de la Cueva del Murciélago. Del estudio realizado por Sarrión, podemos extraer que son los restos de ovicápridos, seguidos de los de Bos Taurus, los que alcanzan una mayor representación; están también presentes entre las especies domésticas el cerdo y el perro» (1986, 81). Ya hemos comentado que la vereda de ganado de Montmayor transcurre por estos parajes; pero, además, el topónimo de la partida donde se ubica la cueva, Pelillas, es altamente significativo. La segmentación apropiada es Pel/illas, en donde el morfema Pel es semejante al guipuzcoano de Andoain, pelo 'pezuña' referida al ganado caballar (Azkue, 1984) o bien en la expresión pelo-azpi, referida a la pezuña de un animal en general (Mujika, 1981). En cuanto al morfema illas, encontramos que es un compuesto del vasco il 'morir', como en la forma alto navarra del Baztan, ilaz e ilazi 'matar', significando el conjunto el lugar donde 'se mata al ganado de pezuña'. Esto podría ser una mera coincidencia formal, y así me pareció a mí hasta que leí los resultados del análisis faunístico de Sarrión, en donde se dice literalmente: «Por las edades estimadas de los ovicápridos y bóvidos observamos que tienen un mismo tratamiento, es decir, que son sacrificados en edades juveniles y adultos sin llegar nunca a viejos. En los ovicápridos proliferan los neonatos, menos de 3 meses, y los de en torno a los 3 años. Entre los bóvidos, de -1 1/2 años, entre los 2-3 años, y de -7 años. Una interpretación de estos pormenores nos conduce hacia una explotación cárnica y presumiblemente lanar y láctea de los mismos. Concretándonos en los bóvidos, sacrificarían recentales y terneros, dejando para la crianza y explotación láctea a las vacas, sacrificándolas cuando no las consideraran productivas. El hecho de la aparición de restos mandibulares con un desgaste dentario moderado, propio de edades medias, así lo parece confirmar. A tenor de todo ello se desprende, como hemos apuntado anteriormente, más bien una explotación cárnica, láctea, etc. que de tracción animal, arado, carga, etc.» (1986, 90). Según, pues, los datos arqueológicos y lingüísticos, ambos son de nuevo coincidentes en sus resultados, al describir el topónimo Eytura, como una cueva santuario ocupada por pastores que se dedicaban a la industria cárnica y láctea. Por último, insistir en un argumento que se está reiterando: dos pueblos que están juntos geográficamete aparecen enumerados en el texto ibérico también juntos. En este caso, después de la fórmula sacra IUNSTIR 'Pueblos que te ofrendan', que por tercera vez se menciona, comienza la enumeración de los pueblos que realizaron esa peregrinación, nombrando a Eytura seguido de Soneja; pues bien, ambos se encuentran a orillas del río Palancia a tan sólo 9 km. de distancia.

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Nº 15: SANER La segmentación que creemos apropiada SAN/ER identifica el sufijo ER que debe relacionarse con el sufijo vasco -era, que tiene la función de indicar 'el acto o momento en que se realiza una acción' (Azkue, 1984; Mujika, 1981); así el acto de pasear o paseo, se dirá ibilera. En cuanto al segmento SAN, y puesto que conocemos que su ubicación toponímica es la correspondiente a la de un pueblo creado para hacer posible la trashumancia del ganado, hay que emparentarlo con el vasco común zain 'guardián, pastor'; así en el Baztan al guardián o pastor de ovejas se le denomina arzain, al de cabras auntzain, al guarda de una casa etsezain, y en Vizcaya al cuidador de caballos se le llama zaltzain (Azkue, 1984; Mujika, 1981); pues bien, SAIN/ER, consecuentemente, se refiere al acto de guardar al ganado, y el lugar correspondiente 'el establo', que es el nombre derivado de esa acción, función que gramaticalmente tiene en vasco el sufijo derivativo de nombres verbales -era (Azkue, 1984). Identificamos el referente toponímico con Soneja. La secuencia SANER-A pasó a Sonosa, como se denominaba en el año 1290 (Gallofre, 1968), por la permutación de sibilante en vez de /r/, fenómeno que conoce muy bien el vasco (ezari, roncalés isari 'puesto, colocado' < e-r(a)-arr-; vasco oriental erran, occidental esan 'decir' (Michelena, 1990, 295)); esta permutación está causada en este caso por la asimilación de la primera sibilante. El distinto vocalismo que presenta la secuencia no es tal, pues podemos documentar la vacilación medieval a este respecto, ya que en el año 1381 se cita a las casas de Soneja (Tarín, 1897, 59) con una /e/ en la segunda sílaba y en 1414 se vuelve a escribir Sonosa (Osma, 1923, 17). En cuanto a la primera sílaba, el sonido corresponde a una [o] catalana muy abierta, que es corriente confundir en las grafías con el sonido [a]. Una vez identificado el referente toponímico, queda por contrastar si realmente se trata de un poblado ibérico y se comprueba una correspondencia con el concepto de 'establo donde se guarda el ganado'. Pero antes recordaremos lo dicho en el número anterior sobre Altura: que tanto Soneja como Altura se encuentran juntos en la enumeración del texto y en su emplazamiento geográfico, ambos a orillas del río Palancia y distantes 9 km. Efectivamente, la presencia ibérica en Soneja se constata en dos emplazamientos ibéricos, uno de ellos junto al mismo pueblo, en un altozano que domina el paso del río en el lugar conocido por el Cabo de la Huerta; y el otro, con similar emplazamiento, río arriba. Por allí transita la vereda del ganado, aprovechando el paso que ha abierto el río; y yo mismo, cuando giré visita al lugar, pude ver un rebaño de ovejas comiendo los pastos que ofrecen las llanas orillas del río. Incluso existe en el pueblo la calle Pastores y la cuesta Pastores, que formaban parte de la vereda. Hasta bien entrada la década de los setenta ha sido utilizada como paso de ganado. Y el alguacil del pueblo tuvo la amabilidad de contarme cómo se realiza la subasta de los cuartos o partidas, en que se dividen los pastos del término municipal, a los ganaderos que vienen trashumando desde Teruel. Éstos empiezan a llegar a partir del día 8 de septiembre y se instalan en el pueblo hasta el 3 de mayo, fiesta de la Santa Cruz.

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Ese día por la tarde se hace la subasta de los cuartos para el año que viene. Los cuartos son el de Almaroz, el de Palomera, la Moratilla y la Redonda. Este último se reservaba en la actualidad para los carniceros del pueblo que tienen sus propios rebaños. La subasta la hacía el alguacil al caer la tarde en la plaza. Se congregaba la gente y los pastores. El alguacil cogía una vara en sus manos y cantaba: «Se arrienda el cuarto de Almaroz. Sale por 100.000 ptas. No se admitirán pujas menores de 100 ptas… A la una… (se paseaba el alguacil con la vara esperando que alguien le hiciera alguna señal); a las dos… (el alguacil continuaba paseando, y en caso de recibir alguna señal convenida, sentenciaba:) ¡A las tres!», adjudicándose el cuarto de Almaroz. Y así sucesivamente. Existen varios corrales donde se guardaba el ganado: el corral del Garroferal del Señor, el corral de Palillos (en Almaroz), el corral de Curro (también en Almaroz), el corral de Jayar, con fuente propia, etc. Precisamente, en el Jayar se encontraron dos lápidas romanas y, en una de ellas, un epígrafe que da cuenta del enterramiento de una joven de veinte años, llamada Varbia Rustica, hija de Varbio. Parece, pues, clara la función ganadera de este pueblo y la presencia arqueológica ibérica, confirmándose así la correcta ubicación del referente toponímico.

Nº 16: BURANALIR La secuencia fonológica debe segmentarse en BURA/NALIR. El morfema BURA se asocia con el significado que en el Valle del Roncal dan a burar 'masa de agua inundada, sucia, turbia', como observamos en el refrán roncalés ugaltea burar sastan duk, nonbait euri egin dik 'el río baja con aguas turbias, ha llovido en alguna parte' (Azkue, 1984; Mujika, 1981), refiriéndose al agua que por avenidas de los ríos inunda la zona de sedimentación. El segundo segmento NALIR 'tranquilo, calmoso', sin duda, es la base temática del vasco nare 'tranquilo, calmoso' (Azkue, 1984; Mujika, 1981), tal y como se emplea en la baja navarra: ur narea 'agua tranquila, reposada', o cuando llaman a la mar encalmada itsasoa nanerik dago. La transformación del tema léxico del ibérico al vasco es la esperada, pues, según Michelena, «por un proceso de lenición... una l antigua ha pasado entre vocales a r», con lo que obtenemos NALIR > *narir; además, la pérdida de -r final es un fenómeno habitual y Michelena lo atestigua en alphó < alphór, ho < hor 'perro' (1990, 330) y al afirmar «Hay cierto número de palabras en que -r ... ha caído en fecha más o menos reciente, a diferencia de -rr que se conserva siempre...» (ibidem, 335), justificando en general la debilidad de /r/, muy acentuada en suletino y en otros dialectos y lugares (ibidem 330); por último, la apertura de /i/ > /e/ en entorno de vibrante la describe en irten > erten 'salir', kirmen > kermen 'fiel' (ibidem 62), lo que justifica el cambio NALIR > *na(r)e(r) > nare. Según este análisis, la secuencia íntegra BURA/NALIR expresa el concepto del agua de avenidas fluviales que se remansa y reposa en la zona de sedimentación o delta, siendo su traducción apropiada 'la marisma o encharcamiento de agua'. La ubicación del referente toponímico no alberga muchas dudas por cuanto las

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secuencias fonológicas son muy similares, así como la descripción geográfica del lugar y la presencia ibérica muy importante. Se trata de Burriana, situada en el delta del río Millars. La transformación de BURANALIR en Buryana pasa por la tantas veces constatada pérdida de fragmentos secuenciales que inician o finalizan la misma —en este caso finalizan— en el momento en que el topónimo resultó opaco en su significado; la pérdida de LIR propició la secuencia *BURANA similar al topónimo que recoge el geógrafo árabe al-Idrîsî en el siglo XII, Buryana (al-Idrîsî, 1866, 191), probablemente el documento medieval más antiguo de este topónimo. La posterior transformación de la vibrante simple en fuerte se constata también en una secuencia similar del Suletino, bür-, que como afirma Michelena «se había hecho fuerte» (1990, 329). A su vez, la tendencia a la palatalización de las vibrantes, que se da en vasco (Michelena, 1990, 330), es el mismo proceso que observamos en la toponimia valenciana y que debió propiciar la grafía y (sonido prepalatal en árabe) con el que transcribe el topónimo al-Idrîsî. Por otra parte, no sólo tenemos el referente geográfico de Burriana, sino que, además, el poblado ibérico se localiza justamente a orillas del río Ana, cuyo topónimo también conserva una parte de la secuencia fonológica ibérica. Reconstruyamos ahora la situación geográfica de Burriana en época ibérica. El río Millars formó antiguamente un estuario que, junto a los humedales y lagunas de la desembocadura del río Ana, al sur, constituyó una zona importante de pastos de invierno para el ganado, donde confluía la trashumancia de Teruel y de la sierra de Espadán. A su vez, se configuró como puerto natural del litoral levantino. La existencia y consiguiente aprovechamiento ibérico del estuario está comprobada por cuanto en el cauce del río Millars se ha encontrado, a 3 km. de la desembocadura actual, una presa formada por grandes rocas que penetran en semicírculo hacia el centro del cauce, unos 35 m. Esta presa tenía, río abajo, a 72 y 154 m, unos canales o acequias de desagüe, de las que quedan algunas paredes de 28 m. de largo por 0,90 m. de alto. A continuación se recortó la margen del Millars en línea recta y paralela al río 30 m., labrándose en su extremo inferior una rampa de 1,80 m. de anchura que servía de embarcadero y varadero de embarcaciones, existiendo en el cauce del río dos de estos varaderos (Mesado, 1974, 33-34). Toda esta obra hidráulica hay que ponerla en relación con el cercano poblado ibérico situado en el margen del mismo río, en la partida de Vinarragell, del que hablaremos en el siguiente Nº 17. Como hemos dicho, el delta del Millars se unía a las lagunas y marjales que se formaban en la desembocadura del río Ana, de las que aún quedan algunos indicios; así lo describe Sarthou: «Antes de terminar en el mar… se convierte el río en un estanque o prolongada laguna denominada 'El Clot', de gran profundidad, abundante pesca y exuberante vegetación de plantas acuáticas» (1989, 73). En esta llanura de sedimentación y con abundante agua y pastos se instaló un poblado ibérico, en contra del habitual emplazamiento en alto, tal y como señala su excavador, N. Mesado, opinando que se trata de «un tipo de hábitat de llanura poco conocido en esta cultura» (1969, 25). El poblado se situó en la ribera izquierda del río Ana, en un codo que forma el río, y a 1 km. del actual pueblo de Burriana, en un paraje denominado Les Vintenes de Tirao en donde se ha encontrado, según su

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excavador, abundante material ibérico funerario así como cerámico, datable del siglo IV al II a. C. El emplazamiento estuvo ya habitado en el Neolítico, y se prolongó hasta época medieval (Mesado, 1969). Hemos de indicar que el santuario votivo de Santa Bárbara se encuentra emplazado a tan sólo 8 km. de este poblado, en una pequeña colina que domina toda la extensa llanura. Y que, además, vuelve a repetirse el fenómeno varias veces detectado de que dos pueblos cercanos geográficamente, como es el caso de éste y el situado en la partida de Vinarragell, que distan entre sí tan sólo 4 km., se encuentran en el plomo ibéricos enumerados el uno detrás del otro, lo que es un argumento supletorio de la correcta ubicación de los referentes toponímicos. El resultado, pues, de las investigaciones sobre el poblado ibérico situado en Burriana, en el paraje de Les Vintenes de Tirao, se adecua perfectamente al análisis lingüístico que lo emplaza en el 'estanque o encharcamiento de agua', dado que, efectivamente, se sitúa en la orilla de la zona lacustre que formaron las avenidas de agua del río Ana y el delta del Millars. Siendo este pueblo ibérico uno de los que realizó la ofrenda votiva en el santuario cercano.

Nº 17: BIDAN La segmentación en BID/AN parece convenir, por el conocimiento del morfema BID- en Serreta I, Nº12 y 28, y en Solaig, Nº 6, analizado con el significado de 'camino'. En cuanto a AN, que entendemos como una proforma de lugar, debe relacionarse con el sufijo vasco -an que significa 'en el (lugar)', así etsean 'en la casa' (Azkue, 1984; Mujika, 1981). La secuencia íntegra BIDAN, sin duda, es comparable al compuesto vasco bidano 'sendero' (Mujika, 1981); y literalmente se traduce por 'en el lugar del camino, o sendero'. La identificación del referente toponímico es similar a la realizada en Serreta I Nº 12, es decir, la rambla de la Viuda. La transformación operada por la analogía es semejante a la que fuerza la metátesis del romance viuda, latín vidua. Efectivamente, conocemos que este morfema presenta el alomorfo BIDU en Serreta I, Nº 12, y por lo tanto BIDAN es ya una transformación fonológica de *BIDU-AN. Ya dijimos reiteradamente que son muchas las ramblas, barrancos y caminos que reciben el nombre de Viuda, como para que tengan una respuesta satisfactoria en las lenguas romances. Lo común en todos estos accidentes geográficos es que sirvieron como caminos antiguos para la comunicación y la trashumancia. La rambla de la Viuda a la que aquí nos referimos, más que un camino es una "autopista" con un cauce extremadamente ancho y cómodo para facilitar el tránsito (Lám. 28). Esta rambla formaba parte del camino ibérico y vereda de ganado entre Sagunto y el río Ebro. La rambla confluye con el río Millars, casi al desembocar en el delta, a unos 4 km. de lo que fue el estuario y donde estuvo el puerto ibérico, lugar donde arribaba el antiquísimo camino de la costa. Al remontar la rambla, ésta toma una pronunciada dirección norte y enlaza con el pasillo de Albocàsser, donde nace; y la prolonga una vereda ganadera en el Plà de la Torreta. La vereda faldea los montes

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Lám. 28. La rambla de la Viuda al confluir con el río Millars.

para dirigirse a Tirig, S. Mateo, Xert, Canet lo Roig, Rossell, La Cenia, Mas de Barberans, hasta alcanzar el río Ebro en Roquetas, siguiendo su curso por Bitem. Los conceptos fundamentales que estamos barajando aquí son 'camino' y 'ganadería', es decir, tenemos que probar que la rambla de la Viuda formó parte, en aquella época, de una vereda de ganado que ascendía hasta el río Ebro; de ser así, se confirmaría la hipótesis lingüística presentada: BIDAN > Viuda 'el sendero'; sabiendo, además, que BIDAN forma parte de los pueblos ganaderos que ofrendan en el santuario y que constan en el plomo del Solaig. La prueba que vamos a exponer es muy precisa y contundente, gracias al estudio detallado de esta vía ganadera, realizado por F. Araoz y J. Añó —a quienes agradezco la información facilitada cuya publicación están preparando—. Estos autores han encontrado, bien conservados, quince poblados-corral jalonando esta gran vereda ganadera, y algunos otros ya muy deteriorados; haré una breve enumeración de los primeros, en sentido ascendente, de sur a norte. La rambla de la Viuda se prolonga, al llegar al término de Albocàsser, en el Camí Vell de San Mateo —permítaseme apostillar que un documento medieval de 1290 habla de la construcción de una carnicería en Alboquacer (Romero, 1975, 15)—; en este camino encontramos el poblado-corral del Puig, a 829 m. de altitud; y 2 km. más al norte, en el Tossalet, otro poblado-corral; el camino continúa por el término de Tirig, tomando el nombre

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de assagador reial, es decir, 'vereda de ganados real'; a 8 km. del anterior se encuentra el poblado de Espleters (o Peters), y a 3 km. el poblado-corral del Tossalet, (o Chouit); tan sólo 2 km. más al norte, el poblado-corral del Puig Cabré. A partir de aquí la vereda se denomina Camí dels Bandejats (Camino de los Bandidos) hasta llegar al río Ebro; a 7 km. del Puig Cabré, ya en término de Xert, está emplazado otro poblado-corral, el del Tossal, y prácticamente cada 2 km. encontramos, siguiendo el camino, los siguiente poblados-corral: Coll de les Serres, Mas En Sanz, Cova Catxana, Mola Murà y Mola Llarga; y enfrente de estos corrales el poblado ibérico de Els Vignets —donde se hallaron tres lápidas funerarias con inscripciones ibéricas, dos de las cuales son estudiadas aquí—. Siguiendo la ruta ganadera y entrando en el término de Rossell, a unos 5 km. de Mola Llarga se sitúa el poblado-corral del Mas de la Viuda; a 1 km. el de la Font del Argent; y a algo menos de 2 km. el pobladocorral del Mas de Vito, así como el poblado ibérico del mismo nombre. En dirección norte, a 6 km., el poblado de El Polseguer. Todos los corrales se sitúan junto a esta vereda de ganados, en emplazamientos altos y habitualmente al oeste de la vereda, que es donde se encuentran los relieves altos. En las prospecciones superficiales abunda la cerámica basta y arcaica, hecha a mano y con mucho desengrasante, siendo la estructura de estos poblados-corral muy similar, con dos recintos concéntricos: uno exterior que contiene a su vez otro interior, este último dedicado al hábitat humano y en donde obviamente se encuentran la cerámica y restos de cabañas rectangulares o bien circulares, mientras que el recinto exterior abrigaba al ganado. Los muros más exteriores están construidos con piedras grandes y losas verticales en doble hilera, con relleno entre ambas y con una anchura entre 2 y 2,5 m.; los muros del recinto interior son algo más gruesos y se perciben restos de torres-baluarte. Estos poblados-corral parecen ser proto-ibéricos, datables unos 700 años a. C. Como hemos podido observar, los hallazgos arqueológicos confirman que esta ruta fue utilizada como camino de comunicación y vereda de ganados. En la actualidad esta vía pecuaria se conoce como el azagador Madrid-Barcelona, es decir, el paso oficial de ganado desde el centro de la península al nordeste. Está jalonada, además, por una serie de topónimos derivados del morfema ibérico BID- (BIDU, BIDU-A) 'el camino', como Masía de la Viuda, en el cruce con el río Cervol, el Mas de Vito, en la confluencia con el barranco Requena, Bitem en el río Ebro etc.; hemos de tener en cuenta que, en el plomo del Solaig, la secuencia Nº 21, tal vez incompleta, dice BITEN (BIDEN), y hemos acabado de mencionar el topónimo Bitem, situado en la vía de comunicación que se estableció en el río Ebro. Sería prolijo enumerar la extensa toponimia que se encuentra en esta vía pecuaria, tanto en las lenguas romances como en toponimia ibérica; citaré, sin embargo, a Xert < EGIARDI 'ovejas en la ladera', con poblado ibérico en una ladera y cuyo escudo municipal es una oveja, Ares, etc. Habiendo sido descrito este camino de la Viuda, del que forma parte la rambla del mismo nombre, recordaremos que antes de llegar al estuario del Millars, la rambla se fusiona con este río, desembocando, pues, juntamente el Millars y Viuda. Precisamente en este entorno, cerca de la confluencia Viuda-Millars, en un vado,

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existió un abrigo rupestre del que Esteve da una información sumamente interesante, pues muestra arqueológicamente el uso de estos ríos como lugares de paso: «En remotas épocas, cuando el Mijares (Millars) era un río de abundante caudal, la importancia de este vado sería mucho mayor. Ya debió aprovecharlo la fauna diluvial en sus migraciones periódicas, pues, aún se encuentran en las terrazas inmediatas muchos utensilios de piedra abandonados por los cazadores nómadas del Paleolítico Superior. Tras las pistas de los animales vinieron las rutas humanas y al establecerse en esta ribera los primeros pobladores permanentes es lo más probable que sobre aquel peñasco se afianzaran las estacas de tosco puente o sencilla pasarela, que bastaba para satisfacer las necesidades de un tráfico elemental y poco exigente. Durante la Edad de Bronce hubo a lo largo del río cierta preocupación defensiva y para vigilar ese paso se levantó entonces una pequeña fortaleza, cuyas ruinas subsistieron hasta comienzos del presente siglo, en que fueron allanadas al roturar el suelo... La importancia de este lugar se acrecentaba por el hecho de que en él venían a coincidir varias rutas impuestas por los accidentes del suelo; la que sigue la orilla izquierda del Mijares (Millars), la que bordea la rambla de la Viuda por su margen derecha y finalmente la que cruza la Plana de Sur a Norte para alcanzar por el valle de Borriol las llanuras interiores del Bajo Maestrazgo.» (1969, 44-45). También Muñoz en su estudio sobre las vías romanas de la provincia de Castellón (1972) describe un camino coincidente con la rambla de la Viuda en las inmediaciones del embalse actual de María Cristina «en cuyo punto hay restos ocultos por las tierras y las aguas de lo que pudo ser un estribo de un puente antiguo formado de recios sillares. Salvada la corriente de la Rambla [de la Viuda], serpentea por la ladera opuesta, cruzándose nuevamente, cerca de Alcora… cruce en el que se han señalado hallazgos cerámicos, lápidas y molinos de piedra» (1972, 157). Estos caminos prehistóricos, a los que se refieren Esteve y Muñoz coinciden en un punto, ViudaUdiva, con el Caminàs, y en ese lugar surgió un poblado ibérico fronterizo y estratégico, justo donde el camino fluvial enlaza con el antiguo camino terrestre que conduce a Sagunto. Según su excavador (Mesado, 1974, 165), los materiales dan una cronología del siglo VII a. C., en los estratos más profundos, abarcando la plena cultura ibérica de mediados del siglo V al I a. C., para reencontrarse, tras un paréntesis de mil años, a finales de la alta edad media, en el villorrio árabe de Vinarragell. Esta importante ciudad ibérica, ubicada en la llanura, nació para proteger las vías fluviales, terrestres y marítimas que allí confluían; hoy podemos apreciar, colindante con el muro del poblado, la antigua vía de comunicación con Sagunto, conocida con el nombre del Caminàs (el camino) (Lám. 29), que saliendo de Sagunto por el portal de Burriana, llegaba a esta ciudad de Burriana, cruzando el río-rambla por este poblado, para dirigirse hacia el Ebro (Mesado, 1974, 153). Como ya se ha comentado, los habitantes de este poblado habían construido en el mismo cauce del río una presa, con su canal de desagüe, y unos varaderos, que le servían de puerto marítimo, dado que el estuario del río alcanzaba esta cota. El hecho de que el poblado se ubique en una encrucijada de caminos tan importante, y además fronteriza, explica la constante aparición de fuertes restos de cremación en distintos niveles (Mesado, 1974, 162); estos constantes incendios sufridos por el

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Lám. 29. El Caminàs junto al poblado ibérico situado en el río Millars-Viuda.

poblado, situado obligatoriamente en la llanura, y vigilando el camino, el paso del ganado, y la vía marítima, pueden, sin duda, ser explicados por los periódicos arrasamientos del poblado por parte de otras tribus. Es importante constatar lo que afirma su excavador cuando establece, basándose en el estudio de la cerámica, una fuerte relación del poblado con las «emigraciones de Aragón a la cuenca baja del Mijares», por causas agrícola-ganaderas (1974, 151). Esto viene a coincidir, a su vez, con nuestra interpretación del texto del Solaig que señala a la sierra de Espadán como una de la vías de la trashumancia, desde las frías mesetas aragonesas a los pastizales costeros del mediterráneo. Este hecho se comprueba, una vez más, en el estudio que O. Arteaga hizo de los restos óseos hallados en el poblado y que le llevan a la conclusión de que «Los ovicápridos constituyen la especie más constante y numerosa en la estratigrafía. Esta regularidad podría indicarnos que el aspecto pastoril fue parte importante de la vida económica del poblado durante toda su duración» (Mesado, 1974, 168). BIDAN, pues, como 'la vereda', goza de una intensidad argumental contrastada por la arqueología y el estudio toponímico.

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Nº 18: A...? Este letrero está incompleto lo que impide una lectura correcta de la secuencia.

Nº 19: BALKELAKU La segmentación en BALKE/LAKU y el análisis morfemático correspondiente han sido realizados en el Nº 5, siendo su traducción: (el lugar) 'de aspecto negro o negruzco'. Ya observamos en el estudio del Nº 5, que la identificación del referente toponímico de ambas secuencias ibéricas se trataría en este apartado. La secuencia fonológica BALKELAKU perdió el fonema /k/ intervocálico, como un proceso reiteradamente observado, lo que propició que el diptongo consiguiente /au/ > /o/. A su vez, el fonema /e/ diptongó en /ai/, obteniéndose la secuencia *Balkailo, que por disimilación de /l/ sufrió un rotacismo *Balkairo. Tal y como se constata en vasco, el morfema ibérico BALK 'negro' presenta dos variantes: Baltz (vizcaíno) y Beltz (guipuzcoano, labortano y suletino) (Azkue, 1984); así mismo los nombres de persona, aquitano Belex e ibérico Beles, propenden también a aceptar como alomorfo BELK, quedando la secuencia transformada en Belcairo, que es la forma actual, con terminación valenciana en /e/, del río Belcaire. Este río se forma en las últimas estribaciones de la sierra de Espadán, antes de llegar al mar. Su nacimiento presenta una curiosidad geológica muy característica y que hoy en día atrae a muchos turistas, pues nace en una gruta subterránea, formada por un río de varios kilómetros. (De hecho este río tiene dos aportaciones de agua fundamentalmente, ésta y la de Alfondiguilla). En la visita que Sarthou hizo junto a unos vecinos del pueblo a principios de siglo, la describe así : «…y nos encontraremos en la entrada de la cueva de San José. Ésta tiene dos orificios. Uno practicable para poder entrar á pié enjuto y otro inferior á su izquierda, más pequeño, por el que sale un caudal de cristalinas aguas. (...) Sin embargo, no deja de llamar la atención del visitante la profundidad del antro y la especial circunstancia de nacer en su fondo un tan abundante manantial de agua (...). A unos cien metros de profundidad, tuerce á la derecha la cueva principal, con su arroyo que se embalsa ensanchándose hasta tocar sus paredes laterales y aquí hay que echarse punto menos que á nado. Confesamos que no nos llevó la curiosidad á tanto sacrificio, y por ello concederemos la palabra á testimonio ageno de otros exploradores. (...). Las dos o tres balsas que aparecen sucesivamente en otros tantos ensanchamientos de la cueva, las pasaron sin incidentes aunque con los naturales peligros de lo desconocido. Cruzaron pasos estrechos y difíciles, y antes de llegar al punto deseado, montaron sobre una especie de cajón flotante de madera utilizado á guisa de lancha, pero les volcó en una laguna de bastante profundidad, apagándoseles las luces artificiales y teniendo que salvarse, gracias á su extraordinaria serenidad, poniendo en grave aprieto su vida.» (1913, Facsímil, ed. 1989, 136-139). Yo mismo he girado una visita al lugar, pero en la actualidad se recorren los primeros tramos en pequeñas embarcaciones y con luces

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artificiales. En resumen, se trata de una grieta de la que sale un río de agua que forma el Belcaire, hendidura que conduce a una caverna muy profunda y oscura por la que transcurre el río subterráneo (Lám. 30).

Lám. 30. Nacimiento subterráneo del río Belcaire 'la grieta oscura'.

Como es habitual, los ríos reciben el nombre de aquello que mejor los define, en este caso, el nacer en una grieta o caverna oscura, que es justamente como la llama el nombre ibérico 'la grieta negruzca'. Esta congruencia geológica y lingüística se refuerza considerablemente si tenemos en cuenta que precisamente en la grieta o boca del río se ubicó un importante poblado ibérico, conocido por el nombre de La Sagrada Familia, pues allí los habitante de Vall d'Uxó construyeron una ermita con esta advocación. El poblado ibérico ubicado encima de la caverna oscura donde nace el río fue la razón para que este se denominara Belcaire, como hemos explicado, y se le nombrase como el que está situado 'en la grieta negruzca'. Ahora bien, este río, 5 km. más adelante, deja las últimas estribaciones de la sierra para ganar el fértil

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llano antes de desembocar en el mar. Justo en el momento en que pasa por delante de la última colina, se encuentra otro poblado ibérico encima del mismo río; allí el río cruza la Vía Augusta. El poblado ibérico está situado sobre el cerro conocido con el nombre de La Punta, y el caserío medieval de la ladera está documentado como las casas de Orley, denominación con la que los arqueólogos designan al poblado ibérico de La Punta. Como hemos dicho, en este lugar se cruza la vía romana, existiendo restos arqueológicos romanos y un miliario. Esta Vía Augusta procedía, remontándonos al entorno próximo, de Cabanes, Pobla Tornesa (donde existe otro miliario), El Solaig (Betxí), Orley, Alter, y se dirigía a Sagunto; y está jalonada por muchas villas romanas. De hecho son dos las vías romanas que cruzan el valle que se extiende desde La Punta hasta el mar, la mencionada Augusta y El Caminàs, a 1 km. del mar. La función defensiva del poblado es clara, por cuanto se sitúa en un lugar estratégico de paso, pero además defendía los ganados que arribaban de las sierras y mesetas del interior al mar, para invernar y aprovechar los humedales y la albufera que ya existía en tiempos prerromanos en los términos de Almenara, Xilxes y Moncofar, de la que hoy son testimonio las pequeñas lagunas de Almenara. Yo mismo me pude percatar de un rebaño de ovejas que pacía en el río Belcaire, debajo del poblado ibérico. Este poblado fue importante, según los excavadores de su necrópolis; tal vez el más grande de la provincia de Castellón (Lázaro, Mesado, Aranegui, Fletcher 1981, 6), habiéndose encontrado, en la misma necrópolis, siete plomos escritos en lengua ibérica. Creemos, pues, que tanto los poblados ibéricos de BALKELAKOSKA y BALKELAKU deben traducirse por su referencia al río Belcaire, que nace en la caverna negruzca y oscura, es decir, el pueblo situado en la 'grieta o caverna negruzca' y el pueblo situado en el río de 'aspecto negro o negruzco', respectivamente.

Nº 20: DAUDI...? Por encontrarse la secuencia al final de línea, donde existe una rotura del plomo, la lectura de la misma es incompleta. Nº 21: BIDEN...? El morfema BID- 'camino' ha sido analizado en Serreta I y aquí mismo en los Nº 6 y 17. En cuanto al morfema EN con la función de genitivo 'de' se analiza en Gádor, línea 1ª y Campello III. La traducción íntegra de la secuencia conservada es '(el lugar)... del camino'. No podemos asegurar si nos encontramos ante una secuencia completa o por el contrario se trata de un sintagma incompleto y mutilado. Efectivamente, esta secuencia es el último sintagma del texto, y está escrita en la última línea de la cara B. Sabemos que allí se rompió un trozo de plomo, porque el signo correspondiente de la cara A está mutilado (Nº 7); sin embargo, pudiera haberse perdido únicamente

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parte del plomo no escrita, o por el contrario algún signo completo. Esta cuestión es difícil de dilucidar. Con todo, la parte de la secuencia que se ha conservado ya la hemos analizado y presenta dos morfemas conocidos y documentados en otros textos. La dificultad, pues, se presenta no en su traducción, sino en la práctica imposibilidad de identificar su correlato toponímico, sin conocer cuál sería la secuencia completa. De todas formas, podría tratarse de BIDU > Beyo 'el camino' (Huici 329), año 1246, hoy denominado Veo, tanto el pueblo como el río-valle. Sin embargo, no interesa tanto aquí la cuestión de la identificación toponímica de esta secuencia, tal vez incompleta, sino el análisis lingüístico del topónimo Veo, por concurrir una serie de circunstancias realmente únicas, y a mi juicio definitivas, para la explicación del significado del morfema ibérico BIDU 'el camino'. La transformación del topónimo, ibérico BIDU, medieval Beyo, actual Veo, es impecable. La hipótesis semántica que lo interpreta como 'camino' ha sido refrendada en el texto de la Serreta I, y en este epígrafe aparece el morfema tres veces, confirmando, a su vez, la interpretación semántica; y, por último, el estudio toponímico se reafirma en Los Pirineos, bajo las formas Viu, Veo; en Galicia, Biduedo; en el Levante, Viuda, Vito, Veo, Bitem, etc. (tengamos en cuenta que la trascripción de los topónimos con la grafía v o b es arbitraria en muchos casos). Pues bien, en el caso concreto del valle del río Veo, en donde dos pueblos repiten el topónimo, Veo y Alcúdia de Veo, nos encontramos ante una antigua calzada que atravesaba la sierra de Espadán hacia el norte, uniendo Segorbe, con Onda y La Plana, junto al mar. Este viejo sendero ha estado en uso hasta el siglo pasado, camino a veces peligroso, pero más corto que el que rodeaba la sierra de Espadán. Desde Segorbe, el camino toma dirección a Algimia de Almonacid, Alcúdia de Veo, Veo, Benitandús, Tales, Onda, para salir a la llanura de La Plana. En esta vía encontramos restos arqueológicos que lo jalonan. Para ceñirme al espacio que más interesa aquí, citaré un poblado ibérico en Algimia de Almonacid, de la época del Bronce; en Alcúdia de Veo, en la cueva de La Iguala, una vasija ovoide y vasijas aquilladas; en Ahín, por donde discurre un ramal de la calzada, en la Cova de la Tía Ondera, (o del Ondero), restos ibéricos en un pozo interior, con tiestos, cerámica tipo sombrero de copa, y también cerámica del Bronce. Este camino fue usado por los pastores para la trashumancia, pues en un documento medieval del año 1265 se da «permís de pasturar a Segorbe als bestiars d'Almonecid» (permiso de pastar en Segorbe a los ganados de Almonacid) (Archivo del Reino de Valencia, Armario 23, Bandeja 4-T). Sin embargo, una prueba excepcional, sobre la interpretación BIDU > Veyo > Veo 'el camino' la ofrece una inscripción latina encontrada en el mismo camino que va a Alcúdia de Veo, a 4 km. del actual pueblo. La inscripción, publicada por Beltrán y Arasa (1980), está grabada en una peña, en el mismo camino, cuando éste desciende hacia Alcúdia de Veo; consta de tres líneas grabadas directamente sobre la piedra y dice ITER PRIVATUM M(arci) BAEBI SEVERINI 'camino privado de Marcus Baebius Severinus'. Según los autores citados, se podría datar del Alto Imperio, advirtiendo que se trata de un tipo de inscripciones poco frecuentes, pues se conoce sólo otro caso de Iter Privatum en la península, concretamente en Cartagena. Evidentemente, en muy contadas

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ocasiones se puede disponer de argumentos tan sólidos y contundentes como éste. El 'camino privado', que perteneció en ese tramo a un tal Marco Baebio Severino, expresa bien a las claras la idea de servidumbre de paso, señalada en la roca del mismo camino. La servidumbre hay que entenderla esencialmente sobre el ganado que por allí acostumbra a pasar y que aprovecha los pastos y el agua de la fuente de La Calzada, topónimo que reitera, aún más si cabe, el camino antiguo de tránsito hacia el mar. Volviendo al tema de la posible ubicación del referente toponímico de esta secuencia incompleta, cabe la posibilidad de que pudiera tratarse del poblado, hoy desaparecido, de Bétera, (< BITEN-a ?) en el término municipal de Burriana, y por donde pasaba la antigua vía del mar, El Caminàs. Este topónimo, Betera, también contiene el morfema ibérico BIDU 'el camino'. Sin embargo, puesto que se trata de un texto tal vez incompleto, no creemos prudente relacionarlo con ningún referente toponímico. Por último, daremos la situación geográfica completa de todos los pueblos de pastores que hicieron las ofrendas en el santuario ibérico y cuya constancia quedó expresada en el acta sacra del plomo del Solaig, así como la traducción íntegra del texto.

TRADUCCIÓN DEL TEXTO DEL PLOMO DEL SOLAIG Pueblos que te ofrendan: La ciudad de la fresca hierba. (El lugar) de la piedra despedazada y agrietada. (El lugar donde) se encharca-el-agua del río que limita. (El lugar de) la grieta de aspecto negro. El lugar del camino. Pueblos que te ofrendan: La dehesa de ovejas de la ladera. Los habitantes del prado. (El lugar) allende la garganta. El pueblo donde el mercurio se extrae. Pueblos que te ofrendan: El (lugar) que posee la cueva. El establo. La marisma. El sendero. (El del río ) de aspecto negro.

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Lám. 31. Ubicación de los pueblos que realizaron la ofrenda al santuario, anotados en el plomo del Solaig.

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III ESTELAS FUNERARIAS: MUERTE Y RITO DE INCINERACIÓN

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Antes de interpretar algunas de las inscripciones funerarias redactadas en lengua ibérica, conviene conocer los aspectos antropológicos que constituyen el rito mortuorio en el primer milenio a. C. partiendo de la documentación arqueológica, que son trasunto y corroboran lo que los textos funerarios indican. Además, aportaremos la descripción de los ritos fúnebres existentes en el País Vasco, de forma que estas perspectivas complementarias proyecten luz y sentido para la comprensión de la epigrafía ibérica funeraria. Puesto que las estelas funerarias que vamos a interpretar se localizan en el sur de la península y también al este de la misma, es decir, en el ámbito geográfico de la lengua ibérica, haremos mención, fundamentalmente, de las necrópolis correspondientes a dicho marco espacial. Con el establecimiento de una serie de centros comerciales fenicios en las costas del sur y del este de la península, no sólo se consolidó una presencia económica fenicia, sino que en el primer milenio a. C. se afianza una cultura religiosa oriental a través de los mitos, el culto, los símbolos etc., que transciende también a la vida de ultratumba y sus ritos. La cremación de los cadáveres fue introducida por los fenicios, y casi todas las inscripciones funerarias estudiadas hacen referencia explícita al rito de la incineración, consistente en la cremación del cuerpo y enterramiento de los restos incinerados. Precisamente, este ritual se atestigua, por primera vez en occidente, en la necrópolis fenicia de Sexi (Almuñécar, costa de Granada), hacia el año 700 a. C. En la necrópolis de La Joya, del siglo VI a. C., se han excavado una serie de tumbas pertenecientes a indígenas que comerciaban con los fenicios y les proporcionaban plata fundida. (Reseñamos a continuación los datos recopilados por Blázquez, 1983, 116 y ss.) En sus tumbas se han encontrado braserillos para quemar perfumes, utilizados en el rito funerario; objetos decorados con símbolos de la diosa fenicia Astarté: cabezas de Hathor y manos; recipientes de plata, cerámica, huesos de grandes pescados marinos, variadas conchas de mar, huesos de pollo y huevos de avestruz, sin duda, pertenecientes estos últimos al rito del banquete funerario, así como ánforas que contenían el vino necesario para el ritual. También aparecieron anillos de oro importado, cuentas de ámbar, etc., y recipientes de bronce para hacer las libaciones funerarias. Y puesto que se trataba de ricos metalúrgicos, se encuentran habitualmente, en este tipo de necrópolis, crisoles y escorias procedentes de las fundiciones, lo que da a entender la gran importancia de esta actividad industrial.

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La costumbre fenicia de depositar huevos de avestruz pintados en las tumbas la vemos recogida en necrópolis indígenas de Almuñécar, Huelva, Ibiza, Alicante, etc. Dado que en las inscripciones se alude al cráneo, es de interés reseñar que en la tumba nº 9 de incineración, aparece el cráneo del difunto protegido por bloques de cal y margas. En otra tumba de incineración, la urna, donde se depositaron los restos de la cremación, está protegida por lajas de pizarra y guijarros; los huesos se lavaron después de la cremación. En otra sepultura se hallaron dos ánforas en forma de saco, que contenían el vino utilizado en el ritual funerario. En la necrópolis de Setefilla, siglo VII-VI a. C., se encontraron urnas que formaban una necrópolis de incineración, depositadas en una pequeña fosa circular excavada en la roca. (El hecho de la aparición de una fosa de enterramiento común prueba que no tiene sentido interpretar necesariamente los letreros de las estelas funerarias como nombres propios relativos a un personaje, sino más bien que su contenido es la expresión verbal del rito funerario general que ampara a todos los muertos de la necrópolis). Las personas enterradas en esta necrópolis son más pobres que los metalúrgicos de La joya, eran ganaderos y pastores. Siguiendo una tradición que se encuentra también en Marruecos, estas necrópolis se construyeron junto a las grandes cañadas de trashumancia ganadera, como lo es en este caso el río Guadalquivir. La necrópolis de Medellín fue excavada por Almagro Gorbea y resume bien los rituales funerarios. Ocupa una extensión de 50 metros cuadrados y el tipo más común de enterramiento se realiza en una urna dentro de un hoyo; allí se encuentran lugares destinados a la cremación de los cadáveres, de metro y medio de largo, donde abundan los restos de carbones, troncos de árboles, cenizas y huesos humanos de pequeño tamaño que no fueron recogidos e introducidos en las urnas; en un lugar específico para ello, se depositaban objetos y ofrendas asociados al rito funerario. Estos lugares de ofrendas no formaban parte de ninguna tumba o ajuar en concreto y se colocaban cerca de las tumbas a las que hacían referencia las ofrendas, pero claramente independientes de las sepulturas; (sin duda, vemos aquí otra vez expresado el sentido colectivo del rito funerario, y, por lo mismo, la incongruencia de interpretar los letreros de las estelas como nombres de una sola persona). Los huesos de los difuntos, una vez quemados en piras de leña, se cribaban y limpiaban antes de introducirlos en la urna, que se solía tapar con un plato; habitualmente, encima de esta tapadera casera se colocaba una piedra gruesa, traída de un barranco próximo, pues suelen ser cantos rodados; así mismo, otras piedras alrededor de la urna sujetaban la misma. Se rellenaba a continuación el hoyo con carbones o cenizas primero, y luego con tierra. Al parecer, estos ritos de cremación, ofrenda, libación, enterramiento y banquete funerario, se completaban con danzas fúnebres, traídas, sin duda, por los fenicios, como lo indica la presencia de crótalos —especie de castañuelas— encontradas en Ibiza; las danzas están representadas en las estelas de Ategua y de Aldea del Rey, donde los danzantes se cogen de las manos; también en la estela de Valpalmas aparece una lira; estos músicos que tañen la lira se representan a menudo delante de los danzarines, en composiciones con marcado sentido funerario.

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Habría que añadir la existencia de plañideras, claramente documentadas en los rituales mediterráneos, al igual que la danza con las manos cogidas; estas plañideras aparecen en un exvoto en bronce del Museo Arqueológico nacional, que representa a una mujer arañándose las mejillas. En las decoraciones de los objetos empleados en el ritual aparecen frecuentemente motivos de animales: serpientes, cabezas de ciervo y de caballo y leones con un carácter fúnebre; el león guardián de la tumba se documenta ampliamente en toda la península ibérica. En este período orientalizante, tanto el sur de la península como las costas ibéricas del este recibieron una gran influencia fenicia, originada por la actividad comercial; así las poblaciones indígenas y sus reyezuelos que vieron progresar sus economías, gracias a la prosperidad comercial ofertada por los fenicios, aceptaron de buen grado el nuevo estilo cultural fenicio; se abandonaron los viejos modos y surgieron con fuerza los modelos y comportamientos orientales; el nuevo mundo de los negocios, del dinero, de la técnica y, en definitiva, de la abundancia y del bienestar venía de la mano de los fenicios; por ello, el indígena entendió que no sólo era bueno comerciar con ellos sino que todo su entorno de cultura y de comportamiento se consideraron como paradigmas a imitar: cambio total en las formas de vestir, cinturones sagrados, empleo del torno en la alfarería, utilización del hierro, técnicas de granulado en las joyas, nuevas formas de escudos, la escritura, temas nuevos en la decoración, propagación de divinidades orientales, ritos funerarios diferentes, y, concretamente, el uso de la cremación. Esta nueva cultura se adentró hacia los demás pueblos de la península, desde estos focos tartésicos, subiendo a través del valle del Guadalquivir y de la Vía de la Plata. Precisamente, los escudos con escotadura en forma de V pasan desde la península, en naves tartésicas, a los pueblos del norte de Europa. De hecho, los fenicios monopolizaron durante algún tiempo la vía hacia Europa, a través del estrecho, y para ello inventaron una sarta de mentiras y fábulas que iban propagando de puerto en puerto con el fin de que los marinos del mediterráneo no se atrevieran a utilizar dicha vía. En cuanto a la escritura, también es de inspiración fenicia, y muchos de los signos empleados son variaciones o modificaciones del signario fenicio; la primera documentación de esta escritura aparece en la ría de Huelva hacia el año 700 a. C. y es abundante en los textos funerarios del S.O. de Portugal, de los cuales hemos analizado dos: la estela de Ourique y de Bensafrim. Por lo que respecta a los animales escatológicos, los leones y ciervos están habitualmente representados en el rito funerario. Los leones, guardianes de las tumbas, están documentados en el sur y en el este de la península, con fechas que van desde el siglo V hasta el III a. C.: en Baena, Nueva Carteya, Manga, Castro del Río, Cástulo, La Guardia, Pozo Moro, Zaricejo, etc.. En los museos de Jaén, Córdoba y Albacete se conserva una colección de ciervos tumbados, algunos de los cuales se hallaron sobre una tumba de Cástulo. Los antecesores directos de los leones funerarios turdetanos e ibéricos se encuentran en el sarcófago de Ahiran, Biblos, en los sarcófagos de Chipre, en los leones de los bit-hilani, sirio hititas, y en los leones cretenses.

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Las competiciones funerarias formaban también parte del rito. En la ciudad turdetana de Osuna (Sevilla), siglo III a. C. han aparecido relieves con esculturas pertenecientes a varios monumentos funerarios que representan competiciones con jinetes al galope, guerreros enfrentados con falcatas, juegos circenses, acróbatas y gladiadores, procesiones con antorchas y libaciones, desfiles con acompañamiento de tañedores de flauta, una aulista —tocadora de doble flauta—, trompeteros, y un músico tocando un gran cuerno, así como damas oferentes que sostienen una antorcha o un vaso. Este ritual se celebraba con ocasión de los funerales de personas relevantes y es el mismo que existía en todo el mediterráneo: en Etruria, Grecia, Hispania, etc. En la cámara sepulcral de Toya (Jaén) se han encontrado depositados varios carros, como parte de la ofrenda funeraria cuya justificación se encuentra en la creencia de que el difunto podía cazar. Estas cámaras sepulcrales pueden ser de uso individual, como la de Baza, o colectivo, como la de Peal de Becerro. Las cámaras sepulcrales colectivas, al parecer, no pertenecían a ninguna familia en particular, sino más bien a grupos sociales o grupos religiosos. (Este hecho concuerda muy bien con la circunstancia de que las inscripciones funerarias no anoten el nombre individual de una persona, ya que la cámara es del grupo. Además, al referirnos a 'cámaras funerarias' estamos indicando que se trata de monumentos sepulcrales importantes de príncipes o altas jerarquías en los que podría justificarse la inscripción de su nombre. Mucho menos probable es que en las sepulturas, que son simples hoyos y que estaban reservadas a las clases inferiores de la población, se justifiquen estelas con nombre propio del difunto). Se corrobora esto también en la cámara sepulcral de Toya que consta de cinco habitaciones repartidas en tres naves; un banco recorre las paredes, habiéndose excavado un nicho en las del fondo y en una de las laterales; sobre los escalones o bancos se depositaban los vasos de ofrendas y en los nichos, las urnas agrupadas con las cenizas de los difuntos. Una vez más, éstos son los datos reales que encontramos en el estudio de las tumbas y que no concuerdan con las suposiciones personalistas proyectadas a la cultura turdetana e ibérica desde la perspectiva de la cultura romana, mucho más posterior. Las cámaras sepulcrales tenían el interior pintado en rojo, siguiendo una costumbre mediterránea, lo que hace pensar que dicho color tuviera un simbolismo funerario, tal vez relacionado con la sangre. Las granadas, al igual que en Oriente, tienen un carácter funerario, habiéndose encontrado en diversas necrópolis ibéricas, como en una tumba del Cabecico del Tesoro. El huevo, símbolo de inmortalidad en todo el mediterráneo, ha sido hallado entre las cenizas procedentes de las cremaciones de los difuntos. La necrópolis ibérica del Cigarralejo (Murcia), estudiada por Cuadrado (1968), con varios centenares de tumbas, oscila entre el siglo V-IV a. C. y finales del II a. C., y compendia bien los ritos funerarios ibéricos. Los cadáveres eran incinerados en un ustrinum, lugar específico para la cremación, y el rito era la incineración. Destacan dos tumbas de dos príncipes con sus esposas, que bien pudieron ser los gobernantes, del resto de las personas allí enterradas. Estas dos tumbas no tienen otras encima, como es lo habitual en la necrópolis, en donde las tumbas se hallan amonto-

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nadas y superpuestas hasta en cuatro y cinco niveles. En algunas existe una urna cineraria con los restos de la cremación del difunto, o bien varias de ellas e incluso ninguna. Algunas tienen ajuares tan ricos como los de las tumbas principescas, aunque otras, muy pocas, son tan pobres que no tienen. Los hombres llevan sus armas de la misma calidad que la de sus gobernantes, y las mujeres son enterradas con sus pertenencias funerarias habituales. En las tumbas principescas se percibe un intento de expolio, pero se encontró la urna cineraria formada por una pequeña tinaja de 66 cm. de altura, siendo del tipo corriente en toda la necrópolis, con la boca tapada por una piedra y dentro de un nicho de 1,70 por 1,20 m.; a un metro de distancia, se halla un hueco con montones de cenizas y carbones, y cerca de la boca de la urna, un trozo de tronco de árbol de 10 a 15 cm. de diámetro, totalmente carbonizado. Dentro de la urna, cenizas, restos de huesos calcinados y carbón. En un hoyo inmediato, entre cenizas y carbones, todo el ajuar de la tumba. Entre los restos de ramas y maderas quemadas, aparecen diversas armas, objetos de tocado femenino, restos de telas carbonizadas y de cuerdas de esparto; y en el fondo del nicho, restos de un capazo, semejante a las actuales espuertas utilizadas en la región, que contenía trigo. En ambas tumbas se encuentran armas de hierro: falcatas, puntas de lanza, jabalinas, puñales, cascos, espuelas de bronce y escudos; las puntas de lanza son del tipo normal que se halla en la necrópolis, es decir, en forma de hoja de laurel, las mismas que están representadas en la inscripción funeraria de Cretas, a donde me remito para su explicación. También se encuentran diversos materiales como bocados de caballo, clavos, y adornos personales tanto masculinos como femeninos. Es de destacar la abundancia de objetos femeninos: cajitas de tocador, donde la difunta debió guardar afeites y productos de belleza, finas cucharillas, agujones largos de hueso para el pelo, cuentas de collar tanto de hueso como de vidrio y perlitas, ungüentarios de alabastro para pomadas de tocador, botellitas de perfume, anillos, los de mayor diámetro para los dedos masculinos y los de menor tamaño para las mujeres, piezas diversas de oro, plata y bronce, fusayolas, fíbulas, cerámicas áticas, ibéricas, y también cerámicas toscas, pertenecientes estas últimas a la cocina habitual, que sirvieron para el banquete funerario, después del cual se rompían los recipientes y se echaban a la hoguera. Hay que reseñar también que un recogedor de cenizas ibérico, de procedencia desconocida, era utilizado en el rito fúnebre para recoger las cenizas procedentes de la incineración y depositarlas en la urna. Es de destacar la precisión que hace el excavador de dicha necrópolis, cuando advierte, sobre una de las tumbas principescas, «la evidente intención de disimular el lugar exacto de ubicación de las cenizas del muerto y su ajuar» (Cuadrado, 1968, 165); obviamente, para evitar el expolio de los ladrones. En ese mismo sentido se explica que todos los objetos que acompañan al difunto no se conservaran enteros, sino que se destruyeran previamente para que no pudieran ser reutilizados, así las armas de los guerreros se doblaron y mellaron golpeándolas contra una piedra y los aderezos y adornos femeninos se fundieron en la hoguera. Estos hechos muestran a las claras que no pudo tener ningún sentido escribir, en una losa de piedra sobre la tumba, el nombre del príncipe que había sido incinerado, dando con ello facilidades

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para que su tumba fuera profanada por los ladrones; por eso, los familiares disimularon el lugar donde se encontraba la urna del difunto y su ajuar, que además inutilizaron. Por último, diremos que, en el ritual ibérico funerario, los niños eran enterrados en la misma casa; así se constata en bastantes poblados indígenas. Una vez descrito el ritual funerario del sur y del este peninsular en el primer milenio a. C., es conveniente compararlo con las tradiciones mortuorias que perviven aún hoy en el País Vasco, y que conocemos a través de los estudios minuciosos de J. Mª de Barandiarán, recogidas en su estudio Estelas funerarias del País Vasco, de donde recopilo aquellos datos que ofrecen similitud con lo anteriormente expuesto, o bien tienen semejanzas con el análisis lingüístico que haremos de las inscripciones en lengua ibérica. Sin duda, el rito de la cremación de cadáveres fue el que más prosperó en época prerromana, y así queda referenciado en las lápidas escritas en ibérico. La intrínseca relación de la muerte y del fuego se convirtió en indisoluble, y aunque posteriormente la incineración de los cadáveres fuera sustituida por la inhumación, persistió en todas las tradiciones peninsulares esta íntima relación, en donde la última imagen que la familia guardaba del difunto era la de las llamas de la hoguera y la de los huesos convertidos en teas, es decir, muerte/llama. Pero me ceñiré aquí a comentar las tradiciones mortuorias en el País Vasco. Es costumbre cuando una persona enferma de gravedad avisar al cura para que lleve el viático al enfermo, y cuando aquél está llegando a la casa, el cabeza de familia le sale al encuentro provisto de dos velas encendidas. En caso de que el enfermo entrara en agonía, se enciende una vela (la que se ha bendecido el día de la Candelaria) y se coloca junto al enfermo. Dentro del rito fúnebre vasco, persiste la costumbre de quemar objetos, estando muy extendida la práctica de quemar el jergón de la cama del difunto, que solía ser de paja. En Sara, la costumbre estaba tan arraigada que, cuando los jergones eran metálicos, en su lugar se quemaba un manojo de paja, y se asperjaba la hoguera con agua. Recordemos que en la inscripción de Benassal I se menciona expresamente el 'montón de hierbas para quemar'; y que la relación de la hoguera con el agua, la encontramos en el rito antiguo cuando se lavan los restos calcinados de la hoguera antes de introducirlos en la urna cineraria. En los pueblos que no queman el jergón de paja, los vecinos delante del portal de la casa del difunto depositan un manojo de paja y le prenden fuego, rezando alrededor de las cenizas. En las regiones vascas de Soscaño, Cenarruza, Cortezubi, Orozco, Galarreta y Ataún se tiene la creencia de que los muertos aparecen llevando una vela en la mano, que dicen ser de hueso humano en llamas. En un relato del mismo Ataún aparece también la utilización de huesos humanos encendidos como teas. Se cuenta en Cize la leyenda de un ladrón que se introdujo en el castillo de Lahostanea, portando un brazo de niño recién nacido, encendido, y que se servía de él como de una tea para alumbrarse, teniendo a su vez el poder mágico de sumir a los moradores del castillo en un profundo sueño. Este relato, en donde se utilizan las teas de huesos humanos

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en relación a la dormición profunda, sin duda recoge la antiquísima tradición de la cremación de huesos de los difuntos, sumidos en el profundo sueño de la muerte, y que se ha visto ampliamente documentada en los ritos ibéricos. Durante la celebración del oficio fúnebre, muchas velas arden en la sepultura simbólica que la casa del difunto posee en la iglesia. Pero, además de las ofrendas de velas encendidas, se hace la ofrenda de comestibles. Así la antigua costumbre vasca, aún existente hoy, de que una joven vecina del difunto llevara a la iglesia una cesta llena de panes que depositaba en la sepultura simbólica, que la casa del difunto tiene asignada en la iglesia. Recordemos a este respecto los cestos de trigo que se depositaron en las tumbas ibéricas del Cigarralejo. La ofrenda de panes, carne, gallina, tocino y huevos eran habituales en la ofrenda a los muertos. Tengamos en cuenta, a este propósito, que en las tumbas indígenas tartésicas se encontraron restos de huesos de pollo y huevos. Después del sepelio del difunto, se celebra el banquete funerario, que en algunos lugares consiste en caldo, carne guisada y café; en otros, son obsequiados con pan, queso y vino, así como con ciruelas pasas. Después del banquete, todos se reúnen alrededor de uno de los ancianos, entonces se le acerca un mozo y le ofrece vino, el anciano se descubre la cabeza y lo bebe, y lo mismo hacen todos los asistentes. La presencia del vino en el ritual funerario es constante en todo el País Vasco, y no hace sino perpetuar una costumbre antiquísima documentada en la tumba nº 9 de la necrópolis indígena de La Joya (siglo VI a. C.) en la que se depositaron tres ánforas que contenían el vino necesario para el ritual. Es interesante, a este respecto, el testimonio directo de M. Pierre Lafitte (1965, 8), que presenció lo siguiente el día 27 de marzo de 1911 en Ithorrotz con motivo de la muerte de su abuelo: Todos los asistentes al entierro fueron invitados al banquete. Los familiares comimos juntos en la sala superior; los demás abajo, en el departamento llamado borda. Después de la comida nos indicaron que abajo iban a empezar las oraciones y que bajáramos todos, cada cual con su vaso: en éste debía ir un dedal de vino. En cuanto entramos en la borda, todos se pusieron tiesos, cada uno con su vaso en la mano. Las sirvientas retiraron de las mesas los manteles. El chantre, Víctor Coustau de Erretoraene, se descubrió, y todos vaciaron los vasos derramando el vino sobre las mesas; también yo, como los demás. Entonces todos mojaron en ese vino las puntas de sus dedos de la mano derecha como si fuese en agua bendita, y se santiguaron. Más tarde pregunté, en varias ocasiones... qué sentido tenía aquella ceremonia; pero no logré otra explicación que ésta: nuestros ancianos así lo hacían. A mí no me quitarán de la cabeza que la libatio de los latinos paganos se nos había quedado en Ithorrotz y en Olhaibi, si bien algo cristianizada mediante la señal de la cruz. Esta tradición de las libaciones hay que remontarla en Hispania al siglo VII a. C., documentada en una tumba de Cástulo donde se encontró una pátera que se usaba en las libaciones funerarias. También en la necrópolis de Perotito (Jaén) ha

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sido hallada una pátera, verdadera obra de arte ibérica, que había sido usada en las libaciones y bebidas de los rituales funerarios. El rito de la libación también está presente en la necrópolis de Galera y en los vasos áticos de Bastetania. El ritual de la libación con vino hay que asociarlo no sólo a un sentido religioso, sino también de prestigio social, pues siempre aparece en sepulturas importantes. En cuanto al emplazamiento de las sepulturas en la antigüedad, y refiriéndose al País Vasco, Barandiarán afirma que la distribución y el área de los dólmenes o sepulturas del Eneolítico corresponde a una población pastoril como la actual trashumante, con majadas en sitios apropiados a su modo de vida, encontrándose en éstos la mayor parte de los dólmenes. Idéntica constatación se evidencia en los emplazamientos de las necrópolis tartésicas como la de Setefilla, que se ubican siguiendo las cañadas de la trashumancia pastoril, en el curso del Guadalquivir. Este mismo hecho se reconoce en Marruecos. Es también muy curiosa la coincidencia ritual vasca con la ibérica en cuanto al enterramiento de los niños pequeños, que no se realizaba en las necrópolis o cementerios sino en las propias casas. Esta práctica se observó hasta el primer cuarto de este siglo, restringida a los niños que morían sin bautizo: en la Rioja alavesa el enterramiento se hacía en el recinto de la propia casa, y en Vizcaya y Guipúzcoa, alrededor de la casa, entre el muro de ésta y la línea de la gotera. Pues bien, esta costumbre de enterrar a los infantes en la propia casa se documenta en los poblados ibéricos de Turó de Can Olive, Penya del Moro, San Antonio de Calaceite, Alcañiz, La Escudilla, Cabañiles, La Serreta d'Alcoi, Hoya, etc. Una consideración general sobre la tumba vasca antigua es que no pertenece o identifica al individuo, ni siquiera a la familia; la tumba es de la casa, y así, generación tras generación, va siendo ocupada. Concuerda esta idea comunal y no individual de la tumba antigua vasca con la que se ha verificado en los primitivos ritos funerarios del sur peninsular en los que la tumba tampoco era del individuo sino más bien de un grupo social o de un grupo religioso, de ahí que señaláramos que, de existir epitafio, éste repitiera fórmulas generales sepulcrales y no tuviera sentido informar del nombre de un difunto en particular. La existencia de estelas funerarias en el País Vasco no sólo se remonta a épocas muy antiguas sino que pocos países gozan de una riqueza semejante. Aparte de los menhires de Ata y los dólmenes del Eneolítico, las estelas de Javier son probablemente prerromanas, por tanto coetáneas de las que son objeto de nuestro estudio. Llama mucho la atención el tradicional nombre con que se denominan estas estelas en el País Vasco: il-arri 'piedra de muertos', il-argi 'luz de muertos', gizona 'el hombre', harri-gizona 'el hombre de piedra'. Y es impresionante verificar que en la ´ ILTIRBIGISEN que estela funeraria ibérica de Cabanes se lee en la inscripción hemos segmentado en´ IL/TIR/BI/GISEN, en donde reconocemos los morfemas IL, vasco il 'muerto, muerte' y GISEN, vasco gizon 'hombre', que son los dos morfemas que componen la denominación de las estelas sepulcrales, il y gizon. No se puede hablar de mera coincidencia, por tratarse, en el caso de la inscripción de Cabanes, de una fórmula ritual, y en las denominaciones vascas, de nombres muy tradicionales.

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1. Los Primeros escritos de la Hispania Antigua: Las Estelas Funerarias del sur de Portugal: Bensafrim y Ourique. En 1891, Estácio da Veiga presentó los hallazgos de la necrópolis de la Fonte Velha, en Bensafrim, ciudad del Algarbe portugués. En la excavación se hallaron losas funerarias con inscripciones (da Veiga, 1891, 239 y ss.), y en la actualidad son varias las decenas de losas funerarias que se han descubierto en diversas necrópolis del SO. de Portugal, muchas de ellas con inscripciones que utilizan un signario semejante al ibérico oriental, pero, al parecer, con características propias. En las tumbas se encontraron, además, lanzas, cuchillos de hierro, cuentas de vidrio, cerámica del final del Bronce, etc.; y Coelho, por tratarse de textos de lectura sinistrorsa (hacia la izquierda), les asigna una cronología hipotética entre el s. VII-V a. C., y con un rito funerario de incineración (Coelho, 1976, 206). Estela funeraria de Bensafrim

Lám. 32. Estela funeraria de Bensafrim.

Transcripción:

´ ´ SUTUUIROAMARONABAKEONTEI. Seguimos el método de lectura de Gómez Moreno, que nos continúa pareciendo aplicable a los textos del SO. portugués; sin embargo, preferimos TU y no DU en SUTU, cuya elección es potestativa, por concomitancia con el vasco. Por la misma ´ razón optamos por el sonido vibrante múltiple, R. En la estela funeraria de Loulé, cerca de Bensafrim, se lee la secuencia ´ ´ SUNTUU(I)ROA, similar a la que inicia este texto SUTUUIROA, lo que nos hace

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pensar que SUNTU y SUTU son variantes, o bien falta la N en este texto, lo que es más probable. ´ La secuencia MARONABEKEONTEI ha sido interpretada por Gómez Moreno como fórmula litúrgica (Gómez Moreno, 1961, 894), por ser recurrente en muchas de las lápidas funerarias encontradas en la zona. De hecho, presenta pequeñas variaciones en algunos morfemas de la secuencia con alternativas del tipo ABA/ABE, KEONTEI/KEONI/KEONII, etc., según lápidas. Coelho propone una segmentación de los morfemas MARO y KEONII, con sus respectivas variantes, como fenómenos de flexión o de género y número, y presenta la hipótesis de etnonimia para la forma KEONII (Coelho, 1971 y 1976, 208). Parece muy correcto interpretar esta secuencia como fórmula funeraria empleada en los ritos de incineración, tanto por su recurrencia epigráfica en necrópolis de incineración, como por las razones lingüísticas que aporta el siguiente análisis morfemático. Análisis: SUNTU > suntoi, zuntoi que Azkue describe con todo detalle como 'el palo que sirve de eje a los haces de paja piramidalmente amontonados', en el guipuzcoano de Andoain (Azkue, 1984: Mujika, 1981). ¿Este SUNTU o SUNDU habría que cotejarlo con el SELDAR de la inscripción ibérica de Cabanes, vasco seldor? No es fácil dar una respuesta, aunque los significados son concurrentes, y las diferencias formales puedan explicarse por la lejanía espacial —(SO. portugués y Levante español), que implica dialectos o lenguas diversas, dentro de una misma familia lingüística—, así como por el intervalo probable de varios siglos entre las dos formas. ´ ´ UIROA (UROA) > urru-a 'espeso, abigarrado' (Azkue, 1984; Mujika, 1981), además, Mujika precisa la referencia del término a una 'pila o atropado, de ramas recogidas y juntas'. ´ MARON > barrun en vizcaíno y guipuzcoano (Azkue, 1984; Mujika, 1981) significando 'lo que está dentro, interior' y en la expresión guipuzcoana de Andoain, barrunbe guzia egosi egin zaio 'se le ha carcomido todo el interior (las entrañas)' se aplica a las entrañas o tripas de un animal, según estos autores. La alternancia m / b que observamos aquí, sobre todo en inicio de secuencia, es totalmente pertinente; pues, por una parte, la transcripción del fonema ibérico que hace Gómez Moreno (1961, 898) debe considerarse más bien como un fonema complejo /mb/, tal y como postula Martinet para el vasco antiguo y lenguas contiguas (1955, 387 s.); y, por otra parte, en la Alta Navarra existe un juego infantil llamado marru-marruketan 'a esconderse' que pudiera tener este tema, y cuya realización es /m/, como en ibérico. ABE (ABA) > abe 'destino, sino, hado, fatalidad, suerte', en guipuzcoano, así abea dauka etxe orrek 'esta casa tiene mal hado (mala suerte, destino, fatalidad)' (Mujika, 1981). La alternancia en los textos ibéricos ABA / ABE dentro de una misma fórmula ´ ´ ritual funeraria MARONABEKEONTEI / MARONABAKEONTEI presenta una

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abrumadora mayoría para ABE (sólo una vez ABA); así en varias estelas funerarias de Bensafrim, Loulé, Panoias de Ourique, San Miguel do Pinheiro, etc., por eso optamos por el morfema ABE. KE > ke 'humo' en vasco (Azkue, 1984; Mujika, 1981). ONTEI > untu 'cubrir de cenizas el fuego', en suletino, como en la expresión (h)untu ezazu sua 'cubra de cenizas el fuego' (Azkue, 1984; Mujika, 1981). ´ ´ La segmentación de la secuencia, por tanto, es SUTU/UIROA/MARON/ABA/ KE/ONTEI y su traducción 'cubrir de cenizas el humo, destino de las entrañas, en la pila de troncos'.

Inscripción de la Estela Funeraria de Ourique. A finales del siglo XVIII, el obispo de Beja, fray Manuel do Cenáculo VillasBoas (1724-1814), coleccionó una serie de inscripciones pre-latinas procedentes de hallazgos casuales del término municipal de Ourique (SO. de Portugal). Al ser trasladado, en 1802, a la diócesis de Evora, se perdieron desgraciadamente todas las inscripciones 'turdetanas' de su colección. Sin embargo, como hombre prudente que fue, ordenó, poco antes, a don Félix Caetano da Silva que las dibujase. Hoy se conserva en la Biblioteca Municipal de Evora el conocido documento Album Cenáculo, que contiene los dibujos de tan valiosa colección epigráfica. La parte superior de la estela, según Gómez Moreno (1961, 910), está algo mutilada y el letrero la contornea, estando uno en la parte superior y el otro en la inferior, ambos entre rayas (Lám. 33).

Lám. 33. Estela funeraria de Ourique.

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Transcripción: Línea superior: letrero incompleto. ´ Línea Inferior: MARONABEKEONTEI. La línea que está en la parte superior de la lápida se encuentra mutilada, y, según Gómez-Moreno, su transcripción adolece de inexactitudes (1961, 910), además de estar incompleto el letrero, por lo que no es aconsejable aventurar una hipotética reconstrucción del mismo. En la parte inferior de la lápida, sin embargo, se repite la frase ritual funeraria, que, al formar un conjunto sígnico totalmente separado del letrero superior, permite otorgarle un valor secuencial y léxico en sí mismo. Los criterios de lección de los signos han sido expuestos en la estela de Bensafrim. Análisis: La secuencia ha sido analizada enteramente en la estela funeraria de Bensafrim. La segmentación y su traducción es MARON/ABE/KE/ONTEI ´ 'cubrir de cenizas el humo, destino de las entrañas'.

2. Las Estelas Funerarias del Levante Mediterráneo: Cabanes, Benassal I, Polpis, Canet I, Canet II y Cretas. Puesto que el rito de cremación del cadáver y el posterior enterramiento de las cenizas guardadas en urnas, se mantiene en el Levante mediterráneo, la introducción general a dicho tema vale también aquí. Sin embargo, en estas inscripciones funerarias observamos la presencia léxica del término 'grito', por eso haré una mención especial a la ancestral costumbre de las plañideras. Concretamente, se habla de 'gritos de dolor' en los epígrafes de Cabanes y de Benassal I, y de 'gritos de espanto' en la lápida funeraria de Canet II. El hecho de que tratemos aquí el tema de las plañideras no significa que estuviera circunscrito al Levante mediterráneo, pues, como veremos, es una costumbre oriental importada a Hispania, en general. Pero, puesto que algunas lápidas dejan constancia de ello, será bueno introducirnos en el tema. En la ciudad de Sevilla, antigua Hispalis, se celebraban a finales del siglo III las fiestas de Adonis, amante de Afrodita, muerto por un jabalí. Se trataba de un ritual funerario. Esto consta en las actas de Justa y Rufina, que fueron martirizadas en el año 287. La misma tradición se conserva en el Breviario de Evora, teniendo ambas la misma fuente, que a juicio de algunos especialistas cabría remontar a tradiciones fenicias y cartaginenses (Cumont, 1927, 330 ss.), conteniendo rasgos muy arcaicos. El ritual funerario de Sevilla consistía en una procesión de mujeres que transpor-

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taban la imagen de Adonis. Las devotas danzaban, hacían una colecta y plantaban los famosos jardines de Adonis. El profeta Isaías (17,10-11) ya clamaba en su Oráculo contra Damasco por ese rito pagano: «Para eso plantaste los jardines de Adonis y pusiste en ellos los pámpanos de un dios extraño. El mismo día en que los plantabas los veías crecer y al día siguiente todas las plantas estaban en flor. Pero desaparecerá la mies el día de la enfermedad y el dolor será incurable». En Sevilla, las devotas organizaban una procesión a los montes Marianos, presidida por la autoridad, y descalzas iban detrás de la imagen, llorando la muerte de Adonis. Me parece de interés destacar la estrecha simbiosis, en el rito descrito, entre el sepelio mortuorio y la procesión de plañideras llorando. Es un denominador común en los epígrafes de las estelas funerarias estudiadas la invocación a los 'gritos de dolor, los gritos de espanto', que, sin duda, hace una referencia explícita al hecho ritual que observamos en territorio turdetano de las plañideras llorando y gritando tras el cortejo fúnebre. Esta frase, pues, debió pertenecer al ritual mortuorio desde muy antiguo, institucionalizándose no sólo en el cortejo de plañideras, sino en una expresión ritual y lapidaria. Esta frase ritual la encontramos como tal en uno de los cantos fúnebres en honor de Adonis que se conservan, el epitafio de Bión; después de cada recitativo el coro entona un estribillo que dice: «Lloro a Adonis y los Erotes lloran también», repitiéndose constantemente. Cuando al final del epitafio el muerto, Adonis, yace en la tumba, se dice expresamente «alrededor suyo los Erotes lloran con gemidos, habiéndose cortado los cabellos». Y el epitafio concluye «Cesa por hoy en tus quejas, pues de nuevo tendrás que gemir y llorar otro año». Según Blázquez (1983, 54) la confirmación arqueológica de este hecho la encontramos en «una composición de Palmira que representa a Tammuz echado sobre el lecho, junto a una llorona, con los cabellos sueltos y golpeándose los senos». Luciano describió bien el rito funerario de Adonis en la ciudad de Biblos, en el siglo II: «(Los biblitas) se golpean cada año, se lamentan, realizan sagradas ceremonias y manifiestan gran duelo por los campos circundantes. Y cuando ya se han cansado de golpearse y lamentarse, pasan a celebrar un sacrificio fúnebre en su honor, como si éste fuera el cadáver de un mortal». La comparación hecha por Luciano con los sepelios reales, nos hace ver lo arraigadas que estaban en el rito funerario las expresiones de lamentos, gritos y lloros. También tenemos un testimonio de Juliano cuando visitó Antioquía, en el que dice que la ciudad lloraba la muerte de Adonis. El rito fúnebre griego de Adonis, íntimamente ligado a las expresiones de dolor y lamento, es fundamentalmente oriental y hay que enmarcarlo junto al sumerio Dumuzi, al egipcio Osiris, al babilónico Tammuz, etc. Ahora bien, de lo que sí tenemos constancia arqueológica, es de que fue introducido en la península ibérica hacia la mitad del siglo VIII a. C. por los fenicios, como lo prueba la estatuilla de Astarté encontrada en el Carambolo. Y consecuentemente, tanto el rito de la incineración de los cadáveres, como el cortejo y acompañamiento de los lamentos y gritos de dolor, pasaron a formar parte en fecha tan antigua de los ritos funerarios indígenas, cuya referencia escrita aparece en los epígrafes estudiados, como frases pertenecientes al ritual. Por lo tanto, las referencias lingüísticas estudiadas en las estelas,

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como humo, fuego, cenizas, pira de troncos, y gritos de dolor y espanto, no nos informan de algo aleatorio, anecdótico o circunstancial, sino que son la expresión lingüística y sacra del rito mismo de la muerte.

Inscripción de la Estela Funeraria de Cabanes. El año 1913, fue hallada esta lápida en Cabanes, entre el castillo de Miravet y Albalat, con sepulturas. Fue D. Joaquín Peris Fuentes quien la poseía, dando cuenta de éste y otros hallazgos arqueológicos en un estudio que publicó (1922, 218). Actualmente se encuentra en el Museo Arqueológico de Barcelona. La lápida funeraria tiene un letrero escrito en tres líneas y bien conservado, aunque la piedra está mal recortada por arriba (Lám. 34).

Lám. 34. Estela funeraria de Cabanes.

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Son importante las noticias de los hallazgos arqueológicos que hizo el mismo Peris o que nos proporciona, afirmando que al roturarse los campos para el laboreo aparecen por todas partes urnas cinerarias ibéricas. En algunos lugares éstas se encuentran juntas, formando grupos, y, a veces, aisladas. Además da cuenta de otros objetos: sortijas, pulseras, molinos, fíbulas, etc. El hecho de que las urnas sean cinerarias coincide con el texto de la inscripción; y el encontrarlas agrupadas muestra que los enterramientos no necesariamente eran individuales, y por lo tanto los valores antroponímicos que tan asiduamente se dan a las inscripciones de las estelas funerarias, no pueden responder al nombre personal del muerto, sino más bien a una expresión ritual funeraria no personalizada. Hemos de añadir que Cabanes fue un importante centro en la antigüedad; baste recordar el famoso arco romano declarado monumento nacional y uno de los pocos que han subsistido en España, que está relacionado con el paso de la vía HercúleaAugusta por dicha llanura. Transcripción:

´ Línea 1ª: ILTIRBIGIS Línea 2ª: EN : SELDAR Línea 3ª: ÜI La existencia de interpuntos autoriza la construcción de dos secuencias interrumpidas únicamente por la estrechez de la piedra, ILTIRBIGISEN : SELDARÜI. La ´ segmentación que da Gómez Moreno (1949, 245) de ILTIRBIGIS como nombre ´ personal, y que después siguen varios autores, no parece una valoración oportuna a la luz del análisis lingüístico que ofrecemos, así como por la constatación de que en Cabanes las tumbas de incineración no estaban personalizadas necesariamente, sino referidas a un grupo. En cuanto al signo Y, esta inscripción, junto a la de Benassal I y Canet II muestran que el valor de /ü/ es el apropiado. Análisis: IL > il 'muerte, morir' en vasco, como en il dei 'anuncio de la muerte'. ´ > tirri 'dentera, temblar los dientes' en el alto navarro del Baztan (Azkue, TIR 1984; Mujika, 1981). BI > be 'el suelo' en vizcaíno y guipuzcoano, y, en general, indica 'la parte baja' (Azkue, 1984; Mujika, 1981). GISEN > gizon 'el hombre, la persona' en vasco; existe precisamente un refrán en Arakil, que quiere expresar el olvido en que se tiene a los muertos, y que emplea dos de los morfemas que tiene esta inscripción: gizon ilak bizarra otz 'hombre muerto, barba fría' (Azkue, 1984; Mujika, 1981). También existe en vasco giz-a, con el mismo significado, en donde se percibe que tanto el término vasco como el ibérico se construyen sobre el mismo lexema GIS. Además, Michelena compara, y con

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razón, el vasco gizon con el aquitano cison (Michelena, 1990, 54) —lengua contemporánea a la ibérica—, lo que evidencia la existencia de este antiguo tema en el ámbito lingüístico no indoeuropeo. SELDAR > seldor 'haz o pila de leña para hacer carbón' (Azkue, 1984); 'carga o haz de leña' (Mujika, 1981). Aunque Michelena prefiere el concepto de 'carga' (Michelena, 1961, 22 y 1970, 70). Existe también la variante sendor 'carga de leña' (Azkue, 1984; Mujika, 1981). D. Pío Beltrán ya comparó el término ibérico con el vasco seldor (Beltrán, 1972, 293, 486-7, 584), y Tovar admite el significado al hablar de la estela de Cretas (1960, 16); Michelena, que prefiere relacionarlo con el concepto de 'carga', tiene, sin embargo, que admitir la posición de Villasante, quien le informó de que la variante seldorra/sendorra «sigue viva en Oñate con el valor de 'carga', cualquiera que sea la naturaleza de ésta (leña, hierba, etc.)» (1970, 70); y, efectivamente, tiene Michelena razón cuando no restringe el concepto a la carga de leña sino que lo amplía a cualquier carga, sea de leña, hierba, paja, etc., pues también la estela ibérica de Benassal I reconoce que se utilizaba en la cremación del muerto 'la broza que se amontona para quemar'. Ahora bien, cuando Michelena afirma que la correspondencia vasca de SELDAR sería «*selar o bien *zelar» se remite a Schmoll y propugna «Para ibérico lt, en escritura griega LD, en latina LL, más tarde L no geminada» (1985, 381, n.4), deducción no exacta al existir otros procesos de conservación del grupo: así tenemos el morfema ibérico ILDU (Serreta I) en escritura griega, y en las fuentes medievales Elda (CODOM, II, 5 y 36), constatando la conservación del grupo; también en Serreta I tenemos, en escritura griega, NALTINGE —no NALDINGE, como esperarían estos autores— y la documentación medieval conserva el grupo -nt- en el referente Ontigne (Llibre del Repartiment, año 1248), que por una interversión de líquida inicial (fenómeno suficientemente contrastado) produjo *Anltinge, agregándose a ello la tafxîm, al encontrarse en entorno faringo-velar —fenómeno conocido en el árabe valenciano— que produjo finalmente la transformación en Ontinge. En Liria I encontramos el morfema GELDE y el vasco mantiene el grupo /ld/ en geldazatu, con el mismo significado de 'filtrarse, penetrar un líquido'; por lo tanto, el grupo ibérico LD no necesariamente pasa a l, sino que se conserva en líquida + oclusiva dental. ÜI > oi 'grito de dolor', en vasco (Azkue, 1984; Mujika, 1981); y las variantes uia (ibidem) y oi(h)u 'grito' (Michelena, 1990, 177). ´ La segmentación y traducción correspondiente es IL/TIR/BI/GISEN/ : SELDAR/ ÜI 'el hombre bajo tierra tirita (ante) la muerte. Gritos de dolor en la pira'. Hemos traducido 'pira' como equivalente al 'montón o carga de leña' que se empleaba para la incineración del muerto. Es conveniente acercar esta inscripción funeraria ibérica a las estelas funerarias vascas. El antropólogo vasco Barandiarán, en su estudio sobre las estelas funerarias del País Vasco (1980, 5 y 43), afirma que la piedra que se coloca en la cabecera de la tumba es llamada generalmente il-arri 'piedra de muertos', y en algunos lugares ilargi 'luz de muertos'; pues bien, la inscripción de la estela funeraria ibérica comienza

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con el morfema il 'muerte, muerto'; además, Barandiarán recoge la información de L. Colas y Pierre Lafitte de que la estela también era designada por gizona 'el hombre' y harri-gizona 'el hombre de piedra'; a su vez, el epígrafe ibérico contiene el morfema gizon < GISEN 'el hombre'. Estos dos morfemas il y gizon debieron, obviamente, ser rituales y habituales en los epígrafes funerarios desde muy antiguo, conservándose recientemente como designadores de las estelas funerarias vascas. La inscripción ibérica hace referencia, también, al rito de incineración cuando nombra la pira o haz de leña en donde se quemaba el cuerpo del muerto; así mismo Barandiarán explica la costumbre ancestral vasca en el rito fúnebre de quemar el jergón de la cama del difunto, o en su defecto, un manojo de paja, rezando alrededor de las cenizas. Cuenta que en Ataun había que ofrendar a los muertos aunque fuera encendiendo una simple pajuela; y allí, en un relato mítico, se habla de la utilización de huesos humanos como teas por la noche. Evidentemente, estas costumbres sociales, asociadas al rito funerario vasco, rememoran, sin duda, el antiguo rito de incineración del cadáver y la colocación de estelas funerarias, y permiten emparentarlas con la tradición ibérica.

Inscripción de la Estela Funeraria de Benassal I. En la primavera de 1935, fue explorada la zona comprendida entre las casas de campo Mas de Centelles y Mas de Corbó de Dalt, o Carbó, en el término de Benassal, donde en la cumbre del Tossal de Centelles eran visibles las ruinas de un poblado ibérico, encontrándose también restos ibéricos en el Castell de Corbó (Carbó). El mismo topónimo Corbó (Carbó) es ibérico, por cuanto ya en el estudio de Román (1990) se describe el morfema KAR 'piedra' y BOKU 'punta' con las transformaciones BOKU > Boøu > Bó, es decir, KAR/BOKU > Carbó 'la punta de piedra', como se puede observar en la Lám. 35.

Lám. 35. El Castell de Carbó, 'la punta de piedra'.

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En los campos cercanos al Mas de Corbó (Carbó) se halló esta estela ibérica (Lám. 36), indicio único de la necrópolis. Se trata de una piedra arenisca cuadrangular, incompleta en la parte superior, que mide 435 mm. de altura, 345 mm. de ancho y 110 mm. de grueso, (Ballester Tormo 1942, 132).

Lám. 36. Estela funeraria de Benassal I. (Reprod. S.I.P.)

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Transcripción:

´ Línea 1ª: SAKARBETA Línea 2ª: N : ÜI El letrero de la lápida está en escritura ibérica oriental con un total de nueve signos, seis de ellos dentro de una cartela rectangular situada en la parte superior de la lápida y los tres restantes comenzando la línea de abajo. El letrero parece completo y la N con que comienza la línea 2ª está seguida de un interpunto muy bien marcado que indica obviamente final de secuencia léxica; apoya también esta interpretación el hecho de que tras el último signo de la primera línea no queda espacio material para concluir el sintagma con la adición de otro signo, que se agrega en la línea de abajo. Tras el interpunto se concluye con la tradicional fórmula ÜI analizada en la lápida de Cabanes. El letrero está grabado con grandes trazos profundos que ´ lo hacen fácilmente legible, siendo su lectura completa SAKARBETAN : ÜI. Otros autores interpretan el signo Y como bilabial, e ignoran el interpunto detrás de N —hecho no justificado pues es notoria y clara su incisión— lo que les permite relacionar la supuesta secuencia TANMI con nombres personales de inscripciones latinas como Tannegaldunis, etc. (Caro Baroja 1963, 793). Análisis:

´ > zakar, zakaira y sakara 'broza que se amontona en las heredades para SAKAR quemar' son formas dialectales del vasco (Azkue 1984; Mujika 1981). Ya Michelena hizo una correspondencia formal entre ambos morfemas (1955, 278). El contexto funerario y, por tanto, de incineración, que tiene este letrero, implica la considera´ como referida a la pira de hierbas, broza y palos en la que se incineción de SAKAR ró el cadáver. BETAN > beta 'ocio, reposo, descanso' en el alto navarro de Goizueta y en el guipuzcoano de San Sebastián, así betarik ez det gaur 'hoy no tengo descanso' (Azkue, 1984; Mujika, 1981). La pérdida de -n final en vasco hay que considerarla como un proceso normal; Michelena afirma lo siguiente: «Por lo que respecta a su -n final hay dos grupos... (b) los de nasal final móvil… caduca, es decir, los temas y sufijos que acaban o no en nasal, según los dialectos» (1990, 137); así constatamos, en formas dialectales, temas indistintamente con o sin -n final: eustan/eusta, neukan/ neuka, zidin/zidi, axan/axa, daigun/daigu, garean/garea, etc. ÜI= 'gritos de dolor', analizado en la inscripción de Cabanes. ´ Siendo la segmentación y traducción SAKAR/BETAN : ÜI 'descansa en la pira (funeraria). Gritos de dolor'. Inscripción de la Estela Funeraria de Polpis. En el término municipal de Alcalà de Xivert (Castellón) se encontraron a finales

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del siglo XVIII tres lápidas funerarias con inscripciones ibéricas. Analizamos aquí la encontrada en la partida agrícola de Polpis. El Príncipe Pío describe así los hallazgos: No sólo en los referidos sitios del término de Alcalá de Chisvert se encuentran indicios vehementes de que hubo en ellos antigua población, sino que en la partida llamada Corral del Royo se descubren vestigios de que existió allí otro pueblo. La inscripción… fue encontrada en este punto, y estaba colocada en una muralla de obra cimenticia, o piñoneada de argamasa antiquísima, cuya estructura y materia no tiene semejanza con las obras romanas, godas ó moriscas. Esta muralla tenía mas de ocho palmos de espesor. La segunda de las inscripciones encontradas la describe así: «La inscripción…, también de letras desconocidas, estaba colocada en un trozo de torrecilla antigua de las mismas ruinas ya descritas, y fué descubierta en 11 de marzo de 1791. Se guardaba en casa de Francisco Roca, vecino de Alcalá… En el expresado año de 1791 se descubrieron… haciendo excavaciones en el Corral del Royo, donde se encontraron las inscripciones anteriores, cuatro urnas cinerarias de barro oscuro... Tenían diez pulgadas de altura y conservaban dentro cenizas y partes de huesos humanos: estas urnas estaban taladradas para introducir un alambre que ajustase y cerrase bien la cubierta con el cuerpo de la vasija. También se hallaron unos idolillos de bronce figurando ciervos paletos, y además varias puntas y casquetes de lanza y de otras armas bastante oxidadas... En la partida llamada de Polpis… situado a dos leguas con corta diferencia al Noroeste de Alcalá de Chisvert y en su término, se reconocen tambien ruinas de edificios análogos y de la misma extructura. Entre esta ruinas se descubrió la inscripción de letras desconocidas… Tenía un pie de alto con otro y dos pulgadas de ancho, y la vio entonces colocada en la pared de la bodega, extramuros de la villa... era de mármol negro (Valcarcer Pio de Saboya 1852, 10 y 11). A continuación el autor describe los ocho signos que contiene la lápida. En la actualidad se desconoce el paradero de estas inscripciones.

Lám. 37. Estela funeraria de Polpis.

Transcripción:

´ BALARKOIABA El Príncipe Pío no informa de que la lápida o el letrero estuvieran incompletos,

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como hace en los casos en que esto sucede, por lo que opinamos que el texto del letrero está completo. Análisis:

´ > balaro 'cesto con cubierta propia' en el vizcaíno de Arratia (Azkue, BALAR 1984; Mujika, 1981). KOI > koi en vasco es un sufijo que significa 'tender a, propenso a' (Azkue, 1984; Michelena, 1990, 250; Mujika, 1981). ABE (ABA) > abe 'destino, sino, hado, fatalidad, suerte' ha sido analizado en las estelas funerarias de Bensafrim y Ourique. Antes de dar la traducción completa del texto conviene recordar el contexto en que apareció la inscripción. En el término municipal de Alcalà de Xivert, el Príncipe Pío describe las ruinas de tres poblados ibéricos en donde encuentra monedas con inscripciones ibéricas, fragmentos de lápidas, pondus, y más de dos arrobas de glandes de plomo, es decir, balas de honda, pátera de mármol blanco, etc., así como las lápidas funerarias ibéricas; y junto a ellas —literalmente dice «donde se encontraron las inscripciones anteriores»— se descubrieron cuatro urnas cinerarias de barro oscuro que conservaban dentro cenizas y partes de huesos humanos. Estas urnas estaban taladradas para introducir un alambre que ajustase y cerrase bien la cubierta. Pues bien, veamos qué decían los letreros de estas lápidas mortuorias que señalaban la presencia del enterramiento de las urnas cinerarias que contenían los ´ que restos de los cadáveres incinerados. Evidentemente, el término ibérico BALAR, conserva espléndidamente el vizcaíno balaro, y que hace referencia a un 'cesto con cubierta propia', debe aplicarse a estas urnas de enterramiento que disponían de cubierta propia, como muy pormenorizadamente describe el Príncipe Pío. Conse´ cuentemente, la segmentación y traducción correspondiente es BALAR/KOI/ABA 'el destino tiende hacia la urna (cineraria o tumba)'. Inscripción de la Estela Funeraria de Canet I. En el pueblo de Canet lo Roig (Castellón), aparecieron tres lápidas funerarias ibéricas, dos de las cuales sirvieron de peldaños en un bancal de la partida agrícola de Les Viñetes. En el año 1972 fueron recuperadas las dos primeras lápidas y se rebuscó entre las piedras del bancal, hallándose la tercera. Como afirma Fletcher (1975, 659), el hallazgo de tres lápidas funerarias en un mismo lugar indica la existencia de una necrópolis ibérica. La primera de ellas está fragmentada y mide en la actualidad 44 cm. de longitud, 27 cm. de altura y 10 cm. de espesor (Lám. 38).

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Lám. 38. Estela funeraria de Canet I.

Transcripción:

´ ASORDIN. Sobre una línea horizontal, a modo de pauta, se escriben seis signos, el primero de los cuales está incompleto, pero, por el ductus que se conserva, coincido con Fletcher en asignarle el valor de A. Análisis:

´ > azur 'hueso' en vizcaíno. ASOR DIN > din 'adecuado, apto, apropiado' en roncalés y labortano (Michelena, 1990,107; Azkue, 1984; Mujika, 1981). 169

´ La segmentación y traducción de la secuencia es ASOR/DIN, literalmente 'apto, apropiado para huesos', es decir, 'osario'. Inscripción de la Estela Funeraria de Canet II. Este letrero se encuentra inscrito en la segunda de las lápidas funerarias encontradas en Canet lo Roig. Mide 65 cm. de altura, 32 cm. de ancho y 10 cm. de espesor (Lám. 39).

Lám. 39. Estela funeraria de Canet II.

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Transcripción:

´ ´ Línea 1ª: TARBANIKOR Línea 2ª: ÜI La estela está completa, y el texto, situado en la parte superior, encuadra, dentro de una cartela, siete signos, estando el octavo y el noveno en el renglón de abajo, pero con la particularidad de no comenzar línea, sino debajo mismo de los signos sexto y séptimo. Esta distribución, así como la ausencia de interpuntos, debe interpretarse como que los nueve signos forman una misma expresión léxica. (De hecho, escribir dos letras debajo de la palabra que no cabe en un renglón, es una forma intuitiva de expresar que forman un todo). El tercer signo ha recibido un golpe, pero se confirma, por la estrechez del espacio dejado entre los signos segundo y cuarto, que la lectura de Fletcher (1975, 660), BA, es correcta. Análisis:

´ > tarrat en vasco, significa la 'onomatopeya del ruido cuando algo se TAR desgarra' (Azkue, 1984; Mujika, 1981). BAN > bana en vasco tiene un valor distributivo, 'a cada uno' (Azkue, 1984; Mujika, 1981). Y Michelena lo corrobora opinando que proviene de *bat-na (1990, 347), siendo bat uno y -na un sufijo distributivo. ´ > ikar-a 'susto, espanto, pavor' (Azkue, 1984; Mujika, 1981). IKOR ÜI= 'grito', analizado en las inscripciones de Cabanes, y de Benassal I. La interpretación del signo ibérico Y = /Ü/ se confirma en esta inscripción. ´ ´ 'gritos de La segmentación y traducción correspondiente es TAR/BAN/IKOR/ÜI espanto cada uno desgarra'. Inscripción de la Estela Funeraria de Cretas. En el Mas de Madalenes, 4 km. al sur de Cretas (Teruel), se encontró una estela funeraria incompleta de la que resta, a primera vista, la mitad superior, con una medida de 60 cm. de alto. En el año 1852, Lorichs le dio publicidad. Aparecen cinco lanzas debajo del letrero, interpretándose habitualmente esto como indicador del número de enemigos que ha matado el guerrero, y asociándose esta costumbre con la frase de Aristóteles de que los iberos clavan tantas lanzas o piedras en torno a la tumba del muerto como enemigos haya matado (Política, 7, 2-5) (Lám. 40).

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Lám. 40. Estela funeraria de Cretas.

Transcripción: KALUNSELDAR El letrero se encuentra en la parte superior de la lápida, bajo un adorno geométrico y por encima de unas lanzas. La lectura es clara, sin ningún interpunto o separación en la secuencia.

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Tovar (1960, 16) siguiendo a Beltrán, traduce SELDAR por 'tumba' e interpreta KALUN como nombre personal, desde la perspectiva meramente contextual y conjetural 'tumba de Kalun'; sin embargo, el análisis lingüístico de KALUN ofrece perspectivas más adecuadas que la mera suposición de encontrarnos ante el nombre del difunto. De hecho, en todos los epígrafes funerarios analizados, no hemos encontrado uno solo que informara del presunto nombre del muerto; es más, dudamos, por el análisis antropológico, de que existiera dicha convención en la sociedad ibérica, como parte del rito funerario; y se ha podido comprobar, por la existencia de varias urnas funerarias juntas con una única estela funeraria, que los epitafios no se identifican nunca con una sola persona con el fin de rememorarla, sino que más bien su función es la de advertir que nos encontramos en un espacio sagrado, en una necrópolis, y, por eso, las frases rituales deben de extenderse a todos los difuntos de la necrópolis, utilizando para ello un léxico que forma parte del rito general funerario de incineración: cenizas, humo, pira, huesos, entrañas, gritos de dolor, destino, descanso, muerte, hombre, etc. Análisis: KALUN > kalo 'cráneo' en el bajo navarro de Amikuse y Donibane-Garazi, con la variante kali en las Aldudes, así como en el alto navarro de Baztan; también kaloka 'hueso de animal, taba' en el alto navarro de Oyarzun y en el guipuzcoano de San Sebastián (Azkue, 1984; Mujika, 1981). El significado, pues, de 'cráneo, calavera, huesos, esqueleto' conviene al término ibérico, sobre todo porque en el epígrafe ASORDIN 'osario', que aparece en una estela funeraria de Canet, ya se hace referencia al concepto huesos. En el SO. de Portugal (estelas de Ourique y Bensafrim) se evoca a las 'entrañas' del muerto, mientras que aquí la referencia es al esqueleto; y aunque léxicamente los términos son distintos, conceptualmente son similares por cuanto ambos mencionan lo interior, el adentro del difunto. SELDAR: ha sido analizado en la inscripción de Cabanes. La segmentación de la secuencia y su traducción correspondiente es KALUN/ SELDAR 'tumba (pira) del esqueleto'.

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IV PEQUEÑOS LETREROS DE CERÁMICA, HUESO O METAL

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En este capítulo se analizan diversos letreros realizados sobre diferentes soportes, teniendo todos en común la profunda relación del texto con el referente que lo acompaña: habitualmente una representación pictórica, o bien el objeto mismo sobre el que está escrito el epígrafe. El primero de ellos hace referencia al arte de maquillarse las mujeres, representándose una escena de tocador. El segundo nos da una breve información sobre el hilado y la costura. El tercero es relativo a dos epígrafes escritos en vasijas de cocina, usadas para guardar vegetales. Un cuarto letrero indica que se trata de una vasija perteneciente al clan o familia. El quinto grafito, escrito sobre una bala de honda, es tan simple como esclarecedor. Y, por último, el sexto letrero es la reflexión semiótica que el mismo escriba hace sobre el arte de escribir.

1. El Arte de maquillarse: Letrero de Liria I. Esta inscripción se halla sobre un fragmento de kalathos, que por su forma se conoce también como 'sombrero de copa' y que Beltrán data como del comienzo del siglo II a. C. (1972, 466). Debajo del letrero aparece una decoración que «representa a una dama sentada en un sillón de alto respaldo, sosteniendo en la mano derecha un instrumento semejante a un espejo, y con un alto peinado que recuerda a la mantilla, y triple gargantilla» (Uroz, 1983, 77). Los ojos están muy maquillados así como la ceja; el espejo refleja parte de los maquillajes de la dama, dando la impresión de que la parte de abajo del mismo refleja las ondulaciones con las que se ha pintado el ojo (Lám. 41). Existen, además, otros dos fragmentos de cerámica, aparecidos en el mismo lugar, que representan la misma escena de tocador con la dama sentada. El segundo fragmento curiosamente sirve para completar la escena de la parte mutilada del anterior fragmento: la dama está sentada en una silla de alto respaldo, como la otra, portando también unas gargantillas. Lleva un vestido largo que le cae hasta los pies, y sobre sus rodillas descansa un cuenco sobre el que apoya la mano izquierda, mientras que la derecha sostiene el mango de un espejo a la altura del rostro, estando mutilada a este nivel la pintura (Lám. 41). En cuanto al tercer fragmento, procedente también de un kalathos, y bastante mal conservado, reproduce parcialmente a una dama que tiene sobre las rodillas un cuenco, del que saca algo que lleva hasta la altura de su cara con la mano derecha (Beltrán, 1972, 473). Los tres fragmentos

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representan obviamente la misma escena de tocador de dama y nos ilustran sobre algunos detalles del maquillaje de las mujeres ibéricas: la dama tiene un cuenco en su regazo del que se lleva algo con la mano derecha a su cara —esta acción hace clara referencia al maquillaje de la cara con diversos afeites—; el espejo, que refleja el resultado final del trabajo de embellecimiento de la dama, también confirma que la acción representada es la de maquillarse.

Lám. 41. Fragmentos cerámicos de Liria representando una escena femenina de tocador. (Reprod. S.I.P.)

Puesto que las pinturas y el letrero, que a continuación analizamos, hacen referencia a una escena de tocador, concretamente a los afeites con que se maquillaban las mujeres ibéricas, es conveniente que de forma sucinta expongamos las costumbres femeninas de maquillarse y adornarse con afeites en la antigüedad. Para ello, me baso en el excelente estudio que sobre el tema hizo Grillet (1975), referido en especial a Grecia. Por desgracia, poco se conoce del tema en el ámbito ibérico; por eso mismo, lo enmarcaremos en el contexto general de la antigüedad, en los primeros siglos a. C., en un tiempo coetáneo, pues, de los letreros de Liria. La utilización de los adornos cosméticos o afeites por parte de las mujeres fue una costumbre muy extendida por todo el Mediterráneo, traída de Oriente. Los afeites se aplicaban en las operaciones de maquillaje de las mejillas, la pintura de los labios y la pintura de los ojos, junto con las cejas y párpados. Se utilizaban tres colores fundamentales, el blanco, el rojo y el negro. El blanco disimulaba la palidez

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de la piel, el rojo hacía resplandecer las mejillas, y el negro subrayaba, en forma de luna creciente, las cejas alrededor de los ojos. Estos colores dominantes eran mezclados ingeniosamente por los artesanos que los confeccionaban o por las mismas mujeres, creando matices variados, como los grises, rosas, naranjas, etc. Se presentaban en forma de polvos coloreados, en seco o para disolver, aunque la mayoría eran de base grasienta, grasa animal o vegetal, coloreada con minerales o vegetales, que le daba consistencia y fijaba el perfume. Estas grasas a veces eran extractos pringosos de la lana de los corderos, médulas de hueso de buey, de ciervo, etc. Las grasas se calentaban con sal marina, y cuando se licuaban eran introducidas en agua fría para endurecerlas. El embellecimiento de la cara comportaba dos operaciones: la pintura de las mejillas y de los labios —empleándose afeites blancos y rojos, según los casos— y el maquillaje de los ojos —con colores negros o sombreados—, párpados, cejas y pestañas. La operación consistía en colorear los ojos y marcar las cejas. Se coloreaba, en primer lugar, la parte baja de los ojos para hacerla resaltar; la blancura de la piel se disimulaba con un afeite color carne-rosado, obtenido por mezclas de polvos teñidos con tierras ocres. Luego, los párpados se pintaban con azafrán (krokos), cenizas de pétalos de rosas, etc., y se completaban con la pintura en negro — brillante, mate o azulado— del extremo de los párpados, las pestañas y cejas. Los afeites y cosméticos femeninos no aparecen en la literatura mediterránea hasta la época clásica, que es donde se deja sentir más la influencia oriental procedente de Asia Menor, Siria, Mesopotamia y Egipto. Se encuentran alusiones en las comedias griegas y en un texto de La Economía de Jenofonte, en donde se percibe la actitud de reprobación del uso de los afeites que manifestaba la sociedad griega del siglo IV a. C. Existía esta actitud de reserva por tratarse de una moda importada de Oriente, y, por lo mismo, sospechosa y bárbara. Las mujeres, sin embargo, pasaban largas horas en los gineceos dedicadas a estas tareas, aunque nunca se exhibían en público maquilladas. La mala reputación del uso de los cosméticos hay que atribuirla también al uso que hacían de ellos las cortesanas: era, por lo tanto, algo que no debía hacer la mujer honesta, aunque las mujeres viejas y las feas disimulaban con estos artificios los defectos de su rostro. Poco a poco y con la modificación de las costumbres, las mujeres comenzaron a aparecer en público con discretos maquillajes. Hay un texto de Antífanes, de mitad del siglo IV a. C., que hace revivir cómicamente las largas horas que inevitablemente la mujer pasaba delante del espejo, pues la sociedad la recluía en casa. Este texto, además, explica con palabras lo que contemplamos en los tres dibujos de Liria que representan reiterativamente el tema de la mujer delante del espejo: «Ella se va, vuelve sobre sus pasos, se acerca, se da la vuelta, ahora está aquí, ahora allá: se limpia, se acerca, se fricciona la piel, se peina, da un paso, se frota, se lava, se examina, se viste, se perfuma, se adorna, se unta con pomadas» (Antífanes, CAF II, 71, citado por Clemente III,2,7. Apéndice II [X]). Estas continuas alusiones en las comedias al tema de los afeites femeninos indican que las mujeres griegas se maquillaban en el siglo IV a. C., tanto las mujeres ricas como las menos favorecidas socialmente. Y como deduce Metzger (1951, 14 y 362), en su estudio sobre las representaciones en cerámica ática, las mujeres que se

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maquillaban delante de un espejo lo hacían, en primer lugar, por el placer personal que les procuraba contemplar su rostro en el espejo; sin duda, también para recibir a sus amigos en casa y como medio de seducción. Las representaciones en vasos áticos de la toilette de la recién casada confirman la importancia dada a los cuidados de la cara en el momento en que la novia ce convertía en esposa. A partir del año 450 a. C. son frecuentes las representaciones de la mujer aseándose, en el baño, delante del espejo, ante la pila para lavarse, peinando su cabellera, etc. Efectivamente, una escultura de korê, de principios del siglo V a. C., ha conservado trazos de su pintura original: sobre un fondo bastante claro, el artista ha recubierto las mejillas de un rosa muy pálido, coloreando ligeramente los labios; en las cejas se adivina el color negro. También en tumbas etruscas del siglo IV a. C., con representaciones de mujeres, como la de Velia, se perciben los tonos claros, los labios rosados y carnosos, párpados y partes bajas del ojo ligeramente coloreados de un pardo rojizo y cejas fuertemente marcadas de negro. En época más reciente, primeros siglos de nuestra era, las pinturas de Fayoum (Egipto) sobre tablas de madera, encontradas al lado de las momias, representan a mujeres con rostros muy cuidados y maquillados, los labios bastante rojos, las cejas negras y las mejillas coloreadas de rosa. Y las pinturas de Pompeya, siglo I d. C., prácticamente repiten las mismas técnicas de maquillaje. En cuanto a las pinturas ibéricas de Liria, reproducen el mismo contexto de escena de tocador femenina, con espejos, cajitas o vasos para los afeites, y maquillaje de la cara, mejillas, ojos, párpados, cejas, peinado, etc. Pasamos, pues, al estudio de la inscripción que corona dicha escena de tocador. Transcripción: :UNSGELDEGIAR: Este texto forma parte de un letrero incompleto, pero la secuencia fonológica sí que está completa, por cuanto existen varios interpuntos entre el comienzo de esta secuencia y lo que queda del final del texto anterior, así como otros interpuntos entre el final de la misma y los dos signos que inician la secuencia posterior, también incompleta. De ahí que pueda ser analizada en sí misma, al estar entre interpuntos. En cuanto a la segmentación, no parece adecuado aislar los segmentos DEGI Y AR, pues el referente contextual claramente indica la segmentación GELDE/GIAR, según explicaremos en el análisis lingüístico. Por ello, estamos de acuerdo con Beltrán (1972, 468) que propone la misma segmentación, aunque no con su interpretación del texto. Así mismo, compartimos la segmentación que hace Schmoll del morfema UNS (1959, 55), pero no su valoración. Análisis: UNS > iunz 'rocío' en vasco meridional (Michelena, 1990, 81); intz y el derivado verbal intzatu 'rociar, salpicar, hisopear; aspersión' (Azkue, 1984; Mujika, 1981). GELDE > el tema geld- en el derivado verbal geldazatu 'filtrarse, penetrar un

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líquido, empapar', en Azkue —que cita a Humboldt— y Mujika. De donde, el tema nominal geld 'filtro, afeite', como el resultado de esa acción. Por ello, la secuencia UNSGELDE 'rociar, salpicar con filtros o afeites', aplicada a la escena de tocador de la mujer que se está adornando y se mira ante el espejo, debe traducirse por 'maquillarse'. GIAR > gia 'piel, dermis, membrana rojiza interior del párpado' y giarra 'carne viva, la parte más sensible del cuerpo', en vasco. En cuanto a la caída de -r que observamos en gia, es un proceso constatable en vasco por la debilidad de dicho morfema, así hor>ho 'perro'; sobre ello Michelena afirma «la debilidad de r, si en ninguna parte parece haber llegado a la desaparición total como en suletino, se manifiesta, sin embargo, en muchos lugares» (1990, 330). La segmentación y traducción correspondiente es UNS/GELDE/GIAR 'la piel con afeites se maquilla', referida a la escena de tocador que realiza la dama.

2. El arte de tejer y coser: Letrero de Peña de las Majadas. En el poblado del Bronce y también ibérico que se asienta en La Peña de las Majadas (Toro, Castellón), se encontró una inscripción ibérica, escrita en un fragmento de hueso que utiliza el signario levantino. El objeto sobre el que se encuentra la inscripción apareció junto a diversos materiales que Sarrión Montañana data de la Primera Edad del Hierro (1978, 179) y al que describe como fragmento de punzón cilíndrico, de 28,5 mm. de largo y 5 mm. de sección. Nada se dice sobre la función que tendría dicho objeto. Podría tratarse de un punzón de hueso o también de una aguja gruesa o un huso para hilar. Avala esta última posibilidad, la aparición de una fusaloya cónico-convexa y un botón-pasador, en la misma plataforma meridional donde se encontró el objeto. La actividad del hilado está, pues, garantizada por la presencia de la fusaloya o peso del huso. La inscripción, como analizaremos, hace referencia 'al hilo que debe ser colocado en la diminuta punta del punzón entreabierto', por lo que creemos que el fragmento de hueso fue una aguja o lo más probable un pequeño huso. Por ello, haré una breve descripción de estos pequeños husos ibéricos y su funcionamiento, según lo explica Alfaro (1984). Los husos que se requerían para el hilado constaban de una corta vara de material duro y un pesillo o fusaloya que favorecía el giro de la misma. Esta vara podía ser de madera, hueso o incluso marfil o bronce, siendo su forma redondeada, como es el caso del fragmento que estudiamos. A veces presenta una disminución para evitar que el pesillo del huso se salga. La fusaloya imprimía mayor velocidad al giro y a la vez impedía que el hilo confeccionado y enroscado en el mismo se saliera por abajo. Hay unas frases de Alfaro que detallan puntualmente lo que la inscripción ibérica describe: «El huso lleva casi siempre un pequeño ganchito o una ranura que permite introducir o fijar, en él, el hilo ya hilado» (1984, 74); este gancho o ranura sirve también «para fijar el hilo cuando se busca la obtención de otro hilo doble a partir de la torsión de dos

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simples» (1984, 74). Consecuentemente con esto, la explicación que hace el escriba en el letrero sobre la función de la ranura para introducir el hilo se ajusta perfectamente a la actividad funcional del hilado y a la forma de sus instrumentos. Podemos ver un ejemplo de huso procedente de Munigua (Mulva, Sevilla) (Lám. 42), con la ranura practicada en la punta para introducir el hilo.

Lám. 42. Huso procedente de Munigua con la ranura practicada en un extremo y la fusaloya.

Los husos pequeños servían para conseguir hilos muy finos, y su tamaño podía ser realmente reducido, alcanzando algunos 15 cm.. El funcionamiento del huso es el siguiente: la hilandera va estirando un número preciso de fibras que se encuentran en la parte superior de la rueca y las va enrollando con los dedos, las humedece con los labios y las alisa con los dientes, para formar el comienzo del hilo. A continuación ata el principio del hilo al gancho o ranura del huso e imprime un movimiento rotativo al huso, que, gracias al peso de la fusaloya, enrosca las fibras en el mismo y las aprieta (Alfaro 1984, 76). Como se observa, es fundamental el que el hilo se introduzca y se sujete en la ranura del huso, pues de lo contrario no se conseguiría el ovillo de hilo. Y ésa es la advertencia que hace el escriba a la hiladora con su letrero.

Lám. 43. Letrero de Peña de las Majadas.

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Transcripción:

´ NERSETIKANTEKIARÜI ´ Algunos autores segmentan la secuencia en NERSE/TIKAN/TEGI… opinando ´ es un nombre de persona (Sarrión Montañana, 1978, 184; Siles, 1980), que NERSE insistiendo este último en que los morfemas siguientes también hacen referencia a elementos antroponímicos. No parece coherente este supuesto de tres elementos juntos referidos a nombres de persona, más aún cuando el análisis lingüístico que ofrecemos a continuación proporciona una segmentación más congruente con el contexto en que aparece el letrero, una aguja o punzón de hueso para tejer o para la costura. Esta inscripción, desde la perspectiva de la interpretación sígnica, ofrece una prueba concluyente de que el signo Y debe leerse con el valor de /ü/ y no de /m/, puesto que reconocemos en ARÜI un alomorfo del morfema ARI que se halla en el texto de Gádor, lo que implica la aceptación del grupo /üi/ o /i/ como variantes en dicho morfema, que excluyen a su vez la interpretación /mi/. Análisis:

´ > nirro en el bajo navarro de Salazar significando la acción de 'entreabrir, NER entornar', como en la expresión nirrotu begiak 'entornar los ojos' (Azkue, 1984; Mujika, 1981). SETI > satei (vizcaíno), satai (alto navarro), zatai (vizcaíno) 'palo con punta o cuña' (Azkue, 1984; Mujika, 1981), Azkue cita el siguiente párrafo: «No sólo los viejos saben lo que significa zatai; para remover los grandes maderos y piedras, los hombres suelen manejar un gran palo: aquel (el palo) es lo que se llama zatai»; y Mujika incluso matiza «palo con punta para clavarlo», es decir, un 'punzón'. KAN > kan 'aguijón, punta de la aguja' en el vizcaíno de Araba. TEKI > ttiki 'pequeño, menudo, diminuto, chiquitín' en alto navarro y labortano (Azkue, 1984; Mujika, 1981). Sin duda, ésta es la base léxica de la voz de creación expresiva chico, común al castellano, vasco, catalán, sardo y a algunos dialectos italianos, y que el latín desconoce. ARÜI > ari 'hilo' en vasco, analizado como variante alomórfica en Gádor, líneas 1-4. ´ La segmentación consecuente es NER/SETI/KAN/TEKI/ARÜI y la traducción: 'el hilo en la diminuta punta del punzón entreabierto'.

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3. Vasijas para guardar alimentos: Letreros de Benidorm VII y La Closa. Los iberos cultivaban productos, conocidos desde el Neolítico, así como otros introducidos por fenicios, griegos, cartagineses etc. Entre los primeros citamos los ajos, el mijo, almendro, trigo, cebada, lino, hortalizas, legumbres y algarrobo; los fenicios aportaron la higuera, vid, olivo, aunque éste pudo ser introducido por los griegos; a los cartagineses se deben el granado, algodón y la palmera, de procedencia también griega. En la Cova de l'Or (Beniarrés, Alicante) ya se cultivaba trigo y cebada en el Neolítico. En el Calcolítico, según Plá (1973, 326), se añadirían una haba caballuna y el lino; además de alisios, avellanos, olivos, castaños, ajenjo, té silvestre, barrilla; la espadaña para la cestería y el esparto; encinas que proporcionaban excelentes bellotas para la alimentación, etc. En la Edad de Bronce se extendió el cultivo de los cereales, especialmente de trigo, cebada, centeno y mijo, encontrándose también habas, olivo, lino, vid, algarrobas, ajos, bellotas y esparto. En época ibérica, los cereales son la base de la alimentación, cultivándose forraje para el ganado estabulado. Las hortalizas y las legumbres se desarrollaron ampliamente, allí donde se pudo establecer un incipiente regadío. Plinio cita las habas (XVIII, 306), la cebolla (XIXI, 139 y 141), la alcachofa (XIX, 152) y el comino (XIX, 161), a lo que hay que añadir las lentejas encontradas en Cerro Lucena (Enguera, Valencia). La adormidera y el uso del opio entre los iberos estaba extendido, como lo confirman las pinturas de Liria y el testimonio recogido por Plinio de que algunos morían por sobredosis (XX, 199). En las zonas montañosas y, sobre todo, en el Campus Spartarius del sureste hispano se producía en grandes cantidades el esparto, así como, probablemente, el algodón. El lino adquiere una gran pujanza en la confección de tejidos, gozando de fama los de Saitabi y la desembocadura del río Ebro. Entre los frutales, cultivaban la higuera, el granado, la palmera datilera, el almendro, el avellano, etc., y famosos se hicieron los higos de Sagunto. La bellota era consumida tanto por los animales como en la alimentación humana, allí donde escaseaba el cereal. También el olivo y la vid se cultivaban , empleándose el aceite y el vino. Por último, comentaré que, según Blázquez (1983, 176) y Fletcher (1968, 49), debió de estar muy extendida entre los iberos la costumbre de salir al campo a recoger las hierbas alimenticias, tallos y la recolección de frutos naturales, que obviamente guardaban en vasijas apropiadas. En relación con las inscripciones que se analizan a continuación y que se encuentran en vasijas destinadas a guardar semillas, tallos o frutos, cabe destacar que esta costumbre estuvo muy arraigada, como lo demuestra la aparición de semillas de olivo en Serra Grossa (Alicante); bellotas en abundancia, conservadas dentro de vasijas en todas las habitaciones del Puntal de Cambra (Villar del Arzobispo, Valencia); el mismo Plinio (XVI, 15) lo describe así: «Habiendo escasez de cereales se secan las bellotas, se las monda y se amasa la harina en forma de pan. Actualmente incluso en las Hispanias, la bellota figura entre los postres. Tostada entre ceniza es

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más dulce»; según el mismo autor (XVIII, 306), los cereales se guardaban a su vez en vasijas y en silos; han aparecido también semillas de trigo, cebada, lentejas, forrajeras, vid y olivo en el poblado ibérico de Cerro Lucena (Enguera, Valencia), y semillas de vid en el poblado de Cabezo de Cantador (Jatiel). Las lechugas, espárragos trigueros y trufas, según las fuentes antiguas, eran producidos o aprovechados en diversas regiones hispánicas. Esta enumeración de la producción agrícola ibérica enmarca y fundamenta la costumbre de guardar determinadas semillas, tallos o frutos en vasijas cerámicas, que a su vez tenían escrito el producto que se había guardado en cada una de ellas. Los alfareros actuales de la zona, que todavía realizan artesanalmente vasijas de barro para la cocina, acostumbran a escribir en ellas el nombre del contenido a que son destinadas, dependiendo de éste los agujeros de ventilación que se les puede proporcionar. Dos ejemplos de estos epígrafes los encontramos en Benidorm y Vinaròs.

Letrero de Benidorm VII. En el Tossal de Polop, Benidorm, provincia de Alicante, apareció, en el poblado ibérico, un cuenco de cerámica campaniense B, forma 1 de Lamboglia, con un grafito sobre la solera, en escritura ibérica oriental. Según Fletcher (1969, 38) se puede datar entre la segunda mitad del siglo II y la primera del siglo I, ambos a. C.

Lám. 44. Letrero de Benidorm VII.

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Transcripción:

´ ´ TARTINTAR Los caracteres están fuertemente grabados, y el signo quinto debe leerse X, siguiendo a Fletcher (1969, 39), y por comprobación propia. Análisis:

´ TARTIN > tarte en el bajo navarro de Salazar donde significa 'tallo de árbol joven' (Azkue, 1984; Mujika, 1981); y en el labortano de Ainhoa, tarte-adar es el 'ramaje'. ´ > tara en el bajo navarro de Amikuse donde significa 'brote, rama joven de TAR un árbol (Azkue, 1984; Mujika, 1981). ´ se traduce por 'brotes de tallos', los retoños, ´ La segmentación en TARTIN/TAR es decir, los retallos o tallos nuevos. El cuenco donde está escrita la inscripción es un cuenco con pie, que pudo muy bien estar destinado a guardar brotes o vegetales tiernos, como espárragos, lechugas, etc. Letrero de La Closa (Vinaròs). En el poblado ibérico de Vinaròs (Castellón), se encontraron en la falda de la montaña, en 1977, fragmentos de terra sigillata sudgalica, uno de ellos perteneciente a un tiesto cerámico Ritterling 5, (siglo I d. C.), con forma de copa, de un diámetro aproximado de 11 cm. por 8 cm. de altura. En la parte de abajo se encuentra un grafito con dos signos ibéricos (Oliver, 286), cuyo significado es muy congruente con la forma que tiene dicho tiesto, así como su función de cerámica de cocina apta para guardar semillas o pepitas de dimensiones pequeñas.

Lám. 45. Letrero de La Closa (Vinaròs).

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Transcripción: KIKE Análisis: KIKE > kiki 'pepita, semilla' en guipuzcoano, así kikia kendu 'quitar las semillas' (Mujika, 1981; y Azkue, 1984 'semilla'). La segmentación y traducción correspondiente es KIKI 'semillas'.

4. El vaso del clan familiar: Letrero de Campello III. La breve inscripción encontrada en Campello, que vamos a analizar, expresa la pertenencia de un vaso ático a una familia o clan. Sin duda, este hecho hay que relacionarlo con la información que da Estrabón (3,3,7) sobre los montañeses —referidos a los pueblos del norte peninsular—, en la que describe «los grandes festines familiares» donde beben vino y la costumbre de comer «sobre bancos construidos alrededor de las paredes, alineándose entre ellos según las edades y dignidades; los alimentos se hacen circular de mano en mano; …usan vasos…». No es, pues, de extrañar que, en general, los pueblos ibéricos peninsulares organizaran festines familiares y que fueran utilizados determinados vasos familiares en tales ceremonias. Aún hoy en el mismo pueblo de Campello y su comarca existe la tradición —casi desaparecida— de comprar una determinada jarra cerámica por cada uno de los miembros que constituyen la familia, en el día de su nacimiento. De manera que los individuos de una familia se cuentan por el número de estas jarras, que, además, están expuestas a la entrada de la casa. La identificación, pues, de los vasos cerámicos con la familia es algo enraizado y profundo. No se conoce bien la estructura socio-familiar de los pueblos que habitaron la península ibérica. En el mismo texto, Estrabón indica que los habitantes de la península se casaban al estilo griego, lo que hace pensar que eran monógamos. La familia debió de constituir la célula básica del entramado social. Según un estudio de M. C. González (1986) sobre las unidades organizativas indígenas del área indoeuropea de Hispania, y en consecuencia con los textos epigráficos que analiza, concluye que la filiación se expresa siempre por medio del nombre del padre; el vínculo matrimonial está claramente representado, lo que indica y fundamenta que la familia es la unidad básica de parentesco; y en cuanto a los grados de parentesco se citan, en orden ascendente: pater-mater; en orden descendente: (primer grado) filius-filia, (segundo grado) nepos; en orden colateral: (segundo grado) frater-soror, (tercer grado) sobrinus-matertera-avunculus. Además, utilizan fundamentalmente el genitivo para expresar la pertenencia a una unidad indígena, como ocurre también en el texto ibérico que aquí se analiza, encontrado en Campello. En la Isleta de Campello (Alicante) existió un poblado ibérico, excavado por F. Figueras Pacheco y cuya memoria y estudio fueron publicadas en 1934 y 1950. Allí

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aparecieron varios grafitos sobre cerámica. El letrero que nos ocupa se encuentra inscrito en un vaso ático de barniz negro, forma 21 o 29 de Lamboglia, de uso muy frecuente en los poblados ibéricos del siglo IV a. C.

Lám. 46. Letrero de Campello III

Transcripción:

´ NINAREN El letrero ibérico utiliza la escritura jónica, al igual que el texto de Serreta I, ´ la R, dándose la coincidencia de que aquí el escriba también emplea el ápice sobre como distinción fonológica de R. Coincidimos con Tovar en la segmentación del morfema -EN, que él traduce como un antiguo pronombre posesivo «de él» (Tovar, 1960, 19), y que preferimos explicar como marca de genitivo, sin restringirla a la posesión, por los contextos no necesariamente posesivos en que es recurrente; así

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´ Michelena (1985, 361). También Tovar relaciona la secuencia NINAR con el letrero ´ R, sino R. de Tornabous NINAR (1960, 21), aunque éste no presenta el signo Por el análisis que realizamos a continuación no parece acertada la segmentación aquí del morfema NIN, que autores como Schulten, Schmoll, Lafon, etc. han aislado en otros textos. Análisis: NI > vasco ni 'yo', como en ni noa 'yo soy'. Se opone a I 'tú', analizado en Serreta I, nº 1º. ´ > nare-a en el vizcaíno de Orozco, significa 'linaje, clan, ascendientes, NAR mayores', como en el refrán de 1596 narea onaganik ezta gauza gaisorik 'de buen linaje no hay cosa perversa' (Azkue, 1984; Mujika, 1981). EN: analizado en Solaig, nº 21; Gádor, líneas 1ª, 2ª, 3ª y 4ª; Canet III, con la función de genitivo. ´ La segmentación correspondiente es NI/NAR/EN y se traduce por 'del linaje o clan mío'. Traducción que es aplicable también al letrero NINAR que apareció en un vaso ibérico en Tornabous (Lérida) «adornado con pintura de aros concéntricos, de tipo levantino» (Gómez Moreno, 1949, 291) y que confirma la utilización de vasos cerámicos familiares, que se conservarían en el clan.

5. Un proyectil de plomo para las hondas: Letrero de Pico de los Ajos IV. La guerra fue una de las constantes que agitaron a los pueblos ibéricos, poseedores de una tierra codiciada por muchos. Las fuentes antiguas los tildan de belicosos y guerreros y, sin duda, sobresalieron por su habilidad en el manejo de las armas. Una de ellas, sin lugar a dudas la más específica, fue la destreza en el tiro de honda. En las fuentes antiguas, sobre todo en Diodoro (13,80,2;19,1-2), se hace mención especial de los honderos baleares, que intervienen en las guerras del Mediterráneo a partir del siglo VI a. C., concretamente en Agrigento, Cerdaña, Eknorum, etc. Estrabón (3, 5, 1) dice que: «La defensa de su codiciada riqueza ha hecho de ellos los honderos más famosos»; y añade: «Alrededor de la cabeza llevan tres hondas de junco negro, de cerdas, o de nervios: una larga, para los tiros largos; otra corta, para los cortos, y otra mediana, para los intermedios. Desde niños se adiestran en el manejo de la honda, no recibiendo el pan si no lo han acertado con ella; por eso, Métellos, cuando navegando hacia las islas se acercó a ellas, mandó tender pieles sobre la cubierta de los navíos para defenderse de los tiros de honda». No es exclusivo de estos insulares el manejo de la honda, pues el Príncipe Pío en sus memorias arqueológicas nos da la noticia de que: «En el monte Gaydó, situado entre Alcalá de Chisvert y Cabanes y próximo al cabo llamado de Hirta, encontró un pastor más de dos arrobas de glandes de plomo… y eran de las que arrojaban con ondas los baleares» (Ballester Tormo 1942, 8).

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A continuación examinamos uno de estos proyectiles encontrado en Yátova (Valencia) y que presenta una breve inscripción, pero con tal similitud con el vascuence actual que, aunque el ejemplo es pequeño, la fuerza argumental es muy grande. El poblado ibérico del Pico de los Ajos se encuentra en la sierra de Martés, término municipal de Yàtova (Valencia); en él aparecieron tres láminas de plomo con inscripciones, así como una bala de honda. Este proyectil de plomo era lanzado con una honda de cuerdas o nervios. La bala de honda pesa 31 gr. y mide 4,1 cm. de longitud, existiendo en uno de sus lados un letrero inciso. Allí han aparecido fragmentos cerámicos de mediados del siglo IV a. C., así como de época republicana (Fletcher, 1980, 6).

Lám. 47. Letrero de Pico de los Ajos IV. (Reprod. S.I.P.)

Transcripción: ABER Tres signos incisos que no presentan dificultad de lectura, siendo esta coincidente con la de Fletcher (1985, 22). Análisis: ABER > abel 'honda' en el bajo navarro, con la variante habel (Azkue, 1984; Mujika, 1981). La alternancia l/r en final de tema está atestiguada en vasco (Michelena 1990, 317).

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6. La conciencia semiótica sobre la escritura: Letreros de Benidorm I y Sidamunt. Los grafitos de Benidorm y Sidamunt dan cuenta de la reflexión que, sobre el hecho de escribir, plantea el escriba mismo. La labor del escriba no pretende, en estos casos, informar sobre el contenido de la vasija, como se constata en otros letreros, sino reflexionar sobre la acción misma que realiza, es decir, sobre el acto de escribir. Por lo tanto, podemos afirmar que estamos ante los primeros epígrafes conservados en el ámbito de la Europa Occidental, en donde el escriba toma conciencia semiótica de la escritura como sistema de signos. El contenido mismo de los letreros, que rezan 'la voz las rayas graban' y 'las raspaduras escriben (graban con puntos)' nos lleva a realizar una corta consideración sobre los comienzos mismos de la escritura en el mundo. Ésta se inicia mediante señales en los objetos, dibujando, pintando, rayando, grabando, etc. Para los hombres primitivos una pintura o grabado desempeñaba la misma función que hoy tiene la escritura, aunque de forma algo imperfecta. En su desarrollo progresivo, las pinceladas o rayas y rasguños en los objetos y paredes toman dos direcciones; una, la pintura como arte; y la otra dirección, la escritura, es decir, las rayas con valor de signo lingüístico. La escritura comenzó cuando varias personas tuvieron la necesidad de comunicarse entre sí, mediante formas permanentes, ideando un determinado sistema del que todos ellos eran partícipes. La correspondencia con la lengua hablada en los primeros estados fue muy vaga e imprecisa, no en el sentido de su interpretación, que pretendía ser unívoco, sino en su posible lectura oral, en tanto que un escrito podía ser leído en diversas lenguas. Con posterioridad, se sistematizó poco a poco la fonetización de la escritura, gracias a lo cual dejó de ser un medio de expresión de ideas, para convertirse en un medio de expresión del lenguaje. Es en este contexto de fonetización de la escritura donde debemos enmarcar ambos epígrafes. Cuando los escribas rayaron las vasijas y advirtieron a los lectores que aquellos trazos grababan la voz, estaban reflexionando sobre la fonetización de la escritura, es decir, sobre el sistema que se había desarrollado consistente en plasmar la voz mediante una raya. Esta primitiva asociación, escritura-raya-grabación de voz, aparece incluso en la misma etimología de la palabra escribir. Veamos cómo lo analiza I. J. Gelb (1952), en diversas lenguas: En inglés to write corresponde al nórdico rita 'grabar (runas)'; el alemán reissen significa 'rasgar, grabar'; el griego gráfein 'escribir' es la misma palabra que 'grabar', en inglés to carve y en alemán kerben. El latín scribere, alemán schreiben, inglés scribe, inscribe, originariamente significó 'grabar'; el gótico meljan 'escribir' significó también 'pintar', como el alemán actual malen; el eslavo pisati 'escribir' significó en un comienzo 'pintar', igual que el latín pingere, inglés paint, picture. También en las lenguas semíticas observamos la misma asociación semántica: