El abad don Juan, señor de Montemayor: La "historia" de un "cantar" 9783954870509

Rescata una leyenda medieval de fecha imprecisa, ss. XII-XIII, que bien pudo ser motivo de un cantar de gesta que, a su

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Spanish; Castilian Pages 228 [226] Year 2012

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Table of contents :
INTRODUCCIÓN
1. La leyenda del abad don Juan de Montemayor
2. La constitución genérica del texto castellano
3. La historia bibliográfica y textual de una historia
4. Criterios de edición y de selección de variantes
5. Referencias bibliográficas
6. Nota editorial
El abad don Juan, señor de Montemayor Texto y notas
Aparato crítico
Apéndice
Índice general
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El abad don Juan, señor de Montemayor: La "historia" de un "cantar"
 9783954870509

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MEDIEVALIA HISPANICA Fundador y director Maxim Kerkhof

Vol. 16

Consejo editorial Vicenç Beltrán (Università di Roma "La Sapienza"); Hugo Bizzarri (Université de Fribourg); Patrizia Botta (Università di Roma "La Sapienza"); Antonio Cortijo Ocaña (University of California, Santa Barbara); Michael Gerli (University of Virginia, Charlottesville); Ángel Gómez Moreno (Universidad Complutense, Madrid); Georges Martin (Université Paris-Sorbonne); Regula Rohland de Langbehn (Universidad de Buenos Aires) y Julian Weiss (King's College, London)

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El abad don Juan, señor de Montemayor La historia de un cantar

Edición, introducción y notas de Ana Martínez Pereira y Víctor Infantes

Iberoamericana



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Reservados todos los derechos © Iberoamericana, 2012 Amor de Dios, 1 – E-28014 Madrid Tel.: +34 91 429 35 22 Fax: +34 91 429 53 97 [email protected] www.ibero-americana.net © Vervuert, 2012 Elisabethenstr. 3-9 – D-60594 Frankfurt am Main Tel.: +49 69 597 46 17 Fax: +49 69 597 87 43 [email protected] www.ibero-americana.net ISBN 978-84-8489-615-9 (Iberoamericana) ISBN 978-3-86527-669-8 (Vervuert) e-ISBN 978-3-95487-050-9 Diseño de cubierta: Michael Ackermann The paper on which this book is printed meets the requirements of ISO 9706 Impreso en España

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Discipulos complutensis abbatis.

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INTRODUCCIÓN

1. La leyenda del abad don Juan de Montemayor El Diccionario de la Real Academia Española define, con acierto, la voz “leyenda” como una “relación de sucesos que tienen más de tradicionales y maravillosos que de históricos y verdaderos”; es fácil observar que en la explicación de una palabra que se usa tan a menudo con generosa aplicación conviven dos elementos binarios (aparentemente) contradictorios: la tradición y la maravilla frente a la historia y la verdad. Faltaría añadir dos precisiones obligadas: que las leyendas suelen transmitirse oralmente, aunque en la mayoría de los casos se acaban fijando de forma manuscrita o impresa, y que existe una distancia cronológica, a veces muy diferenciada, entre la hipotética fecha de los sucesos que describen —cuando ésta se menciona de manera explícita— y la de su asentamiento textual en un testimonio concreto. También, que el autor primigenio de su constitución o el autor/recopilador que la solidifica posteriormente en una obra: poema, cuento, relato, novela, drama, etc., suele estar envuelto en una impenetrable anonimia, aunque, en ocasiones, siglos después de su génesis otros autores, con nombre y apellidos, vuelven sus ojos hacia ese patrimonio literario, recreando para generaciones de lectores (muy) posteriores aquellos sucesos perdidos ya en la memoria oral. Este sintético resumen, al alcance de cualquier interesado en estos asuntos y sin tener que recurrir a una bibliografía aterradora —donde campea (todavía) la lectura obligada del luminoso estudio de Van Gennep1—, se acomoda perfectamente a la obra que ahora traemos a la necesidad de una edición moderna. Las manifestaciones más antiguas de la leyenda medieval del abad don Juan de Montemayor han llegado hasta nosotros en dos testimonios narrativos españoles de finales del siglo XV: el capítulo 287 del Compendio historial del cronista Diego Rodríguez de Almela, compuesto entre 1479 y 1484, y un anónimo relato 1

Nos referimos, claro está, a La formación de las leyendas, que acaba de cumplir un siglo (Van Gennep).

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con el título de Historia del abad don Juan, señor de Montemayor, cuya primera edición conocida en la actualidad es de hacia 1502, dentro del género literario y editorial de las historias caballerescas breves2. A pesar de la relativa proximidad cronológica de su composición, apenas dos decenios, ambos textos difieren en numerosos aspectos formales y creativos. Valga empezar por su fijación: un manuscrito frente a un impreso, y por su extensión: 5 hojas a dos columnas en tamaño folio, frente a 20 hojas (= 40 páginas) en tamaño 4º; así como por su intencionalidad: un capítulo más en un prontuario de tema histórico, frente a una narración exenta de marcado carácter literario, y por su conocimiento efectivo: un códice de lectura restringida, dedicado —precisamente— a los Reyes Católicos y que nunca se imprimió3, frente a un libro4 que en los siglos XVI y XVII vería más de una docena de salidas editoriales. El primero se presenta bajo la autoría de un cronista de nombre bien conocido, mientras que el segundo se esconde tras una indescifrable anonimia. Los dos textos contienen, fundamentalmente, la misma leyenda, aunque también los dos textos, obviamente, difieren de largo en su tratamiento temático; más aséptico y objetivo el primero, más fabuloso y literario el segundo. Nuestro interés editorial se centra en la Historia, de la que damos a continuación un breve resumen de su contenido argumental. El texto se inicia, tras un “Prólogo” —que, lógicamente, falta en el capítulo de Rodríguez de Almela, donde no es necesario— en el que se exhorta al cumplimiento de la religión y de la doctrina cristiana y donde pondrá como ejemplo y aviso de todo ello lo que le sucedió al abad don Juan con su criado García, así como la presentación del abad don Juan como señor de todos los abades de Portugal con su sede en el castillo de Montemayor y el encuentro el día de Navidad de un niño abandonado en la puerta de la iglesia, fruto de una relación incestuosa, de la que nada se aclara. El abad lo recoge, lo manda bautizar y lo da a criar a dos dueñas, pero pronto se convence de que no se comporta como esperaba y decide enviarlo a la corte del rey Ramiro, su sobrino, en León; el rey lo acoge y le da la oportunidad de nombrarle caballero y, con esta condición, vuelve a Montemayor con el abad, donde es recibido con grandes honores. Al poco tiempo decide (inexplicablemente) renegar de la fe cristiana, porque entiende que es mejor la “ley” de los moros, y pide al abad don Juan que le deje ir a guerrear contra el rey Almanzor 2 3

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Más adelante trataremos con detalles estas fechas y estas denominaciones. De la existencia de una segunda redacción de la obra entre 1504 y 1516, muerto ya el autor, y que en apenas nada afecta a nuestro capítulo, se darán en su lugar todos los datos necesarios. No entramos en las precisiones terminológicas de la imprenta de los Siglos de Oro, para la prosa, de librillo, cuaderno, libro de cordel, etc., frente al límite de la actual legislación de “50 páginas”; es asunto tratado ya, con suficiente extensión, en Infantes 2002 e Infantes 2006.

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y, tras una serie de recomendaciones, éste le ofrece doscientos caballeros, que con los trescientos que tenía García, forman una tropa suficientemente pertrechada para ir a la campaña militar; el Abad quiere que le acompañe su sobrino, Bermudo Martínez, y parten hasta Córdoba. Cerca de la ciudad, García manda unas cartas a Almanzor donde le da noticia de su intención de pasarse a la fe de Mahoma y el rey le acoge con todos los honores, aunque Bermudo Martínez, que nada sabe de lo que trama García, sospecha de este extraño recibimiento; García es convertido en una ceremonia ritual de apostasía y toma el nuevo nombre de Zulema5, al enterarse Bermudo Martínez huye de Córdoba y llega a Montemayor para contar al abad don Juan la traición de su criado. Al llegar a este punto, capítulo 7 en la numeración editorial del impreso de la Historia, se interrumpe la linealidad de la narración y “torna a hablar” de las honras que Zulema recibe de Almanzor y el deseo de éste de ir a guerrear contra los cristianos, por lo que Almanzor reúne un gran ejército de ciento cincuenta mil caballeros y trescientos mil peones y ambos salen de Córdoba. Sigue la narración con los combates contra los cristianos en Villafranca de Balcázar y la llegada hasta Santiago de Compostela, donde profanan la catedral —Zulema, llega incluso a hacer el amor con su mujer en el altar— y continúan la campaña hasta Coimbra, que destruyen, y, siguiendo por el río Mondego, arriban hasta el castillo de Montemayor. Allí, Zulema pide hablar con el abad e intenta convencerle de que se torne moro y le avisa de los terribles males que le sucederán a él y a todos los moradores de la fortaleza si no se convierten, a lo que el abad don Juan se niega y comienza el asedio con diferentes batallas entre las tropas de Almanzor y Zulema y las gentes de Montemayor; incluso, en una de las salidas, el abad don Juan llega hasta la tienda de Almanzor y arroja una lanza que se clava en el tablero de ajedrez donde estaban jugando Almanzor y Zulema. El abad, consciente de que no van a poder derrotar a los moros por su manifiesta inferioridad numérica, el día de San Juan Bautista, después de la misa, reúne a todos los habitantes del castillo y les propone que quemen todas sus posesiones y ellos mismos maten a todos los hombres, mujeres y niños que no puedan pelear contra los invasores y que los restantes vayan a librar la última batalla. Así lo hacen, llegando el propio abad don Juan a matar a su hermana doña Urraca y sus cinco hijos, y salen del castillo en busca del enemigo. Zulema intenta una estratagema, poniendo a una parte de su tropa los pendones del rey Ramiro y de un caballero llamado Giraldo de Estorga, pariente del rey, para que les confundan y crean que vienen en su ayuda, pero no caen en la trampa, consiguen una gran victoria y en la contienda el abad mata a Zulema. La sor5

Vid. para el protocolo de los renegados el estudio de Pena (Pena, p. 96) y el tema converso en Márquez Villanueva (Márquez Villanueva, p. 33).

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presa es enorme al volver al castillo, porque todos los moradores, que habían sido degollados por sus propias familias, han resucitado y se encuentran sanos y salvos. Tras las gracias a Dios por el milagro, vuelven al campamento de Almanzor y consiguen un grandioso botín, que habían abandonado en su huida, y en aquel lugar, llamado Alcobas —en el Compendio: Alcobaça6—, el abad decide fundar una iglesia y monasterio, donde pasa el resto de su vida hasta su muerte, enterrándole luego en Montemayor. Es fácil observar en el relato la convivencia de una serie de elementos (claramente) fantásticos, junto a la presencia de unos hechos (aparentemente) reales, situados en una época no precisada explícitamente, pero que el lector debe reconocer al señalar los nombres de ciertos personajes del pasado histórico español: el caudillo árabe Almanzor (978-1008) y el rey Ramiro III de León (966-985), así como una geografía precisa: Córdoba, Villafranca de Balcázar (= Villafranca del Bierzo), Santiago de Compostela, Coimbra, incluso, el propio lugar de Montemayor. La primera pregunta surge al intentar contestar de dónde viene —literariamente hablando— la narración de estos hechos, es decir, qué texto (o textos) ha tomado como fuente (o modelo) el anónimo autor de la Historia publicada a comienzos del siglo XVI, y, al paso (y en posible relación), el cronista Diego Rodríguez de Almela; porque tras este argumento parecen (des)velarse unos acontecimientos legendarios que permiten traslucir un armazón poético alejado más de cinco siglos del lector de la prosa de la Historia del abad don Juan, señor de Montemayor. A revelar el entramado poético de este palimpsesto narrativo dedicó Ramón Menéndez Pidal un fulgurante estudio a comienzos del siglo XX7, editando también el capítulo de Rodríguez de Almela y la anónima Historia, y en él arrojó por primera vez modernamente a la consideración crítica y lectora los pormenores históricos y literarios de la leyenda del abad don Juan de Montemayor. Ya señalamos (Infantes 1999, pp. 255-256) que al ilustre filólogo le animaba un solo motivo: rastrear en las dos versiones conservadas —muy tardías, desde luego, para sus intereses— las posibles huellas de un poema épico perdido, quizá del siglo XIV (incluso anterior) y, por supuesto, castellano. En estos años una de las tareas eruditas a las que dedicaba sus empeños filológicos estaba 6 7

Señalamos, puntualmente, esta diferencia por la significación particular de la denominación topográfica, que más tarde comentaremos con otros testimonios diferentes. En Menéndez Pidal 1903, reeditado en Menéndez Pidal 1934, aunque con lógicos añadidos y ahora con epígrafes en el cuerpo del texto, que en 1903 estaban en los costados de la caja; la edición de 1934 es por donde siempre citaremos, salvo aclaraciones puntuales. Es el mismo estudio, resumido y ya sin la edición de los textos, que editará años después; de todo ello daremos detalles más adelante al tratar la historia textual de los testimonios conservados.

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encaminada al rescate de las manifestaciones de toda una tradición épica castellana, perdida en sus testimonios documentales poéticos, pero mantenida en la transmisión (oral) y que salvaguardó su vida literaria en las prosificaciones cronísticas y en el romancero. De ahí su interés en este texto, no por el texto de la Historia en sí —es decir, por su condición específica como género literario determinado—, sino porque era el único testigo que podía contener posibles reliquias épicas de un cantar desconocido; a falta (entonces) de una terminología precisa, lo mencionará siempre como el “Cuaderno” y suele definirlo como “librito popular”, “literatura callejera”, “libro despreciado para los literatos” y demás titulaciones peyorativas. A nosotros nos guían otros propósitos, pues nuestro interés está en la “constitución genérica” de la obra y, por tanto, en su consideración como producto editorial destinado a una lectura masiva en los albores del Renacimiento, independientemente de que su argumento se base (o recree o, al caso, contenga) un yacimiento épico que necesite una excavación literaria. No obstante, más de un siglo después, sus páginas se mantienen como el trabajo nuclear sobre el asunto, sin apenas aportaciones posteriores de ningún calado y, necesariamente, es a quien tenemos que seguir en el resumen que continúa sobre los problemas y las características más destacadas de la obra que ahora editamos, pues la moderna bibliografía crítica sobre el abad don Juan, desde Menéndez Pidal, no llega (sorprendentemente) a la docena de referencias y éstas, centradas en un par de asuntos tangenciales del argumento. Comienza Menéndez Pidal, y también nosotros, por señalar los testimonios más antiguos que poseemos sobre la existencia del poema primitivo, entre los que destaca el proemio de otro texto, hoy también perdido, de Alfonso Giraldes sobre la batalla del Salado en 1340, en la que participó el autor. En 1632 fray Antonio Brandão poseía el texto y en la Terceira parte da Monarchia Lusitana [de Bernardo de Brito] (Lisboa, Pedro Craesbeeck, 1632, fol. 201va-b) escribe: “Hum romance tenho que trata da batalla do Salado, composto por Afonso Giraldes, autor daquelle tempo, em o principio do qual, entre otras guerras antigas que se apontão, se faz menção desta que o Abbade Ioão teue com os Mouros, & co[n] su Capitão Almãnsor. E asi nao he noua esta noticia, mas muy antiga, & admitida como cousa sem duuida”. Su sobrino, fray Antonio, dio noticia del mismo a Jorge Cardoso, quien en 1652 en su Agiológio Lusitano dos Sanctos, e Varoens illustres em virtude do Reino de Portugal, e suas conquistas (Lisboa, Na Officina Craesbeekiana, 1652; fol., t. I) ofrece la cita textual del poeta del siglo XIV8: 8

Transcribimos el texto directamente del original, Cardoso 1652-1744, I, p. 328, pues no todas las menciones posteriores, muchas, al ser el único testimonio que poseemos, están correctamente citadas.

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El abad don Juan, señor de Montemayor […] hum Romance, que nos comunicou o Chronista mòr F. Francisco Brandão, o qual allega jà su tio na 3. p. da Monarchia Lusitana, feito em tempo del Rei D. Afonso IV, por Afonso Giraldes cerca da memorauel batalha do Salado, & recontando o que cantarlo muitos em seus Poemas diz assi: Outros falan da gran rason De Bistoris[††], gram sabedor, E do Abbade Dom Ioon Que venceo Rei Amançor.

Carolina Michaëlis de Vasconcellos no dudó en sugerir que la segunda parte de la cuarteta se refiere a un poema épico, lógicamente en portugués, sobre el abad don Juan de Montemayor9, a lo que Menéndez Pidal, que afirma es “la suposición más razonable”, no pone más reparo que la “leyenda del Abad lleva en sí señales de procedencia e inspiración castellana” (Menéndez Pidal 1934, p. 103), pasando a continuación al análisis de los testimonios españoles conservados para afianzar los orígenes, indudablemente castellanos, de un texto épico (claro está que) diferente del portugués. Menéndez Pidal sustenta todos sus esfuerzos críticos en la conjetura —inalterable a lo largo de todas sus páginas— de la existencia de un cantar sobre la gesta del abad don Juan, cuya prosificación es la fuente de ambos testimonios conservados; lo expresa, ab inicio, tras una breve confrontación de los elementos distintivos de ambos textos con estas palabras10: La suposición enteramente satisfactoria es —toda vez que el Cuaderno tiene párrafos originales que faltan en Almela, y al revés— que ambos proceden de un texto en prosa común, de una misma prosificación de un poema, reflejada en uno y otro por diferente manera: Almela la abrevió mucho; el Cuaderno, como más tardío, la alte-

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Cf. Vasconcellos, p. 206, pero es preferible Vasconcellos 1923, p. 10-11, donde propone para ese “De Bistoris” del segundo verso, por “corrupção”, la identificación con “daristotles”, debido a la fama de su nombre y la existencia en la Edad Media de “mais de uma história” sobre su figura. Hemos dado vueltas lingüísticas al lexema sin encontrar una respuesta convincente, desde una lectior facilior de historiae, hasta una ciudad (más o menos) así llamada cerca del Bósforo, y damos las gracias al saber etimológico de Elena González Blanco que nos aportó algunas sugerencias de enjundia; en cualquier caso la cuarteta nos recuerda a los versos rescatados por Rico (Rico) sobre Çorraquín Sancho: “Cantan de Oliveros, Cantan de Roldán: / no de Zurraquín, que fue buen Barragán. / Cantan de Roldán, Cantan de Oliveros: / no de Zurraquín, que fue buen caballero” (aunque, curiosamente, Tejero Robledo los transcribe en cuartetas (Tejero Robledo, p. 1.055), muy al propósito, pues también rescatan un “cantar”, en este caso “paralelístico, castellano del siglo XII”. Menéndez Pidal 1934, pp. 105-106.

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ró más. Las diferencias entre ambos son muchas, pero las contradicciones pocas; la mayoría se pueden explicar por la natural alteración de un texto transmitido a través de diversos traslados; alguna, sin embargo, autoriza la suposición de que el Cuaderno hubo de ser retocado en vista de otra redacción de la leyenda.

A partir de este convencimiento, Menéndez Pidal va desgranando todos los elementos que en la Historia —y siempre, en menor medida, en el capítulo de Almela— sustentan el armazón de una estructura poética subyacente; los más relevantes son los que a continuación aducimos, y valga señalar que este capítulo de su estudio se titula (inequívocamente) “Análisis del Poema del abad Juan”11. -) El encuentro del niño abandonado, producto de un incesto, en la puerta de la iglesia por parte del abad la noche de Navidad y su posterior bautizo y educación, remite sin duda a la leyenda de San Gregorio; por otro lado, la hora de maitines es la que se asocia a los expósitos, como recuerda Alfonso Martínez de Toledo al hablar de los amores ilícitos: “e déstos muchas veses sallen los fijos por eglesias a maytines lançados”12. Precisamente, este inicio de la obra es uno de los escasos asuntos por los que ha sido mencionada modernamente por la crítica, interesada como fuente de textos posteriores, casos de Menéndez Pelayo, que dedica una larga digresión a nuestra leyenda (Menéndez Pelayo, I, pp. CD-CDV y II, pp. L-LI; aunque complementada por Hernández Valcárcel 2007, pp. 346-347, con ecos de Herodoto y Justino) y, más recientemente, por Gómez Moreno (Gómez Moreno, pp. 164-165) y Gutiérrez Carbajo (Gutiérrez Carbajo, 810). Aunque el incesto y los personajes marcados negativamente desde la cuna —que para Galmés de Fuentes (Galmés de Fuentes 1978, p. 79) es la causa de la traición de García— son dos motivos folclóricos de amplísima tradición medieval13, y valga recordar el estudio de Deyermond sobre el Libro de Apolonio (Deyermond 19681969), en clara relación con nuestra obra, como han señalado Lozano Renieblas (Lozano Renieblas, p. 63) y González Delgado (González Delgado, en prensa), ampliándolo a otros motivos clásicos; el asunto llega hasta la famosa “Patraña quinta” de Timoneda: “Un niño en la mar 11

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Mantenemos el hilo de los razonamientos pidalianos, donde se encuentran las citas de las obras y estudios que maneja y que en la mayoría de los casos son más que suficientes, pero iremos añadiendo nuestras propias opiniones al respecto y sumando, cuando es posible, las escasas referencias bibliográficas posteriores. Vid. Arcipreste de Talavera, p. 82, aunque Mañero (Mañero, p. 72) recuerda el origen bíblico de la expresión. Vid. los trabajos de Gracia 1991, pp. 74-75 y pp. 149-150, y Delpech 1987, pp. 81-82, ambos con las suficientes referencias bibliográficas que nos ahorran su repetición.

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hallado, / un abad lo dotrinó / y Gregorio le llamó, y después fue Rey llamado”14. El momento en que García es armado caballero con 300 hombres a su cargo que le acompañan en su ida a Córdoba ofrece un paralelismo notable, aunque “invertido”, con el episodio de Mudarra —también hijo furtivo— en el Cantar de los Infantes de Salas, que, según Menéndez Pidal, podemos tomar “por una imitación” (Menéndez Pidal 1934, pp. 108-109). La persecución de Almanzor, tras la muerte del renegado Zulema, le hace proferir al abad unas palabras que, de nuevo, Menéndez Pidal supone cercanas a las del Cid cuando llama a Búcar fugitivo (Menéndez Pidal 1934, pp. 109-110). La llegada del abad, tras la huida de las tropas invasoras “a una montaña muy grande que dezían Alcobas” —según la Historia, y “do agora es el monasterio de Alcobaça”, según el Compendio15—, supone un error histórico a todas luces evidente, desviado también, como luego veremos, al de Ceiça —en otros textos españoles, la Crónica de 1344, por ejemplo, se escribe como “Altobat”— y, muy especialmente, por la distancia cronológica entre la conquista de Montemayor por Almanzor en 99016 —para Fernández Pozo (Fernández Pozo, p. 221) Montemayor es un “enclave estratégico que poseían los cristianos a orillas de este río, y en torno a cuya conquista y a la figura del abad don Juan de Montemayor surgiría una de las leyendas”—, recuperado por el portugués Gonzalo Trastamariz en 1034, y la creación poética (y más tarde prosística) de quien mucho tiempo después reelabora la topografía de los hechos (Menéndez Pidal 1934, pp. 112-115). Aclaremos que “alcáçoba” significa ‘alcázar’, por ello existen en Portugal varias iglesias con este nombre cuando forman parte de un castillo o fortaleza y si el autor del poema mencionó “una montaña”, según Menéndez Pidal, era por “pintar el estado del terreno antes de la fundación del monasterio”. En cualquier caso, la geografía real, y Menéndez Pidal (Menéndez Pidal 1934, p. 115) aporta un mapa suficientemente explicativo de la topografía de todos los lugares mencionados (Montemor, Alcobaça, Aljubarrota, el río Mondego, etc.), se enfrenta —aunque eso sí, poéticamente— con la reflejada en la leyenda, trastocada y confundida desde una intencionalidad no histórica, sino literaria a los ojos del lector Timoneda, pp. 117-122, la cita en p. 117; y también ecos de la historia de Apolonio en la Patraña 11 (Timoneda, pp. 153-186). En ambos casos, y en los que sigan, salvo indicación, citamos por nuestra edición. Sobre la figura de este importante personaje, puede consultarse el estudio de Bariani, pero para nuestros intereses literarios nos casa mejor el artículo de Puente, “La caracterización de Almanzor: entre la epopeya y la historia”.

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(o del oidor de un cantar). Resta señalar que la población castellana de La Torre de Juan Abad, tan conocida por el señorío quevediano, para Menéndez Pelayo (Menéndez Pelayo, I, p. CDV) podría deber su nombre a esta leyenda y para ello aduce el testimonio de las Relaciones topográficas de Felipe II —citadas indirectamente—, que recogen que todavía en el siglo XVI persistían “los vestigios de una torre con sus dos cavas y fosos, cuyo fundador, dueño o alcaide, el buen Johan Abbad, defendiéndola contra muchedumbre de enemigos, hubo de dar nombre a la villa”; para Menéndez Pidal (Menéndez Pidal 1934, p. 113), en cambio, “Abad es un apellido y no un cargo”17, como corrobora la cita inicial del “interrogatorio”: “esta villa se llama al presente [1575] la villa de la Torre Juan Abad e que se platica y ha platicado comúnmente que se decía la villa de Santiago y que en tiempo que fue de moros le llamaron la Torre Abad y que se platica que este nombre de la Torre Juan Abad lo tiene porque un alcalde en la fortaleza que se decía Juan Abad”. Por último, el episodio central de la leyenda, la quema de todas las riquezas ante el asalto de los invasores y la degollación de todos los habitantes de Montemayor que no pueden tomar las armas es un rasgo característico de la guerra en la antigüedad y España ofrece el recuerdo de los asedios de Sagunto y Numancia. El eco posterior de este remate milagroso, aleccionador y propagandístico está presente en numerosas obras de la literatura española, sin que por eso signifique fehacientemente que se ha tomado de nuestra Historia, a pesar de las diferentes ediciones a lo largo de los siglos XVI y XVII. No obstante, fuera del posible motivo épico que pararía en el Cantar perdido, interés siempre de Menéndez Pidal, y su resonancia en los textos narrativos del Compendio y de la Historia —y es necesario recordar la resurrección de los dos hijos de Amile, degollados por su padre para con su sangre sanar la lepra de Ami, en la chanson de geste de Ami et Amile18—, este fabuloso final es el que más ha servido para volver los ojos a nuestra leyenda en los estudios críticos sobre las obras posteriores. Recordamos que es una nota añadida en su estudio de 1934, pues en 1903 no conocía las palabras de don Marcelino, que aparecieron impresas en 1905; la cita de las Relaciones topográficas la seguimos por su edición moderna, Viñas/Paz, pp. 523-539, nuestra cita en p. 523. No creemos que merezca la pena perseguir bibliografía para intentar unir una toponimia manchega con las hazañas de nuestro abad portugués. (Nada ofrece la correspondiente página web municipal, hoy imprescindiblemente consultada.) Puede leerse en Ami et Amile, vv. 3168-3241, pp. 101-104, pero cabe recordar (también) que el poema tuvo una versión castellana en prosa, Amic y Meliz, a comienzos del siglo XVI en el género de las historias caballerescas breves, aunque hoy sólo conservemos unas páginas de una edición sevillana de los Cromberger de hacia 1530, cf. Herrán Alonso.

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Por ello es obligado citar el capítulo de la Historia de la santíssima imagen de Nuestra Señora de Atocha de Juan de Marieta: “De cómo el capitán García Ramírez degolló a su muger y tres hijas, y después la santíssima Virgen las resucitó” (Madrid, Juan de la Cuesta, 1604, fols. 1r-2r), al que sigue Francisco de Pereda en su Historia de la santa y devotíssima Imagen de Nuestra Señora de Atocha (Valladolid, Sebastián de Cañas, 1604, fols. 137r-141r), fuente (más o menos directa) de la comedia de Francisco de Rojas Zorrilla Nuestra Señora de Atocha, con autógrafo fechado en 1639, incluida en la Segunda parte de sus obras (Madrid, Francisco Martínez, 1645; 4º, fols. 88v-112r)19. Se pueden añadir, entre otras referencias más tardías, los textos teatrales de Pedro Francisco de Lanini y Sagredo, El Lucero de Madrid. Nuestra Señora de Atocha (1676), refundición de la de Rojas Zorrilla, y de Manuel Fermín de Laviano, La Restauración de Madrid (1783), etc.; el final de la comedia de Lope de Vega, El Alcaide de Madrid, con manuscrito (y representación) en 159920 y, por último, la Patrona de Madrid restituida. Poema heroyco de Alonso Jerónimo de Salas Barbadillo (Madrid, Alonso Martín, 1609; 8º, 8 hs.+130 fols.+2 hs.)21. Igual sucede en la tradición portuguesa, pues existen diferentes testimonios de dramatizaciones de este episodio22. Francisco Manuel de Melo, en su Feira dos anexins (Melo, p. 61) cita un Auto de el rei Almanzor del siglo XVII y en el siglo siguiente se tienen noticias de una farsa “do abbade João”, debida a Francisco de Pina de Sá e de Melo, natural de Montemayor, hoy desconocida (y no recogida en Machado, II, p. 203-204). No obstante, parece, por diversos testimonios, que ya a comienzos del siglo XVIII lo que se celebraba era una fiesta “cívico-religiosa”, es decir, sin texto: “a festa da Victoria do Abbade don João” el día 10 de agosto —que no concuerda cronológicamente con la victoria el día de San Juan Bautista, 24 de junio, ni con otras fechas señaladas en la Historia— y que se trataba del asalto al castillo por los moros defendido por

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De la comedia de Rojas Zorrilla hay edición moderna de Barcelona, Linkgua Ediciones, 2005 (y digital en ) La escena de la comedia lopesca puede leerse en Fradejas Lebrero 2005, I, pp. 227-229, y las fuentes en Hernández Valcárcel 1992, p. 186. Del texto de Salas Barbadillo contamos con un facsímile de la edición del siglo XVIII, Patrona de Madrid restituida. Poema Heroyco a la antiquísima y milagrosa imagen de Nuestra Señora de Atocha, Madrid, Antonio Martín, 1750 [= Valencia, Albatros Ediciones, 1979, con “Propósito” de L. C. V., pp. 5-8]. Seguimos, en lo fundamental, a Menéndez Pidal (Menéndez Pidal 1934, pp. 178-180), con algunos añadidos y precisiones y sin necesidad de completar una bibliografía harto secundaria.

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el abad don Juan, que como recuerda Menéndez Pelayo (Menéndez Pelayo, I, p. CDV), es “enteramente pantomímica”, al estilo de las muchas mouriscadas portuguesas y algunas de moros y cristianos españolas; debió de desaparecer a comienzos del siglo XX. En la cercana Coimbra se mantiene todavía en la tradición oral la leyenda de “Os degolados de Montemor”. Tras el desarrollo de estas referencias, Menéndez Pidal, en el eje central de su estudio, aborda dos capítulos con el análisis de los rasgos presentes en el Compendio y en la Historia del (perdido) poema del abad don Juan de Montemayor, exponiendo referencias, comparaciones y similitudes con poemas épicos, que hay que recordar, no siempre conservados23. En el primer grupo, que denomina “usos de la épica castellana”, desarrolla las siguientes características: -) La crianza de García a cargo de dos dueñas, igual que Almanzor da a criar a dos amas a Mudarra (“Gesta de los Infantes de Salas”). -) Adquisición del don al ser armado caballero, como Mudarra y Rodrigo de Vivar (“Gesta de los Infantes de Salas” y Cantar de Mio Cid). -) La huida de Bermudo Martínez de Córdoba, cuando Zulema ha consumado su traición, y su largo camino de vuelta, sin apenas comer o beber más que agua y hierbas, así como la queja por su mala ventura, son fórmulas típicas del Romancero: “de día anduvieron monte / de noche camino real”, “de noche por el camino, / de día por el jaral”, “maldiciendo iba el vino, / maldiciendo iba el pan”, etc. -) Antes del asalto final, los combatientes de Montemayor se dan entre sí la paz, comulgan y se perdonan los unos a los otros (“Gesta de los Infantes de Salas” y Poema de Alfonso XI). En el segundo, bajo la rotulación del “estilo de los cantares castellanos”: -) Utilización de fórmulas donde se dirige a un auditorio: “sepais”, “sabed”, “viérades”. -) Uso de la interjección (árabe) ‘ya’: “ya traidor”, “ya don Abad” (Cantar de Mio Cid). -) Respuestas emotivas de los personajes: “llorando de sus ojos”, cayendo “amortecidos”, gritos “que el cielo quería horadar” (Cantar de Mio Cid y Romancero). -) Presencia de oraciones y plegarias, que “como obra de juglares que no sabían más que narrar, se componen de simples enumeraciones de milagros bíblicos”, puesta también de relieve en nuestra obra por Russell 23

Resumimos las propuestas de Menéndez Pidal (Menéndez Pidal 1934, pp. 119-124), añadiendo otras donde nos parece oportuno, pero sin repetir los testimonios, que pueden cotejarse en las páginas citadas.

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(Russell, pp. 139-140) y Baños Vallejo (Baños Vallejo, p. 206 y pp. 213214), con evidentes errores del orden histórico; caso de la famosa oración del Mio Cid, que ha estudiado, como fuente para nuestra obra, Rosende (Rosende, p. 266). -) La dispersión de los cristianos ante la invasión de Almanzor, la descripción de su ejército y la edificación del Monasterio con el “quinto” del despojo parecen sugerir el conocimiento (directo) del Poema de Fernán González; así como la desesperación del Abad ante el cerco a Montemayor y su imposible huida, recuerdan parecidas actitudes en el Cantar de Mio Cid. -) Podemos añadir la sugerencia de Galmés de Fuentes (Galmés de Fuentes 2002, p. 240) de la treta del cambio de los pendones para hacer creer al Abad que vienen tropas en su auxilio. Menéndez Pidal añade a continuación, como no podía ser menos al tratarse de la reconstrucción de un poema épico, diferentes ejemplos de la primitiva versificación del poema del Abad, que se engarza en la de los “cantares castellanos”; dice en su introducción: “La forma poética de la historia del abad don Juan se reconoce a través de su prosificación, en la cual hay bastantes frases rítmicas y restos de asonantes, especialmente en los discursos, que son siempre los que menos se alteran en una prosificación; creo poder observar que estos asonantes van continuados en número mayor de cuatro; es decir, en series largas, no estróficas”; por supuesto, aclara que señala “con un asterisco las palabras que restituyo por creerlas alteradas en la prosificación” (Menéndez Pidal 1934, p. 124). Algunos ejemplos que expresan esta restauración poética son los siguientes: -) Habla don García con sus dos escuderos: “poridad: vuestro provecho muy grande: fagades pleito omenaje de tenerme poridad: nuestro señor *natural” -) Zulema propone al abad que reniegue de su fe: “¿criado: concertado: que en el mundo *fue nado?” -) El abad don Juan propone a los suyos el degüello: “parientes e amigos: nos entrarán el castillo: nos maten o tomen vivos: hijos: *meter los han en captivo: amigos: y de los hombres entendidos: e de Dios muy gran servicio: matemos los hombres viejos e las mugeres e los niños: las cosas de castillo: los moros nuestros enemigos: castillo: Cristo: paraíso: hijos: nascidos”. -) La llegada del falso socorro con la treta de los pendones: “la señal y el pendón: a echar por los montes: y quando salía el sol: la seña y el pendón: Biva el rey don Ramiro de León: que viene en socorro del buen abad de Montemayor: señor, Dios es con nos: el rey Ramiro de León: la enseña y el pendón […]”.

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Cierra Menéndez Pidal su estudio sobre la existencia de la fuente poética de la leyenda, previo a la descripción y edición de los testimonios, con las siguientes conclusiones, que resumimos (Menéndez Pidal 1934, pp. 127-136), pero también matizamos, en sus aspectos más relevantes: -) El primitivo poema era un “cantar de gesta”, por ello “abundaba en las ideas, usos e inspiración de la poesía heroica castellana, ofreciendo imitaciones seguras del Cantar de Mio Cid y del poema de Fernán González y, aunque menos, también del de los Infantes de Salas”. -) Los “restos” poéticos encontrados son “versos largos asonantados”, lo que supone que no era un “poema de excepción” como los dedicados a la batalla del Salado —recordamos en 1340 y, por tanto, mucho más tardíos—, asunto al que sí dedicaron un “ensayo de épica más erudita” tanto el Poema de Alfonso XI como el de Alfonso Giraldes, “sino uno de tantos de un género cultivadísimo entonces”, y por “entonces”, debemos entender los siglos XIII o XIV. -) Asentadas las bases de la existencia de un cantar de gesta castellano sobre el abad don Juan de Montemayor, desdeña —a instancias de Vasconcellos, a quien dedica, precisamente, Menéndez Pidal la primera aparición de su estudio en 1903, como luego comentaremos— la existencia de otro cantar portugués, previo al de Giraldes —culto y más tardío—; porque ni existen rastros conocidos ni es un género cultivado en la antigua literatura portuguesa, por demás los juglares portugueses “empleaban como lengua épica habitual el castellano y colaboraron en el Romancero, de igual modo que los castellanos usaban como lengua lírica el gallego-portugués y colaboraron en el Cancionero; luego un portugués, puesto a escribir un poema sobre el abad Juan, es lo más probable que lo hiciese en castellano” (Menéndez Pidal 1934, p. 130). -) Lo que denomina “exoticidad de la leyenda”, en este caso tras los reparos de Baist en la reseña escrita sobre la primera edición del estudio de 1903, quien sugiere que para un juglar o para un clérigo siempre es posible una fechación fabulosa para la fundación de un monasterio en contra de una tradición asentada —con ejemplos franceses y españoles— lo que le permite aseverar que para “un portugués hubiera sido lo natural hacer vivir al abad Juan en tiempos del primer rey de la monarquía lusitana, en tiempo de Alfonso Enríquez (1109-1185), fundador verdadero de Alcobaza, y no trasladar las cosas al tiempo del rey Ramiro de León”. Refuerza sus suposiciones con algunos argumentos (que nos parecen) de peso: que se arrebatara la fundación del monasterio al creador del reino portugués, para adjudicarla a un fabuloso Abad, tío de un rey leonés; que se situara esta fundación en tiempos remotos, ante-

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riores al nacimiento del reino de Portugal y que, curiosamente, los dos únicos acontecimientos históricos que aparecen sean leoneses, el del rey Ramiro y la incursión de Almanzor hasta Santiago de Compostela. Respaldada, de nuevo, la existencia de un cantar netamente castellano, Menéndez Pidal arroja un par de suposiciones sobre su posible autor y sobre la intencionalidad del texto (Menéndez Pidal 1934, pp. 133-136). La mayoría de los datos insertos en la obra apuntan a un juglar leonés, los personajes centrales están vinculados a León: el abad es de la familia real leonesa, Giraldo de Astorga es leonés, García se cría en esa corte, Almanzor ataca el mayor santuario de ese antiguo reino, etc.; al igual que la geografía descrita: Villafranca del Bierzo, próxima a Astorga; lo que permite a Menéndez Pidal sugerir un juglar del occidente leonés, quizá del Bierzo, territorio bilingüe en aquella época, que hablaba castellano-leonés y gallego. Este autor procura para su tema portugués un “cierto color local, con pinceladas” de Coimbra, del Mondego, de Aljubarrota —ofrece, incluso, su famosa etimología— y parece conocer Montemayor, pues menciona el castillo y la Puerta del Sol, y también Alcobaza. Su propósito al componer el cantar sobre la leyenda de la fundación de Alcobaza, eligiendo un tema ajeno a la juglaría castellana, no sería otro, con el fin de interesar a un público, que aportar un asunto con “alguna novedad detonante”, lo que Millet (Millet, p. 134) plantea —de forma general— como la relación entre la “leyenda heroica y el poema épico”. La conclusión que podemos extraer de todos los razonamientos de Menéndez Pidal, fruto de su saber filológico, de sus conocimientos históricos y de su (más que) probada defensa del nacionalismo de nuestra épica es la existencia de un cantar de gesta, el Cantar del abad don Juan de Montemayor (a falta de mejor título), compuesto por un juglar leonés en el siglo XIII —si no antes—, que describía la fundación legendaria del monasterio portugués de Alcobaza, a través de una trama literaria que mezclaba la fabulación con (algunos) hechos históricos. No conservamos hasta la fecha ningún testimonio documental de este Cantar, pero su radiografía poética se desvela, a través de una prosificación (también) perdida, en dos obras de finales del siglo XV: el capítulo del Compendio historial de Diego Rodríguez de Almela y la Historia del abad don Juan, señor de Montemayor. No obstante, conciliador Menéndez Pidal con Michaëlis de Vasconcellos —recordamos que es a quien dedica la primera edición de su estudio en 1903— aporta en una nota (Menéndez Pidal 1934, p. 129) un stemma propuesto por la investigadora portuguesa, que en nada contradice la prioridad del texto castellano:

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Introducción Poema epico castelhano em versos asonantados Poema epico português em redondillas

Chronica de Almela Livro popular

La crítica posterior no ha planteado dudas razonables sobre la existencia o no de este Cantar perdido y se limita a confirmar muy brevemente su posible veracidad —nada se pierde mientras aparezca o no un testimonio—, asignando su ubicación en el ciclo de los Condes de Castilla, al lado de La condesa traidora o del Romanze del infante García, incluso con la primera versión del Cantar de Sancho II, aunque para Montaner Frutos (Montaner Frutos 2007, p. 21), no es seguro que sean poemas épicos, sino leyendas conocidas en crónicas. Así lo recogen, entre otros, Bonnassie (Bonnassie, p. 107), Deyermond (Deyermond 1987, pp. 81-82, y Deyermond 1996, p. 29), Gracia (Gracia 1998, p. 725) o Webber (Webber, p. 243), que es de los pocos críticos que observa “restos de asonancia” en la obra, con cronologías que varían desde mediados del siglo XIII a comienzos del siglo XIV (Deyermond 1995, pp. 62-63); Russell (Russell, p. 117), en cambio, no lo cree posible y no niega, por otra parte, Alvar (Alvar 1988, p. 67) la existencia (también) de un posible Cantar portugués. Aparte de estas citas, nadie, salvo Menéndez Pidal, menciona la prosificación, de hecho, las prosificaciones, puesto que a lo largo de su estudio, y para explicar las afinidades y divergencias argumentales entre los dos textos conservados, deja traslucir la existencia de dos fuentes diferentes: la que denomina “prosificación vieja” y la que parece definir como “otra versión”, también en prosa, del Cantar. Es ambigua la opinión del filólogo, por un lado afirma que la “prosificación de que se sirvió Almela debía correr ya en su tiempo suelta, como libro popular, análogo al que después se reimprimió tanto” (Menéndez Pidal 1934, p. 106), asunto de todo punto imposible, pues estamos en unas fechas, ante quem 1491, en que ni hay noticias de ninguna edición asimilable a nuestra obra ni un género donde adscribir ese “libro popular” (= historia) que menciona; por otro, vuelve a afirmar que “el Cuaderno hubo de ser retocado en vista de otra redacción de la leyenda”, sin más explicaciones ni sugerencias; juicio similar al de Alvar (Alvar, p. 35), para quien la “Crónica de 1344 fue resumida por Diego Rodríguez de Almela en el Compendio historial, a finales del siglo XIV (1484), quien añadió —posiblemente de otra parte— la última leyenda épica que se recoge en las crónicas, la del Abad don Juan de Montemayor”. Sea como fuere, lo verdaderamente importante es que ambos testimo-

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nios derivan de una misma fuente en cuanto a su consideración genérica: una prosificación en forma de crónica que contenía la narración de la leyenda, aunque otra cosa bien distinta sea las posibles variaciones de testimonios diferentes de esa misma prosificación en diferentes cronologías y, mucho más relevante, la intencionalidad de ambos autores: una conciencia historiográfica de cronista en Rodríguez de Almela, que no desdeña considerar lo fabuloso como fuente, frente a una recreación literaria del anónimo arreglador de la Historia, que potencia, y amplía, esta fabulación. Queda mencionar la transmisión de la leyenda del abad don Juan de Montemayor fuera de las obras ya citadas y de las referencias de episodios puntuales, recogidas por otros autores que ya hemos mencionado. En Portugal, aparte de las menciones de Antonio Brandão y Jorge Cardoso ya en el siglo XVII, Cintra aportó un importante testimonio documental, pues en el manuscrito Port. 4 de la Crónica Geral de Espanha de 1344, fechable en 1457 (París, Bibliothèque Nationale, perteneciente al Condestable Don Pedro de Portugal e inventariado en Barcelona a su muerte en 1466)24, existe una anotación al margen del fol. 84v de un lector ¿portugués? de la “segunda metade do século XV. Quando muito seria dos primeiros anos do século XV”, que al tratar de Ramiro rey de León como sobrino del abad menciona: “et murió un su yerno, daquel Muça, que auíe nombre Garçía”, y la scholia anota: “[es]te sería garçía criado de a[b]ad dom Jhoã”. Este dato no prueba que hubiera un texto portugués de la leyenda, sino que el lector conocía la historia, tal vez ya a través de una versión castellana; en cualquier caso es una referencia que se adelanta en más de 50 años a la de Fernando de Oliveira en su Gramática de 1536 y es la primera después de la que aparece en el poema perdido de Alfonso Giraldes (1340-1350). Efectivamente Fernando de Oliveira, en la Grammatica da lingoagem portuguesa (Lisboa, Germão Galharde, 1536; 4º, 38 fols.), menciona un interesante párrafo que parece indicar el conocimiento real de nuestra obra, aunque quizá ya a través de alguna de las ediciones impresas españolas25: E só esta nossa terra Portugal na Espahna, quando os godos com seus costumes barbaros e viçiosos perderão a Espahana teve sempre bandeira nunca sogeyta a mouros, mas muytas vezes contrelles vitoriosa; como foy a do sancto Abade dom Joam de Montemor, o qual confessão todos que corría a terra dos mouros como d’[in]imigos, e não 24 25

Cf. Cintra (Cintra, p. 110) y para la descripción del códice, Morel Fatio (Morel Fatio, p. 248). Citamos por el original, fol. 3v, aunque es testimonio ya mencionado por Menéndez Pidal (Menéndez Pidal 1934, pp. 154-155); hay facsímil de Lisboa, Biblioteca Nacional, 1981 y edición moderna de M. L. C. Buescu, Lisboa, Imprensa Nacional/Casa da Moeda, 1975.

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como de senhores. E essa é a verdade que em Portugal sempre ouve lugares e terras proprias dos christãos, porque se assi não fora que na Estremadura não ouvera lugares de christãos, não se atrevera o Abade Joam, que era homem prudente, a sayr tras seus [in]imigos por suas terras desses [in]imigos por espaço de jornadas com pouca gente.

Fray Bernardo de Brito, en la Primeyra parte da Chrónica de Císter, onde se contam cousas principias desta religiam com muytas antiguidades, assí do Reyno de Portugal como de outros muytos da Christiandade (Lisboa, Pedro Crasbeeck, 1602; fol.), dedica en el Libro sexto, la mitad del capítulo XXVII y todo el XXVIII (fols. 443va-447ra) a narrar una amplísima síntesis de la leyenda, conociendo de primera mano los impresos españoles: “desta historia do Abbade Ioão, que por andar impresa co[n] algu[n]as impertine[n]cias, he tenida por Apochripha”, aunque por pasajes que cita textualmente en ocasiones, no parece poder identificarse con ninguna de las ediciones conservadas. Igualmente sucede con otra de sus obras, la Segunda parte, da Monarchía Lusytana. Em que se continuão as historias de Portugal desde o nacimento de nosso Saluador IESV Christo, ate ser dado em dote ao Conde dom Henrique (Lisboa, Pedro Crasbeeck, 1609; fol.), que vuelve a incluir, ahora desde la mitad del capítulo XIII y casi todo el XIV (fols. 312ra-316vb), un extenso resumen sobre el asunto26. En ambos casos hay que señalar el marcado carácter nacionalista en defensa de la historia portuguesa, rechazando las desviaciones fabulosas del texto castellano; recordamos que, precisamente, en la Terceira parte da Monarchia Lusitana, continuada por fray Antonio Brandão en 1632, es donde se encuentra la cita del poema portugués de Alfonso Giraldes. La Historia Manlianense, Cronologica, Ephitomatica, Bellica, Genealogica e Panegirica de Antonio Correia da Fonseca e Andrade, natural de Montemayor y escrita hacia 1713-1715, debe su título al nombre latino de Montemayor: Manliana, por creerse reedificada por el procónsul Manlio, inserta (afortunadamente) la traducción de una desconocida edición sevillana de 1584, de la que recuperamos su existencia a través del texto portugués27. 26

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No es nuestro interés compendiar las diferencias y similitudes del relato de Brito, que pueden leerse en el excelente resumen de Menéndez Pidal 1934, pp. 153-159, a falta de la consulta de los respectivos originales. Tenemos que citar siempre esta obra a través de Menéndez Pidal, quien en nota (Menéndez Pidal 1934, p. 175) relata la historia del manuscrito. Éste se guardaba hasta 1876 en el Archivo de la Cámara Municipal de Montemayor, cuando desapareció, pero existían dos copias “fragmentarias”, una en la biblioteca de la Quinta das Lágrimas, propiedad de Miguel Ossorio Cabral de Castro, y otra en poder de Annibal Fernades Thomaz, ambas, en la actualidad, también desaparecidas; de la primera, un “apographo tirado em 1853”, no nos han sabido ofrecer noticias de su paradero los responsables de la Quinta, hoy Hotel: “é difícil nesta altura sabermos o paradeiro dos referidos manuscritos.

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Fuera del ámbito histórico y erudito, los primeros testimonios del mantenimiento de una tradición portuguesa de la leyenda del abad don Juan de Montemayor se encuentran, precisamente, en el poeta Jorge de Montemayor, natural de la villa del mismo nombre. El autor de Los siete libros de la Diana (Valencia, ¿Juan Mey?, s. a., pero 1558-1559; 4º, 4 hs.+112 pp.) alude al sesgo a la leyenda en un pasaje de la obra: “y el castillo que delante los ojos tenían era la luz de nuestra España, y que este nombre le convenía más que el suyo propio […] y que el nombre que tenía en lengua portuguesa era Montemor-o-Velho, adonde la virtud, el ingenio, valor y esfuerzo habían quedado por trofeos de las hazañas de los habitadores dél en aquel tiempo habían hecho, y que las damas que en él había y los caballeros que lo habitaban florecían hoy en todas las virtudes que imaginar se podían”, pero en la posterior inclusión en la obra de la “Historia de Alcida y Silvano” —a partir de la edición de 1561 (Amberes, Juan Stelsio, 1561; 8º, 3 hs.+227 fols.+1 h.)—, amplía el conocimiento del tema28: Mirava aquella cerca antigua y alta que por trofeo quedó de las hazañas del santo Abad Don Juan, en quien se esmalta la honra, el lustre y prez de las Españas. Allí la fuerza de Héctor no hizo falta, pues destruyó su brazo las campañas del sarraceno rey que le seguía y a su traidor sobrino Don García. Miraba aquel castillo inexpugnable, por tantas partes siempre combatido de aquel falso Marsilio y destacable y del traidor Zulema en él nacido. Decía allí entre sí: “¡Oh cuán notable, muy gran Montemayor, continuo has sido, pues en tus altas torres fue guardada la santa fe, y a fuerza de la espada!”

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Alguns devem ainda estar na posse dos antigos proprietarios da Quinta e outros podem já ter sido vendidos”; de la segunda, citada ampliamente por su dueño (Thomaz, pp. 4751), pudo manejar Menéndez Pidal “amplios extractos” gracias a su poseedor y la intermediación de Carolina Michaëlis de Vasconcellos. Citamos por Montemayor, p. 278 y el pasaje poético añadido, p. 440.

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Decía: “¡Oh alto monte y valeroso!, Montemayor el Viejo tan nombrado, y monte de fe lleno y muy glorioso, mayor por más valiente y señalado, llámante el Viejo a ti por más famoso, antiguo, fuerte, alto y celebrado, a do Minerva y Marte se juntaron, y con la ciencia y armas te adornaron. Al igual que Juan de Zúñiga —como homenaje— en un “Soneto a la villa de Montemayor el Viejo, donde el autor deste libro se crió”, en los “Preliminares” a las Obras poéticas de Jorge de Montemayor (Amberes, Juan Stelsio, 1554; 8º, h. 8 r): Cuando en la madre Córdoba reinaba Marsilio y don García renegó, el gran Montemayor su hueste envió contar el Abad don Joan, que en él estaba. Los campos de Mondego le ocupaba, la villa y su castilló le cercó, y el valeroso Abad le destruyó, aunque de poca gente se ayudaba. ¡Oh monte, do salió este fiero Marte y el nuevo Orpheo español que en ti criaste, con muy justa razón podrás loarte! Que si armas con armas conquistaste, de Còrdoba baxando el estandarte, su ciencia con la déste aniquilaste. Y su amigo Francisco de Sá de Miranda, que contesta un pasaje de la “Carta Ao senhor Francisco de Sá de Miranda” (“Ahora es digna cosa, oh pluma mía […] / Riberas me crié del río Mondego, / Ado jamás sembró el fiero Marte / Del Rei Marsilio acá desasosiego”) con otra epístola, “Resposta de Francisco de Sá de Miranda a outra Carta de Montemaior” (“Montemaior, que a lo alto del Parnaso”), en donde recrea la leyenda del abad29:

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Citamos ambos textos, con las peculiaridades de la edición utilizada, por Miranda, pp. 655 y 456.

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Fue Montemaior ya mentado en guerras Del santo abad Don Juan (cuenta se así); Agora deja atrás aguas y sierras. Quando los moros lanzavan de aquí, (¡A los muchos pecados de cristianos!) Quedó se el leal monte en salvo allí. Por último, cita Menéndez Pidal la publicación como “folletín” de una traducción portuguesa de la edición de Valladolid de 1562 en el Jornal de Lousã de los meses de enero-marzo de 1889, por la que el lector lusitano del siglo XIX pudo recrearse con los pormenores de la antigua leyenda medieval30. Un postrer asunto debemos reseñar en torno a la génesis y difusión de la leyenda del abad don Juan de Montemayor, por más que no afecta directamente a los textos españoles de nuestro interés y se refiere a los llamados “apócrifos de Lorván”, donde confluyen la tradición literaria castellana y el nacionalismo histórico lusitano. La ubicación en Montemayor del heroico sacrificio y del milagro de los degollados se recoge en el ámbito fabuloso de la tradición popular, pero la herencia erudita se desvía hacia la significación de los monasterios de Lorvão y Ceiça. Menéndez Pidal (Menéndez Pidal 1934, pp. 168178), a quien seguimos en este fleco del asunto, resume (y supone) la tesis con estas palabras: alguna persona afecta a la primera de estas casas (supongamos: el capellán de las monjas, que desde 1200 habían suplantado a los benedictinos de Lorván), al ver que la leyenda disparataba en suponer un Abad en Montemayor, no dudó que se trataba de un Abad de Lorván, señor de la no lejana villa de Montemayor; el monasterio de Lorván no había sido destruido por la invasión árabe […] y era el único que podía haber regido don Juan, tío de Ramiro de León, en vez del fabuloso convento de Montemayor […]. Empapado en esta opinión, alguien ducho en antigüedades concibió el propósito de fraguar en servicio de ella la prueba documentada, y redactó dos diplomas, más a título de rectificación histórica que de falsedad.

El primer documento es una carta de donación de 848 del rey Ramiro I, entregando a Juan, abad de Lorván, la villa de Montemayor; la incluyó Bernardo de Brito, traducida, en la Primeyra parte da Chrónica de Císter (1602, fol. 443r) y en latín en la segunda parte de la Monarchía Lusitana (1609, fol. 311r), tomándola, según aclara: “de un traslado antiguo de ella, que estaba en el monasterio de Lor30

No hemos logrado localizar un ejemplar de esta entrega periodística, a pesar de la búsqueda por numerosas hemerotecas portuguesas; serviría, si acaso, para testimoniar una referencia.

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ván”. El segundo es otra carta de 850 en latín, esta vez del abad Juan, otorgada después de la milagrosa victoria sobre los moros y renunciando a la abadía a favor de Teodomiro, abad de Lorvão y, además, devolviendo al rey la villa de Montemayor; la volvió a publicar Brito en la segunda parte de la Monarchía Lusitana (1609, fol. 315 r) y, con “increíbles” variantes —advierte Menéndez Pidal—, Jorge Cardoso en su Agiológio Lusitano (1652, I, p. 329), advirtiendo que se encontraba en el cartulario de Lorvão, de donde la había copiado el licenciado Gaspar Álvarez Lousada “mucho antes”. La cuestión capital de estos testimonios adulterados era la situación de ese topónimo de “Alcobas”, “Alcobaza” y “Alcoubaz”, que ahora se identifica con un “Val de Combas” o de “Coubas”, a doscientos pasos del monasterio de Santa María de Ceiça y bien lejos —más de quince kilómetros— de Montemayor. La suplantación estaba conseguida: no convenía que el legendario abad arrebatase a Alfonso Enríquez la fundación de Alcobaza, y se tuvo que contentar con erigir la pequeña ermita de Ceiça, junto a la que más tarde el mismo rey Alfonso edificaría otro monasterio Entre Brito y Cardoso, en el siglo XVII, convirtieron el trasunto de una leyenda en una cuestión de honra nacional y elaboraron toda una superchería erudita que devolvía a Alcobaza, y a su rey fundador, la supremacía portuguesa, lacerada por la tradición española; incluso ofrecen datos del traslado del cuerpo, del enterramiento de sus huesos —menos la cabeza que se queda entre las reliquias de Lorvão— y de su estatura, “un perfecto gigante”, componiendo un epitafio en la pared de la nueva ermita que dejaba nítidamente perfilado el asunto: IOANNES, MONASTERII LAUBARNENSIS QUONDAM ABBAS, RANIMIRI PRIMI LEGIONEM, REGIS PATRUUS; QUI ANNO DOMINI D.CCC.L MONTEM MAIOREM TUTATURUS ABDERRAMEN II, CORDUBAE REGEM (TRUCIDATIS LXX SARRACENORUM MILLIBUS) PARVA CHRISTIANORUM MANU DEBELLAVERAT; MULIERESQUE AC PARVULOS, SUO CONSILIO OCCISOS, HUIUS SACRAE VIRGINIS INTERVENTU, AD VITAM RESTITUOS CONSPEXERAT; HIC TUMULUS JACET.

Como resume Menéndez Pidal, “con la fe en las escrituras de Lorván y de los monumentos de Ceiça, todo le pareció claro a Brito y no creyó errar amoldando la leyenda como mejor pudo a la historia. Tan naturales le parecieron sus arreglos que él mismo se los creyó antiguos”, ofreciendo una disparatada y pintoresca narración de la leyenda que convenía perfectamente a sus intereses, pero que se alejaba de los hechos históricos más elementales. Esta superchería se mantiene, y se aumenta, en la Historia Manlianense de Antonio Correia da Fonseca e Andrade, pues acepta todas las recreaciones históricas de Brito, pero las amplía con detalles inverosímiles de su propia cosecha y, en esta ocasión,

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siguiendo —cuando le conviene, claro está— una edición sevillana de la Historia de 1584, que sólo conocemos gracias a él. Recientemente Sánchez Candeira (Sánchez Candeira, p. 264) ha aportado un importante documento (Lisboa, Archivo de la Torre do Tombo, Lorvao, 4ª, fol. 7r) sobre este asunto, pues se trata de una carta, nº 72, por la que Fernando I confirma al monasterio de Lorvão y a su abad la propiedad de todas las heredades que se hallan bajo su dominio en julio de 1064: “Facta carta et confirmata mense juio. Era Millessima centésima secunda”, se supone que por la ayuda de los monjes de Lorvão a Fernando I en el sitio de Coimbra, pero volvemos a encontrarnos con otra falsificación. Tan sólo queda comentar, para alejarnos ya de las referencias literarias y acercarnos a los pocos restos reales que todavía hoy podemos comprobar de la leyenda31, que en la Capela de Nossa Senhora de Ceiça en Paião hay murales que representan la leyenda del Abad; la capilla, octogonal, es de 1600 y los murales del siglo XVIII; el monasterio de Ceiça, cisterciense, muy cerca de esta capilla, está en ruinas y se empleó como fábrica de tratamiento y envase de arroz desde mediados del siglo XIX hasta algún momento del siglo XX. Existe también una Capela de São João, popularmente conocida como “del abade D. João”, aunque no es ése su verdadero nombre ni su consagración, actualmente en ruinas, que está pegada a la muralla y corresponde a una construcción del siglo XV, y dentro del castillo de Montemor-o-Velho hay una iglesia dedicada a Santa María de Alcáçova. Y, por fin, qué mejor remate de toda esta leyenda que contemplar en el monasterio de Santa María en Lorvão el ¡cráneo del abad don Juan de Montemayor!, recuperado por los monjes benedictinos. 2. La constitución genérica del texto castellano Todos los elementos constitutivos de esta leyenda, tejida sobre una urdimbre poética, seudohistórica y legendaria, y de muy probable transmisión oral, quedan reflejados en dos testimonios textuales ya mencionados: en el capítulo del Compendio historial de Diego Rodríguez de Almela, redactado antes de 1484, y muy especialmente en la Historia del abad don Juan, señor de Montemayor, publicada a comienzos del siglo XVI, a partir de la cual se han elaborado las teorías de sus controvertidos orígenes y se han diseccionado sus características más significativas; siempre del lado español, al no existir, hasta el presente, ninguna obra portu31

Seguimos los datos de Barroca, que se mantiene fiel a la tradición portuguesa diseñada por Bernardo de Brito, y nos gustaría haber podido incluir todos los testimonios gráficos recogidos in situ.

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guesa —sea de la condición genérica que sea— que contenga las hazañas del legendario personaje. Nuestro interés editorial y literario se centra, lógicamente y como ya hemos señalado, en esta anónima Historia. No es posible determinar una fecha concreta de su redacción, que, en cualquier caso, tuvo que ser muy cercana a la de su primera salida editorial, puesto que si a Rodríguez de Almela le mueve un interés puramente testimonial a la hora de componer su capítulo en el conjunto de un proyecto historiográfico de más largo alcance, nuestro anónimo redactor confecciona el texto para ser inmediatamente editado y conocido públicamente por los lectores/compradores del libro. Su obra está escrita para formar parte del escaparate comercial de un género muy específico en estos años postreros del siglo XV y comienzos del XVI, el de la “narrativa caballeresca breve” o, como posteriormente consagrará la tradición editorial, el de las tituladas más o menos uniformemente “historias”32. Se trata de un grupo de más de veinte obras que, a pesar de sus diversos orígenes textuales: cantares de gesta —como hemos visto, muy probable en el caso del Abad—, cuentos medievales, obras de la literatura clásica y oriental, relatos de tradición oral, etc., y de la variada tipología de sus personajes centrales: héroes épicos, caballeros (más o menos) históricos, figuras folclóricas, etc., responden a una serie de características literarias y, sobre todo, editoriales, comunes que han permitido su consideración unitaria como género específico, el denominado “género editorial”33. Algunas de las más significativas, que pueden observarse en nuestro texto del abad don Juan, son las siguientes34. -) Presentación de un héroe como elemento nuclear del relato, que suele describirse siguiendo los modelos literarios y tipológicos de un caballero, codificado según las pautas de comportamiento y actuación de esos modelos (libros de caballerías, romans, tratados, etc.). En nuestro caso nos encontramos con un abad, que, pese a su condición religiosa, se comporta como un auténtico caudillo militar, guerreando con el enemigo y dirigiendo militarmente a sus súbditos. -) Justificación de los comportamientos ideológicos y anímicos por medio de la presencia de elementos religiosos, devotos y morales que propugnan la ejemplaridad y la enseñanza del personaje central, a la vez que sirven para resolver situaciones de conflicto en el entramado temático 32

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Para la exposición de los pormenores teóricos y tipológicos puede consultarse Infantes 1991, pp. 171-176, donde se exponen las denominaciones usadas; también Baranda/Infantes 1995, pp. 9-10 y Baranda/Infantes 2008; Baranda 1995b, I, pp. XXIXXXXVIII y Baranda 1995c. Vid. los planteamientos generales de esta denominación en Infantes 1989, sin incluir la obra del Abad, e Infantes 1996, ya con su cita. Recordamos, y seguimos, lo expuesto ya en La Poncella de Francia, pp. 20-23.

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de la acción. El elemento nuclear del argumento del abad don Juan gira en torno a un renegado de la fe cristiana y, singularmente, al triunfo de las creencias católicas a través del milagro de los resucitados; frente a otras obras en donde los elementos morales aparecen como una lección final que se desprende de los episodios del argumento, en nuestra historia la ejemplaridad del relato es el thema nuclear del mismo, con el tratamiento bifronte del pecado de la apostasía y el triunfo final de la bondad divina. Presencia de rasgos tremendistas y melodramáticos, incluso de motivos fantásticos y mágicos, que presentan el desarrollo argumental dispuesto para una lectura atractiva. En nuestra obra estas características están especialmente resaltadas —y ya hemos señalado alguno de estos factores35—, puesto que los acontecimientos narrados están dispuestos para ofrecer al lector un insospechado desenlace final, donde la victoria militar frente al enemigo —y, claro está, la muerte del traidor a manos del héroe— está, además, recompensada por el prodigio que proporciona el milagro de la resurrección de los degollados. Es, asimismo, muy relevante la presencia de elementos folclóricos en estos textos, que incorporan en la estructura argumental componentes de la tradición oral y motivos y tipos de carácter antropológico de muy diferente procedencia; Luna Mariscal, con distintos trabajos, ha iniciado el estudio de las diferentes tipologías folclóricas —siguiendo los modelos de Thompson y Guerreau-Jalabert— que se encuentran diseminadas en estas obras36, sin olvidar los que pueden entresacarse de la Historia del abad don Juan, como indicamos con anterioridad. Poseen un estilo narrativo particular frente a las características generales de otros textos similares, como los libros de caballerías o las obras de tradición artúrica (libros caballerescos, en denominación de Sharrer37), que se manifiesta en una “voluntad narrativa cerrada” que tiende a la uniformidad, al menos una vez que se han codificado los elementos estructurales básicos del relato en una versión determinada, y en el uso de una “poética de la redundancia”, quizá exigida por el tipo de lector al que van dirigidas. Nuestro texto se presenta desde la linealidad y se desarrolla argumentalmente con escasos episodios que se alejen del motivo central del relato. Remitimos ahora, para algunos aspectos, a las opiniones de Garrosa Resina, pp. 262265. Vid. Luna Mariscal 2007, 2008, 2010a y 2010b, pero, especialmente, su tesis doctoral, Luna Mariscal 2009. Vid. Sharrer 1988, sin olvidar su bibliografía sobre estas obras de tradición artúrica, Sharrer 1978.

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Predominio absoluto de la anonimia, en relación con originales a su vez anónimos, ya que suele existir en este conjunto narrativo por parte de los autores de los mismos una concepción de “creatividad cero”, al estar imitando, continuando o recreando textos anteriores que toman como modelo38. En nuestro caso no se conoce ningún texto precedente, salvo el capítulo inserto en el Compendio historial, de muy distinta condición genérica, así como algunos nombres tardíos que aparecen asociados a la autoría de nuestra obra, que luego comentaremos. A estas características literarias, que perfilan las pautas de su constitución como género literario, aunque algunas de ellas estén compartidas con otros textos similares de la ficción narrativa medieval39, debemos sumar otros elementos que permiten unificar estas obras bajo su consideración como género editorial40, rasgo que las diferencia entonces desde una perspectiva ajena a su tipología exclusivamente literaria. -) Origen medieval común de todos ellos, independiente de su adscripción temática o argumental que los relaciona con determinados ciclos, grupos o modelos (pre)existentes en el medioevo europeo, con especial relación con el contexto francés, bien por la remodelación de textos anteriores, bien por tratar personajes vinculados con el pasado histórico. Nuestra historia hunde sus raíces argumentales en un episodio ¿histórico?/legendario, que generó (muy probablemente) un cantar de gesta, del que hasta la fecha no conservamos testimonios textuales precisos, pero que sin la menor duda debieron de existir, hasta su acogida en el ámbito literario de las historias caballerescas breves; sin olvidar —como ya hemos señalado— la existencia de una (posible) fuente común, ya en prosa, para nuestra obra y para el texto de Rodríguez de Almela. Bohigas (Bohigas, p. 728), uno de los escasos críticos que cita nuestra obra, la inserta entre las “novelas relacionadas con la épica o de fondo histórico”. -) Su constitución literaria está fundamentalmente basada en su condición de textos impresos, es decir, creados explícitamente para su aparición inmediata en los cauces de la difusión de la imprenta incunable y postincunable, y su razón de ser viene determinada por su edición como libro y su entrada en el contexto del lector masivo que empieza a con-

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Vid. las sugerencias que ofrece, aunque no para nuestros textos, el trabajo de Baader. Vid. la miscelánea estudiada por Viña Liste 1991 y editada por el mismo, Viña Liste 1993. Vid. las consideraciones generales, que lógicamente seguimos, de esta propuesta terminológica más desarrollada en Infantes 1989 y, especialmente, Infantes 1996.

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solidarse en los últimos años del siglo XV41. De ahí que, en los casos excepcionales en que conocemos versiones de algunas obras en manuscritos medievales anteriores a su aparición impresa, podamos observar con claridad que difieren notablemente de su versión editorial, casos de La doncella Teodor42, Flores y Blancaflor43, El rey Guillermo44 o La reina Sebilla45. Su condición de texto impreso determina una tipología editorial que diferencia estas obras desde los hábitos impresos y de la edición comercial: brevedad de extensión, pues no llegan habitualmente a ocho pliegos (= 64 pp.); generalmente en formato 4º, salvo algunas excepciones de las ediciones princeps en folio de comienzos del siglo XVI (casos de Oliveros de Castilla, Carlomagno o Guillermo), aunque enseguida volverán al formato en 4º; ausencia de grandes ilustraciones, excepto en la portada, salvo algún caso aislado como el incunable burgalés de Oliveros de Castilla; uniformidad de su disposición impresa, con epígrafes o capítulos resaltados, plana entera, etc. Características que las identifican como ese género editorial que ya hemos mencionado, uniforme de contenidos narrativos generales y de elementos literarios homogéneos. La primera edición conservada de la Historia del abad don Juan de Montemayor está incompleta, carece de portada, pero su transmisión impresa guarda una identificación con el resto de las historias caballerescas breves y vuelve a representar un prototipo editorial común con todas ellas: formato 4º, 16/20/24 hojas, etc.; incluso su cita y su mención en documentos literarios y notariales la menciona con los demás textos del grupo. Independiente de su origen medieval, de las distintas tradiciones culturales donde se asientan los textos primitivos y del tratamiento literario que se otorga a la versión definitiva que consagra la imprenta, a partir de sus primeras ediciones, y salvo alguna obra que desaparece enseguida del panorama editorial español —caso de Apolonio, Paris y Viana o Vespasiano— o que no supera la barrera cronológica del siglo XVII —caso de Canamor, Fi de Oliva o la Reina Sebilla—, todas las demás obras del No ha lugar repetir aquí la abundante bibliografía sobre este asunto (Hirsh, Eisenstein, etc.) ya recogida, y citada, en La Poncella de Francia, p. 22. Vid. Baranda/Infantes 1995, pp. 10-20 y p. 47 (y Baranda/Infantes 1994). Vid. Baranda/Infantes 1995, pp. 20-30 y pp. 48-49 y, específicamente, Baranda 19911992. Vid. Baranda 1997a y Baranda 1997b. Vid. Baranda 1991, p. 189, con la bibliografía fundamental, y Baranda 1995b, I, pp. XLVI-XLVIII.

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género van a formar parte de ese grupo que hemos denominado historias caballerescas breves (o, resumidamente, historias) y van a pervivir editorialmente hasta bien entrado el siglo XX. Forman un repertorio, o una biblioteca, de la (lejana) ficción medieval que durante cuatro siglos pervivirá en generaciones de devotos lectores; una bibliometría de cerca de 700 ediciones de unas veinte historias permiten suponer una aceptación que no dispensaron los lectores a otras obras, quizá literariamente más representativas, que compartieron sus remotos orígenes medievales. La atribución (provisional) de la fecha de 1502, incluso hacia el mes de mayo de ese año46, como muy probable de la primera edición hoy conocida —dejando (ahora) aparte una posible salida burgalesa anterior— la hermana con otras obras de muy parecida cronología, dentro de las primeras apariciones editoriales del género: Apolonio (¿1488?), Vespasiano (c. 1492 y 1498), Cid (1498), Fi de Oliva (1499), Oliveros de Castilla (1499) y Doncella Teodor (¿1502?). Todas estas consideraciones permiten ubicar la Historia del abad don Juan de Montemayor en unas coordenadas literarias y editoriales muy concretas que parecen explicar sus peculiaridades como texto narrativo dirigido a unos lectores plurales que recuperan a través del relato de sus hazañas la figura legendaria de un personaje que ahora se presenta codificado como héroe caballeresco, sin perder sus atributos nacionalistas y religiosos que le caracterizan. Resta señalar dos cuestiones particulares de nuestra obra. En primer lugar, su relación más o menos formal con un subgrupo de obras dentro del género común de la narrativa caballeresca breve, que son aquellas que toman como héroe central del relato a unos personajes de marcado carácter histórico, o que, independiente de sus orígenes textuales, se relacionan con representantes destacados de una tradición histórica más o menos comprobable. No nos parece casual que en la oferta editorial de las historias —independiente de la de denominación semántica, a efectos literarios, que sugiere la utilización de este lexema47— se incluyan una serie de obras centradas en la figura de personajes de probada relación con el pasado español: el Cid y Fernán González o con evidentes reminiscencias de relación histórica con nuestro país: Carlomagno y, especialmente —y no por razones literarias, sino editoriales como más tarde diremos—, la Reina Sebilla; lo que Cacho Blecua (Cacho Blecua 2002, p. 357) denomina “crónicas populares”, en relación con la Crónica popular del Cid (1498), de parecida cronología. En el caso de la del abad 46 47

Vid., aunque más tarde volveremos a ello, Infantes 2000b, p. 310. Vid. las características y el uso de esta titulación en la prosa tardomedieval y áurea en Infantes 2000a.

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don Juan de Montemayor la acción se desarrolla en los momentos históricos de las luchas contra los musulmanes, con menciones explícitas de monarcas españoles (Ramiro, Ordoño) y de caudillos árabes (Almanzor), situada en una geografía real (Córdoba, Galicia, etc.) cercana y reconocible, por tanto, al lector español. Su aparición a comienzos del siglo XVI —si no con anterioridad—, como más tarde comentaremos, en pleno apogeo del reinado de los Reyes Católicos y muy cercana al final de la Reconquista, parece responder a una maniobra editorial que pretende recordar, en y para el presente, los jalones gloriosos de una “memoria histórica” al servicio de la monarquía española48. En segundo lugar, nada podemos aventurar de su anónimo redactor, como nada se puede tampoco sugerir de las demás historias del género49, no sólo por la falta de datos objetivos sobre la intervención literaria de un nombre concreto en la mayoría de estos textos, sino por su propia condición de texto anónimo, en donde el concepto de creador del mismo no tiene ninguna relevancia autorial ni para los editores ni para los lectores de la obra50. Por último, tenemos que dejar de lado la atribución, en ¡1632!, de nuestra obra a un “Juan de Flores”, que no creemos se pueda siquiera identificar con el Juan de Flores autor de algunos de los bestseller de la novela sentimental (Grimalte y Gradisa o Grisel y Mirabella), por más que pertenezca a la época de la aparición de la Historia del abad don Juan de Montemayor y su biografía se dibuje entre ¿1470? y ¿1525? Podría ser un candidato, uno más entre la falange de escritores de la “generación de los Reyes Católicos”, pero nada asocia su nombre, ni su estilo ni sus intereses literarios, con la narración caballeresca de un tema alejado de sus alegóricas preferencias; la gran especialista sobre Flores, Barbara Matulka, recoge esta tardía aparición del autor con ciertas precauciones, no exentas de una sorpresa incomprobable51. Valga recordar, y añadir, que también treinta años antes, en 1601, nuestro texto había aparecido —tras un siglo de vida impresa y después de más de una docena de anónimas ediciones— a nombre de un ignoto “Juan Darcos”, que no es más que una táctica comercial de algunos editores de estas obras, actualizando a través de un nombre un relato que puede parecer nuevamente compuesto a ojos del lector. Sucedía frecuentemente, como en los casos de la Historia de Oliveros de Castilla y Artús de Algarve (1499), corregida por Juan de Ávila en 1673 y, al poco 48 49

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Vid. el desarrollo de esta “utilización política” en Garcia 2010. Recientemente, con argumentos sugerentes aunque carentes de un dato documental que lo avale, Michel Garcia ha propuesto a Juan de Gamboa (Garcia 2007) como autor de La Poncella de Francia, es (quizá) el único caso en donde un nombre conocido encarna la constante anonimia de casi todas las historias. Aunque no expresamente para este tipo de obras, pero sí en general, son importantes las precisiones de Chartier respecto a “¿Qué es un autor?”, Chartier, pp. 58-89.

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¿1700?, compuesta por Pedro de la Floresta; la Historia Carlomagno y los Doce Pares de Francia (1521), al poco traducida (y, más tarde ya, compuesta) por Nicolás de Piamonte (1528) o la Historia de la Doncella Teodor (¿1502?), primero a nombre de Alfonso Aragonés en 1642 y al año siguiente al de Francisco Pinardo (1643). De todas maneras este “Juan de Flores” podría tratarse, también, de una mala lectura del primer autor mencionado, ese Juan de Arcos, o Juan d’Arcos, por alguna grafía mal leída y asimilada entonces a un nombre mejor conocido por otros textos, Juan de Flores, aunque a comienzos del siglo XVII ya no editaran sus obras más famosas52. 3. La historia bibliográfica y textual de una historia Como ya hemos indicado, la leyenda del abad don Juan de Montemayor se ha conservado en dos testimonios diferentes. El primero, inserto entre las páginas del Compendio historial de Diego Rodríguez de Almela, cuenta con seis manuscritos en sus dos redacciones que luego comentaremos, pero que no afectan especialmente a su constitución textual, por lo que su probada difusión y conocimiento tienen razón de ser por la importancia de la recopilación histórica que representa, y así lo interpreta acertadamente Armenteros Lizana, pp. 53-63, pero en nada afecta a la inclusión específica de nuestra obra, un capítulo más en el prontuario de la obra historiográfica del murciano. El texto del capítulo, en el único manuscrito conservado de la primera redacción cuenta con un solo epígrafe inicial que describe el contenido del mismo: “Capítulo cclxxxvijº. De cóm[m]o el abad don ioh[a]n de monte mayor falló un njño a la puerta dela igr[e]sia yendo a maytjnes, e lo crjó e púsolo en estado de ouien cauallero, al qual llamaron e ovo nonbre don garçía, e se tornó después moro renegado e vjno con el Rey almo[n]zor e çercó al dicho abad don ioh[a]n en monte mayor, e del miraglo que allí acaestió, e de cóm[m]o fueron los moros vençidos”, sin posteriores divisiones de ningún tipo, con intervenciones de otra mano ajena al copista, que incluye anotaciones en los márgenes y correcciones, en nuestra edición hemos añadido una adenda hacia el final que no se encuentra en este manuscrito53. El texto no se diferencia de los capítulos precedentes,

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Vid. Matulka, p. 436. Vid. su producción editorial en Whinnom pp. 56-57. Optamos en el “Apéndice” final por una transcripción fiel del capítulo según este manuscrito, sin apenas modernizaciones, como simple testimonio de la inclusión del texto, aunque añadimos la adenda posterior hacia el final del texto, según el otro testimonio.

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pues corresponde a una estructura organizada en torno a una obra general y, evidentemente, va dirigido al lector singular del códice. Su moderna historia editorial se reduce a la inclusión del texto en el estudio de Menéndez Pidal sobre el abad, primero en 1903 (Menéndez Pidal 1903, pp. 1-17) y luego en 1934 (Menéndez Pidal 1934, pp. 183-196); años después, siguiendo a Menéndez Pidal, Díaz-Plaja lo recogerá en el volumen primero de su Antología mayor de la literatura española (Díaz-Plaja, pp. 415-420), prefiriendo este texto frente al de la Historia, que considera “otra versión más extensa, posterior y algo alterada, del texto prosificado del poema que corrió en forma de librito popular”54. No obstante, y a pesar de no tener una relación textual directa con la historia posteriormente impresa, ofrecemos la descripción de los códices y añadimos al final en un “Apéndice” el texto recogido en el Compendio, según el único manuscrito que conservamos de la primera redacción, lógicamente el más antiguo, el Ms/1.979 de la Biblioteca Nacional de España. El segundo, es el publicado exento —en una redacción diferente de la del Compendio— a partir de comienzos del siglo XVI en el cauce editorial de las historias caballerescas breves. Contamos con más de quince referencias editoriales hasta finales del siglo XVII, aunque a día de hoy apenas han llegado hasta nosotros ejemplares de seis de ellos; con casi toda seguridad debieron de existir muchos más de los que desconocemos sus datos y, por supuesto, carecemos de testimonios localizados. La obra se encuentra dividida en un “Prólogo”, “Comiença el libro del abad don Juan señor de mo[n]te mayor. En el qual se escriue todo lo que le acontescio con don Garcia su criado”, y 17 capítulos sin numerar con sus epígrafes correspondientes, que anticipan (y, en parte, resumen) el contenido de los mismos; estas intervenciones tiene como único fin articular el texto según los códigos de un libro impreso y, por tanto, la obra va dirigida, evidentemente, a un lector editorial55. Relacionamos, pues, todos los testimonios hoy conocidos, señalando que aquellos de los que no poseemos ejemplar están señalados con * detrás de la sigla correspondiente, y usamos los términos de “hipotética” para aquellas ediciones sugeridas por algún dato externo, pero no corroboradas por ninguna mención concreta; “desconocida” para las que contamos con alguna cita más o menos fiable, pero no con un testimonio conservado y “perdida” para aquellas ediciones de las que no poseemos un ejemplar en la actualidad, pero hay constancia segura de su existencia por distintas fuentes. En todos los casos, y en una “Nota” al final de cada entrada, señalamos todas las referencias que justifican su inclusión.

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Vid. Díaz-Plaja, p. 415. Vid. los pormenores de este concepto en Infantes 2007, pp. 7-8.

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Diego Rodríguez de Almela, Compendio historial Registro de manuscritos -) p)

Primera redacción: “Capítulo cclxxxvijº. De cóm[m]o el abad don ioh[a]n de monte mayor falló un njño a la puerta dela igr[e]sia yendo a maytjnes, e lo crjó e púsolo en estado de ouien cauallero, al qual llamaron e ovo nonbre don garçía, e se tornó después moro renegado e vjno con el Rey almo[n]zor e çercó al dicho abad don ioh[a]n en monte mayor, e del miraglo que allí acaestió, e de cóm[m]o fueron los moros vençidos. En tiempo deste Rey don Ramjro, tercio de León, acaesçió así al abad don Joh[a]n de monte mayor el viejo, que es en portogal [...]”. Madrid, Biblioteca Nacional de España, Ms/1979 (olim: P-1), fols. 94v-98r

Menéndez Pidal 1903, pp. XXXVIII-XXXIX y p. 3 (= P), ed. pp. 1-17; Menéndez Pidal 1934, pp. 183 (= P), ed. pp. 183-194; Díaz-Plaja, ed., pp. 415420; Inventario general de manuscritos, V, p. 397; Bibliography, nº 1325 [BETA, MANID 2108]; Infantes 1999, p. 260 (= p); Rodríguez de Almela, p. 113 y pp. 114-126 (= A); Infantes 2002, p. 637. -) f)

Segunda redacción: “Capítulo cclxxxvijº. De cóm[m]o el abad Don juan de monte mayor falló un njño a la puerta dela iglesia yendo a maytines, e lo crió e púsolo en estado de cauallero, el qual ovo nombre garçía, e se tornó después moro renegado, e vino con el rey almonzor e çercó al dicho abad Don Juan en monte mayor, e del miraglo que allí acaesció, e de cóm[m]o fueron los moros desbaratados e vençidos. En tiempo deste rrey don ramiro de León, el tercero deste nombre, el abad Don Juan de monte mayor el viejo, ques en portogal [...]”.

Madrid, Biblioteca Nacional de España, Ms/1525 (olim: F-108 y F-115), fols. 310r-317r Menéndez Pidal, 1903, p. 1 (= F); Menéndez Pidal 1934, p. 183 (= F); Inventario general de manuscritos, IV, pp. 412-413; Simón Díaz, III, nº 6154; Bibliography, nº 1285 [BETA, MANID 2109]; Infantes 1999, p. 260 (= f); Rodríguez de Almela, p. 113 (= B); Infantes 2002, p. 637.

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g)

“Cap.º 287. de cómo el Abbad don Juan de montemayor halló vn niño ala puerta dela yglesia yendo amaitines, y locrió y Puso en estado de Cauallero, el qual huuo nombre Garçía, y se tornó después Moro y Vino con el Rey Almançor, y çercó al Abbad don Juan, y del miraglo que allí acaesció, y de cómo fueron los moros desbaratados e Vençidos. En tiempo deste Rey don Ramiro de león, el tercero deste nombre, el Abbad don Juan de monte mayor el Viejo, que es en Portugal [...]”.

Madrid, Biblioteca Nacional de España, Ms/1535 (olim: F-119 y F-126), fols. 242r-247v [Ex Felipe II]. Menéndez Pidal 1903, p. 1 (= G); Menéndez Pidal 1934, p. 183 (= G); Inventario general de manuscritos, IV, p. 421-422; Simón Díaz, III, nº 6155; Bibliography, nº 1288 [BETA, MANID 2111]; Infantes 1999, p. 260 (= g); Rodríguez de Almela, p. 113; Infantes 2002, p. 637. h)

[En rojo:] “Capítulo cclxxxvijº. de cóm[m]o el abad don Jua[n] de mo[n]te mayor falló vn njno ala puerta dela igl[esi]a yendo a maytines, e lo crió e púsolo en estado de cauallero, el qual ovo nombre garzía, e se tornó después moro renegado, e vjno con el Rei almo[n]zor e cercó al dicho abad don Jua[n] en mo[n]te mayor, e del miraglo que allí acaeció, e de cóm[m]o fueron los moros desbaratados e venzidos. En tiempo deste Rey don Ramiro de león, .iij. deste nombre, al abad don Juan de monte mayor el viejo, q[ue]es en portogal [...]”.

Madrid, Real Academia de la Historia, 9-455 (olim: G-8), fols. 211r-215r [Ex Gabriel Sánchez]. Cuartero y Vargas, XXI, p. 17; Bibliography, nº 956 [BETA, MANID 3361]; Infantes 1999, p. 260 (= h); Rodríguez de Almela, p. 113 (= R); Infantes 2002, p. 638. m)

“Cap.º cclxxxvijº. de cómo el abad don Juan de montemayor halló un nino a la puerta dela iglesia yendo a maytines, e lo crió e puso en el [es]tado de Caballero, el qual obo nombre garzía, e se tornó después moro[s] rrenegado, e bino con el rrei almanzor e zercó al d[ic]ho abad don Ju[an] en montemayor, e del miraglo que allí acaezió, e de cómo fueron los moros desbaratados e benzidos. ffue En tiempo de[s]te rrei

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don rramiro de León, el terzero de[s]te nombre, el abad don Juan de montemayor el biejo, quees en portugal [...]”. Santander, Biblioteca Menéndez Pelayo, Ms/156-158 (olim: R-I-5-1, 331), II, fols. 400r-408v [Ex Menéndez Pelayo]. Menéndez Pidal 1903, p. 1 (= M); Menéndez Pelayo, I, p. CD; Menéndez Pidal 1934, p. 183 (= M ); Artigas, p. 385; Artigas/Sánchez Reyes, nº 331; Simón Díaz, III, nº 6153; Bibliography, nº 3007 [BETA, MANID 2655]; Infantes 1999, p. 260 (= m); Rodríguez de Almela, p. 113 (= M); Infantes 2002, p. 638. u)

“Capítulo. cclxxxvijº. de cómo el abad don Juan de monte mayor falló vn niño a la puerta dela ygl[esi]a yendo amaytines, e lo crió e púsolo en estado de cauallero, el qual ouo nombre g[a]rcía, e se tornó después moro Renegado, e vino con el Rey almanzor e cercó al dicho abad don Juan en mo[n]te mayor, e del miraglo que allí acaeció, e de cómo fueron los moros desbaratados e vencidos. Fue en tienpo deste Rey don rramjro de león, el terçero deste nombre, al abad don Juan de montemayor el viejo, que es en portugal [...]”.

El Escorial, Biblioteca del Monasterio de El Escorial, V.II.10-11 (olim: V.N.2, ij. c. 7, V. N. 3 y ij. c. 8), I, fols. 289v-293v [Ex Isabel la Católica]. Menéndez Pidal 1903, p. 1 (= P); Zarco Cuevas, II, pp. 432-433; Menéndez Pidal 1934, p. 183 (= U); Bibliography, nº 504 [BETA, MANID 2110]; Infantes 1999, p. 260 (= u); Infantes 2000, p. 313; Rodríguez de Almela, p. 113 (= E); Infantes 2002, p. 637. Historia del abad don Juan, señor de Montemayor Registro de ediciones: Bu*:

[¿Historia del abad don Juan, señor de Montemayor?] ¿4º, gót.? ¿Burgos, Fadrique de Basilea o Juan de Burgos, antes de 1502?

Hipotética Infantes 2000, p. 313.

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Nota. Infantes 2000, p. 313, sugiere la posible existencia de una impresión burgalesa anterior a la primera edición hoy conocida de Toledo, c. 1502, de la que derivaría la que poseyó Colón impresa en Burgos, 1506; reforzaría esta hipótesis el hecho de que Rodríguez de Almela vivió probablemente en Burgos en aquellas fechas. T1:

[Portada: ¿Historia del abad don Juan, señor de Montemayor?]

[¿Vuelta en blanco? H. 2r:] [Calderón] Prologo. / [Calderón] Comiença el libro del abad don Juan / señor de mo[n]te mayor. En el qual se escriue todo lo que / le acontescio con don Garcia su criado. [Capitular xilográfica] POr que dios nuestro señor hizo y el la tie / rra. 4º, gót., [20 hs.], 16 conservadas, faltan 1ª y tres últimas; sgnt.: aiii[j] [+4]+bvj [+6] S. l., s. i., s. a., pero: Toledo, Pedro Hagenbach, c. 1502. Barcelona, Biblioteca de Catalunya, Inc., 5 (Ex Mariano Aguiló y Fuster). Gayangos, p. LXXX; Gallardo, I, en nº 807; Thomaz, p. 47; Menéndez Pidal 1903: XLI-XLII (= b) y p. XLIII; Menéndez Pelayo, I, p. CD; Haebler, nº 451(3), “no se puede decir si el libro es incunable”; Morales de Setién, pp. 511512, reproduce 1ª página: 513; Matulka, p. 435; Menéndez Pidal 1934, pp. 144-145 (= 1 y B), “1498?”, reproduce 1ª pág., p. 146; Vindel 1945-1951 [Toledo], nº 45, reproduce 1ª, 2ª y última página; Guía, nº 193; Simón Díaz, III, nº 1872; Norton 1966, p. 51, “1499-1502”; Sosa, nº 626, “about 1500?”; Norton 1978, nº 1017, “c. 1500-1503”; Vega González, p. 91; Bibliography 1984, nº 28 [BETA, MANID 1392]; Catálogo general, nº 1; Deyermond 1995, p. 63, “¿1498?”; Infantes, 1999, p. 261 (= T1); Infantes 2000, pp. 312-314, “1502”; Martín Abad 2001, nº 1; Ruiz Fidalgo, p. 245, “c. 1500-1503”; Infantes 2002, pp. 637-638; Martín Abad 2007, nº 1 [CCPB000107236-6]. Nota. Ejemplar descubierto por Ernst, que no pudo fechar la edición al carecer de datos de identificación, falto de la primera hoja y las tres finales, lleva dos calderones caligráficos ¿antiguamente en rojo? y breve anotación manuscrita al pie en h. 8v; encuadernado en su origen con la Reina Sebilla, Inc. 6, vid. Infantes (Infantes 2000, p. 305). Es un impreso salido del taller toledano de Pedro Hagenbach, muy probablemente antes de la muerte de éste en 1503. No conocida por Menéndez Pidal al preparar su primera edición del texto en 1903,

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pudo contar con ella en su nueva salida de 1934, gracias al hallazgo del ejemplar por parte de Ángel Aguiló, hijo del propietario. Bu1*: Hystoria del abbad don Juan, señor de montemayor [Comienzo del texto:] asi como dios nuestro señor. 4º, ¿gót., 20 hs.? Burgos; s. i., pero: Fadrique de Basilea, 1506. Desconocida (Ex Fernando Colón). Colón 1905, nº 3319: “Hystoria del abbad do[n] Ju[an] señor de mo[n]temayor. I[ncipit]. asi como dios n[uest]ro señor D[ecipit]. por su sancto abad do[n] Ju[an] Es en. 4º. fue imp[reso]. e[n] burgos a. 8. de agosto. año. 1506. costo e[n] Vallad[olid]. 8. m[a]r[avedi]s.”; Colón 1992, fol. 22a: “Abbad don Juan historia en castellano”; Gallardo, II, en nº 1870 [sobre el Regestrum de Colón], p. 535; Menéndez Pidal 1903, p. XLI (= a); Cejador y Frauca, I, p. 563; Vasconcellos 1923, p. 11; Morales de Setién, p. 510 (= A); Matulka, p. 435; Menéndez Pidal 1934, p. 145 (= *2); Palau y Dulcet, I, nº 277; Simón Díaz, II, nº 2.340; Index Aureliensis, nº 100.062; Norton 1978, nº 242: “Fadrique de Basilea”; Repertorio de impresos, I, nº 3910; Infantes 1999: 261 (= Bu*); Martín Abad 2001, nº 2; Ruiz Fidalgo, p. 245; Fernández Valladares, I, nº 22; Infantes 2002, p. 637. Nota. Sólo se conoce esta edición por la referencia tomada del Regestrum colombino, con la curiosa variante en el comienzo del texto: “así como dios nuestro señor”, en vez de “por que dios nuestro señor”, refrendada por la restante tradición editorial; es muy posible atribuirla al taller de Fadrique Basilea, el impresor más importante en este año en Burgos, y más extraño que se tratara de Andrés de Burgos, vid. Fernández Valladares (Fernández Valladares, I, 127-145 y pp. 199-203).

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[¿Historia del abad don Juan de Montemayor?] ¿4º, gót., 20 hs.? Sevilla, Jacobo Cromberger, antes de 1528. Desconocida. Griffin 1988 nº 39: “945 abad don Juan”; Infantes 1999, p. 262 (= S1*); Infantes 2002, p. 637; Álvarez Márquez 2007, p. 272.

Nota. En el “Inventario” a la muerte de Jacobo Cromberger se recoge la existencia de “945 abad don Juan”; tal cantidad de ejemplares sugiere una posible edición, quizá cercana a esta fecha de 1528; en marzo de 1530 la Compañía de Libreros de Salamanca vende a Juan de Junta y Martín Liecarón “47 abad don Juan”, lo que no indica expresamente que existiera una edición salmantina de esta fecha, sino que, muy probablemente, eran ejemplares de la edición sevillana de 1528 para su distribución. S2*:

[¿Historia del abad don Juan de Montemayor?] ¿4º, gót., 20 hs.? Sevilla, Juan Cromberger, antes de 1540. Desconocida. Griffin 1998: 311, nº 240: “54 abad don Ju[an]” y p. 313, nº 252: “389 abad do[n] Ju[an]”; Infantes 1999, p. 262 (= S2*); Infantes 2002, p. 637.

Nota. En el “Inventario” a la muerte de Juan Cromberger se recoge la existencia de 343 [54+389]; por la cantidad de ejemplares, transcurridos doce años desde la anterior referencia, parece muy posible pensar en una impresión diferente a la de 1528, realizada en el mismo taller. Bu2*: Historia del abad don Juan [señor de Montemayor] ¿4º, gót., 20 hs.? Burgos, ¿Juan de Junta?, 1553. Desconocida (Ex Johann Jakob Fugger).

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Selig, p. 65, nº 157: “Historia del abad don Juan, en Burgos, 1553”; Infantes 2002, p. 637; Fernández Valladares, II, nº 430. Nota. Edición sólo citada en el “Inventario” de los libros de Johann Jakob Fugger. En el “Inventario” de la librería de Juan de Junta de 1553 aparecen recogidos “quinientos e cuarenta y tres libros del abbad Don Juan”, lo que sugiere la existencia de una edición de este año o muy cercana a él; igualmente en el “Inventario” de 1555 se cita “vn principio de abbad don jua”; agradecemos los datos a Mercedes Fernández Valladares, que trabaja en la actualidad ambos documentos. En el “Inventario” de 1557 (Pettas, p. 178) se recoge: “un aba[¿?] don”, que aunque no lo identifica por una mala lectura, puede, de nuevo, tratarse de una referencia a la edición de 1553. T2*:

[¿Historia del abad don Juan de Montemayor?] ¿4º, gót.?, 16 hs. ¿Toledo?, ¿Juan de Ayala?, antes de 1556. Desconocida.

Blanco Sánchez, p. 226 menciona: “Quarenta y siete abad don Juan a quatro pliegos, a razón de a doze reales y medio la rezma, monta ciento y sesenta y cinco maravedís” y p. 238; “Ciento y ocho abad don Juan, diez reales y veynte y seys maravedís”; Infantes, 1999, p. 262 (= T2*); Infantes 2002, p. 637. Nota. Existe una relación de 155 ejemplares que figuraban en el “Inventario” del librero e impresor Juan de Ayala, pero como librero poseía en su almacén ediciones que no eran suyas, por lo que pudiera tratarse de una impresión ajena a Toledo, que él tuviera para su distribución, quizá la posiblemente impresa en Burgos en 1553. S3*:

[¿Historia del abad don Juan de Montemayor?] ¿4º, gót., 16 hs.? ¿Sevilla?, s. i.; s. a., pero antes de 1560. Hipotética.

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Paz y Mélia, nº 19; Menéndez Pidal 1934, p. 152; Griffin 1991, p. 162; Baranda 1993, p. 33; Álvarez Márquez 1995, p. 49; Infantes 1999, p. 263 (= S3*); Infantes 2002, p. 637; Cátedra 2002, p. 151. Nota. Paz y Mélia (Paz y Mélia, nº 19) recoge la protesta de los impresores sevillanos elevada a Felipe II en 1560 sobre la prohibición del inquisidor Fernando de Valdés de imprimir y vender obras anónimas, pues exponen que “ay algunos libros de romance buenos en que leen niños [...] como [...] abad don Juan [...] los quales nunca tuvieron nombre de autor y por esto no osamos ynprimirlos; suplicamos a Vuestra Alteza mande que, siendo buenos y antiguos y vistos por los señores inquisidores, los podamos imprimir”. Al ser la última edición citada de Burgos 1553, aunque no se conozca actualmente ejemplar, parece posible pensar en la existencia de otra impresión, tal vez sevillana, más cercana a la fecha de 1560. V:

Historia de el abbad don Juan

[Portada: entre orlas xilográficas laterales y superior, gran grabado con escena de fin de una batalla, con personaje armado a caballo, con espada en ristre, enseña alzada y el nombre de “IACOBVS” en el peto del caballo, sobre un campo sembrado de cabezas cortadas de musulmanes y Almanzor con la espada rota; al fondo se divisa un campamento y una fortaleza, debajo:] Historia de / el abbad do[n] Juan. [Vuelta, comienza el texto:] [Calderón] Prologo. / [Gran capitular xilográfica, con figura de orante arrodillado] POr q[ue] Dios nuestro señor hizo el / cielo y la tierra [...]. [A continuación:] [calderón] Comiença el libro del abbad don Jua[n] señor de mo[n]te mayor. Enel qual se escriue todo / lo que le ha aco[n]tecido en do[n] Garcia su criado. [H. 16r:] [calderón] Fue impresso el presente Li / bro, En casa de Francisco Fernandez de Cor / doua impressor, Año de mil y / quinie[n]tos y sesen / ta y dos. / [Cruz de colofón]. [H. 16v: escudo de impresor entre orla completa de piezas xilográficas.] 4º, gót., 16 hs.; sgnt.: Aviij [+8]. Valladolid, Francisco Fernández de Córdoba, 1562. Oviedo, Biblioteca Universitaria, A-205 ([¿Ex Anníbal Fernandes Thomaz? =] ex Roque Pidal); ¿ejemplar Fernandes Thomaz, perdido? Thomaz, p. 46, reproduce portada entre p. 46 y p. 47; Menéndez Pidal 1903, p. XLII (= c), ejemplar Thomaz, reproduce portada: 21; Menéndez Pelayo, I, p.

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CD, ejemplar Thomaz; Cejador y Frauca, I, p. 463; Alcocer y Martínez, nº 234; Book Printed, nº 1, reproduce portada, ¿ejemplar Thomaz?; Vasconcellos 1923, p. 11; Morales de Setién, p. 510 (= C), ejemplar Thomaz; Matulka, p. 435; Menéndez Pidal 1934, p. 145 (= 3 y V), ejemplar Thomaz, reproduce portada 147; Palau y Dulcet, I, nº 278, ejemplar Thomaz; Vindel 1930-1934, IV, nº 1278, reproduce portada, ¿ejemplar Pidal?; Simón Díaz, III, nº 1873, ejemplar Pidal; ; CCBE, H-499; Infantes 1999, pp. 263-264 (= V); Ruiz Fidalgo, p. 245; Infantes 2002, pp. 637-638. [CCPB000012866-X]. Nota. Desde la edición de 1500-1503, ésta es la siguiente impresión de la que conservamos en la actualidad un ejemplar y fue, lógicamente, la que en el primer estudio Menéndez Pidal editó como el testimonio más antiguo conservado. A pesar de nuestras prevenciones bibliográficas —derivadas de las incorrecciones de las citas críticas—, consideramos que se trata de un único ejemplar, el perteneciente a Anníbal Fernandes Thomaz, que él mismo describe y del que reproduce la portada (Thomaz, p. 46), aunque luego (extrañamente) falte en el catálogo de la venta de sus libros en 1912 —donde, curiosamente, sí se encuentra la edición de 1903 de Menéndez Pidal56—, y es el mismo ofrecido años después en el famoso catalogue de Maggs Bros como “only knew of one copy of this edition, which may be the one we offer for sale” (Book Printed, p. 2), de donde lo adquiere Roque Pidal y, de éste, pasa a la Biblioteca Universitaria de Oviedo. S4*:

[¿Historia del abad don Juan señor de Montemayor?] ¿4º, gót., 16 hs.? Sevilla, Sebastián de Trujillo, c. 1567. Desconocida.

Álvarez Márquez 1995, p. 68: “522 [ejemplares] del abad don juan”; Infantes 1999, p. 264 (= S4*); Infantes, 2002, p. 637; Álvarez Márquez 2000, I, p. 231 y p. 234. Nota. En el “Inventario” a la muerte del librero sevillano Sebastián de Trujillo en 1567 se recogen en su almacén dos entradas de “Trezientos libros del 56

Catálogo, nº 3286; agradecemos, en mucho, a Juan Carlos la consulta personal de tan esquiva pieza en el ejemplar de la Bodleiana.

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abad don Juan” y “Dozientos e veynte y dos abad don Juan”, que suman un total de 522 ejemplares, que debemos suponer editados por él, pues no parece posible relacionarlos con la anterior edición pucelana de 1562. S5*:

[¿Historia del abad don Juan señor de Montemayor?] ¿4º?, gót. [¿16 hs.?] Sevilla, Luis Cabrera, 1584. Desconocida.

Andrade; Menéndez Pidal 1903, p. XLII (= d); Menéndez Pelayo, I, p. CD; Vasconcellos 1923, p. 11; Morales de Setién, p. 510 (= D); Matulka, pp. 435436; Leonard, p. 50, “Registro” de Francisco Centeno (1586): “cinq[uenta] abbad don Juan”; Menéndez Pidal 1934, p. 148 (= *4); Palau y Dulcet, I, en nº 278; Simón Díaz, III, nº 1874; Infantes 1999, p. 264 (= S5*); Infantes 2002, p. 637; Álvarez Márquez 2009, II, 1, p. 263, p. 264, p. 266 y p. 267. Nota. La cita de Antonio Correa da Fonseca e Andrade en el capítulo 3º, Libro VI, de su Historia Manlianense especifica que existe “Huma relaçam em letra gotica, impressa em Sevilha na officina de Luis Cabreira, no anno 1584”, que, además, traduce en parte, vid. Ménendez Pidal (Menéndez Pidal 1934, p. 148 y, con más extensión, en pp. 175-176). Por otro lado, en el “Registro” de Francisco Centeno del embarque a Indias en 1586 se recogen 50 ejemplares de la obra y 400 en los “Registros” de Juan Hidalgo, uno de 1586 donde se envían dos partidas de cien ejemplares cada una, que vuelven a repetirse en 1589; es decir, que más de 400 ejemplares partieron para América y los identificamos cautelarmente con esta edición sevillana de 1584, entre otras razones por la simple cercanía cronológica de su aparición. S6:

La historia del abad don Juan Señor de Montemayor

[Portada: entre cuatro orlas xilográficas, grabado del Abad a la puerta de una iglesia. En cuya entrada se encuentra un niño fajado; dentro:] [calderón] La historia del Abad do[n] / Juan Señor de Mon / te mayor. [calderón] Impresso en Seuilla, en casa de Francisco / Perez. Año de. M. D. Lxxviij. [Vuelta, comienza el texto:] Prologo. / POr quanto Dios nuestro señor hizo el cielo y la tierra [...]. [A continuación:] [cruz] Comiença el libro del abad don / Juan,

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señor de Monte mayor, en el qual se escriue todo lo / que le acontecio con don Garcia su criado. [H. 16v: gran grabado de escena de asalto a una muralla.] 4º, gót., 16 hs.; sgnt.; aviiij [+8]. Sevilla, Francisco Pérez, 1587. Londres, The British Library, 1481. b. 42(2). Catalogue, p. 107; Infantes 1999, pp. 264-265 (= S6); Infantes 2002, pp. 637-638. B:

Juan Darcos, Historia del Abbad don Iuan señor de Montemayor.

[Portada:] HISTORIA / del Abbad don Iuan / señor de Monte / mayor. / Compuesta por Iuan Darcos / natural de la Villa de Lucena. / [Grabadito de personaje meditando al lado de un puente, con vista de ciudad al fondo.] Con Licencia. / En Barcelona, en casa Sebas- / tian de Cormellas al Call. / Año de M.DCI. [Vuelta, comienza el texto:] Prologo. / [Pequeña capitular xilográfica] POrque nuestro Señor Dios hizo el cie- / lo y la tierra [...]. [H. 2 r:] Comiença el libro del Abbad / don Iuan Señor de Montemayor, enel qual se escriue todo / lo que acaescio con don Garcia su criado. 4º, 16 hs., con reclamos; sgnt.: A8 [+8]. Barcelona, Sebastián de Cormellas, 1601. Madrid, Biblioteca Nacional, VeC/1409-3 (Ex Deltre’s). Catálogo de libros, nº 1, con reproducción de portada, [p. 6]; Infantes 1999, p. 265 (= B); Infantes 2002, p. 637. Nota. La obra aparece en esta ocasión atribuida a un desconocido “Juan Darcos” [¿Juan de Arcos?], dentro de la táctica comercial de asignar un autor, que en ocasiones también se presenta como adaptador o recopilador, con el fin de ofrecer un producto editorial renovado a los ojos de los nuevos lectores.

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Comiença la hystoria del abad don Juan Señor de Montemayor

[Portada, anotación manuscrita moderna de catalogación en la cabecera, debajo:] Abad don Juan. [debajo y entre 4 orlas xilográficas, grabado de una dignidad eclesiástica, dando la bendición a un ama con un niño en una cuna; debajo:] Comiença la hystoria / del Abad don Juan Se= / ñor de Monte / mayor. [Vuelta, comienza el texto:] PROLOGO. / [Capitular xilográfica:] PORQVE DIOS NUESTRO SE- / ñor hizo el cielo, y la tierra [...]. [A continuación:] [Calderón] Comiença el Libro del Abad / don Iuan, Señor de Monte mayor: en el qual se escriue todo / lo que le acontecio con don Garcia su criado. [H. 16r: anotación manuscrita al final del texto, “cruz Los halló bivos a todos”] [Calderón] Fue impressa enla muy noble / y muy leal ciudad de Seuilla en casa de Iuan de Leon Im- / presso de libros, junto a las siete rebueltas. / año de mil y seys cientos y tres. [H. 16v: Gran grabado con escudo de águila bicéfala.] 4º, gót. en portada, [18 hs.], 16 conservadas, falta h. 2 y h. 15, con reclamos; sgnt.: aviij [+8]. Sevilla, Juan de León, 1603. Londres, The British Library, 12450. cc. I. imp. Buchanan; Vasconcellos 1923, p. 11; Morales de Setién, pp. 510-511; Matulka, p. 436; Palau y Dulcet, I, nº 279; Menéndez Pidal 1934, p. 148 (= 5 y L), reproduce portada, p. 149; Simón Díaz, III, nº 1875; Goldsmith, p. 146; Domínguez Guzmán, nº 20; Infantes 1999, pp. 265-266 (= S7); Infantes 2002, p. 637. Nota. Edición desconocida por Menéndez Pidal en su primer estudio, que Buchanan aporta, con un cotejo superficial de las variantes más significativas. V1*:

Historia del abad don Juan, ¿señor de Montemayor? ¿4º, 16 hs.? ¿Valladolid, 1627?

Nota. En el “Inventario” a la muerte del vallisoletano librero Pedro Osete en 1627 se reseña la existencia en su almacén de “10 resmas de la historia del abad don Juan”, Rojo Vega 1994, p. 238; se trata de una cantidad respetable de

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ejemplares, que no es posible relacionar con ninguna de las ediciones anteriores conocidas, por ello tal vez se trate de una desconocida impresión realizada en Valladolid en fecha muy cercana a la señalada. S8:

Juan de Flores, Comienza la historia del abad don Juan, señor de Montemayor

[Portada: foliación manuscrita “298”, que llega hasta la “312”, orla completa de piezas tipográficas, formando ángulos y medianera; dentro:] El Abad don Iuan. [Grabadito de una dignidad eclesiástica, dando la bendición a un ama con un niño en una cuna] / COMIENZA / la historia del Abad / don Iuan, señor de / Montemayor. / Compuesto por Iuan de Flores. [Vuelta, comienza el texto:] PROLOGO. / [Capitular xilográfica:] PORQVE DIOS NUESTRO SE- / ñor hizo el Cielo, y la tierra [...]. [A continuación:] [Pimiento] Comie[n]ça el Libro del Abad / don Iuan, señor de Montemayor, en el qual se escri- / ue todo / lo que le acontecio con don Gar- / cia su criado. [H. 16r:] [Adorno tipográfico] Fue impressa enla muy noble y / muy leal ciudad de Seuilla, Por Simon Faxardo, en la calle de / la Sierpe, frontero de la Iglesia de las Monjas de la Vi- / toria. Año de mil y seyscientos y treyta [sic] / y dos. [H. 16v: Composición de piezas tipográficas en forma de triángulo invertido.] 4º, 16 hs., con reclamos; sgnt.: Aviij [+8]. Sevilla, Simón Faxardo, 1632. Madrid, Biblioteca Municipal, I/28 [5] (olim: 20-5 y Ms. 28), fols. 298(bis)r-312r. Cardoso, I, p. 329: “esta historia (de mais da anda na lingoagem antiga, que an .1632. se imprimio nouamente em Seuilha)”; Cambronero, I, nº 664; Menéndez Pidal 1903, p. XLIII (= e); Vasconcellos 1923, p. 11; Morales de Setién 1925, p. 510 (= E), reproduce portada, p. 525; Matulka, p. 436; Menéndez Pidal 1934, pp. 149-151 (= 6 y S), reproduce portada, p. 150; Palau y Dulcet, I, nº 279; Simón Díaz, III, nº 1876; Domínguez Guzmán, nº 1.156; Infantes 1999, pp. 267-268 (= S8); Infantes 2002, p. 637. Nota. De nuevo aparece la obra a nombre de otro autor, aunque en este caso se ha recurrido a uno de los nombres más significativos de la ficción sentimental de finales del siglo XV, fecha, por otro lado, en la que se gestó la redacción

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original de la historia; sin más pruebas que esta más que tardía atribución, no es posible ni siquiera considerarla, si es que no se trata de un homónimo sin ninguna relación con el Juan de Flores del siglo XV. La edición se encuentra en un volumen facticio titulado Registro de Archivos, fundaciones de Monasterios y otras noticias de 1648 y tal vez deba su inclusión en él al interés del recopilador, Fr. Juan de Cisneros, de insertar en su recopilación los monasterios de Lorvão o Alcobaza —en el índice se registra: “D. Juan Abad de Lorbán sr de Montemayor, su historia”, fol. 298— y por ello, y tras un folio en blanco —por eso la numeración corre ahora a fol. 298(bis)—, en vez de copiar (de) algún manuscrito, decidió insertar el impreso sevillano; así parece sugerirlo Morales de Setién (Morales de Setién, pp. 512-513), amén de nuestra inspección personal del infolio. C*:

Juan de Flores, Comiença la historia del Abbad Juan, señor de Montemayor

“Comiença la historia del Abadd [sic] Juan, señor de Montemayor compuesta por Juan de Flores. (Al fin.) Impresso en córdoba en las callejas del alhondiga por Diego de Valverde y Leyva, Acisclo Cortés de Ribera, año 1693. 4.º, sin foliar” 4º, ¿16 hs.? Córdoba, Diego de Valverde y Leiva, [¿a costa de?] Acisclo Cortés de Ribera, 1693. No localizada. Gallardo, I, nº *807, descripción que hemos transcrito; Thomaz, p. 47; Menéndez Pidal 1903, p. XLIII (= f); Menéndez Pelayo, I, p. CD; Cejador y Frauca, I, p. 563; Vasconcellos 1923, p. 11; Book Printed, en nº 1; Morales de Setién, p. 510 (= F); Matulka, p. 436; Menéndez Pidal 1934, p. 151 (= *7); Palau y Dulcet, I, nº 808; Simón Díaz, III, nº 1877; Deyermond 1995, p. 63; Infantes 1999, p. 268 (= C*); Infantes 2002, p. 637. Nota. De esta última edición antigua de la obra sólo conservamos la descripción que en su día ofrecieron los recopiladores del Gallardo, únicos que han tenido delante un ejemplar de la misma, y a quienes siguen todas las demás referencias.

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La versión incluida en el capítulo 287 del Compendio historial, titulado en realidad Compendio historial o copilación de las corónicas e estorias de España, del capellán y cronista de los Reyes Católicos, Diego Rodríguez de Almela (Murcia, 1427-¿Murcia? 1489), con escasas variantes en las dos redacciones de la obra, la primera escrita entre 1479 y 1484 —aunque no presentada a los monarcas hasta 1491— y la segunda fechable entre 1504 y 1516, es el primer testimonio que poseemos de la leyenda del abad don Juan de Montemayor, constreñido en una extensa obra sobre la historia de España. No tenía Rodríguez de Almela un interés particular en las hazañas portentosas de nuestro abad y se limita, dentro de la aséptica narración de su obra, a insertar el episodio como un elemento más en el decurso histórico de la recopilación. Ya indicamos en otra ocasión que los “elementos épicos y legendarios, escasos pero presentes, afloran sobre una conciencia y una intención claramente historiográfica; pues no se debe olvidar que estamos ante un compendio. Se trataría, para nuestro tema, de un palimpsesto poético degradado sobre la objetividad histórica del cronista” (Infantes 2000, p. 312). Diego Rodríguez de Almela vivió en Burgos y allí redactó su Compendio historial, sirvió a Alfonso de Cartagena y fue nombrado cronista real. No es desdeñable suponer que la fuente que pudo usar nuestro cronista pudiera también haberla conocido alguien interesado particularmente en este episodio, puede que no tan real desde la objetividad histórica como sugerente desde la imaginación literaria (popular), y redactara otra versión con un interés más comercial que la erudita recopilación guardada en un manuscrito; incluso que conociera el capítulo de Rodríguez de Almela y de ahí las notables diferencias entre ambos testimonios. Hoy sabemos, gracias a la impagable cita colombina, que la Historia del abad don Juan, señor de Monte mayor, apareció impresa en Burgos en 1506 (= Bu1*), muy probablemente por Fadrique de Basilea, y también sabemos que la edición toledana de Pedro Hagenbach de 1502 (= T1) no es la primera salida de la obra —un error separativo en el epígrafe del primer capítulo es determinante—; por todo ello es necesaria la existencia de una edición previa (= α) de la que derivarían ambas impresiones; ¿por qué no en Burgos antes de 1502 (= Bu*), contando con unos impresores, Fadrique de Basilea y Juan de Burgos, especializados en este tipo de literatura? Valga recordar que la producción de Hagenbach, entre 1500 y 1503, en general, está mucho más apegada a la producción religiosa y claramente comercial y que en estos años apenas publica textos estrictamente literarios, salvo los poéticos de Juan de Mena, Las CCC (1501) y las Coplas de Bias contra Fortuna de Íñigo López de Mendoza (¿1502?) y sólo tres obras en prosa, precisamente tres historias: la del Abad, la Doncella Teodor y la Reina Sebilla. No es improcedente suponer que está aprovechando, en el caso del abad don Juan, una salida editorial ante-

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rior que toma como modelo; por ello defendemos una princeps burgalesa anterior a 1502, incluso alguna otra aparición entre estas fechas, pues la obrita, en 4º y con 5 pliegos, lleva menos de una semana de trabajo. No es desdeñable sugerir que la edición toledana pudo aparecer hacia el mes de mayo de 1502, junto a La reina Sebilla, con motivo de la jura de los nuevos príncipes herederos de Castilla, los archiduques Felipe y Juana. Los reyes entraron en la ciudad castellana el 22 de abril y los herederos, el 7 de mayo. Toledo fue una fiesta, sólo interrumpida por la muerte de Arturo, príncipe de Gales y esposo de Catalina. Ya indicamos que “es fácil suponer una cierta relación editorial y comercial para la aparición de dos textos [Abad don Juan de Montemayor y Reina Sebilla] de un cierto interés popular, aprovechando una circunstancia favorable como la que se daba con la visita de los monarcas, en una operación literaria y editorial que recuperó, con una nueva mentalidad estética y lectora, dos obras de una tradición medieval nunca perdida del todo […] La obra potencia los valores religiosos de la fe y supone una exaltación de la victoria sobre los moros, enmarcada (otra vez) en una cadena narrativa llena de elementos guerreros y militares que justifican un triunfo sobre los enemigos de la religión por medio del milagro, apoyado en la constancia y la seguridad de las creencias cristianas […] No venía tampoco (nada) mal este tipo de elogio implícito en los paradigmas de la propaganda monárquica posterior a la conquista granadina”57. Nuestra obra, dentro ya del mercado editorial de las historias, volvió a editarse con frecuencia en el siglo XVI a partir de esta fecha de 1502, aunque en la actualidad sólo poseemos un ejemplar de una edición pucelana de 1562 y de otra sevillana de 1587; pero quedan las menciones de al menos media docena de apariciones impresas y estamos convencidos de que existieron algunas más. (No hemos incluido en el “Registro de ediciones” el evidente desliz de Vasconcellos, que aporta una edición del texto de “1520 (composto por Juan de Flores)”58, que se trata de una evidente errata.) Dos (o más) de los Cromberger en Sevilla, antes de 1528 y antes de 1540; una (o más) de Juan de Junta en Burgos en 1553; datos de ejemplares en poder del impresor toledano Juan de Ayala en 1556 y tal vez alguna impresión sevillana anterior a 1560, que motiva la queja de los impresores de esta ciudad por no poder imprimir obras anónimas. Tras la edición de Valladolid en 1562 volvemos a tener constancia de dos nuevas salidas en Sevilla, hacia 1567 y en 1584, aunque de nuevo sin ejemplares conocidos, pero sí de otra edición sevillana en 1587. En el siglo siguiente aparece en 57 58

Infantes 2000, p. 310; se puede añadir, en este contexto nacionalista, el trabajo de Ruiz García 1999 y el ya mencionado de Garcia 2010. Cf. Vasconcellos 1923, p. 11.

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Barcelona en 1601, en Sevilla en 1603, posiblemente en Valladolid en 1627, y de nuevo en Sevilla en 1632, las tres impresiones con ejemplares controlados, menos la pucelana, y, por fin, en 1693 en Córdoba, sin ejemplar en la actualidad, que es la última aparición de la que tenemos noticia de esta historia que arrastraba por entonces casi dos siglos de existencia. Queda señalar la curiosa tipología de las ilustraciones de las escasas ediciones conservadas. No sabemos qué contendría la princeps toledana de 1502, aunque es casi seguro que llevara en su portada un grabado relativo al tema, algo habitual en la mayoría de estas impresiones como táctica comercial que identifica para el lector a primera vista el motivo de la obra59. La primera edición que conservamos con la portada es la vallisoletana de 1562 y ostenta en la misma una gran representación de escena de exterior, con una fortaleza amurallada, un campamento y una ciudad árabe al fondo, con un guerrero con halo de santidad a caballo en posición de corveta, vestido con armadura, espada en alto y gallardete con cruz trebolada —que el lector debe identificar con el abad, aunque se lea un “IACOBVS” en el peto de la montura y porte la cruz de Santiago en la armadura— y a sus pies, dos cabezas desangrándose de moros y con la espada rota, (tal vez) de Almanzor; es evidente que se pretende identificar al abad como vencedor de la batalla contra el invasor —equiparado con Santiago Matamoros—, en el instante que rompe la aljuba de Almanzor (¡Aljubarrota!, nos recuerda Rodríguez de Almela) de una lanzada, lanzada que se puede observar, parcialmente, en una esquina de la escena. La escena es de un gran impacto visual, potenciada, además, por el uso de la tipografía, pues el título, compuesto al pie entre las dos orlas laterales y partido en dos líneas: “Historia de / el abbad do[n] Juan”, se destaca en un cuerpo muy grande que atrae la vista del lector hacia la identificación del grabado con el tema de la historia. El grabado requeriría un análisis iconográfico más extenso, pero no nos extendemos en él porque no se trata de una xilografía original realizada para nuestra obra; apareció por primera vez —y, desde luego, no de forma ocasional— en 1527 en la portada de la Regla de la orden de caballería del señor Santiago del Espada (Valladolid, Nicolás Tierri, 1527), evidentemente representando al apóstol Santiago —con un prototipo anterior en el Libro del famoso cavallero Palmerín de Oliva y sus grandes hechos de 1525 (Sevilla, Juan Varela de Salamanca, 1525)—, y más tarde, con variantes sobre este modelo, en otra edición de la misma obra en 1539 (Toledo, Juan de Ayala, 1539), en el Jardín del alma

59

Al único ejemplar conservado de La doncella Teodor, salida a la vez que la del abad en la misma imprenta, le falta también la portada, vid. Norton (Norton 1978, nº 1018), aunque Infantes (Infantes 2000b, pp. 305-307) ha aportado algunas razones de esta posible ausencia, fuera de la simple desaparición mecánica.

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cristiana de 1552 (Valladolid, Juan de Carvajal, 1552) y, ya después de nuestra edición, en la Chrónica llamada Triumpho de los nueve más preciados varones de la fama de Antonio Rodríguez de Portugal (Alcalá de Henares, Juan Íñiguez de Lequerica, 1585)60. Es obvio pensar que Francisco Fernández de Córdoba, el impresor de la Historia del abad don Juan, heredó (o usó) un taco de larga trayectoria editorial, acorde con el intento de asimilar la figura del abad don Juan con la de Santiago Apóstol. Sin embargo las restantes impresiones conservadas cambian la gramática icónica de la portada y se centran en otro de los episodios más relevantes de la obra: el encuentro del niño abandonado. Así, la sevillana de 1587 incluye un tosco y pequeño grabado, donde se observa al abad a la puerta de la iglesia con el niño enfardado en el umbral; aunque no deja de resultar curioso que la edición se cierre, en su última hoja 16, con una xilografía de escena de asalto a una muralla, ampliamente conocida en libros de caballerías y pliegos sueltos, por más que ésta sea una costumbre de los impresores que recurren a cualquier ilustración para no dejar la hoja postrera en blanco. Igual sucede con las ediciones sevillanas de 1603 y 1632, donde ambas recogen en la portada grabados relacionados con el niño abandonado, apareciendo el abad con mitra y báculo dando la bendición al infante en una cuna, con una dueña a su lado. Por último, se separa de estas iconografías la edición barcelonesa de 1601, que representa en una (gastada) estampeta a un religioso tonsurado en medio del campo y al lado de un río, en actitud meditativa, con un fondo de ciudad amurallada y casa exterior con dos figuras conversando. La colatio efectuada arroja un stemma que filia los testimonios conservados, y no conservados, a partir de lo que hoy conocemos de la transmisión textual de la obra. Queda señalar que T1 se separa de la rama textual representada por las ediciones burgalesas, debido a la falta del epígrafe del primer capítulo, que, obviamente, los restantes testimonios no pueden reponer sin conocer un testimonio que sí lo incluyera, por más que se trate, simplemente, de error de composición, que una vez ajustada la plana no se pudo ya incluir.

60

Vid. algunas reproducciones en Lucía Megías (Lucía Megías, fig. 50, la de 1527, fig. 51, la de 1539 y fig. 52, la de 1552) y García Vega (García Vega, II, fig. 307, la de 1585).

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No es desdeñable sugerir que el anónimo autor de la Historia conociera el capítulo de Rodríguez de Almela, un códice de la primera redacción —la segunda ya es posterior a la aparición impresa del libro— que se guardaba en la biblioteca regia de San Juan de los Reyes, precisamente en Toledo; valga

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recordar (de nuevo) que estaba dedicado a la reina Isabel, y bien pudo manejarlo en la propia ciudad castellana, pero desde luego no siguió (ni más ni menos) al pie de la letra su contenido. Más parece remitir su origen a esa fuente común de ambos —sea o no el testimonio de esa prosificación tardía del cantar perdido en el estado textual que se encontrara— y que ambos autores usaron con intenciones y postulados diferentes, según quería y (en parte) demostró Menéndez Pidal. Es más, propusimos la posibilidad de que para las redacciones de las historias del Abad don Juan y de la Reina Sebilla, ambas aparecidas en la primavera de 1502, agrupadas bajo una “unión editorial”, literaria, y en cierta medida retórica, ¿pudieron usar los anónimos recopiladores [¿o se trata del mismo?] uno de los códices de San Juan de los Reyes, hoy desgraciadamente perdido en el incendio del Monasterio escurialense en 1671? Decía el asiento catalográfico, que desde luego casa (muy) convenientemente a nuestros propósitos (y a los suyos): “otro libro a manera de padrón encuadernado en pergamino. Tiene cosas para manera que haçer corónicas”; porque este “libro”, mejor (todavía) que una fuente común o fuentes para estos originales perdidos que generaron las ediciones, parece contener un manual de uso historiográfico, usado como obra de recurrencia [y “padrón”, con el sentido que ofrece Autoridades, III, p. 76, tiene acepciones suficientes para la época] y quizá no tan ajeno al tipo de remodelación efectuada en nuestras dos historias61. Amén de las diferencias sustanciales ya señaladas entre ambos textos en el tratamiento textual de la leyenda, valga exponer el comienzo y el final de ambos, allí donde parece que teóricamente deberían coincidir, salvando, en el caso de la Historia, el “Prólogo” inicial.

61

Vid. Infantes 2000, p. 313-314, con la referencia oportuna, Zarco Cuevas, III, p. 500, al perdido códice escurialense.

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En tiempo deste Rey don Ramiro, tercio de León, acaesçió así al abad don Johan de Monte Mayor el Viejo, que es en Portogal. Hera grand señor e de muchas rentas de la Orden del Cístel, hera un monasterio muy antiguo del tiempo de los godos, porque quando los moros conquirieron a España, quedaron en Monte Mayor los monjes e moradores de allí, que se dieron a pleitesía con todo lo suyo e dexáronlos bevir entre ellos. E después que los cristianos fueron cobrando la tierra que avían perdido, el abad e monjes e moradores de Monte Mayor reveláronse contra los moros. En tiempo deste dicho rey Ramiro hera abad de Monte Mayor un noble omne e grand fidalgo e de buena vida, que avía nombre don Johan. Yendo un día a maitines la noche de Navidad, falló un niño que yazía a la puerta de la iglesia echado, este niño hera fijo de dos hermanos, fecho en gran pecado. Como el Abad lo vio, ovo dél grand piedad, tomólo en sus braços e metiólo en la iglesia e hízolo bautizar, e púsole nombre Garçía. Criólo muy viciosamente, atanto e más que si fuera su fijo. Como fue criado e fecho mançebo, amólo mucho e partió con él de lo suyo, e pusólo en estado de cavallero; e por lo más honrrar, embiólo al dicho rey don Ramiro de León, el qual lo armó cavallero e le fizo mucha honrra, por respecto del dicho abad don Johan, que gelo embió a encomendar. Después que fue armado cavallero, llamáronle don Garçía, el qual se tornó para su señor, el abad don Johan, a Monte Mayor.

Este abad don Juan era de muy buena e santa vida, e era religioso, e Señor de todos los abades que en aquel tiempo eran en Portugal; e morava en un castillo que llamavan Montemayor. E hazía Dios Nuestro Señor muchos milagros por él. Y acaesció que un día fue el abad don Juan a oír maitines de la fiesta de Navidad, los quales eran muy honrados. El qual yendo allá halló un niño que yazía echado a la puerta de la iglesia; e este niño era fecho en pecado mortal, porque era hijo de dos hermanos. E el abad don Juan, quando lo vió, uvo dél gran duelo en su coraçón e tomólo en sus braços e metiólo en la iglesia e mandóle baptizar e púsole nombre García, porque le parecía el niño muy bien e por que era muy hermoso e muy apuesto, pensó el abad don Juan en su coraçón, que hijo de algún hombre de buen lugar e de buena sangre era, por lo qual lo mandó dar a criar a dos dueñas de buena sangre, e ellas criáronlo muy viciosamente por hazer servicio al abad don Juan, el qual lo merecía muy bien e lo amavan mucho, por quanto procuró muy bien en darlo a criar. E después que el niño fue criado e vido el abad que salía muy ardid e que se pornía a qualquier cosa que le acaesciese, pensó en su coraçón que todo hombre que es lego e no sabe leer, nunca puede llegar a ningún estado ni puede alcançar mucha honra, si no está en lugar do aprenda buenas costumbres o algunas buenas maneras. Y estando así pensando esto e otras muchas cosas porque valiese más dió al dicho García, su criado, sus cartas e quanto ovo menester e embiólo al rey Ramiro, su sobrino, que entonces tenía sus cortes en la ciudad de León.

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E el abad don Johan quedó allí, a do agora es el monasterio de Alcobaça, e allí fizo penintencia muy aspra e santa vida todos los días que bibió, e desque murió fue sepultado muy honrradamente. E de allí quedó para siempre, que en el dicho monasterio de Alcobaça, que es de la orden del Çistel, acerca de Monte Mayor e a tres leguas de la villa de Lerín, de donde el dicho abad don Johan fue Abad, e Mayoral de aquel monesterio non puede ser Abad dél si non fuere cavallero fidalgo e que se aya aconteçido en fecho de armas e de cavallería, commo lo fue e fizo el dicho abad don Johan de Monte Mayor, [en u se añade: E es de saber que todos los hombres e mugeres que mataron e resuçitaron en Montemayor, por manifestar nuestro señor Dios sus grandes maravilla, oy en día los que deçienden de aquel linaje tienen en el cuello una señal de manera de un filo como fueron degollados] segund es dicho.

Y otro día, después de despedidos del abad don Juan, su señor, fuéronse para el real donde fue desbaratado el rey Almançor, en donde hallaron grandíssimas riquezas y haveres que avían dexado los moros; y partieron todo lo que hallaron entre sí, y embiaron al abad don Juan su parte, como les havía mandado. Y el abad don Juan mandó hazer allí una iglesia y monesterio, en donde estava, en el qual quedó toda su vida sirviendo a Dios, y dándole gracias por su infinita bondad y grande misericordia que havía havido y obrado con ellos, assí en darles victoria contra sus enemigos los moros, como por el milagro que havía hecho con su gente que havía dexado muerta en el castillo. Y acabó sus días en muy sancta vida algunos años, y después murió y dió el ánima a Dios su criador; y vinieron los del castillo y lleváronlo con grandíssima honra, y enterráronlo en Montemayor, en donde hizo Dios muy grandes milagros por su sancto abad don Juan.

Evidentemente pertenecen a dos territorios textuales muy distintos, donde no parece posible (inter)relacionar una dependencia temática, y mucho menos estilística, de la Historia respecto al Compendio. Resta señalar la exigua historia sobre los avatares editoriales de nuestra Historia. Es a Menéndez Pidal a quien debemos la primera edición moderna del texto de la obra, reiteradamente denominada como “cuaderno”, siempre —como hemos señalado— más interesado en testimoniar en ella las huellas del cantar de gesta perdido, que en su propia constitución como texto literario, ajeno, varios siglos después, a cualquier conciencia épica ya trasnochada. Apareció en 1903 (Menéndez Pidal 1903) sobre la primera edición conocida entonces, la de Valladolid de 1562, y volvió a ella en 1934 (Menéndez Pidal 1934) al aparecer el (entonces considerado) “incunable” toledano, descubierto gracias a los buenos oficios del bibliógrafo Adolf Ernst, vía Konrad Haebler. Esta segunda publicación es una reedición de la precedente, sustituyendo ahora la tardía edición de Valladolid por una nueva que contenía el texto según el impreso toledano. En ambas apariciones el

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texto de nuestra Historia —como el del capítulo del Compendio de Rodríguez de Almela— venía con un corpus de variantes de todas las ediciones conocidas en cada fecha, aunque en el caso de 1934 pudo añadir (desde 1903) tres nuevos testimonios: la impresión incunable toledana, que se constituyó ahora como el texto base; la impresión de Sevilla de 1603, dada a conocer por Buchanan en 1904-1905 y la también sevillana de 1632, descubierta por Morales de Setién en 1925 y de la que dio noticia precisamente en el festschrift a don Ramón; ambas aportaciones también incorporaban un pequeño cotejo textual sobre las ediciones precedentes. La magna aportación del gran filólogo se centraba, no obstante, en el importantísimo estudio preliminar, donde daba cuenta de todo su saber filológico, histórico y literario a lo largo de más de ochenta páginas; pero, en él, quedaba también editado por primera vez, de manera rigurosa y precisa, el texto de la Historia del abad don Juan, señor de Montemayor. El atractivo volumen de la Gesellschaft für die Romanische Literature, dedicado, precisamente a la “Señora Doctora C[arolina]. Michaelis de Vasconcellos”: “A Usted, señora, debo el texto más interesante que aquí reimprimo, à Usted una porción de materiales utilizados, y la particular discusión de los puntos que trato; permita, pues, que figure su nombre en la dedicatoria de este librito, ya que no en la portada, como debiera”62, era (y es) de difícil acceso; tampoco su nueva edición de 1934, que incluía el estudio renovado y el texto en un libro del Centro de Estudios Históricos sobre la materia épica (Menéndez Pidal 1934, pp. 99-233), titulado elocuentemente Historia y epopeya, es hoy un volumen asequible. El texto pidaliano no volvió a editarse nunca63. De esta segunda edición, con la versión impresa más antigua de la obra, es de donde han tomado el texto —bajo distintos intereses, con diferentes criterios, nunca completo y no siempre citando la fuente de forma adecuada— las reediciones del siglo pasado, bajo el rótulo de “leyenda”, quizá siguiendo la titulación del estudio de Ramón Menéndez Pidal; casos de García 62

63

Merece evocar, como nos ha recordado Fradejas Lebrero (Fradejas Lebrero 2003, p. 161), que don Ramón era el socio de la Gesellsachaft nº 5 y doña Carolina, el nº 6; el nº 3 era don Marcelino Menéndez Pelayo; la ilustre lusista había colaborado en el Homenaje a Menéndez Pelayo en 1899 y colaboraría también en el de Ménendez Pidal en 1930. Una versión resumida del estudio, sin el texto, apareció en la tercera edición de Poesía árabe y poesía europea [1937], Madrid, Espasa-Calpe, 1941, pp. 159-209; pero nada sobre nuestro abad se incluyó en su póstuma recopilación sobre La épica medieval española, donde apenas se recogen dos citas sin importancia (Menéndez Pidal 1992, p. 163 y p. 476) y también nos extraña su ausencia en el magno estudio de su nieto (Catalán). Sentimos no haber podido revisar los papeles de don Ramón sobre el abad don Juan, hoy en la Fundación Ramón Menéndez Pidal, pese a las numerosas ocasiones en que lo hemos intentado; nos indican sus responsables que no están catalogados y de ahí la dificultad de su consulta.

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de Diego64, con un breve resumen y situada en el epígrafe ¿geográfico? de “Salamanca”; Castillo65, en versión modernizada, y, últimamente, Merino, sin mencionar la fuente66. En nuestra edición restituimos la Historia del abad don Juan, señor de Montemayor al territorio literario que siempre ocupó como lectura exenta para los lectores áureos, lejanos más de cinco siglos de su brumoso origen poético y con este interés, el de la simple lectura de una obra de ficción narrativa, esperamos que la lean los actuales, separados también otros cinco siglos de su primera aparición como libro impreso. 4. Criterios de edición y de selección de variantes Nuestro interés literario se centra en el texto recogido en la historia, que es el que hemos elegido a la hora de editar la obra y, lógicamente, hemos seguido la primera edición conservada de c. 1502, porque con casi toda seguridad contiene la misma redacción que cualquiera de sus posibles salidas editoriales precedentes, si es que éstas llegaron en verdad a publicarse, tanto una hipotética impresión burgalesa (= Bu*), como cualquier otra hoy no conocida. Esta edición toledana es la que se mantiene inalterable hasta finales del siglo XVII, puesto que tampoco tenemos referencias de ninguna salida impresa posterior a esta fecha, y es el mismo texto el que siguen todas sus descendientes, salvo los habituales errores mecánicos de copia y las escasas intervenciones editoriales (y autoriales) de la transmisión típica de las obras anónimas insertas en el ámbito editorial de las historias, pero que en nada afecta sustancialmente a la constitución básica del texto inicial (vid. Baranda 1998). Editar hoy un texto medieval exige tener presente numerosas aportaciones sobre los problemas de la metodología que hay que seguir y, por ello, hemos contado necesariamente con las contribuciones de Arellano/Cañedo, Barroso/Sánchez de Bustos, Blecua, Cañedo/Arellano, Edición de textos, Faulhaber/Craddock, Fradejas Rueda, Ruiz 1985, Lorenzo, Orduna 1994 y Orduna 2005, Pascual, Pérez Priego 1997 y Pérez Priego 2001, Roudil 1978 y Roudil 1982, Sánchez-Prieto, Várvaro, etc.; porque, de momento (y tiempo habrá), no entramos en la “informática textual” ni en la “edición crítica hipertextual” ni, menos todavía, en las “bibliotecas digitales de textos”, lo que nos ahorra citar a sus abanderados. Por tanto a la hora de la edición hemos mantenido los siguientes criterios:

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García de Diego, I, pp. 331-332. Castillo, pp. 148-168. Merino, pp. 91-96.

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El empleo de las mayúsculas, salvo alguna excepción justificada en la nota correspondiente, se ajustará a las normas actuales de la Real Academia Española de la Lengua. -) Se acentúa según las normas actuales, así como la puntuación, salvo determinados usos que mantenemos para la mejor comprensión del texto y su época, teniendo en cuenta las precisiones de J. M. Blecua y Roudil 1978 y Roudil 1982, incluso a Sebastián Mediavilla y Sebastián Mediavilla 2008, a pesar de la cronología. -) Se mantiene la grafía ‘ç’ y las formas de ‘qu-‘ inicial. -) Se normaliza el uso del tironiano &, transcribiéndolo como ‘y’ ante vocal y como ‘e’ ante consonante. -) Las abreviaturas se desarrollarán sin indicarlo gráficamente, dado que en la tradición impresa, frente a la manuscrita (Riesco Terrero), su tipología está normalizada. -) Mantenemos la regularización vocálica: ‘y’/‘i’. -) La vacilación y alternancia de ‘b’/‘v’/‘u’ se resolverá con ‘v’. -) Se regulariza el uso de la ‘h’ inicial, tanto por ultracorrección como por uso diacrítico, reponiéndola en aquellos casos en los que falte; asimismo se respeta la presencia de ‘f’ inicial en los casos en que aparezca en el texto. -) Se repone la nasal ‘m’ ante ‘b’ y ‘p’. -) La ‘s’ alta se transcribe siempre por ‘s’. -) Se separan las contracciones no naturales y regularizamos la división de palabras según el uso actual. -) Se simplifican las grafías dobles. -) Se mantienen las formas léxicas de los nombres propios tal y como aparecen en el texto. La larga tradición editorial de la obra ha producido un significativo corpus de variantes, que ayudan a entender los mecanismos de la transmisión textual entre los diferentes testimonios, manteniendo vigente la transformación que experimenta una obra medieval en lectores muy alejados de la fecha primitiva de su redacción (vid. Baranda 1998). Añadimos, pues, en el “Aparato crítico” su cotejo, recordando que en el texto se encuentran señaladas correlativamente con un superíndice mediante la abreviatura ‘v’ (1v), para distinguirlas gráficamente de las habituales notas a pie de página (1). No hemos aplicado una rigurosa selección de variantes, testimoniando todas aquellas que la colatio ha proporcionado, con el único fin de que el interesado en estos menesteres ecdóticos vea reflejado los mecanismos de transmisión en este tipo de textos.

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Queda señalar que la obra, en la primera edición conservada, se encuentra dividida en 17 capítulos, aunque no se indique específicamente esta denominación y no estén numerados, precedidos de un prólogo, así titulado, que se mantiene inalterable en todos los testimonios, salvo el más que posible error en la división del prólogo + primer capítulo de la primera edición, que señalamos con extensión en la nota correspondiente; esta organización del texto, con casi toda seguridad debida a quien preparó la obra para su impresión y (quizá) no a su redactor original, es la que necesariamente hemos mantenido. 5. Referencias bibliográficas Se incluyen alfabetizadas todas las referencias completas de la bibliografía utilizadas en la “Introducción” y en las “Notas” a la edición del texto. La forma de cita es la habitual: autor o autores seguido de la fecha cuando tiene más de una referencia y entre paréntesis cuadrados la existencia de una edición facsímile; obviamos repetir “Editorial” para todas aquellas harto conocidas (Castalia, Cátedra, Planeta) y sólo la señalamos en casos de posibles dudas. Para los autores portugueses hemos alfabetizado las referencias por el segundo apellido y hemos normalizado la cita de determinados lexemas de grafía cronológica cambiante entre el castellano y el portugués (Melo/Mello, Ceiça/Seiça, etc.). La mención de obras anteriores al siglo XVIII plantea algunos problemas de alfabetización que hemos resuelto de la forma más conveniente en cada caso, pues puede venir señalada por el autor, si lo tiene o se conoce, o por el título; igualmente, la fecha puede referirse a su edición original, si es segura, o a la del editor moderno de la obra. Albaigés Olivart, J. Mª. (1989), Diccionario de nombres de personas, Barcelona, Universitat de Barcelona. Alcocer y Martínez, M. (1926), Catálogo razonado de obras impresas en Valladolid 1481-1800, Valladolid, Impr. de la Casa Social Católica. [= Valladolid, Junta de Castilla y León, 1993, “Prefacio” de H. Escolar Sobrino, pp. 9-30.] Alexandre (2007), Libro de Alexandre, J. Casas Rigal, ed., Madrid, Castalia. Alfau Solalinde, J. (1969), Nomenclatura de los tejidos españoles del siglo XIII, Madrid, Real Academia Española. Alonso, M. (1986), Diccionario medieval español. Desde las Glosas Emilianenses y Silenses (siglo X) hasta el siglo XV, Salamanca, Universidad Pontificia de Salamanca, 2 vols. Alvar, C. (1988), “Épica”, en C. Alvar y Á. Gómez Moreno, La poesía épica y de clerecía medievales, Madrid, Taurus, pp. 13-70. Alvar, M. (1971), Cantos de boda judeo-españoles, Madrid, CSIC.

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6. Nota editorial El origen de este libro, como en su día la edición de La Poncella de Francia (La Poncella de Francia), se encuentra en los Cursos de Doctorado de “Crítica textual” que durante muchos cursos se desarrollaron en la Universidad Complutense de Madrid, claro está en aquellos tiempos en los que todavía había Cursos de Doctorado, y donde a lo largo de los años una falange de alumnos, la mayoría hoy alejados de la leyenda de nuestro abad don Juan, libraron sus primeras batallas ecdóticas en este texto: variantes, notas, puntuación, etc. Todos sus esfuerzos se encuentran depositados, ahora anónimamente, a lo largo de las páginas que siguen y no podemos, por tanto, dejar de manifestar la deuda que con ellos tiene contraída esta edición por todas las horas dedicadas a su existencia. Muy especialmente en las notas críticas al texto, redactadas en su mayoría en la era previa a Google (de ahí la cita de un CORDE de 2007) y, que hoy con nuevas herramientas informáticas se podrían hacer de otras maneras, incluso, quizá, ni hacer ya, mandando todas las llamadas a direcciones web, vínculos, links y demás espacios virtuales que nos acercan a esa nube que se avecina; (re)corregirlas —otra cuestión bien distinta ha sido revisarlas, unificarlas y concluirlas— era una tarea inútil, puesto que cumplen (todavía) su cometido tradicional: sirven para un mejor entendimiento de los escollos de la obra y no se ha pretendido en absoluto agotar referencias ni exhibir en ningún caso una erudición innecesaria. Esperamos que su aparición les recuerde las muchas tardes complutenses dedicadas a desentrañar los pormenores filológicos de una obra que les entretuvo de otras labores quizá menos agradecidas. Es, asimismo, obligado agradecer a las Bibliotecas que guardan los manuscritos y las ediciones originales sus permisos y las facilidades concedidas para una edición de estas características. A todos: gratia plena.

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Historia1 del abad2 don3 Juan4, Señor5 de Montemayor6

Prólogo7 Porque1v 8 Dios Nuestro2v Señor hizo el cielo e la tierra e todas las cosas que en ellas3v son, entre las quales señaladamente4v hizo al5v hombre, en el qual puso entendimiento, e mandóle6v que fiziese en este mundo todas las cosas que 1

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Historia: el lexema refleja, en este caso, la titulación de la obra impresa, dentro del género editorial de la “narrativa caballeresca breve” o de las “historias”; ya se ha comentado en la “Introducción” las características de esta tipología; vid. Infantes 1996 y, específicamente, Infantes 2002. abad: título que llevan en las órdenes monacales los superiores. Abades, obispos y arzobispos se equiparaban por su poder y fortuna a los grandes nobles; de hecho, sólo podían acceder a estos cargos aquellos que descendieran de un noble linaje; vid. Bloch, pp. 366-373 y García-Guijarro Ramos. La variante gráfica abbad que aparece en los testimonios V y B (1562 y 1601) es un rasgo claro de arcaísmo intencionado, justificado por su etimología latina y griega. don: título honorífico y de dignidad aplicado a la nobleza. Se anteponía al nombre propio o a cargos importantes; “Dixo el Cid: –Gracias, don abbat, e só vuestro pagado”, vid. Montaner Frutos 2007, v. 248. Era frecuente el uso despectivo de este apelativo, aunque no es el caso de nuestro abad: “¡Cómmo, don falso traydor!”, Conde Lucanor, p. 150. Abad don Juan, personaje fabuloso que se vincula a la fundación del monasterio de Alcobaza; de los elementos ficticios de la historia nos habla Menéndez Pidal 1934, pp. 112-115 y ya se ha comentado el asunto en la “Introducción”. señor: este término se empleó durante la Edad Media con diversas acepciones. En su sentido más amplio, señor era todo aquel que ejercía alguna potestad o señoría sobre otros hombres o en alguna comarca. En este caso el abad es el señor del castillo de Montemayor, poderosa fortaleza que poseía una importante guarnición debido a su situación fronteriza; vid. infra notas 18 y 19. Montemayor: Montemor-o-Velho, población lusa situada a unos doscientos kilómetros al norte de Lisboa y cercana a la ciudad de Coimbra. El lugar sustenta parte de la conocida leyenda del abad don Juan, de la cual se hace eco nuestro testimonio en prosa. En él sólo se hace mención al castillo de Montemayor, identificando el nombre de la población con la

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fuesen buenas e que fuesen a servicio suyo7v, e que no fiziese8v las cosas que fuesen9v malas e desonestas para el cuerpo ni10v para el ánima11v 9. E porque la vida del hombre es muy breve e no sabe quando ha de morir, deve primeramente e sobre todas cosas12v temer a Dios, que es criador de todas las cosas, e guardar13v sus mandamientos, e apartarse de las cosas14v malas e falsas que algunos traidores falsos fizieron en los otros tiempos pasados, e se15v hazen fasta al16v tiempo presente en que estamos10, mayormente en tal hecho como

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fortaleza. En realidad, Montemor-o-Velho fue conquistado por Almanzor en el año 990 y hasta 1034 no fue recobrado por el portugués Gonzalo Trastamariz. Es decir, que todo el relato es una fabulación, desde la identidad de los personajes, hasta la localización temporal de los acontecimientos que se narran, los cuales hacen evidente el empeño del poeta por vincularlos a la historia del reino de León; vid. Menéndez Pidal 1934, pp. 112-115 y 130-136; Estrada, II, pp 464-466, basándose en la obra del portugués Méndez Silva, al hablar de Montemor-oVelho menciona la leyenda del abad, que evidentemente conoce a través de la tradición historiográfica portuguesa iniciada por Brito, como demuestra la sustitución de Almanzor por Abderramán y la alusión al abad de Lorvão; vid. Menéndez Pidal 1934, pp. 168-176. Todas las ediciones conservadas mantienen este prólogo, considerándolo parte integrante del texto que editan. Se trata de una introducción llevada a cabo en la imprenta, aunque su estilo no se aleja de la redacción del resto de la obra. Este breve prólogo se hace eco de las características que Porqueras Mayo observa en los prólogos de la literatura medieval castellana; vid. Porqueras Mayo, pp. 67-87 y Muguruza Roca, pp. 127144. A este respecto es interesante advertir las confluencias de este “Prólogo” con los de obras del siglo XIV, especialmente por el comienzo de la obra en el nombre de Dios; vid. al respecto el interesante artículo de Gómez Redondo 1981 y Bognolo. Menéndez Pidal no duda en ver en este Prólogo un conjunto de “vaciedades” que “da la medida de la pobre vena y rastrero ingenio de su editor, falto de todo jugo artístico”; vid. Menéndez Pidal 1934, pp. 104 y 151; nos inclinamos más bien a considerarlo dentro de una tradición editorial precisa, y esto es lo que parecen respetar los editores de las ediciones posteriores. Porque, con valor causal: ‘puesto que’, ‘ya que’, vid. Keniston, 28.42. El incipit de la edición de Burgos de 1506, recogida en el Regestrum colombino (Colón 1905) y hoy perdida, indica: “así como dios n[uest]ro señor”; esta variante permite suponer una edición anterior a la que poseyó Fernando Colón, en la que la rúbrica que da comienzo a la obra aparecía en su lugar correcto; vid. infra nota 16. Este fragmento, muy resumido, remite al capítulo I del Génesis, y resulta un tópico en los prólogos medievales: “Nuestro Señor Dios, cuando formó el hombre a su imagen e semejanza puso en él entendimiento para saber e conoscer todas las cosas…”, Gran conquista de Ultramar, p. 1. La referencia al bien y al mal evoca el pasaje del “Árbol del bien y del mal”, Génesis, 2, 16-17. Relaciona esta alusión con los mandamientos que debe guardar todo cristiano, y con ello presenta el tema de la traición tratado en esta Historia del abad don Juan. Teniendo en cuenta que este Prólogo fue escrito expresamente para la primera impresión de la obra, este “tiempo presente” debe coincidir con la fecha del incunable: 15001503.

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éste, el qual acaesció al abad don Juan, señor de Montemayor, con su criado11 García17v 12, que él crió, segund adelante oiréis13 e escrivimos18v 14 en este libro15. Lo qual se escrive19v, porque todos los hombres deste20v mundo21v que lo oíren tomen enxemplo e sepan guardarse de no hazer traición ni cosas22v por que pierdan los cuerpos ni las23v ánimas24v, e25v porque lo retrayan siempre26v a quien bien quisieren, e a todos los que de sus linajes27v descendieren. 11

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criado: hace referencia al hecho de haber asumido su cuidado y alimentación en sus primeros años de vida, así como a la posterior educación en la infancia; leemos en el Mio Cid: “yo las engendré amas e criásteslas vós”, vid. Montaner Frutos 2007, v. 2086. En este caso el término implica una relación de vasallaje establecida desde la infancia y no adquirida posteriormente, como especifica la aclaración “que él crió”, reforzando con ello el vínculo que unía a ambos personajes. El abad era, pués, el señor natural de García. García: nombre muy extendido entre los reyes y nobles de la Edad Media. Tal vez, el uso de este nombre en la historia responda a una intención de caracterizar negativamente al personaje, aunque sólo el DRAE ofrece un sentido figurado para García (‘zorro, raposo’) que justifique esta posibilidad. (La cultura popular también recoge la irónica frase “la ventura de García”, con la que se da a entender la mala suerte de una persona.) La alusión a “este nombre malo” que el propio García hace en el capítulo IV indica el deseo de cambiar su nombre cristiano por otro de origen árabe, “otro nombre mejor que éste”; el rechazo a su propio nombre supone la negación de la fe católica; vid. el origen del nombre en Albaigés Olivart, p. 122. Esta frase revela la existencia de lo que Paul Zumthor llamó “indicios de oralidad” en obras que sólo podemos conocer por su fijación escrita, Zumthor, pp. 41-55. En muchos casos ‘leer’ y ‘oír’ podían resultar sinónimos y, aunque el hábito de la lectura silenciosa comenzara a generalizarse tras la plena afirmación de la imprenta, hasta el siglo XVII no era extraño identificar ‘lectura’ con ‘audición’, ya que la lectura se hacía en voz alta, se realizara esta en público o en privado; vid. al respecto Margit Frenk 1982 y Frenk 1984, ambos trabajos han sido recogidos en Frenk 1997, volumen del que también nos interesan los capítulos “Los espacios de la voz”, pp. 7-20 y “El lector silencioso”, pp. 73-86; pueden sumarse, Montaner Frutos 1989, Harvey y Deyermond 1988. Por otra parte, resulta tópico en relatos de este tipo suspender la acción con frases que inducen al lector (u oyente) a continuar la historia; “segunt agora oiredes”, Cifar, p. 58. Aparecerá más veces a lo largo del texto. Entendemos escribir con la primera acepción que ofrece Covarrubias Horozco, p. 817: “Escribir es formar las letras en alguna materia y con diferentes instrumentos” (en este caso papel e imprenta). Unido a oiréis manifiesta el carácter oral de la literatura en la Edad Media como modo fundamental de consumo. Los manuscritos e impresos sirven para fijar los textos, asegurando su continuidad en el tiempo y como apoyo a la memoria para la lectura en voz alta, el aprendizaje y el canto. No debemos excluir la posibilidad de que el término escrivimos esconda además la intención de dar verosimilitud a la historia; vid. Zumthor, p. 135. Además de los artículos ya citados de Margit Frenk, vid. supra nota 13, pueden consultarse los de Chicote, Díaz, Frenk 1993, Gómez Moreno 1994 y el ya clásico estudio de Ong. libro: se refiere, específicamente a libro impreso, es decir, al texto en su versión para ser editada; concuerda, a pesar de otros razonamientos expuestos en la nota anterior, con el concepto de “escritura” como original manuscrito que posteriormente se va a imprimir.

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I. Comiença el libro del abad don Juan, Señor de Montemayor, en el qual se escrive todo lo que le acontesció28v con don García, su criado16 Este29v abad don Juan era de muy buena e santa30v vida, e era31v religioso17, e Señor de todos los abades18 que en aquel tiempo eran32v en Portugal; e morava en un castillo19 que llamavan33v 20 Montemayor. E hazía Dios34v Nuestro 16

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En el incunable encontramos esta rúbrica al comienzo del texto, después de la palabra Prólogo. El ejemplar que recoge Fernando Colón (Burgos, 1506) no debía de llevarla antes del prólogo, según indica el incipit del Regestrum, n. 3319, y en el resto de testimonios conservados la encontramos en el lugar donde ahora la reponemos. El desplazamiento de la rúbrica en la edición incunable podría deberse a un error de imprenta provocado por el componedor: éste, simplemente, olvidaría la inclusión de la rúbrica que da comienzo al primer capítulo de la obra y, ante la dificultad (y carestía) de repetir la impresión de la primera cara del pliego –el blanco–, incluyó la rúbrica en la página correspondiente de la otra cara –la retiración–, encajándola al inicio del texto por no dejarla al final de la plana. (Esta imposición del pliego supone que, en este caso, el blanco corresponde a la parte externa del pliego, y la retiración a la interna, como indica Alonso Víctor de Paredes en su Institución y origen del arte de la imprenta, Paredes, fols. 25v-35r, aunque es muy probable que el orden de impresión de la parte interna y externa del pliego respondiera a hábitos de imprenta.) religioso: al significado de hombre devoto, cumplidor de los preceptos religiosos, se une la de clérigo que profesa en una comunidad religiosa. Es difícil determinar si nuestro abad pertenecía a alguna orden clerical, algunos datos así lo sugieren, pero su modo de actuar nos hace dudar sobre su vinculación a una regla; vid. infra nota 18. Señor de todos los abades: con un título similar se distinguía al prior de todas las abadías vinculadas a la orden de Cluny, ‘abad de los abades’. En este caso, a la calidad eclesiástica del abad se une la de ser un noble poseedor de un señorío, y es ésta la que se impone. En ningún momento se dice que dirija una abadía o monasterio, aunque cuando en el capítulo XIII se dirige a los “monjes y legos” que habitaban el castillo, podría suponerse una comunidad formada por ambos grupos. Su actividad guerrera nos hace pensar en una orden militar, y aunque la época en las que éstas florecieron es posterior a la de los hechos aquí narrados, podría vincularse este personaje a los orígenes de la Orden de Santiago, en el siglo XI, aunque fundada un siglo más tarde; vid. Fernández Llamazares, pp. 27-48 y Ayala Martínez. Por otra parte, la relación de vasallaje con sus caballeros y monjes es la que caracteriza al señorío feudal: el abad don Juan actúa como señor feudal del castillo que posee y gobierna. El título que le da nuestro autor no parece pertinente vincularlo a un cargo real, es un modo de mostrar el poder de este personaje, extendiéndolo a todo el territorio de lo que entonces era Portugal. El hecho de que el abad morara en un castillo y no en un monasterio aclara algunos puntos confusos sobre su poder y su comportamiento. La tenencia de castillos y fortalezas era una concesión feudal por la que el beneficiario –que debía proceder de familia noble– entraba en una relación de vasallaje respecto al dueño del castillo. El rey, como último responsable de todas las fortalezas del reino, era quien concedía las alcaldías. Si el dueño del señorío era un noble, era éste quien podía contratar un alcalde para guardar el castillo. No es ésta la situación del abad don Juan, que parece administrar su propio

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Señor muchos milagros por él21. Y35v acaesció que un día36v fue37v el abad don Juan a oír38v maitines de la fiesta39v de Navidad40v 22, los quales eran muy honrados41v 23. El qual yendo allá24 halló un niño que yazía42v echado25 a la puerta de la iglesia26; e este niño era fecho en pecado mortal43v 27, porque era hijo de

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castillo (de cualquier forma, no era extraño que se dieran tenencias a religiosos). Entre la mucha bibliografía sobre el tema se puede consultar la obra ya citada de Bloch, pp. 416418; Duby y Quintanilla Raso. llamavan: esta forma verbal representa una variante narrativo-temporal significativa en la transmisión impresa de la obra. La edición de Valladolid de 1562 mantiene el modo imperfecto del incunable. El ejemplar de 1601 ha entendido el carácter impersonal, sin embargo ha utilizado el presente histórico llaman, que parece acercar un elemento real de la historia por interpretar que todavía existía en la fecha de la edición. El resto de los testimonios han mantenido el carácter impersonal del verbo desde una forma más evolucionada, se llamava. Esta variante indica un alejamiento gradual del narrador respecto a la historia inicial. por él: debe entenderse como ‘por medio de él’. maitines: primera de las horas canónicas, oficiada entre la medianoche y el alba, antes de prima. La variante “una noche” que presenta la edición de Sevilla de 1632 refleja la meticulosa intervención de un impresor que entiende literalmente el sentido temporal en la fórmula “y acaesció que un día”. honrados: ‘enaltecidos, ricos’. El esquema del oficio matutino en fiestas y solemnidades variaba y, como se señala en el Diccionario de Historia Eclesiástica de España, II, p. 1.314, en los maitines de Navidad se aumentaban las missae a siete y se intercalaban lecciones patrísticas; se puede añadir Cattabiani, p. 362. Ya se ha indicado que el abad vivía en un castillo y no en un monasterio. Era común que una fortaleza defensiva tuviera una pequeña capilla para los oficios diarios –y nada menos que con dos contaba el castillo de Montemor-o-Velho–, pero las grandes fiestas litúrgicas debían celebrarse en una iglesia mayor, fuera del recinto del castillo. El sentido más general del término yacer es ‘estar echado’, pero también se empleaba para describir al cadáver en el sepulcro: “Yazer por ‘estar echado’ no es mal vocablo, aunque el uso lo ha casi desamparado, y digo casi, porque ya no lo veo sino en epitafios de sepulturas”, Valdés, pp. 201-202. Se empleaba también para referirse a una relación sexual. La redundancia de la expresión ‘yazer echado’ y su posible (y poco pertinente) confusión con otros significados, es perfectamente entendida por todos los testimonios (excepto V), que corrigen esta imprecisión. Ya hemos indicado en la “Introducción” los ecos de la leyenda de San Gregorio, con la bibliografía correspondiente, al ser uno de los pocos motivos por los que la crítica menciona nuestra obra; Menéndez Pidal ya anotó, también, la relación de esta hora de maitines con los niños expósitos, citando al Arcipreste de Talavera; vid. Menéndez Pidal 1934, p. 106, a quien seguimos completando entonces la cita. (Vid. el curioso texto de Luis Brochero, Discurso breve del uso de exponer los niños, aunque de fecha más tardía.) Se consideraban tres tipos de pecado: original, venial y mortal. Este último suponía una falta grave contra la ley de Dios; los pecados capitales o mortales son siete, y entre ellos la lujuria y la soberbia eran los más condenables. A ellos se oponían siete virtudes. Rucquoi, pp. 120-128 habla de la obsesión por el pecado en el siglo XV, por el pecado original y por

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dos hermanos28. E44v el abad don Juan, quando lo vió, uvo dél45v gran duelo en su coraçón46v e tomólo47v en sus braços e metiólo48v 29 en la iglesia e mandóle49v baptizar e púsole nombre García, porque le parecía el niño50v muy bien51v e por52v que era muy hermoso e muy53v apuesto, pensó54v el abad don Juan55v en su coraçón, que56v hijo de algún hombre de buen lugar57v 30 e de buena sangre31 era58v, por lo qual lo mandó59v dar a60v criar32 a dos dueñas33 de buena sangre, e

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la noción de pecado asociado a la bestialidad, y en las pp. 131-135 analiza la identificación virtud = noble, pecado = villano. La condena del incesto por considerarlo un delito contra la naturaleza e indicio de una maldición que pesa sobre un hombre o una estirpe, es un tópico que ha fascinado a lo largo de la historia de la literatura. El factor de maldición se manifiesta con diversos efectos externos: inundaciones, ceguera, criaturas monstruosas, etc.; Frenzel, pp. 180-190, aporta suficientes datos sobre el motivo. En este caso la intervención del narrador aportando el dato del nacimiento del niño cumple la función de presentar negativamente al personaje. La mala disposición del padre o la madre en el momento de engendrar a sus hijos podía provocar que éstos no fueran virtuosos. Esta teoría eugenésica se adapta perfectamente a García, cuya concepción pecaminosa presagia un comportamiento innoble. Diego de Valera dice en el Espejo de verdadera nobleza que: “a aquellos que son engendrados en vil pecado en ninguna manera pasa la nobleza de sus padres”, vid. CORDE 2007. metiólo / metióle: es normal a finales del siglo XV la variación pronominal ‘lo’/’le’; vid. Lapesa 1981, pp. 405-406. lugar: linaje, familia. Con este sentido se emplea en numerosas ocasiones en las Partidas de Alfonso X: “Mas por esto deue tomar de los onbres medianos catando primera mente que sean de buen lugar: & leales & de buen seso. & que ayan algo. E seyendo de buen lugar avran sienpre verguença de le fazer cosas que le este mal”, vid. CORDE 2007. buena sangre: alude a su origen noble, con un sentido más amplio que el que implica la ‘nobleza de sangre’, referida sólo al origen cristiano. criar: acto de alimentar al niño con la leche de los pechos y cuidarlo durante los primeros años de su infancia. La crianza y la educación condicionan la posterior actuación del hombre, y su naturaleza queda patente desde la niñez. Guevara, pp. 504-541, aconseja a las madres alimentar a sus propios hijos, y en el caso de dárselos a un ama, como era frecuente entre las familias nobles, ésta debe de poseer ciertas condiciones. Un siglo más tarde aún es un tema discutido, que se aprecia en la edición de obras como la de Juan Gutiérrez de Godoy, Tres discursos para prouar que estan obligadas a criar sus hiios a sus pechos todas las madres quando tienen buena salud, fuerças y buen temperamento, buena leche y suficiente para alimentarlos (Jaén, por Pedro de la Cuesta, 1629). Vid. Cacho Blecua 1979, pp. 50-56 y del mismo, especialmente, Cacho Blecua 1988, pp. 209-233. dueña: nombre dado antiguamente a la señora o mujer principal casada, aunque también se aplicaba a las damas destinadas para la guarda de las doncellas, que eran damas de servicio, y a las mujeres que poseían el dominio de una finca. En nuestro caso, la importancia de las damas viene dada por su “buena sangre”, lo que las capacita para ejercer de matronas de García. En su Universal Vocabulario Alonso de Palencia le otorga este significado de ‘matrona’, entre otros, vid. Palencia, I, fol. 268r.

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ellas criáronlo61v muy viciosamente34 por hazer servicio35 al abad62v don Juan, el qual lo merecía muy bien e lo amavan mucho, por quanto procuró36 muy bien en darlo a criar63v. E después que64v el niño fue criado e vido65v el abad66v que salía67v muy ardid37 e que se pornía a68v qualquier cosa38 que le acaesciese69v, pensó en su coraçón que todo hombre que es lego39 e no sabe leer, nunca70v puede llegar a ningún estado40 ni puede71v alcançar mucha72v honra41, si no está en lugar do73v aprenda buenas costumbres o algunas buenas maneras74v 42. Y75v estando así pensando esto e otras muchas cosas76v porque valiese

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viciosamente: entiéndase por ‘gustosamente, con empeño y suma atención’, Alonso, II, p. 1623. hazer servicio: por agradar y servir al abad. La expresión implica una intención de complacer al abad don Juan extremando sus obligaciones como amas de cría. procurar: “solicitar y hacer las diligencias para conseguir lo que se desea”, Autoridades, III, t. 5, p. 392. La extraña construcción de toda la frase puede ocasionar confusiones en su interpretación. ‘Procurar’ parece tener el sentido de ‘actuar’ (hizo bien en darlo a criar) o incluso de ‘proveer’, pero la expresión “procuró muy bien en darlo a criar” no es entendida por ninguno de los testimonios posteriores, que modifican o eliminan esta frase (vid. las variantes que ofrecen los restantes testimonios). ardid: ‘valiente, animoso, intrépido’, Alonso, I, p. 369. No descartamos una segunda acepción de ‘ingenioso’, aunque nos parece menos adecuada en este contexto. pornía: forma arcaica de ‘ponía’; ponerse a cualquier cosa: disponerse, hallarse dispuesto, atreverse; expresión que parece resaltar la disposición del niño hacia cualquier instrucción, pero mostrando también la temeridad de una naturaleza aún no modelada por el aprendizaje. lego: ‘ignorante’, ‘falto de disciplina y adoctrinamiento’, Alonso, II, p. 1300. Habitualmente lego se oponía a letrado, aplicado este término a aquel que sabe latín o alguna lengua clásica; “et esto es señal cierto que los fizo para los legos, et de non muy grand saber commo lo él es”, Conde Lucanor, p. 9. Este uso del término deriva de su significado etimológico: aquel que no tiene órdenes clericales y, por extensión, a quien no sabe latín; en el texto simplemente refuerza la frase siguiente, “e no sabe leer”, para afirmar la necesidad de adquirir una cultura apropiada. estado: entre las varias definiciones que ofrece Alonso, II, p. 1093, nos quedamos, por los testimonios cronológicos, con la segunda: “grado en que está cada cosa, status”. La sociedad feudal hacía prácticamente imposible la movilidad entre los diferentes estados sociales, por lo que entendemos que el término se refiere a un cierto estatus y consideración dentro del grupo de la nobleza al que pertenecía García. El debate sobre los tipos de nobleza y la posibilidad de adquirirla por medio de la caballería o por las cartas de nobleza otorgadas por el rey, surgirá más tarde; vid. Rodríguez de Velasco, pp. 288-304, amén del clásico estudio de Stefano. honra: buena opinión y fama adquirida por la virtud y el mérito, y así podría entenderse como ‘honores’; otros significados de honra irán apareciendo a lo largo del texto; vid. Pitt-Rivers, pp. 22-24. La educación del caballero no consistía sólo en su instrucción guerrera. Una de las virtudes más apreciadas en ellos era la cortesía y a ello parecen aludir estas “buenas maneras y

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más77v 43 dió78v al79v dicho García, su criado, sus cartas80v 44 e quanto ovo menester e embiólo al rey Ramiro45, su sobrino, que entonces tenía sus cortes en la ciudad de León81v. II. De la honra46 que fizo el rey Ramiro47 de León a don García, criado82v del abad don Juan El rey83v Ramiro de León quando84v lo vido85v e vió las cartas del abad don Juan, plúgole48 mucho con él e con las cartas86v, e recibió87v muy bien a él e a sus compañas88v 49, e mandóles dar todas las cosas que hovieron89v menester, por la honra del abad don Juan90v. E García salió tan bueno50 e tan mesura-

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costumbres”; vid. Maravall, 258-264. Los testimonios S6 y S8 consideran redundante la expresión y cambian “buenas maneras” por doctrina, en el sentido de enseñanza de la religión católica. valer más: adquisición de una cualidad que merece aprecio y estimación; también incremento del poder o el honor. El origen incestuoso de García justifica los extremados cuidados y educación que le prodiga el abad, cuya intención parece ser la de situar a su criado en un lugar preminente dentro de la corte; vid., en general y para este conflicto, Caro Baroja. cartas: aquí con el sentido de ‘documento’ o más exactamente ‘carta credencial’. Estos documentos de presentación irían acompañados de una carta más personal (“carta misiva”) en la que el abad confiaría al rey sus sentimientos e intenciones respecto a García. Covarrubias Horozco, pp. 467, ofrece una gran variedad de tipos de cartas en su definición del término; vid, además, cualquier manual de cartas de la época, como las varias ediciones de la obra de Gaspar de Texeda, Estilo de escrevir cartas mensageras (Zaragoza, Bartolomé de Nájera, 1547). Se refiere al rey Ramiro III de León (961-985). El parentesco con el abad don Juan responde al empeño del narrador por extremar la nobleza y el poder del héroe de su historia. Por otra parte, era costumbre habitual enviar a los niños con siete años cumplidos a la corte o la casa de un gran señor, para que continuaran su educación cortesana y caballeresca; las posibilidades de obtener futuros beneficios aumentaban en función de la calidad del protector, que en este caso no puede ser más elevada. honra: entiéndase como ‘enaltecimiento a una persona por medio de premios, cargos o empleo, debido a su mérito’, Covarrubias Horozco, pp. 1068-1069. En T1 se lee “Ramiero”, errata que se corrige. plúgole: le agradó, se sintió complacido con García. compañas: este término resultaba ya arcaico a finales de la Edad Media y tiene los mismos significados que ‘compañía’. En nuestro texto y en otros testimonios cercanos a él aparece relacionado con la amistad o con cualquier tipo de parentesco no servil, así lo considera también Covarrubias Horozco, pp. 586-587. salir bueno: “resultar una persona de una determinada índole”, Casares, p. 750; “bueno” puede ser una caracterización general del talante de García o quizás defina su valentía,

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do91v 51 e tan bien criado52 e de buenas92v palabras93v 53, que no havía hombre en94v el mundo que lo viese que no se pagase dél54; e95v los fidalgos55 tomavan muy gran plazer56 con él96v. E así mismo el rey Ramiro97v lo98v amava mucho e no holgava57 quando no lo99v veía100v. E acaesció que un día el rey101v fazía sus102v cortes muy honradamente58, e mandó llamar a García, criado suyo59 e del abad103v don Juan, e díxole104v: —Fijo, ¿queréis ser cavallero60?

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añadiendo con ello una más de las virtudes caballerescas con las que continúa su caracterización. mesura: compendio de varias cualidades obligadas en un caballero, que debe ser prudente, juicioso, de buen trato, discreto, bondadoso. Tal vez sea la prudencia la virtud que mejor caracteriza al hombre mesurado, en ocasiones confundida con la discreción y la cultura; este tema y sus múltiples ramificaciones ha sido ampliamente tratado por Rodríguez Velasco 1993 y Rodríguez Velasco 1996, pp. 281-3, 317-24, 338-47. La calificación de “tan mesurado” era habitual en la épica, muchas veces, como en este caso, unida al adjetivo bueno: “Diomedes fue bueno e muy mesurado”, Alexandre, v. 574 a. Entender bien criado como cortesía, educación. Bondad de trato de García. La variante de S8 afirma esta aceptación, pues al leer buenas costumbres asocia las buenas palabras de García con la calidad de su educación. pagáse dél: ‘alegrarse, quedar satisfecho’; “pagós mio Cid e todos los otros que van a so çervicio”, Montaner Frutos 2007, v. 69. fidalgos: aquí con el sentido más general de hombres libres, que incluye a toda la nobleza que formaba parte de la corte del rey y no sólo a los caballeros armados. El narrador asocia siempre la condición de fijosdalgo con los conceptos de ‘bueno’, ‘sangre’ y ‘honra’, esto es, de valía personal, linaje heredado y consideración social; vid. García de Valdeavellano, pp. 59-121; Rodríguez Velasco 1996, p. 297. Lacarra, p. 43 defiende que la primera aparición del término se produce en un documento leonés de 1177, y no será hasta 1201 cuando aparezca en territorio castellano. Documentamos el término en una Declaración de vasallaje de 1230: “non nos podamos tornar a ningun fidalgo ni a ningun sennor”, vid. CORDE 2007. tomar plazer: gustar, disfrutar; “non toman plazer en leer aquellos libros”, Conde Lucanor, p. 12. holgar: descansar; en el texto con el sentido figurado de ‘no estar tranquilo’. Indica el lujo y pomposidad de las cortes reales. El despilfarro, más que un vicio, llegó a considerarse un deber de la nobleza; era habitual aprovechar este tipo de actos para ordenar caballeros. Como ya se apuntó en la nota 45, el narrador nos está recordando que García ha sido educado en la corte del rey Ramiro. A partir del siglo XI se fueron conformando los usos de la caballería y se fueron generalizando sus ritos. La educación del futuro caballero se iniciaba en la infancia; la edad con la que se accedía a la caballería no es precisa, no había límite superior de edad y la mínima no podía ser inferior a los 15 años, cuando ya se había superado la segunda edad (a esta temprana edad fue investido caballero Amadís por el rey Perión, vid. Amadís, pp. 140-142 y 276-277). Esta normativa respecto a la edad nos hace suponer que el tiempo

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Respondió García que sí105v quería, e que no había cosa106v que tanto cobdiciase como ser cavallero, si su merced107v 61 lo108v fiziese de su mano; esto era porque no había tan noble señor ni tan honrado en esta109v isla110v 62. Estonce63 el rey Ramiro le mandó que toviese vigilia en la iglesia de Dios111v, así como es costumbre de los que quieren ser cavalleros64; e García rogó a los cavalleros112v y a todos113v los hijos dalgo que toviesen por bien de le hazer honra, pues que114v el rey havía115v por bien de lo116v armar cavallero. E García tovo su117v vigilia muy honradamente en la iglesia con aquellas compa-

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transcurrido desde que García fue llevado a la corte del rey Ramiro hasta que fue armado caballero ha sido de, al menos, siete años. La expresión “¿Queréis ser caballero?” responde a la fórmula con la que se iniciaba la ceremonia de investidura del futuro caballero, tras la vigilia en la iglesia; la invocación se repite tres veces en Las mocedades del Cid, vv. 41-49. En los inicios de la caballería la ceremonia de armar caballeros era seglar, pero poco a poco va adoptando elementos rituales eclesiásticos, como vemos en el caso del abad; vid. Keen, pp. 92-97. merced: puede entenderse con dos posibles significados: “gracia o favor que los reyes o señores hacen a sus vasallos” o “voluntad o arbitrio de uno”, Alonso, II, p. 1384; Covarrubias Horozco, p. 1273, dice que “es una cortesía usada particularmente en España […] que es común a cualquier hombre honrado […] que por ser persona que merece ser honrada la llamamos merced”, es decir, que es un tipo de tratamiento amplio, aplicado a cualquier persona honrada. En el texto podría entenderse como fórmula de tratamiento o como favor que el rey le concede a García. Los testimonios S6 y S8 lo han entendido como fórmula de tratamiento y por ello lo han sustituido por “su alteza”, más acorde con el grado de nobleza del monarca. La mención de esta inexistente isla se debe a una relación inconsciente, por parte del narrador, del ámbito de la caballería real con los libros de caballerías, geográficos y de viajes fabulosos que poblaron la literatura medieval. La influencia de la literatura en el concepto que el hombre medieval tenía del mundo se revela en ocasiones en detalles tan ingenuos como éste; vid. Cacho Blecua 1979, p. 278. estonce: arcaísmo por entonces, corregido por el resto de testimonios. Todavía en el primer tercio del siglo XVI Juan de Valdés defendía la forma ‘estonce’ en su Diálogo de la Lengua, amparándose en el origen del término; vid. Valdés, p. 179. La vigilia en la iglesia formaba parte del ritual de investidura del caballero; otros elementos eran la pescozada, calzar la espuela, el beso, ceñir la espada, etc. La ceremonia de armar caballero, documentada desde el siglo XI y considerada en todos los tratados sobre la caballería, comprende un ritual simbólico que fue cambiando a lo largo del tiempo, con notables diferencias en las diferentes cortes europeas. En su origen la ordenación era un acto exclusivamente civil, pero pronto introdujo elementos religiosos. La Iglesia trató de convertirlo en una especie de sacramento a través de un acto litúrgico, pero nunca fue tal; sin embargo, el compromiso del caballero con la defensa de la fe católica siempre fue prioritario. En los siglos XIV y XV la ceremonia se había convertido en un acto extremadamente suntuoso, en un intento de imitar y superar la imagen que de esta ceremonia aportaban los libros de caballerías; vid. Keen, pp. 92-111; Bloch, pp. 332-336 y Lizabe de Savastano, pp. 81-102.

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ñas, así como el rey le118v mandó. E luego65 otro día en119v la mañana armó el rey a García cavallero120v muy honradamente, e dióle trezientos cavalleros66 por vasallos, diziéndole121v: —Fijo García122v, parad123v mientes67 quanta honra vos he fecho68. E124v García le dixo que Dios Nuestro Señor125v gelo69 agradeciese126v, e que pluguise70 a Dios lo127v dexase llegar a tiempo128v que gelo pudiese servir. E129v entonce130v mandó que se131v fuese para71 el abad132v, el qual133v lo havía criado134v; e que no fiziese guerra ni mal135v a ningún cristiano ni a ningún lugar, si no allí do le136v mandase el abad don Juan137v. Y138v entonce despidióse139v don 65 66

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luego: sin dilación, en seguida. Cuando la educación del futuro caballero se llevaba a cabo fuera de la casa paterna, el protector podía proporcionar armas y caballo a su preferido, siempre que el padre no pudiera correr con los gastos; además, era común que la compañía del recién nombrado caballero se constituyera con los hijos de los vasallos de su señor, con los que habría compartido su formación caballeresca, que en este caso incluso le habían acompañado en la vigilia y posiblemente recibirían la orden de caballería junto a él; vid. Duby, p. 136. Lo sorprendente es el carácter de regalo, generoso y excepcional de esos vasallos y, en cualquier caso, la cifra resulta excesiva, una muestra más de la prodigalidad que definía a la alta nobleza, exagerada por la tradición literaria (vid. infra nota 107). parar mientes: ‘considerar, meditar, recapacitar’, Autoridades, II, t. 4, p. 565; locución antigua de uso muy frecuente en los siglos XIII, XIV y XV; volverá a aparecer en el capítulo IV. Dice Keen que “el recibir la caballería de manos de un señor de privilegiada posición social une al destinatario al honor y a la dignidad del señor”, Keen, p. 97. El narrador quiere destacar este honor para incrementar el alcance de la traición, que será triple: a su señor el abad, a Dios y al rey Ramiro, a quien le debía respeto como autoridad superior y especialmente por el hecho de haber recibido la caballería de su mano. gelo: ‘se lo’. El grupo pronominal gelo, fusión fonética de los pronombres latinos illi illum, era común en los siglos XII y XIII; vid. Lapesa 1981, pp. 209 y 397 y Menéndez Pidal 1904, pp. 253-254. En la edición de Menéndez Pidal 1934, p. 200, se lee pluguiese, pero en el incunable figura la voz pluguise. Es el mismo Menéndez Pidal quien señaló como rasgo del dialecto leonés el hecho de que los tiempos de perfecto o afines de las conjugaciones -ir, er, tengan -i- en vez de -ié-; vid. Menéndez Pidal 1962, p. 107 y Menéndez Pidal 1904, pp. 118 y 309. Resulta extraño que Pidal –quien sugiere para este texto un autor leonés (Menéndez Pidal 1934, pp. 132-134)– haya pasado por alto, o corregido, este rasgo que apoyaría su hipótesis. Sabemos que muchos copistas de la Edad Media transcribían con una sola vocal los diptongos; vid. Menéndez Pidal 1964, p. 46; quizás Pidal, que atribuye cierta antigüedad a la leyenda, tomó esa reducción del diptongo por un modo de escribir de un copista, que se traslada luego a la imprenta, y a eso se deba su forma de presentar el verbo. Quede apuntada, sin embargo, la posibilidad de la existencia de un posible dialectalismo leonés. ir para: entiéndase ‘ir hacia, junto a’; Keniston, 37.541, recoge esta construcción pero con el sentido causal propio de la preposición ‘para’.

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García del rey don Ramiro y de todos los cavalleros de su140v corte, e partióse141v luego, e anduvo por sus jornadas72, fasta que llegó al castillo de Montemayor, en el qual estava el abad don Juan su señor del qual fue muy bien142v recebido143v. III. De144v cómo el abad don Juan salió a recebir a don García, su criado, e de la honra que le fizo145v El abad don Juan quando supo que venía García, su criado146v, de la corte147v del rey Ramiro de León148v, plúgole mucho149v de coraçón150v, e salió luego a recebir lo151v con muy grandes compañas, e mandó fazer en el castillo muy grandes alegrías152v 73 por la venida153v de García154v su criado con muy grande honra155v; e156v porque gelo enbiava el rey Ramiro157v, e agradesciólo158v mucho a Dios159v, porque lo160v avía dexado llegar en paz161v, e162v porque le parescía163v que havía de ser bueno164v. E luego que entró en el castillo de Montemayor, mandóle dar buenas165v posadas74 para él e para sus compañas166v; e167v así mesmo luego les mandó dar a comer168v 75 muy169v buenas viandas76, e todas las cosas170v que havían171v menester a toda su voluntad. Y eran tan honrados172v del abad don Juan173v, que ombre del mundo no lo podría contar por el gran amor que tenía con su criado174v.

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Caminar por sus jornadas es hacer el camino en varias etapas, “irse su poco a poco, a diferencia de los que caminan por la posta”, dice Covarrubias Horozco, p. 1130. “Y andando por sus jornadas, llegaron en España”, Flores y Blancaflor, p. 93. alegrías: “fiestas públicas que se hacen por los sucesos prósperos de victorias, nacimientos de príncipes, coronaciones de reyes y otros festejos solemnes de interés, beneficio, y gloria común del reino”, Autoridades, I, t. 1, p. 191. dar buenas posadas: los recibió generosamente, ofreciendo no sólo alojamiento, sino también un trato de especial cortesía; la hospitalidad era un rasgo que debía caracterizar al noble; Flores y Blancaflor, p. 86, indica: “y a todos los suyos les mandó dar muy buenas posadas”. dar a comer: construcción que implica una acción por realizar. Coexistió con la forma dar de, que se impuso a partir del siglo XVI; vid. Keniston, 37.735 y Cuervo, II, p. 752. viandas: entiéndase como comida que se sirve a la mesa, ya dispuesta para comer, Covarrubias Horozco, p. 1524; vid. lo que aporta Nola, pp. 37 y 41.

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IV. De175v cómo don García comidió176v 77, e ordenó de dexar la fe cristiana e de177v tornarse178v moro179v Un día acaesció180v que181v don García andava182v a caça con su compaña en un monte, e183v havía salido a184v un río en que él185v avía muy gran plazer, en donde comidió186v una traición187v, la qual puso luego por obra. E llamó a188v dos escuderos de aquellos de su compaña189v en que190v él más se191v fiava, e díxoles: —Amigos, dezir vos192v quiero una poridad193v 78, si194v me la toviéredes guardada en vuestros coraçones195v, e196v pienso que será197v vuestro provecho muy198v grande; e conviene que vosotros me fagáis79 pleito e199v omenage80 de tener me poridad200v, como ombres fijos dalgo, de lo que yo201v vos dixiere202v. E ellos203v dixieron: —Señor, no hay cosa en este204v mundo que nos205v digáis, que nosotros no la tengamos en poridad206v, e el que la no207v 81 toviere, que sea traidor por ello; este omenage208v 82 vos209v fazemos como a nuestro señor propio, e210v guardar os211v hemos en poridad todo lo que nos212v dixéredes en qualquier tiempo213v, según214v nuestro poder, aunque sopiésemos215v morir83 por ello. Entonces díxoles don García216v: 77 78

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comedir: “pensar, premeditar, disponer y, en cierta manera, tomar las medidas convenientes para ejecutar alguna cosa”, Autoridades, I, t. 2, p. 429. poridad: secreto. En casi todos los testimonios conservados (S6, B, S7, S8) aparece la forma puridad, más común desde el siglo XV; Timoneda escribe “y por mejor certificarse dello, apartóla en puridad”, Patrañuelo, p. 185. En la edición de Barcelona (B) el original conservado se encuentra deteriorado, leyéndose aquí ‘m[ ]gays’; el daño afectará a otras letras en el vuelto de la hoja, vid. infra nota 94. El homenaje era la forma de vasallaje que establecía un vínculo más estrecho entre señor y vasallo, y se llevaba a cabo mediante una ceremonia ritual; Alfonso X describe este vínculo en las Partidas, IV, XXV, f. 62. Fazer homenaje es hacer una promesa solemne, y pleito e homenaje es la fórmula legal empleada para designar el juramento de fidelidad al señor y, por extensión, para cualquier promesa solemne; “E fizieron le ellos pleyto e homenage desto”, General Estoria, p. 758. El resto de testimonios eliminan la conjunción ‘e’, ofreciendo así un término legal más moderno que el recogido por Alfonso X, pero cuyo significado es idéntico. la no: la anteposición del artículo es un arcaísmo que aún presentaban algunos textos del siglo XVII; vid. Gili Gaya 1976; en este caso, todos los testimonios posteriores al incunable ofrecen la forma más moderna, no la. En el original omenago, que corregimos por ‘omenage’, como se encuentra en los testimonios S6, B, S7 y S8 (en V leemos ‘omenaje’). sopiésemos morir: ‘aunque supiésemos que íbamos a morir por ello’; es expresión muy común: “aunque supiesse morir por ello”, en Doncella Teodor, p. 82. La variante que ofrecen los testimonios S6, S7 y S8, pensássemos morir por ello, suaviza la expresión, oponiendo la conjetura del pensamiento a la certeza del saber.

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—Amigos, la poridad es que yo he parado mientes, e tengo217v que la fe de los cristianos no vale nada ni es ninguna cosa, e otrosí he entendido que la ley218v 84 de los moros es mejor e vale más219v. E querría que fuésemos a un lugar do me tornase moro e vosotros conmigo, e220v tirarmeis221v 85 este nombre malo222v, e ponerme he223v otr[o]86 nombre224v mejor que éste; por lo qual yo con vosotros e [con]225v mis compañas haremos tanto mal a los christian[os que yo] e vosotros226v valgamos87 mucho con el rey Almanç[or88. E esto] sabed que es mi voluntad89. E el traidor tanto [les dixo]227v e les prometió que les daría228v, que ellos gelo [tuvieron]229v en poridad, que nunca lo supo el abad don Ju[an. Y él y] los escuderos vinieron230v [con]231v sus compañas de la [ribera de] aquel río hasta 84

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ley de los moros: es frecuente encontrar en los siglos XIV y XV el término ley con el significado de ‘religión’, Corominas/Pascual, III, p. 369; “y tampoco a tornear moros, que mejor ley es la mía”, Romancero 1994, p. 106, v. 19. No es casual que nuestro narrador emplée el término ley para designar la religión islámica –algunos testimonios prefieren incluso el término ‘secta’ (ver variante 466v)–, y fe siempre aparezca vinculado a la religión cristiana. Es éste un modo de considerar la religión cristiana como la única y verdadera, cuyos preceptos y doctrina parecen así elevarse sobre las leyes que establecen los hombres. Además, la frase “la fe de los cristianos no vale nada” es una fórmula que repetían todos los renegados en los juicios de la Inquisición (vid. infra nota 147). tirarmeis: ‘quitarme’, lusismo. En ediciones posteriores encontramos el término más moderno, quitarme he, o el mismo pero con la forma verbal corregida, ya que la que ofrece el incunable es una forma reflexiva del portugués, inexistente en castellano. El folio con signatura aiiij del incunable está roto por su esquina inferior externa y las palabras afectadas por esta falta se reponen según el testimonio V. valgamos: hace referencia a la aceptación y buena acogida que tendrán en la corte de Almanzor si ocasionan daños importantes a los ejércitos cristianos; cabe también la posibilidad de entenderlo como una consecuencia de los honores y beneficios que conseguirán junto a las tropas del ministro moro. Almançor, Muhammad ibn Abî-Âmir, fue primer ministro del califa Hishâm II (9761009) y disfrutó de un poder casi absoluto en lo que fue la época de mayor esplendor del Califato Omeya de Córdoba. Su actividad bélica fue intensa y sus más de 50 campañas contra territorios cristianos lo convirtieron en un ser casi mítico, invencible a los ojos de los cristianos. Hizo numerosas incursiones por Extremadura y Portugal, y conquistó Montemayor en el año 990, población que no sería recobrada hasta 1034 por Gonzalo Trastamiriz; en el año 997 llegó hasta Compostela, arrasando a su paso monasterios y fortalezas. Murió en Medinaceli en el año 1002. Estos datos contrastan, evidentemente, con los que ofrece la leyenda del abad don Juan, aunque en ella se citan algunos datos históricos que, sin embargo, no respetan la cronología real; vid. Lomax, pp. 65-68; Puente, pp. 367-402; Chalmeta, III, pp. 94-99 y, sobre todo, Bariani para la biografía de Almanzor. voluntad: debemos destacar la voluntariedad de la conversión, pues los musulmanes diferencian entre las conversiones obligadas y las voluntarias, incluso los ritos y festejos son diferentes; vid. Bennassar, p. 361.

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al232v castillo de Montemayor. E [el abad] don Juan recibiólo233v muy234v bien, e comieron con el abad235v muchas viandas muy bien adobadas236v 90. V.

De237v cómo el traidor238v don García demandó licencia91 al abad don Juan para ir a guerrear contra239v el rey Almançor

Después que ovieron comido, levantóse don García en pie240v ante el abad don Juan e ante toda la compaña241v, e dixo que agradecía242v mucho a Dios e al abad don Juan el bien e la243v merced que Dios le havía hecho en lo244v llegar a tal estado de ser señor de tanta buena gente245v e compaña246v, como él247v tenía a su mandar248v. E pidió merced249v 92 al abad don Juan250v, que le dexase ir a dar guerra93 con aquellas compañas251v que él252v tenía253v, al traidor del rey254v Almançor; e255v con la merced de Dios94, que256v él pensava de257v hazer por sus manos con ayuda258v de sus95 compañas259v, que no se aprovechase de los caminos e de llegarlo260v a Granada261v 96, la cibdad que él más quería97. E respondióle262v el abad don Juan e dixo: 90

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adobadas: ‘aderezadas, sazonadas’. Desde el siglo XVI se observa la tendencia a una especialización semántica de cada uno de estos términos; se llamó entonces ‘adobo’ a un modo particular de aderezo; esta nueva aceptación justifica las variantes de S6, S7 y S8, que prefieren el término ‘adereçadas’; vid. Nola, pp. 52-53 y 116. Todas estas palabras pertenecen también al léxico habitual de la cosmética y del arreglo personal; vid. Terrón González, pp. 47-48. demandó licencia: pidió permiso. García, como vasallo del abad, no puede ir a luchar sin su consentimiento. pidió merced: pidió por favor. Las variantes pedir por y pedir de, entienden merced como ‘gracia o favor concedido a un vasallo por parte de su señor’, Keniston, 2.749. dar guerra: combatir. En relación con guerrear, que aparece en otros lugares del texto, hay que considerar que el sentido de dar guerra remarca el hecho de ‘inducir al combate’, mientras que guerrear implica también ‘resistir y rebatir’ la lucha; dar guerra podría considerarse el acto de provocar un combate, mientras que guerrear sería su consecuencia inmediata. En la edición de Barcelona (B) el original conservado se encuentra deteriorado (un pequeño orificio en la hoja), leyéndose aquí ‘[ ]ios’; el daño ha afectado a otras letras en el recto de la hoja, vid. supra nota 79. En B se encuentra omitido el posesivo, debido al deterioro del ejemplar. llegarlo a: hacer llegar, conducir. Este uso del verbo en construcción transitiva resulta extraño por usarse hoy con valor intransitivo; a pesar de ello Corominas/Pascual, III, pp. 729-730, apuntan la frecuencia notable de esta construcción en los textos medievales y aun en los clásicos. Leemos al final del libro tercero del Amadís de Gaula: “no dexava de lo herir y llegarlo a la muerte como aquel que mucho desamava”, Amadís, p. 1293. Este uso transitivo del verbo llegar se explica como un resto de construcción personal de infinitivo no concertado latino.

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—Bien veo, don García263v, que dezís muy bien, mas no quiero que lo hagáis así, porque el rey Almançor es tan poderoso que no hay ombre264v en el mundo que265v pueda con él. E sabréis266v, don267v García, que gran recelo98 tengo268v de vos, por[q]ue269v 99 pienso que os hará daño, ca270v es rey que271v tiene muy272v [gran]des poderes. E273v díxole274v que por que275v supiese morir no lo276v [dexarí]a de hazer, si él por bien lo277v tuviese. E278v entonce el [abad d]on Juan le279v dixo: —Fijo280v, pues vuestra voluntad es [de tom]ar este281v camino, ruego os282v por amor de Dios283v que [pongáis] gran guarda en vuestra hazienda284v e en toda285v vuestra com[paña]. E286v don García le dixo que así lo faría, porque287v él faría [que la] recua100 de los moros no pasase a Alcalá288v 101, e los cri[stian]os que289v pasarían allá290v a pesar de los moros291v.

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La frase, algo confusa, nos dice que ‘esperaba que Almançor no se aprovechara de los caminos para tender emboscadas y así le permitiera llegar a Granada, la ciudad más querida por el rey moro’. recelo: miedo, inquietud; “me conseja que vaya a un logar de que me recelo yo mucho”, Conde Lucanor, pp. 145-146. El folio con signatura aiiij del incunable está roto por su esquina inferior externa y las palabras afectadas por esta falta en el verso del folio vuelven a reponerse siguiendo el testimonio de Valladolid (V); vid. supra nota 86. recua: ‘cierto número de bestias de carga, que traen y llevan bastimento’, Covarrubias Horozco, p. 1397; se emplea con un claro matiz peyorativo al aplicarlo a personas. Alcalá: el texto da a entender que se trata de una localidad en poder de los cristianos y en zona fronteriza. Al no poder precisar el período de composición del relato y de la fuente de la que deriva, no es posible ubicar concretamente la población mencionada. En la actual Andalucía existen numerosas ciudades con este nombre –al-kaala: ‘fortaleza, castillo’– que fueron plazas disputadas por árabes y cristianos: Alcalá de Guadira, reconquistada en 1246; Alcalá de los Gazules, en 1248; Alcalá del Valle, fundada por los Reyes Católicos en 1484; Alcalá la Real, conquistada en 1213, pasó a los moros en 1219, reconquistada de nuevo en 1229 y de nuevo perdida en 1248, la reconquista definitiva data de 1341; esta última fue una ciudad fronteriza de gran valor en la conquista del reino de Granada. Al sur de la villa de Montemayor existen algunas localidades cuyos nombres remiten fonéticamente a Alcalá: Alcanhões, Alcoelha, Alcobaça (con variantes en las diferentes ediciones). Cuando a partir del siglo XII la zona fronteriza se desplaza al sur del Tajo, una plaza importante disputada fue Al-Qasar Abu Danis, Alcácer do Sal, conquistada definitivamente en 1217, y fue también de esa villa del Alentejo Litoral portugués de donde salió la flota que se uniría a Almanzor en Oporto para continuar su avance hacia Santiago; vid. Fernández Rodríguez, p. 350. En la edición de Barcelona de 1601, atribuida a Juan Darcos, se lee acá en lugar de Alcalá, estableciéndose una contraposición semánticamente válida entre un acá cristiano y un allá musulmán.

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E el abad don Juan, de que oyó esto292v que dezía don García293v, su criado, plúgole294v mucho de295v coraçón, pensando que así lo faría296v, como lo dezía por la boca297v 102, e díxole298v: —Fijo299v, pues queréis que así sea, agora veo yo300v que301v os crié en buen punto103 e en buena ora; e302v ruego vos que os303v adrecéis304v 104 lo más aína304v 105 que vos305v pudiérdes, e no tardéis306v en este fecho, pues es vuestra voluntad; que yo os307v daré todo el aparejo106 que oviérdes menester para308v vos e para309v vuestras compañas con que cumpláis este310v fecho. Fijo don García, vos tenéis trezientos cavalleros, e311v yo vos312v daré dozientos cavalleros313v, que serán314v quinientos107; e a315v cada uno316v dos cavallos que lleven317v en318v diestro108, e319v sendas mulas para en que320v vayan cavalleros, e sendos palafrenes109 en que lleven las cosas que ovieren menester321v; e a cada cavallero daré dos paños322v de escarlata110 con su sendal111; e camisas112 quan-

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dezir por la boca: alude a la veracidad y sinceridad de lo dicho; “Y nos, el rey don Sancho, escribimos aquí este milagro tal y como Juan Corbalán, a quien sucediera, nos lo contó por su boca”, Castigos y Documentos, p 133. en buen punto: en buen momento y de buenas maneras, unido a la expresión “en buena ora”, habría que interpretarlo como ‘afortunadamente os eduqué bien’. adrecéis: síncopa por “aderecéis”, con el sentido de ‘preparéis’; esta forma no aparece registrada, sí “aderecéis” a comienzos del siglo XVI, por lo que es posible pensar, quizá, en una errata antes que en un hápax. aína: ‘aprisa, presto’, Alonso, I, p. 192; adverbio procedente del latín vulgar ‘agina’, de uso general entre los siglos XII al XV, y ya anticuado aunque aún muy presente, en el XVI. Los testimonios sevillanos lo sustituyen por ‘presto’, término más moderno (para ellos). aparejo: aquí designa el conjunto de elementos necesarios a un ejército, entiéndase, por tanto, como el pertrecho militar. Como apunta Bloch, pp. 96-97, la precisión temporal y numérica no era algo que preocupara al hombre medieval. Así como encontramos imprecisiones en las fechas históricas o en la edad de los protagonistas, las cifras sobre el número de efectivos en una batalla o la de los caballeros vasallos de un señor son igualmente inexactas. En muchas ocasiones representan cifras simbólicas o pertenecen al tópico literario, los números 2, 3, 5 y 7, y sus decenas, centenas y millares disfrutan de una clara preferencia en los textos medievales, como ocurre en este caso; vid. al respecto la anotación en el Mio Cid, Montaner Frutos 2007, nota al v. 643 y pp. 457-458. En el Romancero encontramos varios ejemplos de este tópico literario: Romancero 1994, p. 220, vv. 1-2 y p. 117-118, vv. 9-12; vid. además Marcos Marín, pp. 161-201. caballo en diestro: montura robusta utilizada en el combate. Su nombre se debe a que solían ir a la derecha del caballero, que durante el viaje iría montado en el palafrén. palafrén: caballo manso y ligero que usaban los caballeros para el camino. Era la montura habitual de las damas. paños de escarlata: entender paños como cualquier tipo de prenda de vestir; escarlata es un tejido de lana muy usado en la Edad Media, de una calidad excepcional, jaspeado o adamascado; con estos tejidos se vestían los reyes, príncipes o dignidades eclesiásticas;

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tas quisieren, dellas serán de estaril323v 113 e dellas de otro lienço324v 114 muy delgado325v. E daré más326v: a cada cavallero dos escuderos327v con sendos328v sayos115 de otro paño, e con sendas capas de bruneta329v 116, e otros sendos sayos de viado117 para guarda de los cuerpos330v. E darles331v he más332v a cada cavallero: dos moços con sendos sayos e sendas capas de viado, para que guarden las bestias; lo qual só contento de pagar333v todo. E otrosí pagar os he sueldo118 para todas estas gentes por quatro años119.

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vid. Beaulieu, p. 92. A partir de una época (siglo XVI), escarlata dejó de significar un tipo de tejido para designar sólo al color rojo. Diferenciamos entre la acepción en plural, paños y en singular, paño, referida esta última a una clase de tela. Vid., para esta nota y las siguientes referidas a las ropas y tejidos, Martínez Meléndez, Alfau Solalinde, Beaulieu y Bernis. sendal: tejido de gran valor, de seda o lino, con un bordado característico formado por tres puntos dispuestos en triángulo, utilizado sólo por la nobleza; vid. Beaulieu, pp. 7677, 85. En ocasiones especialmente solemnes los caballos podían adornarse con coberturas de cendal; “en buenos cavallos a cuberturas de cendales”, Mio Cid, vid. Montaner Frutos 2007, v. 1508. La forma sendal presenta evolución regular a partir de sindalum y aparece por vez primera en 1252; de esta forma proviene la variante çendal, y de esta cendal, que es la palabra que aparece en el resto de los testimonios. camisa: prenda de vestir interior, en contacto con el cuerpo. Llegaba casi hasta los pies y podía ser de lino o de cáñamo, aunque este tejido es mucho más rústico; también se llamaba camisa a la ropa interior de la mujer. estaril: este término no está documentado. Podría derivar de escarín, ‘tela muy fina de lino’, que ya aparece en el Mio Cid, vid. Montaner Frutos 2007, v. 3094. Así parecen entenderlo los testimonios S6, S7 y S8, ya que todos ellos recogen el término escarís; o bien de osterin, que es un paño teñido de púrpura; V y B tampoco entienden estaril y proponen esteril, tal vez haciéndolo derivar de estera.; vid las obras ya citadas de Martínez Meléndez y Beaulieu, de esta, concretamente, p. 85. lienço: generalmente designaba una tela de lino, pero también existía el ‘lienço de cáñamo’. sayo: también llamado brial. Es la vestidura que se ponía sobre la camisa, y por encima de ella el manto. Obsérvese que las calidades de las telas marcan el nivel social, siendo muy inferiores las que llevan los escuderos. bruneta: paño basto de color oscuro; Alonso, I, p. 554, documenta esta forma en el siglo XV, pero más común fue la variante brunete. Otras formas que presentan los diversos testimonios de esta Historia, como brumete o Brunece, no están documentadas, lo cual nos hace suponer que no era una palabra de uso habitual y no fue entendida por los editores. La capa era una prenda sin mangas que se usaba sobre las vestiduras del cuerpo, es lo mismo que el manto. viado: voz portuguesa antigua que hacía referencia a un tipo de tejido de lana listado. sueldo: en la guerra es el estipendio que se da al soldado; Covarrubias Horozco, p. 1451, lo distingue de soldada, que define como “el partido que se da al criado fuera de su ración ordinaria”. Sólo los mozos, escuderos y palafreneros cobraban un sueldo por sus servicios militares y era el dueño del castillo del que dependían quien estaba obligado a ese gasto; ninguna ley fijaba la cantidad que debían cobrar los soldados, que dependía de

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E334v después que335v esto336v ovo dicho el abad don Juan a337v don García su criado338v, fuele García a besar la mano339v 120, dando340v muchas341v gracias a Dios342v e al abad343v, su señor344v, por el bien345v e merced346v que le fazía, e347v así mismo por la honra que le quería348v hazer. E quando don García fue reparado349v 121 de todo esto350v que dicho es, salió de Montemayor muy honradamente con toda su compaña351v, según oistes dezir352v 122. E el abad don Juan salió con él353v fasta una jornada123, e al tiempo354v que se ovo de partir, el abad don Juan dixo355v a García356v su criado357v:

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la generosidad del señor y completaban sus ingresos con la parte del botín que les correspondía tras las escaramuzas en las que salieran victoriosos. También algunos soldados, llamados ‘de soldada’ para distinguirlos de ‘los de criazón’, cobraban por sus servicios. El gasto que el abad don Juan asume al dotar tan generosamente al ejército de García resulta a todas luces abrumador, reflejo de una tradición literaria más que de la situación real que obligaba al señor de un castillo a mantener una guarnición y pertrecharla de manera conveniente; vid. Quintanilla Raso, pp. 879-884. Hay que tener en cuenta que la montura era un elemento básico para el guerrero y su precio, muy elevado; además, el caballero necesitaba otras monturas y escuderos que se encargaran de ellas. También la armadura suponía un coste elevado; Montaner Frutos 2007, p. 474, Keen, pp. 296-297, Bloch, pp. 311-317, Vale, p. 126y Duby, p. 236, hablan del elevado coste de todos estos elementos guerreros; Keen compara, para principios del siglo XIII, el precio de un buey –15 maravedís–, con el de un caballo de guerra –100 maravedís–, mientras que Vale calcula que el precio de un caballo en el siglo XV suponía el salario que recibía un soldado durante un año, y la armadura, cada vez más compleja, una cuarta parte de ese mismo sueldo. A todo ello hay que sumar la ropa, excesiva en cantidad y lujo, que el abad proporciona a los 500 caballeros y al resto de hombres que acompañan al ejército. El besamanos era un ritual establecido por el que un hombre se reconocía vasallo de su señor; era, además, un gesto de cortesía que suponía respeto o agradecimiento. En los textos literarios, Mio Cid (Montaner Frutos 2007, v. 879) y jurídicos, Partidas (Partidas, IV, XXV, f. 62) se usa indistintamente el plural y el singular, no hallando diferencia entre ‘besar las manos’ o ‘la mano’. En el Mio Cid es mucho más frecuente la forma en plural, y en el cap. XII de Flores y Blancaflor, pp. 113-114 encontramos, en unas pocas líneas, las dos formas, con el mismo sentido y los mismos personajes. Del besamanos como símbolo de fidelidad de vasallaje nos habla Beceiro Pita, pp. 642-643. reparado: proveído. según oistes dezir: se refiere al texto leído anteriormente, aludiendo a la bien pertrechada compañía descrita o a la intención traidora de García, ya conocida por el lector. Es más habitual la fórmula ‘según adelante oiréis’, que introduce al lector en la continuación de la historia. En la nota 13 ya se ha planteado la cuestión de la polisemia del verbo ‘oír’. (Fórmulas similares aparecerán de nuevo, aunque nos limitamos simplemente a señalarlas en nota 215, nota 256 y nota 262, remitiendo siempre a la nota 13.) jornada: es la distancia que se puede recorrer andando en un día de camino, Covarrubias Horozco, p. 1130; “Don Polindo lo acompañó hasta una jornada de Macedonia e de allí se volvió adonde su coraçón cautivo en crueles prisiones estava”, Polindo (1526), vid. CORDE 2007; además vid. supra nota 72.

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—Fijo don García, por Dios os ruego que os membréis358v de124 mí e359v vos tornéis lo más aína360v que361v pudiérdes, que362v sabed que363v nunca avré solaz364v 125 ni folgura126 en365v mi coraçón, fasta que yo366v vos vea venir sano367v e con salud a mí368v. Y369v entonce el abad don Juan llamó370v a su sobrino, el371v qual llamavan Bermudo Martínez, el qual372v era muy bueno373v e muy374v leal, e era fijo dalgo127 e hombre de muy375v buena vida128, e376v de muy buena manera129 e hombre377v de muy378v buen379v entendimiento130; e de que vino, dixo el abad380v a don381v García: —Ved382v aquí a383v vuestro hermano, mi384v sobrino Bermudo Martínez, al qual mando que vaya con vos. E acompañad385v, vos a él y él a vos, e aguardaos386v 131 como387v hermanos; e por Dios os ruego, fijo388v, que fagáis de manera que siempre me389v vengan buenas nuevas de vos390v.

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membréis de: recordar, traer a la memoria. Es de uso frecuente entre los siglos XII al XV, y ya era considerado “vocablo antiguo” por Covarrubias Horozco, p. 1268; “Membrar por acordar usan los poetas, pero yo en prosa no lo usaría”, leemos en el Diálogo de la lengua de Juan de Valdés, pp. 203-204. La variante ‘remembréis de’ que presentan los textos S6, S7 y S8 no es infrecuente, el mismo Covarrubias Horozco, p. 1402, dice que “es vocablo antiguo castellano, y lo mesmo sinifica membrar”. haber solaz: tener consuelo o alivio; Covarrubias Horozco, p. 1447, define ‘solaz’ como “consuelo, placer y alivio de trabajos”. Se refiere a la angustia sentida por su separación de García, la cual no desaparecerá hasta su regreso. “Avré” es una forma del futuro latino de ‘habere’, verbo en desuso con el sentido de poseer algo; hasta el siglo XVII no se producirá la síntesis definitiva de las perífrasis de futuro –haber (habere) + é (habeo)–, aunque en el caso de haber/habré se conserva la contracción. folgura: vid. supra nota 57. Es la única vez que en el texto aparece la raíz de este verbo con ‘f’, habitual hasta el siglo XV y ya de uso arcaico en el XVI. fijo dalgo: vid. supra nota 55. La inclusión del término entre esta lista de virtudes confirma el sentido de calidad moral con el que el autor emplea este vocablo, que no sólo designa la pertenencia a una clase social, sino su comportamiento virtuoso. buena vida: entiéndase ‘buenas costumbres’. buena manera: en la nota 42 ha aparecido el término ‘buenas maneras’ relacionado con ‘buenas costumbres’, y aquí creemos que ese concepto ya está incluido en la caracterización anterior de “muy buena vida”, por lo que proponemos un sentido diferente para esta “buena manera” en singular, que se referiría a la calidad de sus actuaciones, a lo que hoy llamaríamos ‘estilo’ en el modo de hacer; con esta acepción lo vemos en la Crónica incompleta de los Reyes Católicos (1469-1476): “Era grand caualgador de la brida y de la gineta, y grand echador de lança, y de las otras cosas y en todo lo que hazia tenia muy buena manera y graçia”, vid. CORDE 2007. buen entendimiento: es la última de las caracterizaciones de Bermudo Martínez, que era bueno, leal, hidalgo, de buena vida, buena manera y, por último, hombre de buen entendimiento, con lo que se añade y destaca su capacidad de comprender y juzgar con rectitud; vid. Alonso, II, p. 1041-1042.

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E don García e Bermudo Martínez dixeron que así lo farían plaziendo a Dios132. E quando se391v ovieron de partir del392v abad don Juan, no pudo estar393v que no llorase de sus ojos394v 133, por el grand395v amor que les396v tenía; e rogó a don García que por Dios e por su pasión134 que se le membrase de lo que le dixera, ca nunca avría solaz397v fasta la hora que los viese venir sanos e con salud. E partiéndose398v dellos, quedó399v muy desconsolado en400v su coraçón. E don García e Bermudo Martínez se despidieron e se401v partieron402v dél, e403v fueron hasta que llegaron cerca de Córdova do estava el rey Almançor. E404v don García llamó a405v un escudero de quien más406v se fiava, de los dos entre los quales se havía fablado la traición en poridad407v, al qual dixo que le408v levase a Córdova unas cartas135 al rey Almançor. E quando el rey Almançor409v vió las cartas410v, plúgole mucho de coraçón136 con ellas, e mandó lla131

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aguardáos: ‘aguardar’, con el sentido de ‘escoltar’, ‘acompañar’, ya aparece en el Mio Cid: “En un escaño torniño essora mio Cid posó, / los ciento que l’aguardan posan aderredor”, vid. Montaner Frutos 2007, vv. 3121-3122. En nuestro contexto, por los complementos como hermanos, el significado se extiende a ‘mirar por’, el cual también aparece en Mio Cid: “E a don Fernando e a don Diego aguardarlos mandó / a Pero Vermúez e Muño Gustioz”, Montaner Frutos 2007, vv. 2168-2169. La forma compuesta de a y guardar fue de uso menor, ocupando el lugar del verbo con prefijo el mismo verbo sin él y quedando relegadas las formas con prefijo al uso popular; Alonso, I, pp. 179-180, confirma esta acepción de “acatar, respetar, tener miramiento”. Los testimonios S6, B, S7 y S8 prefieren la variante más actual de ‘guardáos’. plaziendo a Dios: hacer algo con gusto y bajo la mirada o la venia divina. Gabriel Alonso de Herrera, Obra de Agricultura (1513): “que delas maneras y tiempos de regar mas adelante hablare plaziendo a Dios”, vid. CORDE 2007. llorar de sus ojos: manifestación contenida del llanto que consiste en derramar lágrimas en silencio, sin gritos, gemidos o sollozos. Es un rasgo épico que contribuye a presentar al héroe emotivamente y manifestar, además, que su dolor es intenso y sincero; vid. Pascual, pp. 799-805 y Viña Liste 1991, 401-414. Es una expresión ampliamente utilizada en la Edad Media, y todos recordamos el desolador inicio del texto conservado del Cantar de Mio Cid: “De los sos ojos tan fuertemientre llorando, | tornava la cabeça e estávalos catando”. En nuestro texto aparece en seis ocasiones más, siempre en momentos de gran dramatismo y vinculado a personajes masculinos. pasión de Dios: ‘por caridad’. La expresión “por Dios” sirve para reforzar una súplica. No es extraño encontrar el término cristiano de “pasión” unido a Dios, aunque evidentemente su compañero natural sea Cristo; lo vemos en Alfonso Martínez de Toledo, Arcipreste de Talavera o Corbacho (1438): “¡Dexadme ya destas nuevas, por la pasión de Dios, que oyéndolas mi coraçón rebyenta!”, vid. CORDE 2007. cartas: ya aparece el término en páginas anteriores con el mismo sentido, vid. supra nota 44. Por la reacción de Almanzor suponemos que a las cartas credenciales, documentales, acompañaría una carta misiva en la que García le hablaría a Almanzor de sus intenciones de conversión y ayuda. plúgole de coraçón: ya ha aparecido en nota 48 la definición de plúgole como ‘le agradó’, ‘se sintió complacido’; la locución adverbial “de corazón” indica ‘de verdad’, ‘sinceramente’.

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mar a sus cavalleros e a411v otras gentes de otros reinos412v, e fueron413v a recebir a don García quanto una legua137 fuera de la villa414v 138. Y el rey e don García, quando se vieron415v, fuéronse a416v abraçar, tan bien417v como si fueran hermanos139, fijos de un padre e de una madre. E quando Bermudo Martínez esto vido, maravillóse mucho e pensó en su coraçón que alguna traición avía. E418v después que el rey Almançor e don García estuvieron hablando en poridad419v, tomó el rey a don García por la mano140 e bolviéronse420v para421v la

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quanto una legua: la legua es una medida de longitud variable, dependiendo del lugar y del momento histórico. Su empleo está documentado desde, al menos, el siglo XII; sólo en el siglo XVI se unifica esta medida de longitud, que se mantiene hasta hoy en día y que equivale a 5572,7 metros; vid. Szaszdi Nagy. En España, los caminantes que realizaban largos desplazamientos por caminos no marcados expresaban su progresión en términos de tiempo transcurrido, y en función de este sistema métrico popular, una legua equivalía, más o menos, a una hora de camino. La expresión “quanto una legua” era de uso extendido en la época, y expresa una idea aproximativa de la longitud; la usa Diego de Valera (1487-1488) en la Crónica de los Reyes Católicos: “vinieron a oyr misa aviéndose aposentado fuera de la cibdad quanto una legua”, vid. CORDE 2007. villa: los testimonios V, S7 y S8 lo cambian por ‘ciudad’, por parecerles inapropiado el calificativo de ‘villa’ a una población como Córdoba. En realidad, durante la Edad Media se emplean ambos términos indistintamente. En el Mio Cid se emplea como equivalente de ‘población en general’, aplicándose a Valencia y a Burgos, o a Jérica o Murviedro; con el mismo valor se usa çibdat para referirse a poblaciones de mediana importancia como San Esteban de Gormaz; también Gonzalo de Berceo usa villa y cibdat como sinónimos perfectos, empleándolos incluso en un mismo verso para referirse a una misma población; así lo vemos en Los Milagros de Nuestra Señora (1246-1252): “Enna villa de Roma, essa noble cibdat, / maestra e señora de toda christiandat, | avié y dos ermanos de grant auctoridat”, vid. CORDE 2007. La oposición con el término ‘aldea’ sí está definida, siendo ésta una población rural de pequeño tamaño, pero no podemos calibrar la importancia de un núcleo de población en función de su calificativo de ‘villa’ o ‘ciudad’. Lo cierto es que hasta el siglo XV el nombre de ‘villa’ fue empleado con más frecuencia, y a partir del siglo XVI y sobre todo en el XVII, es ‘ciudad’ el término que va ganando terreno, aunque villa se sigue empleando para definir algunas ciudades que tienen privilegios especiales. Actualmente el término ‘villa’ se aplica a ciertas localidades con carácter tradicional, ya sean de gran tamaño, como Madrid, o pequeñas, pero no se emplea de forma general como denominación clasificadora de un núcleo de población de tamaño determinado. No hay que olvidar su sentido original, que recoge Covarrubias Horozco, p. 1531: “es propiamente y en rigor la casería o quinta que está en el campo, a do consiste la labranza de la tierra del señor y la cosecha”, aunque no consideramos que nuestro texto se esté refiriendo a un recibimiento desde una casa de campo en la que podría encontrarse Almanzor; vid. Barel, Molina Molina, Pirenne. abraçar como hermanos: puede verse el grabado en las portadas de S6 y S7, relacionando la implicación del modo de abrazarse con la frase “hijos de un padre y de una madre” y con la honra y las leyes del protocolo; vid. supra nota 120 y los artículos de Baranda 1995a, Jones y Maravall.

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cibdad de Córdova422v con todas423v sus compañas, e entraron por la cibdad424v e fuéronse para el alcáçar do posava141 el rey Almançor, el qual les mandó hazer tanta de425v honra142 que era muy gran426v maravilla143; e Bermudo Martínez maravillóse427v mucho428v de aquesta429v razón430v 144 e de431v cómo432v les fazía tanto bien e tanta honra433v. VI. De434v cómo el rey Almançor mandó tornar moro a don García Después que fue aposentado don García, levantóse ante los cristianos que estavan con435v el rey Almançor e dixo436v: —Señor, sabed que yo só aquí venido a437v vuestra merced e a vuestra seño145 ría con tal compaña438v, señor439v, como aquí veis440v, haziendo os saber que yo

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tomar por la mano: tomar de la mano, dar la mano. Podría interpretarse como un rasgo épico, que, sin embargo, remite a una demostración habitual de amistad, como indica Covarrubias Horozco, p. 1475, aunque en su Tesoro de la lengua la expresión ya sea “darse la mano”. Lo vemos en un contexto muy similar al nuestro en el Libro del conde Partinuplés (c. 1500): “Y desque esto vido el rey de Francia, fuelo a tomar por la mano y asentólo par de sí y fizo cuenta que tenía a su sobrino”, vid. CORDE 2007. posar: descansar, tener posada. tanta de honra: es la única vez que aparece esta construcción en el texto, eliminando en el resto de ocasiones la preposición “de”, como también hacen el resto de testimonios en este caso. La construcción está documentada en algunos textos –pocos– de esta etapa incunable o protoincunable, como leemos en el Tristán de Leonís: “(…) e quisiera mucho que fuérades con nos a la nuestra corte e hiziéramosvos tanta de honra que el vuestro linaje fuera honrado”, vid. CORDE 2007. que era muy gran maravilla: frase hecha que se repite varias veces en el texto y fue ampliamente utilizada hasta el siglo XVI, especialmente en textos de carácter épico o caballeresco, como vemos en el Palmerín de Olivia (1511): “por todo el reyno de Macedonia fizieron tan grandes alegrías que era muy grande maravilla”, vid. CORDE 2007. Es también una fórmula de dicción del Romancero con la que se expresa admiración ante la presencia de algo o alguien: “Estase la gentil dama paseando en su vergel / los pies tenía descalços / que era maravilla ver”, vid. Romancero 1993, p. 146, vv. 1-2. razón: entiéndase como ‘orden’, método’, Alonso, II, p. 1544; con el mismo sentido lo encontramos en el Poema de Alfonso Onceno (a. 1348): “E vós, rey Albohacén, / aquesta razón faredes: / a Tarifa cercad bien / e luego la ganaredes”, vid. CORDE 2007. Los testimonios S7 y S8 presentan la variante ‘negocio’, ya que el término ‘razón’ remitía habitualmente a un asunto “declarado por palabras”, como dice Covarrubias Horozco, p. 1395, y en este caso no hay un antecedente verbal. a vuestra merced e a vuestra señoría: de nuevo nos encontramos aquí –como ya ocurriera en la nota 61– con un confuso sentido del término ‘merced’: ¿fórmula de tratamiento o disposición de ponerse al servicio de Almanzor? El término ‘señoría’ necesariamente alude a “la cortesía que se da a los señores titulados”, Covarrubias Horozco, p.

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me quiero tornar moro146 e ser vuestro vasallo, e todos estos cavalleros441v que están comigo; e quiero creer e bivir442v en vuestra ley, porque entiendo e sé por cierto que la fe de los cristianos no vale nada147 e es muy gran abusión443v 148. Entonce el rey Almançor444v embió por445v sus alfaquíes149 e por446v sus [a]lmuédanos150, e quando vieron el447v mensajero448v del rey vinieron mucho aína449v, e truxeron consigo450v treinta y dos alfaquíes moros de los más honra-

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1436. Nos cuesta entender la expresión completa, formada por dos estructuras paralelísticas exactas, como referidas a diferentes aspectos, por una cuestión de lógica textual, lógica que, por supuesto, no siempre se respeta en este texto de limitada calidad literaria; si, de cualquier modo, esta corrección sintáctica se rompiera, el sentido sería ‘me presento ante su señoría para servirlo’. Si admitimos que ambas construcciones se refieren al mismo campo lingüístico, entonces hay que interpretarlo como una doble fórmula de tratamiento, ya que ‘señoría’ no tiene otro sentido que ése. tornar moro: las posibles conversiones en una península en la que convivían tres grandes grupos religiosos no debieron de resultar extrañas; sabemos que fueron muchos los musulmanes que abrazaron la fe católica, pero existe un gran desconocimiento acerca de los cristianos convertidos al islam. Bennassar ofrece estadísticas y datos significativos sobre este tipo de conversiones en el siglo XVI, pero nada aporta en relación al periodo medieval; el mismo autor apunta dos tipos de conversión, la forzada y la voluntaria, y cada una de ellas se materializa en un ceremonial diferente. No hay apenas datos sobre esta ceremonia cuando la conversión es voluntaria, tan solo referencias al necesario juramento en una mezquita tras la abdicación de la fe primera. Creemos que este ritual festivo que presenta el texto está impregnado de un fuerte carácter épico, aunque hay constancia real de algunos casos en los que el converso hacía pública su intención de luchar contra el cristiano, como nos indica Bennassar, pp. 249-285. la fe de los cristianos no vale nada: fórmula que se emplea para abjurar de la religión católica y que los renegados repetían en los procesos ante la Inquisición; vid. Bennassar, pp. 267-269. abusión: el término tiene el doble sentido de “mal uso” o “mala costumbre” y “superstición”; “abusión vale casi lo mismo que superstición”, dice Covarrubias Horozco, p. 29. Lo vemos en numerosos textos del Siglo de Oro y anteriores, entre los que citamos la Historia general de las cosas de Nueva España, de fray Bernardino de Sahagún (15761577), porque lo emplea numerosas veces con el sentido de “superstición”, que es el que creemos que se debe aplicar a esta frase de nuestra historia: “Otra abusión tenían cuando cortavan el umbligo a las criaturas rezién nascidas”, vid. CORDE 2007. alfaquíes: sabios e intérpretes de la ley islámica. La presencia de un alfaquí en esta ceremonia es necesaria para dar validez al acto, pero la cifra que ofrece en la siguiente línea sobre la presencia de 32 alfaquíes es simbólica, y pretende mostrar el poder de Almanzor que tenía a su disposición tal cantidad de doctores en jurisprudencia islámica; vid. supra nota 107. almuédano: musulmán que desde el alminar convoca en voz alta al pueblo para que acuda a la oración. En el incunable leemos ‘elmuédano’, lectura que corrigen el resto de testimonios y que reponemos aquí por no haber podido documentar la variante con ‘e’, que consideramos una errata. En este caso la función del almuédano –almuecín o muecín actualmente– sería convocar al pueblo en la mezquita para presenciar el acto de conversión de García.

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dos451v, vestidos todos452v de muy nobles almexías151; e quando supieron la voluntad del rey453v, tomaron a don García e leváronlo a la Mezquita, e quando454v fue a la puerta de la Mezquita455v fincó los inojos en456v tierra152, e renegó de la fe de los cristianos e del bautismo que recibió e de la crisma153 que tomó, e prometió allí a Mahomat154 de siempre ser457v contra la fe458v de los cristianos e de459v fazerles daño en toda su vida. E luego metiéronlo460v en su461v Mezquita, e cortáronle su natura462v, e diéronle a bever la463v sangre que le salió464v de la natura155, así como manda465v la ley466v de los moros; e tiráronle467v su nombre, el qual era García468v, e pusiéronle nombre469v Çulema156. E quando esto vido Bermudo 151

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almexía: manto pequeño de telas de diferentes calidades, cuyo uso inicial entre la población musulmana se extendió también a los cristianos; vid. Bernis, pp. 12 y 26-27. Está documentado su uso tanto en hombres como en mujeres, y entre los textos que recogen el término hemos escogido este fragmento de la Crónica de veinte Reyes (a. 1325), en el que vemos su uso en ámbito musulmán: “E el amiramomelín estaua armado muy bien & de suso teníe vna almexía negra de vn xamete & sobre aquella otra que non tenía costura ninguna”, vid. CORDE 2007. fincar los inojos en tierra: la acción de clavar las rodillas en el suelo, y esta misma expresión tiene una amplia presencia en textos caballerescos y épicos. Suele aplicarse al acto de reverencia que los vasallos realizan ante el señor o el rey, pues “omildosamente fincados los ynojos e con pocas palabras deven pedir merced al Rey los que la han menester”, Partidas, III, XXIV, 3. Es también un acto de sumisión propio del penitente, sentido con el que aparece por ejemplo en el Mio Cid: “llegó a Santa María, luego descavalga, | fincó los inojos, de coraçón rogava”, Montaner Frutos 2007, vv. 52-53. Este último es el sentido que tiene en nuestro texto, aunque resulta extraño que tal acto de sumisión y respeto se realice ante una mezquita y en el propio acto de renuncia de la fe cristiana. crisma: óleo que se consagra el jueves santo para ungir a quienes se bautizan, se confirman o se ordenan sacerdotes. Aquí posiblemente se refiera a la confirmación de la que está renegando García. La ceremonia para renegar de la fe católica y adscribirse a la musulmana era muy sencilla: el renegado debía pronunciar en un templo musulmán las siguientes palabras: “No hay más Dios que Dios, y Mahoma es su profeta”; una vez hecha profesión de fe se era musulmán para siempre y la apostasía era condenada con la muerte; vid. Dozy, pp. 51-53 y Pena. Los juramentos en la religión musulmana se hacen por Alá, por Mahoma y por el Corán. Los testimonios S6, S7 y S8 cambian el término ‘natura’ por ‘capullo’ la primera vez que aparece, en la línea anterior, y conservan “natura” en esta segunda referencia. En el primer caso parece una evidente corrección, ya que el texto se refiere al ‘capullo’ o ‘prepucio’ que entre musulmanes y judíos se elimina mediante la circuncisión, y en el segundo al órgano sexual completo. No es frecuente ver estos términos en textos literarios, sí en científicos o médicos, y sólo a partir del siglo XV empieza a utilizarse ‘natura’ como sinónimo de ‘órgano sexual’, manteniendo al mismo tiempo los sentidos anteriores de ‘naturaleza’, ‘carácter’, ‘linaje’. Çulema (Zulema) es el diminutivo del árabe ‘salama’, que significa “carencia de defectos”; ambos proceden del vocablo ‘islam’, por lo que su posible uso simbólico en este texto es factible.

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Martínez, quitóse470v de la puerta de la Mezquita, e no quiso llegar a su posada; e luego471v llamó a un escudero, en quien él se fiava472v, e díxole que le473v llevase el cavallo a la puerta por donde avían474v entrado475v; e dexó perder157 en la posada todo quanto tenía que le avía dado el abad476v don Juan, e fuese para la puerta do estava el escudero con el cavallo. E cavalgó477v Bermudo Martínez e478v començó de fuir al mayor andar479v 158 que él480v pudo, e ciertamente no iva por camino ni por sendero, sino por los campos e por los481v montes, desmamparado482v 159, llorando483v mucho484v de sus485v ojos e querellándose mucho a Dios, e maldiziendo su ventura e la ora en que avía nascido486v 160, maravillándose487v mucho de Nuestro Señor porque tan fuerte traición e tanto mal sofría488v, e cómo no se abría la tierra161 por tamaña489v traición que490v havía hecho el traidor de

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dexar perder: entiéndase como ‘abandonó’; Cuervo, II, p. 863, para la construcción ‘dejar + infinitivo’ establece que “el infinitivo, al igual que sucede en latín con el gerundio y en castellano mismo y en otras lenguas con los nombres de acción, vacila a menudo entre el sentido activo y el pasivo”. En este caso, la función del verbo ‘dejar’ es matizar el sentido del verbo ‘perder’, marcando el carácter intencionado de la pérdida. La construcción está ampliamente documentada en la época; vemos un ejemplo casi idéntico al nuestro en Lope García de Salazar, Istoria de las bienandanzas e fortunas (14711476): “Morió desterrado de Castilla por el rey don Juan Segundo por no querer dexar al dicho rey don Juan de Nava[rra] e dexó perder XXII villas con otros muchos eredamientos que abía cobradas por sus vondades e serviçios en Castilla”, vid. CORDE 2007. al mayor andar: ‘a toda prisa’. Vemos la misma expresión en la Gran crónica de Alfonso XI (c. 1348-1379): “e en aquesta ora plugo a Dios que passaron los christianos al mayor andar que pudieron”; o más cercano a nuestro texto, y en ámbito también caballeresco, en Las sergas del virtuoso caballero Esplandián (a. 1504), de Garci Rodríguez de Montalvo: “y luego se abaxaron por la cuesta ayuso al mayor andar que pudieron”, ambos ejemplos en CORDE 2007. desmamparado: ‘desamparado’. Forma antigua que aún se observa en algunos textos del siglo XVI; lo vemos en la Vida de San Ildefonso (1303-1309) del Beneficiado de Úbeda: “Despresiolo el susio como home mal fadado / e fue con grand derecho della desmamparado”, vid. CORDE 2007. El resto de testimonios prefiere la forma ‘desamparado’. maldiciendo la ora en que avía nascido: se trata de una oposición a la fórmula épica “que en buena hora nació”, con la que se alude a la favorable conjunción de los astros en el momento del nacimiento y la consiguiente fortuna del personaje; vid. Montaner Frutos 2007, v. 71. En este caso se lamenta Bermudo de su mala suerte, de la que culpa a su horóscopo (en ningún caso se está lamentando de ‘haber nacido’, sino de haberlo hecho en un día y una hora precisas). abrirse la tierra: ante semejantes hechos Bermudo se extraña de que no pase algo sobrenatural que castigue esa traición. Sin duda está pensando en el castigo sufrido por Coré, Datán y Abirón cuando se rebelaron contra Moisés y Aarón: “Apenas acabó de decir estas palabras, rompióse el suelo debajo de ellos, abrió la tierra su boca y se los tragó a ellos, sus casas y todos los partidarios de Coré con todo lo suyo. Vivos se precipitaron en el abismo y los cubrió la tierra, siendo exterminados de en medio de la asamblea”, en Números 16,

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don491v García, criado492v del abad don Juan; e otrosí rogando mucho a Dios493v que le dexasse salir de la494v tierra de sus enemigos e ver a su señor, el abad don Juan, para le contar la maldad e la495v traición que fiziera el traidor de496v don García en se tornar497v moro. E sabed162 que andu[v]o163 siete días e siete noches164, que él e498v su cavallo no comieron ni bevieron cosa alguna, salvo las499v yervas e aguas que hallavan500v en501v el campo; e502v al cabo503v de los504v siete días quiso Dios que llegó Bermudo Martínez505v al castillo de Montemayor adonde estava el abad don Juan, su señor. VII. De506v cómo truxo las nuevas Bermudo Martínez507v al abad don Juan, su sobrino508v, de cómo su criado García509v se era510v tornado moro Otrosí511v, el abad don Juan, quando vió a Bermudo Martínez, su sobrino, venir tan amarillo165 e512v desconortado513v 166, dixo:

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vv. 31-33 (Biblia, p. 176). Este castigo ejemplar se recuerda en otras partes de la Biblia: Deuteronomio 11, v. 6; Salmos 106, vv. 16-18; Eclesiástico 45, vv. 22-24. sabed: otra llamada al lector; vid. supra nota 13. En el original, por errata, “anduno”. siete días y siete noches: el siete ha sido un número simbólico a lo largo de toda la tradición esotérica, cultural y literaria de numerosas culturas, entre ellas la cristiana; es especialmente frecuente en la Biblia y en la iconografía y simbolismo cristianos, siendo el símbolo de la gracia, la caridad, la vida eterna, la acción y evolución, la perfección; vid. Cirlot, pp. 403-405. Además, toda la significación religiosa del número está relacionada con el hecho de que durante esos siete días el personaje está en ayuno, alimentándose tan sólo de lo esencial para mantenerse con vida: hierbas y agua del campo. El ayuno corporal enseña y ayuda a refrenar las pasiones, al tiempo que eleva y purifica el espíritu, por lo que al sufrir Bermudo esta privación voluntaria del alimento durante siete días y siete noches, llega al castillo de Montemayor purificado y con una aureola de completa fidelidad religiosa, en oposición a la traición de García. Remitimos a la nota 107 y a la bibliografía allí mencionada. amarillo: pálido; “Entre las colores se tiene por la más infelice, por ser la de la muerte y de la larga y peligrosa enfermedad y la color de los enamorados”, Covarrubias Horozco, p. 149. En nuestro texto da a entender el pésimo estado en el que se encontraba Bermudo Martínez después de cabalgar tanto tiempo sin descanso. Esta relación del color amarillo con la enfermedad o el mal aspecto también en La demanda del Santo Grial (c. 1470): “e fallaron a vna fuente a Merengis dormiendo muy pobremente vestido, e magro, e amarillo, e muy canbiado de como solia ser; ca mucho sofria gran lazeria”, vid. CORDE 2007. desconortado: desconsolado, desanimado. Voz ya anticuada a finales del siglo XV, aunque aún presente en textos similares a nuestra historia, como leemos en la Traducción de la historia del noble Vespasiano (1491): “y quando pilatos vido que de jerusalén non

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—¡Ay!, Bermudo Martínez514v, fijo515v, ¿cómo venís así?, ¿qué es de don García, vuestro hermano?; dezid516v: ¿qué nuevas me trayes517v 167 dél518v?, ¿es519v muerto o bivo?168 E520v Bermudo Martínez dixo: —Señor don Juan521v, sabed que vuestro criado don García es522v tornado moro, el qual vos523v en mal punto criastes e amastes en vuestro coraçón, e sabréis524v que le llaman525v Çulema. E el abad don Juan, quando estas nuevas oyó526v, cayó en tierra527v amortecido169, fasta quantía de un evangelio528v 170 que no entró en su acuerdo171; e después levantóse e dixo529v: —¡Ay530v, hijo Bermudo Martínez531v!, dezidme, ¿es532v verdad que aquel que533v crié con534v tanto vicio e amava mucho535v en mi coraçón, es tornado moro? E dixo536v Bermudo Martínez: —Señor537v, así yo538v aya vuestra gracia e vuestra bendición539v, como yo estava delante quando le540v metieron en la mezquita de Córdova e le vi poner los [in]ojos541v 172 en tierra en la mezquita, ante el rey Almançor e ante542v 173

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podía salir ninguno él fue mucho desconortado”, vid. CORDE 2007. El testimonio de S6 omite el término, y S7 escribe “desconsolado”: esta variante nos indica la posible existencia, pero no segura, de un subarquetipo desconocido entre las ediciones representadas por S6 y S7, que por su excepcionalidad hemos preferido no incluir en el stemma. La concordancia con el resto de las frases exigiría la forma plural “traeys”, pero la alternancia en las fórmulas de tratamiento que se observa en el texto nos aconseja, prudentemente, mantener la lección del incunable, aunque el resto de testimonios escribe “traeys”. muerto o vivo: la posibilidad de la muerte antes que la vida indica un temor ante las malas noticias, y es una forma de aumentar el dramatismo de la escena; por eso era más frecuente esta construcción en los textos literarios de la época, como vemos en el Primaleón (1512): “¿y cómo vienes ansí? ¿Qu’es de tu señor? Dime, por Dios, si es muerto o bivo”, vid. CORDE 2007. amortecido: desmayado, perdido el sentido, Covarrubias Horozco, p. 155. Joanot Martorell, Tirante el Blanco (1511): “Y el cavallero Espercius estuvo assí amortecido por espacio de una ora fuera de todo sentimiento. E la gentil dama, siempre fregándole los pulsos y besándole siempre, trabajando por le hazer retornar”, vid. CORDE 2007. quantía de un evangelio: no hemos conseguido documentar esta expresión temporal popular, que S6, S7 y S8 sustituyen por la más general y comprensible de ‘una hora’. entrar en su acuerdo: ‘volver en sí’. Libro del cavallero Cifar (1300-1305): “ca tovieron que era muerto o preso. E quando el señor de la hueste entró en su acuerdo & vinieron los físicos a lo catar, dixieron que lo sanarían muy bien con la ayuda de Dios”, vid. CORDE 2007. En el original “ojos”. Reponemos “inojos” por considerar un error la lección del incunable (que repiten V y B). Recordemos que Bermudo Martínez está describiendo al abad lo que vio y en el episodio anterior se dice que “fincó los inojos en tierra”. En el original “antes”.

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quantos aí543v estavan, e renegó de la fe de los cristianos y del baptismo que recibió e544v de la crisma que tomó; e prometió allí a Mahomat545v de siempre546v ser contra los cristianos e de547v les fazer mal e daño548v en toda su vida549v, en quanto550v pudiese. E más551v, negó a sus padrinos e a sus552v madrinas174, e co[r]táronle553v 175 del miembro natural554v e555v diéronle a bever la556v sangre que [dél]557v 176 salió558v, según manda559v la ley560v de los moros, e quitáronle561v su nombre don García562v e pusiéronle nombre Çulema563v; e así se tornó moro e vasallo del rey Almançor. E564v quando esto oyó el abad don Juan, començó de hazer tamaño565v duelo, que no avía hombre que lo566v viese que no oviese dél muy567v gran pesar; e dezía mucho mal a sí mismo e a568v la hora en569v que nasciera, e quexávase mucho contra570v Dios Nuestro Señor571v de tanto bien e tanta merced como le havía fecho, e572v que entonces le havía venido aquel duelo e aquel pesar; e rogava mucho573v a Dios que le diese574v la muerte e que575v no le dexase más bivir576v en el577v mundo. VIII. Agora578v dexa de hablar del abad don Juan e del duelo177 que hazía579v en el castillo, e torna a hablar580v de la honra que el rey Almançor hazía a don Çulema581v 178 Quando582v el rey Almançor ovo complido583v todo lo que dicho es, mandó llamar a don Çulema que viniese a su palacio584v, e mandó hacer muy grandes 174

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padrinos y madrinas: la referencia a los padrinos y madrinas delata una intervención del autor, que añade al relato de Bermudo un elemento que éste no presenció en el capítulo anterior. Es la única vez que aparecen en el texto estas palabras, y no está claro a qué se refieren exactamente: madrinas puede ser “amas”, y padrinos los protectores de García, el abad don Juan y el rey Ramiro. En las Partidas de Alfonso X se dice que los padrinos y madrinas de bautizo, confirmación y matrimonio no pueden ser varios: una sola madrina y un solo padrino, aunque las alusiones a varios son continuas; vid. Partidas, I, IV, f. 17. En el original, por errata, “contáronle”. En el original “della”. El componedor se deja arrastrar por el más cercano femenino, aunque no es el referente que corresponde al artículo. Otra posibilidad es que recordara el término “su natura” del capítulo anterior y estableciese la concordancia con ese femenino, como de hecho reflejan los testimonios V y B. hacer duelo: manifestación del dolor y la aflicción que le causa la conversión de García. Alfonso X (c. 1280), General Estoria. Cuarta parte: “cogiosse la reyna Olimpias a un lugar apartado & començo a dar bozes & gritos & fazer duelo diziendo contra Alexandre”, vid. CORDE 2007. En el epígrafe del capítulo se indica la interrupción del relato inserta por un personaje ajeno al narrador; ello indica que su redacción es posterior a la escritura del texto, obra de un editor que informa al lector de que el narrador cambia de asunto.

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alegrías, e casólo con una fija de un cavallero585v 179, el más honrado que avía en la cibdad de Córdova. E mandóles586v hazer una boda tan honrada587v que no avía588v hombre en el mundo que lo pudiese contar, en [la]180 qual589v viérades tantas trompas590v 181 e tantos juglares591v 182, e alozones592v 183, e593v zoleymas184, e594v atabales185, que ciertamente era tamaña595v la honra que el rey596v Almançor hazía a don Çulema e a todos sus cavalleros, que no se podía597v contar; la qual598v honra e fiesta599v duró en Córdova bien600v un año186.

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Tanto los califas musulmanes como los reyes y nobles cristianos tenían potestad para casar a sus vasallos, y era ésta una de las mayores honras que un vasallo podía esperar de su rey. Es lo que hace Almanzor al casar a Zulema con una noble musulmana y haciendo que la fiesta dure en Córdoba más de un año. Corregimos el original que equivoca la concordancia y escribe “el”. trompas: “instrumento aerófono de boquilla y tubo abierto y cónico, de trazo recto o curvilíneo, con o sin pabellón”, que se emplea en el ámbito militar, heráldico y en festejos diversos, como bodas y recibimientos, Andrés, pp. 382-385. En la Edad Media encontramos varios instrumentos de viento bajo el común apelativo de ‘trompa’, lo que conduce a imprecisiones hoy difíciles de aclarar; el término ‘trompeta’, conocido desde el siglo XIV, y de uso común entre los poetas castellanos del siglo XV, designa un instrumento similar o a veces idéntico. El hecho de que el resto de testimonios de nuestra historia recoja la variante ‘trompetas’ indica la similitud de ambos instrumentos y de su función. juglares: no es extraña la presencia de juglares en las fiestas hispano-árabes. Nos da idea del carácter popular de la celebración, junto al resto de elementos festivos y musicales que completan la escena. En el Libro de Alexandre (1240-1250) vemos una clara alusión a este carácter popular de la música de los juglares: “Todos los instrumentos que usan los juglares, / otros de mayor preçio que usan escolares, / de todos avié y tres o qüatro pares, / todos bien atemprados por formar sus cantares”, vid. CORDE 2007. Alozones: no hemos documentado el término y el resto de testimonios parecen no entenderlo, pues presentan las variantes ‘alaçones’, ‘alançones’ y ‘alaçores’; el testimonio V lee: “e tantos juglares de tantas maneras alaçones”. Diego de Guadix recoge “alaçores” con el sentido de ‘atalayas’ o ‘centinelas’, lo cual puede avenirse a la idea de magnificencia y derroche que pretende mostrar toda la frase; vid. Moreno Moreno, p. 41. También podría referirse a caballos alazanes (rojizos) pero nos parece menos probable. zoleymas: no hemos encontrado esta forma en textos de la época ni anteriores o posteriores, pero sí ‘zalema’, que define un tipo de saludo reverencial o un agasajo para lisonjear a alguien. El testimonio B propone la variante ‘azaleymas’, y los tres testimonios de Sevilla, S6, S7 y S8, eliminan el término, por no entenderlo o por considerar que no se adecuaba al contexto. atabales: tambor de origen árabe. Solía tocarse acompañado de trompetas, tanto en ámbito militar como festivo. bien un año: entiéndase ‘aproximadamente un año’. Esta indeterminación no significa forzosamente ‘más de un año’, como vemos en esta frase del Palmerín de Olivia (1511): “que sabed que estovo bien un año e más”, vid. CORDE 2007. Por otra parte, la duración de los

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IX. De601v cómo el traidor602v don Çulema demandó merced603v al rey Almançor que le dexase ir a dar604v guerra a los cristianos e que él605v haría cosa606v que sonasse607v por todo el mundo608v A poco de609v tiempo187 mandó el rey Almançor610v llamar a don Çulema que viniese a hablar con él, porque le quería e amava611v más que a quantos612v avía en su corte613v; e quando don614v Çulema vino ante el615v rey Almançor, dixo: —Señor, sabed616v que no vine aquí617v a Córdova si no por servirte e hazerte plazer en alguna cosa por mis manos188, contra nuestros618v enemigos, los cristianos, porque sea619v nombrado620v en621v el mundo e tu622v honra vaya adelante. E623v el rey Almançor le dixo que fiziese todo lo que tuviese por bien624v, 625v e don Çulema le dixo: —Señor, yo sé muy bien el miedo y el626v temor que han los cristianos de ti, e sé muy bien los castillos, e627v cómo están guardados189, e sé todas las entra-

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festejos de esta boda resulta excesiva: éstos no solían exceder de los ocho días durante la Edad Media, como dice Casas Gaspar; pp. 284-285. Menéndez Pidal 1896, t. I, pp. 5-6, hace una relación extensa sobre la duración de estos festejos en la literatura medieval, y establece que la media estaba entre una o dos semanas; Alvar 1971, p. 14, afirma que ante los excesos que se producían en las celebraciones de bodas “los reyes limitaron la duración y carácter de las celebraciones. (…) incluso algunas llegaron a cinco semanas, como aquellas a las que fueron los infantes de Salas, según cuenta la Primera Crónica General”. Una relación anónima sobre la boda del duque de Sesa en 1541 nos informa de una doble fiesta en el mismo día del enlace, precedida de juegos y mascaradas celebrados una semana antes, pero sin continuidad en los ocho días. a poco de tiempo: ‘enseguida’; como explica Lapesa 1964, pp. 96-97, se trata de un resto del genitivo partitivo latino. Está documentada la estructura desde el siglo XII, siendo ya en el siglo XVI muy anticuada; Alfonso X, General Estoria. Segunda parte (c. 1275): “cuemo las flores de las yeruas que parescen & a poco de tiempo se secan & fallescen que non son nada”, vid. CORDE 2007. por mis manos: debe entenderse por sí mismo, voluntariamente y sin la colaboración de otro. Ya veíamos la expresión en el Mio Cid: “D’aquí las prendo por mis manos a don Elvira e doña Sol / e dolas por veladas a los ifantes de Carrión”, Montaner Frutos 2007, vv. 2097-2098. guardados: la guerra medieval estuvo condicionada por la existencia de un amplio conjunto de fortalezas que permitían el dominio del espacio y de los habitantes del entorno. Cualquier gobernante que quisiera ampliar el territorio bajo su dominio o bien defenderse de posibles agresores, tenía que conquistar o proteger esos puntos fuertes; un invasor que no conquistase los castillos de las zonas que invadía podría hacer daño en los campos y aldeas, pero en algún momento tendría que retirarse, ya que era peligroso adentrarse en territorio enemigo dejando intacta una fortificación cuya guarnición podía ser una amenaza en la retaguardia. Así, se desarrolló una estrategia que consistía en la protección de los núcleos urbanos a través de la fortificación, una fuerza relativamente pequeña dentro de un recio castillo podía detener a un ejército muy superior durante bastante tiempo, y a la vez requería de los invasores técnicas,

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das e salidas de toda la tierra de Portugal; e si la tu merced fuere, enbía628v por todos629v tus630v poderes de toda tu631v tierra190 e632v sean633v aquí en esta ciudad634v a un plazo cierto, so pena de la tu merced. De manera que en este día se fizieron las cartas191 para todos sus reinos que viniesen allí a Córdova a635v veinte e636v cinco días primeros siguientes192, e las compañas637v ayuntadas de moros andaluzes que vinieron, e moros638v de otros lugares639v, eran640v de tantas partes que no se entendían unos a otros641v 193. E según642v podía643v pensar en mi coraçón, podía ser644v esta quantía645v de los646v moros que estavan en Córdova con el rey Almançor hasta647v ciento y cincuenta mil cavalleros648v e trezientos mil peones194 que aí vinieron649v, e650v

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hombres y recursos económicos elevados. Las peculiares circunstancias históricas de la península en la Edad Media favorecieron el desarrollo de la arquitectura militar, y uno de los objetivos que tendría que cumplir cualquier fortaleza sería la defensa de todos los que se protegían tras sus muros, tanto la defensa activa (acoso al atacante para debilitarlo) como la pasiva (resistir los golpes tratando de sufrir el menor daño). Los constructores de fortalezas tuvieron en cuenta ambos aspectos, escogiendo para ello los terrenos más adecuados para levantar el castillo y dotándolo de las estrategias defensivas adecuadas. Sería prolijo describir aquí cuáles eran estas estrategias y técnicas, que podemos leer en Cairns, Contamine y García Fitz; además Suárez de Figueroa dedica su discurso XCIIII, II, pp. 919-928, a las fortificaciones y máquinas de guerra. Son conocidas las razias que Almanzor efectuó no sólo en la Península Ibérica, sino también en el norte de África, sometiendo a muchas tribus bereberes. Sin embargo, creemos que aquí el texto no se refiere a los “poderes” reales de Almanzor, sino que amplía la influencia del personaje a todo el mundo musulmán, unidos no por cuestiones políticas o geográficas sino por una misma religión. Es una manera de magnificar la lucha desigual que se va a producir y la importancia de la misma. cartas: el término ha aparecido en otras ocasiones (vid. supra notas 44 y 135) pero en este caso se trata de ‘cartas de aviso’ enviadas a las cancillerías para convocar a los soldados en Córdoba. a veinte e cinco días primeros siguientes: Müller, fasc. 1, pp. 3-4, documenta ampliamente esta forma de expresar el tiempo como indicación de un periodo transcurrido, debiendo interpretarse como “dentro de los siguientes veinticinco días”. Lo encontramos en numerosos documentos desde el siglo XII, como en esta Carta de Enrique III de época posterior, escrita en 1401: “que parescan ante mi en la mi corte del dia que los enplasare a quinse dias primeros siguientes so la dicha pena a cada vno a desir por qual rrason non cunplen mi mandado”, vid. CORDE 2007. Como hemos indicado en la nota 190, no debemos buscar fidelidad histórica en esta afluencia de ejércitos “de tantas partes que no se entendían unos a otros”. Se está magnificando la batalla, haciéndola más trascendente, al enfrentar al islam con la fuerza de la fe cristiana. Igual ocurre en algunos poemas épicos con los que Menéndez Pidal relaciona este texto; vid. Menéndez Pidal 1934, p. 123. peones: define ‘peón’ Covarrubias Horozco, p. 1354, como “el soldado de a pie”; se opone a ‘caballero’, que es quien dispone de caballo propio para llevar a la guerra. Se produce de nuevo una exageración numérica en esta convocatoria de Almanzor (remitimos a la nota

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estos eran sin el poder de Córdova e de651v su reino195, los quales yo652v no cuento, porque eran tantos que era maravilla653v; de manera que todas las sierras e todos los654v valles estavan cubiertos de moros, de suerte que no quedava aí655v ninguno656v que se les657v escapase a vida658v 196. X. De659v cómo el rey Almançor e don Çulema salieron de Córdova para660v destruir a661v los cristianos Quando en Córdova estas compañas fueron allegadas662v, salieron663v con el rey Almançor e664v con don Çulema, e fueron por el camino cierto665v 197 a combatir a666v Villafranca de Balcáçar667v 198; e luego668v la destruyeron669v toda670v

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107); aunque Córdoba era la mayor ciudad europea y mediterránea en el siglo X, con cifras de habitantes que los diferentes estudiosos hacen oscilar entre 100.000 y un millón de personas, 450.000 soldados procedentes exclusivamente de la ciudad –“estos eran sin el poder de Córdova”– es una cifra desmesurada, irreal. El siglo X fue, sin duda, la época de máximo esplendor del Califato Omeya de Córdoba, proclamado por Abderramán III en 929. A finales del siglo su poder se extendía a la mayor parte de la Península Ibérica, las islas Baleares y parte de Marruecos, además de ejercer su influencia en todo el occidente musulmán y en el Mediterráneo. Sin abandonar el recurso épico de la exageración numérica, el autor hace alusión a esta área de influencia que, en comparación con la debilidad de los núcleos cristianos y mozárabes, debía de resultar inmensa. escapar a vida: en este contexto significa que nadie pudo librarse del compromiso de acudir a la lucha. La expresión está documentada con este mismo sentido en la Crónica del rey don Rodrigo, postrimero rey de los godos (Crónica sarracina), de Pedro del Corral (c. 1430): “E quando don Rodrigo esto sopo mandó sonar todas sus trompetas e atabales, e mandó a todos que se fiziesen dos batallas e que ombre del mundo no escapase a vida”, vid. CORDE 2007. Más habitual es su sentido de ‘escapar con vida’, este más generosamente documentado. camino cierto: entiéndase como ‘camino bien conocido y ya ampliamente hollado’. Así aparece en la Tercera relación anónima de la jornada que hizo Nuño de Guzmán (a. 1544): “y en este pueblo estuvo ocho o nueve días, a causa de haber faltado lenguas que entendiesen los naturales, y no tener noticia de camino cierto que seguir, por lo cual fue necesario enviar y buscar con poca gente camino por donde fuese el ejército”, vid. CORDE 2007. Villafranca de Balcáçar: el nombre de la localidad de Villafranca de Valcázar, perteneciente a la comarca leonesa del Bierzo, aparece en algunos documentos de la época de los Reyes Católicos, pero actualmente no existe población con este nombre; creemos, con Menéndez Pidal 1934, p. 133, que el autor puede referirse a Villafranca del Bierzo, ya ciudad importante en el siglo XV-XVI dentro de la ruta jacobea, aunque una villa menor cuando se sucedieron las incursiones de Almanzor; la ciudad no debía de conocerse aún por el topónimo general de la zona, y es posible que ‘Valcázar” sea una mala

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los moros descreídos, e mataron a671v todos los cristianos; e de allí672v fueron adelante673v e destruyeron todas las villas y lugares674v 199 que fallaron, ca675v nunca fallaron cristianos algunos676v que gelo677v defendiesen678v 200. Y de679v allí adelante680v viérades andar681v los cristianos por682v los montes e por las683v sierras, de cinquenta en cinquenta e de ciento en ciento201, perdido[s]202 como684v las bestias y como685v desventurados686v por aquellos montes, así los hombres como las mugeres con687v sus hijos, llamando688v e dando bozes e689v muy grandes gritos690v, que parescían a691v las ovejas692v quando las apartavan693v de sus hijos203. E quando los moros vieron que no hallavan694v cristiano que se les mamparase por695v toda la tierra, fuéronse para696v Santiago204 e com-

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lectura de “Valcarce”, uno de los ríos que forma el valle del Bierzo en el que se asienta Villafranca. De cualquier modo, el autor hace mención a una de las incursiones de Almanzor por esta zona en su camino hacia Galicia: las dos que realizó –en 989 y 997– pasaron por esta zona y en ambas ocasiones localidades del Bierzo quedaron destruidas, entre ellas Villafranca y el cercano monasterio de Carracedo. Los testimonios sevillanos desconocen el lugar leonés al que se refiere el texto y proponen ‘Benalcázar’. lugar: “ciudad, villa o aldea, si bien rigurosamente se entiende por ‘lugar’ la población pequeña, que es menor que villa y más que aldea”, Autoridades, II, t. 4, p. 437. Aquí, al haber mencionado antes las ‘villas’, hay que entender ‘lugar’ como población pequeña. Las incursiones de Almanzor por tierras de Burgos, León, norte de Portugal y Galicia fueron continuas. Es difícil establecer una cronología y una ruta clara porque los ataques eran rápidos y a veces con retrocesos. Entre las fechas clave de estas conquistas pueden señalarse los ataques a Zamora en 981, Coimbra en 987, León en 988, en 990 Montemor-o-Velho, Astorga en 995, Santiago de Compostela en 997; vid. Seco de Lucena Paredes, y el muy interesante documento que estudia Molina y que aporta nuevos datos sobre las campañas de Almanzor. cinquenta en cinquenta y de ciento en ciento: alocución documentada en romances y cantares de gesta que designa una cantidad numerosa indeterminada; Alonso de Santa Cruz, Crónica del Emperador Carlos V (c. 1550): “y eran tantos los heridos y los enfermos y los muertos, que de cincuenta en cincuenta y aun de ciento en ciento los echaban en unos fosos”, vid. CORDE 2007. En el original “perdido”. parescían a las ovejas: posible comparación evangélica con el Buen Pastor, aunque transformados sus personajes, pues debía ser el ternero perdido quien balara con desesperación. Santiago (de Compostela): la destrucción de Compostela por parte de Almanzor es un hecho histórico ocurrido en el año 997, pero como todos los hechos que tienen relación con el culto jacobeo es una historia “enriquecida” con numerosos episodios legendarios que hablan de la excesiva crueldad del caudillo musulmán y de la reacción de los cristianos ayudados más tarde por el propio apóstol Santiago. A partir del siglo XII son muchos los documentos que refieren que fue en la segunda mitad del siglo X –precisamente en la época de mayor actividad guerrera de Almanzor– cuando los soldados cristianos empezaron a encomendarse a Santiago y en confiar en su ayuda para luchar contra los musulmanes peninsulares. Parece claro que el narrador de nuestra historia quiso

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batieron la ciudad en derredor697v 205, e entraron en698v ella por fuerça699v, e destruyéronla700v toda e mataron a701v todos los hombres e a702v todas las703v mugeres e a704v todas las criaturas206 que hallaron705v, de manera706v que no dexaron en toda la cibdad ninguna cosa707v. E don Çulema dixo al rey Almançor: —Señor, este lugar tienen los cristianos por santo lugar708v 207, e por el más honrado que ay en todo su709v reino; e agora veréis cómo los cristianos son cie-

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vincular de algún modo la leyenda de Santiago con la del abad don Juan, a través de los únicos datos históricos sobre la conquista por parte de Almanzor del castillo de Montemor-o-Velho en 990 y de la destrucción de la ciudad de Santiago siete años más tarde; de nuevo, remitimos a Bariani y Puente, y al trabajo de Fernández Rodríguez sobre la expedición de Almanzor a Santiago de Compostela. combatir la ciudad en derredor: existían tres grandes sistemas para traspasar una fortificación, ya fuera la muralla de una ciudad o un castillo, y eran el ataque por sorpresa, el bloqueo y el asedio más o menos intenso y permanente. En este fragmento no se nos ofrecen los detalles de las técnicas que se emplearon para el asedio, aunque parece claro que fue éste el sistema elegido, realizado no sólo por una parte de la muralla sino por toda ella simultáneamente, lo cual haría difícil la defensa efectiva. ‘Combatir la ciudad’ es atacarla, en un sentido amplio en el que cabe el bloqueo o el ataque frontal, pero al indicar aquí inmediatamente que “entraron en ella por fuerça”, parece quedar descartado el bloqueo que exigía mucho tiempo y paciencia. Entre los muchos textos que recogen la expresión hemos escogido este de Jerónimo Zurita en sus Anales de la corona de Aragón. Primera parte (1562), porque añade algunos datos sobre cómo podía ser este “combate a la ciudad” y porque esclarece el sentido de “alrededor”: “Y el almirante combatió la ciudad por la parte de oriente; y hubo una muy brava y terrible batalla en que se recibió mucho daño de ambas partes. Continuóse el combate por diversos días y fue derribado un gran lienzo de muro”, vid. CORDE 2007; remitimos, además, a la nota 189. criaturas: Covarrubias Horozco, p. 629, admite cuatro posibles significados para el término: “hombre o cosa viviente”, “el niño, cuando se va criando”, “el hijo o hija que acaba de nacer”, y una cuarta en plural, “todas las cosas criadas”. En este caso creemos que hay una contaminación del último sentido en plural con el de ‘niño’, ya que la gradación de los términos así lo indica –hombres, mujeres y niños– y por otra parte la conclusión de la frase –“de manera que”– nos lleva a incluir ‘ninguna cosa’ en el término anterior de ‘criaturas’. Volverá a aparecer el término en el capítulo XII con el claro sentido de ‘niños’. santo lugar: en todo el pasaje de la profanación que sigue a continuación y particularmente en la caracterización de Santiago de Compostela como “lugar santo”, hay una clara contaminación histórica del tiempo en el que fue escrito el relato hacia el tiempo en el que sucedieron los hechos narrados. Independientemente de la veracidad de la predicación del apóstol Santiago en España, y del traslado de sus restos desde Jerusalén, donde fue decapitado por orden de Herodes hacia el año 43-44, es en el siglo IX cuando se empieza a fraguar la leyenda compostelana; a mediados de este siglo ya existía una comunidad de monjes dedicada a salvaguardar el sepulcro del apóstol, comunidad que fue creciendo merced a las donaciones de tierras y villas con las que algunos monarcas la favorecieron; en el año 872 Alfonso III el Magno ordena levantar una iglesia en homenaje al apóstol para sustituir a la humilde capilla construida con anterioridad, y en los años siguientes hace importantes

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gos e cómo su ley710v no vale nada e es mala fe711v. E porque712v veáis que es verdad lo que digo713v quiero entrar con mi cavallo en la iglesia208, e quiero quemar todas las cosas que en ella hallare714v, porque no he miedo deste su715v santo que ellos llaman Santiago. E así lo fizo sin temer a716v Dios ni a717v su santo apóstol718v. XI. De719v cómo el traidor720v don Çulema entró en la iglesia de Santiago721v e durmió con su muger en722v el altar723v Entonces dixo el rey a don Çulema: —Fazed todo lo que quisiérdes, que de724v todo quanto vos fiziéredes he yo plazer725v. E el rey Almançor mandó luego pregonar726v 209 que ninguno de todas las compañas727v fuese osado entrar728v en aquella iglesia a hazer algund mal, por-

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donaciones para vincularlas a la iglesia. Durante el siglo X comienza a desarrollarse la peregrinación al lugar, con lo que el poder de los obispos compostelanos irá en aumento; sin embargo, no es hasta el siglo XI (1077) cuando se transmite el relato pormenorizado del descubrimiento del sepulcro, y sólo en 1179 el papa Alejandro III concede al culto y a la nueva catedral románica el jubileo perpetuo. Por tanto, cuando Almanzor arrasó la ciudad de Compostela en 997 y destruyó el templo que fuera construido en el reinado de Alfonso III el Magno, aún no se podía hablar propiamente de “lugar santo”: sólo aquellos lugares por los que discurrieron los episodios más sobresalientes de la vida de Cristo, y Roma por ser la sede del papado y el lugar en el que están enterrados san Pedro y san Pablo, eran considerados “santos lugares”; y desde el siglo XII también Santiago de Compostela. En textos literarios medievales y renacentistas vemos que el empleo de la designación de “santos lugares” se aplica en ocasiones de forma general para hablar de cualquier espacio sagrado. La asociación entre lugar santo y lugar honrado es inevitable dado que Santiago de Compostela recibe honras de miles de peregrinos y peregrinar a Compostela fue durante siglos una forma clásica de la devotio cristiana. Rokiski Lázaro nos ofrece una amplia bibliografía sobre el tema. entrar con el caballo en la iglesia: es un tipo de profanación habitual, y muy relacionada con la historia del templo dedicado al apóstol Santiago y su destrucción por parte de Almanzor en 997, ya que la tradición le acusa de haber entrado en él con sus tropas a caballo, y de haber dejado que éstos bebieran agua de la pila bautismal antes de destruir el templo que había mandado erigir Alfonso III a finales del siglo IX; algunos desmanes cometidos por Almanzor, reales o ficticios, se pueden leer en el Códex Calixtinus o Liber Sancti Iacobi, obra del siglo XII falsamente atribuida al papa Calixto II; la destrucción completa del templo y la quema del mismo sucedieron realmente. pregonar: hacer pública alguna cosa en voz alta para que “venga a noticia de todos”, Covarrubias Horozco, p. 1373. Resulta sorprendente este pregón de Almanzor, con el que parece estar protegiendo la iglesia de Santiago, pero que en realidad sirve para destacar aún más la serie de profanaciones que va a cometer Zulema dentro del templo.

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que era casa de oración, sino que qualquier729v que dentro entrase730v, supiese que avía de morir por ello, salvo don Çulema, si fuese su voluntad de entrar dentro. El qual don731v Çulema entró luego dentro732v, cavallero en su cavallo210, con sus compañas e quemó quantas cosas halló733v, e mandó poner su cavallo cerca del altar de Santiago, e holgó734v con su muger encima735v del altar736v 211. E después el perro212 descreído quemó con sus manos la hostia sagrada213, la

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cavallero en su cavallo: expresión común en el romancero y en historias caballerescas o textos que hablan de la caballería. En todos ellos se aplica a un caballero modélico cuya estampa montado a caballo debía reflejar su valor y autoridad: “E quando Artús vio a sus enemigos, puso su gente en ordenança y les dixo que no se moviessen. Y él, cavallero en su cavallo y una gruessa lança en la mano, fue por ver la cibdad y la ordenança de los enemigos”, en La historia de los nobles caballeros Oliveros de Castilla y Artús d’Algarbe (1499), vid. CORDE 2007. Su presencia aquí, aplicado a don Zulema, no tiene más sentido que el de indicar que se encontraba sobre el caballo, y su uso en este contexto extraño nos remite a una amplia difusión oral de la expresión y su posible y consecuente vulgarización, perdiendo parte de su sentido original. holgar encima del altar: la realización del acto sexual encima de un altar es un signo de profanación de un lugar sagrado que Thompson recoge en su diccionario como motivo folclórico; este acto suele castigarse con la transformación de los amantes en leones, ya que según una creencia popular estos animales no se aparean por segunda vez; vid Thompson, C 116 y Q 551.3.1. Hay que tener en cuenta, además, que pecar dentro de la iglesia agrava la falta; vid. Breve confesionario, en Arte de bien morir, p. 126. perro: comparación despectiva que se aplica a los judíos y con menos frecuencia a los moros, aunque pueden verse varios ejemplos en el Romancero, caso de los romances “Jarifa, la perra mora…”, versión de la historia francesa de Flores y Blancaflor, “Abenámar, Abenámar…”, o “Mi padre era de Aragón y mi madre de Antequera”, los tres en Romancero 1994, p. 189, v. 5; p. 269, v. 1 y p. 277, v. 6, respectivamente. En parecida cronología a nuestra obra tuvieron una cierta fama las famosas Coplas del perro de Alba de Juan de Agüero (o de Trasmiera) donde un perro atacaba a los judíos; vid. Infantes/Fernández Valladares, pp. 8-10. quemar la hostia sagrada: es la mayor profanación que puede cometerse –quemar el cuerpo de Cristo– y como consecuencia directa de ese hecho, y no del resto de episodios folclóricos más o menos morbosos que acompañan toda la profanación de la iglesia, revienta el caballo. Existen multitud de testimonios de profanaciones contra la hostia, ya sea quemándola, pisándola, apuñalándola, etc. En todos estos testimonios –en los que el judío es el protagonista profanador más representado– tal acto de rebeldía va seguido siempre de un milagro en el que la hostia se convierte en carne o sangra, y se castiga de algún modo al causante de la profanación. Conocido es el caso del Cristo que fue azotado y quemado por unos judíos portugueses en 1629, en Madrid, ante cuya ofensa la figura sangró y se dirigió a sus atacantes con estas palabras: “¿Por qué me maltratáis?”. Este episodio dio lugar a numerosos actos de desagravio y publicaciones sobre el tema; vid. Quevedo, pp. XVI-XVII y 33. Desde el siglo XIII abundan este tipo de testimonios sobre milagros eucarísticos, y son aún frecuentes en nuestra época; vid. Diccionario de Historia Eclesiástica de España, II, p. 881.

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qual es214 el verdadero cuerpo de Dios737v, por la qual maldad fue voluntad738v de Dios739v que rebentase luego740v el cavallo que tenía dentro en741v la iglesia742v; e después que todo esto uvo hecho, así743v como avéis oído dezir744v 215, fuese745v para el rey Almançor e díxole746v: —Señor747v, sabed que748v yo no querría que fuésemos más749v de aquí750v adelante; e si vos señor751v toviéredes752v por bien, querría753v que fuésemos por tierra de Portugal, que es tierra muy viciosa216. E el rey Almançor le754v dixo que755v hiziese lo que él756v quisiese. E757v entonce mandó el rey Almançor mover758v toda su compaña, e entró en todas las villas759v e en todos los castillos217, e por do760v él andava matavan quantos hallavan761v, que a762v ninguno dexavan763v; e después llegaron a Cohimbra764v 218 e destruyéronla toda765v e mataron toda la gente que aí766v hallaron, e hizieron 767v aí gran768v mortandad de gentes769v, la qual770v pasó de diez mil arriba771v 219. E después que la combatieron220 e la772v destruyeron, mandó el rey Almançor 214 215 216

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Eliminamos del original la repetición de la forma verbal “es”. oido dezir: otra marca de oralidad en el texto, que remite a las ya señaladas; vid. supra nota 13 y nota 122. viciosa: entiéndase ‘abundante’, que produce riqueza. En el Primaleón (1512): “Y partieron del puerto y fuéronse para la costa de la mar, aquella parte donde Primaleón y Gridonia ivan a caça, que era tierra muy viciosa”, vid. CORDE 2007. Parece seguir una ruta específica, aunque en el texto se refleje como un lugar común cuando se trata de una incursión, pues parte de Santiago hacia Coimbra a través de las villas y castillos que hay en el camino; Almanzor atacó Coimbra en 987 y Santiago en 997. Hay que tener en cuenta la lectura de V y B, que añade “lugares”, pues el “castillo no sólo define una fortaleza, sino el terreno a su alrededor; remitimos, de nuevo, a Bariani y Puente. Cohimbra: Coimbra, capital de la provincia portuguesa de Beira Litoral, ciudad también bañada por el río Mondego, como Montemor. Mantenemos la forma ‘Cohimbra’, que aparece en otros textos de la época, como en el Libro de los proverbios glosados de Sebastián de Horozco: “teniendo el dicho rey çercada la çibdad de Cohimbra que la tenían los moros”, vid. CORDE 2007; el resto de testimonios corrige ‘Coymbra’, ‘Coynbra’ escribe S6. Fue en junio del año 987 cuando Almanzor consiguió sitiar y asaltar la ciudad de Coimbra, destruyéndola completamente; vid. Molina, pp. 250-251; como vemos, la cronología de los ataques no es algo que interese demasiado a nuestro autor, situando la toma de Coimbra después de la destrucción de Santiago: conoce los lugares por los que anduvo Almanzor y hace una refundición de todas esas incursiones para ofrecernos un único ataque en el que el traidor Zulema tiene una participación decisiva; recuérdese la filiación que supone Menéndez Pidal de un “juglar leonés, viajero en Portugal”, Menéndez Pidal 1934, pp. 132-134. En 1064 la ciudad fue reconquistada definitivamente por Fernando I de Castilla. diez mil arriba: ‘más de diez mil’. Estamos de nuevo ante una hipérbole numérica, aunque posiblemente no tan exagerada como en otras ocasiones, ya que la ciudad de Coimbra quedó completamente diezmada tras el ataque de Almanzor en 987. La estructura,

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mover toda la773v gente e fueron por Mondego774v 221 arriba; e el rey775v mandó a toda su gente776v que descavalgasen777v allí en un778v campo779v e que780v pusiesen allí sus tiendas e holgasen781v. E don Çulema fuese allegando782v cerca del castillo con toda su compaña783v, allí cerca de donde fuera creado784v 222; e combatieron785v el castillo muy786v fuertemente e787v 223 sin ninguna piedad, e788v ciertamente se le dava789v muy poco224 por la criança que le avía hecho el abad don Juan. De lo qual el abad don Juan havía muy790v gran pesar por el mal que su criado don791v Çulema andava haziendo a los cristianos, e mandó luego792v hazer muchas793v carreras794v 225 en derredor795v del castillo a lugares796v ciertos e a do797v entendía que complían798v más, e mandó armar su gente, así799v cavalleros como800v peones; e801v hízolos poner802v en quadrillas803v, e en cada qua-

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con diferentes cifras, está ampliamente documentada, vid. del Inca Garcilaso de la Vega, los Comentarios reales de los Incas (1609): “Los generales, eran de diez mil arriba: llamábanles Hatun Apu, que es gran capitán”, vid. CORDE 2007. combatir: atacar. Es frecuente que el verbo ‘combatir’ funcione como transitivo; Corónica del Çid Ruy Díaz (1498): “E luego otro día la combatieron y duró el combate tres días”, vid. CORDE 2007. Mondego: en el original “Mondega”, que corregimos como hacen el resto de testimonios. El Mondego es el río que pasa por Coimbra y desagua en Figueira da Foz. La indicación del sentido que tomaron los hombres de Almanzor es errónea, ya que el pueblo de Montemor-o-Velho –también regado por el mismo río– queda en la dirección opuesta, hacia la desembocadura, y no hacia su nacimiento en la Serra da Estrela. creado: dice Corominas/Pascual, II, p. 235, que “la distinción actual entre criar y el cultismo crear es muy tardía. (…) En la Edad Media se halla a veces crear para ‘nutrir’ y ‘educar’, aunque predomina naturalmente la forma con i; la preferencia para la forma culta se hizo sentir primero en la acción ‘nombrar’, ‘poner en un cargo’”. Este sentido de ‘educar’, que es el que refleja el texto, lo vemos en la Probanza de limpieza de Diego Galeote (1597): “y vido que le crearon y alimentaron como a tal su hijo legítimo llamándole de hijo y él a ellos de padre y madre”, vid. CORDE 2007. El resto de testimonios escribe ‘criado’, y en el incunable es la única vez que aparece esta forma culta. fuertemente: combatir con fuerza, reciamente; volverá a aparecer la misma expresión en dos ocasiones más. se le dava muy poco: ‘le importaba muy poco’. Cuervo, II, p. 755, afirma que en el periodo de formación del castellano se utilizaba “non do un figo” o “no do nada”, agregándose después el pronombre reflexivo en calidad de dativo: “no me doy nada”, y con el verbo en pasiva “no se me da nada”. Es expresión ampliamente documentada: “Bien creo, Lamberto, las quexas de esos prisioneros que acá començaron allá no ternán fin, pero a mí no se me da nada, porque las querellas de los malos hazen iustas las iustiçias y sentençias de los buenos”, en el Libro áureo de Marco Aurelio (1528), de Fray Antonio de Guevara, vid. CORDE 2007. Al final del capítulo XII volverá a aparecer la expresión, en la forma “se me da nada” y en la voz del abad. carreras: entiéndase como paso que se abre o se practica, Alonso, I, pp. 635-636. El resto de los testimonios no han considerado correcto el empleo de este término en este contexto y lo han sustituido por ‘barreras’ y ‘trincheras’.

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drilla un hombre principal por capitán226, e a cada uno asignó804v su lugar, donde805v avía de ir806v a defender el castillo porque no entrasen sus807v enemigos. E quando esto ovo fecho el abad don Juan, començó a cono[r]tar227 y808v esforçar su gente, diziendo que809v no oviesen miedo, que los moros no eran nada e que no podían810v más que sendas811v ovejas. Y en812v este día vinieron los moros a combatir el castillo, e duró la pelea hasta que los partió813v 228 la noche; e sabréis que mataron muchos moros e non814v murieron sino muy815v pocos cristianos. E otro día por la mañana cavalgó don Çulema e otros816v dos cavalleros moros e allegaron817v cerca del castillo, e Çulema818v preguntó819v a los del castillo si estava aí820v el abad don Juan, e ellos dixeron821v que allí estava aquél822v, el qual lo823v criara e le hiziera mucho bien824v, aunque gelo825v agradesciera826v muy mal. E827v entonce don Çulema dixo que le dixiesen828v que se parase allí salva fe829v 229, porque830v quería hablar con él831v.

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cuadrilla: grupo de gente reunida y organizada en grupo para acometer algún fin. Esta organización en ‘cuadrillas’ y no en ‘compañías’ indica que se trataba de un ejército no profesionalizado, un grupo de hombres reunidos temporalmente y sin cargos ni mandos permanentes. García Fitz, p. 11-12, dice al respecto: “la parte más significativa de una hueste medieval se reunía ex profeso para una campaña y estaba integrada por individuos que no eran profesionales de las armas, sino que acudían al llamamiento en cumplimiento de sus obligaciones generales como súbditos o en acatamiento de sus deberes vasalláticos (…). Este ejército carecía de infraestructura administrativa, de financiación y de cuadros de mando estables, y se disolvía en cuanto se daban por terminadas las operaciones, a veces incluso antes”. Al no existir una cadena de mando estable y profesionalizada, la posición que el individuo ocupaba dentro de una hueste era la que ocupaba en la sociedad, siendo así que la distinción entre caballeros y peones no atendía tanto a criterios de organización militar como a un reflejo de la jerarquización social, y por eso mismo los capitanes son nombrados entre los “hombres principales”. conortar: consolar, animar; en el original, por errata, ‘conotar’. partió: entiéndase por ‘los separó la noche’. Con el mismo sentido lo vemos en el Palmerín de Olivia (1511): “E ansí turó de combatirse los unos con los otros fasta la noche, que la escuridad los partió”, vid. CORDE 2007. Los testimonios V y B presentan la variante ‘despartió’, que en el siglo XV era sinónimo de ‘partir’, para desarrollar más tarde la acepción de ‘poner paz entre los que riñen’. Los tres testimonios sevillanos –S6, S7 y S8– perciben el término como anticuado y lo sustituyen por “hasta que vino la noche”. En el capítulo XIII el autor del incunable empleará la forma “despartió” en una situación similar a esta; vid. infra nota 246. salva fe: expresión jurídica que define un juramento de seguridad. Encontramos más referencias a este juramento cuando no se ha respetado, actitud que implicaba delito; así, leemos en una Carta que Fernández de Córdoba envió a Alfonso de Aguilar, en el año de 1470: “et habiendome convidado, et salva fe quebrantando la dicha amistad, acompañado de muchos onbres armados”, vid. CORDE 2007. En el siglo XVI es una expresión muy inusual, que probablemente remite, en esta ocasión, a la fuente original.

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XII. De832v cómo el traidor833v don Çulema dezía al abad don Juan que834v se tornase moro Entonce los del castillo llamaron al abad don Juan835v, el qual se paró entre las almenas del castillo836v e dixo: —¿Eres tú García837v, al qual838v yo crié y fize tanta honra e839v tanto bien840v como Dios sabe? Y841v entonce respondió e dixo842v: —No so yo García, mas digo e otorgo843v 230 que so vuestro criado, e como criado vos quiero e vos honro844v; e sabréis que yo he concertado con el rey845v Almançor, que es el mejor846v rey y señor847v que en el mundo ay848v, que vos lleve a Córdova e vos faga señor de todos los almuédanos849v de toda su corte850v. Y el abad don Juan le dixo851v: —¡Ay852v traidor!, ¿no sabes cómo Dios [hijo]853v 231 descendió854v del cielo a la tierra e tomó855v muerte y pasión en la vera cruz856v 232 por nosotros salvar857v; e858v después desto859v quebrantó los infiernos, e sacó dende a860v Adán e a todos sus amigos que yazían dentro, e a861v todos los prophetas e patriarchas?233 E862v entonce dixo don Çulema al abad don Juan:

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digo y otorgo: fórmula jurídica que aparece en las ventas y cesiones de censos en documentos escritos. Los testimonios S6, S7 y S8 han eliminado “y otorgo”, posiblemente por considerar que no era una expresión adecuada en este contexto. En el incunable se encuentra tachada la palabra “padre” y sobrescrita leemos “hijo”. vera cruz: en los textos de la época se verifica un uso similar del término “vera cruz” o “árbol de la cruz” para referirse a la cruz en la que Cristo fue crucificado. El testimonio S6 recoge esta segunda expresión de “árbol de la cruz”, mientras que S7 y S8 prefieren “árbol de la vera cruz”, expresión recargada, de uso menos habitual en los textos. Toda la interrogación es una parte del Credo, la que se refiere a la pasión de Cristo, aunque con el episodio de la resurrección omitido. El abad volverá a hacer uso de esta oración en otras dos ocasiones, en las que sí va a recordar la resurrección, aunque la situará en un orden cronológico equivocado respecto al descenso a los infiernos (vid. infra notas 288 y 364). En la oración del Credo el verbo que se emplea para describir la entrada de Cristo en el infierno para salvar a los profetas, es ‘descender’, no ‘quebrantar’, término este último que aparece con cierta frecuencia en textos literarios anteriores al siglo XVI; el texto bíblico se normalizó en 1517; vid. Salazar. Por último, hay que señalar que la partícula ‘dende’, con el sentido de ‘desde’, ‘desde allí’ o ‘de allí’, empezaba a resultar anticuada en el siglo XVI, aunque aún vemos muy extendido su uso en textos legales, vid. CORDE 2007; en el texto aparece tres veces más, y es curioso observar cómo en la única ocasión en la que el texto presenta la opción ‘de allí’ (vid. variante 672v), los testimonios S6, S7 y S8 optan por el término más anticuado ‘dende’.

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—No sé yo863v qué es eso que vos dezís864v; mas digo vos que vengáis a tornar vos moro865v, e el rey866v hazeros ha867v mucha merced868v. E el abad don Juan le dixo869v: —Vete ya870v traidor, si no871v mandaré872v tirar saetas234; que deves saber que Dios Nuestro Señor está muy sañudo235 contra mí, porque tanto hablo contigo. Y873v entonces dixo don874v Çulema: —Ya875v don abad, ¿tan sañudo sois876v contra mí e no quieres877v creerme este878v consejo que vos digo879v? Pues que así queréis880v, sabed que oy881v en este día yo882v entraré en el vuestro883v castillo e quemaré todas las cosas que aí884v hallare885v, e mataré a886v todos los hombres e mandaré cortar887v las tetas a las mugeres, e mandarlas he quemar, e mandaré despernar888v las criaturas e dar889v con ellas a las paredes890v. E891v quando esto oviere892v hecho, mandar vos he matar893v e sacaros he894v los ojos y la lengua, e mandaros he despedaçar con tenazas895v ardiendo; e después que esto oviere fecho, mandaros he colgar de vuestras piernas de las almenas de vuestro castillo, e no vos mandaré dende896v quitar hasta que los bueitres897v coman vuestras carnes; e898v después mandaros he899v hazer polvos para que los900v lleve el viento236. E todo esto

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tirar saetas: punta de flecha sobre un asta que se dispara con arco, diferente al ‘dardo’ –especie de jabalina pequeña que se arrojaba con la mano–, con el que aparece muchas veces relacionado: “Los de arriba mucha piedra tiravan. Los de abaxo no hazían sino tirar saetas y dardos”, en el Baldo (1542), vid. CORDE 2007. Disparar saetas desde las almenas de un castillo constituía uno de los sistemas defensivos habituales, planteado en este caso como ofensivo, y podía realizarse con arco o con ballesta; en este último caso las flechas eran mayores y más pesadas, y aunque las ballestas eran lentas de cargar, resultaban muy precisas y con mayor fuerza destructora, ya que con ellas se podía traspasar fácilmente una armadura. sañudo: furioso, enojado. Este adjetivo regía tanto con el verbo ‘estar’ como con ‘ser’, como lo vemos dos líneas adelante cuando Zulema responde al abad. En un texto como El baladro del sabio Merlín con sus profecías (1498) encontramos ambas construcciones: “Así se quexava Acalón e estava tan sañudo, que no podía más”; “E fue el uno tan sañudo contra el otro, que començaron su guerra”, vid. CORDE 2007. Era frecuente en época medieval infligir todo tipo de martirios durante los asaltos a castillos y fortalezas. La tortura era habitual en toda Europa y alcanza un alto grado de desarrollo y sofisticación de la mano de la Inquisición. La aplicación de la justicia y de los tormentos en el islam, según expone Eslava, pp. 107-122, estaba basada en la ley religiosa, y en época califal no resultaba extraño que se aplicaran torturas sin previa consulta al soberano. En el texto, cuando Zulema llega al castillo del abad don Juan, hace una relación de los suplicios a los que pretende someter a todas las personas que lo habitan; esta descripción de las penas que van a padecer era ya en sí misma un tipo de tortura que la Inquisición denominó territio. Los martirios que expone Zulema/García aumentan su crueldad de forma progresiva, y se presentan a través de una gradación descendente de quienes van a sufrirlos; así, el padecimiento de los hombres es el menor, puesto que sólo

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vos901v quiero mandar hazer porque no me quisistes902v creer el consejo que primeramente hablé con vos, e veremos si vos valdrá vuestra fe agora en este lugar, e la903v creencia que con ella tenéis. Y el abad don Juan dixo904v: —Vete, traidor, de aquí; ca sabe905v que mucho me pesa por la tregua906v que te he dado. Y907v aunque tú te alabes908v 237 que entrarás en el castillo, e que quemarás909v e destruirás quanto910v fallares en él. Sabe que ni por911v miedo del rey Almançor ni por el tuyo912v se me da nada, porque yo fio238 en la merced de

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van a ser asesinados; las mujeres sufrirán amputaciones de sus pechos y posteriormente serán quemadas, y a los niños se les descoyuntarán las piernas y serán lanzados contra la pared. No hemos encontrado ningún suplicio que responda a este último acto contra los niños, sin embargo los tres anteriores poseen una larga tradición. Las hogueras poblarán todo el territorio europeo en época posterior a los hechos que aquí se narran, pues será ésta la pena que recibirán las mujeres acusadas de brujería o quienes cometan otros delitos religiosos; las amputaciones de pechos tenían en Santa Águeda –martirizada de este modo en el siglo III, en Sicilia– su modelo y su condena; debían realizarse con un aparato especial, o con esas tenazas ardientes que también son mencionadas en el texto, mientras que el descoyuntamiento de los huesos solía llevarse a cabo colocando al individuo sobre la famosa rueda, aunque existían múltiples formas para efectuarlo. El abad don Juan también será víctima de la crueldad de Zulema, aunque en su caso no le depara ningún suplicio en vida, sino que se le mutilará una vez asesinado. La extracción de los ojos era práctica habitual de los verdugos y torturadores, y más aún la de la lengua; en toda la Europa medieval este castigo se aplica a los blasfemos, y recordemos que bajo el punto de vista musulmán (el de Zulema) ésa es la condición del abad. Despedazar con tenazas ardiendo es otro de los suplicios más comunes que solía combinarse con otros para acrecentar el dolor. La exposición del cadáver al público es también costumbre antigua, si bien alcanzó un enorme auge en el Medievo durante el desarrollo de las picotas; en nuestro texto se lleva a cabo de manera diferente: colgando el cadáver de las almenas del castillo, atado por las piernas, situación que recuerda algunas exposiciones de la primitiva época cristiana. Esta exhibición pública de los despojos del torturado debía servir de escarmiento para quienes lo contemplaban. Finalmente los últimos restos del abad serán reducidos a cenizas y desaparecerán, práctica esta que en Castilla había sustituido al tradicional machacamiento de los restos. Los datos sobre la historia de estos y otros muchos tormentos, en Sueiro. te alabes: aquí con el sentido de ‘jactarse’, por lo que la construcción reflexiva es necesaria. fío: los testimonios S6, S7 y S8 optan por el término ‘confío’. Covarrubias Horozco, p. 594, ofrece los mismos significados para ambos vocablos: “tener opinión de que no le han de engañar”, dice en una de las acepciones de la voz ‘fiar’, y “tener esperanza o tener seguridad de la fe de alguno”, en ‘confiar’. El término ‘fiar’ es más antiguo y fue siendo sustituido poco a poco por ‘confiar, aunque aún podemos documentarlo en textos del XVII con el significado actual de ‘confiar’. Lo vemos ya en la General Estoria. Primera parte (c 1275) de Alfonso X: “sabiendo él el buen coraçón que él tenie contra ellos e de cómo los amava e la buena entención con que él andava en aquello, fiando en la

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Dios913v e del apóstol sant Matheo e del apóstol Santiago239, que lo914v hará mejor comigo que tú dizes, e que me vengará915v de ti, así como de916v malo traidor, desconocido917v a Dios e a918v mí, porque andas en figura de diablo240 e no de hombre. E919v vete, traidor; quítateme delante920v 241. E don921v Çulema bolvió las riendas al cavallo922v e fuese para el rey923v. XIII. De924v cómo hazía oración el abad don Juan925v a Nuestro Señor926v e de la respuesta que llevó el traidor927v don Çulema al rey Almançor928v e de cómo venció dos batallas e929v en la postrera cómo fuera tan vencedor930v Después que el traidor931v don Çulema se fue, el abad don Juan hincó los inojos en tierra e hizo oración; e rogó mucho932v a Dios e a Santa María, su madre, que lo933v oyese e oviese misericordia dél, e que934v le enbiase ayuda de

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merced de Dios que gelo mandara e por quien lo él fazié, fue e metiós en medio d’ellos”, vid. CORDE 2007. San Mateo y Santiago: no hemos encontrado ninguna fórmula que una los nombres de Dios, San Mateo y Santiago, aunque las variantes de los testimonios V, S6, S7 y S8, modificando el orden de los nombres y anteponiendo Santiago a Mateo, puedan indicar que existió esta expresión como frase hecha. Es también posible que cambien el orden porque consideren que es más importante Santiago que Mateo –en nuestra historia lo es, evidentemente– y así restituían el orden decreciente iniciado con la figura de ‘Dios’, y que además es el que se repite en todas las ocasiones en las que en este texto se produce la petición de ayuda a estos dos apóstoles. figura de diablo: la ‘figura’ es la forma y apariencia de cada uno, “por esta razón llamamos figuras los personajes que representan los comediantes, fingiendo la persona del rey, del pastor, de la dama y de la criada, del señor y del siervo, y los demás”, Covarrubias Horozco, p. 902. Todas las acusaciones de traidor, mentiroso, falso e instigador que se aplican al demonio son las que se reflejan también en la actitud de Zulema; por ello no es casual, ni siquiera es una frase hecha, esa comparación de su persona con el diablo. Vemos en un fragmento de la Tercera parte de la Historia de la orden de San Jerónimo (1605), de Fray José de Sigüenza, una identificación similar entre el demonio y la fama, precisamente por lo que tiene de engañosa y vil: “El vno de estos dos quadros tiene como por fundamento o sugeto principal lo primero, que es vn carro de heno cargado, y encima assentados los deleytes de la carne, la fama y la ostentación de su gloria y alteza, figurado en vnas mujeres desnudas, tañendo y cantando, y la fama en figura de demonio allí junto, con sus alas y trompeta, que publica su grandeza y sus regalos”, vid. CORDE 2007. Sobre las características físicas y psicológicas del demonio, y su evolución a lo largo de la historia, Russell y Flores Arroyuelo. delante: los testimonios V, B y S8 proponen “de delante”. Lapesa 1981, pp. 469-470, explica este fenómeno por “la excasa conciencia de la separación de palabras (que) permite el desarrollo de la aglutinación”; vid. Keniston, 41.32.

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los apóstoles Santiago e sant Matheo contra aquellos935v enemigos. E don Çulema dixo al rey936v: —Señor, sabed que el abad don Juan no quiere dar el castillo si no lo ganáis por fuerça242. Entonce937v el rey Almançor mandó pregonar por todos sus reales938v 243 que luego se armasen, so pena de la939v su merced244, e que940v fuesen luego245 a combatir el castillo. El qual fueron941v a combatir muy942v fuertemente; tanto, que el943v abad don Juan salió a darles944v batalla con su compaña, e duró la batalla945v hasta que los despartió246 la noche946v, así a los unos como a los otros. E ciertamente uvo muy gran mortandad en los moros947v, por lo qual luego se fueron los moros948v a su real, e los cristianos tornáronse949v a su castillo a holgar, ca bien950v lo havían menester, porque eran951v muy cansados. Y 242

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ganar por fuerça: Cuervo, III, pp. 523-537, documenta numerosas acepciones del verbo ‘ganar’, entre ellas la de “ocupar, conquistar, tomar tierras, reinos o ciudades”; ‘ganar por’ indica el medio: “La riqueza de dentro de muralla, / ganada por asalto y batería, / puede cualquier soldado saquealla”, en Sancho de Londoño, Discurso sobre la forma de reducir la disciplina militar a mejor y antiguo estado (1568), vid. CORDE 2007; la expresión “por fuerça” significa “violentamente, contra justicia y razón”, Autoridades, II, t. 1, p. 809: “de tal manera que si dentro deste plazo el rey ganase por fuerza de armas o por otra vía la ciudad de Cuenca y Molina”, Jerónimo Zurita, Anales de la Corona de Aragón. Primera parte (1562), vid. CORDE 2007. La expresión ‘por fuerça’, ya ha aparecido en el capítulo X (vid. supra nota 205). real: “el ejército, y particularmente el lugar donde está el rey y tiene su tienda”, Covarrubias Horozco, p. 1395; por extensión, el lugar donde acampa todo el ejército. Suele usarse en plural, ya que define a un colectivo de personas o un conjunto de tiendas. so pena de la su merced: expresión jurídica que Autoridades, II, t. 4, p. 549, define como “conminación que los reyes usan para amenazar con su indignación o castigo al que contraviniere a sus decretos o provisiones”. La forma habitual presente en ordenanzas y documentos judiciales utiliza un plural mayestático en primera persona: “so pena de la nuestra merced”, pero también está documentada la forma en singular, más frecuente en textos literarios, cuando es la tercera persona la que se utiliza, como en nuestra historia; lo vemos en Alonso de Santa Cruz, Crónica del Emperador Carlos V (c. 1550): “Y asimismo mandó Su Majestad que las respuestas de estas peticiones aquí dichas fuesen guardadas y cumplidas y ejecutadas, mandando á sus justicias las hiciesen guardar, cumplir y ejecutar en todo y por todo (…), so las penas en que caían é incurrían los que pasaban y quebrantaban cartas ó mandamientos de sus señores y Reyes naturales, y so pena de la su merced y de diez mil maravedíes para su Cámara”, vid. CORDE 2007. Eliminamos del incunable la repetición de la partícula “luego”. despartir: “Poner paz entre los que riñen o contienden, apartándolos, y dividiéndolos para que no se ofendan”, Autoridades, II, t. 1, p. 209; aquí tiene simplemente el sentido de ‘separar’, ‘apartar unos de otros’. Aparece con frecuencia en contextos similares: “Duró el conbate desde mediodía hasta la noche que los despartió”, en San Pedro, p. 147. En una situación similar, unas páginas antes, el autor opta por la variante ‘partir’: “los partió la noche” (vid. supra nota 228).

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otro día en la mañana començaron la pelea a952v do la avían dexado, en la qual pelea el abad don Juan era tan bien aguardado247 de953v los suyos que era grand maravilla954v. E quando entrava955v en la pelea, así hería con su espada a toda parte956v 248, que semejava el957v lobo entre las ovejas249; e doquier que él iva958v no se partía959v dél Ber[m]udo250 Martínez, su sobrino, el qual lo guardava muy bien960v. E el abad así parecía961v entre su compaña962v como una seña muy caudal251 e muy hermosa; e todos los cristianos lo aguardavan963v e ivan en pos dél, hasta que vino la noche que los despartió a los cristianos e a los moros, e vinieron a holgar a sus casas964v. E los cristianos que andavan por los montes corridos252 e perdidos huyendo de los moros de las otras tierras, veníanse para el castillo a965v ayudar al abad don Juan e a966v sus compañas. E un día entravan ciento e otro día967v dozientos, otro968v día entravan mil e otras veces así como 247

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aguardar: ‘tener cuidado de una persona o casa’, Alonso, pp. 179-180. Esta forma se empleó hasta el siglo XV, a veces en alternancia con ‘guardar’, aunque a partir de esa época será esta última la forma más empleada. Sólo el testimonio V mantiene este arcaísmo. Lo vemos, por ejemplo, en Pero Guillén de Segovia, La gaya ciencia (1475): “(…) y vieron al capitan esforçado e industrioso en la guerra y aguardado de tanta y tan noble conpaña de gente, espavoresçieron de miedo y pararonse frios y desmayaron”, vid. CORDE 2007. a toda parte: el resto de testimonios prefieren la forma en plural, “a todas partes”. En cualquier caso, implica una arremetida intensa, indiscriminada, con intención de hacer el mayor daño posible. Alfonso X, General Estoria. Quinta parte (a. 1284): “tanto eran alegres pues que veyen que la ventura les ayudaua tan bien & vençien que non catauan en los rromanos el rrio de la sangre que yua dellos njn los mjenbros que les tajauan njn los que cayen muertos synon ferir a toda parte & matar quantos alcançauan”, vid. CORDE 2007. el lobo entre las ovejas: hace alusión al daño que causa el lobo cuando entra en el redil para atacar a las ovejas. El lobo estaba asociado al mal, al diablo, por su fuerza destructiva y su enfrentamiento metafórico al Buen Pastor que cuida de su rebaño. En este caso la metáfora hay que entenderla sin la carga simbólica que el cristianismo aplicó al lobo y sólo como ejemplo del valor y ferocidad en la lucha, como vemos en similares contextos en otras obras, como en la Historia troyana (1376-1396) de Juan Fernández de Heredia: “Et asi como lobo fambriento entre los corderos, canino se mesclo entre los troyanos, & los fendia et los feria et los mataua en tal manera”, vid. CORDE 2007. Se puede añadir el artículo de Charro Gorgojo. En el original, por errata, “Bernudo”. seña caudal: ‘seña’ es el nombre genérico de cualquier bandera o enseña; las ‘señas caudales’ son los estandartes principales, según consta en las Partidas, II, XXIII, f. 86; vid. Montaner Frutos 2007, pp. 439-440, nota 477b. La función de la seña era la de indicar la posición, lanzar el ataque y posibilitar el reagrupamiento de la hueste, por lo que resulta una metáfora perfecta para significar el liderazgo del abad; vid. infra nota 327. corridos: ‘andar corrido’ lo define Covarrubias Horozco, p. 618, como “andar afrentado o trabajado de una parte a otra”; Alonso, I, p. 794, lo registra además con el sentido de ‘confundidos’, que es el que se adapta mejor a nuestro texto.

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se hallavan en los montes, e969v buscavan cabdillos970v 253 e buenos hombres que entrasen en el castillo con ellos; e ciertamente971v venían ricos hombres y buenos cavalleros de las972v otras tierras para entrar en el castillo, e otros973v enbiavan su gente e armas974v para defender el castillo; aunque, por cierto, ninguna cosa era esto975v para contra976v todo el mundo que yazía sobre ellos254, que sin dubda para un cristiano avía977v dozientos moros. Así que978v tres años estovieron cercados e afligidos979v todos los del castillo, ca bien lo dize980v la palabra antigua981v verdadera255: que todos aquellos que luengo982v tiempo están cercados e983v que no pueden tirar a984v sus enemigos de sí985v, que cada986v día les mengua987v el bien e les cresce el mal. E sabed256 que ellos así estavan, que de cada día se988v les acrescentava el mal e a sus enemigos les crecía989v el bien, así de gentes como de lo que avían menester. E los del castillo tan maña990v 257 tenían la cuita258 e la hambre991v, que los unos querían992v comer a los otros; e ciertamente valía entre [e]llos993v 259 una cabeça de un994v asno260 veinte y treinta995v reales. Así que un día el abad don Juan mandó llamar a996v todos los fijos dalgo e a sus criados997v e a todos sus 253

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caudillo: “el que como cabeza, guía y manda la gente de guerra”, Alonso, I, p. 654. Está documentado desde muy temprano: “Avié un abad sancto, servo del Criador, / don García por nombre, de bondad amador, / era del monesterio cabdiello e señor”, en Gonzalo de Berceo, Vida de Santo Domingo de Silos (c. 1236), vid. CORDE 2007. para contra: combinación de dos preposiciones que se empleó hasta el siglo XVII, la recoge Keniston, 41.42. “De cómo el Emperador apercibió gente para contra los dos Reyes y les embió a mandar otra vez que viniessen donde él estava”, Libro del cavallero Cifar (c. 1300), vid. CORDE 2007. En esta frase el término ‘yacer’, aparecido en otros contextos a lo largo de la obra, hay que entenderlo como ‘estar sobre’ en un sentido metafórico. palabra antigua: ‘sentencia, dicho’, hasta el siglo XIV. “Mas, señora, a mi, que soy tan vuestro amigo, guardatme de aquella palabra antigua que se que es muy verdadera e dize: ‘ama a quien non te ama, rresponde a quien non te llama, andaras carrera vana’”, en Historia troyana en prosa y verso (c. 1270), vid. CORDE 2007. sabed: de nuevo otra marca de oralidad, con la incursión del narrador ya tratado en nota 13. tan maña (o tamaña): ‘tan grande’, ‘tal’. La forma está documentada desde el siglo XIII, aunque siempre fue más frecuente el adjetivo compacto, ‘tamaño/a’. Leemos en el Primaleón (1512): “y si yo no vos llevo, la mi cuita será tan maña con vuestro desseo que no me ha de quedar fuerça ni poder”, vid. CORDE 2007. En nuestro texto aparece por vez primera ‘tamaña’ en el cap. VI, y aparecerá otras veces; sin embargo, sólo en esta ocasión presenta la variante ‘tan maña’. cuita: “Aflicción y trabajo, necesidad extrema con lamento y ansia”, Covarrubias Horozco, p. 651. Deshacemos la aglutinación que presenta el original, “entrellos”, reponiendo la vocal que falta. una cabeça de asno: Alonso, I, pp. 570-571, indica que ya desde el siglo XIII es habitual el empleo del término “cabeza” como metonimia de “res” o ganado de cualquier especie, pero creemos que en este contexto hay que entenderlo en su sentido más literal: sólo la cabeza

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amigos para que fuesen al cor[r]al261, que quería verlos998v comer; e ellos allegados999v en el cor[r]al262, levantóse el abad don Juan en pie1000v 263 e díxoles: —Amigos, ya veis en1001v cómo264 nos queremos comer los unos a los otros de hambre, e así mesmo ya1002v veis la cuita e1003v lazeria265 que pasamos por

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del animal costaba ese dinero. El empleo del asno como recurso alimenticio no era extraño pero vinculado siempre a épocas de escasez. Covarrubias Horozco, p. 232, hablando de esta cuestión se refiere expresamente a la cabeza del asno: “Dejo aparte que por necesidad haya venido a valer una cabeza de un asno ochenta monedas de plata”. Más difícil es precisar el valor real del asno. El real fue una moneda de plata creada por el monarca castellano Pedro I a mediados del siglo XIV, siendo su valor de tres maravedíes; vid. Vicens Vives, pp. 85-86; tras varios ajustes y reformas monetarias, en 1497 se estipuló su valor en 34 maravedíes; vid. Beltrán Villagrasa, pp. 747-748. Hay que tener en cuenta que entre los siglos XV y XVI los precios llegaron a cuadruplicarse, se sucedieron hambrunas, pestes, etc. que provocarían grandes oscilaciones en los precios. Se pueden establecer valores medios en diferentes años: hacia 1400 el precio de un asno estaría entre 6 y 8 maravedíes; en 1430, entre 8 y 10, alcanzando los 20 maravedíes en 1465; vid. Vicens Vives, pp. 280-284. No podemos precisar, por tanto, ni el valor de los reales para el autor del texto ni el valor relativo de esa cabeza de asno, aunque “veinte o treinta” reales no sería un precio excesivo para una situación de apuro si se tratara del animal vivo, pero sí si consideramos que se trata únicamente de la cabeza. corral: en el original “coral”. El término definía un lugar abierto o cerrado, vinculado a las casas de campo; en el siglo XV puede definir el patio de un castillo o un patio principal en otro edificio noble, Alonso, I, p. 791. En el Amadís de Gaula de Garci Rodríguez de Montalvo siempre que aparece el término define un patio abierto: “Assí salieron todos al corral, donde veyendo el sol y el cielo se fincaron de rodillas las manos altas, dando muchas gracias a Dios”, vid. CORDE 2007. En nuestro texto parece definir un espacio amplio, céntrico, pero cubierto. En el original “coral”. levantarse en pie: ‘ponerse de pie’. La expresión ya se había empleado antes, en el capítulo V, cuando García se pone en pie después de comer para agradecer al abad los favores que le había hecho. Aquí la situación es similar si interpretamos que el abad está sentado esperando a los hidalgos o se encuentran todos en actitud de comer (es decir, también sentados), aunque el contexto es confuso. Podría significar, si ya estuviese de pie, que se subió a un estrado para hablar a su gente, pero nos inclinamos por la primera opción. En cualquier caso, es una forma de señalar un momento dramático o emotivo, magnificando el gesto de ponerse en pie cuando se va a dirigir a sus hombres. en como: con frecuencia ‘cómo’ pierde su valor de adverbio interrogativo, adquiriendo prácticamente el sentido de la conjunción ‘que’, especialmente tras verbos de lengua o percepción; en algunas ocasiones se halla precedido por una preposición; vid. Keniston, 42.541 y Keniston, 41.272. Carta del rey don Alfonso a Sevilla (1326): “Sepades que el conçejo de la muy noble çibdad de Seuilla me enbiaron mostrar en como el rey don Fernando, mío padre, que Dios perdone, les ouo dado su carta”, vid. CORDE 2007. Los testimonios B, S6, S7, S8 omiten la preposición ‘en’. laceria: ‘miseria, pobreza’; Covarrubias Horozco, p. 1157, añade: “Bien es verdad que en lenguaje antiguo de Castilla laceria vale trabajo, cual es el que se padece en la guerra en diversas maneras”.

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nuestros pecados que havemos hecho, e por un traidor1004v que criamos en fuerte hora; e1005v pues veis vosotros que es así1006v quería1007v, si por bien toviésedes1008v, que hiziésemos una cosa: que pues que1009v nosotros somos aquí, entre monjes e legos266, nuevecientos de cavallo1010v, que1011v hagamos de nosotros1012v tres batallas1013v 267, e con1014v las dos saldremos a pelear contra1015v los moros, e la otra tercera1016v començará1017v de pelear e de1018v robar toda la vianda que pudieren1019v de los moros, e tráiganla para el castillo; que tamaña será la priesa268 de1020v las dos batallas1021v que1022v daremos a los moros, que hará1023v que la tercera batalla1024v pueda1025v traer la1026v vianda para el castillo, e luego váyanle a ayudar1027v, que menester le1028v será. E de los cristianos que allí1029v murieren no ayamos cuita, porque los que quedaren ayan algund mantenimiento con que se sostengan; e ciertamente esto tengo pensado, porque nos valdrá más1030v que no estar aquí encerrados, así como estamos, muriendo de hambre; e1031v porque en otra manera no nos podemos1032v valer ni ayudar1033v los unos a los otros. E ellos todos dezían1034v que sería1035v muy bien e1036v que lo ordenase lo mejor que pudiese ser1037v, porque1038v fuese luego1039v fecho e complido; e1040v pusiéronlo luego por obra. E otro día por la mañana el abad don Juan e los seiscientos1041v cavalleros salieron del castillo, e entraron en una batalla con los moros, e no hazían otra cosa sino herir en los moros muy fuertemente1042v, sin ninguna1043v piedad. E la otra batalla tercera1044v tomó quanta vianda pudo tomar1045v de los moros, e trúxola al castillo, e fuese luego a las otras dos batallas1046v para ayudarles1047v, que estavan en grand priesa peleando con los moros; y el abad don Juan tomó muy1048v grand plazer1049v con los cristianos que le fueron en ayuda1050v. Así que el abad don Juan, andando por1051v las batallas, afincado1052v 269 en la pelea1053v, paró mientes adonde1054v estava la tien266

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monjes e legos: remitimos a las notas 18 y 19, donde se habla del tipo de fortaleza que gobernaba el abad, constituida por población civil y por monjes, tal vez vinculados a alguna orden guerrera. tres batallas: tiene el sentido genérico de ‘escuadrón’, sin que designe un número preciso de hombres; antes ha aparecido (y volverá a hacerlo) con la acepción habitual de ‘combate’. El término puede encontrarse con la acepción de ‘escuadrón’ al menos hasta el último tercio del siglo XVI (vid. la cita en la nota 196). La acepción debía de resultar arcaizante en el siglo XVI, y sólo la encontramos en diccionarios extranjeros de la época, tal vez menos atentos a los cambios de la lengua cotidiana; vid. Gili Gaya 1960. El testimonio S8 prefiere la variante “escuadra”. priesa: está documentada la forma desde el siglo XI y aun la recoge así Covarrubias Horozco, p. 1376, en el XVII. En este contexto hace referencia a la rapidez con la que se producirá el ataque, para encontrar desprevenidos a los moros y posibilitar la incursión de la tercera compañía. afincado: Covarrubias Horozco, p. 50, define ‘afincar’ como “estar fijo y constante en una cosa, y porfiar y perseverar en ella”. El narrador nos indica la tenacidad y empeño con los que el abad participaba en la batalla.

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da270 del rey Almançor, e sabiéndola1055v, fuese para allá muy bien aguardado1056v de los suyos; e llegando a la tienda1057v vido al rey Almançor1058v e al traidor don Çulema1059v jugando al axedrez271, e echóles la su lança1060v que tenía en la mano, con muy grandísimo1061v coraçón272, en tanto1062v que273 la metió por la tienda e passó la tienda1063v e hincó1064v en el tablero, en manera que desbarató todo1065v el juego; de lo qual ovieron muy1066v gran miedo el rey e don Çulema1067v. XIV. De cómo fueron los moros1068v empós del abad don Juan, e el abad con su compaña1069v tornaron a ellos e mataron muchos1070v El1071v rey Almançor e don Çulema, quando1072v esto vieron, fueron muy espantados, e don Çulema tomó la lança en la mano e conocióla, e dixo1073v: —Señor, yo conozco esta lança muy bien, que es de aquel cuerpo1074v 274 traidor del abad don Juan; mas agora veréis cómo es mezquino275 e viene a demandar su muerte1075v 276. 270

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tienda: la tienda era un elemento esencial del equipo del caballero medieval en situación de guerra. Solía ser de gran tamaño, de base circular y armada sobre un grueso mástil; de la parte superior de este mástil partían unas cuerdas o vientos atados a estacas clavadas en el suelo. La lona que formaba las tiendas más modestas podía ser de cuero, lana o lino, pero la de los grandes personajes era de tapicería, de seda, brocado, y otras ricas telas; vid. Montaner Frutos 2007, versos y notas 656, 1141-1142 y 1783, así como el dibujo de una tienda de la época en esta misma obra, lámina IV. Esta tienda principal se destacaba entre el resto dentro del campamento por su mayor ornamento y por su situación central, más protegida de posibles ataques imprevistos; la expresión ‘parar mientes’ aplicada a la localización de la tienda sugiere que ésta debía de ocupar un lugar concreto y siempre el mismo dentro del campamento. En el Mio Cid el rey de Marruecos tiene una tienda con dos mástiles, lo que permite una mayor amplitud: “La tienda del rey de Marruecos, que de las otras es cabo, / dos tendales la sufren, con oro son labrados”, Montaner Frutos 2007, vv. 1785-1786. jugando al axedrez: la inclusión de que los protagonistas estuvieran jugando al ajedrez remite a la asociación oriental del origen del juego en el contexto medieval, incluso con la posible connotación de tratarse de un deporte de carácter militar y estratégico, que el abad desbarata con su lanzada. con corazón: entiéndase ‘con gran valor y esfuerzo’. Corominas/Pascual, II, pp. 189192, habla de un concepto medieval de corazón como sede de la valentía, y Alonso, I, p. 786, testimonia la existencia del término en los siglos XII y XIII con la acepción de ‘ánimo, valor, esfuerzo’. en tanto que: locución adverbial que significa ‘mientras’. En esta frase está mal empleada, ya que el sentido es ponderativo: “echóles la lanza, tanto (hasta tal punto) que la metió por la tienda”. Así lo han entendido el resto de testimonios, que omiten ‘tanto’ o la frase completa.

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E1076v entonce el rey Almançor e don Çulema mandaron armar a1077v todas sus gentes, e dieron en pos del abad1078v e de1079v su gente, e el abad e toda su compaña tornaron a1080v ellos; y el abad1081v estava muy bien armado e andava muy bien aguardado1082v de los suyos, e de1083v Bermudo Martínez su sobrino1084v; e todos paravan mientes en el abad don Juan, así1085v como en el ángel de Dios1086v 277. E duró aí1087v la batalla hasta la noche, que los partió de en uno1088v 278. Entonce el abad don Juan1089v fuese muy cuidado1090v 279 con toda su gente1091v para el castillo, e dezía a Dios que1092v por qué le alongava1093v la muerte, por el gran pesar que avía1094v de unos pocos de cristianos que murieron en aquella pelea1095v que avía avido1096v; pero mucho se conortava, porque por cada un1097v cristiano murieron más de cient moros1098v. E1099v entonce el abad don Juan mandó poner delante la vianda que havían1100v tomado de los moros, e partióla1101v por todos los del castillo muy1102v complidamente, de manera que todos fueron contentos1103v; e quando esto1104v vieron los moros, tuviéronlo por muy grand milagro280. E otro día en1105v la mañana començaron 274

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cuerpo traidor: los testimonios V y B ofrecen la variante “puerco traidor”, debido tal vez a un intercambio fonético de vocales propiciado por el sentido peyorativo que implica el término “puerco”, animal que por su suciedad y engorde solía asociarse al pecado y el vicio. Los testimonios S6, S7 y S8 eliminan “cuerpo”, ya que la expresión “cuerpo traidor” no es habitual. Creemos que el sentido más adecuado al texto exige la forma “puerco”, normal en las comparaciones vejatorias e insultos. De cualquier forma, este calificativo de “traidor” al abad, procediendo de Zulema, es claramente sarcástico. mezquino: aquí con el sentido, poco habitual, de ‘estúpido’; además de emplearse en un contexto sarcástico, parece que los papeles del abad y de Zulema están cambiados, ya que aquí se trata de traidor al abad. demandar su muerte: ‘pedir’, ‘exigir’. el ángel de Dios: la frase está formulada de forma incorrecta, ya que parece que la intención es comparar o identificar al abad don Juan con un enviado de Dios –un “ángel de Dios”– que será quien los ayude a conseguir la victoria. El resto de testimonios perciben la incorrección y la solucionan de diferentes maneras: omitiendo la segunda parte de la frase, dejando explícita la comparación (“como si fuera ángel del cielo”, dicen S7 y S8) o cambiando los términos de la comparación. de en uno: la construcción está documentada en textos de la época, como leemos en el Amadís, I, p. 469: “…que tal pleito es entre ellos de se no partir de en uno, antes de ser consuno en la batalla”; sin embargo, ni Cejador y Frauca ni Corominas/Pascual recogen esta construcción. Keniston, 41.42 indica que en español concurren dos o más preposiciones introduciendo a un sustantivo, pero tampoco se refiere a esta construcción concreta. La expresión alude a la separación de los ejércitos al llegar la noche, siendo “en uno” la expresión de la masa única que formaban ambos grupos y que al final del día se divide, se “parte”. fuese muy cuidado: creemos que es una errata por ‘cuitado’, como corrigen el resto de los testimonios. La alegoría de la multiplicación de los panes y los peces es clara. Los moros consideran milagroso que, con las viandas que les han hurtado, y sabiendo lo hambrientos que estaban

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la batalla do la avían dexado, e el abad don Juan metióse1106v con los suyos entre los moros, e siempre mirava cómo él fuese el adelantero1107v 281; e su espada282 era tan buena que al que con ella dava nunca jamás1108v bivía; e duró esta pelea hasta la noche, que era puesto el sol1109v, e quando se tornaron para el castillo, hallaron tantos de1110v moros muertos que ellos lo ovieron a grand maravilla1111v; mas tanta era la gente e atan283 mala que jamás menguava1112v, ca parescía que todo el mundo venía lleno dellos. E sabed que todos los del castill[o]284 duraron1113v en esta cuita tanto que ya no osavan salir del castillo, por las tiendas de los moros que llegavan al1114v castillo. En esto estando1115v, vino la fiesta de sant Juan Baptista285, que cae1116v en el mes de junio, e el abad don Juan acordóse1117v cómo él1118v tuviera otra tal fiesta como aquella, más honradamente e más a su plazer e a1119v su solaz otras vezes, que no aquélla1120v; e avía muy1121v gran cuita por ello1122v en su coraçón; e mandó llamar a sus cavalleros y escuderos1123v, e a todos los del castillo, para otro día en1124v la mañana a la iglesia, para1125v oír missa. Y el abad don Juan armóse de las armas de Dios1126v 286, e començó a dezir missa muy bien canta-

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–no debemos olvidar que el castillo del abad ha sido sometido a asedio durante tres años– el abad haya podido repartir y saciar el hambre a todos sus hombres, por lo que lo consideran casi milagroso. Menos evidente es la posible alegoría eucarística, pues el texto parece resaltar la cantidad de comida repartida con ese “muy complidamente”, y no la calidad. adelantero: no hemos encontrado el término; sí aparece ‘delantero’, que es la forma que prefieren los testimonios V, S6, B. Se usa en el Amadís de Gaula: “Entonces, ordenada su gente, acometieron la sierra, siendo don Galaor el delantero, y Norandel su compañero que le seguía”, vid. CORDE 2007. Los testimonios S7 y S8 proponen “el declarado”, cambiando el sentido de la frase y haciéndola confusa. espada: se resalta en varias ocasiones el empleo que el abad hace de su espada, dándole a esta arma un valor casi sobrenatural. En la épica románica y en la literatura heroica árabe era habitual, incluso, dar nombre a las espadas, hecho que refleja una costumbre real extendida en la Edad Media. Aunque falta de nombre, la relevancia de la espada del abad, su fuerza infalible, la iguala –y con ella al propio abad– a las que blandieron otros héroes mitológicos; vid. Montaner Frutos 2007, pp. 488-491, nota 1010. atan: esta forma se empleó entre los siglos XII y XV, incluso llegó al XVI, pero ya como término muy arcaico, Alonso, I, p. 431. En el texto aparece dos veces esta forma, siendo más habitual ‘tan’. En el original, por errata, “castilla”. fiesta de sant Juan Baptista: fiesta cristianizada de origen pagano que se celebra el 24 de junio; vid. Cattabiani, pp. 232-234. armas de Dios: las armas de Dios son la palabra, el pan y el vino, la cruz, las virtudes cristianas. Las metáforas guerreras en la Biblia son numerosas; casi la misma expresión encontramos en la “Carta de Pablo a los Efesios”, 6, 10-20 (Biblia, pp. 1477-1478): “(…) vestíos de toda la armadura de Dios para que podáis resistir a las insidias del diablo, (…). Tomad, pues, la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo y, vencido todo, os mantengáis firmes. Estad, pues, alerta, ceñidos vuestros lomos con la

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da1127v 287 e con gran alegría, lo mejor1128v que él podía1129v tomar en su coraçón. E quando el abad1130v uvo dicho el evangelio, començó a predicar, e a1131v contar los1132v milagros de Nuestro Señor Ihesu Cristo1133v, e de1134v cómo vino a tomar la1135v muerte en la vera cruz por los pecadores salvar1136v, e de1137v cómo resuscitó al tercero día, e1138v de cómo fue a quebrantar1139v los infiernos e sacó dellos a1140v todos sus amigos que estavan en el1141v poder del diablo288; e así mesmo les1142v dixo que las cuitas e afanes que pasavan eran coronas1143v para ellos en el cielo. E1144v entonces començaron todos a llorar muy1145v de coraçón e dixeron: —Señor abad don Juan, nos1146v no tenemos otro señor sino a Dios1147v e a vos; e no haremos1148v otra cosa sino lo que vos toviéredes por bien1149v, por1150v lo qual estamos a todo lo que vos mandárdes1151v. Y1152v entonce el abad don Juan mandóles que fincasen los inojos en tie1153v rra , e que se arrepentiesen1154v, cada uno de sus pecados, e1155v rogasen a Dios e a1156v Santa María que les quisiese librar de aquella cuita en que estavan; e les quisiesen1157v enbiar en ayuda1158v a los apóstoles Santiago e1159v sant Matheo, porque fuesen ayudadores suyos contra aquellos enemigos de la fe1160v que los1161v tenían cercados.

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verdad, revestida la coraza de la justicia y calzados los pies, prontos para anunciar el evangelio de la paz. Embrazad en todo momento el escudo de la fe (…). Tomad el yelmo de la salvación y la espada del espíritu, que es la palabra de Dios, con toda suerte de oraciones y plegarias (…)”. misa muy bien cantada: las misas cantadas, diferentes de las rezadas, se celebraban por algún motivo especial o eran encomendadas de igual forma como demostración de mayor piedad. Los tres testimonios sevillanos, S6, S7 y S8 dicen “devotamente cantada”, para expresar con claridad que la excelencia de la misa se debía a la devoción con la que fue celebrada y no a la calidad del canto. No sabemos qué sermón podría ser aquel de los milagros, que no era el que correspondía al del día de San Juan. De cualquier modo, en vez de predicar, el abad hace un relato resumido del Credo, anteponiendo la resurrección a su descenso a los infiernos para recuperar las almas de los profetas e inocentes. La resurrección precediendo a la bajada a los infiernos aparece también en el Cantar de Mio Cid o en el Poema de Fernán González; vid. Menéndez Pidal 1934, pp. 121-122, y Rosende, que trata con detalle las posibles fuentes de este tema en el Mio Cid (sin olvidar nuestra obra en su repaso a la tradición literaria del asunto).

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XV. De1162v cómo el abad don Juan les dava muy1163v buen consejo, e de la cuita e del1164v mal que tenían Entonce díxoles1165v el abad don Juan1166v: —Amigos, bi[e]n289 veis1167v la lazeria e el mal e la cuita1168v en que estamos, 1169v e que estos moros están ya tan llegados1170v al castillo que1171v no atende1172v mos ya sino quándo nos entrarán en el castillo; de manera que si nosotros queremos fuir, no nos darán vagar1173v 290, que ante[s]291 no nos maten1174v o toman bivos1175v, e que queramos1176v meternos so1177v la tierra, ella1178v no nos querrá acoger; otrosí el cielo es alto e no podemos allá sobir1179v 292. E si a ellos quisiéremos salir1180v, a manos nos tomarán1181v, e después entrarán en el castillo e tomarnos han nuestras1182v mugeres e nuestros1183v fijos e cativarlos1184v han, e fazerles han muchos males e muchas desonras, quantas yo sé que hizieren otros tiempos a muchos1185v, e después tornarlos han moros e vasallos de1186v Mahomat, e levarles han los diablos1187v las ánimas1188v 293, e tomarán el1189v aver del castillo que ellos1190v fallaren e levarlo1191v han todo. E todo este mal1192v e mucho más que non se puede contar les harán aquellos traidores como veis. Y el abad don Juan les dixo1193v: —Amigos, avemos menester1194v de tomar1195v consejo de Dios e de los hombres entendidos.

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Se corrige del original “bian”. vagar: Alonso, II, p. 1613, documenta en el siglo XIV vagar con el significado de ‘ocasión, oportunidad’. Los testimonios sevillanos prefieren el término ‘lugar’, cuyo significado –uno de ellos– en los siglos XIV y XV fue sinónimo del de ‘vagar’. Martín Pérez, Libro de las confesiones (a. 1500): “e si alguno fuere que con devoçion & por la puerta de Jhesu Cristo quisiere entrar en la iglesia, los otros o faran del escarnio & non le daran vagar”, vid. CORDE 2007. antes: en el original ‘ante’. tierra y cielo: interpretación simbólica del cielo y la tierra. El abad y sus soldados son conscientes de la imposibilidad de subir al cielo, ya que es el lugar de los bienaventurados, de los justos, y ellos aún no han dado cuentas a Dios; la otra posibilidad es que la tierra se les abra, pero ese milagro tampoco se va a producir, ya que la tierra sólo acoge a los muertos y a los condenados. llevarse los diablos las ánimas: cuando el cristiano muere en paz con Dios, el alma es recogida por los ángeles para llevarla al paraíso; los demonios tratan de engañar al creyente para apropiarse de su alma y conducirla al infierno. Renunciar a la fe católica y convertirse al islam era un pecado mortal con el que el alma se condenaría eternamente. En el Arte de bien morir la primera tentación que sufre el moribundo es contra la fe, base de todas las demás creencias, y la manera de vencerla es repitiendo la oración del Credo, cuyos capítulos han sido recordados por el abad don Juan en el sermón de su misa, en el capítulo anterior; vid. Arte de bien morir, pp. 87-92.

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Y ellos1196v todos dixeron1197v: —Señor, nos1198v no avemos menester otro consejo sino a Dios e a vos; e bien así como nos1199v mandáredes, haremos1200v, aunque sepamos morir. Y entonce el abad don Juan di[x]o1201v 294: —Amigos, ya veis la cuita e el mal1202v que esperamos, ca bien veis que aquí no ay hombre que entendimiento tenga1203v que no lo vea; por ende digo vos1204v que yo he pensado una cosa, como1205v quier que sea peligroso1206v de los cuerpos, será muy gran provecho de1207v las ánimas, e será muy grand servicio de Dios e salvación de nuestras ánimas1208v: lo qual es que matemos1209v los hombres viejos e1210v las mugeres e los1211v niños, e1212v todos aquellos que no fueren para1213v pelear ni para hecho de armas295, e después quemaremos las1214v cosas del castillo e todo el oro e la1215v plata e las alfajas que en él son; e después que esto oviéremos hecho, salgamos todos1216v a los moros, nuestros enemigos, e matemos nos con ellos; e Nuestro Señor Dios avrá merced de nos, y estos1217v nuestros parientes que agora mataremos irán1218v a tomar posadas1219v para sí e para nos al1220v santo paraíso, e así no avremos cuita de lo que aquí quedare1221v. Y esto es lo que he pensado1222v, si a vosotros agrade1223v, que será mejor que no que1224v los moros lleven vuestras mugeres e vuestros1225v hijos e nuestros1226v parientes, para que les hagan tantas desonras e tantos males, quales1227v nunca fueron hechos1228v a hombres en este mundo que1229v fuesen nacidos. Y1230v entonce todos ellos dixeron llorando de sus ojos1231v: —Abad don Juan, señor1232v, pues vos sois plazentero1233v 296 e queréis que así sea, plazenos de coraçón, e non saldremos de vuestro mandado. Y1234v entonce el abad don Juan mandóles1235v que después de la missa dicha, que1236v todos fuesen ayuntados en el cor[r]al297 grande, que era un lugar donde se ayuntavan1237v a hazer su1238v consejo, e mandólos1239v todos ayuntar1240v; e1241v quando el abad don Juan ovo dicha la missa, fuese1242v para doña 294 295

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En el original “dicho”. Hay numerosos ejemplos, históricos y literarios, que refieren el sacrificio voluntario de toda una población para evitar caer en manos de enemigos. La resistencia de la fortaleza de Masada, en el siglo I, es uno de estos casos, relatado por el historiador Flavio Josefo en De Bello Judaico. En España fue ampliamente difundida (y magnificada) la historia de Numancia, pequeña población que en el siglo II a. C. prefirió darse muerte a entregarse y sufrir la tortura o el cautiverio. Ya se ha comentado extensamente en la “Introducción” las numerosas referencias literarias posteriores en la literatura española (Marieta, Pereda, Lope, etc.) y portuguesa (Melo, Pina, etc.). placentero: usado aquí como sustantivo con el sentido de ‘vos lo queréis, a vos os place’; Covarrubias Horozco, p. 1365, lo considera un sustantivo al definirlo como “el regocijado”. Los testimonios S6, S7 y S8 lo sustituyen por ‘contento’. En el original “coral”.

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Urraca 1243v, su hermana298; e doña Urraca 1244v, quando lo vió1245v, levantóse en pie1246v a él e díxole: —¡Hermano, señor1247v, bien seáis venido y en buen día vos1248v vengáis!, que mucho me plaze con vos e con vuestra venida, que otro bien en todo el mundo no tengo sino1249v a vos. E1250v el abad don Juan le1251v dixo: —Hermana, señora1252v doña Urraca1253v, plaze me de todo esto que vos1254v dezís, mas esto durará poco. E1255v doña Urraca le1256v dixo: —Señor hermano, ¿por qué?299 Y1257v el abad don Juan le1258v dixo: —Porque sabed que havéis de morir. E ella le dixo1259v: —¿Por qué mi1260v buen señor? E1261v el abad don Juan1262v le dixo: —Porque todos havemos concertado, oy en este día, que matemos los1263v hombres viejos e las1264v mugeres e los1265v niños e todos los1266v que no fueren para tomar armas. Y ella dixo1267v: —Hermano señor1268v, ¿mis fijos morirán? Y1269v él dixo que sí. E mandóle que tomase sus hijos1270v, e que se fuese para el cor[r]al300 grande; y1271v entonce apartóse1272v el abad don Juan de su hermana doña Urraca1273v, mucho llorando1274v de sus1275v ojos, mas sabed que no podía al hazer1276v. E doña Urraca asentóse1277v, dando tan grandes1278v gritos e tan grandes bozes, que semejava1279v que el cielo quería horadar1280v; e hazía un duelo atan grande que era maravilla, ca no havía muger en todo el mundo que la1281v oyese que no le quebrase el coraçón e no llorase e no1282v tomase gran cuita e gran pesar. E1283v entonce doña Urraca1284v tomó cinco hijos que tenía, e púsolos en el cor[r]al301 uno cerca de1285v otro, e mirávalos

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Urraca: nombre de origen incierto, posiblemente prerromano, frecuente desde el siglo X hasta el XVI; Albaigés Olivart, p. 293, lo supone de fuente alemana. Se trata de un nombre muy usual en Castilla y León, documentado entre todas las clases sociales. El testimonio S7 lee “Vrracla”, en todos los casos excepto en uno, que además está en una página diferente, por lo que tal vez se pueda atribuir a un componedor diferente. La variante Urracla sólo la hemos documentado en el Libro del conde Partinuplés (c. 1500), vid. CORDE 2007. En el original “porqne”, error tipográfico producido por colocar en el cajetín erróneo el tipo metálico con la letra “n”; vid. casos similares en nota 303 y nota 311. En el original “coral”. En el original “coral”.

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cómo eran niños e pequeños e hermosos1286v e apuestos e1287v sin entendimiento302; y dezía qué esperança tenía en Dios y en ellos que serían buenos1288v, porque eran hijos de un esc[u]dero1289v 303 mucho honrado1290v e de muy buena sangre, e1291v de una muy noble doña1292v; e1293v que esperava en Dios y en su hermano que oviera1294v mucha honra por ellos, e1295v abraçávalos mucho1296v amenudo e mirávalos e besávalos con gran pesar1297v e amargura que tenía, e caíase en tierra amortecida1298v; e quando se acordava1299v, dava tan1300v grandes gritos que era maravilla, con el gran1301v duelo1302v que ella fazía1303v, e dezía1304v: —Agora vos1305v hazed de mí e dellos1306v lo que quisiérdes e toviéredes por bien1307v. E quando esto oyó el abad don Juan, hinchiéronsele los ojos de agua304, 1308v e estovo una gran1309v pieça que no pudo hablar1310v llorando de sus1311v ojos, hasta que mala vez305 le1312v pudo hablar1313v, diziendo: —Hermana, señora1314v doña Urraca1315v, venid vos e vuestros hijos, e tomad1316v la muerte306 por aquel que la tomó por los1317v pecadores salvar1318v. E todos los hombres y1319v mugeres que aí estavan, llorando1320v de sus1321v ojos, avían1322v muy1323v gran duelo de1324v doña Urraca1325v y de sus hijos; e1326v entonce el abad don Juan tomó la1327v espada en la mano e fuese para la1328v hermana1329v e para sus sobrinos; e dixo1330v doña Urraca1331v: —¡Ay hermano señor!1332v, por Dios vos ruego que matais1333v 307 a mí primero que no1334v a mis hijos, porque yo no vea tan gran1335v manzilla ni1336v tan grande1337v pesar, ni vea1338v la muerte de mis hijos1339v. 302

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entendimiento: no hay que interpretarlo como ‘inteligencia’, sino como uno de los dones del Espíritu Santo –el “don del entendimiento”– que se fortalecen en el ser humano a través del sacramento de la confirmación. Los niños, por tanto, aún no habían recibido la confirmación y sus edades estarían entre los pocos meses y los 12 o 13 años. En el original “escndero”; vid. nota 299 y nota 311. hincharse los ojos de agua: metáfora frecuente para expresar la irrefrenable manifestación del dolor en forma de llanto. “No me la nombres, hijo, por Dios, que se me hinchen los ojos de agua”, dice Celestina en el acto séptimo de la Tragicomedia de Calisto y Melibea, Rojas, p. 168. mala vez: ‘apenas, a duras penas’. Aparece en ocasiones con la grafía ‘mala ves’, o incluso ‘malaves’. Fray Hernando de Talavera, en la Católica impugnación del herético libelo maldito y descomulgado (1487): “Al cual mala vez pudo mirar el santo profeta Ezequiel”, vid. CORDE 2007. tomar la muerte: expresión que ya había aparecido en el cap. XII, referida a la muerte de Cristo. Es la única vez que aparece en el texto en relación a la muerte de una persona, aunque en el contexto casi se la identifica con la muerte de Jesucristo. De alguna manera indica que se trata de un sacrificio voluntario. matais: el uso incorrecto del presente de indicativo en lugar del presente de subjuntivo puede deberse al deseo expreso de doña Urraca en el sentido de morir antes que sus

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En1340v esto tomó doña Urraca1341v un velo e púsoselo ante los1342v ojos308, e hincó los inojos ante el1343v abad don Juan su hermano1344v. E alçó el abad la espada1345v e cortó1346v la cabeça a d[o]ña309 Urraca1347v su hermana; e tomó a sus sobrinos cinco1348v e degollólos e echólos sobre la madre encima de los pechos1349v. E todos los otros1350v hombres, quando [e]sto1351v 310 vieron, que el abad don Juan esto fazía a1352v doña Urraca su hermana e a1353v sus sobri[n]os311, hizieron ellos así a1354v cada uno de sus1355v parientes. E sabed que acaesció uno degollar a su padre e a su madre1356v e a su muger e a1357v sus hijos, e cada uno a sus parientes, hasta que no dexaron ninguno1358v en todo el castillo; y desp[u]és312 que1359v la mortandad fue ya hech[a]1360v 313, como oído havéis1361v, el abad don Juan e los1362v otros hombres que fueron1363v bivos, dieron tan1364v grandes gritos contra1365v Dios e tan1366v grandes bozes, llorando de sus1367v ojos e faziendo tan gran1368v duelo1369v, que no ay1370v hombre en el1371v mundo que lo viese que1372v no se le quebrase1373v el coraçón de pesar1374v; e1375v tan grandes eran las bozes y los gritos1376v que davan y el1377v duelo que hazían, que los oían los moros de la bastida314, e hazíanse maravillados315 qué podía1378v ser aquello1379v. E después allegaron1380v quantos bienes1381v falla-

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hijos; el subjuntivo aportaría un matiz de ruego y súplica que ella no pretende, ya que está preparada y convencida para afrontar el sacrificio y con el indicativo está emitiendo un mandato como última voluntad. De cualquier modo, el resto de testimonios corrige el modo verbal, que en esta época ya resultaba muy arcaico. Ponerse el velo ante los ojos para no ver la muerte podría ser una costumbre más relacionada con las mujeres. En este caso no implica cobardía, sino intención de aligerar el posible sentimiento de culpa del abad, que no tendría que enfrentarse a la mirada de su hermana; es también una forma de expresar que ya está preparada para correr esa suerte, es la señal de aviso. El incunable escribe “dueña”, que corregimos. En el original “osto”. En el original “sobriuos”; vid. supra nota 299 y nota 303. Se corrige del original “despaes”. Se corrige del original “hecho”. bastida: el término tiene dos sentidos que podrían aplicarse a este contexto. En principio designa un arma de asalto con forma de torre que permite a los asaltantes de una fortaleza aproximarse a la muralla protegidos y atacar a su vez lanzando flechas o incluso golpeando la puerta con un ariete. Solía tener varias alturas para acomodar el mayor número de soldados y ruedas en su base para desplazarla hasta la pared del muro; a partir de ella, con escalas o un puente, podían acceder al castillo enemigo cuando hubieran conseguido debilitar sus defensas. Sin embargo, en muchos textos vemos que el término designa de forma general un campamento fortificado o las fortificaciones en forma de torre, aunque no necesariamente móviles: “veno Nabucadnosor rrey de Bauilonia, el e toda su gente, sobre Jerusalem; e asento sobre ella, e labro sobre ella bastida enderredor. E estouo la villa çercada fasta el honzeno año del rrey çidquiahu”, en una Biblia en ladino (c. 1400), vid. CORDE

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ron1382v en el castillo, así de1383v oro como de1384v plata e1385v dineros e ropa1386v e alhajas, e1387v pusiéronlo todo en un lugar1388v, y quemáronlo todo que no quedó nada. E1389v allí viérades arder tan buena ropa como en todo el reino podía haver1390v. E luego el abad don Juan fue al castillo por ver si fallaría aí1391v algunas cosas para quemar1392v, mas no hallaron1393v nada; e tornóse luego1394v para el cor[r]al316 e díxoles: —Amigos, pues que aquí en el castillo no ay alguno1395v de que nos dolamos —que los parientes que avíamos1396v todos son1397v muertos y son idos a la gloria del paraíso a tomar posadas1398v para ellos e para nosotros e1399v son mártires en el cielo—, ningún pesar tengamos, e1400v así mesmo del aver del castillo; porque quando aquellos traidores acá entraren1401v, no hallarán nada1402v que tomar ni llevar. Agora, pues, señores, pongamos los corazones1403v e las ánimas con Dios e con santa María su madre, porque Dios1404v nos quiera perdonar nuestros pecados, e1405v otrosí nos quiera enbiar en nuestra ayuda a los apóstoles1406v Santiago y1407v sant Matheo contra estos1408v nuestros enemigos317, e vámonos a tomar1409v con ellos. Y1410v pues Dios Nuestro Señor1411v tomó muerte e pasión por nosotros pecadores salvar1412v, tomemosla nosotros por el1413v ensalçamiento de su santa fe cathólica1414v. Y1415v entonces diéronse paz1416v los unos a los otros e comulgaron e perdonáronse los unos a los otros, porque Dios perdonase1417v a ellos. E fuéronse a armar los cavalleros muy bien1418v, e cavalgaron todos1419v en sus cavallos, e1420v los otros1421v de pie1422v armáronse lo mejor que pudieron, e salieron todos por1423v una puerta, que dezían1424v la Puerta del Sol318, e fueron1425v a herir en los moros muy1426v reziamente. E los moros, quando vieron que venían muy esforçados, aunque se les hizo muy de1427v mal, començáronse de apartar1428v quanto más pudieron1429v. E allí1430v viérades cómo los1431v herían muy de rezio e sin ninguna piedad1432v, con golpes de espadas y a muy1433v grandes

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2007. La situación que refleja el texto es la de una inminente entrada de los moros en el castillo, que atacando desde la bastida escuchan los gritos de dolor de los habitantes de la fortaleza; vid., en general, Cairns, Contamine y García Fiz. hazíanse maravillados: ‘sorprenderse’, ‘maravillarse’, con el sentido que indica Covarrubias Horozco, p. 1022: “admirarse viendo los efectos e ignorando las causas”. Libro del conde Partinuplés (c. 1500): “E el rey Corsol y el rey Clausa sus tutores fazíanse maravillados qué havía seído de la emperatriz su señora”, vid. CORDE 2007. En el original “coral”. Corregimos del original la errata “enemigosr”. Puerta del Sol: existió realmente en el castillo de Montemor-o-Velho una puerta con este nombre, abierta durante una segunda fase de reconstrucción del perímetro de la fortaleza, en el siglo XII. La Puerta del Sol –Porta do Sol–, también llamada “do Rosário” o “da Senhora do Rosário”, estaba orientada hacia el Oeste, opuesta a la puerta primera y principal, llamada “de la Peste” y orientada hacia el Este; vid. Barroca, p. 117.

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lançadas e grandes1434v porradas319. Y1435v tan grande era la pelea e tan fuerte que no podía en el1436v mundo mejor ser1437v. Y el abad don Juan era tan bien aguardado1438v de los suyos e del bueno de1439v Bermudo Martínez, su sobrino, que aunque fuera su padre mejor no lo aguardara1440v. Y1441v el abad don Juan era buen1442v cavallero en armas e muy ardid e muy rezio en su coraçón1443v, que no parecía quando entrava entre los1444v moros sino como el lobo quando degolla la oveja1445v 320. E su gente hizo tan grande mortandad1446v en los moros1447v, que no avía por do andar; e quando tornaron1448v al castillo, el abad don Juan dixo a sus compañas1449v: —Señores, piense321 cada uno de1450v su cavallo lo mejor que pudiere, mucha lazeria1451v han pasado e razón1452v es que se1453v huelgen. E1454v después que pasaron esta noche1455v, el1456v rey Almançor mandó llamar a don1457v Çulema322 e díxole: —Don Çulema, ¿qué puede ser esto?1458v, que ya1459v ha bien tres años323 que estamos sobre este castillo e sobre estos perros traidores e1460v non podemos con ellos; e1461v agora, quando1462v yo pensava que los aví[a]mos324 vencido, me parece que están más fuertes e con más fuertes coraçones. E don1463v Çulema le dixo:

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porrada: Covarrubias Horozco, p. 1371, define la ‘porra’ como “un bastón por la parte de la manija recogido, y por el cabo grueso. (…) Con estas porras peleaban antiguamente, y para mayor fortaleza las guarnecían con hierro y púas. De aquí se dijo porrazo y aporrear y aporreado”. el lobo quando degolla la oveja: es la segunda vez que se compara al abad con un lobo entre ovejas cuando pelea entre los moros, vid. supra nota 249. Se resalta además la forma de matar, similar en el lobo y en el abad quien, como luego veremos, utilizará su espada para cortar la cabeza de sus enemigos de un solo tajo. En este caso nos interesa señalar la variante que presentan los testimonios sevillanos, que cambian ‘lobo’ por ‘león’, quizá porque vieron en la comparación con el ‘lobo’ una identificación del abad con el diablo; de este modo, aunque la vinculación entre leones y ovejas no resulte natural, el abad queda mejor representado por este animal, el león, al que se le consideraba guardián del mal por su fortaleza, bravura, prudencia, soberanía, sin duda cualidades que representan mejor al abad. piense cada uno de su caballo: entiéndase por ‘ocúpese cada uno de su caballo’. El abad les insta a que den a sus caballos los mejores cuidados, ya que el esfuerzo realizado durante la batalla los habrá agotado. Vemos la misma expresión en Tristán de Leonís (1501): “Y allí descavalgó Tristán e desarmóse, e pensaron de su cavallo. E las tablas puestas, asentáronse a comer e estuvieron en grand solaz, e después fueron ha dormir”, vid. CORDE 2007. En el original “Çuelema”. tres años: de nuevo una exageración numérica. Se corrige del original “auimos”.

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—Señor, el abad don Juan es un1464v hombre tan fuerte e tan rezio e tan buen cavallero de1465v las armas e de tan gran1466v coraçón, que no ay hombre que lo pueda pensar, e govierna muy bien un cavallo e muy fuertemente325, y es de muy grand fuerça1467v e1468v de muy grand1469v entendimiento; e por esta razón él ni toda su compaña no podrían1470v recebir daño ni nunca podremos vencerlos, si no hiziérdes1471v lo que yo vos diré1472v. E el rey Almançor díxole1473v que gelo dixiese, e que gelo agradescería mucho1474v. E don Çulema le dixo: —Porque este abad1475v es mucho1476v amigo del rey Ramiro de León e de1477v don Giraldo de Estorga326, que es su pariente, yo1478v vos quiero, señor, dezir cómo lo podéis vencer1479v; y el arte1480v que avéis de tener es ésta1481v: que mandais1482v hazer una seña1483v de las armas del rey Ramiro, que tenga el1484v campo blanco y1485v el león de oro, e manda1486v hazer un pendón de1487v 327 las armas de don Giraldo de Estorga, que es el1488v campo de oro y en medio dos toros blancos328. E yo1489v tomaré la seña y el1490v pendón, e tomaré hasta1491v trezientos cavalleros de los que se tornaron moros, e iré de noche a

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gobernar el caballo: entiéndase por ‘manejar, llevar, dirigir’, en este caso con determinación y seguridad. Se resalta el valor del abad como caballero, al que se suma su piedad como hombre religioso. La mención de este protagonista, que se presenta como “pariente” del rey Ramiro, parece remitir a un personaje histórico real con el fin de hacer más verosímil el relato y la estratagema, pues a continuación, incluso, describe sus armas. En el texto aparece como “Giraldo” y “Geraldo”, así como “Estorga” en vez de Astorga, ambas variantes las suponemos erratas de composición, y aunque los tres términos son formas usuales desde el siglo XIII, en el Compendio aparece como “Geraldo de Astorga”. No hemos documentado a este caballero, de nombre francés, aunque con un “apellido de lugar”, como lo citan Durany Castillo/Rodríguez González, p. 98. seña y pendón: ya vimos en la nota 251 el sentido de ‘seña’. El ‘pendón’ era uno de los tipos de enseña, generalmente pequeño y triangular, fijado al asta de la lanza justo debajo del hierro. Existían diferentes tipos de señas, cuya jerarquía se establece en las Partidas, II, XXIII, f. 86. La ‘seña caudal’ sería la principal, y en este caso esa función la ejercía la seña con el escudo del rey, mientras que el pendón de Giraldo de Estorga tan sólo debía de indicar su presencia y participación en la batalla como caballero destacado; vid. Montaner Frutos, p. 435, nota 418-419; pp. 439-440, nota 477b y pp. 608-610, nota 2375. La mención de las armas heráldicas de ambos personajes otorga más realismo a la estratagema que pretenden; efectivamente la enseña del rey de León es en “campo blanco y el león de oro”, vid. su retrato en Libro de las estampas. El Compendio ofrece la variante de “dos torres”, según Menéndez Pidal 1934, p. 110, más lógica, “pues las ‘dos torres’ parecen variante de las armas de Astorga, que en cierto sello, pendiente de la copia de un privilegio de 12 de mayo de 1282, son: por un lado, un castillo con tres torres, y por el otro, un árbol”.

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aquellos montes; e después otro día en la1492v mañana vernemos1493v 329 contra el castillo, e pensarán1494v que somos nosotros el rey Ramiro y Geraldo1495v de Estorga, e salir nos han a recebir; y entonce1496v los podremos prender y traer a vuestras1497v manos, mas por1498v otra manera nunca podremos vencerlo1499v ni lo podremos en1500v ninguna manera tomar1501v. E entonce le dixo el rey1502v que le dava muy1503v buen consejo, e1504v que lo fiziese1505v así como dezía1506v. E otro día en la mañana1507v tomó don Çulema la seña1508v y el1509v pendón, e mandólos1510v poner en sus varas y alçar bien, e tomó trezientos cavalleros, como dicho avía, e fuese de noche a echar por1511v los montes. E1512v quando salía1513v el sol, mandó tomar la seña y el1514v pendón e començaron a venir1515v hazia1516v el castillo, dando bozes y alaridos, e tañiendo trompas1517v y añafiles330, diziendo: —¡Rey Ramiro e Giraldo de Estorga! E1518v entonces los1519v del castillo viéronlos1520v, e1521v con grand gozo començaron de1522v aparejar331 para salirlos a recebir quanto más podían. Y ellos, pensando que era el rey Ramiro e1523v Geraldo de Estorga, llamaron al abad don Juan e dixeron1524v:

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vernemos: forma del futuro relativamente frecuente hasta el siglo XV e incluso el XVI. Puede significar ‘ir’ o ‘venir’, depende del contexto. En el siguiente fragmento de un Sermón de San Vicente Ferrer (1411-1412) se emplea como futuro del verbo ‘ir’, como en nuestro texto: “Vosotros, ángeles e archángeles e todos los otros, andat acá conmigo e vernemos con la mi madre, que agora deve partyr del mundo”; sin embargo en este otro fragmento del Amadís el sentido es el del verbo ‘venir’: “y vos, señora, llevaréis una capa brocada y antifazes delante el rostro, de guisa que a todos ver podáis y ninguno no a vos, y desta forma iremos y vernemos sin que se pueda saber quién somos”; vid. para ambos ejemplos CORDE 2007. añafil: nombre árabe presente en la Península Ibérica desde el siglo X y hasta el XVI, con el que se designaba una trompeta recta metálica. El instrumento consta de una boquilla, una sección cilíndrica de mayor o menor longitud y un pabellón ligeramente acampanado. Aparece en muchos textos vinculado a trompetas (o trompas) y atabales, en ámbito festivo o guerrero; vid. Casares Rodicio, pp. 496-497. Aquí acompaña al verbo ‘tañer’, que hoy se aplica exclusivamente para designar el toque de los instrumentos de cuerda que hay que pulsar con los dedos o algunos instrumentos de percusión; Covarrubias Horozco, p. 1460, lo define tan solo como “tocar algún instrumento”. aparejar: “apercebir alguna cosa para que esté a punto y a mano”, Covarrubias Horozco, p. 184. En este caso el sentido es reflexivo: ‘aparejarse, disponerse a, prepararse’. ‘Començaron de aparejar’: el uso de la preposición ‘de’ antes de un infinitivo, con el sentido de ‘propósito, finalidad’, fue frecuente hasta el siglo XV, aunque también entonces lo más correcto era emplear ‘a’: “et asentáronse en tierra et començaron de picar et de ferir a la raíz de aquel árbol”, Calila e Dimna (1251), vid. CORDE 2007. Keniston, 37.541, señala la amplitud de uso de esta preposición, que podía adoptar las funciones de otras.

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—Señor, Dios es con nos1525v, que veis1526v aquí viene el rey Ramiro de León e1527v Giraldo de Estorga con muy1528v grand poder, para nos1529v ayudar contra estos enemigos descreídos1530v. E1531v entonce el abad don Juan, quando lo1532v oyó, ovo muy gran1533v plazer y fuese parar332 entre1534v las almenas del castillo, e començó a mirar muy bien la seña1535v y el1536v pendón e la compaña1537v que aí1538v venía. E dixo entonces el abad don Juan: —Amigos, ciertamente aquí viene el rey Ramiro de León y don1539v Giraldo de Estorga, e creo que vienen corrido[s]333 destos1540v moros, y que fueron muy1541v mal aquexados334. Otrosí me maravillo dónde ellos podían1542v aver tanta compaña1543v y tamaño1544v poder, mas pienso en mi coraçón y temo, mal pecado, que es aquel traidor alevoso que yo en mal punto crié1545v. E1546v amigos, quiero vos dezir cómo1547v hagamos, si Dios quisiere1548v: yo quier[o]335 salir1549v a recebirlos y no quiero llevar comigo a otros algunos, sino estos1550v mis monjes. E díxoles1551v: —Vosotros1552v estad en lugar do me podáis ayudar, e yo iré a hablar con ellos y con los que tienen la seña y1553v el1554v pendón; e si1555v fuere el rey Ramiro, nunca mejor día veremos, e yo venirme he1556v con ellos al1557v castillo; y si por ventura fuere1558v el traidor que tanto mal nos ha hecho, no ay cosa en el mundo que le dé la vida; y1559v por ende haga Dios de mí1560v lo que por bien toviere. ¡E pluguiese agora1561v a él que me hiziese tanto bien e tanta1562v merced que allá quedase mi cabeça e la del traidor!, porque1563v si yo gela cortase, no avría yo1564v duelo de mi1565v muerte. E después que ovo dicho esto, dixo: —Amigos, ¿hay aquí alguno1566v de vosotros que me diese1567v sus armas y él tomase estas1568v mías, porque yo vaya desconocido a hablar con ellos? E ellos1569v no gelas quisieron1570v dar ni tomar las suyas, ca se temían de gelas dar1571v, porque sabían por cierto que el que sus armas truxiese que avía de ser corrido por1572v muy buen cavallero1573v, e si1574v las truxiese que podría1575v morir e1576v mal caer; e por eso1577v todos se escusavan de1578v las 332

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fuese parar: ‘fuese a parar’. La forma sin preposición está documentada en textos anteriores, pero a finales del siglo XV o inicios del XVI ya resultaba arcaica; Alfonso X, Estoria de España, II (1270-1284): “Et estando todos fuera por oyr aquel sermon aquel Judio entro sse dentro en la eglesia et fuesse parar ante el cuerpo del çid Ruy diaz”, vid. CORDE 2007. El resto de testimonios propone otras variantes: “a parar”, “a poner”, o eliminan el verbo ‘parar’, simplificando la frase en “se fue entre”. Se repone el plural que falta en el original, “corrido”. aquexar: “dar fatiga, angustia y congoja”, Covarrubias Horozco, p. 192. En el original “quiere”.

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tomar. Y1579v el bueno de Bermudo Martínez, s[u]336 sobrino, quando esto vio1580v que ninguno le quería dar sus armas e tomar las suyas, allegóse al1581v abad don Juan1582v e díxole1583v: —Señor, tomad1584v mis armas e dadme1585v las vuestras, en tal hora que Dios1586v vos ayude contra el traidor y os muestre algún plazer de lo que cobdiciáis. E1587v entonce el abad don Juan tomó las armas de Bermudo Martínez, su sobrino1588v, e armáronlo1589v muy bien; e llevó consigo trezientos monjes de1590v cavallo, e no quiso llevar más compaña1591v, e dixo1592v a los monjes que estuviesen en el monte, y él que1593v iría a ver quién traía la seña y1594v el1595v pendón; e si ellos viesen que ellos venían con él1596v en paz1597v, que los saliesen a recebir y que1598v les hiziesen toda quanta honra ellos1599v pudiesen; e1600v si viesen que1601v él peleara1602v con ellos que le fuessen1603v a ayudar, que bien verían1604v que no quedaría1605v por él337. E1606v entonce salió del castillo el abad don Juan con sus monjes a más andar338, e metiéronse1607v en el1608v monte así como el abad don Juan les mandó; e fuese el abad don Juan1609v para los que llevavan la seña1610v y el1611v pendón de sus enemigos los moros1612v 339. XVI. De1613v cómo cortó el abad don Juan1614v la cabeça a don Çulema y de1615v los moros que escaparon que1616v llevaron las nuevas al rey Almançor al real1617v El traidor de don Çulema1618v, quando vio1619v al abad don Juan, no lo conosció, por las armas que llevaba demudadas; y pensó que era Bermudo Martínez. Y dixo don Çulema: 336 337

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En el original “so”. que no quedaría por él: entiéndase que ‘él no dejaría de hacerlo’, que no sería por falta suya. El abad se muestra dispuesto a enfrentarse a los enemigos, empleando la fuerza si hiciera falta y con todo su empeño y energía. Leemos en Feliciano de Silva, Segunda Celestina (1534): “¡Ah, váleme Dios! Todo quedaría por él con esse sospiro”, vid. CORDE 2007. a más andar: Cuervo, I, p. 460, recoge esta expresión como sinónimo de ‘a toda priessa’; Alonso, pp. 10 y 306, constata que entre los siglos XII-XV aparece una construcción empleada con nombres e infinitivos acompañados de un adjetivo, etc. para indicar la manera y, sobre todo, la intensidad de una acción: “Los romanos fueron muy maravillados quando vieron sus conpañeros partirse dellos, e enviaron luego un mensajero que fuesse a más andar a lo contar al rey”, Pero López de Ayala, Traducción de las Décadas de Tito Livio (c. 1400), vid. CORDE 2007; también en Keniston, 37.737 aparece esta construcción. Hasta aquí el incunable, incompleto, en el que faltan las tres páginas finales. Terminamos los dos últimos capítulos de la historia con la edición de Valladolid, 1562 [V], la más cercana al incunable de las que conservamos.

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—Venid adelante y dezidme nuevas do1620v está el abad don Juan. Y el abad don Juan le respondió y díxole1621v: —Veislo allí do está en aquella batalla, el qual vo[s]1622v 340 embía esta espada comigo, por1623v la vuestra buena venida, y1624v porque él sabe por cierto1625v que le1626v amáis y1627v queréis bien por la criança que1628v en vos hizo, y1629v bien cree él que por vos esta hueste no se hizo ni por vuestro consejo. En tal manera1630v que no le1631v pudo conos[c]er341 en la palabra ni en otra manera alguna1632v. Y don Çulema tendió el braço por1633v tomar el1634v espada, y el abad don Juan alçóse en los estribos y dióle con la espada1635v una gran1636v herida342, en manera que la cabeça y el braço derecho le cortó1637v. Y los monje[s]343, quando esto vieron salieron del monte1638v a muy gran priessa y fuéronle ayudar1639v; y la priessa de los golpes1640v fue tamaña1641v que era gran1642v maravilla1643v. Y sepáis1644v por cierto que no huvo monge que no matasse diez moros1645v. Y entonces los del castillo, quando esto1646v vieron que assí andava el hecho, salieron luego todos muy aína1647v a ayudarles1648v, tanto que no se1649v davan lugar unos a otros1650v 344; y de trezientos cavalleros que tenía don Çulema, los quales se hallaron con él1651v en la1652v batalla, non escapó dellos ninguno1653v, salvo dos cavalleros1654v moros que llevaron1655v la[s]345 nueva[s]346 al rey Almançor, e ivan dando muy1656v grandes vozes, diziendo: —¡Acorrednos1657v 347, que muerto es1658v don Çulema y quantos348 con él fueron1659v!

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En el original “vo5”. Esta sustitución de la “s” por el nº 5 a final de palabra es común en esta edición. El elevado número de veces que ocurre esto no puede justificarse por un error del cajista al distribuir los tipos en sus cajetines; más bien parece deberse a una falta de tipos de la “s” que en ocasiones, y siempre al final de palabra, se sustituían por el nº 5 (tal vez la imprenta estuviese ocupada con otras obras de mayor importancia). Es esta la primera vez que lo indicamos porque a partir del capítulo XVI es éste el testimonio más antiguo que conservamos, pero en las páginas anteriores ocurre lo mismo. En el original de 1562, “conoseer”. herida: “el golpe que se da con la espada o con otra arma o cualquiera cosa que pueda lastimar o sacar sangre”, Covarrubias Horozco, p. 1038. En el original “monje5”. darse lugar: en este contexto significa ‘darse paso, espacio’, como leemos en el Polindo (1526): “E ansí, en este comedio, se allegaron muchos juegos e danças de la menuda gente; las cuales eran tantas que los caminos se cubrían e no davan lugar a que andar pudiesen”, vid. CORDE 2007. En el original “la5”. En el original “nueua5”. Acorrednos: ‘socorrednos’. El verbo ‘acorrer’ está documentado desde los siglos X-XI y ya resultaba anticuado a finales del siglo XV; es por ello que los testimonios S6, S7 y S8 lo sustituyen por el más moderno de ‘socorrednos’.

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Y el rey Almançor quando estas nuevas oyó1660v, pesóle mucho de coraçón; y el rey Almançor1661v preguntóles1662v que quién le1663v matara, y dixéronle: —Señor, sabed por cierto1664v que le1665v mató Bermudo Martínez; y más 1666v os juramos por la ley de Mahomat, en la qual [c]reemos1667v 349, que nunca vimos tamaña1668v herida de espada. Y1669v entonces levantóse1670v el rey Almançor y dixo: —Bien veo y creo que no es aquél1671v Bermudo Martínez, antes1672v creo que es el abad don Juan; y pue[s]350 el abad don Juan1673v mató a don1674v Çulema, esso mesmo hará a mí, si a mí puede llegar1675v. Y dixo que no lo1676v quería más1677v atender1678v, y mandó que le diessen el cavallo con1679v muy gran priessa. Y diéronselo y cavalgó1680v, y començó lo más aína1681v que él pudo1682v a huir, con tan gran miedo, que siempre iva tornando1683v la cabeça atrás por miedo1684v del abad don Juan, pensando que iva empó[s]351 dél1685v; que parescía que havía tomado miedo dél, assí1686v como si fuera el1687v diablo. Y todos1688v los moros, quando esto1689v vieron que1690v el rey Almançor huía1691v, començaron todos a huir1692v empós dél; y tamaña1693v era la priessa del1694v huir que no se esperavan parientes a parientes ni aun padre a hijo1695v, porque cada uno quería huir lo má[s]352 aína1696v que podía, y cada uno a su parte1697v. Y1698v quando esto vio el abad don Juan1699v, no los1700v quiso dexar ir assí1701v, mas antes1702v él y sus compañas1703v fueron en pos dellos, matando e hiriendo en ellos a1704v muy gran priessa1705v; y1706v duró el alcance bien1707v doze leguas, que nunca cessaron matando e hiriendo1708v en los moros. Y1709v el abad don Juan llevava su1710v cavallo tan cansado que no podía ir1711v, [si no él]1712v 353 huviera alcançado al rey Almançor, al qual hiziera1713v el amor354 que1714v hizo a don Çulema1715v, su criado. E dixo entonces el abad don Juan al rey Almançor, que iva huyendo1716v:

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En el ejemplar conservado de la edición sevillana de 1603 [S7] se interrumpe en este punto el texto por falta de una hoja. En el original “ereemos”. En el original “pue5”. En el original “empo5”. En el original “ma5”. En el original pone “si él no”, que corregimos para recuperar el sentido de la frase. hazerle el amor: el término ‘amor’ es frecuentemente utilizado con el sentido de ‘favor’ o manifestación de amor’: “Si este amor non’feches, yo de vós me quiero quitar”, leemos en el Mio Cid, vid. Montaner Frutos, v. 2379. Aquí estaría utilizado con sentido irónico, aunque no es un recurso frecuente en el texto. Esta frase, “Y el abad… don Çulema, su criado” está fuera de lugar, y de hecho se repite casi idéntica unas líneas adelante, cuando ya hemos visto que el abad no puede alcanzar a Almanzor y entre ambos ha habido un intercambio de agresiones, verbales y físicas.

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—¡Torna, traidor, que tú1717v te alabas que pelearás con1718v quantos christianos ay en el mundo! Entonces el rey Almançor, con muy grande1719v pesar que huvo, tornóse contra el abad don Juan, y tiróle1720v la lança muy rezio1721v, de manera que le dió con ella un muy gran1722v golpe en el escudo que se1723v lo passó hasta la otra parte1724v, y passó1725v la loriga355; y quiso Dios por la su merced e infinita misericordia1726v, que no le1727v alcançó en1728v la carne. Y después desto no1729v quiso esperar más al1730v abad don Juan. Y él1731v no dexó de1732v ir empós dél diziendo: —¡Torna, traidor, que yo soy el abad don Juan que te quiero mostrar cómo pelearás con quantos cristianos ay en el mundo, pue[s]1733v 356 dello te alabas1734v! Mas ciertamente1735v, si no fuera por el cavallo que llevava cansado y muy quebrantado, que1736v lo alcançara; y si lo alcançara, que le hiziera el amor que hizo a don Çulema, su criado, el traidor1737v. Y1738v este desbarate357 y alcance que el abad don Juan hiziera1739v contra el rey Almançor y contra todas1740v sus compañas, no lo hiziera1741v sino por1742v Dios que lo1743v quiso1744v ayudar. Y dende1745v huvo de ir1746v a una montaña muy grande que dezían Alcobas1747v 358 , y allí se huvo de aposentar aquella n[o]che359.

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loriga: armadura formada por un tejido de malla metálica o anillos de hierro que protegía el cuerpo y a veces el cuello y cabeza, extendiéndose en forma de capucha; vid. Contamine, pp. 235-238. En el original “pue5”. desbarate: acción de desbaratar, ‘desordenar, desconcertar, poner en confusión’. María Moliner ofrece un significado vinculado al campo lingüístico militar que se adapta perfectamente a nuestro texto y aparece en otros de la época: “Descomponer[se] las filas enemigas; introducir[se] en ellas el desorden”, Moliner, I, pp. 913-914. Vemos el mismo uso en Alonso Maldonado, Hechos del Maestre de Alcántara don Alonso de Monroy (c. 1492): “Los del Clavero, que ordenados venían en ordenanza de guerra, dieron en unos y después en los otros, y desbaratáronlos y mataron la mayor parte dellos y los que quedaron despojaron; y hubieron buen despojo y muchos caballos. Después de esto hecho, el Clavero se vino a Azagala por curar de los heridos y descansar para ir a pelear con los que tenían cercada a Mayorga; mas, sabido este desbarate por la gente del Maestre (…)”, vid. CORDE 2007. Alcobas: ya se ha comentado con detalle en la “Introducción” todo lo relativo a la ubicación y significado de este monasterio, que dio origen a la polémica de los “Apócrifos de Lorván”. En el original “neche”.

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XVII. De1748v cómo fueron nueva[s]1749v 360 al abad don Juan, allí en1750v la montaña donde estava, cómo havían resuscitado1751v los que havían degollado en el castillo Después que fue la noche passada1752v, llegaron nuevas1753v del castillo de Montemayor al abad don Juan, haziéndole saber que1754v todos los hombres y mugeres, quantos eran1755v 361 muertos, eran bivos y sanos, y que estavan en cuerpos y en ánimas1756v 362. Y1757v quando esto oyó el abad don Juan, levantóse de donde dormía, ca1758v estava muy quebrantado de las armas y del afán1759v, y hincó los hinojos1760v en tierra y alçó las manos hazia el1761v cielo, y dixo esta oración a Dios muy devotamente: —Señor1762v, a ti que criaste el mundo y todas las cosas que en él son1763v, y naciste de la virgen María1764v, y tomaste muerte y passión por los pecadores salvar1765v, y resuscitaste al tercero día, assí como dixiste a tus discípulos, y quebrantaste los infiernos y sacaste dende1766 a Adán y a1767v los patriarchas y prophetas y a todos los otro[s]363 que yazían dentro364, do1768v gracias y bendigo el1769v tu sancto nombre por siempre jamás1770v 365; y assí mesmo1771v, señor, otorgo y1772v conozco366 que esta hazienda367 tú1773v la heziste y la1774v acabaste, y que tu merced y tu1775v misericordia fue comigo y con toda mi compaña1776v, y que sin tu poder1777v no es ninguna cosa, y que tú eres verdadero Dios, padre, hijo1778v y espíritu sancto1779v. Y después que la1780v oración huvo el abad don Juan dicho1781v, dixo a1782v su compaña1783v que se fuessen todos1784v para el real do368 estava el rey Alman-

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En el original “nueua5”. Se corrige del original “heran”. Vid. supra lo dicho en nota 295. En el original “otro5”. De nuevo, y por tercera vez en el texto, recurre a la oración del Credo para ensalzar la bondad de Dios y su participación en esta lucha, y también en este caso vuelve a anteponer la resurrección a la bajada a los infiernos; vid. supra notas 233 y 288, con bibliografía sobre el asunto. por siempre jamás: fórmula de juramento habitual en el contexto religioso, documentada desde el siglo XIII; vid. Baños Vallejo. otorgo y conozco: es una expresión legal, así como “por siempre jamás”, presente en todas las cartas de venta y otros documentos firmados por notario público. La edición de Sevilla de 1632 [S8] no ha entendido ninguna de las dos fórmulas o, quizá más probablemente –ya que en el siglo XVIII se seguían utilizando–, no las ha considerado adecuadas a la situación, eliminando “jamás” de la primera y “otorgo” de la segunda. hazienda: entiéndase “hecho”. Covarrubias Horozco, p. 1022, en la entrada ‘hacer’ dice: “Vale obrar y poner por ejecución alguna cosa, y lo que dello resulta se llama hacienda”. Aquí recuperamos el texto de la edición sevillana de 1603 [S7].

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çor, donde1785v fue desbaratado, y que1786v tomassen todo lo del rey Almançor, pues Dios se lo havía dado369, y que lo llevassen al castillo de Montemayor, y que le diessen a él su quarto1787v con la parte de sus1788v monges370, para que1789v 371 quería hazer un monesterio allí1790v, en que se1791v hiziesse servicio a Dios, y adonde1792v se cumpliessen las siete obras de misericordia372: —Ca nuestra1793v voluntad es de1794v quedar aquí. Por lo qual huvieron1795v de partir los del castillo de Montemayor del abad don Juan, su señor1796v y amigo de Dios. Y otro día, después de despedidos del1797v abad don Juan, su señor1798v, fuéronse1799v para el real donde1800v fue desbaratado el rey Almançor, en donde1801v hallaron grandíssimas riquezas1802v y haveres1803v que avían dexado los moros; y partieron todo lo que hallaron entre sí, y embiaron al abad don Juan su parte, como les1804v havía mandado. Y el abad don Juan1805v mandó hazer allí1806v una iglesia y monesterio, en1807v donde estava, en el qual quedó toda su vida sirviendo a Dios, y dándole gracias por su infinita bondad y grande1808v misericordia que havía havido y1809v obrado con ellos, assí en darles victoria contra sus enemigos los moros1810v, como por el milagro que havía hecho con su gente que havía dexado muerta en el castillo373. Y acabó sus días en muy sancta

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El derecho sobre el botín de guerra quedaba establecido en la legislación romana y medieval; en este caso la justicia del premio no tiene duda, ya que se trata de una lucha “hecha y acabada” por Dios, es decir, que cuenta con todo su beneplácito. su quarto: el reparto del botín conseguido en una batalla se dividía en partes proporcionales atendiendo al rango de los combatientes, incluso, según la legislación romana, con un porcentaje muy grande para el estado; en este caso el Abad reclama su parte, la ‘cuarta’ parte, y la correspondiente a “sus monges”, que no se especifica, repartiendo el resto con los habitantes de Montemayor. Nada se menciona de este asunto en el Compendio, que se limita a señalar que, vencido Almanzor, es “cogido el despojo dellos”, sin especificar sobre el reparto. para que: usada con valor causal, no infrecuente en esta época; vid. Keniston, 29.464. Las obras de misericordia son catorce, siete corporales: visitar a los enfermos, alimentar al hambriento, dar de beber al sediento, vestir al desnudo, dar posada al peregrino, redimir al cautivo y enterrar a los muertos; y siete espirituales: enseñar al que no sabe, aconsejar al que lo necesita, corregir al que yerra, perdonar a quien nos ofende, consolar al triste, sufrir con paciencia las faltas del prójimo, y rogar a Dios por los vivos y los muertos. La mención explícita de que se “cumpliesen las siete obras de misericordia”, y debemos entender que se refiere a las “corporales”, tiene razón de ser en relación con las funciones y labores monásticas, reforzada por el interés “en que se hiciesse servicio a Dios”, obviando de esta manera cualquier vinculación con los hechos militares y guerreros. En el ejemplar conservado de la edición de Sevilla de 1603 [S7], hay aquí una llamada manuscrita en forma de cruz que remite a una anotación al final del texto, la cual precisa: “los halló bivos a todos”.

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vida1811v algunos años, y después murió y dió el ánima1812v a Dios su criador; y vinieron los del castillo y lleváronlo1813v con grandíssima honra, y enterráronlo1814v en Montemayor, en1815v donde hizo Dios muy1816v grandes milagros por1817v su sancto abad don Juan1818v 374. Deo gracias1819v.

374

Puede referirse a los milagros ya consignados de darle la victoria y resucitar a los habitantes del castillo degollados o a otros posteriores realizados por intercesión del abad ya fallecido, con lo cual el autor demostraría su interés en la difusión de la leyenda de santidad del abad don Juan de Montemayor.

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Por quanto: S6. nuestro Señor Dios: B. que en el mundo son: V, B. que en él son: S6, S7, S8. muy señaladamente: S6. el: V, B. mandó: S6, S7, S8. a su servicio: S6, S7, S8. hiziessen: S7, S8. que fuesen om.: S6, S7, S8. y: S6, S7, S8. alma: B. y sobre todo: S6, S7, S8 e sobre todas cosas om.: V, B. hacer: V, B. todas las cosas: B. se om.: S6, S7, S8. el: V, S7, S8. en el: S6. este: B. don García: S6, S7, S8. y nos escrevimos: V, B. escrivimos: V, B. escrevi: S6, S7, S8. del: S8. deste mundo om.: V. cosa: V, S6, B, S7, S8.

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y las: B. y: V. almas: S6, S7, S8. e om.: V, B, S8. se lo lean: S6, S7, S8. su linage: S6, S7, S8. ha acontescido: V. que acaescio: B. aqueste: V, B. e santa om.: S7, S8. era om.: V, B, S7, S8. eran en aquel tiempo: S6, S7, S8. llaman: B. se llamava: S6, S7, S8. Dios om.: S6, S7, S8. Y om.: S6, S7, S8. vna noche: S8. fue om.: S6, S7, S8. fue un día: B. yua a oyr: S6, S7, S8. En S7 falta una hoja, a partir de aquí. de la Natividad de nuestro señor: S6. de la Nauidad de nuestro Señor: S8. solemnes: B. estava: S6, S8. que yazía om.: B. mortal om.: B. E om.: S8. dél om.: V, B. en su coraçón om.: S8. lo tomó luego: S6. metiole: S6. mandolo: V, S6, S8. nombre: S8. muy bien el niño: V, B. e por om.: S8. muy om.: S8. y pensó: B, S8. don Juan om.: S8. que sería: S6, S8.

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que era: B. de buena parte y sangre: S8. era om.: S6, B, S8. y mandolo: S8. dar a om.: S6, S8. lo criaron: B, S8. lo criauan: S6. a Dios y al abad: S6, S8. al qual amavan mucho por quanto era hombre de sancta vida: V. al qual amauan mucho: B. el qual - darlo a criar om.: S6, S8. Y desque: S6, S8. via: S6, S8. Abad don Iuan: S8. saltó: B. salió: V. ponía a: B. ponía en: S6, S8. viniese: S6, S8. no: S6, S8. puede om.: V, B. ganar honra: S6, S8. donde: S6, S8. cosas: B. costumbres y dotrina: S6, S8. Y él: S6. estas y otras cosas: S6, S8. e otras muchas cosas porque valiese más om.: V. dio om.: S6, S8. el: S6, S8. diole sus cartas: S6, S8. entonces reynava en León: S6, S8. entonces tenía su corte en León: S6, S8. entonces estaua en León: B. su criado: S6, S8. desque el rey: V. después el rey: B. Don Ramiro: S6. quando om.: V, B. quando vio a don García: S6.

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quando vido a don García: S8. con él e con las cartas om.: S6. plugole dello: S8. recibiole: S6. compañeros: S6, S8. huuiessen: V, S8. vuiessen: B. por honra de don Iuan: S8. e tan mesurado om.: S6, S8. tan buenas: V, B. costumbres: S8. todo: S6, S8. e todos: S6, S8. tanto que lo querían mucho y lo amauan los hijos dalgo y hauían todos muy gran plazer con él: V, B. de León: V, B. Ramiro om.: S6, S8. le: S8. le: V, B, S8. ca se pagaua mucho dél: V, B. rey Ramiro: V, B. sus om.: S8. criado del abad: S6. su criado del Abad: S8. dixo: S6. si om.: S8. en la vida: V, B. que su alteza: S6, S8. le: B. la: S8. y no de mano de otro alguno: V, B. de Dios om.: V, B, S8. muy buenos: V, B. todos om.: S8. que om.: B. tenía: S6, S8. le: S6. la: S6, S8. le om.: S6, S8. lo: B.

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por: V, S6, B, S8. cauallero a don García: S8. y díxole: V, B. don García: S8. para: S6, S8. E om.: S6, S8. Don García: S8. nuestro señor om.: S8. pagasse: S8. le: V, B. y que lo llegasse a tiempo: S8. E om.: S6, S8. le: B, S8. se om.: V, S6. abad don Juan: V, B. su señor: S8. que: S6. el qual lo avía criado om.: S8. mal ninguno: B. le om.: V, B. el abad don Juan le mandasse: S6. donde el Abad Don Iuan mandasse: S8. Y om.: S6, S8. se despidió: S6, S8. la: V, B. se partió: S6, S8. muy om.: S6. muy bien om.: S8. su señor del qual fue muy bien recebido om.: V, B. De om.: S8. que le hizo a el y a sus compañas: V. que hizo a el y a sus compañas: B. su criado om.: S8. de casa: V, B. rey don Ramiro de León: S6, S8. mucho om.: V, B. de voluntad: B. y saliolo luego a recebir: V. y saliolo a recebir luego: S6. y saliole luego a recebir: B, S8.

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e mandó luego que se hiziessen en su castillo grandes alegrías: S6. y mandó luego que hiziessen en su Castillo de Montemayor grandes alegrías: S8. porque venía: V, B. Don García: S6, S8. e hízole grande honra: S6. y hízole muy grande honra: S8. e om.: S6, S8. don Ramiro: S6, S8. agradescióselo: V, B. agradeció: S8. y dio gracias al Señor: S6. le: V, B. porque lo traxo en paz: S6. e om.: S6, S8. entendía: V, B. pareció: S6. que sería bueno: S6, S8. Aquí se incorpora S7, ejemplar al que le falta una hoja (vid. 39v). buenas passadas (sic): S6, S7. compañeros: S6, S7, S8. e om.: S6, S7, S8. de comer: V, B. los mandó luego dar de comer: S6. les mandó luego dar de comer: S7, S8. muy om.: V, B, S7, S8. otras cosas: S6, S7, S8. havía: V. viciosos y honrrados: V. tan seruidos y tan honrados: B. don Juan om.: V, B. contar el amor que tenía el abad don Juan a don García: V, B. por el gran amor que tenía con su criado om.: S6, S7, S8. De om.: V, B, S7, S8. cometió: S6, S7. comidió om.: S8. de om.: S6, S7, S8. boluerse: S6. Cómo don García comidió y ordenó de se tornar moro: V. Cómo don García ordenó de se tornar Moro: B.

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Acaesció un día: S6. Acaesció que un día: V, B. que om.: B. andando: S6, S7, S8. e om.: S6, S7, S8. a om.: S6. en el qual: S7, S8. a donde: V. donde cometió: S6, S7, S8. donde pensó: B. gran trayción: S6, S7, S8. a om.: S6, S7. compañía: S7, S8. quien: V, S6, B, S7. de quien: S8. se om.: S6, S7, S8. deziros: S6. dezir os: V, B, S7, S8. puridad: S6, B, S7, S8. y si: B. en vuestros coraçones om.: S7, S8. e om.: B. sería: V. e muy: S7, S8. e om.: V, S6, B, S7, S8. puridad: S6, S7. en puridad: B. de lo qual yo: B. yo om.: S6, S7, S8. diré: V, B. os dixere: S7, S8. Ellos le: S7, S8. E om.: S6, S7, S8. aqueste: S8. vos: S6. vos hagáys: S7, S8. puridad. S6, B, S7, S8. no la: V, S6, B, S7, S8. omenaje: V. omenage: S6, B, S7, S8.

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os: S6, S7, S8. e om.: S7, S8. guardaros: V, B. vos: S6. guardaremos: S7, S8. a nos: V, B. agora y en qualquier tiempo: S7, S8. según todo: S8. pensássemos: S6, S7, S8. les dixo García: S6. les dixo: S7, S8. tengo para mí: S8. Fe: S7. ni es ninguna y vale más: S8 (se ha saltado una línea de S7, desde cosa hasta mejor, lo que demuestra que copia a plana y renglón). e om.: V. quitarme he: S6, S7, S8. tirarme ya: V, B. mal nombre: S7, S8. he om.: S8. nombre om.: V, B, S7, S8. con om.: V, B. vos: S6, S7, S8. les dixo tanto: S7, S8. daría tanto: S8. tuuiessen: S8. venían: S6, S7, S8. y: S6, S7, S8. hasta om.: V, B. hasta el: S6, S7, S8. rescibiólos: V, B. los rescibió: S6. los recibió: S7, S8. muy om.: S7, S8. abad don Juan: V, B. abad om.: S7, S8. adereçadas muy bien: S6. de muchas viandas: B. y bien adereçadas: S7, S8. De om.: S6, S7, S8.

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traydor de: V, S6, B, S7, S8. con: V, B. Leuantóse García en pie después que vuieron comido: S6, S7, S8. ante su compaña: S6, S7. ante su compañía: S8. el agradecía: S6. la om.: S6. le: V. lo om.: S6, B, S7, S8. tanta y tan buena gente: V, B. tan buena gente: S7, S8. compañía: S6, S7, S8. él om.: S8. mandado: S6. por merced: V, B. de merced: S6, S7, S8. don Juan om.: S6. aquella compañía: S6. aquella compaña: S7, S8. él om.: S7, S8. que él tenía om.: S6. traydor de: S6, S7, S8. que: S6, S7, S8. que om.: S6, S7, S8. de om.: S7, S8. el ayuda: S6, S7, S8. compañeros: S6, S7, S8. y de llegar: S6, B. de llegar: S7, S8. a Braga a: B. E om.: S6, S7, S8. Respondió: S6, S7, S8. don om.: S6. ombre om.: S6. quien: S6. Ca sabed: V, B. sabed: S6, S7, S8. don om.: S6. que tengo gran recelo: V, B. y: S6.

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que: S7, S8. y: S6. muy om.: S6, S7, S8. E om.: S6, S7, S8. don García: S6. Don García dixo: S7, S8. aunque: B. que si: S7, S8. le: S8. lo om.: S6. E om.: S6, S7, S8. don Juan le om.: S7, S8. le om.: S6. fijo om.: S6, S7, S8. esse: S6, S7, S8. vos: V. por amor de Dios om.: S6. en vos: S6, S7. toda om.: S7, S8. E om.: S6, S7, S8. y que: S8. acá: B. que om.: S6, S7, S8. bien: S6, S7, S8. alla om.: S7, S8. descreydos moros: S6, S7, S8. esto oyo: B, S7, S8. oyó a don García: S7, S8. holgose: S7, S8. del: S8. assí haría bien: V. por la boca om.: S6, S7, S8. el Abad don Juan entonce: V, B. Hijo don García: V, B, S7, S8. Hijo García: S6. yo om.: S6. que yo: V, B, S7, S8. que vos: S6. e om.: B, S7, S8. vos: V, S6, S7, S8.

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aderesceys: V adereceys: S6, B, S7, S8 presto: S6, S7, S8. vos om.: S7, S8. tardes: V. entrareys: S7, S8. vos: S8. para om.: S7, S8. para om.: S7, S8. vuestro: S8. e om.: S8. os: V, B, S7, S8. dozientos más: S6, B, S7, S8. sean: V, S6, B. a om.: S8. dellos: S8. lleue: S6, S7, S8. de: V, S6, B, S7, S8. e om.: B. para que: S6, B, S7, S8. en menester: V. dos ropas: S6, S7, S8. de om.: S6, S7. esteril: V, B. escaris de lienço: S6, S8. Escaris de lienço: S7. lienço om.: S6, S7, S8. más delgado: S6, S7, S8. daremos: V. escudos: S8. dos: S6, S7, S8. brumete: S6, B. Brunete: S7. Brunece: S8. Párrafo descolocado: sayos de viado para guarda de los cuerpos, y sendos sayos de otro paño y con sendas capas de brumete: S6, S7. sayos de viados, para guarda de sus cuerpos, y sendos sayos de otro paño, y con sendas capas de Brunece: S8. darle: S8. hemos: S6.

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pagarlo: S6, S7. E om.: B. desque: S6, S7, S8. todo esto: V. a om.: S6, S7, S8. su criado om.: S7, S8. fue García a le besar la mano: V, B. fue a besar las manos: S6. le fue a besar las manos: S7. lo fue a besar las manos: S8. y dio: V, B. muy muchas: B. Dios nuestro señor: S6, S7. a nuestro Señor: S8. Abad don Juan: V, S6, B, S7, S8. su señor om.: S7, S8. por todo este bien: V, B. esta merced: B. y por esto que le daua: V. , por esto que le daua: B. querían: S8. muy bien reparado: S6, S7, S8. aquesto: S6. todo lo que: S7, S8. compañía: S8. según que oystes: S7. según que oysteys: S8. salió con él y le acompañó: S6, S7, S8. y al partir: V, B. (Después repiten “que se uvo de partir”; observamos que en T1 el folio termina en “e al tiempo”, por lo que el error de V y B —que copia a V— se debe a una sustitución del componedor producida por un salto en la lectura.) le dixo el Abad don Iuan: S7, S8. don García: S6, B, S7, S8. su criado om.: B. remembreys: S6, S7, S8. y que: S7, S8. presto: B. que vos: S8. ca: B.

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que om.: S6. placer: B. en om.: S6, S7, S8. ni folgura om.: B. ni holgará: S7. ni menos holgaré: S8. yo om.: B. ya: S7. saluo: S6. a mi om.: B, S7, S8. Y om.: S6, B. Y llamó entonces el Abad don Iuan: S7, S8. al: S6, B, S7, S8. y este: S7, S8. muy buen Cauallero: S7, S8. muy om.: B. muy om.: B. y hombre: S6. y era hombre: S7, S8. hombre om.: S6, S7, S8. muy om.: S8. grande: S7, S8. abad don Iuan: B, S7, S8. don om.: S7. veys: B, S8. a om.: S6. y mi: B. mio: S7. que vaya a compañaros vos: V. qye vaya a acompañaros: B. guardaos: S6, B, S7, S8. como a: V. hijos: S6, S7, S8. me om.: S8. vengan de vos buenas nueuas: S8. se om.: V, B. el: V, B, S7, S8. tener: S8. de sus ojos om.: S7, S8. grande: S6, S7, S8.

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muy grande: B. los: S8. solaz auría: S6, S7, S8. partiose: S6, S7, S8. e quedó: S6, S7, S8. consolado con: S6. consolado en: S7, S8. se om.: B. e se partieron om.: S6. se despidieron e om.: S7, S8. y se: S7, S8. E om.: B. a om.: V, S6. más él: S6. él más: B. secreto: S6, S7, S8. puridad: B. le om.: S6, S7, S8. Almançor om.: S7, S8. las vido: S7, S8. a om.: S6, S7, S8. lugares: S8. fueronse: S8. ciudad: V, S7, S8. Y quando el rey e don García se vieron: S6, S7, S8. a om.: V, S6, B, S7. tan bien om.: S7, S8. E om.: S8. secreto: S6, S7, S8. puridad: B. boluieron: V, S8. a: S7, S8. de Córdoua om.: S7, S8. él y todas: S7, S8. e entraron por la cibdad om.: S7, S8. de om.: V, S6, B, S7, S8. grande: S8. se marauilló: S6, S7, S8. mucho om.: S7, S8. aquella: S6.

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de ver semejante negocio: S7, S8. de om.: B. cómo el rey: S7, S8. y tanta honrra om.: V, B. les hazía tanta honra y tan gran merced: S7, S8. De om.:S7, S8. ante: B. y otro: S6. a la: S6, S7. con tal compañía: S6. con esta compañía: S7. con esta compaña: S8. señor om.: S6, S7, S8. que aquí aveys: S7. que aquí veys: S8. cavalleros om.: S7, S8. e bivir om.: V. e bivir en om.: B. y es muy mala fe: V, B. Almançor om.: V, B. a llamar a: S6, S7, S8. por om.: S7, S8. al: B. oyeron el mensage: S7, S8. muy presto: S6. muy aína: B. vinieron luego: S7, S8. traxeron luego: S8. de los más honrados om.: V, B. de los más honrados moros: S6, S7, S8. todos om.: V, B. todos vestidos: S6, S7, S8. quando supieron la voluntad del rey om.: V, B. y quando llegó: S7, S8. fue a la puerta de la mezquita om.: S7, S8. en la: S7, S8. de ser siempre: S7, S8. ley: B. de om.: V, B, S8. lo metieron: S6, S7, S8.

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en la: S7, S8. el capullo: S6, S7, S8. su: B. le om.: V, B. salía: S6, S7, S8. lo manda: V, S6, B, S7, S8. la secta: S6. la seta: S7, S8. quitáronle: S6, S7, S8. quirtáronle: B. don García: S6, S7, S8. por nombre: S8. quitóse luego: S7, S8. luego om.: S6, S7, S8. en quien él más se fiaua: V. de quien se fiaua: S6, S7. en quien más se fiaua: B. de quien él se fiaua: S8. le om.: V, S7, S8. auía: S7, S8. entrando: S8. su tio el Abad: S8. Y caualgando: S6, S7, S8. e om.: S6, S7, S8. mayor correr: S7, S8. él om.: S6, S7, S8. por los om.: B. por om.: S7, S8. desamparado: V, S6, B, S7, S8. y llorando: S6, S7, S8. mucho om.: V, B. de los sus: S6, S7, S8. en que nasció: S6, S7, S8. y marauillándose: V. marauillándose mucho cómo Dios nuestro señor sufría tan fuerte trayción y tan gran mal: S6. y tan grande mal sufría: S7. marauillándose mucho cómo nuestro Señor tan fuerte y tan grande mal sufría: S8. tan gran: S6, S8.

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tan grande: S7. como: S6, S7, S8. don om.: S6, S7, S8. su criado: S7, S8. Dios nuestro señor: V, B. la om.: S7, S8. la om.: V, S6, B, S7, S8. de om.: S6. tornarse: S6, S7, S8. que él ni: S6, S7, S8. que ni él ni: B. de las: V, B. las om.: S6, S7, S8. hallaua: B. por: S7, S8. e om.: V, B. Acabo: V, S6. A cabo: B. los om.: B. Bermudo Martínez llegó: V, B. De om.: V, S7, S8. Bermudo Martínez las nueuas: S7, S8. su sobrino om.: V, B, S7, S8. su tío: S6. García su criado: V, B. don García su criado: S6, S7, S8. se om.: V, B. se auía: S6, S7, S8. Otrosí om.: S6, S7, S8. y tan: V, B. e desconortado om.: S6. y desconsolado: S7. (Esta variante indica la existencia de un subarquetipo desconocido entre S6 y S7.) y descolorido: S8. Martínez om.: S6, S7, S8. hijo mío: V, B. y dezidme: V. dezidme: B. traeys: V, S6, B, S7, S8. dél om.: S6, S7.

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él es: B. E om.: S6, S7, S8. don Juan om.: V, S6, S7, S8. se ha: S6, S7, S8. vos om.: S6. y sabed: B, S7, S8. se llama: V, S6, B, S7, S8. Quando el Abad don Juan oyó estas nueuas: S6. Quando don Iuan esto oyó: S7, S8. en tierra om.: S6, S7, S8. espacio de vna hora: S6. por espacio de vna hora: S7, S8. y después de leuantado dixo: S6, S7, S8. y después se leuantó y dixo: B. Ay om.: S6, S7, S8. Martínez om.: S6, S7, S8. si es: S6, S7, S8. que yo: S8. en: B. y tanto amé: S6, S7, S8. díxole: V, B. Señor abbad: V, B. yo om.: V, B. e vuestra bendición om.: S6. vuestra om.: S7, S8. lo: S6, S7, S8. ojos: V, B. ynojos: S6, S7, S8. Almançor e ante om: S6, S7, S8. allí: S6. y quantos allí: S7, S8. e om.: S6. allí a Mahomat om.: S6. allí om.: S7, S8. siempre om.: S6. de om.: S7, S8. de om.: S6, S7, S8. daño y mal: V. e daño en toda su vida om.: S6.

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y les hazer mal toda su vida: S7, S8. (Variante separativa que indica la existencia de un subarquetipo desconocido entre S6 y S7.) en todo quanto: S6. más om.: S6, S7, S8. E om.: B. a sus om.: S6, B, S7, S8. y cortaron: S7, S8. cortáronle su natura: V, B. e om.: B. su: B. della: V, B. dél: S6, S7, S8. salía: S6, S7, S8. lo manda: S6, S7, S8. su ley: S8. tiráronle: V. don García om.: V. de don García: S6, S7, S8. don Çulema: V, B. E om.: S6, B, S7, S8. tan gran: S6, S7, S8. le: S6, S7, S8. muy om.: S6, S7. dél muy om.: S8. a om.: V, S6. en om.: S7. a: V, B. e daua gracias a nuestro señor Dios: S6, S7, S8. e om.: S7, S8. mucho om.: S6, S7, S8. diesse ya: V, B. que om.: S6, S7, S8. viuir más: V, S6, B. en este: B. Aquí: S8. hazían: V, S8. contar: S6. don García çulema: B. Después que: V, B. El rey Almançor como vuo cumplido: S6.

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Como vuo cumplido el rey Almançor: S7, S8. y a todos los moros: V, B. vn gran cauallo: V. mandóle: S6, B, S7, S8. vnas bodas tan honradas: S6. las bodas tan honradas: S7, S8. aurá: V. en las quales: S6, S7. y en las quales: S8. trompetas: V, S6, B, S7, S8. juglares de tantas maneras: V, B. e om.: V. alaçones: V, B. alançones: S6. alaçores: S7, S8. e om.: V. e om.: V. e zoleymas om.: S6, S7, S8. azaleymas: B. tanta: V. tan grande: S6, S7, S8. el rey om.: B. podría: V, S6, B, S7, S8. qual om.: S6. solaz: V, B. e fiesta om.: S6, S7, S8. bien om.: V, S6, S7, S8. De om.: S7, S8. traydor de: V, S6, B, S7, S8. merced om.: S6, S7, S8. de merced: B. hazer: S7, S8. él om.: B. cosa om.: V. cosas: B. cosas que sonassen: B. e que él haría cosa que sonasse por todo el mundo om.: S6, S7, S8. de om.: B. Passado poco tiempo el rey Almançor mandó: S6. Dende a poco tiempo el Rey Almançor mandó: S7, S8.

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que mucho era lo que le quería y lo amaua: S6. todos quantos: S6. reyno: S6, S7, S8. la corte: B. don om.: S8. delante del: S6. delante: S7, S8. sabe: V. sabreys: S6. sabete: B. aquí om.: S6, S7, S8. con nuestros: S6, S7. con vuestros: S8. seas: V, S6, B, S7, S8. honrado: S6, S7, S8. en todo: V, B. mundo la tu: S6. y la tu: S7, S8. E om.: S6, S7, S8. por bien tuuiesse: S6, S7, S8. E om.: S6, S7, S8. el om.: S7, S8. e om.: V. imbiar: V. embíe: S8. y sea la tu merced de embiar por todo: B. sus: S8. su: S8. que: V, B. serán: S8. villa: V, B. en esta ciudad om.: S7, S8. de aí a: V. dentro de : S6, S7, S8. e om.: B. campañas: S8. moros om.: S6, S7, S8. e moros om.: B. reynos: S8. y eran: V, B, S8.

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los vnos a los otros: S7, S8. según yo: V. puedo: S6, S7, S8. podía ser om.: V. cantidad: S6, S7, S8. los om.: V, S6, B, S7, S8. eran hasta: V. más de: S7. de más de: S8. hombres de a cauallo: S8. que vinieron allí: S6. que aí vinieron om.: S7, S8. e om.: S6, S7, S8. de om.: V, S6, B, S7, S8. yo om.: S6, B, S7, S8. eran tantos que no se podrían contar: V. todos los om.: V. quedasse ay: S6. aí om.: B, S7, S8. ningún Christiano: S8. le: S6, B. les om.: S7, S8. de suerte que no quedara aí ninguno que se les escapase a vida om.: V. con la vida: B. De om.: S7, S8. a: V, B. a todos: V. a om.: S6, B, S7, S8. Después que fueron allegadas en Córdoba estas compañas: V, B. Estas compañas llegadas a Córdoba: S6. Llegaron todas estas compañas juntas a Córdoba: S7. Llegaron todas estas compañías junto a Córdoba: S8. salieron om: S6, S7, S8. e om: S6, S8. derecho: V. a om: B. Venalcaçar: S6. Benalcaçar: S7, S8. luego om: V, S6, B, S7, S8.

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destruyéronla: S6, S7, S8. todos: V. a om.: B. y dende allí: S6, S7. Y dende aí: S8. muy adelante: S6. más adelante: S7, S8. y todos los lugares: S7. porque: S6, S7. en aquella tierra porque: S8. ningunos: V, S6, B, S7, S8. se lo: V, B, S7, S8. se los: S6. defendiessen ni amparassen: V, B. y dende: S6. en adelante: S7. dar: S6. huyendo por: S6. todos los Christianos huyendo por: S7. huyendo a todos los Cristianos de temor por: S8. por las om.: S8. con: S6, S7, S8. como om.: S6, S7, S8. desauenturados: V. y las mugeres con: V, B. clamando: V, S6, S7, S8. a: B. e muy grandes gritos om.: V. a om.: S6, S7, S8. ouejes: B. auejas: S8. apartan: V, S6, B, S7, S8. hallaron: V, B. christianos que se les defendiessen en: S6. Christianos que se les amparassen por: B. Christianos que se le defendiessen en: S7. Christianos que se les defendiessen: S8. (por om.) a: S6, S7, S8. rededor: S8. por: S7.

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fuera: S8. destruyéndola: S7. a om.: S6, B, S7, S8. toda matando: S8. e a om.: S8. a todas las om.: B. a om.: B, S7, S8. hallaran: S8. de suerte: V, B. persona: S8. lugar santo: S6, S7, S8. el: S8. fe: S6, S7, S8. ley: B. e es mala fe om.: S7, S8. Y ahora porque: V, B. y assí digo que porque: S7. y assí dixo que porque: S8. los que os digo: B. que ahí hallare: V, B. miedo a este: S6, S7, S8. temor de: S6, S7, S8. ni de: S6, S7, S8. E así lo fizo sin temer a Dios ni a su santo apóstol om.: V. De om.: S7, S8. traydor de: V, S6, B, S7, S8. del apóstol Santiago: S6, S7, S8. sobre: S6, S7, S8. e durmió con su muger en el altar om.: V. de om.: S6, S7, S8. mucho plazer: S6, S7, S8. allí pregonar: S6, S7, S8. compañías: S8. de entrar: S6, B, S7, S8. qualquiera: V, S6, B. sino el que entrasse: S7, S8. don om.: B. dentro luego: V. luego om.: S6, S7, S8. dentro om.: B.

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halló dentro: S6, S7. halló dentro della: S8. holgó allí: S8. cerca: B. e holgó con su muger encima del altar om.: V. quemó con sus manos - cuerpo de Dios om.: S6, S7, S8. el perro descreydo hizo muy muchas vellaquerías: S6. el perro descreydo hizo muchas vellaquerías: S7, S8. la hostia sagrada, la qual es el verdadero cuerpo de Dios om.: B. quemó con sus manos el altar: B. la voluntad: S6, B, S7, S8. Dios nuestro señor: B. luego rebentó: S6, S7, S8. luego om.: B. en om.: B. la hostia sagrada - dentro en la iglesia om.: V. con sus manos quantas reliquias ende hauía, profanando las cosas sagradas: V. así om.: S6, S7, S8. dezir om.: S6, S7, S8. se fue: V, S6, B, S7, S8. e le dixo: B. e dixo: S8. Señor om.: B. sabed que om.: S6, S7, S8. mas om.: V, B. de aquí om.: S6, S7, S8. señor om.: S6. vos om.: S8. tuuissedes: S6. lo tuuieredes: B. tuuiessedes: S7. quería: S6. le om: S6, B, S7, S8. que él: S7, S8. él om.: S6, B, S7, S8. E om.: B. entonces el rey almançor mandó poner: S6. entonces el rey Almançor mandó mouer: S7, S8. villas y lugares: V, B.

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donde: V. por do quiera que: B. mataua quantos hallaua: S6, S7, S8. mataua todos quantos hallaua: B. en manera que a: V, B. a om.: S6, S7, S8. perdonaua: S6, S7, S8. dexaua a vida: B. Coymbra: V, B, S7, S8. Coynbra: S6. y destruyeron toda la tierra: S6, S7, S8. allí: S6, S7, S8. aí om.: S6, B, S7, S8. muy grande: V. muy gran: B. grande: S8. gente: S6, S7, S8. la que: V. diez mil personas: S6, S7, S8. la om.: B, S7, S8. combatieron e la om.: S6. toda su: V, S6, B, S7, S8. Mondego: V, S6, B, S7, S8. el rey om.: S7, S8. a todas sus gentes: V, B. que se apeassen: S6. un om.: S7. el: S8. vn camino: V, B. que om.: V, B. e holgasen om.: S6. se fue llegando: S6, S7, S8. se fue allegando: B. compañía: S7. criado: V, B. cerca do fue criado: S6, S7, S8. combatiron: S6. muy om.: S7, S8. muy fuertemente e om.: S6. e om.: S7, S8.

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que: B. piedad dándose: S6. piedad dándole: S7. piedad dándosele: S8. muy om.: S6, S7, S8. don om.: V, B, S7, S8. luego om.: S6. muchas om.: S7, S8. barreras: V, B. trincheas: S6. trinchea: S7. trincheras: S8. alderredor: S6. al derredor: S7. al rededor: S8. los lugares: S8. [a om.: S8.] e om.: V, B. e a om.: S6, S7, S8. donde: S6, S7, S8. cumplía: V, S6, B, S7, S8. así om.: S6. y: S6. [como om.: S6.] y después de bien armados: V, B. y hizo los peones: S8. quadrilla: V, B. les asignó: S6, S7. le asignó: S8. a donde: S8. y después desto hecho dixo a cada vno el lugar donde hauía de yr: V. y después de hecho esto dixo a cada vno el lugar a donde auía de yr: B. los: S6, S7, S8. conortar y om.: S7, S8. que om.: S6. podrían: V, B. sendas om.: S6, S7, S8. en om.: S7, S8. despartió: V, B. hasta que vino: S6, S7, S8. non om.: S6, S7, S8.

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sino muy om.: S6, S7, S8. otros om.: S6. y fueronse a allegar: V. y llegaron: S6, S8. y fueron a llegar: B. llegaron (e om.): S7. y don Çulema: V, S6, B, S7, S8. dixo: V, B. allí: V, B. le dixeron: V. respondieron: S6, S7, S8. aquel om.: S6, S7, S8. le: V. aquel que le: B. mucho bien y mucha merced: V, B. aunque él se lo: B. agradecía: S6, S8. agradeció: S7. E om.: S6, S7, S8. dixesse: S8. a salua fe: V, B. en salua fe: S6, S7, S8. que: V, S6, B, S7, S8. con él hablar: B. De om.: S6, S7, S8. traydor de: V, B, S7, S8. que om.: S6, S7, S8. Al abad don juan llamaron los del Castillo: S6. Llamaron al Abad don Iuan los del Castillo: S7, S8. del castillo om.: S6. castillo om.: S8. García mi criado: V, B. el que: S6, S7. el qual: S8. tanta honra e om.: S6. tanto bien y tanta merced: V, B. Y om.: S6, S8. e dixo om.: S6. e otorgo om.: S6, S7, S8. os quiero y amo: S6.

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el rey om.: S6. mayor: S6, S7, S8. y señor om.: S6. que ay en el mundo: S6, S7, S8. Almudanos: B. y de su corte: S6. y de toda su corte: S7, S8. El abad le dixo: S6. A: S7, S8. padre [hijo] om.: V, S6, B, S7, S8. descindió: S6. decindió: S8. recibió: S8. en el árbol de la cruz: S6. en el árbol de la vera Cruz: S7, S8. por nosotros peccadores saluar: V. por nosotros: S6. (salvar om.) por a nosotros pecadores saluar: B. por saluar a nosotros: S8. e om.: V, B. deste: S8. dende om.: S6. a om.: S7, S8. desde: S8. a om.: S7, S8. E om.: S6, B, S7, S8. yo om.: S6, S7, S8. que dizes: S6, S7. que dezís: S8. mas digo vos que os vengais a tornar moro: V. mas digo vos que os vengais vos a tornar moro: S6, S7, S8. mas digo que os vengais a tornar moro: B. rey Almançor: V, B. os hará: S6, S7. vos hará: S8. mucho bien y mucha merced: V, B. Y díxole el abbad don Iuan: B. Vete de ay: V, B. ya om.: S6, S7, S8. sino no: V.

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mandarte he: V, S6, B, S7, S8. Y om.: S6, S7, S8. don om.: S6, S7, S8. Ea: B. estays: S6, S7, S8. quereys: V, S6, B, S7, S8. en este: B. os doy: S6, S7, S8. streys: S6. yo: S8. yo om.: V, B, S8. vuestro om.: V, B. el om.: S6, S7, S8. que en él: S6, S7, S8. halle: V. a om.: S6, B, S7, S8. quitar: B. despeñar a: S6, S7, S8. despeñar: B. daré: S6, B, S7, S8. en las paredes: V. en la pared: S6, S7, S8. por las paredes: B. E om.: S6, S7, S8. aya: S7, S8. tomar: V, B. e sacar: S6, S7, S8. trenças: S8. dende om.: S6, S7, S8. buytres: V, B. las aves: S6, S7, S8. e om.: S8. he om.: S8. os: B. vos om.: B. quesistes: V. quesiste: B. la om.: V, B. le dixo: S6, S7, S8. que sabete: S6, S7, S8.

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las treguas: S6, S7, S8. Y om.: B. tu om.: B. alabas: V, S6, B, S7. y que me matarás: S6, S7. que om.: B. y que matarás: S8. quantos: S6, S7. ni de: S6, S7, S8. ni de ti: S6, S7, S8. porque yo confío en la merced de Dios: S6. porque yo confío en Dios: S7, S8. del apóstol Santiago y del apóstol sant Matheo que: V. del apóstol Santiago y del apóstol sant Matheo lo: S6. en el apóstol Santiago y del apóstol sant Matheo que lo: S7. en el apóstol Santiago y en el apóstol sant Matheo que lo: S8. vengaré: S7, S8. de om.: S6, S7, S8. así om.: S8. y desconoscido: S6. a om.: B. e om.: S6, S7, S8. quítateme de delante: V, B. y quítateme delante: S6, S7. y quítateme de delante: S8. don om.: S8. al cavallo om.: S6, S7, S8. el rey Almançor: V, B. De om.: S7, S8. cómo el abbad don Iuan hazía oración: B. señor Jesu Christo: V. traydor de: S6, B, S7, S8. e de la - Almançor om.: V. y el cómo: S8. cómo fuera tan vencedor que fue a echar su lança dentro en la tienda del rey Almançor y de cómo la hincó en el tablero sobre el qual estauan jugando el rey almançor y don çulema: V. como fue tan vencedor que fue a echar la lança dentro de la tienda del rey Almançor y de cómo la hincó en el tablero sobre el qual estaua jugando el Almançor con don çulema: B.

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como fue vencedor: S6, S7. fue vencedor: S8. traydor de: V, S6, B, S7, S8. mucho om.: S6, S7, S8. le: V, S6, B, S7, S8. que om.: V, S6, B, S7, S8. contra sus: S6, S7, S8. rey Almançor: B. Y entonces: V. todo el real: S6, S7, S8. la om.: S6, S7. que om.: V, S6, B, S7, S8. iban: V. El qual - muy om.: S6, S7, S8. y el: S6, S7, S8. a dar la: S6, S7, S8. aquesta batalla: B. hasta que la noche sobrevino y los despartió: S6, S7, S8. muy om.: B. en los christianos: S6, S7, S8. por lo qual se fueron los moros: V, S8. por la qual fueron los moros: S6. por lo qual los moros se fueron: B. por lo qual fueron los moros: S7. se tornaron: S6, B, S7, S8. que muy bien: B. estaban: S6, B, S7, S8. a om.: S6, B, S7, S8. aguardado de todos: V. guardado de: S6, S7, S8. guardado de todos: B. de lo ver: V, B. grand om.: S7, S8. entravan: B. a todas partes: V, S6, B, S7, S8. parescía al: S6. parescía el: S7, S8. dondequiera que iva: S6, S7, S8. apartava: B. muy bien y sin arte: V.

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muy om.: S7. E el abad que así parecía: V. El abad don Juan así parecía: S6. El abad don Juan allí parecía: S7. Y parecía allí el Abad don Iuan: S8. sus compaña: V. guardavan: S6, B, S7, S8. a los cristianos - a sus casas om.: S6, S7, S8. para: B. a om.: S6. a om.: S8. día om.: S6, S7, S8. otros: S8. y otro: V, B, S8. e om.: S8. caudillo: S6, S7. ciertamente om.: S6, S7, S8. las om.: S6, S7, S8. y todos: S6, S7, S8. para - armas om.: B. esta: S6, S7, S8. contar: S8. avía para un Christiano: B. De manera que: V, B. e afligidos om.: S6. lo dezía: S6, S7, S8. lo om.: B. antigua y: S6. largo: S8. e om.: B, S7, S8. a om.: S7, S8. de sí om.: V, B. que de cada: V. menguaua: B. ellos así estavan que de cada día: V, S7. ellos estavan así que cada día: B. ellos así estavan que cada día: S8. cresce: S6. tamaña om.: S6, S7, S8. tenían gran cuyta y hambre: S6, S7, S8.

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querrían: S6. entre ellos om.: S7, S8. un om.: S6, S7, S8. veinte y tres: S6, S7, S8. veinte o treynta: B. a om.: S6. criados y aliados: S6, S7. criados y allegados: S8. verles: S7, S8. y llegados: S6, S7, S8. llegados: B. en pie om.: S6, S7, S8. en om.: S6, B, S7, S8. ya om.: S6, S7, S8. e la: S6. por este traydor: B. e om.: S7, S8. e om.: S6, S7, S8. pues vosotros veys que así es: S6, S7, S8. querría: V, S6, B, S7, S8. tuviéssemos: S6. que om.: S7, S8. novecientos caballeros: S8. que om.: S6, S7, S8. nosotros todos: S6, S7, S8. tres esquadras: S8. con om.: V, B. con: V, B. batalla tercera: S6. batalla: S7. esquadra: S8. comiençe: V. comiencen: B. de om.: V, S6, B, S7, S8. pudiere: S6, S7, S8. priesa que: B. esquadras: S8. que om.: B. que haremos: S6, B, S7, S8. batalla om.: S8.

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puedan: V. puede: S6. la om.: B. vayanles ayudar: V. vayan a nos ayudar: S6. vayan nos ayudar: B, S7. vayannos a ayudar: S8. que bien menester: S6, S7, S8. que menester nos: B. ahí: V, B, S8. mucho más: S6, S7, S8. e om.: S6, B, S7, S8. podremos: V, S6, B, S7, S8. ayudar ni valer: S6, S7, S8. E todos ellos dezían: B. E todos dixeron: S8. era: S6, S7, S8. e om.: B. que ser pudiese: S6, S7, S8. y porque: B. luego así fuese: S6, S7, S8. e om.: B. otros seyscientos: V, B. reziamente: V, B. fuertemente todos: S6, S7, S8. ninguna om.: S6. tercera batalla: B. tomar om.: S8. esquadras: S8. ayudarlas: V, S6. por ayudarlas: B. Y tomó el abbad don Iuan: B. Y el abad don Juan tomó: V. Y el abad don Juan recibió muy: S7, S8. gran contento: S7, S8. que fueron en ayuda: V. que fueron en su ayuda: B. que le fueran en ayuda: S6. que le fueron en ayudar: S7. que fueran en su ayuda: S8.

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andando en: B. ahincando: V, S6, S7. en el pelear: S7. en pelear: S8. donde: B. sabiéndola om.: V, B. sabiéndolo: S7, S8. guardado: S6, B, S7, S8. e llegado a la tienda: S6, S7, S8. e llegando a la tienda om.: V, B. y quando: V, B. Almançor en la tienda: V, B. e a don Çulema: V, B. e al traidor de Çulema: S6, S7, S8. echóles la lança: V, B. e arrojóles su lança con gran furia: S6, S7, S8. a grande: V. y tan de: B. en tanto om.: V, B. que tenía - coraçón en om.: S6, S7, S8. e la pasó: S6, S7, S8. hincóla: V, S6, B. la hincó: S7, S8. todo om.: S6, B, S7, S8. muy om.: V, S6, S7, S8. el rey Almançor e Çulema: S6, S7, S8. Cómo los moros fueron: S6, S8. Cómo los moros se fueron: S7. e el abad don Juan y su compaña: V, B. e el abad don Juan y el abad con los suyos: S6. y el abad con los suyos: S7, S8. mataron muy muchos moros: V. mataron muchos moros: B. Quando el: S7, S8. quando om.: S7, S8. díxole: S6, S7. puerco: V, B. cuerpo om.: S6, S7, S8. la muerte: B. E om.: B.

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a om.: S6, B, S7, S8. abad don Juan: S6, S7, S8. de om.: B. tornaron sobre: S6, S7, S8. abad don Juan: V, B. muy aguardado: V. bien guardado: S6, S7, S8. muy bien guardado: B. de om.: V, B. su sobrino om.: S6. así om.: V. como si fuera Ángel: S6. así - Dios om.: B. como buenos y leales vassallos: B. como si fuera Ángel del cielo: S7, S8. aí om.: S6, B, S7, S8. hasta la noche que los despartió de en uno: V. hasta la noche que los despartió: S6, S7. hasta que vino la noche que los partió de en uno: B. hasta que la noche los despartió: S8. don Juan om.: S6, S7, S8. fuesse muy cuytado: V. se bolvió muy cuytado: S6, S7, S8. se fue muy cuytado: B. con toda su gente om.: V. toda om.: S7, S8. que om.: S6, S7, S8. alargava: S8. tenía: S6, S7, S8. batalla: S6, S7. que avía avido om.: S6. que avían avido: B. un om.: V, S6, S7, S8. por om.: B. murieron cien moros o bien dozientos: V, B. E om.: B. avía: S6, S7, S8. y partirla: S6, S7, S8. y partiólo: B. muy om.: S6.

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todos fueran muy contentos: V. todos fueron muy contentos: B. e quantos esto: S8. por: V, B. se metió: S6, S7, S8. el delantero: V, B. delantero: S6. declarado: S7, S8. nunca más: V, S6, S7, S8. el sol puesto: S6, S7, S8. de om.: V, B, S8. que ellos se maravillaron mucho: S6, S7, S8. que ellos lo uvieron a muy gran maravilla: B. mas tanta era la mala gente que parescía que nunca se menguava: S6. mas tanta era la mala gente que nunca se menguava: S7, S8. E sabed que todos los christianos estuvieron durando en esta cuyta tanto: V, B. estuvieron en esta cuita tanto: S6, S7, S8. ya llegavan al: S6, S7, S8. llegaban hasta el: B. Y en esto estando: V, B. Estando en esto: S6, S7, S8. que viene: S6, S7. que vino: S8. se acordó: S6, S7, S8. él om.: S6, S7, S8. y más a: V, B. no om.: S6, S7, S8. otras - aquella om.: B. muy om.: B. por esto: S7, S8. y a sus parientes: V, B. para yr otro dia en: V. para yr otro dia por: B, S6, S7, S8. a: S6, S7, S8. de Christo: S6, S7, S8. devotamente cantada: S6, S7, S8. cantada muy bien: B. la mayor: V, S6, B, S7, S8. pudo: B.

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abbad don Juan: V, B. a om.: V. los grandes: B. de nuestro Redentor: S7, S8. de om.: S6. la om.: S6, S7, S8. por salvar a los pecadores: S6. por salvar los pecadores: S7, S8. de om.: V, B, S7, S8. e om.: B. cómo fue quebrantar: S6. cómo quebrantó: S7, S8. dellos a om.: S6. sacó de allá: S7. sacó de allí a: S8. el om.: V, B. les om.: S6, S7, S8. corona: S7, S8. E om.: S6, B, S7, S8. muy om.: S7, S8. nos om.: S6, S7, S8. sino sólo Dios: S7. sino sólo a Dios: S8. e señor nos no haremos: V. e señor nos no queremos: B. por bien tuviéredes: B. por om.: S7. vos nos quisiéredes mandar: S6, S7, S8. Y om.: S6, S7, S8. les mandó que se hincassen de ynojos en tierra: S6. les mandó que se hincassen de ynojos en la tierra: S7, S8. y que todos se arrepintiessen: S6, S7, S8. y que se arrepintiesse: B. y que: V, B. a om.: B. librar - quisiesen om.: V, B. quisiesse: S6, S7, S8. embiar ayuda: B. embiar en su ayuda: S8. y a: V.

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fe christiana: B. les: S8. De om.: S6, S7, S8. muy om.: V, B. del om.: S6, B, S7, S8. les om.: V, B. Después de averles dicho esto el abad don juan dixo: S6. El Abad don Iuan después de averles dicho esto dixo: S7, S8. vereys: S6. la lazeria y el trabajo: S6, S7. la hazienda y el trabaxo: S8. e om.: S6, S7, S8. allegados: S6, B, S7. tan om.: S8. y que: B. entendemos: S6, S7, S8. lugar: S6, S7, S8. que no nos maten antes: S6, S7, S8. o tomen vivos: V, B. o tomen captivos: S6, S7, S8. pues que queramos: S6. pues si queremos: S7, S8. debaxo: S7. debaxo de: S8. ella om.: S8. otrosí - sobir om.: S6, S7, S8. quisiéremos salir a ellos: S6, S7, S8. matarán: V, S6, B, S7, S8. y tomarán vuestras: V. y tomaros han vuestras: B. e vuestros: V, B. e om.: S8. captivarles: S6. cautivarnos: S8. quantas veo que se hizieron otros tiempos a muchos: V, B. quantas yo sé que otros tiempos hizieron: S6, S7. quantas yo sé que en otros tiempos hizieron: S8. del perro de: S6. demonios: S8. almas: S6, S7, S8.

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todo el: S6, S7, S8. que en el: S8. llevárselo: S6, S7, S8. e om.: B. Y todo esto: S6, S7, S8. Y más les dixo: S6, S7, S8. nosotros avemos menester: S6, S7, S8. de tomar om.: S6, S7, S8. de om.: B. ellos om.: S6, S7, S8. le dixeron: S8. nosotros: V, B. nos om.: S6, S7, S8. como vos nos: V, B. como lo: S6, S7. como vos lo: S8. lo haremos: S6, S7. les dixo: S6, S7, S8. mucho mal: S8. tenga entendimiento: S6, S7, S8. os digo: V, S6. yo os digo: B. vos om.: S7, S8. que como: S6, S7, S8. será peligrosa: V, B. sea peligrosa: S6, S7, S8. muy gran salvación de: V. muy grande salvación de: B. muy gran provecho a: S7, S8. de Dios nuestro señor y acrecentamiento de nuestras honras: V. a Dios e salvación de las nuestras ánimas: S6. de Dios nuestro señor: B. a Dios y salvación a nuestras ánimas: S7, S8. a todos: B. e a todas: B. los om.: S7, S8. y a: S6, S7, S8. para poder: S7, S8. todas las: V, B, S8. la om.: S7, S8.

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todos salgamos: V, B. y destos: S6, S7, S8. e yrán: S7, S8. posada: B. nosotros al: B. nos en el: S7, S8. no avremos cuyta de aquellos que aquí quedaren: S6. no curemos cuyta de aquellos que aquí quedaren: S7. no tengamos cuyta de aquellos que aquí quedaren: S8. yo pienso: V, B. yo he pensado: S6, S7, S8. si a vosotros agrade om.: V, B. si a vosotros plaze: S6, S7, S8. que om.: B. vuestros om.: S7, S8. e vuestros: V. e a vuestros: S6, S7. e a nuestros: S8. tantos om.: S6, S7, S8. como: S6, S7, S8. hechas: S6, S7, S8. que en este mundo: S6, S7, S8. Y om.: S6, B, S7, S8. de los ojos: V, B. de sus ojos om.: S6, S7, S8. Señor abbad don Juan: V, S6, B, S7, S8. contento: S6, S7, S8. Y om.: S6, S7, S8. les om.: V, B. les mandó: S6, S7, S8. después de missa dicha que: V, B. después de dicha missa: S6, S7, S8. ayuntaron: S8. su om.: S6, S7, S8. mandados: B. y mandó ayuntar las mugeres: S8. e om.: B. huuo dicho la missa fuese: V, B. hubo dicho missa se fue: S6, S7, S8. Vrracla: S7

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Vrracla: S7 como lo vido: S7, S8. en pie om.: S6, S7, S8. y señor: V, B, S8. vos om.: S8. si no es: B. E om.: S7, S8. le om.: S6, S7, S8. Señora hermana: V, B. Hermana y señora: S7, S8. doña Urraca om.: S7, S8. que me: V, B. vos om.: S6, S7, S8. E om.: S6, S7, S8. le om.: S6. Vrracla: S7 Y om.: S6, S7, S8. le om.: S6. Ella le dixo: S6. Y dixo ella: B. Ella le respondió: S7. Ella respondió: S8. el mi: V, B. E om.: S6, S7, S8. don Juan om.: S6, S7, S8. a los: S6, S7, S8. e om.: S8. a las: S8. los om.: S6, S7, S8. y todos aquellos: S6, S7. y a todos aquellos: S8. le dixo: S7. Señor hermano: V, B. Hermano y señor: S7, S8. Y om.: S6, S7, S8. a sus hijos: S6, S7, S8. y om.: S6, S7, S8. se apartó: S7. se partió: S8. Vrracla: S7

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llorando mucho: S7, S8. de los sus: V, B. mas no lo podía hazer menos: S6. mas no lo pudo hazer menos: S7, S8. sentóse: V. se assentó: S6, S8. Vrracla se assentó: S7 tan grandes om.: S6. muy grandes: S7, S8. parescía: S6, S7, S8. romper: S6, S7, S8. lo: B. no om.: V, B. E om.: S6, S7, S8. Vrracla: S7 del: B. niños pequeños y muy hermosos: S6, S7, S8. e om.: S7, S8. buenos caualleros: V, B. caballero: S7, S8. muy honrado: V, S6, B, S7, S8. e om.: S8. hijo: S8. dueña: V, S6, B, S7, S8. e om.: S6, S7, S8. tuviera: S7, S8. e om.: S8. muy: S6, S7, S8. muy grande pesar: B. e cayóse amortecida: S6. e cayó en el suelo amortecida: S7, S8. e quando acordava: V. e quando se acordava dellos: S6, S7, S8. e quando tornava en sí: B. tan om.: S8. era muy grande marauilla con el grande: V. era muy grande marauilla ver el gran: B. dolor: S7, S8. que lo hazía: S8. e dixo: V.

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señor hermano: B. dellos y de mí: S7, S8. y por bien tuuiérdes: S6, S7, S8. e sabed que: V, B. muy gran: B. no pudo el abbad don Juan: V. no pudo hablar palabra: B. de los sus: V, B. a mala vez la: V. a tanto que a mala vez le: B. la: S7. llorando de sus ojos hasta que mala vez le pudo hablar om.: S8. y señora: S6, B, S7, S8. Vrracla: S7 a tomar: S6, S7, S8. e om.: B. por todos los: B. por salvar a los pecadores: S8. y las: S6, S7, S8. assí llorauan: B. de los sus: V. y auían: B. muy om.: S7, S8. de la señora: S6, S7, S8. Vrracla: S7 e om.: S6, B, S7, S8. el: S6, S7. para su: S6, B, S7, S8. doña Urraca: B. díxole: S6. díxole su hermana: S7, S8. Vrracla: S7 Ay señor hermano: V, B. Ay hermano mío y señor: S6. Ay hermano mío: S7, S8. que mateys: V, B. que vos me mateys: S6, S7, S8. no om.: S6, S7, S8. grande: V, S6, B. y: S6, S7, S8.

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gran: V, B, S7, S8. de ver: S6, S7. viendo dar: S8. de mis hijos amados: S6, S7. a mis amados hijos: S8. Y en: V. Y en diziendo: B. doña om.: S6, S7, S8. Vrracla: S7. púsole ante los: V. púsoselo delante de los: S6, S7. púsosele delante de sus: B. púsolo delante de los: S8. las rodillas en tierra delante del: S6. y hincóse de rodillas delante del: B. las rodillas en tierra delante el: S7, S8. amado hermano: S8. rogando a Dios que la perdonasse: B. abbad don Juan la espada: V, B. Y el abad don juan alçó el espada: S6. Y el Abad don Iuan alçó la espada: S7, S8. cortóle: V, S6, B, S7, S8. doña Urraca om.: S6, S7, S8. y luego tomó a sus cinco sobrinos: S6, S7, S8. y tomó a sus cinco sobrinos: B. tocados: S6, S7, S8. otros om.: V, B. esto om.: V, B. aquello: S6, S7, S8. a om.: S8. a om.: S6, S7, S8. ellos todos así a: V. hizieron assí ellos: S6. ellos todos así: B. hizieron assí ellos a: S7. hizieron assí todos a: S8. con sus: S6, S7, S8. a su padre y madre: S7, S8. a om.: S6, S7. alguno: S6.

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a ninguno: B, S7, S8. y desque: S6, S7, S8. ya om.: V, S6, B, S7, S8. como auéys oydo: S6, S7, S8. todos los: V, B. quedaron: S6, S7, S8. tan om.: S6, S7, S8. gritos a: S6, S7, S8. gritos llamando a: B. e a muy: S6. tan om.: S7, S8. de los sus: V, B, S8. grande: B, S6. tan om.: S6, S7, S8. en tal manera: V, B. hauía: V, B. todo el: S8. si lo viese: S6. que si lo viera: S7, S8. que om.: S6, S7, S8. quebrantasse: V, B. quebrara: S7. quebrantara: S8. de dolor y de pesar: S6, S7. de dolor y pesar: S8. e om.: V. y los gritos om.: S6, S7, S8. y gran: S6. y el gran: S7, S8. podría: V, S6. aquesto: S6, S7. Y esto assí hecho allegaron: V, B. Y desque llegaron: S6, S7, S8. quanto auer: V, B. auía: S6, S7, S8. de om.: S7, S8. de om.: S7, S8. o: S6. ropas: S6, B, S7, S8. e om.: S6, S7, S8.

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todo en vn gran fuego: S6, S7, S8. E om.: S6, S7, S8. ropa de seda y de otras muchas cosas que no hauía hombre en el mundo que no tomasse en ello pesar y muy gran dolor: V, B. aí om.: S6, B, S7, S8. cosas que quemassen: V. cosas que quemasse: B. y no hallaron: V. mas no halló: S6. y no halló: B, S7, S8. luego om.: S6, S7, S8. ninguno: S6, S7, S8. algunos: B. que teníamos: S6, S7. que tenemos: S8. son ya: S8. posada: S7, S8. e ya: S7, S8. e om.: V, B. entren: S7, S8. nada om.: V, B. Pues señores pongamos agora nuestros coraçones: S6, S7, S8. porque él: V, B. e om.: S6, S7, S8. bienaventurados apóstoles: S6, S7, S8. y a: V. estos om.: B. y vamos a pelear: S6, S7, S8. y om.: S6, S7, S8. Pues nuestro Señor Iesu Christo: S7, S8. por saluar a nosotros pecadores: S6. por saluar los pecadores: S7, S8. el om.: V, S6, B, S7, S8. cathólica om.: S6, S7, S8. Y om.: S6, S7, S8. se dieron todos paz: S6, S7, S8. perdonassen: S8. muy bien om.: S7, S8. y subieron: S7, S8. e om.: S6.

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otros om.: S7, S8. de pie om.: V, B. de a pie: S8. todos a: V, B. que se dezía: B. y fueronse: S8. muy om.: S7. de om.: S6. començáronse amparar: S6. començáronse de aparejar: B. començaron de se amparar: S7, S8. pidieron: S8. allí om.: S6, S7, S8. los om.:V, B. les: S6, S7, S8. herían muy rezio sin ninguna piedad: S6, S7. herían reziamente sin ninguna piedad: S8. con grandes golpes de espada y muy: S8. y a muy grandes: B. y a grandes: S7. e om.: S6, S7, S8. en todo: S8. mayor ser: V, B. más ser: S8. guardado: S6, B, S7, S8. suyos y del muy honrado: S7, S8. lo guardara: S6, S7. le guardara: B. lo podía guardar: S8. Y om.: S7. muy buen: V, B. e muy ardid e rezio en su coraçón: S6. e muy rezio y ardid: S7. y muy rezio y de ardid: S8. en los: S6. sino como el lobo quando degüella las ouejas: V. sino como lobo quando degüella las ouejas: B. sino vn León brauo quando degüella las Ouejas: S6. sino como León quando degüella las ouejas: S7, S8. Y él y su gente hizieron tamaña mortandad: V, B.

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Y su compaña hizo grande mortandad: S8. los enemigos: S8. tornó: B. compañeros: S6, B, S7. compañero: S8. de om.: B. que mucha lazeria: V, B. que muy grande trabajo: S6, S7, S8. y mucha razón: S8. se om.: V, S6, B, S7, S8. E om.: S7, S8. pasaron esta noche como os he contado: V. pasaron essa noche: S6, S7. passara esta noche como vos he contado: B. y el: S8. don om.: S7, S8. esto qué puede ser: V, B. que om.: V, B. ya om.: S6, S7, S8. e om.: S6. e om.: B. que: S7, S8. E om.: S6. E don om.: S7, S8. un om.: S8. valiente Cauallero en: S8. grande: S6, S7, S8. e gouierna muy bien su cauallo e muy fuertemente y es hombre de muy grand fuerça: V, B. e gouierna muy bien un cauallo y es muy fuerte y de muy grande fuerça: S6. e gouierna vn Cauallo muy bien y es muy fuerte y de grande fuerça: S7. e gouierna vn cauallo muy fuertemente y es muy fuerte y de grande fuerça: S8. e es: S8. grande: S6, S7, S8. podrán: V, B, S7, S8. si no mandays hazer: S7, S8. os dixere: V, S6, B, S7.

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os dixere agora: S8. le dixo: V, S6, B, S7. le om.: S8. muy mucho: S7. abad don Juan: V, B. muy: S6, S7, S8. de om.: S7, S8. yo om.: V, B. podreys vencer: V, S6, B. yo diré cómo lo podremos vencer: S7, S8. y el arte y manera: V. el arte y manera: B. y el ardid: S7, S8. en esto: S7, S8. mandeys: V, S6, B. mandad: S7, S8. que om.: S7, S8. señal: S8. tengan en el: B. tengan el: S8. y om.: B. mandad: V, B, S7, S8. en: V. con: B. el om.: S6, S8. yo om.: S6, S7, S8. el om.: S8. tomaré om.: S6. tomaré hasta om.: S7, S8. de: S6, S7. por la: S8. yremos: S7, S8. pensará: S7. Don Giraldo: S7, S8. y assí: S7, S8. nuestras: S8. y de: S7, S8. vencerlos: S6, S7, S8. de: V, B. ni los podremos tomar: S6.

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ni los podremos prender: S7, S8. Entonces dixo Almançor: S6, S7, S8. muy om.: S6, S7, S8. que era: S7, S8. e om.: V, B. hiziessen: S8. lo dezía: V, B. Y quando todo fue hecho: S6, S7, S8. señal: V. el om.: S8. mandólo: S6, S7, S8. meter por: B. echar en: S6. echar por om.: S7, S8. Y otro día: B. salió: S6, S7, S8. el om.: S8. y vinieron: S6, S7, S8. contra: S8. trompetas: V, S6, B, S7, S8. E om.: S6, B, S7, S8. todos los: S7, S8. los vieron: S6, S7. como los vieron: S8. e om.: S8. a: S6, S7, S8. e don: S7, S8. dexéronle: B. le dixeron: S7, S8. vos: V, B. nosotros: S7, S8. veis om.: S6, S7, S8. e don: S8. muy om.: S7, S8. vos: S7, S8. enemigos de nuestra santa fe: S7, S8. E om.: S6, B, S7, S8. los: S6. grande e incomparable: S6. grande: S7, S8.

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a parar entre: V. y se fue entre: S6. a parar ante: B. a poner entre: S7, S8. enseña: V. el om.: S6, S7, S8. y toda la compaña: S7. y toda la compañía: S8. allí: S6, S7, S8. don om.: S6. de los: S6. muy om.: S7, S8. ellos om.: V, B. dónde podrían ellos: S7. de dónde podían ellos: S8. compañía: V, B. y tan gran: S7, S8. que yo crié en mal punto: S7, S8. E om.: S6, S7, S8. dezir que: S7. dezir lo que: S8. quiere: V. quere: B. yo saldré: S7, S8. a otro ninguno sino estos: B. a otros algunos sino a estos: S6. a otros algunos sino estos om.: S7, S8. mas que: S7, S8. e díxoles om.: S6, S7, S8. y vosotros: S6, S7, S8. o: V, B. y sí: S6. el om.: S8. si om.: S6. y me verné: S6, S7. y me vendré: S8. hasta el: S7, S8. es: B. y om.: S6, S7, S8. por mí: S6.

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por agora: S6, S7, S8. tanta om.: B. y tan grande: S7, S8. que: S7, S8. yo om.: S6, B, S7, S8. de la mi: V, B. algunos: B. dé: S6, S7, S8. y tome aquestas: S6, S7, S8. ellos om.: B. e om.: S7, S8. osaron: S7, S8. se om.: V, B. y temían de dárselas: S7, S8. corrido o: V. socorrido o: B. cauallo: S8. y el que: S8. que om.: S8. podía: S8. o: V, B. esto: S6, S7, S8. de no: V, B. Empero: S6, S7, S8. vio esto: V, B. esto om.: S7, S8. el: B. su tio: S6. y díxole assí: S7. y le dixo assí: S8. toma: S6. y dame: S7. nuestro señor Dios: S6, S7, S8. E om.: S6, B, S7, S8. su sobrino om.: S7, S8. armáronle: S8. de a: S7, S8. compañía: V, S6, B, S7. y díxoles: S7, S8. y que él: S6, S7, S8.

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que él: B. enseña y: V. enseña o: B. el om.: S8. que venía con ellos: S8. en paz con él: B. que om.: S7, S8. ellos om.: S6, S7, S8. pero: S6, S7, S8. viesen si: S6. viesse que: S8. él peleaua: V, S6, B, S7. peleaua: S8. a priessa: S8. viera: S6. vería: S7, S8. quedara: S8. E om.: S6, S7, S8. metiéronle: B. un: S7, S8. y el abad fuesse: V. y el abbad se fue: B. abad don Juan om.: S7, S8. trayan la enseña: V, B. el om.: S6, S7, S8. de sus enemigos los moros om.: V, B. los moros om.: S6, S7, S8. De om.: S7, S8. el abad don Iuan cortó: S6, S7, S8. de cómo: S6, S7, S8. que om.: S6, S7, S8. al real om.: S6, S7, S8. Don Çulema el traydor: S6, S7, S8. vía: S8. a do: S6, B. y díxole om.: S6, S7, S8. el qual os: S6. y os: S7, S8. la om.: S6, S7, S8. y om.: S6, B.

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porque él bien sabe cierto: S6. e dize que él sabe por cierto: S7, S8. lo: S6, S7, S8. y lo: S6. que él: S6, S7, S8. que: S6, S7, S8. lo dixo: S7, S8. lo: S6, B, S7, S8. en la palabra ni en otra manera alguna om.: S7, S8. para: S6, S7, S8. la: B, S8. con el espada: S6. con ella: S7, S8. grande: S6. muy grande: S7, S8. que no se pudo más valer del braço derecho y luego le dio otra grande herida en la cabeça: S6. que no se pudo el traydor más valer del braço derecho y luego le dio otra gran herida en la cabeça: S7. que no se pudo el traydor más valer del braço derecho y luego le dio otra grande herida en la cabeça: S8. monesterio: B. a ayudar: B, S8. Monges: S8. fue allí tan grande: S6. fue tal y tan grande: S7, S8. gran om.: S6, S7, S8. mancilla: S8. e sabed: S6, B, S7, S8. su moro: S6, S7. diez om.: S8. Moro: S8. esto om.: S6, S7, S8. luego muy apriessa: S6. salieron apriessa: S7, S8. a les ayudar: S6, S7, S8. se om.: S6, S7, S8. vnos a los otros: S6. los unos a los otros: S7, S8. hallaron allí: S6.

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los quales se hallaron con él om.: S7, S8. en aquella: S6, S7, S8. alguno: S6. ninguno dellos: B. cauallero: S8. lleuauan: B. muy om.: S6. Socorrednos: S6, S7, S8. es muerto: S7. que ya es muerto: S8. furor: S8. Y quando oyó estas nueuas el rey Almançor: S6. Y quando estas nueuas oyó el Rey Almançor: S8. el rey Almançor om.: S6, S8. preguntóle: S6. preguntó: S8. lo: S6, S8. vos sabréys: S6. lo: S6, S8. mas os om.: S8. en la cual creemos om.: S8. tan gran: S6, B. tan grande: S8. Y om.: S6, B, S8. se leuantó: S6, S8. aquel om.: S8. mas antes: S6, S8. abad don Juan om.: S8. don om.: S6. si me pudiesse auer: S6, S8. le: S6. mas om.: S6, S8. esperar: S8. a: S6, S8. en él: S6. en él muy presto: S8. presto: S6. lo más aína que él pudo om.: S8. boluiendo: S6, S8. por el gran miedo que lleuaua: S8.

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tras él: S6. tras dél: S8. que assí le auía cobrado miedo: S6, S8. el om.: S6, S8. del: B. todos om.: S8. esto om.: S8. su señor: S6. yua huyendo: S6. començaron a yrse: S6. començaron a gran priessa a huyr: S8. tan grande: S6, S8. de: S8. el padre a sus hijos: S6, S8. presto: S6, S8. y cada uno por su parte: S6, B. y cada vno huía por donde le parecía que podía escaparse: S8. Y om.: S6, S8. Quando el abad don Juan esto oyó: S6. Quando el Abad Don Juan oyó esto: S8. lo: S6, S8. assí ir: B. antes om.: S8. compañeros: S6, S8. en sus enemigos los moros con: S6. en sus enemigos con: S8. y contento: S6, S8. y om.: S6, S8. bien om.: S6, S8. hiriendo y matando valientemente: S6, S8. Y om.: S6, S8. el: S6, S8. andar: S8. él om.: S6, S8. le hiziera: S6, S8. hiziera lo que: B. al traydor de don Çulema: S6. al traydor de don García: S8. que iva huyendo om.: S6, S8. tu om.: S6, S8.

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con todos: S8. gran: S6. muy om.: S8. arrojóle: S6, S8. tiró él: B. de rezio: S6. grande: B. se om.: S6, S8. passó de parte a parte: S8. y le passó: S6. y le falseó: S8. y quiso Dios por su misericordia: S6. por su grande misericordia: S8. le om.: S6. a: S6, S8. no le: S6. de todo esto no lo: S8. el: S6, S8. Y él om.: S6, S8. de om.: S6. que: B. pues que te alabas dello: S8. ciertamente om.: S8. él: S8. y le hiziera el amor que hizo a don Çulema su criado el traydor: S6. y si lo alcançara que le hiziera lo que hizo a don Çulema su criado el traidor: B. y le hiziera otro tanto como a don Zulema el traydor: S8. Y om.: S6, S8. hizo: S6, S8. todas om.: S6, S8. hizo: S6. hizo él: S8. por om.: S8. le: B, S8. porque le quiso Dios: S6. donde: S8. el Abad don Juan: S6, S8. la qual dezían Alcobaça: S6, S8. De om.: S8.

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las nueuas: S6. allí om.: S6, S8. a: S6, S8. eran resucitados: S6. auía resuscitado: B. que eran resucitados: S8. Auiendo la noche passado: S6. Como la noche fue passada: S8. las nueuas: S6, S8. como: S6, S8. que auían sido muertos en el castillo estauan: S6, S8. y que estavan om.: S6, S8. en cuerpo y en ánima: S6, S8. Y om.: S6, S8. dormía ca om.: S6, S8. trabajo: S6. y del afán om: S8. las rodillas: S6, S8. manos al: S6, S8. Señor Dios: S6, S8. otras cosas que ay en él: S8. santa María: S6, S8. por saluar los pecadores: S8. de allí: S6, S8. a om.: S8. doyte: S6, S8. doy: B. el om.: S6, B, S8. jamás om.: S8. y assí mesmo om.: S6. otorgo y om.: S8. que tú: S8. la om.: S6, S8. merced y tu om.: S6. tu om.: B, S8. compañía: B. tu gracia y poder: S8. y Hijo: S8. y con toda - espíritu sancto om.: S6. y sin tu gracia no es ninguna cosa y eres mi Dios y mi Señor: S6.

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Y desque esta: S6, S8. vuo dicho el Abbad Don Juan: S6. mandó a toda: S6. mandó a: S8. compañía: B. que todos fuessen: S6, S8. y a donde: S6, S7, S8. que om.: S6, S7, S8. quarta: S8. los: B. porque: B, S8. allí hazer vn monesterio: B. se om.: B. se le: S8. y om.: S6, S7, S8. donde: S6, S7, S8. mi: B. de om.: B. assí se vuieron: S6, S7, S8. sieruo: S6, S7, S8. por el: S7, S8. don Juan om.: S6. su señor om.: S7, S8. se fueron: S6, S7, S8. adonde: S8. adonde: S6, S7. en om.: B, S8. grandíssima riqueza: S7, S8. tesoros: S6. y haveres om.: S7, S8. como él les: S6, S7. hallaron entre sí y embiaron al abad don Juan su parte como om.: B. como él lo: S8. don Juan om.: S7, S8. allí om.: S6, S7, S8. en om.: S6. adonde: S7, S8. grande om.: S6. gran: B, S7, S8. havido y om.: S7, S8.

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los moros om.: S7, S8. después de: S8. alma: B. y lleuaron su cuerpo: S6, S7, S8. enterráronle: B. en om.: S8. muy om.: S6, S7, S8. por los ruegos de: S6. por los ruegos deste: S7, S8. don Juan om.: S7, S8. Laus Deo: B, S8.

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Capítulo cclxxxvij del Compendio historial de Diego Rodríguez de Almela (Ms/1.979 de la Biblioteca Nacional de España, fols. 94v-98r) [Fol. 94v a] Capítulo cclxxxvijº. De cómmo el abad don Iohan de Monte Mayor falló un niño a la puerta de la igresia yendo a maytines, e lo crió e púsolo en estado de ouien [fol. 94v b] cauallero, al qual llamaron e ovo nonbre don Garçía, e se tornó después moro renegado e vino con el rey Almonzor e çercó al dicho abad don Iohan en Monte Mayor, e del miraglo que allí acaestió, e de cómmo fueron los moros vençidos. En tiempo deste Rey don Ramiro, tercio de León, acaesçió así al abad don Johan de Monte Mayor el Viejo, que es en Portogal. Hera grand señor e de muchas rentas de la Orden del Cístel, hera un monasterio muy antiguo del tiempo de los godos, porque quando los moros conquirieron a España, quedaron en Monte Mayor los monjes e moradores de allí, que se dieron a pleitesía con todo lo suyo e dexáronlos bevir entre ellos. E después que los cristianos fueron cobrando la tierra que avían perdido, el abad e monjes e moradores de Monte Mayor reveláronse contra los moros. En tiempo deste dicho rey Ramiro hera abad de Monte Mayor un noble omne e grand fidalgo e de buena vida, que avía nombre don Johan. Yendo un día a maitines la noche de Navidad, falló un niño que yazía a la puerta de la iglesia echado, este niño hera fijo de dos hermanos, fecho en gran pecado. Como el Abad lo vio, ovo dél grand piedad, tomólo en sus braços e metiólo en la iglesia e hízolo bautizar, e púsole nombre Garçía. Criólo muy viciosamente, atanto e más que si fuera [fol. 95r a] su fijo. Como fue criado e fecho mançebo, amólo mucho e partió con él de lo suyo, e pusólo en estado de cavallero; e por lo más honrrar, embiólo al dicho rey don Ramiro de León, el qual lo armó

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cavallero e le fizo mucha honrra, por respecto del dicho abad don Johan, que gelo embió a encomendar. Después que fue armado cavallero, llamáronle don Garçía, el qual se tornó para su señor, el abad don Johan, a Monte Mayor. Commo lo vio, ovo con él grand plazer e hízolo mayor e capitán de todos los suyos, e todos lo acatavan e miravan commo la persona del dicho abad don Johan. Biviendo así deleitosamente e tan a su voluntad el dicho don Garçía non mirando nin parando mientes a los grandes benefiçios e mercedes que avía reçebido del abad don Johan, su señor, regnó el enemigo en él, e delibró de tornar moro, e pusólo por obra. Yendo a caça un día fabló con algunos de aquellos que lo aguardavan e servían, de quien él confiava, de cómmo hera su voluntad de se ir a tornar moro, porque entendía que hera mejor ley la de los moros, que non de los cristianos. E aquellos a quien fabló conformáronse con él, e embiólo dezir por su carta secretamente al rey Almonzor a Córdova; e plogóle mucho dello, e conçertó de se ir para él con los más que pudiese. Este conçierto fecho, fuese don Garçía para el abad don Johan, su señor, e díxole cómmo hera su voluntad de servir a Dios e de entrar en tierra de moros e les fazer mal e daño; que le diese gente e adreçase quien fuese con él. El abad don Johan estorbávagelo que lo non fiziese; lo uno, porque él tenía tregua con [fol. 95r a] los moros, e lo otro, porque hera mucho mançebo. Pero a la fin, leyendo su buen deseo, plogóle dello e adreçólo lo mejor que pudo e diole trescientos cavalleros que fuesen con él; e embió con él un buen cavallero fidalgo, de quien el abad don Johan confiava, que se llamava Bermud Martínez, para que lo aguardase e mirase por él como ayo. E así se partió don Garçía con sus trescientos cavalleros de Monte Mayor e con él el dicho Bermund Martínez, e andando por sus jornadas fasta que pasó el río de Tajo, e de allí embió sus cartas a Almonzor a Córdova, faziéndole saber cómmo se iva para él con aquellos cavalleros, e de la manera que se avía partido de Monte Mayor e que se iva a tornar moro, commo con él avía conçertado. Quando Almonzor vio las cartas ovo mucho plazer, e desque sopo que don García hera cerca de Córdova salió lo a reçebir una legua de la çibdad, e fízole muy grand honrra e abraçólo commo si don Garçía fuera su hermano. Quando esto vio el bueno de Bermund Martínez, maravillóse mucho, porque ellos ivan contra los moros e salirlos a reçebir, luego pensó e conoció la traiçión e maldad que el dicho don Garçía quería fazer. E así entraron en la çibdad don Garçía con los suyos e con el rey Almonzor, con grand cavallería que lo salieron a reçebir, e llegaron a los palaçios de Almonzor. E ante que descavalgase, dixo don García ante todos al rey Almonzor: “Sabe que yo soy aquí venido a tu buena bondad, con tal compaña commo aquí vedes, e quiérome tornar moro e ser tu vasallo; [fol. 95v a] e quiero la tu ley, porque entiendo que la ley de los

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cristianos non es nada”. Entonçe embió Almonzor por su almuédano, el qual vino luego con treinta cavalleros moros, vestidos de buenas almexías de oro e de seda, e tomaron a don Garçía e leváronlo a la mesquita mayor. E quando fue a la puerta, saliéronlo a reçebir todos los alfaquís, e fincó las rodillas e negó a nuestro señor Jesucristo, e a Santa María, e a todos los santos e santas de la corte del cielo, e los padrinos e a las madrinas, e al santo bautismo que avía reçebido. E esto fecho, metiéronlo en la mesquita e diéronle a bever de su sangre mesma, commo manda su seta, e prometió a Mahomad e a quantos allí estavan que todos los días de su vida siempre faría mal a cristianos en quanto pudiese. E de allí tornároslo a los palacios de Almanzor mucho bien acompañado, e puesto en su palacio sobre un grand estrado e cama, lo circumçidaron, e pusiéronle nombre don Çulema. E así fue tornado moro, e eso mesmo fizieron así, e se tornaron moros, los más de los cavalleros que consigo traxo. Commo esto vio Bermund Martínez, pesóle mucho de corazón. Cavalgó luego en su cavallo e salióse de Córdova lo más escuso que pudo e fuese solo, e aundudo siete días fuera de camino, que non comió él nin su cavallo si non yerva e heno. E andouo muy congojado, rogando a Dios de todo su corazón que lo dexase ir ver al abad don Johan para le contar la traiçión e maldad que avía fecho su criado don Garçía en se aver tornado moro. E [fol. 95 vb] a cabo de siete días que partió de Córdova llegó al castillo de Monte Mayor, adonde el abad don Johan estava. Commo lo vio, pregúntole cómmo venía así o qué hera de su hermano don Garçía e adónde lo dexava a quien tanto le avía encomendado. E Bermund Martínez le dixo que moro hera tornado e todos los más que consigo levara. El abad don Johan, commo le oyó, dexóse caer amorteçido en tierra de pesar; de sí levantóse a cabo de pieça e e dixo: “Amigo, ¿esto es verdad, que aquel a quién yo fize tanto bien e tanta honrra, commo Dios sabe, que se tornó moro?” E Bermund Martínez le dixo: “Señor, así aya lo la graçia de Dios e vuestra merced, commo yo estove en la mesquita de Córdova e vi con mis ojos cómmo se tornó moro e se fiso vasallo de Almanzor, e prometió a Mohamad e a quantos estavan aí que en todos los días de su vida siempre faría mal a cristianos en quanto pudiese; e así finieron todos los más cavalleros que consigo levó”. E desque desto fue çertificado, començó a fazer muy gran duelo e quexávase mucho contra Nuestro Señor. E començó luego de basteçer su castillo e buscar e aver gentes para se defender de los moros, que bien entendió que Almanzor vernía sobre él. E dexando agora lo que fazía el dicho abad don Johan desque esto sopo, es de saber que después que Almonzor vio tornado moro al dicho don Garçía, al qual avía puesto don Çulema, e a todos los más de los cristianos que consigo levó, fizieron en [fol. 96r a] Córdova muy grandes alegría dos meses continos,

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faziendo muchas honrras e serviçios al dicho don Çulema e a los que con él se avían tornado moros, que más non podía ser. Este tiempo acabado, acordó Almonzor de entrar en tierras de cristianos, dándole muy mucho acuçio a ello don Çulema, el renegado. E ayuntó muchas gentes e con grand hueste de moros entró por Portogal e Galizia e llegó fasta Santiago faziendo mucho mal e guerra e daño, que non avía quién gelo registiese; lo uno, por el gran poder de moros que consigo levava, e lo otro, por la división e guerra que hera entonçe entre los cristianos, por quanto los gallegos avían alçado por rey en Galizia al infante don Bermudo, fijo del rey don Ordoño, contra el rey Ramiro, que en León estava en aquel tiempo. E así se tornó Almonzor de Galizia e vino a Portogal e tomó e quemó muchos lugares de cristianos, e çercó a Monte Mayor, a do estava el dicho abad don Johan; e tóvolo çercado dos años e siete meses, a ruego e a istançia del dicho don Çulema, el renegado, el qual salía los más días del real de los moros a combatir e fazer mal e daño al castillo de Monte Mayor, diziendo muchas palabras de grand sobervia e de denuestos contra nuestra Santa Ley e contra el abad don Johan, su señor que lo crió. E un día llegó el dicho don Çulema con un tropel de cavalleros al castillo e dixo: “¿Está aí el abad don Johan?”, e los del castillo dixieron que sí. E paróse entonçe el Abad entre dos almenas e fabló con él, sobre seguro que le dio, e dixo: “¿Heres [fol. 96 rb] tú Garçía, el mi criado que yo crié e fize tanto bien e merced commo Dios e el mundo sabe?” El dixo: “Yo non so Garçía, mas otórgate que soy tu craido, e te tengo puesta bivienda con el rey Almonzor, que es el mayor rey e señor que ay en el mundo, que te lieve a Córdova e te faga señor de todos los almuédanos e alfaquís de su tierra”. E quando esto lo oyó el abad don Johan, díxole: “Calla, traidor, ¿non sabes qué Dios es sólo uno en esençia, e Dios Padre es Dios verdadero non engendrado nin fecho nin criado nin procede o sale de alguna cosa?, ¿e que el fijo de Dios es Dios verdadero nin fecho nin criado, mas engendrado del Padre?, ¿e que el Espíritu Santo es Dios verdadero nin fecho nin criado, más procede de Dios e de Dios es fijo, e así en la divinidad son tres personas distintas entre sý e una sola e simple esençia?, ¿ e que Dios uno en trinidad es todopoderoso, criador de todas las cosas que se pueden ver, commo de las que non se pueden ver?, ¿e que Dios justifica a los omnes dándoles su graçia e rimitiéndoles sus pecados?, ¿e que Dios da a los justos vida perdurable en la su gloria de paraíaso, e a los malos pena perdurable en el infierno?, ¿e otrosý, que el fijo de Dios sobre dicho fue conçebido de la Virgen bien aventurada Santa María, sin obra de varón?, ¿e otrosý, que naçió de la Virgen María seyendo ella virgen así en el parto commo después?, ¿e así mesmo, que el fijo de Dios reçibió por nos pasión e fue cruçificado e muerto e soterrado?, ¿e que nuestro señor Jesucristo, fijo de Dios, deçendió a los infier-

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nos en ánima a librar a los santos que ý estavan, e fue en el [fol. 96v a] sepulcro en su cuerpo humanal?, ¿e otrosý, que en el tercero día resuçitó en cuerpo junto con el ánima?, ¿e que subió a los çielos en ánima e en cuerpo a los cuarenta días de la resurrección, e see en la diestra de Dios Padre?, ¿e qué verná a la fin del mundo a judgar los bivos e los muertos?”. Entonçe dixo don Çulema: “¡Don Abad, non sé qué es eso!, mas dígovos que vos vengáis a tornan moro; e si tan santo sois que non me queredes creer de cosa que vos digo, sabed, por çierto, que oy en este día entraré en ese vuestro castillo e mataré todos quantos ý fallare e a vos, e derribar e solarlo he, e tomaré el vuestro cuerpo e colgarlo he, e non lo tiraré fasta que los buitres sean fartos de vuestras carnes, e después mandaré quemar vuestros huesos , e fazerlos he de aventar a los cuatro vientos principales. E todo esto faré yo porque veais quál crianza en mí fezistes, que non fue hecha en buen punto”. Desque esto le oyó dezir así el abad don Johan, dixo: “¡Ya traidor!, vete de aquí, que mucho me pesa por la tregua que te he dado. Mas, pues, que te alabas que entrarás en el castillo, yo te digo que non te çerrarán las puertas por miedo tuyo, porque yo fío en Dios que lo fará mejor que lo tú dizes”. Entonçes el Abad fincó los hinojos en tierra, rogando mucho a Dios de todo su corazón, llorando de sus ojos, que lo ayudase e librase e le oviese merced en aquella cuita e angustia en que estava. E don Çulema fuese para Almanzor e dixo: “Sabe que non me quiere dar el castillo el abad don Johan si non lo tomamos por la [fol. 96v b] fuerça, por ende, manda que se armen todos e vayámoslo a combatir”. E Almonzor mandólo luego que los finiesen así e combatieron los moros el castillo muy fuertemente todo aquel día. E el abad don Johan salió con los suyos a las barreras peleando fuertemente, defendiéndose bien e mataron muchos de los moros aquel día, e desque vino la noche, retraxéronse los moros a su real. E luego otro día de mañana tornaron al combate e duró fasta la noche el combatir, e fueron muchos muertos de am[b]as partes. E así se defendía el abad don Johan e los que con él estavan, lo mejor que podían. E commo la gente que estava en el castillo de omnes e mugeres e criaturas hera mucha e avía dos años e siete meses que estavan çercados, falleciéronles las viandas de manera que querían morir de fambre; e llegó a valer una cabeça de asno una dobla de oro, e non sabían remedio que se dar nin que fiziesen. Acordó el abad don Johan, con todos los que consigo tenía en el castillo de Monte Mayor, de salir fuera al real de los moros, e fizo tres azes de su gente. E en tanto que las dos hazes dieron en el real, en el qual finieron grand rebato e mucho mal e dapño en los moros, la otra haz non fizo sinon robar e tomar quanta vianda fallaron e pudieron levar. En esto los moros armáronse e salieron del real a pelear con los cristianos, en esto los cristianos retraxéronse al casti-

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llo. E destos rebatos davan a los [fol. 97r a] moros muchos, quando los veían estar más descuidados. E de aquella vianda que traxeron de aquella vez, repartiéronla por todos e pasaron con ella algunos días; mas a la fin óvoles de falleçer del todo, que non tenían qué comer. Viéndose los cristianos muy cuitados e afligidos de fambre e sin ninguna esperanza de socorro, por la división e guerra que hera en los cristianos entre el rey don Ramiro de León e el rey don Bermudo, que fue doliente de los pies, segund es dicho, fizo el abad don Johan ayuntar todos lo que con él estavan, e hízoles una fabla diciéndoles: “Parientes e amigos, bien vedes la nuestra cuita e angustia qué tamaña es, e el grand poder de los moros que nos tienen çercados, e cómmo están allegados al castillo todo en derredor, de manera que ninguno de nosotros puede salir uno nin entrar otro, e non podemos fuir, aunque queramos. E sin nos entran, prender e matar nos han, e tomarán vuestras mugeres e deshonrarlas han, e a vuestros fijos e fijas, e tornar los han moros e vasallos de Mahomad; e así los diablos levarnos han las ánimas, e tomarnos han el castillo e todos nuestros averes e faziendas que aquí tenemos, e de todo se aprovecharán estos perros de moros que nos tienen çercados. E mi parecer es que fagamos lo que en otros tiempos finieron los de Çamora quando los tenía cercados los romanos, e eso mesmo los de Sigonça, que ahora se llama Monviedro, estando çercados de Aníbal e de los africanos [fol. 97r b] sus enemigos, commo quier que sea grave cosa de fazer, será salvamiento de nuestras ánimas, que matemos a todos los viejos e a las mugeres e criaturas que non son para tomar armas que connusco en esta villa e castillo de Monte Mayor están, e esto fecho, salgamos e matémosnos con ellos. E yo fío en la misericordia de nuestro señor Jesucristo, que avrá piedad e merced de nosotros, e estos que mataremos irán a tomar para ellos e para nosotros lugar al santo paraíso. Esto digo que será mejor, que non ellos levar vuestras mugeres e fijos e que los deshonren a ellos e a nos”. Todos los que í estavan dixeron, muy agramente llorando de sus ojos: “Si vos así lo queredes, así lo fagamos”. E luego otro día fueron todos ayuntados, después de oída misa en el corral mayor del castillo. E allí venidas las mugeres e criaturas, estava aí una noble dueña que avía nombre doña Urraca, hermana del dicho abad don Johan, con çinco fijos pequeños que tenía, la qual, ella e sus fijos e todas las otras mugeres, viejos e niños fueron muertos, commo lo avían acordado. [en u se añade: E los padres matavan a sus fijos, los niños pequeños que no eran para tomar armas, e a sus mugeres; e los fijos que eran para tomar armas matavan a sus padres, los muy viejos que eso mismo de vejez tomar ni ejercitar non las podían, e el abad don Juan mató a su hermana e a sus çinco fijos, sus sobrinos. E desta manera que lo acordaron se fizo.] Esto fecho, allegaron quanto aver e plata, e joyas e ropa que algo valiese que allí tenía, e quemáronlo todo. Enton-

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çe dixo el abad don Johan: “Amigos, aquí non ay de que vos dolgades, que los fijos e las mugeres son muertos, e ellos son todos idos a tomar posadas a paraíso para sí e para nosotros, e del aver que teníades non ayedes cuita, pues que todo es quemado; mas agora vámosnos [fol. 97v a] a combatir con ellos, que la carrera del paraíso çerca nos está aparejada”. E armáronse todos e cavalgaron. E queriendo salir para dar a los moros, vieron venir trescientos cavalleros que pareçían cristianos e traían un pendón blanco con un león medio dorado, diziendo que hera del rey don Ramiro de León; e venía í a par dél otro pendón amarillo con dos torres blancas, a semejanza que hera de un noble cavallero que avía nombre don Geraldo de Astorga, el qual hera pariente e mucho amigo del dicho abad don Johan. E llegaron açerca del castillo, llamando a grandes bozes: “¡Biva el rey don Ramiro de León e don Giraldo de Astorga, que viene en ayuda e en socorro del buen abad don Johan de Monte Mayor!”. Los cristianos luego commo los vieron, ovieron muy grand plazer, pensando que hera así verdad; mas luego a poco reconoçieron que hera traiçión e maldad, que el dicho don Çulema, el renegado, avía fecho fazer aquel ardid por los engañar. E así commo los ovieron reconoçido, salieron todos del castillo e villa de Monte Mayor e fueron ferir tan fuertemente en ellos que hera maravilla; e desbaratáranlos e mataron al dicho don Çulema e a todos los más de los trescientos cavalleros que con él venían en semejanza de cristianos, de guisa que pocos o ninguno escapó. El abad don Johan aquel día cambió sus armas con Bermud Martínez por ir desconoçido, e de sí dio él e los suyos por los moros, [fol. 97 v b] matando e firiendo e faziendo muy grand daño en ellos, Commo esto vio Almonzor e sus moros, cabalgaron e diéronse a fuir del real, e los cristianos en pos dellos, matando e firiendo quanto podía, e duróles el alcançe dos leguas. Commo el abad don Johan vio fuyendo al rey Almonçor, conosçiólo e díxole: “Torna acá, perro traidor, que yo so el bad don Johan, e verás cómmo se canta la misa”; e en diziendo esto, tiróle la lança e firiólo por los lomos. Entonçe Almonzor volvióle el rostro, diziéndole que non lo avía ferido, salvo que la aljuba le avía rota, e por esto fue puesto aquel lugar do acaeçió esta batalla, de allí adelante, Aljubarota. E así escapó e se fue el rey Almonzor del abad don Johan, a uña de caballo. Después que así fueron los moros vençidos, e cogido el despojo dellos, vino mandado el abad don Johan e a los que con él estavan e se avían acaecido en aquel vençimiento de los moros, que todos los que mataran en Monte Mayor heran bivos e sanos, commo heran antes que los matasen, porque avían resuçitado. Quando esto oyó el abad don Johan, deçendió de su caballo e fincóse de rodillas en tierra, e fizo su oraçión muy devotamente en su corazón, llorando de sus ojos e dando muchas gracias a Dios de tan maravilloso miraglo commo

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avía fe [fol. 98r a] cho, demostrando a los ojos de los pecadores; e dixo a los suyos que se fuesen a Monte Mayor e que lo guardasen lo mejor que pudiesen, que nunca quería a él más tornar, e que allí quería bevir todos los días de su vida. E desto pesó mucho a los cristianos. E el abad don Johan quedó allí, a do agora es el monasterio de Alcobaça, e allí fizo penintencia muy aspra e santa vida todos los días que bibió, e desque murió fue sepultado muy honrradamente. E de allí quedó para siempre, que en el dicho monasterio de Alcobaça, que es de la orden del Çistel, acerca de Monte Mayor e a tres leguas de la villa de Lerín, de donde el dicho abad don Johan fue Abad, e Mayoral de aquel monesterio non puede ser Abad dél si non fuere cavallero fidalgo e que se aya aconteçido en fecho de armas e de cavallería, commo lo fue e fizo el dicho abad don Johan de Monte Mayor, [en el testimonio u se añade: E es de saber que todos los hombres e mugeres que mataron e resuçitaron en Montemayor, por manifestar nuestro señor Dios sus grandes maravilla, oy en día los que deçienden de aquel linaje tienen en el cuello una señal de manera de un filo como fueron degollados] segund es dicho.

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Índice general

Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1. La leyenda del abad don Juan de Montemayor . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 2. La constitución genérica del texto castellano . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 3. La historia bibliográfica y textual de una historia . . . . . . . . . . . . . . . . . . 4. Criterios de edición y de selección de variantes . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 5. Referencias bibliográficas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 6. Nota editorial . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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El abad don Juan, señor de Montemayor. Texto y notas . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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Aparato crítico . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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Apéndice Capítulo cclxxxvii del Compendio historial de Diego Rodríguez de Almela (Ms/1979 de la Biblioteca Nacional de España) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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