Diego de Coello Quesada Y La Cuesti�n de Oriente (1882-1897): Art�culos Sobre Turqu�a, Egipto, Sud�n, Rumania, Serbia, Bulgaria, Grecia Y Los Patriarcas Orientales 9781617199301, 1617199303

A collection of articles on the Eastern Question by a former Spanish envoy to the Ottoman Empire, originally published i

149 62 19MB

Spanish; Castilian Pages 308 [306] Year 2019

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Table of contents :
Indice
Prologo
Introducción
A) La Epoca (1884-86)
B) La Ilustración Española Y Americana (1882-1895)
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Diego de Coello Quesada Y La Cuesti�n de Oriente (1882-1897): Art�culos Sobre Turqu�a, Egipto, Sud�n, Rumania, Serbia, Bulgaria, Grecia Y Los Patriarcas Orientales
 9781617199301, 1617199303

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Diego de Coello Quesada y la Cuestión de Oriente (1882-1897)

Analecta Isisiana: Ottoman and Turkish Studies

69

A co-publication with The Isis Press, Istanbul, the series consists of collections of thematic essays focused on specific themes of Ottoman and Turkish studies. These scholarly volumes address important issues throughout Turkish history, offering in a single volume the accumulated insights of a single author over a career of research on the subject.

Diego de Coello Quesada y la Cuestión de Oriente (1882-1897)

Artículos sobre Turquía, Egipto, Sudán, Rumania, Serbia, Bulgaria, Grecia y los patriarcas orientales

Edited by Pablo Martín Asuero

The Isis Press, Istanbul

0ór0ÍaS preSS 2010

Gorgias Press LLC, 954 River Road, Piscataway, NJ, 08854, USA www.gorgiaspress.com Copyright © 2010 by The Isis Press, Istanbul Originally published in 2003 All rights reserved under International and Pan-American Copyright Conventions. No part of this publication may be reproduced, stored in a retrieval system or transmitted in any form or by any means, electronic, mechanical, photocopying, recording, scanning or otherwise without the prior written permission of The Isis Press, Istanbul. 2010

ISBN 978-1-61719-930-1

Reprinted from the 2003 Istanbul edition.

Printed in the United States of America

Ex m o .

S R . D. D I E G O D E C O E L L O Y Q U E S A D A , C O N D E DE C O E L L O DE P O R T U G A L , DISTINGUIDO COLABORADOR DE "I A ILUSTRACIÓN ESPAÑOLA Y AMERICANA". I.E.A.

A Borja, Silvia, Miguel y Maña mis primos. A Carlos Larrinaga, Arkaitz Arruabarrena y Marta Luque. A Jon e Iñigo-Branko Juaristi. A Deniz-Deonis, mi ahijado turco-ruso y a Gokhan, Tania y Galia, sus padres y hermana.

Siéntate, maestro, en esta ruda silla de alabanzas, y gobierna mi nervioso corazón con tus grandes decretos de libertad. Del tiempo me sacaste para hacer mi tarea diaria. De la niebla y del polvo me formaste para que conociera los innumerables mundos entre la corona y el mundo. En completa derrota vine hasta ti y tú me recibiste con una dulzura que hoy no me atrevo a recordar. Esta noche vengo de nuevo a ti, ensuciado por las estrategias y atrapado en la soledad de mi diminuto dominio. Establece tu ley en este lugar amurallado. Deja que nueve hombres vengan a alzarme en sus alabanzas para que yo pueda susurrar con ellos: Bendito sea el nombre de la gloria del reino por siempre jamás. Leonard Cohén, El Libro de la Misercicordia,

salmo n° 6.

Indice PROLOGO

13

I - INTRODUCCIÓN

17

I I - ARTÍCULOS

a) La Epoca (1884-86) I - 2 7 . I V . 1884 I I - 30.1 V. 1884. La Pascua Griega-El barrio de Fener-La crisis del patriarcado griego-la cuestión sanitaria I I I - 11. V. 1884 IV — La Cuestión de Egipto

49 oración-La 57 62 67

V— 23.VI. 1884 VI— 22.VII.1884. ¡MS fiestas del Bairam, lo que podríamos llamar la Pascua musulmana, están en todo su apogeo

69

VII— 22.VtI.1884 VIII— 2 7 . V I L 1884. Precauciones contra el cólera.Administraciones postales extranjeras.-Inauguración del nuevo ferrocarril en Bulgaria.-Impresiones sobre la conferencia egipcia.-Fiesta del Kadir IX— 2.VIII. 1884. Los incendios.-Temblor de tierra en Massua.-El Mahdi.-La cuestión postal.-El conflicto sanitario.-La seguridad pública X — Noticias de Turquía XI— 30.IX. 1884. Consejo sanitario.-La cuestión postal.Amortización de la deuda egipcia.-las fiestas de Curban Bayram. XII— 25.X. 1884. Las fiestas religiosas.-El Moharrem o primer día del año.-Los patriarcados griegos.-Consagración de dos obispos católicos

78

XIII— 30.XI.1884. Deportados políticos.-El servicio Elección de patriarcas.-El cólera.-La guerra del Sudán

80

84 86 87

90

militar.-

XIV— 24.1.1885. Una misa solemne.-Banquete en la legación.Noticias del Sudán.-La cuestión de Egipto.-Explicaciones diplomáticas XV— 3.II.1885

74

94

97 100

10

D i c i> o d e

Co e I 1 o Quc sa d a

XVI— 7.11.1885. La toma de Jartum.-Proyectos de alianza- ¡M última batalla.-Consideraciones.-Inexperiencia de Gordon.-Inglaterra e Italia.-Nuevos problemas.-Noticias de Trípoli

103

XVII— 12.11.1885. Noticias del Sudán.-Rumores de Constantinopla Una historia en el Sudán.-El patriarca de los armenios.Suscripción a favor de las víctimas de Andalucía XVIII— Un banquete del Sultán

109 113

XIX— Fiesta española de la caridad en Constantinopla

114

XX— 28.111.1885 XXI— 4.IV. 1885. Los príncipes suecos.-Una indisposición.-La Pascua.-Un poco de política.-En el Sudán.-Rusia e Inglaterra.-El Pontífice armenio.-Agregado Militar . XXII— Turquía y el conflicto anglo-ruso XXIII— 11.VII.1885. Egipto.-La evacuación de Dongola.-La evacuación del canal de Suez -Cuestión de Egipto.-La Macedonia.-Serbia y Austria.-La prensa XXIV— 28.VII.1885. El empréstito egipcio.-Abisina.-Italia en Africa.-La Reina Olga de Grecia.-Rusia oriental.-Rumelia.-El Sultán.-De París a Constantinopla

123

XXV— 10.XI.1885 XXVI— 17.XI.1885 XXVII— 5.1.1886 XXVIII— 27.11.1886. La paz en Oriente.-los elementos radicales en Serbia.-Ambiciones del Príncipe de Montenegro.-El conflicto helénico XXIX— 3.IV. 1886. Nuevas complicaciones.-Actitud del Sultán.-La Cámara Helénica.-El período belicoso griego.-La escuadra inglesa del duque de Edimburgo.-La influencia maronita en Europa XXX— La Cuestión de Oriente XXXI— 17.IV. 1886. El bloqueo.-Una circular de la Sublime Puerta. La Asamblea de Atenas XXXII— 21.IV. 1886. El Príncipe Alejandro.-Turquía y Grecia.-El Príncipe Nicolás de Montenegro.-La Semana Santa en Constantinopla XXXIII - Pera, 10 de Mayo XXXIV— 22.V. 1886. La crisis griega.-Actitud de Turquía.-Fiestas. Peregrinaciones. Más fiestas.-Simpatías a España y a su Dinastía.-El conflicto con Grecia.-Cólera

127 131

133

137 141 144 148

151

154 158 162

163 167

170

Indice

11

XXXV— 5.VI. 1886. Terminación del conflicto greco-truco.-Viaje de la familia Real griega.-La situación en Grecia.-Insinuaciones rusas .-Insurrecciones en Rumelia.-Noticias del Egipto.-El cólera en Italia.-El Ramadàn XXXVI - Fiestas en Constantinopla XXXVIIEl Sultán Abdül-Hamid b) La Ilustración Española y Americana

175 179 180 (1882-1895)

I— Abril 1882. Notas europeas

191

II — Agosto 1884. El Ramadàn y el Bairam en Estambul III— Septiembre 1886. El Cour-Bairám en Constantinopla.-El drama político de la Bulgaria.-la cuestión oriental y sus inmediatas consecuencias para Europa IV— 1886. El Danubio Azul.-El centenario de la reconquista cristiana de Budapest.-La trasformación de Vie na.-El porvenir de Austria-Hungría en Oriente V— Julio 1888. Inauguración del ferrocarril de Salónica.-Apertura de la gran línea internacional de París a Constantinopla.Belgrado, la ciudad turco-serbia, convertida en el centro del Oriente.-Novela dramática de la Reina Natalia.-El primer ferrocarril de Persia.-los de Asia y JerusalénLa línea gigantesca de Samarcanda, la ciudad de las Mil y una noches.-El monte Athos.-Porvenir de los rusos en Asia.-La China invadiendo

199

la Europa.-El noveno centenario de la cristianización de Moscú. VI— Marzo 1889. La abdicación del Rey Milano.-El Joven Alejandro I.-El regente Ristch.-El matrimonio morgamático de Alejandro de Battenberg.-Conflictos religiosos en Sofía y Estambul.-Las esperanzas de la Grecia.-Rusia en Oriente VII— Mayo 1889. Europa y Africa VIII— Julio 1889. Oriente y Occidente.-La coronación de Alejandro l.-Pasado y porvenir de la Serbia.-Eventualidades de guerra producidas por la lucha entre Austria y Rusia en los Balcanes.-La cuestión de Trieste.-Conflicto entre la Suiza y la Alemania.-La verdad sobre la salida del Papa de Roma IX— Octubre 1889. Visita del Zar y del Zarevich a Alemania.-La de los Emperadores Germánicos a Italia y Grecia.-Proyectos de coronación del Emperador de Austria como Rey de Bohemia.Importancia y significación de las maniobras militares germánicas en Sajonia y Hannover, enlazándose con los planes militares de Italia y los preparativos de Rusia.-Situación respectiva de la Bulgaria y de la Serbia, y nuevas nubes en Oriente

206

218

220

232 240

242

248

12

D i c ¿j o

de

C o e l l o

Quesada

X— Noviembre 1889. Atenas y Bizancio XI— 1890. Las elecciones

de gobierno en Grecia.-Peligros de la cuestión ortodoxas.-La

emperatriz

con

en Holanda.-El

del fed-mariscal

XII— 1890. La Conferencia paz en el Capitolio Caballería

de Palermo.-A

enlacz

de las

Iglesias

entre el

Vaticano

rey de Bélgica

en

Moltke

internacional

de Roma.-La

Rusticama,

Europa.-Cambio

la agitación

Isabel en Italia.-Lucha

regencia

Postdam.-Apoteosis

naciones de

para la paz en Oriente.-El

grecoturca

y el Quirinal.-La

253

en diversas

263

y parlamentaria

para

El Amigo Fritz.-Dos

Elenas.-La

Exposición

orillas del Bosforo, del Danubio y del Pactolo.

XIII— Enero 1892. Elecciones Colegio.-Breves aristocracia

de patriarcas.-Vacantes

consideraciones.-El histórica.-La

la

nueva ópera del autor de la

fin

dinastía

de

de

...

268

en el Sacro una

un

grande

pescador

en

Macedonia

271

XIV— Agosto 1893. Visita del Jedive al Sultán-Califa.-Las Estambul.-La

actitud

egipcia

la conducta

con

colonizadora

de Inglaterra.-Conexión de

Francia

de la

cuestión pasión 2' 7 5

de nuestra época y Príncipes

de Egipto.-El Alemania;

en Constantinopla.-La

re\ Alejandro

de Serbia.-El

la Reina de Grecia.-Fiesta

del Sultán y grandes solemnidades de Fener.- Los terremotos

1894. Los patriarcas

XVII—

Octubre

1895. Nuevas matanzas

Reinas

del

Jedive

gran duque Alfredo y

de

jardines

en la catedral

griega

actitud de Inglaterra y Rusia.-Cambio romano.-La

Población católica del mundo.-Las

282

orientales

en Creta.-Los

XVIII— Enero 1897. Roma pontificia Papa y el Patriarcado

de

de Estambul

Noviembre

agitación

familia

en los quioscos

religiosas

XVI—

Macedonia;

de

en Siam.-La

XV— Julio 1894. El nuevo año de la Hégira.-Reunión Soberanos

fiestas

en Roma

en Armenia.-La sucesos

289 guerra

de Estambul

de y la

de Gran Visir

297

y los católicos del universo. jerarquía

de la

El

lglesia.-la

Iglesias orientales y sus ritos.

304

PROLOGO De excelente y necesario puede calificarse el trabajo realizado por Pablo Martín Asuero con la recopilación de artículos del Conde de Coello, en relación con Estambul, el Estado Otomano y la Cuestión de Oriente. Con muy buen criterio, también se han intercalado en el libro noticias sobre Diego de Coello aparecidas en periódicos de Constantinopla como La Turquie y Le Moniteur Oriental durante la estancia del diplomático español en la ciudad. Excelente es el libro por su introducción histórica sobre los últimos tiempos del Imperio Otomano, la contextualización de la misión de Diego de Coello Quesada y de sus reflexiones y las notas a pie de página que, sin duda, facilitarán la comprensión de muchos de los relatos al lector no especialista en estas materias. Esperemos que muchos lectores no especialistas tengan acceso a estas páginas pues, además de pasar buenos ratos leyendo textos inteligentes y bien construidos, esto les ayudará a mejor entender nuestro mundo contemporáneo, en una región tan importante para la nueva Europa como es el Mediterráneo Oriental, con los Balcanes al norte, los países de Oriente Medio al sur y, en medio de todo ello, un importante y gran país que hunde sus raíces en el Imperio Otomano: la Turquía moderna. También este libro es necesario, entre otros motivos, como los que acabo de exponer, como demostración de que España sí se interesó por Oriente, a través de algunos de sus hombres más inteligentes y formados de la época como Diego de Coello. Existen en otros idiomas, especialmente en inglés y francés, numerosas antologías de relatos de viajeros y diplomáticos europeos a Oriente Medio y a Turquía durante los siglos XVIII y XIX. En ellas, en general, no se encuentran referencias a ningún español. Es como si la comunidad internacional de historiadores hubiera decidido que los españoles nunca se interesaron ni se molestaron en establecer contactos con este fascinante mundo de Oriente, reservado casi únicamente a ingleses, franceses y alemanes. Nada es menos cierto, y este libro lo demuestra porque no sólo eran algunos hombres los que se interesaban por estos asuntos. Podemos decir que el interés era compartido por una parte importante de la población española de la época. Si no hubiera sido así, las revistas cultas más importantes y de mayor difusión en la España de Coello como son La Epoca y, sobre todo, La Ilustración Española y Americana, no hubieran publicado tantos artículos de nuestro escritor y diplomático. Podemos incluso pensar que, a través de La Ilustración una parte importante de las clases cultas de Hispanoamérica tuvieron también acceso a un primer contacto cultural con lo que todavía era el Imperio Otomano.

14

ü i c « o

de

C o e l l o

Quesada

El caso de Diego de Coello no es, ni mucho menos, un caso aislado. Los relatos y descripciones españoles de los dominios otomanos vienen de antiguo. Ya en plena época de conflicto entre los dos imperios, el español ds los Habsburgos al oeste y el otomano al este se publica el Viaje de

Turquía,

dedicado a Felipe II por su autor Pedro de Urdemalas en 1553 tras unos años de cautiverio en Constan ti nopla. En palabras de Víctor Morales Lezcano es este un "relato de peripecias inauditas, fundador en las letras de Europa de todo un subgénero de literario". Así lo afirma este arabista español contemporáneo en su obra

España y la Cuestión de Oriente,

Madrid, 1992, cuya lectura es

complemento recomendable para el libro que ahora prologamos. Por citar algunas de sus obras, recordemos el Nuevo Tratado de Turquía, publicado en Madrid en 1622 por un clérigo siciliano (entonces subdito del Rey de España) "con una descripción del sitio y ciudad de Constantinopla, costumbres del Gran Turco, de su modo de Gobierno, etc", como reza su título completo. En tiempos más modernos, en plena Ilustración, es de señalar el Viaje a Constantinopla

de Joseph Moreno, en 1874 ( El Tratado de Paz entre el

reino de España y la Sublime Puerta es de 1782), con abundantes ilustraciones y multitud de datos sobre los dominios del Sultán, publicado en Madrid eri 1790. El capitán de fragata de la Real Armada D. Josef Solano Ortiz publico también sus impresiones sobre el Imperio Otomano, Idea del

Imperio

Otomano es el título de la obra, a través de dos viajes en Constantinopla, en 1778 y 1786. Por su parte, el conocido viajero español Domingo Badía ("Ali Bey" er Dar-el-Islam), en 1814 en francés (en 1836 en castellano), publica sus impresiones de Turquía en Viajes por Asia y Africa. El que esta obra se publicara primero en francés se debe a las convulsiones sociales y políticas que sacudieron Europa con las campañas napoleónicas. Nuestro compatriota Domingo Badía, que había explorado el mundo musulmán por encargo de Godoy. tras la Guerra de Independencia contra Napoleón, paso algunos años de su vida en Francia. Otros escritores, a menudo diplomáticos, continuarán informando al lector español sobre el Imperio Otomano, como el del Vicecónsul en Beirut. Alfonso de Rivadeneira, que en 1871, en su Viaje de Ceilán a Damasco o en sus Cartas

Etnográficas

sobre la Siria, publicadas entre 1864 y 1867.

informa ampliamente sobre las provincias asiáticas del Imperio. Otro diplomático, Antonio de Zayas, en misión en Constantinopla entre 1897 y 1899 también nos transmite sus impresiones en A orillas del

Bosforo.

Prologo

15

Otras obras publicadas en la época de Diego de Coello fueron, por ejemplo, la de Troyano y Riscos La Turquía. Compendio político

de la Historia

del Imperio

Su pasado

Otomano

y su

y reseña

presente.

de su

estado

social, en Madrid, en 1879, se publica en el Boletín de la Sociedad

Geográfica de Madrid la Memoria sobre el viaje a Grecia, Turquía Europea y Asiática y el archipiélago

filipino

de la corbeta María de

Molina.

Esta lista de publicaciones no es exhaustiva, se podrían añadir algunas más, a menudo importantes, sobre todo a lo largo del siglo XIX. Las informaciones transmitidas por Diego Coello a través de sus artículos, así como su interés por los asuntos orientales y otomanos no son, pues, un hecho excepcional en la España de su época. El universo turco era ciertamente algo que interesaba a muchos de los españoles del siglo XIX. Diego de Coello vivió una España que, como el Imperio Otomano, se esforzaba y luchaba contra sí misma para "poner siete llaves al sepulcro del C i d " y entrar plenamente en la modernidad. Nació en pleno Trienio Constitucional (1820-23), cuando todavía había optimismo y esperanza de que la M o n a r q u í a Hispánica en su c o n j u n t o , los " e s p a ñ o l e s de

ambos

hemisferios", como dice la Constitución de Cádiz (1812), pudiera entrar sin traumas y con normalidad en el concierto de las naciones más modernas y avanzadas. La reacción legitimista europea tras el Congreso de Viena y la restauración del absolutismo monárquico en España en la persona de Fernando VII, con la ayuda, por cierto, de un ejército invasor, los "Cien Mil Hijos de San Luis" al mando del Duque de Angulema, hicieron esta evolución pacífica imposible y, de paso, consagraron ya de manera definitiva la independencia de las colonias americanas continentales, cuyas élites criollas no estaban dispuestas a aceptar la vuelta al antiguo régimen monárquico absolutista. Sólo a la muerte de Fernando VII, en 1833, tras los diez años conocidos por los historiadores como "la Década Ominosa" pudo España reemprender el camino hacia su propia contemporaneidad, no sin problemas y sobresaltos, como las guerras carlistas o la revolución de 1868, "La Gloriosa" para los liberales más avanzados del momento y la fallida I República. No debió parecer aquello tan glorioso a Diego de Coello puesto que acompañó a la reina destronada Isabel II en su exilio.

16

Diego

de

Coello

Quesada

No es, por otra parte, la historia de España en los tres primeros cuartos del siglo XIX fundamentalmente diferente de la de las demás naciones de la Europa continental en donde, c o m o en España, se suceden revoluciones, repúblicas,

restauraciones m o n á r q u i c a s , a s e n t a m i e n t o s de los e s t a d o s

democráticos modernos, surgimiento de los nacionalismos sembrados por el r o m a n t i c i s m o literario, r e v o l u c i o n e s b u r g u e s a s y p r i m e r o s indicios de posteriores revoluciones y evoluciones de carácter más social. Todas estas tensiones y rupturas que afectaban a E s p a ñ a también estaban presentes en Francia, Alemania, Italia. Polonia, el Imperio R u s o o el Austro-Húngaro, y no podían dejar de manifestarse, tarde o temprano en el Imperio Otomano. Sin embargo, y a pesar de toda esta inestabilidad interna, los sucesivos g o b i e r n o s e s p a ñ o l e s siguen i n t e r e s á n d o s e por la expansión e u r o p e a en diferentes regiones del mundo. Asi, España interviene en Cochinchina, j u n t o con otras potencias europeas (Toma de Saigón en 1850), en el norte de Africa, con la ocupación de Tánger y Tetuán (1860), en la Conferencia de Londres sobre el Canal de Suez y en la Conferencia de Berlín sobre el reparto de zonas de influencia en A f r i c a en 1885, en donde se reconocen los derechos en el Golfo de Guinea, etc. N o obstante, en la misma época, España tiene que ceder el control de colonias m e n o r e s y m u y difíciles de d e f e n d e r , los tres archipiélagos del Pacífico, las Carolinas, las Marianas y Palaos a otras potencias europeas. En c u a n t o a la situación interna, sólo a partir de 1875, con la restauración de una m o n a r q u í a q u e ya se p u e d e calificar de m o d e r n a , constitucional y democrática para los cánones de la época, emprende otra vez E s p a ñ a su c a m i n o de m o d e r n i z a c i ó n

y p r o g r e s o . Este p r o c e s o

será

interrumpido bruscamente por la declaración de guerra de los Estados Unidos de América al Reino de España en 1898 y la consecuente pérdida de las últimas colonias importantes: Cuba, Puerto Rico y Filipinas. Pero en este m o m e n t o Diego de Coello ya no estaba presente para verlo. Había muerto un año antes. Estambul, j u n i o de 2 0 0 3 Raimundo EZQUERRA GUERENA Cónsul General de España.

INTRODUCCIÓN En otoño del 2002 el Instituto Cervantes de Estambul organizó las I Jornadas de Historia Hispano-Turcas con el objetivo de reunir a especialistas de ambos países y crear un grupo de trabajo a partir de dicho congreso. Uno de los participantes era Sinan Kuneralp. Me preguntó si sabía quién era el conde de Coello, un diplomático español destinado en Estambul a finales del siglo XIX. Respondí que sí, que conocía su faceta de periodista y que tenía varios artículos de La Ilustración

Española

y Americana.

Me propuso hacer una

edición de la obra periodística de Diego de Coello y Quesada. Volví a casa y mirando entre mis fotocopias encontré media docena, que apenas había utilizado antes y uno de ellos, el que trata de los festejos que siguieron a la llegada del Orient Express, tenía la siguiente nota: "Esto es como el ¡Hola!" . La descripción de tanta testa coronada, tanto archiduque austríaco, emperador de Alemania, reina de Rumania y sultán otomano de vacaciones entre Atenas y Estambul no me había parecido demasiado interesante. Cuesta trabajo entender y apreciar la obra de Coello. Hoy en día estamos acostumbrado a ver las visitas de la Familia Real en la prensa del corazón entre las declaraciones de la exnovia del exmarido de la hija de una conocida cantante, o, las de los participantes de ciertos concursos televisivos, restando importancia a lo que es un viaje de Estado. No es lo mismo el periodismo del siglo anterior que el actual. Hoy en día tenemos la información al alcance de la mano y en tan grandes cantidades que muchas veces uno se satura y prescinde de ella. Antes no era así, había una gran sed de saber, las personas analfabetas se hacían leer las noticias y, antes de la llegada de la radio, la televisión o de internet, la palabra escrita tenía un valor, un prestigio y una importancia que hoy no tiene. En estas circunstancias en el siglo XIX los viajes reales tenían una función política, en un tiempo en que los medios de comunicación estaban en estado embrionario. Permitían a unos monarcas, los cuales tenían un poder muy diferente del de los actuales, acceder a una realidad que les interesaba desde el punto de vista político, económico y social. Si bien hoy en día ningún escritor o periodista colabora con la prensa del corazón en La Ilustración

Española y Americana

se pueden encontrar firmas

de los principales escritores y políticos españoles del momento como Emilio Castelar, Manuel Becerra, Juan Valera o Ramón Mesonero Romanos.

Diego

18

de

Co ello

Quesada

Volví a España en Navidades y saqué los artículos de La Ilustración

de

la Biblioteca Municipal de San Sebastián, aprovecho la ocasión para agradecer a Iñigo Presa y el resto del equipo por todas las atenciones que siempre han tenido conmigo. A partir de entonces empecé a percibir la magnitud de la obra de Coello al describir la situación del mundo otomano y de los Balcanes durante el final del siglo XIX. Fue gracias a Carlos Larrinaga, en uno de nuestros paseos por la Concha, cuando vi la clave para entender los artículos de Coello. Detrás de todos estos príncipes de los Balcanes se esconde la política de Bismarck el cual se había convertido en el arbitro de Europa. La guerra franco-prusiana de 1870 se había originado por la sucesión al trono de España, vacante con una Isabel II en el exilio. Prusia se convertía en imperio, Napoleón III se exiliaba en Inglaterra y Víctor Manuel acababa con los Estado Pontificios. Ocho años más tarde Bismarck lograba traerse a Berlín a los participantes del Congreso de San Estéfano que había zanjado la guerra rusoturca de 1877-78 dando lugar a una serie de reinos que se independizaban del Imperio Otomano. El canciller alemán logró en el Congreso de Berlín que los candidatos a estos nuevos tronos fueran príncipes de familias no reinantes, lo cual significaba excluir a los vástagos de las dinastías de España, Gran Bretaña, Holanda, Bélgica. Rusia, Italia y Suecia. De esta manera Rumania y Bulgaria se convertían en una especie de tómbolas donde a segundones de las familias de los Sajonia-Coburgo, Hohenzollern, Battenberg o Hesse, apenas salidos de la adolescencia, les tocaba un reino. Otro de sus logros fue cambiar la orientación otomana, alejando a Turquía de las potencias liberales como Francia e Inglaterra y acercándola a Alemania y Rusia, así se entiende que durante

la I Guerra Mundial Turquía participara al lado de las potencia:»

centrales. Bismarck ya no estaba, pero fue el gestor de todo aquello y de gran parte de lo que vino después. La crónica de Coello es la de un mundo que ya no existe, de unos reinos e imperios que desaparecieron dejando tras sí muchas situaciones sin solucionar. Mi objetivo es sacarlos a la luz y recuperar su mirada. Coello no dejó escrito ningún libro. He recopilado los artículos de La Epoca y La Ilustración

y los he anotado para que se puedan comprender. No ha sido una

tarea sencilla, dada la complejidad de la situación. Por una parte puede parecer una crónica rosa y por otra es muy fácil perderse con tanto Alejandro ya que casi coinciden dos en Rusia, uno en Bulgaria y otro en Serbia. Agradezco a Martha Ordaz que se leyó los artículos y me indicó que era necesario una mayor contextualización para entenderlo y apreciarlo. Mi intención ha sido esta, rescatar del olvido la figura de este diplomático, periodista y político español.

19

I n t r o d u c c i ó n

EL IMPERIO O T O M A N O (1821-1878) El mismo año en que nace Coello en Jaén los griegos inician su guerra de independencia. La Rusia de Nicolás I participa en el conflicto declarando la guerra al Imperio Otomano en 1828 que firmará un año más tarde el Tratado de Adrianópolis por el que se reconoce la independencia de Grecia, junto con la autonomía de Serbia, Moldavia y Valaquia, y, la cesión a Rusia de la Besarabia. La Conferencia de Londres de Febrero de 1830 zanja el asunto pudiéndose apreciar que las potencias liberales, Gran Bretaña y Francia, apoyaban a los turcos frente a la agresión rusa, el buque insignia

de las

potencias conservadoras. Los turcos estaban inmersos en un proceso de cambios, especialmente en las artes militares. Era necesario un ejército moderno para hacer frente a los ataques de una Rusia orientada hacia el Mediterráneo. Los jenízaros, responsables de los éxitos anteriores, en el siglo XIX habían perdido su eficacia manteniendo su poder. De hecho habían logrado derrocar y asesinar a Selim III en 1808 cuando intentó reemplazarlos por un modelo de tipo europeo con instructores venidos del oeste. Mahmut II (18081839), aprovechando el descontento tras las derrotas en Grecia, los aniquiló en 1826 lo cual supuso el reconocimiento internacional del deseo de Turquía de acceder a la Modernidad, desligándose así de su pasado 1 . Mahmud II es el padre del Edicto de Giilhane de 1839, una Carta Magna que marca el inicio de una época de cambios conocida como el Tanzimat.

Se reconoce a partir de este

momento la igualdad de todos los ciudadanos del imperio sin distinción de confesión o de origen, lo cual chocaba con los principios religiosos de una monarquía que era al mismo tiempo califato.

La guerra de Crimea (1854-55) supone una segunda agresión rusa que hace que Napoleón III y Victoria se unan apoyando a Abdiil-Mecid, evitando así que el Mar Negro pase a manos de los zares. El Congreso de París de 1856 acelera las reformas del Tanizmat

con nuevas leyes conocidas como hatti

hiimayun. Turquía se acerca a los modelos de la Europa liberal afectando los cambios a un clase política capaz de derrocar a un sultán, Abdül-Aziz, acusado de despilfarrar el erario público y a su sucesor Murat V, aquejado de graves desórdenes mentales. Ese mismo año, 1876, sube al trono Abdül-Hamid II durante la I Epoca Constitucional. Turquía se convierte en una Monarquía Parlamentaria con una Constitución, un Parlamento y dos cámaras: una de diputados y otra de notables. Pocos meses más tarde Rusia vuelve a la carga y tras dos años de conflicto los acuerdos de San Estéfano y Berlín de 1878 trazan 'Véase de Andrew Wheatcroft: The Ottomans, Londres, Viking. 1993, capítulo 4, "The Auspicious Event, the Extirpation of the Janissaries", pp 84-138.

20

Diego

de

Coello

Quesada

el nuevo mapa de los Balcanes. Grecia se expande con Tesalia y el Epiro, siendo desatendidas sus pretensiones de Creta, las islas del Egeo, Estambul y parte de Anatolia: el sancak de Novipazar que en San Estéfano era para Serbia y Montenegro en Berlín vuelve a manos otomanas, algo similar pasa con la Rumelia Oriental que oscila entre Bulgaria y Turquía en ambos tratados; Serbia, Montenegro y Rumania se independizan, recibiendo esta última Besarabia; Bulgaria se hace autónoma; Chipre es cedido a Gran Bretaña por mantener su neutralidad; Rusia obtiene la Anatolia oriental y Austria-Hungría se hace con la administración de Bosnia y Herzegovina. Los otomanos conservan Macedonia, Tracia, Rumelia Oriental, Novi-Pazar y Albania Reciben un duro golpe político y económico que el nuevo Sultán, Abdül Hamid II, será capaz de encajar y mantener a flote su imperio hasta 1908 er que los Jóvenes Turcos lo destronan inaugurándose con su sucesor la Segunda. Epoca Constitucional.

22

Diego

de

C o e l l o Q u e s a d a

EL I M P E R I O O T O M A N O D U R A N T E EL S U L T A N A T O D E A B D U L H A M I D II (1876-1904)

Mehmet-Murad V, Sultan de Tuiquia

Sultan Abdulhamid 1876

Proclamado el 30 de Mayo último. /. E. A.

Abdullah Frères.

La subida al trono de este sultán coincide con uno de los periodos más difíciles de la monarquía otomana y del imperio. Abdül Aziz (1861-1876) no f u e capaz de controlar una economía donde las potencias extranjeras se había i asentado. La conflictiva situación de las provincias balcánicas, de población y credo muy heterogéneo y los intentos de imponer una constitución son varias de las razones que hicieron que fuera derrocado por los hombres del

Tanzima!.

M u r â t V parecía la persona indicada para continuar con las reformas, pero varias crisis n e r v i o s a s , una d e p r e s i ó n y un p r o b l e m a con el a l c o h o l , dictaminados por un medico vienes que había tratado a la Reina Victoria, le alejaron del trono a los tres meses de haber accedido a él. Durante este tiempo Abdül Aziz apareció muerto en el palacio de Çiragan, no quedando claro si

se

I n t r o

ducei

23

ón

había suicidado cortándose las venas con unas tijeras o lo habían asesinado. La monarquía otomana pierde fuerza y prestigio, ganándolo los reformistas que imponen al nuevo sultán, Abdül Hamid II, una Constitución que ve la luz en octubre de 1876. Según esta Constitución el sultán continuaba siendo califa y la monarquía hereditaria a través del miembro varón de más edad. El sultán era el único que podía designar y destituir ministros, convocar y disolver el Parlamento y hacer gestiones para la elección de diputados. Lx>s ciudadanos del Imperio son llamados otomanos, independientemente de la religión profesada (artículo 8) y todos los otomanos son iguales ante la ley. con los mismos derechos y obligaciones (artículo 17). El Islam se mantiene como religión de Estado y la propiedad privada no puede ser confiscada, excepto por razones públicas y con la consiguiente compensación (artículo 22), se prohibe el tormento y la tortura (artículo 26). El sistema judiciario cambia con juzgados independientes y organizados de acuerdo con la ley. 1.a Seriat

donde se

aplicaba la justicia tradicional se mantiene para asuntos referentes a los musulmanes, mientras que los demás grupos confesionales tenían sus tribunales similares 1 . Un mes más tarde se convocaron elecciones de las que salieron 4 diputados judíos, 44 cristianos y 71 musulmanes, una proporción similar a la de la Cámara de Notables que contaba con 21 musulmanes y 6 entre judíos y cristianos 2 . Los esfuerzos por modernizar el régimen, seguidos muy de cerca por las potencias, no fueron un obstáculo para que Rusia siguiera su política de expansión hacia el Mediterráneo y en abril de 1877 el Zar obtuvo permiso de Rumania para que sus tropas atravesaran esta provincia otomana. No tarda en estallar la guerra a la que me referí anteriormente y en febrero de 1878 Abdül Hamid II disuelve el Parlamento. A partir de este momento establece las bases de su gobierno. Las características de este soberano son hasta cierto punto antagónicas. Por una parte consideraba que su pueblo no estaba preparado para

el

liberalismo y el constitucionalismo que le habían impuesto, lo cual había llevado a un debilitamiento de la autoridad del sultán y pérdidas territoriales considerables en aquellas provincias balcánicas donde la población y la confesión cristiana era más homogénea. Era necesario un poder fuerte y centralizado, capaz de hacer frente a los deseos de independencia de las provincias y a la ingerencia de las potencias. La imagen que nos ha quedado de ^SHAW, Standford y SHAW, Ezel Kural: History ofthe Ottoman Empire and Modern Turkey. Vol II Reform, Revolution and Republic: The Rise of Modern Turkey, 1808-1975. Cambridge University Press, 1977. pp 174-178: The Constitución of 1876. 2 Ib„ ppl81-182.

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de

Coello

Quesada

él es la del déspota, asesino de armenios y represor de las libertades básicas; pero también existe la imagen del hombre de su tiempo, abierto al progrese, apasionado por las óperas italianas y la arquitectura moderna, empeñado en desarrollar la enseñanza, la organización de la justicia y de la mejora de los medios de comunicación gracias al ferrocarril y al telégrafo 1 . Coello trasmite la parte positiva de Abdül Hamid, las revueltas armenias y su represión empiezan en 1894-96, la censura no afectaba a los extranjeros y las revueltas de las provincias en ese momento se daban en el resto de los imperios, como en Filipinas o Cuba a punto de separarse del español. El Estado hamidiano

se burocratiza e infla con 100.000 funcionarios a

finales del siglo, llegando a ser un Estado policial, con un Ministerio de la Policía creado en 1880 según el modelo francés y un sistema de espionaje similar al alemán. La censura se refuerza prohibiéndose palabras c o m o "libertad", "Constitución", "revolución", "anarquía", "huelga", y alusiones a los sucesos de Creta, Macedonia o a Murat V quien, una vez derrocado, gozaba de buena salud encerrado en el palacio de Ciragan conspirando contra su hermano. Abdül Hamid había visto como el otomanismo

que le había llevado

al poder había terminado en el descalabro de la guerra contra Rusia. Era necesario un elemento integrador más fuerte que la figura de un monarca, constitucional para mantener unido el Imperio y juega la carta del califato como pilar de una nueva corriente ideológica: el panislamismo o la unión de; todos los creyentes. Otra corriente se estaba empezando a desarrollar, con la ayuda de Gran Bretaña, el panarabismo, la cual dará sus frutos en la Primera Guerra Mundial en la cual la llamada a la Guerra Santa del Sultán otomano no tuvo mayor repercusión entre los árabes lideraros por, entre otros, el celebérrimo T.E. I.avvrence. El Imperio que conoce Coello tenía en 1884 diecisiete millones de habitantes que pasan a diecinueve en 1897, se trata de un periodo de flujo de población cristiana hacia los Balcanes y de musulmanes hacia Turquía. Así, en 1884 había 12.590.352 musulmanes y 4.553.507 de cristianos y judíos que pasan a ser en 1897 14.111.945 y 4.938.362, respectivamente. El censo de 1897 tiene las siguiente porcentajes: 74% musulmanes, 13.5% de griegos ortodoxos, 5.5% de armenios ortodoxos, 4.3% de búlgaros, 0.6% de católicos. 1.13% de judíos y el resto, 1%, entre protestantes, latinos, maronitas, siriacos y gitanos 2 .

'MANTRAN, Robert (ed): Histoire de l'Empire Ottoman, Poitiers, Fayard, 1989, pp 528-530. Shaw y Shaw, o.c., p 240.

2

I n t r o d u c e i ón

25

La historiografía actual reconoce este momento como la culminación del Tanzimat ya que la estabilidad política permite un desarrollo de las reformas en diferentes campos. La vida urbana cambia con carreteras y aceras adoquinadas, alumbradas con luz de gas y limpias. Florece el comercio pudiéndose encontrar género procedente de todo el mundo en multitud de pequeñas tiendas. El correo, telégrafo y los vapores que enlazan los puertos otomanos con los europeos traen dichos productos, al igual que las novedades como la fotografía, los adelantos en medicina y muchos otros. Serán las reformas en la educación lo que permitirá la llegada de los cambios a las clases medias a través del Colegio Imperial de Derecho, el Colegio de Artes Industriales o las diferentes academias militares. Angel Pulido, el hijo del famosos médico y senador español 1 en sus Cartas Médicas describe la situación de la sanidad en Turquía. Pudieron visitar la Escuela Militar de Estambul gracias a "El Dr Elias pachá, vice-almirante y médico del palacio imperial, es uno de los tantísimo israelitas españoles que viven en Turquía" 2 . Según este autor había 700 alumnos que "(...) recibían la enseñanza y el título gratis, porque todos los gastos de la enseñanza médica corren a cargo del Sultán." 3 Este texto aporta una información sobre aspectos que la mayoría de los viajeros pasaron por alto, dando más valor a su testimonio: El sultán civil

ha mandado

y militar,

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no tiene qué envidiar

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nosotros. El Dr. Roberto director

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de esa escuela,

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con

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de la lucha

y de la victoria que costea

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recientes

retórica

de las escuelas

publicado, trabajos

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y hace resaltar hospitales,

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del Sultán,

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en

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y

los que se oponían

de al

obtenida. la munificencia

facultades,

gastos

y el de

elevado alumnos,

etc.4

Encabezó un movimiento regenerador de la causa sefardí en el Senado, publicando textos como Españoles sin Patria y la raza sefardí, Madrid, 1905, que recogen testimonios de judíos de origen hispánicos dispuestos a retomar los vínculos con España. ^Angel Pulido Fernández: Cartas Médicas, Madrid, E. Teodosio, Madrid, 1906, p 138. 3

/¿, p 140. p 142.

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Quesada

Resulta curioso contemplar c o m o en este momento coexiste un Estado totalitario, con un fuerte componente religioso, con una apertura al exterior a través de la educación, de la cultura y de las letras. A pesar de la censura que había vetado las obras de autores c o m o Zola, Racine, Rousseau, Voltarie o de los turcos opositores al régimen c o m o N a m i k K e m a l o Z i y a B a j á , se construyen numerosas bibliotecas y la prensa o t o m a n a florece con libros, periódicos, diarios y panfletos que pasan de m a n o en mano. A través de estos textos los autores contribu>en a la educación de las masas, suplantando en este punto a los ulemas, los cuales tenían una formación básicamente religiosa 1 , La relación con A l e m a n i a y Austria hace que se impulsen las misiones arqueológicas en lugares como Troya, Efeso o Pergamo, cuyo Altar de Zeus se encuentra hoy en día en Berlín j u n t o con la puerta de Babilonia de Irak, en esc; momento provincia otomana. La arqueología y museología turca se beneficie, de este contacto que f o r m a a hombres c o m o O s m a n Hamdi Bey que en 1881 f u e el primer director turco del Museo Imperial Otomano, dos años más tarde creó el Museo de Antiguo Oriente y la A c a d e m i a de Bellas Artes, ya que también era pintor, y en 1891 inauguró el M u s e o Arqueológico de Estambul 2 . F r a n c i s c o P l e g u e z u e l o deja c o n s t a n c i a de esta institución en 1903. El siguiente f r a g m e n t o es r e p r e s e n t a t i v o de lo hasta a h o r a e x p u e s t o : la confrontación entre modernidad y tradición-islámica con un sultán que es también califa, j e f e de los musulmanes de rito suní. Abdiil Hamid no merece sino grandes alabanzas por el de rendir culto, a pesar de los suras, a las divinas formas creadas por el cincel. Eso es lo que efectivamente hace la cabeza visible del islamismo en el Museo Imperial Otomano: rendir fervoroso culto al arte esencialmente gentilicio. Aunque la maravilla que yo quisiera poder describir no fue descubierta sino en 1888^, el Museo data de 1850, fecha en que nació el pensamiento de reunir y conservar las antigüedades del Imperio, ensanchándose y fortificándose, de quince años a esta parte, bajo los auspicios del Sultán actual y del ya antiguo director de aquel centro Hamdi Bey. El esmero con que se conservan toda una clase de utensilios y obras artísticas de los antiguos tiempos; el dinero que se destina y las excavaciones que se hacen para encontrar una estatua o un sepulcro; la absoluta resistencia, según me contaron, a enajenar por ningún precio a !

S h a w y Shaw, o.c., pp 249-252.

2

A l p a y Pasinli: Les Musées Archénlogíques d'lstanbul, Estambul, Turizm Yayinlari, 1989, p 3. Sobre el f u n d a d o r del museo véase las actas del simposio Osman Hamdi Bey ve Dónemi ¡7-18 aralik 1992, Estambul, Tarih Vakíi. 1993. ^ S e refiere a la necrópolis de Sidón, hoy Líbano, donde se encontraron en 1887 una serie de s a r c ó f a g o s prácticamente intactos. Para Francisco P l e g e z u e l o " E s innegable: el sepulcro de A l e j a n d r o M a g n o constituye una de las creaciones más maravillosas del ingenio h u m a n o (...)" " R e c u e r d o s de O r i e n t e , un gran e x p ó s i t o del a r t e " , M a d r i d , La Ilustración Española y Americana, 15 de Mayo de 1903 pp 302.

I n t r o d u c c i ó n

27

otras naciones la obra maestra que me ha hecho coger la pluma, son prueba del fervoroso culto que yo atribuyo al Sultán; pero hasta qué punto por disposición imperial o por costumbre han podido derogarse las terminantes prohibiciones del Corán, cuestión en que yo no tuve tiempo de poner en claro, quedándome con la impresión y la creencia de que hasta la fecha no significa aquel Museo más que un ideal de espíritus cultivados, el de que algún día lleguen a adquirir los musulmanes el gusto de las bellas artes, haciéndose pintores y escultores. Vueltas ha de dar la tierra, sin embargo, antes de que oigamos hablar de la escultura turca o de la pintura otomana J LOS B A L C A N E S , D E O R I E N T E A O C C I D E N T E Hoy en día nadie duda de la europeidad de naciones c o m o Serbia, Bulgaria o R u m a n i a ; sin e m b a r g o hace cien años esto no estaba tan claro. Vicente Blasco Ibáñez visitó la región en 1908 afirmado que "Salimos de la verdadera Europa. En adelante, imposible viajar, ni aún moverse sin exhibir a cada momento el pasaporte, contestando a cada bulto las preguntas del policía, a quien no entendéis y no os entiende. Empieza el Oriente, al que sirven de avanzada los Balcanes, con sus pequeños y revoltosos estados" 2 . La conquista o t o m a n a e m p e z ó con Murad I (1362-1389) y continúa hasta la muerte de Mehmed II en 1481. Tuvo dos fases de diferente duración, la primera en la que los turcos mantuvieron al soberano a m o d o de vasallo y la segunda en que f u e reemplazado y trasformado el territorio en provincias imperiales 3 . Así, tras varios siglos de integración en la administración otomana se irán separando a lo largo del siglo XIX a medida que descubren su identidad nacional. Los monarcas, venidos casi todos de f u e r a

les acercarán a las f o r m a s de la

Monarquía Constitucional, con tensiones entre liberales y radicales, y, sobre todo, estarán en el punto de mira de los tres imperios regionales: el ruso, el austro-húngaro y el alemán.

Rumania Por su proximidad geográfica los principados danubianos fueron uno de los primeros objetivos de los zares. En 1834 Turquía aceptó la elección de dos príncipes reinantes elegidos con el consentimiento de Rusia, los cuales fueron el inicio de la modernización en Rumania. Veinte años más tarde la Guerra de Crimea tuvo una serie de batallas en las bocas del Danubio y poco después los principados otomanos de Moldavia y Valaquia se unen en 1859 dando origen a la Rumania actual, siendo reconocidos por Estambul en 1862. Necesitaban un rey y la corona recayó en Carol de Hohenzollern tras una victoria triunfal en X

Ib. pp 299

V

302.

2Vicente Blasco Ibáñez: Oriente, Madrid, Aguiiar, 1987, tomo II de las Obras Completas, p 42. Georges Castellan: Histoire des Balkans XIVe-XXe siècles, París, Fayard, 1991, p 61.

28

Diego

de

C o e l l o

Quesada

un plebiscito en 1866. Se aprobó una Constitución, inspirada en el modelo belga por la cual el monarca era el jefe del ejecutivo y del ejército, mientras que el legislativo pertenecía al Senado y a una Cámara elegida por sufragio censitario. Durante la guerra de 1877-78 permitieron el paso de tropas rusas y 1878 supone la independencia de una Rumania que se convierte en reino en 1881 con Fernando de Hohenzollern, sobrino de Carol. La política de ambos reyes cambia de orientación de Moscú a Viena, firmando un tratado con Austria en 1883 en vista a una posible agresión rusa, a la par que estrechan los vínculos con Alemania, origen de la familia real.

Carol I.

Serbia En 1459 Serbia se convierte en el sancak otomano de Semedire. Varios siglos más tarde la descentralización de dicho imperio hizo que florecieran focos de oposición a la Sublime Puerta y a principios del siglo XIX, 18041812, los serbios se rebelan pero no lograron independizarse. La llegada al trono de Nicolás I en 1825 impulsa el nacionalismo eslavo y tras la derrota otomana contra una Rusia que apoyada a los insurgentes griegos los serbios ven reconocidas parte de sus pretensiones en 1830 con un estatuto de autonomía con Milos Obrenovich como Príncipe. Tres años más tarde la

I n t r o d u c c i ó n

29

Sublime Puerta concede un aumento del territorio original, pasando de 24.000 a 37.000 km2, situación que se mantiene hasta 1878, fecha en que se independiza. Como antes expuse Serbia perdió parte del sancak de Novi-Pazar en Berlín. Sus relaciones con su vecino no fueron fáciles y declaró la guerra a Bulgaria. La derrota afectó de manera negativa a una monarquía que estaba oscilando entre Rusia, país de origen de la Reina y Austria, presente en Bosnia. El país estaba dividido entre los radicales pro-Rusia y los progresistas pro-Austria, cambiándose la orientación de Viena a Moscú, siendo artífice del cambio Ristic. Coello fue testigo de la guerra serbo-búlgara de noviembre de 1885 y de la situación del Rey Milán y la Reina Natalia, su posterior renuncia a la corona y del advenimiento de Alejandro en 1889. Bulgaria Los otomanos trasladan la capital de Bursa a Adrianópolis, hoy Edirne, en 1365, instalándose así en Europa de manera definitiva. A partir de este punto se emprenden expediciones como la de la vecina Bulgaria que ocupan en 1393. El estado búlgaro resurge en 1878 como autonomía otomana y, un año más tarde, con Alejandro de Battenberg en el trono del Principado. El Tratado de San Estéfano creaba una gran Bulgaria que llegaba al Mediterráneo con la Rumelia Oriental, provincia que en el Tratado de Berlín vuelve al Imperio Otomano hasta que en 1885 vuelve a pasar a Bulgaria, con la indignación de Serbia que les declara la guerra y pierde. Nuestro representante se interesó por la situación y transmitió abundante información a los lectores de La Epoca. Coello fue testigo también del final de Alejandro de Battenberg, candidato propuesto por San Petersburgo (era el sobrino de la Zarina) pero protegido por Bismarck y que contaba veintiún años de edad. El mismo año de su llegada se proclama la Constitución, llamada de Tarnovo, muy liberal para la época ya que introducía el sufragio universal. El Príncipe se encontraba con dos impedimentos para gobernar: una constitución demasiado liberal para su gusto y la omnipresencia del Zar a través de los ministros rusos, los cuales no vieron con buenos ojos la anexión de Rumelia y un complot militar logró derrocar al Príncipe en agosto de 1886. Fue reemplazado por Fernando de Sajonia-Coburgo en 1887, el candidato de Stambolov, Regente mientras tanto que consiguió salir de la órbita rusa y acercarse a Austria e Inglaterra. Fernando será coronado rey en 1908. Grecia En 1458 los turcos conquistan Atenas y dos años más tarde Mehmed 11 incorpora Morea a su imperio, acabando así con el último estado griego en Europa

en el cual

habían estado venecianos y catalanes. La toma de

30

Diego

de

C o e 11o

Que s a da

Trebisonda, hoy Trabzon. en el Mar Negro donde se había asentado la corte bizantina en 1461 supone el fin de los restos del Imperio R o m a n o de Oriente. A lo largo del siglo X V I I I los estudios c l á s i c o s de lengua,

filosofía,

arquitectura y escultura griega hacen que la mirada de los intelectuales europeos se dirija hacia esta parte del Imperio O t o m a n o e impulsa el n a c i o n a l i s m o griego. Así, los poetas filohelenos, con Lord B y r o n y Chateaubriand a la cabeza participan en la Guerra de Independencia de 1 8 2 1 - 2 9 . El Romanticismo y su búsqueda de la libertad no podía permitir que un pueblo heredero de una cultura milenaria estuviera en manos de unos bárbaros llegados de los confines del A s i a Central. R u s i a participa en el c o n f l i c t o y en 1 8 3 0 se forma una Grecia autónoma por el tratado de Londres y, dos años más tarde, un reino con Otón I, procedente de B a v i e r a y que c o n t a b a con sólo d i e c i o c h o años. S e trataba de un territorio que comprendía el Peloponeso, las Cicladas, Antenas y poco más. L a población y el gobierno estaban divididas entre los partidarios de Rusia, los de Inglaterra y los de Francia y a la iglesia griega no le hacia mucha gracia un Rey católico y una R e i n a

protestante. Un país devastado por la

guerra y una situación muy diferente a la del refinamiento de Bavaria son otros dos factores de peso a la hora de entender a este monarca que c o m o sus vecinos tuvo que poner orden entre liberales que exigían una constitución que dejara claro el papel de la Monarquía y conservadores partidarios del absolutismo. A pesar de todo logró mantenerse en el poder hasta 1 8 6 2 en que los politices griegos le convencieron de que se marchara, no llegando a abdicar. L a s potencias se pusieron a buscar un nuevo candidato. J o r g e I, hijo del R e y de Dinamarca, luterano y de diecisiete años fue el elegido y en 1 8 6 4 se aprueba una constitución por la que el soberano ya no figura " p o r la gracia de D i o s " sino "por la voluntad de la nación" representada por la Asamblea 1 . No debió de ser tarea sencilla el gobierno de los griegos ya que entre 1 8 6 4 y 1 9 1 0 se suceden cincuenta y o c h o gobiernos, es decir, casi uno por año. C o e l l o se interesa bastante por este reino e informa de sus monarcas, las bodas de sus hijos y los viajes de E s t a d o de otros s o b e r a n o s con visitas a A t e n a s y Estambul. Otro aspecto importante a la hora de entender este país es que es aquí donde surge un nueva corriente política, la Megalo

Idea,

una e s p e c i e de

reconquista de los territorios que habían pertenecido al mundo griego. G r e c i a apenas sale beneficiada en San E s t é f a n o y Berlín. Consiguen que en 1881 Estambul ceda la totalidad de Tesalia y una parte del Epiro pero no logran Creta y pierden una guerra contra los turcos en 1897 cuyo detonante había sido las revueltas en esta isla. ^Castellan, o.c.,

p 332.

31

I n t r o d u c c i ó n

LAS POTENCIAS EUROPEAS Y LA CUESTION DE ORIENTE La entrada en escena de las potencias se produce de manera diferente en los niveles político, económico y social. Políticamente,

influyendo en la

Sublime Puerta a través de los embajadores o como en la designación de gobernantes en las provincias de los Balcanes o en el Líbano, y, de una manera menos diplomática, declarando la guerra y conquistado territorios o anexionándose parte del imperio, quedando, como en el caso de Bosnia o Egipto, nominalmente como parte del Imperio Otomano. La penetración en la economía empieza con el sistema de las capitulaciones que proceden de los acuerdos entre Francisco I de Francia y Solimán el Magnífico. Los comerciantes franceses habían logrado ya en 1569 que se les redujeran los impuestos de aduana a un 5%, desplazando a venecianos y siendo seguidos por británicos en 1580 y holandeses en 1612'. En este contexto y para facilitar los trámites, las potencias empiezan a dotar a sus protegidos de sus nacionalidades y durante el siglo XVIII, con las nuevas relaciones turco-europeas, florecen los consulados y embajadas, beneficiándose de este sistema sus protegidos los cuales eran judíos, armenios, griegos o levantinos en su mayoría. Los nacionalistas turcos verán esta práctica como un abuso y en el Congreso de París de 1856 intentaron en vano su supresión. Incluso Abdül Hamid II tuvo que renunciar en 1900 a sus pretensiones del aumento del 3% del impuesto en las importaciones. Los burgueses otomanos del siglo XIX tenían diferentes nacionalidades en función de sus intereses laborales y en detrimento de la economía otomana. De hecho, no se conseguirán liberar de esta práctica hasta la Primera Guerra Mundial. El 8 de septiembre de 1914 el Gran Visir anunció la abolición de las capitulaciones, satisfaciendo así las demandas de los nacionalistas turcos. Las exportaciones turcas en 1897 eran materias primas, la mayoría de alimentación como frutas y legumbres, uvas, cítricos, higos, lentejas, nueces o avellanas; textiles como seda, algodón y lana y muy pocos productos manufacturados como aceite de oliva y armas. En las importaciones de ese mismo año predominan los que han pasado por un proceso industrial: azúcar, harina, cobre, licores y medicinas 2 .

telas, cristal, papel,

Si comparamos las cifras de 1882 y 1895 en

millones de kurus las exportaciones pasan de 1.096,4 a 1.375,3 mientras que

'Robert Mantran, o.c., p 222. Shaw y Shaw, o.c., pp 237-238.

2

32

D i c ¡¿

o

de

C o e 1 1o

Q u e s a d a

las importaciones lo hacen de 2.019,2 a 2.407,5.' A finales de los años 1870 la e x p o r t a c i o n e s eran 4 5 % británicas,

11,8 % f r a n c e s a s y o t r o tanto

austríacas 2 . Los años 1860 habían visto la aparición de los bancos en Estambul c o m o la Banca Imperial O t o m a n a , de capital f r a n c o b r i t á n i c o en 1863, la Sociedad General del Imperio Otomano en 1864, la Banca Austro-Otomana y la Banca Austro-Turca ambas en 1871, cuya función principal era suministrar al E s t a d o o t o m a n o dinero c u a n d o lo n e c e s i t a b a

Esta situación y los

caprichos de Abdül Aziz de construirse palacios en el B o s f o r o c o m o el de Beylerbey o el de p r a g a n , hacer regalos fastuosos o comprase barcos de guerra y a r m a m e n t o produjeron derrocaran.

una bancarrota en 1875, un año antes de que lo

Las finazas otomanas

intentan

salvarse a través de

la

Administración de la Deuda Pública, un o r g a n i s m o financiero de derecho otomano pero diferente del Ministerio de Economía otomano. El c o n s e j o del m i s m o estaba c o m p u e s t o de siete m i e m b r o s : un inglés, un f r a n c é s , un italiano, un austríaco, un alemán, un o t o m a n o y un representante de los b a n q u e r o s de G á l a t a , en E s t a m b u l . La p r e s i d e n c i a a l t e r n a b a entre el representante f r a n c é s y el británico. Si bien representaba una pérdida de la soberanía nacional, económicamente tuvo un resultado positivo 4 . El aspecto cultural es también fundamental a la hora de comprender la relación entre la Cuestión de Oriente y el Tanzimat. Antes m e referí a los m u s e o s , a las e x c a v a c i o n e s a r q u e o l ó g i c a s , las o p e r a s i t a l i a n a s , las representaciones teatrales francesas o los conciertos, c o m o el que organiza Coello para recaudar fondos para las víctimas del terremoto de Andalucía en 1884. Será a través de la educación la f o r m a en que, primero las elites y posteriormente las clases medias otomanas, conocerán lo que pasaba más allá de sus fronteras. En este contexto en 1897 había 127 establecimientos de enseñanza dirigidos por misioneros franceses, 6 0 británicos, 22 alemanes, 22 italianos, 11 austríacos, 7 rusos y, curiosamente, 131 norteamericanos entre los que se puede destacar el Robert College, f u n d a d o en 1863 y desde 197; Universidad del Bosforo 5 , la Universidad Americana de Beirut de 1878 y la del Cairo de fecha similar, tres focos de saber f u n d a m e n t a l e s , j u n t o con otros c o m o la Universidad Saint Joseph de los j e s u í t a s de Beirut, a la hora de comprender los inicios de los estudios superiores en el Mediterráneo Oriental.

hb,

p 239.

2

Robert Mantran, o.c., p 494.

3

f t , pp 495-496.

4

Ib, pp 537-538.

5

S h a w y Shavv, o.c., p 250.

I n t r o d u c c i ó n

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Rusia La famosa frase de que el Imperio Otomano era "el enfermo de Europa" tuvo lugar en la corte de los zares. De hecho, la Cuestión de Oriente nace en 1774 fecha del tratado de Kiícük Kainarca que marca la retirada de los otomanos del norte del Mar Negro. Una Rusia en expansión por Asia y Europa, buscando la salida al Mediterráneo, el control de los estrechos del Bosforo y los Dardanelos, el sueño de Catalina la Grande de ver la cruz sobre Santa Sofía y el desarrollo del paneslavismo, la unión de todos los pueblos eslavos, son una serie de elementos que caracterizan la política rusa durante la Cuestión de Oriente. Como he ido exponiendo las guerras se suceden con diferentes resultados, positivos en las de Independencia Griega y la de 1877-78 y negativos en Crimea. Rusia representa el absolutismo y, a medida que los liberales van acercándose al poder en Rumania, Bulgaria y Grecia se alejarán de su influencia política, a pesar de haber sido el factor internacional decisivo en su separación del Imperio Otomano. A medida que el siglo XIX avanza sólo mantendrán su influencia en una Serbia derrotada por Bulgaria.

Austria Los intereses del recién nacido Imperio Austro-Húngaro son varios. Políticamente van extendiendo su territorio al sur con Eslovenia y Croacia, las cuales habían pertenecido al Imperio Otomano y Bosnia-Herzegovina que logran su administración en 1878. El siguiente paso era Serbia con la que llegan a varios acuerdos pero que tal vez consciente del peligro se ser anexionada, se acerca a Rusia. Económicamente la zona interesaba al ser un mercado de los productos de un imperio que conoce la Revolución Industrial. La banca vienesa impulsa el desarrollo de los ferrocarriles que unirán Estambul y Bucarest con las capitales europeas, a la par que compañías de correos y la célebre naviera Lloyd permiten a

viajeros y mercancías el tránsito entre

Estambul y Viena, por el Mar Negro y el Danubio, haciendo escala en Budapest y pasando por Rumania y Bulgaria. Los liberales de estos dos países se acercan a Austria para salir de la esfera absolutista apoyada por Rusia. No hay que olvidar que Alfonso XII antes de ir a Gran Bretaña y volver a España como rey en 1874 estudia en Viena, una elección en la que había estado presente Coello.

Alemania La política de Bismarck logra mejorar la situación otomana en el Tratado de Berlín. Por una parte apoya a los turcos y por otra se va introduciendo en las monarquías balcánicas a través de soberanos de origen alemán, Bulgaria y Rumania, o con la boda del hijo de Jorge de Grecia con la

Diego

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de

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Quesada

hermana del Kaiser. Hay intereses económicos como la construcción de la línea férrea Estambul-Ankara en 1888 y la posible extensión hasta Bagdad o el Golfo Pérsico. Este acuerdo con el Deustche Bank, rechazando proyectos ingleses, austríacos y franceses, marca el acercamiento económico turcogermánico. Paralelamente el modelo de ejército prusiano se impone en la Turquía de finales del siglo XIX con uniformes, armamento e instructores de dicho origen. Alemania no entra en guerra con el Imperio Otomano a lo largo de toda la Cuestión de Oriente ni se apodera de sus territorios. Se trata de una influencia política, militar y económica que explica la participación turca al lado de las potencias centrales durante la Primera Guerra Mundial. Inglaterra Esta nación está presente en Crimea y su influencia en política, economía y postal a partir del ecuador del siglo es patente. Durante los años 70 el 45% de las importaciones otomanas eran inglesas. La apertura del canal de Suez en 1869 agiliza la comunicación entre Londres y la India. Inglaterra tiene ahora un mayor interés por el Mediterráneo a través de sus puertos en Gibraltar (1713), Malta (1800) y Chipre (1878). En 1882 la inestabilidad económica y política de Egipto hace que los británicos bombardeen Alejandría y conquisten Egipto para garantizar la seguridad del canal. La revuelta del Mahdi en Sudán, que logra derrotar a las tropas británicas hace que se instalen definitivamente. Egipto seguirá siendo nominalmente otomano, con un monarca o jedive local pero con un virrey británico, Gordon.

Gordon Bajá.

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Francia Francisco I (1494-1597) fue el primero en pactar con los otomanos introduciéndose la diplomacia gala antes que ninguna otra en el Imperio Otomano, de hecho hasta la Primera Guerra Mundial mantendrán buenas relaciones con varios altercados. El primero es la campaña de Oriente de Napoleón Bonaparte, que no tuyo mayor trascendencia, no como la conquista de Argel en 1830 y la de Túnez en 1881, aunque también es cierto que las regencias berberiscas eran prácticamente autónomas desde el siglo XVIII. Napoleón III apoyó a los turcos en Crimea y pacifica el Líbano y Siria en 1860 y tras la ocupación del canal de Suez protestaron por el control británico de Egipto con escasos resultados. La presencia francesa en la Cuestión de Oriente es más bien económica, la banca Otomana de 1863 es de capital franco-británico, las Mensajerías Imperiales, anteriores al Lloyd austriaco, que unían Marsella con el Mediterráneo Oriental y Estambul, y numerosas empresas establecidas en la zona son ejemplos de la presencia francesa. Es importante también el factor cultural a través de escuelas, librerías, misioneros o teatros. Se imponen modelos afrancesados en las ciudades levantinas como Esmirna, Tesalónica, Beirut, Alejandría o en el barrio de Pera en Estambul. Este nuevo urbanismo procede de París, cuya administración en distritos será la adoptada en Estambul.

Italia Una vez realizada su unificación Italia empieza a mostrar las líneas de su política imperialista cuyos objetivos materializará en el siglo XX. Descontenta por no haber sacado nada en 1878 intentan conquistar Túnez en 1881, siendo rechazados por las tropas locales e impulsando a Francia a hacerlo con el consentimiento de Gran Bretaña. En 1882 firman la Tríplice Alianza Alemania, Austria e Italia. Poco después las políticas británicas e italianas se unen en Abisinia, el sur del Sudán insurrecto en el cual intentaban sofocar la revuelta del Mahdi. Otra región otomana en la cual ponen sus miras los italianos es Libia, en la cual desembarcarán en 1911.

España Las paces de 1782-83 entre Madrid y la Sublime Puerta marcan el fin de una hostilidad que había tenido lugar en el Mediterráneo durante el siglo XVI principalmente. La óptica ilustrada de Carlos III y Floridablanca producen un acercamiento en ambos imperios cuyas trayectorias tienen muchos puntos en común'. 'Véase mi artículo "España y Turquía, caminos paralelos hacia la modernidad, 1700-1923" en Cervantes, n° 5, Instituto Cervantes de Estambul.

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D i e g o

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C o e l l o

Q u e s a d a

España se mantiene neutral durante la cuestión de Oriente sin perder el acercamiento iniciado a finales del siglo XVIII. Las razones son varias: las guerras carlistas y la emancipación de las posesiones americanas son dos de ellas. El interés territorial se centra en el norte de Africa ocupando Tánger y Tetuán en 1860 y la situación económica y social no era demasiado boyante a lo largo del siglo XIX como para meterse en inversiones en el Imperio Otomano. A pesar de todo ambas naciones firman en 1827 un segundo tratado según el cual se permite el paso y comercio del Mar Negro a los buques mercantes españoles 1 . Fernando VII muere en septiembre de 1833 e Isabel II es proclamada Reina un mes más tarde, Francia e Inglaterra la reconocen en el Manifiesto de Octubre y poco después se suman Dinamarca, Suecia, los Estados Unidos y Turquía 2 . En este contexto se comprende el "Tratado de comercio y navegación c o n c l u i d o entre España y la Sublime Puerta o t o m a n a ; f i r m a d o en Constantinopla el 2 de marzo de 1840", en el que figuramos como nación privilegiada 3 . No ocurre lo mismo con las potencias conservadoras como Prusia y Austria con los que se restablecen relaciones en 1848, Roma con el Concordato de 1851 o Rusia, defensora de la causa carlista, que hasta la subida al trono de Alejandro II en 1857 ignoraba a la Reina. Las relaciones internacionales españolas están mediatizadas por Inglaterra y Francia, países con los que participa como observadora en la Guerra de Crimea enviando varios buques y al General Prim. 4 Las memorias de los militares y la prensa de la época crearon una nueva imagen de los turcos y sus ejércitos en los lectores hispánicos. 5 La buena prensa de los turcos se acaba en 1860 en que las masacres de cristianos en el Líbano por parte ele drusos y con la pasividad de las tropas otomanas hace que Napoleón y Austria envíen una expedición de castigo. Dichos sucesos se extendieron a Damasco siendo el convento-escuela español saqueado y los franciscanos asesinados, un

' A l e j a n d r o del Cantillo: Tratados, Convenios y Declaraciones de Paz y de Comercio que han hecho con las Potencias Extranjeras los Monarcas Españoles de la casa de Bortón. Desde el año de 1700 hasta el día. Madrid. Alegría y Charlain, 1843, pp 842-843. ^ J e r ó n i m o B e c k e r : Historia de tas relaciones exteriores de España durante (Apuntes para una Historia Diplomática). Madrid, Jaime Ratés, 1924. p 617. Alejandro del Cantillo, o.c., pp 887-890. 4

el siglo

XiX

J u a n Prim Prats: El Viaje Militar a Oriente, Madrid, Ministerio de Defensa, 1995, con una introducción de Manuel Espadas Burgos. 5 V é a s e mi artículo " L a Imagen Española de los Ejércitos O t o m a n o s 1784-1907", Espacio. los ejércitos Tiempo y Forma, Madrid, U N E D , 1997, pp 11-32, r e i m p r e s o en Estambul, otomanos y los sefardíes en textor en español. Estambul, Isis, 2002.

I n t r o d u c c i

ón

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hecho que tuvo mucha relevancia en nuestros diarios 1 . La ayuda prestada en Crimea no se repite en la 1877 y los observadores españoles del conflicto que escribían para La Ilustración Española e Americana o La Academia, 2 Semanario Ilustrado Universal lo hacen desde el bando ruso. Hay dos pequeñas crisis entre España y Turquía. La primera fue en 1875 a raíz del contacto directo con el Rey Carol de Rumania, vasallo del sultán con el cual no se podía tratar directamente por lo que la Sublime Puerta protestó formalmente y el segundo fue el intento de crear una base española en las costas otomanas del Mar Rojo, en el cual estaban británicos e italianos y que no llegó a prosperar'. El único interés real español en la Cuestión de Oriente es el referente a la utilización del Canal de Suez tras la ocupación británica, ya que facilitaba las comunicaciones con las posesiones en el Pacífico, especialmente con las Filipinas pero también por otros tres archipiélagos que estaban bajo soberanía española: las Marianas, las Palaos y la Carolinas, por estas últimas hubo una guerra con Alemania en 1885 y les vendieron los tres archipiélagos por 25 millones de pesetas en 1899 4 . El Extremo Oriente sí estaba dentro de los intereses nacionales y, de hecho, España había participado en una expedición punitiva con Francia en Cochinchina y en la posterior toma de Saigón que no lograron retener, en 1850 5 . A finales del siglo XIX España había visto como sus posesiones americanas se reducían a Cuba y Puerto Rico, recuperado su papel con la conquista de Marruecos en 1860 y era una potencia en el Océano Pacífico tanto por la Islas Filipinas como por extensas posesiones en Micronesia descubiertas por Magallanes y muchos otros en el siglo XVI 6 . En este contexto la navecagión a través del Canal de Suez afectaba a nuestros intereses y se logró que Angel Ruata, ministro en Japón, figurara c o m o plenipotenciario español en la conferencia internacional para la regulación de la libre utilización del canal en 1885 en Londres, el mismo año de la guerra contra Alemania por la cuestión de las Carolinas.

^ V é a s e el capítulo III.1 "El verano de 1860" de mi libro, España y el Líbano, 1788-1910 viajeros, diplomáticos, peregrinos e intelectuales, Madrid, Miraguano, 2002. ^ V é a s e mi artículo: " E s p a ñ a y la Cuestión de Oriente, la Guerra R u s o - T u r c a de 1877-78" en Revista de Historia Militar, Madrid, Instituto de Historia y Cultura Militar, n° 85, 1998, pp 137162, reimpreso en Isis, o.c. 2002. Sinan Kuneralp, "El intento de creación de una base militar española en el Mar R o j o y la r e a c c i ó n o t o m a n a ( 1 8 8 5 - 1 8 8 7 ) " en P a b l o M a r t í n A s u e r o (ed): España y Turquía, del enfrentamiento al análisis mutuo, Estambul, Isis, 2003. ^E. Pastor Santos: Territorios de Soberanía Española en Oceanía, Madrid, CSIC, 1950 pp 59-76. ^ M a n u e l Espadas Burgos y José R a m ó n de Urquijo Goitia: Historia de España, Guerra de la Independencia y Epoca Constitucional (1808-1898), Madrid, Gredos, 1990, p 275. ^ M a g a l l a n e s (1521), G o n z a l o G o m e s de Espinosa (1522), A l v a r o Saavedra (1528), Hernado de Grijalva (1537), Ruy López de Villalobos (1543), Miguel López de Legazpi (1564), A l o n s o de A r e l l a n o ( 1 5 6 5 ) , P e d r o S á n c h e z Pericón ( 1 5 6 6 ) , A l v a r o de M e d a ñ a ( 1 5 6 8 ) o P e d r o Fernández de Quirós en 1596 y 1606, E. Pastor y Santos, o.c., pp 85-86.

Die^t)

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de

Co ello

Quesada

Se puede afirmar que las relaciones hispano-turcas, especialmente durante la estancia de Coello eran más que cordiales, a juzgar por en intercambio de condecoraciones o los telegramas de Abdül-Hamid a la Reina Regente María Cristina con motivo del fallecimiento de Alfonso XII y del nacimiento de Alfonso XIII. Donde se puede ver un gran interés por la situación del Imperio Otomano es en las publicaciones españolas. Me he referido a los diarios y revistas ilustradas que daban información al mundo en español de guerras y de descubrimientos arqueológicos, viajes a Tierra Santa, a las Pirámides de Egipto o a las ruinas de Palmira y Baalbek. Tras la aplicación del vapor a la navegación y con la estabilidad política y económica de la España de la Restauración (1874-1931) la burguesía se apunta al despertar del turismo con el Orient Express, las Mensajería francesas, el Llyoid austriacc, los adelantos en la fotografía o la publicación de las primeras guías de viaje. El Mediterráneo otomano se convierte así en un destino no sólo para diplomáticos o viajeros románticos sino de turistas, peregrinos o periodistas. Esta nueva mirada trasmite una visión pintoresca de los pueblos otomanos que va desplazando a ta del siglo de Oro y que ha perdurado en gran medida hasta la actualidad. Toda esta colección de imágenes de los zocos con toda la cacharrería colgando, el Cuerno de Oro al atardecer, las Pirámides con dos palmeras de primer plano o el beduino en su camello aparecieron entonces y son las que nos venden las agencias de viajes cuando planeamos las próximas vacaciones. DIEGO DE COELLO QUHSADA Nace en Jaén en 1821 en el seno de una familia aristocrática. Estudió la carrera de abogado en Sevilla y empezó a publicar artículos en E l Corresponsal,

El faro y El Heraldo. Una vez terminados los estudios ingresa

en la carrera diplomática en 1844, siendo uno de sus destinos más importantes el de embajador en Turín \ Parma en 1858, momento en que Víctor Manuel de Saboya y Cavour estaban comenzando la unificación italiana. Fue testigo de la entrada triunfal de los italianos en Milán tras la guerra contra Austria. Suspendidas las relaciones con el Piamonte le destinaron a Bruselas y posteriormente a Lisboa. La trayectoria de Diego de Coello está clara desde su juventud', las relaciones internacionales, la política y el periodismo. Su participación en la arena política data de 1845. fecha en que es nombrado diputado por el Partido Liberal en Jaén, cargo que ocupa en las legislaciones de 1845-50, 1857-58 y 1860-69. Lo compagina con el periodismo y es el fundador de La Epoca en 1849, el diario del Partido I .iberal y uno de los periódicos más importantes de

I n t r o d u c e i ón

39

la segunda mitad del siglo XIX y principios del XX donde escribían autores de la talla de Martínez de la Rosa, Alarcón, Alonso Martínez, Canovas del Castillo, el duque de Rivas o Emilia Pardo Bazán. Ejerció la presidencia de dicho diario durante treinta años. Coello pertenece a toda una generación de liberales partidarios de la Monarquía Constitucional pero de carácter más moderado que los liberales de principios del siglo XIX, los que habían sido perseguidos por Fernando VII y habían tenido que marchar al exilio en Francia o Inglaterra. Esta segunda generación crece a la par que Isabel II, es decir, un momento en que si bien el liberalismo ha accedido al poder, los carlistas y otros representantes de los valores conservadores no estaban muy convencidos de ello, tal y como se demostró en la guerra civil de 1833-40. Es un momento en que Coello es demasiado joven para participar en el conflicto pero no tanto para enterarse y tomar partido. Se trata, en definitiva, de los inicios de su adolescencia que, lógicamente, marcaron su personalidad e ideología a la que será fiel el resto de su existencia. La necrolólogica que le dedica La Epoca el 6 de abril de 1897 lo define como: "monárquico, dinástico, católico sincero, conservador-liberal y parlamentario". Durante la Revolución de 1868 dimitió de sus cargos, puso La Epoca a disposición de Castelar y acompañó a Isabel II al extranjero. En París influyó en la Reina para que se enviara al Príncipe Alfonso a estudiar a Viena al famosos colegio del Theresianum. Alfonso XII le nombró en 1875, un año más tarde de verificarse la Restauración, Conde de Coello de Portugal en pago a sus servicios en el exilio. La defensa de los valores de la Monarquía Parlamentaria está patente en su obra periodística, especialmente al analizar el frágil papel de las monarquías balcánicas. La Restauración coincide con su mejor periodo. Es nombrado Senador por la provincia de Jaén en 1876, cargo que más tarde se convertirá en vitalicio y Embajador en Roma de donde pasará a Estambul para volver a la capital italiana en 1886. Se jubiló en 1890 pero permaneció en Roma como director de la Comisión de los Lugares Píos de Jerusalén hasta su fallecimiento el 5 de abril de 1897. Coello erigió la Academia Española de Bellas Artes de Roma, un espacio de vital importancia para entender la pintura española de la segunda mitad del siglo XIX ya que los principales artistas nacionales se formaron allí, gracias a becas de diferentes instituciones.

Este diplomático se preocupó

también por los edificios españoles en Italia, restaurando el Colegio Español de Bolonia, el Hospicio Español en Vía Monserrato y el santuario de San

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D i e

«o

de

C o e l l o

Q u e s a d a

Pietro in Montorio. "Era Coello de un trato amenísimo y afable, hombre de mundo y sociedad, un verdadero charmerur

como dicen nuestros vecinos los

franceses. Era, en fin, una de esas personas que dejan un vacío grandísimo en cuantos le trataron." 1 En la presente edición he recopilado los artículos publicados en La Epoca entre el 3 de mayo de 1884 y el 18 de julio de 1886 y los he intercalado con las referencias a Coello aparecidas en dos diarios de Estambul: La Turquie y The Oriental

Adversiter-Le

Moniteur

Oriental.

Un segundo capítulo

incluye los aparecidos en La Ilustración Española y Americana

entre 1882 y

el 30 de Enero de 1895, pocos meses antes de su fallecimiento en Roma. He seleccionado aquellos que hacen referencia al Imperio Turco y a los Balcanes ya que se trata de un interesante testimonio del mundo otomano tras los congresos de San Estéfano y Berlín de 1878. Estos artículos pueden ser analizados desde diferentes perspectivas: política, económica, social y literaria. Son artículos de política internacional, tanto por las relaciones entre los diferentes imperios con los otomanos como por las descripciones de las naciones balcánicas y el papel de sus soberanos. Coello, aparte de diplomático, era un político liberal partidario de la Monarquía Parlamentaria, lo cual se percibe en sus opiniones. Las luchas entre liberales y conservadores que en España produjo las dos guerras carlistas y los demasiado numerosos gobiernos de Isabel II se dieron también en los Balcanes y en un Imperio Otomano en plena transformación. Se muestra partidario de Austria, la cual considera modelo de imperio multicultural, es benévolo con una Francia que había ocupado Túnez, contrario al control de los británicos del Canal de Suez e informa a sus lectores de los riesgos de la política rusa, algo similar a lo que había hecho Castelar en La Cuestión de Oriente de 1876. Italia y Turquía son dos destinos que le marcan. Al partir hacia Roma tiene un artículo dedicado al Sultán, en el cual se puede apreciar el afecto que sentía por Turquía y las afinidades de su historia con la nuestra: "Como la de Víctor Manuel en Italia, la memoria de Abdül-Hamid quedará esculpida en mis ' " E l C o n d e de Coello", Madrid. La Epoca, 6 de Abril de 1897. La bibliografía sobre Coello es escasa y se le c o n f u n d e con su hermano Francisco, militar destiando en Marruecos y uno de los padres de la geografía en España, c o m o la referencia de Carlos G a r c í a - R o m e r a l Pérez, BioBio bibliografía de Viajeros Españoles (Siglo XIX), Madrid, Ollero & Ramos, 1994. Las crónicas de Estambul no están f i r m a d a s y las de la Ilustración aparece el apellido o el título sin el nombre de pila. Existen referencias en el apéndice del Diccionario Enciclopédico Hispano Americano, Barcelona, Montaner y Simón, 1898, y en el Espasa. H e consultado su expediente, 02195, legajo P-47 del Archivo del Ministerio de Asuntos Exteriores y el de Senador a través d ; w w w . s e n a d o . e s . una interesante página donde hay toda una serie de d o c u m e n t o s relacionados con esta persona.

I n t r o d u c c i ó n

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recuerdos de Oriente. Sus sentimientos hacia mi patria y hacia esa augusta dinastía, cuyas desventuras han acrisolado mi lealtad, no se borrarán jamás de mi alma, como las impresiones que guardo de este Estambul y que tantas veces me han recordado las que sentí en la Granada árabe. Porque entre España y Oriente el cielo y la historia han establecido lazos que hacen más íntimas y cordiales las excelentes relaciones existentes hoy entre España y el Imperio Otomano" ( La Epoca, 18.7.1886). Coello aporta información económica como el desarrollo de los trabajos del ferrocarril, financiado por la banca vienesa, las cuarentenas que hacían que los barcos mercantes no pudieran llevar sus mercancías, el correo y las cuestiones aduaneras en la región. El liberalismo económico otomano ha hecho surgir una incipiente burguesía con la que, lógicamente, se relacionó y aparece descrita en sus artículos. Socialmente es un documento de la vida en Estambul durante su estancia como Ministro Plenipotenciario, describiendo las fiestas y celebraciones de la colonia española y de las diferentes comunidades otomanas como la Semana Santa, tanto la ortodoxa como la católica, como fiestas musulmanas como la del final del Ramadán o la del Sacrificio de los Carneros. Otro importante punto de vista es el literario ya que muchas de estas descripciones pertenecen a la Literatura de Viajeros, dada su calidad artística y su temática, la cual en décadas anteriores había hecho de Estambul el destino de viajeros románticos franceses como Lamartine, Nerval, Gautier. El Viaje a Oriente no es sólo la huida a un escenario exótico y misterioso. A través de estos textos los lectores galos habían conocido la realidad del Imperio Otomano del momento. Nerval, un discípulo de Rousseau, fue especialmente sensible a ios cambios del Tanzimat, en el cual las diferencias entre los subditos del sultán desaparecían, creándose así una sociedad igualitaria y moderna. Tras la Guerra de Crimea Turquía entra en un buen momento de política internacional y de relaciones comerciales gracias a su estabilidad y acercamiento al Liberalismo, todavía más económico que político, lo cual repercute en la creación de la imagen cosmopolita, multicultural y multiconfesional que Coello describe en sus textos. Es aquí donde reside la importancia de Coello, en el hecho de haber transmitido a los lectores hispánicos una nueva realidad turca, la que él conoció, muy diferente de las tradicionales creadas a partir de Lepanto, Don Juan de Austria, etc, las cuales todavía no hemos acabado de arrinconar en los libros de historia. Coello es el trasmisor de la Turquía del Tanzimat en la cual nacen Mustafa Kemal Atatürk (1881), Kazim Karabekir (1882) o ísmet Inónü (1884), cuyos cambios han llegado a las clases medias de la sociedad otomana y serán ellos los que darán el paso del Imperio a la República de Turquía. Pablo MARTÍN ASUERO Director del Instituto Cervantes de Estambul Estambul, Junio de 2003

42

Diego

de

C o e l l o

Quesada

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« «ifôMNriwPi At^hvof; ; n m i u « mW** «.Ctf'MJK a . . Uatìid nobilísimas cualidades de la noble señora que inspira el respeto y el amor de Europa. Cuando los terremotos de Andalucía conmueven todas las almas generosas, la del Sultán es la primera a socorrer tantos infortunios, enviando espontánea y rica ofrenda a mi patria. Como en las cosas grandes, en las pequeñas hace gala de estos sentimientos simpáticos en España, y los jóvenes de la Estudiantina Española, que há poco hiciera visitaron Estambul son recibidos tres veces en el palacio de Yildiz y colmados de regalos y distinciones. Ultimamente a un español israelita desgraciado Abdül-Hamid lo mandó a sus expensas, para curarle de ur ataque de hidrofobia, al Hospital Pasteur en París. Como la de Víctor Manuel en Italia, la memoria de Abdül-Hamid quedará esculpida en mis recuerdos de Oriente. Sus sentimientos hacia mi. patria y hacia esa augusta dinastía, cuyas desventuras han acrisolado mi lealtad, no se borrarán jamás de mi alma, como las impresiones que guardo de este Estambul y que tantas veces me han recordado las que sentí en la Granada árabe. Porque entre España y Oriente el cielo y la historia han establecido lazos que hacen más íntimas y cordiales las excelentes relaciones existentes hoy entre España y el Imperio Otomano.

LA ILUSTRACIÓN ESPAÑOLA Y AMERICANA

I NOTAS EUROPEAS 1 Sr Director de LA ILUSTRACIÓN. Desea V. le diga lo que pienso sobre la eterna lucha de razas nacionalidades rivales que se disputan el predominio del Oriente, y qué probabilidades tiene la guerra con que los periódicos, que viven de noticias de sensación, amenazan casi todas las primaveras a la Europa. Retirado de la política activa por desventuras de familia y dolores del alma 2 , carezco de los elementos necesarios para formular con probabilidades de acierto un juicio meditado y profundo. Consignaré, por lo tanto, solamente las impresiones que recojo en esta Roma, que si no es, como Berlín o Londres, centro de las grandes corrientes europeas, que encauzan o arrastran los destinos del mundo, está siendo este año el paso de príncipes y soberanos, que, si algunos sólo vienen a Italia por los atractivos de las artes o por el sol de Nápoles y Sicilia, casi todos imprimen una huella en la política, dejándonos adivinar de sus vagas expresiones, y a veces de su silencio, cuál es el trabajo de la diplomacia en las principales cancillerías de Europa. Nunca, sin embargo, la confusión y la duda han sido más grandes que desde hace cuatro meses, para quienes atienden sólo a las noticias que comunican la prensa y el telégrafo. No han trascurrido aún muchas semanas desde que, rigiendo el Gabinete Gambetta 3 los destinos de la República Francesa, aparecieron tan turbios los horizontes de Europa. Puesta en guardia ésta, especialmente Italia e Inglaterra, por los acontecimientos de la Regencia t u n e c i n a 4 , las revelaciones que han seguido a la caída de aquel Gobierno probaron que una nube algo más densa se cernía en la atmósfera con la proyectada intervención francesa en Egipto, para la cual faltó, en el último momento, decisión a la Inglaterra, mientras el intento alarmó profundamente a 'Publicado en 1882, No XVI, pp 270 y 271. 2

S e refiere a la muerte de su hijo, un hecho que nunca llegó a superar "Muerto a la edad de diecinueve años su hijo Luis, desgracia que amargó para siempre la vida de Coello y contribuyó en gran parte al alejamiento de España durante estos últimos años", La Epoca 6 de Abril de 1897. ^ J Leon Gambetta (1838-82), el cual había sido Ministro de Interior, Presidente de la Cámara de Diputados y Jefe de Gobierno. 4 L a fracasada intervención italiana en Túnez había tenido lugar poco después de la Convención de Chipre ( 4 de Junio de 1878) tras la cual Gran Bretaña, una vez haber adquirido Chipre, dejaba a los franceses vía libre para conquistar Túnez. Italia, descontenta por no salir beneficiada en el Tratado de San Estéfano, intentó ocupar Túnez siendo rechazados, ese fue el detonante para que las tropas francesas, aprovechando un conflicto en la frontera con Argelia, ocuparan Túnez.

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la Alemania. Acaso en la actitud de éste encontrará la historia un día, más que en la reforma de a Constitución francesa, la causa verdadera de la caída del tribuno político, que hace un año aparecía omnipotente en Francia. El ministerio Freycinet-Say parece venido para disipar estos temores; pero si el horizonte se esclarece en París, se anubla en los Balcanes con el incremento que por entonces toma la insurrección de la Bosnia y la Herzegovina 1 , amenazando comunicar su fuego a la Dalmacia; la ya crisis europea llega a su periodo álgido con los actos y discursos, cuando menos extraños, en un militar que manda un cuerpo de ejército ruso: el General Skobelev. Muchos creyeron llegado entonces el momento en que, continuada la lucha en los Balcanes, la ocupación del Montenegro por el Austria se hubiese hecho inevitable, siendo éste el principio del temeroso conflicto entre los dos imperios que se disputen la dominación de Oriente. La actitud de la Alemania

resuelta a ponerse

enérgicamente a lado de Austria; el vago presentimiento de que los Reyes de Italia no habían ido a Viena para ejercer un simple acto de cortesía, y las dificultades con que tropezaba la Inglaterra en Irlanda, que le impedían toda idea de una alianza con la Rusia, dado que la Reina Victoria, más influyente de lo que se cree en los sucesos de su país, quiera apartarse de sus

conocidas

simpatías germánicas, detuvieron la política moscovita en la senda que inició el advenimiento al poder del general Ignatiev 2 y que marcó con caracteres ele fuego el viaje por Europa del vencedor de Plevna. Tampoco debió ser extraña a esta indecisión de la Rusia una noticia que, no sé con qué fundamento, vierie circulando hace días en la prensa europea. Me refiero al descubrimiento que ha hecho algún periódico inglés, aunque desmentido por los alemanes, de uria alianza secreta que desde 1880 existe, al parecer, entre la Alemania y la Suecia. Si es un pacto secreto \ misterioso, claro es que ha de negarse hasta el momento de ponerse en ejecución. Para mi es incuestionable, sin embargo, que, si llegara el día de esa lucha terrible entre la Alemania y la Rusia, a Suecia se pondría del lado de las potencias germánicas, porque esta alianza es.á en el interés de las tres naciones. Para las flotas austro-germánicas, el concurso de la Suecia sería un elemento de triunfo, mientras la patria de Gustavo Adolfo no podría encontrar ocasión más propicia de recobrar la Finlandia 3 .

' La situación de los austríacos en Bosnia-Herzegobina no f u e nunca fácil y será el detonante de la Primera Guerra Mundial. Hn 1878 la mitad de la población era m u s u l m a n a , los cuales nc aceptaron bien la nueva situación ocupación militar austríaca, para restablecer el orden, manteniendo la soberanía del Sultán. Abdül-Hamid II terminó por ceder y firmó un acuerdo el 21 de Abril de 1879 por el cual permitía el control austríaco de Bosnia durante un cierto tiempo. 2 N i c o l á s Igantíev (1832-1908) diplomático ruso en Estambul durante los años 1864-1878. era artidario del paneslavismo. Finlandia había sido conquistada por Suecia en el siglo XII . Rusia, que ya durante la é p o c a de Pedro I se había apoderado de ella (1716-21), volvió a hacerlo en 1809, desde entonces hasta su independencia en 1917 será rusa.

La

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Sea de esto lo que quiera, es lo cierto que, de pronto, se opera un nuevo cambio en Rusia, más conforme esta vez con lo que yo creo ser la verdadera política del Emperador Alejandro 1 ; Giers es nombrado ministro de Negocios Extranjeros del Imperio; y aunque no parece confirmarse que el Príncipe Labanov venga por ahora a reemplazar al general Ignatiev en la dirección de la política interior de la Rusia, tiénese por indudable que los consejos del Príncipe Orlov han acabado con todas las vacilaciones del Zar, decidiéndole a estrechar la antigua alianza y amistad de los tres imperios. Las simpatías que el Embajador ruso en París tiene en Francia, y a las que el Embajador ruso en París tiene en Francia,

a y las que el Príncipe Orlov

corresponde

sinceramente, no ocultan, sin embargo, a su patriotismo cuan frágil base presenta la República francesa para una alianza que diese a la Rusia probabilidades de triunfo en esa lucha colosal con la Alemania y el Austria, que tendrían de su parte a la Turquía y a la Suecia, y, probablemente, a Italia, mientras se mantuviese neutral la Inglaterra. Existe además un contrasentido en este pacto de los republicanos de París con los eslavos de Moscú, no porque no se haya visto ya la alianza entre una república como la de los EstadosUnidos y la autocràtica Rusia, sino porque en el capitolio de Washington no se han oído jamás las arengas y los brindis incendiarios de París, Marsella y Lyon, ensalzando a los que hicieron pedazos con la dinamita el cuerpo de Alejandro II 2 mantienen hoy a su sucesor, no coronado todavía Zar de Rusia, en las soledades del palacio de Gratchina, sin poder siquiera asistir a las solemnes festividades de la Pascua rusa, y temiendo que en el ferrocarril que ha de conducir a la familia imperial a las solemnidades de la coronación de Moscú estallen las mismas minas que el nihilismo ruso y la demagogia universal prepararon ya en sus railes y en los subterráneos del Palacio de Invierno. Esta tendencia de la revolución europea al regicidio, y a la inestabilidad de todo gobierno y de toda política exterior en la República francesa, serán siempre la gran dificultad para una alianza con la Rusia, no obstante está en el interés de las dos naciones, amenazadas por la prepotencia de la Alemania. La base firme de la política moscovita se quebrantó el día, ya lejano, en que a las estrechas relaciones entre las cortes de San Petersburgo y de Viena sucedió la intimidad de ésta con la de Berlín 3 . Los hombres de Estado, que tienen también sus pasiones, no han querido ver que daño se hacían mutuamente, el Austria,

' Alejandro III de Rusia (1845-1894), había subido al trono en 1881. EJ atentado que acabó con la vida de Alejandro II fue el 13 de marzo de 1881. 3 El Pacto de los Tres Emperadores había sido creado por Bismarck para aislar a Francia y acabar con las rivalidades entre alemanes y austríacos, este vínculo se fortalece quedando Rusia un tanto al margen como expone Coello. Tanto los liberales alemanes como los húngaros eran conscientes de los peligros del paneslavismo, por eso la triple alianza se va reduciendo. 2

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ayudando a las potencias occidentales que más tarde debían crear la Italia, y la Rusia, abandonando indiferente, por no decir contenta, el Imperio Austríaco y la antigua Confederación Germánica, por su naturaleza misma anti-guerrera, a los triunfos extraordinarios del Imperio Alemán. Si no mienten

las

impresiones que a su paso por Roma ha dejado el gran duque Vladimiro, hermano predilecto del Zar, su reciente estancia en Viena ha preparado una entrevista entre los emperadores Alejandro y Francisco José, que precederá a la coronación de Moscú, presentándose a los ojos del mundo como el corolario de la visita que se hicieron los soberanos de Rusia y de Alemania en Dantzing. En la corte de Austria dicen que se ha dejado, sin embargo, comprender bieri claro al gran duque Vladimiro, como en Roma ha podido apreciarlo también, qué clase de lazo unen a Austria y a ya Alemania, motivo por el cual, al regresar a su patria, se detendrá en Berlín. El llamamiento a la dirección de la política exterior de Rusia, con carácter ya definitivo, del ministro Gieo, será la garantía de paz, que, prometida en Viena, lleva ya realizada a la corte de Alemania. Tendremos, por lo tanto, paz este año en Europa. Y decimos intencionalmente este año. porque, realmente, aún después de sofocada la insurrección de la Bosnia \ de la Herzegovina, el estado de tregua armada de todas las grandes potencias y el movimiento de trasformación que se opera eri Oriente no pueden simbolizar más que una etapa de preparación en el mundo. La Rusia, principalmente, se encuentra en este dificilísimo dilema. ¿Inaugura Alejandro III una política más liberal en el Imperio, que está en sus deseos, en la necesidad de los tiempos y que; puede, hasta cierto punto no más, desarmar el nihilismo, dado que en 1881 ha habido un Guitteau para asesinar al Presidente liberal de los Estados-Unidos? Pues ha menester de la paz y de detenerse en esa senda que para ir a Constantinopla abrió Pedro el Grande 1 , y en que han detenido ya dos veces a la Rusia en 1855, la Francia y la Inglaterra, con la complicidad del Austria 2 , y, en 1877, la Alemania y la Inglaterra, cuando los ejércitos moscovitas estaban próximos a acampar en derredor de Santa Sofía 3 . Pero ésta renuncia a un ideal, que lo es de todos los corazones eslavos sobre todo si se deja al propio tiempo al Austria que marque sus huellas en la vía que por los Balcanes debe conducirla a Salónica y al mar Egeo; es la impopularidad de la dinastía de los Romanov, y acaso la revolución social y política en el Imperio moscovita. 1

Pedro el Grande (1672-1725) .

^ R e f e r e n c i a a la Guerra de Crimea3

E n San Estéfano, hoy Yesilkóy.

La

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El congreso de Berlín, empeñado en una tarea tal vez imposible, como es la de dar una solución feliz a los problemas orientales, no encontró, en mi sentir, la fórmula más adecuada, ni aún para prepararla en el porvenir. La ocupación temporal de la Bosnia y de la Herzegovina por el Austria aunque yo la crea permanente y altamente beneficiosa a los intereses de la civilización y del cristianismo en Oriente, tenía que despertar todos los celos y todas las rivalidades de la Rusia. El elemento eslavo no recibía a su vez satisfacción bastante con la organización incompleta dada a la Bulgaria, que, tal como está constituida, será foco de agitación constante hasta que obtenga lo que con igual título que ella han alcanzado la Moldavia y la Valaquia 1 . Los aumentos de territorio, insignificantes, concedidos por el congreso de Berlín al principado de Montenegro, al reino de Grecia y a la Serbia, que acaba de erigirse en reino también, si han acrecido la ambición de estos Estados, no les han dado los elementos bastantes para atraer a su órbita las poblaciones afines de Oriente, y constituir así esa confederación de reinos cristianos, que, en mi concepto, es la única fórmula y solución que puede tener por ahora la cuestión oriental 2 . La misma Rumania ha pagado su constitución de Estado independiente con un desmembramiento de la patria ; y así como en lo antiguo Prusia y Austria se disputaban el predominio de la Confederación Germánica, los imperios austríaco y moscovita contenderán durante largos años para ver quién hace suya esta otra confederación de los Estados de Oriente. El pensamiento, que camina siempre más veloz que los hechos, ha soñado más de una vez con la reconstrucción de aquel Imperio, que la invasión árabe echó por tierra, como si las nacionalidades cristianas allí tuvieran la misma energía de esa raza española, que luchó siete siglos, y cuyo triunfo escribe ahora en una nueva página de gloria para las artes patrias, el pincel del autor de la Rendición de Granada a los Reyes Católicos. Italia creyó un día ver en la Serbia el Piamonte de Oriente, destinado a realizar allí lo que parece un sueño en la Península Itálica. Otros soñadores, enamorados, como Byron, de la Grecia, han creído que a nadie como a ella correspondía esta gran misión en la Turquía europea. Aunque fuera fácil, que no lo es, a los políticos de Atenas les falta aquel gran sentimiento de la patria, que en derredor de Cavour 3 unió todas

'Los principados de Moldavia y Valaquia tras el Congreso de Berlín pasan a ser Rumania, mientras que Bulgaria sigue siendo principado otomano.

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La opinión de Coello es bastante a la de Castelar en contra del paneslavismo: "la Europa occidental no debe consentir que la emancipación de los pueblos opresos del Oriente quede a merced de la iniciativa de Rusia. La cuestión de Oriente debe regularse de manera que la libertad de los cristianos prospere, sin que aliente a la política moscovita". Emilio Castelar. La Cuestión de Oriente, Madrid, La Ilustración Española y Americana, 1876, p 49. 3 Cavour (1810-1861) político italiano liberal. Fue uno de los artífices de la unificación. Coello 10 trato durante su destino en Italia.

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las fuerzas vivas de la Italia. El Rey Milano de Serbia tiene, sin duda, algunas de las condiciones de Víctor Manuel, y cree que la dinastía de los Obrenovie 1 está llamada a los m i s m o s destinos q u e la de Saboya. C u a n d o , dentro de algunas semanas, se corone solemnemente, en el antiguo monasterio de Sici, y, continuándose la tradición y la leyenda, se abra en el templo griego la octava puerta, como las siete ya existentes, por donde pasaron sus antepasados consagrados en la iglesia, podrá imaginar que se abre igualmente la dsl porvenir de la Serbia, c o m o sucesora del reino de C o n s t a n t i n o . Pero la Bulgaria, el Montenegro, la Rumania y la Grecia tendrán en la ceremonia sus representantes para disputarle esta misión ambiciosa, y, sobre todo, estarán allí los embajadores de la Rusia, del Austria y de la Inglaterra para recordar que a nadie será dado, en nuestro siglo, tocar a Constantinopla. En esta serie de hipótesis futuras hemos prescindido de intento, aunque no olvidándola ciertamente de la influencia de la Turquía en Oriente. Sobre la decadencia la debilidad del Imperio Otomano, que en absoluto no niego, se forjan grandes exageraciones ciertos periodistas europeos. No se las hacen, sin e m b a r g o , los verdaderos h o m b r e s de E s t a d o de E u r o p a . A p a r t e de las rivalidades de las grandes potencias, que le imprimen una doble vida, tiene la Turquía esa vitalidad que han revelado las dos últimas guerras de Oriente 2 , y que debe ser poderosa, cuando ha resistido, aparte a lo que hay de deletéreo en el organismo social y religioso de las naciones musulmanas, a los grandes crímenes recientes que han revelado los misteriosos anales del serrallo y del harem. Que un día los sucesores de los poderosos sultanes, a quienes casi toda la E u r o p a , y a su c a b e z a E s p a ñ a , tuvieron q u e d e t e n e r en

Lepante,

desaparecerán de la Turquía Europea, está escrito en las páginas del destino; pero no en las del siglo XIX. Recientemente acabamos de tener una prueba de este nuestro meditado juicio. Nunca ha aparecido más abatida la potencia m u s u l m a n a que después que el Congreso de Berlín dispuso a su antojo de los destinos de aquel Impero; Francia menospreció los derechos de soberanía de la Puerta sobre la Regencia tunecina, y las potencias occidentales decidieron a su voluntad el Egipto. Notas, quejas y reclamaciones partidas de Constantinopla, todo era desatendido en Londres c o m o en París. Pues bien, hace pocas horas todavía que el Times, el diario que más guerra había hecho a toda intervención de la Turquía en el Egipto, refiriendo las escenas del Cairo, que nos recuerdan las de nuestra Granja en 1836, y la anarquía de una soldadesca indisciplinada, la peor de todas las anarquías, a la acción del alto poder soberano, acaba de declara ' L a Unificación Italiana era un claro referente para las nuevas naciones balcánicas que pretendían volver a los que consideraban sus fronteras históricas, en este contexto se produce la idea de ser c o m o Víctor Manuel de Saboya y el Piamonte. ^ C r i m e a y la Ruso-Turca de 1877-78.

La

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que tal vez la única solución de la nueva crisis y revoluciones que se columbran en Egipto sea la intervención de la Turquía, que, si respeta los compromisos contraídos con las potencias occidentales, principalmente por los virreyes, será a su vez respetada por la Inglaterra. Y meses antes, toda la jactancia de la Francia, no obstante sus fáciles y poco envidiables victorias de Túnez, se detiene un momento cuando la Sublime Puerta envía una escuadra y algunas tropas de desembarco a Trípoli. La intervención turca en Egipto, si se realiza, exaltando el nunca dormido espíritu musulmán, tendría por inevitable consecuencia paralizar los progresos de la dominación francesa en Africa que acaso se han visto con demasiada indiferencia en nuestra España. Se dirá, y es cierto, que esta especie de vitalidad que recobra la Turquía cuando más postrada la creía el mundo se debe a que detrás de ella la Europa ve a la Alemania. Y hénos aquí, después de esta excursión somera por la política europea, vueltos a su centro de acción. No porque debamos imitar las fantasías del Fígaro, representando al Imperio Germánico a la cabeza de una alianza de naciones en que, aparte el Austria y la Italia, Suecia y Turquía, figurarían también Bélgica, cuyo príncipe heredero, como su Rey Leopoldo, están enlazados a las familias reinantes germánicas 1 ; y España, a cuyo joven Soberano 2 presenta el diario francés como profundamente adherido a la política alemana, sino porque, realmente, los acontecimientos han dado a Guillermo I y al Príncipe de Bismarck una influencia decisiva en los destinos del mundo. Esta influencia es merecida, porque tiende al restablecimiento del orden moral y social en Europa, no a esas soñadas invasiones de la Holanda y de la Polonia rusa, con que el Fígaro procura alarmar la conciencia y los sentimientos de la Europa. Aprendiendo en la escuela del primer Imperio napoleónico, la Alemania omnipotente, en vez de herir y lastimar el sentimiento religioso de una parte de sus subditos, firma la paz con la Santa Sede, sin enajenarse por esto la Italia, como hace la República Francesa con la una y con la otra, y, paladín del principio monárquico, apoya enérgicamente las gestiones de la Rusia para que la ley internacional sirva de escudo, más firme de lo que hasta aquí lo ha sido, a salvar la existencia de los jefes de los estados. El día en que su ambición lo amenace todo, bien pronto tendrá enfrente la coalición europea; y las páginas de ISIS 3 y de 1870 4 han probado bien en nuestro siglo cómo se derrumban los colosos que parecían más eternos y afortunados.

'El Reino de Bélgica nace en 1831 ostentando la corona Leopoldo I de Sajonia-Coburgo. ^Alfonso XII tenía en ese momento veintitrés años. Fin del I Imperio Francés. ^Fin del II Imperio Francés.

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En conclusión, no creemos en la guerra europea inmediata, ni en la solución definitiva ahora de las cuestiones orientales, de las cuales la lucha entre las raza tudesca y eslava, en su p a r o x i s m o un día, mas c a l m a d a al siguiente, no es más que una faz. Es la cuestión de Oriente c o m o la cuestión r o m a n a 1 , que hace un mes trataba en estos modestos apuntes, un problema casi insoluble para nuestro tiempo, y en la que, c o m o en todas las cosas humanas, hay que dejar mucho a lo que los musulmanes llaman la fatalidad y nosotros, cristianos, c r e e m o s la Providencia. Pero es al p r o p i o t i e m p o indudable que lo actual es sólo una tregua, y que las naciones q u e tienen grandes intereses en el Mediterráneo, aunque estén tan protegidas c o m o España por su especial situación geográfica deben prepararse para el día, no remoto, en que otro c o n g r e s o de Berlín no pueda impedir la tempestad que se va c o n d e n s a n d o en Oriente. La Italia, en esta parte, nos o f r e c e un saludable ejemplo. En 1854 el genio del Conde de Cavour, haciendo tomar parte al pequeño Piamonte en la gran guerra de Crimea, a la que ningún poderoso interés directo llamaba al reino de Cerdeña, preparó e hizo posible el reino itálico. Ahora, gran potencia ya, aunque descartando sus verdaderos hombres de Estado los delirios de la Italia irredenta y las aventuras a que otras quisieron lanzarla en Túnez, organiza sus ejércitos y construye y arma poderosas fuerzas navales. En sus alianzas, sin sacrificar la libertad de acción, todo el m u n d o sabe en Europa dónde formará el día del gran conflicto, y esto da a una nación joven, c o m o a la antigua dinastía de Saboya, elementos poderosísimos, que la permiten hacer frente a las inmensas dificultades de la cuestión romana y a los peligros que la ofrece la vecindad de la Francia republicana, arrepentida grandemente de haber creado una potencia del otro lado de los Alpes. La política de aventuras no será jamás, para el que escribe estas líneas, la política de nuestra España; pero tampoco tenemos de nuestra patria idea tan triste, que creamos deba asistir impasible, y sobre todo, no preparada, a las soluciones que se preparan en Europa. CONDE DE COELIO Roma, Abril de 1882

' L a Cuestión R o m a n a f u e el final de los Estados Pontificios en 1870 en que Víctor Manuel de Saboya entra en Roma.

La

Cuestión

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II HL R A M A D A N Y EL BAÍRAM EN ESTAMBUL 1 Cuando

hace

tres

años

describía

en

las

columnas

de

LA

ILUSTRACIÓN, por deseo de sus redactores, la Semana Santa y la Pascua de Roma, estaba bien lejos de creer que, apenas trascurrido tan escaso tiempo, me tocaría igual misión, y por encargo igualmente del amable Director de La Ilustración, en la ciudad donde la media luna del Profeta vino a reemplazar la cruz de Constantino. Y que esto lo haría además a orillas del legendario Bosforo, en Büyiikdere 2 , donde escribo, cerca del tradicional árbol, aún conservado piadosamente, rodeado de otros mas jóvenes que plantó Godofredo de Bouillon, cuando las cruzadas de la Edad Media; pasando de las emociones del Ramadán a los recuerdos que inspira el nuevo monumento que Italia y Rumania unidas elevan al poeta Ovidio, que todos de jóvenes hemos leído en nuestros clásicos; en este Ponto Euxino que divisamos al través de las nieblas del Mar Negro y enfrente de Scutari, la ciudad santa, donde hace dos noches espantoso incendio, que desde las costas de Asia se reflejaba en las de Europa, devoraba centenares de casas en lo que constituye la parte más característica de la antigua Bizancio, dividida hoy en tres poblaciones diferentes: Scutari, Pera y Estambul. Justamente en los primeros días del Ramadán hacían su primera etapa, como una de las cuatro ciudades santas, en Scutari los peregrinos que van todos los años a visitar el sepulcro del Profeta, como aquellos otros romeros que desde nuestra Compostela, desde la Borgoña o de la Bretaña, iban a pie hasta la ciudad Eterna, en los días que precedían a la semana de Pasión, o cuando uno de esos jubileos seculares abría las puertas de bronce tapiadas de San Juan de Letrán y de Santa María la Mayor, de San Pablo y de San Pedro. En Constan ti nopla los peregrinos musulmanes, que antes partían del histórico serrallo en Estambul, lo hacen ahora del campestre palacio o quiosco que habita el Sultán en las colinas de Yildiz, dominando a Pera y el Bosforo. Por la principal calle que borda sus orillas y ocupan los fantásticos palacios de Ciragam y de Dolmabah?e, continuando la plaza de Tophane, donde están los ' P u b l i c a d o en 1884, No X X X I I , pp 118 y 119. En Büyükdere se encuentra la E m b a j a d a de verano de España, la cual aparece en otras memorias de diplomáticos c o m o la de Mentaberry " A q u í (en Büyiikdere) están los palacios de España y de Rusia; pero, ¡qué diferencia!, éste nuevo, soberbio, reluciente, destacándose c o m o un quiosco gigante sobre e) verde de sus vastos jardines; y el nuestro q u e en otro t i e m p o f u e una mansión espléndida, casi enteramente derruido, pobre de aspecto y ennegrecida y triste la f a c h a d a , no obstante y ocupar más terreno y valer intrínsecamente, por esta causa y la inmensa extensión de su jardín, m u c h o más que el palacio de Rusia", Viaje a Oriente, de Madrid a Constantinopla, Madrid, 1873, p 445.

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D i e g o

de

C o e l l o

Q u e s a d a

grandes parques de artillería de Constantinopla y el muelle en que atracan los yates o caiques imperiales y de los príncipes o embajadores extranjeros, la procesión dirigida a la Meca se embarca en el buque o buques empavesados que la conducirán del otro lado del Bosforo a Scutari de Asia. Fdrmanla, aparte de las tropas imperiales que le dan escolta, todos los que han estado ya en las ciudades santas y quieren volver a ellas, distinguiéndose por el turbante verde, que sólo pueden usar los que han visitado la Meca. Delante de ellos caminar los que van a conquistar este honor santo ante la tumba de Mahoma. Una especie de carroza, o mejor dicho litera, que conducen muías blancas de una \ otra parte, lleva los ricos presentes, tapices de Esmirna, telas de Bursa alfombras y bordados de Persia y del Kurdistán, que el Sultán, Califa de los creyentes, ha regalado con solemne ceremonia a los mollas y ulemas, para que los depositen como ofrenda en los santuarios de la Arabia. Los camellos conducen los presentes de los otros peregrinos, o de aquellos que no pudiendc dejar la Europa o el Asia, envían sus regalos a la Meca. La singular música de los turcos, con sus sonidos muy semejantes a nuestra gaita gallega, acompaña los cantos de los romeros, que a la vez responden a los versículos del Corán, salmodiados por los diversos jefes de esta especie de sacerdocio, o mejor dicho doctorado, de las mezquitas musulmanas. Una vez la caravana en Scutari, se aloja generalmente la mayoría de los que la componen bajo tiendas de campaña, que les servirán para su larguísimo viaje, algunas veces a través del desierto, y esperan los otros contingentes de peregrinos que vendrán de la Anatolia, de la Rumelia, de la pintoresca Bursa, la primitiva capital de los turcos en estas regiones; así como en Damasco se les unirán todos los árabes de la Siria, los procedentes del Líbano, los del vilayet de Alepo y de tantas otras regiones del Asia.

Dejando a la caravana seguir su largo camino, volvamos a esas mismas márgenes del Bosforo y de Tophane, donde el decimoquinto día del Ramadán el pueblo de Gálata y de Pera, como más tarde el de Estambul, verán pasar en toda pompa al Sultán y su corte, que por Tophane también y el incomparable puente sobre el Bosforo 1 , irán a la mezquita inmediata al palacio de Topkapi, que tiene el privilegio de guardar el manto del Profeta, objeto de adoración para los creyentes de Mahoma. El Padischá o Califa hace su excursión este día montado en blanco caballo árabe, regalo del scherif de la Meca mientras el Gran Visir, el Serasker, el chesk-ul-islam o jefe de los ulemas, y demás altos funcionarios del palacio y del Estado, le siguen en corceles no menos briosos, y

que a porfía han regalado al Soberano en estos últimos tiempos los

' Se refiere al puente del Cuerno de Oro. Es un error bastante frecuente confundir la ría con el estrecho.

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Emperadores de Austria y Rusia, el Sha de Persia y el Príncipe de Gales. Un cuarto de hora después que ha pasado el Sultán, llegan siendo objeto de grandísima curiosidad para musulmanes y europeos, pues son raras las ocasiones de verlas, la sultana Validé o madre, que ahora, muerta la que dio vida a Abdül-Hamid, lo es su nodriza, que representa aquel papel; las princesas sus hermanas, de las cuales la primogénita, Tasuna-Sultana, debía sucumbir horas después de las fiestas del Bai'ram, llevando a su suntuosa tumba, en una de las mezquitas de Estambul, el duelo de la muerte un tanto misteriosa de su esposo el mudir Nurri, compañero de infortunios, c o m o lo f u e de conspiraciones, del también célebre y difunto Midhat-Bajá 1 , y del otro luto que más la afectó, la locura de su hermano preferido, el Sultán Murad, que debió abandonar el trono por esta causa 2 , y que vive entre prisionero y príncipe, rodeado de sus odaliscas y de todas las comodidades de la vida, en el fantástico palacio de Ciragam, por cuyos jardines encantados pasaban el día de la fiesta del Profeta, aparte las sultanas y princesas ya nombradas, todas las damas del harem, ocupando con sus eunucos más de sesenta carruajes. El indiscreto velo de las musulmanas dejaba adivinar la belleza de algunas de ellas, aunque en demasía desfiguradas por los colores de que las mujeres turcas abusan más que las actrices en la escena. Las sultanas o favoritas más en auge, aunque con el actual Soberano, triste por la general, el amor impera poco en el palacio o en el harem, llevaban joyas de alto precio. Después de algún reposo en el quiosco de Bagdad, el Sultán-Califa, entrando en el santuario, sacó del relicario el manto del Profeta, y desplegándolo a la vista de los que tenían el honor de asistir a esta fiesta, apoyó sobre él su rostro. Toda la corte besó en seguida la preciosa reliquia, siendo los primeros la Sultana Valide y el Príncipe Imperial Abdül-Kader, en medio de los cantos de al liturgia musulmana. La vuelta al palacio de Yildiz fue por el Bosforo, en los magníficos caiques imperiales. Las últimas semanas del Ramadán, que coinciden con la luna llena, son las más animadas, así en Scutari como en Estambul. Y sin embargo, los que vivían en estos países hace diez años nos dicen que, cual hoy acontece también en Roma con su Semana Santa y Pascua, las de los musulmanes no son ya sombra del espectáculo grandioso y pintoresco que presentaban hace dos

Midhat Bajá (1822-1884) fue uno de los padres de la época de reformas conocida como Tanzimat. Fue Gran Visir durante 1876-77, momento en que se produce la Primera Epoca Constitucional, siendo e'l uno de los padres de dicha Constitución. 2

Murat V, (1840-1904) permaneció en el trono del 30 de Mayo al 31 de Agosto 1876, en que fue declarado incapaz de reinar al estar aquejado de graves desórdenes mentales.

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lustros, cuando Abdül-Aziz', amantísimo de las pompas orientales y creador de estos palacios f a n t á s t i c o s 2 , que son la delicia del B o s f o r o , iba en toda la pompa de una corte de Oriente a las mezquitas de Solimán, del Sultán Ahmed y Santa Sofía, o a orar en al mezquita de Eyüb, que guarda reliquias también del Profeta y tumbas de los primeros conquistadores de Bizancio. No es que los rusos, entrando en la capital que a su Imperio señaló el testamento de Pedro el Grande, hayan hecho salir del emparedamiento, donde, según la leyenda cristiana, está adormecido el sacerdote griego que celebraba la misa en Santa S o f í a cuando en ella entró el conquistador de Constantinopla; ni que los piamonteses, como en la ciudad Eterna, hayan dado motivo a Pío I X o a L e ó n X I I I para encerrarse en ei Vaticano y suprimir las magníficas festividades de San Pedro. Los ejércitos moscovitas, que hace cinco años tocaban a las puertas de la B i z a n c i o de Constantino, y cuyas compañías desarmadas visitaban, después del Tratado de San Estéfano, las mezquitas e iglesias griegas de Pera, y Estambul, están detenidos del otro lado de los B a l c a n e s , donde un grupo de nuevos y j ó v e n e s reinos, c o m o la S e r b i a y la Rumania, en unión del Austr a, marchando hacia Salónica, se preparan a disputarle la herencia de los osmanlíes en la T u r q u í a de Europa. E s que las desgracias de estas guerras, el tin misterioso y trágico de Abdül-Aziz la caída y la locura del hermano del actual Sultán, Murad, las desventuras de la patria y la crisis financiera que se hace sentir tan fuertemente en Constantinopla, han creado en el espíritu del bondadoso Abdül Hamid una tristeza profundísima, y el deseo, c o m o lo revela la vida retirada que lleva en su quiosco o casa de campo de Yildiz, de abandonar las pompas del Imperio y no tener en el mundo otras relaciones que las que le imponen el necesario trato con los embajadores de potencias poderosas y su constante desvelo por el bien de sus pueblos 3 . Pero si el Sultán actual va rara vez en pompa a las grandes mezquitas, prefiriendo la modestísima inmediata a su palacio, donde todos los viernes asiste al selamlik, o sea la oración de este domingo turco, los jóvenes príncipes sus hijos, que revelan en su tierna edad y en su fisonomía notable inteligencia y bondad, han asistido durante varias noches del Ramadán a los que no sé sin irreverencia podré llamar oficios de la

1 Abdül-Aziz (1830-1876) sucedió a Abdiil-Mecid en 1861 y fue destronado el 30 de Mayo de 1876 acusado de haber dilapidado las finanzas otomanas. Apareció muerto en el palacio de Ciragan el 4 de Junio. No quedó claro si fue un asesinato o un suicidio. ^Los palacios de Beylerbey (1864) y Ciragam (1874) se construyeron durante su sultanato. ^A medida que Abdül-Aziz envejece se va encerrando más en este palacio, excitando la imaginación de los observadores extranjeros como Vicente Blasco Ibáñez en 1908: "El sultán vive más allá de los arrabales de Constantinopla en Yildiz kiosk o Palacio de la Estrella, extensión amurallada como diez o doce veces Madrid, en la que hay un lago, donde pesca y navega a vapor, caminos por los que corre en automóvil, bosques plagados de caza y unos cincuenta palacios que habita y abandona a su capricho mudando su residencia varias veces en la misma semana. (...) El convidado se ve en el salón con gruesos candelabros de oro de la altura de dos hombres. Los platos son de oro trabajados a martillo; los cubiertos de oro; de oro las botellas y hasta las argollas de las servilletas", o.c., pp 61 y 62.

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incomparable mezquita de Santa Sofía. Es esta oración una de las cosas más curiosas para el extranjero que por vez primera viene a Estambul. Desde que el cañón de Scutari al amanecer ha anunciado la salida de sol, todo musulmán creyente — y en Estambul lo es la inmensa mayoría del pueblo — tiene que abstenerse y se abstiene rigurosamente de comer, beber y fumar hasta la puesta de ese mismo sol en el occidente de Asia y de Europa. Al mediodía, como a la caída de la tarde, el muecín desde los minaretes ha llamado a los fieles a la oración, como lo hará también a las diez de la noche. Pero el crepúsculo de la tarde ha sucedido al sol, y entonces medio millón de musulmanes saliendo de sus casas, inundan las calles y plazas de Estambul y de Scutari, donde súbitamente se organiza una feria animadísima con todos los colores y alegrías de nuestras fiestas andaluzas. A lo que podrá decirse constituye el primer desayuno de los turcos, sucede la oración en las mezquitas, donde las mujeres sólo pueden ir a las galerías, eternamente separadas, como en la vida social, de los hombres, si bien llenan los turbes o santuarios que guardan los sepulcros de los califas y santones musulmanes, de los cuales salen como en procesión algunas horas después, llevando pintorescos faroles de colores por las calles de Estambul. Las más pudientes, como esposas de los mudires, Bajáes y bels, pasean en carruajes por aquellos bulevares, ciertamente no tan bellos como los de París, pero que ofrecen su misma animación de los días de Noche-Buena y primero de año. La noche favorece el que las odaliscas puedan retirar una parte del velo que cubre sus rostros, y sobre los cuales se refleja, o la luna del Ramadán en todo su esplendor, o las mil luces de los minaretes y de las mezquitas, donde el gas, el aceite o el petróleo reproducen, formando letras de juego, los versículos más populares del Corán. Entre tanto, en Santa Sofía se han ido reuniendo miles y miles de creyentes, que forman en sus anchas naves como si fueran batallones que desfilaran por mitad, postrados de hinojos ante el Mihrab, que, cambiando el sitio del antiguo altar del Salvador para darle la dirección de la Meca, mira hacia la Kaaba de la ciudad santa. Toda Santa Sofía se ha iluminado en pocos momentos, presentando un espectáculo verdaderamente deslumbrador. En las tribunas reservadas para los doctores de al ley, y frente a la del Sultán, se elevan galerías que hacen el papel del coro de nuestras catedrales, ofreciendo puesto a los ulemas, a los mollahs y a los demás grados de esta jerarquía, que no puedo llamar sacerdotal, porque, como he dicho, son más bien doctores de la ley que sacerdotes. Los derviches o monjes turcos, que en Scutari y Pera sorprenden

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sus ceremonias increíbles, participan también de los

privilegios de los ulemas. Finalmente, el kiatib ha subido al mimbar o pulpito de Santa Sofía al cabo de una estrecha y alta escalera, y desde allí ha

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pronunciado la oración de la noche, a la cual siguen los versículos del Corán entonados por los ulemas, y a los que responde el pueblo alzándose como movido por un resorte, o prosternándose una y otra vez con violencia sobre los tapices de la inmensa mezquita, todo lo cual constituye, juntamente con la música discordante, y triste en el fondo, de los instrumentos árabes, un cuadro que ninguna pluma puede describir, y que si se presta al ridículo para las imaginaciones ligeras, impresiona, sin embargo, profundamente el alma, sobre todo por la fe y religiosidad de este pueblo. Ha ganado bien, con su ayuno de quince horas y sus tres oraciones en !a mezquita, el derecho de entregarse a una saturnal pacífica, sin temor de borracheras, porque el turco no prueba el vino, y por tanto, sin las tristes consecuencias que éstas tiene, hasta el amanecer, siendo el café, la pipa y los espectáculos de las Kermesses orientales los que alimentan la alegría tranquila del pueblo de Estambul. Al fin ha llegado el Baíram, precedido de la fiesta llamada de la Exposición, en que el Sultán se dirige también a la popular mezquita de Tophane, en la cual, en tiempos bien recientes, tenía lugar la presentación, que dudo exista todavía hoy, de una joven circasiana, ofrenda de la corporación de los ulemas, y que aquella noche debía compartir el tálamo del califa de los creyentes. Ahora la fiesta de la exposición de los pecados está reducida a la oración del sultán y de su corte, y a un gran banquete que en su precioso quiosco ofrece al Soberano la Maestranza de Artillería de Gálata. El Baíram, que, como el Ramadán, tienen fechas variables, pues corresponden a las fases y meses de la luna, ha de ser anunciado por la aparición de la nueva en el cielo de Bursa, primitiva capital, ya lo hemos dicho, del Imperio Otomano en Europa. A cualquiera hora que esto tenga lugar, siempre de noche naturalmente, empieza la gran solemnidad de la pascua turca. Este año la deslució un tanto una espantosa tempestad como la que ayer abrió las cataratas del cielo en el Bosforo. Pero en los intermedios de ella, y cuando el sol, al amanecer, pudo disipar un tanto las nubes, el Sultán, rodeado de brillantísimo séquito, a caballo y en coche, fue a la mezquita inmediata al palacio más suntuoso que habita Abdül-Aziz, abandonado por sus sucesores después de su trágica muerte, y desde la cual pasó, con el mismo magnífico acompañamiento, por medio de encantados jardines, a la sala llamada del trono, la más grande y una de las más bellas de todos los palacios de Europa y de Asia. El soberano y calila de los creyentes, que tiene en sus museos del Serrallo el trono de Osman, el más rico del mundo, ocupa ahora en el frente

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que da al Bosforo un precioso diván revestido de rico paño bordado de oro. A su derecha se ven los jóvenes príncipes sus hijos, continuando, según el orden de jerarquías, el Serasker y vencedor de Plevna, que lleva los títulos de ghazi o caudillo glorioso continuador de Alí. Otro puesto de honor es el del gran visir, rodeado de los ministros, senadores y consejeros de Estado, con los mudires y Bajáes. A la derecha están las sultanas a la izquierda, los funcionarios civiles, y dando frente al trono, y comunicándose con los encantados jardines que van al harem, los ulemas y demás jerarquías religiosas, con su pontífice al frente, y llevando turbantes verdes los que han estado en la Meca. A una altura inmensa, pues la bóveda de este salón se eleva más alta de los tres pisos del palacio, están las tribunas de la música, y una especie de galenas, donde, cubiertas por celosías, presencian la ceremonia las sultanas, esposas o madres, las odaliscas y las circasianas del harem. Empezó el besamanos, si es posible llamar así una solemnidad en la cual los personajes del Estado estampan su ósculo o tocan sólo la punta del traje que el Sultán viste, privilegio concedido a los que tienen el rango de visires, mudires, Bajáes y ulemas, o sencillamente la rica tela que cubre el trono imperial, y cuyas untas sostienen los gentileshombres de palacio, blancos, o los eunucos negros, que, como toda aquella inmensa concurrencia, reviste en dicho día sus más ricos uniformes, esmaltados de oro y condecoraciones.

Y como en nuestro Alcázar Real toca la música de alabarderos en el interior, y las bandas militares en las plazas del Príncipe y de la que f u e armería, las brillantes y excelentes tropas turcas, sobre todo una guardia antiquísima y de pintorescos uniformes, desfila por el gran pórtico que da al Bosforo, realizando, juntamente con los caballos enjaezados de la corte, como un simulacro militar en los jardines. Únase a esto, y cuando el Sultán vuelve a su palacio de Yildiz en las colinas, seguido de un séquito incomparable por su brillantez, los pintorescos grupos de damas musulmanas, que, vistiendo una especie de dominós de todos los colores imaginables, se sientan sobre al verde hierba de los campos como brillantes ramilletes de flores, y se tendrá idea de lo que es todavía, y sobre todo, de lo que era hace diez años, la más bella de las fiestas del Bairam en Pera y Estambul.

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IMPRESIONES DE ORIENTE 1 : El Cour-Bairám en Constantinopla.El drama político de la Bulgaria.-La cuestión oriental v sus inmediatas consecuencias para Europa. Corría septiembre de 1885, y las poéticas islas de los Príncipes, que tal vez había visitado el autor del Telémaco para hacer de ellas la legendaria mansión de Calipso, guardando el indeleble recuerdo de la emperatriz Irene, ofrecían, como los minaretes de Estambul, las mezquitas de Scutari, la ciudad santa para los musulmanes en los confines del Asia, la torre de Gálata en la cristiana Pera, los fantásticos palacios del Bosforo y las alturas del quiosco de Yildiz, residencia de Abdül-Hamid, uno de esos cuadros encantadores que sólo pueden contemplarse en noche de estío desde la poética torre de Leandro en medio del Mar de Mármara, desde los puentes que cruzan el Bosforo, o a bordo de los navios empavesados, resto de la poderosa flota turca, anclados en el Cuerno de Oro. Las cien poblaciones que en las costas de Asia y de Europa, llevando nombres muchos de ellos tan célebres como los de Calcedonia, Nicea y Bizancio, y sembrados de recuerdos en que se mezclan los de Xerxes 2 y Medea, de los Argonautas y de Constantino, con los de Roger de Lauria 3 , los cruzados de Godofredo de Bouillon, Solimanes y Mahomcts, se preparaban a celebrar, con las brillantes iluminaciones de la noche, el aparecer en los cielcs de la luna nueva que señalarán los ulemas o los astrónomos de Bursa, primitiva capital del Imperio Otomano, como principio de las festividades del Cour-Báiram, la Pascua de Pentecostés de los creyentes del Profeta. Desde el palacio hasta la más modesta morada no hay familia que no haya preparado, a manera de los israelitas, su carnero de pascua, rivalizando los de Yildiz, con sus cuernos dorados y sus blanquísimas lanas sedosas, con las más bellas razas de los parques de Windsor en Inglaterra. El carnero del Cour-Báiram será enviado como regalo para su inmolación a deudos, amigos y familias pobres; pues, como acontece en Londres con el plumg-pudding de Navidad, no hay hogar que no participe en tal día de la caridad musulmana. Circasianos y armenios, con sus trajes pintorescos, conducen sobre sus cabezas las preciosas cestas adornadas de velos y de flores, conteniendo los innumerables manjares de un festín turco. A pesar de las estrecheces del Tesoro, aquel día han recibido una paga general todos los funcionarios del Estado; y cuando el Sultán rodeado ' P u b l i c a d o en 1886, No X X X V I . pp 182-186. ^Referencia a la Andbasi.s de Jenofonte que trata de la expedición de Ciro el Joven a Persia d o n d e está la f a m o s a escena del cruce del Bosforo. Marino italiano al servicio de la casa de Aragón, al final de sus días se unió a los Almogávares que prestaron sus servicios a Bizancio a principios del siglo X I V .

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de toda su corte, a caballo, y la Sultana validé, seguida de cien carruajes, que, guardados por eunucos negros, conducirán el harén imperial a la sacra mezquita del serrallo, donde se guarda el manto del Profeta, o a la de Eyüb, que encierra la espada del conquistador de Bizancio, monedas de oro, plata y cobre caerán sobre el pueblo, aunque la estrechez de los tiempos haya disminuido en mucho las larguezas de S o l i m á n el M a g n í f i c o , y el aparato hoy d e la corte de Estambul no sea sombra de lo que era en el reinado de Abdül-Azzis, cuando los primeros empréstitos turcos hacían afluir a Constantinopla el oro de toda Europa, y los tributos del Egipto, de la A r m e n i a , de la Anatolia y de la Rumelia, que no se habían convertido todavía en posesiones inglesas o rusas, llenaban el tesoro de la Sublime Puerta. Los e m b a j a d o r e s , n u m e r o s í s i m o s en Estambul, y a l g u n o s de ellos semirreyes, habían sido, con sus señoras, invitados a la gran recepción, especie de besamanos que el Sultán, regresando al amanecer de la mezquita, tiene en el viejo serrallo o en el incomparable salón que llamaríamos del trono en el palacio de D o l m a b a h ^ e . Y c o m o es la é p o c a en que la d i p l o m a c i a , los magnates, las princesas y las esposas de los visires, muchirs y Bajáes habitan las orillas del B o s f o r o , preciosos c a i q u e s , más ligeros q u e la g ó n d o l a veneciana, surcan las aguas para conducir los invitados a la residencia imperial. Pero el t e l é g r a f o ha traído minutos antes la noticia de u n a revolución estallando por sorpresa en la Rumelia Oriental, y el Sultán, p r o f u n d a m e n t e afectado, y no considerando político discurrir sobre suceso tan grave, que abre de nuevo toda la cuestión de Oriente, con diplomáticos, representantes de potencias rivales y enemigas, ya que no puede suspender la recepción en que los dignatarios del Estado besarán la f r a n j a de sus vestidos, y el j e f e de los ulemas, con su gran séquito, se postrará ante el califa de los creyentes, aplaza para tiempos más felices festejan a los embajadores de las potencias. A voz baja los muchis, los ghazis, generalísimos de los ejércitos, los principales ulemas, B a j á e s y ministros, se cuentan que la tarde anterior Gabril-Bajá, gobernador general por el sultán de la Rumelia, y que pocos días antes partiera de Constantinopla, había sido sorprendido en su konak Filipópoli 1 , c o m o el comandante de la gendarmería otomana, y hecho prisionero, proclamándose la unión de la R u m e l i a Oriental a la Bulgaria y la soberanía del Príncipe A l e j a n d r o de Battenberg. Horas después éste aceptaba la c o r o n a del reino búlgaro, ofrecida por el partido de Karabelov y los amigos políticos de su rival Zancov, que un año después, casi día por día, debían destronarlo en Sofía y enviarlo prisionero al monasterio de San Arcángelo, b a j o la jurisdicción dc\ metropolitano búlgaro Clemente, principal de los j e f e s de este otro 2 de 'piovnic.

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diciembre oriental, o mejor dicho repetición de nuestra revolución soldadesca de la Granja durante la regencia de la Reina Cristina 1 . Por simpática que hayan hecho la figura del Príncipe Alejandro su heroico valor en la guerra injusta provocada por la Serbia, el odio inconcebible, personal y político a la vez, del Zar, su primo carnal y el compañero de los juegos de su infancia a orillas del Rin, es imposible dejar de ver en las desgracias de este drama histórico ya que se desenvuelve en Sofía y en el largo curso del Danubio, para terminar en un segundo ostracismo y destronamiento, o una expiación de lo acontecido en septiembre de 1885 en la Rumelia Oriental. Aunque testigo presencial de gran parte de los sucesos de la Bulgaria, y en el Danubio de la vuelta triunfal del Príncipe Alejandro a sus estados, que hoy debe parecerle un sueño, caído nuevamente del trono, llego tarde para dar novedad a una reseña del drama acaso más palpitante que presenta el último tercio de nuestro siglo, donde hay páginas, sin embargo, tan trágicas como la caída de la Monarquía de Nápoles en Gaeta, las angustias de Pío IX a la entrada de los italianos en Roma, cuyo decimosexto aniversario va a celebrarse en estos días; la derrota de Sedán, y la fuga de las Tullerías de nuestra compatriota la Emperatriz Eugenia. Sin embargo, como la cuestión de Bulgaria empieza ahora, acaso no sea del todo inútil consignar los hechos ciertos y señalar sobre todo las principales figuras que se dibujan en la extraña conspiración de Soíía. A su cabeza están indudablemente Balanog, el cónsul general de Rusia en la Rumelia, y el coronel moscovita Zacharosf, agregado militar de la agencia diplomática rusa en Sofía, siendo espectáculo tristísimo el del más autócrata imperio del mundo infiriendo por el motín de una soldadesca honda herida en el principio monárquico de Europa. En su derredor se agita el metropolitano Clemente, o ganado por el oro moscovita o celoso de la preferencia que el Soberano concede a los consejos del arzobispo de Tirnova. Cuado se ha vivido algún tiempo en Oriente se tiene justa idea de la inmensa influencia que los patriarcas griegos y armenios, como los exarcas búlgaros ejercen en aquellas poblaciones, donde el sentimiento religioso es más intenso por lo mismo que está en lucha constante con el islamismo. Vienen, después del Prelado, Zancov, el jefe del partido ruso en Bulgaria, y los mayores Benderev,

que

ejercía interinamente las funciones de subsecretario de Guerra, y Grouet, director de la Escuela Militar. Para explicar la complicidad de estos aos últimos, y sobre todo el concurso que encontraron en los alumnos cadetes de la Academia, es preciso saber que Benderev, oficial valiente, pero cuyo arrojo temerario estuvo a punto de comprometer el ejército turco en los desfiladeros

Motín de la Granja de San Ildefonso tuvo lugar en 1836 en el que 18 sargentos impusieren a la madre de Isabel II la f i r m a de un decreto restableciendo la Constitución de 1812.

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de Dragomán, no obtuvo al fin de la guerra contra Serbia todas las ventajas que se prometía, y que el Príncipe Alejandro negó a las alumnos de la Escuela militar por él fundada, y que pocos meses antes eran simples estudiantes de la Universidad de Sofía, alistados como voluntarios en la guerra, las charreteras y galones con que soñaban, deseando completasen sus estudios en la Academia. En cambio, los agentes rusos ofrecían no sólo grados militares en abundancia, sino también que, unida la Bulgaria al Imperio, se les abriría grandísimo porvenir bajo las águilas moscovitas. El oro hizo lo demás, ayudándoles la incomprensible ignorancia de la conspiración, que duró tres meses, por parte de los principales ministros, y la confianza excesiva del Príncipe, que no se negó a ninguna de las medidas propuestas por Benderev, alejando las tropas leales de Sofía bajo, supuestos peligros de concentraciones serbias en la frontera, o de que los regimientos de caballería forrajeasen en los valles de los Balcanes. Una semana entera costó decidir a la oficialidad del regimiento de Kustendil, que, con las alumnos de la Escuela Militar, representaron el papel de nuestros sargentos y soldados de la Guardia Real en el motín de San Ildefonso. El golpe de los conspiradores, tres veces aplazado desde el 15 de Agosto, tuvo al fin lugar la noche del 21 del mismo mes, coincidiendo con una tempestad que facilitó el plan de los conjurados. En medio de la oscuridad más densa, mientras el regimiento de Kustendil desarma algunas guardias, los alumnos de la Escuela Militar, en número de cincuenta, que silenciosamente se han reunido en el jardín público, atacan el palacio, desarman los soldados sorprendidos, hieren a los pocos que ofrecen resistencia, y ya dueños del edificio, los oficiales Grouet y Dimitriev llaman a la habitación del Príncipe, no sin herir antes a uno de sus servidores, que, despertándose al ruido de los disparos, quiere detenerlos. A la voz conocida del mayor Grouet, que llama a su estancia, el Príncipe, que no había querido creer avisos misteriosos, pregunta qué desea, abriendo las puertas él mismo cuando le contestan ser una diputación del ejército que viene a salvar la patria de grandes peligros. La sorpresa de Alejandro debió ser inmensa al encontrarse enfrente de aquellos conjurados, la mayor parte ebrios, que armando sus revólveres y bajo la amenaza de muerte instantánea, le obligan a vestirse sin concederle la ayuda de criado alguno; rasgan una hoja del libro de visitas, existente en la antesala, trazándole las frases concisas y casi ininteligibles de su abdicación, al pie de las cuales Alejandro, poniendo su nombre, añade estas palabras: «Dios proteja a la Bulgaria.» Entre bayonetas y revólveres, que agitan los soldados borrachos del regimiento de Kustendil y los alumnos de la Academia Militar, el Soberano de Bulgaria y libertador de la patria contra los serbios, que estuvieron a las puertas de Sofía, es conducido al ministerio de la Guerra, donde se encuentra y su hermano menor el Príncipe Francisco José, sorprendido y

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arrestado de manera parecida. Cuando se le presente el mayor Benderev, que había dirigido todo el complot, Alejandro de Battenberg no puede menos, como Jesucristo a Judas, de decirle: «¡Vos también, compañero de mis batallas, formáis parte de la conspiración!» — «Alteza, no es tiempo de discutir; vuestra abdicación es necesaria para la salvación de la Bulgaria, y aunque sintiéndolo, estamos resueltos a arrancaros la vida si intentáis la menor resistencia.» Minutos después era arrojado en un carruaje, seguido de otros y rodeado de fuertísima escolta, que abandonan a Sofía a los gritos de abajo los alemanes mientras ante el consulado ruso y a efigie del Zar, Alejandro III los campesinos de las propiedades búlgaras pertenecientes al metropolitano Clemente y a Zankov se arrodillan dando hurras al Zar y a la unión de la Bulgaria y de la Rusia. Los jefes de la conspiración organizan antes del amanecer el Gobierno provisional, que tres días después, pasado el primer instante de sorpresa, caerá ante la indignación de la inmensa mayoría del ejército búlgaro, que en las plazas de Widin, Plevna y Silístria, tan famosas en la última guerra turco-rusa, aclaman a quien hace seis meses los conducía a la victoria, secundando al ejército la Rumelia Oriental y Tirnov, a la capital del reino búlgaro en los siglos medios. Pero esta reacción instantánea de pueblo y ejército, y la reunión en Tirnova y Filipópoli de sus asambleas nacionales, no pueden impedir el ostracismo del Príncipe, prisionero durante veinticuatro horas en el monasterio de San Arcangelo, donde los religiosos, obedientes al metropolitano de Sofía, guardan el secreto más absoluto, y conducido más tarde en toda la extensión del Danubio, hasta su desembocadura en el Mar Negro, navegando en su propio yate, aún cuando bajo rigorosísima escolta de oficiales tan traidores y de marinos tan beodos como los soldados del regimiento de Kustend 1. Guardados, él como su hermano, en camarote donde la atmósfera, caldeada por la máquina y los terribles calores que en Agosto he sentido navegando por el Danubio, no podía ni asomarse a una ventanilla del buque; y para evitar un envenenamiento, que con razón temía, no tomó durante cincuenta horas más alimento que uvas, compradas por su hermano a los campesinos de la Serbia, de la Rumelia y de la Bulgaria. Los telegramas y las comisiones civiles o militares que Estambulov 1 , j e f e del Gobierno establecido en Tirnova y presidente de la Asamblea búlgara, y el coronel Moutkourov, que en la Rumelia Oriental ha organizado otro centro dinástico y tomado el mando general del ejército búlgaro, le envían, no han podido dar con el Príncipe en

E s t a m b u l o v f u e uno de los políticos m á s importantes de Bulgaria. Se hizo con la regencia tras la abdicación de Alejandro de Battenberg el 7 de Septiembre de 1886. Liberal, contrario a Rusia, hizo elegir a Fernando de Ooburgo y c a m b i ó la orientación de Bulgaria.

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parte alguna, ni ser comunicados por las estaciones telegráficas del Danubio, interceptadas y rotas en las primeras horas del Gobierno revolucionario. Al fin, sea que sus instrucciones lo determinasen así, sea que alguna noticia les llegase del movimiento de reacción dinástica tan rápidamente extendido en la península de los Balcanes, los oficiales y marinos conspiradores que dirigen el yate del Príncipe, cuando saben que ha tocado a las costas de la Besarabia, esa provincia que hace diez años arrancaba Rusia a la Rumania, no obstante haber sido su aliada en la guerra contra Turquía, desembarcan a sus prisioneros en Reni, no lejos de los sitios donde Augusto envió desterrado a Ovidio 1 , en el célebre Ponto Euxino y en las regiones de Tracia. Pero las autoridades rusas, ya que no se atreven a mantener prisionero a un soberano arrojado por la revolución de sus estados, le oponen toda clase de dificultad para que, atravesando el Austria, pueda dirigirse a la corte de su padre, el Príncipe de Hesse-Darmstadt, tío del Emperador de Rusia. Yo he recorrido ese mismo trayecto del Danubio que siguió el Príncipe Alejandro, obligado por la interrupción que el motín de Sofía había producido en los ferrocarriles de la Bulgaria, y pisado como él los sitios en que el cantor de los Tristes lamentaba su perdida Roma, encontrándome por casual coincidencia con el augusto viajero cuando desde las orillas de Giurjevo, en Rumania, se dirigió Alejandro de Battenberg a Ruse, una de las principales ciudades de su reino de Bulgaria. Me sería bien difícil olvidar el cuadro que el 29 de Agosto ofrecían las dos orillas del Danubio azul, ese río donde se desenvuelve la leyenda de los niebelungens que le disputa el Rin, que guarda todavía en Porte Orientalis los recuerdos de los emperadores Trajano y Severo, que al lado de valles deliciosos ofrece toda la grandiosidad de los montes Karpatos, y que ha inspirado tan bellas melodías desde Haydn a Strauss. Todo el río está cubierto de embarcaciones de todas clases grandes vapores del Lloyd, 2 que hacen la travesía desde Constantinopla hasta Ratisbona otros más pequeños, estrechos para la multitud que había acudido a ver el regreso del príncipe; barcas, barquetas de pescadores, todos empavesados, adornados de banderas de guirnaldas de flores y de faroles, que iluminados más tarde, imitarán una fiesta veneciana. En la costa rumana se divisan los trenes que han venido desde Ursova, Tour-Severin y Bucarest, conteniendo multitud de comisiones de todas las provincias de los Balcanes, o admiradores y amigos que cuenta el Príncipe en Rumania, donde reinan deudos de Alejandro de Bulgaria, viéndose algo más lejos el tren directo de Oriente, con pasajeros de

' P u b l i o Ovidio Nason (43 a.C.~17) f u e desterrado a Constanza por Augusto donde escribió las Pónticas, cuatro libros de cartas dirigidas a sus amigos y allegados en Roma. ^Coello había utilizado esta línea de comunicación, c o m o se ve en los recortes de prensa.

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Diego

de

Coello

Quesada

Londres, París y Viena que asisten al espectáculo. En la margen búlgara Ruse, que está asentada sobre el Danubio f o r m a n d o el más pintoresco anfiteatro, se asemeja a la gradería de un coliseo romano lleno de alegres espectadores que todos agitan en sus manos banderas, estandartes, coronas de laurel, ramos de flores presentados por las damas y gorras de pelo búlgaras que vuelan por las aires a la aproximación del Soberano. Por un capricho del destino, el mismo yate que una semana antes ha conducido prisionero al píncipe hasta las costas de Besarabia y en el cual se ven todavía las armas, las coronas y las iniciales de Alejandro I desgarradas por la soldadesca, está en medio del Danubio para recibir al soberano que vuelve a sus estados. C u a n d o desembarca en el puente de Ruse, en medio de las salvas de artillería, de los hurras y de los eljens que lo aclaman, el metropolitano Gregorio, seguido de n u m e r o s o clero con los esplendentes trajes orientales de la iglesia griega, y llevando en procesión las efigies santas, es el primero en saludar y felicitar al Príncipe, c o m o si quisiera borrar en su alma la traición del a r z o b i s p o C l e m e n t e de Sofía. A las felicitaciones de los representantes de la religión siguen las de los diputados de la Bulgaria y de la Rumelia, las del ejército, que ha enviado diputaciones desde todas las plazas fuertes, mientras las d a m a s búlgaras cubren de flores a Alejandro de Battenberg y a su séquito, obligando a ceñir a su frente corona de laurel, mientras robustos búlgaros, violentándolo, lo conducen en hombros hasta su konak. Y aunque el Príncipe se muestra profundamente reconocido a tantas demostraciones entusiastas, se advierten en su semblante simpático huellas de tristeza, sea el recuerdo de las pasadas amarguras y de la ingratitud de parte de sus súbditos, sea presentimiento de las nuevas desgracias que le e s p e r a n , pues no p u e d e olvidar q u e su p r o p i o padre, al d e j a r l o partir nuevamente para Bulgaria, conocedor sin duda de las disposiciones del Príncipe de Bismarck y de la aversión indestructible del Zar, le había pronosticado que aún cuando salvaría su honor, perdería la corona en esta segunda campaña. Aparte que el pueblo búlgaro, a c l a m a n d o y derribando cuatro gobiernos e i Sofía en el espacio de una semana, daba pruebas de una versatilidad que no era prenda de estabilidad y de paz la Bulgaria es un estado demasiado débil para medirse con el colosal Imperio del norte; y ya la ausencia del Cónsul de Rusia en la ovación entusiasta de Ruse indicaba que sus rencores no habían cedido. Horas antes, Alejandro I acababa de obtener una recepción entusiasta que presencie igualmente en la capital de la R u m a n i a . Su pariente el Rey Carlos, la interesante Reina Sofía, todos los ministros rumanos y el c u e r p o diplomático casi en masa con un concurso brillantísimo, lo habían recibido en Bucarest, donde el vagón que lo conducía se convirtió pronto en parterre de flores. A los abrazos de los reyes en medio de las aclamaciones del pueblo, a

La

Cuestión

de

Oriente

213

las felicitaciones nobilísimas que el telégrafo le presentaba del Rey Milano de Serbia que olvida sus derrotas ante la necesidad de salvar el principio monárquico, y de la Reina Victoria, que dejaba adivinar el apoyo de la Inglaterra, sigue en la sala misma de la estación animadísimo y cordial coloquio con White, el representante británico en Rumania, y que lo había sido de la nación inglesa en la conferencia de Constantinopla cuando en la primavera de este año afirmó sobre las sienes de Alejandro de Battenberg la doble corona de la Bulgaria y Rumelia Oriental. Quien ha seguido como el autor de estos apuntes la terrible lucha empeñada a orillas del Bosforo entre White y el embajador ruso Nelidov, diplomáticos ambos de primer orden, y ha presenciado el mal encubierto despecho con que la política moscovita soportó los éxitos de Alejandro de Battenberg, debidos al apoyo de la Gran Bretaña y a las simpatías del Sultán, pudo predecir acaso que aquella conferencia del Soberano y del diplomático en la estación de Bucarest iba a ser la gota de agua que podía desbordar el vaso de las cóleras moscovitas. Lo que no he podido explicarme todavía es cómo, dada la intimidad del Príncipe con la Inglaterra, el apoyo que estaba seguro de encontrar en Austria-Hungría, las simpatías que su inmerecida desgracia le habían valido en toda la Alemania, despertando el interés hacia un príncipe germánico entre sus antiguos compañeros del ejército, y seguro, como debía estarlo, de que su restauración en la península de los Balcanes sería vista con sincera alegría por Abdül-Hamid y entre la mayoría de los políticos de Estambul, se decidió a escribir, apenas entrando triunfante en sus estados y fresca una conspiración indudablemente fraguada o inspirada por los ruso-eslavos su ya célebre telegrama a Alejandro III, que debía valerle tan cruel respuesta, y que enajenándole en gran parte las simpatías populares de la Inglaterra, de la A l e m a n i a y de los búlgaros

más

comprometidos contra la política moscovita, le arrebató en un momento toda la confianza y sincero apoyo del Sultán. La historia dirá un día, pues aún reina oscuridad sobre este punto del drama búlgaro hecho indisoluble, qué causas o qué personas inspiraron tan funesto telegrama. No ha podido ser el padre del Príncipe, quien, conocedor de los verdaderos sentimientos del Zar, al verlo partir para Sofía no ocultó su temor de que su hijo marchaba a una perdición segura. No pudo aconsejarlo el emperador Guillermo de Alemania, ni el Príncipe de Bismarck, que en sus entrevistas con el Canciller ruso adquirió las pruebas del antagonismo invencible de los dos Alejandros, porque de haber inspirado tal paso, el poderoso Imperio Alemán, que sabía perfectamente podía contar en la cuestión búlgara con el Austria, la Inglaterra, la Italia, la Rumania y la Turquía, se habría creído obligado a no sacrificar, ante pasiones poco elevadas, un Príncipe que había vestido el uniforme germánico, y a quien el embajador Radotevitz había favorecido con toda su influencia cerca de la

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Quesada

Sublime Puerta otomana. Preciso es creer que Alejandro de Battenberg siguió en este acto, que c u a n d o menos ha precipitado una abdicación tal vez inevitable, las inspiraciones de su corazón generosos, pensando que su actitud, sobrado h u m i l d e en un s o b e r a n o valeroso, iba a d e s a r m a r las iras del compañero de los juegos de su infancia en las orillas del Rin. Mis lectores saben que Alejandro de Battenberg es uno de los hijos del príncipe reinante en Hesse-Darmstadt y de una d a m a de honor del palacio moscovita, y que su tía f u e María Alejandrovna, la esposa de Alejandro II de Rusia, estableciendo estos enlaces una intimidad grandísima entre las dos familias y el vínculo de primos hermanos entre el Zar actual y el que era ayer soberano de Bulgaria. Oficial en le Guardia imperial de A l e m a n i a cuando surgió la guerra de 1877 entre la Rusia y la Turquía, t o m ó servicio en el ejército moscovita, y su valor en Plevna, c o m o el afecto especial que le tenían Alejandro II y su tía la Zarina María, contribuyeron a elevarlo al grado ele teniente general, y por la influencia moscovita a ser proclamado en Abril ele 1879 por la Asamblea de Tirnova príncipe soberano de Bulgaria. Sus lazos ccn la Alemania y la familia imperial le conciliaron el apoyo de los dos Imperios y aún la benevolencia del Austria-Hungría. Durante un lustro se debate contra las luchas de los partidos búlgaros, tan apasionados en la península de los Balcanes c o m o en nuestra España; pero su valor, su tacto a veces y hasta su figura simpática y noble, se imponen a los agitadores, y se reinado, que hace progresar la civilización en Bulgaria, dotándola de una administración, de un ejército y de un régimen constitucional que resiste a varios eclipses, domina las dificultades con que no podía menos de luchar, hasta que Alejandro III sube al trono de su padre asesinado. Desgraciadamente, éste abrigaba hacia su primo sentimientos

abiertamente

contrarios

a

los

de

Alejandro

II.

Sea

incompatibilidad de caracteres desde niños, durante las largas temporadas que el Príncipe heredero pasaba con su madre en el castillo de Sugenhein, a orillas del Rin; sea el odio que profesó constantemente a su tía, la d a m a de honor del palacio, la gran Duquesa de Hesse más tarde, porque tal vez veía en aquel matrimonio morganàtico el ejemplo del que después contrajo su padre el Zar y que tan hondamente afectó al hijo de María Alejandrovna, es lo cierto que desde este momento no hubo un día de tranquilidad para Alejandro de Battenberg. Las e x i g e n c i a s rusas a u m e n t a r o n c o n s t a n t e m e n t e en S o f í a . F u e n e c e s a r i o , entregarles el ejército, el Ministerio de la Guerra, ejercido por el m i s m o comisario imperial que ahora envía a Bulgaria el Gabinete de San Petersburgo, hasta que el protectorado se hizo tan p e n o s o y la opinión de los patriotas búlgaros c o m e n z ó a pronunciarse tan enérgicamente contra la dominación moscovita,

que Alejandro, so pena de una revolución interior, debió de

La

Cuestión

de

Oriente

215

reconquistar una parte de su independencia. Respondiendo a esta nueva política, realizó en Abril de 1883 su viaje a Constantinopla, siendo recibido de la manera más lisonjera por el Sultán, a quien los tratados de Berlín, modificando el de San Estéfano, habían reservado la alta soberanía más o menos nominal sobre la Bulgaria. Y al propio tiempo el Príncipe estrechaba relaciones con Alemania, su primera patria, omnipotente en Estambul, y con Inglaterra, que no dejó escapar la ocasión de suscitar en los Balcanes dificultades a la política rusa para vengarse de las que el Imperio moscovita hacía surgir en al India y en el Asia Menor. Desbordado, sin embargo, el Príncipe por los elementos radicales de la Bulgaria, donde el partido ruso-eslavo proclama incesantemente la unión de la Rumelia y la conquista de la Macedonia a fin de reconstituir el antiguo reino búlgaro destruido por la invasión, los resultados del golpe de m a n o revolucionario verificado el 28 de Septiembre de 1885 en Filipópoli, con cuyo recuerdo hemos inaugurado esta reseña de la crisis actual en Oriente. Pero la Rusia, que en el tratado de San Estéfano había consignado la existencia de una gran Bulgaria unida e independiente de la dominación turca; que para este fin había trabajado constantemente en la península de los Balcanes, desde el momento que tan gran suceso se realiza en favor de Alejandro de Battenberg cambia en absoluto de política; y el Zar, que, niño en sus juegos y en sus simulacros militares a orillas del Rin muestra a su primo una enemiga que sus padres no logran disminuir, le declara guerra abierta, así en los consejos de la Sublime Puerta como en las deliberaciones de las conferencia de Constantinopla. Por un contrasentido de la política, la Grecia y la Serbia, que debían celebrar la constitución de estados

cristianos

independientes en Oriente, declara la última la guerra a los búlgaros, mientras la primera opone su veto a todo engrandecimiento ulterior en Macedonia 1 . Y la Inglaterra, que por sus representantes en el congreso de Berlín había destruido el tratado de San Estéfano creando un reino búlgaro, se apasiona, por antagonismo antiruso y por las simpatías de la Reina Victoria hacia el hermano político de la princesa Beatriz, de Alejandro de Battenberg, que vencedor de los serbios en los desfiladeros de Dragomán y salvador de Sofía, es reconocido por la conferencia de Constantinopla y por el Sultán lugarteniente de la Rumelia Oriental. Apenas si la enemiga de la Rusia, ya despechada, logra que el protocolo internacional de Constantinopla omita el nombre del Príncipe 1 Macedonia permaneció en el Imperio O t o m a n o al contar con un fuerte contingente de musulmanes. Grecia la reclamaba al ser la patria del padre de A l e j a n d r o M a g n o ; Bulgaria por afinidades culturales y reivindicaciones históricas y Serbia otro tanto y por encontrarse en Macedonia, K o s o v o y además contaba con la ayuda de Austria.

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D i e g o

de

C o e l l o

Q u e s a d a

Alejandro de Battenberg. limitándose a conferir la lugartenencia de la Rumelia al que sea Príncipe de la Bulgaria, reserva que ahora ejercerá sus consecuencias, una vez caído del trono el Príncipe Alejandro. No niego que las simpatías y antipatías personales hayan influido en la doble catástrofe de Sofía; pero en el fondo lo que domina es el antagonismo entre la política moscovita, que tenderá eternamente a hacer de las provincias de los Balcanes la primera etapa de una marcha sobre Constantinopla, realizándose así el testamento de Pedro el Grande, y la existencia de una Bulgaria independíente, reconocida como tal y aún aliada del Sultán, en amistosas relaciones con la Inglaterra, interesada en sostener el Imperio Turco, con el Austria, protectora de la Serbia y rival de la Rusia en Oriente, y pudiendo constituir parte de esa confederación que uniría en pacto de independencia a la Rumania, la Grecia, la Serbia y el reino búlgaro, para impedir así, en un porvenir más o menos lejano, la dominación de los rusos en Constantinopla. El Príncipe Alejandro, faltando en cierto modo a la gratitud que debía a los que la colocaron en el trono de la Bulgaria, ha preferido la independencia de su trono y de su pueblo a convertirse en el brazo derecho y en vanguardia de la futura marcha de los ejércitos ruso, que en la primera guerra no se detendrán ya en San Estéfano, sino que en batallones armados entrarán en Santa Sofía, para que termine su misa el sacerdote griego, interrumpida por los genízaros de Mahomet II, en el templo de los Justinianos y Constantino 1 . Su resistencia a estos planes la pagó con el destierro a esa Besarabia donde el gran Imperio condensa las fuerzas para la futura campaña de Oriente. Pero ¿cuál será el Príncipe destinado a representar el papel que no ha querido llenar el Príncipe Alejandro? La prensa europea habla de otro primo del Zar, el brillante Duque de Oldemburgo, casado con una princesa rusa, y del príncipe Valdemaro de Dinamarca hijo, hermano o cuñado de cuatro o cinco soberanos de Europa, olvidándose de que el tratado de Berlín excluye del trono de Bulgaria a todo candidato emparentado con las familias reinantes de las grandes potencias. Son candidatos también el príncipe Vogorides, de poca altura para suceder al vencedor de los serbios; el príncipe Karageorgewith, ya pretendiente al trono de Serbia, cuya elección podría suscitar gravísimas

^Se trata de un tópico de estos textos, presente en el de Antonio de Zayas, diplomático español destinado en Estambul diez años más tarde: "ella (Santa Sofía contempló) entrar al bárbaro califa ( M o h a m e d II) cual signo de esclavitud, y marcar la huella roja de la ensangrentada m a n o en el blanco mármol de una de sus pilastras gigantescas, mientras el sacerdote que celebraba la santa Misa desaparecía por puerta milagrosamente borrada después de darle paso, y, cubierto de las litúrgicas ropas, espera aún que suene la hora de la ruina del Islam, para continuar el interrumpido e incruento sacrificio", A Orillas del Bosforo, Madrid, Juan Pueyo, 1912, p 204.

La

C u e s t i ó n

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O r i e n t e

217

complicaciones en Belgrado, justificando la enérgica oposición que a su nombramiento harán la Inglaterra, viendo en él un instrumento de la Rusia, y el Austria, un enemigo de su protegido el Rey Milano. Queda el Príncipe de la Montaña Negra, protegido también por la Rusia, y a quien no es hostil el Sultán. Omitimos la candidatura de Alejandro de Battenberg, porque aún cuando en estos momentos parece que todas las simpatías del ejército, de la Sobraugié o asamblea, y del pueblo búlgaro confluyen en favor de su reelección, tenemos en los hechos de estos tres últimos años pruebas repetidas de la inconstancia de la Bulgaria y de las luchas terribles entre los partidos que desgarran la nación. Además de que el veto de la Rusia a esta reelección, desde el momento que tiene el asentimiento de la Alemania y que el Príncipe Alejandro ha perdido las simpatías del Sultán, justamente herido por su amenaza de una campaña en Macedonia, son obstáculos insuperables a lo que parecía el desenlace más natural de la crisis búlgara. Constantinopla, que he dejado hace una semana, pasando de la última capital del Imperio Romano a la que f u e su cuna, va a ser teatro una vez más de esa lucha desesperada de influencias que desde principios del siglo mantienen cerca del Diván Inglaterra y Rusia, y que en los últimos tiempos parecía un tanto aminorada ante la presencia de una tercera potencia, la Alemania, omnipotente en los consejos de Abdül-Hamid, pero que ahora quiere como eclipsarse, dejando libre acción en los Balcanes al Imperio moscovita, a condición de que no lastime los intereses del Austria-Hungría en Serbia. El Duque de Edimburgo, hijo de la Reina de Inglaterra, que ha dejado la poderosa escuadra que manda en las inmediaciones de los Dardanelos, es en los momentos que escribo huésped del Sultán, y hará cuantos esfuerzos le sean dables para contrabalancear la influencia moscovita conquistada por Nidelov, habilísimo diplomático y que en los consejos de la Sublime Puerta cuenta, aparte influjos de palacio, con las simpatías del gran visir Kiamil-Bajá 1 . No creo, sin embargo, que las cosas estén tan adelantadas, que sea cierta ya la nueva dada por el periodismo europeo de que la Turquía cedería su alta soberanía sobre la Bulgaria a la Rusia, a cambio de la indemnización de guerra debida al Imperio moscovita. Una solución semejante podría producir el otro hecho anunciado por el telégrafo, de la ocupación de la isla de Creta por la Gran Bretaña, precipitándose así el desenlace de la cuestión oriental. Es imposible apartar el pensamiento, cuando se acaba de dejar a Estambul, se ha atravesado a Odesa y la Besarabia rusa, viendo cubierto el Mar Negro de poderosa flota moscovita y de ejércitos rusos las fronteras de los Balcanes, asistiendo más tarde a las fiestas del centenario por la reconquista cristiana de ^Mehmet Kamil Bajá, Gran Visir 1885-1891.

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Coello

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Budapest, de los contrastes que a la imaginación se agolpan, o no evocar los recuerdos de 1526, cuando la capital de Hungría es presa de Solimán y de los otomanos que amenazan toda Europa. ¡Qué diferencias con 1886, cuando un pueblo que apenas figuraba entonces entre las naciones del continente viene a reclamar la herencia de Constantino y Alejandro el Grande en Estambul y en el Asia Menor! Me he extendido demasiado en el drama búlgaro, teniendo que dejar para otro artículo el centenario de la reconquista de Budapest, tan lleno de recuerdos para los españoles, mi viaje por el Danubio y la admirable transformación de Viena, tal vez hoy día la ciudad más hermosa de Europa. CONDE DE COELLO Roma, 17 de Septiembre de 1886.

IV I M P R E S I O N E S DH O R I E N T E 1 : El Danubio la reconquista porvenir

cristiana

de Austria-Hungría

de Budapest.-La en

Azul.-El

trasformación

centenario de

de

Viena.-El

Oriente.

M e arranqué difícilmente a las escenas conmovedoras del drama político de la Bulgaria y renuncié, no sin pena, a las invitaciones que colegas que habían sido míos en Constantinopla me hicieron para seguir c o m o espectador al Príncipe Alejandro en su viaje triunfal por Tirnova y Filipópoli, antes de ser conocida su triste carta al Zar de Rusia. Otras escenas no menos patrióticas y otro recuerdos históricos de importancia más alta me llamaban al centenar o de la reconquista cristiana de Budapest, que tres días después debía celebrarse en la capital de Hungría. Era el tiempo preciso para que en los excelentes vapores del Lloyd recorriese, subiendo el río, la parte del Danubio que separa a Ruse de Budapest, contemplando eri la segunda parte de este trayecto los puntos más asombrosos del primero de ¡os ríos de Europa. H e descrito en otra parte el Danubio Azul, y n o desearía repetirme en las c o l u m n a s de L A I L U S T R A C I Ó N .

D e j o , pues, la l e y e n d a d e los

Niebelungen mezclada con la de Atila, que arranca la vida a Sifrigdo para desposarse con su amada: c o m o también la de la bella turca seducida por un príncipe húngaro y que clavada a la piedra dio nombre a la roca de Babakai, ' P u b l i c a d o en 1886, No X X X V i l . pp 198 y 202.

La

C u e s t i ó n

de

O r i e n t e

219

uno de los sitios más pintorescos del desfiladero de Kazan, donde a cada instante los recuerdos de Trajano, inmortalizados por las puertas de hierro sobre el Danubio las placas conmemorativas que en las piedras avanzando sobre el río, se leen, y los restos del puente que construyó en su guerra contra los tracios, evocan la memoria del

grande emperador romano nativo de

Córdoba. En toda esta parte grandiosa del Danubio, donde la navegación es tan difícil, el Gobierno austro-húngaro ejecuta en estos momentos obras costosas, difíciles y colosales, que

sin dañar a la incomparable belleza de aquellos

parajes, ensanchando el lecho del río donde hoy hay necesidad de cambiar de vapores, hagan rápida la navegación. (...) No hace mucho que la prensa española ha consignado la incomparable fiesta ideada por la Princesa de Metternich, con el concurso de los jóvenes y de las damas de la más alta nobleza, que, ejecutando preciosos dramas y óperas ligeras, reunieron una suma fabulosa para institutos de beneficencia. Todavía expenden los fotógrafos de Viena la interesante reproducción de estas escenas, no siendo la menos bella la de una pequeña guardia de honor formada por las jóvenes más lindas de la corte austríaca. Y el pueblo, lejos de sentir aversión o rivalidad contra las altas clases sociales, confunde en una misma veneración respetuosa al Monarca y a los patricios que se desvelan por la grandeza de la patria. Por esto me parecen bien fantásticos los cálculos que ciertos soñadores europeos hacen de una nueva repartición de la Europa, que

dando

Constantinopla a Rusia, el Egipto y otras posesiones del Mediterráneo

a

Inglaterra, la Macedonia y Salónica al Austria, además de la Bosnia y de la Herzegovina, explican el a s e n t i m i e n t o del Príncipe de B i s m a r c k

a

transformaciones tan transcendentales con la esperanza de extender el Imperio Germánico a las provincias alemanas de la monarquía austríaca. Viena será siempre un obstáculo insuperable a planes semejantes, c o m o la Hungría de María Teresa verterá la última gota de su sangre para impedir que los eslavos moscovitas, pasando los Balcanes y dueños de Estambul, se sustituyan en el siglo XX a los osmanlíes que hace casi cuatrocientos años se apoderaban de Budapest. La España debe desear vivamente que estas apreciaciones, que comparten conmigo los adversarios de esos imperios absorbentes que han querido dominar el continente europeo, sean una verdad en el porvenir, porque aparte los lazos seculares que nos unen al Austria-Hungría, el imperio de los Habsburgos, enclavado en el centro de Europa, está destinado, por la diversidad de sus razas, por la libertad verdadera de que gozan el Ducado de Austria, la Hungría, la Galitzia polaca, la Bohemia y la Croacia, a no seguir jamás una

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Coello

Quesada

política ofensiva y a ser moderador entre las rivalidades, luchas y ambiciones de la Rusia, la Alemania y la Francia. Para esta política era base firmísima la casi secular alianza entre el Austria y la Inglaterra, interrumpida alguna vez por pendencias poco meditadas del Gabinete británico, o por las simpatías del pueblo inglés hacia la Italia motivo este último que ha desaparecido con la constitución de la unidad itálica y la amistosa alianza entre las dos naciones, teatro de eternas luchas durante tantos siglos. La manera como el Duque de Cambridge, generalísimo del ejército inglés, ha sido recibido al asistir a as maniobras militares del ejército austriaco, y la identidad de miras de los gobiernos de Viena y Londres en la península de los Balcanes, son síntomas de que vuelven a estrecharse los antiguos lazos entre la Gran Bretaña y el Austria. CONDE DE COELIjO Roma, 21 de Septiembre de 1886

V CRONICAS DE ORIENTE 1 Inauguración del ferrocarril de Salónica.-Apertura internacional

de París a Constantinopla.-Belgrado,

convertida en el centro del Oriente.-Novela El primer ferrocarril de Samarcanda,

la ciudad

de Persia.-los de Asia y Jerusale'n.- La línea

la ciudad

de las Mil y una noches.-El

de la cristianización

línea

turco-serbia,

dramática de la Reina

Porvenir de los rusos en Asia.-La China invadiendo centenario

de la gran

Natalia.gigantesca

monte

Athos.-

la Europa.-El

noveno

de Moscú.

Sólo el interés del gran drama internacional del palacio de Charlotemburgo, donde no hace muchas semanas todavía, sucumbía en medio de al emoción simpática del mundo, el segundo de los tres emperadores que en el espacio de pocos meses han reinado en Alemania, seguido de la entrevista reciente, y a mis ojos importantísima en consecuencias, del Zar y Guillermo II, alternando con el duelo dramático también Boulanger-Floquet, explican cómo en nuestra prensa, que ha consagrado centenares de artículos a la tragedia tan triste de la calle de Fuencarral, casi hayan pasado inadvertidos acontecimientos contemporáneos desenvueltos en estos dos últimos meses, que enlazan el Occidente al Oriente, que hacen sufrir para Europa una nueva Asia, que dan el último golpe de martillo a la legendaria muralla de la China que abren la Persia y la Palestina a la locomotora y al vapor, y que por lo que ' P u b l i c a d o en 1888, No XXIX. pp 70, 71 y 74.

La

C u e s t i ó n

de

O r i e n t e

significa ese concurso i n m e n s o de f u e r z a s morales

221

religiosas, q u e van a

celebrar el noveno centenario del aniversario de la introducción del cristianismo en Moscú, ha de influir tanto en los destinos de la Europa y del Asia c o m o la reciente entrevista de Peterhov. Confieso que he debido hacerme grandísima violencia, por no faltar a mis deberes de senador y a intereses importantes que me llamaban a las orillas del Darro y del Genil, no acudiendo al convite que mis amigos el Conde de C a m o n d o 1 , Fernández y Toledo, j e f e s de la comunión israelita española de Pera, Estéfanovitch, Aubaret, Fortes y otros banqueros de Constantinopla, vivamente interesados en la línea férrea de Viena a Salónica, me dirigieron a R o m a para que asistiese a su inauguración en los últimos días de M a y o , siendo además más grande mi pena al no corresponder a la graciosa invitación del Sultán, para la apertura del ferrocarril de Estambul. Pero desde esta Granada, donde cada piedra es un recuerdo árabe, en que el ciprés de Zoraida del Generalife trae a la memoria las leyendas más novelescas del Serrallo, y los azulejos preciosos artesonados de la Alhambra 2 , y los incomparables patios de los Leones y de los Abencerrajes, evocan en mi alma los encantados días que pasé a d m i r a n d o los quioscos de Ytldiz o las m e z q u i t a s de Bursa, sólo comparables a la de Córdoba, estoy con el pensamiento en esas orillas del B o s f o r o o en las dobles capitales del imperio árabe de Europa, que ahora la locomotora va a poner al alcance de todas las fortunas y de todas las ciases sociales. Porque abierto y a el ferrocarril de Budapest a Salónica, y debiendo inaugurarse el día I o de Agosto, el anhelado camino de hierro, que desde hace tres años se esperaba entre Viena y la antigua Bizancio, retardado por esa crisis eterna de la Bulgaria, que veía surgir hallándome todavía en Constantinopla, y cuya solución, pasando por la inmerecida caída de Alejandro de Battenberg, y por la q u e espera al príncipe F e r n a n d o de Coburgo, q u e habrá de dejar p r o b a b l e m e n t e el puesto a V a l d e m a r o , sin otro c o n s u e l o que el de llevar ambos en sus venas sangre de la familia de Orleans, empieza a dibujarse,

conde de Camondo pertenecía a una importante familia de banqueros de Estambul que más tarde se establece en París, había recibido el título de Víctor Manuel en 1866 por las ayudas en la financiación de la guerra contra Austria. I^as comparaciones entre ambos palacios son una constante en la mirada del obervador como de Amicis "Así como en Granada mientras no se ha visitado la Alhambra, parece que nada se ha visto, en Constantinopla acontece otro tanto mientras no se ha penetrado en el interior del antiguo serrallo", o.c., tomo 6 p 153, como en viajeros españoles que conocen la obra del italiano y ponen en duda sus afirmaciones: "El Serrallo, cuya visita tan poderosamente atrae la atención del viajero, no es, según ha dicho con gran razón Edmundo de Amicis, un gran monumento artístico como la Alhambra; el patio de los Leones de este palacio árabe, vale más que todos los quioscos y todas las torres del palacio turco. Pero lo que presta gran interés al Serrallo es el ser un monumento histórico, sobre cuyas piedras, abandonadas o ennegrecidas por el incendio, y en cuyos jardines seculares se encuéntrase la crónica más íntima de aquel poderío", Juan de Dios de la Rada Delgado, Viaje a Oriente de la fragata de guerra Arapiles, Barcelona, Emilio Oliver y Cia, 1876, Vol II p 509.

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Estambul, como la gran ciudad que hizo eternamente memorable el apóstol de los gentiles, no estarán más lejos de Madrid que Nápoles o San Petersburgo. En efecto, el trayecto entre Viena y Salónica, que lleva ya casi dos meses de ser explotado, dura treinta y seis horas, tiempo que podrá disminuirse algún tanto apenas se halle mejor sistemada la vía y tenga la empresa húngara, francesa y serbia máquinas aún más potentes. E igualmente, desde mañana, el Express Oriental, cuya inauguración nos describía tan pintorescamente hace cuatro años el célebre corresponsal del Times en París, no tendrá ya necesidad de hacer el larguísimo trayecto entre Budapest y Orsova por aquellas eternas landas de la Hungría, aunque mucho más vegetables que las de Francia, y recordándonos por sus molinos de viento las de nuestra Mancha, ni atravesar los viajeros en los pequeños vapores del Danubio las caudalosas y azules aguas que separan la Rumania de la Bulgaria. Ni tras un corto trayecto de ferrocarril turco, entre Ruse y Varna, habrán de lanzarse en las olas, no siempre tranquilas, de ese Mar Negro, que tan lúgubre apareció en sus Tristes a Ovidio, enamorado de la Roma de Augusto. Entre Viena y Estambul no habrá de hoy más que cuarenta y seis horas de ferrocarril, que aún podrán acortarse, y a las que uniéndose las veintiséis que separan a la capital del Imperio Austro-Húngaro lo mismo de Roma que de París, convertirán el viaje ya desde Madrid, ya desde Nápoles o Palermo, y merced al sud-express, en el más bello de los paseos internacionales. Porque además de que Viena y la capital de Hungría, que he descrito ya en las columnas de LA ILUSTRACIÓN, son en el día de las ciudades más bellas del mundo, el viajero que quiera realizar una excursión de placer, especialmente en Mayo, en que le Prater vienés y la isla Margarita de Budapest están en su apogeo, o a la caída del otoño, que en Oriente se prolonga, como se alarga el calendario griego, época en la cual es tan delicioso el Bosforo, lo mismo en sus costas de Asia que en las de Europa, tiene, además de todos los encantos de esas capitales civilizadas, los primores de Hérculas-Bad, tan precioso en Hungría como es Baden-Baden en Alemania, las grandiosidades del Danubio en las llamadas Puertas de Hierro de Trajano, y los pintorescos contornos de Belgrado, la ciudad turca ayer, la capital hoy de la Serbia, donde más tarde nos detendremos para contar ese idilio de amor que fue en sus principios el matrimonio del Rey Milano y de la Reina Natalia, y cuyas peripecias dramáticas posteriores están llenando de asombro y de dolor a la Europa. Hasta bajo el punto de vista económico, un viaje a Oriente, que desde la capital de Hungría a Constantinopla, midiendo 1402 kilómetros, no cuesta en primera clase más de cuarenta duros, y desde Budapest a Salónica treinta por

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sus 1052 kilómetros, no es gasto extraordinario para los españoles, acostumbrados a pagar precios fabulosos por los hoteles de Biarritz y París. Y en cambio, ¡qué diferencia de emociones nuevas para los que contemplaran por vez primera el ring vienes, con sus veinte magníficos edificios, construidos en pocos lustros; los parques y bulevares de Pest, con sus baños, los primeros del mundo; Belgrado, Sofía, Andrinópolis, llenos de recuerdos históricos, Estambul y el Bosforo! No tardará además en hacer competencia a la línea de Belgrado y de Bulgaria, que cuenta en su trayecto esos desfiladeros a tarvés de los montes Balcanes, tan célebres en la última guerra búlgaro-serbia, y muchísimo más en las luchas que los siglos medios señalaron entre el islamismo, invadiendo la Europa y la Serbia, la Bulgaria y la Hungría cristianas, otra nueva línea que se apresta a abrir la Rumania, echando un puente colosal sobre el Danubio, cerca de Kustendgé, el destierro de Ovidio, pero que es hoy punto de baños deliciosísisimo, a fin de que Bucarest, la capital de Rumania, que en pocos, años, de ser una aldea turca se ha convertido en espléndida capital de a Moldo-Valaquia, llamada pretenciosamente el Pequeño París de Oriente, no se vea aislada del movimiento de Europa. Mientras los telegramas de la presente semana nos trae la descripción de los festejos con que la antigua Bizancio celebrara su unión al Occidente, y la llegada del primer tren de Europa, para que están invitados doscientos representantes de la prensa universal, consagremos un recuerdo a los festejos con que, no ha muchas semanas todavía, saludaba Salónica el anhelado día de ser el puerto de Oriente destinado a comunicar con el continente europeo, día que la Sublime Puerta le habrá hecho desear mucho por la rivalidad comercial existente entre ella y Estambul 1 . Al fin la capital de Macedonia y la de Serbia, apoyadas por el Austria-Hungría, que con razón sostenían que habiendo hecho inmensos sacrificios para cumplir las obligaciones impuestas por el cuádruple tratado relativo a los ferrocarriles de Oriente, no era justo soportasen los daños nacidos de que primero Turquía y después Bulgaria no hubiesen completado el enlace de las líneas orientales a través de los Balcanes, vio realizada su aspiración.

' S a l ó n i c a era j u n t o con Esmirna y Beirut los tres puertos más importantes del Imperio O t o m a n o en el Mediterráneo en este m o m e n t o .

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Salónica, la antigua 1 esalónica lazo ya hoy entre Occidente y Oriente, tiene para el que estas líneas escribe títulos especiales de recomendación. Es la metrópoli más grande de la inmensa emigración israelita arrojada de España 1 , y justamente de esta Granada y de las Alpujarras que ahora contemplan mis ojos en noches de luna tan deliciosas desde la Torre de la Vela. Todos guardan los apellidos de los Fernández, los Toledos, los Caros y tantos otros sus ascendientes de Andalucía. Sus hijos son el comercio, la industria, la riqueza de Salónica. Y entre esta inmensa colonia hispano-israelita, cuando llegó a Constantinopla, en los días que tenía el honor de representar mi patria en Oriente, la nueva fatal de los terremotos de esta misma provincia de Granada, con la admirable prueba de heroísmo que a costa de su vida, ya tan próxima a su ocaso, dio el inolvidable Alfonso XII, a cuya memoria quisiera ver alzada una estatua en esta ciudad; de igual manera que el sultán Abdül Hamid f u e el primero de los soberanos a enviar su rico socorro a tan inmenso infortunio, Salónica fue de las caritativas ciudades que acudieron a su alivio con suscrición numerosísima. Al frente de ella se colocaron, con ese sentimiento de caridad que une a todas las razas y a todas las religiones en Oriente, lo mismo el arzobispo católico de la antigua Tesalónica, que el rabino o primer sacerdote de los 50,000 hebreos, a quienes si no ha convertido al cristianismo el ejemplo del Apóstol de los gentiles, han imitado en esto a San Pablo practicando nobilísima fraternidad hacia sus hermanos cristianos de Andalucía. ¿Quién sabe si entre las víctimas de Alhama y de tantas otras poblaciones infelices del antiguo reino granadino no se encontrarían parientes lejanos de las familias judaicas de las Alpujarras \ hoy de Salónica?

Era un sábado, día de fiesta hebrea, aquel en que la locomotora, adornada de flores y de las banderas de Hungría, de Serbia y de Turquía, impulsando a tres vagones orientales y a otros nueve serbios y húngaros, entraba en Salónica en medio de las más entusiastas aclamaciones y de una alegría que, además de tener su origen en la novedad del espectáculo para los antiguos macedonios, reconocía por base el interés de aquel pueblo de comerciantes, que ven así convertida a Salónica en el centro marítimo y terrestre a la vez del comercio de Europa con (¡recia, y en lazo de unión entre el Occidente y Oriente. Tocábase a los últimos días del Ramadán, y era la fiesta del manto del Profeta; por manera que como en la cuaresma musulmana los turcos, que ^El descubrimiento de la realidad judeoespañola fascina a los observadores hispánicos, especialmente el de Salónica, una ciudad o t o m a n a dentro de una provincia griega donde "Es sumamente delicioso pasear por las calles; pues a cada m o m e n t o oigo los elegantes modismos y expresivas frases de la lengua que un día se derramó por todos los ámbitos del globo, en boca de casi todos los habitantes. Llega uno a figurarse que se encuentra en una población de su amada patria", Esteban Amengual. Recuerdos de mis viajes a la Crimea durante el memorable sitio de Sebastopol, Barcelona, El Porvenir de Buenaventura, 1859, p 90.

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comparten con los griegos a israelitas la población de su primer puerto, no pueden durante su cuaresma comer de día, el espléndido banquete por al inauguración del ferrocarril se aplazó hasta la noche celebrándose en número de doscientos comensales, en el hotel que lleva el nombre de nuestro Colón, y en el cual, después de los brindis al Sultán y a los demás soberanos de las naciones que atraviesa la primera línea de Oriente, el cónsul honorario de España en Salónica, Sr. Chamand, rico comerciante de la ciudad, felicitó con elocuentes frases a las sociedades de crédito de París, Viena y Constantinopla, que habían contribuido a la terminación de una obra tan importante para el progreso universal, Y después, recordando que llevaba allí la voz de España y que hablaba en los dominios de Abdül-Hamid, dijo cuan estrechos lazos unían al Sultán y a la Reina 1 , a la España y a la Turquía, así en lo presente como en ese pasado, que simbolizaban los nombres de las infinitas familias de origen español que poblaban a Salónica 2 . C o m o la línea de ésta, la de Constantinopla arranca también de Belgrado para enlazarse a Sofía y Andriópolis. Esta última, frontera hoy de la península de los Balcanes, funcionaba hasta Estambul; pero su construcción era tan defectuosa y tan escaso el tráfico, que apenas servía de alguna utilidad al Imperio, habiendo quedado cortada cuando la guerra entre la Bulgaria y la Serbia y las precauciones que la Turquía tuvo que adoptar contra la Rumelia sublevada. En las últimas semanas más de mil trabajadores han terraplenado la vía, sustituido en ella las traviesas metálicas a las de madera, perfeccionado las estaciones y conseguido que la velocidad sea a razón de 45 kilómetros por hora, lo general de las líneas en España, aún cuando no responda todavía a la mayor del Austria Hungría. Así es que el ferrocarril de Viena a Estambul se habrá inaugurado a estas horas con perfectas condiciones y en circunstancias especiales para que la ciudad de Constantino y la Estambul del gran Solimán presenten cuantos atractivos pueda apetecer el turista. Si no es ya la esplendorosa corte de Justiniano y de Teodora, ni aún siquiera lo que todavía representaba de grandeza en los tiempos de Murad, anteriores a la guerra de Crimea, y sobre todo, a la gran decadencia que siguió a la lucha de 1877, todavía los encantadores pueblos de Tarabia y de Büyükdere, los más característicos de la costa del Asia, habitados por sultanes y visires, presentarán los encantos de su incomparable verano y de una sociedad diplomática tan brillante y numerosa como la primera

1 María Cristina. A l f o n s o XIII f u e proclamado Rey al poco de nacer en 1886 y su minoría de edad dura hasta 1902, período que corresponde con la regencia de su madre. Desgraciadamente esta comunidad f u e aniquilada durante la Segunda Guerra Mundial.

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de Europa, pero que es la sola que vive reunida en el estío, mientras la ciudad musulmana, a donde llegan a cada instante los vapores del Mar Negro y del de Mármara, se prepara a celebrar con iluminaciones en el Bosforo, en las islas de los Príncipes, donde vivió Santa Irene, y donde debía estar la mitológica isla de Calipso, en el Cuerno de Oro, en las mezquitas y bazares de Estambul y en los palacios de Pera, la fiesta del Court-Baírám, la pascua de Pentecostés de los árabes, y más tarde la vuelta pintoresca de la caravana de peregrinos, que en cuarenta días, como los israelitas del desierto, han ido a los lugares santos de la Meca a adorar el sepulcro del Profeta en la Arabia Pétrea. El Sultán bajará de su palacio-quiosco de Tiedeg a hacer sus oraciones en la mezquita del Bosforo, cuando la luna de Agosto haya aparecido en los horizontes de Bursa. Una corte esplendidísima, aún en su decadencia, seguirá al califa de los creyentes; y el viajero, llegado de Madrid, de Cuba, de Viena, de París de Roma o de Pest, contemplará con el interés de la novedad las sultanas, las reinas, las favoritas y las odaliscas, que en cincuenta carruajes conducirán eunucos negros al palacio de Dolmabahge, y más tarde a la antigua iglesia de Santa Irene o de Santa Sofía, convertidas en las primeras mezquitas del antiguo serrallo y de Constantinopla. Hablar de las iluminaciones del Bosforo o de las colinas pintoresca que dominan a Estambul, sería repetir lo que he escrito otras veces, pero que dejará constantemente un recuerdo indeleble a cuantos contemplen un panorama incomparable. Aún parecerá más risueño a las que, perteneciendo al bello sexo, puedan penetrar en los harenes, o a aquellas otras personas distinguidas, cuya posición los ponga en contacto, ya con el palacio imperial, ya con la morada espléndida que el antiguo Virrey de Egipto 1 se ha constituido en el Bosforo, después de habitar la Favorita de Portici y de recorrer la Europa entera, o con los konaks de los grandes visires, que viven entre encantados vergeles de la costa de Asia. En aquellas moradas, empezando por la clel Sultán, el jefe de la familia como los antiguos patriarcas, presidirán al sacrificio del cordero de pascua, de cuyo alimento, durante los tres días clel Court-Baíram, no habrá ningún musulmán, por pobre que sea, que no participe, mientras multitud de regalos de frutas y confituras, en cestas preciosamente adornadas, se cambiarán entre todos los konaks de Estambul.

Para los viajeros que desde Sevilla, Granada o Córdoba se resuelvan a realizar este viaje, los encantos deberán ser todavía mayores. No hay un sitio que no les recuerde la patria y alguna leyenda o tradición de nuestros anales muslímicos. La tragedia de los Abencerrajes, que con los caracteres fantásticos que le presta el tiempo transcurrido, nos cuenta ahora el

guía

que

me

muestra la ensangrentada fuente que en la Alhambra lleva su nombre, se \ e , 'ismail, destronado en 1879.

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engrandecida, en Estambul con el drama terrible de los genízaros de hace medio siglo, y cuyo suceso histórico es una de las grandes curiosidades que presenta Constantinopla. Las luchas entre los príncipes rivales de Boabdil, que apresuraron la caída del imperio árabe en España, reproducidas se ven también en las orillas del Bosforo, donde los anales de los últimos lustros refieren la triste hecatombe de Abdül-Aziz; y donde el dragomán o intérprete turco os señala, en un palacio casi tan encantador como la Alhambra, el balcón enrejado a donde suele asomarse el sultán Murad, hermano querido del actual, y a quien otros a b e n c e r r a j e s , cegríes o gómeles de Estambul declararon

loco,

destronándolo como ese otro sultán de Granada, cuyo cuerpo descansa en las cumbres de sus montañas, y la mezquita de Córdoba, como el Zacatín y plaza de Bib-Rambla de Granada, que con pena he visto al cabo de medio siglo de ausencia transformada en moderno foro, tendrán para granadinos y cordobeses su reproducción fidelísima y más grandiosa en el bazar de Santa Sofía y de Constantinopla, y en el más característico todavía, de Bursa, cuyas bellísimas colinas, por donde está esparcida la población musulmana, presentan los mismos puntos de vista encantadores que las cármenes a orillas del Darro y las estribaciones de las sierras Elvira Nevada. No es fácil prever las consecuencias que en los destinos del Imperio O t o m a n o de E u r o p a tendrá la inauguración de los ferrocarriles de Constantinopla y de Salónica. Comercial mente, deben simbolizar un progreso, pero que no será fecundo mientras a la sabiduría y prudencia del actual Sultán no se una la energía necesaria para dar a su patria de dos mejoras absolutamente necesarias: la que garantice su propiedad al extranjero, y la que acabe con la amortización de los ulemas, aquí más terrible que en España, porque heredan a cuantos no tienen hijos y hacen todo progreso imposible. Lo cual no es pretender que la Turquía imite la imprevisión de España, donde Granada, por ejemplo, vende por un plato de lentejas y hasta regala sus magníficos monasterios, creación de los Reyes Católicos y de sus sucesores, para no tener hoy ni un edificio que consagrar a bellos cuarteles y academias militares, que podrían levantar de su postración a esta ciudad de Boabdil 1 , floreciente todavía a principios de este siglo, y para quien ha sido madrastra nuestra revolución política, social y económica, fecunda en cambio para otras regiones españolas.

! A b u A b d Ala, último Rey de Granada. Tras la entrega a los Reyes Católicos en 1492 m a r c h ó al exilió donde falleció en 1527.

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Políticamente, todavía es más arriesgado predecir qué influjo producirá este contacto del Occidente y del Oriente en los destinos del Imperio Turco de Europa. Grandes acontecimientos, como el noveno centenar de la introducción del cristianismo en Rusia

la preponderancia que los monjes soldados

ortodoxos van tomando en el monte Athos; como ese ferrocarril colosal de Samarcanda, y los progresos moscovitas en Armenia, parecen señalar un avance de la Rusia hacia Constantinopla, si no tan rápido, igualmente perseverante al de los turcos hacia Bizancio hace siete siglos. ¿Logrará detenerlo el Austria-Hungría, como hasta cierto punto lo ha conseguido en la península de los Balcanes ? ¿Tendrá Inglaterra, que para las eventualidades de lo futuro ha tomado posición en Egipto, fuerzas bastantes y decisión como a mediados del siglo, para impedir un tratado, sucediendo a grandes victorias y de consecuencias más decisivas todavía que los de Adrinópolis y San Estéfano? Es el secreto del porvenir. Entretanto, como no estamos llamados generalmente a tratar en las amenas columnas de LA I L U S T R A C I Ó N enojosos problemas políticos, volviendo a encerrarnos en el cuadro que nos hemos fijado, diré que este enlace del Oriente y del Occidente ha empezado ya a ser grande estímulo para esas otras líneas que van a unir la Europa con el Asia y con Palestina. Ya se ha presentado a la Sublime Puerta una propuesta de capitalistas serios para un ferrocarril entre Jafa y Jerusalén. De igual manera el Banco Imperial Otomano ha abierto negociaciones con el Gobierno del Sultán para una gran red de ferrocarriles en Asia, donde le ha tomado la delantera Rusia con ese camino (Je hierro de dos mil kilómetros, que a la vez que Samarcanda y Merv, la primitiva capital de la Moscú, evoca los recuerdos de Nínive, de Babilonia y (Je todas las demás grandes ciudades de al Biblia, con las memorias de al célebre batalla de Arbeles y las campañas de Alejandro. Así, lo mismo los peregrinos cristianos que las caravanas musulmanas podrían, en porvenir no lejano, sin tener que atravesar desiertos, visitar la tumba de Mahoma y el sepulcro del salvador del mundo, en derredor de cuyos santuarios, tan preciosos para toda alma cristiana, los rusos y los alemanes rivalizan hoy en fervoroso ardor, y en la creación de establecimientos importantes, con los antiguos latinos y francos. Y hasta la Persia se ha dejado contaminar por esta fiebre universal de los ferrocarriles, habiendo inaugurado no hace muchos días la primera línea que enlaza a su capital, Teherán, con el Golfo Pérsico y con el pequeño pueblo llamado del Rey, punto de reunión de los peregrinos que en Persia celebran,

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j u s t a m e n t e en este mes de Agosto, la gran fiesta religiosa de su segundo profeta Alí. Los que hemos presenciado esta celebración nacional en Estambul, podemos imaginar bien lo que será en el centro de la Persia. N o hay ni en los anales del circo romano ni en las luchas religiosas más ardientes de la Edad Media nada que se asemeje a este espectáculo, que no recuerdo si he descrito a l g u n a vez en mis cartas de C o n s t a n t i n o p l a 1 . C o m o el Ramadán de los musulmanes, sus hermanos en religión, y la Semana Santa de los católicos, la pasión de A l í y de sus hijos recuerda las más tristes páginas de la vida heroica del que f u e segundo del Profeta, y que sucumbió ante traición infame. La expiación a que por ello se entregan sus adoradores tiene algo de terrible. Después de ayunos, que se prolongan m u c h o s días, y de oraciones en las mezquitas durante todo el curso del sol, cuando llega la noche de lo que llamaríamos el Viernes Santo persa, acuden al Khan principal, que es c o m o un Ghetto árabe, los persas que habitan estas otras pequeñas ciudades muradas dentro del recinto de Estambul, donde tienen su mezquita, su diván o tribunal de justicia, sus bazares y sus m o r a d a s 2 . Los árboles q u e s o m b r e a n este inmenso patio-plaza están iluminados por faroles de colores, y las pequeñas tiendas en su contorno, semejando a las ferias de muchas ciudades españolas, cubiertas todas de los ricos tapices persianos y de grandes candelabros o lámparas en que arden la mirra, el aceite o el gas. El E m b a j a d o r de Persia, decano del C u e r p o diplomático de Estambul, investido por su Soberano del derecho de vida y muere sobre la numerosa y rica colonia que puebla la capital de Turquía, preside la que no nos atrevemos a llamar fiesta, sino función religiosa nacional, desde palco a d o r n a d o con telas primorosas, también de Persia. El sonido de una especie de timbales, trompas y tamboriles anuncia que los otros j a n e s llegan en procesión. Los preceden cantadores persianos, niños vestidos a manera de ángeles, carros triunfales, donde vienen jóvenes que simbolizan a las hijos huérfanos de Alí, y después gran falange de persas, vistiendo la túnica blanca, la cabeza descubierta, sin el turbante musulmán ni la gorra persiana, y blandiendo espadas en sus manos. En medio de una especie de salmodia, decadencia un tanto triste y hasta cierto punto simpática al oído, arrancan de vez en cuando como alaridos o gritos estridentes, que coinciden con grandes golpes de los alfanjes o espadas que se dirigen estos nuevos penitentes blancos, bien pronto ensangrentados, contra sus rostros, sus brazos y sus cabezas. El espectáculo es bárbaro, pero terrible y grandioso. Muchos quedan heridos allí mismo: algún joven derviche o levita m u s u l m á n sucumbe casi gozoso ante sus heridas, y llega un momento de fanatismo religioso tal, que infunde espanto a los europeos, testigos de esta pasión verdadera.

'"Véase c ó m o se reconoce el autor de las Cartas de Constantinopla durante su estancia c o m o E m b a j a d o r y que no llevan su nombre. 2

publicadas en La

Epoca

H a y que tener en cuenta dos factores: la Persia Safávida f u e e n e m i g a del Imperio O t o m a n o , además los turcos siguen el rito suní mientras los iraníes el chif.

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Pero nos hemos d e s v i a d o de nuestro propósito, que era hablar del primer ferrocarril persiano. cuyas máquinas han excitado en los habitantes de Teherán una impresión parecida a la que los indios experimentaron al ver por p r i m e r a vez los c a ñ o n e s .

Venciendo obstáculos

i n m e n s o s , dos

mil

trabajadores, principalmente italianos, y ajustados por una compañía poderosa belga, han inaugurado en el interior de Persia la primera parte de esta línea que va a la costa caspiana y que está llamada a facilitar el viaje a Persia, hoy dificilísimo, y a aumentar el comercio de aquel reino. El Sha concedió esca línea a capitalistas extranjeros poco después de su viaje a Europa, que pensó renovar cuando el j u b i l e o sacerdotal de León XIII, y que ahora se anuncia realizará coincidiendo con la Exposición de París. A fines de este siglo, en Teherán se habrá verificado una revolución social y económica igual a la de Belgrado. C u a n d o hace algunos años visitaba yo aquella ciudad, era realmente una población enteramente turca y que acababa de salir, por decirlo así, de la dominación musulmana. Su catedral de hoy era la mezquita árabe sus mujeres llevaban todavía el velo y lo que podríamos llamar el albornoz de las circasianas de Constantinopla; todas sus casas parecían divididas entre la parte destinada al harén, y la otra consagrada a la morada del señor. En dos lustros el principado, sujeto a la alta soberanía del Sultán, se ha convertido en reino independiente; y los vapores del Danubio, que a todas horas ponen a Belgrado en contacto con Galatz en Rusia, con O r s o w a en R u m a n i a y con B u d a p e s t en Hungría o V i e n a , al propio t i e m p o que la locomotora, enlazándolo a Salónica y Constantinopla, la han convertido, como a Bucarest, en ciudad europea y de indudable porvenir comercial. Fortuna grande ha sido, en medio de sus desgracias, para la bella Reina Natalia de Serbia, que el príncipe, hoy Rey Milano, no haya heredado con la soberanía del Sultán sobre los serbios los derechos que el Corán da, pero que el cristianismo niega, a los esposos sobre sus mujeres y sultanas; pues q u e a juzgar por ciertos procederes del poco galante Monarca, no sería imposible que Natalia hubiese corrido la suerte de la Zoraida de Boabdil, aún cuando en los jardines de Belgrado no había ningún abencerraje que reprodujese contra la virtuosa reina la leyenda del ciprés del Generalife. Por el contrario, a q u í el Soberano de Serbia parece que, t o m a n d o e j e m p l o del Oriente, ha sido el Júpiter del O l i m p o de Belgrado, donde las diosas eran algunas e n c a n t a d o r a s d a m a s del p a l a c i o y aún del c u e r p o diplomático ¡Singular idilio de amor el de estos j ó v e n e s príncipes! Milano, que seguía sus estudios en París, bien ajeno de suceder a su tío el príncipe

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Damilo de ser llamado al que sólo era entonces principado de Serbia, durante un viaje a Italia conoce a la niña entonces Natalia, que vivía en la capital de la Toscana, recibiendo espléndida hospitalidad en la villa del Príncipe Demidov. Era Natalia hija de un coronel moscovita, compatriota del magnate ruso, y de la princesa Stoudzga, de la Moldo-Valaquia, cuyas otras dos hijas se hallan hoy día enlazadas a los príncipes Ghika. Las minas de oro, que habían enriquecido al Príncipe Demidov, habían hecho también la fortuna de su padre. Milano y Natalia principiaron a amarse niños como Pablo y Virginia, y cuando la Suptchina o Asamblea de Serbia ofreció la corona de príncipe a Milano, muerto su tío, el colegial de San Estanislao de París, colega allí del rey Alfonso, antes de aceptarla corrió a Florencia a ofrecer participación en ella a la amada de su corazón. Fue, en esfera más reducida, una novela amorosa como la de Eugenia de Guzmán, cuyo hogar y templo de su bautismo acabo de contemplar en Granada, con Napoleón III. Ejerciendo en los primeros años de su enlace la misma influencia que la condesa de Teba tuvo cerca del Emperador de los franceses, ella fue la principal gestora de que Europa consintiese en el título de rey, que después de la guerra turco-rusa de 1877, confirieron los diputados de la Serbia, creída por muchos destinada a ser el Piamonte de Oriente. Pero también para la Reina Natalia hubo un día de desengaño triste, no ciertamente por culpa de la Soberana, que después de las catástrofes que los serbios sufrieron ante los búlgaros mandados por Alejandro de Battenberg se mostró heroica con los heridos de las batallas y animosa cuando el ejército búlgaro se aproximó a Belgrado, sino por la flaqueza de Milano, que contando un ejército doble del de Bulgaria, y siendo él quien declaró la guerra para ceñir un nuevo florón a su corona con la Macedonia y parte de la Bulgaria, ni corrió a las batallas, ni supo al menos compartir la triste suerte de sus serbios como Napoleón III en Sedán. Tal vez en este contraste entre la popularidad de la Reina y el desprestigio del Rey, más que en las escapadas de Milano a visitar juntamente con los banqueros las actrices de Viena, o en los desaires públicos de Natalia a alguna embajadora favorita, se encontraría la causa del divorcio iniciado y del verdadero rato, pues no merece otro nombre el acto de Wiesbaden, de un hijo tierno niño a una madre amorosa; por más que este vastago único de unión tan feliz ayer y tan desventurada hoy sea el heredero del trono serbio. Es verdad que Jos poJ/lieos encuentran el motivo fundamental del drama escandaloso del Konak palacio de Belgrado, que todavía impresiona vivamente a Europa, en que Natalia, fiel a su origen, es partidaria de la influencia rusa en Serbia,

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mientras Milano tiene compromisos bancarios y políticos que lo enlazan a Viena. Si es así, los sucesos que se preparan en Bulgaria tendrán su eco en Serbia; y no nos sorprenderá, aún después de las tristes escenas de Belgrado y de Wiesbaden, que no prestándose el patriarca serbio Teodosio ni el sínodo de la Iglesia griega a confirmar el divorcio entre los Reyes, para el cual no ia dado la esposa ni sombra de pretexto, Milano, que empieza a sentir se bambolea su trono ante la impopularidad creciente, y que la entrevista de Peterhov no le permitirá seguir contando con el apoyo decidido de los imperios germánicos, brinde con una reconciliación a la Princesa, cuyas desgracias de madre, como su admirable belleza, tantas simpatías le han conquistado en la Haya, en Florencia, en Viena y en París. Esta crónica es ya sobrado extensa, y tendré que aplazar para mi segunda y última de estas cartas de Oriente todo lo que representa de maravilloso el nuevo ferrocarril que permitirá al viajero de Europa visitar el sepulcro de Tamerlán en Asia, y de grandioso en el aniversario del noveno siglo desde que el cristianismo civilizó a Moscú, abriendo a la Rusia los destinos que está llamada a ejercer, así en la cuna del mundo como en el continente europeo. CONDE DE COEL1D Granada, 31 de Julio 1888

VI REAPARICIÓN DE LA CRISIS D E ORIENTE 1 SUMARIO: La abdicación

del Rey Milano.-El

matrimonio

morgamático

en Sofía y Estambul.-Las

Joven Alejandro

de Alejandro

¡.-El regente

de Battenberg.-Conflictos

esperanzas de la Grecia.-Rusia

Ristch.-El religiosos

en Oriente.

No se había calmado todavía la impresión producida en el palacio de Yildiz por la catástrofe del archiduque Rodolfo 2 , emoción que debía ser intensa en Constantinopla, donde todo el mundo conocía la familia de la linda griegahúngara, triste heroína del drama de Meyerling, y cuyos padres habitaron largo tiempo uno de los más bellos konaks del Bosforo, cuando en medio de las fiestas a que es presta en Estambul en reciente matrimonio de cuatro princesas, hermanas o hijas del Sultán, viene a sorprenderá éste la abdicación del Rey ' P u b l i c a d o en 1889, N o X, pp 159 y 162. 2

El archiduque Rodolfo, heredero al trono A u s t r o - H ú n g a r o , se había suicidado en c o m p a ñ í a de su amante, la baronesa Velzera. Si se tiene en cuenta que estamos en pleno R o m a n t i c i s m o español uno puede entender la cantidad de ríos de tinta que hizo correr esta noticia.

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Milano en ese konak-palacio de Belgrado que el ghazi y generalísimo Osman Bajá cañoneaba, en unión de la fortaleza, hace un cuarto de siglo, cuando la Serbia era un bajalato dependiente de la Sublime Puerta 1 . La probabilidad grandísima de que este suceso va a abrir de nuevo la cuestión de Oriente, explica bien la sensación inmensa causada por acontecimiento tan inesperado. Con razón me decía un alto visir otomano, a quien hace un lustro hablaba de lo difícil que era a mis ojos que la Turquía saliese de su decadencia actual mientras no pudiera modificarse, al menos en la parte de Europa, su existencia social, problema grave, aún cuando no sea absolutamente contrario al Corán, que no era más peligrosa la institución del harén, modificándose todos los días en sentido de la familia cristiana, que los hábitos europeos y la vida alegre de ciertos príncipes y soberanos de Europa. En pocas semanas, una pasión romántica, sobreponiéndose a la religión del cristiano, hace desaparecer, a los treinta años de edad, y dejando una Princesa abandonada y una inocente niña archiduquesa huérfana, al heredero de uno de los primeros imperios del mundo. Quince días después, el vencedor de los serbios, aquel Príncipe Alejandro de Battenberg en derredor del cual se f o r m ó la leyenda más simpática, por la injusta conspiración moscovita que lo aleja de Sofía, por su llamamiento entusiasta nuevamente a Bulgaria, por el sacrificio heroico que hace abdicando la corona para evitar que la guerra estalle en Oriente, y por el amor verdaderamente poético de la princesa Victoria de Alemania : ese caudillo que se creía modelo de soberanos y de amantes, encuentra en el pintoresco Mentón una joven cantatriz, conocida a orillas del Rin: y olvidando glorias, juramentos, esperanzas, se entrega a la pasión amorosa 2 , sin saberse si dentro de pocos meses abandonará a su esposa morganàtica la linda Loessinger, como ha abandonado a la hija de Federico III. Menos infeliz ésta que la archiduquesa Estefanía, Victoria de Hohenzollern, que ha despreciado por él los enlaces más brillantes, ha visto justificarse las previsiones del Príncipe de Bismarck y de su hermano el emperador Guillermo II sobre la constancia de su infiel amante. Otra víctima del amor, la Reina Natalia de Serbia, era objeto hace pocos meses de las simpatías de todas las almas generosas. Abandonada por su esposo el Rey, se ha visto sacrificada por Milano, cuyo divorcio dícese no ha tenido otra causa verdadera que sus amores con la esposa del Embajador de Serbia en Alemania. Ha sido la última una de las aventuras frecuentes del 'Esta insurrección Serbia fue sofocada por Osman Bajá en 1865 2

S e casó con ella el 6 de Febrero de 1889.

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galante Soberano, aún cuando se ha querido explicar la separación de os jóvenes príncipes, cuyo casamiento fue un idilio de amor, por una disidencia política entre la Reina, partidaria de la Rusia, y el Rey, favorable al Austria. Prueba de que semejante causa indignamente explotada por el Senado serbio, que no supo resistir a las pasiones del monarca, era el pretexto del divorcio regio 1 , que ahora, al abdicar el trono para vivir libre de los deberes soberanos. Milano confía la Regencia del reino a Ristich 2 , partidario de la influencia moscovita en la Península de los Balcanes. En la primera semana de Marzo se celebraba en la catedral de Belgrado, antigua mezquita, el séptimo aniversario de la proclamación de Milano como rey de Serbia, cuando el Exarca y Ristich fueron llamados al konak regio para conocer la voluntad suprema de un monarca cuya coronación debía celebrarse también la primavera próxima en ese monasterio de Zeith, verdadero nido de águilas en los montes Cárpatos, y donde la tradición histórica de los siglos medios establecía la consagración de los soberanos de la gran Serbia, antes de la derrota de Korosko, seguida de la servidumbre por la Turquía, y que ha cesado en nuestros días después de cinco siglos de dominación. Ni los ruegos del Metropolitano de Belgrado, ni las consideraciones expuestas más o menos sinceramente por el futuro regente Ristich, lograron cambiar la resolución del Príncipe, que nervioso desde sus primeros años, fantástico y dado a cierta clase de aventuras en los últimos tiempos, aventuras que han traído su ruina financiera, sólo deseaba libertarse de las enojosas tareas del gobierno, complicadísimas hoy en Serbia, y gozar, probablemente en la América, y de seguro lejos de Belgrado, del amor y de las riquezas que parece posee la divorciada esposa de Christich, representante, como hemos dicho, del Rey Milano en Berlín. Su Majestad, que tenía escrito ya el manifiesto a los pueblos y designada la regencia, compuesta de Ristich, que ya un día goberió la Serbia 3 ; de Protich, presidente del nuevo Consejo de ministros, y de Belemarkovvies, ministro de la Guerra y del Interior, procedió inmediatamente al acto solemne de la abdicación, jurando fidelidad, de rodillas y en presencia del Exarca de la Iglesia búlgara, a su hijo Alejandro I, niño de trece años y que asistía a la ceremonia con emoción indescriptible. Los tres regentes y los principales dignatarios del Estado juraban fidelidad también al tierno Soberano.

' E s t e divorcio dio mucho de que hablar. La opinión pública estaba indignada y los partidos políticos aprovecharon para imponer una nueva Constitución en 1888 que instituía un verdadero sistema parlamentario, lo cual no fue bien aceptado por el Rey. ^Milano abdicó en Febrero de 1889, a cambio de una suculenta pensión. Su hijo, Alejandro, tenía trece años y la Regencia recayó sobre Ristich, pro-ruso y e n c a m i n ó a Serbia hacia Rusia, separándola de Austria, con los cuales tenían una convención secreta en 1881 que tuvo que mantener hasta 1895. 3

L a primera regencia sucedió en 1869 tras el asesinato del Príncipe Mihailo Milano contaba con sólo catorce años de edad. Ristich, j e f e de los liberales, aprovechó para realizar una nueva constitución, llamada de 1869. inspirada en el liberalismo europeo.

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No hace un año todavía, describía en las c o l u m n a s de ILUSTRACION

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la escena desgarradora de que era teatro un hotel de

Wiesbaden, a orillas del Rin, cuando la policía germánica invadía la morada de la Reina Natalia, y sin dar oídos a las súplicas, ni conmoverse ante las lágrimas de la madre, arrancaba de su lado al hijo único, niño de doce años, a quien el recibimiento triunfal que su padre le preparó en Belgrado no pudo hacerle olvidar, como no ha olvidado después, los amorosos cuidados de quien le dio el ser. Dícese, y esto disminuiría un tanto las grandes responsabilidades del que fue Milano I, que viendo que la salud de su hijo primogénito y único sucesor de la corona, empeoraba diariamente, y no atreviéndose a deshacer el divorcio regio consumado, o a devolver el hijo a la madre, había influido esto también en su abdicación. Porque no queremos admitir la versión, acogida por algún diario europeo, de que una de las condiciones pactadas entre el Rey y el Regente, aparte la partición por mitad de la dotación regia entre padre e hijo, sea la prohibición de que la Reina Natalia vuelva a Serbia, ni Alejandro I pueda ver a su madre dentro ni fuera de las fronteras del reino. Condición inhumana que, como la corona de Milano, barrería la voluntad de la nación, donde va a predominar indudablemente la influencia de la Rusia, tan favorable a la Reina de Serbia. Este Rey Milano, que concluye su reinado tan novelescamente, ha tenido desde su infancia una vida de aventuras. Había nacido en 1854, en Jassy, metrópoli de la Moldavia, que, como la Serbia, era entonces uno de esos principados autónomos sujetos a la autoridad soberana del Sultán: Milosch, su padre, hijo del campesino Efraín Obrenovich y hospodar de uno de los estados del Danubio, lo dejó huérfano y en el destierro, con su madre, María, de ilustre familia rumana en la Moldavia. Aún allí lo persiguió, niño, el destino; pues en una de las revoluciones tan frecuentes en los Principados danubianos, cayendo del poder su protector el hospodar Alejandro Ceiza, madre e hijo tuvieron que huir de la Rumania. Refugiado de nuevo en Francia, sabido es que se educó en los primeros colegios de París, y que cuando menos la esperaba, su tío el príncipe Miguel Obrenovich, que había arrojado de Serbia a su hermano, no teniendo hijos, lo llamó a la sucesión del Principado, siempre sometido a la alta soberanía del Sultán, monarca a quien los triunfos de la guerra de Crimea habían renovado una sombra del poder de los antiguos emperadores otomanos en Oriente.

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Sabido es igualmente que en 1868 el príncipe Miguel cayó en el parque de Topschide bajo el puñal de una banda conspiradora, dejando la corona, no regia, sino de príncipe, pues la Serbia no era reino todavía, a Milano, proclamado a la tierna edad de catorce años por la Skupt-china o asamblea de representantes serbios. Era entonces un niño precioso, aunque sintiendo ya los primeros síntomas de una enfermedad nerviosa, que las desventuras de su familia, coronadas por la muerte de su amada madre, habían introducido cual germen fatal en la naturaleza del joven, imprimiéndole un carácter hasta cierto punto fantástico. A él obedeció su casamiento, casi adolescente todavía, con Natalia, hija del coronel moscovita Keshko, a quien había conocido niño en Florencia, desde en los jardines de la preciosa villa Demidov, los dos infantiles amantes parecían evocar la leyenda popular de Pablo y Virginia. Durante la menor edad del Príncipe, que en Serbia concluye a los dieciocho años, y que por la tanto duró casi un lustro, como durará la de su único hijo Alejandro si no surgen temidas complicaciones en Oriente, desempeñaron la regencia Blaznavac, Gavrilovich y este mismo Ristich, verdadero dictador hoy de la Serbia y que entonces sólo contaba treinta y seis años. Juan Ristich, nacido en 1821, y que por tanto está hoy en toda la madurez necesaria al hombre de estado, es indudablemente el primer político de la Serbia, y educado en la célebre universidad germánica de Heidelberg y en la Academia Diplomática de París, completó después sus conocimientos y relaciones europeas con larga residencia en Viena y Berlín. No obstante lo cual, ha sido desde su juventud, como el búlgaro Khazov, partidario ardiente de la alianza con Rusia, a la cual creen estos políticos de la península de los Balcanes se debe la independiente de su patria y el puesto con que la Serbia soñó un día en Oriente, esperando imitar los destinos del Piamonte en Ilali;.. Porque este sentimiento de la grandeza de su país, es el rasgo distintivo de la vida toda de Ristich. El príncipe Miguel, antecesor, como hemos dicho, de Milano, después de la guerra de 1865, precursora de la que dos lustros después debía tener lugar, con igual éxito infeliz, durante el Principado de su sobrino, y cuando Osman Bajá había cañoneado a Belgrado y vencido a los serbios; Ristich fue enviado a Estambul para conseguir, no sólo la paz con la Turquía, sino el abandono por los turcos de la fortaleza que domina la capital de Serbia, convertida hoy en konak-palacio del Rey. El encargado de misión tan peligrosa, encerrado en las famosas Siete Torres que todavía se alzan en la derruida muralla que rodea a Estambul, y donde durante siglos han vegetado hasta su muerta tantos príncipes y aún embajadores, debió a su talento insinuante, que agradó mucho

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al sultán Abdül-Azzis, no sólo escapar con vida, sino obtener del vencedor concesiones favorables a los serbios. Fue este el origen de su gran popularidad, y de que, cuatro veces presidente del Consejo y Ministro de Negocios Extranjeros haya sido ya dos regente de Serbia. Volviendo al joven príncipe Milano, que en 1872, mayor de edad, subía al trono, y en 1875 realizaba su novela infantil casándose con Natalia, no fue feliz, ni en su primer campaña con Turquía, ni con la proclamación de Rey de Serbia 1 , título que ni Rusia ni el Imperio Otomano quisieron reconocer. Para fortuna suya, la guerra entre la Turquía y la Rusia, estallando en 1877, hizo que el apoyo dado por serbios y rumanos al ejército moscovita, contribuyendo poderosamente a la toma de Plevna, la afirmase la protección del Zar, quien en el tratado de San Estéfano, y más tarde en el congreso de Berlín, logró, no sólo que la Serbia se declarase independiente de la dominación otomana, sino que su joven soberano fuese reconocido como rey por la Europa. Lo cual no impidió que en países tan agitados c o m o los estados balcánicos, conspiraciones y atentados viniesen, c o m o en el antiguo Principado, a interrumpir el renacimiento del nuevo Reino, que extendiendo sus aspiraciones a

Macedonia y a la Bulgaria, reivindicaba, como hemos

dicho, la grandeza de la antigua Serbia en la Edad Media. De estos atentados fue el principal el de Isaicor, donde el caudillo de la conspiración, Markovics, vencido, pagó su delito en el cadalso, no sin que su esposa, meses después, quisiese vengar su muerte hiriendo con el puñal a Milano en la misma catedral de Belgrado. Las aspiraciones del joven Soberano, a las cuales no era tal vez extraña la misma Reina Natalia, trajeron la guerra con la Bulgaria, que a pesar de verse sorprendida por los numerosos ejércitos serbios, no sólo se defendió heroicamente, sino que en la batalla de Pirot estuvo a punto de acabar con la independencia de la Serbia, salvada únicamente por la intervención poderosa del Austria. Lo que más agravó la situación de Milano y fue también motivo, aparte sus aventuras amorosas, de las discordias con la Reina Natalia, fue que mientras ésta dio gran prueba de patriotismo en los momentos supremos para la nación, desafiando los peligros y socorriendo a los heridos en los hospitales, un rey joven y ambicioso, en vez de pelear, como su rival Alejandro de Battenberg, esquivó en lo posible las batallas como ya lo había hecho en la guerra de 1875 con Turquía. Pero lo que acabó con toda la popularidad de un Príncipe adamadísimo al subir al trono, fue su

' G r a c i a s al apoyo de Austria, que había persuadido a las potencias, en Febrero de 1882 Serbia se había convirtió en reino.

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fatal divorcio con al Reina Natalia, querida de sus pueblos, y caída victima, no sólo de los amores del Rey, sino de sus simpatías a Rusia. Es preciso confesar, sin embargo, que aparte la gratitud debida al Austria, que había salvado a la Serbia, después de Pirot, como Rusia la salvó en 1876, el gran progreso del joven Estado, que por sus ferrocarriles y la navegación del Danubio ha venido a ser el centro y lazo de unión entre Occidente y Oriente, se debe a los capitales de Viena y Budapest, si bien el gobierno del joven y desventurado Príncipe ha intentado trasformar demasiado rápidamente un pueblo tan modesto, y aún hoy en gran manera musulmán, c o m o el c e Belgrado, en una nación que de un salto ha querido rivalizar con la Hungría y la Rumania. Difícil nos parece predecir qué consecuencias va a tener una abdicación a la cual seguirá, hágase lo que se quiera, la vuelta a Belgrado en tiempo no lejano de la Reina Natalia, conocida por sus simpatías moscovitas, y que hoy, después de haber sido obsequiadísima por el Zar y la Zarina, espera los acontecimientos en el lindo palacio de Livadia, puesto a su disposición por los Emperadores en Crimea. Su conducta hasta ahora correctísima, negándose a entrar en conspiraciones contra el Rey su esposo, y pidiendo tan sólo ver de vez en cuando a su hijo y alcanzar del Exarca serbio, que como patriarca de la Iglesia griega anule un divorcio injustamente pronunciado por prelados que cedieron a la violencia, no ha hecho más que acrecentar su popularidad. Hemos aludido antes a la entrevista que el jefe del partido ruso en Bulgaria había tenido recientemente con el emperador Alejandro, y en la cual el Zar habría declarado que no abandona la causa de la Bulgaria, la cual debe a Rusia su independencia. Su príncipe Fernando de Coburgo 1 , secundado con gran talento y energía por su madre la princesa Clementina, no perdona esfuerzo para luchar contra esta enemiga, captándose, hasta donde le es posible, el amor de los búlgaros, mejorando su ejército y consagrando hasta la fortuna particular de su madre a la conclusión feliz de esa gran línea internacional que enlaza Lisboa con Constan ti nopla. Recientemente, las cuarenta y una ciudades y villas más importantes de la Bulgaria y de la Rumelia Oriental han festejado el vigésimo octavo cumpleaños de su Príncipe soberano. Y la locura amorosa consumada por el único príncipe que podía disputarle el amor de los búlgaros, Alejandro de Battenberg, suprime un rival temible; como la renuncia al trono búlgaro de Waldemaro de Dinamarca 2 , hace difícil toda otra solución aceptada por Europa. ' F e r n a n d o de C o b u r g o ( 1 8 6 1 - 1 9 4 8 ) a c c e d i ó al trono de B u l g a r i a en 1887. N o c o n t ó c o n el a p o y o de l o s pro-rusos s i n o c o n la ayuda de E s t a m b u l o v que orientarán la política hacia A l e m a n i a y Austria-Hungría, es decir, lo contrario que estaba pasando en Serbia. 2

W a l d e m a r o de Dinamarca, candidato al trono búlgaro n o lo logra, i m p o n i é n d o s e otra v e z la d i p l o m a c i a de Bismarck.

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Pero no puede ocultarse que el joven Príncipe se ha creado grandes dificultades por su lucha reciente con el sacerdocio griego, que acusa a Fernando de Coburgo, como a la princesa Clementina, no sólo de proteger el catolicismo en la Bulgaria, sino de preferir a los griegos, los gregorianos, y aún a los musulmanes, en daño de la Iglesia búlgara. Aúnque esta acusación nos parece exageradísima, es indudable que en ella se ve la antigua guerra hecha por el arzobispo Clemente, metropolitano de Sofía, ayudado hoy del sínodo búlgaro, y secundando los planes del elemento eslavo-moscovita en Bulgaria. Estas cuestiones religiosas van íntimamente enlazadas con la política en Oriente. No hace muchos días estallaba en Estambul una conspiración religiosa de los softas o estudiantes de Teología, equivalentes a nuestros seminaristas eclesiásticos, quienes con motivo de la muerte del Jefe de los Ulemas, y queriendo favorecer a uno de sus profesores, aspirante a la sucesión del destinado a velar por que el Sultán, como los turcos todos, cumplan con los preceptos del Corán, acusaban a Abdül Hamid de proteger excesivamente a los cristianos de su Imperio. Recientemente, también el Catholicos o Pontífice de los armenios gregorianos, que, como los profetas antiguos, vive en cierto misterio, habitando un monasterio antiquísimo en las cumbres de Asia, donde dice la leyenda armenia que se posó el arca de Noé salvado del diluvio, a pretexto de contestar una bellísima encíclica de I x ó n XIII expresando su noble deseo de ver cesar el divorcio y el cisma entre las Iglesias de Oriente y de Occidente, un día unidas, excita en una alocución apasionada todos los exclusivismos de secta y el fanatismo de sus correligionarios en Armenia como en Estambul. Por último, no es un secreto para nadie que las próximas bodas del heredero del trono del Grecia Constantino 1 , con la hermana del Emperador de Alemania, Sofía, nombres ambos que resucitan los más grandes recuerdos del Imperio bizantino, y las del gran-duque Pablo, hermano del Zar, con la princesa helena Alejandra 2 , han aumentado las esperanzas con la ambición del nuevo reino, que aspira también a la sucesión de los turcos en Europa.

' C o n s t a n t i n o de Grecia, Duque de Esparta, 1862-1923, accede al trono en 1913, depuesto en 1917, restituido en 1920 abdica en 1922.

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Este matrimonio tuvo lugar en 1889.

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Unase a esto que, de algunos días a esta parte, el embajador moscovita cerca de la Sublime Puerta, el inteligente Nelidov, apremia sin cesar para que el exhausto tesoro otomano satisfaga los vencidos plazos de la cuantiosa indemnización de guerra, estipulada en el tratado de San Estéfano. En su penúltima nota dejó adiv inar que de no cumplirse estas obligaciones, el Zar, su soberano, se vería obligado a exigir otras compensaciones en Asia o en la Turquía de Europa. Es un síntoma más que se une a la crisis que se abre en Serbia y que no está cerrada en Bulgaria. ¿Será esta eterna cuestión de Oriente la que de nuevo perturbe a Europa, cuando la Exposición Universal, que se aproxima, aleja al parecer todo conflicto entre Francia y Alemania, y hasta la misma agitación boulangerista, sin desaparecer ciertamente, marca un aplazamiento ante la energía desplegada por los ministros del presidente Carnot, disolviendo la Liga de los Patriotas, la que turbe de nuevo la paz del mundo?. Esperemos que la influencia preponderante de la Alemania impida un conflicto entre el Austria y la Rusia, y logre reunir esta primavera en Berlír a los soberanos de los dos grandes Imperios cuya influencia no puede ni debe ser exclusiva en Oriente. CONDE DE COELID Roma, 2 de Marzo de 1889.

VII EUROPA Y ÁFRIC A 1 (Conclusión) Un día de la última Semana Santa, el telégrafo de Jerusalén, adonde el Rey Milano de Serbia había ido a visitar el sepulcro del Salvador, trajo a Europa la noticia de que iba a profesar en un monasterio griego; resolución que mal se avenía con la linda compañera de viaje que lo había seguido a Palestina. Pero bien pronto se vio que no es el Príncipe, joven todavía, de la escuela de nuestra Carlos V encerrándose en Yuste después de abdicar la Corona, ni de la de su antecesor otro rey de Serbia, que en los siglos medios, y después de batallas desgraciadas como las que sufrió Milano I, procuró buscar el olvido 1 Publicado en 1889, N o XIX, p 307.

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en un claustro. Lejos de ello, y como si estuviese arrepentido de su precipitada abdicación, o dominado de pasión insensata contra la bella Reina Natalia, reemplazando al intenso amor que, adolescente, la consagró en Florencia más tarde en Belgrado, apenas sabe que la madre de su hijo va a dejar el palacio de Yalta en Crimea con dirección a las fronteras Serbias, cuando anuncia la vuelta a sus estados y el propósito de conducir a su hijo a la Exposición de París. Pero los Regentes de Serbia no aparecen de tan buena composición como los de Holanda, y teniendo de su parte un derecho de que aquéllos carecían, han declarado resueltamente al Rey no le es dado continuar un reinado anónimo sin la responsabilidad que le habría alcanzado en el trono, y menos conducir fuera de sus estados al Principe en quien residen hoy los futuros destinos de la Serbia. Por su parte, la Reina Natalia refrena el deseo natural de abrazar a su hijo, sabiendo bien que las corrientes de opinión y el regreso a Belgrado del arzobispo Clemente, que acaba de recibir en Rusia las últimas instrucciones del Zar, con una mitra preciosísima, le allanan el camino para la tutela inevitable del Rey niño. El metropolitano Clemente, que hace años se hallaba desterrado del reino y que vuelve a él en compañía de los dos prelados desterrados también por negarse a regio divorcio, será elevado por los poderes públicos el Exarca o Patriarca de la Bulgaria, no queriéndose destituir al nuevo arzobispo de Belgrado, Teodosio, y aspirando la Serbia, como Rusia, a tener una Iglesia independiente del Patriarcado Fxuménico de Constantinopla. El nuevo Exarca coronará a fines de Mayo al tierno rey Alejandro, en el legendario monasterio de Zuyka, donde se coronaban los antiguos monarcas serbios, y que el joven Príncipe acaba de visitar en compañía de los regentes, extendiendo su excursión a los campos de Mirsa y Kosovo donde, en medio de ovaciones entusiastas que inspira la doble orfandad del Monarca niño, ha orado sobre la tumba de los héroes que sucumbieron por la independencia patria 1 . (....)

Entra en el cuadro de esta reseña decir algo de la proclamación y jura, c o m o heredero en el nuevo trono de Rumania, del joven Fernando de Hohenzollern, que después de haber hecho sus estudios militares en Alemania, la patria de sus padres, a ido a Bucarest, a fin de tomar como príncipe Real asiento en el Senado y en las fiestas militares y civiles con que la MoldoValaquia

va a celebrar el primer aniversario de su elevación a reino

independiente. Con igual propósito ha puesto término a su excursión por Italia 'Batalla de Kosovo o del Campo de los Mirlos el 15 de Junio de 1389.

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aquel príncipe Leopoldo de Hohenzollern, cuya designación para rey de España fue causa involuntaria de la guerra entre Francia y Prusia, que ha cambiado la faz de Europa 1 . Lo he visto en esta tierra itálica, donde me ha sido bien difícil reconocer en el Príncipe de edad madura, de barba y cabello blancos, al joven arrogante que por vez primera encontré en los salones imperiales de las Tullerías, cuando, obsequiado por nuestra emperatriz Eugenia y por Napoleón III, estaban bien distantes los monarcas franceses, como el príncipe germánico, de que su candidatura al trono de Carlos V traerá una guerra terrible, sucediendo a las espléndidas fiestas con que los Hohenzollern fueron acogidos al visilar la segunda Exposición Universal de París 2 . (...) CONDE DE COEiLLO

Roma, 6 de Mayo 1889.

VIII CRÓNICA DE EUROPA 3 : Oriente y Occidente.-La coronación de Alejandro I.-Pasado y porvenir de la Serbia.-Eventualidades de guerra producidas por la lucha entre Austria y Rusia en los Balcanes.-La cuestión de Trieste.-Conflicto entre la Suiza y la Alemania.-La verdad sobre la salida del Papa de Roma. No puede sorprender a nadie, versado en la política europea, que periódicamente surjan en Oriente cuestiones y peligros amenazadores de la paz del mundo, y que producen esa alarma incesante de que es eco el telégrafo, ya con ocasión del célebre brindis del Zar, ya con las agitaciones de la isla de Creta y de la Macedonia 4 , o producida con las fiestas de Kosovo, o la significación que reviste, aún dada a menor altura del joven Alejandro I, su viva tan significativo al Zar protector de la Serbia. Perdurando en la Bulgaria un estado de cosas que irrita las fibras personales de Alejandro III y los sentimientos patrióticos de la raza eslava; cambiada por completo en tres meses la decoración política en Belgrado; próximos en Atenas enlaces regios y sucesos que despiertan naturalmente todas las aspiraciones de la Grecia y de sus razas afines en Creta y Macedonia, es natural que periódicamente también se reproduzcan los temores de conflicto a que da lugar la lucha eterna de influencias entre la Rusia \ el Austria en Oriente. ' Francia perdió Alsacia y Lorena. realizando a s í Alemania su unificación. Sin el a p o y o de Napoleón III al Papa Víctor Manuel hizo otro tanto en Italia. 2 1867. 3

P u b l i c a d o en 1889, N o X X V I , p 26.

^Insurrecciones de Creta y Macedonia, pobladas por mayoritariamente por griegos, en 1889.

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Durante los últimos tres años, el Imperio Austro-Húngaro había ganado en Belgrado y Sofía todo el terreno que parecía perder la Rusia, llegada a un aislamiento que mejor que nada reveló el brindis de Alejandro III en favor de su único y fiel aliado el Príncipe de Montenegro. Brindis que, presentado cual lo fue en el primer momento por la prensa europea dio con razón motivo a las vivísimas alarmas, en gran manera disipadas cuando se supo, conociendo el suceso en todas sus fases, que las palabras imperiales, encaminadas a enaltecer a un príncipe que entraba a formar parte de la familia de Alejandro III, ni tenían por objeto destruir la actual situación de Oriente, ni a ser el anuncio de que la Rusia, teniendo por vanguardia a los valerosos hijos de la montaña negra, se preparaba a emprender de nuevo el camino de Bizancio. La idea, muy extendida por aquellos días, y fortalecida algunas semanas después con ocasión de la mayoría del Príncipe Danilo, heredero del Montenegro, quien en su juramento afirma será leal a la patria y al Zar; con el enlace de la princesa Militza con un Gran Duque moscovita, y el que de nuevo se anuncia el de su más joven hermana Elena con el Zarevich; la idea, repito, de que la Rusia se aprestaba a hacer de su único y fiel aliado el soberano de una gran Serbia, se ha desvanecido en gran manera con la participación sólo reservada al representante del Zar, así en las fiestas de Kosovo como en la coronación del infantil Rey Alejandro, en ese mismo monasterio ortodoxo de Zitcha donde hace seis siglos se ungían por el patriarca serbio San Abas el Khan Esteban Duchan, llamado el Fuerte, verdadero fundador del gran reino de Serbia, y Lázaro, el Rey mártir, que muriendo en la fatal jornada de Kosovo, está hoy santificado en los altares del patriotismo eslavo y de la religión griega. Estas solemnidades de Kosovo y de Zitcha, que en 1889 evocan todas las tradiciones y todos los recuerdos de los siglos medios, presentando a los serbios de nuestros días animados de los mismos sentimientos que exaltaron a sus abuelos, merecen, ciertamente, alguna atención en nuestros tiempos prosaicos. Miles y miles de eslavos, empezando por los monjes griegos y los peregrinos del monte Athos, han acudido a ese campo de Kosovo, donde en 1389 se riñó la gran batalla entre serbios y turcos, que decidió los destinos del Imperio de Serbia y llevó el torrente otomano hasta las mismas puertas de Viena, después de conquistar la Macedonia, la Albania, la Serbia, la Bulgaria, la Eslovenia y la Hungría, como ha hecho concurrir al monasterio plantado en los montes a los hijos de la antigua Eslovenia, viniendo de la lejana Croacia, después de haber sembrado de flores en su peregrinación, contrariada por el Gobierno húngaro, el sepulcro del rey Lázaro en el otro convento eslavo de Ravanitza.

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Los lectores de LA I L U S T R A C I Ó N no necesitan, ciertamente, q u e estampe en sus columnas la nota histórica de las grandezas y decadencia del reino de Serbia. Casi tan rápida como la de Macedonia, el héroe de su raza, Duchan el Fuerte 1 , parece seguir las fases todas de Alejandro el Grande. En pocos años somete los reyes, sus rivales, y c o m o aquél conquista la Persia, él se dirige con poderoso ejército sobre Bizancio, cuando la muerte le sorprende a doce horas de la capital del Imperio Griego. ¡Que destino tan diverso el del continente europeo si en vez de los turcos, cayendo desde Bursa sobre la ciudad de Constantino, hubiesen sido los serbios los sucesores del Imperio de Bizancio, continuando ese reino el la gran Serbia desde Constantinopla hasta los montes Cárpatos y las márgenes del Danubio! pero como los capitanes del Héroe macedonio

se dividieron sus reinos conquistados para desaparecer

rápidamente, después de la muerte de Duchan el Fuerte los khanes serbios se reparten también la Macedonia, la Tesalia, la Albania y la Serbia, y en breves lustros desaparece la gran monarquía sin que el rey Lázaro pueda impedir con su sangre, derramada en los campos de Kosovo, la ruina de la patria, durante cinco siglos sometida a la dominación musulmana. Nuestro siglo, que ha visto la resurrección de la antigua Grecia y la de la Bulgaria, un día reino poderoso también ha contemplado, por efecto de la guerra ruso-turca de 1877, que la Serbia, bajalato otomano ayer, principado más tarde bajo la alta soberanía del Sultán, que tenía fortaleza en Belgrado, al fin se convierta igualmente en reino independiente. Y el h e r o í s m o de los serbios delante de Plevna, y el prestigio que rodeó en los primeros tiempos las jóvenes sienes de Milano \ Natalia, c o m o el ardor con que el pequeño Estado se consagró, el primero en Oriente, a establecer la locomotora a través de sus montañas y el vapor en el Danubio, hicieron creer a muchos, especialmente en Italia, estar destinado a ser el Piamonte de Oriente. Acaso este sueño se habría realizado si en vez de M i l a n o los serbios hubiesen tenido por soberano a Alejandro de Bulgaria, o la animosa Reina Natalia, llamada antes a la regencia por el destino, hubiese podido ser otra María Teresa de Hungría. Mas no por sus derrotas en la insensata guerra contra los búlgaros, ni por las tristes escenas del Konak regio de Belgrado, han desistido los serbios de sus esperanzas, simbolizadas en esta celebración del quinto centenar, no de una victoria sino de una derrota, que, como nuestra jornada del 2 de Mayo, creen gloriosa para la patria, \ a u g u r i o de sus grandes destinos. Esta idea se simboliza en el m o n u m e n t o cuya primera piedra acaba de ponerse en los campos de Kosovo, en medio de cien mil serbios, y siguiendo al divino ' Duchan el Fuerte, Zar de Serbia. (1331-1355).

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sacrificio celebrado no lejos del campo de batalla que todavía pertenece a los turcos, por el metropolitano Miguel, asistido de ochenta sacerdotes griegos, y en presencia del joven Monarca, de los regentes y ministros de Serbia. Lo revelaban igualmente, cuando la coronación en el monasterio de Zitcha, los gallardetes, las banderas y los arcos triunfales con sus vivas a los hermanos serbios de la Bosnia, la Herzegovina, la Macedonia, la Croacia, el khanato de Novi-Bazar y la Eslovenia, como los transparentes en que se leía que la unión de los patricios reconstituía la gran Serbia, para quien pronto luciría la aurora de la libertad, y el más significativo, colocado sobre el pórtico del monasteriopalacio, diciéndole a Alejandro I estas palabras: «Eres pequeño de cuerpo, pequeña es tu fuerza, como pequeña es tu patria; pero cuando hayas crecido y tu cuerpo se haya vigorizado, también tu patria crecerá y volverá a ser grande y célebre, como lo f u e en los pasados siglos». La ceremonia de la coronación que no creo haya descrito extensamente la prensa diaria española, fue conmovedora, y realmente nos transporta a aquellas otras consagraciones de las catedrales de Reims o de Aquisgram y, en que eran ungidos los carlovingios. Anunciada por el cañón de Kralievo y por las aclamaciones de un concurso inmenso, empieza también como las de los siglos medios en el templo, con una plática en la cual el Arzobispo de Belgrado, que muy pronto será elevado a Patriarca de Serbia, dice al joven Alejandro I: «Soberano amadísimo, Rey de Serbia: el pueblo serbio te conduce para consagrarte en estos santos lugares, donde hace seis siglos San Abas ungió a su hermano el rey Esteban, para que tú puedas reinar con gloria de la santa Iglesia ortodoxa, cuyos fieles servidores te reciben con augurios en favor de tu prosperidad y gloria de tu persona y de tu dinastía; pero antes de consagrarte te pido declares si eres fiel a nuestra Iglesia y cuáles son tus creencias.» El Rey infante, teniendo en sus manos el libro de oraciones que en ellas ha puesto el Metropolitano, recita el Credo, y después de besar la cruz de Constantino, es ungido por el Prelado en la frente, en las mejillas y en sus manos, mientras a las oraciones griegas siguen los himnos nacionales. La emoción es inmensa, acrecida por el pensamiento de que la fatal política y la triste lucha entre sus padres ha impedido que le Rey Milano pueda estar al lado de) Príncipe, privando al tierno Rey de las caricias y abrazos de su madre. Pero en cambio tiene un protector bastante más poderoso, y que se revela por modo elocuentísimo con la misión extraordinaria que el Zar confiere a Persiani, el único embajador extranjero que asiste a la consagración de Zitcha, alegándose ser el sólo representante en Belgrado de monarcas pertenecientes a la religión griega. El enviado de Alejandro III recibe una ovación a su paso por Serbia, y oye de labios del joven Monarca, en el banquete de la coronación, el brindis entusiasta que éste dirige a su protector el Zar.

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Diego

de

Coello

Quesada

Como se ve, la Rusia, lo mismo en el Montenegro, cuyo Príncipe va a concederle una estación naval para los buques moscovitas, que en Serbia, donde no está abandonada, a pesar de las negativas de la prensa, la idea de una convención militar serbio-rusa, toma su desquite del f r a c a s o que Austria y Alemania le han hecho sufrir en Bulgaria y Rumania con la proclamación de un Hohenzollern c o m o heredero del trono rumano, enlazándose con otra Hohenzollern, por su madre, la princesa Enriqueta de Flandes, y con el arraigo en el principado de Bulgaria de Fernando de Sajonia-Coburgo, a quien casi ha r e c o n o c i d o c o m o soberano legítimo el e m p e r a d o r Francisco J o s é en su discurso abriendo las delegaciones austro-húngaras. Reconocimiento tácito que ha facilitado a Bulgaria un empréstito considerable por los banqueros de Londres, que no anticiparían su dinero si no tuviesen confianza en a estabilidad del Gobierno de Sofía. Y he a q u í planteado de nuevo el conflicto de las influencias rivales de Austria y de Rusia en la península de los Balcanes. De un lado, el elemento eslavo suscita dificultades en Bosnia y la Herzegovina, alimentadas por la Serbia y el Montenegro, a la dominación austríaca en regiones d o n d e de derecho es todavía soberano el Sultán; pero donde de hecho la ocupación del Austria ha producido inmensos beneficios a las razas cristianas. Del otro, el apoyo decidido que el Gabinete de Viena da ya a la consolidación del príncipe Fernando de Bulgaria hace imposible, sin una intervención armada que sería la guerra en Oriente el que la política moscovita realice con este Príncipe lo que realizó con Alejandro de Battenberg. Hemos dejado a la Turquía y a la Sublime Puerta en segundo termino, ante las dificultades orientales, por más que o sea escasas las que atraviesa en estos m o m e n t o s . Un día corren en E s t a m b u l e x a g e r a d a s noticias de levantamientos serbios en la M a c e d o n i a y en el khanato de Novi-Bazar, coincidiendo con las fiestas del Kosovo. Otra vez el telégrafo de la isla de Creta trae la manifestación de los cristianos que constituyen mayoría en la isla, pidiendo c o m o principio la independencia financiera de Creta con an tributo f i j o al Sultán; y la reforma del Estatuto constitucional, que dando a los cristianos la preponderancia en la asamblea de Canea, iniciaría la inevitable anexión de la isla de Candía a la Grecia. Contenido este movimiento por el G o b i e r n o turco, q u e ha o c u p a d o militarmente los principales f o c o s de agitación, habrá de reproducirse indudablemente, hallándose tan excitadas corno están las aspiraciones de la Grecia. ¿ Q u é será c u a n d o los E m p e r a d o r e s de Alemania, a c o m p a ñ a d o s del Príncipe Real de Italia, hayan rodeado con su presencia de nuevo esplendor las bodas de la princesa Sofía con el gran duque de Esparta, Constantino, dos nombres q u e tantas glorias recuerdan a los griegos del antiguo Imperio de Bizancio?

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Cuestión

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Por fortuna para la paz del Imperio Otomano, que tanto empeño pone el Sultán en conservar, las agitaciones de la Armenia, de la Macedonia y del khanato de Novi-Bazar, bajalato turco enclavado entre la Serbia y la BosniaHerzegovina, no han tenido las proporciones de que las revistió el telégrafo. Son luchas eternas de razas entre los kurdos y los albaneses, dos poblaciones igualmente belicosas y afectas al islamismo, y los armenios y serbios cristianos que mal sufren la dominación turca de regímenes que un día fueron reinos independientes. El centenario de Kosovo, despertando las esperanzas de los serbios en Novi-Bazar, movieron la hostilidad de las tribus albanesas, como las asociaciones patrióticas de los armenios, favorecidas por la Rusia en el Asia menor, excitaron toda la ira de los Kurdos. La presencia de tropas turcas pudo impedir que estas agitaciones se convirtiesen en verdadera guerra civil. Sin embargo, en presencia de tantas causas de conflicto, Turquía, no obstante la situación fatal de su tesoro, así como hace tres años fortificaba con cañones Krup los Dardanelos, guarnece ahora de nuevas baterías los reparados fuertes que en el Bosforo impedirían la entrada de una flota moscovita, viniendo del Mar Negro. Goltz-Bajá general alemán al servicio de la Sublime Puerta, afirma, en su calidad de gran maestre de artillería, al Sultán que el Bosforo será dentro de poco un estrecho tan difícil de forzar como el de los Dardanelos. Así la Alemania va cada día ocupando en Estambul el puesto de protectora, que un día desempeñaron la Francia, y sobre todo la Gran Bretaña. Y es que el Imperio Germánico, potentísimo en Europa, y extendiendo ya su esfera de acción al Africa oriental, no se ha apoderado hasta ahora de tierras musulmanas, como han hecho la Francia en Túnez, e Italia en el Mar Rojo, ni persevera como Inglaterra en conservar el Egipto, a pesar de las resistencias de la Política francesa, que en esta cuestión coincide con el Diván. Pero las ultimas nuevas anunciando que la Gran Bretaña envía refuerzos al Alto Egipto para consolidar sus últimas ventajas sobre los derviches del Sudán, evidencian lo que siempre hemos pensado sobre la firme resolución de la política inglesa, de no abandonar la tierra de los faraones.

CONDE DE CDELLO Madrid, 12 de Julio de 1889

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D i e g o

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C o e l l o

Quesada

IX CRÓNICA Alemania.-La de

Sajonia nuevas

del

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y significación

y Hannover,

preparativos

H U R O P A 1 : Visita

de los Emperadores

coronación

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Bohemia.-

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y de la Serbia,

y

Oriente.

(,..)En los momentos en que este artículo se publique estarán en Italia todos los miembros de al familia Imperial de Alemania, viniendo por Venecia la Emperatriz y viuda de Federico con sus tres hijas, Sofía, reina de Grecia en el porvenir; Margarita, que se dice destinada a princesa real, ya de Dinamarca, ya de Italia; y Victoria, de quien se habló un día para esposa del primogénito del Príncipe de Gales. A bordo de magnífica escuadra germánica que más tarde irá al Pireo, vendrán a Génova con el príncipe Enrique, que hoy visita nuestra Alhambra, las comitivas de los emperadores Guillermo y Victoria, quienes harán su viaje por el Brener a Monza. Allí los espera, reunida, toda la familia real de Saboya, por cuya causa el duque de Aosta ha retardado su viaje a Inglaterra, el cual tenía por objeto presentar su nueva esposa, Leticia, a la ex-emperatriz Eugenia. Después de tres días pasados en la familiaridad más íntima, los Soberanos de Alemania, visitando los lagos de Lombardía y el precioso golfo napolitano, se embarcarán en Nápoles directamente para el Pireo, a bordo del hermoso buque imperial Hohenzollern, a quien servirán de escolta la corbeta Irene, mandada por el príncipe Eurico de Prusia, los navios Emperador, Alemania, Prusia, Federico y otros dos buques acorazados de los más nuevos modelos, que darán en Oriente, donde por primera vez se presentan, alta idea del renacimiento de la marina germánica. Con la escuadra alemana irá la italiana, en la que figuran los acorazados Lepanto

y Roger de Lauria.

embarcándose en el yate Saboya el Príncipe Real

y el Duque de Génova, destinados a representar al Rey de Italia en las bodas del Duque de Esparta. A Atenas irán también los Reyes de Dinamarca, los Príncipes de Gales, un archiduque de Austria y el Zarevich, escoltados igualmente por poderosa flota moscovita. 1 Publicado en 1 8 8 9 , No X X X I X pp 2 3 0 y 2 3 1 .

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Calmada la agitación de la isla de Creta, y no divisándose por el momento conflicto alguno entre Grecia y Turquía, las fiestas de Atenas, donde se detendrán cuatro días los imperiales huéspedes del Rey Jorge 1 , prometen ser muy pintorescas. El infatigable Guillermo 11 desea visitar las Termopilas, las aguas donde se dio la batalla de Salamina, las obras del Istmo de Corinto, mientras la Emperatriz, Reina y Princesas se lisonjean con la representación de una obra de Sófocles, y la audición del antiguo coro griego en Atenas, aparte las visitas al Partenón y a Falerno. Desde Grecia, donde estas bodas de un Constantino con una Sofía, y la presencia de tantos potentados europeos, entre ellos el Monarca germánico, necesariamente van a crear grandes esperanzas en el porvenir del Reino helénico, los Emperadores de Alemania y el Príncipe de Ñapóles visitarán al Sultán en Constantinopla, y al Soberano de Rumania, también de la familia de Hohenzollern. Rusia está atentísima a esta visita, que no ve con gusto, temiendo que la influencia de Guillermo II impulse a Abdül Hamid a entrar en la alianza de la Europa central, fortifique la influencia austro-germánica en Bulgaria, y acaso envuelva, en porvenir no lejano, la aspiración que atribuye a Alemania de hacer con la isla de Rodas lo que hizo Inglaterra con la de Chipre, a cambio de garantizar al Sultán sus dominios de Europa y de Asia. En los últimos tiempos ha estado en Constantinopla, después de visitar detenidamente la península de los Balcanes, el general Pianeli, militar italiano que, con Cosenz, pasan por los primeros estratégicos de Italia; el Sultán, que lo recibió con gran distinción, confirió el Gran Cordón del Osmanié al comandante en jefe del cuerpo de ejercitó de Lombardía. La prensa francesa, ocupándose en este viaje, ha creído ver en él como una preparación del proyecto, bien inverosímil a mis ojos, que ha atribuido a Italia: enviar uno de sus grandes cuerpos de ejército para combatir al lado de los austríacos en el Danubio en la primera eventualidad de una guerra con Rusia. (...) Me recuerdan involuntariamente la Bulgaria, la Serbia y la Macedonia, aún prescindiendo de Grecia y de Rumania, aquellos ducados italianos que en los siglos medios, y aún en nuestros días, han servido de campo de batalla eterno a Austria, a Francia y a España, disputándose la dominación o la

Jorge de Grecia había nacido en Copenhague en 1845, segundo hijo varón de Cristian IX de Dinamarca. Había logrado el trono griego en 1863 tras la expulsión de Otón de Baviera, que lo había ocupado desde 1833.

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influencia de Italia. Hoy, aún dejando a un lado Inglaterra, que parece retirarse un tanto de las cuestiones danubianas, contenta con su posesión de Egipto, y sabiendo que Europa no ha de permitir que se realice en Bizancio el testamento de Pedro el Grande, y no estando más que iniciadas las aspiraciones de Italia y de Alemania, son Rusia \ Austria las que combaten eterna contienda en la península de los Balcanes. No transcurre semana en que Europa no tema que un suceso más o menos esperado en las márgenes del Danubio venga a poner fuego en las pólvoras ya enjutas, y que pueden encenderse sin dar humo, según los nuevos descubrimientos, en las batallas de Oriente y de Occidente. En este verano un aniversario glorioso y triste a la vez para los serbios parecía señalar una agitación grande entre los hijos de los que murieron luchando por la gran Serbia en Kosovo. Después tocó en turno Montenegro, donde el enlace de las modestas princesas de la Montaña Negra con los Grandes Duques de la Moscú excitan todos los sueños del Soberano para constituir un reino poderoso que, englobando la Bosnia, Herzegovina, Serbia y los antiguos Bajalatos serbios de Hungría, con Macedonia y Albania, sea la vanguardia de los rusos en su marcha sobre Bizancio. Llegó el 18 de Septiembre, quinto aniversario del levantamiento de la Rumelia Oriental, y los ecos de Sofía y de Filipópolis parecen anunciar que Bulgaria escogerá esta fecha para declararse independiente y ceñir la corona de rey sobre el Príncipe Fernando, reinando sobre una nación no menos antigua que Serbia, y más importante, por su población, que ésta y la moderna Grecia, agitadísima con la insurrección de Creta. Los telegramas del joven Príncipe presentando sus homenajes, cual su alto soberano, al Sultán, con motivo del aniversario de la elevación al trono de Abdül Hamid, apenas han calmado estos temores en Oriente, cuando la prensa europea anuncia que el llamamiento de las numerosas reservas de Serbia, en número que se aproxima a 300,000 soldados, parece indicar que los serbios, c o m o los cristianos de la isla de Candía, por alguna gran potencia impulsados, quieren tomar un desquite de la victoria de los búlgaros en Miernitza, lo cual da lugar a otros armamentos en Bulgaria y a que amenace ésta con adelantarse en la ofensiva, que sólo detienen las representaciones de la Sublime Puerta, dando el príncipe Fernando la garantía de que, siendo ella la potencia soberana, no dejaría atacar a Bulgaria. Así ha transcurrido el verano. ¿Cómo se inicia el otoño? el drama de Belgrado con motivo de la eterna lucha entre el Rey Milano y la bella Natalia, se enlaza con la contienda electoral que da en Serbia una asamblea favorabilísima al Partido Radical, aliado de Rusia, lo que viene aconteciendo desde que hace un año el fantástico Rey Milano impuso al sínodo griego su

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divorcio con la Reina, es uno de los dramas, aunque a veces degenere en comedia, más novelescos y por desgracia nada favorable al prestigio de las monarquías 1 . Libre de la esposa a quien había amado con delirio desde niña, quiere librarse también del peso de la Corona, y abdicando, emprende, no sin grata compañía, esa serie de viajes desde la preciosa isla Margarita, en el Danubio, hasta el Bosforo, Jafa, Jerusalén y las ruinas del templo de Efeso o las pirámides del Nilo. Y cuando sus emociones de turista están en parte satisfechas, aún sin renunciar a visitar la Exposición de París y las cataratas del Niágara, le entra de nuevo el afán de volver a mandar en Serbia, y, sobre todo, de impedir una cosa tan natural como el que una madre, de cuyos brazos arranca violentamente el Príncipe Alejandro en Wiesbaden, quiera abrazar a su hijo, de doce años, coronado rey, y que no consiente en ceñirse la diadema en el santuario de los antiguos monarcas serbios sino cuando los Regentes le han dado la promesa de que verá a la desconsolada Natalia. Medio año duran las negociaciones para esta entrevista, siempre deseada por madre e hijo, siempre contrariada por el esposo y por el padre. Un m o m e n t o se cree que la llegada a Belgrado del metropolitano Miguel, volviendo de su destierro en Rusia donde le ha tenido el Rey Milano, iba a acelerar a su vez la vuelta de la bella e infortunada reina. Pero por uno de esos misterios inexplicables de Oriente, una vez en la corte de Serbia, su Patriarca futuro falta a toda su significación y a sus compromisos, no se sabe si ganado por Milano al atravesar Viena, o por el regente Ristics al instalarlo en se antigua Sede arzobispal. Un momento ha habido durante las últimas semana en que la regencia Serbia ha estado a punto de cerrar así las aguas del Danubio como las fronteras de la península de los Balcanes a la desventurada madre proscrita; o de que, abriéndolas, Milano, corriendo desde Viena a Belgrado, revocase su abdicación, o cogiendo a su hijo, del que es tutor, se lo llevase lejos de la madre, a Nisch, a Viena o a París. No han impedido una y otra cosa, ni la nobilísima y valiente actitud de las damas de Belgrado, por más, que debe ser grande la influencia que la belleza de las hijas del Danubio ejerce en regentes y ministros; ni los consejos más o menos sinceros de prudencia que el Gobierno de Viena habrá dado a Milano, su huésped; ni aún el saberse que la Reina Natalia realizaba su viaje por el Danubio, y desde Yamter en un yate imperial, puesto a su disposición por el Zar de Rusia. El argumento decisivo ha debido

Coello estaba a favor de la monarquía parlamentaría, de hecho había hecho mucho por la causa de Isabel II y Alfonso XII, en este contexto se entiende su descontento cuando algunos monarcas no están a la altura que cree que les correspondería.

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ser que mientras los rusos reunían poderosa flota en Odesa, los ingenieros de su numeroso ejército acampado en Besarabia ensayaban puentes volantes para su paso sobre el Danubio. Aún así, Natalia tuvo que hacer su entrada, rio c o m o reina, ni aún c o m o madre, sino c o m o viejera, en Belgrado, sin que los Ministros dieran más señal de apercibirse del suceso que el envío de alguna tarjeta al konak privado de una amiga, que f u e a habitar. Y en cuanto a los regentes, siempre temerosos de q u e Milano les retirase sus poderes, o se presente en la corte de Serbia, no han permitido, a la hora en que se escriben estas líneas, que el pobre infante, c o r o n a d o rey, haya podido abrazar a su madre, que espera ansiosa a escasos metros del antiguo alcázar turco que le sirve, respondiendo a su primitivo destino, de fortaleza y de palacio. ¡Pobre Alejandro! Pero si le han faltado a Natalia los esplendores regios, y lo que arrancó lágrimas profundas a su corazón, el abrazo a orillas del D a n u b i o del hijo amado, a quien sólo permitieren el día de su arribo escribirle cariñosa epístola, como impidieron a la augusta viajera orar en al catedral, cerrada por orden de ese m i s m o metropolitano Miguel, le han c o m p e n s a d o de sus dolores las aclamaciones de treinta mil serbios, es decir, la población entera de Belgrado, que a c u d e a saludarla al descender del vapor, y las damas de Serbia que f o r m a n d o un comité patriótico acudieron a centenares a sembrar de flores la a l f o m b r a desde el muelle al konak, mientras doscientas, las más j ó v e n e s , presentaban preciosísimos ramos adornados con los colores de Serbia y Rusia, su d o b l e patria. Y a q u e l l a n o c h e r e c i b i ó la s i g n i f i c a t i v a visita

del

Representante del Zar. A la hora en que termino estas páginas ignoro cómo concluirá el drama de Belgrado; pero ante la excitación del sentimiento público y lo que representa la mayoría de la Asamblea que va a reunirse, paréceme que si el Rey Milano y la R e g e n c i a persisten en medidas que sublevan los sentimientos que la Naturaleza ha puesto en el corazón de las madres, pudiera muy bien acabar en tragedia. CONDE DE COELLO Roma, I o de Octubre 1889.

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X ATENAS Y BIZANCIO Europa ha tenido fija su atención durante los últimos días de Octubre y la primera semana de Noviembre en las olímpicas bodas de la capital de Grecia, y en la esplendorosa recepción que en estos momentos hace el Sultán en Estambul a los Emperadores de Alemania. Sucesos ambos que, no sólo por su significación o importancia, sino por su lado pintoresco, entran de derecho en el cuadro de LA ILUSTRACIÓN. A lo cual, para el que estas líneas escribe, mueve el recuerdo indeleble que guarda de las regiones de Oriente, el amor instintivo que ha sentido, como todos los jóvenes que hoy somos ancianos, cuando en nuestra infancia la musa de Lord Byron despertó en Europa las simpatías hacia la antigua Grecia. 1 Hay además en las ya realizadas bodas de Sofía y Constantino dos nombres simbólicos para los griegos, algo de novela amorosa y de leyenda poe'tica. El joven Duque de Esparta, casi un niño, es enviado por su padre, el Rey Jorge, que aún cuando casado con una princesa moscovita y vástago de esa familia real de Dinamarca que tanto sufrió cuando Alemania y Austria, con la complicidad de la Francia, tan terriblemente expiada en Sadova y Sedán, le arrancaron los Ducados 2 , no ha olvidado nunca que su infancia pasó en uno de esos pequeños estados germánicos, adonde su estrella feliz vino a sorprenderlo, para llamar a los que le dieron el ser a la corona danesa, y a sus hermanas a representar, en vez del triste, aunque poético papel de Ofelia, el de Zarinas de Rusia, y mañana reinas-emperatrices de Inglaterra y de la India. Constantino contrae en las academias militares germánicas y en la Universidad de Heidelberg estrecha amistad con el que es hoy Guillermo II, y entra, como si fuese un miembro de ella, en esa familia inolvidable que constituían el que fue después Federico III, la artística princesa Victoria y sus tres hijas, llamadas indudablemente a grandes destinos. Naturalísima su pasión de joven por Sofía, la segunda de las hermanas, que, más feliz que Victoria, no ha sido abandonada por un voluble Alejandro de Bulgaria, pero que si no tropezó en sus amores de niña con la invencible y previsora resistencia del Gran Canciller, sufrió en los primeros tiempos el veto de la madre del amado Príncipe, la cual, nacida granduquesa Olga de Rusia, veía con pena que el heredero de la corona de 'eí füohelemsmo en España apenas había tenido efecto tan sólo ciertos liberales, expulsados por Fernando VII estuvieron en el conflicto como José García de Villalta, véase de Elias Torres Pintueles, Vida y obra de José García de Villalta, Madrid, 1959. Tras la guerra contra Prusia y Austria, Dinamarca había perdido los ducados de SchleswingHolsteinen 1863.

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Grecia prefiriese una princesa alemana en vez de una duquesa moscovita. Y esto j u s t a m e n t e en los momentos en que se apartaban más y más los dos Imperios del Norte. Pero la pasión del joven duque de Esparta y el a m o r de madre vencieron las resistencias políticas, y hoy la Reina Olga, que conocí niña en Turín 1 cuando la visita del gran duque Constantino a Víctor Manuel, c o m o más tarde al Rey Jorge en Bruselas el día en que su hermana iba a ser princesa de Gales, se felicita de unas bodas que, uniendo su familia a la poderosa casa imperial de Alemania, tal vez ha acelerado la petición por el Zarevich de la mano de su otra hija la princesa María, d a n d o a s í este doble enlace a la nación helénica dos protectores en los primeros Imperios del mundo, y que, quitando a las bodas atenienses toda significación hostil a la Rusia, al propio tiempo que tan importantes sucesos, que abren los corazones de los cretenses y de los macedonios a la esperanza de que no tardara el día en que, c o m o las islas Jónicas y parte de Tesalia, formen parte ellos también de esa nación que dio su civilización al mundo, y que hemos visto reconstruirse en la p r i m e r a mitad de n u e s t r o siglo. P o r q u e , aún las m á s ardientes imaginaciones helénicas habrán de dejar al siglo X X la realización de la famosa profecía, de que un día saldrá vivo de su t u m b a el sacerdote o r t o d o x o que celebraba la misa en Santa Sofía de Bizancio cuando el caballo del Sultán conquistador puso su planta sobre la cruz griega de Constantino. La tienen de ello en la princesa Sofía un símbolo, y en su esposo, Constantino, el que será primer monarca nacido hace siglos en tierra de Grecia. Vengamos empero a las bodas, dejando al destino que fije el porvenir de las naciones. Y o no creo que Atenas, ni aún en los faustos tiempos de su grandeza, haya visto concurrencia tal de pueblos c o m o la que ahora, desde el uno al otro confín del archipiélago, sin contar los extranjeros, ha inundado la capital de Grecia, debiendo dormir en las avenidas históricas o en las ruinas de su Acrópolis los que no fueron bastante felices para encontrar asilo en los bajeles de las cuatro grandes flotas, inglesa, rusa, itálica y germánica que cubrían con sus naves las aguas del inmediato Pireo, en Phaleno, o en los vapores numerosos arribados a las costas helénica. Ni Napoleón III, en los esplendores magníficos de la Gran Exposición de 1867, aún cuando la visitaran todos los soberanos de Europa, pudo contar, reunida, en los mismos días, una pléyace igual de veintinueve emperatrices, emperadores, reinas, princesas, príncipes y grandes duques, como la que constituía el cortejo nupcial que el domingo 27 c e ' Coello había sido embajador en Turín y Parma entre 1858 y 1860.

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Octubre se dirigía desde el Palacio Real a la falda del monte Hymeto a la catedral bizantina de Santa Sofía. Formábanlo numerosas carrozas, precedidas de coraceros, entre los que se veían algunos soberbios, venidos de Alemania misma, y de los funcionarios elevados del palacio: las que ocupaban las jóvenes princesas, hijas del heredero del trono de Inglaterra, Victoria, Maud y María, con las otras hermanas de la novia y del novio, Margarita, María y Victoria también, que servirán a Sofía c o m o señoritas de honor en la ceremonia nupcial. Iban después los hijos varones del Príncipe de Gales, los príncipes Jorge y Waldemiro, de Grecia y Dinamarca, los de Sajonia Meiningen, la Princesa de Gales y el Zarevich, con Enrique de Rusia, el cual, con su nave Irene, ha ido desde Málaga al Pireo, pasando por Genova. Y en otras carrozas la emperatriz viuda Victoria Federico, a quien Corinto hizo recibimiento entusiasta cuando, con sus tres hijas, aportó a sus playas, yendo desde las de Venecia y donde esperaba a la prometida el enamorado amante. Acompaña a la esposa del inolvidable Federico III, cuyo luto no quiso dejar ni aún en las bodas de la hija querida, que fueron el sueño de su padre, su hermano el Príncipe de Gales. Inmediato a ella va el carruaje a la Dumon que conduce a la actual Emperatriz de Germania, con la Reina de Dinamarca, abuela del Duque de Esparta. Síguenle la carroza ocupada por el Rey Cristian y por el Emperador Guillermo. Por último, la Reina Olga de Grecia, como su nueva madre, es la que conduce a la futura esposa. Viste ésta traje y velo precioso de encaje blanco, y ciñe sus sienes corona de mirto, que las novias griegas, c o m o en los días de Eurídice, sustituyen a la flor de azahar del Occidente. Al lado de su carroza, el Rey de Grecia relativamente joven aún, y el Duque de Esparta. En Santa Sofía reciben a tan grandioso cortejo el Patriarca de Atenas, los arzobispos y obispos que componen el Santo Sínodo con sus vestiduras orientales, los diputados de la Cámara, doscientos alcaldes de las regiones del Atica de la Beocia y del Peloponeso, muchos de los cuales, como las diputaciones griegas, han revestido los trajes pintorescos de sus regiones, sustituyéndose a un Senado y a una aristocracia de duques o príncipes, que hoy, como en los siglos de Aristides, no existe en la democrática Grecia.

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S. M. Jorge I, Rey de G r e d a .

S. M. La Reina Olga

S. A. El Príncipe Jorge de Grecia.

d e Gracia Hija del Gran Duque Constantino de Rusia.

S. A. R La Duquesa de Esparta Hermana del Emperador de Alemania.

/. E. A. 22. 02. 1897.

Cuando tan brillantísimo concurso se ha colocado en las tribunas reales o en el presbiterio, junto al velo que en las iglesias griegas separa la nave del templo del altar, la solemne ceremonia empieza oficiando el Patriarca de Atenas, auxiliado de otros prelados del reino. Las seis jóvenes damas de la desposada, dos Victorias, dos Marías, Margarita y Maud, están al lado de la esposa, de quien son padrinos, igualmente que del duque Constantino, las dos Emperatrices y el Emperador de Alemania, los Reyes de Dinamarca, los Príncipes de Gales y el Zarevich.

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Enrique de Prusia y Alberto J o r g e , primogénito de los Príncipes de Gales, tienen durante la larga misa, pendiente sobre la cabeza de la esposa, la corona nupcial, que es también de mirto y de azahar, mientras el Zarevich y el príncipe J o r g e de G r e c i a la posan, cuando el momento llega, sobre las sienes del Duque de Esparta. El regreso del cortejo nupcial, que toma la Avenida H E R M E S , la principal arteria de Atenas, da lugar a una ovación entusiasta por parte de los helenos y de miles de alemanes, ingleses y rusos que han acudido a la capital de Grecia. Aquella noche hay banquete de trescientos cubiertos en el palacio R e a l , al cual asisten, con los augustos huéspedes, casi toda la C á m a r a de Diputados y representación numerosa de las municipalidades del reino. Hacen los honores en estas nuevas bodas, que serán más felices que las de Helena, el príncipe Constantino, que tiene a su derecha a la princesa S o f í a , al R e y de Dinamarca y a la Emperatriz Federico, y a su izquierda a la Reina Olga, al emperador Guillermo y a la Princesa de Gales; mientras su padre, el R e y J o r g e , que le da el frente, ve a sus lados a la emperatriz Victoria Augusta, al Príncipe de Gales, a la Reina de Dinamarca y al Zarevich. Cuando el Rey de G r e c i a ha dirigido su caluroso brindis a los navios y a los e x c e l s o s huéspedes, G u i l l e r m o II, que ya c o m u n i c ó al Príncipe de B i s m a r c k por telégrafo la inmensa sensación que en su alma produjo la primera vista del Partenón, y la gratitud por la ovación de la ciudad de Pericles, alza su cáliz, y después de asociarse a los augurios de felicidad hechos por Jorge I, dice sentirse feliz de que la princesa S o f í a , su amadísima hermana, esposa del ¡oven Constantino, su compañero de estudios en las Academias y Universidades germánicas, haya sido llamada a morar en la histórica Grecia. Está seguro de que encontrará en los augustos Soberanos helénicos segundos padres, y será adoptada con amor por el pueblo griego.

Imposible seguir en todo su esplendor las fiestas de la G r e c i a , ni al j o v e n César de Occidente en sus excursiones al c a m p o de Maratón y las aguas de Salamina, teatro de los grandes hechos del Atica antigua y de esos capitanes que, c o m o Milcíades y Temístocles, tanto deben hablar al h i j o de Federico III y de Victoria, artista ella, c o m o al nieto del guerrero fundador del Imperio Germánico. P e r o no es posible prescindir de la emoción producida en los doscientos mil moradores de Atenas, y en el número aún superior de forasteros que la han invadido en estos días, por la iluminación de su Acrópolis, que hacía resaltar

258

Diego

de

C o e l l o

Quesada

las grandiosas ruinas del Partenón, las del templo donde Fídias colocó su minerva colosal, del de Roma y de Augusto, muy posterior, la Pinacoteca y los Propileos, la primera de las escalas y pórticos en mármol pentélico del mundo. Para aumentar el efecto de un espectáculo que sólo puede tener rival en el Foro y Coliseo de Roma, las flotas ancladas en el inmediato Pireo habían hecho proyectar sus potentes corrientes eléctricas sobre la ciudad de Pericles, sobre el monte Hymette, el Pentalico y la roca Nycabette. Destruido, como el teatro Pompeyo de Roma, el de Baco en Atenas, y el anfiteatro de sus juegos olímpicos, hubo que contentarse para la función de gala con el modesto del odeón moderno, donde a falta de los grandes trágicos de la antigüedad o de las Ristoris, las Rachels, Rossis y Salvinis de nuestro siglo, lindas helenas y jóvenes atenienses de la más distinguida sociedad representaron el Perseo de Hsquilo, cuyos coros puso en armoniosa música el Príncipe de Sajonia Meiningen, tío de la esposa, y aclamado después por los escolares de Atenas en su Parnaso. Pero es preciso abandonar la Grecia, siguiendo la nave Kaiser,

que

lleva en sus flancos al Emperador y Emperatriz de Alemania, escoltándola hasta mar adentro veintiún navios de las escuadras inglesa, germánica e itálica, mientras los Soberanos helenos, los de Dinamarca, la Emperatriz Federico y la Princesa de Gales han ido a despedirlos hasta el Pireo. Han dejado, sin embargo, en Atenas a la princesa Margarita, la más joven hermana de Sofía, aunque más tarde vendrá con su excelsa madre a pasar el invierno en Italia, donde tal vez la esperan grandes destinos. En los Dardanelos, y después en la célebre Tenedós, esperan a la flota alemana los yates imperiales turcos Sultánich,

Yzzeddin y Estambul;

en el primero de los cuales adornado con

verdadera riqueza oriental, ha puesto Abdiil Hamid una parte de la hermosa orquesta del palacio, que dirigida por un músico español, ha admirado tantas veces en las fiestas de Yildiz. A bordo del Sultaniye

han partido de Constantinopla, enviados por el

Sultán para recibir a Victoria y a Guillermo, el antiguo Gran Visir, hoy presidente del Consejo de Estado, Arin Bajá; el mayordomo de palacio, Munix Bajá; el almirante Hakki Bajá; el mariscal edecán del Califa, Ali Nizami; un hijo de Fuat Bajá en sustitución de su padre, a quien las heridas gloriosas recibidas en Plevna impidieron embarcarse; y por último, el teniente general Von der Goltz Bajá, hoy director general de estado Mayor en Turquía, ayer coronel del ejército alemán, y ayudante que f u e de Federico III, entonces príncipe imperial. Atención delicadísima que ha agradecido vivamente el

La

C u e s l i ó n

de

O r i e n t e

259

Emperador de Germania. Igualmente han sido puestas a las órdenes de la Emperatriz, como damas de honor, la bella húngara, esposa de otro coronel germánico, Obe Bajá, director general de la Caballería otomana; la hija del ministro de la Justicia, señorita Vahan, y la hermana del inteligente mustachar o subsecretario de Negocios Extranjeros, Artien Bajá, que ejerciendo las funciones de lectora de la Sultana madre y el oficio de dragomán en el harén imperial, conoce perfectamente la lengua de la Armenia, donde ha nacido, el griego, el alemán, el turco, y los principales idiomas europeos. En los momentos en que escribo se desenvuelve en Estambul el programa de las fiestas. Por un obsequio especialísimo el Sultán f u e a recibir a sus augustos huéspedes en la terraza marmórea del palacio de Dolmabah£e. En sus aguas estaban los magníficos caiques del palacio, más lujosos que las mismas góndolas venecianas cuando el Consejo de los Diez no había impuesto aun, para impedir los estragos del lujo, la sencilla y negra estructura de las barcas venecianas; caiques conducidos cada uno de ellos por veinticuatro remeros, albaneses, vistiendo el pintoresco traje de su patria. Hechas las presentaciones en el inmenso anfiteatro a salón de Dolmabahfe, donde un día se reunió la primera asamblea legislativa del Imperio, y donde ahora los sultanes celebran el besamanos de su M A N T O y de su RODILLA en la fiesta del Bairam, Emperatrices, Sultán y Emperador, con brillante séquito a caballo, subieron en las carrozas que desde el Bosforo los llevan a las colinas donde Abdiil Hamid ha querido establecer su morada imperial; morada que, si no reúne las magnificencias de los tres palacios de mármol a una y otra orilla del Bosforo, tiene lo que constituía uno de los encantos del antiguo serrallo: la más prodigiosa vista sobre las costas de Asia y de Europa. Junto a este palacio de Yildiz ha decorado el otro llamado chalet-quiosco, y que, por una extensa galería que da a la sala de los Banquetes, se comunica con la morada del Sultán, rodeada, como la que a habitan Victoria y Guillermo, de jardines, bosques y lagos; los cuales aparecieron la noche de su arribo fantásticamente iluminados, igualmente que la escuadra anclada en le Cuerno de Oro, los cien vapores y barcas ocupando una parte del Bosforo, la torre de Gálata, las mezquitas y minaretes de Estambul. El adorno del pequeño quiosco imperial tiene algo de FEERIQUE. La estancia de la Emperatriz ésta tapizada de tisú, todo él bordado de verdaderas perlas. El lecho es de plata maciza, y de igual lujo oriental

todos los demás muebles. Más severas las habitaciones del

Emperador, y de estilo europeo, no le ceden en riqueza y buen gusto.

260

Diego

de

C o e l l o

Quesada

En el Salón de Banquetes tuvo lugar, la noche del sábado, el más íntimo, reducido a los Emperadores, Sultán y Príncipes, a los personajes del séquito imperial, al Gran Visir, principales ministros y distinguidos embajadores de Alemania. Aquella noche, y exclusivamente consagrada a la emperatriz y damas de su séquito, únicas que podían abordar las misteriosas estancias del harén, tuvo lugar una especie de fiesta íntima con que la Sultana Valide o madre, que actualmente no es la que dio el ser a Abdül Hamid, muerta, sino su nodriza, ofreció a la excelsa viajera, que pudo así pacer conocimiento con las cuatro Kadinas o esposas de Abdül Hamid y con sus hermanas, de las cuales dos se casaban hace pocos meses con jóvenes militares del Imperio. Hoy, domingo, tiene lugar la gran revista del ejército turco, en la cual toma parte principalísima el bello regimiento negro reclutado en el Sudán, y que, vistiendo el traje que imitaron los zuavos franceses, forma a la Cabeza de la Guardia Imperial, y con los albaneses constituyen la falange principalmente destinada a la custodia de los palacios soberanos. Guillermo II contemplará igualmente los nuevos regimientos de caballería turca, cuya organización a la europea se debe al oficial alemán Obe Bajá, y que, si no tienen el aspecto terrible de los antiguos genízaros, los superan en disciplina. Como verá los esfuerzos que el Imperio Turco ha hecho para dotar con cañones Krupp su artillería, bajo la dirección también de otro general de Alemania. El programa de los dos últimos días que pasarán los Emperadores en Constantinopla comprende una visita que Guillermo II quiere hacer a la antigua Caledonia 1 y a los confines de aquella parte de Asia, al hipódromo de Justiniano, a las mezquitas de Santa Sofía, de Ahmed, la que disputa a la Casa de la Meca el privilegio de estar rodeada de seis minaretes, a la del célebre Bayaceto, a la de Mahomet el Conquistador, o la que, inmediata al Serrallo, guarda el manto del Profeta, vedado para los cristianos, y a la de Santa Irene, hoy convertida en museo. En el Serrallo admirará el tesoro de los antiguos califas, donde hoy sólo ocupan pequeñas escarcelas los brillantes, las esmeraldas, los zafiros y las perlas blancas y negras que se guardaban antes en arcas de plata y que todavía adornan los turbantes y alfanjes de la serie de bustos de sultanes que constituyen una de las grandes curiosidades de esta visita. El Tesoro otomano va a recibir ahora grandísima disminución en su ^Fue donde tuvieron lugar los concilios uno de los más importantes f u e el del año 451 en q u e se condena el Monofisismo. Hoy en día se llama Kadikóy.

La

Cuestión

de

Oriente

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valor con la diadema que Abdiil Hamid ha mandado fabricar con destino a la Emperatriz Victoria. Trabajan en ella los joyeros de palacio en una estancia especial, cerrada a a vista de todos. Pero los que inspeccionan esta joya maravillosa, afirma que en su centro contendrá uno de los brillantes más magníficos del mundo. Parece que a la visita del Bosforo hasta el Mar Negro acompañará Abdiil Hamid en el yate imperial a Guillermo y a Victoria. Aún viniendo de la Grecia, esta excursión, que la falta del tiempo les impide prolongar hasta la isla de los Príncipes, donde la fábula pone la mansión de Calipso, y la historia la morada de Teodora, o a Bursa, la ciudad de las mezquitas santas, será una de las que más hablen a la mente guerrera del Emperador germánico, como al corazón cristiano de Victoria de Alemania. El castillo de Rumelia-Hissar, cuyas torres trazan en lengua árabe el nombre de Mohamet II, conquistador de Constantinopla, que lo construyó un año antes de la toma de Bizancio le ofrecerá desde sus almenas la vista del célebre sitio donde Darío, sentado en su trono de piedra, echó vastísimo puente, cuyas ruinas cree adivinar aún la fantasía, y por donde pasaron sus legiones de setecientos mil hombres que el Soberano de Persia conducía contra los escitas 1 . Y Stenia la recordará la empresa de los argonautas, más tarde consagrada por un templo que Constantino convirtió en el del Arcángel San Miguel, y junto a cuyas aguas tiene lugar el primero del año griego la simbólica ceremonia de arrojar un Santo Cristo al Bosforo, que garantiza la felicidad en esta vida y en la celeste de quien consigue recogerlo de las corrientes allí impetuosas del Mar Negro, y que han dado a aquel paraje peligrosísimo el nombre de Golfo de Satán. Y en Büyükdere, o sea el gran valle, inmediato al bosque de Belgrado, la piadosa Emperatriz, que tanto deseaba prolongar su viaje por Oriente hasta Palestina, podrá contemplar los árboles frondosos que allí plantó Godofredo de Bouillon al partir para la cruzada.

Pero es preciso concluir. Las consecuencias políticas del viaje a Atenas y a Estambul serán objeto de mi próxima crónica europea. Guillermo II, contento con la influencia, preponderante que el Imperio Germánico ejerce en Turquía, así en el espíritu del Sultán como en los consejos de la Sublime Puerta, y aún en la alta dirección de la milicia otomana, no ha pedido de seguro cosa que el Emperador Califa no podría conceder, sin atraerse de Rusia, en la península de los Balcanes, en Macedonia y en Armenia, peligros inmensos de que apenas la defiende su neutralidad. 'Referencias a Jenofonte.

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C o e1 1 o

Que s a da

¿Quiere esto decir que hayan sido ineficaces las largas conferencias entre Abdiil Hamid y Guillermo II, alguna de ellas pasada hasta sin intérprete? No ciertamente. Lo revelará pronto la consolidación del protectorado británico en Egipto, donde el Príncipe de Gales es en estos momentos huésped del Jedive, sacrificio el más grande que a Alemania hará la Sublime Puerta, como ya lo hizo en el congreso de Berlín con el protectorado del Austria sobre la Bosnia y la Herzegovina. Quedará la cuestión de Bulgaria y de Serbia por resolver. Dificilísimo problema, no para Alemania, que no tiene intereses directos en el Danubio, sino para Austria y Rusia, cuyas aspiraciones contrarias, sostenidas las unas por Italia, las otras por Francia, son tan difíciles de conciliar. ¿La habrán logrado, hasta el límite posible, y sobre la base de la influencia austro-húngara prevaleciendo en Belgrado, y la moscovita en Sofía, las largas pláticas del Sultán y del Emperador en Yildiz, y las conferencias que en estos momentos tienen el Príncipe de Bismarck y el conde Kalnoky en la casa de campo del gran canciller? Guillermo II tomó este empeño con el Zar, al despedirse de él en Berlín, y no podría ver asegurada esa paz europea por la República francesa de potentes aliados para reconquistar Alsacia-Lorena, sin que, cuando en el próximo estío, por invitación de Alejandro III, acudirá a presenciar el Soberano las maniobras militares del ejército moscovita, lleve cumplida su palabra, sea por una acción en Bulgaria, sea por una conferencia europea reunida en Constantinopla. CONDE DE COELLC) Roma, 3 de Noviembre 1889.

La

C u e s t i ó n

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O r i e n t e

XI ORIENTE Y OCCIDENTE1 SUMARIO:

Las elecciones en diversas

naciones de Europa.-Cambio de gobierno en Grecia.-Peligros para la paz en Oriente.-El enlace de la cuestión grecoturca con la agitación de las iglesias ortodoxas.-La

emperatriz Isabel en Italia.-Lucha

entre el Vaticano y el

Quirinal.-La regencia en Holanda.-El rey de Be'lgica en Postdam.-Apoteosis del fed-mariscal

Moltke.

Aún tiempo mismo, en el centro y las extremidades de Europa hemos asistido en Octubre a elecciones, que en Italia serán seguidas en Noviembre de otras más importantes para la política interior del reino itálico y el sistema de alianzas en el continente europeo. B a j o este punto de vista la tienen grande las realizadas en Grecia. Por lo cual vamos a fijarnos en ellas, dejando aparte las municipales de B é l g i c a , que han mantenido las p o s i c i o n e s m i s m a s que ocupaban sus partidos, si bien con la introducción del nuevo e l e m e n t o socialista en la política de Flandes, y las de S u i z a para su C o n s e j o Federal y G o b i e r n o del cantón del T e s s i n o . L a R e p ú b l i c a H e l v é t i c a c o n t i n ú a su c o n f i a n z a a los e l e m e n t o s liberales que predominan en el G o b i e r n o de la confederación, aunque los conservadores han conseguido una victoria sobre los radicales de Ginebra, y reconquistado en el T e s s i n o el terreno que les había h e c h o perder la disputada lucha del 5 de Octubre para la reforma de la constitución. El

resultado

importante

b a j o el

punto de v i s t a de la

política

internacional es el de las e l e c c i o n e s h e l é n i c a s , que en p o c a s horas han trasladado el poder el G a b i n e t e T r i c u p i s al ministerio D e l y a n n i s .

Poco

importaría tal mudanza a España, alejadísima de Grecia y sin intereses en su política exterior, si, c o m o he indicado, no se enlazasen con toda la cuestión de Oriente, preñada siempre de tempestades, y con las luchas religiosas que agitan el mundo. El G o b i e r n o que desaparece había subido al poder para restañar las heridas de la Grecia, que en conflicto inminente con el Imperio Otomano por la insurrección de Creta se vio, no sólo abandonada por las potencias que la crearon en Navarino, sino bloqueada por las escuadras de Inglaterra, Italia y Alemania. En cuatro años ha salvado la arruinada Hacienda, reconstruido la escuadra, creado una reserva para el ejército, con la fortuna de que, durante su vida ministerial, el heredero del trono, Duque de Esparta se ha enlazado a la 1

Publicado en 1890, No X L I pp 2 7 0 y 2 7 4 .

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Coello

Quesada

Princesa hermana de Guillermo II, y corre muy acreditada la noticia de que el Zarevich, que en Noviembre visitará a Atenas (a lo que ha sacrificado su excursión a Estambul), está destinado a ser esposo de otra hija del afortunado Rey Jorge. Pero Tricupis, cuya política tendía al porvenir más que al presente, no ha podido impedir la impopularidad por su abandono de los cretenses, a quienes la Sublime Puerta no ha concedido todavía los justos privilegios que reclamaban; por la instalación, con la investidura del Sultán, de los obispos búlgaros de Macedonia, hostiles a la influencia que la Grecia quiere mantener en las tierras de Filipo, y por los conflictos a que han dado origen las luchas entre el Diván turco y el Patriarcado griego de Constantinopla. Hechas las elecciones, coincidiendo con el Manifiesto del Sínodo Griego de Fener anunciando al Oriente que la Iglesia ortodoxa se encontraba en estado de persecución, los partidarios de Delyannis, que venían acusando ce antinacional la política de sus adversarios, han triunfado en Atenas como en Corinto, en las islas Jónicas y en las Cicladas, y hasta en esa Arcadia que en nuestros días ha perdido la fama de ser la tierra de la paz en los campos y de las dulzuras pastoriles. Bien sé, por la experiencia de todos los pueblos y de todos los políticos, que Delyannis, llamado por el Rey Jorge a sus consejos, no verá desde el poder las cosas como las contemplaba en la oposición, y que, aún cuando cuente con las simpatías que Francia acaba de demostrar a Grecia al inaugurarse el monumento a Navarino 1 , y con el apoyo más eficaz que simboliza el viaje del Zarevich a Atenas, pero temo a las potencias que constituyen la Triple Alianza, habrá de contentarse, para el presente, con algunas concesiones aconsejadas a la Sublime Puerta, tanto en al isla de Candía, como en la cuestión del Patriarcado griego, que ha venido a enlazarse con los conflictos de la Iglesia armenia tan explotados por Rusia, deseosa de no ser partícipe con Turquía en la posesión de aquel antiguo reino cristiano. Por singular coincidencia, las dos más graves crisis de la historia del Pontificado católico han coincidido con los m o m e n t o s supremos del Patriarcado de Constantinopla. Cuando el cisma de Occidente amenazó destruir la autoridad del Papa, la Iglesia griega, que ya siglos antes tuvo que huir a Nicea ante los cruzados latinos apoderándose de Bizancio, estuvo a punto de

' E n Navarino (Pilos) la flota otomana f u e destruida en 1827.

La

Cuestión

de

Oriente

265

desaparecer bajo el yugo del islamismo, y hoy que el Vaticano está en lucha con Italia 1 . Dionisio V 2 , en su patriarcado de Fener, ha visto amenazados todos los privilegios de la Iglesia ortodoxa, y disminuida su autoridad en Bulgaria y Macedonia 3 . Afortunadamente, la sabiduría y prudencia de AbdülHamid, muy superior a las pasiones de algunos de sus consejeros, en vez de seguir la senda que otros monarcas de Occidente declararon en nuestros días a los Píos, se ha recordado de aquel ejemplo verdaderamente sublime de Mahomet II, el conquistador de Estambul, cuando en el paroxismo de su victoria sobre los griegos de Bizancio llamó en 1454 al patriarca Yennadins, y restableciéndole sobre su trono, le dijo estas palabras memorables: «Disfrutad de los derechos de vuestros predecesores, y tened amistad hacia nos: Durante siglos ha prevalecido por modo admirable esta concordia entre el Sultán-Califa y los Patriarcas y Sínodos de Fener, turbada sólo en los días luctuosos en que la lucha por la independencia de Grecia excitó los fanatismos musulmanes, cuando los griegos de Oriente, en conspiración más seria que la llamada de la Pólvora en Londres, intentaron reconquistar a Bizancio, donde habían introducido, ocultas en los féretros, multitud de armas para la numerosísima población griega de Estambul. Por la cual existe desde entonces la prescripción oficial, que hemos visto aplicada, de que los féretros de los griegos van siempre abiertos en sus entierros por las avenidas de Constantinopla. El conflicto actual, que, según las noticias que en este instante me llegan por telégrafo, parece próximo a una solución conciliadora, comenzó, como los lectores de LA ILUSTRACIÓN saben, y referí en estas crónicas europeas , a causa de la investidura que después de muchas vacilaciones se decidió el Sultán a conceder a los obispos búlgaros de Macedonia. Como el catolicismo ha tenido sus protestantes, la Iglesia griega ha sufrido grandes desmembramientos, siendo en los últimos tiempos el de los búlgaros, obedeciendo al Exarca de Sofía. La Sublime Puerta ha creído que en territorio musulmán todas las iglesias cristianas debían ser iguales ante los hijos del Profeta; y con esa protección que, sobre todo desde la guerra de Oriente de mediados de nuestro siglo, disfrutan lo mismo el culto católico que el griego, el armenio que el gregoriano, la sinagoga y la iglesia evangélica, reconoció al

'¿>cdn XIII mantuvo el non expendit de Pio IX, es decir, (a prohibición de los católicos en tomar parte en las elecciones políticas de Italia. 2

DionisioV (1887-1891). -i - El exarca de la Iglesia Búlgara, cuyas diócesis eran el Principado de Bulgaria, Macedonia y Tracia residía en Ortakoy, barrio de Estambul hasta 1912 que se trasladó a Sofía.

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Coello

Quesada

Exarca de Bulgaria. C o n s e c u e n c i a natural de tal principio debía ser el reconocimiento de los prelados búlgaros que para los obispados de Macedonia había p r o c l a m a d o el Patriarca m e t r o p o l i t a n o de S o f í a .

Combatieron

enérgicamente tal solución el Patriarcado y sínodo de Constantinopla, teniendo tras de sí a Grecia, Serbia y Rusia. Y el conflicto sólo se resolvió a favor de las aspiraciones del Principado búlgaro y de su Iglesia, cuando el Gobierno de Sofía a m e n a z ó con proclamar la absoluta independencia de Bulgaria y la cesación en el pago del tributo a la Sublime Puerta, altamente necesario al tesoro otomano y al crédito turco del cual es poderosa garantía. En vano, coincidiendo con esta dificultad el conflicto armenio, nomb-ó el Sultán, p r i m e r o una comisión mixta de cristianos y m u s u l m a n e s , y después, surgida la lucha en su seno, otra muy autorizada en que prevalecía el islamismo, para buscar soluciones conciliadoras. Mientras j u n t o a los templos gregorianos corrió sangre armenia y turca, su beatitud Dionisio V y el sínodo griego de Fener, presidido durante las reiteradas dimisiones del Patriarca por el Arzobispo de Heraclea, encontrando demasiado duras las condiciones impuestas a su Iglesia y a la c o m u n i ó n griega, negación de la m a y o r parte de los privilegios de Mahomet II, iniciaron una agitación que bien pronto convirtióse en lucha tremenda. Los templos se cerraron, el sínodo suspendió sus sesiones, después de anunciar en un mandamiento notabilísimo que la Iglesia ortodoxa estaba en estado de p e r s e c u c i ó n ; la dispensa de los s a c r a m e n t o s viose suspendida, y ni el Patriarca retiraba su renuncia, ni había medio de que ningún metropolitano aceptase su herencia Durante dos meses ha continuado este estado de lucha, produciendo, entre otros fatales resultados, el más deplorable para Turquía de deber aplazar, si no está abandonada definitivamente, la visita q u e el Príncipe Imperial de Rusia había ofrecido hacer al Sultán; no queriendo llegar al Bosforo, vacante la sede patriarcal de su Iglesia y cerradas las puertas de la catedral de San Juan N e p o m u c e n o , donde Dionisio V no hubiera p o d i d o darle a esa el gran fragmento de la cruz del Salvador llevado a Bizancio por Constantino. Al fin el Diván acordó, por la iniciativa de A b d ü l - H a m i d , el restablecimiento de los cinco grandes privilegios de Mahomet II. Por ellos se devolverá al Patriarcado y al Sínodo de Fener su jurisdicción amplia en materia de matrimonios y c e divorcios, de herencias y testamentos, y de causas ante el tribunal eclesiástico de todos los sacerdotes en las c o n t i e n d a s civiles, con una intervención importante cuando un pope griego se haga reo de un crimen. Degradado de su carácter sacerdotal, será entregado a la autoridad musulmana, y condenado por ella, descontará su pena en los establecimientos penitenciarios del Patriarcado.

I. a C u e s t i ó n

de

Oriente

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Igual solución conciliadora se ha establecido en la cuestión del juramento, que sacerdotes griegos no era posible prestasen ante ulemas, que en muchos casos son jueces musulmanes, contentándose la justicia con la palabra de honor de decir la verdad ante ella. El solo punto donde el acuerdo no ha sido posible, retrasando la apetecida concordia, fue la pretensión excesiva del patriarca para que se anulasen los exequatur concedidos a los prelados búlgaros de Macedonia; lo cual habría traído un rompimiento inmediato con la Bulgaria. Tal vez la dificultad se salvará obteniendo el Sínodo griego de Fener que los sacerdotes, que con el Exarca de Sofía forman una rama separada de la Iglesia ortodoxa, lleven en sus trajes sacerdotales algo que los distinga de los popes griegos. Así, en Noviembre volverán a abrirse los templos de Constantinopla, cesando un divorcio fatal entre la Iglesia y el Estado. Deben felicitarse de ello los que en la paz de Oriente ven la garantía del sosiego de Europa. León XIII ha seguido con grande y benévolo interés hacia el Patriarcado griego las fases tan diversas de esta suprema crisis. Desde antes de subir al solio pontificio, León XIII es admirador del helenismo, de la ciencia y elocuencia de los doctores de Oriente y del genio de sus clásicos. Pero principalmente ve en la solución intervenida en el conflicto entre un SultánCalifa y el Jefe supremo de una Iglesia, un ejemplo que no debería ser perdido para Italia y el mundo católico, impidiendo la absorción de la Iglesia católica por el Estado, cosa tanto más necesaria, cuanto que el catolicismo tiene un carácter universal, y no puede descender su Jefe a ser sólo el Patriarca de los cristianos de Italia. (....)

CONDE DE COELLO Roma 3 de Noviembre 1890.

Diego

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de

Coello

Quesada

XII A C T U A L I D A D H S 1 S U M A R I O : La Conferencia

internacional

y

parlamentaria para la paz en el Capitolio de Roma.-La nueva ópera del autor de la Caballería Rusticama, El Amigo Fritz.-Dos Elenas.-La Exposición de Palermo.-A orillas del Bosforo, del Danubio y del Pactolo. (....)Así en los palcos del Costanzi, como en las galerías del Palacio de Bellas Artes, ha notado el público la presencia de Elena V a c a r e s c o 2 , protagonista de idilios menos felices que el de Suzel y Firitz, y durante un momento causa de una crisis gubernamental y dinástica en esa nación que los diputados rumanos dicen aspira, a ser el hermano menor entre Rómulo y Remo. No se distingue la favorita de Carmen Sylva, Reina de Rumania 3 , por una belleza como la de la Elena troyana, aunque no le falte la gracia de l i s jóvenes de orillas del Danubio. Separado su padre, representante que era de Rumania en Italia, por haberse prestado, según se dice, a la última entrevista misteriosa que el príncipe heredero Fernando había tenido con la amada de su corazón en los lagos de Lombardía, después que razones de Estado obligaron a Carmen Sylva a desprenderse en Venecia de aquella cuyos amores había favorecido como reina, ministro y favorita han venido a fijarse por el momento en Roma. Los que han seguido el romance de amor desenvuelto junto a las famosas puertas de hierro de Trajano, en el río Azul, como lo apellidan Pest y Viena y Strauss en sus deliciosos valses, afirmaban en la última conferencia europea que la joven Elena ha estado a punto de producir notables transformaciones en la política internacional. Es sabido que aiin cuando la Rumania, convencida como España del interés que tiene en conservar, mientras pueda, su neutralidad en Europa, no puede desprenderse enteramente de los lazos que su soberano, un Hohenzollern, tiene en favor de al familia imperial de Alemania, y de las simpatías que el pueblo rumano ha mostrado constantemente a la Italia, cual lo evidencian las calurosas demostraciones de los senadores y diputados moldo-valacos de que hemos hablado al principio de esta crónica, y la cordialísima visita que Carlos de Hohenzollern ha hecho a la familia real de Italia. Siendo antiguas también las relaciones entre la Rumania y la Francia, apenas estrechada la alianza entre ésta y la Rusia, comenzó en Bucarest una lucha de influencias, en la corte como en el Parlamento, para que la Rumania se decidiese, antes de que :.a. guerra futura la obligase a hacerlo en pésimas condiciones, o por su poderosa vecina la Rusia, o por la alianza de la Europa central. Elena Vacaresco fue el alma del partido moscovita, influyendo poderosamente en el espíritu de la reina y en la actitud de su principesco amante. Lo cual, uniéndose a sus amores que contrariaban los más altos patricios de Moldavia y de Valaquia ha producido en el momento supremo su ostracismo y la destitución del autor de sus días,

' P u b l i c a d o en 1 8 9 0 , No X L I I 1 p 3 1 9 . 2Elena

Vacarescu

ha pasado a la historia c o m o una de las escritoras rumanas y diplomáticas

más importantes de su época. C a r m e n S y l v a era el pseudónimo c o n que firmaba sus libros escritos en alemán, inglés y rumano.

La

C u e s t i ó n

de

O r i e n t e

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como hemos dicho representante de su patria en Roma. El príncipe Fernando, aunque llevando la pena en el corazón, no ha querido seguir las huellas de Alejandro de Battenberg, que sacrificó a una linda actriz la mano de la princesa Victoria de Prusia y la esperanza de recobrar el trono de Bulgaria, ni al gran archiduque Rodolfo, que a la linda Baronesa Vetsera sacrificó su propia vida, ni al joven Luis Felipe de Orleans, que rompe también sus esponsales con su prima Margarita de Chartres, a pesar del idilio de la conserjería de París, y que ahora mismo, a la par que toda esperanza de ser un día, como Delfín, rey de Francia, corre el gran peligro de comprometer su honor a esa otra Hiena llamada la bella M e l b a ' . Porque si es permitido a un príncipe nacido en al patria de Luis XIV, de Luis XV de Enrique IV y de Francisco I, tener mientras es joven una Diana de Poitiers o una Marquesa de Pompadour, no era permitido al hijo de los nobilísimos condes de París pasear sus amores, a veces bajo disfraces poco dignos, por todas las cortes de Europa, hasta tener que ser citado ante los altos tribunales de Londres.

F e r n a n d o y Elena.

^Los melocotones Peach Melba eran su postre favorito, de hecho se la recuerda por ello.

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Coello

Quesada

A propósito de la bella Hiena de Rumania he hablado de las puertas de hierro de Trajano en el Danubio, y me es gratísimo anunciar al comercio del mundo que las obras espléndidas para hacer del Danubio un río como el Misisipí, abierto al tráfico entre Occidente y Oriente, está tan adelantadas y caminan de manera tan admirable, que, según los diputados y senadores rumanos, con quienes he hablado en la conferencia interparlamentaria, dentro de dos años los más grandes buques podrán desde el Bosforo, y al través de las llanuras húngaras, de las comarcas de la Serbia y de la Rumania y del pintoresco trayecto entre Pest y Viena, atravesar el río famoso colocado en el corazón de la Europa, una vez hechas saltar por el genio de nuestro siglo, que no reconoce obstáculos, las montañas de piedra de los Cárpatos y las inmensas masas de granito en las puertas de hierro de Trajano. Verdad es que nuestra época está destinada a las mas gigantescas empresas, y que a los ferrocarriles transcaucásicos y siberianos, pronto, si los hechos responden a la voluntad del sultán Abdül-Hamid, la Europa y el Asia se verán unidas por el puente colosal que como la Rumania levanta en el Danubio el Imperio Turco tiene concedido a una empresa extranjera entre Scutari, Constantinopla, Pera y Estambul, enlazando la Europa y el Asía 1 . Esta verá así abrirse antes del siglo XX tres grandes vías hacia Europa: la primera el ya citado transcaucásico, que los ruses han llevado hasta Samarcanda, en las fronteras de la China y al través del Asia Central; la del mar Caspio, que debe enlazarse con el Mar Negro; la transiberiana, que quedará terminada dentro de ocho años, poniendo el Pacífico en contacto con los ferrocarriles de la Rusia europea, y la que llevando los trenes directos de Oriente desde el centro de Europa a Constantinopla, cuando el f u t u r o puente colosal, que tendrá 33 kilómetros de longitud, desde Constantinopla atravesará el Bosforo y por el Asia menor irá hasta la India.

Al lado de tales grandezas, el espíritu ama contemplar los recuerdos de las ruinas existentes en pasadas edades. ¿Quién no ha leído en sus estudios históricos las grandezas de Creso, prototipo que permanece superior a las más colosales riquezas de los banqueros hoy de Europa y de América y del célebre Pactolo, cuyas arenas, como nuestro Darro de Granada, estaban impregnadas de oro; o de esa ciudad de Sardes edificada en sus orillas, de cuyos jardines y palacios encantados habla Herodoto, diciendo que los que trabajaban en los parques de Oeso lo ejecutaban con azadones de oro, mientras las estancias de su palacio aparecían en sus muros cubiertas del rico metal y de piedras preciosas? Sabido es que cuando Darío incendio a Sardes, y antes, en los tiempos de Antíoco o en las campañas de Cyro, todos aquellos esplendores desaparecieron,

^A finales del siglo XIX había varios proyectos de puentes sobre el Bosforo que no se materializarán hasta 1973.

La

C u e s t i ó n

de

271

O r i e n t e

viéndose arrasada Sardes, que, como Aníbal en Capua, había por sus fiestas y sus riquezas debilitado el valor de los lidios. Adiós las perlas finas que se pescaban en sus aguas; adiós las vestes tejidas con ellas, de un lujo incomparable; adiós los palacios de Creso cubiertos de placas de oro, que sólo en parte pudo salvar. Una comisión arqueológica constituida por ingleses y alemanes, a imitación de los franceses Mariette y Maspero en Egipto y de Dieulafoy en las ruinas del templo de Delfos, en la Caldea y en Persia, ha emprendido, según mis cartas de Constantinopla, investigaciones parecidas a las de Troya 1 , y los diarios de Bizancio dicen que el agua del Pactolo sirve hoy a mover un molino harinero, único edificio en los campos de Sardes, donde hacen pacer sus rebaños los pastores de Asia. CONDE DE COELLO

Roma, 10 de Noviembre (1891)

XIII CRÓNICA DE EUROPA 2 SUMARIO: Elecciones de patriarcas.Vacantes en el Sacro Colegio.-Breves consideraciones.-El fin de una grande aristocracia histórica.-La dinastía de un pescador en Macedonia. Dos elecciones de patriarcas católicos están pendientes en Oriente: la del Patriarcado de Atenas, vacante por reciente fallecimiento de monseñor Marengo, a quien debió mucho el catolicismo en Grecia, y la de la Sede Patriarcal de Antioquía, que comprende la metropolitana de Aleppo y la región del Monte Líbano. La Santa Sede ha nombrado en tanto delegados de Antioquía y de Atenas al Arzobispo de Mosul y al metropolitano de Vaxos. (...) El espacio que me resta deseo consagrarlo, ya que llego tarde para tratar de la muerte del último Jedive de Egipto 3 , tal vez asesinado por la impericia de algún curandero árabe, y de la alarme que su sucesión produjo un instante en Europa para los que no conocen el tacto y sabiduría del actual sultán AbdiilHamid, a decir cuáles han sido los orígenes de esa dinastía de Mehemet-Alí, cuyo representante aparece hoy el joven Abbas-Bajá, el cual cumplía su

'Las primeras excavaciones en Troya fueron en 1870 pero no será hasta 1882 en que empiecen los hallazgos importantes. ^Publicado el 30 de Enero de 1892, pp 69 y 79. 3

T e w f i c (1879-92).

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Diego

de

Coello

Quesada

mayoría de edad de dieciocho años cinco días antes de su elevación al jedivacio y pocos meses después de haber c o m e n z a d o los estudios de la enseñanza superior al lado de su hermano en ese Instituto Theresianum, de d o n d e en nuestros días salió otro príncipe, A l f o n s o XII, para ocupar el trono c e España 1 .

Jedive Tevfic. ' C o m o antes expuse uno de los que más influyeron en que el hijo de Isabel II en el exilio se educase en este colegio de Viena fue el propio Coello.

La

C u e s t i ó n

de

O r i e n t e

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El primero de los virreyes de la tierra de los Faraones, fundador de la dinastía que cuenta ya seis príncipes, y que merced a la sucesión del derecho de herencia en forma europea, sustituida a la ley musulmana, tiene grandes garantías de porvenir, era hace un siglo un modestísimo pescador o marinero de la Macedonia, donde había nacido Mehemet-Alí. Un talento natural, un valor a toda prueba y la astucia oriental le abrieron el camino para las grandes dignidades del generalato turco, y para que volviéndose contra el Soberano del Imperio, llegase al poder supremo en Egipto. En medio de grandes hechos que distinguen su dictadura, hay en la vida del pescador macedonio la sombra terrible de la matanza de los mamelucos en el Cairo después de una espléndida fiesta, aún cuando sus apologistas la explicasen por la necesidad suprema de extinguir en la sangre esa nueva raza de pretorianos que, a imitación de la Roma de los Calígulas y Mesalinas, disponía de los sultanes y califas del Oriente. El Egipto, país hasta entonces bárbaro, nace bajo su reinado a la civilización; y apoyo por su hijo el célebre Ibrahim, no sólo vence a la Turquía, sino que durante un momento desafía a sus protectores en Europa, hasta que la coalición de las potencias, con excepción de la Francia, lo hace entrar en los límites del virreinato egipcio, cuya soberanía había extendido a las regiones del Sudán y a parte de la Etiopía 1 . A la muerte de padre e hijo, guerreros y legisladores a la vez, les sucede el cruel Abbas-Bajá, cuya tiranía fue el reverso de la medalla, preparándose, nuevo Herodes, a asesinar, no ya a los niños, sino en un día a todos los europeos que se encontrasen en Egipto; proyecto que no se realizó merced a una nueva Judith árabe sin las virtudes de la hebrea, que hija de Mehemet-Alí, la princesa Naslé, armó y dirigió ella misma la mano de dos mamelucos que le dieron muerte durante su sueño. Será eterna gloria de su sucesor Said-Bajá, que en árabe significa El Dichoso, el haber restaurado las ruinas que Abbas-Bajá dejó, y autorizado al gran Lesseps, hoy tan desgraciado por su fracaso del Panamá, para los trabajos inmortales del canal de Suez. No hay quien no conozca en el mundo el virreinato fastuoso de Ismail-Bajá, a quien después de su forzosa abdicación hemos tenido largos años en Roma, y me ha sido dado visitar después en su palacio encantado a orillas del Bosforo, y en los mismos, sitios donde Jerjes puso el gigantesco puente por donde desde el Asia pasaran a la Europa sus numerosas legiones. El Egipto durante su gobierno vio llegar a las pirámides

Ibrahim había puesto en jaque al Sultán llegando hasta Kütahya, a varios cientos de kilómetros de Estambul en 1833. Fue necesario solicitar la ayuda de ingleses para derrotarlo en 1841 y lograr que se retirara de Siria y Líbano.

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Diego

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Coello

Quesada

y al terminado canal de Suez la Europa entera, empezando por la emperatriz Eugenia de Guzmán 1 , que ahora también debía encontrarse en la tierra de los faraones, juntamente con la emperatriz Isabel de Austria. El brillo de aquel acontecimiento universal y los tesoros inmensos que había arrancado a sudor de los Fellahs labrando las tierras que bañan el Nilo, le habían conquistado con llave de oro la supresión de la ley musulmana que concede la herencia del trono, no al hijo del Soberano, sino al pariente de mayor edad de la familia. ¿Quién habría dicho a Mehemet-Alí que el tierno príncipe niño en 1873, cuando se cambió la sucesión del Jedivado, dignidad superior a la de Virrey, este hijo le sucedería seis años después en todo su poder, no teniendo más alternativa, ante la decisión del Sultán y la actitud de Francia e Inglaterra, que escoger entre su abdicación forzosa, pero sucediéndole su primogénito Tevvfic, o, destruido el nuevo sistema de sucesión, que viniera a ocupar el Jedivado el príncipe Halim, un D. Carlos y un D. Miguel, eternos protestantes contra el cambio de sucesión en la dinastía egipcia? El virreinato del difunto Jedive, fluctuando entre la dictadura del rebelde Arabi-Bajá y el protectorado de la Gran-Bretaña, es demasiado conocido, y ha sido perfectamente delineado por la prensa diaria, para que sea oportuno extenderme en hechos conocidos. Sin ser un gran príncipe, cosa a lo cual difícilmente se prestaba la situación actual del Egipto, verdadera colonia inglesa, el pueblo, que ha acudido inmenso y dolorido a sus funerales desde el palacio de Abdín hasta el Mausoleo, tumba de sus mayores, lo amaba por su vida modesta y generosa, por la protección que concedía a los trabajadores de la tierra, y por un contraste que prueba que la idea de que la familia cristiana realiza todos los días nuevos progresos, lo mismo en el Cairo q u e en Estambul como la vida oriental, porque Tewfic-Bajá no había tenido en su vida otra esposa que la princesa Eminé, a quien había sacrificado el harén y de la cual deja cuatro hijos, los príncipes Abbas y Mehemet-Alí, y las princesas Kaeiget Handm y Nimet-Allah, que se dicen portentos de belleza oriental. Abbas-Bajá, el nuevo Jedive 2 , con carácter al parecer más enérgico que el de su padre, poseyendo las principales lenguas de Europa, como la de Turquía, Grecia y Arabia, querido de sus profesores y amado de sus colegas de colegio, que, como al rey Alfonso, e hicieron la más simpática despedida, ha heredado de su padre sentimientos tiernos del corazón, y la prensa vienesa refiere el rasgo característico de que. viendo al embarcarse en Trieste que en sus bagajes

^La emperatriz Eugenia represente) a su esposo, Napoleón III, en la inauguración del canal de Suez en 1869. Se d a b a la circunstancia de que Lesseps era familiar de Eugenia de Montijo. 2 A b b a s Hilmi 1892-1914.

La

Cuestión

de

Oriente

275

no estaba una jaula de preciosísimos canarios que él propio alimentaba en el Theresianum, no quiso partir hasta ver aquellos pájaros, que de seguro le serán de feliz agüero en la tierra de los faraones y junto a las pirámides del Nilo. CONDE DE COELLO Roma, 20 de Enero de 1892.

XIV EL EGIPTO Y EL SIAM 1 : Visita del Jedive al Sultán-Califa. fiestas

de Estambul.-La

egipcia con la conducta nuestra

actitud

de Inglaterra.-Conexión

de Francia

en Siam.-La pasión

de la

Las

cuestión

colonizadora

de

época. La visita de Abbas Hilmi Bajá, joven jedive del Egipto, al que es su

alto soberano y califa también; los propósitos de este viaje; las consecuencias que pueda tener en la política oriental y en las relaciones entre Turquía, Francia e Inglaterra, no es cuestión que interesa solamente a las tres potencias que acabamos de citar, sino a casi todas las naciones que mantiene comercio con la tierra de los faraones y con la India enlazadas por el canal de Suez, y con especialidad a España, poseedora del Imperio filipino, y que nunca se ha mostrado indiferente a 1a suerte del Egipto, como lo prueba el que nuestro Cónsul en el Cairo, con previsión laudable, acaba de ser elevado a Ministro residente, para que con tal categoría pueda tomar parte en las conferencias a que más de una vez han dado lugar los problemas del Egipto. Cuando se anunció la excursión del Jedive, nada grata indudablemente a la Gran Bretaña, cuyo alto comisario en el Cairo, Lord Cromer^, había tenido un conflicto ya con el joven príncipe soberano a propósito de la destitución de su protegido el visir Mustafa Bajá, una gran parte de la prensa europea, y especialmente la francesa, dio gran importancia a tal acto. Espíritus poco conocedores de los sentimientos que en El Cairo como en Alejandría, dominan llegaron a suponer que el Jedive pediría a Abdül Hamid nada menos que la sustición por tropas turcas del ejército de ocupación inglés, valiéndose de los derechos que le da su soberanía sobre el Egipto, y pudiendo contar con el apoyo de la Rusia y de la Francia, cuyas capitales visitaría Abbas Hilmi Bajá

' P u b l i c a d o el 15 de A g o s t o de 1893, pp 87 y 90. 2

L o r d Cromer (1841-1917) f u e Alto C o m i s i o n a d o Británico en Egipto entre 1883 y 1907, para algunos el verdadero virrey de Egipto.

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Diego

de

Coello

Quesada

antes de regresar desde el Bosforo a las márgenes del Nilo. Olvidaban tales fantasistas de la política q u e una ocupación turca del Egipto sería m á s impopular en la tierra de los faraones que la misma intervención inglesa, y que frente a las deseos íntimos que pueda abrigar el Sultán, y a las fuerzas que representa la alianza franco-moscovita, están la sabiduría, el tacto de Abdiil Hamid y el poder de la Inglaterra, a quien un suceso semejante echaría en brazos de la alianza de la Europa central que apoya o consiente benévolamente el protectorado británico sobre el Egipto.

Jedive Abbas. Otros propósitos de esta visita aparecían más plausibles y verosímiles, c o m o el anunciado enlace del joven Jedive, que acaba de cumplir diez y nueve años, habiendo nacido en Julio de 1875, con una de las hijas del Sultán. L o cual, estrechando ya con este acontecimiento, ya con la significación de su viaje a Estambul para recibir al investidura c o m o jedive de manos del Sultán, ceremonia que no había cumplido su difunto padre T e w f i c Bajá, la intimidad entre las

dos naciones, si puede darse este nombre a lo que constituye

La

Cuestión

de

Oriente

277

internacionalmente un solo Imperio, podía estar con mayor fuerza en las negociaciones que, escogiendo ocasión oportuna, puedan reanudarse, sea en Londres o en Constantinopla, a fin de que, aún subsistiendo el protectorado inglés en el Cairo, cese, en periodo más o menos próximo, la ocupación por sus tropas de la capital de Egipto las fronteras del Sudán. Esta última es la sola significación que, con las necesarias reservas, han podido dar a los Embajadores extranjeros o a los representantes de la prensa europea, los que en Constantinopla conocen el pensamiento del Sultán, verdadero inspirador y director de la política del Imperio. Así, cuando se ha interpelado al jefe del Gobierno, no ha vacilado un instante en contestar que el acto del joven Jedive era pura y simplemente un homenaje al Califa y el cumplimiento de su deber ante su soberano; homenaje que perderá mucha importancia añadió, si desde Estambul, en vez de volver directamente a Alejandría y el Cairo, donde le preparan magníficas ovaciones, altamente satisfecho el pueblo egipcio de la acogida que su Príncipe ha merecido al Jefe de los creyentes musulmanes, fuese a París, donde se encuentra ya su hermano menor, Mohammed Alí Bey — cosa bastante significativa — o se limitase a visitar en Viena la corte imperial de Austria y los sitios donde ha transcurrido su infancia como alumno del Colegio Teresiano. No era improbable el anunciado enlace con la hija del Sultán, princesa Satié, única de los siete hijos de Abdiil Hamid que se halla en situación de tomar estado. Había dado cierta verosimilitud al rumor el que, cuando un enviado del Sultán, el general Wubi Bajá, recibiendo al Príncipe en los Dardanelos al son de las músicas, que entonaban el himno egipcio y la marcha turca Hamidie, y entre las salvas de los cañones de los fuertes, le anunciase que para mostrarle todo el placer que su visita a Constantinopla le causaba, había destinado el Sultán para su residencia el palacio construido con destino a las princesas-sultanas sus hijas, a orillas del Bosforo, y que comunica por medio de bosques encantados con la misma morada del sultán en YildizQuiosco. Pero parece que la sola hija casadera del Sultán está ya prometida al primogénito del ghazi Osman Bajá, el heroico defensor de Plevna, y alto mariscal del palacio, en cuya familia se cuenta ya otra princesa-sultana, y que es el solo personaje del Imperio que acompaña a Abdül Hamid cuando en imperial carroza se dirige los viernes a celebrar el Selamlik en las diversas mezquitas de Estambul. Se ha hablado igualmente de otras nupcias con la hija de Osman Bajá, princesa de admirable belleza y prima del Jedive, pues es hija de Osman Bajá, y, como él, nieta del antiguo virrey Ismail Bajá, quien habitando el Bosforo y en el palacio de Emirgan, desde su ostracismo del Egipto, ha sido el primero en visitar al que lleva su sangre, cuando el Fayum entró en las aguas de Dolmabah§e; le ha obsequiado con grandes banquetes en su bellísima residencia oriental, y de seguro vería con placer un matrimonio dentro de la misma familia jedivial. Pero tampoco tal noticia se ha visto confirmada hasta ahora. Y como no es un misterio que la madre del Jedive,

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D i e g o

de

C o e l l o

Quesada

princesa ilustradísima y que ejerce gran influencia sobre su hijo, desea que éste tome estado, muchos de los que lo han conocido en Viena explican esto por no haberse extinguido en el joven corazón de Abbas Hilmi la pasión concebida por la linda joven húngara, de la que, según se dice, tiene un hijo. ¡Quién sabe si, nueva Raquel o Ester, la hija de Budapest estará destinada a compartir el tálamo y los palacios de Ras-el-din en Alejandría y en el Cairo! Pero hablemos ya del viaje fastuoso y de al estancia del Jedive en al antigua Bizancio. El Sultán envía a su encuentro en Alejandría al general Ibrahim Bajá, embarcado a bordo del yate imperial Izzedin, y da al ghazi (victorioso) Muhtar Bajá, alto comisario de la Turquía en Egipto, orden de que le siga desde el Cairo hasta los Dardanelos. En éstos, ya lo he dicho, a bordo de otra nave turca, le ofrece sus homenajes el general Wubi Bajá, y el mensaje de su Soberano es tan expresivo, que el Jedive, conmovido, da un viva entusiasta al Padischah, dulce título de padre de la patria que conceden los musulmanes a su Califa y Soberano. En Alejandría, donde el pueblo ha sembrado de flores y plantas la carrera desde el Palacio al Puerto empavesado sus edificios, vislumbre sólo de la ovación más grandiosa que le espera a su regreso, el yate imperial Izzedin, como todos los buques extranjeros, anclados a la vista de la ciudad de Alejandro el Grande, han saludado con salvas su partida.

Palacio del Jedive en Beykoz, Estambul.

La

Cuestión

de

Oriente

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No menos bello es el espectáculo de la llegada al Bosforo entonando la música de los palacios imperiales, que dirige un artista español, los himnos turco y egipcio, y recibiendo al Príncipe, en el h e r m o s o palacio de Dolmabahge, Riaf Bajá, ministro de la Lista Civil, y Chakir Bajá, embajador que ha sido en Rusia, mariscal del Imperio y jefe del gabinete militar del sultán. El yate egipcio Fayum, iluminado por la luz eléctrica, conteniendo una guardia de honor compuesta de hijos del Nilo y del Sudán, tierra esta última que un día perteneció toda a Egipto, responde a los himnos y a las aclamaciones de la naves y de la población turca. Las carrozas imperiales, precedidas de oficiales de caballería y de dragomanes del Palacio con sus brillantes uniformes, han conducido, subiendo la colina de Yildiz, cubierta de m u c h e d u m b r e de mujeres turcas vistiendo sus albornoces de vivos y pintorescos colores, al Príncipe y a su séquito hasta el Palacio situado en las alturas, desde las cuales se ven reunidas las costas del Asia y de Europa, y que habita Abdúl Hamid. Los dos mariscales y ghazis Osman Bajá y Muhtar Bajá, con el Gran Visir y Muñir Bajá, primer dragomán del diván imperial, han recibido al augusto huésped en los salones del Yildiz, para introducirlo momentos después en la estancia del Sultán. Para él, que no es otra cosa a los ojos de la corte turca que un primer Valí del Imperio, inferior en categoría a S.A. el Gan Visir, deberían regir, según la etiqueta musulmana, las mismas ceremonias con que todos, subditos y creyentes, se presentan al Sultán-Califa, ceremonias no inferiores en solemnidad a las de los cristianos cuando son recibidos por el Santo Padre. Pero en esta ocasión, Abdül Hamid ha suprimido las genuflexiones, y cuando ha o/do exclamar al ¡oven Príncipe con voz vibrante que venía a saludar a su Soberano como subdito fiel y leal, y al jefe de su religión como creyente musulmán, le tiende sus brazos, y llamándole su hijo, le besa en las dos mejillas, no ocultando la impresión grata producida por la actitud y la figura simpática y esbelta del Jedive egipcio; impresión que ha aumentado durante todos los quince días que el Príncipe ha pasado en Constantinopla y que se ha convertido en ardiente simpatía.

Me sería imposible relatar la serie de ceremonias y de festejos que han señalado esta estancia en Estambul. La de la investidura por el Sultán, dándole la más alta condecoración del Imperio, la placa de oro y brillantes del Imtiyaz, revistió grandísima solemnidad, queriendo Abdül Hamid que asistiesen a ella, no sólo todos los dignatarios del Estado y del Palacio, sino los antiguos grandes visires y el j e f e de los ulemas. Es esta distinción, reservada a poquísimos

personajes del Imperio y a ciertos Soberanos del extranjero, más

que una condecoración, un signo que, como la Jarretera y la Anunciata, órdenes que hace a sus dignatarios primos de los soberanos, demuestra el especial

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Diego

de

C o e1 1 o

Quesada

afecto del Sultán-Califa, (¡rande fue igualmente la distinción concedida por Abdül Hamid a su huésped augusto, teniéndole a su lado en el quiosco inmediato a la mezquita Hamidie cuando se realizó la revista, ya que para no asignarle un puesto inferior al de Gran Visir, su superior en categoría, no le pudo colocar en la tribuna imperial del templo musulmán. Toda este ceremonia fue bellísima. El muezin, desde el alto minarete, ha llamado a los hijos del Profeta a la oración del viernes. Los cantores del Palacio han entonado los versículos del Corán, y cuando las oraciones de rito han terminado, el Sultán-Calila y el Príncipe egipcio, presentándose a revistar la Guardia imperial, son acogidos por ésta y por el pueblo inmenso con ardientes aclamaciones. Muchos de los representantes de las potencias, considerable número de extranjeros y la colonia numerosísima que del Egipto ha ido a Constantinopla, ya formando parte de la comitiva del Jedive, ya anticipándose a su llegada para unirse a sus ovaciones, tomando parte de ella notabilidades del Cairo y Alejandría, y representantes de la prensa egipcia, se asocian a esta escena que no olvidarán nunca los que la presenciaron. El Sultán pone el sello a todas sus bondades invitando, en los jardines, quioscos y lagos deliciosos de Yildiz, a toda la colonia egipcia, a un gran banquete, que desde los pabellones inmediatos presencian Abdül Hamid y Abbas Hilmi, igualmente que la Sultana Validé y las kadines sultanas, esposas del Califa, con sus hijas. En los días anteriores y posteriores se han repetido mucho los banquetes más o menos numerosos al Príncipe y los conciertos en el Palacio del Sultán. La quincena pasada en el Bosforo ha sido deliciosísima para el joven egipcio, pues aún cuando las costumbres turcas hagan difíciles los brillantes saraos, a los cuales no pueden asistir sultanas, princesas, ni damas musulmanas, y Constantinopla carezca de un gran teatro Imperial desde el incendio que devoró el edificado por Abdül Azis, según la leyenda, por celos de las sultanas contra las actrices y sílfides europeas, o por rigidez de los ulemas, que aún ahora prohiben a las damas turcas asistir a esta clase de espectáculos, Abbas Hilmi los ha tenido mejores que los de la Gran Opera de Viena, a que asistía niño, ya visitando las islas de los Príncipes, las mezquitas de Sania Sofía, de Bayaceto, de Solimán, de Ahmed, de Eyüb, el compañero del Profeta; el Rico Tesoro y el Serrallo, el palacio encantador que habitó la emperatriz Eugenia 1 , inmediato al Mar Negro, el de Ciragam, donde pasa su locura d sultán Murad, el de Dolmabah^e, y tantos otros sitios encantadores de la

' E l palacio de Beylerbey. La Emperatriz de Francia, antes de asistir a la ceremonia de inauguración del canal de Suez visitó al sultán Abdül-Aziz, quien a su vez había estado en la Exposición Internacional de París un par de años atrás. La situación entre Turquía y Egipto era bastante tensa, ese f u e el motivo de dicha escala, ya que A b d ü l - A z i z no estuvo presente en la inauguración del canal de Suez.

La

C u e s t i ó n

de

O r i e n t e

281

Bizancio griega y de la Estambul musulmana; asistiendo además a la fiesta de los persas y a las del primer mes del año musulmán. Imposible saber lo que ha pasado en las íntimas y largas conferencias celebradas entre el Sultán y el Jedive. Es indudable que la situación del Egipto y los propósitos de que el protectorado de la potencia soberana, si no se sustituye por completo, se asocie más eficazmente al que en la actualidad ejerce la Gran Bretaña, han debido constituir el núcleo principal de estas entrevistas; como el resultado de la cordial visita, desvanecer todas las seculares diferencias que han podido existir entre el Imperio O t o m a n o y la tierra de los Faraones. Estos antagonismos arrancaban de hace cinco siglos, cuando la dinastía de los Osman vino a sustituirse a la de los Abasidas en el Egipto, centro entonces de toda la civilización árabe; de igual manera que la Universidad de Ahzar en el Cairo había sustituido a las famosas de Córdoba y al esplendor de nuestro reino de Granada. Pasaron las edades, y todavía en nuestros tiempos guardaba el Egipto árabe como la memoria de aquellos esplendores que por los años de 1840 vino a reverdecer la sabiduría del gran Ismail Bajá y las proezas valerosas de su hijo, el célebre Ibrahim, conquistador de la Siria, de la Mesopotamia, del Sudán, de una parte de la Abisinia, y llevando la influencia egipcia a los mismos lugares santos de al Arabia, hasta que la coalición de la Europa contra el Egipto y su protectora la Francia detuvo a mediados de nuestro siglo el desenvolvimiento del nuevo Imperio. Pero a pesar de la ayuda eficaz dada por Inglaterra a Turquía, y de que el Sultán y Califa, además de recibir el tributo del Egipto, seguía nombrando los dos supremos jefes de la religión árabe en el Cario, el Gran Cadí o juez religioso y el Scheihul-Islam, los lazos entre el antiguo virreinato y la potencia soberana se habían aflojado visiblemente, ya por la rebelión de Arabí Bajá, ya por el sistema de sucesión directa concedida a los virreyes de Egipto, elevados a la dignidad de jedives, ya por el protectorado y la ocupación británica sucediendo al bombardeo de Alejandría y a la intervención que con previsión crearan, así Turquía como Francia, invitadas a una acción común por el Gabinete inglés, dejaron realizar aisladamente a la Gran Bretaña. El restablecimiento de una verdadera comunidad de propósitos y de aspiraciones es el signo característico de la visita de Abbas Hilmi a las márgenes del Bosforo. La diplomacia británica, que, si pudo aplazar tal suceso, no ha podido en absoluto evitarlo, aparenta contemplarlo con una grande indiferencia. Así Lord Cromer deja el Cairo por las aguas de Alemania, cuando vuelve a la capital el presidente del Consejo, Riaz Bajá, quien, despidiendo a su Soberano en Alejandría, recibe de Abbas Hilmi firmán en extremo lisonjero para su patriotismo, y en el cual le nombra Kaimacán, o Regente del Egipto, durante

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Diego

de

Coello

Quesada

su ausencia, y en virtud de sus altos servicios y de la c o m u n i d a d de sentimientos patrióticos que abriga con su Principe. C u a n d o éste llega a Estambul, ya el embajador inglés Sir Carlos Ford, tan apreciado en España, se ausenta a pretexto de asistir a la inauguración de ese canal de Corinto, sueño de Alejandro el Grande e iniciado por Nerón, a quien los augurios de la Pitonisa griega le hacen suspender la empresa, que realiza nuestro siglo; y cuando la aparición de algunas rocas juntó a la ciudad corintia obligan a aplazar algunos días el fausto suceso, toma pretexto de nuevos descubrimientos de murallas y de la ciudadela en piedra de la antigua Troya, que visita para prolongar su ausencia de Constantinopla. En cambio, el Presidente de la República Francesa ha enviado el Gran Cordón de la Legión de H o n o r al G r a n Visir, y su embajador en Pera obsequia con espléndida fiesta al huésped del Sultán.(

)

CONDE DE COELLO Roma, 1 8 9 1

XV N O T A S D E O R I E N T E 1 : El nuevo Reinas,

Soberanos

Egipto.-El Reina

y Príncipes

rey Alejandro

de Grecia.-Fiesta

solemnidades

religiosas

año de la Hégira.-Reunión

en Constantinopla.-La

de Serbia.-El

gran duque Alfredo

en los quioscos en la catedral

familia

y jardines

de

de Alemania;

la

del Sultán

griega de Fener.-

de

del Jedive y

grandes

Los terremotos

de

Estambul. Pocas veces la me/.quita de Santa Sofía, la de Hamidié, al lado del quiosco inmediato de Yildiz, o los palacios de Dolmabahge y los d e m á s destinados a las grandes solemnidades de la corte m u s u l m a n a , p u d i e r o n presenciar un concurso más brillante que el reunido durante la primera semana de Julio en la antigua Bizancio. A las visitas del príncipe alemán, y del duque A d o l f o Federico, hermano del Soberano de M e c k l e m b u r g o y pariente del emperador Guillermo, han v enido a sucederse la de la esposa del difunto Virrey de Egipto, con tres Princesas, sus hijas; la el j e d i v e Hilmi Abbas Bajá; la de su h e r m a n o M e h m e t Al í Bey, después de terminados sus estudios en el Colegio Teresiano de Viena, donde los dos Príncipes egipcios sucedieron c o m o alumnos a nuestro inolvidable Alfonso XII, la del rey Alejandro I de Serbia, y la de la Reina Olga de Grecia

' P u b l i c a d o el 30 de Junio de 1894. No XXV11I, pp 67, 68 y 70.

La

Cuestión

de

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A este conjunto de soberanos y príncipes hay que agregar Ismail Bajá, antiguo virrey de Egipto, hoy residente en Constantinopla; y los numerosos hijos a hijas del difunto príncipe Alim Bajá, que han heredado inmensa fortuna de su padre. La madre del Jedive fue a alojarse directamente en el precioso yalipalacio que el Sultán ha regalado al actual Soberano del Egipto, situado en Bebek, y que ocupa la situación más encantadora y pintoresca, en el centro del Bosforo, a igual distancia casi de la ciudad santa de Scutari, de Estambul y del Mar Negro. El joven e infatigable Jedive de Egipto, rival, por la afición a los viajes, del emperador Guillermo de Alemania, puede decirse que sorprendió con su visita a la madre amada y al sultán Abdül Hamid, su alto Soberano, que le ha consagrado especialísimo afecto. Viniendo desde Alejandría, donde deja en todo su esplendor la primera de las exposiciones egipcias, que entre otras preciosidades del Oriente contiene las últimas estatuas de Apolo descubiertas en Delfos, se embarcó en su yate Marohuse, juntamente con el alto comisario otomano en el Cairo, el Ghazi Muhtar Bajá, y los secretarios consagrados a los diversos idiomas, que acompañan siempre a Hilmi Abbas Bajá. Teniendo constantemente abiertas las puertas del quiosco imperial de Yildiz, donde el Sultán lo recibe como verdadero padre, pasa este verano, para él encantador, ya en el seno de la familia del príncipe Alim, ya junto a su madre, ya en los palacios de Emirgan, que su tío Ismail Bajá posee en el Bosforo, rodeados de jardines que en nada ceden a los un día famosos del Generalife y de la Alhambra. Ha querido hacer también placentera excursión a Bursa, la primitiva capital de los turcos colocada al pie del Monte Olimpo, como nuestra Granada, con la que tiene grandísima semejanza por sus cármenes y verjeles, lo está al pie de Sierra Nevada. El viaje, antes difícil y penoso, se realiza ahora con gran facilidad. Los vapores parten del Cuerno de Oro y desembarcando en Mudania, un ferrocarril que va subiendo las pendientes del Monte Olimpo llega hasta Bursa, cuyo bazar pintoresco y rico en telas orientales, sus mezquitas, de las cuales la llamada Mezquita Verde rivaliza por sus artesonados y columnas con la de Córdoba y la Alhambra; sus baños surtidos por manantiales del monte que tomó a los dioses gentiles su nombre: y su río que c o m o el Darro y el Genil lleva arenas de oro, hacen encantadora una permanencia de algunas semanas en la primitiva corte de los califas orientales.

No puedo asegurar el f u n d a m e n t o que tengan las noticias, muy divulgadas, de que esta permanencia larga del joven Príncipe egipcio tiene por principal objeto el proyecto que acaricia su madre de enlazarlo con una Princesa otomana o egipcia elegida entre las hijas del sultán Abdül Hamid o

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las del difunto tío Alim Bajá, poseedoras, como he dicho, de espléndida dote. El primero de estos planes estrecharía más y más los lazos entre el alto Soberano y el Jedive. El segundo, imitación del matrimonio del nuevo Sultán de Marruecos con la hija del más poderoso de sus tíos, fundiría, reuniéndolas, las dos ramas de la familia jedival, pues es sabido que el virrey de Egipto Ismail Bajá fue quien arrancó la sucesión establecida por el Corán al príncipe Alim, llamando a sucederle a su hijo, a diferencia de lo que acontece en el Imperio Otomano, donde el pariente de más edad hereda al Sultán. No había pasado la impresión producida en el Bosforo, Estambul y Pera por al presencia del Jedive, a quien vino a unirse inmediatamente su hermano Mehmed Ali Bey, cuando los telegramas de Salónica anunciaron que Alejandro I de Serbia había abandonado la capital de la Macedonia, embarcándose a bordo del yate imperial Sultanie, que Abdtil-Hamid había mandado a su encuentro, con dos altos dignatarios del palacio. El viaje desde Belgrado se había realizado con una celeridad que habría parecido pasmosa, hace un cuarto de siglo, a los moradores de los diversos Estados que constituyen la península de los Balcanes y la Turquía de Europa, por las nuevas líneas de ferrocarriles que van ya desde Viena hasta Macedonia y desde Salónica a Constantinopla. Al avistarse el yate Sultanie en el Bosforo, se adelantaron el Gran Visir y el Ministro de Negocios Extranjeros, Said Bajá, enviados al encuentro del Príncipe por el Sultán, mientras el cañón de Scutari hacía las salvas, y las músicas de la Guardia Imperial Otomana entonaban los himnos de Turquía y de Serbia. El joven Soberano desembarcó el 26 de Junio, junto a la Torre del Reloj, en el muelle de Tophane, donde se eleva el palacio de la maestranza de artillería. El cortejo, compuesto de muchas carrozas, era espléndido. Alejandro I tiene apenas diecisiete años. Es un muchacho robusto, cuyo semblante animan dos hermosos ojos negros, que recuerdan los de su madre, la bella Reina Natalia, tan conocida y simpática ya para los españoles que la han visto en San Sebastián y Biarritz. Era numerosísima también la colonia de serbios, habitantes unos del Imperio Turco, y venidos otros de Belgrado con esta ocasión, rivalizando en número con ella la crecidísima falange de extranjeros que. a causa de estas visitas regias y de las tiestas musulmanas que se han sucedido, con el Curban Bairam y el Muharres, ha prolongado su estancia en el Bosforo. A esto han contribuido igualmente las inauguraciones de dos hermosas hoteles que, con el titulo de Summer Hotel y

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Palacio de Pera 1 , ha abierto en esta parte europea de Constantinopla y en la deliciosa Tarabia, morada durante el estío de las principales embajadas extranjeras, la Compañía Universal de los Wagons-lits realizando en la Capital del Imperio Turco el proyecto que quiso efectuar en una parte de nuestro paseo del Prado de Madrid. Nada tan cordial como la acogida hecha por Abdül Hamid a su regio huésped, recibido con grandes honores en el palacio de Yildiz. No quiso que pasase la primera visita sin poner él mismo por su mano en el pecho del simpático príncipe la gran placa de brillantes del Imtiyaz; yendo a pagar inmediatamente su obsequio en el quiosco cercano a la morada imperial, y que f u e el mismo habitado por el emperador Guillermo de Alemania. Altos dignatarios de palacio, mariscales, gentiles hombres y dragomanes de la Sublime Puerta fueron puestos a las órdenes del Monarca serbio, como diversas carrozas y caiques para que pudiera visitar Estambul y sus sitios inmediatos. El día del Selamik, que presenció Alejandro I desde el Quiosco imperial, el Sultán, teniendo a su lado al joven monarca, pasó revista a toda la guarnición de Constantinopla. Hubo después banquetes en el palacio y jardines de Yildiz, regatas en sus lagos y en las antiguas costas del mar de Mármara, no distantes de la celebre Calcedonia: conciertos musicales en el palacio, etc. Una de las partes más importantes de estas fiestas ha sido indudablemente las funciones religiosas celebradas por el Patriarca o Pontífice de los griegos. Apenas llegado Alejandro I, una lúcida diputación, compuesta de los A r z o b i s p o s metropolitanos ortodoxos de N i c o m e d i a , Nicea, Andrinópolis y Cyzico, le presentó las primeras felicitaciones del patriarca griego Neófitos VIII 2 , que visitado por el Soberano en su palacio de Fener, le devolvió su obsequio en le Quiosco de mármol, señalado para su residencia. El domingo que sucedió a su llegada hubo magnífica función patriarcal en la catedral de Fener, contribuyendo a su lucimiento el batallón de negros de la Guardia Imperial, enviado por el Sultán para formar desde el patriarcado al templo de San Juan Crisóstomo. Dos tronos alzados a derecha a izquierda en el espacio de la catedral que separa el Leonoclax del resto del templo, estaban destinados a A l e j a n d r o I y al patriarca N e ó f i t o s VIII, que o f i c i ó pontificalmente, leyéndose, como en la Pascua griega, los evangelios en doce lenguas, y asistiendo el embajador de Rusia, Nelidof: el enviado de Grecia, Maurocordato: los representantes de Rumania, de Bulgaria y de Serbia, naciones ortodoxas, y el Sínodo griego.

' El Pera Palace había sido construido para albergar a los primeros viajeros del Orient Express por parte de Wagons Lits, fue el primer lugar que tuvo electricidad al contar con un generador para el ascensor del hotel. Neófitos VIII (1891-94)

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Esta larga serie de festejos y de visitas de Príncipes, a las que sirve de corona el rápido paso de la Reina Olga de Grecia, se realiza en medio de una paz octaviana, de una seguridad perfecta, de una alegría franca y jovial del pueblo musulmán, dando motivo de envidia al resto de Europa. Nada ha venido a confirmar la noticia, echada a volar por un diario extranjero, de un atentado descubierto contra el joven Rey de Serbia, y que, en todo caso, habría tenido por teatro a Sofía y no a Estambul. Diríase que han pasado para no volver los tiempos del reinado de Abdül-Hamid, y a pesar de ciertos augurios de astrólogos árabes, y aquellos otros días en que hace un cuarto de siglo los herederos de los antiguos genízaros obligaban al sultán Murad a descender cel trono, declarándole demente y encerrándole en el palacio de Mármol de Qiragan, o a su antecesor Abdiil Aziz a morir asesinado en su espléndida mansión de Dolmabah§e. Si, como es natural, el Gran Visir y el Gran Mariscal del palacio, el Serasker, y el Gran Jefe de la Policía Musulmana, no olvidan ni un momento los medios de garantizar la vida del Califa, aleccionados por tantos atentados europeos execrables, la verdad es que el pueblo musulmán, c o m o los extranjeros, no advierten el despliegue de guardias de seguridad pública, ni a los aparatos para salvar de un golpe la vida tan preciosa del Sultán; el cual, si no lleva la vida tan animada de los Príncipes de Europa o de los Presidentes de las Repúblicas, todos los viernes va en carruaje descubierto, por él guiado, a una de las mezquitas de Pera o Estambul, para celebrar el selamik; y en las grandes solemnidades de la hégira árabe, atraviesa toda Gálata y sus puentes, Estambul y

Fener, el Cuerno de Oro y el Bosforo, rodeado de inmensas

aclamaciones saludando al Pachá. He hablado del rápido paso de la Reina Olga por Constantinopla mientras se celebraban estas fiestas. Aúnque obsequiadísima por el Sultán, que mandó a su encuentro a la Sultana Validé y a los principales dignatarios de su corte, la Reina no permitió que se celebrasen en su honor fiestas de ningún género, llevando todavía en el alma el luto por los terribles terremotos de Grecia. ¿Quién habría dicho a la Reina Olga, al rey Alejandro de Serbia y a la familia Jedival de Egipto, como al Sultán y a la población alegrísima de Estambul, de Pera y del Bosforo, que esta larga serie de fiestas habían de ser seguidas de otros temblores de tierra también en la capital del Imperio Otomano, como si las corrientes venidas del archipiélago griego hubieran hecho sentir su fatal influencia bajo las ondas del cuerno de Oro, del Bosforo y del mar de Mármara?

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Complicándose este terremoto que por dos veces ha sentido ya Constantinopla, en los días 10 y 11 de Julio, con esos incendios tan frecuentes en los edificios turcos de madera, han derramado la desolación en lo que una semana antes era campo de festejos, en los palacios y en los fantásticos paseos de las damas turcas, a través de las llamadas Aguas Dulces de Europa y de Asia. Las víctimas han sido numerosísimas, y los daños materiales de la mayor consideración. Nunca ha podido decirse con más verdad que en esta ocasión, que las felicidades y las desventuras se suceden constantemente en la historia de los pueblos y de la triste humanidad. Por las numerosas colecciones de diarios de Estambul que llenan mi pupitre, veo con dolor que Dios no ha escuchado mi ruego sincero de que esta catástrofe no asumiese las proporciones que en Abril y M a y o tuvieron los temblores de tierra de Grecia. Acaso las ha excedido; y Tebas tiene una rival de desventura en las catástrofes de Halky; la Eubea y el Peloponeso en las Islas de los Príncipes, la tierra encantadora donde Fenelón colocó su isla de Calipso; mientras Estambul deja muy atrás en sus ruinas las relativamente pequeñas de Atenas. Sólo se han desvanecido las gigantescas proporciones que los primeros telegramas prestaran a la catástrofe del Banco Otomano, cuyo capital está intacto y cuyo hermoso edificio sólo ha sufrido lesiones reparables. Gran fortuna ésta para el Imperio, pues que el banco turco, como la generosidad del Sultán, con la caridad de la colonia griega, han servido de eficaces lenitivos a tanto dolor. También debemos felicitarnos de que se hayan salvado la mezquita de Santa Sofía, maravilla de Bizancio, su rival en belleza la del Sultán Ahmet, con sus seis minaretes, el monumento de Teodoro, la Columna Serpentina, el subterráneo de las mil columnas, los innumerables palacios imperiales sobre el Bosforo, los edificios de las embajadas extranjeras, entre ellas las de España en Pera, Tarabia y Büyükdere, donde no hay que lamentar desgracias, y los asombrosos templos de Bursa, a que aludía en mi crónica anteceden. Pero en cambio es larga, y excede de centenares la lista de las víctimas y de crecidos millones de libras turcas, la reseña de las catástrofes y ruinas ocurrió en el Gran Bazar de Estambul, donde desplomó con sus arcos toda la sección de la joyería, perteneciente a israelitas oriundos de España, muchos de los cuales sucumbieron entre sus ruinas; los minaretes desplomándose, sepultando uno de éstos en la mezquita de Jop-Capan al muecín en el momento en que llamaba a los hijos del Profeta a la oración de la tarde las mezquitas de Y alta, Sinan y de Mahomet Bajá, sobre el Bosforo, donde el Sultán solía celebrar el selamlik antes construir la moderna de Hamidié, inmediata a su palacio-quiosco de

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Que s a da

Yildiz. Como la destrucción de muchas escuelas griegas armenias y turcas, las de Teología, Comercio y Marina en Halky, la iglesia monasterio de Capuchinos católicos en San Estéfano, y principalmente la antigua iglesia griega de Santa Irene, junto al viejo Serrallo, y donde estuvo a punto de perecer el Embajador de Rusia. Ya he dicho que en Prinkipo, y sobre todo Halky, en las Islas de los Príncipes como Adabaza. completamente destruida Antigoni, donde no ha quedado una rada en pie, y en San Estéfano, de cuyas orillas se retiró el mar basta 200 metros volviendo con extremada violencia, como en las obras de los muelles de Constantinopla, y en canteras trabajadas por falange de croatas que todos encuentran la muerte, las desgracias han sido grandísimas. Los diarios turcos describen con esa ocasión escenas no menos dramáticas a las de Tebas en Beocia y la provincia Loerida en Grecia. En la casa de locos

de Pera, los dementes, al sentir el primero de los o c h o

sacudimientos que se sucedieron en el primer día, se arrojaron sobre los guardianes, pugnando por salir a los jardines. El edificio se derrumbó y como si Dios, que les dio esta inspiración salvadora, los devolviese un instante la razón, todos se postraron después de rodillas. Las mujeres turcas, que apenas abandonan el harén, al ver la ruina inminente, cogiendo en brazos sus hijos, casi desnudos, se salvaron refugiándose en los cementerios abiertos, en los numerosos puentes de Calata y de Fener, en las Karlas y en las barcas del Cuerno de Oro y del Bosforo. Centenares de pasajeros sorprendidos en el ferrocarril del túnel subterráneo que enlaza a Pera con el puente de Gálata y Estambul, al encontrarse encerrados bajo las bóvedas de piedra que se estremecen a los primeros temblores, forzaron a los maquinistas, que habían detenido las locomotoras, a poner las en marcha para salir de aquel antro, y arrojarse muchos en barcas y otros a nado en el Bosforo. En las torres de Gálata y del Serasker, a esta última en Estambul, que han permanecido intactas, a diferencia del Ministerio de la Guerra y del edificio de la Sublime Puerta, donde ha sufrido mucho la secretaria del Amstachar o subsecretario de Negocios Extranjeros, muchos se arrojaron desde sus ventanas ojivales, recibiendo fuertísimas contusiones y heridas. La torre de San Jorge, en Prinkipo, mató, al caer sus campanas, a diversos habitantes de las desgraciadas hoy, ayer felicísimas Islas de los Príncipes. Por todas partes desolación y ruina. Europa y el mundo entero envían a la Turquía la misma ardiente simpatía que consagraron a las catástrofes de la Grecia. CONDE DE COELLO

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XVI LOS PATRIARCAS ORIENTALES EN ROMA 1 C u a n d o Emilio Castelar, saliendo conmovido y admirado de la audiencia que le concedió León XIII, refirió a los publicistas italianos, que le preguntaban sus impresiones, lo que el Santo Padre le había manifestado, con altísima elevación de pensamiento, sobre sus esfuerzos destinados a que el arbitraje internacional que tan admirablemente llevó a término en la cuestión de las Carolinas entre España y el Imperio Germánico 2 , y recientemente entre el Perú y el Ecuador, se extendiese al universo entero, y acerca del trabajo que preparaba para terminar una nueva encíclica apostólica, que sucediendo a la última dirigida a Príncipes y pueblos hablase a los de Oriente de la unión de las dos Iglesias católica y griega, para cuya obra quería poner una nueva piedra uniendo a los Patriarcas orientales en la Ciudad Eterna, nuestro distinguido repúblico 3 , expresándose con todo el calor de su alma entusiasta, exclamó que, si el Pontífice llevaba a término, o a lo menos preparaba tan magníficos resultados para el porvenir, pasaría a la posteridad como la figura más grande de este siglo, cuyos últimos años llena con sus actos sublimes el sucesor de San Pedro. Ya antes, y con ocasión de la Epístola citaba a príncipes y pueblos, en que se trataba esta cuestión de la aproximación de las Iglesias Orientales

Occidentales, el Emperador de Austria-Hungría, a quien tanto

interesan tales asuntos, no sólo por la conocida piedad del Monarca que lleva dignamente el título de Soberano Apostólico, sino porque situado su Imperio en las fronteras de Rusia y Turquía, y teniendo en sus Estados subditos profesando comuniones diferentes, es importantísimo cuanto se refiere a la pacificación religiosa, había dicho al nuncio en Viena, el ilustre Mons. Agliardi, que si a León XIII le era concedido por la Providencia aproximar el término del cisma que desde los tiempos de Focio, en 858, amarga, teniéndola dividida en dos ramas, la existencia de la Iglesia, León XIII podía estar seguro de hallar la inmortalidad que dan los hombres en la tierra, y la recompensa celeste, de que sólo puede ser dispensador Dios.

1

Publicado el 30 de Noviembre de 1894, No XLIV, pp 326 y 327. EÍ 22 de Octubre de 1885 el Laudo Pontificio de León XIII era favorable a España en la disputa de las islas Carolinas con Alemania. 2

Emilio Castelar (1832-1899) había sido Presidente de la I República, como periodista escribió IM Cuestión de Oriente en 1876 y varios artículos sobre el tema en La Ilustración Española y Americana.

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Esta cuestión, que durante un mes fue objeto de la deliberaciones más profundas, presididas por el Papa, y tenidas entre los Patriarcas de Oriente y cierto número de Cardenales que con justo título pasan como altas lumbreras de la Iglesia, ha sido seguida con profundísima atención, no sólo de la prensa vaticana, austríaca, germánica y bizantina, sino por la moscovita, aún en medio de las profundas emociones causadas por la muerte del Zar, y la francesa, a quien tanto interesa por su protectorado de los católicos de Oriente. Y si España, en cuyo seno existe la unidad de la fe, no siente los mismos móviles internacionales que otros Estados, para estudiar atentamente los progresos a las dificultades de esta cuestión, sería conocer mal el sentimiento de nuestro pueblo negando el interés profundo y la adhesión que consagra a la gran obra de pacificación cristiana de León XII. Ya Pío IX había ensayado esta aproximación cuando invitó a los prelados rusos y griegos de la Iglesia que a sí propia se llama ortodoxa a asistir al último Concilio Vaticano, queriendo que continuase la obra de aquel Concilio de Florencia, en que el penúltimo de los Emperadores de Oriente imploró el auxilio de la cristiandad entera para que Bizancio no sucumbiese bajo las armas triunfantes de Mahomed II. Aquella asamblea aclamó la unión de las dos Iglesias, con la que impidió la conquista de Constantinopla en el siglo XV; pero a tan magna obra se opusieron después los patriarcas griegos de Fener, el llamado Pontífice de las armenias gregorianas, que tiene su sede en el monasterio del célebre monte Ararat, y sobre todo los Zares de Rusia, viniendo a favorecer los esfuerzos de todo la obra de Lutero y de Calvino, que apartó también de la Sede católica tantos millones de protestantes en Europa y en América. Sabido es que Pío IX tuvo el sentimiento de que sus invitaciones al Concilio Ecuménico no merecieran feliz acogida de las Iglesias disidentes. Aleccionado por aquel recuerdo, y obrando con su habitual sabiduría, por grande que sea el deseo de León XIII de ultimar la obra del concilio de Florencia y reanudar esa unión que duró nueve siglos, se limitó a convocar en Roma a los Patriarcas de aquellas Iglesias que, aún manteniendo tradiciones y ritos diversos, están unidos a la sede de Pedro, sabiendo perfectamente no ser empresa factible, sino para la Providencia, hacer que en un día las Iglesias separadas de Oriente y de Rusia vuelvan a la unidad católica. Nadie ignora en el Vaticano qué obstáculos presenta a esto el sínodo ruso, y con qué prudencia debe caminarse para conseguir tal aproximación en Oriente, donde el rito se enlaza de manera tan inmediata e indisoluble con la nacionalidad, siendo los patriarcas, además de pontífices de su religión, los jefes civiles, por decirlo así, de sus diversas nacionalidades, y reconocidos en tal concepto por la Sublime Puerta. Por lo cual, todo aquello que sea aflojar los vínculos que en esta

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última cualidad los ligan al Sultán, de quien reciben su investidura, de igual manera que el Zar es, en realidad, el pontífice de la Iglesia moscovita, ha de presentar inmensas dificultades. El trabajo, por tanto, de las c o n f e r e n c i a s patriarcales que acaban de terminar en R o m a ha tenido a la preparación de los medios más o p o r t u n o s para obtener g r a d u a l m e n t e , pero de una manera constante, la conversión de los orientales cismáticos, sacerdocio y pueblo, a la unidad católica, eliminando de la mente de las Iglesias del rito oriental todo temor de que sea propósito de la Santa Sede hacer perder a estas iglesias su carácter nacional. Cosa ajena a su pensamiento, y que pugna con el respeto que León XIII ha consagrado siempre a la conservación de las tradiciones y ritos orientales, extendiendo los privilegios, no ya sólo a las comuniones que veían disfrutándolos, sino a la Iglesia eslava, a los greco-rutenos y a los pueblos del Montenegro, de la Bosnia y de la Herzegovina, que, profundamente agradecidos a la conducta de la Santa Sede, han llenado de esplendor la Ciudad Eterna con sus magnificas peregrinaciones y romerías de los últimos lustros. Los patriarcas orientales que se llaman sucesores cada uno de ellos de la sede de un apóstol, y c o n v o c a d o s en R o m a , f u e r o n los de los caldeos, armenios católicos, asirios, maronitas y melkitas, no alcanzando

la

convocación por ser innecesario el concurso de aquellos a quienes nada separa de la Iglesia romana, de los patriarcas latinos de Constantinopla, Alejandría, Antioquía, Jerusalén, Venecia, Lisboa, Indias occidentales y orientales; el primero de los cuales, monseñor Lenti, tiene su asiento permanente en Roma, mientras el título de Patriarca de las Indias va unido al de los primados de España. D e los patriarcas convocados tenía que faltar el de los caldeos, si bien sustituido por un vicario, habiendo fallecido no ha m u c h o monseñor Pedro Elias Abolionna, que llevaba el título de la antigua Babilonia, y reemplazado en estos m i s m o s días por el S í n o d o caldeo, reunido en M o s u l , quien ha elevado a dicho patriarcado a monseñor Jorge Ebedesia, arzobispo de Amida, nacido en 1827, y a l u m n o del colegio Pontificio de Propaganda Fide. Faltó i g u a l m e n t e acaso el más ilustre y de s e g u r o el más c o n o c i d o de estos patriarcas, monseñor Azarian, que con el título de Cilicia lo es de los armenios católicos de Oriente, y a quien R o m a había c o n t e m p l a d o con espléndido séquito cuando el Jubileo episcopal de León XIII, desempeñado la magnífica e m b a j a d a que le confiriera el Sultán Abdül-Hamid. Por lo cual f u e altísima la sorpresa causada de la noticia anunciando que cuando estaba para embarcarse con destino a Brindisi, había recibido la expresión por parte de la Sublime Puerta de un deseo, equivalente a un f i r m a n , para q u e se suspendiese su excursión a la ciudad Eterna. N o era fácil explicarse c ó m o permitiéndose que viniesen a R o m a los Patriarcas melkita, maronita y asirio, que todos dependen

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del Califa del Imperio Otomano, se impedía el concurso a las conferencias de los patriarcas del que había cedido pruebas tan relevantes del aprecio del Sultán. Bien pronto se supo, empero, por una nota oficiosa que la embajada turca aquí publicó en esta prensa, que ni Abdiil-Hamid ni la Sublime Puerta habían puesto obstáculos a tal viaje, aún cuando las cartas de Constantinopla dejasen adivinar que el embajador ruso, si bien no había ejercido una presión diplomática cerca del Diván, había hecho llegar consejos al patriarcado armenio para que se renunciase a un acto que se debía contemplar con disgusto en el palacio de Livadia, donde a la sazón residía enfermo el Zar Alejandro. Rusia, en efecto, tiene un interés grandísimo en impedir todo lo que estreche los lazos entre los armenios y la Santa Sede y acrezca la esfera de influencia de su patriarca, contando ya los armenios católicos más de 600 iglesias en el imperio moscovita, y conviniendo a su propaganda, en aquella parte de la Armenia que le dio el tratado de San Estéfano, disminuir en el antiguo reino cristiano el elemento católico para favorecer la Iglesia griega y la armenia gregoriana, cuyos patriarcas están colocados bajo su alta soberanía. Uno de los Patriarcas que todavía tenemos en Roma, siendo objeto de gran curiosidad, es el de los asirios, monseñor Behnan-Benni, de avanzada edad, pues que ha nacido en 1818, y a cuyas funciones celebradas en los templos armenios ha concurrido numerosísimo pueblo. De todas las liturgias orientales es ésta una de las más antiguas, remontando a los tiempos del apóstol Santiago, obispo que fue de Jerusalén. Comulga con el pan y con el vino, de cuya comunión participan todos los representantes de las diversas clases sociales de la nación, viéndose con placer la representación de los pastores, c o m o si quisieran recordar la parte que tomaron en Belén. Con él ha compartido la atención pública monseñor Gregorio Jhusset, que, c o m o su colega, lleva el título también de Patriarca de Antioquía, jefe de los asirios, elevado a la dignidad patriarcal del rito melkita en 1865. Sabido es que el distinguirse las Iglesias orientales por su nacionalidad, produce el resultado de que la misma ciudad es sede episcopal, metropolitana y aún patriarcal de diversos prelados y patriarcas diferentes. Monseñor Juan Pedro Ahggi, patriarca de los Maronitas y del Monte Líbano, que por su edad avanzada, pues se aproxima a los ochenta años, ha sido dispensado de venir a Roma, ha tenido una nobilísima representación en el arzobispo maronita de la antigua Tolomeida, su Vicario patriarcal, el cual, en la última de las conferencias vaticanas pronunció una conmovedora arenga, recordando que íntimos lazos de simpatía se han iniciado entre la Iglesia romana y la griega durante el Congreso eucarístico de Jerusalén, habiéndose conquistado el Legado Pontificio, que lo era su Eminencia Langenieux, arzobispo de Reims, asistente

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a estas reuniones, una grande influencia; lo cual hacia nacer en su corazón, dijo el Prelado maronita, la consoladora esperanza de la aproximación de las Iglesias disidentes, cumpliéndose así el deseó de la última Encíclica apostólica, para que las ovejas de Cristo no formen más que un solo rebaño, guiado por el mismo pastor. De igual manera que el arzobispo de Sarajevo, metropolitano de la Bosnia, dirigía al propio tiempo una pastoral a sus iglesias eslavas, diciéndoles que respetadas, como lo serán, todas sus tradiciones, en cuanto no turben la unidad de la Iglesia, está dispuesto a sacrificar su vida para ayudar la obra grandiosa de León X I I I , encaminada a la unión de los cristianos del Universo. Juntamente con el Cardenal Arzobispo de Reims han concurrido a estas reuniones, por expreso deseo del Santo Padre, el Cardenal secretario de Estado su Eminencia Rampolla, el Cardenal Prefecto de Propaganda Fide, cuyo concurso era indispensable en una asamblea como ésta, y los cardenales Galimberti y Vannutelli, que habiendo sido nuncios e internuncios en AustriaHungría, donde es tan numerosa la iglesia greco-rutena, han tenido además una participación

importante en los progresos católicos de la B o s n i a y

Herzegovina, de igual manera que poseen un conocimiento profundo de las iglesias orientales. Aparte la grande importancia de los armenios católicos, de cuyo Patriarca y Prelados, de los cuales el primero ha tomado el nombre de Pedro I, y bajo cuyo patriarcado viven muchos millones de católicos, diré a la vez que el Patriarca de los caldeos unidos a la Santa Sede preside a cinco arzobispados, entre ellos los célebres de Mosul, donde acaba de reunirse el sínodo; el de Bagdad; el de Scert, en el corazón del Kurdistán turco, la región de los más ardientes musulmanes, con otros seis obispados, y teniendo bajo su báculo patriarcal 2 0 0 , 0 0 0 caldeos católicos en la península de Malabar. La Iglesia asiría, constituida bajo la autoridad del Patriarca de Antioquía, que aún no ha dejado a Roma, cuenta los cuatro arzobispados de Alepo, Babilonia, Damasco y Mosul, del que es titular también, y siete Obispados, de los cuales son los más importantes los de Beirut, Trípoli de Siria 1 (que no hay que confundir con la Trípoli africana), Alejandría de Egipto y Emesa. La Iglesia maronita o del Líbano, siempre tan unida a la Santa Sede, cuenta las metropolitanas de Alepo, Beirut, Damasco y la célebre Sidón, con los cuatro obispados de Baalbek, Batrún, Trípoli y Chipre. La Iglesia greco-melkita tiene otras seis sedes metropolitanas, de las cuales reúnen antigua fama Damasco y Tiro, y ocho obispados en sitios tan célebres como Cesarea, San Juan de Acre, TeJemaida, Sai da y Taleh.

' H o y en el Líbano.

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Los coptos del Egipto dependen del vicario apostólico Labino, y lo mismo los del principado de Montenegro y de la Bosnia y Herzegovina, que tiene vicarios nombrados por el Papa, del cual han conseguido transformar la liturgia latina en el idioma eslavo. Un vicariato, apostólico en Abisinia, y la nueva prefectura para la Hrítica itálica, y las regiones del Nilo y del Sudán, completan esta organización en otras regiones del Oriente. Acercándonos a Occidente, los greco rumanos tienen cuatro diócesis, que se extienden en toda Hungría, excediendo de un millón de fieles sus iglesias. Los greco-rutenos, que poseen seis diócesis metropolitanas o episcopales, se extienden en Austria, Croacia, Carniola y Dalmacia, excede de cinco millones. Existen otros grecobúlgaros en Macedonia y en Tracia, unidos todos a la Santa Sede, pero constituyendo a la vez un anillo de conjunción con las otras Iglesias orientales separadas de Roma. Esta extiende igualmente su influencia en las regiones de Oriente por medio de la custodia de Tierra Santa, por las misiones franciscanas en Palestina, a quienes cupo el altísimo honor de desafiar, por la fe, todas les persecuciones

musulmanas,

siendo casi

los

únicos

cristianos

que

permanecieron en Jerusalén, donde puso la primera piedra de esta institución secular el Patriarca de Asís. Tiene a su vez delegaciones apostólicas en Atenas, Mesopotamia, Bulgaria, Egipto y otras regiones, donde son numerosas las misiones de Dominicanos, Agustinos, Lazaristas, Jesuítas, Capuchinos, Carmelitas, hermanos de las Escuelas cristianas y Padres Blancos, que, misioneros en Africa tanto han elevado en estos días la Iglesia de la antigua Cartago. Son estas misiones los grandes auxiliares de los diversos Patriarcas de Oriente, reunidos actualmente en la Ciudad Eterna. La prensa vaticana nos ha dicho que en la última y más importante de las cinco conferencias que inició León XIII, pronunciando un admirable discurso sobre el suspirado regreso de las Iglesias disidentes griega, gregoriana y rusa a la unidad católica, sancionó las decisiones tomadas, que, en su mayor parte, tienden a acrecer el prestigio de los cinco Patriarcas de Oriente y alejar de la mente de las Iglesias separadas de la Santa Sede la idea, tan explotada durante siglos, de que se trata de latinizar el Oriente, y de no respetar en la apetecida unión, todas las tradiciones y ritos de sus Iglesias. Los versados en estas cuestiones histórico-religiosas saben bien que si Focio, elegido patriarca de Constantinopla en reemplazo de Ignacio, a quién el emperador bizantino había desterrado a las islas de los Príncipes, proclamó como causa del cisma de la Iglesia griega su oposición a aceptar que el Espíritu Santo procediese del padre y del hijo, fue esto el pretexto para ocultar la verdadera causa, nacida de que el Patriarca griego no admitía la alta y soberana supremacía del Pontífice católico, viendo en él tan sólo, como Obispo de Roma, el primer Obispo de la

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cristiandad, sin la autoridad suprema e infalible que a los ojos de los griegos y moscovitas sólo puede residir, como antes hemos dicho, en los concilios ecuménicos. Esta es la piedra fundamental del divorcio, existiendo completa armonía en todos los demás dogmas y materias religiosas; a diferencia de lo que acontece en la Iglesia, protestante, cuyas divergencias son fundamentales pero en la cual, y muy especialmente en aquellas comuniones que se acercan a la fe católica, el contemplar la vuelta a la gran grey cristiana de los que hoy constituyen la Iglesia griega, excediendo de cien millones, especialmente en Rusia, ejercería la más poderosa atracción. Como de las profundas discusiones habidas parece resultar indudable que falta en una parte del Oriente el desenvolvimiento de los grandes estudios, que tanto han elevado el sacerdocio católico occidental, y que, preciso es decirlo, no escasean ni en la Iglesia evangélica de Inglaterra y Germania ni en la de Rusia, tiénese por cierto que uno de los acuerdos fundamentales de estas conferencias ha sido multiplicar los institutos de enseñanza en Roma, como en las regiones orientales de los levitas pertenecientes a las Iglesias armenia, asiria, caldea y maronita, siguiéndose le ejemplo ya dado por la Propaganda Fide y por el patriarca Azarian, así en Bizancio como en la Ciudad Eterna, y por el Patriarca latino en Jerusalén.

A propósito de cuya ciudad santa se han adoptado las medidas más eficaces para que cesen de raíz las tristísimas contiendas que a veces han ensangrentado los santuarios más augustos de nuestra redención, justamente en la Semana Santa y en la Pascua del Señor. Reconociéndose que la diferencia entre los calendarios juliano y gregoriano, si ha tenido grandes desventajas para los pueblos, ha producido en Tierra Santa el bien, al menos, de que, separando dos semanas las grandes conmemoraciones de nuestra religión, ha hecho menos frecuentes los tristes conflictos ocurridos en Palestina, se ha apoyado con calor la idea de un meridiano universal, dando la preferencia al de Jerusalén. Como a pesar del celo evangélico de los misioneros latinos en Oriente, no se han podido evitar en algunos conflictos constantes, no ya sólo con los fieles de las Iglesias disidentes, sino con las mismas comuniones de maronitas, asirios, caldeos, se ha pensado en recomendar por la Propaganda Fide las instrucciones más conciliadoras a estos apóstoles del Evangelio en todo lo que se refiere a sus relaciones con las familias, el pueblo y el sacerdocio oriental. Aún cuando no se realizara inmediatamente la primitiva idea, atribuida al Pontífice, de crear una nueva y sacra Congregación de Propaganda Fide, especialmente destinada a los asuntos de la Iglesia oriental, no tanto por los sacrificios que esto impondría al no abundante tesoro de la Santa Sede, sino por no faltar al principio de unidad, ni menoscabar el gran

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prestigio que la actual Sacra congregación disfruta en todo el Universo, se ha acordado que la parte oriental de Propaganda Fide ya existente, y cuyo secretario eminente ha tomado parte activa en estas reuniones, adquiera mayor desarrollo a importancia. Una comisión de Cardenales, ayudados por Prelados del rito oriental, tratarán todos los asuntos relacionados con aquellas Iglesias, escogiéndose los Prelados orientales que de ella formen parte por los mismos Patriarcas. Y a la vez se enviarán de Roma prelados adornados de altísimo tacto y de caridad evangélica a los Patriarcas de Oriente para estudiar, sobre el terreno mismo, los usos y los ritos de las Iglesias orientales, cuanto pueda facilitar el incremento y mejora de las misiones y las aspiraciones naturales y patrióticas de las diversas comuniones orientales. Sobre todo, se pondrá constante empeño en demostrar a griegos y gregorianos disidentes, que jamás la Iglesia católica ha querido imponerles el sacrificio de sus creencias tradicionales, y que, siguiendo la doctrina del Salvador, sus Vicarios en la tierra profesan hoy e principio pacificador de que se debe dar el César lo que es del César y a Dios lo que es Dios. Principio éste tan esplendorosamente demostrado en las encíclicas de León XIII a Polonia, y cuando, durante su Jubileo, recibió la Embajada de Abdül-Hamid, mereciendo ambos actos el más alto aplauso del Sultán y dei Zar. Los representantes de las Iglesias orientales, que tan bello recuerdo nos dejan de Roma y en el ánimo del Pontífice, verdadero padre y hermano para los Patriarcas, irán a Loreto, antes de salir de Italia, con ocasión del sexto centenario de la traslación milagrosa de la Casa Santa, para pedir a la Virger que, con su intercesión, se anticipe en lo posible la unión de las Iglesias de Oriente y de Occidente. Si de Nazaret vino a las costas del Piceno el Santuario donde se realizó el primer misterio de nuestra redención, desde los mares itálicos deben llevar los Patriarcas de los armenios y de los maronitas a todas las iglesias cristianas la palabra de paz que amorosamente les envía León XIII. CONDE DE COELLO Roma, 26 Noviembre

La

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O r i e n t e

XVII LA SITUACIÓN EN ORIKNTE 1 : Nuevas matanzas guerra de Macedonia;

agitación

en Creta.-Los

actitud de Inglaterra y Rusia.-Cambio

en

Armenia.-La

sucesos de Estambul

y la

de Gran Visir.

Sobreponiéndose a la campaña de Madagascar, favorable para Francia, no sin grandes sacrificios y daños, que aquilatan por su comparación el mérito de los grandes sacrificios hechos por España en Cuba, y compartiendo el interés del mundo con la admirable epístola de León XIII a propósito de los sucesos de Roma, han venido los acontecimientos de Estambul a fijar de nuevo, en la cuestión otomana y armenia, la atención de Europa, ya impresionada por las hecatombes de Sasun 2 , las escenas fanáticas de Yedda, la lucha en Macedonia, el conflicto de Bulgaria y la agitación de la isla de Creta; sucesos todos que coinciden con la aproximación de tropas rusas en aquella parte de la Armenia que el tratado de San Estéfano cedió al Zar 3 , y con la concentración de poderosísima flota inglesa, fuerte de veinte naves acorazadas, en Lemnos, la antigua isla griega de Vulcano, a pocos minutos de los Dardanelos y a doce horas del Cuerno de Oro y del Bosforo de Estambul. Para bien comprender los acontecimientos de esta última ciudad, sobre la cual están fijas todas las miradas de los Gobiernos de Europa, conviene consignar que Constantinopla, formada de cuatro ciudades diferentes, Pera, Scutari, Estambul y de Fener, cuenta una población calculada en un millón de habitantes. La mitad es turca o persa 4 , formando, con el elemento kurdo y árabe que siguen la religión de Mahoma, medio millón, concentrado principalmente un Scutari y Estambul. Viene después, c o m o la más numerosa, la colonia armenia, que no bajará mucho de 240,000, siendo el menor número armenios católicos, bajo el patriarcado de monseñor Azarian, en su inmensa mayoría pacíficos; con 30,000 refugiados de la Armenia, y por lo

' P u b l i c a d o el 2 2 d e O c t u b r e d e 1895, N o X X I X .

o

O t r o d e los p u e b l o s d e s c o n t e n t o s d e los tratados d e 1878 f u e el de los a r m e n i o s , los cuales no c o n s i g u i e r o n el E s t a d o q u e r e c l a m a b a n al ser m i n o r i t a r i o s en el este d e A n a t o l i a . Se c o n s o l i d a r o n g r u p o s terroristas e s p e c i a l m e n t e a c t i v o s en z o n a s c o m o S a s u n e n t r e 1890 y 1893 a c t u a n d o c o n t r a f u n c i o n a r i o s o t o m a n o s . La situación llegó a tal e x t r e m o q u e s e e n v i ó al e j e r c i t o q u e a s o l ó la r e g i ó n en el v e r a n o d e 1895. Se a c u s ó al g o b i e r n o o t o m a n o d e h a b e r d e v a s t a d o 2 5 p u e b l o s y a s e s i n a n d o a 2 0 . 0 0 0 c a m p e s i n o s a r m e n i o s . P o s t e r i o r m e n t e las p e r s e c u c i o n e s se p r o d u j e r o n en E s t a m b u l y otras partes d e A n a t o l i a . F u e la p r i m e r a vez q u e e s t e p u e b l o , hasta e n t o n c e s b i e n i n t e g r a d o en el I m p e r i o O t o m a n o , s u f r í a u n a t a q u e . S o b r e las c i f r a s h a y disparidad de criterios, S a w y Shavv hablan d e 2 0 . 0 0 0 y V a l o g n e s d e 3 0 0 . 0 0 0 v í c t i m a s , c o m p r e n d i e n d o t a m b i é n las de f u e r a d e Sasun. C e s i ó n d e T u r q u í a a R u s i a en 1878 del Este d e A n a t o l i a q u e r e c u p e r a n d u r a n t e la P r i m e r a Guerra Mundial. ^ A l e v í e s , una r a m a c h i í d i f e r e n t e a la d e Irán.

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mismo los más exaltados, y 200,000 gregorianos que reconocen c o m o patriarca a su beatitud Ismilian, y domiciliados desde hace siglos en la antigua Bizancio y en las colonias de las orillas del Bosforo y del mar de Mármara. Poseedores de rico patrimonio, de gran parte del comercio y contando en su seno funcionarios elevados c o m o Arnin, Ridiam Bajá inteligentísimo mustechar o Subsecretario de Negocios Extranjeros, y cuya hermana es institutriz de las Sultanas y princesas imperiales, siendo armenio igualmente el primer médico de Cámara de Abdül Hamid, ocupan en Gálata y Pera posición importante, como dominan en la región inmediata a su catedral de Kum Kapo, y en las poblaciones de Emrigan, Kadikóy y en la antigua Capadocia. Les siguen en número los griegos, que son 100,000; y v i e r e después la colonia hebrea, descendiente en gran parte de la emigración española de tiempo de los Felipes. El resto de la población, especialmente en Pera, compónese de europeos cristianos, y en corto número hijos de la América del Norte. Entre tal diversidad de razas y de comuniones, allá, en pasados tiempos, la griega fue la que dio mayores sobresaltos al poder turco, no olvidada de los días en que Bizancio era capital de un reino, y excitada a principios de nuestro siglo por los sucesos que realizaron la independencia de la Grecia. Se impuso a los griegos la obligación, todavía subsistente, de llevar descubiertos los cadáveres en la conducción al lugar del último descanso, como consecuencia de la célebre conjuración en que los féretros se descubrieron llenos de armas destinadas a los conjurados. Coincidiendo con la fatal guerra de 1877, que inaugura el reinado de Abdül-Hamid, sucediendo a su hermano mayor, declarado demente, se agitaron en Constantinopla los búlgaros y los rumeliotas, que conquistaron la misma independencia alcanzada por Rumania y Grecia, y los serbios, que sueñan siempre con reconstituir la gran Serbia de los siglos medios. Hasta los últimos acontecimientos de Armenia, ocurridos hace un año, que fueron horribles, los hijos de ésta gozaban en Estambul del favor soberano, del cual el patriarca católico Azarian recibió grandes pruebas, entre ellas ser representante del Sultán, viniendo a Roma portador de ricos presentes cuando el jubileo episcopal de León XIII. Existe en Constantinopla la leyenda de que Abdül-Hamid lleva en sus venas sangre armenia, por virtud de los amores de la cadina o princesa, su madre, con un servidor armenio del palacio imperial; leyenda que, verdadera o falsa, habiendo excitado aprensiones fortísimas en el espíritus de los ulemas y de los softas fanáticos contra el Sultán Califa, tiene que hacer a éste muy circunspecto en toda concesión al elemento armenio.

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Los acontecimientos de Sassun en Armenia, sucediendo a vasta conspiración alimentada por el centro armenio de Londres, vinieron a cambiar la situación privilegiada del elemento armenio-gregoriano. Quince pueblos o aldeas incendiadas con más de mil victimas armenias, causadas por la cimitarra de las hordas fanáticas kurdas, o por el alfanje de los Bazi Bazues o milicias irregulares y el fuego puesto por la soldadesca turca, hicieron exhalar un grito de horror a la Europa cristiana. Mientras por exigencia de ésta se abría una información en que más tarde intervinieron los cónsules de algunas potencias en el Villaret de Sassun, en Yedda (Arabia) ocurrieron tristes sucesos. Pasando el tiempo sin efectuarse ninguna promesa de las hechas a la infeliz Armenia, pronunció Gladstone, en el magnífico comicio de Chester, presidido por el Duque de Westminster, el elocuentísimo y terrible discurso sobre las matanzas y la devastación de Armenia, haciendo responsable directamente al Imperio Turco y a la Sublime Puerta de este espectáculo de barbarie, que es deber, derecho y honor de Inglaterra hacer que desaparezca prontamente. Más tarde, la Duquesa de Westminster y Lady Gladstone se pusieron al frente de una suscripción y de un bazar en Londres para socorrer las familias de las víctimas, a lo que siguió hace dos meses el mensaje de la Reina Victoria abriendo el Parlamento, y la petición de las reformas para Armenia. LJn año llevan estas negociaciones sin obtener resultados prácticos y definitivos. Cuando las potencias aproximaron sus fuerzas navales a los mares inmediatos a la Arabia y al Golfo Pérsico, en virtud de los sucesos de Yedda, siguiendo a los de Sassun, y se desvanecieron en el palacio-quiosco de Yildiz las esperanzas de que la intervención de Alemania, a la que acudió el Sultán, o el antagonismo de tendencias entre la Gran Bretaña y Rusia, unida ésta a Francia, pudiesen romper el acuerdo de las tres grandes potencias, principales protectoras de la Armenia cristiana, Abdül-Hamid, alarmado, despidió al gran visir Degevad Bajá, protegido por los ulemas y el elemento militar y representante del partido intransigente, y llamó al gobierno a Said Bajá, el anciano y experimentado consejero de los primeros años de su reinado, y junto al nuevo visir, como Ministro de Negocios Extranjeros, Turkan Bajá, a quien todos hemos conocido como inteligente y conciliador embajador de Turquía en España y en Italia. Pero ni este cambio, ni los tristes augurios que envía desde Inglaterra el embajador turco Rusten Bajá, hijo de una veneciana cristiana, ni las palabras pronunciadas por Lord Salisbury ante el Parlamento inglés, diciendo con amarga tristeza que si Abdül-Hamid no se decide a hacer justicia a los armenios y demás poblaciones cristianas de su Imperio, veía muy expuesta a una nación

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que la Gran Bretaña deseaba mantener en su integridad, y próxima a desmembraciones mayores que las que se siguieron en Serbia, Bulgaria, Rumelia, Rumania, Epiro, Chipre y la Armenia, hoy rusa, al tratado de Sarita Estéfano, impuesto por Rusia vencedora a Turquía vencida, en los primeros días del actual califato, bastaron a vencer las resistencias del Palacio, sostenidas por el carácter concentrado del actual Soberano, verdadero centro y director de la política otomana: siéndole apoyo el jefe de los ulemas Mehemed Djemal Eddin. Tal era la situación cuando, a últimos de Septiembre, llegaron a Constantinopla noticias de nuevas atrocidades en el distrito armenio de Kemaskh, donde ocho aldeas fueron saqueadas a incendiadas por turcos y kurdos, quienes, entrando en los monasterios de monjes armenios y de religiosas cristianas, después de violadas las esposas del Señor, como las jóvenes armenias, entregan a las prioras y abadesas a duro tormento, para que descubran el sitio de pretendidos tesoros escondidos en sus templos y conventos desde los remotos días del reino de armenia. Causa la más dolor« impresión el grito de dolor que monseñor Kamoroun, prelado de Erzurun, exhala en una epístola enviada a Lord Salisbury, para que la haga llegar al trono de la Reina Victoria. «Permitidme —le dice— ser eco del grito de espanto proferido de un confín al otro de mi diócesis por el pueblo armenio, absolutamente desesperado ante el salvajismo creciente del poder otomano. Contemplamos con profunda gratitud los esfuerzos humanitarios de la Reina Victoria para alcanzar las reformas, que nos son tan necesarias; pero rio podemos olvidar que cada día de retardo cuesta la vida a centenares de seres humanos cruelmente asesinados, y arranca la virginidad de miles de mujeres violadas, sin contar el saqueo y la devastación de numerosas aldeas incendiadas y reducidas a la más espantosa desolación. Ayer era Sassun, hoy es Kemaskli; mañana lo será otra región de nuestra patria infortunada, que sucumbe bajo un yugo salvajemente tirano. ¿Habremos de esperar a que la armenia sea despoblada por el hierro y el fuego, y que la sangre de sus hijos sea vertida hasta su última gota para alcanzar una ayuda tardía? El pueblo armenio, en su desesperación, se vuelve hacia la nación inglesa y su piadosa soberana, implorando piedad. Tened compasión de nosotros, os grita; socorrednos y salvadnos. ¡Tal vez no es tarde todavía, si no es que estamos destinados a perecer!» La imparcialidad impone el deber de consignar que una parte de la población armenia se dejó arrebatar por las excitaciones de los comités armenios, y principalmente por el centro de tendencias revolucionarias, que

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constituido en Londres, no fue ajeno a la primera conspiración de la Armenia, como hoy a las de Macedonia y Creta, cabiéndole cierta responsabilidad en los recientes conflictos de Constantinopla. Se decidió una demostración, que llamando la atención de las potencias protectoras, impusiera a la Sublime Puerta. Sabedor el Gran Visir Said-Bajá de tal intento, llama al Patriarca para impedirlo. Su Beautitud se declara impotente para dominar la efervescencia de su grey; pero promete emplear toda su influencia para que la petición que se intentaba poner en manos del Sultán Califa, al dirigirse éste un viernes a la mezquita, se presente solo al Gran Visir en forma respetuosa y pacífica. Así lo acuerdan los comités armenios. Pero entretanto, por parte del seraskier o Ministro de la Guerra, de Rivat-Bajá, que lo es del Interior, y de un jefe de la policía, Husesin efendi, turco fanático, se adoptaron medidas para disolver la demostración. Los ulemas, ios mollahs y los softas agitaron a su vez al pueblo musulmán, ya excitado por la lucha en Macedonia y los asesinatos que a su vez cometieron en Rodope las facciones macedonias y búlgaras. Algún muecín en su oración desde los minaretes mezcló frases contra los Gianaf o cristianos, mientras que la juventud softa se congregaba en las mezquitas. Son los softas, como es sabido, jóvenes por la general exaltados que concurren a las escuelas de Teología musulmana, venidos de todas las regiones del Asia, Africa y Turquía europea y exhaustos muchos de ellos de todo recurso. Esta gente está siempre propicia a toda agitación, habiéndose conjurado a veces contra el mismo Sultán Califa. Con estas circunstancias, y dada la imprevisión e impotencia del Gobierno, hízose inevitable el conflicto. Imposible saber a fondo la verdad en medio de versiones las más contradictorias. El hecho es que, siendo los iniciadores algunos soldados de caballería que escoltaban la carroza del Gran Visir, y alarmados por el aspecto de una demostración que contaba más de mil manifestantes, un tanto exaltados, dispararon sus tercerolas hiriendo a algunos armenios. Parece probado que muchos de éstos llevaban bajo sus ropas puñales y revólveres, de fabricación y marca inglesa la generalidad, si bien juran los que han sobrevivido a la hecatombe que ellos tenían para su propia defensa y contra una agresión que sabían preparada contra sus vidas. En combate empezó en las cercanías de la Sublime Puerta y en las inmediaciones de la mezquita de Santa Sofía, tomando mayores proporciones después en Atmeydan y en Skassen-Bajá, barrio éste no lejano de Pera. A los primeros golpes cayeron víctimas Redross, presidente del comité armenio y portador del memorial al Gran Visir, y Servet Bey, j e f e de la policía, muriendo o siendo heridos también gendarmes y armenios. Pero tomando parte en la lucha, a los pocos minutos, softas, mollahs kurdos y la plebe musulmana fanatizada, el combate

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se convirtió en horrible matanza de los armenios, que cual nueva Bartolomé, continuó largas horas. Ciento quedaron víctimas en aquel c a m p o de batalla; otros c e n t e n a r e s f u e r o n a s e s i n a d o s , y e n d o heridos a los h o s p i t a l e s o prisioneros a las cárceles, sin que les sirvan de refugio ni la Sublime Puerta, ni Santa Sofía, ni el Seraskrate. La noche del 30 de Septiembre

los días

sucesivos, hasta el 4 de Octubre, fueron saqueadas algunas tiendas armenias ce Gálata y Estambul, asesinados servidores armenios en el m i s m o túnel que constituye el ferrocarril subterráneo entre Pera y la ciudad turca, y amenazados los miles de familias que se refugia en la catedral de K u m - K a p o , en la iglesia de la Trinidad y en el templo de San Jorge. Algunas e m b a j a d a s en Pera, en Tarabia y Büyükdere ofrecieron refugio a los cristianos, dándolo humanitario y generoso, aunque musulmán, el E m b a j a d o r de Persia, único q u e tiene su residencia en Estambul. Las autoridades llamaron al Patriarca, que cayó enfermo ante tan tristes emociones, y le mandaron que despejase el patriarcado, la catedral y demás templos, sin duda con el propósito de evitar nuevas catástrofes y conflictos: medida a la que se resistió abiertamente, no queriendo exponer mujeres indefensas y niños inocentes, sus feligreses, al furor de turbas fanatizadas. Entonces, suspendido el servicio divino, cerradas las puertas de les templos, dificilísima la alimentación de los r e f u g i a d o s en ellas, f u e r o n a protegerlos, c o m o a otros iglesias de griegos y católicos, cordones de la Guardia Imperial, tropa la más disciplinada de al capital. Entretanto muchos armenios, prisioneros en las cárceles, algunos acusados de haber herido a j u e c e s musulmanes, mueren torturados o e n v e n e n a d o s en las prisiones. A l g u n o s diarios europeos han dado cifras exageradas de 3,000 a r m e n i o s encarcelados y de 800 asesinados; pero los datos más fidedignos reducen a 1,000 los primeros, y a 300 los segundos. En la p r i m e r a s e m a n a de O c t u b r e la p e r s e c u c i ó n de las t u r b a s fanatizadas, no limitada ya a los armenios, amenazaba a los otras comuniones c r i s t i a n a s , q u e han c o n t a d o a l g u n a s v í c t i m a s , visto lo cual por

los

Embajadores de las seis grandes potencias, hicieron venir desde el Bosforo al mar de Mármara y al Cuerno de Oro, más inmediatos a Constantinopla, los seis buques de guerra llamados estacionarios cuyas tripulaciones se dispusieron a desembarcar en Pera armando además los kavas de sus embajadas: acto que causó grandísima impresión en el ánimo del Sultán, emocionado aún más al saber que la potente Ilota inglesa ya estaba, con naves acorazadas poderosas, anclada en las aguas de Lemnos, a corta distancia de los Dardanelos, y que podría presentarse en doce horas ante E s t a m b u l . Sus reclamaciones para alejarla; el envío del mariscal Fuad-Bajá para inspeccionar las fortificaciones de los Dardanelos son inútiles, tanto más cuanto la Gran Bretaña sabe que,

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obrando sin duda de concierto, los rusos aproximan, como dije, su ejército desde la Armenia moscovita a la Armenia turca. Reunidos varias veces los representantes de las seis grandes potencias enviaron el 2 de Octubre, por medio de sus dragomanes, una nota verbal a la Sublime Puerta, condenando enérgicamente lo ocurrido. Después, y como tales representaciones no bastasen a disipar sucesivos tumultos, en nota ya escrita, y aunque cortés enérgica, los embajadores volvieron a llamar la atención del Gobierno Imperial sobre la agitación y la alarma que continúa reinando en la capital musulmana, sobre las prisiones de los armenios, el aliento dado por las autoridades turcas a las crueldades de los softas, kurdos y plebe fanatizada, y sobre la situación amenazadora creada a los cristianos refugiados en los templos, y que alcanza a otras comuniones cristianas. Ante tal cúmulo de sucesos el Sultán se decide a cambiar de ministros, llamando al visirato a Kiamil-Bajá, a quien conocía personalmente durante su gobierno desde 1885 hasta 1891, en cuyo tiempo logró terminar el conflicto con Bulgaria, consiguió la visita del emperador Guillermo de Alemania al Sultán, y arregló con el embajador de Inglaterra D r u m m o n d - W o l f , tan conocido en España, la cuestión de Egipto. Le ayudó en su gran obra de pacificación Said Bajá, a quien una parte de la prensa europea confundió en los primeros momentos con el último Gran Visir del mismo nombre, y que ha venido ahora a ser de nuevo su colega como en 1891, en la cartera de Negocios Extranjeros, a la cual lo llamó desde su embajada de Berlín. A su lado y como inteligente cooperador está Aitun-Dadran-Bajá, mustechaer o subsecretario de Negocios Extranjeros, a quien el Sultán ha confiado la difícil misión de calmar a los armenios, habiendo conseguido evacúen ya su refugio en la catedral de Kum-Kapu. A m b o s nuevos Ministros han expedido ya una nota a los Embajadores de las tres grandes potencias, aceptando una parte de las reformas reclamadas para la armenia, aúnque no las más importantes. Desgracia grande será, para el Imperio Turco especialmente, que el Sultán, influido por el jefe de los ulemas, conservado en el firmán imperial nombrando al nuevo Visir, se niegue a las concesiones de los cristianos de Macedonia, Armenia Creta que reclama el progreso de nuestro siglo. Y lo será igualmente para la paz futura de Europa el que se abra de nuevo la cuestión de Oriente.

CONDE DE COBLLO Roma, 12 de Octubre.

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de

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Q u e s a d a

XVIII ROMA PONTIFICIA Y LOS CATÓLICOS DHL UNIVERSO 1 : El Papa y el Patriarcado

romano.-La

católica del mundo.-Las

Iglesias orientales y sus ritos.

jerarquía

de la Iglesia.-la

Población

(...) Aún interesará más saber los datos que tomamos de la fuente de Propaganda sobre la cifra de los católicos en el universo. Siendo la población de Europa de 370 millones en número redondo, 158.710.710 son católicos. Desgraciadamente no existe la misma proporción en Asia,

cuna del

cristianismo, que contando 797.800.000 sólo tiene 7.320.000 católicos. El África, sobre 208 millones nos da 1.800.000 católicos. América, merced a ia América, un día española, que en ésta como en otras esferas lucha con los Estados Unidos de 106 millones de moradores, cuenta 51 millones de católicos en progresivo aumento, sin excluir la América del Norte. En Oceanía, de una población de 5 millones, se aproxima a un millón la Iglesia católica. Así, de 1.500 millones de habitantes del globo, 223 millones son católicos. (...) Al lado de estas cifras lisonjeras (las de los países europeos) hay que señalar otras que no lo son ciertamente. Así, en el Imperio Turco, con 23 millones, sólo tenemos 289.000 católicos; en Grecia, sobre 187.208, los católicos no pasan de 31.410. En Bulgaria tan solo 20.000, entre 3.154.375 búlgaros griegos. Todavía aparecen en menor número en Serbia, 4.000 sobre más de dos millones. En Rumania figuran por 114.200, entre 5.376.000. Otros 4.000 existen en el Principado de Montenegro, cuya población es de 236.000. En Suecia y Noruega existen 2.100, entre una población de seis millones y medio. En Dinamarca no exceden de 4.143, entre sus dos millones. Sin embargo, en todas parte, y merced a la sabia política del Pontífice actual, el catolicismo está en evidente progreso. Por eso importa estudiar el estado de las Iglesias orientales, a las que consagra una atención preferente la Sacra Congregación, dedicada a facilitar la unión de las Iglesias de Oriente y Occidente, asamblea reforzada en estos días con la entrada en ella de los Cardenales Cretoni y Satelli. El catolicismo posee en Oriente siete Iglesias, reconociendo la autoridad suprema del Pontífice los caldeos, malabares, asirios. maronitas, melkitas, armenios y coptos.

^Publicado el 30 de Enero de 1897. No IV, p p 7 0 y 71.

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O r i e n t e

El número de fieles pertenecientes a los diversos ritos orientales, unidos a la Iglesia católica, sobrepuja los siete millones; y aún cuando las otras Iglesias orientales separadas ascienden a 80 millones, bien puede sostenerse que, a excepción de los ortodoxos moscovitas sumisos al pontificado del Zar, constituyen un conjunto nada homogéneo, pues que todos los católicos reconocen la autoridad suprema del Vicario de Jesucristo, mientras el llamado Patriarca ecuménico ha visto, desde el cisma de Focio, desprenderse de su autoridad a los armenios, gregorianos, los coptos, los jacobitas, los rusos, los griegos, los serbios, los rumanos y los búlgaros, que todos han constituido Iglesias separadas del tronco principal, y que, confundiéndose con la nación de quien recibe el nombre, están realmente bajo la dependencia, no de sus patriarcas y exarcas, sino de los Soberanos. Lo cual quita a las Iglesias separadas de Roma esa universalidad que es el emblema del catolicismo. Aparte de estos ritos del Oriente, en la Iglesia latina existen otros especiales, como el mozárabe de nuestra catedral de Toledo, y el solemnísimo ambrosiano de la Iglesia de Milán. Hemos asistido en la primera quincena de Enero a la celebración de todos estos ritos solemnísimos durante la octava de la Epifanía, ante el nacimiento representando el Santo Pesebre adorado por los Santos Reyes Magos, y que regaló al hermoso templo del San Andrés del Valle el príncipe Torlonia, a mediados de nuestro siglo. Es difícil dar una idea de lo que son estas funciones, en las que se suceden los patriarcas o vicarios de los diversos cultos con sus ceremonias y vestiduras orientales, con sus cánticos que entonan los alumnos de los colegios Maronita, Armenio, Griego y de Propaganda Fide, mientras oradores sagrados predican desde el pulpito en todas lenguas de Europa y de Asia. Sobre todo, la misa en rito caldeo oficiada por el Procurador General, revistió solemnidad sublime, evocando la memoria del primer pueblo en reconocer a Jesús como verdadero Dios, ofreciéndole por medio de los Reyes Magos los místicos dones de oro, incienso y la mirra; y celebrando los oficios litúrgicos en la lengua aramea hablada por el Salvador, por María y San José, y practicada todavía en las Iglesias caldeas de Egipto, Chipre, Tarso, Tartaria, Arabia, Persia y la India, c o m o en Caldea, Mesopotamia y la Siria.

CONDE DE COELLO.