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Spanish; Castilian Pages 134 [132] Year 2002
Fuentes Morán/Werner (eds.)
Diccionarios: textos con pasado y futuro
Aspectos de Lingüística Aplica A LiA Editado por Reinhold Werner Yol. 2
M.a Teresa Fuentes Morán / Reinhold Werner (eds.)
Diccionarios: textos con pasado y futuro
Vervuert • Iberoamericana • 2002
Die Deutsche Bibliothek - CIP-Einheitsaufnahme
Lexicografías iberorrománicas : problemas, propuestas y proyectos / M.a Teresa Fuentes Morán/Reinhold Werner (eds.) - Frankfurt am Main : Vervuert; Madrid : Iberoamericana, 2002 (Aspectos de lingüística aplicada ; Vol. 2.) ISBN 3-89354-182-9 (Vervuert) ISBN 84-8489-052-X (Iberoamericana)
© Vervuert Verlag, Frankfurt am Main, 2002 © Iberoamericana, Madrid, 2002 Reservados todos los derechos Diseño de la portada: Michael Ackermann Este libro está impreso íntegramente en papel ecológico blanqueado sin cloro. Impreso en Imprenta Fareso, S. A. Depósito Legal: M. 44.126-2002
índice general
Reinhold Werner Prólogo
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M.a del Carmen Lozano Andrés Lexicografía de vicios y defectos: los diccionarios correctivos hispanoamericanos del siglo xix
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Carlos Coello Villa Ciro Bayo: lexicógrafo del español boliviano
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Dieter Messner Port.: abarroado, adj. Urna historia sem fim?
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Humberto López Morales América en el Diccionario de la Real Academia Española: de la edición de 1992 a la de 2000. índices de mortandad léxica
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Reinhold Werner Identidad nacional y regional de las palabras en los diccionarios españoles
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Claudio Chuchuy y Antonio Moreno Diccionarios españoles en formato electrónico
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J. Gabriel Pereira Lopes Desenvolvimento de Dicionários Electrónicos e de Bases de Dados Lexicais para Processamento Computacional de Portugués
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Reinhold Werner
Prólogo El presente tomo de AUA recoge algunas de las ponencias aportadas al coloquio "Diccionarios: textos con pasado y futuro", celebrado en el Instituto Cervantes de Múnich en los días 3 y 4 de diciembre de 1996. El hilo conductor que conectaba las diferentes ponencias presentadas en aquel evento era la tensión entre tradiciones y fuerzas innovadoras en los textos lexicográficos. Las siete ponencias escogidas para la publicación fueron sometidas a una cuidadosa revisión y puesta al día. Dos de los textos incluidos en este tomo (los de Humberto López Morales y Reinhold Werner) se dedican al diccionario de la Real Academia Española desde una perspectiva situada en el año 1996. Puesto que, mientras se preparaba la presente publicación, apareció la nueva edición del diccionario académico, se planteó la pregunta de cómo proceder con los dos textos que analizaban la ahora penúltima edición del diccionario y hacían propuestas para la futura edición, que ahora ya está publicada. Pienso que, aunque las reflexiones que guían los dos textos parten de una situación ya superada, no han perdido, sin embargo, completamente su interés. Incluso se ofrecen como puntos de arranque para análisis de la nueva edición del diccionario académico. Por lo tanto, se ha prescindido de suprimir los dos textos o de agregarles comentarios adicionales que se refieran a la situación actual. El coloquio celebrado a fines del año 1996 fue patrocinado por la Oficina Cultural de la Embajada de España, el Instituto Cervantes de Múnich y la Universidad de Augsburgo. Importantes auxilios para su realización fueron brindados por el Instituto Camoes (Lisboa) y la Gesellschaft der Freunde der Universität Augsburg. A todas estas instituciones quiero renovarles los agradecimientos por parte de los que tomaron las iniciativas para organizar el evento y se responzabilizan de la presente publicación.
María del Carmen Lozano Andrés
Lexicografía de vicios y defectos: los diccionarios correctivos hispanoamericanos del siglo xix 1. Interés actual En el último cuarto del siglo xix se registra en Hispanoamérica una importante actividad lexicográfica, impulsada por un sentimiento general de necesidad de conservación de la lengua española a través de la corrección en el lenguaje. Vicios, barbarismos, provincialismos, galicismos, errores, disparates, correcciones son las palabras más frecuentes en los títulos de numerosos glosarios de índole prescriptiva. Pero ¿qué valor?, ¿qué interés de estudio pueden tener hoy estas obras decimonónicas que, tanto por lo que respecta a los materiales que ofrecen como a la intención y al criterio con el que los recogen, no digamos ya, por lo que respecta a la metodología, están del todo superadas? Lara (1990) cuando se refiere a esta parte de la lexicografía americana dice que responde a un criterio eurocentrista de la lengua que la invalida (págs. 233-234): "La lexicografía española es una lexicografía imperialista. Se impone, bajo la unicidad del adjetivo, como actividad propia de lo que se hace en la Península Ibérica y aun define las variedades no peninsulares de la lengua española como desviaciones de un ideal cuyo núcleo está en Madrid [...] la lexicografía de los hispanohablantes de allá, de América y, en menos medida -geográficamente hablando- de África, se ha visto siempre como vocación por el desvío incesante y repetido ciclo de documentación de las variedades coloniales de la lengua madre [...]".
En esta misma idea se reafirma en 1996 (Lara 1996, pág. 354): "Todos ellos [los antiguos diccionarios de regionalismos] se plantean el registro pormenorizado de vocabulario regional sobre la base de su exclusión del DRAE y, en esa medida, son normativos en sentido inverso [...]".
Sin embargo, en la valoración hecha por parte de algunos autores acerca de estas obras lexicográficas, ya se ha señalado una doble finalidad de las mismas. Haensch (1990) pone de relieve la importancia de la información descriptiva sobre una variante lingüística americana que aparece, curiosamente, con motivo de una indicación correctiva. Werner (1991, pág. 241), refiriéndose a estas obras, apunta la necesidad de una revisión cuando dice:
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María del Carmen Lozano Andrés "Estas obras están concebidas como diccionarios o glosarios de desvíos de la norma vigente, de incorrecciones, de vicios lingüísticos, y, en parte, se contraponen en ellas los elementos considerados como correctos a los no aceptados como tales. La confrontación entre elementos correctos e incorrectos les confiere un rasgo contrastivo a estos diccionarios, típicos del siglo xix y de comienzos del xx, rasgo que se perdió en la medida en que la lexicografía del español americano adoptó actitudes más descriptivas en vez de las puramente correctivas".
En efecto, si dejamos a un lado el desfase histórico que invalida a estas obras y nos detenemos en el rastreo de determinados aspectos, podemos encontrar a cada paso un rasgo que en la actualidad constituye una preocupación fundamental de la lexicografía contrastiva: la información diferencial del español americano con respecto al europeo.
2. Propósito de corrección Me reduciré en este análisis, por razones prácticas, a ocho de estos glosarios, número suficiente para ilustrar fenómenos comunes en todos ellos. Sus títulos son los que siguen: - Breve Catálogo de errores en orden a la lengua y al lenguaje castellanos (Ceballos 1873). Para el análisis de esta obra he consultado la 5 a y la 6a (Cevallos 1880, 1909). - Correcciones de defectos de lenguaje para el uso de las escuelas primarias del Perú (Riofrío 1874). He utilizado en este caso la primera edición y la reedición publicada en Memorias de la Academia Ecuatoriana (Riofrío 1971). - Diccionario de Chilenismos (Rodríguez 1875). - Diccionario abreviado. Galicismos, provincialismos y correcciones de lenguaje con trescientas notas explicativas (Uribe U. 1887). - Diccionario de barbarismos cotidianos (Seijas 1890). - Diccionario de barbarismos y provincialismos de Costa Rica (Gagini 1892). Me voy a referir a la primera edición de este diccionario, sin entrar a considerar su evolución posterior1. - Vicios del lenguaje y provincialismos de Guatemala. Estudio filológico (Batres Jáuregui 1892). - Diccionario manual de locuciones de lenguaje. Con indicación del valor de algunas palabras y ciertas nociones gramaticales (Ortúzar 1893), dedicado al español de Chile.
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Para una información más completa sobre Gagini, ver Sánchez Corrales (1988).
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Para el estudio de los seis últimos libros he consultado las primeras ediciones2. ¿A qué se debe esta proliferación de obras similares en fechas tan próximas entre sí? ¿Qué pretenden conseguir? Por decirlo en palabras que ampliaré después, obedecen a un interés por la pureza y la conservación del español en América, gravemente afectadas, ajuicio de estos observadores del lenguaje. La preocupación por el idioma no nace merced a una actitud espontánea de cada uno de los autores, que en los distintos y jóvenes países americanos emprenden la tarea de frenar el deterioro de la lengua que hasta el momento proporcionaba a un grupo de naciones y de hablantes, junto con el espacio geográfico, una identidad común de americanos hispanohablantes; sino que está directamente relacionada con los estudios, recientes por entonces, de la historia de las lenguas romances, del proceso de evolución desde el latín hasta su constitución en lenguas absolutamente independientes. En este sentido se expresan casi todos. Gagini (1892), por ejemplo, dice en el "Prólogo" (pág. 1): "La lengua Castellana ha experimentado tales modificaciones en el Nuevo Mundo, son tan numerosas las corruptelas, los neologismos, extranjerismos y alteraciones sintácticas con que las desfigura el vulgo, que en muchos lugares no es ya sino una caricatura grotesca de aquella habla divina de Garcilaso, Calderón y Cervantes. Por otra parte, esos matices locales contribuyen sobre modo á romper la unidad del idioma común de nuestras Repúblicas, preparando la formación de dialectos y dificultando el comercio de ideas".
En parecidos términos se manifiestan los demás autores, unos con más pasión que otros, en los prólogos que preceden a los textos lexicográficos. El castellano en América -se repiten todos- está minado de incorrecciones morfológicas sintácticas, fonéticas, etc. que afean y amenazan la unidad del idioma. Sus sentimientos en favor de la pureza del lenguaje van desde una preocupación práctica, como hemos visto antes en Gagini, dirigida a evitar la disgregración, pasando por un interés pedagógico, como exponen las razones de Riofrío (1874, "Prólogo", pág. III): "[...] es y tiene que ser de pocos la apasionada consagración al estudio del idioma, y, es no sólo de muchos, sino de todos, estricta la obligación de hablar correctamente, bajo la pena de ser menospreciados como incultos".
Hasta llegar a constituir en algunos casos, como es el de Seijas, una desazón personal que empuja al autor a erigirse en paladín de la regeneración de la imagen de los países americanos a través de la rehabilitación del lenguaje. Y así dice en su prólogo, en lo que firma como "Carta á mis amigos" (Seijas 1890): "Es verdaderamente lastimoso oir en un pueblo de tanto empuje, de mujeres tan bellas y de tan cumplidos caballeros, hablar un idioma que lastima tanto el oído como el español
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Para la información sobre las ediciones de estas obras, consultar la bibliografía adjunta.
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María del Carmen Lozano Andrés que se habla en Caura y en San José de la isla de Trinidad; [...] Si Dios me da vida, ó fuerzas, sobre todo, trataré, además de lo que les he ya prometido, de coleccionar por orden alfabético los barbarismos que oigo a cada paso [...]".
En corrientes similares de opinión se encuadra Cevallos (1880, "Prólogo", pág. I), que emprende su tarea pedagógica dirigiéndose principalmente a "[...] los jóvenes [para que] habituándose desde niños a pronunciar correctamente las voces de nuestra lengua no incurran en tantísimos de los errores que se cometen [...]".
Rodríguez, Uribe, Batres Jáuregui y Ortúzar comparten este sentir. Ortúzar (1893, "Prólogo", pág. III), veinte años más tarde de que lo hiciera Cevallos, insiste en la extensión y la gravedad del problema: "Se nos tilda á los hispano-americanos de hablar cierta jerigonza y de ser como contrabandistas del idioma español: tantas son las locuciones viciosas que tienden entre nosotros á convertirlo en un revuelto fárrago, ya que no en miserables dialectos. Gramáticos y literatos doctísimos han llamado la atención hacia esta corruptela que aflige también á nuestros hermanos peninsulares".
Un remedio común bulle en la intención de todos ellos, y es el de estudiar y reparar el lenguaje en toda América. Siguen el camino emprendido por autores como Pichardo con su Diccionario provincial de voces cubanas, publicado en Matanzas en 1936, y como Andrés Bello con su Gramática de la lengua Castellana, publicada en Santiago (Chile) en 1847, autores estos dos a los que van a recurrir continuamente en apoyo de sus intereses. Pero es el ejemplo de Rufino José Cuervo el más patente en todos si exceptuamos a Cevallos, que publica su libro en 1873 y que se confiesa inspirado directamente por Ulpiano González -maestro también de Cuervo- a través de su obra Observaciones curiosas sobre la lengua castellana publicada en 18483. Este manual de corrección de Ulpiano González (1848) y las Apuntaciones críticas sobre el lenguaje bogotano de Rufino José Cuervo, publicadas de 1867 a 1872, son los modelos principales en cuanto al propósito de corrección y al conjunto de materiales susceptibles de estudio. Al igual que Cuervo, estos autores compilan listas de corrupciones y errores y las enfrentan a las formas de Castilla como método principal para devolver al idioma la pureza transgredida. La forma castellana será la que sustituya en el error al provincialismo. Para el Cuervo de la primera edición de las Apuntaciones4 -no vamos a entrar aquí en la evolución posterior de su pensamiento- como para los autores que nos ocupan, las desviaciones de la "norma castellana" son provincialismos que hay que elimi-
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Cevallos (1880, prólogo, pág. 1). Sobre la evolución del pensamiento y de la obra de Rufino José Cuervo, véase Guitarte (1983).
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nar con ayuda de las fuentes que suponen las obras de los autores clásicos y el Diccionario académico. Las ediciones que consultan del Diccionario de la Real Academia son la 1 Ia, de 1869, y la 12a, de 1884. Esta vía en favor de la norma peninsular combate la tendencia, durante la segunda mitad del siglo xix, de algunos sectores de la sociedad americana - e l fenómeno es más notorio en Argentina- que se pronuncian por un alejamiento del español europeo, al que ven como una rémora para el desarrollo intelectual y político de sus países. Por el contrario, la clase intelectual encuentra que el uso castizo es el instrumento adecuado para la unidad lingüística y por lo tanto para el desarrollo cultural. Batres Jáuregui en el prólogo a su diccionario acude a una cita de Vicente G. Quesada, publicista argentino, para reafirmarse en esta idea (Batres Jáuregui 1892, "Prólogo", pág. 3): "Lejos de que la conservación castiza del idioma pueda ser traba para el desenvolvimiento de la civilización de los estados hispano-americanos, por el contrario, será medio eficaz para su progreso, para su cultura y perfeccionamiento intelectual."
A este criterio de autoridad castellana, una vez más a la luz del ejemplo de Cuervo, añadirán, unos en mayor medida que otros, los criterios del uso y de la formación correcta dentro del "genio de la lengua" para dar legitimidad, o no, a una palabra, a un giro, a un "provincialismo". Para la aplicación del primer criterio les van a servir, además de las obras citadas como principales -autores clásicos y Diccionario académico- el Diccionario de Galicismos de Baralt publicado en Madrid en 1855, el ya mencionado diccionario de Pichardo de 1836, el diccionario de Salvá de 1846 y la gramática de Bello como fuentes fundamentales. Para determinar la autenticidad del uso utilizarán obras de autores americanos que servirán como documentación de un uso local. De la misma forma los glosarios de unos son aprovechados por los otros para completar materiales y comparar juicios sobre la legitimidad de un vocablo, y en este aspecto la obra de Cuervo será una vez más el modelo y la cantera principal. Veamos en este sentido algunos ejemplos: Ortúzar (1893): YANKEE. « Así escriben malamente los periodistas, olvidando que ni la k es propia de nuestra lengua, ni la combinación vocal ee se pronuncia en castellano como i. No trae el Dicc. esta voz, y es lástima, porque á pesar suyo es de uso general para
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designar á los ciudadanos de los Estados Unidos. Americanos se llaman ellos, y americanos les dicen en otros países, como si la parte fuera el todo y ellos los únicos americanos del Continente. El Sr. Cuervo escrive yanquis (Apuntaciones, pág. 331, 4a ed.) y su atorizado ejemplo debe ser seguido, » dice D. Rafael Uribe. Yankee no es sólo de periodistas, que también se halla en excelentes autores; testigos estos lugares de D. J. Valera: Las huellas de este origen no se han borrado de entre los yankees. Entre los yankees no hay ó hay apenas elemento indígena. (Nuevas Cartas Americanas). Añade Ortúzar a su juicio sobre la legitimidad de la palabra los de otros autores, en este caso, los de Cuervo, Uribe y Valera. Otro ejemplo tomado de Ortúzar (1893): AZUCARERA. Voz corriente en América, y de tan buen origen como cafetera, lechera, tetera, papelera, etc. Se hallaba en la edición undécima del Diccionario; pero en la duodécima se le ha retirado la carta de naturaleza: azucarero.
Y un ejemplo tomado de Seijas (1890): •ACOLCHONAR. Acolchar. En efecto, si existe colchón, acolcho-
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nar es poner en forma de colchón. No es disparate, y debiera constar en los diccionarios. En estos dos últimos ejemplos tanto Ortúzar como Seijas defienden la autoridad de los vacablos propuestos, pues, si bien ninguna de estas dos palabras aparece en el diccionario, las dos tienen una formación castellana correcta y regular. Las obras sobre el español en América no eran una novedad en la fecha en la que estos autores de glosarios de corrección publican sus trabajos. ¿Por qué, entonces, esta necesidad.de materiales nuevos con el mismo fin, urgentes, y en todos los países? El empeño de acercarse al hablante común con instrumentos más sencillos y accesibles para todos es lo que los mueve en esta dirección.
3. Estructura y metodología En un esfuerzo por facilitar la tarea de consulta, los autores organizan el contenido de sus obras en listas alfabéticas y exponen sus explicaciones en un estilo ligero, a veces jocoso, con la intención de "enseñar deleitando" y de acercarse por esta vía a un público general. Uribe U. (1887, "Prólogo", pág. VIII) dice: "Este librito [...] ni con mucho espera ser consultado por literatos de profesión. Es que ninguna de las obras sobre correcciones de lenguaje ha llegado á ser enteramente popular".
Para conseguir resultados efectivos es necesario -piensan- abandonar la profundidad de la doctrina científica y adoptar fórmulas de vulgarización más eficaces, que para ellos se traducen en listas alfabéticas con indicaciones sencillas. Este acto de simplicidad hace que la estructura en todas las obras examinadas adolezca en varios aspectos de sistematización. Uno de los defectos más evidentes en muchas de ellas es el que afecta a la distribución de los lemas. Estos se presentan en orden alfabético sin atender a su carácter erróneo o legítimo. Veamos al respecto dos ejemplos. Gagini (1892): Balsa. Arbol corpulento, del género bomba*:, cuyos frutos oblongos encierran una lana sedosa que en Costa Rica se aprovecha casi exclusivamente para henchir almohadas, cojines, etc. Acá. Nada más curioso que el carácter pronominal que á este adverbio dan los campesinos, diciendo: "acá tiene razón, acá va conmigo," por "éste tiene razón, éste va conmigo".
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Hay que deducir por el tono de la definición el carácter legítimo, o no, de una palabra. Otra irregularidad común en cuanto a la estructura se da en el tipo y en la extensión de las definiciones. En unos casos son detalladas, en otros se señala simplemente el sinónimo español o el término correcto. Esto último de manera ambigua también, pues a veces no sabemos si se trata de una descripción o de una indicación prescriptiva. Veamos ejemplos de los dos tipos. Cevallos (1880): Carátula. Es la careta ó mascarilla; en la cubierta de alambre para defender la cara de los tábanos, mosquitos, &.; es el ejercicio de los farzantes. Emplean esa voz para expresar el letrero ó inscripción que se pone en los libros, procesos, cuadernos, &. para dar á conocer de qué tratan ó á quién pertenecen. —Rótulo, rotulata, frontis, frontispicio, portada, anteportada, cabezal. ¡Cuántas voces propias para no incurrir en barbarismos! UribeU. (1887): Adicción, adición. Etimología, documentación, abreviaturas son elementos que se manejan, según los intereses en cada palabra, de manera distinta dentro de una misma obra. Después veremos esto en los ejemplos.
4. Materiales y criterio de selección de entradas ¿Qué tipo de palabras, qué anomalías o qué provincialismos van a considerar los autores de manuales de corrección dignos de figurar en sus catálogos? ¿Qué van a tratar como un provincialismo? Para clasificar el conjunto de materiales hay que volver a Cuervo, pues una vez más la selección en los ocho autores responde en general al plan diseñado por él. El esquema general sería el siguiente: -
Errores de acentuación. Errores de número. Errores de género. Lo que los autores denominan "disparates" en la forma de los derivados a partir de una raíz "castellana". Veamos un ejemplo de Cevallos (1880): Pancito. —Panecico, lio to.
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- "Vicios" en la conjugación de los verbos: problemas de voseo principalmente. - Errores en el uso de pronombres y de artículos. - Usos incorrectos de verbos, adverbios, preposiciones y conjunciones. Tenemos una muestra en el siguiente artículo de Riofrío (1874): «MEDIO es adjetivo en medio pan, media docena; sustantivo en elegir un medio, valerse de malos medios; y adverbio en medio dormido, medio despierto. En Chile (y en el Perú) se emplea mal el adjetivo por el adverbio, diciendo; por ejemplo: «la niña salió media desnuda, quedaron medios muertos.» (Bello.)
- Voces castizas que se emplean en acepciones impropias, o que el autor del diccionario cree que se emplean en acepciones impropias, pues ocurre en muchos casos, sencillamente, que no las recoge el diccionario académico. Veamos, como muestra de voz castiza con uso desviado, otro artículo de Riofrío (1874): MAYORDOMO, se llama en español «el criado principal á cuyo cargo está el gobierno económico de alguna casa ó hacienda.» En Lima el vocablo ha descendido. El mayordomo se llama administrador, y el criado aunque sea solo y único recibe el nombre de mayordomo, sin exclusión de los chinos, pues estos toman el mismo nombre desde que apren-den á repartir la cerveza.
- Voces corrompidas. Véase, a modo de ejemplo, uno de los artículos de Cevallos (1880):
Arenoso (Durazno, melón). Bueno sería darlos á comer á los que así los califican. —Durazno, melón harinoso-, esto es, que tiene harina, no arena. Hay que hacer notar en este caso que el autor no es consciente de que en su definición correctiva emplea otro americanismo: durazno. - Voces consideradas como mal formadas de raíz castellana. Sirva de muestra el ejemplo tomado de Uribe U. (1887): Malcriadez, malcriadeza, ría, mala crianza.
grose-
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- Americanismos, provincialismos, indigenismos. Sobre estos volveré más adelante. - Lo que los autores llaman "barbarismos"; suelen considerar como tales: • Confusiones en la escritura y en la pronunciación: / - / • Vocablos extranjeros. En este sentido un ejemplo de Ortúzar (1893): Dandy. Hay quienes creen darse importancia afectando cierto conocimiento de idiomas extranjeros y • empedrando la conversación con anglicismos como éste. En español tenemos lindo, lechugino, pisaverde, cursi, y no necesitamos recurrir á vocablos transfretanos, cizaña de nuestra lengua. - Arcaísmos. Tenemos una muestra en este artículo de Riofrío (1874): ABOTONADURA ( A N T . )
Botonadura. - Neologismos innecesarios. - Galicismos. Este es el caballo de batalla y la corruptela principal, denunciada con más insistencia. Véase como muestra un artículo de Seijas (1890): BUQUÉ.
C. Ramillete. -Bouquet es francés, y no lo nece-
sitamos. Y otro de Gagini (1892): Rango. Reprensible galicismo es el empleo de rango en la significación de clase, jerarquía, calidad, categoría, y más aún en la de fila, línea ó lugar, pero no menos censurable es el uso que aquí hacemos de ese vocablo, dándolo como equivalente de rumbo, garbo, esplendidez, pompa, lujo. Rango no figura en el Diccionario de la Lengua. - Otro de los barbarismos que atacan todos es el solecismo, error de estructura. Véase en este sentido el artículo de Ortúzar (1893):
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¡ Malhaya s e a n u n c a ! Em-pedrado de disparates: la gramática y el sentido común, conforme nota Cuervo, demandan, primeramente, que se extermine el sea ; luego que el mal vaya separado en lo escrito (y lo mismo en lo prununciado) del haya ; y por fin, que si se desea un mal, se diga mal haya, y si un bien, bien haya: Mal haya el diablo ; Bien hayan aquellos benditos siglos. - Y por último, se incluyen en las listas como reprobables las palabras malsonantes. Véase el ejemplo de Seijas (1890): PEDO (AL). Se dice en castellano "por razón de gusto" etc. Es curioso oir emplear esta palabra que envuelve una idea indecente, en todos los círculos sociales. Me cansé al pedo-, aposté al pedo etc. Y no contentos aún, dicen al purísimo pedo. Vaya Vd. al monte y no vuelva en veinte días, so indecente! Esta es, grosso modo, la caracterización del conjunto de materiales que podemos encontrar en Cevallos, Riofrío, Rodríguez, Uribe, Seijas, Gagini, Batres Jáuregui y Ortúzar. No hace falta que nos detengamos más en este aspecto, pues tanto por lo que a él respecta como en lo tocante al análisis de estructuras, tipo de definición, etc. puede encontrarse una aproximación más exhaustiva a algunos de estos autores en estudios más extensos y detallados, como la tesis doctoral de Claudio Chuchuy (1994), así como la tesis de licenciatura de Christiane R. Braun (Braun 1994).
5. Información descriptiva y contrastiva El rasgo fundamental que interesa destacar aquí es el contenido aprovechable hoy en día de estas obras que nacieron con la intención de remediar el "futuro próximo", según todas ellas, de decadencia del idioma. El germen de futuro que albergan estos textos son las peculiaridades lingüísticas del español de América que en ellos se llamaron usos desviados de la norma castellana, que hoy llamamos americanismos. La información americana fluye y se cuela de
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rondón en definiciones de palabras que se recogen, en principio, con una intención correctiva. Tomemos en este sentido los siguientes ejemplos: Batres Jáuregui (1892):
Jaboncillo. En buen español sería diminutivo de jabón, ó jabón de olor, según dice el Diccionario, acepción en la que se usa mucho en el Perú. Entre nosotros se conoce con el nombre de jaboncillo el fruto de un árbol, que también se llama vulgarmente jaboncillo (de la familia de las aceráceas.) Dicha fruta es del tamaño y de la forma de una uva; su color es amarillo ocre, está cubierto de una película consistente que contiene un jugo con mucha saponina, que mezclada con el agua produce espuma y que emplea la gente pobre para lavar su ropa y para otros usos en lugar de jabón, al cual sustituye bien. La semilla del jaboncillo es casi del tamaño del fruto, muy negra y reluciente. El árbol tiene unos diez metros de altura; sus hojas son alternas, en pequeños ramos de nueve á diez hojas de color verde mate de tres á cuatro pulgadas de largo, lanceoladas. Las flores son blancas, pequeñas, en panículas terminales, y exhalan un olor suave. Sapurdus saponaria. Seijas (1890): Zarpazo, golpe grande y con ruido que da una cosa cayendo en el agua. También se aplica *charpazo al movimiento violento y repentino del animal al emprender la carrera, y así se dice: no se le vió sino el charpazo al venado, etc.
CHAKPAZO. C .
Rodríguez (1875): CHALA.
Del quichua chhalla, hoja seca del maiz. Una que otra vez hemos oido usada esta palabra para designar la hoja seca del choclo. En cambio no se oye
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otra cosa en Arequipa, donde sirve para mentar, no solo la hoja, sino también la caña seca, que allá se guarda, como que es útilísima para alimentar durante el invierno las caballerías, si con permiso de ellas nos es lícito dar semejante nombre a las borricadas, que es de las que se trata. Chala suele llamarse también en el Perú el cigarrillo que llamamos en Chile de hoja. Encontramos en estos glosarios una riqueza informativa que no tiene continuidad en obras posteriores de más envergadura, como puedan ser los diccionarios de americanismos, posteriores, de Santamaría (1942) o de Morínigo (1966), por citar dos obras de las más conocidas; así como rasgos de contrastividad, otro aspecto de relación con el futuro. Pensemos en los diccionarios de americanismos más recientes de carácter contrastivo, como son los que se han producido en el proyecto de la Universidad de Augsburgo5, en el que la contrastividad con el español europeo es un aspecto fundamental. Veamos un artículo de Rodríguez (1875), en el que aparece información contrastiva con respecto a la variante española: OVERO, A.
Adjetivo que se aplica en España a los caballos de pelo blanco manchado de alazan i bayo. En Chile lo aplicamos a los animales de piel remendada o de varios colores, los mismos que castizamente se llaman pios.
La mayoría de estos autores se plantea ya, a la vista de sus colecciones, la necesidad de incluir, o no, en los diccionarios generales una serie de términos propios americanos, difícilmente calificables como errores, pues en unos casos son voces "bien formadas" de raíz castellana, y en otros -los más numerosos- son nombres indígenas de objetos, actividades, animales, plantas, etc., propiamente americanos sin equivalente castellano. Veamos para el primer caso, Ortúzar (1893): Ultimación. Si tenemos conclusión de concluir, ¿ por
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En el marco de este proyecto se han publicado hasta ahora los siguientes diccionarios: NDCol (1993), NDArg (1993), NDU (1993), DECu (2000) y DEArg (2000).
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qué no ultimación de ultimar ? Ultimación y conclusión no son sinónimos. El primero de estos nombres se refiere á las últimas medidas que se toman, ó á los últimos pasos que se dan para terminar un negocio, acabar una empresa, etc.; el segundo indica el acababamiento perfecto, la terminación absoluta. Y aún por eso convendría decir ultimación en vez de ultimátum ; vocablo este de terminación exótica, y por todo extremo pedantesco cuando pasa del lenguaje diplomático al vulgar. (Baralt). Para ilustrar el segundo caso, el de los indigenismos sin equivalente castellano, véanse ejemplos de Gagini, de Uribe y de Rodríguez: Gagini (1892): Cabro de monte. Dos especies de ciervos hay en Costa Rica: el venado (cervus mexicanus) muy común en todo el país y abundantísimo en ciertas comarcas, como el Guanacaste, y el cabro de monte (cervus rufinus) que sólo habita en lugares muy distantes del poblado. Este último es de color rojizo, con manchas en el vientre y más pequeño y gracioso que el venado. Se le llama cabro á causa de tener los cuernos rectos y sin ramificaciones. Uribe U. (1887): Barequear, en minas de oro corrido, extraer el mineral rico, dejando las tierras superiores, y dirijiendo los trabajos sin ciencia ni formalidad.
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Gagini (1892): Zapallo. (Cucurbita melopepó). Especie de calabaza más pequeña que el ayote y de carne más blanda é insípida. En el Dicc. botánico de Colmeiro se lee zapallo de Chile, (Cucurbita maxima) y en el compuesto por una Sociedad literaria, zapallo "Nombre genérico de muchas especies de calabazas de la América Meridional." Dicha voz parece de origen araucano, y se emplea entre nosotros también como adjetivo, equivalente á soso, sin gracia, desmañado. Rodríguez (1875): CHACRA, CHACARERO, A, ERIA. El S. D. Juan M. Gutiérrez, en un artículo que sobre el quichua publicó no ha mucho en una revista literaria de Buenos Aires, dice que chacra viene de chhacra, que en esa lengua significa heredad de labor, pero no hemos encontrado la palabra en el Diccionario del P. Mossi, ni en otros vocabularios ménos completos que tenemos a la mano. Según lo atestigua D. Gonzalo Hernández de Oviedo i Valdes en el vocabulario de voces americanas que adjuntó a su Historia jeneral de las Indias, charca, es una voz aimará que significa cercado de piedras o árboles para señalar la extensión de cada hacienda. Dando por verdadera esta etimolojía, es fácil imajinarse como en su traslación del aimará al castellano charca dejó de significar el continente i pasó a significar el contenido, denotando ya la heredad misma, ya las sementeras que era costumbre hacer en ella. En efecto, chacra en nuestro uso corriente significa dos cosas: 1.° las propiedades rústicas que por su extensión ocupan un lugar intermedio entre las quintas i las haciendas; i 2.° las sementeras de legumbres, en contraposición a las de trigo i cebada. [...] 6. Valor documental para otros diccionarios Tenemos pues una buena parte documental de americanismos en trabajos que nacieron para erradicarlos -si se me permite la exageración- y así lo demuestra el que
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hayan sido utilizados como tales en obras posteriores con este valor. Son fuentes en diccionarios de americanismos como el de Santamaría (1942), las obras de Cevallos (1880), Ortúzar (1893), Seijas (1890), Riofrío (1874), Rodríguez (1875) y de Batres Jáuregui (1892). Igualmente, como se puede comprobar examinando los ejemplos que ofrecemos a continuación, han servido para documentar americanismos en el Diccionario histórico de la lengua española de la Real Academia, en él aparecen utilizadas la obra de Uribe U. (1873) en el primer tomo y las de Gagini (1892), Ortúzar (1893) y Batres Jáuregui (1892) en el segundo. Real Academia Española (1992):
alebrestar, aliebrestar, alibrestar, alibriestar; alebestrar; alebretar; aleb r e s c a r . (De a?- + lebrasto o lebrasta 'liebre nueva o de poco tiempo', con probable infl. de liebre. Cf. alebrestado y alebrastar.) Aliebrestar, alibrestar, alibriestar (Sant.): siglo xx; alebestrar. siglos xvll y xx) alebretar (Cuba): siglo xx; alebrescar (St. Dgo.): siglo xx. [...] 3. [...] c) tr. Amér. Animar, o infundir bríos. Ú. m. c. prnl. 1 8 7 9 MERCHÁN, R . M . Estud. crít. ( 1 8 8 6 ) 123: Alebrestarse. [...] La aplicamos también a las personas cuando andan más vivas o atrevidas de lo que comporta ordinariamente su carácter. 1 8 8 9 RIVODÓ Voces nuevas 2 6 8 : Alebrestarse: [...] en Venezuela se usa en el sentido de avisparse, [...] animarse. 1 8 9 3 O R T Ú ZAR Dicc. loe. viciosas-. Alebrestarse: [...] animarse. 1 9 2 8 DIHIGO Lex. cubano I 1 4 8 : Alebrestarse: Úsase frecuentemente en el sentido de avivarse, de alegrarse. [...] Ortúzar (1893): Alebrestarse. Embravecerse, encabritarse, alborotarse, animarse. ALEBRESTARSE: alebronarse, alebrarse, alebrastarse, echarse en el suelo como liebre; acobardarse.
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Fijándonos en esta muestra de los textos de la Academia y de Ortúzar, podemos ver cómo el último ha servido de fuente para la definición y la documentación que el Diccionario Histórico hace de alebrestarse. Hoy, siguen apareciendo en el mercado obras de corrección del lenguaje, claro está que los departamentos comerciales de las editoriales -sobre todo en Españageneralmente no permitirían incluir en sus portadas las palabras error, vicio, disparate. Los títulos modernos suelen decir: Manual de estilo, Diccionario de dudas, Léxico usual y Léxico normativo, etc. La condición de americanismo de una palabra no la lleva a ser registrada en ninguna de estas obras, sino en diccionarios de americanismos, como plantearon en su día autores como Camilo Ortúzar (1893) y Rafael Uribe U. (1887), que a la vista de sus materiales, ya se dieron cuenta de que no podían explicar como una simple desviación de la norma europea el español de América.
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Carlos Coello Villa
Ciro Bayo: lexicógrafo del español boliviano 1. Ciro Bayo, esbozo biográfico Una mañana de enero de 1892, año del cuarto centenario del descubrimiento de América, un hombre montado en rocín flaco, aunque sin adarga ni escudo, ingresaba por el camino polvoriento que conduce a la ciudad de Sucre. Era Ciro Bayo (18591939). Había llegado de España a Buenos Aires cuatro años antes (1888). Pasó buena parte de este tiempo oficiando de maestro de gauchitos en Tapalqué, en plena pampa, y realizando algunos viajes -uno para ver la famosa piedra del Tandil y otro, posiblemente, a Chile-, aprovechando sus vacaciones. Pero un día, a fines del año 1891, se le había ocurrido la peregrina idea de ir a caballo a la Exposición Internacional de Chicago (1892). Después de ejercitarse convenientemente en el arte de la caballería, tomó camino hacia el Norte y, siguiendo la ruta de Concolorcorvo1 (no la del Quijote), llegó Bayo a Tucumán. Allí permaneció tres meses haciendo uso de sus dotes de periodista y procurando reponer el estado de la bolsa, casi exhausta. Pasó a la vera del rico y fabuloso Potosí (no era su propósito hacerse rico, como sus antepasados conquistadores) y buscó posada en la ciudad de los cuatro nombres, Sucre, La ciudad blanca, La Plata o Chuquisaca. No sabía que allí permanecería otros tres años y que Bolivia lo retendría seis años en total, antes de su retorno a la patria natal (1897). Con la ayuda del cura de Sucre, coterráneo suyo, consiguió trabajo de preceptor de los nietos de D. Aniceto Arce, que acababa de concluir su período presidencial, y, con la ayuda del hijo de éste, fundó una escuela privada en la que muchos niños de la localidad hicieron sus primeras letras. Después obtuvo el cargo de Redactor-Taquígrafo del Congreso Boliviano, sin saber ni jota de taquigrafía. Asistió, pues, a muchas sesiones y transcribió las intervenciones de los llamados padres de la patria. Nunca se expresaron antes los congresales bolivianos -se ha dicho- en tan buen castellano. No era, claro, el que hablaban, sino el puro de Castilla, el que Bayo escribía en las actas. Cansado del oficio de maestro y sintiendo que le escocían los pies en busca de nuevas aventuras, logró del gobierno de D. Severo Fernández Alonso el cargo de Inspector de Instrucción Pública en la lejana región de los Llanos del Oriente. También a él lo atraerían las tierras de El Dorado, o el auge de la explotación de la goma. Pocos
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1910).
No "Concolorcoro", como se escribe en el Vocabulario criollo-español sud-americano (Bayo
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años después, la posesión de esta riqueza ocasionó la Guerra del Acre (1900-1903), que permitió al Brasil ampliar aún más su extenso territorio a costa de Bolivia. Bayo tuvo que pasar por La Paz, Oruro y Cochabamba para llegar a Santa Cruz. Parece que allí vivió un año, antes de continuar viaje a los Llanos del Este, atravesando las antiguas misiones jesuíticas de los Chiquitos y de los Moxos2. En un viaje que hizo Bayo por el trópico, le ocurrió esto que recoge Pío Baroja como anécdota y que retrata a nuestro autor de cuerpo entero. Navegaba Don Ciro en compañía de un belga por el río Manaos, afluente del Amazonas. Cuando llegaron a un poblado de aborígenes selváticos, que se reponían de un enfrentamiento guerrero, éstos les invitaron a carne asada. Poco después, un jesuíta que habitaba en esa región les comunicó a Bayo y a su compañero de viaje que habían comido carne humana, la de las víctimas. Le preguntó cómo sabía y Bayo comentó, muy naturalmente, que ya le parecía, y que tenía "gusto a cerdo"3. El cargo de Inspector quedó olvidado. Bayo consiguió trabajo en la empresa gomera más floreciente de Villa Bella. Permaneció dos años en aquella región, que él mismo denominó la "Mesopotamia boliviana"4, y viajando por los ríos de la cuenca amazónica, es posible que fuera al Perú, por un lado, y al Brasil, por el otro. Bayo volvió a su país como había llegado, ligero de equipaje, pero llevaba un tesoro escondido en el fondo de la petaca: papeles amarillentos y picados por la polilla, los que se habían salvado del incendio de una barraca en el cual perdió "El vellocino de oro", un poema en octavas reales dedicado a la epopeya de Pizarra y de Orellana, con las anotaciones que había acumulado durante una década.
2. Ciro Bayo: esbozo bibliográfico Gastón Baquero propone clasificar a los escritores según la época de su vida en la que produjeron su obra en uno de estos grupos: los de ida y los de vuelta, o como él dice: "el escritor anticipado" y "el escritor de regreso" (Baquero 1959). Los primeros son aquellos que realizan su obra creativa en plena juventud, los que, en virtud de su creatividad e imaginación, como en un juego de artificio, se encienden en vivas y deslumbrantes pirotecnias que se consumen, también, al punto, aunque algunas dejan
2 A propósito de la voz tropa, cuenta Bayo que el viaje de retorno de Trinidad de Moxos hasta Santa Cruz de la Sierra, 126 leguas (630 kilómetros), lo hizo a pie y a caballo, acompañando una tropilla. El viaje de ida debió ser similar o de un recorrido aún mayor. En el "Vocabulario de provincialismos argentinos y bolivianos" (Bayo 1906), Bayo indica que su expedición al Beni y Madre de Dios fue de 1895 a 1897. Dato que no aparece en el Vocabulario criollo-español sud-americano (Bayo 1910). 3 Pío Baroja conocía la anécdota de labios del propio Bayo, pero la recogió de un artículo de Eduardo Ortega y Gasset. Gastón Baquero la incluye en su artículo (Baquero 1959). 4 Marcos Sastre, en El Tempe andino, había llamado antes "Mesopotamia argentina" a la región del Plata bañada por los ríos del sistema fluvial del mismo nombre.
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perenne memoria. El ejemplo clásico de este tipo, para dar uno solo, es el de Arthur Rimbaud. Los segundos son los que empiezan tarde, en la plenitud de su madurez, a dar los primeros frutos. Bayo está entre estos últimos, lo mismo que Cervantes y otros muchos. En efecto, cuarenta años necesitó Bayo para vivir el mundo, para recorrerlo y domiciliarlo. Como Don Quijote, él también ensayó varias salidas. Antes de sus catorce años ya había dejado varias veces la casa donde vivía con su madre y su padrastro. En la última de sus "escapadas", a los diez y siete, se alistó con una tropa de comediantes en la primera nave que partió rumbo a América. Llegó a Cuba, pero después de un año tuvo que retornar por temor de contraer el terrible vómito negro que asolaba la isla. En otra salida, se fue de Madrid a Barcelona a estudiar abogacía, pero al primer contratiempo se trasladó a Valencia. De allí otra vez de vuelta a Barcelona y a Madrid. No sabemos si concluyó sus estudios, aunque en alguno de sus libros se menciona su título profesional. Sólo Dios sabe las aventuras que correría. Muchas de ellas inspiraron, después, su novela autobiográfica Lazarillo español, la cual mereció el premio Fastenrath de la Academia. Baquero dice de ella que "es una de esas obras con siglos por delante, llamadas a inmortalidad" y que es uno de "los veinte mejores libros españoles de todos los tiempos", y el crítico Cardenal Iracheta lo considera "el mejor libro en prosa del siglo" (Baquero 1959). La última salida, que ya conocemos, lo alejó de su patria tanto tiempo como el que demoró Odiseo en su viaje de retorno. Y otros cuarenta años le demandó la vida para volcar sus experiencias sobre el papel. Bayo es autor de dos decenas de obras: cuatro recreaciones sobre los conquistadores íberos, otras tantas sobre proceres americanos de la independencia, tres crónicas de viaje, dos novelas, algunos libros de poesía, varios textos de enseñanza y tres títulos de obras lexicográficas. Y en la cuenta no incluimos sus traducciones de libros del inglés, francés e italiano al español. Basta mencionar algunos nombres de las obras de Bayo para dejar ver las andaduras de este otro "andante caballero", como lo llamó Azorín. Al Lazarillo español, hay que añadir Peregrino en Indias, El peregrino entretenido, Por la América desconocida y Las grandes cacerías americanas.
3. La obra lexicográfica de Ciro Bayo Examinemos a vuela pluma la producción de nuestro autor en este campo.
3.1. El Vocabulario criollo-español
sud-americano
Ciro Bayo publicó el Vocabulario criollo-español sud-americano (en adelante Vocabulario criollo) en Madrid, en la conocida casa editorial Librería de los Sucesores de Hernando, en 1910. El título hace referencia a una extensa región que va de
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Venezuela a Chile, del Caribe a la Patagonia. La obra está constituida por 2.317 entradas más una colección de 107 "Refranes y modismos criollos". Lamentablemente Bayo no indica explícita y sistemáticamente la procedencia de las voces que registra, a pesar de haberlas recogido de propia mano. En el breve Prólogo del Vocabulario criollo expone la razón. Dice (Bayo 1910, págs. 6-7): "[...] muchos de los vocablos se aplican á la mayoría de las Repúblicas australes. Baste saber que las palabras de origen guaraní convienen á las provincias del delta del Paraná (Argentina), al Paraguay y al Oriente boliviano; las aucas, á Buenos Aires y Chile; las aimaraes, á Bolivia. Las voces quichuas, sobre todo, se extienden desde Colombia á Chile, y ellas dan el mayor contingente al habla de los países intermedios; de suerte que decir bolivianismo equivale á peruanismo; como decir voz río-platense vale tanto como de Buenos Aires y Montevideo".
Por otra parte, arguye que, de ese modo, "se hace menos empalagoso el texto, dejando de citar las localidades en que se dice esta ó la otra palabra; [...]" (Bayo 1910, pág. 7). A pesar de esto, Bayo consigna algunas referencias de marcación geográfica. Del recuento resulta que Bayo proporciona 573 datos de este tipo, casi para la cuarta parte del total de entradas (24,73%). Ahora bien, para la mayoría de los países no se dan más de 20 casos, menos del 1%; por encima del 10%, tenemos, en orden ascendente, americanismos generales: 10,64%, argentinismos: 17,80% y bolivianismos: 50,26%. En rigor, este es un vocabulario de bolivianismos y argentinismos, lo cual concuerda plenamente con la circunstancia de que Bayo vivió en estos dos países -cuatro años en Argentina y seis en Bolivia-, y, aunque probablemente viajó a otros países vecinos, fue en aquéllos donde hizo abundante cosecha de palabras. Ciro Bayo, picaro lazarillo, no menciona en el prólogo ni en parte alguna del Vocabulario criollo que cuatro años antes (1906) había publicado en el tomo XIV de Revue Hispanique, dirigida por R. Foulché-Delbosc, un "Vocabulario de provincialismos argentinos y bolivianos", cuyo título explica por sí mismo la naturaleza de las cosas. Sin embargo, quizá se justifique el cambio del título y nos hallemos ante dos obras distintas. Veamos qué nos dice el examen de los materiales de ambos glosarios -el de 1906 y el de 1910-.
3.2. El "Vocabulario de provincialismos argentinos y bolivianos" y el Vocabulario criollo-español sud-americano El "Vocabulario de Provincialismos Argentinos y Bolivianos", "Vocabulario de provincialismos" en adelante, tiene una macroestructura constituida por 2310 entradas; es decir, 7 menos que el Vocabulario criollo. Pero, de aquéllas, 127 no figuran en el segundo. Y en éste se añaden 123 nuevos lemas que no estaban en el primero. Examinemos sólo algunos aspectos relevantes de la comparación de ambos vocabularios, sin entrar en detalles:
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1. De los 127 lemas que figuraban en el "Vocabulario de provincialismos", excluidos en el Vocabulario criollo, 78 corresponden a términos de fauna y flora, el 61,4 %. De los restantes, la mayoría son términos enciclopédicos: cultura indígena e historia americana, y muy pocos no cumplen con esta función, sólo 16. 2. No pocas descripciones, que no propiamente definiciones, del "Vocabulario de provincialismos" aparecen reducidas en extensión en el Vocabulario criollo. 3. El orden alfabético de la macroestructura del Vocabulario de provincialismos es deficiente: contamos 26 errores de ordenación. 4. Se observan muchos errores ortográficos, sobre todo de acentuación, que son importantes, porque, en la mayoría de los casos, afectan a los lemas. 5. Existen muchos errores de imprenta y otros debidos, seguramente, a la deficiente revisión de los originales. De otra parte, dijimos que el Vocabulario criollo incluye 123 nuevos lemas, sólo algo más del 0,5 % del total de entradas. Examinemos algunos aspectos relevantes del Vocabulario criollo, sin entrar en detalles. 1. De las 123 nuevas entradas, únicamente 23 registran una marcación geográfica referida a algún país sudamericano. 2. 44 lemas son también voces conocidas y empleadas en Bolivia. 3. La ordenación alfabética (con pocas excepciones) es correcta y son muy pocos los errores ortográficos y tipográficos. En conclusión: el Vocabulario criollo es una versión revisada y corregida del "Vocabulario de provincialismos". La inclusión de una pequeña muestra de voces que se usan en algunos otros países de América del Sur, un 0,5 % del total, no justifica el cambio de título, porque, como dice la sabiduría popular, unas cuantas golondrinas no hacen verano.
3.3. El Manual del lenguaje criollo de Centro y Sudamérica y el Vocabulario criollo-español sud-americano Nueve años antes de morir, a los 71 años de edad, Bayo publicó otro repertorio de palabras con un título más ambicioso: Manual del lenguaje criollo de Centro y Sudamérica (Bayo 1931), en lo sucesivo Manual, simplemente. El título, más comprensivo que el de los anteriores vocabularios, muestra una tendencia en el quehacer de nuestro autor: cubrir cada vez una mayor extensión geográfica americana. Posiblemente Bayo hubiera querido ser el primer autor de un diccionario de americanismos. Pero tal empresa no estaba aún madura y debería esperar hasta 1925. El puertorriqueño
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Augusto Malaret publicó ese año la primera obra lexicográfica que comprende a todos los países hispanoamericanos5. Alguna vez se ha sostenido que las obras de senectud de Bayo son la reproducción de trabajos ya publicados con otro título. En el caso del Manual establecimos diferencias importantes con respecto al Vocabulario criollo. Examinemos sólo algunos aspectos relevantes del Manual, sin entrar en detalles. 1. Este nuevo repertorio tiene 649 entradas más que el Vocabulario criollo, 2.966 en total. 2. Las entradas comunes son 1.428, menos del 50%. 3. En el Manual se añaden 1.446 lemas que no están en el Vocabulario criollo y que pertenecen, sobre todo, a la zona centroamericana. En resumen: aunque existe una base común entre el Vocabulario Criollo y el Manual, se aprecian diferencias cuantitativas y cualitativas importantes. No sólo difiere la macroestructura, sino que en la microestructura el autor incluye, por primera vez, indicaciones gramaticales, y, muchas veces, coloca entre parentésis la indicación precisa del país donde se usa la voz de referencia. Antes de abordar el tema de Bayo, lexicógrafo del español boliviano, permítasenos realizar un largo excurso, para ver si podemos conciliar la posición ideológica de nuestro autor acerca del español de América y su tarea de elaboración de vocabularios.
4. Ciro Bayo, el español y la lengua criolla de América No resulta difícil resumir las ideas de Bayo sobre el idioma español y el lenguaje criollo de los americanos, por dos razones fundamentales. En primer lugar, porque están contenidas en textos relativamente breves y concretos: los tres prólogos de sus glosarios y el capítulo dedicado al lenguaje criollo del libro Chuquisaca o la plata perulera (Bayo 1912, págs. 64-83). Y en segundo lugar, porque estas ideas se mantuvieron casi invariables desde que las formuló por primera vez en el prólogo al "Vocabulario de provincialismos", de 1906, hasta que las reprodujo en el capítulo anotado líneas arriba6. La lengua española, según Bayo, no sólo es el mayor legado hispánico para los americanos, sino un don irrenunciable. "Lograron las naciones americanas" -sostiene
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Malaret (1925, 1931 y 1946). Y en lo que va del siglo, otros diccionarios generales de americanismos son, p. ej., Santamaría (1942), Morinigo (1966, 1985, 1993 y 1998) y Neves (1973 y 1975). 6 Los prólogos al Vocabulario criollo (1910) y al Manual del lenguaje criollo de Centro y Sudamérica (1931), en rigor, son versiones abreviadas del que escribió en 1906.
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nuestro autor- "sacudir el férreo yugo de la Metrópoli; han podido darse nuevas leyes, adoptar exóticas costumbres, y hasta posible es abracen otra religión, pero ya no les es dable formarse un idioma privativo nacional" (Bayo 1906, pág. 241). Los americanos cultos pensarán, hablarán y escribirán en español. El hablar y escribir "en criollo" no es posible porque el lenguaje criollo - a l margen de algunos modismos y términos dialectales que designan cosas del Nuevo Mundo- "no pasa de ser" - s o n sus palabras- "un bodrio de barbarismos, solecismos, arcaísmos y demás fealdades gramaticales" (Bayo 1906, pág. 241). En consecuencia, ocurrirá, así cree Bayo, trayendo en su apoyo una célebre cita de Bello, que "á no evitarse la anarquía de lenguaje se hablará con el tiempo en América una jerga desconocida" (Bayo 1906, pág. 243). El propio Bayo presenta su Vocabulario criollo con estas palabras: "Sabido es que en la América española se habla un castellano que necesita traducirse al español" (Bayo 1910, pág. 5), como ocurrió en el pasado con el latín del Lacio que se hablaba en la Península Ibérica. Por otra parte, la adecuada comprensión del lenguaje regional - l o mismo que en España- depende del uso regional, porque cada provincia tiene su propio lenguaje. Así ocurre que el habla de Buenos Aires, el de Santa Fe y el de Córdoba son muy diferentes entre sí. Y un cruceño, en Bolivia, no entiende a un quechua del valle o a un aimara del altiplano paceño, ni éstos a aquél. "¿Cómo han de pretender, pues, los americanistas" -dice Bayo- "imponernos esa plaga de nombres indígenas, muchos de ellos con equivalentes en castellano [...], cuando ni en su patria misma los entienden!" (Bayo 1906, pág. 245). Y la llamada literatura criolla tampoco tiene salida, porque -siempre a juzgar de Bayo- ha de conformarse a ser "pagana, y por consiguiente rural y campesina", como los poemas gauchescos rioplatenses y los bucólicos de Colombia, que se aceptan, con sus idiotismos, vulgarismos y regionalismos-, "porque aportan el sabor de la tierruca" (Bayo 1906, pág. 246), que satisface el gusto artístico local, pero cuyo secreto pertenece a pocos. Sin embargo, para Bayo, existen algunos representantes americanos que son buenos literatos, como Bello, Olmedo, Heredia, Andrade o el mismo Palma. "Precisamente lo que más avalora las «Tradiciones» de Palma" - d i c e - "es esa sobriedad, esa difícil facilidad en el manejo del estilo criollo, y en términos tan naturales y atinados, que casi siempre se transparentan y adivinan sin necesidad de recurrir al Diccionario de Peruanismos de Arona" (Bayo 1906, pág. 245). En pocas palabras, Bayo encuentra detestables a los escritores americanos cuando "hacen gala de escribir en criollo", porque "son incapaces de escribir en buen castellano" (Bayo 1906, pág. 243). De otra parte, Bayo admira la expresión oral de los americanos. Afirma: "Porque en verdad sea dicho, en Bolivia y en la Argentina" -después dirá "en la América Española"- "se habla mejor que se escribe. ¿En qué consiste que en ambos países se hable un castellano que con prescindencia de algunos dejos provinciales, es tan puro y limpio como el de las Castillas, hasta el punto que el gaucho y el cholo se expresan con facundia y corrección de lenguaje que para sí quisieran
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muchas ilustraciones regionalistas de la Península; y en cambio la mayoría de la gente ilustrada esgrime la pluma peor que el colegial más atrasado de la clase de Retórica?" (Bayo 1906, pág. 242). De la misma manera, Bayo expresa su admiración por las lenguas indígenas, de las cuales destaca sus cualidades en condensados juicios, expresados retóricamente: "¿Qué lengua más rica que la guaraní, cuya abundancia, propiedad y admirable mecanismo la hacen, en el sentir de algunos filólogos, más sabia y filosófica que cualquiera de las de la antigüedad? Ni qué otra más varia y melodiosa que la quichua, de una concisión asombrosa, y con declinaciones y conjugaciones como la más adelantada lengua! ¿Cuál otra, en fin, más robusta y varonil que la aimará, que en lo relativo á palabras significativas iguala á cualquier otro idioma?" (Bayo 1906, pág. 244). ¿Cómo entender, decimos nosotros, también retóricamente, estas contradicciones? ¿O son sólo aparentes? Busquemos una explicación. Bayo pertenece cronológicamente a la Generación del 98, y, aunque no está ligado a ella por ningún compromiso confesional, se mantiene espiritualmente vinculado a ella porque él también es un español al que le duele España, sus heridas y sus muertes. Comprende que, con la independencia de las últimas colonias españolas en América -Puerto Rico y Cuba-, se abre un abismo insondable entre la que fuera la Madre Patria y las nuevas naciones americanas. Pero aún permanece un vínculo, un lazo incorpóreo y sutil que es, sin embargo, tan fuerte como la más marcada herencia de sangre: la lengua común. Cuando Bayo llega a América, no puede ocultar su satisfacción. La expresa en las líneas que abren el prólogo de su primera obra lexicográfica, el "Vocabulario de provincialismos": "Orgullo, y muy legítimo, es de todo español que tenga dos dedos de frente, cuando al pisar las playas de América oye hablar su propio idioma; y en cualquier sitio, y en todas ocasiones, siente acariciar su oído con el eco de conversaciones que, por lo familiares é inteligibles, le traen el recuerdo de la patria lejana" (Bayo (1906, pág. 241)7. Si subrayamos las frases "en cualquier sitio, y en todas ocasiones", por un lado, y "familiares e inteligibles", por otro, referidas al habla cotidiana, no se ve claramente de dónde nace la preocupación de Bayo sobre la disgregación de la lengua castellana, y tampoco se comprende su rotunda afirmación de que el castellano en América necesita traducirse al español. En rigor de verdad, Bayo reacciona airado contra el lenguaje criollo a causa de los americanos que propugnan la creación de una lengua nacional. Seguramente, en su prolongada permanencia en Argentina fue testigo de las primeras escaramuzas que se libraban allí en torno al tema. De ahí que, como Don Quijote, acometa contra cualquier entuerto, desaguisado, descomedimiento o agravio que pudiera hacerse tratándose de la lengua de Castilla. Lanza en ristre, se arroja sobre los que osan hollarla. "Las fantasías de Sarmiento y demás corifeos hispanófobos, las pretensiones de tan-
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tos americanísimos de hablar y escribir «en criollo»" - d i c e - "no pasan de alardes inocentes que caen en lo ridículo cuando se toman en serio" (Bayo 1906, pág. 241). No sabemos si Bayo estuvo al tanto o no de la polémica que se produjo en Argentina a raíz de la publicación de Idioma nacional de los argentinos, de Luciano Abeille (Abeille 1900), que reunió en dos bandos a algunos intelectuales de la generación argentina del 80: Miguel Cañé, Ernesto Quesada y Monner Sans, por un lado, y Ramón C. Carriegos y Vicente Rossi, al lado de Abeille y de su precursor, Juan María Gutiérrez, por el otro (Chuchuy 1994)8. Contra la posición que representan estos últimos, Bayo arguye y lleva el razonamiento a sus límites. Dice que si esto es lo que quieren los americanos, bien, pero que sean consecuentes y que no digan que hablan español ni que su lengua nacional es el castellano, que funden cátedras de aimara, quichua, araucano, etc., como hicieron los bárbaros españoles en las universidades de México y Lima, con el otomí y el guaraní, respectivamente, y escriban en esos idiomas como los españoles regionalistas vascos escriben en vascuence y otros que escriben en flamenco, bable, etc. Además -concluye ironizando-, no es tarea difícil, porque la materia es abundante y ya lo hicieron en el pasado los peruanos con el quichua, extendiendo su uso de norte a sur, de Venezuela a la Araucania9. Para comprender la cerrada posición de Bayo, es necesario estudiar el contexto particular en que le cupo vivir durante la década que permaneció en América meridional, particularmente en Argentina y en Bolivia. En la primera, la inmigración masiva de fines de siglo xix 10 , con una colonia vastísima de italianos y españoles de provincias no castellanas -gallegos, asturianos, vascos y catalanes- y el consecuente cosmopolitismo que se creaba con la concentración de hombres de diversas lenguas, razas y procedencias -sobre todo, alemanes, sirios, libaneses y judíos-, ocasionaban un intento de ruptura con las amarras de un largo pasado histórico de dependencia étnica, lingüística y cultural, hispánica, definitivamente cercenada en lo político con la independencia de la Metrópoli en mayo de 1810. De otra parte, la formación de un pensamiento romántico y nacionalista, de mediados del xix, creaba las condiciones propicias para sostener la posibilidad de una lengua nacional. Además, hacía ya varias décadas que la influencia europea tenía su eje en París, de donde venían, ahora, las directivas, orientaciones y tendencias culturales. En Bolivia, a fines de siglo, lo mismo que en la Argentina, se había impuesto el pensamiento positivista en las ciencias y el liberalismo en la política y en la economía. Durante el gobierno de los Villazón, Arce y Fernández Alonso - q u e duró dos
8 Cf. el punto 2 del capítulo 3: "Los antecedentes lexicográficos de los diccionarios nacionales en Argentina y el problema del "idioma nacional"" (págs. 37-47). 9 Cf. Bayo (1906, págs. 243-244). 10 En menos de cincuenta años, la población de Argentina se multiplicó por cuatro, y, justamente entre 1885-1890, se produce el más alto índice del crecimiento demográfico del país, que Bayo tuvo que presenciar ya que de 1888 a 1891 estuvo radicado allí. Cf. más referencias demográficas en Chuchuy (1994).
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décadas- la educación, por ejemplo, se había hecho laica. La reforma educativa fue encomendada a la misión belga que presidía Georges Rouma, el cual creó centros de formación de maestros, normales superiores, para todo el país. Estas son las cosas que amargan a Bayo y que, además, contradicen sus convicciones ideológicas o políticas. Bayo era carlista, por lo tanto conservador y católico (es otra de las razones que podría explicar algunas contradicciones y muchos puntos oscuros en este asunto, pero que no podemos desarrollar aquí). No sólo que los americanos, emancipados de la madre, se crean superiores a ella, sino que incluso la menosprecien o desconozcan lo que en ella se hace. "Siendo lo peor, que cuando alguien se queja, como yo lo hago ahora" -se lamenta Bayo- "de que los americanos no compran libros españoles, se contesta que tal queja es infundada, porque los españoles no producen nada. En verdad que no podrán decir lo mismo en lo que atañe á los maestros de escuela [...]", que "Saben, por consiguiente, en América, que los dómines españoles son materia de exportación. Sin embargo se hace venir de Alemania profesores de lengua castellana para enseñarla en Liceos; y tudescos, franceses é ingleses regentan cátedras y dirigen Academias, Observatorios, Laboratorios y Escuelas normales, así en Bolivia como en la Argentina. Y ¡vive Dios!" -la protesta se hace imprecación- "que yerran en esto las Repúblicas Australes! Porque ya que no tengamos en España sabios, ni literatos, ni artistas, no se negará que el más negado de sus pedagogos sirva para enseñar la lengua nacional mejor que ciertos gramáticos, así exóticos como indígenas, que no contentos con mercantilizar con el idioma castellano, lo degüellan y estropean" (Bayo 1906, págs. 242-243). Y a renglón seguido, ilustra Bayo su afirmación con ejemplos del libro el Rudimentarista, método de lectura de la "signora", dice Bayo con ironía, Caprile, Directora de una Escuela Normal de Buenos Aires, aprobado y subvencionado por el Consejo de Educación. Entonces no cabe extrañarse de que se escriba tan mal en América. La causa está en que no se estudia gramática ni literatura, y mucho menos las lenguas madres, el griego y el latín. A esto sólo hay que agregar, para trazar el cuadro completo de calamidades idiomáticas, la perniciosa influencia que ejercen los periodistas que escriben mal, los malos "tradittori [sic] que no traduttori" (Bayo 1906, pág. 234), y la mala ortografía de los redactores de documentos oficiales. Cuando estas deficiencias se corrijan y la educación alcance adecuada difusión, la misma tarea de formar una lengua nacional podrá dar sus frutos. Basta ver algunas obras que se perfilan, como el Martín Fierro, concluye Bayo. Ahora, después de ese excurso obligado, volvamos a nuestro tema central.
5. La elaboración del Vocabulario criollo-español
sud-americano
Después de establecer que el Vocabulario criollo-español sud-americano recoge, sobre todo, voces del léxico argentino y boliviano, intentemos una aproximación a las motivaciones, propósitos y actitudes del autor de este vocabulario.
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Bayo es un español que escribe para los españoles. Advierte al lector en el breve prólogo del libro que "la utilidad de este VOCABULARIO CRIOLLO" está más en impedir que incurran (se entiende que sus coterráneos peninsulares) "en lamentables equívocos", a causa del significado diverso de muchas "palabras y modismos extraños, de que están atestados libros, periódicos y sobre todo el lenguaje común" (se entiende, de los hispanoamericanos) (Bayo 1910, pág. 6). Por la lectura del cuerpo, a veces demasiado extenso de sus definiciones (en algunos casos de una, dos y hasta tres páginas), se advierte que Bayo tiene una actitud más de cronista que de lexicógrafo. Son muchas las cosas que lo sorprenden, y maravillan -otrora les ocurrió lo propio a los que oficiaron de cronistas del Descubrimiento y de la Conquista de América- como para no comunicarlas a sus connacionales. El ya varias veces citado Gastón Baquero clasifica el Vocabulario de Bayo dentro del género folclòrico. Bayo quiere abrir ante sus paisanos españoles el abanico de las palabras y las cosas, sobre todo costumbres y tradiciones, que sus oídos escucharon y sus ojos vieron. Es la actitud del folclorólogo. Pero no está interesado en conservar las voces del mundo americano ni le preocupa salvar sus costumbres ni tradiciones. Es una actitud que contraviene la función del folclorólogo. Existen otras razones para sostener que Bayo ha realizado, sobre todo, una tarea lexicográfica.
5.1. El método de recolección lexicográfica del Vocabulario criollo-español sud-americano El Vocabulario criollo es un caso extraordinario de investigación lexicográfica porque el conjunto de voces que constituyen su macroestructura ha sido recogido in situ. Es el producto de un verdadero trabajo de campo, no el resultado de recopilaciones de otros repertorios léxicos ya publicados, lo cual es frecuente en la práctica de la confección - y esta palabra cobra aquí pleno sentido por la utilización de las tijeras y el hilo de coser- de muchos diccionarios. La mayoría de los lexicógrafos del siglo pasado, y mucho más los del presente, fueron y son investigadores de escritorio, ratones de biblioteca. Bayo, en cambio, es más un cronista de la noticia lexicográfica. En esto se asemeja más al periodista. Está en el lugar de los hechos: un testigo de cargo de cada uno de los sucesos que recoge en un artículo de su Vocabulario. Don Ciro no utilizó, pues, fuentes bibliográficas "a priori". A lo más, podemos hablar de fuentes de consulta "a posteriori". La fuente directa de Bayo fue la viva y palpitante realidad del uso cotidiano en el seno de una comunidad lingüística. La observación directa y la consulta -hoy se llama entrevista- fueron sus instrumentos. En el prólogo de su "Vocabulario de provincialismos", que no tiene desperdicio, Bayo advierte "que este Vocabulario no está dictado por la lectura de libros americanos, ni redactado sobre la mesa de un bufete, sino que es un extracto de mis notas de viaje por la pampasia argentina, la cordillera boliviana, los llanos de Santa Cruz y Mojos y por las regiones del Noroeste de Bolivia [...]" (Bayo 1906, págs. 248-249). Y
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en otro de sus prólogos añade: "Es decir, un vocabulario tomado al oído en diez años consecutivos; y luego, cotejado y ordenado debidamente" (Bayo 1910, pág. 6). Como Bayo no parte de ninguna fuente, no utiliza tampoco -algo absolutamente inusual en la lexicografía del español de América- ninguna edición del Diccionario Académico como punto de referencia o de contraste, recurso que por su limitación ha sido fuente de innumerables errores. Naturalmente, Bayo no llegó de España con el propósito de elaborar un diccionario. Esta idea surgiría cuando él constató que existían notables diferencias entre el lenguaje peninsular y el de los hablantes de los países hispanoamericanos. La conciencia lingüística de Bayo, su lengua materna castellana, fue, si se quiere, el tamiz en el que se retuvieron -como bagazo- todas las voces, giros y expresiones que sonaban extraños a su oído, ya fuera por su fonética, por su morfología, por su construcción, por su significado o porque presentaban alguna particularidad de uso diferente al uso peninsular. El autor del Vocabulario Criollo utilizó un filtro lingüístico que fue el más apropiado para el propósito: la introspección".
5.2. Los americanismos léxicos de Ciro Bayo Para Ciro Bayo, el concepto de americanismo léxico es el reflejo de su concepción sobre el lenguaje criollo. Fiel a esta posición, los artículos que conforman su Vocabulario son: 1. Vocablos que proceden de alguna lengua nativa. O sea, "los terminachos" -para decirlo con sus palabras- "injertados de araucano, querandí, quichua ó aimará" (Bayo 1910, pág. 6). 2. Barbarismos de lenguaje (recién, garantir, saber, etc.). 3. Galicismos (cabina, caserna, usina, etc.). 4. Convencionalismos de lenguaje {coger, concha, etc.). 5. Términos de fauna y flora. 6. Voces que, aunque no son americanismos, aluden a cosas americanas {arco, lazo, indio, inca, café, papa, etc.), son voces de origen americano o sus referentes tienen características peculiares. De este abigarrado conjunto, Bayo pondría en el arca de Noé solamente un puñado de palabras, neologismos que deberían tomar carta de ciudadanía, según Bayo, en la lengua castellana, porque no existen "en castellano palabras que expresen con más propiedad la idea que representan, como empamparse, blanquear, barrajar, apunarse
11 Así tenemos que Esteban Pichardo utilizó la 7 a y 8a ediciones del DRAE, para contrastar sus materiales; Zorobabel Rodríguez (1875), la 1 I a y otros diccionarios; José de Arona (1833), el diccionario de Salvá (1846); y Daniel Granada (1889), la 12a.
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y tantas otras", formadas con constituyentes castellanos; y otros, que proceden de lenguas nativas, como yapa, jacú, etc., porque "Tampoco hay en castellano palabras equivalentes" (Bayo 1910, pág. 5). La razón es simple, y ya fue expuesta por Andrés Bello. Porque "debe patrocinarse la conservación de vocablos nuevos formados de raíces castellanas, según los procederes ordinarios de derivación que el castellano reconoce y de que se ha servido y sirve continuamente para aumentar su caudal" (Bayo 1906, pág. 247). También suscribe Bayo las palabras de otro americano, Bunge, que sostiene: "La evolución es fatal; pero hay que evolucionar dentro y no fuera de la lengua castellana" (Bayo 1906, pág. 247). Finalmente, Bayo está también de acuerdo con Unamuno, que sostiene que "sólo un límite tiene la libertad lingüística y límite libre en cuanto es más bien que impuesto, nacido de la necesidad de las cosas. Este límite es la inteligibilidad de lo que se dice" (Bayo 1906, pág. 247). A nosotros nos parece que este marco es más amplio del que Bayo acepta, si no contrario. Bayo propugna ajustar el lenguaje americano a la norma culta castellana; Unamuno no le pone cortapisas. Bayo habla de corrección, Unamuno, de claridad. Bayo propugna un castellano castizo, Unamuno combate el purismo. Menos mal que, a la hora de recoger las palabras, Bayo procedió como el entomólogo que va a la caza de insectos, sin fijarse si son grandes o pequeños, sin importarle el color, y sin separar los bichos bonitos de los feos. Las recogió, simplemente, y después, a la hora de clavarles el alfiler, les puso a muchas el letrerito que su "pre-juicio" o, mejor, el que su tiempo le dictaba: barbarismo, vulgarismo, etc. Gracias a esa providencia, tenemos el Vocabulario que tenemos. Si Bayo se hubiera puesto las anteojeras que le conocemos, su obra lexicográfica tendría otro valor, o no tendría ninguno, para nosotros.
6. Ciro Bayo, lexicógrafo del español de Bolivia Mostramos antes que el Vocabulario criollo es, fundamentalmente, boliviano y argentino. Recordemos que de las 573 entradas con indicaciones sobre marcación geográfica, un 50,26 % pertenecen al primer país y un 17,80%, al segundo. Pero no podemos saber la distribución geográfica de las restantes 1.744 entradas que completan las 2.317 que constituyen su macroestructura. ¿Cuántos de estos elementos léxicos registrados fueron recogidos por Bayo en Bolivia hace un siglo? No lo sabemos ni nadie podría llegar a establecerlo con exactitud. Sin embargo, como no podemos llegar a la verdad por un camino recto, intentemos un rodeo indirecto y aproximativo. Veamos, primero, cuántas voces de este Vocabulario fueron recogidas por otros repertorios léxicos bolivianos, y, después, indaguemos cuál es su actualidad, cuántos de sus elementos léxicos registrados se conocen y usan todavía en Bolivia.
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6.1. El Vocabulario Criollo-español sud-americano y el Diccionario de bolivianismos de Nicolás Fernández Naranjo y Dora Gómez de Fernández El primer diccionario de bolivianismos es de fecha reciente. Fue publicado en 1964. A la fecha tiene varias ediciones12. Sus autores son el políglota, musicólogo y humanista boliviano Nicolás Fernández Naranjo y su esposa, profesora de lenguaje y de literatura, Dora Gómez de Fernández. Entre las numerosas fuentes utilizadas por estos autores no figura el Vocabulario criollo, de Bayo. Obviamente, no lo conocieron porque es una rareza biliográfica en Bolivia. Don Nicolás y Doña Dora pensaron que su diccionario era el primero que presentaba una exposición sistemática del léxico boliviano, y así lo ofrecieron a los lectores. El propósito que impulsó a estos autores para escribir su diccionario fue el haber constatado que "los bolivianismos, o estaban ausentes (de los diccionarios de americanismos) en su mayor parte, o figuraban con acepciones inexactas". Es una afirmación que puede repetirse hoy, tres décadas después. Hicimos el inventario de las palabras del Vocabulario criollo que están en el diccionario de los esposos Fernández y constatamos que tienen 295 entradas en común. Diez de cada cien entradas del Vocabulario están en este pequeño diccionario. Estamos seguros de que éste se habría enriquecido si sus autores hubieran conocido el Vocabulario de Bayo, por el amplio y cuidadoso registro de voces bolivianas contenidas en este lexicón.
6.2. El Vocabulario criollo-español sud-americano Cruz, de Hernando Sanabria Fernández
y El habla popular de Santa
En El habla popular de Santa Cruz (Sanabria Fernández 1975), Hernando Sanabria Fernández recogió el léxico de ese departamento, que, en gran medida, es común al de los Llanos del Oriente y de la zona interfluvial del Norte bolivianos. El libro de Don Hernando, historiador y académico de la lengua, tiene innegable interés por diversas razones: era, hasta hace poco, el único que teníamos de la región13, presenta un cuadro histórico-geográfico de Santa Cruz, departamento en el que un abigarrado grupo social -muy distinto al que puebla el occidente boliviano, colla- ha dado origen a un peculiarísimo modo de hablar, conocido genéricamente como camba.
12
Fernández Naranjo/Gómez de Fernando (1964). La edición de referencia que estamos utilizando es la 2 a , Editorial "Los Amigos del Libro", La Paz - Cochabamba, 1967, 247 págs. más índice. Además del glosario, incluye ocho suplementos, bibliografía y fuentes utilizadas por los autores. 13 Germán Coimbra publicó el Diccionario enciclopédico del Departamento de Santa Cruz de la Sierra (Coimbra 1992), que, como indica su nombre, incluye voces de historia, geografía y etnológicas. Obviamente es más extenso que el de Sanabria Fernández.
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En veinte años de paciente labor, Sanabria recogió palabra tras palabra, bebiendo siempre el agua sabrosa de la fuente del lenguaje popular. El autor utilizó, además, todas las fuentes que estaban a su alcance y, lo que tiene un interés directo para nosotros, el Vocabulario, de Ciro Bayo. Dice a este propósito: "Notable y valiosa es la parte tomada del curioso libro del español Ciro Bayo, Vocabulario Criollo-Español Sud-Americano [...]. Bayo, escritor de fuste y andarín incansable, residió en Santa Cruz durante un año y viajó largamente por tierras orientales. Su Vocabulario tiene más de tres centenares de voces de esta procedencia, a las que define y trata con notorio agrado" (Sanabria Fernández 1975, pág. 40).
Verificamos cuántas y qué voces del Vocabulario están en el libro de Sanabria Fernández. De las 1.334 entradas de su glosario, 271 coinciden con las del Vocabulario criollo. Si añadiéramos las pluriverbales, tendríamos más de trescientas unidades.
6.3. A c t u a l i d a d del Vocabulario
criollo-español
sud-americano
Hace cien años estaba Don Ciro en Bolivia en plena cosecha de palabras. Ese su pasado. Interesa saber, ahora, cuántas y qué voces han sobrevivido. Para determinarlo, recurrimos a varios informantes, para que dijeran si conocen, oyen usar y emplean ellos mismos los vocablos sobre los que se hace la indagación. Naturalmente, el material investigado fue el Vocabulario criollo, utilizado como cuestionario.
El método fue mixto: encuestas con el texto de Bayo y entrevistas que consistieron en preguntar acerca del uso actual y, en algunos casos, la frecuencia de los vocablos. El trabajo se llevó a cabo en las ciudades de La Paz, Santa Cruz, Beni y Pando. Hubiera sido interesante cubrir también la ciudad de Sucre, donde Bayo vivió tres años, aunque las voces que él mismo marcó con esa procedencia sean sólo 12. En La Paz, los informantes fueron cuatro: tres jóvenes universitarios de distintas edades y, el cuarto, el autor de este ensayo. En las otras ciudades, los informantes fueron muchos más, grupos de universitarios a los cuales se aplicó el cuestionario o la entrevista. Nuestra tarea, si bien ardua, fue, a un tiempo, grata y reconfortante por distintas razones. Un siglo después del "trabajo de campo" que hizo Bayo, desandamos sus pasos, recorriendo muchos de los mismos lugares que hollaron sus plantas. Además, el trabajo nos permitió conocer jirones de la patria lejana y olvidada. Hicimos un primer viaje de Santa Cruz a Trinidad por tierra, después de zanjar nuestra tarea en la capital cruceña; y, en el segundo, atravesamos transversalmente Pando en un inolvidable y aventurado recorrido por la selva, y cruzamos en pontones los cuatro ríos que median entre Riberalta y Cobija. Grato también porque, en ambas ocasiones, tuvimos la compañía del equipo que trabaja con nosotros en la elaboración de un diccionario de bolivianismos. La indagación de la actualidad del Vocabulario de Bayo dio, en números, este resultado:
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- Los informantes reconocieron como actuales 1.589 entradas, el 68,56 %, de las 2.317 del Vocabulario
criollo.
- Individualmente, por ciudades, los informantes reconocieron que se conocen y usan: 710 unidades léxicas en Cobija; 860, en La Paz; 966, en Trinidad; y 1.102, en Santa Cruz. - En las cuatro ciudades se usan 403 unidades léxicas. - En tres ciudades: La Paz, Santa Cruz, Cobija, 416; en La Paz, Santa Cruz, Trinidad, 470; y en Santa Cruz, Trinidad, Cobija, 541. - En dos ciudades, el índice mayor corresponde a Santa Cruz-Trinidad, 757 entradas; y el menor, a La Paz-Cobija, 449. El resultado se ajusta muy bien a la lógica que, para el caso, manejaría una persona que conoce la realidad geográfica, geolingüística y sociolingüística bolivianas. Las coincidencias mayores se dan justamente entre las ciudades que constituyen una unidad lingüística: los Llanos del Oriente (Santa Cruz, Beni y Pando), que es donde Bayo vivió tres años y donde realizó el mayor acopio de voces. No hay necesidad de mayores comentarios. Los números y los porcentajes hablan por sí solos. Es sorprendente que casi el 70% de las unidades consignadas en un Vocabulario cuyas voces fueron recogidas hace un siglo continúen usándose en Bolivia. Y por cierto, Bayo dejó constancia de la marca geográfica sólo en 288 entradas para Bolivia. Muchos de estos vocablos, no hay duda, se usan en dos o más países de América Meridional, como sostenía Bayo en el prólogo tantas veces citado. Los datos recogidos de los libros de Fernández Naranjo/Gómez de Fernández y Sanabria Fernández, Diccionario
de bolivianismos
y El habla popular de Santa Cruz
de la Sierra, respectivamente, quedan cortos al lado del número de elementos léxicos registrados en el Vocabulario criollo que los informantes de las ciudades arriba mencionadas reconocen. No podemos detenernos a evaluar el Vocabulario de Bayo, pero podemos adelantar una verdad incontestable: el Vocabulario criollo-español
sud-americano
es el pri-
mer glosario boliviano sistemático, y Ciro Bayo es, además, mientras nadie demuestre lo contrario, el primer lexicógrafo del español boliviano. El único, también, que abarca el repertorio léxico de dos países dialectológicamente muy diferentes. Después de cien años de la recolección de los materiales y de noventa años de la publicación del texto, como acabamos de ver, muchas palabras escaparon hasta ahora a la voracidad del tiempo. Estos materiales esperan aún ser rescatados para enriquecer otros repertorios léxicos americanos. Este es su promisorio futuro. Bibliografía *
Abeille, Luciano (1900): Idioma nacional de los argentinos. París. Arona, Juan de [Pedro Paz Soldán y Unánue] (1883): Diccionario de peruanismos. Ensayo Filológico. Lima; nuevas eds. París 1938 (Biblioteca Peruana, Primera serie n° 10) y, con
Ciro Bayo, lexicógrafo del español boliviano
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Port.: abarroado, adj. Urna historia sem fim? Em 1991, publicou-se em Lisboa em 6 volumes o Grande dicionário da língua portuguesa, da Editora Alfa. O seu autor, melhor dito coordenador, como está escrito na primeira página, é José Pedro Machado. Segundo o "Prefácio à primeira ediçâo" o dicionário foi escrito para a Sociedade da Língua Portuguesa. É também o que declaram, em poucas linhas, o entâo Presidente da SLP e os editores: "Por isso, é com justificado orgulho que trazemos a público esta nova e actualizada ediçâo [...]". Efectivamente, existe um dicionário com o mesmo título numa ediçâo dez anos mais velha, do ano de 1981 (em 12 volumes), mas essa publicada pela Editora Amigos do Livro, e que é, segundo Woll (1990, pág. 1734), nada mais que urna reproduçâo dos sete volumes do Dicionário da língua portuguesa de 1971 (1958-1971). No prefácio do dicionário de 1991 encontramos, também, a frase seguinte: "Dirigindo-se aos interesses de quem maneja hoje o nosso idioma, compreende-se que no registo vocabular se fugisse numerosas vezes ao arcaísmo [...]". Declaradamente, entâo, este dicionário de 1991 tem que ser um dicionário moderno. A razâo que me leva a ocupar-me com este dicionário é eu estar a redigir um Dicionário dos dicionários portugueses. Este trabalho, do qual já está publicado o 6 o volume, e redigido o 8° da versâo electrónica, reúne todas as entradas (dispostas em ordem alfabética e cronológica) dum grande número de dicionários (entre eles o primeiro dicionário bilingue português-chinês de 1588, cf. Messner 1995a) e outras obras de carácter lexicográfico, publicados no curso de 3 séculos: nâo começâmos com o primeiro dicionário da língua portuguesa de Jerónimo Cardoso, de 1563, mas com palavras em várias línguas reunidas numa obra farmacológica de 1554. Alguns dos livros com o título Orthographia do século xvm também foram incluidos porque contêm comentários sobre palavras portuguesas (do tipo "diastrático", "diatópico", etc.). O último dicionário registado é a sexta ediçâo do Diccionario da lingua portugueza de 1858, normalmente chamado "Moraes", segundo o nome do autor (Moraes 1858). Este dicionário, com as suas ediçôes consecutivas tem tido uma grande influência sobre os dicionários portugueses modernos. O Dicionário dos dicionários portugueses, em que estou a trabalhar, permite-me conhecer a evoluçâo de quase todas as palavras portuguesas durante très séculos. Por isso interessou-me verificar se realmente o conteúdo deste Grande dicionário da língua portuguesa de 1991 é o reflexo da linguagem actual, ou, mais precisamente, dos últimos 40 anos. Sabemos todos nós, lexicógrafos ou lexicólogos, que 10 anos, no fim do século xx, sao muitos anos e que as mudanças no léxico se efectuam com uma rapidez muito grande. Um breve exemplo. Nem no Dicionário da língua portuguesa (Costa/Melo
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1995), nem no Grande dicionário da língua portuguesa de 1991, aparece a palavra tanga com o sentido 'calcinhas de tamanho reduzido'. Lemos no primeiro dicionário: "tanga, 1. s.f. tecido que os Negros enrolam à cintura, em forma de saia; (Bras.) franja que guarnece a rede de baloiço; estar de ~ ou ficar de estar na penuria. (Do quimb. ntanga, "paño"). 2. s.f. antigo peso de prata; moeda asiática [...]." E o Grande dicionário da língua portuguesa de 1991 dá: "Tanga1, s.f. (do quimb. utanga). Paño ou espécie de avental com que os selvagens tapam as partes pudendas [...] Qualquer paño para tapar as partes pudendas [...]" e "Tanga2, s.f. (do concani tang). Moeda [...]". E nada mais. Mas temos de acrescentar que nos dicionários mais modernos esta peça de vestuário também nào é bem definida. Biderman (1992): "Tanga s. f. tan-ga 1. Veste usada pelos indios [...] 2. Modernamente, peça usada pelos banhistas ñas praias [...]". O Aurelio electrónico de 1993 indica: "Tanga1. [Do quimb. tanga, 'paño, capa'.] S.f. 1. Espécie de avental usado por certos povos naturais [...] 2. Bras. Biquíni [...] formado por dois triángulos de tecido [...] presos por urna tirinha, e que deixa o lado do corpo, e às vezes as nádegas, quase completamente nus. 3. [...]"'. Redigindo o Dicionário dos dicionários portugueses, uma das finalidades do qual é a de poder analisar a evoluçâo semántica das palavras durante 3 séculos, constatei que nào sâo raros os casos em que um lema, uma entrada, conserva a definiçâo do seu significado durante os très séculos. Porqué? Varias sao as respostas. Às vezes trata-se de uma palavra fora de uso, outras vezes trata-se de uma palavra que faz parte de uma nomenclatura (Direito etc.). Também existe a possibilidade de os lexicógrafos nao terem analisado bem a palavra. Vou ocupar-me aqui apenas de um único destes casos, embora saiba que há muitos semelhantes. Encontrei na página 19 do dicionário acima mencionado de 1991 um adjectivo, abarroado, que já antes, em outros dicionários,
1 Este artigo foi escrito na primavera de 1997 para ser proferido como conferencia no Coloquio "Diccionarios: textos con pasado y futuro" que decorreu no Instituto Cervantes de Munique em Novembro de 1997. Já naquela época era difícil obter informagoes exactas sobre as últimas edigoes de muitos dos dicionários mencionados. Nem mesmo em bibliotecas públicas portuguesas existiam todos os dicionários o que me obrigava a recorrer aos exemplares que estavam ao meu alcance, e que nem sempre eram os mais recentes. Dois anos mais tarde (verao de 1999), preparando o texto para publicado, nao quería reescrevé-lo: muitas das críticas formuladas em 1977 continuam pertinentes. Mas também alguns dados tinham mudado, por exemplo sob o enderezo electrónico de "www.priberam.pt" já nao se pode consultar o Dicionário da língua portuguesa on-line (Porto Editora), mas aparece sim o Dicionário Universal (Lisboa-Porto: Texto Editora). Também apareceu uma nova edigáo, a 8 a , do Dicionário da língua portuguesa (Costa/Melo 1998) onde se podem constatar algumas adigoes, também na entrada para tanga :
tanga1 s.f. pepa de roupa usada á volta das ancas por nativos de países quentes; calcinhas ou pega de fato de banho de tamanho reduzido; [...] (Do quimb. ntanga, "paño"). tanga2 s.f. antigo peso de prata [...]. De resto, esta nova edigáo, "Revista e actualizada pelo Departamento de Dicionários da Porto Editora", continua a apresentar explicagoes um pouco curiosas (Messner 1999).
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me tinha saltado à vista: "Abarroado, adj. (de barrâo por varrâo). Obstinado; teimoso. // Indecente; malcriado". Este adjectivo, como se vê, é acompanhado de uma explicaçâo etimológica, e de dois grupos de adjectivos, o que parece indicarem dois significados diferentes do adjectivo a definir. Nenhum dos meus amigos portugueses, a quem pedi ajuda, conhece este adjectivo, por isso consultei outros dicionários. A palavra abarroado nâo está registado no Dicionário da língua portuguesa da Porto Editora (que com as 2000 páginas da T ediçâo em 1995 é um dos mais volumosos em Portugal, Costa/Melo 1995). Também nâo encontramos a palavra nos dicionários mais reduzidos, como no Dicionário do Portugués Básico (Vilela 1991), ou nos dicionários bilingues. Consultei também alguns dicionários brasileiros: por exemplo o Dicionário Contemporáneo do Portugués (Biderman 1992), ou o Aurélio electrónico de 1993. Sem resultado. Que fazer para saber um pouco mais sobre este adjectivo? Em 1995, a Associaçâo Portuguesa de Lingüística organizou em Lisboa um congresso sobre "Dicionários e Corpora". No segundo volume das Actas, publicado em Outubro de 1996, podemos 1er, num artigo com o título "Os dicionários que temos e os que deveríamos ter", a frase seguinte: "É frequente ouvir dizer que os dicionários que temos sâo maus. É bastante mais difícil, porém, ouvir criticar devidamente um dicionário: raramente se encontra um consulente capaz de criticar devidamente um dicionário enumerando os seus aspectos positivos e negativos. A este título, é significativo que em Portugal seja raríssimo fazerem-se recensées críticas de dicionários, seja em publicaçôes de cunho científico, seja em publicaçôes destinadas ao grande público. Os dicionários sâo, de facto, grandes desconhecidos para a maioria dos falantes" (Faria/Correia 1996, pág. 22). Por isso me detenho pormenorizadamente no adjectivo abarroado, para reconstituir a historia lexicográfica deste adjectivo. Woll (1990, pág. 1734) descobriu que o mencionado Grande dicionário da língua portuguesa de 1981 é em grande parte uma reediçâo de outro dicionário mais antigo. Sabemos também que o seu autor (ou coordenador, como se chama com modéstia José Pedro Machado) tinha já antes redigido outros dicionários, dos quais alguns nao estâo nem ñas bibliografías da nossa disciplina nem na lista das obras do autor publicada, por exemplo no Dicionário etimológico da língua portuguesa (Machado 1977), onde só aparece o Dicionário do estudante (Machado 1952), do qual houve várias reediçôes nâo mencionadas. É bem conhecida a sua colaboraçâo ao lado de Augusto Moreno e Cardoso Júnior, na 10a ediçâo do Grande dicionário da língua portuguesa, publicado com o nome de autor de Antonio de Moráis Silva (Moraes 1948-1960). Este dicionário foi publicado entre 1949-1956 e tem 12 volumes, por isso os très editores publicaram, em 1961, uma versâo mais breve, "aliviada das abonaçôes" mas conservando todas as entradas. Neste último Novo dicionário compacto da língua portuguesa, da autoría de Antonio de Moráis Silva (Moraes 1961), existe também a palavra abarroado: "Abarroado, adj. ant. Obstinado, indócil" (cf. o texto a seguir que reproduz o que está no dicionário de 1949-1956: "Abarroado, adj. (de barrâo) Pleb. Ant. Obstinado, teimoso, indócil: "médicos teimosos e abarroados" Manuel de
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Azevedo, Correcgao de Abusos, I. 48."). Para estes dicionários, redigidos (ou compilados) nos anos 50, abarroado é caracterizado de antiquado. No Grande dicionário da língua portuguesa de 1991, porém o adjectivo nao tem índice de ser antiquado. Antonio de Moráis Silva foi urna das mais importantes personalidades na lexicografía portuguesa, mas nasceu em 1755 e morreu em 1824. O curioso é que ainda em 1961 se publicou, em Portugal, com o seu nome, um dicionário. Mas esta tradigáo de por o seu nome nos frontispicios nao se reduz á perpetuado do autor, morto já há quase duzentos anos (isso acontece também em outras línguas), mas pode ver-se também na reprodugáo invariada dos lemas (fenómeno também nao raro em outras línguas: o Dicionário comum da língua espanhola da Real Academia, continua, no fim do século xx, também ñas entradas, com definigoes que vém do século xvm; cf. Seco 1988, pág. 559: "Siendo como es el Diccionario académico la encarnación actual de una obra nacida en la primera mitad del siglo xvm, se conservan en sus columnas con cierta densidad enunciados definitorios procedentes de épocas pasadas y cuyo lenguaje, a veces, no es el que corresponde a la nuestra"). Na sexta edigáo do Moraes (1858), podemos 1er: "abarroado, termo plebeio antiquado. Obstinado, teimoso, indócil". Dos quatro adjectivos enumerados em 1991, dois (os do primeiro significado), já estáo no dicionário de 1858, e a palavra já era, naquela época, antiquada. A I a edigáo do mesmo Moraes, que ele redigiu pessoalmente, é de 1789. A palavra abarroado é definida como "obstinado, teimoso", quer dizer, as mesmas palavras que em 1991. Sabemos que o dicionário de Moráis, de 1789, provém em grande parte de outro dicionário, mais velho ainda: é o Vocabulário Portuguez e latino [...] de 1712, da autoria de Rafael Bluteau (1638-1734). Neste dicionário encontramos também o nosso adjectivo: "Abarroado. Obstinado, fixo no seu parecer, he pouco uzado. Vid: teimoso, pertinaz. & médicos teimozos & Abarroados. Azevedo, Correcgao de abusos, & part. 1. pag. 48" (Bluteau 1712-1728). Agora temos a fonte das citagóes de todos os dicionários mencionados, publicados durante 300 anos, até ao fim do século xx. Mas já em 1712 a palavra era pouco usada, como diz Bluteau, porque só urna única vez encontrou a palavra: num tratado médico de 1668 encontra-se o sintagma que contém este adjectivo. Nunca mais aparece este adjectivo num texto portugués, só continua nos dicionários, e sempre com a citagáo de 1668, como se se tratasse de um livro moderno. O Grande dicionário da língua portuguesa, de 1991, dá também a etimología. Explica o vocábulo: "de barrao por varrao", quer dizer pelo animal de sexo masculino sinónimo de porco, que tem, parece, segundo o autor, duas formas em portugués: varrao e barrao (com inicial labiodental ou bilabial). Nao é fácil de compreender por que é que "médicos teimosos" tem algo a ver com os "porcos". Também a evidencia morfológica é negativa, porque, por um lado, nao existe um verbo do qual abarroado seria o participio em fungao de adjectivo, e por outro lado, porque também nao existe, como acontece com outros verbos, a forma simples: barroar ou barroado, sem este prefixo a- tao frequente na fase antiga da língua portuguesa (Messner 1998). Varrao, com vé inicial é um 'porco nao castrado, próprio para a reprodugáo' e tem algo a ver
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com a forma latina verre. Aparece primeiro em 1516, mas a forma verrào já surge no século xiii. A forma com bè inicial nào está documentada em nenhum dicionário etimológico (mas o portugués conhece, como o espanhol, barño ao lado de varào. Terá este fenómeno influenciado a argumentagào e explicagào barrño < varrño dos etimólogos?). Encontramos pela primeira vez esta explicagào do étimo no Dicionário da Lingoa Portugueza de 1793 (Academia Real das Sciencias de Lisboa 1993), reproduzida depois em vários dicionários, e também na 6 a edigào do Moraes em 1858 (urna edigào que reúne duas correntes lexicográficas portuguesas: urna tradicional, mais baseada em textos literários, outra baseada também ñas obras de carácter nao literário, por exemplo de Ciéncias Naturais, etc. (cf. Messner 1995b, pág. XI). No seu Dicionário etimológico da lingua portuguesa (várias edigoes; a partir da 3 a , Machado 1977, sem modificagoes) José Pedro Machado escreve: "Abarroado, [...] cit. por Elucidario como ant. mas ainda em uso no séc. XVII [...]". Mas o assim chamado Elucidario das palavras, termos e frases que em Portugal antigamente se usáráo (Viterbo 1798), nào fez mais do que repetir o texto de Bluteau de 1712 (e nao dá exemplos próprios, medievais, o que significa que o exemplo dado em Bluteau em 1712, com a data de 1668, nào é o último de vários, mas o único). Se Machado, no seu dicionário etimológico, escreve "ainda em uso no século X V I I " poder-se-ia concluir que antes do século XVII era palavra usual. A verdade é que nunca o foi: No índice do vocabulário do portugués medieval (Cunha 1986), o repertorio mais completo do léxico portugués medieval, a palavra abarroado nào aparece. Voltemos á definigào do adjectivo abarroado no Grande dicionário da lingua portuguesa de 1991 : agora já sabemos de onde provém os dois adjectivos do primeiro significado (ficticio). Nào sào o resultado de urna análise do uso da palavra (que, creio, nào existe), mas a definigào fundamenta-se na imitagào de dicionários precedentes, que interpretam este adjectivo como sinónimo de outro adjectivo teimoso, como se se tratasse de urna reduplicagào sinonímica (típica das literaturas medievais). Por isso temos de nos interrogar como é possível que urna palavra que é documentada só urna vez (um hapax legomenon) tenha dois significados, o segundo dos quais, sem relagào com o primeiro, definido com os adjectivos indecente e malcriado. Urna das responsáveis pela publicagào das Actas do Coloquio sobre Dicionários e Corpora, realizado em Lisboa em 1995, afirmou que "em Portugal [...] os dicionários continuam a ser muito parecidos uns com os outros [...] por vezes definigoes muito semelhantes, mesmo quando publicados por editoras diferentes [...]" (Faria/Correia 1996, pág. 19). Nós, como já se entendeu, só podemos descobrir o segundo significado de abarroado em dicionários e nào em textos. Nào é difícil fazé-lo: Càndido de Figueiredo publicou, pela primeira vez em 1899, o Novo dicionário da lingua portuguesa (a 25a edigào é de 1996). Este dicionário é, por um lado, muito completo, mas por outro carece de definigoes científicas no campo da semàntica (Woll 1990, pág. 1729). A entrada em Figueiredo (1996) é a seguinte: "Abarroado 1. adj. Ant. Malcriado, 2. adj. indecente".
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Acho que Cándido de Figueiredo, como muitos outros lexicógrafos portugueses, nunca analizou o léxico no seu emprego quotidiano, mas transcreveu apenas o que já estava escrito em obras anteriores, variando um bocadinho as palavras com as quais definiu o significado. E isso aconteceu com pouco cuidado: na sua obra, a seguir ao adjectivo abarroado, vem, na ordem alfabética, o participio de um verbo: abarrotado, que provém do substantivo barrote 'trave, viga'. Cándido de Figueiredo, ñas edigoes anteriores, dá dois significados: o primeiro é 'muito cheio, empanzinado', o segundo 'contumaz, renitente, teimoso'. Em 1996 a entrada é a seguinte: "1. adj. Coberto com barrotes. 2. adj. Empanzinado. 3. adj. Empanzinado, empanturrado. 4. adj. Ant. Renitente, teimoso". Controlei os significados nos outros dicionários por mim já mencionados: nao encontrei o sentido depreciativo na maior parte deles. Mas o Dicionário Universal da Língua Portuguesa (Dicionário Universal 1995), do qual existe urna versáo electrónica (CD), contém: I o significado: 'coberto de barrotes, atestado, carregado, etc.' e o 2° significado: (ant.) 'renitente, teimoso'. Onde é que encontraram este significado senáo em Figueiredo? Entre paréntese seja dito que no Dicionário do estudante (Machado 1963) o verbo abarrotar tem, entre vários significados, também o de 'ateimar'. Deve ter sido acrescentado este último aos já existentes por urna equagáo análoga ao adjectivo abarrotado. De novo posso explicar como nasceu este significado, ou melhor, onde o encontraram. O já citado Elucidario de palavras, termos e frases que antigamente se usaram em Portugal, do autor Viterbo, publicado in extenso em 1798, teve urna edigáo mais breve, num assim chamado Diccionario portátil [...] resumido, correcto e adicionado (Viterbo 1825). Neste dicionário, que reproduz a obra de 1798, um erro de imprensa transformou o adjectivo abarroado em abarrotado, com té, juntando-se á descrigao semántica o seguinte: "contumaz, renitente, teimoso, obstinaz". Figueiredo, como outros lexicógrafos que nao trabalharam realmente com a linguagem, mas copiaram apenas os dicionários já existentes, juntou ao sentido original do adjectivo abarrotado, 'muito cheio, carregado, farto de comida', o novo significado, este erróneo. E este erro continua até ao ano de 1996, e vai continuar certamente ainda durante muito tempo. O facto de aparecer no Grande dicionário da língua portuguesa de 1991 um segundo significado de abarroado, quer dizer 'indecente, malcriado', é para mim urna prova de que Machado inseriu nos seus dicionários (que todos sao continuadores de Moraes, e assim também do Bluteau de 1712 - h á quase 300 anos-) o que ele encontrou no dicionário de Figueiredo. Gostaria de acrescentar mais alguns comentários. Foi publicada em Lisboa, recentemente, a versáo electrónica do Dicionário Universal da Língua Portuguesa (Dicionário Universal 1995), baseada num dicionário mais velho de Fernando José de Silva. Numa apresentagáo desta obra, disse-se o seguinte: "Esta obra teve o concurso de numerosos especialistas, quer na área da lexicografía e da lingüistica, quer na área do Ensino [...] a elaboragao [...] foi suportada por urna metodología [...] extremamente inovadora" (Actas 1996, págs. 39-40). Constatei, para a minha grande surpresa,
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que este dicionário incluí o lema abarroado, com urna microestrutura diferente da da tradigáo Bluteau 1712 - Moraes 1789 - Machado 1991. O lema é "abarroado (de barrad) adj. (ant.) obstinado, teimoso, pertinaz; indecente, incivil, malcriado". Invengáo do colectivo anónimo que redigiu esta obra? Resultado de análise empírica da língua portuguesa? Quero mencionar aqui também outra obra, esta com a primeira edigáo em 1945 e a 27 a em 1984, que consultei. É Francisco Fernandes, Dicionário de sinónimos e antónimos da língua portuguesa. No seu prólogo o autor faz a defesa da sua ideia de organizar o dicionário sem referencia nenhuma a obras deste tipo precedentes. O lema é: "ABARROADO. sin. Teimoso, obstinado, cabezudo, emperrado, opiniático, indócil. Malcriado, grosseiro, incivil; indecente". O mesmo autor, no Dicionário brasileiro contemporáneo (Fernandes 1953, 4 a ed. Fernandes 1975) repete o que já antes escreveu no dicionário de sinónimos: "Abarroado adj. (p. us.) Grosseiro, incivil; obstinado, teimoso, cabegudo. (De barráo, por varrao.)". Se compararmos, com a ajuda do Dicionário dos dicionários portugueses, esta microestrutura com aquela que está num dicionário de sinónimos do século passado (Roquete/Fonseca 1833) sabemos, porém, de onde vém os adjectivos que enumera o lexicógrafo brasileiro. A microestructura na obra citada de 1833 é a seguinte: "Abarroado, cabezudo, obstinado, opiniático, teimoso, testo, testudo". Na mesma tradigáo está também o Diccionario Contemporáneo da Lingua Portugueza, feito sobre um plano inteiramente novo, de Francisco Júlio Caldas Aulete, publicado pela primeira vez já em 1881. Segundo este plano, a meta era "rectificar as definigoes existentes". A 4 a edigáo de 1958 - e as seguintes- sao chamadas as "brasileiras" porque a obra continua sobretudo a publicar-se no Brasil. Se bem que digam que é um dicionário bem feito, encontramos nele - a edigáo consultada por mim é de 1978- também abarroado, com a micro-estrutura: "adj. semelhante a barráo || F. teimoso; indócil. || Barráo". A única novidade neste dicionário, é que abarroado significaría 'semelhante a barráo'. Mais urna pista: os lexicógrafos brasileiros falam com orgulho do Pequeño Dicionário Brasileiro da Língua Portuguesa, do qual a I a edigáo saiu em 1938: "[...] este foi o primeiro dicionário em que os brasileiros identificaram a sua norma lingüistica e o seu vocabulário próprio [...]" (Biderman 1996, pág. 59). Neste dicionário -consultei a 11a edigáo (Pequeño Dicionário 1979)- aparece outra vez "Abarroado (ant.)" definido como "incivil; teimoso, cabegudo". É interessante notar que um dos primeiros colaboradores era Aurélio Buarque de Hollanda Ferreira, o mesmo que posteriormente publicou o novo dicionário (I a edigáo: Aurélio 1975) hoje conhecido como o "Aurélio" (no qual podemos constatar que ele trabalhou realmente com a língua, porque nele já náo incluí abarroado). O que se concluí é que encontramos, em todas estas obras, mais ou menos as mesmas palavras para definir o significado de abarroado. O dicionário de sinónimos de 1833 é claramente a fonte de outras obras semelhantes que lhe sucedem, porque tém o adjectivo cabegudo, adjectivo introduzido entre os sinónimos, só a partir de 1833.
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Mas estes repertorios de sinónimos confirmam-me também na minha opiniào: o adjectivo abarroado nao existe realmente; nunca aparece como sinónimo dos outros adjectivos que o acompanham, nem para definir o lema teimoso, nem os de obstinado, malcriado, incivil, etc. Por isso é de admirar que no Dicionário de expressoes populares portuguesas, da autoria de Guilherme Augusto Simòes (Simoes 1993), encontremos "Abarroado, Malcriado, indecente (CF) cabezudo; teimoso, obstinado (GAM)". As fontes que indica este autor nao sao textos, senào dois dicionários: o já citado Càndido de Figueiredo (= CF), e um Gaspar Alvares Marques (= GAM), Novissimo Diccionario Ortografico e Prosodico da Lingua Portuguesa (Marques 1881). Como é possivel, que o autor desta obra, deste Dicionário de expressoes populares portuguesas, do firn do século xx, tenha inserido abarroado no seu livro? Posso oferecer urna soluQào para este enigma: a segunda fonte que ele cita, o Novissimo Diccionario Orthografico e Prosodico da Lingua Portugueza de 1881, enumera très sinónimos para explicar o significado de abarroado: cabegudo, teimoso, obstinado. Exactamente com os mesmos adjectivos encontramos abarroado num assim chamado Novo diccionario critico e etymológico da lingua portuguesa, do ano de 1836 (Constancio 1836). E sào também très dos adjectivos que conhecemos da sinonimica de Roquete/Fonseca de 1833. Mas o que é novo no dicionário de 1836 é que o autor declara o adjectivo plebeio. Para o autor do Dicionário de expressoes populares de 1993 (e para a sua fonte do século xix), deve ter sido esta a razào para incluir a palavra na sua obra de expressoes "populares". "Só através do estudo e do conhecimento dos produtos lexicográficos existentes, é possivel melhorar a qualidade dos futuros". Eis urna frase que encontrei ñas Actas (Faria/Correia 1996, pág. 24) do já citado Congresso de Lisboa sobre dicionários. Difícilmente poderia aderir a essa afirmagào. Acho que o conhecimento de dicionários já existentes em Portugal nào ajudou a fazer melhor, pelo contràrio, isso levou os redactores a transcrevé-los, em vez de fazerem eles melhor o trabalho necessàrio, quer dizer respeitar as regras da lexicografía actual: que o lema provenha de textos escritos ou oráis, a que se seguem a definigào do prototipo e as variantes do significado (talvez também em ordem cronológica), com ou sem exemplos, com ou sem etimologia. Há um dicionário portugués que sai desta tradigào, a de copiar, e que se livra do peso do passado, discutindo a t r a d i t o lexicográfica. E o Grande dicionário portugués ou tesouro da lingua portuguesa, de Domingos Vieira, publicado entre 1871 e 74. Acho que o elevado número de volumes (5) impediu urna maior difusào desta obra, o que é lamentável e prejudicou a evolugào da lexicografía portuguesa. Vale a pena citar completamente a entrada de Domingos Vieira: Abarroado adj. Obstinado, afincado, teimoso; fixo no seu parecer, pertinaz - "médicos teimosos e abarroados". Azevedo, Correcto de abusos, P. I. p. 48. Moraes dá-lhe por etymologia o substantivo barrào, ou porco nào castrado; porém é mais natural que, significan-
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do aferrado a urna certa idèa, venha de barrunto, termo chulo, que exprime suspeita, ainda que mais remotamente. Tambem se diz amarroado, principalmente da quebreira de corpo por can?asso ou doenga.
Como já disse, nào é necessàrio -nem mesmo acho lògico- que abarroado seja um sinònimo de teimoso. Se se tratar só de urna gralha, seria fácil dizer que abarroado provem de amarroado. Mas o conteúdo desta palavra, hoje, é 'desanimado', quase o contràrio de 'teimoso, obstinado'. E também a cronologia contradiz esta possibilidade: de amarroado nào há data anterior ao século xix. Outra palavra muito parecida é abalroado. Aparece pela primeira vez ñas obras dos historiadores do século xvi (por exemplo: "[...] por os portugueses serem poucos fora logo abalrroados [...]" em F. Lopez de Castanheda, Ho sexto livro da historia do descobrimento & conquista da India pelos Portugueses, Coymbra 1554, cap. 54). Mas o significado metafòrico do verbo abalroar 'contender, disputar' só está documentado a partir de Bluteau (17121728). O outro adjectivo que introduz Vieira é aferrado, que diz bem com teimoso. Nas obras que tratam de sinónimos, aferrado é acompanhado de cabegudo, contumaz, obstinado, testo -todos adjectivos que acompanham também abarroado ou teimoso. Como nào sabemos a intengào do autor de 1668, nào podemos tomar urna decisào definitiva sobre a origem de abarroado, mas vale a pena reproduzir aqui o texto original de forma completa (Azevedo 1668): "50. Hum exemplo me parece nào fora de proposito, para convencer ao Médicos teimosos, & abarroados, ou para melhor dizer tyranos contra o sangue humano, que fundados na falsa secta, de que em Lisboa se deve sangrar muito, porque assi o faziào os Médicos antigos, sendo que Médicos doctos tal nunca fizerào".
Voltemos agora à problemática da lexicografía portuguesa actual, que ilustramos com a nossa investigado sobre o adjectivo abarroado. Porque é que a situagáo se mantém como a descrevemos? E por que é que um especialista da historia lexicográfica portuguesa pòde falar da lexicografía portuguesa como de "[...] urna das mais modestas entre as grandes línguas europeias [...]" (Verdelho 1994, pág. 685)? Há muitos anos que várias pessoas anunciaram a publicado próxima de novos dicionários. Em 1993, no prólogo à reedigào fac-similada do Dicionário da Lingua portuguesa publicado pela Academia Portuguesa de 1793, o editor escreveu: "O Novo Dicionário da Lingua Portuguesa que, Deo volente, deve aparecer em 1996 [...]" (Martins 1993). Mas este optimismo expresso em 1993 nào foi seguido de nenhum resultado concreto (pelo menos até ao momento em que redigi o meu artigo, em Janeiro de 1997). De um Dicionário de combinatorias do portugués, anunciado há bastante anos, disseram as redactoras em 1995: "muito trabalho [...] está ainda por fazer [...]" (Nascimento/Pereira 1996, pág. 52). Por isso nào creio nas palavras que escreveu Mário Vilela, em Ensino da Lingua Portuguesa: Léxico, Dicionário, Gramática (Vilela 1995, pág.
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83): "Há [...] indicagòes de que as coisas estarào a melhorar. Há projectos em curso que podem fazer alterar a situagào". Nào creio nestas palavras porque, por exemplo, do Dicionário Essencial do Portugués Contemporàneo, do qual também se fala desde há muitos anos, só se conhece a teoria, mas nem um único lema modelo (Buescu 1996). Vilela, aliás, caracteriza este projecto assim: "[...] os objectivos que se propoe cumprir, parece, estarem já ultrapassados" (Vilela 1995, pág. 83). Para ilustrar a situagào da lexicografía em Portugal vale a pena citar o que escreveu J.P. Machado recentemente: "O calao, como as obscenidades faz parte de qualquer idioma. Existem. E se no dicionário que coordenei para a Sociedade da Lingua Portuguesa estas ficaram de fora isso deveu-se a solicitagào de quem dirigia aquela agremiagào quando o preparava" {Diàrio de Noticias, 23 de Margo de 1997). Constatámos, entào, que por um lado se anunciam e prometem novos dicionários, sem que vejam a luz, e que, por outro lado, existem muitos dicionários, mas que nào respeitam as regras da lexicografía moderna. O dicionário da Academia Portuguesa, quer dizer, o único volume, com a letra A (mais nào apareceu) foi reeditado 200 anos depois da primeira edigào, em 1993. Na introdugào um membro da mesma Academia Portuguesa chama este dicionário de 1793 um "modelo de técnica lexicográfica" (Casteleiro 1993, pág. XXII). Outro membro da mesma Academia compara o dicionário de 1793 com urna nova tentativa da Academia de redigir um dicionário, do qual também só apareceu um volume, com a inicial A, em 1976, dizendo: "O dicionário da Lingua Portuguesa editado pela Academia Real das Sciencias em 1793, é, de qualidade superior ao de 1976". E outra vez "a enorme superioridade científica, metodologicamente qualitativa, do Diccionario de 1793 sobre o dicionário de 1976" (Martins 1993, pág. XLV). Ao contràrio do que afirmou este membro da Academia portuguesa, o dicionário de 1793 nào era um bom dicionário. Fazendo a minha investigagào sobre dicionários portugueses, comparei os dicionários portugueses com alguns dicionários espanhóis contemporáneos. E constatei que nào sào raros os exemplos em que a definigào das entradas no dicionário portugués corresponde exactamente ás que estào no dicionário da Academia espanhola de 1770 (é a segunda edigào do famoso Diccionario de Autoridades). Exemplo: Aggregar v. a. Añadir uniendo ó juntando unas personas, ó cosas á otras. Aggregare, adjungere (RAE 1770). Aggregar v. a. Accrescentar unindo ou ajuntando humas pessoas ou cousas a outras. Do lat. aggregare [...] (Academia 1793).
O primeiro e único volume do Dicionário Académico Portugués de 1793 teve também imitagòes: um Diccionario Geral de 1818 repete muitas das suas definigòes; o mesmo acontece com o Diccionario Universal de 1845. Para os autores do Diccionario Geral de 1818 surgiu um grave problema: só puderam repetir as palavras com a inicial A; para os outros lemas tiveram de procurar urna fonte diferente, que mais uma vez foi o famoso dicionário de Moráis, que lhes serviu de base. Mas nem sempre o
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fizeram com cuidado. Onde em Moráis está escrito: "Pessoa sem ubi certo" (ubi, latinismo por "lugar onde se vive") o Diccionario Geral de 1818 escreve: "Passou sem ubi certo". Os autores do Diccionario Universal de 1845 nunca terminaram a sua obra, que acaba com o segundo volume, com as palavras que comegam com L. Por isso o Moraes de 1858, já citado atrás e que adaptou parcialmente este outro dicionário, só pode reproduzir as definigoes das palavras publicadas (A-L, como já se referiu). Baldinger (1974, pág. 21), um dos maiores especialistas da lexicografía francesa, reproduz urna frase de Nodier: "Les dictionnaires sont des plagiats par ordre alphabétique". Copiar, entáo, tem urna larga tradigao, nao só, mas também na lexicografía em Portugal, tanto na monolingue como na bilingüe. Num trabalho recente sobre a época em que os alemaes comegaram a interessar-se por Portugal no século XVIII, durante o Romantismo, fala-se do primeiro dicionário portugués-alemáo. Ora com a ajuda do meu Dicionário dos dicionários portugueses foi-me possível descobrir que esse dicionário é urna tradugao de outro dicionário, esse portugués-francés (Messner 1996, pág. 52). Um dos dicionários bilingües mais difundidos é o chamado "Michaelis". Foi reconstruida a historia deste dicionário desde a primeira edigáo, de 1887, até 1976 (Ettinger 1991). Vale a pena recapitulá-la. Foi a primeira edigáo do dicionário portugués-alemáo que na realidade serviu de base ao dicionário, publicado em 1893, de portugués-inglés. As palavras alemas foram simplesmente substituidas pelas inglesas. Esta edigáo inglesa continua a ser publicada até hoje, com algumas mudangas, por exemplo inserindo desenhos, com o título Novo Michaelis. Consultei a edigao de 1961, onde se lé: "Baseado em material selecionado do antigo dicionário Michaelis e inteiramente remodelado, revisto e aumentado". É curioso que encontremos também nesta nova edigáo pretensamente revista um adjectivo abarroado, com dois significados, o primeiro "obstínate, stubborn", e o segundo "rude, cross". Os exemplos ingleses sao simplesmente a tradugao dos dois significados que já vimos no Grande dicionário da língua portuguesa de 1991. Chegado ao fim do meu artigo, espero, com a reconstrugáo da historia de abarroado, ter conseguido o meu propósito: chamar a atengao para um aspecto da lexicografía portuguesa actual. E que ninguém sabe a quantos dicionários futuros abarroado vai ainda sobreviven
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Humberto López Morales
América en el Diccionario de la Real Academia Española: de la edición de 1992 a la de 2000. índices de mortandad léxica 1. Desde el momento en que la Real Academia Española dio inicio a sus trabajos lexicográficos, América ha estado siempre presente en sus repertorios. El primero de ellos, publicado en seis volúmenes y conocido popularmente como Diccionario de Autoridades (1726-1739), cuenta con 127 ejemplos, el 0,33 por cien de los aproximadamente 1.400 provincialismos (Malaret 1947; Werner 1983; Salvador Rosa 1985). Hasta la undécima edición solo aparecían con la marca general Amér[ica], pero a partir de la siguiente, de 1884, comienzan a manejarse marcas específicas de países y de algunas zonas supranacionales. Hasta que no se fundaron las primeras Academias hispanoamericanas, la Corporación madrileña disponía únicamente de dos fuentes para informarse de los términos americanos: los diccionarios de regionalismos, serie fecunda que se inaugura con el trabajo de Esteban Pichardo para Cuba en 1836, y comunicaciones personales de algunos colaboradores. Ambos recursos, sobre todo el primero, han ido nutriendo, a veces con patrones muy curiosos, el diccionario académico, pues el período de fundaciones de las Academias correspondientes va desde 1871, en que nace la Colombiana, la decana de las Academias de Hispanoamérica, hasta 1985, en que se une a la Asociación de Academias la recién fundada Corporación norteamericana. La interesante historia de la incorporación de americanismos al DRAE está por hacerse, aunque ya contamos con esbozos generales (Alvar Ezquerra 1986; Seco 1988; Rodríguez Marín 1995) y con algún apunte de carácter monográfico (López Morales 1997b). Lo que sabemos con certeza es que, a lo largo de las veintiuna ediciones con que cuenta este repertorio, la incorporación de americanismos ha sido incesante, aunque con diferentes ritmos. Esta labor de acopio, sin embargo, no ha sido nunca acompañada de revisiones sistemáticas que eliminaran aquellos términos caídos en desuso por la acción del tiempo, o que al menos introdujeran para esos casos las marcas cronológicas adecuadas. Para ejemplificar esta situación, que no solo atañe a los americanismos, repárese en los datos consignados en el cuadro 1, referidos a la incorporación de venezolanismos (Colmenares del Valle 1991). La última de las columnas, encabezada por T[otaí], da cuenta del inventario acumulado de los venezolanismos; es, desde luego, el resultado de las cifras que muestra la columna N[úmero], esta con datos particulares por edición. Desde los 22 términos
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Humberto López Morales
CUADRO 1 Incorporación de venezolanismos al DRAE Edición
Año
N
T
XII
1884
22
22
XIII
1899 1914
45
67 80 257
XIV XV
1925
13 177
XVI
1936
48
305
XVII XVIII
1947 1956
6 24
311 335
XIX
197Ó
XX XXI
1984
78 49
413 462
1992
85
547
iniciales se ha pasado a 5 4 7 g r a c i a s a una labor de simple acarreo. Es evidente que la única operación que se ha practicado aquí a lo largo de los años es la de suma, como si las palabras tuviesen todas vida eterna. 2. La próxima edición del Diccionario de la Real Academia Española, la del 2000, traerá muchas innovaciones importantes, la más destacada de las cuales será el estreno de la nueva planta que con tanto rigor ha sido elaborada por el Instituto de Lexicografía de la casa, y discutida con ahínco por la Corporación madrileña y las asociadas. Dentro de esta tarea general se inserta la revisión a fondo de los 13.758 americanismos (el 12 por cien del total de 83.018 artículos) con que cuenta la edición actual, la del Quinto Centenario, con la que se había dado inicio al examen que ahora culmina. Para que las Academias asociadas pudiesen llevar a cabo su trabajo se les envió una lista especial que contaba con todos los términos que llevaban marca del país en cuestión, más otras idénticas a estas, pero con marca de los países vecinos y, en los casos en que procedía, otra más con marcas supranacionales (A. Andes, Á. Caribe, etc.). Aunque en todos los casos las Academias enviaron - y siguen enviando- listas indiscriminadas, la Comisión Permanente se encarga, una vez estudiadas, de establecer la siguiente tipología: 1) supresiones, 2) enmiendas y 3) adiciones. Sobre esta cla-
1
Los cómputos van a variar, según entren en ellos las marcas implícitas o no. Las explícitas se cuentan siempre (son aquellas que aparecen en cursiva antes de la definición); las implícitas, solo en ocasiones (son las que aparecen dentro de la definición: "muy común en los llanos venezolanos", por ejemplo). Estas últimas suelen ofrecer problemas teóricos de envergadura.
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sificación general se procede a subclasificar con mayor especificidad (en los casos 1 y 3), lo que facilita las operaciones de incorporación a las páginas del Diccionario, primero para su estudio y aprobación por la Comisión del DRAE, y después, para su procesamiento electrónico automático. Aunque un estudio tipológico de las enmiendas sería de sumo interés, para estos propósitos prácticos las enmiendas se han manejado como un todo indivisible. 1.1. Supresiones de marcas: apestillar. || 2. Argent. y Chile. Asir a uno de modo que no pueda escaparse, apestillar. || 2. Argent. Asir a uno de modo que no pueda escaparse. 1.2. Supresión de acepciones: chirola, f. Argent. Antigua moneda de níquel, de cinco, diez o veinte centavos. || 2. Chile. Moneda chaucha o de veinte centavos. || 3. fig. Argent. Poco dinero. U. m. en pl. chirola, f. Argent. Antigua moneda de níquel, de cinco, diez o veinte centavos. || 2. fig. Argent. Poco dinero. Ú. m. en pl. 1.3. Supresión de artículos: letrón. letrudo, da. (De letra.) adj. ant. Hombre de letras. Usáb. t. c. s. Ú. en Chile, letuario. letrón. letuario. 2. Enmiendas: pescua. f. Venez. Árbol semejante al madroño, cuyas hojas secas son aromáticas y se usan para perfumar los templos esparciéndolas por el suelo, particularmente en Caracas, pescua. f. Venez. Arbusto aromático de la familia de las ericáceas, con flores de color blanco rosáceo agrupadas en racimos cortos. 3.1. Adiciones de marca: almacenero. || 3. m. Argent., Par. y Urug. Persona que atiende un almacén, almacenero. || 3. m. Argent., Bol., Par. y Urug. Persona que atiende un almacén. 3.2. Adiciones de acepciones: pescua. f. Venez. Arbusto aromático de la familia de las ericáceas, con flores de color blanco rosáceo agrupadas en racimos cortos.
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Humberto López Morales pescua. f. Venez. Arbusto aromático de la familia de las ericáceas, con flores de color blanco rosáceo agrupadas en racimos cortos. || 2. Fruto de este arbusto.
3.3. Adiciones de artículos: pácul. padecer. pácul. pacumuto. m. Bol. Asado de carne de res que se prepara ensartándola a un palo o hierro sobre fuego directo. padecer.
Para llegar a hacer estas recomendaciones cada Academia se sirvió de diversos procedimientos: en unos casos, se preparó un equipo de investigación ad hoc que recorrió el país administrando una encuesta (Bolivia, Puerto Rico); en otros, la Academia consultó con sus correspondientes de provincias (Chile) y también con profesores universitarios (Argentina), y en otros, fueron la Comisión de Lexicografía y el cuerpo académico los encargados de revisar las listas. No faltaron los casos en que las Academias encomendaron la labor a uno de sus miembros más destacados en esta especialidad. 3. La etiqueta de 'mortandad léxica' cobija a varios fenómenos que, aunque de efectos paralelos, presentan causas muy diversas 2 . Aquí manejaré el concepto en su sentido de reducción de algunos de los inventarios, en este caso léxicos, que integraban la competencia lingüística de una comunidad de habla. Este trabajo se propone examinar lo relativo a la mortandad léxica de americanismos léxicos, tal como aparece reflejada en los informes de diez Academias, de las que hemos podido completar el análisis y la tabulación de los datos. Es imposible determinar, aunque sea de manera aproximada, las fechas de los fallecimientos, pues sería ingenuo suponer que porque
2 En general se suele hablar de 'mortandad lingüística' para referirse a la pérdida total de una lengua, resultado último del empobrecimiento paulatino de esta en situaciones de bilingüismo, cuando el contacto se da con una lengua más poderosa política y socialmente; suele ser el caso de las minorías étnicas en un mundo lingüístico ajeno, aunque no faltan casos de sustitución de lenguas en los que no se ha producido proceso migratorio alguno. El español de algunas comunidades de los Estados Unidos, por una parte, y los muy conocidos casos del gaèlico y del español de Trinidad, por otra, ilustran ambas situaciones. La neurolingüística, por su parte, habla también de 'mortandad' para referirse al grado de deterioro lingüístico en que suelen desembocar los afásicos, y sin necesidad de que intervenga elemento patológico alguno, a la erosión del lenguaje que se observa en algunos hablantes de avanzada edad. Por último, la lingüística aplicada a la enseñanza de lenguas extranjeras y la psicolingüística de la adquisición usan el término 'mortandad' para designar la pérdida de destrezas comunicativas en aquellos estudiantes que, habiendo aprendido una segunda lengua, han dejado de utilizarla.
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aparecen en las páginas de la edición del DRAE de 1992, estaban vivas para entonces. Sobre todo porque algunas de ellas llevan más de cien años imprimiéndose en este corpus lexicográfico. De lo que estamos seguros es de que ahora ya han desaparecido de las nóminas léxicas activas de Hispanoamérica. La mortandad léxica comenzó a estudiarse primero en épocas pretéritas de la historia de la lengua, como uno de los posibles procesos evolutivos de la diacronía lingüística. Los importantes trabajos de Steven N. Dworkin (1990-91, 1992, 1993, 1995 y en prensa) nos muestran cuáles fueron las causas, complejas y entrecruzadas, que llevaron a la tumba a ciertas palabras durante el proceso histórico que vivió nuestra lengua en los tiempos medios. Pero aunque sean otras las razones que la impulsan, la mortandad léxica no desaparece en tiempos más recientes de la historia. Ahí están los datos puertorriqueños de los africanismos, del 'Proyecto Malaret' y de los llamados 'arcaísmos' (López Morales, 1988, 1989a, 1989b, 1990, 1997a), que nos indican que algunas de las antiguas causas perviven aún, impulsando hacia la desaparición a un buen grupo de términos, y que otras nuevas las acompañan. De estos estudios hemos aprendido a dar respuestas, aunque parciales, a preguntas tales como ¿qué lexemas desparecen del inventario?, ¿qué proporción representan?, ¿qué relación asociativa tienen esas desapariciones con factores socio-históricos?, ¿cuáles son los ámbitos semánticos más afectados por la mortandad? y ¿por qué? El análisis general de los datos arrojados por el primer punto de la encuesta del 'Proyecto Malaret'3, el del pueblo de Salinas, en la costa sur de Puerto Rico, nos dejó ver, entre otras cosas, que el grueso del vocabulario desaparecido desde la década del 30 hasta la del 90 pertenecía a la flora y a la fauna: son 129 de un total de 278 (46,4%). De ellos 91 corresponden a nombres de árboles, arbustos, yerbas, enredaderas, tubérculos, raíces, tallos y flores: angelón, bijao,palo borracho, cajuil, cardenala, chiribita, mañoca, maravedí, palmitoria, palo ramón, etc. Los 38 restantes nombraban aves, peces, reptiles, insectos y un cuadrúpedo (cuchinato, para el cerdo de pocos días). De esta nómina de desapariciones lo que más sorprende es encontrar en ella 15 ictiónimos, siendo Salinas pueblo marinero y, en otras épocas, punto pesquero de alguna importancia: hoy son totalmente desconocidos el aguají, el bonasí, el catalufa, la chema, el macabí, la manjúa, el matejuelo, el ojón, la paguala, etc. En orden decreciente de frecuencia sigue en este léxico muerto una serie de calificaciones adjetivas, referidas a personas mayormente y, en ocasiones, a animales y a cosas. Algunos de estos términos designan virtudes y vicios humanos (amarrado,
3 El Proyecto tenía como misión la de 'actualizar' el famoso Vocabulario de Puerto Rico de Augusto Malaret, que fue impreso por primera vez en 1917 y revisado para la segunda y última edición, en 1937. Para llevarlo a cabo se escogieron sobre el mapa nueve localidades (Salinas, Zona metropolitana, Caguas, San Lorenzo, Cayey, Comerío, Mayagüez, Arecibo y Utuado) que respondían, tanto por su situación geográfica como por sus características demográficas, a zonas muy diferenciadas en el país. Cada una de las 3.321 entradas del Vocabulario fue presentada a los sujetos de la muestra con el fin de llegar a conocer su vigencia.
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'tacaño', y un largo etcétera); los demás modificadores son aplicables a animales (pajarero, aplicado a los caballos: 'brioso', etc.) y unos pocos, a cosas (celoso, sa, referido a armas de fuego, trampas y resortes: 'que se dispara con demasiada facilidad', etc.). Estas calificaciones adjetivas suman 40 (14,3%). El resto de las palabras eliminadas de esta comunidad - 1 0 9 - no se deja clasificar fácilmente en grandes grupos. Examinadas las causas que pudieron haber motivado estas muertes, se observa, en primer lugar, que se trata de términos que tienen como designata objetos, acciones, costumbres, desaparecidas ya desde hace tiempo de la vida de Puerto Rico. Aquí hay que tener en cuenta no solo la historia común a todos, sino también los avatares propios de la isla, que a partir de los años 50 protagonizó un trascendental tránsito desde una sociedad rural y tradicional al de una comunidad industrializada y actual4. Aun en Salinas que, aunque conectado con la capital por una gran autopista es un pequeño pueblo, se ha sentido este impacto. Una buena parte de este léxico desaparecido está estrechamente ligado a la forma de vida anterior: casi la mitad de él nos habla del agro o de ríos y mares, de cosas y quehaceres campesinos, de comidas y dulces que habrían hecho las delicias de los hombres del primer cuarto del siglo. El otro gran grupo de elementos desaparecidos está integrado por fraseología, creaciones festivas, metáforas populares, juegos de palabras, deformaciones fonéticas (a propósito o sin él); todo ello se caracteriza por su existencia pasajera. La fraseología popular, a diferencia de la paremiología, cambia velozmente; estas expresiones pueden llegar a tener intenso uso, pero el precio de tal popularidad es una vida efímera. Es lo que sucede con el chiste, la broma, lo festivo; vale para una época, un momento, pero sus resultados no perduran. La determinación de las motivaciones que han llevado a la tumba al léxico hispanoamericano señalado ahora por las Academias quizás sea tarea que emprendan más tarde algunas de nuestras Corporaciones. De momento, lo que este trabajo se propone presentar es solo el hecho mismo. Examínese con cuidado el cuadro 2. La primera de las columnas indica el número total de las marcas con que cuenta, en la edición del DRAE de 1992, cada país de los examinados; le siguen otras cuatro, identificadas con las letras A, B, C y D: supresión de marcas, de acepciones, de artículos y de fraseología, respectivamente. La columna 1\otal\ ofrece la suma de estas últimas cuatro, y la última de ellas el porcentaje de supresiones por país. Se notará que la mortandad va desde un mínimo de 4,7 por cien (Nicaragua) hasta un máximo de 30,5 (Bolivia); todo ello produce una media de 17,2, aunque es cifra
4
El cambio se produjo de la mano del Gobierno insular. La llamada 'Operación manos a la obra' se proponía industrializar y modernizar el país, creando fuentes de trabajo para todos. Puerto Rico se llenó de fábricas y de industrias, en su mayoría norteamericanas, que se acogían entonces a unas nuevas leyes de protección fiscal para el inversionista. La operación fue un éxito.
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CUADRO 2 índices de mortandad léxica
Guatemala El Salvador Nicaragua Costa Rica Panamá Rep. Dominicana Venezuela Chile Bolivia Uruguay
N
A
B
C
D
T
%
302 106 294 364 144 195 547 1.566 311 733
39 19 13 57 21 24 74 145 75 70
1 3 1 0 3 0 23 102 7 3
0 2 0 0 0 8 9 64 9 1
0 0 0 0 0 0 5 4 4 1
46 24 14 57 24 32 111 315 95 75
15,2 22,6 4,7 15,6 16,6 16,4 20,3 20,1 30,5 10,2
que puede variar, incluso considerablemente, cuando se disponga de información para todos los países americanos. 4. Como es de suponer, la nueva edición del DRAE dejará de contar con estos cadáveres léxicos. Pero a la vez, dará entrada a las muchas adiciones que van produciéndose. Aunque no sea este nuestro tema de ahora, véase a manera de ejemplo, lo ocurrido con los bolivianismos:
CUADRO 3 Bolivia: de 1992 al 2000 T DRAE-1992
Supresiones Adiciones DRAE-2000
311 A
B
C
D
75 272
1 56
9 214
4 0
95 542 758
143,7%
Si bien es cierto que las supresiones suman 95, las adiciones llegan a un total de 542, divididas estas en 272 marcas, 56 acepciones y nada menos que 214 nuevas entradas. Hechas las operaciones de resta y suma respectivas, surge un saldo favora-
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ble de 758, lo que indica que con respecto a las unidades léxicas bolivianas, el aumento de la nueva edición será de 143,7 por cien. 5. Queda claro que las revisiones de los americanismos del DRAE no pueden terminar aquí. Se trata, no cabe duda, de operaciones que necesitan ser repetidas periódicamente, porque las causas de la mortandad no van a desaparecer con el año 2000. Serán las mismas u otras, pero la vida misma de la lengua lleva implícitas estas desapariciones junto con los nuevos nacimientos. Y el lexicógrafo debe ir dando cuenta puntual de todo ello, sobre todo si lo que se persigue es ofrecer una visión realista y actualizada de la norma léxica americana.
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Identidad nacional y regional de las palabras en los diccionarios españoles 1. Delimitación del tema Los temas más tratados con respecto al tratamiento de unidades léxicas de uso diatópicamente restringido en los diccionarios españoles pueden delimitarse en forma de afirmaciones críticas sobre el Diccionario de la lengua española de la Real Academia Española y las obras lexicográficas emparentadas con éste, afirmaciones en pro y en contra de las que ya se ha escrito mucho. Estas afirmaciones son: - El vocabulario específico de los países y regiones de Hispanoamérica no está representado en los diccionarios en la medida en la que debería estar representado, sea por efecto de actitudes restrictivas frente a los llamados americanismos, sea simplemente a consecuencia de problemas empíricos. - Las particularidades léxicas de los diferentes países y las diferentes regiones de Hispanoamérica se reflejan, en los diccionarios, en proporciones muy diferentes. Se puede distinguir entre países y regiones más privilegiadas y países y regiones menos privilegiadas con respecto a la cantidad de vocabulario específico que el diccionario consigna para cada una de las zonas delimitadas mediante criterios políticos o geográficos. - En muchos casos se indica para un elemento léxico una difusión demasiado reducida y en otros demasiado amplia. - Las entradas dedicadas a formas y acepciones léxicas exclusivas del español americano contienen, con cierta frecuencia, errores o, por lo menos, indicaciones obsoletas, inexactas, insuficientes o que inducen a una comprensión errónea, especialmente con respecto a la semántica y a las implicaciones estilísticas. El que ya se haya dicho y escrito tanto sobre los temas aludidos demuestra que los respectivos problemas ya están por lo menos identificados. Desde hace poco ya pueden observarse serios intentos de remediar los más graves de ellos1. Algunos otros problemas no son tratados por los especialistas con la misma frecuencia que los mencionados. Sin embargo, aunque no sean de fundamental impor-
1
Cf. el artículo de Humberto López Morales en el presente libro (págs. 67-76).
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tancia, merecerían mayor atención en el futuro. Los puntos principales de la siguiente exposición serán ejemplificados con artículos del Diccionario de la lengua española (21a ed., 1992) de la Real Academia Española {DRAE). Los problemas comentados son compartidos, empero, en mayor o menor medida, por otros diccionarios monolingües del español aunque en general no por todos a la vez.
2. Acotaciones explícitas y referencias implícitas El DRAE prevé dos diferentes maneras de atribuir el uso de un elemento léxico a determinados países, zonas o regiones. Por una parte, la acotación explícita, mediante formas estandarizadas, con frecuencia siglas, a través de la cual se expresa unívocamente que la difusión de la voz o de la acepción respectiva está restringida a una parte determinada del mundo hispanohablante. De este caso se trata, por ejemplo, en los artículos filudo, da y ludia: filudo, da. adj. Amér. De filo muy agudo. ludia. (De ludiar.) f. Extr. Levadura, fer-mento. De una referencia implícita se trata, por ejemplo, en los casos de los artículos guaucho y gubán: guaucho, m. Arbusto americano de hoja menuda y gruesa; arde aun cuando esté verde, por ser resinoso. gubán. m. Bote grande usado en Filipinas, hecho con tablas sobrepuestas en forma de tingladillo, sujetas a las cuadernas con be-juco y calafateadas con resina y filamentos de la drupa del coco. No tiene pieza algu-na clavada; carece de timón; lleva fijas las bancadas; se gobierna con espadilla, y los bogadores usan remos o zaguales, según el
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espacio de que puedan disponer. Navega consuma rapidez; su poco calado le per-mite flotar por los esteros de menos agua, sobre los bajos arrecifes, y es fácil de poner en tierra. La clase de referentes que corresponde a la palabra guaucho es propia, según este artículo, de América, y la clase de referentes que corresponde a la palabra gubán, propia de las Islas Filipinas. La mayoría de los hispanohablantes de la Península Ibérica no conocen el arbusto descrito en el artículo guaucho ni el tipo de embarcación descrito en el artículo gubán. Por lo tanto, tampoco usan las palabras guaucho y gubán. Sin embargo, se trata de un caso diferente al de los artículos filudo, da y ludia. Cuando un español, como, por ejemplo, un botánico o un geógrafo, quiera referirse a la especie botánica que en América se llama guaucho, lo hará sirviéndose también de la palabra guaucho. Cuando un español quiera referirse a la embarcación que en Filipinas se llama gubán, lo hará sirviéndose también de la palabra gubán. En muchos casos parecidos no se puede afirmar que la respectiva voz no se use o no se conozca fuera del país o de la región donde se da la clase de referentes. Muchas veces, el conocimiento de la voz depende de conocimientos más o menos precisos del hablante acerca de los referentes. No podemos afirmar, en estos casos, que en España no se use la palabra que se refiere a una clase de referentes que se da sólo en determinada zona o región del mundo hispánico. Sin embargo, es obvio que, con frecuencia, una unidad léxica es de uso corriente en una región o zona determinada y en otras, donde no se da la clase de referentes, es de uso escaso, debido al escaso conocimiento de esa realidad o a la poca importancia del respectivo concepto. La referencia implícita resuelve el problema. Da a entender que la clase de referentes se da sólo en una zona o región determinada. El usuario, a su vez, no necesita una acotación que delimite exactamente la difusión geolectal de la voz. Hasta un caso como el del artículo butifarrero, en el que la referencia a la difusión de los referentes se realiza de modo aun más implícito, no plantea problemas insuperables al usuario del diccionario: butifarrero, ra. m. y f. Persona que tie-ne por oficio hacer butifarras o venderlas. El significado de butifarrero, ra se explica mediante la palabra butifarra. Y en el artículo butifarra se indica, a su vez, dónde se producen y comen butifarras: butifarra. (Del cat. botifarra.) f. Cierto em-buchado que se
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hace principalmente en Cataluña, las Baleares y Valencia. | | 2. Perú. Pan dentro del cual se pone un trozo de jamón y un poco de ensalada. | | 3. Col., Chile y Pan. Embutido a base de carne de cerdo. | | 4. fig. y fam. Calza o media muy ancha o que no ajusta bien. Sin embargo, el distinto tratamiento, que en teoría está bien justificado, no sigue consecuentemente la regla que se podría deducir de los ejemplos hasta aquí citados. En los casos de los artículos choroy y figana, el DRAE ofrece una acotación explícita con respecto a la difusión de la palabra aunque se trata de voces cuyo uso depende primordialmente del conocimiento de una especie zoológica con hábitat en una zona de América: c h o r o y . m. Chile. Especie de papagayo, término medio entre el loro y la catita. Anda en bandadas y perjudica mucho los sembrados. figana. f. Venez. Ave gallinácea, de unos 25 centímetros de largo; su color es gene-ralmente pardo rayado de negro, las patas, amarillas, y el cuello, largo. Se domestica fácilmente y limpia las casas de insectos y sabandijas. Por otra parte, en el caso de cámbara el DRAE integra la indicación sobre la difusión de la voz, en forma no estandarizada, a la definición de la unidad léxica: cámbara. (De cámbaro.) f. En el Cantábrico, es el nombre de la centolla. Comparemos con este artículo el artículo inquisidor, ra, cuarta acepción:
inquisidor, inquisítor,
ra. -óris.)
(Del
lat.
adj. Que
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inquiere. Ú. t. c. s. | | 2. m. Juez eclesiástico que conocía de las causas de fe. | | 3. El que hace indagación de algo para comprobar su realidad y sus circunstancias. | | 4. En Aragón, cada uno de los jueces que inquiere la conducta de algunos magistrados para castigarlos según sus delitos. [...] Al cotejar las dos entradas, observamos dos diferencias, una formal y otra con respecto a la función de la referencia a una región. La definición de cámbara está formulada como indicación de un sinónimo de otra unidad léxica. En el caso de inquisidor, ra, se trata de una paráfrasis, el tipo más usual de definición lexicográfica. Con respecto a la mención de la región -Cantábrico y Aragón, respectivamente- observamos la siguiente diferencia. En el primer caso entendemos que el uso de la palabra cámbara está restringido al Cantábrico. En el segundo caso sospechamos que la palabra inquisidor, ra se refiere a una institución exclusiva de Aragón. La práctica inconsecuente hace que algunas definiciones resulten ambiguas. Veámos el caso de callao, segunda acepción: callao. (Como el gall. port. callan y el fr. caillou, de una forma céltica 'caliavo, de cal, piedra.) m. Guijarro. | | 2. En las islas Canarias, terre-no llano y cubierto de cantos rodados. El usuario que no conoce la palabra callao no puede estar seguro si callao se refiere a cualquier terreno llano y cubierto de cantos rodados o a un tipo de terreno que se da sólo en Canarias. Por desgracia, se pueden encontrar muchos más ejemplos que hacen sospechar que no rige una sistemática clara con respecto a la distribución de las indicaciones que en esta exposición se llaman acotaciones explícitas y referencias implícitas. ¿Qué conclusión se puede sacar del análisis de los ejemplos citados? El distinto tratamiento tiene sentido, pero tendría que seguir el criterio ya formulado. La referencia implícita es adecuada para los elementos léxicos cuyo conocimiento y uso depende del conocimiento de una clase de referentes propia de una zona geográfica, de un país, etc., mientras que la acotación explícita, estandarizada, habría de reservarse para
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indicar la difusión diatópica de elementos léxicos que no depende del conocimiento de clases de referentes específicas de una zona o de una región geográfica.
3. Delimitación lingüística o delimitación político-geográfica como base de las acotaciones estandarizadas Otro problema que merece ser comentado aquí se ha discutido menos en relación con los diccionarios generales que con respecto a los diccionarios de americanismos. A veces se critica el que se hable del español americano, del español colombiano, etc., o que se elaboren diccionarios de hondureñismos, de uruguayismos, etc., insistiendo en el hecho de que las fronteras políticas y las líneas divisorias que se pueden trazar entre diferentes territorios según criterios geográficos, con frecuencia no coinciden con zonas lingüísticas o dialectales, que no corresponden a haces de isoglosas. Entre los lingüistas es muy conocida la postura radical de Roña (1969), que niega la existencia del español americano con el argumento de que prácticamente no hay ningún elemento lingüístico del español que esté difundido en toda América hispanohablante y no esté presente en ninguna parte de España. ¿Habría que sustituir, por lo tanto, las tradicionales acotaciones del tipo América, Antillas, Colombia, etc. por otras que se basaran en una zonificación lingüística del mundo hispánico? No, un inventario de acotaciones geolectales fundamentado lingüísticamente no llevaría a una mayor utilidad práctica del diccionario, y ésto por las siguientes razones: - Hasta ahora ninguna zonificación lingüística de Hispanoamérica ha sido unánimemente aceptada por los especialistas competentes. Cada una de las zonificaciones propuestas, por ejemplo por Roña (1964) o por Zamora Munné/Guitart (1982), ha sido objeto de serias críticas por parte de otros especialistas. Y lo que es objeto de controversias entre los lingüistas no puede ser una base adecuada para un diccionario general, que tiene finalidades prácticas y está destinado a personas no especializadas en detalles del razonamiento dialectológico. - La mayoría de los intentos de zonificación dialectal de Hispanoamérica se basa en criterios fonético-fonológicos y gramaticales, yeísmo, voseo, etc., no en criterios léxicos. No hay suficientes indicios de que las isoglosas léxicas coincidan significantemente con las isoglosas fónicas y morfosintácticas, así que, aunque éstas justificaran suficientemente la clasificación dialectal, no garantizarían un mayor grado de utilidad lexicográfica. El único intento bien conocido de una clasificación basada en criterios léxicos es el del francés Cahuzac (1980), pero éste se apoya en la distribución de un léxico temáticamente muy restringido, que no garantiza que el gran acervo del léxico hispanoamericano, por ejemplo todo el léxico relacionado con la vida moderna, esté difundido de forma paralela al vocabulario analizado en la obra del autor.
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- En otras palabras, no disponemos de suficientes datos empíricos sobre el léxico que justifique una zonificación intralingüística de Hispanoamérica. En realidad, necesitaríamos primero buenas obras lexicográficas para hacer tal clasificación. Pero nuestro problema es que precisamente necesitaríamos una zonificación fundada en criterios lingüísticos para establecer un inventario de acotaciones diatópicas. - Hay ciertos indicios de que precisamente las fronteras nacionales condicionan, en muchos aspectos, la difusión de determinados tipos de textos. Pensemos, por ejemplo, en la difusión de textos de prensa, en los efectos de los sistemas de enseñanza de cada país, en medios como la radio y la televisión. Los límites de difusión de determinados tipos de textos y los límites del alcance de determinados medios de comunicación determinan, a su vez, la difusión de determinados tipos de vocabulario dentro de las fronteras de determinados países. - La zonificación en que se basa el inventario de acotaciones "diatópicas" (entre comillas porque generalmente no lo son en sentido estricto) de un diccionario general debe ser transparente para el usuario común y corriente. A pesar de todas las impresiciones que conlleva un inventario que se funda en nombres de países y regiones delimitadas según criterios geográficos y administrativos, éste es preferible, con miras a su transparencia, a una zonificación que opere con etiquetas no transparentes sin previo estudio de criterios lingüísticos por parte del usuario del diccionario. Todos estos argumentos llevan a la conclusión de que en este punto no sólo es aceptable el sistema practicado por el DRAE y muchos otros diccionarios generales, sino que de momento es el que mejor puede llevarse a la práctica. Puesto que últimamente ganan cada vez mayor importancia los corpora como fundamento de la descripción lexicográfica, hay que advertir que precisamente el problema expuesto aquí no puede ser resuelto mediante un corpus. La ocurrencia en el corpus no permite determinar la difusión exacta de un elemento léxico. Para determinar ésta, precisamente hace falta dividir el corpus según criterios de zonificación preestablecidos.
4. Los llamados españolismos y peninsularismos En la última edición del DRAE (de 1992) encontramos doce veces la acotación estandarizada Esp., dos de las doce veces junto con la mención de otros países, en besana, 4a acepción, y Diesel, 3a acepción: besana, (der. del lat. versare, volver.) f. Labor de surcos paralelos que se hace con el ara-do. | | 2. Primer surco que se abre
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en la tie-rra cuando se empieza a arar. | | 3. Medida agraria usada en Cataluña, que equivale a 2.187 centiáreas. | | 4. Esp., Cuba y Méj. haza, porción de tierra labrantía. Diesel, n. p. V. motor Diesel. | | 2. m. Automóvil provisto de motor Diesel. | | 3• C. Rica, Cuba, Esp., Méj. y Puerto Rico. Aceite pesado, gasoil. La acotación Esp. se usa tanto en casos de elementos léxicos que se refieren a clases de referentes no exclusivas de España, los casos de cañón o de chanchi, por ejemplo, como en casos de referentes considerados como exclusivos de España, por ejemplo en los artículos bonoloto o comisaría. Aparte de la acotación estandarizada Esp., encontramos unos quinientos casos de referencia no formalizada a España, por ejemplo en el artículo selectividad, 3a acepción: selectividad, f. Cualidad de selectivo. | | 2. Función de seleccionar o elegir. | | 3. Conjunto de pruebas que se hacen en España para poder acceder a la Universidad. La acotación Esp. es, a todas luces, un elemento nuevo en la última versión del DRAE. No sólo está presente un número reducido de veces, sino que, además, sólo se encuentra en artículos dedicados a palabras que empiezan con b, c, ch o d. Las ediciones anteriores del DRAE obedecían todavía a una ideología que se expresa de la siguiente manera (Tercer Congreso de Academias de la Lengua Española 1960, págs. 181-182): "[...] no es procedente la denominación de "españolismo" para los vocablos cuyo uso se haya atestiguado como general en España, ya que tales vocablos, úsense o no fuera de España, deben considerarse como pertenecientes al patrimonio común de la lengua española."
Así reza una resolución del Tercer Congreso de Academias. En el mismo congreso, la Academia Argentina de Letras formula (Academia Argentina, págs. 534-534): "No debe ponerse la nota de "españolismo" a las palabras que se usan solo en España pues son del mismo linaje de las corrientes fuera de ella y su mayor o menor extensión es
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un accidente. Tienen derecho a extenderse y les abrimos la posibilidad de hacerlo al preconizar su empleo sin más condicion que la de ser castizas, que es decir españolas, para reemplazar a los extranjerismos en todo el mundo de habla hispana. Su notación de "españolismo" es, pues, circunstancial."
En el mismo sentido se expresa la Academia Peruana (1960, pág. 541): "[...] no parece aceptable poner la nota de "españolismo" a las palabras que solo se usan en España. Si su uso está limitado a una localidad pequeña, serán "localismos", si son comunes a una o más provincias, serán "provincialismos" (como se las señala en la actualidad en el Diccionario); pero si se las usa en toda España -aun cuando no se las conozca o no sean frecuentes en América- no serán "españolismos" sino español sencillamente. La esencial unidad, al lado de la vasta extensión de nuestro idioma, hace que los vocablos generales de España -úsense o no fuera de ella- deben considerarse como pertenecientes al patrimonio común del mundo hispánico."
La ideología que se expresa en estas citas tiene como consecuencia el que elementos léxicos usuales en casi todo el mundo hispánico se consignen como marcados diatópicamente, mientras que elementos léxicos usuales sólo en España y en ninguna o casi ninguna otra parte del mundo hispánico se tratan como elementos panhispánicos, diatópicamente neutros, no marcados. La palabra carro, la más usual para referirse al automóvil en el mundo hispánico, estaría marcada como americanismo, la palabra coche, usada por menos hablantes del español que carro, no estaría marcada (y no va acompañada, en el DRAE, de ninguna indicación acerca de su difusión); cortina de hierro, calco de iron curtain en Hispanoamérica, sería un americanismo (no está registrado en el DRAE), telón de acero, calco de la misma palabra inglesa, usual en España, pertenecería al patrimonio común de todos los países hispánicos (no se encuentra ninguna información diatópica en la respectiva entrada), etc. Pero una ideología que se manifiesta con tales consecuencias lexicográficas es de fuerte tinte normativo y no es compatible con otros rasgos, más bien descriptivos, del mismo DRAE. Como parece que los responsables de la redacción de este diccionario ya han cambiado de actitud con respecto al problema planteado, no hace falta polemizar más contra esta ideología. Sería deseable que un día todo el vocabulario de uso restringido a España se tratara de igual manera que el de uso restringido a México, país de más población que España, o el de uso restringido a Argentina o Colombia, países de casi el mismo número de habitantes de lengua castellana como lengua materna que España. Sería deseable que volante, como denominación de una parte del automóvil, se tratara igual que timón, manubrio y guía, bombilla igual que bombillo, foco y ampolleta, piscina igual que alberca y pileta, bañera igual que banadera, etc., etc. Me sirvo, intencionadamente, de algunos de tantos posibles ejemplos contra los que no se puede alegar que los respectivos elementos léxicos están consagrados como elementos de un patrimonio cultural común de todos los países hispánicos por encontrarse en una obra de Góngora o Cervantes.
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5. La diferencia entre el tratamiento de los regionalismos peninsulares y el de los regionalismos americanos En el DRAE se manifiesta aún una ideología no formulada explícitamente que trata de igual manera regiones de la España peninsular y países de América, regionalismos españoles y provincialismos americanos, aunque el término provincialismo ya no se usa. El inventario de acotaciones diatópicas estandarizadas revela una jerarquía subyacente, según la cual un elemento propio del español de México tiene un rango comparable al de un elemento léxico del español de Aragón y un elemento léxico propio del español de Colombia un rango comparable al de un elemento léxico propio del español de Asturias. En el caso del español americano prevalecen los siguientes planos jerárquicos: toda América, grandes zonas de América, como América meridional, Antillas, etc., y países. Raras veces encontramos una acotación que se refiera a una región de extensión infranacional. Los casos en los que el uso de un elemento léxico se imputa a una región de un país americano son relativamente pocos. Una sola vez un elemento léxico se imputa a una ciudad americana. cariaco. (Del caribe cariacu, corza.) m. desús. Cuba. Baile popular parecido a la titundia. | | 2. Guay. Bebida fermentada de jarabe de caña, de cazabe y de patatas. Este hecho ya lo comenta Ferreccio Podestá (1984, pág. 23-34) con respecto a la décimonovena edición del DRAE (de 1970). Según la lista de abreviaturas, la sigla Guay. corresponde a Guayaquil, ciudad del Ecuador. Pero en realidad se trata de una acepción usual, según los diccionarios de americanismos, en "Guayana" (Malaret 1946) o "En las Guayanas" (Santamaría 1942). En el caso del español peninsular prevalecen las acotaciones que se refieren a regiones de España, y eso en diferentes niveles jerárquicos. La excepción es aquí la acotación Esp. para toda España. He aquí el esquema de las acotaciones estandarizadas para España: Esp. = España: 12
Mal. = Málaga: 16
Sev. = Sevilla: 9 And. = Andalucía: 879 Alm. = Almería: 13 Cád. = Cádiz: 15 Córd. = Córdoba: 13 Gran. = Granada: 48 Huelva: 3 Jaén: 6
Así. = Asturias: 319 Ar. = Aragón: 1131 Huesca: 1 Ter. = Teruel: 5 2a. = Zaragoza: 1
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Can. = Canarias:
164
Cat. = Cataluña: 3 Bare. = Barcelona:
Gran Canaria: 1
Cant. = Cantabria:
Extr. = Extremadura: 110 Bad. = Badajoz: 13 Các. = Cáceres: 5
25
Gal. = Galicia: 55
Cast. = Castilla: 1 Albac. = Albacete:
1
48
Av. = Avila: 21 Burg. = Burgos: 69 N Burg. = Norte de Burgos: 1 C. Real = Ciudad Real: 2 Cuen. = Cuenca: 32 Guad. = Guadalajara: 14 León: 210 Pal. = Patencia: 60 Sal. = Salamanca: 574 Seg. = Segovia: 26 Sor. = Soria: 38 Tol. = Toledo: 14 Vall./Vallad.= Valladolid: 42 Zam. = Zamora: 66
Lev. = Levante: 6 Alie. = Alicante: 3 Murcia: 371 Fa/. = Valencia: 20 Afav. = Navarra:
180
P. Vasco = País Vasco: 10 Al. = Álava: 277 Guip. = Guipúzcoa: 6 VizJVizc. = Vizcaya: 38 Bilbao: 1
ittq/a: 134 Logroño: 9
Alcarria: 1 Mancha = Z,a Mancha: 30 Tierra de Campos: 1
Occ. Pen. = Occidente Peninsular: Or. Pen. = Oriente Peninsular: 2
3
Para los casos de acotaciones referidas a Méjico, país hispanohablante más grande que España, y de acotaciones referidas a Colombia, país de una variación diatópica muy pronunciada, no hace falta un esquema. Encontramos 1.121 ocurrencias de la acotación Méj. y 1.028 ocurrencias de la acotación Col., pero ningún caso con una acotación que se refiera a una región de Méjico o de Colombia. Con respecto a Bolivia, sí se observa una subdivisión del territorio nacional: una ocurrencia de E. Bol., una de Or. Bol. y una de Sur Bol. aparte de las 297 ocurrencias de Bol. Para defender esta práctica se podría invocar la naturaleza de los dialectos peninsulares, muy diferente de la de las hablas americanas. Es bien sabido que en América no hay dialectos hermanos del castellano, como el aragonés o el asturiano. En América se habla sólo castellano. Sin embargo, esta argumentación no tiene fundamento. El Diccionario de la lengua española es un diccionario de la lengua castellana, como lo expresaba su título hasta la décimocuarta edición (de 1914). No debe registrar elementos léxicos de los dialectos aragonés, asturiano, murciano, etc., sino sólo elementos léxicos regionales del castellano, del castellano aragonés, del castellano de Astu-
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rias, del castellano de Murcia, etc. El que estos regionalismos del castellano puedan ser préstamos de los dialectos es otra cuestión, que no va al caso. El que un aragonesismo del castellano sea un préstamo del aragonés no quiere decir que se registre una voz aragonesa, lo mismo que el hecho de que una voz del castellano del Perú sea un préstamo del quechua, no significa que se registre una voz quechua. . Para superar la situación comentada hay que resolver tres problemas: - Hay que superar una actitud que les atribuye a los regionalismos de España mayor importancia que a los regionalismos chilenos o venezolanos, una postura según la cual un elemento léxico del español americano que no está difundido en por lo menos la mayor parte de todo un país no es digno de ser consignado en el diccionario. - Hay que aclarar en qué casos la acotación que se refiere a un país americano o a toda una zona, como el Río de la Plata, significa que el elemento léxico está difundido en todo el país o toda la zona y en cuáles significa que sólo se da en alguna parte de este país o de esta zona. - Hacen falta más esfuerzos para investigar el léxico hispanoamericano en los mismos niveles de extensión regional que el léxico regional de España. Si un elemento léxico propio del Norte de Burgos merece ser registrado en el diccionario, entonces lo merecen también los elementos propios del Sur de Chuquisaca en Bolivia o del Oriente de Boyacá en Colombia, y tanto más los elementos propios del Oriente de Cuba o de la Costa Atlántica de Colombia.
6. Variación formal de las acotaciones estandarizadas Este último punto es muy trivial. Como dice Manuel Seco (Seco 1988, pág. 85), "el Diccionario de la Academia es un diccionario con historia", un texto con pasado, se podría decir también. Esto explica muchas incongruencias en la solución de numerosos problemas y también en algunos rasgos puramente formales, que no constituyen un auténtico problema. Costaría poco esfuerzo eliminar los casos de acotaciones sinonímicas, por ejemplo, Valí, y Vallad., que se refieren a Valladolid, o Viz. y Vizc., que se refieren a Vizcaya. Claro, esto sólo vale la pena si también se arreglan los problemas de la jerarquización regional homogénea, del tratamiento igual de España y de los países hispanoamericanos y el de la aplicación sistemática de las imputaciones explícitas e implícitas a determinadas áreas del mundo hispánico. Entre lexicógrafos y metalexicógrafos se nota, actualmente, cierta euforia que se basa en la fe de que los diccionarios van a mejorar sustancialmente gracias a mejores bases empíricas, los corpora. Lo que a veces se olvida es que la mejor base empírica no sirve sin un análisis metódico de los datos y sin una redacción de la obra lexicográfica que parta, en sus estructuras y componentes textuales, de las necesidades del usuario y que no confunda al usuario por falta de homogeneidad.
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Claudio Chuchuy y Antonio Moreno
Diccionarios españoles en formato electrónico 1. Presentación El presente artículo tiene por objeto una caracterización y evaluación de los diccionarios monolingües del español actual, en soporte CD-ROM. En el año 1995, la Real Academia Española publicó la versión electrónica de la 21a edición de su Diccionario de la lengua española (DRAE 1995), un año después apareció la edición en CD-ROM del Diccionario de uso del español de María Moliner (DUE 1996) y la del Gran Diccionario de la Lengua Española (GDLE 1996) de la editorial Larousse, en 1997 la editorial Bibliograf ha sacado al mercado la versión en CD-ROM de su Diccionario general de la lengua española (Vox 1997). En todos los casos, se trata de una versión electrónica de la obra impresa, con leves modificaciones. En cuanto a éstas, podemos mencionar a modo de ilustración, la eliminación, en la versión electrónica del DUE, de las remisiones de una "subentrada" a una entrada principal 1 , impuestas por la ordenación alfabética no estricta de la versión impresa. Con el fin de hacer más claro nuestro análisis presentamos, a modo de resumen, un cuadro con los aspectos tenidos en cuenta en este trabajo (véase págs. 90-91).
2. Formato De no modificar el usuario la disposición de la pantalla, en todos los diccionarios se distinguen tres partes: una caja de consulta (en la que el usuario escribe la palabra que desea buscar), el panel de la entrada (que proporciona la información buscada), y el panel de la lista (en la que se encuentran los lemas que encabezan los artículos del
1
Un ejemplo típico de "subentrada", en el sentido del DUE, es: "abadengo, -a. V. bajo «ABAD»". En realidad se trata aquí, a nivel de la macroestructura, según la terminología de Hausmann/Wiegand (1989), de un tipo de nidificación (en alemán Nestbildung, en francés nidification). Las entradas encabezadas por un lema subordinado a otro, según un criterio de ordenación por familias de palabras, se combinan con las entradas ordenadas según el criterio alfabético. De este modo, el orden estrictamente alfabético es interrumpido para mostrar listas de lemas ("nidos") relacionados por familias de palabras. Las "subentradas" que en la versión impresa del DUE aparecen también en el lugar que le corresponden según el orden alfabético, con una remisión a la entrada principal bajo la cual son descritas como se advierte en el ejemplo de abadengo, se eliminan en la versión electrónica por innecesarias.
a) Lista de búsqueda b) Cuadro de la entrada c) Cuadro tipo de cónsul
Selección de segmentos) del artículo: Palabra no usual; Palabra relacionada; Palabra usua relacionada; Texto; Núme Catálogo; Señalador Búsqueda en las entradas
a) Lista de búsqueda, b) Lista de entradas c) Caja de consulta
Formato esquema Opción "Ver/Ocultar" Etimologías Formas complejas Texto oculto
Modo Diccionario
o ü Q
t/1 S £
3« i >2 2
3
I •3
-C1Q 3
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•Q •8 1
S Anagrama •Sá o ex 4O>
u
O O
1. C_O «o > O
-3 O) CT" •3 03
Búsqueda en la definición
£ u o ilegal in+bativel -> imbativel in+permeável -> impermeável in+material -> imaterial in+activo -> inactivo in+restrito -> irrestrito
Para tratar da derivalo de palavras por sufixagào sào necessárias relagòes da forma: ending(Tl, T2, IMI, IM2, Catl, Cat2, Suf).
onde 77, T2, IMI e IM2 denotam termos semelhantes aos que foram apresentados para a flexào. Catl and Cat2 denotam as categorías sintácticas da palavra derivada e da forma canònica; Suf denota o sufixo utilizado. Esta relagào permite derivar, por exemplo, advérbios terminados em mente a partir da forma singular feminina de um adjectivo. No entanto, para garantir o controlo do processo de derivagào, é necessàrio introduzir para cada entrada do léxico informagào específica sobre os pares de sufixos-prefixos produtivos. De outro modo o processo de derivagào torna-se incontrolável (cf.[WT93]). Por exemplo, de gato é possível derivar: []\es+gato+o\anhar -> esgatanhar, []\[]+gato+o\inhar -> gatinhar, []\en+gato+o\inhar -> engatinhar
e mais alguns mas nào muitos mais. 3.1.4. Mecanismo de flexáo Com este módulo obtemos informagáo (morfológica, sintáctica e semántica) sobre as palavras representadas no léxico. Para consultar o léxico, dada urna palavra possível, representada por FDP, tem de ser resolvido o seguinte objectivo Prolog 10 : ?- lexicon(Cat, FDP, IMpDB [ KCati, FCanPi, I M p C a n P b S e m i , S C a t i ) , . . . ] ) .
10 Recordar que o conhecimento sobre flexào, e derivagào se encontra implementado em Prolog. Se nào fosse esse o caso, seria necessàrio encontrar a informagào que satisfizesse o pedido de informagào equivalente.
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J. Gabriel Pereira Lopes
Partindo da forma derivada da palavra, denotada por FDP, aplicando o conjunto de regras de derivalo e de flexào a FDP, obtem-se a forma canònica correspondente. Se a palavra nào for composta, o quarto argumento será urna lista com um único elemento. Caso contràrio será urna lista com mais do que um elemento, cada um dos quais estará relacionado coma forma canònica de urna palavra. Se a forma canònica de urna palavra for conhecida (FCanPf), a consulta da base lexical com esta inform a d o permite-nos obter a categoria sintáctica da palavra, (Cat = Cat¡), a informagào morfològica de cada urna das palavras derivadas (IMpp)p), e da forma canònica da palavra de partida (IMpcanPi)> a i n f o r m a l o semàntica (Semi) e a i n f o r m a l o sintáctica sobre subcategorizagào ( S C a t P o r exemplo, dir-lhe-ào será decomposto no verbo dizer na terceira pessoa do plural do futuro do modo indicativo e no clitico Ihe; dele será decomposto na preposigào de e no pronome pessoal da terceira pessoa do singular masculino, regido por preposi^So, ele. No caso de urna palavra desconhecida do sistema, Xào, urna vez escolhida a categoria sintáctica, admitamos que era um substantivo, se for possivel essa palavra flexionar em género, dado haver diversas regras aplicáveis, o POLARIS sugere várias formas: Xona por substituido do So final por ona (como em ladrào -* ladrona)-, Xoa por substituido do ào final por oa (como em leño —* leoa); Xàa por substituigào do o final por a (como em gato gata)', Xào, por aplicado da regra de formado de feminino sem v a r i a l o relativamente à forma masculina (como em amável amável); e Xàoa, utilizando a regra que adiciona um a à forma masculina (como em professor —» professora)-, Xà, por aplicado da regra de formado do feminino por extracgào da terminagào o (como em alemào -* alema). O utilizador terá entào de escolher a forma correda ou sugeri-la, se o POLARIS a nào gerou. O traballio da classificagào da palavra Xào é deixado ao sistema que, ou cria urna nova classe de flexào para aquela forma canònica, ou utiliza urna classe já conhecida do sistema. Ver a sequència de ecrans obtidos para a palavra cào (figuras 4, 5 e 6), que, neste momento faz parte do léxico do POLARIS. Na figura 4, obtem-se o resultado da consulta ao POLARIS sobre a palavra cào, que pode ser um adjectivo ou um substantivo. Clicando com o rato na botào Alterar da janela da figura 4, temos acesso à interface da figura 5, onde temos a informado de que cào é um substantivo masculino singular. Se, na janela da figura 4, considerássemos que cào nào podia ser um adjectivo, bastava clicar ñas setas I « I para que a informagào de que cao era um adjectivo fosse retirada, porque é essa il Categoria que está seleccionada no lado direito da figura. Complementarmente, se soubessemos que cào tinha urna outra categoria, além de ser um substantivo, bastava seleccionar essa categoria no quadro do lado esquerdo da figura 4 e clicar em seguida ñas setas | » | para que essa informado passasse a figurar no quadro do lado direito com informagào complementar relativa à palavra em causa.
Desenvolvimento de Dicionários Electrónicos
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PRIM
Forna
none conun none pròprio adjectivo advérbio verbo deterninante adjectivo deterninativ nuneral pronone preposipào conjunpào
adjectivo*«
»
«
Alterar
Cancelar
fljuda
H
Fig. 4. Janela mostrando o resultado da consulta sobe a palavra cao, no sistema POLARIS, aparecendo cao como adjectivo e como substantivo comum.
NOME_COMUM Substantivo:
Género:
cao
H
1
Húnero:
nascfll 1 fen
Flexào Ok
Senantica
sinH plu
Subcategorizapài
fljuda
Cancelar
Fig. 5. Janela mostrando o resultado da consulta sobre o substantivo cao, mostrando que esta é a forma masculina singular do substantivo.
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J. Gabriel Pereira Lopes
PFPFF
Nasc Sing
PfipilRjllRIPp^^ Nâo Forna
Fen Sing
. -v.-
Näo Forna cadela cana coa cona