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Spanish Pages [65] Year 2009
África en tiempos de la esclavitud
960 O42o
Del olvido a la memoria: África en tiempos de la esclavitud / ed. por Rina Cáceres Gómez. – 1. ed., – San José, C.R. : Oficina Regional de la UNESCO para Centroámerica y Panamá, 2008. 66 p. : 21 x 27 cm. il.
ISBN 978-9968-9656-9-9
1. ESCLAVITUD-CULTURA. I. Título.
Edición: Rina Cáceres Gómez Revisión Filológica: Tomas Seravi A. Diseño y diagramación: Ediciones Gráficas S.A. Diseño de portada: Carlos Picado Morales. Imagen de portada: Reina madre, escultura en bronce, Benín, S XVI.
Las opiniones aquí espresadas son responsabilidad de sus autores. Prohibida la reproducción total o parcial. Todos los derechos reservados. Hecho el depósito de ley.
África en tiempos de la esclavitud
INDICE PrImEra PartE Las culturas originarias ..................................................................................
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Esclavitud y memoria en África, Elisée Soumonni ..................................
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Las conexiones entre Centroamérica y África, Rina Cáceres ................
Senegal antes del comercio de personas esclavizadas, Martin A. Klein ...................................................................................................................
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La tierra Igbo, G. UGo NwoKEjI .............................................................
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El cristianismo en el Reino del Kongo, Rina Cáceres...............................
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SEguNDa PartE Esclavización y tráfico ...................................................................................
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Angola y el comercio atlántico de africanos esclavizados, josé C. Curto ..................................................................................................................
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Los niños del Atlántico, Paul E. Lovejoy.....................................................
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La esclavitud a través del océano Indico, Gwyn Campbell....................
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PrImEra PartE LaS CuLturaS orIgINarIaS
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ESCLavItuD y mEmorIa EN ÁfrICa Elisée Soumonni
Por más de 300 años, África fue sometida a la esclavitud en el marco del comercio trasatlántico de personas esclavizadas dirigido por los europeos. Paradójicamente, se ha argumentado que este tráfico a tan larga escala fue posible porque tanto la esclavitud como el comercio de personas esclavizadas estaban arraigados profundamente en las sociedades africanas. Esta engañosa visión fue propagada por los comerciantes esclavistas europeos, y fue utilizada en el periodo abolicionista como justificación moral para la colonización del continente africano. Esta supuesta naturaleza endémica de la esclavitud en las sociedades africanas exige, entonces, una reflexión. Para ello debemos preguntarnos: ¿cómo definimos la esclavitud? ¿cuáles eran las características de la esclavitud africana? ¿cuáles eran las características de la esclavitud transatlántica? ¿cuál fue su impacto en América así como su impacto en el desarrollo de África? y finalmente, ¿cuál es el recuerdo que los africanos tienen de ambas formas de esclavización? La institución de la esclavitud no era exclusiva de África y los africanos no fueron los únicos en esclavizar a su propia gente. En muchas sociedades alrededor del mundo, desde la antigüedad hasta las épocas modernas, la esclavitud fue una institución muy extendida. Fue una característica de las sociedades europeas y un legado de los antiguos griegos y romanos. Sin embargo, las formas de esclavización variaron con el tiempo y el lugar. Esta diversidad de formas ha sido tema de un gran debate y una fuente de discusiones a la hora en que se analiza la definición de esclavitud. Por ejemplo, varias formas de cautiverio que se dieron en algunas sociedades africanas no corresponden necesariamente a la idea europea de esclavitud. Cuando los relatos europeos de la era del comercio transatlántico de esclavos alegaron que todos los habitantes de un determinado reino eran esclavos del Rey, ellos equipararon incorrectamente “súbditos” con “esclavos”. La institución africana, local, de la esclavitud tenía poco en común con el tipo de esclavitud forzada de la que fueron objeto los africanos en las Américas. Y la primera no puede servir como referencia ni como justificación a la segunda. ¿Cuál era, entonces, la naturaleza de esta esclavitud africana? La pregunta es muy importante para entender la experiencia de millones de africanos esclavizados en las Américas. 6
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La existencia de la esclavitud en África antecedió a la presencia de los europeos que llegaron a mediados del siglo XV y a quienes, desde el inicio, comercializaron personas aunque en una escala muy pequeña. Y si bien la guerra fue la principal fuente de esclavización, las personas se encontraron en condiciones serviles por muchas otras razones, tales como arreglo de pago por deudas, protección contra ataques de enemigos, castigo judicial por crímenes cometidos, etc. Surge entonces, de un análisis de estas causas, que la esclavitud tradicional en África fue más una institución social propia de pequeñas sociedades donde el parentesco desempeñaba un papel fundamental. Era una forma de dependencia utilizada como medio a través del cual un sistema de parentesco podría aumentar su poder y riqueza, con incorporación de más gente, aunque fueran extranjeros. Por ello no sorprende que el sistema hiciera un espacio para la integración gradual de estos forasteros en la familia, la casa y el parentesco. Había, por supuesto, diferencias significativas en el sistema debido a varios factores, como la escala de la sociedad, la estructura del Estado, la influencia islámica, etc. Como resultado las funciones realizadas por la gente en cautiverio no estuvieron limitadas únicamente a la esfera doméstica, sino que cumplían también funciones económicas, políticas, militares y religiosas. Las mujeres, por ejemplo, podían ser esposas reales, no solamente concubinas. De hecho, en el viejo reino de Dahomey, eso no era inusual pues la mayor parte de las esposas de los gobernantes estaban en condición servil. En el esquema africano, la gente libre y la no libre realizaban las mismas funciones. No se puede hablar de sociedades esclavistas. La esclavitud no era una institución central en la organización de la sociedad. Y no era tampoco, como en las Américas, una institución económica. Eso explica por qué los cambios en el status de una persona esclavizada se dieron gradualmente y más fácilmente dentro de sociedades africanas. Comparado con el esquema africano, el sistema americano fue particularmente atroz. Éste difirió de otros sistemas esclavistas al menos en dos formas que lo hicieron único: su dimensión racial y su racionalidad económica. En Europa, las personas esclavizadas eran principalmente blancas. En el sistema americano iniciado y desarrollado por los países europeos, fueron principalmente negros. La diferencia en el trato de las personas en ambos sistemas fue resultado del racismo inherente a la esclavitud transatlántica. En África, las personas en servidumbre estuvieron sujetas a formas de opresión que fueron perceptiblemente diferentes de lo que los africanos esclavizados experimentaron en las Américas. La dimensión racial de la esclavización es indudablemente una diferencia básica entre la esclavitud en África y la esclavitud en las Américas. El color de la piel no implicó, como en
Colección UNESCo/ La Ruta del esclavo.
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las Américas, ningún estado servil. La peculiaridad de la situación contribuyó en buena medida a una integración más fácil de las personas en las familias de sus amos. Como resultado, la identificación de individuos ex esclavizados y de sus descendientes es algo dif ícil. Con respecto a la racialización económica del sistema americano, ésta se manifestó tanto en la organización del comercio de personas como en el uso del trabajo esclavizado. A diferencia de otros sistemas, éste fue una empresa esencialmente económica. En el comercio, las personas esclavizadas eran sólo una mercancía como cualquier otra. Su precio fue determinado por la oferta y la demanda. En las plantaciones o en las minas, fue valorado solamente para su fuerza productiva. La necesidad de maximizar los beneficios explica por qué el sistema esclavista trasatlántico fue responsable de la más impresionante migración forzada de la historia de la humanidad. Debido a su magnitud, así como también a su duración, hoy se reconoce como un crimen contra la humanidad. Es ante todo un crimen contra los negros; su herencia informa y sostiene memorias de la esclavitud tanto en África como en la diáspora africana, ya que su particularidad y la naturaleza del sistema tuvieron un grave impacto en varios aspectos del desarrollo histórico africano. El comercio atlántico que se desarrolló durante varios siglos privó al continente africano de millones de personas necesarias para su desarrollo. Irónicamente, su abolición a principios del siglo XIX condujo al desarrollo de la esclavitud doméstica al interior del continente. De una mercancía comercial, los esclavizados se convirtieron en productores de materias primas necesitadas por las industrias europeas. La rivalidad intraeuropea y la competencia por el establecimiento y el control de áreas de influencia dieron lugar, en la conferencia de Berlín de 1885, a la rebatiña, a la partición del continente africano y al establecimiento del dominio colonial. Por eso no sorprende que los recuerdos de la esclavitud en África incluyan una compleja secuencia de muchos procesos históricos correlacionados. La esclavitud tradicional dejó solo una huella relativamente marginal en las sociedades africanas. Por el contrario, fue tan impactada por el sistema euro-americano que la memoria de la esclavitud en África es en gran parte la herencia del comercio transatlántico de personas. Y aunque esta memoria está viva a nivel individual y colectivo, no resulta fácil estudiarla. La esclavitud todavía sigue siendo un tema muy sensible, casi un tabú. Como resultado, sus víctimas y sus descendientes generalmente son reacios y/o están poco dispuestos a invocar la amarga memoria de esa experiencia. Igualmente, los descendientes de los comerciantes locales de personas esclavizadas no se enorgullecen de ser asociados con un negocio, percibido hoy 8
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como una actividad criminal. Así, las familias reales de los reinos que negociaron personas prefieren poner el acento en su contribución en la extensión territorial de sus países por la vía armada que en la esclavización de sus cautivos de guerra. Debemos recordar que, casi siempre, la esclavitud se inició por medio de la violencia. Esta violencia redujo el status de una persona de una condición de libertad a una condición de esclavitud. La guerra es el tipo de violencia más común puesto que los cautivos de los conflictos pudieron ser considerados como botín y ser esclavizados. No es de extrañar que la era del comercio transatlántico de personas esclavizadas coincidió con muchos casos de guerra en África. Si bien aparentemente no todos esos casos fueron motivados por la búsqueda de personas para esclavizar, el vínculo entre guerras y cautivos para la esclavización fue muy estrecho. Hubo, por supuesto, como en la era previa al comercio transatlántico de personas, otras vías de esclavización, tales como el castigo judicial por asesinato, hurto, adulterio y brujería. Estas vías, sin embargo, estuvieron cada vez más arraigadas en la violencia inducida por el comercio transatlántico de personas esclavizadas. La preservación de la memoria de la esclavitud debe por lo tanto abordarse desde diversos niveles: el colectivo y el individual, el público y el privado. El comercio de personas y la esclavitud opusieron no sólo a diferentes grupos étnicos y áreas culturales, sino también a integrantes de los mismos grupos étnicos, e incluso de las mismas familias. En el proceso, los captores podían llegar a ser cautivos y esclavizados y los individuos ex-esclavizados podrían convertirse en comerciantes de personas esclavizadas. En una situación tan compleja e intrincada, la preservación y el significado de la memoria del comercio de personas y de la esclavitud varían de un lugar a otro. En aquellas áreas objeto de los ataques de reinos esclavistas como Dahomey, el resentimiento contra los perpetradores de estos ataques y sus descendientes es una viva realidad. La memoria de la esclavitud es también objeto de manipulación, a veces por el silencio que rodea el papel desempeñado por actores notables. En la bahía de Benín, por ejemplo, el nombre del brasileño Francisco Félix de Souza está estrechamente asociado con la historia del comercio de personas, particularmente en Dahomey. Sin embargo, la tradición de la familia en ouidah —uno de los más importantes puertos esclavistas en la costa occidental africana— apenas hace referencia a este aspecto básico de las actividades de su antepasado. Es cierto que Francisco dejó numerosos descendientes de su unión con varias mujeres locales a lo largo de la bahía de Benin. Muchas de ellas son miembros de una élite educada, preocupada por reivindicar su descendencia de un antepasado humanitario más que
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de un notorio comerciante esclavista. La carrera de De Souza en la bahía de Benín y la privilegiada posición que tuvo en Dahomey es una muestra de que la diáspora africana en las Américas es un componente esencial del legado y la memoria en África. Este hecho está reflejado en la percepción que se tiene del factor transatlántico en la historia y la memoria en aquellas áreas de África particularmente impactadas por el tráfico. Y es también evidente con respecto a su herencia. Los “sitios de la memoria” en la isla de Gorée, Cape Coast, Elmina, ouidah, etc., son significativos a este respecto. Pero la herencia relacionada con el comercio de personas esclavizadas es también inmaterial y se encuentra en las formas de creación artística, las creencias religiosas, los rituales, la música, la danza, etc. La preservación de esta herencia debería ser una obligación “de la memoria” es por ello que se ha convertido en el tema de la preocupación oficial especialmente desde el lanzamiento en 1994 del Proyecto de La Ruta del Esclavo por parte de la Unesco.1 El objetivo primario del proyecto fue romper el silencio que rodeaba el estudio y la enseñanza del comercio transatlántico de personas esclavizadas y de sus consecuencias. Así como llamar la atención sobre el hecho de que la abolición del comercio de personas y la esclavitud siguen siendo un negocio lucrativo, como lo demuestra la existencia de varias formas contemporáneas de servidumbre, no sólo en África sino en todo el mundo. El desarrollo de este proyecto en los tres continentes involucrados en el comercio transatlántico de personas, pone en evidencia la importancia del tema en el análisis de problemas contemporáneos como el racismo, la exclusión social y la ciudadanía. Sin embargo, falta mucho por hacer a este respecto en el continente africano, epicentro del comercio triangular. La conciencia de una tragedia impide su repetición. Y con respecto al comercio transatlántico de personas y su legado, ese objetivo sólo puede ser alcanzado por medio de la educación. Desafortunadamente, en la mayor parte de los Estados africanos postcoloniales el lugar que ocupa este tema en los planes de estudios de la escuela y de la universidad sigue siendo insignificante. Se le enseña sólo en el contexto de la expansión y actividades europeas durante la era del tráfico. Y se le estudia dentro de la estrecha y sesgada perspectiva de la currícula escolar de herencia colonial. El énfasis excesivo en los detalles sobre la organización del comercio transatlántico de personas esclavizadas subestima su impacto en África y su diáspora. Igualmente, el excesivo énfasis en el papel desempeñado por los europeos en la abolición de dicho comercio y de la esclavitud, pasa por alto la resistencia sostenida de los que fueron sujetos a las más variadas formas de opresión bajo ese sistema. Hay por lo tanto, una necesidad de salir de esta 0
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perspectiva pedagógica de un tema tan importante. Este objetivo llama a una definición clara del contenido del programa de enseñanza; una metodología apropiada; una estructura adecuada de entrenamiento de profesores y la necesidad de libros de textos objetivos y sucintos para los profesores y los estudiantes. Ésta es, ciertamente, la mejor manera de preservar la memoria de la esclavitud, de asegurar el conocimiento de su herencia y de prevenir su repetición. Finalmente, debe recordarse que esta memoria está compartida por personas a ambos lados del Atlántico, en África y América, como lo ponen en evidencia las múltiples narrativas y biograf ías escritas por africanos y sus descendientes, dentro y fuera de ambos continentes.
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LaS CoNExIoNES ENtrE CENtroamérICa y ÁfrICa Rina Cáceres
Desde el inicio de la conquista militar se dieron en la región de Centroamérica y el Caribe movimientos en contra de la esclavitud. La rebelión bordeó los principales centros de poder en la “América media”, conformando palenques, quilombos, mocambos, cumbes, ladeiras o mambises2 y también bordeó la región de Guinea en el África occidental, donde aparecieron los primeros cimarrones y movimientos contra la esclavitud cerca de los ríos Senegal y Gambia. Las primeras referencias de cimarronaje en la región del Caribe datan de 1503, cuando, el gobernador de la isla La Española, Nicolás de obando, se quejaba de que los esclavizados se fugaban y vivían entre los indígenas “enseñándoles insubordinación”. Para 1522, al menos 40 africanos organizaron la primera gran revuelta; en 1527 ocurrió otro levantamiento en Puerto Rico; dos años después el polo de protesta se trasladó hacia Santa Marta, la cual quedó destruida. En 1533, de nuevo en La Española, el alzamiento indígena, en alianza con los africanos esclavizados, duró 10 años. Cuatro años después, en 1537, el levantamiento ocurrirá en Nueva España; las protestas continuaron en Cartagena en 1545 y, tres años más tarde, en 1548, en Santo Domingo. En Centroamérica se produjo también una serie de levantamientos de indígenas y africanos. De 1520 a 1540, una rebelión indígena “endémica” se apoderó de la región cakchiquell en Guatemala, el Pacífico nicaragüense y Nicoya, y repercutió en San Miguel, Honduras y Costa Rica. En este álgido periodo de protestas indígenas se encuentran las primeras referencias sobre levantamientos cimarrones en el Golfo Dulce, en Acasaguastlán y en las zonas mineras de Honduras y Nicaragua, y siguieron en 1540 los de olancho y río Guayape, en el interior de Honduras.4 En 1549 se reprimió violentamente una sublevación de africanos esclavizados en San Pedro, Honduras y su líder fue ejecutado. Para mediados de siglo los movimientos de protesta habían surgido en Panamá.4 Como lo demuestra ampliamente Alfredo Castillero en esta obra, Panamá fue sitio de asentamiento de una importante cantidad de africanos desde el siglo XVI, pues por su ubicación como zona de paso entre el Atlántico y el Pacífico así como por su papel como productora de minerales, bienes agrícolas y servicios se convirtió pronto en un eje central de la economía y del poblamiento del periodo.
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Por ello, desde las primeras décadas del siglo XVI, Panamá fue escenario de una serie de protestas contra la esclavitud, como lo fue en las minas de Acla (1530) en la costa caribeña; en el Camino Real, en el río Chagre, en Nombre de Dios y en Ciudad de Panamá. Para 1553 existían más de 800 africanos cimarrones de diferentes orígenes ubicados en las cercanías del Camino Real; en la desembocadura del río Chagres; en las cercanías de la península de San Blas y en el golfo de Urabá. Algunas de estas protestas fueron ef ímeras, otras llegaron a madurar y conformar palenques; entre ellos sobresalen las de Bayano, Portobelo y Cerro de Cabra, con los que las autoridades firmaron pactos de reconocimiento mutuo en los que los africanos renunciaron a nuevos alzamientos, juraron lealtad a las autoridades y se asentaron en sitios específicos. Los informes que se conservan de estas reuniones indican que los africanos habían construido alianzas multiétnicas en la conformación no solo de los palenques, sino en la consolidación del poder. Así entre los asientes a la reunión de Portobelo con las autoridades españolas, encontramos a Luis Mozambique, Antón Congo, Cristóbal Sape, Miguel Biáfara, Gaspar Bran, Pedro Mandinga, Antón Bañol, por citar solo algunos. Igual situación encontramos en la firma de los pacto con los de Cerro de Cabra y con Bayano, que para entonces era el palenque más grande, dirigido por un rey en una sociedad estratificada conformada por poco más de 300 personas. La negociación de este último fue realizada por Antón Mandinga. Por sus declaraciones, se sabe que el movimiento estaba liderado por un rey con jefes militares regionales. El Rey era Domingo Congo, sus capitanes Antón Mandinga, juan Jolofo (Wolof ), Vicente Sape, y Gaspar Bran.5 Esta diversidad étnica no era exclusiva de los palenqueros, en las cuadrillas de estibadores de 1570 por ejemplo, encargados de la carga y descarga de los barcos así como del acarreo de productos, encontramos a juan Primero Zape, Diego Zape, Luis Gelofo (Wolof ), Antón Biáfara, Pedro Bran, Simón Biáfara, Alejandro Bran, Antón Biáfara, Gaspar Bañol, Miguel Bran y Martín Mandinga. Origen, redes y conexiones
El apellido de los africanos que vivían en Panamá nos permite trazar algunas líneas sobre su posible origen. Mozambique, del este de África; congo, y casanga de la región Congo-Angola; Sao Tomé, de la isla del mismo nombre en la región ecuatorial; y mandinga, gelofo/ wolof, bañol, zape, bioho (bijagos), biáfara; y bran, de la región entre Guinea y Senegal, en el África occidental.
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Ellos llegaron a través de varios circuitos y redes que unieron a la “América media” con la economía del Atlántico sur, en los que Panamá y Cartagena fueron los puertos centrales y puntos obligados de paso para el traslado de africanos durante el periodo colonial. Del lado africano, y según Enriqueta Vila Vilar, los principales puertos africanos de salida de la mano de obra forzada durante el siglo XVI fueron las islas de Santiago en Cabo Verde, São Tomé en el Golfo de Guinea y Loanda, confirmando lo que Rodney Hilton llamaba “las relaciones casi exclusivas entre la alta Guinea y la región media de América”.6 En el occidente africano existía, ya para entonces, un grupo de comerciantes portugueses llamados los reindeiros, quienes tenían una especie de monopolio de la venta de cautivos y “vendían el derecho” a comercializar esclavos, de cuyas ganancias la Corona recibía un porcentaje. La compra y venta de personas implicó una compleja red de funcionarios y empleados instalados en puntos clave de la red comercial que se articuló a lo ancho del océano Atlántico. Si bien hubo pequeños comerciantes que viajaban de África a América durante el siglo XVI, lo cierto es que fue un número reducido el que tuvo el control directo de los grandes contratos para sacar africanos esclavizados de Cabo Verde, Sao Tomé y Angola. En esta última sobresalen Gómez Reinel y juan Rodríguez Coutiño (gobernador de Angola), quien vivió en Panamá dedicado a la ganadería a principios del siglo XVII junto con su hermano Manuel de Souza Coutiño, conocido como Louis de Sousa, el fraile dominico, quien en 1602 fue el responsable de los asientos en Cartagena. Los viajes entre ambas orillas del Atlántico no eran excepción: para esas fechas Tomás de Fonseca, fue el representante de Gómez Reinel en Cartagena, Río Hacha y Nombre de Dios, en Panamá. Los barcos llegaban a Cartagena y Veracruz, desde donde eran trasladados al Caribe, Panamá, Colombia y Venezuela. De Panamá se reembarcaban en navíos más pequeños hacia Perú, Ecuador y Chile, y Centroamérica, en particular Costa Rica y Nicaragua. Las condiciones de vida en los puertos de paso eran deplorables y los africanos eran ubicados en galpones donde debían esperar a veces hasta un mes, antes de ser reembarcados. Desde el siglo XVI, Cabo Verde se convirtió en la factoría portuguesa más importante que controlaba los territorios ubicados en el occidente del continente, desde el río Senegal hasta Sierra Leona, y hacia el interior por el curso de los ríos. Los principales puertos estuvieron ubicados en las cercanías de los ríos, a través de los cuales descendían los botes con personas cautivas desde el interior, así como con marfil y oro; a lo largo del río Gambia intercambiaban ropa de algodón, marfil y cera; por el río Santo 4
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Domingo sacaban hierro; en río Grande, marfil y oro; en las islas de Bijagos vacas y ropa; en los Sierra Leona, cera, marfil, oro y nueces de cola. En la costa se vendían, además, telas de la India, de Venecia y pedrerías. Este tráfico se complementaba con la producción de las dos principales islas de Cabo Verde (Santiago y Fuego), que producían cereales, frutas, legumbres, algodón, añil, ganadería (cabras, vacas, caballos, burros) y sal. Entre 1506 y 1508 hubo una salida anual de 200 a 400 personas esclavizadas a través del río Senegal, y en toda la región comprendida entre Senegal y Sierra Leona salieron más de 3 500 personas por año.7 Entre 1513 y 1516, habrían salido 2.992 africanos esclavizados de las islas de Santiago, con destino a las Antillas, América Central y Brasil —y una pequeña parte a Cádiz y Sevilla—, número que aumentó considerablemente hacia mediados del siglo XVI. Como hemos dicho, los ríos constituían una especie de red comercial que era solo una parte de, al menos, dos redes complejas de intercambio. Por un lado estaban las rutas del comercio transahariano, que comunicaban el interior del continente desde África occidental hasta Marruecos y Egipto y, por otro, las rutas abiertas por el comercio atlántico que comunicaban las costas del África y su hinterland, —las tierras aledañas al curso de los ríos— con América a través del mar. En este último desempeñaron un papel importante los llamados lançados, quienes adquirían los esclavos en el río de Santo Domingo o Cacheu, por ejemplo, para revenderlos a los jalofes (wolof ) a cambio de hierro o a los comerciantes europeos y árabes.8 Estos mestizos de origen portuguésafricano dominaban el portugués y las lenguas locales, así como la lengua franca: el criolo, expresión del mestizaje euroafricano e inter-africano propios de la sociedad atlántica. Llegaron a controlar los principales circuitos de comercialización de los paños, sal, cola,
james Searing, West African Slavery and the Atlantic Commerce. The Senegal River valley, 1700-1860, Cambridge University Press, 1993.
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añil, aguardiente y caballos; éste ultimo un medio fundamental para el transporte, las guerras y un rasgo de poder político y económico en las sociedades del occidente africano. Y vendidos a los jalofo (wolof ), mandingas y fulas. En el siglo XVII, Cabo Verde fue superada por Angola, de donde salió el 46.26% del total de las personas enviadas a América; de Cabo Verde un 44% y de São Tomé un 3.22%.9 ¿Cuáles eran las estructuras políticas de la región occidental de África y qué circunstancias explican la captura de personas libres y su envío a la region de Centroamérica y el Caribe en el siglo XVI y XVII? Las personas esclavizadas en el siglo XVI llegaron a esta condición como resultado de guerras, captura, condena, cautiverio, incriminados por actos no comprobados, por robo, etc. La región estaba comprendida entre los ríos Gambia y Núñez; estaba conformada por múltiples unidades políticas con complejas relaciones entre sí. En Cacheu, por ejemplo, los portugueses se aliaron con los comerciantes bijagos, a través de los cuales obtuvieron cautivos de origen djola, papel, banhun, casanga y balanta. A través de la piratería, de las razias y de una eficiente estrategia de guerra de canoas, los bijagos suministraban capturados a los portugueses, lo cual llevó a que algunos gobernantes africanos aceptaran cristianizarse a cambio de la protección de Portugal. En la región mande, hacia 1565, los conflictos entre manis y zapes (zapis) habrían sido atizados por los portugueses como mecanismo para conseguir cautivos. Los zapes, compuestos por los nalu, kokoli, landuna, baga y limba, bullon, temne, loko, susu y djalonke, perdedores en estos conflictos, fueron vendidos y enviados a la “América media”. 10 La situación se hacía más compleja en la región mandinga, cuyo centro se ubicaba hacia el este. El reino de Songhai se había convertido desde finales del siglo anterior en el reino hegemónico del área, un imperio que se extendía desde Senegal y Gambia, en el Atlántico, hasta el lago Chad en el interior. Hacia 1585, las disputas militares entre Songhai y Marruecos por el control de las minas de sal —fundamental para la conservación de alimentos— de Teghaza, sumadas a los problemas de sucesión, provocaron la división del reino en dos. Uno controlaba el área entre Corobal y Gambia, y el otro se ubicó en el río Casamance, teniendo bajo su hegemonía a mandingas, balantas, djolas, papel, banhun y casangas. La grave crisis tendría como corolario final el estallido, en 1588, de una guerra civil que llevó a la atomización del Imperio. En el siglo siguiente, los ciclos de hambrunas, sequías, epidemias y guerras explicarían el empobrecimiento y desplazamiento de sus habitantes, muchos de los cuales serían atrapados en las redes del comercio esclavista. 6
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Por último, en el bajo Senegal del que se habla a continuación, se encontraba el reino jolof, un Estado musulmán centralizado, dirigido por una aristocracia, con una sociedad fuertemente estratificada. Su ubicación geográfica, en el interior, le permitía tener un lugar privilegiado en las redes comerciales transaharianas. En su periodo de expansión, dominó la región entre Senegal y Gambia, y entre sus como tributarios a Kajoor, Bawol, Siin y Saalum, donde impuso su idioma y expandió su modelo de castas y aristocracia. Sin embargo, hacia mediados del siglo XVI la rebelión de los estados tributarios (problemas de sucesión y los fuertes vínculos de los estados tributarios ubicados en la costa como Kajoo y Bawol con los portugueses) contribuyeron a provocar la caída del reino jolof. Estos vínculos, basados en el comercio en la costa atlántica reorientaron el flujo comercial; de un comercio volcado hacia el interior, pasó a ser un comercio que privilegiaba la costa, debilitándose el papel que desempeñaba el reino de los jolof, asentados en el interior. Un siglo de intercambio de marfil, oro y provisiones a cambio de caballos portugueses, hierro y bienes manufacturados europeos beneficiaron y fortalecieron más a Kajoor y Bawol que a jolof. Y aunque la conexión atlántica, no fue determinante, si fue un factor decisivo, crucial, en el devenir de los acontecimientos. Las guerras, el desorden y la violencia social de esa coyuntura política explicarían la presencia del elevado número de wolof, sapes, brans, biafaras en la “América media” desde mediados del siglo XVI.
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SENEgaL aNtES DEL ComErCIo DE PErSoNaS ESCLavIZaDaS Martin A. Klein
Cuando los capitanes de los barcos portugueses navegaron a lo largo del Sahara por la costa occidental de África, el primer verdor que encontraron fue al sur del Senegal. justo frente a su actual capital, vieron unas pequeñas islas que llamaron Cabo Verde. No era, sin embargo, muy verde. La estación de lluvias en Senegal tiene solamente cuatro meses, pero suficientes para hacer la agricultura posible; la mayor parte del año, todo es seco, marrón y polvoriento. Sólo en aquellas partes del sur de lo que hoy es Senegal, a lo largo del río Gambia, hay suficiente verdor durante la mayor parte del año. Senegal, por supuesto, no existía en 1443; debemos realmente hablar de Senegambia porque la mayor parte de Senegal yace entre los dos ríos que determinan su ritmo de vida y su desarrollo político, que proveen además alimentos y transporte que vinculaba al país a los dos grandes imperios de la región: Ghana y Malí y las ciudades del valle del Níger y del sur del Sahara. El valle del Níger había sido el más importante centro de evolución política y social, con múltiples ciudades, un activo comercio a larga distancia y una importante especialización ocupacional, con Timbuktú hacia el siglo XV como el centro de enseñanza más importante. El terreno de Senegambia es plano, no hay montañas y las colinas tienden a ser pequeñas. La mayor parte de la gente se dedicaba a la agricultura; la cosecha principal era el mijo, que se complementaba con maní y vegetales utilizados para hacer las salsas con las que se comía el mijo molido. Cada año esperaban con ansia las lluvias para conseguir buenas cosechas que les permitiera llenar sus graneros antes de las siguientes lluvias. Algunos criaron ganado y cabras. otros fueron arrieros a tiempo completo. El río Senegal era el área más importante de reunión entre pastores y agricultores. Los pastores del Sahara llevaban su ganado hacia el río cada año durante la estación seca, y lo intercambiaban, junto con la sal que sacaban del desierto, por granos y telas. En algún momento, en el pasado distante, un pueblo llamado Fulbe o Fula, surgió en el área del río de Senegal; probablemente era una mezcla de hablantes beréber del desierto y agricultores negros del sur. Los fulas desarrollaron una forma de pastoreo que se adaptó a la sabana y muchos de ellos se desplazaron gradualmente hacia el este, siempre buscando mejores pastos donde asentarse. Son particularmente nu8
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merosos en Malí y Nigeria, y se pueden encontrar tan lejos como en el lago Chad, pero su origen estaba cerca del río de Senegal. Los senegaleses trabajaban en el tejido de telas de algodón, pescaban a lo largo de la costa, en los ríos, y extraían sal del agua de mar. Fue posiblemente la sal lo que llevó a los colonos de Malí río abajo del Gambia, a la costa, pues en las áreas tropicales la sal es un producto fundamental para la conservación de alimentos. Cuando Malí declinó en importancia, dejó al sur del Gambia el reino de Kaabu así como a una serie de pequeños reinos a lo largo del río. Al norte del río de Gambia el pueblo Sereer también recibió la influencia de colonos de Kaabu que influyeron en la organización de los estados. Algunos sereers se opusieron a la centralización política, sobre todos aquellos que vivían en las islas en la boca del río de Saluum. Para el siglo XVI, la mayor parte de los sereer se encontraban viviendo en dos reinos, Sine y Saluum. En los ríos Senegal y Gambia se desarrollaron muchas transacciones comerciales, pues eran parte de una compleja red de rutas comerciales. Los soninke, que están hoy distribuidos entre Senegal, Malí y Mauritania, fueron importantes comerciantes. Cada año migraban durante la estación seca hacia diferentes partes del occidente africano, donde a menudo se asentaron y, en algunos casos, adoptaron los idiomas de sus anfitriones, pero conservando su fuerte carácter comercial. Tuvieron vínculos comerciales con pueblos del desierto y con comerciantes africanos del norte que cruzaban regularmente el Sahara. Una de las rutas transaharianas iba de Senegal, a través del Sahara, hasta Marruecos. La mercancía de exportación más valiosa era el oro, parte del cual procedía de minas del este de Senegal. Cuando los portugueses llegaron a Senegal, capturaron a algunas personas que caminaban por la playa para demostrar a su rey que habían llegado a “las tierras de los negros”. El resultado de este acto de barbarie fue que la siguiente vez que una nave portuguesa llegó al sitio, fue recibida por una flotilla de canoas con hombres armados con las lanzas, arcos y flechas. Como las canoas wolof no pudieron subir a bordo y capturar las naves, mataron a muchos de los portugueses y les previnieron de no atacar más sus aldeas. Los portugueses se vieron entonces forzados a intentar la diplomacia para desarrollar relaciones comerciales con los Estados africanos. Una vez que establecieran vínculos, los Estados de Senegambia se convirtieron en fuentes de personas esclavizadas, aunque su importancia declinó cuando aparecieron en el sur de la costa otros sitios donde podían obtener cautivos en forma más lucrativa. Así personas wolof y fulbe llegaron a estar presentes en América, en un porcentaje significativo a inicios del tráfico forzado de cautivos y fueron particularmente valorados
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por su habilidad para el manejo de ganado y caballos, pues estos eran numerosos en Senegambia. En el siglo XV, una gran parte de Senegambia estuvo bajo control del imperio jolof, gobernado por un rey llamado el Burba, desde la capital que se encontraba en el interior. El Estado jolof era una frágil confederación de pequeños estados wolof y Sereer que alguna vez fueron súbditos de los imperios de Ghana y de Malí. El desarrollo del comercio con los europeos fortaleció a las agrupaciones políticas ubicadas en la costa y quebró en el siglo XVI la unidad wolof. Las más poderosa y grande era el estado Kajoor, el mayor de los Estados costeros. En los estados wolof y Sereer, el rey era elegido entre los miembros principales de una o varias familias autorizadas para gobernar. Su poder estaba balanceado por el derecho de otros jefes hereditarios, los más importantes de ellos eran el Gran jaraff y el jefe de los hombres libres. El consentimiento de los hombres libres y de sus jefes era esencial para el funcionamiento del estado. Los cinco grupos étnicos más grandes de Senegambia tienen estructuras sociales similares. Solamente los diola de la Casamance, en el sur del río de Gambia, eran diferentes pues su sociedad no tenía Estado y era de carácter igualitario. En la cúspide de la jerarquía social se encontraban las familias con derecho a gobernar, debajo de ellos estaba el segmento más grande de la población, los hombres libres, que no eran ni de la nobleza ni serviles, en su mayoría agricultores. Además, estaban las castas de artesanos, llamadas nyenyo, endogámicos —es decir, se casaban entre sí—, que se dividían en tres grupos. El más importante económicamente hablando era el de los herreros, que trabajaban y fundían el hierro, hacían armas y herramientas agrícolas y algunos trabajaron en joyería en oro. En segundo lugar, estaban los trabajadores de cuero, que hacían sandalias, arneses y las cubiertas para los caballos usados por los guerreros y los aristócratas. El tercero, eran los griots, que eran cantantes de odas, músicos e historiadores. Eran tanto actores como preservadores de la memoria colectiva. Recitaban tanto genealogías como las historias y el origen de los Estados, y tocaban los tambores para bailar. Los tres grupos trabajaban para las personas más poderosas y eran los más numerosos alrededor de la capital. Entre los fulbe, había también un grupo que trabajaba y producía productos de madera. Si bien los miembros de estas castas eran probablemente más ricos que la gente común y fueron respetados por sus habilidades, había un estigma en torno al status de la casta. Por ejemplo, ninguna persona libre tocaría un tambor, aprendería cómo trabajar el hierro, el cuero o se engancharía en ocupaciones que las castas controlaban. 0
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Abajo en la jerarquía social, estaban los cautivos. En Senegambia, así como en muchas otras partes de África, las personas esclavizadas que nacían en el seno de una familia supuestamente no podían ser vendidas. Esto significa que probablemente no hubo suficientes guerras que hiciera posible que hubiera un grupo de cautivos disponibles para la venta. La mayor parte de ellos fueron probablemente prisioneros de guerra y algunos pudieron haber sido gente esclavizada como resultado de actos criminales. Muchos sirvieron a jefes poderosos. Cuando los reyes viajaban, a menudo tenían un séquito de cerca de 200 hombres, conformado por miembros de la familia gobernante, clientelas, aliados y cautivos del rey. No está claro cuándo los esclavizados reales llegaron a ser importantes. En siglos posteriores, los guerreros esclavizados llegaron a ser uno de los grupos dominantes dentro de la sociedad de Senegambia, pero posiblemente algunos esclavizados reales en el siglo XV sirvieron como guardaespaldas y como agentes del gobierno. En la corte hubo también un papel para las mujeres. La más importante era la linguère, que podía ser la madre del rey o una mujer mayor de su familia. De alguna manera, ella sirvió como jefa de las mujeres y se ocupaba de los conflictos relacionados con sus pares. La primera esposa del rey también era importante. En el siglo XV, muchas de las personas de Senegambia eran musulmanas. Los gobernantes de Ghana, que se ubicaban en lo que hoy es el este de Mauritania y Tekrur, un reino ubicado en el valle del río Senegal, se habían convertido al Islam en el siglo XI. Posiblemente las prácticas religiosas de los musulmanes coexistieron con las prácticas tradicionales durante muchos siglos; por tal causa ambos sistemas religiosos se influenciaron mutuamente. Los clérigos musulmanes aportaron conceptos sobre la ley y la religión. Al mismo tiempo, absorbieron muchas prácticas de sus rivales tradicionalistas. Por ejemplo, hicieron amuletos que consistieron en coser en pequeñas bolsas de cuero versos del Qu’ran, que compitieron con los “fetiches” tradicionales. Muchos de los musulmanes fueron comerciantes, otros se asentaron en áreas rurales y llevaron consigo sus creencias musulmanas. El Islam también llevó la escritura y si bien no tenemos documentos árabes del siglo XV, sabemos que en cierto momento, los gobernantes comenzaron a tener escribas musulmanes para manejar su correspondencia. Una característica de la estructura jerárquica de la sociedad fue que la gente se movía entre los Estados y entre los diferentes grupos étnicos: ésto era especialmente cierto para las élites y los artesanos. Cuando había una lucha de sucesión, el perdedor se movía a menudo a otra parte, tomando con él a sus partidarios, a sus trabajadores esclavizados, nyenyo, y clientelas. Algunas veces ayudaron al gobierno anfitrión en
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guerras y permanecían en forma permanente en el Estado anfitrión, donde podían recibir tierra. otros migrantes, por ejemplo, encajaron en los reinos vecinos en su mismo nivel social. Las migraciones de los artesanos fueron más modestas; algunos se movieron a pueblos o cortes donde sus habilidades estaban en demanda. Mientras que los nobles viajaban con grandes séquitos, los artesanos viajaban solamente con una familia nuclear. Las migraciones de los clérigos musulmanes probablemente estuvieron entre estos dos últimos tipos, pues generalmente viajaron con los dependientes o con un séquito un poco más grande. Muchos de ellos recibieron tierra e incluso aldeas; eso les permitió convertirse en jefes y reunir creyentes en torno suyo. En muchas sociedades senegalesas hay códigos de honor para los nacidos libres que existieron desde antes de la presencia del Islam, que daban gran importancia al autocontrol, el valor y la generosidad. Se esperaba que un hombre hablara suavemente para mostrar su moderación y evitar la exhibición emocional. Estos códigos fueron en cierta forma reforzados por el Islam, que hacia hincapié en la responsabilidad moral y requería de aquéllos con autoridad sobre otros, ejercer la autoridad con amabilidad y consideración. Los cautivos y la nyenyo eran libres de pedir, “mendigar”, dar rienda libre a sus emociones, hablar más abiertamente sobre temas sexuales y comportarse de una manera más provocativa. Hoy muchos de los miembros de estos grupos han intentado perder el estigma de sus orígenes, comportándose de una manera diferente. Senegambia también tiene sus tradiciones de aprendizaje. Antes de la llegada del Islam, éstas eran orales. Los griots recitaban las historias y contaban cuentos, a menudo con música. Una práctica cotidiana fueron y son los proverbios y refranes; los del sabio KoccBarma, del siglo XVI, han pasado de generación en generación en forma oral. Al mismo tiempo, con la llegada del Islam el estudio de la palabra escrita llegó a ser muy importante y fomentó la apertura de escuelas y la capacidad de leer el Qu’ran. Son estas destrezas, capacidades y cualidades las que llegaron a América con cada sereer y cada wolof.
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LaS CIuDaDES-EStaDo yoruBa Una importante proporción de africanos que llegó a Centro América y el Caribe fueron de origen yoruba, conocidos como lucumíes. La sociedad yoruba, una de las más complejas sociedades del occidente africano, estuvo dividida en ciudades-estados unidas por un mito de origen: todos decían ser originarios de la ciudad sagrada de Ifé y descendientes de su líder oduduwa, cuyos hijos habrían fundado cada uno de sus Estados. Su religión basada en la creencia en un Dios superior, olorum (Dios del cielo), se caracterizaba entre otras cosas por la creencia en la vida después de la muerte, y en la existencia de un conjunto de divinidades intermedias, conocidas como orishas, que fueron reyes o héroes deificados que habían acumulado poder y sabiduría. Cada uno personifica a determinadas fuerzas de la naturaleza. Entre ellos están: ogún, Shangó, oshún, Yemayá y Elegguá. Cada ciudad-estado estaba amurallada, cada una con su Palacio real y su mercado, organizados en clanes y linajes; gobernados por una monarquía de carácter divino. El Rey o Alafin estaba apoyado por la nobleza, los omo oba — miembros del linaje real— y un staff de oficiales civiles (“esclavos”) que vivían en el palacio real y estaban a cargo del culto a Shangó, de la administración del reino, la recolección de impuestos, las actividades públicas y las acciones militares. El poder del Alafin estuvo limitado por el oyo Messi, un consejo formado por notables, representantes de los diferentes linajes, que eran la cabeza de la expansión militar, y la voz de los clanes integrados en la nación yoruba. Controlaban, además, la fuerza militar, los cultos religiosos y la sucesión, pero sobre todo controlaban la continuidad y la interrupción política, a través de un mecanismo púnico: el control del derecho de la vida o la muerte del Alafin, que se concretaba a través del suicidio, luego del cual escogían a su sucesor. Como muchas sociedades del occidente africano, su economía estaba basada en la agricultura, la ganadería y el comercio. Entre los principales productos estaban la palma para obtener aceite, nuez de kola, pimienta y ganado vacuno. Producían, además, herramientas, ropa de algodón, cerámica, seda, índigo, sombrillas, sandalias, artículos de cueros que colocaban en los mercados regionales, así como en el comercio trans-sahariano, pues se ubicaban en medio de las rutas de sal, pimienta, nuez de kola y marfil.
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En el siglo XIV oyo se convirtió en la nueva capital, aunque Ifé continuó manteniendo su supremacía religiosa. A inicios del siglo XVII, y después de recuperar la ciudad que había sido invadida, oyo inició su expansión territorial y militar, que lo convirtió en uno de los Estados más poderosos. Su poderosa caballería e infantería y su ubicación en las redes comerciales africanas, pero ahora con la adición de nuevos territorios, la colocó cerca de las factorías europeas donde había un comercio muy lucrativo en torno a la compra de personas, en el que llegó a participar activamente. Pero hacia 1790 el Imperio se desintegró como resultado de la intervención fulani y británica, así como del poderoso Reino de Dahomey. Las guerras civiles y los problemas militares llevaron al rey a migrar hacia el sur y fundar la ciudad Nueva oyo. Para esas épocas había surgido Dahomey, un poderoso Estado ubicado no en la costa sino tierra adentro, en la encrucijada de los caminos de las razzias esclavistas, al interior de las ciudades de ouidah y Allada, que llegó a controlar el comercio de personas procedentes del interior, a veces a más de 200 o 300 kilómetros tierra adentro. Llegó a ser uno de los polos de esta actividad, esclavizando a una importante cantidad de yorubas después de la caída de oyo en el siglo XIX. Esto último explicaría la fuerte presencia yoruba en el Caribe y Brasil. EL ESPLENDOR ARTÍSTICO DE IFÉ
Ifé es la cuna de una de las expresiones artísticas más sofisticadas del continente africano. Durante los siglos XII y XIII, los artistas llevaron a un alto grado de perfección y calidad técnica el arte del retrato en barro cocido así como en bronce, utilizando la técnica de la cera pérdida, técnica que se desarrolló también en Benín. De su arte sobreviven múltiples estatuillas, esculturas y cabezas hechas en bronce, así como en terracota. Las cabezas no son homogéneas, aunque tienen elementos comunes: rostros jóvenes, de gran simetría y con escarificaciones. Llaman la atención los ojos almendrados que recuerdan las terracotas de Nok que fueron desarrolladas en las mesetas situadas entre los ríos Benín y Níger. La expresión artística estaba estrechamente vinculada a la vida religiosa y al culto a las divinidades de la tierra que rigen los cultivos, la caza y la pesca.
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LA TIERRA IGBO G. Ugo Nwokeji
Los Igbo conforman uno de los grupos étnicos africanos cuya tierra natal está en el sudeste de Nigeria, la región desde donde salieron el 90% de todos los cautivos que fueron enviados desde la bahía de Biafra a las Américas durante los siglos que duró el comercio atlántico de africanos esclavizados. Otros grupos étnicos de la región son los: ibibio, ejagam, y efik, así como los ijo del delta del río Níger y el Ogoni. Aunque es uno de los innumerables grupos étnicos, la lengua Igbo es hablada por al menos el 65% de la población de toda la región. Los primeros hablantes se originaron y residen sobre todo en cinco de los 36 Estados nigerianos: Abia, Anambra, Enugu, Imo, y Ebonyi. Hay también poblaciones Igbo en los Estados Delta y Rivers ambos en el delta del Níger. Los igbo son reconocidos como hábiles comerciantes y empresarios, y muchos de ellos residen a lo largo de África occidental. Las estimaciones actuales indican que los constituyen entre 25-35 millones de personas hoy en día. HISTORIA, IDENTIDAD E IMÁGENES DE LOS IGBO
Su nombre aparece en los documentos coloniales españoles como “Ibo,” en las fuentes francesas como “Ibo” y “Heebo,” y en las inglesas como “Eboe.” Luego los Británicos, que colonizaron esa parte de África entre 1900 y 1960, utilizaron el termino “Ibo,” una versión que todavía es muy utilizada, aunque erróneamente. Esas versiones fueron una distorción del nombre real, Igbo. Según la pronunciación de los nativos, tiene la consonante “gb,” que pertenece al grupo de consonantes lingüísticas llamadas bilabiales implosivas, que representan sonidos que no existen en lenguas europeas. El término “Igbo,” sin embargo, recuperó su uso desde finales del período colonial.
“Canoas ibo en aguas nigerianas”, en Richard and John Lander Journal of an expedition to explore the course and termination of the niger. New York, Harper & Brothers Publisher, 1854.
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Más confusa aún es la cuestión del origen del término Igbo, que ha ocupado por mucho tiempo las mentes de los académicos, de los historiadores locales y de la gente en general. La región Igbo ha estado ocupada constantemente desde el período neolítico, cuando surgió la agricultura. Aunque es confuso el cuándo y cómo el grupo identificado como Igbo emergió en la actual tierra Igbo, la evidencia sugiere que ya para el siglo XV había ocupado la parte central de lo que se conoce hoy como Igboland. ¿Cómo entonces un grupo autoidentificado como Igbo emergió o cómo, el sentido y la identidad Igbo se dispersó desde esta pequeña área hasta alcanzar a una cantidad de gente mucho mayor? Mientras que la mayor parte de las tradiciones orales de los grupos africanos hablan de la inmigración de los grupos como un factor fundamental en su actual residencia, las tradiciones de la mayor parte de las sociedades Igbo no reportan ninguna inmigración, lo que significa que si ello ocurrió debió ocurrir muy atrás en el tiempo, como para que la memoria pudiera recordar. Sabemos que, al menos desde el 1000 dC, oleadas de inmigrantes llegaron a la región y, al cabo del tiempo, algunos de estos grupos llegaron a identificarse y a convertirse en igbos. Por esta razón, las densamente pobladas regiones centrales Igbo se refieren a lo Igbo como “corazón de la tierra”, es decir, el área donde primero se asentó un grupo autoidentificado como Igbo. Al final del siglo XIX, sólo la gente de esta región fue llamada y se llamó a sí misma, Igbo. La gente de otros grupos, a pesar de hablar la misma lengua, tendieron a llamarse a sí mismos por los nombres de sus ciudades, aldeas o clanes respectivos. De hecho, muchos grupos que llegaron a ser Igbo en los siglos XIX y XX no fueron Igbo en épocas anteriores. Este hecho parecería prestar crédito a la idea de que la identidad étnica Igbo había sido forjada en las Américas junto con las actividades de la diáspora Igbo y, que esta identidad se habría consolidado durante el dominio colonial británico, en el siglo XX. Sin embargo, la existencia de las ciudades Ama-Igbo (Igbo Square) e Igbo-Ukwu (Gran Igbo), anteriores al comercio atlántico de personas esclavizadas, indicaría que la gente de las tierras centrales o, por lo menos, algunas de ellas, se habían identificado como Igbo por muchos siglos, y que las nociones de la identidad Igbo habrían goteado desde estas tierras hasta las Américas. El comercio atlántico de esclavizados y el colonialismo facilitaron simplemente la extensión de la identidad Igbo. otra idea equivocada es que la palabra beké, que designa a la gente blanca, se deriva del explorador escocés Dr. Guillermo Baikie, de mediados del siglo XIX. Baikie condujo la expedición británica de 6
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1841 río arriba del Níger, que pasó por allá e interactuó con los Igbo y otras comunidades en ambos márgenes río abajo. Sin embargo, por el contrario, los Igbo habían utilizado el término Beké para referirse a la gente blanca mucho antes de la expedición de Baikie, por lo que la gente no habría podido pedir prestado este término al explorador. La gente de la isla del Caribe de Martinica usa el termino beké para referirse a la gente francesa blanca criolla nacida en la isla, para distinguirla de la gente francesa blanca metropolitana. Es muy plausible que el termino beké haya sido llevado a Martinica por la gente esclavizada Igbo y, con el tiempo, este término llegó a distinguir a esta clase de los franceses no residentes y otra gente blanca. El que los términos Beké y Baikie suenen similares es sólo una simple e intrigante coincidencia. Lamentablemente esta equivocación todavía sigue afianzada en el folklore Igbo y en la academia hasta nuestros días. Vida social
Como en todas las sociedades humanas, la vida social Igbo era compleja y variada. Aquí esbozaremos algunas líneas sobre el status social, la propiedad, el matrimonio y la arquitectura. El status social fue más el resultado de una posición que debía ser alcanzada, más que heredada. Las sociedades Igbo carecieron en buena parte de una nobleza hereditaria o gobernante, de tal modo que la autoridad individual, la riqueza y el status individuales fueran ganados por la habilidad y capacidad de la persona. La iniciación en este tipo de sociedades requirió un gran compromiso material y un amplio umbral de estándares morales, que solamente el más capaz y calificado moralmente podía alcanzar. Este esfuerzo por reunir y sostener estos criterios supuso una fuerte competitividad al interior de la vida de los Igbo. Pero la mayor parte de las sociedades tuvieron también una estructura social basada en grupos de edades, que actuaron como punto de partida para la organización de las actividades sociales, como las funciones artísticas y las tareas comunales, que fueron específicas a cada grupo de edad. Muchos clanes tuvieron ambos sistemas: el de edades y el de status llamado aza; otros tuvieron sólo uno. Y la persona que poseía un título era conocida como un nze Sin embargo, el carácter igualitario de la sociedad Ibo que tiende a ser sobreestimado contrasta con las evidencias. Por ejemplo, los fundadores de ciertos asentamientos y sus descendientes reclamaron a menudo un status especial en relación con los grupos que llegaron después. Por otra parte, a pesar de que las personas esclavizadas eran consideradas inferiores, podían trabajar y subir en la escala social, y lograr un status muy superior en el transcurso de su 7
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vida. E incluso el status no les impedía a sus descendientes esclavizados progresar. El sistema de herencia Igbo era todo menos igualitario, debido a la centralidad de la progenitura, un sistema de herencia que favorecía al primer hijo. A excepción de la sociedad de los guerreros Igbo del río Cross, que era matrilineal (cuando la herencia se transmite por la línea femenina), los Igbo eran patrilineales (la herencia se transmitía por la línea masculina). Sin embargo, con independencia de la línea de herencia, todas las sociedades Igbo fueron patrilocales (cuando la gente casada reside en el hogar natal del marido). La poligamia —la práctica de un hombre de casarse con varias esposas— se convirtió en la norma en la región durante el siglo XIX, y parece que se extendió en la medida en que se incrementó la diferenciación social. La creciente diferenciación social acompañó a la expansión del comercio atlántico de esclavizados, pero la economía de exportación de materias primas que reemplazó al comercio de cautivos en el siglo XIX la hizo aún mayor. Mientras que, a mediados del siglo XVIII, la poligamia no era universal y raramente un hombre llegó a casarse con más de dos esposas, a mediados de siglo XIX el hecho de casarse con varias esposas se había convertido en la expectativa de cada hombre, y muchos lo hicieron. El número de esposas de un hombre casado llegó a ser indicativo de su riqueza y de su status social. El matrimonio era una empresa costosa para un hombre, que debía pagar la dote, que podía consistir en un pago monetario y en regalos materiales al linaje de la novia, así como un costoso banquete. Sin embargo, había un elemento pragmático en la poligamia. Más esposas y más niños agregaban más fuerza laboral a la familia, lo que contó mucho en la era del comercio de exportación de mercancías. La arquitectura Igbo siguió dos modelos principales: el de bosque y el de sabana, cada uno dominante en las zonas ecológicas respectivas. El modelo del bosque se distinguía sobre todo por el uso de techos de rafia (en esterillas como la paja), una estructura rectangular de barro, muros de barro que encerraban el recinto, y una puerta de madera que conducía al recinto. El modelo de la sabana se distinguió, sobre todo, por los techos de zacate, una estructura redonda de barro, pero sin muros ni puerta alrededor del recinto. Ambos modelos concentraban múltiples aposentos, con la residencia del jefe de familia (llamada obi) frente a la entrada principal; la de sus esposas, a menudo más pequeñas, formaban un semicírculo al obi. El modelo del bosque prevaleció en el corazón de la tierra Igbo, así como en otras comunidades del bosque de las cuales una mayoría de personas fueron sacadas durante la era del comercio atlántico de esclavizados. 8
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Política
Con algunas excepciones, la organización social Igbo se caracterizó por pactos y acuerdos no centralizados. Es decir, el poder político no estuvo concentrado en una persona o en un pequeño grupo de personas. La autoridad política, en la mayor parte de la tierra Igbo, gravitaba en torno a la edad, la sabiduría y la capacidad, y los papeles prominentes a nivel cívico recayeron en los ancianos y en algunas agrupaciones tales como las sociedades secretas. Las áreas donde la centralización política existió o sobrevivió hasta tiempos recientes estuvieron fuera del corazón de la tierra Igbo y casi sin excepción en los márgenes geográficos de la tierra Igbo como onitsha, Aboh, oguta, ossomari y Arochukwu. La mayor parte de estas sociedades estuvieron claramente influenciadas por el reino de Benin en la región centro-sur de Nigeria y las sociedades centralizadas del Middle Belt, en el norte de la tierra Igbo, donde los fundadores de estos reinos clamaban ser sus descendientes. Arochukwu es el único lugar donde los migrantes claman orígenes Igbo y reconocen haber desempeñado un papel central y el único cuyo status como Estado es el más debatido. En Ukwu, en el área central de la tierra Igbo, hay evidencias de la existencia de un alto grado de jerarquía y quizás de centralización política aunque esta organización social parece no haber sobrevivido en el tiempo. La evidencia arqueológica de Ukwu demuestra que en el siglo IX hubo un alto grado de autoridad jerárquica y un comercio de larga distancia tan lejano como el Medio oriente. Religión
Así como los Igbo no tenían una sola estructura política, la religión Igbo tuvo sabores locales. Virtualmente cada ciudad o aldea tuvo por lo menos una deidad propia. Muchos compartieron sus deidades, unos por adopción, otros, que fue lo más común, eran migrantes que reproducían las deidades de sus sociedades natales. A pesar de las diversas deidades que existieron y de las particularidades locales en materia de religión, la religión Igbo estuvo dominada por un sistema de creencias que se apoyaba en la existencia del “Chi” (dios personal), en los antepasados y en un panteón de deidades, todos subordinados al “Chi-Ukwu” (con su derivación, “Chukwu”), que significa Gran Dios. El Igbo también creyó en la vida después de la muerte, donde las personas buenas disfrutaban y las malas sufrían. Esta cosmogonía parece haber contribuido a la frecuente tendencia reportada entre los Igbo a cometer suicidio bajo la esclavitud americana para acelerar su transición a una vida mejor. Las religiones originarias sobrevivieron en buena medida
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sin perturbación, hasta que llegó el cristianismo a la región a mediados del siglo XIX. Los Igbo llegaron a ser mayoritariamente cristianos durante el curso del siglo XX, probablemente más que cualquier otro grupo nigeriano. Agricultura
La temporada de siembra comenzaba con las primeras lluvias de marzo y continuaba hasta finales de mayo, y la cosecha comenzaba en agosto y se extendía hasta noviembre-diciembre. Entre ambas temporadas estaba el ugani (“escasez del alimento”), cuando había poco de cada alimento, a excepción de maíz fresco y uno que otro vegetal cosechado durante esta estación. Las cosechas fueron asignadas en función del género. El ñame, que era el alimento principal, fue cultivado exclusivamente por los hombres y era visto como el rey de las cosechas. La mujer cosechaba las calabazas, los melones, el maíz, el okro, habas, los pimientos, y el cocoyam (malanga). El cocoyam, tuvo varios nombres en las diferentes partes de América. El término Igbo para el cocoyam era Ede, edde, o hedeos. El hecho de que solamente los Igbo utilizaran este nombre en África occidental y que el nombre se use en diferentes partes de las Américas, sugiere que la gente Igbo trajo el nombre a América, más que el nombre haya sido llevado de aquí hacia la tierra Igbo; de otra forma, el nombre hubiera sido más común entre las sociedades africanas. Tanto hombres como mujeres contribuyeron de manera significativa en la agricultura, pero la división del trabajo por género provocó que ésta se diera de diversas maneras. Los hombres utilizaban las azadas grandes para cultivar la tierra, mientras que las mujeres y los niños usaban las pequeñas para escardar y limpiar. La labranza de la tierra, la plantación y recolección del ñame, la construcción, así como el subirse a los árboles, era exclusivamente masculino. Los hombres y las mujeres participaron en la limpieza de los terrenos, pero también parece haber sido una actividad predominante masculina. Aunque los hombres y las mujeres eran importantes en el orden agrario de la región, en la ideología de género que prevalecía, el rol masculino tuvo un reconocimiento mayor, en parte por la importancia simbólica que tenía el ñame, simbolismo que se concretaba en la estructura de la finca, organizada simétricamente en torno a montículos de abono con un ñame sembrado en el medio de cada uno, y los cultivos de las mujeres sembrados alrededor de la base; de ese modo no competían con el ñame por los nutrientes ni el sol. El trabajo cooperativo era muy común. Los hombres formaron cooperativas que funcionaron bajo el principio de propiedad privada de la finca y trabajo recíproco (òhù òrò). Como grupo —a menudo por 0
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grupos de edades o amigos— eran más productivos y el trabajo era más entretenido que el de aquéllos que trabajaban individualmente. No era sólo trabajo, sino también un proceso de vinculación y deporte que reforzaba el espíritu Igbo de competitividad y éxito. El cultivo de la tierra fue una competencia; cada hombre intentaba ganarle al resto en la rapidez para hacer los montículos. Los cultivos se iniciaban como en las competencias de carrera de pista de mediano y largo alcance, con la persona en el extremo izquierdo empezando de primero y el resto de los cultivadores siguiéndole uno tras otro. Cuando una persona alcanzaba a la persona de su lado izquierdo, la persona alcanzada asumía el control de la columna y agarraba la azada de la persona que él alcanzaba. La persona alcanzada tomaría su azada y reasumiría la labranza, pero esta vez en la columna abandonada por la persona que lo alcanzó. Era una experiencia de humillación y la mejor manera de evitarla era cultivando mas rápidamente que el resto. De esta manera se lograba una gran cantidad de trabajo, mucho más del que era posible en circunstancias normales. El anfitrión del grupo tenía la obligación de proporcionar abundante comida y bebida. El grupo típico tenía cuatro miembros, que correspondía al ciclo de cuatro días de mercado (izu). Los cuatro días de mercado seguían el siguiente orden: Eke, oye, Afò y Nkwò. Y los miembros se rotaban para ser anfitrión del trabajo de grupo, y el proceso se repetía y repetía hasta el final de la estación de cultivo, o hasta que el trabajo terminara. En los terrenos hubo animales, como cabras, ovejas y aves, aunque también hubo ganado, gallinas de Guinea, patos y perros. Los perros tuvieron dos usos importantes, como alimento o como ayuda en la cacería, dirigiendo al cazador hacia su presa. Industria
La industria Igbo consistía sobre todo en el trabajo en hierro, tejido, cerámica, la talla en madera y la minería. Los artesanos Igbo produjeron instrumentos de cultivo y una amplia variedad de instrumentos musicales de madera como los gongs, tambores y flautas, y hubo otros hechos de calabazas ahuecadas y de melones grandes. E incluso hubo gongs hechos en metal por los herreros, quienes también hicieron cuchillos, hojas para los azadones y, en el siglo XIX, armas y cañones. El trabajo en hierro fue altamente especializado y a menudo fue asociado con energías sobrenaturales. La mayor parte de los herreros llegaron sobre todo de la región centro-occidental —particularmente de Awka, hoy capital del Estado Anambra— y a menudo fueron, además, curanderos y adivinos. Los herreros viajaban a menudo de un sitio a otro, vendiendo sus productos y haciendo productos
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por encargo de sus clientes. La explotación minera se centró en la potasa, así como en la sal. Una de las más importantes minas de sal se encontraba en Uburu, al noreste de la tierra Igbo, en el siglo XVIII. El tejido era fundamentalmente una ocupación femenina, mucha de la cual fue desarrollada en el sur de la tierra Igbo. Los igbo y el tráfico de personas esclavizadas
Los hablantes Igbo constituyeron al menos el 60% de todas las personas sacadas por la bahía de Biafra durante la era del comercio atlántico de esclavizados, muchos de ellos con destino a la América española, donde formaron parte de los grupos conocidos como biafras y caravalíes. Los españoles de jamaica y Barbados, por ejemplo, compraban personas procedentes de Biafra desde la década de 1660. Según el historiador Guillermo Bowser, de un total de 5 278 africanos esclavizados registrados en Perú entre 1560 y 1650, casi el 13% correspondía a personas biafras y caravalíes. El historiador john Thornton encontró que la gente procedente de Biafra “fue bastante numerosa” en Perú entre 1610 y 1640. otros destinos importantes fueron el Caribe inglés, Haití, y Virginia. Sin embargo, muy probablemente la mayoría de los cautivos que llegaron a Hispanoamérica después de 1625 fueron personas procedentes de grupos más pequeños, no Igbo situados entre la región Igbo y el océano Atlántico. Aunque el sacerdote español Alonso de Sandoval registró la existencia de mucha gente “caravalí” en 1627, sólo algunos fueron específicamente Igbo. La proporción de cautivos Igbo creció paralelo al incremento del comercio de cautivos de las regiones del interior donde los Igbo estaban concentrados, como resultado de la revolución del azúcar en América. El comercio de esclavizados en la tierra Igbo, como en el resto del interior de la bahía de Biafra, fue dominado por el grupo Aro. Aunque hoy constituyen un subgrupo de los Ibo contemporáneos, los Aro de la era de dicho comercio eran más o menos un grupo distinto, cuyos orígenes se derivarían de los Igbo y de varios otros grupos etno-lingüísticos del interior de la bahía de Biafra. Desde su tierra Arochukwu, en las fronteras entre Igbo-Efik-Ibibio, los Aro se expandieron en diversas direcciones en busca de oportunidades comerciales. Esta expansión coincidió con un incremento dramático en el volumen de cautivos sacados de la bahía de Biafra después de la tercera década del siglo XVIII. Con el paso del tiempo, los Aro establecieron asentamientos virtualmente por toda la región, situado el mayor en el centro de la tierra Igbo, para entonces densamente poblada. El establecimiento de grandes asentamientos Aro durante el segundo trimestre del siglo XVIII en la región central de la tierra Igbo
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reestructuró el comercio de personas en la bahía de Biafra, y colocó al puerto de Bonny, adyacente a las tierras centrales Igbo, como el principal puerto regional substituyendo al puerto old Calabar en el este. Mientras tanto, los Aro incorporaron a una gran cantidad de gente no Aro: ya en las tierras Igbo incorporaron en primer término a la gente Igbo y luego a aquellos externos a la tierra Igbo, empezando por la gente de sus respectivas localidades, provocando interacciones y transformaciones culturales que tendrían grandes consecuencias en el contexto del comercio atlántico de esclavizados. Una característica propia del comercio de personas esclavizadas en Biafra fue la inusual estructura de género de los cautivos embarcados. El cociente combinado del sexo de los cautivos de todas las regiones africanas fue de un varón por tres mujeres (1:3), pero el cociente correspondiente para los cautivos de la bahía de Biafra estaba más cercano a la paridad 45:55. Esta estructura inusual fue producto de tres procesos socio-culturales y comerciales peculiares de la bahía de Biafra. Primero, la importancia de los hombres en la agricultura, de la que hablamos anteriormente, que contrastaba con la situación en la mayoría de las otras regiones africanas, donde se dice que las mujeres dominaban la agricultura. De ahí que los Igbo eran más reacios a separarse de sus varones que la gente de otras regiones africanas. Una segunda razón de esta inusual estructura de género fue que el comercio interno de cautivos privilegiaba a los varones más que a las mujeres, contrariamente a la norma en otras regiones. Los dueños de gente esclavizada exigieron hombres de la misma forma que otros dueños de otras partes de África demandaban mujeres. De hecho, el fenómeno de la esclavización de mujeres estaba virtualmente ausente entre los Igbo. Tercero, la ausencia virtual de una demanda de mujeres por parte de las redes del comercio trans-sahariano, garantizó que la región ofreciera un caudal mayor de mujeres para el mercado atlántico. A pesar de la gran proporción de cautivos Igbo que cruzaron el Atlántico durante los siglos del comercio atlántico de personas esclavizadas, la cultura y la memoria Igbo no son visibles en la historia de América. Parece que la cultura Igbo no viajó tan bien como la de los europeos a Norteamérica. Queda el reto de dilucidar en la memoria de cada país sus aportes y herencias.
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EL CRISTIANISMO EN EL REINO DEL KONGO Rina Cáceres
“Visita de una delegación holandesa ante el Rey Álvaro II en 1642”. Olfert Dopper, Description de l’Afrique. Amsterdam: Wolfgang, Waesberge, Boom & Van Somer, 1686.
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Una gran cantidad de africanos que llegaron a Centro América procedían de la región centro-occidental de África, en la que el Reino del Kongo desempeñó un papel protagónico. Para finales del siglo XVI e inicios del XVII, indica John Thornton la población del gran Reino del Kongo vivía dispersa y dividida en dos grandes áreas: las ciudades y las aldeas del campo, cada una con su propio sistema de organización, sus propios patrones de producción, distribución e intercambio, status, poder, relaciones de dominación y subordinación. Estos dos “mundos” estaban gobernados por una monarquía y una nobleza asentada en la capital, San Salvador, y estaban unidos por medio de los gobernantes de los pueblos del campo, quienes fungían como intermediarios. Una de las principales diferencias entre ambas áreas era la forma de producción. En el campo, los campesinos eran dueños colectivamente de la tierra; definían lo que producían, así como el reparto de la cosecha, generalmente por núcleo familiar y de acuerdo con su tamaño. De esta cosecha debían pagar los impuestos a los gobernantes locales y a sus aliados, los cuales a su vez entregaban una porción al poder central. Otra parte estaba destinada al kitomi, el jefe religioso del pueblo, al que se tributaba con productos y con prestaciones gratuitas en servicios. En las ciudades, por el contrario, la nobleza controlaba todo el ciclo productivo: lo que se producía, cómo, cuánto, así como los productos de la cosecha. Eso era posible por medio de una fuerza de trabajo cautiva, llamada por los europeos “esclava”. En el caso del Kongo estos “cautivos” tenían como única función trabajar para sus amos, trabajo por el cual se les daba casa, ropa y comida. Tenían derecho al uso de la tierra —producían sus propios alimentos— y tenían libertad personal, lo que lo hacía, indica Thornton, un sistema más parecido a la servidumbre europea que a la esclavitud romana o a la plantación en América. Ellos eran personas que pagaban su renta en trabajo —no en productos ni servicios como en el campo—, y podían moverse entre las diferentes escalas sociales. A inicios del siglo XVII vivían en San Salvador aproximadamente 60 mil personas. La corte
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tenía un estilo de vida lujoso, rodeada de traductores y comerciantes portugueses e italianos, y expuesta a la influencia de ambas culturas. En la comida, por ejemplo, tenían preferencia por los productos importados como el trigo y el sorgo, mientras el maíz era el principal producto de consumo de los campesinos, así como de los cautivos de las ciudades. En las zonas costeras, por el contrario, se consumía cassava. El campo proveía a las ciudades no sólo de alimentos que permitían alimentar al gran sector no productivo de las ciudades, así como articularse a la economía internacional, sino también de metales, telas, sal, productos animales, conchas (nzimbu, utilizadas como moneda) y personas cautivas. Los europeos en cambio, llevaban municiones, bebidas alcohólicas, telas europeas, hierro y misioneros, lo que favoreció la formación de un grupo de comerciantes con gran poder en la vida política de la región. A diferencia de la fuerte concentración de población que hubo en la capital, en las áreas rurales —donde vivían dos terceras partes del total de la población— ésta estaba distribuida en forma dispersa, en pequeños caseríos de 150 a 300 personas. Los pueblos conformaban una red comercial “especializada” en productos específicos como sal, hierro, vino de palma, maíz, telas y bebidas. Sin embargo, la mayor parte de la producción rural era para el consumo inmediato y las provincias en general eran muy pobres. Según Thornton, para evadir las excesivas cargas tributarias impuestas por el gobierno, trasladaron los poblados lejos de los caminos o disminuyeron la producción para evadir el pago. El poder central estaba altamente concentrado y jerarquizado. Existían sólo dos ciudades: San Salvador y Nzoyo.
“La Costa de Guinea: de las Rivières du Sud al Congo”. jean Suret-Canale, Historia Universal Moderna y Contemporánea, Vol. 5 Barcelona, Salvat editores, 1986,p. 577.
El cristianismo en el Kongo
El cristianismo llegó al Kongo de la mano de la expansión europea, que buscaba nuevas rutas para llegar a Asia. En el siglo XV los portugueses buscaban romper el monopolio árabe que surtía de especies al Mediterráneo. Uno de los navegantes fue Diego Cão, quien surcó la costa de África y llegó al Reino del Kongo en 1482. A partir de entonces se inicia la cristianización del Reino. En la década de 5
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1490 el gobernante de la provincia de Nsoyo fue bautizado con el nombre de Don Manuel, y luego el Rey fue bautizado con el nombre de joao I, quien mandó construir la primera iglesia, pues “había llegado al reino africano Nganga za Nazambi, o la Buena nueva del Evangelio”. En 1506, con su sucesor Alfonso I, el reino llegó a ser oficialmente una nación cristiana. Conocido como el apóstol del Kongo mandó a construir la base de la infraestructura eclesiástica. Entre las iglesias sobresalen la Iglesia de Nuestra Señora de las Victorias, Santiago el Mayor, Nuestra Señora del Rosario, Concepción, Santa Cruz, San juan Bautista, San Miguel Arcángel y la Santa Isabel. Al mismo tiempo, se enviaron a Portugal a jóvenes, hijos de la familia real y de la nobleza a estudiar teología. Entre ellos Don Enrique, el hijo del rey, quien fue ordenado sacerdote en 1520. De regreso al Kongo fungió como vicario episcopal. Como resultado de los tratados entre España y Portugal, así como por la decisión del Papa de otorgar al Rey de Portugal el Patronato sobre la Iglesia en el Kongo, el reino dependía comercial y religiosamente de los lusitanos.11 Por ello, una de las primeras órdenes en hacerse presente fue la orden de Cristo (Templarios) que había recibido la tarea de evangelizar las tierras africanas. A ellas les siguieron los Carmelos y los jesuitas, quienes organizaron las primeras escuelas y tradujeron el primer catecismo en lengua kikongo. Para el siglo XVII, el Kongo y Portugal competían por el control del territorio, competencia que derivó en una lucha diplomática en Europa y en una confrontación militar en el territorio africano. El escenario se haría más complejo con la aparición y establecimiento de los holandeses en las costas del Kongo hacia 1640. La mutua enemistad hacia Portugal creó las bases de una alianza inmediata que quedó sellada con la firma de tratados comerciales que le garantizaban al Kongo salida a sus productos, así como una oferta de productos europeos a precios más bajos que los lusitanos. Cinco años después, en 1645, los primeros capuchinos hacían su entrada a la región como un intento de Roma por controlar las misiones de ultramar en manos de Portugal y España. Aprovechando la coyuntura, Pedro II continuó su ofensiva diplomática en Portugal, España y Roma; logró obtener el nombramiento de un obispo en San Salvador libre del control portugués, el napolitano Francisco Staiano. Este éxito de la diplomacia del Kongo en Europa, que ya podía maniobrar en la Europa de 1648, llevó a Pedro García II a la cumbre de su gobierno. Pero Luanda, que había sido tomada momentáneamente por Holanda, fue recuperada por los portugueses que atacaron varias provincias del 6
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Kongo. En esa coyuntura, varios linajes se levantaron contra García llevando al reino a una severa crisis y a un estado permanente de guerra. En 1661 murió Pedro II y tanto los gobernantes de Nsoyo como los portugueses asentados en Luanda decidieron intervenir en la sucesión monárquica. En 1665, en la batalla de Mbwila, Portugal derrotó a las fuerzas de la Casa reinante, mataron al Rey, miles de personas murieron, entre ellos muchos miembros de la nobleza, y varios sacerdotes fueron detenidos. Esta pérdida provocó la desestructuración del balance de poder. Este periodo de sangrientos combates destruyó la ciudad y hacia 1672 quedaban sólo 3 000 habitantes. En 1710 la sociedad estaba completamente reestructurada y daba inicio una nueva era. La mayoría de los campesinos vivían bajo la presión de la guerra constante, y su vida cotidiana transcurría en medio de la guerra cruzada entre diferentes facciones de la élite; y, el peligro permanente de ser esclavizados, transportados al otro lado del Atlántico y vendidos por parte de los comerciantes portugueses. Por ello no es de extrañar que entre las personas que llegaron a América en el contexto de las guerras civiles, muchas hayan sido cristianas. Ver Thornton, john. The Kingdom of Kongo: Civil War and Transition, 1641-1718. Madison, 1983.
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SEguNDa PartE ESCLavIZaCIÓN, trÁfICo y rESIStENCIa
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EL ComErCIo traNS-SaHarIaNo Los Estados y comunidades del occidente africano estuvieron vinculados entre sí durante más de diez siglos por medio del comercio trans-sahariano; muchos antes de la presencia europea en su territorio, como se verá a continuación. Desde antes del siglo VII, y a través de esta intrincada red, las diferentes ciudades intercambiaban productos como sal cobre, dátiles y tabaco producidos en el Sahara. Del occidente africano salían: cereales, marfil, textiles, sandalias, carteras y bolsas de cuero, ropa, y oro, que constituía las 2/3 partes del oro que circulaba en el Mediterráneo islámico. Del norte africano llegaban los caballos, indispensables para la caballería de los estados wolof y Yoruba. Del Mediterráneo provenían los textiles, seda, brocados, productos de madera y metal; y también, libros, papel, té, café, azúcar, especies, joyería, perfumes, brazaletes, anillos, cuchillos, manteles, etc. Un elemento central en la integración económica del occidente africano fue el camello. El desierto del Sahara, como un gran océano, fue el puente que comunicaba a las dos regiones. Cruzarlo no era fácil y el camello, capaz de acumular alimento y agua para varios días, fue fundamental en esa empresa. El movimiento cadencioso del hombre y el camello, dualidad inseparable en el desierto,
Mezquita de Djenné
“Caravana llegando a Tombuctú”. Henry Barth, Travels ands Discoveries in North and Central África, 18491855. New York: Hapers & Brothers Publishers, 1857.
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“Grabado de la Ciudad hausa de Kano siglo XIX”. Kano alcanzó un gran desarrollo gracias al comercio transahariano. Henry Barth, Travels ands Discoveries in North and Central África, 1849-1855. New York: Hapers & Brothers Publishers, 1857.
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remontando las últimas dunas al llegar a las ciudades, fue y es la imagen típica del atardecer africano que se volvió cotidiana en el transcurrir de aquellos siglos Una caravana podía estar compuesta por cinco o incluso mil camellos, y tardaban entre 70 y 90 días de camino, dependiendo del tamaño. La red comercial tenía sitios de bodegaje y todo un sistema crediticio. Además, gozaban de la protección de los gobernantes y de una legislación que protegía el intercambio regional, así como la libertad religiosa y la libre conversión al Islam, por lo cual se crearon barrios específicos para comerciantes y se edificaron mezquitas, como la gran mezquita de Djenné (Dchenné) reconstruida sobre las ruinas del siglo XIII. Esta construcción en barro, típica del occidente africano, es una de las mejores expresiones de la arquitectura africana. Al ver la estatura de las personas que caminan frente a ella, se puede percibir la monumentalidad de la obra. De estas épocas data la primera universidad africana, construida en el siglo XIII en Tombuctú, albergue de la primera biblioteca del África negra y la primera universidad donde se enseñaba teología y leyes. En su seno se dieron grandes debates y era el sitio obligado de los intelectuales de la época como el jurista Ahmed Baba, quien a mediados del siglo XVI escribiría el primer texto donde puso en cuestión la relación entre etnicidad, religiosidad y esclavitud. La tradición oral de las calles de Tombuctú sigue hoy en día conservando las voces de esas épocas; sus archivos y su antigua biblioteca siguen abiertos, guardando las historias de aquellos intensos días.
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A lo largo de los siglos, diferentes ciudades se turnaron la hegemonía regional. Ciudades como jenne, Gao, Songhai llegaron a formar verdaderos imperios, conocidos como Ghana, Mali y Songhai, en los que el Islam fue de gran influencia. Durante el siglo XVI, el comercio y la integración económica trans-sahariana sufrieron un severo revés cuando los comerciantes portugueses y luego ingleses, franceses, holandeses, daneses, etc., surcaron las costas del Atlántico, ofreciendo nuevos productos y nuevas alianzas políticas, provocando una desestructuración económica al interior del continente, creando nuevas élites y reconfigurando los poderes hegemónicos. Al poco tiempo los comerciantes europeos enganchados en el comercio transatlántico de personas, pedirían a cambio de sus productos un número cada vez mayor de personas cautivas, actividad económica en torno a la cual se construyó la idea del éxito económico y comercial. j.Ki-Zerbo, Historia del África negra, tomo I. Madrid: Alianza editorial, 1980.
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aNgoLa y EL ComErCIo atLÁNtICo DE afrICaNoS ESCLavIZaDoS. José C. Curto
Angola está bordeada por el Congo-Brazzaville, límite norte de su provincia Cabinda; la república democrática del Congo (anteriormente llamada Zaïre) al norte y el este; Zambia al este, y Namibia al sur, y tiene una superficie de 1 246 700 kilómetros cuadrados. Es el séptimo país más grande de África. Su costa en el océano Atlántico es igualmente enorme: 1 650 kilómetros de largo. A pesar del tamaño del país, su población sigue siendo relativamente pequeña. Una estimación oficial de 1999 informa de 11 177 537 habitantes, lo que lo hace uno de los países menos densamente poblados del continente africano. La esperanza de vida es relativamente baja, 46 años para los varones y 51 años para las mujeres; tiene altos índices de mortalidad infantil: alrededor de 130 muertes por 1 000 nacimientos vivos. Todo esto explica, en parte, su baja población. Sin embargo, Angola no está desprovista de abundancia. De hecho, es hoy uno de los más importantes productores de petróleo y de diamantes para el mercado mundial, de donde provienen muchos de los ingresos del gobierno nacional. Su población la componen tres grupos étnicos importantes: el ovimbundu que representa el 37%, el Kimbundu el 25%, y el Bakongo el 13%. Los mestizos (descendientes de europeos y africanos) y europeos representan el 3% de la población, mientras que otros grupos étnicos constituyen el 22% restante. La mayoría de angoleños continúa unido a sus creencias originarias, el 38% son católicos romanos, y el 15% protestantes. Aunque el portugués es la lengua oficial del país, el umbundu, kimbundu y kikongo constituyen los principales idiomas hablados por su población. Hoy, el público en general no piensa necesariamente en Angola como uno de los países más grandes de África, con una densidad demográfica relativamente baja, una esperanza de vida corta y altos índices de mortalidad infantil, importantes yacimientos de petróleo y diamantes, o en una riqueza multi-étnica, religiosa y lingüística particularmente rica. Al contrario, la opinión popular sobre Angola gira probablemente alrededor de su trágico pasado reciente. Esta ex colonia de Portugal se vio obligada a una guerra de liberación nacional para lograr su independencia que se extendió desde 1961 hasta 1974; luego, poco después de lograr su independencia, se hundió en una guerra civil hasta el 2002. Durante el curso de estas casi cuatro décadas de conflicto constante, decenas de miles de 4
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vidas se perdieron y muchos más habitantes se vieron obligados a desplazarse internamente, a través de África meridional y más allá. Las instituciones políticas y sociales fueron devastadas y la economía quebrada. Lo que es menos conocido aún de Angola, es que ésta es la manifestación más reciente de un pasado mucho más largo que fue igualmente, si no más, violento y trágico. En 1482, los portugueses fueron los primeros europeos en llegar a la desembocadura del río Congo (Zaire) en sus intentos por rodear el Cabo de Buena Esperanza y llegar a Asia. Ahí encontraron al Reino del Kongo, que era un poderoso Estado de gran alcance en una región donde el desarrollo político a larga escala daba sus primeros pasos. En los años que siguieron, los líderes del Kongo buscaron adquirir conocimientos y tecnología de los portugueses para desarrollar su Estado, mientras que los portugueses querían a cambio artículos que pudieran venderse a buenos precios. En un breve período de tiempo, esta relación llegó a estar limitada por la transferencia de mercancías europeas tales como textiles, armas, pólvora, y bebidas alcohólicas, a cambio de personas esclavizadas, marfil y cera. Los cautivos llegaron a ser particularmente valiosos para los portugueses, pues resolvían las necesidades de mano de obra de las crecientes plantaciones de azúcar que se habían establecido algunas décadas antes en la isla de São Tomé, cerca de la costa de Gabón. Así comenzó la participación de Angola en el comercio atlántico de personas esclavizadas. Inicialmente, los cautivos adquiridos por los portugueses en el Reino del Kongo vinieron de las filas de los millares y millares de individuos sin linaje encontrados a lo largo y ancho del Estado. Éstos fueron principalmente los “otros”, perdedores de batallas contra el Kongo o adquiridos fuera del reino a través de las redes 43
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comerciales. Esto pronto cambió como resultado del “descubrimiento” del Caribe por Cristóbal Colon en 1492 y del Brasil por Pedro Alvares Cabral en 1500. Mientras que la población indígena sucumbía por las nuevas enfermedades introducidas por los europeos y las ciudades, las minas y las economías coloniales de plantación comenzaron a surgir a través de las Américas, África fue vista como la opción y fuente para los trabajadores requeridos en el hemisferio occidental. Esta demanda atlántica sostenida de mano de obra esclavizada condujo al desarrollo de nuevos métodos de esclavización a través de África occidental: la guerra entre Estados, jefaturas y aldeas; las incursiones o razzias, que llegaron a ser endémicas; el secuestro por parte de pandillas de matones e individuos sin escrúpulos; los procedimientos institucionales de la corte (por ejemplo, muchos fueron desfigurados y torcidos para esclavizar tanto a los locales como a forasteros por la violación de alguna norma trivial u otras normas sociales); las acusaciones de brujería, que fueron entonces concebidas para esclavizar a la gente acusada de actividades sobrenaturales ilícitas; las cargas tributarias forzaron a los subordinados a entregar cautivos a las autoridades; la venta de familiares e incluso de uno mismo llegó a ser común durante las épocas de hambrunas y epidemias. Para mediados de la década de 1520, los efectos de esta mercantilización de las personas comenzaron a capturar al Reino del Kongo: el Estado comenzó a desintegrarse. Tres décadas después, la cada vez mayor demanda atlántica de personas esclavizadas llevó a muchos de los portugueses en el Reino del Kongo a mover sus operaciones comerciales esclavistas más lejos, al sur del Reino de Ndongo. Ndongo había sido originalmente un tributario del Kongo, pero pronto se convirtió en el más importante abastecedor de cautivos para los portugueses quienes los vendían a través del emergente mundo atlántico. En 1575, la ciudad colonial de Luanda fue fundada como el asiento administrativo de una nueva colonia establecida por orden del rey de Portugal. Pocos años después, la guerra explotó entre los colonos de Luanda y el Reino de Ndongo. No fue sino hasta la década de 1620 que los colonos portugueses lograron someter a Ndongo. En los conflictos que sobrevinieron, los colonos portugueses capturaron y esclavizaron a numerosos africanos, tanto soldados como civiles: mientras que algunos fueron conservados en y alrededor de Luanda, muchos otros fueron vendidos a través del Atlántico. Produciendo cautivos a través de la guerra, el portugués emergió así como esclavista por derecho propio. La caída de Ndongo sólo fue posible después de que los colonos portugueses reclutaron como sus auxiliares a los Imbangala, bandas 44
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de jóvenes predadores de diferentes orígenes étnicos que vivieron de la guerra y del ataque y que incorporaron en sus filas a hombres jóvenes cautivos, y que vendían a personas capturadas a los portugueses de la costa. A partir de entonces, los Imbangala se asentaron al este de Ndongo, donde establecieron el Reino de Kassanje. A mediados de la década de 1600, Kassanje emergió como el principal abastecedor de cautivos para los portugueses asentados en Luanda y continuó como tal hasta principios del siglo XIX a través del diseño de una serie de mecanismos a gran escala para la esclavización, como los que se habían desarrollado anteriormente al interior del Kongo. Luanda, sin embargo, no era la única ciudad portuaria a través de la cual millares y millares de cautivos africanos fueron “exportados” por los portugueses en el mundo atlántico. En 1617, una segunda ciudad portuaria colonial, Benguela, fue fundada para explotar las densamente pobladas montañas centrales angoleñas, donde entonces los caudillos militares estaban particularmente ocupados atacando a uno y otro poblado para aumentar el control sobre la población. Los asaltos por parte de estos caudillos armados fueron la base de la consolidación política del siglo XVIII, que llevó a la conformación de una serie de importantes unidades políticas como ovimbundu, Mbailundu y Bihé. Y para complementar el suministro de cautivos, también adoptaron otros mecanismos de esclavización, como los que habían surgido en el Kongo. Cautivos de la meseta central y de sus alrededores fueron vendidos por millares anualmente a los portugueses de Benguela, que, como los de Luanda, conservaron a algunos bajo su poder. El resto, la gran mayoría, fueron “exportados” a través del Atlántico. Y, como sucedía con los portugueses de Luanda, los de Benguela también se involucraron directamente en la esclavización a través de las acciones militares que periódicamente lanzaron contra las sociedades africanas vecinas. 45
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Como resultado, el territorio que hoy es el país de Angola suministró una cantidad enorme de cautivos para el comercio atlántico de esclavizados. Los cálculos recientes indican que el número aproximado del total de africanos enviados desde África Centro-occidental al mundo Atlántico fue de casi 12.5 millones de individuos. De ellos 1.072.763 fueron enviados a través de Luanda entre 1710 y 1830, lo cual lo convierte en el puerto esclavista más importante de África occidental. Y Benguela en uno de los más importantes proveedores del comercio atlántico de mano de obra forzada: se sabe que 407 166 personas fueron sacadas a través de su puerto entre 1730 y 1828. De Benguela y Luanda, por no mencionar la cuenca del río Congo, miles y miles de africanos fueron enviados así anualmente a la esclavitud a través del Atlántico. Los que sobrevivieron las deplorables condiciones a bordo de las naves esclavistas terminaron en casi cada esquina del hemisferio occidental: las colonias británicas de Norteamérica que conformarían más adelante Estados Unidos; las islas del Caribe como jamaica, Haití y Cuba; los extensos territorios españoles en Centroamérica y Suramérica y, sobretodo, en la única posesión portuguesa en América: Brasil. Sin embargo, sin importar a donde llegaron, estas víctimas de la mercantilización llegaron a ser denominadas en muchas partes por términos que se relacionaron con las regiones o las ciudades del puerto a través de las cuales fueron embarcados, como congos, angolas o benguelas. Con la violencia, la inseguridad, y la destrucción resultante de una esclavización a larga escala, Angola llegó así a proveer no sólo gran parte del trabajo esclavizado requerido en el “Nuevo Mundo” sino que, en el proceso, también llegó a ser un importante contribuyente en la composición demográfica del continente americano. Sólo hasta la década de 1860 este drenaje demográfico angoleño llegó a su fin después de que los británicos —que, irónicamente, habían sido el motor principal de la esclavización en África occidental durante el siglo XVIII—, utilizaron su fuerza marítima, política y económica para forzar a las naciones-estados implicados en el comercio atlántico de personas esclavizadas a poner fin a este infame tráfico.
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LoS NIÑoS DEL atLÁNtICo Paul E. Lovejoy
Un aspecto poco conocido del tráfico forzado trasatlántico fue el de la existencia de un gran número de niños en los barcos esclavistas. Dado las características de la economía esclavista y la preferencia por adultos jóvenes varones, ¿por qué transportaron a niños a través del Atlántico? Se podría argumentar que, tal vez como resultado de la abolición británica del comercio en 1807, los esclavistas prefirieron niños para poder cargar a más personas en los barcos, sin el riesgo creciente de la rebelión y quizás incluso porque se podían embarcar más rápidamente y eludir así la vigilancia de las patrullas británicas. Sin embargo, un análisis de las estadísticas demuestra que el interés por comprar niños había comenzado ya a finales del siglo XVIII, según podemos ver en el cuadro 1. Tal vez el silencio se deba a que la designación de “niños” esclavizados es a menudo confusa, aunque en general se asume que son prepúberes, es decir, entre los 13 y 14 años de edad, aproximadamente. Es oportuno recordar que los vendedores de personas esclavizadas debían pagar “impuestos de exportación” a la Corona por cada persona vendida. originalmente, los comerciantes portugueses no pagaban por los niños embarcados, sólo por los adultos que eran calculados con base en la capacidad oficial de las naves. Luego se les cobró a los esclavistas Cuadro Niños en el trafico de esclavizados, 1660-1866 año
africanos embarcados
africanos desembarcados
Porcentaje de niños Niños desembarcados
1660-1699
557 011
449 987
11.0
49 999
1700-1749
2 179 440
1 839 655
17.0
312 741
1750-1807
4 214 213
3 684 180
23.1
851 456
1808-1866
2 812 101
2 500 777
42.6
1 065 331
totaL
76 765
8 474 5
5.6
6 47
Fuente: David Eltis, Stephen Behrendt, David Richardson, y Manolo Florentino, The Trans-Atlantic Slave Trade Database, versión revisada, 2007.
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Navío esclavista el Brookes construido en Liverpool en 1780. Detalle de las cubiertas para ganar espacio, según las declaraciones de médico Tomas Trotter, pintado por james Phillips en 1788 a petición del abolicionista inglés Thomas Clarkson.
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la mitad del impuesto cuando se trataba de niños pequeños que podían caminar (crías de pé), mas no gravaron a los bebés de pecho (crías de peito). Para el siglo XVII, estas distinciones entre los tipos de niños dieron lugar a fraudes contra la Corona, pues algunos comerciantes no pagaban, por lo que promulgaron una ley en 1684 que se centró en la definición del niño, la “cria.” Esta ley, aunque vaga reguló entre otras cosas, las condiciones de viaje, permitiendo que las naves llevaran a niños sobre las cubiertas, mientras que las crias de peito, niños en brazos, no se contaron en los cálculos de la capacidad legal de la nave. La ley fomentó el “embalaje apretado” señalando las áreas para la carga y para las personas esclavizadas en términos ambiguos. Como Miller ha demostrado, las restricciones legales portuguesas en el embarque influyeron en el diseño de navíos para maximizar la proporción del área de la cubierta disponible para llevar personas esclavizadas. Reduciendo la altura de las cubiertas a un mínimo, los carpinteros introdujeron una cubierta adicional y, virtualmente, doblaron la capacidad de la nave sin tener que aumentar el volumen del espacio disponible para los esclavizados. La influencia de la ley en el diseño de la nave llevó a alterar sus espacios interiores y a discutir las diferentes interpretaciones técnicas sobre qué constituía un “niño,” puesto que se podrían llevar el doble de niños que de adultos; e incluso a distinciones más finas entre las diversas categorías de personas transportadas (algunas que pertenecían a la tripulación, otras propiedad de los oficiales y aún a otros pasajeros de acompañamiento). Desde la década de 1720, las naves contratadas con “embalaje apretado” usaron la exención parcial y total para niños como un portillo para exceder la capacidad legal de la nave, con los niños a
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menudo apretados en espacios ya llenados con adultos y oficialmente enlistados como crias de pé. Para las décadas de 1730 y de 1740, el “embalaje apretado” les permitió llevar entre un 5 y un 15% de adultos clasificados como niños. Una ley de 1758 intentó impedirlo y, de tal modo, aumentar los impuestos, pues como hemos dicho anteriormente el impuesto sobre crías era la mitad del de los adultos. Sin embargo, para la década de 1730, los comerciantes esclavistas lograron estirar el significado de la ley para llevar más personas a bordo de las naves. La clasificación del aparejo de las naves también se alteró para permitir cargar más personas a bordo. A finales del siglo XVIII la práctica autorizó de manera informal una tasa de mayor espacio para adultos embarcados como “jóvenes” de poca estatura. La edad era estimada por la altura y, por lo tanto, era arbitraria. Así por ejemplo, en la regulación del comercio de finales del siglo XVIII, Gran Bretaña definió a los adultos como a individuos de al menos 4’ 4” de alto. Aún así la proporción de niños aumentó con el tiempo, en particular los niños de 6-7 años que fueron separados más fácilmente de sus familias. A pesar de las referencias ocasionales a los bebés de pecho, parecen haber sido muy pocos los niños menores de cinco años que fueron embarcados. Sin embargo, el cambio más llamativo fue un aumento dramático en la proporción de niños entre los siglos XVII y XIX. Los niños constituyeron el 11% en la segunda mitad del siglo XVII, cuando la escala del comercio aumentaba rápidamente y enviaba aproximadamente 450 000 africanos a las Américas entre 1660-69, lo que significó que cerca de 57 000 niños fueron embarcados de manera forzada a través del Atlántico. En la primera mitad del siglo XVIII, la proporción de niños aumentó a un 17 %, mientras que el número total de los africanos que fueron transportados aumentó a 2 179 000, con 1 840 000 sobrevivientes en la travesía atlántica, de los cuales cerca de 313 000 fueron niños. La cantidad continuó aumentando durante los años de auge del comercio en la última mitad del siglo XVIII, alcanzando un 23.1 % entre 1750 y 1807 —cuando Gran Bretaña prohibió el comercio de personas esclavizadas—, periodo en que llegaron 3 684 180 africanos esclavizados de los cuales 851 000 eran niños. Mientras que la tendencia a largo plazo está clara, hubo fluctuaciones considerables en el número de niños, según se comprueba en el cuadro 2. De acuerdo con estos datos, parece haber habido una declinación temporal en la proporción y el número
Colección UNESCo/ La Ruta del esclavo.
4
África en tiempos de la esclavitud
de niños en la década de 1740, cuando aproximadamente 56 000 niños desembarcaron en las Américas, comparado con 89 000 en la década de 1720 y 81 000 en la de 1730, pero el número de niños se incrementó a 114 000 en la década de 1750 y aumentó generalmente después de esta fecha. Entre 1808 y 1819, después de la prohibición británica del comercio, el número de niños se incrementó a casi 300 000, y entre las décadas de 1820 y 1830, los números se mantuvieron por encima de los 200 000 niños por año, lo que demuestra la escala del trafico de niños en el Atlántico. Cuadro Niños esclavizados en el comercio trasatlántico, por década año
total de embarcados total de desembarcados
1660-1669 1670-1679 1680-1689 1690-1699 1700-1709 1710-1719 1720-1729 1730-1739 1740-1749 1750-1759 1760-1769 1770-1779 1780-1789 1790-1799 1800-1807 1808-1819 1820-1829 1830-1839 1840-1849 1850-1859 1860-1866 totaL
Porcentaje de niños total de niños desembarcados
83 972 104 150 187 006 181,883 288 784 336 401 497 927 529 014 527 314 580 702 714 694 723 420 699 657 784 563 711 177 734 466 799 849 540 867 465 993 189 400 81 526
66 979 83 699 149 108 150 201 238 253 280 017 425 856 445 297 450 232 495 360 609 599 625 172 618 362 704 798 630 889 660 754 715 209 482 503 412 741 160 689 68 881
12.5 8.5 12.6 9.8 16.9 21.9 20.8 18.1 12.4 23.2 22.3 26.8 27.7 19.6 27.5 45.0 36.8 42.5 40.4 33.4 45.0
8 372 7 114 18 788 14 720 40 265 61 324 88 578 80 599 55 830 114 089 135 941 167 546 171 286 138 140 173 494 297 339 263 197 205 064 166 747 53 670 30 996
76 765
8 474 5
5.6
6 47
Fuente: David Eltis, Stephen Behrendt, David Richardson, y Manolo Florentino, The Trans-Atlantic Slave Trade Database, versión revisada, 2007.
50
África en tiempos de la esclavitud
Como David Eltis y Stanley Engerman han demostrado, este aumento creciente ocurrió con los niños originarios de casi todas las regiones involucradas en el tráfico forzado, pero fue particularmente fuerte en las regiones del África bantú.4 La proporción de niños de África centro-oeste y de África del sudeste fue generalmente mayor que los de África occidental en todos los períodos, alcanzando un 21.7 % antes de 1700, 28.1 % en el siglo XVIII, y de aproximadamente 53% en el siglo XIX. La proporción de niños de las otras regiones aumentó, a excepción de la llamada Costa de oro, alcanzando 40.4 % en la costa de la Alta Guinea después de la abolición británica, y constituyendo cerca de un tercio de aquéllos enviados desde las bahías de Benín y Biafra, como puede verse en los cuadros 3 y 4. Cuadro origen de los niños en el comercio atlántico Periodo
alta guinea
Costa Bahía de Bahía de África centrode oro Benín Biafra occidental
Sureste de todas África las regiones
Número de personas esclavizadas
1663-1700
0.054
0.109
0.128
0.110
0.217
-
0.122
47,378
1701-1809
0.252
0.116
0.169
0.210
0.281
-
0.227
298,681
1810-1867
0.404
-
0.327
0.359
0.530
0.501
0.461
75,471
Fuente: Eltis y Engerman, “Fluctuations in Sex and Age Ratios in the Transatlantic Slave Trade, 1663-1864,” en Economic History Review, Vol. 46, No. 2, May 1993. oxford, England. Pág. 310.
En el siglo XVIII, el comercio francés tenía una relativamente elevada proporción de niños, 26.6%, en comparación con otros países europeos. Las variaciones parecen haber sido considerables en la bahía de Biafra y en la desembocadura del río Congo, desde donde fueron enviados hacia las islas del Caribe francés, como en se ve en el cuadro 5. En el siglo XVIII, los comerciantes británicos transportaron casi igual número de jóvenes, hombres y mujeres, de la bahía de Biafra, según se refleja en el comercio a jamaica. Es probable que algunos de estos niños hayan sido enviados a otras partes de las Américas; hay un par de casos de naves con un número inusualmente grande de niños que llegaron a territorio español. En África centro-oeste, parece que las naves británicas tomaron más muchachos que muchachas. Los varones fueron confinados y encadenados por separado debajo de la cubierta, mientras que las mujeres y los niños no estaban a menudo 5
África en tiempos de la esclavitud
en cadenas sino que fueron recluidos en compartimientos especiales o en cubierta con menos seguridad, con excepción de la vigilancia para prevenir tentativas de suicidio o ahogo. Cuadro 4 Porcentaje de niños que cruzaron el atlántico por sitio de origen región
65 a 675
675 a 700
70 a 75
76 a 750
75 a 775
776 a 800
80 a 85
86 a 850
Senegambia Sierra Leona windward Costa de oro Bahía de Benín Bahía de Biafra África centro-occidental Sureste de África origen desconocido Promedio
85 a 867
6.4 6.5 12.8 9.1
5.4 7.3 8.8 12.3 9.7 19.8 18.1
9.1 6.5 17.5 19.6 23.9 24.5 22.9
12.0 35.3 15.1 26.1 18.4 32.1 23.7
30.2 34.3 42.7 21.4 19.3 34.3 30.4 27.1
16.7 25.5 24.9 19.4 14.4 19.7 18.3 29.6 34.5
25.7 41.1 34.5 38.0 22.5 29.7 41.0 47.0 46.0
19.7 41.9 29.3 46.2 36.1 39.3 52.9 62.4 29.6
18.8 41.6 -
0.5
.
.
.6
8.8
.
4.6
40.7
5.
Fuente: David Eltis, Stephen Behrendt, David Richardson, y Manolo Florentino, The Trans-Atlantic Slave Trade Database, versión revisada, 2007
Colección UNESCo/ La Ruta del esclavo. En muchas oportunidades los capitanes de barcos lanzaron al mar a personas esclavizadas enfermas y durante el siglo XIX -cuando el comercio de personas era ya ilegal- para ocultar “las evidencias” ante la persecución de la marina británica.
5
África en tiempos de la esclavitud
En el siglo XIX, la demanda de mano de obra para la producción del café en Brasil, donde las manos de los niños eran muy útiles en tiempos de cosecha, constituía una fuente barata de trabajo. Más niños que adultos podrían ser embarcados a bordo de las naves, permitiendo Cuadro 5 Edad y género de los africanos en el comercio Atlántico de personas esclavizadas transportista
Destino
fecha
Número de hombres por cada 00 mujeres
Porcentaje de niños
Número de personas esclavizadas
Holandés
Angola-Brasil
1636-1643
105
33
2 064
Holandés
Guinea-Brasil
1636-1645
138
13
3 086
Inglés
Barbados
1663-1667
108
9
2 269
Inglés
Antillas inglesas
1673-1725
158
14
73 990
Holandés
Compañía de las Indias occidentales
1675-1740
228
13
36 121
Inglés
América española
1715-1738
197
34
17 080
Francés
Colonias francesas
1714-1756
186
27
59 705
Inglés
Carolina del Sur
1735-1740
---
14*
11 562
Holandés
Libre comercio
1730-1790
144
22
25 051
Francés
Colonias francesas
1764-1778
171
27
101 533
Inglés
jamaica
1764-1788
165
19*
74 546
Danés
Caribe danés
1777-1789
175
23
15 203
Inglés
Granada
1784-1788
154
32
13 561
Francés
Colonias francesas
1784-1792
196
19
13 197
Español y cubano
Cuba
1811-1867
229
39
51 577
Portugués y brasileño
Brasil
1811-1867
188
42
27 365
*niños bajo 4’ 4” de altura. Fuente: Derivado de Geggus David, “Sex Ratio, Age and Ethnicity in the Atlantic Slave Trade: Data from French Shipping and Plantation Records”. The journal of African History, Vol. 30, #1 (1989), Pág. 24
5
África en tiempos de la esclavitud
el llamado “embalaje apretado”, mientras que la facilidad relativa de controlar a niños, en comparación con los varones adultos, influyó en el número de los niños embarcados en las naves esclavistas. La separación de los niños de sus familias fue extremamente dolorosa. Ecroyde Claxton, cirujano, que estuvo en Camerún en 1788 en el barco Garland, con el capitán Forbes, reportó la compra de nueve niños en Bimbe, que “estaban abatidos”. Una en particular, cuando descubrió que había sido vendida, se aferró rápida y desesperadamente al cuello de su vendedor. Aunque un niño de diez o doce años de edad quiso darle consuelo, ella continuó por tres o cuatro días en ese estado; de hecho, todo el resto del grupo cayó en la desolación cuando se dieron cuenta de que habían dejado su país… Cuadro 6 Sexo y edad en los embarcados por barcos franceses, 1715-92 región
ratio entre los sexos
Niños (%)
Hombres (%)
mujeres (%)
Número
Senegambia Sierra Leona windward Costa de oro Bahía de Benín Bahía de Biafra Congo-Angola Sureste de África
161 134 175 163 161 117 212 229
21.2 35.0 27.8 23.0 22.4 30.9 30.4 25.4
48.8 39.6 46.2 47.8 47.8 40.2 48.1 51.0
30.0 25.3 26.0 29.2 29.8 28.9 21.6 23.6
12 545 2 450 3 205 8 910 41 121 4 685 63 280 1 204
total
7
6.6
47.4
6.0
76 7
Fuente: Geggus David, “Sex Ratio, Age and Ethnicity in the Atlantic Slave Trade: Data from French Shipping and Plantation Records”. The journal of African History, Vol. 30, #1 (1989), Pág. 28
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África en tiempos de la esclavitud
La ESCLavItuD a travéS DEL oCéaNo ÍNDICo Gwyn Campbell
El continente africano tuvo también fuertes vínculos con el oriente Medio, el sur de Asia y Asia Sur-oriental, así como con el Extremo oriente. El este de África estuvo en contacto directo con el Mar Rojo y fue parte integral de la economía asiática del Índico. El área comprendida entre El Cairo en Egipto y El Cabo en Sudáfrica fue parte del mundo del océano Índico. La estructura del comercio de personas esclavizadas a través del Océano Índico
El comercio de personas a través del océano Índico empezó al menos hace 4 000 años y, comparativamente hablando, no tuvo una gran extensión sino hasta el último milenio. Algunos consideran que se desarrolló en forma paralela a la expansión musulmana. La mayor parte de las personas fueron compradas y vendidas para trabajos como actores, criados domésticos, portadores del agua, así como para la agricultura, la producción de textiles y la minería. La demanda fue sobre todo mayor en las tres grandes regiones productivas: China, India y Mesopotamia (hoy Irán e Iraq). En contraste con el sistema atlántico, la mayoría de los esclavizados negociados en el mundo del océano Indico fueron mujeres, adolescentes y adultas jóvenes, valoradas por su sexualidad y su capacidad reproductiva. Los hombres fueron empleados en una amplia gama de actividades, tales como: agricultura, artesanías, comercio, transporte, pesca, servicio doméstico, administración, burocracia, diplomacia e incluso las milicias (aunque el uso de soldados fue prohibido, a veces, como en Madagascar, por el miedo de una rebelión de los esclavizados). Algunos recibieron tierra para el cultivo y solventar sus necesidades alimenticias. otros fueron alquilados o dejados libres para que realizaran trabajos del que debían entregar entre el 50% y el 75% de sus ganancias a sus dueños, por lo que pudieron a menudo acumular cierta cantidad de recursos.
Grabado de la Ciudad de Mombasa, Kenya. Alfredo Margarido, “El África oriental, central y austral”, en Historia Universal moderna y contemporánea, Vol 5 , Barcelona, Salvat Editores, 1986.
55
África en tiempos de la esclavitud
Las personas esclavizadas que trabajaban para los ricos y poderosos ocuparon a veces posiciones importantes como administradores, comerciantes y funcionarios de las casas principales, que les dieron abundancia y prestigio considerables. Pero fue durante el l siglo XIX cuando se dio la segunda gran era de la expansión de la economía del mundo del océano Indico. Las economías pre-industriales estaban basadas en el uso intenso de su fuerza laboral pero la cantidad de mano de obra era insuficiente debido a la lenta y espasmódica evolución demográfica, ya que la adopción de nuevas técnicas agrícolas, tales como el riego, tuvo efectos restringidos por una combinación de desastres naturales (por ejemplo, los ciclones, el volcanismo y las enfermedades) y desastres humanos (como las guerras). Esto fue particularmente evidente en el siglo XIX y principios de siglo XX, cuando el patrón demográfico en la región índica contrastaba marcadamente con Europa occidental y Norteamérica. Por ejemplo, mientras que la población de Gran Bretaña, Alemania y Estados Unidos creció casi cinco veces en los cien años anteriores a 1914, a la población asiática le tomó casi 200 años (1700-1900) doblarla, de 415 millones a 970 millones. De 1871 a 1921, la población de la India creció en un índice anual de solamente 0.4%, mientras que África aumentó de casi 61 a 110 millones de personas en el mismo período. Por el contrario, la población de China aumentó entre 1800 y 1850 de cerca de 300 a 420 millones. Sin embargo, la guerra, la enfermedad, el hambre y la emigración detuvieron el crecimiento demográfico, de modo que, antes de 1900, la población de China era de solamente unos 450 millones. Las oportunidades comerciales abiertas con la creación de una economía internacional en el siglo XIX incrementaron la demanda de trabajo, estimulando un aumento en el tráfico de personas esclavizadas y de otras formas de trabajo servil, no sólo en las regiones tradicionales, sino a través del mundo del océano Índico. La demanda de trabajo servil se acrecentó en los cultivos, la explotación minera, caza, pesca y la recolección de los productos de bosque, el transporte y personal marítimo, desde trabajadores del muelle hasta marineros. Simultáneamente, los poderes locales y europeos comprometidos en la conformación de los Estados requirieron una gran cantidad de soldados, administradores y trabajadores. Asimismo, una creciente presencia europea y los desarrollos asociados con la constitución de una economía internacional estimularon la demanda de mujeres para los servicios sexuales. Las fuerzas europeas que estaban en la región fueron aplastantemente masculinas, al igual que los trabajadores migrantes chinos, de los que miles emigraron, 56
África en tiempos de la esclavitud
desde la década de 1840, hacia los nuevos polos económicos en América, África y diferentes regiones de Asia. La expansión geográfica, intrínseca a la formación de los Estados, implicó la conquista y la subyugación de las relativamente débiles comunidades igualitarias y descentralizadas, cuyos recursos de trabajo fueron transferidos en forma de personas esclavizadas y otras formas de trabajo servil a las sociedades más fuertes, jerárquicas, y centralizadas. Éste fue, por ejemplo, el origen de la esclavitud en la Mesopotamia y la India en el tercer y primer milenio a.C. Durante el siglo XIX, el tráfico de personas esclavizadas probó ser tan lucrativo que pronto estimuló la aparición de una estructura independiente para su comercio, así como la de comerciantes especializados. Estas estructuras esclavistas crecieron en los períodos de la expansión comercial. La mayoría de esclavizados(as) fueron las mujeres y los niños cautivos, pues los varones implicaban un mayor costo por su vigilancia y el riesgo de rebelión o de huida. La esclavización masculina fue más común en las sociedades económicamente desarrolladas, donde una producción agrícola más intensiva, el crecimiento demográfico y urbano y la expansión comercial hicieron más viables la esclavización y la vigilancia de los hombres cautivos. Sin embargo, contrariamente a la creencia convencional, la fuente de personas esclavizadas y otras formas de trabajo servil en el mundo del océano Índico fue probablemente el resultado de fuerzas noviolentas, locales, e incluso fuerzas personales. De hecho, a veces era voluntaria. Algunas personas fueron vendidas por sus familias o sus grupos de parentesco. Algunos se incorporaron voluntariamente a la esclavitud; por ejemplo, ciertas jóvenes filipinas eligieron ser concubinas de importantes hombres Zulú en África del Sur. Y posiblemente muchas de las personas que entraban a la esclavitud lo hicieron por deudas, pues la esclavización fue legalmente exigida a los deudores y sus familiares. También el castigo por ciertos crímenes fue exigido en multas que, a menudo, condujeron al endeudamiento y a la subsiguiente esclavización. El endeudamiento era normalmente en términos monetarios, aunque también en formas no monetarias, tales como alimentos o herramientas. Si la deuda era pagada, un deudor esclavizado podría recuperar su libertad. La esclavitud y otras formas de trabajo no libre
El mundo del océano Índico poseyó múltiples y traslapadas estructuras y status de trabajo servil como la esclavitud, que se traslapó a veces con el cautiverio por deudas. La esclavización por deudas era involuntaria, aunque muchas personas se incorporaron voluntariamente como 57
África en tiempos de la esclavitud
estrategia para asegurar un crédito. El cautiverio por deudas abarcaba una extensa gama de personas, desde los granjeros que hipotecaban las cosechas futuras y novios potenciales pidiendo prestado por el monto de una dote, hasta los pequeños comerciantes que vivían del crédito de comerciantes más grandes, los omnipresentes jugadores rurales del sudeste y este de Asia y los adictos al opio de la China del siglo XIX. Estos cautivos por deudas podían exceder el número de los esclavizados. Posiblemente fue el grupo social más numeroso en Majapahit, java, mientras que en el centro de Tailandia en los siglos XVIII y XIX, constituían cerca del 50% de la población total. La servidumbre a la cual estaban sometidos estos deudores fue generalmente una forma de pago del préstamo que habían contraído, a las que había que agregarle el costo del alojamiento, alimentación y vestido del deudor. Por lo tanto, la deuda aumentaba en la mayoría de los casos y la servidumbre podía llegar a ser permanente, incluso hereditaria, a tal punto que era dif ícil distinguir entre cautiverio por deudas y esclavitud. El trabajo servil no esclavizado podía ser vendido o transferido involuntariamente. Esto incluyó “siervos” en Asia y África, empeñados en África, y a las jóvenes criadas ‘mui tsai’ en China. Algunos fueron transferidos como tributo o rescate. En los mercados abiertos y privados, la gente vendió a miembros de su familia en esclavitud temporal y permanente. Y algunos individuos se ofrecieron a sí mismos para la venta. En África, en tiempos de hambre, por ejemplo, un grupo de parentesco pudo transferir sus derechos de un miembro del grupo a otro linaje a cambio de productos o dinero, siendo los niños y los adultos jóvenes los más cotizados. Si no eran redimidos, estos empeñados permanecían con el linaje del acreedor. En China, la tendencia en tiempos dif íciles fue el vender a las hijas y/o a las segundas esposas, aunque los hogares de la no-élite fueron a veces llevados a romper el tabú de vender a los hijos. A través de la región, los padres también dieron a sus niños en adopción a cambio de dinero. Y también personas sujetas a cautiverio por deudas podían a veces ser intercambiadas, como trabajadores no libres, como parte de una dote o una donación a un monasterio. Origen y rutas
El tráfico de personas esclavizadas en el mundo del océano Índico fue terrestre y marítimo tanto al interior de África y la India, como en el Extremo oriente. Las rutas terrestres se conectaron con las rutas marítimas en ciertos puntos clave, cerca de las bocas de los ríos más importantes, en un istmo o en una isla. Desde estos puertos 58
África en tiempos de la esclavitud
nodales, las rutas marítimas se ramificaron: una de ellas costera, que vinculaba a los puertos a los mercados de abasto dentro de un sector regional, y otra de larga distancia, vinculando otros puertos nodales. Ambas actuaban como centros y mercados locales y regionales de abastecimiento, y como centros de trasbordo para otros importantes sectores marítimos del Mundo Índico. Adén, en la boca del Mar Rojo, Sri Lanka y los estrechos de Malacca son ejemplos de esas importantes bases marítimas de trasbordo. La mayoría de los barcos de larga distancia permanecían por períodos muy largos en los centros principales del trasbordo, antes de hacer el viaje de vuelta. El comercio de personas esclavizadas en la región Índica fue multidireccional y cambió con el tiempo. Los africanos esclavizados del este fueron africano, exportados en gran número a lo largo de los siglos a otras regiones de África — como Etiopía y Egipto—, así como a Arabia, el golfo Persa, la India y, en menor número, al Extremo oriente. A partir de mediados del siglo XVIII, los mercados de destino se ampliaron y un considerable número de africanos del este fueron embarcados hacia el Este africano: Zanzíbar, Pemba, Somalia, Madagascar, Mascarenes y la Ciudad del Cabo, así como también a los enclaves portugueses en la India y las Américas. Los malgaches fueron enviados en pequeñas cantidades a los mercados musulmanes, y a los establecimientos europeos en las Américas, El Cabo y Batavia y, desde el siglo XVIII, en números considerables a las islas Reunión y Mauricio. Las personas esclavizadas de la India fueron enviadas a Indonesia, Isla Mauricio, Ciudad del Cabo y al oriente Medio. Sin embargo, la mayoría de los esclavizados del oriente Medio fueron originarios inicialmente del Cáucaso, Europa oriental y África. A ellos se sumaron los originarios de la costa de Makran en Irán, en el siglo XIX e inicios del siglo XX, así como algunos de la India occidental, de Indonesia y de China. Desde Indonesia, sus habitantes fueron enviados sobre todo a los mercados a través del sudeste
Esta fotograf ía muestra a un grupo de personas a bordo del navío London, después de ser rescatados de un barco esclavista en la década de 1880, posiblemente procedentes del Este de África rumbo a algún punto del océano Indico, en “Freedom, A History and Citizenship, KS3 resource to investigate the Transatlantic Slave Trade”. National Maritime Museum/ Royal observatory Greenwich. 2007.
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asiático a la Ciudad del Cabo, mientras que los indochinos y coreanos fueron enviados a China, y, en el siglo XIX, personas de origen chino fueron enviadas a Singapur y a San Francisco (Estados Unidos). En todos estos casos, la forma de comercio, origen, mercados, rutas, y funciones de la persona esclavizada variaron considerablemente de región a región y a lo largo del tiempo. Por ejemplo, en la colonia del Cabo, en Africa del Sur a principios del siglo XVIII, la mayor parte de los esclavizados procedían de Asia, pero para 1800 la mayoría eran africanos, principalmente de Mozambique, mientras que un número importante (durante los siglos XVII y XVIII) fueron de origen malgache. Encontramos entonces una tendencia marcada de trasbordo de personas esclavizadas, traídas desde largas distancias, llevadas a ciertos puertos costeros donde fueron incorporadas a redes regionales de distribución que las llevaron por tierra o por mar a otros mercados. Por ejemplo, la mayoría de las personas del este africano destinadas a los mercados del norte del Golfo Persa, a mediados del siglo XIX, habían sido enviadas primero a omán y a otras regiones del sur del Golfo. En contraste con el sistema atlántico, pocos barcos y capitanes en el mundo índico se especializaron exclusivamente en tráfico de personas, pues la oferta y demanda eran inestables. Para los 31 años entre 1787 y 1834 de los que tenemos datos disponibles, el número anual de africanos llevados de Mozambique al enclave portugués de Daman en la India varió considerablemente; entre 19 y 50 en seis años (1791, 1825, 1827, 1829, 1831-2), entre 50 y 100 en ocho años (1793, 1803, 1804, 1815, 1820, 1828, 1830, 1833) y más de 100 en dos años (1800-1). El número más grande (287) llegó en 1801, 99 a bordo de una nave portuguesa, y 70 en una americana, los 118 restantes fueron llevados en diferentes barcos indios. En 1841 cerca de 118 barcos llevaron a 1 217 personas (un promedio de 10.3 esclavos por barco) por mar al extremo norte del Golfo Persa. De éstos, solamente uno, llevando 12 personas, reportó llegar directamente de la costa Swahili en el este africano. Un número menor fue transportado en los barcos de dueños locales a través del canal de Mozambique y a lo largo de la costa. A partir de 1856-60, un promedio de ocho personas fueron llevadas en los barcos que navegaban de Mozambique a Madagascar, considerablemente más bajo que el promedio de 11.73 personas llevadas a las plantaciones francesas de las islas Comores. El número de esclavizados
Actualmente es imposible estimar con precisión el número de personas comercializadas en el mundo índico, dada la duración del 60
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comercio de esclavizados, las limitaciones de los archivos, y el hecho de que, en contraste con el sistema atlántico, las rutas terrestres fueron las dominantes, mientras que en las rutas marítimas los esclavizados raramente llegaron a ser una carga especializada. Para los siglos XVIII y XIX las personas esclavizadas y sus descendientes constituían entre el 20 y el 30% de la población de muchas de las sociedades del mundo índico, incrementándose un 50 % más en diferentes partes de África y en algunos puertos de Indonesia. El comercio de personas esclavizadas llegó a su clímax en el siglo XIX. Las indicaciones dicen que era considerable y que creció dramáticamente con la creciente integración de la región en la economía internacional, en particular a mediados de ese siglo. El creciente comercio entre británicos y China, por ejemplo, estimuló la producción en el sur del mar de la China y el este de Indonesia, lo que incrementó la demanda de trabajadores esclavizados como marineros y marchantes, así como recolectores de recursos del bosque y trabajadores agrícolas. Mientras que james warren considera que en la región Zulú sólo algunas decenas de miles de personas fueron comercializadas en el siglo XIX; estimaciones más altas consideran que más de dos millones de personas fueron “exportadas” de África del Este entre 1830 y 1873. Si la mortalidad tanto en la captura como en la travesía a la costa es tomada en cuenta, la pérdida total de mano de obra africana del este hubiese podido ser de más de 20 millones. Las estimaciones de Ralph Austen indican que 800 000 fueron llevados del África del Este a los países islámicos del norte en el siglo XIX, 300 000 a través del Mar Rojo y el Golfo de Aden. Sin embargo, Abdul Sheriff enfatiza que la demanda de africanos esclavizados durante el siglo XIX en el oriente Medio fue generalmente baja, ya que pocos sectores experimentaron algún desarrollo económico. Esto se reflejó en la relocalización de la élite de omani en África del Este, donde el comercio de personas alimentaba a las plantaciones de Zanzíbar y Pemba, y solamente en parte a los mercados del Golfo Pérsico. De hecho, la demanda de las islas francesas y Madagascar pudieron haber promovido los mercados locales más que los mercados del Medio oriente. Las personas fueron sacadas de las costas Swahili y de Mozambique y enviadas a las islas francesas Mascarenes, y se incrementaron hacia Madagascar después de 1820. De hecho, hay evidencia de que desde 1873 una porción considerable del tráfico conducido a través de Zanzíbar a los mercados musulmanes en el norte fue revertido hacia el comercio del “sur”. Mis estimaciones dan un máximo posible de “importaciones” de personas hacia Imerina, Madagascar, desde África del Este de alrededor de 300 000 personas entre 1821 y 1895 y de “exportaciones” 6
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de Madagascar hacia las Mascarenes, entre 1801 y 1820, de 35 800 personas. También estimó que más de 400 000 africanos del este fueron enviados a las islas francesas, muchos vía Madagascar, en el periodo 1801-95, la mayoría bajo la modalidad de “trabajo por contrato”, de los que 145 500 llegaron en el período 1801-30. otros 165 000 a 173 000, la mayoría africanos del este y malgaches, fueron llevados a las Mascarenes entre 1800 y 1848. La sumatoria del “sur” y el Norte del occidente del océano indica que las “exportaciones” totales de africanos esclavizados del este, en el siglo XIX, pudieron haber alcanzado la cantidad de 1.5 millones de personas. Inicialmente, pudo hacer sido un subproducto de la expansión imperial. Sin embargo, el comercio de personas probó ser tan lucrativo que se convirtió en una meta de las campañas militares y estimuló el surgimiento de diversos grupos sociales. Las finanzas y el personal del comercio marítimo del mundo del océano Índico se diferenciaron del sistema esclavista trasatlántico. Mientras que este último estuvo dominado por las finanzas europeas, el comercio esclavista de la región índica tuvo múltiples actores, a nivel de barcos y personal, agentes locales, chinos, bugis y los malayos en el sector del este, árabes e indios en las costas, y gujaratis en la parte occidental. Abolición
En algunas regiones, el movimiento abolicionista del siglo XIX fue redundante. Mientras que en la colonia del Cabo, en Sudáfrica, el cambio de una producción de vino por la producción y exportación de lanas, entre la década de 1820 y la de 1830, disminuyó la necesidad de mano de obra barata no calificada; en el mundo índico aumentó la demanda, en la medida en que se amplió la economía a nivel internacional y no se contaba con suficiente mano de obra servil. En el siglo XIX hubo tres movimientos abolicionistas occidentales en el mundo índico: la presión de los poderes locales que decretaron leyes contra la esclavitud; la abolición de la esclavitud en los imperios existentes; y la puesta en práctica de medidas abolicionistas bajo el nuevo colonialismo de finales del siglo XIX y principios del XX. La presión de los poderes occidentales incitó a un número de gobiernos locales de la región, desde el Imperio otomano, Tailandia, Zanzíbar, Imerina y Etiopía a introducir medidas oficiales contra la esclavitud y el comercio de personas esclavizadas. Sin embargo, las formas de esclavitud fueron mantenidas extensamente en estos países en donde los europeos recurrieron a veces al trabajo esclavizado. Por ejemplo, los misioneros extranjeros de Madagascar redimieron a los esclavizados, pero los obligaron posteriormente a trabajar para ellos, alegando un reembolso por el pago para liberarlos, o alquilaron 6
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personas de Merina. Incluso las autoridades coloniales europeas en el mundo índico, tal como el primer gobernador británico de la Isla Mauricio, apoyó a menudo la esclavitud hasta la abolición formal, que fue proclamada en 1834 para las colonias británicas y en 1848 para el imperio francés. Incluso después de la abolición, se continuó importando personas bajo el término de “trabajo por contrato” en un número de regiones controladas por los europeos, como en las islas de plantación controladas por los franceses o en el océano Índico occidental, mientras que la tenencia de personas esclavizadas no fue prohibida completamente en la India británica sino hasta 1860. A partir de mediados de siglo, Gran Bretaña tomó la iniciativa contra el comercio marítimo de personas en el Indico, en particular en las aguas del Este africano. Aunque la existencia de tales escuadrones eran menos eficaces que en las aguas del occidente africano, lo cierto es que forzó a los esclavistas a adoptar circuitos y rutas más peligrosas, y hacer pasar a los esclavizados como porteros, marineros, empleados domésticos, e incluso como hijos y otros parentescos. Sin embargo, las medidas contra el comercio de personas, tales como tratados, legislación que prohibía exportaciones de personas esclavizadas y la actividad de los escuadrones anti-esclavistas, tuvieron un limitado impacto, en tanto se mantuvo la demanda por este tipo de mano de obra. Mientras que el comercio trasatlántico de esclavizados tuvo una muerte súbita en la década de 1860, como resultado del fin de la demanda en Brasil y el gran mercado americano de personas; la demanda de esclavizados creció en el mundo índico. En Madagascar central, por ejemplo, el precio promedio de una persona esclavizada se duplicó entre 1860 y 1870, en alrededor de $30 a $62. Debido a la inseguridad política, bajó hacia 1886 y luego vino una recuperación. Tal demanda indujo a muchos antiguos comerciantes costeros a incorporarse en el comercio de personas esclavizadas del canal de trans-Mozambique, haciendo travesías múltiples en una sola estación. La abolición fue utilizada como una justificación a finales del siglo XIX para el despojo de territorios bajo la modalidad de colonialismo en el mundo índico, aunque esto debe ser visto teniendo en cuenta consideraciones económicas; en una región donde tanto el trabajo asalariado y el capital eran escasos y la esclavitud era una fuente potencial de mano de obra. Dado el imperativo a ser autofinanciado, los gobiernos coloniales procuraron maximizar la explotación de los recursos del trabajo local, mucho de los cuales se encontraban en diferentes grados de servidumbre. Sin embargo, su deseo de tomar medidas emancipatorias para acceder al trabajo de los ex-esclavizados fue atemperado por el hecho de que la mayoría de ellos habían sido 6
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propiedad de los miembros de la élite local, en las que la mayoría de las autoridades europeas confiaron para lograr una dominación colonial eficaz. Por lo tanto, aunque los europeos introdujeron rápidamente medidas contra el comercio de personas, estuvieron renuentes a emanciparlos por el miedo a la reacción de las élites locales. Las autoridades coloniales también temieron que la abolición les privaría del trabajo. Así, en algunas regiones, como en Somalia, los colonos europeos tuvieron acceso al trabajo esclavizado, y en otras, como en el África del Este bajo influencia alemana, se les permitió el “rescate” de esclavizados, sistema que les obligó a trabajar para sus “libertadores” hasta que el rescate hubiera sido pagado. Los poderes europeos también proclamaron territorios recientemente adquiridos como “protectorados”, en vez de colonias donde la aplicación de medidas abolicionistas era obligatoria. La prohibición de la esclavitud en territorios controlados por Europa ocurrió irregularmente durante el siglo XX. En África, el tráfico interno de personas esclavizadas permaneció boyante por unos 50 años después de la prohibición de su comercio, mientras que en el este del mundo índico la esclavitud continuó en las remotas regiones de Birmania hasta 1926, y en la Indochina francesa y las Indias Holandesas hasta la década de 1940. El interés británico sobre los recursos de aceite le hizo tolerar la esclavitud en el Medio oriente hasta la década de 1950. En consecuencia, los envíos de personas a través del Mar Rojo y del Golfo Persa persistieron. Qatar abolió oficialmente la esclavitud en 1952, Arabia Saudita en 1962 y los Estados Trucial (Emiratos árabes Unidos) en 1963. Las medidas abolicionistas redujeron el volumen del comercio de esclavizados en el mundo del océano Indico sin incrementar la cantidad del trabajo asalariado libre como para resolver la demanda. Por lo tanto, hubo un incremento de las formas de trabajo no-esclavizado, pero no libre, tales como el trabajo penal y la corvée, que compartió muchas de las características de la esclavitud. Efectivamente, éstos y otros trabajadores “serviles” no-esclavizados, recibieron un trato peor que el de los esclavizados, razón por la cual podrían ser llamados virtuales esclavos, muchos de los cuales se encuentran hoy en día cubiertos por el silencio de su existencia a lo largo y ancho del mundo índico. Notas de página 1
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A partir del año 2006, el Proyecto La Ruta del Esclavo inició el estudio de otras rutas de tráfico de personas como la Ruta Trans-sahariana, la del Pacífico y la del océano Índico. (Nota de la editora).
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Richard Price, Sociedades cimarronas, México, D.F., Siglo XXI, 1981, p.11. Kramer, Lovel y Lutz, “La conquista española de Centroamérica”, en: Historia General de Centroamérica, tomo II, Madrid, FLACSo, 1993, p. 64. Elizabeth Fonseca, “Economía y sociedad en Centroamérica, 1540-1680”, en Historia General de Centroamérica, San josé, EDUCA, 1998, tomo II, pp. 120. AGI Panamá 234 /1/5. María del Carmen Mena García. La Sociedad de Panamá en el siglo XVI, Sevilla, Diputación provincial. 1984, pp. 90 y 91. Es oportuno recordar que esos nombres son un indicio, pues mediaron muchos elementos que pudieron distorsionar las referencias, como las diferencias lingüísticas entre los africanos y el notario español, y la confusión entre puerto de desembarque, y el origen del vendedor: por ejemplo, un hombre mandinga pudo ser llamado así por el origen de su vendedor. Enriqueta Vila Vilar, Hispanoamérica y el comercio de esclavos, Sevilla, Escuela de Estudios Hispano Americanos, 1977, p. 148. Rodney Hilton, “Upper Guinea and the Significance of the origins of Africans Enslaved in the New word”, The Journal of Negro History, Vol. LIV, Nro. 4, octubre, 1969, p. 329. Antonio Carreira, Cabo Verde, formacao e extincao de una sociedade escravocrata, (1460-1878). Lisboa, Centro de Estudios de Guinea Portuguesa, 1972, p. 138. Idem p. 81. Vila Vilar, op cit., p. 145-152 Rodney Hilton, op. cit, p.330 y 331 El problema de la soberanía del Kongo se remonta al Tratado de Alcáçovas, de 1479, firmado entre Alfonso V de Portugal y los Reyes Católicos por medio del cual Portugal obtuvo el control sobre las islas Madeira; Azores; Cabo Verde y Guinea, mientras que Castilla obtuvo el control sobre las Islas Canarias y renunciaba a navegar al sur del cabo Bojador en tierra continental frente a las islas. Esto permitía a Portugal navegar hacia el sur bordeando a África. Pero cuando Colón regresó de América, el monarca portugués reclamó las “nuevas tierras” alegando derechos derivados del tratado. Los Reyes Católicos, por su parte, argumentaron que la navegación se había efectuado por el oeste, y no al sur de Canarias. Los reyes de Castilla y Aragón acudieron entonces al Papa Alejandro VI quien, dictó las cuatro bulas Alejandrinas de 1493 y fijó el meridiano divisorio de las zonas de influencia española y portuguesa a 100 leguas al oeste de las Azores y Cabo Verde, correspondiendo a España la zona occidental y la oriental a Portugal. Al mismo tiempo, decretó la excomunión para todos aquellos que pasaran a América sin autorización de los reyes de Castilla. Ante la protesta de Portugal por su exclusión, firmaron un nuevo pacto, conocido como el Tratado de Tordesillas en 1494, donde se definió una nueva línea de demarcación que descendía del polo norte hasta el sur, que pasaba a 370 leguas al oeste de las islas de Cabo Verde (meridiano
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situado a 46º 37’ longitud oeste), quedando la parte oriental de América del Sur, Brasil, adscrito al área de acción de Portugal. España y Portugal ganaban para si no solo el control territorial, sino la cristianización de América y de África. Herbert S. Klein, The Middle Passage: Comparative Studies in the Atlantic Slave Trade (Princeton: Princeton University Press, 1978). joseph C. Miller, Way of Death: Merchant Capitalism and the Angola Slave Trade 1730-1830 (Madison: University of wisconsin Press, 1988). Según estudios preliminares, la proporción de niños casi se duplicó a lo largo del siglo XVIII. Dicha proporción se incrementó de un 12,2 % entre 1663 y 1700, hasta llegar a un 22,7% aproximadamente entre 1701 y 1809. Sin embargo, lo más notable fue el gran incremento en la proporción de niños luego de la abolición de la esclavitud en Gran Bretaña. Dicha proporción prácticamente duplicó a la del siglo XVIII, alcanzando un 46,1% entre 1810 y 1867. Ver Eltis y Engerman, “Fluctuations in Sex and Age Ratios in the Transatlantic Slave Trade,” en Economic History Review, Vol. 46, No. 2, May 1993. oxford, England. Págs. 308-23. Una versión más amplia puede encontrase en Edward Alpers & Himanshu Ray (eds.), Narratives of the Sea: Encompassing the Indian Ocean World. New Delhi: Nehru Memorial Museum/ oxford University Press, 2006.