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DE REVOLUCIONES, GUERRA FRÍA Y MUROS HISTORIOGRÁFICOS Acerca de la obra de Manfred Kossok
DE REVOLUCIONES, GUERRA FRÍA Y MUROS HISTORIOGRÁFICOS Acerca de la obra de Manfred Kossok
Manuel Chust (ed.)
PRENSAS DE L A UNIVERSIDAD DE ZARAGOZA
DE REVOLUCIONES, Guerra Fría y muros historiográficos : acerca de la obra de Manfred Kossok / Manuel Chust (ed.). — Zaragoza : Prensas de la Universidad de Zaragoza, 2017 204 p. ; 22 cm. — (Ciencias Sociales ; 125) Bibliografía: p. 171-197. — ISBN 978-84-16933-95-2 eISBN 978-84-16933-95-2 Kossok, Manfred (1930-1993)–Homenajes CHUST, Manuel 929 Kossok, Manfred Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.
© Manuel Chust © De la presente edición, Prensas de la Universidad de Zaragoza (Vicerrectorado de Cultura y Proyección Social) 1.ª edición, 2017 Ilustración de cubierta: David Alfaro Siqueiros, fragmento del mural Del Porfirismo a la Revolución, México, Museo Nacional de Historia. Colección Ciencias Sociales, n.º 125 Director de la colección: Pedro Rújula López Prensas de la Universidad de Zaragoza. Edificio de Ciencias Geológicas, c/ Pedro Cerbuna, 12 50009 Zaragoza, España. Tel.: 976 761 330. Fax: 976 761 063 [email protected] http://puz.unizar.es La colección Ciencias Sociales de Prensas de la Universidad de Zaragoza está acreditada con el sello de calidad en ediciones académicas CEA-APQ, promovido por la Unión de Editoriales Universitarias Españolas y avalado por la Agencia Nacional de Evaluación de la Calidad y Acreditación (ANECA) y la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología (FECYT). Impreso en España Imprime: Servicio de Publicaciones. Universidad de Zaragoza D.L.: Z 1153-2017 972-2016
A la memoria de un gran historiador de las revoluciones, Alberto Gil Novales (1930-2016)
PRESENTACIÓN
No es la primera vez que nos aproximamos editorialmente a la obra de Manfred Kossok. En 1993 el profesor Lluís Roura me entregó un manuscrito del destacado historiador alemán por si era de mi interés editarlo en la Universidad Jaume I de Castellón. El texto, mecanografiado seguramente en una antigua máquina de escribir a tenor de las manchas de tinta que tenían muchas de sus letras, era de una de sus conferencias que había impartido sobre su reciente libro 1492. Una contribución muy diferente de las conmemoraciones que por esos años se estaban produciendo sobre el V Centenario del «descubrimiento» de América. El texto lo editamos en un libro misceláneo titulado Tiempos de Latinoamérica.1 Con ello, tributábamos un merecido homenaje, modesto y póstumo, a su obra. Manfred Kossok acababa de fallecer en esos meses. En 2010, junto con el profesor Lluís Roura, también en otro contexto conmemorativo hispanoamericano como fue los bicentenarios de la mayor parte de las independencias hispanas continentales, editamos La ilusión heroica. Colonialismo, revolución e independencias en la obra de Manfred Kossok.2 El objetivo era ofrecer al lector hispanohablante una muestra re-
1 Kossok (1994b). 2 Roura y Chust (eds.) (2010).
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presentativa de los diversos temas y propuestas centrales de la obra de Manfred Kossok. En especial, porque la mayor parte de sus textos eran de difícil localización —dada su publicación dispersa— y porque nunca se habían traducido al español y su lectura podía representar un «muro», esta vez idiomático más que ideológico y político. Si bien la parte central de esta obra la constituían textos significativos del trabajo de Manfred Kossok, creímos conveniente introducirla con estudios explicativos de su trayectoria, tanto personal como académica, de su formación, de sus vicisitudes así como de sus aspectos temáticos centrales. Así, esta publicación vino contextualizada por sendos artículos de Lluís Roura, Matthias Middell, Michael Zeuske y quien suscribe.3 Como Kossok manifestó, uno es producto de sus circunstancias, si bien se rebeló contra ellas hasta el último día de su existencia, incluidos sus problemas de salud desde la adolescencia. Y le produjeron una gran decepción los intentos de prejubilarle, en realidad «depurarlo», de las nuevas autoridades ¿«universitarias»? tras la reunificación de Alemania en 1990. Es paradójico que la nueva Alemania democrática despidiera con eufemismos (prejubilaciones) y sin ellos a los profesores universitarios, especialmente en ciencias humanas y sociales, de la República Democrática Alemana. Aspectos que quedan relatados de primera mano en este libro, en especial en el capítulo del profesor Alberto Gil Novales. En esta ocasión, las motivaciones editoriales son diferentes a las precedentes, pero complementarias. No ocultamos nuestro renovado interés por seguir acercando con nuevas y viejas miradas al gran historiador de «las revoluciones» a un público hispano. Pero esta vez no a través de sus textos, sino bajo la óptica y análisis —crítico en ocasiones— de un grupo diverso de historiadores especialistas y conocedores, por diferentes circunstancias, de su obra. Nos parece pertinente reeditar los textos de Matthias Middell4 y Michael Zeuske5 porque siguen siendo imprescindibles para desentrañar ciertas claves, no solo vivenciales, sino también interpretativas de la historiografía alemana, tanto
3 Chust (2010: 29-38). 4 Middell (2010). 5 Zeuske (2010).
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occidental como oriental. Y, especialmente, porque son muy necesarios para conjuntarlos en un mismo volumen junto a la mirada kossokiana de historiadores hispanoamericanos. El cóctel historiográfico resultante no solo es pertinente sino enriquecedor. Los dos textos siguientes son las reflexiones de un colega coetáneo del académico alemán, esta vez español, y de la última de sus alumnas. El primero de ellos es del historiador español que quizá más contacto, personal y académico, tuvo con Kossok: Alberto Gil Novales. Este reflexiona no solo sobre la importancia que los estudios de Kossok tuvieron respecto al caso revolucionario liberal español, sino también acerca de sus vivencias académicas y personales en sus últimos años, que coincidieron con el final de la RDA y el principio de la reunificación alemana. Ulrike Schmieder fue la última alumna de doctorado que tuvo Madfred Kossok. Es más, el profesor alemán no pudo terminar su dirección doctoral: su muerte se lo impidió. La perspectiva de Schmieder es muy interesante, dado que en su estudio se encuentran los valores académicos que hicieron importante al profesor alemán, así como las falencias y el estado académico que condicionaron los trabajos y la vida universitaria de esta profesora en la RDA. Reflejo, ambas cuestiones, de la coyuntura de la Guerra Fría. Una de las contribuciones más destacadas en la obra de Kossok fue, sigue siendo, la caracterización revolucionaria de los procesos de independencia hispanoamericanos. En este sentido, nuestro estudio destaca las propuestas teóricas y discursivas más interesantes de Kossok sobre este importante tema en el contexto de los procesos revolucionarios liberales y burgueses en Europa y América Latina. Sigue el texto de Sergio Guerra,6 quien destaca los estudios que el profesor alemán dedicó al debate sobre la importancia de la revolución en la historia y en América Latina. Por su parte, el trabajo de Óscar Zanetti aborda el origen y justiprecio de la Historia comparada, no solo desde una mirada retrospectiva en la obra de Kossok, sino también desde una fundamentación metodológica y conceptual muy actual. Y por último, inscrito en el debate nunca acabado
6 Guerra Vilaboy (2002). Versión corregida y actualizada.
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sobre las revoluciones de independencia en Latinoamérica, está el estudio de Tomás Straka. Qué duda cabe que Manfred Kossok fue un historiador hijo de su tiempo. Periodo de la dura postguerra alemana, el de los inicios, desarrollo y final de la Guerra Fría, tiempos de muros, ideológicos, políticos y, por tanto, también historiográficos. La motivación editorial de este homenaje a Manfred Kossok, tanto conceptual como temática, tiene varios fundamentos. A casi treinta años de su muerte, creemos interesante retomar y destacar algunos de sus paradigmas historiográficos, en especial su constante interés temático en situar a las revoluciones de independencia hispanoamericanas dentro del ciclo de las revoluciones liberales «occidentales» y europeas desde 1776 hasta 1848. Y, en segundo lugar, en ese mismo contexto, hay que destacar que Kossok fue uno de los pocos historiadores europeos que dedicó una parte sustancial de su obra a estudiar y poner en relieve la importancia de las revoluciones españolas en el siglo xix, en particular la del Trienio Liberal, en el contexto de la era de las revoluciones, tal y como la tituló Eric Hobsbawm. Estos dos aspectos, que quizá puedan parecer al lector obvios a estas alturas historiográficas del siglo xxi, no lo son y no lo fueron en la mayor parte de la historiografía «occidental» desde la Segunda Guerra Mundial. Si repasamos buena parte de los libros monográficos sobre las principales tesis y propuestas de la «era de las revoluciones» desde las «revoluciones atlánticas» hasta las revoluciones «liberales-burguesas», tanto las revoluciones de independencia hispanoamericanas como el proceso revolucionario español de 1808-1844 quedan fuera de estas explicaciones. En tal sentido, sigue siendo pertinente profundizar en las propuestas de Manfred Kossok. Sobre todo porque, desde su muerte en 1993, no ha habido un cambio significativo en estas cuestiones en el mundo «occidental». El «peso» interpretativo sigue siendo abrumador por parte de la historiografía anglo —británica y estadounidense— y francesa. Los ejemplos son múltiples y reiterados. El último, o debería decir el «penúltimo», porque sin duda le seguirán más, es el libro de C. A. Bayly —recientemente traducido al español— El nacimiento del mundo moderno, 1780-1914,7 en donde la omisión del mundo hispano es más que notable.
7 Bayly (2010).
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Manfred Kossok ofreció, sin duda, claves explicativas, en discusión, que giraron en torno a las revoluciones modernas. Estas fueron ingentes. En especial, en torno al estudio histórico del cambio de estructuras, de su evolución, de sus movimientos, de sus fuerzas motrices. Como dice Michael Zeuske, ello fue producto del «gusto» por el estudio de la revolución en la historiografía marxista. Pero este «gusto» hay que interpretarlo y explicarlo. La tesis central kossokiana se puede fundamentar en una frase de Carlos Marx: «La revolución es una locomotora de la Historia Universal». Kossok hizo suya esta propuesta y se lanzó a un desmenuzado análisis, sin muros eurocéntricos, del estudio de la historia en función de los cambios revolucionarios. Si bien también tenemos que decir que se estableció —dogmáticamente— una teleología de las revoluciones, como es sabido. Y que el peso de estas en el siglo xx condicionó notablemente la interpretación historiográfica de las de los siglos xviii y xix, especialmente durante la larga Guerra Fría. Ambas cuestiones fueron combatidas por los estudios del profesor alemán. Sabemos que Kossok heredó de la escuela de Lamprecht en la Universidad de Leipzig una de sus fructíferas líneas de investigación, como fue el estudio comparado de las revoluciones. Sin embargo, la propuesta de Kossok profundizó mucho más. Una lectura o relectura de los textos de Kossok puede llevar al lector a discrepar o, por el contrario, a estar de acuerdo en parte o gran parte de sus propuestas, pero nunca lo va a dejar indiferente, incluso hoy. Indudablemente, estamos ante uno de los grandes historiadores de la segunda mitad del Novecientos. Así lo atestigua su gran obra. Condicionada, sin duda, por su interpretación abierta del materialismo histórico, su contexto internacional y también nacional, lo cual le generó incomprensiones y omisiones dentro y fuera de la RDA. También críticas aceradas. Hasta hoy. Por ello, sin reivindicar necesariamente la frase aludida de Marx sobre las revoluciones y su velocidad en las transformaciones de las sociedades de la historia contemporánea universal, es obvio que tampoco estamos ante el final de la historia, tal y como Francis Fukuyama se apresuró a titular en su ensayo en 1992, tras la caída del Muro de Berlín, de la URSS y de buena parte del andamiaje ideológico-político de los Estados socialistas. No estamos tan seguros de que, en este alborear del siglo xxi, hayan sucumbido también la mayor parte de las propuestas historiográficas de una parte fundamentada del materialismo histórico. Con todo, si las trompetas triunfales del liberalismo sonaban victoriosamente en
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1992, después de casi veinticinco años, tras una crisis estructural, de nuevo, del sistema liberal capitalista sin precedentes, parece menos triunfalista el título del libro de Fukuyama de llegar al «fin» de la historia en el sentido del fin de las «revoluciones». Es decir, del final de la interpretación de la historia que no sea solo el modelo liberal actual.
DE LA HISTORIA COLONIAL DE LATINOAMÉRICA A LA HISTORIA GLOBAL A TRAVÉS DE LA HISTORIA COMPARADA DE LA REVOLUCIÓN. LA OBRA DE MANFRED KOSSOK Matthias Middell
Universidad de Leipzig
Manfred Kossok fue uno de los representantes más destacados de la ciencia histórica en la República Democrática Alemana. Su investigación sobre la historia del imperio colonial español y sobre el desarrollo de América Latina desde su independencia hasta la segunda mitad del siglo xx fue reconocida internacionalmente en el mundo científico, lo que no se puede afirmar de muchos historiadores de la República Democrática Alemana. La idea de tomar la historia comparada de la revolución como punto de partida de una visión de la historia moderna mundial no solamente se debía a la gran valoración que los sucesos revolucionarios tuvieron en la ciencia histórica marxista, sino sobre todo al amplio desarrollo de la ciencia comparativa histórica en los años sesenta y setenta. En el caso concreto del historiador Kossok, se unía este interés de comparación histórica a la tradición de la Escuela de Leipzig, que manifestó una inclinación especial hacia la historia universal y que tuvo su punto de partida en Karl Lamprecht, quien ya al comienzo del siglo xx se había preocupado por extender el objeto de estudio de la ciencia histórica a los campos extraeuropeos y a interpretaciones de carácter histórico universal.1 Como profesor de historia general en la Universidad de Leipzig y en sus diversos cargos de política universitaria, fue también al mismo tiempo un representante importante
1 Cfr. Chickering y Lamprecht (1993); Middell (2005).
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en la ciencia histórica de Alemania del Este, respetado en todas partes antes de 1989-1990 y combatido fuertemente después de 1990 en el transcurso del proceso de reunificación de las dos Alemanias. Las propuestas de Kossok de renovar la ciencia histórica de Alemania del Este2 encontraron, ciertamente durante corto tiempo, en el llamado «Modelo de Leipzig» su reconocimiento al acentuar una apertura internacional, pero pronto cayeron en el olvido, ya que se dio prioridad al problema de la «cuestión nacional».3 En 1991 Kossok fue invitado a una conferencia organizada por el Massachussets Institute of Technology sobre el futuro del mundo en el marco de la historia global.4 Manfred Kossok fue, así, uno de los primeros historiadores alemanes que apostaron por una nueva época dedicada al estudio de la historia universal. En un artículo sobre el siglo xx como época de revoluciones periféricas5 intentó situar dentro de esta perspectiva la historia del recién fracasado socialismo de Estado. Aquí se puso otra vez de manifiesto que, aunque la parte principal de su obra estuvo dedicada a la historia de comienzos de la Edad Moderna y al siglo xix, siempre mostró un gran interés por los procesos de la época contemporánea. La fama internacional que alcanzaron sus trabajos de investigación, incluso después de 1989, no tuvo la correspondiente compensación por el trato injusto que recibió en su propia universidad. Incluso durante un periodo de tiempo se le negó anunciar oficialmente sus seminarios y cursos, si bien los estudiantes reaccionaron asistiendo en gran número a su última lección de curso sobre la teoría del sistema mundial de Wallerstein. A él le interesaba no solo el juicio moral sobre los protagonistas individuales del Estado que acababa de fracasar, sino sobre todo la nueva situación global que intentaba explicar la caída del socialismo. Aferrarse a las fronteras de lo nacional era para él insuficiente tanto antes de 1989 como después del cambio revolucionario. No sin amargura, Kossok expresó con las siguientes palabras el dilema al que había conducido la ruptura entre la primera fase de la revolución del 2 3 4 5
Cfr. su resultado crítico en Kossok (1994a). Véase Burkhard Steinwachs (ed.) (1993: 42). Kossok (1993b). La versión alemana, en Kossok (2000a: vol. iii, 297-307). Kossok (1994d).
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Este, caracterizada por una nueva posibilidad de participación, y la segunda fase, en la que se buscaba simplemente el acomodamiento a las existentes estructuras rutinarias de la Alemania oriental: Al que se esfuerza en reconocer su propio fracaso y al mismo tiempo sigue pensando que todavía son posibles las alternativas para el triunfo de las ideas neoliberales se le estigmatiza como persona incapaz de aprender. El precio que hay que pagar por ello es la marginación.6
Esta apreciación, que hizo poco antes de su muerte, acaecida en el año 1993, no es ciertamente la última palabra sobre un rendimiento científico que ha abordado innumerables campos de trabajo. Manfred Kossok, tras acabar sus estudios, se dedicó, desde mediados de los años cincuenta hasta la segunda mitad de los sesenta, preferentemente, al estudio de la historia de América Latina y de las relaciones entre Europa y Sudamérica en el siglo xviii y comienzos del xix, y en la segunda mitad de los sesenta se ocupó en especial de los problemas del siglo xx en Sudamérica después de haber recorrido Chile, Uruguay, Perú y Colombia, y de haber entablado lazos científicos con colegas, sobre todo en las universidades de Montevideo, Santiago de Chile y Bogotá. Con la historia comparada de la revolución añadió a su labor investigadora a partir de 1966-1968 un tema en el que Manfred Kossok aportó continuamente su competencia empírica sobre el ciclo de la revolución del mundo iberoamericano;7 al lado de su maestro Walter Markov, especialista en temas de los países de los Balcanes y de Francia, y posteriormente, como director del Centro Interdisciplinario para la Investigación Comparada de la Revolución, creado en 1976, pretendió abarcar un campo esencialmente más amplio.8 6 Kossok (1993a: 19). 7 La extensión de los temas abarcó desde la temprana burguesía de las germanías y de los comuneros, a través de la cadena de movimientos emancipatorios de Latinoamérica durante la Independencia (1810-1826/1830), hasta las revoluciones españolas del siglo xix entre 1820 y 1868. Cfr. los textos en Kossok (2000a: vol. ii). 8 Los resultados de esta investigación están especialmente documentados en los 11 volúmenes de estudios sobre la historia comparada de la revolución (1969 y siguientes), y en los 32 cuadernos de la revista Leipziger Beiträge zu vergleichenden Revolutionsgeschichte (1982 y siguientes). De ello se derivaron dos versiones completas en Kossok (1989b) y Kossok (dir.) (1986).
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Hacia 1985 amplió Kossok de nuevo considerablemente esta perspectiva en sus estudios comparativos sobre revolución y reforma en la historia universal del mundo moderno, dando paso a una nueva concepción de la historia global. Esta nueva perspectiva no fue el resultado del desarrollo lineal de una interpretación conjunta formulada anteriormente, sino más bien la consecuencia de una revisión a la que había sometido continua y sucesivamente las bases conceptuales de su visión de la historia. El estímulo para esa relación crítica con sus propios resultados era de carácter interno científico y se debía a esa curiosidad específica que ha caracterizado en cada época a excelentes historiadores. A continuación voy a exponer más detalladamente algunas estaciones de este recorrido intelectual desde la perspectiva del contexto biográfico. Manfred Kossok, hijo de una costurera y de un sastre, nació en 1930 en la ciudad de Breslau (actualmente Wroclaw), donde desde 1936 asistió a la escuela primaria. Las modestas condiciones materiales de sus padres hicieron que se agravase su situación al quedar el padre en paro. De esa época permaneció en su memoria el recuerdo infantil de las largas filas de gentes ante las oficinas de empleo y la intervención de su maestro para que continuase sus estudios, ya adolescente, en el instituto de enseñaza media, a pesar de que sus padres no podían pagar la tasa escolar.9 El deseo de liberarse de esa situación de pobreza coincidía con la voluntad consiguiente de ser capaz de soportar en su propio cuerpo la necesaria dureza en situaciones difíciles. Que el nacionalsocialismo le pareciese poco atractivo se debía a «su fragilidad física» de alumno frecuentemente enfermo que estaba en completa contradicción con el entusiasmo por los ejercicios físicos de la juventud hitleriana, pues, como él indicaba, «yo naturalmente he suspendido siempre en principio esos llamados test de dureza».10 9 Disponemos de dos testimonios de Manfred Kossok que aportan información sobre su biografía y sus vivencias determinantes. Por un lado, una larga entrevista que realizó la historiadora Jana Lehman en 1988 (de ahora en adelante citada como Kossok, Entrevista, 1988). Por otra parte, Kossok, correspondiendo a la demanda curricular de historiadores de la RDA, rellenó un cuestionario en el que se refiere de forma detallada a épocas importantes de su vida. Este escrito, que consta de 14 páginas y suele presentarse como apuntes, data del 8 de octubre de 1992 (de ahora en adelante citado como Kossok,, Entrevista, 1992). 10 Kossok, Entrevista, 1992, p. 9.
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Los últimos años de la guerra estuvieron impregnados por las enconadas luchas militares por tomar la «Fortaleza de Breslau» y la huida a la «Alta Silesia», lo que supuso una interrupción abrupta en la formación académica del joven, que apenas tenía quince años. Sobre el tiempo transcurrido en el campo de internamiento de Lamsdorf (actualmente Lambinowice) junto al río Neisse, donde Manfred Kossok estuvo recluido junto con su madre hasta el comienzo de 1947 y donde comenzó un aprendizaje de zapatero, comentaba él lacónicamente: «Unas 8000 personas estaban internadas en el campo; de ellas unas 2000 sobrevivieron».11 El resultado de esta experiencia fue un profundo trauma con nefastas secuelas durante toda su vida para su salud, sobre la que Kossok escribió posteriormente: Secuelas tardías de mi salud: insuficiencia renal, vía terminal… No poseo ningún certificado de ello, pues fueron destruidos al ingresar en el campo de internamiento; solamente poseo certificado de la estancia en el hospital de mi madre, que sobrevivió inválida la estancia en el campo de internamiento tras violaciones, destrucción del aparato auditivo, secuelas del tifus, daños en el pulmón. Yo, que después del año 1945 supe cómo los alemanes habían devastado brutalmente Polonia, no tuve a pesar de esa mala experiencia en el campo un odio a Polonia que me hubiese hecho propenso a hacer propaganda para reclutar revanchistas; ya nunca más he vuelto a Silesia; quizá sea eso un intento de reprimir las experiencias que allí tuve.12
La confrontación cruel con la aceptación de la culpa colectiva alemana le condujo no solo a distanciarse de la región donde nació, sino también a un rechazo decidido de todo ensalzamiento de la historia nacional, dando prioridad al interés por la historia de otros pueblos y posteriormente a la interpretación de carácter histórico mundial, en las que podía «eclipsarse» la historia alemana. En este sentido, se iría a fundir en un estado anímico conjunto entre profesor y alumno con el cosmopolita Walter Markov,13 que tenía su origen 11 Kossok, Entrevista, 1992, p. 1. Sobre las experiencias de los ciudadanos alemanes en los campos de internamiento polacos cfr. Hirsch (1998). 12 Kossok, Entrevista, 1992, p. 2. La discrepancia se pone de manifiesto cuando se rememoran las dos vivencias claves que acosaron al joven. Los vigilantes polacos del campo mostraron a los refugiados internados sus números de la prisión de Auschwitz. Solo empleando la violencia contra esos vigilantes, el chico de dieciséis años consiguió salvar a su madre de una muerte segura en el barracón de enfermos de tifus del campo. (Kossok, Entrevista, 1992, p. 11). 13 Sobre su biografía cfr. Markov (1989).
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en una época distinta, la época del Imperio de los Habsburgo, el cual abarcaba innumerables pueblos muy diferentes y pertenecía por ello a una generación cosmopolita que sentó las bases de una abstinencia de euforia ante una historia enfocada hacia la idea de lo nacional. Las «nuevas tendencias de un nuevo nacionalismo»,14 que surgieron después de 1990, le alarmaron sobre todo porque señalaban que se había desplomado el marco de protección discursivo en el que en la República Democrática Alemana (donde también se veneraba lo prusiano) se cultivaba el internacionalismo y en el que hasta entonces se había podido lograr una supresión de lo nacional. Desde este trasfondo de huida e internamiento, la posibilidad finalmente de asistir con normalidad a la escuela y poder aprender una profesión en la zona soviética resultó para él algo extraordinario. Hasta 1950 visitó Manfred Kossok la escuela superior de Hoyerswerda, donde a los veinte años aprobó el bachillerato. Se le ofrecía ahora la única posibilidad existente para una persona en situación desesperada que había perdido su lugar de origen de ascender socialmente a través de su formación intelectual. De 1950 a 1954 estudió historia, filosofía y germánicas en la Universidad de Leipzig, caracterizada en esa época por tener a un grupo de profesores de gran brillantez, que en parte habían regresado del exilio o provenían de las cárceles nazis. No faltan por ello en sus recuerdos estudiantiles las alusiones al filósofo Ernst Bloch, a los germanistas Hans Mayer, Theodor Frings y Hermann August Korff, y a los historiadores Walter Markov, Heinrich Sproemberg o Ernst Engelberg, que son citados también en muchos diarios de estudiantes de esta época. Dichos profesores personificaban la integridad moral como enemigos del derrocado régimen nazi, y ello, sumado a su competencia profesional, hacía que muchos estudiantes de las facultades de humanidades y ciencias sociales no solo les trataran con respeto, sino que les tributaran veneración. Los profesores estaban de su parte, sobre todo defendiéndolos de la acusación de que a los estudiantes de las capas sociales bajas se les privilegiase inútilmente, y lucharon contra este prejuicio exigiendo de los estudiantes rendimientos extraordinarios. La unión con la personalidad y la experiencia de vida de estos profesores, más que la materia académica que transmitían, hacía que sus clases fuesen interesantes. La rica discrepancia de crite 14 Kossok, Entrevista, 1992, p. 4.
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rios y al mismo tiempo las coaliciones interdisciplinarias cambiantes contribuían a que los estudiantes desarrollasen su propia opinión en el amplio estudio de la literatura, de tal manera que, como señalaba Kossok, «yo por lo general no asistía más que a unas diez horas de clases por semana, y el resto trabajaba por mi cuenta en la biblioteca».15 Fue decisivo para Manfred Kossok su primer encuentro con su profesor más importante, Walter Markov, quien le nombró su asistente en el segundo año de carrera. El profundo respeto que sentía Kossok por la experiencia política y científica de Markov se unía a la concordancia en su entusiasmo por la historia universal y por la ética de trabajo, en la que predominaba la disposición de rendimiento por la ciencia. Walter Markov, después de pasar diez años en la cárcel de Siegburg acusado de haber creado un grupo de resistencia contra el gobierno nazi y de intentar vanamente un nuevo comienzo como profesor en la Universidad de Bonn, llegó en 1945 a Leipzig, donde realizó la habilitación,16 en el semestre de invierno de 1946-1947, entre otros, con el profesor Hans Freyer, con un estudio sobre la diplomacia en los países balcánicos.17 Tras la destitución de Freyer, se hizo cargo del famoso Instituto Lamprecht de Cultura e Historia Universal. Con el medievalista Heinrich Sproemberg, que ocupó la cátedra de Leipzig en 1948, compartió Markov innumerables convicciones en cuestiones básicas de la ciencia histórica; de ahí su entusiasmo por una historia social que siguiera el ejemplo de los Annales franceses de Marc Bloch y Lucien Febvre, y que contribuyera a superar la desafortunada tradición del historicismo que en Alemania se centraba en la política nacional y en la nación. Resultado de esa mutua colaboración fue la creación en la República Democrática Alemana del grupo de trabajo llamado «Círculo histórico hanseático», en el que la historia social superior comparada encontró su foro.18 15 Kossok, Entrevista, 1988, p. 22. 16 Examen previo para poder ocupar el puesto de profesor universitario. [N. del T.]. 17 Markov (1999). 18 Kossok recibió de la Sociedad Histórica, entre otras cosas, una beca por valor de 100 marcos alemanes para estudiar en el Archivo de Bremen. Publicó numerosos trabajos de investigación en diversas revistas de la Sociedad. Esta, que estaba especializada propiamente en la investigación del mar del Norte y del mar Báltico, logró por la repercusión de la Escuela de Leipzig una apertura de innovación «atlántica».
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El marxismo tenía que ser capaz de demostrar su eficacia como ciencia histórica entre los diversos paradigmas científicos existentes que competían entre sí; el intento de demostrar la supremacía del marxismo sin tener en cuenta, analizándolas, otras posiciones intelectuales históricas (a lo que Markov llama incesto), o por medio de postulados de supremacía no contrastados, acabaría arruinándolo. En esta apreciación coincidió no solo con Sproemberg, sino también con colegas de otros departamentos como el romanista Werner Krauss, que había favorecido la llegada a Leipzig de Markov como profesor, y con el que posteriormente mantuvo una fructífera colaboración en temas de historia de la Ilustración francesa y de la historia cultural de España y de Latinoamérica; historia en la que muy pronto participó también Kossok. Este era el panorama intelectual con el que Manfred Kossok se encontró durante sus estudios en Leipzig, al mismo tiempo que colaboraba con la cátedra de Walter Markov. Después de la exclusión de Markov del Partido Comunista de la República Democrática Alemana (SED) en 1951, bajo la absurda acusación de «titoísmo», se le privó por motivos políticos de dedicarse también a su primera especialidad, que era la investigación sobre el sureste de Europa. En la búsqueda de la creación de un nuevo perfil propio de su instituto encontró un campo adecuado de investigación en los movimientos emancipatorios de los países extraeuropeos, y con una rapidez increíble creó, echando mano de un grupo de estudiantes y de jóvenes que realizaban su doctorado, un equipo de investigación entusiasta que tomó como punto importante de investigación el análisis histórico comparado de los sistemas coloniales. Kossok, el más joven del grupo, recibió, en el irremediable «reparto del mundo» en 1952, el área de investigación de Sudamérica, ya que se consideró que era la persona del grupo capaz de aprender con mayor rapidez una lengua extranjera.
Latinoamérica y sus relaciones con Europa Los documentos sobre Latinoamérica son ante todo estudios empíricos basados en innumerables fuentes históricas de los archivos y reflexiones teóricas en su relación con la historia política y social. Se los puede agrupar a grandes rasgos en tres apartados. En primer lugar, Manfred Kossok se dedicó a estudiar la estructura social del Imperio colonial español y portugués y la historia del movimien-
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to de independencia de la América española. A ello siguieron estudios de historia económica y de relaciones, que en su esencia se basaban en el análisis del material de actas del archivo secreto del Estado prusiano, como por ejemplo el artículo sobre «La importancia del mercado colonial hispanoamericano en el comercio textil a finales del siglo xviii y a comienzos del siglo xix».19 Estos dos grupos de problemas tomados en conjunto se reflejan en el examen que realizó para su admisión en el cuerpo docente universitario sobre el tema «Al amparo de la Santa Alianza. Alemania y Latinoamérica, de 1815 a 1830».20 A ello se añadieron finalmente investigaciones de historia contemporánea que analizaban, por un lado, las relaciones del nacionalsocialismo con los Estados de Latinoamérica, y, por otro, la importancia de determinadas instituciones como el Ejército y la Iglesia para la estabilidad política de las dictaduras de Sudamérica en el segundo tercio del siglo xx, y el carácter marxista de los movimientos de liberación nacional (Mariátegui), así como el papel desempeñado por la religión (teología de la liberación). Como consecuencia del gran proyecto que se propuso de elaborar una historia comparada de la explotación colonial, se adelantó en su investigación a sus coetáneos que investigaban sobre Asia y África. El libro que tenía planeado con el título Manual de historia colonial comparada nunca lo terminó.21 «La visión de conjunto sobre el sistema colonial español»,22 que sirvió como borrador para la parte sobre la América española y como una especie de modelo para todo el trabajo, aparece por esa razón como un tema por sí solo y sirvió como base para la tesis doctoral de Kossok, que lleva por título El Virreinato del Río de la Plata. Su estructura económicosocial, de la que aparecieron en Argentina una gran cantidad de nuevas ediciones.23 Curiosamente, la concepción de ese trabajo está muy influida en su temática profesional por un científico que nunca fue marxista, Richard 19 Kossok (1961b). 20 Kossok (1964b). 21 Zeuske (1993). 22 En Kossok y Markov (1955-56) y Kossok (2002a: vol. 1, 1-94). Durante mucho tiempo, se utilizó la documentación como material didáctico en la Universidad Libre de Berlín y en la Sorbona. 23 Primera edición: Buenos Aires, 1959; tercera edición: Buenos Aires, 1988.
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Konetzke, el primer catedrático alemán de Historia de España y Latinoamérica de la Universidad de Colonia.24 Kossok visitó en varias ocasiones a Konetzke y en 1956 realizó con él una especie de estudio complementario. La entrevista entre ambos la preparó Markov, que había conocido a Konetzke en el X Congreso Internacional de Historiadores en Roma en 1955. Konetzke trabajaba en esa época en la recopilación de fuentes históricosociales, trabajo que llevó por título Colección de documentos para la historia de la formación social de Hispanoamérica, 1493-1810.25 La tesis doctoral de Kossok se halla, así, influida por partida doble: por un historiador universal de Leipzig de explícita argumentación marxista y por otro historiador social más bien políticamente conservador de Colonia; finalmente, se completó con las polémicas que ambos mantuvieron con la Escuela francesa de Annales, representada por Fernand Braudel, Pierre Chaunu y Ernest Labrousse. Se realizó a escala regional un modelo de historiografía histórico-social que partía, en primer lugar, de una investigación cuantitativa de cada uno de los grupos y clases, pero que también analizaba la impronta capitalista primigenia de las instituciones españolas. La dificultad principal de esta historia social, que intentaba corregir las descripciones impresionistas anteriores mediante el análisis de gran cantidad de material, se daba sobre todo para el periodo del comienzo de la Edad Moderna en la cuestión de la relación entre las definiciones coetáneas de los grupos sociales y de aquellas categorías analíticas (bien sean clases sociales, sectores de población o conjunto de grupos profesionales en general) que debían permitir una comparación de casos particulares locales y regionales. En el campo de investigación que había elegido Manfred Kossok se agravó esta problemática todavía más a causa de la dificultad que hubo en los procesos de formación de clases y la modelación colonial de la sociedad, de tal manera que la formación del concepto y su interpretación convincente oscilaban entre la preferencia por descripciones detalladas de las coyunturas existentes y por una cautelosa aplicación de categorías euro 24 Kahle (1981). 25 Kahle y Pietschmann (eds.) (1983). Artículos coregidos por Konetzke en Lateinamerikanische Forschurgen (Colonia/Viena), vol. 10, 1983. Konetzke publicó el primer volumen (1493-1592) de esta obra actualizada de la historia colonial en 1953 en Madrid; el segundo volumen (1593-1690) estuvo preparado hacia 1956 y se publicó en 1958, también en Madrid.
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peas. El componente histórico-social, que se encontraba todavía en una fase experimental, se vio confrontado con un paradigma, tanto ahora como antes dominante, que se centraba en una historia política y una historia militar. El haber logrado la anexión a la corriente historiográfica entonces dominante, dado su potencial de innovación, supuso un gran mérito digno de elogio que se plasmó pronto en el concepto «Escuela de Leipzig» de Walter Markov. No se debe olvidar que esto sucedió en un periodo en el que la ciencia histórica de Alemania occidental estaba dominada especialmente por Gerhard Ritter, que reaccionó enérgicamente contra una historia social de influencia francesa sospechosa de marxismo.26 El intento de Kossok de relacionar las estructuras profesionales contemporáneas de estamentos, castas y «razas» con las categorías entonces (1957) modernas marxistas de clases, de explotación colonial y de las relativas a los medios de producción fue un trabajo de vanguardia que fundamentó su fama entre los intelectuales críticos de izquierda, sobre todo en Argentina, Uruguay y Chile, pero también en Perú, Colombia y México. Tras su doctorado se dedicó al estudio de las actas que al final de la guerra se trasladaron del antiguo archivo secreto del Estado prusiano con sede en Berlín al archivo central de la pequeña ciudad de Merseburg, junto a Halle. Estos documentos hicieron de la ciudad de Merseburg un centro importante de investigación histórico-social y económica, incluso para investigadores de Alemania occidental que se especializaron sobre todo en el tema del fomento del comercio y la manufactura prusianos y en el comercio atlántico, como lo demuestran los trabajos de H. Kellenbenz,27 R. Engelsing y H. Kirsch.28 Aparte de los trabajos realizados en los archivos de Hamburgo, Bremen y Viena, Kossok fue un estudioso permanente de las actas prusianas y enlazó un tema clásico europeo de 26 Véase un resumen en Schöttler (1994). 27 Según información de Didczuneit (1993: 118). H. Kellenbenz intentó conseguir una cátedra en Leipzig y dio conferencias periódicamente entre 1954 y 1957 en su Universidad: «Die Beziehungen der iberischen Halbinsel zu den skandinavischen Ländern» (10 de abril de 1954); «Der internationale Kupfer- und Eisenmarkt in der ersten Hälfte des 17. Jahrhunderts und die große Politik» (11 de abril de 1954); «Die Beziehungen der Niederlande zur iberischen Halbinsel» (19 de febrero de 1955); «Venedig: Stadt, Staat und Handelsmacht» (10 de febrero de 1956); «Bäuerliches Unternehmertum» y «Zur Geschichte Skandinaviens» (1-2 de marzo de 1957). 28 Engelsing (1959); Kirsch (1959).
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historia diplomática y política, el de la repercusión de la Santa Alianza, con otro igualmente clásico de carácter histórico-político de la historiografía española-americana, el de movimiento de independencia de la América española. Por cierto, él completó este tema con un análisis de los intereses económicos de Prusia. Kossok había plasmado ya en el artículo sobre «Clase burguesa colonial y revolución» (1958) argumentos básicos respecto a los movimientos de independencia de la América española y su caracterización como una revolución burguesa inacabada. Los diversos puntos de investigación sobre historia económica y social realizados con motivo de su habilitación, publicados en 1963, tenían como base de referencia su obra sobre «La importancia del mercado colonial español-americano para el comercio textil prusiano», a la que siguió un nuevo análisis de las fuentes sobre los esfuerzos prusianos en el comercio atlántico. Como consecuencia de ello, ganó la historia contemporánea una gran importancia.29 Tras los correspondientes estudios preparatorios en el Instituto de Leipzig,30 se organizó una conferencia políticamente muy relevante, que se celebró del 5 al 18 de abril de 1961, sobre neocolonialismo y la política de los dos Estados alemanes.31 Dicha conferencia impulsó la creación de un centro de investigación que debería lograr el cambio de los antiguos institutos científicos sobre Oriente, África y Asia, que adoptaban un punto de vista filológico, en una nueva area studies que estuviese basada en un punto de vista científico-social. Manfred Kossok realizó en 1962 el viaje más largo que haría a Sudamérica, donde ejerció su actividad docente e investigó sobre todo en las universidades de Chile y Uruguay. Al mismo tiempo, entabló amistad con activos intelectuales de izquierda, que esperaban obtener de la investigación histórica los fundamentos precisos para una estrategia con la que poder reaccionar adecuadamente a las especiales condiciones político-sociales y culturales de sus países, en su labor por terminar con la dictadura y explotación colonial.32 A esta tarea ayudaron tanto las visiones panorámicas bibliográficas 29 Kossok (1962b, 1964c y 1966c). 30 Markov (1959). Cfr. también el protocolo del congreso sobre la historia moderna y contemporánea de África (17 y 18 de abril de 1959), en WZ der KMU, GSR, 4(8), pp. 589-630. 31 Véase Markov (1961). 32 Información detallada sobre las experiencias in situ, en Kossok (1964a).
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detalladas del origen de la apologética colonial33 como la documentación en la que se mostraba el compromiso de Alemania en el Tercer Mundo en la época del nacionalsocialismo.34 Se puso, no obstante, de manifiesto que las conferencias en las que se trataba de comparar los movimientos anticoloniales en Asia, África y Latinoamérica, concebidas como un complemento del potencial existente en la Escuela de Leipzig, cada vez con más vigor se intentaban dirigir desde Berlín, donde, siguiendo la nueva línea política, se procuraba concentrar la vida científica de Alemania del Este. Así, y dentro de ese contexto, la conferencia sobre «El papel que desempeñó el ejército»,35 concebida y preparada por el Instituto de Historia Universal de Leipzig, se celebró en 1966 en Berlín. Tanto la conferencia de 1961 como las siguientes tenían como tarea intentar activamente una nueva orientación de la investigación que se realizaba en Leipzig, centrándola en problemas de nuestro tiempo actual. En la obra sobre Latinoamérica de Kossok hay huellas de esa nueva orientación, que, por cierto, respondía muy bien a sus intereses políticos respecto a Latinoamérica, reflejados en su gran trabajo de investigación titulado «Iglesia y Ejército. Sobre la crisis de las instituciones tradicionales de poder en Latinoamérica».36 Sus propuestas fueron adoptadas posteriormente por otros investigadores en sus análisis de las «revoluciones del Ejército» desde Egipto hasta Guatemala y Cuba. Lo mismo se puede decir de sus estudios respecto al papel que ha desempeñado la Iglesia en Latinoamérica.
Historia comparada de la revolución como teoría básica y praxis historiográfica empírica: de finales de los años sesenta hasta el comienzo de los ochenta Los intentos de desarrollar e institucionalizar la investigación comparada del colonialismo y anticolonialismo como base de un nuevo concepto 33 Información detallada sobre las experiencias in situ, en Kossok (1964a). 34 Kossok (1962a). 35 El material didáctico no se editó como libro. Algunos artículos sueltos se publicaron de forma hectográfica. Kossok (1966d). 36 Kossok (1972b).
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de historia universal fracasaron como consecuencia de la reforma universitaria de la Alemania del Este a finales de los sesenta. Las causas de ello fueron diversas y se pueden encontrar tanto en la situación política como en las corrientes que tendían a una especialización de las ciencias regionales. La siguiente fase en el desarrollo científico de Manfred Kossok se centró, así, en el intento de un nuevo arranque científico que consistía en aplicar la historia comparativa a un determinado tema central del desarrollo social en el mundo moderno. El proyecto de una historia comparada de la revolución hizo de Kossok un teórico del cambio político de renombre internacional que tenía en la reflexión del mundo atlántico su base empírica, estando, no obstante, abierto a elaborar otros temas desde el punto de vista de una cooperación global. El primer volumen, al que siguieron otros diez, de la serie «Estudios sobre la historia de la revolución», que por el carácter internacional de sus diversos autores sobrepasaba el marco ordinario de la Alemania del Este, era una obra de carácter integrador que abarcaba tanto la historia del mundo antiguo como la investigación de comienzos de la Edad Moderna, incluyendo también la historia social de la clase obrera, el movimiento obrero en Alemania y la historia de la República Democrática Alemana y de los países del Este de Europa. La primera fase de desarrollo y al mismo tiempo de formación de este proyecto abarca desde 1969 hasta 1974, año en que Markov pasó a ser profesor emérito y estuvo unido de nuevo a la celebración de un congreso internacional sobre movimientos populares en el ciclo de la revolución burguesa.37 En esta época se elaboró un concepto teórico y metodológico al que contribuyeron no solo el grupo específico de investigación de este tema, sino también un gran número de personas interesadas de otras instituciones, creándose básicamente el marco adecuado tanto en contenido como en organización de futuros trabajos de investigación. Los volúmenes de las conferencias celebradas entre 1969 y 1974 inauguraron la serie titulada «Estudios sobre la historia de la revolución», en la que se publicaron predominantemente volúmenes temáticos y material de los congresos internacionales del grupo de investigación. Al mismo tiempo, se creó un 37 Kossok (ed.) (1976b).
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círculo de investigación que se reunía mensualmente y que perduró de forma regular hasta finales de los años ochenta, y agrupó tanto a especialistas de las diversas disciplinas académicas e instituciones de las universidades como a la Academia de Ciencias de la Alemania del Este, abriéndose así un lugar de reflexión con innumerables ponentes extranjeros.38 A partir de 1974, bajo la única dirección de Kossok pero siempre en colaboración con Markov, se inició una segunda fase de consolidación, complemento y ampliación en el terreno práctico de investigación, que abarcó desde 1974 hasta la aparición en 1982 del libro de texto realizado en equipo con el título Revoluciones de la Edad Moderna. En 1976 se creó con este motivo el Centro Interdisciplinario para la Investigación Comparada de la Revolución, como fundación central de la Universidad de Leipzig, cuya dirección se encomendó a Manfred Kossok.39 Todas estas innumerables actividades estuvieron marcadas, por lo menos desde la segunda mitad de los años setenta, por las dificultades especiales que surgieron debido a una complicada enfermedad que ocasionó una difícil situación personal. La grave dolencia renal, que tuvo su origen en el periodo inmediato de la posguerra, fue la causa de dos intentos de trasplante de riñón que le tuvieron sujeto en la cama del hospital muchos meses durante 1983 y 1985. El fracaso de las operaciones hizo que Manfred Kossok tuviese que acudir tres veces por semana a realizar diálisis. Esto supuso para él un régimen de trabajo riguroso: tres medios días por semana se dedicaba Kossok a sus tareas de dirección del instituto y a sus funciones en el Departamento de Ciencia, que contaba entre diez y doce colaboradores, y en el que Kossok era responsable de las áreas del profesorado, investigación y formación de nuevas promociones dentro del marco de la historia general que abarcaba de 1500 a 1917. Por la tarde acudía al hospital y se dedicaba a escribir temas cortos. Los días que no acudía al hospital los dedicaba a trabajar más extensamente. Aunque parezca paradójico, la difícil enfermedad aseguró a Kossok condiciones de eficiencia para su trabajo que a otros les fue negada. El fun 38 Para una relación completa de todas las conferencias y publicaciones cfr. Baer (1987). 39 Sobre las cuestiones teórico-metodológicas, Kossok (ed.) (1988a).
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cionamiento eficaz de la secretaría del instituto y la buena dotación del Centro Interdisciplinario para la Investigación Comparada de la Revolución le facilitaron una producción científica extraordinaria. Los trabajos de investigación de Kossok relativos a la historia contemporánea de la revolución de la Edad Moderna que abarcan el periodo de 1969 hasta su muerte en 1993 documentan, tomando como ejemplo el caso de Latinoamérica y España, el desarrollo de un concepto práctico de investigación, de una historia comparada de la revolución realizado desde un punto de vista metodológico-teórico que debería ser deslindado de aquellos trabajos científicos que tratan de ofrecer simplemente una rápida formulación de la teoría de la revolución. En las disputas internas que se dieron sobre el sistema científico de la República Democrática Alemana se formuló la supremacía de una investigación histórica concreta de formación autónoma en su teoría y concepto frente a las abstractas discusiones filosóficas que tenían lugar dentro de la doctrina del marxismo-leninismo, así como también su deslindamiento de los modelos de revolución enfocados desde el punto de vista científico-social, como se hacía en el mundo occidental. Desde un punto de vista conceptual, ocupa un puesto importante la introducción, realizada en 1974 junto con Markov, a los «Estudios sobre la historia comparada de la revolución de la Edad Moderna», ya que supuso un intento de que se tomasen los innumerables textos de Marx y Lenin, que en la República Democrática Alemana tenían el estatus de ciencia canónica, como planteamientos heurísticos para investigaciones empíricas. La teoría no debía ser fin sino medio de la investigación histórica concreta. Incluso la significación histórica de la revolución modelo «francesa» de 1789 y de las tres revoluciones que tuvieron lugar en el eje formado por Holanda-Inglaterra y Francia fue concebida como una irrupción decisiva y, consecuentemente, como un desarrollo típico, pero no como un modelo que debieran seguir otros países y procesos. Los puntos esenciales de investigación de Kossok, es decir, Latinoamérica y España, exigieron una reflexión comparativa sumamente especial. Aquí se planteó, junto al problema científico general, la cuestión práctica de cómo podrían ser definidas las culturas «no europeas» y la relación de mezcla entre elementos indígenas, afroamericanos y coloniales. La problemática general se volvía rápidamente virulenta, sobre todo en los casos, por ejemplo, de la revolu-
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ción de esclavos en Santo Domingo y en el Haití independiente, que cae profundamente hasta convertirse en el asilo de pobres del Nuevo Mundo; o bien en cuestiones sobre formas de violencia atávicas o en la participación, «aunque en la mayoría de los casos se trata de una carencia de participación», de las «masas» indias, mulatas y mestizas en las revoluciones de carácter burgués y en su relación con los dirigentes criollos de la revolución. Para España se puede aplicar lo mismo respecto al complejo problema de la «revolución burguesa» y de la «sustitución institucional de la hegemonía» por medio del ejército, así como respecto al largo ciclo de las revoluciones liberales del siglo xix. Del rechazo de un modelo general de revolución se deduce la necesidad de desarrollar una tipología más diferenciada. Kossok recurrió para ello a los periodos o etapas que atraviesa el capitalismo en un estadio preindustrial y en un estadio industrial, ya que ambos se diferencian según sus configuraciones sociales, y esto tendría consecuencias para la predisposición de cada uno de los grupos de intervenir en una revolución de carácter burgués para lograr lo que fuese posible de alcanzar. El periodo que alcanza hasta comienzos de los años ochenta estuvo dedicado ante todo a la reflexión de las diversas clases de revoluciones burguesas; posteriormente se dedicó a investigar si los grandes cambios revolucionarios contribuyeron en resumidas cuentas a un modelo predominantemente cuantitativo de transformación social. Kossok hizo aquí referencia a las observaciones de Marx, que diferencia en sus escritos dos modelos en la formación del capitalismo, uno de carácter conservador y otro revolucionario, en sus reflexiones sobre los caminos revolucionarios o reformistas de los cambios burgueses, así como también en los pensamientos de Lenin, dentro de su análisis de los diferentes caminos (prusiano y americano) que condujeron al capitalismo agrario. Con ello introduce Kossok esta explosiva cuestión en las discusiones especializadas sobre el tema en la Alemania del Este. Al incluir las revoluciones dentro de largos procesos de transformación, amplió su visión a nuevos fenómenos históricos, como la aparición histórica del absolutismo, las revoluciones agrarias y las trasformaciones culturales en relación con la política. Al intentar aunar todos estos diversos problemas tanto en el marco español-iberoamericano como de la Europa occidental a través de análisis de casos concretos y de reflexiones, compa-
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rando prototipos determinados, y, por otra parte, a través de la organización de una consecuente cooperación, Kossok creó en pocos años en Leipzig un núcleo de investigación de historia universal que abarcaba de finales del siglo xvii hasta comienzos del xx.40 Kossok desarrolló a tal fin un sistema de categorías41 que diferenciaba sistemáticamente. En primer lugar, se estableció una reflexión diacrónica. Para ello se sirvió sobre todo del concepto «ciclo de la revolución», que dimana de Lenin y que ya había adoptado en 1969 de manera pragmática en un artículo sobre las revoluciones españolas. De este modo delimitó la progresiva cohesión histórica de diversas fases de la revolución, restauración y reforma en la transición del feudalismo al capitalismo, y de la formación de la sociedad burguesa a un determinado país o a una determinada región del mundo; lo hizo, por un lado, en un marco nacional para Francia, España o Alemania, y, por otro, a nivel internacional para Europa, Latinoamérica, etc. En segundo lugar, se actuó en un análisis más sincronizado, comparando perfiles en un periodo determinado (por ejemplo, el comienzo del siglo xvi o los periodos 1789-1815, 1830, 1848-1849, 1905-1917) y en determinadas regiones en las que simultáneamente se daban diferentes estadios de desarrollo del capitalismo (lo que Marx llama «coincidencia de lo no coincidente», en los procesos de revolución que se analizan, según la relación de factores internos y externos, del «centro» y de la «periferia»). De esta manera se logró establecer una relación de contenido en procesos tan diferentes como el levantamiento de los comuneros y las germanías en España, en 1520-1521; la reforma protestante alemana, incluida la guerra de campesinos; la revolución en Holanda del siglo xvi, que estuvo unida a una lucha externa de independencia; las lejanas repercusiones de 1789 en Europa central y del Este; los movimientos revolucionarios anticoloniales en América (en 1776 y de 1790 a 1898), así como las heterogéneas características regionales de la revolución de 1848-1849 (considerada como la «revolución europea»). 40 Esta visión histórica mundial la amplió Kossok con motivo de la conmemoración del año 1492 en una presentación transversal de los acontecimientos europeos y extraeuropeos del comienzo de la Edad Moderna. Kossok (1992b). 41 Cfr. Kossok y Küttler (1988).
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En tercer lugar, fueron analizados desde un punto de vista sistemático problemas parciales de los grandes cambios burgueses-capitalistas tanto desde el punto de vista estructural (en economía-política y cultura) como también respecto a las personas que los dirigen (como, por ejemplo, la cuestión de la hegemonía, las personalidades, el papel que juega la burguesía, los movimientos populares de campesinos y de obreros). Con ello la historia de la revolución comparada adquirió criterios tanto para analizar el lugar histórico y el grado de madurez de una revolución como para apreciar las alternativas y las situaciones de toma de decisión, por ejemplo, en el comportamiento de la burguesía, de la democracia de los pequeños burgueses, de los campesinos y de los trabajadores de la manufactura o industriales. La primera síntesis compilada en conjunto en 1982, a pesar de la gran diferencia existente en los originales de cada uno de los autores, se ajustaba con bastante consistencia a la lista de cuestiones y preguntas que se había formulado ya al comienzo de los años setenta, y tras la que se escondía el concepto ahora completamente elaborado. Este análisis histórico de la revolución y de su formación ya se hallaba implícitamente en la polémica con la política de las sociedades de los Estados socialistas, que se consideraban a sí mismos como revolucionarios, si bien las revoluciones y las formaciones sociales del socialismo realmente existente no fueron de momento, ni en lo empírico ni en su concepción, tenidos en cuenta explícitamente por Kossok. En el debate de los movimientos de liberación y revoluciones en el llamado Tercer Mundo, la cuestión sobre la diferencia entre revoluciones burguesas o marxistas desempeñó un papel ciertamente muy importante que seguía irritando a los partidarios de interpretaciones tradicionales ortodoxas. La investigación comparada de la revolución, en la que se encuadraba la investigación de Kossok en los años setenta y ochenta, fue uno de los temas principales del Congreso Internacional de Historiadores que se celebró en 1975 en San Francisco, y fue muy controvertida en los debates de historiadores del Este y del Oeste de la época, pues tocó el nervio tanto de la propia interpretación que hacía el régimen socialista como de la discusión sobre las posibilidades de lograr un cambio fundamental de la sociedad por vía revolucionaria. Incluso encontró eco en una gran parte de la corriente que deseaba más investigación de carácter comparativo y que correspondía al deseo creciente de prestar más atención a los procesos tras-
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nacionales.42 Por eso, no resulta extraño que el Centro de Investigación de Leipzig, bajo la dirección de Kossok, pudiese aportar resultados que fueron muy discutidos internacionalmente. No obstante, estos conocimientos científicos se vieron afectados por la percepción distorsionada que trajo consigo la Guerra Fría, ya que los resultados científicos fueron considerados ante todo como posicionamientos políticos, a pesar de que significaban precisamente una liberación de las tesis que provenían no de una investigación empírica sino de convicciones políticas. Esta liberación no logró un éxito consecuente porque el grupo de trabajo de Manfred Kossok renunció a aplicar expresamente sus conocimientos a su propia sociedad. La consideración del desarrollo histórico en la interpretación de la revolución tuvo una gran fuerza explosiva; se habría manifestado mucho antes, y los conflictos que se hubiesen formado alrededor de este proyecto de la historia comparada de la revolución habrían abarcado con seguridad otros círculos.
Crisis del paradigma y búsqueda de soluciones: De la primera mitad de los años ochenta hasta 1993 A principios de los ochenta la historia comparada de la revolución, que en la década anterior se había experimentado en forma de estudio de casos individuales de cada país y de revoluciones,43 o siguiendo un modelo por él desarrollado que había resultado de una comparación sistemática entre diversos casos según el cual se podía interpretar la dinámica de las revoluciones, entró en un estadio de conclusiones sintéticas. Estas se plasmaron en el manual titulado Revoluciones de la Edad Moderna 1500-1917 y en el libro de texto universitario Historia general de la Edad Moderna 1500-1917. Se tenía la impresión de que comenzaba «una nueva etapa de trabajo».44 Al principio dominaba todavía la idea de una simple ampliación lineal del es 42 Sobre esto cfr. Kaelble (1999). 43 En general, esto concernía al movimiento popular (1976), al movimiento de los campesinos (1979) y, posteriormente, también a los «componentes proletarios» (1984). Pronto se vio que el propio portador de las revoluciones modernas en este modelo, es decir, la burguesía —como también los enemigos de los revolucionarios— no había sido considerada de forma más detallada. 44 Kossok (ed.) (1982: 7).
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tado de discusión ya logrado tras aceptar en su exposición otras revoluciones, lo que no solo afecta a la parte cuantitativa sino también a la cualitativa, es decir, al cuadro general de la historia de la revolución moderna.45 Pero muy pronto se puso de manifiesto que las restricciones que el régimen político imponía a la ciencia respecto a la posibilidad de viajar, a la asistencia a los debates internacionales y a la amplia discusión de epistemologías alternativas, afectó a la nueva generación científica, de tal manera que apenas se disponía de medios de investigación ni siquiera para una pequeña y precavida ampliación de la agenda de trabajo. Los síntomas de crisis en cuanto a su contenido aún se hicieron sentir con más fuerza en cuestiones apremiantes relativas a la historia de la revolución del siglo xx que se manifestaron dentro del contexto de los preparativos de la celebración del 200 aniversario de la Revolución francesa. Así como la crisis del sistema soviético, que se puso de manifiesto en la agonía de la era Breznev y en el espíritu de apertura de la perestroika, propició un debate sobre la naturaleza de las revoluciones «socialistas» y del orden político derivado de ellas, se plantearon ahora cuestiones sobre las consecuencias de esta nueva valoración de las revoluciones acaecidas en tiempos pasados y de las revoluciones en África, Asia y Latinoamérica. El paradigma marxista-leninista mostró incluso en sus versiones científicas internas, que eran flexibles a la crítica, claras huellas de agotamiento. Se tenía la impresión de que las cuestiones o preguntas que se habían manifestado como carentes de una respuesta adecuada tampoco se podían ya responder de la manera habitual tradicional. La conmemoración en 1989 del 200 aniversario de la Revolución francesa se convirtió en campo de ensayo de nuevas soluciones. Fue sobre todo François Furet quien con sus tesis puso en duda la imagen que de la Revolución francesa se tenía normalmente. Los aspectos que el historiador francés aportó en sus trabajos mostraron poca coherencia, pero atacó en muchos casos de manera extremadamente eficaz puntos débiles de la interpretación inspirada en los principios marxistas. La idea de dérapage, es decir, de la inseguridad en que incurrió la Revolución francesa cuando abandonó la senda del compromiso liberal-conservador en 1792 y los jacobinos 45 Kossok (ed.) (1982: 10).
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ocuparon este campo, todavía se podía rechazar fácilmente indicando que este argumento provenía de la antigua interpretación liberal del concepto de revolución del siglo xix, que no prometía nuevas comprensiones históricas. De distinta manera se actuó, sin embargo, con la evocación de Furet sobre Alexis de Tocqueville y con la idea de que la Revolución francesa no significa una ruptura sustancial de las estructuras sociales y políticas. Furet extraía de aquí la consecuencia de que la enorme repercusión que tuvo la revolución originó la creencia en una cesura que habrían defendido los mismos contemporáneos de la época: la revolución sería, según esto, un invento debido al deseo maniqueo de una «fuerte maldición» contra los enemigos respectivos.46 Furet puso en tela de juicio que las revoluciones realmente pudieran ser explicadas desde unas previas condiciones estructurales que serían las causas para que actuasen actores históricos con determinados intereses. Sentó con ello los principios de una nueva historia de la argumentación y de la cultura en la historia de la revolución, y sacudió el «objetivismo» incluso de la ciencia histórica marxista como parte integrante de un concepto que sustancialmente se inspiraba tanto en su método como en sus premisas teóricas en la ciencia social. Para la historia comparada de la revolución, las ideas de Furet, consideradas como un importante desafío, contribuyeron a su renovación. Se invitaba con ellas a seguir el camino de investigación que ya habían recorrido en Francia investigadores como Michel Vovelle en sus discusiones con Furet, en el que se trataba de admitir sus sugerencias fundamentadas empíricamente en una historia de las mentalidades en la revolución.47 Con su propuesta de considerar la revolución como un objet froid, un objeto frío, Furet se opuso a la opinión según la cual la revolución posee hasta hoy día una gran importancia y puede ser usada actualmente como modelo de conflictos actuales, y postuló que Francia, a finales del siglo xx, se había liberado por fin de la sugestión de su propia memoria revolucionaria y, a diferencia del siglo xix, había encontrado su enlace con los movimientos reformistas según el modelo anglosajón. 46 Furet (1978). 47 L. Kaplan presenta un balance de los enfrentamientos entre los «furetistas» y los investigadores marxistas en Francia, reunidos en torno al Instituto de Historia de la Revolución francesa: Kaplan (1993).
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Con ello se ponían en entredicho por partida doble principios básicos de la interpretación del concepto de revolución aceptado hasta entonces en la República Democrática Alemana; en primer lugar, al cuestionar la tesis de que el punto álgido de la Revolución francesa se situase en el año 1793, en su relación con el año 1789; y en segundo lugar, consecuentemente, en la relación entre revolución y sociedad burguesa. Asimismo, se ponía también en tela de juicio por la preocupación sobre el futuro del socialismo, al contemplar el abismo existente entre los ideales revolucionarios de 1917 y la deprimente realidad de sus nefastas consecuencias en la crisis de los años ochenta. Ante estos desafíos, Kossok intentó reaccionar tanto a través de un cambio histórico cultural en la interpretación de la revolución como en la atención especial que prestó a las alternativas reformistas en los profundos cambios revolucionarios. Los conceptos de reforma y transformación ganaron cada vez más importancia junto a la propia historia de la revolución,48 y eso tanto en la visión retrospectiva de los fenómenos que impregnan la etapa prerrevolucionaria y del paso al capitalismo en cada país a través de las diversas etapas de toda su prehistoria (prefiguración) como también en la perspectiva o el punto de vista de la calidad de la nueva sociedad. Junto a una tipología de la revolución que él ya había desarrollado, aparecieron ahora los principios de una nueva tipología de reforma, y la reforma puede ser también considerada como forma de cambio de la sociedad, salvaguardando, naturalmente, la supremacía de las revoluciones como la forma más importante de cambio social. La historia de la revolución de la Edad Moderna se convirtió, así, en parte importante de una amplia historia de transformación en la que tanto periodos revolucionarios como no revolucionarios, desde el siglo xvi, estaban cada vez más fuertemente unidos unos con otros y, consecuentemente, se completaban mutuamente. Según la convicción de Kossok, la teoría de la revolución se debía modificar básicamente para plantear y responder a cuestiones como la relación que existe entre revoluciones que se originan «desde abajo» con las 48 Kossok, 1789 und die neuen Alternativen gesellschaftlicher Transformation, Berlín, Akademie-Verlag, 1989.
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reformas y revoluciones originadas «desde arriba», y sobre todo a la cuestión del carácter de la nueva sociedad y de sus estructuras sociales, económicas, políticas y culturales. Después de asentar en el programa de investigación el principio de la dominancia de las revoluciones como «locomotoras de la historia universal», fijó Kossok su punto principal de investigación en cuestiones que abarcan todo el conjunto en el que se desarrolla una revolución, considerando las víctimas y los desarrollos de reforma a largo plazo no únicamente como un proceso de aprendizaje de las revoluciones que ya sucedieron (o para saber evitarlas). No solo hay que tener en cuenta los aspectos negativos que lleva consigo una restauración que recoge de nuevo algunos elementos odiosos de la sociedad antigua u otras formas discrepantes, sino que también se deben considerar como parte genuina integrante del proceso de transición las nuevas situaciones de la sociedad o de su fracaso (así como las víctimas y los desarrollos de reforma a largo plazo). Esa relativización del papel de las revoluciones en el proceso de formación y desarrollo de la sociedad burguesa tuvo su trasfondo en la percepción de la crisis del socialismo realmente existente. Junto a los cauces de transformación examinó Kossok cada vez con más intensidad la relación entre finalidad y realidad, y el estado de tensión entre las «ilusiones heroicas» de los revolucionarios y la normalización de una nueva sociedad posrevolucionaria. Con un trabajo de investigación realizado en 1986 sobre la «ilusión heroica», echó mano principalmente de los primeros escritos de Marx, en los que no se planteaba en absoluto un determinismo económico. Paso a paso se fue distanciando Kossok de una posición según la cual la historia sigue un desarrollo objetivo que debe ser simplemente aceptado. La historiografía de la República Democrática Alemana estuvo largo tiempo de acuerdo con esa posición. Lo que al principio comenzó siendo una innovación importante, en el sentido de que se prestaba atención al papel de las estructuras sociales, se transformó en un inconveniente (en desventaja), ya que no se tuvo en cuenta el papel de la interpretación subjetiva de los sucesos y la acción de las personas. En lugar de ello, se consideró la categoría de la «ilusión heroica» como un fenómeno de unión de capas sociales contra el Antiguo Régimen, que realmente apenas podían ser consideradas como las triunfadoras de la revolución: las categorías marxistas de idea e interés no eran idénticas o coincidentes. Esto explica la dinámica de la revolución, pues esa no identidad de ideas e intereses produjo un exceso de ideas utópicas que no podían ser satisfechas con
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la revolución y que reaparecen, en parte, en subsiguientes movimientos sociales. Kossok interpretó el jacobinismo como «el relevo de guardia más radical dentro del espectro de la hegemonía burguesa», pero que, al mismo tiempo, se enfrentaba a sectores de la burguesía que habían creado la dictadura por un tiempo determinado; dictadura que colindaba con determinados intereses de esa burguesía para mantenerla alzada desde el point of no return y defenderla de los ataques contrarrevolucionarios. La fascinación por la fuerza persuasiva de impulso histórico que mueve la historia de las ideas impregnadas del énfasis revolucionario frente a los intereses «objetivos» abrió la historia de la revolución a una historia de las mentalidades y a una historia intelectual, dos corrientes que hasta entonces apenas se habían afincado en la ciencia histórica de la República Democrática Alemana. El resultado narrativo más importante de tal cambio de concepto no fue ya una obra conjunta, sino un libro individual de fácil comprensión titulado In Tyrannos, que ofrece una visión panorámica histórica de la revolución, escrito para círculos más amplios de lectores y que es en realidad una historia de la revolución y transformación de la Edad Moderna en su conjunto. La reflexión sobre la historia de la revolución que se vio confrontada de repente con la historia real en el año 1989 supuso por ello, ciertamente, una cesura, pero no significó ni el comienzo ni el fin de esa nueva orientación conceptual. A la vista de sus innumerables esfuerzos en los años ochenta es fácil comprender que Manfred Kossok recibió con esperanza la revolución de 1989. Él vio con más claridad que otros que una crítica despiadada del sistema científico de la Alemania del Este, que juzgase también el propio papel que desempeñaba en ese sistema, era requisito indispensable para un nuevo comienzo; asimismo, vio que la aceleración del cambio generacional en la ciencia historiográfica junto con una decidida democratización de sus instituciones eran conditio sine qua non para ello.49 A pesar de su grave enfermedad y de las adversas circunstancias del cambio de las estructuras hasta entonces existentes de la investigación científica y de enseñanza académica, aprovechó los estímulos del cambio social para desarrollar nuevos conceptos y proyectos. 49 Esta visión determinó no solo sus artículos del tiempo de cambio radical, sino también su apoyo en pro de una reestructuración profunda de la sociedad de los historiadores de la República Democrática Alemana y del método de trabajo de la redacción de la ZfG; ambas se plasmaron en los impulsos de reforma en la primavera de 1990.
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Kossok no solo consideró la cesura de 1989 como el fracaso de un modelo concreto de socialismo, sino que, desde una perspectiva cada vez más lejana, percibió en esta cesura con más claridad un importante síntoma de cambios a largo plazo de sociedades modernas capitalistas, frente a los cuales las comprensiones de la historia disponibles, encuadradas dentro de un marco concreto definido, generalmente fallaban. Los actuales cambios sociales mundiales han hecho posible comprender mejor las anteriores revoluciones. Kossok abrió con más fuerza que antes el debate sobre una nueva historiografía mundial e intentó aplicar la problemática de la transformación a los debates de globalidad multipolar y al universalismo occidental.50 La idea de una «revolución global» configuró el nuevo marco de investigación en el que las revoluciones que tuvieron lugar en la Edad Moderna aparecían como ejemplos de un cambio global hacia las actuales perspectivas de transformación. Pero el cuadro de referencia de la «globalización» era completamente distinto del que se tenía en los debates sobre el posmodernismo o en las concepciones neoliberales y neoconservadoras. Kossok polemizó con toda agudeza contra las tendencias que intentaban ignorar completamente las utopías y los grandes bosquejos teóricos, la Ilustración y las ideas progresistas, así como contra las visiones de distintos matices que profetizaban el fin de los tiempos. Precisamente, la multiversalidad y la globalización de los recientes acontecimientos le sirvieron como contrapruebas, pues significaban un gran cambio de la historicidad, no el fin del desarrollo histórico. Volcado en la investigación del marco extraeuropeo, criticó, por un lado, la centralidad europea y americana de las concepciones occidentales e incluso marxistas, mientras que, por otro lado, enlazó con ideas anteriores que había formulado sobre la relación entre el eje central (donde según él se había desarrollado el capitalismo a través de un cambio revolucionario) y la diversidad de los procesos revolucionarios entre la periferia y el centro en la historia de las revoluciones burguesas. Con su tesis sobre la «revolución periférica» se aproximó ahora también al gran campo de investigación histórica, largamente descuidado, sobre las revoluciones del siglo xx. Criticó las llamadas revoluciones socialis 50 Cfr. Geyer (1991).
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tas por su fracaso en lograr la unión con una transformación de la sociedad civil y las estructuras sociales, y destacó que, después de la fase de la «ilusión heroica», se quedaron estancadas en un estadio permanente de «dictadura ininterrumpida», a diferencia de otras revoluciones exitosas de la Edad Moderna que establecieron una dictadura solamente por un tiempo limitado, saliendo de ella tras haberse asegurado los frutos de la revolución. El carácter represivo del gobierno que formaron se explica por su situación periférica en el sistema mundial, que, por otra parte, la ha ido consolidando continuamente. En sus últimas investigaciones intentó Kossok buscar marcos adecuados de interpretación donde pudiese elaborar la experiencia de la revolución de 1989, y no se dio por satisfecho con la mera repetición de una narrativa ya establecida. El papel de Sudamérica dentro del brusco cambio social a nivel mundial y las posibilidades de salir de su marginalidad de siglos le ocuparon tanto como la caída de las estructuras, similar a las imperiales, en Europa del Este y en los Balcanes, que dieron lugar al nacimiento de nuevos movimientos nacionalistas. Contra la tesis de la simple vuelta al programa de una democracia nacional-estatal, nos previno de que los problemas globales del presente presuponen un marco de tratamiento completamente nuevo, incluso para la unión entre libertad y justicia, que hace imposible un sentimiento de satisfacción propia de carácter nacional. El futuro de la ciencia histórica para Kossok solo se puede basar en la intensificación de su orientación histórica global, y no en aferrarse a la historia nacional.
HISTORIA SOCIAL PRECEDENTE, HISTORICISMO MARXISTA Y EL CARÁCTER DE CICLO DE LAS REVOLUCIONES: MANFRED KOSSOK1 Michael Zeuske
Universidad de Colonia
Introducción Latinoamérica y su historia fueron el tema central de la obra de Manfred Kossok. El lugar de su producción científica fue Leipzig. En sus Obras selectas2 los artículos de la historia de Latinoamérica, sobre todo de la antigua América española y de la historia de España, ocupan más de dos terceras partes. La investigación dedicada al mundo iberoamericano ocupa, pues, en la obra de Manfred Kossok un lugar muy amplio. Baste esto como información al comienzo de este trabajo. Fundamentalmente, son dos los puntos clave, que bien podríamos llamar «continentes», que han impregnado la obra de Kossok en Leipzig: Alemania y Latinoamérica a lo largo del siglo xix, así como La revolución y la historia universal en su tipología y teoría. 1 Versión revisada en abril de 2009 de una conferencia pronunciada el 20 de mayo del 2000 en Leipzig bajo el título «Lateinamerika und Spanien im Werk von Manfred Kossok: Vom Brasilenvertrag zur Globalgeschichte-Wege und Arbeitsfelder eines ostdeutschen Historikers». Coloquio científico celebrado con motivo del septuagésimo cumpleaños de Manfred Kossok (Leipzig, 19 y 20 de mayo de 2000). Agradezco a Bern Schröter su lectura crítica y sus sugerencias. 2 Kossok (2000a).
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Un análisis del origen de su obra escrita deberá perfilar disparidades, directrices individuales, a veces desconcertantes, y fases de desarrollo complicadas. Muchos puntos hay que someterlos todavía a una investigación más profunda. En este capítulo no podemos abordar la importancia de los trabajos sobre la historia española y latinoamericana respecto a la tipología y teoría de las revoluciones en la historia universal. Desde la perspectiva de la cantidad de manuscritos aparecidos a partir de su muerte y, en cierto modo, desde un punto de vista retrospectivo a manera de réquiem científico, se puede afirmar con seguridad que los tres apartados «América española y España a finales del siglo xviii y durante el siglo xix», «Alemania y Latinoamérica», así como «Revolución e historia universal», configuran en cierto modo los continentes en un mapa intelectual de la obra de Manfred Kossok.3
Campos de investigación: continentes, islas y archipiélagos Continentes y amplias líneas de investigación Las primeras investigaciones de Manfred Kossok dentro de esos apartados, o, por decirlo así, dentro de aquellos campos de investigación que él elaboró y desarrolló en los archivos, se caracterizaron, mirándolos intelectualmente desde una concepción geográfica del mundo, por dos puntos extremos que estaban muy distantes uno del otro: el Río de la Plata y Prusia (y esto lo llevó a cabo desde Leipzig, donde imperaba el socialismo realmente existente). El horizonte temporal era, ciertamente, el mismo. Se trata de la época entre 1760 y 1830, una época ubicada en un largo periodo transitorio. El tema de las primeras relaciones germano-latinoamericanas lo había elaborado Kossok ya en los archivos europeos. Había realizado igualmente otras investigaciones en archivos europeos sobre el comercio hanseático y sobre la historia de la política y la diplomacia alemana y europea de 1815 a 1830. Según el canon de materias históricas, Kossok se especializó en América y Europa entre 1750 y 1850. Partiendo de estos temas, de los que él 3 Sobre la inclusión institucional, estadística e histórico-social, véase Jessen (1994 y 1999).
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tenía un gran conocimiento por su investigación empírica sobre ambos continentes, se abrió a trabajos de investigación orientados a problemas de carácter histórico-ideológico y teórico, apoyándose en la literatura y a través de la experiencia propia en Uruguay, Argentina y Chile de 1955 a 1965. Investigó primeramente el gran continente latinoamericano, mientras que hasta la realización de su tesis doctoral se había dedicado más bien al imperio colonial español (incluidas las islas Filipinas).4 Kossok se dedicó a la historia de la América española y Latinoamérica principalmente mediante la consulta de trabajos clásicos como el de William Robertson (History of America, 1777) y Guillaume T. Raynal (Histoire des Deux Indes, 1770) para el periodo colonial tardío. Junto al interés por el problema del territorio de La Plata/Argentina, abordó sobre todo el estudio de la NuevaEspaña/México, hasta la revolución, de 1910 a 1940. Kossok amplió su horizonte al resto de Latinoamérica mediante la recepción de la obra de José Carlos Mariátegui, una de las figuras centrales trágicas de un marxismo no dogmático latinoamericano (desde 1963). Kossok aprovechó continuamente las ideas de Humboldt, sobre todo desde la celebración del duocentésimo aniversario del nacimiento de este maestro universal prusiano (1969). La obra de Humboldt Corpus Americanum amplió el horizonte de Kossok a los movimientos de independencia y a la primera historia nacional en Sudamérica fuera de Buenos Aires. Los textos de Simón Bolívar, con motivo de los jubileos en 1980 y 1983, le facilitaron un conocimiento más profundo de la historia de Nueva Granada, de Venezuela y de la Gran Colombia. Aunque antes había publicado algunos trabajos de divulgación científica sobre Cuba, se interesó en su investigación sobre la isla preferentemente desde 1985, y a partir de entonces fue invitado de manera regular a La Habana. Los primeros trabajos de investigación sobre todo el espectro de la historia comparada de la revolución de la América española provinieron ciertamente de un joven historiador cubano, Sergio Guerra Vilaboy.5 Partiendo de los trabajos de Mariátegui y del desarrollo del pensamiento marxista en Latinoamérica, que Kossok había conocido durante su 4 Kossok y Markov (1955-56); Kossok (1966a). 5 Un primer volumen mixto de los escritos de Kossok se publicó en La Habana: Kossok (1989e); Guerra Vilaboy (1993).
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estancia personal en esos lugares, elaboró líneas maestras de investigación sobre la época de los años sesenta y setenta del siglo xx. Este componente sociológico de historia contemporánea en la obra de Kossok se puede ver plasmado en su trilogía Ejército, partidos de reforma e Iglesia en Latinoamérica, y no debe ser desvalorizado.6 Kossok participó también en los debates internacionales de la izquierda latinoamericana sobre «el feudalismo o capitalismo en la historia colonial de Latinoamérica»,7 si bien lo hizo en calidad de historiador e intentando historificar estos debates; en su obra los debates aparecen estrechamente unidos a sus trabajos sobre el lugar histórico y la naturaleza del absolutismo español.8 Partiendo de esta plataforma, desde finales de los años sesenta orientó sus intereses hacia España. La visión científica sobre el Atlántico la basó, por una parte, en la historia de la diplomacia, que había investigado en los archivos históricos en combinación con la historia de los imperios de comienzos del siglo xix (por decirlo así, una primera historia imperial de la formación capitalista que tuvo su centro en el Atlántico), y, por otra parte, en la teoría sobre el «prototipo España». Respecto a España, Kossok se ocupó de las revoluciones del siglo xix, de 1808 a 1876. Tras el estudio de tantas revoluciones y pronunciamientos no es de extrañar que Kossok, basándose en Carlos Marx (y posteriormente en V. I. Lenin), viese en ellas el ejemplo clásico de un ciclo de revolución burguesa, pero de un ciclo, como él formuló, en primer lugar bajo condiciones no clásicas, «anormales». Esto ocurría, según él, porque tanto en España como en Latinoamérica «en principio» no existía la «burguesía» clásica o el Tiers État francés. España presentaba un marcado contraste con la «revolución modelo» y con el «ciclo modelo» que existía en Francia, y ofrecía uno de los principales argumentos contra la afirmación de que se 6 Existe un gran número de artículos de Kossok, en particular sobre el papel que desempeña el Ejército. Se introdujeron en 1965, una época en la que Kossok se dedicó especialmente al tema Alemania y Latinoamérica, en el artículo Kossok (1966c), donde se terminó provisionalmente. A título representativo de los trabajos de historia contemporánea citamos aquí solamente Kossok (1965a, 1965c y 1972b). Con ello intentaba siempre allanar las dificultades entre la amplia comparación con otros movimientos nacionales de independencia mundiales y las «amplias líneas de investigación» en la historia más restringida de Latinoamérica. 7 Kossok (1973). 8 Kossok (2000 [1985] y 1988a).
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hubiese dado ya desde el siglo xvi una diferencia Este-Oeste en la dinámica del desarrollo. También le interesaban las influencias de la Revolución francesa en 1789 o de la revolución europea de 1848 en España. Teniendo en cuenta el ciclo español de la revolución, defendió el «carácter» europeo de las revoluciones de mediados de siglo, argumentando ahora claramente contra un concepto de revolución anclado en el «Atlántico» o «en Occidente» o contra la historia social que se iba imponiendo. Centrándose en el comienzo del ciclo español de la revolución, Kossok se dedicó en los años ochenta, cada vez con mayor intensidad, al estudio del absolutismo ilustrado en España, en la América española y, con intervalos, en Portugal. Solo aquí recurrió al periodo en el que se había especializado (1750-1850) para analizar la edad moderna en el siglo xvi. En la década de 1980 elaboró un concepto de historia universal orientado por las ideas de Marx y sentó las bases histórico-sociológicas de una comparación en la historia de la revolución. Al final de ese periodo, con motivo del doscientos aniversario de la Revolución francesa de 1789, intentó abordar su examen, lo que el sucesor de Walter Markov no había podido hacer de forma directa hasta aquel momento. Los intentos de Kossok de desarrollar un método, una tipología o un sistema comparativo de las revoluciones en la historia moderna han sido persistentemente ignorados por las grandes corrientes de la historia de la historiografía alemana actual.9 La obra de Kossok está marcada por dos líneas metodológicas fundamentales. Un principio metodológico que aparece muy pronto en sus obras es el de una historia social universal y comparativa de orientación marxista. En su primer artículo escribe Kossok: «Pertenece a los principios fundamentales de la historiografía moderna el basarse en la historia social y no solo en la historia militar y política».10 Entre los campos de investigación de la historia social el joven historiador incluyó estos tres temas: «clases de colonialismo», «historia comparada de la explotación colonial» y «clases en las revoluciones de carácter burgués». El otro factor metodológi 9 Kaelble (1999); Osterhammel (1996); Haupt (1999); Wende (ed.) (2000). 10 Kossok (1957-58: 220). Kossok ofrece para esta cita en nota 4 la siguiente consideración: «Esto sirve en sentido transferido para toda la época colonial». Cfr. Konetzke (1955). Dicha cita introduce también la tesis doctoral de Kossok.
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co fundamental de su obra —introducido más tardíamente— es el de una historia política de orientación universal, según el «modelo» de la Revolución francesa de 1789, con fuertes componentes comparativos. Síntesis, lenguaje bello y comprensivo, y conceptos sociológicos casi de ciencias naturales forman un sumario propio, con una argumentación específica de cada materia, en forma narrativa. En principio, un historicismo marxista, lo cual se manifiesta en los conceptos de sistematización, tipos o caracteres, ciclos y caminos de las revoluciones (y reformas) en el desarrollo histórico, formación de la hegemonía y su relación con la clase de la burguesía o de los ciudadanos en el marco de la estructura social del Antiguo Régimen, que sustituía a la política del absolutismo ilustrado. O, formulado de otra manera, sus trabajos de investigación tratan del desarrollo de la burguesía en las revoluciones más importantes de la Edad Moderna y su relación, por un lado, con los grupos políticos revolucionarios (que en alemán moderno se llamarían «elites de mando») y, por otro, con las masas (que en alemán moderno se conocen como «clases bajas»). A causa de la intensa dedicación de Kossok a estos temas resulta inevitable que en sus obras se aprecie una concepción histórico-sociológica propia, y en ella creo que se puede ver una narrativa inspirada en Lion Feuchtwanger. Los puntos sustanciales del primer principio metodológico se encuentran ya en la tesis doctoral de Kossok y en los trabajos de su entorno, y están presentes en su análisis del primer censo colonial para Buenos Aires y la región de La Plata de 1778. Para el segundo principio metodológico, según la perspectiva de Kossok, hay dos nombres y una «categoría»: Robespierre, Humboldt y el «carácter de la época». Esta categoría casi mítica, que él llama «carácter», la emplea desde 1958, de forma ininterrumpida, para conciliar la tensión entre la historia social empírica y la teoría de formación, fundamentada políticamente. Desde mediados de los sesenta Kossok echó mano continuamente de las ideas de Robespierre (y de los jacobinos «extramuros») y de Humboldt. Estas ideas le sirvieron para sus análisis retrospectivos sobre Latinoamérica, ya que ahora comenzaba a dedicarse con más intensidad a la historia de España, es decir, a una historia europea y no solo latinoamericana. También le sirvieron para justificar la «visión francesa» con la que contemplaba la América española. Con esa visión francesa de Latinoamé-
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rica, más que con las ideas de Robespierre, le parecía situarse realmente en una tradición intelectual liberal,11 pero la apariencia resulta engañosa. Su maestro Walter Markov, cuando investigaba sobre Francia, había utilizado las ideas de Robespierre12 para ilustrar la relación de los diversos grupos políticos y «sus actores» del movimiento de independencia de la América española con el periodo radical de la Revolución francesa y el jacobinismo en su conjunto. Humboldt era para él un observador analítico —como lo formula Kossok— de un movimiento en «vísperas de la independencia»; estaba impregnado de las «ideas de 1789», y las llevó siempre consigo en su mente.13 Kossok ha trabajado esencialmente con cuatro fundamentos básicos de los principios marxistas que configuran el modelo explicativo en el que se basan sus investigaciones: Primero, la realidad es perceptible y la historia sigue la tendencia de las leyes generales que se basan en último término en la economía y en los intereses que derivan de ella. Segundo, las clases (es decir, los grandes grupos de personas en su relación con los medios de producción) tienen una influencia extraordinaria en el desarrollo histórico de los grandes cambios. En el centro de cada época histórica importante hay una clase, que viene a ser como el grupo portador de una formación económica de la sociedad (es decir, un conjunto de relaciones, dependencias y experiencias en el marco de producción de bienes materiales), con intereses cognitivos específicos, ideológicos, y con prácticas culturales, así como con formas de ejercer la violencia. Tercero, el desarrollo social resulta de la actividad de las masas (lo que él llama «mecanismo propulsor») y de sus dirigentes (lo que él llama «hegemonía»), que actúan según la teoría «correcta». Y cuarto, las relaciones socioeconómicas son la base de formación de otras relaciones, estructuras, políticas o acciones, intereses, ideas, formas de pensar, relaciones jurídicas, ideologías o incluso mentalidades, de prácticas culturales y de experiencias. 11 Zeuske (1991b). 12 Markov (ed.) (1961); véase su contribución sobre la imagen de Robespierre en Kossok (1966b). Kossok desarrolló más ampliamente este punto en «Das Salz der Revolution: Jakobinismus in Lateinamerika. Versuch einer Positionsbestimmung» [1976], reimpreso en Kossok (1989a). 13 Kossok (1969a, 1982d y 1992a) De forma sorprendente, Kossok coincidió con Konetzke en la apreciación de Humboldt.
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Estos supuestos básicos,14 resumidos aquí de forma general, son inherentes a la obra de Kossok desde su ingreso en la vida académica. En los años sesenta fueron mundialmente reconocidos con unanimidad entre los intelectuales, cuya mayor parte estaba, las más de las veces, a favor de ellos, pero muchas veces también en contra. Un problema del Este de Europa era que desde finales de aquella década se impulsó y desarrolló muy rápidamente un proyecto americano-europeo occidental de una historia social empírica15 y de una ciencia histórica que se consideraba iban «más allá del historicismo» y que negaban en gran parte, por un lado, esa individualidad tan importante en la historia de la diplomacia y, por otro lado, la pertenencia, enlazada teleológicamente, a las clases sociales en la historia. Sin embargo, Kossok se dedicó más y más al estudio de una historia política, sistematizada en diversas categorías o clases, que se encaminaba cada vez más en dirección a una sociología de la revolución. La corriente que él siguió y desarrolló se puso en tela de juicio e iba en contra de sí misma, ya que Kossok la basaba en argumentos propios, como historiador que comprende bien las épocas y las personalidades históricas, y además poseía una gran capacidad para narrar los sucesos históricos. Su magia consistió quizás en saber exponer estas interpretaciones tan contradictorias como orador y escritor. Kossok no desatendió nunca la historia concreta, que en el lenguaje sociológico de la investigación comparada de la revolución se designa en la mayoría de los casos con el término peculiaridades, sino todo lo contrario: concibió siempre la historia como un proceso concreto. Daba mucha importancia al desarrollo histórico, a los problemas, a los argumentos y a la diferenciación de las diversas categorías. Así, se le puede considerar en su argumentación, en su narración y en su sistema como un sugerente historiador marxista. En cierto sentido, sobre todo en lo referente a su susceptibilidad lingüística y a su capacidad para expresarse clara y plásticamente en alemán, español y francés, Kossok fue un intelectual brillante. Como tal, fue fiel al marxismo libre, no dogmático, incluso por encima de la lealtad a su maestro. 14 Véase la síntesis de Küttler (1994). 15 Esta historia social tuvo como centro Gran Bretaña y Estados Unidos. Véase Eley (1996: 195-197).
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Esto se comprueba en especial en los trabajos que escribió sobre Marx,16 que se distancian de la monotonía de la doctrina oficial «marxista-leninista». Una mirada cuidadosa a los autores marxistas que él estudió lo confirma. Se trataba sobre todo de autores marxistas nada sospechosos de aburrimiento o de dogmatismo, como el Gramsci del Perú, José Carlos Mariátegui,17 o el fundador de la historia económica marxista chilena, Hernán Ramírez Necochea.18 A pesar de sus primeros trabajos de investigación de carácter económico-histórico-social, nunca fue Kossok un historiador económico-social o incluso un historiador de estructuras. El estudio de la historia nacional, en cualquiera de sus formas, era para él un tormento. Le atrajo siempre la historia en su totalidad como historia universal, como síntesis, con un interés especial por la historia política y el problema de la narración histórica, es decir, la exposición de la historia en un lenguaje claro y culto. Kossok conoció muy pronto en su recorrido académico los comienzos de la historia social de la República Federal por su estudio junto al profesor Richard Konetzke y el estructuralismo francés de la escuela de Annales (sobre todo, los profesores Pierre Chaunu y Fernand Braudel). Por eso, en las primeras obras de Kossok se aprecia la influencia de Konetzke y también del estructuralismo francés, tanto de la corriente cuantitativa, económico-histórico-comercial de Pierre Chaunu, como de la vertiente histórico-social-política de Labrousse o Albert Soboul. La influencia de Braudel es menor. Kossok no cayó nunca en el estructuralismo que desarrolla Braudel sobre temas de geografía, medio ambiente (clima), tiempo, caminos, 16 Además de los trabajos directos sobre Marx, véase un artículo muy estimulante en Kossok (1984c). Kossok analizó críticamente el artículo escrito por Marx en 1858 sobre el Libertador. 17 Como puede observarse con una simple lectura de los títulos de la bibliografía, a partir de 1980 Mariátegui fue desplazado por Bolívar. Aun así, en 1986 Kossok publicó un trabajo sobre Mariátegui como historiador (Kossok, 1986a). Cancino Troncoso (1999) no menciona ni una sola vez la interpretación de Kossok sobre Mariátegui, cuando es una de las más importantes desde la perspectiva «oficial» marxista europea. Es sorprendente ver lo rápido que cae en olvido el lapso de tiempo entre «historia contemporánea» e «historia acabada» (sobre todo en el sentido de biográficamente acabada o susceptible de ser consultada en los archivos). ¡Quizá resulta esto necesario para el historicismo! 18 Ramírez Necochea (1959).
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tierra y agua. El desarrollo social de las clases sobre la base de relaciones económicas no tiene para él nada que ver con los factores geográficos estructurales a los que Braudel da mucha importancia. Por eso apenas sacó posteriormente consecuencias de la obra de Immanuel Wallerstein. Kossok fue en este sentido, y solamente en este, al comienzo de su carrera académica, sobre todo en la época en que escribió su habilitación, primordialmente un historicista marxista (a la luz del historicismo19 de Wilhelm von Humboldt o el historicismo histórico-social de Richard Konetzke).20 En el transcurso de su vida se convirtió en un investigador teórico de carácter histórico-sociológico que usó esta teoría como instrumentario para la investigación histórica. Para la construcción historicista de sus textos tuvo Kossok como ningún otro un instinto literario autodidacta nacido de su amor por la literatura y por la lectura. Este carácter historicista de la bella descripción le granjeó una gran fama como profesor académico. Supo plasmar con matiz brillante el ambiente histórico a través del estudio y de la recepción de autores contemporáneos como el de los reformadores españoles de la época de Carlos III (Campomanes, Ulloa, Ustáriz, Antúnez y Acevedo), de Raynal, Robertson, Nuix y Perpiñá,21 Azara, Humboldt o de los «economistas borbones de América». En su habilidad para trazar grandes síntesis se puede considerar a Kossok dentro de la corriente del historicismo narrativo post-postmodernista. De vez en cuando trabajó Kossok juntamente con Carlos M. Rama, sociólogo uruguayo e historiador social.22 La primera labor científica de Kossok fue influenciada sobre todo por dos marxistas y un sociólogo brasileño liberal, a saber, William Zebulon Foster y José Carlos Mariátegui,23 19 Iggers (1997: 62-85). 20 Véase el tratamiento de Konetzke sobre la posición de Humboldt en la historia del historicismo en Konetzke (1959). Para el debate sobre el historicismo véase Oexle y Rüsen (1996). 21 Curiosamente, no consultó la obra de Juan Bautista Muñoz de 1793, mucho mejor documentada y que fue la auténtica «respuesta» de España a Robertson y Raynal. Véase Tietz (1992). 22 Nota introductoria al trabajo «Forschungs- und Methodologieprobleme der Sozialgeschichte Lateinamerikas» del profesor Rama, WZ KMU, GSR, 10(4), 1961, p. 507. 23 Mariátegui (1944); véase Kossok (1963).
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en los contenidos y en las categorías, y por Gilberto Freyre,24 sobre todo en la forma narrativa y en el modo de presentar con vigor las descripciones históricas. Otras interpretaciones de izquierda sobre la estructura social como la de Sergio Bagú,25 que reivindicaba incluso el derecho de trabajar de forma comparada, las estudió Kossok, pero manteniéndose distanciado de ellas. Importante para sus primeros estudios y para toda su obra fue la influencia de William Zebulon Foster, con su concepto de la llamada «[…] amplia revolución,26 que abarca todo el continente americano, burguesa y capitalista», que se había desarrollado a partir del año 1776 (Estados Unidos), extendiéndose desde Santo Domingo/Haití, a través de la América española, hasta Canadá en 1837.27 De aquí tomó Kossok la idea de ciclo,28 que profundizó posteriormente en su estudio sobre «el ciclo de revolución burguesa de la Edad Moderna», inspirado en las ideas de Lenin y que debía formar los elementos básicos de proceso de la metodología de la historia comparada de la revolución.29 24 Kossok escribió una reseña crítica en Deutsche Literaturzeitschrift, 79(7/8), 1958, y otra sobre la traducción alemana en ZfG, 31(3), 1983, p. 265. En su tesis doctoral Kossok muestra su admiración por Freyre: «Las alternativas que hasta 1977 ofreció la rivalidad española-portuguesa hacen indispensable, por lo menos para América, un análisis comparativo de la política colonial ibérica. Dado que no contamos para Hispanoamérica con estudios como los de Freyre, el problema queda sin resolver; algunos primeros intentos sociológicos, como los de Sergio Bagú, no son todavía convincentes» (Kossok, 1972a: 52, n. 13). 25 Bagú (1952). Comentarios de Kossok sobre Bagú y Freyre, en Kossok (1972a: 52, n. 13). 26 Foster (1957: 177). 27 Kossok ha sido quien ha formulado con mayor claridad estas ideas de un «ciclo americano», superando a Foster para el periodo hasta 1898 (la guerra de la independencia cubana y la guerra española-americana), casi veinte años después, en Kossok (1976a). 28 Kossok y Markov (1955-56). En principio, una «historia universal» en cuanto visión de conjunto de toda la literatura a la que era posible acceder en aquella época, un trabajo extraordinariamente laborioso, independientemente de que aquí introdujo matices marxistas partiendo de las ideas de Foster (con el que comienza el capítulo sobre el «movimiento de independencia de Hispanoamérica») y de Mariátegui (que utilizó para la interpretación de los «elementos básicos burgueses» en el último capítulo, titulado «Das Ende des alten Kolonialsystems»). Véase Kossok y Markov (1955-56: 251 y 261). 29 Kossok y Küttler (1988), basado en los trabajos de Lenin. En su artículo «Der iberische Revolutionszyklus 1789-1830» (Kossok,1969b), que, por decirlo así, contiene todo su programa de investigación, Kossok derivó el concepto de ciclo de la revolución solo de la obra de Marx.
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Islas y archipiélagos Hubo islas en la percepción intelectual geográfica de Kossok; incluso algunas hay que considerarlas como archipiélagos. A ellas hizo referencia en su trabajo de investigación en los continentes que visitó y sobre la historia de esos continentes. La trilogía sobre la Edad Contemporánea ya la he indicado anteriormente. Otras islas las forman los temas sobre Humboldt, el absolutismo ilustrado y la historia de la Ilustración, y en un sentido amplio la historia intelectual del siglo xviii. El «tema de las fronteras y de su función y formación histórica»30 parece a primera vista una pequeña isla, pero precede al tema sobre nación y al tema sobre formación estatal. Introduce con ello los trabajos de investigación sobre el archipiélago bajo el título «Unidad y diversidad en la historia de Latinoamérica». Metodológicamente pertenece también a esta temática, a la que Kossok se dedica desde el comienzo de su obra científica,31 la cuestión que trata desde finales de los años ochenta, siguiendo el ejemplo de España,32 sobre el concepto de región.33 En su argumentación para el estudio y la comprensión de la Revolución francesa de 1789 echa mano del tema antiguo y siempre nuevo de la utopía (y de la «ilusión heroica»), que él aplicó a Latinoamérica, tomando sobre todo el ejemplo de la revolución de Santo Domingo. Desde 1990 hay que añadir a esto las reflexiones histórico-mundiales que publicó con motivo del quinientos aniversario del «descubrimiento».
30 Kossok (1970a y 1970b). 31 En el fondo se trata de dos problemas estructurales: en primer lugar, si hubo una o varias revoluciones de independencia; en segundo lugar, dónde se encuentra el «elemento organizador de Aquiles» para las estructuras sociales, económicas, políticas y administrativas en la historia de Latinoamérica (¿en el continente, en la nación o en la región?). Esto tiene ya algo de secreto braudeliano. Falta el equivalente al «hemisferio». Kossok lo trata en sus concepciones de la historia universal y global (norte-sur). 32 Kossok (1988a). El primer borrador, con Mauricio Pérez Sarabia en 1987. 33 Una relación entre historia regional y universal, historia mundial o global se vislumbra en el último informe escrito por Kossok para el Congreso Internacional de la Historia Local y Regional de Catalunya (1991): «Sobre Europa, refiriéndose especialmente a Latinoamérica, trató M. Kossok (Leipzig) la posición que ocupa la región en la historia universal de la Edad Moderna […]», se dice allí. Véase Comparativ, 1 (1992): Universalgeschichte- gestern und heute, p. 153. ¿Dónde se situaría una «historia universal regional» mejor que en la «Sajonia de la Península Ibérica, es decir, en Catalunya?».
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Tesis doctoral y entorno En resumen, podríamos decir que Kossok delineó el modelo de una sociedad antes de producirse el proceso revolucionario y analizó sus componentes con ayuda de la historia económica y social. A Kossok le interesaban sobre todo las bases sin consistencia del modelo. Por eso, en posteriores trabajos formuló, por una parte, que esta estructura, el «feudalismo colonial», había entrado en movimiento en sus diferentes rasgos característicos concretos y en sus diversos estados de evolución. A esta estructura que había entrado en movimiento la denominó primeramente «movimiento de independencia» o incluso «independencia» y, después, revolución de independencia y partes o, mejor dicho, coincidencias de diversos ciclos de revolución. Con ello, el concepto de independencia pasó a ser un elemento constitutivo de su sistematización de las revoluciones burguesas.34 Partiendo de aquí, extendió su mirada por encima del Atlántico,35 hacia Europa central y Alemania. Desde la plataforma de la América española / Latinoamérica se preguntó qué transformación se había realizado por medio de la revolución de independencia en un entorno histórico concreto limitado, es decir, en el de la América española, y en un espacio más amplio, a saber, en el ámbito atlántico-europeo-occidental, y qué procesos había desencadenado este hecho. En la perspectiva contraria, se planteó la cuestión de cómo estos procesos, en sus dos formas concretas, el comercio (la economía) y la diplomacia, habían repercutido en el movimiento de independencia. Kossok presentó su tesis doctoral en Leipzig en 1957. En la actualidad se ha publicado (casi) en su totalidad solamente en Argentina, donde existe como libro.36 Kossok trabajó en ella durante dos años más o menos, y en su preparación elaboró también una visión de conjunto de todas las formulaciones principales sobre el sistema colonial español (que hay que ana 34 Solo desde esta perspectiva de réquiem por el maestro fallecido, se ve claramente que Manfred Kossok no ha escrito nunca un estudio apoyado en la investigación de archivos sobre el proceso del movimiento de independencia o sobre una parte del proceso. Aquí se pone de manifiesto el porqué Kossok insistió tanto sobre los «estudios de casos individuales». 35 Kossok hallaba poca utilidad en el estructuralismo marítimo de Braudel, pero no dudó en adoptar ideas de Palmer y Godechot, sin dejar de señalar las dificultades que entraña el concepto de revoluciones «atlánticas» de estos autores. 36 Kossok (1972a). Se presentó como «un clásico en la literatura histórica y política de América y, supuestamente, de Argentina».
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lizar en principio con su tesis doctoral); publicó un artículo historiográfico sobre la «la literatura más reciente del tiempo colonial de Hispanoamérica»; aprendió español, además de francés (era capaz de leer también obras en ruso, inglés, portugués e italiano), y tomó parte en el Congreso Internacional de Americanistas de Copenhague (del 8 al 14 de agosto de 1956).37 Mientras que de su tesis doctoral en alemán solo existe un compendio de cuarenta páginas en la Wissenschaftliche Zeitschrift de la Universidad de Leipzig, se publicó toda su «visión de conjunto»,38 que había elaborado antes de la lectura de su tesis doctoral; este compendio se usó ininterrumpidamente hasta los años ochenta en la Freie Universität de Berlín y en París como material didáctico. La parte más importante de su tesis doctoral es el cuadro de la estructura social,39 basado en el censo de Buenos Aires de 1778 y realizado bajo los Borbones. Este cuadro estructural intenta adaptar o encajar, de la manera más razonable posible, el desarrollo de una clase social que está destinada a hacer una revolución40 en una estructura idéntica a la que tenían los grupos sociales, razas y profesiones de una ciudad española-americana, para extraer de aquí las conclusiones básicas de carácter político que existen o aparecen al comienzo de un movimiento. Las partes analíticas de su tesis doctoral se basan todas ellas en el censo de 1778 y en algunas ampliaciones de dicho censo de los años 1780 (Montevideo), 1806, 1807, 1809 y 1810.41 Siguiendo el modelo de su profesor Markov, y siempre en una 37 Donde Kossok también trabajó en el archivo del Reich, Dansk Risarkivet (Copenhague), Vestind. Regnskaber; Tagetage B, reol. 42, t. v. 38 Kossok y Markov (1955-56). En principio, una «historia universal» en cuanto visión de conjunto de toda la literatura accesible en aquella época, trabajo inmensamente laborioso y sistemático. Aquí se vislumbran ya nuevamente conceptos marxistas partiendo del trabajo de Mariátegui y de la idea del ciclo de Foster como pauta explicativa. 39 Este cuadro explicativo se introdujo de forma general y sin mencionar al autor en Kossok (dir.) (1986: 270). 40 Kossok (1972a: 9). 41 Documentos para la Historia Argentina (D.H.A.), 12 volúmenes, Buenos Aires, 1915, vol. xi: «Territorio y Población. Padrón de la Ciudad de Buenos Aires» (1778); vol. xii: «Territorio y Población. Padrón de la Campaña de Buenos Aires» (1778); «Padrones complementarios de la Ciudad de Buenos Aires» (1806, 1807, 1809 y 1810); «Censo de la Ciudad y Campaña de Montevideo» (1780). Se trata de los primeros censos de la América española colonial que se realizaron en todos los territorios entre 1770 y 1980 con motivo de las reformas borbónicas.
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comparación contrastada con Francia, distinguió Kossok la «burguesía colonial», de grandes terratenientes y grandes comerciantes, como una gran burguesía poseedora de tierra que ocupó y llevó el mando en el proceso de emancipación: «El poder impulsivo y de mando del movimiento de oposición, que con el nombre común de criollo atacó los atributos políticos y económicos de la existencia colonial, estaba en manos de los grandes propietarios de tierra (estancieros, hacendados) y de los grandes comerciantes».42 La tesis doctoral se basa en las fuentes impresas y en la literatura (con algunas pocas fuentes de los archivos de Bremen, Hamburgo y Copenhague). En su esbozo conjunto de carácter claramente deductivo-sintético, no es sorprendente que Kossok tomase en principio conceptos historiográficos sobre el dominio de los grandes terratenientes y comerciantes en el ejercicio y poder de mando («hegemonía») del movimiento de independencia y en la fuerte generalización que hace al llamarle «partido criollo de la revolución» (que como tal no existió). Lo que sí es sorprendente es que Kossok, ciertamente bajo la influencia decisiva de Richard Konetzke43 —por primera y, creo, única vez—, redactase en su obra conjunta un capítulo inductivo-analítico bajo el título «Artesanía y manufactura al final del periodo colonial».44 Kossok lo había elaborado ya según el lema Just count them. Con ello podía el joven doctorando probar que no existía en la América española, en Buenos Aires, una burguesía de manufactura «nueva» o más bien de pequeña clase media. Los grupos portadores sociales, que para Walter Markov y Albert Soboul45 constituían en Francia el pequeño comercio, la artesanía y los pequeños y medianos campesinos regionales (quienes habían conducido el jacobinismo), no existían en Hispanoamérica. Las causas de ello las localizó Kossok en el concepto de trabajo feudal, profundamente arraigado —y que los reformadores Borbones habían combatido—; en los impedimentos de la legislación colonial; en la limitación de extranjeros que querían enriquecerse, y en la esclavitud de una gran parte del artesanado. En la segunda parte de su «misión de conjunto» esta 42 Kossok (1972a: 140). 43 De las 109 notas a pie de página de este capítulo, 18 corresponden a Konetzke, en cuyos «documentos» se basó Kossok; su artículo sobre las ordenanzas gremiales (Konetzke, 1947 y 1953-1962) sentó además las bases metodológicas. 44 Kossok (1972a: 111-131). 45 Markov (ed.) (1956); Middell, Middell y Sammler (1992-93).
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ba esta «estructura de clases» descrita en líneas todavía muy generales como «estructura social de las colonias españolas», del periodo que iba del siglo xvi al xviii, y bajo el título «Cambios en la estructura social» para el periodo entre 1763 y 1810 («las reformas borbónicas»). La estructura social fue organizada por Kossok/Markov según criterios de origen o de raza, y solamente, ya dentro de esas categorías, según criterios socioeconómicos siguiendo la siguiente fórmula: «La clase mestiza formó o fue el respaldo de la pequeña burguesía débilmente desarrollada en el comercio y actividad industrial; también lo fue de los terratenientes pequeños y medianos». Aquí vio Kossok incluso a la «burguesía colonial» en su desarrollo o nacimiento: «Una de las consecuencias esenciales de las reformas consistió en la creciente consolidación de la burguesía colonial criollo-mestiza. Montevideo, Buenos Aires, Santiago, Vera Cruz, Caracas y otros puertos marítimos fueron los centros más importantes de la burguesía local indígena».46 Kossok se quejó posteriormente de la práctica de centrar la investigación en el penoso «trabajo con números», sobre todo desde que en los años ochenta la investigación cuantitativa fue ganando terreno. Pero en el periodo en el que estaba redactando su tesis doctoral fue comprensivo con la práctica del trabajo con números. Esto se puede ver en el uso que hizo de la gran obra de Chaunu Sevilla y el Atlántico,47 en una serie de sus artículos y también en las obras de Philipp Curtis y del hoy casi olvidado James F. King,48 que trabajó asimismo con cifras en sus artículos sobre la importación de esclavos y sobre la esclavitud. Desde una mirada histórica retrospectiva de aquella época, «las causas y el carácter de la revolución de independencia [de la América española]» fueron el tema principal del congreso mundial de historiadores que se celebró en Madrid en 1948. Con estas premisas intentó Kossok encontrar 46 Kossok y Markov (1955-56: 238 y 250). 47 Chaunu y Chaunu (1955). 48 King (1943), citado en Kossok (1972a: 99, n. 76) (probablemente, una alusión de Clarence J. Munford). Kossok nunca trabajó el tema de la esclavitud, pero debió de haber tenido la idea de hacerlo (seguramente inspirado por las lecturas de Freyre, al que apreciaba mucho por la fuerza expresiva de su exposición), ya que existe un manuscrito titulado «Alexander von Humboldt über die Sklaverei»: véase Zeuske y Schröter (eds.) (1992: 31); también King (1943: 7-23). Debido a la escasez de bibliografía sobre la esclavitud en Buenos Aires, Kossok citó una obra fundamental sobre la esclavitud en Puerto Rico: Díaz Soler (1953: 125, n. 71).
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una respuesta en el campo de la política colonial y en el desarrollo de la estructura social del periodo colonial tardío a la cuestión relativa al tipo o la tipología general de la independencia como revolución. En una visión que trazó del futuro, esbozó también la cuestión teórica de la revolución según la estructura y el proceso en el cambio social.49 Kossok respondió a la cuestión solamente en lo que se refiere a la estructura. El proceso mismo y los actores no aparecen apenas en su obra, y, si lo hacen, será años más tarde, pero solo en un campo de tensión: por una parte, entre un pequeño puñado de individuos radicales valorados por él excesivamente que van desapareciendo (o de grupos «como los revolucionarios de profesión» Miranda, Mariano Moreno, jacobinos en Latinoamérica), y, por otra parte, en el intento de reinterpretación, más bien marxista, de los grandes «héroes» liberales (Bolívar, San Martín). Su dominio y persuasión en estas cuestiones los plasmó en su primer trabajo propio titulado «Burguesía colonial y revolución. Sobre el carácter del movimiento de independencia hispanoamericano de 1810 a 1826»50 y en la publicación, en el año 1961, de su estudio «Revolución y burguesía en Latinoamérica. Sobre el carácter del movimiento de independencia latinoamericano».51 Con este concepto del carácter histórico-intelectual más bien nebuloso interrumpió Kossok la búsqueda de los verdaderos actores del proceso. El concepto lo tomó de la lista de temas del congreso mundial de historiadores y del trabajo de Gil Munilla sobre la teoría de la emancipación.52 Con él debía también atestiguar el desarrollo general de la burguesía como grupo portador de una revolución burguesa a escala mundial, ciertamente echando mano de G. Lefebvre, R. Mousnier y E. Labrousse. Kossok estableció así una diferenciación al citar literatura sobre la estructura social, por ejemplo de México,53 pero en el fondo dedujo, del material que él tenía sobre el desarrollo regional referente a la estructura de la población de Buenos Aires, que había una clase típica ideal de grandes terratenientes 49 En la historiografía de la República Democrática Alemana se ocuparon del tema Ernst Engelberg y Wolfgang Küttler. 50 Kossok (1957-58). 51 Kossok (1961a). 52 Kossok (1957-58: 219-221); Gil Munilla (1950). 53 Chávez Orozco (1938: 23 y ss.).
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aburguesados que actuaban, según había sucedido antes en Inglaterra, como gestores o guías de una revolución; en este caso, como guías de un movimiento típico-ideal continental que, por otra parte, destruyó una gran estructura típica ideal, es decir, el imperio colonial español en América. Así desembocaron las narraciones magistrales nacionales, en cierto modo cronológicas básicas, y los fundamentos de la historiografía argentina liberal-nacionalista en la obra de Kossok. En especial adoptó las ideas de Ricardo Levene, quien había afirmado: «Buenos Aires ocultaba en su seno los elementos revolucionarios más activos de toda Hispanoamérica».54 Eran frases lapidarias. Las particularidades históricas de cada uno de los temas, en el caso de la tesis doctoral sobre el Virreinato del Río de la Plata, las usa Kossok echando mano de las obras cualificadas de otros historiadores argentinos (Ricardo Levene, Enrique de Gandía, J. A. García, J. A. Pillado, R. Caillet-Bois, E. Ravignani, E. M.ª Barba, V. G. Quesada, J. Torre Revello, F. Márquez Miranda, J. B. Alberdi, E. A. Coni, A. F. Zimmermann, R. Levillier), expresamente para la construcción de su perspectiva histórica. Utilizó también noticias contemporáneas, descripciones55 y fuentes como las obras de historiadores españoles, portugueses e italianos (Jerónimo Bécker, R. M.ª de Labra, Octavio Gil Munilla, Ramón Menéndez Pidal, Francisco Soldevilla, Guillermo Céspedes del Castillo, C. Pereyra, Salvador de Madariaga, C. Malheiro, Victor Magalhães Godinho, F. Luzatto, F. Altamira, F. Morales Padrón, C. Corona Baratech), todos ellos más bien de tendencia liberal y conservadora. Utilizó trabajos de autores mexicanos o de otros latinoamericanos contrastándolos o usándolos para una perspectiva de toda América (N. Meza Villalobos, Silvio Zavala, L. Chávez Orozco, Luis Villoro, E. Valcárcel, José M. Ots Capdequí, A. Rosenblat, C. Parra Pérez). También son claras en su obra las huellas de trabajos históricos contemporáneos de Estados Unidos y Gran Bretaña, así como de Suecia (C. H. Haring, H. Herring, R. H. Humphreys, Ch. Chapman, W. Sp. Robertson, B. W. Diffie, E. J. Hamilton, A. C. Wilgus, B. Moses, H. E. Fisher, T. S. Ashton y Magnus Mörner, que entonces enseñaba en Estados Unidos), sin olvidar algunos trabajos más antiguos de autores alemanes como Otto Quelle, Wilhelm Roscher, Harri Meier, A. Soetbeer, 54 Levene (1925: vol. ii, 89). 55 Como por ejemplo Millaú (1947).
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Hans Hausherr, H. Wilhelmy y R. Leonhard. Los autores alemanes contemporáneos que emplea son Friedrich Katz, H. H. Disselhoff e Inge Wolf. Padres intelectuales que impregnaron la perspectiva de su tesis doctoral fueron Richard Konetzke, como última instancia sobre el estado actual de la investigación histórica, así como Walter Markov y Ricardo Levene. Kossok, ya al comienzo de su obra, tomó elementos para su trabajo sobre Latinoamérica de las investigaciones soviéticas (sobre todo de M. S. Alperovich, V. I. Ermolaev, I. P. Lavretzkij y S. I. Semionov, y también de B. F. Porshnev, V. V. Biriúkovich, S. D. Skaskin para el problema del feudalismo). Kossok veía ya la influencia de Carlos Marx en el horizonte del continente, pero tomó solamente tres pasajes o citas del Capital, que se refieren a situaciones básicas de la expansión capitalista y del desarrollo. Primero: la «colonización agraria libre», que se realizó en el Río de la Plata «a pesar del estado natural primitivo» (lo que, bien pensado, es un argumento cultural europeo típicamente arrogante contra las culturas de los nómadas). Segundo: en el problema de la senda del desarrollo, en el que contrasta el «camino revolucionario con el camino conservador». Tercero: en el problema básico económico nacional, en el que contrapone el «proteccionismo a la política de protección aduanera». Esto demuestra de forma clara que las presiones ideológicas en los años cincuenta eran sorprendentemente todavía pequeñas en la Universidad de Leipzig. Doctorando innovador, Kossok atribuyó a la región de La Plata y a los revolucionarios criollos que actuaban allí una función de mando o guíamodelo para toda la América española. Una cosa vio con claridad: en el movimiento de independencia que surgió en el Virreinato del Río de la Plata, virreinato fundado en 1776 sobre todo por motivos económicos y militares de la política reformista española, encontró, por así decir, todo el movimiento de independencia continental su personificación o símbolo puro, realmente típico-ideal, porque aquí los elementos «feudales», en comparación con los de los antiguos centros coloniales de México y Perú, estaban muy debilitados. También el poder central se hallaba muy lejano y era relativamente débil. En el Río de La Plata había formulado el «tercer estamento» como «partido revolucionario» el programa típico ideal de emancipación que «se apoyó en la burguesía» que actuaba a escala mundial. Kossok cita, aceptando sus ideas, al español Octavio Gil Munilla, quien con toda seguridad le había sido recomendado por Richard Ko-
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netzke, en su «teoría de la emancipación».56 Octavio Gil era un representante del hispanismo. También esto es, en el lenguaje y comprensión marxista (así como por la acentuación de factores socioeconómicos), uno de los principios básicos de la historiografía española más bien tradicional y de la historiografía liberal argentina. En este punto, lo innovador eran la historia social precedente y la argumentación comparativa. En el marco de una «historia comparada de la explotación colonial», ambas debían dar como resultado un estudio de casos para una nueva concepción de la historia universal. A esta primera investigación de estructuras histórico-sociales hay que añadir la influencia directa de Konetzke en el año 1956 y la de Pierre Chaunu (y con ello, en cierto modo, también de Braudel), es decir, la influencia liberal o conservadora de Annales.57 Que Kossok se pasó al bando de los nuevos historiadores inspirados metodológicamente se ve en lo que él «no» asimiló y en lo que postergó. Aunque Kossok fue a Colonia el año 1956, no se dejó influir por lo que consideraba historia política «anticuada», que se formuló en Colonia58 con motivo del cuatrocientos aniversario de la muerte del emperador Carlos V (1958). Tampoco se encuentran en la obra de Kossok las complejas cuestiones sobre raza, etnia, nacionalismos étnicos o incluso historia genealógica (a pesar de que, naturalmente, conocía a Mörner).59 Exigir de él que se interesase por los temas de relaciones entre razas y etnias supondría ignorar las prioridades de esa generación de historiadores. En 1986 Kossok fue estimulado continuamente por sus colegas de Historia Medieval —que tenían su despacho junto al suyo, en el piso 24 del gran edificio Ernst Werner de la Universidad de Leipzig— para que redactase un trabajo sobre teoría 56 Historia de España. Estudios publicados en la revista Arbor, Madrid, CSIC, 1953, p. 466 (O. Gil Munilla, «Teoría de la Emancipación»), en Kossok (1972a: 151, n. 13). Cito el artículo según Gil Munilla (1950). 57 Chaunu fue uno de los primeros colaboradores del volumen inicial de la obra Jahrbuchs für Geschichte von Staat, Wirtschaft und Gesellschaft (Colonia, 1964). Schöttler (1992). Véase también una buena síntesis (incluyendo los trabajos críticos de Braudel) en Schüller (2000). 58 Konetzke (1960). 59 Mörner (1967).
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discursiva y mentalidades.60 Eventualmente, en ello desempeñó un papel importante la nueva orientación que se iba abriendo camino de investigación en los archivos y los estudios contrarrevolucionarios de sus alumnos.
Habilitación y entorno Tomando como base la estructura del final de la época colonial clásica, elaborada en su tesis doctoral, habría tenido que acontecer ahora realmente, según la visión de Kossok, el gran acontecimiento, el proceso nacido de la estructura que se había distorsionado, a saber, la «revolución» continental de 1810-1826. Kossok, no obstante, dio al mismo tiempo un paso hacia delante: examinó —por decirlo así— desde fuera el movimiento de independencia americano y estudió sobre todo su entorno internacional. Lo hizo por dos razones: en primer lugar, con motivo del «año dedicado a África» (1961), en el que se estudió la caída del colonialismo imperial al final de la llamada «segunda etapa colonial» (1830-1960);61 en segundo lugar, por los intentos de lograr una cultura científica alemana de alcance nacional, deseo que nació durante las sesiones de las «asambleas hanseáticas». En estas sesiones se tematizó ante todo el comercio62 de los estados alemanes con la América española y con los «estados libres» de la antigua América española. Kossok presentó con su habilitación un análisis excelentemente documentado cuyo punto central radicaba en la visión conjunta de la grande y secreta diplomacia anglo-rusa y austriaca de esa época respecto a los intereses comerciales y financieros, ocultos para la mayor parte de los contemporáneos. Sobre todo acentuó Kossok, dentro del ámbito alemán, la labor precursora de Hamburgo y de Bremen en los contactos diplomáticos con los «rebeldes». De visión genial, desde el punto de vista de su dependencia con el trabajo sobre «la significación del mercado colonial español-americano para el comercio textil prusiano», fue la 60 Kossok (1986b); también, Kossok (1986c). 61 La «Nota previa» del trabajo de oposición a cátedra comienza así: «El resurgimiento nacional revolucionario de Latinoamérica en los años 1810 hasta 1826 fue un acontecimiento histórico universal cuyo significado se extendió más allá que el espacio propiamente americano». 62 Aquí dio Kossok un gran salto cualitativo con un breve artículo de 1961 en el debate con dos historiadores occidentales que demuestra su «sagacidad» en temas económicos e histórico-sociales: Kossok (1961b); Engelsing (1959); Kisch (1959).
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clara exposición que trazó de la situación violenta en la que se encontraba Prusia entre los poderes conservadores del Este de la Santa Alianza y las fuerzas económicas de la industria textil y del comercio, que avanzaba hacia Occidente y hacia América. Su trabajo reposa casi exclusivamente en el estudio de las fuentes que realizó en los principales archivos alemanes (en especial, en Hamburgo, Bremen y en el Patrimonio Cultural Prusiano de Merseburg), en Viena, Praga, Bogotá, Río de Janeiro y Santiago de Chile. Con ello, y también con su argumentación marxista, superó los límites de investigaciones con enfoque liberal. Pero quiero repetir que este trabajo fue una visión, desde fuera, de las guerras de independencia; y no solo esto, pues Kossok elaboró también, en el último capítulo (titulado «De la colonia al imperio. El reconocimiento de Brasil por los estados de la Federación Alemana (1822-1827)»), lo específico o particular del «camino brasileño». Esta visión desde fuera encontraba, además, una causa efectiva en la perspectiva que tenía su maestro Walter Markov. Se puede expresar brevemente con la siguiente formulación: la Revolución francesa como fuerza motriz para los contemporáneos y como modelo para historiadores; clase burguesa colonial o «burguesía» como portadora del cambio; «el lugar» histórico real de la revolución de independencia tras la Revolución francesa y el imperio napoleónico. Naturalmente, también porque el concepto de revolución era un fenómeno analizado con gusto entre marxistas. Kossok se cuestionó en el primer capítulo de su habilitación («El lugar histórico del movimiento de independencia latinoamericano de 1820-1826»), refiriéndose a su dimensión interna, cómo una gran estructura («el feudalismo colonial») pudo ser primeramente «modificada» desde fuera, inicialmente por influencia económica, y cómo mediante la recepción de la Ilustración perdió la fe ciega en la autoridad. Finalmente, se enfrentó al problema de cómo una estructura entra en movimiento (examinando los procesos que se desarrollan y sus actores). La respuesta a estas cuestiones no se encuentra en su tesis doctoral e incluso, sorprendentemente, tampoco en su habilitación. Cuando analizo la lectura sintética de su obra, tengo la sospecha de que estas cuestiones para él se daban por solucionadas con su trabajo sobre el «carácter» del movimiento de independencia hispanoamericano.63 Kossok responde a
63 Kossok (1957-58).
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esta importante pregunta apelando siempre a los elementos esenciales de la historiografía tradicional: «Tras una cadena de síntomas o indicios revolucionarios, desde la guerra de campesinos de Túpac Amaru, pasando por la conspiración de los Tres Antonios hasta las expediciones de Miranda, la crisis latente, bajo la influencia directa de los acontecimientos en España, se convirtió en un levantamiento abierto el año 1810».64 Posteriormente, en un artículo, pensó Kossok en la posibilidad de clasificar la revolución de independencia como una «revolución no acabada», pero pronto abandonó tal idea por el profundo conocimiento que tenía sobre el desarrollo interno, antes y después de la independencia, en la antigua América española, y se centró por completo en la problemática «sobre el camino que debía seguir». Conocido científicamente como problema de la «senda o camino del desarrollo», ha adquirido hoy día esta problemática sobre el camino un gran auge en el análisis contextual político-científico. Kossok también aceptó para el «final» de los movimientos de independencia el marco ya programado por la historiografía liberal: o bien el año 1824 (batalla de Ayacucho; para México sería el «Compromiso de Córdoba» de 1821), o bien el año 1826 (caída de los últimos bastiones militares españoles verdaderamente importantes de San Juan de Ulúa en México y El Callao en Perú). La cesura de 1826 no se pudo sostener a la vista del análisis de la relación o conexión entre nacimiento de nación y formación de Estado, y el año 1830 se considera65 como la fecha de una cesura más real, la cual hay que aplicar, de manera prioritaria, a la parte norte del continente sudamericano, es decir, a la llamada «Gran» Colombia y los Estados «nacionales» que nacieron de ella como Ecuador, Venezuela y Nueva Granada/Colombia (Panamá). En la obra de Kossok aparecen concepciones marxistas, puntos importantes sobre las categorías económico-sociales, y calificación de épocas, construcción básica histórico-liberal de las cronologías y contenidos de los hechos acaecidos. 64 Kossok (1964b: 24). Posteriormente modificó esta tesis teniendo en cuenta las distintas regiones y destacó más sólidamente el momento de crisis, pero permaneció siempre en ello. 65 Kossok, por cierto, la incorporó solamente a través de una cita de Bolívar («Hemos cultivado el mar» de 1830) en el artículo «Der iberische Revolutionszyklus 1789-1830. Bemerkungen zu einem Thema der vergleichenden Revolutionsgeschichte» (Kossok, 1969b; Kossok, ed., 1988: 1-20). Kossok se ocupó de la cuestión nacional en Colonia durante su participación en el Coloquio «Problemas de la Formación del Estado y de la Nación en Hispanoamérica»: Kossok (1982c); Buisson, Kahle, Köning y Pietschmann (eds.) (1984). El debate sobre nación y nacionalismo en Latinoamérica, en Köning (2000) y Faraldo (2001).
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A la problemática sobre «la estructura en movimiento» pertenece también la cuestión de cómo, según la teoría marxista (y liberal), se comporta la clase designada o elegida como portadora del proceso en cada una de sus fracciones individuales, tanto respecto a las antiguas estructuras básicas (por ejemplo, instituciones) como respecto a las concepciones anticolonialistas y a las «masas populares»66 que actúan en esa clase designada para lograr sus fines. Para responder a ello Kossok emplea aquí una metodología que abarca los continentes tomada del «campo» político que incluye desde el espectro conservador hasta el radical. Junto al problema principal que trata sobre el «contenido de clases de la estructura» se plantea la cuestión, según las condiciones exteriores, del entorno impulsor de esa estructura que se puso en movimiento en tiempos de las guerras napoleónicas y de la Santa Alianza, una estructura reaccionaria en el sentido de «reacción» contra la Revolución francesa. Kossok se preguntaba aquí, naturalmente, cómo se puede describir esto. Las dos problemáticas («carácter» y «época») estaban ya enunciadas en su tesis doctoral y se habían elaborado con más profundidad en los citados trabajos sobre «clase burguesa colonial y revolución» y sobre «revolución y burguesía en Latinoamérica». El «carácter» del «lugar histórico» de la «independencia» (por esto entendía Kossok tanto la «revolución de independencia» como el «movimiento de independencia»), impregnados ambos por la «época» y la cambiante «clase burguesa» o «burguesía», ocuparon a Kossok toda su vida como investigador.67 Según mi opinión, su fidelidad al esquema de formación marxista y la categoría socioestructural de «burguesía» supusieron o significaron para él una cárcel de la que no era posible salir o liberarse durante la época del socialismo realmente existente.68 A causa de su completa dedicación a la investigación cualificada, Kossok no pudo asimilar inicialmente el gran trabajo de Richard Konetzke sobre 66 Aquí se apoyó Kossok en los estudios de Jaime Vicens Vives, un clásico de la historia social española y catalana, lo que acentuó su acercamiento a la temprana historia social marxista: Vicens Vives (1957-59). Jover Zamora recuerda «la recepción en España, gracias sobre todo a la lúcida y combativa actitud de Jaime Vicens Vives, de la nueva historia definida en Francia por el grupo de “Annales” y consagrada en el IX Congreso Internacional de Ciencias Históricas celebrado en París precisamente en 1950» (Jover Zamora, 1999). 67 Kossok (1976a). 68 Küttler (1992: especialmente, 113 y ss.).
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Humboldt de 1958.69 Pero la semilla cayó en suelo fructífero. Aquí se puede ver ya la importancia que el concepto de archipiélago tiene en la obra de Kossok y en las relaciones científicas entre las dos Alemanias. En un estudio de investigación de 1958 resaltó el antiguo profesor el valor que debe concederse al Corpus Americanum de Humboldt para la historia colonial y social de América. Las bibliografías de Richard Konetzke y Manfred Kossok se pueden leer en parte como informes o noticias de vasos comunicantes ocultos y unidos entre sí; la parte activa (y también la parte ratificante o de suave crítica) pertenece sin duda alguna a Konetzke.70 Esto es válido a pesar de que existe una diferencia fundamental: Konetzke fue uno de los padres fundadores de la investigación histórico-social en la antigua República Federal de Alemania. Kossok se movía desde mediados de los sesenta con su tema «historia comparada de la Revolución» cada vez más intensamente en dirección a una historia política de carácter teórico-sociológico. Los trabajos sobre Humboldt que impregnaron71 los últimos años de investigación de Richard Konetzke y que ocuparon a Kossok en 1969 parece que tuvieron una función como la que desempeña la pieza móvil que une dos objetos. Los caminos se fueron separando cada vez más en direcciones distintas. La pieza móvil seguía abriéndose, pero continuó funcionando a lo largo de los años.
El ciclo de la revolución pasa a España y se convierte en liberal pero permanece burgués Con su trabajo paradigmático «El ciclo ibérico de la revolución 17891830» comenzó Manfred Kossok en 1969 una serie de publicaciones de 69 Konetzke (1959). 70 Véanse las bibliografías en Kahle y Pietschmann (1983: xiii-xxi); Kossok (2000a); Middell y Middell (eds.) (2006: vol iii, 309-336). Explicaremos esto solo con un ejemplo: en 1966 Kossok publicó un trabajo que era su despedida provisional del tema Alemania-Latinoamérica (Kossok, 1966c); el mismo año apareció el artículo de Konetzke «Deutschland und Lateinamerika im neunzehnten Jahrhundert. Ein Literaturbericht» (Konetzke, 1966). En dicho artículo, a lo largo de seis páginas hacía una reseña muy positiva de los trabajos de Kossok, pero terminaba criticando su concepto de revolución, así como los de «movimiento de liberación nacional», «revolución de liberación» y «lucha de las masas populares», que derivaban de los trabajos coetáneos de Kossok acerca de los movimientos de liberación nacional (Konetzke, 1966: 422). El citado fue su último título sobre el tema Alemania-Latinoamérica. 71 Konetzke (1964, 1970, 1974, 1976 y 1978).
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«estudios sobre la revolución».72 En sus investigaciones sobre la historia española podía utilizar sus propios trabajos aparecidos en la edición de la obra de Maiski73 sobre historia del siglo xix español. Ya en su habilitación se había ocupado de «la izquierda (o las izquierdas) como portavoz de las fuerzas más progresistas del “Trienio constitucional” de 1820 a 1823».74 En los siguientes quince años, hasta 1984, aparecieron trabajos sobre la historia de España que trazaron las líneas generales de investigación sobre el siglo xix; describieron también las raíces y tradiciones sobre el concepto general de ciclo, sobre la contrarrevolución, sobre el ciclo específicamente español o sobre las revoluciones individuales como parte de la historia europea y sobre el liberalismo, así como sobre el absolutismo ilustrado en España y sobre la llamada «temprana revolución burguesa» de los comuneros y las germanías. El artículo, breve pero muy polémico, titulado «La izquierda en el ciclo de la revolución» se basó en el tema que Markov había desarrollado sobre las izquierdas legítimas e ilegítimas. Con el concepto del ciclo de la revolución interpretó Kossok la historia de España del siglo xix, si bien la selección de literatura que hizo y la recepción de determinadas posiciones tomadas desde la literatura así como la falta de estudios propios en los archivos le condujeron cada vez más a «interpretar la revolución como algo pasivo»,75 sin que Kossok hubiese estado de acuerdo con esta denominación, ya que, siguiendo a Marx, consideraba las revoluciones como «locomotoras de la historia universal». Sucedió algo parecido a la primera fase de su obra científica, solo que con otros signos. Concepción, tipologías y puntos esenciales eran ahora conceptos propios kossókicos, por decirlo así, en sentido creativo histórico-marxista. Pero de las narraciones, de las cronologías y del material emanaban evaluaciones básicas que, simplemente, exigían demasiado de la «revolución» o la extralimitaban. Así, las revoluciones, a pesar de que en España las había habido más que suficientes, aparecían, curiosamente, con una «débil» repercusión y una monótona repetición. En definitiva, no parecían diferen 72 La docena de volúmenes de esta serie es el núcleo de la obra de Kossok. Como último volumen apareció en 1990 Proletariat und bürgerliche Revolution. 73 Maiski (1961). 74 Kossok (1964b: 98). 75 Millán (1995).
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ciarse mucho de las estructuras conservadoras, sobre todo de las estructuras agrarias. En teoría, con su alusión a las ideas de Marx sobre las «revoluciones urbanas»,76 argumentaba Kossok de manera correcta, pero en principio terminaba aquí el análisis. Desde el punto de vista de la construcción del texto, sus trabajos cada vez se asemejaban más a bibliografías comentadas. Dicha impresión se refuerza por el hecho de que iban apareciendo en la bibliografía cada vez más textos sin paratextos, es decir, sin notas explicativas a pie de página. Kossok se encontraba a veces, ante esta realidad, en una situación desesperada, teniendo en cuenta además que no podía tener acceso a la literatura más reciente de Europa occidental; sin embargo, conservó casi siempre la postura activa «del que quiere obtener lo mejor de las circunstancias existentes». Mientras que en su habilitación Kossok solamente había valorado a la «izquierda», por decirlo así, como a la única «fuerza realmente progresiva», ahora su evaluación científica era más diferenciada. Ello se debió en parte a que en la política de mediados de los años setenta fueron, a juicio de Kossok, los «ultraizquierdistas» quienes actuaron realmente.77 Como es sabido, estos últimos comenzaron entonces a lanzar piedras y a enfrentarse a la policía (lo que, en este aspecto, no les diferenciaba de ella), pero también empezaron a publicar trabajos de investigación histórica y a argumentar históricamente. El interés por el «siglo del liberalismo» en España llevó a Kossok inevitablemente a entrar en contacto con historiadores españoles como Alberto Gil Novales.78 Es, precisamente, Gil Novales quien une el interés por cuestiones teoréticas con estudios claramente empíricos. En los trabajos de Kossok sobre la historia española se ve todavía con más claridad que en sus trabajos sobre la historia de Latinoamérica (Kossok argumentaba su dedicación a la historia de España diciendo que «allí en Latinoamérica no podía entrar a estudiar a los archivos») la ausencia de una investigación sobre las «masas populares» reconocidas claramente como actores.79 Y es que las condiciones de investigación de los historiadores de 76 77 78 79
Kossok (1980b). Guérin (1973). Gil Novales (1975). Kossok (1976b).
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la RDA sobre temas americanos o de Europa occidental eran cada vez más precarias. La historia de la revolución, que se fue convirtiendo en una sociología de la revolución, sufría cada vez más de anemia histórica. Algunas tesis de licenciatura sobre historia española que fueron dirigidas por Kossok y que él había orientado en su redacción según el modelo de su «visión de conjunto histórica» pusieron de manifiesto sobre todo una cosa: les faltaba bibliografía reciente, con la que los jóvenes historiadores por lo menos hubiesen podido estar al corriente de los resultados de la investigación histórica. Hay que subrayar aquí también, a pesar de estas limitaciones, la tipología, la consecuente aplicación de la idea del ciclo y la acentuación del «carácter» europeo de las revoluciones españolas. Asimismo, Kossok lleva a cabo investigaciones sobre el liberalismo80 en España, al que califica como el alma doctrinaria, organizada e ideológica del capitalismo. Dedica un amplio estudio a las Cortes de Cádiz, sobre todo a la Constitución de 1812, pero sin otorgar al derecho, sobre todo al derecho constitucional, un papel autónomo como actor institucional. Tomando como ejemplo el ciclo español y el desarrollo del liberalismo español así como las experiencias que tuvo en Chile, formula por primera vez en su obra la categoría de «reforma».81 En este contexto redacta uno de los principales trabajos históricos sobre Carlos Marx.82 La conclusión de Kossok sobre el ciclo de la revolución burguesa-liberal en España la explica —en un estilo que él dominaba como nadie— en el último artículo que escribió de la serie «Estudios sobre la revolución» sobre la Restauración alfonsina: «El movimiento obrero, campesino y anticolonial es la víctima principal del cambio realizado legalmente por la burguesía […]. No se trata de ninguna manera de una reacción absolutista al estilo antiguo». Posteriormente, expondría en el artículo la investigación de la revolución comparada, realizada en Leipzig, que en definitiva son sus propios trabajos, en la línea de Carlos Marx, Federico Engels, P. Vilar, J. Fontana, M. Tuñón de Lara e I. M. Maiski.83 80 Kossok (1977c). 81 Kossok (1974), así como Kossok, Kübler y Zeuske (1974). La palabra dialéctica en la semántica de la época era sinónima de un comportamiento políticamente espinoso. 82 Kossok (1987). 83 Kossok y Pérez Sarabia (1989).
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Del Este al Oeste o «qué permanece y qué cambia» Voy a responder la pregunta en dos partes lo más brevemente posible, si bien aquí son todavía necesarias intensas investigaciones al respecto. En primer lugar: ¿qué queda de la obra del maestro,84 que murió en 1993 en Leipzig, demasiado pronto, como consecuencia de una larga enfermedad? En segundo lugar: ¿qué líneas generales de su investigación han proseguido sus alumnos inmediatos y qué ha quedado de ellas en el campo de investigación actual de la Alemania unificada? Tras un análisis minucioso, a la pregunta sobre la herencia institucional de Kossok no se le debe dar solo una respuesta negativa, pues está claro que esta herencia forma parte de la historia de la Universidad de Leipzig, del papel de Leipzig como centro científico y de la historia de la ciencia de la Alemania reunificada, y, por ello, no encuentra aquí lugar alguno.85 Manfred Kossok no pudo ya compendiar su obra científica. Los dos o tres volúmenes dedicados a la historia de las revoluciones de independencia de la América española quedaron en proyecto. No obstante, al final de su vida —que coincide igualmente con el fin de la RDA— escribió diversas síntesis. Lo hizo sobre todo porque en los últimos años de la década de 1980 aún carecía de una monografía propia, a pesar de ser una personalidad científica extraordinaria y de haber publicado desde 1964 hasta mediados de los ochenta (a causa de su enorme carga de trabajo en labores de investigación en países lejanos) una buena docena de colecciones de volúmenes temáticos. El libro más importante en la serie de síntesis de un autor ya sometido a diálisis no es tanto In Tyrannos, de corte profundamente histórico-revolucionario, o En la corte de Luis XIV, sino más bien 1492: el mundo en el umbral de la Edad Moderna,86 gran idea conceptual de una síntesis histórica universal y compendio que refleja mejor sus ideas e intenciones. El libro sigue los principios del antropólogo social judío-americano Erich R. Wolf. Kossok dice sobre Wolf: «En su desafiante obra Los pueblos 84 En un marco más general, D. Elsner, «Im Osten Neues? Forschungen zur Demokratiegeschichte und zur 48er Revolution in Festschriften für Historiker aus der Ex-DDR» (inédito). 85 Véase mi intento, ya superado, de una sistematización en Zeuske (1993). 86 Kossok (1992b).
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sin historia. Europa y el mundo desde 1400 escribe el antropólogo americano Eric R. Wolf (1982): “Según esto, de lo que se trata en definitiva es de descubrir la historia de los pueblos sin historia, es decir, la historia activa de los así llamados ‘primitivos’ […]”. En este descubrimiento y rehabilitación de la historia extraeuropea sobre el periodo de comienzos de la Edad Moderna ocupa también África un puesto importante».87 Después de cuarenta años de tratar y de elaborar grandes estructuras, épocas, personalidades, tipos y categorías, Kossok redescubrió en Los pueblos el núcleo o esencia de cada historia, es decir, las personas como actores de su historia, un elemento constitutivo de las primeras obras de Marx, quien escribió: «Las personas hacen su propia historia, pero no la hacen por libre decisión, sino bajo las circunstancias inmediatas con las que se han encontrado, las que se dan realmente y las que han sido transmitidas o legadas a la posteridad. La tradición de las generaciones muertas oprime como una pesadilla el cerebro de los vivos».88 Como testimonio de la obra vital de un investigador y profesor universitario fascinante quedan, junto al recuerdo colectivo e individual, sobre todo dos componentes. En primer lugar, la colección de Estudios sobre la historia de la revolución. Esta colección se encuentra actualmente en Alemania, sobre todo en los depósitos no usados de las bibliotecas (pero está bien acogida). A pesar del «cambio de paradigma» (si bien en el mundo globalizado de los medios de comunicación, por suerte hay que decirlo, también los cambios de paradigma son víctimas de cambios rápidos), dicha colección está en las, por así llamarlas, pequeñas bibliotecas selectas en funcionamiento de científicos, sobre todo en América y España, pero también en el resto de Europa. Y en segundo lugar, precisamente «las obras selectas» desempeñan un papel muy importante, sobre todo en el duro 87 Kossok (1992b: 59). Esto es, en realidad, una vuelta a las primeras y amplias apreciaciones sobre la dimensión local-histórica universal del Imperio español, es decir, de su componente africano y asiático. Dicho en lenguaje coloquial, «antes y después de Colón» (antes de 1492 y un poco más tarde) y después de 1898 y un poco antes España estaba orientada en su expansión estratégica hacia África. 88 Marx (1978). Tras sus primeros trabajos sobre los artesanos, Kossok no se dedicó nunca más a la historia social de las capas bajas, sino que se centró en las «grandes personalidades» y en los problemas estructurales «sobre la cuestión agraria». Veáse Kossok (1977a). Las «masas populares» aparecen en su obra como concepto, y, por decirlo así, considera a las «masas» como categoría.
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debate historiográfico que tiene lugar actualmente en Alemania. La pregunta sobre «qué queda de su obra» solo se puede responder aquí en relación con sus alumnos de una manera aproximada. Para ello debemos examinar el periodo de 1982 a 1984. Las tesis doctorales de sus alumnos inmediatos, dirigidas por Kossok, sobre historia de España y Latinoamérica (y de los miembros de la antigua cátedra de Historia General de la Edad Moderna, 1500-1917), sobre el factor del movimiento popular en los movimientos de independencia y sobre Simón Bolívar ya se habían concluido.89 Este proceso de elaboración de las ideas de la obra de Kossok terminó con la habilitación de Michael Zeuske (1991) y se volvió de nuevo a retomar en la habilitación y las publicaciones de Bernd Schröter (1999/2000),90 es decir, no se interrumpió definitivamente. Por lo tanto, no ha terminado todavía la investigación sobre la historia de las revoluciones de independencia. En los últimos años han aparecido muchos e interesantes trabajos en este campo.91 Los postulados continental y comparativo, formulados en 1955 por Kossok, no se han diluido. Habría que someterlos hoy a un profundo sondeo microhistórico, profundizando minuciosamente en puntos concretos.92 A partir de 1985, primero contra la desaprobación unánime de una cátedra universitaria fundada y orientada hacia los estudios de Historia Universal, Kossok retomó la labor investigadora sobre el tema-continente «Alemania y Latinoamérica», acoplándolo a la historia regional de Sajonia y Prusia. El pretexto para esta unión apenas tenía que ver con el tema de la «Historia Universal», y muestra que el estilo moderno tardío en la RDA 89 Zeuske y Holzapfel (1986); Zeuske (1989a); Schröter (2000). 90 Schröter (1999 y 2000). Schröter adopta el enfoque recogido en el artículo sobre fronteras de Kossok. Schröter, «Die Bedeutung von Grenzregionen bei der Staatsentstehung in Amerika. Ein Problemaufriss», ponencia presentada en el taller Staat und Entwicklung in Nord- und Lateinamerika im langen 19. Jahrhundert: Ähnlichkeiten und Divergenzen, organizado en la Universidad de Augsburgo por Peter Waldmann y Hans Werner Tobler los días 19 y 20 de enero de 2001. 91 El creciente interés por las revoluciones de independencia se debe, en cierto modo, a los trabajos de François-Xavier Guerra, que subraya el papel que desempeñan en ellas los actores. Véanse, junto a los trabajos que figuran en Schröter (2000), el cuaderno con reseñas temáticas de American Historical Review, vol. 105, n.º 1, febrero 2000; Guerra (1992); Hamnett (1995); Rodríguez (1996); Uribe-Urán (1997); Chust (ed.) (2000). 92 Zeuske (2002b).
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presentaba rasgos completamente postmodernos.93 Cum grano salis y de manera más simple, se podría decir que el antiguo departamento de investigación especial sobre «procesos regionales de identificación», que tenía su sede en el viejo centro de comercio de pieles Brühl de la Universidad de Leipzig debe su existencia a Simón Bolívar. Yo tuve entonces la suerte de ser enviado por Manfred Kossok al archivo en el que él trabajó en su juventud, en la ciudad de Merseburg, en el antiguo archivo central alemán situado en la calle König-Heinrich. Se trataba en este caso de buscar fuentes para un proyecto del Gobierno venezolano de aquella época, con el que se intentaban compendiar las relaciones entre Simón Bolívar y Europa.94 Kossok instaba a elaborar estudios de «casos concretos» que, en su opinión, se echaban de menos en cada uno de los movimientos de independencia. Pero «estudios de casos concretos» necesitan de fuentes, precisamente durante el tiempo en que se crea o produce historia desde los archivos. La sistematización conduce con frecuencia a poner en entredicho las líneas generales inductivo-empíricas absolutamente necesarias, las únicas desde las que, en definitiva, se pueden formar criterios de comparación histórica. Los conocimientos obtenidos en la multitud de documentos importantes ocultos del archivo prusiano produjeron un impulso notable. A la ciudad de Merseburg siguió Dresde. El Archivo del Estado de Dresde (hoy llamado Archivo Principal Sajón de Dresde) estaba lleno de actas interesantes y documentos. La ciudad de Dresde posee sobre todo innumerables tesoros y obras pictóricas (muchos hacen referencia a España)95 y Potsdam no quedaba lejos. La consecuencia fue seguir una doble estrategia de investigación: una corriente orientada a la investigación histórica regional y mundial y otra corriente que seguía ocupándose de estudios de casos concretos sin fuentes de archivo, así como trabajos de investigación tipológicos de los movimientos de independencia.96 Kossok no había contado con el 93 Lógicamente, esto condujo a que los historiadores de la posthistoria se interesasen por Leipzig. La «colisión de las culturas científicas» no se hizo esperar; véase la revista Comparativ, cuaderno 3, «Medien – Revolution – Historie», W. Ernst y M. Middell (eds.); las actas del congreso, en S. Graber, Comparativ, cuaderno 2, 1991, p. 75, y Frankfurter Allgemeine Zeitung, 9 de agosto de 1991 (Patrick Bahners). 94 Kossok y Zeuske (1986 y 1987). 95 Rodiek (ed.) (2000). Lamentablemente, sin ninguna relación con las investigaciones de Leipzig. Pero esto parece que es de nuevo normal en la nueva Sajonia. 96 Lo que casi condujo a la dualidad porque el autor, que estaba estudiando la historia
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cambio que se introdujo de un uso más intensivo de los archivos, pero no lo dificultó. Dirigió seminarios de nivel superior sobre los informes o relatos sajones y prusianos sobre la historia de España del siglo xix.97 Se comenzó a redactar una tesis doctoral sobre Sajonia, España y Latinoamérica.98 A esta siguió otra sobre Prusia, España y el Congreso de Verona. El departamento del instituto especializado en Francia continuó también en esta línea después de que Manfred Kossok diese su placet a las investigaciones de archivos. En tal sentido, el actual Departamento Especial de Investigación 417 de la Universidad de Leipzig tiene su origen en estos modestos comienzos. La afirmación pueda quizá parecer arrogante o desmesurada en vista de los esfuerzos que se hicieron para reclutar determinados medios de investigación y de las muchas personas que participaron en ello. Pero no se le puede negar una lógica cronológica y de organización interna.99 La línea de investigación de Kossok sobre las relaciones (hoy diríamos transfers culturels)100 entre Alemania y Latinoamérica se continuó en la tesis doctoral de Ulrike Schmieder101 y en los dos volúmenes de resultados sobre Regiones alemanas y Latinoamérica.102 El volumen Regiones europeas y Latinoamérica103 hace referencia expresa a los fundamentos científicos de Kossok, en su tratado de 1961, sobre la «importancia del mercado colonial español-americano para el mercado textil prusiano». Incluso un libro del autor, que está a punto de concluirse, refleja estas ideas de Kossok.104 Como se puede ver fácilmente en su título español, se orienta la obra no tanto a venezolana y de la Nueva Granada, consultó en 1987 y 1988 en Cuba fuentes sobre dichos territorios. Y lo que encontró sobre todo fueron fuentes cubano-españolas referidas a la lucha contra el movimiento de independencia. Así, llegó a conocer muy bien los archivos cubanos: Zeuske (1989b); Zeuske y Munford (1991). El siguiente artículo (Zeuske, 1991a) fue en cierto sentido consecuente. Una «historia de los títulos» arrojaría resultados sorprendentes, al mostrar cómo se plasman en ellos determinadas perspectivas (Zeuske, 1992c). 97 Schmidt (1990); Kurzentat (1990); Ludwig (1990). 98 Ludwig (1994a, 1994b y 1995-96). 99 Lo lejos que queda en su recuerdo este triste pasado (quince años en total, aunque quizá esto carece de «valor» para él) se puede apreciar en un ejemplo elegido al azar: Friedrich (2000). 100 Espagne y Werner (1985-86); Middell (2000). 101 Schmieder (1998a). 102 Zeuske y Schröter (eds.) (1995); Schröter (1995). 103 Zeuske y Schmieder (eds.) (1999). 104 Zeuske (2017).
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la «ciencia histórica alemana» como a las discusiones españolas y latinoamericanas. El tema de Humboldt se continúa tratando:105 el archipiélago tiene hoy (en el doscientos aniversario del viaje de Humboldt/Bonpland a América) una gran repercusión.106 La comparación histórica como camino importante, incluso con las deficiencias que lleva consigo, queda como una gran tarea que se debe proseguir. Junto con el cambio de paradigma de las ciencias históricas puede y debe ser aplicada a otras materias y temas,107 y debe ir al paso metódicamente con la nueva y tradicional orientación de estudio de archivos en la investigación histórica y con el hecho de que no son las estructuras, las categorías, ni las palabras, textos o símbolos los que configuran el núcleo de cada historia, sino que son las personas quienes lo forman; algo que hoy se echa claramente de menos, a pesar de algunos estimulantes trabajos, son las voces de Alemania del Este en el debate comparativo en las ciencias históricas, incluso en problemas teóricos.108 He utilizado conscientemente el plural. No solo a los alumnos que se dedican a la especialidad de EspañaAmérica, sino a todos los alumnos y colegas íntimos se les debe recomendar una de las principales ventajas del antiguo Instituto Markov-Kossok de Leipzig: la necesidad de líneas transversales dentro de cada campo de investigación. Asimismo, intereses creados de institutos de investigación alemanes, antes y después de 1990, y los secretos a voces de las relaciones científicas interalemanas de 1955 a 1990 van apareciendo claramente en los estudios intensivos de la obra de Kossok. Esto posibilita nuevas alianzas de investigación. Hay que considerar como un elemento sumamente significativo que el último trabajo de investigación que Kossok entregó a la editorial para su publicación antes de su muerte llevase por título «Alternativas de la transformación social en América Latina. Las revoluciones de la independencia 105 Zeuske (1992b); Zeuske y Schröter (eds.) (1992); Zeuske y Schröter (1999, 2001a y 2001b). 106 Humboldt (1999). 107 Zeuske (2001). 108 En sentido estratégico, es alentador que todavía exista la revista científica Comparativ, cofundada por Kossok. Véase, por ejemplo, Comparativ, 10, cuaderno 1 (2000), «Kulturtransfer und Vergleich», M. Middell (ed.), así como Middell, Gibas y Hadler (2000).
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desde 1790 hasta 1830. Un esbozo de problemas».109 Este trabajo se publicó en Cuba en 1996. La «última palabra» de Manfred Kossok, en lo que al título del trabajo se refiere, no es, pues, el paso «de la historia universal a la historia global» o el «enigma de la dictadura». El arco que une su primer artículo científico académico autónomo y su último trabajo de investigación comienza y termina con aquello que era lo que él más apreciaba, a saber, el alfa de las revoluciones y el omega de las alternativas de la transformación social en Latinoamérica.
109 Kossok (1996 y 1992-93); Guerra Vilaboy (2000).
EL DESTINO DE UNA VIDA: MANFRED KOSSOK Y LA HISTORIA UNIVERSAL Alberto Gil Novales
Universidad Complutense
Estoy profundamente agradecido al profesor Manuel Chust por haberme invitado a participar en el presente homenaje a Manfred Kossok. Probablemente fue Kossok el maestro e historiador que en el siglo xx más hizo para dinamizar su disciplina, por encima de la diversidad de los países, de las lenguas y de las tradiciones que él, no obstante, era el primero en respetar y en asimilar. Su inmensa obra, desperdigada en múltiples revistas, entre ellas preferentemente la Zeitschrift für Geschichtswissenschaft,1 fue objeto en el año 2000 de una amplia antología, publicada en Leipzig,2 y ha sido objeto también en nuestro país de un importante estudio, con reedición de textos, que lleva el título de La ilusión heroica.3 Kossok fue el gran investigador de la revolución, en la historia y como concepto. Síntesis de toda una vida, muestra a la vez de su fecunda madurez, son sus libros In Tyrannos: Revolutionen der Weltgeschichte. Von den Hussiten bis zur Commune (1989), Am Hofe Ludwigs XIV (1989) y 1492. Die Welt an der Schwelle der Neuzeit (1992).4
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De esta revista Kossok era uno de los redactores. Kossok (2000a). Roura y Chust (eds.) (2010). Kossok (1989b, 1989c, 1992b [trad., 1994b], 1993a y 2000a).
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Manfred Kossok nació en Breslau el 18 de mayo de 1930, de humildes progenitores (el padre sastre, la madre costurera). Su apellido podría hacer pensar en un origen polaco, pero lo cierto es que siempre fue y se sintió alemán. En 1945, al terminar la II Guerra Mundial, Breslau y su comarca fueron incorporadas a Polonia (hoy es Wroclaw), lo que teóricamente dio a Kossok la posibilidad de reclamar la nacionalidad polaca, en virtud del ius soli, pero jamás se lo planteó. Esto no quiere decir nada en detrimento de ese país: simplemente, que era alemán. Discípulo de Walter Markov (Graz, Austria, 1909 - Summt, Alemania, 1993), quien en 1946 fue nombrado director del Instituto de Historia Universal de la Universidad de Leipzig, puesto en el que en 1969 le sucedió el propio Kossok. El Instituto había sido fundado en 1909 por Karl Lamprecht (1856-1915), firme partidario de sobrepasar la Historia política, introduciendo en ella la Historia de la cultura.5 En este concepto, según Lamprecht, entraba el mundo de la economía, lo que deja traslucir, al decir de Georges Lefebvre, influencias de Auguste Comte y de Karl Marx, aunque sin adherirse por ello al materialismo histórico.6 La novedad lamprechtiana dio lugar en su tiempo a muchas polémicas, pero ni Markov ni Kossok entraron en ellas. Lo importante era el precedente que Lamprecht había introducido, que ya en su tiempo hizo famosa a la Universidad de Leipzig. Para ambos lo necesario era continuar en esa línea de investigación. La categoría y la especialidad de Walter Markov marcaron profundamente al discípulo. En toda biografía de Kossok conviene decir previamente unas palabras sobre Markov. Entre 1919 y 1927 estudió en los gimnasios (institutos) de Liubliana, Krani y Belgrado, obteniendo su título de bachiller en Susak, ciudad que más tarde pasó a llamarse Rijeka (en italiano Fiume, hoy en Croacia). Estudió Historia, Geografía, Filosofía, Historia de las Religiones, Orientalística y Eslavística en las Universidades de Leipzig, Colonia, Berlín, Hamburgo y Bonn. En la última se doctoró con la tesis Serbien zwischen Österreich und Russland 1897-1908, publicada en Stuttgart, 1934. En 5 Lamprecht (1914). En esta obra defendía la tesis de que no había que limitarse a los hechos políticos, sino que también debían estudiarse los político-culturales. 6 Lefebvre (1971: 303-304).
El destino de una vida: Manfred Kossok y la Historia Universal
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esta fecha el nazismo ya se había apoderado de Alemania. Markov pasó a la acción, siendo uno de los fundadores de un círculo de resistencia y publicando una revista clandestina que llevaba el título de Sozialistische Republik. Detenido en 1935, fue condenado a diez años en el penal de Siegburg. Él mismo dirigió en 1945 la liberación de sus compañeros de reclusión. Al año siguiente comenzó su docencia en la Universidad de Leipzig, en la que en 1949 ascendió a catedrático y director, como ya he dicho, de su Instituto de Historia Universal. En 1948 se había casado con Irene Bönninger, con la que tuvo cinco hijos Poseyendo como pocos una sólida formación científica y humanística, en la que destaca el dominio de los más importantes idiomas de Europa, en los que se incluyen las lenguas eslavas, propias del Imperio austro-húngaro en el que nació, y también el turco, la experiencia de la cárcel le va a abrir insospechadas posibilidades. El director de su prisión era un firme convencido de que el alemán es ein Herren Volk (un pueblo de señores), por lo que su misión era mandar sobre los pueblos inferiores. Fue así como sobre ellos, los pueblos que hoy llamaríamos del Tercer Mundo, llegó a reunir una excelente biblioteca. Markov se documentó y fue precisando tanto su inclinación al estudio de su historia como también hacia el concepto y desarrollo de «rebelión radical», a partir de la Revolución de 1789.7 Así fue publicando sus libros y artículos, y al mismo tiempo hizo grandes viajes a varios países de Europa y de África, para renovar su conocimiento de los hombres y de sus problemas y para incrementar su ya abundante bibliografía. Especialmente importantes fueron sus largas estancias en París, que le convirtieron en uno de los grandes especialistas mundiales sobre la Revolución francesa.8 Trabajó sobre Jacques Roux y otras cuestiones de la Revolución, lo que le permitió además entablar relaciones de amistad con los prominentes historiadores de Francia, que en aquellos años estudiaban sobre la gran Revolución de su país, en especial con Albert Soboul.9 7 Kossok (1979a: 16). 8 Droz (1972). 9 Incluyo a continuación la bibliografía fundamental de Walter Markov: Serbien zwischen Österreich und Russland 1897-1908, Stuttgart 1934. Geschichte derTürkeii, Berlín y Leipzig, 1948. Zur universalgeschichtlichen Einordnung des afrikanischen Befreiungs-
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Este es el inmenso legado que Markov, ejemplo y doctrina, transmitió a sus discípulos, muy en especial a Manfred Kossok.10 El cual comprendió muy pronto que la revolución en abstracto no tenía sentido, es decir, que la revolución es un concepto histórico, comprensible solo desde la Historia. Aunque las historias locales, regionales y nacionales son siempre bienvenidas, lo son como parte o contribución a la Historia Universal, la única que siendo histórica por definición es a la vez racional. Digamos de paso que eso de que la Historia se «ha acabado» es pura insensatez. Ante este amplísimo panorama no tenemos más remedio que escoger. Así, Kossok dirigió sus afanes hacia la Historia Contemporánea, desde la Revolución francesa hasta nuestros días. Kant decía que la Constitución pokampfes, Leipzig (Leipziger Universitätsreden, N.F. 10), 1959. «Probleme des Neokolonialismus und die Politik der beiden deutschen Staaten gegenüber dem nationalen Befreiungkampf der Völker», en Zur Geschichte des Kolonialismus und der nationalen Befreiung, Sonderheft der Zeitchrift für Geschichtwissenschaft, IX, Berlín, 1961, pp. 7 y ss. «Les Jacquesroutins», Annales historiques de la Révolution française, n.º 221, 1975, pp. 480-481. «I giacobini dei paesi absburgici», Studi Storici, Roma, n.º 3, 1962, pp. 493525. Jacques Roux und Karl Marx, 1965, trad. italiana Studi Storici, n.º 1, 1965. «Das Ärgernis des linken Priesters», 1965, trad. italiana, «La collera del prete rosso», Studi Storici, n.º 4, 1965. Jacques Roux oder vom Elend der Biographie, Berlín, Akademie Verlag, 1966, 112 pp. Die Freiheiten des Priesters Roux, Berlín, Akademie Verlag, 1967, 430 pp.; trad. francesa, 1969. Jacques Roux, Scripta et Acta, Berlín, Akademie Verlag, 1969, VII + 686 pp., texto en francés. Exkurse zu Jacques Roux, Berlín, Akademie Verlag, 1970, XIV + 371 pp. «Institutions napoléoniennes en Allemagne: les deux faces d’un progrès», Revue d’histoire moderne et contemporaine, 17, jul.-sept. 1970, pp. 893-896. Volksbewegungen der Französischen Revolution, Fráncfort del Meno, 1976. En colaboración con Ernst Werner: Geschichte der Türken. Von del Anfängen bis zur Gegenwart, Berlín, 1979. Eine Jury für Jacques Roux. Dem Wirken Walter Markovs gewidmet, Berlín, Akademie Verlag, 1981, 124 pp. [Walter Markov: «Erwiderung», pp. 18-20; Jacques Roux: «Addenda», pp. 79-88]. Weltgeschichte im Revolutionsquadrat, 2.ª ed., Berlín, 1982. «Forschungsprobleme der Französischen Revolution. Aus Anlas des Todes von Albert Soboul», Zeitschrift für Geschichtswissenschaft, n.º 6, Berlín, 1984. Revolution im Zeugenstand Frankreich 17891799, Fráncfort del Meno, 1987, 2 vols., 583 + 725 pp. (1.ª ed., Leipzig, 1982). Zwiesprache mit dem Jahrhundert, Berlín, 1989 (cit. por Roura y Chust, eds., 2010: 43). Grand Empire. Virtue and Vice in the Napoleonic Era, translated from the German by Peter Underwood, Nueva York, Hippocrene Books, 1990, 280 pp. Grundzüge der Balkandiplomatie. Ein Beitrag zur Geschichte der Abhängigkeitsverhältnisse, ed. de Fritz Klein e Irene Markov, Leipzig, 1999. La anterior relación bibliográfica corresponde a Markov (1934, 1959, 1961, 1975, 1962, 1965a, 1965b, 1966, 1967, 1969 [ed.], 1970a, 1970b, 1976, 1979 [Markov y Werner], 1981, 1982b, 1984, 1987, 1989, 1990 y 1999). [N. de la Ed.]. 10 Me he basado en esta presentación de Walter Markov en la necrología que le dediqué en Trienio: Gil Novales (1994).
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lítica tiene que ser republicana y representativa.11 Si no lo es, debemos trabajar para que lo sea, de donde se desprende que la investigación debe ir acompañada de la conciencia revolucionaria. Tomar a la Revolución de 1789 como punto de partida de la contemporaneidad no se hace tampoco por capricho, sino porque en palabras de un escritor español, secundario y casi desconocido: «La de Varens12 educó a Juan Jacobo13 para que este educase al pueblo del 93, que es el afelio de la gran historia moderna».14 Kossok, además, conocía bien las doctrinas de Marx, tema que no conviene olvidar. Siguiendo el modelo de Markov, Kossok desde el principio trabajó en el sentido de la Historia, no eurocéntrica, sino Universal. Sin renunciar a nada, al mundo africano y colonial de Markov, Kossok sustituyó el latinoamericano y por tanto el español, para lo cual asistió durante unos años a los cursos de Richard Konetzke (1897-1980) en Colonia.15 Konetzke le introdujo no solo en los temas de la enseñanza, sino también en la amistad y camaradería con los profesores hispanos de su materia. La terrible fama del Herr Professor, siempre distante de los alumnos, no se cumplió con él.16 Kossok tuvo que estudiar español y sumirse en la complejidad de sus historias y tradiciones. Le ayudaron los viajes que realizó. En 1962 pudo hacer una larga estancia en América del Sur, dedicado a la docencia y a la investigación en las universidades de Chile y de Uruguay, todo ello en un español casi «cosido con alfileres», como se dice vulgarmente, y trabó relaciones de amistad con muchos intelectuales de izquierda.17 Viajes que posteriormente prodigó. En sus escritos atendía a la vez a la historia política tradicional, renovándola conforme las investigaciones la iban enriqueciendo, como ocurre en su primera obra, en la que la Santa Alianza entra ya en relación con la de América Latina;18 y a la historia económica y de las ideas. 11 Kant (1919: 22, 26, 28). 12 Mme Warens. 13 Rousseau. 14 Romero Quiñones (1875: 5). Cf. Gil Novales (1990). 15 Roura y Chust (eds.) (2010: 12). 16 Cf. Konetzke (1929). El libro está dedicado a «Antonio Ballesteros y Beretta in Dankbarkeit und Freundschaft». 17 Cf. Middell (2010: 49). 18 Kossok (1968).
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Mucho puede alcanzar un historiador, inteligente y decidido como Kossok, en la investigación histórica, pero sin duda es mucho mejor trabajar en equipo. Así, en su método de investigación abundan las expresiones «primera tesis»19 (o segunda, etc.), que significan que sobre un tema determinado Kossok elaboraba una primera versión e invitaba a sus colegas y discípulos a ejercer libremente la crítica, proponiendo correcciones, modificaciones de detalle o de fondo, o bien otras maneras de entrar en el asunto. El escrito final resultaba siempre espléndido, muy por encima de lo que había sido el punto de partida. Además de esto, convocaba congresos o coloquios, a ser posible con carácter internacional, o asistía a los iniciados por otros (mientras la salud se lo permitió); y además mantenía una inmensa correspondencia epistolar. No todo era trabajar con los codos en la mesa, ya que en sus viajes hacía suyas las tradiciones de los países que visitaba y entablaba las amistades a las que me he referido, además de que llevaba por todas partes la frescura de su ánimo y el rigor de su presencia. Todo esto tuvo que programarlo y decidirlo desde su primera madurez. A consecuencia de la derrota de Alemania en la Segunda Guerra Mundial, el país había quedado dividido en dos Estados, la República Federal y la República Democrática.20 Él era ciudadano de la República Democrática. Una situación de hecho en la que se encontró inserto Kossok, sin haberla provocado, pero que le produjo una gran ilusión, la que él llamó «ilusión heroica», con referencia al jacobinismo de la Revolución francesa, unidad de interés y de idea, que abrió nuevos rumbos a la Historia Universal. El mismo concepto lo aplicó también a la construcción del socialismo en la RDA, que era algo cotidiano, difícil y a la vez esperanzado. Sin obviar la rápida desviación burocrática que podía observarse en la RDA. Kossok no entró en lo puramente político, sino que se concentró en la investigación y la docencia.21 19 Las palabras alemanas empleadas son These (‘tesis’) o Fassung (‘expresión’). 20 Kossok y Badstübner (eds.) (1989). 21 Muy atinadamente, La ilusión heroica es el título escogido por Lluís Roura y Manuel Chust para el libro citado anteriormente.
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Como es sabido, en 1945 Berlín quedó de hecho dividida en dos zonas, oriental, que correspondía a la zona de ocupación rusa, y occidental, formado por las partes de la ciudad ocupadas por las tropas francesas, británicas y norteamericanas, las cuales no solo permitieron, sino que impulsaron la unificación política de sus sectores bajo esa denominación de occidental, inmediatamente calificada de Federal. Junto a otros partidos existía en la Alemania Federal el Sozialdemokratische Partei Deutschlands (SPD), partido obrero en sus orígenes, con gran prestigio internacional. Al crearse en 1949 la República Federal de Alemania, la Cancillería, con Konrad Adenauer al frente de la CDU (demócrata-cristiano), adquirió una gran fuerza gracias a su identificación con la política occidental. En 1955 la RFA ingresó en la OTAN.22 Por su parte, en el SPD aparecieron grandes personalidades, como Erich Ollenhauer, Ernst Reuter, Kurt Schumacher, quienes impulsaron la noción de que el partido no podía estar siempre en segunda fila y tenía que llegar al poder. Para ello en el Congreso de Bad Godesberg, en 1959, renunció al marxismo,23 acaso la única respuesta política posible al ingreso en la OTAN de la RFA por parte de la CDU. Con ello se pensaba que el SPD podría formar gobierno, con lo que contribuyó en plena Guerra Fría24 a la política más agresiva de Occidente.25 El hecho afectó negativamente a la cultura española26 y, por supuesto, también a la RDA.27 El filósofo de la Historia Lewis Mumford, norteamericano, denunció en 1962 el gran crimen del enfrentamiento entre su país y la Unión Soviética, que según él fue la consecuencia de que tras la guerra de 1914-1918 el mundo cayó en la que llama la «Edad de la Violencia».28 Aunque se habló de que en la Alemania Federal los jóvenes socialistas constituían una fuerza de resistencia a la política oficial, y por tanto de aspiración a la democracia auténtica,29 confieso mi desconocimiento de la cuestión. Hoy 22 23 24 25 26 27 28 29
Organización del Tratado del Atlántico Norte. Chalmers (1964). Lukács (1962). Gattei (1976). Badstübner (1989). McMahon (2003). Roberts (2006). Allen (1963). Glondys (2012); Morán (2014: 291-328). Kossok y Badstübner (eds.) (1989). Mumford (1962). Cf. Gil Novales (2013: 27). Abendroth (1977).
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por hoy la única fuerza organizada en este sentido parece ser Die Linke (La Izquierda). Lógicamente, las relaciones entre los partidos socialistas de la República Federal y de la República Democrática no fueron buenas, lo que dio lugar a ataques y discusiones de todo tipo. No entraré en ellos. Me basta con mencionarlos. Huyendo siempre del nacionalismo estrecho, Kossok creó un Instituto (Forschungsgruppe) de Historia Comparada de las Revoluciones en 1971, sobre la base de las secciones de Historia de la Universidad Karl Marx de Leipzig, y de la Universidad Humboldt de Berlín, el Instituto Central de Historia de la Academia de Ciencias de la RDA y la cátedra de Historia del Instituto de Ciencias Sociales, dependiente del Comité Central del Partido Socialista Unificado de Alemania (SED).30 La Historia Universal y la Historia Comparada de las Revoluciones: he aquí en dos términos la inmensa obra científica de Kossok, el cual por encima de las fronteras se hizo mundialmente famoso. En la Academia de Ciencias de la RDA figura precisamente bajo los conceptos de Historia y de Historia Comparada de las Revoluciones.31 Inevitablemente, se produjo un enfrentamiento dialéctico entre una y otra Alemania, a veces con palabras muy duras, palabras de enemigo. Manfred Kossok no intervino en esas discusiones de plazuela, aunque las lamentase. Él era súbdito leal de la que fue llamada Alemania oriental, si bien no rehuyó la confrontación exclusivamente científica con los representantes intelectuales de la Alemania Federal. Paso a tratar ahora algo muy delicado. La burocratización del partido gobernante en la Alemania Oriental, el SED,32 fue creando un sentimiento de solidaridad entre los habitantes orientales, que superó incluso la prueba de la reunificación. A ello contribuyó, ciertamente, la «barbarie» de los occidentales, que solo querían destruir —incluso en lo material—, erradicando al contrario. Lo que podemos llamar la satisfacción Ost (Este) porque Alemania volviera a ser una, y no dos como en los años cuarenta, se vio acompañada de un terrible malestar.33 Un mal augurio no solo para Alemania, sino para toda Europa, y aun para el conjunto del planeta. 30 31 32 33
Gil Novales (1985). Cf. Hartkoff (dir.) (1977: 84). Wolf (1991). Dahn (1996).
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La gravedad de la situación se deriva no solo de una mera operación política, sino que el tema ocurrió en el país responsable de Auschwitz y de otros campos de concentración,34 y da bastante que pensar para el futuro. A pesar de que en muchos aspectos la República Democrática Alemana dejaba mucho que desear, y a pesar del anhelo por la reunificación nacional, se fue creando un sentimiento Ostdeutsch, que de ninguna forma se oponía a la unidad nacional, pero marcaba un orgullo particular, el orgullo legítimo de lo que había sido el Estado oriental, y sobre todo de lo que había realizado. Creo que Kossok compartía este sentimiento, que englobaba la plena acepción de ciudadano35 y que de ninguna manera se sumó a los ataques o a las riñas entre los dos Estados. Así, organizó coloquios científicos entre historiadores de una y otra Alemania, y mantuvo relaciones de amistad y colaboración con docentes de la República Federal. Pienso ahora en Günter Kahle, profesor de la Universidad de Colonia, quien había sido discípulo y colaborador de Richard Konetzke. Los viajes tenían también la finalidad de recoger bibliografía, incluso fuentes, y la de establecer relaciones de amistad y camaradería con los estudiosos de los países visitados (sin que esto excluya la petición oficial de copias de documentos, dirigida a los archivos encargados de su custodia). Lo dicho vale tanto para la historia narrativa como para la del pensamiento.36 Y naturalmente el género biográfico, con amenidad, pero sin novelerías.37 La profundidad de la historia, la autobiografía y la emoción por hallarse en una ciudad plena de evocaciones históricas, podemos encontrarla en su salutación a Barcelona.38 Naturalmente, no es la única ciudad, región o país a las que alcanza su emoción como ser humano. Podríamos incluso decir, aunque parezca redundante, que la Historia es emocionante por ser Historia. Una piedra pesa, e incluso puede matar, pero no es capaz de pensar o de sentir. El hombre sí, y Kossok también expresaba ese sentimiento de emoción por su trabajo, por la Historia. No debemos creer que Manfred Kossok aisló al individuo singular respecto de la Historia global. Esta, es decir, la comprensión de su significado, 34 35 36 37 38
Grass (1990a y 1990b). Kossok (1983b). Kossok (1980a, 1982b y 1994c). Kossok (1983c). Kossok (1978).
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fue el final, no de la Historia como tal, sino del momento en que la evocamos y con arreglo al saber que entre todos hemos fraguado. Así, Carlos Marx, en el pensamiento de Kossok, ocupa un lugar privilegiado, no porque nuestro historiador pensara que la Historia comenzó en Marx, sino porque este fue capaz, en medio de muchas dificultades, de discurrir un método para hacer comprensible el devenir humano. Él mismo lo explicó.39 Además de la obra personal, individual, los coloquios programados por Kossok buscaron siempre establecer la relación entre temas diversos, en un contexto, como ya he dicho, histórico. Para Kossok siempre hubo dos o más elementos diferentes que ponían en relación los conceptos de Historia y Revolución. Empecemos por las épocas. O, si se quiere, por las fechas —simbólicas— como si estuviesen unidas por un fluido de ida y vuelta: la primera Revolución inglesa, tan rica de contenido,40 y la Revolución francesa por antonomasia. Manfred Kossok escribió 1640 und 1789, y otras obras de tipo conceptual o más dilatadas en el tiempo.41 Además de lo ya recogido anteriormente, Kossok dedicó a la Revolución francesa algunos trabajos especialmente significativos, incluida la Revolución de Julio de 1830.42 Lo mismo digo con los escritos de tema español o hispanoamericano, que empezaron con el libro sobre la Santa Alianza y continuaron con trabajos tan admirables como abundantes: «Die Spanische Revolution von 1868 bis 1874. Prolegomena zu einem Kapitel der europäischen Revolutionsgeschichte» (Kossok, 1976c). De esta forma el evento español entró de pleno derecho en la Historia revolucionaria europea, lo que en cierta manera quiere decir universal. A los que podemos añadir otros ensayos a título orientativo.43 Así, tanto la Historia de la Revolución en los tiempos modernos44 o en la Historia Universal45 siempre fue objeto para Kossok para añadir precisiones o nuevos elementos de juicio. 39 Kossok (2000c [1984]). 40 Cf. Hill (1972). 41 Kossok (1984a). 42 Kossok (1977e, 1990a y 1990b), Kossok y Loch (1985), Kossok y Kross (eds.) (1989). 43 Kossok (1968, 1974, 1976a, 1976c, 1977b, 1979b, 1984b: 161-171, y 1985), Kossok y Middell (1993). 44 Kossok (1983a), Kossok (ed.) (1974 y 1982). 45 Kossok (1981b).
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Asimismo, los coloquios y las conferencias dedicados a los temas que hemos visto hasta ahora pasaron a ser materia historiable de la obra de Manfred Kossok, sujeto también de la propia historia.46 En especial, las reseñas de tres reuniones científicas del año 1976. Ejemplos de la intensidad del trabajo de su autor.47 Para un país como España, del que llegó a decirse que no había tenido Renacimiento, ni Ilustración, ni Romanticismo, ni siquiera siglo xix (excepto en la mecánica inevitable de la sucesión de los días y de las noches), la lectura de los libros, comunicaciones y artículos de Manfred Kossok sobre su historia y sobre el conjunto de los pueblos hispánicos resulta muy reconfortante. Kossok nos dio, como otros grandes historiadores, el derecho a existir. Al comenzar 1982 expuso varios proyectos en los que abordaba el tema español, aunque avisaba de que su salud se había complicado. En una carta que me envió el 30 de junio de 1982, entre otros proyectos bibliográficos, hablaba de la edición de una revista titulada Aportes al estudio de las revoluciones, en español. Pensaba en tres números al año. El primero estaba dedicado a Los campesinos en el ciclo de las revoluciones modernas. Sin embargo, en su misiva hubo un error. No se trata de Aportes sino de Apuntes. Se señalaban dos series de esta publicación.48 Hubo una revista titulada Aportes, pero nada tiene que ver con Kossok.49 En la misma carta figuraba también una «Nota personal» en la que me decía: «He pasado con éxito todos los exámenes médicos para preparar la trasplantación del riñón. Desde el mes de setiembre decide la computadora cuándo habrá un trasplante. Conozco el riesgo pero estoy decidido a aceptarlo».50 En 1986 confesaba: «A veces me siento bastante agotado. Se nota[n] todavía las consecuencias de las tres operaciones fracasadas. Pero hay que seguir trabajando». Para terminar, después de la firma y de la 46 Kossok (1977d). 47 Las tres reseñas de Kossok aparecieron en la Zeitschrift für Geschichtswissenschaft del año 1976: «Drittes Kolloquium über die Auflklärung in Mittel- und Osteuropa», 24, n.º 5; «Berichte der diplomatischen Vertreter des Wiener Hofes aus Spanien in der Regierungszeit Karls III.», 24, n.º 7; y «Staatsgründungen und Nationalitätsprinzip», 24, n.º 8. 48 Cf. Zeuske (1992a). 49 Apareció, en cambio, Aportes. Revista de Historia Contemporánea, Madrid, marzo 1986. En 2014 se seguía publicando, pero no creo que tenga nada que ver con el proyecto de Kossok. 50 Carta a máquina, 30.6.82, con el membrete de la Karl-Marx-Universität, Sektion Geschichte.
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fecha, con una pregunta: «¿Cómo resultará el voto sobre la OTAN?»,51 que era la gran preocupación política de la España de entonces.52 La aproximación al tema de la historia revolucionaria se hace también partiendo de la estructura y el movimiento agrario, en su relación con el ciclo de la revolución burguesa,53 teniendo en cuenta, por supuesto, que estos conceptos no son idénticos en todos los países, sino que existe una gran diversidad que el artículo tuvo en cuenta. Y para tener una conclusión coherente no basta recurrir a las técnicas, la del arado por ejemplo, sino que hay que considerar también el desarrollo de las organizaciones de todo tipo, y last but not least la Ilustración, llámese así o Aufklärung, les Lumières, l’Età dei Lumi, the Enlightenment o como se quiera.54 Todavía añadiré unas pocas referencias más, muy significativas desde el punto de vista revolucionario, y desde la valoración universal de personajes singulares como Alexander von Humboldt55 o como, más contemporáneamente, José Carlos Mariátegui (Lima, 1895 - Nueva York, 1930), quien supo recoger La emoción de nuestro tiempo, y a quien, como a Kossok, se aplicó aquello de Invitación a la vida heroica.56 Este contó con ayudas, evidentemente, en la propia organización de su Universidad, en muchos de sus discípulos y colegas, entre los que yo 51 Carta manuscrita, 6.2.86, membrete impreso: «Prof. Dr. Manfred Kossok, DDR 7010 Leipzig, Phlipp Rosenthal-Str. 66-14/1». 52 La OTAN, como organización militar defensiva, es decir, contra la Unión Soviética, se fundó en 1949. España ingresó en ella en 1982, sin votación alguna por decisión del primer ministro Leopoldo Calvo Sotelo y Bustelo; al principio sin integrarse en el mando militar, de modo que en caso de ataque las tropas españolas no quedaban automáticamente bajo el mando de la OTAN. La cuestión apasionaba a la opinión pública. Para las elecciones de octubre de 1982 el PSOE (antiguo partido socialista) utilizó el equívoco lema de «OTAN, de entrada no». Su victoria electoral le obligó a convocar un referéndum sobre la permanencia en la OTAN, que tuvo lugar el 12 de marzo de 1986. El nuevo primer ministro, Felipe González Márquez, se empleó a fondo para vencer la resistencia de la población. Venció el sí, pero entre abstenciones y votos en blanco sumaban 13 millones de ciudadanos. Votaron en contra cuatro comunidades autónomas: País Vasco, Cataluña, Navarra y Canarias. (Voz NATO, en Palmowski, 1997. Voz OTAN, en Cordellier, dir., 2000. Morán, 2014: 709-711). 53 Kossok (ed.) (1971, 1976 y 1988); Kossok y Loch (eds.) (1985). 54 Kossok (1980b). 55 Kossok (ed.) (1976); Kossok (1988b y 1994c). 56 Kossok (1980a y 1982b); Mariátegui (1982: 407-411); Kossok (1980c y 1981a); cit. en la bibliografía de Mariátegui (1989) (el título Invitación a la vida heroica es el de un libro que Mariátegui pensó escribir, pero no pudo hacerlo).
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citaría a Max Zeuske, quien fue profesor en la Universidad de Leipzig; después se trasladó a la Universidad de Rostock, especialista en la Historia militar de Cuba y, en general, de América Latina,57 padre de Michael Zeuske, que es en la actualidad profesor de la Universidad de Colonia, especialista en Historia de la esclavitud58 y participante en este volumen, como no podía ser de otra forma. Y para resolver asuntos prácticos del demasiado atareado profesor, tuvo a su lado a un español, Mauricio Pérez Sarabia, santanderino, quien fue muy eficaz en tareas de secretariado y representación, y también trabajó en temas teóricos.59 Tras la desaparición de la RDA, y el fallecimiento de Kossok, Mauricio abandonó la Universidad, aunque siguió viviendo en Alemania. Y sobre todo tendría que haber mencionado en primer lugar a la esposa de Kossok, Irmgard, persona encantadora, ideal y práctica que hizo todo lo que estuvo en su mano para atender y ayudar a un enfermo como era Manfred Kossok, quien hasta el final quería seguir trabajando, y salvar todo lo que fuese salvable en el desastre último de aquella República en la que tantas esperanzas se habían depositado En una tarjeta sin fecha, pero creo que es de 1978, me decía: Habiendo regresado de Barcelona,60 me mandaron tres veces a la clínica con motivo del estado bastante crítico de mis riñones. Al comienzo del mes de septiembre me esperan la cuarta vez. Qué perspectiva linda.61
Ya se ha comentado en este volumen que Manfred Kossok padecía una enfermedad renal que le obligaba a someterse a diálisis, de tal forma que no podía viajar a ningún sitio si no se le había asegurado que se le practicaría la diálisis.62 En carta del 1 octubre 1981 escribe: 57 Max Zeuske (1976a, 1976b, 1976c y 1977). 58 Michael Zeuske (s. a., 1992c, 1997, 1999, 2007 y 2014a); Zeuske y Schröter (eds.) (1992); Zeuske y Schmieder (eds.) (1999). 59 Pérez Sarabia (1984 y 1985). 60 Hizo el viaje en avión a Madrid. Como yo estaba en Barcelona, mi mujer, Elvira Gangutia, lo recogió y lo llevó a un hotel; yo volví a Madrid, y al día siguiente tomamos los tres un avión para Barcelona. 61 Tarjeta escrita a máquina, excepto el encabezamiento impreso: «Prof. Dr. M. Kossok DDR 7027 Leipzig Kommandant-Prendel-Allee 102», y una despedida manuscrita, firmada «Manfred Ko» y rúbrica. 62 Cuando los riñones no funcionaban, el método consistía en lograr la limpieza de la sangre con la ayuda de una máquina externa.
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Alberto Gil Novales La novedad más importante de mi parte ya la conoces. Desde hace algunos meses soy cliente de un centro de diálisis. La nueva situación me cuesta cuatro horas tres veces a la semana; en total 12 horas. Las consecuencias para el trabajo y la vida personal son bastante graves. Pero no me quejo, sino hago todas [sic] lo posible para normalizar mi situación dentro de las condiciones dadas. Sigo trabajando como antes, cumpliendo mis deberes académicos. La oferta de retirarme como profesor emeritus —a pesar de ciertas ventajas— la he rechazado. Cambios en el futuro no puedo excluir. Pero en el momento actual mantengo mi optimismo.63
Había, y hay, otro método, que es la transfusión, pero por tres veces su organismo la rechazó (una en la República Federal otra en la RDA, y la tercera la cita él mismo, pero ignoro dónde ocurrió). La enfermedad se unió inevitablemente con la situación política. En una breve carta del 20 de diciembre de 1989 todavía seguía esperanzado: Querido amigo y colega, parece que con la revolución en la RDA (de la cual todavía no sabemos a donde nos traerá) hay nuevas condiciones para nuestra colaboración mutua.
Propone la creación de un Comité de Historiadores España-RDA.64 El 6 de agosto de 1991 me dirigió una carta abierta con palabras muy dignas, que empezaba: Estimado colega: Como está conocido, tienen lugar modificaciones radicales en la enseñanza universitaria de Alemania oriental y estos cambios son parte de una necesaria reorganización profunda científica y de una renovación democrática. Sin embargo, se muestra al mismo momento que unas de las tomadas medidas reformistas puedan provocar graves consecuencias para el desarrollo científico.
Se trataba de que el Senado de la Universidad de Leipzig había suprimido, por razones financieras, la enseñanza y la investigación de la historia de América Latina, España y Portugal, que dio a la Universidad prestigio internacional y auténtico orgullo por el trabajo científico bien hecho. La carta pedía a los colegas que escribieran al rector de la Univer 63 Carta a máquina. Impreso el encabezamiento «Karl-Marx-Universität Sektion Geschichte (y) KMU Sektion Geschichte, 701 Leipzig Postschliessfach 920». Al pie, también impreso, teléfono, cuenta bancaria y télex. 64 Carta a máquina. Impreso el encabezamiento «Karl-Marx-Universität Sektion Geschichte (y) KMU Sektion Geschichte, Postschliessfach 920, Leipzig, 7010». Al pie, también impreso, teléfono, cuenta bancaria y télex.
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sidad, Prof. Dr. Cornelius Weiss, para que influyera en el Senado, a fin de que rectificara la medida negativa.65 El 28 de febrero de 1992 escribía Kossok: «Sigo trabajando a pesar del ambiente oficial más que precario. Somos un grupo que no piensa rendirse». Añadía que me iba a mandar documentación sobre la situación en la antigua RDA, y que su falta de salud le impedía salir de Alemania.66 Una hoja suelta, Información urgente, con título en español, francés y alemán, y firmada por Manfred Kossok el 16 de julio de 1992, informaba a sus colegas de que en vista de la muy positiva valoración que se le da como investigador y profesor, las autoridades habían tomado la determinación de suspenderlo, es decir, prohibirle de hecho el ejercicio de su profesión. En una carta manuscrita del 4 de agosto de 1992 relataba la barbarie que se quería hacer con la herencia de Lamprecht, y pedía ayuda para salvar la Universidad, «a la que quieren rebajar a un nivel de segunda clase». En cuanto a él mismo, «A pesar de la evaluación “muy positiva” quieren echarme por haber sido vicerrector hace 25 (!) años: 1964/68. Hasta el 27.7.92 se negaron a aceptar oírme ante el “comité político” (= la nueva inquisición). La razón de la negación: “Nosotros pensamos que Ud. saldrá voluntariamente de la Universidad”. Recibo mucha asistencia internacional y nacional, lo que da bastante rabia a los conversos». Sus palabras son impresionantes: «Estoy decidido a luchar hasta el último momento. De todos los profesores en Ciencias Sociales que se fueron o se convertieron [sic] quedo el único que resiste».67 Otra tarjeta manuscrita, sin nada impreso, con fecha de 23 de agosto de 1992, me informa que ha aprovechado los meses estivales para trabajar en su casita de verano, «fuera de las convulsiones políticas. Hasta ahora he pensado que el ocaso de un Estado y una sociedad son una tragedia, mien 65 Carta a máquina, Leipzig, 06-08-1991, sin nada impreso, con el encabezamiento de «Universität Leipzig, Fachbereich Geschichte, Institut für Universal- und Kulturgeschichte, Lateinamerikaseminar». Yo fui uno de los que enviaron la carta solicitada. 66 Carta manuscrita, 28 febrero 1992, encabezamiento impreso «Prof. D. Manfred Kossok Ph. Rosenthal-Str. 66-141, 0-7010 Leipzig Germany». 67 Carta manuscrita, 4 agosto 1992, membrete impreso: «Universität Leipzig Fachbereich Geschichte». Además de las palabras en cursiva, que en el original figuran subrayadas, el autor al párrafo que empieza «Estoy decidido» le ha puesto dos rayas verticales en el margen izquierdo, para aumentar más su determinación.
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tras veo que se trata de farsa». Dice después que está dispuesto a ir a Madrid para desarrollar el tema: El fin de la RDA y la crisis general del socialismo, pero ya sabemos que se lo impidió la necesidad de la diálisis.68 El 10 de junio de 1992 mandó un «grito de socorro», para defender la perduración del Instituto de Historia Universal, y la continuación de su trabajo en él, como catedrático, hasta su jubilación en 1995.69 Unos días después, el 20 de junio de 1992, se refería a la carta abierta de 1991, y añadía: La situación es realmente tal que van a liquidar por «razones financieras» nuestra institución fundada en 1909 por Karl Lamprecht. Lo que domina son provincialismo y germano-centrismo. Realmente no veo perspectiva en esta universidad que juzga sin prestigio internacional.
Pensaba incluso en marcharse al extranjero, acaso a España.70 El 27 de agosto 1992 me mandó otra carta, escrita iba a decir a máquina, pero en realidad en un ordenador personal, al que Kossok llama Laptop. La carta lleva el encabezamiento de «Professor Dr Manfred Kossok, Philipp-Rosenthal-Str. 66-141, DO-7010 Leipzig, Germany / Alemania». Contiene noticias interesantes, y también el autor se ratifica en su voluntad de resistir. Copio lo más importante: El Instituto está liquidado bajo la fecha del 21 de agosto. Se han rechazado oficialmente todo intento de reorganización. En cuanto a mí existe una situación curiosa. Mis cursos figuran en el programa de la Universidad, pero sin mi nombre (N.N.), por no saber si van a prolongar mi convenio de trabajo más allá del 30 de septiembre o no. Puedes imaginarte que se trata de una guerra de nervios bastante bien calculada. Soy realmente entre los profesores «viejos» de las ciencias sociales el único que se atreve de resistir. De vez en cuando estoy gozando esta situación de enfant terrible. Pero confieso que a veces me duele.
68 Tarjeta manuscrita, 23-8-92, sin nada impreso. 69 Se trata de una cuartilla manuscrita, 10 junio 1992, con el membrete impreso de «Universität Leipzig Fachbereich Geschichte», a la que siguen tres páginas de una circular a máquina, Leipzig, 3 junio 1992, en la que Kossok explica las materias que se explican en el Instituto de Historia de Leipzig, y hace una rápida referencia a quienes las han explicado, profesores Karl Lamprecht y Walter Markov. 70 Carta manuscrita, 20 junio 1992, firmada «Manfred Kossok», sin nada impreso.
El destino de una vida: Manfred Kossok y la Historia Universal
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Siguen otras cosas, y firma «Manfred».71 Un artículo titulado «Aufbruch ins Chaos? Die Universität Leipzig vor Semesterbeginn», firmado por Thomas Datt en Wochenpost, n.º 42, 8 octubre 1992, afirmaba que en el verano de ese año la Universidad de Leipzig había prescindido de 160 profesores, mientras que los políticos de la CDU buscan contratar a 400 en toda Alemania, de ellos 78 en la Universidad de Leipzig. Así entendemos por qué Kossok se colocaba entre los profesores «viejos». El artículo hablaba también de un tal N.N., que algunos estudiantes veían en el plan de estudios, pero no sabían quién era. Las autoridades habían hecho borrar los graffiti que ensuciaban las paredes de los edificios universitarios. El rector Cornelius Weiss, químico de profesión, tenía que comenzar el curso en octubre y le faltaban profesores. Thomas Datt menciona a continuación la fama internacional del profesor Manfred Kossok, fundador de un Instituto de Historia Universal y Global, al que las universidades de muchos países quisieran contratar. Cita especialmente a Francia, España y los Estados Unidos de América. Pero el Dr. Weiss acusó a Kossok de «prácticas autoritarias» y además, según él, muchos historiadores de la antigua Alemania occidental opinaban que la Historia Universal era una disciplina anticuada. En definitiva, los historiadores de la RDA no perdieron una batalla, sino la guerra.72 Pero las protestas internacionales produjeron efecto. Kossok el 16 de octubre de 1992 me comunicó la situación: Querido Alberto, te escribo para informarte lo que pasa en Leipzig. Según entiendo, publicaron tu artículo en Le Monde Diplomatique. Recibí esta información gracias a una periodista francesa que me llamó para pedir una entrevista conmigo. Ella había leído LMD y piensa escribir algo sobre mí. Muchas gracias por tu ayuda moral.73 Las firmes protestas internacionales muestran primeros resultados. Estoy reintegrado en la lista de los docentes. Anteayer tuve una conversación con los señores Rector y Vicerrector. Me ofrecieron una prolongación de mi convenio de trabajo hasta el 31 de diciembre de 1993 en las condiciones actuales (profesor de «derecho viejo», sin voz y voto).
71 Una hoja, sin nada impreso, carta de Leipzig, 27 agosto 1992, firmada «Manfred». 72 Kossok me envió una fotocopia del artículo el 13 de octubre de 1992. 73 Dirigí en agosto de 1992 una carta al director, que fue publicada con el título de «Chasse aux sorcières dans l’ex-RDA», Le Monde Diplomatique (París), n.º 463, octubre 1992.
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Alberto Gil Novales Que no me echaron al instante, es el mérito de las protestas internacionales. Repito: Muchas gracias. En el momento estoy contactándome con mis abogados para pensar el compromiso. No quiera firmar mi salida de la universidad para el año que viene. Resultado: He ganado una batalla, pero todavía no la guerra. Gracias a la ayuda de tantos amigos aprendí que vale la pena resistir. Nada más. Abrazos y saludos.74
Pocos meses le quedaban de vida. Manfred Kossok falleció el 27 de febrero de 1993. Su esposa Irmgard Kossok y los otros miembros de la familia pusieron, como recordatorio, la frase Geschichtsforschung war sein Leben,75 con la que quiero terminar yo también este artículo que es a la vez un homenaje: La investigación histórica fue su vida.
74 Carta a máquina, una página. Encabezamiento: «Prof. Dr. Manfred Kossok. Ph-Rosenthal-Str.66-141 D O-7010 Leipzig. Tel. 0341-2216196». Firma «M. Kossok». Leipzig, 16 de octubre de 1992. 75 Trauerfeier am Freitag, dem 26.03.1993, 12, 30 Uhr Südfriedhof Leipzig, Haupkapelle.
MANFRED KOSSOK, REPRESENTANTE DE UNA HISTORIA COMPARADA Y GLOBAL QUE NO IGNORA EL SUR Ulrike Schmieder
Universidad Leibniz de Hannover
Observaciones sobre la influencia de Kossok en mis estudios académicos Como este es un libro en memoria a Manfred Kossok, comienzo con la mía personal antes de pasar a observaciones más generales sobre la herencia de Kossok en la historiografía alemana e internacional. Cuando empecé a escribir mi tesis doctoral, en 1989, con el profesor Kossok no sabía que sería (junto con Jörg Ludwig) uno de los últimos alumnos del reconocido profesor. Defendí mi tesis en diciembre de 1992. El 27 de febrero de 1993 Kossok murió tras una larga enfermedad, la cual no le impidió enseñar y publicar hasta casi los momentos postreros de su vida. Sus últimos años fueron de amargura por la manera en que la Universidad de Leipzig, tras la reunificación, trató a un profesor como él, tan estimado en todo el mundo, particularmente en América Latina.1 Kossok fue apreciado incluso por colegas de la parte occidental de Alemania que tenían opiniones políticas y perspectivas académicas muy diferentes, y que, 1 Fue, por ejemplo, miembro de la Academia Nacional de Historia de Venezuela y recibió la Orden «Andrés Bello» de este país; también fue doctor honorario de la Universidad José Sánchez Carrión en Huacho (Perú).
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sin embargo, respetaban su obra científica. Por ejemplo, Hans-Joachim König, de la Universidad Católica de Eichstätt, y Günter Kahle, de la Universidad de Colonia,2 evaluadores asimismo de mi tesis. En general, tengo muy mala memoria acerca de estos años marcados por luchas internas en la Universidad de Leipzig, tanto entre colegas del Oeste y del Este de Alemania como entre los colegas del Este entre sí. Algunos envidiaban a Kossok por los «privilegios» que disfrutaba en sus contactos con el extranjero, que, ciertamente, tuvo. Como doctoranda traté de evadirme de estos conflictos no muy académicos y concentrarme en mis estudios. Tuve que buscar nuevos caminos, dado que el marxismo-leninismo doctrinario de la antigua RDA cesó (por suerte) de ser obligatorio. Por el contrario, para Kossok la caída del Muro fue, en primer lugar, una amenaza para la obra de su vida (lo que no quiere decir que prefiriera la continuación de la antigua RDA tal y como estaba). Sinceramente, para mí el cambio de la situación política tuvo dos caras opuestas: por un lado, significó el fin de la seguridad laboral; por otro, representó una gran liberación. Para quien no ha vivido tras el «Telón de Acero» es difícil imaginar lo importante que era el hecho de poder leer cualquier libro sobre América Latina en la biblioteca del Instituto Ibero-Americano de Berlín. En la antigua RDA el número de libros y revistas académicas accesibles era muy reducido, por restricciones políticas y económicas. Para Kossok esto tenía poca importancia, dado que disponía de una gran biblioteca privada con adquisiciones y regalos recibidos durante sus viajes a América Latina. Si no hubiera caído el Muro, yo habría dependido de la oferta muy restringida de la biblioteca universitaria de Leipzig y de los libros que Kossok me hubiera prestado. Me pregunto si la antigua RDA me habría permitido viajar y estudiar en el extranjero (¿quién sabe?). Y en el caso de que me lo hubieran permitido, me asalta la duda de si el servicio secreto de Seguridad del Estado me habría presionado para informar sobre mis acompañantes. 2 De Günter Kahle, fallecido en 2003, aprendí mucho en lo que atañe al oficio de historiador, algo poco atendido en los estudios de la antigua RDA. Como joven doctoranda no sabía nada de las opiniones sumamente conservadoras, hasta nacionalistas y derechistas (con una visión poco crítica del nazismo), del profesor, lo que hoy día me complicaría mucho colaborar con él.
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Indudablemente, la caída del Muro me salvó entonces de la represión política y de las múltiples restricciones del trabajo académico en la antigua RDA, y me permitió concentrarme en mi tesis doctoral. Como era de esperar, estaba muy influida por Kossok. No es un estudio marxista — como el mismo Kossok observaba con ojos críticos—, pero el tema (Prusia y el Congreso de Verona. Estudio acerca de la política de la Santa Alianza en la cuestión española) tiene mucho que ver con una de las grandes líneas de investigación de Kossok, publicadas en su libro Im Schatten der Heiligen Allianz. Deutschland und Lateinamerika 1815-1830.3 Hoy contemplo el tema con cierta distancia. Mis intereses se han alejado mucho de él. Admito que el libro incluye muy poca teoría, en especial por la inseguridad que me produjo el «cambio político» tras la caída del Muro, lo que me acercó a posiciones propias del positivismo y del eclecticismo. No obstante, creo que resultó un estudio aceptable que no solo continuó, sino que profundizó la línea de investigación de Kossok con una mirada más próxima sobre las relaciones entre Prusia y España: en especial, debido a la base documental del Geheimes Staatsarchiv de Prusia, entonces en Merseburg y hoy en Berlín-Dahlem; así como del Archivo Histórico Nacional de España en Madrid, en donde pude incorporar fuentes no estudiadas por Kossok, que se centró más en América Latina que en España. También analicé más profundamente —influida por Kossok, quien siempre miró a los dos lados del Atlántico— los entrelazamientos de la cuestión española e hispanoamericana desde la perspectiva de los intereses políticos del Estado prusiano y de los intereses económicos de los empresarios y las sociedades mercantiles de Prusia. Para «internacionalizar» mis estudios investigué también en las actas del Haus- Hof- und Staatsarchiv de Viena y del Public Record Office de Londres, lo que fue posible por la apertura de las fronteras. Lo que Kossok me ofreció además fueron sus contactos internacionales. Gracias a él conocí al profesor Alberto Gil Novales en Madrid, «el especialista del Trienio Liberal». Gil Novales me ayudó en la consulta de los archivos españoles, me brindó la posibilidad de publicar en la revista Trienio. Ilustración y Liberalismo y consiguió que mi tesis doctoral viera la luz en Ediciones del Orto.
3 En castellano: Kossok (1965b y 1968).
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Mi segundo libro trata sobre la imagen de América Latina en periódicos y revistas regionales alemanas (Schmieder, 1998b) y se enmarca en el proyecto «Regiones alemanas y América Latina», bajo la dirección de otro alumno de Kossok, Michael Zeuske, de la Universidad de Colonia. Este trabajo (Zeuske y Schmieder, eds., 1999) tiene que ver también con un tema que había abordado Kossok en su libro sobre Alemania y América Latina y sobre la importancia del mercado hispanoamericano para el comercio de lino prusiano (Kossok, 1961b). Sin embargo, mi tesis de habilitación no tiene nada que ver con los temas de investigación de Kossok, ya que es un estudio comparativo sobre las relaciones de género y etnicidad en México, Brasil y Cuba a partir de relatos de viajes y fuentes archivísticas de los años 1780-1880 (Schmieder, 2003). A Kossok la noción de género no le importaba nada, como a la mayoría de los historiadores de la época. Sin embargo, en esta obra aún queda algo heredado de Kossok: la mirada comparativa, ahora dirigida a las relaciones sociales en los tres países tratados y a las conexiones entre los continentes al emplear como fuente relatos de viajeros europeos que visitaban las tres sociedades latinoamericanas. La mirada comparativa como herencia metodológica de Kossok también se refleja en mi último libro (Schmieder, 2014) sobre Martinica y Cuba en el período de la postemancipación, puesto que se comparan las islas entre sí y los resultados de mis investigaciones sobre las transformaciones sociales después de la esclavitud. En especial, por los resultados sobre otras regiones caribeñas y africanas, fruto de un proyecto común de historiadores de Hannover, en colaboración con colegas de Colonia, Londres, Basilea, Kingston, Oxford y Kent (Schmieder, Füllberg-Stolberg y Zeuske, eds., 2011; Hatzky y Schmieder, eds., 2010). Y se sobreentiende que no considero la historia de estas dos sociedades como entidades separadas, sino poniéndolas en el contexto de sus relaciones con Europa, América, África y Asia. Sobre los temas «esclavitud-postemancipación» y «memoria de la esclavitud» también he publicado y he coeditado varios números de Comparativ, revista dirigida por Matthias Middell, otro de los alumnos de Kossok. La herencia de Kossok no afecta solo a mis investigaciones, sino también a mi docencia. No es casual mi práctica docente en la «Maestría de
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Estudios Atlánticos en historia, cultura y sociedad» de la Universidad de Hannover, así como en la «Maestría de Historia Global» de la Universidad de Heidelberg. Muchas veces los cursos reflejan la perspectiva comparativa que estudia las conexiones entre los continentes.4
Kossok, el historiador que comparó las revoluciones5 En 1976 Kossok y sus colegas fundaron el Interdiszplinäres Zentrum für Vergleichende Revolutionsforschung (Centro Interdisciplinar de Investigaciones Comparadas de las Revoluciones) en la Universidad de Leipzig, que entonces se llamaba Universidad Carlos Marx. El Centro recogía la herencia del historiador universal Karl Lamprecht y de Walter Markov, reconocido historiador de la Revolución francesa, y de las investigaciones del Grupo de Investigación sobre Historia Comparada de las Revoluciones de la Edad Moderna, en la antigua RDA. Al cambiar el «rumbo político», el Centro fue transformado en el Global and European Studies Institute. La serie Leipziger Beiträge zur Revolutionsforschung (Contribuciones de Leipzig a la investigación de la revolución), publicada bajo la dirección de Kossok, se dedicó a las revoluciones de los siglos xvi a xx en Europa, América Latina, África y Asia. En primer lugar se publicaron trabajos de historiadores de la antigua RDA. Los números referidos a América Latina fueron el 3, Kuba-Chile-Nikaragua: Revolutionen in Lateinamerika (Cuba-ChileNicaragua: Revoluciones en América Latina); el 9, Hegemonie und Bündnis in 4 Selección de títulos de cursos traducidos: Hannover: Participación en la serie de lecciones «El Atlántico como espacio histórico», cursos «Percepción e interacción: Europa y el “Nuevo Mundo” en la época colonial y en el siglo xix», «Relaciones de género y derecho. Europa occidental-Estados Unidos-América Latina», «La Habana en la red de interrelaciones en el espacio Atlántico», «Historia del Caribe y sus representaciones literarias y mediales», «Memorias de la esclavitud en cine y literatura». Heidelberg/Hannover: «Historia de la esclavitud en las Américas en un contexto global», «Vínculos transatlánticos y globales del movimiento por los derechos de las mujeres», «Las revoluciones españolas y portuguesas del siglo xix y sus vínculos europeos y atlánticos». 5 Para no repetir información ya publicada: sobre las obras de Manfred Kossok en el ámbito de su carrera académica véanse Zeuske (2002a y 2010). Sobre El Virreinato del Río de la Plata (la traducción de la tesis doctoral de Kossok): Guerra Vilaboy (2002: 141-144). Sobre el origen de las investigaciones comparativas en Leipzig y la aportación de Kossok a la tipología de las revoluciones: Roura (2010: particularmente, 16-17). Sobre la biografía de Kossok: Middell (2010).
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Revolutionen Lateinamerikas: Bolivien-Guatemala-Nikaragua-El Salvador (Hegemonía y alianza en las revoluciones de América Latina: Bolivia-Guatemala-Nicaragua); el 10, Aktionseinheit in Bewährung: Theoretische Probleme des Kampfes der Arbeiterklasse in Westeuropa und Lateinamerika (Unidad de acción en comprobación: Problemas teóricos de la lucha de la clase obrera en Europa occidental y América Latina); el 14, Revolution und Nationwerdung (Revolución y nacimiento de la nación en América Latina), editado por Kossok, que escribió el capítulo teórico principal sobre la dialéctica entre lo continental y lo regional en la independencia de Hispanoamérica; el 20, Revolutionäre Bündnispolitik heute. Theoretische Probleme und politische Erfahrungen in Westeuropa und Lateinamerika (Política de alianza hoy. Problemas teóricos y experiencias políticas en Europa occidental y América Latina); y el 22, Revolution und Konterrevolution in Mittelamerika (Revolución y Contrarrevolución en América Central). Como se deduce de los títulos, algunos números se centraban en la comparación interna de las sociedades latinoamericanas y otros comparaban América Latina y Europa occidental, en lo que se llamaría hoy el Atlántico revolucionario. Kossok editó además, en colaboración con Walter Markov, Gerhard Schilfert y Walter Schmidt, una serie de tomos en Akademie-Verlag. Trataré monográficamente el libro Revolutionen der Neuzeit. 1500-1917 (Revoluciones de la época moderna. 1500-1917), publicado en 1982 (Kossok, ed., 1982). El volumen incluye capítulos sobre las revoluciones en Alemania (1517-1525/26), los Países Bajos (1566-1579), Inglaterra (1640-1649), Estados Unidos (1775-1783, Independencia), Francia (1789-1795), España (1808-1814), Hispanoamérica (1810-1816, Independencia), España (1820-1823, Trienio Liberal), Italia (1820-1821), Grecia (1821-1833), Francia (1830), Inglaterra (1832, reforma del derecho electoral), las revoluciones europeas (1848-1849), Estados Unidos (1861-1865, Guerra Civil), Italia (1859-1871, unificación), España (1868-1874, Sexenio Democrático), Francia (1871, Comuna de París), Cuba (1868-1878, guerra de los Diez Años, y 1895-1898, Independencia), Rusia (1905-1907), Portugal (1910), México (1910-1917), China (1911-1913) y Rusia (1917). Todas las contribuciones trataban los siguientes aspectos de cada revolución: causas y origen de la revolución, conflictos de intereses económicos, políticos, institucionales, clases sociales que participan en la lucha de
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clases, hegemonía y fuerzas impulsoras, periodización, lugar histórico y «carácter de la revolución», controversias en la historiografía y, finalmente, cronología. A pesar de la lengua y del marco ideológico (véase nuestro cuarto apartado) que afectan a los capítulos de este libro, todavía vale la pena leerlos porque en ningún otro lugar se encuentra un análisis tan denso y sistemático de las revoluciones mencionadas que permite disponer de una sinopsis sobre lo esencial de cada acontecimiento histórico. Ni en la historiografía alemana del Este ni en la del Oeste se publicó nada parecido en la década de 1980. La última obra de esta serie fue 1789. Weltwirkung einer großen Revolution (1789. Efectos globales de una gran revolución), publicada en dos volúmenes en 1989. La dirección corrió a cargo de Kossok y Editha Kross, (Kossok y Kross, eds., 1989) e intervinieron autores de nueve países, incluida China. Sorprendentemente, no colaboró ningún autor latinoamericano. La explicación de este hecho es que la influencia de la Revolución francesa en aquel continente fue tratada por historiadores latinoamericanistas alemanes como Erich Kalwa y Michael Zeuske, en tanto que el canadiense Clarence J. Munford escribió sobre Haití (y destacó la influencia de la Revolución francesa más que los conceptos políticos africanos de los esclavos insurrectos, sobre los cuales hoy estamos muy bien informados por los trabajos de John K. Thornton, 1993a y 1993b). Además, Kossok y sus colegas resumieron la obra común de la comparación de las revoluciones en el libro In Tyrannos: Revolutionen der Weltgeschichte von den Hussiten bis zur Commune (Kossok, 1989b), una historia de las revoluciones europeas, estadounidenses y latinoamericanas entre el siglo xv y 1871, más bien dirigida a un público amplio y con muchas ilustraciones.
Kossok, el historiador de América Latina y el historiador global Algunas obras de Kossok mencionan las interrelaciones entre Europa y América Latina, como su estudio La Santa Alianza y la política de los Estados alemanes ante la emancipación latinoamericana, 1815-1830. Los capítulos de los volúmenes comparativos sobre las revoluciones analizan, además, las conexiones entre los dos continentes. Por ejemplo, en el men-
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cionado libro sobre las revoluciones de la época moderna la aportación de Kossok sobre la revolución española de 1808-1814 se refiere a la crisis del Imperio español visible en la rebelión de Túpac Amaru (1780-81), a la conspiración republicana de Gual y España de 1795, y a la expedición de Miranda para liberar la Tierra Firme de 1806. La contribución de Kossok sobre la Independencia hispanoamericana también hace hincapié en los efectos de las reformas borbónicas y en la crisis del poder colonial debido a la invasión napoleónica de la Península Ibérica. Su capítulo sobre el Trienio Liberal en España (1820-1823) se adentra en la crisis económica en España debido a las aspiraciones independentistas de las colonias hispanoamericanas como una de las causas que explicarían el triunfo insurgente en los años veinte. Las tres contribuciones insisten en que los procesos que se desarrollan en las dos orillas del Atlántico se refuerzan entre sí y son parte de un complejo de transformaciones sociales en el mundo hispano-iberoamericano. Para el historiador alemán las interconexiones de la revolución «metropolitana» y «colonial» llevarían a una «revolución doble» (Kossok, ed., 1982: 145). Es importante subrayar que Kossok ya advirtió estas conexiones en 1982, cuando la mayoría de los libros académicos sobre el Trienio Liberal recientemente publicados en Alemania solo tratan las interrelaciones de las revoluciones liberales europeas entre sí (Daum, 2005; Brennecke, 2010; Späth, 2012). Para cualquier persona interesada en la obra de Kossok en el mundo hispanohablante es muy sugestiva su Historia del ciclo de las revoluciones de España y América Latina (1790-1917) (Kossok y Guerra Vilaboy, eds., 1990), fruto de la colaboración con historiadores cubanos. Las revoluciones son evaluadas aquí según los siguientes criterios: causas, finalidades, fuerzas impulsoras, cuestión del poder y hegemonía, papel de las masas populares y resultados y consecuencias. Kossok vuelve a plantear en este libro «la dialéctica entre la “revolución metropolitana” (España-Portugal) y la “revolución colonial” (en las regiones transatlánticas)» (Kossok y Guerra Vilaboy, eds., 1990: 13). Kossok destacó en varias ocasiones las particularidades del colonialismo ibérico frente al de Inglaterra y Holanda. Aunque la idea de que España había introducido un «colonialismo feudal», ya cuestionada y diferenciada por él mismo (Kossok, 2010 [1991]: 171), fue puesta ad acta en el debate sobre las sociedades coloniales y esclavistas (en particular, ahora se
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considera la segunda esclavitud del siglo xix en Cuba, Brasil y los Estados Unidos una forma de la modernización e industrialización capitalista: Tomich, 2004: 75-94; Zeuske, 2014b), queda la valiosa mirada cercana sobre las particularidades del colonialismo ibérico, por ejemplo los múltiples sistemas laborales interrelacionados, la política especial del Estado colonial acerca de las castas y el papel de las Audiencias para formar regiones protonacionales. Para ver cómo Kossok definió la transformación de la historia universal en la tradición de Karl Lamprecht en la historia global, hay que leer otra vez su texto sobre el tema de 1991 (Kossok, 2000 [1991]). Sus ideas más importantes fueron: Primero, una crítica de la historia «post» (interpretaciones históricas después de la caída del socialismo en Europa que hablaron del fin de la revolución, de la utopía, de la historia, de la modernidad, de la nación), que a sus ojos era eurocéntrica y occidental al no incluir la historia de los países en desarrollo. Segundo: en la noción de «historia universal» domina en la época una hegemonía europea que va de 1800 (antes Asia fue el centro de la historia universal y Europa la periferia de Asia, pues el desarrollo en dirección a la hegemonía europea empezó en 1492) a la Segunda Guerra Mundial, es decir, la etapa de la europeización del mundo. Tercero: el concepto «historia global» se refiere a la «globalización» del desarrollo de la humanidad a partir de la descolonización y la capacidad humana de autodestrucción «atómica» después de la Segunda Guerra Mundial. Cuarto: la dicotomía entre el Norte y el Sur será la contradicción básica del futuro. En este sentido Kossok acertó en que el fin de los bloques significaría el renacimiento de los conflictos nacionales y étnicos-culturales-religiosos. Quinto: la historia global es la continuación de la historia universal, es una nueva etapa de aquella y a la vez su final. Así, destacó que había que distinguir entre el concepto de historia global, es decir, el proceso histórico «real», y la historia universal y global como producto de la historia, y entre la historia global «objetiva» y la historia global «subjetiva», que tiene dificultad para comprender el mundo. Sexto: la historia global debe despedirse de la hegemonía occidental y de la idea de que Occidente se distingue por el dinamismo y Oriente por el estancamiento. La historia global del futuro será una historia múltiple, basada en la igualdad de derechos de las sociedades en el planeta, que deben buscar soluciones globales
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para problemas globales como la «explosión demográfica»6 y el agotamiento de los recursos naturales. El último artículo de Kossok, publicado póstumamente en la revista Comparativ, «Das Jahr 1492. Ein Versuch» («El año 1492. Un ensayo») (Kossok, 1993c), lleva a cabo una contextualización global del año en que Cristóbal Colón «descubrió» América. Describe los acontecimientos de aquel año en países europeos, China, Japón, el Imperio «Songhai» en África y la situación en las sociedades indígenas del «Nuevo Mundo». Destaca que 1492 es solamente una cesura desde la perspectiva de la historia europea y americana, y cuestiona el eurocentrismo de la palabra descubrimiento. Además, y esto es lo más importante del artículo, rechaza la idea de que la expansión/hegemonía europea careciera de alternativa: China, por ejemplo, tenía conocimientos náuticos, la tecnología necesaria y la autoconciencia de su (supuesta) superioridad política, militar y cultural sobre otros pueblos para conquistar tierras en otros continentes, pero decisiones políticas internas, el triunfo del «partido de la tierra» sobre el «partido del mar», impidieron que el almirante Zhengo He dirigiese el «descubrimiento», que realizó Portugal sobre la ruta alrededor del Cabo en Sudáfrica: la expedición de Vasco de Gama. Este texto, dirigido contra la teleología histórica de tantos estudios históricos (positivistas y marxistas), demuestra que Kossok seguía un camino académico muy interesante que fue bruscamente interrumpido por su prematura muerte. Esta contribución de Kossok en Comparativ es mucho más adecuada que los textos utilizados actualmente en los manuales escolares7 sobre la 6 Concepto que yo no usaría porque define a los seres humanos como amenaza. 7 A. Borstelmann et. al., Abi-Box Geschichte. Schülerarbeitsbuch, Hannover, Brinkmann, Meyhöfer, 2011. Para el colonialismo español (pp. 46-56) se citan S. P. Huntington, Der Kampf der Kulturen. Die Neugestaltung der Weltpolitik im 21. Jahrhundert, Múnich, Goldmann, 2002, 7.ª ed. (trad. de S. P. Huntington, The Clash of Civilizations and the Remaking of World Order, Nueva York, Simon & Schuster, 1996), y H. J. Prem, Die Azteken. Geschichte, Kultur, Religion, Múnich, Beck, 1996, que destacan la «superioridad cultural» de Occidente (Huntington) y «la superioridad técnica» de Europa (Prem) como supuestas causas del triunfo de los europeos sobre culturas no europeas (en Prem, los aztecas). Como argumentos en contra se citan M. Restrall, Seven Myths of the Spanish Conquest, Oxford, Oxford University Press, 2003, que subraya la mortalidad por la importación de enfermedades europeas y los conflictos internos de las poblaciones «aborígenes» como aliados de los conquistadores, y A. Sen, Die Identitätsfalle. Warum es keinen Krieg der Kulturen
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conquista de América Latina. En especial, porque Kossok analizó muy profundamente las causas y los motivos de la conquista, y no olvidó citar fuentes que revelaban la perspectiva azteca.
Ventajas y limitaciones de la obra de Kossok en comparación con tendencias recientes de la historiografía Kossok nunca abordó una historia nacional, paradigma de la mayoría de los historiadores hasta hace poco (¿o hasta hoy?). Él escribió una historia global sin negar los intereses económicos de las élites europeas tras las conquistas de las colonias, las relaciones de poder entre colonizadores y colonizados y las consecuencias catastróficas de la hegemonía europea para los vencidos. Todo lo contrario de la historiografía que afirma que «las Indias no eran colonias»8 o habla del «encuentro de culturas» entre Europa, América Latina y África en el «Nuevo Mundo»,9 sin mencionar la catástrofe demográfica de los indígenas y los africanos muertos en la travesía atlántica y en las plantaciones caribeñas y brasileñas. Kossok siempre vinculó lo político con lo económico, y así renovó la historiografía sobre relaciones diplomáticas (Kossok, 1964b). Evitó la enumeración de hechos y personas y buscó las causas profundas de los procesos históricos. Combinó los métodos de la comparación y la mirada sobre las conexiones entre sociedades europeas, sociedades a los dos lados del Atlántico y sociedades europeas, gibt, Múnich, Beck, 2010 (trad. de A. Sen, Identity and Violence: The Illusion of Destiny, Nueva York, Norton, 2006). Ninguno de los textos citados menciona el contexto global de la conquista, reflexiona sobre alternativas históricas o trata de reconstruir las perspectivas aztecas, como hizo Kossok. Los editores piden que se discutan los argumentos a favor y en contra de las tesis culturalistas, sin posicionarse. 8 La frase de Ricardo Levene (1951) «Las Indias no eran colonias» fue uno de los temas del 33 Congreso Internacional de Americanistas de San José en 1958. La argumentación de Kossok contra esta tesis se encuentra en Kossok (2000 [1961]). 9 Albuquerque (1991); Giménez y Coelho (2005) (este libro busca incluso el origen de la extinción del pueblo indígena tupí en las características culturales de la población y su «xenofobia»); Petrocelli (1988) (una enérgica defensa de la política «civilizadora» de España en América). Pero hay que leer cuidadosamente los libros del «encuentro». Muriá (2005: 63-81) critica la celebración del «encuentro» entre el «viejo» y el «nuevo mundo» con ocasión del Quinto Centenario del «descubrimiento» y destaca la violencia de la conquista y del mestizaje.
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africanas y asiáticas.10 Rechazó interpretar la historia de América Latina desde una perspectiva eurocentrista, para la cual en 1492 simplemente comenzó la integración del continente en la «cultura cristiano-occidental» y el «hemisferio occidental», sin percibir las particularidades de la historia latinoamericana (Kossok, 2000 [1972]: 303).11 Trabajó temas antes negados, como las fuerzas de la izquierda y los movimientos populares en las revoluciones burguesas (Kossok, 2000a [1976] y 2000b [1976]). Señaló los límites políticos y sociales de la Revolución francesa de 1789 con respecto a la cuestión colonial: la abolición de la esclavitud fue consecuencia de la revolución de esclavos en Haití, no de las ideas revolucionarias en la metrópoli, los derechos de igualdad para la «gente de color» (y solo para los nacidos libres) fueron aceptados muy tarde y nadie pensó en renunciar a las colonias y aceptarlas como Estados independientes (Kossok, 2000 [1989]). Renovó la historia europea incluyendo la siempre olvidada historia de la Península Ibérica.12 En cuanto a las limitaciones de su obra, no hay que olvidar que la preponderancia de temas europeos, el hecho de que en todos los libros sobre las revoluciones predominen los estudios de caso europeos, no es solamente resultado de la temática escogida, sino también de las restricciones en los viajes y de las dificultades para acceder a la historiografía internacional en la antigua RDA, incluso para un historiador privilegiado en ese sentido como Kossok (y más todavía para sus colaboradores). Más problemático es el hecho de que Kossok viera la historia europea como modelo o «camino clásico» para la historia del resto del mundo y no modificara la perspectiva, tal y como demandan hoy los protagonistas de los estudios 10 Kossok y Markov (1955-56) analizan el sistema colonial de España en el Nuevo Mundo, comparan la expansión colonial y el régimen colonial con los de Inglaterra y Holanda, describen el papel de la cuestión colonial en las guerras europeas, abordan la influencia de la independencia de Norteamérica de 1783, la Revolución francesa de 1789, la política inglesa sobre la Independencia de Hispanoamérica, etc. Kossok (2000 [1969]) compara las revoluciones en España y Portugal con la Independencia y relaciona estos procesos entre sí y con los sucesos revolucionarios de Francia en 1789. 11 Kossok describe aquí el colonialismo ibérico y el camino particular de América Latina a un capitalismo subdesarrollado; no habla de los indígenas como sujetos de la historia. 12 Kossok (2000b [1984]: 293) critica la escasa atención que se presta a las revoluciones españolas del siglo xix en la historia comparada de las revoluciones europeas. El olvido de la historia ibérica continúa, por ejemplo, en Bayly (2005). El «nacimiento del mundo moderno» se explica sin mencionar la Constitución gaditana ni las revoluciones de 1820.
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postcoloniales, de la «provincialización de Europa» y de la «teoría desde el Sur» (Said, 1978; Gilroy, 1993; Spivak, 1993, Bhabha, 1994; Barragán y Rivera, eds., 1997; Chakrabarty, 2000; Quijano, 2000; Mignolo, 2003; Moraña, Dussel y Jáuregui, eds., 2008; Comaroff y Comaroff, 2012). Se trata de una herencia de la historiografía del siglo xix, de la liberal y de la marxista, tanto de Weber como de Marx. Incluye la idea de que los países del Tercer Mundo pasarán por las mismas fases históricas que los europeos (por ejemplo, en la formación de Estados nacionales) y contempla el desarrollo de regiones mundiales fuera de Europa, el poder supuestamente hegemónico en toda la Edad Moderna, como deficitario, no como diferente. Kossok, por ejemplo, distinguió entre regiones sujeto y regiones objeto de la historia mundial, y adoptó el concepto del sistema mundial y de la dicotomía centro-periferia de Immanuel Wallerstein. Esto lleva, finalmente, a subestimar a los actores no-europeos en la historia y considerarlos únicamente como víctimas (Kossok, 2000 [1991]: 300-301). Para contextualizar esta crítica hay que recordar que Kossok comparte el error con la mayoría de los historiadores europeos «nacionales» (que no nombro pero que representan el noventa por ciento de la academia) y algunos historiadores «globales» que cuentan la historia global desde la perspectiva de Europa occidental, tal vez comparándola y vinculándola con Asia, pero dejando África y América indígena al margen de la historia (Wallerstein, 19741989; Bayly, 2005; Darwin, 2008; Osterhammel, 2009). Estrechamente vinculado con el problema de no ver a los colonizados como sujetos sino objetos de la historia está el hecho de que Kossok escribiera tanto sobre los «movimientos populares». Nunca escribió una verdadera «historia de abajo», empírica. Su marxismo hablaba sobre y para las masas, pero no indagó desde las fuentes en las voces y las actividades de los subalternos. Realmente, conozco pocos historiadores que traten de verdad de escribir una «historia de abajo» (Wolf, 1982; Colburn, ed., 1989; Fick, 1990; Linebaugh y Rediker, 2000; Diouf, ed., 2003; Cronin, ed., 2008; Dunkley, 2013; Paisley y Reid, eds., 2014), varios de ellos cubanos (Deschamps Chapeaux y Pérez de la Riva, 1974; García Rodríguez, 1996; Díaz Benítez, 2012), lo cual siempre es más una finalidad ideal que un objetivo accesible por la escasez de fuentes que permiten reconstruir la perspectiva de obreros y campesinos, trabadores indígenas y esclavos africanos, marginados y colonizados en los procesos históricos. También aquí nos vemos obligados a reconocer que existía un problema en la RDA: la dificultad de
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buscar documentación de archivo. No sabemos con seguridad si Kossok habló voluntariamente de masas y se refirió solamente a los líderes como muchos otros historiadores marxistas (y toda la historiografía rusa) o no pudo investigar lo que quiso. La historia «de abajo» en la antigua RDA quedó en manos de historiadores de la clase obrera alemana como Hartmut Zwahr (1981). Una revisión del registro de personas en los tres tomos que reúnen trabajos de Kossok muestra otro déficit: Kossok mencionó a muy pocas mujeres como personalidades históricas y como colegas en la academia. Lo último también refleja la fuerte subrepresentación de mujeres en nuestra profesión hasta hace muy poco. Sobre la falta de mujeres como protagonistas de la historia cabe destacar que en las fuentes no se detectan mujeres si uno no las busca. El auge de la historia de las mujeres y de género es una tendencia muy reciente. Las precursoras ya escribían en las décadas de 1970 y 1980 obras teóricamente accesibles para Kossok, pero prácticamente sin interés en la historia estructuralista marxista y en la historia sobre los «líderes» de revoluciones. La emancipación de las mujeres en la antigua RDA (aún incompleta, pero, al menos, más avanzada que en la otra parte de Alemania y muchos otros países, también latinoamericanos) no llegó a influir en la narración histórica académica, salvo unas pocas excepciones (Scholze, 1987; Meske, ed., 1987).13 Volviendo al tema de las revoluciones comparadas, no se puede negar que los famosos tomos publicados por la Akademie-Verlag presentan un fuerte esquematismo en lo que respecta a la tipología de las revoluciones y la idea del ciclo revolucionario. Incluso esconden hasta cierto punto la diversidad empírica de procesos políticos y sociales y tienden a negar o minimizar resultados de investigaciones archivísticas que no encajan en el esquema. Lo mismo vale decir del supuesto de que hay un modelo ideal de cómo debe desarrollarse una revolución burguesa (la francesa de 1789) o socialista (la rusa de 1917), que sirve de criterio para evaluar las otras. Tal enfoque siempre conduce a ver las revoluciones de la Península Ibérica o de 13 Se trata de dos libros muy diferentes: Scholze destaca «los logros» del socialismo de la antigua RDA con respecto a los derechos de las mujeres y su participación en «la construcción del socialismo». Meske aborda la baja representación de las mujeres académicas, particularmente en ciencias naturales y tecnología, y menciona los déficits estructurales (por ejemplo, el hecho de que el trabajo reproductivo recaiga casi completamente sobre las mujeres) y culturales que impiden la participación igualitaria de las mujeres en la ciencia.
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América Latina, donde burguesía e industrialización se desarrollan de otra forma y a otro ritmo, no como diferentes, sino como deficitarias. Para adaptarlas a la teoría se elabolaron conceptos como la «sustitución de hegemonía», que tienen cierto valor explicativo, pero habría sido más fácil afirmar que no todas las revoluciones liberales fueron lideradas por la burguesía, sino por otros grupos políticos-sociales. Tengo que recordar aquí —hoy todos lo sabemos— que la idea de que en el «fin de la historia» el comunismo vence después de que el socialismo lo haga igualmente sobre el capitalismo —la base de todo el trabajo de los historiadores en la RDA— no se materializó en el desarrollo histórico. Al contrario, el capitalismo venció totalmente al socialismo estatal y demostró su superioridad económica. Además, ganó la democracia parlamentaria como modelo estatal que ofrece —a pesar de la inseguridad económicosocial— más libertad personal para el individuo. Los países que todavía se llaman socialistas ya no lo son, como China (con una mezcla peligrosa de capitalismo y dictadura de partido que ojalá no sea el modelo del futuro), representan un socialismo parcial y en crisis, como en Cuba, donde una parte de la población (la que no tiene acceso a divisas) vive en la miseria, o un socialismo en que toda la población está completamente oprimida y vive constantemente al borde de la hambruna, como en Corea del Norte. El balance negativo del capitalismo global en lo social y ecológico y en el injusto orden económico global hace, no obstante, que la búsqueda de alternativas no desaparezca. Pero hay que discutir los métodos de cómo lograr cambios en favor de más justicia social. En mi opinión, deben ser pacíficos y democráticos. He dejado lo más problemático para el final: la posición poco crítica de Kossok acerca de la violencia revolucionaria y de regímenes dictatoriales definidos como revolucionarios o socialistas y líderes revolucionarios que reforzaron su poder personal mediante el terror.14 ¿El fin justifica los me 14 Kossok (ed.) (1982: 121-122, 125-126, 131). Walter Markov escribe sobre la Revolución de 1789 en Francia, sobre «la dictadura jacobina», la «fase más alta de la revolución», menciona el «gobierno de guerra», «la disuasión», critica incluso el control de la democracia popular por la sociedad central jacobina, la centralización «casi no controlada» del poder y «el creciente aparato represivo», pero no identifica a los responsables del Terror, omite la ley de sospechosos, la supresión de la defensa en procesos criminales, la guillotina,
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dios o los medios perjudican el fin? Me pregunto cómo Markov —como autor— y Kossok —como editor de Revolutionen der Neuzeit— pudieron banalizar las matanzas de los jacobinos, el delirio de la guillotina en París y en Guadalupe o los barcos llenos de seres humanos hundidos en el Loira. La idealización de una personalidad como Robespierre y sus seguidores en América Latina como Manuel Moreno, secretario de la junta revolucionaria de Buenos Aires, quien defendió la revolución con fusilamientos, la idea de que el gran terror revolucionario de los jacobinos, también contra los campesinos y la población urbana, fue necesaria e inevitable «objetivamente», y de que es lamentable que la Independencia en Hispanoamérica nunca llegase a una fase jacobina, con la excepción —hasta cierto punto— de los movimientos de Hidalgo y Morelos en México y Artigas en la Banda Oriental,15 todos estos planteamientos resultan, desde mi punto de vista, muy equivocados. No se me escapa la finalidad de la defensa del jacobinismo en la Revolución francesa por parte de Markov y Kossok (destacar «la ilusión heroica»), la unidad de interés e idea, la alianza entre la burguesía y el movimiento popular en cierto momento histórico que llevó a profundos cambios políticos y sociales (Roura, 2010: 21). Pero matanzas de centenares de civiles, de las capas populares que eran teóricamente los beneficiarios de la revolución, sin proceso judicial o con farsas de procesos, por las órdenes de un hombre poderoso, «acusador» de un tribunal revolucionario, dueño de la vida y la muerte como un rey, contradicen la promesa de un mundo mejor. Es más: ¿dónde está la diferencia respecto a la justicia arbitraria del Antiguo Régimen? Kossok no trabajó sobre las revoluciones socialistas, lo que significa que no tuvo que ocultar en sus escritos el terror del servicio secreto de los bolcheviques ya en la época de Lenin o el sistema gulag del estalinismo (que después de 1956 fue criticado en la antigua RDA, pero de forma tíno da cifras, no se ocupa de las matanzas en las provincias (Fouché y Collot d’Herbois en Lyon, Carrier en Nantes, etc.) y no dice que la gran mayoría de las víctimas fueron del «tercer estado», no nobles. Las «septembrisades», las matanzas de presos en seis cárceles parisinas en septiembre de 1792, se citan (p. 139), pero no se explican. En definitiva, quien no sabe por otras fuentes lo que pasó, va a subestimar gravemente la envergadura de la persecución. 15 En alemán: Kossok (2000 [1969]; 2000b [1976]; 2000 [1986]: 104). En castellano: Kossok (2010: 342-344, 339-340, 341), sobre Moreno, sobre Hidalgo y Morelos, y sobre Artigas.
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mida y no tan profundamente como habrían exigido convicciones humanitarias). Sin embargo, los colegas que publicaron sobre las revoluciones socialistas en los libros editados por Kossok lo hacían. La libertad del historiador en la antigua RDA fue tanto mayor cuanto más se alejaba en el tiempo y en el espacio de la RDA. Así, Kossok escapó a muchas restricciones políticas en su obra porque estudió el siglo xix y América Latina, y no el siglo xx y Europa. Pero en la historiografía sobre América Latina existe el mismo problema. Kossok defendió con mucha energía la «guerra a muerte» de Bolívar, la ejecución del general afrovenezolano Manuel Carlos Piar en 1817 (explicada por el mantenimiento de la «unión sagrada» de los patriotas de todas las clases, sin mencionar el fin de Bolívar, que quería impedir la temida «pardocracia» con este asesinato), exageró las ideas abolicionistas de Bolívar (quien liberó a los esclavos en 1816 para reclutarlos por la fuerza para el ejército patriótico),16 y se mostró comprensivo con el régimen autoritario del Libertador, «la dictadura enérgica», en la terminología de Marx, calificada como necesaria (Kossok, 2000a [1984]: 255-257, cita 265). La historiografía de la antigua RDA nunca mencionó la represión en la Cuba socialista. Fue legítimo y necesario terminar con el régimen de Batista y qué duda cabe de que los logros sociales de la Cuba socialista fueron admirables. Pero ¿fueron aceptables por eso el paredón y los campos penales? (para opositores políticos en las propias filas, para gente que no quería hacer entregas laborales no pagadas y teóricamente voluntarias, y para los homosexuales), establecidos primero por Che Guevara para los miembros de su propio Ministerio y más tarde en toda Cuba (los UMAP) (Anderson, 1997: 386-389, 428-429, sobre el campo penal Guanacahibe: 492; Leiner, 1994: 21-59, 61-89, 119-122). Este fue un tema tabú para Kossok y todos los demás. Como joven estudiante me sentí muy mal con su defensa del «terror revolucionario». Pero no protesté abiertamente. Trato de superar esta sensación de culpa con una enseñanza histórica que no niega el derecho de los verdaderos oprimidos a sublevarse (los esclavos contra sus amos, por ejemplo) o de las víctimas de una dictadura a resistir contra un dictador y su 16 Sobre las promesas de libertad no cumplidas frente a los soldados esclavos en el ejército libertador, Romero Jaramillo (2003).
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aparato represivo, pero jamás justifico el terror sistemático de líderes revolucionarios autonombrados. Robespierre, Billaud-Varennes y Víctor Huguet hasta Lenin y Stalin (Mao y Pol Pot no fueron defendidos en la RDA por los conflictos con el maoísmo) hablaron de revolución y del poder en manos del pueblo, y establecieron un régimen dictatorial para ejercer un poder personal sin límites, formaron una clase reinante y privilegiada de funcionarios, prohibieron la libre expresión de opiniones discrepantes, una prensa y elecciones libres, y asesinaron a miles de personas. En la práctica, es difícil trazar la línea que separa la autodefensa contra regímenes esclavistas, coloniales, dictatoriales del terror de una nueva élite «revolucionaria» para establecer una nueva dictadura (popular o proletaria solo en el nombre). Aceptar, simplemente, crímenes contra la humanidad por el hecho de que fueron cometidos en nombre de una revolución es injustificable. La posición de Kossok acerca de la «violencia revolucionaria» se explica por sus convicciones políticas. Por otro lado, si hubiera criticado el terror revolucionario, esto habría significado el fin de su carrera académica. No se trata de denunciarlo, pero sí de distanciarse y no transmitir esta parte de su herencia.
Un balance ¿Resulta todavía útil la lectura de los escritos de Kossok? Sí. En particular, los estudios comparativos sobre las revoluciones, el libro sobre la Santa Alianza y la política de los Estados alemanes ante la emancipación latinoamericana, y sus últimos artículos sobre una visión no eurocéntrica del año 1492 y sobre el desarrollo de la historia universal hacia la historia global siguen estando vigentes en sus enseñanzas.
REVOLUCIÓN E INDEPENDENCIA EN AMÉRICA LATINA. LAS PROPUESTAS DE MANFRED KOSSOK Manuel Chust
Universitat Jaume I de Castellón
En este estudio, realizados otros abordajes a la obra kossokiana, nos vamos a ocupar de algunas cuestiones que seguimos creyendo que son claves para entender, interpretar y comprender, a la manera de Albert Soboul, las independencias de América Latina como revoluciones. Y en ese sentido, buena parte de las propuestas de Kossok no solo son pertinentes, sino que, lejos de descontextualizaciones y de desprecios apriorísticos —en especial por ignorancia intelectual—, no han sido convenientemente difundidas o debatidas. Son ingentes las propuestas que Kossok lanzó al ruedo de la ciencia histórica. Casi siempre en torno al estudio histórico del cambio de estructuras, de su evolución, de sus movimientos, de sus fuerzas motrices, en suma, de la revolución liberal-burguesa en los siglos xviii y xix. Como argumenta Michael Zeuske, ello fue producto del «gusto» por el estudio de la revolución en la historiografía marxista. Es notorio y sabido. Y de ahí también una de sus principales líneas de investigación, como fueron los estudios comparados de las revoluciones. En primer lugar nos vamos a circunscribir a uno de los temas que, a nuestro entender, fue clave no solo en la obra de Manfred Kossok, sino en el planteamiento general de las interpretaciones de las independencias latinoamericanas. Kossok se adentró en una de las cuestiones más controvertidas y debatidas desde fines de los sesenta y principios de los setenta, esto
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es: la caracterización de la sociedad previa a las independencias. Debate que también estuvo en el gran contexto académico de la transición del feudalismo al capitalismo en Europa y en el político-económico de la teoría de la dependencia y su oposición teórica y práctica a las políticas económicas desarrolladas por la CEPAL. No fue todo. El debate traspasó los límites académicos para instalarse en cuestiones estratégicas de los diversos movimientos de liberación nacional surgidos en los años sesenta, en una parte de los planteamientos de los diferentes movimientos guerrilleros o, paradójicamente, en justificación —ausencia de una «verdadera» burguesía «nacional»— de ciertos gobiernos desarrollistas. Ya lo escribimos hace años.1 Lo singular del planteamiento de Kossok es que no se quedó en las discusiones teóricas sobre la caracterización de la sociedad colonial como feudal, capitalista, colonial americana o como modo de producción asiático, etc. Lo importante, al menos para nosotros, es que sus estudios no solo revistieron planteamientos teóricos, sino que incorporaron notables estudios empíricos de caso, hipótesis que se transformaban en tesis con sus prácticas empíricas. Lo cual hizo que sus propuestas difirieran notablemente del debate mencionado de los años sesenta y setenta, encasillado, la mayor parte de las ocasiones, en disquisiciones teóricas apoyadas en fuentes secundarias. Y por ello criticado y, en ocasiones, despreciado. También por sus «colegas» del otro lado del muro occidental. En segundo lugar, Kossok fue uno de los pocos historiadores que ejercieron como tal en una discusión dominada por científicos sociales sobre un tema histórico. Tema y temática en donde, a veces, primaban mucho más los análisis sociológicos, economicistas y politológicos que los históricos. La conclusión dominante fue, después de la catarata de propuestas, muchas de ellas mediatizadas por los dependentistas, que la sociedad colonial fue una sociedad capitalista. Lo cual devino en la formulación de dos premisas más en relación con nuestro tema de reflexión. La primera es que la razón de la dependencia capitalista estaba instalada en América Latina desde la colonia. Lo cual coincidió con otras propuestas que planteaban una «herencia colonial» para explicar el «atraso» o subdesarrollo de América Latina en el siglo xx.2
1 Chust (1994). 2 Stein y Stein (1970).
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Y en segundo lugar, para lo que nos ocupa, las conclusiones fueron que no hubo un cambio sustancial de la sociedad tras las independencias americanas. Dado que para estas interpretaciones el capitalismo ya estaba instalado antes de la colonia, por lo cual lo que aconteció en las independencias y en general en los Estados republicanos de la primera mitad del siglo xix fue una continuidad en el sistema de dominación entre la elite metropolitana y criolla —blanca, católica, oligarca—. Bases y alianzas que fraguaron los orígenes del subdesarrollo… capitalista y su continuación decimonónica. Una línea continua quedó trazada entre la colonia, la independencia y el surgimiento del Estado republicano. Con ello predominaron las interpretaciones evolutivas historiográficas, cuanto más. Es decir, se omitió el estudio de la dinámica y de los cambios históricos. La sociedad en movimiento. El tiempo y el espacio. Y, obviamente, los cambios transformadores, no necesariamente de directo reflejo en las transformaciones económicas con la velocidad de las «europeas». Al menos, las «occidentales». Sin embargo, paradójicamente, aquellos que negaban el cambio social y económico sí podían vislumbrar el político. Se esgrimió, se sigue esgrimiendo, que la nómina de apellidos de las familias de grandes propietarios y comerciantes en vísperas de la independencia fue casi la misma que en la primera mitad del siglo xix tras esta. Por lo tanto, la conclusión derivada de ello es que tras la independencia nada había cambiado socialmente, dado que la clase, elite, oligarquía o cualquiera de las formulaciones, en nada gratuitas e «inocentes» conceptualmente, con las cuales se caracterizaba a los dominadores coloniales, seguían formando parte de la clase dirigente del Estado republicano. Es decir, los teóricos del cambio, si bien desde sus análisis estáticos y presentistas, no vieron ninguna transformación en el tránsito de la colonia al Estado-nación. Ni siquiera vislumbraron cambios jurídicos en la titularidad de la tierra. Las independencias, cuando mucho, solo supusieron un cambio político, concluyeron. Lo cual venía a coincidir, paradójicamente, con las tesis de la historiografía política tradicional. Esta propuesta se volvió certidumbre. Hasta tal punto que sembró una visión inmovilista en la mayor parte del «pensamiento» de la izquierda latinoamericana. Y si bien se sumaron más elementos a la reflexión, los cuales la enriquecieron, los postulados fueron asumidos y transmitidos, no
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sabemos si como dogma, desde la izquierda intelectual a la izquierda política y, también, a la izquierda armada… y entre los historiadores de «izquierda», especialmente en América Latina. Al mismo tiempo, parte del debate tendió a buscar explicaciones más endógenas y menos exógenas en la sociedad colonial americana, lo cual estuvo unido a un progresivo pero firme rechazo a la utilización de categorías «europeas», calificadas de eurocéntricas, para interpretar la sociedad colonial y su paso a la sociedad «republicana». Es decir, conceptos como feudalismo, feudal, capitalismo, liberalismo, Estado, burguesía o, claro está, revolución burguesa fueron calificados como obsoletos, apriorísticos o impuestos desde modelos «occidentales» u occidentalizantes para una sociedad americana con características específicas. Quizá porque lo que se empezó a destacar fue la singularidad en detrimento de la generalidad, lo específico y excepcional frente a lo general y fundamental. Quizá porque los «modelos» anteriores habían, es cierto, intentado «encajar» esa singularidad en una interpretación, ahora sí, dogmática de la historia de los cinco estadios de los modos de producción. En especial los derivados de la III Internacional, sobre todo de las directrices estalinistas.3 Y ahí muchas de las características de América no tenían respuesta. Pero no fue todo dependentismo. La antropología norteamericana también tuvo mucho que decir en este tema al extender sus métodos, modelos y prácticas en aquellos países que tenían una notable población indígena. Y el entronque, que lo hubo, fue lapidario desde los años sesenta hasta los ochenta. También estaba el otro extremo del péndulo, en donde se veían revoluciones por doquier. Desde esta perspectiva teórica y metodológica, o había una inflación o una oclusión revolucionaria. Y todo ello vino a complicarse por dos cuestiones más. Las independencias fueron interpretadas a la luz de las «verdaderas» revoluciones, las del siglo xx,4 entre las que destacaban la Revolución mexicana de 1910 y la Revolución rusa de 1917. Y, en segundo lugar, la comparación fue con la «verdadera» revolución liberal burguesa del siglo xviii con trascendencia en el xix: la Revolución francesa de 1789.
3 Cf. Chust (2015). 4 Chust y Serrano (2007).
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Todo ello pesó como una losa en la interpretación de, en este caso, las independencias. Hasta hoy. Actualmente no faltan estudiantes o colegas que se siguen removiendo en sus aulas o escritos, reaccionando a veces de forma visceral cuando se habla o se escribe sobre estas cuestiones. Y en contraste, una buena parte de la Historia Oficial, de la historia nacionalista, reivindicaba como un hecho revolucionario la «gesta» de los patricios criollos. Desde el surgimiento de la historia nacional pasando por el positivismo hasta sus herederos en el siglo xxi. Lo que Miquel Izard llama Historia Oficial.5 Instalada, no lo olvidemos, aún en una parte significativa de las interpretaciones de la independencia en América Latina. Además de sus «revisionismos». Pues bien, alguien desde esta perspectiva tan poco sospechoso de ser representante del liberalismo conservador o del revisionismo nacionalista puso en el punto central de la discusión sobre las independencias latinoamericanas el carácter de la pretérita sociedad colonial. Y Kossok, en los años sesenta, ya pasaba por ser uno de los grandes especialistas en el estudio de los sistemas coloniales. Y todo ello, claro, en medio de un creciente interés de las ciencias sociales por los estudios coloniales en el contexto de la gran descolonización asiática y africana posterior a la Segunda Guerra Mundial. De esta forma Kossok empezó a dilucidar una de las cuestiones centrales de su aporte, como fue el movimiento de las estructuras. Es decir, cómo, cuándo y por qué la estructura colonial americana de Antiguo Régimen de la monarquía española empezó a cambiar, a transformarse. Y Kossok puso sobre la mesa de discusión la dinámica histórica sobre la concepción progresiva de la historia. Lo importante es que Kossok situó en este preciso momento las independencias americanas. Es decir, en el tránsito del feudalismo al capitalismo, en el tránsito de una estructura «vieja» a una nueva, en el tránsito del colonialismo al Estado-nación, y en ese tránsito hubo un cambio, una revolución que para Kossok —con matices, «inconclusa»— tuvo un «carácter»: fue burguesa. Ya nos adentraremos más adelante en la reflexión. Por ahora solo destacaremos el término de tránsito y, es más, el de transición que manejó en su primer momento para caracterizar a las independencias. Concepto que nos parece muy apropiado por
5 Izard (1988).
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cuanto pueda explicar la intersección entre la vieja sociedad que está muriendo y la nueva que acaba de nacer y empieza, apenas, a crecer. Y, por tanto, en desarrollo, no en crecimiento, luego inacabada. Pero la discusión subsiguiente fue: ¿mediante qué mecanismos históricos se llegó a ese tránsito? Es decir, ¿hubo una ruptura o una evolución? Y aquí Kossok se desmarca de buena parte del materialismo histórico, al plantear una cuestión que debe tenerse en cuenta o, al menos, que obliga a reflexionar: el problema de dilucidar si al cambio de estructuras se había llegado solo mediante una revolución o también mediante reformas. El historiador alemán planteó como un falso dilema la discusión entre reforma o revolución, en un sentido exclusivo. Dado que para él estos dos conceptos podían ser compatibles o, incluso, complementarios. Y este tema nos parece una cuestión de envergadura, no solo desde el análisis teórico o incluso metodológico, sino sobre todo desde el empírico. Nos explicamos. El ejemplo histórico puede ser el caso de dos periodos cruciales para explicar el origen y las causalidades de las independencias: las reformas borbónicas y la etapa absolutista o de reconquista entre 1814-1815 y 1820. En el primer caso hay toda una discusión sobre el alcance del impacto de las reformas borbónicas para explicar las independencias.6 Lo cierto es que se generaron contradicciones. Pero también es cierto que sectores criollos, mestizos e indígenas se aprovecharon de ellas para profundizar, dentro de cada estatus, en su ascendencia social dentro de la colonia.7 En el caso de la lectura tradicional de Lynch no se hace tanto hincapié en ello sino en el malestar y pérdida de posiciones de privilegio —que no de derechos— de los criollos frente a los peninsulares o en cuestiones de presión fiscal, especialmente tributarias y comerciales. No es esa exactamente la cuestión propuesta por Kossok. Pero sí lo es indagar si estas reformas condujeron a la revolución de independencia no solo por las contradicciones que estaban generando, sino por ser una vía de toma de conciencia y asunción de estatus de criollos. Es cierto, sin embargo, que Kossok no entró a dilucidar la importancia y el alcance de la cuestión étnica y racial, aunque la tuvo presente. La otra cuestión, en esta hipótesis, es investigar si las etapas calificadas como «restauración» y «absolutismo» tuvieron más
6 Lynch (1976). 7 Chust y Serrano (2009).
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incidencia en profundizar la vía revolucionaria que en restablecer el Estado absolutista, aunque esa no fuera, ni mucho menos, su pretensión. O, dicho de otra forma, por seguir manteniendo medidas reformistas y revolucionarias pudieron mantener el Estado colonial. Sabemos que, si bien apenas comienzan investigaciones en ese sentido, para el caso de Nueva España, ganar la guerra y mantener la colonia entre 1815 y 1820 supuso seguir teniendo un ejército con características nacionales y un sistema fiscal heredado de las Cortes de Cádiz. Lo cual tras 1814 era, evidentemente, una gran contradicción.8 En ese sentido, la propuesta de Kossok nos parece más que sugestiva porque supondría englobar en el proceso revolucionario independentista el periodo de restauración absolutista. Y ello no como contextualización y explicación de la animadversión del criollismo por la represión y sus respuestas anticoloniales, sino por las contradicciones que el sistema, producto de la situación anterior y de la guerra, va a generar. En especial al mantener presupuestos esenciales del Estado —fuerzas armadas y hacienda— mediante un sistema que era antagónico a los intereses no solo de la clase privilegiada, sino también del rey. Y no solo esto, sino que esas contradicciones van a generar la asunción de un estatus social, político y económico que progresivamente será irrenunciable para estas capas sociales, tanto criollas como mestizas e indígenas. Es decir, el ascenso militar y lo que comportaba en lo socioeconómico —enlaces matrimoniales incluidos—, el derrumbe de privilegios económicos y por ello el acceso a tierras antes vetadas, o el desmoronamiento del poder caciquil indígena y su posicionamiento en un bando u otro de las comunidades indígenas. Sistema que las reformas sostendrán, pero que no van a ser capaces de regenerar. Todo lo contrario.
Independencias, revolución de independencia y revolución burguesa La propuesta sobre la interpretación de las independencias en Manfred Kossok fue evolucionando. Y cambiando. También su abordaje. No obstante, podemos extraer algunas conclusiones de sus textos, más que interesantes, sin duda muy actuales y dignos de tenerse en cuenta.
8 Véanse los notables y esenciales estudios de Ortiz (2008) y de Serrano (2007).
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En primer lugar, nos parece atractivo, tal y como lo planteó, el concepto de tránsito o transición aplicado a las independencias, en el sentido anteriormente explicado. Con ello dejaríamos de buscar persistentemente «en este momento» las señas de identidad de la nueva Nación o Estadonación, sino que veríamos el principio del mismo dentro de una estructura cambiante, es decir, en movimiento y no definitiva. Estamos de acuerdo con Kossok en que la problemática quizá sea definir las causas, las finalidades y los resultados de las independencias. Y una vez identificado el tránsito, Kossok se embarcó desde una perspectiva histórica universal, enfrentada a una dinámica nacional, al abordaje interpretativo de las independencias. E, inevitablemente, por su formación al lado de uno de los especialistas como Walter Markov, esta llegó desde el estudio de la Revolución francesa. Qué duda cabe que los escritos de Albert Soboul le influyeron también. Como a Markov. Pero lejos de establecer la aplicación de «modelos» preestablecidos, Kossok abordó las independencias desde la perspectiva del método comparativo de las revoluciones, no para extraer modelos apriorísticos o vías estáticas de análisis, sino para sustentar una línea de continuidad revolucionaria definida por «el carácter» de la época y el contenido burgués de las revoluciones. Y distinguió hábilmente entre independencia y movimiento de independencia para desentrañar las fuerzas que resultaron hegemónicas tras la independencia de las que estaban inmersas en ella pero no alcanzaron el poder político y económico. También hay que decir que está presente en sus análisis la búsqueda de una fuerza social capaz de objetivar las razones de su movilización revolucionaria para el Río de la Plata. Obviamente, su posición interpretativa estuvo influida de forma notoria por el gran debate que se dilucidó en vísperas del bicentenario francés entre el «revisionismo» de François Furet, la posición del materialismo histórico clásico de Albert Soboul y la del más heterodoxo de Michel Vovelle; es decir, dilucidar en el análisis histórico de las revoluciones entre la propuesta furetista de «pensar» la revolución y la de «comprenderla» a la manera sobouliana. Debate que dejó notables huellas en la historiografía no solo francesa, sino también europea e hispanoamericana al irrumpir otra interpretación, esta vez desde la derecha historiográfica, que negaba el cambio revolucionario en, ni más ni menos, la que hasta ahora era la «verdadera» revolución. A la vez que con ello negaba el prota-
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gonismo revolucionario de la burguesía y del liberalismo como ideología combativa del Antiguo Régimen. Además de ello puso en escena a la aristocracia aburguesada como la verdadera protagonista no de la revolución sino de la reforma. Porque para Furet la revolución fue una mera «revuelta de los privilegiados» contra el «abusivo» despotismo del rey. Se trataba, en fin, de suavizar los énfasis interpretativos revolucionarios, de endulzar el enfrentamiento de «clases», de restar importancia a la vanguardia revolucionaria protagonizada por jacobinos y clases populares, de revaluar el cambio político «tranquilo» y el mantenimiento de las clases dominantes mediante «pactos entre nobleza aburguesada y burguesía ennoblecida»: intersecciones de «agentes sociales», y no «caducas» interpretaciones de antagonismos de clases. La revolución «verdadera» no fue tal, se concluyó en el bicentenario de la misma.9 Y con ello quedaba la siguiente interrogación: ¿lo fueron las demás? En el ínterin estaba ya la crisis del socialismo real, el desmoronamiento de la URSS, el cuestionamiento de las revoluciones socialistas y su institucionalización. De ahí la reacción, en nada gratuita, de Kossok mediante el concepto de «ilusión heroica». Es decir, el rescate de los valores revolucionarios sepultados por la Guerra Fría y, también, por la institucionalización de la revolución con el establecimiento de la nomenclatura en los Estados del socialismo real. Todo ello fue ejemplo de utilización de la historia desde la política. Combates por la historia, que diría Lucien Febvre. Sin embargo, Kossok extrajo conclusiones. La primera fue que no se trataba de generar modelos revolucionarios, sino de establecer comparaciones entre las revoluciones. En este sentido se mueve la propuesta, heredada del leninismo, del concepto de ciclo revolucionario. El cual le sirvió para caracterizar su evolución. La segunda, su carácter burgués. La tercera, la interpretación de las independencias como una globalidad y su encuadre en un proceso histórico revolucionario que iría desde la independencia de los Estados Unidos hasta los años 30 y 48 del siglo xix. Un proceso histórico global, de cambio, de pugnas… que difícilmente se podría explicar sin un contexto internacional de quiebra de algunos imperios, de reacomodamiento de otros, de hegemonía del británico y de pugna por un mercado que cada vez era más global. Pugna, lucha por triunfar de una clase que Kossok identificaba y señalaba: la burguesía.
9 Vovelle, Chust y Serrano (eds.) (2012).
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Lo importante para este estudio es que Kossok empezó a caracterizar a las independencias como revoluciones, es decir, en un primer lugar situó el nivel de enfrentamiento entre clases como una problemática anticolonial stricto sensu para, posteriormente, en un segundo momento, precisar el contenido de clase de la contienda. Kossok concluyó que las independencias fueron revoluciones burguesas «inconclusas» o «incompletas», según las diferentes traducciones de sus textos al español. Pero para el historiador alemán no se traba solo de establecer una traslación comparativa de la revolución en Francia y las independencias latinoamericanas. Era mucho más. Entrañaba averiguar las condiciones materiales de las capas burguesas que se oponían, los elementos de antagonismo no solo para rebelarse contra el aparato colonial, sino para derribarlo y construir un nuevo Estado-nación. Lo cual, dentro de la estructura mental y académica de Kossok, le llevaba indefectiblemente a identificar a la clase social «motor» del cambio: la burguesía. Solo que, al igual que Soboul, centraba la verdadera revolución en la fase jacobina o democrática del cambio. Y en este caso, a su tenor, es lo que fallaba en Latinoamérica. De ahí lo de «inconclusa» o «incompleta». De ahí sus laboriosos estudios sociales y económicos sobre el Río de la Plata persiguiendo la potencialidad social-económica de la burguesía rioplatense inherente al cambio. Y ¿cuál fue el resultado de la búsqueda? Kossok no encontró en sus investigaciones esa «burguesía» feudal que se enfrentara al Antiguo Régimen colonial. Vislumbraba las señas de identidad del cambio, pero no acabó identificando a su sujeto. De ahí, como hemos dicho, la acuñación del término revolución inconclusa. Y toda esta reflexión le llevó a dos o tres conclusiones que nos parecen no solo pertinentes sino brillantes. En contraste con la expresión «revoluciones atlánticas», utilizado por el «occidentalismo» en un momento de máxima tensión en la Guerra Fría, planteó el término marxiano de «ciclo de las revoluciones burguesas» para encuadrar un periodo histórico de mayor envergadura que, debido a las magnitudes de los cambios desde el último tercio del siglo xviii al menos, afectaría a los territorios de ambos lados del Atlántico. Y en ese sismo historiográfico, la perspectiva de una auténtica historia universal, menos eurocéntrica que la hasta entonces formulada, le llevó a comparar revoluciones… burguesas, claro. Desde la inglesa del siglo xvii a la «revolución» de independencia de los Estados Unidos, pasando por la francesa, la española comenzada en 1808, englo-
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bando las revoluciones de independencia hispanoamericanas y concluyendo con las europeas de los años 30 y 48. Para Kossok estas revoluciones estaban determinadas históricamente, es decir, lo que él llamaba «carácter de la época», dentro de un específico lugar histórico. Por eso Kossok empezó a calificar las independencias como revoluciones burguesas, con ciertos matices, pero esgrimiendo que tras los intereses nacionales, los cuales identificó con una gran parte de la burguesía colonial, se escondían posiciones políticas y económicas que desembocaron en la independencia dentro de una precisa coyuntura —el carácter burgués de la época—. Claro está que la crítica historiográfica fue tan cruda como estereotipada. Como ejemplo España, en donde una parte de la historiografía se hallaba inmersa en un enconado debate que se estableció en casi los mismos términos que en Hispanoamérica: la existencia o no de burguesía. Y la crítica a su «existencia» fue la misma. Es decir, la incapacidad del concepto para explicar la riqueza histórica de la diversidad de capas sociales que podían albergarse tras ella, la rigidez interpretativa que forzaba a encajar en ella la rica y variada realidad histórica, la escasez de trabajo empírico en esos estudios, etc. Propuesta, en minoría, y crítica que se ha venido reiterando en estos últimos años. El cambio de paradigma ha hecho que este y otros debates hayan pasado desapercibidos, omitidos, para las nuevas generaciones de estudiantes de historia. Y de ahí, una de las razones de este rescate. Quizá por el excesivo «teoricismo» de muchos de los planteamientos de los científicos sociales, Kossok se encomendó a un incansable trabajo empírico. Fue por ello, justamente, por lo que esa crítica no pudo funcionar con las tesis del profesor alemán. Tanto como cualquier atisbo de crítica a su supuesto dogmatismo por provenir de la RDA. No lo debió de pasar bien, ocluido por la mayor parte de la academia occidental e incómodo para la de la República Democrática Alemana por no seguir los dictámenes de la historia oficial. Y sin embargo, si repasamos la obra de Kossok, se puede apreciar un notable afán en abrirse más allá de muros historiográficos en sus lecturas, en sus relaciones, en sus interlocutores, en sus alumnos, en sus temas y temáticas y en sus interpretaciones. Si se repasa su bibliografía en este tema, una buena parte de los autores leídos y citados pertenecen al campo —digamos— del liberalismo más conservador, lo cual puede contrastar con sus interpretaciones, claro está.
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Pero es que el interés de Kossok por «comprender» históricamente era inagotable y también por hacerse comprender, aunque no lo consiguiera. Pero todo ello sin abandonar ni un ápice su coherencia teórica. Y esto, en nuestra modesta opinión, aún lo hace más universal. A pesar de que la academia lo haya tratado de sepultar. De ahí, una de las razones de este homenaje póstumo.
LA REVOLUCIÓN EN LA HISTORIA DE AMÉRICA LATINA: LOS APORTES DE MANFRED KOSSOK Sergio Guerra Vilaboy Universidad de La Habana
Desde 1959 circuló profusamente en América Latina un libro publicado por la Editorial Futuro de Buenos Aires titulado El Virreinato del Río de la Plata. Su estructura económica y social.1 La temprana edición en lengua española —la versión original en alemán databa solo de tres años antes— de esta opera prima del joven historiador alemán Manfred Kossok (1930-1993) lo dio a conocer en el campo de la historiografía latinoamericana. Ya Kossok se había interesado anteriormente en Leipzig —ciudad donde se radicó después de terminada la Segunda Guerra Mundial— sobre el sistema colonial español, en colaboración con su maestro Walter Markov, línea de especialización que desarrolló a partir de sus posteriores estudios en Colonia bajo la orientación del conocido latinoamericanista Richard Konetzke. El Virreinato del Río de la Plata sobresalió de inmediato no solo por la rigurosidad de la investigación —su enjundioso aparato crítico se basaba en una prolija lista de documentos y fuentes diversas: desde los bandos de los gobernadores y virreyes hasta libros de historia de las más diversas co-
1 En esta valoración sobre la repercusión de la obra de Kossok en la historiografía latinoamericana solo tenemos en cuenta los textos suyos traducidos al castellano y que se han difundido internacionalmente.
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rrientes de pensamiento—, sino también por ofrecer un cuadro novedoso, desde el ángulo marxista, de las conexiones sociales y económicas entre la época colonial y la emancipación. Ya en este texto —que sigue siendo hoy una de sus obras más citadas en América Latina— Kossok da a conocer algunas de las tesis fundamentales que luego desarrollaría: «hasta qué punto, y más allá de la existencia de series causales de orden político y espiritual, la rebelión de Hispanoamérica formó una parte orgánica del movimiento universal de emancipación burguesa de los siglos xviii y xix».2 En su concepto, la independencia de las colonias españolas, alcanzada en 1825-1826, fue la culminación política de una transformación socioeconómica que había echado profundas raíces en la etapa colonial y estaba relacionada con la aparición de una clase, la burguesía, destinada a hacer una revolución en Iberoamérica. Quizá vista desde la perspectiva actual, algunas de estas afirmaciones puedan parecernos demasiado rotundas, pero el propio autor se encargó en trabajos posteriores de matizar y precisar muchas de sus primeras conclusiones. Para comprender la significación que tuvo en América Latina El Virreinato del Río de la Plata conviene recordar las enormes limitaciones teóricas y metodológicas que lastraban a fines de los cincuenta la producción sobre la historia de este continente, dominada casi de manera absoluta por una historiografía positivista de corte academicista, dedicada a hacer la historia de los hombres excepcionales, de los hechos políticos de gran espectacularidad o repercusión, de las instituciones, las luchas por el poder, la sucesión de gobiernos. Para confeccionar esta historia «heroica», los historiadores ofrecían una simple acumulación de información heterogénea, sin jerarquización, acompañada de poca o ninguna interpretación y ofreciendo visiones idealizadas de la historia de los países latinoamericanos. En aquellas condiciones, la historiografía marxista constituía, en rigor, la primera corriente interesada en renovar sustancialmente la investigación histórica de este continente, para develar las reales contradicciones ocultas en las versiones tradicionales. Pero la obra de los primeros historiadores marxistas latinoamericanos no era capaz de ofrecer una completa reinterpretación de la historia y tampoco aportar nuevos elementos informativos,
2 Kossok (1972a: 8).
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atrapada por la aplicación mecánica y esquemática de los criterios más elementales del materialismo histórico y el uso casi exclusivo de fuentes secundarias. Por eso, El Virreinato del Río de la Plata vino a demostrar la validez de combinar creadoramente el análisis marxista, crítico y reivindicativo, con una rigurosa investigación ampliamente documentada en archivos, para lograr comprender, en toda su riqueza y matices, el proceso histórico en su integralidad, más allá de la simple descripción de hechos o de una exégesis superficial y estereotipada. Con ello, Kossok se anticipó varios años a las posiciones de la historiografía latinoamericana conocida como la Nueva Historia de América Latina,3 logros que para aquella época solo pueden parangonarse a las aportaciones que en el campo de la historia economico-social comparada de este continente realizó, casi simultáneamente, el historiador norteamericano Charles Griffin.4 Durante los años sesenta y setenta, Kossok se consolidó como uno de los más lúcidos representantes de la más avanzada historiografía marxista dedicada a la temática latinoamericana —con especial énfasis en el periodo revolucionario de 1790 a 1826—, como se confirmó en 1968 con la aparición en español, por primera vez, de su libro Historia de la Santa Alianza y la emancipación de América Latina.5 Sobre la base de una meticulosa investigación en archivos alemanes, austriacos, ingleses e italianos, Kossok indaga aquí sobre las relaciones y rejuegos diplomáticos de las potencias europeas y sus proyecciones hacia el llamado Nuevo Mundo, enfrascado entonces en la lucha independentista. A esos años corresponde también su incursión en la polémica sobre los modos de producción en América Latina, suscitada a partir de los cuestionamientos conceptuales de Maurice Godelier (1964) y de las posiciones extremas asumidas por la llamada teoría de la dependencia. Hay que tener presente, que en sus orígenes esta corriente sociológica estaba asociada a las tendencias circulacionistas en boga, surgidas dentro del marxismo, las cuales consideraban a las estructuras económicas y sociales como parte de un «capitalismo comercial». El debate internacional había cobrado fuerza des-
3 Véanse dos ejemplos en Ayala (ed.) (1989) y Kapsoli (1983). 4 Nos referimos a Griffin (1962). 5 La edición más reciente que conocemos en castellano es la de México, Cartago, 1983 (Kossok, 1983d).
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pués de que aparecieron los trabajos de Luis Vitale «América Latina ¿feudal o capitalista?» (1966) y de André Gunder Frank Capitalism and underdevelopment in Latin America (Nueva York, 1967) —que en cierta forma retomaban la vieja idea del historiador argentino Sergio Bagú acerca de un «capitalismo colonial»—,6 donde se argumentaba que el atraso de este continente era resultado directo del desarrollo metropolitano, pues la conquista ibérica había incorporado a las colonias españolas y a Brasil a la órbita capitalista, en una situación de dependencia colonial, primero, y neocolonial, después. Frente a estos planteos unilaterales, Kossok respondió con un sólido ensayo que tituló «Feudalismo y capitalismo en la historia colonial de América Latina».7 En su respuesta, el historiador alemán parte de manifestar su desacuerdo con el impreciso uso que se estaba haciendo de las categorías «feudalismo» y «capitalismo», reducida la primera por los dependentistas a una economía de trueque («cerrada») y la otra a una monetaria («abierta»). Para Kossok, «la esencia del feudalismo es la base agraria, el papel de la tierra como medio más importante de producción y el carácter específico de las condiciones de dependencia y de subordinación entre los señores feudales y los campesinos».8 A renglón seguido advierte sobre la desproporción existente entre la multiplicidad de teorías generales acerca del tema y las pocas investigaciones empíricas existentes entonces. Entre los aspectos medulares que Kossok analiza en este importante texto se encuentran su definición de los cinco sectores básicos de las formas de producción colonial —economía natural campesina, producción mercantil simple, esclavitud (patriarcal y de plantación), producción agraria feudal o semifeudal en forma de latifundios y los núcleos embrionarios de producción capitalista—, su valoración de la expansión colonial ibérica como «colonización por poblamiento de tipo feudal tardío»9 y sus consideraciones sobre la estructura y funciones de la hacienda en la economía colonial. Uno de los aspectos que más llamó la atención en este artículo fue 6 Véanse sus obras: Bagú (1949 y 1952). 7 Hasta donde sabemos, la primera edición en castellano fue publicada por la revista Comunidad, México, 1973, n.º 46, aunque aquí utilizamos la que apareció en Estudios Marxistas. Revista Colombiana de Ciencias Sociales, Bogotá, 1975, n.º 8. 8 Ib., pp. 114-115. 9 Ib., p. 114.
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su propuesta de una fórmula para un ordenamiento histórico de los sistemas coloniales: Si bien es correcto y necesario hablar de la función decisiva de las fuerzas motrices de la expansión que reflejan el grado de desarrollo de la metrópoli (componente A), no debe perderse de vista el papel relativamente importante de las condiciones dadas en las colonias antes de la penetración europea (componente B). En el caso particular tanto de España como del Portugal es preciso tomar siempre en consideración el factor de los intereses internacionales, constituido por la concurrencia holandesa, inglesa y francesa (componente C). La estructura definitiva de un sistema colonial es por consiguiente el resultado (resultante D) de una complicada interacción de los elementos A, B y C esquemáticamente definidos.10
Otros dos ensayos de Kossok que tuvieron una excelente acogida en el continente americano fueron «El contenido burgués de las revoluciones de independencia en América Latina» y «La sal de la revolución. El jacobinismo en Hispanoamérica. Intento de una determinación de posiciones», publicados ambos, por primera vez en español (1974 y 1977, respectivamente), en una prestigiosa revista mexicana de ciencias sociales de gran circulación por aquellos años: Historia y Sociedad.11 En el primero de estos dos trabajos, su autor expone criterios y recomendaciones sobre la aplicación del método comparativo de las revoluciones, con vistas a determinar el carácter y la clasificación histórica de la independencia latinoamericana: El punto de partida para la formulación de una respuesta es la determinación de las fuerzas sociales motrices y hegemónicas del proceso revolucionario en una muy estrecha relación dialéctica con el carácter de la época, es decir, la determinación de las potencias económicas, sociales, político-institucionales y cultural-espirituales determinantes de todo el movimiento histórico.12
En este polémico texto, cuyas líneas interpretativas esenciales mantienen su vigencia, Kossok desarrolla ampliamente una serie de observaciones metodológicas y teóricas para entender en toda su complejidad los problemas de la independencia latinoamericana. Utilizando la concepción leninista de ciclo
10 Ib., pp. 110-111. 11 Véanse los números 4 y 8 de la segunda época de Historia y Sociedad de México. Estos dos ensayos están incluidos en Kossok (1989e), de donde proceden las citas de estos artículos. 12 Kossok (1989e: 159).
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revolucionario, establece una periodización de la emancipación que arranca, a diferencia de las fases ya establecidas por la historiografía tradicional, a finales del siglo xviii (1789-1808, 1808-1809, 1810-1815 y 1815-1824) y divide a las fuerzas sociales actuantes en cuatro grandes corrientes: revolucionaria democrática, criolla republicana, liberal criolla y conservadora.13 Para poder delimitar estas tendencias debió valorar previamente el contenido histórico-social de la independencia latinoamericana («revolución burguesa no consumada»14 o, como precisaría mejor después, «revolución burguesa incompleta que, si bien ha alcanzado sus objetivos político-nacionales, no ha podido hacer lo mismo con los económico-sociales»),15 en un contrapunteo con las revoluciones burguesas «clásicas», tras dejar sentadas las enormes dificultades existentes para precisar las fuerzas motrices en las peculiares condiciones de este continente —rígida estructura feudal, incapacidad del naciente elemento burgués (básicamente comercial) para asumir la hegemonía y llevar adelante la transformación, etc.—. Este valioso análisis, que es imposible comentar aquí en todas sus múltiples facetas, es mucho más rico y sugerente que el de sus primeros trabajos, y lo lleva a concluir que se requiere de otra diferenciación tipológica de la categoría «revolución burguesa», convertida en leitmotiv de futuras investigaciones personales y de sus colaboradores. Una íntima relación con este significativo texto guarda el dedicado a los elementos jacobinos en la independencia latinoamericana. Está consagrado a valorar la participación de las «masas populares» —concepto que Kossok relativiza y cuestiona— en la emancipación y a su presión permanente para radicalizar su curso en todo el escenario continental. En muchas partes de América Latina —explica el artículo—, los alcances sociales sobrepasaron los objetivos políticos al obligar a incluir un programa de transformación revolucionaria de la sociedad, del cual fueron exponentes una serie de figuras radicales o «jacobinas». De ahí que, continúa Kossok, la contienda se desarrollase en dos niveles: de las clases populares contra el
13 Kossok (1989e: 169). 14 Kossok (1989e: 175). 15 Kossok (1989e: 132). Este ensayo también contiene un original gráfico, confeccionado por el propio Kossok, que correlaciona las estructuras de clases y castas en Hispanoamérica colonial, pero que lamentablemente no aparece en la edición cubana.
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poder colonial y la aristocracia criolla, y de esta contra las metrópolis europeas y el peligro de un incontrolado levantamiento de masas. Valiéndose de la definición leninista de «jacobino con el pueblo», Kossok clasifica a los representantes de la corriente radical de la independencia latinoamericana en dos vertientes —«con el pueblo» o «para el pueblo»— tomando en consideración que la importancia histórica del jacobinismo se mide siempre por la capacidad y decisión para contar con las masas populares.16 Estas tesis son ejemplificadas con lujo de detalles al considerar los movimientos radicales de América Latina entre 1790 y 1826, donde Kossok incluye a Toussaint Louverture y la Revolución haitiana, las conspiraciones «de los franceses» en Buenos Aires (1795) y de Gual y España en Venezuela (1797-1799), la Revolución mexicana de Hidalgo y Morelos y los procesos rioplatenses encabezados por Mariano Moreno (Buenos Aires), Artigas en la Banda Oriental y el doctor Francia en Paraguay. Dentro de esta misma línea interpretativa, aunque introduciendo ligeros matices y ampliando algunas ideas, pueden ubicarse otros de sus trabajos publicados en castellano: «Alejandro de Humboldt y el lugar histórico de la revolución de independencia latinoamericana», «La imagen de Robespierre en Latinoamérica», y «Unidad y diversidad en la historia de la América Española: el caso de la independencia».17 En todos estos textos puede apreciarse también otra de las singulares características de la producción intelectual de Kossok: su permanente preocupación por la crítica historiográfica. Así, por ejemplo, en el último de los ensayos mencionados, el enjuiciamiento de los trabajos de diversos autores aparece inserto en su análisis de la formación de los Estados nacionales en América Latina, el cual es catalogado por Kossok como un complejo proceso de unidad y diversidad. En este sentido comenta: La corriente «nacional» (o nacionalista) del pensamiento histórico durante el siglo xix y hasta los primeros decenios del xx, típica tanto para el positi-
16 Kossok (1989e: 222). 17 Todos fueron publicados originalmente en diversas revistas de América Latina y también se encuentran en la edición citada de La revolución en la historia de América Latina (Kossok, 1989e). Otro texto semejante, aunque no recogido en esta selección cubana de los trabajos de Kossok, es «La Ilustración en América Latina. ¿Mito o realidad?», Semestre Histórico, n.º 2, junio-diciembre de 1975 (Kossok, 1975).
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Sergio Guerra Vilaboy vismo liberal como para los representantes conservadores, se critica desde dos lados diferentes: de parte del revisionismo histórico, cuyos partidarios tienden a una rehabilitación casi total del régimen español (habiendo conducido a la tesis «Las Indias no eran colonias») como de parte de una historiografía de orientación «ultra» que encuentra sus resultados más consecuentes en el Americocentrismo.18
Los originales aportes teóricos y metodológicos de Kossok al estudio y la comprensión científica de la historia latinoamericana no solo fueron posibles gracias a sus serias investigaciones factuales, sino sobre todo a que durante muchos años se enfrascó en forma tesonera y sistemática al análisis comparativo de las revoluciones burguesas, a partir de los lineamientos y esbozos generales dejados en sus obras por Marx, Engels y Lenin. Así, sin en caer en mimetismo alguno o modelos rígidos, el relevante trabajo de Kossok en la historia comparativa ha contribuido a enriquecer la teoría marxista sobre las revoluciones burguesas, con énfasis particular en lo referido a su comportamiento en las llamadas áreas «periféricas» del capitalismo, como demuestran los siguientes libros cuya valoración excede los límites de este trabajo: Estudios sobre la revolución (Berlín, 1969), Estudios sobre la historia comparada de las revoluciones (Berlín, 1974), Función y forma de los movimientos populares en el ciclo revolucionario burgués (Berlín, 1976), Revoluciones de la era moderna (Berlín, 1982), Los campesinos y la revolución burguesa (Berlín, 1985), Las revoluciones burguesas: de los husitas a la Comuna de París (Leipzig, 1987), El proletariado y la revolución burguesa (Berlín, 1989) y Europa en el umbral de la Edad Moderna (Leipzig, 1992). Lamentablemente, estas obras no han sido traducidas al español, salvo algunas de sus partes incluidas en dos pequeñas selecciones publicadas en España y Cuba tituladas, respectivamente, Las revoluciones burguesas (Barcelona, 1983) —que cuenta con un magnífico prólogo de Josep Fontana— y la ya mencionada La revolución en la historia de América Latina (La Habana, 1989).19 Otra muestra de los resultados alcanzados en esta materia, aplicados a la evaluación histórica del Nuevo Mundo, aparece en el texto «La revolución y la reforma en la historia de América Latina (1808-1917)», confeccio-
18 Kossok (1989e: 255-256). 19 Al conmemorarse el ochenta aniversario de su nacimiento se publicó Roura y Chust (eds.) (2010).
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nado en colaboración con sus colegas ya también fallecidos Max Zeuske y Jürgen Kubler. Se trata de toda una propuesta interpretativa del devenir latinoamericano en ese periodo a la luz del método comparativo. La aplicación creadora del concepto leninista sobre el ciclo nacional revolucionario a la América Latina le permite comprender el carácter gradual y oscilante de la imposición del capitalismo en este continente a través de sucesivas revoluciones, contrarrevoluciones y reformas. Según se expresa en este ensayo, para Kossok el proceso comenzó aquí en 1789 o en 1810, según el caso, y determinó el contenido esencial de los enfrentamientos sociales hasta el presente, aunque, por supuesto, en cada época en una muy diferente situación histórico-universal.20 Ello es posible porque la culminación de cada revolución particular no significa que hayan desaparecido todas las causas que la originaron o incluso no exime de retrocesos coyunturales posteriores, tal como ocurrió en Hispanoamérica después de 1826 con el auge registrado por la reacción clerical-terrateniente de corte conservador. En este caso específico, se dice en el propio trabajo, la consecuencia del carácter incompleto de la revolución de independencia, desde la perspectiva de la cuestión del poder, fue «llevar a la dirección criolla latifundista de la revolución a poseer el monopolio del poder político, mientras que los elementos auténticamente capitalistas y burgueses salen de ella relativamente debilitados».21 Siguiendo estos principios metodológicos, en el mismo texto se señalan diferentes momentos cumbres del proceso de imposición del capitalismo en América Latina. Probablemente, en ninguna otra parte de este hemisferio el ciclo nacional revolucionario pueda seguirse con tanta claridad como en México desde 1810: iniciado con la incontrolada insurrección campesino-indígena de Hidalgo y Morelos, fue continuado después con la reforma anticlerical y antifeudal de Juárez y coronado finalmente con la Revolución campesina y antimperialista de 1910-1917. Con ello Kossok concluye que más de un siglo demoró en México la penosa y larga transición del, por él denominado, «feudalismo colonial» al capitalismo dependiente. Este sugerente ensayo también contiene una de las temáticas recurrentes en la labor científica de Kossok. Me refiero al problema de las vías del 20 Kossok (1989e: 134). 21 Kossok (1989e: 139).
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desarrollo capitalista en América Latina, que el profesor alemán construye teóricamente a partir de los planteamientos de Lenin acerca del camino «prusiano» (reformista o conservador) y el camino «norteamericano» (revolucionario o democrático).22 Aquí Kossok demuestra cómo el desarrollo capitalista al sur del río Bravo siguió en general una variante de la vía oligárquica o «prusiana», aunque advierte que, a diferencia de lo ocurrido en Prusia, no generó un crecimiento industrial, sino un capitalismo deforme y dependiente de las potencias imperialistas. Pero, como muy bien aclara más adelante, este resultado no estaba de ninguna manera determinado de antemano de modo fatalista, tal como lo muestran el desarrollo de la revolución de los esclavos de Haití, la revolución popular dirigida por Hidalgo y Morelos en México y los planteos más o menos democrático-revolucionarios aparecidos en Uruguay con Artigas, en Paraguay con Francia y en Colombia con Nariño.23
Para propiciar investigaciones comparativas en esta dirección, Kossok impulsó la formación de equipos de historiadores dedicados al estudio de diferentes casos. Uno de ellos fue el vertebrado a fines de los ochenta entre investigadores alemanes y cubanos para el análisis de las principales revoluciones latinoamericanas del periodo 1790-1917, partiendo del supuesto de que los procesos seleccionados presentaban, entre otras dificultades para el análisis comparativo, que se habían desarrollado en la «periferia» de los centros mundiales del capitalismo y en medios socioeconómicos muy inmaduros desde el punto de vista socio-clasista, lo que sin duda determinaba apreciables variaciones en la naturaleza de las fuerzas motrices, la hegemonía y muchos otros aspectos. Un punto insoslayable a tener en cuenta en las valoraciones de esas revoluciones latinoamericanas lo constituyó la periodización en diferentes fases y el cambio en la correlación de fuerzas motrices y directrices, elementos determinantes para establecer el curso de cada revolución en un sentido ascendente o descendente, siguiendo la sugerente idea de Marx.24
22 Desde mediados de la década del cincuenta Kossok sostenía que la implantación del capitalismo en América Latina exhibía muchos de los rasgos destacados por Lenin como característicos de la «vía prusiana». Véase Kossok y Markov (1955-56: 262). 23 Kossok (1989e: 138). 24 Marx (1962: 45).
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Además, en el desarrollo de la exposición de cada una de las revoluciones escogidas, siguiendo la propuesta de Kossok, fue necesario que los autores respondieran las mismas interrogantes: situación económica y social del país; causa y fuerzas motrices; problema de la hegemonía; dialéctica entre las fuerzas dirigentes y las masas populares; personalidad y factor subjetivo; periodización; carácter histórico-tipológico y resultados de la revolución. El propio Kossok fue el encargado de fundamentar los criterios comparativos y dirigir todo el proyecto conjunto —incluso él mismo elaboró varios estudios de caso, entre ellos el dedicado a la independencia de la América española (1810-1826)—, cuyos resultados fueron recogidos en un grueso volumen que testimonia cuánto se pudo avanzar en esta dirección.25 De esta manera, Kossok nos ha dejado, entre otros aportes significativos, su decisiva contribución para intentar resolver una visible y persistente limitación de la historiografía latinoamericana: la casi total ausencia de una visión global comparada de la evolución de los países de este continente. Gracias a estos sistemáticos estudios comparativos sobre el papel de la revolución en el proceso histórico, Kossok logró componer toda una sustanciosa propuesta para ubicar a la América Latina en la historia mundial moderna, así como de la interrelación dialéctica entre los procesos universales y particulares en sus correspondientes épocas históricas. Los indiscutibles aportes realizados por este gran historiador alemán, durante casi cuarenta años, a los estudios historiográficos y muy en particular al tema de las revoluciones en la historia de América Latina, que breve y esquemáticamente hemos tratado de reseñar, no pueden desligarse de su permanente compromiso con las mejores causas del planeta y de su defensa inclaudicable de los movimientos democráticos y progresistas.26
25 Los esquemas preliminares pueden encontrarse en Kossok y Guerra Vilaboy (eds.) (1990), aunque los textos terminados nunca fueron publicados. Parece justo consignar aquí la sobresaliente contribución de Kossok al desarrollo de los estudios comparativos en Cuba mediante sus brillantes conferencias y cursos de postgrado, así como en la dirección de seminarios, coloquios, intercambios científicos e investigaciones conjuntas y tutorías de doctorados. 26 La huella de esta faceta de la labor intelectual de Kossok puede seguirse, entre otros textos, en Kossok (1980a) y en R. Soler, «La función política de los ejércitos de América Latina. Aspectos actuales e históricos», Tareas (Panamá). Cfr. Marx (1958: 40).
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Esta posición vertical, junto a su probada fidelidad a una concepción del mundo revolucionaria y antidogmática, Kossok la supo sostener hasta en la adversa e inesperada coyuntura política que le tocó vivir al final de su existencia, tras la crisis del socialismo europeo y la desaparición de la República Democrática Alemana (RDA).27 Muestra de ese optimismo que nunca abandonó, y de su confianza en un futuro mejor para toda la humanidad, aparece en uno de sus últimos textos publicados en español, a propósito de la conmemoración del V Centenario del llamado descubrimiento de América: Recordarse del año 1492 puede tener solo el sentido de que en los umbrales hacia el siglo xxi la historia mundial en la comprensión tradicional, es decir como historia hegemónica de una minoría sobre una mayoría del mundo ya pertenece al pasado. Se debería comprender en el futuro la historia de la humanidad como historia global abierta, que ofrezca a todos los pueblos y regiones la posibilidad de vivir como hombres según su dignidad y sus tradiciones.28
27 Prueba de ello fueron sus dignos artículos, publicados en la prensa alemana de principios de los noventa, en defensa de la Revolución cubana. En uno de ellos, que apareció el 22 de mayo de 1990 en Die Weltbühne 85 de Berlín, Kossok escribió: «Quien critique la intransigente posición de Cuba, con la intención de darle lecciones, ante lo que considera traición al desarrollo del socialismo —los alemanes que han cambiado de posición creen tener el monopolio de la verdad—, eluden el hecho sencillo de que Castro no es un político que echa por la borda en menos de tres meses los principios defendidos toda una vida, ni vende su integridad al precio de la cotización del mercado. Creo que tiene que ver con la diferencia existente entre revolucionario y socialista real». 28 Tomado de Kossok (1992-93: 4).
LATINOAMÉRICA Y SUS «REVOLUCIONES INCOMPLETAS»: NOTAS PARA UN DEBATE HISTORIOGRÁFICO Tomás Straka
Universidad Católica Andrés Bello-Caracas
Un bicentenario con pocos debates, a modo de introducción Acaba de terminar el primer ciclo de los bicentenarios —este que tuvo como eje a la «eclosión» juntera de 1808-1810, las primeras declaraciones de independencia de 1811* y la onda expansiva de la Constitución de Cádiz— y ya es posible hacer un balance historiográfico de lo dicho y escrito durante los festejos. Como quiera que la mayor parte de los Estados iberoamericanos han establecido sus «orígenes» en las juntas y otros gobiernos autónomos surgidos a raíz del colapso de la Corona castellana, el momento fue propicio para que los discursos oficiales desplegaran todo el patriotismo y la propaganda política de los que son capaces, especialmente en aquellos países con un contexto muy politizado, como la Venezuela de la «Revolución Bolivariana» o la Argentina en la que Cristina Fernández de Kirchner ha impulsado al revisionismo histórico —en el sentido de la escuela historiográfica argentina— como base para la legitimación de su proyecto. Estas políticas de la memoria, así como las «historias oficiales» que las respaldan, generaron debates en casi toda la región. Las tradicionales disputas entre los historiadores profesionales, provenientes de la acade-
* La de Venezuela, cuyo Congreso proclamó su independencia el 5 de julio de 1811; a la que le siguió Cartagena el 11 de noviembre y Tunja el 9 de diciembre del mismo año.
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mia, y las versiones heroicas y legendarias que dominan los actos oficiales, los monumentos de las plazas y los manuales escolares desde el siglo xix (y que en ocasiones logran resemantizarse incluso en regímenes autoproclamados revolucionarios y socialistas) saltaron una vez más a la palestra (Straka, 2013). Hacia adentro de la comunidad de historiadores, sin embargo, la tendencia fue más bien hacia el consenso. Salvo en algunos puntos específicos en las historias nacionales, las grandes líneas interpretativas definidas por François-Xavier Guerra y desarrolladas por toda la familia de sus discípulos directos o indirectos pareció imponerse sin grandes oposiciones. Así, como ha señalado uno de los pocos disidentes, Medófilo Medina, en casi todas partes se hizo énfasis en el bienio 1808-1809 y en los sucesos peninsulares desatados entonces como los ejes fundamentales de los análisis; subrayando la llegada de la modernidad política a través de nuevas sociabilidades e imaginarios, sobre todo de la Constitución de Cádiz, como la clave para entender al proceso (Medina, 2010). Son perspectivas que, si bien tienen el mérito de romper la visión extremadamente localista con la que habían sido vistas las independencias desde el siglo antepasado, así como de rescatar aspectos tradicionalmente olvidados, como los de la importancia del proceso ibérico y, dentro del mismo, especialmente del gaditano, ahora están conllevando el riesgo de empujar las cosas hacia el otro extremo, olvidando los problemas específicos de la sociedad colonial, tan importantes para entender el estallido, el desarrollo y los desenlaces de la revolución, según han insistido historiadores del calibre de Germán Carrera Damas y John Lynch (Carrera Damas y Lombardi, eds., 2003). También el hecho de que mucho antes de la invasión napoleónica y de las Cortes de Cádiz ya hubo hombres como Manuel Gual y José María España que en Venezuela intentaron hacer una revolución francamente independentista y de estirpe «liberal» en 1795, o como Antonio Nariño, en la Nueva Granada, y Mariano Moreno en Buenos Aires, que difundían la modernidad política por vías muy distintas a las peninsulares bastante antes de Cádiz; o incluso que en 1811 Venezuela ya se organiza como una república moderna. El artículo de Medina mereció una interesante réplica de Roberto Breña (2011), que a su vez fue respondida por una contrarréplica del historiador colombiano (Medina, 2011). No nos atrevemos a decir que
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estos tres artículos constituyan el único debate sobre las interpretaciones globales del proceso que se dio durante el bicentenario, pero no tenemos noticias de otros, al menos no de esta escala (Chust, ed., 2010; Straka, Sánchez y Zeuske, comps., 2011). Dentro de este contexto, Manuel Chust y Lluís Roura decidieron compilar un conjunto de estudios de Manfred Kossok (Roura y Chust, eds., 2010) con la intención de rescatar un pensamiento en términos generales olvidado y, acaso, de romper con eso el peligroso velo de la uniformidad. Este libro pone al alcance de los investigadores hispanohablantes y de una generación que en general ha dejado, por razones de peso, atrás al marxismo uno de los esfuerzos más amplios y eruditos de cuantos se han hecho por comprender a las independencias iberoamericanas, y que es necesario revisar. Naturalmente, esto contempla varias puntualizaciones. Por ejemplo, se trató de un historiador marxista de la República Democrática Alemana, es decir, del otro lado del Muro de Berlín, cuyas preocupaciones en buena medida están superadas. Kossok se empeñó en contribuir a una teoría general de las revoluciones con base en una vasta historia comparada de las mismas, siempre teniendo como eje a las ideas de Carlos Marx y Vladímir Lenin. La obra de Kossok hay que entenderla dentro de la dinámica de los países de la órbita soviética en la Guerra Fría y, en especial, de los debates que en las décadas de 1960 y 1970 tenían los marxistas como él, su maestro Walter Markov, Albert Soboul o Eric Hobsbawm con los no marxistas como François Furet, Robert Palmer y Jacques Godechot en torno a un tema muy importante para el momento: la naturaleza de las revoluciones que transformaron al mundo entre los siglos xviii y xix. Lo que se dijera de ellas, en buena medida ayudaba a legitimar o no la necesidad histórica de las que habían ocurrido en el siglo xx y, sobre todo, de aquellas que, según el deseo de muchos, estaban por ocurrir. Ya en términos historiográficos, esto significaba que mientras los marxistas ponían su centro en lo social —el carácter burgués— de las revoluciones, los otros lo ponían en lo intelectual, es decir, en las ideas y valores democráticos del mundo atlántico. Las diferencias de los marxistas Carrera Damas o Medina frente a un Guerra o un Breña, por ejemplo, responden esencialmente a esta dicotomía. A pesar de que la caída del Muro de Berlín pareció haber dado la razón a los no marxistas, consideramos que Roura y Chust hicieron lo correcto al
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proponer una relectura de Kossok. Sin necesidad de seguir todas sus tesis y preocupaciones de hace cincuenta o treinta años atrás (escribimos en 2014), hay varias de sus ideas que siguen siendo útiles para las discusiones a las que hoy nos enfrentamos (por ejemplo, las de Medina y Breña). Tal es el caso de las «revoluciones incompletas», que revisaremos en las siguientes páginas. Esta tesis señala algunos de los aspectos esenciales de la historia latinoamericana, como por ejemplo el de la vinculación con la independencia que han intentado todos los proyectos políticos posteriores, así como una matización tan importante como necesaria de las tendencias historiográficas dominantes. Hoy, cuando nuevamente hay regímenes que se declaran revolucionarios y en grados distintos socialistas, y que buscan el asidero de su proyecto en las independencias, estudiar a Kossok deja de ser un divertimento de especialistas para convertirse en un medio de análisis de sus discursos políticos, así como de los debates entre socialismo y liberalismo de la Guerra Fría que parecen haber revivido en la América Latina de la actualidad. Todo esto, además, es especialmente valioso de cara al siguiente ciclo de las fiestas del bicentenario que arrancará en la década de 2020 con la conmemoración de las grandes campañas y batallas que definieron al proceso desde los pasos de los Andes de José de San Martín y Simón Bolívar, al sur y al norte respectivamente, hasta Ayacucho, incluyendo el sacudón que representó el Trienio Liberal para toda la región y las independencias de México y Centroamérica. Son temas que con toda seguridad ocuparán a la mayor parte de los historiadores latinoamericanos y latinoamericanistas.
Perfil de un historiador marxista Después de la disolución de la República Democrática Alemana en 1990, así como de la subsiguiente anexión de su territorio a la República Federal de Alemania, los funcionarios del régimen comunista fueron paulatinamente sustituidos de sus cargos, en ocasiones por otros llegados de Occidente. Los apparatchik y las figuras más notables de la intelligentsia marxista estuvieron, naturalmente, entre los más afectados. Intelectuales, científicos y profesores universitarios especialmente vinculados al Partido Socialista Unificado de Alemania (SED por sus siglas en alemán) recibie-
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ron una rápida jubilación o pasaron a ocupar un lugar muy secundario en el panorama académico y cultural. Fue una situación que escandalizó tremendamente a Federico Brito Figueroa, uno de los historiadores marxistas más importantes del siglo xx venezolano (Straka, 2001; Rojas, 2007; Mora, 2008) con relaciones muy estrechas con la academia de Europa oriental, sobre todo con la germano-oriental. Por eso decidió escribir una filípica en contra de lo que ponderaba como la «rehabilitación del nazifascismo». Militante por muchos años del Partido Comunista de Venezuela y premiado con la Orden de Lenin, era el hombre indicado para romper lanzas por el régimen de la RDA y en especial por el SED cuando a nadie más en el mundo se le ocurriría hacer eso. En un artículo de 1996 leemos: Los descendientes espirituales de la Gestapo y de la Whermacht, haciendo honor a sus ancestros «entraron a saco» en los centros de cultura, bibliotecas y universidades de la República Democrática Alemana, incinerando valiosos fondos documentales, en primer lugar los manuscritos generadores del pensamiento clásico marxista. Los revanchistas (enquistados en los partidos socialcristianos y socialdemócratas) se ensañaron especialmente contra la Universidad Humboldt, de Berlín Oriental, la Universidad de Karl Marx, de Leipzig, y contra el Instituto de Investigaciones Históricas de Rostock, cuyos ProfesoresInvestigadores universalmente calificados fueron execrados, lanzados al desempleo, ofreciéndoles como única posibilidad laboral trabajar como escribientes, contadores o «mozos de cuerda» en los ferrocarriles, tal es el caso de Max Zeuske, especialista en historia de América y el Caribe. Algunos murieron de tristeza como ocurrió con Manfred Kossov [sic], uno de los más notables historiadores alemanes del siglo veinte (Brito Figueroa, 2000: 419).
Tanto el tono como la distancia con los hechos (¿incineración de los manuscritos de Marx y Engels?, ¿prohibición, como en los países comunistas, de que los profesores marxistas ejerzan su profesión?, ¿académicos convertidos en escribientes?) demuestran la cercanía que tuvo Brito Figueroa con la propaganda de los países del bloque soviético y sus técnicas más o menos orwellianas. Pero para nuestros efectos nos quedaremos con dos de las cosas que acá dice: el desmontaje sistemático de la RDA, del que no hay duda, y el hecho de que Kossok haya muerto de «tristeza». Aunque tenemos noticia de sus padecimientos renales que lo torturaron buena parte de su vida, no sabemos hasta qué punto el desmoronamiento de aquello por lo que tanto luchó pudo haber afectado su salud. Kossok no era un desconocido en Venezuela: publicó varios trabajos en revistas venezolanas y Brito Figueroa, al igual que Carrera Damas, eran amigos suyos, por lo que al menos este dato debe ser tomado relativamente en serio.
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En todo caso, el que haya muerto al poco tiempo de la disolución de la RDA subraya hasta qué punto su vida y su obra estuvieron vinculadas con la historia que le tocó vivir. Nacido en Breslau en el seno de una familia obrera durante la inmensa crisis de los años treinta, desde ese momento todo cuanto pasó en Alemania va a influir de forma más o menos directa en su destino. Aunque su debilidad física lo libró de ingresar a la Hitlerjunge (y en general de sentir simpatía por una ideología que glorificaba tanto a la fuerza física como despreciaba a los muchachos como él), no por eso dejó de padecer la guerra en carne propia. Breslau fue cercada por meses por el ejército soviético hasta que pudo conquistarla (y destruirla) poco antes de la rendición final del III Reich. Después de ello, los Kossok estuvieron entre los diez millones de alemanes que fueron expulsados de sus hogares cuando sus provincias fueron transferidas a Polonia y a la Unión Soviética una vez terminada la guerra. Aquello fue un verdadero democidio en el que la población que había vivido allí durante siglos fue sustituida por nuevos pobladores rusos y polacos. Lo mismo se hizo con las minorías alemanas de Checoslovaquia y Hungría. Su madre, además, y para más inri, también fue víctima de las violaciones sistemáticas que cometieron las tropas rusas en su conquista de Prusia, Silesia y Pomerania. Los Kossok primero fueron internados en un campo de concentración en Lamsdorf, administrado por polacos para concentrar a los desplazados alemanes. De los maltratos vividos en aquella época le quedaron numerosos problemas de salud, en especial los renales, que por años lo obligaron a practicarse diálisis (Middell, 2010). Naturalmente, de aquello también le quedaron algunas secuelas en el espíritu: al parecer, su poco interés por la historia nacional y su vocación cosmopolita estuvieron influidos por el horror por los nacionalismos que ensangrentaron a Europa central y oriental durante su infancia y adolescencia. Finalmente, su familia fue reasentada en la RDA. Para entonces era un joven de unos dieciocho años, pero que ya había vivido algunos de los hechos más importantes de la historia alemana contemporánea —el nazismo, el cerco de Breslau, la expulsión de los alemanes de Silesia— y aún le faltaba aquel que llegó a creer el definitivo: la construcción del socialismo. Terminada su educación secundaria, ingresó en la Universidad de Leipzig para estudiar historia y filología y allí conoció al historiador austríaco Walter Markov que recién se había mudado a la RDA.
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En efecto, tras salir de la prisión en la que lo habían internado los nazis, Markov había sido contratado para colaborar con la reorganización de la Universidad de Leipzig en su Instituto Lamprecht de Historia Universal. En 1952 organizó un grupo de investigación con sus doctorandos, asignándole a cada uno un área distinta del mundo. A Kossok —y tal vez para absoluta felicidad de quien no quería encasillarse en la historia nacional— le tocó Sudamérica. Así comenzó una vida dedicada a la investigación —de 1956 a 1994 publicó más de seiscientos títulos (Roura, 2010: 11)— que tuvo como eje fundamental América Latina. A partir de la década de 1960 conectó esto con otra área de investigación en la que Markov también había incursionado, hasta volverse una autoridad mundial: la historia comparada de las revoluciones. Kossok se dedicó a ello con pasión, llevándolo incluso a otro nivel: monografías, libros colectivos, conferencias, eventos, artículos en revistas de numerosos países y en varios idiomas. Así mismo la organización en 1974 del Centro Interdisciplinario para la Investigación Comparada de la Revolución se encuentra en este esfuerzo. La vida no le alcanzó, sin embargo, para completar su gran obra. En español, tal vez lo más cercano que tengamos sea La revolución en la historia de América Latina. Estudios comparativos, publicado en 1989 en La Habana por la Editorial de Ciencias Sociales. En uno de los textos reunidos en el volumen nos explica sus objetivos: Con vista a evitar malentendidos respecto a nuestra posición, es necesario recalcar que el propósito no es la teoría de las revoluciones (de la cual se ocupan otras disciplinas y autores más competentes), sino la elaboración, con fundamento teórico, de la historia de las revoluciones desde una perspectiva comparativa (Kossok, 1989e: 15).
Para ello desarrolló una «estructura metódica para el análisis comparativo», establecida de tres modos: 1) lineal (o cronológico-vertical), es decir, en correspondencia con la secuencia temporal y estadio-tipológica del ciclo revolucionario (Francia: 1789-18301848-1870-1871; España: 1808-1820-1834-1854-1868); 2) sincrónico (u horizontal de conjunto), es decir, en su inmediato condicionamiento recíproco (Europa, 1848-1849); 3) sistemático (o temático), es decir, dirigido a contenidos de corte transversal (problema agrario, cuestión de poder, relación burguesía-movimiento popular, etcétera) (Kossok, 1989e: 15).
Del mismo modo, diseñó unos «criterios para comparar revoluciones»: sus causas, finalidades, fuerzas impulsoras, la cuestión del poder y la
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hegemonía, el papel de las masas populares, las formas y métodos de lucha, el lugar histórico y particularidades y el carácter de la época (Kossok, 1989e: 20). Ya con este instrumental definido, pasó a establecer una «tipología de las revoluciones burguesas», hallando cuatro tipos: 1) revoluciones en el feudalismo contra el feudalismo; 2) revoluciones en el capitalismo en favor del capitalismo; 3) revoluciones en la vía hacia el capitalismo; 4) revoluciones burguesas bajo hegemonía proletaria (Kossok, 1989e: 22-23). Son conceptos con los que redactará innumerables trabajos que, en su conjunto, fueron construyendo el cuadro de sus teorías, aunque la vida no le alcanzó para terminar el gran traktat que todos esperan de un catedrático alemán. Se trató, también, de un sistema estructurado sobre las grandes certezas del marxismo de la época (como lo demuestra la aceptación de las tesis de Marx y Lenin como verdades inapelables), aunque en ocasiones los problemas que investigó, sobre todo los de la realidad latinoamericana difíciles de encasillar dentro de un modelo pensado con base en Europa, lo llevó a enfrentarse con algunas «verdades» consagradas por la Academia de Ciencias y, con eso, a tener pequeños problemas con el régimen (aunque nunca fue, ni de lejos, un disidente). Y siempre está, para quien lee sus trabajos el día de hoy, el hecho ine ludible de qué hacer con ellos frente al derrumbe del socialismo real, es decir, de su propia casa. Se trata de algo muy grueso tanto a nivel vital (¡para Brito Figueroa nada menos que fue lo que lo mató!) como historiográfico y epistemológico. Cuando reflexionaba sobre las revoluciones, Kossok no podía imaginarse (como en realidad no se lo imaginó casi nadie, de la CIA en adelante) que aún le tocaba presenciar otro hecho trascendental en la historia contemporánea alemana: la caída del Muro de Berlín. Es decir, que acaso lo vivido en Europa oriental después de 1948 era, en el mejor de los casos, un ciclo revolucionario más. Cuando en su propia Leipzig comienza la revolución en contra del régimen del SED en 1989, ¿ante qué estaba?, ¿cómo podía explicarla con su historia comparada de las revoluciones? Sociedades que parecían haber dejado atrás los ciclos revolucionarios «burgueses» se alzaban ahora para establecer una economía capitalista y un gobierno liberal. Si las revoluciones burguesas eran entendidas como «el fenómeno de la transformación del orden feudal en orden burgués-capitalista» (Kossok, 1989e: 20), ¿qué implicaba transfor-
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mar un orden socialista en uno burgués-capitalista? Es un apéndice que acaso tocará a otros autores desarrollar. Uno, claro, que no deroga todo lo dicho por Kossok en sus criterios para analizar las revoluciones, pero que sí los reajusta con un nuevo tipo de revolución que nunca se imaginó: el de, por llamarlo de algún modo, revoluciones en el socialismo a favor del capitalismo. Según Matthias Middell, Kossok consideró la cesura de 1989 no solo como un fracaso de un modelo concreto de socialismo, sino que más bien —y desde una perspectiva cada vez más lejana— vio en esta cesura cada vez con más claridad un importante síntoma de cambios a largo plazo de sociedades modernas capitalistas frente a las cuales las comprensiones de la historia que tenemos hasta ahora, encuadradas dentro de un marco concreto definido, generalmente fallan (Middell, 2010: 61).
Si esto fue así, estamos ante el reconocimiento de un desastre casi completo: ni el socialismo de la RDA ni sus teorías iban bien encaminadas… Aunque, como veremos, al menos en lo segundo no fue tan así; de todos modos, el golpe a su esfuerzo tuvo que ser tremendo. De cualquier manera, con la unificación de Alemania Kossok no sufrió el ostracismo laboral que imaginó Brito Figueroa para sus colegas de la RDA: de hecho, fue nombrado director del Instituto de Historia Universal de la Universidad de Leipzig desde 1990 hasta 1992, cuando su salud ya le impidió seguir adelante; continuó publicando, yendo a congresos e incluso, siete años después de muerto, en el 2000, se le rindió el homenaje póstumo de la publicación de sus Obras selectas en tres volúmenes (Kossok, 2000a). No sabemos qué tanto actuó una posible «tristeza» en el empeoramiento de su salud, pero no parece que hubiera sido sometido a alguna forma de vejación, por lo menos no como política oficial. Sus ideas sobre las revoluciones de independencia, además, son hoy rescatadas por historiadores como Manuel Chust, Michael Zeuske y Sergio Guerra Vilaboy (1994). Veamos un poco de qué tratan.
¿Qué es una revolución incompleta? Discípulo de Kossok, Michael Zeuske nos resume los marcos teóricos y conceptuales dentro de los cuales desarrolló su obra. Vale la pena citarlo in extenso:
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Tomás Straka Kossok ha trabajado esencialmente con cuatro fundamentos básicos de los principios marxistas que configuran el modelo explicativo en el que se basan sus investigaciones: primero, la realidad es perceptible y la historia sigue la tendencia de leyes generales que se basan en último término en la economía y en los intereses de ella derivados. Segundo, las clases (es decir, los grandes grupos de personas en su relación con los medios de producción) tienen una influencia extraordinaria en el desarrollo histórico de los grandes cambios. En el centro de cada época histórica importante hay una clase, que viene a ser como el grupo portador de una formación económica de la sociedad (es decir, un conjunto de relaciones, dependencias y experiencias en el marco de producción de bienes materiales), con intereses cognitivos específicos, ideológicos y prácticas culturales, así como evidentemente formas de ejercicio de violencia. Tercero, el desarrollo social resulta de la actividad de las masas (lo que él llama «mecanismo propulsor») y de sus dirigentes (lo que él llama «hegemonía»), que actúan según la teoría «correcta». Y cuarto, las relaciones socioeconómicas son la base de formación de otras relaciones, estructuras, políticas o acciones, intereses, ideas, formas de pensar, relaciones jurídicas, ideologías o incluso mentalidades, de prácticas culturales y de experiencias (Zeuske, 2010: 69-70).
Partiendo de estos parámetros, ¿cómo ponderar a las revoluciones de independencia? Kossok fue al respecto muy claro: respondieron a la […] paulatina transformación burguesa capitalista de América Latina como tendencia en el triángulo dialéctico entre revolución, reforma y contrarrevolución, que determinó el contenido en la época de 1789 hasta 1917 (Revolución Mexicana) […] (Kossok, 1989e: 8).
Así las cosas, «las etapas principales del ciclo revolucionario continental fueron al mismo tiempo procesos parciales del ciclo revolucionario universal de carácter burgués, cuyos objetivos consistieron en la formación (constitución) de una sociedad burguesa» (Kossok, 1989e: 8). Esto esencialmente coincide con lo que Guerra y sus discípulos han venido sosteniendo: las independencias forman parte de un proceso de revoluciones más amplio (las revoluciones hispánicas o, si somos más amplios aún, las atlánticas), solo que poniendo el énfasis en lo económico-social (la construcción de una sociedad burguesa) y no lo intelectual, por llamarlo de algún modo (los valores democrático-liberales). Tal vez la discusión nos resulte hoy en día un poco bizantina, pero en términos epistemológicos corresponde a lo de la gallina y el huevo (¿qué fue antes, los burgueses o el liberalismo?) y eso no era cualquier cosa durante la Guerra Fría. Entonces todo cuanto confirmara (o no) la teoría leninista de la revolución era esencial, como hemos dicho, para la legitimidad y justificación (o no) de los regímenes socialistas. En función de esto, las independencias latinoamericanas repre-
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sentaban un escollo teórico para las teorías de Lenin: si formaron parte de las revoluciones burguesas en el sentido de que se trataron de revoluciones que pretendieron establecer el capitalismo donde había lo que Kossok veía como un feudalismo colonial, entonces, ¿cómo resolver el problema de la ausencia de una burguesía que la llevara adelante? Al respecto nos responde Kossok: La suma de las revoluciones, que, dependiendo de los grados de madurez del capitalismo, marcan a nivel nacional, regional o universal las correspondientes etapas de sustitución de la sociedad feudal por la burguesa, son rubricadas con la categoría de «revolución burguesa». De acuerdo con las condiciones históricas concretas, bajo las cuales se desenvolvieron las revoluciones de la época de transición del feudalismo al capitalismo plenamente desarrollado, es decir, de finales del siglo xv a mediados del xix, se requiere otra diferencia tipológica de la categoría básica «revolución burguesa». Con la definición muy usada de «revolución anticolonial» para caracterizar la transformación iniciada por el levantamiento de Haití en 1790 y de Iberoamérica a partir de 1810, se logró aprehender un elemento básico de su contenido y meta, pero no arrojó luz sobre las fuerzas motrices y, por consiguiente, sobre el carácter del movimiento de independencia, tanto menos cuanto precisamente el frente antifrancés, antiespañol o antiportugués estaba muy dispuesto a aglutinar en una oposición común a clases y estratos divergentes y aun antagonistas, por lo menos temporalmente (Kossok, 1989e: 147).
¿Cuáles fueron, entonces, las fuerzas motrices de las revoluciones anticoloniales latinoamericanas iniciadas en 1790? Ya que lo que identifica como «la burguesía (con un desarrollo estructural extremadamente diverso: compárese Buenos Aires - Lima - México) no estaba capacitada para adoptar un papel hegemónico, es decir, para dirigir y dar a la revolución un sello propio» (Kossok, 1989e: 154), había que buscarlas en otra parte. De hecho, las circunstancias dibujan «la debilidad y el papel eminentemente local» de lo que había de burguesía; en consecuencia, la explicación debe estar en la «adopción de modelos ideales, congruentes con la época y por lo tanto fundamentalmente burgueses, por buena parte de la aristocracia terrateniente criolla (Ilustración, Constitución, libre comercio, etc.)», así como en «el papel de un movimiento popular autónomo que propugnando la emancipación anticolonial irrumpió en el campo democrático-burgués» (Kossok se refiere a L’Ouverture, Hidalgo, Morelos, Artigas, Moreno, Monteagudo, incluso los conspiradores Gual y España; Kossok, 1989e: 155). Esto, de cara a la teoría leninista de la revolución, significa que hubo un claro «desequilibrio de los factores objetivos y subjetivos en el proceso
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revolucionario, la complicada dialéctica entre movimiento popular y dirección revolucionaria» (Kossok, 1989e: 10). Tenemos entonces una revolución burguesa sin burguesía —o prácticamente sin burguesía—, pero con una aristocracia y unas bases populares que adoptando los valores de la burguesía trataron de demoler el «feudalismo colonial» (aceptemos de momento la categoría) para imponer el capitalismo. ¿Cómo queda, preguntamos ahora, la conciencia de clase para sí misma y los intereses de clases en todo esto? Kossok, hasta donde hemos leído (pero debemos advertir que solo accedemos a su obra escrita o traducida al castellano), no lo explica del todo, más allá de que el hecho de que identificara al fenómeno —y de que además lo hiciera en su tiempo, su lugar y bajo sus marcos conceptuales— es un mérito que no hay que regatearle. La respuesta, podemos decir ahora, vendría de la acera de enfrente. Básicamente, el problema planteado de esta manera termina dándole la razón a Furet y a quienes vieron la revolución sobre todo en sus raíces intelectuales. François-Xavier Guerra prácticamente cerró el debate justo con las revoluciones «burguesas» que se le escaparon a Kossok, esas que hemos llamado revoluciones en el socialismo a favor del capitalismo: el ejemplo actual de los países del Este europeo y de la URSS, la marcha hacia un sistema social centrado en el individuo y hacia la democracia representativa no está ligada a una hipotética burguesía, sino a mutaciones culturales y políticas de los grupos dirigentes, y de la sociedad (Kossok, 1989e: 10).
Como en Hispanoamérica, donde unos aristócratas asumieron e impulsaron «ideales burgueses», en la URSS o en la RDA, países en los que por definición no había burguesía, ocurrió lo mismo: adoptando estos ideales —que, por lo visto, no son necesariamente «burgueses»— sus ciudadanos decidieron construir una sociedad «burguesa». Hay, al parecer, que levantarles el brazo a los ganadores Furet y Guerra… aunque —en historia siempre hay un aunque y un pero— admitiendo ciertos matices. En efecto, del mismo modo que señalamos que la historia le enmendó la plana a Kossok también lo ha hecho con Guerra: a veinte años de las «revoluciones burguesas» de Europa oriental, ¿el sistema social centrado en el individuo y la democracia representativa han triunfado completamente? ¿Se puede decir esto de Rusia, de Hungría, de los países de la antigua Yugoslavia? Pues bien: así como el ejemplo del colapso de la URSS demostró
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los alcances de la historia comparada de las revoluciones de la Escuela de Leipzig, la tesis de la «revolución incompleta» propugnada por Kossok puede acotar las afirmaciones de Guerra. Nos explicamos: si bien las teorías de Kossok se agotan a la hora de explicar por qué unos no burgueses asumen los ideales de la burguesía, sí nos dibujan de forma bastante clara lo que pasa cuando eso ocurre. Para él, «la emancipación anticolonial ha sido una revolución burguesa incompleta, que, si bien ha alcanzado sus objetivos político-nacionales, no ha podido hacer lo mismo con los económico-sociales» (Kossok, 1989e: 132), es decir, el desplazamiento del «feudalismo» por la «sociedad burguesa»; y esto ha sido así «a causa de la debilidad del elemento de clase burgués» (Kossok, 1989e: 138). Valdría la pena retomar la idea de una historia comparada de varias revoluciones que intentaron ser «burguesas» sin burguesías, bien las anticoloniales en América, Asia y África, o las antisocialistas en Europa del Este, y ver hasta qué punto llegaron a ser «incompletas», o al menos qué tanto les costó completarse, en los casos en que eso ha sido posible. Hasta dónde implementar reformas de libre mercado, codificaciones liberales, convocar a comicios es capaz de crear una modernidad capitalista sin un capitalismo ex ante. Que ocurra la revolución sobre la base de un modelo ideal, como demostró Guerra, no significa que necesariamente triunfe al final. De hecho, en el caso latinoamericano son numerosas las evidencias que los mismos revolucionarios posteriores a la independencia han dado al respecto para refrendar esta tesis. Cerremos, brevemente, con esto como base para una propuesta de investigación más amplia.
En búsqueda de la revolución no concluida, a modo de conclusión Los esfuerzos de Manfred Kossok por definir a las revoluciones independentistas latinoamericanas siguen siendo valiosos, más allá de las limitaciones que hoy podemos encontrar en ellos. Aunque su historia comparada no pudo contemplar la revolución que al cabo daría al traste con los regímenes del socialismo real para establecer en su lugar lo que él llamaba «sociedades burguesas», o sus referentes teóricos lo llevaron a un callejón sin salida cuando se encontró con lo que en la acera ideológica y epistemológica contraria definían como mutaciones culturales, sí logró identificar al
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problema mejor (si no antes) que la mayor parte, al tiempo que el sentido general del proceso —el establecimiento del capitalismo y sus valores y dinámicas (que Guerra llama modernidad)— terminó por ser aceptado, en grados variables, por la comunidad académica. La idea de la «revolución incompleta» es, en este sentido, una de las más afinadas para definir lo que ha pasado con los esfuerzos por establecer la modernidad que desde la década de 1790 venimos adelantando en la región, así como para explicar, al mismo tiempo, lo que ha venido pasando en otros lugares, por ejemplo con las revoluciones de los países socialistas de la década de 1990. Tal pareciera que Kossok y Guerra se retroalimentan, al menos si los estudiamos con un criterio flexible. Los dos señalaban más o menos lo mismo, aunque haciendo énfasis en aspectos distintos del proceso (lo que en general pasaba en la confrontación de hace medio siglo entre las tesis de «revoluciones burguesas» versus «revoluciones atlánticas»), aunque cada uno con limitaciones y falencias que, llamativamente, las ideas del otro ayudan a remediar. Por supuesto, el investigador contemporáneo debe considerar otras visiones que matizan enormemente estos dos puntos de vista, como la de Germán Carrera Damas, que se centra en la crisis de la sociedad colonial. Si la mutación cultural (que no se niega) hizo que clases que históricamente no parecían destinadas a ser liberales (usemos el término en sentido amplio) emprendieran una revolución del modo en que lo hicieron tan pronto colapsó la Corona castellana en 1808, eso se explica no solo por la adopción de modelos ideales, sino por los incentivos que las tensiones económicas y sociales de su sociedad generaron al respecto. No obstante, se trata ya de un tema que excede el presente trabajo. Por último, la tesis de la «revolución incompleta» parece confirmarse por los ciclos revolucionarios que a partir de 1830 podemos identificar en América Latina: el de las revoluciones liberales entre 1850 y 1870, el de las revoluciones democrático-nacionalistas entre 1930 y 1950, el de las revoluciones socialistas entre 1960 y 1980, y el de las revoluciones, digamos, neosocialistas de las primeras dos décadas del siglo xxi: en todos los casos alegaron concluir lo que la independencia había dejado inconcluso (José Martí decía continuar la obra de Simón Bolívar, y Fidel Castro decía estar terminando la de Martí), en ocasiones con un sentido de simple historicismo político (y su vertiente propagandística), pero en otros con el respaldo de los hechos: la consolidación de un Estado-nación —integrado hacia
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adentro, independiente hacia afuera— o la modernización, fueron aspiraciones continuamente renovadas por cada una de estas revoluciones, que en muchos casos lo que hicieron fue construir sobre lo avanzado en el ciclo anterior, así como en las etapas aparentemente —y hay que subrayar lo de aparentemente— no revolucionarias (digamos: las del liberalismo-conservador positivista entre 1870 y 1930, las de las dictaduras desarrollistas en las décadas de 1950 y 1970, o la neoliberal de 1990 al 2000), que, con las diferencias y distancias del caso, esencialmente persiguieron lo mismo y alegaron estar también concluyendo lo dejado incompleto por la Emancipación. De hecho, sin que haya evidencias de haber estado en comunicación con Kossok, en 1968 Orlando Fals Borda elabora una teoría sociológica sobre lo que denominó «las revoluciones inconclusas» de América Latina, centrada en la imposibilidad, desde 1808, de hacer una revolución que cambiara radicalmente a las sociedades del continente (lo que él llamó una «revolución social completa»). Veía apenas como casos exitosos lo que los conquistadores hicieron durante el siglo xvi y lo que en Cuba estaba pasando entonces. La visión de Fals Borda ha sido la que, en mayor o menor medida, han compartido las camadas de revolucionarios (liberales, nacionalista-democráticos, socialistas) latinoamericanos. Hoy sabemos que, cuando menos, es exagerado decir que ni las independencias ni las revoluciones liberales del siglo xix, ni siquiera las experiencias democráticas de mediados del siglo xx, operaron ningún cambio, pero, en el contexto altamente ideologizado de la década de 1960 y las teorías del dependentismo y el neocolonialismo, Fals Borda expresaba una forma de ver las cosas muy generalizada en la izquierda: lo que no rompiera con la dependencia del «capitalismo» no era una revolución, al menos no completa. Ante estos casos, la estatura de Kossok, mucho más mesurado y elaborado, se crece. De un modo u otro, el hecho es que varias camadas de revolucionarios latinoamericanos (los liberales, los demócratas, los comunistas) enarbolaron la bandera de «completar», «concluir» una revolución iniciada en 1808-1810 y abortada por una razón u otra, y de una manera u otra según cada visión. Por supuesto, no pocas veces en este empeño han arrimado la brasa a su sardina y terminan tergiversando la naturaleza de lo ocurrido hace doscientos años para alinearlo con sus propios proyectos (y así, dentro de la dinámica de los diversos historicismos políticos de la región, arroparse con cierta legitimidad), pero en general el sentido es el señalado por Kossok: construir la modernidad política y económica.
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Es, como vemos, un vasto campo de investigación que apenas despunta y que en Kossok y su ensayo, por comprender a las revoluciones latinoamericanas y compararlas entre sí, tiene a uno de sus antecedentes más iluminadores. Una base desde la cual avanzar a los debates que habrán —¡ojalá!— de generarse para el segundo ciclo de las celebraciones de los bicentenarios del proceso de Emancipación.
DE LA COMPARACIÓN EN HISTORIA; MANFRED KOSSOK Y EL ESTUDIO COMPARADO DE LAS REVOLUCIONES BURGUESAS Óscar Zanetti
Universidad de La Habana
Entre los historiadores marxistas europeos de la segunda mitad del siglo xx, Manfred Kossok (1930-1993) destaca como el más sobresaliente especialista en la historia de América Latina. Su tesis doctoral sobre el Virreinato del Río de la Plata, publicada en Buenos Aires apenas dos años después de haber sido exitosamente defendida en la Universidad de Leipzig, le ganó un temprano y prominente espacio en la historiografía de Latinoamérica, tal y como hemos visto en anteriores capítulos. La selección como tema de doctorado de un objeto de estudio ubicado en el preámbulo de la independencia continental era evidencia del atractivo que ejercía dicho movimiento en el joven historiador, interés que se hacía explícito en más de un pasaje de su obra y que en su siguiente gran monografía —Historia de la Santa Alianza y la emancipación de América Latina— ya aparecería en primer plano. Para Kossok las revoluciones de independencia devinieron cuestión central de una muy fructífera labor historiográfica. Deseoso de desentrañar la naturaleza de la emancipación americana —cuya condición revolucionaria era de por sí materia de controversia—, el historiador alemán desplegó un sostenido esfuerzo investigativo que abarcó tanto a las colonias iberoamericanas en su conjunto como a ciertos escenarios particulares, el cual extendería hasta el complicado proceso revolucionario de la metrópoli española en el siglo xix y otras experiencias europeas. Discípulo de Walter Markov, no ha de sorprender que Kossok encuadrase su indagación en la prolongada y compleja tendencia histórica que
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tuvo como epicentro y paradigma a la Revolución francesa de 1789, pues con marcada vocación de universalidad comprendía que develar el carácter del movimiento independentista en Latinoamérica no solo exigía comprender sus circunstancias y protagonistas, sino también definir el lugar que este ocupa en el proceso histórico-universal de las revoluciones burguesas, necesidad esta última que lo hizo emprender uno de los más notables ejercicios de análisis comparativo que registra la historiografía contemporánea.
Comparación e historiografía Comparar constituye una acción consustancial al razonamiento histórico; la propia noción de cambio, elemental a la historicidad, supone algún tipo de comparación, una operación que se halla igualmente implícita en las percepciones del historiador, que debe asomarse al pasado desde la perspectiva del presente. El acercamiento comparativo a los fenómenos históricos puede rastrearse muy atrás en el desenvolvimiento de la historiografía, hasta autores como Montesquieu, Vico o Maquiavelo y aún más allá, en las obras de Polibio y Plutarco, por más que haya sido a partir del Renacimiento cuando sus procedimientos comenzaron a sistematizarse con el desarrollo de la crítica histórica, la cual requiere de la comparación para autentificar los documentos, fecharlos y depurarlos de errores e interpolaciones. Desde entonces los historiadores han venido desarrollando comparaciones, no solo para determinar cuán fidedignas resultan sus fuentes, sino para formular problemas de investigación, trazar los rasgos y peculiaridades de ciertos casos y procesos, establecer posibles relaciones causales y realizar otras tareas primordiales para el conocimiento del pasado. Como recurso de la investigación histórica, la comparación contribuye a despejar impresiones subjetivas, permite obtener resultados más precisos y propicia una mayor claridad en los procederes. El empleo de la comparación, sin embargo, también ha encontrado resistencia entre los historiadores, pues, atenidos a la singularidad de sus objetos y acostumbrados a desplegar sus narrativas en un contexto nacional, muchos se muestran remisos a comparar, por más que de manera implícita —y hasta inconsciente— razonen con frecuencia mediante analogías. Asociado a menudo con el determinismo y los enfoques estructurales, el análisis comparativo requiere ciertamente de una selección de rasgos o
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características que hasta cierto punto implica la fragmentación de los procesos confrontados o sus contextos, mientras que la necesidad de considerar uno y otro caso de forma alternativa ocasiona una ruptura de continuidad en la narración, circunstancias sin duda desalentadoras desde la perspectiva de algunas rutinas historiográficas.1 Pero aun cuando los ejercicios comparativos tiendan a un determinado grado de abstracción, estos no tienen como fin exclusivo la generalización ni pretenden necesariamente la formulación de leyes. Por el contrario, comparar representa un recurso insuperable para establecer las peculiaridades de los fenómenos históricos, precisar aquellos rasgos que los singularizan, y no solo cuando se trata de objetos o hechos particulares, sino también a la hora aprehender lo específico de una evolución o captar la especial naturaleza de ciertas relaciones. Más que todo, la comparación constituye una forma de considerar los problemas para advertir similitudes y diferencias, definir condiciones compartidas y adelantar en la comprensión de los procesos estudiados. Algunos autores la emplean interesados en identificar causas y descubrir regularidades, pero para otros es solo un instrumento heurístico que permite formular nuevos cuestionamientos y criticar falsas generalizaciones. Cualquiera que sea el propósito con que se lo utilice, el análisis comparativo requiere de un diseño cuidadoso. De entrada resulta indispensable determinar si los casos o situaciones considerados son comparables y, seguidamente, escoger los aspectos a comparar, haciendo explícito un criterio de selección que posibilite deslindar lo importante de lo incidental; todo ello como parte de una compleja y dilatada secuencia que incluye no solo precisar lo que se contrastará, sino definir la manera en que dicha operación habrá de llevarse a cabo. No ha de sorprender, por tanto, que un historiador del calibre de Marc Bloch, abogado ferviente de la aplicación de la comparación en los estudios históricos, se diese a la tarea de formular un método comparativo ajustado a las exigencias historiográficas, algunos de cuyos principios y procedimientos importó de la lingüística.2 El empeño por enunciar tal método se asociaba a la idea de que los objetos a comparar —instituciones, naciones, culturas— constituían unidades de análi 1 Una consideración algo más amplia de factores disuasivos para el empleo de la comparación puede encontrarse en Kocka (2003: 41). 2 Hill y Hill (1980).
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sis más o menos herméticas, que podían proyectarse en el tiempo o el espacio. Hoy sabemos que esas entidades no están confinadas a un particular espacio y que la comparación puede desenvolverse de diversas maneras, sin circunscribirse a una metodología determinada. Los proyectos de estudio comparativo responden a distintas motivaciones y suelen formularse de diversas maneras, obedeciendo lo mismo a una corazonada que a la necesidad de revisar y concretar muy amplios conceptos históricos, como los de «esclavitud» y «revolución», o al interés por caracterizar fenómenos reiterados del tipo de las crisis económicas. Una teoría bien establecida puede incentivar el estudio empírico de casos particulares —las formas de tenencia de la tierra, por ejemplo—, mientras que en otras ocasiones la comparación se aplica con el propósito de enriquecer conceptos, cual sería el caso de los de «campesinado» o «etnicidad».3 Sin pretender encasillar la variada gama de los estudios comparativos, a los efectos de caracterizar mejor el empleo que hiciera Manfred Kossok de ese eficaz recurso analítico, resulta útil detenerse a considerar brevemente algunas de sus más frecuentes modalidades de empleo, al menos en las investigaciones que involucran amplias comparaciones sociales. Cada una de estas variantes fundamentales se distingue por sus diferentes propósitos, pero en correspondencia con ello también poseen criterios específicos para seleccionar sus casos y pautas propias de argumentación.4 El primero de estos modelos de investigación apela a la comparación para demostrar la validez de una teoría, o lo fructífero de las hipótesis que de ella pueden derivarse para la explicación de un grupo de fenómenos o movimientos históricos. Con el propósito de validar ciertos postulados teóricos, en estas comparaciones se seleccionan casos que cubren toda la gama de posibilidades y se los confronta de manera que la yuxtaposición ponga de manifiesto la aplicabilidad de la teoría y su eficacia explicativa. Dado el interés por demostrar que la proposición teórica funciona en cada uno de los casos, se destacan las similitudes entre estos, mientras que sus diferencias se manejan como peculiaridades contextuales. En tal sentido, la segunda variante de investigación comparativa es de hecho opuesta a la 3 Yengoyan (ed.) (2006: 8-11 y 109-111). 4 Para ello seguiremos en lo fundamental la tipología expuesta por Skocpol y Somers (1980).
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anterior, pues su propósito consiste justamente resaltar las peculiaridades de cada uno de los objetos examinados para poner en evidencia las múltiples facetas que subyacen tras la generalización de un determinado proceso social. A diferencia del primer modelo, en el cual se tiende a abstraer rasgos o aspectos considerados irrelevantes a los efectos de la demostración teórica, en este la contrastación de contextos respeta escrupulosamente la integridad de cada caso histórico como un todo, pues de lo que se trata es de sustentar que ellos constituyen unidades relativamente irreductibles, cada una con su propia —y compleja— configuración. Una tercera variante de historia comparativa, que podría calificarse de analítica, la representan aquellas investigaciones cuyo propósito es aportar explicaciones causales a procesos y estructuras de amplio alcance, modalidad que muy bien ilustra la clásica obra de Barrington Moore Los orígenes sociales de la democracia y la dictadura. Recelosos ante la posibilidad de una selección sesgada de los rasgos a comparar —peligro más que evidente en las comparaciones afanosas de demostrar teorías—, estos historiadores que comparan para determinar causalidad en el marco de grandes procesos, sostienen la necesidad de desarrollar una investigación detallada de sus objetos, aunque sin atenerse a los procedimientos puramente descriptivos característicos en la contrastación de contextos. Su proceder analítico supone cierto grado de abstracción, lo que se lleva a cabo sopesando diversas hipótesis explicativas y cotejando aspectos relevantes en la historia de dos o más casos, para llegar a inferencias causales a partir de una base empírica —factual— relativamente amplia. En esta modalidad de análisis comparativo se trabaja sobre el supuesto de que aquellos casos o situaciones históricas que comparten el fenómeno a explicar pueden tener en común también ciertas hipótesis causales que lo explican, por más que difieran en otros aspectos también relevantes en términos de causalidad. De tal suerte, las comparaciones de la variante analítica tienen en cuenta aquellos casos en los cuales la causa hipotética parece funcionar, al igual que otros en los que dicha presunción está ausente, apoyándose tanto en las coincidencias como en las diferencias para elaborar sus explicaciones. Como suele suceder con las tipologías, por más que puedan mencionarse obras que ilustren de manera apropiada cada una de las variantes presentadas, en la práctica historiográfica se ponen de manifiesto diversas combinaciones de estas, así como investigaciones cuyo ajuste a las pautas trazadas resulta más que heterodoxa, particularmente a medida en que se reduce la
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escala de las comparaciones. Las tipologías antes definidas sirven sobre todo como referencia para examinar las distintas experiencias de historia comparativa; estas pueden aproximarse más o menos a alguna de esas modalidades, pero son sus objetivos y la naturaleza de los procesos estudiados los que determinan una lógica particular y perfilan sus características, trazando los parámetros dentro de los cuales han de evaluarse los resultados de su aplicación.
La historia comparada de las revoluciones burguesas A mediados del siglo pasado, cuando Kossok inicia su indagación sobre las circunstancias y características de la independencia latinoamericana, en la historiografía de dicho proceso coexistían algunas generalizaciones de muy escasa fundamentación empírica con un cúmulo de monografías que apenas rebasaban el estadio descriptivo. En ese contexto, a un joven historiador de formación marxista —y ortodoxa, por demás— el fenómeno de la emancipación americana planteaba un problema crucial, el de cómo caracterizar un movimiento enmarcado en la época histórica de las revoluciones burguesas, cuyas bases estructurales presentaban notables diferencias respecto a la formación social «típica» del escenario europeo. Por fortuna, Kossok venía madurando una concepción de la historia de genuina universalidad, gracias a la cual pudo escapar a las asechanzas de los «centrismos» y evitar las extrapolaciones que inducían a otros autores a considerar las peculiaridades de las revoluciones de independencia en Latinoamérica como desviaciones o anomalías respecto al «modelo» representado por la Revolución francesa. A su juicio, tales especificidades constituían, por el contrario, elementos integrales de una historia universal que, sobre todo a partir del siglo xv, se alimentaba de continuas influencias multilaterales y compenetraciones mutuas, superando así los aislamientos regionales o continentales. Consecuente con ese criterio, el historiador alemán iniciaría sus conclusiones al estudio en que sustentó su ejercicio de oposición (1964) afirmando: La rebelión de los pueblos de América latina, de 1810 a 1824-26, fue un movimiento de emancipación nacional y anticolonial; ocupa un lugar destacado en la sucesión de revoluciones burguesas de los siglos xviii y xix.5
5 Kossok (1983d: 283).
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Aspecto, como hemos visto, destacado también en otro capítulo de este libro. Simple en apariencia, esta proposición devino cuestión central del quehacer investigativo de Kossok. Para demostrar la validez de su criterio, el historiador alemán desarrolló una línea de investigación dentro de la cual el concepto leninista del ciclo revolucionario desempeñaba un papel primordial. La distinción establecida por Lenin entre la revolución en «sentido amplio», para representar el tránsito de una formación social a otra, y el «sentido restringido» con que dicho concepto se emplea al referirse a una conmoción sociopolítica determinada en el marco de tan prolongada transición ofrecía un apropiado recurso analítico que posibilitaba evaluar al movimiento independentista latinoamericano como parte de un proceso histórico mundial. Si, por una parte, se hacía claro que el ciclo revolucionario burgués a escala universal presentaba fases o etapas, en las cuales se enmarcaban las diversas revoluciones con su curso irregular y sus características propias, por otra, dicha diversidad tenía a su vez una significativa expresión espacial. De tal suerte, Europa podría albergar las expresiones «clásicas» del ciclo, pero este poseía también sus escenarios —para nada intrascendentes— en la periferia de un sistema mundial cada vez mejor articulado. En el caso americano, a juicio de Kossok, el ciclo revolucionario abarcaba tanto la complicada imposición de las relaciones capitalistas a escala continental como la sustitución de la dominación colonial y la formación de los Estados nacionales, conformando una dilatada secuencia que venía a culminar en la segunda década del siglo xx con la irrupción coincidente de las revoluciones mexicana y rusa.6 La refinada concepción del ciclo revolucionario, que de manera harto esquemática hemos presentado, se fue gestando a lo largo de más de una década, principalmente mediante una serie de estudios sobre el proceso de la revolución burguesa en España durante el siglo xix, la que tuvo su inicio con un trabajo paradigmático: «Der iberische Revolutionszyklus 17891830», publicado en 1969. Dicha indagación, cuyas conexiones con el crucial problema del «papel desempeñado a escala mundial por la revolución latinoamericana por la independencia en la época del triunfo definitivo del orden capitalista burgués»7 eran evidentes, le permitiría poner de
6 Kossok (1989e: 7-9, 44-46 y 133-135). 7 Kossok (1989e: 160).
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manifiesto que esa última cuestión podía esclarecerse de manera mucho más efectiva en el contexto de una tipología de la revolución. Un estudioso de arraigado historicismo, como lo era Kossok, en modo alguno ignoraba que tal suerte de sistematización corría el peligro de desembocar en un catálogo de vacuas abstracciones de no emplearse el procedimiento analítico adecuado, capaz de preservar lo específico del acontecer —ya se tratase de una particularidad nacional o regional— y percibirlo como elemento integral de la historia universal. No ha de sorprender que dicho recurso metodológico lo encontrase en la comparación, dada la rica tradición atesorada por la Universidad de Leipzig en ese campo, especialmente a partir de los notables aportes que en el plano histórico-comparativo hicieran a la lingüística un siglo atrás los llamados «neogramáticos» que profesaban en ese alto centro docente. Pero la comparación solo resultaría fructífera en las indagaciones sobre el proceso mundial de las revoluciones burguesas a condición de aplicarla en «una relación cuidadosamente equilibrada entre coordenadas teórico-metodológicas y casos concretos fundamentados con solidez». Consecuentemente, el análisis comparativo debería desarrollarse en estrecha combinación con la más profunda investigación empírica.8 Fue esa necesidad de disponer de una amplia base factual para llevar adelante el estudio de las revoluciones en el mundo iberoamericano la que determinó que dicho proyecto trascendiese el esfuerzo personal y se desarrollase como un vasto programa de investigación, en cuya realización Kossok conseguiría involucrar a colegas y discípulos, tanto en Europa como en América Latina.9 Los objetivos del proyecto, según lo definiera el propio historiador alemán, consistían en 8 Kossok (1989e: 6). Más adelante en la propia obra (Kossok, 1989e: 156) reitera dicho criterio de manera aún más terminante: «Las posibilidades del examen histórico comparativo dependen en gran medida del nivel alcanzado por la investigación de los acontecimientos que constituyen en cada caso base y objeto de la comparación». 9 En Cuba, donde Kossok fue visita reiterada durante la década de 1980 para impartir cursos y organizar seminarios y coloquios, el proyecto de historia comparada tomó cuerpo en la constitución de un grupo de trabajo en la Universidad de La Habana, coordinado por el Dr. Sergio Guerra. Aunque los resultados finales de sus investigaciones no han sido publicados, pueden encontrarse los esquemas preliminares de estas en Kossok y Guerra Vilaboy (eds.) (1990).
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concebir, a partir de la suma de revoluciones individuales (y conjuntos de revoluciones) analizadas, las leyes y los rasgos fundamentales de validez general y, en conexión orgánica con ello, las variantes que se producen dentro de los procesos tipológicamente análogos; o sea, determinar la relación entre factores constantes y variables en un proceso social fundamental de la época moderna, la sustitución del feudalismo por el capitalismo.10
Para precisar el alcance de su programa de investigación, Kossok se encargaba de advertir que el propósito de este no era la teoría de las revoluciones, sino «la elaboración, con fundamento teórico, de la historia de las revoluciones desde una perspectiva comparativa»; con evidente sentido historicista, consideraba que la tarea primera del historiador en el estudio comparado de las revoluciones era determinar lo que en estas hay de específico.11 Fundamental en el desenvolvimiento del análisis comparativo lo era el criterio metodológico de la unidad del análisis de la formación social y la revolución, puesto que en ello radica la esencia de la teoría marxista de las revoluciones. La investigación de cada revolución en particular debía determinar el lugar de esta sobre una base estructural, atendiendo al carácter de la época y a su posición dentro del ciclo revolucionario correspondiente, para lo cual no podía prescindirse de la aplicación concreta de la categoría de formación social, ya que su abandono conduciría a una construcción especulativa de revoluciones «en sí», dando lugar a una tipología en la cual los tipos y formas de las revoluciones se confundirían sin sentido alguno. De acuerdo con el propósito de cada investigación concreta, de la naturaleza del problema al cual se planteaba dar respuesta, el estudio comparativo podría tomar un sentido diacrónico, siguiendo diversas situaciones a lo largo del desarrollo de un ciclo revolucionario determinado; sincrónico, analizando una revolución —como la europea de 1848, por ejemplo— en sus distintos escenarios; o temático, abordando asuntos de especial interés, como podrían ser los de la hegemonía o el rol de las masas populares. A partir de esas pautas metodológicas y con la experiencia derivada de la propia práctica investigativa, Kossok fue definiendo un criterio de selección sobre los aspectos o indicadores que cada investigación en particular 10 Kossok (1989e: 18). 11 Kossok (1989e: 15). Cursiva del autor.
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debía tomar como objeto de comparación. Estos quedaron finalmente expresados de la siguiente forma: Las causas, tanto las inmediatas como las mediatas, pues la determinación de las condiciones a largo plazo de una revolución permite al historiador adentrarse en el desenvolvimiento de la formación social y establecer la correlación entre evolución y revolución; los propósitos o finalidades del movimiento, los primarios y también los secundarios o derivados; las fuerzas motrices de este, con un análisis específico de las características y actuación de los componentes clasistas —político-sociales— que lo constituyen; la hegemonía, estrechamente relacionada con la cuestión del poder, del ascenso y dominio de una clase social, tendencia que resulta determinante para establecer el carácter y los resultados de una revolución; el papel de las masas populares, que consideraba capital para constatar las diferencias entre la revolución burguesa y la democrático burguesa; las formas y métodos de lucha, es decir, la dialéctica entre las fuerzas revolucionarias y la contrarrevolución en sus diversas manifestaciones; los resultados y consecuencias, atendiendo a los efectos inmediatos así como a las consecuencias más distantes, pues estas últimas pueden revestir notable importancia incluso en revoluciones fracasadas; el lugar histórico y las particularidades de la revolución, comprendiendo tanto su ubicación y caracterización dentro del ciclo como sus peculiaridades; y, por último, el carácter de la época, definición bajo la cual se entendía al conjunto de las tendencias históricas y los condicionantes estructurales de la revolución dentro de la línea determinante del progreso histórico.12
En su aplicación a la historia del movimiento independentista latinoamericano, Kossok reconocía que el método comparativo enfrentaría situaciones estructurales diferentes, según se tratase de los niveles local, nacional o continental. De igual manera, estimaba que debían tenerse en cuenta otros factores de importancia particular para la comprensión del proceso revolucionario en Latinoamérica, como eran la dialéctica de la unidad y la diversidad en la correlación de los elementos y factores analizados, según las diferentes escalas espaciales en que se les observase —indispensable para evitar generalizaciones sin fundamento—, las peculiaridades de lo que denominaba el «feudalismo colonial» como condicionante estructural, el lugar de la independencia dentro del largo proceso continental de liberación nacional y social, así como otras particularidades que lo inclinaron a considerar las «revoluciones anticoloniales» como una variante específica dentro del cuadro general de las revoluciones burguesas. 12 Kossok y Guerra Vilaboy (eds.) (1990: 3-4).
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Los resultados obtenidos en el estudio comparado de las revoluciones se materializaron en una docena de libros publicados por Kossok entre 1969 y 1992, a los cuales deben sumarse otras publicaciones originadas por alumnos y colegas suyos vinculados al proyecto; los principales trabajos del historiador alemán referidos al movimiento emancipador latinoamericano aparecen recogidos en el ya referido volumen La revolución en la historia de América Latina. Es imposible sintetizar en estas páginas las propuestas cognoscitivas y los aportes contenidos en tan voluminosa obra, entre los cuales se encuentran caracterizaciones generales de la revolución burguesa y precisiones históricas sobre sus tendencias —ascendente y descendente— en diversos escenarios, una visión más concreta de la combinación de revoluciones, reformas y contrarrevolución en el ciclo revolucionario, obtenida mediante un amplio análisis histórico de las vías revolucionaria y reformista —inspirado en la clásica distinción leninista entre las vías «americana» y «prusiana» de desarrollo del capitalismo— o una tipología de las revoluciones burguesas formulada en cuatro tipos básicos con el propósito de facilitar la comprensión de cada revolución en particular, incluyendo el caso latinoamericano.13 Respecto al proceso independentista en América Latina, debe destacarse la sólida fundamentación del estatus revolucionario de este y su caracterización, tanto dentro del ciclo universal de las revoluciones burguesas como de cara a las circunstancias particulares de la transición y el desarrollo del capitalismo en el subcontinente. En este último sentido resulta notable la maduración del pensamiento de Kossok desde un esbozo inicial que apreciaba la independencia como una revolución «no acabada», hasta una posterior y más clara consideración del lugar de esta dentro de la «senda o camino de desarrollo» del continente.14 Constituye un aporte igualmente apreciable su propuesta de periodización del movimiento de independencia y en particular los argumentos con los cuales sustenta la culminación de ese proceso en 1830 y no con la batalla de Ayacucho 13 La propuesta de tipología puede verse en Kossok (1989e: 20-24). 14 Zeuske, «Historia social precedente, historicismo marxista y el carácter de ciclo de las revoluciones. Historia latinoamericana y española en la obra de Manfred Kossok», p. 22. Una primera versión, en Zeuske (2010). Sin embargo, las referencias a este trabajo en la presente nota y las que siguen corresponden a la versión revisada facilitada por el autor.
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(1824), como acostumbra la historiografía tradicional. La relación de contribuciones podría extenderse mucho más, pero razones de espacio aconsejan detenernos, no sin antes mencionar, por su singular relevancia, las definiciones del historiador alemán sobre las corrientes políticas actuantes en el proceso independentista, así como la flexible y creadora aplicación del concepto histórico de «jacobinismo» en ese contexto.
Consideraciones finales En su ya citado estudio sobre la obra de Manfred Kossok, Michael Zeuske advierte que «los intentos de Kossok de desarrollar un método, una tipología o una sistemática de comparación de las revoluciones en la historia moderna han sido persistentemente ignorados por las grandes corrientes de la historia de la historiografía».15 Sería vano intentar reparar esa injusticia en el estrecho marco de estas páginas, pero es posible adelantar alguna valoración sobre las contribuciones que nuestro eminente historiador hiciera al conocimiento histórico. El despliegue del proyecto investigativo «kossokiano» coincide con el auge de la sociología histórica, corriente que imprimió notable desarrollo a los estudios comparativos, y en la cual pueden apreciarse con mayor claridad la aplicación de las variantes o modelos de comparación que presentamos en las primeras páginas de este ensayo. Como advirtiéramos, resulta difícil encontrar obras o investigaciones que se ajusten plenamente a uno de los tipos definidos; la historia comparada de las revoluciones emprendida por Kossok en modo alguno constituye una excepción. Si nos atenemos a la importancia decisiva que él otorgaba a lo que pudiéramos llamar el principio de la «formación social» para el estudio de la revolución, así como el espacio concedido a las clases sociales en tanto gestoras de los cambios históricos —entre otros factores—, su investigación podría encuadrarse en el modelo encaminado a la validación de teorías, en este caso la del marxismo como concepción de la historia. Sin embargo, el historiador alemán no solo dio por sentado que su finalidad era historiar la revolución y no demostrar o desarrollar su teoría, sino que dicha intencionali 15 Ib., p. 5.
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dad puede comprobarse en los resultados de sus trabajos, pues, si bien en ellos se encuentran definiciones tipológicas y formulaciones de conceptos, el alcance de tales abstracciones por lo general no trasciende el plano histórico. En cierto sentido, el proyecto de historia comparada de las revoluciones burguesas se acercaría más a la variante analítica de comparación histórica, que no opera como instrumento de una teoría determinada pero que tampoco rechaza las generalizaciones explicativas y se propone establecer ciertas regularidades en los procesos históricos, sobre todo de carácter causal, razones por las cuales suele privilegiar fenómenos históricos de grandes dimensiones y moverse en planos temporales relativamente amplios, rasgos que en alguna medida pueden encontrarse también en los estudios de Kossok. Pero concebido como un instrumento de la investigación sociológica, el análisis comparativo aplicado en esta variante responde sobre todo al «interés de explicar, en términos potencialmente generalizables, los procesos y los efectos de las estructuras sociales y de las acciones grupales»,16 lo cual induce a elegir los problemas históricos por su interés explicativo respecto a cuestiones que la sociología estima fundamentales para la comprensión del desarrollo y funcionamiento de la sociedad. La distancia respecto a la estrategia seguida por Kossok salta a la vista al contrastar sus trabajos con un ejemplo sobresaliente del estudio de las revoluciones por la sociología histórica, la obra Los Estados y las revoluciones sociales de Theda Skocpol. Esta autora toma como objetos de estudio las revoluciones sociales de Francia, Rusia y China, sin duda las mayores de su tipo en la época contemporánea, pero entre las cuales existen diferencias esenciales, y no solo por corresponder a transiciones entre distintas formaciones sociales, sino porque, más allá de ciertas evidentes similitudes, ocurrieron en circunstancias históricas muy distintas. Incluso en un estudio como el de Charles Tilly sobre las revoluciones europeas,17 que comprende principalmente fenómenos enmarcados en el prolongado tránsito al capitalismo de ese continente, el planteo de la investigación no busca encontrar respuesta a problemas históricos específicos, sino establecer patrones o pautas generalizables sobre las formas de acción colectiva en el marco de serias conmociones sociales, lo cual conduce a contemplar movimientos que difícilmen 16 Skocpol (1991: 107). 17 Skocpol (1993).
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te pueden ser calificados como revoluciones. En ambos casos, como por lo general ocurre en los trabajos de la sociología histórica, los casos se seleccionan y sus características se manejan de acuerdo con la lógica y necesidades de las hipótesis que se desean demostrar, sin detenerse a examinar aquellos aspectos del acontecer que parecen irrelevantes a los efectos del problema que se trata de explicar. Lo que distingue, a nuestro juicio, el ejercicio comparativo de Kossok es su profundo sentido de la historicidad. En sus trabajos nunca desestimó el examen concreto de los hechos, ni menospreció lo que otros acercamientos comparativos califican de peculiaridades; por el contrario, contemplando la historia como un proceso multifacético podía apreciar los problemas en la propia dinámica del acontecer y escapar así no solo a las abstracciones espurias, sino también al esquematismo interpretativo, tan común al marxismo dogmático practicado por entonces en los países del llamado «socialismo real». Aunque las obras del historiador alemán —sobre todo las primeras, referidas al Virreinato del Río de la Plata y la Santa Alianza— conceden considerable espacio a los procesos económicos y sociales, su historiografía no se caracteriza tampoco por un enfoque de tipo estructural, pues en ella prevaleció una orientación totalizadora en la cual se destacaba sin duda el papel de las clases sociales, pero inclinándose más bien a privilegiar los acontecimientos políticos y el lugar que en estos ocupaban los agentes sociales y las personalidades, todo ello plasmado en narraciones de rico contenido factual cuya amenidad aseguraba el indiscutible talento literario del autor. Como acertadamente afirma Zeuske, Manfred Kossok fue más que todo un historicista marxista que supo hacer uso de esa teoría como un recurso para la investigación histórica.18 El sentido historicista del análisis comparativo practicado por Kossok lo acerca a las experiencias de otros historiadores que, como Edward P. Thompson, emplearon también la comparación como recurso cognoscitivo. Sin embargo, debe reconocerse que en la medida en que el historiador alemán fue desenvolviendo su proyecto de historia comparada de las revoluciones, en su obra tendió a reducirse el componente empírico mientras 18 Zeuske «Historia social precedente…», p. 10.
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ganaban espacio las generalidades. Hasta cierto punto, esto es una consecuencia inevitable de la expansión de la comparación, pues en la misma medida en que se abarcan más casos y situaciones, la investigación depende más de las fuentes secundarias y se dificulta la consulta directa a los documentos. Según afirma Zeuske, Kossok intentó contrarrestar esa tendencia instando a sus discípulos al estudio de casos concretos, pero en las condiciones prevalecientes en la República Democrática Alemana esa posibilidad se dificultaba, sobre todo si la investigación implicaba el trabajo en archivos extranjeros, como ocurría con indagaciones sobre problemas latinoamericanos o españoles. Como el acceso a la literatura histórica «occidental» resultaba igualmente limitado, los trabajos de Kossok fueron adquiriendo un perfil ensayístico y las referencias a fuentes documentales comenzaron a escasear, una tendencia en la que influyó también, sin duda, el creciente deterioro de la salud del historiador. Tales circunstancias, en las condiciones de una aproximación marxista que no escapaba del todo a cierta rigidez conceptual, determinaron que, a pesar de reconocerse a las masas populares como actores del proceso revolucionario, no llegaran a ponerse de manifiesto ni estudiarse en profundidad las formas concretas de su actuación, con el consiguiente empobrecimiento de las imágenes sobre la propia dinámica de la revolución.19 Esa insuficiencia de su obra, al igual que algunas otras, no parece haber sido ignorada por nuestro historiador, que en sus trabajos postreros como «Alternativas de la transformación social en América Latina. Las revoluciones de la independencia desde 1790 hasta 1830. Un esbozo de problemas» —publicado de manera póstuma en Cuba—20 la reconocía entre las lagunas persistentes en la historia de la emancipación americana. Con respecto a la América Latina, el admirable ejercicio de análisis comparativo desplegado por Kossok contribuyó de manera muy notable a superar el particularismo —y hasta el provincianismo— que padecía la historiografía de la Independencia, al tiempo que fundamentó una valiosa propuesta sobre el lugar que correspondía a ese proceso latinoamericano en la historia mundial. De manera más particular, sus estudios pusieron sobre 19 Como consecuencia de ello Zeuske (ib., pp. 25-26) observa una interpretación relativamente pasiva por parte de Kossok al analizar algunos fenómenos revolucionarios. 20 Kossok (1996).
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el tapete problemas esenciales que como el de la hegemonía o el de la correlación entre el liderazgo y las masas populares habían sido poco atendidos por los historiadores del continente.21 Sin desconocer los aportes de Kossok, y más bien gracias a ellos, se hace evidente que la historia comparativa tiene todavía un largo trecho por recorrer si aspiramos a obtener un conocimiento más profundo y exacto, no solo de las revoluciones independentistas, sino también de otros importantes procesos de la historia latinoamericana. Para asegurar la continuidad de tan necesario esfuerzo investigativo, el historiador alemán nos legó una metodología susceptible de ser enriquecida y actualizada a la luz de las más recientes tendencias historiográficas, junto al ejemplo de su compromiso indeclinable con la causa de la revolución popular en América Latina.
21 Guerra Vilaboy (2000: 75).
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RELACIÓN DE AUTORES
Manuel Chust. Catedrático de Historia Contemporánea en la Universidad Jaume I de Castellón (España). Es especialista en la transcendencia del liberalismo gaditano en América y en el proceso revolucionario de las independencias iberoamericanas. Ha sido presidente de la Asociación Internacional de Historiadores de América Latina (AHILA) entre 2005 y 2008. Desde 2007 es su editor general. Entre sus últimos libros destacan, como autor, La Tribuna revolucionaria (2014); como coautor, Las independencias en América (2009) y Tiempos de revolución. Comprender las independencias iberoamericanas (2013); como editor, 1808. La eclosión juntera en el mundo hispano (2007), El laberinto de las independencias iberoamericanas (2010); y, como coeditor, La Patria no se hizo sola (2012) y Las revoluciones en el largo siglo xix latinoamericano (2015). Alberto Gil Novales. Catedrático emérito de Historia Contemporánea de la Universidad Complutense de Madrid. Máximo especialista en el Trienio Liberal en España. Profesor visitante en numerosas universidades europeas. Fue fundador (1983) de la prestigiosa revista Trienio. Ilustración y Liberalismo. Desde 1992 perteneció al consejo editorial de la revista Comparativ de Leipzig. Entre sus libros destacan Las Sociedades Patrióticas, 1820-1823 (1975), El Trienio Liberal (1980), Diccionario biográfico del Trienio liberal, en colaboración (1991). Su último trabajo fue el monumental Diccionario biográfico de España (1808-1833). De los orígenes del liberalismo a la reacción absolutista (2011), en tres volúmenes, con 25 000 entradas.
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Relación de autores
Sergio Guerra Vilaboy. Catedrático de Historia de América Latina y director del Departamento de Historia de la Universidad de La Habana, presidente de la Asociación de Historiadores Latinoamericanos y del Caribe (ADHILAC) y académico de número de la Academia de la Historia de Cuba. Ph. D. por la Universidad de Leipzig (Alemania). Premio Extraordinario Casa de las Américas por el Bicentenario de la Emancipación Hispanoamericana (2010). Entre sus libros figuran Cinco siglos de historiografía latinoamericana (2009) y Jugar con fuego. Guerra social y utopía en la independencia de América Latina (2011). Matthias Middell. Obtuvo su doctorado en 1989 con un estudio sobre la contrarrevolución francesa a finales del siglo xviii. Su tema de tesis de habilitación (2002) trató sobre la historia del mundo durante el siglo xx. Es director del Instituto Global de Estudios Europeos de la Universidad de Leipzig. Fue profesor e investigador visitante en las universidades de Addis Abeba, Lyon, Nueva Delhi, París, Rennes, Rouen, Santa Bárbara, Stellenbosch y Yaundé. En 2008 fue profesor distinguido Fulbright en Historia Transnacional de la Universidad de Duke y en 2011 del Instituto Holandés de Estudios Avanzados. Desde 1991 se desempeña como director de la revista Comparativ. Desde 2004 edita, junto con Michel Espagne, la revista digital Geschichte.transnational. Sus publicaciones más recientes son 1989 en una perspectiva global (2015) y Manual de estudios transregionales, 2 vols. (2016). Ulrike Schmieder. Es investigadora y docente especialista en la historia de América Latina y el Caribe en el Departamento de Historia de la Leibniz Universität de Hannover (Alemania). Coordina el Centro de Estudios Atlánticos y Globales y la Maestría en Estudios Atlánticos en Historia, Cultura y Sociedad. En 1998 trabajó como docente en la Universidad de Zacatecas (México). Su tesis de doctorado, leída en la Universidad de Leipzig, trata sobre el Trienio Liberal (1820-23) y sus relaciones con la historia alemana, europea e hispanoamericana. Su segunda tesis doctoral (habilitación), en la Universidad de Colonia, compara México, Brasil y Cuba con respecto a la historia de género (1780-1880). Su último libro, de 2014, se centra en Martinica y Cuba después de la emancipación de los esclavos dentro del debate más amplio sobre problemas postesclavistas en el Caribe y las Américas. Tomás Straka. Profesor e investigador de la Universidad Católica Andrés Bello (Venezuela). Individuo de número de la Academia Nacional de la Historia (Venezuela). Ha sido investigador invitado en la Universidad Nacional Autónoma de México y Fulbright Scholar en el Pomona College (EE. UU.). Columnista en varios portales. Entre sus obras destacan: La voz de los vencidos. Ideas del partido
Relación de autores
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realista de Caracas, 1810-1821 (2000), La épica del desencanto. Bolivarianismo, historiografía y política en Venezuela (2009) y La república fragmentada. Claves para entender a Venezuela (2015). Junto con Michael Zeuske y Agustín Sánchez Andrés coordinó Las independencias de Iberoamérica (2011). Óscar Zanetti Lecuona. Es doctor en Ciencias Históricas. Académico de número de la Academia de la Historia de Cuba y académico de mérito de la Academia de Ciencias de Cuba. Premio Nacional de Ciencias Sociales y Humanísticas 2011 y de Historia 2015. Sus trabajos en el campo de la historia han dado lugar a una decena de libros y numerosas publicaciones. Caminos para el azúcar (1987), realizado en colaboración con Alejandro García, recibió el premio Elsa Goveia de la Asociación de Historiadores del Caribe. En 1998 su ensayo Comercio y poder. Relaciones cubano-hispano-norteamericanas en torno a 1898 obtuvo el premio Casa de las Américas. Entre sus publicaciones más recientes figuran Esplendor y decadencia del azúcar en las Antillas hispanas (2012), Historia mínima de Cuba (2013) y La escritura del tiempo. Historia e historiadores en Cuba contemporánea (2014). Michael Max Paul Zeuske. Profesor titular de Historia Comparada / Historia de Iberoamérica en la Universidad de Leipzig (1992-93). Desde 1993 es profesor titular de Historia Ibérica y Latinoamericana en la Universidad de Colonia; miembro (principal investigator) del Global South Studies Center (GSSC). Entre sus últimos libros destacan: Simón Bolívar. Befreier Südamerikas. Geschichte und Mythos (2011); Handbuch Geschichte der Sklaverei. Eine Globalgeschichte von den Anfängen bis heute (2013); Sklavenhändler, Negreros und Atlantikkreolen. Eine Weltgeschichte des Sklavenhandels im atlantischen Raum (2015); en coedición, con Dale W. Tomich, The Second Slavery: Mass Slavery, World-Economy, and Comparative Microhistories, 2 vols. (2009); y con Javier Laviña, The Second Slavery. Mass Slaveries and Modernity in the Americas and in the Atlantic Basin (2014).
ÍNDICE
Presentación.................................................................................... 9 De la historia colonial de Latinoamérica a la historia global a través de la historia comparada de la revolución. La obra de Manfred Kossok Matthias Middell....................................................................
15
Historia social precedente, historicismo marxista y el carácter de ciclo de las revoluciones: Manfred Kossok Michael Zeuske.......................................................................
43
El destino de una vida: Manfred Kossok y la Historia Universal Alberto Gil Novales.................................................................
79
Manfred Kossok, representante de una historia comparada y global que no ignora el Sur Ulrike Schmieder....................................................................
97
Revolución e Independencia en América Latina. Las propuestas de Manfred Kossok Manuel Chust......................................................................... 115 La revolución en la historia de América Latina: los aportes de Manfred Kossok Sergio Guerra Vilaboy............................................................. 127
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Índice
Latinoamérica y sus «revoluciones incompletas»: Notas para un debate historiográfico Tomás Straka.......................................................................... 139 De la comparación en Historia; Manfred Kossok y el estudio comparado de las revoluciones burguesas Óscar Zanetti.......................................................................... 155 Bibliografía..................................................................................... 171 Relación de autores.......................................................................... 199
Este libro se terminó de imprimir en los talleres del Servicio de Publicaciones de la Universidad de Zaragoza en septiembre de 2017
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Títulos de Ciencias Sociales 1 Luis Gracia Martín, El actuar en lugar de otro en Derecho Penal (1985). 2 Antonio Serrano González, Michel Foucault: Sujeto, derecho, poder (1986). 3 Ignacio Peiró Martín y Gonzalo Pasamar Alzuria, Historiografía y práctica social en España (1987). 4 Fernando Pérez Cebrián, La planificación de la encuesta social (1987). 5 Yolanda Polo Redondo, Desarrollo de nuevos productos: aplicaciones a la economía española (1988). 6 Eloy Fernández Clemente, Estudios sobre Joaquín Costa (1988). 7 Gema Martínez de Espronceda Sazatornil, El canciller de bolsillo. Dollfuss en la prensa de la II República (1988). 8 José Ignacio Lacasta Zabalza, Cultura y gramática del Leviatán portugués (1988). 9 José M.ª Rodanés Vicente, La Prehistoria. Apuntes sobre concepto y método (1988). 10 Cástor Díaz Barrado, El consentimiento como causa de exclusión de la ilicitud del uso de la fuerza, en Derecho Internacional (1989). 11 Harvey J. Kaye, Los historiadores marxistas británicos. Un análisis introductorio (1989). 12 Antonio Beltrán Martínez, Ensayo sobre el origen y significación del arte prehistórico (1989). 13 José Luis Moreu Ballonga, El nuevo régimen jurídico de las aguas subterráneas (1990). 14 Santiago Míguez González, La preparación de la transición a la democracia en España (1990). 15 Jesús Hernández Aristu, Pedagogía del ser: aspectos antropológicos y emancipatorios de la pedagogía de Paulo Freire (1990). 16 Alfonso Sánchez Hormigo, Valentín Andrés Álvarez. (Un economista del 27) (1991). 17 José Antonio Ferrer Benimeli y Manuel A. de Paz Sánchez, Masonería y pacifismo en la España contemporánea (1991). 18 Gonzalo Pasamar Alzuria, Historiografía e ideología en la postguerra española: la ruptura de la tradición liberal (1991). 19 Sidney Pollard, La conquista pacífica. La industrialización de Europa, 1760-1970 (1991). 20 Jesús Lalinde Abadía, Las culturas represivas de la Humanidad (1992). 21 Fernando Baras Escolá, El reformismo político de Jovellanos. (Nobleza y poder en la España del siglo xviii) (1993). 22 José Antonio Ferrer Benimeli (coord.), Masonería y periodismo en la España contemporánea (1993). 23 John Clanchy y Brigid Ballard, Cómo se hace un trabajo académico. Guía práctica para estudiantes universitarios, 2.ª ed. (2000). 24 Eloy Fernández Clemente, Ulises en el siglo xx. Crisis y modernización en Grecia, 1900-1930 (1995). 25 Enrique Fuentes Quintana, El modelo de economía abierta y el modelo castizo en el desarrollo económico de la España de los años 90 (1995).
26 Alfred D. Chandler, Jr., Escala y diversificación. La dinámica del capitalismo industrial, traducción de Jordi Pascual (1996). 27 Richard M. Goodwin, Caos y dinámica económica, traducción y revisión técnica de Julio Sánchez Chóliz, Dulce Saura Bacaicoa y Gloria Jarne Jarne (1997). 28 M.ª Carmen Bayod López, La modificación de las capitulaciones matrimoniales (1997). 29 Gregory M. Luebbert, Liberalismo, fascismo o socialdemocracia. Clases sociales y orígenes políticos de los regímenes de la Europa de entreguerras, traducción de Álvaro Garrido Moreno (1997). 30 Ángela Cenarro Lagunas, Cruzados y camisas azules. Los orígenes del franquismo en Aragón, 1936-1945 (1997). 31 Enrique Fuentes Quintana y otros, La Hacienda en sus ministros. Franquismo y democracia (1997). 32 Gaspar Mairal Buil, José Ángel Bergua Amores y Esther Puyal Español, Agua, tierra, riesgo y supervivencia. Un estudio antropológico sobre el impacto socio-cultural derivado de la regulación del río Ésera (1997). 33 Charles Tilly, Louise Tilly y Richard Tilly, El siglo rebelde, 1830-1930, traducción de Porfirio Sanz Camañes (1997). 34 Pedro Rújula, Contrarrevolución. Realismo y Carlismo en Aragón y el Maestrazgo, 1820-1840 (1998). 35 R. A. C. Parker, Historia de la segunda guerra mundial, traducción de Omnivox, S. L. (1998). 36 José Aixalá Pastó, La peseta y los precios. Un análisis de largo plazo (1868-1995) (1999). 37 Carlos Gil Andrés, Echarse a la calle. Amotinados, huelguistas y revolucionarios (La Rioja, 1890-1936) (2000). 38 Francisco Comín y otros, La Hacienda desde sus ministros. Del 98 a la guerra civil (2000). 39 Ángela López Jiménez, Zaragoza ciudad hablada. Memoria colectiva de las mujeres y los hombres (2001). 40 Juan Carmona, Josep Colomé, Juan Pan-Montojo y James Simpson (eds.), Viñas, bodegas y mercados. El cambio técnico en la vitivinicultura española, 1850-1936 (2001). 41 Ève Gran-Aymerich, El nacimiento de la arqueología moderna, 1798-1945, traducción de Inés Sancho-Arroyo (2001). 42 Rafael Vallejo Pousada, Reforma tributaria y fiscalidad sobre la agricultura y la propiedad en la España liberal, 1845-1900 (2001). 43 Robert S. DuPlessis, Transiciones al capitalismo en Europa durante la Edad Moderna, traducción de Isabel Moll (2001). 44 Carlos Usabiaga, El estado actual de la Macroeconomía. Conversaciones con destacados macroeconomistas, traducción de Montse Ponz (2002). 45 Carmelo Lisón Tolosana, Caras de España. (Desde mi ladera) (2002). 46 Hanneke Willemse, Pasado compartido. Memorias de anarcosindicalistas de Albalate de Cinca, 1928-1938, traducción de Francisco Carrasquer (2002). 47 M.ª Pilar Salomón Chéliz, Anticlericalismo en Aragón. Protesta popular y movilización política (1900-1939) (2002).
48 Ana José Bellostas Pérez-Grueso, Carmen Marcuello Servós, Chaime Marcuello Servós y José Mariano Moneva Abadía, Mimbres de un país. Sociedad civil y sector no lucrativo en Aragón (2002). 49 Mercedes Yusta Rodrigo, Guerrilla y resistencia campesina. La resistencia armada contra el franquismo en Aragón (1930-1952) (2003). 50 Francisco Beltrán Lloris (ed.), Antiqua Iuniora. En torno al Mediterráneo en la Antigüedad (2004). 51 Roberto Ceamanos Llorens, De la historia del movimiento obrero a la historia social. L’Actualité de l’Histoire (1951-1960) y Le Mouvement Social (1960-2000) (2004). 52 Carlos Forcadell, Gonzalo Pasamar, Ignacio Peiró, Alberto Sabio y Rafael Valls (eds.), Usos de la Historia y políticas de la memoria (2004). 53 Aitor Pérez Ruiz, La participación en la ayuda oficial al desarrollo de la Unión Europea. Un estudio para Aragón (2004). 54 Gloria Sanz Lafuente, En el campo conservador. Organización y movilización de propietarios agrarios en Aragón (1880-1930) (2005). 55 Francisco Comín, Pablo Martín Aceña y Rafael Vallejo (eds.), La Hacienda por sus ministros. La etapa liberal de 1845 a 1899 (2006). 56 Pedro Lains, Los progresos del atraso. Una nueva historia económica de Portugal, 1842-1992, traducción de Lourdes Eced (2006). 57 Alessandro Roncaglia, La riqueza de las ideas. Una historia del pensamiento económico, traducción de Jordi Pascual (2006). 58 Kevin H. O’Rourke y Jeffrey G. Williamson, Globalización e historia. La evolución de la economía atlántica en el siglo xix, traducción de Montse Ponz (2006). 59 Fernando Casado Cañeque, La RSE ante el espejo. Carencias, complejos y expectativas de la empresa responsable en el siglo xxi (2006). 60 Marta Gil Lacruz, Psicología social. Un compromiso aplicado a la salud (2007). 61 José Ángel Bergua Amores, Lo social instituyente. Materiales para una sociología no clásica (2007). 62 Ricardo Robledo y Santiago López (eds.), ¿Interés particular, bienestar público? Grandes patrimonios y reformas agrarias (2007). 63 Concha Martínez Latre, Musealizar la vida cotidiana. Los museos etnológicos del Alto Aragón (2007). 64 Juan David Gómez Quintero, Las ONGD aragonesas en Colombia. Ejecución y evaluación de los proyectos de desarrollo (2007). 65 M.a Alexia Sanz Hernández, El consumo de la cultura rural (2007). 66 Julio Blanco García, Historia de las actividades financieras en Zaragoza. De la conquista de Zaragoza (1118) a la aparición del Banco de Aragón (1909) (2007). 67 Marisa Herrero Nivela y Elías Vived Conte, Programa de Comprensión, Recuerdo y Narración. Una herramienta didáctica para la elaboración de adaptaciones curriculares. Experiencia en alumnos con síndrome de Down (2007). 68 Vicente Pinilla Navarro (ed.), Gestión y usos del agua en la cuenca del Ebro en el siglo xx (2008).
69 Juan Mainer (coord.), Pensar críticamente la educación escolar. Perspectivas y controversias historiográficas (2008). 70 Richard Hocquellet, Resistencia y revolución durante la Guerra de la Independencia. Del levantamiento patriótico a la soberanía nacional (2008). 71 Xavier Darcos, La escuela republicana en Francia: obligatoria, gratuita y laica. La escuela de Jules Ferry, 1880-1905, traducción de José Ángel Melero Mateo (2008). 72 María Pilar Galve Izquierdo, La necrópolis occidental de Caesaraugusta en el siglo iii. (Calle Predicadores, 20-30, Zaragoza) (2009). 73 Joseba de la Torre y Gloria Sanz Lafuente (eds.), Migraciones y coyuntura económica del franquismo a la democracia (2009). 74 Laura Sancho Rocher (coord.), Filosofía y democracia en la Grecia antigua (2009). 75 Víctor Lucea Ayala, El pueblo en movimiento. La protesta social en Aragón (1885-1917) (2009). 76 Jesús Gascón Pérez, Alzar banderas contra su rey. La rebelión aragonesa de 1591 contra Felipe II (2010). 77 Gaspar Mairal Buil, Tiempos de la cultura. (Ensayos de antropología histórica) (2010). 78 Marie Salgues, Teatro patriótico y nacionalismo en España: 1859-1900 (2010). 79 Jerònia Pons Pons y Javier Silvestre Rodríguez (eds.), Los orígenes del Estado del Bienestar en España, 1900-1945: los seguros de accidentes, vejez, desempleo y enfermedad (2010). 80 Richard Hocquellet, La revolución, la política moderna y el individuo. Miradas sobre el proceso revolucionario en España (1808-1835) (2011). 81 Ismael Saz y Ferran Archilés (eds.), Estudios sobre nacionalismo y nación en la España contemporánea (2011). 82 Carlos Flavián y Carmina Fandos (coords.), Turismo gastronómico. Estrategias de marketing y experiencias de éxito (2011). 83 José Ángel Bergua Amores, Estilos de la investigación social. Técnicas, epistemología, algo de anarquía y una pizca de sociosofía (2011). 84 Fernando José Burillo Albacete, La cuestión penitenciaria. Del Sexenio a la Restauración (1868-1913) (2011). 85 Luis Germán Zubero, Historia económica del Aragón contemporáneo (2012). 86 Francisco Ramiro Moya, Mujeres y trabajo en la Zaragoza del siglo xviii (2012). 87 Daniel Justel Vicente (ed.), Niños en la Antigüedad. Estudios sobre la infancia en el Mediterráneo antiguo (2012). 88 Jeffrey G. Williamson, El desarrollo económico mundial en perspectiva histórica. Cinco siglos de revoluciones industriales, globalización y desigualdad (2012). 89 Carlos Laliena Corbera, Siervos medievales de Aragón y Navarra en los siglos xi-xiii (2012). 90 Enrique Cebrián Zazurca, Sobre la democracia representativa. Un análisis de sus capacidades e insuficiencias (2013). 91 Ignacio Simón Cornago, Los soportes de la epigrafía paleohispánica. Inscripciones sobre piedra, bronce y cerámica (2013).
92 Ignacio Peiró Martín, Historiadores en España. Historia de la Historia y memoria de la profesión (2013). 93 Gabriel Sopeña Genzor (ed.), Aragón antiguo: fuentes para su estudio (2013). 94 José Antônio de C. R. de Souza y Bernardo Bayona Aznar (eds.), Doctrinas y relaciones de poder en el Cisma de Occidente y en la época conciliar (1378-1449) (2013). 95 Elisabel Larriba, El público de la prensa en España a finales del siglo xviii (17811808) (2013). 96 Emilio Benedicto Gimeno, José Antonio Mateos Royo, La minería aragonesa en la cordillera Ibérica durante los siglos xvi y xvii. Evolución económica, control político y conflicto social (2013). 97 José Ángel Sesma Muñoz, Revolución comercial y cambio social. Aragón y el mundo mediterráneo (siglos xiv-xv) (2013). 98 Alain Hugon, La insurrección de Nápoles, 1647-1648. La construcción del acontecimiento (2014). 99 Arno J. Mayer, Las Furias. Violencia y terror en las revoluciones francesa y rusa (2014). 100 Francisco Javier Ramón Solans, «La Virgen del Pilar dice…». Usos políticos y nacionales de un culto mariano en la España contemporánea (2014). 101 Ángel Alcalde, Los excombatientes franquistas. La cultura de guerra del fascismo español y la Delegación Nacional de Excombatientes (1936-1965) (2014). 102 Raúl Susín Betrán y M.ª José Bernuz Beneitez (coords.), Seguridad(es) y derechos inciertos (2014). 103 María Asunción Bellosta Martínez, Sentir la muerte hoy. El género al final de la vida (2014). 104 Chabier Gimeno Monterde, Buscavidas. La globalización de las migraciones juveniles (2014). 105 Jordi Canal, La historia es un árbol de historias. Historiografía, política, literatura (2014). 106 David Vila Viñas, La gobernabilidad más allá de Foucault. Un marco para la teoría social y política contemporáneas (2014). 107 Javier Rodrigo (ed.), Políticas de la violencia. Europa, siglo xx (2014). 108 Jerònia Pons Pons y Margarita Vilar Rodríguez, El seguro de salud privado y público en España. Su análisis en perspectiva histórica (2014). 109 Fernando Arlettaz, Religión, esfera pública, mundo privado. La libertad religiosa y la neutralidad del Estado en las sociedades secularizadas (2015). 110 Alessandro Roncaglia, Economistas que se equivocan. Las raíces culturales de la crisis (2015). 111 Laura Sancho Rocher (coord.), La Antigüedad como paradigma. Espejismos, mitos y silencios en el uso de la historia del mundo clásico por los modernos (2015). 112 José Ignacio Gómez Zorraquino, Patronazgo y clientelismo. Instituciones y ministros reales en el Aragón de los siglos xvi y xvii (2016). 113 George L. Mosse, Soldados caídos. La transformación de la memoria de las guerras mundiales (2016). 114 Domingo Gallego Martínez, Luis Germán Zubero y Vicente Pinilla Navarro (eds.), Estudios sobre el desarrollo económico español. Dedicados al profesor Eloy Fernández Clemente (2016).
115 Maurice Agulhon, Política, imágenes, sociabilidades: de 1789 a 1989, ed. de Jordi Canal (2016). 116 María José Estarán Tolosa, Epigrafía bilingüe del Occidente romano. El latín y las lenguas locales en las inscripciones bilingües y mixtas (2016). 117 Raanan Rein y Joan Maria Thomàs (eds.), Guerra Civil y franquismo: una perspectiva internacional (2016). 118 Eugenio García Gascón, Sayyid Qutb. Nostalgia del islam (2016). 119 Bernardo Bayona Aznar y José Antônio de C. R. de Souza (eds.), Iglesia y Estado. Teorías políticas y relaciones de poder en tiempo de Bonifacio VIII y Juan XXII (2016). 120 Alexandre Coello de la Rosa y Josep Lluís Mateo Dieste, Elogio de la antropología histórica. Enfoques, métodos y aplicaciones al estudio del poder y del colonialismo (2016). 121 Stéphane Michonneau, «Fue ayer». Belchite: un pueblo frente a la cuestión del pasado (2017). 122 Alessandro Roncaglia, Breve historia del pensamiento económico (2017). 123 Cristina Monge Lasierra, 15M: un movimiento político para democratizar la sociedad (2017). 124 F. Rosario Espinoza Rodríguez, El agua para la producción de energía en Centroamérica. Régimen jurídico (2017).