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Cibercultura y civilización universal
Cibercultura y civilización universal Hacia un nuevo orden cultural
Sonia Valle de Frutos
pensamiento del presente
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1.ª edición: mayo de 2010 2.ª edición: julio de 2011 Diseño de la cubierta: Eva Celdrán Cubierta y maquetación: JesMart
© Sonia Valle de Frutos, 2010 © Erasmus Ediciones, 2010 Muralla dels Vallets, 36 (edificio «Muralla»), local 2 08720 Vilafranca del Penedés (Barcelona) Tel. 93 892 65 92 [email protected] www.erasmusediciones.com
ISBN: 978-84-92806-63-8 Depósito legal: B. 24068-2011 Impreso en Service Point FMI, S.A. Impreso en la UE – Printed in the EU
Ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida, almacenada, transmitida o utilizada en manera alguna ni a través de ningún medio, ya sea electrónico, químico, mecánico, de grabación o electrográfico, sin el consentimiento previo del editor.
Dedicado a mis padres, Charo y Daniel.
Sumario
Prólogo ................................................................................
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Introducción .........................................................................
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Capitulo I. Desde la cultura a la cibercultura ....................... 1 Cultura versus cibercultura ............................................. 1.1 Definición y propuesta conceptual ........................... 2 Reflexiones teóricas sobre cibercultura: antropología de la cibercultura, ciberantropología .............................. 2.1 Nuevo modelo cultural ............................................. 2.2 Cultura naciente y producto cultural ........................ 3 El estudio de la cibercultura desde la comunicación social digital .................................................................... 3.1 Cibercultura popular ................................................. 3.2 «Cyberculture studies» ............................................. 3.3 «Critical cyberculture studies» .................................. 3.4 Estudios latinoamericanos ........................................
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Capítulo II. Desde la civilización a la civilización digital ...... 1 Civilizaciones y civilización digital, civilización colectiva universal ........................................................... 1.1 Tipología de civilizaciones ........................................ 1.2 Desarrollo de las civilizaciones ................................. 2 «Civilización digital: civilización de la mente» .................
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2.1 Fronteras tecnológicas y lingüísticas ......................... 2.2 Comunicaciones horizontales .................................... 3 Civilización colectiva universal .......................................... 3.1 Procesos de transvaloración y fondo común civilizatorio .......................................................................
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Capitulo III. Desde los procesos de transculturación .......... 1 Origen y evolución del término ....................................... 1.1 Procesos de «aculturación» ....................................... 1.2 El término «transculturación» .................................... 2 Definición y características de los procesos de transculturación ............................................................... 3 Principios de la transculturación ...................................... 3.1 La transmigración ...................................................... 3.2 Principio de selectividad ........................................... 3.3 Grado de aceptación y resistencia ............................ 3.3.1 «Focus» ................................................................... 3.3.2 «Hábitat» y circunstancias históricas ...................... 3.3.3 Endoculturación ...................................................... 3.4 Grado de permeabilidad ...........................................
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Capítulo IV. A la cibertransculturación ................................. 1 ¿Podemos diferenciar los procesos de transculturación de otros fenómenos culturales? ................................................. 1.1 Multiculturalismo: acepción demográficadescriptiva ....................................................................... 1.2 Multiculturalismo: acepción ideológica-normativa ... 1.3 Multiculturalismo: acepción programático-política ... 2 ¿Posible cibertransculturación? ........................................ 2.1 Redes ciberculturales ................................................ 2.2 Nuevas formas de comunicación ...............................
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Sumario
Capítulo V. Alcance de la dimensión cultural en la Unión Europea ............................................................................ 103 1 La dimensión cultural y el concepto de cultura ............... 104 2 Programas marco: desde Cultura 2000 a 2013 ................ 106 3 Agenda Europea para la Cultura en un Mundo en vías de Globalización: promoción de la diversidad cultural y el diálogo intercultural ..................................................... 110 4 Midiendo la cultura y las relaciones interculturales ......... 111 Capítulo VI. Alcance de la dimensión cultural en la Organización Educativa, Científica y Cultural de las Naciones Unidas (UNESCO) ............................................ 117 1 Enfoques sobre la diversidad cultural .............................. 117 2 Definición de cultura en Mondiacult ................................ 120 3 Nuevo Orden Mundial de la Información y la Comunicación (Informe MacBride) .................................. 121 4 Declaración Universal de la Diversidad Cultural .............. 123 5 Informe Mundial sobre la Diversidad Cultural ................. 124 6 Midiendo la cultura .......................................................... 126
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Prólogo Adalberto Santana1
En el proceso de globalización, las tecnologías de la información y la comunicación han generado entre los seres humanos una gran revolución en la manera de comunicarse, relacionarse, acceder, apropiarse y transmitir la información, lo que ha hecho surgir nuevos escenarios sociales, políticos, económicos y culturales en el interior de casi todas las naciones del mundo. Ahora múltiples dimensiones contemporáneas reformulan y reconceptualizan también el pensamiento en torno a las identidades del siglo XXI. En las llamadas economías desarrolladas la modernidad se ha desplazado al entorno de esas redes. El contexto que permite esta interacción es el llamado espacio ciber; denominado así porque proviene del concepto de cibernética, refiriéndose a un sistema estructurado y ordenado de lenguajes y técnicas en las que el hombre se relaciona con las máquinas. Según el sociólogo, filósofo y lingüísta Derrick de Kerckhove,2 desde las computadoras se ha configurado un lenguaje hegemónico: el digital. En la mayoría de los países la cultura, como «forma de vida», no se presenta de manera homogénea, sin embargo, en el mapa virtual se manifiesta en una dimensión funcional de identidades colectivas. 1 Director del Centro de Investigaciones sobre América Latina y el Caribe (CIALC), UNAM. 2 Cf. Entre otros trabajos de Derrick de Kerckhove, La piel de la cultura: investigando la nueva realidad electrónica, Gedisa, Barcelona, 1999.
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Así, Sonia Valle de Frutos, en la obra que aquí presentamos, nos explica que este proceso se da a través del contacto permanente entre las culturas, bajo el concepto de la comunicación social. También señala que esta interacción tiene consecuencias. Es decir, que sus resultados se perciben en las creaciones sociales, que a su vez producen transformaciones e identificaciones generacionales, aportando y modificando las formas de vida. Por la realidad tecnológica en la que se desarrolla ese proceso, éste ha sido denominado cibercultura. Con la irrupción de la sociedad de la información, diversos intelectuales apuntan que entramos en un período de individualismo feroz, estimulado en gran medida por el «traslado» de parte de la vida a las redes telemáticas y a la esfera de lo virtual. Esto provoca el estudio y el desarrollo de la teoría de este fenómeno. Se busca comprender cómo se desarrolla la cibercultura en los países desarrollados para, de esta manera, encontrar las diferencias del papel que desempeña en los países no desarrollados. Asimismo, otro objetivo de estudio es identificar las características básicas que presentan tres niveles de relaciones: las microsociales (entre amigos), las mesas sociales (comunidad, regional, civiles) y las macrosociales (nacional y transnacional). En esos niveles de relación aparecen modelos nuevos de orden cultural, que ceden por la presencia de la comunicación sincrónica propia de las culturas no escritas. La cibercultura encarna la transmisión de forma horizontal, simultánea y puramente espacial, que a su vez desencadena una cultura de la cibercultura, que tendencialmente podrá dejar de ser hegemónicamente grafocéntrica. Bajo este esquema, la información y el conocimiento encuentran el espacio ideal para reproducirse rápidamente en amplios espacios, y se ven reflejadas en múltiples proyectos de carácter 14
Prólogo
regional y general, en documentos de organizaciones internacionales, bloques de países y aún países individuales. De esta manera, una sociedad con predominio de la tecnología no puede llegar a ninguna parte si ésta no va acompañada de la información que lleva al conocimiento.3 A partir de aquí, se añade al desarrollo de esta investigación el concepto de comunidades virtuales, que son el resultado de la unión de las comunicaciones en las redes sociales. Las personas emprenden movilizaciones colectivas con un sentido de pertenencia y pertinencia, y también con una identidad social; asimismo intercambian apoyos, informaciones e ideas que posibilitan medios de organización de manera coordinada y novedosa. Como cualquier conducta humana, estas acciones evolucionan y van buscando la relativa perfección, hecho que encuentra impulso por la misma sociedad de consumo y en la innovación tecnológica. Es decir, la consunción de productos, equipos y software, como instrumentos de producción digitales. Por su formación, nuestra autora no rehúye en el presente trabajo el análisis de civilización, lo cual hace de forma excelente acudiendo al historiador inglés Arnold Toynbee. Destaca los tres elementos que componen toda civilización: el político, el económico y el cultural, que conforme a su evolución ocupan un lugar en la historia. Para ello, en esta obra que prologamos se recorren diversas civilizaciones, describiendo algunas de sus características culturales, sus etapas de crecimiento y desarrollo hasta llegar a la civilización digital o, si se prefiere, cibercivilización. Nuevamente el punto donde converge el intercambio cultural es el ciberespacio, que ahora se presentará como una gran cultura virtual originada desde la civilización del llamado libre Cf. Estela Morales Campos (coordinadora), Infodiversidad y cibercultura. Globalización e Información en América Latina, Alfagrama Ediciones, México 2006. 3
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mercado, y que se producirá desde el ámbito de las relaciones internacionales de forma global mediante grandes desplazamientos humanos de un lugar a otro del planeta. Esta civilización digital se distingue como un espacio de conocimiento, pero también de los niveles del conjunto cibernético. Podría decirse que con ello emergen nuevas cadenas o adicciones a este mundo virtual. La reflexión, la interacción y la cooperación surgen en él. La libertad y la igualdad son valores relativos que se transforman de culturales a civilizatorios. Este ejercicio de transvaloración se traduce en procesos de transculturación. La aportación de la presente obra ofrece al lector una serie de pistas que obligan a la reflexión sobre el fenómeno del ciberespacio, la cibercultura, las comunidades virtuales y la civilización digital, todos ellos procesos entre humanos que, con su acción e interacción, han provocado nuevas formas de encuentro para la deliberación, la participación y la comunicación. La socialización de estos contactos genera actitudes colectivas que, a su vez, representan una nueva expresión de la cultura política e inéditas formas de democracia participativa, así como comportamientos políticos que fundamentan novedosas estructuras culturales. Por todo lo anterior, Cibercultura y civilización universal. Hacia un nuevo orden cultural de Sonia Valle de Frutos, es una obra de lectura imprescindible, después de la cual podremos hacer una profunda y necesaria reflexión para visualizar hacia dónde va este joven pero muy dinámico siglo XXI.
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Introducción
Sugerir mapas abiertos de reflexión y discusión, que permitan futuras exploraciones sobre la dimensión cultural y comunicativa en la sociedad internacional, es una de las pretensiones de este libro. Si bien esta cuestión fue analizada por los estudios clásicos a partir de los conceptos de cultura y civilización en mi anterior obra, Cultura y civilización. Un acercamiento desde las ciencias sociales,1 la presente, siendo una continuidad,2 se acerca más profundamente a la dimensión dinámica dada por el actual proceso irreversible de transculturación, provocado por la inmensa interacción cultural que ofrecen las nuevas formas de comunicación social internacional. Esta obra supone una revisión de los escenarios teóricos que clásicamente han estudiado a las culturas y civilizaciones desde diferentes doctrinas, añadiendo sus transformaciones con el advenimiento de las creativas posibilidades que ofrecen las nuevas tecnologías de la información. Se presenta el estado de la cuestión de las culturas y ciberculturas en los actuales estudios comunicativos y culturales, así como apunta herramientas de trabajo para futuras investigacio1 Cultura y civilización. Un acercamiento desde las ciencias sociales, Biblioteca Nueva, Madrid, 2008. 2 Recoge reflexiones y líneas de investigación fundamentales que quedaron sin resolver en mi Tesis Doctoral: «Teoría de la transculturación: comunicación y desarrollo» (2004), dirigida por Rafael Calduch Cervera (Sección Departamental de Dº Internacional Público y Relaciones Internacionales (Estudios Internacionales), Facultad de Ciencias de la Información, Universidad Complutense de Madrid).
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nes de aplicación teórica. Podemos apreciar cómo en determinados casos es muy necesario y útil recuperar teorías clásicas que siguen aportado soluciones las diferentes problemáticas que van surgiendo con el desarrollo de la red. Este libro intenta rescatar y desarrollar conceptos como el de «civilización digital», sostener otros como el de «cultura digital», «cibercultura», «culturas virtuales», y proponer nuevos como el de «cibertransculturación». Uno de los objetivos deseables de las ciencias sociales, y lo es también en este trabajo, es lograr efectuar una medición de los fenómenos a estudiar. Desde los organismos y organizaciones internacionales los esfuerzos por encontrar indicadores que reflejen la realidad cultural y cibercultural han sido bastante tímidos por la complejidad que conlleva. Es más, los últimos informes delatan la incapacidad para lograrlo y el acuerdo por mostrar los rasgos culturales y comunicativos de una forma cuantitativa.
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Capítulo I Desde la cultura a la cibercultura
Introducción Los estudios sobre la «cibercultura» han logrado aglutinar disciplinas que tradicionalmente se han construido a base de fronteras impermeables: antropología, comunicación social y sociología. La comprensión de las transformaciones tecnológicas han empujado inevitablemente a estudios donde se mezclan teorías y métodos para dar respuesta a las nuevas realidades sociales digitales. Por otro lado, las ciencias que originariamente han tenido como objeto de estudio las culturas, como la antropología, han evolucionado hacia otras disciplinas o subciencias. Han pasado cerca de veinte años desde que aparecieron los primeros trabajos que empezaban a crear el concepto de cibercultura desde la disciplina de la antropología de la cibercultura, que dio lugar a la ciberantropología como marco de estudio en cuanto a objetivos y a la ciberetnología como método de análisis y que ya hacían mención de un «nuevo orden cultural» (Escobar, 1994). Uno de los avances fundamentales que supone para la antropología clásica el planteamiento de la antropología de la cibercultura es la oportunidad de renovarse disolviendo categorías que han dificultado su desarrollo como disciplina social, entre ellas, lo moderno frente a lo salvaje, lo civilizado frente a lo incivilizado. 19
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Fue a principios de los años noventa cuando, paralelamente, surgieron también los trabajos desde la comunicación social que reflejaban el comienzo de una nueva disciplina denominada «cibercultura», y que dio paso a principios del siglo XXI a los «internet studies». Sin embargo, ambos enfoques siguen desarrollando proyectos conjuntamente. Conceptos como «culturas virtuales» están empleándose actualmente para dar respuesta a los fenómenos surgidos de la red y se hace referencia también a un «nuevo ecosistema comunicativo» (Barbero, 2009). A mediados de los años noventa también nacen, desde la sociología, análisis que marcan un salto cualitativo a las anteriores escuelas funcionalistas y estructuralistas con el concepto de «cultura de la virtualidad» (Castells, 1996) y actualmente algunos estudios apuntan hacia un análisis más tecnosocial donde la cultura no aparece como centro de estudio, y otros hacia el análisis de las redes internacionales. Podemos apreciar que todavía el enfoque teórico cibercultural no se ha agotado. Sigue planteando cuestiones, a pesar de que hay críticos que anuncian un exceso de reflexión frente a una evidencia empírica. Podríamos decir que existe una descompensación entre el marco teórico y la aplicabilidad, así como ausencia de estudios cualitativos y cuantitativos. Tal vez sea un buen momento de evaluar todas las corrientes que han trabajado la temática sobre la cibercultura dado que ya empezamos a tener un poco de perspectiva histórica para analizarlas.
1 Cultura versus cibercultura La mayoría de los investigadores afirman que las tecnologías de la comunicación han creado un cambio sin precedentes en lo 20
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que se entiende por cultura. Si bien ha sido un tema de mucho desencuentro entre las disciplinas, ahora la dispersión se profundiza desde que incorporamos el ciberespacio como aquel lugar donde también hay existencia cultural. Los diversos usos que se le han otorgado al concepto de «cibercultura» no han facilitado el camino. No por ello podemos dejar de plantear y aportar sus diferencias y similitudes con el concepto de «cultura». Partiendo, en primer lugar, de describir las manifestaciones y elementos que fundamentan a las culturas y, a veces, a las ciberculturas, propondremos un concepto de cultura que, intentando ser lo más abierto posible, abarcará aspectos multidisciplinares que permitan ser referente para futuros estudios. No obstante, le corresponde una autonomía como fenómeno social a describir, por lo que se expondrán diferentes formas de enunciarla conceptualmente. A pesar de que sin lugar a dudas las teorías sobre las culturas han sido y son un campo inagotable de estudio donde cada vez existe menos posibilidad de crear aportaciones novedosas, existe un aspecto que todavía persiste poco perfilado por su complicidad en la delimitación del concepto de cultura y cibercultura, nos referimos a su carácter multidimensional. Revisando los principales autores que tratan el tema desde la historia, la antropología, la comunicación, la sociología y la filosofía, apreciamos tres dimensiones culturales comunes que nos pueden servir como herramientas para el estudio de ambas realidades culturales: manifiesta, encubierta y comunicativa. Comenzando por autores clásicos pertenecientes al ámbito de la antropología, los trabajos de Ralph Linton,1 nos muestran LINTON, R., The Cultural Background of Personality, Appleton-Century C. Nueva York-Lontres, 1ª ed., 1945 (traducción al castellano de Javier Romero, Cultura y personalidad, Fondo de Cultura Económica, México, 5ª reimpresión, 1969, pág. 51). 1
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que el concepto de cultura presenta dos aspectos o dimensiones. Por un lado, el «aspecto manifiesto» que hace referencia a aquellos lados «concretos y tangibles» que incluyen la cultura material, en cuanto al conjunto de resultados derivados de la interacción del individuo con el medio y del aprendizaje consiguiente por instrucción o imitación, y la conducta manifiesta, formada por el conjunto de pautas de respuestas habituales. Es decir, la cultura aporta a la sociedad tres tipos de técnicas:2 técnicas para incorporar nuevos individuos; técnicas para recompensar la conducta socialmente deseable y pautas de conducta que deben estar ajustadas unas con otras de forma que se eviten los conflictos e impida que los resultados de una pauta de conducta anulen los de otra. Por tanto, la cultura presenta la función de regular y organizar los modos de actuación de sus miembros de una forma determinada. Es imprescindible tener en cuenta la valoración de estas técnicas sociales en el estudio de las comunidades online, puesto que fácilmente pueden expresar elementos del comportamiento de las culturas offline. Por otro lado, el «aspecto encubierto» hace referencia a aquellos fenómenos psíquicos que comprenden tanto los conocimientos, el sistema de valores, las actitudes –y debemos añadir, las creencias–, que forman parte de los miembros de una sociedad y que pueden ser estudiados tanto para describir las culturas como las ciberculturas. Desde los estudios de la historia, Oswald Spengler3 nos presenta, por un lado, la distinción entre «cultura real» y «cultura posible». La primera se refiere a la manifestación de la cultura, a su existen LINTON, R., Cultura... op. cit., pág. 38. SPENGLER, O., Der Untergang des Abendlandes, Ed. C. H. Beck´sche Verlagsbuchhandlung, München, 1921 (traducción de Manuel G. Morente, La decadencia de Occidente. Bosquejo de una morfología de la historia universal, Colección Austral, 2ª ed., 2002, vol. I, págs. 135 y 159). 2 3
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cia en el espacio a partir de actos, opiniones, religión y Estado, arte y ciencias, pueblos y ciudades, formas económicas y sociales, idiomas, derechos, costumbres, etc. La existencia de la cultura en otro tipo de espacio, el ciberespacio, constituye la cultura virtual que, siendo real, es proyección y reflejo de la primera. Mientras que la «cultura posible» comprende el conjunto de posibilidades interiores para evolucionar y desarrollarse una determinada cultura. Por otra parte se distingue la «cultura creadora», que correspondería a la «cultura posible», y la «cultura creada», que se refiere a la «cultura real» o a las formas en que se manifiesta la cultura. En otras palabras, la cultura que construye, nos muestra el aspecto dinámico, potencial y probable de la cultura, mientras que la ya construida nos conduce al aspecto estático y manifiesto que se presenta en un momento determinado de la evolución de la cultura. Desde estudios comunicativos, Cee J. Hamelink4 nos muestra que «el sistema cultural de una sociedad está comprendido por tres tipos de relaciones adaptativas e indirectas que [cada sociedad] tiene para sobrevivir y adecuarse a su ambiente»: a) instrumentales, o las técnicas que el ser humano desarrolla y aplica, es decir, sería la cultura material. Jamás podría ser tangible en el ciberespacio; b) simbólicas o los símbolos con los que el ser humano se comunica. Éstos se pueden manifestar de forma online como offline; y c) sociales, o los patrones de interacción social que las personas crean para alcanzar variados objetivos vitales. Aquí incluimos la multitud de comunidades virtuales y la diversidad de éstas en función de los intereses y formas de encuentro del «otro». HAMELINK, C. J. Cultural autonomy in global communications, Longman Inc. Nueva York, 1983, pág. 1. 4
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Por último, desde los estudios de la sociología, Castells concede a su enfoque cultural tres dimensiones: a) la dimensión material o cultura material que hace referencia a la tecnología, o «el uso del conocimiento científico para especificar modos de hacer cosas de una manera reproducible»,5 en cuanto a permite valorar la capacidad de las sociedades para transformarse; b) la manifestación institucional o la inserción de las culturas en las instituciones u organizaciones determina el carácter diferencial de la evolución de las culturas, así como sus respectivas configuraciones espacio-temporales, es decir, su historia particular; y c) la dimensión comunicativa que permite la transmisión, mediatización y difusión de las culturas comprende al menos cuatro modos comunicativos: la comunicación real o interpersonal, la comunicación a través de los medios de comunicación, la comunicación a través del ordenador y la comunicación a través del sistema integrado. En resumen, Linton y Spengler nos muestran las dos dimensiones fundamentales en que se desarrollan las culturas, es decir, su parte manifiesta, real o creada, y su parte encubierta, potencial o creadora. Sus estudios nos permiten aplicar de forma simultánea al concepto de cultura tanto en su dinámica como en su dimensión estática. La diferencia entre la cultura y la cibercultura estaría en el grado de evolución, ritmo, cambio y velocidad de desarrollo, entre otras. La última tendría un mayor dinamismo. Desde el lado interno ambas presentan características comunes. Sin embargo, es necesario poner los límites, las fronteras descriptivas para poder denominar «culturas» a los CASTELLS, M., The Information Age: Economy, Society and Culture, vol. I: The Rise of the Network Society, Edit. Blackwell Publishers Inc. Cambridge, Massachusetts, 1996 (traducción al castellano de Carmen Martínez Gimeno, La era de la información: Economía, sociedad y cultura, vol I. La sociedad Red, Alianza, Madrid, 1ª ed. 1997, 5ª reimpresión, 2000, pág. 56). 5
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«fenómenos» que surgen en el ciberespacio, y valorar si existe en el ciberespacio la misma problemática que en la realidad offline donde no siempre coinciden las culturas con las comunidades y/o identidades. Si consideramos que el mapa virtual es un espejo del «real» con las mismas reglas que tradicionalmente han caracterizado a las culturas, entonces llegamos a la conclusión de que existen muchas culturas pero pocas ciberculturas. Sin embargo, es imprescindible establecer la relación entre estas dos dimensiones, manifiesta y encubierta, ausente en los autores anteriores, pero que sí manifiesta en los estudios de Castells y Hamelink, a partir de añadir una tercera dimensión, la comunicativa o simbólica, que desempeña la función de vincular la «cultura creada» con la «cultura creadora». Función también presente entre las culturas y ciberculturas. En conclusión, otorgamos al concepto de cultura y cibercultura tres dimensiones. En primer lugar, la dimensión «manifiesta» que incluye tres aspectos. Por un lado, la denominada «cultura material» o aquellos aspectos tecnológicos que permiten que las culturas y ciberculturas se desarrollen y se adapten unas a otras. Por otro lado, la manifestación de las culturas a través de las instituciones u organizaciones que facilitan el desarrollo de patrones de interacción cultural para alcanzar objetivos vitales. Y, por último, las conductas manifiestas como la dimensión funcional de las identidades colectivas. Esta dimensión manifiesta corresponde con la denominada por Spengler «cultura real», «cultura creada» o el «cuerpo» de la cultura, y corresponde a las relaciones instrumentales y sociales adjudicadas por Hamelink. En segundo lugar, la dimensión «encubierta», que comprende los conocimientos, los sistemas de valores, las actitudes, constituye el «alma colectiva» o la identidad colectiva como reflejo de la potencialidad interior que posee cada cultura y ciber25
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cultura. Considerando que las variables de las identidades, sus funciones y sus significados, van entrelazadas, en este esquema multidimensional referimos las «funciones» a la dimensión «manifiesta» de la cultura y/o cibercultura, mientras que los «significados» a la «encubierta». Por otro lado, debemos también recordar que la «identidad cultural» es un rasgo universal del ser humano, así como otras «necesidades universales»6 señaladas por Linton: la necesidad de respuesta emotiva, la necesidad de seguridad a largo plazo, que da lugar a conductas previsoras, y la necesidad de experimentación de la novedad. En tercer lugar, la dimensión comunicativa de las culturas se puede describir a partir de la definición de «comunicación social» de Beltrán (1967), que salva alguna de las limitaciones que suelen realizarse por los estudiosos de la comunicación, como es el no relacionar el concepto de comunicación con cultura, pero sin embargo, por las circunstancias históricas en que se creó –todavía no existía la red de internet–, es incompleta al no abordar una nueva modalidad de transferencia de información: many to many («de muchos a muchos»): «Todo proceso de contacto social –directo e indirecto– que comprende una transferencia efectiva de información, efectuada entre un término emisor y otro receptor, por medio de técnicas codificadoras precisas, comunes a ambos (lo que implica una cierta comunidad de cultura), a través de medios comunicantes, independientemente de las formas, contenidos, sentidos, efectos y contextos sociales en que se realice, variables todas ellas por las cuales está necesariamente condicionado».7
LINTON, R., Cultura… op. cit., págs. 21-25. BELTRAN, L., «Comunicación social y desarrollo (la comunicación social en los nuevos países africanos)», Revista Española de la Opinión Pública, vol. 9 (julio-septiembre, 1967), pág. 107. 6 7
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Consideramos que esta definición de los años sesenta, a pesar de que está elaborada a partir de las características de los medios de comunicación africanos, y tal vez precisamente por eso, resulta llamativa, significativa, pertinente, que refleja de forma bastante completa los ingredientes fundamentales de lo que actualmente podemos considerar «comunicación social» en su más amplio sentido. Si la comparamos con una definición actual de comunicación social digital que surge de la mano de los nuevos medios de comunicación, vemos que ambas definen ésta como un «proceso», es decir, como algo evolutivo, característica fundamental para entender la génesis de la comunicación humana. La diferencia se encuentra en que una pone el énfasis en la técnica y la otra en el social, por lo que ambas son complementarias. Según Scolari (2009), la comunicación social digital se entiende como «el proceso tecnológico que reduce el texto en algo que puede ser fácilmente fragmentado, manejado, unido y distribuido que permite las interrelaciones, multimedia, comunicación colaborativa e interactiva».8 Otro dato relevante de la definición de Beltrán (1967) es la condición de que exista una «cierta comunidad de cultura» para que pueda efectuarse la comunicación social. Este rasgo anticipa una de las conclusiones que Castells (2009) expone en uno de sus recientes estudios cuando afirma que «la cultura común de la sociedad red global es una cultura de protocolos que permite la comunicación entre diferentes culturas sobre la base no necesariamente de valores compartidos, sino de compartir el valor de la comunicación. Esto quiere decir que la nueva cultura no está basada en el contenido, sino en el proceso». ������������������������������������������������������������������������ SCOLARY, C. A. (2009), «Mapping conversations about new media: the theoretical field of digital communication», New media & Society, 11 (6), págs. 946-947. 8
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1.1 Definición y propuesta conceptual Otro de los aspectos que hacen difícil realizar una definición de cultura, aparte de su multidimensionalidad, que se acaba de exponer, es su carácter polisémico, debido a los distintos enfoques y usos que cada disciplina social le otorgan. Intentando superar estas dificultades, y otras, como el estudio de sus relaciones, se propone a continuación una definición que aglutina los componentes y rasgos fundamentales que integran las culturas, porque tal y como apuntaba Spengler, «las culturas son lo primero; luego vienen las relaciones».9 Por tanto, definimos la cultura, desde un sentido amplio, como los procesos a través de los cuales los seres vivos, de forma colectiva, se comunican, crean formas de vida, comparten historia, y dan sentido o conciencia de su existencia a partir de su experiencia transmitida de forma intergeneracional y espaciotemporal. Entendemos la cultura como «proceso» desde dos ámbitos. En primer lugar, en el sentido de que el ser humano es incapaz de vincularse a la realidad directamente, puesto que la realidad es inferencial. En segundo lugar, la cultura se transmite a través de diferentes formas o lenguajes y lo que distingue una cultura de otra son fundamentalmente los diferentes medios que utiliza para expresarse y comunicarse a través del espacio y el tiempo. Entendemos la cultura como «forma de vida» en el sentido que le otorgan los antropólogos, es decir, la cultura se desarrolla a partir de crear diferentes modos y medios de vida que permiten relacionar a los seres vivos de una forma peculiar dando un sentido particular a su existencia. SPENGLER, O., La decadencia de Occidente... op. cit., vol. II., pág. 100.
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Entendemos la cultura como «historia compartida» en el sentido referido por los historiadores, es decir, la historia es «colectiva», tal y como apunta Braudel al afirmar que la historia no es el relato de los acontecimientos, como tampoco es solamente la medida del hombre y del individuo, sino de todos los hombres y de las realidades de su vida colectiva.10 La historia colectiva es, pues, la de las condiciones de vida material y de los períodos sucesivos de nuestra vida moral colectiva. Entendemos por cultura el «marco de la comunicación social» en el sentido de que la comunicación de una sociedad está marcada por los procesos culturales que la constituyen y viceversa. Para que una comunicación pueda llevarse a cabo eficazmente es necesario que exista una base cultural común capaz de compartir unos valores que permitan la viabilidad de la codificación y descodificación de los mensajes, es decir, la comprensión. Por último, entendemos por cultura la fuente de donde emana la identidad o conciencia de sí mismo a partir de las elecciones y acciones que las personas van haciendo y creando desde la experiencia. En palabras de Bell: «la experiencia es la gran fuente de la autoconciencia, la confrontación del yo con otros».11 De ahí que la identidad surge entre quienes tienen experiencias comunes para hallar significados comunes. Así pues, el sentido de «generación» y de grupo es el centro distintivo de la identidad y la fuente estructural de confirmación de uno mismo a partir de la cual se transmite y se aprende BRAUDEL, F., Les ambitions de l´Histoire, Éditions de Fallois, París, 1997 (traducción de Mª José Furió, Las ambiciones de la historia, Crítica, Barcelona, 2002, pág. 28). 11 BELL, D., The Cultural Contraditions of Capitalism, Basic Books Inc., Nueva York, 1976 (traducción de Néstor A. Mínguez, Las contradicciones culturales del capitalismo, Alianza Universidad, 1ª ed. 1977, 3ª reimpresión 1989, pág. 95). 10
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la cultura bajo las variables del espacio y del tiempo. A esta característica también hay que añadir que las generaciones se comunican y transmiten la memoria colectiva de forma filtrada, lentamente, relevando los conocimientos desde una determinada época hacia otra. Con respecto al término de cibercultura se ha venido empleando definiciones desde varios enfoques. Una de las que atiende a los rasgos generales que el espacio virtual condiciona para su creación, y que aprecia elementos comunes al concepto que se ha propuesto de «cultura», marcando clara coherencia, es la de Figueroa (2001):12 «Cibercultura. Para nuestros propósitos este término se refiere a los modos de vida, las formas de construcción del self y del otro, así como las formas en las que fluyen transversalmente las dimensiones política y económica en la espiral de dominación/resistencia dentro de este nuevo y escurridizo escenario también llamado cyberspace o ciberespacio. [...]. En su sentido más abarcador remite a toda forma de comunicación mediada por redes de computadoras (CMC), ya sea en tiempo diferido –como cuando utilizamos el correo electrónico– o en tiempo sincrónico, como cuando sostenemos una conversación en un chat room de Internet Relay Chat». Esta definición marca las líneas de reconocimiento de las ciberculturas comunes a las culturas: los «modos de vida», la comunicación social e identidad a lo que faltaría añadir el carácter histórico o la vida colectiva que se desarrolla en las mismas, dimensión que se completa con el concepto de «cultura digital» de Martín Barbero13 (2009), que desde el campo de la comuni-
12 FIGUEROA SARRIERA, H. J., Curso de Cibercultura, http://home.coqui.net/hfiguero/ciber.htm. 13 MARTIN BARBERO, J. (2009), «Digital Convergence in Cultural Communication», Popular Communication, 7: 3, pág. 154.
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cación, se referiere a las modalidades de interacción con redes de información que las comunidades eligen y desarrollan, de las transformaciones que su uso introduce dentro de la vida colectiva, y de los nuevos recursos, tanto técnicos como humanos, que son requeridos para hacer estas interacciones socialmente creativas y productivas. Por tanto, cada comunidad crea, le corresponde, una determinada cultura virtual con una «vida colectiva» con unos medios tecnológicos como humanos para poder llevar a cabo comunicaciones, interrelaciones entre ellas. En ambas definiciones, «cultura» y «cibercultura», el objeto de estudio son las comunidades y/o redes, y presentan como condición el aspecto colectivo propio de cualquier agrupación humana. El concepto de «cultura virtual» pone el énfasis en los medios, en el aspecto dinámico que propicia la red a través de los múltiples tipos de interacciones, tanto internos como externos, con la propia «cultura» y, en consecuencia, transformaciones. Este último aspecto es especialmente remarcado por la mayoría de los estudiosos de las ciberculturas. Los conceptos de «cultura», por otro lado, suelen hacer hincapié en los resultados, en las creaciones sociales, como los modos de vida e identidades. En la realidad ambas culturas son dinámicas y producen transformaciones, a pesar de que los ritmos puedan ser desiguales, sin embargo, la mayoría de los teóricos no han apreciado la importancia de observar las culturas como procesos continuos y las han descrito desde sus «status» o puntos fijos desde el punto de vista histórico, como si las culturas parecieran inamovibles. Una de las razones se debe a que las ciberculturas no presentan en todos los casos una continuidad intergeneracional, necesaria sin embargo en la constitución de las culturas. En la cultura que se forma en la red se entrelazan las 31
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generaciones compartiendo espacios comunes de interacción donde la comunicación, bien simultánea y/o diacrónica, puede romper el sentido del tiempo. Las posibles relaciones que puedan existir entre las culturas y ciberculturas están por estudiarse y definirse de una forma profunda. Pérez Tapias14 las menciona: «La nueva sociedad y su cultura incipiente constituyen el nuevo “������������������������ ������������������������� mundo digital����������� “���������� : el digitalismo es, pues, su más marcada seña de identidad [...] por eso nos podemos referir con toda razón a nuestra cultura contemporánea con la expresión “cultura digital“, conscientes de que no se trata de una forma de cultura que acaba con la anterior o que la absorbe hasta anularla, sino sabiendo que la tecnología digital, además de lo nuevo que aporta, modifica todo lo existente hasta cualificar a la cultura en su conjunto. El resultado de todo ello es lo que también se viene denominando cibercultura, que se puede concebir como la compleja realidad a la que van dando lugar las transformaciones tecnológicas actuales, cuyos efectos se van extendiendo reticularmente por todos los ámbitos de nuestra vida».
2 Reflexiones teóricas sobre cibercultura: antropología de la cibercultura, ciberantropología Si bien el vocablo «cibercultura» ha sido uno de los más expuestos durante los años noventa, tal vez ahora, con relativa distancia histórica, podamos valorarlo de una forma más aproximada a partir de los usos que cada disciplina social le ha otorgado. A pesar de que ha pasado más de una década, no PEREZ TAPIAS, J. A. Internautas y náufragos, la búsqueda de sentido en la cultura digital, Trotta, Madrid, 2003, pág. 20. 14
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han sido tantos los trabajos que hayan aportado avances sustanciales más allá de los reflexivos, como tampoco que hayan aparecido estudios con mapas teóricos que clarifiquen esta área de investigación. A finales de los años cuarenta el matemático Norbert Wiener estableció el prefijo cyber para acuñar la palabra cybernetics15 con el objetivo de definir la ciencia de la interacción entre el hombre y la máquina. Para ello se inspiró en la palabra griega kybernetes, que hace referencia al trabajo de un «pilot» o «speerman». El término cibercultura deriva de la noción de «ciberespacio», mencionada por primera vez en la obra de ciencia ficción Neuromancer, de William Gibson (1984). El prefijo cyber sigue siendo usado para hacer referencia a actividades y movimientos sociales llevados a cabo a través de internet, como «ciberactivismo», «ciberart», «ciberpunk». Cibercultura como término ha sido y sigue siendo usado, a grandes rasgos, por los académicos de la antropología para hacer referencia al impacto de internet en la sociedad, visto como un nuevo campo de investigación interdisciplinar basado en análisis culturales de las tecnologías de la información y la comunicación. Uno de los primeros que marcará un antes y un después en la conceptualización de la cibercultura es el de Arturo Escobar plasmada en «Notes on the Anthropology of Cyberculture», de 1994, donde a favor de un «nuevo orden cultural» nos presenta un análisis sobre la posible articulación de esta nueva 15 Véase la cibercultura como cibernética, construida por tres dimensiones: la información, la comunicación y el conocimiento, de Galindo Cáceres, Luis Jesús, 2003, Cibercultura en la investigación. Intersubjetividad y producción de conocimiento, Revista TEXTOS de la CiberSociedad, 3. Temática Variada. Disponible en http://www. cibersociedad.net: http://www.cibersociedad.net / textos / articulo.php?art=11.
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disciplina basada en la ciencia, la tecnología y estudios de la sociedad. La naturaleza de la cibercultura hace referencia a las nuevas tecnologías desde dos puntos de vista: por un lado, la inteligencia artificial, como los ordenadores y las tecnologías de la información que conlleva un régimen de tecnosociabilidad. Por otro lado, la biotecnología, que dando lugar a una biosocialidad implicaría cuestionarse qué nuevas formas de construcción social de la realidad son introducidas por las nuevas tecnologías, qué conceptos y métodos establecidos de la antropología son apropiados para el estudio de la cibercultura materializada en las nociones de comunidad, visión, identidad, cuerpo, etc. Por otro lado, su mapa de la cibercultura se extiende a otros niveles. Desde un lado macrosocial plantea la clásica problemática de las relaciones de las culturas minoritarias con las tecnologías en cuanto al tipo de apropiaciones, resistencias o innovaciones. También los posibles efectos tecnológicos sobre los países en desarrollo, desde destrucción, hibridización, homogeneización y creación de nuevas diferencias, así como el encuentro norte y sur y su mediación con las tecnologías. Sin embargo, si bien esto sería un ámbito de estudio de la ciberantropología o antropología de la cibercultura, sin embargo no es completamente nuevo. Estudios realizados desde los años cincuenta y encabezados por Lerner comenzaron a reflexionar sobre los efectos de la introducción de la tecnología en las culturas no occidentales. La etnografía es propuesta por Escobar como un área de investigación importante para describir cinco posibles escenarios donde moverse la ciberantropología. En primer lugar indica la producción de las subjetividades que acompañan al uso de las nuevas tecnologías: la reconstrucción de las iden34
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tidades de formas interactivas y las fuentes de conocimiento sobre otras culturas. En segundo lugar, las comunidades mediadas por ordenador o comunidades virtuales o nuevas «villas» o grupos humanos, que incluiría estudios sobre sus características online/offline, las fronteras del grupo, la interpretación y la ética. En tercer lugar, los efectos de la ciencia y la tecnología sobre el imaginario popular, como conjunto de elementos básicos que estructura un discurso dado y las relaciones entre ellos y sus prácticas habituales. En cuarto lugar estaría el escenario sobre el desarrollo de la comunicación mediada por ordenador desde la perspectiva de las relaciones entre lenguaje, comunicación, estructuras sociales e identidad cultural. En este ámbito se incluye la hipótesis de que si la escritura y sus asociados modos de pensamiento reemplazaron la oralidad y sus modos situacionales de pensamiento, en la era de la información podría marcar el abandono de la escritura como la tecnología intelectural dominante. En quinto lugar, la política económica de la cibercultura, que implica cambios en la acumulación del capital, las relaciones sociales y la división del trabajo en muchos niveles. Propone el estudio de la teorización de cómo se articula, por un lado, la información, los mercados y los órdenes culturales, y, por otro, la información, la ciencia y la tecnología. Con respecto al tercer mundo incluye el papel de los movimientos sociales en Asia, África y Latinoamérica en la articulación de políticas que permitan participar en ciberculturas sin ser sometidos completamente a las reglas del desarrollo internacional. También el papel que desempeñan las nuevas tecnologías en la relación entre los países desarrollados y los menos desarrollados. Otra cuestión sería si las nuevas tecnologías pueden ser conceptualizadas de 35
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forma que no reduzcan su rol al desarrollo económico y, por último, analizar qué significan las ciberculturas desde diferentes perspectivas del tercer mundo. A finales de los noventa David Hakken, en su libro Cyborgs@ Cyberspace, An Ethnographer looks to de Future, intenta identificar las bases de una posible etnografía ciberespacial donde sitúa acertadamente diferentes niveles de interacción social a estudiar: primero, las características básicas de las entidades que transporta el ciberespacio; segundo, las autoidentidades formadas por tales entidades; tercero, las microrrelaciones sociales que estas entidades construyen (amigos e íntimos); cuarto, las mesorrelaciones sociales (comunidad, regional, relaciones civiles), las macro relaciones sociales (nacional, transnacional). Otra aportación a los primeros estudios sobre ciberantropología son los del equipo austríaco del departamento de antropología social y cultural de la Universidad de Viena, encabezado por Philipp Budka y Manfred Kremser, que se centrarán en intentar aplicar las perspectivas marcadas por Arturo Escobar en su modelo sobre la ciberantropología, Es de destacar la línea de investigación sobre el uso de las redes informáticas por los grupos indígenas. Las principales conclusiones de este proyecto fueron que los grupos indígenas usan las redes de la red para diseminar información y comunicarse entre diferentes redes sociales y comunidades culturales. Ellos hacen realidad la formación de redes de solidaridad entendidas como «transnacional electronic solidarityscapes», que están muy cercanas a la distribución global y el uso de internet. Es muy importante este aspecto con respecto al activismo y la influencia de internet sobre la opinión pública. Pero existen muchos estudios que dificultan la elaboración de un cuerpo teórico sobre el fenómeno cibercultural, en gene36
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ral, y desde la antropología en particular. Expertos en el tema como Elisenda Ardevol, de la Universidad Oberta de Cataluña, nos marcan adecuadamente cuatro estrategias para enfocar la cibercultura que utilizaremos como guía para hacer nuestro recorrido teórico.
2.1 Nuevo modelo cultural En primer lugar, se entiende la cibercultura como una nueva cultura emergente caracterizada por un modo de vida de las sociedades contemporáneas, fruto de la evolución de la humanidad y solución adaptativa de la especie que ha pasado por diferentes etapas de mutuación cultural, desde las bandas de cazadores hasta las naciones Estado o desde la economía de subsistencia hasta la economía de mercado. Este enfoque intenta encontrar un modelo cultural que vincule el desarrollo de las nuevas tecnologías de la información y comunicación con el cambio social estructural a nivel macrocultural, basándose en análisis que expliquen las relaciones entre sus partes del sistema cultural actual. Se plantean teorías antropológicas evolucionistas de principios del XIX basadas en un determinismo tecnológico. Las aproximaciones evolucionistas/ecológicas tienden a ver las culturas como sistemas adaptativos que sirven para relacionar a las comunidades humanas con sus entornos ecológicos a través de las tecnologías y modos de organización. Modelos como el materialismo cultural de Marvin Harris sostienen que las causas de variación en los aspectos mentales o espirituales de la vida humana son las variaciones en las constricciones materiales que afectan a la manera en que las perso37
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nas afrontan los problemas para satisfacer sus necesidades básicas en un hábitat dado. Por tanto, este enfoque otorgará prioridad a los aspectos demográficos, tecnológicos, económicos y ecológicos. Desde el lado más inmaterial podemos interpretar que la mutación que supone el nuevo orden cultural en términos civilizatorios comprende la transformación de la ecología de los medios de comunicación. Esto supone el paso de las culturas orales a las culturas con escritura. Mientras que en las primeras los mensajes se recibían en el tiempo y lugar en que eran emitidos, con la escritura, el emisor y receptor no tenían límites en la distancia y con ello desaparecía el contexto. En este sentido el ciberespacio plantea un efecto cultural similar donde la interacción concede la presencia de la comunicación sincrónica propia de las culturas no escritas. Uno de los principios o finalidades fundamentales de la cibercultura es la denominada por Lévy16 «inteligencia colectiva», concepto utilizado también para describir a la cibercivilización como veremos posteriormente, que, presentando un carácter participativo, socializante, abierto y emancipador, permite contrarrestar el ritmo desestabilizador de la mutación técnica. Pero al mismo tiempo favorece la aceleración de la mutación. Sin embargo, el ciberespacio no determina automáticamente el crecimiento de la inteligencia colectiva sino que simplemente le ofrece un entorno. La cibercultura configura, por otro lado, una «mutación mayor de la esencia de la cultura» que intenta manifestar el concepto de universal sin totalidad o, lo que es lo mismo, la presencia virtual de la humanidad por sí misma. LEVY, P., Cibercultura: la cultura de la sociedad digital, Anthropos, Barcelona, 2007. 16
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La evolución histórica de la humanidad se divide en tres etapas: a) la de las culturas orales, arcaicas, tradicionales cuya transmisión del conocimiento estaba condicionada a los límites de la memoria humana que se transmitía de generación en generación; b) la de las culturas civilizadas, imperiales, culturas escritas, impresas, que posibilitan la extensión indefinida de la memoria social; y c) la de la cibercultura, que sería la tercera etapa, bajo la idea de la mundialización de las sociedades en la que nuestra especie tiende a formar una sola comunidad mundial y que encarna la transmisión de forma horizontal, simultánea y puramente espacial. La segunda y tercera etapas no sustituyen a la anterior sino que la complementan. Dentro de este primer grupo de estudios también cabe destacar como representativo la obra de David Hakken, mencionada anteriormente, porque también nos muestra una perspectiva donde cabe un nuevo orden cultural basado en la premisa de que las tecnologías de la comunicación configuran nuevas formas de vida que generarían un nuevo tipo de cultura. Presenta también un planteamiento donde la evolución histórica puede ayudarnos a determinar las características propias de cada una de las nuevas las transformaciones culturales, como parte del desarrollo tecnológico. Para terminar esta línea de investigación no podemos menos que incluir con la percepción de mutación que Manuel Castells nos muestra en su obra La era de la información, que sigue vigente, también desde un punto de vista evolutivo. Según las relaciones entre naturaleza y cultura que han ido desarrollándose a lo largo de la historia, se señalan tres modelos que han ido cambiando la acción social. El primero se caracterizó por el dominio de la naturaleza sobre la cultura, cuyo reflejo se encuentra en la organización social que expresa la lucha por la su39
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pervivencia. El segundo modelo de relación, surgido en la Edad Moderna y asociado a la Revolución industrial, se caracterizó por el dominio de la naturaleza por la cultura, mediante el progreso del trabajo por el que se liberaron las fuerzas naturales y se sometieron a la opresión y explotación. El tercero, que corresponde con el que vivimos actualmente, se caracteriza por la autonomía de la cultura frente a las bases materiales, debido a la convergencia de la evolución social e histórica y el cambio tecnológico. En este modelo «la cultura hace referencia directa a la cultura, una vez dominada la naturaleza hasta el punto de que ésta se revive (�������������������������������������������� “������������������������������������������� preserva����������������������������������� “���������������������������������� ) de modo artificial como una forma cultural».17 Es en este último modelo de relación entre materia y cultura en el que se funda la tesis principal de la trilogía de Castells, y del cual deriva el título de la misma. El cambio de modelo de relación entre naturaleza y cultura configura una nueva era caracterizada por un nuevo modo de desarrollo denominado informacionalismo, cuya fuente de productividad estriba en la tecnología de la generación del conocimiento, el procesamiento de la información y la comunicación de símbolos, pero de una forma diferente a otros modos, en tanto que la acción del conocimiento sobre sí mismo es la principal fuente de productividad, y cuyo principio de actuación se orienta hacia el desarrollo tecnológico, hacia la acumulación de conocimiento. Por lo tanto, en este modo de desarrollo «existe una conexión especialmente estrecha entre cultura y fuerzas productivas, entre espíritu y materia»18 o una tendencia a la integración de la cultura simbólica con la cultura material, aspecto decisivo para el entendimiento de las relaciones entre culturas y ciberculturas. CASTELLS, M., La era de la información... op. cit., vol. I., págs. 513-514. CASTELLS, M., La era de la información... op. cit., vol. I, pág. 44.
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Actualmente vivimos un punto de discontinuidad histórica, debido a esa transformación de la cultura material, que permite que por primera vez en la historia «la mente humana (sea) es una fuerza productiva directa, no sólo un elemento decisivo del sistema de producción»,19 y que es debida al surgimiento de un nuevo paradigma de la tecnología de la información, cuyas características siguen la ley sobre la relación entre tecnología y sociedad propuesta por Melvin Kranzberg: «La tecnología no es buena ni mala, ni tampoco neutral».20
2.2 Cultura naciente y producto cultural En segundo lugar, otro grupo de estudios concibe la cibercultura como una cultura naciente de internet, surgida específicamente de la red. Éstos hacen referencia a las características relacionadas con la interacción social mediada por ordenador, aquello que caracteriza a las comunidades virtuales que emergen a través de la interconexión en línea, así como aquella interacción que toma lugar en los contextos sociales online como los foros, newsgroups y chat. En este enfoque no es tan importante la tecnología en sí misma como la interconectividad que ocurre en el ciberespacio. Aparecen en estos estudios varios rasgos centrales que perfilan la cibercultura comunitaria. Las comunidades virtuales se construyen a partir de conocimientos, intereses, proyectos, afinidades comunes entre individuos donde las fronteras físicas no constituyen un obstáculo. Nuevos modelos de interacción social sustituyen a los limitados por la comunicación cara a cara. Los 19 20
CASTELLS, M., La era de la información... op. cit., vol. I, pág. 58. CASTELLS, M., La era de la información... op. cit., vol. I, págs. 87-92. 41
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que participan en las comunidades virtuales suelen crear leyes no escritas que regulan las relaciones entre los miembros. Éstas suelen estar basadas generalmente en la reciprocidad, en el amplio sentido de la libertad de expresión, en definitiva, en relaciones cooperativas, pero sin faltar las conflictivas cuando se saltan las normas que regulan el comportamiento entre los miembros. Las conexiones que se forman en línea no excluyen a las que se pueden crear fuera del ciberespacio, sino que la mayor parte de las veces son complementarias y potencian la sociabilidad. En cualquier caso, los usuarios de internet suelen tener una red de relaciones sociales más amplia que los no usuarios. Los críticos destacan, por el contrario, el desarrollo del aislamiento favorecido por el anonimato, las identidades simuladas y los juegos de rol. Sin embargo, este tipo de interacción online constituye una porción muy reducida de la sociabilidad basada en internet y suele centrarse en círculos de jóvenes. También en este grupo de estudios cabe señalar, por último, aquellos que indican la extensión y/o desplazamiento de las comunidades virtuales por las redes sociales, principalmente desde los cibersociólogos. Las primeras basadas en principios y valores que organizan la cultura y las segundas en las elecciones y estrategias de los actores sociales, bien sean individuos, familias o grupos sociales. Esta línea tiene como referente el concepto de comunidad de Barry Wellman: «Las comunidades son redes de lazos interpersonales que proporcionan sociabilidad, apoyo, información, un sentimiento de pertenencia y una identidad social».21 Al que habría que añadir el concepto de multitudes inteligentes de Howard Rheingold: «grupos de personas que emprenden movilizaciones colectivas –políticas, sociales, ���������������������������������������������������������������������������� WELMAN, Barry., «Physical place and Cyber place: the rise of networked individualism», Internacional Journal of Urban and Regional research, 1, 2001. 21
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económicas– gracias a que un nuevo medio de comunicación posibilita otros medios de organización, a una escala novedosa, entre personas que hasta entonces no podían coordinar tales movimientos».22 Una tercera línea percibe la cibercultura como un producto cultural, como una práctica social que entiende internet como un medio de comunicación que desafía a los medios de comunicación de masas. Cibercultura hace referencia a las manifestaciones culturales que se desarrollan en la red, desde el arte en línea, la literatura, la música, los movimientos vanguardistas.
3 El estudio de la cibercultura desde la comunicación social digital No es fácil encontrar actualmente un marco temporal desde la disciplina de la comunicación social que nos sirva de referencia para encuadrar a los diferentes autores que estudian las ciberculturas en esta área. Si miramos a centros de investigación internacionales que tengan como objeto de estudio las ciberculturas no cabe duda que Resource center for cibercultural studies (RCCS) es un referente clave a seguir para ordenar el conocimiento sobre estos estudios. Todavía siguen siendo guías imprescindibles las tres etapas que David Silver, director de RCCS, inauguró con respecto a estos estudios, que aunque cronológicamente constituyen solamente siete años, han servido y sirven para que cada estudioso se vea reflejado por las características de cada una. RHEINGOLD, Howard., Multitudes inteligentes. La próxima revolución social, Gedisa, Barcelona, 2004 (traducción de Marta Pino Moreno, Smart Mobs: The Next Social Revolution, 2002), pág. 13. 22
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Estas etapas comprenden desde 1993 hasta 2000, por tanto, faltaría una década, para visualizar y completar la evolución de las aportaciones teóricas que se han realizado sobre las ciberculturas desde los estudios comunicativos. Consideramos que, a pesar de esta limitación, la última etapa no está cerrada, sus contenidos siguen ampliándose, los autores siguen identificándose. El hecho de que a partir del 2000 empezaran a crecer los «internet studies» no significa que la línea de investigación sobre las ciberculturas se completara, tal como han apuntado algunos, sino que ambas corrientes conviven actualmente de forma complementaria. Los estudios sobre las ciberculturas todavía no están agotados por el hecho de que falta claridad en los planteamientos y, sobre todo, un orden que permita afirmar que existe en realidad un cuerpo teórico. En las ciencias sociales, la constitución de las teorías o disciplinas conlleva un período de tiempo largo y lento. No es fácil el acuerdo y la aglutinación de perspectivas y debates nominalistas suelen ser obstáculos para el asentamiento de una determinada corriente de investigación.
3.1 Cibercultura popular La primera etapa denominada «cibercultura popular», que nos evoca inevitablemente los estudios sobre las culturas populares de Canclini, se caracteriza por un inicio donde los artículos periodísticos marcan el comienzo del análisis centrado en la relación del hombre con la máquina. Época donde, utilizando la descripción como herramienta de expresión, se intenta introducir a los lectores en el mundo del ciberespacio. En este mismo período se van introduciendo estudios marcados por el dualismo entre quienes están en contra del uso de 44
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las tecnologías en cuanto a los efectos adversos de las mismas. Pensamiento diatópico apoyado por autores como Venta, Stoll, Birkerts argumentan que la red intensifica el analfabetismo y la alienación política y económica. Por otro lado, los tecnofuturistas contemplan el ciberespacio como una nueva frontera de civilización, un dominio que provocaría la desaparición de la desigualdad económica y social, y fomentaría la participación política. Nacimiento de fundaciones como «Electronic Frontier Fundation» y revistas como Mondo 2000, Boing Boing y Wired23 surgirán como respaldo a este pensamiento llamado utópico. Ensayos como «Across The electronic Frontier» (1990) de Kapor y Barlow entendían que «in its present condition, cyberspace is a frontier region, populated by the few hardy technologists who can tolerate the austerity of its savage computer interfaces, incompatible communication protocols, proprietary barricades, cultural and legal ambiguities, and general lack of useful maps or metaphors». Pero, sin duda, uno de los estudios más importantes será la obra «Being digital» (1995) de Nicholas Negroponte donde se expondrán temáticas que son retomadas actualmente. Entre ellas la relación entre las tecnologías de la comunicación, los formatos con los contenidos. A pesar de la divergencia que se percibe entre la tecnología y las humanidades, la ciencia y el arte, parece que emerge un mundo donde los multimedia 23 La revista Wired, http://www.wired.com, sigue siendo un referente muy imprescindeble en el mundo cibernético. Cabe destacar un artículo reciente de uno de los pensadores tecnófilos, Kevin Kelly: «The New Socialism: Global collectivist Society is Coming Online» (2009), http://www.wired.com/culture/culturereviews/magazine/1706/nep_newsocialism/, que consideramos marca un antes y un después en el estudio de la cibercultura y especialmente en el ámbito civilizatorio. Características fundamentales o fronteras que caracterízan la actual civilización son las redes de redes sociales horizontales que se autocomunican desde la multimedialidad. No es el pilar político el que determine las líneas intermitentes del poder. Será la economía y la cultura.
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actuarán como puente. Ser digital supone, de forma direccional, la aparición de un contenido nuevo con nuevos profesionales con inéditos modelos económicos e industriales locales de proveedores de información y entretenimiento. Sitúa a internet como agente de cambio en tanto red global masiva y evolucionada. A diferencia de lo que proclamaba McLuhan, para Negroponte «En el mundo digital el medio no es el mensaje, sino una encarnación de éste. Un mensaje puede tener varias encarnaciones que derivan de manera automática de la misma información» [...] «Pensar en multimedia exige incorporar ideas sobre la fluidez de movimiento de un medio al siguiente, decir la misma cosa de diferentes maneras, apelar a los diversos sentidos humanos».24 De la misma manera, Castells en su obra más reciente Comunicación y poder (2009) afirma que la comunicación actual es multimodal porque la digitalización del contenido y el software social avanzado permiten el cambio de formato de casi cualquier contenido en prácticamente cualquier forma, por lo que «el medio no determina el contenido ni el efecto de sus mensajes». No obstante, es difícil dejar de expresar que siguen siendo estas visiones deterministas y que necesitan de una revisión donde se indiquen y maticen casos particulares.
3.2 «Cyberculture studies» La segunda generación de estudios ciberculturales «cyberculture studies» presentará también características de la primera Nicholas Negroponte (1999), El mundo digital. Un futuro que ya ha llegado, Ediciones B, Barcelona, 93-94. 24
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como el carácter descriptivo, el dualismo en el pensamiento, la metáfora de la frontera, pero sus análisis se centraran en la vida de las comunidades virtuales e identidades online. Los principales textos que abrieron estos estudios fueron La Comunidad Virtual de Howard Rheingold25 y La vida en la pantalla: la identidad en la era de Internet de Sherry Turkle. Ambos fueron ampliamente entusiastas con la vida ciberespacial. El primero con su demostración de que internet es una buena herramienta para la interacción social, que pueden potenciar la convivencia y ayudar a revitalizar la esfera pública. El segundo, a partir de su exploración etnográfica de los usuarios de los MUD, concluye con que algunos utilizan la red para ocultar su identidad real mientras que otros, por el contrario, muestran su lado más sincero incluso desarrollando múltiples identidades. Es de destacar en esta segunda etapa el esfuerzo por encontrar nuevas teorías y métodos interdisciplinares. La antropología con sus líneas ciberetnográficas (Escobar, 1996), la sociología ampliando el enfoque de las comunidades virtuales hacia las «redes sociales», el interaccionismo, la teoría de la acción, la virtualidad cultural (Wellman, 1997; Kollock & Smith, 1999, Castells, 1996), la filosofía (Lévy, 1997) y un largo etcétera.
3.3 «Critical cyberculture studies» La tercera etapa sobre «critical cyberculture studies», empezaría con la obra de Piscitelli,26 que expande la noción de ciber Véase también otra de las importantes obras de Howard Rheingold (2004), Multitudes Inteligentes. La próxima revolución social, Gedisa, Barcelona. 26 Cabe destacar su artículo «el poder de organizar sin organizaciones»: http:// www.filosofitis.com.ar/2008/05/31/el-poder-de-organizar-sin-organizaciones/, así como su obra «Internet: la imprenta del siglo XXI» (2005), Gedisa, Barcelona. 25
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cultura e incluye cuatro áreas de estudio: interacciones online, discursos digitales, acceso a internet y diseño de interfaz del ciberespacio, y explora las intersecciones e interdependencias entre los cuatro campos. Como continuación al desarrollo de este período señalamos de forma significativa la celebración del Simposiun: «Critical Cyberculture Studies: Current Terrains and Future Directions», organizado en 2003 por el propio Resource Center for Cibercultural Studies (RCCS),27 entre otros aspectos, debido a la manifestación de desencuentro entre los estudios sobre la cibercultura. Por un lado, destaca McKenzie Wark, que en su ponencia Cyberculture Studies: An Anti-disciplinary Approach, manifiesta una postura contraria a que los estudios sobre la cibercultura se incluyan en la ortodoxia academicista y a favor de que representen el final de las disciplinas, dejando de ser una disciplina más: «Las disciplinas emergen no como un medio necesario para manejar la abundancia de conocimiento, sino, por el contrario, como un medio artificial para mantener la escasez de acceso en un régimen de poder/saber predicado en la política de la jerarquía, la división arbitraria y una economía de la exclusión». Por otro, Lisa Nakamura, en su ponencia Cultural Difference, Theory, and Cyberculture studies: A Case of Mutual Repulsion, critica a la teoría posestructuralista/posmodernista por mostrar una legitimidad institucional a los estudios sobre cibercultura.
http://teknokultura.uprrp.edu/volumenes_anteriores/Backup/rev_31_01_05/ volumenes%20anteriores/teknoglosia/cibercultura/cibercultura.htm. 27
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3.4 Estudios latinoamericanos Desde los estudios latinoamericanos encontramos el monográfico sobre cibercultura de la revista Nómadas (2008)28 de la Universidad Central de Colombia, donde la cultura digital es considerada, en la línea que hemos trazado para su conceptualización «como un campo de estudio a partir del cual es posible comprender las transformaciones culturales ligadas a la introducción de tecnologías digitales en las sociedades contemporáneas y, en particular, en las del denominado Tercer Mundo, a través de relaciones complejas de entramados tecnosociales, en tres ámbitos, a saber: el ejercicio del poder, la acción social colectiva y la experiencia estética».29 Por otro lado, las aportaciones de Martín Barbero, Néstor García Canclini30 y Carlos Scolary,31 entre otros, son claves para situar los estudios sobre las ciberculturas: desde el punto de vista académico, un ejemplo de interdisciplinariedad necesaria; desde el punto de vista del contenido, estudios microsociales sobre la interacción entre la comunicación digital y las 28 Revista Nómadas, nº 28, ciberculturas (2008), http://www.ucentral.edu.co/NOMADAS/nunme-ante/26-30/28/1-CIBERCULTURA.pdf. 29 RUEDA ORTIZ (2008), «Cibercultura: metáforas, prácticas sociales y colectivos en red», Nómadas, nº 28, abril, 2008, Universidad Central-Colombia, págs. 8-20. 30 GARCIA CANCLINI, N. (2009), «How digital convergence is changing cultural theory», Popular Communication, 7: 3, págs. 140-146. 31 ������������������������������������������������������������������������ SCOLARY, C. A. (2009), «Mapping conversations about new media: the theoretical field of digital communication», New media & Society, 11 (6), págs. 946-947. Blog de Carlos Scolari: «la ciberculturalidad al palo»: http://hipermediaciones.com/ 2009/06/03/la-ciberculturalidad-al-palo/, donde escribe: «…no podemos limitar la investigación de las nuevas formas de comunicación digital e interactiva a la aplicación de los viejos modelos de las teorías de la comunicación de masas, pero tampoco podemos diluir esos estudios en el crisol de los nuevos paradigmas ciberculturales de moda, los cuales resultan difíciles de integrar en un cuerpo teórico sólido ni presentan un perfil metodológico claro. Una teoría de las hipermediaciones debe saber moverse en este terreno discursivamente pantanoso, consolidando una sólida red de interlocutores a partir de los cuales comenzar a construir su propio recorrido epistemológico».
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culturas virtuales; un «nuevo ecosistema comunicativo» que intenta dar luces sobre posibles sendas de reflexión sobre la realidad cibercultural. Siguiendo a Barbero (2009), estamos ante un «nuevo ecosistema comunicativo»,32 donde la experiencia audiovisual sitúa la constitución de una visibilidad cultural formada por la lucha contra el poder exclusivo de lo impreso que sobre curso de un siglo y medio ha suspendido a reconocer el enriquecimiento de la oralidad y visualidad cultural. La experiencia audiovisual cultural nos conduce hacia la construcción de nuevas modalidades de comunidad (artísticas, científicas y culturales) y una nueva esfera pública.
MARTIN BARBERO, J. (2009), «Digital Convergente in Cultural Communication», Popular Communication, 7: 3, pág. 154. 32
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Capítulo II Desde la civilización a la civilización digital
1 Civilizaciones y civilización digital, civilización colectiva universal Históricamente el estudio civilizatorio se ha sometido a la singularidad de la civilización. Se daba por sentado la realidad de una civilización que la mayoría de las veces se otorgaba en exclusividad a la «occidental». Al considerar a la civilización en plural, la cultura en plural, tenemos otros escenarios de actuación. El análisis de las civilizaciones ha sido tradicional y mayoritariamente llevado a cabo por los historiadores aunque también por algunos teóricos de las relaciones internacionales influenciados por éstos. El estudio de una posible cibercivilización está por hacerse desde una forma sistemática y rigurosa. Aquí mostraremos los interrogantes que nos hagan pensar sobre su existencia. En cualquier caso la ausencia de estudios sobre la percepción de una civilización digital nos permite abrir un camino inexplorado y novedoso que nos lleva igualmente a poner en cuestión la realidad de las civilizaciones offline. Uno de los estudios de máxima referencia sobre las civilizaciones es el del historiador inglés Arnold Toynbee. En su obra, a pesar de que no define el término civilización, nos señala claramente tres aspectos fundamentales. En primer lugar, que de los tres elementos que componen toda civilización particular, es decir, el político, el económico y el cultural, será este último el 51
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que permita medir la dirección de la evolución de las civilizaciones. En segundo lugar, también apreciamos en sus trabajos que las civilizaciones se construyen a partir de materiales espirituales. En tercer lugar, las civilizaciones particulares presentan dos categorías de actores que son los encargados de transformar la civilización particular. Por un lado, las «minorías creadoras» o dinámicas que, a través de un movimiento de «retiro» y «retorno», presentan la tarea de difundir su inspiración a la mayoría, y las «minorías dominantes», que son las minorías creadoras cuando pierden su poder creador por lo cual se convierten en minorías estáticas intentando adherir a la mayoría a través de medios coactivos. Por otro lado, el «proletariado», definido como «cualquier elemento o grupo social que de algún modo está pero no es de una sociedad determinada en un período determinado de la historia de la sociedad»,1 puede ser a su vez «interno» y «externo». El proletariado «interno» se muestra entremezclado geográficamente con la minoría dominante de la cual está separada moralmente y el proletariado «externo» no sólo está moralmente alejado, sino también está dividido físicamente de la minoría dominante por una frontera física.2 Braudel, en consonancia con Toynbee, nos indica aspectos fundamentales con respecto a las variables espaciotemporales en que se mueven las civilizaciones particulares. En primer lugar, nos señala que las civilizaciones pertenecen a la historia profunda, y no evenemencial, es decir a la historia de dimensión secular o de larga duración con que se mueven los elementos espirituales de las civilizaciones. En contraposición a la historia evenemencial, que trata el tiempo corto y la historia coyuntural, las civilizaciones se en TOYNBEE, A., Estudio de la historia... op. cit., vol. I, pág. 33. TOYNBEE, A., Estudio de la historia... op. cit., vol. II, pág. 72.
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cuadran en la historia estructural que trabaja con siglos enteros y se mueve en el límite del movimiento y de la inmovilidad. En segundo lugar, Braudel clasifica las historias, según el orden de la velocidad en que se mueven, en dos capas de historia profunda: en primer lugar, estaría la geografía, después la civilización y posteriormente lo étnico y la estructura social, y en una segunda capa estarían la economía y la política. Es decir, las historias más inmóviles, como son las de la geografía y las civilizaciones, son las historias de máxima profundidad y, por tanto, son las más lentas y en las que el hombre interviene con mayor dificultad. La apreciable inmovilidad de las civilizaciones particulares dada por su condicionada historia profunda, estructural, de larga duración, contrasta con el dinamismo del ciberespacio, con el carácter coyuntural, con la historia evenemencial. Nos cuestionamos la posibilidad de existir una «civilización digital» si las variables geográficas son condicionadas por la virtualidad que caracteriza a la red, la disolución del tiempo y el espacio. Sin embargo, consideramos que ambos tipos de civilizaciones tienen un pilar común, esencial en la formación de sus respectivas identidades: la presencia de elementos espirituales, lo cual sostendría su complementariedad. En cuanto a la caracterización de la civilización particular disponemos de la definición que le otorga Braudel: «una coherencia cultural en el espacio con una permanencia en el tiempo», entendida la «coherencia cultural» como «agrupamiento regular, la frecuencia de ciertos rasgos y la ubicuidad de éstos en un área concreta».3 Por otro lado, podemos tomar como referencia la «gran cultura» de Spengler –o lo que denominaríamos «civilización particular»– definida como la «conciencia 3
BRAUDEL, F., Las ambiciones de la historia… op. cit., págs. 223-224. 53
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vigilante de un único organismo enorme que convierte las costumbres, los mitos, la técnica y el arte, y no sólo éstos, sino también los pueblos, las clases sociales, en formas varias de un mismo idioma, con una misma historia».4 Lo principal es que resalta el carácter común tanto histórico como idiomático y, a su vez, destaca la idea de la identidad civilizatoria común a las diferentes identidades culturales que forman parte de la civilización particular. Esta definición también se presenta, por otro lado, salvada de una de las limitaciones que se suelen tener al delimitar el concepto de cultura y civilización, y es el de adjudicar los aspectos materiales a las civilizaciones y los aspectos espirituales a las culturas, o al contrario. Actualmente, también Tzvetan Todorov apoya la idea de que las civilizaciones en plural corresponden a elaboraciones históricas que aparecen y desaparecen, y que se caracterizan por la presencia de muchos rasgos vinculados a la vida material y espiritual. Existe la civilización china o india, persa o bizantina.
1.1 Tipología de civilizaciones De una forma más precisa, Rafael Calduch Cervera5 distingue en la actualidad tres civilizaciones: occidental, sínica e hindú, que, en el caso de las dos primeras se subdividen en culturas y que se diferencian unas de otras principalmente por los materiales SPENGLER, O., La decadencia de Occidente… op. cit., vol. II, pág. 66. CALDUCH CERVERA, R., «Las fronteras de las civilizaciones en el sistema comunicativo global», Conferencia dictada en II Seminario Internacional: La Comunicación Mundial y el Encuentro Civilizatorio (13 de mayo de 2009), coordinado por Sonia Valle de Frutos, Juan Menor Sendra y Sagrario Morán Blanco, celebrado en la Facultad de Ciencias de la Comunicación, Universidad Rey Juan Carlos, Madrid. 4
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espirituales. Por un lado, la civilización occidental, que incluye las culturas greco-latinas, germánicas, nórdicas, anglosajonas, iberoamericanas y eslavas, que presentan como elemento común la religión, el cristianismo. Por otro lado, la civilización sínica está formada por la cultura china, mongola y coreana, que comparten el budismo como religión. Respecto a las culturas independientes, las clasifica en cuatro grupos. Por un lado, las culturas islámicas, como las árabes, la iraní, las turcas, la indonesia y africanas. Por otro lado, las culturas asiáticas como la tibetana, la japonesa, vietnamita y filipina. Y, por último, como culturas independientes, considera a la judaica y las culturas detenidas que serían la indígenas. La creación de una «civilización digital» haría evidencia de los ladrillos espirituales y mentales que puede construir el ciberespacio en las relaciones virtuales a nivel comunitario o individual. Sería como una «gran cultura» virtual que presenta un idioma común, y una misma historia ahistórica. Spengler incluye en la «gran cultura» ambos aspectos, así como en su concepto de cultura entendida como la «identidad comunicante a través de las formas». La diferencia que le adjudica a ambos fenómenos se basa en la cualidad inorgánica de la «gran cultura» en contraposición al carácter orgánico de las culturas que se articulan dentro de la civilización particular. Por su parte, Wallerstein define civilización particular como aquella «particular concatenación de cosmovisión, costumbres, estructuras y cultura (tanto cultura material y cultura superior) que forma una especie de todo histórico y que coexiste (aun cuando no siempre simultáneamente) con otras variedades de este fenómeno».6 Deutsch precisa más la definición de civili6
WALLERSTEIN, I., Geopolitics and geoculture... op. cit., págs. 215 y ss. 55
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zación particular a partir del término región, franqueada por países: «un conjunto de países que son más marcadamente interdependientes sobre un amplio rango de dimensiones diferentes –y frecuentemente también de transacciones– que con otros países».7 Por tanto, consideramos la definición de región de Buzan como la más apropiada para calificar a las civilizaciones offlline porque sintetiza los elementos fundamentales que componen una civilización particular, y además amplía el objeto de estudio a las sociedades: «los agrupamientos geográficos o funcionales de los Estados o las sociedades. Estos agrupamientos regionales pueden identificarse según sus características compartidas (culturales, religiosas, ideológicas, económicas, etc.) y el alto grado de interacciones estructurales en relación con el mundo exterior».8 De los tres internacionalistas apreciamos que la definición que mejor puede crear un reflejo más exacto de lo que sería una «civilización digital» es la de Wallerstein, en cuanto que no utiliza como actor principal a los Estados sino que hace referencia a una «cosmovisión», basada en un «todo histórico», característica que también utiliza Spengler cuando nos evoca a la «gran cultura». El grado de transacciones o interacciones visto por Deutsch y Buzan es uno de los procesos que comparten tanto las civilizaciones particulares como la «civilización digital». Desde el ámbito de las relaciones internacionales estas interacciones se 7 DEUTSCH, K. W., «On nationalism, world regions and the nature of the West», en TORSVIK, P. (ed.), Mobilization center-periphery structures and nation-building: A volume in commemoration of Stein Rokkan, Universitetsforlaget. Bergen, 1981, págs. 54 y ss. 8 BUZAN, B., «The Asia-Pacific: what sort of region, in what sort of world?», en McGREW, A. G. y BROOK, C. (eds.), Asia-Pacific in the New World Order, Routledge, Londres, 1998. Citado en HELD, D., Mc GREW, A. G., GOLDBLATT, D., PERRATON, J. Transformaciones globales... op. cit., pág. XLVIII.
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producen de forma global a través de las migraciones, ideologías y religiones.
1.2 Desarrollo de las civilizaciones Siguiendo el planteamiento de Toynbee, las civilizaciones presentarían cuatro etapas de desarrollo. En primer lugar, la etapa de «génesis», basada en el principio de incitación y respuesta, la civilización particular responde ante una serie de incitaciones, siendo la más estimulante la del término medio basada en «un exceso de rigor y una falta de él», y siendo la más óptima aquella que no solamente estimula a realizar una respuesta con éxito sino también estimula a la civilización a seguir con la lucha de incitación y respuesta. Aquí cabe preguntarnos si le correspondería a la civilización digital encuadrarla en esta etapa de gestación. En segundo lugar, una civilización particular se haya en la etapa de «crecimiento» cuando cumple tres criterios. En primer lugar, cuando sus componentes políticos, económicos y culturales se hayan en armonía debido al ajuste que existe entre sus instituciones y sus actitudes, sentimientos e ideas. En segundo lugar, cuando existe una tensión entre la flexibilidad y la espontaneidad derivadas de los procesos creativos y miméticos. En tercer lugar, cuando la civilización es capaz de emanar estímulos internamente de forma autodeterminada. Es decir, cuando los aspectos externos, o el macrocosmos de la civilización particular, o el dominio progresivo sobre el contorno externo, físico o humano, se transfieren a los aspectos internos o microcosmos o autoarticulativos. En tercer lugar, una civilización particular se haya en la etapa de «colapso» cuando se produce la pérdida de la autodetermi57
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nación o capacidad de emanar estímulos internamente, debido a que las minorías creadoras llegan a imitar la forma de imitación de sus seguidores, y se tiene como consecuencia la resistencia de las instituciones a introducir nuevas fuerzas sociales. En cuarto lugar, una civilización particular se haya en la etapa de «desintegración» cuando sus componentes políticos, económicos y culturales ya no guardan armonía, produciéndose un cisma en el «cuerpo social» de forma que se divide en una minoría dominante y un proletariado interno y externo; y por otro lado, el cisma en el «alma» tiene como resultados, entre otros, el «arcaísmo» o imitación del pasado histórico, el «futurismo» o el repudio a la imitación y la «promiscuidad» traducida en «sincretismo» o «lingue franche».
2 «Civilización digital: civilización de la mente» Es preciso retomar el sentido de «civilización de la mente», tal y como aparecía en la «Declaración de Independencia del Ciberespacio» (1996), y posteriormente como «civilización digital» de la mano de comunicólogos como Negroponte, donde se manifestaba el deseo de crear una «civilización» más humana en una red al alcance de todos con el valor de la libre expresión, donde se refleje la diversidad humana y la libertad cultural. El concepto de «civilización de la mente» está relacionado con el de «inteligencia colectiva» de Lévy, como el modo de realización de la humanidad, expresada como contrapartida al de inteligencia artificial, implica la valorización, la utilización óptima, puesta en sinergia de competencias, imaginaciones, puesta en común de la memoria, la imaginación y la experien58
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cia en el ciberespacio, donde las comunidades virtuales surgen como mediadoras esenciales de la misma.
2.1 Fronteras tecnológicas y lingüísticas La «civilización digital» no presenta fronteras tecnológicas internas que limiten la cantidad de información para albergar en la red. Se especula que en la web habitan unas 30.000 millones de páginas, sin embargo sí que presenta una distribución desigual con respecto a los que pueden participar, con respecto a aquellos con acceso a las nuevas tecnologías. Según los datos de Internet World Stats (2009), el número de usuarios de internet en el mundo pasó de 360 millones en 2000 a 1.733 millones en 2009, con un crecimiento del 380,3%. En cuanto a crecimiento de 2000-2009 por áreas, en primer lugar se encuentra Oriente Medio (1,648%), le sigue África (1,392%), América Latina (890,8%). En cuanto a las tasas de penetración alcanzaron el del 25,6% de la población mundial. En Asia se encuentra el 42,6% de los usuarios, en Europa el 24,1%, después Norteamérica con el 14,6%, un 10,3% en América Latina y un 3,9% en África. En cuanto a las fronteras lingüísticas podemos apreciar, según Internet World Stats (2009), que entre los usuarios de internet hay 478 millones (27,3%) que utilizan el inglés, 384 millones el chino (22,1%), 137 millones (7,9%) el español, 95 millones (5,5%) el japonés y 78 millones (4,6%) el francés. Los idiomas con mayor crecimiento en internet de 20002009 fueron el árabe (1,907,9%), el ruso (1,359,7%) y el chino (1,087,7%). La «civilización digital» es un espacio de conocimientos, de inteligencia colectiva, una «noosfera» o espacio de reflexión 59
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colectiva, de interacción individual y colectiva al servicio de una humanidad emergente de cooperación, pluralismo y aprendizaje colectivo. La «civilización digital» se asienta sobre unas bases que potencian las relaciones cooperativas inclusivas, de participación, de colaboración, de carácter comunitario, de democratización. La creación en 2001 de la Wikipedia o enciclopedia abierta en la red es un ejemplo claro de conocimiento compartido elaborado desde la participación igualitaria y no jerárquica de los usuarios. Se considera que la Wikipedia, Twitter y Flickr no son sólo una revolución en la comunicación social sino la vanguardia de un movimiento cultural. Sitios como SantumbleUpon, Hype Machine o Twine permiten el desarrollo de redes interconectadas. Otros como Yelp, Loopt o Delicious también son lugares donde se permite y potencia la participación de los usuarios.
2.2 Comunicaciones horizontales La «civilización digital» se construye a través de comunicaciones horizontales entre redes y comunidades culturales. El surgimiento de la blogosfera supone una novedosa articulación del flujo informativo en las comunicaciones internacionales. Posibilita romper los límites de la circulación vertical de la información. Sobre el tamaño de la blogosfera se calcula que ciento treinta y tres millones de blogs se han indexado en Technorachi entre 2002 y 2008. Youtube es otro ejemplo de manifestación de las culturas audiovisuales multimedias en su expresión democratizante e igualitaria. El gigantesco crecimiento de las redes de comunicación donde también se utilizan multilenguajes como soportes a la 60
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expresión de la información internacional ha supuesto una revolución comunicativa, tal vez incomparable a la aparición de la imprenta. Facebook ocupa el primer puesto como red social más utilizada a escala internacional. Pasó de 14,086 millones de usuarios en 2006 a 132,105 en 2008.9 MySpace, que ocupaba, sin embargo, el primer lugar en los años 2006 y 2007, pasó a un segundo lugar en 2008. En tercer lugar está Hi5 con 56,367, le sigue Friendster (37,08), Orkut (34,028), Bebo (24,017) y Skyrock Network (21,041). Actualmente la importancia añadida de estas redes estriba en que empiezan a ser fuentes de información destacadas, e incluso más importantes si cabe que los medios tradicionales de comunicación, como se puede apreciar en varios acontecimientos internacionales, especialmente en situaciones de emergencia como catástrofes, y en las revoluciones democráticas del Magreb y Oriente Próximo. La «civilización digital» se constituye como un archipiélago descentralizado de zonas relativamente autónomas donde las comunidades producen sus propios medios de comunicación a partir de crear, producir y difundir su información. Donde surge la oportunidad de expresarse sin la intermediación de las agencias de noticias internacionales y de los medios tradicionales de comunicación. Area donde las fronteras entre los flujos comunicativos se deshacen, nace el ciberperiodismo, los medios tradicionales de comunicación se apoyan y complementan con bitácoras y páginas web alternativas para difundir también sus opiniones. La complementariedad, integración, mezcla de géneros comunicativos y creación de otros como los dialógicos (foros, chat, etc.) son las características añadidas y emergentes de este «nuevo orden mundial de la información y la comunicación». 9
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La «civilización digital» también supone una nueva área de tejido social donde la participación de las diferentes generaciones en la red implica la necesidad de reevaluar las teorías sociológicas sobre el cambio social y las teorías antropológicas sobre los procesos de transculturación. Los procesos de socialización se han abierto. En especial la presencia en ascenso de grupos sociales como la juventud en la red presenta una transformación fundamental en el proceso de endoculturación de las culturas. El proceso de construcción de identidades a partir de la virtualidad es un tema, como hemos visto, que fue característico y desarrollado en la segunda etapa de del estudio de la cibercultura, sin embargo, sigue estando abierto a nuevas aportaciones.
3 Civilización colectiva universal Pocos historiadores nos señalan la existencia de una «civilización colectiva» o universal. Braudel nos hace referencia de la siguiente manera: «En la actualidad, civilización sería más bien y sobre todo el bien común que se reparten desigualmente las civilizaciones, “lo que el hombre ya no olvida“, a saber: el fuego, la escritura, el cálculo, la domesticación de las plantas y de los animales, bienes a los que ya no se adjudica ningún origen particular: se han convertido en los bienes colectivos de la civilización».10 En esta descripción se identifican dos características importantes: primero, solamente se hace referencia a los elementos materiales, con lo cual habría que añadir los espirituales; se BRAUDEL, F., Las civilizaciones actuales… op. cit., pág. 15-16.
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gundo, presupone la existencia de «civilizaciones particulares» o al menos «agrupaciones culturales», creadas de procesos selectivos basados en «interacciones culturales» donde, consideramos que los valores, como elemento inmaterial, desempeñan un papel crucial porque son los encargados de delimitar especialmente las fronteras espirituales y las dinámicas civilizatorias.
3.1 Procesos de transvaloración y fondo común civilizatorio Partiendo de los estudios sobre valores que se han llevado a cabo por historiadores, antropólogos y sociólogos podemos concluir que la «civilización universal» opera a partir de dos procesos simultáneos: incompatibilidad de valores y transvaloración. El primero se traduce en un conflicto cultural entre las diferentes civilizaciones particulares, y, por otro lado, el proceso de «transvaloración». Este último proceso es el más importante porque es el que posibilita la creación y avance de la «civilización universal». A pesar de que apenas se ha investigado, poseemos referencias a partir de los estudios de Spengler y Todorov. Desde los estudios históricos, Spengler nos describe el proceso de «transvaloración» como el proceso de transición en el que los valores culturales se transforman en civilizatorios, por ejemplo, los valores religiosos se secularizan convirtiéndose en transcivilizatorios o universales. Todorov también nos muestra este proceso en una de sus obras más recientes, El miedo a los bárbaros, como la transición de la barbarie a la civilización desde las actitudes y actos en sus diversas formas: por un lado a través de la extensión de la entidad que llamamos «nosotros», desde la época donde los grupos humanos son familias presentando 63
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una actitud xenófoba, seguida cuando los grupos establecen contactos prolongados con los otros, posteriormente cuando forman juntos entidades superiores como un pueblo, un país o un Estado. Por último, el último nivel se daría cuando se accede a la universalidad a partir de descubrir ideales comunes entre grupos culturales. Este proceso lo denominó «transvaloración», en otra obra anterior, y lo describía como una actitud intermedia y alternativa a la «xenofilia» o «xenofobia» que se produce como resultado de la interacción de los valores de diferentes culturas, producida a partir del discernimiento entre los valores de la cultura o civilización propia con los de otra ajena, es decir, a partir de la comparabilidad de valores. Esto supone abrirse a los otros, reconocer la pluralidad de grupos, sociedades y culturas humanas y colocarse a la misma altura que los otros. Hecho que se facilita a través de distanciarse de uno mismo para ser capaz de verse desde fuera para ejercer un juicio crítico sobre nosotros y los otros. Procesos que nos ayudan a dibujar cómo son los «procesos de transculturación». De ahí que Todorov afirme que «el progreso cultural consiste en el ejercicio de la transvaloración»,11 de forma que la «civilización universal» opera por adicción sin eliminar las diferencias, y no opera por «sustracción, en la que cada (civilización particular) sólo aporta lo que las demás ya tienen»,12 creando un «fondo común cultural» que va conservando únicamente lo que conviene a todos. Rheingold también apunta de manera similar la existencia del «fondo común» como clave fundamental para el desarrollo de las civilizaciones, desde el punto de vista de la comunicación: «Cada vez que un medio de comunicación reduce el coste de TODOROV, T., Cruce... op. cit., pág. 23. TODOROV, T., Cruce... op. cit., pág. 27.
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la resolución de los dilemas de la acción colectiva, mayor es el número de personas que pueden crear un fondo común de recursos públicos. Y “más personas creando recursos de forma nueva“ es la historia de la civilización»13. En definitiva, la civilización universal va creando un «fondo común civilizatorio» desarrollado a partir de los procesos de conversión de valores o procesos transvalorativos que se reflejan desde la introducción o penetración de sistemas de valores, aptitudes, desde unas civilizaciones a otras, siendo éste uno y no el único de los fundamentales procesos que se desarrollan a nivel transcivilizatorio. Castells (2009) en sus estudios recientes pone sobre el tapete está importante cuestión, que no es nueva, y en la que, como acabamos de exponer, existe un consenso que compartimos puesto que se puede verificar históricamente. Castells, contrariamente, nos indica como hipótesis la existencia de una «cultura común» que permite la comunicación entre diferentes culturas sobre la base no necesariamente de valores compartidos, sino de compartir el valor de la comunicación. Esta cultura presentaría como tendencia principal la diversidad histórica y cultural, fragmentación más que convergencia. Si esto es así, entonces podríamos deducir que las culturas y las comunicaciones corren sendas opuestas, aspecto sin evidencia histórica,14 teniendo en cuenta que la aparición de las nuevas tecnologías ha tenido como resultado evolutivo la «convergen RHEINGOLD, H., op. cit. P. 59. Las comunicaciones y las culturas y/o civilizaciones llevan trayectos paralelos. Tesis que ya fue proclamada por los estudios lingüísticos a partir de Edward Sapir, en los años treinta, al afirmar que la historia de la civilización es la historia del incremento del radio de comunicación. Proposición que también fue comprobada por los estudios de los medios en las culturas a partir de Harold Hannis en los años cincuenta. Y conclusión que no podemos menos que seguir afirmándola dada la evidencia histórica y científica. 13 14
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cia comunicativa» tal y como apuntan la mayoría de los expertos en comunicación y que compartimos. Mientras que, por otro lado, la «cultura común» o, en nuestras palabras, «civilización universal colectiva» tendería hacía la divergencia cultural. Este planteamiento sería incompleto puesto que solamente aprecia uno de los procesos en los que opera: el conflicto de valores y además faltaría indicar la existencia del «fondo común cultural y/o civilizatorio». En cualquier caso, hasta el momento, los estudios afirman que las culturas y comunicaciones siguen el mismo curso histórico y que desde el punto de vista tecnológico se tiende a la convergencia que ofrece nuevas formas de acción colectiva.
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Capítulo III Desde los procesos de transculturación
1 Origen y evolución del término Si tuviésemos que trazar un mapa temporal sobre quién, cuándo y cómo han sido estudiados los procesos de transculturación, empezaríamos señalando a los antropólogos como los primeros en acercarse a conocer esta realidad desde sus clásicos estudios coloniales del siglo XIX, hasta los actuales enmarcados en la ciberantropología. A continuación, los historiadores, desde la segunda mitad del siglo XX hasta los contemporáneos internacionalistas. Luego, los comunicólogos, desde los años sesenta del siglo pasado con sus estudios sobre las relaciones de dependencia poscoloniales hasta los de hoy sobre comunicación digital internacional. El inicio y difusión de los análisis de los procesos de transculturación surge de la mano de los etnólogos, ante la necesidad de explorar a los pueblos primitivos como eje fundamental de las relaciones internacionales colonizadoras. Estas investigaciones permitieron asentar las bases ideológicas sobre los diversos tipos de interacciones entre ambos agentes, por supuesto con la permanente intención de mantener las mismas desde el ángulo de la dependencia. A pesar de que el término «transculturación» aparecerá en los años cuarenta, el fenómeno como tal empieza a valorarse en el siglo XIX bajo la denominación de «aculturación». Realidades 67
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que aun presentando características similares también por su capacidad dinamizadora precisan sus diferencias espacio-temporales: un antes y un después tras la descolonización. Conviene analizar su evolución histórica para permitirnos cuestionar las connotaciones particulares de cada una. Según las investigaciones que realizó Herskovits sobre el origen del término «aculturación», uno de los primeros en usarlo fue el norteamericano J. W. Powell, en 1880, en los informes anuales de la oficina de etnología americana, con el siguiente sentido: «Progress was made to the extent that the Indians came in contact with civilized man and learned his ways and industries, but it was acculturation, not education, by which the advance was secured. The triumphs of civilization, the power of prosperity, the wonders of industrial art, all made a deep impression on the Indian and from them he learned much, but from the school and books he learned little».1 Varias ideas traslucen este texto de finales del siglo XIX. Por un lado, el concepto de civilización como sinónimo de progreso, entendido como aquellos logros materiales («industries») que pueden hacer prosperar una sociedad junto a los logros intelectuales («school and books»). Por otro lado, el aprendizaje como sinónimo de «transmisión» del conocimiento tecnológico («industries») como de sus conductas («ways»). Por tanto, lo que quiere decir Powell es que el «indio» ha aprendido del «civilizado» aquellos logros materiales mientras que no ha aprendido los intelectuales. En términos antropológicos, el indio ha aprendido la parte material de la cultura occidental, a funcionar con la tecnología transferida pero no con la inmaterial, aquellas formas de comportamiento civilizado. Por tanto, HERSKOVITS, M. (1958), Acculturation. The study of culture contact, Gloucester, Mass., 3. 1
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aculturación significaría la «transmisión» de la cultura material y no la inmaterial, según el sentido del primer uso del término «aculturación». En cuanto a la expansión del término aculturación, como parte de los estudios dedicados al análisis de los procesos culturales, se generalizará entre los etnólogos americanos. Simultáneamente otro fenómeno simplificado bajo el término «contacto cultural» o «culture contact» será investigado por los antropólogos ingleses bajo el paragüas de la rama de «antropología aplicada». Y, finalmente, al cruzarse estos dos términos llegará un momento en que se hagan sinónimos aunque el uso de «aculturación» predomine entre los norteamericanos y el uso de «contacto cultural» predomine entre los alemanes, ingleses y holandeses.2
1.1 Procesos de «aculturación» El primer intento sistemático del estudio sobre los fenómenos de «aculturación» fue presentado por Herskovits, Linton y Redfield en su conocido «Outline for the Study of Acculturation» al subcomité del Consejo de Investigación de Ciencias Sociales en 1935 con la siguiente descripción: «Acculturation comprehends those phenomena which result when groups of individuals having different cultures come into continuous first-hand contact, with subsequent changes in the original cultural patterns of either or both groups. [...] Under this definition, acculturation is to be distinguished from culture-change, of which it is but one aspect, and assimilation, which is at times a phase of accultura BEALS, R. (1970), «Acculturation» en KROEBER, A., Anthropology today, The University of Chicago Press, 621-639. 2
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tion. It is also to be differentiated from diffusion, which, while occurring in all instantes of acculturation, is not only a phenomenon which frecuently takes place without the occurrence of the types of contact between peoples specified in the definition given above, but also constitutes only one aspect of the proces of acculturation».3 Por lo tanto, la aculturación fue considerada como parte de los estudios de «cambio cultural» y constituye un fenómeno que se presenta por la interacción o contacto de distintos grupos culturales, que podemos visualizar fácilmente en circunstancias de migración. Al tratarse de un contacto continuo se trataría realmente de una relación y no de una mera interacción. Por otro lado, el adjetivo que acompaña al contacto añade un significado sobre el tipo de relaciones. Solamente incluye aquellas «directas», dando énfasis al tipo de relaciones prefijadas por los estudios antropológicos de ese momento, es decir las relaciones coloniales. De ahí que este tipo de estudios sobre las conexiones de comunicación directa cara a cara nos pueden servir como referente de reflexión aunque precisan ser complementadas con las actuales comunicaciones mediadas por ordenador para entender el cuadro comunicativo lo más completo posible. La importancia y la limitación al mismo tiempo de la definición radica en que sostiene que los cambios que se producen entre los grupos culturales supuestamente ocurren en uno de los grupos, sin embargo suelen ser siempre en ambos de una forma bidireccional. Efectivamente Foster4 apunta que los estudios sobre el fenómeno de la aculturación fueron incompletos al basarse primordialmente en los cambios transcurridos en la HERSKOVITS, M. (1958), Acculturation... op. cit., 10. FOSTER, G. (1960), Cultura y conquista: la herencia española de América, México, Wenner-Gren Foundation for Anthropological Research, 27-28. 3 4
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cultura de las sociedades colonizadas y apenas se estudiaron aquellos que se produjeron en la sociedad colonizadora. También se aprecia que la definición es bastante poco clara en cuanto a la distinción entre aculturación y asimilación. Sólo considera esta última como una fase de la primera, pero no se indica ni en qué consiste ni en qué momento se produce. Podemos añadir que la mayoría de los antropólogos que escribieron sobre la aculturación daban por hecho que la asimilación era el resultado de la aculturación.5 De ahí que cuando mencionaban el fenómeno de asimilación completa se interpretaba como que un grupo cultural había adquirido la cultura del otro grupo completamente, y además daban por hecho que la cultura del grupo que se había aculturizado había pasado por un proceso de pérdida de su cultura anterior al comienzo del contacto con otro grupo cultural. Por último, en el Consejo de Investigación de Ciencias Sociales celebrado en 1954, se hacía hincapié en dos aspectos sobre los estudios acerca de la aculturación: la representatividad de la cultura y la interpretación de la cultura. El primero se refiere a que el contacto entre dos culturas nunca se produce de forma literal, sino que se produce a través de personas concretas, individuos, que de alguna manera «representan» la cultura a la que pertenecen. Y, por tanto, el contacto no se produce totalmente sino parcialmente, de forma selectiva, dependiendo de la selectiva transmisión de elementos culturales que realizan esas personas concretas con las personas de otra cultura. No obstante, 5 Con los estudios actuales que se están realizando, especialmente con los migrantes latinos que viven en Estados Unidos, se comprueba que el proceso de aculturación es complejo y no es lineal en sus resultados. Véase SKUZA, J., «Humanizing the Understanding of the Acculturation Experience with Phenomenology». Human Stud (2007), 30: 447-465. GARCIA y GARCIA, E., «La identidad del movimiento chicano, el crisol étnico y la asimilación» en LEVINE, Elaine (edit), La migración y los latinos en Estados Unidos. Visiones y conexiones, CISAN, UNAM, México, 2008.
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el desarrollo cultural se produce a nivel colectivo y a través de colectivos determinados, dada su condición grupal. El segundo aspecto hace referencia al lado interpretativo que se lleva a cabo en la comunicación intercultural. Es decir, en cualquier relación de este tipo se añaden significados producidos por las diferentes percepciones de los integrantes de la relación.6
1.2 El término «transculturación» Precisamente en la década anterior, en 1940, el antropólogo cubano Fernando Ortiz7 acuñaba el término transculturación con varias intenciones. Por un lado, Trigo8 indica que se intentaba evitar el concepto aculturación por la ideología que implicaba. Por otro lado, el término aculturación, parecía que no reflejaba completamente el fenómeno al poner el énfasis en la «asimilación», es decir, en la adquisición de una cultura al no quedar explícita la pérdida de la cultura previa, tal y como refleja la definición de Ortiz. Sin embargo, este último aspecto denominado «desculturación», o pérdida de la cultura previa, puede ser muy discutible teniendo en cuenta el principio acumulativo que rige a las culturas.9 Así como también es discutible el término «neoculturación», cuya única función en la definición es redundar el significado a que se refiere el proceso de transculturación: la creación de un nuevo fenómeno cultural.
FOSTER. G., Cultura... op. cit., pág. 30. Véase su obra donde se acuña por primera vez el término transculturación: ORTIZ, F., Contrapunteo cubano del tabaco y el azúcar, Ariel, Barcelona, 1973. 8 TRIGO, A., «On transculturation: Toward a political economy of culture in the periphery», Studies in Latin American Popular Culture, 1996, vol. 15. 9 Como apreciaremos posteriormente a través del antropólogo Todorov, el proceso de transculturación no implica necesariamente una pérdida cultural. 6
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«I am of the opinión that the word transculturation better expresses the different phases of the process of transition from one culture to another because this does not consist merely in acquiring another culture, which is what the English word acculturation really implies, but the process also necessarily involves the loss or uprooting of a previous culture, which could be defined as deculturation. In addition it carries the idea of the consequent creation of a new cultural phenomena, which would be called neoculturation».10 El término transculturación se difundió y expandió entre los autores de habla española, mientras que los autores de habla inglesa siguieron utilizando el término acculturation o «cultural contact». Podemos añadir que también los autores de habla francesa siguieron empleando el término aculturation. Los estudios teóricos sobre la «aculturación» vuelven a tomar actualmente un gran auge en los círculos de habla inglesa. Éstos se elaboran principalmente desde la psicología derivados de la antropología cultural. En los recientes estudios publicados en la revista de referencia Internacional Journal of Intercultural Relations cabe señalar los de J. W. Berry: «Globalization and acculturation» (2008), «A critique of critical acculturation» (2009) o de James B. Waldram «Is there a future for “������������������������������������������������������������� culture������������������������������������������������������ “����������������������������������������������������� in acculturation research? An anthropologist´s perspectiva» (2009). En los estudios de habla española destacamos los desarrollados en América Latina, donde se encuentra el uso del concep HERSKOVITS, M., Cultural Anthropology. An Abridged Revision of Man and His Works, Ed. Alfred A. Knopf, Inc., Canadá, 1955, última reimpresión 1970, pág. 475. 10
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to de «transculturación» muy consolidado en diferentes áreas del conocimiento: Felix Schawartzmann en El sentimiento de lo humano en América. Antropología de la convivencia (1953), José María Arguedas en Formación de una cultura nacional indoamericana (1981), Ángel Rama en su Transculturación narrativa en América Latina (1982), Trigo en On transculturation: Toward a political economy of culture in the periphery (1996), Ramiro Podetti en Mestizaje y transculturación: la propuesta latinoamericana de globalización (2004). Actualmente cabe destacar el estudio de Fábregas Nuestra América: identidad y cultura (2008).11 También en Europa12 otros análisis representativos como los de las obras de Tzvetan Todorov, Premio Principe de Asturias de Ciencias Sociales (2008), Cruce de culturas y mestizaje cultural asentarán y confirmarán las fronteras entre los conceptos utilizados por Ortiz. El término aculturación se aprecia depurado. Su significado es la adquisición progresiva de una cultura diferente a la que uno posee. Mientras que desculturación, siendo su opuesto, hace referencia a la pérdida de la cultura que uno posee. Es por ello que Todorov otorga al término transculturación la propiedad de resolver la lucha de los anteriores contrarios. Ésta es descrita como «la adquisición de un nuevo código sin Andrés Fábregas Puig, «Nuestra América: identidad y cultura», Cuadernos Americanos, nº 125 (2008), julio-septiembre, año XXII, págs. 11-21. 12 Cabe incluir los estudios: MENOR SENDRA, J. y VALLE DE FRUTOS., «¿Qué puede aportar la sociología al estudio de las relaciones internacionales», Estudios Internacionales de la Complutense, vol. 8, mayo-agosto 2006; VALLE DE FRUTOS, S. y MENOR SENDRA, J., «Fronteras culturales, migraciones, multiculturalismo y transculturación» (2007), ponencia presentada al I Congreso Internacional: «Migraciones globales: Población en Movimiento, Familia y Comunidades Migrantes», Mazatlán Sinaloa (México); el estudio más reciente de la autora VALLE DE FRUTOS, S., «Los procesos de transculturación desde la identidad de Nuestra América y la Europa Mediterránea», en Cuadernos Americanos, nº 132 (2010), enero-marzo, vol. I, año XXIV (en prensa). 11
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pérdida del antiguo»13 que se configura como resultado de la combinación entre el código antiguo, es decir, la cultura anterior al encuentro con otra cultura, y el código nuevo, es decir, la otra parte del encuentro. Partiendo de la premisa de que «una cultura no evoluciona si no es a través de los contactos»14 puesto que los intercultural es constitutivo de lo cultural, Todorov describe las interacciones interculturales a partir de un continuum donde en un extremo estarían las culturas que no se influencian recíprocamente, que se ignoran, y en el otro encontraríamos el máximo del contacto intercultural: la guerra. Ambos tipos de relaciones opuestas fracasan por sí mismas. Por otro lado, estarían aquellas en que se produce el malinchismo cultural, donde se adoptan ciegamente los valores de una cultura, o bien el aislamiento, o el rechazo a las aportaciones de las otras culturas. La alternativa a estas formas de relación cultural es la transculturación, como consecuencia del cruce de culturas, puesto que no rechaza lo extraño sino que lo incorpora, lo absorbe. Y, por otra parte, se corresponde con el concepto de transvaloración, de manera que comporta un discernimiento sobre los valores de la cultura propia y la ajena. En definitiva, como apunta Todorov, «el progreso cultural consiste en el ejercicio de la transvaloración» 15 y –añadimos– de la transculturación.
TODOROV, T., El hombre desplazado, Taurus, Madrid, 1998, pág. 27. TODOROV, T., Cruce de culturas y mestizaje cultural, Jucar, Madrid, 1988, pág. 22. 15 TODOROV, T., Cruce... op. cit., pág. 23. 13 14
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2 Definición y características de los procesos de transculturación A pesar de que los «procesos de transculturación» han sido y siguen siendo una realidad sociológica-histórica poco investigada desde toda su complejidad, análisis históricos16 nos muestran pistas que nos pueden orientar para reflexionar sobre estos fenómenos a un nivel esencialmente macrosocial. No es casualidad que la mayoría de los estudios actuales que siguen describiéndolos provengan del mundo latinoamericano porque precisamente todos los autores coinciden en que América Latina es un ejemplo ejemplar de cómo se han desarrollado los procesos de transculturación en el pasado y en el presente, a través de la creación de conglomerados culturales híbridos que configuran nuevas identidades, nuevas américas latinas constituidas a partir de una gran diversidad cultural. Construyéndose estos procesos a partir de otros como los imitativos y creativos se rigen por principios selectivos, de interpretación, de diferenciación, según el grado de aceptación o resistencia de elementos, así como el grado de permeabilidad de las fronteras. El fenómeno de la transculturación, como veremos también posteriormente, presenta autonomía conceptual al distinguirse de otros como la coexistencia, el aislacionismo cultural, la globalización cultural y el multiculturalismo. Por ello, proponemos como punto de partida una definición de los procesos de transculturación. Los consideramos como aquellos procesos producidos por la adaptación recíproca entre civilizaciones, que implican, por un lado, la penetración recíproca y no unilateral entre culturas, a través de canales de participa AGUIRRE ROJAS, Carlos, «Braudel en las Américas. Ensayo de comparación de dos intercambios transculturales», Signos Históricos II. 3 (junio 2000), págs. 49-80. 16
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ción de los grupos culturales que forman la civilización particular en un doble y/o múltiple flujo comunicativo. Y por otro, implican efectos funcionales que pueden provocar la transformación de la civilización reestructurándola y teniendo como resultado una nueva realidad sociocultural con el predominio de una de las culturas y/o civilizaciones que interactúa. Ésta se manifiesta por la «similaridad» y diferenciación o diversidad cultural. Existe un acuerdo en que estos procesos se producen por la combinación de elementos materiales y espirituales que forman las diferentes civilizaciones y culturas. Operación que se lleva a cabo tanto en las estructuras como en las fuerzas, permitiendo así su movimiento cultural. Las estructuras, como una organización, una coherencia basada en relaciones fijas entre realidades y masas sociales así como un ensamblaje que limita los escenarios mentales y geográficos; y las fuerzas, como actitudes, emociones e ideas son entendidas así en el pensamiento Braudeliano. Como no iba ser de otra forma, los procesos de transculturación se manifiestan a nivel integral y profundo, tal y como se identifica a las civilizaciones particulares desde sus tres planos económico, político y cultural propiamente dicho. Así pues, se construyen más frecuentemente a nivel civilizatorio, articulándose a partir de las diferentes agrupaciones culturales que llevan en su seno. Por ello, el adjetivo más adecuado para estos procesos es el de transcivilizatorios, ya que sus resultados trascienden los de las relaciones intercivilizatorias e interculturales. Estas relaciones se producen a partir de dos «macrosistemas culturales», es decir, a partir de dos o más identidades civilizatorias. Por otro lado, las relaciones interculturales se desarrollan a partir de dos o más identidades culturales. «Por tanto, los “procesos de transculturación” trascienden las propias relaciones intercivilizatorias e interculturales porque se tratan de 77
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“fenómenos” que se desarrollan principalmente a nivel transcivilizatorio.» Procesos en sí mismos creativos y no imitativos aunque ambos transcurren de forma necesaria y simultánea en los grupos culturales, dado que los actos creativos normalmente suelen realizarse a través de minorías o élites que son posteriormente imitadas de forma mecánica por la mayoría. Los «procesos de transculturación», sin embargo, presentan la peculiaridad de suceder por la experiencia de la mayoría; de ahí que Toynbee los califique de «revoluciones psicológicas»,17 en contraposición a las revoluciones violentas que suelen ser actos miméticos retardados; o que Braudel también las califique de «revoluciones de la mente».18 La experiencia es la gran fuente de la identidad y autoconciencia. Es el origen fundamental de la confrontación del yo con los otros.19 En la medida en que los individuos adquieren sentido a través de la experiencia, éstos intentan agruparse con aquellos que tienen una común para hallar significados y transformaciones culturales comunes. Los cambios que se producen por la combinación de elementos civilizatorios implican una conversión de las mayorías que tiene lugar a partir de la vivencia y no de la imitación. En este sentido, este fenómeno nos evoca el concepto de «civilización digital» o «civilización de la mente» referidas en el capítulo anterior. Estaríamos considerando que los procesos de transcul17 TOYNBEE, A. J., A Study of History. Abridgement, Ed. Royal Institute of International Affairs y Oxford University Press, Londres, 1946; 1957; 1960 (traducción al castellano de Luís Grasset y Luís Alberto Bixio, Estudio de la Historia, Ed. Alianza, Madrid, 1970, vol. 3, pág. 127). 18 BRAUDEL, F., Les ambitions de l´Histoire, �������������������������������������� Éditions de Fallois, París, 1997 (traducción de Mª José Furió, Las ambiciones de la historia, Crítica, Barcelona, 2002, 163). 19 BELL, D., The Cultural Contraditions of Capitalism, Basic Books Inc., Nueva York, 1976 (traducción de Néstor A. Mínguez, Las contradicciones culturales del capitalismo, Alianza Universidad, 1ª ed. 1977, 3ª reimpresión 1989, pág. 95).
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turación se están haciendo realidad y ampliando su radio de actuación gracias a la formación de esta civilización que refleja varios aspectos cruciales en la evolución cultural: la transformación de los modos de la experiencia que, según la primacía de unos sentidos sobre otros, según las épocas históricas, indican cambios profundos en las culturas. Actualmente se está pasando de la primacía de la cultura de la imprenta y cultura visual a la multimedial. Por otro lado, por primera vez las mayorías se expresan en la red, desafiando el monopolio del conocimiento que las élites culturales han tenido tradicionalmente, traspasando las fronteras del espacio físico y el tiempo social que los había limitado, creando movimientos, agrupaciones y redes de la dinámica cultural.
3 Principios de la transculturación Las relaciones culturales son, según el historiador Spengler, puramente accidentales e irregulares,20 involuntarias e inevitables,21 lo cual implica comprobar el sentido de las relaciones que percibimos, puesto que la única significación se encuentra en el ciclo vital de cada cultura particular. Las únicas relaciones percibidas por el historiador son las que son aceptadas, mientras que la forma en que las culturas seleccionan sus incorporaciones y rechazos está por estudiarse desde estudios comparativos. Esta selección es de suma importancia pues nos facilita las claves para observar cómo se crea la diversidad cultural y sobre todo SPENGLER, O., Der Untergang des Abendlandes, Ed. C. H. Beck´sche Verlagsbuchhandlung, München, 1921 (traducción de Manuel G. Morente, La decadencia de Occidente. Bosquejo de una morfología de la historia universal, Colección Austral, 2ª ed. 2002, vol. II, pág. 67. 21 SPENGLER, O., La decadencia de Occidente... op. cit., vol. II, pág. 63. 20
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para manifestar una aportación alternativa a las tesis que promulgan la homogeneización de las culturas como la única respuesta a la evolución cultural.
3.1 La transmigración Spengler nos indica que el proceso de selección se lleva a cabo a partir de la transmigración o transcurso selectivo de aceptación o rechazo, elección o apropiación. Según éste, de todas las innumerables influencias que puede recibir una cultura de otras, muy pocas son aceptadas: «la mayor parte se queda en mera potencia».22 Este proceso se puede describir con el ejemplo de la expansión del budismo desde la India a China de forma evolutiva a partir de dos fases. En la primera se percibe la aceptación de una parte de esta religión. En la segunda fase, la parte aceptada por China se transforma en una nueva especie de expresión religiosa que sólo tiene significación para los chinos. Por tanto, Spengler comprueba que las «significaciones» no pueden emigrar o, en otras palabras, el sentido original de la parte cultural que se transfiere se adapta a la cultura receptora. Por ello los chinos y los indios tienen en común que son budistas pero ello no significa que sus almas se hallen más próximas. Cada cultura sigue su trayecto personal y, por tanto, éste es siempre diferencial.
SPENGLER, O., La decadencia de Occidente... op. cit., vol. II, pág. 94.
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3.2 Principio de selectividad Los procesos de transculturación se rigen por el «principio de selectividad» entendido según Braudel como el principio que regula la incorporación o la ausencia de las transferencias e intercambios entre unos grupos culturales a otros. Este principio presenta a su vez dos ámbitos, el exterior que hace referencia a las decisiones que las propias agrupaciones particulares toman sobre si adquirir como elementos propios los de otras culturas. En este sentido, existen resistencias y reacciones a incorporar bienes culturales que pongan en tela de juicio las estructuras profundas de la civilización, cultura o subcultura particular, en definitiva, sus rasgos identitarios. Por ello, el establecimiento de transferencias culturales depende fundamentalmente del contenido cultural y de cómo va a ser asimilado posteriormente por los ejes profundos. Desde el ámbito interior, los grupos culturales se van forjando lentamente a base de selecciones que los transforman hasta el punto de llegar a lo que se denomina «separación del pasado histórico». Esta característica ocurre fundamentalmente a nivel civilizatorio donde las civilizaciones, a partir de las relaciones de unas con otras, van creando su propia identidad civilizatoria que le caracteriza por haber codificado todo su pasado selectivo basado esencialmente en sus «rechazos duraderos». Sin embargo, es importante recordar que una de las facultades de la cultura –que Kroeber denomina pasivas y a la vez son las más frecuentes– es su capacidad de apertura y receptividad basadas en recibir el pasado transmitido de la propia cultura de una generación a otra y, por otro, en la capacidad de aceptar elementos y sistemas foráneos de la cultura material de otras culturas a través de la difusión. Esto no significa que no haya 81
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resistencias y rechazos hacia la importación cultural, pero a pesar de ellas, las absorciones de una cultura y las asimilaciones de culturas foráneas son continuas. Precisamente esta ilimitada capacidad de receptividad y asimilación que poseen las culturas es lo que hace que la cultura sea un «continuum» en el espacio y el tiempo como en sus relaciones desarrolladas. La evolución diferencial que presenta cada cultura está marcada por sus configuraciones espacio-temporales, es decir, por su historia particular. La historia particular de cada cultura determina sus diferencias o similitudes con las otras: «cuanto más distinta es una sociedad por su historia, más evoluciona en aislamiento de otras sociedades».23 Esto significa que las culturas que no comparten una historia difícilmente pueden comunicarse y llegar a crear modelos y formas de organización comunes. El cambio cultural se define por el trayecto histórico. El destino y la estructura de las sociedades están determinados por el cambio cultural, por la historia que se crea en torno a los intereses, valores y creencias que van definiendo las instituciones y organizaciones. Las culturas que comparten historia son las que pueden llegar a entrecruzarse y mezclarse, de manera que sus formas de organización tomen rasgos unas de otras y a la vez adapten esos rasgos a los entornos específicos de cada cultura.
3.3 Grado de aceptación y resistencia Desde la antropología, Herskovits24 indica cuatro factores que, históricamente, han influido en el grado de aceptación o de re CASTELLS, M., La era de la información... op. cit., vol. I, pág. 200. HERSKOVITS, M., Cultural… op. cit., pág. 481.
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sistencia a elementos culturales externos, y que nos permiten identificar la facilidad o dificultad conque se desarrollan los procesos de transculturación: el tipo de componentes culturales que predomine en una determinada, el medio geográfico, las circunstancias históricas y el proceso de «endoculturación». El primer factor trata del tipo de cultura preexistente.
3.3.1 «Focus» Cada cultura tiene un perfil o «focus», es decir, una predominancia sobre un determinado tipo de elementos culturales. Por ejemplo, unas culturas pueden centrar su «identidad» en la religión, otras en la tecnología. En el caso de las sociedades primitivas, podemos intentar observar algunas características. Primero, éstas han sido llamadas «primitivas» por presentar culturas simples o inferiores a las civilizaciones, teniendo como centro elementos mágicos y religiosos. Segundo, también han sido llamadas «salvajes» o «bárbaras» como aplicación de la secuencia evolucionista de «salvajismo», «barbarismo»25 y «civilización». Tercero, existen dos calificativos que determinan propiamente el término «primitivo»: a) «sociedades sin historia» en el sentido de no poseer un historia escrita; b) sociedades «non-literate», que se refiere a sociedades sin lenguas escritas, es decir, que su instrumento de comunicación son las lenguas orales.26 Una de las características uniformes de las culturas primitivas que actualmente se denominan «culturas indígenas», entre otras, es
25 El proceso de barbarizacion está siendo reconsiderado actualmente por estudios como el de Todorov, T., El miedo a los bárbaros. Más allá del choque de civilizaciones, Galaxia Gutemberg, Barcelona, 2008. 26 HERSKOVITS, M., Cultural... op. cit., págs. 259-263.
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fundamentalmente el uso de la memoria como archivo histórico de su sabiduría y conocimiento, cuando no se ha plasmado físicamente, bien de forma impresa o digital. Por un lado, tradicionalmente ha habido una tendencia de las sociedades cuyo focus se centra en los aspectos materiales a presentar resistencias hacia la aceptación de aspectos inmateriales, como valores, creencias, filosofías, etc. Mientras que, por otro lado, aquellas sociedades cuya forma de transmisión es principalmente a través del lenguaje oral han tendido a presentar resistencias hacia los elementos donde prima la tecnología. Actualmente las fronteras entre los elementos no permanecen nítidas por la continua reinvención de los medios de comunicación. La actual fuerte expansión del uso de la telefonía móvil, especialmente en áreas donde, siendo el acceso a la red de internet muy limitado, prima la comunicación cara a cara, es un ejemplo muy significativo. Desde los estudios de la comunicación, McLuhan27 clasificó a las culturas en «visuales» o «acústicas» según el grado de incorporación tecnológica de otras culturas. Las culturas –y podríamos añadir civilizaciones– con orientación «acústica» son culturas orales no son especialistas, que crean «identidades de alto perfil» o de alta definición, y se construyen a partir de una conciencia centralizada o exclusiva en cuanto que excluye a otras identidades. A este tipo corresponden las identidades «grupales» donde la identidad individual se define por vinculación al grupo, como ocurre con las culturas orientales. Históricamente no han sido permeables a la introducción de tecnologías
27 McLUHAN, C y POWERS, B. R., The Global Village., Ed. Oxford University Press. 1989 (traducción al castellano de Claudia Ferrari, La Aldea Global. Transformaciones en la vida y los medios de comunicación mundiales en el siglo XXI, Ed. Gedisa, Barcelona, 2ª ed., 1993, pág. 78.
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aunque, por otro lado, presentan una mayor capacidad para asimilar las tecnologías electrónicas. Las culturas con orientación «visual» se correlacionan con aquellas «identidades de bajo perfil» o poco definidas, que se construyen con un tipo de conciencia inclusiva o descentralizada, como en el caso de la cultura canadiense. Éstas han sido históricamente tolerantes a la introducción de instrumentos foráneos. Sin embargo, actualmente presentan una menor disposición a asimilar y percibir los cambios producidos por las nuevas tecnologías debido a que éstas son acústicas. En conclusión, las culturas o civilizaciones con inclinación «acústica» son resistentes a la introducción de nuevas tecnologías y a la penetración de otras culturas o civilizaciones acústicas, por lo cual este tipo de culturas y civilizaciones no tienden a comunicarse entre ellas.
3.3.2 «Hábitat» y circunstancias históricas El segundo factor es el «hábitat». Las sociedades suelen presentar un medio de vida marcado por los recursos naturales, el clima y otras características sobre las cuales se han tenido que adaptar y realizar ajustes. Cuando este «hábitat» está configurado por condiciones difíciles los individuos no tienden a aceptar la experimentación en el campo tecnológico, por lo que la inclinación de las sociedades muy ajustadas a su medio geográfico, como la de los esquimales, suele ser hacía la resistencia a los elementos tecnológicos. El tercer factor son las circunstancias históricas. En circunstancias denominadas de conquista cultural, a pesar de que se suele estudiar un tipo de respuesta, y además de tipo negativo, sin embargo se pueden apreciar dos tipos de manifestaciones: una 85
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positiva en la que existe un intercambio de elementos culturales sin que necesariamente exista un cambio en el modo de vida. Una negativa como resultado de la imposición de instituciones y formas de vida cuya respuesta es la reacción con el surgimiento de «movimientos contra-aculturativos».28 En circunstancias de expansión y dominación de la cultura occidental o la dominación de la cultura consumista se suele conceder una interpretación incompleta, al no reconocer el grado en que la cultura occidental interactúa y cambia como resultado de la exposición con otras culturas y civilizaciones. La «similaridad cultural», que sucede ante la expansión de las comunicaciones, no tiende a desarrollarse a través de la imposición de un conjunto de valores culturales sobre otros, sino que también se desarrolla a través de la mezcla de una diversidad de valores culturales que no suponen una hegemonía. El impacto de esta expansión sobre el cambio cultural no puede limitarse a la simple descripción y distinción entre «homogeneidad» y «heterogeneidad» cultural, puesto que proporciona nuevas oportunidades para la interacción cultural mientras que limita otras. Para que exista «interacción cultural» es necesaria no sólo la comunicación sino también un grado de «comunidad». Sin este grado de «comunidad de valores» no puede existir la base para el entendimiento y la interacción. Rogers29 afirma que la transferencia de ideas ocurre más frecuentemente cuando los actores comparten valores similares, y la cultura es la que proporciona el conjunto de ideas, valores y creencias que funcionan para proveer una base para la interacción y comprensión entre los miembros de una comunidad.
HERSKOVITS, M., Cultural... op. cit., pág. 453. GREIG, J. M., «The end of Geography?...», op. cit., pág. 226.
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3.3.3 Endoculturación El último factor hace referencia al proceso de «enculturación» o proceso de aprendizaje. El modo en que un individuo es integrado y adaptado a la cultura condiciona el grado de aceptación o de rechazo de elementos culturales. Este aspecto tiene mucha importancia en la dinámica de consolidación de los migrantes en una determinada cultura. Este proceso se efectúa en dos niveles. En el primero se encuentra el proceso de condicionamiento de los individuos en su primera infancia sobre la forma de ajustarse a las instituciones establecidas en la sociedad a través del aprendizaje del lenguaje o formas de categorizar. En el caso de la segunda generación de migrantes potencialmente se puede proyectar una mayor integración que en la primera por la incorporación natural de una segunda lengua a partir de la participación en el sistema de escolarización en la sociedad receptora. En el segundo nivel, que se efectúa en la edad adulta, se trataría más bien de un recondicionamiento. El proceso de modificación de la cultura o civilización preexistente puede llevarse a cabo a partir de la sustitución de elementos antiguos por los nuevos, introducidos también a través del proceso de aprendizaje, proceso que tiene como resultado que los elementos antiguos lleguen a ser olvidados o permanezcan de forma latente, por lo que con un cambio de generación solamente sean comunicados y así sucesivamente hasta que, finalmente, lleguen a ser símbolos de algún grupo cultural, mientras que el resto de la civilización los abandone totalmente. Éste podría ser el caso del abandono del uso del pañuelo sobre la cabeza o de la supresión de la mutilación de los genitales de aquellas mujeres musulmanas que viven en culturas occidentalizadas. 87
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En cuanto a los estudios sobre los actores que cursan el proceso de introducción de nuevos elementos culturales en una civilización, cultura y/o subcultura, nos muestran dos tipos: los agentes innovadores y los agentes que sirven de enlace entre ellas. Linton,30 señala que, por un lado, la aceptación de elementos se desarrolla de forma indirecta a través de «innovadores», élites culturales o aquellos individuos que se encargan de extender los elementos culturales nuevos. Por otro lado, la diseminación de los elementos culturales a las mayorías depende del grado de utilidad y compatibilidad de los componentes foráneos con el grupo cultural receptor. Un nuevo instrumento cultural raramente es útil a todos los miembros de una cultura o es compatible con todas las constelaciones de elementos culturales funcionalmente interrelacionados, de ahí que la diseminación sea selectiva.
3.4 Grado de permeabilidad Otra de las características fundamentales que le otorgan dinamismo a «los procesos de transculturación» es que se rigen también por el «grado de permeabilidad» que persiste en las culturas y/o civilizaciones. Cada grupo cultural presenta unas fronteras que son franqueadas dependiendo del grado de permeabilidad de sus estructuras. Según Toynbee, los agentes que sirven de enlace entre civilizaciones se pueden clasificar en un orden dependiendo del grado de apertura en que se encuentra una civilización con respecto a otra. Cuando la adaptación entre LINTON, R., Acculturation… op. cit., pág. 470-477.
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las civilizaciones presenta un grado superficial, las civilizaciones utilizan agentes militares y diplomáticos. En segundo lugar, cuando el proceso de permeabilidad es menos superficial las civilizaciones utilizan los «mercaderes», es decir, las civilizaciones presentan unas relaciones comerciales. En tercer y último lugar, cuando las civilizaciones han llegado a un grado de permeabilidad profundo surgen las relaciones educativas, civiles y legales a través de las figuras del «maestro», «funcionario civil» y «abogado» respectivamente.
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Capítulo IV A la cibertransculturación
1 ¿Podemos diferenciar los procesos de transculturación de otros fenómenos culturales? En el pasado capítulo hicimos un recorrido vital de los conceptos de transculturación y aculturación indicando sus diferencias. Ahora es importante hacer un discernimiento con respecto a otros fenómenos como coexistencia, aislacionismo cultural/inmovilismo cultural, globalización cultural a partir de estudiar lo que es el multiculturalismo1 desde sus diferentes acepciones. Tal y como señala Christine Inglis,2 el concepto de multiculturalismo, cuyo término surgió en 1965 tras la recomendación de la Comisión Real sobre bilingüismo y biculturalismo de Canadá, con objeto de sustituir la política bicultural, basada en la Carta Británica y Francesa, por una política multicultural, debemos entenderlo desde sus tres acepciones: demográfica-descriptiva, que hace referencia al adjetivo «multicultural» para tratar los segmentos étnicos o razas dentro de la población de una sociedad o Estado, y da énfasis a la percepción de las particularidades culturales asociadas a una diferenciación estructu Véase para la reflexión el artículo el reciente artículo de AVELINO DE LA PIENDA, J. (2009), «Multiculturalidad y multiculturalismo. Relatividad cultural y relativismo», Revista de Filosofía, nº 61, 2009-2010, págs. 89-115. 2 INGLIS, Christine, «Multiculturalismo: Nuevas Respuestas Políticas a la Diversidad», Colección de Documentos de Políticas Sociales, nº 4, Publicaciones MOST. UNESCO, 1997, págs. 16-17. 1
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ral; ideológica-normativa: está basada en teorías sociológicas y ético-filosóficas que tratan de las diferentes identidades culturales; programático-política, que hace referencia al término «multiculturalismo» como aquellos tipos de programas e iniciativas políticas específicas cuyo objetivo es dar respuesta a la diversidad étnica y encauzarla.
1.1 Multiculturalismo: acepción demográfica-descriptiva Desde la acepción demográfica-descriptiva, el multiculturalismo se ha analizado fundamentalmente desde el estudio de la «etnicidad» –de ahí que se equipare el término sociedad multicultural con sociedad multiétnica– a partir de tres aproximaciones teóricas:3 Por un lado, la doctrina denominada primordialismo, que considera la «etnicidad» desde categorías sociobiológicas y asume que los grupos sociales se definen por sus características objetivas que incluyen territorio, religión, raza, cultura y lenguaje, y características que son sujetas a la interpretación por las preferencias subjetivas de los grupos.4 Esta doctrina, que presenta influencias de la escuela soviética de etnología, ha sido criticada por la imposibilidad metodológica de interpretar la perspectiva subjetiva desde el punto de vista de los actores.5 Por otra parte, también proponemos incluir en esta doctrina el fenómeno del inmovilismo cultural y/o aislacionismo cultural que se manifiesta en este tipo de grupos culturales y –se puede hacer extensivo a 3 ����������������������������������������������������������������������������� KOENING, M., «Democratic governance in multicultural societies. Social conditions for the implementation of international human rights through multicultural policies», Management of Social Transformations, Most. Discussión Paper, nº 30, vol. 2, número 11, febrero, 23, 1999. 4 BANGURA, Y., «The search for identity: ethnicity, religion and political violence». Occasional Paper nº 6, World Summit for Social Development, UNRISD, 1994, pág. 10. 5 KOENING, M., Democratic governance... op. cit.
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otros como los migrantes– que se caracteriza por la falta de flexibilidad y dificultad de transformarse y, por tanto, de evolucionar, que es lo que permite asentar la unidad y cohesión social. Este aspecto es favorecido por el tipo de autocomunicación que desarrollan este tipo de colectividades que no facilita las relaciones y comunicaciones interculturales, mediante medios de comunicación creados propiamente para ellos mismos, que no les ayuda precisamente a integrarse ni cultural ni socialmente en la sociedad dominante y/o receptora, en el caso de los migrantes. Por otro lado, la doctrina constructivista considera que la identidad étnica es el resultado de un proceso social complejo en el que las fronteras simbólicas son construidas y reconstruidas a partir de los mitos, la historia común y el lenguaje. Y por último, la doctrina instrumentalista sostiene que la etnicidad puede ser utilizada como forma de movilización política y puede llegar a ser conducida hacia objetivos bélicos.6
1.2 Multiculturalismo: acepción ideológica-normativa La acepción ideológica-normativa es la más debatida. Los principales discursos teóricos partieron de los estudios sobre las políticas Uno de los estudios que plasma un enfoque integrador de la acepción demográfica-descriptiva es el desarrollado por Ralph R. Premdas, «Public policy and ethnic conflict», Management of Social Transformations, Most. Discussion Paper Series, nº 12, 1997. 6
Con respecto al enfoque instrumentalista veáse el Informe de Naciones Unidas sobre la violencia étnica. «Ethnic violence, conflict resolution and cultural pluralism.» Report of the UNRISD/UNDP. International Seminar no Ethnic Diversity and Public Policies. (Nueva York, 17-19 agosto, 1994); STAVENHAGEN, R., «Los conflictos étnicos y sus repercusiones en la sociedad internacional», Revista Internacional de Ciencias Sociales, vol. XLIII, nº 1, 1991; IBRAHIM, S. E.., «Los conflictos étnicos y la construcción del Estado en el mundo árabe», Revista Internacional de Ciencias Sociales, nº 156, junio 1998. 93
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de reconocimiento de las identidades, desarrollados por Kymlicka y Taylor.7 Un análisis comparativo de los diferentes enfoques multiculturales realizado por Tempelman,8 a partir del análisis de las identidades culturales, clasifica a Taylor dentro del enfoque de multiculturalismo «primordialista», cuyos rasgos son definidos por el principio diferenciador. Por su parte, Kymlicka, experto canadiense en ciudadanía multicultural y participante en la creación del último Informe Mundial sobre la Diversidad Cultural de la UNESCO (2009), Invertir en la diversidad cultural y el diálogo intercultural, es encuadrado en el enfoque de multiculturalismo «universalista» que excluye las culturas que no son «liberales», y que reflejan en sus rasgos generales el principio identificador. Desde algunos círculos ético-filosóficos se parte de considerar el «multiculturalismo» como una ideología promovida por la «globalización» que induce a la compartimentación de las sociedades en fragmentos culturales,9 definiéndose el multiculturalismo como «la ideología llamada a justificar en el plano teórico la perduración de divisiones entre seres humanos, de exclusiones más o menos voluntarias, y de la explotación derivada de la constitución de guetos étnicos. Ha servido para hacer olvidar el derecho a la igualdad en nombre del derecho a la diferencia».10 La globalización, vista desde sus tres perspectivas, la hiperglobalista, escéptica y transformacionalista, en 7 Véase KYMLICKA, W., Multicultural Citizenship: a Liberal Theory of Minority Rights, Ed. Van Gorcum, Amsterdam, 1997 y TAYLOR, C., Multiculturalism and «The Politics of Recognition», Ed. Princeton University Press, Nueva York, 1994. 8 ���������������������������������������������������������������������������� TEMPELMAN, S., «Constructions of Cultural Identity: Multiculturalism and Exclusión», Political Studies (1999), XLVII, págs. 17-33. 9 MIRA, N.E., «La máscara del multiculturalismo», Revista Electrónica de Geografía y Ciencias Sociales, Universidad de Barcelona (ISSN 1138-9788), nº 94 (104), 1 agosto 2001. 10 VAZQUEZ-RIAL, H., «Lo multicultural como mitología y como coartada del racismo», Revista Electrónica de Geografía y Ciencias Sociales, Universidad de Barcelona (ISSN 1138-9788), nº 94 (104), 1 agosto 2001.
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palabras de Held,11 cabe diferenciarla del concepto de «globalismo transcultural», descrito en un estudio realizado desde una aproximación posmodernista: «We believe transcultural reality is more closely aligned with the concept of globalism discussed in Janzen´s (1997) Five Paradigms of Ethnic Relations. In this work, globalism is described as a continuous search for the center through ongoing discussions in regard to commonly accepted principles. “The center itself draws upon the experiential and intellectual traditions of all world cultures“; and although there are many reasons why global awareness is promoted –social, economic, religious– the most important reason is the working together peaceably of world citizens. [...]. This vision of transcultural globalism has heightened the sense of urgency many have about how best to adopt transculturally recognized principles and to be open to ongoing change without destroying cultural experiences and traditions».12 Otros autores, como Henri Giordan, sostienen que el multiculturalismo está generalmente marcado por una ambigüedad de fondo: por un lado aborda con una perspectiva crítica la coexistencia de las diferencias culturales; por otro, funciona como un programa de integración para una sociedad en crisis».13 La coexistencia cultural puede manifestarse tanto desde el punto de vista estructural como político y cultural, bien en su manifes11 HELD, D., Mc GREW, A. G., GOLDBLATT, D., PERRATON, J., Global Transformations. Politics, Economics and Culture, Polity Press & Blackwell Publishers Ltd., México, 1999 (traducción al castellano de Guadalupe Meza Staines., Transformaciones globales. Política, economía y cultura, Oxford University Press, México, 1ª ed. 2002). Véase también Adalberto Santana, «¿Globalización de la cultura de América Latina?», revista UNIVERSUM, nº 18, 2003, Universidad de Talca. 12 MILHOUSE, V. H; ASANTE, M. K.; NWOSU, P. O. (eds.), Transcultural realities. Interdisciplinary Perspectives on Cross-Cultural Relations, Ed. Sage, California, 2001, pág. X. 13 GIORDAN, H., «Las sociedades multiculturales y multiétnicas», Gestión de las transformaciones sociales, Most, Documentos de Debate, nº 1, 1995.
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tación religiosa y/o lingüística y no produce generalmente una cultura nueva, como suele ocurrir en el caso de la transculturación, sino que mantiene la dualidad estructural o sostiene la tensión entre las diversas subculturas que forman las sociedades, así como sus diversas formas de expresión. En cuanto a entender el multiculturalismo como un programa de integración cabe recordar al padre de la sociología de las religiones, Max Weber, al señalar que en las épocas de crisis desaparecen las creencias y se necesitan otras nuevas. Las ideologías, como ejes de integración, se sustituyen por las religiones y la multiculturalidad. Es significativo y esclarecedor que el catedrático de filosofía, Javier de Lucas,14 afirme que el multiculturalismo no es una cuestión filosófica sino una cuestión política: El expediente de legitimar cualquier rasgo de identidad cultural, como el de estigmatizar una cultura porque alguna(s) de sus prácticas, instituciones o valores de su tradición plantea conflictos con las mayoritariamente aceptadas, no contribuye ni a entender ni a gestionar las sociedades multiculturales. Porque lo que plantea la multiculturalidad es una cuestión normativa o, más claramente, política, y no esencialista o metafísica. Es sobre todo una cuestión de modelos, de políticas de gestión de la realidad multicultural, de sus exigencias, de sus conflictos.
1.3 Multiculturalismo: acepción programático-política El multiculturalismo desde su acepción programático-política se presenta a partir de varios modelos de gestión de la diversi DE LUCAS, Javier., «Multiculturalismo: política no metafísica», El País, 18 de julio de 2001. 14
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dad cultural: Castles y Miller15 consideran cuatro: imperial, representado por Gran Bretaña hasta 1981; étnico, basado en el principio jus sanguinis, que implica una integración económica pero no social sostenida por el principio de exclusión o diferenciación impuesto sobre la diversidad de los diferentes grupos culturales minoritarios, que tiene como representante a Alemania; republicano, basado en el principio jus soli, modelo identificador o asimilacionista en el que los colectivos culturales tienen que imitar a la sociedad mayoritaria para poder integrarse en la misma, representado por Francia; multicultural, representado por Holanda, que está basado en el principio de inclusión, es decir, de integración social-cultural y económica. Por su parte, Collinson 16 clasifica las políticas europeas en cuatro modelos basados en: separación, ejemplificado por la experiencia alemana; tolerancia, seguido por Gran Bretaña, donde la integración es definida por la igualdad de oportunidades y es promovida a través de leyes antidiscriminatorias más que a través de programas que benefician a las minorías étnicas; pluralismo cultural: corresponde al modelo seguido por Holanda desde los años ochenta; asimilación: es el modelo que ha seguido Francia hasta que recientemente ha comenzado a aplicar el modelo de pluralismo cultural. Desde la acepción política del multiculturalismo podemos 15 CASTLES, S. y M. J. MILLER., The Age of Migration. International Population Movements in the Modern World, Macmillan, Houndmills and London, 1993. Citado en DOOMERNIK, J., «Inmigration, multi-culturalism and Nation State in Wester Europe», Conferencia sobre Racismo y Política Pública, Durban, Sudáfrica, UNRISD, septiembre, 2001. 16 COLLISON, S., Beyond borders: West European migration policy towards the 21st century, Royal Institute of International Affairs, London, 1993, citado en GHAI, D. y DE ALCANTARA, Cynthia Hewitt., «Globalization and social integration: patterns and processes», Occasional Paper, nº 2, World Summit for Social Development. UNRISD, 1994.
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concluir que, si comparamos los modelos de gestión de la diversidad cultural que los distintos países europeos han llevado a cabo hasta muy recientemente, con los modelos de gestión que siguieron en sus respectivas políticas colonialistas, se aprecia una continuación y similitud histórica en el tipo de relaciones que mantuvieron con los grupos indígenas. Por otro lado, el giro que han mostrado algunos países en sus políticas de inmigración hacia modelos más plurales podemos observarlo como resultado de los inevitables procesos de transculturación. Los procesos de transculturación difícilmente pueden englobarse bajo el paragüas del multiculturalismo desde su acepción demográfico-descriptiva. Ésta tiene como principales unidades de análisis a grupos culturales minoritarios a nivel internacional, como son los étnicos y los migrantes. Categorías sociales que suelen configurarse como subculturas. El estudio de la transculturación, como hemos analizado, incluye muchos más actores como las culturas y civilizaciones. Tampoco los procesos de transculturación constituyen de forma fundamental el multiculturalismo desde su acepción ideológica-normativa, puesto que la transculturación incluye las creencias vestidas de ideologías como uno de sus elementos inmateriales, pero no tiene como fin la creación de ideologías, en todo caso uno de sus resultados es la secularización. El multiculturalismo desde su acepción normativa expresa las formas en que se puede gestionar la diversidad cultural. La transculturación podría resultar una respuesta alternativa a los modelos de gestión asimilacionista o «aculturacionista» y diferencialista.
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2 ¿Posible cibertransculturación? Si bien la transculturación como fenómeno social ha podido ser cuestionado en el pasado por algunos círculos académicos, debido a la lentitud de su desarrollo y a la dificultad de visualización de sus resultados, lo cual ha impedido hacer de una forma sistemática un estudio exhaustivo, actualmente, sin la menor duda, es una realidad social que presenta una evolución y dinámica sin precedentes favorecida por las nuevas tecnologías de la comunicación. Tales son los cambios que están produciendo sobre las culturas y las ciberculturas que integran el espacio y el ciberespacio que podríamos empezar a hablar de un nuevo fenómeno denominado «cibertransculturación». Los procesos de transculturación se manifiestan principalmente como consecuencia de las diferentes interacciones17 que se producen entre comunidades culturales con diferentes niveles, marcados generalmente por órdenes jerárquicos y asimétricos. En el caso de los procesos de cibertransculturación las conexiones e interrelaciones se suelen dar fundamentalmente en niveles de igualdad y asimetría al producirse en las redes de redes.
2.1 Redes ciberculturales Las redes ciberculturales, organizaciones con mínimas estructuras que nacen en y para internet, son los actores que parti Destacamos la importancia de observar las «interacciones-clave» definidas como «aquellas interacciones que constituyen el núcleo esencial y diferenciador de cada relación internacional, respecto de aquellas otras interacciones secundarias cuya presencia o ausencia puede influir en la relación, pero no define su naturaleza» citado en CALDUCH, R., Relaciones Internacionales... op. cit., pág. 87. 17
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cipan en la construcción de los procesos de cibertransculturación. Estas redes son, como lo son otro tipo de creaciones «sociales» que se han desarrollado a lo largo de la historia humana, formas de agrupación de los individuos, diferenciándolas de las creaciones técnicas por ser descubrimientos no científicos, y podemos considerarlas nuevas formas de relación entre las personas a partir de agrupaciones que se han creado desde el nacimiento de la internet. Para facilitar el problema de adjudicar o no identidad a los emisores y receptores de los flujos culturales es importante hacer una distinción entre «flujo» y «red». El primero se refiere a «los movimientos de artefactos físicos, personas, símbolos, signos e información en el espacio y el tiempo», y «red» implica «las interacciones regularizadas o que siguen una pauta entre agentes independientes, centros de actividad o ubicaciones del poder». Al igual que no podemos hablar de la existencia de redes transculturales,18 al menos de una forma sistematizada, en el mundo prealfabeto, y que su surgimiento vino de la mano de la aparición de la escritura, actualmente es posible detectar estas nuevas redes cibertransculturales aparecidas con el surgimiento del ciberespacio.
2.2 Nuevas formas de comunicación Los procesos de cibertransculturación se desarrollan a través de nuevas formas de comunicaciones establecidas en comunida HELD, D., Mc GREW, A. G., GOLDBLATT, D., PERRATON, J., Global Transformations. Politics, Economics and Culture, Polity Press & Blackwell Publishers Ltd., México, 1999 (traducción al castellano de Guadalupe Meza Staines., Transformaciones globales. Política, economía y cultura, Oxford University Press, México, 1ª ed. 2002, pág. XLIX. 18
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des virtuales, redes sociales y la blogosfera, que crean un sistema de comunicación que tiende a ser integrado, compuesto por las siguientes características: • Permite la posibilidad de relacionar comunidades culturales con una base cultural común a través de la comprensión de las informaciones codificadas y descodificadas en mensajes. Las fronteras lingüísticas actualmente se deshacen a través del uso de traductores. • La circulación de la información es desigual pero también igualitaria al permitir las comunicaciones horizontales entre las redes. • La dirección del flujo no es solamente de arriba abajo, como sucede en los medios de comunicación tradicionales, sino multidireccional. • Las nuevas formas de comunicación son la expresión de los distintos grupos culturales que forma el ciberespacio, bien de élites como de masas. Sin embargo, la comprensión, aspecto que está condicionado a la historia común, no está garantizada entre ellos, puesto que la mayoría de las veces no configuran relaciones sino simplemente interacciones culturales e intercambios sincrónicos, no permanentes, lo cual tendería a caracterizar a los procesos de cibertransculturación pero no a los de transculturación.
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Capítulo V Alcance de la dimensión cultural en la Unión Europea
A pesar de que tanto la Unión Europea como la UNESCO presentan en la arena cultural muchas acciones conjuntas y otras diferentes pero sincrónicas en el tiempo, cada una ha desarrollado diferentes formas de traducir los fenómenos culturales a su expresión cuantitativa. Mientras que la Unión Europea ofrece actualmente indicadores culturales que podemos considerar manifiestan muy acertadamente la dimensión cultural, debido en parte a su larga tradición y experiencia mostrada con la elaboración de los Eurobarómetros, la UNESCO, siendo el mayor referente cultural a nivel internacional, ha pasado de mostrar indicadores culturales en los años noventa a limitarse actualmente a ofrecer un marco sin éstos, que intenta reflexionar sobre cómo cuantificar las variables culturales con la posibilidad de alcanzar un consenso sobre cómo prudentemente se pueden medir. Sin embargo, merece un reconocimiento fructuoso los intentos cualitativos por mostrar la actual problemática derivada de la diversidad cultural. En su último informe mundial publicado en 2009 sobre la diversidad cultural y el diálogo intercultural se ponen de manifiesto guías y escenarios para el análisis de estas temáticas que, aunque aparecen desde los primeros documentos de la organización, requieren una revisión a la luz de las revoluciones tecnológicas. La medición de los fenómenos sociales desde la Unión Europea presenta una larga experiencia desde el inicio de los Euro103
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barómetros que ha sabido salvar los obstáculos que los análisis comparativos conllevan. En cuanto a los relacionados con la cultura sobresale un monográfico específico sobre los valores culturales en el 2007 y un estudio cualitativo, elaborado por la Comisión Europea, que aportó un año anterior en el que pone como centro la identidad europea. Una de las trabas fundamentales que han provocado el retraso en llegar a acuerdos sobre cómo alcanzar un mínimo reflejo de los aspectos culturales cualitativos ha sido la dificultad polisémica de encontrar un concepto de cultura a partir del cual desarrollar variables que reflejen la complejidad. Por otro lado, introducir la dinámica cultural que evite seguir potenciando el criticado estatismo que durante décadas han reflejado los expertos sobre las culturas, no es asunto fácil, como no lo es tampoco la aceleración que las nuevas tecnologías de la comunicación están provocando en la evolución cultural.
1 La dimensión cultural y el concepto de cultura Según Aldecoa y Uncetabarrenechea,1 el año 1974 marca el inicio de las actividades culturales en la Unión Europea por la Resolución del Parlamento Europeo, que plantea una serie de acciones en los aspectos económicos de la cultura como son la producción y distribución de bienes y prestaciones culturales. Pero la primera acción que empieza a cristalizar la transformación en la actuación comunitaria en el ámbito cultural, consiste
1 ALDECOA L. F. y UNCETABARRENECHEA, L. J., «La cultura en el TUE: hacia la superación del déficit cultural de los tratados» en AA.VV., La Unión Europea en los albores de un nuevo siglo. Liber amicorum Jacqueline Lastenouse-Bury, Edit. Euroius Editorial Jurídica, Madrid, 1997, págs. 174 y ss.
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en la Comunicación de la Comisión de septiembre de 1982,2 donde se articulan cuatro ejes de actuación: el libre intercambio de los bienes culturales, la mejora de las condiciones de vida y de trabajo de los trabajadores de la cultura, la ampliación del público y la conservación del patrimonio arquitectónico. En la misma línea, la Comunicación de la Comisión al Consejo y al Parlamento de diciembre de 19873 constituirá una continuidad a los principios de intervención comunitaria con respecto a los aspectos de la cultura más relacionados con la economía: la garantía de la libre circulación de bienes y servicios culturales, la mejora de vida y de trabajo de los artistas, etc. Como veremos más adelante de forma más amplia, diez años después, en 2007, la Comunicación «sobre una Agenda Europea para la Cultura en un Mundo en vías de Globalización»4 de la Comisión al Parlamento Europeo, al Consejo, al Comité Económico y Social Europeo y al Comité de las regiones, también hará referencia a aspectos anteriores. En definitiva, en los años setenta y ochenta la Unión Europea comienza a presentar actuaciones vinculadas con la parte económica y comercial de la cultura, y no será hasta principios de los años noventa, con la ratificación del Tratado de Maastricht 2 COMMISSION DES COMMUNAUTES EUROPEENNES: «Le reforcement de l´action communitaire dans le secteur culturel» (Communication de la Commission au Parlament et au Conseil) Bulletin des Communautés Europeénnes, Suplément 6/82, 12 octobre, 1982, citado en ALDECOA, L. F. y UNCETABARRENECHEA, L. J., «La cultura en el TUE...», op. cit., pág. 175. 3 COMISION DE LAS COMUNIDADES EUROPEAS: «Nuevo impulso de la política cultural en la Comunidad Europea» (Comunicación de la Comisión al Consejo y al Parlamento Europeo) Boletín de las Comunidades Europeas Suplemento 4/87, diciembre, 1987, citado en ALDECOA, L. F. y UNCETABARRENECHEA, L. J., «La cultura en el TUE...», op. cit., pág. 176. 4 COMISION DE LAS COMUNIDADES EUROPEAS: «Comunicación sobre una Agenda Europea para la Cultura en un Mundo en vías de la Globalización» de la Comisión al Parlamento Europeo, al Consejo, al Comité económico y social Europeo y al Comité de las Regiones. SEC (10 de Mayo, 2007) 570, COM (2007) 242 final.
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en 1992, que los temas culturales se engloben en un apartado dedicado exclusivamente a la cultura. El artículo 151 del Titulo XII5 del Tratado CE será el encargado de asumir la competencia cultural comunitaria, con lo que la cultura pasa a ser uno de los ámbitos de intervención de la Unión Europea. El apartado 1 del artículo 151 del TCE comienza señalando dos finalidades que marcan la idea de la unidad en la diversidad, características del proceso cultural evolutivo de la Unión: primero, el florecimiento de las culturas de los Estados miembros respetando su diversidad nacional y regional, y segundo, potenciar el patrimonio cultural común. Sin embargo, este primer apartado deja en la ambigüedad las fronteras culturales al utilizar los conceptos de Estados, naciones y regiones.
2 Programas marco: desde Cultura 2000 a 2013 En cuanto a los ámbitos de intervención comunitaria señalados en el apartado 2 y 3 del artículo 151 se recogen en el primer programa marco sobre la cultura, el programa «Cultura 2000», cuya duración hasta el 2004 implica los siguientes aspectos: a) mejora del conocimiento, la difusión de la cultura y la historia de los pueblos europeos; b) conservación y protección del patrimonio cultural de importancia europea; c) intercambios culturales no comerciales; d) creación artística y literaria, incluido el sector audiovisual enmarcados en el programa Media II; y e) relaciones exteriores a través de la cooperación cultural con terceros países y organizaciones internacionales competentes. La asignación de las modalidades de intervención en el apar Anteriormente era el artículo 128 del Título IX.
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tado 2 del artículo 151 en el que se afirma que la acción comunitaria «favorecerán la cooperación entre los Estados miembros y si fuera necesario apoyará y complementará la acción de éstos», presenta por sí mismo límites en cuanto que señala que la intervención se producirá sólo si es necesario, es decir, bajo el principio de subsidiariedad. Sin embargo, la principal barrera es la ausencia de una armonización en la legislación y las normativas de los Estados miembros. La encontramos en el apartado 5 del artículo 151, donde se establece que la adopción de propuestas de carácter cultural se realiza a través del procedimiento de codecisión ConsejoParlamento exigiendo la unanimidad del Consejo durante todo el procedimiento y la consulta del Comité de las Regiones. Es decir, el sector cultural en la Unión Europea presenta un procedimiento complejo que requiere un consenso general para la adopción de medidas, lo cual implica un proceso de decisión muy lento que determina que el ritmo de la ejecución de políticas culturales sea muy limitado. Por otro lado, en un estudio6 realizado sobre las políticas culturales se muestra que lo único en lo que están de acuerdo los Estados miembros es en los temas «relacionados» con la cultura: la libertad de expresión, la preservación de la herencia cultural y los objetivos socioculturales, que permiten una participación abierta en la vida cultural. En lo que respecta al sistema de decisión política y administrativa, y la situación de los poderes y responsabilidades culturales los Estados miembros, varían bastante a pesar de encontrar entre ellos dos tipos de modelos: el federativo y el más centralizado. Véase ROSENAUER, A. y WINTHER, P., «Cultural policies in the EU Members States», Education and cultural series. Parlamento Europeo. Luxemburgo, 2002. en http://www.culturalpolicies.net. 6
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Los datos sobre la financiación de las políticas culturales muestra que la situación varía de Estado a Estado y depende en un alto grado de la definición de cultura, que principalmente incluye el arte y actividades artísticas, y algunas veces desde actividades socioculturales hasta la educación. Es decir, el concepto de cultura es bastante limitado a lo que tradicionalmente se ha denominado alta cultura. No obstante, la Decisión 508/2000/ CE del Parlamento Europeo y del Consejo del 14 de febrero del 2000,7 por la que se establece el programa Cultura 2000, nos aporta ciertas características de lo que se entiende por cultura. Primero, la cultura es considerada como factor económico, factor de integración y de ciudadanía: «la plena adhesión y participación de los ciudadanos en la construcción europea requieren poner de relieve aún más sus valores y raíces culturales comunes como elementos clave de su identidad. [...] Es necesario conseguir un mejor equilibrio entre el aspecto económico y el aspecto cultural de la Comunidad, de modo que estos aspectos se complementen y se refuercen mutuamente».8 Sin embargo, a pesar de que también se muestra que la cultura es «un elemento esencial de la integración Europea», no aparece definida, y si realmente tuviese la misma valoración que los aspectos económicos entonces se hubiese construido un cuarto pilar dedicado exclusivamente a los aspectos culturales, tal y como apunta Jáuregui.9 Es decir, la dimensión cultural 7 Diario Oficial de las Comunidades Europeas, Decisión nº 508/2000/CE del Parlamento Europeo y del Consejo de 14 de febrero de 2000, L 63, 10.3.2000. 8 Diario Oficial de las Comunidades Europeas, Decisión nº 508/2000/CE del Parlamento Europeo y del Consejo de 14 de febrero de 2000, pág. L 63/1. 9 JAUREGUI OROQUIETA, J. A., «La emergencia de un modelo cultural» en OREJA AGUIRRE, M. (director), FONSECA MORILLO, F. (coordinador)., El tratado de Amsterdam. Análisis y comentarios, Edit. McGraw Hill/Interamericana de España, Madrid, 1998, vol. I. págs. 787 y ss.
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tiene demasiada importancia como para incluirla tan sólo en el artículo 151, y en el programa marco «cultura 2000» y programa cultura 2007-2013. En la Decisión Nº 1885/2006/CE de diciembre de 2006 del Parlamento Europeo y del Consejo del 12, que viene a sustituir el Programa 2000, por la que establece el Programa Cultura 2007 (2007-2013), considera esencial «favorecer la cooperación y los intercambios culturales a fin de respetar y promover la diversidad de las culturas y lenguas en Europa y mejorar el conocimiento que tienen los ciudadanos europeos de las culturas distintas de las suyas…».10 Una de las aportaciones novedosas a las anteriores decisiones es el considerar que la mejora de acceso a la cultura puede constituir un medio para desactivar la exclusión social, también el que la cultura pueda servir para promover la igualdad de género. El objetivo general del programa Cultura (2007-2013) no hace referencia a un espacio cultural común delimitado a la Unión Europea sino que también lo abre a los «europeos». El fomento de la ciudadanía europea es una constante en la resolución, a la que se deben poner todos los esfuerzos para potenciarla redundantemente a través de la cooperación. Otra novedad hace referencia a la inclusión de las industrias culturales no audiovisuales. En cuanto a los objetivos específicos se centran en la movilización tanto de agentes culturales como de productos culturales, así como el favorecer el diálogo intercultural, de igual manera que en la UNESCO.
Diario Oficial de la Unión Europea. Decisión nº 1855/2006/CE del Parlamento Europeo y del Consejo de 12 de diciembre de 2006, pág. L372/1. 10
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3 Agenda Europea para la Cultura en un Mundo en vías de Globalización: promoción de la diversidad y el diálogo intercultural En la Comunicación de la Comisión «Agenda Europea para la Cultura en un Mundo en vías de Globalización» del 2007, establece por primera vez en el ámbito de la cultura el compromiso de los Estados miembros en diseñar una estrategia de acción cultural europea. En la resolución si aparece una definición de cultura de una forma más amplia tanto desde el punto de vista sociológico, que la entiende como el conjunto de artes, bienes y servicios culturales, como desde el antropológico, basada en las creencias, valores y tradiciones que se expresan en la lengua, el arte, la religión y los mitos. Presenta un objetivo común, el de promocionar el diálogo intercultural como la diversidad cultural y otros diferentes promocionar la cultura como catalizador para la creatividad, y como elemento vital en las relaciones internacionales de la Unión. La Agenda incluye como acciones prioritarias para el período 2008-2010 el promocionar el acceso a la cultura, en particular, mediante el patrimonio cultural, el multilingüismo, la digitalización, el turismo cultural, sinergias con la educación artística y, de manera espacial, con la movilidad de las colecciones. Uno de los aspectos novedosos es el desarrollar datos y una metodología estadística en el sector cultural para obtener indicadores comparativos y criterios de referencia. Maximizar el potencial de las industrias culturales y creativas. La resolución del Consejo,11 presenta como objetivos generales la promoción de la diversidad cultural y el diálogo intercul Resolución del Consejo del 16 de noviembre de 2007.
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tural; la promoción de la cultura como catalizador de la creatividad, y la cultura como elemento vital en las relaciones internacionales. En cuanto al primero, que es el que propiamente interesa en el estudio, se expresa como marco la movilidad de artistas y otros profesionales en el ámbito de la cultura, incentivar, tal y como también lo expresa la Comisión, la digitalización para mejorar el acceso del público de las diversas formas de las expresiones culturales y lingüísticas. Lo más referencial será la promoción del diálogo cultural como proceso que contribuya a la identidad europea, la ciudadanía y la cohesión social mediante competencias interculturales de los ciudadanos. Resulta significativo considerar, para finalizar este apartado, el concepto de cultura que tenemos los europeos, según el estudio de valores culturales europeos.12 Éste aparece asociado a las artes (arquitectura, pintura, etc.) por el 38% de los entrevistados. La idea de cultura se relaciona también con las tradiciones, lenguajes, costumbres, comunidades sociales y culturales (24%). Le sigue la asociación con la literatura, la poesía, los autores con la misma proporción. Después la educación y la familia (20%); conocimiento y ciencia (investigación), y formas y estilos de vida (18%). La civilización es vagamente asociada a la cultura (13%), así como la historia (13%). Valores y creencias (incluida la filosofía y la religión) son relacionados con la cultura en un 9%.
4 Midiendo la cultura y las relaciones interculturales De los cien indicadores básicos que configuran el Yearbook de Eurostat nos vamos a centrar en aquellos que presentan una Special Eurobarometer 278, «European cultural values», septiembre 2007.
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relación directa con la cultura y las relaciones interculturales. En primer lugar, la educación general medida en el informe de Eurostat del 200113 a partir del porcentaje de población de 25 a 59 años con educación superior secundaria será posteriormente ampliada en el informe Eurostat del 200214 a la edad de entrada en los programas de educación. Y su duración, axial como en cuanto al género, se mide la participación de niñas y mujeres en programas de educación. La principal fuente de datos sobre la educación procede de la UNESCO/OCDE/Eurostat, mientras que la medida de la «educación intercultural», a través del porcentaje de estudiantes en educación superior secundaria aprendiendo inglés, francés y alemán como segunda lengua, procede de forma adicional del Eurostat. Como resultado, los datos son comparables en todos los Estados miembros, así como de los países candidatos. Aún así la educación intercultural es medida parcialmente puesto que no especifica el porcentaje de inmigrantes estudiando una segunda lengua. En cuanto a la «migración internacional», por el contrario, presenta datos que no son comparables debido a la falta de una definición común de migración, así como que las estadísticas varían entre los informes de los países. Dado que el 5% de la población de la Unión Europea no es nacional de su país de residencia, se deberían realizar estadísticas midiendo los flujos migratorios, así como el nivel de integración cultural partiendo de estudios sobre el lenguaje y valores, entre otros. Dentro del grupo de indicadores clasificados como «empresas y actividades en Europa» se introdujo en el Yearbook de Euros-
13 EUROSTAT, 100 Basic indicators from Eurostat Yearbook 2001. The statistical guide to Europa en http://europa.eu.int/comm/eurostat/. 14 EUROSTAT. 100 Basic indicators from Eurostat Yearbook 2002. The statistical guide to Europa en http://europa.eu.int/comm/eurostat/.
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tat de la edición del 2000 un sección denominada «sociedad de la información», donde se incluyen las siguientes variables sobre el fenómeno: a) datos sobre el número de ordenadores personales, incluidos los PC utilizados en casa y en el trabajo; b) «Internet hosts», que muestra los ordenadores conectados a internet, así como datos y servicios a otros ordenadores; c) «Internet users» ofrece datos del Eurobarómetro sobre el tanto por ciento de la población que usa internet; y d) suscripción del número de teléfonos móviles celulares. Es decir, la sociedad de la información es medida a partir de variables relacionadas con los ordenadores, internet y los teléfonos, dejando de lado datos sobre el uso de otros medios de comunicación como son la televisión o la radio. Por otro lado, los datos están principalmente dirigidos a medir la mano de obra ocupada en este sector en lugar de presentar la importancia de la información en los consumidores a partir de la infraestructura comunicativa. También dentro del grupo de «empresas y actividades en Europa» nos encontramos con el sector turístico definido como «the activities of persons travelling to and staying in places outside their usual environment for not more than one consecutive year for leisure, business and other purposes».15 Los datos son comparables a partir de 1996 ya que fueron armonizados bajo el marco de la Directiva del Consejo 95/57/EC. Por tanto, no se pueden señalar tendencias a largo plazo a partir de las siguientes variables: a) número de turistas; b) número de viajes turísticos; c) principales razones de viaje; d) modo de transporte; e) gastos de turismo; f) número de establecimientos que ofrecen alojamiento turístico; y g) número de plazas de los establecimientos. EUROSTAT. 100 basic indicators from Eurostat Yearbook 2002. The statistical guide to Europa en http://europa.eu.int/comm/eurostat/, pág. 18. 15
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Cibercultura y civilización universal
En cuanto a los transportes, las estadísticas de Eurostat describen las características más importantes del sector a partir de: infraestructura de transporte, equipamiento de transporte, empresa y empleo en transporte, transporte de pasajeros, transporte de bienes, consumo de energía y seguridad en el transporte. Cabe resaltar en este sector el que no se especifique el tipo de bienes que se transportan, por ejemplo si son bienes culturales, y, por tanto, estudiar el flujo de bienes culturales desde el punto de vista material. Como reflejo de las limitaciones que citábamos anteriormente sobre el concepto de cultura utilizado en la Unión Europea podemos apreciar también la problemática que subyace en cuanto a la definición de «bien cultural» en la legislación comunitaria. Dos son los acuerdos que regulan la exportación de bienes culturales: la regulación del Consejo número 3911 de 199216 sobre la exportación de bienes culturales, y la directiva del Consejo 93/7/EEC de 199317 sobre el retorno de objetos culturales retirados ilícitamente desde un territorio de un Estado miembro. En cuanto al primer acuerdo que hace referencia a la abolición de fronteras físicas, fiscales y aduaneras con el objeto de la creación de un mercado único, los Estados miembros presentan a pesar de todo controles de frontera para aquellos bienes que son considerados por la legislación nacional como «tesoros nacionales de valor artístico, histórico y arqueológico». La Unión, por tanto, desempeña un doble papel en cuanto a la protección de la herencia cultural común y asimismo potencia
16 Regulación del Consejo (EEC) nº 3911/92 del 9 de diciembre de 1992 sobre la exportación de bienes culturales. 17 Directiva del Consejo 93/7/EEC del 15 de marzo de 1993 sobre el retorno de objetos culturales retirados ilícitamente desde un territorio de un Estado miembro.
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la cooperación entre los Estados miembros. Por otro lado, no existe un acuerdo sobre lo que se entiende por «tesoro nacional». En el caso español, se considera tesoro nacional histórico «todo lo que reúna la idea de testimonio material dotado de valor de civilización».18 Por tanto, los acuerdos sobre las exportaciones de bienes culturales hacen referencia a aquellos elementos materiales que conforman las culturas dejando fuera aquellos elementos que hacen referencia a los valores, actitudes o elementos espirituales que también a veces pueden ser expresados materialmente. Según el informe realizado por Cervelli, Melis y Maurin de Fariña19 sobre el flujo de bienes culturales en la Unión Europea, a pesar de que todos los Estados miembros tienen leyes de protección de su herencia histórica y cultural, existen diferencias entre las leyes de los países del sur de Europa, los cuales tienen acuerdos altamente proteccionistas, y las leyes de los países del norte de Europa, cuyas leyes son más flexibles y menos proteccionistas. Es decir, no existe un acuerdo general sobre la formulación de leyes comunitarias que uniformicen las leyes de los distintos Estados miembros a partir de las leyes nacionales. A pesar de la importancia de la exportación de bienes con un especial valor para la humanidad existen también otros bienes culturales como los contenidos culturales exportados por los medios de comunicación que deben también estudiarse dentro del marco de los flujos transfronterizos.
������������������������������������������������������������������������� CERVELLI, F.; MELIS, B.; MAURIN DE FARIÑA, C., «������������������������� �������������������������� The free movement of cultural goods in the European Union», Working Paper, New Issues in Community Law. Education and Culture Series. Ed. Parlamento Europeo, Luxemburgo, 1995, pág 15. 19 ������������������������������������������������������������������������� CERVELLI, F.; MELIS, B.; MAURIN DE FARIÑA, C., «The free movement of cultural goods...», op. cit., pág. 5. 18
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Capítulo VI Alcance de la dimensión cultural en la Organización Educativa, Científica y Cultural de las Naciones Unidas (UNESCO) 1 Enfoques sobre la diversidad cultural Siguiendo el cuadro cronológico desarrollado por Stenou1 sobre la evolución de los enfoques realizados por la UNESCO respecto a los aspectos relacionados con la diversidad cultural, podemos distinguir las siguientes etapas en que la UNESCO ha concebido la cultura desde diferentes marcos de referencia. En la primera etapa, configurada con el nacimiento de las Naciones Unidas en el período de la reconstrucción de la posguerra, la UNESCO se centró en la fórmula conocimiento-comprensión-paz. El concepto de cultura se articulaba en términos de producción artística y prácticas externas. En los Informes de los años cincuenta la categoría de «actividades culturales» incluía la preservación y protección de los trabajos de arte, herencia y artísticos, así como la cooperación internacional y la difusión de la cultura. De forma que la cultura parecía ocupar una esfera autónoma separada de las otras realidades sociales. En el Informe de la Dirección General de 1952 se establecían «las bases culturales de solidaridad internacional» donde se urgía un nuevo humanismo basado en el patriotismo en lugar del nacionalismo, y también se trataba la cuestión de la 1 �������������������������������������������������������������������������������� STENOU, K. (ed.), «Unesco and the issue of cultural diversity. Review and strategy, 1946-2003. A study based on official documents», División of Cultural policies and intercultural dialogue, UNESCO, 2000, Revised version 2003.
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«integración social» con respecto a la «asimilación cultural» de las minorías culturales. En 1955 el Informe de la Dirección General sobre «cultura y comprensión internacional» y más tarde en 1957 el «Proyecto principal relativo a la apreciación mutua de los valores de Oriente y de Occidente» ponían en cuestión la tradicional fórmula de la UNESCO basada en el conocimiento recalcando la importancia de la difusión de la cultura no solamente entre los intelectuales de diferentes países sino entre la gente de los propios países, poniendo énfasis en el diálogo intercultural como estrategia clave para la construcción de la paz.2 La segunda etapa, a partir de los años sesenta, con la proliferación de naciones independientes, el concepto de cultura se expandió acompañando al concepto de «desarrollo» e «identidad». Los desarrollos acontecidos por el proceso de descolonización dieron lugar a dos enfoques sobre la diversidad cultural: la resistencia a los efectos homogeneizadores de la tecnología uniforme, y la lucha contra el imperialismo ideológico en el contexto de la guerra fría. En el 20 aniversario de la UNESCO, en 1966, la Conferencia General de este organismo formula la «Declaración Solemne sobre los Principios de la Cooperación Cultural Internacional», donde se subraya la «ignorancia de la forma de vida y costumbres de los pueblos» y establece, en el artículo 1, que «toda cultura tiene una dignidad y un valor que deben ser respetados y protegidos» y que «todo pueblo tiene el derecho y el deber de desarrollar su cultura». En el Informe de la Dirección General de 1969 y en la Conferencia Intergubernamental sobre los Aspectos Institucionales, Administrativos y Financieros de las Políticas Culturales de Véase la dirección: http://www.unesco.org/culture/development/html _sp/index_sp.shtml. 2
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1970, se indicaba el «derecho a la cultura», haciendo de la cultura una categoría importante centrada en tres aspectos: la traducción, la difusión de alfabetización e intercambios culturales. Ocho años más tarde el Informe de 1977-1978 señalaba que la principal característica para el estudio de las culturas era la importancia dada a las interacciones culturales. Y es en el plan a corto plazo de 1977-1982 cuando aparece explícitamente relacionada la cultura con la identidad a partir de los siguientes objetivos: 1. Promoción de la apreciación y respeto de la identidad cultural de los individuos, grupos, naciones y regiones. Objetivo que mostraba que la identidad cultural puede ser múltiple: la interculturalidad no comienza simplemente donde las fronteras del Estado terminan, y el respeto por la identidad cultural puede acarrear derechos de los grupos como también de los individuos. 2. Promoción de la identidad cultural como un factor de independencia y comunidad de intereses. Objetivo que reforzaba la importancia geopolítica de la cultura como fuerza liberadora a nivel mundial, y hacía referencia a los no alineados y al movimiento anticolonial definidos contra la influencia imperial. El objetivo cuestionaba los elementos positivos de una cultura común que deberían ser retenidos para preservar algunos cimientos de los diversos pueblos y, a la vez, evitar en todos los costes los excesos de uniformidad y dominación. 3. promoción de la identidad cultural dentro del contexto de la estrategia de desarrollo global. Objetivo que unía la cultura con el desarrollo, siendo la identidad cultural el vehículo para el desarrollo. 119
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2 Definición de cultura en Mondiacult En la Conferencia Intergubernamental sobre las Políticas Culturales en América Latina y el Caribe, celebrada en 1978, se puso de manifiesto en la Declaración de Bogotá la primera idea de definición de cultura como «the sum total of the values and creations of a society and the expression of life itself, is essential to life and not a simple means or subsidiary instrument of social activity».3 Pero será cuatro años más tarde, en 1982, en la Conferencia Mundial sobre las Políticas Culturales (Mondiacult) cuando se establezca una definición de cultura, utilizada como referencia a partir de entonces en la UNESCO: «in its widest sense, culture may now be said to be the whole complex of distintive spiritual, material, intellectual and emotional features that caracterise a society or social group. It includes not only the arts and letters, but also modes of life, the fundamental rights of the human being, value systems, traditions and beliefs».4 También la Declaración de México establece las funciones de la cultura: «that it is culture that gives man the ability to reflect upon himself. It is culture that makes us specifically human, rational beings, endowed with a critical judgement and a sense of moral commitment. It is through culture that we discen values and make choices. It is through culture that man expresses himself, becomes aware of himself, recognises his incompleteness, questions his own achievements, seeks untiringly for new meanings and creates works which he transcends his limitations».5 En
3 STENOU, K (ed.), Unesco and the issue of cultural diversity... op. cit., págs. 13 y 14. 4 STENOU, K (ed.), Unesco and the issue of cultural diversity... op. cit., pág. 14. 5 STENOU, K. (ed.), Unesco and the issue of cultural diversity... op. cit., págs. 14-15.
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definitiva, esta definición de la cultura y sus funciones rompe de alguna forma con la idea de cultura referida sólo a aquellos aspectos artísticos o conocimientos, o la idea de cultura politizada, estableciendo la cultura como una facultad universal que, además, parte de una idea bastante abierta y completa, por incluir los aspectos materiales de la misma, así como la función de crear identidad en las sociedades y los grupos sociales.
3 Nuevo Orden Mundial de la Información y la Comunicación (Informe MacBride) En 1976 la UNESCO encargó a su director general que procediera a un examen general de los problemas relativos a la comunicación en la sociedad contemporánea, a la luz de los progresos tecnológicos y de la evolución creciente de las relaciones mundiales en toda su complejidad y actitud. En esta línea, se creó en 1977 la Comisión MacBride, compuesta por 16 personalidades de distintos países y presidida por Sean MacBride, fundador de Amnistía Internacional, para que elaborara un informe sobre dicha tarea. El informe, conocido como informe MacBride, fue presentado a la Conferencia General de la UNESCO de 1980 en Belgrado. Una de las resoluciones de esta conferencia define el nuevo orden mundial de la información y de la comunicación por medio de los siguientes 11 puntos que, vistos veinte años después, merecen un estudio profundo tanto cualitativo como cuantitativo reflejando los cambios producidos por las nuevas tecnologías de la información y la comunicación: 1. La eliminación de las desigualdades y los desequilibrios en el campo de la información y de la comunicación. 121
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2. La eliminación de los efectos negativos de determinados monopolios públicos o privados, y de las concentraciones de medios. 3. Remoción de los obstáculos internos y externos que se oponen a una circulación más libre y a una más amplia y equilibrada difusión de informaciones e ideas. 4. La pluralidad de fuentes y canales de información. 5. La libertad de prensa e información. 6. La libertad para los periodistas y profesionales de los medios de comunicación; libertad que es inseparable de la responsabilidad. 7. La capacidad de los países en desarrollo para mejorar sus propias situaciones, especialmente en lo que respecta a equipos propios, capacitación personal, mejora de infraestructuras, además de orientar su información y sus medios de comunicación hacia las necesidades y aspiraciones propias. 8. El compromiso por parte de los países desarrollados para ayudar a conseguir estos objetivos. 9. El respeto a la identidad cultural de cada pueblo y al derecho de cada nación para informar a la comunidad internacional de sus intereses, aspiraciones, así como de sus valores sociales y culturales. 10. El respeto al derecho de todos los pueblos a participar en los intercambios internacionales de informaciones, sobre la base de la igualdad, la justicia y el beneficio mutuo. 11. El respeto a los derechos que tienen las colectividades, los grupos étnicos y sociales, así como los individuos al acceso a las fuentes de información y a la participación activa en los procesos de comunicación.
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Posteriormente la UNESCO concibió la idea del Decenio Mundial para el Desarrollo Cultural6 (1988-1997) partiendo de estos objetivos: reconocimiento de la dimensión cultural del desarrollo, afirmación y enriquecimiento de las identidades culturales, aumento de la participación en la vida cultural y fomento de la cooperación cultural internacional. Su principal contribución fue, según el Director General, por un lado, destacar la función de los factores culturales en la solidaridad social, el establecimiento de una cultura de paz y el estímulo de la creatividad en la vida cultural en conjunto; por otro lado, el Decenio propició la investigación conceptual y metodológica para asociar la cultura y el desarrollo.
4 Declaración Universal de la Diversidad Cultural En la misma línea y utilizando el concepto de cultura de Mondiacult, en el Informe «Nuestra Diversidad Creativa» de la Comisión Mundial sobre Cultura y Desarrollo de 1996, en la Conferencia sobre las Políticas Culturales para el desarrollo de Estocolmo de 19987 y en la Declaración Universal de la Diversidad Cultural8 adoptada unánimemente en la 31ª sesión de la Conferencia General de 2001, se establece que la UNESCO tiene como objetivo fundamental la salvaguardia de la diversidad cultural mediante la promoción de la pluralidad cultural y el diálogo entre civilizaciones y culturas. En el caso de la Declaración, la diver6 Véase Informe Final del Comité Intergubernamental del Decenio Mundial para el Desarrollo Cultural. Quinta Reunión Extraordinaria. Unesco, París, 21-25 de abril de 1997. 7 Véase Conferencia Intergubernamental sobre Políticas Culturales para el Desarrollo. Informe Final, Unesco, Estocolmo, 30 de marzo-2 de abril de 1998, en http:// www.unesco.org/culture/laws/stockholm/html_sp/11393550.pdf. 8 Véase Cultural Diversity. Common heritage Plural Identities, Unesco, París, 2002.
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sidad aparece acompañada de términos como identidad, pluralismo, derechos humanos, creatividad y solidaridad internacional, dimensiones culturales importantes pero no suficientes para expresar toda su problemática. La dimensión comunicativa es imprescindible, como se ha mostrado, en el proceso tanto de diferenciación como de similaridad entre las culturas, y no aparece explícitamente presente. Uno de los puntos ausentes es la referencia a los efectos de la potenciación de la diversidad a corto y largo plazo, cuando puede generar identidades excluyentes, como los nacionalismos, en lugar de interacciones culturales inclusivas. Asimismo, el considerar la diversidad cultural como patrimonio común de la humanidad, haciendo referencia a la existencia de un fondo común civilizatorio, implica su conservación, lo cual puede correr el riesgo de potenciar un inmovilismo cultural y hacer realidad que determinados colectivos, como los indígenas, sean vistos de forma atemporal y como parte desintegrada de las sociedades.
5 Informe Mundial sobre la Diversidad Cultural El último Informe Mundial sobre la Diversidad Cultural de la UNESCO (2009), «Invertir en la diversidad cultural y el diálogo intercultural», en cuya elaboración han participado expertos en políticas multiculturales como el canadiense Will Kymlicka, integra sin novedad el concepto de cultura de Mondiacult y añade el concepto de civilización, entendido como «un proceso en curso de construcción encaminado a conciliar todas las culturas del mundo sobre la base del reconocimiento de su igualdad, en el marco de un proyecto universal continuo». En cuanto a los contenidos, no se aprecian novedades signifi124
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cativas con respecto a los documentos anteriores: la diversidad cultural se presenta como un proceso multidireccional, desde un punto de vista de la mundialización, que intenta superar las tesis de la homogenización versus uniformización. La desterritorialización aparece como consecuencia de la desaparición de las fronteras físicas y como fenómeno que constituye la formación de identidades múltiples. En cuanto al clásico tema del «diálogo intercultural», que, como hemos indicado, se lleva analizando desde los primeros informes que realizó la Organización, y que de alguna manera se materializó al designar el año 2008 como «Año Europeo del Diálogo Intercultural», y el año 2010 como «Año Internacional de Acercamiento de las Culturas», en el que se celebrará el Tercer Foro Universal de las Culturas en Chile, no presenta novedades significativas. El «diálogo intercultural», dentro del marco de la Alianza de Civilizaciones, se ofrece como alternativa a las tesis del choque de civilizaciones aunque no representa una garantía definitiva a la problemática civilizatoria, cultural y de las subculturas. Sin embargo, autores como Fleischacker9 proponen el modelo de «diálogo cultural», basado en la construcción de una ética universal, frente al modelo de Derechos Humanos, fruto de una civilización particular, la occidental. La diferencia entre los dos modelos radica en que la Declaración de los Derechos Humanos está orientada a obtener resultados mientras que el «modelo de diálogo cultural» se inclina hacia los distintos procesos necesarios para llegar a un acuerdo sobre los valores transculturales a partir de la participación de cada cultura en el diálogo. Por tanto el método utilizado se basaría en la comparabilidad de valores a partir de sus similitudes y diferencias. FLEISCHACKER, S., «From cultural diversity to universal ethics. Three Models», Cultural Dynamics, 11 (1), 1999. 9
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6 Midiendo la cultura Tras la publicación del Informe «Nuestra Diversidad Creativa» en 1996 y el lanzamiento del primer Informe Mundial de la Cultura en 1998, muchas son las voces que se han alzado sobre la cuestión de los indicadores culturales y su alcance. En el mismo Informe, Leo Goldstone10 afirmaba que aproximadamente un tercio de los 200 elementos de información de las tablas de indicadores habían sido difíciles de obtener de forma comparable para la mitad de los 150 países de más de un millón de habitantes incluidos en las primeras tablas, lo cual ilustraba la «terrible penuria de indicadores básicos que sufren los países miembros de la UNESCO en el campo de la cultura».11 En la Conferencia titulada «Midiendo cultura y desarrollo: prospectivas y límites en la construcción de indicadores culturales»,12 celebrada en 1999 por la UNESCO y el Banco Mundial, se presentaron diversas dificultades en la elaboración de los índices culturales que podemos resumir en los siguientes puntos. Los datos que recogen los indicadores proceden de diversos documentos, lo cual limita la comparabilidad de las fuentes así como que algunos datos no están reflejados adecuadamente en las estadísticas existentes. Los indicadores culturales no pretenden medir la cultura mundial, sino sólo los aspectos más significativos y más fácilmente medibles, es decir, los cuantitativos. En este sentido, la producción y consumo de bienes culturales disponen de un GOLDSTONE, L., «La medida de la cultura: perspectivas y límites». Informe Mundial de la Cultura, 1998, en http://crim.unam.mx/cultura/informe/capull.html. 11 GOLDSTONE, L., «La medida de la cultura... op. cit. (sin paginar). 12 «Culture Counts»: Measuring Culture and Development: Prospects and Limits of Constructing Cultural Indicators. Conference organized by the World Bank and the government of Italy in cooperation with UNESCO. Florencia, 4-7 octubre de 1999. 10
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mayor número de indicadores, y además estos datos proceden mayoritariamente de los países avanzados. En cuanto a la tentativa de construir un único índice de desarrollo cultural, se argumenta que dicho índice no mediría más que los resultados culturales de los países ricos, es decir, cuanto más rico es un país en bienes culturales más rico culturalmente parecería, por lo cual este tipo de comparaciones no reflejarían la realidad cultural. Hay autores como Sakiko Fukuda-Parr que afirman que los indicadores son una herramienta de diálogo político y no reflejan los datos estadísticos. La metodología para desarrollar indicadores debería comenzar por definir un marco conceptual identificando las dimensiones principales, dado que ningún indicador cultural simple puede reflejar la compleja realidad cultural. No es casualidad que en el mismo año 1999 se creara el Instituto de Estadísticas de la UNESCO con el objeto de paliar algunas lagunas de los indicadores culturales, unificando definiciones y estandarizando datos junto con otras organizaciones internacionales. El Instituto creó un informe sobre los hechos y los datos de donde podemos resaltar los siguientes indicadores clasificados tradicionalmente en tres grandes conjuntos: 1. Educación. 2. Ciencia y tecnología. 3. Cultura y comunicación. En cuanto al apartado de educación, la UNESCO lleva trabajando por el aseguramiento de la educación básica mundial desde la Conferencia Mundial sobre la Educación para todos celebrada en Tailandia en 1990, pasando por la Conferencia 127
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de Delhi hasta el Foro de Educación Mundial celebrado en Senegal en 2000, donde la UNESCO realizó la recopilación de datos y análisis de tendencias, identificando aquellos países cuya capacidad estadística debería potenciarse más, y donde se llegó a un acuerdo sobre el marco de acción definiendo los objetivos concretos sobre educación. Como resultado, los datos recogidos sobre la educación proceden de cuestionarios de los Estados miembros de la UNESCO que formaron parte de la evaluación 2000. Entre los datos más importantes podemos destacar la demanda de educación, las tasas de educación temprana infantil, tasas de educación primaria, secundaria y terciaria, diferencias de género, financiación de la educación y, por último, la tasa de alfabetización que mide la capacidad de leer y escribir con comprensión un informe simple y breve sobre la vida diaria. Respecto a ciencia y tecnología, se mide el porcentaje de gasto en Innovación + Desarrollo e investigadores por región, así como la tasa de comercio internacional de alta tecnología por países, según sean exportadores y/o importadores de la misma. En cuanto al apartado de «cultura y comunicación», se miden los siguientes indicadores: a) Tasa de países adheridos a la Convención concerniente a la protección de lugares de herencia cultural y natural adoptada por la Conferencia General de la UNESCO en 1972. b) Patrones de comercio de bienes culturales que estudia los flujos de los bienes culturales y que trataremos en el siguiente apartado. c) Disponibilidad de bienes y servicios medidos por:
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1. Tasa del número de personas con acceso a 1,5 mil millones de páginas Web de internet. 2. Tasa del número de personas que utilizan ordenadores personales. 3. Tasa del número de receptores de radio mundial por cada mil habitantes. 4. Tasa del número de receptores de televisión por cada mil habitantes por regiones. 5. Tasa de circulación de prensa por cada mil habitantes. 6. Número de líneas de teléfono por cada mil habitantes. 7. Producción de número de libros por habitante. 8. Número de bibliotecas por un millón de habitantes. 9. Número de museos por cada millón de habitantes. En definitiva, El Instituto de estadísticas de la UNESCO ha posibilitado un amplio marco de indicadores que reflejan el concepto de cultura manejado a partir de MONDIACULT (1982). No obstante, se podrían añadir más indicadores que reflejaran el grado de integración de las culturas a partir de estudios sobre lenguajes, comunidades de valores, el nivel religioso o de secularización, etc. Es decir, el planteamiento de la UNESCO se concentraba especialmente en la infraestructura comunicativa o disponibilidad de bienes y servicios, por lo que el concepto de bienes culturales sigue estando limitado a aquellos bienes materiales y/o mercantiles, dejando de lado los aspectos inmateriales. Paralelamente, la UNESCO realizó su primer marco para estadísticas culturales en 1986 y el siguiente acaba de ser publicado en 2009.13 De entrada, se debe subrayar que el marco 13
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no define ni propone indicadores culturales específicos pero lo considera como el siguiente paso a llevar a cabo. Destaca la facilidad de calcular la dimensión económica de la cultura debido a la gran disposición de datos en sistemas de clasificación internacional, y la dificultad de medir su dimensión social expresada en la participación cultural entendida como «the ways in which ethnically-marked differences in cultural tastes, values and behaviours inform not just artistic and media preferences but are embedded in the daily rhythms of different ways of life; and of the ways in which these connect with other relevant social characteristics – those of class and gender, for example» (Bennett, 2001) y en el patrimonio cultural intangible. En ambos marcos se utiliza el concepto de cultura de Mondiacult (1982), acorde con la Declaración Universal sobre la Diversidad Cultural (2001): «Culture should be regarded as the set of distinctive spiritual, material, intellectual and emotional features of society or a social group, and that it encompasses, in addition to art and literature, lifestyles, ways of living together, value systems, traditions and beliefs». En cuanto a las dificultades para medir todas sus características, el último marco señala que las creencias y valores no siempre pueden medirse, pero sí aquello asociado a los comportamientos y las prácticas culturales de un determinado grupo social o sociedad. A diferencia del primer marco para estadísticas culturales (1986), la definición de cultura se divide en cinco campos estadísticos basados en un modelo jerárquico que incluye áreas culturales y áreas asociadas. Estos campos incluyen actividades culturales, bienes y servicios que aparecen en las diferentes fases del modelo del ciclo de la cultura. Otra diferencia entre los marcos estadísticos se encuentra en que, en este último del 2009, el «patrimonio cultural intangible» es una dimensión 130
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transversal mientras que en el de 1986 se encontraba en la categoría de «servicios comunitarios». Ésta incluye positivamente a las tradiciones y expresiones orales, los rituales, los lenguajes y las prácticas sociales. En cuanto a los cinco dominios culturales, son los siguientes: • El «patrimonio cultural natural». • El área de música. • Artes visuales, libros y prensa. • Medios audiovisuales e interactivos. • Diseño y servicios creativos. En cuanto a los asociados, son el turismo y los deportes. Cabe señalar algunas novedades en el marco del 2009 con respecto al año anterior. En cuanto a la categoría de «libros y prensa», se incluyen las formas de publicar virtuales y electrónicas como los periódicos online, e-books y la distribución digital de los libros y materiales de prensa. También es positivo destacar que se añaden las bibliotecas, tanto físicas como virtuales. En cuanto a la categoría de medios audiovisuales e interactivos se incluye la radio y televisión así como internet, vídeos, películas y medios interactivos. Estos últimos son conceptualizados así: «when either (1) two or more objects have an effect on one another; (2) the user can effect a change on an object or within the environment (users playing video games); (3) they involve active participation of a user; or (4) there is two way effect as opposed to a one way or simple cause-effect» (Canadian Heritage, 2008) y se refieren a videojuegos, nuevas formas de expresiones culturales que pueden existir en la web, como los juegos online, los portales digitales, sitios web para activida131
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des como las relacionadas con las redes sociales tipo Facebook. Sin embargo, internet y ordenadores son considerados infraestructuras o herramientas para la producción de los medios interactivos, por lo que se incluyen en el dominio transversal de equipamiento y materiales. Por último, hay que señalar que las fases del ciclo cultural, como en el marco de estadísticas culturales de 1986, se desglosan en cinco etapas en un modelo cíclico para reforzar la idea de sus relaciones en forma de red. Por un lado, la creación, que se refiere a la autoría de las ideas y el contenido (escultores, escritores, compañías de diseño, etc.). Después la producción, que se refiere a las formas culturales reproducibles, como los programas de televisión, así como infraestructuras y procesos usados para la realización, como la producción de instrumentos musicales. En tercer lugar, la diseminación de los productos culturales hacia los consumidores. En el caso de la distribución digital, algunos bienes y servicios van directamente del creador al consumidor. Después, la transmisión, recepción, exhibición de experiencias culturales, como la organización y producción de festivales, teatro, museos y la transmisión se refiere a la transferencia del conocimiento que puede no tener relación con los aspectos comerciales. Ésta incluye la transmisión del patrimonio cultural intangible de generación en generación. Esta última fase tiene mucha relación con el concepto de «diversidad cultural» que se le otorga en el marco, y se refiere a las muchas formas en que diferentes culturas de grupos y sociedades se expresan y que se transmiten de generación en generación, por lo que el concepto de diversidad cultural se amplia. No solo se refiere al patrimonio cultural que es expresado y transmitido, como tradicionalmente se ha referido en los do132
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cumentos de la UNESCO, sino también a los diferentes modos de creación artística, producción, diseminación, distribución y entretenimiento, independientemente de los significados y tecnologías que son usados. A pesar del intento de cuantificar y expresar el concepto de cultura por medio de los cinco dominios y a través del modelo de cultura cíclico, el sentido de cultura hace referencia fundamentalmente a las industrias culturales, así como a las actividades culturales, que es lo que con relativa facilidad se puede medir. Por otro lado, afortunadamente también se incorpora el patrimonio cultural intangible que ha estado tradicionalmente ausente. Por último, una aportación novedosa y necesaria que incluye el último marco del 2009 es el intento de estudio de la cibercultura al añadir la dimensión digital de los bienes culturales así como elementos importantes del ciberespacio como pueden ser las redes sociales.
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