Libertad Y Civilizacion

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LIBERTAD ------ y------

CIVILIZACION

editorial

CLARIDAD

EDITORIAL CLARIDAD

Título de la obra en Inglés: FREEDOM AND CIVILIZATION Versión castellana de L eón

M irlas

,

Primera edición abril de 1948

Derechos reservados para toda la América Latina. Impreso en la Argentina. — Prínted in Argentina. Copyright by E ditorial C laridad, fi. A., in 1948.

IN D IC E - S U M A R IO

PARTE I.—PRELUDIO POLITICO Examen del Viejo Orden, 21; la paz asociada con fases productivas de historia, 22; valores y principios indispensables, 22; la lección de Pearl Harbor, «la preparación siempre vence», 22; el aislamiento futuro significa la muerte de la democracia, 23; el establecimiento de una ley y un orden internacionales son esenciales, la organiza­ ción mundial, 25; la preparación total implica el totalitarismo, 25; la interdependencia del mundo, 26; las exigencias para la Nueva Li­ ga, 26; la violencia de la guerra lleva a la violencia interna, 26; su­ prim ir la guerra, 27; peligros para la democracia, 28; las opiniones contrarias deben ser expresadas, 30; la guerra y el totalitarismo son incompatibles con la libertad, 30.

PARTE II.—LA LIBERTAD EN EL ANALISIS CIENTIFICO CAPÍTULO 1. — ¿Por qué estamos luchando? ..........................................

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El esclarecimiento científico de la libertad, la democracia y la cul­ tura es esencial, 33; el juicio de valor, determinante final, 34; la li­ bertad dependiente de la eliminación de la violencia colectiva, 34; el precio a pagar, 35; la libertad, factor vital de hoy, 35; una cuali­ dad del proceso cultural, 36; un atributo de la acción humana or­ ganizada imolementada, 37; las tres fases de la acción, 37; la defi­ nición de la libertad, 38; la determinación de las condiciones de la libertad ( 38; la libertad implica poder, 39; la confianza en el uso legítimo o abuso del poder, 39; las culturas difieren en su proporción de la libertad, 40: la libertad en las instituciones componentes, 41. CAPITULO 2, — La Libertad en el Nacimiento y Evolución de fa Cul­ tura , ......................................................................... ...................... .. l*a cultura satisface necesidades básicas, 43; hace progresar al hom­ bre del estado animal, 43; proporciona la primera etapa de la li­ bertad, 44; da amplitud de fiscalización, 44; la libertad integral de la cultura satisface necesidades biológicas y aumenta los límites humanos, 45; la cultura implica obediencia a las normas y leyes del conocimiento, la técnica y la cooperación, 45; leyes indispensables

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a toda acción, 46; el hombre establece un nuevo medio el cual re­ adapta su organismo, 46; una cultura funciona mediante institucio­ nes, 47; la distinción entre libertad y cautiverio, 47; las condiciones principales de la libertad, 48; la libertad, atributo del proceso cul­ tural, 49; un concepto del equilibrio y la relación, 49.

PARTE III.—EL SENTIDO DE LA LIBERTAD C a p ítu lo 1. - La libertad en su universo de caos sem á n tica ............... . * 55

La libertad como inspiración e ideal, 55; caos de sentidos, 56; la li­ bertad como ausencia de coerción, 56; como sumisión a la ley, 57; coeficiente del poder en la libertad, 58; libertad del espíritu, 59; libertad del cuerpo, 60; implica rechaxo de la vida, 60; la evasión espirituál involucra disciplina, 61; los mártires de la li­ bertad afirman la vida, 61; libertad de magia y milagro, 62; li­ bertad cultural e individual, 62. C a p ítu lo 2. — Análisis de los Sentidos M últiples , ♦ ...............................

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Examen de los sentidos mediante un cuadro sinóptico, 63; elimina­ ción de los usos ficticios, 63; la libertad hallada en el proceso cul­ tural, 66; libertad de creencia, 67; análisis del núcleo de la li­ bertad, 67; antinomia de la libertad del liberal y la libertad del ordenancista, 68; la libertad y sus negaciones provienen de la cul­ tura, 68. CAPÍTULO 3. —

concepto de la Libertad sin móvil a p a ren te...............

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Análisis de diversas concepciones de la libertad, 71; la libertad sub­ jetiva (Boas), 71; el sentido intuitivo (M ac Iv er), 72; la libertad indefinible (W. H am ilton), 73; la libertad individual (J. B. HaJdane), 73; el carácter negativo de la libertad (Horace M. Kallen), 74; la libertad como ausencia de toda coacción (Dorothy Fosdick), 75. C a p ítu lo 4. — La Libertad en la Experiencia Subjetiva .........................

£1 ansia psicológica y sentimental de libertad, 79; la libertad del niño implica aceptación de normas, 79; el deseo universal de au­ sencia de coacción, 80; interferencias no experimentadas en la ac­ ción de éxito, 81; la interferencia sentida como coacción al frustrar­ se los deseos, 81; la libertad realizada sólo cuando es amenazada, 82; la libertad de artistas y poetas, 85; la libertad en las expe­ riencias sentimentales, 83; el análisis de la libertad subjetiva, 84; sostenida por mecanismos lingüísticos, 84; reacciones sentimentales a los usos metafóricos, 85
or lo tan to , en la fo rm a de organización de u n a sociedad, en la m anera cómo se hacen accesibles sus medios, y en las g arantías ciue salvaguardan to.das las recompensas de la acción planeada y deliberada y aseguran su eq u itativ a distribución. T o d a definición a base tan sólo de elecciones, de m aduración y decisión sobre móviles, o aun de pensam iento, prom ueve la cuestión acerca de si una decisión, po r m adura, sabia, justa o ética aue sea, puede ser llevada a la práctica con eficacia. Las definiciones a base de sim ples m edios, mecánicos, sociales o es­ pirituales, prom ueven la cuestión del p ro p ó sito y del resultado; porque la libertad de los m edios está en m anos de aquellos que los usan y fiscalizan, individual y colectivam ente, y depende de quienes ven realizados sus propósitos, de quien d isfru ta de los resultados y de cómo afectan éstos a los demás. La hechicería en una cultura prim itiva, y una am etralladora en nuestra civili-

zación superior, le dan al hom bre libertad p ara m atar. E sto im plica tam bién la libertad de o tro s p ara ser m uertos. Este eiem plo no sólo, m uestra que nuestra definición es m ín im a en cuanto concierne a su alcance y com prensión, sin o que debe ser com pletada siempre con respecto a la coordinación o relación de p ropósitos y fines. L as definiciones de la lib ertad sólo a base de los resultados alcanzados, del disfrute de u n nivel m ás alto de vida, de prosperidad, de am bición, de ejercicio de poderes y persecución de la felicidad en general, prom ueven a u n tiem po ja grave cuestión de los fines y los medios. L a lib ertad de abusar del poder y d isfru tar parasitariam ente de la riqueza en u n a ocio­ sidad to tal, im plica m edios de explotación, esclavización y su ­ jeción de los demás. E sta libertad es probablem ente gozada de m odo más pleno p o r el señor Schickelgruber, los pocos déspotas orientales que quedan, y q u izá un p a r de logreros de la guerra. P o r eso insistim os en la elección, o en la form ación de un objetivo. en los m edios o agentes para llegar al fin y en el disfrute, o sea, el m edio logrado v fiscalizado- Sólo cuando la libertad de pensam iento o de inspiración se m aterializa en u n a ejecución activa, se vuelve pertinente p ara el estudioso de la co n ­ ducta organizada, esto es, de la cultura. L a libertad que necesi­ tam os com prender es esa poderosa fuerza que mueve a los h o m ­ bres a ejecutar hazañas, que inspira al m a rtirio y al heroísm o, que precipita las revoluciones y m oviliza a los países lan zán d o lo s a la guerra. P o r eso insistim os en considerar a la libertad so la­ m ente en cuanto se refiere a la acción, esto, es, a una decisión que m ediante u n acto consciente de la volu n tad , se to rn a una reali­ dad de la conducta h u m an a. Evidentem ente, ya que la libertad de acción im plica las co n ­ diciones suficientes y necesarias para el d o m in io de todas las cir­ cunstancias inherentes a la ejecución del pro p ó sito , la libertad im plica poder. P ero com o la libertad im plica tam bién ausencia de coacción, significa para cada ind iv id u o la condición de no verse som etido al poder de los demás. Es evidente, po r lo tan to , que el elem ento del poder, de la eficacia, de la capacidad para superar obstáculos, debe ser considerado indispensable en toda definición de la libertad. Sin algún orden — y el orden im plica siempre un residuo, de autoridad cuando n o coerción— la libertad significa an arq u ía. P o r eso la sum isión a las leyes, ?.si como el poder de p o n er en práctica leyes y norm as, son in ­ dispensables en la conducta h u m an a. Es igualm ente evidente que pl verdadero más o m enos de la libertad depende de este liso legítim o o del abuso del poder. C u an d o a los m iem bros del

grupo se les im pone la lab o r y el esfuerzo de ejecutar u n a tarea y las ventajas de dicha empresa son disfrutadas solam ente por quienes desempeñan la autoridad en el grupo, tenemos u n abuso de poder, mediante la distribución diferencial de la ventaja y el esfuerzo respectivamente, y con él una negación de la libertad para quienes han cum plido la labor. D e esto resulta claro que necesitamos proyectar alguna lu z sobre la naturaleza de las reglas, norm as de conducta y leyes sancionadas que ligan a grupos cooperantes, a fin de establecer una diferencia entre la tiran ía y el orden, entre la dictadura y la dem ocracia: en suma, entre u n a cultura basada en el uso a rb itra ­ rio de la violencia como principio esencial y u n a com unidad donde las leyes nacen de convenios espontáneos y bilaterales, m ientras que algunas de las norm as deben ser aceptadas sim ple­ m ente porque son norm as de conducta concertadas e im plem cntadas, o leyes que son garantías de la existencia y ejercicio de la cultura- Podrem os, asim ismo, m ostrar que las culturas difie­ ren en cuanto a la proporción de libertad que conceden, y vere­ m os que esto depende en gran parte de la constitución integral de u na cultura, o como lo llam arem os, de su estatuto. Las cul­ turas organizadas para la persecución de la violencia colectiva; las económ icam ente fundadas en la esclavitud; las que crónica u oca­ sionalm ente afro n tan crisis, sobre todo crisis de guerra, im plican u n tipo de constitución donde la libertad no florece. N uestra definición parecerá ta n to m ás viable cuanto más reconozcam os que una cultura, p rim itiva o desarrollada, puede ser analizada siempre en sus instituciones com ponentes, esto es, los sistemas de actividades organizadas, cada cual con un estatuto o p ro p ó sito colectivo, con u n personal organizado., con u n con­ ju n to de norm as especificas que actúan en una parte del medio y con instrum entos especiales determ inados p o r el estatuto, C ier­ tos tipos de instituciones semejantes, com o la esclavitud, un m olde m ilita r o una rigurosa jerarquía, son algo así com o una norm a vinculada con el tip o y constitución generales de una cul­ tu ra: en esos casos, el estatu to de una cultura está basado en anulaciones concretas de la libertad para ciertos sectores de la com unidad. El m ism o análisis que nos perm ite señalar la pre­ sencia o ausencia de libertad, tal como es determ inada p o r el estatuto de una cultura, nos ayudará tam bién a m ostrar cuáles son los elementos constitutivos que garantizan la libertad d entro de la institución y cuáles aquellos que la im piden. L a libertad, asi­ mismo, definida con referencia a una institución, puede ser se­ guida dentro de ese grupo y vinculada con tfl alcance de la

acción y las garantías de satisfacción de que disfruta un individuo. La verdadera libertad — la libertad del orden, de la acción y del logro— integra la estructura mism a de la vida hu m an a y de las sociedades hum anas organizadas. Es una realidad que debe hallarse en el desarrollo de la vida interna, en los procesos del conocim iento, en la adquisición de los valores, en la adm inis­ tración de la justicia, en la protección de la vida y la propiedad, y en el cultivo de la ciencia, el arte, la recreación y la religión, En todo esto advertim os que la libertad es un don de la cultura. Puede decirse, igualm ente, que la cultura es un d o n de la libertad, porque desde los com ienzos mism os de la h u m an id ad , la libertad es un requisito previo del ejercicio, la conservación y el adelanto de las realizaciones culturales,



LA L IB E R T A D E N E L N A C IM IE N T O Y E N L A E V O L U C IO N D E LA C U L T U R A La cultura, desde sus mism os comienzos, consiste en la ex­ plotación organizada de las oportunidades del medio p o r la in te­ ligencia, y en disciplinar los im pulsos, habilidades y reacciones nerviosas al servicio de la acción colectiva e im plem entada. L os prim eros gruoos hum anos, y los individuos que los form an, a l­ canzan una libertad integral m ucho m ayor de m ovilidad, ad ap ­ tación al medio, de seguridad v prosperidad, m ediante el uso de herram ientas, siguiendo los principios del conocim iento y con­ servándose leales a u n sistema de actividades iniciadas con un propósito y ejecutadas en form a concertada. En sus prim itivos com ienzos, así como en su función fu n ­ dam ental a través de la evolución, la cultura satisface las p ri­ meras y más im portantes necesidades del hom bre. L a cultura implica así, esencialmente, la libertad de supervivencia para la especie hum ana de acuerdo con una variedad de condiciones am bientales para las cuales el hom bre no h a sido do tad o p o r la naturaleza. E sta libertad de supervivencia puede ser analizada y descompuesta en libertad de seguridad y libertad de prospe­ ridad. P o r libertad de seguridad entendemos los mecanismos protectores que la cultura proporciona m ediante las herram ientas v la cooperación, y que dotan a la especie hu m an a de un margen de seguridad m ucho m ayor. La libertad de prosperidad se re­ fiere a la capacidad acrecentada, ensanchada y diversificada de explotar los recursos del medio, perm itiendo aue el hom bre se prepare para períodos de escasez, que acum ule riqueza v obtenga así ocio para muchos tipos de actividad que el hom bre, como animal, jam ás habría em prendido. El advenim iento de la cultura transform a al hom bre anim al en el hom bre artífice: en el organizador, pensador, hab lad o r y planeador. El hom bre anim al vive en un medio al cual se adapta, en el curso de una evolución orgánica, como cualquier otro anim al. C om o todo anim al, está sujeto al determ inism o

de su medio y a las exigencias de su organism o. E l hom bre precultural disfruta de ta n ta libertad como cualquier anim al y está sujeto al m ism o cautiverio de su carne, sus necesidades, y del m edio, con sus dones y potencialidades, que deben ser explotados, así como de sus peligros, de los cuales todo anim al debe p ro ­ tegerse. La cultura im plica, directa e inm ediatam ente, una proporción inicial de libertad. P orque la cultura puede ser definida como el m edio artificial, secundario y autó n o m o que le da al hom bre una fiscalización adicional de ciertas fuerzas naturales. E llo le per­ m ite, asimismo, ad ap tar sus propias respuestas de u n m odo que to rn a a la nueva readaptación, por háb ito y organización, más flexible y eficiente que la adaptación m ediante el reflejo y el in stin to . E sta p roporción inicial de libertad se desarrolla así gradualm ente y se convierte en la am plia fiscalización del medio, m anipulación de fuerzas naturales y desarrollo de las facultades físicas y mentales que han hecho del hom bre el señor de este m undo, así como el esclavo de sus propios mecanismos y estu ­ pideces. E l increm ento integral de la libertad, al igual que sus negaciones, puede ser com prendido por nosotros, com parando el sitio del hom bre d entro de su universo físico con aquel del cual p artió en el nacim iento de la cultura. La especie antropoide de donde p artió el hom bre en su carrera cultural, vivió dentro de una m orada lim itada, probablem ente una selva tropical. El hom bre-antropoide p rim itiv o satisfacía sus necesidades con un n ú ­ mero estrecho y lim itad o de alim entos, protegido de lo¿ peligros del medio po r un pequeño margen de adaptación. L a especie h u ­ m ana era, anatóm icam ente, bastante indefensa. C om o todos los m onos antropoides, el hom bre precultural n o tu v o arm as n a tu ­ rales, ni colmillos, ni garras, ni cuernos. T am p o co lo protegía una gruesa piel o u n a gran velocidad de m ovim ientos. El hom bre-antropoide era así vulnerable en su cuerpo y estaba expuesto a m uchos peligros debido a la larga m aduración de los jóvenes. Después de haber p artid o de una posición algo desfavorable, el hom bre, m ediante su evolución cultural, ha dom inado ahora el globo y conquistado todos los climas y todas las moradas. Es capaz de adaptarse a los climas árticos lo m ism o que a las selvas tropicales. V ive en las laderas m ontañosas y en las islitas in h a ­ bitadas, que rodean una enorm e extensión oceánica. Ha creado medios para irrigar el desierto y h allar su subsistencia en anchas estepas y praderas. P o r lo tan to , si consideram os a la libertad com o el dom inio de las posibilidades de adaptación, vemos que el dom inio del hom bre se ha extendido hasta donde lo ha per­

mitido la superficie de la tierra y dentro de los diversos elementos

•n que el hom bre no podía penetrar prim itivam ente. Esto lo hizo posible el desarrollo de los medios y actos coad­ y u v a n t e s , que proporcionaron al hom bre la fiscalización de ele­ m entos y medios de locom oción, a los cuales no se adaptara p ri­ m itivam ente. C on el uso. de piraguas, balsas, canoas, y más tarde de veleros y barcos a vapor, el hom bre ha conquistado la superficie del agua. H a desarrollado los m edios de buceo y puede permanecer debajo del agua m ediante la escafandra y los medios sum am ente com plejos del subm arino. E n tiem pos más recientes aún, el hom bre conquistó tam bién el aire, y con esto r e d u j o el espacio de un m odo casi increíble para los nacidos en el siglo pasado. La libertad integral dada al hom bre como especie anim al, m ediante la evolución de sus medios culturales, es po r eso o b je­ tiva, tangible y específica. Consiste en una m anera más eficiente y m ejor fundada de satisfacer los deseos biológicos innatos del hom bre, logrando la extensión indefinida en el radio de la m o ­ vilidad hum ana. Se tra ta de u n nuevo tipo de adaptación al medio. Este tip o es originado con el uso de herram ientas, arte­ factos, m áquinas y armas, con la organización de los seres h u ­ m anos en relación con el aparato y la coordinación de sus accio­ nes m ediante norm as de conducta concertada, y con el desarrollo de medios simbólicos de com unicación, sobre todo del lenguaje, que le perm ite acum ular su tradición y tran sm itirla de generación en generación. La cultura, en su estado inicial, concede la libertad de vivir con seguridad y con un margen de excedente, m ientras que, al propio tiempo, im plica obediencia y sum isión a ciertas coercio­ nes. Estas coerciones consisten en las norm as de la técnica y en el conocim iento sobre cómo explotar el m edio y eludir sus p e­ ligros. V inculadas a esto están las leyes de la costum bre y del tom a y daca social. Los principios éticos, im plícitos en parte en la sujeción a lo sobrenatural, surgidos parcialm ente de reacciones sentim entales organizadas, im ponen tam bién ciertas coerciones desde los principios m ism os de la cultura. T odas estas leyes son tan indispensables com o inevitables, prim itivas de la conducta cultural. Im p o rta recordar que el h o m ­ bre prim itivo estaba tan encadenado por sus norm as como lo está el m iem bro de nuestras culturas m uy diferenciadas de hoy. N i ontogenética ni filogenéticamente, el hom bre "h a nacido libre". E l recien nacido depende en absoluto, en su vida misma, de la atm ósfera social y cultural de su fam ilia. C u an d o crece, la

esencia m ism a de su adiestram iento y educación consiste en dis­ ciplinar ciertas libertades, en la substitución del háb ito por el reflejo, en la destreza para la conducta accidental y en com partir sim bólicam ente el pleno dom inio de la tradición técnica, social y m oral. Filogenéticam ente, el hom bre em pieza con la cultura y la cultura empieza con obstáculos. El hom bre, p o r lo tanto, no h a nacido libre, com o quiso hacernos creer Ju a n Jacobo Rousseau. H a nacido a una nueva libertad que sólo puede alcanzar apode­ rándose de las cadenas de la tradición y usándolas, porque, p a ­ radójicam ente, estas m ism as cadenas son los instrum entos de la libertad. El hom bre p rim itiv o fué, asimismo, incapaz de producir una sola herram ienta con sus propios medios, de desarrollar solo la m ás simple de las actividades, y aun de d isfru tar el producto de su labor — recibir su p arte cuando los demás recibían la suya— , salvo de acuerdo, con las garantías de la prim itiv a ley corriente, de la propiedad y el privilegio. E sta m anifestación sólo puede parecerles exagerada a quienes olvidan que todos los beneficios de la tradición, así com o todas las garantías del bienestar, son sociales. El uso del fuego, así como su producción, debieron ser aprendidos. Las herram ientas de piedra pudieron ser producidas p o r un solo hom bre, y usadas por él, pero la explotación de las canteras, el conocim iento de dónde h allar y cóm o usar los m ate­ riales y las técnicas y los principios de la propiedad privada en m ateria de herram ientas y mercancías, im plican la existencia de prim itivas leyes usuales de cooperación y tradición. E n todo esto el hom bre establece un nuevo m edio autónom o, al cual readapta a su vez su nuevo organismo.. E ste nuevo medio artificial obedece a u n determ inism o propio. Existen leyes del proceso cultural, de la constitución de la cultura y de la eficien­ cia de las actividades culturales. D e ahí que la cultura se con­ vierta ineludiblem ente en u n a fuente de nuevas coerciones im ­ puestas al hom bre. Las leyes del proceso cultural son menos ríg i­ das que las de la naturaleza o las del organism o vivo, y deben ser halladas en la relación entre la herram ienta, la destreza, la idea y la norm a de conducta. T am b ién fiscalizan, como leyes de la economía política, la producción, distribución y consum o de bienes. C om o leyes del proceso educativo, determ inan el me­ canism o del desarrollo y adiestram iento de los jóvenes y de la transform ación de un n iñ o en un ciudadano trib al o nacional. T am b ién hallam os cierto núm ero de leyes generales de estruc­ tu ra y función en el estudio de sistemas organizados de conducta, o instituciones, como las llamam os.

N in g ú n hom bre actúa jam ás solo, d en tro de las sociedades hum anas realmente existentes. Es siempre m iem bro de un grupo o, m ejor dicho, de varios grupos: la fam ilia, el grupo vecinal, sus com pañeros profesionales, su m unicipalidad, su nación y su E stado soberano. E sto se aplica a los salvajes m ás prim itivos, a los profesores universitarios, a los albañiles y a los m iem bros de p artido de un tipo to ta lita rio com unista, n azi o fascista. P o r lo tan to , una cultura funciona m ediante un sistema de instituciones afines. Los valores de u n a cultura se m aterializan en sus ideales, m itologías, constitución política e ideología económ ica: sus m e­ dios se traducen en la coordinación equilibrada y en el funcio­ nam iento de las instituciones. E l nivel de vida y la calidad de la m ism a dependen del alcance, radío, distribución y disfrute de riquezas, derechos, poder, arte, ciencia y religión. T o d o m iem ­ bro de una institución goza de su propia libertad diferencial en la medida en que participa en el planeam iento de un pleno acceso a los medios de ejecución y de participación en las recompensas. H asta en sus m ás pequeñas e insignificantes m anifestaciones, la libertad da a todos y cada uno de los m iem bros de una sociedad la sensación de la realización, y con esto, el sentim iento del valor personal. E n \in a cultura libre, el pueblo puede form ar su objetivo, entregarse a actividades y empresas y d isfru tar de los beneficios de una labor así em prendida. E l leitm o tiv de todos nuestros argum entos será que todas las coerciones dictadas p o r el determ inism o cultural son tan indis­ pensables a una conducta de éxito como las leyes de la naturaleza y el organism o. La libertad consiste, po r ello, en la orientación y guía que le dan al hom bre las norm as y leyes de la cultura. A l m ism o tiem po veremos que h m ayoría de esas norm as del determinismo. cultural im plican el elemento del poder, puesto en las m anos de uno o de un o s pocos. Este poder es susceptible de abusos bajo la form a de la riqueza, de la violencia física y de la intim idación espiritual, con respecto a la iniciativa y al planea­ m iento o a la fiscalización de los instrum entos de cultura o tam bién a la distribución de los beneficios. E n todos los casos, el distingo entre la libertad diferencial de la organización social y los casos menores o m ayores de cautiverio, esclavitud y opre­ sión, versa en to rn o a la cuestión de si la coerción es necesaria para la ejecución con éxito de la actividad, o de si es ejercitada para ventaja de unos pocos y a expensas de los demás. A l progresar la hu m an id ad se abren nuevas perspectivas para el deseo, el interés, el conocim iento y las creencias hum anas. E n esto el aspecto simbólico de la cultura — la capacidad de m ateria­

liz a r la tradición en tex to s transm isibles, la capacidad de n arrar relato s sobre los sucesos, los m ilagros y las realizaciones pasa­ dos— • se convierte en el m edio de in v e n tar nuevos recursos, en el p laneam iento de nuevas actividades y en la m ad u ració n del p r o ­ p ó sito y el m o tiv o . D e aq u í deriva la libertad de conciencia, de p ensam iento y de p alabra. L a libertad da tam b ién al h o m b re la capacidad de prever y establecer valores con cuya guía pueda entregarse a actividades cooperativas y llegar a nuevos objetivos, d isfru tán d o lo s de acuerdo con sus g aran tías de ciudadanía trib a l o nacional. E ste tip o de libertad abarca el p lan eam ien to legal y p o lítico , así com o las cadenas y desviaciones de la tradición. A q u í intervienen los dom inios del conocim iento, la técnica, la religión, el arte y la diversión org an izad a, que desde sus h u m ildes prin cip io s se des­ a rro lla n gradualm ente y com prom eten cada vez m ayores intere­ ses, am biciones y capacidades hum anas. P o r eso parece claro, antes que nada, que el concepto de la lib ertad deba ser referido siem pre al au m en to en rad io de acción, diversidad y p o d er en el p lan eam ien to h u m a n o . L a capacidad de prever y de p la n ear p a ra el fu tu ro , esto es, la capacidad de usar la experiencia pasada p ara establecer las condiciones fu tu ra s co­ rrespondientes a las necesidades, deseos y aspiraciones del hom bre, es el prim er requisito previo y esencial de la libertad- E m pero, to d o planeam iento, to d as las visiones, aspiraciones, descubri­ m ientos o invenciones, resu ltan inútiles, insignificantes y — para la ciencia de la conducta h u m a n a— inadecuados, si los m edios p ara su realización n o están presentes. L a lib ertad del espíritu es o bien u na frase vacía, o bien significa alg ú n cam bio concreto en el m u n d o de la m ateria, de la carne y de los hechos hu m an o s. F inalm ente, y com o lo saben bastante bien el an tro p ó lo g o y el h isto riad o r, todo esfuerzo h u m a n o , toda d u ra lab o r y esfuerzo, pueden o bien ser d ig n o s de consideración, o bien ser, asim ismo, inútiles, im pertinentes e irreales. E sta condición de sí-o -n o de la em presa h u m an a depende claram ente de su éx ito in teg ral, y del v alo r de su éx ito p ara la com unidad, p a ra la in stitu ció n y p ara sus m iem bros integrantes. E l resultado fin al de las actividades h um anas, la satisfacción que éstas ap o rta n al g ru p o y sus co m ­ ponentes individuales, pueden obtener realización o term in ar en la nada. A n alizar la lib ertad sin tener en cuenta las satisfaccio­ nes y goces de los resultados obtenidos, equivale a co n fu n d ir la lab o r de un esclavo con la de un hom bre libre. L a libertad, de acuerdo con el nivel de vida, con los goces y satisfacciones a p o r­ tados p o r la cultura a sus usu fru ctu ario s, es tan im p o rtan te com o

la lib ertad de los fines y la libertad de d o tació n en la acción eficiente. P o r eso la conservación, el m an ejo y el desarrollo de las causas psicológicas principales de la inspiración, la invención y la contribución, son las condiciones prim eras y esenciales de la libertad. L a form ación de las fidelidades sociales, en que se basa to d a institución, es la segunda condición. L a fo rm a en que se distribuyen los valores culturales, esto es, el goce de los benefi­ cios económ icos, sociales, políticos, m orales y espirituales — en o tro s térm inos, la lib ertad en la persecución de la felicidad— es la ú ltim a y q u izá básica condición de la libertad. E ste breve bosquejo del m edio cu ltu ral de n u estro problem a en la perspectiva ev olutiva, se h a d ad o p ara m o stra r en p rim er térm in o que ni un so lo acto h u m a n o , relativ o a la ciencia del h om bre, se produce fuera del contenido de la cultura. E n este sentido la lib ertad sólo puede ser discutida com o u n a trib u to del proceso cultural. E n sus com ienzos m ism os, y a través de toda su evolución, la cu ltu ra o to rg a ciertas desviaciones y o p o rtu n i­ dades, e im pone ciertas restricciones. L a libertad, p o r lo ta n to , es siem pre u n concepto relativo que im plica eq u ilib rio y relación. Es el v alo r excedente en la realización integral, fuera y p o r encim a de las inevitables suje­ ciones a la regla, la n o rm a y la restricción. Reside en la relación entre las prerrogativ as del y o y de los dem ás, p o rq u e el h o m b re depende de los dem ás ta n to m ediante la trad ició n com o m ediante la cooperación. El análisis de la lib ertad que se inicia conside­ ran d o cóm o se co m p o rta u n in d iv id u o en u n a fase de actividades de co rto alcance, u n a frase arb itrariam en te cercenada, debe in ­ ducir siem pre a error. E l error se vuelve más grave, au n cuando confiam os en el sen tim ien to su b jetiv o del in d iv id u o en esas con­ diciones, tra ta n d o de concebir sus sentim ientos. Es esencial p a rtir del contenido o b jetiv o y real de la lib ertad antes que enfocar con un telescopio o m icroscopio psíquico ese ente inobservable que es el alm a h u m an a en sus iridiscencias sentim entales, cu an d o se observa a sí m ism a en su p ro p io m icrocosm os p riv ad o . A sí, nuestro concepto de la libertad es u n a inducción de las m anifestaciones concretas y específicas de aquélla. E s u n haber dado a la h u m an id ad m ediante la organ izació n de los seres h u ­ m anos en grupos cooperativos, que deben obedecer ciertas n o r­ mas, que necesitan usar in stru m en to s y m áquinas, que deben cooperar para un fin determ inado. E n to d o esto alcanzan la lib ertad integral de su fin al precio de las sum isiones y renuncia­ ciones parciales. E l sacrificio es pequeño si se lo com para con

su participación en ta n grandes resultados- De acuerdo con la pro p o rció n en que esas sum isiones y renunciaciones p riv an a al­ gun o s m iem bros de u n a in stitu ció n — trátese de esclavitud o ser­ vidum bre, de u n regim iento m ilita r o de la trip u lació n de una galera— de la participación en el p laneam iento y construcción de p ro p ó sito s y decisiones o bien del disfrute de los resultados, sem ejante negación de iniciativa y de una p arte eq u itativ a en el p a tró n de vida im plica u n a anulación to ta l o parcial, te m p o ­ raria o crónica, de la libertad. A través de to d o nuestro, análisis se destaca la tesis de que la libertad es el desarrollo con éx ito y sin obstáculos del proceso cu ltu ral, que ap o rta p le n a satisfacción a todas las necesidades. L a libertad n o es n i m ás n i m enos que el pleno éx ito en la acción. Es actividad p laneada espontáneam ente, ejecutada en fo rm a eficiente y d isfru tad a en sus resultados po.r to d o s los que h a n co n trib u id o a ella. E n to d o esto verem os que la constitución integral de una cultura, y a sea p a ra la p az o p ara la guerra, para el ro b o colectivo o p ara el desarrollo in tern o de las artes, oficios e industrias, p ara u n a religión de crueldad y agresión o para una fe esencialm ente h u m a n a y ética, es el d eterm in an te esencial de la libertad o la esclavitud. P o r eso la distrib u ció n de la libertad en la sociedad, la dis­ trib u ció n que debe ser referida al o b jetivo, la actividad y el nivel de vida, po r igual, es u n o de los pro b lem as concretos y específicos que no pueden ser despreciados. E l uso del p oder en la coerción física, en la presión económ ica y en la in tim idación espiritual, debe ser estu d iad o en to d o p la n o de la evolución h u m a n a. N u estro enfoque dem uestra que la lib ertad es esencial­ m ente u na cualidad p o sitiv a de la conducta h u m a n a, la cualidad de la hom ogénea y eficiente satisfacción de todos, d e n tro del con­ te n id o de una cu ltu ra dada. A u n q u e hem os in sistid o en to d o m o m en to en que la libertad es específica, concreta, y u n concepto del equ ilib rio y la relación, esto n o im plica que debam os referirnos a "m u ch as libertades, y n o a u na sola lib ertad ” . L a libertad, en realidad, es u n a e in d iv i­ sible. E s un concepto general que, tal com o ha sido definido, indica las condiciones de la existencia h u m an a, d a n d o al hom bre la fiscalización m áxim a p ara hacer lo que desea y necesita m e­ d ian te la acción concertada e in stru m en tad a para hacerlo eficien­ tem ente y en form a tal que satisfaga y no fru stre sus deseos y aspiraciones- T o d a la lib ertad , en general, es u n a m edida com ún de cada libertad específica. E l p u n to de vista científico, m ediante el estudio de m anifestaciones específicas, debe ser co m binado con

el p o stu lad o igualm ente científico de la búsqueda de una m edida com ún y de la fó rm u la m ás general que abarca to d o s esos casos específicos. E sta síntesis breve y anticipada de los elem entos esenciales del p u n to de m ira aquí ad o p tad o , n o s p erm itirá a fro n ­ tar m ás cóm odam ente u n exam en crítico, de ciertos aportes en boga, al problem a de la libertad.



TER CERA PARTE

EL SENTIDO DE LA LIBERTAD

C a p ít u l o

p r im e r o

LA L IB E R T A D E N S U U N IV E R S O D E C A O S S E M A N T IC O “ El m undo jam ás ha tenido una buena definición de la p a ­ labra libertad, y el pueblo norteam ericano, en estos precisos m o ­ mentos, tiene gran necesidad de esa definición.'' Así habló A b rah am Lincoln en su discurso de Baltim ore, el 18 de abril de 1864, Su declaración es tan verdadera y prác­ ticamente adecuada h o y com o lo fué en aquel tiem po, pues ahora como entonces reina un caos com pleto en el dom inio sem ánti­ camente abarcado por las palabras libertad y liberación. L a libertad no es una palabra a cuyo respecto convenga ser im pertinente, indolente o confuso en una democracia com ba­ tiente. Estam os luchando p o r la libertad. Creemos en ella. N uestra fe no puede seguir siendo vaga o in tuitiva, si ha de ser realmente eficiente N uestra edad es un período en que la fe debe estar en arm onía con la razón. E l to talitarism o está tra ­ tando, en verdad, de su b o rd in ar la razón y el pensam iento a la verdad im puesta. Su tosca mística, sus teorías raciales y sus dogmas políticos y nacionalistas son im puestos despiadadam ente a una nación de pensadores y obreros. E sto es, quizás, el as­ pecto más destructivo del to talitarism o en A lem ania y en todas partes. N o podem os seguir ese ejemplo. L a libertad es u n ideal que, a través de toda la evolución hum ana, ha inspirado a las más sublimes filosofías y credos. H a m ovilizado tam bién al hom bre para las m ás grandes batallas de la historia y lo ha llevado a las más significativas y gloriosas victorias. La gente ha luchado, ha m uerto gustosam ente por ese jdeal; Los m ártires y héroes de la hum anidad h an perecido en j? P,ra y afrontado sus pruebas de m artirio en nom bre de la nbertad de conciencia, de religión, de independencia nacional y de convicción científica. Con todo, aún aquí la libertad ha aparecido siempre bajo la íorm a de una diosa b ifro n te: porque el m artirio im plica perse­ cución religiosa y una lucha p o r la libertad im plica tiran ía. Los

tiranos, inquisidores y dictadores tuvieron también sus ideales, en ocasiones hasta un ideal de libertad que trataro n de im po­ nerle a la hum anidad. P o r eso, en cada etapa de la evolución y la historia, en cada caso especifico que se considere, es necesaria una investigación desapasionada y bien documentada que defina dónde ha residido la libertad y de dónde ha venido la opresión. La palabra libertad no es un simple indicador o un gaje retórico. Es una palabra tan emocionante en la poesía como, p o ­ derosa en el dominio de los gritos de la batalla. M uchos sacri­ ficaron — y están sacrificando en estos mom entos— la funda­ mental libertad de vivir en favor de la libertad. O tros renuncian a su propia libertad personal y languidecen o perecen en la cárcel o en los campos de concentración, como para testim oniar el valor de la libertad. La libertad de la miseria, la libertad de la segu­ ridad, las libertades sentimentales más fuertes de la amistad y los vínculos familiares, deben rendirse a este ideal sublime pero despiadado. Los problemas fundamentales de la ética, la sociología y la psicología giran en torno de este concepto. En ocasiones llega a sentirse que definir semejante palabra, linda con el sacrilegio. Con todo, esto resulta necesario porque la palabra es susceptible también de vagas deformaciones. Nuestro deber es m ostrar dónde radican esas deformaciones y cómo pueden ser localizadas y refu­ tadas. La alternativa consiste simplemente en abandonarse a la confusión y a la deformación. T o d a tentativa de descubrir un concepto satisfactorio de la libertad pone en claro el hecho de que no sufrimos de escasez de confusiones, sino más bien de exceso. A llí reina un caos y una confusión de sentidos; por lo tanto, será necesario poner algún orden en ese caos semántico y eliminar algunos conceptos innecesarios. El sentido intuitivo, sentimental y subjetivo de la libertad, tal como lo siente más bien que como lo. form ula el hom bre de la calle, concibe a la libertad como la capacidad de hacer lo que uno quiere o de no hacer lo más m ínim o. La afir­ mación de que la libertad es la ausencia de coerción, de trabas y de estorbos, es permanente. Si coleccionáramos algunas de las más bellas frases poéticas, algunos epigramas clásicos, algunos famosos dichos de moralistas, teólogos y oradores, nos encontra­ ríamos siempre con que insisten en el sentimiento, subjetivo de un radio ilimitado, para la elección y expansión del pensamiento» de la acción, de la propia afirmación. La libertad como *'ausencia de coerción'* es también la me­ dida semántica común de todas las definiciones de diccionarios o

enciclopedias, "Ausencia de coerción*’, “ exención o liberación de esc la v itu d o encarcelamiento/*, "exención de fiscalización arbi­

traria"» "cualidad de ser libre del dom inio del destino o la nece­ s i d a d " : he aquí algunas anotaciones lexicográficas típicas y reite­

radas bajo las palabras "libertad" y "liberación". U na insistencia modificada y moderada en la falta de trabas abarca rodo un grupo de argumentos y definiciones explícitos y minuciosos, características de los pensadores liberales y partidarios del libre albedrío. Estos arguyen, definen e interpretan los hechos de tal modo, que hacen de la libertad un sinónim o de ausencia de cadenas., eliminación de coerciones y fiscalización mínima del Individuo. John S tuart Mili puede ser considerado un represen­ tante de este punto de vista. Su insistencia básica versa sobre la libertad de pensamiento y de palabra, y en este sentido sus argu­ mentos son en conjunto intachables. Sin embargo, M ili y m u­ chos otros pensadores liberales, que insisten en que hay un pa­ rentesco directo entre "m ás libertad y menos ley", olvidan a menudo que lo im portante no es la cantidad de ley, sino su naturaleza. La posición extrema lindante con el anarquismo adoptada por algunos liberales, no logra reconocer suficiente­ mente el hecho de que el grado en que es necesaria la disciplina depende de muchos factores aparte de la buena voluntad h u ­ mana. P or eso, el enfoque intuitivo y su elaboración hasta lograr el concepto de la libertad como un m ínim o de ley, revela a primera vista que se requiere cierta reconsideración y deben ser hechas ciertas adiciones para elim inar los elementos contradic­ torios. Esto nos lleva a la otra definición de la libertad, aparente­ mente antinómica en su forma semántica. C uando Cicerón nos dice que "todos somos esclavos de la ley para poder ser libres", la inferencia es clara: la libertad sólo puede ser obtenida me­ diante la coerción. Hasta Rousseau, que en una etapa de su ar­ gumentación afirma que "el hombre ha nacido libre” , nos dice en otra parte que “se lo debe forzar a ser libre". Asimismo, Montesquieu nos dice que "la libertad es el derecho de hacer todo lo que permiten las leyes, y si un ciudadano pudiera hacer lo que éstas prohíben, ya no tendría libertad". Sería fácil, quizá, citar declaraciones parecidas de muchos escritores liberales, donde se afirma, por u n 3 parte, que la libertad se basa en la ausencia de coerción, y por otra, que se debe a la creación de leyes, Con fpdo, la "esclavitud bajo el imperio de la ley", la libertad al verse forzados a ella*’, la libertad nacida de la coerción, son contra­

dicciones si se las com para con "la libertad com'Q u n a falta total de coerción” . Pero aún h ay m ás: la concepción de la libertad com o una sujeción to tal e ilim itada a las leyes, a la au to rid ad política, a la v o lu n ta d general o al genio nacional, nos conduce a regiones extrañas. N os encontram os con el concepto hegeliano, con raíces en las filosofías p rim itiv as posteriores a P la tó n , h asta que lle­ gam os a esa libertad que es proclam ada ah o ra com o d o n de los sistem as políticos to talitario s. M ussolini declaró, en u n o de sus m om entos de fran q u eza: "H em os sepultado el p ú trid o cadáver de la lib ertad ". C on to d o , sus voceros, m ás suaves y astutos, especialmente al d irig ir la p alab ra a las dem ocracias crédulas o a los conversos de la q u in ta colum na, insistieron en que el fas­ cismo puede ofrecer la m á x im a libertad de la autorrealización del individuo., fu n d ien d o a los ciudadanos con el E stad o corpo­ rativo. U n a reflexión sim ple y de sentido com ún m uestra que h ay y debe haber u n coeficiente de poder en la concepción de la libertad. H em os visto que esto sucede a través de to d o nuestro breve bosquejo de cóm o la cultura aum enta la libertad h u m an a, desde su principio m ism o y a través de to d a su evolución. L a acción libre debe im plicar cierta fiscalización de los hechos y de las dem ás personas. Y a que la libertad im plica eficiencia y éxito, tam bién debe im plicar poder. La absoluta debilidad e incapa­ cidad de obrar, la ineficacia en el p laneam iento y en la ejecu­ ción, no son com patibles con la libertad de realización. C o n ­ ducen solam ente a la lib ertad del fracaso. C o n todo, si id en tifi­ cáram os negligentem ente a la libertad con el poder, am am an ta­ ríam os a todas luces a la tiran ía, así com o vam os a d ar en la an arq u ía cuando paran g o n am o s a la lib ertad con la ausencia de to d a coerción. • Si se tom a la "exención de la coerción" en u n sentido literal, resulta claro que el m á x im o m argen de lib ertad puede ser dis­ fru tad o p o r gente exenta al m áxim o de deseo, de pasión y aún de im pulso. D iógenes en su tonel ha sido el ideal del hom bre libre p o r espacio de genexaciones, y sigue siéndolo. U n lazzacone n ap o litan o , que su stitu y e al tonel p o rtá til p o r el cesto p o rtátil, im plica igualm ente la lib ertad filosófica, basca su L ebensraum bajo los rayos del sol y queda en perfecta libertad de m endigar, de an d ar p o r los cam inos y de no hacer nada. N in g u n o de esos filósofos de vida líbre p o d ría desarrollar necesidades adicionales entorpeccdoras com o la sed de conocim iento, de arte, de p asa­ tiem pos religiosos y sociales. H asta el ideal de pobreza, tal como

fué predicado y practicado p o r San Francisco y sus adeptos, no nos satisface com o expresión plena del concepto de la libertad. L a libertad, com o sum isión v o lu n taria a la coerción — toda coerción y cualquier coerción— es evidentem ente u n concepto m u ­ tilado. La solución debe hallarse, com o se sugirió en varías oportunidades, en el análisis de las leyes y la au to rid ad . H ay reglas, norm as y leyes que son tan inevitables p ara la acción como creadoras de libertad. H ay otras leyes, com o las que en ­ contram os en toda tiran ía histórica, en la Inquisición E spañola, en el m oderno estado co rp o rativ o de H ítler y M ussoliní, que no sólo niegan la lib ertad sin o que destruyen la cultura. T o d a prestidigitación puram en te fo rm al con palabras tales com o ley, norm a y disciplina, resulta engañosa en la teoría de la libertad. Las norm as o leyes son evidentem ente m edios conducentes a un fin. Son instrum entos en la regulación de la conducta h u m an a. Pero aún nos resta p o r ver cómo, h an sido em pleadas y con qué fines, así como con qué resultados, antes de p o d er determ inar su aporte a su anulación de la libertad. E n nuestro breve análisis del nacim iento y desarrollo de la cultura y de la libertad que ella b rin d a, hem os visto que la extensión específica de la fiscalización lograda p o r el hom bre p rim itivo se refiere a la disciplina de su organism o y deseos, así como al m anejo del m edio. N ad a tiene de asom broso, p o r ello, que entre las concepciones generales de la lib ertad , predicadas y practicadas p o r la h u m a n id ad , encontrem os u n a en que los seres h um anos alcanzan independencia espiritual repeliendo las trabas de la carne, de la am bición y de la riqueza. E sta es la libertad del espíritu que hallam o s encarnada en las filosofías estoicas y en religiones cristianas, budista y todas aquellas que liberan al alm a de las trabas de la carne. L a libertad alcanzada po r la u nión con lo A b so lu to o con D ios, es q u izá el prin cip al de los dones ofrecidos al h o m b re p o r las creencias que prom eten com ­ pensación en el o tro m u n d o p o r los su frim ien to s e injusticias de éste. A quí tenem os que incluir tam bién esa libertad de pensa­ m iento que puede h allarse en la sum isión al destino. " E l que quiere es conducido p o r el destino: el que se resiste, es arrastrad o ” . El estoicismo y filosofías conexas h an inducido a m uchos que sufren enferm edades o cautiverios a vencer las trabas físicas del cuerpo m ediante la libertad del espíritu. A q u í, la libertad es al­ canzada afirm ando la independencia espiritual, dem ostrando que, por medio de la renuncia aí deseo, a la esperanza y a la am bición.

el hom bre puede seguir siendo libre, aunque físicamente esté inca­ pacitado o encadenado. A lgunos sistemas religiosos atacan el problem a de un m odo más radical y positivo aún. El cristianism o y el budism o insis­ ten por igual en la deseabilídad m oral de la libertad del deseo. El santo, budista va hacia el Nirvana. E igualmente, el santo cristiano, como Orígenes, logra su libertad mediante la castra­ ción, E l ascético anacoreta huye de las pasiones, intereses y am ­ biciones hum anos, y vive en su solitaria erm ita, trepa a una columna en el desierto o se recluye en una caverna. T o d o s ellos se esfuerzan por obtener la libertad que conduce al o tro m undo, la libertad de la vida y de las trabas del cuerpo. E n este as­ pecto, el uso de la palabra libertad vuelve a cobrar un valor semántico distinto, y como tal lo aceptamos respetuosamente. L a heroica lucha contra el m undo, la carne y el dem onio no nos deja incomprensivos, inconm ovibles y sin bríos. Es necesario comprender, sin embargo, que este concepto de la libertad implica el rechazo o la negación de la vida misma. Si concibiéramos una cultura cuyos miembros resolvieran apar­ tarse de la vida, suspender el proceso reproductor y consagrarse a la mortificación de la carne, semejante cultura no podría con­ tinuar. M oriría de inanición. Las culturas hum anas han p ro ­ ducido de vez en cuando sectas religiosas inspiradas por seme­ jante ideal y que lo practican. Las conocemos desde la Edad Media y h an reaparecido en la Rusia del siglo X V III y del siglo X IX . Esas sectas de castrados, anacoretas y erm itaños constituyen un interesante epifenómeno cultural. Sin embargo, siempre presuponen la existencia de u n a com unidad cuya cul­ tura y libertad se basan en principios distintos, El problem a de la libertad de H am let, "ser o no ser’’, no es, por lo tanto, m ás que u n aspecto m arginal de la cultura. La libertad del suicidio, individual o colectiva, es la que pone tér­ m ino al dram a de la escena o de la vida. H am let debe recha­ zarla en beneficio de la prosecución del dram a. N osotros tene­ mos que rechazarla en interés de la continuidad cultural de la hum anidad. A hora bien: cuando la hum anidad e.stá al borde del sxxtcídio colectivo, nosotros debemos consagrar nuestros pen­ samientos a impedirlo., más bien que a m editar cómo podría eje­ cutárselo m ejor con una decisión espontánea. E n esto volvemos de nuevo a nuestra presunción fundam ental: la libertad es para nosotros un atrib u to de la vida hum ana, esto es, de la acción h u ­ mana, y nosotros debemos considerarlo, con referencia a las deci­

siones de obrar, y n o a poner térm ino a la vida o suspender la acción. Mas aún h ay una reflexión más im portante, para el estu­ dioso de la cultura y de los procesos culturales, al tratarse la libertad del aislam iento filosófico, y de la evasión religiosa al Nirvana o la unión con Dios. Estas "libertades puram ente es­ piritual es" no están aisladas, en realidad, de su marco material y orgánico. Es una ilusión concebirlas como m ovim ientos libres del espíritu, que se escurren de sus trabas de carne y materia. E n realidad, el estoicismo, la u nión con D ios y todas las demás formas de la “evasión espiritual” , consisten en una severa dis­ ciplina del cuerpo. U sualm ente im plican un largo período de adiestramiento y de disciplina orgánica. Se basan en u n a trad i­ ción religiosa, que debe ser aprendida y asimilada. Im plican una serie de norm as y un aparato en el misticismo. A fin de lograr cualquiera de esas libertades religiosas y espirituales, el hom bre debe someterse a un sistem a de actividades rituales, que en ocasio­ nes perduran a través de años. Debe aprender un sistema de instrucciones verbales y someterse plenam ente a la doctrina y a la ética. Debe leer o escuchar los argum entos filosóficos y ser­ mones religiosos. M ediante todo esto, logra los principios del dominio de sí mism o, de la disciplina nerviosa y muscular. La serenidad del pensam iento y la apariencia, los sublim es encum ­ bramientos de la mente, n o son, por lo tanto, m ovim ientos des­ encarnados del alma. Corresponden a procesos culturales con­ cretos, tangibles y definidos. Nuevamente advertim os que el verdadero cam po de batalla de la libertad, así como el taller en que ésta se produce con todas sus cualidades, form as y variedades, es la cultura. El aisla­ miento espontáneo de la vida no puede ser logrado con un mero acto de voluntad. Debe ser realizado, con un proceso detallado de adiestramiento, que es un proceso cultural. C uando nos volvemos hacia la afirm ación de la libertad m e­ diante la muerte heroica, nos enfrentam os con n n contenido de acción algo distinto pero esencialmente cultural. "D adm e la li­ bertad o la m uerte” , no. es el grito de un budista o u n asceta. Esto afirm a la libertad de conciencia mediante la oposición al poder injusto y no al aislam iento de la vida. Los m ártires de la convicción religiosa, los héroes políticos que h an m uerto por su país o por la libertad de la hum anidad, no niegan sino que afirm an los derechos de la vida. E n esos casos no es necesario siquiera subrayar el hecho de que la libertad form a parte de Un proceso histórico y, por lo tanto, cultural. La gente que

sacrifica sus vidas en el altar de D ios o de la nación, debe afro n ta r a la fuerza física, a la opresión política y a otras form as de la injusticia y coerción organizada. A sim ism o, en su propia alm a y cuerpo, debe desarrollar la convicción, la fe y el heroísm o, m ediante una disciplina que se asemeja de cerca a la del asceta. Es una disciplina diferentem ente dirigida, con o tro s fines y en concordancia con o tro s mecanismos, pero im plica evidentem ente un propósito claro, la capacidad de so p o rtar y desafiar el dolor y la to rtu ra, y obtener con ello resultados que proporcionan más libertad a los demás, si no al propio héroe y m ártir, U n desvío im p o rtan te de la pretensión de que el pensa­ m iento puede triu n fa r sobre la m ateria, puede hallarse en el d o ­ m inio de la magia y los m ilagros. E sto representa el incorregible deseo del hom bre de evadirse de las leyes de la naturaleza, de superar las tretas y trabas del azar, y de desafiar al pro p io des­ tino. Esta libertad de la magia y de los m ilagros afecta a u n vasto dom inio de la cultura hum ana, T en d rem o s que analizar esto m ás plenam ente en o tra parte: aquí sólo lo expondrem os en el m apa semántico, de los diversos sentidos de la libertad. A l analizar estos últim o s tipos de libertad hallam os siempre que éstos corresponden al dom inio de las libertades dado por la cultura. Y a que nuestra tesis central afirm a que la libertad no puede ser analizada fuera del contenido de la cultura, nos bas­ tará con m encionar aquí que la organización política, la em ­ presa económica, las tarcas de la ciencia, la religión y las diver­ siones pueden tornarse fuentes de cultura. P a ra nosotros, la cultura en su organización política, legal y económica, es el p rin ­ cipal de los campos de b atalla en la lucha po r la libertad. H asta cuando se trata de las diversiones y de la dedicación al arte, la poesía y la música, la libertad puede ser cercenada lo m ism o que acrecentada. N os b astará con recordar los principales pasatiem ­ pos de la antigua R om a, donde la esclavitud de los actores p rin ­ cipales servía de entretenim iento a los espectadores. La dificultad con que nos encontram os a esta altu ra, gira en to rn o de si debemos ad m itir o negar la existencia de m uchas libertades, una evasión sem ántica usada a m enudo para probar que no existe una libertad única. Sobre este p u n to ya nos hemos pronunciado. La libertad es una e indivisible. Es un concepto general que abarca sus diversas manifestaciones especificas,

A N A L IS IS D E L O S S E N T ID O S M U L T I P L E S Hemos exam inado diversas partes del hecho, real o ficticio, en que los seres hum anos buscan la libertad y la encuentran. La libertad, como lo hem os visto, es considerada a m enudo como de arraigo esencial en el m undo de la existencia ab soluta: o bien se la encuentra en la evasión de las trabas del m u n d o o en el desafio del destino o en la sum isión a él. H em os aceptado estas opiniones en un sentido, literal. A ceptam os los sistemas filosófi­ cos o religiosos, el uso sem ántico y las reglas de la gram ática y de la lexicografía poco más o menos tales como las hallam os. Esta aceptación, en cierto m odo no.-crítica, lleva evidentem ente a ese "caos de la sem ántica", a esa confusión e im posibilidad de definir de la cual oím os quejarse a A braham L incoln. A hora tenemos que llevar algún orden a la confusión. P ara hacerlo convendrá bosquejar nuestros hallazgos en un cuadro sinóptico.. V em os allí todos los diversos usos del térm ino liber­ tad asentados en to rn o de una anotación central que llam am os "núcleo de la lib ertad ” . N uestro cuadro es, p o r lo tanto, un inventario de las diversas opiniones y usos lingüísticos donde figura el térm ino libertad. Si aceptáram os la auto.valuación de cada sistema y uso en la form a en que se presenta, nuestro cuadro representaría tam bién varios grupos de hechos. T enem os ya un indicio de que la situación no es ésa. T en d ríam o s al menos nueve libertades y probablem ente éstas p o d rían tam bién ser subdivididas, fragm entadas o desm enuzadas en o tras tantas. P o r lo pro n to , sospechamos, en base de todos nuestros argum entos a n ­ teriores, que el pro p io sentido central, el "núcleo de la libertad” , es una ficción subjetiva. Era necesario, em pero, colocar esto en esa posición central, porque, como veremos, se tra ta de una fic­ ción y un sofisma m uy profundam ente arraigados en la psico­ logía hum ana, así com o en esa triquiñuela verbal que h a causado tanto trastorno en el pensam iento del hom bre y hasta en su con­ ducta activa. E l principio fu n d am en tal que nos ayudará a poner orden en «se caos semántico, a elim inar los usos ficticios de la palabra y a

definirla en form a clara y lógics, es que debem os buscar la li­ bertad en las realidades de la acción h u m an a y an alizarlas en sus contenidos culturales. Si m iram os nuestro diagram a, vemos que la anotación en su base “ libertad de la cu ltu ra ” , contiene esa só­ lida m atriz de hecho y suceso en que se presenta la verdadera libertad, m edíante los agregados que obtiene de la conducta orga­ n izad a e im plem entada y en las coerciones inevitables o aún irrem ediables. E sta anotación B -2 es flanqueada p o r otras dos, "lib ertad de conciencia’’, A -2 , y "lib ertad de m ilag ro ”, C -2 , que son tam bién esencialmente procesos de cultura. Estos n o repre­ sentan, sin em bargo, los verdaderos mecanismos pragm áticos en que se da u n au m en to o dism inución de la libertad en la con­ ducta. Son m ecanism os de cultura esencialmente com pensatorios en que el hom bre expresa su desconfianza an te el destino o su fe en su capacidad de fiscalizar el azar p o r m edio de la magia o el m ilagro. L a fila m edia en que hallam os las anotaciones A , B y C, corresponde a las definiciones de la libertad que h an ocupado siempre una posición central en todas las discusiones filosóficas, éticas y psicológicas. H allam o s allí ese núcleo intangible de la libertad sentido, intu itiv am en te, más bien que susceptible de de­ finiciones claras: el sentim iento de una absoluta ausencia de toda coerción. E sto es flanqueado p o r la posición de los partidarios del libre albedrío de que la libertad florece fuera de las trabas de la n orm a y la ley, y p o r la posición de que la disciplina es esen­ cial a la libertad. L a fila tercera y superior de nuestro cuadro contiene los p u n ­ tos de vista filosófico y religioso, en que el espíritu del hom bre es concebido com o capaz de una evasión de esas trabas y coer­ ciones terrenas m ediante una fuga hacia las trascendentales re­ giones de la metafísica o de un trasm undo religioso.. Sem ánticam ente tenem os aquí cierto n úm ero de grupos de uso divergente. Se señaló ya que, si se to m an todos esos sen­ tidos en form a literal y se los considera conjuntam ente, nos en ­ frentam os con u n caos de incom patibilidad y confusión. Uno, o dos de los sentidos, son inclusive contradictorios consigo mismos. La libertad de la ley y la libertad m ediante la ley, parecen una contradicción verbal. E n realidad, no h ay tal cosa y nuestra argum entación nos conduciría a afirm ar que m ediante la su m i­ sión a la norm a se logran nuevos tipos de libertad, m ientras que dicha sum isión im pone a todas luces coerciones sobre la libertad anteriorm ente d isfru tad a. A sim ism o, la libertad como sum isión al destino y la libertad como, desafío al destino pueden parecer

C-1 Alejamiento de: Las Trabas de la Existencia

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