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CRÓNICAS HISPANAS DEL SIGLO XIII
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CHRONICA HISPANA SAECVLI XIII EDIDERUNT Luis CHARLO BREA Juan A. ESTÉVEZ SOLA et Rocío CARANDE HERRERO
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CRÓNICAS HISPANAS DEL SIGLO XIII
CRÓNICA LATINA DE LOS REYES DE CASTILLA Introducción, traducción y notas por Luis CHARLO BREA
HISTORIA DE LA TRASLACIÓN DE SAN ISIDORO Introducción, traducción y notas por Juan A. ESTÉVEZ SOLA
EL POEMA DE JULIA RÓMULA Introducción, traducción y notas por Rocío CARANDE HERRERO
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Revisión científica Jose CARLOS MARTÍN
©2010, Brepols Publishers n.v., Turnhout, Belgium All rights reserved. No part of this publication may be reproduced, stored in a retrieval system, or transmitted, in any form or by any means, electronic, mechanical, photocopying, recording, or otherwise, without the prior permission of the publisher.
D/2010/0095/171 ISBN 978-2-503-53262-2
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ÍNDICE DE MATERIAS
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Presentación
Crónica latina de los reyes de Castilla 11 Introducción 13 Preliminares 13 Manuscrito y transmisión del texto de la crónica 15 Novedades sobre esta Crónica 21 El nombre de la Crónica. La utilidad de un adjetivo inútil 23 Autor y épocas de composición 25 Nuevas consideraciones sobre la estructura de la crónica 31 Valor historiográfico de la crónica 33 Consideraciones lingüísticas y literarias 35 Algunos temas recurrentes 38 Nuestra edición actual 47 Cuadro sincrónico de los condes y reyes cristianos 48 Califas almohades 49 Bibliografía selecta 50 Traducción 57 Desde los condes de Castilla hasta la muerte de Sancho III (932-1158) 57 Alfonso VIII, rey de Castilla (1158-1214) 68 Fernando III, rey de Castilla y León (1217-1252) 108 Historia de la traslación de san Isidoro Introducción La obra y su contexto Organización de la obra Fuentes y repercusión de la obra Autoría y datación
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ÍNDICE DE MATERIAS
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Bibliografía selecta Traducción Prólogo a la traslación de San Isidoro, obispo, primado de las Hispanias Traslación del obispo San Isidoro, doctor de las Hispanias
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Poema de Julia Rómula o Híspalis de Guillermo Pérez de la Calzada Introducción El autor El poema Ediciones Bibliografía Traducción
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Índices Índice bíblico Índice de fuentes no bíblicas Índice general
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PRESENTACIÓN
El presente volumen es el primero de la nueva serie « Corpus Christianorum in Translation » consagrado a obras latinas de la Edad Media hispana. Su aparición debe entenderse en el marco del extraordinario desarrollo que los estudios en torno a la producción escrita y a la historia de la España medieval han conocido tanto en España como fuera de ella en los últimos años. Estos progresos justifican por sí solos la necesidad de revisar una serie de textos acompañados en su momento por unas introducciones que ya eran en muchos casos un modelo de excelente filología. Un buen ejemplo son los tres opúsculos recogidos en este volumen. En 1997 la serie « Continuatio Mediaeualis » del Corpus Christianorum vio la aparición de su volumen n° 73 bajo el título de Chronica hispana saeculi XIII, que reunía las ediciones críticas de la Chronica latina regum Castellae, la Historia translationis sancti Isidori y los Rithmi de Iulia Romula seu Ispalensi urbe de Guillermo Pérez de la Calzada, a cargo, respectivamente, de los profesores Luis Charlo Brea, Juan Antonio Estévez Sola y Rocío Carande Herrero. El primero de ellos, la denominada Chronica latina regum Castellae, fue concluido poco después de la reconquista de Córdoba por los cristianos en 1236. Esta crónica es, así, la primera de las tres grandes obras históricas escritas en España en el s. xiii, pues antecede en un año, al menos, al Chronicon mundi de Lucas de Tuy y en siete a la Historia de rebus Hispanie de Ro-
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drigo Jiménez de Rada. Al mismo tiempo es, probablemente, la más original y acaso la mejor escrita. Su relato abarca algo más de trescientos años de historia, dado que comienza con la muerte del conde castellano Fernán González en 970 y concluye con la recuperación de Córdoba de manos del invasor musulmán en 1236, en tiempos de Fernando III el Santo (12301252). Puede apreciarse, en consecuencia, que su tema central es la historia de los reinos de Castilla y León durante ese período, si bien incluye frecuentes referencias a los otros reinos hispánicos e incluso a diversos acontecimientos de más allá de los Pirineos. Uno de sus grandes méritos es la abundancia de datos de primera mano, de testigo presencial, que recoge. A pesar de transmitirse sin título ni nombre de autor, la opinión generalizada en nuestros días es que debe atribuirse al obispo Juan de Osma († 1246), a la sazón canciller y secretario de Fernando III. Es posible, no obstante, que en su última parte haya que ver la intervención de un segundo autor, de difícil identificación, que habría redactado la parte de la crónica que va de la muerte del rey de León Alfonso IX en 1230 hasta el final (los capp. 60-75), pero que habría tenido a su disposición materiales reunidos por Juan de Osma. Estas dificultades y la riqueza de las informaciones contenidas en la Chronica latina regum Castellae han favorecido la aparición en los últimos años de una abundantísima bibliografía en torno a este escrito que L. Charlo Brea resume y analiza en su introducción. Sigue una nueva traducción del texto que destaca, creo, por su elegancia y fluidez, sin que ello signifique que se aparta del original latino. Es un mérito de su autor haber conseguido esta máxima aspiración de cualquier traductor. La segunda de las obras incluidas en este volumen, la anónima Historia translationis s. Isidori, es un producto con toda verosimilitud del monasterio de San Isidoro de León. Estamos en este caso ante una obra compuesta a finales del s. xii o comienzos del xiii como parte de un expediente hagiográfico en torno a la figura de Isidoro de Sevilla († 636), cuyos supuestos restos reposaban en el citado monasterio desde el año 1063. En efecto,
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PRESENTACIÓN
en la primera parte del códice Madrid, BN, 10442, del s. xiii, se ha conservado un corpus de textos, todos ellos anónimos, que parecen responder a un proyecto hagiográfico sobre el obispo hispalense del s. vii, comenzando por la Vita s. Isidori (BHL 4486), siguiendo con la Adbreuiatio Braulii Caesaraugustani ep. de uita s. Isidori Hispaniarum doctoris (BHL 4486°) y culminando con la Historia translationis s. Isidori (BHL 4491). La primera, elaborada también en San Isidoro de León por las mismas fechas que la Historia que aquí presentamos, se ocupa de la vida de Isidoro de Sevilla desde su infancia hasta su muerte; la segunda, quizás de origen sevillano y fechable en el s. xi, de su producción escrita; y la tercera, del traslado de sus despojos desde Sevilla a León a finales del s. xi, así como de los milagros obrados a continuación en esta ciudad junto a la tumba del santo merced a la gracia divina, de algunos de los cuales el autor afirma ser testigo presencial. Este último autor conocía bien las otras dos obras citadas, pues forman parte de las fuentes que maneja. Es probable, por lo tanto, que la reunión de este expediente responda a un deseo concreto de promover el culto de san Isidoro en León y acaso exaltar la importancia del monasterio que guardaba sus restos. La impresión que este corpus isidoriano causó en su momento es ilustrada por el hecho de que los tres grandes autores hispanos de compilaciones hagiográficas latinas del s. xiii se sirvieron de estas obras en las leyendas que dedicaron a Isidoro de Sevilla. Me refiero a Bernardo de Brihuega, a Rodrigo de Cerrato y a Juan Gil de Zamora. Tampoco el autor zaragozano que hacia el último tercio del s. xiii redactó la Vita ss. Leandri, Isidori Hispalensis, Fulgentii Astigitani et Braulionis Caesaraugustani ep. (BHL 4810) fue ajeno a la influencia de la Historia translationis s. Isidori. Juan A. Estévez Sola tiene el mérito de haber sido el primer editor científico de este texto. A él suma ahora el de ser su primer traductor. En su introducción el lector encontrará además otros muchos datos de interés sobre la estructura de esta obra, su posible autoría e influencia. Finalmente, los Rithmi de Iulia Romula son un poema en versos goliárdicos compuesto en 1250 y dedicado al infante don
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PRESENTACIÓN
Alfonso, que pocos años después alcanzaría el trono de Castilla y León con el nombre de Alfonso X (1252-1284). Su autor fue Guillermo Pérez de la Calzada, antiguo abad de Sahagún (11291232), depuesto de su cargo por motivos oscuros y relegado al monasterio de San Zoilo, en Carrión de los Condes. Con su obrita habría tratado de ganarse el favor del futuro monarca. Pero fue en vano. Como materia de su composición escogió la historia de Sevilla desde su fundación, que culmina en el poema con la reconquista de la ciudad en el año 1248 por Fernando III (1230-1252), padre de Alfonso. La toma de Sevilla era un tema novedoso, puesto que había quedado fuera, por motivos cronológicos, tanto del Chronicon mundi de Lucas de Tuy (ca. 1237) como de la Historia de rebus Hispanie de Rodrigo Jiménez de Rada (a. 1243). De ahí el gran interés de este texto, escrito por un testigo presencial de la campaña que da, en consecuencia, noticia de ella de primera mano. R. Carande Herrero, que ya había publicado una traducción de este texto en 1986, ofrece ahora una nueva versión en español completamente revisada. Tres obras, en definitiva, de gran relevancia para la historia del Reino de Castilla y León y de la Reconquista de España durante los siglos xi-xiii y que ilustran, al mismo tiempo, la situación de tres géneros mayores de la literatura latina en la Península Ibérica en la primera mitad del s. xiii: historiografía, hagiografía y poesía. Y no quiero olvidarme, a la conclusión de estas líneas, del profesor Juan Fernández Valverde, que escribió el prefacio de la edición de estos mismos textos en 1997 y a quien me ha cabido el honor de reemplazar como redactor de esta pequeña presentación. Jose Carlos Martín Universidad de Salamanca, julio de 2010
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INTRODUCCIÓN
Preliminares La Crónica latina de los reyes de Castilla es uno de los tres grandes relatos históricos que se escribieron en los reinos, en ocasiones separados y desde entonces unificados, de León y de Castilla durante el siglo xiii. Fueron los otros dos, el De rebus Hispaniae de don Rodrigo Jiménez de Rada y el Chronicon mundi de don Lucas de Tuy. Los tres guardan entre sí grandes similitudes, pero son mayores sus divergencias e intensas sus relaciones. Entre las primeras podemos señalar la lengua, el latín,1 en que fueron escritos; el carácter eclesiástico, incluso episcopal, de sus autores, y la fecha en que termina el relato: un poco después de la conquista y repoblación de Córdoba en 1236. Entre las divergencias, además de la pronta aceptación de las otras dos crónicas o historias frente a casi el olvido 1
Los tres han sido editados en la colección Corpus Christianorum. Continuatio Mediaeualis. La obra del toledano en el v. LXXII en 1987; la Chronica latina Regum Castellae en las páginas 33-118 del v. LXXIII en 1997, y en el v. LXXV en 2003 la del tudense. EL editor de la primera, Juan Fernández Valverde, la publicó en castellano con el título Rodrigo Jiménez de Rada. Historia de los hechos de España, en Alianza Editorial, Madrid, 1989; yo mismo publiqué la segunda en Akal. Clásicos latinos medievales, Madrid, 1999. No existe traducción moderna de la tercera. Pueden consultarse Lucas de Tuy, Crónica de España, Edición y traducción de Julio Puyol, Madrid, Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, 1926 y la tesis doctoral en microfichas de O. García Valdés, citada en la bibliografía.
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de la que nos ocupa ya desde la historiografía medieval, el anonimato en origen del autor de la Crónica latina frente al perfecto conocimiento de la autoría del De rebus Hispaniae y del Chronicon mundi. Más adelante profundizaremos en estos conceptos y analizaremos el influjo de cualquiera de ellas en las otras dos2. La Crónica latina de los reyes de Castilla, generalmente ignorada hasta que Georges Cirot la descubriera en el manuscrito 9/450 (antes G-1) de la Biblioteca de la Real Academia de la Historia de Madrid, relata, después de una breve introducción, los hechos ocurridos en Castilla durante los reinados de Alfonso VIII (1158-1214), Enrique I (1214-1217) y Fernando III (1217-1230 de Castilla, y de Castilla y León 1230-1252) hasta la conquista de Córdoba; hace frecuentes referencias a lo que sucede en ese mismo tiempo en otros reinos hispánicos y no olvida acontecimientos europeos y eclesiásticos coetáneos. Cirot publicó su descubrimiento bajo el título “Une Chronique latine inédite des rois de Castille jusqu’en 1236” en diferentes páginas y fascículos del Bulletin Hispanique (Bhi) de los años 1912 y 1913. En este mismo año de 1913 y en París volvió a publicar, esta vez unificada, toda la Crónica con el título “Chronique latine des rois de Castille jusqu’en 1236”. En sucesivos números del Bhi y bajo títulos distintos completó Cirot sus trabajos sobre la Crónica: “Appendices à la Chronique latine des rois de Castille jusqu’en 1236” en los números 19 (1917), 20 (1918) y 21 (1919); “Recherches sur la Chronique latine des rois de Castille jusqu’en 1236” en los números 21 (1919) y 25 (1923). La edición que nosotros utilizamos es la que se publicó en Bhi (1920), II, Appendices, 1-153, Bordeaux, Feret et fils, Libraires-Editeurs, 19-153, con el título“Chronique latine des rois de Castille jusqu’en 1236”.
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Añadimos sólo aquí que frente a la “universalidad” geográfica y temporal de las otras dos, en nuestra crónica “el tema a tratar”, en palabras de J. Gil (1995), “con carácter monográfico es la historia castellana, cuyos reyes se considera que descuellan sobre todos los demás incluso en el cada vez más confuso proceso de desintegración peninsular”.
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INTRODUCCIÓN
Manuscrito y transmisión del texto de la crónica El manuscrito 9/450 (antes G-1) y su copia El hoy manuscrito 9/450 consta de 280 folios de pergamino (233 mm × 301 mm) y al dorso lleva como título Chronica B. Isidori iun. et aliorum. En él se encuentran las siguientes obras: 1) Crónica leonesa (folios 1r-57r); 2) Liber de historia Gallie que temporibus diue memorie principis Bambe a domino Iuliano Toletane sedis episcopo edita est (folios 58r-68r); 3) Gesta Roderici Campidocti (folios 69r-86v); 4) Genealogías de los reyes de Navarra y de los condes de Pallars, de Toulouse y de Gascuña (folios 87r-88v)3; 5) nuestra Chronica Latina Regum Castellae (folios 89r-122r); 6) Epitoma de regno Apulie et Sicilie a Felino Sandeo, (folios 125v-152v)4, y 7) Paralipomenon Hispanie de Juan de Margarit (folios 153r-280). El manuscrito es una copia, de finales del siglo xv5 o comienzos del xvi, de un original perdido, coetáneo a los hechos que relata. Son numerosas en él las abreviaturas, si bien, por lo general, fácilmente descifrables. Su escritura, en caracteres góticos textuales, es la misma en todo el pergamino. Su lectura resulta difícil: las letras están muy entrelazadas, mezclándose unas palabras con otras. En cuanto a nuestra crónica se refiere, solamente en veinte ocasiones (ocho al comienzo y doce al final) encontramos separación en párrafos aparte, faltando entonces la letra inicial, que se supone mayúscula y ocupa varios renglones. En el manuscrito descubierto por Cirot, que antes describíamos, la Crónica que nos ocupa ni llevaba título alguno 3
Documentos todos ellos que también se encuentran en el manuscrito 9/4922 (antes A-189) de la misma Real Academia de la Historia. 4 Conviene precisar que en el folio 123 se encuentra un poema, de cuatro dísticos elegíacos, titulado “Ad lectorem Michael”, en el 124r el comienzo de la carta de Miguel Ferno a Pomponio Leto, a la que después, también en nota, haremos referencia; el folio 125r lo ocupa el final de esa carta. Al principio del folio 125r leemos una dedicatoria Alexandro VI Pontifici Maximo y el comienzo del epítome. Al final de la obra histórica, ya en el folio 152 encontramos un poema de siete dísticos elegíacos. 5 En el folio 124 del pergamino puede leerse la carta de “Michael Fernus Mediolanus Pomponio Leto, litterarum principi s”, que concluye “Quid agas in Quirinali tuo... (fol. 125) id. apr. M.CCCC.XCV”, señalándonos así la fecha antes de la cual no fue realizado este manuscrito,
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ni mostraba el nombre de su autor ni apenas contenía división alguna en su texto. Guarda este manuscrito 9/450 indudables semejanzas (dimensión, aspecto...) con el 9/451 (antes G-2)6 de la misma Real Academia de la Historia. En los folios 125r-303v de este último (los primeros folios contienen el Chronicon mundi del Tudense) se conserva la Compendiosa historia Hispanica de Rodrigo Sánchez de Arévalo. En una nota al texto7 de esta Compendiosa historia Hispanica, concretamente en el margen del folio 282v, aparece la firma de Lorenzo Galíndez de Carvajal. Todo ello nos induce a pensar que ambos manuscritos, 9/450 y 9/451, se deben, directa o indirectamente, al cronista y jurista castellano, nacido en Plasencia en 1472, Galíndez de Carvajal, de quien sabemos por Ambrosio de Morales que intentaba escribir una Historia de España. Perteneció nuestro manuscrito a la colección de Don Luis de Salazar y Castro, legada a su muerte a los benedictinos del monasterio de Monserrate en Madrid, de donde pasó a la Biblioteca Nacional de Madrid. La Real Academia de la Historia, que la reclamó como heredera de Salazar y Castro, la obtuvo del Congreso el 25 de junio de 1850. En el monasterio de Monserrate estudió el manuscrito en 1738-39 Juan de Iriarte, que no supo distinguir la Crónica entre los documentos que contenía. Sí lo hizo el historiador aragonés don Manuel Abella. En el tomo VIII de Escritores coetáneos de la Historia de España deja una larga nota: “La crónica de Castilla que he copiado se halla como he dicho arriba a la hoja 6 Curiosamente en el dorso se lee también “Chronicor (sic) B. Isidori & Historia Roderici Sancij”. 7 Lleva por título en rojo “Aditio”. Es una nota larga, en latín, con la misma letra que el manuscrito y que ocupa todo el margen izquierdo del folio. Al final y ya con pluma la firma de Carvajal. M. Abella en Noticia y plan de un viage..., al que a continuación nos referiremos, en nota de su página 56, tras describir el G-2 todavía en Monserrate, la resume así: “. . .en cuya adición reprehende al Obispo de Palencia la adulación a Enrique IV en llamar a Isabel a su hija y de Dª Juana de Portugal, habiéndose llamado Juana, y vulgarmente la Beltraneja, a la cual por complacencia juraron por Reina, pero fue privada de la sucesión para darla a la Reyna Doña Isabel, a quien legítimamente pertenecía”.
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INTRODUCCIÓN
89 después de la genealogía de los reyes de Navarra. No tiene título alguno...”. Sin duda alguna Abella haría esta copia cumpliendo el plan de trabajo que propuso en 1795 a Carlos IV y que el monarca aprobó en noviembre de ese mismo año. Dejó constancia de ese plan de trabajo en Noticia y plan de un viage literario para reconocer Archivos y formar la Colección Diplomática, que se conserva con la signatura 14/5553 en la Biblioteca de la Real Academia de la Historia de Madrid. En su página 46 leemos así: “En los archivos se hará copia íntegra y exacta de los códices antiguos no publicados. Si lo están ya, se cotejarán con los impresos para notar las variantes, y en uno y otro caso se sacará muestra de su letra, y todas las notas por donde puede constar su antigüedad”. Esta copia de Abella hoy se considera perdida. En el British Museum, sin embargo, se conserva una copia manuscrita de ella bajo la sigla Egerton, 1125. En el dorso se lee “Anónimo Cronicon de Alfonso VIII”; en el folio 1, Cronicón del rey Don Alfonso VIII de Castilla escrito en el siglo xiii copiado del que copió Don Manuel Abella en el manuscrito de Monserrate de Madrid. Al final se puede leer: Comprovada Madrid 24 de Setiembre de 1795 M. Abello (sic). Su lectura no presenta dificultad alguna. En los márgenes se encuentran numerosas anotaciones, que corrigen, la mayoría de las veces, el texto del G-1; otras, traducen al cómputo actual el año de la era hispánica; en una ocasión advierte que se trata de "la conquista de Victoria y Alava por don Alonso el 8°", y aparecen dos envíos a notas, que no aparecen y que quizás se encontraran en los estudios de Abella sobre la Crónica8. 8 No creemos que merezca (es simplemente una copia) más atención este Egerton 1125. No obstante reproducimos lo que Pascual de Gayangos, tras señalar lo que se lee en el fol. 1, escribe en Catalogue of Spanish manuscripts, London 1875 (signatura 1/2323 de la Biblioteca de la Real Academia de la Historia): “A Latin chronicle of the kingdom of Castille, commencing with a brief notice of the successive kings from Ferdinand I, A.D. 1037, and proceeding at greater longth with the reign of Alfonso VIII to the taking of Cordoba by Ferdinand III, A.D. 1236. The transcript from which the present is a copy was made by D. Manuel de Abella, member of the Academy of History, at Madrid, and completed the 24th Sept. 1795”.
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La edición de Cirot Tanto la edición que del manuscrito hizo Cirot, en París 1913, como la que nosotros utilizamos, en Bordeaux 1920, eran paleográficas y, por tanto y en ocasiones, no fáciles de leer e interpretar. Las acompañó, sin embargo, con innumerables anotaciones de todo tipo (históricas, geográficas, bibliográficas...), aún hoy interesantes e ilustrativas para los historiadores y filólogos de la actualidad. Cirot publicó la Chronica dividiendo el texto en tres partes y setenta y cinco apartados según el siguiente esquema, que, como fácilmente se deduce, no es unívoco ni en la división en partes ni en la presentación de sus apartados: 1. Desde los condes de Castilla hasta la muerte de Sancho III (apartados 1-8). 2. Alfonso VIII (apart. 9-30). A. Alarcos y Salvatierra (apart. 9-20). B. Las Navas (apart. 21-30). 3. A. Enrique y Fernando III. Los Laras (apart. 31-42). B. Fernando III. Quesada (1224); Salvatierra (1225); Capilla (1226) (apart. 43-50). C. Sincronismos desde 1224 a 1230. Fernando III, rey de León (1230) (apart. 51-61). D. Fernando III. Úbeda (1233) y Córdoba (1236) (apart. 62-75).
Las ediciones de Cabanes En tres ocasiones, lo que nos da ya una pauta de la receptividad que tuvo su trabajo, Valencia 1964 y 1970, y Zaragoza 1985, en n° 11 de la Colección “Textos Medievales”, publicó Mª de los Desamparados Cabanes Pecourd, siempre bajo el título Crónica latina de los reyes de Castilla, la crónica que nos ocupa. Precedida de una muy breve introducción, en la que se hacía eco de toda la problemática que esta anónima crónica conlleva, la tercera edición no repite los apartados de Cirot; mantiene, sin embargo, sus tres partes y titula algunos apartados, temas o argumentos.
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INTRODUCCIÓN
No se propuso Cabanes en ningún momento ofrecer un texto crítico de la Crónica. Solamente hacer más accesible, sobre todo a los investigadores españoles de la época, el texto que Cirot había descubierto y editado, anotando únicamente las irregularidades que en el texto había observado. Durante mucho tiempo9, y aún hoy en la actualidad, sus ediciones están en la base de muchos historiadores.
Mis ediciones y traducciones En 1984 y bajo los auspicios del Servicio de Publicaciones de la Universidad de Cádiz publiqué y traduje por primera vez esta Crónica latina de los reyes de Castilla. Se trataba de una edición crítica y bilingüe. En la edición crítica enfrentaba el manuscrito 9/450, que me servía de base respetando incluso su diversidad gráfica para unos mismos vocablos, el Egerton 1125, la edición reseñada de Cirot y algunas lecturas de la tercera edición de Cabanes. La traducción castellana, que entonces ofrecíamos, era la primera en una lengua moderna, y en ella procurábamos atenernos a la literalidad del texto: intentábamos así conservar el sabor de lo medieval, sin obscurecer la claridad del relato. En la Introducción estudiaba la época de redacción, considerándola escrita en dos etapas, y posible autor, decantándome por aceptar la autoría de Juan, Obispo de Osma, que ya propusieran, como más adelante veremos, Derek W. Lomas y Julio González. En cuanto a su presentación, nos apartábamos de Cirot y de Cabanes y no presentábamos, pues nos parecían arbitrarias, la división en partes, capítulos y apartados. Nuestro trabajo fue ampliamente aceptado por los historiadores y filólogos, que desde entonces utilizaron mayoritariamente esta edición y traducción. Otros criterios seguí en la edición crítica del texto latino que publicó esta colección, Corpus Christianorum, Continuatio Mediaeualis, vol. LXXIII: Chronica hispana saeculi XIII, en 9
Julio González (1975) vaticinaba que, a pesar de los errores de trascripción, las ediciones de Cabanes contribuirían a un mejor conocimiento de esta Crónica.
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el año 1997. Me serví, como es lógico, de los manuscritos y ediciones que me precedieron; pero una nueva lectura de los mismos hizo que aceptara una propuesta concreta de Cabanes y explicara el porqué de algunas de mis lecturas. Mantuve también las grafías del manuscrito base y mi pensamiento sobre las etapas de composición de la obra y autoría de la misma. Pero en esta ocasión respeté, para que las referencias a las distintas ediciones fueran más fluidas, la división en apartados que hiciera Cirot. Dos años después, Madrid 1999, la Colección “AKAL. Clásicos latinos medievales” publicaba, en su número 8, una nueva traducción del texto latino con el conocido nombre de Crónica latina de los Reyes de Castilla. Varias novedades introducía en el estudio introductivo. Postulaba, en primer lugar, una estructura de círculos concéntricos, uno central y dos periféricos, que se repetía en las dos conocidas etapas de composición. Insinuaba además la posibilidad, ya defendida en un artículo10, de un segundo autor para la parte final de la crónica, en donde se utilizaban palabras, frases, expresiones, etc. de todo tipo que no encontrábamos en la primera. Procurábamos, por último, modernizar el castellano, buscando ya una traducción literaria, que enriquecíamos con abundantes notas de tipo histórico, cuadros sinópticos, mapas e índices.
La traducción al inglés de J. O’Callaghan11 En 2002 publicó el profesor O’Callaghan una traducción anotada a la crónica12. Aunque respetó los 75 apartados en los que 10
L. Charlo Brea, “¿Un segundo autor para la última parte de la Crónica latina de los reyes de Castilla?, en M. Pérez González (coord.), Actas del I Congreso Nacional de Latín Medieval, León 1995, 251-256. 11 Joseph F. O’Callaghan es en la actualidad Catedrático Emérito de Historia en la Universidad de Fordham. Es autor de numerosos libros sobre la historia española, entre los que destacamos: Reconquest and Crusade in Medieval Spain, The Learned King, The Reign of Alfonso X of Castile, ambos publicados por la University of Pennsylvania Press en los años respectivamente 2003 y 1993, y A History of Medieval Spain, Ithaca: Cornell University Press, 1975. 12 J. O’Callaghan, The Latin Chronicle of the Kings of Castile, Arizone Center for Medieval and Renaissance Studies, Tempe, Arizone, 2002.
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INTRODUCCIÓN
Cirot subdividió el texto, los encerró en tres grandes capítulos, que, a nuestro parecer, son más lógicos y pedagógicos que los del primer editor: 1) Desde el conde Fernán González hasta Sancho III (932-1158); 2) El reinado de Alfonso VIII, rey de Castilla (1158-1214); 3) El reinado de Fernando III, rey de Castilla y León (1217-1252). Bien es verdad que a primera vista deja fuera el reinado de Enrique I (1214-1217) y no destaca ni menciona los acontecimientos históricos europeos y eclesiales de los reinados de los dos principales protagonistas. Pero, como titula todos y cada uno de los 75 apartados (es una peculiaridad de su traducción), el lector tiene desde el índice general un adecuado conocimiento del contenido total de la crónica. No es su única virtud. Las acertadas notas, con las que adorna su traducción, solventan problemas del texto y, sobre todo, lo actualizan para un lector de hoy día. Mapas y cuadros genealógicos ayudan a su comprensión. Un inconveniente anotamos: traduce los nombres de los personajes árabes con el nombre arábigo, con lo que, si gana en precisión histórica, se aparta del texto latino. En su introducción, además de dar una breve visión general de los reinos de León y Castilla en el siglo trece, se hace eco de toda la problemática (época de composición, autor, transmisión, etc.) que los anteriores editores y traductores habían tratado.
Novedades sobre esta Crónica No esperábamos que, en los últimos años y después de la traducción de O’Callaghan, la conocida como Chronica latina Regum Castellae iba a adquirir tan solo un poco después papeles tan protagonistas en la historiografía del siglo xiii. La confrontación con las otras dos grandes crónicas del siglo xiii, los intentos de establecer conexiones de dependencia entre ellas y de enfrentar los programas ideológicos de sus respectivos
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autores la han devuelto a la actualidad y le han concedido una desconocida importancia13. El VIII Congreso de Estudios medievales Fernando III y su tiempo (1201-1252), celebrado en León el 2001 pero cuyas Actas se publicaron en esa ciudad en 200314, y el coloquio15 Chronica Regum Castellae (1236): sources, forme, sens et influence, que tuvo lugar en La Sorbona los días 1 y 2 de junio del 2006 con la finalidad16 de estudiar, en la línea de los consagrados a las obras de Lucas de Tuy y de Rodrigo de Toledo, la tercera gran crónica sobre el reinado de Fernando III, marcaron verdaderamente diversos hitos en el estudio y en la apreciación de dicha Chronica Latina. Ahora conocemos mucho mejor a su autor y sus concepciones históricas; ahora podemos calibrar mejor las distintas etapas de composición de la obra y argumentar desde ellas la unicidad de autoría; ahora podemos profundizar más en el valor historiográfico de esta crónica y su influencia en crónicas posteriores; ahora podemos relacionar con más datos las tres grandes crónicas del siglo xiii y buscar sus concomitancias, divergencias y dependencias, y conocer así mejor los pensamientos e intereses de Jiménez de Rada, de Lucas de Tuy y de Juan de Osma. La 13
Cf. A. Rodríguez, “Modelos de legitimidad política en la Chronica regum Castellae de Juan de Osma”, e-Spania, 2 décembre 2006. Cf. nota 15. 14 Sobre todos los trabajos de F. J. Hernández, “La corte de Fernando III y la casa real de Francia. Documentos, crónicas, monumentos”, 102-155, y de P. Linehan, “Don Juan de Soria: unas apostillas”, 375-393, que serán citados en adelante como Hernández (2003) y Linehan (2003), respectivamente. 15 Las actas del coloquio fueron sucesivamente publicadas en la revista electrónica e-Spania, de 2 de diciembre de 2006 y pueden obtenerse en http:// espania.revues.org/sommaire31.html. He aquí autores y títulos de dicha revista electrónica, que en adelante serán citados por su primer apellido y año de publicación (2006): A. Arizaleta: “La Chronica regum Castellae: aledaños de la ficción”; F. Bautista: “Escritura cronística e ideología histórica. La Chronica latina Regum Castellae”; I. Fernández Ordóñez: “La composición por etapas de la Chronica latina Regum Castellae (1223-1237) de Juan de Soria”; P. Linehan: “Juan de Soria: the Chancellor as Chronicler”; G. Martin: “La contribution de Jean d’Osma à la pensée castillane sous le règne de Ferdinand III”; P. Rochwert-Zuili: “Auxilium et consilium dans la Chronica Regum Castellae”; A. Rodríguez: “Modelos de legitimidad política en la Chronica Regum Castellae de Juan de Osma”. 16 Según su director, G. Martin, en “Avant-propos”, 2, e-Spania, mis en ligne le 22 décembre 2007.
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INTRODUCCIÓN
Crónica latina de los Reyes de Castilla ocupa hoy, después de estos trabajos, un lugar digno en la cronística española. Estas novedades, que ahora anunciamos y que debemos combinar e insertar entre lo que tradicionalmente se ha debatido sobre la crónica, nos obligarán a abrir nuevos considerandos en esta Introducción. También un artículo, publicado poco después de la edición de la Chronica en el Corpus Christianorum. Continuatio Mediaeualis, mejoró con sus observaciones y puntualizaciones el texto de nuestra crónica y consecuentemente su interpretación. Se trata de un trabajo de Ricardo Martínez Ortega, cuyo título es ya de por sí expresivo “La Chronica Latina Regum Castellae: consideraciones sobre la localización e identificación de su toponimia”, VELEIA 15 (1998), 343-36717. El autor apoya sus conclusiones en “dos pilares: la comparación extrínseca y el estudio intrínseco (Principios de localización toponímica)”. Aunque en ocasiones da la impresión de que, si no hay restos en la actualidad, el topónimo no existió en el momento de la crónica y a veces también es demasiado minucioso, como su documentación es abundante y su razonamiento impecable (véase a modo de ejemplo la localización de Quintana Fortuño, Riocereso y Villa Franca, que aparecen en el capítulo 38 y a los que aplica el Principio de Contigüidad), asumiremos sus propuestas.
El nombre de la Crónica. La utilidad de un adjetivo inútil En la nota tercera de su artículo, Georges Martin18, refiriéndose a mi edición de la Chronica latina Regum Castellae, CORPVS CHRISTIANORVM. CONTINVATIO MEDIAEVALIS, LXXIII, Turnhout: Brepols, 1997, afirma que “L’oeuvre a longtemps bénéficié du douteux privilège d’être connue sous un titre 17
Para no alargarnos ni repetirnos citaremos en las notas este artículo simplemente como Martínez Ortega (1998). 18 Martin (2006).
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roman: Crónica latina de los reyes de Castilla. Charlo Brea a heureusement latinisé son titre dans l’edition Brepols tout en conservant un adjectif superfétatoire qui doit être proscit”. Y de hecho las Actas del Coloquio que fueron publicadas, bajo su dirección, en la revista electrónica e-Spania, de 2 de diciembre de 2006 como ya hemos indicado, llevan el título genérico, si no mutilado, Chronica Regum Castellae. Y algunos, que no todos, de los artículos que incluye prescinden ya del adjetivo “latina”. Otros autores19 de hoy día, si bien anteriores a finales del 2006, conservan la antigua denominación. Desconozco las razones que mueven a G. Martin a eliminar dicho adjetivo. Por mi parte debo confesar que en ningún momento me planteé el problema del título. Ni creo que tenga más importancia. Como es de todos sabido Chronica latina Regum Castellae es el título que su descubridor, Georges Cirot, le dio. Cabanes Pecourt, que la editó en tres ocasiones como hemos recordado, desde 1964 a 1985, tradujo literalmente al castellano el título que Cirot le diera. Título y traducción que yo mantuve en mis ediciones y traducciones. Título completo que conserva también O’Callaghan en la última traducción que conozco: The Latin Chroniche of the Kings of Castile. Si hasta la fecha convencionalmente se ha llamado desde Cirot a esta crónica Chronica latina Regum Castellae, convencionalmente podríamos llamarla desde ahora Chronica Regum Castellae, título, sin duda, apropiado. El único problema, mientras se conserve el título latino, estribaría en la continua necesidad que esa doble denominación, con o sin el adjetivo, comportaría: informar al lector del primer nombre con que la crónica fue conocida siempre que se cite bien ella misma bien cualquiera de las ediciones, traducciones o bibliografía general que hasta ese momento haya originado. No es, sin embargo, mayor problema. Estamos todos acostumbrados a citar diversas ediciones y traducciones. Como tampoco es problema insalvable si el título latino, sin el adjetivo, se traduce al castellano o a otro idioma moderno: Crónica de los Reyes de Castilla, The Chronicle of the Kings of 19 Entre ellos, Hernández (2003) e I. Fernández-Ordoñez, “De la historiografía fernandina a la alfonsí”, Alcanate III (2002-2003), 93-113.
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INTRODUCCIÓN
Castile, Chronique de Rois de Castille, etc. Aunque alguien, sobre todo entre los estudiosos hispanos, la pudiera confundir con otras crónicas también llamadas de los reyes de Castilla20.
Autor y épocas de composición El autor Aunque el manuscrito que encontrara Cirot no indica quién puede ser el autor de esta crónica, el texto ofrece sobre él tan generosos datos sobre su lugar de origen, formación, personalidad e incluso probable profesión que hoy en día está con toda seguridad identificado. Los datos internos21 postulan como autor a un castellano “viejo”, con tintes regionalistas, buen conocedor de los clásicos latinos y de las Sagradas Escrituras, asiduo lector de la Patrística y entendido en cánones, clérigo constituido en dignidad y que asistiera al IV Concilio de Letrán22, con acceso a la cancillería real y vinculado de forma especial con la familia regia, testigo ocular de muchos de los acontecimientos que narra. Condiciones todas ellas que cumple Juan, obispo de Osma: es un personaje destacado en Castilla23, eclesiástico constituido en 20 Como por ejemplo, la de Jofré de Loaysa, Crónica de los Reyes de Castilla, edición y traducción de A. Garcia Mártinez, Murcia 1982, 2ª edición. Loaysa se confiesa “continuador” de Jiménez de Rada, empieza con el capítulo CCXVIII y narra los reinados de Fernando III (en parte), Alfonso X, Sancho IV y minoría de Fernando IV. 21 Un desarrollo más amplio y documentado encontrará el lector tanto en mi edición en Corpus Christianorum. Continuatio Mediaeualis, 11-18 como en la de Akal, 13-19. 22 El IV Concilio de Letrán se celebró en Roma en 1215-1216. Fue convocado por el papa Inocencio III para tratar temas relativos a la fe y la moral, aunque la mayoría de historiadores apuntan a los intereses políticos y económicos del reino de Francia y del Papado, sobre todo en la condena de las herejías de los albigenses o cátaros y de los valdenses. 23 L. Serrano: “El canciller de Fernando III de Castilla”, Hispania 1, fasc. 5, (1941), 3-40; A. Ballesteros: “Don Juan, el Canciller”, Correo Erudito, 1 (1940-41), 145-151. P. Fernández Martín, “El obispo de Osma, canciller de Fernando III el Santo, no se llamaba don Juan Domínguez”, Celtiberia 27 (1964), 79-95. P. Linehan (2003) y (2006)
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dignidad; Canciller-Secretario, hasta su muerte en 124624, de Fernando III, a quien acompañaba en sus campañas guerreras, como el mismo Rodrigo afirma de la de Córdoba25; asistió al Concilio de Letrán de 1215, aunque no fuera entonces obispo, como acompañante del Toledano según atestigua la relación de personajes hispanos asistentes a dicho Concilio26. No siempre, sin embargo, ha sido tan unánime esta opinión. Cirot, apoyándose en Nicolás Antonio27 y González Dávila28, admitía como posible que Domingo de Plasencia fuera el autor de la parte de la Crónica que concierne a Alfonso VIII o quizás de toda ella, salvo la parte final, que habría redactado algún continuador. Pero apuntaba también como posible a otro autor, a Juan Domínguez, obispo de Osma, nombrado en 1237 de León, trasladado a Burgos en 1240 y que murió en 124629. Lomax30, sin cerrar definitivamente la cuestión, insistía sobre todo en la condición de “diplomático” que debe tener el autor de la Crónica para afirmar que éste es Juan, obispo de Osma y Canciller de Fernando III. Con argumentos distintos y más detallados que los de Cirot, llegaba a la conclusión que apuntaba el descubridor del manuscrito. Julio González31 se adhiere a esta opinión de Lomax. Acepta sus argumentos y explicita otras razones: las noticias que la crónica aporta sobre Constantinopla podían interesar a la reina doña Beatriz, esposa de Fernando III, nieta del emperador Cf. el doc. 279 de los presentados por J. González en el vol. II de Reinado y diplomas de Fernando III, 322. 25 Cf. R. Jiménez de Rada. Historia de rebus Hispaniae siue Historia Gotica, Ed. J. Fernández Valverde (1987) 9, 17. 26 Cf. J. F. Rivera: “Personajes hispanos asistentes en 1215 al IV Concilio de Letrán (Revisión y Aportación nueva de documentos. Datos biográficos)”, Hispania Sacra, 4 (1951), 335-355, especialmente p. 350. Iohannes, abbas, es uno de los que componen la familia de Don Rodrigo. 27 Biblioteca Hispana Vetus, tomo II, p. 46. no 7, Madrid 1788. 28 G. Gonçalez Dávila: Teatro eclesiástico de las Iglesias Metropolitanas y Catedrales de los Reynos de las dos Castillas. Vidas de sus Arzobispos y Obispos, y cosas memorables de sus Sedes. Tomo II, 483-484, Madrid 1647. 29 Cf. G Cirot, Bhi XXI (1919), 193-217. 30 Cf. W. Lomax, Dereck.: “The Authorship of the Chronique latine des Rois de Castille”, Bulletin of Hispanic Studies, 40 (1963), 205-211. 31 J. González: “La Crónica latina de los Reyes de Castilla” Homenaje a don Agustín Miralles Carlo, II, 55-70, Caja insular de Ahorros de Gran Canaria, 1975. 24
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constantinopolitano Isaac y sobrina de Alejo; las relaciones de la corte castellana con la francesa eran de sumo interés para las personas reales castellanas, ya que en Francia destacaba la hermana de doña Berenguela, madre de Fernando III, allí fue bien recibida doña Beatriz y en París estudió el infante don Felipe. Todo lo cual conocía bien el canciller de Castilla. Cabanes, que en su edición de 1964, con menos datos en su argumentación, afirmaba claramente que sólo pudo ser el autor de esta crónica el arzobispo toledano Rodrigo Jiménez de Rada, en su última edición de 1985 y junto con J. González acepta como verosímil la opinión mantenida por Dereck W. Lomax. Nosotros mismos, que siempre hemos admitido la autoría de Juan de Osma, basándonos en ciertos indicios lingüísticos, nos preguntábamos en 1993 por un posible segundo autor para la parte final de la crónica. “Autor”, decíamos, que “no podemos identificar” y que, “quizás, sólo sea el redactor definitivo32 de unos apuntes que el obispo de Osma le confió.” O’Callaghan, haciéndose eco, por una parte, de mi pregunta sobre un posible doble autor de esta crónica y de mis argumentos filológicos que la justificaba, dando, por otra, todavía un paso más hacía adelante, insinúa que este segundo autor podría ser el abanderado que, según el apartado 73 de la crónica, colocó las enseñas del rey celestial y del rey Fernando en la torre más alta de la mezquita cordobesa, de nombre Lope, y que luego sería el primer obispo de la diócesis de Córdoba. Digamos, por último que, conocido el autor hasta ahora como Juan Obispo de Osma, Francisco Javier Hernández33 prefiere llamarlo Juan de Soria, como de hecho se hizo “en un acuerdo del monasterio de Bonaval, hecho ”. 32
Cf. L. Charlo Brea, “¿Un segundo autor para la última parte de la Crónica latina de los Reyes de Castilla?”, en M. Pérez González (Coord.), Actas del I Congreso Nacional de Latín Medieval (León, 1-4 diciembre de 1993), Universidad de León, 1995, 251-256. Lo entrecomillado se encuentra en la página 252. 33 Cf. Hernández (2003), p. 106, nota 2, donde, además, aduce razones para no aceptar una doble autoría. Sería, según pensamos, un dato más, con el cambio del nombre de la crónica, para confundir o dificultar la labor de los investigadores.
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Épocas de composición Tampoco encontramos en el manuscrito indicación alguna sobre cuándo fue escrito. Pero también podemos acercarnos, no ciertamente con tanta exactitud como con su autor, a su fecha de composición por un estudio interno de los datos que aporta. Lomax, en el artículo ya citado, que se centra principalmente en la autoría, afirma sencillamente que el autor empezó a escribir después de que Alfonso II de Portugal ascendiera al trono en 1211 (apartado 2) y antes de la muerte de Luis VIII de Francia (apart. 18) y dejó de hacerlo después de noviembre de 1236 (apart. 75) y antes de que Pérez de Castro vendiera Paredes de Nava en 1239 (apart. 65). Julio González34 comienza afirmando que en la composición de la Crónica “pueden distinguirse al menos dos etapas”. Mantiene datos de Lomax y asume algunos de los apuntados por Cabanes en las primeras ediciones; pero precisa un poco más: como el autor se refiere al legado pontificio, con quien incluso conversa, Juan de Halgrín (en la crónica, Juan de Abbeville), quien estuvo en España los años 1228 y 1229, y menciona hechos del cardenal Pelayo Gaitán (en la crónica “el español maestro Pelayo, entonces obispo de Albano, en otro tiempo electo de León”) deduce que esa parte de la crónica, es decir “lo ocurrido desde 1226 a 1230” fue escrita o a finales de 1229 o comienzos de 1230. Cabanes Pecourt, a la que nos uníamos, con argumentos de tipo histórico, en la página 10 de su Introducción a la última edición, precisaba35 que “la parte más antigua de este texto se escribió entre septiembre de 1224 (deposición de Abdelmún) y el mes de noviembre de 1226 (muerte de Luis VIII de Francia)”. La parte final, la que relata los años 1230-1236, fue escrita, decía, con posterioridad a noviembre de 1236, pues en su capítulo 74 nos informa de la población que llegó J. González (1975), 57. Puede verse con más detenimiento tanto en mi edición en Corpus Christianorum. Continuatio Mediaualis, 18-19 como en la de Akal, 19-20. 34 35
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a Córdoba en septiembre y en el 75 del regreso del rey a Burgos a finales de noviembre de ese mismo año, y la muerte de Alfonso IX es ya para el autor algo lejano en el tiempo. Por otra parte, tuvo que ser escrita antes de mayo de 1239, fecha en que Álvar Pérez de Castro vendió Paredes de Navas, como se puede deducir de los apartados 65-66, explicitando así lo que ya dijera Lomax. O’Callaghan es el primero en apartarse del sentir general. Apoyado únicamente en la redacción analista de los hechos, tiene la impresión de que la crónica responde a un planteamiento progresivo que empezó a redactarse a finales del reinado de Alfonso VIII.
Un nuevo punto de vista Las etapas de composición Inés Fernández Ordóñez36 introduce un nuevo valor, además de abundantes datos históricos, para postular una composición progresiva de la Crónica: los distintos sistemas de datación que utiliza su autor. Nuevo valor que combina con los datos históricos hasta ahora aducidos y otros más por ella aportados. Propone así una doble conclusión: son más que dos las secciones de la obra y que “probablemente, la hipótesis que mejor explique los cambios de criterio compositivo que esas secciones reflejan es la de una elaboración en varias etapas” leemos en el parágrafo 21. Y como son cuatro los sistemas de datación, cuatro son también las secciones diferenciadas en la obra. Primer sistema de datación: simple sucesión de acontecimientos, primero, y uso de exclusivamente cronología relativa, después. Esta sección comprende la Introducción, los reinados de Alfonso VIII, Enrique I y primeros años de Fernando III hasta 1220. Fue redactada a finales de 1223 o a principios de 1224. Comprende, pues, los primeros 41 apartados de la Crónica. 36
Fernández (2006). La calidad y profundidad del artículo, su vía argumentativa y la cantidad de datos que maneja la autora nos inclinan a recomendar la lectura completa del trabajo.
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Segundo sistema de datación: la mención regular de la era hispánica, años 1224-1226. Fue probablemente escrita a finales de 1229 o principios de 1230. Abarca los apartados 42-51. El tercer sistema sustituye la era hispánica por el año de la Encarnación, años 1227-1230. Sólo pudo redactarse de fines de 1230 en adelante, pero hay motivos para creerla de 1234 o más tardía. Serían los apartados 52-59. El cuarto combina la era con el año cristiano bajo la fórmula anno gratiae, sin dar preferencia a ninguna, años 1230-1236. Tuvo que escribirse después de noviembre de 1236 y antes de julio de 1237. Son los apartados 60-75 de la Crónica.
De la composición por etapas a la unicidad de autor No sólo la distinta cronología postula cuatro etapas diferentes de composición. “Otros contrastes textuales e ideológicos”, inducen a Fernández Ordóñez a proponer abiertamente una composición progresiva, que no una autoría múltiple, para la Chronica que nos ocupa. Y lo hace de dos maneras. La primera, de forma negativa. Los “desajustes léxicos o textuales”, cito unos ejemplos, en el trato y consideración a Diego López de Haro y a la propia doña Berenguela, “revelan” simplemente “la evolución ideológica del autor”. De todos estos contrastes no puede deducirse una dualidad o pluralidad de autores, sino sólo que la ideología subyacente al texto, como asimismo otros datos formales, son comunes a toda la crónica y postulan por ello la existencia de un único autor. Un autor que no compuso su texto en un acto único, sino que lo fue revisando y actualizando a lo largo del tiempo. “Esa tarea de puesta al día progresiva es la que explica las pequeñas diferencias observadas en la forma de datar, en las fuentes manejadas, en el léxico empleado o en el tratamiento dado a diversos personajes” De manera ya positiva, la segunda. Una prueba de la unicidad de autor radica en que siempre data recurriendo al calendario religioso: sistema peculiar, por cierto, de esta crónica que la “singulariza notablemente frente a los historiadores
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contemporáneos”. Otras características comunes son la imprecisión cronológica (precedidas casi siempre del adverbio circa) y el recurso permanente a las citas bíblicas, que “suelen servir para realzar los progresos de la cristiandad frente a sus enemigos y destacar la relevancia de Castilla en esa cruzada internacional”. Resalta además la prueba para mí más contundente de una única autoría y de una composición progresiva por etapas: las relaciones entre la Chronica y la cancillería: “El acuerdo del programa ideológico de la Chronica con el que traslucen los documentos de la chancillería de Fernando III es sorprendente37 y nos permite trazar un llamativo paralelismo entre ambos tipos de textos”.
Nuevas consideraciones sobre la estructura de la crónica Hemos indicado ya, e incluso analizado, tanto la primera división del texto que propuso su descubridor y a la que nos uníamos otros editores, como la que incluyera el profesor O´Callaghan en su traducción. Recientemente, y sin olvidar la estructura en círculos concéntricos que en cierto momento presenté, se ha estructurado la crónica con otros criterios. Francisco Javier Hernández38, por ejemplo, no se plantea una estructuración de la crónica en su totalidad. Es, sin embargo, interesante la estructuración que hace del reinado de Fernando III por dos razones. La primera porque analiza el ritmo analístico de este reinado. La segunda porque detecta Fernández (2006), en su apartado 67, señala que “estas afinidades formulísticas entre la Chronica y la chancillería se agudizan en un interesante documento...: el tratado firmado en Logroño entre Fernando III y Teobaldo de Navarra en relación al matrimonio de sus hijos Alfonso y Blanca en 1234”, que el lector puede encontrar como documento 540 en las páginas 54-57 del volumen III de la obra de Julio González, Reinado y diplomas..., citada en Bibliografía. 38 Cf. Hernández (2003), 111-112 y nota 28. 37
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una laguna histórica39 en ese devenir por anales: la omisión por parte de Juan de Osma de lo acontecido en los años “IV, V y VI del reinado, desde julio de 1220 hasta julio de 1223. En esos años perdidos encajan el nacimiento en Toledo del futuro Alfonso X en noviembre de 1221 . . ., la subsiguiente jura de las Cortes de Burgos de 1222, y una nueva fase de rebeliones nobiliarias que sí encuentran un eco lejano en la Crónica”. Inés Fernández, por su parte, tras reconocer la dificultad de fijar con exactitud una estructura ya que el texto de la crónica carece de toda división e incluso de un sistema cronológico claro, propone a continuación la suya40, con dos importantes premisas: no deben incluirse dentro del bloque de noticias sincrónicas las relativas a Al-Andalus, León o Aragón, y la historia previa a Alfonso VIII se configura como un fragmento simplemente contextualizador e introductorio. Ésta es la “macroestructura” que propone, que a nosotros nos parece demasiado pormenorizada y tendente a facilitar y justificar la tesis de su trabajo: 1. Introducción: De la muerte de Fernán González a la de Sancho III (apat. 1-8 eds de Cirot/Charlo). 2. Alfonso VIII (9-28). 3. Hechos sincrónicos extra-peninsulares del año 30° de Alfonso VIII en adelante (29-30). 4. Enrique I (31-32), de 1214 a 1217, y Fernando III (33-50), de 1217 a 1236. 5. Hechos sincrónicos extra-peninsulares (51-52): 1224-1229. 6. Continuación de Fernando III (53-57): años 1227-1230. 7. Hechos sincrónicos extra-peninsulares (58-59): 1228-1230. 8. Continuación de Fernando III (60-67): años 1230-1235. 9. Hechos sincrónicos extra-peninsulares (68): 1235-1236. 10. Continuación de Fernando III (69-75): año 1236. Fin abrupto. 39
Laguna histórica que otros investigadores, interesados en su porqué, asumirán y estudiarán. Más adelante volveremos también nosotros sobre ella. 40 Cf. Fernández (2006), parágrafo 9.
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Valor historiográfico de la crónica Francisco Javier Hernández41 afirma, hoy y sin ambages, que Juan de Osma es “el historiador más competente del reinado de Fernando III”, destacando especialmente que “todo el libro IX de la Historia del Toledano, exceptuando su breve capítulo final, no es mucho más que una paráfrasis y comentario, a veces discrepante, de la Crónica del Canciller”. Inés Fernández-Ordoñez42, por su parte, dedica todo un capítulo a relacionar las tres grandes crónicas hispanas del siglo xiii con el confesado propósito de “caracterizar estas obras en lo que tienen de común y de diferente, tanto entre sí como en relación con la principal beneficiaria de su labor historiográfica, la Estoria de España de Alfonso X el Sabio”. “No deja de sorprender”, nos dice en la p. 12, “las notables similitudes entre la Historia Gótica y el Chronicon mundi frente a las radicales divergencias de concepto, estructura y fuentes43 que presentan ambas con la Chronica latina”. Y un poco más adelante señala la singularidad de nuestra crónica tanto en el manejo de fuentes como en las divisiones formales del texto y en la función estructural de la cronología, singularidad que comporta técnicas distintas de composición historiográficas. Francisco Bautista44, por último, resalta el “castellanismo” u olvido o abandono del goticismo, la perspectiva internacional y la impronta de cruzada que descubre en la crónica como tres de los elementos característicos del proyecto que Juan de Osma tenía en su mente al redactar su historia. Añade dos datos más: puesto que se ciñe casi estrictamente al presente, a lo que está ahora sucediendo y el cronista está viviendo, y porque “resulta extraordinariamente escurridizo en cuanto a sus fuentes” su Chronica es un “texto cronístico singular y complejo”. No se reconocían en la Crónica estos valores hace sólo unas décadas. “Aun después de ser publicada en 1912 por G. Cirot, Hernández (2003), página 106, nota 2, y página 112. I. Fernández-Ordoñez (2002-2003), anteriormente citado. 43 En esto mismo insiste Rodríguez (2006), parágrafo 5. 44 Bautista (2006). 41 42
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no ha sido apreciada debidamente, recibiendo incluso ligeros juicios de menosprecio”, escribía Julio González45 en 1975. Y cuando presenta las “Fuentes de información” de su monumental obra Reinado y diplomas de Fernando III46 termina su referencia a la crónica que nos va a ocupar con estas palabras: “En esa orientación se acerca a las dos siguientes. Aunque las tres latinas muestren una intervención en los hechos y alcancen los mismos años, en realidad difieren en datos y enfoque; ninguno de los tres obispos que las escribieron pudo llegar hasta la muerte de Fernando III”. No sólo difieren, añadíamos nosotros, en datos y enfoque. Mientras las obras del Toledano y del Tudense gozaron pronto de la admiración y respeto de los hombres de su propia época y fueron ampliamente utilizadas en los siglos posteriores, la Chronica latina Regum Castellae ha estado oscurecida durante mucho tiempo. La limitación de su objeto, la existencia de otras ‘fuentes’ que tratan de Castilla en aquellos mismos años y, quizás, el no haber sido utilizada en la Crónica General pueden justificar su tardía aparición en la historiografía medieval hispana47. Esta tardía aparición, sin embargo, no nos ocultaba sus indudables valores. Como testigo presencial de lo que relata, son varios los datos que ofrece en exclusiva. Nosotros resaltábamos48 ya los siguientes: el final del apart. 10; que tras la toma de Úbeda, propiciada por la victoria en las Navas de Tolosa, apart. 25, Alfonso VIII repartió todo el botín entre el rey de Aragón y otros que con él estuvieron en la batalla, y que restituyó al rey de Navarra, que había acudido en su ayuda, licet cum paucis, algunos de los castillos que anteriormente le había arrebatado; que Pedro, rey de Aragón, entró en Toledo en la 45
J. González (1975), 53. J. González: Reinado y diplomas..., vol. I (1980), 39. 47 Rodríguez (2006), después de resaltar cómo las historias del Toledano sobre todo pero también del Tudense fueron más conocidas que la del Oxomense, añade a las ya conocidas razones del pobre aprecio e influencia de esta última, “el sorprendente limitado número de manuscritos que se han conservado...y lo tardío de su copia”. Sin negarlo, pensamos que el argumento puede formularse al contrario: se han conservado tan pocos manuscritos y su copia fue tan tardía porque, desde un comienzo, no fue apreciada. 48 Cf., al respecto, I. Fernández-Ordoñez (2002-2003), nota 32. 46
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octava de Pentecostés, como había prometido, pero uno tanto milite comitatus, apart. 20; que Diego López se enfrentó al rey de León y le aconsejó que se retirara de Mérida, apart. 26. Y exponíamos también sus discrepancias con el arzobispo Jiménez de Rada: mientras que para nuestro autor Alfonso de Aragón invadió y devastó el reino de Castilla, apart. 4, para el Toledano, libro 7, capítulo 1, lo ocupó pacíficamente y le hizo crecer como si del suyo propio se tratara; diferencias de itinerarios y rutas entre Rodrigo, 7, 30 y Crónica latina, apart. 14-15; mientras que el Toledano, 7, 33, nos informa de la enemistad de Diego López con Alfonso VIII y nada dice de su reconciliación, nuestra crónica menciona, apart. 17, la reconciliación, pero nada dice de la enemistad ni de sus motivos; las diferencias entre Rodrigo, 9, 12-14, y nuestro autor, aparts. 46, 47, 49, 50 y 60, etc. Tengamos en cuenta, además, lo que dice nuestra crónica y omite Rodrigo49: el pacto del rey Fernando con el rey moro de Jaén, apart. 45; la campaña contra el concubinato de los clérigos, apart. 53; que los no castellanos “adueniente uero termino usque ad quem tenebantur seruire regi secundum forum suum, sicut ipsi dicebant, ante captionem uille ad propia sunt reuersi”, apat. 64; la enemistad y preparativos de venganza de Lope Díaz hacia su propio rey, apart. 65, etc. Cabanes añadía una razón más para valorar esta crónica: “Junto con las Cronicas dos sete primeiros reis de Portugal es una de las fuentes menos utilizadas hasta ahora para estudiar la intervención de los almohades en al-Andalus”50.
Consideraciones lingüísticas y literarias Ya hemos indicado nosotros y el propio título, con que ha sido tradicionalmente conocida, Chronica latina Regum Castellae, que esta crónica está escrita en latín. Y esta afirmación, resaltada 49 Remito al lector a las interesantes observaciones al respecto que hace Bautista (2006) en su nota 5. 50 Mª D. Cabanes Pecourt,: Crónica latina de los Reyes de Castilla, Introducción, página 7, Valencia 1964.
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ahora de nuevo y que parece baladí y sin sentido, tiene en estos momentos su razón de ser. Porque puede llamar la atención que la revolución lingüística que Juan de Osma, nuestro cronista y canciller de Fernando III, poco a poco impuso en la redacción de documentos internos del reino castellano-leonés en lengua romance no parece alcanzar a las producciones cronísticas del reinado de Fernando III. Dicho más claramente: el cronista y canciller parecen ignorarse. El canciller que promociona, y es la primera vez que se hace, el castellano en los documentos oficiales escribe él mismo su crónica en latín51. Fernández-Ordoñez, que expone y desarrolla la idea anterior, resuelve también esa aparente dicotomía. El público receptor de los textos marca el uso idiomático. Si los textos o documentos estaban destinados a una reproducción pública oral, eran escritos en romance. Aquellos otros en los que prevalecía la lectura minoritaria o silenciosa siguieron haciendo uso del latín. Pero, una vez elegido el público receptor de su obra y, por tanto, la lengua en que debería escribir, podemos y debemos resaltar los valores del latín que utilizó el Obispo de Osma. “Siempre se ha presentado como culto”, escribíamos52, “al autor de la Crónica, y se ha descrito con elogios el latín que utiliza”. Y justificábamos nuestro aserto con testimonios de autores tales como Juan Gil y José Luis Moralejo. Por propia cuenta, estudiábamos las fuentes clásicas, patrísticas y bíblicas que jalonan toda su obra. Deducíamos, sobre todo del uso de estas dos últimas, que “la Crónica que nos ocupa participa de ese carácter de epopeya bíblico-medieval que Pérez González53 postula para la CAI: valiéndose de los hechos que se relatan, refiere la victoria del pueblo elegido sobre los pueblos que le rodean y del Dios, que ese pueblo adora, sobre cualquier otro”. L. Charlo Brea (1999); I. Fernández-Ordoñez (2002-2003), página 2. L. Charlo Brea, “El latín del Obispo de Osma”, en M. Pérez González (coord), Actas II Congreso Hispánico de Latín Medieval, 11-14 de Noviembre de 1997, León 1998, I, 351-361. 53 M. Pérez González, “Influencias clásicas y bíblicas en la Chronica Adefonsi Imperatoris”, Actas del I Congreso Nacional de Latín Medieval (León 1-4 diciembre de 1993), León 1995, página 353. 51 52
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Nos deteníamos también en el estudio de la sintaxis que utilizaba. A diferencia de otras crónicas medievales, en las que predominan las oraciones yuxtapuestas y coordinadas, nuestro autor no sólo utiliza oraciones subordinadas de todo tipo sino que emplea las distintas posibilidades que el latín posee para expresar la subordinación. A modo de ejemplos: encontramos oraciones completivas de infinitivo, tanto concertado como con sujeto propio, introducidas por quod, ut, quia, quomodo, quin, quominus, ne, etc., interrogativas indirectas introducidas por quid, uter, cur, utrum, quare, quo, ubi, quis, an, qualiter, quomodo...; la finalidad es expresada mediante las partículas ut/ ne, con el gerundio o gerundivo, con el participio de futuro en -urus, con un simple infinitivo; la conjunción ut introduce oraciones finales, completivas, modales, consecutivas, temporales. Destacábamos, por último, la conmoción y el patetismo en la narración de la muerte del hijo de Alfonso VIII; el lirismo con que relata la muerte del propio rey y la de su íntimo amigo Diego López de Haro, muertes con la que “Castilla, privada a un mismo tiempo de tan gran señor y rey y de tan gran hombre y vasallo suyo, tiene causa de dolor perpetuo hasta que perdure este mundo”, como leeremos en el apartado 28; el continuado paralelismo con el que el autor nos narra las batallas de Alarcos y de las Navas de Tolosa; algunas de las figuras retóricas que acá y acullá en el texto encontramos. Valores todos ellos que hacen de la Crónica latina de los reyes de Castilla uno de los relatos cronísticos más originales, cultos y valiosos. Podríamos añadir también la introducción de dos discursos (a semejanza de Tucídides y otros grandes historiadores de la Antigüedad), bellamente construidos, sobre todo el primero, en los apartados 43 y 44, que rompen en cierto sentido la monotonía narrativa de la crónica: recurso estilístico utilizado por el autor para hacer ver la importancia que concede a lo que va a relatar. Y, por último, un dato más. Junto con sus contemporáneas, las obras del tudense y del toledano, es la última crónica escrita originariamente en latín. Si Fernando III, repetimos de nuevo, hace romancear los fueros de Burgos y de varios otros pueblos de sus dominios; manda traducir al castellano el
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código de los godos, y él mismo otorga sus cartas y privilegios en lengua vulgar, mostrando con el ejemplo y con el mandato que era ya tiempo de que los documentos oficiales se escribieran en el lenguaje mismo que hablaba el pueblo, Jofré de Loaysa, que relata los reinados de Fernando III (a partir de la toma de Sevilla), Alfonso X, Sancho IV y minoría de Fernando IV, escribe ya en castellano, aunque solicite de Armando de Cremona que la traduzca al latín54, y en castellano está escrita la Primera Crónica General, mandada componer por Alfonso el Sabio. Es, pues, nuestra crónica uno de los últimos documentos históricos medievales que encontramos en nuestra patria escrito en la lengua de Roma.
Algunos temas recurrentes En más de una ocasión hemos hecho referencia en esta introducción al trabajo que Ana Rodríguez55 publicara en 2006. También hemos citado frecuentemente un trabajo de Francisco Javier Hernández56. Nos permitimos aquí resaltar tres temas, entresacados de estos trabajos. Temas, que creemos entre sí relacionados y que nos pueden ayudar a profundizar en el contenido de la Crónica.
Matrimonios ilegítimos “La legitimidad canónica de los matrimonios aparece como una obsesión para el cronista” nos comenta Rodríguez en el parágrafo 13, Y esta consideración adquiere mayor importancia si tenemos en cuenta que otras fuentes o crónicas no prestan tanta J. de Loaysa (1982), especialmente su página 72. Permítaseme en esta ocasión citarlo en toda su extensión: A. Rodríguez: “Modelos de legitimidad política en la Chronica Regum Castellae de Juan de Osma” e-Spania, 2006. 56 Lo cito también en toda su extensión: F. J. Hernández, “La corte de Fernando III y la casa real de Francia. Documentos, crónicas, monumentos”, 102-155, en Fernando III y su tiempo (1201-1252), VIII Congreso de Estudios Medievales, León 2003. 54 55
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atención a esta “legitimidad o no” del monarca pertinente. Veamos algunos datos. Alfonso VI casa a Raimundo de Borgoña con “su hija Urraca, que había tenido de su legítima esposa”, mientras que al conde Enrique “entregó como esposa a otra hija” (obsérvese que no añade siquiera el nombre) “que tenía no de legítimo matrimonio”, leemos casi al principio, en el apartado 2, de la crónica. El rey de León, estamos ahora en el apartado 10, Fernando “se había casado con Urraca, hija de Alfonso, rey de Portugal. Urraca, sin embargo, no podía ser su esposa legítima, ya que eran parientes en tercer grado según el cómputo canónico, pues el emperador y el rey de Portugal estaban emparentados en segundo grado”, enlace, por cierto, al que un poco después vuelve a tachar de “ilegítimo”. En el apartado siguiente leeremos que se pactó, aunque después no se llevara a cabo, el casamiento de Alfonso IX de León con una de las hijas del rey de Castilla Alfonso VIII “contra el mandato de Dios y las leyes canónicas, pues los reyes, como hijos de dos hermanos, eran familiares en segundo grado”. Este mismo Alfonso IX de León firma, en el apartado 15, la paz con Castilla: “paz que no pudo llevarse a cabo sino por el matrimonio de doña Berenguela, hija del rey de Castilla, con el rey de León, en un matrimonio de hecho, porque según derecho no era posible, ya que los reyes eran parientes en segundo grado de consanguinidad”. Se trata, lógicamente, del mismo parentesco y de las mismas circunstancias: dos hijas de Alfonso VIII de Castilla con Alfonso IX de León. Pero conviene detenernos un momento, siempre de la mano de Ana Rodríguez, en este matrimonio de doña Berenguela con Alfonso IX de León, celebrado en Valladolid en 1197 y disuelto por el Papa Inocencio III en 1204. Fernando III, el hijo de ambos, podría heredar (de hecho lo hizo, a pesar de los inconvenientes que tuvo que soportar en ambos reinos) las dos coronas. Ana Rodríguez resalta tanto el rechazo explícito del canciller de Fernando III a este matrimonio como la inutilidad política que para él supone este intento de alcanzar la paz entre los
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reinos de Castilla y León, ya que estos intentos estaban fundados en una grave trasgresión canónica: la concertación de un matrimonio prohibido. Le resulta, además, llamativa la ausencia de referencia alguna a lo que era o no legítimo, asunto tan recurrente para Juan de Osma en otras ocasiones. De hecho, tan inútil, políticamente hablando, fue este matrimonio que el cronista un poco después, en el apartado 17, relata una nueva guerra entre Castilla y León debida a que el rey Alfonso IX había repudiado a Berenguela, de la cual ya había tenido dos hijos y dos hijas. Como tampoco en esta ocasión se dice nada de la legitimidad de los hijos, Rodríguez se pregunta “¿Se trata de algo casual a lo que conviene no dar mayor importancia o, por el contrario, es deliberado en el cronista el evitar poner en duda la legitimidad del rey entonces reinante a quien, además, servía?”. El cronista-canciller nunca cuestiona, ni cuando refiere la sucesión al reino de Castilla en 1217 ni cuando nos da cuenta de la problemática surgida en la sucesión al reino de León en 1230, la legitimidad57 de Fernando III a ambos reinos. Aunque, en el caso de León, la disputa sobre a quién correspondía el reino parece tener como trasfondo una cierta ambigüedad “que podía proceder, precisamente, de estas circunstancias que el autor de la Chronica regum Castellae había preferido omitir”. Bastante más adelante, en el apartado 54, el legado pontificio Juan de Abbeville dicta por incesto notorio “en Tarazona sentencia de divorcio entre el rey aragonés don Jaime y la reina doña Leonor, puesto que eran parientes en tercer grado de consanguinidad”. Recordemos nosotros que tal preocupación por la observancia del derecho canónico nos ha servido como dato interno para buscar la autoría de la crónica. Pero, con Ana Rodríguez, pensamos que Juan de Osma, a diferencia de sus cronistas 57 Recuérdese que Inocencio III había declarado ilegítima la prole habida entre Alfonso IX de León y Doña Berenguela de Castilla y ello incluso después de la separación de los padres en 1204. Su sucesor, Honorio III, aceptando los hechos consumados, amparó a la prole bajo la protección de la Santa Sede en 1216 y dos años después, en julio de 1218, reconoció a Fernando III como rey de Castilla y heredero del reino de León.
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contemporáneos, fundamentaba la legitimidad regia, amén de la posesión de unas virtudes y la ausencia de ciertos vicios, “en el sometimiento a normas canónicas explícitas; “que la transmisión del reino” del padre/madre a hijo/hija “debe contar necesariamente con una condición de legitimidad expresa”. En el apartado 65, por último, y ya no se trata de personas de la realeza, se muestra el cronista muy duro con otros matrimonios: “Alrededor de la misma Pascua prometió a otra hija suya mayor con Alvar Pérez en contubernio semejante, porque los tres eran parientes en igual grado, pero este contubernio se consumó después de la siguiente fiesta de San Miguel. Estando en Burgos el rey y la reina, su madre, y el arzobispo toledano y los obispos de Burgos y Segovia y Osma, que era el Canciller, por los que solemne y públicamente en el día del Señor y en la iglesia burgalesa, por consejo del obispo de Astorga, que entonces estaba en la curia del rey, y de otros jurisperitos, fueron excomulgados Alvar Pérez y Mencía López, a la que había desposado, por incesto manifiesto, contra la prohibición anteriormente hecha en Burgos por el arzobispo de Toledo y el obispo burgalés”.
Las edades del rey Son frecuentes en la Chronica las alusiones a la edad de varios de sus protagonistas. Se describen diversas etapas (una veces con cierta precisión: niñez, pubertad, adolescencia, juventud, menos de tres años, de doce años; una vez, al menos, de forma imprecisa: hecho un poco mayor) y con ellas se relacionan aptitudes de las personas reales y actitudes de quienes las rodean. Veámoslo. Alfonso VII, “niño aún pequeño, y que se criaba en Galicia”, apart. 2, mientras su madre, la reina Urraca, aunque casada con Alfonso el Batallador, rey de Aragón, al que despreciaba y abandonó, se ocupaba “de otras cosas indignas de contarse”, apart. 3, tuvo que soportar que el rey de Aragón penetrara en Castilla con muchos hombres de armas, e infiriera muchos males al reino de Castilla, apart. 4, “desprovista como estaba de su legítimo
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defensor, pues el hijo de la reina Urraca y del conde Raimundo, Alfonso..., no había llegado aún a los años de la pubertad y se criaba en Galicia”. Cuando se hizo “ya un jovencito”, el intruso, considerando que no tenía justa causa para una guerra con el legítimo señor de la tierra, abandonó el reino de Castilla y volvió al suyo, apart. 4. Así, aunque el comienzo de su reinado fue inestable, “después gozó de mejor fortuna”. También fue problemático el inicio del reinado de Alfonso VIII. A la muerte de Sancho III de Castilla, “quedó su hijo, el glorioso Alfonso, infante tierno de apenas tres años, y hubo tanta turbación en el reino de Castilla cuanta no había habido antes en mucho tiempo. Los magnates del reino discordaban entre sí”, apart. 9. “Cuando el rey glorioso llegó a los quince años”, algunos nobles les devolvieron sus tierras y castillos y “hecho un poco mayor, comenzó a actuar como un hombre”. “Adolescente ya, puso sitio a Cuenca, a la que... expugnó y tomó”, apart. 10, dando así comienzo a un largo y fructífero reinado. No extraña, pues, que al heredar León Alfonso IX, “que entonces era adolescente”, temiera “ser privado del reino por el poder de don Alfonso, glorioso rey de Castilla, cuyo honor y fama había llenado gran parte del orbe”. Para evitarlo, “se convino que una de las hijas del rey de Castilla se casara con Alfonso, rey de León... Se acordó además y se firmó que el rey leonés sería hecho caballero por el rey de Castilla y besaría entonces su mano”, apart. 11. No extraña entonces tampoco que, cuando la ocasión se volvió propicia, se aliara incluso con los sarracenos para buscar la perdición del rey de Castilla, apart. 14. De otra manera actuó Pedro II de Aragón que heredó su reino siendo aún “un tierno adolescente”. Su madre Sancha, tía paterna del rey de Castilla, procuró aliarlo con Alfonso VIII, y el rey Pedro, cuando “llegó a la adolescencia, por consejo de su prudente madre y acompañado de sus nobles vasallos, vino junto al rey de Castilla e inseparablemente se le unió mientras la guerra duró”, apart. 15. A la muerte de Alfonso VIII, su hijo “Enrique fue proclamado rey y aceptado por todos los castellanos y prelados de las iglesias y pueblos de las ciudades, y le besaron la mano en señal
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de homenaje. Era un niño de buena índole, pero todavía no había cumplido doce años. Como la reina doña Leonor estaba muy enferma, encomendó su hijo, el rey Enrique, y su reino a su hija, la reina doña Berenguela. Cuando la madre murió, la reina doña Berenguela tomó bajo su tutela a su hermano Enrique y gobernó el reino con el arzobispo toledano y el obispo palentino durante tres meses o pocos más. Pero algunos magnates, indignados, empezaron a maquinar y buscar fingidas razones por las que arrebatar al rey niño de la potestad y cuidado de la hermana y prelados y dominar ellos en el reino a su capricho”, apart. 31. Más problemas, al parecer, tuvo su hermano Fernando III. Reveladores resultan los apart. 43 y 44 de la crónica. Sobre todo el hecho de que no tuviera capacidad alguna de decisión en los grandes problemas: “El rey se retiró aparte un poco de tiempo a petición de los magnates, que permanecieron con la noble reina. Después de un pequeño cambio de impresiones y deliberación, coincidieron todos en la misma opinión: que el rey declarara la guerra a los sarracenos. Cuando el rey conoció la voluntad de su madre y oyó la respuesta de los magnates, se alegró en el Señor más de lo que podría creerse”, apart. 44. Fernando III tiene ya más de veinte años58, pero parece que aún está bajo tutela aunque haga ya ocho años que accediera al trono de Castilla y a pesar de que en teoría había alcanzado, según nos dice el mismo cronista unas líneas antes, apart. 38, el ejercicio de los regis officia. Su “debilidad” ante su madre y los magnates del reino debe buscarse, nos dice Ana Rodríguez López59, en dos razones, cuyo orden nosotros cambiamos: la primera, la indefinición y “las dificultades, a veces muy evidentes, de las fuentes cronísticas 58
Una obviedad: no es ni un tierno niño que no ha llegado a los años de la pubertad, ni un adolescente de menos de quince años, edad, al parecer, fijada para alcanzar plenamente el gobierno del reino. Obsérvese, al respecto, la progresión que marca el propio cronista en el capítulo 10: quince años, un poco mayor, adolescente. 59 Nos servimos ahora de otro de sus trabajos: “Sucesión regia y legitimidad política en Castilla en los siglos xii y xiii. Algunas consideraciones sobre el relato de la crónicas latinas castellano-leonesas”, en I. Alfonso-J. Escalona-G. Martin, Lucha política. Condena y legitimación en la España medieval, Anexes de Cahiers de Linguistique et de Civilisation hispaniques medievales 16 (2004), 21-41
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a la hora de calibrar el diferente peso de los principios de legitimación de un nuevo rey”, con lo que enlazamos con nuestro apartado anterior; la segunda, “las circunstancias específicas en las que se produjo el acceso de Fernando III al trono castellano”, con lo que nos mantenemos en este mismo apartado. ¿Cuáles eran estas circunstancias? Como telón de fondo, las interminables guerras entre nobles, disputándose la tutela regia y que comenzaron ya a mediados del siglo xii; más inmediatamente, la muerte del infante Fernando muy poco antes que la de su padre Alfonso VIII; el corto reinado de Enrique I, y la cesión del reino por parte de su madre Berenguela, como leemos en el apart. 35: Uno de los reunidos en Valladolid para tratar de la sucesión del reino, en nombre de todos, “reconoció que el reino de Castilla se debía por derecho a la reina doña Berenguela y que todos la reconocían señora y reina del reino de Castilla. Sin embargo, todos por unanimidad suplicaron que cediera el reino, que era suyo por derecho de propiedad, a su hijo mayor don Fernando, porque siendo ella mujer no podría soportar el peso del gobierno del reino. Ella, viendo lo que ardientemente había deseado, accedió gratamente a lo pedido, y concedió el reino al hijo antes dicho. Todos exclamaron a viva voz: ¡Viva el rey!”. Poco antes, sin embargo, en el apart. 34, el cronista había escrito: “el conde Álvaro... se acercó personalmente al rey de León y, prometiéndole muchas cosas que sin embargo por la gracia de Dios no pudo cumplir, indujo al rey para que, reuniendo un ejército, entraran en el reino de Castilla y, puesto que estaba vacante, lo ocupara entero o al menos gran parte de su territorio. El rey de León asintió al consejo del conde”. En los capítulos siguientes, no obstante, podemos ver no sólo el enorme protagonismo que sigue teniendo doña Berenguela sino también la intransigente postura del conde Álvaro y sus partidarios. Tampoco le fue fácil a Fernando, a pesar de ser varón y mayor que sus hermanas, acceder al trono de León. Los apartados 60 y 61 nos narran los intentos de la reina Teresa para que sus hijas heredaran a su padre Alfonso IX y el pacto que Fernando firmó con ellas para que el heredero fuera él. También la poca edad del rey francés Luis IX, “niño pequeño de casi doce años” cuando heredó el reino, como leeremos en el apartado 52, propició que los condes tolosanos se rebelaran
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contra su autoridad y contra la Iglesia. Llamativa resulta la progresión en edad y aficiones que el cronista relata en el apartado 18 en relación al infante Fernando. En los años de la pubertad era generoso, quizás más de lo debido; “joven imberbe...disfrutaba con los caballos y los perros, y con la hierba del campo soleado, jugaba con aves de diverso género. Al hacerse un poco mayor y llegar al final de la adolescencia, se revistió de prudencia y comenzó, con el vigor de la edad juvenil, a despreciar todo aquello en lo que antes se gloriaba y a aficionarse al uso de las armas” tanto que su padre, Alfonso VIII, “se gozaba en él y daba gracias a Dios que le había concedido un hijo tal que podía ser ya su ayudante en el gobierno del reino y suplir en parte sus obligaciones en los asuntos de guerra”. Rodríguez, en el apartado sobre las edades del rey, parágrafos 30-39, saca una consecuencia muy oportuna, por cierto, y muy congruente con su intento: “El rey no sólo nace – legítimo – sino que – sobre todo – se hace”. A nosotros sólo nos interesa resaltar, y en ello también nos guía esta autora, que el cronista “establece una serie de etapas en la vida de un rey” en las que “parece negarle la posibilidad de cumplir con su misión de forma reconocida y completa”.
Rebelión(es) de los nobles Acabamos de ver, y veremos más detenidamente en el texto de la Crónica, que la nobleza, en Castilla sobre todo, no tiene ni un mismo sentir ni un mismo comportamiento. Dos bandos se definen desde un primer momento: el de los Lara, desafectos a la casa reinante y que inquietan la minoría de los reyes, y los leales al rey, entre los que señalamos a los Fernández de Castro, Lope Díaz y Rodrigo Díaz de los Cameros en distintos momentos. Pero de lo que Juan de Osma escribe y, sobre todo, de lo que omite de esta “discordia y del odio inexorable entre las distintas facciones de los poderosos”, como el propio cronista dice en el apartado 9, interesa destacar dos temas, la sublevación de unos nobles y el ofrecimiento del trono de Castilla a Luis VIII de Francia, que no deben pasar desapercibidos en el reinado de Fernando III.
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Ya hemos hecho alusión en esta introducción a la “laguna histórica” que los historiadores descubren en la Chronica, donde falta (el cronista parece entonces proceder como en unos anales) lo acontecido en los años cuarto, quinto y sexto de su reinado, concretamente desde julio de 1220 hasta julio de 1223. En estos años se enmarcan dos episodios narrados en el apartado 41 que rompen el ritmo analístico: “Con el paso del tiempo”, Rodrigo Díaz de los Cameros quiso rebelarse contra el rey, y “pasado de nuevo un año” Gonzalo Pérez de Molina conspira contra el monarca. No extraña mucho la conspiración de este último, perteneciente a la familia de los Lara, sus enemigos de siempre. Casi estremece la de Rodrigo Díaz de los Cameros, “veterano de Las Navas y que había apoyado al joven rey frente a los Lara desde el principio”, en palabras de F. J. Hernández. A ambas secesiones, “para no escarbar en una vieja herida, el Canciller no le dedica más que dos breves párrafos en que los señores de los Cameros y de Molina protagonizan lo que parecen incidentes distintos, separados y situados sin precisión en 1220-23”. Pero quizás deben considerarse dentro del marco de la lucha por el trono de Castilla. “Es una lástima”, escribe Hernández apoyado en la documentación que ofrece Ana Rodríguez López60, “que la laguna de esta Crónica ocurra justamente en el momento de relatar la sublevación de los nobles, porque algunos de ellos mantuvieron una correspondencia secreta con el marido de Blanca, y le ofrecieron la corona de Castilla. El episodio se conoce a través de un paquete de ocho cartas originales que no llevan datación, pero están dirigidas a Luis VIII (1223-1226)”. Dichas “cartas no representan la aberración momentánea de unos nobles atrabiliarios de las fronteras riojana y aragonesa. Pertenecen a un movimiento señorial que venía de antes y que todavía merecía la condena de Juan de Soria veinte años más tarde”61. A. Rodríguez López: “Quod alienus regnet et heredes expellatur. L’offre du trône de Castille au roi Louis VIII de France”, Le Moyen Áge, 105 (1996), 109-128. 61 Cf. G. Martin (2006), donde en su resumen afirma que “contemplando la realidad del entramado de obligaciones personales sobre las cuales descansa todo el poder secular, Juan constata, como también lo hará el Toledano, que el intercambio de bienes y de servicios –largitas contra fidelitas- es el cimiento de la solidaridad política entre la Corona y la nobleza. Pero a diferencia de Rodrigo, 60
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INTRODUCCIÓN
Nuestra edición actual Mantenemos el título heredado y tradicional de Chronica Latina Regum Castellae, que traducimos como “Crónica latina de los Reyes de Castilla”. Mantenemos así mismo la división en 75 apartados que hiciera Cirot. Facilitamos así la relación de esta traducción con las ediciones y traducciones que la han precedido y sobre todo con nuestra edición en el tomo LXXIII, con la denominación general de Chronica Hispana saeculi XIII, del CORPVS CHRISTIANORUM. CONTINVATIO MEDIAEVALIS Por motivos pedagógicos (creemos sinceramente que se gana en claridad y comprensión) asumimos la división tripartita de J. O’Callaghan y titulamos cada apartado. Cosas ambas que no perjudican en nada la relación antes mencionada. Aprovechamos, y agradecemos también, las notas, orientaciones y cronología del profesor O’Callaghan. Es nuestra, por lo general, la traducción de las citas bíblicas. No obstante, si el texto bíblico aparece en cursiva o entrecomillado, hemos tomado la traducción como asimismo los nombres de los libros bíblicos, de la edición de Nácar Colunga. La edición que poseemos es la quincuagésima, Madrid 1991, primer volumen publicado por la Biblioteca de Autores Cristianos (B.A.C.). Creemos que es la que más cercana a las citas bíblicas que hace el cronista. Por otra parte Colunga, junto con Lorenzo Turrado, son los editores de la Biblia Sacra iuxta Vulgatam Clementinam, volumen 14 de la B.A.C., que en su “iterata editio”, Matriti 1951, tenemos presente para detectar y reconocer los textos bíblicos en latín.
Juan de Osma ve la salvación de la realeza no en una harmonía (sic) negociada con las demás potencias seculares, sino en una soberanía a la vez espiritual y administrativa en la que el Príncipe puede contar con la Providencia y con los prudentes consejeros de la Corte”.
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Cuadro sincrónico de los condes y reyes cristianos León
Alfonso V (999-1028)
Castilla Fernán González (932-970)
Navarra Aragón García Sánchez (925-970)
Portugal
García Fernández (970-995)
Sancho Garcés II (970-994)
Sancho García (995-1017)
García Sánchez II (994-1000)
García Sánchez (1017-1029)
Sancho III (1000-1035)
Fernando I (1035-1065)
García III (1035-1054)
Ramiro I (1035-1063)
Sancho IV (1054-1076)
Sancho Ramírez (1063-1094)
Vermudo III (1028-1037)
Fernando I (1037-1065) Alfonso VI (1065-1109)
Sancho II (1065-1072)
Sancho Ramírez (1076-1094)
Alfonso VI (1072-1109)
Pedro I (1094-1104)
Urraca (1109-1126)
Alfonso I (1104-1134)
Alfonso VII (1126-1157)
García IV (1134-1150)
Ramiro II Alfonso I (1134-1137) Enríquez (1128-1185)
Fernando II Sancho III (1157-1188) (1157-1158)
Sancho VI (1150-1194)
Ramón B. IV Sancho I (1137-1162) (1185-1211)
Alfonso VIII (1158-1214)
Sancho VII (1194-1234)
Alfonso II Alfonso II (1162-1196) (1211-1223)
Alfonso IX (1188-1230)
Pedro II Sancho II (1196-1215) (1223-1247) Enrique I (1214-1217) Fernando III (1217-1252)
Teobaldo I (1234-1253)
Jaime I (1213-1276)
Fernando III (1230-1252)
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Califas almohades Nombre
1129-1163 1163-1184 1184-1199
1199-1214
1214-1224 1224 1224-1227 1227-1229 1232 1232-1242
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Apartado
Ibn Tumart al-Mahdi 6, 45 (Aben Tumart) ‘Abd al-Mu’min 6, 45 (Abdelmún) Abû Ya‘qûb Yûsuf 6 (Aben Jacob) Abû Yûsuf Ya‘qûb 6, 12, 15 al-Mansûr (Abdelmún III) Abû ‘Abd Allah 18, 19, 22-24, 26 Muhammad al-Nasir (Abdelmún IV) Abû Ya‘qûb Yûsuf 45 al-Mustansir Abû Muhammad ‘Abd 45 al-Wâhid al-Majluc Abû Muhammad 45, 49 al-‘Adil Abû Zakariya’ Yahyâ al-Mu‘tasim Abû-l-‘Aba’ Idris al-Mam’mun Abû Muhhammad ‘Abd al-Wahid al-Rasid
Sucesos más importantes
Alarcos
Navas de Tolosa
Graves discordias entre los moros Graves discordias entre los moros
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BIBLIOGRAFÍA SELECTA
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BIBLIOGRAFÍA
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CRÓNICA LATINA DE LOS REYES DE CASTILLA
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Sobre todo, su último capítulo.
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BIBLIOGRAFÍA
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BIBLIOGRAFÍA
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CRÓNICA LATINA DE LOS REYES DE CASTILLA I. Desde los condes de Castilla hasta la muerte de Sancho III (932-1158) 1. La genealogía de los condes de Castilla (932-1065) A la muerte de Fernán González, el primer conde que tuvo Castilla después de la derrota que el pueblo cristiano sufrió en las Hispanias en tiempos de Rodrigo, rey de los godos, heredó el condado su hijo el conde García Fernández. A García Fernández le sucedió su hijo, el conde Sancho. Un hijo de este Sancho, el infante García, fue asesinado en León por unos leoneses, cuando viajó hasta allí para casarse con la hija del rey o de algún condea. Doña Mayor, hija sobreviviente del conde Sancho, se había casado con el rey de Navarra y Nájera, Sancho también de nombre y nieto de Sancho Abarca. El rey Sancho tuvo de doña Mayor dos hijos, García y Fernando, quienes se enfrentaron en Atapuerca, donde murió el rey García. Así el rey Fernandob poseyó su reino, el de su hermano y el de León, ya que se había casado con la hija de Vermudo, rey de León.
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a
El “Cuadro sinóptico de los condes y reyes cristianos”, que hemos confeccionado, clarifica este primer párrafo. Rodrigo (710-711), último rey godo, propició con su derrota en la batalla del Guadalete la entrada de los árabes en la península ibérica. Fernán González fue el primer conde de una Castilla independizada de León. El infante García fue asesinado por Bernardo, Nepociano y Rodrigo, miembros de la familia de los Vela, en venganza, quizás, por su expulsión de Castilla decretada por el conde Sancho, padre del asesinado. Viajó a León con la intención de contraer matrimonio con Sancha, hermana de Vermudo III (1028-1037). b El rey de Navarra, Sancho III, el Mayor, tuvo tres hijos: García III, que reinó en Navarra (1035-1054); Fernando I, rey de Castilla (1035-1065), que obtendría Navarra después de la batalla de Atapuerca en 1054, y reinaría en León por matrimonio con Sancha desde la muerte de Vermudo III en 1037; y, Ramiro I (1035-1063), rey de Aragón, a quien el cronista no menciona. Fernando I a su muerte, como veremos, volvió a dividir León y Castilla, que se unirían y separarían otra vez más, antes de la unión ya definitiva con Fernando III.
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CRÓNICA LATINA DE LOS REYES DE CASTILLA
2. Alfonso VI, rey de León y Castilla (1065-1109)
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Cuando murió el rey Fernando, por sobrenombre el Gordoa, el que libró Coimbra del poder de los moros, le sucedieron en el reino sus tres hijos: el rey Sancho en Castilla; el rey Alfonso en León, Asturias y Galicia; el rey García en Nájera y Navarrab. El rey Sancho, como hombre turbulento y belicoso, no admitió un copartícipe del reino paterno, según aquello “y no habrá suprema potestad que consienta un asociado”c: y apresó a su hermano el rey García, quien no mucho después murió en cautividadd, y expulsó del reino a su hermano el rey Alfonso, que marchó, exiliado, junto al rey de los moros que por aquel entonces dominaba en Toledoe. Y “considerando que nada hay hecho cuando algo queda por hacer”f, el rey Sancho sitió Zamora, donde gobernaba su hermana Urraca. Allí fue muerto a traición, según se dice, por cierto satélite de Satanás llamado Bellido Dolfos.
a Pinguis es el adjetivo latino que utiliza la Crónica. Eufemísticamente, suponemos, se le llama “el Magno”. b Se tratan de Sancho II de Castilla (1065-1072), Alfonso VI de León (10651109) y García, de Galicia y Portugal (1065-1071), a quien el cronista confunde con su tío, el rey García III de Navarra (1035-1054). Cf. Andrade Cernadas (1998). c Cf. Lucan. 1, 92-93: “...omnisque potestas/ impatiens consortis erit”. La traducción es de V. J. Herrero Llorente, La Farsalia, I, ediciones Alma Mater, Barcelona 1967. Anotemos también que en el manuscrito y después de la cita clásica de la Farsalia se lee “ut XXIII q. VII c. qd’ aut circa principium” que Cirot interpretó como nota marginal torpemente interpolada en el texto. Ni Cabanes ni nosotros conseguimos descifrar qué significaba. O’Callagham (2002), página 3, nota 3, ha logrado una correcta interpretación de estas abreviaturas gracias a una consulta al Profesor Jamez A. Brundage, distinguido historiador del derecho medieval en la Universidad de Kansas. El cronista se está refiriendo al Decreto de Graciano, C. 23 q. 7 c. 3: Res ecclesiasticae ab hereticis iniuste possidentur. Idem [epist. L. ad Bonifacium], que nosotros hemos consultado en Corpus iuris canonici, ed. Lipsiensis secunda, Ae. Friedberg Graz: Akademische Drug- U. Verlagsanstalt, 1959, 951-952. El canonista de Kansas añade que el canon es una selección de una carta de San Agustín a Bonifacio, el conde de África que debía aplicar las leyes contra los donatistas. d Poco tiempo reinó García. Concretamente desde finales de 1065 hasta su deposición por su hermano Sancho II de Castilla en marzo de 1071. Posteriormente, en 1073 y después de que volviera de Sevilla, su otro hermano, Alfonso VI lo encarceló, parece ser que en el castillo de Luna, hasta su muerte en 1090. e Abû-l-Hasah Yahía al-Ma‘mûn (1043-1075). f Cf. Lucan. 2, 657: “nil actum credens cum quid superesset agendum”.
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CRÓNICA, 2
Una vez muerto Sancho, su hermana Urraca envió unos mensajeros suyos a su otro hermano Alfonso, que, por aquel entonces, vivía en Toledo. Cuando recibió el mensaje, el rey Alfonso volvió con toda rapidez y, por la Providencia de Dios, obtuvo en su totalidad el reino paterno. El Señor le inspiró el saludable consejo de sitiar Toledoa, cuya situación interna conocía perfectamente, puesto que, mientras vivió allí, había escudriñado totalmente a fondo sus interioridades y lugares secretos. Durante muchos años la impugnó juiciosamente, devastando y destruyendo año tras año la mies y los frutos todos. Finalmenteb, los moros toledanos, movidos por el poder de Dios y con la condición de que les fuera permitido permanecer en la ciudad, retener sus casas y posesiones y de que le servirían como rey, entregaron su ciudad al rey Alfonso, a quien recibieron honoríficamente como rey y señor. Tras la toma de la muy noble y bien defendida ciudad de Toledo, comenzó el rey a devastar toda la tierra que se llama Extremadura, tomando, por la gracia de Nuestro Señor Jesucristo, como varón sabio y poderoso, de las manos de los sarracenos muchos castillos y villas de la Trasierrac. Ampliado así de diversas maneras el reino y puesto que no le quedaba hijo varón alguno, pues el único que había tenido, de nombre Sancho, había muertod a manos de los sarracenos junto a la villa de Uclés, comenzó el rey a considerar y a buscar diligentemente con quién, sin menoscabo de su honor, podría unir en matrimonio a su hija Urraca, que había tenido de su legítima esposa. a
Al-Ma‘mûn y Alfonso habían pactado, pacto que se hacía extensible al hijo primogénito del rey moro, no agredirse entre ellos y ayuda mutua contra los enemigos. Tras al-Ma‘mûn reinó en Toledo su nieto al-Câdir (1075-1085), con quien Alfonso no tenía compromiso alguno. b La reconquista de Toledo, capital del antiguo reino visigodo, tuvo lugar en mayo de 1085. c Las sierras de Guadarrama y Gredos servían de límite en aquellos tiempos a estas dos regiones. Extremadura comprendía la región al sur del río Duero, con Soria como límite extremo al norte; incluía pues Segovia y Ávila. Trasierra abarcaba la región al sur de las sierras. Extremadura estaba, pues, al norte y Trasierra al sur. d En 1108, año de la batalla de Uclés. Su muerte propiciaría que su hermanastra Urraca heredara el trono de Alfonso VI, como a continuación veremos.
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CRÓNICA LATINA DE LOS REYES DE CASTILLA
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Y como en las Hispanias no encontraba nadie que le pareciera digno de ser yerno de un rey, mandó llamar de las tierras de Borgoña, que están junto al río Aar, conocido vulgarmente como Saona, a un varón noble, valiente con las armas, muy famoso, adornado de buenas costumbres, al conde en suma Raimundoa, con quien casó a su hija Urraca. Este conde no vivió después mucho tiempob con su esposa, de la que tuvo un hijo, de nombre Alfonso, que luego reinó mucho tiempo en las Hispanias y fue reconocido como Emperador. Con el conde Raimundo vino cierto pariente suyo, también conde, de nombre Enrique, a quien el rey Alfonso, por amor a su yerno, entregó como esposa a otra hija que tenía no de legítimo matrimonioc, y de la que el conde Enrique tuvo un hijo, Alfonso rey de Portugald, quien fue padre del rey Sanchoe, padre del rey Alfonsof. Ambosg murieron de melancolía. Viviendo aún el rey que tomó Toledo, murió su yerno el conde Raimundo y le quedó su hijo Alfonso, el que
a Tanto Raimundo de Borgoña como su primo Enrique, a quien enseguida citará la Crónica, llegaron a España para ayudar a Alfonso VI en la batalla de Zalaca (23 de octubre de 1086). Ayudaron a Alfonso a recuperarse del desastre que tal batalla supuso para las armas cristianas. Alfonso concedió a Raimundo en 1092 el condado de Galicia; años después el de Portugal a Enrique. b Murió en 1107 en Granjal de Campos (León). c En la Chronica Adefonsi Imperatoris, I, 73 (Cf. la edición de A. Maya Sánchez en CORPUS CHRISTIANORUM. CONTINUATIO MEDIAEVALIS, LXXI), se lee que se trata de Teresa, hija que el rey Alfonso tuvo de Jimena Muñoz, y a la que dotó magníficamente otorgándole, iure hereditario, el condado de Portugal. d Se trata de Alfonso I Enríquez, nacido en 1110, conde de Lusitania (1112-1139) y rey de Portugal desde 1139 hasta su fallecimiento en Coimbra en 1185. e Sancho I, el Poblador, nacido en 1154, reinó en Portugal desde 1185 a 1211. f Alfonso II, hijo del rey Sancho I y de Dulce de Barcelona, reinó en Portugal desde 1211 a 1223. g La expresión latina es quorum uterque, de los cuales uno y otro, y resulta imposible determinar a quienes se refiere el autor. Creemos que a los primos y condes Raimundo y Enrique de Borgoña. “ no doubt refers to Counts Raymond and Henry of Burgundy”, sin embargo, escribe en la nota 17, página 6, O’Callagham (2002). RODRÍGUEZ (2006) reflexiona sobre el paso de la melancolía de enfermedad como lo considera San Isidoro en las Etimologías, IV, a vicio como lo clasifica, junto con la manía, ya Arnau de Vilanova (muerto hacia 1313) en su Practica medicinae al atribuirle causas internas como las pasiones del alma (ira, temor súbito...), preocupaciones, excesivo ayuno, etc.
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después fue Emperador, niño aún pequeño, y que se criaba en Galiciaa.
3. Urraca, reina de León y Castilla (1109-1126) Cuando murió el rey Alfonso, el que tomó Toledo, su hija, la reina Urraca, le sucedió en el reino y lo administró pésimamente. Pues se casó, después de la muerte de su padreb, con Alfonso, rey de Aragónc, hijo del rey Sancho, el que puso asedio a Huesca y murió en el asediod. Le sucedió en el reino y en el asedio de la citada villa su hijo Pedro, que la tomó, por la gracia de Dios, tras vencer al rey de Zaragoza y superar a muchos sarracenos en la batalla que tuvo lugar en el campo de Alcoraz, junto a Huescae. A este rey Pedro, como no le sobreviviesen hijosf, le sucedió en el reino del padre, Alfonso, rey de Aragón, con quien se casó, como antes dije, la reina Urraca. Pero ella, despreciándolo y abandonándolo, se ocupó de otras cosas indignas de contarseg.
4. Alfonso I, rey de Aragón (1104-1134) En aquel tiempo, pues, Alfonso, rey de Aragón, dolido en lo más profundo de su corazónh, entró en Castilla con muchos a Bajo la tutela del conde de Traba, Pedro Froilaz, de los Trastámara de Galicia, y del que sería después Arzobispo de Santiago, Diego Gelmírez. b Aunque el matrimonio fuera proyectado por Alfonso VI. En las capitulaciones matrimoniales se pactó que el rey de Aragón Alfonso I, actuaría como rey de Castilla y que, en caso de tener un hijo, éste heredaría los reinos de sus padres. Urraca no aceptó porque tal pacto suponía privar de sus derechos a su hijo Alfonso, “que se criaba en Galicia”. Las bodas se celebraron, probablemente, en septiembre de 1109. El matrimonio fue disuelto por el papa Pascual II al ser ambos cónyuges biznietos de Sancho Garcés III de Navarra. c Para una correcta y más fácil interpretación del párrafo incluimos aquí la genealogía de los reyes de Aragón: Sancho I Ramírez (1063-1094), su hijo Pedro I (1094-1104), el hermano de éste e hijo del anterior Alfonso I, el Batallador (11041134), con quien se casa Urraca, la hija de Alfonso VI. d Se refiere a Sancho Ramírez (1063-1094). e Martínez Ortega (1198) puntualiza: “...el campo de Alcoraz se encuentra en las afueras de la ciudad de Huesca y dentro del propio término municipal, en las proximidades de la ermita de San Jorge...” f Tuvo dos: un varón, Pedro (c. 1086-1104), y una hija que falleció en 1103. g En el próximo apartado nuestro cronista nos indicará que Urraca trataba “con más familiaridad de la que convenía” al conde Gómez de Candespina y a Pedro de Lara. h Génesis, 6, 6.
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hombres de armas, e infirió muchos males al reino de Castilla, pues sus hombres se adueñaron en el reino de Castilla de muchas fortalezas y muchísimos castillos, que la propia reina había entregado al rey. Por ello se produjo gran perturbación y una guerra que duró mucho tiempo y causó gran perjuicio en todo el reino de Castilla. Los castellanos, de común acuerdo con el conde Gómeza, llamado de Candespinab, que era excesivamente y más de lo que convenía familiar a la reina, lucharon contra el rey Alfonso junto a Sepúlvedac, donde fueron vencidos por el rey y murió el conde. La reina, por su parte, recibió en su más íntima familiaridad al conde Pedro de Lara, padre del conde Manríquez, del conde Nuño y del conde Álvaro; y se dice que de ella tuvo un hijo llamado Fernando Hurtado. Alfonso, rey de Aragón, a veces por sus lugartenientes y en alguna ocasión personalmente, atacó el reino de Castilla devastando miserablemente toda su tierra, desprovista como estaba de su legítimo defensor, pues el hijo de la reina Urraca y del conde Raimundo, Alfonso, el que con el paso del tiempo fue reconocido como Emperador, no había llegado aún a los años de la pubertad y se criaba en Galicia. Finalmente los castellanos con los gallegos y leoneses tomaron una decisión contra el rey de Aragón y, sacando de Galicia a Alfonso, hijo de la reina Urraca, hecho ya un jovencitod, se prepararon para luchar contra el rey aragonés. Al saber esto el rey de Aragón, y considerando que no tenía justa causa para una guerra con el legítimo señor de la tierra, abandonó el reino de Castilla y volvió al suyo. a
Se trata del conde Gómez González, de la conocida familia de los Lara. Martínez Ortega (1998), después de considerarlo el “topónimo más documentado en fuentes cronísticas y analísticas”, dice que de él “no parece quedar nada, ni siquiera el nombre, pues solamente apellida a una población con su nombre trocado: Fresno de Cantespino (Segovia). Allí apenas quedan las ruinas de un castillo, el que vigilaba el campo de Espina, a 1.064 metros de altitud”. c En la actual provincia de Segovia, a unos 60 kms. de la capital y junto al Parque Natural de las Hoces del río Duratón. d Recuérdese nuestra Introducción. El hijo primogénito de Raimundo de Borgoña y Urraca fue proclamado rey a la muerte de su madre en 1126. b
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Este rey de Aragón fue un hombre amante de guerras y de gran ánimo; emprendió muchas batallas, de las que salió vencedor, e infirió muchos males a los sarracenos. Asedió, por último, la villa llamada Fraga, junto a Lérida, donde no por el valor de los sarracenos sino más bien por engaño de ellos y por permisión divina, – ya que salió de improviso de dicha villa la multitud de sarracenos que, sin saberlo el rey y su ejército, allí se había concentrado – fue muerto, según se dice, por los moros. Otros, sin embargo, opinan que en esa ocasión se libró de este infortunio, si bien la mayor parte de su ejército cayó a manos enemigas, como atestigua la multitud de huesos que hasta hoy se muestra en cierta iglesia de la villa de Fraga a los ojos de los curiosos. Se cuenta de él que, después de muchos años, en nuestros tiempos, vino a Aragón, donde al principio de su llegada fue recibido con honor por los nobles y por el rey Alfonsoa, hijo del conde de Barcelona, como si fuera verdaderamente reconocido por ellos por las muchas y ocultas pruebas que daba a hombres de antaño, con los que había convivido. Por aquel entonces apareció en Castilla otro que se fingía, con toda falsedad sin embargob, el rey Sanchoc, hijo del emperador y padre del ilustrísimo rey Alfonso, nuestro señor; pero tanto éste en Castilla como aquel en Aragón murieron de forma miserable. a
Alfonso II (1162-1196), hijo de Ramón Berenguer IV y de doña Petronila. El manuscrito, y su historia posterior, presenta aquí un problema paleográfico. Una abreviatura es interpretada de dos maneras: tamen y tertium. En nuestra primera edición crítica de esta Crónica latina de los Reyes de Castilla, en Cádiz 1984, optamos por el segundo de los términos, pues tertium es el cardinal que a este rey le correspondería. Una nueva revisión y estudio para su publicación en CORPVS CHRISTIANORVM. CONTINVATIO MEDIAEVALIS nos inclinó, sería la única vez que nuestro cronista utilizara un ordinal para referirse a un rey, por el primero. De ahí nuestra traducción. c Se refiere a Sancho III de Castilla que reinó sólo un año (1157-1158). Nuestro cronista le dedicará los capítulos 7-8. No he encontrado ninguna otra referencia al falso Sancho III. También para Arizaleta (2006) “este pasaje carece de referentes...pero sí tiene un término de comparación concreto: el falso Alfonso aragonés”. Intuye esta autora que el cronista solo quiere introducir un detalle llamativo, dando a entender “que era capaz de servirse de un material heterodoxo en la construcción de su propia mitología regia castellana”. b
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Después de aquella horrible matanza en Fraga y de la muerte del rey, si es que murió entonces allí, como no dejase éste descendenciaa, los aragoneses, privados del solaz y gobierno de un rey, sacaron del monasterio a cierto Ramirob, hermano del rey, monje y sacerdote, según se dice, al que obligaron, y así se hizo, a tomar esposac. Tuvo con ella una hijad, a la que después tomó por esposa el conde de Barcelonae: así este condado quedó unido al reino de Aragón hasta la actualidadf. Ramiro, una vez que tuvo la hija, como inhábil para el gobierno del reino, volvió a su monasterio. Pero de esto hasta aquí.
5. Alfonso VII, rey de León y Castilla (1126-1157) El comienzo del reinado del rey Alfonso, el que después fue reconocido como Emperador, hijo del conde Raimundo y de la reina Urraca, fue inestable. Pero después gozó de mejor fortuna porque, con la ayuda de Dios, en cuyo poder están todas las potestades y los derechos de los reinos todosg, gobernó en paz por mucho tiempo toda Galicia, Asturias y la tierra de León, Castilla, Extremadura y la Trasierra, e infirió muchos males a los sarracenos, pues tomó Córdoba, Baeza, Andújar y Montoro, y ganó en aquellas tierras otros muchos castillos y villash. Tomó además a Alfonso VII, su hijastro, reclamaría, como bisnieto de Sancho III el Mayor, el reino navarro-aragonés. Los navarros, como después se dirá, eligieron, sin embargo, como rey propio a García Ramírez. b Ramiro II (1134-1137). c Inés de Poitou, quien volvería a Aquitania tras la reclusión de Ramiro en el monasterio. d Petronila nacida en agosto de 1136. En 1137 se firmaron en Barbastro las capitulaciones matrimoniales con el conde de Barcelona, Ramón Berenguer IV. e Ramón Berenguer IV y Petronila contrajeron matrimonio en 1150, cuando ella llegó a la edad requerida en aquel entonces por el Derecho Canónico. f El hijo primogénito de ambos, de nombre Ramón, reinó después con el nombre de Alfonso II de Aragón (1162-1196). g Eclesiástico, 10, 4: “En manos del Señor está el señorío de la tierra, y a su tiempo hace surgir al que conviene”. “Omnipotente y sempiterno Dios, en cuyas manos están las potestades de todos y los derechos de todos los pueblos” reza la Iglesia por los gobernantes en la liturgia del Viernes Santo. h La paulatina desintegración del imperio almorávide propició que el rey castellano se apoderara temporalmente de estas y otras plazas andaluzas. La llegada a la península de los almohades, que se relata en el apartado siguiente, devolvió casi de inmediato al dominio de los árabes estas plazas.
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Almeríaa, pero, si fue feliz en su conquista, fue menos afortunado en su retenciónb. La tierra calló y permaneció tranquilac en sus días. Su reino se enriqueció y amplió. Se dice que el rey de Navarra, Ramírezd, hijo del infante Ramiro, que fue hijo del infante Sancho de cierta doña, hijo del rey García, el que fue muerto en Atapuerca, fue su vasallo cuando alcanzó la corona del Imperio y fue por todos considerado Emperadore. También el conde de Barcelona, cuya hermana Berenguela tomó como esposa el citado Emperador, fue su vasallo en lo que respecta a aquellas tierras situadas cerca del río Ebro en el reino de Aragón.
6. Llegan los almohades Al comienzo del reinado del Emperador surgió cierto sarraceno llamado Aben Tumartf, que, viniendo de las tierras de la noble y conocida ciudad de Bagdad, en donde durante largo tiempo había estudiado, predicó en el reino marroquí, en el a
J. Gil en CORPVS CHRISTIANORVM. CONTINVATIO MEDIAEVALIS, LXXI, Turnholt, MCMXC, ha vuelto, lo hizo por primera vez en HABIS, V (1974), pp. 45ss, a editar el Prefatio de Almaria. Por otra parte, Ibn Abizar’ (1964) BN, 386-387, se hace eco también de esta conquista y pérdida de Almería. b Almería, la mayor ciudad y puerto morisco por aquel entonces en el Mediterráneo, estuvo sólo diez años, desde 1147 a 1157, en poder Alfonso VII. Desde Almería, los piratas sarracenos asolaban no sólo el litoral cristiano de los reinos hispanos sino Génova, Pisa y la Provenza. Su conquista supuso un alivio incluso para los que navegaban hacia Tierra Santa, pero los cristianos, divididos entre sí, no supieron o no pudieron conservarla. c Salmo 76, 9: “Y la tierra se estremece y calla”. Cf. también 1 Macabeos, 1, 3. d García Ramírez, el Restaurador (1134-1150), elegido como rey de Navarra a la muerte sin hijos de Alfonso I el Batallador. e El título de emperador se había aplicado ya en documentos y epitafios a más de un rey de León y de Castilla, y los escritores aragoneses se lo aplican también a Alfonso I el Batallador. Pero ningún príncipe cristiano había recibido en España solemnemente la investidura y la diadema imperial hasta Alfonso VII de Castilla. f Aben Tumart (1125-1130), a quien en el apartado 45 volverá a citar nuestro cronista, se dio a sí mismo el título de al-Mahdi, “el que es guiado rectamente”, y, por consecuencia, también rectamente guía. Se utiliza para designar al “jefe o profeta que aparecerá en la tierra antes del fin del mundo”. El cronista traza una muy breve biografía, pero deja claro tanto su pensamiento religioso como sus consecuencias políticas.
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que entonces dominaban los moros llamados, con específico nombre, Moabitas y a los que vulgarmente se les conoce por Almorávides: Alía es el nombre de su rey. Predicó especialmente contra la soberbia y opresión de los Moabitas, que oprimían cruelmente a las gentes sometidas a su imperio, imponiendo con frecuencia inmoderados impuestos para poder ejercer a su gusto el vicio de la liberalidad, o mejor dicho prodigalidad, en el que estaban inmersos y del que se jactaban. Reunió junto a sí gran cantidad de gente que gustosamente lo seguían deseando apartar de sus cabezas el durísimo yugo de la servidumbre. Se ganó, como varón sabio y discreto aunque infiel, el favor de las gentes al prometerles el don inestimable de la libertad. Entre los que seguían a Aben Tumart se encontraba un hombre sencillo, generoso y belicoso, de nombre Abdelmún, cuyo servicio usaba con bastante frecuencia en las dificultades. Lucharon, pues, Aben Tumart y sus partidarios contra el citado rey de los Moabitas y contra su pueblo, y, aunque derrotados muchas veces por los Moabitas, finalmente los vencieron y los expulsaron del reino, ocupando la populosa ciudad de Marraquez. Abdelmún, por influencia de Aben Tumart, de quien era como su profeta, se estableció como rey en la citada ciudad y en el reino de los Moabitas. Los que así obtuvieron este reino son llamados almohades, que significa Unitarios, ya que confiesan que ellos adoran a un único Dios, al que predicaba Aben Tumart, como claramente se dice en cierto libelo que escribió. De Abdelmún descienden los que gobiernan el reino marroquí hasta el día de hoy. Este reino floreció desde entonces hasta ahora y sólo por la gracia de Nuestro Señor Jesucristo comienza milagrosamente a decaerb. Hijo de Abdelmún fue Aben Jacob, que murió en Portugal cuando asediaba la noble y populosa villa de Santarem. Un hijo de Aben Jacob estuvo en la batallac de Alarcos, donde venció, a
Segundo sultán almorávide (1106-1143), Alí Ibn Yusuf. Alusión a las victorias, que después detallará, de Alfonso VIII. c El caudillo árabe que venció en Alarcos se llamaba Abû Yûsuf (1184-1199), que tomó el título honorífico de al-Mansur, el vencedor. Le sucedió su hijo Muhammad al-Nasir (1199-1214), que resultó vencido en las Navas de Tolosa. b
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por permisión divina, a los cristianos tomando Calatravaa, y Alarcosb y otros castillos de alrededor, y Malagón y la torre de Guadalferzac. Acerca de este rey y de sus hechos se hablará posteriormented. Pero de esto hasta aquí.
7. Separación de León y Castilla El rey de los francos, Luise, tomó como esposa a una hija del emperador llamada Sancha. Que fueran dos los hijos del emperador a su reino y fue causa de las muchas matanzas y muchos males que en las Hispanias tuvieron lugar. Pues repartió el emperador su reino, permitiéndolo Dios por los pecados de los hombres, entre sus dos hijos a instancias del conde de Galicia, Fernando. A Sanchof, su primogénito, legó Castilla y Ávila y Segovia y otras villas cercanas en Extremadura, y Toledo y toda la Trasierra hacia aquellas partes, también la Tierra de Camposg hasta Sahagún y Asturias de Santillanah. Dejó a Fernandoi, su hijo menor, el resto de su reino hacia León, y Galicia, Toro y Zamora y Salamanca con otras villas cercanas. Después de este desdichado reparto, cuando el emperador volvía de la tierra de
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a Así la localiza Martínez Ortega (1998): “Las ruinas del castillo de Calatrava, apellidada La Vieja, se encuentran junto al río Guadiana, en el municipio de Carrión de Calatrava (Ciudad Real), a unos 5,5 kms al norte de la población”. b Según Martínez Ortega (1998), “el castillo de Alarcos se encontraba donde hoy se señala la ermita o santuario de Nuestra Señora de Alarcos, en el término de Ciudad Real, a unos 6 kms de la capital..., cerca del río Guadiana, en lo alto del cerro...asentada la fortaleza sobre un antiguo oppidum”. c “El castillo de Guadalerzas”, sigue Martínez Ortega (1998), “se encuentra dentro de la división administrativa de Los Yébenes (Toledo), aunque muy cerca de Urda, a unos 800 metros de altitud”. d En los apartados 12-13. e Se trata de Luis VII (1137-1180). f Sancho III de Castilla (1157-1158). g Se extiende por las actuales provincias de Zamora, Valladolid, León y Palencia. h La actual región de Asturias estuvo en tiempos dividida en Asturias Ovetenses, al Oeste de la región, y Asturias de Santillana, al Este y en su mayor parte, hoy, en la provincia de Santander. i Fernando II de León (1157-1188).
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los sarracenos con su ejércitoa, murió junto al puerto de Muradalb y fue sepultado en la catedral toledana.
8. Sancho III, rey de Castilla (1157-1158) El rey Sancho, su hijo, había tomado como esposa, antes de la muerte del padre, a Dª Blanca, hija de Ramiro Garcésc, rey de Navarra, de la que, también antes de la muerte del emperador, había tenido un hijo, Alfonso, nuestro hoy glorioso y afamado rey. El rey Sancho emprendió al comienzo de su reinado ciertas empresas arduas y admirables, y, por ello, todos los que le conocían esperaban, por lo que antes había llevado a cabo y por lo que de nuevo emprendía, que sería un buen rey. Pero el Altísimo, que dispone todas las cosasd, al año siguiente de la muerte de su padre, acabó con su vida y fue sepultado junto a su padre en la catedral toledana.
II. Alfonso VIII, rey de Castilla (1158-1214)e 9. La minoría de Alfonso VIII A su muerte quedó su hijo, el glorioso Alfonso, infante tierno de apenas tres años, y hubo tanta turbación en el reino de Castilla cuanta no había habido antes en mucho tiempo. Los magnates del reino discordaban entre sí. a Volvía de tierras andaluzas, a donde había ido con intención de prestar ayuda a Almería, asediada de nuevo ahora por los almohades. b Murió el 21 de Agosto de 1157 en Almuradiel, cercano a lo que hoy conocemos como Despeñaperros. En su página 350, Martínez Ortega (1998) estudia las distintas y variadas propuestas de identificación de este orónimo. c En nuestro cuadro: García IV de Navarra (1134-1150) d Traducción nuestra literal del texto de la crónica. Sabiduría, 8, 1b: “lo gobierna todo con suavidad”. e Cf. J. González, El reino de Castilla en la época de Alfonso VIII, I Estudio, II y III Documentos, Madrid 1960. f El rey Fernando II de León, a quien servía, lo había nombrado su mayordomo. De ahí que recibiera, como su padre según nos dirá nuestro cronista más abajo, el sobrenombre de El Castellano.
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Fernando Rodrígueza, hijo de Rodrigo Fernández, hermano de Gutierre Fernández de Castrob, y sus hermanos y otros amigos y consanguíneos partidarios suyos, formaron una facción, intentando huir de la persecución y opresión de los hijos del conde Pedro de Lara, es decir, del conde Manríquezc y del conde Nuño y del conde Álvaro y de todos sus partidarios. Fernando Rodríguez y sus hermanos y consanguíneos poseían muchos castillos, fuertemente defendidos, por concesión del rey Sancho, del cual habían recibido, cercana ya su muerte, tanto ellos como otros poderosos en el reino, la orden de no entregar las tierras y castillos a nadie sino a su hijo y cuando éste llegara a los quince años de edad. Originada esta discordia y odio inconmensurable entre las distintas facciones de los nobles, el conde Manríquez y su hermano el conde Nuño se apoderaron del rey Alfonso y gobernaron durante largo tiempo el reino. Querían retener al reino en su totalidad en beneficio propio con pretexto del niño, para honor, según decían, y provecho del propio niño. La facción contraria entonces, según se cree, convenció al rey Fernando, hijo del emperador, para que entrara en el reino de Castilla, y, como era el más cercano familiar del niño, quiso tener la tutela del mismo y el gobierno del reinod. Pero, al impedirlo los citados condes a veces con engaño, aunque laudable, a veces por la fuerza, no pudo conseguir lo que quería. Durante este tiempo se llevaron a cabo en todas las partes del reino de forma desordenada e indiscriminadamente matanzas
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El rey Fernando II de León, a quien servía, lo había nombrado su mayordomo. De ahí que recibiera, como su padre según nos dirá nuestro cronista más abajo, el sobrenombre de El Castellano. b El rey Sancho confió la tutela de su hijo a Gutierre Fernández de Castro, “hombre mayor y respetable”, que también había tenido a su cargo la tutela del propio Sancho. Gutierre Fernández, presionado, cedió la tutoría del rey a García de Aza, hermano de madre de los Lara, quienes a su vez lo confiaron al conde Manrique, “que era poderoso y querido por los habitantes de Extremadura”. Se convierte así este conde en el personaje más poderoso de Castilla. c Regente del rey por decisión de Sancho III intentaba, además, retener al rey y apoderarse de los castillos que la facción contraria mantenían en nombre del rey, como inmediatamente dirá nuestro cronista. d Fernando II entró en Castilla y ocupó Toledo en 1162. Aceptado como tutor del rey, devolvió, sin embargo, poco después la tutela del joven rey al conde Manrique.
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innumerables e infinitas rapiñas. Por aquellos díasa, el conde Manríquez luchó contra Fernando Rodríguez, con quien estaba el pueblo de Huete. El conde tenía consigo al rey niño y sucumbió y murió en la batalla.
10. Primeras campañas de Alfonso VIII
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Cuando el rey glorioso llegó a los quince años, Fernando Rodríguez y sus hermanos y amigos, cumpliendo el mandato del padre, entregaron las tierras y castillos que tenían al rey Alfonso. El rey, hecho un poco mayorb, comenzó a actuar como un hombre y a confortarsec en el Señor y a ejercitar la justicia, a la que siempre amó y sirvió con poder y sabiduría hasta el fin de su vida. Adolescente ya, puso sitio a Cuenca, a la que tuvo mucho tiempo asediada y por la gracia de Dios expugnó y tomó, y a la que por propia voluntad honró con la dignidad pontifical. Hoy es una de las más nobles y fuertes ciudades del reino de Castilla, tanto por su posición natural como por el trabajo del hombre. Recuperó después Logroño y otras villas y castillos en dirección a Navarra, que su tío el rey Sancho, hermano de su madred, había mantenido ocupados durante largo tiempo. Por aquel entonces alzó un gran y fuerte ejército contra su tío paterno Fernando, rey de León, y recuperó toda la tierra que se llama del Infantazgoe. El rey Fernando se había casado con Urraca, hija de Alfonso, rey de Portugal. Urraca, sin embargo, no podía ser su esposa legítima, ya que eran parientes en tercer grado según el cómputo canónico, pues el emperador y el rey de Portugal estaban La batalla de Huete (en la actual provincia de Cuenca) tuvo lugar el 9 de julio de 1164. b Obsérvese la progresión: quince años, un poco mayor, adolescente (un poco más abajo). c Tomo de O’Callagham (2002), las siguientes citas bíblicas: Josué 1, 18; 1 Crónicas 22, 13 y 28, 20, que nuestra Biblia traduce: “Esfuérzate y anímate, y ponte a la obra...”. d Se trata de Sancho VI (1150-1194), hermano de Dª Blanca (Cf. apartado 4), madre de Alfonso VIII. e Asumo la interpretación y traducción que propone Martínez Ortega (1998) en la página 351 de su citado artículo. a
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emparentados en segundo grado, puesto que eran hijos de dos hermanas, hijas del rey Alfonso, el que tomó Toledoa. Como dote de este enlace ilegítimo el rey había entregado al rey de Portugal muchos castillos, que después recuperó de él cuando fue capturado en Badajoz, y arrojado de la montura de tal manera que nunca más pudo montar a caballo. También fue entonces capturado Gerardo, alias “Sin miedo”, quien fue entregado a Rodrigo Fernández, el Castellano, al que, a cambio de su libertad, Gerardo entregó Montánchez, Trujillo, Santa Cruz y Monfra, que el mismo Giraldo había ganado a los sarracenos. Empobrecido y desprovisto de toda ayuda, se refugió junto a los sarracenos, a los que había causado muchos daños, y por los que fue decapitado en tierras marroquíes con un pretexto baladíb.
11. Alfonso IX, rey de León (1188-1230) De Urraca el rey Fernando tuvo un hijo, Alfonso, rey de León, que ahora reina en el puesto de su padre. Cuando murió el rey Fernando, su hijo, que entonces era adolescente, temió ser privado del reino por el poder de don Alfonso, glorioso rey de Castilla, cuyo honor y fama había llenado gran parte del orbe. Alfonso era entonces terrible y muy de temer por todos los reyes vecinos, tanto sarracenos como cristianos. Se trató, pues, y se convino que una de las hijas del rey de Castilla se casara con Alfonso, rey de León, contra el mandato de Dios y las leyes canónicas, pues los reyes, como hijos de dos hermanos, eran familiares en segundo grado. Se acordó además y se firmó que el rey leonés sería hecho caballero por el rey de a
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He aquí un esquema del parentesco: Alfonso VI
Urraca
Raimundo de Borgoña
Enrique de Borgoña
Alfonso VII
b
Teresa
Alfonso I, de Portugal
Fernando II, de León Señala Cirot que se trata de detalles inéditos.
Urraca
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Castilla y besaría entonces su manoa. Y así se hizo. En unas Cortes, celebradas con noble y notable concurrencia en Carrión de los Condesb, el rey de León recibió el espaldarazo del rey de Castilla en la iglesia de San Zoilo y besó su mano en presencia de gallegos, leoneses y castellanos. Pasado un pequeño intervalo de apenas dos meses, cuando se celebraban otra vez solemnes Cortes en la misma villa de Carrión, Conrado, hijo de Federico, emperador de los romanos, fue armado caballero por el rey de Castilla, quien le prometió en matrimonio a su hija doña Berenguelac, que apenas tenía ocho años. Consiguió además que se le hiciera por parte de todo el reino el homenaje de que el mismo Conrado reinaría después de él, si aconteciera que muriera sin descendencia masculinad, pues en aquel entonces el rey glorioso don Alfonso no tenía hijo, sino hijase.
12. Preparativos para la batalla de Alarcos Había ya edificado Plasenciaf, ciudad populosa y rica, y había ganado a los sarracenos el muy fortificado castillo de Alarcóng. Comenzó entonces a edificar la villa de Alarcosh, y, sin acabar a Hechos significativos y humillantes. Suponían de hecho el vasallaje del rey de León al rey de Castilla. b En la comarca de Tierra de Campos, en la actual provincia de Palencia. c Tal promesa de matrimonio quedó sin efecto inmediatamente después de la vuelta de Conrado a su patria, gracias a las gestiones del primado de Toledo y del legado papal, el cardenal Gregorio, diácono de Sant’Angelo. d J. González (1960), II, 857-863, publica el tratado entre Alfonso VIII y Federico de Alemania concertando el matrimonio de sus hijos. e J. González (1960), I, 194-214, traza un cuadro de los hijos de Alfonso VIII. Fueron éstos: Dª Berenguela, reina de Castilla por herencia y de León por casamiento; Sancho, que vivió poco tiempo; Sancha, pronto fallecida también; Dª Urraca, que casó con Alfonso de Portugal; Dª Blanca, que fue mujer de Luis VIII de Francia; Fernando, del que habla nuestra Crónica y cuya muerte el 14 de octubre de 1211 nos relata con dolor; Mafalda, pronto fallecida; Dª Leonor, que casará con Jaime de Aragón; Dª Costanza, abadesa de las Huelgas, y Don Enrique, rey de Castilla. f Plasencia está situada al norte de la actual provincia de Cáceres, a orillas del río Jerte, Fundada el 12 de junio 1186. En 1189 le concedió la dignidad episcopal. g Situado a 87 kms al sur de Cuenca. Su término se encuentra regado por el río Júcar. Fue tomado por Alfonso VIII en 1184. h Estaba situado en la ribera izquierda del Guadiana, al oeste de Ciudad Real. Su construcción comenzó en 1193.
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todavía la muralla y no suficientemente afianzados los pobladores del lugar, declaró la guerra al rey marroquí, cuyo reino era entonces floreciente y temido por los reyes vecinos por su poder y esplendor. Envió, pues, el rey de Castilla al arzobispo toledano don Martína, de feliz memoria, hombre discreto, benigno y generoso, que de tal manera era querido por todos que de todos era considerado padre. Llevó el arzobispo consigo hombres animosos y valientes y una multitud de soldados y hombres de a pie, con los que devastó gran parte de la tierra de moros de aquende el mar, expoliándola de muchas riquezas y de una infinidad de vacas, ganado y jumentos. Cuando el rey marroquí el tercero Abdelmún, del cual antes se ha hecho menciónb, lo supo, dolido en lo más profundo de su corazónc, salió al punto de Marruecos, reunió gran cantidad de soldados y de hombres de a pie, pasó el mar, llegó a Córdoba y, pasando el puerto de Muradal con gran rapidez, se extendió sobre la planicie del castillo que ahora se llama Salvatierrad. El glorioso rey don Alfonso, cuando supo la llegada del moro Mirammamolín (así se denominaba a los reyes marroquíes), mandó a sus vasallos que le siguieran con toda rapidez. Él, como león rugiente que se estremece ante la presae, precedía a los suyos y con enorme rapidez llegó hasta Toledo. Se detuvo allí algunos días en espera de los grandes de la tierra, de sus nobles vasallos y de la multitud de pueblos que le seguían. De allí condujo sus campamentos a Alarcos, donde acampó con el firmísimo propósito que después de sucedido se supo: combatir con Mirammamolín, si rebasaba, camino de Alarcos, el lugar llamado El Congosto, que era considerado el límite del reino de Castilla. Prefería exponer su vida y reino a tan gran peligro y someterse a la voluntad de Dios, luchando con el susodicho rey de los moros, que era considerado el más poderoso y rico de
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Don Martín López de Pisuerga, arzobispo toledano de 1191 a 1208. En el apartado 6. Se trata de Abû Yûsuf Ya‘qûb al-Mansûr. Volvemos a recordar que ofrecemos un cuadro sinóptico de la dinastía almohade. c Génesis 6, 6, ya citado en el apartado 4. d En el Campo de Calatrava, cerca de Ciudad Real. e Ezequiel 22, 25: “como ruge el león y despedaza la presa”. a
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todos los sarracenos, a permitirle traspasar cualquier palmo del terreno de su reino. Por esto tampoco quiso el glorioso rey de Castilla esperar al rey de León, que marchaba en su ayuda y que se encontraba ya en tierras de Talavera, por más que este consejo le dieran hombres prudentes y expertos en cosas de guerras. Llegó Mirammamolín al lugar llamado El Congosto entre el castillo de Salvatierra y Alarcos, y acampó allí.
13. La batalla de Alarcos (19 julio 1195)
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Cuando el glorioso rey de Castilla lo supo, ordenó a todos los suyos que a primera hora de la mañana salieran armados al campo para luchar contra el rey de los moros, pues creía que ese mismo día el rey de los moros se presentaría al combate. Los castellanos, al llegar la mañana, salen al campo preparados para luchar, si hubiese enemigo contra quién blandir las armas. Pero los moros descansaron ese díaa preparándose para el siguiente, deseando al mismo tiempo eludir a sus enemigos de forma tal que, fatigados éstos ese día por el peso de las armas y por la sed, se encontraran al siguiente menos aptos para la batalla. Y así sucedió. El glorioso rey de Castilla y su ejército, después de esperar al enemigo en el campo desde el amanecer hasta después del mediodía, cansados del peso de las armas y por la sed, volvieron a los campamentos pensando que el rey de los moros no se atrevía a luchar con ellos. Pero el rey de los moros ordenó a los suyos que se prepararan para la batalla alrededor de media noche, y muy de mañana aparecieron súbitamente en el mismo campo que el rey castellano había ocupado el día anterior. Se originó un revuelo en los campamentos de los cristianos, y, lo que suele suceder con frecuencia, la imprevista presencia de los moros produjo en los enemigos estupor y temor al mismo tiempo. Saliendo de los campamentos rápidamente y sin orden, marchan al campo y miden sus armas. En la primera línea de los cristianos caen importantes hombres: Ordoño García de Roda y sus hermanos, a
Era el 18 de julio de 1195. La batalla de Alarcos tuvo lugar al día siguiente.
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Pedro Rodríguez de Guzmán y Rodrigo Sánchez, su yerno, y otros muchos. Se despliegan los árabes para perdición del pueblo cristiano. Una innumerable cantidad de flechas, sacadas de las aljabas de los arcos, vuela por los aires, y, enviadas hacia lo incierto hieren con golpe certero a los cristianos. Se lucha con fuerza por ambos bandos. El día, pródigo en sangre humana, envía moros al tártaro y traslada cristianos a los eternos palaciosa. El noble y glorioso rey, viendo a los suyos caer en la batalla, se adelanta, se mete en medio de los enemigos y abate virilmente, con los que le asistían, muchos moros a derecha e izquierda. Pero dándose cuenta los que le asistían más de cerca que no podrían hacer frente a la innumerable multitud de moros, puesto que ya muchos de los suyos habían caído en el combate (había durado la batalla mucho tiempo y el sol había calentado al mediodía en la festividad de Santa Marina), le suplicaron que se alejase y preservara su vida ya que el Señor Dios se mostraba airado con el pueblo cristiano. Pero no quería prestarles oído y prefería acabar la vida con muerte gloriosa a retroceder, vencido, de la batalla. Los suyos, dándose cuenta que el peligro era inminente para toda Hispania, lo apartaron del combate, casi de mala gana y a regañadientes. Llegó, pues, a Toledo con pocos soldados, doliéndose y gimiendo por la gran desgracia que había acontecido. Diego López de Vizcaya, noble vasallo suyo, se refugió en el castillo de Alarcos, donde fue asediado por los moros, pero por la gracia de Dios, que lo reservaba para grandes cosas, mediante la entrega de algunos rehenes, pudo salir y, siguiendo al rey, llegó a Toledo a los pocos días. El rey de los moros saqueó los expolios; tomó algunos castillos como la torre de Guadalferza, Malagón, Benaventeb, Calatrava, Alarcos y Caracuelc, y así volvió a su tierra.
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Cf. Prudencio, Hamartigenia, 882. Martínez Ortega (1998) afirma, con toda razón, que por el contexto no se puede referir aquí a la ciudad de Benavente en la provincia de Zamora sino al actual “Caserío de Benavente, en el término municipal de Ciudad Real, aunque sólo a unos 4 kms al este de Alcolea de Calatrava”. c Según Martínez Ortega (1998), se trata, por el contexto, de “Caracuel de Calatrava (Ciudad Real)”. a
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14. Alfonso IX de León declara la guerra a Castilla
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El rey de León, que iba en ayuda del rey de Castilla, llegó a Toledo y por consejo de algunos satélites de Satanás se convirtió en arco de maldada, buscando ocasiones para apartarse del amigo, y de amigo se convirtió en enemigo cruel, pues guardaba en la profundidad de su alma el recuerdob de lo que sucediera en las Cortes celebradas en Carrión, de las que anteriormentec se hizo mención. Se marchó, pues, de Toledo indignado con el glorioso rey, porque no había querido darle unos castillos que le había pedido, y se congratulaba y se gozaba del infortunio acaecido a los castellanos. Se alió enseguida con el rey marroquí y, tras recibir de él dinero y una multitud de soldados armados, declaró la guerra al rey de Castilla. Y así al año siguiente, cuando los reyes suelen ponerse en campañad, como Miramamolín devastara la Trasierrae y tuviera casi asediada la ciudad de Toledo durante muchos días, el rey de León entró en el reino de Castilla por Tierra de Campos con la mencionada multitud de moros (quienes, como enemigos de la Cruz de Cristo, cometieron muchas atrocidades en contumelia y deshonra de la religión cristiana en las iglesias y en el ajuar eclesiástico), y llegó hasta Carrión, donde determinó borrar la injuria que creía que se le había causado cuando besó la mano del rey de Castilla. Por aquel mismo tiempo el rey de Navarra, Sancho, que emparentaba con el rey de Castilla en segundo grado de consanguinidad por una y otra partef, edificó cierto castillo junto a las Salmo 78: 57: “y se volvieron como arco engañoso”. Cf. VERG. Aen. 1, 26: “...manet alta mente repostum...”. c En el apartado 11. d 2 Samuel, 11, 1. e De hecho se apoderó de Montánchez, Santa Cruz, Trujillo y Plasencia. f Según este esquema: a
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García IV Ramírez, de Navarra Blanca
Sancho III,
hermano de Sancha
Sancho VI, el sabio (1150-1194) Sancho VII de Navarra, el Fuerte (1194-1234)
Alfonso VIII
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viñas de Logroño, al que llamó Corvo, y comenzó a devastar el reino de Castilla por aquella parte, ya que creía tener causa justa para la guerra. Así, pues, daba la impresión de que los cristianos, aliados con los moros en una coalición de impiedada, conspiraban para destruir al rey de Castilla. Causaban por todas las partes del reino los atroces males que podían, de forma que en todo el reino ni un ángulo podía hallarse en el que sentirse seguro. El fuego de la ira del Señorb parecía crecer y abatir la soberbia, que quizás tuviese el noble rey por su gloria anterior, para que entendiera el prudente y noble rey que el reino de los hombres está en manos de Dios y lo da a quien quierec.
15. Alianza de Pedro II de Aragón con el rey de Castilla Pero el rey glorioso, como quien no se quiebra mucho con la adversidad ni se ensoberbece en la prosperidadd, poniendo toda su esperanza y confianza en Nuestro Señor Jesucristo, cuya fe siempre con toda firmeza aceptó, mantuvo y defendió contra toda herética maldad, se preparó a defender virilmente su reino. Por aquel tiempo Sancha, reina de Aragón, tía paternae del rey de Castilla, tenía bajo su tutela a su hijo, tierno aún adolescente, Pedro, rey de Aragón, y al propio reino. No mucho después de la batalla de Alarcos, Alfonso, rey de Aragón, hijo del conde de Barcelona y padre del citado rey Pedro, entró en Cf. Isaías, 58, 6. Cf. Salmo 78, 21: “Y fuego se encendió contra Jacob, y subió la ira contra Israel”. c Daniel, 4, 14: “...para que sepan los vivientes que el Altísimo es dueño del reino de los hombres, y lo da a quien le place”. Cf. también Daniel, 4, 29 y 5, 21. d La idea la encontramos ya en SEN. De beata uita, 7, 4, 2: “...nec extollant fortuita nec frangant...” e Hija de Alfonso VII. Hermana, pues, de Sancho III de Castilla, padre de Alfonso VIII. Casada con Alfonso II de Aragón (1162-1196) y madre de su sucesor Pedro II (1196-1215). Arizaleta (2006) considera la relación entre Alfonso VIII y su tía Sancha como “una historia de amor, más recibido que compartido” y hace cuatro posibles lecturas del relato: sentimental y de ficción, política, con base en las Sagradas Escrituras y en referencia al “poema Castia gilós, generalmente atribuido a Raimon Vidal de Besalú”. a
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el camino que ha de seguir toda carnea. Se sospechaba de él que maquinaba todo el mal que podía en perjuicio del reino del rey de Castilla; pero la citada reina amaba, incluso en vida de su marido, al rey de Castilla sobre todos los hombres, de forma que por esta razón resultaba muy odiosa a su esposo. Cuando se presentó propicia la ocasión, el fuego del cariño, que había estado un poco oculto en el pecho de la reina en vida de su esposo por miedo al mismo, estalló en llama manifiesta y confederó de forma indisoluble a su hijo con el rey de Castilla, procurando, como sensata Abigailb, ayudar con todas sus fuerzas al rey de Castilla. Pero para que el rey de Aragón, que estaba algo necesitado, pudiese llegar con toda rapidez en ayuda del rey de Castilla, recibió del rey de Castilla como regalo gran cantidad de dinero. Cuando el rey Pedro llegó a la adolescencia, por consejo de su prudente madre y acompañado de sus nobles vasallos, vino junto al rey de Castilla e inseparablemente se le unió mientras la guerra duró. Tras reflexionar con toda prudencia, los reyes pusieron sus campamentos junto a Ávila, en un lugar sanísimo y frío en medio del verano, conocido popularmente como Palomerac. Desde allí, si fuese necesario, podrían fácilmente ayudar a los suyos, que estaban en la Trasierra y defendían villas y castillos contra el rey marroquí, y a aquellos que estaban en la Tierra de Campos. Situados en medio, eran temidos por los enemigos de uno y otro lado, a los que no les permitían vagar a sus anchas como quisieran. Cuando se cercioraron de que el rey marroquí se volvía a su tierra, levantaron sus campamentos contra el rey de León, enviando por delante con una multitud de soldados a Fernando Rodríguez de Albarracín, hombre noble, prudente y valeroso, para que detuvieran al rey de León y a su ejército en el reino de Castilla y no le permitieran volver a su tierra con entera libertad. Salmo, 65, 3: “A ti recurren todos los hombres”. El texto latino de VVLG. psal. 64, 3: “Ad te omnis caro veniet” es más ilustrativo. Nótese, no obstante, el eufemismo. Alfonso II murió en abril de 1196. b 1 Samuel 25, 3: “...y su mujer, Abigail; era una mujer bien ponderada...”. c O Paramera (Ávila). a
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Pero el rey de León, que lo supo con anterioridad, volvió con gran rapidez a su tierra, de manera que el citado noble, Fernando Rodríguez, no pudo alcanzarlo en el reino de Castilla, pero lo persiguió, no obstante, hasta su propio reino. Los reyes con sus ejércitos fueron tras los soldados, que habían enviado por delante. Entraron en el reino de León, devastando por doquier toda la tierra, puesto que no tenía defensor. Expugnaron y tomaron por la fuerza la ciudad de Castroverdea, donde fueron hechos prisioneros con todos sus soldados el conde Fernando de Cabrera, el noble Álvaro Peláez, Pedro Ovario, y el noble portugués Alfonso Armillez. Después, avanzando más, se acercaron a Benavente, en donde estaba el rey de León con los moros y cristianos vasallos suyos. Llegaron hasta Astorga, algunos incluso hasta Rabanalb y otros hasta el comienzo de la tierra que se llama El Bierzo. Y así, devastando las regiones circundantes, volvieron a León, y, poniendo asedio a Castillo de los Judíosc, lo tomaron por la fuerza, y, fortificándolo, lo retuvieron. Y con gran honor y mucho botín se volvieron al reino de Castilla. Al año siguiente, es decir, al tercero después de la batalla de Alarcos, el rey marroquí vino de nuevo a la Trasierra y asedió la villa de Madrid. La mantuvo asediada muchos días, pero la protegió el poder de Dios por medio de Diego López y de otros nobles y del pueblo que estaban en la misma villa. Entonces el rey se retiró del asedio y marchó hacia Uclés y Hueted y Cuenca, y después se volvió a su tierra. En ese mismo tiempo, el rey de León recuperó Castillo de los Judíos junto a León. El rey de Castilla y el rey de Aragón invadieron otra vez el reino leonés y causaron a los leoneses mucho daño. El rey de León marchó junto al rey marroquí, al que encontró en Sevilla.
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Se trata de Castroverde de Campos, en la actual provincia de Zamora. Rabanal de Camino, en la actual provincia de León, como Astorga y la región del Bierzo, lindante ya con Galicia. c Según Martínez Ortega (1998) hoy recibe el nombre de “Puente de Castro, municipio de León, junto al río Torío”. d Ambos, es superfluo anotarlo, en la provincia de Cuenca. b
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Finalmente con la firma de una tregua entre el rey marroquí y el rey de Castilla, aquel se volvió a Marraquez, capital de su reino, y se rehizo la paz entre los reyes de León y Castilla. Paz que no pudo llevarse a cabo sino por el matrimonio de doña Berenguela, hija del rey de Castilla, con el rey de León, en un matrimonio de hecho, porque según derecho no era posible, ya que los reyes eran parientes en segundo grado de consanguinidad.
16. Alfonso VIII y Sancho VII de Navarra
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El glorioso rey de Castilla, que no olvidó los daños que el rey de Navarra le había causado a él y a su reino en el tiempo de su tribulación, entró en su reino y comenzó a devastarlo. El rey de Navarra, viendo que no podía resistirle, abandonó su reino y se refugió junto al rey marroquí: fue a la ciudad de Marraquez para implorar su ayuda y suplicar que se dignara socorrerlea. Entretanto el rey de Castilla asedió Vitoria y, mientras duraba el asedio, adquirió todos los castillos vecinos, Treviño, Argazónb, Santa Cruz, Alchorroza, Vitoria la Vieja, Arlucea, la tierra que se llama Guipúzcua, incluso San Sebastián, Marañón, San Vicente y algunos otros. Finalmente se le entregó Vitoria, y así obtuvo toda Álava y las tierras vecinas, y victoriosamente volvió a Castilla. El rey de Navarra, desasistido de toda ayuda, aunque recibió cierta suma de dinero y consiguió que el rey marroquí le asignara en Valencia unos réditos, permaneció en tierras marroquíes mucho tiempo. Se firmó una treguac entre el rey de Castilla y el rey de Navarra, quedando todos los castillos y villas que el rey de Castilla había conquistado en el reino del rey de Navarra en poder del rey de Castilla. a Jiménez de Rada, Historia de rebus Hispaniae, 7, 32, narra pormenorizadamente tanto las razones de la “huida” del rey navarro a tierra de moros como la conquista del territorio alavés por el rey de Castilla. b Se trata, según Martínez Ortega (1998), del “castillo de Arganzón, cerca de Puebla de Arganzón (Burgos), dentro del Condado de Treviño. c Parece ser que por tres años.
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17. Alfonso VIII en Gascuña Después de esto, el glorioso rey de Castilla, para quien no existía más descanso que nunca descansar ni más placer que la actividad constantea, se esforzó en obtener toda la Gascuña, a la que creía tener derecho ya que se la prometió su suegro, Enrique, rey de los ingleses. El noble rey de Castilla se había casado con la hija del citado rey Enrique doña Leonorb, nobilísima en costumbres y linaje, honesta y muy prudente, con la que, se decíac, el rey Enrique había prometido Gascuña a su yerno el rey de Castilla. Por aquel tiempo Juan, por sobrenombre Sin Tierra, hermano de la citada reina doña Leonor, tenía el reino de Inglaterra. El rey Enrique tuvo cuatro hijos: el rey joven y el conde de Bretañad, que murieron ambos antes que su padre; Ricardo, conde de Poitou, que sucedió al padre en el reino y que, cuando volvía de las tierras allende el mar, al asediar una fortaleza en tierra del Lemosín o cerca, herido letalmente con una flecha, entró en el camino que ha de seguir toda carnee; y el cuarto, Juan Sin Tierra, que sucedió en el reino a su hermano Ricardo, que murió sin descendencia. En tiempos de este rey Juanf, a quien Felipe, rey de los francos, había privado de Normandía y Andecaviag y de la tierra de Tours y de la populosa ciudad de Poitiersh, el rey Apocalipsis, 4, 8: “Y no se daban descanso día y noche”; Isaías, 62, 6: “no callarán ni de día ni de noche”; Ov. Tris., 5, 1, 33: “quisque nulla nisi in studio”. b Leonor de Plantagenet, hija de Enrique II de Inglaterra y Leonor de Aquitania c Sirva como prueba, y no obstante la renuncia a estas tierras que en este mismo apartado leeremos, el siguiente dato que obtenemos de Julio González (1960), I, p. 188, nota 171: “Alfonso X, en 1 de mayo de 1524, cedió a don Eduardo el derecho “que tenemos o casi tenemos o debemos tener en toda Gascuña...por razón de la donación que hizo o se dice haber hecho Henrique, rey que fue de Inglaterra, y su mujer Leonor, a su hija Leonor y al rey de Castilla Alfonso””. d Godofredo era su nombre. Falleció en 1180. e Salmo, 65, 3, ya citado y comentado en el apartado 15. f Juan Sin Tierra reinó en Inglaterra desde 1199 hasta 1216. g Región de Francia, que actualmente ocupa sobre todo el departamento de Maine-et-Loire y es más conocida como Anjou. Su capital es Angers. Estas dos regiones fueron confiscadas en 1202 a Juan Sin Tierra por Felipe Augusto. h Se trata, pues, de gran parte del territorio que los Plantagenet poseían, como vasallos de los Capetos, en la actual Francia. a
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de Castilla con algunos de sus vasallos invadió Gascuña y la ocupó casi en su totalidad, a excepción de Bayona y Burdeos. Ocupó también Blaye y Bourgea, que están más allá del Garona, y la tierra que hay entre los dos maresb, y así volvió a su reino. Antes de marchar a Gascuña, se había firmado una tregua entre él y el rey de León. Al volver de Gascuña firmó la paz y perdonó a don Diego Lópezc, que había estado desterrado ya mucho tiempo. La causa de la discordia entre el glorioso rey de Castilla y el rey de León había sido que el rey de León había repudiadod a doña Berenguela, hija del rey de Castilla, de la que el rey de León había tenido ya dos hijos y dos hijas. Aunque el noble rey de Castilla, como varón sabio y discreto, comprendía que trabajar en la adquisición de Gascuña era como arar una piedrae, impulsado, sin embargo, por cierta necesidad, no podía desistir de lo comenzado. Pero la pobreza de la tierra y la inconstancia de los hombres, en los que rara vez encontraba fidelidad, volvieron la tierra de Gascuña odiosa al rey, si bien el amor a su esposa y el deseo de no causarle tristeza le empujaban a insistir pertinazmente en la empresa. Viendo que no conseguía nada, desligó finalmente a los Gascones, tanto nobles como a gente del pueblo, del juramento y homenaje al que estaban obligados. ¡“Dichoso el día” y para siempre amablef al reino de Castilla aquel, en el que el glorioso rey cesó de la pertinacia y desistió de lo comenzado! Gascuña hubiese podido secar la fuente inagotable de oro y ahogar la nobleza de grandes hombresg. a
Bourg-sur-Gironde es el nombre actual. Región francesa comprendida entre los ríos Garona y Orduña. c Jiménez de Rada, 7, 33, nos informa, aunque no dé razones, de la enemistad de Diego López con Alfonso VIII y nada dice de su reconciliación. Nuestra Crónica menciona la reconciliación, pero nada dice ni de la enemistad ni de sus motivos, que parecen estar en la conquista de Álava por Alfonso VIII. d La separación de estos esposos fue impuesta por el Papa, dado el parentesco entre ambos cónyuges. e Cf. VERG. Aen. 4, 212: litus arandum. f Expresión formada a partir de 1 Macabeos 10, 55: “Dichoso el día” y Hor. Carm. 1, 5, 10: “semper amabilem”. g No parece el cronista partidario de estas incursiones en Gascuña. b
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18. El infante Fernando. Guerra contra los moros Antes de que el rey noble invadiera Gascuña dio en matrimonio a su hija niña, de nombre Blanca, que ahora está coronada como reina de los francos, al hijo de Felipe, rey de los francos, Luis, que ahora reina en el reino franco en el sitio de su padrea. Después de volver de Gascuña entregó como esposa a otra hija suya, de nombre Urraca, a Alfonsob, hijo de Sancho, rey de Portugal, que después reinó en lugar de su padre Sancho en el mismo reino. Por ese tiempo el rey glorioso tenía dos hijos: Fernando y Enrique. Cuando Fernando llegó a los años de la pubertad era de tanta liberalidad, por no decir prodigalidadc, que, por más que diera, pensaba que nada había dado si aún había quienes pedían, cuya avaricia no era capaz de saciar suficientemente. De todas partes de Hispania confluían en caterva a él nobles, a todos los cuales recibía como conocidos y su indigencia con muchos regalos aliviaba. Joven imberbe, sin que lo supiera el tutor, disfrutaba con los caballos y los perros, y con la hierba del campo soleadod, jugaba con aves de diverso género. Sus iguales alababan sobremanera sus costumbres. Al hacerse un poco mayor y llegar al final de la adolescencia, se revistió de prudencia y comenzó, con el vigor de la edad juvenil, a despreciar todo aquello en lo que antes se gloriaba y a aficionarse al uso de las armas, juntándose de buen grado con los que conocía valerosos en las armas y expertos en asuntos de guerra. Ardía en deseos de guerrear con los sarracenos y lo comentaba con los familiares, dándole muchas vueltas en su mente. Ya no le agradaba otra cosa que la milicia y el uso de las armas.
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La boda entre Luis VIII de Francia y doña Blanca tuvo lugar el 23 de mayo de 1200. Los datos aquí reseñados indican que esta parte de la crónica está redactada entre 1223 y 1226, años en los que reinó Luis VIII. b Se trata de Alfonso II de Portugal (1211-1223) y el matrimonio se celebró en 1208. c Expresión muy similar a la que encontramos en el apartado 6 referida al “vicio” de la prodigalidad del que hacían gala los moabitas. A. Rodríguez (2003) reflexiona en sus páginas 139-144 sobre “Largitas/prodigalitas. La generosidad como virtud...”. d HOR. ars 161/162: Imberbus iuuenis, tandem custode remoto,/ Gaudet equis canibusque et aprici gramine campi. a
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El rey glorioso, que conocía el deseo de su hijo y veía su belleza (era muy hermoso) y el vigor de su edad juvenil, se gozaba en él y daba gracias a Dios que le había concedido un hijo tal que podía ser ya su ayudante en el gobierno del reino y suplir en parte sus obligaciones en los asuntos de guerra. Guardaba el rey en la profundidad de su alma el recuerdoa que nunca de ella se había borrado: el infortunio que había padecido en la batalla de Alarcos. Muchas veces recordaba en su espíritu aquel día, teniendo deseos de venganza sobre el rey marroquí, y sobre ello rogaba muchas veces al Señor. El Altísimo, que es paciente vengadorb, viendo el deseo del rey glorioso, inclinó sus oídos y desde el excelso trono de su gloria escuchó su oraciónc. Así pues, el Espíritu del Señor irrumpió en el rey glorioso y lo revistió del poder de lo altod, y así llevó a la práctica lo que durante mucho tiempo había pensado. Confiando en la misericordia de nuestro Señor Jesucristo declaró la guerra al rey marroquí e inmediatamente entró con su hijo en tierras de dicho rey por la parte de Murcia, pero como tenía pocos hombres no pudo causar mucho daño a los moros. Mientras que él estaba en aquellas tierras, Alfonso Téllez y Rodrigo Ruiz, vasallos suyos, asediaron con algunos toledanos Torre de Guadalferza y, colocadas las máquinas, la tomaron por la fuerza. El rey marroquí, el cuarto después de Abdelmune, hijo del que vino a Alarcos, cuando supo que el rey de Castilla le había declarado la guerra, se indignó. Lleno de furor, como hombre valeroso y belicoso, impaciente por naturaleza, reunió gran cantidad de soldados de a pie y de a caballo. Abrió sus tesorosf y dio a los suyos unas soldadas muy espléndidas (el reino Cf. VERG. Aen. 1, 26, ya citado en el apartado 14. Eclesiástico, 5, 4: “Porque el Señor es paciente”. c Salmo 3, 5: “Clamaba con mi voz a Yavé y Él me respondió desde su monte santo”. Cf. también Eclesiástico 21, 6. d Jueces 14, 6: “Apoderose de Sansón el espíritu de Yavé”. Cf también Lucas 24, 49: “...revestidos del poder de lo alto”. e Abu ‘Abd Allah Muhammad al-Nasir (1198-1223). Expresión esta última que justifica y explica el ordinal que nosotros atribuimos a los primeros califas. f Mateo 2, 11: “...abriendo sus cofres...”. a
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marroquí florecía entonces en prudencia y riquezas) y atravesó el estrecho con una multitud de hombres de guerra. Pasó por Sevilla y Córdoba y, salvando el Puerto de Muradal, asedió el castillo de Salvatierra, que era entonces cabeza de los hermanos de Calatrava y que estaba fortalecida con muchas armas de diverso género, con trigo y cebada, legumbres de muy variada especie, con carnes y con hombres valerosos: los hermanos y otros nobles y preclaros varones. El asedio se afianzó y empezaron a atacar el castillo con máquinas de extraordinaria magnitud, ya que de otra forma parecía inexpugnable.
19. Los moros toman Salvatierra (Septiembre 1211) Cuando lo supo el rey noble, ordenó a don Diego que permaneciera con sus vasallos y algunos otros magnates junto a Toledo. El rey, por su parte, discurría por las villas y castillos de la Trasierra confortando los ánimos de los hombres, pero el ejército que pudo conseguir permaneció en la sierra de San Vicentea, pues en aquella ocasión le siguieron pocos concejos. Después de algo más de dos meses, el castillo de Salvatierra, por especial mandato del rey glorioso, se entregó al rey marroquí, puesto que ya no podían defenderlo. Las vidas de los que estaban dentro junto con los bienes muebles que pudieran llevar consigo fueron respetadas. ¡O, cuánto llanto de hombres y gritos de mujeres gimiendob todas a una y golpeando sus pechos por la pérdida de Salvatierra! Pero aquel llanto, por la misericordia y gracia de nuestro Señor Jesucristo, que ayuda a los suyos en los momentos oportunos y en la tribulaciónc, se convirtió en gozo al año siguiente. En verdad que, como si de un presagio se tratara, el nombre Martínez Ortega (1998) afirma, 354-355, que se trata de la “Sierra de San Vicente, cuyo punto más elevado es el pico San Vicente (1322 metros), que se encuentra en el municipio de Hinojosa de San Vicente (Toledo)”. b Jeremías 31, 15: “Una voz se oye en Ramá, un lamento, amargo llanto”. Cf. también Mateo, 2, 18. c Salmo 9, 10: “Y será Yavé un refugio para los oprimidos, un asilo en los tiempos de angustia”. s
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del castillo era SALVATIERRA, pues el Señor se sirvió de aquel castillo para salvar la tierra toda de dos maneras: la llegada aquel año del rey marroquí, pudiendo haber causado mucho daño, no dañó a ningún otro lugar; además la pérdida de Salvatierra fue la principal causa de la guerra gloriosa que se llevó a cabo al año siguiente en Navas de Tolosa, en la que por virtud de la Cruz de Cristo fue vencido el rey marroquí. Dolido, pues, en lo más profundo de su corazóna, el rey glorioso puso su alma en sus manosb. Consultó y deliberó con su hijo, con don Diego, con el arzobispo toledano y otros principales del reino. Se acordó que al año siguiente, poniendo su esperanza en Diosc, lucharían contra el rey marroquí, a no ser que él no quisiera. Salió, pues, un edicto del rey glorioso por todo el reino para que, interrumpida la construcción de muros en la que todos se afanaban, aprestaran sus armas de guerra y se preparasen para un próximo combate.
20. Muerte del infante Fernando Pasados apenas quince días, Fernando, hijo del rey, flor de la juventud, gloria del reino y mano derecha de su padre, corroído por una aguda fiebre, murió en Madridd. Se desmoralizó el corazón del rey, los príncipes y nobles de la tierra se quedaron atónitos, enmudecieron las gentes de las ciudades y se aterrorizaron los sabiose, considerando que la ira e indignación de Dios había decretado asolar la tierraf. En ningún lugar cesaron los llantos, los más viejos rociaron sus cabezas con cenizas, todos se vistieron de saco y cilicio, las vírgenes todas ayunarong y la faz de la tierra casi cambió profundamenteh. Génesis, 6, 6 ya citado en los apartados 4 y 12. Lucas. 23, 46: “Padre, en tus manos entrego mi espíritu”. c Salmo 78, 7: “Para que estos pusieran en Dios su confianza”. d Nacido en noviembre de 1189 murió a los 21 años de edad en octubre de 1211. e Jeremías, 8, 9: “Han sido confundidos los sabios”. f Jeremías, 12, 11: “Hicieron de ella una desolación, y está ante mí triste y asolada; toda la tierra es desolación”. g Lamentaciones, 1, 4: “sus vírgenes escuálidas”. h Semejantes muestras de dolor pueden verse en Jonás 3, 5-9, cuando los de Nínive, convertidos por el profeta, hacen penitencia de sus pecados, y en Lamentaciones 2,10. a
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La muy noble reina Leonor, al conocer la muerte de su hijo, deseó morir con él y, entrando en el lecho en que su hijo yacía, puso su boca sobre la de él y juntando las manos con las manosa se esforzaba en vivificarlo o en morir junto a él. Como afirman los que lo vieron nunca fue visto un dolor semejante a aquelb. Se puede exclamar con el pueblo: “¡Oh profundidad de la riqueza, de la sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Qué insondables son sus juicios e inescrutables sus caminos!c¡Cuán profundos son tus pensamientos! Y nosotros, insensatos, no lo entendimos”d. Lo que parecía comienzo de dolores y confirmación de males, eso mismo fue final de males y comienzo de gozo y consolación. El hijo del rey fue sepultado en el monasterio real que está situado junto a Burgos por el arzobispo toledano en presencia de la reina doña Berenguelae y con los lamentos de todos los que estaban en Castilla. Pero el rey glorioso y su esposa y don Diego permanecieron en la Trasierra. El arzobispo y la reina doña Berenguela volvieron al lado del rey, al que encontraron junto a Guadalajara. Después Rodrigo, arzobispo toledano, fue enviado al rey de Francia y a los príncipes y a otros nobles de aquellas partes para que les mostrara la angustia del pueblo cristiano y lo dudoso de la guerra futura. El rey noble, por su parte, marchó a Cuenca donde mantuvo una conversación con su amigo Pedro, rey de Aragón, al que bajo juramento comprometió a que se le uniera en Toledo al octavo día de la próxima fiesta de Pentecostés preparado para la guerra contra el rey marroquí. Tras la conversación, cada uno siguió su propia ruta. El rey noble, revestido del poder de lo altof, marchó al castillo de Alarcón, donde dijo adiós a su esposa e hija. Con pocos soldados y algunos hombres
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2 Reyes, 4, 34: “Subió [Eliseo] a la cama y se acostó sobre el niño, poniendo su boca sobre la boca del niño, sus ojos sobre los del niño, y sus manos sobre las manos del niño, y se tendió sobre él. La carne del niño se recalentó...”. b Lamentaciones, 1, 12: “Mirad y ved si hay dolor comparable a mi dolor”. c Romanos 11, 33. d Salmo 92, 6-7. e Doña Berenguela, hermana del infante Fernando, casada y separada, como hemos visto en apartados anteriores, de Alfonso IX de León. f Lucas 24, 49, antes ya citado. a
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de las villas y con sus domésticos tomó en menos de quince días el noble castillo de Jorquera, que parecía inexpugnable, y el de Alcalá y las Cuevas de Garandéna, y los fortaleció con armas y hombres. Con gozo volvió a su tierra.
21. Campañas para la guerra contra el moro y convención en Toledo
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Así fue el comienzo del gozo. Todos los que, a causa del dolor y de la angustia, se sentían desmoralizados por la pérdida de Salvatierra y por la muerte del hijo del rey, fueron confortados en el Señor y en el poder de su bondad, de manera que desde entonces el máximo deseo de todos, tanto nobles como gente de pueblo, era provocar con la guerra al rey marroquí. En verdad el poder de nuestro Señor Jesucristo, que verdaderamente es Dios y hombre, obraba ocultamente, porque pudo cambiar tan súbitamente los corazones de los hombres del temor a la audacia, de la desesperación a una gran confianza. El arzobispo toledano visitó al rey de Francia y, tras exponerle la razón de su viaje y la necesidad y angustia del pueblo cristiano, ni siquiera una palabra de ánimo pudo obtener de sus labios. Recorrió toda Francia suplicando a los magnates y prometiéndoles muchas cosas de parte del rey de Castilla, pero ni a uno de entre ellos pudo conmover. Envió además el rey noble, cuya total intención y afán se volcaba en esta empresa, a las partes de Poitou y Gascuña a un hombre sagaz, al maestro Arnaldo, su médicob, para que excitara los ánimos de los poderosos prometiendo muchas cosas de parte del rey para la guerra futura. Muchos nobles y magnates llegaron con el arzobispo de Burdeos desde aquellas tierras en ayuda del rey de Castilla a “Las Cuevas de Garandén” en castellano en el original latino. Cf. documento 197 en J. González (1983), II, 237-239, donde concede varios asentamientos y bienes...”para defensa del castillo y de las Cuevas “: “Dono itaque uobis et concedo Alcala, castrum meum, et Caueas de Garandem, sita in ripa de Xucar, et cum eis...”. Jorquera y Alcalá (del Júcar) se encuentran en la actual provincia de Albacete. El castillo de Las Cuevas de Garandén debía estar cercano al de Alcalá. b La palabra latina es physicus. Arnaldo no aparece entre los médicos reales citados por J. González (1983), I, 252.
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al siguiente verano, cuando el tiempo para el guerra era ya inminente. De las tierras de la Provenza, por las que había pasado el arzobispo, vino el arzobispo de Narbona y algunos otros nobles de la provincia vienensea. Alrededor, pues, de la fiesta de Pentecostés comenzaron a confluir gentes de todas partes a la ciudad de Toledo y, en el día octavo de la misma fiesta, Pedro, rey de Aragón, entró en Toledo como había prometido, acompañado solamente de un soldadob. Le siguieron después muchos y buenos vasallos suyos, expertos en asuntos de guerra. Mientras se reunían los nobles y el pueblo del rey de Castilla y del rey de Aragón, el rey noble de Castilla sufragaba suficientemente los gastos a todos los que habían venido de Poitou y de Gascuña y de la Provenza y de otras partes y al mismo rey de Aragón. Tanta abundancia de oro se distribuía todos los días que los contadores y apreciadores apenas podían numerar la cantidad de monedas que era necesaria para los gastos. Todo el clero del reino de Castilla, atendiendo a la necesidad del reino, había concedido en aquel año la mitad de todos sus réditos al reyc. Además de los estipendios diarios, envió una gran cantidad de dinero al rey de Aragón, antes de que éste saliera de su reino, pues era pobred y estaba obligado por muchos débitos. Sin ayuda del rey de Castilla no hubiese podido dar las pagas necesarias a los soldados suyos que debían seguirle. Deseosos, pues, todos de la guerra que se avecinaba se apresuran a levantar los campamentos, pero los de Poitou y otros ultramontanos ni tenían caballos aptos para la guerra ni jumentos para llevar los bagajes necesarios en la expedición. A todos los cuales el noble espíritu del glorioso príncipe, que derrochaba oro como agua, proporcionó con esplendidez lo necesario.
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a En el sur de Francia. Desde los tiempos de Roma, al menos, a orillas del Ródano se encuentra una ciudad llamada Vienne. b Detalle sólo mencionado por nuestra Crónica. c Detalle no mencionado en otras Crónicas. d Es la segunda vez que el cronista habla de la pobreza del rey de Aragón. Las restantes crónicas no se hacen eco de esta pobreza.
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22. En camino hacia el Puerto del Muradal Levantaron, pues, los campamentos en nombre del Señor Jesucristo y marcharon hacia Malagón, que en un momento y como en un abrir y cerrar de ojosa tomaron de las manos de los moros, despedazando a cuantos allí encontraron. Se encaminaron después a Calatrava, que se la entregó un moro llamado Abencalen, respetada la vida de los hombres y mujeres que allí encontraronb. Tomaron además Benavente, Alarcos y Caracuelc. Pero los ultramontanos, que solían vivir entre sombras en regiones templadas, notaron en exceso el calor del verano y el ardor del sol, y empezaron a murmurar diciendo que ellos habían venido, como se les había anunciado, a la guerra contra el rey marroquí, y que, como no lo encontraband, querían volver como fuera a su patria. Cuando los cristianos lo supieron, se dolieron todos de la vuelta que preparaban, pues eran casi 1.000 soldados nobles, expertos en las armas y poderosos, y casi 60.000 soldados de a pie armados. La cabeza y jefe de todos ellos era el arzobispo burdegalés. El rey noble, junto con el rey de Aragón se esforzó por detenerlos, pero no pudieron conseguirlo. Y aunque se aconsejó al rey noble que los aterrorizara con duras palabras y amenazas, ya que habían consumido cosas suyas y habían recibido de él muchos regalos, no quiso aceptar dicho consejo, sino que les permitió marchar en paze, regalando al arzobispo burdegalés a Los ejércitos salieron de Toledo el 20 de junio y el 24 de ese mes ya habían tomado Malagón, situada en la zona norte del Campo de Calatrava, en la actual provincia de Ciudad Real. b El 1 de julio y no sin resistencia. En esta ocasión se respeta la vida de los sarracenos. c Recordemos que en el apartado 13 los moros habían tomado todas estas fortalezas y castillos. Allí hicimos referencia a su localización. d Otras dos razones, o pretextos, para la vuelta de las tropas traspirenaicas. La segunda, el hecho de no encontrarse todavía con el rey marroquí, sólo la encontramos en nuestro autor. Los ultramontanos se retiraron el 3 de julio. e Hernández (2003), en su apartado Textos de Las Navas, pp. 107-110, explicita la distinta forma que adoptan los tres cronistas (Rodrigo, Lucas y Juan) ante la petición de ayuda por parte de Alfonso VIII, la llegada y la actuación de los “ultramontanos”.
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favores y gastos. No distaba entonces el ejército del rey marroquí del ejército cristiano dos días de camino. Admirable Dios en sus santosa, que tan providencialmente proporcionó a Hispania y sobre todo al reino de Castilla que, al marcharse los ultramontanos, la gloria de la victoria en la famosa batalla pudiera atribuirse no a los ultramontanos, sino a los hispanos. Aunque se marcharon, se quedaron unos pocos con Teobaldo de Blazón, hijo de Pedro Rodríguez de Guzmán, y con el arzobispo narbonense, que era oriundo de Cataluña. Los cristianos, que antes se habían sentido amedrentados, recobraron la moral y levantaron los campamentos hacia Salvatierra, donde los colocaron. Permanecieron allí al día siguiente y, por mandato de los reyes, tanto los nobles como el pueblo, salieron armados al campo como si ya tuvieran que luchar contra los enemigos. Terribles en verdad eran como escuadrones ordenados para la batallab; nunca tantas y tales armas férreas se habían visto en tierras hispánicas. Gozosos los reyes por tan dulce y tan terrible visión conciben ánimos ingentes y la esperanza de la victoria que se presiente infunde ánimos a los espíritus y vigor a los cuerpos de todos. Levantaron rápida y gozosamente los campamentos hacia el Puerto de Muradal y, cuando se acercaron a él, se dieron cuenta con toda claridad de que parte del ejército marroquí tenía el Puerto de Losa, por donde nadie podía pasar si ellos no querían. Los próceres se reúnen en junta. El rey de Aragón y el rey de Navarra (que entonces ya estaba presente, aunque llegó con pocos soldados), los arzobispos toledano y narbonense, Diego López, noble vasallo del rey glorioso, y otros magnates de uno y otro reino se juntan en la tienda del rey de Castilla para deliberar qué podía hacerse en tal circunstancia. Algunos pensaban que cada cual debía volver a su tierra, cosa que podía hacerse con honor y gloria, ya que
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a Salmo 68, 36: “Eres terrible, oh Dios, en tu santuario”. Más ilustrativo es también aquí el texto de la Vulgata, psal. 67, 36: Mirabilis Deus in sanctis suis” b Cantar de los cantares, 6, 3 y 9: “Terrible como escuadrón ordenado en batalla”.
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no era aconsejable de ningún modo pasar los montes. Otros opinaban que debía buscarse otro puerto; al rey glorioso, por su parte, le pareció deshonroso retirarse. Se separaron al atardecer sin encontrar solución alguna que les agradara, y decidieron implorar el auxilio divino según el consejo del rey Josafat, del cual se lee en el libro de los Reyes: Cuando ignoramos lo que debemos hacer, sólo tenemos la solución de levantar los ojos al cieloa.
23. Un pastor señala otro camino
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Solamente permaneciób con el rey glorioso en la tienda García Romero, varón noble, prudente, valeroso y vasallo fiel del rey de Aragón. Envió entonces Dios bajo la apariencia de pastor a unoc que, hablando en privado al rey glorioso, le prometió que indicaría a quien él ordenara un lugar muy cercano por donde todo el ejército podía atravesar sin peligro los altísimos montes. El rey se alegró muchísimo; mandó a García Romero que se acercara, y le contó lo que había oído al pastor. Salió enseguida García Romerod; por mandato del rey glorioso llamó a sus soldados y, con la guía del pastor, llegó, cuando el sol ya se ocultaba, a cierto lugar, desde donde vio con los ojos lo que el pastor había prometido al rey noble. Alegre y jubiloso retornó con rapidez junto al rey glorioso para anunciarle que había encontrado lo que el pastor había dicho. Se cree por los que juzgan con rectitud que no era “un puro hombre”, sino alguna fuerza divina, que, en tanta angustia, ayudó al pueblo cristiano, ya que, por una parte, tantos adalides, tantos pastores, tantos hermanos de Calatrava discurrían a menudo por aquellos lugares y,
a La cita corresponde en realidad a 2 Crónicas, 20, 12: “No sabemos qué hacer; nuestros ojos se vuelven a ti”. b Nuestra crónica es la única que anota este detalle. c Se llamaba Martín Halaja. d Fernández Valverde (1989), 8, 8, indica que también se adelantó Diego López de Haro. Y nos da la razón de la presencia de los dos nobles: era demasiado arriesgado confiar en tales momentos en “semejante persona”, en clara referencia al pastor.
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sin embargo, ninguno de ellos sabía algo de aquel lugar, y, por otra, no compareció posteriormente el pastor. Guardaron silencio aquella noche. Muy de mañana se divulgó la noticia en los campamentos. Todos se llenaron de gran gozo y, levantando los campamentos, pasaron en el mismo día del sábado los lugares escarpados de los montes y las concavidades de los valles y, descendiendo a la planicie, acamparon frente a los campamentos del rey marroquí. Cuando los moros vieron los campamentos cristianos, se llenaron por igual de estupor y de temora. A la mañana siguiente, en el día del Señorb, los moros salen al campo preparados para luchar, pero los cristianos descansaron aquel día, defendiendo las tiendas de las incursiones de los sarracenos. Los moros, ensoberbecidos, daban vueltas como locos por todos los sitios llegando hasta las tiendas de los cristianos, pero dándose cuenta que éstos no querían luchar aquel día volvieron, como vencedores, con su rey al lugar de sus campamentos. Brilla resplandeciente la aurora del solc anunciando el feliz día, en el que, si alguna mancha u oprobio había contraído el rey glorioso y su reino en la batalla de Alarcos, se había de purgar por la gracia de nuestro Señor Jesucristo y de su Cruz victoriosa, contra la que había blasfemado con sucia boca el rey marroquí. Se dice que, cuando supo que el rey glorioso había mandado al arzobispo toledano y a sus legados a Francia y a otras regiones de cristianos para invitar al pueblo seguidor de la fe católica a la próxima guerra, el a
Nótese la similitud, incluso a veces literal, con la descripción de la batalla de Alarcos. b Era ya el domingo 15 de julio. c En la Chronica leemos Aurora lucis rutilat, primer verso del Hymnus de Pascha Domini in matutinis laudibus. La referencia la hemos tomado del vol II, Hymnarius Moissiacensis, número 46, página 47, de Analecta hymnica medii Aevi de Guido Maria Dreves, S. I., Leipzig 1894. En el vol. 51 de esta Analecta encontramos, con el n° 84 y pág. 89, una edición crítica del mismo, debida a Clemens Blume, Leipzig 1908, bajo el epígrafe Hymni antiquissimi saec. V-XI. El himno consta de 12 estrofas tetrásticas compuestas, al estilo ambrosiano, con dímetros yámbicos acatalécticos. Posteriormente el himno fue dividido en tres partes que comienzan respectivamente por Aurora lucis rutilat, Tristes erant apostoli y Claro paschali gaudio.
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rey marroquí afirmó que él era poderoso para luchar contra todos los que adoraban el signo de la Cruz. ¡Señor Jesucristo, tu lo haces caer cuando se elevabaa! pues algunos se alzan hasta lo alto con desenfrenada soberbia, para despeñarse con más rápida caídab.
24. La batalla de Las Navas de Tolosac (16 julio 1212) Se levantan, pues, los cristianos después de la media noche en la hora en que Cristo, a quien daban culto, se levantó vencedor de la muerte. Tras la celebración solemne de la Misa, recreados con los vivificantes sacramentos del Cuerpo y de la Sangre de Jesucristo, nuestro Dios, y fortalecidos con el signo de la Cruz, toman rápidamente las armas bélicas y corren gozosos a la batalla como invitados a un banquete. No los retardan ni la dificultad y lo pedregoso de los terrenos ni las concavidades de los valles ni las escabrosidades de los montes; llegan al enemigo dispuestos a morir o vencer. En la primera fila por parte del glorioso rey estaba el noble vasallo, su fiel y valeroso Diego López y, con él, Sancho Fernándezd, hijo de Alfonso, rey de Aragón y Urraca, su hermana; su hijo, López Díaz, y otros consanguíneos, amigos y vasallos suyos. Por parte del rey de Aragón mandaba la vanguardia García Romero, varón noble, valeroso y fiel, y con él estaban otros muchos aragoneses, nobles y poderosos. Las otras filas estaban dispuestas a derecha e izquierda como exige el orden de las batallas. Los reyes dirigían, cada uno la suya separada de la otra, las últimas filas. El rey de Navarra, por su parte, tenía una fila con armas y hombres bien instruidos; y así cada cual caminaba de frente...y no retrocedían en su caminare. Salmo 73, 18. Mateo, 23, 12: “El que se ensalzare será humillado, y el que se humille será ensalzado”. c Ya en Andalucía, en la actual provincia de Jaén. d Sancho Fernández, como nos dice a continuación, era hijo del rey de Aragón, Alfonso II, y de la hermana de Diego López, Urraca. e Los puntos suspensivos marcan una laguna en el manuscrito. El texto latino está tomado literalmente de la VVLG, Ezech. 1, 12. La versión bíblica que utilizamos traduce así el texto completo de Ezequiel, 1, 12: “Todos marchaban de frente, a donde les impelía el espíritu, sin volverse para atrás”. a
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Los que estaban en la primera fila de combate encontraron a los moros preparados para la batalla. Se atacan, se lucha por doquier cuerpo a cuerpo con lanzas, espadas y mazas. No hay lugar para los saeteros. Insisten los cristianos, resisten los moros, se produce el fragor y ruido de las armas. Se mantiene la lucha, ni unos ni otros son vencidos, aunque en alguna ocasión unos caigan contra los enemigos y en otra sean repelidos por ellos. En cierto momento se llegó a gritar por algunos cristianos heridos, que retrocedían y huían, que los cristianos habían sucumbido. Cuando el rey glorioso y noble de Castilla, que estaba dispuesto antes a morir que a ser vencido, oyó este fúnebre clamor, ordenó a quien llevaba su bandera ante su persona que picara al caballo con las espuelas y subiera rápidamente al monte donde estaba lo fuerte de la batalla, lo que en seguida se hizo. Cuando ascendieron los cristianos, pensando los moros que casi nuevas filas les venían, ceden superados por el poder de nuestro Señor Jesucristo. El rey marroquí, que estaba sentado en medio de los suyos rodeado de satélites escogidos para la guerra, se levantó, subió a su caballo o a una yegua, y dio sus espaldas al huir. Los suyos mueren y caen en catervas, y el lugar de los campamentos y las tiendas de los moros se convierten en sepulcros de muertos. Los que huyeron de la batalla erraban, dispersos, por los montes como ovejas sin pastora y donde eran hallados los mataban.
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25. Avances en Andalucía ¿Quién puede contar cuántos miles de moros cayeron aquel día y descendieron a las profundidades del infierno?b De los cristianos, sin embargo (quienes pudieron entonar con el salmista: Señor, Señor Dios mío, que adiestra mi mano para el combate y mis dedos todos para la batalla, mi fuerza y mi refugio, quien me acoge y me libera y lo que siguec) murieron poquísimos en ese día. Saciados los cristianos con la efusión de la sangre de los Marcos 6, 34. Expresión, como varias en este apartado, hiperbólica. c Salmo 144, 1-2. a
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moros y cansados del peso de las armas, del calor y de la excesiva sed, volvieron, al caer el día, a los campamentos de los moros y descansaron allí aquella noche, encontrando en abundancia las vituallas que necesitaban. Levantaron después los campamentos y marcharon hacia adelante y, como hallaron vacío y abandonado el noble castillo de Vilches, lo ocuparon y fortificaron. Ocuparon además Baños, Tolosa y Ferrala. Llegaron después a Úbeda y la asediaron, pues encontraron allí encerrada una gran multitud de moros. Dejando desiertas otras ciudades, como Baeza, a la que los cristianos encontraron vacía, y otras villas vecinas, se habían reunido todos los moros en Úbeda como lugar más fortificado y apto para su defensa. Pero la multitud encerrada era numerosa y peligrosa para ella misma y casi perecían por el excesivo estrechamiento. Viendo, pues, los moros el poderío de los cristianos, que contra ellos ya había dado muestras al expugnarlos virilmente, y considerando también que estaban desasistidos de todo consejo y ayuda, puesto que el rey marroquí había huido a Sevilla e incluso se disponía a pasar el estrecho, se entregaron en manos del rey glorioso y del rey de Aragón con la condición de que, si se les conservaba la vida, se constituirían tanto ellos en persona como sus bienes todos en botín de su enemigo. Según contaban algunos de los mismos moros, que fueron capturados entonces en esa villa y que creían conocer el número de los encerrados, fueron hechos prisioneros allí casi 100.000 sarracenos, contando mujeres y niños. Todos los bienes muebles que se consideraron de valor fueron entregados al rey de Aragón y a los que con él habían venido a la guerra. También se llevó con él muchos moros cautivos. Aquella maldita multitud, que estuvo encerrada en la villa, fue dispersada por todas las regiones de los cristianos, puesto que de las distintas partes del mundo murieron unos pocos en la gloriosa y triunfal batalla.
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Todos ellos cercanos a las Navas de Tolosa.
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Habían determinado avanzar más, pero Dios, cuya voluntad nadie puede resistira, lo impidió. Ocultos son en verdad los juicios de Diosb. Quizás los cristianos pecaron de vanagloria y soberbia atribuyéndose a ellos mismos y no a Diosc el mérito de la victoria en la guerra. Y así, cuando descansaban algunos días en el asedio de la citada villa, tantas enfermedades y, principalmente una diarrea, sobrevinieron a tales y tantos cristianos que quedaron muy pocos sanos para defenderse de los enemigos si la necesidad lo requiriera. Por aquel tiempo hubo tanta mortandad entre los que habían permanecido alejados de la guerra que en aquel otoño murieron gran parte de los mayores y ancianos en las villas y ciudades. Los reyes, después de deliberar diligentemente, consideraron que de ninguna manera podían avanzar más, y a todos les pareció que debían volver a sus tierras. Destruyeron, pues, en parte los muros de la citada villa, quemaron las casas, arrasaron los árboles y las viñas que pudieron quemarse. Dejaron así Baeza en desolación, fortificaron los castillos antes dichos con hombres, armas y otras cosas necesarias, y volvieron a sus propios lugares con victoria, honor y mucho botín. Entonces el rey glorioso restituyó al rey de los navarros, que había venido en su ayuda, aunque con pocos, ciertos castillos que el mismo rey noble había tomado del reino de Navarra. El rey glorioso y noble, vencido y humillado el soberbio enemigo, fue recibido en Toledo con alegría y gozo por todo el pueblo que clamaba y decía: Bendito el que viene en el nombre del Señord. En tiempos de este noble triunfo, mientras los reyes católicos y sus vasallos exponían vida y reinos por la exaltación del nombre cristiano, el rey de León, como había hecho en tiempos de la otra guerra, declaró la guerra al rey de Castilla. Pero el
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Job, 9, 13: “Dios no reprime su cólera”. También aquí el texto de la VVLG, Iob 9, 13: “Deus, cuius irae nemo resistere potest” es más cercano a nuestro texto latino. b Salmo 36, 7. c Salmo 115, 1: “No a nosotros, Yavé, no a nosotros, sino a tu nombre has de dar gloria”. d Salmo 118, 26; Lucas, 19, 38. a
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rey glorioso, que deseaba morir con honor y gloria en la guerra con los moros, no tomó en cuenta lo que el rey de León había hecho, sino que quiso llegar con él a un acuerdo amigable para que se prestaran ayuda mutua contra los moros.
26. Toma de Alcántara y asedio de Baeza
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Entretanto, mientras se trataba de la paz, alrededor del comienzo de la cuaresma siguiente a la guerraa, el rey glorioso, que en ella tenía puesta toda su preocupación, con unos pocos soldados, con su guardia personal y con algunos de los concejos de la Trasierra se dirigió al castillo de las Dueñas, que ahora se llama Calatrava Nueva, lo tomó y lo retuvo. Tomó después Ecnavexore, que ahora se llama Santiago y es un castillo de los hermanos de la orden de Santiago junto a Montielb. Después asedió, lo que es digno de admiración, con aquellos pocos que estaban con él, el noble castillo de Alcarazc. Llegó después don Diego y algunos otros magnates y el asedio se afianzó. Fue expugnado viril y fuertemente con máquinas admirables. Finalmente por la gracia de Dios se rindió al rey glorioso, respetada la vida de los moros que entonces estaban allí. En el día de la Ascensión fue recibido el rey glorioso en la villa con una solemne procesión, después que el arzobispo toledano purificara la inmundicia de los moros y éstos se marcharan; y en ese mismo día el arzobispo celebró allí la misa. Por aquel entonces tomó también el rey noble otro castillo, muy defendido por la naturaleza, que está entre Segura y Alcaraz, a saber Riópard. Con honor y gloria alrededor de Pentecostés el rey volvió a tierras de Guadalajara. De allí, se dirigió hacia tierras de Castilla. Tenía como único y gran deseo acabar su vida contra los sarracenos por la exaltación Lógicamente ya de 1213. Se trata del actual Castellar de Santiago, en Ciudad Real, junto a Montiel, al sudeste de la provincia, en la margen izquierda del río Jabalón. Martínez Ortega (1998) propone transcribir como “Iznavejor”. c En la actual provincia de Albacete, pero cercana, unos 90 kms, a Valdepeñas en Ciudad Real. d En la comarca de la Sierra de Segura, en la provincia de Albacete. a
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del nombre de Jesucristo; pero se daba cuenta que el rey de León obstaculizaba bastante aquel tan santo y tan laudable propósito. Entregó entonces muchas pagas a los nobles y grandes regalos a los magnates, y convocó a una multitud innumerable de pueblos para que, al menos aterrado por el miedo, el rey de León firmara la paz con el rey glorioso, Si no quería ayudarle contra los moros, que no le pusiera, al menos, impedimentos. Así pues firmaron la paz los reyes por mediación de Diego y, expulsado de ambos reinos Pedro Fernándeza, el rey de León se obligó a entrar a tierras de moros por su parte. Y así se hizo. Temiendo el rey glorioso la inconstancia del rey de León, le dio a don Diego, su vasallo, que le siguió con, al menos, 600 soldados. Expugnaron entonces Alcántara y la tomaron y, fortificándola, la retuvieron. Después movieron sus campamentos hacia Mérida y, tras detenerse allí algunos días, el rey de León con su ejército volvió de allí a su tierra, pese a que don Diego se le opusiera y le aconsejara lo contrariob. El noble vasallo del rey glorioso, viendo la inconstancia y pusilanimidad del rey de León, sabiendo que el rey glorioso había asediado Baeza (ya había sido reedificada y sus muros reparados) no quiso volver a su tierra sin su señor. Atravesando lo desierto de los montes y las fragosidades de los bosques, abriéndose paso entre castillos de moros, aunque ellos se opusieron y en contra de su voluntad, llegó junto a su señor el rey glorioso a la citada villa cuando el asedio ya había sido afianzado. En el tiempo, en el que el rey de León o, mejor dicho, don Diego, tomaba Alcántara, el rey glorioso y noble llevaba poco que se había levantado del lecho de una enfermedad que le había llevado hasta las puertas de la muerte, y de por sí, sin ayuda de alguien en quien apoyarse, de ninguna manera podía
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a Pedro Fernández de Castro, hermano de Fernando Rodríguez, el castellano. Ya conocimos la actuación de esta familia en la minoría de edad de Alfonso VIII. Participó en las filas moras en la batalla y Alfonso VIII sospechaba que había animado al rey de León a aliarse con los moros en la batalla de Las Navas de Tolosa. b Otro detalle inédito. Alcántara, a la izquierda del Tajo, en su confluencia con el Jalón, en la provincia de Cáceres, cerca ya de Portugal. Mérida, en la provincia de Badajoz, capital de la Comunidad Autonómica de Extremadura.
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cabalgar. Llegó, no obstante, hasta Toledo, y, como tenía firmísimo propósito de acabar su vida en tierra de moros en tiempo de guerra, asedió la citada villa de Baeza con pocos nobles y con pocos hombres de ciudades y otras villas. Esto se llevó a cabo al principio del mes de diciembre y el asedio duró hasta después de la festividad de la Purificación. Pero como faltaron al ejército víveres y otras cosas necesarias, el rey noble se vio obligado a levantar el asedio y volver a su tierra. En verdad la carencia de comida en aquella expedición fue tal que las carnes de asno y de caballo se vendían muy caras en el mercado. Aquel año fue tan grande el hambre en el reino de Castilla, principalmente en la Trasierra y Extremadura, como nunca se vio ni escuchó en aquellas tierras desde los tiempos antiguos. Los hombres morían en catervas y apenas había quien los enterraraa. Se firmó entonces una tregua entre el rey marroquí y el rey noble de Castilla. Pocos caballos y otros pocos jumentos quedaban en el reino de Castilla, y gran parte de los hombres morían consumidos por el hambre. Los moros, por el contrario, tenían en abundancia caballos, trigo, cebada, aceite y otros diversos géneros de alimentos. Calló pues la tierrab y el rey descansó, y en la cuaresma siguiente volvió a Castilla, donde permaneció hasta el comienzo del próximo septiembre.
27. Lucha contra los albigenses y muerte de Pedro II de Aragón Por aquel mismo tiempo el rey de Aragón Pedro salió de su tierra con una multitud de soldados y marchó hacia las tierras de Toulouse en ayuda del anciano conde tolosano, que había tomado como esposa a una hermana del rey. Un hijo de dicho conde había desposado así mismo a otra hermana del rey Pedroc. Los francos estaban entonces en tierras tolosanas y tenían en su a 1 Macabeos 7, 17: “Las carnes de tus santos y su sangre derramaron en torno a Jerusalén, y no había quien los enterrase”. Cf. también salmo 79, 3 y Jeremías 14, 16. b Salmo 76, 9: “Y la tierra se estremece y calla”. Cf. también 1 Macabeos, 1, 3. c Leonor y Sancha, hermanas de Pedro II de Aragón, casadas, respectivamente con Ramón VI, conde de Toulouse, y su hijo y sucesor Ramón VII.
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poder casi todo el vizcondado biterensea y la mayor parte del condado tolosano. El papa romano, Inocencio III, había concedido un perdón general de todos los pecados a todos aquellos que fueran contra los albigensesb y otros herejes que estaban en aquellas tierrasc. Varias herejías que presentaban rostros distintos, pero tenían idénticas consecuencias, se habían extendido y se multiplicaban día a día de tal modo que era peligroso para la iglesia universal disimular por más tiempo tal estado de cosas. Llegaron, pues, católicos de distintas tierras y principalmente del reino de Francia y sometieron a la fe en Cristo a casi toda aquella tierra en poco tiempo. Abatieron en un momento castillos y ciudades muy defendidas y casi inexpugnables, castigando a los herejes con penas diversas y matándolos con distintas clases de muerte. Obraba en verdad de manera manifiesta y milagrosamente el poder del nuestro Señor Jesucristo, que es Rey de reyes y Señor de los que dominand, a través del ilustrísimo y fidelísimo conde Simón de Monfort, quien, como otro Judas Macabeo, celoso de la Ley de Dios, combatía con vigor y potencia los combates de Diose. El rey de Aragón y el conde tolosano y, con ellos, otros condes y barones y nobles de la tierra y muchos plebeyos asediaron en un castillo, con la firme confianza de que los capturarían, al conde Simón de Monfort, con quien estaban casi 500 soldados. Pero el conde Simón era hombre belicoso y valeroso, y tenía en su corazón confianza plena en nuestro Señor Jesucristo, por quien continuamente trabajaba. Considerando que el peligro era inminente para él y los suyos, salieron en nombre de nuestro Señor del castillo asediado, cayeron sobre los campamentos
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Su ciudad más importante era Béziers, en el actual departamento francés de Hérault, destruida en 1209 por Simón de Monfort. b Herejía maniquea, que, en lo dogmático, rechazaba la divinidad de Cristo, la encarnación del Verbo y el sacramento del matrimonio; en lo disciplinar, combatía la simonía y la vida relajada del clero; en lo social, repudiaban la violencia, y, en lo económico, no admitían el derecho de propiedad privada. Los albigenses son también conocidos como cátaros. c En la defensa de la herejía albigense sobresalieron el conde de Foix y el vizconde de Béziers, vasallos ambos del conde tolosano. d Apocalipsis 19, 16 y 1 Timoteo 6, 15. e 1 Macabeos, 3, 1-9.
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y por la fuerza de Cristo los obligaron a huir, y mataron al mismo rey de Aragón con muchos soldados. ¡Dichoso hubiese sido aquel rey si hubiese terminado su vida inmediatamente después del importante triunfo en la guerra que tuvo lugar en las Navas de Tolosa contra el rey marroquí!
28. Muerte de los reyes de Castilla
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El rey glorioso y noble de Castilla, alrededor del comienzo del mes de septiembre, salió de Burgos camino de Extremadura. Había determinado mantener una conversación con el rey de Portugala, su yerno, en tierras de Plasencia. Pero, cuando estaba en Valladolid, se presentó inesperadamente un mensajero que le comunicó la muerte de su muy noble y fiel vasallo don Diego. Esta muerte le causó un dolor indescifrable, pues lo amaba y confiaba en él más que en cualquier otra persona. Creía el rey que su propia muerte estaba próxima, puesto que ya estaba bastante débil, aquejado de vejez y gastado por muchos trabajos y dolores. Había determinado entonces encomendar el reino, su hijo impúber, su mujer y sus hijas a la fidelidad de dicho noble y fiel vasallo, y dejar todo en sus manos y potestad, en la plena confianza de que él administraría todo con fidelidad y se apresuraría a solucionar todos los problemas, pues se sentía deudor de muchos. Frustrado así en tan gran esperanza y sintiéndose en trance de morir, el rey glorioso se dolió sobremanera. Pocos días antes había muerto Pedro Fernández, el Castellano, en tierras de Marruecos, al cual el rey consideraba su principal enemigo. Así, pues, se pasa de la pena a la alegría, y viceversa, para que nadie pueda gloriarse, mientras esté en la vida presente, de ser feliz. Recobrado el ánimo, el rey glorioso siguió hacia adelante, pero al llegar a cierta aldea entre Arévalo y Ávila, que se llama b, comenzó a desfallecer poco a poco, y cerca a
Alfonso II de Portugal (1212-1223), casado con la hija de Alfonso VIII Urraca. El nombre de la aldea nos lo ofrece Fernández Valverde (1989), 8, 15: “... comenzó a enfermar de gravedad en una aldea de Arévalo que se llama Gutierre Muñoz”. Aunque localizada por el cronista, añadimos que se encuentra a 40 kms. de Ávila. Alfonso VIII murió entre el 5 y 6 de Octubre de 1214. La fiesta de San Miguel se celebra el 30 de septiembre. b
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de la media noche, con la asistencia de pocos de sus familiares, ingresó en el camino de la carne universal. Su noble esposa adolecía entonces de cuartana. ¡Que las tinieblas se apoderen de aquella noche!a ¡Que no la iluminen los astros del cielo¡b ya que se atrevió a privar al mundo de sol tan grande! Fue flor del reino, honra del mundo, notable por su bondad y costumbres, justo, prudente, valeroso, espléndido; no manchó su gloria por razón alguna. Murió en el octavo día de la fiesta de San Miguel; don Diego había muerto alrededor de la fiesta de la Exaltación de la Santa Cruzc. Castilla, privada a un mismo tiempo de tan gran señor y rey, y de tan gran hombre y vasallo suyo, tiene causa de dolor perpetuo hasta que perdure este mundo. Los que con el rey estaban en ese momento, a saber, su esposa e hija, el arzobispo toledano y el obispo palentino y otros nobles, se apresuran en llevar el cuerpo, ya privado de vida, al monasterio real, que el mismo rey había construido de nuevo, a sus expensas, junto a Burgos. Al conocer la muerte de tan gran señor, concurren de todas partes hombres de ciudades y nobles, que, considerando que se quedaban privados de tan gran rey, caen en estupor y lloran en su interior por la angustia de su espíritu. Las mujeres todas prorrumpieron en lamentos, los hombres rociaron de cenizas sus cabezas, ceñidos de cilicio, y se vistieron de sacod. Toda la gloria de Castilla cambió súbitamente y como en un abrir y cerrar de ojose. Entregado a la sepultura magnífica y honoríficamente el cuerpo del rey glorioso, su noble esposa, la reina doña Leonor, desprovista del solaz de un varón tan grande, deseando morir
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a Job 3, 6. Una vez más la VVLG, Iob 3, 6: “Noctem illam tenebrosus turbo possideat” es más cercana a nuestro texto latino. b Job. 3, 4. c La Exaltación de la Santa Cruz se celebra el 14 de septiembre. Don Diego López de Haro, señor de Vizcaya, murió el 16 de septiembre de 1214. d Lamentaciones 2, 10: “ Los ancianos de la hija de Sión se sientan en tierra mudos, cubierta de polvo la cabeza, vestidos de saco, y las vírgenes de Jerusalén inclinan a tierra sus cabezas”. Cf. también Jonás 3, 5-6. e 1 Corintios 15, 52.
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por el dolor y la angustia, cayó de inmediato en el lecho de la enfermedad. En la vigilia de Todos los Santos, alrededor de media noche, siguiendo a su marido, clausuró su último día. Fue enterrada junto al rey en el citado monasterio. Una misma sepultura guarda a los que un mismo espíritu había unido y la nobleza de costumbres engrandecido. El rey glorioso y noble cuando comenzó a reinar era un niño de casi tres años; reinó más de cincuentaa. Murió en el año 1214b.
29. Federico Barbarroja marcha a Tierra Santa. Su muerte
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Alrededor del año trigésimo de su reinado fue tomada la ciudad santa de Jerusalén y toda la Tierra Santa excepto Tiro, que vulgarmente se llama Sur, y Trípoli, que está en tierras antioquenas. Saladino, sultán de Damasco y Babilonia, luchó contra el rey jerosolimitano y contra los hermanos hospitalarios y templarios, y, porque lo permitió la divina justicia, los venció. Mató a muchos de ellos, cogió prisioneros y tomó toda la tierra a excepción de las citadas ciudades. Se llevó como botín la Santa Cruz del Señor, que fue capturada en esa guerra. Cuando el pueblo cristiano lo supo se dolió sobremanera y el papa romano envió a sus predicadores a todos los príncipes del pueblo cristiano para invitarlos a la liberación de Tierra Santac. Federicod, emperador de los romanos, al que siguieron todos los príncipes de Alemania, tomó el signo de la Cruz. Con una innumerable multitud de soldados y otros hombres de guerra pasó por Hungría, luego por Bulgaria y después por Rumanía. Tras vencer y ejecutar a todos los que habían querido resistirse a él y a su ejército impidiéndole el paso, llegó a la tierra del sultán de Iconio, que limita con la tierra del príncipe de Antioquía. Desde 1158 a 1214: 56 años. El cronista data por la era hispánica. Nosotros siempre la convertiremos en años. c Se trata de la tercera cruzada. A la invitación del papa, que a la sazón era Gregorio VIII, acudieron, como es sabido, Federico Barbarroja, Felipe Augusto de Francia y Ricardo Corazón de León. d Federico I de Hohenstaufen (1152-1190), conocido como Barbarroja. a
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Tenían, según la fama refiere, el firme propósito de ir primero a Damasco y a Babilonia y destruir todo el reino de Saladino y ayudar a los cristianos; llegar después a Tierra Santa y a la ciudad de Jerusalén con gloria y honor. Esto en verdad se propuso el rey terreno, pero de otra forma dispuso el Rey de reyes y Señor de los que dominana, en cuyo poder están todos los poderíos y los derechos todos de los reinosb. Encontrándose en los límites de los iconienses hacia Antioquia, quiso bañarse en un pequeño río, pues era verano; bajó al agua y allí súbitamente se ahogóc. Los juicios de Dios son un inmenso abismod. Parte de su ejército murió y la parte restante volvió a los lugares que todavía los cristianos tenían dentro de los términos de Tierra Santa.
30. Tercera y cuarta Cruzadas. IV Concilio de Letrán Por ese mismo tiempo, Felipe, rey de los francos, y Ricardo, rey de los ingleses, firmada de mutuo acuerdo entre ambos la paze, con los duques y condes y otros barones y muchos soldados pasaron el mar y se acercaron a Acre, que entonces tenían los sarracenos. La sitiaron los reyes y, expugnándola fuerte y virilmente, la tomaron por la fuerza. El rey Ricardo, antes de llegar allí, tomó la isla de Chipre y se la sometió. El rey Felipe, afectado de una enfermedad gravísima que hacía temer por su vida, pasó el mar y volvió a su tierra. Pero el rey Ricardo, valeroso y magnánimo, se quedó y permaneció durante largo tiempo en aquellas tierras, defendiendo lo que
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Apocalipsis 19, 16 y 1 Timoteo 6, 15, ya citados en el apartado 27. Ya citado en el apartado 5. Trascribimos ahora el texto latino de la liturgia del Viernes Santo: “Omnipotens sempiterne Deus, in cuius manu sunt omnium potestates et omnium iura populorum...”. c El gran emperador germánico murió a causa de una congestión fulminante que le sobrevino al bañarse en las frías aguas del río Salef el 10 de julio de 1190. d Salmo 36, 7, citado también en el apartado 25, más cercano aquí al texto de la Vulgata. e Se trata de Felipe II Augusto (1180-1223) y Ricardo Corazón de León (11891199), de cuyas diferencias se ha hablado en apartados anteriores: el rey francés arrebató al inglés parte de las posesiones que tenía en el continente. Firmaron esta paz en Nonancourt el 30 de diciembre de 1189. a
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los cristianos tenían y obteniendo otras nuevas posesiones. Pero cuando supo que el rey de Francia le quería declarar la guerra, pasó el mar y mientras atravesaba la tierra del duque de Austria, que vulgarmente se llama Esterriquia, fue capturado por el duque y puesto en cautividad mucho tiempo. Finalmente tras pagar 100.000 marcos de plata por su libertad volvió a su tierra y, cuando asediaba una fortaleza, herido letalmente por una saeta, pagó el débito a la naturaleza, como antes se dijoa. Alrededor del año cuadragésimo del reinado del rey glorioso, el conde de Flandes y el conde de Blois y otros barones del reino de Francia enviaron a Italia por el marqués de Montferrato, a quien eligieron como jefe y prometieron obedecer fielmente como señorb. Habían determinado entre ellos ir a servir al Señor Jesucristo allende el mar. Se reunieron todos en Venecia, donde se detuvieron mucho tiempo por la maldad y engaño de los venecianos. Se acercó a ellos Alejo, emperador constantinopolitano, hijo del emperador Isaac, que había dado muerte al conocidísimo traidor, según se dice, Andrónicoc, quien después de la muerte del emperador Manuel había usurpado por la violencia y traición el imperio constantinopolitanod. El emperador Isaac fue abuelo de la reina nuestra señora Beatrize, padre, a saber, de su madre. Llegó, pues, el citado Alejo quejándose penosamente de sus súbditos, quienes contra toda justicia le habían privado de su imperio. Les suplicaba humildemente que se dignaran ayudarle En el apartado 17. Se trata de la cuarta cruzada. Era papa en aquel entonces Inocencio III. El primer jefe del ejército expedicionario fue Teobaldo de Campaña, que murió repentinamente. Fue entonces designado como tal el cuñado de Felipe de Suabia, Bonifacio de Montferrato. c Andrónico Commeno (1183-1185) acaudilló la rebelión contra la política de regencia de Alejo II, a quien ordenó asesinar, convirtiéndose así en Emperador. d Para una más correcta intelección del párrafo insertamos la genealogía de estos emperadores: Manuel I (1143-1180). Su hijo Alejo II (1180-1184). Andrónico, primo del anterior y usurpador del trono imperial (1184-1185), destronado por Isaac Ángel (1185-1195), a quien expulsó y cegó su hermano Alejo III (11951203). Un hijo de Isaac Ángel, futuro Alejo IV (1203-1204), es el protagonista del relato. e Esposa de Fernando III, el Santo. El autor de esta parte de la Crónica, si no lo es de toda, está escribiendo en tiempos del rey santo. a
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a la vista de su situación. Les prometió que si con su ayuda podía recuperar el imperio, proporcionaría con largueza a los francos y lombardos todo lo necesario en ayuda de Tierra Santa. Ganados por la piedad y empujados por la pobreza lo siguieron; los constantinopolitanos por temor a ellos recibieron a su señor, simulando exteriormente fidelidad cuando su interior estaba lleno de engañoa. Y por ello cuando los francos y lombardos se alejaron navegando hacia Tierra Santa (se quejaban acerca del emperador porque no les correspondió según lo prometido), los constantinopolitanos volvieron la espalda al señor su emperador Alejo y le negaron la sujeción y obediencia prometida y debida. Viendo pues Alejo la maldad de sus súbditos envió detrás de los francos y lombardos a sus mensajeros para que los volvieran a llamar. Y así se hizo. A su vuelta se aproximaron a la ciudad de Constantinopla. Eran, en verdad, muy pocos con respecto a la multitud del pueblo constantinopolitano, pero poderoso es el Señor, igual contra pocos que contra muchosb, si quiere triunfar. Ayudados de la divina gracia, sin la que nada podían hacerc, entraron por la fuerza en la ciudad y, matando a derecha e izquierda a muchos de los habitantes del lugar, ocuparon la ciudad y saquearon su infinito botín: oro, plata, piedras preciosas, paños sirios, adornos de diverso género, en todo lo cual más que en todas las ciudades que en el mundo había Constantinopla abundabad. Fue elegido emperador Balduino, conde de Flandes; el marqués de Montferrato fue hecho rey en Salónica y fue
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a La flota de los Cruzados apareció ante Constantinopla a finales de junio de 1203. Alejo III huyó con los tesoros públicos y las joyas de la corona. Isaac III fue liberado y restablecido en el trono. Su hijo Alejo, cuñado de Felipe de Suabia, que llegó con los Cruzados, fue proclamado, con el nombre de Alejo IV, co-emperador. b 1 Samuel I, 14, 6 y 1 Macabeos 3, 18. c Juan 15, 5: “Sin mí no podéis hacer nada”. d Una revolución popular, hostil a los cruzados, había elevado al poder a Alejo Ducas Murzuflo, quien depuso a Isaac II y Alejo IV. Ambos, el primero en la cárcel y el segundo estrangulado, fueron asesinados. Los cruzados, que se aliaron entonces con los venecianos, respondieron al instante: la ciudad fue tomada el 13 de abril de 1204 y horriblemente saqueada.
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elegido como patriarca cierto venecianoa, a quien yo mismo vi consagrar en Roma en la iglesia de San Pedro por manos de don Inocencio III. A partir de entonces los latinos obtuvieron Constantinopla y la iglesia constantinopolitana, a cuyo patriarca, no al citado, sino a su sucesor, yo mismo vi en el Concilio Lateranense convocado bajo Inocencio III, obedece a la Iglesia Romana. Este Conciliob se celebró un año después de la muerte del rey glorioso. En él intervinieron 420 obispos, 72 arzobispos, los patriarcas de Constantinopla, de Jerusalén, de Aquileya y de Grado. De abades, de priores y de otros constituidos en dignidad no hay número. Esto sucedió en la festividad de Todos los Santos y en los “idus” del siguiente mes de julioc don Inocencio III, varón bueno, cuyos hechos Dios hizo prosperar, entró en el camino de la carne universal.
III. Fernando III, rey de Castilla y León (1217-1252) 31. Enrique I, rey de Castilla (1214-1217) 73
Después de la muerte del rey glorioso (en vida aún de su esposa, ya enferma y que poco después muriód), su hijo Enrique fue proclamado rey con la aceptación de todos los castellanos y prelados de las iglesias y pueblos de las ciudades, que le besaron la mano en señal de homenaje. Era un niño de buena índole que todavía no había cumplido doce años. Como la reina doña Leonor estaba muy enferma, encomendó su hijo el rey Enrique y su reino a su hija, la reina doña Berenguela. Cuando la madre murió, la reina doña Berenguela tomó bajo su tutela a su hermano Enrique y gobernó el reino con el arzobispo toledano y el obispo palentino durante tres meses o pocos más. Pero algunos a
Morosino era su nombre. Se trata del IV Concilio de Letrán, XII Concilio Ecuménico, celebrado en 1215. c El quince de julio de 1216. d Cf. apartado 28. b
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magnates, indignados, empezaron a maquinar y buscar fingidas razones por las que arrebatar al rey niño de la potestad y cuidado de la hermana y prelados y dominar ellos en el reino a su capricho. Sucedió, pues, que la mayor parte de los barones consensuaron que Álvaro Núñeza fuera el tutor del rey y llevara los asuntos del reino. La reina doña Berenguela fue obligada a aceptar que el citado Álvaro Núñez tuviera al rey y al reino, con la condición de que en los asuntos difíciles e importantes se requeriría el consejo y la voluntad de la reina y sin ella nada se haría. Álvaro Núñez lo juró y con respecto a estas cosas prestó homenaje a la reina: que él considere si lo cumpliób.
32. Guerra entre las distintas facciones. Muerte de Enrique I No muchos días después de que el rey fuera sustraído de la potestad de la reina, los barones del reino se dividieron entre sí. Unos, como Gonzalo Ruiz, sus hermanos y otros muchos, se adhirieron a Álvaro Núñez. Otros, en cambio, entre sí y contra ellos pactos firmísimos [...]. Algo después Álvaro Núñez fue hecho conde; luego Gonzalo Núñez fue hecho conde. La situación del reino se deterioraba día a día y todos procuraban no el gobierno del reino sino más bien su destrucción. El conde Álvaro Núñez, por consejo de algunos, trató de unir en un matrimonio de facto, pues de iure no podía, a doña Mafalda, hija del rey de Portugalc, con Enrique, el rey de Castilla. Y así se hizo. Existían por aquel entonces profundas enemistades entre el conde Álvaro y Lope Díazd y Rodrigo Díaz
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a Álvaro Núñez de Lara, quien, con sus hermanos, vuelven a inquietar, como su padre y tíos en la de Alfonso VIII, la minoría de Enrique I. b Álvaro Núñez murió en 1218. Esta parte de la crónica debió escribirse antes de ese año. c De Sancho I (1185-1211). d Lope Díaz de Haro, hijo de don Diego López, aunque unido por lazos familiares a los Laras, se decantó desde sus comienzos por el partido de doña Berenguela.
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de los Cameros. El propio conde con sus hermanos procuró que el rey declarara la guerra a los citados nobles. Así también se hizo. Por ese tiempo, cuando el rey y aquella clase de reinaa se encontraban en Miranda, fueron separados uno de la otra por mandato del papa Inocencio. Se produjo entonces cierta reconciliación simulada, no auténtica, entre el conde Álvaro con sus secuaces y los otros nobles. Pero más tarde, alrededor de la fiesta de la Asunción, cuando se reunieron en Valladolid todos los magnates para tratar entre ellos sobre la formalización de la paz, se originó entre ellos una nueva disensión. Gonzalo Ruiz, sus hermanos y todos sus seguidores, Alfonso Téllez y su hermano se separaron entonces del conde Álvaro, y se unieron todos a la reina doña Berenguela. Así mismo Lope Díaz, Rodrigo Díaz, Álvaro Díaz y Juan González. Todos estos se confederaron entre sí contra el conde Álvaro, sus hermanos y otros consanguíneos que le eran adictos. Se creó así y se afianzó entre las citadas partes una disensión y discordia tal como nunca la hubo antes en Castilla. El conde Álvaro se retiró temeroso hacia tierras toledanas. Cuando pasó por Extremadura, encendió en su favor el ánimo de los principalesb que estaban en las ciudades y en las villas, y con nexo indisoluble se los unió. Como ellos le eran adictos, casi toda Extremadura y la Trasierra se pusieron a su favor. En el invierno siguiente, la reina doña Berenguela envió a su hermano uno de sus sirvientes para conocer a través de él su situación y estado de salud. Ciertos fraudulentos satélites de Satanásc, vasos de podredumbre, que estaban con el conde Álvaro, prepararon una diabólica ficción, redactando una maldita carta que dijeron haber encontrado al mensajero de la reina. Con ella se esforzaban en probar que la reina intentaba conspirar con Gonzalo Rodríguez, Alfonso Téllez y algunos otros magnates para dar muerte a su hermano. Los hacía así objetos del odio del rey, cosa que, habiéndola intentado antes de muchas maneras, a
Traducimos así el texto latino:...et illa regina qualis qualis... “Animos maiorum” es la expresión latina. Un buen estudio sobre las “fuerzas del Reino” puede verse en J. González (1980), 124-231. c Isaías, 32, 7. b
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nunca la habían podido conseguir. Pero en esta ocasión llevaron al patíbulo al mensajero de la reina con la intención de denigrar también la fama de ella y de los nobles que le eran fieles. Pero el Señor justo, que ama la justicia y cuyo rostro ve la equidada, que salva al inocente y no culpableb, que libró a Susana de manos de los jueces inicuosc, él mismo libró de la angustia y exaltó en el tiempo de la tribulaciónd, como inmune de tan gran crimen y no conocedora de él, a la reina y a aquellos que le eran fieles. La reina, cuando conoció la muerte de su mensajero y esa diabólica maquinación, se dio cuenta también de que la calumnia y la deshonra le amenazaban a ella y a su hermana, que con ella vivíae. Salió del monasterio de su padref, en el que moraba con su hermana, y marchó al castillo de Gonzalo Ruiz, que se llama Autillo. El noble las recibió con gusto y les sirvió humilde y devotamente, poniéndose él y los suyos y sus cosas a disposición de ellas todo el tiempo que allí vivieron, lo cual fue hasta la muerte del rey Enrique. El conde Álvaro y los suyos llegaron con el rey a Valladolid en la cuaresma siguiente. Salieron de allí después de Pascua, con los soldados y extremeños, que le eran fieles, y comenzaron a devastar en el valle de Triguerosg todos los bienes de G Ruiz, de sus hermanos y de otros partidarios suyos, quemando sus casas y destruyendo salvajemente otras posesiones. Llegaron después al castillo que se llama Montealegreh y lo asediaron. Dentro estaba Suero Téllez que, al ver al rey, le entregó su castillo. Después, pasando por Tierra de Campos, llegaron hasta
Salmo 11, 7: “Justo es Yavé y ama lo justo”. Números, 14, 18: “Que perdona la iniquidad y la rebeldía, pero no la deja impune” c Cf. Daniel, 13. d Salmo, 46, 2: “Dios es nuestro amparo y nuestra fortaleza, una ayuda muy asequible en las tribulaciones”. e Doña Leonor, casada más tarde, en 1221, con Jaime I de Aragón. f Se trata, sin duda, del monasterio de “las Huelgas” en Burgos. g Hoy es Trigueros del Valle, en la actual provincia de Valladolid. h El castillo de Montealegre de Campos se encuentra en la actual provincia de Valladolid. a
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Carrión, donde permanecieron por algunos días. De allí volvieron a Villalba del Alcora. Llegaron de noche e hirieron gravísimamente a Alfonso Téllez y robaron sus caballos y armas, pero él, protegido por la divina misericordia, escapó de sus manos y se retiró a su tierra. La asedió el conde Álvaro con el rey y sus secuaces, y mantuvo el asedio muchos días, pero no pudieron tomarla. Dejaron, pues, el asedio y llegaron a Palencia. La reina doña Berenguela y todos sus partidarios estaban en Autillob, en Cisneros y en otras villas vecinas. Todos estaban tan consternados que no sabían qué hacer. Habían determinado devolver al rey su tierra, si de otra manera no podían ponerse de acuerdo con el conde Álvaro: lo que parecía imposible o, al menos, difícil. Cuando el rey Enrique jugaba en Palencia según su costumbre con los niños nobles que le acompañaban, uno de ellos arrojó una piedra e hirió gravemente al rey en la cabeza. El rey murió de esta herida a los pocos días. El conde Álvaro y lo suyos sacaron su cuerpo de Palencia y lo colocaron en una torre del castillo de Tariegoc. Así murió el rey Enrique, antes de los años de la pubertad, en el tercero todavía no completo de su reinado, en el mes de junio.
33. Doña Berenguela llama a su hijo Fernandod Tan pronto como la reina doña Berenguela supo la muerte de su hermano, aunque todavía no había sido divulgada, envió sus mensajeros, nobles y poderosos, Lope Díaz y Gonzalo Ruiz al rey de León que entonces estaba en Toroe, para que sacaran de la potestad paterna con cualquier fingimiento y cualquier trama a su hijo mayor don Fernando, que entonces estaba con su padre, y lo llevaran ante ella. Tenía el propósito, como se mostró en verdad después de sucedidof, de entregar a su hijo mayor el reia
Hoy Villalba de los Alcores (Valladolid) Autillo de Campos, en la actual provincia de Palencia. c Tariego de Cerrato es su nombre actual. Enrique I murió el 6 de junio de 1217. d Cf. J. González (1980-1986) para el reinado de Fernando III. e En la actual provincia de Zamora f La idea la encontramos ya en el primer libro de las Historias de Tácito, 10, 6: “...post fortunam credidimus”, es decir: después de sucedido, estamos seguros de ello. b
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no de su padre. El reino le pertenecía a ella, puesto que era mayor en edad que las restantes hermanas y no sobrevivía ningún hijo varón del rey Alfonso. Se decía además que ésta había sido la voluntad del rey glorioso por una carta, sellada con su sello plúmbeo, que había sido escrita en las Cortes celebradas en Carrión y que fue encontrada en un armario de la iglesia burgalesa. Los nobles se acercaron al rey de León y encontraron un útil pretexto para, como fieles cumplidores de su misióna, conducir al niño con mucha prisa a su madre, que aún estaba en Autillo. Útil fue en verdad este pretexto para los castellanos, pues si no se hubiese procedido tan prudentemente quizás hoy no tendrián rey propiob. Tras consultar, pues, la reina con los magnates, que con ella estaban, llegaron a Palencia, donde la madre y el hijo fueron recibidos honoríficamente con una solemne procesión por el obispo don Tello, que presidía entonces la iglesia palentina. Llegaron después al castillo de Dueñasc y lo tomaron por la fuerza. Entonces los magnates partidarios de la reina mantuvieron una conversación con el conde Álvaro con la esperanza de que podrían reconciliarlo con la reina para que así se pacificase el reino. Pero nada se consiguió. La reina con los suyos llegó a Valladolid, donde fue recibida con honor. Después, y tras una prudente deliberación, les pareció a todos pasar el Duero y entrar en Extremadura.
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34. El rey de León invade Castilla Camino de Segovia, llegaron a Cocad. Sus habitantes rehusaron recibirlos en la villa. También se les comunicó allí que no los recibirían los segovianos ni otros extremeños. Se les insinuó además que tomaran precauciones. Sancho Fernándeze, hera “Voti compotes” en el texto latino. La expresión en singular “uoti compos”, utilizada por Horacio, la empleará nuestro autor en los apartados 44 y 71. b Esta parte de la crónica, pues, fue escrita antes de que Fernando III sucediera a su padre en el trono de León en 1230. c Al sur de Palencia. d En la actual provincia de Segovia. e Hijo de Fernando II y Urraca López de Haro. Hermanastro, pues, de Alfonso IX.
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mano del rey de León, con una multitud de soldados los estaban persiguiendo para causarles daño, y, si podían, apresarlos. Volvieron, pues, con mucha prisa y llegaron a Valladolid, de donde habían salido. Enviaron a a Segovia donde se habían reunido los extremeños y los de Trasierra para tratar sobre la sustitución del rey. Llegaron a Segovia y encontraron a dichos hombres congregados. Los convencieron por sí mismos y a través de amigos para que se reunieran de nuevo en Valladolid y tratar de la sustitución del rey. Y así se hizo. El conde Álvaro, después de que la reina con los suyos se retirara de Dueñas, se acercó personalmente al rey de León. Le prometió muchas cosas, que por la gracia de Dios no pudo cumplir, y animó al rey leonés a que reuniera un ejército, entrara en el reino de Castilla y, puesto que estaba vacante, lo ocupara entero o al menos gran parte de su territorio. El rey de León aceptó el consejo del conde. Reunió al ejército, tomó Villargarcía, después Urueña y Castromonte, y llegó a una aldea, que hay entre Valladolid y Simancas y que se llama Arroyob, donde puso su campamento.
35. Fernando III aclamado rey en Valladolid Pero Castilla entonces tenía rey, a saber don Fernando, hijo de doña Berenguela. Los extremeños y los de la Trasierra, reunidos en Valladolid, en el segundo día del mes de julio, o sea tres días antes de que el rey de León llegase a Arroyo, trataron sobre la sustitución del rey, y como cada cual pensara de manera distinta, Aquel, por el que los reyes reinan y los príncipes dominanc, no quiso privar a Castilla del solaz de rey propio y, queriendo al mismo tiempo reprimir la tonta soberbia y vanagloria del rey de León, llevó a la concordia la discordia de los discordantes. Los extremeños, pues, y otros, que se habían reunido apresuradamente fuera de la puerta de Valladolid en un descampado, llegaron al mercado y suplicaron a la reina doña Berenguela que a
Falta en el texto latino el objeto directo del verbo, fácilmente imaginable. Poblaciones que se encuentran todas en Tierra de Campos, la comarca invadida por Alfonso IX. Hoy se encuentran en la provincia de Valladolid. c Apocalipsis, 19, 16, ya citado. b
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fuera con sus hijos a ese lugar. Tanta en verdad era la multitud de pueblos que no los podía albergar el palacio del rey. La noble reina con sus hijos Fernando y Alfonsoa, con los obispos burgalés y palentinob, con otros hombres de religión y con los barones que le eran adictos, se presentó en el citado lugar donde una multitud de gente esperaba su llegada. Uno del pueblo, hablando en nombre y representación de todos, reconoció que el reino de Castilla se debía por derecho a la reina doña Berenguela y que todos la reconocían señora y reina del reino de Castilla. Sin embargo, todos por unanimidad suplicaron que cediera el reino, que era suyo por derecho de propiedad, a su hijo mayor don Fernando, porque siendo ella mujer no podría soportar el peso del gobierno del reino. Ella, viendo lo que ardientemente había deseado, accedió gratamente a lo pedido, y concedió el reino a su hijo. Todos exclamaron a viva voz: ¡Viva el rey! De allí llegaron todos alegremente a la iglesia de Santa María y, dando gracias a Dios, todos los presentes, tanto magnates como los hombres de las ciudades y villas, besaron la mano al rey don Fernando. Así la madre se volvió con honor y gran gozo al palacio de su padre. El rey don Fernando comenzaba a vivir su decimosexto añoc.
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36. Alfonso IX vuelve a su tierra Después de estas cosas, conociendo la reina y sus partidarios la llegada del rey de León a la villa antes citada de Arroyo, le enviaron dos obispos, el burgalés y el palentino, para rogarle que desistiera de inquietar a su hijo, ya rey de Castilla. El rey no quiso escuchar los ruegos, sino que, llevado de la vanagloria que había concebido, según se decía, de poseer el
a Conocido como Alfonso de Molina por su primer matrimonio con Mafalda de Manrique y Lara. b En el apartado siguiente aparecen sus nombres: Mauricio y Tello, respectivamente. c Según J. González (1980-1986), 198-199, el primer hijo varón de Alfonso IX y doña Berenguela “nació lo más probablemente en agosto de 1201”.
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imperioa, pasó el Pisuerga y llegó a Laguna, donde permaneció algunos días. De allí caminó hacia Burgos, y, devastando la tierra por todas partes, llegó hasta Arcosb con el propósito de acercarse a Burgos y con la esperanza, aunque vana, de obtenerla. Se encontraba por aquellos días en Burgos Lope Díaz, y muchos nobles y valerosos castellanos con él, dispuestos a exponer sus vidas, si fuese necesario, en defensa de la ciudad. Viendo, pues, el rey leonés que había concebido esperanzas vanas y que su esfuerzo era inútil, volvió a su tierra por otro caminoc. La reina con su hijo el rey y con sus vasallos estaban entonces en Palencia. A esta ciudad llegaron, para servicio del rey y de la reina, cincuenta soldados abulenses, bien preparados por parte de su concejo, e igualmente cincuenta soldados segovianos. Como el rey de León había vuelto a su tierra, el rey y la reina con los suyos salieron de Palencia hacia Burgos y enviaron dos obispos, Mauricio burgalés y Tello palentino, al castillo de Tariego, con otros hombres religiosos, para que sacaran de allí el cuerpo del rey Enrique para sepultarlo con sus padres. El conde Álvaro había ya dispuesto que el cuerpo de Enrique fuera entregado a su hermana, la reina. Y así se hizo. Después llegaron a Palencia, donde fueron bien recibidos. De allí salieron hacia el castillo de Muñod, al que enseguida asediaron, y permanecieron allí con el rey.
37. Sepultura de Enrique y nuevos triunfos La reina, con los obispos y con otros hombres religiosos, hizo que el cuerpo de su hermano fuese llevado al monasterio paterno y allí honoríficamente lo sepultó. De allí volvió la reina a Recordemos que Alfonso VII (1126-1157), rey de Castilla y León, fue reconocido como emperador. Al dividir el reino, ningún sucesor pudo recabar el título. Alfonso IX intentaba juntar de nuevo los reinos y proclamarse así emperador. b Laguna de Duero, al sur de Valladolid. Arcos, al sur de Burgos. c Mateo, 2, 12: “Se tornaron a su tierra por otro camino”. d Martínez Ortega, que ha dedicado un trabajo a este topónimo [“Munio, Munionem: un topónimo de la Historia de rebus Hispanie del Primado Don Rodrigo Jiménez de Rada”, Boletín de la Asociación Española de Orientalistas 33 (1997), 351-355], afirma que “se refiere a un castillo desaparecido, que estaba situado en el cerro de Muñó, en el municipio de Villavieja de Muñó (Burgos).
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al castillo de Muño, que sus vasallos expugnaban potente y virilmente. Lo tomaron por la fuerza y llevaron cautivos a los soldados que allí estaban. Avanzaron de allí y tomaron Lerma, después Lara, y desde allí regresaron a Burgos. Entonces el rey y la reina fueron recibidos en la ciudad con una procesión solemne con gran honor y gozo infinito, pues el Señor Dios había librado casi milagrosamente la ciudad burgalesa de manos de sus enemigos y la restituyó a su verdadero y natural señor. Allí regaló la reina a los soldados lo que podía tener, pues ya había vendido todo el oro y la plata que le había legado su padre al fin de su vida. Desde allí salieron, por consejo de Lope Díaz, hacia Belorado y Nájeraa, donde fueron recibidos por los pueblos de las villas, pero no pudieron conseguir los alcázares, porque los tenían los soldados del conde Gonzalo Nuñezb. Volvieron, pues, a Burgos.
38. Fin de la sedición en Castilla Como ellos permanecían allí, el conde Álvaro, sus hermanos y todos sus partidarios reunieron multitud de soldados. Pasaron por Tardajos, después por Quintana Fortuño y llegaron a Riocerezo, y de allí a Villafranca. Desde allí, levantándose de mañana, irrumpieron en Beloradoc; entraron allí por la fuerza y robaron cuantos bienes pudieron encontrar. Mataron a algunos de sus habitantes, hirieron a otros, cogieron prisioneros y pusieron así a la citada villa en ruina y desolación. No perdonaron hombre o edad alguna. Volvieron con victoria y mucho botín, y cada cual marchó a su lugar. Cuando el rey, la reina, su madre, y sus partidarios supieron lo que habían hecho los condes y sus cómplices en la citada a
Menos Nájera, que hoy pertenece a La Rioja y fue en tiempos capital del Reino de Navarra, todas las poblaciones citadas se encuentran en la actual provincia de Burgos, próximas entre sí y no muy lejos de la capital. b Unos de los Lara, hermano del conde Álvaro. c Poblaciones que se encuentran todas en la actual provincia de Burgos. Quintana Fortuño actualmente recibe el nombre de Quintanaortuño, según Martínez Ortega (1998), quien asimismo identifica a Villafranca por el “Principio de Contigüedad” con “la conocida población jacobea de Villafranca-Montes de Oca”.
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villa, se dolieron profundamente en sus corazonesa. Pero el Altísimo, que es paciente vengadorb, viendo desde el trono de su gloria los males que habían realizado, llevó a cabo una venganza admirable para todos los siglos contra el conde Álvaro y sus secuaces. Pues al día décimo, a saber, en la feria cuarta de las Témporasc del mes de septiembre, el rey y la reina y algunos de los magnates salieron de Palenzuelad para ir a Palencia. Pasando cerca de Ferreruelae, en donde estaba el conde Álvaro, lo vieron fuera de la villa, entre las viñas, desde donde pudiese observar a los que pasaban. Al verlo, pues, Alfonso Téllez, a quien había causado muchos males, dijo a su hermano y a otros que lo acompañaban (pues iban delante del rey y de la reina, armados y preparados para el combate): “Ahí está el conde Álvaro. Venid y luchemos con él”. Llevaron, pues, su partida contra él. Pero él, al darse cuenta, quiso entrar en la villa con los suyos. Como llegó el último, pues ya habían entrado sus partidarios, se acercaron, lo retuvieron y lo tiraron del caballo al lodo (estaba entonces lloviendo) y así, envuelto en barro, lo llevaron cautivo ante la reina. Cuando la reina vio a su enemigo capital, que tantos y tan grandes males le había causado a ella y a los que la amaban, dio cuantas pudo gracias a Dios por el beneficio tan grande que le había concedido. De allí fueron a Palencia, de donde marcharon a Valladolid llevando consigo al conde Álvaro prisionero, custodiándolo con todo cuidado. Retenido allí por algunos días,
Génesis 6, 6, ya repetidamente citado. Eclesiástico, 5, 4: “Porque el Señor es paciente”. c Tiempos litúrgicos fuertes (adviento, cuaresma, Pentecostés, y después de Pentecostés = septiembre) coincidentes con las estaciones del año, fijados en esas fechas por Gregorio VII en el siglo xi. Constaban de tres días (miércoles, viernes y sábado) de ayuno y penitencia a fin de consagrar a Dios los diversos períodos del cultivo de los campos y de prepararse para las ordenaciones sacerdotales. d En la comarca del Cerrato, en la actual provincia de Palencia. e Martínez Ortega (1998) la identifica con la actual Herrera de Valdecañas en Palencia. a
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después de una larga conversación, entregó al rey y a la reina, a cambio de su libertad, todas las fortalezas que él y todos sus partidarios tenían, excepto Castrogeriza y Orcejón, dos castillos que retenía su hermano el conde Fernando. Contra él, según lo pactado, debía ayudar al rey con cien soldados hasta que el rey los recuperara, si su hermano no quería devolvérselos. Las fortalezas que el rey recuperó a cambio de la libertad del conde Álvaro fueron: en la Trasierra, Alarcón, Cañete; de la parte acá del Duero, Tariego, Amaya, Villafranca, Cerezo, Pancorvo, la torre de Belorado y algunas otras, y Nájerab, que tomó Lope Díaz. El conde Álvaro permaneció en poder de Gonzalo Ruiz hasta que fueron entregadas. Una vez hecho, le fue permitido marchar libre. En consecuencia, el rey y la reina llegaron a Castrogeriz contra el conde Fernando, que preparaba resistirse allí, pues tenía consigo muchos soldados. Había preparado para largo tiempo en un cerro cercano a Castrogeriz trigo, cebada, vino y carnes y otras cosas necesarias para sí y los suyos. Pero llevado de un consejo mejor, aceptó al rey y señor, y, cuando le devolvió los castillos que tenía, los volvió a recibir de manos del rey y se hizo vasallo suyo. Así, por la misericordia divina que esto hizo, en menos de seis meses, la turbación del reino de Castilla, que por algunos se esperaba para siempre, se disipó, y el rey con su madre empezó a ejercer sus deberes reales en todas las partes del reinoc.
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39. Muerte de los condes sediciosos En el verano siguiente el conde Álvaro y sus hermanos y sus cómplices, viéndose expulsados del reino, se refugiaron en la villa de Valdenebro, donde se prepararon para rebelarse de nuevo. El rey, por su parte, llegó con su madre y con una multitud de a
En la actual provincia de Burgos. Sólo Cañete, en Cuenca, y Amaya y Pancorvo en Burgos nos eran desconocidas. c Desde el 26 de mayo de 1217, cuando murió Enrique I hasta el 26 de noviembre de ese año, cuando Fernando III y Alfonso IX, hijo y padre, firmaron la paz. b
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soldados a Medina de Rioseco. Aconteció, pues, que no muchos días después el conde Álvaro y sus partidarios abandonaron la citada villa y se unieron al rey de León. Entonces, el rey de León, guiado otra vez de sus consejos, declaró la guerra a su hijo y asedió durante muchos días una aldea de Medina junto a Castejóna. Se firmó, por último, la paz entre padre e hijo gracias a la mediación de algunos magnates del reino de Castilla. Viendo, pues, los condes y sus partidarios que estaban privados del consejo y ayuda tanto del rey de León como del de Castilla, se dolieron sin saber a dónde ir y qué debían hacer. El conde Álvaro cayó en el lecho de la enfermedad en Toro, y, temiendo por su vida, tomó el hábito y orden de los hermanos de la milicia de Santiago. Murió así y fue sepultado en Uclésb. El conde Fernando pasó el mar y se unió con algunos vasallos y consanguíneos suyos al rey marroquí. Vivió junto a él por algún tiempo y murió finalmente en Marruecos. No sólo él sino también algunos de los que le habían seguido. El cuerpo de este conde, traído de allí, fue sepultado en la iglesia del Hospital de Puente Fiteroc.
40. Fernando III se casa con Beatriz de Suabia
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Al año siguiente, la reina doña Berenguela, cuya total preocupación y sumo deseo era procurar como fuera el honor de su hijo, empezó a buscar una esposa para él. Pero como cada cual pensara de una forma, le pareció a la reina tratar del matrimonio con la que parecía sobrepasar a las restantes dentro de toda la cristiandad en nobleza de sangre. Vivía entonces en Alemania una joven muy noble y muy hermosa, de costumbres honradas y, como es lógico en tal edad, honesta, hija de Felipe, rey de Alemania, emperador electo de los romanos, hijo de Federico el grande, emperador de a
Castejón o Castrejón es una pequeña aldea situada junto a Medina del Campo. Junto a Medina de Rioseco y Valdenebro se encuentran en la actual provincia de Valladolid. b Uclés, actual pequeño municipio situado en el noroeste de la provincia de Cuenca, fue cabeza de la Orden de Santiago. c “Itero del Castillo (Burgos). El hospital que aquí se menciona parece ser la ermita de San Nicolás”, apostilla Martínez Ortega (1998).
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los romanos. La madre de esta joven era hija del emperador constantinopolitano Isaac. Ella, por tanto, nieta de los dos emperadores considerados los más grandes y preclaros en el mundo universoa. Después de una primera embajada que la reina había enviado con anterioridad a tierras de Alemania con este motivo y tras recibir cartas del rey alemán, futuro emperador de los romanosb, para que fueran enviados legados de mayor rango con el fin de que acompañaran a la jovencita, la reina envió a Mauricio, obispo burgalés, y a Pedro Ovario, prior del Hospital, y al abad de San Pedro de Arlanza y al comendador carrionense y a García González, maestro de la orden de Uclés, esto es, de la milicia de Santiago. Cuando llegaron ante el rey de Alemania, fueron acogidos por él con honor, y tras permanecer en Alemania casi cuatro meses, finalmente, cumplieron con su misiónc y condujeron sana e incólume, a pesar de los muchos peligros por tan largo camino, a la muy noble y hermosa jovencita hasta la reina doña Berenguela. La reina salió al encuentro de los embajadores y de la jovencita más allá de Vitoria con un noble acompañamiento de hombres religiosos y dueñas. De allí fueron a Burgos, donde estaba el rey con sus magnates y otros muchos nobles y lo más granado de las ciudades y villas de su reino. La joven y los embajadores fueron recibidos con gran honor y gozo por el propio rey. En el tercer día antes de la fiesta de San Andrés, el rey Fernando en el monasterio real, que su abuelo y abuela habían construido, tomó del altar por propia autoridad, como señal de milicia, la espada militar, bendecida antes con el resto de las armas por Mauricio, obispo burgalés, después de celebrar allí una misa solemne. Hubo, pues, gran gozo en la ciudad en ese día. a
Beatriz de Suabia, la futura esposa de Fernando III, era hija de Felipe, emperador electo (1198-1208) y de Irene Ángelo, hija de Isaac II. Sus abuelos, pues, eran Federico I Barbarroja (1152-190) e Isaac II (1185-1195 y 1203-1204). A los dos ha hecho el cronista referencia en apartados anteriores. b Se trata de Federico II, hermano de Felipe y tío de Beatriz. Federico tuvo la tutela de su sobrina a la muerte de su padre. c Cf. misma expresión latina, uoti compotes, en el apartado 33.
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Tres días despuésa, en la fiesta de San Andrés, el rey don Fernando contrajo solemnemente matrimonio con la nobilísima joven, la reina doña Beatriz, en la iglesia burgalesa de Santa María por ministerio del obispo de Burgos, Mauricio, recibiendo con ella la bendición sacerdotal. Se celebraron entonces en Burgos unas concurridísimas Cortes, convocadas con una multitud de magnates, soldados e importantes de las ciudades. Además de la reina doña Berenguela, asistieron a aquellas Cortes todas las más nobles señoras, tanto religiosas como seculares, que había en el reino de Castilla. Desde los tiempos antiguos no se había visto tal asamblea en la ciudad burgalesa.
41. Noticias de algunos rebeldes Con el paso del tiempo, aunque Rodrigo Díaz de los Cameros quiso rebelarse contra el rey, finalmente le entregó su territorio a cambio de una suma de dinero. Quería ir en ayuda de Tierra Santa, pues había sido signado con el signo de la Cruz muchos días antesb. Pasado de nuevo un año, Gonzalo Pérez de Molina, mal aconsejado, comenzó con sus secuaces a devastar y a ejercer la rapiña en la parte del reino próxima a Molina. El rey con su muy excelente madre reunió a sus vasallos y marchó sobre Molina, devastando todo el territorio del señor de Molina. Finalmente asedió el castillo de Zafrac y, afianzado el asedio, Gonzalo Pérez, dándose cuenta de que no podría resistir a la fuerza del rey, lo reconoció como tal. Le reconoció todo lo que El 27 de noviembre de 1219, Fernando III en el monasterio de Las Huelgas en Burgos se arma caballero. Tres días después, el 30, contrae matrimonio. b Cf. R. Jiménez de Rada (1989) 9, 11. Llamado a la curia, no quiso dar cuenta ni entregar las tierras que el rey le había encomendado. Finalmente las entregó a cambio de 14.000 maravedíes, que el rey le concedió. c Martínez Ortega (1998) intenta localizar este topónimo. Niega rotundamente por razones intrínsecas al texto que se trate de la conocida población de la provincia de Badajoz. Y sin dar ninguna localización exacta “recoge el nombre de la zona en que se encuentra, es decir, Sierra de los Castillejos de Zafra”, en Guadalajara. Hernández (2006), en la nota 48, precisa más: “el lugar es Zafra de Záncara, al sureste de Cuenca”. a
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había poseído en Molina su abuelo, el rey glorioso don Alfonso, y, como suele decirse, aún mása.
42. El rey de Jerusalén casa con la princesa Berenguela En el año séptimo del rey don Fernando, el rey de Jerusalén Juanb venía camino de Santiago con la intención de tomar como esposa a una de las hijas del rey de León, con la que le había sido prometido el reino leonés. Este rey envió por delante un mensajero a la reina doña Berenguela y al rey su hijo, preguntándoles si se dignarían recibirlo. Estaban entonces en Toledo. Les pareció bien al rey y a la reina. El rey de Jerusalén se acercó entonces a Toledo, donde fue recibido con honor por el rey y la reina, con los que trató del matrimonio de la hija de la reina y hermana del rey . La reina doña Berenguela, con vistas al futuro, como mujer prudente, previendo el impedimento que el rey de Jerusalén podría suponer a su hijo, el rey don Fernando, en el derecho que tenía al reino leonés, si el citado rey contraía matrimonio con otra de las hijas que el rey leonés había tenido de la reina doña Teresac, y si permanecía en el reino, prefirió dar como esposa a dicho rey a su hija Berenguela. La reina lo prometió y, cuando el rey volvió de su peregrinación, cumplió lo prometido. Era este rey hombre de gran consejo, valeroso con las armas y poderoso en obras y palabras. Se celebraron, pues, Cortes en Burgos y la citada joven fue entregada al rey de Jerusalén como esposa. El rey y la reina, su madre, y su esposa acompañaron al rey de Jerusalén y a su
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a Cf. R. Jiménez de Rada (1989), 9, 11. Gonzalo Pérez es ya miembro de la cuarta generación de los Lara, hijo de Pedro Manrique y nieto de Manrique Pérez de Lara, sobrino segundo, pues, de Gonzalo Núñez de Lara. Molina de Aragón separa Castilla de Aragón. b Juan de Brienne, viudo a la sazón, rey consorte de Jerusalén (1210-1225) y luego emperador latino de Oriente (1231-1237). De él se volverá a hablar en los apartados 58 y 59. c Hija de Sancho I de Portugal y primera esposa de Alfonso IX de León. El matrimonio tuvo dos hijas: Sancha y Dulce. De doña Teresa y sus hijas se hablará también en los apartados 60 y 61.
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esposa hasta Logroño y dándoles muchos regalos los encomendaron a la gracia de Diosa.
43. Fernando III propone combatir de nuevo con los moros
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Después de celebrar solemnemente la fiesta de Pentecostés de la era 1262b en Burgos, el rey se retiró al lugar llamado Muño. Lope Díaz, Gonzalo Ruiz, Alfonso Tello y Rodrigo Ruizc y casi todos los magnates del reino estaban entonces en la corte del rey. Cierto día, se apoderó de él el espíritu del Señord, e inesperadamente, humilde y devotamente, como hijo obediente, se dirigió a su nobilísima madre, en presencia de todos los magnates, de esta manera: “Queridísima madre y amabilísima señora: ¿De qué me aprovecha el reino de Castilla que vuestra benignidad, como debido a vos por derecho, abdicó de sí y a mí se me concedió; qué una esposa nobilísima, traída de lejanas tierras por vuestra solicitud y cuidados, unida a mí en matrimonio con honor indecible; qué el que os adelantéis a mis deseos con dulzura materna y antes de que yo los haya concebido ya los hayáis llevado a efecto con fruto formidable, si entorpezco de pereza, si la flor de mi juventud encanece sin fruto, si la luz de la gloria real, que ya había comenzado a difundir como ciertos rayos, se extingue en sí misma y se apaga?. He aquí que por Dios omnipotente se revela un tiempo, en el que, a no ser que como pusilánime y desidioso quisiera disimular, puedo servir contra los enemigos de la fe cristiana al Señor Jesucristo, por quien los reyes reinane, para honor y gloria de su nombre. La puerta está abierta y el camino expedito. La paz nos ha sido devuelta en nuestro reino; entre los moros, discordia y profundas enemistades, sectas y riñas de nuevo originadasa. Cristo, Dios y a El matrimonio tuvo lugar en 1224. Tuvieron cuatro hijos: Alfonso, Luis, Juan y María, que casó con Balduino II, emperador de Constantinopla. b Año de 1224. Para convertir la era hispánica en el cómputo de años actual según el nacimiento de Cristo, es suficiente restarle 38 al cómputo por eras. c Todos ellos, véase el apartado 32, adictos desde casi el comienzo a doña Berenguela y su causa. d Jueces, 14, 6: “Apoderose de Sansón el espíritu de Yavé”. e Proverbios 8, 15.
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hombre, de nuestra parte; de parte de los moros, el infiel y condenado apóstata Mahoma. ¿Qué falta? Ruego, clementísima madre, de la que, después de Dios, tengo todo lo que poseo, que me permitáis declarar la guerra a los moros”. Dicho esto, el rey, cuyo corazón había encendido e inflamado la esperanza del Señor, guardó silencio. Todos los varones que estaban presentes se quedaron boquiabiertos y llenos de gran gozo. Casi todos lloraron viendo la animosidad y el generoso propósito del rey.
44. Respuesta de la reina. Preparativos para la guerra La noble reina, viendo el corazón de su hijo inflamado y encendido por tan noble deseo, le respondió, como era su costumbre, con breves palabras: “Hijo querido, mi gloria y mi gozo vos sois; siempre de corazón deseé y, cuando pude, procuré vuestra felicidad y bienandanza. Están presentes vuestros vasallos, la corte está reunida. Que ellos nos aconsejen como es su deber y seguid en esto su consejo”. El rey se retiró aparte un poco de tiempo a petición de los magnates, que permanecieron con la noble reina. Después de un pequeño cambio de impresiones y deliberación, coincidieron todos en la misma opinión: que el rey declarara la guerra a los sarracenos. Cuando el rey conoció la decisión de su madre y oyó la respuesta de los magnates, se alegró en el Señor más de lo que podría creerse. Sin pérdida de tiempo el comendador de Uclés fue enviado al arzobispo de Toledo y al maestro de Calatrava, que estaban en la Trasierra, para que, inmediatamente y sin excusas, se presentaran ante el rey personalmente en Carrión, donde quería celebrar unas Cortes sobre este tema. Al principio, pues, del mes de julio el rey entró en Carrión, donde con su noble madre, con el arzobispo toledano y el obispo burgalés y todos los magnates del reino, reunidos en consejo, decidieron declarar la guerra a los sarracenos. a
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El autor nos dará cuenta de ellas en el apartado 45.
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Ordenó, pues, el rey a todos los magnates y a los otros vasallos suyos y a los Maestros de las órdenesa que, al principio del siguiente septiembre, fueran todos a Toledo, preparados para entrar con él en tierra de sarracenos. El rey, por su parte, como león rugienteb, cumpliendo un votoc, pasando por Extremadura, entró en Toledo alrededor de la fiesta de la Asunción de Santa María. Se reunieron con él sus barones, el arzobispo y los hermanos de las órdenes. En el siguiente septiembre, alrededor de la fiesta de San Migueld, levantaron sus campamentos contra los moros. Pasaron el Puerto de Muradal y tomaron el camino hacia la villa de Quesadae. Cuando llegaron a la villa, la invadieron al momento, y, encontrándola llena de riquezas, la expoliaron de todos los bienes, tiraron sus muros al suelo y se llevaron cautivos a hombres y mujeres, a mayores y lactantes. Encontraron tan gran cantidad de hombres que apenas se podría creer.
45. Problemática árabe El rey de Baezaf por este tiempo era aliado de nuestro rey. Expulsado de su reino, es decir, de Jaén, de Úbeda y de otras villas que pertenecían a aquel reino, residía en Baeza, la única que le había quedado. Cuando murió el rey marroquí, hijo de aquel a quien el ilustrísimo rey de Castilla don Alfonso hizo huir en la batalla que tuvo lugar en la Navas de Tolosa, el reino marroquí estuvo vacante durante algunos días. Este rey, que dejó hijos pequea A la sazón era: de Calatrava, Gonzalo Yánez (1218-1238); de Santiago, Fernando Pérez (1224-1225); de Alcántara, Diego Sánchez (1219, 1227). b Ezequiel 22, 25: “Como ruge el león y despedaza la presa”. c Cf. HOR, ars 76: “uoti compos”. Esta expresión, en plural “uoti compotes” ya fue utilizada por nuestro cronista en los apartados 32 y 40 y en singular será utilizada en el apartado 71. O’Callaghan cree que en esta ocasión tiene un significado más preciso. Fernando III se hizo cruzado en las Cortes de Carrión: cumple, pues, aquí el voto allí emitido. De ahí nuestra traducción. d La “Dedicación de San Miguel Arcángel” se celebra el 29 de septiembre. Estamos en el año 1224. e En la actual provincia de Jaén. f Abû Muhammad al-Bayasí.
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ños, no previó un heredero en el reino. Se dividieron, entonces, las opiniones en la curia almohade en Marraquex, que en verdad hasta ese momento había sido floreciente durante mucho tiempo. Fue elegido rey alguien, al que los otros, a quienes no agradaba, matarona. Por lo que entre los poderosos de aquella tierra se originó una discordia tan grande que no pudo sosegarse de manera alguna y aún dura, y ojalá dure para siempre. Y así sucedió que otros nombraron rey a otro, y cada cual a su capricho quería como señor a aquel del que esperaba recibir beneficios. Aquella discordia ultramarina redundó en Hispania. El rey de Murciab fue elegido rey marroquí. Sevilla y la mayor parte de la tierra sarracena de este lado del mar lo aceptaron. Pero el rey de Baeza y su hermano, que dominaba en Valenciac, y sus partidarios se opusieron al citado rey de Murcia ya nombrado rey marroquí. Y así hubo una gran división entre los moros de ambos lados del mar, tanta que ya no podía llamarse reino (se sabe que el marroquí se bamboleaba), sino más bien discordia. De lo cual, en verdad, se puede conocer con certeza lo que dijo el profeta Danield: que el reino de los hombres en manos de Dios está y lo da a quien quiere. Y se cumplió aquel oráculo del profeta Isaías: ¡Ay de ti, saqueador! ¿Esperas no ser saqueado? ¡Ay de ti, despreciador! ¿Esperas no ser despreciado?e Así también el Mahdi, que se llamaba Abdelmúnf, el que contra justicia privó del reino a sus dueños los moabitas siguiendo la predicación de Aben Tumart, filósofo de Bagdad, y se sometió pueblos y reinos, cuando consumó estas cosas, fue privado del reino en sus descendientes en nuestros días por manos del Dios celoso, que castiga la maldad de los padres en los hijos
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a Abû Ya‘qûb Yûsuf al-Mustansir murió en enero de 1224. Le sucedió Abû Muhammad ‘Abd al-Wâhid, asesinado en septiembre del mismo año. b Abû Muhammad al-‘Adil fue reconocido como califa y reinó de 1224 a 1227. Recuérdese que ofrecemos un cuadro sinóptico de la dinastía almohade. c Abu Sa‘id, hermano de al-Bayasí. En la crónica, a partir del apartado siguiente, será conocido como Aceit. d Daniel 4, 29 y 5, 21, antes ya citados. e Isaías, 33, 1. f Cf. el apartado 6. Por otra parte es de anotar que el texto latino añade al vocablo Abdelmun el sintagma “de hazedus”, cuyo significado desconocemos.
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hasta la tercera y cuarta generacióna. Bendito sea el nombre del Señorb.
46. Primeras victorias de Fernando III
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El rey de Baeza hizo un pacto con nuestro rey Fernando y le entregó a su hijo menor para que viniera con él al reino de Castilla y confiara [el rey Fernando] más plenamente en el rey de Baezac. Nuestro rey, tras dejar casi completamente desolada la villa de Quesada, volvió a su tierra, puesto que se acercaba el invierno, con gran gozo y botín. Entonces el rey de Valencia, hermano del rey de Baeza, envió a nuestro rey unos importantes mensajeros que le suplicaran que se dignara recibirlo, pues quería verlo y deseaba servirle de alguna manera. Vino, pues, Aceit de Valencia junto a nuestro rey a la villa de Moya. Allí mismo, en presencia de todos, se hizo vasallo suyod y besó su mano. Se firmó entre ellos un pacto, que posteriormente el propio Aceit de Valencia, como vil apóstata, rompió sin causa justa. Al año siguiente, en la era de 1263e, nuestro rey volvió a Castilla y, después de distribuir generosamente la soldada a los suyos y reunir un gran y fuerte ejército, alrededor de la fiesta de San Juan, cuando los reyes suelen ponerse en campañaf, pasó con rapidez el Puerto de Muradal. Le salió allí al encuentro el rey de Baeza y se hizo, él en persona y con sus Éxodo 20, 5 y Números 14, 18 (cuya primera parte utilizó el cronista en el apartado 32). b Salmo 113, 2: “Sea bendito el nombre de Yavé”. c Según J. González (1980-1986), I, en la nota 108 correspondiente a la página 294, este hijo del rey moro de Baeza, bautizado con el nombre de Fernando, fue uno de los repobladores de Sevilla. d J. González, (1980-1986), II, p. 247, edita con el número 205 un documento de fecha 26 de mayo de 1225, en el que se lee: “Facta carta apud Toletum... eo uidelicet anno quo Azeyt Abu Zeit, rex Valencie, accedens ad me apud Moyam deuenit uasallus meus et osculatus est manus meas”. Moya está situada al norte de la actual provincia de Cuenca. e Año de 1225. f 2 Samuel 11, 1. Citado también en el apartado 14. a
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hijos, vasallo suyo, y se le unió de forma inseparable y hasta la muertea. Levantan los campamentos y avanzan rápidamente dirigiendo sus ejércitos hacia Jaén. Devastan el territorio circundante excepto el que estaba bajo el dominio del rey de Baeza. Cuando llegaron a la noble y habitada ciudad de Jaén, la asediaron y expugnaron durante muchos días, y retuvieron cercados a todos los que estaban en la villa, devastando huertos, viñas, árboles y mies. La faz de aquella noble ciudad, floreciente y vigorosa, se ennegreció como el carbónb; la tierra se marchitó y los campos languidecieron: cayó, cayó su gloria primerac. Pero cuando vio el rey y los que con él estaban que no podrían tomarla por la fuerza, ya que era fortísima y muy defendida por la naturaleza y el esfuerzo humano, levantaron de allí los campamentos. Marcharon contra otras villas, a saber, Priego y Lojad, a las que tomaron por la fuerza, las expoliaron de todos los bienes, mataron muchos miles de moros e hicieron muchos cautivos. Y así movieron sus campamentos hacia la nobilísima ciudad de Granada. Encontraron cierta villa, grande y fuerte pero desprovista de hombres por temor al rey y a su ejército. Allí encontraron mucha provisión de víveres y algunas otras cosas. Al salir de allí, la dejaron casi completamente desolada. Se acercaron a la ciudad de Granada, pero no infirieron muchos males a la ciudad, pues considerando que las vituallas eran escasas, determinaron volver por otro camino a tierra de cristianos; desolaron, sin embargo, todo el territorio.
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47. Correrías por Andalucía Cuando pasaban por delante de Jaén, si algo había quedado en aquellas tierras intacto, lo destruían por completo. Llegaron al río Betis, que con nombre arábigo se llama Guadalquivir. a
Puede referirse al Pacto de las Navas de Tolosa, que más adelante se aducirá como razón de los castillos que a Fernando se le entregan. En latín inseparabiliter adhesit, expresión semejante a la utilizada para definir la relación entre Pedro de Aragón y Alfonso VIII. b Lamentaciones, 4, 8: “Y están más negros que la negrura”. c 1 Samuel, 4, 21: “Ha pasado de Israel la gloria”. d Priego se encuentra en la actual provincia de Córdoba, Loja en la de Granada.
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Aunque los pueblos todos volvieron desde este lugar a sus tierras, el rey se quedó con los nobles, es decir con los magnates y otros soldados. Entonces el rey de Baeza, según el pacto que había firmado con nuestro rey, le entregó el noble y bien defendido por la naturaleza castillo de Martos, Jaén y Andújara y algunos otros castillos menores. El pacto le obligaba a entregar a nuestro rey todas las fortificaciones que él quisiera recibir, y dejar en tierras de moros las que el rey de Baeza pudiera retener. Entonces Álvaro Pérez, noble joven hijo de Pedro Fernándezb, que ya se había apartado de la amistad con los moros, se hizo vasallo de nuestro rey y recibió esos castillos de manos del rey, y los retuvo y defendió posteriormente durante largo tiempo con fidelidad y poder. Permanecieron además por aquel tiempo en esa frontera el Maestre y los hermanos de Calatravac, el Comendador y los hermanos de Uclés y otros varios nobles. Todos ellos causaban mucho daño a los sarracenos. También el rey de Baeza, al que se unían ya muchos soldados, que son llamados alaraves. Y con las cosas así dispuestas nuestro rey con gozo y gran gloria volvió a Toledo junto a su madre y esposa, que entonces vivían allí. El Maestre con sus hermanos, el Comendador con los suyos, Álvaro Pérez y Rodrigo Ruiz con sus soldados descendieron hacia las tierras hispalenses y se enfrentaron allí con el ejército del rey de Sevilla, que reinaba allí en nombre de Miramamolínd, y los vencieron e hicieron huir del campo dejando muchos moros muertos en la batalla. Entonces casi todas las villas y castillos, que hay entre Córdoba y Sevilla, se pasaron al rey de Baeza y lo aceptaron como señor. Por último Córdoba, noble y populosa ciudad, lo recibió como rey y se sometió a su a En el texto latino leemos Marrocos, lo que lógicamente es un error. Como lo es también que el rey de Baeza entregara Jaén. Martos y Andújar, por último, se encuentran en la actual provincia jienense. b En los apartados 26 y 27 se ha hablado del destierro y muerte de Pedro Fernández, el Castellano. c J. González (1980-1986), II, p. 213, ofrece el documento número 243, fecha 8 diciembre de 1228, por el que se le concede a la Orden de Calatrava el castillo de Martos. d Se refiere al califa Abû Muhammad al-‘Adil, cuyo hermano abû-l-‘Ulâ era el rey de Sevilla.
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dominio, después de capturar y poner en cadenas a su propio rey, hermano del rey de Sevilla.
48. El rey de Baeza cumple con el pacto y entrega algunos castillos Por aquel entonces, el noble soldado Alfonso Téllez y el obispo conquense con los concejos del aquel episcopado entraron en las tierras de Murcia. Allí, después del asedio a cierta fortaleza, entablaron combate con una multitud innumerable de moros de aquella frontera. En este combate, por el poder de nuestro Señor Jesucristo, vencieron a los moros y mataron muchos miles de ellos en la batalla. El señor de Valencia, que se llama Aceit, roto ya entonces sin causa el pacto, se había apartado del dominio y amistad de nuestro rey. El rey, por su parte, con el firme e irrevocable propósito de destruir aquella gente maldita, como quien estaba tocado por el Espíritu de Dios, alrededor de la festividad de Todos los Santos, quiso volver a aquellas tierras para visitar y animar al Maestre de Calatrava y a los otros que había dejado en la frontera. A este deseo se oponían casi todos los magnates y consejeros, no porque quisieran entorpecer por dejadez y desidia, sino porque temían la aspereza del tiempo invernal y la inundación de las aguas, ya que ello podría ser perjudicial al propósito del rey para el siguiente verano. La parquedad de soldados y de otros hombres impediría que se dañara suficientemente a los moros y podría haber peligro para él y los suyos. Pero el rey, en quien había irrumpido el Espíritu del Señora, guiado por un mejor consejo, como del Espíritu del Señor, dados de lado por no decir despreciados los pareceres y consejos de todos, salió rápidamente de Toledo y se dirigió a aquellas tierras. Cuando llegó, mandó a través de unos importantes mensajeros suyos al rey de Baeza, que entonces vivía en Córdoba, en donde pocos días antes había entrado como nuevo rey y señor, que, pospuestos todos los restantes asuntos, viniera junto a él a tierras de Andújar, donde entonces estaba nuestro rey. El rey de a
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Jueces, 14, 6, ya citado.
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Baeza recibió y honró con grandes regalos a los mensajeros, y sometiéndose al que era su señor, reunió gran cantidad de soldados e infantes y se presentó ante nuestro rey. Cuando algunos nobles de los nuestros, expertos en armas y de gran consejo, vieron aquella multitud, se llenaron de gran temor. Sospechaban que la perfidia de aquella gente, que veía inminente su destrucción, había preparado asechanzas al rey y a los suyos. Pero el rey, impertérrito, permaneció tranquilo, y ejerciendo su condición de señor, conminó al rey de Baeza, como vasallo suyo, a que le entregara la fortificaciones que él quisiera elegir del reino cordobés que recientemente había conseguido, según el pacto escrito y firmado entre ellos. Entonces el rey de Baeza y de Córdoba, como quien no confiaba en los moros y había puesto toda su confianza en nuestro rey, prometió que le daría enseguida el conocido castillo de Salvatierra, Burgalimar y Capillaa, y, como prenda del cumplimiento de esas promesas, entregó de inmediato al Maestre de Calatrava el alcázar de Baeza, de forma tal que, si no cumpliera lo prometido, el Maestre lo entregara a nuestro rey, sin que ello supusiera deshonra o traición.
49. Sitio de Capilla. Muerte del rey de Baeza Tras confirmar el primer pacto entre ellos y fortificar los castillos que nuestro rey había obtenido en esos momentos, afianzado el Maestre de Calatrava con los hermanos en el alcázar de Baeza, nuestro rey y el de Baeza se despidieron. Nuestro rey emprendió el camino a Toledo. Se le entregó entonces el castillo de Burgalimar. Después de largo tiempo, el noble moro cordobés Aben Harach procuró prudentemente por orden del rey de Baeza que el castillo de Salvatierra fuese devuelto a nuestro rey. Los moros que lo tenían se habían rebelado contra el rey de Baeza y no a
El castillo de Burgalimar se encuentra al norte de la actual provincia de Jaén, cerca de Baños de la Encina. Capilla era un enclave estratégico destacado en el eje de las comunicaciones entre Mérida, Sevilla, Córdoba, Almadén y Toledo, de ahí su importancia y el papel primordial que le da nuestra cronista. O’Callaghan (2002) la sitúa cerca de Almadén, en la provincia de Ciudad Real.
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querían restituirle el castillo. Tan pronto, pues, como el citado moro lo tuvo, entregó el castillo a los hermanos de Calatrava y a los hombres que para ello nuestro rey especialmente había destinado. El rey Fernando, cuyos hechos eran dirigidos por el Señor, con poco trabajo y en breve tiempo, obtuvo por el poder y gracia de nuestro Señor Jesucristo aquel famoso castillo, defendido por el ingenio humano y la naturaleza, que el ilustrísimo Alfonso por alguna razón no pudo obtener después del glorioso triunfoa, aunque recuperara todos los otros que se habían perdido por aquellas tierras en el tiempo de la guerra de Alarcos y adquiera de nuevo algunos otros más allá del Puerto de Muradal. Volvió de nuevo el rey a Castilla. Tras distribuir con regia magnificencia las soldadas a sus nobles vasallos, salió de Toledo con un pequeño ejército alrededor de la fiesta de Pentecostés en la era de 1264b, y en principio con unos pocos puso sitio al noble castillo, muy fuerte y célebre, de Capilla. Se afianzó el asedio, y mientras nuestro rey impugnaba, con máquinas admirables, dicho castillo, los moros cordobeses, que ni a Dios temen ni al hombre respetanc, conspiraron, según es su costumbre, para dar muerte a su señor, el rey de Baeza. El rey huyó con unos pocos, pero los cordobeses lo persiguieron y alcanzaron junto al castillo de Almodóvard, donde lo decapitaron. Enviaron su cabeza al rey marroquí, su enemigo capital, que, no muchos días antes, había pasado de Sevilla a las tierras de Marruecos. Cuando le fue entregada la cabeza, el rey marroquí, según muchos afirman, la golpeó con la vara que tenía en la mano, profiriendo palabras injuriosas en su deshonra y en la de toda su parentela. Un hermano del rey de Baeza le contestó con desagrado y el rey marroquí le hirió con una espada. Se originó por ello una sedición y muchos, de una y otra parte, perecieron dándose mutuamente la muerte. Lo supimos porque lo extendió la fama.
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Referencia a la batalla de las Navas de Tolosa. Año de 1226. c Cf. Lucas 18, 4. d Almodóvar del Río, al sur de Córdoba, no muy lejos de la capital. b
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50. Toma de Capilla. Andanzas de otros reyes cristianos
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Nuestro rey, insistiendo viril e infatigablemente en la empresa, impugnaba cuanto podía, de día y de noche sin interrupción, el castillo que había asediado. A algunos les parecía inexpugnable. Cuando conocieron la muerte del rey de Baeza, aconsejaban al rey que se retirara del asedio y pasara a tierras cordobesas, donde podría inferir muchos males a los moros y principalmente a los cordobeses en venganza de su noble vasallo el rey de Baeza. El rey, sin embargo, siguiendo el prudente consejo de su madre, que le había recomendado no retirarse en modo alguno del asedio hasta que tomara el castillo, firme y constante, perseverando en el propósito, no daba a los moros asediados descanso ni de día ni de noche. Los moros, cansados por el trabajo diario y por la larga espera, considerando la animosidad y constancia del rey, entregaron unos rehenes y establecieron un pacto con él. Si el rey hispalense, que entonces estaba en Córdoba, les prestaba ayuda antes de ocho días de manera tal que obligaran a nuestro rey a retirarse del asedio, recibirían sus rehenes ilesos de todo daño e injuria; de otra manera, entregarían a nuestro rey el castillo, salvas las personas y los bienes muebles que pudieran llevarse. Enviaron, pues, mensajeros al rey hispalense. Cuando los recibieron se convencieron de que el rey no les prestaría ayuda (era terrible para un rey de edad competir contra un joven animoso y pertinaz en su propósito). Entregaron entonces el castillo de Capilla a nuestro rey para honor y gloria de nuestro Señor Jesucristo. El rey, por su parte, guardando fidelidad incluso a los enemigos, hizo que los moros, sus esposas e hijos, salieran con los bienes muebles y fueran llevados salvos, como había prometido, hasta el castillo de Gaheta. El arzobispo toledano, el obispo palentino y otros hombres religiosos que estaban con los a
“Corresponde a Félix Hernández Jiménez, arquitecto, de padre venezolano,...la recogida de la documentación y la identificación del Gäfit de fuentes árabes con Belalcázar (Córdoba)” nos enseña Martínez Ortega (1998).
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obispos purificaron la mezquita de los moros de toda mancha de superstición mahometana por el poder de nuestro Señor Jesucristo y de su victoriosa Cruz, y dedicaron la iglesia a nuestro Señor Jesucristo, celebrando la Misa y los divinos oficios con gran gozo. El rey, reparadas las ruinas y roturas de las murallas según el tiempo permitió y tras proteger el castillo con vituallas, armas, máquinas y hombres de guerra, volvió a Toledo, junto a su madre, alrededor de la festividad de la Asunción de Santa María con gran gozo y honor. En ese mismo verano, el rey leonés asedió Badajoz y el rey portugués Elvása, junto a Badajoz. Después de un largo asedio, frustradas sus esperanzas, se retiraron de las villas asediadas y volvieron cada cual a su tierra. Qué hicieron y cómo se comportaron los reyes y sus vasallos en un hecho tan noble que habían acometido por un común pacto, firmado entre ellos muchos días antes, no nos corresponde decirlo. Personas distintas opinan diversamente, pero es concorde y común sentencia de todos que, después de innumerables gastos y muertes de hombres, los sarracenos se glorían por la defensa de esas villas y las retienen hasta hoyb. Muchas personas dignas de crédito afirman que el rey de Portugal, abandonado por los suyos, gimiendo y doliéndose más de lo que puede creerse, se retiró, y el rey de León, no queriendo soportar el fuego del calor en verano, marchó hacia Galicia, disponiéndose a visitar el sepulcro del apóstol Santiago.
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51. Luis VIII de Francia (1123-1126) En el año en que nuestro señor el rey declaró la guerra a los sarracenos y destruyó Quesada, Luis, rey de los francos, reunió un gran y fuerte ejército, y bajó hasta Poitou. Tomó el noble castillo de Niort y la villa de Saint-Jean d’Angely. Asedió, por último, la populosa villa de La Rochela, que, después de un a
Junto a Badajoz, como dice el cronista, pero ya en la parte del Portugal actual. El rey leonés era Alfonso IX y Sancho II (1223-1248) el de Portugal. Los hechos tuvieron lugar en el verano de 1226. b Esta parte de la crónica debió ser escrita antes de 1230, fecha en que Alfonso IX conquistó Badajoz.
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largo asedio, se le entregó. Este rey Luis había sucedido en el reino a su padre, el rey Felipe, que había muerto en la era de 1261a. El rey Luis, en el verano en que nuestro señor el rey asedió y por virtud de nuestro Señor Jesucristo tomó el castillo de Capillab, vino a partes de La Provenza contra los herejes y sus defensores por consejo y autoridad del legado de la Iglesia Romana, que entonces ejercía el poder papal en tierras de los francos. Llegó con mano fuerte y brazo extendidoc con un gran y muy fuerte ejército y asedió con muchas máquinas bélicas la populosa ciudad de Aviñón, que, después de un largo asedio, se entregó al rey y al legadod. Cuando volvía a su tierra, después de someter a casi toda aquella región a excepción de Toulouse y otros castillos, murió en la Auverniae. Muchos y grandes hombres y nobles, muchos de clase media, muchos también del bajo pueblo murieron en el citado asediof.
52. Francia y la Iglesia someten Toulouse 96
El conde tolosano y sus partidarios, cuando conocieron la muerte de Luis, ilustre rey de los francos, llenos de gran gozo, se prepararon para rebelarse contra la Iglesia y la gente de los francos, confiando que la niñez del rey y el sexo femenino no podían acometer nada de importancia. Al rey Luis le sucedió su hijo Luisg, niño pequeño de casi doce años. La reina madre doña Blanca, hija del glorioso don Alfonso, rey de Castilla, Año de 1223. Luis VIII de Francia (1223-1226), hijo de Felipe II Augusto. Hernández (2003) destaca el paralelismo existente entre Quesada/La Rochela, entre el asalto de Capilla/la cruzada contra los albigenses. “Las acciones reconquistadoras de Fernando III en tierra de moros y de Luis VIII en tierras de ingleses y de herejes son manifestaciones de un gran plan de la divina providencia, que guía al rey francés e inspira al castellano”. Son distintos episodios de una gran cruzada “encabezada por Inocencio III en su lucha contra las tres plagas del mundo: los cismáticos griegos, los herejes del Languedoc y los sarracenos de Hispania”. c Deuteronomio, 5, 15. d Aviñón fue tomada por Luis VIII el 9 de septiembre de 1226. e Concretamente en Montpensier el 8 de noviembre de 1226. f Merece la pena, para reconstruir el entramado social de la época, anotar que en latín leemos: magni uiri, mediocres, de minoribus, respectivamente. g Luis IX (1226-1270) había nacido en Poissy en 1214. s
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cuidó de él y de su reino y, como mujer prudente, mantuvo y gobernó largo tiempo el reino de los francos. Después de una diligente toma de opinión con el legado de la Iglesia Romana que entonces estaba en Francia, y con los arzobispos y obispos y con los barones del reino, enviaron contra el conde tolosano y sus partidarios a varones nobles, valerosos y prudentes, que, como soldados de Cristo e invictos guerreros, no concedieron reposo a los tolosanos, y sometieron a la Iglesia Romana, gracias al rey de los francos, toda aquella tierra, destituida de la ayuda divina. Cuando el conde tolosano se dio cuenta de que no tenía opción, se sometió a la voluntad del legado y del rey de los francos, y en Franciaa se reconcilió con la Iglesia. El legado recibió antes bajo juramento del conde suficientes garantías de que en todo obedecería los mandamientos de la Iglesia y que no saldría de Francia antes de que cumpliese todas las condiciones que entonces podían cumplirse. La única hija que el conde tenía, de cuyo matrimonio con el hermano del rey de Francia se estaba tratando, fue llevada junto a la reina de Francia, su consobrinab, y el conde alargó su permanencia en Francia. En el año de la Encarnación del Señor de 1229c, los muros de Toulouse fueron completamente derribados e igualada toda la superficie de la tierra. Se destruyeron todas las defensas circundantes, excepto aquellas que el rey de los francos retuvo en su poder. Y así Cristo el Señor, nuestro Salvador, hizo desaparecer toda la fuerza contra él levantada. La herética maldad, que había colocado casi su nido en aquella tierra, desapareció en gran parte; muchos herejes fueron entregados a las llamas, otros huyeron y se dispersaron. Esta dispersión la preveía el Altísimo para que no fuera ocasión de la perdición de muchos. Guardó, pues, silencio aquella tierrad, a la que se le devolvió la paz, de la que careció en tiempos. a Me permito recordar que el cronista diferencia, como era lógico en aquel entonces, Francia del Langedoc. b De nombre Juana. Blanca, por parte de Berenguela, y Juana, por parte de otra esposa llamada Rica, eran biznietas de Alfonso VII. c Nueva forma de datar en la crónica. d Salmo 76, 9: “Y la tierra se estremece y calla”. Cf. también 1 Macabeos, 1, 3.
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53. Abenhut. Rebelión de Murcia 97
Después de la toma del castillo de Capilla, el rey hispalense, que entonces gobernaba con nombre de Mirammamolína, comenzó a tratar una tregua con el rey, nuestro señor, prometiendo mucho dinero. Pagó una parte y se obligaba a pagar la parte restante posteriormente. Por aquel tiempo apareció en el reino de Murcia un almogávarb, plebeyo según decían pero valeroso con las armas, llamado Abenhut, que luchó contra los murcianos. Los venció, y capturó a su rey, a quien puso en cadenas. Obtuvo la ciudad y el reino con el consejo de cierto*** moro poderoso y prudente, a quien el propio Abenhut después mató. Perseguía con odio implacable a los almohades, predicando públicamente que no se les debía obedecer como cismáticos que eran dentro de su ley ya que no obedecían al señor de Bagdad, que es de la familia de Mahoma. Decía que por esta causa sus mezquitas debían ser purificadas como manchadas de la superstición de los almohades. Afirmaba también que los almohades eran opresores del pueblo y violentos fiscalizadores; que él, por su parte, era el libertador del pueblo de Andalucía. Se llama así la tierra de los moros del mar acá, y los pueblos, que algunos creen que son vándalos, se llaman también andaluces. Los andaluces, creyendo que el poder de Dios operaba en él (este pueblo tiene la costumbre de seguir lo novedoso a la más mínima insinuación), se apartaron del señor de los almohades y siguieron a Abenhut como rey y señor. Para agradarles a
Abû-l-‘Ulâ se proclamó a sí mismo Califa. El vocablo almogávar está aquí tomado en su acepción primigenia. Joan Corominas, Breve diccionario etimológico de la lengua castellana, 2ª ed. revisada, Gredos, Madrid 1980, s. v. almogávar, lo define como “soldado de una tropa escogida de las zonas fronterizas”, 1256, cat. almugáver. Del árabe mugävir, “incursor, el que toma parte en una algara”. Sebastián Cobarrubias, en su Tesoro de la Lengua castellana o española, ediciones Turner, Madrid 1977, s.v. almogávares, lo define así: “Dizen averse llamado antiguamente con lenguaje arábigo los soldados viejos y pláticos que, no pudiendo seguir los campos, están entretenidos en algún presidio. El padre Guadix dize sinificar el que trae nuevas que en arábigo se llama Muhavir. Estos de ordinario están hablando de las cosas que han visto y porqué han pasado en la guerra. Tamarid; adalides de cosarios”. b
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y afirmar enemistades capitales entre almohades y andaluces, Abenhut cayó sobre los almohades, decapitando, yugulando o imponiendo penas diversas a los hombres, amputando las mamas a las mujeres, y extinguiendo con muerte miserable la vida de los niños. Cuando el rey hispalense supo que Murcia con Abenhut se había rebelado contra él, preparó un ejército, llegó a aquellas tierras y asedió Murcia, pero volvió a Sevilla sin conseguir su propósito. Aunque los murcianos soportaron muchos males en el asedio, se adhirieron firmemente a Abenhut, que con el consejo y ayuda de ellos ganó en breve tiempo casi toda Andalucía. Los andaluces espontáneamente se le sometían y se apartaban del dominio de los almohades, que les parecía pesado e intolerable. El rey de Sevilla, dándose cuenta de que el peligro para él era inminente y fingiendo como razón de su partida que quería pasar el mar para pedir ayuda contra los que se habían rebelado, dejó en Sevilla en su lugar a su hijo y él se fue a Ceuta. Pero los hispalenses cogieron a su hijo, lo encarcelaron y encadenaron, e indicaron a Abenhut que viniera a ellos que lo recibirían como a rey sirviéndole y obedeciéndole. Abenhut les envió a su hermano, a quien recibieron con honra en su lugara. Los hombres de Granada y de Jaén, los cordobeses y los de todas las otras villas circundantes recibieron a Abenhut como señor y rey. Los almohades que tenían la defensa de Jaén se la entregaron, salvas sus vidas y las de sus hijos y mujeres. Contra el rey de Valencia, que era de la familia de los almohades, se rebeló un nieto del rey Lopeb; cuando el rey de Valencia lo supoc, marchó junto al rey de Castilla, nuestro señor, implorando su ayuda contra los rebeldes. Abenhut en breve tiempo tuvo casi toda Andalucía, menos Valencia, en la que se rebeló el citado moro.
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Sevilla se sometió a Abenhut en octubre de 1229. Abû-l-Ulá abandonó Sevilla a finales del año anterior. b J. González (1980-1986), I, página 312, lo llama Zayyán ben Said ibn Mardinis, “también descendiente de un caudillo hispano del XII”. c Recuérdese (apartado 45) que se llamaba Aceit (Abu Sa‘id). a
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54. El cardenal Juan de Abbeville
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El rey de Valencia, precavido y astuto, presentía que su pueblo se estaba preparando para rebelarse, y advertía además una gran desunión en todo el pueblo marroquí allende el mar. Notificó entonces en secreto al papa don Gregorio IXa que quería hacerse cristiano y someter su reino a la Iglesia Romana, rogándole que se dignara enviar como legado para ello a un hombre próvido, discreto y entendido. Esta fue la razón principalb, como él mismo nos dijo de viva vozc, por la que el papa envió entonces a Hispania un legado, varón próvido, discreto y entendido, al maestro Juan de Abbevilled, obispo de Santa Sabina. Llegó, pues, el legado a Hispania alrededor de la fiesta de la Asunción en el año de la Encarnación del Señor de 1228 y, recorriendo las provincias , convocó sínodos y estableció algunas novedades, según la sabiduría que Dios le concedió, para honor de Dios, honra del clero y gobierno de las iglesias. Pero cuando determinó ciertas cosas contra los clérigos concubinarios y la prole que de ellos nacía en el concubinato, tanta sedición se originó entre obispos y clero cuanta no se había visto desde los tiempos pasados. El legado esperaba y deseaba la conversión del rey de Valencia. Tras un intercambio mutuo de mensajeros entre el rey y el legado, el rey, como antes hemos dichoe, fue expulsado del reino. Vino ante nuestro señor el rey, y en nuestro reino tuvo una conversación con el legado. a Aceit recurrió al papa Greogorio IX (1227-1241). Temporalmente convertido al cristianismo tomó el nombre de Vicente. b Jiménez de Rada (1987) 9, 12, se hace eco de la estancia de este legado pontificio en las Hispanias, pero sólo indica que celebró concilios en cada reino y predicó sobre la salvación. En otro lugar, 6, 5, habla de su intervención en la separación matrimonial de Jaime I (1213-1276) y Leonor de Castilla. Nada dice, sin embargo, de la “razón principal”, según nuestro cronista, de su venida ni de sus decretos contra los clérigos concubinarios. c Una de las pocas veces que nuestro cronista habla de sí mismo. De alguna autoridad debía estar investido para que el legado le hiciera confidencias. d Su nombre era Juan Halgrín. Abbeville es una ciudad francesa del Departamento de Somme. Presidió sínodos en las provincias eclesiásticas de Compostela, Braga, Tarragona y Toledo. e En el apartado precedente.
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Engañado en la concebida esperanza de conversión del rey, el legado, después de la fiesta de la Pascua del año 1229 de la Encarnación del Señor, dictó en Tarazona sentencia de divorcio contra el rey aragonés don Jaime y la reina doña Leonor por incesto notorio, puesto que eran parientes en tercer grado de consanguinidada. Por esos mismos días el rey leonés tomó el populoso castillo de Cáceres. El legado, cumplido su deber y llevada a término su delegación, salió de Castilla al final del mes de agosto para volver a Roma, de donde había venidob.
55. Jaime I de Aragón (1213-1276) conquista Mallorca El rey de Aragón, por su parte, queriendo consagrar a Dios los comienzos de su juventud, reunió un ejército de Cataluña, nobles y plebeyos y algunos prelados de las iglesias, y alrededor de la fiesta de la Natividad de Santa María atracó en la isla que se llama Mallorca. Cuando desembarcaron, le salieron al encuentro los moros mallorquines, con los que combatieron, y por el poder de Dios en el primer día los moros cedieron a los cristianos. Al día siguiente, Guillermo de Moncada, varón valeroso y prudente, que precedía con sus tropas al rey de los aragoneses en el camino a Mallorca, cayó en las asechanzas de los moros. Murió él y con él muchos nobles de Cataluña. El rey y los que con él estaban, que los seguían de lejos, escucharon el estrépito de las armas y el tumulto de los que peleaban. Llegaron rápidamente al lugar y encontraron muerto al noble y a otros muchos. Lucharon entonces contra los moros, de los que, con la ayuda de Dios, mataron a muchos, y a otros, que huían, los encerraron en la ciudad de Mallorca. a
El parentesco era el siguiente: Alfonso VII Sancho III
Sancha-Alfonso II
Alfonso VIII
Pedro II
Leonor
Jaime I
b Alfonso IX tomó Cáceres en abril de 1229. El legado pontificio volvió a Roma en agosto de 1229. Según nuestra Crónica estaría en las Hispanias algo más de un año.
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Afianzaron el asedio y, después de innumerables trabajos e intolerables angustias por falta de vituallas y por la aspereza del invierno, que era más crudo de lo acostumbrado, tomaron dicha ciudad con su rey propio y con el rey de Almería, que por casualidad había llegado, y con todo su pueblo, matando en la conquista muchos miles de morosa. ¡Alabado sea Dios excelso, a quien es igualmente fácil vencer en lo poco como en lo mucho!b Según conocimosc por cartas de este ilustre rey, apenas estaban con él cuando la ciudad fue tomada 700 soldados nobles y 13.000 combatientes de a pie. Esta ciudad fue tomada en el último día del mes de diciembre del año de la Encarnación del Señor de 1229. El rey mallorquín murió unos días después, tras ser decapitado su hijo, a quien amaba tiernamente: por lo que se cree que murió de dolor.
56. Alfonso IX vence a Abenhut Así pues se sometió toda la isla, excepto cierto fortísimo castillo, al rey para honor y gloria de nuestro Señor Jesucristo. El rey de León, alrededor de la cuaresma que se avecinaba, con una pequeña parte de su milicia y también con algunos concejos, entró en tierras de moros y asedió Mérida, ciudad antiguamente populosa, que entonces estaba reducida a una pequeña villa. Su categoría de sede metropolitana había sido trasladada a la iglesia compostelana y, por consiguiente, al arzobispo compostelano fueron sometidos los obispos próximos a la provincia lusitana que anteriormente lo estaban al arzobispo emeritensed. Mientras el rey empleaba su tiempo en el asedio, algunos hermanos de la Orden de Santiago se apropiaron del castillo de Montánchez; Mérida, por su parte, se entregó al reye. Abenhut, que se encontraba en tierras de Córdoba, reunió, con la intención de entablar combate, una multitud de soldados e infantes, y llegó a cierto castillo junto a Mérida. Cuando a El rey de Mallorca, nos dice O’Callaghan (2002) se llamaba Abû Yahyâ y el de Almería Yahyâ al-Râmînî. b 1 Samuel 14, 6 y 1 Macabeos 3, 18, ya citados. c Otra alusión a su persona y otra muestra de la categoría social del cronista. d Las prerrogativas de la sede metropolitana de Mérida fueron trasladadas a Santiago en 1120. e Montánchez se encuentra en la actual provincia de Badajoz.
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el rey leonés supo que Abenhut venía para luchar con él, salió de Mérida y colocó sus campamentos más allá del río Guadiana. A la mañana siguiente, ambos ejércitos salieron al campo y por el poder de nuestro Señor Jesucristo, aunque eran pocos los que estaban con el rey leonés respecto a la multitud de moros, los vencieron y mataron muchos de ellos, y el propio Abenhut huyó y marchó confundidoa.
57. Los portugueses ocupan Elvás
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Los habitantes de Elvás, cuando supieron que Abenhut y los que con él estaban habían sucumbido en la batalla, abandonaron el castillo y huyeron de noche. Unos portugueses, que volvían de la batalla, en la que habían estado con el rey leonés, encontraron abiertas las puertas de la villa. Entraron y no encontraron a nadie; retuvieron entonces el castillo y lo notificaron al rey de Portugal. Al saberlo, envió sus soldados y otros hombres armados para que retuvieran el castillo, y así dicho castillo, famoso en aquellas partes, fue adquirido por la gracia del Salvador para el nombre cristianob.
58. La cruzada del emperador Federico II (1220-1250) Por el tiempo en que acontecían los sucesos anteriores, es decir, en el año de la Encarnación del Señor de 1228, Federico, emperador de los romanos, hijo del emperador Enrique y nieto del emperador Federico I, que había llevado la cruz un largo tiempo pero no detrás de Cristo, no quería de manera alguna cumplir el voto que había hecho al recibir la Cruz y buscaba razones frívolas para permanecer en Sicilia y en Apulia, en las que gobernaba como reyc. Fue, por fin, excomulgado por el papa Gregorio IX. Coaccionado y reticente, sin obtener la absolución ni tampoco, como convenía, pedirla, alrededor de la La batalla tuvo lugar en Alange, al Sureste de Mérida, en 1230. Según Fernández Valverde (1989), 8, 6, Elvás fue conquistada por los portugueses en tiempos de Sancho II (1211-1223). c Federico II (1194-1250), hijo de Enrique VI de Hohenstafen y Constanza de Sicilia, fue rey de Sicilia desde niño (1197-1250) y coronado emperador en 1220. Casado con Yolanda, hija del rey de Jerusalén, Juan de Brienne, se hizo proclamar también rey de Jerusalén en 1229. a
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fiesta de la exaltación de la Santa Cruz, se embarcó con pocos soldados y llegó a Tierra Santa, donde gobernaba como rey por el derecho del hijo que tenía con la hija de Juan, rey de Jerusalén. A esta hija le pertenecía el reino por derecho hereditario por parte de madre. Permaneció en esa tierra todo el invierno, sin acometer, como es propio de la majestad imperial, nada importante. Confiando en su astucia, consiguió del sultán de Babilonia, a través de internuncios, que el sultán dejara al emperador, como amigo y no como enemigo, la ciudad de Jerusalén, cuyos muros habían sido destrozados en el tiempo en que los cristianos habían obtenido Damietaa. El sultán retuvo para sí la defensa del templo y el poder o jurisdicción en los sarracenos que allí vivían; la parte restante de la ciudad, que los cristianos no podían defender contra los moros cuando éstos quisieran expugnarla, la dejó al emperador, del que había recibido muchos y preciosos regalos.
59. El ejército papal invade Apulia 102
Después de firmar una tregua de diez años con el sultán bajo condiciones misérrimas y horrendas, dejando vacía la tierra de soldados, ballesteros y armas, volvió a Apulia con ocasión de la devastación que el ejército papal llevaba a cabo en el reino de Apuliab. En este ejército estaban el rey Juan y el conde Tomás, y los legados de la Iglesia Romana, el español maestro Pelayo, entonces obispo de Albano, en otro tiempo electo de León, y don Juan de Colonnac. Cuando el emperador se embarcó, nombró su vicario en el reino de Apulia a cierto duque, que se denominaba duque de Spoletod. Por mandato del emperador según se decía, reunió Federico II y el sultán al-Kamil firmaron un tratado en febrero de 1229. Damieta es una ciudad egipcia en el Mediterráneo, en la desembocadura del ramal más oriental del río Nilo. Tomada por los Cruzados en noviembre de 1220 (quinta cruzada) fue reconquistada por los moros unos meses después. b Gregorio IX no retiró la excomunión a Federico II, sino que contraatacó invadiendo la Apulia, región situada al sur de Italia, en las costas del Adriático. c El rey Juan de Brienne, que lo había sido de Jerusalén, el conde Tomás de Acerra, Pelayo, cardenal obispo de Albano y el cardenal Juan de Colonia. d Reinaldo de Spoleto. a
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una multitud de cristianos y moros, y penetró en el Patrimonio de San Pedroa, devastando la tierra, ocupando castillos y llevando a cabo atroces matanzas por manos de los moros. Llegó hasta Perugia, donde moraba entonces el Papa con sus cardenales. El papa Gregorio IX, y los que con él estaban, se dolían y lloraban la nefanda muerte de cristianos y la miserable devastación de las tierras. Temiendo también por su vida y por la de los suyos, llamó al rey Juan, a quien había nombrado su vicario en sus ciudades y castillos. Convocó también en auxilio de la Iglesia Romana a los lombardos, que formaban la Liga de Milán, y envió su ejército contra el citado duque. Tras hacerlo huir y expulsarlo del Patrimonio de San Pedro, el ejército papal entró en Apulia, ocupó por la fuerza ciudades y algunos castillos. Otros se entregaron voluntariamente al Papa. En el año de la Encarnación del Señor de 1229, el emperador, alrededor del comienzo de junio, volvió a Apulia donde se detuvo, puesto que no tenía ejército suficiente para resistir o atacar al ejército papal. Como hombre astuto, permaneció allí hasta que los estipendios que se entregaban al ejército papal comenzaron a faltar, y el propio ejército, disminuido así, comenzó a retirarse. El emperador, reasumidas sus fuerzas, recobró algunos castillos y ciudades que había perdido, pero el Papa con sus hombres retuvo otros. El emperador con su ejército llegó a San Germano y asedió en Montecasino al obispo de Albano. Finalmente se firmó una tregua entre el Papa y el emperador para un tiempo no largo, y el obispo, que volvió a la curia aquejado de grave enfermedad, murió y fue sepultado en Perugia a los pies del papa Inocencio III. La tregua fue prolongada y se trató la paz y concordia entre el emperador y la Iglesia. Por la gracia de Dios, al principio del mes de septiembre del año 1230, el emperador llegó a Anagni, donde
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a El Patrimonio de San Pedro, también llamado con el tiempo los Estados Pontificios, estaba formado por un conglomerado de territorios, básicamente italianos, que se mantuvieron independientes desde el 752 al 1870 bajo la directa autoridad civil de los papas.
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estaba el Papa y a sus pies se reconciliaron entre sí, y se firmó la paza bajo ciertas condiciones que serían largo de escribir.
60. Muerte de Alfonso IX de León En el mismo año, alrededor de la fiesta de la Natividad de San Juan Bautista, nuestro rey don Fernando asedió la muy defendida ciudad de Jaén, a la que causó mucho daño, pero alrededor de la fiesta de San Miguel, considerando que no progresaba, tanto por el número de defensores que estaban dentro como por la fortaleza del lugar, se retiró finalmente del asedio. Pocos días antes de la fiesta de San Miguelb, el rey de León don Alfonso, padre de nuestro rey, en Villanueva, junto a Sarriá, en Galicia, murió con final feliz, según se cree, terminando su vida en el celo de la justicia y persiguiendo viril y prudentemente a ladrones y otros malvados. Sus hijasc, cuando conocieron la muerte del padre, aunque no estaban muy lejos del lugar donde el padre murió, dieron rápidamente la vuelta y llegaron a Astorga, y no fueron recibidas como ellas querían. Salieron indignadas de allí y llegaron a León, donde de igual forma no fueron recibidas como deseaban. La respuesta del pueblo y obispos era que recibirían sus personas y les servirían de buen grado, pero no a sus soldados y hombres armados. Llegaron a Benavente, donde recibieron una respuesta semejante. Llegaron, por último a Zamora, con su madre la reina doña Teresa, que siempre las acompañaba, y allí fueron recibidas. Eran favorables a las nobles señoras Ruiz Fernández, apodado el feo, hijo del conde Froilán, y otros muchos de la tierra de Leónd. Nuestro rey, por su parte, supo la muerte del padre antes de entrar en Toledo, donde estaban su madre y esposa. Tras una Es el tratado de San Germano, de 1230, que levantaba la sentencia de excomunión sobre Federico II. b Concretamente el 24 de septiembre de 1230. c Alfonso IX de León tuvo con su segunda esposa, Teresa de Portugal, dos hijas: Sancha y Dulce. d De Medina del Campo, pasando el Duero, llega a Villalar, hoy llamada “de los Comuneros, y a continuación a San Cebrián, poblaciones todas ellas en la actual provincia de Valladolid. Pasa por Toro y Villalpando, en Zamora, y llega a Mayorga, otra vez en la provincia de Valladolid, y Mansilla, ya muy cerca de León. a
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conversación con su madre, el arzobispo y los magnates que allí estaban, pasó rápidamente la sierra, y, haciendo el camino por Ávila, llegó a Medina. Se acercaron entonces a él algunos de Toro y de algunas otras villas del reino de León y lo encontraron en Medina. El rey, sin prestar oídos a propuestas inútiles que le fueron presentadas, pasó el Duero y llegó a Villalar. Los hombres de esta villa lo recibieron de inmediato. Al día siguiente llegó a San Cebrián de Mazote, donde fue recibido de manera semejante. Al día siguiente, en la festividad de San Lucas, fue recibido en Toro y le rindieron homenaje. Salió de allí a los tres días y llegó a Villalpando, que tenía la reina doña Berenguela. De allí marchó a Mayorga, donde fue recibido con gran gozo y honor. Después, pasando por Mansilla, llegó a León. El obispo, el clero y todos los habitantes del lugar, que mucho mal soportaron por su causa...a; pero las torres de la ciudad las tenía García Rodríguez Carlota, merino mayor. Nuestro rey prolongó su estancia en esta ciudad, no queriendo salir de allí sin tener las torres. Llegó la reina Teresa con sus hijas y partidarios a Villalobos, y le rogó a la reina doña Berenguela que se dignara llegar a Valencia de don Juanb, donde se reunirían. Y así se hizo.
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61. Fernando III, rey de León La reinas hablaron en esta villa de la paz y concordia entre el rey y las hermanas. Se firmó la paz y concordia entre ellos en Benavente con la presencia en la villa de las dos reinas, el rey, sus hermanas y los arzobispos toledano y compostelano, y muchos varones y concejosc. Las condiciones de la concordia fueron éstas: el rey asignó a sus dos hermanas en lugares determinados 30.000 maravedíes, Falta el verbo que haga inteligible el párrafo. Jiménez de Rada (1987) 9, 15, deja entrever que Fernando fue recibido “como rey” por el obispo y la población. El detalle siguiente, sin embargo, no lo añade. El merino mayor era un administrador real. b En el manuscrito sólo dice Valenciam, llamada hoy “de don Juan”, en la actual provincia de León. Villalobos se encuentra en la de Zamora. c J. González (1980-1986), II, páginas 311-314, ofrece como documento 270, fechado en Benavente el 11 de diciembre de 1230, el texto latino del acuerdo entre Fernando III y sus hermanas. a
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que habían de recibir anualmente mientras vivierana, más otras muchas condiciones que se contienen en cartas sobre esto escritas. Las hermanas, por su parte, renunciaron al derecho, si alguno tenían en el reino, y destruyeron las cartas paternas sobre la sucesión o sobre la donación del reino a ellas. Mandaron además que todos los castillos o defensas, que los suyos tenían, fueran entregados en su nombre a nuestro rey, excepto algunos castillos que debían retener sus partidarios para la defensa del pacto. Así las cosas dispuestas, nuestro rey llegó a Zamora, donde fue recibido con honor; entró después en Extremadura, donde por todos fue recibido con gozo y honor. En breve tiempo, por disposición de Dios, en cuya mano está el reino de los hombresb, nuestro rey poseyó en paz el reino paterno, excepto Galicia, a la que no pudo acudir de inmediato y en la que perduraba una no pequeña turbación originada a la muerte del padre. En la persona, pues, de nuestro rey, se unieron los dos reinos, que se habían separado a la muerte del emperador.
62. Fernando pacifica Galicia y Asturias En el año siguiente, alrededor de la Natividad del Señorc, entró el rey en Galicia, a la que condujo de la turbación a la paz. Después de resanar los daños, gracias a una profunda investigación y de promulgar algunos decretos contra los perturbadores y malhechores de la tierra, llegó a Oviedo en Asturias. Se detuvo allí un poco de tiempo para restañar también los daños y pacificar la tierra. Partió de allí, pasó por León y llegó a Carrión, donde le salió al encuentro su madre y donde su esposa se encontraba hacía ya largo tiempo. Allí mismo se reunieron con él muchos de los pueblos del reino leonés y muchos nobles de Galicia y Asturias. A algunos despidió y a otros llevó consigo a Burgos. Doña Sancha murió antes de 1243; doña Dulce en 1248; doña Teresa en 1250. Todas ellas antes que Fernando III. b Daniel, 4, 14: “El Altísimo es dueño del reino de los hombres y lo da a quien le place”. Cf. también Daniel, 4, 29 y 5, 21, ya citados. c Finales, pues, del año 1231. a
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63. El rey en Burgos Llegó a esta ciudad gran cantidad de hombres de los pueblos y nobles, tanto de Castilla como de Galicia y de otras partes del reino. Se detuvo allí el rey mucho tiempo, despachando asuntos de diversa clase con el consejo de hombres prudentes.
64. Conquista de Úbeda, Burriana y Trujillo En el invierno siguiente, era de 1271a, en la fiesta de Epifanía, el rey asedió Úbeda con los nobles y no muchos pueblos del reino leonés y los pueblos de Toro, de Zamora, de Salamanca y Ledesma, que acudieron, al mandato del rey, para asediar dicha villa, en gran multitud y con mucho aparatob. Cuando se acabó el tiempo en el que sus fueros los obligaban a servir al rey, como ellos decíanc, antes de la toma de la villa, volvieron a sus tierras. El rey, por su parte, perseveró en el asedio con los castellanos y nobles del reino leonés, hasta que la villa, que en otro tiempo gozaba de riquezas y multitud de hombres, se entregó por el poder de Jesucristo en sus manos en el mes de juliod. Ni Abenhut ni otros moros poderosos se atrevierone a venir en ayuda de ella, y, por su parte, los que estaban asediados en la defensa, por falta de pan y de otras vituallas, pasaban apuros. Pusieron la condición de que se respetaran las vidas de las personas de ambos sexos y de que pudieran llevarse, si les permitían salir, todo lo que portaran. Entregaron la defensa al rey, y con el salvoconducto obtenido se retiraron hasta el lugar que eligieron.
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a Año 1233 de la Encarnación del Señor. Otra vez cita el cronista por la era hispánica. b La conquista de Úbeda, en la actual provincia de Jaén, facilitaría el acceso tanto hacia Córdoba al sur como al este hacia Granada. Ledesma, en la actual provincia de Salamanca. c Las milicias del reino de León se consideraban libres de sus obligaciones militares a los tres meses de campaña. d El asedio, pues, duró cerca de siete meses. e Abenhut había obtenido al-Andalus con suma facilidad; pero pronto también empezó a tener serias dificultades. Arjona (Jaén) en 1231, y Sevilla, que depuso al hermano del propio Abenhut en 1233, ya se habían sublevado. De ahí que no acudieran en ayuda de Úbeda.
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En ese mismo tiempo el rey aragonés don Jaime asedió y tomó la villa de Burrianaa, en el camino hacia la famosa ciudad de Valencia. En el invierno, en que nuestro rey don Fernando asedió Úbeda, el maestre de Calatrava y el pueblo de Plasencia con su Obispo asediaron y tomaron el castillo de Trujillob.
65. Sublevación de dos nobles
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Después de la toma de dicha noble villac, el rey volvió a Castilla. Fue recibido con gran gozo y honor en Burgos, donde se detuvo no poco tiempo mientras trataba ciertos asuntos beneficiosos para toda la región. Se cree que allí ofendió a Lope Díaz, de los magnates de Castilla. El rencor, nacido antes en el asedio de Úbeda, creció día y día, pero el fuego encendido todavía no había irrumpido en llama. Lleno de ira e indignación, Lope Díaz se separód del rey especialmente porque, según decía, se consideraba menospreciado y tenido como despreciable a los ojos del rey por muchos indicios. Preparándose para la venganza, comenzó a tratar del contubernio de cierta hija suyae con don Nuño, conde de Rosellón, nieto del conde de Barcelona y del conde Nuño de Castilla. Se llevó a cabo después de Pascua del año de gracia de 1234. Alrededor de la misma Pascua prometió a otra hija suya mayor con Álvar Pérez en contubernio semejante, porque los tres eran parientes en igual grado, pero este contubernio se consumó después de la siguiente fiesta de San Miguel. El rey a En el sureste de la actual provincia de Castellón. Jaime I la conquistó a finales de julio de 1233. b En la actual provincia de Cáceres, en el trayecto que une Cáceres con Toledo y Madrid. Fue tomada en enero de 1232. c Entiéndase Úbeda. d J. González (1980-1986) I, 130-134, resume los servicios antes prestados a Fernando III por López Díaz de Haro, hijo de Diego López de Haro y esta defección de ahora. No parece, por otra parte, que Lope Díaz se levantase en armas contra su rey, pues en los documentos de este tiempo sigue ostentando su cargo de alférez real. Es más, el enfrentamiento, como se verá, duró poco tiempo, y don Lope continuó en la curia real. En el último capítulo de esta crónica, el rey conoce, sin duda con dolor, la muerte de este “poderoso y rico varón”. e Urraca de nombre. Don Lope y don Nuño eran primos segundos. También lo eran don Lope y Álvar Pérez.
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y la reina, su madre, estaban en Burgos, con el arzobispo toledano, los obispos de Burgos, Segovia y Osma, que era el Canciller, por los que solemne y públicamente en el día del Señor y en la iglesia burgalesa, por consejo del obispo de Astorga, que entonces estaba en la curia del rey, y de otros jurisperitos, fueron excomulgados Álvar Pérez y Mencía López, a la que había desposado, por incesto manifiesto, contra la prohibición anteriormente hecha en Burgos por el arzobispo de Toledo y el obispo burgalés. Con ocasión, pues, de este concubinato se originó en el reino una no pequeña turbación, puesto que la voluntad del rey, cuyo beneplácito debía ser requerido y esperado, como tío maternoa, es decir, hermano de la madre de la joven y tutor de la misma ya que formaba parte de la cámara de la reina doña Berenguela, no fue de ninguna manera requerida, por no decir despreciada. Con motivo de esta alianza, Álvar Pérez y Lope Díaz se unieron con un lazo firmísimo, como ellos mismos confesaban, contra enemigos comunes. El resto del pueblo sospechaba un facto firmado contra los familiares del rey, y no diré contra el rey. Ello quedó claro por los hechos, puesto que Álvar Pérez fortificó cuanto pudo con armas*** y un foso la villa de Paredesb, situada entre Palencia y Carrión, que era su propia heredad. Decía que quería permanecer en su heredad y que le era lícito hacerlo por el fuero de Castilla, como él afirmaba, aunque el rey ya hubiese ocupado la tierra que de él tenía el propio Álvar Pérez.
66. Fin de la revuelta Cuando el rey lo supo, lleno de ira, convocó la milicia de los nobles y a los pueblos vecinos, con el decidido propósito de expugnar la citada villa, y así llegó a Palencia. Álvar Núñez, mejor aconsejado, se sometió a la voluntad y disposición de las reinas a
Su madre era hija “natural” de Alfonso IX de León y doña Inés Iñiguez de Mendoza. b Álvar Pérez había heredado de su padre Paredes de Nava.
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doña Berenguela y doña Beatriz. Ellas, por su parte, recabaron el consejo de varones prudentes y ordenaron a Álvar Núñez que dejara Paredes como antes estaba y saliera de todo el reino para ir a tierra de sarracenos, vivir allí o en otro lugar, hasta que pudiera recuperar el favor del rey, que ellas mismas recabarían. Y esto se llevó a cabo sin condición alguna y sin pacto precedente. Lope Díaz reconoció que los diecisiete castillos que tenía del reino de Castilla pero que no había recibido mediante el porteroa, eran del rey. Los recibió del rey, mediante su portero, y se le aseguró la tierra por un quinquenio gracias a la reina doña Berenguela bajo muchas y honestas condiciones. El hijo confirmó lo hecho por la madre. Y así, por la gracia de Aquel, que es nuestra pazb, quedó todo apaciguado y la tierra calló y permaneció tranquilac. Todo ello sucedió en la villa de Palenzuela alrededor de la fiesta de la Purificación. Al comienzo de la siguiente cuaresma, encontrándose el rey en Valladolid, Álvar Pérez, con licencia del rey, emprendió su camino hacia tierra de sarracenos. Las reinas, señoras de gran prudencia, presintiendo los males, que podrían acontecer en nuestra frontera si Álvar Pérez se aliaba con Abenhut, rey cismarino de los moros, trabajaron eficazmente para que Álvar Pérez fuera restituido al favor real. Lo lograron y recuperó su tierra y castillos.
67. Tregua entre Fernando e Abenhut Después, en la primavera siguiente, en el año de gracia de 1235, Álvar Pérez, por mandato del rey, iba por delante hacia tierra de moros contra Abenhut. Lo seguía el rey con noble milicia y no muchos pueblos. Devastó entonces el rey las cosechas de Jaén, de Arjona y de las pequeñas villas adyacentes. Convino con Abenhut, que entonces asediaba Nieblad, entre Sevilla y Portugal, a Los porteros del rey, pues eran varios y su dignidad importante, realizaban la entrega material de los castillos a quienes los detentaban. Llevaban a cabo, además, otros mandatos del monarca. b Efesios, 2, 14: “Pues Él es nuestra paz”. c Salmo 76, 9: “Y la tierra se estremece y calla”. Cf. también 1 Macabeos, 1, 3. d En la actual provincia de Huelva. En los tiempos de la crónica, Niebla era capital de un vasto territorio que se extendía desde el sur de Portugal hasta la actual provincia de Sevilla.
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por la mediación de Álvar Pérez, que Abenhut daría a nuestro rey a cambio de una tregua hasta el siguiente mayo 430.000 maravedíes. De esta suma se pagó de inmediato una tercera parte, otra tercera parte debía pagarse al final del siguiente septiembre, y la restante tercera parte al final de eneroa. Tras firmar estas cosas, como entonces podían firmarse y cuando volvía el rey de las tierras de Córdoba, asedió Iznatoraf, castillo fortísimo, que se le entregó enseguida, con la condición de que se respetaran la vida de los moros y los bienes muebles que pudieran llevarse. Tras encomendar la seguridadb y defensa del castillo a cierto caballero y a otros con él, llegó al inexpugnable castillo de San Estebanc, que causaba mucho daño a los cristianos, principalmente cuando accedían a los caminos por donde se va a Úbeda y a Baeza. El alcalde de este lugar y los que con él estaban entregaron enseguida el castillo al rey, después de recibir de él una pequeña cantidad de dinero y no sé cuantos caballos y mulos. Designó los que tenían que permanecer en el castillo y se volvió el rey a Toledo junto a la madre y esposa. Después, pasando por Segovia, entró en la vigilia de la Asunción en Burgos, donde fue recibido con gran gozo y honor. Acerca de estos dos castillos en la firma de la tregua se había acordado que si el rey quisiera asediarlos o pudiera tomarlos, Abenhut no los defendería. No entraban en la tregua.
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68. Los romanos se levantan contra el Papa. Intervención del emperador En tiempo también próximod, mencionada, se originó una turbación en nuestro reino, hubo una J. González (1980-1986), I, 320-323, se basa en nuestra crónica, a la que enriquece con detalles, para relatar éstos y los siguientes episodios. b En el texto latino leemos circa. O’Callaghan (2002) indica que Du Cange en su Glosarium mediae et infimae latinitatis atribuye a este vocablo el significado de excubiae o uigilia: guardia, centinela. Seguimos la interpretación del erudito norteamericano. c Iznatoraf, en la actual provincia de Jaén, se encuentra situado en un pequeño cerro en la loma de Úbeda. El castillo de San Esteban dista unos 100 kms. de Jaén. d Concretamente en 1232. a
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gran discordia entre la Iglesia Romana, que entonces presidía Gregorio IX, y los romanos. Intentaban éstos conculcar la libertad eclesiástica y querían imponer a los cardenales y a todo el clero romano gravísimas condiciones e insoportable yugo. Sustraían también los romanos al Papa los derechos que de antiguo había tenido en la ciudad tanto en la acuñación de monedas como en el nombramiento del senador y en otras muchas cosas. Por esta causa el Papa y los cardenales fueron a Riete. Llamó el Papa junto a sí al emperador Federico de Apuliaa. Después de una diligente discusión, se determinó dictar sentencia de excomunión contra el senador y algunos de los principales de los romanos. A esta sentencia siguió inmediatamente la actuaciónb del emperador no sólo contra el senado sino también contra todo el pueblo romano. Y, en consecuencia, el emperador con el ejército, que entonces tenía consigo, invadió los límites de los romanos, causando muchos males. Tras tomar algunos castillos que entonces tenían los romanos y enviar a cierto conde teutón con noble milicia junto a Viterbo para la defensa de la ciudad (el Papa residía entonces en Perugia), volvió a Apulia con la intención de regresar, como prometía, con un ejército grande y fuerte en el verano siguiente. Recapacitaron los romanos y, por temor quizás más que por amor, se sometieron a la Iglesia y acataron todos los mandatos apostólicos que habían entrado en discusión. El senador y muchos nobles romanos prometieron seguridad bajo juramento y se selló la paz entre la Iglesia y los romanos. No agradó, sin embargo, esta seguridad a algunos cardenales, ya que no les parecía suficiente, por lo que tampoco la misma paz fue firme ni estable. Por ello ni el Papa ni los cardenales quisieron entrar en la ciudad. El emperador, por su parte, que había prometido volver con un ejército en auxilio de la Iglesia contra los romanos, marchó a Cf. los apartados 58 y 59. El vocablo latino es dificatio. O’Callaghan (2002) supone que se trata de un error del copista por dimicatio, que traduce como “struggle”. En mi primera traducción de la crónica traduje este vocablo ya como “la acción”. Prefiero ahora la expresión “la actuación”. a
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Alemania. Tomó por esposa a una hijaa del rey que entonces reinaba en Inglaterra, Juan, hijo de Enrique el Grande, rey de los ingleses. Se demoró entonces el propio emperador en Alemania y congregó un pequeño ejército contra los lombardos que se habían rebelado contra él, es decir, contra Milán y su Liga. En la era de 1274b, alrededor de la fiesta de San Miguel, entró en Lombardía e infirió muchos males a los mantuanos. Tomó Vicenza, parte de la cual se había rebelado, parte le era fiel. Su ejército descansó en el siguiente invierno; el emperador, por su parte, dejó el ejército en Lombardía y volvió a Alemania. En el mismo tiempo, el emperador constantinopolitano, que era llamado Ianna, el rey Juan de Acre, yerno de nuestra reina Berenguela, era acosado por los griegos y la ciudad de Constantinopla estaba casi asediada; por lo que el emperador clamaba a la Iglesia Romana pidiendo ayuda, pero no era escuchado según sus deseos.
69. Entrada de algunos cristianos en Córdoba En aquel tiempo, en la era escrita según Cristoc, a saber en 1274, nuestro rey Fernando, alrededor de mediados de enero, viviendo su madre en León, recibió en Benavente unos mensajeros de parte de algunos cristianos, que furtivamente, de noche, habían ocupado una parte de Córdoba. Le suplicaban que les ayudara, puesto que estaban en gravísimo peligro. Eran muy pocos con relación a la multitud de cordobeses y no estaban separados de ellos sino por un muro que dividía la ciudad casi por la mitad, y los moros podían salir cuando quisieran de la parte de la ciudad que tenían para atacar a los cristianos. Unos cristianos, sin embargo, habían fortificado con armas y hombres algunas torres fortísimas en el muro que habían ocupado, y los restantes, en el límite entre la parte de la ciudad que tenían y la parte
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a Isabel era el nombre de la tercera esposa de Federico II. Hermana de Enrique III de Inglaterra, 1216-1272, (en aquellos momentos reinante, y no Juan, que había fallecido en 1216), hija de Juan sin Tierra, hijo de Enrique II. b Año de 1236. c La fórmula aquí empleada “sub era pro Christo scripta” es inusitada. Se trata del año 1236.
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que los moros defendían, luchaban contra éstos y se mataban mutuamentea. Había sucedido que unos cristianos, como excitados por el Espíritu Santo, tras conocer con anterioridad la situación de Córdoba, porque en aquella parte de la ciudad que habían ocupado moraban unos pocos, simularon ir más adelante. Al mando de uno, que de moro se había hecho cristiano y conocía perfectamente la situación de Córdoba, llegaron de noche, y por escalas subieron al muro tras dar muerte a los centinelas. Ocuparon aquella parte de la ciudad, matando a muchos de los que allí habitaban y haciendo huir a los otros a la parte restante de la ciudad. Córdoba vio que un pueblo de otra religión y lenguab, al que no había nutrido, daba muerte en su propio seno a sus hijos. Como aturdida, no podía robustecer las manos sin fuerzas y las débiles rodillas contra los enemigos. No los podían vencer, aunque eran pocos, ya que la indignación de nuestro Señor Jesucristo y su poder oprimía la multitud tan grande y fuerte de los moros. Instaban, pues, los mensajeros al rey para que ayudara a unos vasallos, que en su servicio y por honor de la fe cristiana se habían expuesto a tan gran peligro, aprovechara audazmente la ocasión que el Señor le había proporcionado y ofrecido, y se mostrara como hombre a todos los que lo supieran.
70. Fernando III se apresura para acudir a Córdoba
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Irrumpió, pues, el Espíritu del Señorc en el rey, que puso su esperanza en el Señor Jesucristo y endureció sus oídos para no oír el consejo de los que, como encantadoresd, intentaban con persuasivas palabras impedir hecho tan noble. Alegaban la aspereza del invierno (que inundaba con lluvias más de lo acostumbrado), los peligros de los caminos, las riadas de los ríos, los pocos nobles que con él estaban, el dudoso éxito de riesgo tan a La parte de la ciudad que los cristianos ocuparon era la Ajarquía, la parte más castigada por los tributos de Abenhut, menos poblada y peor defendida. b Baruc 4, 15: “Pues hizo venir contra ellos una nación lejana, una nación insolente de lengua extraña”. c Jueces 14, 6, ya citado en los apartados 18, 43 y 48. d Salmo, 58, 6: “Para no oír la voz de los encantadores”.
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grande, y, lo que era más de temer, la innumerable multitud del pueblo cordobés, que sobrepasaba desde la antigüedad a los restantes moros cismarinos en bravura y uso de las armas. Con ellos había que entablar un combate sobre sus propias vidas y ciudad tan noble, tierra de su nacimiento, en favor de sus esposas e hijos y sobre todo lo que poseían. Podía temerse bastante razonablemente la llegada del rey de ellos, Abenhut, con todo su poder y el concurso de todos los pueblos de las ciudades vecinas, que consideraban a Córdoba como bastión fortísimo y baluarte contra los cristianos. Cualquier moro cismarino consideraría que se trataba de sus propios problemas, ya que, tomada Córdoba, las restantes ciudades como impotentes e inermes no podrían resistir al potentísimo rey de Castilla y León. Sin hacer caso a todas estas cosas y considerarlas como nada, el rey Fernando, fortísimo soldado de Cristo, salió a la mañana siguiente de Benavente con mucha prisa; saludó de lejos a su madre, que entonces estaba en León, por medio de un emisario que debía anunciarle fielmente lo que sucedía y el firme propósito del hijo, que por ninguna razón cambiaría. El rey, al pasar por Zamora, habló brevemente al pueblo y, como águila volando hacia la presaa, llegó a Salamanca. Se detuvo allí poco tiempo y entregó los caballos y armas, que pudo obtener, a los nobles que con él estaban. Preparó las cosas que eran necesarias, como fue posible en tan poco tiempo, para un camino tan largo; envió desde allí al canciller, el obispo de Osmab, a su madre para repartir los estipendios a los soldados que dijeron que le seguirían. Él por el camino más rápido, sin desviarse a la derecha hacia Ciudad Rodrigo ni a la izquierda hacia Talavera y Toledo, los caminos que parecían más cómodos, llegó a Méridac. Job, 9, 26. Expresión semejante en Ezequiel 22, 25. Si Juan de Osma es el autor de la crónica, como hemos dicho en la Introducción, es la primera vez que utiliza la tercera persona para referirse a sí mismo, ya canciller y obispo. c Ciudad Rodrigo se encuentra en la actual provincia de Salamanca. Talavera en la de Toledo. a
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71. Llegada a Córdoba 113
Sin descansar ni de día ni de nochea, a través de una tierra inviable y desierta, no obstante los ríos que se habían salido de madre y sobrepasado sus ya embarradas orillas y que impedían avanzar, lleno del celo de lo alto, casi todo envuelto en lluvias, entre castillos de moros, cumplidor de su promesab, llegó a Córdoba el día 7 del mes de febrero. ¡Feliz día aquel en el que el pueblo cristiano pudo ver a su rey, que se expuso a tanto peligro para ayudar a su gente!c Allí el rey encontró con el pueblo antes dicho a Álvar Pérez, su noble y fuerte vasallo, y al obispo conquense, que de tierras toledanas habían llegado al enterarse que los cristianos habían tomado parte de Córdoba. También llegó rápidamente con su pueblo el obispo de Baeza, y todo el que se encontraba cercano. En la comitiva del rey, cuando llegó por primera vez a Córdoba, no había cien soldados nobles; los principales que entonces siguieron al rey y con él llegaron hasta Córdoba fueron: el infante don Alfonso, su hermano; Rodrigo Fernández el feo; Gil Manríquez; Álvaro Fernández, hijo del conde Fernando; Diego González, hijo del conde Gonzalo; Pedro Ponce y Gonzalo González, su consobrino; Tello Alfonso y su hermano Alfonso Téllez. Después de deliberar qué se necesitaba para la operación, el rey, llevado por consejo del Espíritu Santo, decidió pasar el río Guadalquivir, entendiendo que los moros cordobeses podían libremente pasar el puente y obtener lo que necesitaran y fortificar la ciudad con vituallas, armas y hombres si fuese necesario. Así pues, pasó el río por el puente que está junto a Córdoba a dos leguas camino de Andújard y mandó levantar los campamentos en la parte que se encuentra junto al puente de la Isaías, 62, 6. Cf. También Apocalipsis 4, 8. HOR. Ars 76. Ya citado en el apartado 44. c 1 Macabeos, 10, 55: “Dichoso el día en que has vuelto a la tierra de tus padres”. d El término medio del valor de una legua es 5,5 kms. El puente está probablemente en Alcolea, a 11,4 kms al nordeste de la capital. a
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ciudad, entre Córdoba y Écija, ciudad que dista de Córdoba unas nueve leguasa. Cuando el rey de los moros, Abenhut, que estaba en tierras de Murcia, supo estas cosas, se turbó y, dolido en lo más profundo de su corazónb, reunió una multitud de cuatro o cinco mil soldados y treinta mil soldados elegidos de a pie, y llegó con gran rapidez a Écija. Estaban además con Abenhut casi doscientos soldados nobles cristianos que le servían por su paga. Todos esperaban que Abenhut, confiado en tanta multitud, lucharía en defensa de la libertad de Córdoba con nuestro rey, que entonces no tenía consigo más allá del puente doscientos soldados nobles y otros pocos, pues Álvar Pérez y algunos otros soldados y todo el pueblo restante habían permanecido en la parte de la ciudad que tenían y no podían pasar el río por aquella parte aunque quisieran venir en auxilio del rey. El Señor Jesucristo, Dios de los cristianos, corroboró su misericordia sobre los que le temenc, y el que había inflamado el corazón del rey para que viniera a Córdoba y socorriera a su pueblo, confortó su espíritu y el de los que con él estaban, y pusieron sus almas en sus manosd. Cada uno de los días en que Abenhut permaneció junto a Écija, esto es, durante quince días al menos, esperaban que el rey viniera a la guerra contra ellos. Eso mismo esperaban también todo el día los moros y el pueblo cordobés.
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72. Rendición de Córdoba Pero nuestro Salvador, que no abandona a los que en él confíane, confundió el pensamiento de los moros y enervó sus espíritus En la actual provincia de Sevilla a unos 50 kms al sur de Córdoba, para impedir así toda comunicación entre esta capital y el sur de al-Andalus. b Génesis 6, 6, citado en varios apartados. c Lucas, 1, 50: “Su misericordia se derrama de generación en generación sobre los que le temen”. Cf. Salmo 103, 11. d Lucas, 23, 46: “Padre, en tus manos entrego mi espíritu”. e Daniel 13, 60: “...que salva a los que en Él esperan”. En ti, Señor, esperé, no seré confundido para siempre (“In te, Domine, speraui: non confundar in aeternum”) reza el Te Deum. a
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y sus fuerzas. No se atrevieron a combatir con nuestro rey glorioso, con quien Dios estaba, al que es igualmente fácil vencer en lo poco que en lo muchoa. Nuestro rey y su ejército, por su parte, soportaban de nuevo una gran deficiencia de vituallas, ya que no cesaban las lluvias, y los ríos y torrentes inundaban sobre manera. El rey de los moros se fue a Sevilla con una parte de su ejército y dejó allí el resto, fingiendo algunas razones vanas y falsas por las que se apartaba de Écija. El terror invadió el corazón y las entrañas de Córdobab. Dándose cuenta de lo que acontecía y considerando que su rey no se había atrevido a combatir con el nuestro, casi desesperados de una ayuda de fuera, determinaron resistir hasta la muerte. La milicia castellana llegó después de Pascua; llegaron después los leoneses y gallegos. Les precedieron, sin embargo, los pueblos de algunas ciudades, a saber, de Salamanca, de Zamora y de Toro. Cuando los cristianos se dieron cuenta de que faltaban alimentos en la ciudad, bloquearon caminos y ríos por mandato del rey y asediaron la ciudad de forma que nadie podía salir o entrar. Comenzaron entonces los moros a negociar la rendición de la ciudad. Saldrían de ella con la condición de que se respetaran sus vidas y los bienes muebles que pudieran llevarse. El rey aceptó la condición y, cuando debían firmar el pacto, los moros se resistieron al entender que faltaban al ejército vituallas y que los concejos del reino de León no querían permanecer más tiempo, puesto que completaban ya tres meses de expedición. Nuestro rey se sintió engañado por el rey Abenhut y firmó un tratado con el rey de Jaénc, que era enemigo del rey Abenhut y de los moros cordobeses. Cuando lo supieron Abenhut y los cordobeses, sintieron mucho temor y se volvieron a nuestro rey, ofreciéndole la ciudad bajo la conocida condición. 1 Samuel I, 14, 6 y 1 Macabeos 3, 18, ya citados. Isaías, 21, 4: “Pasmóse mi corazón, el terror me invadió”. Lamentaciones 2, 11: “...mis entrañas hierven”. c Muhammad Ibn al-Ahmar, señor de Arjona, que no se había sometido a Abenhut (cf. apartado 64) amplió su reino con Guadix, Baza y en 1233 con Jaén. En 1234 firmó un pacto con Fernando III, que le reconoció todos esos dominios. a
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73. Los cristianos entran en Córdoba Había, sin embargo, entre los magnates del rey, quienes le aconsejaban que no aceptara la condición, sino que los tomara a la fuerza y los decapitara. Lo podía hacer ya que les faltaban por completo los alimentos y, como desfallecidos de hambre, no podían defender la ciudad. Otros, al contrario, insinuaban al rey que aceptara la condición y no se preocupase de las personas de los moros ni de los bienes muebles con tal de que pudiera obtener la ciudad sana e íntegra. Sabían con certeza que los cordobeses habían decidido que, si nuestro rey Fernando no quería aceptar la condición, desesperados de la vida, destruirían todo lo que de valor hubiese en la ciudad, esto es, la mezquita y el puente; esconderían el oro y la plata y quemarían la telas de Siriaa, es más, toda la ciudad, y a sí mismos se darían la muerte. Asintió el rey al consejo más provechoso y por deseo del rey de Jaén, con el que había establecido un tratado contra el rey Abenhut y los cordobeses, aceptó la condición. Se firmó el pacto bajo esa condición, y se concedió además y se firmó una tregua a Abenhut y a sus súbditos de hasta seis años. Abenhut debía entregar cada uno de los años cuatrimestralmente al rey de Castilla cuarenta mil y doce mil maravedíes, de cuya suma el rey de Jaén recibiría una parteb. Tras la firma de este tratado, frustrados en la esperanza que habían tenido de conservar su ciudad, los moros cordobeses, desfallecidos de hambre, la abandonaron llorando, gritando y gimiendo por la angustia de su espíritu. Y así, por el poder de nuestro Señor Jesucristo, la famosa ciudad de Córdoba, dotada de un peculiar esplendor y riqueza especial, y que durante tanto tiempo (desde el tiempo del rey de los godos don Rodrigo)c, estuvo retenida cautiva, fue devuelta al culto cristiano gracias al trabajo y valor de nuestro rey Fernando.
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Principal producto de la industria cordobesa. Cuarenta mil para el rey de Castilla y doce mil para el de Jaén. c Desde julio del 711 hasta el 29 de junio de 1236. b
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Cuando los sarracenos salían de la ciudad y en caterva caían de hambre, su príncipe Abohazán, entregó las llaves de la ciudad a nuestro rey. Inmediatamente el rey, como hombre católico, dio gracias a nuestro Salvador, de cuya especial misericordia reconocía haber recibido tanta gracia en la toma de tan noble ciudad. Ordenó que la enseña de la Cruz precediera a su bandera, que fuera colocada en la torre más alta de la mezquita para que delante de todos pudiera ondear junto con su bandera. Y así cuando la enseña del rey eterno, acompañada de la bandera del rey Fernando, apareció por primera vez en la citada torre, produjo confusión y llanto inefables a los sarracenos y, por el contrario, gozo indecible a los cristianos. El día feliz que iluminóa a las criaturas de todos los puntos cardinales del orbe fue el de la dichosa festividad de los apóstoles Pedro y Pablo: esta solemnidad anual se celebraba en ese díab. Alrededor de las vísperas, el canciller y obispo de Osma, el maestre Lope, aquel que por primera vez colocó la enseña de la Cruz en la torre, entraron en la mezquita. Prepararon lo necesario para convertir la mezquita en iglesia, expulsaron la superstición o herejía musulmana y santificaron el lugar por la aspersión del agua bendita con sal. Lo que antes era cubil diabólico fue hecho Iglesia de Jesucristo, llamada con el nombre de su gloriosa madre. Al día siguiente, lunes, el rey con sus barones y pueblo en general entró en la ciudad. Cuando se aproximaba a la iglesia, fue recibido con honor con una procesión solemne por el obispo de Osma y por los obispos de Cuenca y Baeza con todo el clero.
74. Repoblación de la ciudad. Sus defensores Tras celebrar solemnemente la misa el obispo de Osma y bendecir al pueblo, el rey entró en el nobilísimo palacio que los reyes de los moros se habían preparado, del cual tanto y tan grandes cosas se decían por los que lo habían visto que los que a b
1 Macabeos, 10, 55, ya citado. El 29 de junio de 1236 fue tomada Córdoba
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no lo habían visto juzgaban increíbles. Hubo, pues, gran gozo aquel día en aquella ciudad. Los barones y los hombres poderosos que sirvieron al rey en el asedio y con él entraron en la ciudad fueron éstos: Álvar Pérez y otros antes nombrados, que con el rey llegaron a Córdoba. Algunos, sin embargo, de ellos por mandato del rey habían vuelto para conseguir los soldados con los que estaban obligados a servir al rey. Los que se habían añadido después de Pascua fueron: de Castilla, García Fernández con yernos e hijos; Diego López y su hermano Alfonso López y Rodrigo González; del reino de León y Galicia, Ramiro Froilán y su hermano Rodrigo, Rodrigo Gómez y Fernando Gutiérrez, Fernando Yánez y Pelayo Arias; de Asturias, Ordoño Álvarez, Pelayo Pérez y Sebastián Gutiérrez. Se sentó, pues, en el trono de gloria del reino cordobés el ínclito rey y comenzó a tratar con sus barones qué era necesario hacer y cómo se habría de proveer a una ciudad tan grande. Abandonada de súbito por la gente de los moros, había que poblarla con nuevos habitantes, creyentes en Cristo. Se mantienen en pie las murallas, la sublime altura de los muros está decorada con torres excelsas, las casas resplandecen de dorados artesonadosa, las plazas de la ciudad dispuestas en orden están abiertas a los viandantes. Con ser tanta la gloria de la ciudad, son pocos los que quieren permanecer allí. Por la falta de vituallas y afectados del tedio por la larga tardanza, los próceres apresuran la vuelta; pero el rey noble, callado, da vueltas en su pensamiento a diversas soluciones. Después de escuchar variados consejos de los barones, él prefiere quedarse allí con algunos pocos y someterse a la voluntad divina antes que abandonar, sin gobernante, sin defensor y sin habitantes una ciudad tan noble, con tantos sudores adquirida. Se determinó finalmente que algunos magnates y maestres de órdenes dejaran allí soldados con armas y caballos, con los que permanecerían también otros hombres de guerra. Llegaron
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Cf. VERG. Aen. 1, 726: laquearibus aureis.
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CRÓNICA LATINA DE LOS REYES DE CASTILLA
por aquel entonces cuarenta soldados segovianos, equipados con armas y caballos y con abundantes vituallas. Puso, además, el rey al frente de todos los que quedaban en la ciudad a Tello Alfonso, con el que se quedó su hermano Alfonso Téllez, ambos jóvenes, valerosos con las armas, dispuestos a morir y defender la ciudad. Así las cosas dispuestas, el rey con sus barones volvió a Toledo junto a su madre. Fue allí recibido con mucho honor y gran gozo. Se detuvo allí y, alrededor del comienzo del mes de agosto, cayó en el lecho de la enfermedad. Estuvo enfermo durante mucho tiempo, y con dificultad eludió el peligro de muerte. Alrededor de la fiesta de San Miguel, cuando todavía el rey se encontraba en Toledo a causa de su fuerte debilidad, tanta multitud de hombres, casi de repente, inesperadamente, confluyó en Córdoba que la antigua casa apenas era suficiente para los nuevos habitantes. Y así la Divina Providencia suplió lo que temía la corte reala.
75. Muerte de Lope Díaz. El rey llega a Burgos Entonces en la fiesta de San Lucas, Lope Díaz, varón poderoso y rico, entró en el camino de la carne universalb. Al enterarse, el rey con su madre, tan pronto como pudo cabalgar, dejó Toledo y al final del mes de noviembre llegó a Burgos. He terminado este trabajo, creo, en breve tiempo. Sea Cristo alabadoc.
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Traducimos así aceptando la nota de O’Callaghan (2002). Salmo 65, 3, ya citado en los apartados 15 y 17. c Este final está compuesto de un pentámetro latino seguido de la invocación litúrgica (Laus, tibi, Christe), del Misal Romano al final del Evangelio. b
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INTRODUCCIÓN
La obra y su contexto1 El Monasterio de San Isidoro de León fue el escenario en el que en el lapso de tiempo que va desde finales del s. xi hasta el primer cuarto del siglo xiii posiblemente se compusieron diversos textos de carácter en mayor o menor medida hagiográficos en torno a la figura de San Isidoro2, del que sólo constaba hasta la fecha el Obitus beati Isidori escrito por un clérigo de nombre Redempto muy posiblemente poco después de la muerte del santo acaecida en 636 y tenido casi a modo de una Vita3. El primero en redactarse fue una Translatio Sancti Isidori (BHL 4488) a finales del s. xi4, posiblemente después de 1063, fecha de 1
Quiero dar las gracias públicamente a los revisores de la Introducción y de la Traducción, cuyas observaciones han contribuido sin duda a mejorar ambos textos. Igualmente es mi deseo manifestar mi especial agradecimiento a J. C. Martín por su ayuda en la distancia. Para las cuestiones relativas a los manuscritos que han transmitido la obra y sus ediciones anteriores, véase Historia Translationis sancti Isidori ed. Juan A. Estévez Sola, CC CM 73, Turnhout, 1997, p. 121-129. 2 De más amplio alcance pero muy clarificador es el estudio de J. C. Martín, “El corpus hagiográfico latino en torno a la figura de Isidoro de Sevilla en la Hispania tardoantigua y medieval (ss. vii-xiii), Veleia, 22 (2005), p. 187228. Puede verse también P. Castillo Maldonado, “La muerte de Isidoro de Sevilla: apuntes de crítica histórico-hagiográfica”, Habis, 32 (2001), p. 577-596. 3 Así P. Henriet, “Rex, lex, plebs. Les miracles d’Isidore de Séville à León (xie-xiiie siècles)” en Mirakel im Mittelalter. Konzeptionen – Erscheinungsformen – Deutungen, ed. M. Heinzelmann et al., Sttutgart, 2002, p. 334-350 4 Editada como apéndice en F. Santos Coco, Historia Silense, Madrid, 1921, p. 93-99. Traducción parcial (Lecciones III-VI), siguiendo la edición aparecida
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la llegada a León de los restos de San Isidoro, y posiblemente anterior a 1065, pues de dicho relato no se deduce que Fernando I hubiera muerto o que ya reinara Alfonso VI. Lo que sí es cierto es que sirvió como leccionario para ser leído en la festividad del santo. Se trata de la primera obra en la que de manera exhaustiva se establece un vínculo estrecho entre la casa real leonesa, a la sazón representada por Fernando I, y San Isidoro. La imposibilidad de rescatar a Santa Justa, objetivo inicial de la embajada preconizada por Fernando y encabezada por Alvito, antes que ser un motivo de frustración es presentada casi como una providencia de Dios para que sea San Isidoro quien viaje de Sevilla a León. Posteriormente, a comienzos del xii, posiblemente entre 1109 y 1118, y si bien no es de carácter hagiográfico, debió de escribirse allí la Historia Silensis5, la cual a su vez, acogiendo en su seno diversos textos de la Translatio, relató los pormenores de la embajada auspiciada por Fernando I, la llegada de los restos de San Isidoro a León, y todo ello dentro de una suerte de amplia biografía del mencionado rey, con cuya muerte se cierra la obra. En un lapso más amplio de tiempo pero posterior a la Translatio, entre el último cuarto del s. xi y la primera mitad del s. xii, debió de escribirse una Vita sancti Isidori poco conocida hasta ahora, un opúsculo hecho sobre la base de la Renotatio librorum Isidori de Braulio de Zaragoza, el De Viris Illustribus de Ildefonso de Toledo y el Obitus beati Isidori de Redempto6. en el vol. 81 (cols. 39-43) de la PL por P. Henriet, “Translations de reliques” en Les Saints et l’Histoire. Sources hagiographiques du Haut Moyen Âge, ed. Anne Wagner, Rosny-sous-Bois, 2004, p. 265-271. 5 Destacamos de entre sus cinco ediciones las de F. Santos Coco, citada en la n. 4, y la de J. Pérez de Urbel y A. González Ruiz-Zorrilla, Historia Silense, Madrid, 1959. Es obvio que éste no es el lugar de debatir sobre los muchos problemas que plantea la Historia Silensis, a la que hemos dedicado diversos artículos críticos: Juan A. Estévez Sola, “Notas para una edición de la Historia Silensis” en Arqueólogos, historiadores y filólogos : homenaje a Fernando Gascó ed. A. J. de Miguel Zabala, F. E.Álvarez Solano y J. San Bernardino Coronil, Sevilla, 1995, p. 757-764, “De nuevo para una edición de la Historia Silensis”, Studi Medievali, 46 (2007), p. 367-380; “Towards a new Edition of the Historia Silensis”, Bulletin of International Medieval Reserch, 13 (2007), p. 3-17; “Chronica Naierensis e Historia Silensis. Modelos Historiográficos y Crítica Textual”, E-Spania. Revue Électronique d’Études Hispaniques Médiévales (2009). 6 J. C. Martín, Scripta de vita Isidori Hispalensis episcopi, CC SL 113B, Turnhout, 2006, p. 393-412.
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INTRODUCCIÓN
A finales del s. xii o comienzos del s. xiii debió de componerse una obra leída también por Lucas de Tuy, otra Vita sancti Isidori7 (BHL 4486), más compleja que la anterior, y el texto ‘más misterioso’8 de los señalados, e igualmente en esa misma época debió de redactarse la obra que nos ocupa9 y que algún decenio más tarde también hubo de dar sus frutos en el conjunto de la obra de Lucas de Tuy, especialmente en el Chronicon Mundi10 y en el Liber de miraculis Santi Isidori.
Organización de la obra La obra se desarrolla siguiendo un esquema que se puede resumir de la siguiente manera: Prólogo: de cierto carácter teológico con inspiración en los Moralia de Gregorio Magno donde se reafirma la omnisciencia divina, las dificultades humanas para alcanzar el conocimiento de la sabiduría superior, la concesión del patrocinio de los santos por la ley divina, el caso de San Isidoro y las ciudades afectadas por él, León y Sevilla, nombrada como ‘sede primada’. I. Ejemplificación del providencialismo histórico en una doble vertiente: profecía de San Isidoro – el buen ejemplo – para la vida presente y para alcanzar la gloria eterna, y resultado – el mal ejemplo – desgraciado con la llegada de Witiza y Rodrigo con la pérdida de Hispania, y frente a ellos, la misericordia de Dios ejemplificada en Pelayo, Alfonso II y Fernando I. 7 El estilo de la Vita Isidori está tan alejado del de Lucas de Tuy que hace pensar en otro autor. Así J. Gil, “La Historiografía” en Historia de España de R. Menéndez Pidal, Madrid, 1995, Vol. XI, p. 1-109, especialmente p. 58-59, afirma que la Vita está “escrita en latín culterano que recuerda al estilo hinchado de Diego García”. 8 P. Henriet (2002), p. 338. 9 P. Henriet, “Hagiographie et politique à León au début du xiiie siécle : les chanoines réguliers de Saint-Isidore et la prise de Baeza”, Revue Mabillon, n.s. 8 (t. 69) (1997), p. 53-82. 10 Véase infra, y E. Falque, “La Translatio s. Isidori en el Chronicon Mundi de Lucas de Tuy”, Studia Gratiana, 28 (1998), p. 213-219.
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II. Decisión de Fernando I y su esposa Sancha de rescatar las reliquias de algún mártir. Encuentro con el rey de Sevilla, quien les promete el cuerpo de Santa Justa. Expedición encabezada por Alvito, obispo de León, a Sevilla. Negativa a entregar el cuerpo de la santa. Sueños presagos de Alvito: descubrimiento del cuerpo de San Isidoro y muerte de Alvito. III. Salida de los restos de San Isidoro. Llegada a León. Alegría de Fernando I por la llegada de San Isidoro atemperada por la muerte de Alvito. Primeros prodigios del santo. IV. Alabanza de Fernando I. Últimos momentos de su vida. Su muerte anunciada por el propio San Isidoro y enterramiento. Traslados al monasterio de San Isidoro de otras muchas reliquias. V. Elenco de los milagros: el judío y el contrahecho, el niño sordomudo, el soldado y el agua que manó de entre las piedras del monasterio de San Isidoro, el milagro de la toma de Baeza, la conclusión de un período de sequía. VI. Continuación de los milagros: diversas curaciones de endemoniados, y recapitulación. Como tal, la obra mezcla por tanto elementos de índole historiográfica y otros meramente hagiográficos11 en un intento de conformar un relato mixto desde la pérdida de Hispania a causa de los desafueros de sus últimos monarcas visigodos hasta la muerte de Fernando I. Este hecho, la pérdida de Hispania por los ‘pecados’ de Witiza y Rodrigo, no aporta ninguna novedad en sí. De hecho nuestro autor posiblemente lo conoce por la Chronica Adefonsi III (rot)512, sin embargo, y esta vez siguiendo la Vita Isidori 3213 lo convirtió en algo profetizado por San 11 Véase P. Henriet, “Perte et récupération de l’Espagne. Les construction léonaises (XIe-XIIIe siècles)” en Le passé à l’épreuve du présent: appropriations et usages du passé du Moyen à la Renaissance, ed. P. Chastang, París, 2008, p. 119-135, especialmente p. 123, con bibliografía. 12 J. Gil, Crónicas Asturianas, Oviedo, 1985, p. 43-188. 13 F. Arévalo, S. Isidori Hispalensis episcopi Hispaniarum doctoris opera omnia denuo correcta et aucta recensente Faustino Arevalo, Roma, 1797, vol. II, p. 452-487.
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INTRODUCCIÓN
Isidoro. Antes y con escuetas menciones ha aludido a algunos reyes asturleoneses, así a Pelayo o Alfonso II, e incluso ha intercalado a Carlomagno, como ejemplos de espíritus movidos por la piedad de Dios, pero el objetivo parece ser en tanto relato histórico presentar a Fernando I como el gran fautor de la causa leonesa, de un lado frente a Toledo y de otro frente a Sevilla. La enumeración de un catálogo de reliquias en IV.4 parece querer resaltar al propio monasterio de San Isidoro como centro de culto frente a Oviedo y su archa. Es más, nuestro autor se pone en situación de intentar vincular a los reyes de León con sus antepasados godos, e igualmente de vincular la sede primada de Sevilla con León, merced al traslado de sus reliquias. Poco falta además para que Lucas de Tuy dé cabida o invente directamente el relato del Pseudo-Ildefonso (Chron. Mund. III, 1-4) con el que trate de poner en cuestión la primacía de Toledo14. La mención posterior de Alfonso VII va inserta en el elenco de los milagros. Y si al propio Fernando I se le anunció la toma de Coímbra con la mediación de Santiago15, a Alfonso VII en sueño presago semejante al de Alvito se le aparece San Isidoro en la toma de Baeza. Es más, el autor de la Historia pone especial interés en que donde antes sólo aparecía Santiago aparezca ahora también vinculado a él San Isidoro: “De hecho siempre tenía previsto con resuelta preocupación que, de los despojos de sus victorias, para alabanza de Dios y de los santos Isidoro y Vicente y del beatísimo apóstol Santiago, quienes a él lo hacían vencer, la mejor parte por monasterios y pobres de Cristo se distribuyera”16. Todavía más, esta frase se intercala en un momento del relato que depende por entero de la Historia Silensis, en la que faltan, 14
Véase P. Linehan, “Dates and doubts about Don Lucas”, Cahiers de linguistique et de civilisation hispaniques médiévales, 24 (2001), p. 201-217 [= “Fechas y sospechas sobre Lucas de Túy”, Anuario de Estudios Medievales, 32 (2002), p. 19-38]; “The Toledo forgeries ca. 1150-ca 1300”, Fälschungen im Mittelalter, I, Hannover (MGH Schriften, 33. I), 1988, p. 643-674; History and the Historians of Medieval Spain, Oxford, 1993, p. 376-377. 15 Hist. Silen. 87-89 (Pérez de Urbel - González 1959). 16 IV.1 23-26: Siquidem semper sollerci cura prouidebat ut de uictoriarum suarum spoliis ad laudem Dei et sanctorum Ysidori et Vincencii atque beatissimi Apostoli Iacobi, qui eum uictorem reddebant, melior pars per monasteria et Christi pauperes distribueretur.
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ni que decir tiene, las menciones de San Isidoro y de San Vicente. Poco falta, de nuevo, para que Lucas de Tuy en el Liber de miraculis sancti Isidori (35) trate de exaltar la figura de San Isidoro por encima incluso de la de Santiago. Desde este punto de vista, la inclusión del milagro de la toma de Baeza en la serie de milagros confeccionada en la obra, pone en plano de igualdad los efectos milagrosos de la presencia de Santiago en Hispania, quien por orden cronológico en la Historia Translationis aparece vinculado a Carlomagno, Fernando I y Alfonso VII, con la llegada de Isidoro a León y las acciones en las que interviene, pues Isidoro, a su vez, actúa en la vida de Fernando I, de hecho se le apareció en el momento justo de su muerte, y en la vida de Alfonso VII en la toma de Baeza.
Fuentes y repercusión de la obra17 La Historia Translationis Sancti Isidori, en tanto obra historiográfica, maneja dos fuentes principales, a las que acoge prácticamente de manera literal: la Translatio Isidori o Actas de la Traslación y la Historia Silensis, y así en orden de importancia pues nuestro autor a la vista de la Translatio la amplía en su visión histórica de la mano del providencialismo. Según la Translatio, Rodrigo, por haber abandonado la religión divina y haberse entregado a los vicios, es derrotado por los musulmanes. Es ahí donde la Historia Silensis interviene para que nuestro autor amplíe el marco de referencia que causa la derrota cristiana: ya desde tiempos de Witiza los reyes hispanos habían abandonado los preceptos dados por San Isidoro (I.1). Una vez llegado al trono Fernando I, el gran protagonista de ambas obras, nuestro autor las combina hasta IV.4. Con ello salva el carácter litúrgico de un texto concebido para su lectura en los oficios del día del santo y alcanza un mayor desarrollo en lo que a la historia de Hispania respecta, que contemplada desde el punto de vista del enaltecimiento de San Isidoro quedaría 17
Para un análisis más detallado véase Estévez (1997), p. 129-134.
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INTRODUCCIÓN
configurada a grandes rasgos de la siguiente manera: pérdida de Hispania por el abandono de los preceptos dados por San Isidoro, ejemplificado en Witiza y Rodrigo, y renacimiento con Pelayo, Alfonso II (vinculado además con Carlomagno), y sobre todo con Fernando I, que es quien devuelve realmente el esplendor isidoriano a Hispania con el traslado de los restos del santo a León. Junto a estas dos fuentes principales nuestro autor maneja otras dos fuentes vinculadas al corpus hagiográfico de San Isidoro. Nos estamos refiriendo a la Vita Isidori (BHL 4486) y a la Adbreviatio Brauli Caesaraugustani. De la primera toma esencialmente la presentación del santo (I.1) y ello de una manera apologética: Isidoro brilla en general frente a la herejía arriana en tiempos de Cosroes II, y se vuelve profeta particular para el caso de Hispania, que de no abandonar sus preceptos gozará de toda clase de bienes en la tierra y en el cielo. Al final de II.4 vuelve a aparecer la Vita Isidori (BHL 4486) cuando de pasada alude al enfrentamiento y expulsión de Mahoma de Hispania obrado por San Isidoro. De la segunda obra18, la Adbreviatio, extracta nuestro autor dos breves líneas en I.1 y IV.4 que aluden a la confirmación en la fe católica de los godos realizada por el santo hispalense y a su continua intercesión ante Dios. Por último vamos a aludir a otras fuentes, ya muy menores, y con las que nuestro autor salpica su relato. Nos estamos refiriendo a la Chronica Adefonsi III, que le ofrece los calificativos de Witiza. Sobre un texto base sacado de las Actas de la Traslación se ha intercalado una frase procedente de esta crónica, que si bien no se puede afirmar que la tuviera tan presente como las señaladas anteriormente, no es menos cierto que debió de tenerla nuestro autor al menos en la mente, pues si no fuera así, sería difícil explicar la coincidencia literal de los adjetivos aplicados a Witiza, disoluto, (flagiciosus) y deshonesto de costumbres (probrosus moribus). En cuanto a las repercusiones de la obra, la principal repercusión de la Historia Translationis se encuentra en el Chronicon 18 Los dos breves fragmentos aludidos fueron puestos en relación por J. C. Martín (2005), p. 211n.
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Mundi19 de Lucas de Tuy. Los capítulos de esta obra inspirados en la Historia Translationis son los siguientes20: Luc. Tud. Chron. Mund. IV 15, 2-3. (I.3) Luc. Tud. Chron. Mund. IV 54, 3-17. (I.3) Luc. Tud. Chron. Mund. IV 54, 22-41. (II.1) Luc. Tud. Chron. Mund. IV 55, 1-4 (II.1) Luc. Tud. Chron. Mund. IV 55, 4-10. (II.1) Luc. Tud. Chron. Mund. IV 55, 10-11 (II.2) Luc. Tud. Chron. Mund. IV 56, 1-7 (IV.1) Luc. Tud. Chron. Mund. III 61, 16. (V.3) Luc. Tud. Chron. Mund. IV 75, 9-32. (V.4)
Autoría y datación La Historia Translationis, tal como se nos ha transmitido, no lleva atribución alguna21, si bien el padre Flórez y los bolandistas la atribuyeron a Lucas de Tuy, especialmente por la relación de la obra con el Liber de miraculis sancti Isidori del Tudense. Además, el hecho de que la obra haya estado siempre relacionada con otros textos acerca de la vida y milagros de San Isidoro ha venido a complicar la cuestión22. El nombre sobre el que han versado los eruditos para atribuirle la autoría de estas obras ha sido el de Lucas de Tuy. Los bolandistas se las atribuyeron en su conjunto, intentando achacar las diferencias de estilo y a veces de contenido a diferentes momentos de la vida del Tudense. Y ello a pesar de la indicación de Nicolás 19
Cito libro, capítulo y número de líneas por la edición de E. Falque, Lucas Tudensis, Chronicon Mundi, ed. E. Falque, CC CM 74, Turnhout, 2003. 20 Entre paréntesis las referencias a esta obra. Alude al hecho y comenta la referencia Luc. Tud. Chron. Mund. IV 54, 3-17 (Hist. Trans. I.3) E. Falque (1998), p. 213-219, especialmente 214-215. 21 Para las cuestiones biográficas de San Isidoro pueden consultarse los artículos de Ángel C. Vega, “Cuestiones críticas de las biografías Isidorianas”, Isidoriana, León, 1961, p. 75-97, y M. Alija Ramos, “Un poco de crítica sobre antiguas biografías isidorianas”, Revista Eclesiástica, 10 (1936), p. 581-601. 22 Nos estamos refiriendo a la Vita Sancti Isidori, al Liber de miraculis sancti Isidori y a la Abbreuiatio Brauli Caesaraugustani episcopi de uita sancti Isidori.
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INTRODUCCIÓN
Antonio, quien precisamente por esas diferencias no creía posible tal atribución. Flórez, por su parte, atribuyó tanto la Vita como la Historia Translationis al obispo de Tuy23. Repasemos no obstante los datos de los que podemos disponer para acercarnos mejor al momento de su escritura. 1. La Historia Translationis debió de escribirse con seguridad con posterioridad a 1170, puesto que, según se lee en IV.4, entre las muchas reliquias que Fernando I acumuló en el monasterio de San Isidoro de León se encontraban las de Santo Tomás Beckett, muerto en 1170. Incluso puede aducirse que habida cuenta de que la beatificación del arzobispo de Canterbury tuvo lugar en 1173 de manos de Alejandro III, las reliquias trasladadas deben ser posteriores a ese año. La muerte por asesinato del arzobispo de Canterbury el 29 de diciembre del mencionado año, en la que no fue ajeno el rey Enrique II de Inglaterra, provocó la extensión por toda Europa de la fama, comparable al martirio, del prelado. Esta fama debió de llegar a España, y prueba de ello es esta inclusión en un catálogo de reliquias que, exceptuadas las de procedencia ‘bíblica’ (elementos de la vida y muerte de Jesucristo, la Virgen, el Bautista, los apóstoles, algún profeta, etc.) casi todas son de mártires del s. iv. Pero hay más: el asesinato de Tomás Beckett fue representado en un fresco de la iglesia de San Nicolás en Soria, ciudad entregada en arras por Alfonso VIII a su esposa, Leonor de Plantagenet, hija precisamente de Enrique II de Inglaterra. Alfonso y Leonor contrajeron matrimonio en septiembre 1170. E igualmente por obra del conde Nuño Pérez de Lara y su esposa Teresa, y de la posterior protección de Leonor se levanta aproximadamente en 1177 la edificación en la primitiva Catedral de Toledo de una capilla – la primera fuera de Inglaterra – dedicada también a Santo Tomás, capilla que posteriormente, junto con la de San Eugenio y la de Santiago, que pertenecían a la primitiva girola, fueron adquiridas para construir la capilla de Santiago por D. Álvaro de Luna el 18 de abril de 143024. Desgraciadamente no podemos saber si las reliquias 23
Vid. España Sagrada XXII, p.135 A. M. Yuste Galán, “La Introducción del Arte Flamígero en Castilla: Pedro Jalopa, Maestro de los Luna”, AEA, 77 (2004), p. 291-300. 24
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a las que se alude en la Translatio proceden del traslado que en 1220 se hizo de los restos de Santo Tomás desde la cripta de la Catedral de Canterbury hasta un nuevo emplazamiento detrás del Altar Mayor de dicha catedral en la capilla de la Trinidad. Sí es cierto que con ocasión de dicho traslado algunos cardenales allí presentes tomaron algunas reliquias para presentarlas ante el Papa25. Independientemente, sin embargo, de estas fechas, 1170, 1173, 1220, llama la atención que se haya atribuido a Fernando I, muerto como es sabido en 1065 la llegada de las reliquias a León. Poco hubo de importarle el anacronismo a nuestro autor, más ávido de resaltar la importancia del lugar e incluso de la corte leonesa que de calcular cómputos cronológicos. 2. Que la obra fue escrita con posterioridad a 1173 también se podría deducir del siguiente hecho: cuando en V.5 se relata el milagro de la reparación de una sequía que finalmente hubo de obrar San Isidoro, a pesar de la salida en rogativa de los restos de otros santos, como San Froilán, Claudio, Lupercio y Victórico, o San Vicente y sus dos hermanas, Sabina y Cristeta, nuestro autor nos dice que ‘el abad de San Claudio cogió también los cuerpos de los santos Claudio, Lupercio y Victórico, que en su monasterio reposan’, sumpsit et abbas sancti Claudii corpora sanctorum Claudii, Lupercii et Victorici, que in eius monasterio requiescunt. Y efectivamente, el 22 de abril de 1173 el cardenal Jacinto Bobone, actuando como legado de Alejandro III y de visita en la ciudad de León, procedió a depositar solemnemente en el altar de la iglesia del monasterio benedictino de San Claudio los cuerpos de los santos mártires Claudio, Lupercio y Victórico26. 3. Añado, sin embargo, un dato hasta ahora, creo, no tenido en cuenta. En este mismo milagro se habla de la participación de don Juan, varón de grato recuerdo por aquel entonces obispo de León, quien junto con el abad de San Claudio y los priores de San Isidoro y San Marcos ideó la salida en procesión. Si tenemos 25
B. Ward, “Two Letters Relating to Relics of St. Thomas of Canterbury” en Intellectual life in the Middle Ages: essays presented to Margaret Gibson, Lesley M. Smith - Benedicta Ward (eds.), Londres, 1992, p. 175-178. 26 S. Domínguez Sánchez,“Las Fórmulas Diplomáticas Latinas en Epigrafía”, Documenta & Instrumenta, 6 (2008), p. 179-200.
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en cuenta que este don Juan debe de ser Juan Albertino, obispo de la sede leonesa desde 1139 a 1181, que de él dice nuestro autor que ‘en aquel entonces’, es decir cuando la procesión de rogativa por la seca, era ‘el obispo de León’, tunc temporis Legionensis pontifex, que no hay otro Juan anterior a él, y que nuestro autor habla de él como Iohannes bone memorie, fórmula habitual de recuerdo cuando alguien ya ha muerto, todo ello parece sugerir que efectivamente ya había muerto mientras se componía la Historia, y por tanto cabría pensar como poco que la obra es posterior a 1181, incluso bastante posterior, pues el tono de la narración sugiere una cierta lejanía en el tiempo con respecto a esa fecha de 1181. Por ejemplo cuando en I.3 habla de Alfonso V, muerto en 1027, también dice de él pater suus digne memorie rex Adefonsus, ‘su padre, el rey Alfonso, de digna memoria’. 4. Posterior a 1185 la sitúa J. C. Martín27, atendiendo a cuestiones literarias: la Historia Translationis usa como fuente la Vita Isidori (BHL 4486) y ésta a su vez el Sermo in transitu sancti Isidori de Martino de León, que es posterior a 1185, comienzo de la actividad literaria del canónigo leonés. La historia de la expulsión de Hispania de Mahoma debida a Isidoro (II.4) debió de conocerla a partir de dicha Vita, la cual a su vez le ofreció un tipo de fraseología muy caro a nuestro anónimo autor: (II.4) per omnia inimicum (“enemigo por todo [de Mahoma]”) y (VI.5) nobis per omnia inimicus (“enemigo nuestro por todo”) están inspirados en (19a.3)28 nobis et omnibus nostris per omnia inimicus. Hasta aquí lo que se puede saber de la fecha a partir de la cual se compuso la obra, su terminus post quem. Veamos ahora la fecha antes de la que debió de componerse. Alija Ramos29 afirma que tanto la Vita como la Historia Translationis deben ser anteriores al Tudense. Y así debe de ser, sobre todo si se atiende a lo que dice el propio obispo don Lucas en su libro de los milagros de San Isidoro30. En el capítulo segundo de dicho libro el autor J. C. Martín, (2005), p. 227-228. Citamos por la edición de J. C. Martín (2005), p. 227-228. 29 Alija (1936), p.590. 30 El Liber de miraculis sancti Isidori no ha sido editado completo. Están editados el prólogo, y los capítulos 7, 42 y 52 por J. Jiménez Delgado, “Liber qui de miralucis Sancti Isidori inscribitur” en Latine scripta. Disquisitiones ad 27 28
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del Chronicon Mundi remite algunos datos a un libro sobre la traslación al que se trata de manera tan impersonal que hace casi imposible atribuírselo a él. Dice en el capítulo segundo: Capítulo segundo, de cómo la hija de un rey sarraceno de Sevilla se convirtió a la fe católica a causa de los muchos milagros que vio. Muchos otros milagros en ese lugar y mientras era conducido a León el hijo de Dios permitió que el muy nutricio pastor gloriosamente mostrara, los cuales dieron motivo a muchos infieles para creer en Cristo, y que no consideré oportuno repetir porque se ven bien expresados en el ‘libro de la traslación’31.
En el capítulo VI32, donde se narra el milagro de los caballos que trasladaban los cuerpos de San Isidoro y de Alvito (III.3), tras parafrasear el texto de la Historia Translationis vuelve a mencionarse un libro sobre la traslación al que se trata, como digo más arriba, de manera impersonal, sin atribuirse su autoría: Llevando las muy sagradas cargas a las iglesias correspondientes por obra angélica como consta está escrito en la ‘traslación’ del santo doctor.
Estamos tentados de asegurar que Lucas de Tuy se está refiriendo a la Historia Translationis, y a los milagros transmitidos en ella, algunos de los cuales repite casi a la letra, como en él es humaniorum litterarum cultum, Madrid, 1978, p. 227-283 (= Palaestra Latina 173, 1961, p. 1-6); el capítulo 32 ha sido editado por P. Henriet (1997), p. 78-82; finalmente los capítulos 52-75 fueron publicados por el cardenal Lorenzana, F. A. Lorenzana, Sancti Martini legionensis presbyteri et canonici regularis Ordinis Sancti Augustini in regio coenobio Legionensi D. Isidoro Hispalensi sacro Opera, Segoviae, 1782-1786, vol. IV, p. 3-8. Puede leerse en la PL 209, 9a-14c. A. Viñayo González, San Martín de León y su apologética antijudía, Madrid-Barcelona, 1948, p. 217-223, volvió a publicar dichos capítulos. 31 Capitulum secundum, qualiter filia cuiusdam sarraceni regis hyspalensis conuersa est ad fidem catholicam propter plura miracula beati Ysidori que uidit. Plura etiam miracula in eodem loco et dum duceretur Legionem filius Dei peralmum pastorem magnifice dignatus est demonstrare que causam infidelibus multis contulerunt in Christum credendi, que iteranda non duxi eo quod in libro translationis eius satis uidentur expressa. Cito por el ms. 61 del Monasterio de San Isidoro de León, f. 5vb. El entrecomillado es nuestro. 32 f. 8v del manuscrito citado en la nota anterior: sacratissimas sarcinas ad debitas ecclesias angelico ministerio deferentes sicut in translatione sancti doctoris scriptum habetur. De nuevo es nuestro el entrecomillado. Lucas parafrasea aquí incluso el angelico ducatu de la Historia Translationis convirtiéndolo en angelico ministerio.
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habitual cuando copia alguna fuente, y que además en época de don Lucas no son conocidos por otra fuente, como el señalado arriba de las acémilas. Como todavía en 1239/4233 Lucas de Tuy no había concluido la composición de los milagros de San Isidoro, la Historia Translationis debió de escribirse antes de esos años. Flórez, que no conoció el original latino de los milagros sino sólo una traducción romance, tal vez la de Juan de Robles, cuya versión se imprimió en Salamanca en 1525, afirma que como quiera que algunos milagros de los que ha leído en romance coinciden en el contenido con los de la Historia Translationis, ambas obras deben de ser del mismo autor: “Por eso digo que si tuviéramos el libro de los Milagros en latín, viéramos ser literalmente los mismos de la Traslación”34. Las referencias a la traslación comentadas más arriba y no aducidas por Flórez casi nos aseguran lo contrario. Es más, el mismo Juan de Robles, una vez traducido el libro de los milagros de San Isidoro escrito por el Tudense, añadió: “síguense algunos otros milagros de Sant Esydro que en el dicho su monasterio se fallan escriptos en ciertos libros antiguos de mucha autoridad tornados de latín en romance por la misma persona que romanceo el libro principal de los miraglos de suso contenidos” (f. 98r). Cuenta entonces los milagros de la mujer que no podía mover una mano (VI.6), del niño poseído de Saldaña (VI.3), de la muchacha poseída de Negrillos (VI.4) y de la mujer de Olleros (VI.5). Por lo que se ve los libros antiguos de mucha autoridad tampoco son atribuidos al Tudense. En resumidas cuentas, esto es lo que se puede saber por los datos más objetivos que poseemos. Con todo querría seguir un poco más adelante en estas averiguaciones, moviéndonos ahora en el terreno de la mera suposición. En la obra destaca por lo distinto el prólogo, que especialmente en su comienzo practica un latín casi farragoso, rasgo que se puede advertir en muchos
J. C. Martín, (2005), p. 212, con abundante bibliografía. España Sagrada 23, p. 135. Risco volvió a examinar la cuestión en el tomo XXXIV, p.198-199, concluyendo lo contrario que Flórez. 33 34
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prólogos35. Si a eso se añade que en él se encuentran diseminadas por doquier expresiones y términos muy conectados con los sermonarios, como he demostrado más arriba, y que por esa época, finales del s. xii y principios del xiii, escribió y vivió en León Santo Martino, autor de tres sermones relativos a la muerte de San Isidoro: In transitu Sancti Isidori, In translatione Sancti Isidori y II in translatione Sancti Isidori36, podríamos vernos inducidos a relacionar al menos el prólogo con el abad antes citado37. El resto de la obra, como es tan dependiente de la Historia Silense y de las Actas de la Traslación, no se verían tan afectadas por ese estilo con el que arranca la obra. La parte de los milagros reflejaría, por su parte, la manera de escribir y las características propias del género. El autor sería por tanto algún canónigo del monasterio de San Isidoro, testigo de algunos de los milagros como deja entrever en VI.3 1 y VI.5 1, de finales del s. xii o principios del s. xiii38, quizá de origen francés39, en una época en la que posiblemente ya fuera obispo de León Manrique de Lara, miembro de la casa castellana de más acendrada nobleza, los Lara, en contraste con el fuerte carácter leonés de su predecesor, Juan Albertino. ¿Fue nuestra obra una especie de respuesta rápida al castellanismo del ocupante de la sede leonesa, en su momento reconocido como enemigo de los canónigos de San Isidoro por el propio Lucas de Tuy a cuya costa pretendía expandir el poderío catedralicio? ¿Se escribió la Historia de la traslación ‘contra’ las pretensiones obispales en una especie de tour de force en el que los canónigos de San Isidoro mostraran por primera vez un elenco de milagros como muestra del 35
Véanse por ejemplo los prólogos de Rodrigo Jiménez de Rada a su Historia Gothica y al Breuiarium historie Catholice. 36 Los tres se pueden ver en PL 209. 37 Pero como decíamos más arriba todo esto es muy débil, pues es posible que el mismo prólogo de la obra perteneciera al oficio de la fiesta de San Isidoro, como aparece en la copia del leccionario de la fiesta del santo hispalense incluida en los f. 212-214 del ms. B, Madrid, Biblioteca Nacional, ms. 13058, que contiene la Historia de la Traslación. 38 J. C. Martín (2005), p. 211, afirma que pudo ser “el mismo autor de la Vita Isidori (BHL 4486) o alguno de sus hermanos”. 39 Esta posibilidad se debe a la necesidad que parece sentir el autor de datar el acontecimiento principal de la obra, la llegada de los restos de San Isidoro a León, por la encarnación de Cristo, además de por la era hispánica (III.3).
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poderío del santo que en su monasterio custodiaban? Y es que ellos tenían a San Isidoro, primado, doctor de las Hispanias, el Christi legifer que semejante al mirificus ille legifer Moyses (VI.7 1-2) también operaba milagros, en justa correspondencia con el renacimiento político leonés. Hasta el autor (o en todo caso el mejor pendolista como corrector) del manuscrito n° 20 de la Real Colegiata de San Isidoro, compuesto en el siglo xiii y que contiene el Chronicon Mundi de Lucas de Tuy, tuvo a mal que las reliquias mandadas buscar por Fernando I no fueran directamente las de San Isidoro sino las de Justa, y cambió el objetivo de la embajada de Alvito, esto es, los restos de la mártir hispalense, por el rescate del cuerpo del titular de su monasterio40.
40 E. Falque (1998), p. 213-219, especialmente p. 215-219, y E. Falque (2003), p. CVIII-CIX.
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BIBLIOGRAFÍA SELECTA
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BIBLIOGRAFÍA
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Comienza el prólogo a la traslación de San Isidoro, obispo, primado de las Hispanias.
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Los arcanos de la sabiduría superior, que no muchos pueden dignamente investigar, mas ninguno ciertamente descubrir, ante tan superior profundidad, mientras con su investigación ensanchan sus corazones por propio deseo, al no encontrar lo que investigan embotan la agudeza de su mente. Admirablemente la razón nos ha entregado este consejo de lo alto: que en justicia se ignore por nosotros todavía mortales lo que desde lo alto no injustamente se dispone por la propia sabiduría inmortala. Esta disposición divina, en toda su elevada omnipotencia, aunque por ninguna presciencia de la mente pueda ser constreñida, sin embargo a quienes de la nada alcanzó el ser les presenta que todo está sometido a las leyes de su justicia al humillar a los réprobos con el suplicio y al sublimar a los santos con la gloria. Los preclaros patrocinios de éstos se le presentan a la Iglesia católica, en tanto en cuanto con sus méritos quedan protegidos los fieles e incluso las ciudades que habitan hacen populares por sus frecuentes milagros. De éstas la ciudad de León, desde los primeros tiempos la preferida para los reyes hispanos por ser noble y famosa como sede regia, se gloría de venerar a Isidoro, extraordinario confesor, como patrón. Con los rayos de su doctrina la Iga
El comienzo de este párrafo está sacado de Greg. M. Moral. 10, 6.
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lesia universal brilla. Éste, espejo de santidad y honestidad, vive por su fama y méritos por el orbe todo. La ciudad, por sacerdotal y regia, digna es también de recibir el mirífico cuerpo del dignísimo confesor de Cristo, Isidoro, doctor de las Hispanias, con regio aparato y en la corte regia, de venerarlo y de poseerlo casi por don del derecho. A él la propia Híspalis, a cuyo frente estuvo viviendo en cuerpo mortal, en la que aposentándose la maldad de los paganos el difunto estuvo oculto durante mucho tiempo, tal vez no pudo mantenerlo oculto. Así pues, en qué orden, en qué tiempo, por qué personas este don del pueblo, esta defensa de la patria, fue trasladado a la ciudad de León desde la mencionada Híspalis, que por la enseñanza de semejante varón apostólico había resultado feliz y gloriosa, y brillaba como sede primada de los hispanos, a partir de la cual saca su nombre Hispania, ciudad poblada por el rey Hispanoa, la veneración de tan gran confesor nos invita a relatarlo con estilo fiel.
Comienza la traslación del obispo San Isidoro, doctor de las Hispanias. I.1 Rigiendo felizmente la Iglesia de Dios el Papa San Gregorio y el muy cristiano rey Recaredo gobernando noblemente el reino de los godos en las Hispanias, en tiempos del emperador Heraclio quien devolvió a Jerusalén la Cruz del Señor, que impíamente el rey Cosroes había trasladadob, propagándose casi por todo el orbe la locura arriana, Isidoro, doctor de las a
La relación de Hispalis e Hispania, y la etimología de ésta en supuesto rey Hispano está relacionada con la supuestamente isidoriana Dedicatio ad Sisenandum, véase Isid. Dedic. hist. chron. II, p. 304 l. 12-14. Para más referencias H. de Carlos Villamarín, Las Antigüedades de Hispania (Biblioteca di “Medioevo latino”, 18), Spoleto, 1996, J. A. Estévez Sola, “Aproximación a los orígenes míticos de Hispania”, Habis, 21 (1990), p. 129-152; y “Algo más sobre los orígenes míticos de Hispania”, Habis, 24 (1993), p. 207-217. b Son respectivamente, San Gregorio, papa, 590-604, Recaredo, 586-601, Heraclio, 610-641, Cosroes II, 590-628, quien en 614 entró en Palestina y, si bien respetó la iglesia de la Natividad, sustrajo la Cruz y los instrumentos de la Pasión. Así en Vit. 40.
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HISTORIA, PROL. - I.1
Hispanias, arzobispo de Sevilla, estrella clarísima en las tinieblas brilló para los fieles. Él reafirmó en la fe católica al pueblo de los godosa y eliminó de raíz la herejía de los arrianos y de los acefalitas de las Hispanias, dio leyes a los reyes godos, entregó una regla eclesiástica a los sacerdotes de la Iglesia de Cristo y con voz profética declaró en voz alta diciendo: “Si permanecéis en estas enseñanzas con corazón puro, en la vida presente gozaréis de paz y de bienes, y en la gloria eterna seréis coronados con la alabanza perpetua. Pero si abandonáis estos preceptos, os sobrevendrán asombrosas calamidades y el pueblo de los godos sucumbirá por el hambre y la espada de los enemigos y la peste. Mas si vueltos al Señor los buscarais, vuestra semilla se apoderará de las puertas de sus enemigos (Gén. 22, 17; 24, 60) y la gloria para vosotros será mayor que nunca fue”b. Tras su muerte los reyes de las Hispanias y los sacerdotes, siguiendo los pasos del santo pastor, acogiéndose a sus salvíficas instrucciones según sus fuerzas, la grey a ellos encomendada felizmente gobernaban, hasta que el disoluto Witiza alcanzó infelizmente el reino de las Hispanias. Éste, al ser deshonesto de costumbresc, obligó también a los demás a someterse a sus depravados actos. Y así dejado a un lado todo culto divino y despreciadas las advertencias del santo doctor Isidoro, y relajado el freno del pudor, para que contra él por delitos tan grandes la santa Iglesia no se levantara, el lascivo rey ordenó a los obispos, presbíteros, diáconos y a todos los ministros del santo altar aceptar esposas carnalesd. Con todo, los obispos y los demás prelados de la Iglesia lo rechazaban. Cerradas las puertase de la sacrosanta
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a
Este comienzo de frase parece inspirado en la Adbreviatio Brauli, Adbr. 105-108. b Desde ‘con voz profética’ hasta el final procede de Vit. 32. c Los calificativos de Witiza (702-710) los conoce por la Chron. Adef. III rot. 5, 2. d El canon XVIII del Concilio de Elvira, celebrado a principios del s. iv, prohibía a obispos, presbíteros y diáconos fornicadores recibir la comunión incluso en el final de sus días. Véase J. Vives, Concilios visigóticos e hispanoromanos, Barcelona-Madrid, 1963, p. 5. e La expresión latina (clausis foribus) es ambigua; podría significar ‘cancelados los fueros’.
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Iglesia los sacramentos eran tenidos en nada; las instrucciones sinodales del santo padre Isidoro eran despreciadas; los concilios eran refutados; los sagrados cánones eran dejados de lado; por último toda moderación y honestidad eran tenidas en nada ante la introducción subrepticia de los placeresa. Así pues, a Witiza, un tirano caracterizado por todos los otros defectos sobre los que se fundamenta la soberbia y separado además de la Iglesia de Roma, una vez muerto, le sucedió en el reino de los godos Rodrigo, hijo de Teudefredo, que era no muy diferente de Witiza en vida y costumbresb. Éste no extirpó, como hubiera debido, los impíos renuevos, sino que seducido por el desenfreno de la lujuria los hizo crecer más y más. Dios Todopoderoso, incitado por todo ello a la ira con razón y de un modo inefable, Divina Providencia siempre eficaz en sus decisiones, mientras dispensa sus beneficios contra los perjuicios y restaura los daños con los daños, en el año septuagésimo quinto después del tránsito del santísimo doctor Isidoroc, porque sacerdotes y reyes lo abandonaron, los corrigió con justo juicio (Dt. 16, 18) mediante la vara de su indignación (Lam. 3, 1), y entregó a todos los pueblos de Hispania, según había predicho el santo doctor Isidoro, a la espada de los gentiles para su escarnecimientod. Así pues, por medio de los hijos de Witiza y de Julián, conde de la Tingitania, los sarracenos del otro lado del mar junto con Hulit, el más fuerte de los reyes de Áfricae, cruzando el mar que llega hasta la ciudad de Sevilla en primer lugar esa misma ciudad conquistaron, luego ocuparon a
Desde ‘Y así dejado a un lado’ hasta el final del párrafo depende de Hist. Silens. 14. b Este comienzo de párrafo está tomado de Hist. Silens. 15. c San Isidoro muere en 636, luego remite perfectamente a 711 como año de entrada de los musulmanes en la Península. d Desde ‘en el año septuagésimo quinto’ el texto depende de Trans. Isid. p.93, si bien puede haber referencia también a Chron. Adef. III rot. 5, 13 y Greg. M. in euang. 1, 1. Por otra parte este párrafo denota explícitamente una condición providencialista de la historia. e En estos términos sigue el texto a Hist. Silens. 16, al unir en el hecho a Witiza y a Julián, con lo que se mezclan las dos leyendas sobre la pérdida de Hispania: los hijos de Witiza y la venganza de Julián ante la violación de su hija. La consideración de rey para Hulit, procede también de la Silense.
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las provincias Bética y Lusitania. A éstos Rodrigo, rey de los godosa, tras reunir un ejército les salió al encuentro armado, pero como el mencionado rey por el abandono del culto divino se había entregado al dominio de los vicios, al instante fue puesto en fuga y todo su ejército borrado con la espada casi hasta su desaparición. Posteriormente los sarracenos desplazándose a lo largo y ancho perpetraron matanzas innumerables y horrorosas; cuántas matanzas y cuántos estragos a los nuestros causaron éstos, los testimonian las villas arrasadas y las murallas destruidas de las antiguas ciudades. En esa época toda Hispania lloró: sus monasterios arrasados, sus episcopados destruidos, los libros de la ley sagrada quemados, los tesoros de las iglesias esquilmados, todos sus habitantes consumidos por el hierro, el fuego y el hambreb. I.2 Finalmente la piedad de Dios, que no tiene por costumbre borrar hasta su desaparición a quienes reprime, sino corregirlos misericordiosamente con su azote, fortaleció los ánimos de un tal Pelayo, quien se reveló oriundo de estirpe real, y alzándose contra los sarracenos en un lugar que recibe el nombre de Cueva de Santa María, les plantó batalla. De qué manera luchó la mano divina en aquel conflicto a favor de los nuestros a partir de esto puedes comprobar: las agudas flechas lanzadas por los sarracenos contra ellos mismos la mano divina hizo que se volvieran, y una roca cortada por la voluntad de Dios se desplomó y de entre los sarracenos una no mínima multitud aplastándolos liquidó. Si alguien quisiera conocer todo ello con detalle, que se dedique a leer la triste historia de aquellos tiemposc. A partir de entonces al buscar de nuevo los hispanos los preceptos
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Último rey godo, 710-711. Todo este final desde la fuente anterior depende de Trans. Isid. p.93-94, donde se incluye ese tópico de los tres grandes males. c Conoce, sin duda, nuestro autor el milagro de Covadonga por la Crónica de Alfonso III, si bien el milagro de las piedras que vuelven sobre los que las lanzan no era del todo desconocido; se encuentra por ejemplo en los milagros de San Cosme y San Damián, muy celebrados en la liturgia mozárabe. Véase J. K. Walsh “Religious motifs in the early Spanish epic”, Revista Hispánica Moderna XXXVI (1970-1971) p. 165-172. Es posible que la ‘triste historia’ sea la propia Crónica de Alfonso III en sus capítulos anteriores a Pelayo de Oviedo. a
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divinos transmitidos por el beato Isidoro, la gloria y el reino del pueblo godo comenzó a multiplicarse lenta y paulatinamente, como el brote procedente de rediviva raíz, y a aumentarse, en los períodos de reinado de cada uno, por la actividad de sus reyes, que nacidos del tronco real gobernaban noblemente el cetro del reino. De hecho fueron famosos por sus armas y su valor, distinguidos por su misericordia y sentido de la justicia, entregados al culto divino. Ellos, que persiguieron con espada de doble filo (Jue. 3, 16) valientemente a los enemigos de la Cruz de Cristo, reinstauraron los episcopados, fundaron monasterios y los dotaron de tesoros, los adornaron de oro, piedras preciosas y libros, y en la medida de sus fuerzas extendieron la gloria del nombre cristianoa. También Carlos, el famoso rey de Francia, advertido en una visión por el beato apóstol Santiago, profesando el celo de la ley de Dios, con una preclara generación de francos eliminó a los sarracenos en triunfal venganza de los confines de Poitiers y de Vasconia, y por la cordillera pirenaica llegó hasta Zaragoza en tiempos de Alfonso, el gran rey de León y unió en matrimonio a una prima suya con el mencionado rey Alfonsob como muestra de afecto. Incluso al ir a visitar el muy cristiano rey Carlos los umbrales del beato apóstol Santiago para orarc, el rey Alfonso por un más que acertado consejo de éste realzó con asentimiento del Papa de Roma la iglesia del apóstol con el título de metropolitanad y decidió que vivieran conforme a la regla del santo padre Isidoro tanto esos mismos como todo el clero de Hispania de modo que la recuperación de Hispania se verificara mediante aquello cuyo abandono se había convertido en la causa de su perdición. a
Todo el comienzo de I.2 depende de Trans. Isid. p.94. Es Alfonso II, el Casto, al que se atribuyó (así la Crónica de Alfonso III, en su versión de Pelayo de Oviedo, y la tradición épica de origen francés) una esposa de la casa real gala, que a su vez entronca de lleno con el ciclo de Bernardo del Carpio. c La leyenda de los sueños presagos de Carlomagno, la aparición de Santiago a éste, etc. eran muy conocidas en la Península al menos por la Historia del Pseudo-Turpin, incluida en el Códice Calixtino. d Noticia sorprendente por cuanto Santiago fue elevada a la dignidad metropolitana por Calixto II en 1120 durante el reinado de Alfonso VII. b
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I.3 A continuación el rey Alfonso, aniquilando con funesto degüello al pueblo ismaelita, amplió gloriosamente el honor de la Iglesia de Cristo y descansó en paz. De su ilustre prosapia emergió un esclarecidísimo varón, Fernandoa, hijo del rey Sancho, quien a la serenísima reina doña Sancha, hija del rey Alfonsob, tomó por esposa para compartir el cetro. Ésta, con una especial prudencia de su mente, no inferior a la reina del mediodíac (Mt. 12, 42; Lc. 11, 31), solícita en el gobierno del reino, en ocasiones ejercía las veces de su rey y esposo y así asistía a su marido, para ser partícipe de las labores del reino. El rey Fernando, tras tomar posesión del cetro reald y aceptar la insignia de la corona de rey, adorna de continuo el cetro con sus probas costumbres. Él, como quiera que no sabía lo que era ser vencido sino vencer con la espada desenvainada a los enemigos de Cristo, amplió los límites de su imperio haciéndose acreedor de triunfos frecuentes. Para colmo de su felicidad, la reina Sancha se le acercó con suaves palabras para como fuere en la ciudad de León para ellos y su descendencia convenientemente dispusiera una sepultura, y se afanara en decorarla también con reliquias de los santos para su protección y de los suyos tanto de la vida presente como de la futura. Destaca además esta ciudad por la nobleza de su emplazamiento, puesto que es agradable por sus tierras, salubre por su aire, abundante en ríos, fecunda por su prados y huertos, deliciosa por sus montes y ríos, frondosa por sus árboles y la más adecuada para la instalación de varones religiosos. Había decidido el rey Fernando en Sahagún, monasterio que siempre había querido, o en la iglesia de San Pedro de Arlanza, entregar su cuerpo a la sepultura. Mas la reina Sancha, habida
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Fernando I, 1035-1065. La frase la toma de Trans. Isid. p.94. La única vinculación de Fernando I con un Alfonso es con Alfonso V, por haberse casado con su hija. El aparente error procede del manejo erróneo de las fuentes. Éstas señalan que de la prosapia de los reyes que mejor gobernaron, los que vinieron después de Witiza y Rodrigo, surge Fernando. b Son respectivamente Sancho Garcés III, 1004-1035, Sancha I de León, la hija de Alfonso V, y Alfonso V, 999-1027. c Se refiere a la reina de Saba (III Re. 10, 1; II Par. 9, 1). d La frase depende de Trans. Isid. p.94. a
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cuenta de que en el cementerio leonés de los reyes, en la iglesia de San Juan Bautista, descansaban su abuelo el rey Vermudo,a hijo de Ordoño, y su padre, el rey Alfonsob, de digna memoria, además de su hermano, el serenísimo rey Vermudoc, para que también ella misma y su propio marido con aquéllos tras la muerte descansaran, en la medida de sus fuerzas se esforzaba. Así pues, asintiendo el rey Fernando a la petición de su fidelísima esposa, son escogidos los albañiles que se encarguen sin pausa de tan dignísimo trabajod. II.1 Entretanto el rey junto con su venerable esposa, de los que el mayor deseo era también el mismo, pensando de qué manera, de entre los cuerpos de los santos mártires que en la ciudad de Sevilla en defensa del nombre de Cristo habían sido degollados, pudiera conseguir al menos uno, calmada la situación por las fronteras, en cuanto le llegó la primera oportunidad, tras congregar un ejército innumerable, con hostilidad avanzó hacia las provincias Bética y Lusitaniae. Tras despoblar los campos de los bárbaros e incendiar la mayor parte de sus villas, el rey de Sevilla, Benabetf, le salió al encuentro con grandes regalos y a él por su amistad y la grandeza de su reino le ruega que no ataque ni a su persona ni a su reino, sino se digne benévolamente en contarlo a él, como a otros reyes de Hispania, como vasallo y tributario suyo. El rey Fernando, a su vez, apiadándose según su costumbre de las estrecheces humanas, mientras se deja convencer por los ruegos del anciano bárbaro, manda llamar de los cuarteles a todos los hombres adecuados para disponer con su consejo qué fin se ponga a las súplicas del rey de los moros. Mas aquellos prudentes varones por providencia del favor del cielo sugieren que reciba al bárbaro con sus regalos y con el cuerpo de la beata Justa, que otrora en Sevilla pasó a Cristo con la corona de la virginidad y del martirio, según ya en su ánimo Vermudo II, 982-99, hijo de Ordoño III, 951-956. El mencionado Alfonso V. c Vermudo III, 1027-1037. d Desde ‘Había decidido’ la referencia procede de Hist. Silens. 94. e La expedición contra Sevilla es del año 1063. f Se trata de Abbad II al-Mu’tadid, 1042-1069. a
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estaba asentado que la reclamaría para trasladarla a la ciudad de Leóna, lo cual se hizo. Según lo quiso el católico Fernando, Benabet prestó asentimiento a sus peticiones, y le prometió que le daría el cuerpo de Santa Justab. Aceptada la promesa, después de haberse vuelto en gloria a la ciudad de León de aquella expedición, también los notables de la corte, comunicándole desde su punto de vista quién sería digno de ser enviado a tan santísimo encargo, se presentaban a este afán para satisfacer el ánimo del rey con prudente consejo, según le parecía a cada cual. Mas finalmente el mencionado rey, cuya recóndita prudencia administraba a los pueblos las leyes y juicios por autoría de Dios, llama a su presencia a un hombre de reverenda santidad, quien procedente del monasterio de Samos, que como abad había gobernado según la norma del cielo, había sido nombrado obispo de la ciudad de León por providencia divina, de nombre Alvitoc; llama también a Ordoño, obispo de Astorgad, inimitable en su prudencia, fe y generosidad, y al mismo tiempo al conde Muñoe y además a Fernando y a Gonzalo, dignatarios de palacio. Con un destacamento de soldadosf, en tanto en cuanto los fieles de Cristo creen que los rebeldes a la fe católica son enemigos suyos, el rey, lleno de sagacidad y previsor de mente, no fuera que algún cuño de salteadores les saliera al encuentro, los envió a rescatar el cuerpo de la mencionada virgen. A su llegada le expusieron pormenorizadamente a Benabet la causa de su legacióng. II.2 Así pues, el rey pagano, acogiéndolos con el mayor de los honores, y hechos venir los próceres de su reino, les expone cuál es la petición del rey católico; les ruega le digan qué ha
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Desde ‘calmada la situación por las fronteras’ el texto remite a Hist. Silens. 95. b Había recibido martirio a comienzos del s. iv. La frase la toma el autor de Trans. Isid. p.95. c Promovido al obispado según parece en 1057. d Parece que fue nombrado en 1060. e Es el mismo Muño Muñoz de la Chronica Naierensis (III 10), a quien Fernando I y Sancha conceden la villa de Campo Salinas en compensación por esta embajada. f Estas líneas proceden casi en su integridad de Hist. Silens. 96. g Desde ‘los envió’ el texto depende de Trans. Isid. p.95.
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de decir en su opinión sobre eso. “La razón impide”, les dice, “que tan gran majestad sea despreciada, la que señalada queda por encima de los demás reyes de la patria”. Y aquellos varones gentiles, aunque no regenerados por la fuente sagrada, casi por reflexión de su inteligencia, le dicen a su rey: “Rey venerable, aunque seamos de religión gentil, estamos protegidos por los méritos de esta virgen y de otros mártires, y con su ayuda esta ciudad no es objeto de ataques hostiles. Por tanto, esta luz de la patria, esta protección de tu reino, no consientas sea trasladada a otro sitio. Esto será ciertamente una humillación para todos los súbditos de tu imperio”. El gobernador aun gentil, considerando la utilidad del consejo de sus dignatarios, les dice a los embajadores que no puede dar satisfacción a la petición del rey Fernando en el cuerpo de la mártir diciendo: “Sé totalmente que yo prometí a vuestro rey lo que decís, pero ni yo ni ninguno de entre los míos el cuerpo que buscáis os puede mostrar. Vosotros mismos buscadlo, pues ello es lícito, y si lo encontráis, lleváoslo y marchaos”a. II.3 Tras recibir esta respuesta, el venerable obispo Alvito en secreto a sus compañeros se dirige con las siguientes palabras: “Como estáis viendo, compañeros, a no ser que la piedad divina nos lo revele, frustrados en el esfuerzo de nuestro viaje, nos volveremos. Así pues parece muy necesario, queridísimos, que de Dios, a quien nada es imposible, busquemos el auxilio e insistamos con ayunos y oraciones de tres días, hasta el punto de que su Divina Majestad se digne en revelarnos el tesoro oculto del santo cuerpo”. Les pareció bien a todos la exhortación del santo prelado y completaron el triduo de ayuno y oración. Y ya se había echado el tercer día del triduo y la cuarta noche había llegado (Act. 27, 27), mientras el santo prelado Alvito se mantenía en vigilia de oración. En eso, cuando sentado en su celda paladeaba unos salmosb y reposaba un poco sus cansados miembros, se quedó dormido a causa del gran esfuerzo de la vigiliac, y se le apareció a
Las palabras entrecomilladas las toma nuestro autor de Trans. Isid. p.95. El comienzo del capítulo procede de Trans. Isid. p.95. c La frase procede de Hist. Silens. 97. b
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un varón adornado de veneranda canicie, ceñido con la ínfula pontifical, que con las siguientes palabras le dice: “Sé ciertamente que tú has venido con tus compañeros para llevaros, sacándolo de aquí, el cuerpo de la beatísima virgen Justa y si bien no es de la voluntad divina que la ciudad quede desolada por la partida de esta virgen, sin embargo la bondad divina no consiente que os vayáis de vacío. Así que se os entrega mi cuerpo, recogiendo el cual lleváoslo y seguros volved a vuestra patria”. Cuando el reverendo varón le preguntó quién era quien tales órdenes le daba, le dijo: “Yo soy Isidoro, el doctor de las Hispanias, el obispo de esta ciudad”. Y diciéndole esto desapareció de la vista de quien lo estaba mirando. El prelado comenzó a dar gracias al despertarse y a rogar a Dios con más insistencia pidiendo que, si esta visión procedía de Dios, de nuevo y una tercera vez se dejara ver más plenamente; y si no, que se marchara. Rezando de esta manera de nuevo se quedó dormido. Y he aquí que apareciéndosele el mismo varón en persona le pronunció unas palabras no diferentes de la vez anterior, y de nuevo desapareció. Despierto otra vez el obispo, lleno de gozo, le ruega a Dios una tercera visión. Mientras implora sumisamente, por tercera vez se queda dormido y el varón antes mencionado, como la primera y la segunda vez, se le apareció y lo que antes le había dicho por tercera vez le repitió, y golpeando el suelo de tierra con su cetro pastoral, que en la mano llevaba, le mostró el lugar en el que el tesoro de su santo cuerpo se escondía, diciendo: “Aquí, aquí, aquí encontrarás mi cuerpo, y para que no pienses que una falsa visión te está engañando ésta será la señal de que lo que te digo es verdad: en el momento en que mi cuerpo haya sido puesto sobre la tierra sentirás un malestar corporala, ante mí llegarás con la corona de la justicia (2 Tim. 4, 8), y la curia celestial te acogerá como bienaventurado y la ciudad de León me gozará como patrón”. Cuando hubo acabado de hablar, desapareció la visiónb.
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Desde ‘apareció un varón adornado’ procede este largo párrafo de Trans. Isid. p.95/96. b El final deriva de Hist. Silens. 98.
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II.4 Se levantó el obispo del sueño y, seguro de tan gran visión, pero aún más contento por la llamada de la que había sido objeto, le enseña al obispo Ordoño el relato pormenorizado de esta revelación. Éste por la visitación del gloriosísimo confesor presenta su agradecimiento de alabanza al rey del cielo, entristecido sin embargo por la muerte inminente de su compañero. Y ya de amanecida el venerando Alvito exhorta a sus compañeros diciéndoles: “Conviene, queridísimos, que adoremos con el ánimo bien dispuesto y los rostros sumisos la omnipotencia del Sumo Padre, que se ha dignado en ir delante de nosotros con su gracia y no ha permitido que el esfuerzo de nuestro viaje se vea frustrado. Por voluntad de Dios, pues, se nos impide retirar de aquí los miembros de la beata y virgen Justa a Dios entregada, pero nos llevaremos un regalo no menor, puesto que nos vamos a llevar el cuerpo del beatísimo Isidoro, que en esta ciudad estuvo en posesión de la ínfula de obispo y que honró a toda Hispania con su obra y su palabra”. Esto les dice y les comunica punto por punto el relato de su visión. Al oírlo dan inmensas gracias a Dios y a una se presentan ante el rey de los sarracenos y le descubren todo por ordena. Una vez escuchado esto, aunque infiel, admirando sin embargo el poder de Dios, se llenó de temor el bárbaro y les responde: “Y si a vosotros os entrego a Isidoro, ¿con quién me quedaré aquí?”b Al ver esto, sus consejeros hacen venir a los mayores por nacimiento de la ciudad y a los cultivadores de la fe católica preguntándoles con diligencia quién fue aquel Isidoro sobre el que la conversación entre los cristianos versaba. Mas esos fieles de Cristo, a los que la muy famosa concurrencia de la ciudad había establecido como habitantes de allí por generación de descendencia, creyendo que el confesor de Cristo se había manifestado en tan gran dominio de la gentilidad para su defensa, no encontraban consuelo por el traslado de éste, por lo que, si se les ofrecía la posibilidad, antes preferían emigrar de allí. Sin embargo, alterados por la llamada de los sarracenos, incluso Este comienzo deriva de Hist. Silens. 99 principalmente, con algunos términos sueltos de Trans. Isid. 96; 97. b La frase procede de Trans. Isid. p. 97. a
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lo que les era propio, indicio claro de su pena, con el rostro entristecido, insinúan que se trata de Isidoroa, el más grande doctor de la Iglesia, otrora prelado metropolitano de esta ciudad, honrado con el palio arzobispal por Gregorio, Papa de Roma, el enemigo por todo de Mahoma, quien en la época de su predicación fue expulsado vergonzantemente de Hispania por aquélb. Al oírlo, los agarenos, considerando al confesor de Cristo como su adversario desde sus comienzos, deseosos de expulsar al enemigo, sugirieron a su rey que, puesto que no les era lícito despreciar a varones de tan gran autoridad, aunque por ello hubiera alguna conmoción, les diera permiso para buscar los miembros del confesorc. II.5 Tal vez esté diciendo cosas que sorprenden y casi no oídas desde los primeros tiempos; a continuación, cuando por revelación del cielo los nutricios prelados llegaron a la iglesia en la que el santo cuerpo descansaba y se pusieron a buscar su sepulcro, encontraron en el mismo suelo de tierra las huellas del cetro con el que el santo confesor había señalado el emplazamiento del monumento con el triple repiqueteod. Al final, las mentes humanas, puesto que se las tiene por dudosas o impacientes, cavando por diferentes sitios del pavimento, buscaban para sí tan preciosísima riqueza; sólo a los pontífices, que rezaban junto al sepulcro, a los que la fuerza del sueño venció sobre la propia piedra del túmulo, a ellos se presenta Isidoro, confesor de Cristo, con sus ínfulas, diciéndoles que se les presentaba el efecto de su petición. “He aquí que”, dice, “por deseo de vuestra
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a El texto latino (Tamen de Sarracenorum iusione solliciti, id etiam quod sui erat, nimirum indicium meroris, aspectu nubile insinuant hunc esse maximum ecclesie doctorem Ysidorum) puede interpretarse de dos maneras: como arriba se señala, por lo que aquello que les es propio a los cristianos de Sevilla allí establecidos generación tras generación es el propio Isidoro; o bien eliminando la pausa tras erat: ‘cosa que era indicio claro de su tristeza’, con lo cual la tristeza es ‘insinuar que se trata de Isidoro’. b Nótese el anacronismo. El episodio del enfrentamiento entre Mahoma e Isidoro lo conoce a partir de la Vita s. Isidori (BHL 4486) y ha sido editado, cap. 19a, por J. C. Martín, (2005) p. 227-228 c Desde ‘puesto que no les era lícito’ el texto está tomado de Trans. Isid. p.97. d Procede el comienzo de capítulo de Hist. Silens. 99.
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mente en este monumento encontraréis mi cuerpo y conmigo como patrón gozará Hispania, pero principalmente la ciudad de León. Y tú, Alvito, al volver te despojarás de la condición de hombre, pero consuélate, pues la curia celeste te acogerá lleno de felicidad”. Así pues, los nutricios prelados, llenos de alegría por tan gran revelación llaman a sus compañeros; los exhortan a que gocen con ellos con tal indicación y a que abran el sepulcro santo sin tardanza. Cuando fue descubierto, tan gran fragancia de suavísimo olor emanó, que empapó los cabellos de la cabeza, las barbas y las vestiduras de todos los presentes como una niebla o un rocío de balsámico néctara. Se habíanb presentado entonces una gran aglomeración tanto de cristianos como de sarracenos, levantando sus voces al cielo con gran devoción para alabanza de Dios y de su confesor Isidoro. Entre ellos había dos ciegos y otros muchos mudos y sordos y sufridores de diversas enfermedades, todos los cuales al instante quedaron sanos. El cuerpo santo había sido depositado en un sarcófago hecho de madera de enebroc. II.6 Tan pronto como fue abierto, el obispo Alvito, reverendo varón, contrajo la enfermedadd; pero sin embargo, envolvió los santísimos miembros en sábanas limpias y los introdujo junto con el reverendo obispo Ordoño en un ataúd de ciprés, y sintiendo que su último día había llegado se dejó caer en un lecho. Ninguna facultad de la mente podría admitir que el beatísimo Isidoro, a quien reinando ya con Cristo ningún espíritu de falsedad podía dominar, le hubiera dicho esto falsamente. Por lo tanto, la mente del prelado Alvito, que ya estaba entera en el cielo, considerando que la podredumbre de esta carne era la madre del vicio y del pecado, con sumiso deseo corrió a la limpieza que da la penitencia, la que es una y única esperanza de perdón. Así pues, en presencia del reverendísimo prelado Ordoño, (la profunda infinitud de la pena de su corazón lo invadía por la inminente ausencia del La frase depende de nuevo de Hist. Silens. 99. Mantengo la concordancia ad sensum del original. c Esta frase depende de Trans. Isid. p.97, si bien se repite en Hist. Silens. 99. d El comienzo está tomado de Trans. Isid. p.97. a
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HISTORIA, II.5-III.1
santo prelado), suspirando desde lo más hondo de su alma, si es que algo por engaño del enemigo del género humano o por su propio pensamiento hubiera cometido, a él en relato fiel le expone. Le ruega que por su intercesión constante sea para él propicia la majestad del cielo. A continuación, aceptado el viático del alma, que la fe cristiana lleva contra los engaños del enemigo como defensa e inexpugnable muralla suya, precio de nuestra redención (Sal. 48, 9), al séptimo día entregó su espíritu a Cristo ante una gran presencia de fielesa. III.1 Ordoño, obispo de Astorga, y todo el destacamento, tras hacerse cargo del cuerpo del beato Isidoro y del cuerpo del prelado leonés Alvito, gozosos se apresuraban en regresar. Mientras el cuerpo del beatísimo Isidoro era puesto en unas andas, el rey de los sarracenos, el mencionado Benabet, le echó encima un tapiz de seda tejida con admirable trabajo, y arrancando grandes suspiros del fondo de su pecho dijo: “Ya te vas de aquí, oh Isidoro, varón venerando, con todo tú mismo te has dado cuenta de cómo está tu situación y la mía. Por ello te ruego siempre te acuerdes de mí”b. Me pregunto, hermanos, con cuán grande y reverente honra los santos y el rey de los santos abrazan a Isidoro, cuando ante tan grande y tan solemne veneración de las reliquias de aquél el sembrador de cielo y tierra inclinó el ánimo del bárbaro y pagano gobernador como para que un blasfemo contra Cristo prorrumpiera en alabanzas de un cultivador de Cristo y un perseguidor de los santos se doliera de la partida de un santo, y un saqueador de cristianos decorara en verdad las exequias del confesor de Cristo con ofrendas regias. Con todo, muchos piensan de otra manera, esto es, que el santo de Dios se le apareció y que le enseñó la fe católica mediante su contemplación. Presentada la glorificación del santo confesor, despidiéndose del rey, cuyas ofrendas con honor recibieron, dirigen sus pasos a casa el reverendo pontífice Ordoño y los mencionados dignatarios, dando gracias al cielo por el patrón a ellos conferido.
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Desde ‘al séptimo día’ la frase depende de Trans. Isid. p.97, si bien se repite en Hist. Silens. 99. b El comienzo del capítulo está tomado de Trans. Isid. p.98.
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III.2 A su vuelta los embajadores con palabras fieles relatan los acontecimientos al serenísimo rey Fernando. A la llegada del santo cuerpo, el muy esclarecido rey hizo gala de un boato imposible de explicara, porque nuestra cortedad no es capaz de exponer cuán grande e inmensa alegría había en el rey. Éste, lleno de gozo por tener presentes los patrocinios de tan gran confesor, irrumpió todo él en alabanzas de Cristo. Mas aunque se gloría de disfrutar de estos sufragios del ínclito doctor Isidoro, sin embargo indirectamente la muerte del prelado Alvito hiere su alma, prelado a quien siempre había venerado con asombroso afectob. Ciertamente esta muerte fue muy valiosa a los ojos de Dios (Vulg. passim). Así, junto con un grupo de notables y un numeroso destacamento de soldados, el rey llegó hasta el río Duero en compañía de sus hijos, gloria en persona del reino, Sancho, Alfonso y Garcíac. Allí su alteza real dejando escapar lágrimas de alegría canta alabanzas innúmeras al Creador del mundo; la ingente masa reunida salta de alegría; la tierra resuena con las voces de quienes glorifican a Dios. ¡Qué grande la bondad de la clemencia del cielo y qué numerosas señales vinieron detrás de la caja del sagrado cuerpo durante el camino hasta la ciudad de León! ¡Qué gran y qué extraordinaria magnificencia y devoción suma de los rectores de los religiosos! ¡Qué grande el aplauso sin límite del clero con el pueblo inspirado por Dios! Finalmente ¡qué grande la concurrencia de uno y otro sexo! Dejando a un lado su estatus superior, el gloriosísimo rey Fernando, como si renunciara a un privilegio temporal, los restos del santísimo confesor, descalzo, con sus muy esclarecidos hijos gozaba en portear sobre sus hombros, como David al bailar con sus siervos ante el arca de la alianza (1 Par. 15, 29), para que cuanto más humilde pareciera ante su pueblo, tanto más glorioso fuera tenido ante Dios, y para sí y los suyos uno y otro reino se le dispusiera bajo la providencia sin fin de la clemencia divina. Por su parte la reina Sancha, su esposa, llevando a a
La frase procede de Trans. Isid. p.98. El dato del aprecio de Fernando I por Alvito procede de Trans. Isid. p.98. c Son los hijos varones de Fernando I y Sancha: Sancho II, Alfonso VI y García. b
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su lado a sus hijas Urraca y Elviraa, prez del reino y honra de su madre, se presentó en la ribera del río Torío ante el ínclito confesor. También los arzobispos y obispos, abades, clero ordinario y religioso, todos se presentan vestidos con los sagrados ornamentos, antecediéndolos los cirios y demás insignias de la Iglesia, alabando maravillosamente a Dios por el patrón a ellos encomendado. Y para que más crezca el júbilo y la alabanza se amplíe, a un ciego de nombre Eusebio, mientras pone su mano en el ataúd, la luz le brilló en sus ojos de repente. III.3 Una vez llegaron a la puerta de la ciudad que llaman ‘del Arco’, surgió en la masa un sedicioso altercado, pues en su mayoría se oponían a que en la iglesia de San Juan Bautista se enterrara el cuerpo del santo prelado Alvito. Se encontraba presente entonces para tan célebre solemnidad el venerable en vida, Domingo, abad del monasterio de Silos, la santidad de cuyas gracias era proclamada por todosb. Deseando encarecidamente poner un fin pacífico sin prejuicio de parte a esta divisora disputa, como quiera que hacia él se dirigieran todos las súplicas, proclamando sus peticiones al Señor e invocando al santísimo doctor Isidoro ordenó que los cuerpos de los santos fueran puestos encima de caballos de carga y que el cuerpo del prelado Alvito fuera entregado a la sepultura allí donde se pararan sin que hombre alguno los guiara. Él mismo dando una sola vez un ligero golpe con una vara en la entrada de la ciudad a los caballos, animales irracionales que sostenían la piadosa carga, según creemos por guía de los ángeles, pues la Iglesia Pontifical no podía verse despojada de su prelado, el caballo que llevaba a Alvito vino a dar a la iglesia de la Santa Madre de Dios, los que llevaban el cuerpo santo de Isidoro vinieron a dar a la iglesia de San Juan Bautistac, y junto a una laguna muy dañina para la ciudad se plantaron; de allí no los hubieran podido sacar de no haber colmatado la misma laguna con piedras y tierra. Una vez colmatada, ven de repente incólumes sobre el suelo a los
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Hijas de Fernando I y Sancha, herederas de Zamora (Urraca) y Toro (Elvira). El futuro Santo Domingo de Silos (1000-1073), protegido de Fernando I. c Desde ‘vinieron a dar’ procede de Trans. Isid. p.98. b
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caballos, a los que tenían por moribundos. Estupefactos por ello glorifican la magnificencia del confesor. Sorprendidos todos con este milagro, por la revelación del mismo confesor, lo llevan a la iglesia de la Perpetua Virgen María, para entregar a la sepultura el cuerpo del santo prelado Alvito con honores. Tras ello el muy esclarecido rey Fernando, reunidos los arzobispos, los abades al completo y los nobles de su reinoa, llevaron los miembros del santísimo doctor Isidoro entre himnos y cantos de alabanza a la iglesia de San Juan Bautista, en la que ahora son venerados por los fieles, estableciendo que esta iglesia fuera consagrada en honor del santo prelado Isidoro y que el día de su traslación y dedicación se celebrara como festivo todos los años el décimo día de las calendas de enerob. La traslación tuvo lugar en la era 1101, año de la encarnación de Nuestro Señor Jesucristo 1063c, primera indicción, tercer concurrente. En aquella festividad el muy esclarecido rey con toda su casa brilló entregado a la humildad en reverencia del beato confesor a
La referencia a arzobispos, abades y nobles procede también de Trans. Isid.
p.98.
b 23 de diciembre. Se trata del monasterio de San Isidoro, antes llamado de San Juan Bautista, sección masculina, y San Pelayo, sección femenina. c La mención de una data por los años de la encarnación puede hacer pensar en un origen francés del autor. La indicación del concurrente y de la indicción es un medio aparentemente de añadir veracidad a un cómputo cronológico. La indicción es un ciclo de quince años introducido por Constantino en 313, que, si bien anteriormente había sido un plazo fiscal, se convirtió en un modo de contar regularmente los años. A diferencia de las Olimpiadas no indicaba el número de períodos transcurridos desde la primera sino sólo el rango que ocupaba el año en el período. La indicción primera no es pues la primera indicción existente sino el lugar que el año 1063 ocupó en su indicción. Se calcula restando 312 al año concreto y dividiendo el resultado de la resta entre quince. El cociente dará el número de períodos de quince años transcurridos desde el año 312 y el resto el lugar que ocupa ese año concreto en el período en vigor. Para el caso que nos ocupa, han trascurrido 50 indicciones y el resto es 1, como afirma el texto, El concurrente expresa el número de días que han transcurrido desde el último domingo del año anterior al que se trate. Y sirve para determinar el día de la semana en que comienza un año concreto. En el caso de 1063 el concurrente es 2, a pesar de que nuestro texto diga 3. Con todo el ‘error’ se ha de atribuir en principio a la fuente que utiliza, la Translatio Sancti Isidori. Ver J. Agustí y Casanovas.-P. Voltes Bou (con la colaboración de J. Vives), Manual de cronología española y universal, Madrid, 1952, p. 22-24; 186.; S. A. García Larragueta, La datación histórica, Pamplona, 1998 p. 313-314.; y sigue siendo muy útil A. Giry, Manuel de diplomatique, París, 1894, p. 96-101 y 137-139.
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HISTORIA, III.3-4
con tan grande devoción, que llegado al banquete sirvió con sus propias manos a manera de los criados los escogidos alimentos a los religiosos, despojándose de los atributos del reino. También la reina Sancha, como si se estuviera cumpliendo un feliz final puesto a sus piadosos deseos, con alborozada devoción hacía gala de toda obsequiosidad a la restante multitud junto con sus hijos y sus hijasa. III.4 A la alabanza también del santo prelado parece que corresponde el hecho de queb al venirse abajo la ciudad de León por la sequía y la falta de recursos y al producir la región innúmeros animales venenosos, todos esos males al instante huyeron ante la abundante efusión de las lluviasc, concedida así la fecundidad a la tierra, hasta tal punto que en adelante no se han visto en la misma región ni parecidos. También ha de ser venerado con admirado estupor el que a la provinciad despojada de tan egregio pastor incluso los elementos la lloraban entristecidos y no sólo la naturaleza negaba el aumento de beneficios sino que ante semejante tristeza ocasionó tantas pérdidas que se alzó con vehemencia contra la patria dejándose llevar de un afán contrario a su natural socorro. Todo esto podría ser achacado a los habitantes del lugar, pues se habían visto privados de tan gran y tan insigne padre al crecer sus depravados vicios. De hecho aunque la clemencia del cielo llevaba al suelo de la Bética y a la fecundidad innata de todos sus seres vivos por delante de las demás provincias de las Hispanias, como si la fertilidad del lugar conviniera en fecundidad con el paraíso, hasta tal punto se mostró tal patria huérfana de tal padre e hizo gala de una orfandad de tan gran padre ante tan grandes menoscabos, que incluso quedó desfigurada y debilitada por el insólito rigor de unas inesperadas heladas. Al no estar acostumbrada por la suave brisa del mar a la quemadura ocasionada por el hielo constante, en aquel año precisamente en el que los beatos miembros fueron
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Desde ‘estableciendo’ el texto procede de Trans. Isid. p.98-99. El texto procede de Trans. Isid. p.99. c Debe de tratarse de serpientes. Véase más abajo III.5: “La ciudad por su protección, la región por su fecundidad y expulsión de las serpientes, se alegra”. d Es la Bética, no sólo la ciudad de Sevilla. b
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retirados, hasta tal punto quedó achicharrada por la quemazón de las heladas que ni en los viñedos, ni en los olivares, ni en los higuerales quedó fruto alguno; y la ciudad de Sevillaa declaró, más aún proclamó, con manifiestas señales que del cielo se la había dotado de los méritos de semejante y tamaño patrón, y que por la sola ausencia de las reliquias de aquél se le substraían esas maravillas tan grandes y de tantos beneficios a la provincia. III.5 En el lugar en el que el cuerpo de San Isidoro en un sepulcro de oro y piedras preciosas es venerado por el pueblo fiel con todo merecimiento se producen tantos milagros que si alguien los pusiera por escrito completaría muchísimos volúmenes de librosb. Cuán valiosa es ante el creador del mundo la gloriosa intercesión del confesor Isidoro, la frecuencia de los prodigios que allí suceden a las gentes lo revela. En efecto, allí, ceguera, pierdes tus fuerzas, pues a los que privados de luz asedias, la piadosa intervención del beatísimo Isidoro ilumina los ojos. Los miembros que una pésima peste o una poderosa fiebre debilita, tú, santo confesor, devuelve con la efusión de tu súplica a la salud alejando el peligro de la enfermedad. Aquéllos a los que la debilidad de los miembros hace decaer de la pujanza habitual de sus fuerzas, contentos se levantan con paso firme ante la tumba del santo gracias a sus súplicas. El mudo o el sordo llega allí, vuelve a la salud por el favor de aquél, y gozoso regresa a su patria. La ciudad por su protección, la región por su fecundidad y expulsión de las serpientes, se alegra alcanzada por la salvaguardia del piadoso doctor. En efecto, éstas son tus obras, Cristo, quien al ínclito confesor Isidoro, que con la gloria y el honor del cielo coronaste, presentas en las tierras destacándose por sus milagros. La santa intervención de éste y la sagrada celebración por su traslado el presente día nos encomienden continuamente al rey del cielo, cuyo patrocinio de salvación y el gozo de la paz nos traiga éste con la mediación de Jesucristo, quien con el Padre y el Espíritu Santo reina sin tiempo por los siglos de los siglos. Amén. a b
Desde ‘Al no estar acostumbrada’ el texto depende de Trans. Isid. p.99. El comienzo del capítulo depende de Trans. Isid. p.98-99
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HISTORIA, III.4-IV.1
IV.1 Tras la llegada del cuerpo del nutricio pontífice Isidoroa el muy esclarecido rey Fernando, en su afán por adornar el aula regia con diversas reliquias de santos por indicación de la reina Sancha, y no menos ardiendo en deseos él personalmente, tras una multitud de prendas de santos allí congregados, trasladó de Ávila a León el cuerpo de San Vicente mártir, hermano de las santas Sabina y Cristetab y puso la caja del santísimo mártir Vicente como muy bien le correspondía en la medida de sus fuerzas junto al cuerpo de Isidoro, doctor de las Hispanias. Además, guardando con gran devoción la religión cristiana que desde su infancia devotamente había abrazado, la iglesia que de nuevo había construido y había hecho consagrar en honor del santo prelado Isidoro con gran reverencia, hermoseó con oro de gran belleza, plata y piedras preciosas, privilegios de validez perpetua y paramentos de seda. Frecuentaba la iglesia por la mañana, la tarde y en las horas nocturnas, y en los momentos del sacrificio. En ocasiones entonando cantos con los clérigos, haciendo las veces de chantre, exultaba vigorosamente en alabanza de Dios. Amaba a pobres y peregrinos, y ponía gran cuidado en su sustentoc, y al orden clerical le mostraba una gran reverencia con humildad increíble. Además, en cualquier sitio que descubría que vivían monjes o mujeres entregadas a Dios, haciendo suya la penuria de éstos, había tomado la costumbre de, o bien acudir por sí mismo, para llevarles consuelo, o bien enviarles una abundante suma de dinerod. De hecho siempre tenía previsto con resuelta preocupación que, de los despojos de sus victorias, para alabanza de Dios y de los santos Isidoro y Vicente y del beatísimo apóstol Santiago, quienes a él lo hacían vencer, la mejor parte por monasterios y pobres de Cristo se distribuyera. ¿Qué más? Fernando, piadoso, excelentísimo príncipe, nada estimó más querido en el conjunto de su vida
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Retoma en el comienzo de este capítulo la Historia Silensis: Hist. Silens. 103. Mártires también del s. iv, bajo Diocleciano. Véase Felix A. Ferrer García, “Literatura hagiográfica latina en torno a los mártires Vicente, Sabina y Cristeta de Ávila (siglos vii-xi)”, Hispania Sacra, 60 (2008), p. 9-46. c Desde ‘Además, guardando la religión cristiana’ el texto procede de Hist. Silens. 103-104. d Desde ‘Además, en cualquier sitio’ continúa Hist. Silens. 104. a
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que con sus donaciones las principales iglesias de su reino brillaran con antigua magnificencia y que todas por su mediación no sólo llegaran a estar pacificadas y defendidas, sino también adornadas y dotadas merced a su esfuerzoa. IV.2 Exultante con estas virtudes salió con una tropa ligera a devastar los pueblos de la provincia de la Celtiberia y a asolar las villas de los infieles. Y permaneciendo en ello largo tiempo, tras despoblar todo lo que quedaba fuera de las fortificaciones a hierro y fuego, se acercó a la ciudad de Valencia, a la que en poco tiempo habría asaltado, si presa de una enfermedad no hubiera caído en cama. Con todo, tras aceptar por capitulación todas las ciudades de la provincia de la Celtiberia y sus castillos, el nutricio doctor Isidoro se le apareció y le hizo saber de la inminencia del día de su muerte y bajo esa misma dolencia corporal llegó a León en el mes de diciembre. Entrób en la ciudad el noveno día antes de las calendas de eneroc, sábado, y siguiendo su costumbre se postró de rodillas ante los cuerpos de los santos Vicente e Isidoro pidiéndoles que, pues ya la terrible hora de su muerte era inminente, su alma mediante la intervención de ellos mismos junto a los coros de los ángeles libre del poder de las tinieblas fuera presentada sin daño ante el tribunal de Cristo, su redentor. Por lo demás, en la misma noche de la Natividad del Señor, estando los clérigos cantando el natalicio de maitines según el rito de la fiesta, presentose entre ellos el rey católico y con las fuerzas de las que era capaz, feliz, cantó hasta el último son de maitines, el ‘nos ha venido’, que entonces cantaban según el rito toledanod, respondiendo el segundo coro ‘aprended todos los que juzgáis la tierra’ (Sal. 2, 10). Cosa que al serenísimo rey Fernando bien casaba. A continuación, al amanecer para el orbe todo el día de la Natividad del Señor, cuando vio que ya le fallaban sus miembros, pidió que cantaran misa y Desde ‘¿Qué más?’ el texto procede de Hist. Silens. 104. Véase C. J. Bishko, “The liturgical context of Fernando I’s last days according to the so-called ‘Historia Silense’”, Hispania Sacra, 17-18 (1964-65), p. 47-59. c El 24 de diciembre. d Es decir, el rito mozárabe, luego suprimido por su hijo Alfonso VI. a
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HISTORIA, IV.1-3
tras recibir la participación en el cuerpo y la sangre de Cristo es conducido al lecho en brazos de sus soldadosa. IV.3 Al día siguiente ya de amanecida, sabiendo lo que iba a pasar, llamó a su presencia a obispos y abades y a algunos religiosos y, para que dieran fe de su muerte, es llevado en compañía de aquéllos a la iglesia vestido con la indumentaria real, con la corona puesta en la cabeza. A continuación, hincado de rodillas ante el altar y los santos cuerpos del beato doctor Isidoro, y de San Vicente, mártir de Cristo, con voz clara dijo al Señor: ‘Tuyo es el poder, tuyo el reino, Señor; tú estás sobre todos los pueblos’ (1 Par. 29, 11), a tu mando todos los reinos del cielo y de la tierra están sometidos, y así el reino que, porque tú me lo diste, acepté, y aceptado goberné cuanto tiempo a tu libre voluntad pareció bien, he aquí que te lo devuelvo; tan sólo te pido que acojas mi alma en paz, arrancada de la vorágine de este mundo”. Y diciendo esto se quitó la capa real con la que cubría su cuerpo, y se quitó la corona de pedrería, con la que ceñía su cabeza, y postrado en el suelo de la iglesia al Señor con lágrimas oraba muy solícitamente por el perdón de sus pecadosb. Entonces, tras recibir el sacramento de la penitencia por parte de los obispos, es vestido con el cilicio, a modo de vestidura real, y es asperjado con ceniza, a modo de diadema de oro. Permaneciendo en tal penitencia ante el altar de los santos Dios le concede vivir dos días. Y al día siguiente, que es el tercero de la semana, a la hora sextac del día en que se celebra la fiesta de San Juan Evangelista, entregó su espíritu a Dios y al beato Isidoro, que se le apareció, entre las manos de los pontíficesd; y en la misma iglesia fue enterrado en presencia tanto de clérigos como de laicos, monjes y pobres, que lloraban sin consuelo y con gran amargura de corazón no sólo a un rey sino a un padre piadoso.
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Todo el capítulo procede de Hist. Silens. 105-106. Cual si se tratase del emperador de los últimos días dejando todas sus insignias ante la llegada del filius perditionis. Véase E. Sackur, Sibyllinische Texte und Forschungen, Halle a. S., 1898, p. 93, 110. c Es decir, martes (se cuenta desde el domingo, primer día de la semana) a las 12: en las horas canónicas la prima es hacia las 6 de la mañana –salida del sol-, tertia, hacia las 9, sexta, hacia las 12. d Hasta aquí todo este capítulo procede de Hist. Silens. 106, lo mismo que la fecha de su muerte, líneas más abajo. a
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Y así en buena vejez pasó al Señor en la era 1103a. Gobernó el reino fielmente cuarenta años, seis meses, doce días. Por otro lado, donde los cuerpos de los santos Isidoro, doctor de las Hispanias, y de Vicente, santísimo mártir, descansan, quien pide devotamente una rápida curación de sus enfermedades, también alcanza el efecto salvador de sus peticiones, con la ayuda de Nuestro Señor Jesucristo, quien con el Padre y el Espíritu Santo vive y reina por los siglos de los siglos. Amén. IV.4 Así pues el serenísimo rey Fernando I el Magno felizmente colocó el cuerpo de Isidoro, doctor de las Hispanias, en la iglesia de San Juan Bautista, que el mismo glorioso rey había construido de nuevo, como quedó dicho más arribab. A su lado agrupó en correspondiente honor el cuerpo del ínclito mártir Vicente y la mayor parte de sus dos hermanas, Sabina y Cristetac, prendas de las que el piadoso rey por aumentar el testimonio de honor del piadoso confesor ordenó que fueran traídas desde la ciudad de Ávila a León, añadiendo además una multitud casi innumerable de reliquias de muchos santos, que al mencionado lugar con el mencionado confesor venerable y gloriosamente hacen venerable y glorioso. Sus nombres son los siguientes: unas reliquias de la Cruz del Señor, del sepulcro del Señor, de la columna en la que el Hijo de Dios por la salvación del género humano fue amarrado y azotado, del lienzo con el que el día de la Cena secó los pies de los apóstoles, de la sábana en la que su santísimo cuerpo fue envuelto en el sepulcro, de la leche de la bendita Virgen Madre de Cristo, de sus ropas, de los huesos de la beata Ana su madre, de los huesos y ropas de los apóstoles Pedro y Pablo y Santiago el de Compostela, Andrés, Bartolomé y Mateo, del pan de la Cena, el tajadero de la misma Cena, reliquias de la cabeza de San Juan Bautista, de los huesos del beato Lorenzo, de los huesos de Vicented levita mártir de Cristo, que fue pariente en segundo grado del mismo beato Lorenzo, de los huesos de los Santos Inocentes, de Es decir, en 1065. Véase IV.1. El texto procede de Hist. Silens. 100. c Tres hermanos que sufrieron martirio en Ávila, y de los que se escribió una passio hacia el s. vii presente en el Pasionario Hispánico. d Parece que su madre era prima de San Lorenzo. a
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la mirra que llevaron los magos al Señor, de los huesos de los santos Claudio, Lupercio y Victórico, quienes en la ciudad de León en nombre de Cristo fueron coronados con el martirio y fueron hermanos de padre y madrea, de las ropas y los huesos del beato Martín y del beato Nicolásb y de San Agustín y del beato Tomás arzobispo de Canterburyc y de Justo y Pastor, de los huesos del profeta Samuel, de la encina de Mambré bajo la que Abraham permaneciód, del aceite que por los méritos de la beata Catalina emanó en el monte Sinaíe, de los huesos de un cardenal que en Constantinopla fue quemado en defensa de la verdad, de los huesos de Malaquías obispo y confesor, que fue contemporáneo de Bernardo abad de Claravalf, de los huesos y ropas de la beata Margarita, Esperato, Marina virgen y de la beata Inés y de Santa Dorotea y de Santa Engraciag. Reunia Tradicionalmente entendidos como hijos del centurión San Marcelo y su esposa Santa Nonia, a quienes, por cierto, Lucas de Tuy les atribuía doce hijos entre los que estaban los ahora mencionados, así como Facundo, Primitivo, Emeterio, Celedonio, Servando, Germán, Fausto, Genaro y Marcial, todos ellos presentes en el Pasionario Hispánico salvo los tres que nos ocupan. b San Martín de Tours (316-397) y San Nicolás de Bari (280-345) respectivamente. c La inclusión de los restos de Santo Tomás Becket entre los aportados como reliquias a San Isidoro, muestra al menos dos hechos: primero, que nuestro autor escribe después de 1170, fecha del asesinato del arzobispo de Canterbury, o de 1173, fecha de su canonización por el Papa Alejandro III; segundo, que en ningún caso el traslado pudo hacerse en tiempos de Fernando I, ya que como hemos visto, éste muere en 1065. Véase Introducción p. 175-176. d Abraham, tras separarse de Lot, se asentó en el encinar de Mambré, cerca de Hebrón. Allí, sentado junto a su tienda, se le presentó Yavé junto con dos ángeles en forma humana, y le anunció el alumbramiento de un hijo tenido de Sara (Gen. 18, 1-16) e Se trata de Santa Catalina de Alejandría, mártir del s. iv torturada por orden de Majencio, y de cuyo sepulcro en el Sinaí, adonde fue trasladada por ángeles, la leyenda dice que en el día de su fiesta (25 de noviembre) mana leche y aceite. En 527 Justiniano ordenó la construcción del monasterio que lleva su nombre en el Sinaí. f San Malaquías (1094-1148), el autor de las famosas ‘profecías’, y San Bernardo de Claraval (1090-1153), canonizado en 1174. g Santa Margarita de Antioquía, mártir bajo Diocleciano; San Esperato, mártir junto a otros doce bajo Septimio Severo (193-211), en la ciudad norteafricana de Scillium, cuyos resto fueron trasladados, se cuenta, por Carlomagno a Lyon; Santa Marina, mártir al parecer de origen galaico; Santa Inés, otra mártir de tiempos de Diocleciano; Santa Dorotea, otra mártir del s. iv; y Santa Engracia, mártir de Zaragoza del s. iv, aunque existe otra mártir segoviana del mismo nombre del s. viii.
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das todas las mencionadas reliquias quedan en la mencionada iglesia ocho cajitas no pequeñas, llenas de santísimas reliquias, según aprendimos de nuestros predecesores, las cuales nadie de nosotros ni ningún otro de la época actual se ha atrevido a abrir. Junto a todas ellas adorna la misma sala Isidoro, sagrado, nutricio, grande por sus méritos, para que por todos nosotros ante el Señor se presente como asiduo intercesora. Una vez llevadas muchas y grandes ofrendas para el mismo lugar por el mismo rey, lo eligió como lugar apropiado para su sepultura y la de los que vinieran tras él, de modo que él mismo descansara con sus sucesores después de la muerte bajo la protección de su domicilio consagrándolo como basílica digna de su poder a quien vive ya inmortalmente con tan beatísimos acompañantes, y en la que nuestro Señor Jesucristo realiza numerosos milagros por mediación del nutricio Isidoro, doctor de su Iglesia, y también de todos aquellos cuyos nombres mencionamos arriba, para alabanza y gloria de su nombre hasta el día de hoy. Sin embargo, en parte por impericia, en parte por negligencia en el silencio están ocultos, pero unos pocos de entre muchos con estilo fiel hemos considerado apropiado transmitir. V.1 Un judíob muy rico por temor del buen rey Alfonso, hijo del rey Fernando el Magno, huyó a la iglesia del mencionado confesor y allí creyó que estaría más seguro. Entre tanto he aquí que cuatro hombres llevaban en una litera a un enfermo que tenía los pies unidos a las nalgas y que durante muchos años nunca se había girado en el lecho. El judío, al verlo, habló a quienes estaban a su alrededor diciendo: “Si por sus oraciones Isidoro curare a este enfermo, no sólo recibiré el agua del bautismo, sino que concederé a esta iglesia numerosísimas ofrendas”. Así pues, tras derramar lágrimas, todos los allí reunidos al mismo tiempo que el enfermo imploraban la clemencia del gloriosísimo confesor muy solícitamente. ¿Qué más? A media noche, cuando todos se habían entregado al sueño, el enfermo Esta frase está inspirada en la Adbreviatio Brauli, Adbr. 133-166. La passio de Vicente, Sabina y Cristeta también acoge un milagro del que es objeto un judío y que también acaba convertido al cristianismo. a
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comenzó a gritar y a dar voces, hasta tal punto que todos se levantaron y rodearon al enfermo. Cuando le preguntaron por qué así los molestaba, respondió: “¿Acaso no veis a mi señor Isidoro, que me estira las piernas y proporciona la salud a mi enfermedad?” Admirados todos y atentos oyeron el sonido de sus venas, como cuando la leña seca se rompe. Al cabo de algunas horas, levantándose sano del lecho, dirigiéndose al momento al altar por sus propios pies y abrazándolo entre lágrimas, alabó la clemencia del confesor y a su servicio prometió permanecer devotísimamente todos los días de su vida. El judío, cuando vio todo esto y contempló que el enfermo caminaba por sus propios pies ya curado, creyó firmemente y se dirigió al instante a su casa sin temor, y bautizado con toda su casa se preocupó de servir a Dios en adelante. V.2 Un hombre de la ciudad de Astorga había criado a un niño que era mudo y sordo de nacimiento. Viniendo a León se lo trajo consigo, y mientras el hombre se dirigía a sus ocupaciones por la ciudad, el mencionado niño saliendo de la casa de huéspedes, vagando por la ciudad, la cual nunca había visto, por azar llegó a la mencionada iglesia. Entrando en la iglesia inocentemente y dirigiéndose al altar, un hombre muy noble vestido con ropa de obispo y llevando en la mano el cetro de pontífice le sale al encuentro, y extrayéndole la lengua, le dice: “Liberado de las cadenas de tu lengua, eres sanado; da gloria a Dios” (cf. Mc. 7, 35). Gozoso y exultante el niño regresa y bajando por la ciudad a la Plaza Mayor se despojó de la capa nueva que le había dado su señor y quiso entregársela a un mercader a cambio de cera. Al ver esto, unos criados de un capataz del rey lo acusaron de haber robado la capa y lo enviaron a la cárcel de inmediato. Como su señor lo buscara por toda la ciudad y pasara en su búsqueda por la Plaza Mayor, le dijeron que el mencionado niño estaba en la cárcel. Luego de entrar en la cárcel, cuando el niño lo vio, comenzó a llamarlo a grandes voces: “Padre, ayúdame”. El hombre, al oír las voces y no viendo la capa en absoluto, salió diciendo: “No sé quién es este niño, pues el mío es mudo”. El niño sin poder aguantar la partida de su padre de nuevo comenzó a llamarlo con más voces
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diciendo: “Padre, padre, ten piedad de mí” (Lc. 16, 24). Vuelto a él y mirándole las ropas con detenimiento, le preguntó qué le había pasado. El niño, entonces, le relató a su señor el acontecimiento. Y admirándose de él lo sacó de los grilletes y refirió el milagro por la ciudad. El obispo de León al oír el milagro obrado por providencia divina, viniendo en procesión con sus canónigos a la iglesia del beato confesor y haciendo sonar por la ciudad todas las campanas, alabó la clemencia del Todopoderoso. De la misma manera ciudadanos de todos lados, allegándose a la basílica del confesor, daban innumerables alabanzas a Dios. También los judíos, que a comerciar habían acudido a la ciudad, alababan el milagro y ensalzaban al confesor a voces. Y así este milagro hizo famosa a la ciudad y a la patria, y ensalzó sobremanera al confesor por voluntad de Dios. V.3 Es también muy digno de recuerdo el milagro de un soldado y no ha de pasar en silencio. El rey habría decretado que éste fuera eliminado con la pena capital, y así habría ocurrido, si no se hubiera refugiado en la iglesia del mencionado Isidoro por inspiración de la divina gracia. El rey, sin embargó, ordenó que éste fuera custodiado por una tropa armada, y prohibió que se le diera alimento y bebida bajo amenaza de muerte. ¿Qué más? Al cabo de siete días el soldado llegó al momento de la muerte. Mas la gracia divina no le faltó en absoluto, de modo que la piedra que está situada bajo las plantas del sacerdote celebrante, manó aguaa clara por providencia divina. Bebiendo de ella muy a menudo el mencionado soldado se repuso suficientemente; la que sobró se conserva hasta hoy en día en un cáliz de cristalb para honra de Dios y del santísimo Isidoro, doctor de las Hispanias, y para curación de los enfermos, tan dulce y cristalina como si se hubiera sacado hoy de limpidísima y perenne fuente. V.4 Como el serenísimo emperador Alfonsoc para dilatar las fronteras de la santa Iglesia y combatir a los ismaelitas, a
Esta frase, desde ‘la piedra’ hasta ‘agua’ está emparentada con la Chron. Pelag. p. 84-85 b La frase, desde ‘la que sobró’ hasta ‘cristal’, está emparentada con la Chron. Pelag. p. 85 c Se trata de Alfonso VII, 1126-1157.
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enemigos de la Cruz de Cristo, devastara las muy numerosas fronteras de éstos, con una pequeña, para lo habitual, guardia de soldados asedió Baezaa, otrora ciudad de los cristianos, invadida por los mencionados agarenos. Al darse cuenta de este hecho los sarracenos de las ciudades circunvecinas, tras reunir una innumerable multitud de los suyos, se daban prisa por arrasar el campamento del católico emperador. Así pues, los sarracenos, considerando el escaso número del ejército cristiano, confiados en la fuerza y multitud de los suyos, un juevesb de anochecida rodearon los cuños de los cristianos dispuestos para, a la mañana del día siguiente, esto es, el viernesc, tras entrar en batalla, asesinar al emperador con los suyos con la venganza de la ronfea. Al ver el muy esclarecido emperador que no iba a poder contener con los suyos el ataque de los adversarios, consternados en su ánimo invocaban en su auxilio a Dios misericordioso. Mientras esto sucedía así, el emperador, sentado en su tienda, arrebatado por el sueño un instanted, se le apareció un varón adornado de veneranda canicie, ceñido con la ínfulae episcopal, cuyo rostro brillaba clarísimo como el sol. Llevando en la diestra una espada de fuego de doble filo se le acercaba a él y hablándole suavemente le dice de esta manera: “Oh Alfonso, ¿por qué dudas? Todo, en efecto, es posible (cf. Mt. 19, 26) para Cristo, gran emperador, Dios nuestro”. Y añadió: “¿Ves esta multitud de ismaelitas? Al amanecer como el humo se desvanecerán (cf. Sal. 37, 20) ante tu rostro. Y es que yo he sido entregado por Dios como protector para ti y los que hayan de nacer de tu linaje, si andáis ante su presencia en verdad y corazón perfecto (cf. Is. 38, 3)”. El emperador le dijo: ¿Quién eres, santísimo padre, que a mí semejantes cosas dices?”. “Yo soy”, le dice, “Isidoro, doctor
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La toma de Baeza data de 1147. Véase M. Recuero Astray, Alfonso VII (1126-1157), Burgos, 2003, p. 249-272. b Quinta feria dice el texto latino, el quinto día después del domingo, esto es, el jueves. c Sexta feria en el texto latino. d Mantengo el anacoluto del texto latino. e Las apariciones en sueño de San Isidoro a Alfonso VII recuerdan incluso fraseológicamente a las apariciones del santo a Alvito en la expedición a Sevilla para rescatar el cuerpo de Santa Justa. Véase II.3. a
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de las Hispanias, sucesor en la predicación del beato apóstol Santiago, ésta es la diestra del mismo Santiago apóstol, defensor de Hispania”. Y dicho esto desapareció la visión. Se despertó el emperador y tras reunir a los obispos y a los condes que estaban con él, les narró la visión por orden. Ellos, al oírla, derramando abundantes lágrimas por el inmenso gozo alababan a una la clemencia de Dios todopoderoso. A continuación algunos de ellos le dijeron: “Señor, si parece bien a vuestra majestad, establezcamos una hermandad encomendándonos a los patrocinios de aquél tanto en la vida como en la muerte”. Pareció bien a todos la petición y confirmaron el hecho con el beso de la paz. Y como la reina doña Sanchaa había sugerido con especial insistencia al emperador que trasladara al monasterio leonés de San Isidoro al reverendo Pedro Ariasb, prior, que con sus canónigos bajo el hábito y la regla de San Benito moraba en el monasterio de Carvajal, algunos soldados de la reina, captando la buena voluntad de su señora le dicen persuasivos: “Señor, si parece bien a vuestra alteza, lo que pide vuestra hermana la reina doña Sancha podría ser muy del agrado de Dios y su santísimo confesor, y además las oraciones de los canónigos podrían ser para todo vuestro imperio un remedio salvador”. A esto respondió el emperador: “¿Y cómo sabemos si esto agrada a Dios y a su confesor, o no?” Los nobles le respondieron: “También se ha revelado a algunos siervos de Dios por inspiración del cielo y a vuestra hermana, la reina doña Sancha.” Dando gracias por ello el emperador bendijo al Señor. Los sagrados pontífices junto con los condes dando gracias ordenaron que con la aclamación conjunta del nombre de San Isidoro y de Santiago desde la primera aurora atacaran a los enemigos. Preso del sopor tras ello el emperador, se le apareció el beato confesor con rostro más alegre diciéndole: “La hermandad que fundaste la acojo bajo mi protección y a quienes la guarden fielmente daré mi ayuda en la vida y en la muerte. Lo que se te ha sugerido acerca del prior Pedro Arias y sus canónigos, a Dios todopoderoso y a su gloriosísima madre les es de su agrado, y del mío. Así pues procura tener buen a b
Se trata de Sancha, la hermana del Alfonso VII. Fue prior de San Isidoro hasta 1150.
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ánimo y sé valiente (cf. 3 Re. 2, 2), porque al iluminarse la aurora el Señor te entregará con mi amparo a esa muchedumbre al completo; además todos los reyes de los sarracenos de ultramar se someterán a tu dominio”. Tras pronunciar estas palabras el santo desapareció. El emperador, envalentonado por la visión, ordenó que los suyos se lanzasen a la batalla. Cumpliendo con valentía las órdenes devastaban al ejército de los sarracenos. Los agarenos, por su parte, al comprobar la audacia de los cristianos y que ellos mismos eran muertos por los suyos en mutua matanza, volvieron sus espaldas y huyeron, dejando a los nuestros una multitud de despojos. Los sarracenos que estaban en la ciudad salieron a presencia del emperador y se entregaron ellos y la ciudad bajo su dominioa. Los restantes reyes sarracenos de Hispania y también los príncipes de los cristianos, al percatarse con el católico emperador de que era una victoria del cielo, se establecieron como vasallos y tributarios suyos, por la victoria de San Isidoro. Tras regresar a León después de tan felices sucesos, convocado Pedro Arias, prior de venerable santidad, a duras penas obtuvo de él con muchos ruegos que se trasladase con sus canónigos al monasterio de San Isidoro, entregándoles muchos dones y privilegios de dispensa perpetua. V.5 En aquel tiempo, queriendo el Señor no sin motivo y razón corregir al género humano mediante la sustracción de sus beneficios o tal vez para mostrarse glorioso en la persona del beato Isidoro, sucedió que por la falta de lluvias casi todas las mieses junto con los demás productos de la tierra durante un trienio se echaban a perder. Así pues, al ver tan gran calamidad don Juan, por aquel entonces obispo de Leónb, de grato recuerdo, y al verla también los hombres de fe, esto es, el abad de San Claudio y los priores de San Isidoro y San Marcos, quienes en la misma ciudad y en sus alrededores moraban, acudieron al único y singular amparo posible implorando la omnipotencia a
Un completo estudio de la elaboración hagiográfica de la toma de Baeza como una batalla y no como una capitulación se puede ver en A. Montaner Frutos, “El pendón de San Isidoro o de Baeza: sustento legendario y constitución emblemática”, Emblemata, 15 (2009), p. 29-70. b Debe de tratarse de Juan Albertino, obispo de León desde 1139 a 1181.
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de Dios. A continuación el mencionado pontífice cogió el cuerpo de San Froilán junto con cuantas otras reliquias pudo y que en su iglesia recibían veneración. El abad de San Claudio cogió también los cuerpos de los santos Claudio, Lupercio y Victórico, que en su monasterio reposan. El prior de San Isidoro cogió también el cuerpo de San Vicente y una no mínima parte de sus dos hermanas para formar una procesión. Todos se revisten de los atuendos eclesiásticos. Sin embargo, como sin consecución de premio en otros momentos ya habían desfilado, creyeron que no lo podrían conseguir sin el cuerpo del beatísimo confesor Isidoro. Por ello el mencionado pontífice y la venerable doncella de Cristo doña Sancha, hermana del emperador, se dirigieron a don Pedro Arias, entonces prior del monasterio de San Isidoro (hasta su muerte no tuvieron abad alguno), rogándole que el cuerpo del ya dicho santísimo confesor se portara en la procesión junto los demás cuerpos y reliquias de los santos. En efecto, creían que por mediación de tan gran abogado todas las demandas se conseguirían. Condescendió aquél sin dificultad a los ruegos de éstos y tras alcanzar el acuerdo de sus canónigos, quienes por un tesoro, como de hecho era, lo tenían, accedió humildemente a portarlo. Así pues, portando con suma reverencia el arca de oro decorada con florecientes y brillantes perlas en la que se guardaban las prendas de padre tan grande, ordenada la procesión, llegaron a un monte que no dista mucho de la ciudad, junto al camino que lleva a los umbrales de Santiago. En el sitio se reunió una extraordinaria multitud de humildes pobres derramando lágrimas, gimiendo, suspirando y con profunda devoción, como otrora los hijos de Israel al caminar junto con Moisés hacia Elim, entre súplicas pedían del Señor el beneficio del agua. Allí se para la eximia afluencia de sacerdotes y clérigos, allí los sagrados conventos de religiosos, allí la enorme muchedumbre de todos los pueblos y la multitud innumerable de uno y otro sexo. El venerable pontífice, esposo de la Iglesia de Cristo, rodeado por la muchedumbre de tantos hijos, quien estaba adornado con las ínfulas pontificales, pide a todos con meliflua prédica que se ruegue al Señor para que los haga volver llenos de gozo una vez
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se alcanzaran de Él sus peticiones misericordiosamente con los ruegos de los santos. Pero como los juicios de Dios son como piélago profundo (Sal. 35, 7), de su deseo quedan algo frustrados (cf. Sal. 77, 30). Tras haber acabado a la manera habitual el oficio procesional, terminada la predicación, cumpliendo con la mayor generosidad en las limosnas y devoción en la oración, se acercaron al venerando cuerpo con suma reverencia para llevarlo a su monasterio. Pero el Espíritu Santo con tanto peso lo dejó clavado que inmóvil permanecía, igual que la beatísima Lucía se quedó plantada en el combate de su martirioa. Viendo el prior Pedro Arias y la grey a él encomendada que de tan gran padre se les privaba, no poco se lamentaban con amargura de corazón y mostraban el piadoso afecto de su corazón con lágrimas y suspiros. Así decían: “¿Quién en las tribulaciones consolará a los atribulados?” (cf. 2 Cor. 1, 4). Exteriorizando estas cosas y otras semejantes besaban ante el mundo su brillantísima arca. Entretanto doña Sancha, doncella venerable de Cristo, quien verdaderamente resplandecía por la santidad de sus méritos y lo amaba con el fervor de una admirable devoción, vino con un gran grupo de notables y de dueñas, y reduplicando los suspiros y con gran gemido del corazón y muchas lágrimas comenzó a exclamar con inmenso dolor y en dulcísima voz: “Oh esposo”, dice, “y señor mío, quien mientras en carne vivías te dignaste en consolar a los desolados, ¿por qué a mí, desgraciada esposa tuya, me dejas desolada? ¿Adónde, cual rechazada y repudiada, dispones que vaya sin consuelo de tu parte?”¿Por qué no oirás tampoco, único consuelo mío, a esta reunión de canónigos, que derraman lágrimas al amparo de tu superioridad y a estos suplicantes prelados juntamente con estos ciudadanos?” El singular dolor de ellos se hizo común a todos hasta tal punto que apenas nadie podía sustraerse al llanto. Finalmente el obispo, el abad y los priores ya mencionados, junto con todos los presentes, tanto clérigos, religiosos como seglares, al ver esto emitieron voto sancionado con juramento para sí y sus sucesores de que
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a
Su pasión cuenta que en tiempos de Diocleciano y Maximiano, bajo el consular Pascasio, al pretender llevarla a un lupanar para ultrajarla, no pudo ser movida del sitio, aunque intentaran arrastrarla con sogas y yuntas de bueyes.
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en adelante, fuera la clase de peligro que fuera o su tamaño, nunca más se sacaría de la iglesia el sagrado cuerpo. Al mismo tiempo la totalidad de los pueblos allí reunidos, bañada en lágrimas, le prometió que a perpetuidad le pagaría un censo, si se dignaba en regresar a su lugar original. Así, una vez completado un triduo en amargura y lamento, tras la emisión del voto, se acercaron al arca del santísimo confesor y, al cogerla, tan ligera y llevadera la encontraron, que todos, como de hecho era, casi por milagro lo tuvieron. Se acercan todos los que antes habían visto el arca inamovible y lo habían oído, y llenos de admiración comenzaron a cantar alabanzas al Señor y a su beato confesor Isidoro entre súplicas. El conjunto de campanas por todas las iglesias de la ciudad redobla; el aire se llena de júbilo y la tierra es fecundada por copiosísimas lluvias. En grupos toda la ciudad se precipita y toda la región se apresura a contemplar las grandezas de Dios que la gloriosa majestad de nuestro Señor había mostrado en su santo, y todos glorificaban la omnipotencia del Salvador por el cumplimiento de sus deseos. Tanta se dice que fue en aquel año la fertilidad de pan, vino y otros frutos de la tierra, que parecía que la abundancia sobrepasaba toda medida (cf. Gén. 41, 49). A su regreso toda la región se regocija, la ciudad se llena de júbilo y un luminoso día amanece por las nuevas luminarias. A su vuelta todo hombre sale a su encuentro y solemnes vigilias se dedican por parte de todos. Así pues, entrando en el monasterio con himnos y cánticos de alabanza depositaron el santísimo cuerpo en lugar sagrado y reforzando el arca con gruesas piezas de hierro la empotraron bajo las propias piedras del pavimento, para que en adelante no se le moviera de allí según el voto emitido. De la misma manera, para recuerdo de tan gran milagro, en el mencionado monte, a saber, donde el Señor mostró inmóvil el cuerpo del beato Isidoro, hasta hoy día se deja ver una iglesia fabricada en su nombrea. VI.1 En tiempos también del emperador Alfonso un poseído por el demonio llegó a la mencionada iglesia y se arrojó ante la presencia del beato confesor. Tras permanecer allí varios días, a
Es la llamada “Ermita de San Isidoro del Monte”, ya desaparecida.
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al levantarse los canónigos cierta noche para los oficios divinos, el enfermo o no sé quién dentro de él comenzó a gritar con repetidas voces diciendo: “Isidoro me echa fuera”. Luego que todos los presentes lo rodearan, tras producirse un gran ruido, el demonio lo abandonó y al enfermo dejó lleno de penalidades y padecimientos. Todos, haciendo sonar todos los carillones entre lágrimas dieron alabanzas a Dios y a su confesor Isidoro. VI.2 En otro momento también un hombre llevó a un hijo suyo ya adulto y poseído por el demonio a la iglesia del mencionado confesor y lo puso delante del altar. A la noche siguiente, como el padre cansado por el gran esfuerzo y sufrimiento se hubiera entregado al sueño, alrededor de media noche, cuando ya nos encontrábamos en el coro cumpliendo los divinos misterios, el hijo comenzó a gritar diciendo: “Padre, padre, padre”. Despierto y muy sobresaltado el padre preguntó al punto al hijo por qué daba tan grandes voces. El hijo contó al padre los sucesos diciendo: “Dos hombres nobles, adornados de preciosísimas vestiduras, mientras dormías, a mí vinieron y me anunciaron la curación diciéndome: ‘Nuestro Señor Jesucristo te sana por mediación nuestra’. Al preguntarles yo quiénes eran me dijeron: ‘Yo el apóstol Pedro y éste el beato Isidoro’”. Así ya curado junto con los padres daba alabanzas a Dios. VI.3 En nuestra época, en la que no sólo los cuerpos sino también los méritos han flaqueado, sucedió que, como quiera que un hombre de la región de Saldaña a fin de que un hijo suyo pequeño, al que un demonio injustísimo con muchísima fuerza violentaba, recobrara la salud, con la debida y devota tarea de suplicar se hubiera acercado a la iglesia de San Bartolomé, que se sabe está situada en La Cepeda, y no hubiera conseguido nada, según creemos, por su dudosa fe, entristecido y apesadumbrado se dispuso a regresar a su casa. Y así al llegar a las afueras de la ciudad de León, conocido el motivo de su esfuerzo, algunos le dijeron: “Venga, apresúrate en presentarte ante los umbrales del beato Isidoro, quien junto con los otros santos cuyas reliquias reciben allí culto, a los aquejados de tal modo tiene costumbre de conferir remedios inapelables de salvación. Al oírlo, el padre del niño tras derramar lágrimas
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vuela con rápidas alas y rogando con voz humilde al santo del Señor le pide que se digne en concederle la salud a su hijo. A continuación se postra delante del emplazamiento del confesor. Cosa asombrosa y en nuestra época raramente practicada: inmediatamente, tan pronto como la reliquia de la Cruz del Señor fue puesta encima de la boca y el pecho del niño, el espíritu inmundo fue obligado a salir por las partes inmundas empujado por el juicio de Dios. De ahí sucedió que el niño, en la medida en que se lo permitió su edad, bajo impulso divino prorrumpió en las siguientes palabras: “Gracias a Dios y al beato Isidoro estoy sano”. Y tras ofrecérsele una manzana que sobre el sarcófago del beatísimo Isidoro, encima del altar, había sido colocada para remedio de curación, el mismo niño comenzó a jugar con ella, es más, lo que es más verdadero, la criatura comenzó a exaltar a su Creador no tan pueril como asombrosamente. VI.4 También una jovencita de la villa que llaman Negrillos, como un demonio gravísimamente la violentara, fue llevada a la basílica de San Isidoro y no salió de allí antes de que la gracia de su curación fuera recibida totalmente y ella liberada del malísimo espíritu. La señal de su curación, como suele hacer aquella maligna casta, fue una moneda. El demonio echándola a su pesar por la boca de la muchacha prometió que nunca a ella volvería en adelante. La moneda la tenemos a buen recaudo para confusión del demonio, para que todos los que la vieron, glorifiquen al Padre de nuestro Señor Jesucristo con el Espíritu Santo, quienes en sus santos se dignan obrar milagros por medio de ellos. Y no se ha de pasar por alto, cosa que hemos sabido por indicación de ella, que el a menudo mencionado demonio a ella al agua o al fuego muy a menudo la habría arrojado, si el beato Isidoro no se le hubiera enfrentado clementemente y con fuerza. Esto puede a las claras deducirse del hecho de que llegando al puente de Rodrigo Yústez el demonio que a ella la vejaba quiso precipitarla al agua y lo habría hecho, si el beato Isidoro, como ella decía, no la hubiera retenido fuertemente por la mano. En efecto el demonio gritaba que en absoluto sería expulsado de ella a no
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ser por el beato Isidoro, como el término del hecho vino a demostrar. Interrogado el espíritu maligno por qué a una mujer devota de la religión cristiana había concebido atacar, respondió: “Una vecina suya fue la ocasión y la causa de este hecho, la cual acusándola y atribuyéndole falsamente un amante a tanta amargura redujo su alma, que consternada su mente más allá de lo que se puede creer y pensando de continuo sobre la acusación interpuesta me ofreció el modo de atacarla, pero en vano, dijo, pues abandono a mi pesar a aquélla en la que penetré, expulsándome Isidoro, mi enemigo”. VI.5 No mucho después sucedió que una mujer oriunda de la villa que llaman Olleros, agitada fortísima y frecuentísimamente por ataques del demonio, fue llevada a la iglesia de San Vicente de la Goteraa por sus familiares que la acompañaban y la sostenían. Allí los demonios echándola al suelo de continuo dijeron que no habían de ser expulsados a no ser por Isidoro, a quien la misma mujer en esos arrebatos había invocado desde el comienzo. Recibida la respuesta, confiados con todo no en las palabras del demonio, sino en el poder del Señor, quien sana a los de corazón herido y venda sus heridas (Sal. 146, 3), a ella al instante trasladan a León muy cuidadosamente custodiada, no fuera que los espíritus del maligno la enviaran de cabeza al fondo de las aguas, cosa que ya habían intentado en repetidas ocasiones. Así pues, un juevesb, entrando en los umbrales de la iglesia del beato Isidoro y como la mujer hubiera querido recibir alimento bendecido de la mano de un sacerdote, para compensar la debilidad de su cuerpo, arrebatada de continuo y entre terribles gritos la tenían atormentada. Mas al ponerle la reliquia de la Cruz del Señor, aunque el sacerdote se esforzara en expulsarlos invocando a Dios, “en vano”, le dicen los demonios, “te esfuerzas, porque no dejaremos la posesión de la que hemos hecho presa a no ser en el próximo domingo. Entonces habrá de venir Isidoro, quien con Domingo de Silos porfía por
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Es la ermita ahora dedicada a San Lorenzo en La Vid de Gordón, tributaria en su día de San Isidoro de León. b Quinta feria en el texto latino. Véase nota 99.
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liberar cautivos en la Mauritaniaa. Y añadieron: “Además Isidoro ampara contra nuestra parte la causa de una prostituta que ha muerto hace unos instantes en Arévalo; sin embargo a Domingo y a Isidoro se les adelanta Vicente, enemigo nuestro por todo”. Esto sin duda entendamos que se dijo del beato Vicente, hermano de las santas Sabina y Cristeta, cuyos restos mortales el gloriosísimo rey Fernando no mucho después del traslado del beatísimo Isidoro trasladó desde Ávila y en un arca fabricada con admirable ejecución colocó a su lado en la iglesia de Isidoro, como arriba relatamos. Sería impropio que una verdadera hermandad de tan grandes patronos, que ampara el lugar con derecho común, no ampare también el efecto de los milagros. Así pues, al siguiente domingo, luego de que el tesorero fuera despertado por indicación divina para que rápidamente se dirigiera a la iglesia y diera la señal para celebrar maitines, sucedió que al primer toque de campana, en presencia del tesorero y de otros mucho canónigos, que se juntaron para contemplar el desenlace de la situación, la mujer fue arrebatada por los demonios, según había dicho el espíritu de falsedad, pero al acosarlos el espíritu de verdad y postrada ella ante el altar del beato Isidoro, los demonios, entre reproches de que allí no podían permanecer más tiempo, solicitando miserablemente el lugar por donde deberían irse, se vieron obligados a salir por la parte por la que sale la impudicia de la superfluidad humana. Como señal del divino milagro, uno de aquellos demonios arrojó por la boca de la mujer una moneda, otro una piedrecilla, que de un lago de Salamanca afirmó que había sacado en aquel mismo momento. El tercero finalmente había dejado como señal un plomo que la misma mujer llevaba consigo amarrado en lo alto de su tocado. Visto el milagro, todos los que estábamos presentes honramos con melifluo cumplimiento al hacedor del a
Santo Domingo de Silos era bien conocido desde finales del s. xi como un santo liberador de cautivos sobre todo en las comunidades fronterizas. Llama pues la atención que incluso en esto Isidoro sea asociado a otro santo, aunque fuera más local. Por otra parte préstese atención a esta voz Mauritania. El cronista de la Historia Silensis 46 utiliza el mismo término para referirse a los moros de Al-Andalus; luego la Mauritania debe de ser la tierra de los moros, no necesariamente el territorio norteafricano.
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mundo, que por mediación de los beatos Isidoro y Vicente no deja de obrar maravillas para dejar constancia de la grandeza de su poder, y entonamos el ‘Te Deum Laudamus’a en alta voz, haciendo sonar las campanas, y según el Salmista, Dios desde los cielos ‘sea alabado con voces de exultación y alegría, con instrumentos de cuerda y de viento, con címbalos que bien suenen’ (Sal. 41, 5; 46, 2; 150, 4; Is. 48, 20). VI.6 Como contra la advertencia de la Iglesia una mujer de condición servil en la festividad de las vírgenes Justa y Rufina se dispusiera a hacer alguna tarea, hasta tal punto se ve privada de la función de una mano que en absoluto podía girarla o moverla. Pero creyendo que por los méritos del beato Isidoro se vería libre, al punto dando alaridos y gritos (Jue. 7, 21) a su iglesia es llevada. Ella, al tocar el arca en la que se custodian las cenizas del mismo santísimo cuerpo, se curó con tan repentina sanación, que los muchos que estaban presentes, tanto clérigos como laicos, tanto hombres como mujeres, quedaron maravillados. VI.7 He aquí, pues, que el maravilloso legislador, Moisés, para el pueblo sediento agua de una piedra extrae (Éx. 17, 1-7), y también Isidoro, legislador de Cristob, dándole de beber del pavimento de piedra del altar a un fugitivo sediento atraec. He aquí que Eliseo resucita al hijo de la sunamita (2 Re 4, 8-17), e Isidoro cura al hijo sordomudo de un ciudadano de Astorga. He aquí que Pedro restablece al paralítico Eneas (Act. 9, 32-35) e Isidoro, tras curar a un paralítico, incluso convierte a un judío, maravillado por ello. He aquí que Santiago expulsó demonios de cuerpos poseídos, también éstos a las claras gritan que los expulsa en masa Isidoro. He aquí que Pedro junto con Juan sana a un cojo (Act. 3, 1-26), y un niño poseído anuncia que Isidoro junto con el mismo Pedro lo ha curado de su enfermedad. He aquí que Isidoro, lleno como Esteban de la gracia de Dios, obra a
Se trata del famoso himno de acción de gracias atribuido s San Ambrosio, conocido así por ser sus primeras tres palabras: ¡A ti, Dios, te alabamos! b Apelativo habitual de Moisés aquí atribuido a Isidoro. c Intento mantener el juego de palabras latino extrae (producit) . . . atrae (reducit). Entiéndase ‘atrae’ al camino recto.
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en el pueblo grandes señales en la ciudad de León. He aquí que casi en los últimos tiempos por sus méritos la tierra seca es fecundada por las lluvias, como en tiempos de Helías, quien plantado en el monte Carmelo largo tiempo oró tendido en la tierra, hasta que se oyó el sonido de una lluvia abundante (1 Re. 18, 16-46). Muy conveniente sería, pero imposible, enumerar todo y juntar todo lo que por su mediación el Señor por doquier y especialmente en su iglesia obra. En su altar, en efecto, brillan de continuo nuevos milagros y, multiplicados los intercesores, gloriosos beneficios para almas y cuerpos se alcanzan por Nuestro Señor Jesucristo.
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INTRODUCCIÓN
El autor El Poema de Julia Rómula es la única obra conocida de Guillermo Pérez de la Calzada. Sobre cuál fuera esta población de Calzada, seguramente cercana al monasterio de Sahagún, Madoz1 da noticia de un lugar llamado Calzada del Coto en la provincia de León, partido judicial de Sahagún y diócesis perteneciente a la abadía de San Benito de Sahagún. Otro lugar de Calzada existe en la provincia y diócesis de Palencia: la Calzada de Los Molinos. De cualquiera de los dos podría provenir don Guillermo, aunque la referencia expresa a Sahagún en el v. 52 de su poema – “y con sus frutos nuestra villa de Sahagún” –, cuando ya el autor no pertenecía al monasterio de San Benito, parece indicar que procedía efectivamente de Sahagún, es decir, del lugar de La Calzada del Coto. El nombre del autor, incluido en el poema en forma de acróstico, figura además en una epístola dirigida al Infante don Alfonso, rey de Murcia desde 1243 y futuro Alfonso X de Castilla y León; en dicha epístola, fechada en mayo de 1250, el poeta le dedica la obra y le hace un ruego: “Disponga, pues, su Real Majestad, si le place, que dichos versos, junto con esta carta, sean copiados en las crónicas”. La epístola fue escrita en San Zoilo de Carrión, por lo que podemos suponer que don 1 P. Madoz, Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España y sus posesiones de ultramar, tomo V, Madrid, 1846, ad loc.
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EL POEMA DE JULIA RÓMULA
Guillermo había tenido que trasladarse de la entonces importantísima abadía de Sahagún a la de San Zoilo, en Carrión de los Condes, que era de menor tamaño e influencia. Romualdo Escalona2 dedica todo un capítulo a la abadía de Guillermo Pérez: el IV, 3, “De la abadía de D. Guillelmo II y ruidosos sucesos de su tiempo”. La elección del abad en 1229 había venido precedida de una discordia entre los partidarios de dos candidatos distintos – don García y don Bernardo –, a resultas de la cual los monjes terminaron por escoger a un tercer candidato, don Guillermo de la Calzada, antes de febrero de 1229. En un principio, dice Escalona, IV, 3, 2, “D. Guillelmo, que era Monge prudente, luego que tomó posesión de la Abadía, procuró sosegar y unir los ánimos de sus Monges, y aun de sus vasallos, alterados con las inquietudes pasadas”. En enero de 1230 encontramos los primeros documentos que relacionan al abad Guillermo con Fernando III: el rey, ad preces dompni Guiullemi, abbatis Sancti Facundi, dilecti mei, absuelve a los vecinos de Bustillo de Cea, vasallos del monasterio, de todo castigo por homicidio casual, excepto a quienes hayan perpetrado personalmente el homicidio3; en otro documento del mismo mes, el rey manda que nadie se atreva a prender a los monjes de Sahagún, ni a sus hombres, ni a sus collazos, ni otra cosa cualquiera del monasterio4. Interviene de nuevo don Fernando en enero de 1231, reafirmando al abad como único señor de la villa, propter specialem, itaque, dilectionis, gratiam quam erga uos habeo, pro multis et gratis seruitiis que michi fecistis et facitis5. Otros privilegios del mismo año6 manifiestan asimismo el favor real hacia el monasterio y su abad Guillermo. Sin embargo, después de 1232 no hay documento alguno en el que aparezca el abad, y así dice Escalona en IV, 3, 7: “No nos ha quedado por donde rastrear, si este 2
R. Escalona, Historia del Real Monasterio de Sahagún, sacada de la que dexó escrita el padre maestro fr. Joseph Pérez, Madrid, 1782, p. 139-141. 3 Cfr. Colección Diplomática del Monasterio de Sahagún (857-1300) – ed. J. A. Fernández Flórez, vol. 5, León, 1994, n° 1652. 4 Ibid., n° 1653. 5 Ibid., n° 1658. 6 Ibid., n°s 1657 a 1660.
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INTRODUCCIÓN
D. Guillelmo, tan estimado del Santo Rey D. Fernando, murió en el año de 1232, o fue promovido a algún Obispado: sólo consta, que en el mes de junio de dicho año aún era abad D. Guillelmo II, y que en Septiembre del mismo año era ya Abad otro Guillelmo”. De ello deduce erróneamente Escalona que Guillermo de la Calzada había muerto en 1232; sabemos que no murió, sino que cesó por alguna razón en el cargo: pues en 1232 los monjes eligieron abad al prior de San Juan de Burgos, llamado también Guillermo7 (de Talliante), aunque extranjero, “quizá venido de Casa Dei”8. Las noticias de Escalona son, a partir de aquí, muy confusas: cuenta que los burgueses acusaron al nuevo abad “de simoníaco, y de otros negros delitos”, llegando a acudir al Papa; éste intervino enviando a los abades de Celanova y La Espina, junto con el arcediano de Palencia, para que corrigieran los desórdenes. Dado que, según Escalona, los Visitadores papales llegaron a Sahagún en septiembre de 1232, y el abad no quiso recibirlos, éstos “le declararon por simoníaco y privado de la abadía, e hicieron fixar copias de su sentencia en las iglesias de la villa”. Tras ello, don Guillermo acudió a Roma para justificarse ante el propio Gregorio IX; pero no sabemos qué resultado tuvo su viaje, ya que “no pasan de aquí los autos que se conservan en este archivo, por haberse descosido algunas piezas de los pergaminos que componían el proceso”. Sin embargo, prosigue Escalona, “no dudo que D. Guillelmo se justificó plenamente... pues... a once de abril de 1237 el Papa Gregorio IX expidió un Breve al Santo Rey D. Fernando, suplicándole y encargándole mucho que reciba y proteja al Abad D. Guillelmo”9. Más aún, en 1240 el rey envía a su hijo el infante don Enrique a resolver una disensión con Federico II de Alemania, y lo hace acompañar del abad don Guillermo; antes de volver a España, el Infante y el abad visitan al papa Inocencio IV; queda en Roma Cfr. Escalona, Historia, IV, 4, 1. La abadía benedictina de Saint Robert de Chaise Dieu, en Auvernia, Francia. 9 Escalona, Historia, p. 141-142; cfr. además Apéndice III, p. 589. 7 8
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don Guillermo de Talliante, que es promovido al cardenalato en 124510 y muere en 1250. Queda, pues, sin aclarar una parte de la historia: cómo es posible que este Guillermo de Talliante, habiendo sido acusado de simonía, llegara a ser nombrado cardenal. Tampoco encuentro datos que aporten más luz en las Crónicas anónimas de Sahagún11; la segunda de ellas12, al hablar de Guillermo Pérez, menciona los “muchos trabajos e innumerables denuestos e muchos vituperios [que] sufrió non debidamente a él fechos por los burgueses de Sant Fagún”; omite, sin embargo, el anónimo toda mención del proceso que, según Escalona, instigaron los vecinos de Sahagún contra el abad Guillermo III. Dado que nos consta que Guillermo Pérez de la Calzada no murió en 1232, sino que por alguna razón se trasladó al monasterio de San Zoilo y acabó sus días en la mayor pobreza (cfr. Poema de Julia Rómula, vv. 398-416), es más verosímil que fuera Guillermo Pérez de la Calzada, y no el siguiente abad – el de Talliante –, el procesado a raíz de las acusaciones de los burgueses de Sahagún. En vista de lo que ocurrió con los Visitadores, su sentencia y la marcha del abad a Roma, la pérdida de las últimas páginas del proceso es sumamente sospechosa, y probablemente encubre la confirmación papal de la sentencia contra don Guillermo, quien en la década de 1230 habría sido expulsado de su cargo y de Sahagún, yendo a vivir al monasterio de San Zoilo de Carrión de los Condes. Esta peripecia, ocultada voluntariamente en la documentación del monasterio, permite, años más tarde, la aparición de nuestro don Guillermo en la campaña de Sevilla, pidiendo mercedes al infante don Alfonso y no al rey Fernando, ante quien probablemente había quedado en descrédito. Con su presencia en Sevilla – junto a muchos otros prelados y clérigos – y la composición de un poema en recuerdo de tal gesta, el ex-abad tenía la esperanza de obtener Cfr. C. Eubel, Hierarchia catholica Medii Aeui... ab anno 1198 usque ad annum 1431 perducta, Münster, 19132, vol. I, p. 7. 11 J. Puyol, Las crónicas anónimas de Sahagún”, BRAH 76 (1920), p. 7-26; 111-122; 242-257; 339-356; 395-419; 512-519; 77 (1921), p. 51-59; 151-192. 12 Ibid., p. 162-192. 10
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algún beneficio por parte, si no del rey Fernando, del infante Alfonso. Es curioso que en la epístola el poeta haga referencia, ya en 1250, a las crónicas que se proponía redactar Alfonso X. Pues, según todos los estudiosos13, la actividad propiamente histórica de la obra del rey Alfonso no comenzó hasta el año 1270, en que el taller alfonsí emprende la tarea de redactar la Crónica General, que queda interrumpida para iniciar la General Estoria. El ruego de don Guillermo parece indicar que ya existía y era conocido el proyecto, aun antes de la muerte de Fernando III. Un reciente trabajo de A. Rodríguez de la Peña ha venido a incidir en la imagen que dan los Rithmi del infante Alfonso como princeps litteratus y sobre el discurso político que sobre la Realeza castellana tenía el autor14. En cualquier caso, el ex-abad tiene la clara pretensión de ganar el favor de don Alfonso, al que llama “rey”; era rey de Murcia, ya que había conquistado este reino entre 1243 y 1245, aunque hasta 1252 no sucedería a su padre en el trono de Castilla y León. El hecho, pues, de la dedicatoria a don Alfonso puede explicarse por las dos razones que he venido exponiendo: la pérdida del favor real tras los sucesos del monasterio de Sahagún que ocasionaron el proceso de don Guillermo, y el conocimiento de la erudición de don Alfonso y de su interés por recopilar documentación para sus obras historiográficas. La conquista de Sevilla quedaba fuera ya de la Historia de rebus Hispanie del Toledano, a cuya narración pone fin el casamiento de Fernando III con su segunda esposa, Juana de Ponthieu, en 1237; también del Chronicon mundi de Lucas de Tuy, que no pasa de la conquista de Córdoba en 1236. La 13 R. Menéndez Pidal, La ‘Crónica General de España’ que mandó componer el rey Alfonso el Sabio”, Discurso leído en la Real Academia de la Historia, Madrid, 1916, y Primera Crónica General de España – ed. R. Menéndez Pidal, rev. D. Catalán, Madrid, 1977, Apéndice, p. 852-892. Cfr. además D. Catalán, La Estoria de España de Alfonso X: creación y evolución, Madrid, 1992, e I. Fernández Ordóñez, Las ‘Estorias’ de Alfonso el Sabio, Madrid, 1992. 14 A. Rodríguez de la Peña, “Alfonsus peritus, cunctis eruditus: la imagen sapiencial de Alfonso X de Castilla y los Rithmi de Iulia Romula (1250)”, en Proceedings of the Thirteenth Colloquium of the Medieval Hispanic Research Seminar – eds. J. Whetnall, A. Deyermond, London, 2006, p. 47-58.
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Primera Crónica General indica el punto en que acaba el relato de su fuente principal, El Toledano, y declara haber utilizado en adelante a un continuador anónimo, “porque se cunpla fata acabados los fechos et la vida deste rey don Fernando, en cuya razon el dicho arçobispo dexa la estoria”15. La influencia que en esta fuente perdida de la Crónica pudo tener el Poema de Julia Rómula es difícil de detectar: el carácter encomiástico del poema le restaba sin duda utilidad historiográfica. Por otra parte, no tenemos noticia de que el triste estado de su autor (según él mismo describe en los versos 387 al final) lograra alguna mejora gracias a don Alfonso o al propio rey Fernando; el Repartimiento de Sevilla16, cuyos diplomas no comienzan a otorgarse hasta 1252 y prosiguen tras la muerte de Fernando III, no hace ninguna mención clara de que se le otorgara prebenda alguna, si bien en un documento del 14 de abril de 1255, entre los vecinos de la calle de Francos, en la collación de San Salvador, figura un tal Guillén Pérez, sin ninguna otra indicación.
El poema La presencia del ex-abad Guillermo en la conquista de Sevilla – tal como, por ejemplo, la de Rodrigo Jiménez de Rada en Las Navas de Tolosa – parece indudable, dado que en su poema aportó una serie de datos poco conocidos. El más importante, el desarrollo de la propia empresa militar. La campaña de Sevilla duró más de dos años, comenzando por una serie de expediciones que partieron de Carmona y sus alrededores, llegando a las cercanías de Sevilla en 1247 (cfr. v. 191-192). Por entonces arriban desde Cantabria las galeras de Ramón Bonifaz, que en mayo de 1248 cortan el puente de barcas que unía Sevilla con Triana (cfr. v. 217-224) y dejan la ciudad aislada del Aljarafe. Viene entonces la fase de asedio, en 15
Primera Crónica General – ed. R. Menéndez Pidal, D. Catalán, Madrid, 1977, vol. I, 736b, 40-42. 16 Repartimiento de Sevilla – ed. J. González, Madrid, 1951, vol. I, p. 314.
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la que el rey Fernando no tiene sino que esperar que los habitantes de la ciudad se rindan ante la escasez de víveres. Por fin, en otoño se produce la primera oferta de paz por parte de los nobles de la corte de Axataf (cfr. v. 230-244), que es rechazada por los cristianos, y así hasta tres ofertas distintas; finalmente, el rey Fernando impone sus condiciones (cfr. v. 241-252). A los musulmanes se les permite abandonar la ciudad, bien dirigiéndose a Ceuta – para lo que les proporcionan cinco naves y ocho galeras (cfr. v. 253-254) – o bien a Jerez, adonde se dirigió la mayor parte de la población. El 23 de noviembre, día de san Clemente (cfr. v. 345-347) de 1248, fue izada en el alcázar de Sevilla la enseña de Fernando III, si bien la entrada solemne del rey no se produjo hasta el 22 de diciembre17. Hay otros datos que confirman la presencia de don Guillermo en Sevilla. Por ejemplo, la mención de don Gutierre Ruiz Dolea como arzobispo de Toledo. Así también la Primera Crónica General, 767b 27-32 “Et esa proçesion fezo ese dia [el 22 de diciembre] con toda la clerizia Don Gutierre, un noble perlado (sic) que era eleyto de Toledo”; en cambio, Ortiz de Zúñiga18 se muestra dudoso con respecto al dato: “yo creyera, si se me permitiera conjeturar, que el Prelado que hizo una y otra función [expurgar y consagrar la hasta entonces mezquita de Sevilla] fue Don Gutierre, Obispo de Córdoba, que estaba presente, y que se equivocó el autor de la Crónica con la semejanza del nombre”. Una nota de A. Mª Espinosa y Cárcel corrige a Ortiz de Zúñiga en este punto, alegando la existencia de una bula de Inocencio IV en la que el Papa confirma la elección de don Gutierre y su traslación de la iglesia de Córdoba a la de Toledo19. Es también dato de primera mano el nombramiento del infante don Felipe como arzobispo de Sevilla, antes de don Raimundo; la Primera Crónica General se contradice en este punto: cfr. 769b 47-50 “Et dio luego el arçobispado a don Raymundo, que fue el Cfr. Repartimiento, vol. I, p. 176-221, y M. A. Ladero Quesada, Historia de Sevilla. La ciudad medieval, Sevilla, 19893, p. 16-18. 18 D. Ortiz de Zúñiga, Anales eclesiásticos y seculares de la muy noble y muy leal ciudad de Sevilla, Madrid, 1677, p. 40. 19 Cfr., efectivamente, Eubel, Hierarchia, vol. I, p. 487. 17
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primero de Sevilla depues que la ouo el rey don Fernando ganada”. Pero en 772a 5-13 “Et quando vino la ora en que el sancto rey de finar ouo, et que era llegada la ora de la durable mas de la antoiante que poco dura, et yr al de la sancta claridat que nunca fallesçe, fizo y venir ante sy a don Felipe su fiio, que era eleyto por seer arçobispo de y de (sic) Sevilla, et otros obispos que y eran, et toda la otra clerizia”. Es curiosa la historia de este infante Felipe. Pues, nacido en 1231, fue admitido como canónigo de Toledo a los diez años de edad, bajo la tutela de don Rodrigo Jiménez de Rada; en 1244, viaja a París para iniciar sus estudios universitarios, aunque vuelve pronto a Castilla con intención de dejar la clerecía20. Cuando Fernando III conquista Sevilla en 1248, su plan de restaurar la gloria de la iglesia hispalense lo lleva a designar a su propio hijo, Felipe, como primer arzobispo; Inocencio IV lo consiente, aunque nombrándolo solamente procurator de la diócesis21, pues no pasaba de los diecisiete años y ni siquiera estaba aún ordenado. Por ello Fernando III encarga el desempeño de la función arzobispal a don Raimundo de Losana, obispo de Segovia. También el infante Sancho, en 1251, fue elegido arzobispo de Toledo, cargo que ostentó hasta su muerte en 1261. En cuanto a don Felipe, su futuro iba a tomar un camino distinto: en 1257, su hermano el rey Alfonso acuerda el matrimonio de Felipe con Cristina de Noruega; la boda se celebra en 1258, quedando definitivamente para don Raimundo la sede sevillana. Según la Crónica de Alfonso X22, en 1253 “Este rey don Alfonso seyendo casado ante que finase el rey su padre con donna Violante, fija del rey don Jayme de Aragón e hermana del rey don Pedro, porque no avía della fijo sentió muy gran pesar. Et veyendo que esto venía por mengua della, enbió sus mandaderos al rey de Noruega, en que le envió a rogar que le enbiase su fija en casamiento”. Sin Cfr. Crónica de Alfonso X – ed. M. González Jiménez, Murcia 1998, cap. XXIX, p. 96, carta del rey Alfonso a su hermano Felipe, ya casado con Cristina. Cfr. también F. J. Hernández, “La formación intelectual del primer arzobispo de Sevilla”, en Sevilla 1238. Congreso Internacional Conmemorativo del 750 Aniversario de la Conquista, Sevilla, 1998, p. 607-619. 21 Cfr. Eubel, Hierarchia, vol. I, p. 277. 22 Crónica de Alfonso X – ed. M. González Jiménez, Madrid, 1988, II, p. 8. 20
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embargo, el primer descendiente de Alfonso X y doña Violante de Aragón, la Infanta Berenguela, nació en 1253, por lo que parece más verosímil que Cristina estuviera desde un principio destinada a Felipe, el cual sería más útil en un matrimonio de estado que forzado al servicio eclesiástico. No menos importante es el testimonio de las duras condiciones climáticas que soportaron las huestes cristianas en aquel largo verano de 1248: don Guillermo, venido de tierras más frías, se queja del calor de Sevilla en v. 259 “por él soportábamos calores y luchas”. Relacionado con esta misma circunstancia está otro pasaje del poema que no se ajusta a la realidad histórica: la presencia de Juan Arias, arzobispo de Compostela, en la entrada solemne del rey en Sevilla (cfr. v. 299-300). Pues, si bien efectivamente el arzobispo acudió a Sevilla a principios del verano de 1248, tras la destrucción del puente de barcas, dice la Primera Crónica General, p. 763b-765b: “En esa sazon llego el arçobispo de Santiago don Johan Arias a esa çerca de Seuilla, et fue posar al Tagret, que es bien aluenne della; et luego que llego, adolesçio muy mal, et la mas de la gente... Veyendo el rey en como estaua muy flaco, mandolo tornar para su tierra et que punnase en guaresçer et en pensar de si. Et el arçobispo ouolo de fazer, et fuese ende, pesandol mucho. Et... vino el maestre don Pelay Correa posar a aquello logar do el posaua”. Efectivamente, no figura don Juan Arias entre los caballeros que acompañaron a san Fernando en Sevilla23 ni entre los firmantes del Fuero24. En cambio, el Repartimiento de Sevilla25 lo hace titular de uno de los donadíos mayores, con varias heredades en los términos de Tejada, Facialcázar y Aznalcázar. La inclusión del arzobispo de Santiago es un gesto de deferencia por parte de don Guillermo. Tampoco es exacta la alusión a una de las maravillas de la ciudad, el alminar de su mezquita mayor: en v. 39, don Guillermo admira “el triple fruto de oro, tan brillante, de su torre”. Es curioso que hable sólo de tres manzanas, cuando fueron cuatro en realidad: así lo recoge la Primera Crónica General, 768b Cfr. Ortiz de Zúñiga, Anales, p. 50-52. Cfr. Ibid., p. 61-67. 25 Cfr. Repartimiento, II, p. 23. 23 24
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42-769a 7: “Et ençima della estan quatro maçanas alçadas vna sobre otra; tan grandes et tan de grant obra et de tan gran nobleza son fechas, que en todo el mundo non podrien ser otras tan nobles nin tales; la de somo es la menor de todas, et luego la segunda que esta so ella es mayor, et muy mayor la terçera. Mas de la quarta non podemos retraer, que es tan grant et de tan estranna obra que es dura cosa de creer a qui lo non viese; esta es toda obrada a canales, et las canales della son doze, et ay en la anchura de cada canal cinco palmos comunales”. Pero no fue don Guillermo el único en confundirse: Ortiz de Zúñiga, tras copiar un pasaje de la Crónica de D. Alonso [Primera Crónica General] sobre la torre, añade: “La (edad) primitiua la vió coronada de aquellas tres corpulentas bolas, ó mançanas doradas, cuya belleza exageran los escritores, y de que contaré la ruina en el año de 1396, notable por horrrorosos terremotos26. Por último, en vv. 54-55 nuestro poeta exagera la importancia de Santo Domingo de Silos, sede de otro célebre monasterio benedictino, llamándola “Burgo Esiliense”, aunque la villa no tenía categoría de burgo27. Para todo aquello que don Guillermo no conoce ni ha visto, se basa en unas pocas fuentes a las que acude una y otra vez; si dejamos aparte la Biblia, estas fuentes son, casi exclusivamente, Isidoro de Sevilla y Rodrigo Jiménez de Rada, El Toledano, además de la tradición más o menos legendaria sobre la Reconquista. De Isidoro de Sevilla, Etimologías 15, 1, 71, recoge la supuesta explicación etimológica del primitivo nombre de la ciudad, que habría sido construida sobre palos en suelo lacustre (cfr. v. 17-20); la ciudad es tan célebre, dice en v. 77-95, que acuden a admirar sus bellezas una larga serie de pueblos de Asia, Europa y África, cuyos nombres sin duda encontró en las Etimologías, libro IX, cap. 8. En cuanto a las fuentes históricas, hay varios episodios fundamentales de la Reconquista para cuya narración don Guillermo se inspira claramente en el Toledano: el comienzo de la Reconquista con el triunfo de don Pelayo en Covadonga, entre Cfr. Ortiz de Zúñiga, Anales, p. 22. Cfr. J. Gil, “La historiografía”, en La cultura del Románico: siglos XI al XIII, Madrid, 1995, p. 10. 26 27
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los años 718 y 722 (v. 137-144); la toma de la rica ciudad de Toledo en 1085 por Alfonso VI de León y Castilla (v. 150), que trajo consigo la consagración de la diócesis como primada de las Españas por Urbano II. Y sobre todo la victoria de las Navas de Tolosa (v. 157-164), en la que según la leyenda un pastor anónimo indicó providencialmente al ejército cristiano el desfiladero que le permitiría cruzar Sierra Morena; el episodio es relatado detalladamente por Rodrigo Jiménez de Rada, que estuvo presente en la campaña. Pero, sobre todo, impresionaron grandemente a don Guillermo los capítulos de la Historia28 que don Rodrigo dedicó a lamentar la invasión árabe, el III, 21, “Sobre la destrucción de los godos y la alabanza de España” y el III, 22 “Llanto por España y los godos, y la causa de la ruina”; pues en realidad el Poema de Julia Rómula, cuyas aspiraciones historiográficas manifiesta don Guillermo en la epístola, se propone sobre todo poner de relieve la paulatina y gloriosa recuperación del dominio cristiano sobre la península a través de sus hitos más señeros, hasta llegar a la importantísima conquista de Sevilla y su campiña. También la peripecia de la conquista árabe de Córdoba llamó la atención a don Guillermo, quien advierte sobre la necesidad de guardar bien las murallas de Híspalis en v. 363; porque, decía Jiménez de Rada en III, 23, 27-38: “(los árabes) interrogaron sobre la situación de Córdoba a un pastor que habían capturado, quien les informó de que... la ciudad estaba rodeada por una muralla que era segura salvo en las cercanías del puente, donde el lienzo de ella estaba cortado. Entonces Mogeyt pasó el Betis con su ejército y entre las tinieblas y la bruma de la noche llegó al lugar por donde el corte de la muralla dejaba paso, y donde además había una higuera; aprovechándose de ésta como apoyo para la subida se encaramaron al lugar derribado, y utilizando las cintas [del turbante] de Mogeyt como cuerdas subieron a lo más alto de la muralla y, luego de dar muerte a los centinelas, hicieron saltar los cerrojos de las puertas y penetraron por la puerta del puente”. Incluso la detallada alusión a los Concilios Visigóticos en los v. 65-68 puede muy bien provenir 28 Cito la Historia de los hechos de España del Toledano por la traducción de J. Fernández Valverde, Madrid, 1989.
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de la Historia del Toledano, quien informa minuciosamente de cada uno de los concilios y de quiénes fueron sus firmantes. Hay, sin embargo, un dato que don Guillermo no tomó de Jiménez de Rada, sino probablemente de Lucas de Tuy: cfr. v. 364: “además, sabed la crónica de Damieta”. Chronicon mundi IV, 95, 41-46, cuenta la historia: “Fue entonces (en 1218) enviado por la sede romana el noble y prudente cardenal don Pelayo, obispo de Albano, de nación español, que... tomó la ciudad de Damieta con sus innumerables tesoros. Pero posteriormente esta ciudad, como castigo de nuestros pecados, la ocuparon de nuevo los sarracenos”29. Efectivamente, durante la Quinta Cruzada don Pelayo Galván conquistó Damieta, en el delta del Nilo, aunque la ciudad fue recuperada por los árabes de Egipto tras la terrible derrota de los cruzados en El Cairo. Curiosamente, en la misma época en que don Guillermo escribe su epístola, ocurre otro suceso similar: en 1249, en el marco de la Séptima Cruzada, San Luis IX, rey de Francia y primo hermano de Fernando III, toma de nuevo la ciudad; sin embargo, tras la derrota de Al-Mansurah – donde murió el propio hermano de San Luis, Roberto de Artois –, el emir Fakhr el-Din apresó al rey y a los principales caballeros, pidiendo a cambio de ellos un cuantioso rescate que incluía la devolución de Damieta, que tuvo efecto en mayo de 1250. Otras alusiones son más oscuras: la mención en v. 194 de unos “hombres nefastos” que fueron derrotados por la reina Berenguela alude a los problemas que se plantearon a la muerte de Alfonso VIII de Castilla, cuyo reino heredó su hijo Enrique a los diez años de edad. Berenguela, la hermana mayor, tuvo serios conflictos con los condes de Lara – los hombres nefastos-, que quisieron imponer su tutela sobre el rey niño; al morir éste accidentalmente, Berenguela obtuvo el trono de Castilla (en 1217), cediendo a continuación el reino a su hijo Fernando. Más complicada fue la sucesión en el trono de León, a la que, tras la muerte de Alfonso IX, hicieron valer sus derechos las hermanas mayores de Fernando, Sancha y Dulce, hijas del primer matrimonio del rey con Teresa de Portugal; tras llegar a un acuerdo gracias a la mediación de las dos reinas, Fernando obtuvo también el trono leonés en 1230. 29
La traducción es mía.
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El poema de don Guillermo es, pues, una obra histórica, aunque también un encomio del triunfo del cristianismo: celebra la reconquista de Híspalis como retorno a la fe verdadera y golpe terrible contra los árabes, a los que llama “agarenos” (114 y 242), “vara de los pecadores” (134), “enemigos de la Cruz (152), “ismaelitas” (155) y “viles amorreos” (215). Pero quizá el más denostado sea el conde don Julián (“un Judas peor que el otro”, 111-112), quien, según las crónicas, en venganza por la violación de su hija a manos del rey Rodrigo, traicionó a los cristianos y entregó España a los árabes de África30. Si bien el poema no contiene citas bíblicas directas, los ecos de la Vulgata son numerosos; por ejemplo, en v. 170-171 “es digno de que no se pierda nunca una sola letra de ello” procede claramente de Mateo 5, 18, “Ni una letra ni una tilde perecerá de la Ley”. Llama la atención en particular que en v. 368 se recuerde el episodio de la muerte de Isboset, procedente de 2 Reyes (= 2 Samuel 4, 5-8): “Los hijos de Remón berotita, Recab y Baana, fueron y entraron en la mayor calor del día en casa de Isboset, el cual estaba durmiendo en su cámara la siesta; 6 y entraron en medio de casa en hábito de mercaderes de grano y hiriéronlo en la quinta costilla y escapáronse Recab y Baana su hermano; 7 los cuales como entraron en casa, estando él en su cama en su cámara de dormir, lo hirieron y mataron, y cortáronle la cabeza; y, tomando la cabeza, caminaron toda la noche por el camino de la campaña; 8 y trajeron la cabeza de Isboset a David en Hebrón y dijeron al rey: He aquí la cabeza de Isboset, hijo de Saúl, tu enemigo, que procuraba matarte, y Jehová ha vengado hoy a mi señor el rey de Saúl y de su simiente”. Don Guillermo, aunque se refiere a este pasaje de la Biblia, no dice Isboset, sino Imphiboset, probablemente por contaminatio con el nombre del sobrino y enemigo de Isboset, llamado Mefiboset o Mifiboset. Desde el punto de vista formal, es característico el propio título del poema, Rithmi (no Carmen) de Iulia Romula. Pues don Guillermo utilizó un verso rítmico, el llamado verso goliárdico; en el mismo metro está compuesto un anónimo 30
Cfr. R. Jiménez de Rada, Historia, III, 19.
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poema encomiástico del siglo xii, el Ritmo del hospital de Roncesvalles31. En cambio, la mayoría de los poemas históricos hispano-latinos conservan la versificación clásica: así, el Cantar del Campeador32, probablemente del siglo xi, en estrofas sáficas. Ya del siglo xii, el Poema de la toma de Alcácer do Sal, de Gosvino33, en dísticos elegíacos; la fragmentaria Alabanza de Ramón Berenguer IV34, en estrofas de tres decasílabos rimados; el Elogio de Diego Martínez de Villamayor35, en dísticos elegíacos; y el Poema de Almería36, en hexámetros dactílicos. En el siglo xiii, la literatura en lengua romance va ganando terreno. La lengua oficial de la historiografía, tras las grandes crónicas latinas del Toledano y el Tudense, será ya el castellano a partir de la Primera Crónica General, que es posterior a nuestro poema en unos 20 años; la poesía lírica latina persiste durante el xiii en los himnos del monasterio de Ripoll, y llega hasta el xiv en el monasterio de Montserrat. Estos Rithmi vienen a ser el último poema épico latino de la Edad Media española: la conquista de Sevilla fue celebrada también, aunque en romance, por un poeta galaico-portugués contemporáneo, Pero da Ponte37. Formalmente, el poema, que como he dicho se adorna con referencias bíblicas y con las Etimologías de Isidoro de Sevilla, contiene algunos términos que merecen explicación. El primero de ellos, en los v. 43-44: “(Vascos y navarros) se tiran de los pelos, juegan como condenados; / ¡queden a salvo de la boruca mis pelos!” En dos textos castellanos algo posteriores a los Rithmi encontramos el término castellano “boruca”; en ambos casos se 31
Rimus de Roscideavalle, cfr. A. Peris, “El Ritmo de Roncesvalles: estudio y edición”, CFC EL 11 (1996), p. 171-209. 32 Carmen Campidoctoris – ed. J. Gil en Chronica Hispana saeculi XII. Pars I, CC CM 71, Turnhout, 1990, p. 101-108. 33 Gosuini De Expugnatione Salaciae Carmen, en Portugaliae Monvmenta Historica. Scriptores, vol, I, Lisboa, 1856, p. 101-104. 34 Fulgent noua per orbem gaudia – ed. J. Amador de los Ríos, Historia crítica de la literatura española, Madrid, 1861-1865, vol. II, p. 347. 35 Vita Didaci – ed. E. Pérez Rodríguez, León, 2008. 36 Prefatio de Almaria – ed. J. Gil en Chronica Hispana saeculi XII. Pars I, CC CM 71, Turnhout, 1990, p. 249-267. 37 Pero da Ponte, Cántiga de meestria – ed. S. Panunzio, Coimbra, 1992, p. 109-111.
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INTRODUCCIÓN
narra el mismo episodio: cómo la Infanta doña Sancha de Navarra, antes de casarse con el conde Fernán González, fue atacada por un arcipreste: Poema de Fernán González38, 655-657: “La infante doña Sancha, dueña tan mesurada, / -nunca omne nado vio dueña tan esforçada- / travo l’ a la boruca, / dio le una grand tirada”. Primera Crónica General, I, 414ª 39: “travó dél a la boruca”. El sustantivo “boruca” (DRAE: del vasco buruka, lucha, topetazo. 1.f. Bulla, algazara), ya fue incluido por Corominas en la primera edición de su Diccionario crítico39 como “palabra castellana de origen incierto y de significado fundamental oscuro (quizá ‘lucha’)”, cuyo origen es aparentemente vasco, de buruka “lucha a cabezadas”. Poco después, Menéndez Pidal40 confirmó su origen vasco, de buruka, burruka “lucha, reyerta, riña”, y, además de señalar su aparición en la Crónica, la documenta como mejicanismo. Antonio Tovar41, tras la primera publicación de los Rithmi de Iulia Romula42, repara en la utilización de este vasquismo en transcripción latina por parte de Guillermo Pérez de la Calzada; aunque Tovar no entra en la cuestión del cambio de acento, es evidente que el verso latino requiere la acentuación proparoxítona de buruca, que refleja sin duda la forma en que el poeta se la oyó pronunciar a vascos y navarros. Resume la cuestión la nueva edición del Diccionario crítico etimológico43, que recoge los testimonios castellanos y el latino de nuestros Rithmi, aportando además la posible relación con la palabra borroka “lucha, combate”. Dicha relación se confirma en el Diccionario etimológico vasco de Agud y Tovar44. 38
Poema de Fernán González – ed. R. Menéndez Pidal en Reliquias de la poesía épica española, Madrid, 1951, p. 34-153. 39 J. Corominas, Diccionario crítico etimológico de la lengua castellana, Madrid-Berna, vol. I, 1954, p. 496, ad loc. 40 R. Menéndez Pidal, “El diccionario ideal” en Estudios de lingüística, Madrid, 1961, p. 128-130. 41 A. Tovar, Un antiguo vasquismo y una etimología: BURUKA, BORUCA, Anuario Julio de Urquijo 5 (1971), p. 72-75. 42 Eds. D. Catalán, J. Gil, Anuario de Estudios Medievales 5 (1968), p. 547-559. 43 J. Corominas, J.A. Pascual, Diccionario crítico etimológico castellano e hispánico, Madrid, 1980-1981, vol. I, p. 635-636, s.u. boruca. 44 M. Agud, A. Tovar, Diccionario etimológico vasco, vol. III, Donostia 1991, p. 164 s. u. borroka.
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Junto a este interesantísimo dato, el texto latino del Poema presenta algunos problemas: La primera lectura incomprensible aparece en el v. 33, cuando se enumeran los frutos que produce Híspalis; el texto latino dice Vua sat brecanica, v. 33-35: “Uva..., higo y aceituna, / un sinfín de productos, las frutas sucesivas, / peces y legumbres hay en la divina ciudad”. Podría entenderse que don Guillermo hace referencia a un tipo de uva propio de Híspalis, o bien a una cualidad de la uva hispalense; por otra parte, si ponemos una coma tras uva, podría aludir a un producto – distinto de la uva –, que era propio de Sevilla; según Morgado45, en la ciudad siempre hubo abundancia de pan, vino, aceite, carne y pescado. Ninguna de estas hipótesis nos ha permitido encontrar el término – un tetrasílabo proparoxítono – encubierto por ese brecanica. Otro problema textual está en el v. 156: “piedra depastorius, devorador de moros”. Ese imposible depastorius (cfr. mi edición en CC CM 73, p. 191 y 202) aparece en un contexto que compara a Alfonso VIII de Castilla con David; Tal vez el texto original del v. 156 contuviese otra referencia a la hazaña de David, que siendo un simple pastor venció a Goliat el filisteo lanzándole una piedra, según dice la Biblia: 1 Reyes (= 1 Samuel) 17, 49 “Entonces David metió su mano en la bolsa, tomó de allí una piedra y la arrojó con la honda, hiriendo al filisteo en la frente. La piedra quedó clavada en su frente, y éste cayó de bruces en tierra”; 1 Reyes (= 1 Samuel) 17, 50 “Así venció David al filisteo con una honda y una piedra, y lo mató sin tener espada en su mano”. Es difícil desentrañar cuál era la secuencia exacta de palabras: tal vez lapis de pastore, “piedra lanzada por un pastor”. Cuando don Guillermo centra definitivamente su poema en el tema de la campaña de Sevilla, dejando atrás las crónicas, aparece otro problema textual: v. 169-172 “Hemos mencionado esto brevemente, es bien conocido; / está escrito en las crónicas, es digno de que ni una letra / se pierda nunca de ello, sino que la serie entera / gire en el códice, rotulis en el orbe 45 A. de Morgado, Historia de Sevilla, en la qual se contienen sus antigüedades, grandezas, y cosas memorables..., Sevilla, 1587, p. 51r-52v.
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INTRODUCCIÓN
entero”. El sentido general de los versos es claro: los hechos de la Reconquista anteriores a la campaña de Sevilla están escritos ya, en el Chronicon mundi de Lucas de Tuy y en la Historia de los hechos de España de Rodrigo Jiménez de Rada. Si bien el segundo hemistiquio del v. 172 está corrupto, en la construcción in rota podría verse un eco bíblico: Salmos 77, 18 “Anduvo en derredor el sonido de tus truenos”46. El último problema está en el v. 369: “Al volver el titulo, abiertas las puertas (de Híspalis), / cuando salen los nobles de la cohorte real...” Parece lógico que se hable aquí del amanecer, puesto que los versos anteriores advertían de los peligros de la noche. No hay, sin embargo, ningún sentido de titulus que convenga al contexto.
Ediciones La primera edición del “Poema de Julia Rómula” data de 1968, cuando Diego Catalán y Juan Gil lo dieron a conocer en el Anuario de Estudios Medievales 5 (1968), p. 549-558. Posteriormente, yo misma publiqué una edición bilingüe: R. Carande Herrero, Un poema latino a Sevilla: Versos de Julia Rómula o la urbe Hispalense, de Guillermo Pérez de la Calzada [1250], Sevilla, 1986. La traducción que contenía dicho volumen ha sido revisada con vistas a la presente. En el Corpus Christianorum47, apareció la edición crítica, también a mi cargo, que ha servido de base para esta traducción.
46 Cfr. el comentario de Euquerio de Lyon al citado salmo en Eucherius, Formulae spiritalis intellegentiae, – ed. C. Mandolfo, CC SL 66, Turnhout 2004, p. 56: rota, orbis aut uita humana. 47 Guillelmi Petri de Calciata Rithmi de Iulia Romula seu Ispalensi urbe, – ed. R. Carande Herrero, CC CM 73, Chronica Hispana saeculi XIII, Turnhout 1997, p. 181-209.
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POEMA DE JULIA RÓMULA O HÍSPALIS DE GUILLERMO PÉREZ DE LA CALZADA
A su serenísimo señor Alfonso, rey por la gracia de Dios, primogénito y heredero de Fernando, ilustre rey de España, su fiel Guillermo, antes abad de Sahagún, besando sus manos, salud. Y para desearle que aumente su territorio durante su reinado. Ofrezco a vuestra Majestad los presentes versos sobre la ciudad hispalense escritos por mí, tal como por las letras iniciales de los versos vuestra Real sabiduría podrá con su agudeza observar, ya que en dichas letras iniciales se encierra claramente lo siguiente: “Guillermo – Pérez – Antes – Abad – de Sahagún – Los escribió – A ti – Rey – Alfonso – te los envía – Tú que – Reinas – Por derecho – En nuestra patria – Y – Tú – Recuérdalo – Siempre”. Disponga, pues, su Real Majestad, si le place, que dichos versos, junto con esta carta, sean copiados en las crónicas, para alimento del perpetuo recuerdo. Escrita en Carrión, en San Zoilo, en el mes de mayo del año de la Encarnación del Señor mil doscientos cincuenta; Era mil doscientos ochenta y ocho. Termina la carta. Comienza el Poema de Julia Rómula o Híspalis, desde los tiempos en que fue fundada por Julio César, emperador romanoa, hasta los tiempos en que fue reconquistada por Fernando, ilustre rey de Españab.
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a Cfr. Isidoro de Sevilla, Etimologías 15, 1, 71: “Julio César fue el instaurador de Hispalis (= Sevilla), a la cual dio el nombre de Julia Rómula haciéndolo derivar del suyo y del de Roma”. b En el año 1248.
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EL POEMA DE JULIA RÓMULA
Me glorio en la gloria de la ciudad hispalense, que la naturaleza solícita con inmensas fortunas enriqueció, para que fuera espada en las ofensasa y merezca ser alumbrada con cirios encendidos. Se cambia el nombre de la urbe que es orbe de las urbesb: cuando es llamada por el nombre de Julia Rómula, cuando un nombre insigne tanto la destaca, su célebre nombre es alabado en todas partes. Elógiese a la insigne ciudad con elogios: declárese lo fértil y productiva que es, y, repleta de mercancías, cuánto fruto produce, para probar su grandeza con estas y otras razones. De extensa extensión, muy amplia en espacio, y fuertemente fortificada por el círculo de sus murallas, protegida por todas partes por ríos y pantanos, magníficamente adornada con torres y tronos. He leído por qué llaman Híspalis a esta Julia: como está en unos pantanos, para que no se sumerja, apoyándola en palos, la fundan sobre postes: así emplazada, Híspalis toma el nombre de su situaciónc. Es, pues, de dos nombres la Real ciudad, Metropolitana de la Bética, urbe pontifical, escuela general de estudios literarios, en artes y en leyes única y singular. El obispo Leandro, honra de los monjes, y su hermano Isidoro, maestro de los hispanos,
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Cfr. ensis in offensis en “Vita s. Ildephonsi”, ms. 9 de la Real Academia de la Historia, f. 243b (=f. CXLVrb); la obra será publicada próximamente en las Actas del V Congreso Internacional de Latín Medieval Hispánico. b Cfr. Isidoro, Etimologías 15, 2, 3: “El nombre de urbe deriva de orbis, porque las antiguas ciudades se construían en círculo”. c Cfr. Isidoro, Etimologías 15, 1, 71: “Debe su denominación de Hispalis al lugar en que fue emplazada, porque se levantó sobre un suelo palustre, sostenida por maderos fijos en el fondo de las aguas, para que no se hundiera en aquel terreno resbaladizo e inestable”. Algo distinta es la versión del Toledano: cfr. R. Jiménez de Rada, Historia de los hechos de España I, 5, 10 “Desde allí [Hércules] marchó a la Bética, y en la campiña que riega el Betis pobló la ciudad de Híspalis, dándole este nombre porque los primeros habitáculos sostenían su techo mediante el apoyo de palos”. a
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la iluminan y encaminan al pueblo de los godos desde el error de la herejía hasta la fe de los justos. Ignorante del invierno por la gracia del mar, primaveral en sus doradas flores, famosa por sus productos, crea continuamente diversas y estimadas frutas: allí todo es dulce, no hay cosa amarga. Uva †, higo y aceituna, un sinfín de productos, las frutas sucesivas, peces y legumbres hay en la divina ciudad: huele a paraíso esta ciudad festiva. Pero ¿quién podría expresarlo todo en pleno? La dulzura de la ciudad, su lugar amenísimo, el triple fruto de oro, tan brillante, de su torrea, o la reunión de pueblos, juntándose como el heno. Se apresuran los vascones del monte Pirineob, y corretean con los navarros, riéndose ellos; se tiran de los pelos, juegan como condenados; ¡queden a salvo de la borucac mis pelos! Y acuden los catalanes, pródigos en promesas; llegan corriendo los opulentos zaragozanos; los cántabros, celtíberos, calagurritanos; se les une Portugal y todos los hispanos. Toro, Coca, Alcocer, Medina del Campo, Olmedo y Orense, ofreciendo sus vinos; se les une con panes la tierra palentina, y con sus frutos nuestra villa de Sahagún. La real y egregia ciudad burgalesa, presidiendo a los castellanos, y el Burgo Esiliensed, aportando numerosos utensilios adornaron la curia de Julia Romulense. En continua fiesta, Julia ríe continuamente; tropeles de hispanos llenan la divina ciudad;
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La actual Giralda de Sevilla. Cfr. Isidoro, Etimologías 9, 2, 107: “Éstos [los vacceos o vascones] habitan las extensas soledades de las cumbres de los montes Pirineos”. c Sobre la boruca, cfr. Introducción, p. 241. d Santo Domingo de Silos, provincia de Burgos. b
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como todos la estiman, todos la embellecen; su dulce tierra aman dulcemente, como a una madre. Muchos prelados ortodoxos la rigieron: existieron en total cuarenta y tres. Todos fueron pastores que velaron por la ciudad; Leandro e Isidoro destacaron entre ellos. Leed los concilios de los antiguos Padres; los sucesivos sínodos y sus actas: veréis escritos al pie los nombres de todos, y firmados por la propia mano de los prelados. Tanto las leyes godas como las normas de los Padres dirigen a Julia con la vara de la virtud; gobernada justamente con ideas prudentes, dirige sus pasos al camino de la salvación. Se podrían decir maravillas, pero sería una digresión detallar todas las cosas, relatar los éxitos, los felices logros de reyes y pontífices: volvamos ahora a los pueblos extranjeros. Asiáticos, libios, tracios y sabeos, medos y asirios, indios y caldeos, persas y armenios, lidios, eteos, árabes de Damasco, cretenses, idumeos, Brahmanes y escitas, rodios, hircanos, sirios y egipcios y samaritanos, maságetas, dánaos, aqueos, troyanos, tuscos e itálicos, ápulos, sicanos, Los brutos llamados bretones, pues dan gritos brutalesa, los arteros africanosb, los vascos veloces y los robustos germanos, de crueles costumbresc, los perspicaces galos, feroces de carácterd,
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a Cfr. Isidoro, Etimologías 9, 2, 102: “Hay quienes sospechan que los bretones tienen un nombre de cuño latino, debido a que son unos brutos”. b Cfr. ibid., 9, 2, 105: “Los africanos, arteros”. c Cfr. ibid., 9, 2, 97: “Los pueblos germánicos recibían este nombre por ser enormes de cuerpo, tribus gigantescas, endurecidos por los fríos más rigurosos; adaptaron su costumbre a la dureza del clima; de espíritu feroz, e indómitos siempre, viven del robo y de la caza”. d Cfr. ibid., 9.2, 105: “Y los galos, feroces por su temperamento y muy agudos de ingenio”.
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Los ínclitos romanos tonantes de los Augustosa abrazan a Julia, venerándola; trayendo a su memoria a Julio y a Rómulo, corren en sus trirremes, aclamando a Julia. Escocia con Anglia, la Galia togada, y Formentera, tierra de venenosb, así como Cerdeña, libre de todo tóxicoc, trayendo oro y agradables perfumes. La florida Jerusalén, ciudad bienaventurada, ínclita urbe señalada con la cruz del Gran Rey, donde Cristo resplandeció al vencer a la muerte, llega en último lugar, capital de las ciudades. Éstas y otras amparan a Julia; con todas las fortunas reunidas se enriquece; Hispania la honra, de ella se gloria; se ennoblece con sus enseñanzas y virtudes. Cuando, en feliz prosperidad, la ciudad florecía, y por las regiones del mundod ganaba renombre, cuando, célebre e ilustre, permanecía segura, y tanto por los extranjeros como por los suyos era querida, Se echa encima la ira que no se esperaba: el poderoso Julián se enemista con el rey; un Judas peor que el otro, maquina su traición. Por culpa de él se fragua la destrucción de la patria. No debería decirse, pero voy a decirlo: navegan los agarenos, Híspalis es devastada; la provincia bética se trastorna por todas partes, a todas las Españas se extiende el desastre. Destruyen las iglesias, abaten los santuarios, y los convierten deshonrosamente al rito impío, a
Cfr. Jerónimo, Liber interpretationis Hebraicorum nominum, ed. P. de Lagarde, CC SL 72, Turnhout, 1959, p. 70, 29: “Los romanos, sublimes o tonantes”. b Cfr. Isidoro, Etimologías 14, 6, 43 “Frente a ésta (Ibiza) se halla la isla Colubraria (Formentera), en la que las serpientes son abundantísimas”. c Cfr. ibid., 14, 6, 40: “En ella (Cerdeña) no se crían ni serpientes ni lobos”. d Cfr. Isidoro, Etimologías 13, 1, 3 “Cuatro son las zonas o regiones del mundo: oriente, occidente, septentrión y mediodía”.
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mientras clérigos viles profanan los sacramentos: no se dan cuenta de cuánto ofenden a Dios con elloa. Mientras tanto, humillan al primado de Toledo, al de Braga, al de Tarragona y al de Mérida; despojan a los obispos, prevalece el infiel; destrozan a los niños, al joven y al anciano. Llamó entonces a sus nobles el rey Rodrigo, que reinaba en las Españas, pero como un malvado. Éste, como sólo de nombre es amigo de Diosb, sucumbe y prevalece el enemigo moro. La fuerza de los godos se quiebra, los godos se ven presos, barones y nobles son muertos a espada; cuanto más resisten, más duro les golpean, pues esto ocurre así por juicio divino. Quedó paralizada y decaída la tierra de los hispanos, mientras permitió el Señor que la vara de los pecadores se enconara cruelmente con la suerte de los justos, para que pereciera la gloria y el reino de los godosc. Aquellos que sobrevivieron se refugiaron en las seguras Asturias; habitaron las montañas, eligieron a un rey de estirpe real, acordaron rebelarse, y así lo hicierond. Pelayo, justo caudillo, se distinguió en la rebelión y triunfó repetidas veces, venciendo a los enemigos; también reivindicó muchas extensiones de tierrae: ceñido de poder, robusteció su reino. a Los v. 117 a 124, así como 129-136, son un resumen versificado de R. Jiménez de Rada, Historia III, 22, 43-48. b Cfr. R. Jiménez de Rada, Historia III, 20, 27-41: “Por su parte el rey Rodrigo, conocido el descalabro de los suyos y el saqueo de la provincia, luego de reunir a todos los godos salió al paso de los árabes y se apresuró con valentía a detenerlos... En la era 752, el rey Rodrigo y el ejército cristiano son vencidos y perdieron la vida en una huida sin esperanza”; Isidoro, Etimologías 10, 132: “En cambio al inicuo se le denomina así porque no se mantiene igual, sino que se ve mancillado por sus malas acciones, aun cuando continúe llamándose cristiano”. c Cfr. R. Jiménez de Rada, Historia III, 22, 74-83: “los godos habían merecido la ira de Dios y el ocaso de su gloria”. d Sobre Don Pelayo y los inicios de la Reconquista cristiana, cfr. R. Jiménez de Rada, Historia IV, 1-2. e Cfr. Isidoro, Etimologías 14, 5, 20: “En idéntico sentido denominamos ‘tierras’ y ‘lugares’ a espacios de tierra cuyas partes son las provincias”.
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EL POEMA DE JULIA RÓMULA, VERSOS 119-168
Ya desde aquel tiempo se sucedieron los reyes que poco a poco ampliaron este reino, y en sucesivos combates ahuyentaron a los moros: en los huesos de los moros aguzaron sus espadas. Hasta que surgió el serenísimo Alfonso, que, tomando Toledoa, recuperó sus tesoros. Entre ellos causó estragos en portentosas batallas; dirigió sus filas contra los enemigos de la Cruz. Entre ellos fue Alfonsob el guerrero más valeroso, otro David más audaz, gran batallador contra todos los hijos de Ismael, que a todos se enfrentó, piedra lanzada por el pastorc, devorador de moros. Atraviesa los puertos, se apresura a un certamen seguro, saliendo al encuentro del Mamolínd; y he aquí que al final infundió ánimos al rey el Espíritu Santo, ofreciéndole un paso escondido y su dulce consueloe. En las Navas de Tolosa trabaron combate: los nobles y plebeyos moros sucumbieron; el rey y unos pocos soldados se dieron a la fuga: así fueron aplastados los que nos aplastaron. De tal modo aniquiló a los moros el católico rey, derribó con su poder al pérfido Mamolín, degolló con su espada a reyezuelos y nobles. Ese pueblo impío desde entonces no levantó cabeza.
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Alfonso VI, rey de León y de Castilla, reconquistó Toledo en 1085. Alfonso VIII, rey de Castilla, vencedor en Las Navas de Tolosa en 1212. c En el texto parece haber un eco de la bíblica hazaña de David, que siendo un simple pastor venció a Goliat el filisteo con una piedra lanzada con su honda. d El Mamolín o Miramamolín era Abdelmun IV. e Don Guillermo sugiere que fue el Espíritu Santo quien mostró al rey cristiano el paso oculto para atravesar Sierra Morena; la expresión latina dulcis solamen presenta un defecto de concordancia. Sobre la leyenda de Las Navas de Tolosa, cfr. R. Jiménez de Rada, Historia VIII, 7, 51-67: “E imponiéndose este plan del noble rey, Dios todopoderoso, que gobernaba la empresa con gracia especial, envió a un hombre del lugar, muy desaliñado en su ropa y persona, que tiempo atrás había guardado ganado en aquellas montañas y se había dedicado allí mismo a la caza de conejos y liebres; indicó un camino más fácil, completamente accesible, por una subida de la ladera del monte”. a
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EL POEMA DE JULIA RÓMULA
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Hemos mencionado esto brevemente, es bien conocido; está escrito en las crónicas, es digno de que ni una letra se pierda nunca de ello, sino que la serie entera gire en el códice, † en el orbe entero. Entre tanto, digamos palabras mayores; pongamos al final las gestas más importantes que quedan, para dejar a un lado las cosas tristes, volviendo a las alegres. Ahora volvamos el punzón a la ciudad de Híspalis. El rey Fernando, hijo del rey de León, Alfonsoa el probísimo, destacado en sus dones, que mientras ostentó el cetro brilló con tanta bondad que merece ser puesto con los tronos de los cielos; Es hijo este rey de un padre tan preclaro, y de Berenguela, su afortunada madre, que recibió el reino al morir su hermano y lo entregó a su hijo, tras derrotar a unos hombres nefastosb. Haciendo la guerra de Cristo, el rey, desde su juventud, libera los santuarios bajo el poder de Dios; así reconforta sabiamente tanto al clero como al pueblo: a todos protege y entrega lo que les corresponde. Aumenta la gloria del reino el rey bueno y valiente, amplía el imperio de su ilustre destino hasta el mar de Híspalis, tomando las puertas de Jerez. Se acerca a Híspalis, acampando en las huertas. Había ganado gloria por una famosa ciudad, Córdoba la patriciac, siempre belicosa, refugio de los suyos, dañina para los extraños. Este mismo rey la había tomado en glorioso combate. También a otras hizo el rey lo que hizo a ésta: tomando Baeza, sometió Úbeda; expulsó valientemente de Jaén a los noblesd, expulsó de sus reinos a reyezuelos y príncipes. Alfonso IX, rey de León entre 1188 y 1230. Los condes Fernando, Álvaro y Gonzalo Núñez de Lara. c Fernando III conquistó Córdoba en 1236. d Baeza fue conquistada en 1226, Úbeda en 1234 y Jaén en 1246. a
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EL POEMA DE JULIA RÓMULA, VERSOS 169-234
Se paraliza África, la Gaditana tiembla; se atemorizó Túnez, teme la Tingitana. Andalucía entera abandona los arrabales; tomada por las costas, se desploma en las llanuras. No es tema de esta obra relatar todas las cosas que el rey serenísimo hizo con tanta gloria; sírvanse los historiadores trabajar en ello: nos apetece ya volver el punzón a Híspalis. Se planta el ejército, se traba un gran combate, el rey se acerca más, duele el golpe a los moros; en guerra sin cuartel, el enemigo es vencido. La población es sitiada, se acaban los recursos. Tenían esta salida los enemigos del rey: un puente al lado de la ciudada, por el que recogían los alimentos de primera necesidad los viles amorreos. De ello se aflige el rey y los que lo secundan. Manda a un varón prudente, su fiel Ramón (no había marino más capaz en la tierra), que destruya el puente a fondo, desde el fondo; a esto Ramón asiente, con expresión humilde. Este Ramón Bonifaz, burgalés, con sus naves armadas y extendidas las velas, destrozó aquel puente como una espada un leño: así se priva a Híspalis de alimento y recursos. Dentro, se consume la plebe extenuada, pobre entre sus riquezas, muriéndose de hambre, radiante de gemas y oro y ungida de perfumes, pero como esto no alimenta, no hay salvación posible. Sin embargo, luchó esforzada largo tiempo, hasta que el hambre aniquiló a parte de los ciudadanos, y los próceres reunidos pidieron una tregua, y trataron con el rey sobre la entrega de Híspalis. Le ofrecen que Híspalis y su pueblo, gratis, sirvan a los cristianos, conservando sus bienes:
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El puente de barcas que unía Sevilla con Triana.
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que darían al rey la fortaleza de la ciudad y serían sus tributarios, reuniendo sus fortunas. Lo discute con sus prohombres el rey, prudentemente; en todos los aspectos expone qué conviene hacer. Segura ya su decisión, actúa sin vacilar. Dice claramente a los próceres delegados: “He meditado mi decisión, y no me parece bien que la llave de España se entregue a los agarenos; quiero, en cambio, que la ciudad sea purgada a fondo, y plenamente restablecida en el culto cristiano”. Prohibió el prudente rey que nadie hablara en contra de esta decisión ni quisiera incumplirla: pues les cerraría todas las salidas, hasta la entrega de la ciudad según sus condiciones. Los supervivientes enviaron embajadores; besando sus pies, le pidieron la vida. Entregaron al rey sus armas y riquezas; dejaron llorando la opulenta Híspalis. El rey, según su promesa, les dejó marcharse; les permite pasar a África a través del mar. Pero ve que muchos sucumben en tierra, porque el alimento ya no podía servirles de ayuda. He aquí que es el buen día que esperábamos; por él soportábamos calores y luchas. Mientras consumíamos las fuerzas del cuerpo, sin dudar de esta esperanza, permanecíamos contentos. Gloria al Señor, que alivia nuestros dolores y valora los trabajos de los suyos; a los que luchan fielmente los hace más insignes: a través de duros combates los lleva a los honores. No a nosotros, sino a ti, se rinda este honor, Cristo, Rey altísimo, y a ti se atribuya; el triple engranaje del mundo se postra ante tia. Has de ser fielmente servido por nosotros. Cfr. Prudencio, Himnos cotidianos 9, 14: “habló y fueron hechos tierra, cielo y abismos del océano, el triple engranaje del mundo y lo que en ellos crece bajo la alta esfera del sol y la luna”. a
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EL POEMA DE JULIA RÓMULA, VERSOS 235-292
Aún quedan por decir cosas más dulces que la miel. Entra el rey en Híspalis al son de la trompeta; se dirige al Real Alcázar, ocupa la parte más preciada: Allí puso su trono, en una lujosa estancia. Sus compañeros de lucha entran seguidamente; cada uno penetró sin temor a su arbitrio. El rey les dona merecidas riquezas y palacios; él permanece, confiado, en la real ciudada. Muchos notables y prelados acudieron. Los que lucharon por la patria, cargaron con el peso; Pero también los restantes prestaron su apoyo: enviaron dones al arca del tesoro. Entra, ceñido de poder y de gloria, el primogénito del rey, el sabio Alfonso; honrado padre de la patria, en todo eruditob, de modesta conducta, así como sazonado de salc. Este hijo del rey sometió Murciad, y quebrantó con su poder lugares poderosísimos: a los ejércitos moros los expulsó de raíz; como prudente que es, actuó siempre con provecho. Sus ínclitos hermanos, el perspicaz Federico, El magnánimo Enrique, amigo de sus amigos; apláudales Híspalis, la ciudad y sus barrios: ellos protegen al rico y alimentan al necesitadoe.
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Fernando III residió en Sevilla hasta su muerte en 1252. Alfonso X, luego conocido como El Sabio, aparece por primera vez como tal en este texto; sobre ello, cfr. A. Rodríguez de la Peña: “Alfonsus peritus, cunctis eruditus: la imagen sapiencial de Alfonso X de Castilla y los Rithmi de Iulia Romula (1250)”, en Proceedings of the Thirteenth Colloquium of the Medieval Hispanic Research Seminar – eds. J. Whetnall, A. Deyermond, London, 2006, p. 47-58. c Es decir, con la sal de la sabiduría, lo contrario de la insipidez y la ignorancia. d La conquista del reino de Murcia por el Infante don Alfonso tuvo lugar entre 1243 y 1245. e Fernando III había tenido diez hijos con su primera mujer, Beatriz de Suabia, siete de ellos varones; en 1237 volvió a casarse, esta vez con Juana de Ponthieu, de la que tuvo cuatro hijos. a
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EL POEMA DE JULIA RÓMULA
Tiene otros hermanos, más jóvenes de edad: Manuel y otros, y también hermanas. Cuando alcancen los años de Alfonso y su sabia conducta, entonces escribirán los escritores sus buenas acciones. Acude Gutierre, primado toledanoa, un Néstor en los consejos, en las armas un Hispánb; Juan, ilustre varón de Compostelac, prelado probo, generoso, inhumano con los moros. La ciudad de Toledod, cabeza de las demás, viene, y Galicia, maestra de las curiase; la temible Castilla y la amenísima tierra de Asturias, que ofrece banquetes. León, capital del reino, dulce y amena, que trae finos manjares con serena expresión, abogada ingeniosa, dulce, llena de justicia, libera a los inocentes, a los reos impone penas. Entre ellos llegan los tenaces serranosf, leones de espíritu, montaraces de palabra: valientes en la lucha como los castellanos, el nombre de sierra indica que son despiadados. Allí estaba, poderoso, sincero y leal, el dulcísimo Alfonsog, cuyo corazón está en los cielos; hermano del rey, que guerrea con máquinas y dardos, digno de la alabanza de los cantos angélicos.
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Gutierre Ruiz Dolea, por entonces arzobispo electo de Toledo. Sobre Hispán, rey de los hésperos, cfr. R. Jiménez de Rada, Historia I, 5, 46-52: “Y tras conquistar, o mejor, devastar España...la espada de Hércules puso bajo el yugo de los griegos a sus desgraciadas gentes... y les puso al frente a Hispán, un noble al que había criado desde la adolescencia, y por el nombre de éste llamó España a Hesperia”; I, 7, 1-5: “Hispán, a quien Hércules había puesto al frente del desdichado pueblo de los hésperos, como era hábil, valeroso y de estirpe de héroes, reconstruyó la devastada España y llevó a cabo con sabiduría grandes obras”. c Juan Arias, arzobispo de Santiago de Compostela entre 1238 y 1266. d Diócesis primada desde 1088/1089, cuando Urbano II otorgó la bula Cunctis Sanctorum. e La diócesis de Santiago de Compostela conoció su período de máximo esplendor en los siglos xii y xiii. f Estos serranos son probablemente los procedentes de la marca oriental del viejo reino de Castilla, entre las serranías de las actuales provincias de Burgos, Soria y La Rioja. g Alfonso de Molina, hermano menor de Fernando III de Castilla. b
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EL POEMA DE JULIA RÓMULA, VERSOS 293-344
Viniendo de Vizcaya, Diego de Haroa, rodeado de sus tropas, viene con noble expresión; se sienta entre los reyes, le preparo una alabanza: nunca encontrarás otro igual, o será muy raro. El severo hermano de Diego, Nuño el virtuosob, viene decidido contra el rey de Mahoma; el hijo de Rodrigo, el admirado Simónc, uno de los más ilustres, asiste glorioso. Con éstos y otros, Híspalis resplandece. La Virgen, madre de Dios, brilla milagrosa; en su basílica crece el orden sagrado; amanece con la enseñanza de varones ilustres. Reverdece el seno de la ciudad, se abren las flores. Leandro e Isidoro, doctores de la patria, las hermanas Justa -de nombre y de verdad- y Rufinad, y muchos otros, son patronos de la ciudad. He aquí que piden a Felipee para que rija Híspalis; Inocencio IV no les niega esto. Así que el hijo del rey decreta un decreto sagrado, para proteger a clero y pueblo bajo sus alas seguras. Además de lo dicho, si tuviéramos tiempo, más cosas referiría de los próceres mi disertación; si alguien explicara los méritos de cada uno, el punzón trazaría un montón de libros. Hay tantos en Galicia, tantos en Castilla; mucho dista de Logroño Compostela, y del mar gálico Jerez, bodega del rey; enumerar a los hombres de bien sería una tarea nueva. a
Diego López III de Haro, séptimo Señor de Vizcaya. Nuño González de Lara, que era hijo del conde Gonzalo Núñez de Lara y de María Díaz de Haro, y por lo tanto sobrino (no hermano) de Diego López de Haro. c Probablemente Simón Ruiz, Señor de los Cameros, ilustre personaje de la segunda mitad del siglo xiii; sería “uno de los mayores” por su importancia y no por su edad, ya que había nacido en 1230. d Justa y Rufina, las hermanas santas de Sevilla, muertas en 287, son copatronas menores de la ciudad, así como san Isidoro, san Leandro y el propio rey san Fernando. e El Infante Felipe fue arzobispo electo de Sevilla, aunque nunca llegó a ejercer el cargo. b
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EL POEMA DE JULIA RÓMULA
La puerta de la clemencia de Dios misericordioso se nos abrió el día de san Clementea: entonces la urbe se entrega al culto del pueblo cristiano, por el poder de Dios, que todo lo dispone. En la era mil doscientos ochenta y seis, llenos de fe, alabamos por ello con un dulce cántico al señor Cristo Rey, que nos concede este gozo. He aquí que contemplamos la faz de la luminosa ciudad, pero ignoramos el final, que trae los pies tapadosb. Levantemos las manos al sumo Alfa y Omega, para que mantenga lo que nos dio y a nosotros a salvo. Es menos trabajoso adquirir que conservar; con más vergüenza se pierde lo que se suele tener que lo que no se consigue o no se puede querer; con dolor pierdes hoy lo que tenías ayerc. Por ello poned empeño, estad vigilantes: cuídate, oh plebe, de las artimañas de los moros. Recordad lo que antaño hizo Córdobad; además, tened presente la crónica de Damietae. Así que, tras cerrar Julia, pónganse centinelas, y a la luz del crepúsculo tóquense las cornetas. La noche profunda maquina desgracias; recordando a Infibosetf, refuércense los cerrojos
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El 23 de noviembre de 1248. Es decir, que nunca se oye venir a la muerte, porque no hace ruido al acercarse. c Cfr. Séneca, Sobre la serenidad 9, 8, 3: “Y es más tolerable, como he dicho, y más fácil, no adquirir que perder, y por eso verás que están más contentos aquéllos a quienes la suerte nunca dirigió la mirada, que aquéllos a los que abandonó”. d Se refiere probablemente a la toma de Córdoba por los árabes, que penetraron por un corte en el lienzo de la muralla, tal como les había indicado un pastor al que habían capturado en una emboscada (cfr. R. Jiménez de Rada, Historia III. 23, 32-38). e En 1218, durante la Quinta Cruzada, Pelayo Galván tomó la ciudad de Damieta, que fue recuperada por los árabes de Egipto en 1221 tras la terrible derrota de El Cairo. f El personaje, en realidad llamado Isboset, fue asesinado mientras dormía la siesta, según 2 Samuel 4, 5-8. a
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EL POEMA DE JULIA RÓMULA, VERSOS 345-400
Al volver †a, abiertas las puertas, cuando hayan salido los nobles de la cohorte real, explorados primero los valles y las huertas, entonces salga cada uno al trabajo que le toca. Que el gran pontífice de la urbe recuerde esto, y lo que aquí se ha decidido, haga que se respete, hasta que la Tingitania se entregue a nuestro rey, y pertenezca a este reino, tal como está escritob. Y a mi señor Alfonso le aconsejo sinceramente que se preocupe de mantener en paz a esta Híspalis; mientras conserve la llave, será en verdad prudente: entonces podrá conservar lo que se encierra dentro. Que juzgue igual lo grande que lo pequeño, tanto prefiera lo grande como proteja lo chico; una alta torre contiene piedra y guijarro, fue el mismo el que creó al águila y al grillo. A los opresores de los pobres, oprímalos fuertemente; a los huérfanos y viudas asístalos con clemencia; proteja los sagrados lugares, hónrelos como es debido; que tema siempre a Dios y lo ame ardientemente. En los temas difíciles, el rey, servidor de la justicia, debata sobre cada tema, aténgase a las escrituras; sea clara su sentencia, no haga nada ambiguo de lo que pueda arrepentirse, ocupado en sus tareas. En estas y otras cosas que convienen al gobernante, El que así ha comenzado, así termine, y acreciente su honor; que Alfonso, su primogénito, lo tenga por guía, y, tras el débito de la muerte, como dador de vida. Quiero concluir ya, dar fin a mis palabras, me atormentan dolores, golpes amargos; no tengo placeres, sino hierbas bravías: a mi vejez soy mi servidor, como un niño imberbe.
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La expresión reddeunte titulo debe de encubrir una referencia al amanecer. Cfr. R. Jiménez de Rada, Historia III, 21, 30-34: “También pertenecían al poderío de los godos la Galia Gótica, es decir, la provincia Narbonense junto con las ciudades de Rodez, Albi y Viviers, que en tiempos de los godos eran de esa provincia, y además una provincia en África con diez ciudades, que se llamaba Tingitania”. b
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EL POEMA DE JULIA RÓMULA
Alabado sea el Altísimo que así lo ordenó: pues esta mortificación ha aumentado mi juicio; despreciando las cosas temporales, mi espíritu ha volado: elevándose con el alma ha suspirado hacia lo alto. Ahora me denigran. Cuando eras abad de Sahagún, entrabas con honor en las curias: mostrabas tu rostro agradecido a los regalos. Pero ahora ya no hay quien te dé ni habas. Es verdad lo que digo, pero la pobreza alegre supera las riquezas, como un arca repleta. Será abundante siempre el final sin temor. Una burla como esa la desprecio yo así. Tómame, Señor, llévame de esta vida; invita a un desterrado al banquete eterno. Enriquece al paupérrimo Guillermo al trasladarlo donde están el honor, la gloria y la esperanza. Gloria por los siglos al Padre creador, y también a su Hijo, nuestro redentor; junto con el Paráclito, que nos da sus dones, al Dios único, poderoso protector de Híspalis. Las letras mayúsculas advierte con agudeza, oh lector, encuentra con paciencia su sentido; al primogénito del rey atrévete a sugerirle que se muestre clemente con Guillermo, el autor del poema.
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Termina el Poema de Julia Rómula o Híspalis, desde el tiempo en que fue fundada por Julio César, emperador romano, hasta el tiempo en que fue reconquistada por Fernando, rey de España, y devuelta al culto cristiano.
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ÍNDICES
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ÍNDICE BÍBLICO
4, 34 11, 1
Génesis 6, 6 61, 73, 86, 118, 159 22, 17 187 24, 6 187 41, 49 218 Éxodo 17, 1-7 20, 5
3 Reyes 2, 2
111, 128
Deuteronomio 5, 15 16, 18
136 188
Josué 1, 18
70
Jueces 3, 16 7, 21 14, 6
190 223 84, 124, 131, 156
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1 Paralipómenos (= 1 Crónicas) 15, 29 200 22, 13 70 28, 20 70 29, 11 207
223 128
Números 14, 18
87 76, 128
2 Paralipómenos (= 2 Crónicas) 20, 12 92 Job
3, 4 3, 6 9, 13 9, 26
103 103 97 157
Salmos 2, 10 206 84 3, 5 9, 10 85 10 (11), 7 111 35 (36), 7 97, 105, 217 37 (38), 20 213 41 (42), 5 223 45 (46), 2 111 46 (47), 2 223 48 (49), 9 199 57 (58), 6 156 64 (65), 3 78, 81, 164 67 (68), 36 91 72 (73), 18 94
1 Reyes (= 1 Samuel) 4, 21 129 14, 6 107, 142, 160 17, 49 242 17, 50 242 18, 16-46 224 25, 3 78 2 Reyes (= 2 Samuel) 4, 5-8 239, 262 4, 8-17 223
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ÍNDICE BÍBLICO
75 (76), 9
65, 100, 137, 152 77 (78), 7 86 77 (78), 21 77 77 (78), 30 217 77 (78), 57 76 78 (79), 3 100 91 (92), 6-7 87 102 (103), 11 159 112 (113), 2 128 114 (115), 1 97 117 (118), 26 97 143 (144), 1-2 95 221 146 (147), 3 150, 4 223
3, 1 4, 8
188 129
Baruc 4, 15
156
Ezequiel 1, 12 22, 25
94 73, 126, 157
Daniel 4, 14 4, 29 5, 21 13 13, 60
77, 148 77, 127, 148 77, 127, 148 111 159
124
Jonás 3, 5-9
86, 103
Cantar de los cantares 6, 3 6, 9
91 91
Zacarías 1, 21
Sabiduría 8, 1b
68
Proverbios 8, 15
Eclesiástico 5, 4 10, 4 21, 6 Isaías 21, 4 32, 7 33, 1 38, 3 48, 20 58, 6 62, 6 Jeremías 8, 9 12, 11 14, 16 31, 15
255
1 Macabeos 1, 3 65, 100, 137, 152 3, 1-9 101 3, 18 107, 142, 160 7, 17 100 10, 55 82, 158, 162
84, 118 64 84 160 110 127 213 223 77 81, 158 86 86 100 85
Mateo 2, 11 2, 12 2, 18 5, 18 12, 42 19, 26 23, 12
84 116 85 239 191 213 94
Marcos 6, 34 7, 35
95 211
Lucas 1, 50 11, 31 16, 24 18, 4 19, 38 23, 46 24, 49
Lamentaciones (= Threni) 1, 4 86 1, 12 87 2, 10 86, 103 2, 11 160
159 191 212 133 97 86, 159 84, 87
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ÍNDICE BÍBLICO
Juan 15, 5
Efesios 2, 14
107
Hechos de los Apóstoles 3, 1-26 223 9, 32-35 223 27, 27 194 Romanos 11, 33
87
1 Corintios 15, 52
103
2 Corintios 1, 4
217
152
1 Timoteo 6, 15
101, 105
2 Timoteo 4, 8
195
Apocalipsis 4, 8 19, 16
81, 158 101, 105, 114
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ÍNDICE DE FUENTES NO BÍBLICAS
“Traslación del cuerpo de San Isidoro”, en Historia Silense, ed. F. Santos Coco, Madrid, 1921, p. 93-99. p. 93 188 p. 93-94 189 p. 94 190, 191 p. 95 193, 194 p. 95-96 195 p. 96 196 p. 97 196-199 p. 98 199-202 p. 98-99 203, 204 p. 99 203, 204 Adbreviatio Brauli, A. E. Anspach, Taionis et Isidori nova fragmenta et opera, Madrid, 1930, p. 57-64. 105-108 187 133-166 210 Crónica de Alfonso III, ed. J. Gil en Crónicas asturianas, ed. J. Gil, I. Ruiz de la Peña, J. L. Moralejo, Oviedo, 1985, p. 42-188. rot. 5,2 187 rot. 5,13 188 Crónica del Obispo Don Pelayo, ed. B. Sánchez Alonso, Madrid, 1924. p. 84-85 212 p. 85 212 Euquerio de Lyon Formulae spiritalis intellegentiae, ed. C. Mandolfo, CC SL 66. p. 56 Gregorio Magno Moralia in Iob, ed. M. Adriaen, CC SL 143-143B 10, 6 XL homiliarum in euangelia libri duo, PL, 76, cols. 1079-1312. 1, 1
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185 188
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ÍNDICE DE FUENTES NO BÍBLICAS
Historia Silense, ed. J. Pérez de Urbel y A. G. Ruiz-Zorrilla, Madrid, 1959. 14 188 15 188 16 188 94 192 95 193 96 193 97 194 98 195 99 196-199 100 208 103 205 104 205, 206 105-106 207 106 207 Horacio Carmina 1, 5, 10 Ars 76 161-162
82 126, 158 83
Isidoro de Sevilla Etimologías, ed. J. Oroz Reta, M.-A. Marcos Casquero, Madrid, 1982 9, 2, 97 252 9, 2, 102 252 9, 2, 105 252 251 9, 2, 107 10, 132 254 13, 1, 3 253 14, 5, 20 254 14, 6, 40 253 14, 6, 43 253 15, 1, 71 249, 250 15, 2, 3 250 Jerónimo Liber interpretationum Hebraicorum nominum, ed. P. de Lagarde, CC SL 72 p. 70, 29 253 Liturgia Hymnus de Pascha Domini in matutinis laudibus Laus tibi, Christe Te Deum Viernes Santo Lucano 1, 92-93 2, 657
93 164 159 64, 105 58 58
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ÍNDICE DE FUENTES NO BÍBLICAS
Ovidio Tristia 5, 1, 33
81
Prudencio Hamartigenia 882 Himnos cotidianos 9, 14
75 258
Rodrigo Jiménez de Rada Historia de los hechos de España, ed. J. Fernández Valverde, CC CM 72 I, 5, 10 250 I, 5, 46-52 260 I, 7, 1-5 260 III, 20, 27-41 254 III, 21, 30-34 263 III, 22, 43-48 254 III, 22, 74-83 254 III, 23, 32-38 262 IV, 1-2 254 VIII, 7, 51-67 255 Séneca De beata uita 7, 4, 2 Sobre la serenidad 9, 8, 3
262
Tácito Historias 10, 6
112
77
Virgilio Aeneis 1, 26 1, 726 4, 212
76, 84 163 82
Vita s. Ildephonsi ms. 9 de la Real Academia de la Historia f. 243b (= f. CXLVrb) 250 Vita Isidori (BHL 4486), en Acta Sanctorum Aprilis collecta, digesta, illustrata, a Godefrido Henschenio et Daniele Papebrochio e Societate Iesu. Tomus I, quo priores X dies continentur, Antverpiae, 1675, p. 330-353. 32 187 40 186
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ÍNDICE GENERAL
Aar (río), 60 Abandono de la ley de Dios, 188, 189, 190 Abdelmun (‘Abd al-Mu’min, primer califa almohade), 66, 127 Abdelmun II (Abu Ya‘qûb Yusuf ben ‘Abd al-Mu’min), cfr. Aben Jacob Abdelmun III (Abu Yusuf Ya‘qûb al-Mansur, llamado Miramamolín), 66, 73-80, 84 Abdelmun IV (Abu ‘Abd Allah Muhammad al-Nasir), 84, 85, 87-102, 127, 254, 255 Abencalen, 90 Aben Harach (moro cordobés), 132 Abenhut (Ibn Hud 1228-1241), 138, 139, 142, 143, 149, 152, 153, 156n, 157, 159-161 Aben Jacob (1162-1184), 66 Aben Tumart (Muhammad Ibn Tumart al-Mahdi 1122-1129), 66, 127 Abigail, 78 Abohazán (Abû-I-Hasan, príncipe cordobés), 162 Abraham, 209 Abu-l-Hasah Yahía al-Mamún, 58n Abulenses, 116 Aceit, rey de Valencia (Abû Sa‘id ben Muhammad ben Hafs, c. 1224, hermano del rey de Baeza), 127n, 128, 131, 139n, 140n Acre (Israel), 105, 155 África, 58n, 188, 236, 239, 257, 258, 263n Africanos, 252 Agarenos, 197, 213, 215, 239, 253, 258
Agustín, santo, 209 Al-Andalus, 222 Alaraves, 130 Alarcón (Cuenca), 72, 87, 119 Alarcos (Ciudad Real), 18, 37, 66, 67, 72, 73, 74, 75, 77, 79, 84, 90, 93, 133 Álava, 17, 80, 82n Albano (Italia), 28, 144, 145, 238 Albarracín (Teruel), 78 Albi (Francia), 263n Albigenses, 25n, 100, 101, 136n Alcalá (Alcalá del Júcar, Albacete), 88 Alcalde de San Esteban, 153 Alcántara (Cáceres), 98, 99, 126n Alcaraz (Albacete), 98 Alchorroza (Álava), 80 Alcocer (Guadalajara), 251 Alcoraz, cfr. Campos de Alcoraz Alejandro III, papa, 175, 176, 209n Alejo IV (Alejo IV Angelo, Emperador de Constantinopla 1203-1204), 106n, 107n Alemania, 72n, 104, 120, 121, 155, 229 Alfons(o) Téllez (hijo de Alfonso Te-llo), 84, 110, 112, 118, 131, 158, 164 Alfonso Armíllez (portugués), 79 Alfonso de Molina (hermano de Fernando III), 115, 115n, 158, 260n Alfonso López (hijo de Lope Díaz), 163 Alfonso Téllez (conde), 84, 110, 112, 118, 131, 158, 164 Alfonso I (rey de Portugal -1139), 39, 60, 70, 71n Alfonso I de Aragón (1104-1134, el de Fraga), 35, 41, 61-63, 65n
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ÍNDICE GENERAL
Alvito (obispo de León 1057-1063), 168, 170, 171, 178, 181, 193, 194, 196, 198-202, 213n Amaya (Burgos), 119 Amorreos, 239, 257 Ana (madre de la Virgen), 208 Anagni (Italia), 145 Andaluces, 138, 139 Andalucía, 94, 95, 129, 138, 139, 257 Andegavia (Angers, Maine-et-Loire, Francia), 81n Andrés, San, 121, 122, 208 Andronico I (emperador de Constantinopla 1183-1185), 106 Andújar (Jaén), 64, 130, 131, 158 Anglia, 253 Antioquía (Siria), 104, 105, 209 Apulia (Italia), 143-145, 154 Ápulos, 252 Aqueos, 252 Árabes, 21, 57n, 64n, 75, 134, 237239, 252, 254n, 262n Aragón, 32, 34, 41, 42, 57, 61, 62-65, 72, 77-79, 87, 89, 90, 91, 92, 94, 96, 100-102, 111n, 123, 129, 141, 234, 235 Aragoneses, 64, 65, 94, 141 Arco (puerta de León), 201 Arcos (Burgos), 116 Arévalo (Ávila), 16, 102, 222 Arganzón (Condado de Treviño, Burgos), 80 Arjona (Jaén), 149n, 152, 160n Arlanza (Burgos), 121, 191 Arlucea (Alava), 80 Armenios, 252 Arnaldo (médico de Alfonso VIII), 88 Arroyo (Valladolid), 114, 115 Arzobispo burdegalés, 90 Arzobispo compostelano (Bernardo 1230-1237), 142, 147 Arzobispo emeritense, 142 Arzobispo narbonense, 91 Arzobispo toledano, cfr. Rodrigo Jiménez de Rada Asia, 236 Asiáticos, 252 Asirios, 252 Astorga (León), 41, 79, 146, 151, 193, 199, 211, 223 Asturias (reino), 58, 64, 67, 148, 163, 254, 260
Alfonso II el Casto (rey de Asturias 783, 791-842), 169, 171, 173, 190n Alfonso II (rey de Portugal 11851211), 28, 60, 72n, 83, 102n Alfonso II de Aragón (1162-1196), 60, 63, 64, 77, 78, 94 Alfonso V (rey de León 999-1027), 177, 191n, 192n Alfonso VI (rey de León 1065-1109, rey de Castilla 1072-1109), 39, 58-61, 71n, 168, 200n, 206n, 237, 255n Alfonso VII (emperador, 1126-1157), 42, 60, 61, 62-68, 70, 71, 77n, 116n, 137n, 141n, 148, 171, 172, 190n, 212n, 213n, 214n Alfonso VIII (rey de Castilla 11581214), 14, 17, 18, 21, 26, 29, 32, 34, 35, 37, 39, 42, 44, 45, 63, 66n, 68-99, 102n, 109n, 113, 123, 126, 129n, 133, 136, 141n, 175, 238, 242, 255 Alfonso IX (rey de León 1188-1230), 29, 39, 40, 42, 44, 71, 76, 87n, 113n, 114n, 115, 116n, 119n, 123n, 135, 141, 142, 146, 147, 151, 238, 256 Alfonso X (rey de Castilla y León 1252-1284), 25n, 31n 32, 33, 38, 81n, 227, 231, 235, 259n Alí (rey de los Moabitas 1106-1143), 66 Aljarafe (comarca de Sevilla), 232 Al-Mansurah (Egipto), 238 Almería, 65, 68n, 142 Almiramomelin, cfr. Abdelmum III Almodóvar (del Río, Córdoba), 133 Almohades, 35, 64n, 65, 66, 68n, 138, 139 Almorávides, cfr. Moabitas Alvar Fernández (hijo del conde Fernando Nuño), 158 Álvaro de Luna, 175 Álvaro Díaz, 110 Álvaro Núñez (conde, hijo del conde Nuño, Álvaro Núñez de Lara), 109-114, 116, 118-120, 256 Álvaro Nuño (conde, hijo del conde Pedro de Lara), 62, 69 Álvaro Peláez, 79 Álvaro Pérez (hijo de Pedro Fernández, Alvar Pérez de Castro), 130, 150-152, 158, 159, 163
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ÍNDICE GENERAL
Asturias de Santillana (Santander), 67 Atapuerca (Burgos), 57, 65 Atributos de Dios Bondad, 195 Eficacia, 188 Gracia, 196, 200, 212, 223 Inmortalidad, 185 Justicia, 185 Misericordia, 169, 190 200, 211, 213 Omnipotencia, 185, 188, 194, 196, 214, 215, 218 Piedad, 171, 189, 194 Profundidad, 168, 185 Providencia, 168, 188, 192, 193 Sabiduría, 185 Voluntad, 189, 195, 196, 212 Augustos (emperadores romanos), 252 Austria, 106 Autillo (de Campos, Palencia), 111-113 Auvernia (región, Francia), 136, 229n Ávila, 59n, 67, 78, 102, 147, 205, 208, 222 Aviñón (Francia), 136 Axataf (rey moro de Sevilla), 233 Ayuno, 60n, 118n, 194 Aznalcázar (Sevilla), 235
Benavente (Caserío de, Ciudad Real), 75, 79, 90 Benavente (Zamora), 146, 147, 155, 157 Benito, santo, 214 Berenguela (esposa de Alfonso VII), 65 Berenguela (hermana de Fernando III), 123 Berenguela (hija de Alfonso X), 235 Berenguela (reina de Castilla, madre de Fernando III), 27, 30, 39, 40n, 43, 44, 72, 80, 82, 87, 108-110, 112, 114, 115, 120-123, 124n, 147, 151, 152, 155, 238, 256 Bernardo (monje), 228 Bernardo de Claraval, santo, 209 Bernardo del Carpio, 190n Bética, 189, 192, 203, 250, 253 Betis (= Guadalquivir, río de Sevilla), 129, 158, 237, 250n Blanca (esposa de Sancho III), 68, 70n, 76n Blanca (reina, esposa de Luis VIII), 46, 72n, 83, 136, 137n Blanca de Navarra, 31 Blaye (Gironde, Francia), 82 Borgoña (Francia), 80 Bourg-sur-Gironde (Francia), 82 Braga (Portugal), 140n, 254 Brahmanes, 252 Braulio de Zaragoza, 168 Bretaña (Francia), 81 Bretones, 252 Bulgaria, 104 Burdeos (Francia), 82, 88 Burgalimar (Borgalimar?, Borgalamel?, Ciudad Real), 132 Burgo Esiliense, cfr. Santo Domingo de Silos Burgos, 26, 29, 32, 37, 41, 80, 87, 102, 103, 111n, 116, 117, 119n, 120n, 121-124, 148-151, 153, 164, 229, 251n, 260n Burriana (Castellón), 149, 150 Bustillo de Cea (León), 228
Baana, 239 Babilonia, 104, 105, 144 Badajoz, 71, 99n, 122n, 135, 142n Baeza (Jaén), 64, 96, 97, 98-100, 126-134, 153, 158, 162, 170-172, 213, 215, 256 Bagdad (Iraq), 65, 127, 138 Balduino (conde de Flandes, rey de Jerusalén 1143-1163), 106, 107 Baños (Jaén), 96, 132n Barcelona (condado de), 60n, 63, 65, 77, 150 Barones del reino de Francia, 106 Bartolomé, santo, 208 Bayona (Francia), 82 Beatriz de Suabia (reina consorte, primera esposa de Fernando III), 26, 27, 106, 120-122, 152, 259n Belalcázar (Córdoba), 134n Bellido Dolfos, 58 Belorado (Burgos), 117, 119 Benabet, 192, 193, 199
Cabrera (Región de Cabrera?, León), 79 Cáceres, 72, 99n, 141, 150n Calagurritanos, 251 Calatrava (Ciudad Real), 54, 67, 73n, 75, 85, 90, 92, 125, 126n, 130-133, 150
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ÍNDICE GENERAL
Castrogeriz (Burgos), 119 Castromonte (Valladolid), 114 Castroverde (... de Campos, Zamora), 79 Catalanes, 251 Catalina, santa, 209 Catálogo de acompañantes del rey, 259-261 Catálogo de pueblos extranjeros, 252, 253 Catálogo de pueblos hispanos, 251 Cataluña, 91, 141 Catedral de Toledo, 68, 175 Católicos, 97, 101 Celanova (monasterio de San Salvador de Celanova, Orense), 229 Celedonio, santo, 209 Celtiberia, 206 Celtíberos, 251 Cerdeña, 253 Cerezo (... del Río Tirón, Burgos), 119 Ceuta, 139, 233 Chipre, 105 Cisneros (Palencia), 112 Ciudad burgalesa, cfr. Burgos Ciudad Rodrigo (Salamanca), 157 Claudio, santo, 176, 209, 215, 216 Clemente, san, 233, 260 Clero del reino de Castilla, 89, 140 Clero romano, 154 Coca (Segovia), 113, 251 Coimbra (Portugal), 58, 60n, 171 Comendador de Carrión, 121 Comendador de Uclés, 121, 125, 130 Comienzos de la Reconquista cristiana, 236, 254, 255 Conde de Blois, 106 Conde de Bretaña (hijo de Enrique II rey de los ingleses, Godofredo), 81 Conde de Flandes, cfr. Balduino Conde teutón, 154 Condes tolosanos, cfr. Ramón VII y VIII Conrado III (hijo de Federico, emperador de los romanos 11381152), 72 Consejos a los habitantes de Híspalis, 262, 263 Constantinopla, 26, 107, 108, 124n, 155, 209 Constantinopolitanos, 107
Calatrava Nueva, cfr. Castillo de Dueñas Caldeos, 252 Calixto II (papa), 190 Calzada de los Molinos (Palencia), 227 Calzada del Coto (de Sahagún, Valladolid), 227 Cameros (Tierra de; Rioja), 45, 46, 110, 261n Campo Salinas (León), 193n Campos de Alcoraz (Huesca), 61 Candespina (¿Fresno de Cantespino? Segovia), 61n, 62 Cantabria, 232 Cántabros, 251 Canterbury, 175, 176, 184, 209 Cantos, 205, 260 de Alabanza, 202 Cañete (Cuenca), 119 Capilla (Ciudad Real), 18, 132-134, 136, 138 Capilla de la Trinidad, 176 Capilla de San Eugenio, 175 Capilla de Santiago, 175 Caracuel (Ciudad Real), 75, 90 Cardenales, 145, 154, 176 Carlomagno, 171-173, 190n, 209n Carmona (Sevilla), 232 Carrión de los Condes (Palencia), 10, 67n, 72, 76, 112, 113, 125, 126n, 148, 151, 227, 228, 230, 249 Casa Dei (Saint Robert de Chaise Dieu, Francia), 229 Caserío de Benavente, 75 Castellanos, 35, 42, 62, 72, 74, 76, 108, 113, 116, 149, 240, 241, 251, 260 Castilla (Condado de Castilla), 57 Castilla (Reino de Castilla), 14, 25, 31, 34, 35, 37, 39, 40, 48, 57n, 58, 6164, 67-70, 73, 76-80, 82, 87, 89, 91, 98, 100, 103, 110, 113-115, 117, 119, 120, 122, 123n, 124, 128, 141, 149-153, 227, 231, 234, 237, 238, 242, 255n, 259, 259n, 260 Castillo de Dueñas (Ciudad Real), 98, 113 Castillo de los Judíos (León), 79 Castillo de San Esteban (Santiesteban del Puerto, Jaén), 79, 153 Castrejón (Valladolid), 120n
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ÍNDICE GENERAL
Conversión, 199, 211, 140, 141 Coquenses, 113 Córdoba, 7, 8, 13, 14, 17, 18, 26, 27, 29, 64, 73, 85, 129n, 130-132, 133n, 134, 142, 149n, 153, 155-164, 231, 233, 237, 256, 262 Cordobeses, 133, 134, 139, 155-161 Corvo (La Rioja), 77 Cosme, santo, 189n Cosroes II, 173, 186 Costumbres de los reyes, 191 Covadonga (Asturias), 189n, 236 Cretenses, 252 Cristeta, santa, 176, 183, 205, 208, 210n, 222 Cristianos, 7, 57n, 65n, 67, 71, 74, 75, 77, 79, 90, 91, 93-97, 105, 105, 106, 129, 134, 141, 144, 145, 153, 155, 156n, 157-162, 196, 197n, 198, 199, 213, 215, 233, 239, 257 Cristina (hija del rey Haakon IV de Noruega), 234, 235 Cristo, cfr. Jesucristo Cuenca, 42, 70, 72n, 79, 87, 119n, 120n, 122n, 128n, 162 Cuevas de Garandén (Albacete), 88
160, 168, 169, 171, 173, 178, 186, 188-190, 193-196, 198-201, 205, 207, 208, 211-214, 216-221, 223, 249, 254, 254n, 255n, 256, 261, 262, 263, 264 Domingo de Silos, santo, 201, 221, 222 Dorotea, santa, 209 Dueñas (Castillo de ...), cfr. Castillo de Dueñas Dueñas (Palencia), 98, 113, 114 Duero (río), 59n, 113, 116, 119, 146n, 147, 200 Dulce (hija de Alfonso IX de León), 123n, 146n, 148n, 238 Duque de Austria, 106 Duque de Spoleto (lugarteniente de Federico II), 144 Ebro (río), 65 Écija (Sevilla), 159, 160 Ecnavexore (Ciudad Real), 98 Egipcios, 252 Egipto, 238, 262n El Bierzo (León), 79 El Cairo, 238, 262n El Congosto (Ciudad Real), 73, 74 Elim, 216 Eliseo, 223 Elvás (Portugal), 135, 143 Elvira (hija de Fernando I y Sancha), 201 Emeterio, santo, 209n Eneas (paralítico), 223 Engracia, santa, 209 Enrique (hijo de Fernando III), 229, 259 Enrique de Borgoña, 60, 60n, 71n Enrique I (rey de Castilla 1214-1217), 14, 18, 21, 39, 42-44, 72n, 83, 108, 109, 121, 122, 126, 129n, 238 Enrique II (rey de los ingleses, 1154-1189), 81, 155n, 175 Enrique VI (emperador de los romanos, 1191-1197), 143n Ermita de San Isidoro del Monte, 218n Ermita de San Lorenzo, 221n Escitas, 252 Escocia, 253 España; Españas, 7, 10, 16, 28, 33, 60n, 65n, 175, 229, 237, 239, 249, 253, 254, 258, 260n, 264
Damasco (Siria), 104, 105, 252 Damián, santo, 189n Damieta (Egipto), 144, 238, 262 Dánaos, 252 Daniel (profeta), 77, 111, 127, 148, 159 David, 200, 239, 242, 255 Diego García, 169n Diego González (hijo del conde Gonzalo de Lara), 158 Diego López de Vizcaya (conde, Diego López de Haro, Alférez real 1183-1208), 30, 35, 37, 75, 79, 82, 85-87, 91, 92n, 94, 98, 99, 102, 103, 109n, 150n, 163, 259 Diego López (hijo de Lope Díaz y hermano de Alfonso López), 163 Diocleciano, 205, 209n, 217n Dios, 36, 39, 44-46, 58, 59, 61, 64, 66, 67, 70, 71, 73, 75, 77, 79, 84, 86-88, 91n, 91, 92, 94, 95, 97, 98, 101, 105, 108, 111n, 114, 115, 117, 118, 124, 125, 127, 131, 133, 138, 140-142, 145, 148, 159,
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ÍNDICE GENERAL
136n, 146-148, 150, 152, 155-157, 160n, 161, 162, 228, 231-234, 238, 249, 250, 255n, 256n, 258n, 259n, 260n, 263 Fernando III y la campaña de Híspalis, 256-258 Fernando IV, 25n, 38 Fernando Núñez (conde, Fernando Núñez de Lara), 119, 120, 256 Fernando Rodríguez (conde, Fernando Rodríguez de Castro, el castellano), 69, 70, 78, 79, 99n Fernando Yánez, 163 Fernando (conde de Galicia), 67 Fernando (infante, hijo de Alfonso VIII), 44, 45, 72n, 83, 84, 86, 87n Ferral (Jaén), 96 Ferreruela (Palencia), 118 Formentera (isla balear), 253 Fraga (Huesca), 63, 64 Francia, 22n, 25n, 27, 28, 38n, 45, 72n, 81n, 83n, 87, 88, 89n, 93, 101, 104n, 106, 135-137, 190, 229n, 238 Francos, 67, 81, 83, 100, 105, 107, 135-137, 190 Francos (calle de Sevilla), 232 Froilán (conde leonés), 146 Froilán, santo, 176, 216
Españas, cfr. España Esperato, santo, 209 Esteban, santo, 223 Esterriquia, cfr. Austria Eteos, 252 Europa, 175, 236 Eusebio, 201 Extremadura, 59, 64, 67, 69n, 99n, 100, 102, 110, 113, 126, 148 Facialcázar (Sevilla), 235 Facundo, santo, 209n Fakhr el-Din, 238 Fausto, santo, 209n Federico (o Fadrique, hijo de Fernando III), 259 Federico I (emperador de los romanos), 72, 104, 120, 121n, 143 Federico II (emperador de Alemania 1220-1250), 229 Federico II (emperador de los romanos y rey de Apulia), 121, 143, 144n, 146n, 154, 155n, 229 Felipe (hijo de Fernando III), 27, 233-235, 261, 261n Felipe de Suabia (padre de Beatriz, hijo de Federico I Barbarroja, rey de Alemania 1198-1208), 106n, 107n, 120, 121n Felipe II (rey de Francia 1180-1223), 81, 83, 104n, 105, 136 Fernán González (conde de Castilla 932-970), 8, 21, 32, 57, 241 Fernando (dignatario de Fernando I), 193 Fernando de Cabrera, 79 Fernando Gutiérrez, 163 Fernando Hurtado, 62 Fernando I (rey de Castilla 10351065, rey de Léon 1037-1065), 44, 57, 57n, 58, 168-173, 175, 176, 181, 191-194, 200-202, 205, 206, 208-210, 222 Fernando II (rey de León 1157-1188), 67-71, 113n Fernando III (rey de Castilla 12171252, rey de León 1230-1252), 14, 18, 21, 22, 25n, 29, 31-40, 43-45, 57n, 108, 112, 113n, 114, 115, 119n, 120-124, 126n, 128, 129n, 133,
Gaditana, 257 Gahet, 134 Galia gótica (Francia), 263n Galia togada (Francia), 253 Galicia, 41, 42, 58, 60n, 61, 62, 64, 67, 79n, 135, 146, 148, 149, 163, 260, 261 Gallegos, 62, 72, 160 Galos, 252 Garandén, 88 García (monje), 228 García (rey de Galicia 1065-1071; 1072-1073), 200 García Fernández (conde de Castilla 970-995), 57 García Fernández de Villamayor, 163 García González (Maestre de Santiago 1214-1217), 121 García Ramírez (García IV, rey de Navarra 1134-1150), 64, 65
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ÍNDICE GENERAL
Guadalajara, 87, 98, 122n Guadalferza (Guadalerza, Toledo), 67, 75, 84 Guadalquivir (uide Betis), 129, 158 Guadiana (río), 67n, 72n, 143 Guillén Pérez, 232 Guillermo de Moncada, 141 Guillermo de Talliante (abad de Sahagún, Guillermo III), 229, 230 Guillermo Pérez de la Calzada (ex– abad de Sahagún Guillermo II), 7, 10, 227-230, 241 Guipúzcua, 80 Gutierre Ruiz Dolea (arzobispo de Toledo, 1249-1250), 233, 260n Gutierre-Muñoz (junto a Arévalo, Avila), 102 Gutiérrez Fernández de Castro (conde, mayordomo), 45, 69
García Rodríguez Carlota (merino mayor), 147 García Romero (conde), 92, 94 García Sánchez (García III, rey de Navarra y Nájera 1035-1054, hermano de Fernando I de Castilla), 57, 58n, 65 García Sancho (hijo del conde Sancho García de Castilla), 57, 58 Garona (río), 82 Gascones, 82 Gascuña (La ..., Francia), 15, 81-83, 88, 89 Genaro, santo, 209n Gerardo (“sin miedo”, Gerardo Sempavor), 71 Germán, santo, 209n Germanos, 252 Gil Manríquez (nieto del conde Gómez de Manzanedo), 158 Giralda (torre de la catedral de Sevilla), 251n Gobierno de Híspalis en época visigoda, 252, 253 Gobierno del reino, 43, 44, 45, 64, 84, 109, 115, 191, 193 Godos, 38, 57, 161, 170, 171, 173, 186189, 237, 251, 254, 254n, 263n Goliat el filisteo, 242, 255n Gómez de Candespina (conde), 61n, 62 Gonzalo (dignatario de Fernando I), 193 Gonzalo González, 158 Gonzalo Núñez (conde, hijo del conde Nuño, Gonzalo Núñez de Lara), 109, 117, 123, 256, 261n Gonzalo Pérez (señor de Molina, hijo del conde Malrico Pérez de Lara), 46, 122, 123 Gonzalo Ruiz (conde, hermano de Rodrigo Ruiz, Gonzalo Ruiz Girón), 109-112, 119, 124 Gosvino, 240 Granada, 129, 139, 149n Gregorio Magno, papa, 169, 186 Gregorio VIII (Papa 21 oct.-17 dic. 1187), 104n Gregorio IX (Papa 1227-1241), 140, 143-145, 154, 229 Griegos, 136n, 155, 260n
Habitantes de Elvas, 143 Hebrón (antigua capital de Israel), 209n, 239 Helías (profeta), 224 Heraclio (emperador), 186 Hércules, 250n, 260n Herejías Acefalitas, 187 Arrianismo, 187 Hermanas de Fernando III, cfr. hijas de Alfonso IX Hermanos de Calatrava, 85, 92, 130, 133 Hermanos de Santiago, 98, 120, 121, 130, 142 Hermanos hospitalarios, 104 Hermanos templarios, 104 Herrera de Valdecañas (= Ferreruela, Palencia), 118n Hesperia (o Hispania), 260n Hija de Juan (rey de los ingleses), 144, 155n Hija de Ramiro II, cfr. Petronila Hija del conde Ramón VII, 137 Hija ilegítima de Alfonso VI (esposa de Enrique de Burgundia), 60 Hijas de Alfonso IX, 123, 146, 147 Hijas de Alfonso VI (Urraca, Teresa), 70, 71 Hijas de Alfonso VIII, 39, 102, 103, 112?, 113?
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ÍNDICE GENERAL
Ildefonso de Toledo, 168 Imperio Constantinopolitano, 106 Indios, 252 Inés, santa, 209 Infantazgo (León), 70 Infiboset, cfr. Isboset Inglaterra, 81, 155, 175 Inocencio III (Papa 1198-1216), 25n, 39, 40n, 101, 106n, 108, 110, 136n, 145 Inocencio IV (Papa 1243-1254), 229, 233, 234, 261 Invasión árabe, 237, 253, 254 Isaac II (emperador de Constantinopla 1185-1195; 1203-1204), 27, 106, 107n, 121 Isaías (profeta), 77n, 81n, 110n, 127, 158n, 160n Isboset; Infiboset, 239, 262n Isidoro de Sevilla, 8, 9, 60n, 167-181, 182, 183, 185-188, 190, 195-202, 204-216, 218-223, 236, 240, 250, 252, 261 Ismael, 255 Ismaelitas, 191, 212, 213, 239 Israel, 216 Italia, 106, 144n Itálicos, 252 Itero del Castillo (Burgos), 120n Iznatoraf (Jaén), 153
Hijas de Lope Díaz (Urraca, Mencía), 150 Hinojosa de San Vicente (Toledo), 85n Hircanos, 252 Hispalenses, 130, 139 Híspalis, 186, 237, 239, 242, 243, 249, 250, 253, 256-259, 259, 261, 263, 264 Hispán, cfr. Hispano Hispania, 75, 83, 91, 127, 136n, 140, 167n, 169, 170, 172, 173, 177, 186, 188-190, 192, 196-198, 214, 215, 253 Hispanias, 57, 60, 67, 140n, 141n, 181, 185-187, 195, 203, 205, 208, 212, 213, 214 Hispano (rey epónimo de Hispania), 186, 260, 260n Hispanos, 9, 25, 26, 54, 65, 91, 172, 185, 186, 189, 250, 251, 254 Hombres de Granada, 139 Hombres de Jaén, 139 Hombres de Villalar, 146, 147 Huesca, 61 Huete (Cuenca), 70, 79 Hulit, 188 Hungría, 104 Ibiza (isla balear), 253n Ibn Harach (noble cordobés), 132 Iconenses, 104 Icono, 104 Idumeos, 252 Iglesia (como institución), 185, 186, 187, 188, 191, 197, 201, 216, 223 Iglesia de San Bartolomé, 219 Iglesia de San Juan Bautista, 192 Iglesia de San Nicolás en Soria, 175 Iglesia de San Pedro de Arlanta, 191 Iglesia de San Pedro en Roma, 108 Iglesia de San Vicente de la Gotera, 221 Iglesia de San Zoilo en Carrión de los Condes, 72 Iglesia de Santa María en Burgos, 122 Iglesia de Santa María en León, 202 Iglesia de Santa María en Valladolid, 115
Jacinto Bobone, cardenal legado, 176 Jaén, 35, 94n, 126, 129, 130, 132n, 139, 146, 149n, 152, 153n, 160, 161, 256 Jaime I (rey de Aragón 1213-1276), 40, 48, 72n, 111n, 140n, 141, 150 Jehová, 239 Jerez de la Frontera (Cádiz), 233, 256, 261 Jerusalén, 100n, 103n, 104, 105, 108, 123, 143n, 144, 186, 253 Jesucristo, 59, 66, 77, 84, 85, 88, 90, 93-95, 99, 101, 102, 106, 124, 125, 131, 133-137, 142, 143, 149, 155-157, 159, 161-164, 171, 175, 178, 180n, 186, 187, 190-193, 196-200, 202, 204-210, 213, 216, 217, 219, 220, 223, 224, 253, 256, 258, 262
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ÍNDICE GENERAL
Jorquera (Albacete), 88 Josafat (rey de Israel), 92 Juan Albertino (obispo de León 1139-1181), 177, 180, 215 Juan Arias (arzobispo de Santiago de Compostela 1238-1266), 235, 260n Juan Bautista, San, 128, 146, 175, 192, 201, 202, 208 Juan Evangelista, San, 207 Juan de Abbeville (legado papal, Juan Halgrín), 28, 40, 140, 155 Juan de Acre, cfr. Juan de Brián Juan de Brián (rey de Jerusalén 12101225), 123, 143n, 144 Juan de Colonna (legado papal), 144 Juan de Robles, 179 Juan González, 110 Juan Sin Tierra (rey de los ingleses 1199-1216, hijo de Enrique II), 81, 155 Juana de Ponthieu (2ª esposa de Fernando III), 231, 259n Judas, 239, 253 Judas Macabeo, 101 Julia Rómula; Julia Romulense, 249n, 250, 251, 264 Julia Romulense, cfr. Julia Rómula Julián (conde), 188, 239, 253 Julio César, 249, 264 Justa, santa, 168, 170, 181, 192, 193, 195, 196, 213n, 223, 261 Justiniano, 209 Justo, santo, 209
Legado de la iglesia de Roma (“in partibus Francorum”), 136, 137 Lemosín (Limousin, Francia), 81 León (ciudad), 22, 57, 67, 79, 146-148, 155, 157, 167-173, 176178, 180, 185, 186, 191, 193, 195, 198, 200, 203, 205, 206, 208, 209, 211, 212, 215, 219, 221, 224, 260 León (reino), 13, 21, 32, 36, 40, 42, 44, 57, 58, 64, 67, 72n, 79 108, 113n, 123, 146-149, 160, 163, 171, 190, 191, 227, 231, 237, 238, 255n, 256, 256n Leoneses, 57, 62, 72, 79, 146, 148, 160 Leonor (esposa de Alfonso VIII), 43, 81, 87, 103, 108, 175 Leonor (esposa de Jaime I, hija de Alfonso VIII), 40, 72n, 111n, 140n, 141 Leonor (hermana de Pedro II de Aragón, esposa de Ramón VI), 100n Lérida, 63 Lerma (Burgos), 117 Libios, 252 Lidios, 252 Logroño (La Rioja), 31n, 70, 77, 124, 261 Loja (Granada), 129 Lombardía (Italia), 155 Lombardos, 107, 145, 155 Lope Díaz (conde, hijo de Diego López, Lope Díaz de Haro), 35, 45, 109, 110, 112, 116, 117, 119, 124, 150-152, 164 Lope (maestre, Don Lope de Fítero), 27, 162 Lope (rey, Ibn Merdanix 1146-1176), 139 Lorenzo, santo, 208, 221 Los de Poitou, 89 Los de Trasierra, 78, 98, 114 Losa (Puerto de…, en Despeñaperros, Jaén), 91 Lot, 209n Lucas de Tuy, 7, 10, 13, 22, 169, 171, 172, 174, 175, 178, 179, 180, 181, 209n, 231, 238, 243 Lucas, San, 147, 164 Lucía, santa, 217
La Cepeda (León), 219 La Espina (monasterio de la Santa Espina, Valladolid), 229 La Vid de Gordón (León), 221n Laguna (... de Duero, Valladolid), 115, 116 Lamentos y peticiones del autor, 263, 264 Lara (... de los Infantes, Burgos), 117 Lara (condes de ..., Fernando, Álvaro y Gonzalo Núñez), 238, 256 Latinos, 25, 108 Leandro, santo, 250, 252, 261 Ledesmenses, 149
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ÍNDICE GENERAL
Luis VII (rey de los francos 1137-1180), 67 Luis VIII (rey de los francos 12231226), 28, 45, 46, 72n, 83, 135, 136 Luis IX (rey de Francia 1226-1270), 44, 136, 238 Lupercio, santo, 176, 209, 216 Lusitania (provincia de ...), 60n, 189, 192 Lyon, 209n
Marruecos, 73, 102, 120, 133 Martín (arzobispo toledano 11921208), 73 Martín de Tours, santo, 209 Martino, santo, 180 Mártires, 175, 176, 192, 194, 205n Martos (Jaén), 130 Maságetas, 252 Mauricio (obispo de Burgos), 115, 116, 121, 122, 151 Mauritania, 222 Mayor (esposa de Sancho, rey de Navarra y Nájera), 57 Mayorga (Valladolid), 146n, 147 Maximiano, 217n Medina del Campo (Valladolid), 120n, 146n, 251 Medina de Rioseco (Valladolid), 120 Medos, 252 Mefiboset; Mifiboset, 239 Mencía López (hija de Lope Díaz), 41, 151 Mérida (Badajoz), 35, 99, 132n, 142, 143, 254 Miguel, San, 41, 102n, 103, 126, 146, 150, 155, 164 Milagros anteriores a Isidoro, 189 Milagros de Eliseo Resurrección, 223 Milagros de Helías Lluvia, 224 Milagros de Isidoro Abundancia de ellos, 204 Agua, 223 Ciego, 201, 204 Contrahecho, 210 Enfermos en general, 198, 204 Judío, 210, 223 Judíoi, 211 Lluvias, 203, 215, 218, 224 Manco, 223 Mudo, 198, 204, 211 Paralítico, 223 Poseído, 219, 221, 223 Soldado, 212 Sordo, 198, 204, 211, 223 Varios, 202, 204, 210, 218 Victoria en la batalla, 215 Milagros de Moisés Agua, 223 Milagros de San Juan
Madrid, 9, 14, 16, 17, 20, 47, 79, 86, 150n Maestre de Calatrava (Gonzalos Ibañez 1219-1237), 125, 130-133, 150 Mafalda (hija del rey de Portugal), 72n, 109, 115n Mahedi, cfr. Abdelmun Mahoma, 125, 138, 173, 177, 197, 261 Majencio, 209n Malagón (Ciudad Real), 67, 75, 90 Malaquías, santo, 209 Mallorca (ciudad), 141 Mallorca (isla), 141, 142n Mallorquines, 141 Mambré, 209 Mamolín, cfr. Abdelmun IV Manrique (conde, hijo de Pedro de Lara, Manrique Pérez de Lara), 62, 69, 70 Manrique de Lara (obispo de León 1181-1205), 123, 180 Mansilla (León), 146n, 147 Mantuanos, 155 Manuel (emperador de Constantinopla 1143-1180), 106 Manuel (hijo de Fernando III), 260 Marañón (Navarra), 80 Marcelo, santo, 209n Marcial, santo, 209n Margarita, santa, 209 María Díaz de Haro (madre de Nuño González de Lara), 261n María, Santa, 115, 122, 126, 135, 141, 189 Marina, Santa, 75, 209 Marqués de Monteferrato (Raniero, rey de Salónica 1180), 106, 107 Marraquech, 66, 80, 127
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ÍNDICE GENERAL
Cojo, 223 Milagros de San Pedro Cojo, 223 Paralítico, 223 Poseído, 219, 223 Milagros de Santiago Poseído, 223 Victoria en la batalla, 214 Milagros de santo Domingo de Silos Poseído, 221 Miranda (... de Ebro, Burgos), 110 Moabitas, 64n, 66, 83n, 127 Mogeyt Arromi, 237 Moisés, 216, 223 Molina (... de Aragón, Guadalajara), 122, 123 Monasterio de Carvajal, 214 Monasterio de Samos, 193 Monasterio de San Claudio, 176, 215, 216 Monasterio de San Isidoro, 8, 167, 170, 171, 175, 176, 178n, 180, 202n, 214n, 215, 216 Monasterio de San Marcos, 176, 215 Monasterio de Silos, 201 Monferrato (Italia), 106, 107 Monforte (Francia), 101 Monfra (Cáceres), 71 Montánchez (Cáceres), 71, 76n, 142 Monte Carmelo, 224 Montealegre (Valladolid), 111 Montecasino (Italia), 145 Montiel (Ciudad Real), 98 Montoro (Córdoba), 64 Montserrat (monasterio de ..., Barcelona), 240 Moros, 58, 59, 63, 66, 73-77, 79, 80n, 83-85, 90, 93, 95, 96, 98-100, 124127, 129-135, 136n, 138, 141-145, 149, 152, 153, 155-163, 192, 222n, 242, 254-256, 257, 259, 262 Morosini (patriarca de Constantinopla), 108 Muñó (Burgos), 116, 117, 124, 193 Muño (conde), 193 Muradal (puerto de ..., Almuradiel, Ciudad Real), 68, 73, 85, 90, 91, 126, 128, 133 Murcia, 84, 127, 131, 138, 139, 159, 227, 231, 259 Murcianos, 138, 139
Nájera (La Rioja), 57, 58, 117, 119 Narbonense (provincia), 263n Navarra, 15, 17, 31n, 34, 57, 58, 61n, 65, 68, 70, 76, 80, 91, 94, 97, 117n, 241 Navarros, 64n, 97, 240, 241, 251 Navas de Tolosa (Jaén), 34, 37, 66n, 86, 94, 96n, 99n, 102, 126, 129n, 133n, 232, 237, 255, 255n Negrillos (Salamanca), 179, 220 Néstor, 260 Nicolás de Bari, santo, 209 Niebla (Huelva), 152, 153n Nilo, 144n, 238 Niort (Deux-Sevres, Francia), 135 Nonia, santa, 209n Normandía (Francia), 81 Noruega, 234 Núñez (conde de Rosellón), 150 Núñez (conde, hijo de Pedro de Lara, Nuño Pérez de Lara), 62, 69 Nuño González de Lara, 261n Nuño Pérez de Lara, conde, 175 Obispo de Albano, cfr. Pelayo Obispo de Astorga (Nuño 1226-1241), 41, 151, 199 Obispo de Baeza (Domingo 12321248), 158, 162 Obispo de Burgos, cfr. Mauricio Obispo de Cuenca (García 1208-1225; Lope 1225-¿; Gonzalo 1236-1246), 131, 158, 162 Obispo de León (Rodrigo –1232; Martín Alonso 1232-1234; Arnaldo 1234-1235), 146, 147 Obispo de Osma (Canciller, Juan ¿Domínguez? 1231-1240), 26, 151, 157, 162 Obispo de Palencia, cfr. Tello Obispo de Plasencia (Domingo 1212-1236), 26, 150 Obispo de Santa Sabina, cfr. Juan de Abbeville Obispo de Segovia (Geraldo 12141224; Bernardo 1248; Raimundo 1259-1289), 151, 234 Olleros (Salamanca), 179, 221 Olmedo (Valladolid), 251
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ÍNDICE GENERAL
Orcejón (Burgos), 119 Ordoño Álvarez, 163 Ordoño García de Roda (conde), 74 Ordoño III, 192 Ordoño (obispo de Astorga), 193, 196, 198, 199 Orense, 251 Oviedo, 148, 171, 189n, 190n
Pelay Pérez Correa, 235 Pelayo (primer rey de Asturias), 169, 171, 173, 189, 190n, 236, 254 Pelayo Arias, 163 Pelayo Galván, 238, 262n Pelayo Pérez (maestre de Santiago), 163 Pelayo (obispo de Albano, legado papal), 144 Pero da Ponte, 240 Persas, 252 Perugia (Italia), 145, 154 Petronila (hija de Ramiro II), 63n, 64 Pirineo, cfr. Pirineos Pirineos (montes); Pirineo, 8, 251 Pisuerga (río), 116 Plasencia (Cáceres), 16, 26, 72, 76n, 102, 150 Poitiers, 190 Poitou (Francia), 64n, 81, 88, 89, 135 Portugal, 16n, 28n, 35, 39, 58n, 60, 66, 70, 71, 72n, 83, 99n, 102, 109, 123n, 135, 143, 146, 152, 153n, 238, 251 Portugueses, 143 Priego (Córdoba), 129 Primitivo, santo, 209n Príncipe de Antioquía, 104 Príncipes de Germania, 104 Provenza (La ..., Francia), 65, 89, 136 Pseudo-Ildefonso, 171 Pueblo cristiano, cfr. Cristianos Pueblo de Ledesma, 149 Pueblo de Plasencia, 150 Pueblo de Salamanca, 149, 160 Pueblo de Toro, 147, 149, 160 Pueblo de Zamora, 149, 160 Puente de Castro (Castrum Iudeorum), 79n Puente de Rodrigo Yústez, 220 Puente Fitero (Palencia), 120
Pablo (apóstol), 162, 208 Palencia, 16n, 67n, 72n, 112, 113, 116, 118, 151, 227, 229 Palenzuela (Palencia), 118, 152 Palestina, 186n Palomera/Paramera (Ávila), 78 Pancorvo (Burgos), 119 Panegírico de Sevilla, 250, 251 Paredes de Nava (Palencia), 28, 29, 151, 152 París, 14, 18, 27, 234 Pascasio, 217n Pastor (Martín Alhaja), 92, 93, 178, 187, 203, 209, 237 Pastor, santo, 209 Patriarca constantinopolitano (sucesor de Morosino), 108 Patriarca constantinopolitano, cfr. Morosino Patriarca de Aquileya, 108 Patriarca de Grado, 108 Patriarca de Jerusalén, 108 Patrimonio de San Pedro, 145 Pedro, santo, 219 Pedro (rey de Aragón 1276-1285), 234 Pedro Arias (prior), 214-217 Pedro de Lara (conde, Pedro González de Lara), 62, 69 Pedro Fernández (conde, Pedro Fernández de Castro, el castellano), 99, 102, 130 Pedro I (rey de Aragón 1094-1104), 61 Pedro II (rey de Aragón 1196-1215), 34, 42, 77, 78, 87, 89, 100, 129n, 141n Pedro Ovario (prior del Hospital y Abad de San Pedro de Arlanza), 79, 121 Pedro Ponce, 158 Pedro Rodríguez de Guzmán (conde), 75, 91 Pedro (apóstol), 162, 208
Quesada (Jaén), 18, 126, 128, 135, 136n Quintanaorduño (Burgos), 117 Rabanal (del Camino, León), 79 Raimundo de Losana (arzobispo de Sevilla 1259-1289), 233, 234 Raimundo (conde de Borgoña), 39, 42, 60, 62, 64, 71n
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ÍNDICE GENERAL
Ramiro Froilán (hijo del conde Froilán), 163 Ramiro García (rey de Navarra), 68 Ramiro II (rey de Aragón 1134-1137), 64n Ramiro (infante de Navarra), 65 Ramón Berenguer IV (conde de Barcelona 1137-1162), 63, 64 Ramón Bonifaz, 232, 257 Ramón VI (conde tolosano, 11941222), 100n, 101, 137 Ramón VII (conde tolosano 12221249), 100n, 101 Recab, 239 Recaredo (rey visigodo 586-601), 186 Redempto, 167 Regla Eclesiástica, 187, 190 Reino marroquí (o de Marruecos), 65, 66, 84, 85, 126, 127 Reliquias, 170, 171, 175, 176, 181, 191, 199, 204, 205, 208, 209n, 210, 216, 219 Remón berotita, 239 Rey “Joven” (Enrique, hijo de Enrique II rey de los ingleses), 81 Rey de Almería (Yahyâ al-Râmînî), 142 Rey de Baeza (Abû Muhammad al-Bayasí, hermano de Aceit, c. 1224), 126-134 Rey de Jaén, 160, 161 Rey de Jerusalén, 104, 123, 143, 144 Rey de los Moabitas, 66 Rey de Mallorca (Abû Yahyâ), 141, 142 Rey de Murcia (Abu Muhammad ben Almansur al-Adil, rey marroquí 1224-1226, hermano del rey de Sevilla), 127, 227, 231 Rey de Portugal, 39, 60, 70, 71, 83, 135, 143 Rey de Sevilla (= hispalense, Abû-lUlá, c. 1224, hermano del rey de Murcia), 130, 131, 139, 170, 192 Rey de Valencia, cfr. Aceit Rey de Zaragoza, 61 Rey Glorioso, cfr. Alfonso VIII Rey Marroquí (=de Marruecos, de los moros), 73, 76, 78-80, 84-88, 90, 91, 93-96, 100, 102, 120, 126, 127, 133
Rey Noble, cfr. Alfonso VIII Ricardo I (Corazón de León, rey de los ingleses 1189-1199), 81, 104n, 105 Rieti (Italia), 154 Riocerezo (Burgos), 117 Rioja, La, 117n, 260n Riópar (Albacete), 98 Ripoll (monasterio de ..., Gerona), 240 Roa (Burgos), 74 Roberto de Artois, 238 Rochela (La ..., Francia), 135, 136n Rodez (Francia), 263n Rodios, 252 Rodrigo (Don Rodrigo, último rey godo, 710-711), 57, 161, 169, 170, 172, 173, 188, 189, 191n, 239, 254 Rodrigo Díaz de los Cameros (conde), 45, 46, 109, 110, 122 Rodrigo Fernández (Rodrigo Fernández de Castro, el castellano), 69, 71 Rodrigo Fernández (el Feo, conde leonés), 146, 158 Rodrigo Froilán (hijo del conde Froilán), 163 Rodrigo Gómez (de Cisneros), 163 Rodrigo González (¿comendador de Uclés), 163 Rodrigo Jiménez de Rada (Arzobispo toledano), 7, 8, 10, 13, 22, 25n, 27, 35, 52, 86-89, 93, 98, 103, 108, 125, 134, 151, 180n, 232, 234, 236-238, 243 Rodrigo Ruiz (conde, hermano de Gonzalo Ruiz, Rodrigo Ruiz Girón), 84, 124, 130 Rodrigo Sánchez (conde), 16, 75 Roma (Italia), 25n, 38, 89n, 108, 141, 188, 190, 197, 229, 230, 249n Romanos, 72, 104, 120, 121, 143, 153, 154, 253 Rómulo (primer rey de Roma), 253 Rosellón (Francia), 150 Rufina, santa, 223, 260 Rumanía, 104 Saba, 191n Sabeos, 252 Sabina, santa, 140, 176, 205, 208, 210n, 222
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ÍNDICE GENERAL
Sacramentos Eucaristía, 199, 207 Penitencia, 86, 118, 198, 207 Sahagún (León); Sant Fagún, 10, 67, 191, 227-231, 249, 251, 264 Saint-Jean-d’Angély (Francia), 135 Saladino (Sultán 1174-1193), 104, 105 Salamanca, 67, 149, 157, 160, 179, 222 Salamantinos, cfr. pueblo de Salamanca Salónica (Grecia), 107 Salvador, nuestro, cfr. Jesucristo Salvatierra (Ciudad Real), 18, 73, 74, 85, 86, 88, 91, 132 Samaritanos, 252 Samuel (profeta), 209 San Benito de Sahagún (León), Sanctus Facundus, 227 San Cebrián de Mazote (Valladolid), 146n, 147 San Germán (Italia), 145, 146n San Juan de Burgos, 229 San Pedro de Arlanza (Burgos), 121, 191 San Salvador (collación de Sevilla), 232 San Sebastián (Guipúzcoa), 80 San Vicente (... de la Sonsierra, La Rioja), 80 San Zoilo (monasterio de Carrión de los Condes), 10, 72, 227, 228, 230, 249 Sancha (esposa de Alfonso II de Aragón), 42, 77 Sancha (esposa de Fernando I), 170, 191, 193n, 200, 201, 203, 205 Sancha (esposa de Luis VII), 67 Sancha (hermana de Alfonso VII), 214, 216, 217 Sancha (hermana de Pedro II y esposa de Ramón VI), 100n Sancha (hija de Alfonso IX de León), 123n, 146n, 148n, 238 Sancha de Navarra (esposa de Fernán González), 241 Sancho (hijo de Alfonso VI), 59 Sancho (hijo de Fernando III), 234 Sancho Abarca (Sancho II Abarca, rey de Navarra 970-994), 57 Sancho Fernández (hermano de Alfonso IX), 94, 113
Sancho García (conde Castilla 995-1017), 48, 57 Sancho Ramírez (rey de Aragón 1063-1094), 61 Sancho I (rey de Portugal 1139-1185), 60, 61, 83, 109n, 123n Sancho II (rey de Castilla 1065-1072), 58, 59, 200 Sancho II (rey de Portugal 1223-1247), 135n, 143n Sancho III (rey de Castilla 1157-1158, el Deseado), 5, 18, 21, 32, 42, 57, 63, 64, 67-69, 76, 77n, 141n Sancho (III el Mayor, rey de Navarra y Nájera 1000-1035), 57, 61n, 64n, 191 Sancho IV (rey de Castilla), 25n, 38 Sancho VI (rey de Navarra, el Sabio), 70, 76n Sancho VII (rey de Navarra, el Fuerte), 76, 80 Sant Fagún, cfr. Sahagún Santa Cruz (... de Campezo, Álava), 76n, 80 Santa Cruz de la Sierra (Cáceres), 71 Santarém (Portugal), 66 Santiago, 135, 171, 172, 175, 190, 205, 208, 214, 223 Santiago (junto a Montiel, Ciudad Real), 98 Santiago de Compostela (La Coruña), 61n, 120, 121, 123, 126, 142, 208, 235, 260n Santo Domingo de Silos (Burgos); Burgo Esiliense, 201, 222, 236, 251 Santos Instrucciones, 187, 188, 190, 195 Méritos, 185 Patrocinios, 169, 185, 191, 194, 198-200, 204, 214 Patrocinios. Pérdida, 203, 204, 215 Profecías, 187, 188, 195, 198, 209 Revelaciones, 196 Saona, cfr. Aar Sara, 209 Sarracenos, 42, 43, 59, 61, 63-65, 68, 71, 72, 74, 83, 90n, 93, 96, 98, 105, 125, 126, 130, 135, 136n, 144, 152, 162, 178n, 188-190, 196, 198, 199, 213, 215, 238
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ÍNDICE GENERAL
Tardajos (Burgos), 117 Tariego (Palencia), 112, 116, 119 Tarragona, 140n, 254 Tártaro, 75 Tejada (Sevilla), 235 Tello (obispo de Palencia), 103, 108, 113, 115, 116, 134 Tello Alfonso (hijo de Alfonso Téllez), 124, 158, 164 Teobaldo de Blazón, 91 Teresa de Portugal (reina consorte, primera esposa de Alfonso IX de León), 44, 123, 146-148, 238 Teresa, esposa de Nuño Pérez de Lara, 175 Teudefredo, 188 Tierra allende el mar, 81 Tierra de Campos (Comarca que se extiende por cuatro actuales provincias: Valladolid, Palencia, León y Zamora), 67, 72n, 76, 78, 111, 114n Tierra de los Sarracenos, cfr. Tierra de Moros Tierra de Moros, 73, 80n, 100, 136, 138, 152, 222n Tierra de Tours (Francia), 81 Tierra del Sultán de Icono, 104 Tierra entre dos mares (Francia), 82 Tierra Santa, 65n, 104, 105, 107, 122, 144 Tierras marroquíes (o de Marruecos), 71, 80, 102, 133, 142 Tingitana, cfr. Tingitania Tingitania (Tánger, Marruecos), 188, 257, 263 Tiro (Líbano), 104 Toledano, El, cfr. Rodrigo Jiménez de Rada Toledanos, 59, 84 Toledo, 22, 32, 34, 41, 58-61, 67, 69, 71, 72n, 73, 75, 76, 85, 87-89, 90n, 97, 100, 123, 125, 126, 130133, 135, 140n, 146, 150n, 151, 153, 157, 164, 171, 175, 233, 234, 237, 254, 255, 260 Tolosa (Jaén), 96 Tolosanos, 44, 137 Tomás Beckett, 175, 176, 209 Tomás, conde, 144
Sarracenos, cfr. Moros Sarriá (Lugo), 146 Satanás, 58, 76, 110 Saúl, 239 Sebastián Gutiérrez, 163 Segovia, 41, 59n, 62n, 67, 113, 114, 151, 153, 234 Segovianos, 113, 116, 164 Segura (Jaén), 98 Señor de Bagdad, 138 Sepúlveda (Segovia), 62 Septimio Severo, 209n Servando, santo, 209n Sevilla, 8, 9, 10, 38, 58, 59n, 79, 85, 96, 127, 128n, 130, 131, 132n, 133, 139, 149n, 152, 153n, 159n, 160, 168-171, 178, 187, 188, 192, 197n, 203n, 204, 213n, 230-237, 240, 242, 243, 249n, 251n, 257n, 259n, 261n Sicanos, 252 Sicilia (Italia), 143 Sierra de los Castillejos de Zafra (Guadalajara), 122n Sierra de San Vicente, 85 Sierra Morena, 237, 255n Simancas (Valladolid), 114 Símbolos materiales de los milagros Moneda, 220, 222 Pasador de plomo, 222 Piedra, 222, 223 Simón de Monfort (conde, Simón IV, el Fuerte, señor de Montfort 1150-1218), 101 Simón, hijo de Rodrigo (Simón Ruiz de los Cameros), 261 Sinaí, 209 Sirios, 252 Soria, 59n, 175, 260n Spoleto (Italia), 144 Sueños, 170, 190, 195 Suero Tello (conde, hijo de Tello Pérez), 111 Sultán de Babilonia, 144 Sultán de Icono, 104 Sur, cfr. Tiro Susana, 111 Tagret (Tagarete, afluente del Guadalquivir), 235 Talavera (Toledo), 74, 157 Tarazona (Zaragoza), 40, 141
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Torío (río), 201 Toro (Zamora), 67, 112, 120, 146n, 147, 149, 160, 201n, 251 Toulouse (condado y ciudad de Francia), 15, 100, 101, 136, 137 Tracios, 252 Trasierra, 59, 64, 67, 78, 79, 85, 87, 98, 100, 110, 114, 119, 125 Traslación de reliquias, 170, 171, 173, 175, 176, 178, 179, 193, 194, 202, 204, 205, 209n, 222 Triana (barrio de Sevilla), 232, 257n Triduo de oración, 194, 218 Trigueros del Valle (Valladolid), 111 Trípoli (Siria), 104 Triviño (Burgos), 80 Troyanos, 252 Trujillo (Cáceres), 71, 76n, 149, 150 Túnez, 257 Tuscos, 252 Úbeda (Jaén), 18, 34, 96, 126, 149, 150, 153, 256 Uclés (Cuenca), 59, 79, 120, 121, 125, 130 Ultramontanos, 89-91 Urbano II (Papa 1088-1099), 237, 260n Urraca (hermana de Diego López de Haro), 94, 113n Urraca (hija de Alfonso I de Portugal), 39, 70-72 Urraca (hija de Alfonso VI de Castilla y León, esposa de Raimundo de Borgoña, esposa también de Alfonso I de Aragón), 39, 41, 59-62, 64 Urraca (hija de Alfonso VIII, esposa de Alfonso II de Portugal), 72n, 82n, 83, 102n Urraca (hija de Fernando I de Castilla y León y hermana de Alfonso VI de Castilla y León), 58, 59, 201 Urueña (Valladolid), 114
Vascones, cfr. vascos Vasconia, 190 Vascos; vascones, 240, 241, 251, 252 Venecia (Italia), 106 Venecianos, 106, 107 Vermudo II (rey de León 982-989), 192 Vermudo III (rey de León 10271037), 57, 192 Vicente (levita), 208 Vicente, santo, 171, 172, 176, 205208, 210, 216, 221-223 Vicenza (Italia), 155 Victórico, santo, 176, 209, 216 Vienense (provincia ..., Vienne, Francia), 89 Vigilia de oración, 194 Vilches (Jaén), 96 Villafranca (Burgos), 117, 119 Villagarcía (... de Campos, Valladolid), 114 Villalar (... de los Comuneros, Valladolid), 146n, 147 Villalba de los Alcores (Valladolid), 112 Villalobos (Zamora), 147 Villalpando (Zamora), 146n, 147 Villanueva (... de Sarriá, Lugo), 146 Violante (hija del rey Jaime I de Aragón), 234, 235 Virgen Maria, 175, 202, 208, 261 Visiones, 190, 195, 196, 214, 215 Viterbo (Italia), 154 Vitoria, 80, 121 Vitoria la Vieja, 80 Viviers (Francia), 263n Vizcaya, 75, 103n, 261 Vizcondado biterense (Béziers, Hérault, Francia), 101
Valdenebro (Valladolid), 119, 120n Valencia, 18, 80, 127, 128, 131, 139, 140, 150, 206 Valencia de don Juan (León), 147 Valladolid, 39, 44, 67n, 102, 110, 111-114, 116n, 118, 120n, 146n, 152, 227
Zafra (Guadalajara), 122 Zamora, 9, 58, 67, 75n, 79n, 112n, 146, 147n, 148, 149, 157, 160, 201n Zamoranos, 149 Zaragoza, 168, 190, 209n Zaragozanos, 251
Witiza, rey godo, 169, 170, 172, 173, 187, 188, 191n
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