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ANDONI ALONSO E IÑAKI ARZOZ
Carta al Horno ciberneticus Un manual de Ciencia, Tecnología y Sociedad activista para el siglo XXI
EDAF~ENSAYO
,
Cooruinación de la 'cric Pensamiento: AGLTSTÍ¡.; IZQUIERDO
Indice
© 2003. Andon; Alonso e lfiaki AmJl 2003, Del prologo. Carl Mitcharn © 2003, De esla c, de sus teorías, propuestas y acciones. En definitiva, nuestro CTS ampliado y activista no sería tal si no fuera también un CTS cibercultural. Un CTS en esta deriva última inevitablemente político, hiperpolítico, como iremos demostrando, al incluir también la reflexión sobre la globalización, las historias del futuro y la divulgación científica, ámbitos diversos en los que también se decide la recepción social de la tecnología. En definitiva, nuestra interpretación del pensamiento sobre la tecnología (y sobre la tecnociencia en general) nos exige, a comienzos del siglo XXI, el conocimiento tanto del pensamiento filosófico de corte académico y universitario como
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los nuevo.s c,on.textos del pensamiento sobre la tecnología en otras disciplinas, géneros y medios.
El pensamiento sobre la tecnología en la historia l.
Del comienzo de la tecnología y de la utopía
La tecnología constituye un factor fundamental en la historia de Occidente en tres sentidos: como realidad, como proyecto y como sueño. Es importante recordar estas tres facetas porque son las que marcan la diferencia con otras cultura'> y sus correspondientes tecnologías. La tecnología es una forma especial de cultura que afecta a los demás productos culturales y que a su vez es modificada por ellos, y así ha ocurrido hasta la época moderna. Si esto es cierto, entonces es posible recorrer nuestra historia cultural y ver en cada momento los hitos que se han ido estableciendo en el tiempo. Desde luego en la época en que vivimos, la tecnología se ha convertido en un tema recurrente desde ángulos muy diversos, incluido naturalmente el pensamiento. Pero sería un error entender todo este esfuerzo reflexivo como algo que surge solo en el siglo xx. Las raíces del pensamiento sobre este tema son muy profundas. Ello se debe a que la tecnología es también una clave interpretativa fundamental, por lo que se puede afirmar que nos explicamos qué somos a través de ella, en una suerte de pensamiento sub specie tecnologíca. Hemos oído en numerosas ocasiones que es precisamente el desarrollo de la técnica lo que hace que el homu se convierta en sapienso Y en la actualidad, incluso se especula con que los límites están ya en el cyborg, donde se estaría produciendo el siguiente salto evolutivo. En este recorrido de varios mi39
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les de años se percibe cómo esa realidad tecnológica del Horno sapiens se lanza al futuro en un proyecto que, convertido a veces en sueño y a veces en pesadilla, va a determinar el futuro de la humanidad. No son otra cosa los mitos griegos, como el de la Atlántida, que en muchos sentidos marcan el talante occidental hacia la utopía. Esa Atlántida, recordada por Platón en diversos diálogos (Critías, Timeo), como pasado perdido o ficción, pero donde se recrea la primera utopía tecnológica, o tecnoutopía, que aparecerá como un tema recurrente en nuestro acervo cultural como forma de mitotecnología. Son los griegos los primeros en establecer el primer pensamiento sobre lo técnico. No en vano el m~to de Prometeo nos muestra cómo el fuego, una de las pnmeras tecnologías, robado por un hombre a los dioses, es aqu~ll? que nos distingue de los animales y nos permite sobrevivir en un entorno hostil. En esa esfera de Jo mítico se encuentra otro relato que muestra ese interés primordial por lo técnico: el mito de Ícaro. Hijo del perverso Dédalo (autor de una maquinaria para que Perséfone pudiera mantener un coito con un toro, y de esa unión nace el Minotauro), muere porque en su vuelo para escapar del Minotauro se aproxima demasiado al Sol, que derrite sus alas de cera. El mito sugiere así que el abuso de la técnica conduce al desastre porque tienta al hombre con el orgullo (hubris). En el llamado albor del pensamiento occidental, en el paso del mitos al lagos, el helenista Benjamín Farrington (Mano y cerebro en la antigua Grecia) propone que ese cambio se debe en esencia a un modo de pensar técnico. Este método habría de basarse por fuerza en la observación, experimentación y refinado de los procesos, lo que lleva a prestar un interés más preciso por el entorno. El ámbito geográfico donde nace esta nueva forma de pensar es, por encima de todo, un lugar de comerciantes y técnicos que tienden a ver la naturaleza como un conjunto de procesos compara40
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bIes a los procedimientos artesanales; así, la naturaleza produciría seres de forma similar a como los artesanos fabrican telas o vasijas. Por otra parte, curiosamente, será ya el pitagorismo griego, el pensamiento de aquella secta que combinaba especulación matemática con mística religiosa, el que colocará el primer pilar del proyecto tecno-hermético de la tecnología occidental, que alcanza su plenitud en la cibercultura contemporánea. La realidad pitagórica estaba compuesta en su último extremo por números, por lo que el estudio y desarrollo de las matemáticas deviene así en una suerte de contemplación de lo divino. Pitégoras adoptará con el tiempo la figura del sabio hermético, del sacerdote de arcanos geométricos, cuya aura irá transmitiendo a otros legendarios magos, magos de la técnica, como el rey Salomón, mítico arquitecto del Templo de Jerusalén. De esta manera se asienta esta oscura y primordial convicción en el imaginario humano de que el conocimiento técnico sirve para realizar maravillas. La tecnología, el pensamiento sobre la tecnología, contendrá así desde el principio ese ingrediente irracional de magia y maravilla, que no nos abandona ni siquiera en la actualidad. Durante el periodo de los sofistas, la técnica se entiende como el proceso de humanización, tal como sostiene Protágoras. Anticipando en siglos las propuestas del progreso material y apoyándose en el legado mitológico, afirma que gracias a ella los seres humanos son capaces de sobrevivir en un entorno hostil. La primera invención importante es, según Protágoras, el lenguaje, que permite la creación de sociedades como forma de defenderse de los ataques de animales y de la dureza de la naturaleza. Pero también es cierto que la técnica griega es diferente a la contemporánea, no solo por sus resultados, sino también por su concepción. La ciencia, el conocimiento de Jos procesos naturales, que marca la originalidad del pensamiento griego, se limita a un conoci41
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miento especulativo, contemplativo, pero en su mayor parte, ajeno a sus posibles aplicaciones prácticas. Tal vez el uso de esclavos, como propone Farrington, fuera la causa del desinterés por construir maquinarias que ahorrasen esfuerzo físico. En cualquier caso, es curioso recordar cómo Calicles, en el Gorgias de Platón, utiliza la palabra bánausos (trabajador mecánico, artesano) como insulto, afirmando que nadie dejaría que su hija se casase con un hombre de tan baja condición. Esta anécdota señala una característica de la historia de nuestra tecnología que continuará hasta bien entrado el siglo XVI. Platón considera que el verdadero conocimiento ha de residir no en qué sea la naturaleza, sino en las cualidades racionales y morales del ser humano. Su obra codifica por primera vez la idea de conocimiento del alma y de las virtudes o conocimiento humanístico, en contraposición al conocimiento de la naturaleza o científico. Sin embargo, su discípulo Aristóteles no fue tan severo con esta división y aceptó que la observación de la naturaleza sí merecía la atención del filósofo (y de ahí sus profundos tratados de biología comparativa). De esta manera, su trabajo recopilatorio y su actitud investigadora alentó el nacimiento de toda una generación de griegos que se dedicó a la experimentación y construcción de todo tipo de maquinarias. Por ello, no se puede pensar que esta opinión elitista y despectiva respecto a la técnica fue la tónica constante en la cultura griega. Al contrario, el ingenio heleno tiene sus mejores representantes en Arquímedes, autor de diversos inventos como los espejos ustorios y la ley de la palanca, o en Herón de Alejandría, mítico fabricante de los primeros robots y autor de De Neumauca, un tratado sobre el vapor que anticipa el motor de la revolución industrial del siglo XIX. Algunos descubrimientos arqueológicos sorprendentes, como la célebre máquina de Antiquitera (una especie de reloj que reproduce el movimiento de algunas constelacio-
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nes), nos indican que existía un arte mecánico de gran complejidad, que lamentablemente se ha perdido. También la excavación de túneles o el mismo faro de Alejandría son muestras de una pericia técnica muy avanzada, que no se ajusta al tópico de un total desprecio griego de la tecnología. Pero este ya es otro periodo histórico, tras la caída de las grandes poíis como Atenas y Esparta, que ahora se encuentran subsumidas en el imperio creado por Alejandro Magno, el gran mecenas de la tecnología y la filosofía de la Antigüedad. Justamente en una ciudad fundada por el conquistador, en la Alejandría de Egipto -c-patria oculta de la utópica Atléntida y motivo del fascinado género aegiptiaka, de Heródoto o Hecateo de Abdera-c-, se funda la gran biblioteca que reúne varios cientos de miles de libros y que además contaba con centros de investigación, colecciones de animales, etc. Alejandría terminará formando parte de la tradición tecnoutópica occidental hasta que Napoleón, en el siglo XVTII, intentará reconstruir su anhelo totalizador durante su fracasada expedición a Egipto, esta vez gracias a científicos franceses, con el matemático Charles Fourier a la cabeza, al impulsar la Descrípuon de L 'Egypte, magna obra de la ciencia ilustrada, comparable a la Encyclopédie.
2. De la filosofía cristiana a la Nueva Atlántida Llegará la decadencia de Grecia y por Occidente pasarán los imperios, como el romano, cuya extraordinaria contribución a la tecnología ingenieril es bien conocida, pero que no aportaron nada significativo respecto al pensamiento de la tecnología. Durante la Edad Media se mantiene la división entre artes mecánicas y artes liberales porque el pensamiento regresa a la actitud contemplativa del saber, tras el
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breve lapso alejandrino. Las artes mecánicas son propias de hombres de baja extracción, mientras que las artes liberales ttrivium y cuadrívium), como su propio nombre indica, son practicadas por hombres libres. Este pensamiento de origen platónico se perpetúa ahora porque lo más importante de la vida humana se conoce por revelación de la divinidad. Por otra parte, el trabajo manual es simplemente un castigo ante el pecado original. .. Pero no sería justo resumir este amplio periodo histórico de forma tan sumaria. El cristianismo aporta varias ideas sobre la tecnología, provenientes de su origen hebreo, que se añaden al pensamiento griego. La magia, como forma de prototecnologia, está presente en el cabalismo judaico, en la construcción de golems o criaturas artificiales, y el cristianismo acepta la verdad de la magia aunque la prohíbe por herética. En esta época comienza a tomar cuerpo el precedente de la química, la alquimia, que es en realidad la versión práctica del hermetismo nacido entre el siglo II y ID en Alejandría. Combinando filosofía griega, cristianismo y religión neoegipcia, aparece una corriente de pensamiento en donde la magia activa, transformadora del mundo, se convierte en una suerte de ideología subterránea que empapará el pensamiento tecnológico de nuestra cultura. En esta época se producen acontecimientos, descubrimientos y concepciones filosóficas que marcan decisivamente la comprensión que tenemos de la tecnología. Jean Buridán, Pedro Grosseteste, Hugo de San Víctor, Roger Bacon o Raimon Llull (Los filósofos medievales) son exponentes de esta fecunda diversidad. Grosseteste y Buridán introducen de nuevo la necesidad del experimentalismo aristotélico y de la observación de la naturaleza. Hugo de San Víctor escribirá un tratado sobre las artes mecánicas, asignándoles un lugar considerable en el conjunto del conocimiento humano. Su concepción de la tecnología es muy diferente al de la cultura griega; dada la naturaleza pecadora del ser humano a causa del pecado original, la tecnología es 44
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necesaria para que este recupere su bienestar en este mundo, aunque su uso ha de ser armónico y equilibrado. De acuerdo con David Noble (La religión de la tecnología), esta concepción de Hugo de San Víctor influye poderosamente durante la llamada revolución científica del siglo XVI y XVII; la necesidad de buscar o, mejor dicho, reconstruir la naturaleza humana con la ayuda del conocimiento y la tecnología es una idea tan poderosa y sugestiva, que todavía hoy alienta el desarrollo tecnocientífico actual. Por su parte, Roger Bacon inventa todo tipo de artilugios como las gafas bifocales y es capaz de predecir la construcción de aviones o submarinos, pero más importante aún, propone la experimentación como forma de encontrar la verdad, una verdad que es completamente necesaria a fin de salvar al ser humano del Anticristo. Y finalmente hay que recordar a Raimon Llull, pues este monje y escritor mallorquín fue el primero que, basándose en el precedente árabe de la zairja, imaginó la posibilidad de automatizar el pensamiento. Su máquina de pensar, dos círculos concéntricos divididos en casillas, que giran entre sí, constituye la primera propuesta práctica para entender el razonamiento como un ars combinatoria; reducido el conocimiento a sus partes mínimas, pensar no significaría otra cosa que combinar, lo que le permitía supuestamente razonar mecánicamente la existencia de Dios. Esta concepción es el planteamiento protocibercultural más importante de la Edad Media y tendrá sus continuadores en lulistas como Giordano Bruno, Marsilio Ficino o G. Leibniz, convirtiéndose, según Martin Gardner (Máquinas y diagramas lógicos), en un antecedente de la informática. El Renacimiento es el periodo histórico en el que se alcanza el momentum necesario tanto para el desarrollo tecnológico occidental como para comenzar de manera estricta y sistemática su reflexión. A partir de este periodo la tecnología comienza a formar parte no ya de una faceta de 45
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la cultura sino de un proyecto general para el ser humano. Los propios artesanos o técnicos, como Georg Bauer (también conocido como Agrícola, autor de De Re Metal/jea) o Bemard de Palissy (artesano vidriero, buscador del esmalte blanco), reclaman un lugar en la consideración del saber, en contra del dietum de Platón. Sus voces son escuchadas por los grandes de la época como Leonardo, Galileo o el mismo Francis Bacon, quienes valoran con entusiasmo la ayuda de los inventos mecánicos en la mejora de las condiciones de vida. Siguiendo las ideas de Rugo de San Víctor y de Roger Bacon, es necesario reconstruir esa mítica Atlántida platónica, a fin de que los seres humanos recuperen la máxima expresión de su naturaleza. En un periodo relativamente breve aparecen los grandes tratados utópicos en los que se propone una reconstrucción de la sociedad humana en virtud del conocimiento científico. A partir de la Utopía de Tomás Moro, el inventor del concepto de «utopía» o nolugar, Occidente recupera su visión de una sociedad perfecta en la que las reformas sociales, la ingeniería social, van de la mano de las aportaciones tecnológicas. Tomasso Campanella entiende que el nuevo pensamiento científico conlleva un aumento de libertad, y por ello defiende a Galileo Galilei. Su libro La ciudad del Sol es todo un manual para el diseño de un Estado mundial (un lejano antecedente de la globalización) en el que el conocimiento científico ha de ser una herramienta primordial para su buen gobierno. Pero es sin duda en la utopía, de título tan significativo, de la Nueva Atlántida, de Francis Bacon donde se destila el pensamiento científico de la época de manera más intensa y premonitoria. Bacon propone que el conocimiento es básicamente poder, poder de transformar la naturaleza, y que los límites de esa transformación apenas existen. La invención de la pólvora, la brújula o la imprenta son acontecimientos que transforman a la humanidad de forma radical. En la Casa de Salomón, una suerte de laboratorio situado en 46
el centro de la isla de Nueva Atlántida, los científicos inventan y ofrecen sus ingenios a la sociedad, aunque al mismo tiempo controlan el uso y el conocimiento, ya que pueden ser potencialmente peligrosos. Y son los científicos quienes finalmente conducen a la sociedad a su verdadero orden y esplendor. En su obra teórica La Instauratio Magna coloca las bases para ese progreso basado en la invención y el descubrimiento que permitirá a la humanidad llegar a la perfección social, una restauración de la naturaleza adánica,
3.
Las alternativas: el mecanicismo y elludismo
Justamente, este ideal que nace en la Nueva Atlántida, de reconstrucción técnica de la sociedad, es el que impulsará a la tecnología occidental a reconstruir, mentalmente desde luego, todo el universo. Ello es posible si en realidad el mundo, el universo, con todo lo que contiene, no es más que un inmenso autómata y los seres que en ellos habitan también lo son. Descartes (Tratado del hombre) propone el mecanicismo para explicar el comportamiento de los seres vivos, exceptuando el ser humano que posee un alma o res cogitans. Más consecuente, Julien Offroy de La Mertrie (El hombre-máquina) considera que incluso los seres humanos son simplemente mecanismos más o menos complejos pero esencialmente no distintos a los autómatas que comienzan a proliferar precisamente en esa época. Y de ahí no es difícil llegar a la conclusión de que la grandeza del ser humano consiste precisamente en reproducir o inventar mecanismos, emulando así a la naturaleza. La capacidad inventiva se convierte en el camino para recrear la naturaleza y al mismo tiempo para inventamos como seres humanos, y los únicos límites son los que nosotros decidamos. Esta euforia ante la ciencia y la técnica alcanza su
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máxima expresión en la labor del filósofo Augusto Comre, para quien el cientificismo es una prueba de la madurez de la propia humanidad. En su Catecismo positivista, Comte predica ante una mujer la necesidad de la ciencia y la aparición del nuevo héroe, el ingeniero, que salvará a la humanidad de los problemas a los que se enfrenta y que también la salvará de sí misma. En el final del siglo XIX, un momento esplendoroso de la cultura según George Steiner, se vive la convicción de que la ciencia y su aliada la tecnología nos van a conducir hacia la utopía. Liberados del yugo de las condiciones que la naturaleza nos impone y corregidas las enfermedades sociales que la falta de racionalidad han impuesto en la humanidad, el futuro aparece glorioso y su nombre es «progreso». Pero junto a estas reflexiones optimistas pronto comienzan a aparecer sombras en este aparentemente triunfal camino de la técnica. En un principio existe la confianza de una sociedad que realmente sea mejorada por la técnica, pero para ello es necesario el establecimiento de un nuevo orden social. Utopistas como Charles Fourier y el conde de Saint-Simon tratan de encontrar una alternativa al desarrollo científico-técnico, endurecido por el capital, que realmente haga posible una convivencia social armónica (curiosamente, Julio Verne, uno de los primeros grandes escritores de ciencia-ficción muestra simpatías ante estos proyectos utópicos donde la ciencia ordena y la tecnología facilita la vida en común). Pero estos proyectos utópicos, de tecnología alternativa, buscando muchas veces la autosuficiencia, fracasan ante la apisonadora de un capitalismo que encuentra en la tecnología su combustible principal: la competitividad. Y por ello no es de extrañar que las utopías deriven, como la de León Tolstoi en su finca de Yasnaia Palian a, hacia una ascesis de lo técnico, hacia una vuelta a la vida natural, evitando los excesos y conflictos del desarrollo generalizado.
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El desarrollo tecnológico no acontece sin provocar disturbios, dificultades y graves problemas sociales. La revolución industrial nos muestra un claro caso de este malestar en el ludismo, un movimiento que marca el signo de violencia de la tecnología moderna. También es el primer caso de una visión de pensamiento plenamente activista en la historia de la tecnología. Lo que comienza como una defensa ante el trabajo y del modo de vida de los tejedores ingleses de 1830, acaba convirtiéndose en una actitud crítica, compartida aún hoy en día por grupos alternativos y filósofos como David Noble o John Kipatrick Sale, frente a los perjuicios que .la aceleración tecnológica está causando. La literatura toma cartas en el asunto, y entre los numerosos autores que introducen un pensamiento crítico respecto a la tecnología merece la pena destacar al menos estos cuatro: Samuel Butler, William Wordsworth, lord Byron y Mary Shelley. Butler expone en Erewhon un ludismo avant la Iéttre, y propone por primera vez la idea de la evolución aplicada a la tecnología (una oculta crítica a Charles Darwin) como un camino peligroso que puede acabar con la humanidad. Wordsworth, desde la poesía, contrapone la belleza de la naturaleza intocada frente a la fealdad del fruto más granado de la revolución tecnológica, las ciudades. En su Inglaterra natal ve con horror cómo pequeños asentamientos como Manchester se transforman de la noche a la mañana en centros fabriles con decenas de miles de trabajadores viviendo en condiciones penosas. El humo de las chimeneas, el reloj y los turnos en las factorías marcan el ritmo de una vida a la vez despiadada y frenética, sin apenas tiempo libre para la reflexión. Londres se transforma en una nueva cruel Babilonia que se alimenta de la sangre de los millares de trabajadores que la mantienen en funcionamiento. Por su parte, Byron, en su alegato proludita en el Parlamento británico. es testigo de la inflexibilidad del nuevo 49
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capital, pues para acabar con los disturbios de unos pocos centenares de destructores de máquinas, el imperio acantona más de diez mil soldados y ejecuta en la horca a más de una docena en un solo día. El progreso técnico entonces se presenta como una fuerza arrolladora, que destruye a todo el que se oponga a su avance. Mary Shelley es consciente de estas atrocidades pero da un paso más allá. Su Frankensteín o el moderno Prometeo. tantas veces nevado al cine y convertido en icono de la cibercultura cyborg, es una conmovedora fábula crítica que resume como pocos ensayos la gran cantidad de los dilemas éticos a los que se enfrentan los científicos de entonces y de ahora, tales como la responsabilidad de las propias acciones, la incapacidad de predicción de los resultados o el compromiso ético ante el resto de la humanidad.
4.
El impacto de las guerras mundiales y la filosofía de la tecnología
Las nubes se siguen cerniendo sobre el cambio de siglo y muchos escritores temen la debacle final. En París el dibujante Albert Robida imagina una guerra del futuro en la que predice escenas de combates aéreos y de submarinos, e incluso armas bacteriológicas o «miasmáticas». En Viena, patria de la física moderna (Ludwig Bolzmann), se presiente el malestar, e ingenieros como Robert van Musil, convertidos en novelistas del espíritu de su tiempo, analizan con temor la sociedad venidera. El culto a la máquina comienza a alistar a sus críticos y, de acuerdo con Karl Kraus, la modernidad nos tienta con inventos maravillosos que revelan al tiempo nuestra incapacidad para estar moralmente a su altura. Incluso la ciencia contempla esta nueva humanidad masificada como un peligro. Karl
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Escherich, un entomólogo alemán, contempla las plagas de insectos como masas, no muy diferentes a las que infectan las ciudades y los países. A partir de sus trabajos se desarrollará la técnica de fumigación, que en su último término llevará a la creación del tristemente conocido Zyklon B, empleado en las cámaras de gas nazis. La Primera Guerra Mundial será el estallido de la tormenta que muchos temen, y, tras ella, Europa y el mundo no volverán a ser iguales. Por primera vez el mundo asiste al potencial desencadenado de una tecnología que se vuelve contra el ser humano y lo destruye por millones. La investigación militar se convierte en el motor de una tecnología que se presenta por vez primera no como creadora de la utopía, sino como causante de una devastadora distopía. El gas, los conatos de guerra biológica, la aviación, las comunicaciones con la manipuladora propaganda a la cabeza ... todas estas tecnologías se convierten en herramientas para destruir las masas que el mismo capitalismo tecnológico-industrial ha reclutado en los decenios inmediatamente anteriores. Emst Jünger, voluntario en el frente francés (Tempestades de acero), ve con sus propios ojos una guerra en la que tanto recursos materiales como humanos se administran del mismo modo. Las nubes de gas que se extienden por la frontera francoalemana no distinguen entre civiles, enemigos, animales o plantas. Y en esta movilización de masas, recursos y técnica, también los científicos son alistados para contribuir a la defensa, es decir, a la masacre del enemigo. Los grandes físicos alemanes de la época, Plank, Roetgen y otros, firman un manifiesto An die Kultunvelt (Llamada al mundo civíli::.udo) el4 de octubre de 1914 en el que apoyan a su país en la guerra. Parecidos manifiestos se publican en el lado aliado a favor de una ciencia patriótica, en la que los sabios son llamados a salvar al mundo civilizado solo de la barbarie y destrucción enemigas. Paradójicamente, se entiende 51
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que en pleno darwinismo social, la mejor ciencia y la tecnología más eficaz, capaces de aniquilar al enemigo, es la prueba palmaria de una civilización superior. La Primera Guerra Mundial revela de forma brutal el carácter que puede adoptar la tecnología. Y por ello es por lo que su estudio filosófico adquiere poco a poco un carácter sistemático. Ciertamente hay predecesores, como la obra de Brnst Kapp, quien utiliza por primera vez la expresión «filosofía de la tecnología» a finales del siglo XIX. Pero justamente el valor ambiguo de lo tecnológico -mejora de las condiciones humanas junto a su destrucción pavorosa- lleva inmediatamente al análisis de su esencia, su fenomenología y su axiología. Se suceden escritos sobre el tema de todo tipo, desde los económicos (Rathenau) a los sociológicos (Max Weber), en los que la efímera República de Weimar, la perdedora de la primera gran guerra, según Tomás Maldonado (Técnica)' cultura), se convierte en un semillero de estos análisis. Se advierte premura en estos planteamientos porque de alguna forma se intuye la posibilidad de otra gran crisis bélica a escala mundial. En su conferencia de 1919, De la vocación interna a la ciencia, Weber entiende básicamente que la ciencia y la técnica se han convertido ya en nuestro destino, pero que al mismo tiempo son incapaces de damos el verdadero sentido de la vida y de las cosas. Sin embargo, al vivir en una cultura racionalista, acostumbrada a que 10 científico calcule las decisiones, tendemos a abandonar nuestra responsabilidad ante las decisiones vitales y dejamos que, como advierte Langdom Winner, la política no sea ya una técnica, sino más bien que la técnica se convierta en nuestra política. y esta llamada de atención se extiende por todo Europa. En Alemania el pensamiento de Martin Heidegger, el fundador oficioso de la filosofía de la tecnología, comienza a extenderse entre diversos ámbitos, y discípulos como Karl Lowith o Hans Jonas elaboran su propio pensamiento
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como crítica de la razón instrumental. José Ortega y Gasser, el pionero español en esta materia, en 1933 imparte un curso en la Universidad de Santander que se convertirá en un clásico: Meditaciones de la técnica. Se aborda la técnica como expresión de una cultura; cada una habrá de adoptar una tipo específico de invenciones que den respuesta a sus valores. Por lo tanto, no existe la pretendida neutralidad tecnológica y hay que ser conscientes de que cada decisión tecnológica también lo es sobre nuestros valores, los cuales a menudo se escamotean tragados por la masa informe de la sociedad contemporánea... De nuevo comienzan a formarse las negras nubes que conducirán hacia el desastre de la Segunda Guerra Mundial. En el interregno también se fragua, sorprendentemente, una comprensión novedosa de la ciencia en su relación con el pensamiento. En los años veinte, Ludwig Wittgenstein retoma el trabajo filosófico, y en su Tracuuus afirma, como Weber, que los problemas vitales no pueden ser considerados ni resueltos científicamente. En un prólogo no publicado para las lnvestigacíones filosóficas afirmará posteriormente que el espíritu de la época se manifiesta en una homogeneización sin precedentes, gracias a la ciencia y la técnica, que son, junto a la industria, quienes organizan las guerras. Sin embargo, y en oposición a su pensamiento, la nueva filosofía de la ciencia, surgida paralelamente a su compañera la filosofía de la tecnología, especialmente el neopositivismo, cree que un adecuado ordenamiento de la razón solo puede ser obtenido desde el desarrollo científico. El llamado Círculo de Viena plantea que debe ser el conocimiento científico lo que garantice la claridad de pensamiento y por lo tanto la justa acción política. U no de sus defensores más retóricos, Otto Neurath, trata de construir una enciclopedia unificada del pensamiento que sirva para guía de la acción política, que ha de tener carácter marxista. La recién nacida URSS es el expe53
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rimento social donde la tecnología adquiere una puesta en práctica más colosal. Lenin define el nuevo comunismo como «soviets más electricidad» y la planificación centralizada del desarrollo del país lleva a delirantes proyectos tecnológicos, tal como estudia Loren R. Graham (El fantasma del ingeniero ejecutado); por ejemplo, la construcción del canal del mar Blanco, la presa de Dneprostoi o la ciudad siderúrgica de Magnitogorsk. Solo a principios de los noventa se tendrá noticia cabal de lo que esta planificación desorbitada conllevó: centenares de miles de muertos, ejecuciones sumarias por no cumplir los imposibles objetivos productivos, descuido de las condiciones de la clase trabajadora (que se suponía defendía el Partido) y una cada vez más maltrecha economía que todavía hoy está pagando el ex bloque comunista por el colapso de la producción planificada. En pleno entusiasmo por las voces que apoyan un régimen basado en la defensa de los más desfavorecidos, apenas se oyen a críticos como los ingenieros Peter Palchinsky (ejecutado sumariamente) o Yevgeni Zamiatin (autor de Nosotros, la primera novela de ciencia-ficción distópica), perseguido por Stalin, y que en sus informes y obras literarias advierte de los abusos de un sistema afectado de gigantismo y que aplasta al pueblo con sus órdenes y planes quinquenales, y que nos conducen hacia una distopía cientificista. Frente al comunismo, pero tomando muchos de los elementos de su política, el nazismo comienza a ascender y pronto se convertirá en un sistema altamente tecnocrérico, basando sus enunciados racistas en una biología evolucionista, en una concepción de la eugenesia social (de origen británico) y en una planificación ingenieril de la política. En cualquier caso, el Estado nazi se organiza gracias a una profunda y detallada planificación, apostando decididamente por organizar la ciencia al servicio del Estado y la gue54
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ITa. Algunos intelectuales como Emst Jünger parecen fascinados por la tecnología y el nuevo hombre, para el que preconizan una forma diferente de enfrentarse a la vida. Este hombre se enfrenta ante la máquina con un riesgo constante, ya que esta le niega su interioridad, su cualidad humana, pero asume el riesgo como un juego. El trabajador es una respuesta ante el crecimiento de la masa esclavizada por la tecnología, en la que Jünger aboga por este «trabajador» de sangre fría, señor de la máquina y aventurero en un territorio desconocido. En cierto modo se crea todo un ambiente, cuya actitud se refleja en muchos autores, por ejemplo, en Oswald Spengler (Hombre y técnica), para quien la tecnología es producto del afán depredador de la naturaleza humana. Ciertamente, esta primera idea desaparecerá con el final de la guerra mundial. Lo mismo ocurre en Italia, donde el futurismo alaba la rapidez y la fuerza de coches y motores, la poesía de las turbinas y el milagro de la electricidad. El fascismo acogerá este movimiento como impulsor de una nueva sociedad tecnoutópica, como ilustran en proyectos arquitectónicos de Antonio Saint'Ellia. Durante el desarrollo de la guerra todas las partes en conflicto optaron por el mismo camino: convertir la guerra en un gigantesco proceso industrial. Esta alianza entre industria y tecnología al servicio de la guerra no estuvo exenta de paradojas. Por ejemplo, de acuerdo con Edwin Black (lBM y el Holucausto), la gran multinacional de máquinas informáticas no hubiera conseguido su actual volumen de negocios a no ser por las ventas al régimen nazi. Por otro lado, el Gobierno nazi no hubiera logrado tal perfección en la «limpieza racial» si no hubiera contado con el apoyo de las tarjetas perforadas Hollerirh que IBM le vendía. Las tarjetas y las máquinas permitieron a la burocracia nazi elaborar los censos de los países ocupados y establecer las líneas de parentesco y el consiguiente grado de «judeidad» de sus habitantes. Y esta venta se produjo in55
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cluso cuando Alemania entró en guerra con Estados Unidos. La Soah es un perfecto ejemplo de la increíble escala tecnológica, con la movilización de innumerables recursos, para poder construir factorías de muerte en masa que eran los campos de exterminio. Pero si se ha de elegir un proyecto que simbolice la escala de esta implicación entre tecnología, industria y guerra, sin duda la construcción de la bomba atómica es el caso paradigmático. Todo comienza con una carta de los físicos afincados en EE. UU. expresando el temor de que la Alemania nazi construya una bomba atómica. Aceptada esa posibilidad se comienza a desarrollar el programa Manhattann en Los Álamos, para adelantarse a esta eventualidad. Muchos expertos colocan en este año, 1942, como el nacimiento de la «Big Science». y hay un objetivo, construir una bomba, que en ese momento es solo una propuesta teórica plagada de infinidad de problemas técnicos e ingenieriles. Por eso, además de los grandes físicos como Richard Oppenheimer, Enrico Fermi y Richard Feymann, el Gobierno norteamericano ha de reclutar a gigantes empresariales como Du Pont, Unión Carbide y Kodak para que resuelvan las cuestiones prácticas (construir las plantas de tratamiento del uranio en Handford, las técnicas de separación de los isótopos o los problemas electromagnéticos, respectivamente). La investigación se aborda como un problema de management empresarial; el tiempo es proporcional al número de recursos, tanto humanos como económicos, que se emplean para resolver el problema. Se puede afirmar con razón que nos encontramos ante el primer caso de I + D + I (Investigación + Desarrollo + Implementación) de la historia contemporánea. Tras la guerra se extiende una desconfianza generalizada ante el desarrollo científico y técnico. No es casual que en esos años aparezcan un continuado pensamiento crítico y una llamada de advertencia ante los peligros de 56
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la tecnificación que han conducido al desastre de la Segunda Guerra Mundial. El fogonazo causado por las bombas de Hirosima y Nagasaki todavía no se ha disipado de los ojos y ya la carrera armamentística comienza con un ímpetu renovado. Las atrocidades nazis, realizadas en nombre de la ciencia, se muestran en los juicios de Núremberg, en donde por primera vez se establece como norma ética para la medicina el «consentimiento informado», o dicho de otra forma, que el paciente sepa en todo momento qué prácticas va a sufrir y consienta en que se le realicen. En 1948 Georges Orwell escribe 1984, yen 1953 Aldous Huxley Un mundo feliz, presentando las dos versiones -c-comunista y capitalista- de la terrorífica perspectiva de una sociedad guiada por la política totalitaria y basada en el desarrollo tecnocientífico para su control. En todos los ámbitos, desde la prensa a la política, se escribe sobre la deshumanización de la tecnología y sus consecuencias totalitarias. Justamente en 1953, Heidegger pronuncia, casi clandestinamente, su conferencia fundamental, La pregunta por la técnica (curiosamente un Heidegger todavía no «desnazificado» y oficialmente invitado por la Academia Bávara de las Bellas Artes), y poco después se celebra el Coloquio de Darmstadt donde Ortega habla del El mito del hombre más allá de la técnica (en Meditaciunes de la técnica). Heidegger expone cómo la cultura occidental ha convertido a la tecnología en su destino, ocultando la actitud respetuosa hacia el «sen> metafísico que se alumbra en los seres humanos. Esta actitud de admiración y respeto ante las cosas devendrá en el deseo de equilibrio con la naturaleza de algunas corrientes ecológicas. La influencia de Heidegger será muy poderosa en la filosofía de la tecnología, en la obra diversa de Hans Jonas, Albert Borgmann o Hubert Dreyfus. La década de los 50 del siglo xx es testigo de numerosas advertencias contra la tecnología desatada. Jacques Elull y 57
CARTA AL HaMO ClBERNtTICUS
Hans Jonas son dos de sus mayores críticos desde una postura religiosa. Elull, un sociólogo francés católico, propondrá en La societe technologique (El siglo xx y la técnica) la aparición de una nueva forma de tecnología que se determina por ella misma y que está fuera de todo control humano. Esta tecnología, tal como afirmaron Ortega o Heidegger, es muy diferente de la técnica tradicional, pues se ha convertido en un fin en sí misma. Jonas, discípulo de Heidegger afincado en EE. UU., tiene la misma impresión y considera que al ocurrir este proceso de ensimismamiento tecnológico corremos el peligro de destruir la vida en todo el planeta. De ahí la urgente necesidad de apelar a una ética ---como su «principio de responsabilidads-c- que sea capaz de poner límites y salvamos de esa destrucción. Pero también la tecnología es, en estos momentos, una necesidad ineludible para reconstruir una Europa y un Japón destruidos. La eficacia del desarrollo tecnológico, que se ha demostrado tan alta en la guerra, puede convertirse en igualmente beneficiosa para la paz. Muchas organizaciones científicas e ingenieriles se plantean esta actitud de vigilancia y uso correcto de la tecnología. Al fin y al cabo, la tecnología es parte de la actividad humana y por ello es susceptible de valores, de «virtudes» en términos aristotélicos. En 1959 Charles Percy Snow habla, en las Conferencias Redde, del abismo que ha ido creciendo entre dos modos de cultura occidental: la cultura científica y la cultura humanística (Las dos culturas). Tal vez si se tienden puenles sobre ese fractura sería posible un mayor control e iniciativa ciudadana, y precisamente la tecnología puede ser una tercera vía para unir ambas (esta idea ya la había prefigurado John Dewey en su The Public and its Control a principios del siglo xx). Ese entusiasmo recorre paralelo a las advertencias. Es la década en la que el presidente de EE. UU., Harry Trumao, promotor del Plan Marshall, afirma, en su Inaugural Address (1949) ante el Congreso nor-
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UNA BREVE HISTORIA DEL PENSAMIENTO SOBRE LA TECNOLOGÍA
teamericano, que el desarrollo económico aportado por la tecnología es la verdadera baza para garantizar el mundo libre y democrático. Parece cierto que la tecnología mejora las condiciones de vida, impulsa la alfabetización y aumenta la esperanza de vida, y justo cuando es posible crear un bienestar generalizado, al alcance de las masas, es posible hablar de libertad democrática. La herencia tecnológica, de la Segunda Guerra Mundial, en principio positiva, también es enorme. Se han producido avances en la energía atómica, la aviación, la medicina, la informática ... Los científicos que antes trabajaban en el esfuerzo bélico anuncian una era de prosperidad que originará un creciente bienestar durante la época de los sesenta. Como señala Lewis Mumford, la unión de la investigación militar con sus aplicaciones civiles supondrá una continua cascada de patentes y nuevos sistemas al alcance del gran público. y justamente este bienestar, enfrentado a una tensión política mundial --el conflicto entre las superpotencias-e, lleva a temer una vuelta de la guerra que ahora aparece en conflictos localizados como el de Vietnam. Al tiempo que surgen estos conflictos, y tal vez como respuesta de los propios científicos y tecnólogos, comienza a generarse un pensamiento de clara apuesta por el progreso entendido como avance tecnológico. Este es el caso de Norbert Wiener, quien intenta encontrar un equilibrio entre las innovaciones técnicas y la sociedad (Inventar).
5. Nuevas disciplinas sobre la ciencia y la tecnología La tecnología no fue materia de estudio continuado de la filosofía tras la guerra, pero sí la ciencia. En los años cincuenta y sesenta el neopositivismo comienza a eclipsarse y la ciencia se explica como la representación racional del mundo sometida a un proceso de «falsación» (tal como
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CARTA AL /lOMO ClHr.RNn1CUS
propone Karl Popper). En esa tradición conviene recordar a Hans Reinchenbach y su división entre contexto de justificación y contexto de descubrimiento, que será crucial para entender el quehacer científico. El primero refiere cómo una teoría dada se integra dentro del corpus científico; el segundo, a las condiciones históricas y sociales en las que se producen tales descubrimientos científicos. En un principio, solo interesa el primero, pero las comentes posteriores, donde confluye la sociología del conocimiento científico; la historia de la ciencia y de la tecnología, supondrán un cambio radical del planteamiento sobre la ciencia. Un historiador, con interés en la filosofía de la ciencia, Thomas Kuhn, establece un cambio en la concepción del desarrollo científico (Qué son las revoluciones cíenufícass. En su opinión, la ciencia no trata de la acumulación progresiva de descubrimientos y acercamientos a la verdad (tal como proponía Popper con su método de falsación). sino de revoluciones marcadas por «paradigmas» y con la práctica de dos modos distintos de ciencia: ciencia normal (dentro del paradigma) y ciencia posnormal (la practicada por el paradigma emergente o rival del corriente). La idea de paradigma se convierte en una moneda común en los distintos saberes y forma actualmente parte del bagaje cultural contemporáneo. El planteamiento de Kuhn también recibió una radicalización, anarquizante, especialmente en la obra de Paul Feyerabend (Contra el método), donde el elemento social contamina de forma determinante el método de investigación científica, proponiendo la expresiva sentencia «todo vale» (anything goes) a la hora de alcanzar un determinado desarrollo científico. Por supuesto, estas concepciones del pensamiento científico no han sido universalmente compartidas, y hay escuelas de filosofía de la ciencia, como el estructuralismo. que aceptan parte de estos planteamientos pero no su consecuencia última. Sin embargo, es cierto que los trabajos de Kuhn y Feyerabend han 60
LNA BREVE HISTORIA DEL PENSAMIENTO SOBRE LA TECNOLOGÍA
permitido entender la ciencia como algo más cercano a la realidad social e histórica que naturalmente asignamos a otras actividades humanas. Y esto también ha tenido su impacto en el estudio de la tecnología. La filosofía de la tecnología, contando con los precedentes mencionados, adquiere relevancia con la Escuela de Fráncfort (especialmente con Jürgen Habermas y su discusión de la técnica moderna), que en los años setenta consideraba este tema de gran importancia. Por otro lado, hay un acercamiento a la filosofía de la tecnología desde su hermana la filosofía de la ciencia, especialmente con Mario Bunge. Bunge, con una postura agudamente racionalista, considera el camino tecnológico como el único que permitirá' redimir a la condición humana de los peligros en los que se encuentra. Pero aparecen pronto otras filosofías de la tecnología basadas en el pensamiento de Husserl (Don TIlde), en el de Heidegger (Albert Borgmann) y en Dewey (Paul Durbin), que señalan el asentamiento de una filosofía, a caballo entre la teoría (epistemología) y la ética (activismo), que continúan creciendo en la actualidad. Por eso hay una diferencia específica para la filosofía de la tecnología, pues si bien tiene elementos epistemológicos provenientes en parte de la filosofía de la ciencia, es, dentro de la división tradicional de la filosofía, de carácter práctico, por sus implicaciones y voluntad éticas. El reflejo más importante de ese acercamiento de la ciencia a otras actividades humanas se percibe más claramente en la aparición de la sociología del conocimiento científico. Existe un precedente para esta en la sociología del conocimiento en Karl Manheim y en la obra primera de Robert Merton, quienes investigaron la ciencia no tanto desde su interior sino de su contextualización social, esto es, como el «producto final» de una actividad científica que se acomoda a la sociedad en la que se desarrolla. Pero si Kuhn tiene razón y existen rupturas en el pensamiento científico -c-saltos entre paradigmas-c-, entonces quizá las razones 61
CARTA AL I/OMO C/BERNETlCUS
para estos cambios se encuentren en el contexto social y no en el ámbito científico. Merton introducirá la noción de código ético, de las normas, que las comunidades científicas incorporan en su trabajo y que suponen una evidente influencia social. A partir de esta irrupción de lo social en el desarrollo de la actividad científica surgirán los diversos programas de investigación como el Strong Program de Edimburgo (David Bloor, Conocimiento e imaginario social¡ o el trabajo de Harry Collins y Trevor Pinch (El golem), donde el factor social interviene de forma decisiva en el propio proceso de producción del conocimiento científico. Incluso nacen investigaciones de corte antropológico, como las de Bruno Latour (La vie dans le laboratoire), que practica una «etnometodologfa de la ciencia», investigando las prácticas en el laboratorio y el discurso que generan los científicos, esto es, su retórica (qué y cómo dicen lo que dicen). En su trabajo la ciencia es entendida como «acción»; cómo se producen determinados hechos, comunicaciones o publicaciones que, luego, se aceptan como «ciencia». Lógicamente, esta indiscreta atención de la sociología hacia la ciencia ha sido considerada por muchos científicos y filósofos de la ciencia como una intromisión inaceptable. y desde luego no se puede olvidar el protagonismo de los propios científicos en el pensamiento, tanto las extrapolaciones científicas hacia la sociedad, la divulgación de la ciencia y la crítica de la ciencia. La última puede resultar quizá la más sorprendente, aunque tiene una larga trayectoria. De hecho, el desarrollo de determinadas tecnologías coloca a los científicos ante dilemas éticos a los que deben responder individualmente. Esos dilemas alentaron en el periodo de entreguerras el pacifismo ante la potencialidad mortal de la ciencia aplicada a usos bélicos. Justo después de la guerra se funda la asociación «Átomos para la paz», a la que pertenece el propio Einstein, en un intento de disuadir a los gobiernos de perseverar en una carrera armamen-
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UNA BREVE HISTüRlA DEL PENSAMIENTü SOBRE LA TECNOLOGíA
tfstica completamente irracional. El movimiento de Pugwash es un buen ejemplo de activismo científico para evitar el impacto de un conocimiento científico incontrolable. Joseph Rotblat es otro caso significativo de científico preocupado por las implicaciones éticas de la ciencia, pues, asociado al proyecto Manhattan, lo abandonó cuando tuvo constancia de que los alemanes no iban a desarrollar una bomba atómica. Esto le costó innumerables persecuciones hasta que le fue concedido el prerriio Nobel de la Paz. Carl Mitcham señala la importancia de este pensamiento científico ético en las diversas asociaciones creadas por los propios científicos para controlar éticamente su trabajo, como la Federación de Científicos Americanos (FAS) o la Asociación Americana para el Avance de la Ciencia (AAAS). Entre todos los eventos y reuniones de este signo merece la pena destacar la conferencia de Asilomar, donde los científicos autolimitan su campo de investigación, en este caso el ADN recombinante, estableciéndose un antes y un después en la ética científica, de carácter indudablemente organizada y activista. Con este hecho lo que los científicos apuntaban ineludiblemente es que no todo conocimiento es lícito, ni ético ni moral, aunque sea posible gracias a la ciencia. De forma similar, los ingenieros y tecnólogos ya cuentan desde el siglo XIX con asociaciones que velan por la correcta práctica deontológica, en sentido ético, de sus actividades. Se trata de una visión cercana al humanismo de la tecnología, como señala Mitcham (Thinking Trough Technology). Pero quizá el caso más notable de autocrítica científica sea el grupo liderado por el físico lean Marc Lévy-Leblond, que entre las diversas críticas ---económica, social, política- define la aparición de un «cientificismo» como nueva fonna religiosa que suplanta a las demás religiones del mundo contemporáneo ((Auto)crítica de la ciencia). No obstante, en ocasiones, la crítica se dirige desde la ciencia a las humanidades, rechazando lo que se ha eti63
CARTA AL NOMO C/BERNETlCI/S
quetado de forma muy vaga como «pensamiento posmoderno», caracterizado como un enfoque crítico con la racionalidad tradicional y cercano a ese anything goes de Feyerabend. La manifestación más palpable de este rechazo la protagonizó Alan Sokal en 1996 con su célebre texto parodia y que finalmente se materializó en Imposturas intelectuales (con Jean Bricmont). Considerándose a si mismo como el «Elliot Ness» de la intelectualidad contemporánea, Sokal critica a un pensamiento que abusa de la retórica científica y cuyo mayor problema sea quizá su excesivo enclaustramiento en los ámbitos académicos ... Además de la sociología de la ciencia aparece la correspondiente sociología de la tecnología. Ciertamente, el cambio que produce la tecnología en la sociedad, el llamado «impacto tecnológico», es tan evidente que no puede escapar a la mirada del analista social. La revolución industrial del siglo XIX es un buen ejemplo de cómo se reestructura la sociedad de arriba abajo con la introducción de los métodos de producción. Uno de los primeros en analizar pormenorizadamente este hecho será precisamente Karl Marx. Los medios de producción, amplificados tecnológicamente, son el motor de la historia. Desde el punto de vista político, esta sociología es completamente necesaria porque la falta de comprensión del impacto tecnológico en el tejido social puede conducirnos a situaciones indeseables. Esta falta de estudios provocó el fracaso de sistemas tecnológicos de gran escala como el Minitel, la red informática francesa. Análisis ejemplares como los de Wieber Bijke tratan de hacer comprensible el entramado de actores y redes que se concitan en el hecho tecnológico, donde la industria, el sistema de patentes, la moda imperante, etc., son elementos fundamentales para comprender enteramente el cambio tecnológico. La historia y la sociología de la ciencia tras la Segunda Guerra Mundial suponen una novedad fundamental a la 64
UNA BREVE HISTORIA DEL PENSAMIE¡"'TQ SOBRE LA TliCNOLOGIA
hora de enfrentarse a la cuestión de la técnologfa. Sin duda, si la división de Hans Reichenbach tiene vigor para el desarrollo científico, no puede decirse lo mismo respecto a la tecnología, ya que esta es una actividad social, comprende una serie de decisiones ante diversas posibilidades y un contexto histórico y político que es posible que la ciencia no tenga (aunque los sociólogos actuales no estarían en absoluto de acuerdo). A la vez, es en esta mitad del siglo xx cuando comienza a conocerse una historia de la tecnología que difiere del tradicional catálogo de hechos y avances al uso glorificando la inventiva humana. Sigfried Giedieon (La mecanización toma el mando) y Lewis Murnford (Técnica y civilización) tratan de encontrar factores que expliquen el desarrollo tecnológico histórico como una trayectoria social, intentando hallar una visión global de por qué hemos elegido la senda tecnológica por la que caminamos. El primero señala el afán de automatización sin límites, 10 que produce una tecnología desbocada. Mumford, por su parte, denuncia la creación de una «megamáquinas (un complejo de tecnología y burocracia que se impone ante toda la sociedad, no importa si se trata de la construcción de las pirámides o de la bomba atómica). En estos dos autores se hace patente no solo el estudio desapasionado o meramente descriptivo de la historia de la tecnología, sino su deseo de proporcionar soluciones a un asunto que para entonces se sentía como una amenaza global que era necesario analizar. A menudo resulta muy difícil encontrar la diferenciación neta entre divulgación y extrapolación científica. Lo que comienza siendo el esfuerzo por acercar al profano un conocimiento cada vez más esotérico y fragmentado acaba convirtiéndose en ocasiones en la proclamación propagandística de una ideología que no se quiere manifestar claramente, ya que contradice la propia esencia de lo científico: la claridad, racionalidad, provisionalidad y neutralidad. Quizá la forma más sorprendente de esta ideología, den un65
CARTA AL HOMU C1Hl:.'RNETlCUS
ciada en parte por Feyerabend y Lévy-Leblond, sea un cientificismo que ahora se vuelve sincrético respecto a la religión tradicional, aceptando soterradamente muchos de sus mitos trascendentes. Se sabe que la religiosidad, incluso el misticismo, está presente en muchos de los grandes científicos -Boyle, Newton, Cavendish, Maxwell, Einstein...- , yen la actualidad se ha producido una suerte de nueva recuperación del diálogo con la religión alentada por una cierta ciencia, o ciertos científicos poco aurocríticos. Esta tendencia, que hemos denominado tecno-hermetismo. es una resurrección amplificada de una ciencia actual con un supuesto poder salvífico. Ha aparecido una nutrida generación de científicos que mezclan las más absurdas extrapolaciones sociales y espirituales con una supuesta base teórica. Mezclando religiosidades «New Age» con antiguallas filosóficas como el pensamiento de Joaquín de Fiore y Teilhard de Chardin, ven en el avance tecnocientífico el camino para fundar una agustiniana Nueva Ciudad de Dios (Andoni Alonso e Iñaki Arzoz). El físico Frank J. Tipler no tiene inconveniente en formular matemáticamente el Espíritu Santo o muchos constructores de inteligencia artificial, en presumir de ser descendientes del rabino L6w y estar creando realmente el nuevo golem (Wiener, Minsky y Moravec). Otra orientación de este tecnohennetismo es la tendencia teosófica de algunos físicos como David Bhom al mezclar pensamiento budista con la física de partículas o teorías cristianas con biología (Rupert Sheldrake).
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Los estudios de Ciencia, Tecnología y Sociedad (CTS)
Todos estos saberes -filosofía, historia, sociología, de la ciencia y de la tecno1ogía- son los que producen el medio conceptual y académico para un debate que comenzó 66
l;NA BREVE HISTORIA DEL PENSA,\11ENTO SOBRE LA TECNOLOGíA
siendo fundamentalmente activista pero que pronto contó con el respaldo de las universidades. Carl Mitcham propone que el comienzo de los estudios CTS tiene lugar durante lo que se podría denominar como la primera revolución ecologista. La publicación, en 1962, del libro de Rachel Carson Primavera silenciosa, significa la referencia visible del nacimiento de un movimiento de corte filosófico, ideológico y científico. En los años sesenta se produce una confluencia de inquietudes y corrientes culturales, en las que la filosofía juega un importante papel, que desemboca en un campo de estudios activista y académico conocido como CTS. Así, el primer programa de CTS se introduce en 1969 en la Universidad de Stanford. A este le siguen los de las Universidades de Leigh (Pennsilvania, 1970), Massachusetts Institute of Technology (M.I.T., 1972) Y los de Penn State University (1973). En la actualidad se puede hablar de una corriente CTS norteamericana, que continúa siendo la más poderosa, junto a la europea, en la que habría que incluir a países como Noruega -talleres de consulta sobre ciencia, o «Science Workshops»-, Dinamarca ---comités sindicales de evaluación tecnocientífica-, Suecia -c-estudios sobre el futuro-e, Inglaterra y Francia -sociologfa de la ciencia yla tecnología. En estos años setenta surge una de las figuras más importantes de CTS, Iván IlIich. Illich contempló la época Truman de entusiasmo por el desarrollo tecnológico y comprendió pronto las dificultades que esta gran empresa iba a acarrear. Influido por Mumford y Elull, percibió cómo el hombre contemporáneo se convierte en un «needy- (necesitado) de energía, educación y medicina. El monopolio de estos servicios, junto a la apuesta por su ilimitado crecimiento, eran, aparentemente, las soluciones para la felicidad en esta tierra, pero de hecho conducían al desastre ecológico, la homogeneización cultural y la iatrogénesis médica (enfermedades causadas por la propia medi67
CARTA AL HaMO CIBERNETICUS
cina). Illich también representa el inicio de la tendencia activista de CTS (de la que carecía su predecesora, la filosofía de la tecnología), cuyos planteamientos críticos sobre la educación (La sociedad desescoíarízada) han inspirado movimientos como el rechazo a las escuelas regladas de EE. UU. y Canadá. Símbolo de una época de transformación y crítica contra las instituciones, su pensamiento cambió en la década de los ochenta y noventa, volviéndose más pesimista, respecto al poder mediador de CTS. Si es cierta la interpretación de Mitcham, hay que conceder al activismo un fuerte papel en el desarrollo de los estudios CTS. De hecho, muchos de esos centros CTS tratan de «democratizar» la tecnología, y se puede afinnar que tienen un evidente impacto social, como afirma Langdom winner. La segunda generación de estudiosos CTS como Carl Mitcham (Thinking Through Technology), Albert Borgmann (Crossing the Post Modern Divide), Langdom Winner (La ballena y el reactor), Don Ihde (Technology and the Character of Contemporary Life) o Andrew Feenberg (Critical Theory of Technology) es un buen ejemplo de cómo el pensamiento asimila el problema de la tecnología como un elemento fundamental para entender no solo la situación en la que vivimos, sino además una característica determinante del ser humano: su capacidad para crear y emplear instrumentos y la necesidad de establecer un código de valores al respecto. También, y a tenor del panorama intelectual planteado anteriormente, es claro que estos estudios han de ser forzosamente interdiscipli nares. Pero tal como señala Stephen Cutcliffe (Ideas, Machines and Values), es necesario ser cuidadoso con estas definiciones. En su opinión, todavía no existe un enfoque realmente interdisciplinar que permita encontrar un método unificado. Los estudios CTS han incorporado también discusiones como el género, retomando así los trabajos pioneros de Sandra Harding y otras feministas sobre 68
UNA BREVE HISTORIA DEL PENSAMIENTO SOBRE LA TECNOLOGíA
el papel de 10 masculino en el diseño de la tecnología (Judy Wacjmann y Helen Longino, Science As Social Knowledge). Lo importante es que CTS abre un espacio social para la discusión sobre temas de tecnología que no aparece en otras disciplinas, debido a ese carácter activista que incide especialmente en los valores puestos en juego por la tecnología. También es cierto que se ha producido un desplazamiento de estos estudios hacia la política científica y la gestión de los programas de investigación, convirtiéndose así, en gran medida, en perfectamente institucionales. La política asume la tecnociencia como parte de su programa y la universidad forma a los expertos teóricamente neutros que median entre científicos y políticos. Esto también es CTS y una de las consecuencias de su voluntad activista al desplegarse en los cauces institucionales. Como también lo es, y muy positiva, su introducción en la enseñanza reglada, y justamente en ese momento cuando la sociedad parece que puede asimilar de manera natural la necesidad de control sobre la tecnología. No obstante, quizá la crítica más radical a los estudios de CTS la haya realizado el propio Illich (¿ El final de los estudios CTS?), precisamente desde el interior de una disciplina consagrada académica y socialmente. La sociedad se ha acostumbrado a los desastres tecnológicos y ya no confía en la ciencia como hace 70 años, pero se percibe que el desarrollo tecnocientffico es la única posibilidad de seguir adelante, porque no se ve otra manera de resolver los problemas provocados por la propia tecnología. Hemos entrado en la era de la hipertecnologización acelerada, en la que la interpretación crítica del estudioso de CTS parece superflua por irrelevante para los grandes planes del todopoderoso progreso. El abuso de la terminología políticamente correcta de la tecnología sostenible parece haber sido el único fruto de estos enfoques críticos que ha sobrevivido, pero algunos, como I1Iich, entienden
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CARTA ..\1.
noso ClBER]VETlCI]S
que se trata de pura retórica, porque el propio enunciado es contradictorio; si es sostenible, ha de pararse en algún momento, y, si es desarrollo, sigue teniendo las mismas características que la idea tradicional de progreso. La única alternativa que tímidamente se abre paso es la de los heterogéneos movimientos aruiglobalizacíón. aunque a veces también en estos movimientos cae una sombra de duda sobre su eficacia, pues, al igual que en los estudios CTS, se puede producir el inevitable proceso de institucionalización, que los puede convertir en empresas multinacionales solidarias, como aCUITe con algunas ONG ecologistas. Algunas organizaciones ecologistas tienen más poder económico que muchas de las empresas que dañan el medio ambiente y entran en el juego de inversiones para rentabilizar los fondos, a veces colaborando involuntariamente con la degradación medioambiental. Lo que los estudios CTS, sumidos en una cierta crisis de éxito, no de identidad pero sí de objetivos y estrategias, no pueden ignorar, es el impacto general de la revolución digital y de la globalización. La era de la globalización es una consecuencia de las telecomunicaciones y las cibertecnologfas, pero al mismo tiempo redefine el pensamiento posible sobre la tecnología. De hecho, tal como Manuel Castells señala (La Galaxia Internet), nos encontramos ante un nuevo paradigma informacional que absorbe y redefine las tecnologías anteriores en clave de bits. Ante este panorama, los estudios CTS, dado el alcance del impacto de la ciberculrura, en algunos casos entregados a una refundación teórica, empiezan a comprender que, sin abandonar su estudio de las tecnologías tradicionales, han de volcarse en el estudio del decisivo impacto de las cibertecnologías. La cibercultura ha creado sus propios medios de expresión y también diversas actitudes activistas que requieren un análisis detallado de los estudios CTS. Los nuevos modos de investigación -superdocumentados, comu70
lTNA BREVE HISTORIA DH. PDISAMIENTO SOBREL nuevas tecnologías digitales, basculando entre la catástrofe y el activismo. Paralelamente a este género se ha desarrollado el subgénero próximo de la ficción científica, que acaso comienza con Edwin A. Abbot y su Planilandia, como una ficción rigurosa y puramente demostrativa de la ciencia conocida, un acercamiento literario a la divulgación científica que también han praclicado científicos de prestigio como el físico George Gamow (El país de las mnravillas). La ciencia-ficción se ha convertido, sobre todo a través del cine, en un género popular que moldea poderosamente no solo el desarro110 tecnocientffico, sino las expectativas profundas de la propia sociedad de la globalización. Desde este punto de vista, se hace necesaria una severa autocrítica de su contribución al irracionalismo tecnohennético del cientificismo y la propuesta de nuevas corrientes humanistas que promuevan las tecnologías alternativas (http://www.1ateral-ed.es/revistalarticuloslbarcelo73.htm1). Científico. Al científico se lo podría definir genéricamente como la persona que se dedica profesionalmente al conocimiento de la naturaleza. Se trata de un término bas-
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CARTA AL HaMO ClBEkNETfCUS
tante nuevo en el vocabulario internacional. En un pnncipio, lo que hoy denominamos como científico era entendido en el pasado como el «homme de sciences», mientras que «científico» designaba sin más al técnico que operaba con los instrumentos (fue en el siglo XIX cuando William Whewell utilizó el término «scientist» por primera vez). Al convertirse la ciencia en una tarea cada vez más instrumental, el sujeto que la realizaba tuvo que implicarse progresivamente con el manejo de instrumentos y materiales (hasta llegar a la tecnociencia). Pero desde el siglo XIX asistimos a una progresiva entronización de la figura del científico. En él se reúnen varios valores burgueses como la eficiencia, el sacrificio, el trabajo constante, la seriedad y el rigor. Al mismo tiempo se contempla la ciencia como una de las pocas posibilidades que le quedan al género humano de alcanzar el equilibrio social y el bienestar físico. Este papel de héroe, instaurado a finales del siglo XIX y principios del siglo xx, está presente en la literatura y en el cine, con figuras como Pasteur (Pasteur, Sacha Guitry, 1936) o Galileo (Galileo, Liliana Cavani, 1968). Poco a poco también aparece una contrafigura, la del «sabio loco» capaz de destruir a sus semejantes o, más adelante, el sujeto sin escrúpulos que trabaja para corporaciones o gobiernos sin aplicar la menor ética. Este es el científico que practica frankenciencia (Greg Egan) y que la ciencia-ficción ha presentado insistentemente (parece ser que un científico escocés, Lindl, sirvió de inspiración para ese fundacional sabio loco de la ciencia-ficción, el fáustico doctor Víctor Frankenstein; http://www.terra.comJartelarticulolhtml/art6937.htm). Esta contrafigura en el imaginario colectivo es en parte producto de los fuertes reveses que las sucesivas guerras mundiales y la guerra fría han provocado en la sociedad del siglo xx. Pero los cambios no afectan solo a la percepción que el público tiene del científico, sino también a su propia actividad. No es lo mismo encon188
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trarse en los tiempos heroicos de Kepler o Newton que en la era de la tecnociencia. Sin embargo, pese a las críticas, la imagen altamente positiva del científico sigue ocupando un lugar importante en el imaginario colectivo del siglo XXI, como la del mago o sacerdote de una visión cientificista de la cultura y la sociedad, que ha dado lugar a un cierto culto tecnohermético. Conflicto. Se puede definir el conflicto como la contraposición de diversos intereses y la lucha para que prevalezcan unos por encima de otros. El conflicto, lejos de ser un elemento negativo en las relaciones humanas, es más bien un principio de articulación y cambio social, en realidad aquello que permite la mejora de determinados aspectos de la gestión del poder y las relaciones de la ciudadanía, esto es, su participación. Y si esto es cierto, la tecnología, como motor moderno del cambio, es una fuente interminable, para bien o para mal, de conflicto. La construcción de un embalse, que teóricamente puede significar el crecimiento de la producción eléctrica o de los regadíos de zonas distantes, se convierte en un problema para los habitantes que verán anegadas sus tierras. Lo que este siglo nos ha enseñado es que el concepto de bien tecnológico no es algo dado de antemano. Depende del estilo de vida que elijamos llevar; podemos imaginar una ciudad como las holandesas, donde el tráfico sea casi exclusivamente de bicicletas y tranvías, en vez de una organizada en tomo al coche. Es posible que este sistema sea menos veloz (en términos generales) que aquel basado en la combustión interna, pero tal vez la limpieza del aire, la tranquilidad y la ausencia de ruido compensen de la lentitud, o incluso la lentitud puede considerarse un bien estético y vital. Esto indica que los conflictos causados por la tecnología son el resultado de una interacción social y que son motivados por una serie de efectos tanto esperados como 189
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inesperados. El error consiste en depositar la solución de estos conflictos exclusivamente en manos de los expertos y los administradores, esperando que sean ellos los que representen la voluntad de las diversas partes, o que encuentren la «mejor solución posible», entendida casi siempre en términos técnicos y económicos. Las soluciones apropiadas dependen siempre del contexto en el cual se genera el conflicto, y la decisión para elegir un tipo de vida frente a otro -un modelo tecnológico por encima de otro- debe estar basada en los intereses comunes, manifestados y valorados por toda la comunidad implicada, no solo en la mayor efectividad tecnológica, decidida por una tecnocracia superior. La salud política de una sociedad debería medirse entonces por la capacidad, no de evitar los conflictos, sino de resolverlos satisfactoriamente y con el mayor contento de los ciudadanos. Las nuevas tecnologías de la información podrían ser un buen medio para alentar la participación ciudadana, favorecer el activismo y solucionar o convivir razonablemente con los conflictos. Siguiendo la tesis de Tomás Maldonado (Crítica de la razón informática), cualquiera puede acceder a la información necesaria para tener una idea de lo que está en juego y, posteriormente, realizar una crítica suficientemente sólida al respecto. Por otro lado, si existe una sociedad-red ciudadana tal como propone Castells. se podría llevar a cabo un actívismo!hacktivismo basado en las comunidades (virtuales y reales) de intereses. Por otra parte, la posibilidad de integrar los diversos agentes del conflicto en la red podría ser un gran paso para coordinar y flexibilizar la negociación de los conflictos tecnológicos (httpJ/www.cat.org.uk/). Cyborg. Según el Wehster:s Dictionarv un cyborg es una persona cuyo funcionamiento fisiológico está asistido o depende de un dispostivo mecánico o electrónico. A estos elementos habría que añadir, ahora, la ingeniería gené190
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tíca. El objetivo de esta transformación puede ser, o bien potenciar sus habilidades por encima de las barreras que la naturaleza le ha impuesto o bien garantizar su supervivencia por medio de las máquinas. La idea de potenciar las capacidades humanas, fue propuesta por Manfred Clynes y Nathan Kline a la NASA en 1960: cómo sería posible que un ser humano pudiera vivir en el espacio exterior sin la asistencia de maquinaria, modificando sus funciones vitales. Una idea tan radical ha sido desarrollada por numerosas novelas de ciencia-ficción (Frederik Pohl, Homo Plus; la serie televisiva El homhre que valía seis millones de dólares; http://www.wam.umd.edu/-abbate/cyborg/) y va calando en él imaginario popular, especialmente en la presente cibercultura, como en las exaltaciones artísticas de Stelarc y Marcel.lí Antúnez. La idea de garantizar la vida gracias a las máquinas pertenece a la medicina, la cual ha hecho uso constante de dispositivos mecánicos para la supervivencia de individuos: marcapasos, corazones mecánicos, pulmones de acero, etc. La asistencia de las máquinas plantea la utopía de un ser que pueda vivir eternamente, pues el envejecimiento y las enfermedades no serían otra cosa que defectos de piezas o mecanismos, fácilmente sustituibles. El así autoproclarnado primer cyborg de la historia, Kevin Warwick, defensor de una evolución radical del ser humano (http://www.wired.com/wired/archive/8 .02/warwick.htrnl), define a la perfección el entusiasmo tecnocrático: Nací humano. Pero esto fue un accidente del destino -simplemente una cuestión de lugar y tiempo. Pienso que es algo sobre lo que tenemos poder para camhiarlo-. A partir de la publicación del texto de Donna Haraway, A Cyborg Manifesto (en Ciencia, Cyborgsy Mujeres), el término adquiere una dimensión completamente nueva, que se define como un ser híbrido que comparte tanto una realidad social como un mundo de ficción: El cyborg es un organismo 191
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cibernético, U1Ul fusión entre lo orgánico y lo técnico forjado en una serie de prácticas culturales, históricas y técnicas. Los cyborgs no se refieren a la Máquina y lo Humano, como si tales Cosas y Sujetos existieran universalmente. Por lo tanto, el individuo de la sociedad occidental moderna, que se desplaza en un coche con GPS, se comunica por medio de un teléfono móvil y lleva su ordenador portátil para trabajar en las salas de espera de los aeropuertos es, de hecho, un cyborg. La tecnología que lleva encima funciona como una amplificación o potenciación de sus sentidos (eaugrnenting»), y por ello, en Occidente somos todos cyborgs, dada nuestra dependencia de los sistemas tecnológicos. Así, el cyborg, icono de la ciencia-ficción cibercultural y especialmente de ciertas pesadillas tecnoherrnéticas, se vuelve una figura problemática, que es preciso definir políticamente. Determinismo tecnológico. Se entiende por detenninisroo tecnológico la concepción que asigna a la tecnología un desarrollo autónomo, escapando al control del ser humano. En cierto sentido, esta concepción se halla relacionada con la catástrofe, porque considera que al faltar los medios de control puede ocurrir cualquier situación imprevisible. Las razones que se esgrimen para esta ausencia de control son varias, desde razones económicas --el desarrollo económico, basado en la competencia, funciona por su cuenta y exige el crecimiento autónomo de la t.ecnología para satisfacer esta dinámica competitiva-, pasando por políticas --el aumento de poder otorgado por la tecnología es básico para establecer un verdadero bienestar social; la tecnocracia, que critica Langdom Winner en Tecnología Autónoma-, hasta culturales y metafísicas, pues es precisamente esa confianza desmedida en la t.ecnología como medio para conseguir la utopía lo que permite esa falta de control, como afirma Jacques Elull (El siglo xx y la técnica) o Martin Heidegger (La pregunta por la técnica). El determinismo tecnológico, por lo tanto, lleva 192
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implícita una visión de la tecnología como evolución, aunque de corte negativo, como se puede ver en la obra de Samuel Butler Erewhon, en la que es precisamente la evolución de las máquinas, mucho más veloz que la humana, la que pone en peligro a la especie humana. En este aspecto negativo, el determinismo tecnológico se aproxima al ludismo. Pero del mismo modo que hay una versión negativa, existe otra versión que lo contempla como una fuerza altamente positiva. Asumiendo que vivimos en una dinámica de progreso y que el desarrollo tecnológico ha supuesto un aumento tanto de la riqueza como de la esperanza de vida, el momento actual indica una dirección que no se puede torcer pero que, al final, conseguirá construir una utopía. En este sentido se puede hablar de un imperativo tecnológico como forma de cumplir una misión que está inscrita en los genes de los seres humanos y donde la tecnología asume el papel de una «segunda naturaleza» a la que hay que dar cumplimiento. Este espíritu determinista y positivo se manifiesta ciberculturalmente en la carta magna de Internet, escrita por John Perry Barlow, Alvin Toffler y Esther Dyson (http://www.eff.org/-barlowlDeclaration-Final.html) donde podemos leer que la revolución digital del ciberespacio es una necesidad histórica que conforma nuestro destino y al cual es imposible negarse. Por otra parte, en la tecnociencia actual son numerosas las visiones deterministas del desarrollo tecnológico que secularizan el misticismo tecnoevolucionista de Pierre Teilhard de Chardin, como en Pierre Lévy, Ray Kurzweill y, especialmente, Frank Tipler. Sin embargo, para un enfoque crítico y racional de CTS, este determinismo solo puede ser una ideología supersticiosa, voluntarista y, probablemente, interesada. Divulgación tecnocientífica. La divulgación consistiría, de acuerdo con algunos expertos, en hacer accesible al público lego el significado y valor del descubrimiento científi193
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ca. Pero la divulgación. como todo acto comunicativo, tiene un emisor (el científico o la'> instituciones de investigación), un receptor (el público lego) y una serie de canales como los museos de ciencia. la prensa, los libros, la televisión y, recientemente, Internet. Cercana como está al mundo del periodismo, merece la pena preguntar por qué, cuándo, cómo, quién y qué. sobre este tipo especial de divulgación. Básicamente, la divulgación consiste en hacer accesibles una serie de contenidos, pero ¿por qué no se divulga el derecho y sí las ciencias naturales? Una rápida respuesta podría ser la importancia social que esta materia tiene, es decir, se trata de ofrecer los elementos de juicio; se nos dice que la divulgación es una necesidad política, ya que la vida democrática exige para su correcto funcionamiento que sus ciudadanos otorguen su «consentimiento informado» ante la'! decisiones sobre la'! tecnologías y sobre su futuro, en definitiva, para que su participación se haga efectiva. El para qué es múltiple; dada la cantidad de textos, libros, noticias, etc., da la impresión de que debe existir un placer ante la divulgación, tanto por parte de quien la realiza como por los consumidores de este tipo de materiales. Ese placer genera dinero y, una cada vez más, floreciente industria de ocio científico. Basta con comprobar la cantidad de colecciones de ensayo o de ejemplares que venden revistas como Muy Interesante, American Scientífíc o La Récherche Scientifique. En nuestro país se nos dice que la divulgación científica debería servir para despertar la vocación de futuros científicos, dadas nuestras carencias seculares. El cuándo también parece fácilmente accesible: ahora, más que nunca, la tecnociencia remodela nuestra vida y de ahí que necesitemos comprender más que nunca. Y el quién, en su inmensa mayoría. se compone de científicos, ensayistas y periodistas. Hasta aquí se trata de la «doctrina oficial» por lo que merece la pena ver las dificultades. Para empezar, la ciencia, ¿se divulga, populariza o vulgariza? No es casual elegir el primer verbo. por194
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que los dos restantes tienen en castellano un claro matiz peyorativo. Y ello ocurre por lo paradójico de la actividad: el conocimiento superespecializado de la ciencia, que exige un trabajo y una disciplina férreos, no casa bien con lafrivolizacion. para las masas. Vulgarizar significa volver vulgar, y popularizar equivale a trivializar, hacer concesiones a partir de lo que es uno y puro. Wittgenstein era tajante respecto a la divulgación científica: Todos estos libros que intentan popularizar la ciencia son una abominación. Complacen la curiosidad de la gente que quiere asombrarse con las maravillas de la ciencia sin tener que esforzarse en hacer el trabajo duro que la comprensión de la ciencia implica. Un buen libro como el de Faraday The chemical History of a Candle, Faraday examina un fenómeno sencillo, como la combustión de una vela, y muestra cóm() en realidad es un proceso muy complejo. Constantemente demuestra lo que dice con experimentos muy detallados. Hoy en día existe una tendencia entre los cíentificos a aburrirse con su verdadero trabajo una vez que han llegado a la mitad de su vida, )' se embarcan en absurdas especulaciones populares y semifilosoflcas (en Rush Rhees, Recuerdos de Wittgenstein). No todos los científicos son partidarios de esta posible perversión, y a veces la razón para realizarla es convencer a políticos y público de la necesidad de realizar grandes inversiones en la ciencia, pues esta es la panacea para todos nuestros males. A propósito de este desapego de muchos científicos respecto a la divulgación, tal vez hay que recordar que estos trabajos, desde el punto de vista literario o ensayístico, forman parte de un género menor y además altamente perecedero (muy cercano al periodismo y por lo tanto tiene una rápida caducidad). Si aceptamos la idea de un progreso científico, esto es, de una constante mejora, es claro que los textos, los documentales y demás materiales divulgativos pierden su validez rápidamente. Quizá en la divulgación tecnológica se note aun más este fenómeno, pues el aná195
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lisis de una tecnociencia cambiante y acelerada hace obsoletos tanto el presente al que se refiere como, paradójicamente, al futuro que trata de predecir. Actualmente, Internet supone uno de los medios más poderosos para la divulgación científica (véase así el webring sobre divulgación: hup://mailweb.udlap.mx/-alepb/webring.html), pero, al mismo tiempo, la falta de control sobre la calidad y precisión de las páginas web supone un serio aviso sobre los efectos que pudiera tener en el público. La divulgación es un género cuestionable y perecedero, y, sin embargo, sigue siendo necesaria también para elaborar una visión crítica de la compleja tecnociencia actual.
Ética/nética. Si algo han demostrado la ciencia y la tecnología modernas, es que el abandono de la ética por parte de los filósofos ha sido excesivamente prematuro (Stephen Toulmin, El puesto de la ética en la razón). Nunca han aparecido tantos dilemas éticos como los que proporcionan, por ejemplo, las tecnologías punteras de la genética, la infonnática o la medicina. Se trata de problemas para los cuales no existen precedentes y donde las respuestas ya no pueden obtenerse siempre de un sistema ético general, al modo de Aristóteles o Kant. Curiosamente, han sido los ingenieros y tecnólogos los primeros en crear códigos deontológicos, de buenas prácticas, para el control social de la tecnología, y solo más tarde los filósofos y pensadores humanistas se han interesado por esos problemas. La Conferencia de Asilomar (1975) fue un ejemplo de autolimitación desde el lado científico, pues se estableció una moratoria para el estudio del ADN recombinante. La tecnología es un continuo reto a nuestra inteligencia ética. Dos ejemplos pueden indicar la dificultad a la que nos enfrentamos: ¿es permisible la mejora genética de los futuros niños", ¿debería existir un acceso universal y gratuito a todos los contenidos que aparecen en Internet? En el primer caso nos enfrentamos a la posibilidad 196
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de administrar la dotación genética de un individuo sin pedir su permiso, sin que exista algo así como un consentimiento informado, lo cual contradice un principio bioético básico (Jean Bernard, Ú1 hioética). El segundo representa el intento de actualizar la vieja ética filosófica, dado el avance de la tecnología digital, como lo demuestra el nacimiento de la nética. A diferencia de otros sistemas tecnológicos, la red forma parte de la vida cotidiana de millones de personas, pero no de forma meramente pasiva, sino también activa. En ese inmenso tráfico mundial, es necesario establecer una serie de principios del comportamiento que sirvan como pauta de actuación. Con ello no se trata de legislar puntualmente sobre qué se debe o se puede hacer. Más bien, se trata de impregnar de un espíritu de preocupación ética tanto el presente como el futuro de la red. En este sentido, uno de los mejores códigos. por su brevedad y precisión, 10 ofrece la Computer Society [or Social Responsability, una asociación norteamericana de expertos informáticos preocupados por el impacto social de su trabajo. El código dice así:
Solo puede haber una red. La gente es la supervisora, no la dueña de la red. La gente tiene el derecho a comunicarse. La gente tiene el derecho a la privacidad. La red debe estar ahierta y disponihle para todos. La red dehe reflejar la diversidad de lo humano y no homogeneizarlo. La red no debe ser dominada por ningún individuo. institución o gobierno. En realidad, el propósito de esta nética o ética aplicada a la red debiera servir para dotar de herramientas conceptuales a la participación ciudadana (hup://www.chem.vt.edu/ethics/ethics.hrml ). No cabe duda de que desde CTS se deben impulsar la reflexión y la práctica éticas en todas las recnolo-
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gfas, y ahora, especialmente, de una nética universal, ya que la red y la cibercultura van a mediar nuestra acceso y control a todas ellas. Experto. Vivimos en una sociedad superespecializada que necesita de expertos, la cual ha sido calificada a menudo, con cierta razón, como una dictadura de los expertos. La complejidad de la tecnociencia actual requiere también el asesoramiento de los expertos a la hora de tomar decisiones de política científica y de resolver los conflictos tecnológicos. y en este contexto, los expertos pueden convertirse en los peones de una estrategia cientificista de sesgo tecnocrático. Ante esta situación, cada vez resulta más frecuente que los afectados por los problemas tecnológicos o las grandes infraestructuras busquen sus propios expertos para que les ofrezcan una postura crítica y alternativa. De esta manera, las universidades se han convertido en una fuente, no solo de científicos y técnicos, sino de expertos con preparación técnico-científica que asesoran (e incluso viven de asesorar) a instituciones y empresas privadas, cuando no de contraexpertos que nutren las plataformas de las ONG de la globalización alternativa. Con frecuencia los conflictos tecnológicos se convierten en polémicas entre expertos de uno u otro bando, cuando lo que subyace en el fondo es un conflicto ideológico, político o ético entre visiones contrapuestas del desarrollo tecnológico. En esta coyuntura, los estudiosos y profesores de CTS han actuado como expertos en conferencias o consejos, no tanto de las tecnologías implicadas, como de los propios conflictos sociales que generan. En su gran mayoría, dado el carácter esencialmente crítico de su disciplina, han actuado éticamente, sin servir a intereses espurios, por lo que sus criterios no han sido atendidos como se merecen. También se ha cuestionado, por parte de algunos pioneros de CTS como Iván lllich, el inevitable proceso de conformismo institucionalizador que su-
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pone su propia regularización como disciplina universitaria y justamente su disposición a suministrar expertos en nego-
ciaciones. Frente a esta cierta deriva elitista del experto CTS, la concepción de CTS ampliado implica el activismolhacktivismo de la sociedad civil, en la que todos pueden participar a cierto nivel, asumiendo un papel informativo, valorativo y decisorio que hasta ahora cumplen exclusiva e injustificadamente los expertos. Por ello necesitamos de intelectuales ciudadanos con una preparación integral (científica, política, ética) que superen la categoría del experto y se pongan al servicio de la comunidad (http://www.cf.ac.uklsocsilkeslkes-links.html#KES y Daniel S. Greenberg, The Poíuics ofPure Science). Eugenesia. Término compuesto de origen griego que significa «buen nacimiento». En la actualidad su significado proviene de la tesis propuesta en 1883 por Charles Galton, que consiste en aplicar los conocimientos científicos a la mejora de la raza humana, en formas no muy diferentes a como se empleaba hasta ahora con los animales. Ello significaba introducir una fonna de ingeniería social basada en el conocimiento aportado por la biología que abaratase los costos que el Estado debería emplear en garantizar el bienestar de sus ciudadanos, restringiendo el nacimiento de individuos desfavorecidos por taras o minusvalías. Su propuesta tuvo suficiente éxito como para que se fundara en Londres un Instituto de Eugenesia, bajo el amparo del Gobierno inglés. La historia de la eugenesia tiene varias etapas, atendiendo a los paradigmas dominantes en la biología de cada momento. La eugenesia se transformó, con el paradigma racial, en un factor altamente destructivo, como en el caso de la Alemania nazi o, en menor medida, en la Norteamérica segregacionista. Su aplicación se extendió durante el principio del siglo xx a países como Alemania. Inglaterra, Estados Unidos y Suecia (un juez como
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Oliver Wendell Holmes fue un enardecido partidario de la esterilización eugénica que en Suecia duró hasta 1971) y colisionó gravemente con los derechos fundamentales de los individuos. La eugenesia ha representado uno de los capítulos más negros de la aplicación científica en el pasado, por lo que las discusiones deben realizarse con extraordinario cuidado, dadas sus graves consecuencias. En la actualidad, con el paradigma de la ingeniería genética y el estudio del genoma humano, que proponen la cura de defectos congénitos, se vuelve a reabrir el proceso. La polémica provocada por Peter Sloterdijk (Reglas para el parque humano) y Jürgen Haberrnas (E/futuro de la naturaleza humana) es un hito en esta discusión que vuelve a dividir a quienes apuestan por una decidida intervención de la tecnología genética a fin de mejorar el «pool» genético humano y quienes defienden la libertad de los individuos a no ser modificados sin su consentimiento previo (circunstancia que elimina toda mejora al margen de la salud del futuro niño). De nuevo se plantean problemas sobre el uso y abuso de la tecnología que invade la esfera de lo privado, esto es, la política que alcanza a los individuos particulares, ya no solo en sus decisiones, sino también en su propia constitución física. Y por 10 tanto se trata de nuevo de un serio problema de ética tecnológica. En el fondo del debate de esta neoeugenesia génica se encuentra el problema filosófico del (supuesto) fracaso del humanismo. No obstante, la sustitución de una visión obsoleta del humanismo por un cientificismo desaforado solo parece una manera de avivar el problema. ya que no resuelve sino que multiplica los interrogantes éticos. En este aspecto. si bien son discutibles ciertas tecnologías y usos de la genética, la eugenesia parece un camino sin salida ética. de siniestro recuerdo y, en verdad, una de las amenazas más graves a la especie humana tal como la conocemos y concebimos. 200
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Evolución, El naturalista británico Charles Darwin propuso en 1859 la teoría de la evolución en El origen de las especies. De forma resumida, argumentó que hay tres mecanismos operantes en la evolución de los seres vivos: la lucha por la existencia (que contrapesa la tendencia a la superpoblación de las especies), la selección natural (esa lucha por la existencia lleva a la selección natural o supervivencia de los más dotados) y la adaptación al medio (la selección natural ocurre en un entorno cambiante y produce mutaciones). El aspecto más controvertido de la teoría darwinista fue tratar de explicar por medio de elementos naturales la diversidad de las especies, incluido el ser humano. Las teorías naturalistas de Darwin fueron condenadas en su tiempo, pero conocieron cierto éxito filosófico (la filosofía de Herbert Spencer, basada en el más puro y duro darwinismo social: solo los aptos tienen que sobrevivir económicamente) que acompañó su lenta pero sólida instauración. De hecho, la eugenesia nace de este espíritu evolucionista. Se da la paradoja de que en EE. UU., un país muy neodarwinista en muchos aspectos, hay todavía estados donde su enseñanza está prohibida. Sin embargo, es interesante notar que el darwinismo se ha trasladado hacia otros terrenos, abusando de su concepto central, la evolución. Desde el punto de vista tecnológico, este evolucionismo tiene diversos significados. Un sentido de la evolución tecnológica se basa en entender que los instrumentos y sistemas forman parte de una suerte de «ecosistema», en el que los más aptos sobreviven porque satisfacen mejor las condiciones del mercado. Esta idea se apoya asimismo en un concepto muy particular de progreso. Por ejemplo, el experto en inteligencia artificial y robótica Hans Moravec considera que la tecnología es una extensión del programa evolutivo de la naturaleza en el ser humano. De ahí que, según él, los próximos seres que ocuparán el vértice de la escala evolutiva serán los robots 201
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inteligentes (El hombre mecánico). El ser humano sería entonces un eslabón más en la cadena y su producción tecnológica, el resultado de un determinismo tecnológico que escapa a su control. Pero hay indicios de que no siempre ocurre de esta manera: el sistema de vídeo 2(K)() era muy superior al VHS en cuanto a prestaciones y calidad de imagen, y sin embargo las razones empresariales acabaron con él. La tecnología en sí misma parecería una fuerza muy contraria al proceso evolutivo, pues se caracteriza por traer a la existencia entidades que aparecen gracias al ingenio humano, sin formar parte ni de fuerzas preexistentes ni de azares: la tecnología tiene una finalidad, un diseño y una mente que trata de controlar sus transformaciones y de ahí su impredecibilidad. Aun así, la evolución se transforma en un reclamo publicitario para expresar la calidad del producto tecnológico en numerosos anuncios (eevolucionario» frente a «revolucionario», como decía un anuncio de automóviles), transformándose en un mero recurso retórico basado en la credibilidad de la ciencia. A pesar de todo, no cabe duda de que el evolucionismo tecnológico es una teoría muy atractiva, que domina en numerosas disciplinas y seudodisciplinas, como la «meméticas de Richard Dawkins (evolucionismo informacional) y que desemboca en planteamientos tan irracionales como la visión escatológica del Punto Omega, del físico Frank Tipler. Frente a esta corriente tecnoevolucionista, otros autores como George Basalla (La evolución de la tecnología) plantean una visión diferente y antidetermista de la tecnología, que coincide con la expectativa crítica de CTS de que puede haber «tecnologías alternativas», mediadas por otros paradigmas culturales e históricos.
Globalización. La globalización que designa difusamente el momento histórico en el que vivimos se caracteriza, según definición del FMI, por ser: la interdependencia 202
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económica creciente del conjunto de los países del mundo, provocada por el aumento del volumen y la variedad de las transacciones transfrorueriras de bienes y servicios, así como de los flujos internacionales de capitales, al tiempo que la difusión acelerada y generalizada de tecnología. Obviamente, esta es la definición canónica de la globalización oficial y neoliberal, que insiste en el aspecto de innovación tecnológica que da lugar a la «nueva economía», asociada al fenómeno globalizador. Por tanto, es la tecnociencia occidental, y especialmente Internet, las que han creado las condiciones de posibilidad para pensar en un espacio global, en el que se rompen las barreras informacionales del espaciotiempo. Aunque en el pasado ya se dieron fenómenos de carácter globalizador como la extensión de ciertas religiones proselitistas como el cristianismo o el proceso protoglobalizador de la llamada mundialiracián. con la revolución de los transportes y las primeras telecomunicaciones. De acuerdo con Peter Sloterdijk (Esferas), la globalización occidental comienza en el siglo XVI, cuando aparecen las primeras esferas armilares y globos terráqueos, se introduce la cosmología copemicana y la Tierra deja de ser el centro del universo, convirtiéndose en un globo aislado flotando en el espacio. El esfuerzo tecnocientífico sería en realidad el intento de cubrir o crear una esfera de comunicaciones tecnológicas que nos proteja del viento helador del cosmos. La globalización también se puede definir de manera más compleja como la consecución planetaria de una única forma social universal caracterizada por un sistema político ---democracia-, un sistema económico -libre mercado-e- y un sistema cultural -multiculturalismo occidental-c-, que debiera ser el patrón unificador para todos los pueblos y naciones. La globalización se manifiesta así en la intemacíonalización (mercado mundial), transnacionalización (empresas o corporaciones multinacionales) y la aparición de instituciones globales, sobre todo económicas, con poder sobre to203
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das las naciones como el FMI, la üMe, el G-7 y otras parecidas. Pero también existen otros aspectos negativos de la globalización, cuando esta no abarca la universalización, o globalización de los valores y los derechos hwnanos. Zygmunt Bauman considera que los sistemas politicos actuales están tan completamente sobrepasados por el flujo de los acontecimientos que es necesario crear, con un enorme esfuerzo de imaginación, otros sistemas políticos capaces de humanizar la globalización. Hay, en su opinión, muchos aspectos negativos: La globaliracion divide tanto como une, siendo las causas de la división idénticas a las que promocionan la uniformiracion del globo. Lo que aparece como globalización para unos implica localización para otros: lo que indica una nueva libertad para algunos se convierte para muchos en un destino cruel y no querido. La movilidad escala el rango del más alto de los valores más deseados y la libertad para moverse, una mercancía perpetuamente escasa y desigual, se convierte rápidamente en en el mayor factor de estratificación de nuestros últimos tiempos posmodemos. La sociedad individuaiírada. Los globalistas, o globalizadores, son los dueños del mundo, mientras que los globalizados locales son quienes sufren todos sus aspectos negativos. Quizá una forma de resistencia sea buscar un espacio intermedio que ha sido definido como «glocal». esto es, una síntesis equilibrada y dinámica entre 10 local y lo global, que minimice los efectos negativos de la globalización, en gran medida gracias a las redes de participación cívica, basadas en el viejo eslogan: Piensa globalmente y actúa locamente. En este sentido, los movimientos críticos contra la globalización, mal llarnados «antiglobalización», en realidad partidarios de una globalización alternativa, han supuesto un ilusionante proyecto, que confiere un nuevo sentido cibercultural a la política, entendida esta como una (hiper)política basada en la constitución de redes de activistas cívicos, alejados de las tradicionales estructuras jerárquicas de los partidos
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(http://www.spgloba1.orglspanishlforos/fglobalz.htm). Frente a la «globalización realmente existente» (Joaquín Estefanía), considerada como la plataforma tecnológica del enrrbocapitalismo» (Edward Luttwak), surge así un movimiento heterogéneo de nueva izquierda que pretende que, como dice su máxima, otro mundo es posible. De acuerdo con esta filosofía, los estudios CTS han contribuido a la idea de las tecnologías y energías alternativas, que harían posible un mundo que distribuya la riqueza y respete el medio ambiente. Ludismo. Se conoce como movimiento ludita a los grupos que protagonizaron las revueltas obreras organizadas en los condados ingleses de Nottingham, Lancashire. Cheshire, Derbysbire, Leicester y York, que se producen entre 1811 y 1813. El1íder de estas revueltas, un personaje ficticio llamado Ned Ludd, inducía supuestamente a sus seguidores a la destrucción de los por entonces nuevos molinos que habían sustituido a la mano de obra de la zona. El Gobierno inglés se tomó muy en serio estos disturbios y envió a más de 11.000 soldados para reprimir a los obreros. El poeta romántico lord Byron se erigió en defensor de este movimiento, interviniendo en la Cámara de los Lores para pedir comprensión ante la desesperación de trabajadores honrados que se veían forzados a luchar por su subsistencia (http://trace.ntu.ac.uklwww/webwarpweft/luddites/story.htm). Como refleja en su poema La canción de los ludditas, en la que escribe: Así nosotros, muchachos, así nosotros / moriremos luchando o viviremos libres. / i Y abajo con todos los reyes excepto el Rey Luddl Su impacto cultural fue considerable y algunos consideran que la célebre novela de Samuel Butler Erewhon es en realidad un alegato ludita. En realidad, la historia nos muestra cómo este tipo de rebeliones contra la tecnología, debido a sus efectos en el trabajo y el salario, se
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repiten en muchos lugares y en épocas diferentes, como durante la introducción del vapor como fuente de energía. Por extensión, el término se ha convertido en sinónimo para todos los que rechazan o tienen miedo al cambio tecnológico. Jobo Kilkpatrick Sale, uno de los mayores estudiosos actuales, afirma: En cualquier sitio en el que se encuentren neoluditas tratarán de dar testimonio sobre la pequeña y secreta verdad que descansa en el corazón de la experiencia moderna: a tuda lo que se presume como beneficioso, rápido, fácil, poderoso o valioso, la tecnología industrial le pone un precio y en el mundo contemporáneo ese precio siempre crece y siempre es más amenazante. Desde luego, en la medida en que el industrialismo es inevitable e inherentemente descuidado con el destino colectivo de la humanidad o de la tierra, de los cuales extrae su riqueza »-despues de todo, para el capitalismo eso son extemalídades-« parece cada vez más cierto llegar a un paroxismo de desigualdad económica y disturbios sociales, si no con la degradación y el agotamiento de la propia bioes[era (http://www.ensu.ucalgary.cal-terryIluddite/sale.html). Es cierto que todo cambio tecnológico supone una profunda transformación, que suele afectar, sin posibilidad de contestación, a amplios sectores de la población. Consecuentemente, es previsible la aparición de grupos que traten de resistirse a la violencia de este cambio, cuyo modelo sea una sociedad con un perfil bajo de tecnología y que se modele en torno a un neoarcaísmo comunítarista y ecológico. Elludismo ha sido y sigue siendo una filosofía política de corte anarquista que ha proporcionado las críticas más fuertes al tecnologismo occidental, aunque lastrada por cierto irrealismo de principio y las tentaciones violentas del sabotaje (su concepto nuclear), que pueden derivar en las contraproducentes guerrillas urbanas como el Black Bloc antiglobalización (denunciado por Susan George) e incluso en el puro terrorismo, como el de Unabomber 206
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(Fheodore Kazynski). No es un movimiento homogéneo y el estigma de la violencia puede en ocasiones desacreditar una corriente de pensamiento sobre la tecnología que tiene sus elementos interesantes. Contribuciones al Iudismo contemporáneo las han realizado, entre otros, filósofos como Jacques Elull, David Noble, Andrew Peenberg o John Zerzan, y escritores como Thomas Pynchon (El arco iris de la gravedad) que poco tienen que ver con los más radicales (httpJ/carbon.cudenver.edu/-mryder/itc_datal1uddite.html), aunque el Manifiesto de Unabomber sea uno de los textos sobre crítica de la tecnología más leídos en los últimos tiempos .. Entre todos los neoluditas contemporáneos, quizá el más extraño sea Bill Joy, pues, habiendo sido el director de una gran compañía de desarrollo informático, Sun Microsystems, publicó en Wired un célebre y asustado artículo, El lado oscuro de la tecnología (hup://www.commonweallhc1ub.org/newsletJjoy.html). Paradójicamente, Internet, uno de los sistemas tecnológicos más poderosos en la actualidad, sirve de medio de comunicación, intercambio y coordinación entre los luditas contemporáneos. Pero tal vez la contradicción sea aparente y lo que realmente busca elludismo es, en el fondo, encontrar una tecnología más humana. Elludismo bien entendido ha de ser uno de los ingredientes del CTS crítico y activista, no en el sentido tópico de una antitecnologfa radical, sino como apuesta por una tecnología alternativa. Máquina. El desarrollo tecnológico occidental ha estado basado en la preponderancia y desarrollo del concepto de máquina, como artefacto mecánico que sustituye las labores pesadas que el ser humano llevaba a cabo gracias a ciertas técnicas o herramientas. De origen latino, nuestro diccionario define la máquina como «artificio para aprovechar, dirigir o regular la acción de una fuerza», y su referencia remota está en los molinos y otros dispositivos de la Antigüedad. 207
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La capacidad de generar cada vez más fuerza es lo que señala su desarrollo. Nuestro mundo hipertecnologizado se ha poblado de máquinas, útiles o inútiles, que conviven con nosotros cambiando progresivamente nuestro estilo de vida. De hecho, nuestra vida actual sería inconcebible sin esas máquinas omnipresentes que nos sirven o nos esclavizan, como el televisor, el frigorífico, el teléfono o el automóvil, hasta el punto que devoran y transfiguran a través de las cibertecnologías el ámbito doméstico, desde que premonitoriamente la casa se convirtiera, tal como señalara Le Corbusier, el padre de la arquitectura moderna, en una máquina de habitar (Hacia una arquitectura). Los ámbitos y los objetos se convierten en máquinas, cada vez más «inteligentes}" manejables y pequeños (a través del diseño miniaturizado y la nanotecnología), hasta el extremo que pueden proporcionarnos robots humanoides y amenazan con convertimos en híbridas de máquina y carne, en cyborgs. La visión mecanicista del hombre desde el Renacimineto a Descartes (Paolo Rossi. Los filósofos y las máquinas) tiene su expresión más clara en su continuador, Julien Offroy de La Mettrie y su El hombre máquina, que concibe al ser humano como un mero artefacto biológico. El triunfo de esta visión mecanicista-maquinista en la vida y la sociedad, solo cuestionada por el marginal ludismo, nos ha conducido a las profecías disparatadas de la lA fuerte, de Marvin Minsky y Hans Moravec, acerca de un mundo poshumano poblado solo por nuestras herederas las máquinas inteligentes o al escenario catastrófico, explotado por la cienciaficción, de las máquinas autorreplicantes de Van Newman que atacan a la humanidad e infestan el universo. Esta concepción, aparte de proyecciones futuristas. ya tiene su realidad en el concepto de la «rnegaméquina» de Lewis Mumford (El miro de la máquina) que concibe la sociedad actual como una inmensa maquinaria humana al servicio de las grandes obras de la tecnociencia. Esta tendencia adquiere 208
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toda su potencialidad en la época de la cibercultura, en la cual se ha producido la superrnéquina, el ordenador informático que en sus diferentes versiones controla nuestra vida y, se augura, dará lugar incluso a una máquina exponencialmente más inteligente y poderosa, una entidad virtualmente divina. Frente a esta exaltación tecnohermética de la máquina, los estudios CTS comparten la idea humanista de producción solo de máquinas útiles y de su uso convivencial y limitado de acuerdo con un enfoque puramente instrumental (hup:llxroads.virginia.edul-MA01/Lisle/30homelassimilatelassimilate.html). Paradigma. De acuerdo con Hans Blumenberg (Las realidades en que vivimos), el físico y escritor Georg Lichtenberg fue uno de los primeros en utilizar este término aplicado a la ciencia, en concreto a la astronomía. En 1962 el físico e historiador de la ciencia Thomas Khun introdujo en el estudio del desarrollo científico la perspectiva social, descuidada hasta entonces. Conceptos como «revolución científica) o «paradigma» indicarfan cómo la ciencia, al igual que otras disciplinas humanas, se desarrolla con saltos radicales y terremotos epistemológicos. Cuando se establece un paradigma (por ejemplo, la cosmología aristotélica, lo que Kuhn llama un momento de «ciencia normal»), sus miembros la expanden e incluso se resisten a aceptar que diversos fenómenos la contradigan. Solamente cuando se acumulan demasiadas contradicciones, se produce un cambio brusco hacia otro paradigma con mayor poder explicativo y se produce un avance revolucionario en la ciencia. El término, de feliz acuñación, ha tenido un éxito excesivo y a menudo se tri vializa su significado. El propio Kuhn reconoció que el término paradigma era confuso, de ahf que Margaret Masterman (Criticism and the Growth ofKnowledge) presentara una aguda crítica ante la diversidad de significados que se le asignan, al menos tres: metafísico, sociológico y constructi209
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vista (también es interesante el artículo «The Nature of a Paradigm». de Imre Lakatos y Alan Musgrave). En cualquier caso, tiene su utilidad y sentido, como cuando Manuel Castells (La Galaxia Internet) define el momento actual como «paradigma informacional», ya que caracteriza disciplinas tan importantes de nuestro tiempo como la informática, la genética o la nueva economía (http://www.emory.edulEDUCATION/mfplKuhnsnap.html). La reflexión crítica sobre la tecnología actual no puede así sustraerse del paradigma informacional, sobre el cual, no obstante, aparecen varias versiones, uno abierta y cibercultural, frente a otra de carácter determinista o tecnohennético. Participación. La participación siempre ha sido uno de los elementos distintivos de la perspectiva CTS sobre la tecnociencia. No cabe duda de que gran parte del espíritu y del sentido de los estudios CTS es precisamente su puesta en práctica, a través de diversos niveles de participación. Si la divulgación de la tecnociencia ha de servir para hacer conscientes a los ciudadanos de cuáles son los peligros y hacia dónde se dirigen los fondos que ellos pagan, el resultado final deseable debiera ser precisamente habilitar sistemas de participación y de toma de decisiones al respecto. No obstante, la historia de la tecnociencia moderna nos ha demostrado que los casos de participación son siempre escasos y forzados en su mayoría por el descontento ciudadano. En esta coyuntura, la apuesta por el activismo cívico es una de las vías disponibles más alentadoras para regenerar el tejido social como garante de una aplicación ética de la tecnología. La participación de redes cívicas, ya sea a través de asociaciones, plataformas o comunidades virtuales, y especialmente las de carácter local, resulta imprescindible para evitar los peligros de determinadas tecnologías y para avanzar en el desarrollo de tecnologías alternativas. El diálogo y la 210
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negociación debiera ser el contexto habitual de las relaciones entre las administraciones, las empresas privadas y los ciudadanos, pero en nuestra sociedad tecnocrática, dominada por los expertos, los escenarios más usuales son la confrontación o el desprecio a las demandas cívicas. De ahí que se haga cada vez mars urgente la redefinición del sentido de la participación propugnada por CTS o los grupos antiglobalización, en el sentido de ampliar los cauces participativos de carácter político. En este aspecto, una de las figuras más interesantes de participación directa, aunque también de las menos ejercitadas, es la del referéndum. Por ejemplo, los suizos votaron. si se debía permitir o no la ingeniería genética (animales y plantas transgénicos) en su país. Finalmente, se aprobó continuar con este tipo de estudios (http://www.k1uyver.stm.tudelft.nVefb/tgppb/pdf/eng8.pdf.). La participación ciudadana es un requisito inexcusable para resolver los conflictos tecnológicos de forma pacífica y al mismo tiempo para profundizar en una visión ampliada y no solamente formalista de 10 que debe ser la democracia (http://www.bisn.orglSpanish/SApdx3.html). Política científica. La política científica aparece en el contexto de la Big Science (ciencia a gran escala) caracterizado por el uso de equipamientos caros y el trabajo de individuos superespecializados. El primer ejemplo de política científica es seguramente el proyecto Manhattan para construir la bomba atómica, en el cual se entiende que con suficientes medios y personal, en un plazo de tiempo concreto (2 años) era posible conseguir un resultado práctico, en este caso la construcción de la bomba atómica. Por 10 tanto, la tecnociencia adopta los métodos de «management» de la industria, aunque esas planificaciones han existido antes (por ejemplo, en la Alemania nazi con el ministro de Industria y Armamento Albert Speer). Es cierto que el personal científico es diferente a otro tipo 211
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de trabajadores, por lo que es necesaria una política específica. En la actualidad, el dinero público dedicado a la investigación tecnocientífica se ha convertido en un medidor de desarrollo de los países. Así, EE. UU. dedica actualmente el 6 % de su PIB a esta materia; la EUE, una media del 2,3, y España. aproximadamente el 1,3 %. En este sentido, la política sobre la ciencia y la tecnología implica un supuesto «seguro» para el futuro. las bases del progreso económico y social, pues es el medio de continuar siendo competitivos. En España se comienza a pensar en estas cuestiones con el Acta de 1986 para un plan general de Ciencia y Tecnología. Y la importancia política asignada es tal que en el año 2000 se crea el Ministerio de Ciencia y Tecnología (2000). Ahora la investigación apoyada desde la política se divide en I + D (R & D, Research & Development: Investigación y Desarrollo) e 1 + D + I (R + D + T Research, Development and Implementation: Investigación, Desarrollo e Innovación). Pero esto es solo una parte; la política científica debe también establecer los estándares éticos y legales del desarrollo científico. Asimismo, debería comprender la participación de la ciudadanía. ya que son sus fondos los que se gastan. Supuestamente, son los comités de expertos y políticos los que deciden qué política tecnológica es la más adecuada para el país. Generalmente esto aparece en los programas de los partidos, pero raramente se discute sobre ello (http://www.ciencia.cVCienciaAlDia/volumen4/numerol/a rticulos/articuloz.htrnl). Desde una perspectiva crítica y global de CTS, se hace necesario cada vez más revisar las políticas científicas de los gobiernos y los organismos internacionales, de manera que respondan a las demandas sociales, a criterios razonables de desarrollo y a valoraciones éticas. En este aspecto, es preciso ser especialmente sensible y cuidadoso, respecto de la política científica en el ámbito educativo y en la aplicación de las nuevas tecno212
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logías, terrenos ambos en los que se juega el desarrollo inmediato de nuestra sociedad. Progreso. El progreso, en la noción popular del término, evoca la mejora de las condiciones para el género humano en el transcurso del tiempo. En su origen. esta idea pertenece a la tradición cristiana, especialmente codificada por San Agustín en La ciudad de Dios, e implica la comprensión del tiempo como una línea recta en la que el futuro se presenta como juicio escatológico, hacia la utopía salvadora o la condena eterna. Esta idea del progreso fue adoptada por el pensamiento laico, especialmente por los ilustrados franceses y los marxistas, para los cuales la ley histórica predominante nos conduce a una situación paradisiaca, bien por la extensión del saber (la razón) o bien por la lucha de clases. Por otro lado, tal como señala Don Ihde, hay dos actitudes simétricas respecto a él. Primeramente, se encuentran los que consideran que en su nombre se justifica todo el esfuerzo tecnológico presente y que nos dirigimos hacia una utopía (una evolución ineluctable, marcada por un misterioso detenninismo tecnológico). En este sentido, la tecnociencia actúa como guía para lograr el equilibrio de la sociedad, a través de cierta ingeniería social y de los avances tecnológicos, que debieran permitimos vivir más felices. Es decir. el futuro siempre será mejor que el pasado o el prese~te, a pesar de los fallos parciales que hallemos en el camino y que iremos subsanando con el tiempo, progresivamente. En contra de esta opinión se halla la de aquellos que consideran que el progreso tecnológico nos está acercando. progresivamente, al desastre. A pesar de la aparente mejora de las condiciones de vida (mayor riqueza, longevidad, recursos médicos. etc.), al final del progreso, supuestamente sostenihle, nos encontraremos con un límite, el agotamiento de los recursos o la guerra. esto es, el eonñicto o la catástrofe. Entre los denostadores del pro213
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greso se encuentran los que piensan recuperar el mito de la «Edad Dorada», una condición mítica y primordial de libertad y felicidad, con frecuencia atecnológica, que vamos perdiendo progresivamente, como supone elludita radical John Zerzan en su Futuro imperfecto. En otro sentido, Agustín García Calvo, un pensador libertario más coherente y cercano a la visión convivencial de ciertas tecnologías (el ferrocarril, por ejemplo), denuncia la existencia de un devastador «progreso progresado» que todo lo justifica. En realidad, resulta tremendamente difícil evaluar si realmente existe progreso o no en la tecnociencia. Nos faltan datos comparativos fiables y aun debiéramos definir previamente los valores implicados en cada visión. Pero una reflexión como la de Karl Kraus merece al menos nuestra atención: ¡No hay respiro para la cultura, y en estos tiempos la humanidad yace sin vida junto a unos obras cuya invención le ha costado tanta inteligencia que ya no le queda resto de ella para manejarlas. Hemos sido lo suficientemente complejos como para construir máquinas y somos demasiado primitivos para ponerlas en funcionamiento. Estamos implantando un sistema de comunicación a escala mundial sustentado en raquíticas líneas de pensamiento. De la terrible devastación producida por la prensa impresa aun no podemos ní formamos una idea. He11Ws inventado el avión, pero nuestra imaginación avanza a la velocidad de una diligencia. Automóviles, teléfonos y propagación masiva de la estupidez; ¿quién puede adivinar cómo estarán conformados los cerebros de la generación venidera? (Contra los periodistas y otros contras). Finalmente, la valoración del progreso depende de nuesta visión ideológica del ser humano o de la sociedad, más allá del avance cierto de la tecnociencia, lo cual nos puede llevar a las paradojas de considerar que no todo el aparente progreso tecnocientífico suponga un progreso humano o, incluso, que en ciertos aspectos quizá no sea necesario progresar. 214
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Riesgo tecnológico. Se conoce por riesgo tecnológico las consecuencias negativas que podrían darse ante la implantación de una innovación o de un sistema tecnológico nuevo. El riesgo ha sido un término empleado en las ciencias naturales y en la matemática, tradicionalmente con metodologías estadística". Se han generado así diversos instrumentos conceptuales como la teoría del juego y los árboles de variantes, y en física y biología las popularizada" «teorías del caos». Pero junto a la comprensión cuantitativa existe una percepción del riesgo que tiene un elemento cualitativo, pues depende del sujeto que 10 percibe. Esta percepción no solo se encuentra mediada por motivos psicológicos, sino también sociales y culturales. Por ello se puede hablar de una construcción social del riesgo; por ejemplo, aunque el viaje en automóvil es mucho más peligroso que el vuelo en avión, una gran parte de la población considerará el segundo como más aniesgado que el primero. En cualquier caso, la percepción pública debería tener una importante incidencia en la toma de decisiones, como participación, porque el concepto de riesgo evoluciona de acuerdo con estos patrones psicológicos, sociales y culturales. A pesar de la posible disparidad de estas perspectivas sobre el riesgo, es cierto que existe una serie de elementos comunes a todo estudio sobre el riesgo como la posibilidad de daños y beneficios inesperados y la incertidumbre respecto al resultado final. De acuerdo con la visión del detenninismo tecnológico, no tiene sentido hablar de riesgo, porque el sistema se desarrolla y autorregula por su cuenta y, en todo caso, se pueden realizar predicciones simuladas pero no combatir los cambios. Emprender un cambio que implica riesgos solo tiene sentido cuando se puede obtener un beneficio y ello implica que puedan ocurrir efectos inesperados y dañinos. Pero de acuerdo con el especialista en el tema Ulrich Beck (La sociedad del riesgo: hacia una nueva modernidad). estamos entrando en una etapa del riesgo que afecta a la estrucrura 215
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social en su totalidad. Si bien es cierto que siempre han existido riesgos, atribuidos a causas naturales, divinas o metafísicas, ahora la principal causa del riesgo es la innovación tecnológica. cuyo control escapa a las instituciones encargadas de la seguridad de los ciudadanos. Existe por tanto una sensación «difusa» de riesgo, aumentada por la falta de control político y económico sobre las innovaciones tecnológicas, que quizá se manifiesta con un perfil de posible catástrofe, especialmente en el desarrollo genético (eugenesia), el fin de la biodiversidad y la degradación del medio ambiente y las arrnas de destrucción masiva. El desarrollo sostenible se convierte así en un modelo de desarrollo para paliar y controlar estos riesgos. Asimismo, el riesgo se extiende en dos ejes muy amplios en el espacio y el tiempo: abarca a todo el planeta y también a las generaciones futuras. Beck señala también que el riesgo no se reparte igualmente para todos los individuos; hay quienes pueden escapar o guarecerse mejor de ese riesgo, y hay quien vive a la intemperie de todos los riegos (http://www.gencat.es/mediamb/revista/rev24-4.htm). Y en este aspecto, la valoración universal de los riesgos ha de ser la prioridad absoluta desde un CTS crítico y activista, porque no es posible admitir éticamente los privilegios sociales y económicos a la hora de introducir una tecnología peligrosa. Sostenible. La definición más tradicional del término, según el informe Brundtland (1990) es: El desarrollo que es capaz de satisfacer las necesidades actuales sin comprometer los recursos y posibilidades de las futuras generaciones (hup://ccqc.pangea.org/castJsosteni/soscast.htm). Este informe sirvió de preparación para la Cumbre de Río de Janeiro sobre el Medio Ambiente celebrada en 1992. Pero es posible ampliar esta definición aun más; de acuerdo con la compañía farmacéutica Bristol Meyers Squibb: El desarrollo sostenible, o sostenibílidad. se define como la actividad 216
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económica que satisface las necesidades de la generación presente sin afectar la capacidad de las generaciones futuras de satisfacer sus propias necesidades. La sostenibiiídad se basa en tres componentes: el económico, el social y el ambiental. Los aspectos económicos de la sostenibilidad comprenden, entre otros, el rendimiento financiero, la remuneración de empleados y las contribuciones a la comunidad. Como ejemplos de los aspectos sociales están las políticas de beneficio público, las normas de equidad laboral y el trato justo de empleados. En los aspectos ambientales se incluyen los efectos en el aire, agua, tierra, recursos naturales y salud de los humanos. Nótese que en la segunda definición se emplean conceptos que van más allá de los medioambientales. La cuestión es hasta cierto punto simple; la capacidad de regeneración de la naturaleza es limitada. Y frente a la forma tradicional de entender el crecimiento económico, que no tiene en cuenta el medio ambiente, se propone como solución un modelo económico alternativo que instaure ciertos límites. Así que se plantea la dialéctica entre crecimiento y desarrollo como dos términos antagónicos, aunque en algunos discursos tiendan a confundirse. Pero este modelo no es nada sencillo de establecer. En la globalización la distribución de las fuentes de riqueLa es muy desigual. Controlar los recursos naturales es más sencillo en EE. DU. o en Europa que en los países el Tercer Mundo, porque estos últimos tienen su principal fuente de ingresos en la explotación y exportación de materias primas. y necesariamente surgen conflictos entre los intereses industriales, los culturales y los ecológicos. Desde el punto de vista social hay que buscar un equilibrio, una participación de la sociedad y la preservación de las diferentes culturas. Desde el punto de vista económico hay que lograr la remuneración justa de los trabajadores, satisfacer las necesidades individuales y un desarrollo agncola e industrial adecuados. Desde el punto de vista ecológico es necesaria 217
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la preservación de la biodiversidad, el mantenimiento de los recursos naturales y la limpieza del agua y el aire. Pero. en realidad, el sistema económico en el que vivimos no tiene casi nada que ver con esto. A pesar de las diferentes actas y comisiones ministeriales, lo que realmente ocurre es que vivimos en una economía de crecimiento, competitiva y que arrasa los recursos naturales. El desarrollo sostenible se ha convertido en la palabra mágica, en una idea que sirve para tranquilizar esa conciencia ecológica difusa y para el marketing de las grandes compañías, que muestran así su cara más amable. Siendo conscientes de esta manipulación retórica, desde CTS es importante utilizar con precisión y verdadero sentido este concepto. aunque la inquietante pregunta de fondo es si, realmente, a partir de la visión actual del progreso y de la tecnoclencía occidental, es posible una verdadera sostenibilidad o todo es un espejismo y una falacia que desembocará en la catástrofe. Quizá sea tiempo de buscar otras opciones, otras acepciones más restringidas y autocríticas del concepto. o acaso de sustituirlo definitivamente por otro menos problemático y engañoso. Técnica. Comúnmente se entiende como la habilidad para conseguir un resultado, ya sea con el empleo de instrumentos o únicamente gracias a la destreza manual, y se diferenciaría de la tecnología porque no media todavía un conocimiento científico de carácter teórico. Su origen está en el término griego techné y su versión latina es ars; de ahí la expresión. por ejemplo. de «artes mecánicas». tan en boga en el Renacimiento y la primera Revolución Industrial. En la actualidad es un término con múltiples acepciones. en ocasiones difíciles de precisar. Carl Mitcham recoge las siguientes definiciones: 1) El cómo se realizan las cosas usualmente. 2) El esfuerzo para superar el entorno físico ... y los intentos de sojuzgar o controlar el medio fí218
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síco por medio del uso imaginativo o ingenuo de todos los recursos disponibles. 3) No es otra cosa que el área de interacción entre nosotros, como individuales, y nuestro entorno, sea natural o espiritual, natural o artificial (Thinking Thmugh Technology). También hay que recordar que la técnica es una de las fuerzas en el proceso de hominización, acaso la más importante, lo que le lleva a un autor como Juan David García Bacca a su defensa apasionada como factor esencial de lo humano (Elogio de la técnica). Si bien es cierto que algunas especies animales emplean útiles rudimentarios para adaptar el medio a sus necesidades (entre los primates. los chimpancés y los gorilas), ninguna otra especie las ha desarrollado como el ser humano. De acuerdo con Lewis Mumford, la técnica se extiende a casi todos los dominios de la actividad humana. incluido el lenguaje. por 10 que incluso formaría parte de nuestra historia evolutiva. Tecnociencia: Este término fue acuñado en los años sesenta por el filósofo de la ciencia Gastan Bachelard al proponer que en la actualidad es muy difícil separar los dos ámbitos: el conocimiento puro y su aplicación práctica. En 1987 el filósofo posmoderno Bruno Latour la retoma y la hace popular como modelo explicativo de la actividad científica en general. En este contexto, las investigaciones teóricas de los científicos se emprenden cada vez con más frecuencia para conseguir un resultado práctico. lo que se conoce como I + D (Investigación más Desarrollo). por lo que es justo adscribir una fuerte relación, de facto, entre la ciencia y la tecnología. Por otro lado. la ciencia reclama la construcción de aparatos cada vez más sofisticados para poder continuar sus investigaciones, y ante 10 cual Carl Mitcham propone (Thinking Through Technology) que podemos entender que la tecnología es ciencia aplicada (las teorías y leyes que se encuentran en la 219
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ciencia), pero también que la ciencia es tecnología aplicada (el uso de instrumentos cada vez más sofisticados, creados ex profeso para la investigación científica). En este aspecto, es preciso recoger la crítica que Hans Blumenberg señala respecto de las nuevas implicaciones interna'> de la tecnociencia: Tendencialmente, y debido a la separacián de instrumento y observador, el aspecto exterior de la «teoría», en lo que se refiere a su modo de proceder, se va haciendo más normal mientras se aleja la ciencia intencionalmente del deseo de saber y de la capacidad de saber de la persona corriente. Esto significa, y también sobre todo, que cualquiera no es capaz ya de comprender qué es lo que en aquellos objetos puede absorber una vida de trabajo. Para contrarrestar esta divergencia de la normalidad, grupos cada vez más numerosos de publicistas intentan que la teoría y el teórico mantenRan su «interés» para un público que paga. Para ello, como no podría ser de otro modo, al trabajador teórico se le respeta con mayor rapidez cuanto más se acerca al fenotipo familiar del burócrata y reivindica justamente la seriedad que confiere sobre todo el trato con fuertes sumas de dinero (La risa de la muchacha tracia). En este conexto social, un nuevo tipo de científico, como representante del conglomerado tecnocientífico, se convierte a menudo en un servidor de los intereses espurios de los Estados y las empresas, a la búsqueda de un beneficio inmediato. (http://babitat.aq.upm.eslboletin/nI6/aefer.html). Tecnología. lean Pierre Séris considera que en realidad técnica y tecnología designan lo mismo, y que simplemente el segundo término «suena rnejor» y les encanta a los políticos (esto es propio de los polisílabos). Por otra parte, Ignacio Quintanilla propone una definición para cada término, a fin de permitir su diferenciación; así, Técnica sería el conjunto de habilidades v conocimientos que sirven para resolver problemas prácticos, mientras que 220
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Tecnología, sería el conjunto de conocimientos basados a su vez en conocimientos científicos que permiten la descripción, la explicación, el diseño y la aplicación de procedimientos para resolver o conseguir determinados resultados (Tecnología: un enfoque filosófico). Si admitimos esta diferencia, consecuentemente, debemos establecer un neto «antes» y «después» en la historia, a partir del momento en el que la técnica da lugar a la tecnología. De acuerdo con José Sanmartín, no podemos hablar en sentido estricto de tecnología hasta que aparece la ciencia moderna, con Galileo y Newton. Lo que se produce antes, por muy espectaculares que sean sus resultados -piénsese, por ejemplo, en la arquitectura egipcia o la ingeniería romana-, no puede ser considerado más que como habilidades o destrezas de carácter técnico. Esta perspectiva, supondría apoyar la convicción de Mario Bunge, de que los verdaderos problemas humanos son aquellos que se pueden plantear de forma ingenieril. es decir, en los que se puede establecer un sistema de soluciones basadas en principios teóricos. En cierto modo, esta división coincide con el cambio que existe en la filosofía con respecto a los saberes prácticos, a las tecnés clásicas. No es casual que el primer filósofo que desarroJle una preocupación por lo tecnológico sea Prancis Bacon, uno de los primeros en intentar cambiar también el modo de hacer filosofía. Resulta especialmente reveladora su consideración del conocimiento como conocimiento de causas -siguiendo hasta cierto punto a Aristóteles-, pero solo del conocimiento de la causa eficiente como la fuente para conocer las leyes que rigen el calor, la materia, etc., para poder transformarlas. Esto es, lo importante de ese conocimiento es el poder práctico que genera. En esta misma línea se puede encuadrar el pensamiento crítico de Heidegger sobre la tecnología. La ciencia moderna es precisamente la que transforma el mundo en un «estar a la mano» o estar a «disposición 221
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de». Es interesante notar que la definición de Quintanilla sirve tanto para aquellos que consideran lo tecnológico como un proceso altamente positivo -como Bungecomo para aquellos que consideran que la tecnología supone la decadencia del pensamiento occidental, como Heidegger. Pero ya en los años cincuenta comienza a replantearse la cuestión de la técnica con otra perspectiva más global. De acuerdo con Jacques Elull (El siglo XX y la técnica), la technique. un concepto central para su crítica a la nueva sociedad tecnológica, es entendida como la totalidad de los métodos alcanzados racionalmente y que tiene absoluta eficiencia en cualquier campo de la actividad humana. Esto es, la tecnología forma un sistema que impone sus propias necesidades, de forma independiente al cálculo racional indicado antes, al menos desde la perspectiva social. Finalmente, la tecnología se encontrará envuelta en una nueva y controvertida asociación, a través del neologismo tecnociencia, que manifiesta acaso la visión de un cierto «fin de la ciencia» teórica (John Horgan) derivado de una visión tecnologicista de la misma. La tecnología sigue siendo el tema teórico central de CTS, que requiere ser revisado críticamente y de manera constante para ir aclarando sus paradojas y problemas. Utopía. En su origen griego, utopía significa «lugar inexistente». por lo que su territorio natural ha sido el papel impreso, a partir de su primera ubicación, la Utopía de Tomás Moro. Estos territorios o ciudades imaginarias, entre la literatura y la política, siempre han sido proyectadas con la esperanza de que posibiliten una vida perfecta, eliminando el dolor y el sufrimiento. Y ya desde el Renacimiento el esfuerzo tecnológico occidental se ha orientado hacia la consecución de ese estado ideal, de máximo bienestar, cuyo imaginario cristaliza en la figura de la utopía. Lewis Mumford escribe al respecto de estas fundacionales
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utopías renancentistas: Las utopías más importantes del tiempo, Crístíanopoíis. la Ciudad del Sol, por no decir nada del fragmento de Bacon o de las obras menores de Cyrano de Bergerac, todas giran alrededor de la posibilidad de utilizar la máquina para lograr que el mundo sea más perfecto: la máquina fue el sustituto de la justicia, de fa sobriedad y del valor de Platón; incluso si lo era asimismo de los ideales cristianos de la gracia y la redención. La máquina se presentó como el nuevo demiurgo que debía crear unos nuevos cielos y una tierra nueva. Al menos, como el nuevo Moisés que había de conducir a una humanidad bárbara a la Tierra de Promisión (Técnica y civilización). La tecnología se convierte así. apoyada en una ciega fe en el progreso, en el medio constructivo por excelencia de una utopía, transformada en tecno-utopía, que continúa presente en la Ilustración francesa y el positivismo de Comte durante el siglo XIX, hasta que, a partir del siglo XX, comienza a proyectar una sombra amenazadora. A comienzos del siglo, el género de la ciencia-ficción nos muestra su contrafigura o «distopía» (1984, Nosotros, Un mundo feliz, Farenhelt 451, etc.), en la cual la tecnología es la causa de la tiranía, hasta que a finales del siglo y del milenio las distopías proliferan por doquier, como en el cine (Mad Max, Blade Runner; Mínority report, etc.), dibujando ya el escenario de la pura catástrofe. Es en este mo"mento cuando aparece en todo su esplendor la visión de la utopía virtual del ciberespacio, como la reedición de la civítas ei agustiniana o Nueva Ciudad de Dios, recuperando su filiación religiosa de carácter tecnohermético. Al mismo tiempo, desde la cibercultura crítica parece resucitar una suerte de contrautopía anarquista alternativa, basada en las redes ciudadanas y en una tecnología convivencial dirigida a crear las comunidades reales-virtuales de la resistencia. Esa es la idea que maneja el cyberpunk y teóricos como Hakim Bey en sus Zonas Temporalmente
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Autónomas, calificadas como «utopías piratas» (http://www.geocities.com/Athens/5534/bey.html ). La tarea teórica y práctica más importante de CTS es, en última instancia, determinar qué hay de cierto en las promesas de la tecnoutopía para el futuro inmediato -y acaso clausurar definitivamente su esperanza, como un concepto reaccionario-c-, para construir las microutopías alternativas y razonables.
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Antología de textos sobre tecnología
ON esta selección de fragmentos, que cubren desde la ciencia-ficción a la filosofía de la tecnología pasando por la sociología o los estudios del futuro, tratamos de mostrar la diversidad de enfoques que esta materia tiene en el mundo presente. Por supuesto existen precedentes, especialmente desde el siglo XVI, donde comienza a vislumbrarse la importancia social de la tecnología, y como tal, aunque sea brevemente, hemos de incluirlos. Claramente, el siglo xx ha sido un buen semillero desde la filosofía de la tecnología, para tematizar esta serie de problemas y hemos incluido un apartado al respecto. Por otro lado, en todo el libro hemos intentado mostrar también la importancia del conflicto y de la polémica en la comprensión de la tecnología. Pero estas discusiones, gracias a la red. adquieren ese sentido cibercultural que define tan distintamente nuestra época y que nos colocan en un nuevo contexto. Asimismo, hemos intentado mostrar cómo, a diferencia de otras épocas, el pensamiento hispano (en él abarcamos España e Hispanoamérica, tal como propusimos en La Nueva Ciudad de Dios) ha producido un muy valioso pensamiento CTS y también desde el punto de vista cibercultural. Finalmente, hay que indicar que la traducción de algunos textos originales es nuestra.
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Antecedentes Todo es número Escuela Pitagórica Déjame comenzar observando, primero, que fueron nueve mil la suma de los años que han transcurrido desde que la mencionada guerra tuvo lugar entre los que habitaban más allá de las Columnas de Hércules y los que vivían dentro de ellas: esta es la guerra que describiré. De un lado de los combatientes se sabe que la ciudad de Atenas tuvo un general que luchó en la guerra: del otro los combatientes fueron mandados por los reyes de la Atlántida, de la cual se decía que era una isla mayor que Libia y Asia, y que después se hundió por un terremoto, convirtiéndose en una barrera de barro insuperable para los navegantes que navegaban desde ahí a cualquier parte del océano. PLATÓN,
Criüas
La filosofía se divide en teorética, práctica, mecánica y lógica. Estas cuatro comprenden todo el conocimiento. RuGO DE SAINT VICTOR,
Summa http://www.newadvent.urglcathenl07521c.htm Supongo que el cuerpo no es otra cosa que una estatua o máquina de tierra a la que Dios da forma con el expreso propósito de que sea 10 más semejante a nosotros, de modo que no solo confiere a la misma el color en su exterior y la fonna en todos nuestros miembros, sino que también dispone en su interior todas las piezas requeridas para lograr que se mueva, coma, respire y, en resumen, imite todas las funciones que nos son propias, así como cuantas podemos imaginar que no provienen sino de la materia y que no dependen sino de la disposición de los órganos.
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Conocemos relojes, fuentes artificiales, molinos y otras máquinas similares que, habiendo sido realizadas por el hombre, sin embargo poseen fuerza para moverse de modos distintos en virtud de sus propios medios; creo que no sería capaz de imaginar tanta diversidad de movimientos en esta, que supongo construida por la mano de Dios, ni de atribuirle el artificio, como para que no tengáis motivo para pensar que pudiera ser aventajada por otra. RENÉ DESCARTES,
Tratado del hombre
Como en el nacimiento de las criaturas vivas, al principio tienen una forma incompleta, así ocurre con todas las innovaciones, pues son nacimientos del tiempo. Y sin embargo, como aquellos que primeramente traen el honor a su familia, son normalmente más valiosas que las que tienen más éxito. Pues el primer precedente (si es bueno) rara vez se consigue por imitación. Para mal de la naturaleza humana, ya que permanece pervertida, tiene como movimiento natural más fuerte la continuidad: pero lo bueno, como movimiento forzado, es más fuerte en un principio. Seguramente toda medicina es una innovación, y quien no emplee nuevos remedios debe aguardar nuevos males ya que el tiempo es el gran innovador, y si el tiempo altera sin duda las cosas a peor, y la sabiduría y el consejo no las alteran para mejor, ¿cuál será el final? Es verdad que lo que se asienta por costumbre, aunque no sea bueno, al menos es adecuado. Y esas cosas que durante mucho tiempo han ido juntas, es como si estuvieran aliadas entre sí; sin embargo, las cosas nuevas no encajan tan bien, y aunque ayudan por su utilidad, causan problemas por su inconformidad. Además, son como extranjeros, más admirados pero menos favorecidos. Todo esto es verdad si el tiempo se detuviera, pero se mueve tan claramente que la retención futura de una costumbre es tan turbulenta como una innova227
CARTA Al HUMO CIBERNETlCUS
APÉNDICEB
ción, y quienes reverencian demasiado a los viejos tiempos
no son sino una mofa para los nuevos. Sería bueno por lo tanto que los hombres y sus innovaciones siguieran el ejemplo del tiempo mismo, que desde luego in~o~a grande pero tranquilamente, y por grados, apenas percibible. Pues de otra manera, todo lo que sea nuevo no se busca y a veces repara algo y conjunta con otra cosa. Y quie~ es favorecido lo toma por una fortuna y agradece al tiempo, y quien es herido por error se lo imputa al autor. FRANCIS BACON,
On Innovaüon. (Essays¡
Fllosofia de la tecnología Esta nueva conciencia de la técnica como tal coloca al hombre, por vez primera, en una situación radicalmen~e distinta de la que nunca experimentó; en cierto modo, anutética. Porque hasta ella había predominado en la idea que el hombre tenía su vida, la conciencia de todo lo que podía hacer, de lo que no podía hacer, de lo que era incapaz de hacer; en suma, de su debilidad y de su limitación. Pero la idea que hoy tenemos -reavive ahora cada uno de uste~es esa idea que tiene- nos coloca en la situación tragicómica ---es decir, cómica, pero también trágica- de que cuando se nos ocurre la cosa más extravagante nos sorprendemos en azoramiento porque en nuestra última sinceridad no nos atrevemos a asegurar que esa extravagancia ---el viaje a los astros, por ejemplo-e- es imposible de realizar. Tenemos que, a lo mejor, en el momento de decir eso llegase un periódico y nos comunicara que, habiéndose logrado proporcionar a un proyectil una velocidad de salida superior a la fuerza de la gravedad, se había colocado un objeto terrestre en las inmediaciones de la Luna. Es decir, que el hombre está hoy, en su fondo, azorado por la conciencia de su principal limitación. Y acaso ello contribuye a que no
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sepa ya quién es -porque al hallarse, en principio, capaz de ser todo lo imaginable, ya no sabe qué es lo que efectivamente es. Josá
ORTEGA
y
GASSET,
Meditaciones de la técnica
¿Quién negaría que esto es correcto? Está claro que se rige por aquello que se tiene ante los ojos cuando se habla de la técnica. La definición instrumental de la técnica es incluso correcta de un modo tan inquietante, que además es aplicable a la técnica moderna, de la que normalmente se afirma, con una cierta razón, que, frente a la técnica artesanal de antes, es algo completamente distinto y por tanto nuevo. También la central energética, con sus turbinas y sus generadores, es un medio fabricado por hombres para un fin puesto por los hombres. También el avión a reacción y la máquina de alta frecuencia son medios para fines. Por supuesto que una estación de radar es menos sencilla que una veleta. Por supuesto que la fabricación de una máquina de alta frecuencia necesita del juego combinado de distintos procesos de trabajo de la producción técnico-industrial. Por supuesto que una serrería, en un valle perdido de la Selva Negra, es un medio primitivo en comparación con una central hidroeléctrica del Rin. Sigue siendo correcto que también la técnica moderna es un medio para fines. De ahí que la representación instrumental de la técnica determine todos los esfuerzos por colocar al hombre en el respecto correcto para con la técnica. Todo está en manejar de un modo adecuado la técnica como medio. Lo que queremos, como se suele decir, es «tener la técnica en nuestras manos». Queremos dominarla. El querer dominarla se hace tanto más urgente cuanto mayor es la amenaza de la técnica de escapar al dominio del hombre. MARTIN HEIDEGGER,
La pregunta por fa técnica
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CARTA AL HOMO ClBERNf.I1CUS
APÉNDICE B
Así pues, en puridad, no es la vida en general,. sino la vida humana la que debe considerarse como sujeto del progreso. Lo que en el mundo progresa o puede progresar es el hombre y la transformación de la naturaleza por el hombre. Entiéndase que al decir «naturaleza» incluyo también la humana. El hombre convierte en bienes na solo las cosas que le rodean, los mares, los ríos, las piedras, los metales, los árboles, sino también su propia naturaleza humana. La labor del hombre en este Planeta consiste en transformar las cosas indiferentes en bienes, en bonificar la realidad y mejorar de continuo lo ya bonificado, acercándole más a la perfección del valor puro. y también en perfeccionarse a sí mismo, haciéndose cada vez más.:apaz de rectas estimaciones y más fecundo en la creacron de esos bienes en donde encarnan los valores. El progreso es la colonización del mundo y la educación del hombre. Y si a esta labor queremos darle nombre de cultura, entonces puede decirse, con plenitud de sentido, que el progreso es el perfeccionamiento de la cultura. y claro está que de esa labor no puede, no debe quedar excluido ningún hombre. A todos incumbe en una u otra forma la función humana de crear bienes. Este universalismo es todavía hoy muy deficiente. Muchas y grandes masas de pueblos hállanse aún apartadas de la convivencia que pudiéramos llamar cultural. Pero inevitablemente, por fortuna, van siendo con rapidez incorporados los pueblos a la colaboración universal, ecuménica. Esta unificación de la humanidad planteará sin duda problemas difíciles. Confiemos en que los recursos inagotables del espíritu sepan vencer esas dificultades. MANUEL GARCÍA MORENTE,
Ensayos sobre el progreso
Es hora de que nos volvamos de nuevo humanos y que permitamos a la escala humana gobernar sobre todas nues230
Iras aventuras. El hombre que en contrapeso debemos conseguir es nuevo solo por contraste con un periodo distorsionado. Revive demandas viejas como eras que deben ser satisfechas en nuestra civilización si queremos que esta no colapse. Cada generación debe llevar tanto el peso del pasado como la responsabilidad del futuro. El presente se ve cada vez más como un mero eslabón entre el ayer y el mañana. Nos preocupa poco la cuestión de si el hombre conseguirá alguna vez un estado de infinita perfección. Estamos más cerca de la sabiduría antigua que veía la posible evolución moral que el curso del mundo debería tomar. Esto no significa' que debamos resignamos a la crueldad, la desesperanza o a la falta de remedio. Cada generación debe encontrar una solución distinta para el mismo problema: unir el abismo entre la realidad interior y exterior por medio de establecer un equilibrio dinámico que gobierne sus relaciones. SIGFRED GIEDIEON, La
mecanización toma el mando
Una casa es una máquina de habitar. Baños, sol, agua caliente, agua fría, temperatura a voluntad, conservación de los alimentos, higiene, belleza mediante la proporción. Un sillón es una máquina de sentarse, etc. Maple ha mostrado el camino. Los aguamaniles son máquinas de lavarse: Twyford los ha creado. Nuestra vida moderna, toda nuestra actividad, con excepción de la hora del tilo y de la manzanilla, ha creado sus objetos: su traje, su estilográfica, su «eversharp», su máquina de escribir, su aparato telefónico, sus admirables muebles de oficina, los espejos Saint Gobain y los equipajes «Innovation», la máquina de afeitar Gillette y la pipa inglesa, el sombrero hongo y la «Iimousine», el paquebote y el avión. LE CORBUSIER,
Hacia una arquitectura 231
CARTA AL HOMO ClRERNt:TICUS
Está claro que en la técnica están presentes los siguientes elementos. Ante todo la ley de la naturaleza; la «técnica nunca está>!' en contraposición a la «ley natural», la técnica es siempre el cumplimiento de la ley natural. Pero con ello no basta, dado que la naturaleza, abandonada a sí misma, cumple sus leyes en el tiempo y en el espacio y sin embargo nunca da origen, por ejemplo, a una rueda en movimiento. Es evidente que otros elementos derivan del espíritu humano, pero esta afirmación no es suficiente. También un paseo a la deriva del espíritu humano está en armonía con una ley natural, pero sin embargo no es una técnica. Si bien es cierto que la ley natural y el espíritu humano se unen en la técnica, queda por ver de qué naturaleza es este elemento específicamente humano en el campo de la técnica. FREDERICH DESSAUER, Filosofía de la técnica, en MALDONAOO, TOMÁS, Técnica y cultura Se puede establecer una diferencia entre la tecnología antigua y moderna: la primera se apoya en la guía primordial de las habilidades sensoriomotrices, las máximas técnicas y leyes descriptivas, mientras que la otra se apoya en estos recursos a la vez que en reglas y teorías tecnológicas. Uno debe mantener también que la presencia de las reglas y teorías tecnológicas socava la importancia de las habilidades y las técnicas. Sería, sin embargo, interesante ver cómo esas reglas y teorías tecnológicas hicieron posible el nacimiento de la nueva ciencia moderna y cómo a su vez fueron capaces de hacer posible el diseño ingenieril. CARL MITCHAM, Thinking Through Technology Como todas las actuaciones técnicas modernas, la capacidad de provocar la muerte en masa se ha expandido y acelerado. Hasta ahora las explosiones nucleares y la ex232
APÉ."lDlCE B
ploración con cohetes, ambas derivadas directamente de los planes de guerra, han sido las manifestaciones más conspicuas de nuestras instalaciones más letales junto con los sistemas de comunicaciones de los cuales dependemos. El hecho que los nuevos medios de exterminio no sirvan a ningún propósito humano presente o futuro, no importa su éxito en provocar una «sobremuerte», solo demuestra la existencia de una capa profunda de irracionalidad psicótica sobre la cual se asientan las fantasías de un arma absoluta, de un poder absoluto y de un control absoluto. Freud estableció un paralelismo entre los rituales mágicos de los así llamados pueblos primitivos y las personalidades neuróticas de nuestro tiempo. Pero no existen prácticas en estas culturas «atrasadas!') -c-cazadores de cabezas, caníbales o practicantes de muertes por vudú- que sea comparable, en su salvajismo primitivo y corrupción mental, a los planes de los científicos entrenados, tecnólogos y militares para infligir muertes colectivas en la especial que los agentes tecnológicos modernos han hecho posible. No es de extrañar que las nuevas generaciones contemplen a sus inmediatos ancestros con inexpresable horror y rabia. Comparado con la constante dedicación a la muerte de nuestra cultura, el culto egipcio a la muerte, desarrollado durante la era de las pirámides con sus magníficas construcciones, sus rituales mágicos y sus elaboradas técnicas de momificación, era una relativa exhibición inocente de irracionalidad. De hecho, las destrucciones que acompañaron a las guerras de las primeras máquinas militares eran tan limitadas, dado su apoyo sobre la simple energía humana y sobre las herramientas manuales, que incluso los más extravagantes esfuerzos se podían reparar. Es nuestra actual eliminación de todo límite la que 10 ha hecho posible solo gracias al avance de la ciencia y la tecnología, lo que revela la verdadera naturaleza de esta cultura y la elección de su destino. 233
CARTA AL HUMO ClHf.R,Vr.TICUS
APÉNDICE fI
Sí, los sacerdotes y los guerreros de la megamáquina pueden exterminar a la humanidad; por ello, si John van Newmann está en 10 correcto, lo harán. Ningún simple instinto animal de agresión satisface esta creciente aberración. Pero algo más que el instinto animal de supervivencia -más que un inmenso crecimiento de alerta emocional, preocupación moral y audacia- será necesario en una escala planetaria si la humanidad ha de salvarse a sí misma. LEWlS MUMFORD,
La megamáquina
La filosofía de la tecnología, claramente, no es en sí misma técnica y no debe serlo. Debe ser una reflexión filosófica y una crítica del fenómeno tecnología. Su papel, como toda «filosofía de... » no es muy distinto a la crítica literaria (o similar) respecto a un cuerpo de actividad especializada. Pero también, como todo campo crítico, la tolerancia, por no decir la apreciación de la crítica, no se toma siempre de fonna fácil. Pero, del mismo modo que los escritores, artistas o actores (o en este caso los tecnólogos) pueden librarse de sus críticos, independientemente de lo antagonistas o amigables que sean, por lo que este campo recientemente establecido y las tradiciones de la filosofía de la tecnología subsistirán a pesar de sus detractores. DON IHDE, Philosophy ofTechnology Ninguno de nuestros sabios hombres coloca siquiera el final de todas estas maravillas. El por qué es resueltamente sobrepasado. La respuesta que se le ocurriría a nuestros contemporáneos es: por mor de la felicidad. Desafortunadamente, no existe ya más cuestión al respecto. Uno de nuestros mejores especialistas en enfermedades nerviosas escribe: «Seremos capaces de modificar las emociones, deseos y pensamientos del hombre tal como 234
ya lo hemos hecho de forma rudimentaria con tranquilizantes». Será posible, dice nuestro especialista, producir la convicción o la impresión de felicidad sin una base real para ello. Nuestro hombre de la edad dorada, por lo tanto, será capaz de «felicidad» en medio de la más completa privación. ¿Para qué entonces se nos promete una comodidad extraordinaria, higiene, conocimiento y nutrición si, simplemente manipulando nuestro sistema nerviosa, podemos ser felices sin ellos? El último y flaco motivo que posiblemente podíamos adscribir a la aventura técnica se desvanece entonces en el aire gracias a la existencia de la técnica misma. Pero ¿qué bien lleva a lanzar preguntas sobre los motivos", ¿o por qué hacerlo? Todo eso debe ser el trabajo de algún intelectual miserable que respinga ante el progreso tecnológico. La actitud del científico, en cualquier caso, es clara. La técnica existe porque es técnica. La edad de oro será porque será. Toda otra cuestión es superflua. JACQUES ELULL,
El siglo xx y la técnica
Que se pongan límites es el primer deber de «toda» responsabilidad, sí, la condición de su existencia, pues solo así es posible la sociedad, sin la cual el hombre no puede ser, ni tampoco su poder sobre la naturaleza. Cuando más libre es la sociedad en sí, o sea, cuanto menos mermada resulte la libertad natural de las especies a través del dominio del hombre sobre los hombres, más evidente e imprescindible se vuelve en las relaciones interpersonales el deber de la limitación voluntaria. Algo comparable sucede en la relación de la humanidad con la naturaleza. Nos hemos tomado más libres en elJa gracias a nuestro poder, y esta misma libertad trae consigo obligaciones (esta vez, en efecto, unilaterales). Yendo al mismo paso que los actos de nuestro poder, nuestro deber bastaría para todo el globo y 235
CARTA AL HaMO C1BERNETICUS
en el futuro lejano. Es el deber de todos nosotros, porque somos coautores en las acciones y beneficiarios de las ganancias del poder colectivo. Aquí y ahora. así nos lo dice el deber, debemos reprimir nuestro poder, o sea, reducir nuestro placer, en aras de una humanidad futura que nuestros ojos ya no podrán ver. ¿Está dotada nuestra naturaleza moral también «para» esto, como lo está para la cercana relación interpersonal? Justicia, respeto, piedad, amor; impulsos de este tipo, que dormitan en nosotros y que son despertados con la convivencia, nos ayudan a salir de la estrechez del egoísmo. Nada parecido despierta en nosotros la abstracta personificación de una hipotética criatura humana futura; y el miedo a represalias desaparece aquí por completo. HANS lONAS, El principio de responsabilidad
Las declaraciones que los contemporáneos saben hacer a propósito de la técnica ofrecen un magro botín. En especial resulta sorprendente que los técnicos no logren ni siquiera inscribir su propia definición dentro de una imagen que capte la vida en el conjunto de sus dimensiones. La razón de esto es la siguiente: el técnico es sin duda el representante del carácter especial de trabajo, pero lo que a él no le es dado tener es una relación directa con el carácter total de trabajo. En los sitios donde falta tal relación ni puede decirse que haya. por muy excelentes que sean las prestaciones singulares, un orden que vincule y que en sí esté libre de contradicciones. La falta de totalidad se exterioriza en la aparición de un especialismo desenfrenado que intente elevar al rango decisivo el planteamiento particular de los problemas. Mas con ello no quedaría decidida ni una sola de las cuestiones significativas, aunque el mundo fuera objeto de una construcción completa.
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APÉNDICE B
¡Se ha extinguido! Se ha extinguido. ¿Se ha extinguido? Quizá los poderes de la edad de la máquina no son verdaderamente sobrenaturales, pero al menos parecen estar por encima del curso ordinario de la naturaleza para el hombre de la calle. Quizá ya no consideramos que nuestro deber consista en dedicar estos grandes poderes a la mayor gloria de Dios, pero aun nos parece impropio dedicarlos a propósitos vanos y egoístas. Hay un pecado, que consiste en el uso de la magia de la automatización moderna para aumentar las utilidades personales o para desatar los terrores apocalípticos de la guerra nuclear. Si este pecado tuviera que tener un nombre, dejemos que sea el de simonía o brujería. [...} Mientras sea posible hacer un autómata, sea de metal o meramente en principio, el estudio de su construcción y su teoría es una fase legítima de la curiosidad humana, y la inteligencia humana se estultifica cuando el hombre establece límites a su curiosidad. Sin embargo, hay aspectos de las razones de la automatización que van más allá de una curiosidad legítima y son pecaminosos en sí mismos. Pueden ejemplificarse en el tipo particular de ingeniero y organizador de la ingeniería que designaremos con el nombre de «adorador de artificios). NOBERT WIENER,
Dios & Golem
S.
A.
Para poseer una relación verdadera y efectiva con la técnica es preciso ser algo más que un mero técnico. El error que no permite que salgan bien las cuentas en ninguno de los sitios donde se intentan relacionar la vida con la técnica es siempre el mismo -y da igual que la conclusión a que se llegue sea el rechazo o sea la aceptación-o Ese error fundamental reside en poner al ser humano en relación inmediata con la técnica -ya viendo en él a su creador, ya viendo en él a su víctima-o El ser humano aparece 237
CARTA AL HOMO C/BERNET/CUS
APÉ:-IDlCE B
aquí o bien como un aprendiz de brujo que conjura unas fuerzas a cuyos efectos no es capaz de hacer frente o bien como el creador de un progreso ininterrumpido que corre presuroso hacia unos paraísos artificiales. E~~sTJÜNGER,Eltrabajador
Ciencia, Tecnología y Sociedad La reformulación del progreso tecnológico debería ser aceptable para los contrincantes del debate tecnología frente a sociedad y satisfacer aun la condición de no recopilar la evidencia del progreso más allá de límites tecnológicos y culturales y durante largos periodos. Pero todavía más importante es que todos estos ejemplos están en consonancia con la analogía evolutiva central de este libro. Desde Darwin, los evolucionistas orgánicos han sido reacios a aceptar la idea de que la vida evoluciona hacia un fin predeterminado. Hay que evitar la mención de la dirección, propósito o progreso en relación con la evolución orgánica porque se considera que introduce una especulación metafísica en el discurso científico. Más bien, explico la diversidad artefactual como la manifestación material del las diversas formas que hombres y mujeres han elegido a 10 largo de la historia para definir y mantener su existencia. Aunque se han realizado las elecciones conscientemente para satisfacer metas inmediatas, como la de volar en aparatos más pesados que el aire o una mayor eficiencia del combustible para un motor de automóvil, la suma total de estas elecciones no constituye el progreso humano. Una teoría operativa de la evolución exige que no haya un progreso tecnológico en el sentido tradicional del término, pero acepta la posibilidad de un progreso limitado 238
hacia una meta cuidadosamente elegida en un marco delimitado. Ni el registro histórico, ni nuestra comprensión del papel actual de la tecnología en la sociedad justifican el retorno a la idea de que existe una conexión causal entre los avances tecnológicos y la mejora general de la especie humana. Por ello, hay que descartar la popular pero ilusoria noción de progreso tecnológico. En su lugar deberíamos cultivar el aprecio por la diversidad del mundo producido, la fertilidad de la imaginación tecnológica y la grandeza y antigüedad de la red de artefactos emparentados. GEORGE BASALLA,
La evolución de la tecnología
El destino de Prometeo, como el de los héroes más trágicos, está asociado al concepto de hubris, «orgullo desmedido». Pero el orgullo, que en el drama lleva a la caída, no es considerado pecaminoso por los grandes autores de tragedia. Es un elemento esencial de la grandeza humana. Es lo que inspira a los héroes a enfrentarse con el universo, a retar el statu quo. Prometeo desafió a Zeus y trajo el conocimiento tecnológico a la raza humana. Prometeo fue un revolucionario como lo fueron Gutenberg, Watt, Edison y Ford. La tecnología es revolucionaria. Por lo tanto, la hostilidad hacia la tecnología es antirrevolucionaria, esto es, es reaccionaria. Este cargo generalmente se allana para los ecologistas y otros enemigos de la tecnología. Como los antitecnologistas son tradicionalmente «liberales» en sus actitudes, la idea de que son reaccionarios nos lleva a una paradoja. La visión trágica no se escapa de la paradoja; nos enseña a vivir con ambigüedad. Es al tiempo revolucionaria y cauta. Hubris. tal como se revela en el drama trágico, es un elemento esencial de creatividad; es también una falla trágica que contribuye al fallo de la empresa humana. Sin esfuerzo, sin embargo y sin osadía no somos nada. Walter 239
APÉNDICEB
CARTA AL HOMO ClBt.RNET/CIfS
Kcrr habló del «compromiso de la tragedia con la libertad, de la impávida exploración de lo posible». «En el corazón de la tragedia», escribe, «alimentando su energía, permanece el hombre casi dios deseando un estado de cosas más perfecto que cualquiera que exista ahora». Esta descripción del héroe trágico sirve bien, en mi opinión, como definición de la empresa tecnológica. ROBERf FlDRMAN, The Existeruiai Píeasures ofEngineering
No es natural, sino cultural, ni tampoco es una necesidad. No es natural, ya que son nuestro lenguaje, y el contexto social en el que se genera y manifiesta, los que determinan la noción de necesidad. La necesidad es un concepto socialmente construido, perfilado a partir de una elaboración social y cultural. Tampoco es en sí mismo una necesidad, ya que existe una distancia entre las necesidades percibidas y las legisladas por la naturaleza. Por definición, las necesidades que conocemos son tan solo aquellas que percibimos como tales, y volvemos con ello a la necesidad de elaborar la explicación de las mismas desde el reino de la cultura. Como consecuencia, debemos desechar la creencia según la cual el progreso técnico obedece a una lógica interna y a un modelo de desarrollo universal necesario. El hecho de que el campo de problemas que la sociedad debe resolver y el significado de los mismos varían de unos grupos sociales a otros implica que las soluciones tecnológicas a dichos problemas reflejan a su vez interpretaciones enfrentadas o conflictivas de factores políticos, morales y de otras índoles que intervendrán en el proceso de desarrollo tecnológico. Como la innovación es consecuencia de dichos conflictos, ya sea por la negociación o por la imposición, no podemos explicarla a partir del concepto de «necesidad práctica» ni por el de la maximización del concep-
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to de eficacia. Por tanto, estamos frente a un fenómeno cuyas formas concretas no son universales en sí mismas, no son necesarias, sino particulares y contingentes.
Sociedad informatimda. ¿ sociedad deshumanizada?
JAVIER BUSTAMANTE,
Así pues, la ciencia es mucho más semejante al mito de lo que cualquier filosofía científica está dispuesta a reconocer. La ciencia constituye una de las muchas fonnas de pensamiento desarrolladas por el hombre, pero no necesariamente la mejor. Es una fonna de pensamiento conspicua, estrepitosa e insolente, pero solo intrínsecamente superior a las demás para aquellos que ya han decidido en favor de cierta ideología, o que la han aceptado sin haber examinado sus ventajas y sus límites. Y puesto que la aceptación y rechazo de ideologías debería dejarse en manos del individuo, resulta que la separación de Iglesia y Estado debe complementarse con la separación de Estado Ciencia: la institución religiosa más reciente, más agresiva, más dogmática. Semejante separación quizá sea nuestra única oportunidad de conseguir una humanidad que somos capaces de realizar, pero que nunca hemos realizado plenamente. La idea de que la ciencia puede, y debe, regirse según las reglas fijas y universales, es a la vez irrealista y perniciosa. Es «irrealista- porque supone una visión demasiado simple del talento de los hombres y de las circunstancias que animan, o producen, su desarrollo. y es «perniciosa» porque el intento de reforzar las reglas está condenado a incrementar nuestra cualificación profesional a expensas de nuestra humanidad. Además, semejante idea es «perjudicial para la ciencia misma» porque olvida las complejas condiciones físicas e históricas que influyen sobre el cambio científico. Convierte la ciencia en algo menos agradable y más dogmático: toda regla metodológica va asociada
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AP~;NDlCE B
CARTA AL HOMO ClB/;"RNf:nCVS
a suposiciones cosmológicas, de modo que al usar la regla estamos dando por supuesto que dichas suposiciones son correctas. PAUL FEYERABENO,
Tratado contra el método
La ciencia ha sido institucionalizada y confirmada políticamente como un pilar básico de la sociedad. Así, mientras que en las sociedades libres la aconfesionalidad obligó a una separación constitucional de Iglesia y Estado, el Estado y la Ciencia funcionan en estrecha asociación. La misma existencia humana es sometida en todas sus facetas a un tratamiento científico que excluye cualquier otro punto de vista. Es solo la opinión de los científicos, de los expertos, la que cuenta. Este régimen epistemocrático excluye cualquier discusión pública y consciente de los ciudadanos hasta de asuntos que le afectan directamente: seguridad, salud, calidad de vida ... Por eso, aunque a la ciencia o, más exactamente, a sus primeros desarrollos, le debemos la lucha contra el autoritarismo y la superstición y, por tanto, nuestra mayor libertad intelectual, la ilustración de la humanidad; hoy resulta imprescindible, como reza uno de los ensayos de Peyerabend, defender a la sociedad contra la ciencia. Su idea es que cualquier ideología que haga que el hombre cuestione las creencias heredadas constituye una ayuda para ilustración. Una verdad que impera sin frenos ni equilibrio es un poderoso tirano que hay que derrocar, y cualquier falsedad que pueda ayudarnos en su derrocamiento ha de ser bienvenida. Así, del hecho de que en los siglos XVII Y XVlIl la ciencia fuera nuestro mejor instrumento de liberación e ilustración, no se sigue que lo continúe siendo. No hay nada inherente a la ciencia o a cualquier otra tradición que la haga especialmente liberadora. Los hechos parecen avalarlo. Miremos el papel que la ciencia juega en la educación. Desde la infancia, ense242
ñan «hechos científicos» del mismo modo que antes los hechos o misterios religiosos. No se hace ningún intento de despertar capacidades críticas. EUGENIO MOYA,
Crítica de la razón tecnoclensifíca
«Creo que nuestra misión es crear inteligencia artificial -declaró abiertamente Edward Fredkin-; es el próximo paso en la evolución.» Explicaba que han habido tres grandes acontecimientos de igual importancia en la historia del universo. El primero fue la creación del universo; el segundo, la aparición de la vida, y el tercero, el advenimiento de la Inteligencia Artificial. Lo último, según Predkin, es «una cuestión' que tiene que ver con todas las cuestiones. En sentido abstracto, nada se le puede comparar. Uno se pregunta por qué Dios no lo creó. Crear una superinteligencia, mucho más brillante que nosotros, es algo parecido a lo divino. Es la abstracción del universo físico, y es el punto final en esta dirección. Si hay preguntas a las que responder, así es como se van a responder. No puede ocurrir nada de mayores consecuencias en este planeta». «La empresa tiene carácter divino ---observó Pamela McCorduck, entusiasta de la Inteligencia Artificial-. La invención ---el descubrimiento interno-- de dioses representa nuestro compromiso con la trascendencia.» «Es difícil para mí creer que ahí fuera todo es solo un accidente» -dijo Predkin-c-. «El universo en sí mismo es el producto de "algo que podríamos llamar inteligencia".» De este modo, Fredkin veía implícitamente la evolución de la Inteligencia Artificial como un paso hacia una resolución final entre el creador y lo creado, un retomo de la mente a su origen divino. Moravec compartía la misma visión escatológica. «Nuestra especulación finaliza en la supercivilización -profetizó--. la síntesis de toda la vida del sistema solar, mejorándose constantemente y ampliándose, espar243
APÉNDICE B
CARTA AL HOMO ClBERNti1CIIS
ciéndose desde el Sol, convirtiendo la no vida en muerte. [...I Este proceso podría convertir todo el universo en una extensa ciudad pensante [...] el universo pensante [...] una eternidad de pura cerebración.. DAVID NOBLE,
La religión de la tecnología
Pero el estatus de la ciencia ha sido socavado progresivamente por varios eventos mayores. Primero, la historia de la ciencia ha mostrado, incluso a los científicos, que esta ha atravesado épocas completamente distintas de diferentes constelaciones en cuanto a contenidos básicos y enroques. La ciencia no es un fenómeno ahistórico. Segundo, la sociología de la ciencia ha proporcionado pruebas sobre el alto grado en que la ciencia moderna se define como tal, gracias a las cantidades de inversiones que van a sus diferentes ramas. Tercero. los escándalos científicos del tipo del ratón pintado o los falsos informes sobre el tratamiento del sida, se han hecho, en general, ampliamente conocidos. La situación es parecida con la tecnología. La autoridad de esta, que tuvo como respuesta la oposición de los sesenta y setenta, se ha visto desacreditada en muchas formas. Tómese, por ejemplo, la situación de la medicina. En los sesenta existía la creencia general de que el poder del progreso médico eliminaria la enfermedad o las plagas. Con el sida en la palestra, y la aparición de nuevas epidemias, estas esperanzas no son viables en absoluto. Más aun, el movimiento popular por el suicidio con asistencia médica se basa en el miedo general al sufrimiento, intensificado por las tecnologías médicas. Tanto la tecnología como la ciencia han perdido lustre. En una situación como esa, la llamada de CTS para una «alfabetización tecnológica» como paralelo a la «alfabetización científica» es ahora menos convincente de lo que fue. IvÁN !LUCH,
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¿E/final de los estudios CTS?
La transformación ocurrió en un par de centurias. Durante este tiempo la certidumbre radical fue el cambio, a veces llamado progreso, otras veces desarrollo, otras crecimiento. En este proceso secular los hombres aducían haber descubierto «recursos» en la cultura y en la naturaleza---en lo que habían sido sus ámbitos de comunidad- y los convirtieron en valores económicos. El historiador de la escasez relata la historia. Como la crema batida que se convierte bruscamente en mantequilla, el Horno miserabilis aparece, casi de la noche a la mañana, como una mutación del Homo economicus. el protagonista de la escasez. La generación posterior a la Segunda Guerra Mundial presenció este cambio de estado en la naturaleza humana, del hombre común al hombre necesitado. La mitad de todos los individuos nacidos sobre la tierra como horno son de esta nueva clase. Necesidades [en Sachs, Wolfgang (editor), Diccionario del desarrollo. Una guía del conocimiento como poder] IVÁN ILUCH,
No ha habido, por el momento, hasta donde podemos saber, ningún planteamiento epistemológico ludista, excepto tal vez Paul Goodman. que lo propuso en una ocasión. No estoy proponiendo echar mano del martillo, o nada que se le parezca. Ni tampoco abogar por leyes que puedan dañar la vida o la seguridad de nadie. La idea es que en determinadas circunstancias puede resultar útil desmantelar o desconectar un sistema tecnológico con vistas a abrir la posibilidad de crear el espacio y la oportunidad de aprender. Las partes más importantes del orden tecnológico a este respecto no se encuentran, de todos modos, en la estructura física del aparato. Hemos intentado sugerir aquí que las tecnologías a que hacemos referencia son en realidad «formas de vida>, -pautas de conciencia y conducta humanas adaptadas a un fin racional y productivo-c-. El1udismo en este contexto, 245
APÉNDICE B
CARTA AL HOMO C1HI:Rl','ETICUS
así pues, difícilmente podria hacer referencia al desmantelamiento de cualquier pieza técnica. Se abocaría más bien al análisis del elemento humano de la moderna tecnología social. Para ser más concretos, se trataría de tomar en cuenta al menos lo siguiente: 1) Los tipos de dependencia humana y conducta regularizada centradas en variedades concretas del aparato; 2) las pautas de actividad social que las técnicas racionalizadas imprimen en las relaciones humanas, y 3) las formas de vida cotidiana condicionadas por las redes tecnológicas de gran escala. Más que de un ataque salvaje, se trataría de un proceso meticuloso orientado a restaurar el significado de la cuestión: ¿Qué ocurre con nosotros mismos? Una medida a tomar, por ejemplo, sería la de que determinados grupos de individuos pudieran durante un periodo de tiempo, de manera consciente y mediante acuerdo previo, prescindir de determinadas técnicas y aparatos tecnológicos. Esto, seguramente, crearía experiencias de «alejamiento» muy similares a las que experimentan los adictos de la droga cuando intentan desintoxicarse. Dichas experiencias deben ser cuidadosamente observadas, como si se trataran de datos primarios, pudiendo analizarse a través de ellos las «necesidades» reales, los hábitos y las disfunciones de manera completa. Sobre esta base resultaría posible examinar la estructura de las relaciones o la nueva forma que tales relaciones podría llegar a adoptar. LANGDOM WINNER,
Tecnología autónoma
De donde nos encontramos ahora parten dos caminos hacia la madurez tecnológica. Uno es el camino de liberación de la abundancia, el otro el de la liberación de la dependencia. Ambos tienen el mismo destino: la reestructuración del espacio que ofrece a cada persona la experiencia, constantemente renovada, el saber que el centro del mundo es donde él vive. IVÁN ILLICH,
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Energía y equidad
Las condiciones de supervivencia son necesarias, pero no suficientes para asegurar la justicia: la gente puede sobrevivir en prisiones. Las condiciones para una distribución justa de los beneficios industriales son necesarias pero no suficientes para promover una producción convivencial: la gente se puede volver esclava de sus máquinas. Las condiciones para el trabajo convivencial representan enmiendas estructurales que hacen posible la distribución justa de poderes sin precedentes. IVÁN lLLlCH,
La convívencialidad
Tal como lo veo, una respuesta razonable (apenas una solución) al problema de vivir en una desarrollada Tecnópolis puede dividirse en dos partes: lo que los individuos pueden hacer sin importar lo que la cultura está haciendo, y 10que la cultura puede hacer independientemente de lo que hagan los individuos. Comenzando por la cuestión de la respuesta individual, debo decir que no tengo intención de ofrecer una lista de «cómo» a la manera de los expertos que ridiculicé en el capítulo 5, en nuestras «defensas rotas». Nadie es experto en cómo vivir la vida. Puedo, sin embargo, ofrecer un principio cuasi talmúdico que me parece una guía efectiva para los que quieran defenderse de los peores efectos de la Tecnópolis americana. Es este: debes intentar ser un amoroso luchador resistente. Esta es la doctrina, tal como diría Hillel. NEIL POSTMAN,
Tecnápoiis
Cibercultura Pudiera parecer que todo esto tiene poco que ver con la divisoria digital, o con Internet; pero creo que hay datos para pensar lo contrario. La capacidad de la economía y del sistema de información basados en Internet para conectar en red 247
APÉNDICE B
CARTA AL HOMO ClBEHNET1CUS
diferentes segmentos de las sociedades de todo el mundo articula los nodos clave en un sistema planetario dinámico. mientras descarta aquellos segmentos de las sociedades y aquellos lugares que ofrecen poco interés desde el punto de vista de la generación de valor. Pero estos elementos descartados tienen la capacidad para controlar a las personas y a los recursos locales de sus países. así como a sus instituciones políticas. Por tanto. las élites tratan de ejercer su poder sobre las personas y el territorio para proporcionar el acceso de las redes globales de dinero y pondera todo lo que aun quede de valor en el país, a cambio de la participación subordinada de dichas élites en estas redes globales. Las personas marginadas en este proceso. por su parte. tienden a utilizar una serie de estrategias que no son necesariamente incompatibles: sobreviven en la economía informal a escala local; tratan de competir globalmente dentro de la'> redes de la economía criminal y se movilizan para obtener recursos de las élites locales globalizadas, presionándolas para que compartan los beneficios obtenidos gracias a su incorporación a las redes globales. O bien se movilizan para constituir su propia agencia de intermediación con el sistema global. amenazando al Estado con la separación o con la suplantación en el Gobierno. MANUEL CA5TELLS,
La Galaxia Internet
Si las cosas siguen como hasta ahora, es muy posible que la divisoria digital siga ampliándose hasta que acabe por sumir al mundo en una serie de crisis multidimensionales. El nuevo modelo de desarrollo requiere que superemos la divisoria digital planetaria. Para ello necesitamos una economía basada en Internet. impulsada por la capacidad de aprendizaje y generación de conocimientos, capaz de operar dentro de las redes globales de valor y apoyada por instituciones política legítimas y eficaces. El interés 248
general de la humanidad sería que encontráramos un modelo ajustado a dichos criterios mientras aun estemos a tiempo de evitar el drama de un planeta dividido por su propia creatividad. MANUEL CASTELL5.
La Galaxia Internet
Incluso en esta precipitada descripción, vemos inmediatamente los tonos pitagóricos en los sueños de la cibernética contemporánea. Todo lo que se descarga en un ordenador debe ser necesariamente expresado en números -para ser precisos, en términos de «cero» y «unos-c-. El sublimemente simple y al tiempo infinitamente maleable código de ceros y unos es el conjunto edificador con el cual se construye todo el ciberespacio. Más allá de los sueños de descargar la mente está esa profunda actitud pitagórica. Como los antiguos pitagóricos. los campeones en descargar informáticamente la mente contemplan la «esencia» del hombre como algo reductible numéricamente, como los pitagóricos, su ciberalma es, en el fondo. matemática. El «verdadero» hogar del ciberalma no es el ámbito de la «carne», sino el eterno dominio de los datos digitales. Tenemos aquí lo que Eliade denominaría como «criptorreligión», un sistema cuasirreligioso en el que el ciberespacio retoma el papel concedido al espacio divino de los números-dioses pitagóricos. Los paralelismos entre los antiguos pitagóricos y los nuevos ciberpitagóricos van aun más lejos. Una de las creencia'> centrales de los antiguos pitagóricos era el eterno retorno del alma, una doctrina que algunos creen que Pitágoras tomó de la India. Como los hindúes, el maestro de Samas creía que el alma se reencarnaba continuamente en una serie de cuerpos físicos. Un proceso similar de metempsicosis se describe en una cantidad de fantasías de ciencia-ficción, especialmente la de Rudy Rucker, Wetware y Software. En 249
APÉNDICE B CARTA AL HaMO ClBERNETfCUS
esas novelas, tras cargar al personaje principal en un computador central, se lo descarga periódicamente en una serie de cuerpos androides cada vez más sofisticados. Mientras pasan los siglos se reencarna una y otra vez su ciberalma, retomando cada tiempo al mundo físico tras refrescarse continuamente en un «Vacío) ciberespacial. MARGARETH WERTHEIM,
The Pearly Gates of Cyberspace
No excluyo la posibilidad de que en mi posición, bastante crítica respecto de las realidades virtuales, pueda pasar por alto un importante aspecto de la cuestión. ¿Es justo sostener que la naciente cultura de la virtualidad (o, si se me permite, de la hipetvirtualidad¡ deba configurar siempre y de todas las maneras una irreversible enajenación en nuestra relación con el mundo real? En otras palabras, ¿es correcto excluir en principio que la frecuentación de las realidades virtuales pueda contribuir a un enriquecimiento, y no siempre a un empobrecimiento de nuestra relación cognoscitiva y, en última instancia, operativa con el mundo real? [... ] En verdad, existe una ambivalencia de fondo en las realidades virtuales y hasta en toda la cultura de la virtualidad. Se trata, sin embargo, de una ambivalencia que debemos tener en cuenta si queremos (como realmente queremos) resistir la tentación de interpretar unilateralmente el fenómeno, aun al precio de admitir cierta ambivalencia en el planteamiento lógico de nuestro tratamiento.
las innovaciones de Linux no es técnica, sino social: hasta el momento, Linux ha sido el proyecto que más lejos ha llevado el modelo del código abierto. El modelo de código completamente abierto emula el modelo científico: parte de un individuo se enfrenta a un problema y publica su primera solución. Otros interesados en el mismo problema se suman al proceso de resolverlo. El carácter abierto del modelo supone que todos tienen derecho a utilizar, comprobar y desarrollar esa solución libremente, lo que solo es posible si se publica el código fuente. La apertura también conlleva la obligación de que cualquiera que construya a partir del trabajo abierto de otros mantenga su trabajo igualmente abierto (esa es la idea original de Richard Stallman (1999) del «copyleñ»: todos los derechos revertidos). Cuando este modelo se realiza en Internet, el resultado es una red global de personas que ponen a prueba ideas diferentes y que las combinan gradualmente en un sistema impresionante. En la práctica, este tipo de desarrollo descentralizado requiere el tipo de grupos arbitrales que se utilizan en las publicaciones científicas: el desarrollo está abierto a cualquiera, pero algunas personas sirven a la comunidad en una función especial -a la que acceden por sus méritos y que solo conservan en la medida en que sus opciones sean compartidas por la comunidad crítica en sentido amplio-- al responsabilizarse de una determinada parte del sistema y elegir las aportaciones que se incorporan a él.
Lo real y lo virtual
PEKKA HIMANEN, La ética del hacker y el espíritu de la era de la infonnación
Miles de programadores han participado en el desarrollo de Linux, por no mencionar el enorme número de usuarios, que puede contarse por millones. Es innegable que Linux ha sido uno de los éxitos recientes más sorprendente del mundo informático. Sin embargo, la más importante de
En un mundo conectado, nuestra autonomía como personas individuales tiene que ser defendida en dos niveles. Para garantizar un grado razonable de autonomía individual tenemos que resistir a la tentación de automatizarlo
TOMÁS MALDüNAlJü,
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CARTA AL HOMO C!Bf.RNfT/CUS
APÉNDICE B
todo, incluyendo nuestras respuestas mentales, con una interactividad y una hipertextualidad excesivas. En el nivel público, es responsabilidad de los gobiernos de todo el mundo ~Y pronto la condición para la supervivencia-eproteger al dominio público de la toma de posesión y del control de la industria privada. La cuestión urgente es: ¿Cómo podemos proteger el dominio público de la privatización por parte de las grandes «industrias de la conciencia» (tomando prestada la brillante frase de Hans Magnus Enzensberger)? Con el pretexto de mejorar la competitividad, las industrias de cable y telecomunicaciones, que a menudo controlan los grandes intereses editoriales y los medios, están presionando para la adquisición y las fusiones. Mientras escribo esto, la más reciente de una serie de continuas y estratégicas fusiones y tomas de posesión de corporaciones que anhelan asegurar su dominio del mercado es la adquisición por parte de la Disney de la red americana de televisión ABe. Las anteriores adquisiciones de la CBS por parte de Sony y de la NBC por parte de la General Electrie y, en Canadá, la adquisición del consorcio editorial Maclean Hunter por parte del gigante de los operadores de cable Rogers Communications, están llevando a monopolios integrados verticalmente a oligopolios que merecen más atención que las expresiones de interés respetuoso que han suscitado en el gobierno. DERRICK DE KERCKHüVE,
Inteligencias en conexión
Las telecomunicaciones imponen una asociación forzosa: hemos sido empujados hacia una situación implosiva y potencialmente explosiva. Las comunidades humanas viviendo a velocidades diferentes, con niveles muy distintos de pericia social, están siendo lanzadas una sobre otras sin previo aviso o mediación alguna. No hay protocolos que 252
nos preparen para estas desordenadas confrontaciones, ningún entrenamiento sobre comportamiento social o colectivo. A medida que aumenta nuestra conciencia global, más conscientes y celosos nos hacemos respecto a nuestras identidades locales y de ahí la paradoja de la aldea global. Lo hiperlocal se hace complemento necesario de 10 hiperglobal. DERRICK DE KERCKHOVE, La
piel de la cultura
Estos problemas se resolverán cuando tengamos mejores teorías e instrumentos. Mientras, el principal problema al que nos enfrentamos no proviene de cuestiones filosóficas sobre si el cerebm es una máquina o no. No existe la menor duda de que el cerebro no es otra cosa que una máquina con una enonne cantidad de partes que funcionan de acuerdo con las leyes físicas. Al respecto, no se puede decir otra cosa que nuestra mente es simplemente unos procedimientos complejos. Los problemas serios provienen de que tenemos tan poca experiencia con máquinas de tal complejidad que no estamos preparados todavía para pensar efectivamente en ellas. MARVIN MINSKY,
The Society of Mind
Internet es interesante para mí porque parece tener un potencial liberador, queremos encontrarle su aspecto psicodélico. Personalmente me encuentro cada vez más pesimista: parece que todas las trayectorias acaban en una reducción de nuestra autonomía. Cybemetics & Entheogenics: From Cyberspace lo Neurospace
HAKIM BEY,
Hoy, creo que es posible mantener una visión materialista y racional sobre los seres humanos sin sentir ese cho253
CARTA AL /lOMO ClBERNETfCUS
APÉNDICE fI
que con las creencias sobre Dios y Su creación. Sin embargo, el sentido de que uno ofende al Altísimo al hablar de los humanos como máquinas puede que se esconda en el inconsciente menos racional de muchos. De ahí que la confusión y el prejuicio que rodean a la frase «la máquina humana» depende de la interpretación que se asigne al término «máquina». Claramente, una máquina es algo manufacturado por humanos, y en ese sentido un humano no puede ser una máquina. Pero la gente que hace máquinas desarrolla habilidades que les permiten entender mecanismos complejos de la naturaleza. En este sentido, el ser humano posee mecanismos prodigiosamente complejos que los constructores de máquinas pueden tratar de entender. Pretender entonces que tales mecanismos están impregnados con algún misterioso fluido que los distingue de las «simples» máquinas solo retrasará el conocimiento que un adecuado análisis puede traer. lOOR ALEKSANDER,
lmpossible Minds
Con la realidad virtual y todas sus consecuencias hemos pasado al extremo de la técnica, a la técnica como fenómeno extremo. Más allá del final, ya no hay reversibilidad, ni huellas, ni siquiera nostalgia del mundo anterior. Esta hipótesis es mucho más grave que la de la alienación técnica, o el apresamiento heideggeriano. Es la de un proyecto de desaparición irreversible, en la más pura lógica de la especie. La de un mundo absolutamente real, en el que, contrariamente al artista de Michaux, habríamos sucumbido a la tentación de no dejar huellas. Esta es la baza de la Virtualidad. Y no cabe duda de su ambición absoluta. Si llegara a su término, esta realización radical sería el equivalente de un crimen perfecto. Mientras que el crimen «original» nunca es perfecto y siempre deja sus huellas -nosotros mismos en tanto que seres vivos y
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mortales somos la huella de esa imperfección criminal-, el exterminio futuro, el que resultaría de una determinación absoluta del mundo y de sus elementos, no dejaría ninguna huella. Ni siquiera tendríamos la ocasión de desaparecer. Seríamos desintegrados en el Tiempo Real y la Realidad Virtual mucho antes de que las estrellas se apagaran. lEAN BAUDRILLARD,
El crimen perfecto
La escritura es, sobre todo, la tecnología de los «cyborgs», superficies grabadas al aguafuerte en estos años finales del siglo xx. La política de los «cyborge» es la lucha por el lenguaje y contra la comunicación perfecta, contra el código único que traduce a la perfección todos los significados, el dogma central del falogocentrismo. Se debe a eso el que la política de los «cyborgs» insista en el ruido y sea partidaria de la polución, regodeándose en las fusiones ilegítimas de animal con máquina. Son estos acoplamientos los que hacen al Hombre y a la Mujer tan problemáticos, subvirtiendo la estructura del deseo, la fuerza imaginada para generar el lenguaje y el género, alterando la estructura y los modos de reproducción de la identidad «occidental», de la naturaleza y de la cultura, del espejo y del ojo, del esclavo y del amo, del cuerpo de la mente. «Nosotras» no escogimos ser «cyborgs», pero escogemos las bases de una política liberal y una epistemología que imaginan las reproducciones de los individuos ante las más amplias multiplicaciones de los «textos». Desde la perspectiva de los «cyborgs», libres de la necesidad de basar las politicas en «nuestra» posición privilegiada de la opresión que incorpora todas las otras dominaciones, la inocencia de lo meramente violado, cuyo fundamento está cerca de la naturaleza, podemos ver poderosas posibilidades. Los determinismos y los marxismos han encallado en los imperativos epistemológicos occidentales para construir un su-
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CARTA AL HOMO ClBERN/;.TICUS
APÉl"DICE B
jeto revolucionario desde la perspectiva de una jerarquía de opresiones y/o de una posición latente de superioridad moral, de inocencia y de un mayor acercamiento a la naturaleza. DONNA HARAWAY, Manifiesto
cyborg, en Ciencia, cyborgs y mujeres
La dominación estructural de la lógica organizacional de redes y de la lógica relacional de flujos tiene consecuencias sustanciales sobre la estructura social, todas las que son a menudo consideradas como indicadores de la nueva sociedad de la información. De hecho, son la manifestación de una tendencia profunda: la emergencia de flujos como materia desde la que nuestras sociedades están hechas. Hipotetizaré la consecuencia principal de tal manifestación histórica: -La habilidad de generar conocimiento nuevo y recoger información estratégica depende del acceso de los flujos de tal conocimiento e información, ya sean flujos entre los centros de investigación o conocimiento privilegiado en el comercio de Wall Street. Es consecuencia de que el poder de las organizaciones y la fortuna de particulares dependa de sus posiciones respecto a tales recursos de conocimiento y de su capacidad para entender y procesar realmente tal conocimiento. Es en este sentido fundamental en el que vivimos ahora en una sociedad de la información basada en el conocimiento. Pero el punto clave a tener en mente es que no hay fuente privilegiada y simple de la ciencia o la información. El conocimiento es también un flujo. Ningún investigador o centro de investigación puede estudiar en aislamiento en la ciencia moderna. La inversión financiera puede ser hecha sin información especializada en el mercado, esto es, sobre un flujo de transacciones. MANUEL CASTELLS,
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La Era de la lnformación
Polémicas 173. Si se permite que la" máquinas tomen sus propias decisiones, no podemos conjeturar los resultados, porque es imposible adivinar cómo se comportarán tales máquinas. Solo podemos señalar que la raza humana estará a merced de las máquinas. Puede mantenerse que la raza humana no estaría tan loca para dejar su poder en las máquinas. Pero no sugerimos ni que la raza humana haga esto de forma voluntaria ni que las máquinas deseen adueñarse de ese poder. Lo que sugerimos es que la raza humana puede fácihnente permitir la deriva a una posición de tal dependencia sobre las máquina" que no habría otra elección práctica más que aceptar todas las decisiones dela máquina. Como la sociedad y los problemas a los que se enfrenta se vuelven cada vez más complejos y las máquinas se vuelven más inteligentes, la gente dejará la mayoría de las decisiones a estas, simplemente, porque las decisiones tomadas por las máquinas traerán mejores resultados que las humanas. Finalmente, se llegará a un estado en, que la" decisiones necesarias para mantener el sistema en marcha serán tan complejas que los seres humanos serán incapaces de hacerlo inteligentemente. En ese momento las máquinas tendrán el control efectivo. La gente no será capaz de, simplemente, desconectar las máquinas porque serán tan dependientes que hacerlo equivaldría a un suicidio. THEODOR KACKZINSKY,
Unabomber Manifesto
En esta pujanza de la capacidad y del saber técnicos, el hombre se revela ante sí mismo como el más nuevo e inquietante de los huéspedes: como hacedor-de-soles y hacedor-de-vida. Así. se ve impulsado a colocarse en un posición en la que ha de dar respuesta a la pregunta de si eso que él puede hacer en ese caso, y que hace. es realmente él mismo, y si en ese su hacer se encuentra cabe sí. 257
CARTA AL flOMO ClBERNETlCUS
APÉNDICE R
A la vista de los avances técnicos, no puede negarse que esta historia, en la medida en que es una historia del éxito del saber pudiente y del poder sapiente, también ha de leerse como una historia de la verdad y del aparente dominio sobre esta por parte de los hombres. Al mismo tiempo, es evidente que ella no puede ser sino una historia parcial de la verdad y de su siempre fragmentaria captación por parte de los hombres y de las empresas. Cuando el relámpago atómico se eleva sobre el desierto de Nuevo México, no está en juego ningún llegar-a-sí del hombre. Al respecto, Oppenheimer fue bastante ingenioso cuando llamó «Trinity» al primer ensayo nuclear; cuando Dol1y bala, el espíritu no está enraizado en el hogar, en casa y cabe sí; y cuando quienes la «produjeron» piensan en 10 Propio, lo hacen solo en forma de patentes. PETER SLOTEDIJK,
El hombre autooperable
Debemos considerar la posibilidad muy real de que las nuevas técnicas de la ingeniería genética no puedan, en resumidas cuentas, cumplir muchas de sus promesas. Digo esto porque la mayoría de los biólogos moleculares, aunque usan el lenguaje del nuevo relato cosmológico, siguen casados con la vieja forma de pensar industrial. Siguen queriendo forzar los procesos vitales dentro de contextos lineales; creen que es posible manipular el desarrollo gen a gen, como si un organismo fuera meramente el ensamblaje de los genes individuales que lo constituyen. Es probable que este anticuado enfoque reduccionista de la biotecnología, con su insistencia en la secuencialidad y la causalidad estricta, tenga solo un éxito limitado. El siglo de la biorecnologfa acabará finalmente perteneciendo a los pensadores sistemáticos, los que ven la biología más como un «proceso» que como un «montaje de piezas» y para quienes el gen, el organismo, el ecosistema, la biosfera, son un «su258
perorganismo» integral en el que la salud de cada parte depende de la salud y el bienestar del sistema entero. Por esto podrían acabar perdiendo los ingenieros genéticos su posición dominante en beneficio de los ecóJogos, cuyo pensamiento sintoniza mejor con las conciencia biosférica. Si pasase esto, es posible que las biotecnologías alternativas pudiesen todavía triunfar en el siglo de la biotecnología sobre las técnicas de empalme genético. JEREMY RIFKIN,
El siglo de la biotecnología
No es la primera vez que las sugestiones de una teoría de la evolución que penetra en el mundo de la vida conforman el horizonte asociativo de las discusiones públicas. La mezcla explosiva de darwinismo e ideología de libre comercio que se extendió en el paso del siglo XIX al xx bajo el paraguas de la «pax britannica», se renueva actualmente bajo el signo del globalizado neoliberalismo. Solo que ya no se trata de la generación total de nociones biológicas socialdarwinistas, sino el aflojamiento, fundamentado tanto médica como económicamente, de las «cadenas sociomorales» del avance biotecnológico. En este frente se debaten hoy las concepciones políticas de Schroeder y Rau, del PDF y los «Verdes». Es verdad que no faltan especulaciones temerarias. Un puñado de intelectuales completamente alucinados intenta leer el futuro en los posos del café de un poshumanisrno de giro naturalista solo para seguir tramando contra la supuesta pared del tiempo -c-ehipermodemos» contra ehipemormal»- los consabidos motivos de una ideología muy alemana. Afortunadamente, el adiós elitista de la «ilusión de la igualdad» y al discurso de la justicia aun no tiene demasiada fuerza de contagio. Las fantasías nietzscheanas de los que se hacen valer a sí mismos, que ven en la «lucha entre los pequeños y los grandes educadores del hombre» 259
CARTA AL IIOMO C1BERNETICUS
APÉNDICEB
el «conflicto fundamental de cualquier futuro» y animan a las «principales fracciones culturales» a «ejercer el poder de selección que prácticamente han conseguido», solo llegan por ahora a la categoría de espectáculos mediéticos. JÚRGEN HABERMAS,
El futuro de la naturaleza humana
¿Por qué hemos decidido dedicar tanto tiempo a denunciar estos abusos? ¿Representan un peligro real los posmodemos? Desde luego, para las ciencias naturales no, al menos por el momento. Los problemas con los que se enfrentan hoy las ciencias naturales están relacionados fundamentalmente con el financiamiento de la investigación y, concretamente, con la amenaza que supone para la objetividad científica la progresiva sustitución de la financiación pública por el patrocinio privado. Pero el posrnodernismo tiene muy poco que ver con todo esto. Sin embargo, obsérvese que los posmodernos y los relativistas no están en la mejor posición para «criticar» esta amenaza a la objetividad científica. desde el momento que niegan la objetividad incluso como meta. Son más bien las ciencias sociales las que sufren cuando los sinsentidos y los juegos de palabras a la moda sustituyen el análisis crítico y riguroso de las realidades sociales. ÁLAN SOKAL
y PAUL BRICMONT, Imposturas intelectuales
Día a día. río a río, bosque a bosque, montaña a montaña, cohete intercontinental a cohete intercontinental, bomba atómica a bomba atómica, casi sin que nos demos cuenta, nos están rompiendo. Las grandes presas son para el «desarrollo» de una nación 10 mismo que las bombas atómicas para su arsenal militar. Ambas son armas de destrucción en masa. Ambas son armas que los gobiernos usan para dominar a su propio pueblo. Ambas son símbolos del siglo xx que señalan un momento de la historia en que la inteligencia humana ha dejado atrás su propio instinto de supervivencia. Ambas son tristes testimonios de que la civilización se ha vuelto contra sí misma. Representan la ruptura del vínculo ---o, más que del vínculo, de la «compenetración»-- entre los seres humanos y el lugar en el que viven. Han embrollado la capacidad de conectar los huevos con las gallinas, la leche con las vacas, los alimentos con los bosques, el agua con los ríos, el aire con la vida y la tierra con la existencia humana. ¿Podemos deshacer el embrollo? Tal vez. Centímetro a centímetro. Bomba atómica a bomba atómica. Presa a presa. Tal vez riñendo guerras concretas de maneras concretas. Podríamos empezar en el valle de Narmada. ARUNDATH[
En la actualidad la naturaleza del poder se caracteriza por su neutralidad. y está arropada por la redacción cargada de nuevos deseos de los artículos de las constituciones llenas de democracia. Y ese poder es ejercido por los representantes elegidos por un pueblo ostensiblemente libre. Sin embargo, ningún monarca, ningún déspota ni ningún dictador de cualquier otra época de la historia de la civilización humana ha tenido acceso a armas como las que tienen ahora a su disposición los gobernantes.
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Rov, El álgebra de la justicia infinita
Historia del futuro El ser natural es el estado inercial del ser; el ser técnico es su estado dinámico. El estado inercial está abierto a futuro; el dinámico, al porvenir. JUAN DAVID GARCÍA BACCA,
Elogio de la técnica
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CARTA AL HOMO ClHJ::R,VETlC/..'S
APÉNDICE B
Debemos embarcamos en un gran y novedoso programa para hacer disponibles los beneficios de nuestros avances científicos y progreso industrial a fin de mejorar el crecimiento de las áreas subdesarrolladas. Más de la mitad de la gente de este mundo vive en condiciones cercanas a la miseria. Su alimentación es inadecuada. Son víctimas de la enfermedad. Su vida económica es primitiva y raquítica. Su pobreza es una barrera y esto amenaza no solo a ellos, sino también a las áreas más prósperas. Creo que deberíamos hacer disponibles, a esas gentes amantes de la paz, el beneficio de nuestra acumulación de conocimiento técnico, a fin de ayudarles a cumplir sus aspiraciones por una vida mejor. Nuestro propósito debería ser ayudar a liberar a la gente del mundo, por medio de nuestros propios esfuerzos, a producir más comida, más ropa, más materiales para casas y más poder mecánico para aligerar sus pesos. HARRY TRuMAN,
Acta de Bogotá
La aproximación típica consiste en especular sobre el futuro, estimar el número de puestos de trabajo que se perderán o crearán. Pero esta aproximación es poco más que un juego de adivinanzas, un juego sesgado, ya que el futuro se verá negro o rosa en función de quién lo mire y de quién pague por el pronóstico. Todo pronóstico crítico tiene su réplica en otro optimista. Una aproximación más significativa para estimar hacia donde nos dirigimos consiste en examinar desde un punto de vista hisu..ico de dónde venimos. La automatización no es un fenómeno nuevo. El propio concepto se forjó en 1947 para hacer referencia a la maquinaria automática de transporte de la Industria automovilística, y durante unos treinta años la traducción de equipos de computadoras automáticas no h .lejado de aumentar. En esta experiencia se pueden ve' vS resultados; ¿qué es lo que estos dicen", ¿cuáles son sus implicacio-
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nes? Además de realizar una aproximación histórica, nos puede ser de gran ayuda ser más concretos acerca de aquello sobre 10que estamos especulando. El impacto de la automatización en la sociedad se condensa de forma clara en el impacto que tiene sobre las personas en particular. No existen cálculos generales para valorar los costes sociales y los beneficios de la automatización porque precisamente estos costes y beneficios si los padece no los disfruta la misma gente, y porque la ganancia de un hombre es la pérdida de otro. Por esta razón, al intentar valorar las consecuencias sociales de este progreso, debemos aprender a preguntar: progreso, ¿para quién? DAVID NOBLE,
La locura de la automatización
El próximo siglo será una buena época para nuevos comienzos. La tecnología guiada por la ética tiene poder para ayudar a los miles de millones de personas pobres que hay en todo el mundo. Una parte excesiva de la tecnología actual se dedica a fabricar juguetes para los ricos. La ética puede impulsar la tecnología en una nueva dirección, desviándola de los juguetes para ricos y orientándola hacia las necesidades de los pobres. La época es propicia para que esto suceda. El sol, el genoma e Internet son tres fuerzas revolucionarias que llegan con el nuevo siglo. Estas fuerzas son lo bastante potentes para acabar con algunos de los peores males de nuestro tiempo, uno de los cuales es la pobreza rural. En todo el mundo, y sobre todo en los países pobres del Sur, millones de personas desesperadas dejan sus aldeas y emigran en masa a ciudades superpobladas. Existen ya en el mundo diez megaciudades con el doble de población que Nueva York. Pronto habrá más. Ciudad de México es una de ellas. Una de las causas de migración es el aumento de la población: la otra causa es la pobreza y la falta de empleo en las aldeas. Si queremos tener un futu-
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CART!\ AL HOMO C!Hf..RSE11CUS
APÉNDICE B
ro decente, habrá que frenar la explosión demográfica y la pobreza. Muchos expertos en población afirman que si se lograra mitigar la pobreza, la población se estabilizaría sola, como ha ocurrido en Europa y Japón. FREEMAN DYSON,
El sol, el genoma e Internet
Irónicamente, hoy disponemos de mecanismos de escucha infinitamente más potentes y omnipresentes que todo lo previsto por Orwell en su novela. Sin embargo, seguimos disfrutando de libertades democráticas básicas. Al releer 1984 nos sorprende comprobar hasta qué punto eran primitivos los métodos electrónicos descritos en el texto, en comparación con los mecanismos actuales. Pero es posible que la influencia del ordenador y de Internet hayan hecho aumentar, en vez de disminuir, nuestra libertad de expresión y nuestro acceso a la información. Muchos han saludado Internet como una fuerza intrínsecamente democrática y descentralizadora, que debilita las cadenas de la dictadura y de los regímenes autoritarios. Los gobiernos opresivos están en desventaja si la información puede diseminarse por todo el mundo a un millón de personas con solo pulsar una teda. Sin embargo, hay peligros reales. El primero es la amenaza a las libertades civiles (intimidad, censura, escuchas ilegales), que no harán otra cosa sino agravarse en el próximo siglo. Cada generación de códigos secretos estimulará nuevos intentos de descifrarlos. El segundo peligro es la posibilidad real de que la revolución informática arroje a la indigencia a millones de personas, sesgando de este modo la distribución de riqueza en este planeta. La sociedad podría convertirse cada vez más en una nación de «ricos» y «pobres" de la información. Esto sucede ya en pequeña escala, y se acelerará en el próximo siglo. Además, a finales del siglo XXI, quizá desde el 2050 hasta el 2100, existirá el peligro de que los robots puedan
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hacerse gradualmente «autoconscientes» y, por tanto, plantear una amenaza para nuestra existencia. Aunque esta idea es totalmente especulativa, los científicos han dedicado no pocas reflexiones a la cuestión de cómo controlar mejor a los robots a medida que estos asuman gradualmente un número cada vez mayor de características humanas. MICHlü KAKU, Visiones Como en el interior de un holograma, cada parte del mundo es un componente de un todo, aunque el mundo entero esté presente en cada una de sus partes. Del mismo modo, cada persona, en cada nación y cultura, abarca el mundo siendo, a la yez, una parte del mundo. La incertidumbre surge de esta paradoja. La incertidumbre está también en relación con la rapidez del cambio. No obstante, a menudo olvidamos que los diferentes cambios ocurren todos al mismo ritmo. Algunos cambios son extremadamente rápidos, mientras que los otros tienen lugar con lentitud. Los cambios económicos, tecnológicos y políticos son rápidos a menudo. Sin embargo, la capacidad de la gente y de las instituciones para adaptarse tiende a ser más gradual. En el Club de Roma se conoce este fenómeno como el intervalo humano. Es decir, la humanidad se encuentra en una carrera continua de ajuste a los cambios rápidos que preceden su capacidad de adaptación. La futurologfa supone un compromiso con el cambio y la acción que implica una voluntad de construir el futuro más que adaptarnos simplemente. El ser humano se halla en el centro del compromiso de la futurología con el cambio. Esto entraña responsabilidad y valores éticos fuertes. Con todo, a pesar de ladas nuestras herramientas intelectuales y morales, los futurólogos todavía son incapaces de ofrecer las teorías de su disciplina. ELEüNüRA MASINI BARBIERI,
Claves para el siglo
XXI
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CARTA AL HOMO C1BERNt7lCI./S
APÉNDICE B
Literatura y ciencia-ficción No hay seguridad --citando sus propias palabras- de que no se produzca el desarrollo final de la consciencia mecánica por el hecho de que ahora las máquinas tengan poca consciencia. Un molusco no tiene mucha consciencia. Piense en el extraordinario avance que han hecho las máquinas durante los últimos siglos y observe lo lentamente que avanzan los reinos animal y vegetal. Las máquinas más organizadas no son criaturas del ayer, sino de hace cinco minutos, por decirlo así, en comparación con el pasado. Suponga, para entrar en el razonamiento, que los seres conscientes han existido desde hace veinte millones de años, ¡y mire las zancadas que han hecho las máquinas en los últimos mil! ¿No es posible que el mundo dure otros veinte millones de años? Si es así, ¿en qué no se convertirán al final? ¿No es más seguro acabar con el mal con un pellizco cuando está brotando y evitar que progrese? ¿Pero quién puede decir que el motor de vapor no tiene una clase de consciencia? ¿Dónde empieza la consciencia y dónde acaba? ¿Quién puede marcar la línea divisoria? ¿Quién puede marcar cualquier línea? ¿No está todo interrelacionado con todo? ¿No está la maquinaria vinculada con la vida animal en una ínfima variedad de modos? La cáscara de un huevo de gallina está hecha de un delicado material blanco, y es en todo como una máquina, del mismo modo que la huevera: la cáscara es un dispositivo para contener el huevo, del mismo modo que lo es la huevera para contener la cáscara: ambas son fases de la misma función. La gallina hace la cáscara dentro de ella, pero es pura cerámica. Ella hace su nido fuera de ella misma por pura conveniencia, pero el nido no es más máquina que la cáscara. Una «máquina» solo es un dispositivo. SAMUEL BL'TI_ER, Erewhon
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El cine sería el resultado donde vendrían a confundirse, para perderse, las filosofías y las artes dominantes, una suerte de confusión entre el alma humana y los lenguajes del alma/motor. La misma sucesión de las artes en la historia indica esta descomposición. PAUL VIRILIO,
La estética de la desaparición
La ciencia-ficción es una literatura sobre mundos distintos a los nuestros, una exploración a la pregunta ¿qué pasaría si? Tendemos a proyectar tales mundos nuevos en el futuro. Pero no hay razón por la que no debiéramos extender ese «¿Y si't», al pasado, a fin de descubrir cómo podrían haber sido plausiblemente las cosas de otra forma. De hecho, mantengo que toda la ciencia-ficción que puede etiquetarse con una fecha marcada en el presente o futuro del autor, finalmente se convertirá en una suerte de historia alternativa. STEPHEN BAXTER, Branches in Time: Alternate Histories Are True SF Epidemiología: Teoría de catástrofes a cámara lenta. Automóvil: Los millones de coches de este planeta están todos quietos y su movimiento aparente constituye el mayor sueño colectivo de la humanidad. Transistor: Si la rueda es I en el sistema binario, el transistor es cero, ¿pero qué sera 100000I? Retrovirus: Gérmenes nocivos que la ciencia-ficción podría haber inventado. Cuanto más avanza la medicina moderna, más urgente es nuestra necesidad de enfermedades que no conocemos. J. G.
BAU.ARD,
Ensayos y reseñas
1. Ningún robot dañará a un ser humano o por inacción permitiré que un ser humano se llegue a dañar. 267
CARTA AL HOMO C1Hf.RNUJCUS
APÉNDICE B
2. Un robot debe obedecer las órdenes dadas por los seres humanos excepto cuando tales órdenes puedan entrar en conflicto con la primera ley. 3. Un robot debe proteger su propia existencia en tanto en cuanto tal protección no entre en conflicto con la primera o segunda ley. ISAAC ASIMOV,
Yo Robot
Presumamos por un momento que el Titanic está a punto de hundirse, aunque yo, ingeniero, poco dado a la fantasía, sostengo que tal desenlace es bastante improbable (¿Entonces?) No hay que preocuparse mucho. Las estadísticas indican que en un momento dado pueden zozobrar una docena de barcos que a nadie le importe, porque sus nombres son Rosalind II o Bellavista y no Titanic. No hay que olvidar que en este instante surcan los siete mares millares de naves que llegarán puntualmente a puerto, aunque nosotros nos ahoguemos. Además, toda innovación conlleva catástrofe: nuevas herramientas, nuevas teoría'>, nuevas emociones: eso es lo que se llama evolución. y así, aunque en nuestra discusión imaginemos que todos los barcos se han de hundir en el mismo día, en tal caso lo único que tenemos que hacer es presentar algo nuevo: enormes planeadores en el cielo, ballenas amaestradas, o nubes de hierro. de lo contrario, llevar vidas estáticas. hace tiempo que los árboles lo practican con éxito. Yen caso que no surjan ideas, peor para nosotros. Después de [todo 268
ya se han extinguido otras formas de vida, yo diría que en beneficio nuestro. ¿Dónde estaríamos ahora si los reptiles alados y los dinosaurios no se hubieran topado con algunas complicaciones? ¿Me comprende? De todo lo cual concluyo que no tiene sentido un punto de vista demasiado estrecho sobre cualquier acontecimiento que nos concierna, [por ejemplo, nuestra muerte. Claro que 10 que estoy diciendo, como ingeniero e inveterado bebedor de vino oporto, no revela nada totalmente nuevo, de ahí que esté a punto de hundirme. HANs MACNUS &7ENSBERGER, El hundimiento del Títanic
Tradicionalmente, ha existido un abismo enorme entre las ciencias y las humanidades, una brecha entre la cultura literaria, cuyo mundo formal es el arte y la política, y la cultura de la ciencia, cuyo mundo es la ingeniería y la industria. Pero ese vacío está llenándose a una velocidad insospechada. Ahora la cultura tecnológica se ha salido de madre. Los avances de la ciencia son tan profundamente radicales, tan perturbadores, conflictivos y revolucionarios, que ya no se pueden controlar. La ciencia está penetrando en la cultura general de forma masiva, ya está en todas partes. La estructura tradicional del poder, las instituciones de toda la vida, han perdido el control sobre el ritmo del cambio. y de pronto, se hace evidente una nueva alianza: la integración de la tecnología y la contracultura de los ochenta; una alianza profana entre el mundo tecnológico y el mundo de la disidencia organizada, el mundo subterráneo de la cultura pop, de la fluidez visionaria y de la anarquía de las calles. 269
CARTA AI.1I0MO ClBERNtT/CUS
APÉNDICEC
La contracultura de los sesenta fue rural, romanticona, anticientífica y antitecnológica. Pero siempre acechó en su corazón una contradicción simbolizada por la guitarra eléctrica. La tecnología del rack era como el filo agudo de un cuchillo. BRUCE
Modelo de investigación! acción de CTS activista
STERUNG, Mirrorshades
D
N este Apéndice no vamos a plantear todos los modelos Lposibles de trabajo-característicos de CTS. Vamos a limitamos a desarrollar mínimamente y de manera esquemática un modelo básico y abierto -mejorable- del CTS activista que hemos planteado en el libro. Es, pues, esencialmente un modelo enfocado hacia la acción, lo cual no merma las virtualidades de otros planteamientos anteriores de corte académico o filosófico, al contrario, lo amplía y le confiere un fuerte sentido social, el objetivo último de todo CTS. Este libro, en tanto manual activista de CTS, cumple así con este Apéndice y otros contenidos con su exigencia activista, enfocando necesariamente su acción concreta, derivada de la Declaración de CTS crítico para una acción en el siglo XXI, con la elaboración de este modelo de investigación/acción para su aplicación, especialmente dirigida a los estudiantes primerizos en esta materia.
Fase 1. Investigación En la primera fase de cada proyecto de CTS activista se hallan las claves de su desarrollo posterior, del que surgirá el tipo de elaboración (F2) y el carácter de la acción 270
271
CARTA AL /lOMO ClBERNETlCUS
final (F3). La investigación sobre cualquier conflicto tecnológico puede abarcar desde un tema teórico a un caso local. Lo importante es que la elección esté motivada por una fuerte implicación de algún tipo -vínculo autobiográfico, de conocimiento previo, etc.-, que sin menosprecio de una cierta objetividad, justamente, halle en el propio investigador o en el grupo de investigadores un fuerte impulso personal y social que se convierta en activista. Estos serían los pasos que hay que seguir: a) Elección del tema o caso. b) Hipótesis del tema o caso. e) Diseño específico de metodología y enfoque del es-
d) e)
j)
g)
tudio. Reparto de tareas en el grupo de investigación, si lo hubiera. Búsqueda de fuentes informativas: hemeroteca, bibliografía/webgrafía general del conflicto y específica del caso. Trabajo de campo: fotografía, vídeo, grabación de entrevistas a los implicados, afectados y agentes implicados. Diario de campo: ---desarrollo abierto de la hipótesis, notas, cuestiones, etc., para la elaboración y la acción.
APÉNDlCEC
rivados de la elección del formato. Las investigaciones CTS deben abrirse al horizonte epistemológico de los nuevos medios y ser al mismo tiempo accesibles a toda la sociedad civil. Estos serían los pasos que hay que seguir: Elección de formato o formatos adecuados al tema-caso/acción: artículo, libro, vídeo documental, página web, hipertexto/hipennedia, novela de ciencia-ficción o ensayo-ficción, híbridos, etc. a)
b) Contenidos:
i) ii) iii) iv) v) vi) vii)
viii) ix)
Historia del tema y antecedentes del caso. Descripción del conflicto tecnológico. Efectos positivos y negativos. Actitudes sociales (aceptación, rechazo, matices, etc.). Argumentos valorativos y éticos. Autocrítica del planteamiento del estudio. Vetas abiertas: desarrollo hiperfilosófico, progresivo y colectivo del análisis del conflicto a través de la red con propuestas. Conclusiones abiertas, propuestas prácticas y planteamiento de los criterios de la acción. Relación de posibles nuevos trabajos de CTS activista derivados.
Fase 2. Elaboración En esta fase es necesario tener una mente abierta y flexible a la utilización de formatos convencionales, cuando sean necesarios y útiles, al tiempo que para adoptar otros medios nuevos o versiones con un marcado carácter expresivo, divulgativo y cibercultural. Del mismo modo, se pueden elegir diferentes géneros ensayísticos (o híbridos) de-
272
Fase 3. Acción En esta fase final, el primer paso consiste en ser conscientes de los objetivos sociales que se pretenden, una vez elaborado el trabajo de CTS. De acuerdo con nuestra visión activista, para el intelectual de CTS cualquier objetivo, 273
CARTA AL HUMO ClBERNETlCUS
aparte de los puramente académicos, resulta legítimo. De la valoración de los objetivos puede resultar una estrategia abierta o combinada para cumplir uno de ellos o varios. Las diferentes alternativas pueden ser complementarias. Cada problema puede tener un desarrollo eficaz en uno o en varios modelos de acción, dependiendo del caso o el objetivo previo. De cualquier manera, hay que considerar aspectos nuevos y determinantes como la potenciación cibercultural de esta fase activista, ya sea como divulgación a través de los medios convencionales o de «guerrillas de comunicación» o como coordinación y aglutinamiento de fuerzas a través de la red. Sigue siendo precisa una cuidadosa valoración de los límites de las acciones en el área de la desobediencia civil. Partiendo del respeto a los derechos humanos y la no violencia, la frontera se halla en los diferentes tipos de «sabotaje», desde la huelga (legal, generalmente) a la destrucción de bienes (ilegal, pero en determinadas circunstancias o en ciertos regímenes, ante un mal mayor que afecte de manera grave y directa a las personas, puede ser considerado). Por otra parte, más allá de los nuevos métodos de resistencia y de acción de la desobediencia civil, son muy amplias las posibilidades de actuación pacífica en la esfera posibilista de la conciliación y la negociación. Estos serían los pasos que hay que seguir: a)
b)
e) d)
274
Posibles objetivos: Divulgación y concienciación sobre un tema o conflicto tecnológico. Discusión y moratoria de una tecnología. Negociación política y/o cívica de su aplicación entre gobiernos y grupos. Planteamiento de iniciativas judiciales y/o democráticas (por ejemplo, referéndum).
APÉNDICE
e)
f> g) h)
e
Paralización o no aplicación de determinada tecnología. Creación y aplicación de una alternativa tecnológica aplicable. Generación de una plataforma reflexiva-activista permanente. Valoración de alternativas activistas y niveles de intervención: l.
Presentación de ponencias académicas, publicación de trabajos en prensa, revistas, libros, televisión, radio o páginas web. 11. Colaboración con grupos organizados: asesoramiento, mediación, propuestas, etc. TIl. Creación de plataformas temporales, planteamiento de iniciativas generales y campañas. IV. Realización de acciones concretas: iniciativas judiciales o políticas, protestas o campañas públicas, intervenciones mediáticas. actos de desobediencia civil (performance, boicot, sabotaje, etc.). V. Creación de comunidades virtuales/reales interdísciplinares para el desarrollo progresivo, interactivo y glocal de una problemática (y contactos con otros grupos, etc.). VI. Desarrollo de microproyectos sobre tecnologías alternativas. El desarrollo de este modelo de CTS activista lógicamente puede sufrir múltiples alteraciones y adaptaciones. Por tanto, es únicamente un modelo básico que pretende dibujar las aspiraciones operativas de este tipo de enfoque de CTS. Dado su sentido abierto y progresivo, una de las tareas más útiles para los estudiantes activistas sería desa275
CARTA AL HOMO ClBERNITICUS
rrollar con nuevas consideraciones y opciones cada uno de sus niveles. En este sentido, en la página web derivada de este libro, el lector interesado y el estudiante activista encontrará, además de ejemplos textuales de este modelo, una sección de Propuestas de CTS en acción, para aplicarlas o para adaptarlas a sus propias iniciativas.
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