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Spanish; Castilian Pages 440 [452] Year 2001
Christoph Strosetzki (ed.)
Aspectos históricos y culturales bajo Carlos V Aspekte der Geschichte und Kultur unter Karl V.
STUDIA HISPANICA Editado por Christoph Strosetzki Voi. 9
S T U D I A HISPANICA
Christoph Strosetzki (ed.)
Aspectos históricos y culturales bajo Carlos V Aspekte der Geschichte und Kultur unter Karl V.
VERVUERT • IBEROAMERICANA
2000
Die Deutsche Bibliothek - CIP-Einheitsaufnahme Aspectos históricos y culturales bajo Carlos V = Aspekte der Geschichte und Kultur unter Karl V. / Christoph Strosetzki (ed.). - Frankfurt am Main : Vervuert; Madrid : Iberoamericana, 2 0 0 0 (Studia Hispanica; Vol. 9) ISBN 3-89354-459-3 (Vervuert) ISBN 84-8489-001-5 (Iberoamericana)
© Vervuert Verlag, Frankfurt am Main 2000 © Iberoamericana, Madrid 2000 Reservados todos los derechos Este libro está impreso íntegramente en papel ecológico blanqueado sin cloro Printed in Germany
PRÓLOGO
Los siguientes artículos surgieron en relación con un coloquio que, con motivo de la celebración del 5 o Centenario del nacimiento de Carlos V, tuvo lugar de los días 22 al 25 de febrero del 2000, inicialmente en Münster y más tarde en Bonn, a propósito de la inauguración de una exposición en la «Sala de Exposiciones de la R F A » de esta última ciudad. Se demostró que para Carlos V tanto corrientes nacionales como supranacionales ocupan un lugar destacado. Menéndez Pidal ya había notado que Carlos V no eligió el lugar de su infancia, Borgoña, sino el de su retiro, España. De este hecho dedujo un especial vínculo con la tradición española que también sería la clave para la explicación de sus decisiones políticas. Carlos V, por tanto, se dejaría guiar en primer lugar por sus predecesores los Reyes Católicos. Si Carlos V está, en todo caso entre 1518 y 1530, bajo la influencia del humanista Gattinara, según el cual es necesario, en interés de la idea abstracta de monarquía universal, no sólo la protección sino también la ampliación del reino, se evoca entonces la idea, ya existente en la Edad Media, de Imperio como la forma de jerarquía social más conveniente y deseada por Dios. A la cabeza de esta jerarquía estaría el soberano como ser único y superior. La influencia sobre todo teológica se le atribuye al obispo español Mota, el cual acompaña a Carlos V de 1508 a 1522 y presenta una exposición ante las Cortes en 1520 en la que dice: «nuestro rey de España es hecho, por la Gracia de Dios, rey de romanos y emperador del mundo [...] El huerto de sus placeres, la fortaleza para defensa, la fuerza para ofender, su tesoro, su espada, ha de ser España.» Por otra parte y frente a la influencia teológica está la humanista por parte del secretario imperial Alfonso de Valdés o el obispo Antonio de Guevara, los cuales están a su vez implicados en la formulación de la ideología política imperial. Además hay contactos entre el humanista Juan de Valdés y Carlos V. Si se piensa en las obligaciones para con España, los Habsburgo y la tradición de la dinastía universal romana, entonces llaman la atención las fracturas que incluso dentro de los mismos paradigmas se perciben. Carlos V es Rey de España y ni siquiera sabe hablar español y es, a su vez, Emperador de un Imperio cristiano desde el punto de vista universal aunque sólo fue elegido por los príncipes alemanes, que en parte ni siquiera quieren estar bajo su dominio. Hay que tener presente la realidad frente a la idea abstracta de soberanía y hay que considerar la tensa relación entre Carlos V y el parlamento. También fue difícil su relación con el Papa. Cuando en 1527 se llegó a la complicada situación denominada
«Sacco di Roma» por las tropas imperiales, Carlos V sin duda lo lamentó pero aprovechó sin embargo la ocasión para anteponer los derechos universalistas del Emperador a los intereses del Papa. Carlos V no se siente comprometido con el cristianismo y mucho menos con el Papa. En este sentido se mueve dentro de los límites de las corrientes heterodoxas, que, por su parte, se vuelven contra el Papa en interés de la cristiandad. Carlos V ha tenido siempre la esperanza de poder modificar e integrar estas corrientes heterodoxas a través de un concilio. Cuando el concilio tiene por fin lugar en Trento en 1545 y se hacen patentes fundamentalmente las diferencias confesionales y no las numerosas afinidades, se plantea el problema de la relación entre discursos (según Foucault) centrífugos y centrípetos. La idea de la unidad del cristianismo, cuya realización fueron las cruzadas medievales, es rebatida cuando en 1530 las tropas turcas llegaron hasta Viena y ni los ingleses ni los franceses acuden en auxilio de las tropas imperiales. Claramente se hace patente la división en la política de alianzas: mientras Francisco I pide ayuda a los turcos en contra de Carlos V, éste intenta aliarse con los persas, el enemigo asiático de los turcos. A medida que en Europa la desintegración y la heterogeneidad aumentan, el Nuevo Mundo debe ser incluido dentro del Imperio de Carlos V como elemento homogéneo. Así se observan elementos medievales tradicionales, concretamente en una carta que Cortés escribe en 1552 a Carlos V sobre la región de Montezuma, donde dice: «Vuestra alteza se puede intitular de nuevo emperador de ella, con título y no menos mérito que el de Alemania, que por la gracia de Dios vuestra sacra majestad posee». Los discursos se articulan dentro de órdenes religiosas o corrientes como, por ejemplo, Protestantismo, Erasmismo y Humanismo. Pero también, especialmente claro, en el cambio paradigmático de Ciencia y Arte. Condicionan, a su vez, la aparición de miedos sociales e implican concepciones como tradición caballeresca, honor, trabajo y justicia. Sirven de mediador a través de la imprenta -con sus posibilidades o sus peligros- para divulgar ideas por medio del hábito de escribir y leer y por medio de los nuevos generos literarios. La observación satírica de la sociedad en la literatura, la diferencia entre la idealización de la caballería en la literatura y su realidad histórica, la valorización de los modelos literarios de la Antigüedad y la literatura española también presente en la Corte de Viena en la época de Carlos V, son asimismo aspectos de la temática central del coloquio. Nos muestran a Carlos V y su tiempo con la desaveniencia entre los discursos de orientación tradicionalista y los nuevos discursos, en parte, disidentes y con diferentes posturas reivindicativas. Carlos V es, el que estando en el centro de este foco de tensión, actúa de mediador entre los discursos
antagónicos en política, religión y cultura. Los presentes artículos contribuyen a demostrar qué difícil, por no decir imposible, fue esta tarea. Deseo expresar mi gratitud a la Deutschen Forschungsgemeinschaft, a la Sala de Exposiciones de la RFA, a la Universidad de Münster por su aportación económica y a la Embajada Española por su apoyo en este coloquio; también al Ministerio de Ciencias e Investigación por la financiación de la publicación y por último y especialmente a mis colaboradores Daniel Ehlke, David Escribano, Paula Fernández Cossío, Sara Lozano Gutiérrez, Sara Maekelburger y Benedikt Voss. Christoph Strosetzki
Inhaltsverzeichnis
Maximilian Lanzinner: Der deutsche Reichstag und Karl V. Manfred Hinz: Die Lehre von der „doppelten Gerechtigkeit" und die Jesuiten Pilar Valero Garcia: La Universidad de Salamanca en la época de Carlos I/V Heribert Smolinsky: Homines non nascuntur, sedfinguntur. Neue Aspekte zum Zusammenhang zwischen Bildung und Kirchenreform zur Zeit Karls V. Martin Brecht: Martin Luther und Karl V. Klaus Wagner: Luteranos y otros disidentes en la España del Emperador Daniel Crews: Juan de Valdés y la crisis de Camerino, 1534-1535 Johannes Arndt: Habsburgische Hausmachtpolitik im Vergleich: Die Entstehung des Erzherzogtums Österreich und des Burgundischen Kreises Heinz Duchhardt: Zwischen Friedensvision und Konturierung des „modernen" Völkerrechts: die Epoche Karls V. Ferdinand Seibt: Karl V. und die Konfession Wilhelm Ribhegge: Erasmus und Karl V. - Der Intellektuelle und die Politik Karl Kohut: América en la historiografía española del reinado de Carlos V Alain Milhou: La visión mesiánica del Nuevo Mundo en algunos sectores de las órdenes religiosas (1511-1555) Christopher F. Laferl: Literatura española en Viena durante la época de Carlos V
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Clive Griffin: Los operarios de imprenta protestantes en la España de Carlos V y Felipe II, y la Inquisición Augustin Redondo: La «prensa primitiva» («relaciones de sucesos») al servicio de la política imperial de Carlos V Stanislav Zimic: Algunas sátiras apologéticas pre-valdesianas de «las cosas ocurridas en Roma» Jacqueline Ferreras Savoye: Géneros Literarios en el Siglo XVI: El Diálogo Humanístico, crisol de experimentaciones literarias Encarnación Sánchez García: «Ulixes o qué?»: Pedro de Urdemalas, o la heroicidad clásica en el Mediterráneo carolino Antonio Ramajo Caño: La codificación de la vida en la poesía áurea. La huella clásica Dietrich Briesemeister: Juden und Conversos in der spanischen Traktatliteratur Klaus Hortschansky: Die Musik am Hofe Karls V. zwischen Tradition und Innovation Víctor Infantes: «A un rey tan alto querer alabar». Gobierno y poesía para un Emperador Horst Pietschmann: Imperiale Konzepte im Spanien Karls V. Elke Anna Werner: Die Bilder der Schlacht bei Pavia (1525) - Zur Bildproduktion und Kunstpatronage im Umkreis Kaiser Karls V.
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Der deutsche Reichstag und Karl V.
Maximilian Lanzinner Universität Passau
Die Formulierung des Titels verweist auf die notwendig typisierende Absicht. Das Thema hat die Historiker schon vielfach beschäftigt, Reihen von Editionen, Monographien und Aufsätzen füllen die Regale. Es kann also nur Aufgabe sein, eine Bilanz zu ziehen und thesenartig die Grundlinien herauszuarbeiten.1 Zunächst natürlich stellt sich die Frage nach Form und Funktion des Reichstags. Sodann sind die Verhandlungen und Entscheidungen zu beachten, nicht im Detail, sondern zugespitzt auf die großen Problemfelder. Das ist einerseits die Glaubensspaltung, andererseits die Verfassung des Reichs im ganzen. Zu fragen ist nach den Positionen von Reichsständen und Kaiser, nach Zielen und Strategien, nach dem Wandel von Reichskirche und Reichsverfassung. Die Fragen umreißen drei Aspekte, die ich im folgenden behandle: erstens der Reichstag als Institution; zweitens die Reichstage und das Ringen um die Glaubensspaltung; drittens die Ausformung der Reichsverfassung durch die Reichstage unter Karl V.
1. Die Institution Reichstag Während der Regierungszeit Karls V. fanden 19 Reichstage mit gültigem Abschied statt, also im Durchschnitt alle zwei Jahre. Dies entsprach der Frequenz in den Jahrzehnten zuvor2, während in der zweiten Hälfte des 16.
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Die Form des Vortrags, der sich auf Grundlinien beschränkte, wurde im wesentlichen beibehalten und nur in Einzelpunkten erweitert. Die Fußnoten nehmen Standardwerke und einige neuere Titel auf. Reichstage während der Regierungszeit Maximilians I. als König und Kaiser: Frankfurt 1486, Nürnberg 1487, Frankfurt 1489, Nürnberg 1491, Koblenz 1492, Worms 1495, Worms/Lindau/Freiburg i.Br. 1496/97, Freiburg i.Br. 1498, Köln 1499 (Rumpfreichstag), Augsburg 1500, Nürnberg 1501 (Regimentsreichstag), Köln 1505, Konstanz 1507, Worms 1509, Augsburg 1510, Trier/Köln 1512, Worms 1513, Mainz 1517, Augsburg 1518.
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Jahrhunderts die Abstände zwischen den Reichstagen größer wurden 3 . Die zeitliche Verteilung von 1521 bis 1555 allerdings war recht unregelmäßig. Eine Häufung lag in den 1520er Jahren mit den Reichstagen zu Worms 1521 (28.1. -26.5. 4 ), Nürnberg 1522-24 (26.3.-30.4.1522, 17.11.1522-9.2.1523 5 , 14.1.18.4.1524 6 ), Augsburg 1525/26 (ohne eigentliche Beratung, Vertagungsbeschluß 9.1.1526 7 ), Speyer 1526 (25.6.-27.8. 8 ), Esslingen 1526 (1.12.-21.12. 9 ), Regensburg 1527 (ohne eigentliche Proposition, Abschied 18.5. 10 ), schließlich dem Reichstag zu Speyer 1529 (15.3.-22.4. 1 1 ). Diese Häufung ist mitunter auf
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Reichstage nach 1555: Regensburg 1556/57, Augsburg 1559, Augsburg 1566, Regensburg 1567, Speyer 1570, Regensburg 1576, Augsburg 1582, Regensburg 1594, Regensburg 1598. Adolf Wrede (Bearb.), Deutsche Reichstagsakten unter Karl V., Bd. 2 (Reichstag zu Worms 1521), Gotha 1896 (Ndr. Göttingen 1962), 156. Der von August v. Kluckhohn bearbeitete Bd. 1 der Reichstagsakten unter Karl V. (Göttingen 1893) enthält die Wahlakten von 1519. Adolf Wrede (Bearb.), Deutsche Reichstagsakten unter Karl V., Bd. 3 (Reichstage zu Nürnberg 1522/23), Gotha 1901 (Ndr. Göttingen 1963), 37, 216. Adolf Wrede (Bearb.), Deutsche Reichstagsakten unter Karl V., Bd. 4 (Reichstag zu Nürnberg 1524), Gotha 1905 (Ndr. Göttingen 1963), 53, 620. Neue und vollständigere Sammlung der Reichs-Abschiede, welche von den Zeiten Kayser Konrads II. bis jetzo, auf den Teutschen Reichs-Tägen abgefasset wurden. Ersch. bei Ernst August Koch, T. 2, Frankfurt a.M. 1747 (Ndr. Osnabrück 1967), 272. Während die Akten der Reichstage unter Karl V. bis 1524 ediert sind (s. Anm. 4-6), ist für die Jahre 1525-27 ein „Überbrückungsband" vorgesehen, den Irmgard Höß (Erlangen) bearbeitet. S. Heinrich Lutz, „Zur Einfuhrung", in: Ders./Alfred Kohler (Hg.), Aus der Arbeit an den Reichstagen unter Kaiser Karl V- Sieben Beiträge zu Fragen der Forschung und Edition, Göttingen 1986, 7-17, hier 12. Neue und vollständigere Sammlung der Reichs-Abschiede, welche von den Zeiten Kayser Konrads II. bis jetzo, auf den Teutschen Reichs-Tägen abgefasset worden. Ersch. bei Ernst August Koch, T. 2, Frankfurt a.M. 1747 (Ndr. Osnabrück 1967), 280. Johannes Janssen, Geschichte des deutschen Volkes seit dem Ausgang des Mittelalters, Bd. 3, 20. Aufl. hg. v. Ludwig v. Pastor, Freiburg i.Br. 1917, 43. Leopold v. Ranke, Deutsche Geschichte im Zeitalter der Reformation, hg. v. Willy Andreas, Bd. 1, Wiesbaden/Berlin 1957, 379. Neue und vollständigere Sammlung der Reichs-Abschiede, welche von den Zeiten Kayser Konrads II. bis jetzo, auf den Teutschen Reichs-Tägen abgefasset worden. Ersch. bei Ernst August Koch, T. 2, Frankfurt a.M. 1747 (Ndr. Osnabrück 1967), 284. Ebd., 289. Johannes Kühn, Die Geschichte des Speyrer Reichstags 1529, Leipzig 1929. Johannes Kühn (Bearb.), Deutsche Reichstagsakten unter Karl F., Bd. 7 (Von 1527 bis zum Speyrer Reichstag 1529), Stuttgart 1935. Wolfgang Steglich (Bearb.), Deutsche Reichstagsakten unter Karl V., Bd. 8 (Vom Ende des Speyrer Reichstages bis zum Beginn des Augsburger Reichstages 1530), Göttingen 1970/71.
Der deutsche Reichstag und Karl V.
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die Unruhen der Reformationszeit und ihren Regelungsbedarf zurückgeführt worden. Das ist nicht richtig. Karl V. wie Erzherzog Ferdinand suchten im Gegenteil seit dem kaiserlichen Verbot einer „Nationalversammlung" ab 1525 Reichstage eher zu vermeiden, zum einen um das religionspolitische Konfliktpotential nicht zu aktualisieren und zu verschärfen, zum andern weil der Kaiser die erwünschte Reichshilfe gegen Frankreich ohnehin nicht bekam. Es war das Reichsregiment, auch in seiner habsburgfreundlichen Besetzung nach 1524, das die Einberufung forderte und erreichte. Das Regiment wollte damit seiner Aufgabe gerecht werden, die Reichspolitik zu koordinieren, und es wollte nicht zuletzt die eigene Finanzierung absichern, die durch die Reichsstände jeweils nur für kurze Fristen mit ungewissen Zahlungsmodalitäten gewährt wurde.12 Nach 1530 (Augsburg, 20.6.-19.11. 13 ) und 1532 (Regensburg, 17.4.-27.7. 14 ) vergingen neun Jahre ohne Reichstag15, bis 1541 (8.6.-29.7. 16 ) erneut eine Serie von Tagen begann: Speyer 1542 (9.2.-11.4. 17 ), Nürnberg 1542 (24.7.-26.8.),
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Christine Roll, „Reichstags-Absage und Waldkirch-Mission. Überlegungen zur kaiserlichen Reichspolitik im ersten Jahrzehnt der Regierung Karls V.", in: Horst Rabe (Hg.), Karl V., Politik und politisches System. Berichte und Studien aus der Arbeit an der Politischen Korrespondenz des Kaisers, Konstanz 1996, 279-315, hier 314. Zur Politik des Reichsregiments: Christine Roll, Das Zweite Reichsregiment 1521-1530, Köln/Wien 1996, bes. 103-107. Karl Eduard Förstemann (Hg.), Urkundenbuch zu der Geschichte des Reichstages zu Augsburg im Jahre 1530, 2 Bde., Halle/Saale 1833/35 (Ndr. Osnabrück 1966). Erwin Iserloh (Hg.), Confessio Augustana und Confutatio. Der Augsburger Reichstag 1530 und die Einheit der Kirche, Münster 1980. Der einschlägige Reichstagsaktenband wird bearbeitet von Alfred Kohler (Wien). Rosemarie Aulinger (Bearb.), Deutsche Reichstagsakten unter Kaiser Karl F., Bd. 10: Der Reichstag in Regensburg und die Verhandlungen über einen Friedstand mit den Protestanten in Schweinfurt und Nürnberg 1532, Göttingen 1992, 293. Helmut Neuhaus, „Ferdinands I. Reichstagsplan 1534/35. Politische Meinungsumfrage im Kampf um die Reichsverfassung", in: Mitteilungen des österreichischen Staatsarchivs 32 (1979), 24-47; 33 (1980), 22-57. Albrecht Pius Luttenberger, „Kaiser, Kurie und Reichstag: Kardinallegat Contarini in Regensburg 1541", in: Erich Meuthen (Hg.), Reichstage und Kirche, Göttingen 1991, 89-136. Dort auch frühere Studien Luttenbergers zum Reichstag 1541 zitiert; Luttenberger (Regensburg) bearbeitet den einschlägigen Reichstagsaktenband. Silvia Schweinzer, „Die Vorgeschichte des Reichstags von Speyer 1542 im Spiegel der politischen Korrespondenz Kaiser Karls V.", in: Heinrich Lutz/Alfred Kohler (Hg.), Aus der Arbeit an den Reichstagen unter Kaiser Karl V. Sieben Beiträge zu Fragen der Forschung und Edition, Göttingen 1986, 228-272, 228 ältere Lit. Der von Schweinzer bearbeitete Reichstagsaktenband zu Speyer 1542 ist im Manuskript abgeschlossen, der Band zu Nürnberg befindet sich noch in Bearbeitung (ebenfalls Schweinzer, Wien).
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Maximilian Lanzinner
Nürnberg 1543 (31.1.-23.4. 18 ), Speyer 1544 (20.2.-10.6. 19 ), Worms 1545 (24.3.4.8.20), Regensburg 1546 (Eröffnung 5.6., ohne Abschied21). Nach dem Schmalkaldischen Krieg folgten noch der „geharnischte" Tag von Augsburg 1548, der ungewöhnlich lange dauerte (1.9.1547-30.6.1548 22 ), und die weiteren Augsburger Tage 1550/51 (26.7.-14.2. 23 ) und 1555 (5.2.-25.9. 24 ). Versucht man eine Periodisierung in bezug auf die vorherrschende Thematik, lassen sich die Versammlungen 1521-1530und 1545-1555 der Verfassungsbildung des Reichs zuordnen, die Versammlungen 1532-1544 der Türkenabwehr. Spätestens seit 1527 aber prägte zugleich die Religionsfrage die Verhandlungen. Karl V. besuchte persönlich nur acht Versammlungen25, anders als Maximilian I., dessen Anwesenheit bei Reichstagen selbstverständlich war. Reichstage ohne Kaiser hatten natürlich eine eigene Qualität. Die kaiserliche Verhandlungsposition war in jedem Fall geschwächt. Jedoch verursachten unter Karl V. keineswegs die kaiserlosen Tage die gravierenden Veränderungen. In Anwesenheit Karls oder
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Friedrich Edelmayer, „Kursachsen, Hessen und der Nürnberger Reichstag von 1543", in: Erich Meuthen (Hg.), Reichstage und Kirche, Göttingen 1991, 191-219, 219 ältere Lit. Edelmayer (Wien) ist Bearbeiter des Aktenbandes zu 1543. Erwein Eitz, „Zwei Gutachten des Kurfiirstenrates über die Wormser Matrikel und den Gemeinen Pfennig. Ein Beitrag zur Reichssteuerproblematik vom Reichstag in Speyer 1544", in: Heinrich Lutz/Alfred Kohler (Hg.), Aus der Arbeit an den Reichstagen unter Kaiser Karl V. Sieben Beiträge zu Fragen der Forschung und Edition, Göttingen 1986, 273-301. Der Reichstagsaktenband zu 1544 (Bearb. Eitz, Wien) befindet sich im Druck. Albrecht Pius Luttenberger, Glaubenseinheit und Reichsfriede. Konzeptionen und Wege konfessionsneutraler Reichspolitik 1530-1552 (Kurpfalz, Jülich, Kurbrandenburg), Göttingen 1982,303-335. Der Reichstagsaktenband, bearbeitet von Rosemarie Aulinger (Wien), liegt im Manuskript vor. Der einschlägige Reichstagsaktenband wird bearbeitet von Rosemarie Aulinger. Horst Rabe, Reichsbund und Interim. Die Verfassungs- und Religionspolitik Karls V. und der Reichstag von Augsburg 1547/48, Köln/Wien 1971, 197. Der einschlägige Reichstagsaktenband wird bearbeitet von Ursula Machoczek (Heidelberg). August Druffel (Bearb.), Beiträge zur Reichsgeschichte 1546-1551, München 1873,454. Der einschlägige Reichstagsaktenband wird bearbeitet von Erwein Eitz (Wien). Heinrich Lutz/Alfred Kohler (Hg.), Das Reichstagsprotokoll des kaiserlichen Kommissars Felix Hornung vom Augsburger Reichstag 1555, Wien 1971, 29-162. S. ebenso u.a. die Quellen in: Nuntiaturberichte aus Deutschland, 1. Abt., Bd. 15, bearb. v. Heinrich Lutz, Tübingen 1981; Bd. 17 (1554-1556), bearb. v. Helmut Goetz, Tübingen 1970. Auch für die übrigen Reichstage unter Karl V. sind die verschiedenen Bände der Nuntiaturberichte, 1. Abt., heranzuziehen. August v. Druffel, Beiträge zur Reichsgeschichte 1553-1555 (ergänzt v. Karl Brandi), München 1896, 553-761. 1521, 1530, 1532, 1541, 1544, 1545, 1548, 1550.
Der deutsche Reichstag und Karl V.
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1555 Ferdinands fielen die wichtigen Entscheidungen, selten zum Vorteil, meist zum Nachteil des Reichsoberhaupts. Was veränderte sich? Zum einen: Die Teilnehmer wurden unter Maximilian I. noch von Fall zu Fall bestimmt. Das war auch noch so 1521 beim ersten Tag Karls V. Von den 50 in Worms anwesenden Fürsten hatten nur 22 eine Ladung erhalten.26 1555 dagegen galten die in der Reichsmatrikel verzeichneten Stände als berechtigt zur Teilnahme. Sie und nur sie wurden auch mit der Zusendung des Ausschreibens von der Reichskanzlei geladen. Der Kreis der Stände mit Sitz und Stimme beim Reichstag war damit 1555 definiert, und zwar dahingehend, daß nur die in der Reichsmatrikel Aufgelisteten als Reichsstände galten. Die zweite Veränderung: Die Beratungen wurden 1521 noch in den gemeinsamen Ausschüssen der Kurfürsten, Fürsten und anderen Reichsstände vorgenommen. In den Ausschüssen waren die sechs Kurfürsten vertreten, außerdem noch in der Regel acht Vertreter der übrigen Stände.27 Die Zusammensetzung der Ausschüsse wechselte, aber die Kurfürsten hatten in ihnen nicht die Mehrheit. 1555 dagegen verhandelten die drei Ständegruppen der Kurfürsten, Fürsten und Städte in jeweils eigenen Gremien. Diese drei Kurien glichen ihre Voten in einem strengen Verfahren ab, in dem die Kurfürsten klar dominierten, die Städte hingegen sich zu fügen hatten. Der Wandel hatte eine eindeutige Tendenz. Wer Reichsstand war und wie der Reichstag abzulaufen hatte, wurde bis 1555 so weit normiert, daß sich daran bis zum Immerwährenden Reichstag ab 1663 nichts mehr Wesentliches änderte. Die Normierung des Verfahrens und der Teilnahme, die Normierung des Reichstags im ganzen ist also ein Prozeß, der nicht in die Regierungszeit Maximilians I. fällt, wie man mitunter lesen kann. Unter Maximilian I. fand lediglich die Konstitution des Reichstags statt als einer Versammlung, in welcher der Kaiser und die Vertreter aller reichsständischen Gruppen sich zum MiteinanderVerhandeln zusammenfanden. Die Normierung unter Karl V. hatte zwei Wirkungen. Erstens schirmte sie den Reichstag ab gegen informelle Einflüsse und Eingriffe des Kaisers. Sie festigte also die Position der Reichsstände und schwächte die Position des Kaisers. Zweitens verstärkte sie die Hierarchie innerhalb der Stände. Kurfürsten, Fürsten und Städte berieten nun getrennt in eigenen Kurien. Die Kurfürsten konnten in gemeinsamen Ausschüssen nicht
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Adolf Wrede (Bearb.), Deutsche Reichstagsakten unter Karl V., Bd. 2, Gotha 1896 (Ndr. Göttingen 1962), 789. Adolf Wrede (Bearb.), Deutsche Reichstagsakten unter Karl V., Bd. 2, Gotha 1896 (Ndr. Göttingen 1962), 157-168.
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mehr überstimmt werden, die Städte konnten die Entscheidungen noch weniger beeinflussen. Die beschriebene Entwicklung wurde in Anwesenheit des Kaisers eingeleitet. Die Normierung der Teilnehmer und damit der Reichsstände führte die beim Wormser Reichstag 1521 erstellte Matrikel herbei. Sie wurde offensichtlich aufgrund älterer Steuerlisten zusammengeschrieben, genauere Angaben sind den Quellen von 1521 nicht zu entnehmen. Wer in die Matrikel aufgenommen war, hatte Reichssteuern zu zahlen, 1521 zum Zweck des Romzugs von Karl V. Wer zum Reich steuerte, war Reichsstand mit dem Recht auf Sitz und Stimme beim Reichstag. Da in den folgenden Jahrzehnten alle Matrikelsteuern im Reich nach der Liste von 1521 erhoben wurden, erlangte der Terminus Reichsstand seinen gewohnheitsrechtlichen Status. Die Normierung nahm dem Kaiser die Möglichkeit auszuwählen. Er mußte den festen Kreis der Reichsstände akzeptieren. Als Gegenleistung freilich gewährten die Stände Reichssteuern, nun erst unter Karl V. in nennenswertem Umfang.28 Auch die Normierung des Verfahrens ist festzumachen an einem Reichstag, bei dem Karl V. selbst anwesend war. Es war der Reichstag von 1548, derjenige also, der Karl V. auf dem Höhepunkt seiner Macht im Reich sah. Bis dahin gab es die interständischen Ausschüsse nach dem Muster von 1521, in denen die wichtigsten Tagesordnungspunkte beraten wurden. 1548 versuchte der Kaiser, die Zusammensetzung dieser Ausschüsse zu verändern. Die Anzahl der kleinen Reichsstände, die der Kaiser leicht beeinflussen konnte, sollte auf Kosten des Gewichts der Kurfürsten erhöht werden.29 Der Versuch schlug ins Gegenteil um. Die Kurfürsten ließen sich, beginnend mit dem Reichstag 1550/51, überhaupt nicht mehr auf interständische Ausschüsse ein. Damit waren sie nicht mehr zu überstimmen. Ihre Kurie sicherte sich fortan den klaren Vorrang in der
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Wolfgang Steglich, „Die Reichstürkenhilfe in der Zeit Karls V.", in: Militärgeschichtliche Mitteilungen 10 (1972), 7-55. Gerhard Oestreich, „Zur parlamentarischen Arbeitsweise der deutschen Reichstage unter Karl V. (1519-1556). Kuriensystem und Ausschußbildung", in: Mitteilungen des Instituts für Österreichische Geschichtsforschung 25 (1972), 217-243, hier 224; der Aufsatz erneut abgedruckt in: Hans Rausch (Hg.), Die geschichtlichen Grundlagen der modernen Volksvertretung, Bd. 2, Darmstadt 1974, 242-278. Dazu neuerdings Axel Gotthard, Säulen des Reiches. Die Kurfürsten im frühneuzeitlichen Reichsverband, Husum 1999, 671 (jedoch Oestreich nicht zur Kenntnis nehmend und im ganzen mit überzogener Wertung).
Der deutsche Reichstag und Karl V.
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Verfahrensordnung des Reichstags.30 Auch 1555 bestanden die Kurfürsten auf Beratung in getrennten Kurien, obwohl der Passauer Vertrag 1552 eigentlich eine gemeinsame Kommission von Kurfürsten und Fürsten vorsah, um in der Religion zur Einigung zu kommen. Der Reichstag also erhielt in der Ära Karls V. ein dezidiert ständisches Profil, und zwar gerade in einer Phase höchster Machtentfaltung des Kaisers. Bezeichnend ist weniger, daß sich die Kurfürsten mithilfe des Verfahrens beim Reichstag zur Wehr setzten. Vielmehr muß erstaunen, daß Karl V. die für ihn ungünstigen Neuerungen nicht einmal 1548/50 verhindern konnte. Der Kaiser wurde aus dem Reichstag zwar nicht ausgegrenzt. Er behielt die Initiative zur Einberufung und die Vorlage der Tagesordnung. Aber er verlor erheblich an Einfluß auf die Beratungen, die nach 1548 von den Kurfürsten dominiert wurden. Auch hatte er diejenigen Teilnehmer zu akzeptieren, welche die Matrikel vorgab.
2. Kaiser, Reichstag und Glaubensspaltung Es war ein Zufall, daß die Glaubensspaltung in Deutschland mit dem Beginn der Regierung Karls V. zusammenfiel. Daß jedoch gerade Karl V. als König von Spanien zum Kaiser der Reformation wurde, hatte natürlich seine eigenen Wirkungen. Um ihre Dimension zu erfassen, ist von der Lösung auszugehen. Am Ende, 1555, stand die Bikonfessionalität, und genau dieses Ergebnis hatte Karl V. mit allen Mitteln bekämpft, mit Verhandlungen und mit Gewalt. Herbeigeführt wurde es durch Reichsstände. Die nachhaltigste Initiative ging vom mächtigsten Reichsstand Kursachsen aus, das sein Ziel nicht zuletzt deshalb realisieren konnte, weil die Präeminenz der kurfürstlichen Kurie seit 1548 so fest im Verfahrensgang des Reichstags verankert war.31 König Ferdinand und die geistlichen Fürsten willigten, der Not gehorchend, ein. Denn ohne Gewaltverzicht und Anerkennung der Bikonfessionalität drohte den geistlichen Territorien der Untergang, Habsburg der Verlust der Kaiserkrone und
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Helmut Neuhaus, Reichsständische Repräsentationsformen im 16. Jahrhundert. Reichstag - Reichskreistag - Reichsdeputationstag, Berlin 1982. Ders., „Wandlungen der Reichstagsorganisation in der ersten Hälfte des 16. Jahrhunderts", in: Johannes Kunisch (Hg.), Neue Studien zurfrühneuzeitlichen Reichsgeschichte, Berlin 1987,113140, hier 130-135. Heinrich Lutz, Christianitas afflicta. Europa, das Reich und die päpstliche Politik im Niedergang der Hegemonie Kaiser Karls V. (¡552-1556), Göttingen 1964, 355.
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dem Reich der politische Zerfall. Karl V., durch den Krieg mit Frankreich gebunden, mußte seinen Bruder und die Reichstände gewähren lassen. Er konnte nicht mehr tun, als sich eine Revision der Vereinbarungen vorzubehalten. Die Einigung wurde auf Reichsversammlungen erzielt, zunächst 1552 beim informellen Passauer Tag der Kriegsfursten und der Vermittler, endgültig bei dem dafür zuständigen Reichstag von 1555. Daß allein Reichsversammlungen und damit eben die Stände den Religionskonflikt lösen würden, war 1521 noch nicht abzusehen, als der Kaiser auf seinem ersten Reichstag den Ketzer Luther noch als Randerscheinung erlebte.32 Es wurde oft betont, daß der Kaiser und seine Berater die Glaubensspaltung unterschätzten, ja unterschätzen mußten. Zudem begünstigte die Abwesenheit des Kaisers nach 1521 die Verbreitung und eine erste politisch-konfessionelle Organisation des neuen Glaubens. Beides ist richtig. Als freilich Karl V. 1530 von der Kaiserkrönung in Bologna aus dem befriedeten Italien zum Reichstag nach Augsburg kam, erkannten er und seine Berater immer noch nicht die Tragweite der Veränderungen im Reich und nahmen deren religiöse, bekenntnishafte Dynamik zu wenig ernst. Zudem galt 1530 wie auch später: Der Kaiser hatte nicht theologische, sondern universale politische Probleme zu lösen, um seine über Europa verstreuten Herrschaftsgebiete zusammenzuhalten. 33 In der universalen, europäischen Perspektive aber waren die kirchlichen Kräfte, auch die römische Kurie, nur politische Mitspieler. Daher verfolgte Karl V. eine Strategie, die er bis zum Scheitern 1552/55 trotz aller Rückschläge stets von neuem versuchte. Sie ging von der Prämisse aus, daß es sich bei der Glaubensspaltung um ein politisches Problem handelte.34 Demgemäß war sie auch mit politischen Mitteln zu lösen, mit Verhandlungsdruck oder mit scheinbar nebensächlichen Kompromissen in der Religion. Ziel der Strategie war die Wiederherstellung der Kircheneinheit im Reich, und zwar die Einheit auf dem Boden der alten Kirche. Diese nicht kompromißfähige und
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Heinrich Lutz, „Das Reich, Karl V. und der Beginn der Reformation. Bemerkungen zu Luther und Worms", in: Heinrich Fichtenau/Erich Zöllner (Hg.), Beiträge zur neueren Geschichte Österreichs, Wien/Köln/Graz 1974, 47-70. Wolfgang Reinhard, „Die kirchenpolitischen Vorstellungen Kaiser Karls V., ihre Grundlagen und ihr Wandel", in: Erwin Iserloh (Hg.), Confessio Augustana und Confutatio. Der Augsburger Reichstag 1530 und die Einheit der Kirche, Münster 1980, 62-100, hier 67. Horst Rabe, „Karl V. und die deutschen Protestanten. Wege, Ziel und Grenzen der kaiserlichen Religionspolitik", in: Ders. (Hg.), Karl V. Politik und politisches System. Berichte und Studien aus der Arbeit an der Politischen Korrespondenz des Kaisers, Konstanz 1996,317-345, hier 343 f.
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auch nie in Frage gestellte Grundposition leitete sich aus Karls Verständnis des Kaisertums und aus seiner europaweiten Herrschaft ab. Der Kaiser war also durchaus bereit, im Kleinen, in einigen theologischen Fragen nachzugeben, um die Kircheneinheit zu retten. Damit allerdings begab er sich auf ein Feld, das gar nicht seiner Kontrolle unterstand, und damit hatte er es mit drei Gegnern zu tun, die ihn bei jeder Reichsversammlung von neuem bezwangen: die Kurie, die altgläubigen und die neugläubigen Reichsstände. Jedes Auftreten eines Kardinallegaten beim Reichstag dokumentierte, wie weit Papst und Kurie davon entfernt waren, einseitige theologische Zugeständnisse zu machen.35 Der Papst beugte sich zwar am Ende der Forderung nach einem Konzil, aber erst, als er es nach eigenen Vorstellungen lenken und die Bedürfnisse des Kaisers und des Reichs übergehen konnte. Die beiden anderen Gegner, deren Standfestigkeit der Kaiser bis zuletzt unterschätzte, waren die reichsständischen Religionsparteien. Sie ließen sich weder durch Entgegenkommen noch durch Drohungen zur religiösen Einigung bewegen. Beim ersten groß angelegten Versuch 1530 erreichte Karl genau das Gegenteil seiner eigentlichen Zielsetzung. Die Reichsstände lösten die konfessionellen Fronten nicht auf, sondern definierten sie erstmals in klarer Positionsbestimmung.36 Der Kaiser setzte dennoch weiterhin auf Einheit, die nur zu erreichen war durch Verhandlungen der Religionsparteien, durch Religionsgespräche der von den Reichsständen benannten Theologen und Räte. Denn auch darin lag ein Dilemma: Der Kaiser hatte als „defensor ecclesiae" zwar die Reichskirche zu schützen, aber er besaß so gut wie keine Rechte und hatte keinen Handlungsraum in Religions- und Kirchenfragen des Reichs.37 Die Ausübung der kirchlichen Rechte oblag vielen Herren, letztlich aber den
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Erich Meuthen (Hg.), Reichstage und Kirche, Göttingen 1991. Darin die Beiträge von: Peter Schmid, „Der päpstliche Legat Raimund Peraudi und die Reichsversammlungen der Jahre 1501-1503. Zum Prozeß der Entfremdung zwischen Reich und Rom in der Regierungszeit König Maximilians I." (65-88); Albrecht Pius Luttenberger, „Kaiser" (89-136; wie Anm. 16); Silvia Schweinzer, „Das Ringen um Konzil und Kirchenreform: Die Mission des Nuntius Giovanni Morone auf dem Speyrer Reichstag 1542" (137-189). Erwin Iserloh (Hg.), Confessio Augustana und Confutatio. Der Augsburger Reichstag 1530 und die Einheit der Kirche, Münster 1980. Alfred Kohler, „Der Augsburger Reichstag 1530. Von der Bilanz des Jubiläumsjahres 1980 zum Programm einer Edition der Reichstagsakten", in: Heinrich Lutz/Alfred Kohler (Hg.), Aus der Arbeit an den Reichstagen unter Kaiser Karl V., Göttingen 1986, 158-193. Albrecht Pius Luttenberger, „Kirchenadvokatie und Religionsfriede. Kaiseridee und kaiserliche Religionspolitik im 16. und 17. Jahrhundert", in: Rolf Gundlach/Hermann Weber (Hg.), Legitimation und Funktion des Herrschers. Vom ägyptischen Pharao zum neuzeitlichen Diktator, Stuttgart 1992, 185-232.
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Territorialgewalten, den Fürsten. Die Religionsgespräche (1540/41) brachten immerhin beim Reichstag 1541 beide Parteien zu einer sehr weit gehenden theologischen Annäherung, aber nicht zur alles entscheidenden Übereinstimmung. Die Einigung erwies sich als unmöglich, teils wegen der gefestigten religiösen Überzeugungen, teils wegen der von der Politik geschaffenen Tatsachen. In der Kirchenorganisation hatten die neugläubigen Reichsstände, voran Hessen und Kursachsen, die Brücken zur alten Kirche längst abgerissen, hatten die Kirchen- und die Territorialherrschaft bereits zur Deckung gebracht. Im ernestinischen Kursachsen erfaßten seit 1528 Visitationen die Amts- und Lebensführung der Geistlichen. Der Kurfürst setzte Superattendenten zur Kirchenleitung ein, ernannte in letzter Kompetenz die Pfarrer und besoldete sie. Zugleich konfiszierte er das Kirchen- und Stiftsgut und unterstellte es 1543 seiner Verwaltung. Jedoch nicht nur in neugläubigen, auch in altgläubigen Territorien wie in Bayern38 besaß bekanntlich der Herzog den eigentlichen Einfluß auf die Kirchen und Klöster des Landes, mehr als der Bischof oder die Kurie. Die Kirche hatte zwar noch prinzipiell die Aufsicht über die Amtsführung der Geistlichkeit, die Religionsausübung der Untertanen jedoch entzog sich weitgehend ihrem Zugriff. Nur die alt- und neugläubigen Territorialherren konnten die Religion des Gemeinen Mannes regulieren und Abweichungen bestrafen. Der Kaiser war im Landeskirchentum der großen, politisch maßgebenden Territorien überhaupt nicht präsent. Die Herrschaft im Religiös-Kirchlichen lag also in der Hand der Territorialherren, mehr noch: Die innere Ordnung, die Herrschaft in den Territorien hing von der religiös-konfessionellen Einheit ab. Daher auch scheiterte das Interim, das Karl V. nach seinem militärischen Triumph über die Protestanten auf dem Reichstag 1548 erzwang.39 Nur im Augenblick des Siegs konnte er den Reichstag übergehen und in Form eines Edikts die kirchliche Einheit anordnen. Der Laienkelch der Protestanten und die Priesterehe sollten die Grundpfeiler der kaiserlichen Kircheneinheit werden. Aber das Augsburger Interim wurde im protestantischen Norden nicht durchgeführt, selbst nicht in der Abschwächung der Leipziger Fassung. Es war im Südwesten nur mit äußerstem Druck durchzusetzen. Auch die katholischen Fürsten widersetzten sich, nicht nur weil sie Libertät und Unabhängigkeit wahren wollten. Denn das Interim hatte gerade für katholische Territorien bedrohlich destabilisierende Wirkungen, sogar für
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Paradigmatisch: Helmut Rankl, Das vorreformatorische landesherrliche Kirchenregiment in Bayern 1378-1526, München 1971. Horst Rabe, Reichsbund und Interim. Die Verfassungs- und Religionspolitik Karls V. und der Reichstag von Augsburg 1547/48, Köln/Wien 1971,407-449.
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Bayern und die österreichischen Erblande. Zwar wollten weder Albrecht V. von Bayern noch König Ferdinand ohne den Konsens Roms den Laienkelch oder die Priesterehe freigeben. Aber der Laienkelch wurde illegal praktiziert und auf den Landtagen der bayerischen und österreichischen Stände gefordert. Er wirkte so als Speerspitze der evangelischen Bewegung, die sich nach 1550 in den österreichischen Erblanden festsetzte und dort in den nominell katholischen Territorien bis hin zu eigenen Formen der Kirchenorganisation gedieh.40 Gerade die Entwicklung in Bayern und in den Erblanden erweist: Die Kircheneinheit des Reichs war am Ende der Regierung Karls V. in keiner Weise mit der Kircheneinheit der Territorien zu vereinbaren. Dies war der erste Grund, warum die Einheit unerreichbar wurde. Der zweite: Weil die Territorialherren über die eigentlichen Herrschaftsrechte verfugten und weil sie bei den Reichsversammlungen Recht und Verfassung festsetzten, konnte die Entscheidung beim Reichstag zu Augsburg 1555 nur zugunsten der Territorien ausfallen. Denn bis zum Jahr 1555 hatte Karl V. nicht nur das Ziel der Einheit auf dem Weg über Verhandlungen eklatant verfehlt, den er eigentlich jeder Gewaltanwendung vorzogen hatte. Zudem hatten sich die Mittel der Gewalt, des rechtlichen und militärischen Protestantenkriegs, als untauglich erwiesen. Das war der andere Weg gewesen, mit dem der Kaiser die Kircheneinheit zu erhalten suchte: Ketzerprozesse, Verfahren beim Reichskammergericht, Ächtung aufgrund der Landfriedensgewalt, schließlich Krieg. Der Sieg von Mühlberg41 täuscht jedoch über die wahren Kräfteverhältnisse hinweg. Der Kaiser bezog aus dem Reich keine Steuern, seine politische Macht stützte sich im wesentlichen auf die seinem Bruder übertragenen Erblande. Deren Mittel aber flössen den Türkenkriegen zu, und seit 1526 mußte sich Ferdinand auch auf den Erhalt der böhmischen Kronländer und Oberungarns konzentrieren. Der Krieg der Habsburger gegen die Türken und gegen Frankreich, ferner das weit gespannte Engagement Karls V. beließen den deutschen Fürsten immer den Vorteil der inneren Linie. Und nicht das Reichsoberhaupt, sondern allein die Reichsstände konnten die finanziellen und militärischen Ressourcen des Reichs mobilisieren.
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Anton Schindling/Walter Ziegler (Hg.), Die Territorien des Reichs im Zeitalter der Reformation und Konfessionalisierung. Land und Konfession 1500-1650, Bd. 1: Der Südosten, Münster 1992; darin die Beiträge von W. Ziegler zu Bayern (56-70) und Nieder- und Oberösterreich (118-133). Heinz Schilling, „Veni, vidi, Deus vixit - Karl V. zwischen Religionskrieg und Religionsfrieden", in: Archiv fur Reformationsgeschichte 89 (1998), 144-166. Günther Wartenberg, „Die Schlacht bei Mühlberg in der Reichsgeschichte als Auseinandersetzung zwischen protestantischen Fürsten und Kaiser Karl V.", in: Archiv für Reformationsgeschichte 89 (1998), 167-177.
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Ein weiteres kam hinzu: Im Zweifel hatte die Solidarität der deutschen Fürsten, ihre Libertät gegen das Reichsoberhaupt zu verteidigen, unverkennbar den Vorrang vor der Solidarität von Konfessionsparteien.
3. Kaiser, Reichstag und Reichsverfassung Mit den letzten Bemerkungen habe ich bereits das andere große Problem berührt, das die Reichstage unter Karl beschäftigte: die Verfassung des Reichs und damit die Machtverteilung zwischen Reichsoberhaupt und Reichsständen. Die Integration des Reichsverbands hatte unter Maximilian I. zwischen 1486 und 1505 bedeutende Fortschritte gemacht. Der Reichstag wurde in diesen Jahrzehnten zur wiederkehrenden Institution. Mit dem Gemeinen Pfennig wurde eine reichsweite neue Steuerform erprobt. Das Reichskammergericht und die Reichskreise traten ins politische Leben. Das Reichsregiment sollte die Aufgabe einer ständigen Regierung im Reich übernehmen. 42 Nach 1505 allerdings stagnierten die Reformen bis weit in die Regierungszeit Karls V. hinein. Als der Kaiser 1521 seinen ersten Reichstag abhielt, wurden die bestehenden Institutionen lediglich bestätigt. Jedoch nahm der Reichstag zwei Projekte neu in Angriff. Das war zum einen der Plan, einen Zoll an den Reichsgrenzen zu erheben, um damit Reichskammergericht und Reichsregiment dauerhaft zu finanzieren. Zum andern gewährte der Reichstag dem Kaiser eine militärische Hilfe, um ihm einen Romzug und das Eingreifen in Italien zu ermöglichen.43 Nach dem Vorbild älterer Listen, vor allem von 1505, die indessen nicht zur Anwendung gekommen waren, wurden nun alle Reichsstände zur Bereitstellung von Truppenkontingenten verpflichtet, die sie für den Romzug beizusteuern hatten. Diese Auflistung von 1521, die Wormser Matrikel, sollte später als Besteuerungsgrundlage bis zum Ende des alten Reichs in Kraft bleiben. Statt der Truppen hatten die Reichsstände endgültig ab 1541 entsprechende Geldbeträge zu leisten. Karl V. erhielt die zugesagte Hilfe für den Romzug jedoch nicht, weder in Truppen noch in Geld. Diese Hilfe hätte einer Summe von etwa einer halben Million Gulden entsprochen, fünfmal mehr als der Gemeine Pfennig 1495
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Heinz Angermeier, Die Reichsreform 1410-1555. Die Staatsproblematik in Deutschland zwischen Mittelalter und Gegenwart, München 1984, 150-215. Fritz Reuter (Hg.), Der Reichstag zu Worms von 1521. Reichspolitik und Luthersache, Worms 1980. Darin bes.: Rainer Wohlfeil, „Der Wormser Reichstag von 1 5 2 1 5 9 - 1 5 4 .
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erbracht hatte.44 Sie wurde im Lauf der 1520er Jahre Erzherzog Ferdinand für seinen Krieg gegen die Türken zugesagt. Inwieweit diese von Reichstagen gemachten Zusagen wirklich eingehalten wurden, wissen wir allerdings nicht. Obwohl zwischen 1522 und 1529 acht Reichstage stattfanden, mehr als irgendwann sonst in einem solchen Zeitraum, aber ohne den Kaiser, bildeten sich die Organisationsformen des Reichs zurück. Das Zollprojekt von 1521 wurde nach unergiebigen, langen Debatten zu den Akten gelegt. Die Bereitstellung der Steuer von 1521 wurde wegen der Proteste gegen die Steuersätze der Matrikel verschleppt. Nur widerwillig erneuerten die Stände von Reichstag zu Reichstag ihren Finanzbeitrag zum Regiment und zum Kammergericht. Die Beratungen über bestehende und geplante Institutionen schleppten sich dahin, Beratungen über Reichsregiment, Reichskreise und Reichskammergericht ebenso wie über die Exekution gegen Friedbrecher, über die Halsgerichtsordnung oder die Münzordnung. Seit dem Reichstag 1526 traten diese Themen erstmals ganz in den Schatten der Religionsspaltung. Die völlige Lähmung trat 1527 in Regensburg ein, als die Stände nicht nur die Finanzierung von Regiment und Reichskammergericht verweigerten, sondern auch die Hilfe für Ferdinand von Österreich, der sich einem Großangriff der Türken gegenübersah. Erst die Reichstage von 1530 und 1532, denen der Kaiser wieder persönlich beiwohnte, stoppten die Auflösungserscheinungen. Jetzt erst wurden mit der Reichspolizei- und der Halsgerichtsordnung für das ganze Reich verbindliche Kodifikationen verabschiedet. Die Kreise erhielten mit der Aufstellung des Türkenheers ihre erste wichtige Aufgabe, über die sie auf Kreis versammlungen entschieden. Kreishauptleute hatten demgemäß die Truppenkontingente der Reichsstände zum Kriegsschauplatz in Ungarn zu führen. Erneut jedoch verließ Karl V. das Reich. Reichstage fanden nicht mehr statt. Die antihabsburgische Opposition, die sich infolge der Religionsspaltung und der Königswahl Ferdinands gebildet hatte, dazu die Religionsspaltung verschärften die Desintegration.45
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Peter Schmid, Der Gemeine Pfennig von 1495, Göttingen 1989. Ders., „Reichssteuern, Reichsfinanzen und Reichsgewalt in der ersten Hälfte des 16. Jahrhunderts", in: Heinz Angermeier (Hg. unter Mitarbeit von Reinhard Seyboth), Säkulare Aspekte der Reformationszeit, München/Wien 1983, 153-216. Alfred Kohler, Die reichsständische Opposition gegen die Wahl Ferdinands I. zum römischen König und gegen die Anerkennung seines Königtums 1524-1534, Göttingen 1982. Ders., „Die innerdeutsche und außerdeutsche Opposition gegen das politische System Karls V.", in: Heinrich Lutz (Hg. unter Mitarbeit von Elisabeth Müller-Luckner), Das römisch-deutsche Reich im politischen System Karls V., München/Wien 1982,107127.
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Die Wende kam schließlich mit der Abfolge von sechs Reichstagen 1541-45. 46 Diese waren zwar belastet durch die Kirchenspaltung, aber sie leiteten den beschleunigten Prozeß ein, in dem sich bis 1555 und darüber hinaus ein neuer, gefestigter Verfassungsbau des Reichs ausbildete. Dieser Prozeß erfaßte drei wesentliche Bereiche: erstens die Steuern, zweitens die Verwaltungs- und Rechtsordnung, drittens die Friedensordnung. Erstens zu den Steuern. Schon mit dem Reichstag 1532, in jedem Fall 1541 begann die Serie der Türkenreichstage41, die sich bis 1603 erstreckte; aber auch noch 1608 und 1613 war die Türkenhilfe aus der Sicht des Kaiserhofs das zentrale Thema. Kennzeichen der Türkenreichstage war, daß der Kaiser den Reichstag einberief, um von den Reichsständen eine Steuer zu erhalten. Damit hatte die Ständeversammlung des Reichs die gleiche Kernfunktion wie eine Versammlung der Landstände in den Territorien: die Bewilligung einer Steuer. Es gab zunächst noch Ausnahmen wie die Friedensreichstage 1548 und 1555, aber Türkenhilfe und Steuern bildeten ungeachtet des Religionsproblems seit 1532 die thematische Klammer der Reichstage. Drei Punkte waren umstritten: die Form der Steuer, ihre Verwendung und die Höhe. Noch in den vierziger Jahren waren zwei Formen gebräuchlich: der Gemeine Pfennig und die Matrikelsteuer. Der Gemeine Pfennig veranlagte als Vermögens- und Kopfsteuer alle Bewohner des Reichs. Dagegen belegte die Matrikelsteuer nur die Reichsstände, gestattete ihnen jedoch, den Steueranteil bei ihren Untertanen einzutreiben. Die Matrikelsteuer war gewiß kein modernes Steuersystem, aber es war an die Territorial- und Lehensordnung des Reichs angepaßt. Für die Matrikel entschieden sich die Reichsstände 1548, und zwar endgültig, wie sich später herausstellen sollte. Die beiden Steuerbeschlüsse dieses Reichstags griffen nämlich auf die Matrikeln zurück, die 1521 für den Romzug und die Finanzierung des Kammergerichts erstellt worden waren. Die Reichstage von 1542 und 1544 hatten sich noch für Gemeine Pfennige entschieden. Nach 1544 wurde kein neuer Gemeiner Pfennig mehr beschlossen, obwohl vor allem die Kaiser diese Form der Steuer noch mehrfach vorschlugen. Letztmals debattierten die Reichsstände ernsthaft über einen Gemeinen Pfennig
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Albrecht Pius Luttenberger, Glaubenseinheit und Reichsfriede. Konzeptionen und Wege konfessionsneutraler Reichspolitik (1530-1552) (Kurpfalz, Jülich, Kurbrandenburg), Göttingen 1982. Winfried Schulze, Reich und Türkengefahr im späten ¡6. Jahrhundert. Studien zu den politischen und gesellschaftlichen Auswirkungen einer äußeren Bedrohung, München 1978.
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beim Reichstag 1576, aber noch unter Rudolf II. (1576-1612) tauchte er wiederholt als Forderung in der kaiserlichen Proposition auf. Die Verwendung der Türkensteuern wurde von den Ständen bis 1559 überprüft, andere Steuern als gegen die Türken nur selten gewährt. Dies war unter Karl V. nach 1521 nur der Fall 1548, als der Reichstag eine Steuer zur inneren und äußeren Friedenssicherung bewilligte, ein Zugeständnis, das sich aus der besonderen Autorität des Kaisers zu diesem Zeitpunkt erklärt. Zum Zweck der allgemeinen Friedenssicherung hatte es bis 1548 überhaupt keine Steuer gegeben. Die Höhe der Bewilligungen und der Ertrag der Steuern lagen unter Karl V. noch auf sehr niedrigem Niveau.48 Am meisten erhielt der Kaiserhof wohl aus der Türkensteuer von 1548 mit rund 350 000 Gulden. Nach 1555 bewilligten die Reichsstände wesentlich mehr. Zum Vergleich wäre etwa heranzuziehen die Türkensteuer von 1566 mit einem Ertrag von rund 2,9 Mio. Gulden, die freilich von späteren Steuern noch übertroffen wurde.49 Zusammenfassend erscheint für die Reichssteuern unter Karl V. bemerkenswert: Der Kaiser erhielt allein 1548 eine geringe Summe für seine Aufgabe der allgemeinen Friedenswahrung. Dagegen fanden sich die Stände zu einer wiederholten Hilfeleistung gegen die Türken bereit, allerdings mit geringen Beiträgen, die indessen nicht Karl V., sondern Ferdinand I. zugute kamen. Die Steuern beeinflußten den zweiten Bereich, den ich mit dem Begriff Verwaltungs- und Rechtsordnung zusammenfasse. Die Akzeptanz der Steuersätze und die Eintreibung der Steuer verlangten vor allem ab 1541 neue Formen einer Reichsverwaltung. Hierfür existierten zwei mögliche Verwaltungskerne: erstens ein kaiserlicher, der allerdings nur in Ad-hoc-Kommissionen bestehen konnte; zweitens ein ständischer, und das waren die 1500/1512 benannten, aber noch nicht wirklich arbeitenden Reichskreise.50 Die Reichskreise übernahmen dann die Verwaltungsfunktionen bei den Türkensteuern, wovon ab 1541 ein erster großer Organisationsschub ausging. Nun traten in rascher Abfolge überall Kreistage zusammen. Sie befaßten sich auch mit weiterem, überterritorialem Regelungsbedarf, mit „Policey", Wirtschaft und insbesondere mit der Vereinheitlichung des Münzwesens im Reich. Die
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Maximilian Lanzinner, Friedenssicherung und politische Einheit des Reiches unter Kaiser Maximilian II. (1564-1576), Göttingen 1993, 470 f. Winfried Schulze, „Die Erträge der Reichssteuern zwischen 1576 und 1606", in: Jahrbuchfördie Geschichte Mittel- und Ostdeutschlands 27 (1978), 169-185. Winfried Dotzauer, Die deutschen Reichskreise in der Verfassung des Alten Reiches und ihr Eigenleben (1500-1806), Darmstadt 1989. Ders., Die deutschen Reichskreise (13831806). Geschichte und Aktenedition, Darmstadt 1998.
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Aktivitäten der Kreise wurden wiederum von Reichstagen gebündelt in großen Rahmengesetzgebungen, allerdings erst 1559 in der Reichsmünzordnung und 1577 in der Reichspoliceyordnung. Den Kreisen oblag auch die Besetzung des Reichskammergerichts. Über Bestand, Organisation und Verfahren des obersten Reichsgerichts jedoch befanden allein die Reichstage. Die wichtigste Leistung ist hier wohl dem Reichstag 1548 zuzuschreiben51, der die bis zum Ende des Reichs maßgebliche Kammergerichtsordnung erließ, die 1555/59 durch Regelungen zur Bikonfessionalität ergänzt wurde. Auch war die Finanzierung des Gerichts erst seit 1548 wirklich gesichert.52 Freilich, selbst wenn Karl V. 1548 noch kleinere Korrekturen zu seinen Gunsten gelangen, das Kammergericht von 1548/55 war ein ständisch geprägtes Gericht. Auch die Verwaltungs- und Rechtsordnung des Reichs also erhielt durch die Reichstage 1541-48 bedeutende Impulse, zwar in Anwesenheit König Ferdinands und des Kaisers, aber doch am Reichsoberhaupt vorbei unter strikter Beachtung ständischer Interessen. Eine Friedensordnung des Reichs, die sich wirksam gegen marodierende Söldner, gegen Raubzüge von Fürsten, Grafen und Rittern oder gegen große Erhebungen einsetzen ließ, stand seit dem Ewigen Landfrieden von 1495 auf der Tagesordnung von Reichsversammlungen. Die Einigung und gar die Umsetzung einer solchen Ordnung wurde zwar nicht vollständig, aber doch erheblich blockiert durch die Glaubensspaltung. Auch hier konnte ein kaiserlicher oder ein ständischer Weg zur Lösung beschritten werden. Die kaiserliche Lösung versuchte Karl V. mit seinem Projekt eines Bundes 1547/48 herbeizufuhren. Der Bund sollte die Reichsstände der Friedens- und Ordnungspolitik des Kaisers unterstellen. Er hätte den Reichstag als Forum des Verhandeins und Entscheidens ausgeschaltet und damit den Kern der Reichsverfassung außer Kraft gesetzt. Karl V. konnte damit eine wirkliche monarchische Stellung im Reich erringen. Daraufließen sich die Stände natürlich nicht ein, und auch der Kaiser verfolgte das Bundesprojekt mit bemerkenswert geringem Nachdruck.53
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Peter Schulz, Die politische Einflußnahme auf die Entstehung der Reichskammergerichtsordnung 1548, Köln/Wien 1980, 225. Horst Rabe, „Der Augsburger Religionsfriede und das Reichskammergericht 15551600", in: Horst Rabe/Hansgeorg Molitor/Christoph Rublack (Hg.), Festgabe für Emst Walter Zeeden, Münster/Westf. 1976, 260-280. Maximilian Lanzinner, Reichsversammlungen und Reichskammergericht 1556-1586, Wetzlar 1995, 31-35. Darauf hat überzeugend und mit Nachdruck hingewiesen Volker Press, „Die Bundespläne Kaiser Karls V. und die Reichsverfassung", in: Heinrich Lutz (Hg. unter Mitarbeit von Elisabeth Müller-Luckner), Das römisch-deutsche Reich im politischen System Karls V., München/Wien 1982, 55-106, hier bes. 82-85.
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Viel wichtiger war ihm 1548 der Burgundische Vertrag, mit dem er seinen niederländischen Herrschaftskomplex aus dem Reich löste, für ihn aber dennoch weiterhin den Schutz des Reichs beanspruchte.54 Mit dem Vertrag verfolgte der Kaiser die gleiche Politik innerhalb des Reichsverbands wie die Stände: nämlich Lösung von den rechtlichen und herrschaftlichen Bindungen des Reichs, ohne dessen Schutz zu verlieren. Genau diesem Ziel, den Ständen mehr Schutz im Reichsverband zu bieten, diente die Reichsexekutionsordnung55, die der Reichstag von 1555 beschloß und die in Kraft blieb bis zum Ende des Reichs. Die Ordnung traf nun erstmals tatsächlich Vorkehrungen, um Friedensstörungen im Rahmen der Reichsorganisation wirksam zu bekämpfen. Sie schützte damit jeden einzelnen Reichsstand und garantierte dessen Existenz. Aber die Exekutionsordnung erwähnte mit keinem Wort das Reichsoberhaupt. Nur die Reichsstände selbst sollten in Zusammenschlüssen, die nicht aufzwang beruhten, Friedensstörungen bekämpfen. Das Erstaunliche an dieser durch und durch libertär-ständischen Ordnung ist, daß sie umgehend funktionierte. Nach der Niederwerfung Grumbachs 1567, die durch die Exekutionsordnung möglich wurde, war die Zeit der Raubkriege der Ritter, Grafen und Fürsten endgültig vorbei. Die Exekution gegen Grumbach hatten zwar der Kurfürst von Sachsen und vier Reichskreise erfolgreich durchgeführt, jedoch hatte zuvor der Kaiser, Maximilian II., die Acht verfügt und den Befehl zur Exekution gegeben. Im Hinblick auf unser Thema ist festzuhalten: Auch die Friedensordnung des Reichs, die seinen Verfassungskern ausmachte, schloß in radikaler Weise Karl V. aus. Die Handhabung der Exekutionsordnung nach 1555 jedoch erwies, daß ohne eine zentrale Steuerung, die natürlich der Kaiser übernahm, militärische Aktionen gegen Friedensstörer gar nicht durchzuführen waren. Die Reichsstände ließen die Rückkehr des Kaisers in die Aufgaben der Friedenssicherung nicht nur zu, sondern bezogen das Reichsoberhaupt von sich aus aktiv ein56, wie vor allem beim Reichsdeputationstag 1564 und beim Reichstag 1566 sichtbar wurde. Aber zu diesem Zeitpunkt, 1564-1567, hatte bereits Maximilian II. den
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Helmut G. Koenigsberger, „Prince and States General: Charles V and the Netherlands (1506-1556)", in: Transactions of the Royal Historical Society 6/4 (1994), 127-151. Alfred Kohler, „Die Sicherung des Landfriedens im Reich. Das Ringen um eine Exekution des Landfriedens 1554/55", in: Mitteilungen des Instituts für Österreichische Geschichtsforschung 24 (1971), 140-168. Albrecht Pius Luttenberger, Kurfürsten, Kaiser und Reich. Politische Führung und Friedenssicherung unter Ferdinand I. und Maximilian II., Mainz, 1994, 307-384.
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Kaiserthron bestiegen, hatte mithin das Kaisertum den universalen Herrschaftsanspruch abgelegt.
4. Zusammenfassung Als Gesamtergebnis ist nicht von der Hand zu weisen, daß Karl V. auf Reichstagen schwere Verluste hinnehmen mußte. Die Reichstage paßten die Verfassung des Reichs an die Bedürfnisse der Territorien an. Dies geschah 1521 und 1530, vor allem aber seit 1541, indem sie die bis 1505 vollzogenen Reformen fortsetzten. Das Reich gewann so unter Karl V. seine spezifischen Formen von Staatlichkeit. Diese schlössen jede „Superiorität", jede durch Erzwingung abgesicherte Hierarchie aus. Denn letztlich hatten es weder der Kaiser noch die Reichsversammlungen in der Hand, durch legitime Gewaltsamkeit Gehorsam zu erzwingen. Nur die Friedensstörer unter den Reichsständen hatten die Acht, seit 1555 die Exekution durch Reichsorgane zu furchten. Festzuhalten ist auch: Der Reichsverband hatte 1555 leistungsfähigere Institutionen und eine stärkere Kohäsion als 1519, trotz der 1555 abgesicherten Libertät und Bikonfessionalität der Reichsstände. Damit war das Reich in seiner legitimierenden Funktion bestätigt. Denn der funktionierende Reichsverband und der Kaiser als Lehensherr legitimierten die Herrschaft in den Territorien, die eine vom Reich abgeleitete war.57 Das Reich konnte zugleich 1555 weit effizienter seine Schutzfunktion wahrnehmen, vor allem gegenüber den schwachen und kleinen Reichständen. Es wäre falsch anzunehmen, daß sich dieser Prozeß geradezu gesetzmäßig vollziehen mußte, weil alle Stände in klarer Erkenntnis ihrer Interessen auf das Ziel der reichsständischen Libertät zusteuerten. Generell nahmen die meisten weltlichen Fürsten wenig Anteil, weil ihre Herrschaft nach innen gesichert, nach außen allenfalls gegenüber dem Kaiser gefährdet war. Die Reichsstädte, Grafen und Prälaten mit Stimmrecht, aber ohne Einfluß beim Reichstag, suchten ohnehin nicht die Libertät, sondern den Anschluß und Schutz des Kaisers58,
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Dietmar Willoweit, Rechtsgrundlagen der Territorialgewalt. Landesobrigkeit, Herrschaftsrechte und Territorium in der Rechtswissenschaft der Neuzeit, Köln/Wien 1975. Georg Schmidt, Der Städtetag in der Reichsverfassung. Eine Untersuchung zur korporativen Politik der Freien und Reichsstädte in der ersten Hälfte des 16. Jahrhunderts, Stuttgart 1984. Ders., „Die politische Bedeutung der kleineren Reichsstände im 16. Jahrhundert", in: Jahrbuch für Geschichte des Feudalismus 12
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jedoch mit begrenztem Erfolg. Dies galt gleichermaßen für die geistlichen Fürsten, insbesondere am Beginn der 1550er Jahre. Doch auch sie enttäuschte der Kaiser, als sie Hilfe gegen den raubenden Markgrafen Albrecht Alkibiades erwarteten. Insofern konnte der Schutz des Reichs für die kleinen und geistlichen Reichsstände eine Alternative oder Ergänzung sein, wenn der Kaiser sich entzog. Zu beobachten ist jedenfalls, daß die geistlichen Fürsten in dem Maß ihre Teilnahme an Reichstagen, ihre Beteiligung an Belangen des Reichs insgesamt steigerten, in dem sie seit 1525 infolge der Reformation geschwächt wurden. Auch unter den Kurfürsten verstärkte sich seit 1547/48 das Bewußtsein eines gemeinsamen Interesses am Reich, dessen Existenz ihnen Rückhalt und Einfluß gewährleistete. Aber es lag dann doch 1554/55 ganz wesentlich am politischen Willen Kursachsens, daß der Friede zustandekam. Der Kaiser behinderte den von den Reichsständen getragenen Integrationsprozeß nicht. Er engagierte sich auch nicht mit eigenen Zielen, sieht man von der Kircheneinheit ab. Gewiß kämpfte Karl V. weniger um Verfassungsfragen und um Steuern der Reichsstände, als dies noch Maximilian I. getan hatte. Die Entscheidungsstrukturen der Reichstage ließen dem Reichsoberhaupt nur wenig Spielraum, um seine Rechte und seine Macht auszuweiten. Dem trug Karl V. Rechnung. Der eigentliche Wert des Kaisertums lag für ihn zum einen im Rang, den es ausdrückte. Inwieweit der Kaiser damit den Anspruch auf eine Monarchia universalis verknüpfte, sei dahin gestellt.59 Einen Vorrang unter den Herrschern Europas drückte der Kaisertitel ohne Frage aus. Das Amt öffnete außerdem das Reich als Rekrutierungsraum für Söldner, und es öffnete den Zugang zu den Krediten der oberdeutschen Kaufleute.60 Jedoch hatte Karl V. von Reichstagen keinerlei Unterstützung für seine italienische und europäische Politik zu erwarten. Das hatten schon die unermüdlichen Versuche Maximilians
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(1989), 185-206. Volker Press, KaiserKarl V., König Ferdinand und die Entstehung der Reichsritterschaft, Mainz 1980. Ders., „Kaiser und Reichsritterschaft", in: Rudolf Endres (Hg.), Adel in der Frühneuzeit, Berlin 1991, 163-194. Franz Bosbach, Monarchia universalis. Ein politischer Leitbegriff der frühen Neuzeit, Göttingen 1988. Heinrich Lutz, „Karl V. - Biographische Probleme", in: Grete Klingenstein/Heinrich Lutz/Gerald Stourzh (Hg.), Biographie und Geschichtswissenschaft. Aufsätze zur Theorie und Praxis biographischer Arbeit, Wien 1979,151-182, hier 156161. Abgewogen die Bemerkungen bei Alfred Kohler, Karl V. 1500-1558. Eine Biographie, München 1999, 94-100. Hermann Kellenbenz, „Das römisch-deutsche Reich im Rahmen der wirtschafts- und finanzpolitischen Erwägungen Karls V. im Spannungsfeld imperialer und dynastischer Interessen", in: Heinrich Lutz (Hg. unter Mitarbeit von Elisabeth Müller-Luckner), Das römisch-deutsche Reich im politischen System Karls F., München/Wien 1982, 35-54.
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Maximilian
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I. evident gemacht. Freilich, mit der gesteigerten Türkengefahr seit 1526 mutierte der Reichstag dann doch zu einer Ständeversammlung, die über Steuern befand wie die Ständeversammlungen in den Territorien. Für das Reich als politischer Verband war damit eine neue Integrationsstufe erreicht. Von den Steuern profitierte das Reichsoberhaupt, im Fall Karls V. nur indirekt, da die Mittel Ferdinand I. zuflössen. Kommt man demgemäß zum Schluß, daß Karl V. an der Stabilisierung und Integration des Reichsverbands wenig lag, weil er auch nur wenig zu gewinnen hatte, so gilt dies keinesfalls für die kirchliche Entwicklung. Die Wahrung der Kircheneinheit hatte existentielle Bedeutung für seinen weitgespannten, ohnehin labilen Herrschaftskomplex, insbesondere den niederländischen, dem Reich angehörigen Teil, der ohne diese Einheit noch schwerer zu regieren war. Aber in der Religion ging es für Karl nicht nur um Politik, sondern auch um das Gewissen und das Bewußtsein der tiefen Verpflichtung, die von den Vorfahren übernommene christliche Weltordnung zu erhalten. Daß Karl ein mächtiger europäischer, spanischer Herrscher war, vertiefte fortgesetzt die Gegensätze zwischen Kaiser und Ständen. Die Reichsstände mußten in Karl V. einen gefahrlichen Gegner sehen, dessen Ansprüchen die Kurfürsten schon 1519 mit der ersten Wahlkapitulation im Reich überhaupt entgegentraten. Mißtrauen und Abwehrhaltung wirkten sich auf den Beratungsgang des Reichstags aus, mehr noch auf die Beschlüsse zu den kirchlichen und profanen Fragen der Reichsverfassung. Im Zug der Kirchenspaltung gab es zwar auch unter den Reichsständen politische Kräfte, denen an der Wahrung der Einheit lag. Im ganzen aber überwog das Interesse, die Machtchancen des Kaisers im Reich zu begrenzen. Der unter Karl scharfe Dualismus verblaßte unter seinen Nachfolgern rasch. So hatten Machtfülle und Reichsferne Karls V. zur Folge, daß die Reichsstände intensiver als sonst ihre Entscheidungsgewalt bei Reichstagen nutzten und diese sogar in den Verfahrensänderungen erweiterten. Das Zusammentreffen von Reichsreform, Reformation und gesteigerter kaiserlicher Macht also beschleunigte einen ohnehin im Gang befindlichen Prozeß und trug dazu bei, daß die Verfassungsstrukturen so ausgeprägt dezentral wurden, aber ebenso, daß sich die Reichsstände sehr frühzeitig auf die Bikonfessionalität einigen konnten - erstmals in einem Staatsverband in Europa.
Die Lehre von der „doppelten Gerechtigkeit" und die Jesuiten
Manfred Hinz Universität Passau
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Die Lehre von der doppelten Gerechtigkeit war bekanntlich jene Kompromißformel in der Rechtfertigungsfrage, auf die sich, sehr zur Freude des päpstlichen Legaten, Kardinal Gasparo Contarini, die beiden christlichen Konfessionen auf dem Regensburger Reichstag 1541 zu einigen vermocht hatten. Ebenso ist bekannt, daß dieser Kompromiß sich nicht hat durchsetzen können und von katholischer Seite auf dem Trientiner Konzil ausdrücklich anathemisiert worden ist, womit das Rechtfertigungsproblem natürlich in keiner Weise gelöst war, sondern sich durch den Jansenismusstreit über mindestens das gesamte 17. Jahrhundert weiter hinzog und bis heute Anlaß zu hitzigen Diskussionen gibt. Weniger bekannt scheint zu sein, daß die Regensburger Kompromißformel im katholischen Lager mit dem Trientiner Anathema keineswegs völlig verschwunden ist, vielmehr findet sie sich, wenngleich in sehr sorgfaltig dissimulierter Form, in einigen Schriften des Jesuitenordens wieder, und zwar, wenn ich recht sehe, vor allem in Spanien, wo man die große Tradition des „Erasmismus" in dieser Weise fortfuhren konnte. Nun steht jeder Versuch eines knappen Abrisses der duplex iustitia sofort vor der Schwierigkeit ihrer theologisch exakten Verortung, zumal sich die Sekundärliteratur weitgehend auf die für mich in diesem Zusammenhang irrelevante Frage konzentriert, ob sie noch katholisch oder schon protestantisch sei.1 Auch ihr eigentlicher Urheber wird in der Forschung nicht eindeutig
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Unentbehrlich ist die Contarini-Monographie von Franz Dittrich; ihrzufolge läßt die doppelte Gerechtigkeit „noch einen katholischen Sinn zu" ( G a s p a r o Contarini, Braunsberg 1885, p. 657). Ähnlich argumentiert auf katholischer Seite Hubert Jedin, Girolamo Seripando, Würzburg 1937, Bd. I, p. 371, Bd. II, pp. 241 f. Hans Rückert führt Contarinis Position sogar auf Thomas zurück (Die theologische Entwicklung Gasparo Contarinis, Bonn 1926, pp. 76f., mit den entsprechenden Verweisen). Auf protestantischer Seite leitet Robert Stupperich die gesamte Lehre von der doppelten Gerechtigkeit mit zahlreichen Quellenbelegen aus Erasmus ab (Der Humanismus und die Wiedervereinigung der Konfessionen, Leipzig 1936, pp. 10-17). Cfr. weiterhin H. Jedin, „Ein
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benannt. Geprägt wurde die Formel vermutlich 1538 im Enchiridion christianae institvtionis des Kölner Theologen Johannes Gropper, obwohl der Ausdruck duplex iustitia dort nicht explizit auftaucht2, und etwa gleichzeitig (oder wenig später) vom ebenfalls niederrheinischen Theologen Albert Pigge (Pigghe, Pighius).3 Ihre für die weitere Entwicklung entscheidende Ausprägung aber hat sie zweifellos durch den venetianischen Kardinal Gasparo Contarini in Regensburg erfahren. Um zunächst die Termini, die ihr zugrunde liegen, zu erläutern, ist nach dieser Lehre zu unterscheiden zwischen einer allen Menschen innewohnenden iustitia inhaerens, die immer unvollkommen (inchoata) bleibt und daher kein meritum iustificationis erwerben kann einerseits und andererseits einer iustitia imputata merito Christi, die nur den Erwählten zuteil wird und in der Gott einzig um der Verdienste Christi willen unsere unvollkommene eigene Gerechtigkeit „ergänzt".4 Gasparo Contarini, seit 1535 Kardinal, stand in enger Beziehung sowohl zu allen Vertretern para-protestantischer Bewegungen in Italien5, die auf katho-
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Streit um den Augustinismus vor dem Tridentinum", in: Römische Quartalsschrift, XXV, 1927, pp. 351-368. Gropper zufolge sind seit dem Sündenfall sowohl Wille als auch Intellekt verderbt, es bedarf daher einer doppelten Abhilfe: „Utraque ergo parte vitiata duplici remedio opus erat, fide et charitate, fide quae purificet cor, h.e. mentem et rationem [...], charitate quae submovet pravas cupiditates" (Zit. bei R. Stupperich, Der Humanismus und die Wiedervereinigung der Konfessionen, op. cit., p. 16, cfr. auch H. Rückert, Die theologische Entwicklung Gasparo Contarinis, op. cit., p. 100). Offenbar hat Gropper in nachtridentinischen Auflagen sein Enchiridion christianae institvtionis der konziliaren Beschlußlage angepaßt, jedenfalls fehlt der von Stupperich zitierte Passus in der mir zur Verfügung stehenden Auflage (Antverpiae, in aedibus Ioan. Steelsii, M.D.LIII), wo Gropper gerade umgekehrt auf der Einheit des Rechtfertigungsprozesses insistiert (cfr. p. 143v). Eine knappe Andeutung der doppelten Gerechtigkeit macht Gropper im Antidagma, Parisiis, apud Viuantium Gauitherot, 1549, p. 30r. Dies ist die These von Joseph Hefner, Die Entstehung des Trienter Rechtfertigungsdekrets, Paderborn 1909, pp. 169ff. Derselbe Autor bietet auch historische und biographische Informationen über Gropper und Pigge (pp. 165ff.). Zu den Definitionsproblemen dieser Lehre cfr. Friedrich Hünermann, Einleitung zu: Gasparo Contarini, Gegenreformatorische Schriften, Münster 1923 (Corpus Catholicorum VII), p. XVII; H. Rückert, Die theologische Entwicklung Gasparo Contarinis, op. cit., pp. 86 u. 91; H. Jedin, Girolamo Seripando, op. cit., Bd. II, p. 253. Die informativste zusammenfassende Studie zum „evangelismo italiano" ist Paolo Simoncelli, Evangelismo italiano del Cinqueccento. Questione religiosa e nicodemismo politico, Roma 1979.
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lischer Seite geblieben sind, wie zu Kardinal Reginald Pole 6 und seinem Sekretär, dem Humanisten Marcantonio Flaminio7, zu Kardinal Giovanni Morone, zu Vittoria Colonna8 u.a., als auch zu den Theoretikern, die sich mehr
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Wegen seiner entscheidenden Rolle bei der vorübergehenden Rekatholisierung Englands und seiner Verwicklung in häretische Positionen bei gleichzeitigem Festhalten am Primat des Papstes ist Pole immer wieder Gegenstand historischer und theologischer Forschungen geworden. Cfr. A. Zimmermann, Kardinal Pole, sein Leben und seine Schriften, Regensburg 1893 ; D. Baxter, Cardinal Pole, a Memoire, London 1901 ; F. A. Gasquet, Cardinal Pole and his Early Friends, London 1911 ; Martin Trimpe, Macht aus Gehorsam. Grundmotive der Theologie des päpstlichen Primates im Denken Reginald Poles, Inaugural-Dissertation Universität Regensburg, o. J . ; zuletzt D. Fenlon, Heresy and Obedience in Tridentine Italy. Cardinal Pole and the Counter-Reformation, Cambridge UP 1972. Zur Verbindung zwischen Pole und Contarini cfr. M. Trimpe, Macht aus Gehorsam, op. cit., p. 233; H. Rückert, Die theologische Entwicklung Gasparo Contarinis, op. cit., p. 48; F. Dittrich, Gasparo Contarini, op. cit., p. 215.
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Cfr. Carol Maddison, Marcantonio Flaminio, Poet, Humanist and Reformer, London 1965; Alessandro Pastore, Marcantonio Flaminio. Fortune e sfortune di un chierico nell'Italia del Cinquecento, Milano 1990. Einige Schriften Flaminios sind erst kürzlich wieder aufgetaucht: Marcantonio Flaminio, Apologia del „Beneficio di Cristo" e altri scritti inediti, a cura di Dario Marcatto, Firenze 1996. Ursprünglich sollte offenbar Flaminio gemeinsam mit Contarini nach Regensburg gesandt werden, F. Dittrich, Gasparo Contarini, op. cit., pp. 533f. Pole (als Legat beim Patrimonium Petri in Viterbo) und Flaminio waren die Wortführer der zumindest semi-häretischen Ecclesia Viterbiensis. Eine Mitgliederliste findet sich bei Paolo Simoncelli, Il caso Pole. Eresia e santità nelle polemiche religiose del Cinquecento, Roma 1977, p. 27. Zu ihr zählten die höchsten katholischen Würdenträger, sogar die Kardinäle Bembo und Fregoso standen ihr nahe, cfr. dazu Paolo Simoncelli, „Pietro Bembo e l'evangelismo italiano", in: Critica storica, XV, 1978, pp. 1-63.
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Möglicherweise hat Vittoria Colonna der sola-fides-Lehre sogar näher gestanden als Contarini und Morone. Dies läßt sich jedenfalls aus einigen ihrer Lyriken schließen, so heißt es z.B. im Sonett VIII der durch G. Ferroni getroffenen Auswahl: „Forse il Signor, fin che si molle cera/ mi vegga il petto, onde'l sigillo eterno/ m'imprima dentro nel più vivo interno/ del cor la fede sua fondata e vera,/ non vuol con l'aspra croce al sentier erto,/ ma col giogo soave e peso lieve/ condurmi al porto per la via men dura" (G. Ferroni, a cura di, Poesia italiana del Cinquecento, Milano 1978, p. 208). Pole bezeichnete Vittoria Colonna als seine „filia spiritualis et discipula" und riet ihr, sich aus theologischen Schulstreitigkeiten herauszuhalten (cfr. Massimo Firpo/Daria Marcatto, a cura di, Il processo inquisitoriale del Cardinal Giovanni Morone, vol. I, Roma 1981, pp. 192,194, 197). Dieselben Prozeßakten halten fest, Vittoria Colonna sei von Pole zur Häresie überredet („persuasa") worden {Ilprocesso inquisitoriale del Cardinal Giovanni Morone, vol. II.l, Roma 1983, p. 289). Contarini hat 1536 seinen Traktat De libero arbitrio Vittoria Colonna gewidmet. Die Inquisition hat im Zusammenhang ihrer Ermittlungen gegen Kardinal Pole auch gegen Vittoria Colonna ermittelt, aber nie ein Verfahren eröffnet, die Akten finden sich bei Sergio M. Pagano/Concetta Ranieri, Nuovi
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oder weniger deutlich für die protestantische Rechtfertigungslehre entschieden haben, wie Bernardino Ochino9, Pietro Martire Vermiglio 10 und vor allem dem Spanier Juan de Valdes." Kurz vor seiner Ernennung zum Kardinal hatte Contarini der lutheranischen Rechtfertigungslehre in seiner Confutatio Articolorum seu Quaestionum Lutheranorum sehr weitgehende Zugeständnisse gemacht. Er akzeptiert dort nämlich die protestantische Erbsündendogmatik12, woraus folgt, daß der Mensch im Stand der Ungnade niemals durch Werke
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documenti su Vittoria Colonna e Reginald Pole, Città del Vaticano 1989. Contarinis Briefe an Ochino finden sich bei F. Dittrich, Gasparo Contarini, op. cit., pp. 682f. Zu Ochino cfr. Ronald H. Bainton, Bernardino Ochino esule e riformatore senese del Cinquecento 1487-1563, Firenze 1940. Näheres zu dieser Verbindung bei F. Dittrich, Gasparo Contarini, op. cit., pp. 533f. Es ist bis heute umstritten, wie sich die theologische Position von Juan de Valdés genau umschreiben läßt (cfr. Massimo Firpo, Introduzione a Juan de Valdés, Alfabeto cristiano, Torino 1994, p. CVII). Sehr deutlich läßt sich eine weitgehende Annäherung an die solafides-Lehre (Alfabeto cristiano, op. cit., pp. 175ff.) mit der entsprechenden Abwertung des meritum hominis erkennen (Alfabeto cristiano, op. cit., pp. 45, 124). Ein in seiner Orthodoxie über jeden Zweifel erhabener Kirchenhistoriker wie Tacchi-Venturi S.I. schreibt daher: „II Valdés e i suoi seguaci poterono non essere [...] formalmente luterani, ma lo furono certo materialmente, dato pure, come si deve concedere, che non accettassero tutti i placiti dell'eresiarca alemanno" (Storia della Compagnia di Gesù in Italia, \ol. I, Roma-Milano 1910, p. 325, n.2). Historisch korrekter scheint allerdings die Einschätzung von Delio Cantimori: „Contro la indifferenza religiosa [...] aveva grande efficacia il pensiero del Valdés, che però accentuando il motivo della riforma interiore conduceva a una relgiosità puramente individuale e di piccoli gruppi, non adatta a produrre ... un movimento largo e radicato in tutti i ceti della popolazione, come doveva essere un movimento di riforma generale" (Eretici italiani del Cinquecento, Firenze 1939, p. 24). Massimo Firpo fuhrt Juan de Valdés und seine neapolitaner „spirituali" auf die spanischen „alumbrados" zurück (Tra alumbrados e spirituali. Studi su Juan de Valdés e il valdesianismo nella crisi religiosa del '500 italiano, Firenze 1990). Theologisch bedeutet dies jedoch nur, eine undefinierbare Position gegen eine noch undefinierbarere einzutauschen. „Inquiunt enim illi ex Lutheranis, qui melius sentiunt, quod peccatum originis, in quo omnes nascimur est esse sine timore Dei, sine lege, ad malum proclives, adeo, ut non possimus bona opera neque quippiam boni facere; sed omnia, quae facimus, peccata sunt, legemque tum mosaicam tum etiam naturae esse nobis a Deo datam, ut per eam cognoscamus aegritudinem nostram ac propterea recurramus ad gratiam Dei, quam non operibus, sed fide consequi possumus. [...] Haec sententia si paucis in verbis corrigatur et secundum rectum sensum intelligatur, non est repudianda" (Corpus Catholicorum, op. cit., p. 5). Hubert Jedin fuhrt dieses erstaunliche Entgegenkommen darauf zurück, daß Contarini die Confessio Augustana gar nicht gekannt habe, jedenfalls sei seine „Grundhaltung einwandfrei katholisch" (Kardinal Contarini als Kontroverstheologe, Münster 1949, p. 16).
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gerechtfertigt werden kann und folglich kein meritum hominis existiert.13 Gerechtfertigt wird der Mensch aus Gnade allein, verurteilt aber wird er durch eigenes Verschulden: „Nullus propterea a Deo reprobatur, si ipse sibi non defuerit. Possumus ergo per nos peccare et perire, non tarnen possumus salvi fieri nisi per gratiam Dei".14 1537 wurde Contarini Vorsitzender einer Reformkommission15, aus der das berühmte Consilium de emendanda ecclesia hervorging, das auf protestantischer Seite auf das regste Interesse stieß.16 Ab 1539 entspann sich dann ein Briefwechsel mit Kardinal Jacopo Sadoleto über die Rechtfertigungsfrage, von dem leider nur die Antworten Sadoletos erhalten sind17, in denen er eine bedenkliche Nähe Contarinis zu protestantischen Positionen feststellt.18 Den entscheidenden, öffentlichen Schritt zur Ausformulierung der duplex iustitia hat Contarini aber erst 1541 auf dem Regensburger Reichstag in den mit dem sog. Liber Ratisboniensis zusammenhängenden Schriften getan. Treibende Kraft hinter den Regensburger Religionsverhandlungen und analogen früheren Gesprächen waren selbstverständlich Karl V. und sein Kanzler Granvella, die sich in Ermangelung des längst in Aussicht gestellten Konzils von einem unter der Ägide kaiserlicher Macht zustande gekommenen Ausgleich der Konfessionen die innere Handlungsfreiheit für ihre außenpolitischen Ambitionen versprachen.19 Bereits für die Religionsgespräche 1540 in Speyer, die aufgrund 13
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„Haec iustificatio seu haec generatio, manifestum est, quod non fit ex operibus, id est, quod ex operibus nostris mereamur adoptari in filios Dei, antequam regenerati simus. Hoc ratione probatur: nullius opera possunt excedere naturae limites, illius inquam, quae est eorum operum principium. Sed ante regenerationem operum nostrorum principium est natura hominis ex peccato etiam depravata" (Corpus Catholicorum, op. cit., p. 2). Corpus Catholicorum, op. cit. p. 9. Die anderen Mitglieder waren Del Monte, Sadoleto, Carafa, Carpi und Pole, alle im Kardinalsrang, cfr. F. Dittrich, Gasparo Contarini, op. cit., pp. 360ff. Das Papier, das auf nicht geklärten Wegen in protestantische Hände gelangte, wurde von Johannes Sturm in Straßburg auf Latein und dann auch von Luther auf Deutsch gedruckt und kommentiert, cfr. F. Dittrich, Gasparo Contarini, op. cit., pp. 369ff. Sie finden sich in Concilium Tridentinum, edidit Societas Goerresiana, tomus XII, Friburgi Brisgovia 1930, pp. 323-325. Selbst F. Dittrich, der sonst überall bemüht ist, Contarinis Orthodoxie zu retten, hält seine Rechtfertigungslehre nun für „echt lutherisch" ( G a s p a r o Contarini, op. cit., p. 492), ebenso H. Rückert, Die theologische Entwicklung Gasparo Contarinis, op. cit., p. 31. Zu den Ambitionen Karls V. und Granvellas in der konfessionellen Reunionspolitik cfr. die informative und detaillierte Studie von Albrecht P. Luttenberger, „Kaiser, Kurie und Reichstag: Kardinallegat Contarini in Regensburg 1541", in: Erich Meuthen (Hrsg.), Reichstage und Kirche. Kolloquium der Historischen Kommission bei der Bayerischen
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der Pest nach Hagenau verlegt wurden, sollte auf Wunsch Karls V. als päpstlicher Legat Contarini und als sein Sekretär Marcantonio Flaminio entsandt werden, wobei auf kaiserlicher Seite in die Kompromißbereitschaft Contarinis offenbar große Hoffnungen gesetzt wurden.20 Aus eben diesem Grund aber schickte die Kurie, die den Religionsgesprächen möglichst wenig Gewicht verleihen wollte, einen weniger hochrangigen Vertreter, Campeggio, nach Deutschland. Auf protestantischer Seite nahmen bereits Butzer und auf katholischer Gropper an den Hagenauer Verhandlungen teil, die sie ein Jahr später in Regensburg fortsetzen konnten. Die Hagenauer und dann Wormser Gespräche, in denen es nur um die Erbsündendogmatik ging, waren am 27. 8. 1540 ergebnislos abgebrochen worden.21 Am 10. Januar 1541 wurde Contarini zum päpstlichen Legaten für die Religionsverhandlungen auf dem Regensburger Reichstag ernannt, ihm jedoch die Vollmacht zum Abschluß eines Vertrages verweigert. 22 Als Kollolutoren auf katholischer Seite ernannte Karl V. in Rücksprache mit Contarini Gropper, Pflug (Pflugk) und Eck, dessen halsstarrige Haltung immer wieder Probleme aufwarf, auf protestantischer Melanchthon, Butzer und Pistorius.23 Die genaue Urheberschaft des Liber Ratisboniensis ist nicht abschließend geklärt. Wahrscheinlich stammt der Entwurf von Gropper, möglicherweise noch aus Hagenau. Relevant ist hier vor allem der § 5, De iustificatione hominis, auf den sich beide Seiten zu Contarinis großer Genugtuung am 2. Mai 1541 einigten. Darin wird die iustitia imputata vorangestellt: „Firma itaque et sana doctrina, per fidem vivam et efficacem iustificari peccatorem. Nam per illam Deo grati et accepti
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Akademie der Wissenschaften, München, 9. März 1990, Göttingen 1991, pp. 89-136. Cfr. F. Dittrich, Gasparo Contarini, op. cit., pp. 511 und 533f. Hinzu kam, daß der italienische Religionsemigrant Pier Paolo Vergerio, ehemals Bischof von Capodistria, in Speyer auftauchte, um, ganz offenbar im Auftrag von Franz I. von Frankreich, eine mögliche Einigung der Konfessionen zu hintertreiben (F. Dittrich, Gasparo Contarini, op. cit., p. 542). Seinen eigenen Angaben zufolge hängen Vergerios theologische Positionen aber gerade von Contarini, Pole, Bembo und Fregoso ab. Weiterhin existiert ein Briefwechsel zwischen Vergerio und Vittoria Colonna (Nachweise bei Friedrich Hubert, Vergerios publizistische Tätigkeit, InauguralDissertation an der Universität Straßburg, Breslau 1893, pp. 13f.). Cfr. F. Hünermann, Einleitung zu: Corpus Catholicorum op. cit., p. XVI. Cfr. Melanchthons Brief an den Kurfürsten von Sachsen vom 26. 4. 1541, Philippo Melanthonis Opera, ediditC. G. Bretschneider, Halis Saxonum, vol. IV, 1837, pp. 188f.
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sumus, propter Christum. [.. ,]Fides ergo viva ea est, quae [...] credit Iustitiam, quae est in Christo, sibi gratis imputari".24 Später holt der Text auch die iustitia inhaerens wieder herein25, sofern auf Werke nicht Verzicht geleistet wird, wenngleich sie nicht als menschliche Werke heilsrelevant sind, sondern als solche des Glaubens.26 Der Ausdruck meritum hominis, der auf protestantischer Seite kaum durchgegangen wäre, wird jedenfalls geschickt vermieden, vielmehr wird die Glaubens- und die Werkgerechtigkeit in einer Weise auseinandergelegt, die sich in sehr vielen häretischen Schriften der Epoche findet: dem Volk sei zur Vermeidung moralischer Verwerfungen die Heilsrelevanz der Werke einzuschärfen, während die Bedeutung des Glaubens besser der humanistisch gebildeten Elite vorbehalten bleiben sollte.27 Contarini hat die Schwierigkeiten, auf die sein Kompromiß bei der Kurie stoßen würde, offenbar vorausgesehen, denn er übersandte die Einigungsformel sofort an seine Bündnispartner, die Kardinäle Pole, Sadoleto, Bembo und Fregoso. Um sich gegen Verdächtigungen zu schützen, er sympathisiere
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Melanthonis Opera, vol. IV, op. cit., pp. 199f. „Etsi autem is, qui iustificatur, iustitiam accipit et habet per Christum, etiam inhaerentem" (Melanthonis Opera, vol. IV, op. cit., p. 200). „Dieser Passus", kommentiert Franz Dittrich, „ist ganz katholisch. [...] Die eigentliche Schwäche der Formel liegt in der Hinzunahme der iustitia imputativa zu der iustitia inhaerens und einer damit gegebenen Herabdrückung der letzteren" (Gasparo Contarini, op. cit., p. 657). Dittrich weist an anderer Stelle nach, daß der katholischen Tradition der Ausdruck einer imputatio iustitiae Christi überhaupt fremd ist (op. cit., p. 675). „Nihilomenus reddit Deus etiam bonis operibus mercedem, non secundum substantiam operum, neque secundum quod sunt a nobis, sed quatenus in fede fiunt" (Melanthonis Opera, vol, IV, op. cit., p. 201. „Ideoque docendus est populus, ut det operam huic augmento, quod quidem fit per bona opera, et interna et externa, a Deo mandata et commendata, quibus Deus promisit [...] clare et manifeste mercedem" (Melanthonis Opera, vol. IV, op. cit., p. 201). Cfr. zu diesem Punkt auch J. Gropper, Antidagma, op. cit., p. 31 v. Der Liber Ratisboniensis hält sonst, dies entsprach den Interessen beider Seiten, entschieden an der Einheit der Kirche fest (cfr. 203f, 211, 224, 233), die allein über die gültige Lehre verfüge (p. 205) und deren Autorität sogar über der der Schrift stehe, da nur sie befugt sei, zwischen kanonischen Schriften und nicht-kanonischen zu unterscheiden (p. 209). Im Bereich der Reliquienverehrung wird der Kompromißcharakter des Liber Ratisboniensis besonders deutlich: sie führe zwar zur superstitio und sei daher theologisch abzulehnen, für das einfache Volk aber sei sie als „memoria et recordatio" überaus hilfreich (p. 228).
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womöglich selbst mit der lutheranischen Auffassung 28 , verfaßte er am 25. Mai 1541 seine Epistola de iustificatione, adressiert an Kardinal Ercole Gonzaga, die die Grundlage aller künftigen Debatten, nicht zuletzt auf dem Konzil von Trient, geworden ist.29 Hier heißt es nun explizit: „Attingimus [...] inhaerentem, qua inhaerentem, sed inquam Christi et
ad duplicem iustitiam, alteram nobis incipimus esse iusti,[...] altera vero non nobis donatam cum Christo, iustitiam omne eius meritus." 30
Durch den Glauben beginnen die Menschen ihre Rechtfertigung, durch die Werke setzen sie sie fort, denn die göttliche Gnade ist nun, das ist ganz unprotestantisch gedacht und weist bereits auf das Trientiner Rechtfertigungsdekret voraus, eines „progessus" fähig.31 Wie sehr Contarini unter dem Zwang stand, es allen Seiten recht zu machen, zeigt der letzte Satz der Epistola: „Ideo ex operibus qui dicunt nos iustificari, vero dicunt; et qui dicunt nos iustificari [...] per fidem, verum etiam dicunt."32 Der Regensburger Kompromiß erhielt Zustimmung von Bembo, Fregoso sowie von Vittoria Colonna, verhaltene Kritik erwartungsgemäß von Jacopo Sadoleto.33 Auch Reginald Pole äußerte sich begeistert, jedoch nur im privaten Kreis, dem entscheidenden Konsistorium, auf dem am 27. Mai 1541 die Regensburger Formel diskutiert werden sollte, blieb er sehr zur Überraschung der übrigen Reformkardinäle fern.34 Schwere Bedenken äußerte bei dieser
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Belege für diesen Verdacht der Kurie während des Regensburger Reichstags finden sich bei F. Dittrich, Gasparo Contarini, op. cit., pp. 784ff. Zur Entstehungsgeschichte der Epistola de iustificatione cfr. H. Rückert, Die theologische Entwicklung Gasparo Contarinis, op. cit., p. 80, und F. Hünermann, Einleitung zu: Corpus Catholicorum, op. cit., pp. XXf. Corpus Catholicorum, op. cit., p. 28. „Progressus hic fit per bona opera interna et externa. [...] Hinc augetur Charitas et gratia, quae etiam augent fidem; nam magis credimus et fidimu ei, quem magis amamus. [...] Haec iustificatio potest dici fieri ex operibus et potest appellari iustificatio operum" (>Corpus Catholicorum, op. cit., p. 33). An anderer Stelle erscheint in der Epistola de iustificatione dagegen die genuin protestantische Auffassung, die guten Werke seien nur „Zeichen" des Glaubens (ibid). Corpus Catholicorum, op. cit., p. 34. Cfr. F. Dittrich, Gasparo Contarini, op. cit., pp. 623f., 694ff. Cfr. F. Dittrich, Gasparo Contarini, op. cit., pp. 625f., 661,682ff., 698f. Dieses Verhalten Poles ist um so auffälliger, als Contarini sich in seiner Epistola de iustificatione ausdrücklich auf Pole berufen hatte (cfr. Corpus Catholicorum, op. cit., p. 23).
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Gelegenheit Giampietro Carafa, der spätere Paul IV. Damit waren die Durchsetzungschancen des Kompromisses verspielt, und Contarini wurde mit einem Schreiben des päpstlichen Sekretärs, Niccolö Ardinghello, zurechtgewiesen. 35 Da die Regensburger Verhandlungen inzwischen ohnehin an den Fragen der Eucharistie und der Transsubstantiation gescheitert waren, hatte sich eine offizielle Stellungnahme der Kurie erübrigt. Auf katholischer Seite wurde der Liber Ratisboniensis von Paul III. weder approbiert, noch reprobiert36, auf protestantischer Seite lehnte Luther den Kompromiß, den immerhin Melanchthon unterschrieben hatte, rundheraus ab.37 Als 1562 der Augustinergeneral Girolamo Seripando die Werke Contarinis in den Druck gab, fühlte sich die Inquisition veranlaßt, vor allem in die Epistola de iustificatione ganz massiv einzugreifen. 38 Die Geschichte der duplex iustitia ging erst auf dem Trientiner Konzil weiter, das die Entscheidung der Rechtfertigungsfrage im Sommer 1546 in Angriff nahm und sie am 12. Januar 1547 (sessio sexta), nach siebenmonatigen erbitterten Verhandlungen, zum Abschluß brachte. Die Chancen von Contarinis Kompromiß hatten dort zunächst nicht schlecht gestanden, denn Paul III. hatte die Reformkardinäle Pole und Cervini als Legaten nach Trient entsandt. Pole hatte es jedoch erneut vorgezogen, gleich zu Beginn der entsprechenden Verhandlungen am 28. Juni 1546 den Verhandlungsort zu verlassen, was ihm durch protestantische Beobachter sofort den Vorwurf des Nikodemismus
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Cfr. F. Dittrich, Gasparo Contarini, op. cit., p. 717. Contarini hat es, wohl um einen Affront gegen den Kaiser zu vermeiden, unterlassen, am Abschluß des Reichstags von Regensburg gegen dessen Ergebnisse offiziell zu protestieren, was den theologischen Verdächtigungen gegen ihn weitere Nahrung gab, cfr. A. P. Luttenberger, Kaiser, Kurie und Reichstag: Kardinallegat Contarini in Regensburg, op. cit., pp. 134f. Melanchthon hatte Luther den Kompromiß mit dem Argument schmackhaft machen wollen, daß er immerhin in einem protestantischen Sinn interpretiert werden könne, cfr. seinen Brief an Luther vom 30. April 1541, in Opera, vol. IV, op. cit., pp. 238f. Luthers Reaktionen werden aufgeführt von R. Stupperich, Der Humanismus und die Wiedervereinigung der Konfessionen, op. cit., pp. 127f. Die inkriminierten Passagen sind aufgeführt bei F. Hünermann, Einleitung zu Corpus Catholicorum, op. cit., pp. XHIf., XXI, XXXIff. Möglicherweise hat im übrigen Contarini auch Juan de Valdes benützt, denn der Vergleich, der Gerechtfertigte verhalte sich zum Sünder wie der aulicus zum rusticus findet sich gleichlautend bei beiden, cfr. Corpus Catholicorum, op. cit., p. 25; Juan de Valdes, Alfabeto cristiano, Domande e risposte, Deila predestinazione, Catechismo, op. cit., p. 124.
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eintrug.39 Hauptvertreter der doppelten Gerechtigkeit wurde daher in Trient der Augustinergeneral Girolamo Seripando. Schon von seiner neapolitanischen Herkunft her hatte Seripando den „spirituali" um Juan de Valdes nahegestanden40, weiterhin war er allen Reformkardinälen freundschaftlich verbunden und hegte eine „abgöttische Verehrung" (Hubert Jedin) für Reginald Pole.41 Als Augustinergeneral mußte sich Seripando in besonderer Weise zur Klärung des Rechtfertigungsproblems aufgerufen fühlen, war doch gerade aus seinem Orden mit Luther die Kirchenspaltung hervorgegangen. Seripando formulierte schon 1539 in einem Briefwechsel mit Marcantonio Flaminio, also noch vor Regensburg, die doppelte Gerechtigkeit in eine Terminologie um, die ein Jahrhundert später noch im Jansenismusstreit verwendet werden sollte. Er unterscheidet zwischen einer gratia praeveniens, die allen Menschen im Glauben zugänglich ist, jedoch immer unvollkommen bleibt, und einer gratia subsequens, welche die erstere „ergänzt", aber allein den Prädestinierten zuteil wird.42 Seripando gelangt damit zur selben Schlußfolgerung wie Contarini: Gott kann die gratia subsequens verweigern, obwohl er die gratia praeveniens verliehen hat, d.h. Gottes Gnade kann nicht durch Werke verdient, jedoch kann die Ungnade durch Mißverdienste verschuldet werden.
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P. P. Vergerio schrieb in einem Brief: „II Polo havrebbe voluto dar ad intendere, che haremmo potuto farci avanti con la pura dottrina, tacendo, dissimulando et fuggendo" (zit. bei P. Simoncelli, Il caso Pole, op. cit., pp. 142f). Bereits bei Eröffnung des Konzils war Pole von einem gewissen Grechetto der Häresie bezichtigt worden, wie sich aus Briefen von Pierluigi Farnese an Marcello Cervini ergibt (abgedruckt in J. Hefner, Die Entstehungsgeschichte des Trienter Rechtfertigungsdekretes, op. cit., Anhang Dok. 40 u. 42). Über die sonstige, ausgedehnte Denunziantentätigkeit dieses Grechetto informiert G. Buschbell, Reformation und Inquisition in Italien um die Mitte des XVI. Jahrhunderts, Paderborn 1910, pp. 251-261. Cfr. H. Jedin, Girolamo Seripando, op. cit., vol. I, p. 139; vol. II., p. 309. H. Jedin, Girolamo Seripando, op. cit., vol. I, pp. 141, 332; vol. II, pp. 324ff. „Intendo in questo modo che'l Signor Dio è in queste attioni principale, senza la gratia, il lume, il favore [...] ogni attion nostra sarebbe vanissima. [...] Et questo movimento può chiamarsi gratia, la qual previene tutto quello che è in noi. [...] Ma la bontà di Dio poi ci muove più oltre con uno aiuto spetiale a gl'eletti, il qual si chiama vocatio secundum propositum voluntatis suae, et questa seconda gratia subsequente è quella che ci fa giongere ad esser amici e cari a Dio" (Brief an Marcantonio Flaminio vom 3. Juli 1539, in H. Jedin, Girolamo Seripando, op. cit., vol. II, p. 477).
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Diesem Ansatz entprechend, versucht Seripando auch in Trient die opera charitatis aus der iustißcatio hominis herauszuhalten43, heilsrelevanten Werken müsse die Rechtfertigung vielmehr immer schon vorausgehen.44 Er beruft sich dabei, ebenso wie Luther, auf die Paulus-Briefe, die die Gratuität der gratia mit aller Deutlichkeit unterstreichen: „Si autem gratia, iam non ex operibus; alioquin gratia non est gratia" (Rom., 11,6). Auch Paulus hatte folglich den logischen Primat des Rechtfertigungsprozesses im Glauben angesetzt: „Iustificari ergo ex fide, pacem habeamus [...] per Iesum Christum: per quem et habemus accessum per fidem in gratiam istam" (Rom., 5.1). Wie Contarini hält auch Seripando daran fest, daß zwischen Gott und den Menschen kein Rechtsverhältnis bestehen könne, denn dann wäre Christus umsonst gestorben. Im auf Seripando zurückgehenden zweiten Entwurf des konziliaren Rechtfertigungsdekretes wird daher die pelagianische Position, man könne durch eigene Kraft zum Heil gelangen, ausdrücklich anathemisiert.45 Weiterhin unterscheidet dieser Entwurf zwischen einer „praevenente misericordia seu gratia Dei" und einer „gratia excitante atque adiuvante", welche mit der ersteren irgendwie „zusammenarbeiten" (cooperare) solle.46 Seripando hat seinen Entwurf jedoch nicht durchsetzen können, vielmehr wurde am 30. Oktober 1546 ein neuer Text erarbeitet, in deren elftem Kanon die duplex iustitia anathemisiert wird: „Si quis dixerit homines iustificari vel sola imputatione iustitiae Christi vel sola peccatorum remissione exclusa gratia et charitate, quae in cordibus eorum per Spiritum sanctum diffundatur atque illis inhaeret, [...] anathemasit."47
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Sogar H. Jedin hält aus katholischer Sicht diese Auffassung für problematisch, cfr. Girolamo Seripando, op. cit., vol. I, p. 133. Cfr. Concilium Tridentinum, op. cit., t. XII, pp. 681ff. So der zweite Kanon von Seripandos Entwurf; cfr. F. Hefner, Die Entstehungsgeschichte des Trienter Rechtfertigungsdekretes, op. cit., p. 158. Cfr. J. Hefner, Die Entstehungsgeschichte des Trienter Rechtfertigungsdekretes, op. cit., pp. 142ff. J. Hefner, Die Entstehungsgeschichte des Trienter Rechtfertigungsdekretes, op. cit., pp. 265f.
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Gegen Serpiandos Paulus-Exegese wird nun der Jacobus-Brief ausgespielt, der größeres Gewicht auf die Werkgerechtigkeit gelegt hatte: „Nam fides, nisi ad eam spes accedat et Charitas, neque unit perfecte cum Christo neque corporis eius vivum membrum efficit, qua ratione verissime dicitur fidem sine operibus mortuam."48 Wenn also die Werke im Glauben immer schon enthalten sein müssen, ist es unbedenklich, Paulus zuzustimmen, „cum dicit iustificari hominem per fidem et gratis" (Rom., 3,20; Gal. 6,16), denn der Glaube, so der Trientiner Beschluß, ist nur „salutis initium."49 Die Werke, durch welche wir mit Gottes Gnade nun „kooperieren", erwerben zwar keine eigentlichen Verdienste (proprie merita) vor Gott, aber doch immerhin einen quasi-Verdienst, ein meritum de congruo oder auch meritum secundum quid.50 Damit ist nun ein incrementum iustificationis durch die Werke denkbar, das die katholische Rechtertigungslehre unversöhnlich von der protestantischen abgrenzt.51 Seit den Trientiner Beschlüssen gilt die Lehre von der doppelten Gerechtigkeit in der katholischen Kirche als häretisch. Letztlich hatten nur die augustinischen Theologen für sie Partei ergriffen.52 Pole, Seripando und Morone sahen
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J. Hefner, Die Entstehungsgeschichte des Trienter Rechtfertigungsdekretes, op. cit., pp. 261 f.; cfr. J a c , 2,20. J. Hefner, Die Entstehungsgeschichte des Trienter Rechtfertigungsdekretes, op. cit., p. 295. J. Hefner, Die Entstehungsgeschichte des Trienter Rechtertigungsdekretes, op. cit., pp. 284f. Cfr. Kap. X, „De acceptae iustificationis incremento": „In ipsa iustitia per Christi gratiam accepta cooperante fidem bonis operibus crescunt atque magis iustificantur" (J. Hefner, Die Entstehungsgeschichte des Trienter Rechtfertigungsdekretes, op. cit., p. 333). Die umgekehrte Auffassung, die guten Werke seien nur „Zeichen" des Glaubens, wird im 24. Kanon anathemisiert (cfr. ebd., p. 354). Cfr. De iustificatione vom Juni 1546 des Augustiners Christopherus Patavinus, in Concilium Tridentinum, op. cit., t. XII, pp. 604-610. Wie Seripando geht auch Patavinus davon aus, daß die gratia von der iustificatio zu unterscheiden sei (p. 605), und daß die Werke daher nichts zur Rechtfertigung beitragen (p. 606), sondern den Glauben nur „zeigen" (p. 609). Es war hier selbstverständlich nicht meine Absicht, die Debatte um die Rechtfertigungslehre auf dem Trientiner Konzil vollständig zu rekonstruieren. Das ist schon deshalb außerordentlich schwierig, weil sich den Konzilstheologen die Gerechtigkeiten unter der Hand vervielfältigen. J. Pantusa z.B. kommt auf drei Gerechtigkeiten: „Triplicem autem nobis Deus vitam aeternam adiudicat: primo sola ipsius electione et respectu meriti Christi; secundo quando Spiritum suum impartitur, [...]
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sich schon in Trient fortan Häresieverdächtigungen ausgesetzt53, die einen Vorgeschmack auf die kommenden Inquisitionsprozesse vermitteln. Als wenig später, unter Paul IV., Kardinal Giovanni Morone unter Anklage gestellt wurde, ließen die Inquisitionsbehörden keinen Zweifel daran, daß seine Zustimmung zu Contarinis Kompromißformel für seine Häresie Beweis genug sei.54 Seripando und der ebenfalls in Trient anwesende Johannes Gropper haben sich den Konzilsbeschlüssen unterworfen55, Gasparo Contarini war bereits gestorben, sein Neffe Giulio Contarini scheint offen lutheranische Anschauungen auf dem Konzil vertreten zu haben.56 Nicht gefügt hat sich Reginald Pole 57 , der das Konzil vor der Beschlußfassung verlassen hatte58 und innerhalb der Reformkar-
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et haec iustificatio fide nostra fit [...]; tertio cum iam reipsa vitam beatam exhibet, [...] non ex operis iustitiae, quae nos fecimus, sed secundum suam misericordiam" (Concilium Tridentinum, op. cit., t. XII, p. 688). Von diesen Verdächtigungen berichtet Sforza Pallavicino S.I., Istoria del Concilio di Trento, Roma 1664, L.VIII, cap. 11, n. 4. Erstmals hat in Trient Iacobus de Iacomellis in einem Gutachten für Alessandro Farnese die Theologen der doppelten Gerechtigkeit der Häresie bezichtigt und als ihre Urheber Contarini, Gropper und Pigge genannt (cfr. Concilium Tridentinum, op. cit., t. XII. pp. 7 0 7 f f ) . „Moronus [...] defendit erroneam opinionem cardinalis Contareni de iustificatione" (II processo inquisitoriale del Cardinal Giovanni Morone, op. cit., vol. I, p. 214). Ebenso über Pole: „Idem Polus haereticus. [...] Defendit propoitionem haereticam Contareni" (ibid., p. 197 und II.l, p. 290). Auch Contarini selbst „inclinaverat in partes protestantium" (vol. II.2, pp. 630, 723, 792). Morones Verteidigung reklamiert demgegenüber völlig richtig die Tatsache, daß die Regensburger Formel bis zur Verabschiedung des Trientiner Dekretes nicht als häretisch anzusehen war (Il processo inquisitoriale del Cardinal Giovanni Morone, vol. IV, Roma 1987, p. 94). H. Jedin, Girolamo Seripando, op. cit., vol. II, pp. 241f. Cfr. J. Hefner, Die Entstehungsgeschichte des Trienter Rechtfertigunsdekretes, op. cit., p. 149. Im Inquisitionsprozeß gegen Morone tritt Pole daher als „haereticus relapsus" auf: „Polus, admonitus de erroribus qui sequuntur ex erronea opinione iustificationis, nihil curandum asserit de his quae sequuntur" (Il processo inquisitoriale del Cardinal Giovanni Morone, op. cit., vol. II.2, p. 824). Oder: „Polus defendit et nititur probare doctrinam lutheranam de iustificatione esse veram, et improbat theologiam scholasticam, et persuadet purum et simplex evangelium esse praedicandum" (ibid., vol. I, p. 198, cfr. auch vol. II.l, 288f). Ganz besonders sei es Pole anzukreiden, daß er u.a. Vittoria Colonna und Giovanni Morone zur Häresie verfuhrt habe (bid., vol. I, p. 187). Diese Abreise trug natürlich zu den entsprechenden Verdächtigungen bei: „Idem Polus dicessit Tridento [...], se suum votum daret in publicatione decreti de iustificatione, ubi damnabantur omnes articuli lutherani" (Ilprocesso inquisitoriale del Cardinal Giovanni Morone, op. cit., vol. I, p. 200, cfr. auch vol. II.2, p. 835).
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dinäle ohnehin derjenige war, der lutherischen Positionen offenbar am nächsten stand.59 Festzuhalten ist, daß im Vorfeld des Trientiner Konzils pelagianische und protestantische Abweichungen sich nicht notwendig im Widerspruch miteinander befanden, sondern bei durchweg denselben Autoren auftraten. Die Theorie der doppelten Gerechtigkeit ist genau der Versuch, beide Lösungen des Rechtfertigungsproblems, die pelagianische wie die augustinische, die daher auch im elften Kanon des Trientiner Dekretes zusammen anathemisiert wurden, nebeneinander bestehen zu lassen. Nach dem Konzil von Trient erst verschiebt sich dieser Widerspruch in die katholische Kirche hinein und konfrontiert nun die Vertreter einer strengen, augustinisehen Prädestinationslehre60 mit den laxeren Semi-Pelagianern. Das Resultat wird der Jansenismusstreit des 17. Jahrhunderts sein.61
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Diese Auffassung wurde erstmals vertreten durch Paolo Simoncelli, II caso Pole, op. cit., pp. 35f., 40. Sie liegt auch der Studie von Dermot Fenlon, Heresy and Obedience in Tridentine Italy, op. cit., zugrunde. Die erst später zugänglich gemachten Prozeßakten gegen Morone bestätigen dies (Ilprocesso inquisitoriale del Cardinal GiovanniMorone, vol. VI, Roma 1995, pp. 163ff., 266f.). Aber schon aus den Konzilsakten wird klar, daß Pole die Theorie der doppelten Gerechtigkeit nicht weit genug ging, was auch sein auffallend geringes Engagement bei der Verteidigung der Regensburger Formel erklären kann. In seiner (nur schriftlichen) Stellungnahme zur Rechtfertigungsfrage auf dem Konzil lehnt er den Begriff der Willensfreiheit völlig ab und legt folglich alles Gewicht auf die iustitia imputata (Concilium Tridentinum, op. cit., t. XII, p. 675). Danach unterscheidet er scharf zwischen einer vorausgehenden iustificatio und einer erst nachfolgenden Charitas: „Nam Charitas non potest esse cum impietate peccati; necesse est ergo, ut prius sit ipsa remissio peccatorum, [...] et hec non fit propter charitatem, quam nundum habemus tunc, sed potius contra, quia remittuntur nobis peccata aliam iustitiam, nempe Christi nobis imputatam" (bid., p. 674). Joseph Henninger, S. Augustinus et doctrina de duplici iustitia, Diss. ad lauream in Fac. Theologica Pontificiae Universitatis Gregorianae, 1935, kommt zu dem Ergebnis, daß sich die Vertreter der doppelten Gerechtigkeit zu Unrecht auf Augustinus berufen. Er hält den Ausdruck iustitia imputata überhaupt für überflüssig: „Iustitiam inhaerentem cum suis operibus plene sufficere, imputationem iustitiae Christi superfluam esse" (p. 154). Aufgrund dieser historischen Erfahrungen verzichtet die jüngst verabschiedete „Gemeinsame Erklärung zur Rechtfertigungslehre" vom 31. Oktober 1999 programmatisch auf die Festlegung einer neuen Dogmatik, vielmehr verzichten die ökumenischen Gesprächspartner nur auf wechselseitige Anathemisierungen. Dort, wo die Erklärung die Grundzüge einer Rechtfertigungslehre andeutet, taucht die gesamte Problematik der doppelten Gerechtigkeit wieder auf. Zunächst findet sich die protestantische Version der Rechtfertigungslehre: „Wir bekennen gemeinsam, daß der Mensch im Blick auf sein Heil völlig auf die rettende Gnade Gottes angewiesen ist. [...] Das heißt, als Sünder steht er
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II Es ist nun noch zu erläutern, welche Verbindung ausgerechnet der Jesuitenorden, von dem man gemeinhin annimmt, er habe die protestantischen Positionen am unnachsichtigsten bekämpft, ja sei womöglich nur zu diesem Zweck gegründet worden, zum Kreis der spanischen „alumbrados", der italienischen „spirituali", zu den Reformkardinälen an der Kurie und zur Theorie der doppelten Gerechtigkeit unterhalten hat. Contarini hatte sich in Venedig von Loyola persönlich in die Exercitia einweisen lassen und dann bei Paul III. die Approbation des Ordens in der Bulle Regimini militantis ecclesiae am 27. September 1540 durchgesetzt.62 Die Constitutiones Societatis Iesu tragen dieser Tatsache dadurch Rechnung, daß sie sich ausdrücklich auf den „dilectus filius noster cardinalis Contarinus"63 berufen. Weiterhin pflegte Loyola gute Beziehungen zu Vittoria Colonna64 und vor allem zu Reginald Pole, der nach Contarinis Tod die Führung der italienischen
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unter dem Gericht Gottes und ist unfähig, sich von sich aus Gott [...] zuzuwenden oder seine Rechtfertigung vor Gott zu verdienen. [...] Rechtfertigung geschieht allein aus Gnade" (§ 4.1, Nr. 19). Wenig später kommt dann die katholische: „Dieser Glaube ist in der Liebe tätig; darum kann und darf der Christ nicht ohne Werke bleiben" (§ 4.3, Nr. 25). Erstaunlich einig ist sich die katholische und die protestantische Kirche in der Verurteilung anabaptistischer Positionen, die man nach 400 Jahren als nicht mehr virulent eingestuft hätte: „Wir bekennen zugleich, daß die Gebote Gottes für den Gerechtfertigten in Geltung bleiben" (§ 4.5, Nr. 31). Zur konfliktträchtigen Entstehungsund Rezeptionsgeschichte dieser ökumenischen Erklärung cfr. Peter Neuner, „Ende des Streites - Beginn der Einheit?", in: Zur Debatte. Themen der Katholischen Akademie Bayern, XXIX, Nr. 5, 1999, pp. 7-10. In einem Brief vom 3. Oktober 1537 an Loyola berichtet Contarini von seinen Verhandlungen mit Paul III., in: Monumenta Ignatiana, Constitutiones Societatis Iesu, vol. I, Roma 1934, pp. 21 f. In der offiziellen Geschichte des Jesuitenordens vom Ende des 16. Jahrhunderts wird dieses Verdienst Contarinis ausdrücklich bestätigt; Ioanne Alphonso de Polanco S.I., Vita Ignatii Loiolae et rerum Societatis Iesu historia, t. I, Matriti 1894, p. 80. Cfr. auch Angel Suquia S.I., „Las reglas para sentir con la iglesia en la vida y en las obras del cardenal Gaspar Contarini", in: Archivum Historicum Societatis Iesu, XXV, 1956, pp. 380-395, der allerdings an den damit verbundenen theologischen Problemen völlig vorbeigeht und nur von einer sehr allgemeinen „afinidad de doctrina" (p. 395) zwischen Loyola und Contarini spricht. Monumenta Ignatiana, Constitutiones S.I., vol. I, op. cit., p. 15. Cfr. auch Monumenta Ignatiana, Fontes narrativi de S. Ignatio de Loyola et de Societatis Iesu initiis, vol. III, Roma 1960, p. 122. Cfr. John Creham S.I., „Saint Ignatius and Cardinal Pole", in: Archivum Historicum Societatis Iesu, XXV, 1956, pp. 72-98, hier p. 78.
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„spirituali" und derEcclesia Viterbiensis übernommen hatte.65 Am 21. Juli 1550 setzte Pole die Gewährung weitergehender Privilegien für den Orden in der Bulle Exposcit debitum beim Papst durch.66 Zu Johannes Gropper scheinen gute Verbindungen bestanden zu haben, jedenfalls ist ihm 1553 die Einrichtung des Jesuitenkollegs in Köln zu verdanken.67 Im selben Sinne wurde Girolamo Seripando ein Jahr später in Neapel 68 tätig und die Einrichtung des zentralen Collegium Germanicum in Rom geht 1553 auf die Initiative von Giovanni Morone zurück.69 Loyola selbst hatte mehrfach in Alcalá, Salamanca, Paris und dann auch Venedig als „alumbrado" vor Inquisitionsgerichten gestanden.70 Die Angriffe gingen dabei zentral vom Dominikanerorden aus7' und wurden auch nach der päpstlichen Anerkennung der Jesuiten nicht eingestellt, bis durch die Vermittlung von Giovanni Morone ein fragiler Waffenstillstand zustande kam. Dieses Mißtrauen auf domenikanischer Seite ist nur zu verständlich, gehen doch Loyolas Exercitia von der eigentlich pelagianischen Voraussetzung aus, bei richtig trainierter menschlicher attentio lasse sich Gottes Wille aus eigener Kraft
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In den Monumenta Ignatiana findet sich sogar Lattanzio Tolomei als „Ignatii amicus" (Fontes narrativi, op. cit., vol. III, p. 123). Genau an diesen Tolomei hatte Seripando 1543 seinen Trattato della giustificazione adressiert, in dem er ihn von der Theorie der doppelten Gerechtigkeit zu überzeugen versucht, weil er offensichtlich der lutherischen Lehre noch näher stand. Seripandos Trattato findet sich in Concilium Tridentinum, p. c i t , t. XII, pp. 824-844. Details bei J. Creham S.I, Saint Ignatius and Cardinal Pole, op. cit, p. 82. Ioanne Alphonso de Polanco S.I, Vita Ignatii Loiolae et rerum Societatis Iesu historia, t. III, Matriti 1895, pp. 269f. und ibid., t. VI, pp. 415f. I. A de Polanco S.I, Vita Ignatii Loiolae et rerum Societatis Iesu historia, op. cit, t. IV, p. 185. Monumenta Ignatiana, Fontes narrativi, vol. II, Roma 1951, pp. 460f. Der Autobiographie von N. Bobadilla S.I. zufolge Loyola „valde amabat cardinalem Moronum" {Fontes narrativi, op. cit, vol. III, p. 331). Über diese Prozesse informieren Càndido de Dalmases S.I, Los procesos sobre la ortodoxia de San Ignacio, Roma 1984, sowie Ricardo Garcia Villoslada S . I , „San Ignacio de Loyola y Erasmo de Rotterdam", in: Estudios ecclesiasticos, XVI, 1942, pp. 401-426. Eine wesentliche Rolle spielte der Theologe Melchor Cano aus Salamanca. In Kap. X (Accusatio de vellatio nomine Societatis Iesu depellitur) seiner Vindicationes beschuldigt Cano die Jesuiten des theologischen Dilettantismus und para-protestantischer Positionen. Mir steht die Ausgabe zur Verfügung: Melchioris Cani Episcopi Canariensis, Opera, Patavii, MDCCXXXIV. Cfr. hierzu John O'Malley S.I, The first Jesuits, Harvard UP 1993, pp. 292ff.
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ergründen.72 Ganz besonders suspekt mußte schließlich erscheinen, daß die Gesellschaft Jesu problemlos „conversos" aufnahm, so daß der Orden bis zu einer Verschärfung der Aufnahmeregeln auf der fünften Generalversammlung 1593 geradezu ein Zufluchtsort des spanischen Schülerkreises des Erasmus wurde.73 Loyola rechtfertigte diesen Verstoß gegen die sonst verbindliche „limpieza de sangre" mit einer Anspielung auf Paulus' Römerbrief: „En la Compañía non est distinctio judaei et graeci."74 Aber auch auf doktrinärer Ebene gibt es Verbindungen zwischen den Jesuiten und den verschiedenen para-protestantischen Bewegungen in Europa. Alle nämlich berufen sich auf das Buch De imitatione Christi (1441) des Thomas von Kempis, der Grundlagentext der rheinländischen devotio moderna. Loyola hatte dieses Buch in Manresa entdeckt und ist fortan nicht müde geworden, es als Vorbereitung auf seine Exercitia weiterzuempfehlen. 75 Trotz der gewichtigen Unterschiede zwischen der devotio moderna und dem jesuitischen Ansatz mußte ihm die dort vorgeschlagene Suche nach einer rein individuellen consolatio jenseits schultheologischer Verwicklungen und kirchlicher Instanzen entgegenkommen. Genau dieses ist aber auch das einzige Buch, das Juan de Valdés, der aufgrund seiner Bildungsfeindlichkeit sogar die Bibellektüre für bedenklich hielt, gelten lassen und seiner Schülerin Giulia Gonzaga zur Erbauung anraten mochte.76 In Übereinstimmung mit dieser genuin erasmistischen Suche nach einer inneren Religiosität ohne dogmatische Komplikationen hat Loyola seinem Orden immer empfohlen, sich aus innerkatholischen theologischen Querelen herauszuhalten. Vor allem, diese Lösung hatte auch das Regensburger Buch vorgeschlagen, dürfe das einfache Volk von den Vertracktheiten der Theologie möglichst wenig erfahren. Die die Exercitia abschließenden „Reglas para sentir con la iglesia" warnen aus gutem Grund ganz besonders vor jeder Diskussion der Begriffe von Rechfertigung und Gnade:
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Einer ihrer besten Interpreten räumt denn auch ein: „The wording in itself can sound Pelagian or semi-pelagian" (J. O'Malley S.I., The first Jesuits, op. cit., pp. 37 und 250.) Emblematisch ist dafür der Fall von Miguel de Eguia, des Übersetzers von Erasmus' Enchiridion. Cfr. J. O'Malley S.I., The first Jesuits, op. cit., p. 59. San Ignacio de Loyola, Obras completas, ed. I. Iparraguirre S.I. y C. de Dalmases S.I., Madrid 1982, p. 232. Cfr. auch Pedro de Ribadeneyra, „Vita I. Loyolae", in: Fontes narrativi, op. cit., vol. III, p. 175. J. de Valdes, Alfabeto cristiano, op. cit., p. 92.
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Manfred Hinz „15.a regla. No debemos hablar mucho de la predestinación por vía de costumbre; mas si en alguna manera [...] se hablare, así se hable que el pueblo menudo no venga en error alguno. [...] 16.a regla. De la misma forma es de advertir que por mucho hablar de la fe [...], sin alguna distincción y declaración, no se dé ocasión al pueblo para que en el obrar sea torpe y perezoso. 17.a regla. Assimismo no debemos hablar tan largo instando tanto en la gracia, que se engendre veneno, para quitar la libertad. De manera que de la fe y gracia se puede hablar [...] mediante el auxilio divino, [...] mas no por tal suerte ni por tales modos, mayormente en nuestros tiempos tan periculosos, que las obras y libero arbitrio resciban detrimento alguno o por nihilo se tengan."77
Angesichts der zeitgenössischen Konfliktlage ist es den Jesuiten schwergefallen, sich an diese Anweisungen tatsächlich zu halten. Bei den Regensburger Religionsverhandlungen waren von jesuitischer Seite Pierre le Favre (Faber) und Robert Wauchope anwesend, scheinen aber, soweit die Dokumente dies hergeben, in die Gespräche nicht eingegriffen zu haben. 78 Auf dem Trientiner Konzil ist Diego Lainez, der ab 1558 Loyolas erster Nachfolger werden sollte, auf deutlich nominalistischer Grundlage gegen die Theorie der doppelten Gerechtigkeit aufgetreten. 79 Er wollte sogar den Begriff der iustitia imputata insgesamt als häretisch verbieten. 80 Ähnlich hat sich kurz nach dem Konzilsbeschluß auch der Jesuit Alfonso de Salmerón in seinem Traktat Quid sit iustificari per fidem et gratis, sine operibus geäußert. 81 Soweit haben sich die
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Ignacio de Loyola, Obras completas, op. cit., p. 289. Wauchope war auch bereits ein Jahr zuvor in Hagenau gewesen, F. Dittrich, Gasparo Contarini, o. cit., pp. 553 ff. In Regensburg scheint er zu den Beratern von J. Eck gehört und insofern eine eher bremsende Rolle gespielt zu haben, cfr. ibid., pp. 611, 724f. Cfr. Jacobi Lainez, Disputationes Tridentinae, edidit Hartmannus Grisar S.I., Oeniponte 1886, t. II, pp. 153-192. Zu seinen nominalistischen Argumentationsgrundlagen cfr. p. 156. „Vox vero justitiae imputatae, quia expresse non invenitur in sacris literis, et quia haeretici ea abutuntur, vel tollentes ob id iustitiam inhaerentem, vel ultra illam, quam insufficientem faciunt, prodesse imputatam dicentes, idque in judicio, non esset absonum ad ea abstinere, quanquam non contenderim ad bonum sensum jam datum vocem non posse admitti, modo caveantur technae haereticorum" (J. Lainez, Disputationes Tridentinae, op. cit., vol. I, p. 167. Der Text findet sich in Concilium Tridentinum, op. cit., t. XII, pp. 727-736.
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Jesuiten ganz offenbar trotz ihrer problematischen Herkunft den Konzilsbeschlüssen demonstrativ angepaßt. Zur Nagelprobe auf die jesuitische Position kam es aber erst, als der neue Carafa-Papst, Paul IV., während seiner Amtszeit 1555 bis 1559 nicht nur eine deutlich anti-jesuitische Linie einschlug, sondern vor allem die neugeschaffenen Inquisitionsbehörden konsequent gegen die kirchlichen Reformbewegungen in Italien einsetzte. Kardinal Giovanni Morone wurde 1557 inhaftiert und auch Reginald Pole aus England, wo er soeben das englische Schisma beigelegt hatte, zurückberufen, um auch gegen ihn ein Inquisitionsverfahren zu eröffnen. In dieser Situation schickte der Jesuitengeneral Diego Lainez zwei Gesandte aus der ersten Garde, Pedro de Ribadeneyra und Alfonso Salmerón, an den Hof Philipps II. nach Brüssel, um den spanischen König für die Sache der Reformkardinäle zu gewinnen und die englische Königin zu veranlassen, Pole die Ausreise aus ihrem Land zu verweigern.82 Wie die erst jüngst veröffentlichten Prozeßakten Morones belegen, war diese jesuitische Intervention durchaus von Gewicht.83 Dennoch bleiben viele kirchengeschichtliche Fragen an dieser Stelle bis heute ungeklärt.84 Der maßgebliche Historiograph der Gesellschaft Jesu in dieser Epoche, Mario Scaduto S.I., vertritt die Auffassung, die Jesuiten hätten mit dieser Parteinahme ihre Schuld gegenüber den Reformkardinälen abtragen wollen, die maßgeblich die Anerkennung des Ordens erwirkt hatten.85 Diese Meinung ist deshalb unbefriedigend, weil einer der beiden Abgesandten nach Brüssel, Alfonso Salmerón, zehn Jahre zuvor eher unangenehme Erfahrungen mit Morone gemacht hatte, wo der zuständige Bischof ihm für die Diözese Modena Predigtverbot erteilte. Kurz vor seiner Abreise nach Brüssel war Salmerón außerdem gezwungen worden, im Prozeß gegen Morone auszusagen. Morones Verteidigung behauptete, er habe zwar offiziell die orthodoxe Lehre
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Einzelheiten bei Mario Scaduto S.I., L'epoca di Giacomo Lainez: il governo 1556 1565, Storia della Compagnia di Gesù in Italia, vol. III, Roma 1964, pp. 78-83. Cfr. Massimo Firpo/Dario Marcatto, „Nota critica" in: Il processo inquisitoriale del Cardinal Giovanni Morone, op. cit., vol. II.l, p. 36. „Questo problema dell'atteggiamento [...] della Compagnia nei confronti di Pole e Morone", schreibt Paolo Simoncelli, „è destinato a rimanere attualmente senza una soluzione soddisfacente" {Il caso Pole, op. cit., p. 187). Cfr. auch J. Creham S.I., Saint Ignatius and Cardinal Pole, op. cit., pp. 72 u. 91). Creham übergeht im übrigen völlig die jesuitische Intervention bei Philipp II. und folgt der offiziellen jesuitischen Historiographie, nämlich I. A. de Polanco S.I., Vita Ignatii Loiolae et rerum Societatis Iesu historia, op. cit., t. IV, pp. 312f.; t. VI, p. 446. M. Scaduto S.I., L'epoca di Giacomo Lainez, op. cit., p. 82.
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in der Rechtfertigungsfrage vertreten, insgeheim jedoch die genau entgegengesetzte: „Per fare quasi una ultima prova di spegner il seme lutherano in quella soa città (d.h. Modena), havea fatto predicare un certo prete chiamato il Salmerone, quale publicamente si monstrava catholico et con boni argomenti espugnava il dogma lutherano, ma poi secretamente altrimenti insegnava." 86
Selbstredend behauptet Salmerón in seiner Aussage das genaue Gegenteil, aber auch dort kommt eine merkwürdige Ambivalenz zum Vorschein: „Io predicava la giustificatione contra il senso lutherano e monstrava che non era solo per la fede excludendo le opere, ma che erano necessarie le opere per la perfecta iustificatione. [...] Et me recordo che, havendo predicato in Modena [...] alcuni Modenesi de quelli infecti mormorano di quella predica, dicendo che io insegnavo cose lutherane sotto colore di impugnarli." 87
Da Salmeróns Predigten nicht erhalten sind, läßt sich die Frage, was er wirklich gelehrt und was insinuiert habe, nicht entscheiden.88 In jedem Fall war es im Kontext des Prozesses gegen Morone offenbar plausibel, daß häretische Positionen durch jesuitische Prediger vertreten worden waren und der Jesuitengeneral Diego Lainez mußte sehr genau wissen, auf welch ein gefährliches
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IIprocesso inquisitoriale del Cardinal Giovanni Morone, op. cit., vol. IV, p. 329. In Morones Verteidigungsschrift ist diese Zeugenaussage in folgender Form eingegangen: „Similiter contra personam praedicti Alfonsi Salmerón ponit et dicit quod alias, dum esset ut supradictum est Mutinae, fuit a nonnullis probis et catholicis viris illius civitatis ipsi reverendissimo domino cardinali accusatus quod latenter doctrinam lutheranam insinuaret í 11 i Mutinensi populo sub praetextu illam impugnandi et quod alias multifariam esset in suis praedicationibus scandalosos" (op. cit., vol. IV, p. 129). William V. Bangert S.I., Claude Jay and Alfonso Salmerón. Two early Jesuits, Chicago, Loyola UP, 1985, pp. 173f., gibt zwar einen kurzen Abriß der Auseinandersetzung zwischen Morone und Salmerón, verschweigt aber diese problematischen Zeugenaussagen. II processo inquisitoriale del Cardinal Giovanni Morone, op. cit., vol. II.l., p. 337. In seinen späteren, monumentalen Commentarii in evangelicam historiara et in acta apostolorum, Köln 1602-04, ostentiert Alfonso Salmerón geradezu seine Orthodoxie und polemisiert in den Vorworten zu den einzelnen Büchern immer wieder gegen Erasmus' Versionen der Evangelien.
Die Lehre von der „doppelten Gerechtigkeit" und die Jesuiten
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Terrain er sich begab, als er ausgerechnet Salmerón nach Brüssel schickte und noch dazu den Primas von Spanien, Kardinal Carranza, der wenig später selbst der Inquisition zum Opfer fallen sollte, für die Sache der italienischen Reformkardinäle mobilisierte. Wie wenig die Theorie der doppelten Gerechtigkeit, obgleich sie seit den Trienter Entscheidungen häretisch ist, aus den jesuitischen Schriften verschwunden ist, zeigt der berühmteste Aphorismus aus dem Oráculo manual y arte de prudencia (1647) von Baltasar Gracián. Es ist der Aphorismus 251, der kürzeste des gesamten Buches: ,fianse medios
de procurar los medios humanos como si no hubiese divinos, y los divinos como si no hubiese humanos'.
regla de gran maestro, no hay que añadir comento." Die bisherige Sekundärliteratur war sich darin einig, den „gran maestro" dieses Aphorismus, der im Gegensatz zu den meisten anderen Aphorismen des Oráculo manual in Graciáns sonstigen Schriften keinen „Kommentar" findet, mit Loyola zu identifizieren, hat jedoch, von Francisco Maldonado de Guevara89 bis Georg Eickhoff 90 , dafür bislang keine schlüssige Belegstelle anfuhren können.91 In allen dort aufgeführten Passagen aus Loyolas Schriften ist zwar die Rede von den „menschlichen Mitteln", die als causa Instrumentalis Gottes mehr oder minder weitgehend zugelassen werden, es findet sich aber nicht die geringste Spur der chiastischen Struktur von Graciáns Aphorismus, wonach die menschlichen und die göttlichen Mittel zwar gleichermaßen gestattet sind, sich jedoch
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Francisco Maldonado de Guevara, Lo fictivo y lo antifictivo en el pensamiento de San Ignacio, Granada 1954. Ebenso wie Maldonado de Guevara argumentieren auf jesuitischer Seite Louis Stinglhamber S.I., „Baltasar Gracián et la Compagnie de Jésus", in: Hispanic Review, XXII, 1954, pp. 195-207 und Ignacio Elizalde S.I., „Baltasar Gracián e Ignacio de Loyola", in: Manresa, LH, 1980, pp. 235-248. G. Eickhoff, „ Die „regla de gran maestro" des „Oráculo manual" im Kontext biblischer und ignatianischer Tradition", in: Sebastian Neumeister/Dietrich Briesemeister (Hrsg.), El mundo de Gracián. Actas del Coloquio Internacional Berlin 1988, Berlin 1991, pp. 111-126. Ebensowenig überzeugend ist der Verweis auf Ecclesiastes 38, der sich im Kommentar zum „Oráculo manual" von Amelot de la Houssaie (1684) findet. Mir steht die Ausgabe zur Verfügung: L'Homme de Cour de Baltasar Gracian Traduit & commenté par le Sieur Amelot de la Houssaie, ci-devant Secretaire de l'Ambassade de France à Venise. Troisième Edition revûe & corrigée. A Paris, chez la veuve Martin & Jean Boudot, 1696, p. 294.
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simultan im menschlichen Handeln ausschließen.92 Außerdem sieht Graciäns Formulierung, auch dies unterscheidet sie von theologisch orthodoxen Positionen, keinerlei Hierarchie zwischen den menschlichen und den göttlichen Mitteln vor. Maldonado de Guevara hat sich daher „einen gewissen manichäischen Zug" in Graciäns Text nicht verheimlichen können und auch in der deutschen Zeitschrift des Jesuitenordens gab es in den 20er Jahren unseres Jahrhunderts eine Debatte darüber, ob denn solch ein Aphorismus theologisch vertretbar sei.93 Erfolgversprechender erscheint daher die Rückbindung des Aphorismus an den Kontext der doppelten Gerechtigkeit. Besonders eng ist er verwandt mit einer Formulierung dieser Theorie, die sich in den Akten des Prozesses von Pietro Carnesecchi findet94, der 1568 mit seiner Hinrichtung endete. Carnesecchi berichtet dort von einer Diskussion über die Rechtfertigungsdogmatik zwischen Reginald Pole und Vittoria Colonna in Viterbo, die in den 40er Jahren des 16. Jahrhunderts stattgefunden hatte: 92
Diese chiastische Struktur wird in anderen jesuitischen Versionen desselben Aphorismus eher vermieden, z.B. bei der des ungarischen Jesuiten Hevenesi (1705): „Haec prima sit agendorum regula: sie Deo fide quasi rerum successus omnis a te, nihil a Deo penderet: ita tarnen iis operam omnem admove, quasi tu nihil, Deus omnia sit facturus" (zit. bei F. Maldonado de Guevara, Lo fictivoylo antifictivo en elpensiamiento de San Ignacio, op. cit., p. 36). Derselbe Maldonado de Guevara führt auch noch eine Version des Jesuiten Casanova an, bei dem die Tendenz zur Entschärfung von Graciäns Formulierung noch deutlicher wird: „Hagamos primero, de nuestra parte, cuanto podemos, como sí Dios nada hubiese de hacer; después pongamos en Dios toda nuestra confianza, como si nosotros no hubiésimos hecho nada" (ibid.). Beide Autoren stellen die „göttlichen" und die „menschlichen Mittel" in eine zeitliche Reihenfolge, in der jeweils Gott die letzte Entscheidung zufällt, von welcher sich bei Gracián jedoch keine Spur findet. Zur Diskussion dieser und weiterer Versionen des Aphorismus cfr. Gaston Fessard, La dialectique des Exercises Spirituels de Saint Ignace de Loyola, Paris 1966, pp. 305-363.
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C. A. Kneller S.I., „Ein Wort des hl. Ignatius von Loyola", in: ZeitschriftfiirAszese und Mystik, III, 1928, pp. 253-257. Kneller reagiert darauf, daß „von sehr geschätzter Seite eingewendet wurde, der Spruch stimme nicht mit der kirchlichen Lehre von der Gnade überein" (p. 253). Ich möchte an dieser Stelle der nicht identifizierten „geschätzten Seite" beipflichten. Der Florentiner Pietro Carnesecchi, päpstlicher Protonotar, hatte bereits in der 30er Jahren des 16. Jahrhunderts in Neapel im Kreis um Juan de Valdés, Vittoria Colonna und Giulia Gonzaga verkehrt und sich später unter den Schutz von Pole begeben. Da Carnesecchi als Florentiner die Gunst der Medici genoß, gingen seine Prozeßakten nach seiner Hinrichtung nach Paris und wurden bereits im vorigen Jahrhundert, als erste Akten aus der Römischen Inquisition überhaupt, publiziert: Estratto del processo di Pietro Carnesecchi, edito da Giacomo Manzoni, Torino, Stamperia Reale, MDCCCLXX.
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„Nelle attioni soe [...] veniva ad osservare et seguire il consiglio che ella diceva haverli dato il Cardinale (Pole/M.H.), al quale ella credeva come a un oraculo, cioè che ella dovesse attendere e credere come se per la fede sola s'havesse a salvare, et d'altra parte attendere ad operare come se la salute sua consestesse nelle opere, il che ella mi riferì un giorno, dicendo haver fatto instantia al sudetto Cardinale che li dicesse l'opinione sua circa questo articulo della giustificatione, et non haverne potuto cavare altra resolutione che questa."95 In dieser Version der Lehre der doppelten Gerechtigkeit findet sich Graciäns alsob-Formulierung sowohl im Hinblick auf die menschlichen wie die göttlichen Mittel, es findet sich dieselbe chiastische Struktur, es wird zwischen den menschlichen und den göttlichen Mitteln keine Hierarchie eingeführt, und vor allem wird klar, auf welchen Zweck Graciäns „medios" beiderlei Art gerichtet sind: auf die Rechtfertigung. Das mit Abstand prominenteste Dokument, das die Position der sog. Ecclesia Viterbiensis um Reginald Pole, aus deren Kontext der obige Passus stammt, umreißt, ist der anonyme Trattato utilissimo del Benefìcio de Giesü Cristo crocefisso verso i cristiani, der vermutlich um 1540 geschrieben, 1543 gedruckt wurde und seit 1547 von keinem Index Librorum Prohibitorum mehr wegzudenken ist. Kardinal Giovanni Morone war von diesem Traktat so begeistert, daß er ihn sogar gratis in seiner Diözese Modena verteilen ließ, nicht zuletzt darauf gründete sich der spätere Inquisitionsprozeß gegen ihn. 96 Trotz um-
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Estratto del processo di Pietro Carnesecchi, op. cit., pp. 125f. Dieser Passus wird als typisch valdesianisch zitiert bei Edward Boehmer, Spanish Reformers of two centuries from 1520, Bibliotheca Wiffeniana, voi I, Straßburg-London 1874, p. 78. Dies war die Fährte, der ich gefolgt bin. Ich habe jedoch feststellen müssen, daß dieser Passus sich nicht bei Juan de Valdés findet und auch nicht finden kann, da er Anhänger der solafides-Lehre war. Er ist vielmehr eine der klarsten Formulierungen der duplex iustitia. Angaben zur enormen Verbreitung des Benefìcio di Cristo finden sich in Carlo Ginzburg/Adriano Prosperi, Giochi di pazienza. Un seminario sul „Beneficio di Cristo ", Torino 1975, pp. 4, 185ff.; H. Jedin, Girolamo Seripando, op. cit., vol. I, p. 137; J. Hefner, Die Entstehungsgeschichte des Trienter Rechtfertigungsdekretes, op. cit., p. 182. Über die Rolle dieses Buches im Prozeß gegen Morone cfr. die folgende Aussage des Angeklagten: „In questi tempi fu portato un libretto in Modena, intitulato II benefitio di Christo, stampato. [...] Questo libretto fu letto da me et quasi devorato con grande avidità, perché mi pareva fosse molto spirituale, [...] et ordinava a questo libraro che me ne facesse venire" {Ilprocesso inquisitoriale del Cardinal GovanniMorone, op. cit., voi. II.l, p. 465).
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fangreicher Forschungsarbeiten ist die Urheberschaft des Buches bis heute nicht vollständig geklärt.97 Klar ist jedoch, daß eine Urfassung von dem benediktinischen Mönch Benedetto da Mantova auf Sizilien geschrieben wurde, der es dann zur Umarbeitung an den Humanisten Marcantonio Flaminio nach Viterbo übersandte98, welcher seinerseits ganze Passagen aus Calvins Institutio in den Text einfügte. 99 Ebenso ist klar, daß sowohl Reginald Pole als auch Gasparo Contarmi an der Neufassung des Textes beteiligt waren. Im Benefìcio di Cristo überlagern sich aufgrund dieser Entstehungsgeschichte zwei theologisch häretische Tendenzen, die erst nach dem Trientiner Konzil in Widerspruch zueinander getreten sind, nämlich die zumindest semi-pelagianische Tendenz, die im Benediktinerorden weit verbreitet gewesen zu sein scheint100, der Mensch sei imstande, sich aus eigener Kraft zu rechtfertigen einerseits und andererseits die strenge Prädestinationslehre calvinistischer Herkunft. 101 Diese für die Theorie der doppelten Gerechtigkeit kennzeichnende Kombination schlägt sich denn auch in Formulierungen nieder, die sich mit derjenigen Graciäns sehr weitgehend decken: „II vero cristiano da un lato tiene per fermo di esser predestinato alla vita eterna e di doversi salvare, non già per gli suoi meriti, ma per la eletione di Dio, il quale non per l'opere
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Cfr. José C. Nieto, „Valdesianism, the Viterbo 'spirituali', and the 'Beneficio di Cristo'", in: The Proceedings of the Unitarian Universalist Historical Society, XX. 1,1985/86, pp. 1-10; Paolo Simoncelli, „Nuove ipotesi e studi sul 'Beneficio di Cristo'", in: Critica Storica, XII, 1975, pp. 320-388, sowie ders., Il caso Pole, op. cit., pp. 28f. Das jedenfalls ergibt sich aus den Prozeßakten Camesechi: „II primo autore di questo libro fu un monacho negro di S. Benedetto chiamato Don Benedetto da Mantova, il quale disse haverlo composto mentre stette nel monastero della sua religione in Sicilia presso il monte Ethna; il qual Don Benedetto, essendo amico di M. Marcantonio Flaminio, li comunicò il detto libro, pregandolo che lo volesse polire et illustrare col suo bello sile, acciò fusse tanto più legibile et dilectevole" (Estattto del processo di Pietro Carnesecchi, op. cit., pp. 58f.). Dieselbe Information fand sich allerdings schon zehn Jahre zuvor in den Prozeßakten Morone {Ilprocesso inquisitoriale del Cardinal Giovanni Morone, op. cit., vol. I, p. 185). Diese Calvin-Einschübe sind nachgewiesen bei Tommaso Bozza, Il „Beneficio di Cristo" e la „Istituzione della religione cristiana" di Calvino, Roma 1961 und ders. Marco Antonio Flaminio e il,, Benefìcio di Cristo ", Roma 1966. Zusammenfassend dann vom selben Autor Calvino in Italia, Roma 1966. Der Benediktinergeneral Giorgio Siculo wurde 1551 als Pelagianer verurteilt. Cfr. C. Ginzburg/A. Prosperi, Giochi di pazienza, op. cit., pp. 1 3 8 f f , 169. Insofern muß es wundem, daß Hubert Jedin den Beneficio di Cristo für letztlich nicht häretisch hält, cfr. Storia del Concilio di Trento, vol. I, Brescia 1949, p. 305.
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nostre, ma per monstrare la sua misericordia, ci ha predestinad; e dall'altro lato cosí attende alle buone opere e alla imitazion di Cristo, come se la salute sua dipendesse dalla industria e diligenza propria."102 Wenn die von mir vorgeschlagene Interpretation stichhaltig ist, erscheint die jüngst vor allem in Frankreich vertretene Interpretation Graciáns als eines antijansenistischen Autors abwegig. 103 Gracián wäre dann in theologischer Hinsicht vielmehr nur ein weiterer Vertreter jener Fraktion innerhalb des spanischen Jesuitenordens, die den 1573 von Papst Gregor XIII. durchgesetzten Einsatz des Ordens im Glaubenskampf und damit die strikte Bindung an die konfessionellen Normen nicht mitzumachen gewillt war.104 Damit verband sich nämlich zugleich eine Internationalisierung des Ordens und ein entsprechender Machtverlust für die Spanier, der sich in der Generalversammlung desselben Jahres in der Wahl von Mercurian, eines Niederländers, zum neuen Ordensgeneral niederschlug. 105 Ein weiteres, prominentes Exempel für diese Fraktion wäre Juan de Mariana, dessen De rege et regis instititione (1598) sich sehr weitgehend auf Erasmus' Institutio principis christiani stützt und denn auch prompt auf dem Index landete. Zudem beschwert sich Mariana im Discurso de las cosas de la Compañía bitter über die undurchsichtigen, hierarchischen und schwerfälligen Verhältnisse innerhalb des Jesuitenordens, der nunmehr ohne spanische Beteiligung von Rom aus regiert wurde, was zur Entmachtung seiner spanischen Komponente geführt hatte. 106
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„Beneficio di Cristo", in: Giuseppe Paladino (a cura di), Opuscoli e lettere di riformatori italiani, vol. I, Bari 1913, pp. 1-60, Zit. p. 56. Benito Pelegrin, Le filperdu du ,, Criticón " de Baltasar Gracián: objectif Port-Royal, Aix-en-Provence 1985. Cfr. José Martínez Millán, „Transformación y crisis de la Compañía de Jesús (15781594)", in Flavio Rurale (a cura di), Ireligiosi a corte. Teologia, politica e diplomazia in antico regime, Roma 1998, pp. 101-130. Zu den damit verbundenen Konflikten cfr. A. Astrain S.I., Historia de la Compañía de Jesús, vol. III, Madrid 1912, pp. 9-14. Nach Loyola, Lainez und Borgia übernahm damit erstmals ein Nicht-Spanier die Kontrolle über den Jesuitenorden. Auch die folgenden Generäle waren keine Spanier mehr, es waren Giovanni Acquaviva, ein Italiener, und Goswin Nickel, ein Ire. Mit dem letzteren hat bekanntlich Gracián seine Schwierigkeiten bekommen. Der Text findet sich in Juan de Mariana S.I., Obras, t. II, Madrid 1854 (BAE XXXI), pp. 595a-617b. Mariana beklagt vor allem den allzu seltenen Versammlungsrhythmus der Generalversammlung. Auf der zweiten Generalversammlung war ursprünglich beschlossen worden, sich alle sechs Jahre zu treffen, die Provinzgeneräle sollten sich alle
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Die exakte Quellenfrage von Graciáns Aphorismus habe freilich auch ich nicht zu lösen vermocht, denn es ist auszuschließen, daß Gracián die Prozeßakten Carnesecchi bekannt waren und ebenso unwahrscheinlich ist, daß sich ein Exemplar des streng verbotenen Beneficio di Cristo in eine spanische Jesuitenbibliothek verirrt haben sollte. Ganz sicher aber waren den Jesuiten und folglich Gracián die Schriften Contarinis, auf die die Constitutiones Societatis Iesu so energisch hinweisen, und die daran anschließenden Konzilsdebatten geläufig. Bei dem „gran maestro", auf den sich Graciáns Aphorismus so aenigmatisch beruft, kann es sich also durchaus, wie die bisherige Sekundärliteratur vermutete, um Loyola handeln, aber es ist ein Loyola in der Funktion als Bündnispartner Contarinis. So kann Gracián unmöglich entgangen sein, wie weit sein Aphorismus vom Tridentiner Rechtfertigungsdekret entfernt ist. Dies erklärt vermutlich die kryptische Kürze seiner Formulierung und die Tatsache, daß sie in seinen sonstigen Schriften keine Entsprechung findet. Jede weitere Erörterung hätte ihm nur Probleme mit den kirchlichen Zensurbehörden eingetragen. Wenigstens soweit hat er Loyolas „Reglas para sentir con la iglesia" befolgt, schon aus Vorsicht fügt Gracián nur hinzu: „No hay que añadir comento".
drei Jahre in Rom zusammenfinden. Das sei, so Mariana, zu selten (p. 609b). Aber nicht einmal dieser Versammlungsrhythmus sei eingehalten worden, und zwar aus Furcht vor weiteren Interventionen des Papstes: „Si la Compañía se juntase, por ventura el Papa nos mudaría algunas cosas de su instituto. Este es el coco con que nos espantan muchos años ha" (p. 612a). Die Anspielung auf die Zwänge, denen der Jesuitenorden, und speziell seine spanische Komponente, seit 1573 durch die Kurie ausgesetzt war, ist überdeutlich.
La Universidad de Salamanca en la época de Carlos I/V
Pilar Valero Garcia Universidad de Extremadura
Debo advertir, en relación al título, que si bien tiene como referencia primera y única a Universidad y Emperador, ello se debe al haberlo así comunicado a los organizadores del Congreso, pero ya desde el principio se considera extensivo y está totalmente ligado a su entorno inmediato, es decir, la ciudad, como no puede ser de otro modo, dadas las características de institución y localización, aún hoy, pese al tiempo y las diferencias, entrañablemente unidos en presencia y vivencia. No es preciso invocar ni acudir a razonamientos complicados para sustento de lo que acabo de decir; baste insistir en que ambos ámbitos, el del Estudio y el de la Ciudad, son tan linderos, que se imbrican hasta el punto de que, pese a sus circuitos distintos y apartados, por ejemplo y para el caso de sus justicias, hay momentos que se solapan, otros se interfieren y dificultan, para ocurrir, en algunos, una suerte de socorro, colaboración o remedio de sus mutuas deficiencias. Más notorio es el hecho, como se verá durante el avance de la exposición, de que personajes públicos de la ciudad y de la Universidad, hay ocasiones, en que ejercen en ambos lados, a veces a la par, sucesivamente otras y otras dentro de una relación familiar tan estrecha, que hay una necesidad fatal de coincidir en los mismos sucesos y correr la misma fortuna adversa o venturosa. Por último, hay un tiempo de común infortunio, de doloroso accidente, en el que la Ciudad y el Estudio de un lado y el Emperador de otro protagonizan suertes y miserias y comunes sufrimientos. Tras esta advertencia respecto al título y su alcance y las razones del mismo, para un mejor seguimiento de la exposición, adelanto los puntos que aquí se desarrollan. -
Estado de la ciudad a la llegada de Carlos I/V. El Estudio y su simpatía con el estado de la ciudad. El Emperador en la Universidad: Claustro y Estatutos. Conclusiones.
Pilar Valero García
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Si en los lejanos tiempos de la fundación del Estudio salmantino se encarecían la amena situación y apacibilidad del entorno ciudadano como aval para su radicación en la ciudad de la Universitas Studii Salamantini, que el Rey Sabio concibió como comunidad o ayuntamiento de maestros e estudiantes, ni sosiego ni serenidad se perciben en estos primeros momentos del ejercicio del poder del César por los pagos salmantinos. Hay una reciente y cruel memoria y secuelas de la Santa Cruzada, pomposa y distorsionadora valoración de los sucesos de 1520-21 en la interpretación oficial, sin duda como respuesta a aquella Santa Junta de los sublevados, revuelta comunera, en la designación histórica y popular, que, muy de lleno, afectan a la ciudad y no dejan al margen a la propia Universidad, si no como institución y conjunto, sí como cuerpo al que pertenecen o en el que se integran personalidades de mayor o menor relieve y que figuraron, con vario influjo, en los hechos conclusos en Villalar. En este punto he de señalar que una parte importante de mi trabajo, la inicial, no he podido realizarla o, más exactamente apoyarla, como ha ocurrido con otras del mismo y hubiera sido mi deseo, y confirmarla con el recurso y soporte de la noticia diaria y escueta de los Libros de Claustro, piedra de toque de sin valor igual, por el hecho de coincidir con una falta de los citados libros por su desaparición; ello me ha obligado al uso de otros recursos que permiten cubrir, en alguna medida, la importante ausencia.
I.-Estado de la ciudad a la llegada de Carlos I/V: El estado emocional, sería acertado calificarlo así, de la ciudad conforme a lo apuntado del reciente suceso de la revuelta comunera, puede deducirse de una serie de testimonios, como el informe del Regente, Cardenal Adriano, de 24 de julio de 1520, cuando comunica al Rey que: En Salamanca ha procedido el pueblo a tanta locura y osadía, que a fuerza de armas querían forzar los caballeros a jurar los capítulos que son contra V. Mt.; y han quemado las casas de algunos de ellos y tomádoles caballos y armas y buena parte de las haciendas de los que no querían jurarlos;
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al dato revelador de la turbulencia que en la ciudad se vive, la carta se completa con la lista de una serie de proceres que han resistido el reclamo comunero y permanecido fíeles al Rey con «peligro de perdición de vidas, bienes, de sus mujeres y hijos» y termina con todo un programa de acción, que, como más adelante se verá, el Rey parece haberlo tomado como propio; el Cardenal concluye: Y cierto si V.Mt. no gratifica a los buenos y fieles servidores y no castiga a los deservidores, no hay ninguno que dudase alzarse contra V. Mt. ni tampoco que entienda de servirle lealmente. No falta en el documento -ironía de la función no olvidada del preceptor- una a modo de pedagógica moraleja final: «Los buenos príncipes suelen quitar las facultades y bienes de los deservidores y darlos a fieles servidores»1. De semejante tenor, pero ocurrida ya la derrota comunera en Villalar, y con pormenorizado contenido, aludimos a una carta que el Corregidor de la ciudad envía al citado Regente, 24 de junio de 1521, en la que le pone al tanto de la calma que la ciudad va recobrando, pese a la existencia de murmuradores entre los caballeros y que se ha procedido al castigo de personas que propalan falsas noticias en relación con el movimiento comunero, así como el celo en aprehender a las diecisiete personalidades excluidas del perdón general y su suerte tras el apresamiento y la personal sugerencia del corregidor de que se les debe tratar con todo rigor por su obstinada actitud, al tiempo de un particular consejo o insinuación de que la torre de la ciudad se confíe a persona más afecta que la del deán, a cuyo cuidado se halla, o su personal criterio, respecto al retorno del cuerpo del comunero Francisco Maldonado ejecutado en Tordesillas, para darle tierra en la ciudad, de que no es conveniente que se haga o que si acá lo trujeren, non consentiré, -dice- sino que lo metan de noche y sin pompa2. Si la situación de la ciudad, en lo que a su población civil se refiere, se encuentra en el estado que puede apreciarse por lo que precede, no era distinta la del clero, con la consiguiente repercusión y trascendencia que de su actitud podía derivarse para el pueblo.
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M. Danvila, Historia crítica y documental de las Comunidades de Castilla, 1.1, p. 439 Simancas, Patronato Real, leg. 1, fol. 30. Recogido por V. Beltrán de Heredia en Cartulario de la Universidad de Salamanca, (Salamanca, 1971), t. III, p. 112.
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Así, 11 de mayo de 1521, se habla del regreso a la ciudad de Salamanca de la abadesa y las monjas franciscanas expulsadas porque en el dicho monasterio, en sus oraciones, nos encomendaban a nuestro Señor1. Hay que considerar aquí también la prisión del fraile mínimo, que tan en deservicio de dios y del rey y daño del reino predica, prisión que, repárese en el dato, la está cumpliendo en la cárcel del Maestrescuela, y respecto a la cual, añade, yo le he requerido que no le suelte hasta ver lo que vuestra señoría mandaf...]4. Pese al transcurso del tiempo, nos encontramos en febrero de 1523, aún no se ha logrado una completa calma en los ambientes religiosos, si nos atenemos a las palabras del propio Rey, que se dirige al Corregidor de la ciudad, al que manifiesta que: a mi es fecha relación que ciertos fraires han dicho públicamente, a manera de poner escándalo, que, porque no tienen libertad, no predican algunas cosas que querrían decir, e que ansí mesmo algunas personas legas han dicho e publicado otras cosas favoreciendo lo de las comunidades pasadas5. Si los datos anteriores conciernen, conforme antes decía, al estado emocional de la ciudad, con mayor claridad reflejan la tensa y dramática situación decisiones que afectan a personas concretas ligadas, de un modo u otro, a puestos relevantes en la gobernación de la misma. A algunos años de los sucesos de Villalar, 13 de febrero de 1523, se recuerda la sanción a Antonio Hernández, regidor que ha seído de esa ciudad y cuya causa fueron delitos e excesos que [...] cometió contra nuestro servicio en tiempo de las alteraciones pasadas, ha seído sentenciado por traidor a pena de muerte e confiscación de todos sus bienes para nuestra cámara e fisco e en prendimiento de sus oficios; este último pormenor de la condena repercute, al tiempo de en la persona, en un claro perjuicio para la ciudad, ya que
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Simancas, Libros de Cámara, lib. 56, fol. 98/ v. Recogido por V. Beltrán de Heredia, op. cit. t. III, p. 108. Cfr. nota 2. Simancas, Libros de Cámara, lib. 61, fol. 241. Recogido por V. Beltrán de Heredia op. cit. t. III, p. 127.
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el oficio del regimiento [...] yo vos mando que agora e de aquí adelante para siempre jamás hayáis por consumido el dicho oficio de regimiento e no recibáis a él al dicho Antonio Fernández ni a otra persona alguna, que si necesario es, nos consumimos el dicho regimiento e le habernos por consumido6. Más próximo al desenlace de Villalar es el caso de Francisco de Gricio, regidor también de la villa e igualmente represaliado, pero, al parecer, sin eliminación del puesto que ocupaba; a este respecto, el 23 de mayo de 1521, el Cardenal dispone que: porque Francisco de Gricio, regidor de la dicha ciudad ha estado en nuestro deservicio en la junta que por los procuradores de algunas ciudades e villas destos mis reinos se hizo en tanto desacatamiento e perjuicio nuestro y de nuestra preeminencia, y se procede contra él y está ausente de la dicha ciudad, y entretanto que se determina e yo proveo sobre ello, es mi merced que Juan de Rojas, mi capitán, tenga el dicho regimiento y le use como le usaba el dicho Francisco Gricio antes que fuese de la dicha junta7. Un caso llamativo, a sólo unos meses de la derrota de Villalar, es el de Diego Guzmán; aunque se trata de un simple vecino de la ciudad, sin embargo, su relación con la familia Maldonado, pues estaba casado con D a Isabel Maldonado, y su vinculación a la gente comunera, le acarreó la condena real, como había ocurrido con otros conjurados; del presente caso me interesa, más que la condena en sí, el detalle de la minuciosa cuenta que se tenía y el seguimiento que se hacía de los dineros incautados en beneficio real; la expresividad del texto me parece tan clara y cruda que lo reproduzco en su mayor parte. Se trata de una carta real, de 25 de septiembre de 1521, al Corregidor de Salamanca, en la que le pide cuentas de cómo en relación con este personaje
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Simancas, Libros de Cámara, lib. 49, fol. 453. Recogido por V. Beltrán de Heredia, op. cit. t. III, p. 125. Simancas, Libros de Cámara, lib. 56, fol. 130v-131. Recogido por V. Beltrán de Heredia, op. cit. t. III, p. 110.
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Pilar Valero García estando como está por nos mandado que se haga proceso con él e que sus bienes estén secrestados para hacer de ellos lo que fuere justicia, vosotros sin lo consultar con nuestros visorreyes e gobarnadores diz que le habéis mandado dar de los dichos bienes hasta dos cuentos de maravedís. E porque yo quiero ser informado cómo pasa eso, vos mando que luego enviéis relación de todo ello ante nuestros visorreyes e gobernadores e cómo e por qué causa mandastes dar a la mujer del dicho Diego de Guzmán los dichos dos cuentos de maravedís de los dichos bienes del dicho su marido, que por nuestro mandado estaban secuestrados, para que yo lo mande ver e proveer como cumple a nuestro servicio. Y entretanto y fasta que yo vos envíe a mandar lo que sobre ello hagáis, sobreseáis de dar los dichos bienes que aplicastes a la dicha mujer del dicho Diego Guzmán. E si ge los habéis mandado dar, así mismo hagáis que los dichos bienes se tornen al secresto en que estaban porque, como dicho es, vista vuestra relación mandaré proveer sobre ello lo que fuere justicia. E no hagades ende al8.
Como muestra final y más representativa de las sanciones seguidas contra ciudadanos hostiles al monarca con motivo del movimiento de las Comunidades, tenemos el caso de Pedro Maldonado Pimentel, regidor también de la ciudad. Su infortunada suerte se recoge en tres momentos, trágicos en su curso y desenlace. - Prisión en Simancas: el 20 de mayo, a muy poca distancia de la derrota comunera en Villalar, y merced a la influencia de un importante deudo suyo, el Conde de Benavente, se cambia su ajusticiamiento por la condición de prisionero en la vecina ciudad de Simancas 9 . - Recluido y a salvo, momentáneamente, de la pública ejecución, como había ocurrido con sus compañeros de ideas y de armas, su valedor el Conde de Benavente labora y persiste en su afán por alcanzarle el perdón imperial y con estas miras, el 13 de diciembre de 1521, recuerda al Emperador la condición del prisionero y la clara conciencia que éste posee del deservicio que hizo a vuestra
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Simancas, Libros de Cámara, lib. 54, fol. 104-131. Recogido por V. Beltrán de Heredia, op. cit. t. III, p. 117-118. Simancas, Estado, leg. 8, fol, 100. Recogido por V. Beltrán de Heredia, op. cit. t. III, p. 105-106.
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Alteza en tiempo de las comunidades y su acendrado deseo de emendarlo con todo servicio en esto que se ofrece de la guerra con Francia10. - Sentencia y ajusticiamiento: Sin embargo, y dentro de ese sentido fatal e ineludible del destino, la justicia del emperador se abate ineluctable y la sentencia del 2 de agosto de 1522 le condena a pena de muerte natural; la cual le sea dada de esta manera: que sea sacado de la cárcel donde está preso, en la villa de Simancas, a caballo en una muía, atados los pies y las manos con una cadena al pie y sea traído por las calles acostumbradas de la dicha villa e allí le sea cortada la cabeza, con un cuchillo de fierro y acero, por manera que muera naturalmente y salga el ánima de las carnes, porque a él sea castigo y a los que lo vieren e oyeren ejemplo, que no se atrevan a cometer tales delitos; y más, le condenamos a su perdimiento de todos sus bienes e mayorazgos y oficios e juros e hacienda que tiene, desde el día que cometió las dichas traiciones, para cámara e fisco de S.M. y en las costas".
Hay, probablemente sin pretenderlo, pero tal vez no lejos de una cierta intención, un destino o trágica fatalidad en estos últimos días del procer salmantino: la prisión liberadora, el curso del tiempo que hace concebir esperanzas de salvación, para, de pronto, sobrevenir, inevitable y fatal, la condena, doble y completa, de su vida y de sus bienes. Esta sentencia dramática y terrible se percibe en el historiador de la ciudad, Villar y Macías, cuando, aunque tomándolo de otras fuentes, recrea en su relato de los hechos, escueto y lineal, el suceso inicialmente venturoso del encarcelamiento en la villa de Simancas, la posibilidad que en el trayecto hasta el lugar de su prisión se le presenta de una huida a Portugal, la negativa de D. Pedro en términos tajantes: Vamos adelante, que todo esto es nada y, sin dilación apenas, en vivísima secuencia casi cinematográfica, su ajusticiamiento en los términos que recogía la sentencia12.
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Simancas, Libros de Cámara, lib. 64, fol. 69. Recogido por V. Beltrán de Heredia, op. cit. t. III, p. 127. Villar y Macías, Historia de Salamanca (Salamanca, 1974), II, ap. IV, p. 410. Ibidem II, p. 187-188.
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A mayor abundamiento de fatalidad y destino, el paso del tiempo no amortiguó la rigurosa sentencia y así, a ocho meses de distancia de su cumplimiento y su cabal ejecución y a casi ya dos años de la derrota de Villalar, 1 de abril de 1523, el Rey, en términos rotundos, la corrobora: de nuestro proprio motu e cierta ciencia e poderío real absoluto de que yo quiero usar e uso para efecto que la dicha sentencia, proceso e ejecutoria valgan e sean firmes, suplo cualesquier defectos que haya habido e se pueda decir e alegar que hubo en el dicho proceso fecho contra el dicho don Pedro o en la sentencia e carta ejecutoria de ella, así de sustancia como de solemnidad, por manera que en ningún tiempo pueda haber ni haya causa ni dificultad ni impedimento que pueda obstar ni impedir en cosa alguna la condenación fecha contra el dicho don Pedro en su persona y en el dicho mayorazgo de sus bienes13.
II.- El Estudio y su simpatía con el estado de la ciudad. Como en el caso de la ciudad, también el suceso de las Comunidades afectó a varios de los miembros del Estudio, aunque no de un mismo modo, sino en directa relación con sus diferentes responsabilidades y cargos, al tiempo que su peripecia personal, en la razón y medida de ciertos rasgos familiares o de proximidad, repercutió de forma diferente no sólo en sus personas, sino también en el discurrir de la vida del centro. Tenemos así los casos de los doctores Alfonso de Zúñiga y Juan González de Valdivieso, personalidades, ambas, integradas, ya desde los primeros momentos, en el grupo de los sublevados. En efecto, vemos de los dos al primero, acudir a Tordesillas y, en presencia de la Reina D a Juana, manifestar, a petición de sus compañeros, la denuncia de sus quejas y exigencias. El segundo a su vez, es sujeto de una larga historia: ligado ya en el año 1467 a la Universidad, aceptan, él y su hijo Jerónimo, sumadas a su cargo de bedeles otra serie de funciones propias del estacionario. Años más tarde y como consecuencia de las sentencias de ejecución y confiscación y pérdida de bienes y oficios por su participación en la revuelta
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Simancas, Libros de Cámara, lib. 64, fol. 69. Recogido por V. Beltrán de Heredia en op. cit. t. III, p. 128.
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comunera, tenemos algunos datos que confirman, con toda claridad, la repercusión que tuvo, en el caso de Juan González de Valdivieso, por su participación en los hechos de autos; hay un primer documento, una carta del cardenal Adriano al corregidor de Salamanca del 8 de agosto de 1521, en que se alude al cargo de bedel que Valdivieso ejercía y que, en razón de la condena que le afecta, pretendió el Rey que pasase al Dr. Juan Rascón; sin embargo, y dado que la Universidad alegó que la provisión del dicho oficio debe de les pertenecer, se tomó el acuerdo de que proveyesen del dicho oficio de bedel de la dicha Universidad a la persona e según que ellos viesen que conviniese, según que más largamente en la dicha mi cédula se contiene. Por virtud de la cual diz que él fue provedído del dicho oficio de bedel e le tiene e posee pacíficamente 14 .
Un segundo documento, posterior en un año, alude a la incautación, también como consecuencia de la misma condena, de unas casas que el dicho doctor Valdivieso tiene en el lugar de Cañizal15) como fácilmente se deduce, hay una paulatina y minuciosa pesquisa en persecución y logro de la completa perfección de los términos de la sentencia, cuyos pasos se orientan en pos de un descubrimiento total de los bienes, que pertenecieron a los miembros de la Santa Junta, para su posterior incautación. En relación con este segundo personaje, el Dr. Valdivieso, el historiador Villar y Macías nos trasmite la noticia de su huida a Portugal, como ocurrió con otros comuneros salmantinos, para evitar la pena capital16, así como, algunos años más tarde, 4 de noviembre de 1525, pasadas ya las turbulencias de la alteración y vueltas, al parecer, las aguas a su cauce, la concesión del perdón por parte del Rey y de Da. Juana, perdón que le suponía, al tiempo, la restitución de algunos de sus bienes y, más pertinente con lo que aquí nos ocupa, la recuperación de su cargo de bedel en el Estudio17. Sobre este último dato de la reposición de Valdivieso en su cargo de bedel o, más exactamente, la devolución del puesto en razón del alza de la pena, hemos
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Simancas, Libros de Cámara, lib. 52, fol. 324v-325. Recogido por V. Beltrán de Heredia, op. cit. t. III, p. 114-115. Simancas, Libros de Cámara, lib. 61, fol. 192v. Recogido por V. Beltrán de Heredia, op. cit. t. III, p. 123. Villar y Macías, op. cit. t. II, p. 190. Villar y Macías, op. cit. t. II, p. 196.
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recuperado una amplia noticia en los libros de Claustro, primera y, curiosamente, única tocante al tema de las Comunidades, en la que muy por extenso, en un claustro celebrado en 18 de enero de 1526, se hace alusión a este particular asunto. El desarrollo de la misma es el siguiente: se parte de una denuncia, se entiende que a raíz del perdón real y sus favorables condiciones, en la que el Dr. Valdivieso considera una usurpación del bedelato por parte del Dr. Alvendea, denuncia a la que sigue, lógicamente, la réplica y defensa por el denunciado, de que la había alcanzado lícitamente como consecuencia de haber sido desposeído de ella, su denunciante, en razón de ciertos delitos y haber sido él encargado por los Reyes de su ejercicio, de lo que aporta pruebas concluyentes. La situación es embarazosa y el Claustro, tras prolijas deliberaciones, llega a una solución y decide que siga el Dr. Alvendea en su ejercicio actual de bedel del Estudio a cambio de la satisfacción anual al Dr. Valdivieso, de 15.000 mvds., salomónica fórmula, que place a ambos18. Otro de los cargos del Estudio afectados por condena de su poseedor como consecuencia de su participación en las alteraciones comuneras, es el de la Escribanía, función que desempeñaba, en estas fechas, el Bachiller Torres, (en realidad creemos que se trata del bachiller A. de Toro) y que perdió por los delitos que cometió en nuestro deservicio en tiempo de las alteraciones pasadas de comunidad y por haberlo así dispuesto el Rey en su calidad de como diz que soy patrón del dicho Estudio y Universidad19. En el caso que inmediatamente me voy a ocupar, retorna y planea ese aroma trágico del que antes hablé al referirme a la persona de D. Pedro Maldonado y, aún, si esto es posible, se acentúa y acrecienta más en ese su valor de destino e ineluctabilidad y firme fijación en la figura de su primo Francisco Maldonado; es algo muy cercano a esos ámbitos familiares griegos zarandeados por los hados hasta su total destrucción, y que, por extrañas vías y razones, hurtados a la suerte fatal, al parecer, y por un tiempo a punto del olvido, se ven luego y de repente dominados y segados por la acción implacable de las Parcas. Hay, comenzando por el final del suceso, una disposición real del 27 de febrero de 1521 en relación con nuestro personaje, que nos informa de su suerte final. Por cuanto por los delitos que Francisco Maldonado, vecino de la ciudad de Salamanca, cometió contra nuestro servicio
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AUS, Libros de Claustro, n° 7, fol. 3-26. Simancas, Libros de Cámara, lib. 71, fol. 297. Recogido por V. Beltrán de Heredia, op. cit. t. III, p. 133.
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fue por nos mandado justiciar, e por su muerte e privación está vaca una de las cuatro conservadurías del Estudio de la dicha Universidad de Salamanca [...]20.
Como complemento de la noticia, recojo, por su brevedad y precisión, los términos con que un historiador local encarece las cualidades y la utilidad, por sus cargos y circunstancias, para la causa de los sublevados, de la figura del conservador del Estudio. Después de haber hablado de Pedro Maldonado nos dice era lugarteniente suyo su primo Francisco Maldonado, regidor del concejo que redactó los poderes de los procuradores para las Cortes de Galicia; era regidor de Salamanca, bachiller en leyes, de fácil palabra, atrayente condición y, como su primo, de mucho valor y bríos. Levantó un tercio de estudiantes, y con él marchó a poner en armas a Alba y Ciudad Rodrigo21.
Exigencia de ese sangriento guión tramado por la fatalidad, prisioneros ambos primos tras la crisis de Villalar, Francisco ocupó en el cadalso el lugar de su pariente D. Pedro, rescatado momentáneamente, según hemos explicado, por la influencia del Conde de Benavente, su deudo. Nuestro historiador local, recogiéndolo de otros, nos transmite: Con arbitraria atrocidad que extremece [sic] se conmutó de resultas a Francisco Maldonado, la de prisión en la fortaleza de Tordesillas a que le habían sentenciado pocas horas antes22. Iniciaba así, con la muerte de Francisco, su papel ese cruel actor que es la fortuna, más que ciega cegadora, papel que llevaría a cumplimiento y perfección completos con el ajusticiamiento del ahora liberado D. Pedro Maldonado Pimentel. Hemos visto, hasta ahora, a personajes afectos de la Ciudad y de la Universidad en virtud de su participación en la Guerra de las Comunidades. ¿Se 20 21 22
Simancas, Libros de Cámara, lib. 50, fol. 341 v. Recogido por V. Beltrán de Heredia, op. cit. p. 126. Villar y Macías, op. cit. t. II, p. 187; cfr. V. Beltrán de Heredia, op. cit. t. III, p. 126. Villar y Macías, op. cit. t. II, p. 188.
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vieron la Ciudad o el Estudio, como conjuntos, libres de sanción o, por el contrario, estuvieron sujetos a secuela alguna tras la derrota de Villalar? Algo de dolor y daño material también les afectó, al margen de la pérdida directa de miembros, sin la menor duda, excelentes por su valía y rango; ya hemos indicado cómo en el caso de Antonio Hernández, no sólo a él, sino a la ciudad también, se le privó para siempre de este puesto de regidor. Si hasta el momento hemos tratado de perjuicios más de tipo personal, aunque alguno de ellos, como el último citado, afectan al cuerpo completo, hay sanciones colectivas concretas, al Estudio y a la Ciudad, como probaremos seguidamente. En un documento, su fecha es el 7 de noviembre de 1523, del que expongo una gran parte por lo suficiente de su contenido y su pertinencia, el Rey se dirige al concejo, justicia, regidores y sesmeros de la ciudad de Salamanca y hace alusión a una carta suya anterior en que solicitaba encarecidamente al Estudio y Universidad de dicha ciudad que por esta bes consintiesen e contribuyesen e pagasen en la sisa que al presente tomades puesta en hesa dicha 9Íudad por nuestro mandado para pagar los maravedís que fueron tomados en esa 9Íudad de nuestras rrentas rreales y servicio e cruzada en el tiempo de los lebantamientos pasados.
A dicha carta y solicitud reales, Pedro Gutierres, en nombre del dicho estudio e Universidad hace memoria al Rey de la exención que la institución tiene desde sus primeros momentos y los primeros reyes y hasta por una zédula de mi el Rey de tales impuestos extraordinarios, y al tiempo del recuerdo, solicita la merged mandásemos guardar e cumplir la nuestra zédula y el dicho privilegio e alzar e quitar la dicha sisa en quanto tocava a la pagar a la dicha universidad y estudiantes della, ruego que el Rey se muestra presto a atender y, consecuente con su deseo, concluye con estas palabras: por lo qual vos mandamos que no conpelais ni apremieis ni consintáis ni deis lugar quel dicho estudio e universidad de la dicha ?iudad y estudiantes della paguen ni contribuyan en la dicha sisa23.
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Esperabé de Arteaga, Historia pragmática e interna de la Universidad de Salamanca, 1.1, Documentos reales, traslado de Antonio de Vera del 13 de julio de 1577, p. 381-2.
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Esta exención o liberación de la sisa o impuesto extraordinario que se hace al Estudio por parte de la persona del Rey supone, a lo que se deduce, un agravio o conducta contraria a los intereses de la ciudad, que, unos meses más tarde, 12 de febrero de 1524, hace de ello exposición al Rey invocando un fundamento de la misma según el cual la verdadera provisión era que los promovedores y personas por cuyo mandamiento se tomaron lo pagasen sin agraviar a la ciudad ni a las otras personas que no tovieron culpa, petición que, expuesta, le lleva a una situación desde la que se considera capaz y concluye: yo vos mando y encargo que trabajéis para que, si fuere posible, consintiéndolo las partes, se dé algún buen medio entre ellos como quede en toda concordia24. Ambas instituciones, Ciudad y Estudio, habían, como prueba el documento, sufrido las consecuencias de la revuelta comunera y, ambas también, una antes, la segunda tras el éxito de la primera, pretenden y buscan el medio de liberarse de la sanción sobre la base de un equilibrado proceder del Rey. Hay una doble noticia, o mejor dicho, una noticia doblemente recogida, a cierta y ya considerable distancia de los sucesos y revuelta comunera, pues pertenece al año 1529, pero que, ocurrida entre el Rey y la Universidad y dentro de una secuencia de años, los de la guerra con Francia y lo sitios de Fuenterrabía y Pamplona, que nos ofrece, frente a cuantas hemos venido analizando, un talante de trueque y buena voluntad entre el monarca y el estudio. Se encuadra dentro de un interesado sentido comercial, un do ut des, aunque con cierta alteración cronológica, ya que el Rey da porque la Universidad lo había hecho antes, pero que, por su novedad, transmiten la idea de un trato más cordial, resultado de una etapa diferente de concordia y unísono quehacer. La noticia refiere, la parafraseamos para reducir su extensión, aunque con debilitamiento de su enfática redundancia, a la escribanía del Estudio, en manos, a la sazón, del Dr. Francisco de Frías a título vitalicio. El Rey manifiesta que ha llegado al convencimiento de que tal cargo hera del dicho estudio e universidad y que, debido a la importancia en ciertos campos, que de modo especial a ella competen, ha caído en la cuenta de que conviene que la dicha escrivanía la tenga e sea del dicho estudio e universidad e pongan e nombren el dicho escrivano,
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Simancas, Libros de Cámara, lib. 66, fol. 137. Recogido por V. Beltrán de Heredia, op. cit. t. III, p. 131.
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60 no sólo por las razones antedichas, sino también
por les hazer bien y merced, porque nos dieron y syrvieron con tress mili ducados de oro en dineros contados para ayuda a los gastos que de pressente se hazen en proueer e bastecer la cibdad de Pamplona e villas de Fuenterrabía e San Sebastián [...]. Resultado práctico de tanto circunloquio, el Rey concluye y dice: damos e donamos e dexamos libre e hazemos merfed de la dicha escrivanía perpetuamente para syempre jamás al dicho estudio e universidad de Salamanca, para que sea suya propia [...] y seguramos y prometemos por nuestra palabra real que esta dicha mer?ed e todo lo ella contenido será guardado e cumplido [...] e que no será revocado ni ynnodado en todo ni en parte por nos nin por los reyes nuestros subcessores [...]25.
III.- El Emperador en el Estudio: En este tercer punto del trabajo, es mi intención exponer con claridad el contacto primero del monarca con el Estudio; con este propósito, adelanto que voy a referirme a dos momentos que, pese a sus diferencias, responden, sin embargo, a una misma idea o proyecto: el acceso del rey al ámbito de la Universidad con la clara idea de permanecer y prolongar esta permanencia el tiempo suficiente para doblegar toda resistencia, superar cualquier dificultad y reducir toda potestad contraria, de suerte que, como resultado final, se consiga una armonía de autoridad y respeto en razón del papel que a sus actores corresponde. Antes he recogido una breve definición del papel que el monarca se adjudica a sí mismo en relación con el Estudio y la subordinación, que entiende, le compete a éste respecto a la persona real en su calidad de patrón del dicho Estudio e Universidad. Con el fin de conseguir una mayor claridad, deseo recordar la trayectoria de dependencia y acatamiento del Estudio salmantino respecto a la sede pontificia; de este tiempo, de larga tutela y protección, tanto en medios como en reglamen25
Esperabé de Arteaga, op. cit. Documentos reales, Toledo 13 de agosto de 1529, p. 396399.
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tos, cabe recordar la asistencia económica de las tercias, así como las constituciones papales de Benedicto XIII y Martín V; pues bien, tal dependencia había ido deteriorándose hasta derivar en una especie de autonomía, que, en estos momentos, el poder real, libre de otras ocupaciones, desea reconducir a su ámbito de competencia; es en este sentido en el que el Rey invoca su patronazgo, algo que ya había intentado la Reina Da Juana, aunque sin resultados prácticos. Tras esta aclaración, puede adelantarse que la primera relación EstudioEmperador degenera en tensión, aunque en el sentido del orden, como se verá más tarde, es el Emperador el que tal tensión genera y orienta, después, toda la serie de sucesos dentro de un método o línea que recuerda, muy de cerca, una táctica y estrategia marciales. Aunque no es el Emperador el que por propia mano y persona planea y obra, son claras su idea e intención en el curso y desarrollo de los acontecimientos. De estos dos momentos, el primero corresponde a la actitud e imposición del Rey sobre el Claustro, mientras que el otro, posterior y tras el triunfo, (porque se puede hablar así en medio de hechos de tan inusitada violencia), y sometimiento de las autoridades académicas, refiere a la injerencia del monarca en la reglamentación de la vida universitaria o estatutos. A. - El Emperador y el Claustro: A mediados de enero de 1529 tenemos en el Estudio a los Visitadores Reales, figura al margen de la Universidad y que hacía próxima, conforme a las necesidades, la autoridad del Rey, como patrón del Estudio. Se trata de D. Pedro Pacheco, deán de Santiago y el Licenciado Alonso Mexía, canónigo de Toledo, cuya valía y personalidad encarece porque eran, dice, personas de quien estaba satisfecho, porque se había servido de ellos en otras cosas de importancia26. Esta visita tiene lugar bajo el ejercicio del rectorado por Pedro Lagasca; el encuentro, en unos primeros momentos, se desenvuelve en una atmósfera de cordialidad: la Universidad procede al nombramiento de una comisión y muestra sus mejores deseos de que lleven a cumplimiento y término su reformación y vesytación con entera libertad, pero, curiosa alarma, guardándoles sus privilegios, estatutos e constituciones 21.
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P. Chacón, Historia de la Universidad de Salamanca, p. 58. AUS, Libros de Claustro, n° 9 fol. 94/v.
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De la fecha mencionada a la del 13 de marzo, los Visitadores Reales, (desconocemos los motivos ni el grado de la tensión, pero las medidas y consecuencias los hacen aparecer importantes y extremos), han tomado una resolución harto significativa: se trata de la destitución del rector Pedro Lagasca, hecho que ha llevado a la Universidad al nombramiento, a la carrera, de una comisión para que acuda a la Corte y muestre el descontento de la institución, al tiempo que suplica la cédula del cese y destierro del rector. Deducimos que la medida de deposición y destierro se lleva a cumplimiento, porque el 26 de abril hay una convocatoria de un claustro para la elección de un nuevo rector y consiliarios; como bien puede verse, se trata de una renovación rápida y perentoria de la cúpula rectora, pero, y esto es aún más sorprendente, si cabe, que las anteriores medidas, porque la elección se ha de hacer con una intencionada limitación de candidatos, puesto que no podrán serlo las personas por ellos privadas ny que estos ocho años hayan sido rectores y consiliarios28. No es difícil deducir la violencia del enfrentamiento y, de paso, y por las medidas tomadas, comprobar la fuerza e intenciones de los Visitadores; el Emperador se hace presente sin ningún tipo de reserva en el ámbito del Estudio y éste, a remolque, se somete a su voluntad superior. El ambiente tras la convocatoria y el desarrollo del claustro llega a supremos límites de tensión: todas las fuerzas y recursos de la Universidad se ponen en acción, incluso aquellos que, como los del Escolástico, no se habían hecho notar, aunque, al mostrarse ahora, evidencien con claridad su decadencia. En efecto, el Maestrescuela propone que se trate de la exclusión y rechazo que los Visitadores hacen de la persona de Pedro Lagasca y del prior de la Vega, propuesta que se desoye dando paso a la elección de un rector nuevo, como es deseo de los Visitadores, puesto para el que resulta elegido Francisco Zapata. El mano a mano de los Visitadores y el Maestrescuela prosigue hasta el 11 de mayo y de las noticias, sin referencia expresa a tal hecho en los Libros de Claustro, se deduce la anulación del recientemente elegido Francisco Zapata, puesto que se vuelve a los términos previos a su elección: veto a Pedro Lagasca y al prior de la Vega y rectores y consiliarios que hubieren ejercido en los ocho años pasados, con la novedad, diáfana y meridiana muestra del poder de los Visitadores y su claro interés por un resultado inmediato y definitivo, de la propuesta y limitación de los candidatos a un número reducido de personas compuesto por: el M°.
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AUS, Libros de Claustro, n° 9 fol. 105.
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Hernán Pérez de Oliva, don Iñigo Sarmiento, Licenciado Montalvo, D. Domingo Alvaro de Paz y Juan del Castillo. Esta propuesta de los Visitadores tenía lugar en un Claustro convocado para el 11 de mayo y que se inicia con una fuerte tensión entre ellos y el Maestrescuela, que dio lugar a toda una suerte de sucesos harto extraños: el Mestrescuela trataba de impedir la elección bajo pena de excomunión; alguno de los electores, con esta excusa, se ausentó del claustro; tras su forzado regreso, se procedió a la votación, cuyo resultado favoreció al licenciado Montalvo; no obstante, y pese a ser uno de los nombres que contenía la propuesta de los Visitadores, sin embargo, éstos lo excluyeron alegando, resulta muy curioso el motivo, que iba a participar, en breve, en una oposición de cátedra; como justificación de este curioso hecho se nos ocurre que fuera una petición del interesado que, pese a figurar entre los propuestos, mas sin esperanza de éxito, cuando la suerte le marcó, y sin voluntad de aceptar el cargo, hiciera valer su condición de inmediato opositor a una cátedra del Estudio. Cumple señalar que la votación no sólo no fue unánime, sino que algunos, por distintos medios, la dificultaron: así, cuatro votaron a favor del licenciado Montalvo, uno del M°, Oliva, y de los dos restantes, uno votó a un tal Pedro de Miranda, que no figuraba entre los propuestos y el otro se abstuvo, porque su deseo era hacerlo a favor del M°. Pedro Lagasca y tal no lo permitían los Visitadores. Aceptada la renuncia del electo Montalvo, se procede a una nueva votación, de la que resultó triunfador el M°. Hernán Pérez de Oliva, que alcanzó un total de cuatro votos, pero dentro de una resistencia notoria e irreductible de los otros votantes: uno de ellos lo hizo, pese a la renuncia del interesado, a favor del licenciado Montalvo o el vetado M°. Lagasca; un segundo dio su voto inicial a Montalvo y, en su defecto y por la prohibición de los Visitadores, a D. Alvaro; otro más votó a Pedro Lagasca y en segundo término a Alvaro de Paz y un último, cuya decisión no se recoge en la votación anterior, lo hizo a favor de Lagasca. Los Visitadores hacen entrar al M°. Oliva, le toman juramento de que no es colegial del Colegio del Arzobispo de Toledo y no lo será el tiempo de su ejercicio, los consiliarios ratifican sus votos, cinco, en este caso, favorables al M°. Oliva y los tres restantes se mantienen en su anterior propósito y, al día siguiente, el electo rector juraba su cargo en la capilla de S f . Bárbara en presencia de los Visitadores, y de los miembros del claustro: Fray Francisco de
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Vitoria, el doctor Alvendea, Gerónimo de Almaraz, bedel, y el notario Francisco de Oviedo 29. B. - El Emperador y los Estatutos: El otro punto, según antes señalé y conforme figuraba en el papel y función de los Visitadores Reales, era el de los estatutos o reformación30. Superado el trance, en la forma que se ha visto, de la renovación de los órganos rectores, los Visitadores emprenden la segunda parte de su mandato: la realización de los Estatutos. El 17 de mayo, son evidentes tanto la prisa en el estatuir como la seguridad y eficacia de las medidas tomadas, hay una propuesta de los Visitadores sobre el salario de las catedrillas y la construcción de un teatro para actos públicos31. La elaboración de los estatutos prosigue, al menos hasta mediados de julio, fecha en que, sin que hayamos hallado noticia concreta de ello, parece que los Visitadores se han reintegrado a la Corte, de donde se recibe, el 29 de este mismo mes, una carta de la Reina que trata del salario por el tiempo que han dedicado a la reforma32. De nuevo y con los Reformadores de vuelta en el Estudio, alcanzamos la fecha del 28 de agosto, se procede a la lectura de los estatutos del claustro. Concluido el mes, parece que, aunque nos faltan las pruebas, los Reformadores dejan, definitivamente, La Universidad. Hay, sin embargo, una serie de datos indirectos que podrían confirmar esta ausencia, entre los que cabe destacar: Los primeros días de septiembre, del 4 al 9, se discute muy detenidamente el nombramiento de una comisión para acudir a la Corte y tratar del asunto de los estatutos, que la Univesridad entiende, no se han concluido; pese a que no hay sospecha de la categoría personal del Visitador D. Pedro Pacheco, cuya noblega es tan grande que más no se puede encaresger, se confia al Dr. Montemayor, que se halla en la Corte por esas fechas, tenga mucho avio de qué se haze y nos dé notigia del lo33. Hay un sentimiento general entre los miembros del claustro de prevención ante lo que pueda ocurrir con los nuevos estatutos; pese a que también tienen
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AUS, Libros Cfr. nota 27. AUS, Libros AUS, Libros AUS, Libros
de Claustro, n° 9 fol. 114/ v. de Claustro, n° 9 fol. 124. de Claustro, n° 9 fol. 139. de Claustro, n° 9 fol. 167/ v.
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constancia y conciencia de la colaboración entre Universidad y Reformadores, pues una comisión del Estudio participó con los enviados reales; sin embargo, consideran que no han sido reformados, ni acabados de ver, ni dados por buenos por la Universidad, razón por la que se autorizan las gestiones en la Corte. A comienzos de octubre la Universidad recibe carta de D. Pedro Pacheco, reformador, donde comunica que ha dado cuenta de los Estatutos al Consejo y ya adelantada la segunda quincena, 20 de octubre, se recibe en la Universidad una nueva carta del Rey, cuyo asunto es la pasada visita de los reformadores34. En este momento, próximas ya las elecciones de rector y consiliarios, se abre un paréntesis en la elaboración de los estatutos: la fecha de la elección es inminente y el tiempo que la ocupa y el asentamiento de las nuevas autoridades en lo que resta de año construyen un equilibrio entre la Corte y el Estudio; el Rey ha conseguido definir y asentar el sentido de su patronazgo y la Universidad renuncia a su autogestión. Prueba de ello son las decisiones del mes de enero del nuevo año, respecto a una dilación de la reforma estatutaria y de que ésta, siempre, se cumpla en Claustro Pleno {hacer, ni quitar, ni enmendar ningún estatuto35). Con este nuevo talante, la Universidad se dedica a la definitiva redacción de los mismos: a lo largo del mes de febrero se elaboran varios estatutos, cuya resultado final prueba la docilidad de sus autores, cuando recogen, (lo exponemos a modo de ejemplo), entre los requisitos que debe reunir el aspirante a rector, todas aquellas limitaciones impuestas por los reformadores con motivo de los sucesos del mes de mayo anterior. La discusión y factura de las normas de los diferentes campos continúa, pero siempre en una comunicación constante con las personas del Consejo real; así, el 5 de marzo, el clasutro da poderes al licenciado Montalvo, para que presente la constitución y estatutos al presidente e oidores*6. Se ha adoptado, con el fin de que labor tan costosa como la de la elaboración no se interrumpa y tenga efectividad, la táctica de que los que fizieren e aprouaren que sean guardados e se guarden y que se prosiga el hazer de los dichos estatutos*1.
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AUS, AUS, AUS, AUS,
Libros Libros Libros Libros
de de de de
Claustro, Claustro, Claustro, Claustro,
n° 9 fol. 168/ v y 175/ v. n° 9 fol. 120. n° 10 fol. 14. n° 10 fol. 11/ v.
Pilar Valero García
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Con este método, elaboración y comunicación a la Corte, se continúa ininterrumpidamente y se alcanza el año 1538, en cuyo mes de septiembre, encontramos en el Estudio a D. Juan de Córdoua, reformador de S.M., dixo que requería e requirió de los dichos señores del claostro e mandaua e mandó de parte de S.M. que manden a ocho personas que vean las dudas de las constitufiones juntamente con él38. Al mes siguiente, 14 de octubre, en presencia del reformador, el claustro procede a la aprobación de dichos estatutos y el 19 del mismo mes, sus Mercedes cometieron al Sr. Benito de Castro que haga empremir docyentos cincuenta volúmenes de estatutos para la Universidad de Salamanca39.
IV.-Conclusiones: La primera y soporte del que hemos partido y sobre el que hemos basado nuestro trabajo, es que la toma de contacto de Carlos I/V con la Ciudad y el Estudio, se hace bajo medidas de violencia, explicables, sólo, por la revuelta comunera. Una segunda conclusión es la relación tan estrecha de ambas instituciones y el paralelismo en el comportamiento del monarca con ellas, tal vez propiciado por el hecho de que algunas de las personalidades se mueven, a la vez, en ambos mundos, o por la circunstancia de que la situación tiene un origen común y sus agentes son afines por oficio o parentesco. Hay, también, una intención ejemplarizante, que se ejerce rigurosamente y que, si no cabe atribuir a los consejos del Regente, el cardenal Adriano, sí puede señalarse que se ejercitó en esta misma línea: sanción de los culpables con pérdida, para algunos de sus vidas, para todos, de sus bienes y oficios y, en muchos casos, dádiva de sus puestos y cargos a personas leales. Otra conclusión, tanto en el comportamiento con la Ciudad como con el Estudio, es que la actitud del Rey tuvo dos etapas diferentes: -una primera, los tiempos próximos a Villalar, en que sus actuaciones fueron de un rigor extremo, si primero con las personas, inmediatamente también con
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AUS, Libros de Claustro, n° 12 fol. 2/v. AUS, Libros de Claustro, n° 12 fol. 12.
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sus bienes y cargos, que llegaron a alcanzar, en algunos casos, a la institución, si no se trataba de particulares desligados del régimen ciudadano o universitario. -una segunda, cuando ya los tiempos han serenado el ambiente, en que el Rey permite el regreso de algunos de los huidos, su pública rehabilitación y la reposición en sus cargos y recuperación de sus bienes. Pese a la semejanza del trato dispensado a ambas corporaciones, Ciudad y Estudio, por parte del Rey, tal vez tanto por la causa comunera como por la identidad de sus autores, sin embargo, cabe señalar que en el caso del Estudio hay una segunda fase, diferente del caso de la Ciudad, compuesta por dos momentos: -el primero, marcado por una intención de limpieza y profilaxis práctica para evitar que la Universidad pueda convertirse en refugio de peligrosos cabecillas, que mantengan y propaguen la idea de oposición al monarca, y que cabría asimilarla a una purga, para alejar a conocidos o poco señalados sujetos de los puestos claves de la dirección. -un segundo momento, llegado a término el primero, consiste en la iniciativa para la elaboración de un reglamento, los Estatutos, satisfactorio para ambas partes, pero más conveniente para el Rey en su situación de patrón indiscutible y que se hará visible con presencias periódicas y regulares. Pero en ambos casos, tanto en el de la Ciudad primero, como en el de la Universidad algo más tarde, el claro triunfador fue Carlos I/V. Un reciente libro40 sobre el valor de la fachada famosa de la Universidad salmantina, vendría a significar, con su sentido del valor de la imagen y la piedra, esa superación de momentos previos de pugna por los de un dominio activo y la continuda autoridad vigorosa y vigilante del César Carlos.
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Paulette Gabaudan: El mito imperial (Programa iconográfico en la Universidad de Salamanca), Junta de Castilla y León, Consejería de Educación y Cultura, 1998.
Homines non nascuntur, sedfinguntur. Neue Aspekte zum Zusammenhang zwischen Bildung und Kirchenreform zur Zeit Karls V.
Heribert Smolinsky Universität Freiburg Die lange Zeit erstaunlich große Wirkung der deutschen Reformation zur Zeit Karls V. basierte nicht nur, aber auch auf einer Bildungskrise innerhalb der römisch-katholischen Kirche. Dabei bedeutete Bildung einen Prozeß, der die intellektuelle Komponente ebenso wie Handlungskompetenzen und die affektive Seite beinhaltete, d.h. sie ist als umfassende Größe menschlicher Existenz verstanden, wie es in dem Satz des Erasmus von Rotterdam Homines non nascuntur, sedfinguntur adäquat zum Ausdruck kommt.1 Auf diesem Feld war die Reformation sehr schnell den Altgläubigen überlegen, die einerseits in die Defensive gedrängt waren, andererseits ihre Bildungskompetenz dadurch verloren und weder formal noch inhaltlich plausible Gegenmittel fanden, um ihrerseits dem „Kommunikationsereignis Reformation" effizient zu begegnen. Die Bewältigung der dadurch entstandenen Krise in der römisch-katholischen Kirche geschah durch Reforminitiativen mit neuen Bildungsvisionen sowie der Schaffung überzeugender Vermittlungsinstanzen und Medien. Diese reformerisch initiierte Bildung hatte ihr Ziel erreicht, als sie mit all ihren Facetten zu einer unaufgebbaren Größe innerhalb der altgläubigen Kirche geworden war. Dieser Prozeß soll im Folgenden umrißhaft vorgestellt werden.
1. Die Bildungskrise der römisch-katholischen Kirche in Deutschland als Folge der Reformation. Martin Luthers Reformation brachte sehr schnell auf den beiden Feldern der religiösen Lehre und der Frömmigkeitspraxis im Leben in Deutschland Änderungen. Mit der Rechtfertigungsdoktrin im sola gratia, sola scriptura, sola
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Der Satz befindet sich in Depueris statim ac liberaliter instituendis von 1529. Hg. von Jean-Claude Margolin, Opera Omnia Desiderii ErasmiRoterodami. Bd. 1,2, Amsterdam 1971, S. 31. Die Schrift ist dem Jungherzog Wilhelm von Jülich-Kleve-Berg gewidmet.
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fide und solus Christus Prinzip schuf der Wittenberger Reformator kirchenkritische und bibelzentrierte Lehrinhalte, die sowohl dem Heilsbedürfnis der Zeit als auch dem Unbehagen gegenüber der römischen Kirche, das sich schon lange mit einem umfassenderen Antiklerikalismus verbunden hatte2, entgegenkamen. Luthers deutsche Schriften handelten 1518/19 nach Bernd Moeller „alle vom christlichen Heil und vom Glauben, sie sind alle darauf konzentriert, das christliche Leben neu zu begründen". 3 Die von der Reformation vermittelte Lehre vermischte sich meist mit kontroverstheologischen Themen, bzw. sie entwickelte sich in diesem Kontext und zielte darauf ab, der altgläubigen Seite ihre Plausibilität zu nehmen. Man verbreitete die reformatorischen Ideen seit 1519 mit zunehmender Intensität effizient durch modernste Kommunikationsmittel. Dazu zählten als erstes die Bücher und Flugschriften. 4 Zweitens kam ein ganzes Geflecht weiterer Kommunikationsmittel hinzu: Flugblätter verschiedenster Art, Bildpropaganda, Predigt, Kartenspiele, Lieder und Gestik. Es liegt auf dieser Linie der Kommunikation und ihrer Wirkung, daß Luther vor Karl V. in Worms 1521 nach seinen Büchern gefragt wurde und er deren Inhalt beurteilen mußte. Auf diesem Feld der Schaffung einer Öffentlichkeit, die Inhalte vermittelte und Handlungen beeinflussen sollte, war die Reformation den Altgläubigen weit überlegen. Bei ihr dominierte Deutsch als Verständigungssprache, womit sie breite Kreise erreichte, während ihre Gegner mehrheitlich am Latein festhielten. Die literarische Produktion der Reformatoren war nicht nur inhaltlich meist überzeugender, sondern auch quantitativ wesentlich bedeutender. Von 1518 bis 1544 erreichte der „katholische" Anteil an volkssprachlichen Schriften - ohne
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Zum Antiklerikalismus vgl. Peter A. Dykema/ Heiko A. Oberman (Hg.), Anticlericalism in Late Medieval and Early Modern Europe, Leiden u.a. 1994. Bernd Moeller, „Das Berühmtwerden Luthers", in: Zeitschrift für historische Forschung, 15, 1988, S. 73. Vgl. Hans-Joachim Köhler, „The Flugschriften and their Importance in Religious Debate: A Quantitative Approach", in: Paola Zambelli (Hg.), 'Astrologi hallucinati '. Stars and the End of the World in Luther's Time, Berlin/ N e w York 1986, S.153-175; Ders., „Erste Schritte zu einem Meinungsprofil der frühen Reformationszeit", in: Volker Press, Dieter Stievermann (Hg.), Martin Luther. Probleme seiner Zeit, Stuttgart 1986, S. 244-281 ; Mark U. Edwards, Jr., „Catholic Controversial Literature, 1518-1555. Some Statistics", in: ArchivßrReformationsgeschichte 79,1988, S. 189-205; Ders., „Statistics on Sixteenth-Century Printing", in: Phillip N. Bebb-Sherrin Marshall (Hg.), The Process of Change in Early Modern Europe. Essays in Honor ofMiriam Usher Chrisman, Athens 1988, S. 135-163; Ders., Printing, Propaganda, and Martin Luther, Berkeley u.a. 1994. Siehe auch Jean-François Gilmont (Hg.), La réforme et le livre. L'Europe de l'imprimé (¡517- 1570), Paris 1990.
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die Bibel - ca. ein Fünftel der Lutherschriften. 2551 Lutherdrucken standen 514 altgläubige Kontroversschriften entgegen. Damit nicht genug: Im Zusammenhang von Volkskultur und Bildpropaganda hat Bob Scribner 1981 mit seinem in Deutschland wenig beachteten Buch For the Sake ofSimple Folk gezeigt, daß die reformatorischen Bilder besser als die ihrer Gegner ihre Intentionen mit schon vorhandenen Elementen der Volkskultur verbinden konnten und damit eine größere Wirkung erzielten. 5 Nehmen wir die für uns wegen ihrer meist mündlich vorgetragenen Inhalte schwerer zu fassende Predigt hinzu, die auf Grund der reformatorischen Worttheologie ein zentrales Mittel religiöser Bildung darstellte, und denken wir an die seit 1525 entstandenen reformatorischen Kirchenordnungen mit ihrem Drängen auf Katechese und Schule, die 1538 in dem Gymnasium von Johann Sturm in Straßburg eine wegweisende Form fand 6 , und erinnern wir uns an die erste Gründung einer protestantischen Universität 1527 in Marburg, so entstand ein für die damalige Zeit gewaltiger Komplex von Bildungsvermittlungsinstanzen für die Reformation, die sich nicht mehr durch römische Prozesse und kaiserliche Edikte aus der Welt bringen ließen. All das bewirkte auf der altgläubigen Seite eine Bildungskrise. Die von der katholischen Kirche vorgelegten Inhalte besaßen wenig Überzeugungskraft gegenüber den reformatorischen Angeboten, wie etwa Klagen der Drucker belegen, die in Leipzig 1524 altgläubige Schriften nicht verkaufen konnten und neugläubige auf Grund des herzoglichen Verbotes nicht vertreiben durften. 7 Die publizistische Infrastruktur verringerte sich zudem für die Altgläubigen, als mit Basel, Straßburg, Augsburg, Nürnberg und 1539 mit Leipzig und Dresden große Druckzentren wegbrachen, die jetzt Reformatorisches herstellten. Dem hohen, auf Kritik, Verhaltensänderung und konkrete Informationen abzielenden kommunikativen Einsatz der Protestanten hatte sie ebensowenig Adäquates
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Bob Scribner, For the Sake of Simple Folk, Cambridge u.a. 1981. Vgl. Anton Schindling, Humanistische Hochschule und Freie Reichsstadt. Gymnasium und Akademie in Straßburg 1538-1621, Wiesbaden 1977; Pierre Schang (Hg.), Histoire du Gymnase Jean Sturm. Berceau de l'Université de Strasbourg, Strasbourg 1988. Felician Geß (Hg. ), Akten und Briefe zur Kirchenpolitik Herzog Georgs von Sachsen, Bd. I, Leipzig 1905, S. 641 : „Es haben sich auch die buchdrucker itzundt und zuvorn oftmals kegen uns heftig beclagt, das yne yre nahrunge ganz darnyderlige, und wo es mit yne also in die lenge stehen sollte, wurden sye von haus, hof und alle yre nahrunge komen, indeme das sie nichts neues, das zu Wittenberg ader sust gemacht, alhir drugken und vorkaufen dörfen. Dann welchs man gerne kouft und darnach die frage ist, müssen sie nit haben noch vorkaufen; was sie aber mit großen houfen bey sich liegen haben, dasselbig begert nymands und wenn sie es auch umbsust geben wolten."
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entgegenzusetzen wie auf dem Feld der Bildungsinstitutionen Schule und Universität. 1541 machte der päpstliche Legat Gasparo Contarini in seiner Reformmahnung an die deutschen Bischöfe auf dem Regensburger Reichstag eindringlich auf dieses Problem aufmerksam und betonte die großen Bildungsanstrengungen der Protestanten bezüglich der Schulen, mit deren Hilfe sie ihre Lehre weitergäben. 8 Die altgläubigen Theologischen Fakultäten erreichten in den 40er Jahren des 16. Jh. einen Tiefstand, und die Gründung einer neuen, humanistisch ausgerichteten Akademie 1542 im Benediktinerkloster Ottobeuren kam über die Anfange nicht hinaus. Am 2. April desselben Jahres schrieb der Humanist Johannes Salicetus an den Ottobeurener Benediktiner Nikolaus Eilenbog: „Wir sehen nämlich, wie die Feinde des katholischen Glaubens täglich die Unsrigen an Bildung zu überbieten suchen."9 Die Krise war damit diagnostiziert; gelöst hatte man sie damit nicht.
2. Ansätze zur Gewinnung einer neuen Institutionalisierung der Bildung als zentraler Wert für die katholische Kirche durch reformerische Kräfte und die Schaffung entsprechender Vermittlungsinstanzen. Der Zusammenhang zwischen Bildung und der römisch-katholischen Kirchenreform kam an seinen entscheidenden Wendepunkt, als es gelang, erstens die Angst vor der Bildung bzw. den Konsequenzen, die aus einem modernisierten Wissen folgten, zu überwinden und zweitens den gebildeten Kleriker ebenso wie den gebildeten Laien für die Kirche als zwingend notwendig zu erkennen. Der erste Punkt, die Angst vor der Bildung und ihren Konsequenzen, läßt sich an zwei Beispielen exemplifizieren: der Exegese des Ingolstädter Theologen Johannes Eck und den Colloquia familiaria des Erasmus. In seinem 1538 in Solingen erschienen Kommentar zum Propheten Haggai hat Eck zwar ausfuhrlich die Philologie benutzt, zieht aber so gut wie keine Konsequenzen aus ihr.10 Die humanistischen Studien waren für ihn Hilfswissenschaften ohne
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Georg Pfeilschrifter (Hg.), Acta Reformationis Catholicae Ecclesiam Germaniae concernentia saeculi XVI., Bd. 4, Regensburg 1971, S. 7. „Nikolaus Eilenbog, Briefwechsel", Hg. von Andreas Bigelmair/ Friedrich Zoepfl in: Corpus Catholicorum 19-21, Münster 1938, S. 452. Vgl. Heribert Smolinsky, „Reform der Theologie? Beobachtungen zu Johannes Ecks exegetischen Vorlesungen an der Universität Ingolstadt", in: Manfred Weitlauff/ Karl Hausberger (Hg.), Papsttum und Kirchenreform. Historische Beiträge. Festschrift für Georg Schwaiger, St. Ottilien 1990, S. 333-349.
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ernsthafte Folgen für seine Theologie, was nicht dazu beitrug, sich effizient mit der Reformation auseinanderzusetzen und für die Sache der Altgläubigen attraktiv zu werben. Angst vor einer über Bildungsinhalte vermittelten Kritik an bestimmten Erscheinungsformen in der Kirche diktierte auch das Verdikt über die erasmischen Colloquia familiaria, welches 1537 das römische Reformprogramm Consilium de emendanda ecclesia aussprach." Johann Sturm in Straßburg bezeichnet dies ein Jahr später als Unsinn, womit er eine heftige literarische Kontroverse provozierte, in deren Verlauf der Kontroverstheologe Johannes Cochläus ihn angriff und das römische Urteil verteidigte.12 Es klingt wie eine Ironie der Geschichte, daß 1559 die Colloquia auf dem engstirnigen Index Pauls IV. standen, später nur in purgierter Form benutzt werden durften, und der Papst die Verteidigung des Cochläus ebenfalls indizierte.13 Was den zweiten Punkt betrifft, die Notwendigkeit gebildeter Kleriker und Laien, so waren es die Initiativen humanistischer, von Erasmus beeinflußter katholischer Reformtheologen, denen es gelang, eine modernisierte Bildung im Sinne des Humanismus und einer stärkeren Bibelzentriertheit zur Zeit Karls V. sukzessive zum substantiellen Bestandteil der Kirchenreform zu erheben. Mit dieser Idee versuchten sie die kirchliche Entwicklung in den neuzeitlichen Prozeß der Verwissenschaftlichung des Lebens, seiner beginnenden Rationalisierung und bewußten Organisation einzufügen. Namen wie Georg Witzel14, Georg Cassander und Julius Pflug, der auch für Karl V. diplomatisch tätig war15, mögen beispielhaft genannt sein. Ihre Reformgutachten und -ansätze,
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Der Text in Carl Mirbt/ Kurt Aland (Hg.), Quellen zur Geschichte des Papsttums und des römischen Katholizismus, Bd. 1, Tübingen 1967, S. 535. Das bedeutete nicht, Martin Luther habe die Colloquia geschätzt; ganz im Gegenteil. In diesem Punkte war seine theologische Konzeption ebenfalls eng. Die Angst vor Erasmus ist umfassend für Italien dokumentiert bei: Silvana Seidel Menchi, Erasmus als Ketzer. Reformation und Inquisition im Italien des 16. Jh., Leiden u.a. 1993. Johann Sturm, [,..]de emendanda Ecclesia, Straßburg 1538; Johannes Cochläus, „Aequitatis discussio super consilio delectorum cardinalium (1538)", in: Corpus Catholicorum 17, Münster 1931, S. 18f. Fr. Heinrich Reusch (Hg.), Die Indices librorum prohibitorum des sechzehnten Jahrhunderts, Tübingen 1881, Ndr. Nieuwkoop 1961, S. 179 zu Cochläus. Zum Consilium vgl. Corpus Catholicorum 7 7 (wie Anm. 12), S. XVIII. Vgl. Barbara Henze, Aus Liebe zur Kirche Reform. Die Bemühungen Georg Witzeis (1501-1573) um die Kircheneinheit, Münster 1995. Vgl. die Mission Pflugs für Karl V. zu König Sigismund I. von Polen; Julius Pflug, Correspondance, hg. von J. V. Pollet, Bd. II, Leiden 1973, Nr. 178. Allgemein zu Pflug: J.V. Pollet (Hg.), Pflugiana. Studien über Julius Pflug (1499-1564), Münster 1990; Vinzenz Pfnür, „Pflug, Julius", in: Lexikon für Theologie und Kirche, 3. Aufl., 8, 1999,
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meist für Fürsten verfaßt16, einschließlich ihrer Schriften plädierten für eine umfassende Belehrung und Pädagogisierung von Christinnen und Christen und versuchten, das Homines non nascuntur, sedfinguntur in diesem Sinne in den Mittelpunkt der Reform zu stellen. Einige konkrete Stichworte solcher Vorschläge seien genannt: die Kleriker seien besser auszubilden und zu examinieren; die Predigt solle Mißbräuche in der Kirche nicht schonen und biblischer werden; die Laien müßten ihre religiöse Praxis verstehen und nicht mechanisch ausführen; entsprechend sei in der Liturgie die Volkssprache zu gebrauchen oder zumindest durch Übersetzungen der Texte diese zugänglich zu machen; die alten Sprachen seien unaufgebbare Mittel der Exegese; Schulen mit humanistischen Lehrmethoden und -inhalten müßten geschaffen werden. Drei Elemente dieser Konzeptionen zeigen, wie man die Bildung verstand: 1. Die Wahrheit der christlichen Lehre ist in einem wissenschaftlichen Prozeß zu ermitteln, der sich vor allem auf die Erforschung der Alten Kirche richtet. 2. Die umfassende Belehrung von Christinnen und Christen, auch des Klerus, soll der Kenntnis der Doktrin und einer Veränderung der Lebenspraxis dienen, die alle Mißbräuche beseitigt. 3. Reformträger ist das Territorialfürstentum. Mit dem ersten Punkte kam man der zeitgenössischen Wissenschaftsmethode und den humanistisch-philologischen Interessen entgegen, aber auch der Vorstellung von der ecclesia antiqua als Idealbild der Kirche. Der zweite Punkt griff das Anliegen der Laienfrömmigkeit, die Bildungskomponente der Reformation und ihre lehrhaften Aspekte auf. Der dritte Punkt sah richtig die Bedeutung der weltlichen Obrigkeit für die Zukunft der Konfessionen und der Konfessionalisierung in der Frühen Neuzeit. Auf das seit 1545 in Perioden tagende Konzil von Trient nahmen diese Reformvorschläge konsequenterweise keine Rücksicht. Eine realisierte Wirkung haben diese Kirchenreformvorschläge zunächst kaum gezeigt, sieht man etwa von der Gründung der Düsseldorfer Lateinschule 1545 ab, die im Kontext entsprechender Bemühungen entstand. Für die Bewußtseinsänderung, die natürlich von weiteren, hier nicht genannten Faktoren beeinflußt war, dürften sie aber Entscheidendes beigetragen haben, denn in den
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S. 196f. Vgl. Heribert Smolinsky, „Kirchenreform als Bildungsreform im Spätmittelalter und in der frühen Neuzeit", in: Harald Dickerhof (Hg.), Bildungs- und schulgeschichtliche Studien zu Spätmittelalter, Reformation und konfessionellem Zeitalter, Wiesbaden 1994, S. 35-51; Ders., „Humanistische Kirchenordnungen des 16. Jahrhunderts als kirchenpolitische via media", in Jülich-Kleve-Berg, in: Meinhard Pohl (Hg.), Der Niederrhein im Zeitalter des Humanismus. Konrad Heresbach und sein Kreis, Bielefeld 1997, S. 5772.
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40er und 50er Jahren des 16. Jh. setzte sich der Zusammenhang zwischen Bildung und Kirchenreform immer deutlicher bei den Reformvorschlägen durch. Das belegt einmal die kaiserliche Reformformel des Augsburger Reichstags von 1548, die deutlich das Konzept der Bildungsverbesserung vertrat. 17 Es mögen die Verflechtungen mit dem niederrheinischen Humanismus und die Persönlichkeit des für Köln bedeutenden Johannes Gropper gewesen sein, die dazu führten, daß die Kölner Provinzialsynode von 1549 die Bildung als Mittelpunkt aller Reform aussprach und damit in deutlicher Form dies programmatisch festschrieb. 18 Dort hieß es, das erste Mittel für eine Kirchenreform sei die Erneuerung der Studien, weil das, was die Reform und Notwendigkeit der Kirche erfordere, niemand besser leisten könne als jemand, der in der Theologie, dem Recht und den kirchlichen Aufgaben kundig wäre. Die Synode wünschte eine Professionalisierung der Amtsfunktionen und wies auf die durch Schulen vermittelten Kompetenzen dafür hin. Weit mehr als in den Dekreten des Konzils von Trient war Bildung in den Beschlüssen dieser Synode präsent. Wenn es stimmt, daß die Überwindung der Krise für die römisch-katholische Kirche wesentlich über Bildung möglich war, so bedeutete all das einen ersten Schritt, denn man verstand jetzt eine modernisierte Bildung als substantielle Komponente der Reform. Die Vermittlungsinstanzen in Form einer breiten, überzeugenden Publizistik und institutionalisierten Bildungseinrichtungen waren dadurch noch nicht geschaffen, aber immer deutlicher wurde es klar, daß beides lebensnotwendig war. Schulen und Universitäten waren zu gründen, die publizistische Beeinflussung der Öffentlichkeit überzeugend zu intensivieren, welche entsprechende Inhalte transportieren konnten, Verhalten beeinflußten und auf Grund ihrer Qualität die notwendige Plausibilität für die römischkatholische Kirche zu schaffen hatten. Für die Zeit Karls V. ist die Etablierung solcher Institutionen und Publizistik nicht voll gelungen. Z.B. wurde das Instrument der Druckerpresse erst in der zweiten Hälfte des 16. Jh. verbreitet, etwa durch Ingolstadt und Dillingen 19 , und gezielter als bisher eingesetzt. Ähnliches gilt für zahlreiche andere Kommunikationsmittel. 20
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Pfeilschifter (wie Anm. 8), Bd. VI, Regensburg, 1974, Nr. 20, S. 358f. u.ö. Johann Friedrich Schannat/ Joseph Hartzheim (Hg.), Concilia Germaniae, Bd. VI., Köln 1765, Ndr. Aalen 1982, S. 535. Vgl. Gerhard Stalla, Bibliographie der Ingolstädter Drucker des 16. Jahrhunderts, Baden-Baden 1977; Otto Bucher, Bibliographie der deutschen Drucke des XVI. Jahrhunderts, I, Dillingen/ Bad Bocklet u.a. 1960. Die zweite Hälfte des 16. Jh. ist unter diesen Gesichtspunkten fur die katholische Kirche relativ schwach untersucht. Der Schwerpunkt liegt normalerweise auf der ersten Hälfte des Jahrhunderts.
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Dennoch lassen sich wichtige Ansätze zur Neuorganisation von Bildung, ihrer Intensivierung und Modernisierung, aber auch ihrer Kontrolle beobachten. Erstens kam es zu anfanghaften Schritten, um eine Art neuer römisch-katholischer Bildungswelt zu schaffen, die von den Reformen angeregt, wenn auch nicht direkt ins Leben gerufen war, oder wofür das reformerische Denken die Rezeptionsbereitschaft erleichtert hatte. Als Paradigma seien im wesentlichen, wenn auch nicht ausschließlich, die Jesuiten und ihre Aktivitäten genannt.21 Das betraf zunächst den Bereich der Schulen und Universitäten. In Dillingen entstand 1551 eine Universität, die Karl V. 1553 bestätigte, und an der einige Jahre in der Hauptsache Dominikaner lehrten, bis 1563 die Jesuiten die Hochschule übernahmen. Zudem entwickelten die Jesuiten für eine Bildung auf relativ hohen Niveau eine eigene Schulform: das Kolleg.22 Es nahm eine Mittelstellung zwischen Gymnasium und Universität ein, indem es möglich war, auf ihm ein teilakademisches Studium zu absolvieren. Wenn man Ignatius von Loyola auch kaum als Humanisten bezeichnen kann, so spricht doch für seine Rezeption der substantiellen Bedeutung der Bildungsidee, daß er in einem für Karl V. bestimmten Brief an den Nuntius Girolamo Muzarello 1554 die Position vertrat, für die Reetablierung der katholischen Kirche in Deutschland sei das Germanicum in Rom als Ausbildungsstätte junger Deutscher wichtiger als ein Krieg oder das Konzil von Trient.23 In Deutschland selbst entstand 1544 unter ziemlichen Schwierigkeiten in Köln das erste Jesuitenkolleg. Es folgten 1556 Ingolstadt, 1560 Trier und 1561 Mainz. Ebenso kamen seit den 50er Jahren zahlreiche Jesuitenschulen hinzu. Die jesuitische Pädagogik schloß die Vermittlung einer Wissenschaft von hohem Standard mit einer Gesamterziehung zusammen, die bezüglich der Schulstoffe in vielen Teilen mit protestantischen Gymnasien übereinkam und einen Schulhumanismus tradierte, soweit er die
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Für das Wirken der Jesuiten in Deutschland ist man noch immer auf das alte Werk von Bernhard Duhr, Geschichte der Jesuiten in den Ländern deutscher Zunge, Bd. 1, Freiburg 1907, angewiesen. Die Universitäten werden behandelt von Karl Hengst, Jesuiten an Universitäten und Jesuitenuniversitäten, Paderborn u.a. 1981. Siehe auch John D. O'Malley, Die ersten Jesuiten, Würzburg 1995, S. 233-281; RolfKießling (Hg.), Die Universität Dillingen und ihre Nachfolger (Jahrbuch des Historischen Vereins Dillingen an der Donau, Jahrgang 1999), Dillingen 1999. Vgl. zu dieser Einrichtung Notker Hammerstein (Hg.), Handbuch der deutschen Bildungsgeschichte 1:15. bis 17. Jahrhundert. Von der Renaissance und der Reformation bis zum Ende der Glaubenskämpfe, München 1996, S. 329-331. Peter Knauer (Hg.), Ignatius von Loyola. Briefe und Unterweisungen, Würzburg 1993, S. 541-544.
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klassischen Sprachen betraf, aber insgesamt eine Art Gegentypos katholischer Christen prägen wollte. Zweitens läßt sich auf dem katechetischen Feld die Bildungskomponente der Reform beobachten. Nachdem z.B. die Reformtheologen Georg Witzel und Michael Heiding bereits früh Katechismen verfaßt hatten, erschien 1556 in Ingolstadt mit dem Catechismus minimus das erste einer Reihe solcher für auf ein jeweils unterschiedliches Lesepublikum geschriebenen Kurzlehrbücher aus dezidiert römisch-katholischer Perspektive, die Petrus Canisius verfaßte und deren Wirkung über Jahrhunderte dauerte. 24 Der komplexe Bildungsprozeß, der damit in der römisch-katholischen Kirche einsetzte, ist unter dem Aspekt seiner Gesamtheit, also nicht nur unter dem Gesichtspunkt rein intellektueller Prägungen, sondern auch der affektiven Komponenten und natürlich seiner Inhalte, die in diesem Vortrag nicht berücksichtigt werden konnten und noch keineswegs voll untersucht sind, zu eruieren. All das reicht über die Zeit Karls V. hinaus und kann nicht weiter thematisiert werden. Auf diesem Feld besteht noch ein großer Bedarf der Forschung; vor allem für die zweite Hälfte des 16. Jh., das gegenüber den ersten Jahrzehnten der Reformation in vielen Punkten eher vernachlässigt wird.
Für das bisher Gesagte sollen zum Schluß drei Bemerkungen gemacht werden: 1. Mit der Rezeption der Bildung als strukturelles Element innerhalb der katholischen Kirche war ein wichtiger Schritt aus der Krise getan. Es trat aber zugleich bei der Realisierung eine Verengung ein. Ein offener Erasmianismus, weniger zur Zeit Karls V., aber bald danach, wurde verdrängt und durch die Konfessionalisierung ersetzt. Man sollte sich diesen Prozeß nicht zu schnell vorstellen, aber langfristig kam er zum Ziel. Der Einsatz sämtlicher Kommunikationsmittel zur Prägung von Christinnen und Christen zielte in diese Richtung. Was Erasmus beobachtet hatte, nämlich daß die Menschen nicht mit instinkthaften Fertigkeiten die Welt bewältigten, sondern mit dem Können und den Verhaltensweisen, durch die sie gebildet werden (finguntur), hatte auf dem religiösen Feld eine neue Qualität erreicht, die allerdings ihre Grenzen besaß.
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Vgl. Julius Oswald/ Peter Rummel (Hg.), Petrus Canisius - Reformer der Kirche, Augsburg 1996.
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2. Man sollte die hier gewählte Sicht einer Gesamtbildung weiter verfolgen. Das neue einer solchen Perspektive könnte darin bestehen, nicht einzelne Komponenten isoliert zu sehen, etwa in einer Schul- und Universitätsgeschichte, sondern den Gesamtzusammenhang in den Blick zu nehmen, d.h. sämtliche Kommunikationsmittel als Transportinstrumente der Bildungsbeeinflussung zu beachten.25 Vermutlich wären mikrohistorische Studien zunächst notwendig wegen der Komplexität dieser Bildungsvorgänge. Wie entstand die Erscheinungsform der neuzeitlichen Katholikinnen und Katholiken, wie verstanden sie ihre Bildung, wie sah ihr Zeichen- und Verständigungssystem aus, wie transportierte dieses Werte und Verhaltensweisen; all das wären Fragen, denen man auf diese Weise nachgehen könnte. 3. Alle Konfessionen kontrollierten langfristig zunehmend die Bildung und fürchteten ihre kritische Kraft, wenn sie nicht mehr steuerbar schien. Damit verdrängten sie nicht systemkonforme geistige und moralische Strömungen in den außerchristlichen Raum oder in ein marginalisiertes Abseits. Die Bildungsrezeption der Kirchen erscheint selektiv. Es wäre möglich, daß auf diese Weise ihre integrative Kraft verlorenging und eine erste Säkularisierung des Denkens durch das Verhalten der Kirchen selbst in Gang gesetzt wurde. Für das Verständnis der Neuzeit könnte eine präzisere Aufhellung dieses Sachverhaltes manches beitragen und unsere Kenntnisse eines Prozesses, den wir die Entstehung der Moderne nennen mit all seinen Licht- und Schattenseiten, erweitern.
25
Ein Ansatz, wenn auch beschränkt auf die Gruppe der Marianischen Kongregationen, bei Louis Châtellier, L'Europe des dévots, Paris 1987 (engl. Ausgabe: The Europe of the Devout. The Catholic Reformation and the Formation of a New Society, Cambridge 1989).
Martin Luther und Karl V.
Martin Brecht Universität Münster
Eike Wolgast zum 65. Geburtstag Obwohl es an Quellen für Karl V. wirklich nicht fehlt, dürfte es nach berechtigter allgemeiner Meinung schwerfallen, ihnen Neues über das Verhältnis des Kaisers zu Luther abzugewinnen. Der Ketzer war an sich kein Thema für den Kaiser und seine Religiosität, sondern allenfalls ein politischer Umstand, dem man Rechnung tragen mußte. Zu einer ihrem Format angemessenen geistigen Begegnung oder Auseinandersetzung ist es nicht gekommen. Denn Karl war nie ein Theologe, der eigenständig oder interessiert mit Luthers Vorstellungen hätte umgehen können. Theologisch vermochte er die Sache der Reformation nie selbständig zu qualifizieren und deshalb mußten ihm Irrtümer und Fehleinschätzungen unterlaufen. 1 Auch seine Frömmigkeit war zu formell, um aus den hergebrachten Bahnen herauszutreten. In Luthers Weltbild spielte zwar der Kaiser ständig eine Rolle, die auch erheblichen Wandlungen unterlag. Aber dies hatte mit der politischen Realität erstaunlich wenig zu tun und war das Ergebnis eigenartiger Typisierungen. Dies macht sich beispielsweise in Luthers unterschiedlicher Beurteilung Karls und seines Bruders Ferdinand bemerkbar. Während dem Kaiser bei aller Kritik vielfach noch ein Bonus zugestanden wurde, sah Luther den an sich mit den deutschen Realitäten besser vertrauten Ferdinand fast nur negativ. Man wird sich damit abfinden müssen, daß Karl V. und Luther, zwei der stärksten Exponenten ihrer Zeit, persönlich und mit dem, was ihnen eigentlich wichtig war, nicht zu einer Beziehung gefunden haben. Da bleiben Distanz, Fremdheit und Unverständnis bestehen und werden ihrerseits zu geschichtsmächtigen Faktoren. Die historische Analyse kann davon wenigtens einiges bewußt machen. Ich möchte dabei nicht primär von der Religiosität oder Kirchenpolitik des Kaisers ausgehen, sondern halte es für meinen sinnvollen Part,
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Vgl. Ingetraut Ludolphy, Die Voraussetzungen Stuttgart 1965, 23.
der Religionspolitik
Karls V., AzTh 1,24,
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die Wahrnehmung, Einschätzung und Präsentation Karls durch Luther als ein bedeutendes und interessantes Kapitel der Wirkung dieses Herrschers vorzufuhren.2
Carolus, das edle Blut Im Juni 1519 schloß Luther einen Brief an Georg Spalatin mit dem frommen Wunsch: „Den Kaiser Karl möge der Herr anhauchen, daß er in der Wahrheit zunehme gegen die Feindin der Wahrheit, Rom. Amen."3 Der Kaiser sollte also die Partei der Wahrheit gegen Rom ergreifen. Im damaligen religiös-politischen Kräftespiel war dies bereits eine profilierte Stellungnahme. Luther arbeitete damals schon an seiner Programmschrift An den christlichen Adel deutscher Nation von des christlichen Standes Besserung, die er zugleich an den Kaiser adressierte.4 Die Widmung wiederholt: „Got hat uns ein jungs edlisz blut zum heubt geben, damit viel hertzen zu groser guter hoffnung erweckt, daneben wil sichs zymen, das unser datzu thun, und der zeit und gnade nutzlich brauchen." Die habsburgische Präsentation des jungen Herrschers vor der Wahl ist übernommen. Luther will mit ihm kooperieren, warnt aber angesichts der für überirdisch gehaltenen Dimension des Konflikts vor vermessenem Selbstvertrauen. Jegliche Oberherrschaft des Papstes über den Kaiser, auch im Zeremoniell, lehnt die Adelsschrift ab. Der Kaiser wird jedoch bei den vorgebrachten Gravamina und Reformvorschlägen nicht besonders in Anspruch genommen und ist vielleicht erst nachträglich neben dem Adel als Adressat aufgenommen worden. Die Adelsschrift hat zwar den Druck der Gravamina deutscher Nation verstärkt, aber auf das Verhältnis des Kaisers zu Luther keine erkennbare Auswirkung gehabt.
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Das Material ist weithin gut zugänglich durch das Personenregister zu Luthers Werken WA 63; 309-311, durch das Personenregister der Briefe WABr 15; 140-143 und durch das Register der Tischreden WATr 6, Nr. 593f. Nicht erfaßt ist ein begrenzter Bestand innerhalb der Bibelübersetzung. Carolo imperatori dominus aspiret in incrementum veritatis contra hostem veritatis Romam.Amen. WABr 1; 123, 20f. WA 6; (381-403) 404-469; hier 405, 9-406, 9.
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80 Der Floh an den König der Könige
Im Sommer 1520 wurde die Bannandrohungsbulle gegen Luther erwartet und dieser mußte gewärtig sein, daß sie ihm zugestellt werden würde. Deshalb wandte er sich Ende August in einem Brief an den Kaiser.5 Der als Sekretär des Kurfürsten fungierende Spalatin hat das Schreiben redigiert. Der Eingang ist höchst devot und gebraucht dabei u.a. das aus 1. Sam 24,15 und 26,20 stammende Bild vom Floh und vom König. Aber da man mit der Wahrheit selbst vor Gott treten darf, ist dies auch gegenüber den Herrschern zulässig. Luther schildert dann seinen Fall: Mit der Veröffentlichung einiger Büchlein habe er sich die Mißgunst und den Unwillen zahlreicher und hochgestellter Leute zugezogen. Dabei habe er nur wider Willen und wegen der Nachstellungen anderer geschrieben. Er sei lediglich bemüht gewesen, die evangelische Wahrheit gegen die abergläubischen Meinungen über die menschliche Tradition ans Licht zu bringen. Deshalb leide er jetzt schon drei Jahre unaufhörlich Zorn, Schmach, Gefahren und weitere Bosheit. Vergebens habe er um Verzeihung gebeten, Schweigen angeboten, Friedensbedingungen vorgeschlagen und gefordert, eines Besseren belehrt zu werden. Man sei einzig darauf aus, ihn mit dem gesamten Evangelium auszulöschen. Dem Beispiel des Heiligen Athanasius folgend, fordert Luther deshalb den Kaiser auf, seiner Sache beizustehen. Devot wird beteuert, es gehe nicht um Luthers Sache, sondern um die der Wahrheit, deretwegen der Kaiser das Schwert fuhrt und deshalb auch Luther beschützen soll, bis er mit seiner Verantwortung entweder siege oder besiegt sein werde. Die Wahrheit darf nicht ungehört verdammt werden. Dafür hat das Amt des Kaisers zu sorgen. So empfiehlt sich Luther vertrauensvoll dem Kaiser. Das Schreiben geht darauf aus, daß Luther rechtliches Gehör gewährt wird. Daß es der Papst ist, der gegen ihn steht, wird mit keinem Wort erwähnt. Der Brief hat noch ein Pendant in dem gleichzeitigen, an die Öffentlichkeit gerichteten Erbieten6, das auf dasselbe Verlangen hin redigiert ist. Der Brief ist Karl V. erst am 6. Februar 1521 im Vorfeld des Wormser Reichstags von Herzog Johann, dem Bruder Kurfürst Friedrichs des Weisen, durch seinen Marschall Nickel von Ende zum Stein überreicht, aber vom Kaiser zerrissen
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WABr. 2; (172-175) 175-178. Zur Redaktionsgeschichte Martin Brecht, „Datierung, Textgrundlage und Interpretation einiger Briefe Luthers von 1517-1522", in: Gerhard Hammer und Karl-Heinz zur Mühlen (Hg.), Lutheriana, A W A 5, Köln/ Wien 1984,377391, hier 382-386. W A 6; 474-481, vgl. WA 9; 302-304.
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und zu Boden geworfen worden. Der päpstliche Nuntius Aleander nahm das Schreiben dann an sich. Das Verhalten des Kaisers ist schwer zu deuten, da es, wie zu zeigen sein wird, auch positive Signale Luther betreffend vom Hof gegeben hat. Aber offensichtlich wollte der Kaiser mit dem Gebannten nichts direkt zu tun haben. Er hatte sich damals für ein Mandat entschlossen, mit dem die Bannbulle vollstreckt werden sollte. Luthers Vorstellung vom „guten Kaiser" dürfte dies zunächst keinen Eintrag getan haben.
Worms Zum Reichstag eingeladen und ausgeladen. Auf dem Wormser Reichstag sind sich Karl V. und Luther das einzige Mal wenigstens aus der Ferne begegnet. Das Ereignis umfaßte verschiedene Etappen. Karl sah sich, was Luther anbetraf, ständig mit gegensätzlichen Ansinnen konfrontiert. Im Spätjahr 1520 verlangte der päpstliche Nuntius einerseits die Verbrennung von Luthers Büchern wie in den Niederlanden, andererseits betrieb Friedrich der Weise das Verhör Luthers auf dem Reichstag. Dem stimmte der Kaiser am 28. November 1520 zunächst zu.7 Luther wäre selbstverständlich auf jeden Fall gekommen. „Es ist nämlich nicht Recht zu bezweifeln, ich werde vom Herrn gerufen, wenn der Kaiser ruft." Dabei war Luther bewußt, daß Gewalt gegen ihn angewandt werden konnte, was aber schon um der daraus entstehenden Ungelegenheiten für den Kaiser selbst willen möglichst verhindert werden sollte.8 Der Kaiser hat dann am 17. Dezember seine Zustimmung zum Kommen Luthers nach Worms widerrufen, weil dieser sich bereits im Bann befinde, obwohl die Bannbulle erst am 3. Januar 1521 ausgefertigt worden ist. Die Begründung, wo Luther sich befinde, bestehe das Interdikt, also die Sistierung aller Gottesdienste, und dadurch könne es zu Ungelegenheiten in Worms kommen, wirkt keineswegs überzeugend. Damit hatte sich offensichtlich der Nuntius Hieronymus Aleander und wohl auch der kaiserliche Beichtvater Jean Glapion (s.u.) gegen den Großkanzler Mercurino Gattinara durchgesetzt. Das Schreiben rechnet noch damit, daß der Kurfürst Luther doch nach Worms bringen will. Dies könne jedoch nur dergestalt geschehen, daß Luther zuvor widerrufe und zunächst an einem Ort in der Nähe von Worms weiteren Bescheid abwarte.9 Dabei wären Gespräche
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Deutsche Reichstagsakten' (Jüngere Reihe) 2; 468-470 (RTA). WABr 2; 242,8-10 und 30-34. Neque enim dubitari fas est, a Domino vocari, si Caesar vocat. RTA 2; 468-470.
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denkbar gewesen, wie sie Glapion mit Luther intendierte. Wegen der Verbrennungen von Luthers Schriften im Rheinland waren allerdings auch Friedrich dem Weisen Bedenken gekommen, Luther mit nach Worms zu bringen.10 Hingegen hat Luther die Sinnesänderung des Kaisers geschmerzt: „Welche Hoffnung besteht dort, wenn sie so sowohl denken als auch schreiben?"11 Anfang 1521 stellten sich die Aussichten auf ein Verhör Luthers in Verhandlungen Friedrichs des Weisen mit dem Kaiser wieder positiver dar, was von Luther auf der Linie seines Erbietens begrüßt wurde.12 Karls Beichtvater und der Kanzler Friedrichs des Weisen verhandeln. Im Januar 1521 haben die vier zumindest teilweise nächtlichen Verhandlungen über Luther zwischen dem kaiserlichen Beichtvater Jean Glapion und dem kursächsischen Kanzler Gregor Brück stattgefunden. Dieser trat dabei im Auftrag seines Kurfürsten auf, der sich selbst bedeckt halten wollte. Von Brück stammen die präzisen Aufzeichnungen, die wohl von der Forschung zu wenig beachtet worden sind.13 Den Einfluß des promovierten Franziskaners Glapion auf den Kaiser in der Luthersache wird man als erheblich einschätzen müssen.14 Brück war gleichermaßen kompetent, hatte aber immer den vorsichtigen kursächsischen Part zu spielen, man habe sich der Luthersache eigentlich nicht angenommen. Zunächst ist festzustellen, daß es mit Glapion in der unmittelbaren Nähe des Kaisers einen Theologen gab, der Schriften Luthers gelesen hatte und ihre partielle Fruchtbarkeit für die Kirche und ihre zugegebenermaßen fällige Reform einräumte. In den Verhandlungen bezog er sich mehrfach anerkennend auf De Libertate Christiana,15 Glapion „hab es dafür geacht, das er [Luther] reformacionem ecclesie gesucht."16 Wie nicht wenige andere reformoffene Kirchenmänner hatte ihn jedoch die Schrift De captivitate Babylonica vom Spätsommer 1520 mit ihrer Infragestellung des sakramentalen Systems der Kirche durch ihren Ton und ihren Inhalt schockiert. Luther habe sich damit übernommen und seinen Intentionen geschadet. Brück legte sich eine Liste der zahlreichen vom Beichtvater beanstandeten 10 11 12 13 14 15 16
RTA 2; 470-473. An Spalatin, 16. Januar 1521, WABr 2; 249,16-18. An Kurfürst Friedrich, 25. Jan. 1521, WABr 2; 253-255. RTA 2; 477-494. Das 3. Gespräch fand am 22. Januar 1521 statt. (Vgl. RTA 2; 489 und Martin Brecht, Martin Luther, Bd. 1, Stuttgart 1983, 416.) Alfred Kohler, Karl V.-l550-1558, München 1999, 134f. Wahrscheinlich kannte und anerkannte Glapion auch Luthers Ablaßthesen, vgl. RTA 2; 486, 32f. RTA 2; 481, 37f. Vgl. auch 482, 31 f: „ich weit selbst nichts liebers wann reformierung der kirchen [...]"
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Stellen an.17 An Luthers Gleichsetzung des Papsttums mit Babel oder dem Antichrist mußte sich Glapion klarmachen, daß sich an dieser Stelle nichts berichtigen ließ. Auch Luthers Kritik an den Gelübden hielt der Franziskaner für bedauerlich, für ganz schlecht und für die mönchische Lebensordnung destruktiv. Die Kritik am Sakrament der Firmung fand Glapions Zustimmung, die Bestreitung der Priesterweihe hingegen hielt er für eine Eingebung des Teufels. Wegen seiner Berufung auf die Freiheit des Evangeliums gegenüber aller Gesetzlichkeit wird Luther die Infragestellung der politischen und ebenso dann der ehelichen Ordnung unterstellt. An den vorletzten Artikel über das allgemeine Priestertum aller Christen schließt sich die interessanteste Bemerkung an: ,,[...]cesarem optare, y m m o cesaream Maiestatem suam de hoc esse sollicitam, ut possit vir tarn doctus reduci ad gremium sanctae matris ecclesiae, et quod recipiatur cum misericordia." 18
Es spricht vieles dafür daß Brück hier den Originalton Glapions mit einer sehr interessanten Information über eine immer noch positive Einstellung Karls V. gegenüber Luther festgehalten hat. Insgesamt zeigt die Auflistung, daß die Babylonica Glapion in ein Wechselbad von Zustimmung und Ablehnung versetzt hat. Aber schließlich gab es da die Sorge des Kaisers, Luther möglichst in der Kirche zu halten. Glapion ging im weiteren Gespräch von der Prämisse der Irrtumslosigkeit der Kirche aus. Immerhin war er der Meinung, daß es noch Möglichkeiten der Abhilfe gebe und Luther, dem Willen des Kaisers entsprechend, der an dessen Schriften „etzlicher maß auch gefallen gehabt"19, mit der Kirche ausgesöhnt werden könne. Als Brücke wurde die Ausrede offeriert, Luther habe sich im Zorn vergaloppiert und wolle die Babylonica im römischen Sinn verstanden wissen, was allerdings schwer plausibel zu machen gewesen wäre. Aber Luther würde damit viele gelehrte Leute auf seine Seite bringen. Im Fortgang des
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Carl Eduard Förstemann, Neues Urkundenbuch zur Geschichte der evangelischen Kirchen-Reformation, Hamburg 1842. (Nachdruck: Hildesheim/New York 1976), 37-40 (lat.), 40-44 (deutsch). Übersetzung: Der Kaiser wünsche, vielmehr seine kaiserliche Majestät sei besorgt, daß ein so gelehrter Mann in den Schoß der heiligen Mutter Kirche zurückgeführt werden könne und daß er mit Barmherzigkeit empfangen werden möge. RTA 2; 479.
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Gesprächs20 wird deutlich, daß die Forderung des Widerrufs der Babylonica im Auftrag (Aleanders?) erfolgt ist und nicht ganz Glapions auf Verhandlungen ausgerichteter Linie entsprochen hat. Hier deutet sich alternativ das härtere Vorgehen gegen Luther an, wie es dann faktisch praktiziert worden ist. Nach Glapions Vorstellungen sollte die Bereinigung des Konflikts durch das Gelehrtengespräch insgeheim geschehen „und nicht vil öffentlich dorvon disputirt" werden, sonst würde nur die „endreformacio" der Kirche gefährdet.21 Hier mußte Brück darauf hinweisen, daß der Kurfürst nicht in Sachen Luthers verhandeln wolle und könne. Das zweite Gespräch kam über Wiederholungen erst hinaus, als Brück daraufhinwies, daß auch bei einem Widerruf der Babylonica die Vorwürfe der Bannandrohungsbulle gegen Luther fortbestünden. Glapion hielt dennoch unter diesen Umständen ein Verhör Luthers vor einem Gelehrtengericht für realisierbar. Luther sollte sich jedoch nicht aus dem kursächsischen Schutz herausbegeben. Glapion erscheint hier auch unter den Gegnern eines öffentlichen Verhörs Luthers. Er gab Brück außerdem seine Abneigung gegen die Einführung von Ketzerei und Irrtum zu erkennen und führte ihm in etwas oberflächlicher Beweisführung vor, wie leicht sich auch falsche Behauptungen aus der Bibel begründen ließen. Er argumentierte ferner mit der Einschüchterung: Wenn der Kaiser gegen die Rebellen vorgehen würde, gäbe es für Luther keinen Platz mehr, wo er bleiben könnte. Im dritten Gespräch mußte Brück Glapion bewußt machen, daß es über die Babylonica hinaus auch in früheren Schriften Luthers anstößige Behauptungen gab. Der Beichtvater war jedoch der Meinung, daß man damit interpretatorisch und mit Anpassung an die Übung der Kirche fertig werden könne. Bestimmte Sätze darüber, worin Luther geirrt habe, wollte Glapion nicht aufstellen, weil sie erfahrungsgemäß den Streit nur prolongieren würden. Ein unparteiisches Gelehrtengericht sollte eine Lösung erarbeiten, die der Papst, der Kaiser, der „solcher sachen nicht zu thun het"22, und Luther zu übernehmen hätten. Mit Luther sollte dabei mündlich verhandelt werden, bis dahin habe er stillzuhalten und seine Schriften sollten sequestriert, jedoch nicht mehr verbrannt werden. Glapion ging davon aus, daß Luther in einer solchen Verhandlung wegen der Qualität seiner Argumente in vielem gewinnen würde. Falls der Kurfürst dem Vorschlag am gleichen oder nächsten Tag zustimmen würde, wollte Glapion dies dem Großkämmerer Wilhelm von Croy, Herr von Chiévres, und dann dem Kaiser selbst übermitteln. Er hoffte,
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RTA 2; 487,15-22: „[...] lechlete ein wenig und druckte die arm, als solt er sagen, er het es auf angeben anderer leute gethan, wiewol ers nicht austruckte [...]." RTA 2; 480, 38. RTA 2; 487, 32.
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das Placet des Kaisers zu erhalten, hatte Glapion Karl V. doch vorgestellt, daß Gott ihn strafen würde, wenn er die Kirche nicht von den übergroßen Mißbräuchen befreie. Er habe dem Kaiser gesagt, dieser Mensch (sc. Martinus) sei von Gott gesandt und ihm sei befohlen, daß er den Menschen fluche und eine Geißel wegen der Sünden sei. In ein von den päpstlichen Gesandten gefordertes Mandat der Verbrennung von Luthers Büchern und des Verbots diese zu drukken habe der Kaiser bisher nicht eingewilligt. Im letzten Gespäch23 mußte Brück Glapion mitteilen, daß Kurfürst Friedrich das Gelehrtengespräch dem Kaiser nicht vorschlagen werde, weil die Konsequenzen für Luther zu unübersichtlich seien. Glapion war darüber tief enttäuscht, war es ihm doch angeblich darum gegangen, ,,[...]domit doch die selige wäre, welche doctor Luther nu fast bis in den port gebracht, nicht wieder zurucke geslagen wurde mit gemainer Christenheit großem unheil und schaden."24 Brück legte Glapion dann noch dar, daß der Vermittlungsvorschlag für Luther praktisch in vieler Hinsicht nachteilig sein würde. Die im Dezember 1520 an Karl V. gerichtete Apologia pro veritate Catholicae et Apostolicae fidei ac doctrinae des Dominikaners Ambrosius Catharinus (ursprünglich Lancelotto Politi), die Glapion gerade zu lesen hatte25, war für ihn ein Beweis dafür, wie leicht und häufig Luther mißverstanden werden konnte, weshalb es des Gelehrtengesprächs bedurfte. Brücks Bericht über seine Gespräche mit Glapion erweist sich bei näherem Zusehen als eine wertvolle Quelle über die Einstellung des kaiserlichen Hofes zu Luther und über die Optionen, wie mit ihm verfahren werden sollte. Man war dort in der Sache keineswegs uninformiert und hatte auch eine gewisse Vorstellung von seinem wichtigen reformerischen Anliegen. Es ist anzunehmen, daß auch der Kaiser einigermaßen im Bilde war. Zumindest eine Gruppe am Hof ging auf ein Gelehrtenverhör zur Bewältigung der Luthersache aus. Die weitere Rolle Glapions gilt es im Blick zu behalten. Neben diesen Ausgleichstendenzen gab es offenkundig auch die Forderung nach einem schärferen Vorgehen gegen Luther, deren Vertreter am Hofe sich jedoch nicht genau
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RTA 2; 490,14-494, 5. RTA 2; 492, 1-3. Vgl. WA 7; 698-701. Aus Brücks Bericht geht hervor, daß die Schrift nicht erst am 15. Februar in Worms vorlag.
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benennen lassen. Vorerst schwenkte die kaiserliche Politik ein auf die Linie des päpstlichen Nuntius Aleander hin zu dem Ediktsentwurf gegen Luther und seine Anhänger sowie zur Unterdrückung seiner Schriften. 26 Bezeichnenderweise wurde Glapion von den Beratungen darüber schließlich ausgeschlossen und hatte so wohl keinen Einfluß auf die weitere Entwicklung. 27 Es waren die Reichsstände, die die Vorladung Luthers, allerdings lediglich zum Widerruf, durchsetzten. Hinsichtlich der weiteren Einstellung des kaiserlichen Hofes gegenüber Luther war es immer noch bemerkenswert, daß Glapion sein Projekt eines besonderen Verhörs Luthers unbeirrt weiter verfolgte, indem er durch Martin Bucer in Oppenheim versuchte, Luther von der Weiterreise nach Worms abzubringen und stattdessen zu einem Gespräch auf Franz von Sickingens Ebernburg zu veranlassen. Die Episode hat allerdings etwas Abwegiges. Der Beichtvater des Kaisers konnte doch unmöglich das Verhandlungsergebnis von Kaiser und Reichsständen, Luther vorzuladen, unterlaufen. Hätte Luther dem Ansinnen Glapions stattgegeben, wäre zumindest vorerst eine konfuse Situation entstanden. Glapions Argumente waren nach wie vor dieselben wie gegenüber Brück: Luther könne verteidigt und die von diesem initiierte Kirchenreform realisiert werden. Geheimhaltung sei allerdings geboten, um die päpstliche Partei zu täuschen. Dazu sollte angeblich auch das Luthers Bücher betreffende Sequestrationsmandat dienen.28 Spätestens hier wirkt die Interpretation der Situation verwegen und dubios. Die Erklärung des Kaisers vom 19. April.29 Bei Luthers Verhör am 17./18. April 1521 ist es zu keinem direkten Kontakt zwischen Karl V. und ihm gekommen. Erst am Tag danach erklärte sich der Kaiser. Er bekannte sich zur Rolle der Dynastien, denen er entstammte als Verteidiger des katholischen Glaubens und ihrer diesbezüglichen Maßnahme. Ein einzelner Ordensbruder könne gegen die Kirche und deren alte Tradition nicht Recht haben. Deshalb sei er entschlossen, alles, Reiche, Freunde, Leib und Seele, gegen die Häresie dranzusetzen und gegen Luther als notorischen Häretiker vorzugehen. An der auf ihre Art eindrücklichen Rede ist zunächst bemerkenswert, daß sich Karl auf
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RTA 2; 507-513. RTA 2; 520f, Anm. 2. Bucer an Spalatin, 9. April 1521; Martin Bucer, Correspondance 1, Leiden 1979,150,1151, 12. RTA 2; 594-596. Vgl. Hans Wolter, „Das Bekenntnis des Kaisers", in: Fritz Reuter (Hg.), Der Reichstag zu Worms von 1521. Reichspolitik und Luthersache, Worms 1971, 222-236.
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seine dynastische Rolle bezog und nicht als christliches Individuum bekennend auftrat. Dies entsprach seiner Prägung, in der er damit verharrte. Ihre Zweideutigkeit erhielt die Erklärung dadurch, daß das behauptete, totale Engagement gegebenenfalls nur zu schnell hinter anderen Prioritäten und politischen Notwendigkeiten zurücktreten mußte. Die Luthersache war nur eine unter der Agenda des Kaisers. Luthers Fazit. Auf der Rückreise von Worms hat Luther in einem lateinischen Brief an den Kaiser, der dann in einer deutschen Fassung auch an die Reichsstände adressiert worden ist, das Fazit seines Auftretens in Worms zusammengefaßt. 30 Den Brief dem Kaiser zu übergeben, hat man allerdings nicht gewagt, und da er für den späteren Betrachter nichts Neues zu enthalten scheint, hat man ihm auch keine größere Beachtung geschenkt. Immerhin sind die Dokumente durch die Drucker Thomas Anshelm in Hagenau und Johann Grunenberg in Wittenberg alsbald veröffentlicht worden und spielen damit zumindest in der Reichstagspublizistik eine Rolle. Ein größeres Publikum wurde auch auf diese Weise informiert über Luthers Verhöre vor dem Reichstag sowie danach vor dem Ausschuß der Reichsstände und über die Gründe, warum er seine Bücher nicht zu widerrufen vermocht hatte. Stark wird dabei Luthers Kriterium als Angelpunkt der ganzen Auseinandersetzung (controversiae totius cardo) herausgestellt, daß man bei aller erklärter Gesprächsbereitschaft keine Zugeständnisse gegen die Heilige Schrift machen dürfe. Im Prinzip war Luther hier zumindest ebenso fest wie der Kaiser. Von daher erklärte sich seine Verweigerung des Widerrufs samt dem Ansinnen an den Kaiser, ein Vorgehen von Luthers Feinden gegen ihn nicht zuzulassen. Diese Bitte wird nicht allein in eigener Sache, sondern im Namen der ganzen Kirche vorgebracht. Luther habe nichts als Gottes Ehre gesucht und muß nun abwarten, was daraus erfolgt, wobei ihm jedenfalls bewußt ist, sich in Gemeinschaft mit seinem gekreuzigten Herrn zu befinden. Das Wormser Edikt und Luthers Bemerkungen. Das kaiserliche Edikt, datiert auf den 8. Mai 1521, sprach die Reichsacht gegen Luther und seine Anhänger aus, verbot die Verbreitung seiner Schriften und ordnete deren Verbrennung an.31 Es soll von dem Nuntius Aleander konzipiert worden sein, nahm aber zutreffend die Motive des Kaisers auf. Faktisch basierte es auf dem überkommenen Ketzerrecht, das für Karl V. auch sonst Gültigkeit besaß. Über Jahrzehn-
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WABr 2; 306-310 und 310-318. Zur einigermaßen komplizierten Redaktionsgeschichte dieser Briefe vgl. Martin Brecht, Datierung, Textgrundlage und Interpretation [...] (wie Anm. 3), 386-389. RTA 2; 640-659.
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te hinweg wurde das Edikt zwar nicht zur einzigen, wohl aber zu einer der Richtlinien der kaiserlichen Politik gegen die Evangelischen. Luther blieb durchaus bewußt, was das Edikt gegen ihn bedeutete. Eine (zumeist wenig beachtete) eingehendere Stellungnahme Luthers zum Wormser Edikt liegt erst aus dem Jahr 1524 vor. Im Zusammenhang mit dem damaligen Nürnberger Reichstag war ein kaiserliches Mandat ergangen, das die Behandlung der weiterhin virulenten Glaubensfrage auf einem baldigen Konzil vorsah, aber nichtsdestoweniger weiter die Befolgung des Wormser Edikts forderte. Seiner Praxis entsprechend, gegnerische Schriften durch kommentierte Publikation anzuprangern, veröffentlichte Luther darauf unter dem Titel Zwei kaiserliche uneinige und widerwärtige Gebote den Luther betreffend das Wormser Edikt und das Nürnberger Mandat, um die Widersprüchlichkeit des Verfahrens zu demonstrieren.32 Luther hinterfragte zunächst das Vogtamt des Kaisers für die Kirche: „Wo ist das geschrieben? ym rauchloch." Zur Ausübung dieses angeblich von Gott gegebenen Amtes kann Luther nur bitten: „Gott gebe, das es woll gerate." Wenn Karl V. sich dabei als Nachfolger seiner Vorfahren versteht, hält Luther dagegen: „Christus saget 'Wer myr nicht volget, der wandert ym finsternyß'." Die Ausbreitung der Kirche gilt jedenfalls als Sache der Apostel mit dem Wort, nicht als die des Kaisers. Die Formel vom Kaiser als Beschirmer des christlichen Glaubens wird so glossiert: „o des elenden glawbens, der solchen obersten schirmer hat, was macht denn Gott die weyl?" Gegen eine Bestreitung des weltlichen Rechts kann Luther auf seine Schrift Von weltlicher Obrigkeit (1523) verweisen. Auf den Vorwurf, Luther habe für seine Irrtümer nicht mehr die Lossprechung des Papstes nachgesucht, wird die Trennung bereits scharf markiert: „Luther begered nicht ynn der kirchen zu sein, da der Bapst eyn heupt ist." Die Kirche des Papstes wird mit der des Antichrists gleichgesetzt. Die Behauptung, Luther habe den Gebrauch der Sakramente verletzt, wird ungerührt beiseitegeschoben: „Es gildt hier nicht langer brauch, sonder was gott sagt, darauf soltet yhr lieben hern antworten." Die angeblich verdammte Gewohnheit des Laienkelches bei den Böhmen wird als mit Christi Einsetzung übereinstimmend erwiesen. Die Luther unterstellte, aber wohl von Melanchthon (!) geäußerte Aufforderung zum blutigen Aufruhr gegen die Papisten wird energisch dementiert: „Da sey Gott für." Luther prangert jetzt durchaus zutreffend an, er sei schon vor seinem Kommen nach Worms vorverurteilt gewesen. Die Unterstellung, die Widerrufsverweigerung gezieme einem regulierten (an die Kirche gebundenen) Geistlichen nicht,
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WA 15; (241-253) 254-278; das Wormser Edikt, 255-272.
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kontert Luther selbstbewußt: „Aber gebürlich eynem Gott geystlichen." Gegen die kirchlichen Autoritäten beruft sich Luther auf die Heilige Schrift als seine Regel. Die Qualifizierung der Verfolgung Luthers als heiliges Werk evoziert die Negierung des Ketzerrechts als Unrechtssystem: „Sihe, die mörder heyssen leutte würgen eyn heylig werck." Im Nachwort33 kehrt sich die Systemkritik vollends gegen die Schutzfunktion des Kaisers: „Denn hie sihestu, wie der arme sterbliche madensack, der keyser, der seyns lebens nicht eyn augenplick sicher ist, sich unverschampt rhümet, Er sey der wäre öbrister beschirmer des Christlichen Glawbens." Nach Verweis auf die göttliche Kraft (Mt 16,18 und Rom 1,16) wird fortgefahren: „und solche krafft soll sich beschirmen lassen von eym kind des tods, den auch eyn grind odder blatter kan zu bette werffen. Hilff Got, wie unsinnig ist die wellt." Mit Luther sollen sich alle frommen Christen „über solche tolle, törichte unsynnige, rasende waansynnige narren erbarmen". Luther nimmt hier nur noch Gotteslästerung und Verblendung wahr. Eine geistliche Autorität und Funktion wird dem Kaiser prinzipiell nicht mehr zuerkannt. Luther befand sich hier gegenüber dem Kaiser nicht mehr im selben historischen Bereich. Ob deswegen dennoch weiterhin eine Beziehung möglich war, mußte sich zeigen.
Christianus und Carolus Neben dem kritisch beurteilten Schutzamt für die Kirche kannte Luther auch eine positiv bewertete politische Schutzfunktion des Kaisers in der Verteidigung gegen die Türken. Dabei handelte es sich für den Reformator um ein ursprünglich sensibles Thema, denn er hatte anfanglich die von der Kirche als Kreuzzug propagierte und mit entsprechenden Ablässen zu finanzierende Abwehr gegen die Türken abgelehnt und war deshalb in den Ruf eines Defätisten gelangt. Die Schrift Vom Krieg wider die Türken von 1529 stellte hier die Dinge richtig.34 Luther ging das Thema nunmehr von den in der Schrift Von weltlicher Obrigkeit erarbeiteten Kategorien her an. Einen christlichen Krieg konnte es für ihn nicht geben, der Türkenkrieg war Sache der weltlichen Obrigkeit. Präziser gesagt hatten zwei Idealpersonen je auf ihre Weise gegen die
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Ebd., U l i . WA 30/11; (81-106) 107-148.
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Türken zu streiten: „Einer heist Christianus, der ander Keyser Karolus."35 Auf den ersten Blick erkennt man, daß zwischen den beiden Personen ebenso Gemeinsamkeiten wie Funktionsunterschiede vorhanden sind. Mit dem Geschick der türkischen Aggression ist in Buße und Gebet spezifisch christlich umzugehen. Dazu gehört auch die kritische Auseinandersetzung mit dem Islam als der Religion der Türken. In anderer Weise hat der Kaiser Karl, der hier für alle Inhaber dieses Amtes steht, gegen die Türken zu streiten.36 Dies setzt allerdings die Aktivitäten des Christianus voraus. Der Kaiser hat ganz säkular die militärische Abwehr zu organisieren und den Schutz der Untertanen zu gewährleisten; dabei ist ihm auch zu gehorchen. Der Kaiser ist jedoch dabei nicht der Beschirmer der Christenheit und des Glaubens, so sehr er sich in seinem Amt demütig auf Gottes Hilfe angewiesen zu wissen hat. Der defätistische Verzicht auf Verteidigung ist nicht erlaubt. Das bestehende politische System ist zu erhalten. Auch darüber hat ein Prediger zu belehren. Der Krieg gegen die Türken soll energisch und mit ausreichendem Einsatz von Machtmitteln geführt werden. Gegenteilige Erfahrungen hatten Luther in dieser Hinsicht belehrt. Die Türkenabwehr war nach seiner Meinung die anstehende Aufgabe des damaligen Reichstages in Speyer, nicht das Vorgehen gegen die Reformation.
Der fromme Kaiser und seine böse Umgebung Die Reaktion auf den Augsburger Reichstagsabschied 1530 Der Augsburger Reichstag 1530 konfrontierte die evangelischen Reichsstände unmittelbar mit dem Kaiser. Dabei kam es zur Vorlage der Confessio Augustana, gegen die dann letztlich vom Kaiser die Confutatio gestellt wurde. Bei Papst Clemens VII. mahnte Karl V. immerhin energisch die Dringlichkeit eines Konzils zur Lösung des Glaubensstreits an, aber dabei handelte es sich deutlich um eine taktische Maßnahme zur Stärkung des eigenen Lagers und zur Überwindung der Gegenseite.37 Der Versuch eines Ausgleichs durch die Ausschußverhandlungen mißlang, und der Reichstagsabschied drohte faktisch wieder die Anwendung des Wormser Edikts an. Luther verfaßte auch diesmal eine Glosse
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WA 30/11; 116, 23f. WA 30/11; 129,17-148,29. „Karl V. an Clemens VII.", 14. Juli 1530 in: Alfred Kohler (Hg.), Quellen zur Geschichte Karls V., Freiherr vom Stein-Gedächtnis-Ausgabe 15, Darmstadt 1990,165169.
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auf das vermeinte kaiserliche Edikt, 1531.38 Vorweg erklärte er, diese Schrift sei nicht gegen Kaiserliche Majestät oder irgendeine Obrigkeit geschrieben, sondern gegen verzweifelte, boshafte Subjekte, die sich unter deren Namen betätigen. Luther hatte u.a. den päpstlichen Nuntius Lorenzo Campegio im Visier. Inwiefern Luther die immer wieder begegnende Konstellation vom frommen Kaiser und seiner bösen Umgebung glaubte, steht dahin. Im vorliegenden Fall diente sie dazu, den Reichstagsabschied in Frage zu stellen. Dieser enthielt allerdings Aussagen, die Luther aufs Äußerste aufbringen mußten, so z.B. die Behauptung, die Confessio Augustana sei durch die Evangelien widerlegt worden. Luther konkretisiert dies sofort mit dem exemplarischen Verweis auf die Aussage, die christliche Kirche habe aufgrund der Eingebung des Heiligen Geistes und mit guten Gründen es geordnet, nur eine Gestalt des Sakraments zu gebrauchen. Unschwer ließen sich hier die Ordnung der Evangelien und die angebliche Weisung des Heiligen Geistes gegeneinander ausspielen, womit klar war, daß hier der Lügengeist des Papstes am Werk war. Dies könne man am ganzen Edikt aufweisen. Gottes Wort läßt aber keine Änderungen zu, auch nicht in der Abendmahlsordnung. Die Berufung auf die Irrtumslosigkeit der Kirche hilft in diesem Falle nicht weiter, denn die Heiligkeit der Kirche bedeutet nicht unbedingt Irrtumslosigkeit, und Irrtümer wie die Reichung lediglich einer Gestalt des Sakraments müssen geändert werden. Die Konsequenzenmacherei mit der Argumentation, wenn die eine Gestalt unrecht sei, sei die ganze Kirche verdammt, was nicht angehen könne, ließ sich leicht auflösen. Die Forderung des Zugeständnisses, sowohl eine Gestalt als beide Gestalten seien recht, hielt Luther für eine unverschämte Zumutung, wahr und falsch nebeneinander zu akzeptieren. Das theologisch an sich mögliche Ausweichen auf die Präsenz der ganzen Heilsgabe in einer Gestalt des Sakraments ließ Luther hier wegen des unerlaubten Abweichens von Gottes Wort nicht zu. Selbstverständlich verfing in diesem Fall auch nicht das Gebot, keine Neuerungen vorzunehmen. Bisher hatte Luther den Reichstagsabschied an einer einzigen Weisung vorgeführt. Aber dasselbe galt auch von der Forderung, die Privat- oder Winkelmessen zu dulden, die zwar bis ins Ökonomische zum System der damaligen Sakramentsanstalt Kirche gehörten, aber weder biblisch, noch durch den Heiligen Geist begründet werden konnten. 38
WA 3O/III; (321-330) 331-388. Formal besteht die Glosse nicht aus Marginalien, sondern aus einem durchgehenden Text, in dem einzelne Punkte des Reichstagsabschieds kommentiert werden.
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Die Verurteilung der Ablehnung des freien Willens war im Edikt so unklar formuliert, daß Luther sie zuerst herausarbeiten mußte, bevor er daran gehen konnte, seinen Standpunkt energisch zu verteidigen. Auch die Alternative von sola fide und guten Werken konnte Luther nicht anerkennen. „Diesen artickel (der glaube allein on alle werck macht gerecht für Gott) soll lassen stehen und bleiben der Romische keiser, der Turckische keiser, der Tatterische keiser, der Persen keiser, der Bapst, alle Cardinal, Bischove, Pfaffen, monche, Nonnen, König, Fürsten, Herrn, alle weit, sampt allen teuffein [...] Das sey mein, Doctor Luthers, Einsprechen vom heiligen Geist, und das rechte Euangelion."39
Die lutherische Rechtfertigungslehre ist nichts anderes als eine Explikation des Christusbekenntnisses. Die weiteren im Abschied vorgesehenen kirchlichen Reformmaßnahmen erörterte Luther gelegentlich positiv, zumeist jedoch kritisch wegen ihrer Halbheiten oder Inkonsequenzen, die beispielsweise eine Orientierung an dem Prinzip sola scriptura nicht glaubhaft erscheinen ließen. Die angedrohten Sanktionen an Leib, Leben und Gut konnten nur die teuflische Herkunft des Edikts bestätigen. Als verräterisch wird angesehen, daß es lauter Lutherische, aber keinen päpstlichen Artikel verdammt, was auf eine Perpetuierung der bestehenden Mißstände hinauslaufe. Die Kirche wolle sich nicht von den reformatorischen Forderungen her reformieren lassen. Eben dies aber war Luthers Lebensaufgabe geworden, nur daß ihm das Papsttum dabei in die Quere gekommen war. Am Schluß wird nochmals betont, die Papstpartei habe mit dem Edikt ihre schändlichen Lügen unter dem Namen des „fromen (= gerechten) Keisers" ausgehen lassen. Die zutreffende Möglichkeit, daß das Edikt genau dem Willen des Kaisers entsprach, faßte er ebensowenig in den Blick wie die mögliche Belanglosigkeit, die sich für das Kaisertum mit seiner Auffassung ergab. In denselben Zusammenhang wie die Glosse gehört Luthers gleichzeitige Warnung an seine lieben Deutschen (1531)40 wegen eines möglichen Aufruhrs infolge des Reichstagsabschieds. Die Verantwortung dafür läge bei der Gegenseite, die schon während des Reichstags mit den Evangelischen wider kaiserliches (römisches) und natürliches Recht verfahren sei. Luther forderte zu nicht
39 40
WA 30/111; 366, 25-33. WA 30/111; (252-275) 276-320.
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weniger als zu einer Gehorsamsverweigerung auf, falls der Kaiser den Reichstagsabschied gewaltsam gegen die Evangelischen exekutieren würde (was er aber von Karl V. noch nicht erwartete). Ein solches Vorgehen wäre nämlich wider göttliches und kaiserliches Recht. In diesen Zusammenhang 41 rückte Luther eine längere „Entschuldigung" des Verhaltens des Kaisers auf dem Reichstag ein. Er verwies dabei auf die Verhandlungsbereitschaft Karls V., dessen Problembewußtsein für die Kirchenreform, die Erlaubnis, die Confessio Augustana öffentlich zu verlesen, die (durch König Ferdinand dann verhinderte) Bereitschaft, die Apologie entgegenzunehmen, und die Zurückhaltung gegenüber der Anwendung von Gewaltmaßnahmen. Aber obwohl er „nicht so ein toller Bluthund ist", komme der Kaiser gegen „so viel schelcken und bösewichten" in seiner Umgebung nicht an.42 Dem an sich gerechten Herrscher wird die Verantwortung abgenommen für das, was unter seinem Namen ausgeht. Die Konsequenzen 43 bestehen in der Gehorsamsverweigerung gegen einen Kaiser, der gegen seine Taufgelübde Christen verfolgt und sich damit nicht nur gegen das Evangelium, sondern gegen Gott stellt sowie alle (breit aufgeführten) papistischen Greuel auf sich lädt. Zudem wären alle positiven Auswirkungen des Evangeliums bis hin zur schlechterdings unverzichtbaren Rechtfertigung allein aus dem Glauben abzuschaffen. Die Warnung lief also auf einen Aufruf zu einem Widerstand gegenüber einem Kaiser hinaus, der Gottes Gebot dem (papistischen) Menschengebot nicht überordnete. Hätte Luther Karls Edikt für den Rat von Brabant vom 7. Oktober 1531 mit seiner Forderung der Einrichtung der Inquisition gegen die Häretiker und seiner drakonischen Unterdrükkung reformatorischer Schriften (einschließlich der Bibeln) sowie deren Gebrauch gekannt44, wäre ihm die Vorstellung vom gerechten Kaiser wohl sofort vergangen.
Der Soldat des Papstes Die Eliminierung des Kaisers als eines selbständigen Gegenübers Luthers erscheint weiter fortgeschritten in Äußerungen über das Widerstandsrecht im Jahr 1539, z.B. in dem Brief Luthers an Johann Ludike, Prediger in Kottbus.45
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WA 30/111; 291, 20-33, das Folgende 291, 34-298, 30. WA 30/111,297, 19 und 27. WA 3O/III; 299, 28-320, 31. Kohler, Quellen (wie Anm. 37), 184-186. WABr 8; 364-368. Gleichzeitig WATR 4, Nr. 4342.
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Wenn der Kaiser einen Religionskrieg gegen die Evangelischen führe, trete er dabei eigentlich nicht als selbständige Person, sondern lediglich als Soldat und Bandit des Papstes auf. Gegen eine derartige antichristliche Perversion sei der Widerstand erlaubt. Sachlich wurde dies den komplexen Beziehungen des Kaisers zum Papst kaum gerecht. Die Überlegungen sind allerdings sehr theoretisch gefuhrt worden und lassen kaum etwas von einem direkten negativen Verhältnis Luthers zu Karl V. erkennen.
Fazit Rückblickend ist zu erkennen, daß dem Thema Luther und Karl V. eine erstaunlich konsequente Zentrierung eignet, die trotz der Marginalität oder Sektoralität des Problems ihr unbestreitbares Format hat. Die Beziehungen zwischen Luther und Karl V. spielten sich, wie es auch anders kaum sein konnte, in dem vom Mittelalter her bestimmten Überschneidungsbereich von Politik und Kirche ab. Der Kaiser erscheint zuerst im Zusammenhang mit der von den Laien zu bewerkstelligenden Kirchenreformation. In Worms wurde Karl sowohl vom hergebrachten Ketzerrecht als auch von den bestehenden Reforminteressen beansprucht, dürfte auch von beiden Seiten her informiert gewesen sein und entschied sich dann klar und dauerhaft für das traditionelle System. Dies erwies sich mit dem Augsburger Reichstagsabschied und darüber hinaus. Dem widersprach Luther ständig vom Schriftprinzip her. Dazu erkannte er die Verbindung von Papsttum und christlichem Kaisertum nicht mehr an. Karls beträchtliche Finanzierung aus Kirchenbesitz dürfte Luther zwar nicht in vollem Umfang bekannt gewesen sein, aber gutheißen konnte er sie auf keinen Fall.46 Luthers moderne Entflechtung von politischem Herrschertum und Religion wird am besten in seiner Konzeption des Türkenkrieges mit der säkularen Rolle des Carolus sichtbar. Hier ist die Konzeption auf den Punkt gebracht, der in nichts anderem als in der Unterscheidung von weltlichem und Gottesreich besteht. Beim Augsburger Reichstag und seinem Abschied schienen die Interessen obsiegt zu haben, aber Luther wußte dagegen nicht nur gekonnt mit seinen formalen Prinzipien anzugehen, sondern auch seinen Artikel von der Rechtfertigung allein aus dem Glauben an die Spitze zu stellen. Da die Symbiose von politischer Macht und Papstkirche für die Reformation zu einer letztlich nicht legitimierten Vorherrschaft der Kirche geführt hatte, erschien der Wider-
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Vgl.WATR4,Nr. 4888.
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stand gegen das pervertierte System berechtigt. Er richtete sich auch gegen den schon gar nicht mehr als selbständig eingeschätzten kaiserlichen Soldaten des Papstes.
Epilog I Der Kaiser an Luthers Grab. Die Wittenberger Lokaltradition weiß davon zu berichten, daß Karl V. im Schmalkaldischen Krieg am 25. Mai 1547 an Luthers Grab gestanden habe. Die Informationen darüber sind gelegentlich bezweifelt worden. Helmar Junghans hat das Faktum jedoch durch die zusätzliche Bezeugung in den Aufzeichnungen des kurfürstlichen Leibarztes Matthäus Ratzeberger als unzweifelhaft erhärten können.47 Die Wittenberger Tradition berichtet in diesem Zusammenhang zum einen von dem Ansinnen Herzog Albas, Luthers Gebeine auszugraben und zu verbrennen. Karl V. soll dies mit den Worten abgelehnt haben: „Lasset ihn bis zum Tag der Auferstehung und des Gerichts aller ruhen." Zum andern soll Karls Minister, der Bischof von Arras, Antoine Perrenot de Granvelle, dasselbe gefordert haben und von Karl beschieden worden sein: „Ich führe keinen Krieg gegen Tote." Luthers Grab blieb jedenfalls ungestört. Eine weitere Äußerung des Kaisers über den einstigen Kontrahenten erfolgte nicht.
Epilog II Luthers Geist an Karls Sterbebett? In Alfred Kohlers neuer Biographie Karls V.48 wird geschildert, wie der Dominikaner Bartolomé Carranza, Erzbischof von Toledo, den sterbenden Kaiser auf die Barmherzigkeit Gottes verwiesen und gesagt haben soll: „Eure Majestät setze ihr ganzes Vertrauen auf das Leiden Christi, unseres Erlösers. Alles andere ist lächerlich." Der Zuspruch ist innerhalb spätmittelalterlicher Passionsfrömmigkeit, die Karl auch mit dem Kruzifix seiner Gattin Isabella praktizierte, durchaus denkbar, wenngleich etwas kantig und keine ganz formelle Absolution. Carranza jedoch wurde von der
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Helmar Junghans, Kaiser Karl V. am Grabe Martin Luthers in der Schloßkirche zu Wittenberg, LuJ 54, 1987, 100-113. Alfred Kohler, Karl V. ¡500-1558, München 1999, 363-367. Zum allgemeinen Hintergrund vgl. Irene New, Die spanische Inquisition und die Lutheraner im 16. Jahrhundert, ARG 90, 1999, 289-320, bes. 304-319.
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Inquisition bereits lutherischer Neigungen verdächtigt und dann in einen langwierigen Prozeß wegen einer heterodoxen Absolution verwickelt. Die eigentlich haltlose Angst vor der lutherischen Ketzerei, die sich auch bei Karl bis zum Schluß findet, muß in der kleinherzigen Umgebung des Sterbenden ungeheuer gewesen sein, und offenbar wagte es niemand, sich dagegen zu wenden.
Luteranos y otros disidentes en la España del Emperador
Klaus Wagner Universidad de Sevilla Hace poco, en 1998, apareció publicado por Ediciones Destino la novela El Hereje de Miguel Delibes, que hasta el momento ha conocido 15 reediciones. En esta delicada obra del autor vallisoletano, distinguido con el Premio Nacional de Narrativa 1999, se recuperan de forma literaria los cruentos sucesos ocurridos en Valladolid con motivo del descubrimiento del foco de herejía luterana en 1558 y los posteriores autos de fe celebrados al año siguiente en la ciudad del Pisuerga. Los acontecimientos, a los que hay que sumar los acaecidos en Sevilla por las mismas fechas, amargaron gravemente los últimos días de Carlos V en su retiro del monasterio de Yuste, donde murió el 21 de septiembre de 1558 angustiado por la inesperada aparición en el corazón de sus reinos de la Península Ibérica, ya no de individuos aislados, sino de grupos más o menos organizados que siguen corrientes luteranas y reformistas, no siempre claramente definibles. ¿Qué había ocurrido durante los años de su reinado en España? El espacio que se me concede me obliga necesariamente a ser sucinto, y soy consciente de embarcarme en una empresa altamente comprometida. Comencemos con las disidencias que surgen en las postrimerías del siglo XV representadas por Pedro de Osma, «el primer protestante español» como lo llamó Marcelino Menéndez Pelayo. Sin embargo, el juicio del autor de los Heterodoxos Españoles ha sido criticado últimamente por José C. Nieto que, con razón, ve en las proposiciones de Osma la «voz muy personalísima de heterodoxia y herejía española»1 (su preocupación por la crítica filológica de las Sagradas Escrituras, sus ideas respecto de la confesión, indulgencias y autoridad del Papa, amén de la afirmación de que la Iglesia romana podía y ha errado en cuestiones de fe). A ella se unen, en esta época, las de los herejes de Durango y la del catalán mosén Urbano, cuyo pensamiento parece hacerse eco de ciertas herejías de los fratricelli franciscanos, en el caso de los primeros, y las de Joaquín de
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José C. Nieto, El Renacimiento y la otra España, Genève, Librairie Droz, 1997, pp. 6582, en especial pp. 68-77.
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Fiore, con algunas connotaciones de judaismo, en el segundo. Sin embargo, fueron voces aisladas, fáciles de controlar y suprimir. La historia de la espiritualidad de la España del Emperador arranca, en buena parte de la obra reformadora del cardenal Francisco Jiménez de Cisneros. Su reforma del clero regular (franciscanos) produjo un acercamiento de la vida religiosa a amplios sectores de la sociedad. Mandó traducir obras de San Jerónimo, Jean Gerson, San Juan Clímaco, Santa Catalina de Siena, el PseudoDionisio y otros clásicos cristianos, lecturas preferidas de los alumbrados de Toledo. Es más, a partir de Cisneros España experimenta un extraordinario florecimiento de literatura religiosa y espiritual en lengua vulgar. No olvidemos que más de la tercera parte de los libros impresos en España en el siglo XVI y primera parte del siglo XVII, fueron obras de devoción y edificación con una enorme participación de las de carácter ascético y místico. Basta con repasar el elenco que ofrece Melquíades Andrés en su libro Historia de la mística de la Edad de Oro en España y América2. La «doctrina» del grupo de los llamados alumbrados o iluminados de Toledo (1519-1529), en el que abunda el elemento de los conversos tendentes a una religiosidad personal e íntima, es conocida por el edicto inquisitorial de 23 de septiembre de 15253. Las proposiciones esenciales hablan de su negativa a reconocer cualquier mediación entre el hombre y Dios, el rechazo del culto a las imágenes y de la oración vocal y votiva, la negación del estado de perfección monástica; en cambio ensalzan la vida secular y el matrimonio. La doctrina del dejamiento («que después que uno se hubiese dexado a Dios, sólo ésta la vastava para salvar su ánima») supone prescindir de todo medio de acercamiento a Dios, vivir una experiencia de lo divino sobre la base de la Biblia y por medio de la oración mental. En una época de grandes confusiones, en las que confluyen además el erasmismo y el luteranismo, no es de extrañar que hasta aquellos que desde posturas ortodoxas pretendían una reforma tendente a una religiosidad interior, incluida la oración mental y la lectura de las Sagradas Escrituras, se hiciesen sospechosos de herejía, como les ocurrió a San Ignacio de Loyola, San Juan de Ávila, Santa Teresa, San Juan de la Cruz y otros. Las peripecias de los alumbrados de Toledo, guiados por Pedro Ruiz de Alcaraz e Isabel de la Cruz (¡ella viste el hábito de los terciarios de San Francisco!) con sus conventículos cerrados (se consideraban contemplativos,
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Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos, 1994, pp. 153-201. De 1485 hasta 1750 cuenta 1.200 obras espirituales. Vicente Beltrán de Heredia, «El edicto contra los alumbrados del reino de Toledo (23 de septiembre de 1525)», en Revista Española de Teología X (1950), pp. 105-130.
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iluminados, perfectos4) desembocan en el auto de fe celebrado en Toledo en 15295. Años más tarde surgirán, con connotaciones distintas, otros grupos de alumbrados en Extremadura (1570-1582), Alta Andalucía (1575-1590), Sevilla (1605-1630), e Hispanoamérica (1570-1605), que han de quedar fuera de nuestras consideraciones6. Las intenciones del cardenal Cisneros, que no sólo alcanzaban a la mejora de costumbres y disciplina del clero regular, sino a la vida cristiana en general, culminan con la fundación de la Universidad de Alcalá de Henares (1506). Como nueva creación pudo librarse del lastre de la Universidad tradicional, para cumplir con el principal objetivo de perseguir la formación óptima del clero, para conseguir buenos curas de almas. De sus aulas saldrían los grandes campeones, tanto en el campo de la Iglesia Católica Romana (San Ignacio de Loyola, Santo Tomás de Villanueva, San Juan de Avila, Domingo de Soto), como en el de los disidentes (Juan de Valdés, Constantino Ponce de la Fuente, Francisco de Vargas, Juan Gil (Egidio), Agustín de Cazalla, [...]). En Alcalá imperaba el espíritu de Erasmo entre alumnos y profesores, hasta que fue denunciada por herética la Doctrina cristiana (Alcalá 1529) de Juan de Valdés, quien prefiere exilarse en Italia, donde compondrá más tarde el Alfabeto cristiano (1546), en el que sostiene la justificación por la fe sola, y las Ciento diez consideraciones, en las que expone su idea de la salvación por la iluminación interior. El grupo de los simpatizantes de Erasmo empieza a disolverse. En 1533 estalla el proceso de Juan de Vergara, célebre Humanista de la Universidad de Alcalá, y eminente colaborador en la edición de la Biblia Políglota Complutense, otra de las grandes empresas del cardenal Cisneros. Se le acusó ante el Santo Oficio de la Inquisición de luterano, alumbrado y erasmista. Era ciertamente amigo y admirador de Erasmo, acerca del cual declara que no cree que «sea segundo Lutero». Presenció en la Dieta de Worms la aparición de éste y el ambiente que suscitó, para adoptar una actitud negativa frente al monje rebelde. Y así manifestará que pudiendo a los principios, antes que se vedasen los libros de Lutero, tenerlos por ser como es doctor teólogo y ser de su
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M. Andrés, ob. cit., p. 279. Antonio Márquez, Los alumbrados: Orígenes y filosofía, Madrid, Taurus, 1972. Alvaro Huerga, Historia de los alumbrados, 5 vols., Madrid, Fundación Universitaria Española, 1978-1994.
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Klaus Wagner profesión leer buenos libros y malos de su facultad, nunca los procuró ni los quiso haber.
El proceso de Juan de Vergara7, sin embargo, hacía cada vez más difícil la situación de los erasmistas en Alcalá, produciéndose, aun antes de su condena en 1535, una auténtica «estampida». En busca de ambientes más tranquilos, Constantino Ponce de la Fuente, Juan Gil (Egidio) y Francisco de Vargas se dirigen a Sevilla, en la que llegarán a ocupar puestos importantes en el Cabildo de la Catedral por mediación del arzobispo e inquisidor general Alonso Manrique, él mismo amigo de Erasmo. En 1533 Constantino recibe el nombramiento de predicador de la Iglesia Catedral de Sevilla, al año siguiente Egidio toma posesión de la canonjía magistral y el Dr. Francisco de Vargas obtiene la colación de la cátedra de teología moral, sufragada por el Cabildo hispalense 8 . Llegado a este punto, conviene recordar que la disidencia y herejía en España fueron más bien un asunto interno, independiente e incluso anterior a Lutero en el caso de Pedro de Osma; los alumbrados de Toledo poco o nada tienen en común con el heresiarca alemán, aunque en algunos de sus planteamientos puedan coincidir con el mismo. En aquellos tiempos faltos todavía de definiciones claras, cualquier desviación se metía en un mismo saco con la etiqueta «herejía luterana», siendo como fue Lutero el más temido. Y Lutero y sus obras fueron conocidos no sólo por los españoles que acompañaron al Emperador a la Dieta de Worms, sino que a partir de 1519/1520 se le conoce en la misma España, en la que aparecen también los primeros de sus escritos9. La reacción de las autoridades civiles y eclesiásticas, el emperador en cabeza, fue casi inmediata. El 7 de abril de 1521 un edicto de Adriano de Utrecht, a la sazón regente en Castilla, ordena el secuestro de los libros introducidos, se prohibe su posesión, venta y lectura. Siguen otras medidas
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John E. Longhurst, «Alumbrados, erasmistas y luteranos en el proceso de Juan de Vergara», en Cuadernos de Historia de España (Buenos Aires), fase. 27 (1958), pp. 99163; fase. 28 (1958), pp. 102-165; fase. 29-30 (1959), pp. 266-292; fase. 31-32 (1960), pp. 322-356; fase. 35-36 (1962), pp. 337-353; fase. 37-38 (1963), pp. 356-371. Klaus Wagner, «La biblioteca del Dr. Francisco de Vargas, compañero de Egidio y Constantino», en Bulletin Hispanique LXXVIII (1970), pp. 313-322; id., «El arzobispo Alonso Manrique, protector del erasmismo y de los reformistas en Sevilla», en Bibliothèque d'Humanisme et Renaisssance, Travaux et Documents XLV (1982), pp. 349-350. Véanse John Edward Longhurst, «Luther in Spain», en Proceedings of the American Philosophical Society CIII (1959), pp. 66-93 y Augustin Redondo, «Luther et l'Espagne de 1520 à 1536», en Mélanges de la Casa de Velázquez I (1965), pp. 109-165.
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encaminadas a impedir la difusión de literatura herética mediante controles en las fronteras terrestres en el norte de la Península y en los puertos marítimos, no siempre eficaces10 como veremos. Ignacio Tellechea refiere los casos del dominico Diego de Astudillo, que se hace con libros de Lutero y los lee; de Bernardino Tovar, que adquiere obras luteranas procedentes de Flandes, y otros. El ingenio humano hace que algunas de las obras lleguen con títulos cambiados y aparentemente inofensivos". En ocasiones se utilizan los prólogos a obras de los clásicos latinos para encubrir la propaganda religiosa. Con todo, en los años que van hasta los sucesos de Sevilla y Valladolid (1557/58), son pocos los casos de luteranismo que ocupan al Santo Oficio de la Inquisición, casos al parecer poco definidos, a excepción del de Juan López de Cerain [Celaín], ejecutado en Granada en 1530 por luterano convencido y de los protestantes extranjeros atrapados por la Inquisición, muchos de ellos relacionados con el comercio, la marinería y también con el oficio de la imprenta, tema sobre el cual prepara un libro el profesor Clive Griffin del Trinity College de Oxford. De todos modos, se trata de casos de individuos aislados y por lo tanto, fáciles de controlar, como hemos dicho. Las cosas cambian a partir de 1557/58, ya que tanto en Sevilla, como en Valladolid, nos encontramos grupos más o menos organizados, que en el caso del movimiento reformista de Sevilla alcanza las poblaciones cercanas de Dos Hermanas, Jerez de la Frontera y Cádiz. Los luteranos de Valladolid tienden su red hasta Palencia, Toro y Pedrosa. Volvamos pues a Sevilla, donde dejamos en los años 30 a los mencionados Constantino Ponce de la Fuente, Egidio, Francisco de Vargas y otros llegados de Alcalá. Los sucesos de los que nos vamos a ocupar son en gran parte difíciles de dilucidar, no en último lugar por haberse perdido gran medida de la documentación inquisitorial. Y los testimonios publicados por los perseguidos, sus hagiografías y martirologios, han de tratarse obviamente con cuidado, sobre
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Un ejemplo particularmente llamativo es la presencia masiva de obras que tratan de la Reforma en la Biblioteca Colombina, que Hernando Colón trajo de sus repetidos viajes por Europa. Véase Klaus Wagner, «La reforma protestante en los fondos bibliográficos de la Biblioteca Colombina», en Revista Española de Teología 41 (1981), pp. 393-463. También en: Humanismo, Reforma y Teología. Cuadernos de Historia de la Teología, Cuaderno 40. Serie Repertorios, 13. Madrid, C.S.I.C., 1982. J. Ignacio Tellechea Idígoras, «La reacción española ante el luteranismo», en Tiempos recios: Inquisición y heterodoxias, Prólogo de Marcel Bataillon, Salamanca, Ediciones Sigúeme, 1977, p. 26.
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todo cuando se trata de textos únicos y difícilmente contrastables, como las Sanctae inqvisitionis hispanicae artes aliquot detectae, acpalam traductae [...] de Gonsalvius Reginaldus12. En un ambiente religioso y político distinto se enfrentaban en Sevilla, a mediados del siglo XVI, dos bandos, el de los defensores de una catolicidad conforme al Concilio de Trento (Pero Mexía, Agustín de Esbarroya) y el de los reformistas. En medio, la siniestra figura de Fernando de Valdés, Arzobispo de Sevilla e Inquisidor General desde 1547, permanentemente reñido con el Cabildo hispalense, y que tendrá un papel estelar en la cruenta erradicación de los focos de reformistas de Sevilla y de los luteranos de Valladolid. Por razones personales, sometió a media España a un ambiente de terror, sospechas y persecuciones, siendo su víctima más destacada el célebre arzobispo de Toledo Fray Bartolomé Carranza13. Para ello gobernó con férrea mano el aparato de la Inquisición, no dudando en coaccionar, en ocasiones, a los propios calificadores de la misma. El índice de Valdés es otro ejemplo. Si para el año 1557 José Luis Novalín14 detecta en asuntos de censura «muchos libros y poco rigor», el índice de 1559 es rigurosísimo, tanto que hacía temblar hasta a autores de solvencia ortodoxa como Fray Luis de Granada, San Juan de Avila, Fray Francisco de Osuna, Fray Domingo de Valtanás y otros. Si no, véase y compárese con el Indice de Quiroga de 1583. Los más prominentes acusados y condenados de Sevilla fueron, sin duda, Juan Gil, Egidio, y el Dr. Constantino Ponce de la Fuente, célebre predicador, pero hubo también monjas, frailes, algún aristócrata, artesanos y otros miembros de la sociedad sevillana. Egidio, obispo preconizado de Tortosa, detenido en 1549, procesado y condenado en 1552, cumple la penitencia impuesta y vuelve a ocupar su lugar en el Cabildo hispalense, incluso es encargado por el mismo de representarle en la congregación general de Valladolid de 1555. Muerto Egidio, Constantino le sucede en la canonjía de magistral, después de haberse
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Heidelbergae, 1567. Hay edición bilingüe (latín-español, en face) de Nicolás Castrillo Benito, El «Reginaldo Montano»: primer libro polémico contra la inquisición española, prólogo de Joaquín Pérez Villanova, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas-Centro de Estudios Inquisitoriales, 1991. José Ignacio Tellechea Idígoras, El arzobispo Carranza y su tiempo, Madrid, Ediciones Guadarrama,1968. José Luis G. Novalín, El inquisidor General Fernando de Valdés (1483-]568),Oviedo, Universidad de Oviedo, 2 vols. I: Su vida y su obra, 1968; II: Cartas y documentos, 1971.
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enfrentado al candidato del arzobispo Valdés. Igualmente apresado por la Inquisición el mediodía del 16 de agosto de 1558 y conducido al castillo de Triana, sucumbe a la disentería en los calabozos del mismo. En ningún momento le faltó el socorro material y espiritual de su Cabildo. A los pocos días de ser detenido, el 19 de agosto, los señores capitulares delegan en el Maestrescuela y el Dr. Baltasar de Esquivel que «vayan a hablar con los ss. Ynquisidores sobre el buen tratamy10 del señor dottor Constantino su conCan0»15. El hecho no deja de llamar la atención. De poco le sirvió, sin embargo. Desenterrados sus huesos fue quemado in effigie, junto con los de Egidio en el auto de fe celebrado el 22 de diciembre de 1560. Con motivo de los autos de fe que se suceden en Sevilla de 1559 hasta 1562 fueron condenadas a diversas penas 127 personas16. Se libró Vargas que tuvo la suerte de morir en 1546. ¿Quiénes fueron realmente herejes luteranos? En este punto la literatura se presenta envenenada. Para unos lo fueron todos, como pretende J. C. Nieto, para otros como Alvaro Huerga «el número de luteranos puros se reduce casi a cero»17, para señalar los dos extremos. Ni tanto, ni tan calvo. En mi opinión, Constantino y sus compañeros representan un movimiento reformista autóctono, de orientación erasmista, como así se desprende de los libros que figuran en las bibliotecas de Constantino, Vargas y otros18. Las obras del Dr. Constantino19, entre las que había auténticos best sellers como la Suma de doctrina christiana en que se contiene todo lo principal y necesario que el hombre christiano deue saber y obrar con seis ediciones entre 1543 y 1551, se imprimieron y circularon libremente hasta su inclusión en el
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Cita del acta capitular tomada de Joaquín Hazañas y La Rúa, Maese Rodrigo 1444-1509, Sevilla, 1909, p. 426. Ernst Hermann Johann Schäfer, Beiträge zur Geschichte des spanischen Protestantismus im 16. Jahrhundert nach de Originalakten in Madrid und Simancas bearbeitet, Gütersloh, 1902, 3 vols., reimpr. Aalen, 1969,1, pp. 345-369. Los alumbrados, ob. cit., IV, p. 56 y s. Klaus Wagner, El doctor Constantino Ponce de la Fuente: El hombre y su biblioteca. Sevilla, Diputación Provincial de Sevilla, 1979 [1980] y mis trabajos «La biblioteca del Dr. Francisco de Vargas, compañero de Egidio y Constantino», en Bulletin Hispanique (Bordeaux) LXXVIII (1976), pp. 313-324; «Gaspar Baptista Vilar, «hereje luterano», amigo de Constantino y de Egidio», en Archivo Hispalense 187 (1978) [1979], pp. 107-118; «Los maestros Gil de Fuentes y Alonso de Escobar y el círculo de «luteranos» de Sevilla», en Hispania Sacra XXVIII (1975), pp. 239-247. Ver la bibliografía en María Paz Aspe Ansa, Constantino Ponce de la Fuente: El hombre y su lenguaje, Madrid, Universidad Pontificia de Salamanca-Fundación Universitaria Española, 1975, pp. 175-176.
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índice de Valdés. No figuran en los de 155120. Sólo a partir de 1553 se suceden algunas denuncias y censuras aisladas, sin que se le pueda atribuir ninguna herejía formal. Lo demás no pasa de ser chismes de algunos, que, como tales, no llegaron a materializarse nunca en denuncias formales21. No olvidemos, por otra parte, que, como acierta a destacar Ignacio J. García Pinilla, Constantino publicó sus obras con anterioridad a la difusión de los decretos tridentinos y que después intentó, al parecer, adaptarlas a los mismos, «aunque bien poco diligentemente»22. En relación con los sevillanos habría que repetir lo dicho en circunstancias parecidas por Ignacio Tellechea: «¿qué significa la etiqueta de luteranismo aplicada por la Inquisición en cada caso concreto?», para recordarnos seguidamente que el ambiente de crítica y discusión libre en el seno del mismo catolicismo, en especial en los movimientos de signo erasmista: adoptar una posición crítica frente a las indulgencias, ayunos y vigilias, exterioridad del culto a los santos, sufragios, abusos en la misa, etc., no implica sin más una actitud luterana23. Distinto es el caso del célebre «Julianillo», Julián Hernández, individuo de fuera de Sevilla, que trató de introducir obras heréticas en la ciudad y fue descubierto y apresado24. Distinto también el caso de los monjes jerónimos de San Isidoro del Campo que huyeron a Ginebra, donde se declararon abiertamente protestan-
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Así el Catecismo christiano para instruir a los niños (Sevilla, 1547; Amberes, 1556); Exposición del primer psalmo de David cuyo principio es Beatus vir divuidida en seys sermones (Sevilla, 1546 y 1551, Amberes 1556); Confission de un pecador delante de Iesu-Christo, redemptory juez de los hombres (Sevilla, 1547 [anónimo], Evora, 1554, Amberes, 1556, con el Catecismo christiano). Así Francisco de Borja: «Aliquis latet error» y el Dr. Diego Pérez de Valdivia, que en otro momento pretendió haber descubierto un no existente lujo de la vivienda de Constantino: «Discípulo me ha parecido de Lutero», ¿y cómo interpretar la respuesta del maestro Juan de Avila a éste: «Hijo, en la vena del corazón le habéis dado»? I. J. García Pinilla, «El doctor Constantino Ponce de la fuente visto a través de un parecer de la Biblioteca Vaticana (Ms. Ottob. Lat. 782)», en Archivo Hispalense 238 (1995), pp. 71-79. J. I. Tellechea Idígoras,«La reacción española [...]», en ob. cit., pp. 26 y ss. Eugénie Droz, «Note sur les impressions genevoises transportée par Hernández», en Bibliothèque d'Humanisme et RenaissanceXXII(1960), pp. 119-132; John E. Longhurst, «Julián Hernández, protestant Martyr», ibid., pp. 90-118.
Luteranos y otros disidentes en la España del Emperador
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tes: Juan Pérez de Pineda (traductor del Nuevo Testamento), Cipriano de Valera, Casiodoro de Reina (traductores de la Biblia) y otros, que, junto con Juan de Valdés, Francisco de Enzinas, (que también tradujo el Nuevo Testamento) y Miguel Servet, forman parte del protestantismo español en el extranjero. Casi simultáneamente se suceden los acontecimientos de Valladolid. Sin embargo, en el caso de los disidentes de Castilla descubiertos en 1558 estamos mejor informados, ya que se conocen mejor los procesos seguidos por el Santo Oficio de la Inquisición. No obstante, mientras que en Sevilla los reformistas actuaron sobre todo por medio de la predicación, los luteranos de Valladolid se organizaron en conventículos con una especie de liturgia propia de los mismos y un eficaz proselitismo. Si desde el punto de vista sociológico en Sevilla abundaban más bien los estratos populares, en Castilla nos encontramos, en cambio, con miembros señalados de la sociedad estrechamente relacionados entre sí; en cabeza Carlos de Sesa (un aristócrata italiano que aporta elementos del protestantismo de Juan de Valdés y de los valdesianos de Italia), varios representantes de la nobleza y de las Órdenes Militares, así como del clero secular y regular. Un papel importante corresponde a la familia de los Cazalla, sobre todo Pedro, párroco de Pedrosa, y Agustín, que había sido capellán del Emperador y predicador en la corte. A poco de ser descubiertos, el tribunal de la Inquisición de Valladolid, a diferencia del de Sevilla, actuó con gran celeridad. Con los sonados autos de fe de 21 de mayo y 9 de octubre de 1559 -éste último presenciado por Felipe II- y los de Sevilla, quedó definitivamente erradicada cualquier amenaza seria de disidencia25.
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Sobre las causas juzgadas en otros tribunales de la Inquisición, véase el estadillo incluido en Historia de la Iglesia en España: dirigida por Ricardo García-Villoslada, 111-2°, Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos, 1980, pp. 238-239. En su mayoría se trata de extranjeros capturados a su paso por España.
Juan de Valdés y la crisis de Camerino, 1534-1535*
Daniel Crews Missouri State University
En el verano de 1534 la sombra de la Medialuna turca oscureció el Mediterráneo Occidental. Kheireddin Babarossa, el Gran Almirante de la armada turquesa, inició una ofensiva naval en junio, destrozando las costas del norte y del sur de Italia, antes de apoderarse de Túnez en agosto1. El emperador Carlos V no podía permitirle a su enemigo mortal tal posición ventajosa para atacar los pueblos de la costa y el transporte tan vital entre sus dominios españoles e italianos. La cuestión no era si Carlos atacara Túnez en 1535, sino cuánta fuerza pudiera usar en la campaña. Los consejeros del emperador favorecieron el asalto de Túnez, pero avisaron que no podría tener éxito si fuera obligado a luchar en otra parte. El primer obstáculo a la concentración de fuerza en Túnez era la amenaza de una guerra general en Italia sobre la sucesión de Camerino, un pueblo muy fortificado cerca de la frontera de los Estados Papales y el Ducado de Urbino. En esta crisis diplomática, Juan de Valdés tuvo un papel decisivo en evitar la guerra y volvió a entrar en el servicio directo de Carlos V. Camerino era la última disputa en un feudo viejo entre Urbino y el papado. Leo X depuso al Duque Francesco María I della Rovere en 1516 y con brevedad integró el ducado en los Estados Papales. En 1521 Rovere volvió al poder, pero como vasallo del papado. En vez de ayudar a su señor durante el saqueo de Roma, Francesco les quitó el pueblo fronterizo de Perugia a los Estados Papales. Venecia, el protector tradicional de Urbino, aprovechó también la oportunidad para agarrar territorio papal. En los tratados de 1530 y 1533 de Bolonia, Venecia y Urbino acordaron cederles estos territorios a los Estados Papales a cambio del reconocimiento por Clemente VII de la independencia de Urbino. Con estos *
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Las investigaciones para este ensayo tuvieron el apoyo del Programa para la Cooperación entre el Ministerio de Asuntos Culturales de España y Universidades de los Estados Unidos y Central Missouri State University. También quiero reconocer la ayuda esencial de doña Isabel Aguirre Landa del Archivo General de Simancas. Roger Bigelow Merriman, The Rise of the Spanish Empire in the Old World and the New, vol. Ill The Emperor (New York: Cooper Square Publishers, Inc., 1962, orig. 1918), p. 305.
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tratados Venecia, Urbino y Clemente VII se unieron con la alianza defensiva de Carlos V para mantener el status quo del territorio en Italia. Las raíces de la crisis de Camerino se remontan a 1521 cuando el Duque de Camerino, Giovanni María Varano, dejó la sucesión en disputa entre su pariente Ercole Varano y su hija Giulia de cuatro años. El legado desembocó en una crisis diplomática en 1534 cuando la viuda del duque fortaleció la demanda de su hija negociando su casamiento con Guidobaldo della Rovere, hijo y heredero del Duque de Urbino2. Puesto que ningún papa sancionaría tal unión, los padres apresuradamente arreglaron el casamiento después de la muerte de Clemente VII. Los documentos del casamiento fueron firmados el día de la elección de Pablo III, y la pareja tomó posesión de Camerino el 17 de octubre de 1534. El nuevo pontífice rápidamente prohibió la unión de Camerino y Urbino, y mandó que el casamiento quedara sin consumar. Para mantener ocupado al papa, el Duque de Urbino, no tan secretamente, animó a la familia de Vallones a conducir una rebelión en Perugia, donde asesinaron al legado del papa3. Estas acciones preocupaban a Carlos V. Carlos no se vio obligado a defender Camerino pues no era parte de los tratados de Bolonia, pero Urbino era miembro de su liga defensiva y por eso estaba bajo la protección imperial. Venecia y el Duque de Florencia, dos miembros principales de la liga, apoyaron fuertemente a los Roveres. Para mantener la alianza, Carlos tuvo que honrar su compromiso con Urbino, pero tuvo que hacerlo sin enajenar al papa, quien prometió convocar al concejo general que Carlos necesitaba para pacificar Alemania. En enero de 1535 Carlos informó al Duque de Urbino que podría confiar en su ayuda si Urbino fuera víctima de agresión, pero había de guardar este compromiso como secreto. Además, debía hacer circular el asunto de Camerino a las cortes y terminar su apoyo de la rebelión en Perugia. El duque obedeció todas estas peticiones excepto mantener el apoyo de Carlos como secreto. En cambio, abiertamente se jactó de él4. El Virrey de Nápoles, Pedro de Toledo, tenía la doble responsabilidad de reclutar tropas para Túnez y de proteger miembros de la liga italiana. Necesitaba
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Ludwig Pastor, The History of the Popes, From the Close of the Middle Ages, 4th ed., ed. y trad. Ralph Francis Kerr (London: Routledge Y Kegan Paul Ltd., 1950): tomo XI, pp. 304-305. Archivo General de Simancas (AGS), Estado leg. 1180 f. 87, Relación de las cartas de Antonio Leyva a Carlos V 8 y 27 nov., y 5 die. 1534; y AGS, Estado leg. 1311 ff. 118-120, Antonio Soria a Carlos V 19 die. 1534. AGS, Estado leg. 1311 f. 27, Soria a Carlos 30 enero 1535; Estado leg. 1311 f. 71, Relación de la carta de Soria a Carlos 23 feb. 1535.
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información precisa de las ambiciones papales para preparar efectivas contingencias militares, pero desconfiaba del embajador de Carlos en Roma, Fernando da Silva, el Conde de Cifuentes. Toledo se quejó de que, «Su Santidad es su soberano como he escrito a Su Alteza muchas veces antes»5. Valdés compartía el odio de Toledo a Cifuentes a quien había acusado de manosear su correspondencia y socavar su puesto en Roma6. El virrey necesitaba a alguien con buenas relaciones en Roma, en quien pudiera confiar. En septiembre de 1534 el virrey pidió al Secretario del Estado Francisco de Los Cobos que reintegrara a Valdés al servicio imperial. Juan de Valdés, hermano del secretario Valdés, es buena persona y certifico a Vuestro Señor que fue a Su Majestad allí lo que puede y tanto como otro. [Para] nosotros [es] de mas calidad porque tiene inteligencias de las muy secretas y siempre soy avisado de lo que se ofrece con toda diligencia sin falta fue hallado. Su Majestad en lo que digo me escribió que no le pagan salario de cierta placa de gentil o contino de que Su Majestad le hizo merced por su ausencia. Certifico a Vuestro Señor que aunque la tenga de la corte de Su Majestad nota hace en servir lo que puede en lo que [he] dicho 7 .
Al principio Juan de Valdés servía en Roma como un Chambelán Papal de Clemente VII. En noviembre de 1532 Juan encontró la corte imperial en Mantua y recibió nombramiento de secretario imperial con un sueldo de 60.000 maravedís al año8. El mes siguiente Carlos le cedió a Juan el cargo de Archivero de Nápoles9. Juan se quedó con la corte imperial hasta que se fue de Italia en abril de 1533 y ayudó a Carlos a negociar el Segundo Tratado de Bolonia10. Cuando Valdés llegó a Nápoles, el Concejo Colateral se opuso a su nom-
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AGS, Estado leg. 1021 f. 18, el Virrey Toledo a Carlos, sin fecha pero probablemente enero 1535. José F. Montesinos ed., Cartas inéditas de Juan de Valdés al Cardenal Gonzaga (Madrid: Saguirre Impressor, 1931), p. 56 Valdés al Cardenal Gonzaga 26 nov. 1535 y p. 74 Valdés a Cardenal Gonzaga 26 die. 1535. AGS, Guerra y Marina leg. 6 f. 119, el Virrey Toledo a Cobos 15 sept. 1534. AGS, Quitaciones de Corte, Escribiano, leg. 30 f. 310. Benedetto Croce, Una datta importante nella vita di Juan de Valdés, Archivo Storico per le Provincie Napoletane 27 (1902), pp. 151-153. AGS, Quitaciones de Corte, Escribiano, leg. 30 f. 310; y Angel Castellán, «Juan de Valdés y el círculo de Nápoles», Cuadernos de historia de España, tomo 37/38, p. 258.
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bramiento como archivero. Repetidas veces Carlos escribió al virrey para asegurar una compensación generosa para Juan. Toledo juró hacer al concejo «entender que Vuestra Maj estad es servido»11. Carlos respondió, «encargarle que lo haga así»12. Después de que Juan recibió mil ducados por el cargo en diciembre, Toledo informó a Carlos que Valdés estaba «bien contento como convenía al servicio de Vuestra Majestad»13. Carlos contestó con gratitud, «huelga dicho por la que sirvió su hermano y porque se le hizo esta que por sus servicios»14. El Virrey Toledo sabía que Carlos apreciaba las habilidades de Juan como cortesano y diplomático. A mediados de diciembre Toledo repitió su petición del nuevo nombramiento a Valdés al servicio imperial, esta vez notando su residencia en Roma. Escribió a Cobos, toda merced y favor que Vuestro Señor hiciere a Juan de Valdés le terne por propio porque es hombre cuerdo y que su residir en corte romana no hace daño al servicio de su majestad por sus buenas inteligencias 15 .
El mejor informante de Valdés en Roma era el Cardenal Ercole Gonzaga, el hermano de la Duquesa de Urbino. Con Valdés en su sitio, el virrey se puso a atacar al Embajador Cifuentes. El Conde Cifuentes jamás despacha ninguna cosa que de aquí se le escriba que importar. Pues no se puede decir que lo hace porque no es pagado porque no se le debe un quatrin[...]. Ya con el conde no se puede vivir16.
Tres documentos contienen resúmenes de diez cartas que Valdés le escribió al Virrey Toledo con respecto a la crisis de Camerino entre el 30 de enero y el 13 de marzo de 1535. El primer documento es una carta descifrada del virrey a Carlos17. Toledo empezó por preguntar las últimas noticias desde Cifuentes. El embajador afirmó que el papa le había dado a Francis I la décima de las iglesias
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AGS, AGS, AGS, AGS, AGS, AGS, AGS,
Estado 1015 f. 103, el Virrey Toledo a Carlos 6 oct. 1533. Estado 1015 f. 127, Relación de las cartas del Virrey Toledo 6 y 7 oct. 1533. Estado 1017 f. 18, el Virrey Toledo a Carlos 9 feb. 1534. Estado 1017 f. 26, Relación de la carta del Virrey Toledo a Carlos 9 feb. 1534. Guerra y Marina leg. 6 f. 123, el Virrey Toledo a Cobos 15 dic. 1534. Guerra y Marina leg. 6 f. 153, el Virrey Toledo a Cobos 23 enero 1535. Estado 1021 f. 30, el Virrey Toledo a Carlos sin fecha.
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francesas para equipar treinta y seis galeras para ayudar a Carlos en su campaña en Túnez. Durante más de un año Carlos había sospechado una alianza entre Francia y los turcos, así Toledo sabía que el emperador dudaría de la información18. Toledo editorializó, de aquí se puede considerar lo que más fuera servido Vuestra Majestad por una parte putañear y hacer caricias a Barbarroja y por la otra decir dar a sus galeras contra él19. Con esta introducción Toledo presentó el informe de Valdés. Según Valdés, el papa recibiría un tercio de la décima y certificó que Francis le había ofrecido al papa dinero adicional para obtener Camerino para su hijo Luis Farnese. Según Valdés hablaban en Roma sobre Camerino como «han de ser capitanes en la empresa y que la cosa va muy adelante»20. El segundo documento conteniendo las cartas de Valdés se titula, «Relación de nuevas de todas partes no embargante que así el serenísimo rey de los romanos como otros ministros de Su Majestad lea y andado cuenta dellas»21. Es un informe de inteligencia que evalúa si los franceses harían guerra en Alemania o Italia mientras Carlos atacaba Túnez. Este documento es especialmente interesante puesto que menciona a Valdés mandando y recibiendo información de Fernando, hermano de Carlos. El 19 de febrero Valdés escribía que el 18 el papa avisó a los cardenales en consistorio de su decisión de impedir la unión de Camerino y Urbino, y su intención de mantener un equilibrio entre los franceses y Carlos. Él no se juntaría con la liga defensiva de Carlos. El 21 de febrero Valdés informó al virrey de los consejos de Fernando para él en cuanto a las negociaciones conciliares. El rey de los romanos le dio gracias al papa por su buena voluntad al anunciar su intención de convocar un concejo general, pero avisó que a no ser que un concejo general o uno nacional se reuniera muy pronto, «se pone a peligro que toda Alemania le quite la obediencia»22. Después de la petición de Fernando, Valdés suavizó su visión de
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Merriman, p. 303. AGS, Estado 1021 f. 30, el Virrey Toledo a Carlos sin fecha. Ibid. AGS, Estado 1021 ff. 42-51. Ibid.
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las intenciones de Pablo III. Ahora aseguró al virrey que, «Su Santidad no faltará de poner y procurar paz a la cristiandad y que siempre estar neutral»23. Cifuentes se veía cada vez más inepto en las negociaciones de Camerino. A fines de enero afirmó que las amenazas papales contra Camerino eran solamente una fanfarronada. Desafortunadamente para la credibilidad de Cifuentes, las fuerzas papales ya habían sido mandadas a Camerino para bloquear el movimiento de comida, municiones, o tropas al territorio disputado24. Para hacer a Camerino pasar hambre hasta la sumisión, el pontífice forzaría al Duque de Urbino a ser agresor, anulando así el tratado puramente defensivo entre Carlos y Urbino. Tal vez enojado por su error de juicio, Cifuentes ahora apoyó el esquema de Venecia de hacer a Carlos declarar a Camerino territorio imperial y después transferirlo a Urbino25. No sólo arriesgó este plan una guerra general en Italia, habría arruinado cualquier esperanza para la cooperación papal en negociaciones conciliares. A principios de marzo Carlos decidió que Valdés estaría al cargo de las negociaciones de Camerino. El primero de marzo Carlos mandó una carta a sus contadores volviendo a nombrar a Valdés a su servicio personal. «Juan de Valdés [...] nos sirva en lo que le mandaré [...] [y] le sean pagados sin le pedir como entiende en cosas de nuestro servicio ni otra residencia alguna»26. La carta vino directamente de Carlos pues está firmada «yo el rey». Evidentemente Carlos quería usar a Valdés en negociaciones delicadas y sigilosas. El 19 de marzo el embajador español en Venecia se fijó en el reemplazo de Cifuentes en las negociaciones de Camerino. Las más frescas letras que tengo de Roma son de 11 de presente pero no las tengo del señor Conde de Cifuentes. Otros me escribían que perseveraba el papa en mostrar todo en ojo contra el Duque de Urbino y querer proceder con todo rigor27.
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Ibid.
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AGS, Estado leg. 1311 f. 11, Relación de carta de Soria a Carlos 30 enero 1535. AGS, Estado leg. 1311 f. 69, Soria a Carlos 19 marzo 1535; y AGS, Estado 1311 ff. 83-85, Soria a Cobos 19 marzo 1535. AGS, Quitaciones de Corte, Escribiano, leg. 30 f. 310. Una copia de la misma carta fue enviada también a Residencias, el cuerpo responsable de repasar los documentos del servicio de los funcionarios reales. AGS, Residencias leg. 4 f. 604. AGS, Estado leg. 1311 ff. 83-85, Soria a Cobos 19 marzo 1535.
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El 21 de marzo Toledo mandó a Carlos un resumen de cuatro cartas de Valdés, fechadas el 22 de febrero, y los 6,11, y 13 de marzo28. La información de Valdés era muy precisa. El papa usó canales legales para anular la investidura original en Camerino de Alejandro V. Luego excomulgó a Giulia, a su madre, y a su esposo Guidobaldo, declaró depuesta a Giulia, y asignó Camerino a Ercole Varano. Después informó a todos los embajadores en la corte de la justicia de llegar a las armas contra Camerino y pidió su apoyo. Valdés citó la respuesta desafiante del embajador de Venecia. «Yo se bien que por vuestra leyes lo justificéis cuanto quisiérades pero también se que ay otras leyes [...] que son las del Evangelio de Cristo ved vosotros a cuales habéis de tener más respecto»29. A pesar de la protesta fuerte de los venecianos, y el jactarse del Duque de Urbino por el apoyo de Carlos, el papa mandó que las tropas empezaran el bloqueo de Camerino. Los venecianos y los imperialistas sospechaban que el papa tenía el apoyo secreto de los franceses siempre porque las fuerzas papales no podían igualar las de Urbino y sus aliados30. Valdés en tono inquietante avisó que si no se evitaba la guerra «la mayor parte de Italia quitaría la obediencia a la Iglesia y que muchas de sus tierras del papa se le levantarían»31. Carlos se preparó para lo peor. Mientras, asegurando otra vez al Duque de Urbino y Venecia de su apoyo, explicó que tenían que guardarlo como secreto32. Mientras tanto hizo al virrey preparar a Ascanio Colonna para la posible acción militar dentro de los Estados Papales. Carlos se preparó para el conflicto local, pero Ascanio temía la intervención francesa y quería más aliados implicados desde el principio33. Como la guerra parecía inminente, el Virrey Toledo indicó claramente su preferencia por la paz, la cual fue sin duda compartida por Valdés. «Nuestro Señor le tenga de su mano para que ponga paz en ella y que toda la guerra se emplee contra Infieles como Vuestra Majestad lo hace»34. A fines de marzo Italia rayaba en una guerra desastrosa que debilitaría o retrasaría el golpe de Carlos contra los turcos, y envenenaría un concejo general. Pero dos meses después el papa suspendió su ejercicio contra Camerino y Carlos procedió con su gloriosa campaña de Túnez. Una visión del cambio diplomático
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AGS, Guerra y Marina leg. 6 f. 156, «Razón de lo que escriben particulares en Roma al Visorey de Ñapóles sobre la causa de Camerino», 21 Marzo 1535.
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Ibid.
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AGS, AGS, AGS, AGS, AGS,
Estado leg. 1311 f. 74, Relación de carta de Soria 30 enero 1535. Guerra y Marina leg. 6 f. 156, el Virrey Toledo a Carlos 21 marzo 1535. Estado leg. 1311 ff. 79-82, Soria a Carlos 13 marzo 1535. Estado 1021 f. 70, el Virrey Toledo a Carlos 16 marzo 1535. Guerra y Marina leg. 6 f. 151, el Virrey Toledo a Carlos 21 marzo 1535.
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se da en dos documentos incluidos bajo el título general, «Lo que se consultó en Barcelona el mes de abril 1535 para despachar a Alemania y Italia sobre lo del ducado de Camarino y otras cosas»35. El primero es un informe largo probablemente del Consejo Real evaluando la posibilidad de guerra basada en la información de todas partes de Europa. Enfatizó la necesidad de un ataque inmediato contra los turcos pero advirtió que «dos grandes empresas serían difíciles o como imposibles de emprender y bien conducir»36. Los autores estaban convencidos de que los franceses, sin ayuda, no eran capaces de iniciar una campaña durante otro año. Para mantener establecida Alemania, aconsejaron a Carlos que declarara que estaba pronto un justo arreglo religioso o por el concejo general o por una reunión de la Dieta Imperial. En cuanto al papa, indicaron que Carlos tomara una posición suave sobre Camerino para ayudar a la convocación del concejo y para evitar una guerra en Italia. Le recordaron al emperador la amenaza reciente del pontífice al embajador en Venecia, que una situación similar a Camerino había conducido al llamar a las tropas francesas en 1494. Los autores recomendaron que las negociaciones de Camerino fueran conducidas por otra persona y no Cifuentes porque éste estaba demasiado a favor de los franceses. En cambio Carlos «debiese enviar una persona a Su Santidad bien instructa para discreta y diestramente entender en esto»37. El segundo documento es una carta anónima a Carlos de esa persona sobre sus negociaciones con el nuncio papal. Juan de Valdés era el autor más probable porque estaba más asociado con las discusiones de Camerino que cualquier persona en Roma y había sido un cortesano favorecido en la corte papal. El autor obviamente no era Cifuentes ya que el autor mencionaba al conde e indicó que no discutió ningún particular con Cifuentes dejando esto a Carlos. Además, señalando el papel de Valdés en estas discusiones delicadas están las recompensas considerables que recibió de los dos, el papa y el emperador, el año siguiente38. Finalmente está la preocupación tan grande del autor de que el concejo general fuera convocado inmediatamente después de la empresa en
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AGS, Estado 1458 ff. 102-108 Ibid. Ibid. Aunque uno pudiera discutir que Valdés merecía los puestos lucrativos que Carlos le concedió en Nápoles por otro servicio, Pablo III no le habría dado la valiosa prebenda de San Clemente por nada. Diego Torrente Perez, Documentos para la historia de San Clemente, Madrid, Marsiega, S. A., 1975, tomo 1, p. 407.
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Túnez, una opinión que Juan de Valdés expresó fuertemente en su correspondencia con el Cardenal Gonzaga39. El autor de la carta tenía discusiones acaloradas con el nuncio sobre el concejo general y Camerino. Sin éxito, exigió al nuncio la obligación papal de llamar al concejo sin tener en cuenta la opinión de Francis I sobre ello40. El nuncio insistió en que la acción del papa contra Camerino era solamente «guardar el [sic] autoridad y los derechos de la Iglesia»41. El autor respondió que Carlos no tenía autoridad sobre el Duque de Urbino y que los aliados italianos del duque lo apoyarían por cierto si una guerra siguiera. También advirtió a «otros que no fuesen de Italia» (i.e. los luteranos) que usarían la oportunidad para provocar problemas42. Admitió que el papa tenía todo el derecho de exigir la obediencia de Urbino en el asunto, pero para el bien común de la Cristiandad, el concejo y la guerra turca, el papa debía hacer caso de las peticiones de Carlos y los otros príncipes italianos y convenir en postergar su ejercicio contra Camerino. El autor enfatizó que de ninguna manera una suspensión temporal sería considerada una capitulación de los derechos papales a Camerino. La discusión no era muy efectiva, hasta el autor hablaba «confiadamente con él de lo que tocaba a la casa de Su Santidad y al engrandecimiento de ella»43. El papa suspendió su ejercicio contra Camerino en mayo dando placer a todos. Los venecianos así como también el Duque de Urbino44 le dieron las gracias a Carlos por su intervención. Nadie expresó alivio más grande que el Virrey de Nápoles45. A principios de agosto recomendó al nieto del papa para el obispado de Jaén46. La crisis de Camerino es un ejemplo poco conocido de la astuta diplomacia española también como un importante triunfo personal para Juan de Valdés. Ilustra la velocidad y flexibilidad del cuerpo diplomático español como los sumarios de las cartas de Valdés fueron enviados inmediatamente a Italia y Alemania. La acción rápida de reemplazar a Cifuentes por Valdés permitió a Carlos evitar una guerra desastrosa con el papado, aumentar su credibilidad como protector de la liga italiana, y conquistar Túnez, todo sin ceder nada. 39 40 41 42 43 44 45 46
Montesinos, p. 41, Valdés a Cardenal Gonzaga 8 nov. 1535. AGS, Estado leg. 1458 ff. 107-108. Ibid. Ibid. Ibid. AGS, Estado 1311 ff. 52-55,5 junio 1535; y AGS, Estado leg. 1458 f. 202, el Duque de Urbino a Carlos 1 aug. 1535. AGS, Estado 1021 f. 87, el Virrey Toledo a Carlos 24 mayo 1535. AGS, Estado 1021 f. 130, el Virrey Toledo a Carlos 6 aug. 1535.
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Carlos nunca se comprometió a defender Camerino y por unos pocos años siguientes presionó al Duque de Urbino a vender la provincia a Pablo III para su nieto Octavio. Juan de Valdés salió como una figura altamente respetada en el servicio imperial durante el resto de su vida. No solamente ganó recompensa por su servicio, tenía el placer adicional de enterarse por Carlos de que Cifüentes sería suspendido como embajador en Roma47.
Apéndice, Carta anónima a Carlos V sobre Camerino AGS, Estado 1458, ff. 107-108. Transcrito y traducido al español moderno por Sara T. Nalle, William Paterson College. [página 1] Sire, nosotros estuvimos ayer largamente con el nuncio al cual dijimos las razones y consideraciones acordadas sobre el negocio del concilio y la necesidad que hay del, presuponiendo largamente y loando la buena voluntad del papa en ello, y mayormente el quererlo convocar y celebrar quiera o no el rey de Francia. Tocando incidentemente es que el dicho rey ha escrito por su letra a los alemanes para les persuadir que lo que el dicho santo padre se inclinaba era por su medio y no por el motius proprio de su santidad, lo cual el dicho nuncio notó bien. Razonando también lo que importaba para que el lugar del dicho concilio fuese en Mantua y que lo declarase Su Santidad de sí mismo para dejar menos occasión al dicho rey de Francia de malignar para le estorbar y atravesarse en él, y para que Vuestra Magestad tanto mejor pudiese inducir todos los de la dicha Germania así católicos como desviados para lo apropriar. Juntado así mismo lo que nos pareció poder convenir para justificar el dicho lugar de tal manera que en fin el dicho nuncio lo aproprió. Cuanto a lo que concernía a Su Santidad solamente poniendo dificultad cuanto al dicho rey de Francia que podría pretender ser la dicha ciudad de Mantua muy lejos, allende de ser ciudad imperial, sobre lo cual se le respondió que él había aprobado otras ciudades imperiales así de ésta como de la otra parte de los montes y no osaría persistir según lo que últimamente ha escrito a la dicha Germania por la dicha letra, y en fin que si quería allegar alguna cosa contra la dicha Mantua aquello se podría ver
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Montesinos, p. 65, Valdés al Cardenal Gonzaga 6 dic. 1535.
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y examinar cuando el dicho concilio estuviese junto, porque de otra manera no hay aparencia de le poder contentar con este ni con otro ningún lugar, ni menos de la seguridad del. Y presupuesto que por este camino tenía color para estorbar el dicho concilio como se lo habernos por diversos actos mostrado y que estando hecha la dicha conuscación se vería entonces bien el fundamento que el dicho rey podría tener para contradecir [página 2] y se hallaría expediente o que él enviase sus procuradores o según que se miraría y vería la disposición se podría poner delante para les cumplir de razones de mudar el dicho concilio ahora fuese a una de las ciudades de la iglesia o a otro lugar de Italia, lo cual el dicho nuncio halló ser bueno con tal que este último punto de translación fuese tenido secreto. Lo cual como él dice podrá confundir al dicho rey de Francia, con lo que nos parece que el dicho nuncio lo toma a autaja de Su Santidad y por le satisfacer, prometiendo maravillas de la voluntad de Su Santidad cuanto al dicho concilio, mostrando gran deseo de venir al punto siguiente. Cuanto al negocio de Camarino, nosotros trabajamos mucho en le persuadir la suspensión y via amigable declarándole el estado de los negocios públicos, la necesidad inminente y urgente contra los infieles y la armada que Vuestra Merced hace para les resistir e la buena afección por que su santidad muestra, conociendo cuanto esto importa, los inconvenientes y estorbos que podrían suceder señaladamente a Italia continuando a lo menos en esta sazón la exención, la adherencia que el dicho duque de Urbino podría tener y procurar de sus aliados parientes y deudos, y por aventura por desesperación, de otros que no fuesen de Italia que no buscan sino color y occasión, y que la dicha suspensión no quitaba ni perjudicaba al derecho que Su Santidad podía tener. Y que por lo que el dicho nuncio sustentaba reciamente que lo que Su Santidad hacía era solamente para hacer el deber para guardar el autoridad y los derechos de la iglesia, le declaramos que la razón quería que Su Santidad considerase junto con esto por su gran prudencia y experiencia lo que más importaba, y que si Su Santidad se quería parar en la injuria que pretendía haber sido hecha a la autoridad eclesiástica, que sería cosa de gran estima y muy convenible [página 3] a su calidad y de muy buen ejemplo señaladamente en este principio de su pontificado, de usar en esto de clemencia, y a lo menos comportar y suspender la prosecución por
Juan de Valdésy la crisis de Camerino,
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algún tiempo para dar medio al dicho duque de se reconciliar y reconocer en que debía. Si se hallaba en culpa, y también su hijo y las dos duquesas, madre y hija de Camarino, atento así mismo que el proceso había sido hecho contra ellos por contumacia, y que si en el dicho proceso se había considerado el interés, se podía también o mejor y más prestamente conocer por arbitros y medianeros y así se evitarían los inconvenientes antedichos, y que si Su Santidad no lo quería hacer por el respeto de los susodichos ni a su suplicación a lo menos se debría mover por la suplicación de Vuestra Magestad y de los otros potentados de Italia que todos se lo suplicarían por lo que importa al bien público de la cristiandad, y señaladamente de Italia que es su propria patria por la cual ellos han tratado la liga defensiva que Su Santidad sabe. Y que Vuestra Magestad pendiente la dicha suspensión se emplearía de muy buena gana en lo que convendría para dar un buen fin en el dicho negocio, y aunque tuvimos convencido de razones al dicho nuncio sin replica, y que una vez nos demandó por cuanto tiempo debería ser la dicha suspensión, y nos respondió le que por un año o a lo menos por medio año para hacerle la cosa más fácil y hallar principio a la dicha suspensión, después él tornó a decir que no pensaba que Su Santidad condescendería en ello, y que el dicho duque de Urbino no era tan gran cosa como se pensaba y que no tenía medio de mover nada, y que era recia cosa que el señor no pudiese castigar su vasallo, y que si Vuestra Magestad le mandaba obedecer a la sentencia él no osaría contradecir, y que habían dicho los venecianos que ellos harían lo que Vuestra Magestad y no más, a lo cual se le respondió que Vuestra Magestad no quería razonar sobre la sentencia ni de lo que la otra parte pretendía al contrario [página 4] mas que Vuestra Magestad tenía por muy cierto que mandando lo que arriba está dicho al dicho duque no haría nada sino solamente se desperaría para hacer peor. Junto con esto que Vuestra Magestad no le podrá mandar nada cuanto al dicho Camarino que el dicho duque fuese obligado de obedecer, y lo tendría por especie de desconfianza lo cual no podía convenir tanto menos estando los negocios públicos en los términos antedichos, y Vuestra Magestad tan impedido en ellos. Por las cuales consideraciones entre otras parecía a Vuestra Magestad hacer buen deber para con Su Santidad y ser lo mejor el suplicarle por el dicho sobreseimiento y via amigable, y que los dichos venecianos persistían en lo mismo con la obligación que tienen al dicho duque, y que se ha visto diversas veces sobreseer execuciones de sentencias
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de importancia por buenas causas mayormente concernientes el bien público y por evitar inconveniente, rogando al dicho nuncio que hiciese buen oficio, y que Vuestra Magestad escribiría sobre esto al conde de Cifuentes, y fue la conclusión después de muchas declaraciones y pláticas que hablaría aun a Vuestra Magestad una palabra sobre esto. A la cual avisamos de lo que arriba está dicho para que le responda en conformidad o como ser servido, mostrándole confianza de que har en esto buen deber. Allende de esto nosotros le hablamos de las alianzas de casamientos de que un cardenal sin le nombrar había hablado al dicho conde de Cifuentes, y por tanto que nosotros entendimos que el dicho nuncio quería en gran manera justificar al dicho Santo Padre de que no pretendía nada en lo de Camarino por su particular. Hablamos de otros dos puntos y le apartamos cuanto pudimos de este punto, tomando fundamento que después de haber hablado al dicho nuncio de lo que tocaba al Su Santidad cuanto a la dignidad pontifical tanto del espiritual a la fe y al concilio como de la temporalidad de la iglesia en lo que toca a Camarino, nos queríamos hablar particular y [página 5] confiadamente con él de lo que tocaba a la casa de Su Santidad y al engrandecimiento de ella. Y aunque él nos dijo que había entendido nada de lo que el dicho conde había escrito conocimos que no gustaba mal de ello, mas bien dudaba que se hubiese de facilitar el negocio de Camarino por el medio de las dichas alianzas, lo cual nosotros guiamos por otro camino, por dar a entender a Su Santidad la buena voluntad que Vuestra Magestad le tiene, y la confianza que puede tomar de Vuestra Magestad y el respeto a la admonición de hijo y buen consejo de ella, y que ningún otra cosa movía a Vuestra Magestad sino la razón, honestidad, y deber al bien público, y lo que Vuestra Magestad v[e]ia convenir a Su Santidad y a su dignidad, y lo que él debe a su propia patria y a la tranquilidad de ella, y lo puede bien entender por su gran prudencia y experiencia, y no le hicimos memoria del secuestro porque que primero sería menester saber la voluntad de la parte y que basta haber primero hecho esto remitiendo lo demás al conde de Cifuentes. Sire, es verdad que esta escritura es larga prolija, más las pláticas han sido muy largas y servir así mismo de memoria para escribir al dicho conde de Cifuentes lo que ha pasado y avisar a don Lope de Soria, y hablar a los enbajadores de Venecia y de Urbino.
Habsburgische Hausmachtpolitik im Vergleich: Die Entstehung des Erzherzogtums Österreich und des Burgundischen Kreises
Johannes Arndt Universität Münster
Einleitung In diesem Beitrag sollen zwei reichsrechtliche Entwicklungsprozesse miteinander verglichen werden, die zweihundert Jahre auseinander liegen. In den späten 1350er Jahren versuchte Herzog Rudolf IV. von Österreich, seinen Stammlanden eine Privilegierung zu verschaffen, die ihm eine Herrschaftsgestaltung ohne nennenswerte Einflüsse von Seiten des Kaisers und des Reiches gestatten sollte. In den 1540er Jahren unternahm Kaiser Karl V. die reichsrechtliche Zusammenfassung seiner niederländischen Besitzungen zum Burgundischen Reichskreis: Auch hier sollte die Privilegienerteilung die Sonderstellung des Kreises beschreiben sowie dessen Verhältnis zum übrigen Reich klären. In der Forschung sind beide Begebenheiten kontrovers behandelt worden: Wie verhielten sich die jeweiligen Erblande nach der Privilegierung zum Reich? Schieden sie aus dem Reich aus? Waren sie fortan souverän? Antworten auf diese Fragen lassen sich nur finden, wenn versucht wird, die Aktionen beider Habsburger vor dem Hintergrund der politischen und verfassungsrechtlichen Denkwelten ihrer Zeit zu analysieren. Im Gegensatz zur „Territorialisierung nach innen", bei der weltliche und geistliche Fürsten sich seit dem ausgehenden Hochmittelalter um eine staatliche Verdichtung in ihren Territorien bemühten, geht es an dieser Stelle um die „Territorialisierung nach außen", die in einer Begrenzung oder gar Abschüttelung von rechtlichen Verbindlichkeiten gegenüber dem Reich bestand. Ein Sonderfall lag insofern vor, als die handelnden Herrscher zuweilen selbst Kaiser waren - und somit in einen Konflikt zwischen ihren reichsrechtlichen Pflichten und ihren territorialherrlichen Wünschen gerieten.
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Herzog Rudolf IV. und die Entstehung des österreichischen Erzherzogtums Um es vorwegzunehmen: Die Geschichte der staatlichen Verdichtung Österreichs reicht natürlich viel weiter zurück als bis 1358. Mit überzeugenden Argumenten konnte kürzlich eine große österreichische Länderausstellung auf „1.000 Jahre Österreich" verweisen.1 Eine Gesamtdarstellung des österreichischen Territorialisierungsprozesses würde diesen Beitrag sprengen. Hier stehen daher die späten 1350er Jahre im Mittelpunkt, die Zeit der reichsrechtlichen und gleichzeitig auch außenpolitischen Positionsbestimmungen der habsburgischen Kernlande. Die staatlichen Verdichtungsbestrebungen, die Herzog Rudolf IV. von Österreich unternahm, stehen in engem zeitlichen Zusammenhang mit den Bemühungen Kaiser Karls IV. um die Straffung seiner Herrschaft. Der Kaiser hatte zunächst in den frühen 1350er Jahren versucht, seine böhmischen Stände zur Annahme einer Gesetzessammlung zu bewegen, die eine grundlegende Rechtsreform, die Bekämpfung des Fehdewesens und die Rückgewinnung von früherem Krongut beinhaltete. Dieses Reformprojekt, das später unter dem Namen Maies tas Carolina subsummiert wurde, scheiterte jedoch am ständischen Widerstand. 2 Erst im Jahre 1356 gelang dem Kaiser die Absicherung seiner königlichen Herrschaft über Böhmen durch die sog. „Goldene Bulle". Dieses Reichsgrundgesetz wurde später vor allem wegen seiner Bestimmungen über die Kurfürsten und ihre Rechte berühmt. Ebenso entscheidend waren allerdings die böhmischen Privilegien, die der Kaiser sich für seinen dynastischen Besitz verbriefen ließ. Die Lande der Wenzelskrone bildeten durch die unbegrenzten Jurisdiktionsprivilegien einen unabhängigen Rechtsraum innerhalb des Reiches. Da böhmischen Untertanen nicht einmal die Anrufung des Reichs bei Rechtsverweigerung offenstand, ging die böhmische Privilegierung noch über die Rechte der übrigen Kurfürsten hinaus.3 Dadurch daß Karl IV.
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Vgl. den Katalog von Ernst Bruckmüller/ Peter Urbanitsch (Hg.), Österreichische Länderausstellung „ 996-1996 ostarrichi - Österreich ". Menschen, Mythen, Meilensteine, Horn 1996. Vgl. Bernd-Ulrich Hergemöller, Der Nürnberger Reichstag von 1355/56 und die Goldene Bulle, Diss. Münster 1978, S. 13-19; ders., Fürsten, Herren und Städte zu Nürnberg 1355/56, Köln/ Wien 1983, S. 17f. Vgl. Kapitel VIII bis X der „Goldenen Bulle": Arno Buschmann (Hg.), Kaiser und Reich. Klassische Texte und Dokumente zur Verfassungsgeschichte des Hl. Römischen Reiches Deutscher Nation, München 1984, S. 128f.; vgl. auch Adolf Laufs, Art. „Goldene Bulle", in: HRG, Bd. 1, Berlin 1970, Sp. 1739-1946; hier: Sp. 1745. Vgl. zur Interpretation auch: Karl Zeumer, Die Goldene Bulle Kaiser Karls IV., Bd. 1, Weimar
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sein Amt als Reichsoberhaupt nicht zur Mehrung der Reichsrechte, sondern zur Besserstellung seiner eigenen Dynastie nutzte, gab er den Häuptern der anderen großen Dynastien im Reich ein schlechtes Beispiel. Dies wog umso schwerer, als der Kaiser die Habsburger und faktisch auch die bayerischen Wittelsbacher von der Mitgliedschaft im Kurfürstenkolleg ausschloß. Herzog Rudolf IV. von Österreich konnte die Entscheidungen auf den Hoftagen in Nürnberg (Januar 1356) und Metz (Juli 1356) nur als Zurücksetzung seines Hauses betrachten; das Verhältnis zwischen dem Herzog und seinem kaiserlichen Lehnsherrn, der gleichzeitig sein Schwiegervater war, hatte sich in der vorangegangenen Zeit merklich abgekühlt.4 In Rudolfs Auftrag wurde im Winter 1358/59 eine Urkundensammlung erstellt, die dazu bestimmt war, dem Kaiser zur Privilegienbestätigung vorgelegt zu werden. Im einzelnen handelte es sich um fünf Urkunden, die in ihren inhaltlichen Hauptpunkten kurz vorgestellt werden sollen, um die zentralen Konfliktpunkte des Territorialisierungsprozesses während dieses Zeitabschnitts zu verdeutlichen. Rudolf IV. konnte auf ein Privileg Kaiser Friedrich Barbarossas aus dem Jahre 1156 zurückgreifen, dem Privilegium minus, durch das Österreich vom bayerischen Stammesherzogtum abgekoppelt und zu einem eigenen Herzogtum erhoben wurde. Da dieses Privileg heute als echt betrachtet wird, waren die Rechte der Habsburger schon damals erheblich größer als die „normaler" Reichsfürsten: Beschränkung der Heerfolgepflicht auf 12 Gerüstete für Reichskriege gegen Ungarn, Übertragung aller Reichslehen in Österreich an den Herzog, privilegierte Belehnungsmodalitäten, umfassende Gerichtsherrschaft, weibliche Erbfolge, Recht von Gebot und Verbot.5 Die Zusammenstellung vom Winter 1358/59 allerdings war eine erhebliche Erweiterung dieser Bestimmungen. Zwar ist der heutige Rechtsbegriff der Urkundenfälschung nur schwer auf die mittelalterliche Praxis übertragbar, doch es kennzeichnet die Situation, daß eine der maßgeblichen Analysen dieser Privilegienbestätigung im Sammelwerk Fälschungen im Mittelalter steht, das
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1908, S. 51-61. Zur Entwicklung des Verhältnisses: Heinz Stoob, Kaiser Karl IV. und seine Zeit, Graz/ Wien/Köln 1990, S. 127-132; Wilhelm Baum, Rudolf IV. der Stifter. Seine Welt und seine Zeit, Graz/Wien/Köln 1996, S. 35-49 u. 108-123. Privilegium minus, 17. Sept. 1156: MG Const. I, Nr. 159, S. 220-223; Karl Zeumer (Hg.), Quellensammlung zur Geschichte der Deutschen Reichsverfassung in Mittelalter und Neuzeit, Bd. 1, Tübingen 1913, S. 9f.; vgl. Rudolf Hoke, Art. „Privilegium minus, Privilegium maius", in: HRG, Bd. 3, Berlin 1984, Sp. 2014-2025; Erich Zöllner, Der Österreichbegriff. Formen und Wandlungen in der Geschichte, München 1988, S. 27f.; Baum, Rudolf IV., der Stifter, S. 80-92.
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im Rahmen der Editionsreihe Monumento Germaniae Histórica herausgegeben worden ist.6 Das Prunkstück der Urkundensammlung war eine fiktive Urkunde Kaiser Heinrichs IV. aus dem Jahre 1058, in der dieser dem Markgrafen Ernst von Österreich die Privilegien seines Territoriums bestätigte. Man griff historisch sehr weit zurück, denn in die Urkunde waren zwei Privilegien von Julius Caesar (Begründung der österreichischen Landesherrschaft) und Kaiser Nero (Verleihung der Befreiung von Reichssteuern) eingefügt. 7 Die zweite Urkunde war eine erweiterte Fassung des Privilegium minus, das hierdurch zum Privilegium maius wurde, die dritte eine Belehnungsurkunde durch König Heinrich VII. aus dem Jahre 1228 mit dem Recht, die Lehen zu Pferde zu empfangen und einen Fürstenhut mit Königskrone zu tragen. Die vierte Urkunde wurde Kaiser Friedrich II. zugeschrieben, der 1245 in Verona das Privileg von 1156 bestätigte und das Recht auf das Tragen eines Kreuzes auf dem Fürstenhut sowie die Befreiung von Belehnungstaxen hinzufügte. Schließlich bestätigte König Rudolf I. im Jahre 1283 die vorigen Privilegien, „die den vorgenanten landen von alten haydnischen und Christen kaysern und kunigen von irr grozzen guttet wegen gunstiklich geben wem [...] wann sie nu new herren in denselben landen wem".8 Rudolf suggerierte damit, daß die eben erst erstellten Urkunden schon zu Zeiten Rudolfs I. von Reichs wegen anerkannt worden seien - dies sollte den Glaubwürdigkeitsgrad erhöhen. Von den Beziehungen zum Reich blieben nur noch Formalitäten: Die Belehnung durch den Kaiser, ein Rekognitionszins und eine geringe Heerfolgepflicht. 9 Um sich titulaturmäßig den Kurfürsten anzunähern, 6 7 8
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Peter Moraw, Das „Privilegium maius und die Reichsverfassung", in: Horst Fuhrmann (Hg.), Fälschungen im Mittelalter, Bd. 3, Hannover 1988, S. 201-224. Abdruck des Textes: Alphons Lhotsky, Privilegium maius. Die Geschichte einer Urkunde, München 1957, S. 81-84; zur Bewertung: Ebd., S. 17-21. Abdruck des Textes: Lhotsky, Privilegium maius, S. 84-90; zur Bewertung: Ebd., S. 21-29; Heinrich Appelt, „Zur diplomatischen Beurteilung des Privile-gium maius", in: Waldemar Schlögl/Peter Herde (Hg.), Grundwissenschaften und Geschichte. Festschrift für Peter Acht, Kallmünz 1976, S. 210-217. Zum Privilegium maius vgl. auch die edierte Fassung in den MGH Const. I, Nr. 455, S. 683-685. Alphons Lhotsky, „Die Problematik der geschichtlichen Erscheinung Ru-dolfs IV.", in: Ders., Das Haus Habsburg, Bd. 5, München 1976, S. 127-142; hier: S. 137f.; Erich Zöllner, Der Osterreichbegriff. Formen und Wandlungen in der Geschichte, München 1988, S. 41-44.
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wählte Rudolf IV. die Bezeichnung „Pfalzerzherzog" (archiduxpalatinus), eine Würde, die es bis dahin im Reich noch nicht gegeben hatte.10 Die historiographische Bewertung dieser österreichischen Urkundenzusammenstellung ist zwiespältig. Alphons Lhotsky hat seine eingehende Untersuchung der Texte und der historischen Rahmenumstände zu der Bewertung gefuhrt, daß es sich um „österreichische Freiheitsbriefe" und damit um die faktische Herauslösung aus dem Reich, eine frühe Souveränität handelte, die nur den Begriff nicht besaß, weil es diesen im 14. Jahrhundert noch nicht mit dem späteren Bedeutungsgehalt gab." Peter Moraw hat Lhotsky unter Bezug auf seine eigenen Studien zur Reichsverfassung im 14. und 15. Jahrhundert widersprochen: Die Deutung der Zeit sei besser durch die Begriffsbildungen „offene Verfassung" und „gestaltete Verdichtung" zu umschreiben. „Offene Verfassung" bezeichnete, grob gesagt, einen längeren Zeitraum schwacher königlicher Gewalt und geringer Koordiniertheit der Reichsspitze, während „gestaltete Verdichtung" die Stoßrichtung der Territorialherren verdeutlicht, die Abwesenheit der Zentralgewalt zum regionalen Herrschaftsausbau unter Zurückdrängung der Rechte Schwächerer sowie unter Okkupation von Reichsrechten zu nutzen. Unter den Kaisern und Königen aus der Luxemburgerdynastie und dem Hause Habsburg setzten dann Bestrebungen auch zu einer Verdichtung der Reichsorganisation ein. Sie standen zu den Absichten der Territorialherren im Widerspruch und führten zur Entstehung des dualistischen Reichssystems, wie es sich im Reformationsjahrhundert voll ausprägte.12 Im Gegensatz zu Lhotsky, der von einem stillschweigenden Einverständnis Kaiser Karls IV. mit den habsburgischen Ansprüchen ausging, ordnet Moraw die Situation auf dem Nürnberger Reichstag 1360 in ein System dynastischer 10
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Heinrich Appelt, „Die Bedeutung des Titels Archidux palatinus Austriae", in: Ders., Kaisertum, Königtum, Landesherrschaft. Gesammelte Studien zur mittelalterlichen Verfassungsgeschichte, hgg. von Othmar Hageneder und Herwig Weigl, Wien 1987, S. 199-205; Günther Hödl betont die Analogie zwischen den Wortpaaren Bischof-Erzbischof und Herzog-Erzherzog: Günther Hödl, „Die Bestätigung und Erweiterung der österreichischen Freiheitsbriefe durch Kaiser Friedrich III.", in: Horst Fuhrmann (Hg.), Fälschungen im Mittelalter, Bd. 3, Hannover 1988, S. 225-246, hier S. 226. Moraw, Das Privilegium maius und die Reichsverfassung, S. 220f. Vgl. zur Forschungsentwicklung, die hier nicht im einzelnen nachgezeichnet werden kann: Ebd., S. 201, Anm. 1. Vgl. dazu Moraws Gesamtdarstellung, die Ergebnisse aus vielen Einzelstudien einschließt: Peter Moraw, Von offener Verfassung zu gestalteter Verdichtung. Das Reich im späten Mittelalter 1250-1490, Frankfurt/Main 1989, bes. S. 149-169 (Reichssystem) und S. 240-251 (Herrschaftssystem Karls IV.).
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Konkurrenz zwischen den drei bedeutendsten Fürstengeschlechtern im Reich ein. Demnach stand nicht die formelle Einbindung in das Reichsverfassungsgefìige im Vordergrund von Rudolfs Vorstellungen, sondern die Schlechterstellung gegenüber Luxemburgern und pfälzischen Wittelsbachern. Karl IV. erkannte die Urkunden als Fälschungen, ließ diese Meinung durch ein Expertengutachten von Francesco Petrarca erhärten und lehnte die volle Anerkennung ab.13 Aus Gründen der politischen Klugheit fiel seine Antwort dann in der Form diplomatischer aus: Rudolf IV. dürfe, so wurde ihm im Zuge des Belehnungsverfahrens beschieden, alle Privilegien, Rechte und Freiheiten gebrauchen, die schon seine Vorfahren innegehabt hätten. Auch dürften dabei keine kaiserlichen Befugnisse in Verfall geraten. Die Tatsache, daß Herzog Rudolf das angestrebte Privilegium de non appellando am 3. August 1361 erhielt, darf - laut Moraw nicht zu dem Schluß eines besonders engen Einvernehmens fuhren. Eher signalisiert der gesamte Verfahrensablauf die Anerkennung der politischen Realitäten durch Karl IV., wie sie sich in der dynastischen Familienkonkurrenz im Reich darstellten. 14 So ließ der Kaiser dem Habsburger auch die Grundsteinlegung für den Ausbau des Wiener Stephansdoms sowie die Gründung der Wiener Universität durchgehen, obwohl beide Aktionen im Stile königlicher Fundierungen inszeniert worden waren. 15 Durch diese Episode entstand zunächst weder Österreich als ganzes noch der Österreichische Reichskreis. Trotz der kaiserlichen Ablehnung einer Anerkennung aller habsburgischen Ansprüche rückten der Herzog und sein Land auf dem Weg zum frühmodernen Territorialstaat einen Schritt voran: Rechtliche Bindungen nach außen wurden in ihrer verpflichtenden Wirkung reduziert, die herzogliche Eigenmacht dadurch gestärkt, und für künftige Konflikte des Herzogs mit dem Königtum oder mit seinen Untertanen wurden frühere Inter-
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Albert Jäger, „Francesco Petrarca's Brief an Kaiser Karl IV. über das österreichische Privilegium vom Jahre 1058", in: Archiv für Österreichische Geschichte 38, 1867, S. 437-483; vgl. Passagen des Briefes bei Baum, Rudolf IV. der Stifter, S. 83f. Lhotskys These vom Einvernehmen zwischen Kaiser und Habsburgerherzog: Lhotsky, Privilegium maius, S. 29-31. Zur Kritik Moraws: Moraw, Das Privilegium maius und die Reichsverfassung, S. 202; zu dynastischen Konkurrenz: Ebd., S. 203f.; zu den Wandlungen der politischen Gesamtkonstellation zwischen dem Haus Luxemburg und dem Haus Habsburg und ihren jeweiligen adligen und juristischen Beratern in den 1350er Jahren: Ebd., S. 212-219. Lhotsky, Die Problematik der geschichtlichen Erscheinung Rudolfs IV, S. 138. Zur hohen symbolischen Bedeutung dieser königsmäßigen Handlungen durch Herzog Rudolf im Rahmen der zeitgenössischen Repräsentationspraxis: Moraw, Das Privilegium maius und die Reichsverfassung, S. 209.
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ventionsmöglichkeiten beseitigt. Im Innern war die Territorialisierung zur selben Zeit schon vorangeschritten, wurde das Herzogtum doch bereits seit ca. 1250 von gelehrten Juristen verwaltet.16 Diese Herrschaftsschicht war auch durch ihre Rechts- und Archivalienkenntnisse in der Lage, die Vorbereitungen für die Anfertigung der Privilegien zu treffen. Bei der Fortsetzung des Landesausbaus in den folgenden Jahrzehnten setzten die habsburgischen Landesherren, wie Thomas Willich nachweist, das Privilegium maius ungeachtet seiner zunächst noch fehlenden reichsrechtlichen Anerkennung als Argument gegenüber ihren Landsassen ein.17 Die Frage nach der Positionierung Österreichs in der Konkurrenz zwischen den Reichsständen blieb einstweilen in der Schwebe.
Die Bestätigung des Privilegs durch Kaiser Friedrich III. Beinahe 100 Jahre lang war die Frage nach der Stellung Österreichs innerhalb des Reiches ohne Belang: Auch nach dem Beginn des habsburgischen Königtums resp. Kaisertums 1438 gab es zunächst drängendere Probleme. Erst 1442 bestätigte Friedrich III. das Privilegienbündel unter Zustimmung der Kurfürsten, und 1453 wiederholte er diesen Rechtsakt als gekrönter Kaiser.18 Die „Verdichtung" im Reich hatte sich inzwischen fortgesetzt, ein Prozeß, der auch die folgenden Jahrzehnte bestimmen sollte. Es muß beachtet werden, daß das politisch-verfassungsrechtliche Reichssystem, das sich im 16. Jahrhundert herausbildete, dieses langen Vorlaufs bedurfte, währenddessen der Dualismus König/Reichsstände seine Fassung und vor allem seine grundlegende Akzeptanz fand. Die verfassungsrechtliche Einbindung des Königtums in die gesamtpolitische Willensbildung war die Voraussetzung dafür, daß die Reichsstände den dynastischen Aufschwung des Hauses Habsburg, der sich im 15. Jahr-
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Hierauf verweist Moraw, Das Privilegium maius und die Reichsverfassung, S. 205. Vgl. zum inneren österreichischen Landesausbau: Karl Lechner, „Die Bildung des Territoriums und die Durchsetzung der Territorialhoheit im Raum des östlichen Österreichs", in: Hans Patze (Hg.), Der deutsche Territorialstaat im 14. Jahrhundert, Bd. 2, Sigmaringen 1971, S. 389-462. Thomas Willich, „Zur Wirkungsgeschichte des Privilegium maius", in: ZHF 25,1998, S. 163-207, hierS. 166f. Hödl, Die Bestätigung und Erweiterung der österreichischen Freiheitsbriefe, S. 227. Auf größere Publizität verzichtete der Kaiser; der Bestätigungsakt fand nicht auf einer Reichsversammlung, sondern vor wenigen Fürsten statt, die sich im kaiserlichen Klientelverband befanden: Vgl. ebd., S. 239; Willich, Zur Wirkungsgeschichte des Privilegium maius, S. 183f.
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hundert erst andeutete, um dann binnen drei Generationen an der Wende zum 16. Jahrhundert seine volle Ausprägung zu erlangen, überhaupt ertragen konnt e >9 ten. Der habsburgische Territorialkomplex blieb in der Folgezeit organisatorisch und administrativ vom übrigen Reich getrennt: Österreichische Hofkanzlei und Reichshofkanzlei entwickelten sich nebeneinander. Stets war in der jeweiligen Residenz klar, welche Behörden für das Reich und welche für die Erblande arbeiteten. Möglicherweise fehlte die „Kraft zur Zusammenführung" (Peter Moraw) der unterschiedlichen Verwaltungsstellen20, möglicherweise hatte sich aber das Bewußtsein vom Eigengut einerseits und vom Reichsamt andererseits bereits zu dieser Zeit soweit auseinanderentwickelt, daß eine Integration nicht mehr für tunlich gehalten wurde. Nun mußte nur noch ein Begriff für die Erblande aus reichsrechtlicher Sicht gefunden werden. Dafür bot sich während der frühen Reichsreformzeit die Bezeichnung „Österreichischer Reichskreis" an. Dieser Kreis umfaßte alle alten habsburgischen Besitzungen in den österreichischen Herzogtümern, in Schwaben und im Elsaß, soweit sie nicht aus der burgundischen Erbschaft stammten. Die Erblande wurden nicht als Lehen vergeben, da der Kaiser sich selbst hätte belehnen müssen - was unter den damaligen personalen Herrschaftsvorstellungen für absurd gehalten worden wäre. Zum anderen zahlten die österreichischen Untertanen dem Kaiser keine Reichssteuern, sondern in seiner Eigenschaft als Landesherr Landessteuern. Diese waren allerdings entsprechend der türkischen Bedrohung hoch bemessen.21 Unter Wahrung des exemten Rechtsstatus blieb dieser Kreis unwidersprochen Teil des Reiches, auch wenn die praktische Bindung in der Personalunion Kaiser/regierender Erzherzog von Österreich bestand. Wenn es auch einige wenige Kreisstände im Österreichischen Reichskreis gab - zu nennen sind besonders die Fürstbischöfe von Trient und Brixen - so fand ein reguläres
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Vgl. dazu die grundlegenden Überlegungen von Peter Moraw, Das Privilegium maius und die Reichsverfassung, S. 222f. Vgl. auch Moraw, Von offener Verfassung zu gestalteter Verdichtung, S. 411-421. Moraw, Das Privilegium maius und die Reichsverfassung, S. 223. Vgl. die mangels realhistorischer Substanz des Gegenstands knappen Bemerkungen von Winfried Dotzauer über den Österreichischen Reichskreis: Dotzauer, Die deutschen Reichskreise (1383-1806), S. 381-389. - Zu seiner Lehns- und Steuerstruktur: Volker Press, „Die Niederlande und das Reich in der Frühen Neuzeit", in: Wim P. Blockmans/ Herman van Nuffel (Hg.), Etat et Religion aux XVe et XVIe siècles. Actes du colloque à Bruxelles du 9 au 12 octobre 1984, Brüssel 1986, S. 321-338; hier: S. 321f.
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Kreisleben nicht statt.22 Die reichsrechtliche Konstruktion des Österreichischen Kreises gewährleistete nun eine Rückversicherung des Habsburgerhauses für den Fall, daß einmal ein Kaiser gewählt würde, der nicht aus ihrem Hause stammen sollte. Samuel Pufendorf wies 1667 auf den Umstand hin, daß die Habsburger sich derart mit Privilegien versorgt hätten, daß sie in diesem Fall einfach aus dem Reich „aussteigen" könnten.23 Der Kreis in seiner realen Existenz entsprach allen Wünschen des Hauses Habsburg. So konnte er zum Vorbild für die Gestaltung der Herrschaft dieser Dynastie über die burgundische Erbschaft werden.
Die Entstehung des Burgundischen Reichskreises Während des gesamten 15. Jahrhunderts wurden auf Reichsversammlungen Pläne debattiert, eine administrative Gliederung des Reiches nach regionalen Schwerpunkten zu schaffen, um damit vor allem den Landfrieden besser zu sichern. Winfried Dotzauer zählt allein für die Zeit von 1383 bis 1495 19 derartige Projekte auf; vermutlich hat es insgesamt noch mehr gegeben.24 Der Plan, der schließlich umgesetzt wurde, hatte nicht mehr die Geographie zur Grundlage: Im Jahre 1500 sah die Kreiseinteilung nur eine Erfassung der Stände in sechs Kreisen unter Ausschluß der Kurfürstentümer, der habsburgischen Gebiete sowie Böhmens vor. Erst 1512 traten zwei weitere Kreise für die Kurfürsten sowie zwei für die habsburgischen Gebiete hinzu. Böhmen, zu dieser Zeit noch nicht in habsburgischem Besitz, blieb aus der Kreisverfassung ausgeschlossen.25
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Winfried Dotzauer formulierte: „Der Österreichische Kreis war so kein korporatives, regionales Verfassungsorgan, sondern stellte eher eine lustlos gehandhabte zusätzliche Verbindung der österreichischen Erblande mit dem Reich dar. Strenggenommen gibt es so keine 'Geschichte' des Österreichischen Kreises. Der Österreichische Kreis ist eigentlich nur ein staatsrechtlicher Begriff mit bestimmten Konsequenzen": Dotzauer, Die deutschen Reichskreise (1383-1806), S. 382f. Samuel Pufendorf (unter dem Pseudonym „Severinus de Monzambano"), De statu Imperii Germanici, cap. 2, § 4; vgl. die deutsche Übersetzung von Horst Denzer 1976, S. 30. Vgl. Hoke, Art. Privilegium minus, Privilegium maius", Sp. 2022. Dotzauer, Die deutschen Reichskreise (1383-1806), S. 25-32. Die Sonderrolle Böhmens unterschied sich auch in der weiteren Reichsgeschichte völlig von den übrigen Gebieten der Habsburger: Vgl. Volker Press, „Böhmen und das Reich in der Frühen Neuzeit", in: Bohemia 35, 1994, S. 63-74.
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Die Territorien, die dem Haus Habsburg nach 1477 im Zuge der burgundischen Erbschaft zugefallen waren, vergab Kaiser Friedrich III. als erledigte Reichslehen an Erzherzog Maximilian und Herzogin Maria von Burgund.26 In den folgenden Jahrzehnten wurde lange nicht über ihre reichsrechtliche Qualität verhandelt. Ohne daß dies kontroverse Debatten in den Kurien des Reichstags ausgelöst hätte, ernannten die Habsburger auch für den Burgundischen Reichskreis Mitglieder des Reichsregiments und Assessoren am Reichskammergericht.27 Eine innere Verfassung im reichsrechtlichen Sinne besaß der Burgundische Kreis allerdings nicht. Es gab keine Kreisdirektoren, keine Kreistage, keinen Syndikus, und die Beschlüsse des Reichsregiments, einen Kreishauptmann und vier beigeordnete Räte zu ernennen, wurden nicht ausgeführt.28 Daß aus der Kreisqualität der „niederburgundischen Erblande" einmal Pflichten gegenüber dem Reich erwachsen könnten, wurde der Brüsseler Regierung unter Königin Maria von Ungarn erst bewußt, als der Reichstag 1541 den Burgundischen Kreis zur Türkensteuer veranlagte.29 Nun mußte eine Position bezogen werden, wie der habsburgische Herrschaftskomplex in den Niederlanden zu bezeichnen sei. In der Umgebung der Statthalterin bildeten sich zwei Lager: Das eine wollte die Reichsbeziehungen in Abrede stellen und die völlige Unabhängigkeit der Niederlande postulieren; das andere unter Führung von Viglius van Aytta verwies darauf, daß es Urkunden über frühere Lehnsbeziehungen
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Bei der Belehnungszeremonie am 19. April 1478 wurden die französischen Lehen Flandern und Artois mit erwähnt, eine Maßnahme, die den Widerspruch der französischen Könige herausfordern mußte. Zudem wurden alle Gebiete aufgeführt, die Karl der Kühne vom Reich erhalten hatte, dazu noch das Herzogtum Lothringen sowie die unter französischer Lehnshoheit stehenden Territorien des Herzogtums Burgund, des Herzogtums Brabant und der Grafschaft Flandern. Eine gesonderte Belehnung erfolgte für Geldern und Zutphen: Gustav Turba, Über das rechtliche Verhältnis der Niederlande zum deutschen Reiche, Wien 1903, S. 8; Press, Die Niederlande und das Reich, S. 323. Zur Belehnung mit Geldern und Zutphen vgl. auch: Johannes A. van Arkel, „De Nederlandsche Republiek en haar staatsrechterlijke band met het Duitsche Rijk", in: Tijdschrift voor Geschiedenis 59, 1946, S. 219-228; hier: S. 220. Dotzauer, Die deutschen Reichskreise (1383-1806), S. 396. Der Kreis erhielt immerhin später eine Matrikel, in der neben dem habsburgischen Besitz auch einige Kleinterritorien Erwähnung fanden. Dotzauer, Die deutschen Reichskreise (1385-1806), S. 396. - Zur niederländischen Statthalterschaft der Königin Maria von Ungarn: Laetitia V.G. Gorter van Royen, Maria van Hongarije, regentes der Nederlanden. Een politieke analyse op basis van haar regentschapsordonnanties en haar correspondentie met Karel V., Hilversum 1995; Ursula Tamussino, Maria von Ungarn. Ein Leben im Dienst der Casa de Austria, Graz/ Wien/Köln 1998, S. 169-263.
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gäbe und daß die Reichsstände sicher darauf rekurrieren würden. Hier gelte es, so van Aytta, einen Vertrauensverlust des Kaisers gegenüber den Ständen im Reich zu vermeiden und vorsichtig zu verfahren. Maria von Ungarn beauftragte daraufhin van Aytta und seinen Gegenspieler Lodewijk van Schore, Gutachten über die Rechtsqualität der niederländischen Provinzen zu erstellen.30 Maria von Ungarn hatte mehrfach ihre geringe Begabung zum Herrscheramt beklagt. Dies mag auf vornehmer Tiefstapelei beruht haben, doch empfand sie sicher den Mangel an einer soliden reichsrechtlichen und staatsrechtlichen Vorbildung, die ihr als Frau versagt geblieben war.31 So war sie völlig auf die Gutachten ihrer Berater angewiesen. Es spricht für die Durchsetzungskraft van Ayttas, gestützt auf seine langjährige Tätigkeit am Reichskammergericht und in anderen Funktionen im Reich, daß er die Statthalterin von seiner Sicht der Dinge überzeugen konnte. Fortan bestimmte er die weitere Strategie auf dem Weg zum Burgundischen Vertrag. Viglius van Aytta verfolgte in seinem Gutachten zwei Gedankengänge: Zum einen kannte er das Privilegium maius und das gesamte Privilegienbündel, das Rudolf IV. 1360 zur kaiserlichen Bestätigung vorgelegt hatte. Diese Kenntnis ist erwiesen, da er 1545 in einem anderen Streit mit dem Erzbischof von Salzburg um das Sessionsrecht im Reichsfürstenrat die gefälschte Urkunde von Kaiser Heinrich IV. aus dem Jahr 1058 zitierte, die den Habsburgern ihren Vorrang vor allen anderen Reichsfürsten garantierte.32 Die Auflistungen in van Ayttas Gutachten nennen mehrfach drei Fürstentümer im Reich, die die Privilegierung schon besaßen, die die Niederlande seiner Ansicht nach mit gutem Grund anstrebten: Neben Österreich waren dies Kursachsen und Lothringen. Auf Lothringen stützt sich der andere Argumentationsstrang. Der Hinweis auf dieses Territorium verwundert auf den ersten Blick. Das Herzogtum kommt nämlich hier als Beispiel vor, während es zur selben Zeit in der Auflistung zu finden ist, mit der die Brüsseler Administration die Gesamtheit der habsburgischen Niederlande umreißt. Wie konnte Lothringen gleichzeitig Teil der Niederlande und selbständiges Territorium außerhalb der Niederlande sein? Zwei Gründe sind für diese Doppelung verantwortlich: Zum einen war - in historischer Langzeitperspektive - das alte karolingische Zwischenreich „Lotharin-
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Folkert Postma, Viglius van Aytta als humanist en diplomaat (1507-1549), Zutphen 1983, S. 99 und 119-122. Tamussino, Maria von Ungarn, S. 172, 221f., 266. Zur Bewertung ihres Intellekts und ihrer Neigungen: Ebd., S. 181. Vgl. den Verweis auf den Bericht der Salzburger Gesandtschaft: Willich, Zur Wirkungsgeschichte des Privilegium maius, S. 198f.
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gien" genannt worden, und dieser Begriff tauchte im politischen Anspruchskanon der Burgunderherzöge des Spätmittelalters auf. In der habsburgischen Aufzählung des 16. Jahrhunderts wurde der Begriff weiter tradiert, obwohl die wirkliche Substanz der lothringischen Landesherrschafit in jener Zeit bestens bekannt war. Dies fuhrt zum zweiten Grund und zum tieferen Hintersinn der Argumentation van Ayttas: Herzog Anton von Lothringen war 1541 von König Franz I. von Frankreich zu einem demütigenden Lehnsvertrag gezwungen worden und suchte nun Schutz bei der kaiserlichen Administration. Der Schutzvertrag, der ein Jahr später zustande kam, war ein Modell für ein reichsrechtliches Beziehungsverhältnis mit einem randständigen Territorium: Der Herzog wurde mit den wenigen Reichslehen seines Herrschaftsgebiets belehnt und trat auch für seine Person ins Lehns- und Schutzverhältnis des Reiches. Als Matrikelanschlag für diesen Schutz sagte er zu, 2/3 des Kurfürstenbetrags übernehmen zu wollen. Seine Gerichtsbarkeit blieb unabhängig; das Reichskammergericht war nur für fiskalische Prozesse zuständig. Auch wenn Siegfried Fitte den Lothringischen Vertrag aus der strengen staatsrechtlichen Sicht des 19. Jahrhunderts als „unnatürliches Zwitterverhältnis" bezeichnete, so erfüllte der Vertrag seine schutzspendende Funktion und trug dazu bei, die selbständige Existenz des Herzogtums für zwei weitere Jahrhunderte - mit Unterbrechungen - zu sichern. 33 Da Viglius van Aytta bereits an den Verhandlungen zum Lothringischen Vertrag beteiligt war, konnte er in seinem Gutachten auf diese Bestimmungen zurückgreifen. Er wußte, daß diese Argumentation für die Reichsstände tragbar war, da zwar ein Reichsstand sehr weitgehend privilegiert und eximiert worden war, doch formell innerhalb des Reichsverbandes gehalten worden war. 34
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Siegfried Fitte, Das staatsrechtliche Verhältnis des Herzogtums Lothringen zum Deutschen Reich seit dem Jahre 1542, Straßburg 1891, pas.; Bewertung: S. 28f. Später erhielt der Herzog für die Markgrafschaft Nomeny eine eigene Virilstimme im Reichsfürstenrat. Das Haus Lothringen nahm das Reichstagsstimmrecht ab 1570 tatsächlich wahr: Hermann Becker, Der Speyerer Reichstag von 1570, Diss. Mainz 1969, S. 102f. Vgl. Postma, Viglius van Aytta, S. 148-151. Textabdruck des Gutachten van Ayttas, ausgefertigt am 31. Oktober 1547: Gross/Lacroix, Urkunden und Aktenstücke, Bd. 1, S. 290.293. - Van Aytta legte seine Ergebnisse auch in der Studie De iuribus Imperii circa Burgundicum circulum nieder: Vgl. Staats- und Universitätsbibliothek Göttingen, Manuscripta Zuichemiana, Bd. XVII, fol. 205r-207v; zit. nach Postma, Viglius van Aytta, S. 122. Vgl. dazu auch Postmas Studie über van Ayttas ManuskriptHinterlassenschaft: Folkert Postma, „De visie van de Nederlandse regering op het Verdrag van Augsburg aan de vooravond van de 80-jarige oorlog", in: BMGN80,1966, S. 141 -151. Zur formalen Ableitung des Burgundischen Vertrages von der Grundstruktur
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Während die dynastiefreundlichen und die reichsfreundlichen Positionen im kaiserlichen Beraterstab weiterhin nicht völlig synchronisiert waren, läßt sich die Haltung der Reichsstände während der 1540er Jahre wie folgt bestimmen: Zum einen strebten die Stände, allen voran die Kurfürsten, mit denen vor allem verhandelt wurde, die engere Integration des Burgundischen Kreises in den Reichsverband an, und zwar mit den daran hängenden Verpflichtungen: Gültigkeit des Landfriedens, Zuständigkeit des Reichskammergerichts, Reichssteuerpflicht, Lehnsabhängigkeit. Zum anderen sollte hinsichtlich der Territorien Geldern, Zutphen und Friesland der alte Zustand, d.h. ihre Zugehörigkeit zum Niederrheinisch-Westfälischen Reichskreis, bestehen bleiben.35 Es kam nun auf den Kaiser an, sich den konkurrierenden Ansprüchen seiner Familie und der Reichsstände zu stellen. Das Problem der burgundischen Steuern berührte direkt den Rollenkonflikt Karls V.: Der Kaiser hatte dem Führungsamt im Reich gerecht zu werden, die Belange des habsburgischen Gesamthauses zu beachten und gleichzeitig die Territorialentwicklung in seinen unterschiedlichen Herrschaftsgebieten zu fördern. Die Bezogenheit auf Reich, Dynastie und Erblande hat Volker Press mit dem Begriff der „Dreifachrolle des Kaisers" umschrieben.36 Hinsichtlich der Niederlande war Karl dazu übergegangen, die Fiktion der Fortdauer des Hauses Burgund in Gestalt seines Vaters Philipp und dessen Deszendenz zu konstruieren: Diese Argumentation ermöglichte ihm, beide Familienkontinuitäten, die burgundische und die habsburgische, in den jeweiligen Territorien und im ganzen Reich propagandistisch ausspielen zu können.37
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des Lothringischen Vertrages von 1542 vgl. die Synopsen bei Fitte, Lothringen, S. 94-102. Vgl. die diesbezüglichen Diskussionen auf den Reichstagen, besonders während des Augsburger Reichstags von 1547/48: Gross/Lacroix, Urkunden und Aktenstücke, Bd. 1, S. 310-439. Zum Widerstand gegen die Übertragung von Territorien vom Westfälischen an den Burgundischen Kreis während der Reichstage in Nürnberg 1543, Speyer 1544 und Worms 1545: Franz Dominikus Häberlin, Neueste Teutsche Reichsgeschichte vom Anfange des Schmalkaldischen Krieges bis auf unsere Zeiten, 28 Bde., Halle/Saale 1774 - 1804, hier: Bd. 1, S. 420-425. Volker Press, Kriege und Krisen. Deutschland 1600-1715, München 1992, S. 93. Vgl. zur Verknüpfung der verschiedenen Bereiche auch Alfred Kohler, „Vom habsburgischen Gesamtssystem Karls V. zu den Teilsystemen Philipps II. und Maximilians II.", in: Friedrich Edelmayer/Alfred Kohler (Hg.), Kaiser Maximilian II. Kultur und Politik im 16. Jahrhundert, Wien/ München 1992, S. 13-37. Auf diese Überlegungen verweist Gustav Turba, Über das rechtliche Verhältnis der Niederlande zum deutschen Reiche, Wien 1903, S. 13f.
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Karl V. mochte gehofft haben, nach dem Sieg über den Schmalkaldischen Bund die Verfassungsverhältnisse im Reich nach seinen Vorstellungen gestalten zu können. Obwohl die Stände durch die kaiserliche Militärpräsenz in und um Augsburg eingeschüchtert waren, reichte ihre Widerstandskraft dennoch aus, das politische Reichsbund-Projekt ebenso zu Fall zu bringen wie das konfessionspolitische Interim. 38 Die Verhandlungen zur Formulierung des Burgundischen Vertrags standen daher unter dem Eindruck der kaiserlichen Enttäuschung über den Verlauf dieses Reichstags und unter dem Zugzwang der Stände, in irgendeiner Hinsicht konzessionsbereit bleiben zu müssen, um nicht einen fundamentalen Verfassungskonflikt heraufzubeschwören. Bereits im Herbst 1547 war Maria von Ungarn nach Augsburg gereist, wo auch Viglius van Aytta erschien, um die Verhandlungen in direkter mündlicher Abstimmung mit dem Kaiser zu fuhren. 39 Die Reichsstände baten den Kaiser am 6. März 1548, er möge den Burgundischen Kreis weiterhin zur Reichssteuer zahlen lassen, da das Reich dieser Einkünfte dringend bedürfe. 40 Der Kaiser war bereit, dies zuzugestehen, wenn er dafür maximale Herrschaftsrechte innerhalb des Kreises erhielte. Dies bedeutete die rechtliche Exemtion sowie die Inkorporierung aller niederländischen Nordprovinzen in den Burgundischen Kreis. Auch willigte der Kaiser ein, für diesen Gesamtkreis einen summarischen Reichssteueranschlag zu übernehmen; eventuelle frühere Matrikeleinträge für die Einzelprovinzen sollten dagegen gestrichen werden. 41 Zwei weitere Punkte wurden außer der Rahmenkonstruktion des Kreises von den Ständen diskutiert: Zum einen die Frage der Einbeziehung in den Landfrieden des Reiches, zum andern die Unterwerfung unter die Reichsjurisdiktion. Da die altburgundischen Territorien dem Reichskammergericht nicht unterstanden hatten, gab es hier keinen Widerstand; Geldern, Utrecht und Zutphen
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Das Interim wurde zwar zum Reichsgesetz, doch durch die Ablehnung von katholischer Seite war es bereits im vorhinein gescheitert. Zu den Reformprojekten auf dem Augsburger Reichstag 1547/48: Horst Rabe, Reichsbund und Interim. Die Verfassungsund Religionspolitik Karls V. und der Reichstag von Augsburg 1547/1548, Köln/Wien 1971, pas.; vgl. auch die kurze Zusammenfassung bei: Horst Rabe, Reich und Glaubensspaltung 1500-1600, München 1989, S. 265-267. Tamussino, Maria von Ungarn, S. 241f. Zu Viglius von Aytta und der kaiserlichen Reichspolitik bis 1548: Postma, Viglius van Aytta, S. 119-165. Bericht der Reichsstände an den Kaiser, 6. März 1548: Lothar Gross/ Robert von Lacroix (Hg.), Urkunden und Aktenstücke des Reichsarchivs Wien zur reichsrechtlichen Stellung des Burgundischen Kreises, 3 Bde., Wien 1944-1945; hier: Bd. 1, S. 302-304. Dotzauer, Die deutschen Reichskreise (1383-1806), S. 403.
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wollten die Kurfürsten dagegen ungern aus der Rechtsprechung des Reiches entlassen.42 Am 10. Mai nannte Karl den Reichsständen drei wesentliche inhaltliche Punkte des Vertrages: Die einzelnen Territorien, die den Kreis ausmachen sollten, den pauschalen Matrikelanschlag in Höhe von zwei Kurfürstenanschlägen für die gesamten Besitzungen, sowie eine Privilegienausstattung nach dem Vorbild der Österreichischen Erblande. In der Formulierung suggerierte er, daß das Reich gegen einen derartigen Vertrag nichts einwenden könne, da sein Haus die Privilegien seit jeher im „guten ruwigem besitz" gehabt habe.43 Die Anknüpfung an das Privilegium maius als Grundlage der österreichischen Privilegierung ist zwar nicht dem Wortlaut, aber dem Inhalt nach, deutlich erkennbar.44 Die Kurfürsten äußerten in ihren Sitzungen am 15. und 16. Mai 1548 Bedenken wegen der Einbeziehung von ehemals französischen Lehen, besonders Artois und Flandern, in den Vertrag. Man fürchtete, hierdurch in neuerliche Kriegshandlungen verwickelt zu werden. Schließlich gab eine Überlegung den Ausschlag, die das Reichsverständnis der Kurfürsten charakterisierte. Das Kurfürstenratsprotokoll vermeldete: „Nach langer tractation der Niderlannt halber [...] hat das mehrer [=die Mehrheit, J.A.] ungeverlich dahin geschlossen: das nit ratsam, die land zu unterscheiden, sonder alle land, wie durch kays. Mt. specificirt und angeboten, in des
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Kurflirstenratsprotokoll, 1. Mai 1548: Gross/Lacroix, Urkunden und Aktenstücke, Bd. 1, S. 342-345. Kaiserliche Resolution an die Reichsstände, 10. Mai 1548: Gross/Lacroix, Urkunden und Aktenstücke, Bd. 1, S. 356-358. An Territorien nannte die Resolution: Die Herzogtümer Lothringen, Brabant, Limburg, Luxemburg, Geldern, die Grafschaften Flandern, Artois, Burgund (Freigrafschaft), Hennegau, Holland, Seeland, Namur, Zutphen, die Markgrafschaft des Hl. Reiches (Mark Antwerpen), die Herrschaften Friesland, Utrecht, Overijssel, Groningen, Falkenberg, Dalheim, Salin, Mecheln und Maastricht samt allen dazu gehörenden und davon abhängenden Gebieten, Privilegien und Rechten. Hierauf wurde in der Literatur bereits verwiesen, ohne daß eine vergleichende Studie darüber vorläge; vgl. auch die Betrachtungen über die Reichslehnsstruktur in den österreichischen Erblanden, Italien und den Niederlanden: Karl Otmar Freiherr von Aretin, „Die Lehnsordnungen in Italien im 16. und 17. Jahrhundert und ihre Auswirkungen auf die europäische Politik. Ein Beitrag zur Geschichte des deutschen Spätfeudalismus", in: Hermann Weber (Hg.), Politische Ordnungen und soziale Kräfte im alten Reich, Wiesbaden 1980, S. 64-84.
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Johannes Arndt reichs schütz und schirm zu nemen, dieweil das reich gemert und das imperium der land halber kein mass hat und sich uff alle weit und land erstreckt [...]".4S
Der Matrikelanschlag erschien den Kurfürsten als zu niedrig angesichts der Wirtschaftskraft der Niederlande. Der Kaiser sollte gebeten werden, so schlug der kursächsische Gesandte vor, diesen Punkt nochmals zu erwägen. Der brandenburgische Gesandte pflichtete dem bei und betonte, daß die Niederlande gut und gern soviel wie vier Kurfürsten zahlen könnten. Auch hinsichtlich der Befreiung vom „Gemeinen Pfennig" wollten die Kurfürsten den Kaiser um Änderung bitten. 46 Das Votum der Reichsstände vom 18. Mai stimmte dem Vertrag im ganzen zu, wünschte jedoch neben der Erhöhung der Kontribution die Einbeziehung der Niederlande in den Reichslandfrieden; auch sollten die alten Reichslehen im Nordosten der Provinzen, nämlich Geldern, Zutphen und Utrecht, samt ihrem Matrikelanschlag und ihrer hergebrachten Jurisdiktion beim Niederrheinisch-Westfälischen Reichskreis belassen werden. 47 Karl lehnte eine Kontributionserhöhung und die Erhaltung der alten Kreiszugehörigkeit ab, sicherte aber die Gültigkeit der Reichskammergerichtsjurisdiktion für Fiskalprozesse gegen den Burgundischen Reichskreis zu. Rechtssicherheit, so ließ er den Ständen mitteilen, werde dadurch gewährleistet, daß jeder Untertan Burgunds wie des restlichen Reiches am jeweiligen Aufenthaltsort den dort gültigen Rechtsschutz genießen könne. 48 Am 3. und 4. Juni erstellten die Stände auf der Grundlage des aktuellen Diskussionsstandes einen Vertragsentwurf, der dem Kaiser am 7. Juni überbracht wurde. Karl V. reagierte am 12. Juni hierauf mit einem eigenen Gegenentwurf, der seinen Standpunkt deutlich formulierte. Der Kaiser ging jedoch insoweit auf die Wünsche der Reichsstände
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Kurfürstenratsprotokoll vom 15./16. Mai 1548: Gross/Lacroix, Urkunden und Aktenstücke, Bd. 1, S. 361-367; hier: S. 366. Franz Petri nannte diese Haltung „imperialistische Reichsidee": Franz Petri, Zur Geschichte und Landeskunde der Rheinlande, Westfalens und ihrer westeuropäischen Nachbarländer, Bonn 1973, S. 257. Vgl. auch: Rabe, Reichsbund und Interim, S. 384. Eingabe der Reichsstände, 18. Mai 1548: Gross/Lacroix, Urkunden und Aktenstücke, Bd. 1, S. 370f. Geldern war 1521 nicht in die Reichsmatrikel aufgenommen worden, obwohl seine Lehnsrührigkeit vom Reich unbestritten war. Die Reichsstände belegten das Herzogtum 1548 mit dem halben Kurfurstenanschlag: Rabe, Reichsbund und Interim, S. 375. Kaiserliche Resolution, 26. Mai 1548: Gross/Lacroix, Urkunden und Aktenstücke, Bd. 1, S. 372-375; vgl. Rabe, Reichsbund und Interim, S. 385f.
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ein, als er für Türkenkriege den dreifachen Kurfürstenanschlag konzedierte.49 Die Reichsfürsten diskutierten über die Antwort und fanden viele kleine Unklarheiten, sahen sich allerdings genötigt, mit Rücksicht auf die herrschenden Machtverhältnisse das Vertragswerk zu billigen. Durch den „Burgundischen Vertrag" vom 26. Juni 1548 trennte Karl die niederländischen Territorien auch formell von den übrigen Reichsgebieten. Die Reichsgesetzgebung und die Landfriedensordnung hatten keine Gültigkeit für die Provinzen; auch galt dort gegenüberkonfessionellen Abweichlern weiterhin das Ketzerrecht, das im Reich praktisch suspendiert war. Die Reichsjurisdiktion wurde auf fiskalische Prozesse beschränkt. Verbindend blieben dagegen der förmliche Charakter als Reichskreis, dessen Vertreter im Reichsfürstenrat stimmberechtigt war. Auch der Lehnsnexus blieb bestehen, wie Karl bald durch die Belehnung seines Sohnes Philipp demonstrierte. Für den Kreis wurden Assessoren an das Reichskammergericht präsentiert.50 Nach dem ungünstigen Verlauf der Gespräche über die Verfassungs- und Kirchenreform im Reich konnte Karl V. mit dem Ergebnis der burgundischen Verhandlungen zufrieden sein: Er war künftig unbeschränkter Herrscher über die Niederlande, hatte durch Bekräftigung der formellen Bindungen den reichsrechtlichen Anschein gewahrt und obendrein noch den militärischen Schutz des Reichs für seine „niedern Erblande" garantiert erhalten.
Der Vergleich Privilegium Maius - Burgundischer Vertrag Das Privilegium maius bot in seinem § 18 die Option, die gewährten Rechte auch auf künftige Erwerbungen des Hauses Österreich auszudehnen.51 In den
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Synopse des ständischen Vertrags mit dem leicht modifizierten Entwurf des Kaisers, 4./5. Juni und 12. Juni 1548: Gross/Lacroix, Urkunden und Aktenstücke, Bd. 1, S. 385-398. Anschreiben der Stände an den Kaiser, 6. Juni 1548: Ebd., S. 384; Antwort des Kaisers, 12. Juni 1548: Ebd., S. 401f. - Die burgundischen Lande wurden nach Ansicht von Karls niederländischen Beamten steuerlich sehr gut gestellt; Viglius van Aytta sagte später, daß der Kreis durch diesen Vertrag auf '/6 oder '/7 seiner früheren Steuerpflicht gesetzt worden sei: Rabe, Reichsbund und Interim, S. 395. Zum „Burgundischen Vertrag" vom 26. Juni 1548 zwischen Kaiser und Reichsständen: Gross/Lacroix, Urkunden und Aktenstücke, Bd. 1, S. 439-447; vgl. auch: Rachfahl, Niederlande, S. 94-96. Privilegium maius, § 18: „Volumus etiam, ut, si districtus et diciones dicti ducatus ampliati fuerint ex hereditatibus, donacionibus, empcionibus, deputacionibus vel quibusvis aliis devolucionum successionibus, prefata iura, privilegia et indulta ad
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Formulierungen des Burgundischen Vertrags wurde auf den Wortlaut des Privilegs kein ausdrücklicher Bezug genommen. Die verfassungsrechtliche Konstruktion des Burgundischen Kreises wies allerdings mehrere starke Ähnlichkeiten zum Österreichischen Reichskreis auf: 1. Beide Territorienkomplexe waren und blieben Lehen des Reiches. 2. Die Herzöge in Österreich und Burgund waren berechtigt, aber nicht verpflichtet, Reichsversammlungen zu besuchen. Dort hatten sie für alle Teilterritorien zusammen jeweils eine Stimme. 3. Beide Verträge schränkten die militärischen Pflichten der Landesherren gegenüber dem Reich ein: 1358 wurde die Heerfolgepflicht auf 12 Bewaffnete „nach Ungarn" limitiert, 1548 auf zwei bzw. drei Römermonate Reichssteuer resp. Türkenhilfe. 4. In ihren Territorien besaßen die Landesherren das unumschränkte Recht der Herrschaftsausübung, das durch keine Reichsgesetzgebung beeinträchtigt werden durfte. 5. Österreich und Burgund genossen nach Inkrafttreten der Privilegien völlige Appellations- und Evokationsfreiheit, die im Burgundischen Vertrag nur für Steuerforderungen des Reichs eingeschränkt wurden. Die Landesherren wurden dadurch oberste und alleinige Gerichtsherren über ihre Territorien. 6. Sonstige Fremdrechte, z.B. Lehnsrechte, in Österreich wie in Burgund wurden zurückgedrängt bzw. ausgeschlossen. Hierbei war jeweils fraglich, ob „Österreich" und „Burgund" als geographische oder juristische Einheiten zu fassen waren; Konflikte über die Auslegung sollten folgen. Das Privilegium maius besaß noch zwei weitere Passagen, die die Unteilbarkeit Österreichs sowie die weibliche Erbfolge festschrieben. Karl V. regelte diese Punkte nicht im Burgundischen Vertrag, sondern in der „Pragmatischen Sanktion" vom November 1549.52 Das Haus Habsburg hat in der Folgezeit stets auf die Exemtion der Niederlande vom Reich hingewiesen; gleichzeitig haben die Habsburger den Schutz
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augmentum dicti dominii Austrie plenarie referantur." Vgl. den Textabdruck bei Lhotsky, Privilegium maius, S. 86. „Pragmatische Sanktion" vom 4. November 1549: Anne Siberdinus Blécourt/Nicolas Japikse (Hg.), Klein Plakkaatboek van Nederland. Verzamelingen van ordonnantièn en plakkaten betreffende regeeringsvorm, kerk en rechtspraak (14e eeuw tot 1749), Groningen/Den Haag 1919, S. 77-79; Turba, Niederlande, S. 9; Srbik, Niederlande, Bd. 1, S. 2f.
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durch die Reichsstände vergeblich einzufordern versucht.53 Die politischen und konfessionellen Konflikte der folgenden Jahrzehnte im Reich und in den Niederlanden nahmen unterschiedliche Wege. Die betonte Abgrenzung des Burgundischen Kreises vom restlichen Reich durch Karl V. mag mit dazu beigetragen haben, daß der Dreißigjährige Krieg nicht bereits 1568 im Rheinland und im Maasgebiet begann.
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Zu den späteren Beziehungen zwischen dem Reich und den Niederlanden: Johannes Arndt, Das Heilige Römische Reich und die Niederlande 1566-1648. Politisch-konfessionelle Verflechtung und Publizistik im Achtzigjährigen Krieg, Köln/ Wien/Weimar 1998.
Zwischen Friedensvision und Konturierung des „modernen" Völkerrechts: die Epoche Karls V. Heinz Duchhardt Universität Mainz
Die Epoche Karls V. stellt im Gesamtablauf der europäischen Geschichte in mancherlei Hinsicht einen Knoten dar im Sinn einer fundamentalen Richtungsänderung von Prozessen; die Stichworte Reformation, kapitalistische Wirtschaft und Universalkaiser-Idee mögen hier nur stellvertretend genannt sein.1 Häufig übersehen wird, daß auch in rechtlicher Hinsicht den fraglichen Jahrzehnten eine Schlüsselrolle zukommt: nicht nur im Hinblick auf die Konsolidierung und rechtliche Verfestigung des Staates und die mit der Rezeption des römischen Rechts in Verbindung stehenden, überall zu beobachtenden Verrechtlichungsprozesse von Konflikten, sondern auch im Hinblick auf ein sich allmählich ausbildendes zwischenstaatliches Recht. Die Formation eines zwischenstaatlichen Rechts war an verschiedene Voraussetzungen gebunden. Die erste war, daß sich eine Art transpersonale Staatsvorstellung entwickelte, daß sich also Monarch und Gemeinwesen zumindest gedanklich trennen ließen - ein Prozeß, der sich lange hinzog und noch bei Hobbes Mitte des 17. Jahrhunderts nicht völlig abgeschlossen war. Das zweite war, daß sich in dem Bereich, in dem Staaten unmittelbar miteinander zu tun hatten, im Bereich des Konflikts, ein rationaleres Denken durchsetzte. Und drittens schließlich war es unabdingbar, daß sich auch für die Zeiträume des Nicht-Konflikts eine Formalisierung der Beziehungen entwickelte. Mit dem ersten Punkt ist der allgemeine Verstaatungsprozeß beim Übergang vom Mittelalter zur Neuzeit gemeint, also der Übergang der Staatsverwaltung von der Person und der unmittelbaren Entourage des Fürsten auf Institutionen, die auch bei seiner Abwesenheit funktionierten und den direkten Zugriff auf den
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Statt aller Hinweise auf die abundante Literatur zu Karl V. und seiner Epoche begnüge ich mich mit dem Hinweis auf die beiden neuesten Biographien: Alfred Kohler, Karl V. ¡500-1558. Eine Biographie, München 1999; Ernst Schulin, Kaiser Karl V. Geschichte eines übergroßen Wirkungsbereiches, Stuttgart/Berlin/Köln 1999.
Friedensvision undKonturierung des Völkerrechts: die Epoche Karls V. 139 Untertan herstellten. Dies schloß in besonderer Weise auch das Gewaltmonopol ein, also die Beschränkung der legitimen Gewaltanwendung auf den Staat. Mit dem dritten Punkt ist die Genese der modernen Diplomatie gemeint, also die auf Dauer angelegten Beziehungswege zwischen benachbarten oder räumlich voneinander entfernten Gemeinwesen. Beide Prozesse, die sich in Karls V. Regierungszeit europaweit beschleunigten, ohne bereits zu einem Abschluß zu kommen, sollen hier nicht weiter behandelt werden.2 Die Art, wie Konflikte zwischen christlichen Gemeinwesen auszutragen seien3, hatte seit Augustinus die Theologen, die Philosophen, die Juristen und auch die staatlichen Repräsentanten immer wieder beschäftigt, vor dem Hintergrund der Dichotomie von biblischem Friedens- und Liebesgebot einerseits und einer politischen Wirklichkeit, in der Krieg und Fehde ihren Platz hatten. Das große Problem aller mittelalterlichen Intellektuellen, eine Art Rechtfertigungstheorie zu entwickeln, die die Kompatibilität von Krieg und Lehre Christi feststellte, war von Thomas von Aquin auf eine neue Diskussionsstufe insofern geführt worden, daß er den Krieg dann als gerecht und damit als kompatibel mit der christlichen Lehre einstufte, wenn drei Bedingungen erfüllt sind: die auctoritasprincipis, die intentio recta der Kriegführenden, die justa causa. Diese Fixierung entsprach einem seit längerem zu beobachtenden Trend, dem Krieg alles Naturhafte abzusprechen und ihn zu einer Art Rechtsgeschäft zu erklären. Über alle diese Kriterien ist in der Folgezeit weiter diskutiert worden, wobei sich bezüglich der auctoritas principis mehr und mehr die Tendenz durchsetzte, das Kriegsführungsrecht den Inhabern der „Souveränität" - um einen zunächst noch anachronistischen Begriff zu verwenden - zuzusprechen, und wobei die Frage der Richtigkeit einer intentio immer in der Schwebe blieb und bleiben mußte. Im Hinblick auf die justa causa aber war es die Epoche Karls V., der der entscheidende Schritt nach vorne gelang. Dabei muß man sich zunächst vergegenwärtigen, daß und wie sich die Welt in den Tagen Karls V. veränderte und wie dieser Vorgang zu einer neuen Heraus-
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Meisterhaft werden beide Prozesse behandelt in Wolfgang Reinhards glänzender Strukturanalyse: Geschichte der Staatsgewalt. Eine vergleichende Verfassungsgeschichte Europas von den Anfängen bis zur Gegenwart, München 1999. Zur Formation des „modernen" Völkerrechts vgl. zuletzt in knapper Form Heinz Duchhardt, „La guerre et le droit des gens dans l'Europe du XVIe au XVIIIe siècles", in: Guerre et concurrence entre les Etats européens du XTVe au XVIIIe siècles, sous la direction de Philippe Contamine, Paris 1998, S. 339-364 sowie Karl-Heinz Ziegler, Völkerrechtsgeschichte, München 1994.
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forderung für die Intellektuellen werden mußte. Europa hatte zur Kenntnis zu nehmen, daß es eine Welt jenseits der Christianitas gab, die in das Weltbild zu integrieren war und für die es bisher noch keinen Verhaltenskodex gab; die transatlantische Welt war mit der auf die Osmanen angewandten Kategorie des Erbfeindes der Christenheit ja nicht mehr zu fassen. Es kann deswegen auch nicht erstaunen, daß es zunächst Spanier - spanische Theologen und Philosophen waren, die sich von den Problemen des Umgangs ihres Staates mit den nichtchristlichen Völkern herausgefordert fühlten und neue moral-philosophische Theorien von internationaler Politik vorzudenken begannen. In seiner großen Gesamtsynthese4 hat der deutsche Völkerrechtler Wilhelm Grewe den Zeitraum zwischen 1494 und 1648 mit der alles in allem problematischen Nomenklatur „Spanisches Zeitalter" versehen. Bei allen Einwänden gegen diese Begrifflichkeit muß man immerhin einräumen, daß es in der Tat Spanien war, das sich durch seine internationale und interkontinentale Dynamik selbst herausforderte, daß es Spanien war, das durch seine expansive und auf Herrschaftszentralisierung zielende Gesamtpolitik seine eigenen Intellektuellen und Funktionsträger unter Rechtfertigungsdruck setzte, der auch völkerrechtsgeschichtlich wirksam wurde. Dabei ist es zunächst einmal festhaltenswert, daß die spanischen Theologen - Francisco de Vitoria, der seit 1526 in Salamanca lehrende Dominikaner, muß hier an erster Stelle genannt werden - sich von den bisherigen Denkmustern bezüglich der Erfordernis der justa causa ganz deutlich und entschieden lösten. Justa causa - das implizierte ja dem christlichen Weltbild und demzufolge auch der „Philosophie" der spanischen Conquista gemäß die Vorstellung von der Rechtmäßigkeit jedes Krieges gegen Ungläubige. Vitoria stellte freilich nicht nur diesen Kernsatz in Frage, sondern ging sogar noch einen Schritt weiter: Vor dem Hintergrund des neuen Erfahrungshorizonts in Übersee -Vitorias entscheidendes, allerdings erst posthum 1557 aufgrund von Vorlesungsmitschriften publiziertes Buch trägt den Titel De Iure Belli Hispanorum in Barbaros5- gelangten die spanischen Theologen zu der Position, daß eine ignorantia auf einer Seite, also fehlendes Unrechtsbewußtsein, dem objektiven Verschulden die injustitia nähme, folglich also selbst ein Krieg der amerikanischen Eingeborenen gegen die spanischen Eroberer subjektiv einejusta causa sein könne. Der Vorstellung, daß in einem Krieg beide Parteien - zunächst subjektiv - eine gerechte Sache ver4 5
Wilhelm G. Grewe, Epochen der Völkerrechtsgeschichte, Baden-Baden 1988. Lateinischer Text nebst deutscher Übersetzung, hrsg. von Walter Schätzel, Tübingen 1952.
Friedensvision und Konturierung des Völkerrechts: die Epoche Karls V. 141 treten, war damit die entscheidende Bahn gebrochen, der die spanischen Juristen und Theologen noch zu Karls Lebzeiten und in der nachfolgenden Generation dann auch ausnahmslos folgten; die Objektivierung dieser Position, d.h. die Konstruktion eines Kriteriums, das unabhängig vom meist gar nicht zu entscheidenden Rechtsanspruch jeden Krieg von Kriegsberechtigten als beiderseits „gerecht" einstufte, war nun nur noch eine Frage der Zeit. Den spanischen Theologen mit Vitoria an der Spitze kommt in der Geschichte des Völkerrechts, dessen Bedeutungsdimension (jus gentium im Sinn vom Recht der Staaten und zwischen den Staaten) erst sie definitiv festlegten, vor allem deswegen eine so zentrale Bedeutung zu, als sie nicht nur die Diskussion um das bellum justum weiter bereicherten und erstmals das jus ad bellum ganz präzise mit der summapotestatas jurisdictionis, also mit dem nach außen geschlossenen „souveränen" Staat, verknüpften, sondern als sie in ausdrücklicher Auseinandersetzung mit Thomas von Aquin ein neuartiges Naturrecht konstruierten, das auf spezifisch christliche Elemente verzichtete, als dessen Grundlage sie die menschliche Rationalität im Sinn einer nicht weiter zu hinterfragenden Gegebenheit ansahen. Dieser Gedankengang hatte auch ganz konkrete Auswirkungen auf eine zu schaffende Theorie der zwischenstaatlichen Beziehungen, von denen nun auch die Nichtchristen, die heidnischen zivilisierten Staaten, ja sogar die politischen Ordnungen der „Wilden" in der neuen Welt mit überzeugenden Gründen nicht mehr ausgeschlossen werden konnten: der Weg hin zu einer die ganze Menschheit umspannenden Rechtsgemeinschaft war in Angriff genommen worden, und es sollte sich erweisen, daß er unumkehrbar war. Und da ratio und Soziabilität der Menschen und dann auch der Staaten nicht mehr von Gottes Zuoder Abneigung her gedacht wurden, kamen die spanischen Spätscholastiker notwendigerweise zur Definition des Naturzustandes als eines prinzipiell friedlichen Zustandes. Für die Formierung des „modernen" Völkerrechts war das der entscheidende Quantensprung, die Identifizierung des Völkerrechts mit dem Naturrecht, das Gültigkeit beanspruchen könne, auch ohne auf dem Konsens der Beteiligten zu gründen. Für die großen Juristen des 17. und frühen 18. Jahrhunderts, die Hobbes und Pufendorf, die Locke und Thomasius, gab es insofern nur ein naturrechtliches, nicht ein auf Verträge, also positives Recht gegründetes Völkerrecht. Erst seit der Mitte des 18. Jahrhunderts sollte in dieser Hinsicht ein allmähliches Umdenken erfolgen.6
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Vgl. u.a. Reinhard (wie Anm. 2), S. 383.
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Aber das von den Spaniern postulierte, seinem Wesen nach „friedliche" Naturrecht schloß selbstverständlich den Krieg nicht aus, der naturrechtlich vor allem darin seine Begründung fand, daß Staaten das Recht haben müßten, gegen dritte Staaten einzuschreiten, die fundamentale menschliche Rechte verletzten und den die spanischen Theologen deswegen betonter als alle ihre intellektuellen Vorgänger jetzt nur noch auf der zwischenstaatlichen Ebene zugelassen wissen wollten - Vitoria mit seiner aus der Vorstellung von der perfecta communitas abzuleitenden Negierung des Kriegsführungsrechts der feudalen Zwischengewalten hatte hier erneut den Weg gewiesen, und bei seinen geistigen Nachfolgern der 1570er und 1580er Jahre, den Suarez, Ayala und Gentiii, die ausnahmslos die Erfahrung des niederländischen Bürgerkriegs mitbrachten, wird diese Position noch verständlicher, daß nämlich den intermediären, nichtsouveränen Kräften im Staat, also den feudalen Zwischengewalten, das Kriegsrecht unbedingt entzogen bleiben bzw. werden müsse. Krieg ist demnach nur zwischen respublicae perfectae als den den souveränen Fürsten zugeordneten Einheiten möglich; Krieg ist indes ein zwischenstaatlicher Ausnahmezustand, ein Mittel, das nur instrumentalisiert werden darf, um den auf derjustitia basierenden zwischenstaatlichen Frieden wiederherzustellen und zu sichern. Es war dann freilich erst die Generation nach Vitoria, die in der Frage des bellum justum den entscheidenden Schritt nach vorne tat. Erst gegen Jahrhundertende wurde die Vorstellung, daß beide mit „Souveränität" begabten Seiten einen „gerechten Krieg" fuhren könnten, zur Norm. Die Frage nach der justa causa verlor damit ihre Relevanz, sobald und je entschiedener die formalen Voraussetzungen zur Kriegführung zum Kriterium des gerechten Krieges gemeint wurden; die Überwindung des diskriminierenden KriegsbegrifFs bahnte sich an. Es sollte festgehalten werden, daß die skizzierte Weiterentwicklung des Jus Gentium im Sinn eines modernen zwischenstaatlichen Rechts durch das Ausgreifen der Europäer nach Übersee ausgelöst wurde, nicht etwa durch die sich verstärkenden innereuropäischen Interaktionen. Die zwischenstaatlichen Interaktionen erreichten ja seit der Wende vom 15. zum 16. Jahrhundert eine neue Stufe - nicht wenige Historiker datieren die „Vormoderne" seit jenem Zug Karls VIII. von Frankreich nach Italien, mit dem nicht nur die Formierung der italienischen Staatenwelt einen nachhaltigen Impuls erhielt, sondern mit dem auch so etwas - im Pro und im Kontra zu diesem auf dem freien Entschluß eines Fürsten beruhenden Unternehmen zur Machterweiterung - wie ein europäisches Staatensystem Gestalt annahm. Aber die sich verstärkenden zwischenstaatlichen Interaktionen in Europa führten nicht primär dazu, sich über die Regulierung und die Regeln dieser Interaktionen Gedanken zu machen, sondern, ganz bezeich-
Friedensvision und Konturierung des Völkerrechts: die Epoche Karls V. 143 nend, eher zu Reflexionen von Intellektuellen, den Frieden zu beschwören. Das frühe 16. Jahrhundert ist die Epoche, in der zum ersten Mal Friedensutopien in massierter Form auftreten. Die Friedensvision des europäischen Intellektuellen war seit dem Beginn des 14. Jahrhunderts ja kein unbekanntes Genre mehr, wobei die Projekte seit Pierre Dubois immer einen festen Kern gehabt hatten: die Herstellung und Sicherung des Friedens zwischen den europäischen Gemeinwesen mit dem Ziel und Zweck der Wiedereroberung des Heiligen Landes, also der symbolträchtigen und emotional hochstehenden Stätten der frühen Christenheit. Am Vorabend des 1. Weltkrieges konnte ein in Frankreich publizierender Historiker nicht weniger als Cent projets de partage de la Turquie nachweisen, so der Titel seines Buches, die seit dem ausgehenden Mittelalter das europäische Staatenleben bestimmt hätten.7 Dieses Motiv behielt im 16. Jahrhundert und weit darüber hinaus seine Relevanz, aber es war in der Zeit Karls V. nicht mehr durchgängig das Antriebsmoment für die Autoren. Wenn man, und nur das ist in diesem Beitrag möglich, aus dem Paket der Friedensvisionen in der Epoche Karls V. ein Beispiel herausgreift, dann wird an Erasmus' Querela pacis wohl kein Weg vorbeifuhren - und dies nicht nur deswegen, weil die „klassische" deutsche Textsammlung, die des Münsteraner Historikers Kurt von Raumer aus den frühen 50er Jahren, Erasmus als ersten würdigt.8 Freilich würde man das Werk des Rotterdamer Humanisten9 gründlich mißverstehen, wenn man annähme, es hätte sich unmittelbar und aus eigenem Antrieb aus der aktuellen Sorge um den Staatenfrieden gespeist. Auf der anderen Seite muß man sehen, daß Kriege einen Großteil der Vita des Erasmus begleitet hatten, ob man nun an die Burgunderkriege der 1470er Jahre, an die oberitalienischen Auseinandersetzungen der 1490er Jahre oder Julius' II. Kampf um die völlige Restauration des Kirchenstaates denkt. So gesehenfielendie Anregungen niederländischer Beamter, im Blick auf einen geplanten Fürstenkongreß, dem alle zwischen den Staaten anhängigen Streitfragen übertragen werden sollten, bei Erasmus auf fruchtbaren Boden. Zu dem Fürstenkongreß kam es nicht, wohl aber schrieb Erasmus seinen langen Essay, der dann 1521 auch in deutscher Übersetzung gedruckt werden sollte. Der literarische „Trick" des Erasmus, um es einmal so zu formulieren, war, daß er, hier freilich antiken Vorbildern folgend,
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Trandafir G. Djuvara, Cent projets de partage de la Turquie (1281-1913), Paris 1914. Kurt von Raumer, Ewiger Friede, Freiburg/Br.- München 1953, S. 1-21. In Übersetzung bei Raumer (wie Anm. 8), S. 211-248. Die zeitgenössische, von Leo Jud besorgte Übersetzung der Schrift von 1521 liegt als Faksimile vor: hrsg. von Alois M. Haas und Urs Herzog, Zürich 1969.
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den Frieden zu dem Status einer Person erhob und ihn so gleichsam aus dem Subjekt der Sache heraus reden ließ, was der Schrift den Charakter direkter Eindringlichkeit verleiht. Der Friede sieht sich veranlaßt, weit eher und viel deutlicher über das Unglück der Menschen zu klagen, die den Frieden aus Unvernunft nicht zu leisten vermögen, als über das Unrecht, das ihm aus dieser Unmenschlichkeit der Menschen zufließt. Dabei sind die Menschen geradezu naturhaft auf Verträglichkeit und Einmütigkeit, also auf Frieden, angelegt. Und es kommt zu diesen anthropologischen Gegebenheiten noch hinzu, daß auch die Lehre Christi und das Humanum den Menschen den Krieg schlechterdings verunmöglichen sollten. Aber dem stehen die Orte der Zwietracht gegenüber, die Stadt und der Fürstenhof, und sie seien dafür verantwortlich, daß die Menschen auf allen sozialen Ebenen friedensunfähig, mit sich und den Mitmenschen zerfallen seien. Um so schlimmer sei das, weil das Christentum das Friedensgebot zur obersten Verhaltensnorm erhoben habe. Die Wirklichkeit schlage diesem Gebot ins Gesicht; es gebe praktisch keinen Ort der bekannten Welt, wo die Christen nicht gegenseitig Blut vergössen; ja, es komme gar nicht so selten vor, daß sie dazu von Christi Stellvertreter auf Erden noch angestachelt würden. Um diese unseligen Streitigkeiten in allen Teilen der Welt zu schlichten, schlägt Erasmus schließlich eine Art Schiedsgericht vor, das, bestehend aus gebildeten Leuten, durch klugen Rat Schlimmeres verhüten soll. Selbst den Türken gegenüber sei eine friedliche Lösung einem allfälligen Krieg vorzuziehen. Mit diesem Optimismus endet die Schrift dann auch, einem Aufruf an alle Fürsten und Priester, an alle Obrigkeiten überhaupt, die Kriegsübel vergessen zu machen und prospektiv sich dem Studium des Friedens hinzugeben. Es mag sein, daß Erasmus' Schrift - und dafür ist er oft kritisiert worden wenig Verständnis der politischen Spielregeln und Zwänge atmet, aber dieses Defizit wird sicher aufgewogen dadurch, in welchem Maß seine Utopie des Friedens eine dezidiert und zentral christliche ist. Sie steht damit freilich zugleich auch, viel stärker, als man das annehmen sollte, in der augustinischen Tradition des Friedensdenkens. Mit der Querelapacis begann - von Erasmus selbst wurde die Thematik im übrigen immer wieder aufgegriffen - eine Folge von Friedensvisionen, die noch in der Zeit Karls V. u.a. ein so bedeutsames Zeugnis wie Sebastian Francks Schrift von 1539 hervorbrachte und die sich zum Vergleich geradezu aufdrängen. Es ist offensichtlich, daß sie, vor allem soweit sie dann im 17. Jahrhundert erschienen und damit ein höheres Maß an Politikverständnis reflektieren, der politischen Wirklichkeit näher standen, aber für das Christliche in den Friedenstraktaten hatte Erasmus noch einmal für die ganze Frühe Neuzeit den Ton angeschlagen und den Tenor vorgegeben.
Friedensvision und Konturierung des Völkerrechts: die Epoche Karls V. 145 Das heißt auf der anderen Seite nicht, daß alle aus einem dezidiert christlichen Umfeld herkommenden Zeitgenossen des Erasmus in ihren Friedensschriften notwendigerweise eine ähnliche Distanz zur politischen Wirklichkeit gehabt hätten wie der Rotterdamer. Martin Luther etwa hat in zwei Schriften aus dem Jahr 1526 das Gewaltmonopol der Obrigkeit besonders hervorgehoben, das einen Soldaten im Zweifelsfall davon ausgehen lassen müsse, daß ein von der Obrigkeit geführter Krieg rechtens sei. Sebastian Franck, der reformatorische Außenseiter, dessen „Kriegsbuchlein [sie] des Friedens" in den Jahren zwischen 1536 und 1539 niedergeschrieben wurde10, hat mit großer Bestimmtheit nicht nur jeden Angriffskrieg, sondern auch - ein großes Thema seiner Tage - jeden Glaubenskrieg mit seinem Anathema versehen. Und selbst ein Erasmus so nahestehender Humanist wie Vives hat zeitlebens zwar mit großer Hingabe gegen der Krieg angeschrieben und angekämpft, aber er war nicht mehr imstande, an die Heraufkunft des irdischen Friedensreichs zu glauben. So sehen wir in der Epoche Karls V. auf der einen Seite jenen quantitativen Aufschwung der Friedenspublizistik und der Friedensvisionen, auf der anderen Seite aber auch den qualitativen Sprung zu einem Denken, das bereits relativ politiknah zu werden beginnt. Für dieses Denken steht noch nicht Erasmus, stehen wohl aber Reformatoren und andere Humanisten, die nüchtern sehen, daß der Krieg nicht abgeschafft, sondern allenfalls begrenzt werden kann. Und das ist der Punkt, an dem sich die Friedenspublizistik des frühen 16. Jahrhunderts und das sich formierende „moderne" Völkerrecht dann wieder treffen.
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Raumer (wie Anm. 8), S. 23-60 bzw. 249-288 (Text).
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Ferdinand Seibt Collegium Carolinum
Das Jubiläumsjahr hat seine Schatten lange vorausgeworfen. Pünktlich sind nicht weniger als sechs Biographien erschienen und eine Arbeit, die den Frauen um Karl V. gewidmet ist.1 Es gibt dabei endlich auch internationale Zusammenarbeit für jenen Herrscher, der wie kein anderer international gewirkt hat. Eine große historische Ausstellung wandert von Brüssel über Bonn nach Wien, wo sie noch einmal aus Wiener Schätzen ergänzt wird.2 Und dieses Symposium in Münster und Bonn trägt den Ereignissen noch einmal auf besondere Weise Rechnung. Denn es vereinigt spanische und deutschsprachige Teilnehmer, und in diesen beiden nationalen Historiographien gab es seit je das größte Interesse an Karl V., im Gegensatz zu den ehemaligen Habsburger-Ländern im alten Österreich-Ungarn, zu England oder auch zu Frankreich, das doch durch fünf Kriege einen besonderen politischen Kontakt zu dem großen Habsburger hielt und den Mythos von der deutsch-französischen Erbfeindschaft auf seine Weise begründen half. So ist es ein großes Verdienst dieser Konferenz, gemeinsam mit spanischen Kollegen die spanische Erinnerung an den Begründer der nationalen Einheit neben den seit mehr als hundert Jahren gepflegten deutschen Rückblick auf den „Kaiser der Reformation" zu stellen. Das trifft zudem das Anliegen der Geschichtswissenschaft in Europa, aus den nationalen Grenzen heraus zufinden, in denen sie sich seit ihrer modernen Formierung im Zeitalter der klassischen Quellenforschung bewegt. Das Unternehmen aus der Initiative eines deutschen Romanisten gilt aber auch der interdisziplinären Verbindung und trägt dementsprechend dazu bei, den großen Habsburger aus dem Korsett der politischen Betrachtung überhaupt zu befreien. In der deutschen wie in der spanischen Historiographie galt die klassische Biographie mit wenigen Ausnahmen bisher immer dem Staatsmann, dem
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Eine Übersicht in: DIE ZEIT 9 (24. Februar 2000) von Friedrich Prinz, die man noch ergänzen muß durch Ferenc Majoros, Karl V. - Habsburg als Weltmacht, Graz 2000, Styria-Verlag. Dazu die Rezension der Ausstellung von Martin Warnke in: DIE ZEIT 9 (24. Februar 2000).
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Politiker, dem fast unermüdlichen Regenten aus Akten und Korrespondenz, was freilich nach seinem Wirken nur allzu nahe liegt. Aber unserer Welt, die heute nicht mehr beherrscht ist vom Primat der Politik, sind solche Antworten nicht mehr genug. Natürlich war auch bisher in der politischen Biographie die Frage nach der religiösen Persönlichkeit Karls unvermeidlich. Doch sind die älteren Auskünfte dürftig. Die grundlegende deutsche Karls-Biographie von Karl Brandi, die noch immer alle folgende Werke überschattet, einige der neuesten und von mir nicht geprüften Arbeiten zum Jubiläumsjahr einmal ausgenommen, läßt den leeren Fleck in unserem Wissen leicht erkennen.3 Dazu treten aus den letzten Jahrzehnten die Arbeiten von Peter Rassow und Heinrich Lutz. Auch die neueste Arbeit von Alfred Kohler gehört in diese Traditionslinie, der ich meine kleine Biographie von 1990 entgegen zu setzen versucht habe. Lediglich Heinz Schilling entwirft 1998 den Grundriß tiefschürfender Fragestellungen nach Karls religiöser Persönlichkeit.4 Karls religiöses Verhalten war offenbar unauffällig in seiner niederländischen Heimat wie auch in Spanien, es war leicht dem zeitgenössischen Standes- und Staatsdenken einzuordnen, allerdings wohl von Anfang an in den lebhaften Farben des burgundischen Rittertums, dessen Aussagekraft sich zumindest kollektiv hätte fassen lassen. Ich habe diesen Zusammenhang vor zehn Jahren anzusprechen versucht.5 Es war aber schließlich der Gang der deutschen Dinge, der den Herzog von Burgund, König von Spanien und römisch-deutschen König, sowie erwählten Kaiser 1521 zur Stellungnahme zwang. Diese Stellungnahme ist aktenkundig.6 Man muß sich wundem, daß sie erst hundert Jahre nach ihrer Edition eingehende Analysen fand. Heinrich Lutz und Hans Wolter haben sich um 1970 mit ihr beschäftigt und damit allein schon ohne weitere Reflektion die Mutmaßung von Karl Brandi korrigiert, der Karls Religiosität in den Zusammenhang mit der niederländischen Devotenbewegung rückte.7
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Karl Brandi, Kaiser Karl V. Werden und Schicksal einer Persönlichkeit und eines Weltreiches, 2 Bde., 1. Aufl., 1938 und 1941, 7.Aufl., 1964. Heinz Schilling, „Veni, vidi, Deus vixit - Karl V. zwischen Religionskrieg und Religionsfrieden", in: Archiv fiir Reformationsgeschichte 89, 1998. Ferdinand Seibt, Karl V. Der Kaiser und die Reformation, 1990, 1998, 5.Aufl., bes. S. 43 ff. Deutsche Reichstagsakten unter Karl V., I, 1898, S. 595f. Brandi w. o. Anm. 3, Bd. 1,1938, S. 551. Der hochverdiente Biograph und Vater aller neuerer deutscher Karls-Historiographie läßt hier einen bedenklichen Mangel an mentalitätsgeschichtlicher Aufmerksamkeit für politisch akzentuierte Fragestellungen erkennen, während er die Formulierung wählt, Karl sei „von tiefster mittelalterlicher
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Brandis Urteil, dem er selber im Hinblick auf sein eigentliches Anliegen augenscheinlich keine große Bedeutung beimaß, gründete wohl auf der Tatsache, daß Hadrian von Utrecht, der spätere Papst, zu Karls Lehrern zählte, der selber einst durch die Schule der Devotenbewegung gegangen war, und daß diese Bewegung just in Karls Heimat Ursprung und Anhänger hatte. Aber Hadrian ist nicht als der große Vertreter dieser, in verzeihlicher Kürze gesagt, eher fundamentalistischen Bibelbewegung in die Papstgeschichte eingegangen, und der ahnenstolze königliche Ritter Karl mit seinem Wahlspruch „plus ultra" noch weniger. Immerhin wußten andere Betrachter, so Joseph Lortz in seiner vorzüglichen, leider nicht annotierten Reformationsgeschichte 1939/40 Karls „Treue" als religiösen Wert hervorzuheben. Aber eben erst der Jesuit Wolter wendete sich 1971 der frühesten aussagekräftigen Quelle zum Thema zu und fand immerhin, ähnlich wie Heinrich Lutz etwa zur selben Zeit, ein einigermaßen abweichendes Bild. Es geht dabei aber nicht nur um ein religiöses Bekenntnis, sondern bereits um eine konfessionspolitische Aussage. Es geht um den weltberühmten Reichstag von Worms, nach dem verbreiteten Urteil also um den Ursprung der deutschen Reformation. Martin Luther war mit kaiserlichem Geleitsbrief vor den Reichstag geladen worden, er hatte sich einen Tag für seine Antwort Bedenkzeit erbeten, aber anderntags, am 18. April 1521, mit fester Stimme zu seinen Schriften bekannt. Der Kaiser, der bis dahin nur flämisch, französisch und spanisch sprach, wohl auch des Lateinischen kundig, hatte ihn schweigend entlassen. Aber am anderen Tag, am 19. April, trat er mit einer eigenhändigen Stellungnahme hervor, und die ist nun eben religiöses Bekenntnis und konfessionspolitisches Programm zugleich. Das religiöse Bekenntnis stützt sich auf die kaiserlich-katholische Tradition, die Karl mit einem Blick auf seine Ahnengalerie beschwört. Ihr zweites Element ist dann wirklich jene Treue, die in ihrem Grundanliegen von Zuverlässigkeit und Beständigkeit noch heute zu unseren persönlichen und gesellschaftlichen Werten
Frömmigkeit" gewesen. Man muß kein Mediaevist sein um zu begreifen, daß es eine „mittelalterliche Frömmigkeit" überhaupt nicht gab. Brandi bringt danach Einflüsse der niederländischen „Brüder vom gemeinsamen Leben" ins Spiel mit dem Kommentar, „Karls wesenhafte Frömmigkeit kann wohl nur hier ihre Wurzeln haben". Das Urteil spricht für sich in seiner unsicheren Wortwahl, und mag es noch durch den in den dreißiger Jahren erst wenig entwickelten Stand der Forschung entschuldigt werden, so ist seine affirmative Wiederholung in den neuesten Arbeiten, so etwa bei Alfred Kohler, „Karl V.", 1999, S. 290 und ders., in: Carolus. Keizer Karel Vvon 1500-2000. Katalog zur Ausstellung Karl V., 1900, S. Ii, eigentlich nicht mit guter Kenntnis überein zu bringen. Vgl. dagegen schon Joseph Lortz, Die Reformation in Deutschland, Bd. 2 , 1 9 4 0 , S. 291.
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zählt, zu Karls Zeiten in besonderer Weise kultiviert, im Ritterethos, im dem er seit Kindsbeinen im Rahmen der Ordensgemeinschaft vom Goldenen Vlies besonders erzogen und geschult worden war. Es ist Kirchentreue im gegebenen Fall, es ist nicht Papsttreue. Aus dem Munde des Kaisers hätte das bekanntlich auch eine besondere Problematik heraufbeschworen. Noch war das mittelalterliche Echo der Zweigewaltenlehre nicht ganz verhallt. Heinrich Lutz hat hervorgehoben, daß dieses Bekenntnis überhaupt in seinen etwa sechzig Druckzeilen ein Kirchenverhältnis ohne Papst umreiße, und diese Beobachtung sollte nicht vergessen werden. Im übrigen aber definiert der junge Kaiser die Kirche als einen Funktionszusammenhang von Dekreten und Bräuchen, er spricht, was freilich auch schwierig ist, dabei das Phänomen des Glaubens nicht eigens an, aber vor allem auch nicht die Kirche als lebendige Gemeinschaft der Gläubigen. Nun ist das Unausgesprochene gerade in diesem Fall natürlich nicht identisch mit dem Unwichtigen. Religiöse Zwecksetzung zielt nach Karl auf die Ehre Gottes, die Vermehrung des Glaubens und das Heil der Seele. Glaube ist demnach Pflicht zum guten Zweck. Die emotionalen Elemente, die Liebe der Gläubigen und die Gnade Gottes, fehlen in diesem Repertoire. Wir werden sehen, daß der Einundzwanzigjährige im Lauf seines Lebens gerade diese Eigenschaften echter Religiosität noch entwickeln und erwerben wird. Für das politische Verhältnis zwischen ihm und der Kirche, für seine Kirchenpolitik, ist aber wohl noch bedeutsam, daß Karl auf die Konzilien verweist als einen Angelpunkt im kirchlichen Leben. Dieser Verweis entspricht seiner zeitgenössischen Politik ebenso wie der unmittelbaren Vergangenheit. Denn hundert Jahre zuvor, noch lebhaft in Erinnerung in der bekanntlich besonders historisch orientierten päpstlichen Diplomatie ebenso, wie in der Argumentation Luthers, war die Kirche in kurzer Zeit vier Mal hintereinander zu Konzilien zusammengetreten, und zwei dieser Konzilien, das Konstanzer und das Basler, hatten richtungsweisende Bedeutung. Zudem gab es erst wenige Jahre zuvor in Rom das fünfte Laterankonzil, aber im Rahmen der Auseinandersetzung mit der Kirchenreform darf man diese Zusammenkunft der Bischöfe aus der katholischen Christenheit wohl eher ineffizient nennen. Die großen Konzilien des 15. Jahrhunderts hingegen hatten sich als Gegenspieler des Papsttums entwickelt, und Karls Kirchenpolitik gipfelte bald in dem Programm eines neuen, der grundlegenden Kirchenreform und ebenso auch der Auseinandersetzung mit Luther zugedachten allgemeinen Konzils, das ihn in unendliche diplomatische Züge und Winkelzüge mit Papst und Kardinälen verwickeln sollte. Man kann sagen, daß Karls Kirchenpolitik mit einem neuen Konzil stand und fiel. Sie fiel, als es endlich in Trient zusammentrat, verzögert, wiederholt unterbrochen und in seinem Programm ganz gegen Karls Erwartungen gerichtet.
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Aber das Stichwort fiel eben schon 1521 in der Antwort auf Luther, und dieses Stichwort ist bezeichnenderweise eingebettet in den Gedanken, es sei auch Glaubensinhalt, was seine „kaiserlichen Vorgänger auf den Konzilien von Konstanz und anderswo angeordnet" hätten. Kaiser hatten kaum je etwas angeordnet in der langen Konziliengeschichte, in Konstanz schon gar nicht, und Karls Programm erweist sich durch diesen Hinweis abermals als eine für das Papsttum bedrohliche Stellungnahme. Dem steht nicht entgegen, daß man an der Kurie bekanntlich Karls Stellungnahme vom 19. April nicht nur begrüßte, sondern geradewegs feierte und sie in mehrere Sprachen zur Verbreitung in der ganzen Christenheit übersetzte. Im Gegenteil: Diese Reaktion ist päpstlich als die Erlösung von ganz anderen Befürchtungen gedeutet worden. 8 Karl spricht auch von Freunden in seiner knappen, in Wahrheit aber doch sehr gewichtigen Stellungnahme, deren Unterstützung er bei seiner nun eben gefällten Entscheidung erwarte, ebenso wie die Gefolgschaft der Reichsfürsten. Prüfen wir auch diese Aussage! Nach der Gefolgschaft muß man, wenige Wochen nach Krönung und Huldigung, gewiß nicht lange fragen. Aber wer sind die Freunde? Welche Freunde hat ein erwählter römischer Kaiser denn überhaupt in dieser Welt? Es bleibt, so denke ich mir, im Hinblick auf den einsamen Karl, den bis zu seinem Lebensende ein bekanntes Mißtrauen zeichnete, selbst gegen vertraute Ratgeber 9 , Biographien verweisen in diesem Zusammenhang immer wieder besonders auf sein sogenanntes Testament von 1543, nämlich tatsächlich eine ernsthafte Frage, wen er unter diesen Umständen wohl als seine Freunde nennen könnte? Ist nicht der in der europäischen Geschichte überhaupt einmalige Umstand, daß Karl sein Riesenreich immer wieder nur durch Stellvertreter und Regenten zusammenhielt, wofür er außer seinem einzigen Bruder ausschließlich nächstverwandte Frauen einsetzte, seine Tante, seine Frau, seine Schwester und seine Tochter, ein Beweis, daß er keine Freunde hatte? Wer waren seine Freunde? Es bleibt nach meinem Dafürhalten nur ein „Freundeskreis" für eine solche Antwort, in den der künftige Herzog von Burgund bereits geboren wurde und dessen Leitung schon das Kind Karl übernahm. Der Orden vom Goldenen Vlies, mit seinen ursprünglich 31, später 62 Mitgliedern aus dem westeuropäischen Hochadel und aus Spanien, das mag nach allem, was ein umsichtiger Biograph zu dieser schließlich nicht unwichtigen Frage zusammentragen könnte, dieser Freundeskreis sein. Mehr und
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Dazu etwa Seibt, 1990, w. o. Anm. 5, S. 80. Seibt, 1990, S. 150ff.
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anderes ist nicht bekannt. Die Nichtachtung dieses Ordens mit samt dem Hinweis auf Freunde überhaupt, kennzeichnet aber zumindest bis vor kurzem alle Karls-Biographien. Karl war in diesen Orden als der künftige Herzog von Burgund von früher Jugend an auch eingeführt durch einen hervorragenden Vertreter des burgundischen Rittertums, Wilhelm von Croy. Er wurde Ordensmeister als Siebenjähriger, wenn auch nur formal, und als Fünfzehnjähriger wurde er wegen einer Auseinandersetzung um die Rechte dieses Ordens von Kaiser Maximilian für großjährig erklärt, übernahm die Regentschaft der Niederlande aus den Händen seiner Tante Margarethe und entschied dann auch gegen sie, die sich verzweifelt wehrte mit den Worten, „wenn ich ein Mann wäre, dann würde ich den Herren ihre Ordensregeln singen [...]."10 Der hochadelige Bund schloß allerdings nicht nur burgundische und später spanische Ritter zu einer Lebensgemeinschaft zusammen, sondern er brachte zumindest formal Karl auch in Kontakt mit Heinrich VIII. von England und Franz I. von Frankreich, die ebenso Ordensmitglieder waren; Hochgeborene also, die Karl buchstäblich nach Rang und Stand als seine Freunde hätte betrachten können. Die Ordensidee schloß sie alle zusammen wie einst den König Artus im Kreis seiner Tafelrunde. Auch auf diese Freunde berief sich nun also der Einundzwanzigjährige in Worms vor dem unerhörten Bekenntnis des Augustinermönches und angesichts seiner schweigenden Umgebung im Kreis der deutschen Reichsfürsten, als er nach Argumenten suchte. Augenscheinlich haben die modernen Biographen die ritterliche Gemeinschaft um das Goldene Vlies für eine unverbindliche Zugehörigkeit im Sinn moderner Ordensverleihungen verkannt." Heinz Schilling hat kürzlich hervorgehoben, auch er freilich ohne Rücksicht auf den Vlies-Orden, daß schon Ranke (und nach ihm manche andere) den Einfluß der Politik auf Karls Biographie überschätzten, und dem entgegegen gehalten, „daß sich Karl Zeit seines Lebens von einer ernsthaft empfundenen und gelebten Religiosität hat leiten lassen."'2 Diese Religiosität habe im Individualismus eine gemeinsame Wurzel mit der evangelischen Reformation. Das ist ein treffendes Generalurteil, das man freilich sowohl ausdehnen als auch differenzieren möchte. Zunächst muß man hervorheben, daß die alte Kirche selbst einen solchen religiösen Individualismus von Anfang begründet und seit
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Seibt, 1990, S. 47. Seibt, 1990, S. 43ff. Schilling, 1998, w. o. Anm. 4, S. 155.
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dem 13. Jahrhundert institutionalisiert hat.13 Auch muß man sagen, daß alle Reformbewegungen von Laienseite individualistische Momente unterschiedlicher Art in sich tragen, oftmals unbeachtet von der Geschichtsforschung. Als Exempel für die deutsche Entwicklung im Spätmittelalter mag der bekannte „Ackermann aus Böhmen" gelten, der bekanntlich einen Gerichtsprozeß mit dem Tod wegen dem Verlust seiner Frau organisiert, eine evident individualistische Inszenierung, ganz ohne die Kirche und ihre Vermittlung. In diesem Zusammenhang gab es tatsächlich eine „gemeinsame Wurzel" 14 für alle Reformationen, vor, neben und nach Luther, und auch Karl, gerade Karl, der Auserwählte, erwählte und gekrönte römische Kaiser, ist hierin dem Propheten eines neuen Gottesverständnisses in seiner tiefsten und natürlich durchaus subjektiven Überzeugung gar nicht so fern. Dagegen steht freilich: „Denn es ist sicher, daß ein einzelner Mönchsbruder in seiner Meinung irrt, wenn sie gegen die ganze Christenheit steht, in all den vergangenen Zeiten über tausend Jahre wie auch in der Gegenwart, nach welcher Meinung die besagte Christenheit geirrt hätte und noch im Irrtum sei." 15
Das ist gewiß kein Individualismus. Es ist ein billiges, allerdings auch ein landläufiges Urteil gegen Luther wie gegen jede andere Neuerung. Karl ist mit seinem Urteil nach seinem eigenen Dafürhalten wohl niemals über den Rahmen kirchlicher Lehren hinausgetreten. Aber dieser Rahmen war in Wahrheit viel weiter gespannt, al s Karl selbst und seine Zeitgenossen im allgemeinen meinten. Karl hat sich als Kaiser kaum am üblichen religiösen Mäzenatentum beteiligt. Er hat keine Kirchen gestiftet, keine geistlichen Orden gegründet, hat nie, mit einer Ausnahme, ein Sakralgebäude errichten lassen, er hat keine Reliquien gesammelt, wie sein Zeitgenosse, der Kurfürst Friedrich von Sachsen, und er hat niemals, wie noch Kaiser Sigismund, im kaiserlichen Ornat das Weihnachtsevangelium verlesen. Er hat den Papst für einen Potentaten neben anderen gehalten, und augenscheinlich wußte er an einigen Vertretern des zeitgenössi-
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Arnold Angenendt, Geschichte der Religiosität im Mittelalter, 1997, bes. S. 44ff; Manfred Gerwing, Theologie im Mittelalter. Personen und Stationen theologischspiritueller Suchbewegungen im mittelalterlichen Deutschland, 2000, S. 32ff; Ferdinand Seibt, „Von der Konsolidierung unserer Kultur zur Entfaltung Europas", in: Theodor Schieder (Hg.), Handbuch der europäischen Geschichte, Bd. 2, hg. von Ferdinand Seibt, 1987, S. 6 bis 174, hier S. 127ff. Schilling, 1998, w. o. Anm. 4, S. 155. Deutsche Reichstagsakten 1898, w. o. Anm. 6, S. 596.
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sehen Papsttums durchaus Pflichtvergessenheit zu kritisieren. Er hat andererseits über theologische Fragen diskutiert, bis in seine letzten Lebenstage im Kloster der Hieronymiten, und war offenbar weit entfernt von naivem kirchlichem Gehorsam. Nur die aufrührerischen Protestanten wollte er verfolgt wissen bis an sein Lebensende. Aber man muß nicht ohne weiteres annehmen, daß ihn hierzu theologische Beweggründe trieben. Es war das „protestantische Anliegen", das ihn augenscheinlich zum geschworenen Feind der Lutheraner werden ließ, die Rebellion gegen die kaiserliche Autorität, nicht etwa die Lehre Luthers. Und auch Luther dachte bekanntlich nicht daran, die Kirche zu sprengen. Das Wort Reformation schließt solche Konsequenzen, gerade auch im zeitgenössischen Verständnis, bekanntlich nicht ein.16 Sie treten allerdings deutlich ans Licht in der deutschen Entwicklung, als sich die beiden Reichstage von Speyer 1526 und 1529 zu den Folgen der kaiserlichen Stellungnahme vom April 1521 äußern, zum Wormser Edikt gegen Luther, und dabei zunächst einmal festlegen, bis zu einem künftigen Konzil solle „ein jeder Stand sich halten, wie er das gegen Gott, auch kaiserliche Majestät und das Reich getraute zu verantworten."17 Drei Jahre später protestierten sie dann als Minderheit gegen einen katholischen Mehrheitsbeschluß in Glaubenssachen. Protestanten nun also fortan. Hier „wird der subjektivistische Standpunkt der Reformation zum ersten Mal in aller Form als reichsrechtliche Forderung vorgetragen", sagte Lortz, weil „in den Sachen Gottes Ehr und unser Seelen Seligkeit belangend ein jeglicher vor sich selbst für Gott stehen und Rechenschaft geben muß [...]". Gottes Ehr und seiner Seelen Seligkeit hatte Karl ebenso wörtlich in seiner Bekenntnisschrift in Worms beschworen. Aber die konfessionelle Politik, die er daran schließt, betreibt er doch nicht aus diesem persönlichen Beweggrund, sondern mit den Mitteln und nach den Rechtsformen der alten Kirche. Und da bietet sich nichs anderes an als ein Konzil, bei dem Karl ursprünglich noch falschlich von kaiserlicher Mitwirkung, wie in Konstanz, ausgeht, für das er aber, und zwar alle fünf, die zu seiner Zeit am Stuhl Petri sitzen, die Päpste lange vergeblich zu gewinnen versucht. Und während er in dieser Zeit immer wieder durch seine Diplomaten oder auch selbst die Päpste von dieser Notwendigkeit zu überzeugen sucht und von ihrer Konzilsscheu erfahrt18, sucht er offensichtlich selbst auch nach Informationen über diese Möglichkeit, den Streit der Theologen beizulegen. Denn er reist 1534 an die berühmte Universität 16 17 18
Will Erich Peuckert, Die große Wende, 2 Bde., 1966, bes. S. 195ff. Lortz, 1940 w. o. Anm. 7, II, S. 34 u. 39. Alfred Kohler, Quellen zur Geschichte Karls V., 1990, S. 137; 139; 177 u. a.
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nach Salamanca zu Francisco de Vitoria, dem großen spanischen Rechtsgelehrten, der damals gerade über Konzilien las.19 Nun ist allerdings der Antikonziliarismus seit je eine Grundlinie der päpstlichen Politik, jeweils härter oder elastischer gehandhabt. Zweifellos härter zu jener Zeit unter dem Eindruck der päpstlichen Erfahrungen von Konstanz und Basel. Da gibt es noch die zweite Möglichkeit, nämlich ein deutsches Nationalkonzil, freilich mit zweifelhaftem Rechtsanspruch, und endlich drittens auch Kompromisse auf eigenem Boden mit der Hilfe von Juristen, Theologen und Laien und letztlich unter eigener kaiserlicher Machtvollkommenheit. Diesen Weg hatten die böhmischen Hussiten hundert Jahre zuvor gesucht und dafür Acht und Bann in Kauf genommen. Der Kaiser als Richter! In dieser Absicht tritt Karl auf dem Ausburger Reichstag von 1530 bekanntlich auch auf. Doch er erreicht dabei sowohl in Rom wie bei den Lutheranern das Gegenteil. Die Lutheraner in Augsburg finden zu ihrem Glaubensbekenntnis, das noch heute gilt, und die Katholiken formulieren eine berüchtigte lange Widerlegung und vereiteln damit jeden Kompromiß. Ihre „Confutatio" schießt weit über das Ziel im Sinne des Kaisers hinaus und das Ganze endet mit der politischen Konfrontation: Im Sommer verhandelte man in Augsburg, aber am Sylvestertag formierte sich der lutherische Verteidigungsbund von Schmalkalden. „Falls Ihr das Concil wirklich für durchaus nötig haltet [...]", hatte Karls ehemaliger Beichtvater Loaysa nach einem Gespräch mit Clemens VII. aus Rom nach seinen Erfahrungen berichtet, und empfiehlt für diesen Fall die kaiserliche Bitte an den Papst „mit großer Demut und Unterwürfigkeit." 20 Hier mindestens ist wohl die Grenze von Karls Diplomatie erreicht. Von einer Bitte in großer Unterwürfigkeit hat sich kein Zeugnis erhalten, auch wenn vielleicht die Vorstellung korrigiert wurde, „in Konstanz und anderswo" hätten seine Vorgänger bei dieser Gelegenheit etwas anzuordnen gehabt.
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Peter Lahnstein, Auf den Spuren von Karl V., 1979, S. 169. Kohler, 1990 w. o. Anm. 18. Brief vom 8.0kt. 1530. Die Notwendigkeit eines Konzils zur Entscheidung in Glaubensfragen befürwortete nicht nur der Kaiser, sondern auch die oft in der Darstellung der Zeit unterschätzten oder vernachlässigten unentschlossenen oder neutralen Fürsten und Gläubigen, deren Existenz und Pläne an einem regionalen Beispiel 1982 beachtenswert hervorgehoben wurden durch Albrecht Pius Luttenberger, Glaubenseinheit und Reichsfriede. Konzeptionen und Wege konfessionsneutraler Reichspolitik 1530-1552 (Kurpfalz, Jülich, Kurbrandenburg). Seine zusammenfassende Betrachtung ist hilfreich für ein weit verbreitetes Phänomen, das Ernst Walter Zeeden schon seit langem hervorgehoben hat, zuletzt in: „Deutschland von der Mitte des 15. Jahrhunderts bis zum Westfälischen Frieden", in: Th. Schieder (Hg.), Handbuch der europäischen Geschichte, Bd. 3, hg. v. Josef Engel 1971, S. 449 bis 580.
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Schätzt man den Gegenwartshorizont richtig ein, so darf man wohl nirgends die Hussiten aus den Augen lassen. Sie fehlen bisher in den einschlägigen Rückblicken, und waren doch den Zeitgenossen offensichtlich vertraut, denn an sie erinnert sowohl Kardinal Loaysa, als auch Erasmus, als auch der Kardinal Morone ein paar Jahre danach, ja auch der Kaiser selbst, als er in einem Atemzug die Schriften Luthers, Wiklifs, Hussens und anderer verdammt.21 Selbst als der Reichsvizekanzler Seid sozusagen in letzter Stunde 1554 noch ein Kompromißpapier formuliert, nachdem die Sache der Lutheraner in Trient bereits entschieden ist und verurteilt, kommt er darauf zu sprechen, daß einst „wenig vor unseren Zeiten", in Wahrheit vor hundert Jahren, die Böhmen erst recht heftig gewesen seien, am Schluß sich aber doch zu dem bekannten Basler Kompromiß über die Kelchkommunion bereitgefunden hätten.22 Diese Partie ist in seiner von Lutz und Kohler behandelten und von Kohler edierten Denkschrift zum Glück korrekterweise überliefert, obwohl sie der Autor gestrichen hatte. „Überall zeigt sich das Bestreben des Kaisers, ohne die kirchenrechtliche Position des Papstes formal anzufechten, nun doch sehr weitgehende Lenkungsfunktionen gegenüber dem Konzil wahrzunehmen [...]",
sagte Heinrich Lutz 1979.23 Es half nichts, wie wir wissen. Die Logik der Dinge trieb zur Gewalt. In dem sogenannten Schmalkaldener Krieg, den niemand anderer als Karl selbst vier Jahre später in seinen sogenannten Memoiren beschrieben hat, erwies sich Karl als ein geschickter und wohl auch als ein glücklicher Taktierer. Die Fehler der Gegenseite sind längst aufgezählt. Die Gegner waren in kurzer Zeit geschlagen, ihr Anführer gefangen genommen. Ein Sieg, wie ihn Karls Armee schon dreimal, viermal errungen hatte, und der ihn
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Karl in einem Edikt an den Rat von Brabant vom 7. Oktober 1531, das Ranke als seltenes Zeugnis hervorhebt, Deutsche Geschichte im Zeitalter der Reformation, Bd. 6, 1926, dazu Kohler 1990 w. Anm. 18, S. 184. Zu den anderen Erinnerungen an die Lösungsversuche im Streit mit den Hussiten vgl. Hubert Jedin, Geschichte des Konzils von Trient, Bd. 1,1977, S. 287; Peter Rassow, Die politische Welt Karls V., 1942, S. 59. Kohler, 1990, w. Anm. 18, S. 445. Heinrich Lutz, „Karl V. - Biographische Probleme", in: Margarete Klingenstein, Heinrich Lutz und Gerald Stourzh (Hg.), Biographie und Geschichtswissenschaft. Aufsätze zur Theorie und Praxis biographischer Arbeit, 1979, S. 151-182, hier S. 164. Vgl. auch das Urteil von Hubert Jedin zu den ersten Phasen des Konzils von Trient, w. Anm. 21.
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angeblich zu dem dictum verführt hatte: Veni, vidi, Deus vixit. 24 Auch das ist wohl ein Beitrag zu Karls Religiosität. Das Diktat des Siegers folgte. „In diesem Sinn ist das von katholischen und protestantischen Theologen ausgearbeitete und vom Reichstag beschlossene Interim von 1548 eine kaiserliche Religion gewesen [...]."25 Ein Heilmittel war es nicht. Alle Kompromißmöglichkeiten waren ausgeschöpft. Das Konzil von Trient hatte gleich in seiner ersten Session die dogmatischen Unterschiede hervorgehoben, und damit bereits 1545 alle Hoffnungen zerstört. Der Feind war nun 1547 besiegt, aber nach fünf Jahren erhob er sich wieder und der Kaiser mußte bekanntlich, gichtkrank, in der Sänfte über den Brenner in Sicherheit gebracht werden. Letzte Versuche, das Schicksal zu wenden, mit einem fünften Krieg gegen Frankreich, mit einer wahrhaft spektakulären Heirat zwischen Philipp und Maria, „der Blutigen" von England, mit einer kurzen gewaltsamen Rekatholisierung Englands im Gefolge, schlugen fehl, und nur die geduldige Diplomatie des Bruders Ferdinand wußte am Ende noch einen Ausweg im Ausburger Religionsfrieden. Dieses Dokument von 1555 wurde zum dritten und vorletzten schriftlichen Fragment der ungeschriebenen Reichsverfassung bis 1806. Aber die Unterschrift des Kaisers, wie sie die jeweiligen Kompromisse Friedrichs II. 1220 und 1223, Karls IV. 1356, und später Ferdinands III. 1648 kennzeichnet, die fehlte dem Augsburger Religionsfrieden. Karl resignierte. Ohne Zweifel war dieser Schritt schon länger vorbereitet, aber eine allgemein anerkannte Erläuterung dafür steht bis heute aus. „Ich habe gegen meine Feinde getan, was ich vermochte, aber der Erfolg eines Krieges liegt in der Hand Gottes [...]", sagte Karl am 25. Oktober 1555 selbst zur Erklärung seines Schrittes 26 , und Schilling spricht von einer „tragischen Schicksalhaftigkeit, mit der hier eine zutiefst anachronistische Idee der Einheitlichkeit verfochten wurde [...]." Nicht im endlichen Mißerfolg der politischen Auseinandersetzung mit Frankreich, sondern im religiösen Motiv wird mit diesen Worten also das Scheitern des Kaisers gesucht, und nichts, was sich in den 150 Jahren neuerer Forschung darüber an Geschriebenem und Gedrucktem hat finden lassen, spricht dagegen. Ich habe 1990 versucht, weitere
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Vgl. den Beitrag von Heinz Schilling, w. o. Anm. 4. Heinz Angermeier, „Reichsform und Reformation", in: Historische S. 588. Schilling, 1998, w. o. Anm. 4, S. 52.
Zeitschrift235,1982,
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bisher unbeachtete Hinweise aufzudecken: Die augenscheinlich lebenslang von Karl verfolgte Richtschnur eines Ritterdaseins nach den Regeins seines Ordens und nach der Allegorie von Olivier de la Marche, nämlich das vor und nach Karl Brandi bis heute unterschätzte kleine Büchlein vom entschlossenen Ritter27, und das dem Pinsel Tizians anvertraute Bekenntnis seines Scheiterns vor Gott mit der Bitte um himmlische Gnade. Ich habe mehrfach hervorzuheben versucht, daß dieses Bild, heute im Original im Prado und in Kopie in London, sowohl was den Himmel betrifft, als auch in der Darstellung des Kaisers selbst von der jahrhundertealten katholischen Ikonologie wie von der noch älteren kaiserlichen Ideologie ganz deutlich abweicht. Hubert von Einem kam dieser Deutung 1960 schon einmal mit einigen Beobachtungen nahe.28 Hier wird nicht der katholische, durchaus übliche Heiligenhimmel reproduziert, sondern eine Versammlung der Patriarchen, die bekanntlich keine Heiligen sind, sodaß ein guter Teil der herkömmlichen Katholizität, namentlich der von Hus bis Luther und Calvin im weiteren Zusammenhang kritisierte, eben nicht in den Himmel aufgenommen ist. Aufgenommen ist aber der Kaiser, und auch das unterscheidet sich wieder von allem, was wir von Otto II. bis Franz Joseph I. in dieser Hinsicht in bildlicher Darstellung finden können.29 Der Kaiser büßt. Und er bittet um Gnade. Gerade aber das Thema der Gnade vor Christus, dem Erlöser, als das letzte Gespräch Karls im Kreis seiner Theologen, und geradewegs als ein posthumer Anlaß für den Zweifel an Karls Rechtgläubigkeit im Sinne des Luthertums, hat Heinz
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Die Ordensregel als eine kontinuierliche Leitlinie auf Karls W e g ist bisher noch kaum geprüft und untersucht und anscheinend von allen seinen Biographen, Karl Brandi voran, unterschätzt, der Orden überhaupt lediglich bei Peter Lahnstein 1979 ein seiner Eigenheit angesprochen worden. Ich habe 1990 versucht, sie ins Gespräch zu bringen. Die Allegorie v o m „entschlossenen Ritter", Le Chevalier deliberé, ein Bestseller unter den zeitgenössischen Wiegendrucken, wurde in Frankreich durch die Arbeiten von Henri Stein vor achtzig Jahren etwas besser bekannt. Ein Bezug zu Karls Resignation ist aber bisher im allgemeinen nicht erkannt worden. Hubert von Einem, „Karl V. und Tizian", in: Peter Rassow und Friedrich Schalk (Hg.), Karl V. Der Kaiser und seine Zeit, 1960. Der neueste Beitrag zum Thema von Sylvia Ferino-Pagden, „Des Herrschers „natürliches" Idealbild. Tizians Bildnisse Karl V.", in: Katalog der Ausstellung Carolus. Keizer Karel V 1500-2000, 1999, führt in dieser Hinsicht nur w e n i g darüber hinaus. Allerdings ist das Gemälde „Das jüngste Gericht" hier S. 72 zumindest einmal klar als Karls „Glaubensbekenntnis" angesprochen worden. Ferdinand Seibt, „Ein Kaiser im Himmel", zuletzt in: Ders., Kaiser und Kirche. aus den Jahren 1978-1997, 1997.
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Schilling in der schon mehrfach genannten Studie von 1998 hervorgehoben. 30 Sie bringt dem Erzbischof Carrado von Toledo nach Karls Tod die Anklage eines übereifrigen theologischen Ohrenzeugen bei der Inquisition. Karl ist schon mit allen Ehren begraben, man konnte ihn nicht mehr inquirieren oder mit allem schuldigen Respekt belehren, selbst wenn jemand das Unerhörte hätte wagen wollen. Aber er hat uns seine Konfession hinterlassen, sein „Jüngstes Gericht" von Tizians Hand. Dieses Bildes sollten sich alle annehmen, die nach Karls Konfession fragen.
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Schilling, 1998 w. Anm. 4, leider, ohne das bewußte Gemälde Tizians als Quelle heranzuziehen.
Erasmus und Karl V. Der Intellektuelle und die Politik
Wilhelm Ribhegge Universität Münster
Mitte November 1527 traf in Burgos, der damaligen Residenz Kaiser Karls V. in Spanien, ein Bündel von Briefen des Erasmus ein, die dieser bereits zweieinhalb Monate zuvor aus Basel abgesandt hatte.1 Empfänger war Alfonso Valdes, der Sekretär der Kanzlei Karls V. und Vertrauensmann des Erasmus am kaiserlichen Hof. Einige Briefe waren an Freunde in Spanien gerichtet.2 Weitere Adressaten waren der Großinquisitor und Erzbischof von Sevilla, Alonso Manrique 3 , der Erzbischof von Toledo Alfonso Fonseca4 und dessen Kaplan Juan Vergara, ferner der kaiserliche Kanzler Mercurino Gattinara5 und schließlich Karl V. selbst.6 Der 60jährige Erasmus schrieb an Karl: „Ich habe im Vertrauen auf den Schutz der Päpste und Fürsten, aber vor allem auf den Deiner Majestät die ganze Partei der Lutheraner - wäre sie doch nicht so weit verbreitet! - gegen mich aufgebracht, und dies unter großer Lebensgefahr."
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Die Edition der Briefe des Erasmus findet sich bei: P. S. Allen (Hg.), Opus Epistolarum Des. Erasmi Roterodami, 12 Bde., Oxford 1906-1958. (Nachdruck: Oxford 1992). Sie wird im folgenden zitiert als „Allen" mit der Angabe der jeweiligen Numerierung der Briefe). Valdes bestätigte den Eingang der Briefsendung in seinem Brief an Erasmus vom 23. Nov. 1527 (Allen, 1907). Zu den Freunden, denen Erasmus schrieb, gehörten Juan de Vergara, damals Sekretär des Erzbischof von Toledo, und dessen Bruder Francisco de Vergara (Allen, 1875 u. 1876). Allen, 1864 , 1877 (Briefe vom 26. Aug. 1527 und ca. 2. Sept. 1527). Allen, 1874 (Brief vom 2. Sept. 1527). Allen, 1872 (Brief vom 1. Sept. 1527). Allen, 1873 (Brief vom 2. Sept. 1527).
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Als Beweis nannte Erasmus Luthers Schrift De servo arbitrio („Vom unfreien Willen"), die er „mehr als feindselig gegen mich geschrieben hat" sowie seine eigene Antwort an Luther in den beiden Büchern des „Hyperaspistes", die gerade erschienen waren. Erasmus beschwerte sich: „Jetzt, wo die Luthersache eine andere Wendung zu nehmen beginnt, und zwar zum Teil durch mich und auf mein Risiko, brechen bei Euch in Spanien gewisse Leute los, die unter dem Vorwand, es handle sich um die Religion, die Sache ihres Bauches und ihrer Tyrannei fuhren [...] und die das sonst von Wirren verschonte glückliche Spanien in Unruhe versetzen." Anlaß für die Beschwerde war eine Konferenz in Valladolid, die vor einigen Monate einberufen worden war, um unter dem Vorsitz des Großinquisitors Manrique die Schriften des Erasmus auf ihre Rechtgläubigkeit hin zu überprüfen. Erasmus verwies auf die deutschen Verhältnisse und warnte: Man habe ja bereits gesehen, wie aus dergleichen Vorspielen einmal schwerste Stürme entstehen könnten. Sicher sei, daß der Streit um Luther aus viel geringeren Ursachen entstanden sei. Nachdrücklich bekannte Erasmus: „Was mich betrifft, so werde ich nicht aufhören, bis zum letzten Atemzug die Sache der christlichen Frömmigkeit zu verteidigen." Er forderte Karl auf, ihn dabei zu unterstützen: „Es wäre aber Aufgabe Deiner Majestät und Frömmigkeit, fest und unablässig die zu fördern, die ehrlich und tapfer für die Kirche Gottes kämpfen. Ich diene unter Christi und Deinen Fahnen, unter ihnen will ich sterben. Aber ich würde beruhigter sterben, wenn ich vorher sehen darf, wie durch Deine Klugheit, Deine Weisheit, Deine glücklichen Erfolge der Kirche, und der ganzen Christenheit die Ruhe zurückgegeben wird („tranquillitatem redditam tum Ecclesie, tum universo populo Christiano"). Daß Christus, der Höchste, Beste, uns das durch Dich schenken möge, darum bitte ich unaufhörlich. Er möge Deine Majestät behüten und stets vorwärts fuhren!"
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Karl V. antwortete am 13. Dezember aus Burgos. Der Brief war von Valdes verfaßt and im Auftrag des Kaisers unterzeichnet. 7 „Honorabilis, devote, dilecte!", lautete die Anrede. Erasmus Brief habe ihm eine doppelte Freude bereitet, einmal weil er von Erasmus selbst komme, zum anderen, weil er von dem Rückgang des Wahnsinns der Lutheraner berichte. Erasmus verdiene nicht nur das einzigartige Wohlwollen des Kaisers. Vielmehr stehe die ganze Christenheit („universa respublica christiana") in seiner Schuld. „Denn einzig durch deine Leistung konnte das erreicht werden, was bis heute weder den Kaisern, den Päpsten, den Fürsten, den Universitäten noch so vielen der besten Gelehrten gelungen ist." Erasmus solle das Werk vollenden, daß er so glücklich begonnen habe. Für diese heilige Aufgabe finde er jegliche Hilfe und Unterstützung durch den Kaiser. Zu der spanischen Debatte um die Werke des Erasmus bemerkte Karl, es habe ihn bedrückt, was Erasmus dazu geschrieben habe. Denn er habe den Eindruck, daß Erasmus kein volles Vertrauen zu ihm habe. „Bei der Untersuchung deiner Bücher, die wir zugelassen haben, besteht für dich keinerlei Gefahr, auch nicht, wenn darin ein menschlicher Irrtum gefunden werden sollte, auf den du liebevoll aufmerksam gemacht würdest, damit du ihn entweder korrigierst oder dich so erklärst, daß die Kleinmütigen daran keinen Anstoß mehr nehmen können. Auf diese Weise sorgst du für die Unsterblichkeit deiner Schriften und verschließt du den Mund derer, die dich herabsetzen. Wenn aber nichts gefunden wird, an dem Anstoß zu nehmen sei, dann wirst du sehen, welcher Ruhm dadurch deinen Werken zuteil wird. Sei also guten Mutes und sei versichert, daß wir immer die größte Achtung vor deiner Ehre und deinem Ruf haben werden." Zum Schluß des Briefes hieß es, Erasmus solle keinen Zweifel daran haben, daß er, Karl, alles, was er vermocht habe, für den inneren Frieden getan habe. Was
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Allen, 1920 (Allen gibt die lateinischen Fassung und zugleich die spanische Übersetzung an).
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jetzt getan werde und was noch künftig geschehen werde, das würden seine eigenen Handlungen zeigen. An Erasmus habe er nur die einzige Bitte, daß er alle diese kaiserlichen Anstrengungen in seine Gebete an Christus einschließen möge.
Erasmus und Spanien Die Klage des Erasmus war allerdings nicht unbegründet. Manche Theologen warfen ihm vor, Luther zu begünstigen. An der Sorbonne in Paris betrieb Noel Beda seit Jahren die Verurteilung von Schriften des Erasmus, insbesondere der Colloquien, die tatsächlich im Dezember 1527 förmlich verurteilt werden sollten, wenngleich die Verurteilung selbst erst 1531 publiziert wurde.8 Erasmus reagierte im November 1527 mit einem im scharfen Ton gehaltenen Protestschreiben an die Sorbonne.9 Louis de Berquin, der mehrere Bücher von Erasmus ins Französische übersetzt hatte, war bereits mehrfach der Häresie und der Anhängerschaft Luthers verdächtigt worden. Voller Entrüstung schilderte Erasmus in seinem Brief an Juan Vergara Einzelheiten aus dieser Pariser Auseinandersetzung der letzen Jahre um Berquin: „Berquin, den man fast verbrannt hätte, weil er einiges von mir ins Französische übersetzt hatte, kämpft gegen Beda und drei Klosterprioren, die gegen den Unschuldigen, wie man mir schreibt, endgültig auf Ketzerei erkannt hatten. Er wäre verbrannt worden, wenn nicht das Parlament, die KöniginMutter und der König selbst, der zufällig gerade damals wieder nach Frankreich kam, diesen Wutausbruch verhindert hätten."
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James K. Farge, Noël Béda, in: Peter G. Bietenholz / Thomas B. Deutscher (Hg.,), Contemporaries of Erasmus. A Biographical Register of the Renaissance and Reformation, Bd. 1, Toronto/Buffalo/London 1985, S. 116-118. Allen, 1902. Ein weiteres Protestschreiben ging gleichzeitig an das Parlament von Paris (Allen, 1905). Vgl. Erika Rummel, Erasmus and his Catholic Critics, Bd. 2:1523-1536, Nieuwkoop 1989, S. 29-59 („Noël Béda and the Paris Faculty of Theology").
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Gemeint war Franz I., der 1526 nach dem Ende seiner Gefangenschaft in Madrid nach Frankreich zurückgekehrt war.10 In den 1520er Jahren waren zunehmend die lateinischen Werke des Erasmus ins Spanische übersetzt worden. Eine Übersetzung seiner Programmschrift des Enchiridion, die Reform der Kirche als eine Erneuerung der inneren Haltung und der Lebensformen propagierte, wurde 1526 mit der ausdrücklichen Zustimmung des Großinquisitors Manrique auf dem Titelblatt gedruckt, während zur gleichen Zeit die Schriften Luthers in Spanien verboten wurden. Mit einem einzigen, berühmt gewordenen Satz „Monachatus non est pietas" hatte diese Schrift jene mittelalterliche Vorstellung verworfen, die das wahre Christsein auf das Mönchtum reduzierte. Die Zahl der Anhänger des Erasmus in Spanien wuchs, und die seiner Gegner nahm ab." Die Übersetzungen ins Spanische und die damit verbundene Popularisierung der erasmischen Kirchenreform hatten den Widerstand hervorgerufen, der zu der Einberufung der Konferenz in Valladolid gefuhrt hatte.12 Sie war im Herbst 1527 noch nicht beendet. Diese Konferenz war der aktuelle Anlaß für die zahlreichen Briefe, die Erasmus Anfang September 1527 nach Spanien sandte. Im bissigen Ton beschrieb er in seinem Brief an Vergara die „Pariser Tragödie", die bereits wegen der Übersetzung seiner Schriften ins Französische entstanden war und die sich in Spanien wiederholen könne. „Auf den Kanzeln, bei Gastmählern, in Unterhaltungen, auf den Schiffen, in den Kutschen, in den Schusterwerkstätten, in den Webstuben und in der Beichte pflegen sie Erasmus als einen Häretiker herabzusetzen, der weitaus verpesteter ist als Luther. Das reden sie der Menge ein, den einfachen 10
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Inzwischen klage Berquin, so Erasmus, seinerseits gegen seine Gegner: Doch bezweifele er, ob Berquin damit Erfolg haben werde: „Berquin verspricht sich einen sicheren Sieg; er hat freilich eine schwere und „unsterbliche" Gegnerin in der Fakultät vor sich, so daß ich stark fürchte, daß er mit all seinem Mut im Gefängnis endet." (Allen, 1875, Zeile 98119). Tatsächlich sollte Berquin gut ein Jahr später wegen Häresie verurteilt werden. Er wurde im April 1529 hingerichtet und verbrannt. (Gordon Griffiths, „Louis de Berquin", in: Contemporaries of Erasmus, Bd. 1, S. 135-140). Bataillon, S. 179-242 („L'illumisme et l'érasmisme: L'enchiridion "). Bataillon, S. 243-299 („L'année du sac de Rome: La conférence de Valladolid 1527")\ Rummel, Erasmus andhis Catholic Critics, Bd. 2: 1523-1536, Nieuwkoop 1989, S. 81105 („ The Spanish Religious Orders "). In der Schrift Apologia ad monachos Hispanos (Froben / Basel 1527) setzte sich Erasmus Punkt für Punkt mit den Artikeln der Anklage von Valladolid auseinander.
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Leuten, den Jugendlichen und den alten Männchen und Weibchen. Hinter diesem Schutzschilde versprechen sie sich den sicheren Sieg. Denn was würde geschehen, wenn Erasmus auch noch beginne, in der Volkssprache zu reden und die boshafte Eitelkeit seiner Gegner aufdeckte, die dann als das erscheinen würden, was sie in Wirklichkeit sind? Kein Zweifel, dahin fließen ihre Tränen."13
Erasmus, Karl V. und Europa Erasmus hatte Juan Vergara wie auch Alfonso Valdés im Juli 1520 am Hof Karls V. bei einem Aufenthalt in Brügge kennengelernt. Bei diesem Anlaß berichtete Vergara Erasmus über die Streitschrift eines spanischen Gelehrten, Lopez Züniga, der kritische Einwände gegen die berühmte lateinisch-griechische Ausgabe des Neuen Testaments erhob, die Erasmus 1516 herausgebracht hatte und die später Luther als Vorlage für seine Übersetzung des Neuen Testaments dienen sollte.14 Damals am burgundischen Hof in Brüssel in der Umgebung des jungen Kaisers war auch der Kreis jener spanische Freunde des Erasmus entstanden, die 1522 Karl nach Spanien begleiteten. Sieben Jahre lang blieb Karl in Spanien, fernab übrigens auch von Deutschland, wo in dieser Zeit fast alle größeren Städte und eine Reihe von Territorien lutherisch wurden. Mit Karl zog gewissermaßen auch Erasmus in Spanien ein, obwohl Erasmus Spanien nie besucht hat. Dafür waren dort seine Schriften präsent, die bald auch ins Spanische übersetzt wurden. Marcel Bataillon hat diesen Vorgang in seinem Buch Erasme et l'Espagne. Recherches sur l'histoire spirituelle du XVIe siècle eingehend beschrieben. Bataillons Werk erschien erstmals 1937, und es wurde 1998 von Jean-Claude Margolin noch einmal in einer Taschenbuchausgabe der Librairie Droz in Genf herausgebracht. Erasmus und Karl V. verband die gemeinsame Herkunft und die Prägung durch die burgundische Welt der Niederlande. Erasmus' „Fürstenerziehung" von 1516 war dem jungen Karl gewidmet, der in jenem Jahr seine Herrschaft in den Niederlanden und in Spanien antrat.15 Seit seiner Zeit als Sekretär Heinrichs von 13 14 15
Allen, 1875, Zeile 60-67. Erika Rummel, Erasmus and his Catholic Critics, Bd. 1: 1515-1522, Nieuwkoop 1989, S. 145-177 („Pride and prejudice: Iacobus Stunica and the Homo Batavus") Der ersten Ausgabe der Institutio principis christiani, die 1516 bei Froben in Basel erschien, war der „Paneyricus" beigegeben, die Rede, die Erasmus 1503 zum Anlaß der Rückkehr des Herzogs Philipps des Schönen, des Vaters Karls V., aus Spanien in die
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Bergen, des Bischofs von Cambrai, hatte Erasmus im engen Kontakt zu dem burgundischen Hof gestanden.16 Erasmus und Karl hatten beide ihre Kindheit und Jugend in dem heimatlichen Milieu der Niederlande verbracht, um es dann zu verlassen und sich ebenso sicher wie selbstverständlich auf der europäischen Ebene zu bewegen, ohne jedoch jemals ihre Herkunft zu vergessen.17 Aber ganz anders als bei ihren Mit- und Gegenspielern auf der europäischen Bühne, als bei Luther, Heinrich VIII. und Franz I.18, bildete für Erasmus wie für Karl V. das Milieu des Landes ihrer Herkunft nicht den einzigen Bezugsrahmen, der ihre Biographie definitiv begrenzte. Sie alle waren zentrale Figuren in dem Drama, das sich in der ersten Hälfte des 16. Jahrhunderts in Europa abspielte. In dem Rollenspiel dieses Dramas identifizierten sich Erasmus und Karl V. mit der überkommenen christlichen Gesellschaft Europas, dagegen übernahmen Luther, Heinrich VIII. und Franz I. den Part der neu aufkommenden Nationen Europas. Für Erasmus wie für Karl V. stand Rom bei aller Kritik immer noch im Mittelpunkt Europas, während andere Rom zunehmend nur noch aus der provinziellen Perspektive ihrer eigenen Nation wahrnahmen und entsprechend einschätzten. Anders als Heinrich VIII. und Franz I., die sich in ihren Schlössern an der Themse und an der Loire einrichteten, hatte Karl V. keinen beständigen fürstlichen Wohnsitz, ähnlich wie Erasmus, der sich zeit seines Lebens zwischen den Niederlanden, Frankreich, Deutschland und Italien bewegte. Die europäische Geographie, die Erasmus kannte, war enger gezirkelt als die Karls V. Erasmus überquerte nie die Elbe und nie das Mittelmeer. Sein Europa war das der Städte: Brüssel, Löwen, Paris, Orléans, London, Cambridge, Turin, Venedig,
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Niederlande gehalten hatte. Nicholas Ruistre, Bischof von Arras und Kanzler der Universität Löwen, hatte Erasmus mit dieser Aufgabe betreut. (Vgl. Lisa Jardine (Hg.), Erasmus: The Education of a Christian Prince with the Panegyric for Archduke Philip of Austria, Cambridge 1997, S. X X f.) In seinem Dankbrief vom 1. April 1522 für die Paraphrase des Matthäusevangeliums, die Erasmus Karl V. gewidmet hatte, erinnerte Karl V. an die Bindung des Erasmus an seine Familie und erwähnte dabei ausdrücklich den „Panegyricus" von 1503 und die Fürstenerziehung von 1516 : „Agnoscimus autem privatim multas et excellentes ingenii tui dotes partim illustrissimae memoriae Régi, patri nostra, partim nobis repraesentatas. Nam et Uli Panegyricum et nobis Institutionem boni et christiani principis exhibuisti non tantum in splendorum nominis nostri sed etiam ad utilitate postrorum." (Allen, 1270) Vgl. James D. Tracy, Erasmus of the Low Countries, Berkeley / London 1996; Carolus. Charles Quint 7 50O-/55S (Ausstellungskatalog), Gent 1999. Heiko A. Obermann, Luther. Mensch zwischen Gott und Teufel, München 1986;. J. J. Scarisbrick, Henry VIII, London 1968 (rpr. 1981); Robert J. Knecht, Un prince de la Renaissance. François 1er et son royaume, Paris 1998.
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Bologna, Padua, Rom, Freiburg und Basel.19 Karl V. und Erasmus bewegten sich ebenso sicher wie selbstverständlich auf der europäischen Bühne ihrer Zeit. Doch war für sie Europa weniger ein geographischer Begriff als eine gesellschaftliche, politische und religiöse Einheit. Das Kaiserreich Karls V. war kein europäischer Zentralstaat, sondern ein dynastisches Konglomerat, das durch ein feingesponnenes Netzwerk familiärer Beziehungen zusammengehalten wurde. Europäische Politik war für Karl V. dynastische Politik. Seine Familie, nicht seine Bürokratie beherrschte Europa.20 Aber auch für Erasmus, der die dynastische Politik scharf kritisierte, war Europa, wenngleich auf einer anderen Ebene, so etwas wie eine Familie. Dabei dachte er vor allem an die Welt, in der er sich selbst bewegte, an die „respublica literaria", an jene Humanisten in den Städten, Schulen, Klöstern und Höfen, mit denen er durch das Netz seiner weitverzweigten Korrespondenz verbunden war. Im gewissen Sinn entstand dieses literarische Europa überhaupt erst durch die erasmische Korrespondenz. Durch sie wird Erasmus, wie Richard Schoeck es in seinem Buch Erasmus ofEurope formuliert hat, ein „homo Europaeus". 21 Für Erasmus stiftet der Brief eine Gemeinschaft des Gesprächs: „Est enim epístola absentium amicorum quasi mutuus sermo". - „Der Brief ist ein Gespräch unter abwesenden Freunden."22
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In einem langen Brief an Beatus Rhenanus vom September 1518, der detailliert über seine Reise rheinabwärts von Basel nach Löwen über Straßburg, Worms, Mainz, Koblenz, Bonn, Köln, Aachen und Maastricht berichtet, beschreibt Erasmus anschaulich seine Lebenswelt, in deren Mittelpunkt die Begegnung mit Personen steht, nicht fürstliche Aktionen wie in dem Lebensbericht Karls V. bei seiner Abdankung in Brüssel 1556 (P. S. Allen, Opus Epistolarum Des. Erasmus Roterodami, Bd. 3, Oxford 1913, S. 392-401). J. M. Roberts, History of Europe, London 1997, S. 277f. Zu Einzelfragen des „politischen Systems" Karls V.: Horst Rabe (Hg.), Karl V. Politik und politisches System, Konstanz 1996. R. J. Schoeck, Erasmus of Europe, Bd.2: „The Prince of Humanists 1501-1536", Edingburgh, 1993, S. VII: „He was becoming, in fact, homo Europaeus, and very much a cosmopolitan. His home after 1500 would be where his books were, and his friends were no further away than a letter; and the time needed for letters to reach a correspondent in one of the major cities of western Europe could be little more than it is today." Erasmus von Rotterdam, De conscribendis epistolis. Anleitung zum Briefschreiben (Auswahl). Übersetzt, eingeleitet von Kurt Smolak (Erasmus von Rotterdam, Ausgewählte Schriften. Lateinisch und Deutsch, Werner Welzig (Hg.), Bd. 8), Darmstadt 1980, S. 44/45; ferner S. 130/131: „Epistola, quae colloquium est inter absentes."
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Erasmus war 1520 eine Berühmtheit in den Städten und am Hof Burgunds. Er war bei den Begegnungen zwischen Karl V. und Heinrich VIII. in Calais und Brügge zugegen, bei denen er auch mit seinen englischen Freunden Thomas More und Cuthbert Tunstall zusammentraf. Dagegen wurde sein Verhältnis zur Universität Löwen durch den Streit um Luther zunehmend gespannter. Er verließ schließlich 1521 Löwen, um sich in Basel niederzulassen, wo der Verleger Froben die meisten seiner Bücher herausbrachte. Damit endete auch sein unmittelbarer Kontakt zu dem burgundischen Hof, von dem er nach wie vor eine Pfründe bezog. Seine zahlreichen Kontakte zur Umgebung des Kaisers in Spanien realisierten sich seitdem in seiner Korrespondenz. So waren seit den 1520er Jahren seine Kontakte zu den Höfen in Wien, England, Frankreich, Polen, zu der römischen Kurie, zu den Höfen der Kurfürsten von Sachsen und Mainz und des Herzogs von Sachsen ausschließlich Briefkontakte. Indem Erasmus im sicheren Umgang mit dem neuen Medium des Buchdrucks begann, seine Korrespondenz zu publizieren, wurden diese Kontakte allgemein bekannt. Das war von Erasmus durchaus beabsichtigt. Denn Erasmus nutzte die Zuneigung, die ihm die europäischen Höfe entgegenbrachten, auch als Sicherheit gegenüber seinen Gegnern, insbesondere den innerkirchlichen. In der erasmischen Korrespondenz präsentierte sich eine europäische Öffentlichkeit. Seine Kommentare (Paraphrasen) zu den vier Evangelien und zur Apostelgeschichte, die zwischen 1522 und 1524 erschienen, widmete er den europäischen Fürsten: Karl V.23, dessen Bruder Ferdinand 24 , dem englischen König Heinrich VIII.25, dem französischen König Franz I.26 und Papst Clemens VII.27 „Um sich herum bis an die Grenzen Europas kann Erasmus die Gegenwart eines begeisterten Publikums spüren", schreibt Bataillon, „das seine Bücher liest und das ständig neue Bücher von ihm erwartet. Dieses Publikum erfaßt die Könige wie das bescheidenste Bürgertum. Erasmus ist weit mehr als der Rat des Kaisers Karl. Er ist gleichsam der gemeinsame Rat aller Fürsten und für alles, was die große Aufgabe des christlichen Friedens und die Sache des Evangeliums berührt."28
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Matthäusevangelium, Widmungsbrief vom 13. Januar 1522 (Allen, 1255). Johannesevangelium, Widmungsbrief vom 5. Januar 1523 (Allen, 1333). Lukasevangelium, Widmungsbrief vom 23. August 1523 (Allen, 1381). Markusevangelium Widmungsbrief vom 1. Dezember 1523 (Allen, 1400) Apostelgeschichte, Widmungsbrief vom 31. Januar 1524 (Allen, 1414). Bataillon, S. 165.
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Erasmus wußte um die Rolle, die er in der christlichen Gesellschaft Europas spielte. In einem Brief an Kardinal Campeggio vom Februar 1524, in dem Erasmus den Kardinal vom Erscheinen seiner Schrift D e libero arbitrio - „Über den freien Willen" unterrichtete, mit der sich Erasmus erstmals öffentlich und deutlich von Luther distanzierte, bat er eindringlich, daß Rom sich von jeglicher Maßregelung seiner Person fernhalten solle, folgendermaßen: „Wenn ihr das tut, bereitet ihr nur der lutherischen Partei eine große Freude, und zugleich zahlreichen bedeutenden Persönlichkeiten die größte Beschwernis, deren Gunst ich mir durch meine Anstrengungen erworben habe, ohne darum zu werben. Zu ihnen zählen unser Karl und viele an seinem Hof, der König von England, der König von Frankreich, der König von Dänemark, der Fürst Ferdinand, der Kardinal von England [Wolsey], der Erzbischof von Canterbury [Warham] und so viele Fürsten, die ich nicht aufzählen will, so viele Bischöfe, so viele Gelehrte und angesehene Menschen, nicht nur in England, in Flandern, in Frankreich und in Deutschland, sondern bis nach Ungarn und Polen. Alle diese Menschen sind davon überzeugt, daß sie meinen Arbeiten viel verdanken oder daß ich mir zweifellos durch meine Veröffentlichungen wirkliche Verdienste erworben habe. Die Geister dieser Menschen würden gequält, wenn bestimmte Leute, nur angetrieben durch persönlichen Haß, endlich das erreichten, was sie seit langem betreiben [,..]."29
So stehen sich in Erasmus und Karl V. der europäische Intellektuelle und der europäische Politiker einander gegenüber. Lisa Jardine hat in ihrer Erasmus-Studie, die den bezeichnenden Untertitel The Construction of Charisma in Print30 trägt, scharfsinnig die Publikationsstrategie des Erasmus herausgearbeitet. Er habe es ausgezeichnet verstanden, sich selbst zu fördern, indem er sich immer wieder, auch auf dem Umweg über die Editionen seiner Korrespondenz geschickt immer wieder ins Spiel gebracht habe. Dadurch habe er schließlich den Eindruck erweckt, als wäre er aus seiner Studierstube heraus überall präsent. Eine solche Deutung mag modernen Karrieremustern entsprechen, aber für die Karriere des Erasmus gab es
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Allen, 1415, Zeile 61-72. Lisa Jardine, Erasmus, Man of Letters. The Construction of Charisma in Print, Princeton
N. J. 1993.
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überhaupt noch keine Vorbilder, die er hätte nachahmen können. Auch der Buchdruck war noch ziemlich neu. Die Analyse Jardines übersieht, daß Erasmus keineswegs nur von persönlichen Motiven getrieben wurde. Die Aufgaben, deren er sich annahm, waren nicht beliebig, und hinter ihnen stand ganz offensichtlich, ähnlich wie bei Luther, ein Programm, das auf eine Reform der innerkirchlichen Verhältnisse zielte. Das läßt sich an der geistigen Entwicklung des Erasmus von dem Enchiridion militis christiani über das „Lob der Torheit" bis zur Einleitung seiner Neuausgabe des Neuen Testaments gut verfolgen. Jugendarbeiten wie die Schrift Antibarbari veröffentlichte er erst Jahrzehnte später.
Kritik an Kirche und Gesellschaft Weit mehr als Luther war sich Erasmus allerdings der politischen und gesellschaftlichen, ja auch der wirtschaftlichen Verflechtungen bewußt, die das kirchliche und religiöse Leben seiner Zeit prägten. Nicht von ungefähr entstanden seine beiden politischen Schriften die Institutio principis christiani und die Querela pacis im engen Zusammenhang mit der Utopia des Thomas Morus und im Gedankenaustausch mit dem Freund in London.31 Beide, Erasmus wie More, wollten die Kirche reformieren, aber sie waren erfahren genug um zu wissen, daß eine religiöse Reform allein nicht ausreichte. Anders als Luther neigten sie dazu, die Mißstände in der Kirche aus den Mißständen in der Gesellschaft abzuleiten und nicht umgekehrt, die der Gesellschaft aus den Mißständen in der Kirche. Die Beliebtheit der beiden humanistischen Autoren im europäischen Publikum des 16. Jahrhundert hing auch damit zusammen, daß viele in den Städten und an Höfen, nicht nur Männer, sondern auch Frauen, das ähnlich sahen. Erasmus kam aus einfachen Verhältnissen und er kam zu bürgerlichem Wohlstand. Aber er gab auch in den Jahren seines Erfolgs sein ursprüngliches Anliegen nicht auf. Das zeigen gerade seine erfolgreichsten Schriften der 1520er
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Lisa Jardine (Hg.), Erasmus: The Education ofa Christian Prince with the Panegyric for Achduke Philip of Austria, Cambridge 1997, S. VIII; Quentin Skinner, The Foundations of Modern Political Thought, Bd. 1: The Renaissance, Cambridge 1994, S. 213-262. Textausgabe: „Institutio principis christiani - Die Erziehung des christlichen Fürsten", übersetzt, eingeleitet und mit Anmerkungen versehen von Gertraud Christian, in: Erasmus von Rotterdam. Ausgewählte Schriften. Ausgabe in acht Bänden. Lateinisch und deutsch. Bd. 5, Darmstadt 1968, S.l 11-357.
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Jahre, die Colloquien, die fast von Jahr zu Jahr in erneuerten Auflagen herauskamen, die dann jeweils um weitere neue Dialoge vermehrt waren, in denen Erasmus zu aktuellen Tagesfragen in der Auseinandersetzung um Luther und die kirchliche Reform Stellung bezog. 32 Voller Ironie und doch immer freundlich, ja liebevoll decken sie an Einzelbeispielen die Schwächen und die Mißstände in der christlichen Gesellschaft Europas auf. Die Dialoge binden die dargestellten Personen und deren Probleme in Alltagsszenen ein. Dabei geht es auch um die großen Themen dieser Jahre, die mit dem Auftreten Luthers verbunden sind. Obwohl Erasmus in seinen Briefen die Umbrüche seiner Zeit oft als Tragödien deutete, waren die Kolloquien eher undramatisch angelegt. Sie waren versöhnlich gehalten, obwohl manche Mönche und Theologen, die sich in ihnen karikiert und angegriffen fühlten, das Gegenteil behaupteten. In den Colloquien wandte sich Erasmus bewußt an das europäische Publikum. Der Titel eines dieser Dialoge „De rebus ac vocabulis" - „Sein und Schein" gibt recht gut das Leitmotiv der erasmischen Gesellschaftskritik wieder. In Spanien waren es gerade die ins Spanische übersetzten Colloquien, die das Publikum anzogen. „In einem Zeitraum von zwei oder drei Jahren eroberte Erasmus Spanien", bemerkt Bataillon. „Die Erasmophilie des Publikums wurde unersättlich." 33 Eine der umfangreichsten Ausgabe der Colloquien war die Übersetzung des Benediktiners Alonso de Virues von 1529. Sie enthielt auch die Dialoge „Das religiöse Gastmahl", „Die Pilgerfahrt", „Der Kartäuser und der Soldat", „Der Abt und die gebildete Frau". Das letztere Colloquium „Abbatis et eruditae" endet folgendermaßen: Wenn ihr nicht auf der Hut seid, wird es so weit kommen, daß wir in den theologischen Schulen den Vorsitz fuhren, in den Kirchen predigen und Eure Mitren in Beschlag nehmen. DER ABT: Das möge Gott verhüten. MAGDALIA: ES wird an Euch liegen, das abzuwenden. Denn wenn Ihr so weitertut wie bisher, werden eher die Gänse predigen, als daß man Euch stumme Hirten länger erträgt. Ihr seht, daß die Bühne sich wandelt. Entweder muß man MAGDALIA:
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Erasmus von Rotterdam, Colloquia Familiaria. Vertraute Gespräche. Übersetzt, eingeleitet und mit Anmerkungen versehen von Werner Welzig, Darmstadt 1967; Erasmus von Rotterdam, Vertraute Gespräche (Colloquia Familiaria). Übertragen und eingeleitet von Hubert Schiel, Köln 1947; Craig R Thompson, Collected Works of Erasmus: Colloquies, Toronto / Buffalo / London 1997; Elsbeth Gutmann, Die Colloquia Familiaria des Erasmus von Rotterdam, Basel / Stuttgart 1967. Bataillon, S. 319.
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abtreten oder seine Rolle spielen. DER ABT: Wieso bin ich auf diese Frau gestoßen? - Wenn Ihr uns einmal besucht, will ich Euch freundlich empfangen. MAGDALIA: Wie denn? DER ABT: Wir werden tanzen, reichlich trinken, jagen, spielen und lachen. 34 MAGDALIA: Mich reizt es allerdings jetzt schon zum Lachen.
Die erasmische Partei am Hof Karls V. Die bereits erwähnten beiden Briefe von Erasmus und Karl V. aus dem Ende des Jahres 1527 waren von Valdes sofort ins Spanische übertragen worden. Sie wurden seit 1528 in fast allen spanischen Ausgaben der Colloquien und des Enchiridion mit abgedruckt. Die Verbreitung der erasmischen Schriften nahm sprunghaft zu. Bataillon spricht von einer „Generalstabsarbeit" der spanischen Erasmianer am Hof Karls V. Indem sie dafür sorgten, daß die beiden Briefe, des Erasmus und Karls, in Spanien in der Landesprache verbreitet wurden, nahmen sie das Ergebnis der Überprüfung der Schriften des Erasmus durch die Inquisition und durch die Konferenz von Valladolid vorweg, bevor diese zu einem abschließenden Urteil gekommen war. Die Konferenz wurde abgebrochen. Das war ein Sieg der Erasmianer. Für seine spanischen Anhänger war Erasmus mehr als ein beliebter Autor, er war ein Programm. Bataillon beschreibt die Jahre in Spanien von 1527 bis 1532 in einem eigenen Kapitel seines Buchs als „L'invasion erasmienne":
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MAGDALIA: Quod sie nisi caveritis vos, res eo tandem evadet, ut nos praesideamus in scholis theologicis, ut concionemur in templis; occupabimus mitras vestras./ ANTRONIUS: Ista Deus avertat./ MAGDALIA: Imo vestrum erit hoc avertere. Quod si pergetis ut coepistis, citius anseres concionaturi sint, quam vos mutos pastores ferant. Videtis iam inverti mundi scenam: aut deponenda est persona, aut agendae sunt cuique partes./ ANTRONIUS: Unde incidi in hanc foeminam? Si quando vises nos, ego te suavius accipiam./ MAGDALIA: Quibus modis?/ ANTRONIUS: Saltabimus, bibemus affatim, venabimur, ludemus, ridebimus/ MAGDALIA: Mihi quidem iam nunc ridere libet. (Erasmus von Rotterdam, Colloquia familiarìa/Vertraute Gespräche. Übersetzt, eingeleitet und mit Anmerkungen versehen von Werner Welzig, (Erasmus von Rotterdam, A usgewählte Schriften. Ausgabe in acht Bänden. Lateinisch und deutsch, Bd. 6, Darmstadt 1967, S. 262-265)
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„A partir de 1527, année decisive, les livres d'Érasme ont joui en Espagne d'une popularité, d'une diffusion en langue vulgaire, dont on chercherait vainement l'analogue en quelque autre pays d'Europe que ce soit." 35
Die Institutio principis christiani von 1516 hatte Erasmus im Auftrag des burgundischen Hofs geschrieben. Ihre politische Theorie entsprach eher dem Politikverständnis der niederländischen Städte als der Welt ritterlicher Ideale des burgundischen Adels, in der der junge Karl erzogen worden war, dem diese Schrift gewidmet war. 36 Die „Klage des Friedens", die ein Jahr später herauskam, hatte der Kanzler Jean Le Sauvage beauftragt. Es war eine pazifistische Schrift, die den Kriegen, wie sie die christlichen Fürsten Europas in den letzten eineinhalb Jahrzehnten vor allem um Italien gefuhrt hatten, jede moralische und politische Legitimation entzog. Hinter der Querela pacis stand die „französische" Partei am Brüsseler Hof, die die aggressive habsburgische Politik Kaiser Maximilians I. gegenüber Frankreich ablehnte. 37 Besonders scharf ging Erasmus mit dem militärischen Engagement der Kirchenfürsten ins Gericht, wie er dies bereits in der Satire „Julius exclusus e coelis" getan hatte. Allerdings wird bereits in der Utopia des Thomas Morus bezweifelt, ob Humanisten, wenn sie als Berater am Hof überhaupt eine Chance hätten, Gehör finden.
Sacco di Roma Es ist nicht sicher, ob Karl V. die ihm gewidmete Schrift über die Fürstenerziehung jemals gelesen hat. Nach ihren ersten freundschaftlichen Begegnungen begannen die drei jungen Fürsten Europas, Karl V., Franz I. und Heinrich VIII. wie auch schließlich Papst Clemens VII. in wechselnden Bündnissen jahrelang Krieg mit- und gegeneinander zu führen. 1525 konnte Karl V. Franz I. bei Pavia schlagen und ihm in dessen Gefangenschaft in Madrid weitgehende Zugeständnisse abringen, die dieser nach seiner Heimkehr sofort wieder
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Bataillon, S. 301. Wilhelm Ribhegge, „Erasmus von Rotterdam und der burgundische Hof: Institutio principis christiani" ( 1516), in: Les princes et l'histoire du XlVe au XVIIIe siècle. Actes du colloque organisé par l'Université de Versailles-Saint Quentin et l'Institut Historique Allemand, Paris / Versailles, 13.-16. mars 1996. Publiés sous la direction de Chantai Grell, Werner Paravicini et Jürgen Voss, Bonn 1998, S. 373-401. James D. Tracy, The Politics of Erasmus. A Pacifist Intellectual and His Political Milieu, Toronto/Buffalo/London 1978.
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aufkündigte. Ein neues Kriegsbündnis zwischen Franz I. und Heinrich VIII. gegen Karl wurden geschlossen, in das auch Papst Clemens VII. eintrat. Als 1527 kaiserliche spanische und deutsche Truppen plündernd in Rom einfielen, wirkte das wie ein Fanal, das ganz Europa erschreckte. So konnte es scheinen, als sei die kaiserliche Politik der Verwirklichung der Pläne einer europäischen „Universalmonarchie" nähergekommen, wie sie von seinem Kanzler, dem Savoyarden Mercurino Gattinara, propagiert wurden.38 Erasmus lehnte Pläne einer Universalmonarchie ab, die gegen Frankreich und den Papst gerichtet waren und die zwangsläufig zu neuen Kriegen führen mußten.39 In Spanien war Erasmus nicht zuletzt durch seinen Pazifismus populär geworden. Eine der ersten seiner Schriften, die ins Spanische übertragen wurde, war die Querela pacis. Die Cortes von Valladolid hatten versucht, Karl auf ein Friedensprogramm festzulegen und ihn von Plänen einer Universalmonarchie abzubringen. Ähnlich argumentierte in Spanien auch Francisco de Vitoria. Die innerspanische Opposition hinderte aber Gattinara nicht daran, einen Propagandafeldzug für die Idee der Universalmonarchie zur organisieren. Dem diente der von der kaiserlichen Kanzlei lancierte Sammelband Pro Divo Carolo, der gleichzeitig in Alcalá, Antwerpen, Köln, Basel und Mainz gedruckt wurde.40 Gattinara versuchte, auch Erasmus als „Fürst der Humanisten" in diesen Propagandafeldzug einzuspannen. Im März 1527 forderte er ihn auf, Dantes Monarchia in einer neuen Textausgabe herauszubringen. Er kenne niemanden der „in unseren stürmischen Zeiten" dafür besser geeignet sei.41 Doch Erasmus wehrte ab. Bereits in dem Colloquium Puerpera, das im Februar 1526 bei Froben in Basel erschienen war, hatte er sich deutlich von den kaiserlichen Plänen einer Universalmonarchie distanziert.42
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Zu Gattinara: John M. Headley, The Emperor and his Chancellor. A Study of the Imperial Chancellery under Gattinara, Cambridge 1983. Franz Bosbach, „Die Propaganda Karls V. in der Kritik des Erasmus", in: Respublica Litterarum. Studies in Classical Tradition, Bd. 11, 1988, S. 27-37. „PRO Divo CAROLO, EIUS NOMINIS quinto Romanorum Imperatore Invictissimo, pio, felice, semper Augusto,atrepatriae, in satisfactionem quidem sine talione eorum quae in illum scripta, ac pleraque etiam in vulgum aedita fuere, Apologetici libri duo nuper ex Hispaniis allati cum aliis nonnullis, quorum catalogos ante cuiusque exordium reperies" (Mainz: Johann Schoeffer: 9. September 1527 (Vgl. John M. Headley, „Gattinara, Erasmus, and the Imperial Configurations of Humanism", in: ARG 71, 1980, S. 64-98, hier: S. 86-88. Allen, 1790a; Headley, S. 80f. Headley, S. 81. - In seinem Brief an Alfonso Valdes vom 21. März 1529 erläuterte Erasmus diese Stelle des Colloquiums „Puerpera": Zwar habe auch Aristoteles die Monarchie der Aristokratie vorgezogen, aber damit sei keine Universalmonarchie
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Schließlich gelang es dem spanischen Hof aber doch, Erasmus auf einem anderem Weg für die kaiserliche Politik einzuspannen. Die Vorgänge um den „Sacco di Roma" hatten schwere Vorwürfe gegen den Kaiser ausgelöst, die abgewehrt werden mußten. Alfonso Valdes entwarf das Schreiben Karls V. an die Fürsten Europas, in dem er jede Verantwortung ablehnte und die Schuld allein dem Papst zuschrieb. 43 Am 15. Mai 1527 schrieb Valdes an Erasmus, er habe einen Dialog zu den Ereignissen in Rom verfaßt, in dem der Kaiser entlastet und die ganze Verantwortung dem Papst und seinen Beratern zugeschoben werde. Bei seiner Argumentation habe er sich auf Erasmus stützen können, und er habe zahlreiche Exzerpte aus dessen Schriften in den Text eingeflochten. 44 Der Dialog trug den Namen „Dialogo de las cosas ocurridas en Roma". 45 Valdes zitierte wörtlich aus der Querela pacis. Wie könne der Papst als Stellvertreter Christi Krieg führen? Habe es nicht bei der Geburt Christi geheißen „Gloria in excelsis deo et in terra pax hominibus bonae voluntatis"? Die römische Katastrophe sei die Strafe Gottes für die Korruption des römischen Hofs. Nicht nur Luther, sondern die ganze deutsche Nation habe immer wieder ihre „Gravamina" gegenüber Rom erhoben. Indem Rom für alle religiösen Dienste Geldleistungen verlange, sei die Stadt selbst zum Skandalon geworden. Das waren starke Worte, und prompt beschwerte sich der päpstliche Nuntius Castiglione bei Karl V. Dort abgewiesen wandte er sich an den Großinquisitor. Er solle eingreifen, damit nicht auch noch Spanien lutherisch werde. Manrique antwortete, er habe nichts Verwerfliches in dem Dialog entdecken können, dafür aber manche fromme und gelehrte Stelle.46 Der „Sacco di Roma" hatte zur Besinnung gefuhrt. Karl V. und Papst Clemens VII. näherten sich einander an. Im Sommer 1529 begab sich der kaiserliche Hof von Spanien nach Italien. Karl wurde am 24. Februar 1530 in
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gemeint gewesen, sondern die damaligen Staaten wie Kreta, Sparta, Athen und andere. Auch wenn es im Neuen Testament heißt „Gebt dem Kaiser, was des Kaisers ist", so sei damit nur der jeweilige Herrscher eines Landes gemeint. Hätte dies Christus in Savoyen also der Heimat Gattinaras - gesagt, so hätte es sicherlich geheißen „Gebt dem Herzog, was des Herzogs ist". („Si Christus docuisset in Sabaudia, et simili occasione fuisset illi exhibitum Ducis numisma, dixisset, 'Date duci que sund Ducis'." - Allen, 2126, Zeile 2132). Bataillon, S. 398. „Multaque his admiscui, quae ex tuis lucubrationibus excerpseram." (Allen, 2163, Zeile 78f.) Alfonso de Valdés, Diálogo de las cosas ocurridas en Roma. Ed., introd. y notas de José F. Montesinos (Clasicos castellanos 89), Madrid 1969. Bataillon, S. 399-419.
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Bologna zum Kaiser gekrönt. Nach dem Sieg der kaiserlichen Partei in Italien war in England Kardinal Wolsey als Lordkanzler gestürzt worden, nachdem seine Bemühungen, die päpstliche Zustimmung zur Scheidung Heinrichs VIII. von Katharina, der Tante Karls V., zu erreichen, gescheitert waren. Nachfolger Wolseys als Lordkanzler wurde Thomas More. In Deutschland hatte inzwischen der Streit um Luther neue Formen angenommen, indem er sich seit dem Reichstag von Speyer 1529 in einen Streit der neuen Konfessionen verwandelte, der mehr und mehr einen politischen Charakter erhielt. Es drohte die Gefahr, daß nicht mehr nur christliche Fürsten gegeneinander kämpften, sondern ganze Völker und Volksteile der Christenheit gegeneinander die Waffen ergriffen. Das alles war von der erasmischen Vorstellung eines friedlichen Zusammenlebens der christlichen Gesellschaft Europas weit entfernt. Während der fast neunjährigen Abwesenheit Karls von Deutschland hatten die deutschen Verhältnisse nicht im Mittelpunkt der Politik des kaiserlichen Hofs gestanden. Das hatte sich inzwischen geändert. John Headley hat beschrieben, wie seit der Mitte der 1520er Jahre sich bei Gattinara die Vorstellung durchsetzte, daß die deutschen Probleme ein Teil der europäischen seien und daß man abweichend von dem Edikt von Worms gegenüber den deutschen Lutheranern eine flexiblere Haltung einnehmen müsse, um sie zurückzugewinnen, aber auch um die notwendigen Truppen aus Deutschland für einen Einsatz in Ungarn gegen die Türken und in Italien zu bekommen. 47 In einem Brief aus Granada vom 1. Oktober 1526 an Erasmus legte Gattinara seine Beurteilung der europäischen Situation dar. Er sehe das christliche Gemeinwesen (Christiana respublica) in drei Lager geteilt. Das eine folge blindlings und mit „gestopften Ohren" dem Papst, gleich was er zum Guten oder Schlechten befehle. Das andere Lager ergreife ebenso verbissen für Luther Partei. „Die Anhänger beider Parteien sind bei ihrem Handeln unfähig zu einem abgewogenen Urteil. Sie können nicht einmal eine abweichende Meinung ertragen. Ihr Lob bedeutet in Wirklichkeit Schande, und ihre Verwünschungen Lob[...]."48 Aber es gebe auch noch eine dritte Partei, die sich von beiden unterscheide. „Sie will nichts anderes als die Ehre Gottes und das Wohl des Gemeinwesens. Unberührt von den Schmähungen der anderen, gehen sie zu beiden Parteien auf Distanz. Soweit es überhaupt noch möglich ist, versuchen sie die Wahrheit zu
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Headley, S. 85f. Allen, 1757, Zeile 10-19.
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lehren, und sie entfliehen der bissigen Sprache ihrer Verächter. Wenn du beide Parteien gegen dich hat, bist du sicherlich schmerzlich für das Gemeinwesen. Aber dich selbst kannst du dabei glücklich schätzen. Denn diese dritte Gruppe ist dir ganz ergeben und sie hört nicht auf, dir ihr Lob auszusprechen, und das ist eine Ehre." Im Blick auf die Lutheraner fugte Gattinara hinzu: „Ich habe immer gewünscht, die lutherische Partei zu unterdrücken, damit sie ausgerottet wird und die Reformen durchgeführt werden können. Ich hoffe, daß dies künftig unter den Auspizien des Kaisers geschehen wird."49 Hier findet sich bei Gattinara die Idee einer dritten Partei, deren Aushängeschild Erasmus ist. Diese Partei hat Recht, weil sie überlegter und abgewogener in ihrem Urteil als die beiden anderen ist. Im Widerspruch zu dieser Feststellung Gattinaras steht allerdings seine erklärte Absicht, die Lutheraner zu vernichten. Möglicherweise war das aber auch nur eine Schutzbehauptung des kaiserlichen Kanzlers. Tatsächlich näherte sich Gattinara in den kommenden Jahren weiter der erasmischen Haltung des Ausgleichs an. Der Briefwechsel zwischen Erasmus und Karl V. Ende 1527 dokumentierte, daß die kaiserliche Partei sich der erasmischen Position annäherte und dies offen bekundete.
Augsburger Reichstag 1530 Ende 1529 begab sich der kaiserliche Hof von Spanien nach Italien. Am 24. Februar 1530 wurde Karl von Papst Clemens VII. zum Kaiser gekrönt. In einem Brief aus Bologna vom 11. Januar an seinen Bruder Ferdinand von Österreich begründete Karl, warum er Spanien verlassen habe, nach Italien gegangen sei und nach der Krönung nach Deutschland kommen werde. Er nannte u. a. „die großen Häresien, die es in Deutschland gibt und die jeden Tag ärger werden": „Wenn es dagegen ein Mittel gibt, dann nur dieses, daß ich selbst komme oder zumindest, daß man mich dorthin auf See sieht. Was das betrifft, muß man sich gründlich auf
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Allen, 1757, Zeile 20-31.
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Gehorsamsverweigerung gefaßt machen, auf wenig Anstand und auf die Politik derer, die in böser Verworfenheit darauf aus sind, einen anderen zum römischen König machen zu wollen."50 Es ging um die Behauptung der kaiserlichen Autorität in Deutschland. Karl erwähnte auch die Gefahr der Türken, an die ihn Ferdinand immer wieder erinnert hatte und die es abzuwehren galt. Für die Abwehr der Türken brauchte man ein einiges und kein religiös und politisch gespaltenes Deutschland. Die Ausschreibung zum Reichstag in Augsburg, die Karl V. am 21. Januar von Bologna aus herausgehen ließ, kündigte an, daß der Kaiser auf dem Reichstag „eines jeglichen Gutbedünken, Opinion und Meinung [...] in Liebe und Gütigkeit hören, verstehen und erwägen" werde, um „diese zu einer einigen christlichen Wahrheit zu bringen und zu vergleichen, alles, so zu beiden Teilen nicht recht ist ausgelegt oder gehandelt, abzutun: durch uns alle eine einige und wahre Religion anzunehmen und zu halten: und wie wir alle unter einem Christus sind und streiten, also in einer Gemeinschaft, Kirche und Einigkeit zu leben".51 Von der Durchsetzung des Wormser Edikts sowie von einer gewaltsamen Unterdrückung der lutherischen Partei war keine Rede. Abweichende Meinungen sollten auf dem Reichstag gehört, nicht unterdrückt werden. Mit diesem Programm hatte sich die erasmische Partei am Hof Karls V. durchgesetzt. Die bereits bestehende Spaltung in Konfessionen wurde bewußt heruntergespielt, da „wir alle unter einem Christus sind und streiten". Das große Ziel war, „in einer Gemeinschaft, Kirche und Einigkeit zu leben". 52 Es sollte unter kaiserlicher Vermittlung einvernehmlich und nicht gewaltsam eingelöst werden. Das zumindest war das geradezu euphorisch formulierte Programm des kaiserlichen Hofs, das aus Italien nach Deutschland übermittelt wurde. Im März zog der Hof von Bologna über Mantua und Trient nach Innsbruck. Hier kam Karl mit seinem Bruder Ferdinand von Österreich und seiner Schwester Maria von Ungarn zusammen. Die 24jährige Maria war bereits seit drei Jahren Witwe, nachdem ihr Mann, Ludwigs II., bei der Abwehr der Türken
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Alfred Kohler (Hg.), Quellen zur Geschichte Karls V., Darmstadt 1990, S. 147. Alfred Kohler, Karl V. 1500-1558. Eine Biographie, München 1999, S. 208. A. a. O.
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in der Schacht von Mohacz gefallen war. 1531 ernannte sie Karl zur Regentin der Niederlande. Habsburgische Politik war dynastische Politik. Maria war mit einigen Schriften von Luther vertraut, und sie war eine Anhängerin von Erasmus, der ihr seine Schrift „Vidua Christiana" gewidmet hatte. 53 Man bereitete sich in Innsbruck auf den Reichstag vor. Der päpstliche Legat Lorenzo Campeggio trug vor, daß Rom zu keinerlei Zugeständnissen gegenüber den Lutheranern bereit sei. Die kaiserliche Partei dagegen setzte ihre Hoffnungen auf die Einberufung eines ökumenischen Konzils. Am 15. Juni traf der Hof von München kommend in Augsburg ein. Karl und Ferdinand wurden an der Lechbrücke feierlich begrüßt, um dann im Stil einer burgundischen „Joyeuse Entrée" im farbenprächtigen Aufzug zusammen mit den Reichsfürsten und deren Gefolge in die Stadt einzureiten. Es war „die prächtigste, glanzvollste Versammlung der gesamten Reformationszeit, eine theatralische Selbstinszenierung des Reiches." 54 Am 5. Juni war Gattinara in Innsbruck gestorben. Die erasmische Partei empfand dies als einen schweren Schlag, weil er als der fähigste und erfahrenste Mann am Hof galt.55 Man berichtete Erasmus, Gattinara habe noch kurz vor seinem Tod Erasmus' Schrift zum Türkenkrieg (Consultatio de bello Turcico) und dessen Auslegung des Psalms 22 gelesen. 56 So wurde der Politiker Gattinara, der kurz zuvor zum Kardinal ernannt worden war, nach seinem Tod auch noch in den Stand der Humanisten aufgenommen. Zwei Meinungsführer waren nicht nach Augsburg gekommen: Luther und Erasmus. Wenn sie auch nicht persönlich anwesend waren, so waren sie doch durch ihre intensiven Briefkontakte ständig präsent. Luther, der Sachsen nicht verlassen konnte, hatte seinen Standort auf der Feste Coburg bezogen. Erasmus, der inzwischen die protestantische Stadt Basel verlassen und in die katholische und habsburgische Stadt Freiburg gezogen war, wurde zwar von seinen Freunden - auch von Anton
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Gernot Heiss, Mary of Austria, in: Contemporaries of Erasmus, Bd. 2, S. 399-401. Thomas Brady, Zwischen Gott und Mammon. Protestantische Politik und deutsche Reformation, Berlin 1996, S. 137. Zum Augsburger Reichstag: Heinrich Lutz, „Kaiser, Reich und Christenheit. Zur weltgeschichtlichen Würdigung des Augsburger Reichstages 1530", in: HZ Bd. 230, 1980, S. 57-88. „Neque enim parem habebimus virum, qui et rerum experientia et gerendorum dexteritate paria cum ilio faciat; fidelitate vero et integritate ea quae ille preditus fuit, nemo hodie superest que preditus sit." (Brief von Cornelius Scepperus an Erasmus aus Augsburg vom 28. Juni 1530; Allen, 2336, Zeile 12-15). Allen, 2336. Die neueste Textausgabe der Türkenschrift „Ultissima consultatio de bello Turcicos inferendo" (erschienen bei Froben in Basel 1530), in: Opera Omnia Desidera Erasmi Roterodami, Bd. V-3, hg. Comelis Augustijn, Amsterdam 1986, S. 31-82.
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Fugger - gedrängt, nach Augsburg zu kommen, doch er lehnte wegen seiner schlechten Gesundheit ab. Der Kaiser habe ihn auch nicht eingeladen. Die Briefe die in jenen Tagen von Freiburg nach Augsburg gingen, lesen sich wie Arztbriefe über den leidenden Zustand des Patienten. Das hinderte Erasmus aber nicht, gezielt mit seinen Briefen auf einflußreiche Persönlichkeiten in Augsburg einzuwirken. Statt Luther fungierte sein Vertrauter und Mitarbeiter in Wittenberg Philipp Melanchthon als theologischer Meinungsführer der evangelischen Partei. Es waren junge Männer, die in Ausburg eine führende Rolle spielten. Karl war 30 Jahre, sein Bruder Ferdinand 27 Jahre, Landgraf Philipp von Hessen 25 Jahre und Melanchthon 33 Jahre. Die seit Jahren bestehende Freundschaft zwischen Erasmus und Melanchthon war zwar durch die Auseinandersetzung zwischen Erasmus und Luther um die Frage des freien bzw. unfreien Willens stark belastet. Doch hatte Melanchthon schließlich einen Ausweg gefunden, indem er zwischen der Willensfreiheit in Fragen des Glaubens und der Gnade und der Willensfreiheit im bürgerlichen Leben und im rechtlichen Alltag unterschied. Niemand denke daran, letztere zu bezweifeln. Diese Aussage fand sich auch in dem Augsburger Bekenntnis, das Melanchthon entworfen hatte. Die Bekenntnisschrift wurde am 25. Juni von dem kursächsischen Kanzler Christian Beyer im Kapitelsaal des bischöflichen Palais', in dem auch der Kaiser wohnte, dem Reichstag vorgetragen.57
Korrespondenz zwischen Augsburg und Freiburg In seinem Brief vom 1. August informierte Melanchthon Erasmus über die jüngsten Verhandlungen in Augsburg und entrüstete sich über die Aggressivität, mit der Johannes Eck als Vertreter der katholischen Theologen auftrete. In Augsburg heiße es, daß Erasmus sich direkt in einem Brief an den Kaiser gewandt habe, um ihm von einer gewaltsamen Lösung abzuraten. Er beschwor Erasmus weiterhin seine Weisheit und seine Autorität dafür einzusetzen, daß es zu einer Beruhigung komme.58 Erasmus reagiert prompt. Nein, er habe jetzt keinen Brief an den Kaiser geschrieben, wohl aber an den päpstlichen Nuntius Lorenzo Campeggio, den er eindringlich darauf hingewiesen habe, daß
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Heinz Scheible, Melanchthon. Eine Biographie, München, 1997, S. 106-109; Herbert Immenkötter (Hg.), Im Schatten der Confessio Augustana. Die Religionsverhandlungen des Augsburger Reichstags im historischen Kontext, Münster 1997. Allen, 2357; Brief Melanchthons an Erasmus vom 1. August 1530.
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theologische Differenzen nicht in militärische umschlagen dürften. Im ähnlichen Sinn habe er an den Bischof von Augsburg Christoph Stadion und an einige Freunde geschrieben. Melanchthon wisse, wie sehr er sich immer für den Frieden eingesetzt habe. Aber wie sei ihm dies von den Parteien gedankt worden? Melanchthon solle sich besser an diejenigen Theologen wenden, die ständig die Fürsten zum Krieg aufreitzen.59 Gemeint war offensichtlich Melanchthon selbst als Berater des Landgrafen Philipp von Hessen, von dem bekannt war, daß er noch am Vorabend des Reichstags an eine kriegerische Lösung des Konflikt dachte. Kurz zuvor hatte Erasmus an Campeggio geschrieben, der ihn von Innsbruck aus um eine Beurteilung der Situation gebeten hatte.60 Er stand seit zwanzig Jahren mit dem Kardinal in Kontakt und war ihm 1519 in Brügge persönlich begegnet. Campeggio hatte sich in schwierigen päpstlichen Missionen in Deutschland, Böhmen, Ungarn und England bewährt. Als päpstlicher Legat in England mit der Leitung der Verhandlungen in der Scheidungssache Heinrichs VIII. betraut, hatte er sich den Zorn des Königs zugezogen, als er den Prozeß aus verfahrenstechnischen Gründen platzen ließ, so daß er von England nach Rom verlegt werden mußte. Das war der ursprüngliche Anlaß, daß Heinrich VIII. schließlich dazu überging, die kirchliche Trennung von Rom zu betreiben. Für Augsburg hatte Campeggio den Auftrag, eine harte Linie gegenüber den Lutheranern einzunehmen.61 Beobachter berichteten Erasmus aus Augsburg, daß er sich als überraschend konziliant gezeigt habe.62 Zur Beurteilung der Lage in Deutschland erklärte Erasmus in seinem Brief an Campeggio, es gebe sicher viele, die weitaus besser unterrichtet seien als er selbst und die den besseren Überblick hätten. Denn eigentlich sei er eher ein Fremder. Er sehe nur einen Ausweg aus dieser „monströsen Tragödie", wenn Gott in seiner Barmherzigkeit „uns die Kraft und die Frömmigkeit des Kaisers" für eine Lösung gewähre. „Das ist meine einzige Hoffnung." Er habe wenig Vertrauen in das Handeln und Planen der Menschen. Es wäre zu wünschen, wenn die jetzige Pest geheilt werden könne, ohne daß Blut fließe, und wenn sich die Hartnäckigkeit der Parteien überwinden ließe. Gelinge das nicht, so werfe dies ein trauriges Bild auf die Zukunft Deutschlands, denn wenn die Krankheit so weit fortgeschritten sei, daß man nur noch mit Brand und Amputationen
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Allen, 2358; Brief von Erasmus an Melanchthon vom 2. August 1530. Allen, 2382, 2341. John F. d'Amico, „Lorenzo Campeggi", in: Contemporaries of Erasmus, Bd.l, S. 253255. Brief von Simon Pistorius vom 27. Juni 1530; Allen, 2333.
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heilen könne, bedeute das Heilverfahren, daß man den Verlust fast des ganzen Körpers riskiere. Wenn man also nur noch zwischen den schlimmsten Übeln wählen könne, dann wäre es schließlich immer noch am besten, es bei den jetzigen Verhältnissen zu belassen in der Hoffnung, daß Gott sein eigenes Heilmittel gebe. Tatsächlich wundere er sich manchmal geradezu, daß bei allem Chaos nicht noch Schlimmeres geschehen sei und daß die Deutschen nach wie vor in Eintracht zusammenlebten. Erasmus war ein Meister der Überredungskunst. Er verstand es, seine Argumentation auf den Gesprächspartner abzustimmen. Den erfahrenen Diplomaten Campeggio erinnerte er daran, daß die gegenwärtige Krise viele Mißstände zur Ursache habe, die alle nicht unbegründet gewesen seien. Die Asche, die von dem Brand des Bauernkriegs übrig geblieben sei, sei noch längst nicht erloschen... da seien die Beschwerden des Volkes gegen die eigenen Fürsten. Bei allen Deutschen finde man den Haß gegen die Kirche, nicht nur bei den Lutheranern, sondern bei allen Laien. „Diese Feindschaft wurde durch unsere eigenen Laster, unseren Luxus und unseren verführerischen Lebenswandel ausgelöst. Und schließlich sind auch diejenigen Deutschen, denen die neuen Sekten verhaßt sind, nicht gut auf das Papsttum zu sprechen."
Dann sei da das Wüten der Türken. Hinzu kämen die Teuerungen bei den Waren und Gütern. Aber selbst für den Fall, daß die Fürsten sich darin einig wären, den Religionsstreit mit einem Krieg zu beenden. Könnten sie überhaupt sicher sein, daß ihnen die Soldaten Gehorsam leisten würden? Denn es gebe keine klaren Fronten in der deutschen Bevölkerung. In vielen Städten des neuen Glaubens seien nicht wenige Katholiken und umgekehrt in vielen katholischen Städten zahlreiche andere Glaubensrichtungen. Offensichtlich spielte Erasmus hier auch an die Erfahrung des „Sacco di Roma" an. Man könne nur hoffen, daß die Fürsten beider Parteien ihren Blick auf Christus richteten. Solange aber jeder nur, wie dies bisher geschehen sei, seine eigenen Interessen verfolge, könne man nur darum beten, daß Gott die Pläne der Menschen umlenke. Der Realist Erasmus hatte ein sicheres Gespür dafür, wie sich in dem Konfessionsstreit Religiosität und Interessen unlöslich vermischten. Mit welcher Schnelligkeit habe sich der Irrtum über die Abendmahlslehre verbreitet? Mit welcher Blindheit stürzten sich jetzt auch die Wiedertäufer in den Tod. Die Bevölkerung in Deutschland sei so erregt, daß sie bereit sei, jedem,
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der eine noch so absurde Lehre verkünde, sogleich zu folgen.63 So behutsam Erasmus gegenüber dem Nuntius formulierte, so war das Ziel seiner Argumentation doch klar und eindeutig. Eine gewaltsame Lösung mußte vermieden werden, damit sich die Situation nicht noch weiter verschlechtere. Die wirklichen Probleme, schrieb er an Campeggio, kämen auch nicht aus den Lehrdifferenzen etwa mit Luther, sondern aus der neuen Art von Menschen, die unter dem Deckmantel des Evangeliums hervorträten und deren Auftreten ihm ganz und gar mißfalle. Der Einfluß Zwingiis sei bereits größer als der Luthers. Gelinge es, die Prädikanten zu vertreiben, vor allem Zwingli, Oecolampad und Capito - übrigens alle drei frühere Anhänger des Erasmus - , so gäbe es eine gute Hoffnung, das Volk zu heilen.64 „Die Wiedertäufer tun mir leid. Man könnte ihnen zur Hilfe kommen, wenn es nur um die Taufe ginge. Aber sie erzeugen überall nur Verwirrung. Sie haben aufrührerische Züge, und doch wird berichtet, daß es manche in dieser Sekte gibt, die keine schlechten Menschen sind." 65
Kontakte: Erasmus, Campeggio und Melanchthon Der Erasmianer auf der protestantischen Seite war Melanchthon. „Wir vermeiden hier alles", schrieb er über seine Verhandlungsfuhrung in Augsburg an Erasmus, „was das kirchliche Gemeinwesen auflösen könnte"66. Erasmus hatte Campeggio geraten, Luther aus den jetzigen Verhandlungen herauszuhalten. Wenn es darum gehe, etwas zu konzedieren oder zu verbessern, solle man lieber andere heranziehen. 67 Melanchthon wurde nicht direkt genannt, aber er war offensichtlich gemeint. In Augsburg führte Melanchthon eine Reihe von Gesprächen mit den anwesenden katholischen Theologen. Als kaiserlicher Sekretär vermittelte Alfonso Valdés Begegnungen zwischen Melanchthon und
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Allen, 2338. Allen, 2341. „Anabaptistarum me miseret, quibus succuri poterai, si tantum agerent de baptismo; sed inducunt omnium rerum confusionem. Furor quidam est, et tarnen in haec secta narrant esse quosdem minime malos." (Allen, 2341) „Non enim hoc agunt nostri, ut ito^uevua Ecclesiasticum dissolvant." (Allen, 2357, Zeile 22f.) „Nolim Lutherum isti admisceri negocio. Si quid concedendum aut corrigendum esset, malim per alios autores fieri." (Brief vom 7. Juli 1530, Allen, 2341, Zeile 8-10).
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der katholischen Seite. Valdes war optimistisch, andere wie der flämische Diplomat am Hof Karls V. Cornelius Schepper, der regelmäßig Erasmus von dem Geschehen in Augsburg berichtete, eher pessimistisch.68 Am 3. Juni hatte sich Melanchthon in einem Brief direkt an den Erzbischof und Kurfürsten von Mainz Albrecht von Brandenburg gewandt und ihn beschworen, für die Erhaltung des Friedens zu sorgen, und dabei ein Entgegenkommen der protestantischen Seite angedeutet. Am 4. Juli wandte sich Melanchthon in einem Brief an Campeggio, den dieser gleich nach Rom weiterleitete. Melanchthon betonte die Friedensbereitschaft seiner Seite. In den dogmatischen Fragen stimme man mit der katholischen Lehre überein.69 In der Frage der Kirchenverfassung könne man sich einigen. Von den Zwinglianern setzte er sich deutlich ab. „Wir sind bereit", schrieb Melanchthon, „der römischen Kirche zu gehorchen, wenn sie nur [...] einiges wenige, das wir, selbst wenn wir wollten, nicht mehr rückgängig machen könnten, entweder toleriert oder genehmigt." 70
Am folgenden Tag fand eine längere Aussprache zwischen Melanchthon und Campeggio statt, bei der die einzelnen Streitpunkte detailliert erörtert wurden. Ein weiteres Gespräch, an dem auch die beiden katholischen Theologen Eck und Cochläus teilnahmen, kam am 8. Juli zustande. Die Kontakte wurden schließlich am 5. August ergebnislos abgebrochen. In späteren Jahren nach der Verfestigung der Konfessionen wurde Melanchthon in den eigenen Reihen wegen des Augsburger Briefs an Campeggio heftig kritisiert. Sein Biograph Heinz Scheible bemerkt dazu: „Man darf sich von der überaus höflichen Diktion, die dem Rang des Adressaten zukam, nicht irreleiten lassen: Melanchthon verlangte von ihm nichts weniger als die nachträgliche Genehmigung der durchgeführten reformatorischen Maßnahmen, nämlich Laienkelch, Priesterehe, Entvölkerung der Klöster und Reform der Gottesdienste. Nur dann würde die bischöfliche Kirchenverfassung anerkannt werden." 71
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Bataillon, S. 446. „Dogma nullum haberrtus diversum ab Ecclesia Romana." (Corpus Reformatorum, Bd. 2, Halle 1835, S. 170). Scheible, Melanchthon, S. 111. Scheible, Melanchthon, S.l 12.
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Am 12. und 17. August schrieb Erasmus an Melanchthon und am 18. August an Campeggio warnende und pessimistisch gehaltene Briefe. Er sah Kriegstreiber auf beiden Seiten. Gegenüber Melanchthon bemerke er, wenn die Deutschen sich in einem Blutbad umbringen würden, so würde ein solches Schauspiel dem Papst sicherlich nicht mißfallen. 72 In dem Brief an Campeggio hieß es: Wenn der Kaiser mit dem Krieg nur drohe, wäre das vielleicht ein vertretbares Druckmittel, doch wenn es tatsächlich zum Krieg käme, wäre das schrecklich. Der Kaiser habe große Macht, aber werde sie überall anerkannt? Auch seien schon durch die bisherigen Kriege viele Kräfte verbraucht. Das Lager der Anhänger Luthers erstrecke sich inzwischen von dem Osten Deutschlands bis nach Dänemark und reiche bis in die Schweiz. Wolle der Kaiser das tun, was der Papst von ihm erwarte, so sei zu befürchten, daß ihm nicht mehr viele folgen würden. Und schließlich erwarte man vom einen auf den anderen Tag eine Invasion der Türken. Diesen Eindruck jedenfalls mußte Erasmus aus den eindringlichen Briefen gewinnen, die ihm der Sekretär Marias von Ungarn, der Ungar Nikolaus Ohlah, aus Augsburg schickte. Es gab Stimmen, die befürchteten, daß die Türken bis Köln vordringen würden. In seiner Schrift zum Türkenkrieg, die kurz vor dem Reichstag herauskam, hatte sich der Pazifist Erasmus, wenn auch zurückhaltend, für einen Verteidigungskrieg ausgesprochen, jedoch hinzugefügt: „Ich fürchte, daß wir, wenn wir die Türken bekämpfen müssen, gezwungen werden, selbst Türken zu werden." 73 Es sei nicht sicher, gab Erasmus Campeggio zu bedenken, ob man genügend Ressourcen aufbringen könne, um den Türken zu widerstehen. Selbst wenn die Fürsten einig wären, bliebe immer noch die Frage, ob man sich überhaupt der eigenen Soldaten sicher sein könne, wie es sich bereits bei dem „Sacco di Roma" gezeigt habe. Habe es nicht schon genug Krieg mit Frankreich und Italien gegeben? „In der gegenwärtigen Stunde scheint die Situation eine Wende zu nehmen, bei der der größte Teil der Welt im Blut ertränkt wird. Und wie der Ausgang aller Kriege zweifelhaft ist, ist zu befürchten, daß die Unordnung zum Umsturz der ganzen Kirche fuhren wird, vor allem, weil die Menge keinen Zweifel daran hat, daß das Ganze nicht ohne Billigung des Papstes geschieht und von den meisten Bischöfen und Äbten unterstützt wird. Es sei zu befurchten, daß selbst der Kaiser vor Gefahren nicht geschützt sei. Man solle mehr darüber nachdenken, was die Ruhe der Welt sicherstelle, als darüber, wie man sie angreifen könne. Die Kirche sei schon häufig von Krisen erschüttert worden,
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Allen, 2363 Léon E. Halkin, Erasmus von Rotterdam. Eine Biographie, München 1989, S. 275.
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etwa zur Zeit der Arianer oder der Donatisten. Aber es habe damals auch Kaiser gegeben, die sich nicht zum Krieg hinreißen ließen und die Zügel fest in der Hand behielten.74 Karl Brandi hat in seiner Biographie Karls V. Erasmus vorgeworfen, daß er die Dinge zu pessimistisch gesehen habe.75 Allerdings sah Erasmus weitaus deutlicher und realistischer als andere die politischen Implikationen des Kirchenstreits. Der Reichstag, auf dem darüber verhandelt wurde, war schließlich kein Kirchenkonzil, sondern eine politische Versammlung. Als der Reichstag, der so hoffnungsvoll begonnen hatte, schließlich im Oktober auseinanderging, war es zu keiner Vereinbarung zwischen den Parteien gekommen. Nicht einmal in der Türkenfrage hatte man sich einigen können. Immerhin war Erasmus seiner Haltung treu geblieben, die er bereits seit dem ersten Auftreten Luthers und vor allem im Vorfeld des Wormser Reichstag zehn Jahre zuvor, sowohl gegenüber dem kaiserlichen Hof, gegenüber Papst Leo X. und den deutschen Fürsten und Bischöfen eingenommen hatte, als er darauf drängte Luther fair zu behandeln und ihn nicht vorschnell als Ketzer zu verurteilen.76 Weitaus schärfer als andere sah Erasmus, daß der Umgang mit der Wahrheit nicht losgelöst werden konnte von dem Umgang der Menschen miteinander, die die Wahrheit suchen.
Nation und Konfession In Augsburg war die erasmische Partei am Hof Karls V. mit ihrem Ziel, durch Vermittlung zwischen den Parteien den Religionsfrieden herbeizufuhren, an den Realitäten gescheitert. Der Ausgang des Reichstags führte zu einer weiteren Politisierung des Konflikts.77 Die protestantischen Fürsten und Städte schlössen sich 1531 zu dem Verteidigungsbündnis des Schmalkaldischen Bundes zusammen. Euan Cameron weist in seinem 1991 erschienenen Buch The European Reformation auf die Tiefendimension jenes Umbruchs hin: „Im 16. Jahrhundert wurde die Religion Teil der Politik der Massen. Andere Ideologien, letztlich weltlicher im Ton, sollten später deren Platz einnehmen. Die Reformati-
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Allen, 2366. Karl Brandi, Kaiser Karl V., Frankfurt 1979 ( 1. Auflage, 1937), S. 259. Wilhelm Ribhegge, „Die Korrespondenz des Erasmus von Rotterdam im europäischen Kontext", in: Acta Selecta Octavi Conventus Academiae Latinitati Fovendae (Lovanii et Antverpiae, 2.-6.- Augusti MCMXCIII), Rom 1995, S. 359-384 Vgl. Lutz, Kaiser, Reich und Christenheit, S. 81 f.
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on war die erste."78 England unter Heinrich VIII. war das erste Land, das mit der kirchlichen Einheit Europas definitiv brach. Thomas More, der Freund des Erasmus, und frühere englische Lordkanzler, der sich weigerte, der Trennung zuzustimmen und sich dabei - übrigens wie Luther in Worms - auf sein Gewissen berief, wurde ihr erstes Opfer. Wegen Hochverrats verurteilt starb er im Juli 1535 auf dem Towerhügel in London unter dem Fallbeil. In den Jahren 1534/35 erhielt Erasmus von Freunden aus dem Rheinland und aus Westfalen ausfuhrliche Berichte über die Herrschaft und die Niederwerfung der Täufer in Münster. Zu dieser Zeit befand sich Karl V. bereits auf seinem Zug nach Nordafrika gegen Tunis. In Münster nahm der Religionsstreit extreme Formen an, wie sie Erasmus möglicherweise auch für andere Teile des Reichs nicht völlig ausgeschlossen hatte. Die religiösen Differenzen begünstigten nationale Entwicklungen in Europa.79 Die aufkommenden Nationen suchten und fanden ihre Identität in den neuen Konfessionen. 80 Das zeigte sich auch in einem katholischen Land wie Spanien. In den folgenden Jahren nach der Rückkehr Karls nach Spanien verließen viele Erasmianer den spanischen Hof. Gattinara fand keinen Nachfolger. Alfonso Valdes, der Kopf der Erasmianer am spanischen Hof, starb 1532. In der spanischen Inquisition gewannen die Kritiker des Erasmus wieder an Einfluß. 81 Als Erasmus 1536 in Basel starb, gab es noch kein Konzil. Es war 78
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Euan Cameron, The European Reformation, Oxford 1991, S. 422. Zur europäischen Szenerie vgl. auch: John Haie, Die Kultur der Renaissance in Europa, München 1994 (engl.: The Civilization in Europe in the Renaissance, London 1993). Bereits 1769, zwanzig Jahre vor der Französischen Revolution, schrieb der schottische Historiker William Robertson in seiner Geschichte der Herrschaft Karls V., daß während seiner Herrschaft das politische System Europas grundgelegt worden sei, das seitdem bestehe: „It was during his administration that the powers of Europe were formed into one great politcal system, in which each took a station, wherein it has been since remained with less variation than could have been expected after the shocks occasioned by so many internal revolutions and so many foreign wars." (William Robertson, History of the Reign of Charles the Fifth, Bd. 2, London 1878, S. 499) „Dans la lutte continuelle (et constante dans l'histoire européenne) entre les aspiration à l'unité et la réalité faite de diversité, c'est la diversité - nationale et religieuse - qui eut le dernier mot." (John Elliott, „Introduction", in: Carolus. Charles Quint 1500 - 1588 (Ausstellungskatalog), Gent 1999, S. 29; vgl. Liah Greenfeld. Nationalism. Five Roads to Modernity, Cambridge (Mass.) 1992; Heinz Schilling, „Confessional Europe", in: Thomas A. Brady / Heiko A. Oberman / James D. Tracy (Hg.), Handbook of European History 1400-1600, Bd. 2, Leiden / New York / Köln 1995, S. 641-681. Bataillon, S. 467-532; Rummel, Erasmus and his Catholic Critics, Bd. 2, S. 153; Jeremy N. H. Lawrance, „Humanism in the Iberian Peninsula", in: Anthony Goodman / Angus MacKay (Hg.), The Impact of Humanism on Western Europe, London 1990, S. 220-258.
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allerdings auch noch nicht entschieden, daß sich die kirchliche Einheit Europas künftig in konfessionelle Kirchen auflösen würde. Mit Papst Paul III., der 1534 die Nachfolge Clemens VII. antrat und die innerkirchliche Reform einleite, wechselte er freundliche Briefe. Als man Erasmus den Kardinalshut anbieten wollte, winkte er ab. Er sei zu alt und zu schwach.82 Zu den letzen Werken, die Erasmus schrieb, zählte die Schrift De sarcienda ecclesiae concordia, die für die Einheit der Kirche warb. Vier Jahre nach dem Tod des Erasmus brachte sein Freund Beatus Rhenanus in Basel bei Froben die erste Ausgabe der Opera omnia des Erasmus in neun Bänden heraus. Sie war Karl V. gewidmet.
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Rosemary Devonshire Jones, „Paul III.", in: Contemporaries of Erasmus, Bd. 3, S. 5356.
América en la historiografía española del reinado de Carlos V
Karl Kohut Universität Eichstätt
El humanista valenciano Lorenzo Palmyreno publicó en 1568, bajo el título de El estudioso de la aldea, un programa de estudios y formación personal, escrito para jóvenes de origen humilde. Una lista de casi 500 historiadores atestigua la alta estima que se le tenía a la historiografía. Ahora bien, entre éstos aparecen alrededor de 50 españoles, de los cuales cinco son cronistas de la gesta americana1, es decir, la décima parte de la décima parte del total. Esta estadística parece confirmar el veredicto muchas veces repetido de John H. Elliott, según el cual parece «como si los lectores europeos no hubiesen mostrado ningún interés abrumador por el recién descubierto mundo de América» (Elliott 1970, 25). Partiendo de esta tesis, deseo discutir en este trabajo el lugar que las «cosas de Indias» ocupan en la historiografía del reinado de Carlos V. Hasta ahora, la investigación ha dado prioridad a dos líneas: por una parte, a las crónicas de Indias y, por otra, a las discusiones que surgieron alrededor de la justificación de la conquista y que culminaron en las Leyes nuevas de 1542 y en la Junta de Valladolid, de 1550 y 1551. Esta priorización no necesita explicación ni justificación, puesto que se trata de las manifestaciones más importantes del impacto de América sobre España. Sin embargo, estas líneas de investigación aislan inevitablemente el objeto de sus estudios por lo que dejan abierta la cuestión de su importancia relativa en el contexto de la realidad política y cultural de la España contemporánea. Es por eso que me propongo introducir una tercera línea que parte de la siguiente pregunta: ¿hasta qué punto se asocia, en la historiografía, el reinado de Carlos V con los hechos de la conquista? Para ello planteo la hipótesis de que los textos permiten matizar el juicio ya citado de Elliott (y seguido por la comunidad académica) en el sentido de que demuestran que el interés por los asuntos indianos era más grande de lo que se ha creido hasta ahora.
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Es interesante notar quiénes son los cronistas que Palmyreno incluye en su lista. Aparte de dos anónimos, cita a Alvar Núñez Cabeza de Vaca, Pedro de Cieza de León y Francisco López de Gomara.
América en la historiografía española del reinado de Carlos V
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Las obras analizadas pertenecen a las siguientes categorías: - Historias generales de España publicadas durante el reinado de Carlos V. - Historias oficiales. - Historias escritas «por propia iniciativa» de los autores (Sánchez Alonso 1944,1, 22). - Las primeras historias/biografías de Carlos V. - Cosmografías publicadas en el reinado de Carlos V. - Poemas épicos. Puesto que el interés de este estudio es determinar hasta qué punto las noticias de las Indias están ligadas a la imagen pública del emperador, doy prioridad a las obras publicadas; sin embargo, incluiré, cuando se dé el caso, las obras que, aun no habiendo sido publicadas en esta época, pertenecen a las categorías señaladas. El objetivo de este estudio no es historiográfico en el sentido estricto del término, ya que no hago uso de las obras en tanto que fuentes históricas, sino viéndolas como expresión de una mentalidad. Es por eso que puedo dejar de lado el problema de su credibilidad que es en muchos casos más que dudosa. En un primer momento, cabe recordar brevemente las publicaciones sobre el Nuevo Mundo aparecidas hasta la primera década del reinado de Carlos V: la carta de Colón, las cartas de Vespucio y de Cortés, la colección de viajes de Francanzano Montalboddo Paesi Novamente Retrovati, publicada por primera vez en Venecia en 1507 y que llegó a sumar 15 ediciones (cf. Elliott 1970, 22) y, sobre todo, las Décadas de Pedro Mártir de Anglería. No hay que olvidar los acontecimientos que dieron lugar a la promulgación de las Leyes de Burgos, de 1512, puesto que a raíz de ellas, las Indias se convirtieron en un problema político y pasaron a ocupar un lugar de cierta importancia en los asuntos de Estado. Cabe señalar brevemente algunos escritos que no se publicaron en esta época: los tratados de Matías de la Paz y Juan López de Palacios Rubios y, sobre todo, la Historia de los Reyes Católicos, de Andrés Bernáldez, capellán del arzobispo de Sevilla Diego de Deza, confesor éste de la reina Isabel. Bernáldez incluye en su historia un largo relato del descubrimiento de las Indias basado en el Diario de Colón. Según palabras de Sánchez Alonso (1947,1,403), se trata del primer
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relato del descubrimiento incluido en una crónica. La obra es un testimonio temprano del interés de los historiadores españoles por el continente recién descubierto2. Limitándonos a las obras publicadas, podemos resumir que hasta el comienzo del reinado de Carlos V, las Indias habían despertado un cierto interés, empero -y aunque esto sea muy difícil de comprobar- probablemente no pasaban de ser una mera curiosidad de letrados.
I. Las Indias en las crónicas españolas publicadas durante el reinado de Carlos V Para no pecar de pedantismo, me voy a limitar en este articulo al análisis de los textos más significativos para el tema que nos ocupa. En este sentido, la primera obra importante es la cosmografía de Martín Fernández de Enciso, aparecida en 1519 bajo el título de Suma de geographia que trata de todas las partidas & prouincias del mundo: en especial délas indias, y que va dirigida «al muy alto & catholico principe don Carlos rey de castilla». Según escribe Gerbi (1978,96), es «el primer libro relativo a América impreso en español». Mucho más importante es, sin embargo, el hecho de que su autor sea probablemente el primer cosmógrafo que considera a las Indias como un continente (o, más correctamente, dos) del mismo rango que los tres continentes conocidos3. En la dedicatoria escribe que el mundo se divide en dos partes, una oriental y otra occidental. La parte oriental se divide a su vez en Asia, Africa y Europa, y la occidental (a2 r), como explicará en otro lugar, en dos, las Indias septentrionales y las occidentales:
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Dejo de lado la historia de los Reyes Católicos por Antonio de Nebrija (Rerum a Fernando & Elisabe Hispaniarum foelicissimis Regibus gestarum Decades duas, 150913), publicado por su hijo en 1545, puesto que solamente abarca hasta el año del descubrimiento. Cf. Sánchez Alonso 1947,1, 373s y 399s. Valga decir que sería interesante incluir de modo general las cosmografías publicadas durante el reinado de Carlos V. De interés particular sería, en nuestro contexto, la Cosmografía Nueva de Hernán Pérez de Oliva, autor además de una Historia de la inuencion de las Yndias. Ambas obras se mantuvieron inéditas hasta su reciente publicación (1965 y 1985). La relevancia de este autor reside en el hecho de que fue una figura destacada del humanismo castellano de la primera mitad del siglo XVI. Pérez de Oliva llegó incluso a ser nombrado rector de la universidad de Salamanca. Su muerte prematura impidió una difusión mayor de su obra durante esta época.
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Pues emos dicho déla parte del mundo que esta desde la isla del fierro por do hezimos la linea del diámetro hazia ala parte del oriente a do están Asia, Africa y Europa: digamos déla otra parte del mundo que esta desdel fierro hazia la parte del poniente. Y esta parte diuidamos en dos partes, & la vna sea la que esta desdel fierro hazia al setentrion, & la otra sea la que esta hazia al austro al poniente que son las indias ocidentales: & desta digamos primero porque ay mas tierra descubierta por esta parte que no por la del setentrion4. La descripción de las Indias occidentales es sorprendentemente detallada e incluye las costumbres de los indígenas y los problemas de la conquista (g6 vtoh7 vto) 5 . La primera historia española publicada que incluye el descubrimiento es el Opus de rebus hispaniae memoralibus o, en la versión española, Obra délas cosas ilustres y excelentes de España, de Lucio Marineo Sículo que había sido nombrado cronista por Fernando el Católico 6 . La obra consta de dos partes, siendo la primera una breve historia de España, y la segunda una especie de enciclopedia de «claros varones & illustres de España». En la parte histórica, Marineo Sículo incluye un relato tan breve como extraño del descubrimiento que vale la pena citar (cito según la versión española): Auiendo los Principes Catholicos sojuzgado a Canaria y auiendola puesto enel culto diuino / embiaron a Pedro Colon con treynta y cinco naos (que dizen Carauelas) y con gran numero de gente a otras yslas mucho mayores que tienen minas de oro no tanto por causa del oro (lo qual enellas se saca mucho y muy bueno) quanto por la saluacion y remedio délas animas que en aquellas partes estauan. El qual como nauegasse quasi sesenta dias vinieron finalmente a tierras
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Fernández de Enciso, g6 vto s. En ésta y las siguientes citas de los textos del siglo XVI respeto la ortografía pero hago caso omiso de las abreviaturas. Aparte del estudio ya citado de Gerbi, hay que señalar el artículo de Sánchez García 1991, a pesar de que éste sólo se ocupa de la parte dedicada al Mediterráneo de la Cosmografía. Para la historiografía española del reinado de Carlos V véase Morel Fatio 1913, Sánchez Alonso 1941-1944, 1946 y 1952, e Infantes de Miguel 1980. - Cabe señalar también la tesis de habilitación de Peer Schmidt (en prensa [2000]) que, pese a mostrar un enfoque diferente, aporta datos valiosos sobre la materia.
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192 muy apartadas déla nuestra. Enlas quales todos los que de allí vienen affírman que ay Antipodas (los que por nosotros son dichas yndias) debaxo de nuestro Hemisperio / y que ay regiones de tanta grandeza / que mas parescen tierra firme / que yslas. Y porque de estas yslas muchos an escripto muchas cosas / vnos en lengua Castellana / otros en latina / no ay necessidad que yo escriua. Empero vna cosa que no es digna de dexar por oluido diré / déla qual (según pienso) otros que de estas regiones escriuieron no hizieron mención. Assi que es que en vna región / que vulgarmente se llama tierra firme (de donde era Obispo Fray Juan de Queuedo déla orden de Sant Francisco) fue hallada vna moneda conel nombre & ymagen de Cesaraugusto / por los que andauan enlas minas a sacar oro. La qual ouo don Juan Ruffo Arfobispo de Consencia / y como cosa marauillosa la embio a Roma al Summo Pontifice. La qual cosa alos que en nuestro tiempo se jactauan auer hallado las yndias y ser los primeros que a ellas ouiessen nauegado quito la gloria y fama que auian alcanfado. Por aquella moneda consta que los Romanos auian llegado grande tiempo auia alos yndios (clxj r).
Es la deformación de los hechos lo que más llama la atención en el texto. Aún no he podido rastrear las fuentes de esas deformaciones, pero parece obvio que se trata de una versión de los hechos destinada a arrebatar a Colón el mérito del descubrimiento. Sin embargo, no hay que olvidar que Marineo Sículo goza de una fama muy ambigua como historiador, de modo que tal vez no haya que buscar las fuentes de las deformaciones demasiado lejos. Ya Juan Vaseo emitió, en 1552, un juicio lapidario sobre sus dotes de historiador: «L. Marinaeus Siculus de rebus Hispaniae scripsit opus varium nec inelegans, sed in quo multis locis diligentiam, pluribus etiam fidem desidero» (1552, 5vto). Entre el catálogo de los claros varones de España, se encuentra una vida de Cortés, que constituye la primera biografía del conquistador redactada por un autor peninsular7. Marineo Sículo estructura la biografía según los cánones humanistas. A una larga introducción le sigue una serie de alabanzas sobre sus virtudes. La biografía se cierra con una breve narración de los hechos que 7
Así lo confirma León Portilla 1985 y, más tarde, Martínez 1990, 109. León Portilla publica la biografia junto con un breve estudio; curiosamente no comenta las deformaciones históricas del texto.
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marcaron la vida del conquistador. El autor antepone a Cortés a todos los héroes tanto de la antigüedad como de los tiempos modernos. Todos los héroes anteriores a él se quedaron en «nuestro hemisperio»; Cortés, por el contrario, partió hacia el otro: Mas don Fernando Cortes hombre que a nuestro siglo a dado grande honrra y gloria / y con razón se deue atodos anteponer embiado por los Reyes Catholicos de España / o mas verdaderamente embiado por Cristo como Apostol alas gentes del otro Hemisperio (las quales hasta agora auian sido ygnotas) nauegando aquel gran mar y sin medida / y cercando todo el mundo llego hasta los Antipodas con nauegacion larga y de muchos dias. Adonde peleando por su Rey / y por su Dios gano para su Rey muy grandes rentas / y para Dios muchas animas: las quales si el no fuera eran perdidas (ccviij r). Como se desprende de lo anterior, Marineo Sículo rinde a Cortés los honores que le había negado a Colón. Pero no son las causas las que me importan analizar aquí, sino los resultados, es decir, el lugar y la importancia que le da a Cortés en el contexto político de su tiempo. En la descripción que hace de su persona, de sus estudios, complexión física, liberalidad y fidelidad, continencia y castidad, elocuencia y humanidad, Cortés merece siempre los máximos elogios. En cuanto a sus hechos, llama la atención otra vez la deformación de los mismos. Según leemos, Cortés salió en 1504 de Sevilla con trece barcos y 500 hombres y llegó vía Cuba a la isla de Cozumel (ccxj rs). Marineo Sículo no entra en detalles, sino que se remite a Pedro Mártir y a otros autores que no nombra. Así, no narra episodio alguno de la conquista misma, sino que se limita a describir las costumbres bestiales de los indios que conoció por los autores citados y escuchó de testigos de vista. Lo que más le parece importar es la idolatría con las diferentes formas de sacrificios humanos o de animales. Por lo demás, se limita a señalar brevemente tremendas borracheras, poligamia, homosexualidad y, finalmente, canibalismo. En su libro sobre Cortés, José Luis Martínez (1990, 109) tacha de «desproporcionados» los elogios a Cortés, con lo que no parece tener en cuenta las convenciones del retrato panegírico. Más aún, la comparación de los logros de los conquistadores con los de los héroes de la antigüedad ha sido un rasgo común aunque no exclusivo de la historiografía indiana y tiene sus raíces en la historiografía y poesía españolas del siglo XV. Sin embargo, hay que admitir
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que Marineo Sículo se sobrepasa en dos ocasiones: la primera cuando constata que con sus hechos Cortés «no solo merescio titulo de Marques / mas avn también titulo y corona de Rey» (ccviij r) y, la segunda, cuando lo aproxima peligrosamente a Dios: Assi que con estas virtudes y con los bienes y gracias naturales fue muy querido de sus Reyes y de totos [sic] los pueblos de España y las gentes Barbaras & ydolatras délas Yndias por su buen tratamiento creyeron (y pienso yo que no sin voluntad de Dios) que era verdaderamente Dios o mensajero por Dios embiado (ccx r). Según supone León Portilla, fueron estos dos pasajes la causa por la que el emperador prohibió la reimpresión de esas páginas tres años más tarde, y mandó arrancarlas de la primera impresión (1985, 96s). La segunda historia a la que deseo aludir es la Crónica de Florian d'Ocampo, cuya primera edición apareció en 1543. Como es bien sabido, Ocampo se remontó tanto en la historia que empezó con los hijos de Noé, y dio tanta importancia a la historia mitológica (auque sin considerarla como tal) que llegó sólo hasta los cartaginenses. Ahora bien, ¿cómo podrían aparecer las Indias en una obra que no va más allá de la prehistoria peninsular? La respuesta es simple: el autor tiene una fuerte tendencia a la digresión, excursos y a asociaciones de ideas, y es así que aparecen las Indias en algunos excursos intercalados 8 . Me limito a dos ejemplos. Hablando de las minas que los cartaginenses explotaron en tierra española, escribe: Lo qual pare9e muy semejante alo que por el mundo platican en este nuestro tienpo déla jornada que nuestros Españoles hazen alas Indias Orientales y Ofidentales, y al señorio que por alli tienen, y las riquezas que de contino traen, de quien la postrera parte desta gran historia dara creada relajón, sino que discrepan en que lo nuestro se halla viaje sin conpara9Íon mucho mas largo que quanto los Cartagineses ordinariamente nauegauan, y tanbien el señorio de España por las Indias va continamente ganado por armas con
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Los excursos tienen las siguientes temáticas: las riquezas de las Indias (149vto s); las Canarias y el elogio de los marineros españoles (157vto-160r); la Hispaniola (175vto176vto); los españoles como conquistadores (199vto-200vto).
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marauillosas, Cartago jamas en aquellos tienpos tuuo riesgo con España, donde sus exer^itos no fuesen destrocados, como presto lo veremos enel profeso siguiente. Discrepan tanbien que los Cartagineses nunca traxeron en España cosas de mucha sustancia. Los Españoles lleuan alas Indias grandes y creados prouechos, como son mucho pan, mucho vino, cauallos, paños, lienfos, azogue, plomo, cobre, y staño, frutas, hierro, y azero labrado con todo genero de herramientas, y en verga, con otras muchas cosas e?esiuamente mas preciosas para los prouechos déla vida humana, que no el oro solo que buscan alia, del qual pudiéramos buenamente carecer donde quiera, si con discreción considerásemos el poco prouecho que del resulta para qualquier cosa muy al contrario délos otros metales comunes, con cuya falta seria la vida trabajosa, puesto que tanbien del tal oro podríamos aca tener tal abundancia, si se quisiese buscar, que no seria necesario pasar en otra parte para lo traer (1553, el r). Vitorias
Dos constataciones: primero, la conquista de las Indias sobrepasa de lejos a las gestas de los héroes de la antigüedad, constatación que ya conocimos en Marineo Sí culo y que se convertirá pronto en un lugar común. Más interesante es el segundo punto, es decir, que España da mucho más al continente recién descubierto que lo que recibe de él. Como lo señala en otro pasaje, Ocampo tenía la intención de terminar su crónica con las conquistas actuales: Délas quales islas y tierras, y délos acontecimientos enprendidos en ellas por nuestros Españoles, diremos marauillas en la postrera parte desta gran historia, que pasan en su determinación todo quanto las otras naciones mundanas han hecho los tienpos antiguos y modernos [...] (clxxvj vto). Finalmente nos queda el análisis de la Historia imperial y cesarea, de Pero Mexía, cuya importancia en nuestro contexto se deriva del hecho de que su autor es, según palabras de Víctor Infantes (1980,227), «el cronista más representativo del reinado [de Carlos V]». La obra apareció en 1545, dos años después de la de Ocampo, y se puede considerar como una historia paralela a ésta, en tanto que esboza una línea genealógica de Carlos V. Sin embargo, Mexía no se remonta tanto en el pasado como Ocampo, sino que se dedica a elaborar la continuidad del imperio entre Roma y Alemania. Empezando con César en tanto
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que primer emperador romano, llega hasta el abuelo de Carlos V, Maximiliano. En el reinado de Federico III, señala como punto álgido del año 1492 tres acontecimientos fundamentales: la elección de Rodrigo de Borja como Papa, la toma de Granada y el descubrimiento de «las indias del mar Océano» (1545, ccccxiij vto). Dadas las limitaciones cronológicas e ideológicas de la obra, y tomando en cuenta el hecho de que Mexía se desvía mucho menos de su materia que Ocampo, no podemos sacar conclusiones de largo alcance sobre la importancia que tienen las Indias dentro de la concepción historiográfica de su autor. Por el contrario, el análisis de su biografía de Carlos V nos hará ver un auténtico interés por estos acontecimientos. Dejo de lado a los cronistas reales o imperiales Pedro Mártir de Anglería, Juan Ginés de Sepúlveda y Francisco de Gomara9, puesto que los tres son las figuras por excelencia de la historia de la crónica indiana, y Sepúlveda, además, en la Junta de Valladolid. Para los tres sería ocioso tratar de demostrar un interés auténtico por el Nuevo Mundo. El único cronista oficial que se aparta de esta regla es Antonio de Guevara. Sin embargo, su obra no sirve para invalidar la hipótesis de este artículo. A pesar de su cargo de cronista, Antonio de Guevara no dejó crónica escrita, siendo las Cartasfamiliares las que más se acercan a los acontecimientos de su época. Según Sánchez Alonso, su interés por la historia rigurosa era «escaso o nulo»10. Su figura de historiador es demasiado ambigua como para tener peso en nuestro contexto. Entre las historias generales de España escritas, según palabras de Sánchez Alonso, por «propia iniciativa», la que más importancia tiene es el Libro de grandezas y cosas memorables de España, publicada en 1548 por Pedro de Medina y dedicada al «Señor Don Filipe, principe de España». De manera muy similar a la de Florián d'Ocampo, el autor incluye referencias a las Indias, asociadas a descripciones de lugares de España, siendo la más importante la que inserta en el capítulo sobre la Villa y el Puerto de Palos, donde relata con lujo de detalles el primer viaje de Colón y resume muy brevemente los descubrimientos posteriores. Termina con una descripción geográfica de lo que llama nuevo mundo, ilustrada con un mapa. Como buen clérigo da particular importancia a la obra evangelizadora, tal como se desprende del siguiente pasaje extraído del capítulo dedicado a la «Villa y puerto de palos» en el cual se relata la empresa colombina:
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Los Anales de este autor fueron «muy manejados en su tiempo, sobre todo por Sandoval, pero no publicados hasta fecha moderna» (Sánchez Alonso 1944, II 52). Sánchez Alonso 1944, II, 46; cf. Redondo 1976 quien ve al cronista bajo una luz más positiva.
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En cuya tierra tantas Regiones y prouincias se contienen con tantas naciones y diferencias de gentes que con justa razón nueuo mundo es llamado. Donde se ha estendido y estiende cada dia la dotrina de Jesu Christo y la predicación de su sancto Euangelio en tantas partes: y en tanta manera que no ay pluma que lo escriua. Donde se an conuertido y conuierten cada dia numero casi infinito de gentes dexando sus Ritos y cerimonias gentilicas y viniendo en conoscimiento de nuestra sancta fe catholica. Donde sean fabricado muchos templos monasterios y casas de oracion en que dios nuestro señor sea siempre alabado y seruido". La obra de Medina es una mezcla de historia y geografía, por lo que se acerca a la cosmografía de Fernández de Enciso. Cabe mencionar aquí que fue, además, autor de un Arte de navegación, aparecido en 1545. Por lo demás, llama la atención la falta total de descripción antropológica y de denuncia de las costumbres bestiales que encontramos en otros autores de la época. Mucho menos importantes son las referencias al Nuevo Mundo en las obras latinas de Juan Vaseo, de 1552 (Chronicon rerum memorabilium Hispaniae), y de Francisco Tarafa, de 1553 {De origine ac rebus gestis Regum Hispaniae liber). En Tarafa, la casi ausencia de ellas se explica por el hecho de que su historia llega tan sólo hasta Fernando V el Católico, y dedica sólo unos pocos párrafos a Carlos V. Refiriéndose a Fernando incluye brevemente la historia del descubrimiento de América (1553, 196). La obra de Juan Vaseo, por otra parte, es más una historia de la historiografía española que una historia propiamente dicha. Sin embargo, hay que señalar el elogio del descubrimiento y de la conquista de las Indias, contenida en el muy breve capítulo De laudibus Hispaniae (1552, 17vto). En resumidas cuentas, estas tres obras confirman los resultados obtenidos por el análisis de las obras de los cronistas reales o imperiales.
II. América en la biografía de Carlos V y la historia de su reinado Resulta curioso que la mayoría de las biografías tempranas de Carlos V o las historias de su reinado no se hubieran publicado en su época. Este es el caso de
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lxiiij r. Otras referencias al nuevo mundo se encuentran en los capítulos sobre Sanlucar (xlv vto), Las Canarias (xlvij vto), Sevilla (1 vto s) y Lisboa (lxviij rs).
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las escritas por Juan Ginés de Sepúlveda (De rebus gestis Caroli Quinti [...] libri XXX), Alonso de Santa Cruz (Crónica del Emperador Carlos V) y, finalmente, Pero Mexía (Vida e historia del Emperador). Dejando de lado la obra de Sepúlveda por las razones anteriormente explicadas, empiezo con las otras dos (Sánchez Alonso, 1947, II, 49-51). Alonso de Santa Cruz ordena su crónica a la manera de los anales, procediendo año por año y destacando los acontecimientos que le parecen notables. Entre ellos, incluye prolijamente las noticias del Nuevo Mundo: 1520: Cortés y la conquista de lo que será la Nueva España (I, 371-375); 1521: Cortés (I, 499501); 1522: el regreso de la nave Vitoria, y el relato del viaje de Magallanes (II, 17-22); 1523: el interés del emperador en las Molucas (que Santa Cruz llama «Islas de los Malucos»; II, 88-91); 1525: hechos de Cortés después de la toma de Tenochtitlán (II, 168-172); 1527: expedición de una armada hacia las Molucas, desde la Nueva España (II, 316-319); 1528: Cortés viaja a España y se presenta ante el Emperador, «del cual fue muy amorosamente recibido y se dió por bien servido de él» (II, 468); las acusaciones contra Cortés, y los acontemientos en la Ciudad de México en su ausencia (II, 468-90); 1531: Francisco Pizarro y el Perú (III, 121-125); 1532: sigue la misma materia (III, 164-174); 1533: Francisco Pizarro en Cajamarca; prisión y muerte de Atahualpa (III, 189-196); 1534: relato de diversas expediciones a las Molucas y de las conversaciones con Portugal al respecto (III, 468-479); 1536: la historia de Alvar Núñez Cabeza de Vaca (III, 479-486); 1537: la expedición de Pedro de Mendoza al Río de la Plata (III, 486-489); la historia de Diego de Almagro y su guerra con Hernando Pizarro (III, 489-495). Las noticias de los acontecimientos americanos están intercaladas en los hechos de Europa y narradas al mismo nivel que éstos. Por su extensión, se suman a una pequeña crónica de Indias que por lo demás el autor está escribiendo (o planea escribir), como indica en un lugar: De las costumbres de los cuales [es decir, de los indios] y de sus ritos y ceremonias y casamientos y monedas y de todo lo demás, diremos placiendo á Dios más largo en el libro que hacemos de las cosas de las Indias Occidentales (1,375). La vida y obra de Santa Cruz se asemejan, hasta cierto punto, a las de Fernández de Enciso, en tanto que era cosmógrafo y como éste había viajado al Nuevo Mundo. Resta mencionar que se limita a narrar los hechos de los conquistadores, eliminando las descripciones de tipo etnológico de los indios que se reserva para su crónica de Indias como dice en el pasaje citado. Sin embargo, en el mismo
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contexto resume sus costumbres en una visión sumamente positiva, con lo que se aparta claramente de otros autores de la época: Son los indios muy ingeniosos en las artes mecánicas, así en el labrar las cosas de madera y barro, como de oro y plata, estaño, plomo y cobre que son metales de que abunda mucho la tierra. Contrahacen muy al natural todas las imágenes de los animales y aves, hierbas y peces, tanto que parecen estar vivas (I, 374). La Historia del Emperador Carlos V, de Pero Mexía, es mucho menos prolija en cuanto a las noticias del Nuevo Mundo; sin embargo, incluye las historias de Cortés (112-116), Magallanes (116-118) y el comienzo de la de Pizarro (542547) en tres pasajes harto significativos por el modo de relacionarlas con los hechos del Emperador. Así describe la empresa de Magallanes: Que cierto es vna cosa marauillosa, y que parece que la tenía Dios guardada por excelencia y preuilexio para el Enperador. Porque no se saue ni se cree que después que Dios crió el mundo se haya hecho semejante nauega^ión, y casi no la entendía y tenía por imposible la antigua Philosofía. Por lo qual se deue notar y tener por vna de las grandes y señaladas cosas deste príncipe, y por tal la quise yo escreuir y poner aqui. Y es verdad, que yo vi la ñaue antes que de Seuilla partiese, y después de buelta y hauer andado lo que dicho tengo; y entré en ella, y hablé con los que en ella hauían ydo y nauegado, y me contaron cosas muy notables de su jornada (117s). Al comienzo de la historia de Pizarro, señala que sólo anotará en su obra los hechos más significativos, y además brevemente, puesto que «ay quien tiene particular cargo dellas», ya que un relato adecuado llenaría por sí solo «un muy grande volumen» (543). Otra vez relaciona los acontecimientos de las Indias directamente con el reino del Emperador:
En las cossas, pues, de las Indias, después que el Enperador don Carlos rreynó en estos rreynos, sienpre avían ydo en cresfimiento, con descubrimiento de nuevas tierras, e con su favor allanado e poblado las ya descubiertas, e predicádose el Evangelio e advenimiento de Jesucristo a muchas e
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Karl Kohut diversas gentes que hasta entones no se entiende que dél tuviesen noticia, ansí en las provincias de la Nueva España, a la parte y costa de la mar que llaman del Sur, como hazia este otro nuestro mar del Norte, y en las otras partes e tierras dellas (543).
Sobre el trasfondo de las obras analizadas anteriormente, ya no sorprenderá que la biografía/crónica de Alfonso Ulloa conceda largo espacio a los asuntos de las Indias. La obra -escrita en italiano y publicada en 1566 en Venecia- se asemeja a la de Santa Cruz en tanto que su autor la estructura a la manera de anales, procediendo año por año. De este modo, aparecen Cortés y México (71vto77vto), Magallanes (85vto-90r) y Panamá (304r-305r). Particular importancia les da a los hechos del Perú y a las guerras civiles 12 . Empero Ulloa va más allá de Santa Cruz puesto que incluye muchos datos de tipo etnológico sobre los indígenas y su organización social, política y religiosa. Destaca de modo particular los logros de Cortés, defendiendo su recuerdo contra sus detractores: [...] ancora che non mancarono de'maligni, come è usanza, che lo calunniarono, & procacciarono di metterlo in disgratia dell'Imperadore, & finalmente come si dirà lo focero morire mal sodisfatto dal suo Principe cauandolo fuori della nuoua Spagna, & mandandoui l'Imperadore i suoi Vicere, che fu cosa che molto sdegnò l'animo nobile di questo ualorosissimo capitano, & che lo facesse star di mala uoglia fino alla morte (77vto). Finalmente, Ulloa concluye el extenso relato de gesta cortesiana con la siguiente observación: lo mi son fermato più del solito nella narratione di queste cose della Nuoua Spagna, trouata, & scoperta da questo ualorosissimo Capitano, perciò che deuendo trattar le Historie del mondo, o per dir meglio ridur à compendio le cose successe in tempo di Carlo Quinto Imperadore era pur forza, che mi diuertisse alquanto (ibid.). Las últimas palabras expresan lo que ahora podemos constatar como convicción común de los historiadores de Carlos V: en una historia española de la primera
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128r-132r, 174vto-176vto, 273r-275r, 276vto-304r.
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mitad del siglo XVI, ya fuera una historia general de España o una crónica de los hechos del Emperador, era imprescindible incluir los sucesos acaecidos en el Nuevo Mundo. Es cierto que varía la importancia dada a ellos por los distintos cronistas; empero ninguno de ellos los omite. En este sentido, los resultados de este estudio corroboran la hipótesis inicial de que el interés en las cosas del Nuevo Mundo era, en la España de Carlos V, más grande de lo que se ha afirmado hasta ahora. Este trabajo queda incompleto puesto que tuve que limitarme a señalar someramente la imagen de las Indias ofrecida en las distintas obras: una imagen que se mueve entre extremos opuestos, de la denigración de los indios por Marineo Sículo hasta su defensa por Santa Cruz. Tengo que reservarme, pues, para un estudio futuro el análisis detallado de las distintas imágenes que presentan estas obras.
Reflexiones finales: de la historiografía a la épica Los resultados obtenidos por el análisis de las obras historiográficas echan una nueva luz sobre el poema épico de Luis Zapata. Si para un historiador de Carlos V era imprescindible incluir lo ocurrido en las Indias, lo era, del mismo modo, para un poeta épico de su reinado. En los cantos XI al XV, el autor narra la empresa de Cortés, intercalando la historia del descubrimiento por Colón. Al final, Carlos V le hace los honores a Cortés: Volvamos donde Cario los despojos De los mundos no vistos recibía; El, pues, señor, con amorosos ojos Entre unos y otros ya los repartía, Y de loar con loores a manojos A quien tanto obró, harto no se vía, Y a los de la embajada de mil dones Los tornó y hizo ser ricos varones. Y al gran conquistador dio un gran estado, Y de marqués el título honoroso, Y quedó de le haber gran tierra dado, Más que de ganar otra victorioso; De cuanto ser un príncipe dotado Puede del Cielo, el don más generoso
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202 Es liberalidad, con que a los vientos Haría tras sí andar locos y contentos13.
En el Cario famoso, la vida de Cortés sigue todavía ligada al reinado de Carlos V. Empero, ya encontramos en los cantos dedicados a su empresa la semilla de los poemas épicos que formarán posteriormente el llamado ciclo de Cortés. Mas el destino literario del conquistador de México no terminará allí. El personaje de Cortés ingresará también en el teatro jesuita, en su doble función como modelo de la pietas mañana, y de miles christianus o miles apostolus (cf. Wimmer 1995). Investigaciones recientes nos han hecho ver que el poema zapatiano no es el primero en llevar América a la poesía épica. Efrain Kristal (1999) resalta las estancias del Orlando furioso dedicadas a los descubrimientos y las conquistas en tiempos de Carlos V. Ariosto celebra los «nuovi Argonauti e nuovi Tifi» que abrieron los caminos desconocidos hasta el presente, e veggio i capitan di Carlo quinto dovunque vanno, aver per tutto vinto14. Entre estos capitanes, el autor ve a Hernán Cortés: Veggio Hernando Cortese, il quale ha messo nuove città sotto i cesarei editti, e regni in Oriente si remoti, ch'a noi, che siamo in India, non son noti15. El poema aritesco es un indicio entre otros de que la gesta indiana empezó a interesar a los poetas más tempranamente de lo que se había asumido hasta la fecha.
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Cito según la ed. 1984, 137 s. Orlando furioso, canto 15, stanza 23; la cita anterior se encuentra en la stanza 21. Canto 15, stanza 27.
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La visión mesiánica del Nuevo Mundo en algunos sectores de las órdenes religiosas (1511-1555)
Alain Milhou Université de Rouen
Se tardó bastante tiempo hasta que América apareciera en toda su amplitud territorial y demográfica. La primera ruptura se sitúa en 1519, con la entrada de los españoles en Tenochtitlán, la ciudad más poblada del Nuevo Mundo. A pesar de la repulsión provocada por los sacrificios humanos, Cortés no dejaba de proclamar su admiración frente a la «policía» de los aztecas y escribía al emperador aquella afirmación solemne: Porque he deseado que Vuestra Alteza supiese las cosas de esta tierra, que son tantas y tales que, como ya en la otra relación escribí, se puede intitular de nuevo emperador de ella, y con título y no menos mérito que el de Alemaña, que por la gracia de Dios Vuestra Sacra Majestad posee1. Una nueva etapa se inicia al principio de los años 1530, empezando la conquista del Perú. Podía escribir Las Casas, aunque exageradamente, que los reinos del Nuevo Mundo estaban «llenos e frecuentados de la mayor parte e de casi todo el linaje humano»2. La frase anunciaba la solemne afirmación de Francisco López de Gomara, en el prólogo de la Hispania victrix o Historia general de las Indias publicada en 1552, al final del período de la conquista: La mayor cosa después de la creación del mundo, sacando la encamación y muerte del que lo crió, es el descubrimiento de Indias; y así las llaman Mundo Nuevo. Y no tanto le dicen
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Hernán Cortés, Cartas de Relación, México, ed. Porrúa, 8a ed., 1975, «Segunda carta de relación», 30-X-1520, p. 31. Fray Bartolomé de Las Casas, «Carta al Consejo de Indias» (20-1-1531), en Opúsculos, cartas y memoriales, ed. J. Pérez de Tudela, Madrid, 1958 (BAE, 110), p. 45.
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nuevo por ser nuevamente hallado, cuanto por ser grandísimo, y casi tan grande como el viejo, que contiene a Europa, Africa y Asia3. Conviene recalcar sin embargo, el enorme desfase inicial entre los sueños mesiánicos y la modestia de las realizaciones misioneras efectivas. No empezó verdaderamente la misión, en el mundo hispánico, hasta la llegada a la Isla Española, en 1510, de un grupo de dominicos reformados encabezados por Pedro de Córdoba. El portavoz de ellos, Antonio de Montesinos, inauguró, con su famosísimo sermón del 21 de diciembre de 1511, lo que se ha llamado la «lucha española por la justicia» en favor del indio americano4. Poco después, en junio de 1513, Pedro de Córdoba conseguía de Fernando el Católico, ante quien había venido a defender la causa de los dominicos acusados de cuestionar los derechos de la Corona, una serie de garantías para la empresa pacífica de misión que quería llevar a cabo en la costa oriental de Venezuela. Se malograron los intentos evangélicos de los dominicos, de los franciscanos y del clérigo Bartolomé de Las Casas en dicha costa de Paria y Cumaná (1514-1522). Pero los proyectos frustrados de Pedro de Córdoba y de Las Casas, el cual pronto ingresaría en la orden dominica (1522), no fueron inútiles; aun cuando fueron conquistadas por la fuerza las grandes civilizaciones continentales, progresaba la idea de conquista pacífica, la cual triunfaría en las Ordenanzas de 1573s. Solicitado por los misioneros dominicos, el general de la orden, el cardenal Cayetano, aplicó en 1517 la doctrina tomista del derecho natural al caso de los indios americanos: éstos eran legítimos propietarios de sus bienes y tierras y ni papa ni rey podian declararles la guerra para someterlos a su poder temporal. Así se inauguraban los grandes debates sobre la legitimidad de la soberanía española. En la trayectoria del teólogo italiano se sitúan las Relectiones de Indis, pronunciadas en 1539 por el dominico Francisco de Vitoria, catedrático en Salamanca. Frutos del jusnaturalismo tomista son asimismo las actuaciones y
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Francisco López de Gomara, «Hispania victrix. Primera y segunda parte de la Historia general de las Indias», en Historiadores primitivos de Indias, I, Madrid 1946, pp. 155455 (BAE, 22), p. 156. Lewis Hanke, La lucha española por la justicia en la conquista de América, Madrid, Aguilar, 2a ed. en español, 1967. Ordenanzas de descubrimiento, nueva población y pacificación de las Indias, dadas por Felipe II en 1573, ed. y trancripción del manuscrito original conservado el Archivo General de Indias, ed. Ministerio de Vivienda, 1973.
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escritos de su hermano de orden Bartolomé de Las Casas: entrada pacífica de los dominicos, encabezados por el propio fray Bartolomé, en la tierra de guerra de Guatemala, que en adelante se llamaría la Vera Paz (1537-1545); acción en favor de la promulgación de las Leyes nuevas (1542/43) que reformaban en profundidad el ordenamiento colonial; redacción, entre 1542 y 1552, de una serie de tratados teóricos y polémicos que se publicarían en 1552/53 y controversia con el doctor Juan Ginés de Sepúlveda (1550/51) sobre la legitimidad de la conquista armada y la plena racionalidad del indio, la cual ya había sido afirmada solemnemente por Paulo III (1537) a instancias de las órdenes mendicantes de la Nueva España, y especialmente de los dominicos. Después del fracaso de la evangelización pacífica de dominicos y franciscanos en la costa de Venezuela, podemos situar el punto de partida de la misión en el continente con la llegada a México, en 1524, de los Doce, bajo la autoridad de Martín de Valencia. Aquellos franciscanos de estricta observancia no pretendían, como los dominicos preocupados por la doctrina tomista del derecho natural, discutir los títulos de conquista aducidos por los españoles; querían ante todo arrancar ánimas de las garras del demonio, prolongando en el terreno espiritual la conquista de Cortés, y deseando asimismo renovar la gesta de los primeros apóstoles. Los franciscanos, pronto seguidos por las otras dos órdenes mendicantes, los dominicos y los agustinos, realizaron en la Nueva España, durante cincuenta años, la mayor empresa de evangelización que había conocido la Iglesia desde la expansión primitiva del cristianismo. Si la toma de conciencia de las responsabilidades misioneras y éticas de España tardó en concretarse, el descubrimiento de nuevos mundos y pueblos posibilitaron la elaboración de interpretaciones, aparentemente contradictorias, pero relacionadas con la obsesión del advenimiento de tiempos nuevos: creación de una Cristiandad indiana ideal, lucha contra el demonio adueñado de América, destrucción apocalíptica de las Indias e incluso, quizás, trasmigración al Nuevo Mundo de la Iglesia naufragada del Antiguo. Asistimos al nacimiento del mito del buen salvaje en el primer Diario (14921493) y en la Carta a Santángel (1493) de Colón, en la Carta a El-Rey Dom Manuel sobre o achamento do Brasil (1500) de Pero Vaz de Caminha, en los relatos Mundus novus (¿1503?) y Quatuor navigationes (1504) de Amerigo Vespucci y en las Decades de Orbe novo, redactadas entre 1493 y 1525, en la corte de España, por el humanista milanés Pietro Martire d'Anghiera. Los temas del indio manso, desnudo, inocente, que ignora la diferencia entre lo tuyo y lo mío, presentes en mayor o menor grado en los citados escritos, desembocarían
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pronto en teorías utópicas o mesiánicas. El Nuevo Mundo iba apareciendo como la tierra de lo posible, donde ya existía o podía crearse, con unos habitantes inocentes y moldeables, una Cristiandad ideal de los últimos días, digna de los primeros tiempos de la Iglesia. Los descubrimientos americanos y los primeros escritos que suscitaron dieron a Tomás Moro el pretexto de su Utopia (1516), modelo comunitario para el Viejo Mundo pervertido por los egoísmos, las jerarquías injustas y el capitalismo naciente. Recogiendo el mensaje del canciller inglés, Vasco de Quiroga, oidor de la Audiencia de México y futuro obispo de Michoacán, imaginó, desde 15321535, que se podía crear con los indios de Nueva España una sociedad cristiana en que se renovarían la edad de oro de los poetas y filósofos grecolatinos, así como los tiempos apostólicos. Discípulo de Moro, el licenciado Quiroga se veía afectado también por la influencia indirecta de Joaquín de Fiore, recogida a través de un texto de San Antonino de Florencia que interpreta del modo siguiente: envejece la Iglesia, pero está profetizado que de sus ruinas surgirá una «renasciente Iglesia», con pastores reformados que posiblemente la reedifiquen entre aquellos indios más próximos a la edad de oro que los europeos preocupados por el poder, el fausto y las riquezas6. La influencia del joaquinismo se trasluce también -si bien dicha influencia acaba de ser cuestionada por algunos estudiososen algunos de los misioneros franciscanos de México, en especial fray Toribio de Benavente, uno de los Doce, autor de la Historia de los indios de la Nueva España, terminada en 1541, y en su discípulo Jerónimo de Mendieta, quien acabó en 1596 la Historia eclesiástica indiana1. Dejando de lado la polémica sobre el
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Carlos Herrejón Peredo, «Fuentes patrísticas, jurídicas y escolásticas del pensamiento quiroguiano», en Humanistas novohispanos de Michoacán, Morelia, 1983, pp. 9-26, en especial pp. 20-21. Paulino Castañeda Delgado, Don Vasco de Quiroga y su información en derecho, Madrid, 1974 (Col. Chimalistac, 39), en especial pp. 269-270. Fray Jerónimo de Mendieta, Historia eclesiástica indiana, Porrúa, México, 1971. Marcel Bataillon, «Nouveau Monde et Fin du Monde», en L'Éducation Nationale, 32 (1 l-XII-1952), pp. 3-6. John L. Phelan, The Millenial Kingdom of the Franciscans in the New World. A Study of the Writings of Gerónimo de Mendieta, Berkeley-Los Angeles, 1970. Georges Baudot, Utopie et histoire au Mexique. Les premiers chroniqueurs de la civilisation mexicaine (1520-1569), Privat, Toulouse 1977. Fray Toribio de Benavente Motolinía, Historia de los indios de la Nueva España, ed. G. Baudot, Madrid 1985 (Clásicos Castalia, 144). Las tesis de Bataillon, Phelan y Baudot sobre el joaquinismo milenarista de Motolinía y Mendieta han sido refutadas por Elsa Cecilia Frost, «¿Milenarismo mitigado o milenarismo imaginado?», en Memoria del simposio de historiografía mexicanista, pp. 73-85, México, U.N.A.M., Comité mexicano de ciencias históricas, 1990. Refutación también de las tesis de Phelan y
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joaquinismo y el supuesto milenarismo de fray Toribio, es indudable que varios franciscanos de la Nueva España soñaron con crear con los indios, pobres y humildes como ellos, una Iglesia fiel al modelo de los tiempos apostólicos y al de Francisco de Asís, el santo de la conformidad con Cristo. Significativamente, fray Toribio se dio a sí mismo el nombre de Motolinía, o sea, el pobre en náhuatl, la lengua del México central. Pero sería erróneo encerrar en el franciscanismo el anhelo de creación de una Cristiandad modélica en el Nuevo Mundo. El dominico Bartolomé de Las Casas, al apoyarse en el testimonio del Diario de Colón y en su propia experiencia, fue el mayor exponente del mito del indio con cualidades precristianas. Soñó también con la constitución de una Cristiandad mestiza ideal que hubiera podido nacer sin medios violentos; es lo que aparece en un pasaje de la Historia de las Indias redactado hacia 1560, en que escribe, al recordar sus intentos frustrados de evangelización pacífica y colonización agraria en las costas de Paria: y los unos se casaran con los otros y de ambas se hiciera una de las mejores repúblicas y quizá más cristiana y pacífica del mundo8.
Las primeras visiones del indio, las de Colón, Vaz de Caminha, Vespucci, Anghiera, eran en realidad ambivalentes. La otra cara del indígena inocente era el mal salvaje que vivía sin orden ni ley, bárbaro, antropófago y sodomita. El contramodelo del lucayo y del taino manso era el feroz caribe, el caníbal. Pero los mismos tainos de la Isla Española, inicialmente idealizados por Colón, se convirtieron para los pobladores europeos que los explotaban en seres cobardes, holgazanes y bestiales. El descubrimiento de la civilización azteca convenció a Cortés de que se trataba de una población con cierta «policía», pero el politeísmo y los sacrificios humanos de los habitantes del México central contribuyeron a fortalecer la imagen de un continente no sólo bárbaro, sino dominado por el
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Baudot por Marco Cipolloni, Tra memoria apostolica e Racconto profetico: il compromesso etnografico francescano e le cose della Nuova Spagna, 1524-1621, Bulzoni, Roma 1994. También adopta una actitud crítica Pier Luigi Crovetto, 1 segni del diavolo e i segni di Dio. La Carta al emperador Carlos V (2 gennaio 1555) di Fray Toribio Motolinía, Bulzoni, Roma 1992. Pero la crítica más virulenta de las tesis de Phelan y Baudot es la de Josep I. Saranyana-Ana de Zaballa, Joaquín de Fiore y América, Pamplona, Eunate, 1995. Fray Bartolomé de Las Casas, Historia de las Indias, ed. A. Saint-Lu, 3 voi., Caracas, 1986 (Biblioteca Ayacucho, 108, 109, 110), III, cap. 102, p. 372.
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demonio. La barbarie casi irremediable de los indios y el carácter demoníaco de sus religiones son las notas dominantes de la visión del cronista oficial Gonzalo Fernández de Oviedo, en su Historia general y natural de las Indias, publicada en 1535 . El pesimismo expresado por Oviedo sobre la naturaleza del amerindio le valió la enemistad radical de Bartolomé de Las Casas. Pero pesimismo aparte, semejantes consideraciones sobre la barbarie de los indios y sus creencias inspiradas por el demonio se encuentran en los escritos de muchos misioneros defensores de los indígenas y convencidos de su capacidad para hacerse buenos cristianos: el mismo Vasco de Quiroga insiste machaconamente en que la evangelización y la enseñanza de la «policía» humana deben sacar a los aztecas y tarascos de su barbarie para «restaurar» en ellos la inocencia de la edad de oro, a que están, a pesar de todo, más cercanos que los europeos. En cuanto a fray Martín de Valencia, Motolinía y otros franciscanos de la Nueva España, concebían la evangelización como una lucha apocalíptica con el demonio enseñoreado de las Indias; de ahí su aprobación de la conquista armada, pese a las críticas que hicieron de sus excesos, porque era para ellos la primera etapa imprescindible de la destrucción de la idolatría demoníaca. Advirtamos sin embargo una diferencia en las opiniones sobre la conquista de México y la del Perú. La legitimidad de la primera fue admitida prácticamente por todos, con la significativa excepción de Bartolomé de Las Casas. Hasta Francisco de Vitoria la justificó en nombre de la defensa de los pueblos oprimidos por la tiranía azteca y de la supresión de los sacrificios humanos, contrarios a la ley natural. En cambio, la conquista del Perú y de los países andinos fue objeto de reprobación por parte de los moralistas y jusnaturalistas exigentes y hasta de los que veían en la conquista el medio más expeditivo para acabar con la tiranía del demonio. En 1534, o sea, un año después de la ejecución del Inca Atahualpa por orden de Francisco Pizarro, escribía Francisco de Vitoria: Yo no entiendo la justicia de aquella guerra [...]. A lo que yo he entendido de los mismos que estuvieron en la próxima batalla con Tabalipa [Í/'C por Atahualpa], nunca Tabalipa ni los suyos habían hecho ningund agravio a los cristianos, ni cosa por donde los debiesen hacer la guerra [...]. No había ninguna causa más de guerra, más de para roballos [...]. Y creo que más ruines han sido las otras conquistas después aca'9.
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Francisco de Vitoria, Relectio de Indis, Madrid, CSIC, 1967, Apéndice I, p. 138.
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Algunos años después, Motolinía lanzaba improperios contra la codicia de aquellos españoles que habían perecido en aquel «río de Babilonia» del Perú 10 . La explotación de las minas de Potosí con el trabajo forzoso de los indios del altiplano boliviano arrancó estas palabras apocalípticas al dominico lascasiano Domingo de Santo Tomás en una carta al Consejo de Indias del 1 de julio de 1550: Avrá cuatro años que para acabarse de perder esta tierra se descubrió una boca de ynfierno por la qual entra cada año [...] grand cantidad de gente que la cobdicia de los españoles sacrifica a su dios y es vuestras minas de plata que llaman de Potosí11. Las expediciones de los años cuarenta dieron lugar a tantos desmanes, sin provecho alguno para la Corona, que ésta se mostró dispuesta a oir las recomendaciones de Las Casas sobre la conquista pacífica. Por mandato real del 16 de abril de 1550, se suspendieron las licencias de nuevas conquistas hasta que se promulgaran nuevas instrucciones. Entre el 15 de agosto y mediados de septiembre, se celebraron en el convento dominico de San Pablo de Valladolid las primeras sesiones de la controversia entre Las Casas y Sepúlveda. ¡Cuántas veces encontramos, bajo la pluma de testigos de la conquista, especialmente misioneros, palabras de connotaciones apocalípticas, como «perdición» o «destrucción», para calificar los desmanes de la conquista, la catástrofe demográfica indígena y el castigo de Dios sobre los indios idólatras o los conquistadores despiadados! Después de analizar las causas de la espantosa caída de la población taina de la Isla Española, Gonzalo Fernández de Oviedo aducía esta interpretación providencialista en la cual los pobladores españoles y sobre todo los indígenas aparecían como víctimas de la ira divina: Ni tampoco fue de todo punto la final perdición de los indios lo que es dicho; sino permitirlo Dios por los pecados de los descomedidos cristianos que gozaban de los sudores de aquestos indios, si no los ayudaron con su doctrina de manera que conosciesen a Dios. Y no tampoco se dejaron de juntar con esto, para la permisión divina que los excluyó de sobre la
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Motolinía, Historia, op. cit., pp. 349-350. R. Vargas Ugarte, Historia del Perú, I, Lima, 1949, p. 37.
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tierra, los grandes y feos e inormes pecados e abominaciones destas gentes salvajes e bestiales12. Con todo el celo misionero que tenía y el amor que manifestaba a sus catecúmenos aztecas, fray Martín de Valencia consideraba en 1532 que los estragos de la conquista representaban un castigo de Dios «por la ofensa pasada», o sea los «abominables ritos» de su religión demoníaca13. Más tarde, en la carta a Carlos V de 1555 en que refutaba la crítica radical de Las Casas, Motolinía iba todavía más lejos que su antiguo superior, al preguntarse si el descenso dramático de la población mexicana, que se iba acentuando, no desembocaría pronto en una desaparición de aquel pueblo al que había consagrado tantos esfuerzos apostólicos, con su consiguiente substitución por los españoles: De diez años a esta parte faltan mucha gente destos naturales, y esto no lo han causado malos tratamientos, porque ha muchos años que los indios son bien tratados, mirados y defendidos; mas halo causado muy grandes enfermedades y pestilencias que en esta Nueva España ha habido, y cada día se van mucho apocando estos naturales. Cuál sea la causa, Dios es el sabidor, porque sus juizios son muchos y a nosotros escondidos. Si la causan los grandes pecados e idolatría que en esta tierra había, no lo sé. Empero veo que la tierra de promisión que poseían aquellas siete generaciones idólatras, por mandado de Dios fueron destruidas por Josué, y después se pobló de hijos de Israel14. Con un planteamiento totalmente distinto, pero igualmente providencialista, se presentaba la interpretación de la «destrucción de las Indias» por Bartolomé de Las Casas. En el Octavo remedio, escrito el mismo año de 1542 que la Brevísima relación de la destrucción de las Indias, definía así la relación entre la
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Gonzalo Fernández de Oviedo, Historia general y natural de las Indias, 5 voi., ed. J. Pérez de Tudela, Madrid, 1959 (BAE, 117-121), voi. I, L. 3, cap. 6, p. 67. Carta de Fray Martín de Valencia, custodio, y de otros religiosos de la orden de San Francisco al emperador, 17-XI-1532, en Cartas de Indias, Madrid, 2a ed., 1974 (BAE, 264), pp. 54-55. P. L. Crovetto, / s e g n i del diàvolo [...], op. cit., p. 18.
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destrucción de las Indias y la de España, allá en el siglo VIII en tiempos de la invasión musulmana, quizás destinada a reproducirse próximamente: España fue destruida por moros una vez [. . .] es de creer que por los pecados que tenía todo el pueblo de daños y males que hubiese hecho a sus prójimos [...]. No es razón que Vuestra Majestad ignore los que muchos deste reino sienten y dicen [ . . .]: ¡Plega a Dios que no destruya a España Dios por tantos males como se dice que ha hecho en las Indias15. De hecho conviene considerar Brevísima relación como un apocalipsis, o sea, como una revelación profética de una realidad inimaginable: los españoles son como moros o anticristos que persiguen a la Cristiandad virtual de las Indias. La denuncia lascasiana estaba destinada a conseguir la prohibición de las conquistas armadas y de la encomienda, o sea, a «echar el infierno de las Indias»16 ¿No evoca esa imagen la del v. 10 del capítulo 20 del Apocalipsis sobre Satanás encadenado para permitir el florecimiento de la Iglesia? Se sabe que ese pasaje del libro sagrado era de los preferidos por la tradición milenarista cristiana. No quiero decir que Las Casas fuera milenarista, pero es interesante observar cómo aquel luchador, animado por el tomismo más exigente, inscribía su combate por los derechos naturales de los indios y la evangelización pacífica en una historia vista como un drama apocalíptico. Temeroso de que Dios castigara a la Cristiandad europea y deseoso de que prosperara en las Indias una Iglesia ideal, sin violencia ni explotación, Las Casas soñó posiblemente con el traslado de la Cristiandad del Mundo Antiguo al Nuevo. De hecho, por otros motivos que los de Las Casas, algunos espíritus evocaron esa perspectiva desde el principio de la segunda mitad del siglo. Miedo obsidional al turco y al desarrollo del protestantismo, desaliento ante el auge de la intolerancia inquisitorial, espejismo de un Nuevo Mundo supuestamente liberado de las viejas servidumbres, esperanza en el florecimiento de una nueva Cristiandad purgada de las lacras de la antigua: todas esas razones podían combinarse, con más o menos fuerza según las corrientes17.
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Las Casas, Octavo remedio, en Opúsculos, p. 111. Las Casas, Brevísima relación de la destruición de las Indias, ed. A. Saint-Lu, Madrid, 1982 (Cátedra, Letras Hispánicas, 158), p. 170. Alain Milhou, «De la destruction de l'Espagne à la destruction des Indes: histoire sacrée et combats idéologiques», en Études sur l'impact culturel du Nouveau Monde, I, Paris,
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Los representantes de las órdenes mendicantes no fueron los únicos en tener una visión mesiánica del Nuevo Mundo. Recordemos que Vasco de Quiroga y López de Gomara eran simples clérigos. Además, en tiempos de Carlos V, la joven Compañía de Jesús, ya presente en los dominios portugueses, manifestó su deseo de llevar la palabra de Dios tanto a las Indias de Castilla como al resto del universo mundo. De 1550 data un manuscrito anónimo, de inspiración joaquinita, sobre La exposición del Salmo 106 y del Cántico de Habacuc dirigido al duque de Gandía, Francisco de Borja. Se conserva en la Biblioteca Nacional de Madrid (Ms. 5874). Ya lo presenté en el Bollettino del Centro Internazionale Di Studi Gioachimiti, con largos extractos, y pienso hacer una edición de este texto magnífico de un centenar de folios18. Fundándose abiertamente en Joaquín de Fiore y Ubertino da Casale, el anónimo autor celebra la orden a que pertenece, al hacer la exégesis del salmo 106 y del Cántico de Habacuc. «En estos últimos tiempos estragados», pero también de apertura misionera, la Compañía está llamada providencialmente a obrar por la «conversión de los infieles y reformación de los cristianos» o, dicho de otro modo, «convertir gentes y infieles y reformar cristianos estragados». Ya el Incipit da la pauta del mesianismo del texto, con su celebración de la novitas, o sea la renovatio ligada a la noción escatològica de novissima tempora. IHS Aleluia, Aleluia, Aleluia Destiérrense las vegezes, sea todo nuevo, el corafón, las palabras, las obras en Jesu Christo. La exposición del psalmo 106 y del cántico de Abacuc propheta, que comienza Domine, audivi auditionem tuam et timui, en los quales, aliende de otras cosas, el Espíritu Sancto prophetizó cómo se avía de descubrir el universo en estos últimos tiempos en que estamos, i la predicación del Evangelio que en él se avía de hazer, y el daño y poquedad despíritu cristiano deste tiempo, juntamente con la dichosa i bienaventurada venida de la Compañía de Jesús para el remedio dello. Dirigida al muy ilustre señor duque de Gandía, año de 1550.
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1981, pp. 25-47 y III, Paris 1983, pp. 11-54. Alain Milhou, «La tentación joaquinita en los principios de la Compañía de Jesús. El caso de Francisco de Boija y Andrés de Oviedo», en Bollettino del Centro internazionale di studi gioachimiti. Florensia, anno VIII-IX, 1994-1995, pp. 193-239.
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El texto se caracteriza por su mesianismo. Concuerda con el sentimiento general de santa novedad que tenían los primeros jesuitas. Es un absurdo ver a la Compañía exclusivamente como la orden de la Contrarreforma. Aunque llegó indudablemente a serlo, fue concebida por sus primeros miembros como un grupo de sacerdotes reformados que se ponían al servicio de la renovatio, estando estrechamente ligadas reforma y misión, en una misma perspectiva de rejuvenecimiento, de renacimiento del mundo. Nuestro texto fue a todas luces redactado por uno del círculo de Francisco de Borja, profundamente influenciado por el joaquinismo y llegué a la conclusión de que no podía ser obra sino del iluminado Andrés de Oviedo, quien le había predicado los Ejercicios. Desde el prólogo, intenta probar que la Compañía es la orden anunciada por Joaquín de Fiore: la del tercer «estado» del mundo, el del Espíritu. En el principio del tercer estado del siglo, el Espíritu se a de renovar como si Jesu Cristo nas?iese en aquellos días y, resucitado de entre los muertos, inspirase su Espíritu Sancto en sus discípulos, y como si de nuevo embiase a pedricar a los apóstoles por todo el mundo, y como si de nuevo erigiesen iglesias i las edificasen, lo qual todo, como e dicho, a de acaecer en espíritu en el principio del tercer estado del siglo (Prol., fol.9). Mysterios son éstos y obras por las quales se prueva claramente que esta Compañía es embiada por el Espíritu Sancto y que es la orden que estava prophetizada que avía de venir después de predicado el Evangelio en el universo mundo y en todas las partes donde avía gentiles y idólatras, quésta es señal fierta que comienza agora el tercer estado del siglo y el sexto tiempo de la Iglesia, que son los últimos (Pról., fol. 12). El jesuíta Andrés de Oviedo, el muy probable autor, se vale de un esquema cronológico claramente joaquinita en lo que se refiere a la división de la historia en tres «estados» (traducción de la palabra status empleada por Joaquín) adscritos a cada una de las personas de la Trinidad: el del Padre que corresponde al Antiguo Testamento, el del Hijo que corresponde al Nuevo, y el del Espíritu que nace, coincidiendo con la degradación de la Cristiandad, el descubrimiento, conquista y primera evangelización de América, y la aparición de una orden nueva de «pobres evangélicos espirituales», anunciados por el salmista, Habacuc, San Juan, Joaquín de Fiore y Ubertino da Casale. Cada uno de los estados se
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subdivide en tiempos. El autor anónimo, con objeto de demostrar que ha terminado el quinto tiempo de la Iglesia, último del segundo estado, dedica una parte importante de su manuscrito (fol. 19-43) al descubrimiento, conquista y principio de la evangelización de América, haciendo una exégesis -que nos parece hoy extravagante- de los dieciséis primeros versículos de Habacuc 3. Se trata de una visión providencialista según un planteamiento agustiniano. Lo único que cuenta para él es la lucha contra el demonio, hasta entonces dueño absoluto del Nuevo Mundo, y la construcción de la Ciudad de Dios en todo el orbe. Escribiendo en los mismos años que Gomara, tiene perfecta conciencia de la importancia de América, que califica de «medio mundo» (fol. 19). Manifiesta la impaciencia misionera de la joven Compañía que sólo actuaba en los dominios portugueses: Asia con Francisco de Xavier (Pról., fol. 10; fol. 19) y desde hacía un año en el Brasil, del que no hace mención. En el prólogo, imagina retóricamente que Cristo, en el quinto estado de la Iglesia, hace este discurso en el «Consejo de la Sanctíssima Trinidad», abogando por el descubrimiento y evangelización de las Indias, todavía ignotas: Abba Pater, ábranse estas cerraduras que por juizio tuyo justo estaban 9erradas, descúbranse estos mysterios, póngase el estandarte de mi cruz en todo el universo; gran mal es que en la mayor parte del esté Lucifer, después que yo le venfí, enseñoreado y que le adoren públicamente sin que persona le contradiga, acávense ya de desterrar del universo la idolatría, cesen los sacrificios abominables de niños y sangre humana, dexen ya los honbres de adorar a las criaturas, criadas para su servicio, publíquese ya mi nombre en todo el universo (Pról., fol. 5)
Este pasaje da la tónica de sus páginas sobre los descubrimientos, ocurridos en el quinto tiempo de la Iglesia, y preludio al sexto tiempo, o estado tercero, que verá la difusión del cristianismo en todo el orbe. Podemos notar la amplitud de la visión planetaria, digna de Colón, Las Casas o Gomara, pero también una diabolización del continente nuevo, que aparece de nuevo en esta visión dantesca de su glosa de Habacuc 3, v. 13 (Percussisti caput de domo impii, denudasti fundamentum eius usque ad collum). Hasta agora pudiérase de?ir que el demonio no avía sido vencido ni desnudado sino de la fintura arriba, que era en la parte alta del mundo que estava descubierta, y agora se a
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Alain Milhou desnudado los pies, que es la parte del mundo que está debajo del polo antàrtico y más baja o ínfima (fol. 36)
Tan adueñado estaba el diablo del Nuevo Mundo, tan arraigadas estaban la idolatría y las «abominables costumbres y horribles sacrificios que ha^an a los demonios con sangre de niños y humana» que el autor se pregunta si no fue ésta la causa de no aver sido dignos, impidiéndolo sus pecados, de la publicación del evangelio y palabra divina y de permitir Nuestro Señor que la predicación se hiziese en aquellas partes de otra manera que se hizo por los apóstoles en éstas, que fue robando, destruyendo y matándolos con armas y aun con grandes crueldades, a manera de la entrada que hizieron los judíos en tierra de promisión, destruyendo y matando y desquartizando, por mandado de Dios, a los cananeos, amorreos, jebuseos (fol. 22) [...] no de la manera que se ubieron los apóstoles en el vencimiento del mundo, que fue como se uvo Jesucristo, con humildad y paciencia y al fin muerte de cruz, y ansí fue vencido el demonio y el mundo, y al contrario, el vencimiento del mundo nuevo y demonio que en él era señor sin contradición, que fue matando y destruyendo bien milagrosamente (fol. 26). Se habrá notado la comparación con la entrada de Josué en la Tierra prometida, exterminando a los pueblos idólatras autóctonos. Ya vimos que en 1555 hacía Motolinía la misma alusión bíblica, proponiendo una explicación sobrenatural al descenso de la población mexicana. Pero al revés de Motolinía, que disculpa a los conquistadores y pobladores, insistiendo en las epidemias, no oculta nuestro jesuíta las crueldades de los conquistadores y la codicia de los encomenderos. Pero fue un mal necesario para acabar con el demonio, castigar a los indios por su idolatría y dejar el camino libre para la verdadera y profunda evangelización por los jesuítas, todavía por realizar: [...] al fin quasi se an asolado y acabado con señores crueles a quien estavan encomendados por los virreyes y governadores, o por mejor dezir por Dios, para que executasen en ellos su justicia, que la mesma agonía y sed de sangre humana que los yndios tenían para hartarse della y sacrificar a sus dioses, permitió Nuestro Señor que tuviesen después los hespañoles
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que allá pasaron, de oro y plata para que los castigasen y justiciasen, dándoles por su misericordia ley de gracia en que viviesen y inmensas tribulaciones y trabajos para que se arrepintiesen (fol. 32-33). Si no hace ningún elogio de los conquistadores crueles y codiciosos, los cuales tuvieron un papel de flagellum Dei, sorprende la ausencia de referencia positiva a la obra de misión y defensa del indio llevada a cabo por las órdenes mendicantes. Hasta entonces todo lo realizado en el Nuevo Mundo por los españoles le parece propio del quinto tiempo de la Iglesia, aquel tiempo «estragado». El sexto no empezará en América hasta que los jesuítas se hagan cargo ellos mismos de la cristianización. El providencialismo del autor jesuita, que incluye la guerra dentro del plan divino, podría parecer próximo al de los franciscanos de la Nueva España, en especial de Motolinía. Pero, al revés de los franciscanos, Oviedo, el probable autor del texto, no tiene ninguna simpatía por unos indios que no conoce directamente. No hay nada en su manuscrito sobre aquellos seres pobres y humildes, con cualidades precristianas a pesar de su idolatría, que podrían ser la base del renacimiento de la Iglesia primitiva, como se veía en Vasco de Quiroga o en Motolinía. Acumula todos los datos que conoce de costumbres «bárbaras» americanas para configurar la imagen paradigmática de un ser bestial, muy próximo a la visión de Gonzalo Fernández de Oviedo. El indio que describe es antropófago como un caribe, adepto de los sacrificios cruentos como los aztecas, carente de Estado como los selváticos. Semejante amalgama le lleva a afirmar que los incas practicaban los sacrificios humanos igual que los aztecas y que todos los indios eran sodomitas. Extrae de las Decades de orbe novo de Pietro Martire d'Anghiera todos los datos negativos, prescindiendo de lo que pudo escribir el humanista milanés sobre los seres inocentes que vivían en el comunismo primitivo próximo a la Edad de oro: Esta gente destas Indias, como dize P. Mártir en la coránica De orbe novo, comen carne humana, eran sométicos más que generación alguna, y ninguna justicia avía entre ellos, andavan desnudos, no tenían vergüenza, no guardavan verdad, amigos de novedades, pré^ianse de enbeudarse con vinos de diversas yervas, no se guardavan lealtad maridos a mugeres, ni mugeres a maridos, con los enfermos no tenían piadad alguna; en estando enfermo alguno, aunque sea pariente, le desanparan y llevan a morir a los montes, eran bestiales y precávanse de abominables vicios, ninguna obediencia tenían
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Alain Milhou padres a hijos (sic), ni mozos a viejos; en fin nunca crió Dios tan cozida gente en vicios y bestialidades sin mistura alguna de bondad; son insensatos como asnos y no tenían en nada matarse; en todas estas partes adoravan comúnmente el sol y la luna, y los demonios de noche tratavan visiblemente con ellos en diversas formas (fol. 23).
Ni que decir tiene que nuestro jesuíta está en las antípodas de la escuela del derecho natural, de Montesinos, Las Casas y Vitoria. Parece mentira que ese hombre, que estaba bien enterado de los sucesos de la conquista, que había leído a Anghiera y con toda probabilidad a Cortés y a Gonzalo Fernández de Oviedo, no haga la menor alusión a los debates sobre la legitimidad de la conquista armada, la evangelízación pacífica y la racionalidad del indio. Mientras redactaba este texto, o un poco antes, se desarrolló la controversia de Valladolid, que no despierta en él ningún eco. Aunque subraya la crueldad y codicia de los conquistadores del Perú, justifica la prisión y ejecución de Atahualpa, generalmente reprobadas como hemos visto. La privación de los derechos de los pueblos y reyes indios fue maldi9ión de Dios y exección de su ira y justicia [...] porque se cognozca más claro que ésta era obra de Dios que los quería castigar y que se predicase su evangelio (fol. 36-37). No se contentó Nuestro Señor con que los ídolos fuesen derribados, que se convirtiessen los gentiles indios, quedándose en sus reinos y señoríos los pueblos y reyes y emperadores, como se hizo en la primitiva Iglesia, sino [...] que fuesen desbaratados y privados de los señoríos y traídos en grandes servidumbres y desquartizados, como fue Atabalipa, poderosísimo señor en el Perú, y juntamente que fuesen robados de los thesoros que de grandes tiempos tenían allegados, como fue de los del templo o casa del sol del Perú y de las riquezas de Mutezuma (fol. 37). Como en los citados textos de Gonzalo Fernández de Oviedo y de Motolinía, considera el jesuíta que la caída espantosa de la población indígena es un castigo de Dios por sus pecados de idolatría y sus abominaciones contra natura: Cosa increyble es lo que se cuenta en la historia de la isla Hespañola, en la qual al tiempo que se descubrió avía un
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millón y más de indios y indias, que fue el año de noventa y tres, y dende ay a quarenta años perecieron y murieron todos sin quedar quinientos dellos. Gran castigo paresce éste y de gran misericordia, pues quiso Nuestro Señor que primero se les publicase y predicase el evangelio que los castigase. Con solos mil y quinientos hombres que el almirante Colón llevó la segunda vez, venció y desbarató y sojuzgó grande multitud de gentes y reyes; y allende de los vencimientos en las vatallas, después trabajaron tanto, haciendo que cavasen en las minas y sirbiéndose dellos los cristianos con la cobdicia grande del oro, de manera que murieron quasi todos en esta isla y no se pudo remediar su perdición con provisiones de los reyes. Cierto se cognos?e bien que fue castigo de Nuestro Señor que hizo en ellos, quiriendo desarraigar de aquella tierra, que era casa y templo del demonio, los ídolos y abominaciones que avía para que se predicase agora el evangelio (fol. 25-26). Decepcionantes son estas consideraciones de nuestro autor jesuíta sobre América, por su ignorancia de las realidades antropológicas y misioneras y su desconocimiento de la teología del derecho natural. Pero conviene subrayar su conciencia de la importancia del Nuevo Mundo en la historia de la salvación y su severidad con los conquistadores y pobladores. Todavía no estaban maduras entre los jesuítas de hacia 1550 sus concepciones en materia de misión. La toma de conciencia, por Francisco de Javier, desde su contacto con el mundo extremo-oriental, en 1547-1549, de la necesidad de conocer mejor las culturas extraeuropeas en vez de dedicarse a los bautizos multitudinarios como había hecho en la India, no era conocida todavía por Andrés de Oviedo. Pero parece extraño, pese a las informaciones de que disponía sobre América, que el autor de nuestro manuscrito no tenga en cuenta la experiencia de las órdenes mendicantes en este terreno. Las misiones jesuíticas en Asia, empezadas desde 1542, las brasileñas, iniciadas en 1549, las hispanoamericanas, desde la década de los setenta, le enseñarían a la Compañía las dificultades de la empresa: el demonio no se dejaba derrotar tan rápidamente como lo creía Andrés de Oviedo. Por otra parte, la evangelización no podía disociarse de la promoción humana y de la defensa de los derechos elementales de los catecúmenos, lo que olvidaba nuestro autor, exclusivamente preocupado por la lucha contra Lucifer, dueño de más de la mitad del mundo. La verdadera toma de conciencia de la complejidad de la obra misional aparece en el famoso
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Alain Milhou
tratado de misiología del jesuíta José de Acosta, el De procurando Indorum salute, publicado en 1588 y en su Historia natural y moral de las Indias, impresa dos años después. Podemos decir esquemáticamente que, en dichas obras, el gran teólogo, que fue también provincial del Perú, hacía la síntesis entre el providencialismo agustiniano y la experiencia misional de las órdenes mendicantes y de los propios jesuítas, procurando asimismo conservar el espíritu de la lucha por la justicia de Las Casas y de los primeros dominicos. Bien es verdad que Acosta edulcoraba mucho el tomismo radical de Las Casas, valiéndose de un augustinismo que justificaba su adaptación a las realidades coloniales. Dicho de otro modo, el objetivo de la evangelización y de la construcción de la Ciudad de Dios le llevaba a aceptar, como lo hiciera Andrés de Oviedo, las injusticias coloniales, que situaba en el plan misterioso de Dios. Significativamente fue el mismo Acosta, modelo de espíritu a la vez racional y apostólico, uno de los que contribuyeron con más vigor e inteligencia a la extirpación de las inquietudes escatológicas reactivadas por la evangelización de América, criticando la relación establecida entre Nuevo Mundo y Fin del Mundo por varios misioneros, como los franciscanos de inspiración joaquinita y el autor de nuestro manuscrito.
Literatura española en Viena durante la época de Carlos V*
Christopher F. Laferl Universität Wien
1. Literatura española fuera de España En la época de Carlos I/V España llegó a ser el poder político y militar más grande de Europa al tiempo que la lengua castellana se convertía en una de las lenguas más habladas tanto en el viejo continente como en el Nuevo Mundo. A este propósito el humanista Juan de Valdés escribe al comienzo de su Diálogo de la lengua: «[...] porque, como veis, ya en Italia assí entre damas como entre cavalleros se tiene por gentileza y galanía saber hablar castellano [...].»' Su contemporáneo, el poeta Cristóbal de Castillejo, subraya todavía con más fuerza el papel de su lengua materna en el mundo: [... ] pero ya que España reina y tiene conversación en tantas partes, no solamente del mundo sabido antes, pero fuera dél, que es en las Indias, y tan anchamente se platica y enseña ya la lengua española según antes la latina, [.. .] 2 .
Tanto para Juan de Valdés como para Cristóbal de Castillejo, la cuestión de la lengua estaba íntimamente ligada a la producción literaria en las lenguas vernáculas; para ambos el italiano y la literatura italiana ejercieron una función ejemplar y aunque insistieron en que el español había adquirido un enorme prestigio en las últimas décadas, no dejaron de reconocer que en el campo de la literatura faltaba aún mucho para alcanzar la altura de un Petrarca. Además de la opinión común acerca de la importancia del castellano, ambos escritores pasaron varios o muchos años de su vida fuera de España, en países donde la lengua hablada no era el castellano: Castillejo vivió en Viena y Juan
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Para un tratamiento más profundo y extenso del tema véase mi libro Die Kultur der Spanier in Österreich unter Ferdinand I. 1522 -1564, en Junge Wiener Romanistik 14, ed. Hans Hinterhäuser, Viena (Böhlau) 1997, sobre todo los capítulos 4, 11 y el apéndice. Juan de Valdés, Diálogo de la lengua, ed. Juan M. Lope Blanch, Madrid (1983), p. 41. Cristóbal de Castillejo, Obras, ed. J. Domínguez Bordona, vol. IV, Madrid 1958, pp. 257-259.
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de Valdés en Nápoles. Ellos no fueron los únicos autores que pasaron una parte de su vida fuera de España y sus biografías no constituyen ninguna excepción, pues buena parte de la producción literaria española de la primera mitad del siglo XVI no fue escrita en la Península Ibérica. A causa de la expansión del territorio de los Habsburgo y por varias circunstancias sociales y culturales en España, también otros países se convirtieron en puntos de producción y recepción de la literatura española. El lugar más importante de producción de literatura española fuera de España fue Italia. Este hecho no sólo se debió a las circunstancias políticas, sino también al prestigio y al atractivo de la literatura italiana, lo cual aparece claramente plasmado tanto en la obra de los autores citados como en la producción literaria de los poetas españoles más famosos del siglo XVI. Debido a que Sicilia pasó a formar parte del territorio catalán-aragonés a partir del siglo XIII, al igual que Nápoles desde finales del siglo XV, la residencia del virrey español en esta ciudad se convirtió junto con Venecia y Roma en uno de los centros más importantes para el intercambio cultural entre España e Italia. Garcilaso de la Vega vivió en Nápoles entre 1532 y 15343 y el ya citado humanista Juan de Valdés trabajó en esta ciudad como archivero de Carlos V entre 1534 y 15414. En este proceso de influencia cultural, Roma debe su importancia al simple hecho de ser el centro de la iglesia católica y a su carácter cosmopolita e internacional. Francisco Delicado, el autor de La lozana andaluza, vivió en la «Ciudad Eterna» entre 1492 y 15285, Juan del Encina trabajó como secretario de los papas Alejandro VI y Julio II6, y también Bartolomé de Torres Naharro vivió a comienzos del siglo XVI en Roma7. Venecia, la tercera ciudad que debe ser mencionada en este contexto, desempeñó un papel eminente para con la literatura española gracias a su reputación cultural y su clima social relativamente tolerante. El ya mencionado Francisco Delicado, probablemente de familia conversa, pasó los últimos años de su vida en Venecia, donde además de publicar La lozana andaluza, se encargó de una edición de la Celestina8. Otro poeta importante, Diego Hurtado de Mendoza, residió en la «Serenissima» como
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Antonio Gallego Morell, Garcilaso: documentos completos, Barcelona 1976, p. 32. Juan M. Lope Blanch, «Introducción biográfica y crítica», en Juan de Valdés, op. cit. (nota 1), pp. 8/9. Felipe B. Pedraza / Milagros Rodríguez, Manual de literatura española, vol. II: Renacimiento, Tafalla 1980, p. 109. E. M. Wilson/ D. Moir, Historia de la literatura española, vol. 3: Siglo de oro: teatro, Barcelona 6 1985,pp. 21/22. Ibídem, pp. 42/43. Philipp Ward (ed.), Diccionario Oxford de literatura española e hispanoamericana, Barcelona 1984, p. 216.
Literatura española en Vierta durante la época de Carlos V
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embajador de Carlos V entre 1539 y 1546, y después se trasladó a Roma con este mismo cargo9. Pero Venecia no era solamente el lugar de residencia de algunos autores españoles, sino también un centro editorial donde se publicaron libros españoles. Cristóbal de Castillejo publicó su Diálogo de mujeres en Venecia10 y el impresor «Estephano da Sabio» se llamó a sí mismo, seguramente con orgullo, «impressor de libros griegos, latinos y españoles» en las tapas de sus libros11. Otro centro de cultura española en Europa fueron los Países Bajos, donde los escritores españoles no podían contar con un público tan numeroso como en Italia debido a las marcadas fronteras lingüísticas, pero por diversos motivos, sobre todo por la mayor tolerancia religiosa, algunos autores procedentes de España como el humanista Juan Luis Vives, de descendencia conversa, eligieron ciudades flamencas u holandesas como lugar de residencia12. A causa de las guerras de Flandes varios poetas-soldados españoles, entre ellos Francisco de Aldana13 o el hoy desconocido Juan González de la Torre14, llegaron a los Países Bajos en la época de Carlos I/V y Felipe II, donde escribieron parte de su obra. Sin embargo, de mayor relevancia para la historia cultural e intelectual de España que los textos producidos en este territorio de los Habsburgo, es la viva actividad de algunos impresores en Amberes. La versión española del Enchiridion militis christianae de Erasmo, varios libros de Antonio de Guevera, el Felicísimo Viaje de Juan Cristóbal Calvete de Estrella o la Historia general de las Indias de Francisco López de Gomara, fueron impresos en las casas editoriales de Martin Nuyts y Johann Steels. En comparación con Nápoles, Roma, Venecia y Amberes, Viena constituye una excepción. La importancia de Viena con respecto a la difusión de la cultura española no se debe ni al esplendor cultural de la ciudad ni a un posible clima de tolerancia que hubiese permitido la impresión y el comercio libre de libros;
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Luis F. Diaz Larios/ Olga Gete Carpió, «Introducción», en Diego Hurtado de Mendoza, Poesía, ed. Luis F. Díaz Larios y Olga Gete Carpió, Madrid 1990, pp. 20-26. Cristóbal de Castillejo, Diálogo de mujeres, Venecia 1544; cfr. Cristóbal de Castillejo, Diálogo de mujeres, ed. Rogelio Reyes Cano, Madrid 1986, pp. 54/55. Laferl, op. cit. (nota *), p. 159, nota 454. Angel Gómez-Hortigüela, Luis Vives entre líneas. El humanista valenciano en su contexto, Valencia 1993, pp. 193-239. José Lara Garrido, «Introducción», en Francisco de Aldana, Poesías castellanas completas, 1985, pp. 20-39. Juan González de la Torre, Diálogo llamado Nuncio Legato Mortal, Amberes 1555, fol. 2r-3v.
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se debe a factores dinásticos y en consecuencia a la presencia de soldados españoles, siendo este último el único punto en el que Viena y Austria pueden ser comparadas con los Países Bajos. Todos los autores españoles en el extranjero, a excepción de los que se sirvieron del latín para sus libros, escribieron para dos tipos de público diferentes: por un lado, para un público concreto de españoles e hispanoparlantes presentes, es decir, para personas que se encontraban en la misma situación que los autores; por otro lado, para todos los españoles en general, o mejor dicho, sobre todo para los españoles en España. Gracias a la invención de la imprenta, también los autores que vivían y escribían fuera de España podían participar del mismo sistema literario que los que se encontraban en la Península Ibérica. Por esta razón los autores que vivían fuera de España escribían en su mayoría como si estuviesen en su propio país y no participaban del sistema literario que les rodeaba. La invención de la imprenta en el siglo XV y la formación del concepto «nación» hicieron posible la producción literaria en lenguas vernáculas fuera de su propio país15.
2. Literatura española en Viena La importancia de Viena como centro de cultura española fuera de España es un fenómeno que surge por motivos dinásticos, más exactamente, por la separación de los territorios heredados entre Carlos I/V y Fernando I. A diferencia de Carlos I/V, primogénito de los hijos de Juana la Loca y Felipe el Hermoso, su hermano Fernando no nació en los Países Bajos sino en Alcalá de Henares y no fue educado al estilo borgoñón-francés, sino en la corte de su abuelo materno, Fernando el Católico. Su lengua materna era el castellano y su primera formación cultural fue española. Con apenas 15 años salió de España, y no por su propia voluntad, sino porque su presencia en España suponía un peligro político para el ascenso al trono de Carlos, quien temía que algunos nobles poderosos pudieran apoyar al hermano menor. Antes de llegar a Viena, Fernando pasó tres años en la corte de su tía Margarita de Austria en los Países Bajos, pero como resultado de los tratados de Worms (1521) y Bruselas (1522) le fueron asignados los Países Hereditarios de los Habsburgo, es decir, los terrenos de los archiduques de Austria. Cinco años después de su llegada, el in-
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Cfr. Benedict Anderson, Imagined Communities: Reflections on the Origin and Spread of Nationalism, London 1991, p. 44.
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fante de España y archiduque de Austria fue elegido rey de Bohemia y Hungría, o mejor dicho, de lo que quedó de este país después de la batalla de Mohács (1526), y tras la abdicación de Carlos I/V pasó a ser su sucesor en el Imperio. La llegada de Fernando I a Austria trajo consigo un gran número de españoles y 30 años más tarde un segundo grupo acompañó a su hijo Maximiliano, quien había sido gobernador de España junto con su mujer María, hija de Carlos I/V. Al comienzo de los años cincuenta, el número de españoles presentes en la corte de Viena llegó a ser relativamente alto. El séquito de Fernando I constaba de 550 personas, de las cuales 26 eran españoles; el de su hijo Maximiliano de 325, entre los cuales se encontraban 24 españoles; y el de su nuera María, que contaba con 90 miembros, de los cuales 24 la habían acompañado de España a Austria. En aquella época la corte vienesa estaba formada por aproximadamente 1000 personas, de las cuales alrededor de 75 eran españolas, lo que equivale a un poco menos del 8%. Aunque numéricamente no eran muchos, había entre ellos personas de alto rango que desempeñaban funciones importantes. Al comienzo del reinado de Fernando en Austria su tesorero general, Gabriel de Salamanca, sin duda una de las figuras más importantes de la corte, acumuló tantas riquezas en los cinco años en los cuales ocupó el cargo, que Fernando le obligó a dimitir a causa de las protestas contra él durante las sublevaciones de los campesinos en el año 152616. Prueba de la ascensión económica y social de este burgalés, de origen más bien humilde que después se convirtió en conde, es el hermoso palacio renacentista en Spittal an der Drau. Otros españoles importantes en la corte de Fernando I fueron Martín de Guzmán, camarero mayor del rey, Pedro Laso de Castilla, quien ocupó este mismo cargo en el séquito de Maximiliano II, Bernardín de Meneses, uno de los consejeros de la corte y de los camareros del rey, Alfonso de Mercado, halconero mayor, Luis de Tovar, camarero mayor del segundo hijo de Fernando I, Pedro Carnicer, médico de Fernando, Antonio Calvo y Pedro de Azaylla, farmacéuticos de la corte, Juan Bueso, Francisco de Córdoba y Jacobus Gilbertus Nogueras, tres clérigos de la corte, y Cristóbal de Castillejo y su pariente Juan, secretarios para la correspondencia castellana. Las causas por las que tantos españoles, entre ellos algunos de la alta nobleza, acompañaron a Fernando I o más tarde a su nuera María de España a Austria son múltiples y de diferente índole. Algunos abandonaron su patria porque, al ser segundones, en Austria tenían más posiblidades de ascender social y económicamente. Otros eran miembros de familias comprometidas en el movimiento de 16
Alfred Stern, «Gabriel Salamanca Graf von Ortenburg», en Historische Zeitschrift 131 (1925), p. 33.
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las Comunidades, como Martín de Guzmán, y algunos tal vez erasmistas o conversos. La mayoría de los nobles españoles en Austria llegó a poseer bienes y se incorporó a la nobleza estamental austríaca. No sabemos cuán importante era para este grupo de españoles el conservar su propia identidad cultural y nacional, si se esforzaron en mantener el contacto con España, o en qué medida se interesaron por la literatura escrita en su lengua materna. Sin embargo, gracias a algunas alusiones en la correspondencia familiar de Fernando I, al primer catálogo de la biblioteca de la corte y a conclusiones que se pueden sacar de la obra de Castillejo, es posible hacerse una idea de lo que se conocía de la literatura española en Viena. Según las informaciones que nos proporciona el catálogo del primer bibliotecario de la corte, Hugo Blotius, que hizo el primer inventario de la biblioteca en el año 157617, la corte vienesa estaba al tanto del desarrollo de la literatura española. En este catálogo se encuentran títulos tan conocidos como las obras de Fray Antonio de Guevara, sobre todo las Epístolas familiares, el Menosprecio de corte y alabanza de aldea y El Monte Calvario, el Libro de oración y meditación de Fray Luis de Granada, el Corbacho del Arcipreste de Talavera, el Amadís de Gaula, La Celestina y los diálogos de los hermanos Valdés Un lugar destacado ocupan las obras que tratan de la conquista del Nuevo Mundo. En Viena se leían las obras de Cieza de León, Francisco López de Gomara y Alvar Núñez Cabeza de Vaca. El Sumario de la natural y general historia de las Indias de Fernández de Oviedo es pedido personalmente por Fernando I a su embajador en España, Martín de Salinas, en el año 1526. Salinas le responde así en una carta: Gonzalo Fernández de Oviedo, que Vuestra Alteza bien conoce [...] ha estado mucho tiempo allá fen las Indias], [...] y escribe el proceso de aquellas tierras y su escripto tiene en las Indias, y a la causa no se puede inviar. Ha escripto una pequeña relación y hala hecho imprimir. Envióla a V. A. y una carta con ella18.
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Franz Unterkircher, «Vom Tode Maximilians bis zur Ernennung des Blotius (1519 1575)»; «Hugo Blotius und seine Nachfolger (1575 - 1663)», en Geschichte der Österreichischen Nationalbibliothek, ed. Josef Stummvoll, 1. Teil: Die Hofbibliothek 1368 - 1922, Wien 1968, pp. 109/110. Antonio Rodríguez Villa (ed.), El emperador Carlos Vy su corte según las cartas de don Martín de Salinas, embajador del infante don Fernando (1522-1539), Madrid 1903-05, p. 312.
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Pero Fernando no sólo recibió el Sumario, sino que además pidió a sus embajadores en España la Historia natural y general completa y el atlas de Alonso de Santa Cruz. A este respecto hay que añadir que el primer traductor de las Cartas de relación de Hernán Cortés fue Pietro Savorgnano, secretario de Johannes Revellis, obispo de Viena. Savorgnano tradujo dichas cartas del español al latín tan sólo dos años después de su publicación en 1522 y difundió de esta manera las noticias del conquistador español en el mundo académicouniversitario europeo19. La mayoría de los aproximadamente 40 libros en lengua castellana que deben de haber llegado a Viena en la época de Fernando I no fue impresa en España, sino en los Países Bajos20. Los ejemplares de Elfelicísimo viaje de Juan Calvete de Estrella, la traducción del Enchiridion de Erasmo, las Epístolas familiares y el Monte Calvario de Antonio de Guevara o La historia imperial y cesárea de Pedro Mejía fueron publicados en la editorial de Martin Nuyts; Los comentarios de la guerra de Alemania de Luis de Avila y Zúñiga, La crónica del Perú de Pedro de Cieza de León y La historia general de las Indias en la casa de Johann Steels. Sin embargo, otros libros de la biblioteca de Fernando como el Libro de oración de fray Luis de Granada, el Corbacho de Alfonso Martínez de Toledo, el diccionario de Nebrija, Los claros varones de España de Hernando del Pulgar o La Celestina fueron impresos en España, y otros debieron de haber llegado a Viena directamente de Italia porque fueron publicados en Venecia o Roma. Si a estos libros se añaden los títulos y nombres de autores que Castillejo cita en sus obras, entonces también el Marqués de Santillana, Juan de Mena, Jorge Manrique, Juan Rodríguez de la Cámara, Diego de San Pedro, Garcí Sánchez de Badajoz, entre los poetas del siglo XV, y Juan Boscán, Garcilaso de la Vega y Diego Hurtado de Mendoza, entre los de la primera mitad del XVI, debieron de ser conocidos en la corte de Fernando I.
3. Autores españoles que escriben en Austria Cristóbal de Castillejo es, sin duda, el poeta español más importante en la corte de Fernando I, pero hay que señalar que no es el único. Otros autores también deben ser citados en este contexto, entre ellos Garcilaso de la Vega y Alfonso de Valdés, por mencionar a los más importantes. El primero describe en la
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Cfr. ibídem, pp. 312, 318, 322, 355, 410. Este número puede parecer pequeño, pero si se lleva en consideración que en la primera mitad del siglo XVI no se publicaron muchos libros en lengua castellana en general en comparación con otras lenguas, sobre todo el latín, hay que decir que no eran tan pocos.
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segunda égloga la campaña de Carlos V contra los otomanos en el año 1532, pero confunde los hechos de esta empresa con el primer asedio a Viena en 1529, por lo que se puede deducir que Garcilaso no participó en esta inútil campaña. La segunda posible alusión a Austria en la obra de Garcilaso se encuentra en la elegía primera, en la cual habla del destierro en un isla del Danubio que hasta hoy no ha podido ser identificada. No obstante, casi se podría decir con certeza que el gran poeta renacentista nunca llegó a Viena. El famoso erasmista español, Alfonso de Valdés, por el contrario, sí llegó a Viena, y precisamente durante la ya mencionada campaña de Carlos V contra los turcos en el año 1532. Pero tampoco su estancia en la capital austríaca llegó a ser algo más que un efímero acontecimiento y hay que añadir que de mala suerte, ya que Valdés murió en Viena a causa de la peste poco tiempo después de su llegada. En comparación con Garcilaso de la Vega y Alfonso de Valdés, los tres autores siguientes: Jacobus de Nogueras, Antonio de Castillejo y Francisco de Córdoba son hoy en día prácticamente desconocidos; no juegan ningún papel importante en la historia de la literatura española, y tampoco podrían jugarlo puesto que escribieron todas sus obras en latín. De Antonio de Castillejo, probablemente sobrino del poeta, se conoce solamente una pequeña oración fúnebre (Contio laudatoria in supremis exequiis) que este sacerdote, posteriormente nombrado obispo de Trieste, pronunció en los exequios de la reina Ana, esposa de Fernando I, en el año 1547. Jacobus de Nogueras y Francisco de Córdoba fueron miembros del clero de la corte y defendieron en Viena con vehemencia la fe católica contra los protestantes. Los dos clérigos participaron de manera diferente en la última fase del Concilio de Trento; Nogueras, que había publicado en 1560 un libro teológico (De ecclesia Christi an haereticorum conciliabulis dignoscendapraeclari libri dúo) no sólo antiluterano, sino también antierasmista, participó directamente en el concilio, y Francisco de Córdoba, confesor de la emperatriz María, estuvo presente a través de su libro De ojjiciis praelatorum, puesto que el embajador de Felipe II, Claudio Fernández de Quiñones, Conde de Luna, quiso distribuir dicho libro entre los obispos del concilio21. Veinte años antes del comienzo del concilio, Cristóbal de Castillejo llegó a Austria donde pasó el resto de su vida, a la excepción de algunos viajes, y donde
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Klaus Ganzer, «Ein unbequemer Reformer am Rande des Konzils von Trient: der Franziskaner Franziskus von Córdoba als Berater Ferdinands I.», en Historisches Jahrbuch der Görresgesellschaft 104/2 (1984), p. 310.
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murió el 12 de junio de 1550 a la edad de más o menos 60 años22. El poeta castellano está enterrado en la Neuklosterkirche de Wr. Neustadt, pequeña ciudad que se halla a 40 kilómetros de Viena23. Castillejo es uno de estos autores que aun estando fuera de España escriben como si se encontraran en su patria. En sus dos obras principales, el Diálogo de mujeres y el Aula de cortesanos, menciona casi exclusivamente lugares en España o a personajes conocidos de la historia española. Pero de vez en cuando, el poeta también se refiere al mundo que le rodeaba en la segunda mitad de su vida. Asimismo dedicó su Aula de cortesanos a Pedro Carnicer24, médico de la corte de Fernando I, el Diálogo entre el autor y su pluma a Martín de Guzmán, y la traducción de la historia de Píramo y Tisbe de Ovidio a Anna de Schónburg25, mujer de Martín de Guzmán. Y no hay que olvidar cuatro obras pequeñas en las cuales hace alusión directa a Viena o a personajes de la corte de Fernando I: un epitalamio burlesco de las bodas de Pedro Laso de Castilla con la aristócrata austríaca Polyxena Ungnad, la Respuesta del Señor Francisco de Salamanca, la enigmática Fiesta de las chamarras y la Respuesta del autor a un caballero que le preguntó que era la causa de hallarse tan bien en Viena. Este último poema es más conocido como Elogio de Viena, título que el romanista austríaco Ferdinand Wolf le dio en el siglo pasado26. Es un título falso pues en este poema no se elogia nada, sino todo lo contrario. Wolf no entendió la ironía y el sarcasmo de Castillejo porque no relacionó el poema con otras poesías del poeta y porque tampoco supo contextualizar el contenido con las realidades históricas. Los años 20 del siglo XVI, momento en el cual Fernando I y Castillejo llegaron a Viena, fue una década especialmente conflictiva tanto para España como para Austria y Alemania. Fue la época de los grandes conflictos sociales, de las Guerras de Campesinos en Europa Central y de los movimientos de las Comunidades en Castilla y de la Germanía en Valencia.
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Para la biografía de Castillejo véase el premiado libro de María Dolores Beccaria Lago, Vida y obra de Cristóbal de Castillejo (= Anejos del Boletín de la Real Academia Española, Anejo LV), Madrid 1997; para la data de nacimiento del poeta p. 33. Ibidem, p. 518. Ibidem, p. 485; Laferl, op. cit. (nota *), p. 224. Beccaria; op. cit. (nota 22), pp. 213-216; Laferl, op. cit. (nota *), p. 85. Ferdinand Wolf, «Cristóbal de Castillejo's Lobspruch der Stadt Wien», en Sitzungsberichte der philosophisch-historischen Klasse der kaiserlichen Akademie der Wissenschaften, Wien 1849, pp. 292-310; cfr. Ursula Maley, Cristóbal de Castillejos «Respuesta del autor á un caballero que le preguntó qué era la causa de hallarse tan bien en Viena» und Wolfgang Schmeltzls «Lobspruch der Stadt Wien - ein Vergleich», en Wolfram Krömer (ed.), Spanien und Osterreich in der Renaissance. Akten des Fünften Spanisch-Österreichischen Symposions 21. - 25. September 1987 in Wien, Innsbruck 1989, p. 100.
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También en este período comenzó la Reforma, la cual desembocó en las guerras de religión. La ciudad de Viena, que durante el reinado de Maximiliano I (14931519) había vivido una época de esplendor humanista, entró en una de las fases más difíciles de su historia. El joven Fernando I, bajo la influencia de sus consejeros flamencos, suprimió cruelmente el gobierno burgués de la ciudad que se había establecido durante los tres años entre la muerte de Maximiliano I en 1519 y su propia llegada en 1522. En 1525 un incendio destruyó más de 400 casas de la ciudad y desde el final de la década toda Austria y sobre todo Viena fueron amenazadas constantemente por la expansión otomana. En el primer asedio a la ciudad en 1529 todos los suburbios fueron quemados y la población de la ya pequeña urbe fue reducida a menos de 20.000 habitantes 27 . Otras ciudades del Imperio tenían muchos más habitantes, como Colonia, con 35.000, Nuremberg y Magdeburg, ambos con 40.000, y sobre todo Augsburg, con 45.000. En el Imperio había muchas ciudades, pero ninguna con más de 50.000 habitantes, y si se compara con las ciudades de Europa occidental, ningún centro urbano del Imperio era realmente grande. Tampoco las ciudades españolas de la primera mitad del siglo XVI eran muy grandes: Toledo tenía 32.000 habitantes, Valladolid 38.000 y Sevilla 45.000 28 . A diferencia de Augsburg, Colonia, Toledo o Sevilla, Viena era en los años 20, por los motivos ya descritos, una ciudad muy pobre, casi destruida, que se recuperó lentamente en los siguientes 20 años. Para los españoles que acompañaron a Fernando, Viena no pudo haber sido una ciudad muy atractiva. Conociendo estos hechos históricos, los versos de Castillejo deberían de provocar al menos sorpresa en el lector, porque el «yo» del poema habla al comienzo de las «buenas calidades» y «grandes comodidades» de Viena y explica que la ciudad está situada en una planicie rica, que tiene carácter internacional y cosmopolita y que posee una buena universidad y un clero muy piadoso. Pero después de tantas palabras bonitas y laudatorias, el caballero a quien el «yo» articulado responde, pregunta de nuevo 29 : ¿Quién t'engañó, Castillejo, Estando bien en España, A venirte en Alemaña 27
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Grete Mecenseffy, «Wien im Zeitalter der Reformation des 16. Jahrhunderts», en Wiener Geschichtsblätter 29 (1974), pp. 230/231; Richard Perger, «Die äußere Wandlung Wiens im 16. Jahrhundert», en Wiener Geschichtsblätter 29 (1974), p. 214. Heinz Schilling, Die Stadt in der Frühen Neuzeit (= Enzyklopädie deutscher Geschichte 24), München 1993. Cristóbal de Castillejo, Obras, ed. J. Domínguez Bordona, vol. II, Madrid 1969, p. 282.
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Para dexar tu pellejo En tierra ajena y estraña? A lo cual el «yo» del poema contesta de manera resignada30: No m'engafiara esperanza Del interese traidor, Ni apetito de favor Ni deseo de privanza, Mas engañóme el amor; Y éste dió Causa al yerro, porque amó A su rey demasiado, Con lo cual se han engañado Otros muchos como yo. Así pues, no solamente el contexto histórico debería desmentir una lectura «positiva», es decir, una lectura que hace tomar en serio lo que el autor cuenta en la primera mitad del poema, sino que además el cambio de tono que se produce en la segunda mitad también debería de confundir al lector. La mayoría de los críticos literarios después de Ferdinand Wolf explican este brusco cambio del elogio a la queja con respecto al príncipe mediante el argumento de que Castillejo quería expresar su desengaño para con el mundo, tema tan frecuente en la literatura española. Pero esta explicación carece de coherencia, puesto que Castillejo no es un Calderón y aunque en su obra se encuentren también muchos poemas amorosos y religiosos, él es sobre todo un poeta satírico e irónico. A mi manera de ver, el llamado Elogio de Viena se debe interpretar de forma distinta: Castillejo en realidad no elogia Viena, sino que se burla de la ciudad, no sólo porque en sus cartas y en otros poemas se queje de que no se le paga con regularidad su sueldo y de que le hacen falta muchas cosas, sino también porque en Viena en absoluto había un clero piadoso en la época de Fernando. En los años treinta y cuarenta casi todos los monasterios estaban abandonados y muchos de los sacerdotes se habían convertido abiertamente al protestantismo. También hay que aclarar que la Universidad de Viena, fundada a finales del siglo XIV, pasó entre los años 1520 y 1555 su más difícil época y que en pocos años, tras la época de esplendor durante el reinado de Maximiliano I, sucumbió en una profunda decadencia31. En la Viena de Castillejo no abundaban las
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Ibidem. Karl Vocelka, «Die kulturelle Bedeutung Wiens im 16. Jahrhundert», en Wiener Geschichtsblätter 29 (1974), pp. 244/245.
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«buenas calidades» ni las «grandes comodidades», y por esta razón Castillejo no elogia la ciudad, sino que se burla de la situación haciendo uso de la ironía. Esto no significa que Castillejo realmente no se sintiera bien en Viena; simplemente utilizó algunos hechos conocidos con el fin de escribir una poesía satírica, mas que este poema refleje el estado de ánimo de su autor, es algo que no sabemos y que no podremos saber.
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La influencia española en Austria no acaba con Fernando I, nacido en España, sino que continuó en las décadas posteriores a su muerte, puesto que su hijo, el futuro emperador Maximiliano II, se casó con su prima, la infanta María, hija de Carlos V, como ya se ha dicho. Sin embargo, los tres emperadores que siguieron a Maximiliano II no se casaron con princesas españolas y la influencia española disminuyó un poco, aunque no excesivamente, pues hay que recordar que España era todavía a comienzos del siglo XVII uno de los países europeos más poderosos. Durante el reinado de los emperadores Fernando III y Leopoldo I se volvieron a intensificar las relaciones entre Viena y Madrid debido a que ambos emperadores contrajeron matrimonio con infantas españolas, las cuales desempañaron un papel de protectoras con respecto a la literatura española. Por ello durante su estancia en la corte de Viena se representó a Lope de Vega y Calderón en castellano. Sin embargo, toda esta afluencia española no dejó una huella permante en Austria y únicamente el historiador especializado sabe descifrar uno u otro vestigio de la cultura española. A diferencia de la clara huella italiana y eslava que se percibe en Austria en diferentes ámbitos, el elemento español se ha perdido casi por completo como consecuencia de dos factores principales: su carácter elitista, pues al fin y al cabo lo español fue un fenómeno de la corte, y la decadencia política de España en el siglo XVIII.
Los operarios de imprenta protestantes en la España de Carlos V y Felipe II, y la Inquisición
Clive Griffín Trinity College
Todos nosotros pasamos largas horas leyendo libros españoles publicados durante los reinados de Carlos V y de su hijo Felipe II. Es difícil manejar estas antiguas ediciones sin preguntarnos a veces cómo habrán sido los artesanos que las fabricaron - y me refiero no tanto a los maestros impresores como a los cajistas que componían los tipos, a los batidores que los entintaban, y a los tiradores que tiraban la barra de la prensa y, en realidad, imprimían las hojas de papel-. Pero apenas sabemos nada de aquella humilde gente; falta información sobre ellos no sólo en España sino también en los grandes centros de la imprenta europea en Francia, en Italia, e incluso en Alemania. Dada esta falta de datos concretos, los papeles de la Inquisición española resultan ser una fuente de información inesperadamente detallada sobre estos operarios. Porque en los años 60 y 70 del siglo XVI se arrestó a todo un grupo de artesanos extranjeros que habían trabajado durante muchos años en los talleres tipográficos españoles. Prendidos por el Santo Oficio, fueron acusados de lo que los inquisidores españoles llamaban «luteranismo». Sus procesos contienen información fascinante sobre su origen social, sus estudios, su formación profesional y acerca de su vida itinerante. Los buenos burócratas del Santo Oficio hasta nos informan sobre la apariencia física de aquellos obreros, la ropa que llevaban cuando los prendieron, y aun sobre las monedas que encontraron en sus bolsillos. Desde luego, lo que les interesaba a los inquisidores fueron las convicciones religiosas de aquellos artesanos, pero las respuestas descuidadas que dan durante sus interrogatorios nos ofrecen a los historiadores del libro datos muy interesantes sobre el trabajo, la vida e incluso la mentalidad de aquella gente humilde. Por ejemplo, en un momento dado, a un joven cajista flamenco llamado Enrique Loe le hicieron preguntas sobre su observación de las fiestas ordenadas por la Santa Madre Iglesia. Loe respondió que siempre las había guardado, excepto
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cuando trabajaba muchos años antes en una imprenta en La Rochela1. Como los inquisidores sabían que aquella ciudad francesa era entonces un centro del calvinismo, empezaron a hostigarle con preguntas sobre su estancia allí. Sus respuestas nos permiten reconstruir su carrera profesional y ofrecen un sinfín de datos sobre la historia de las imprentas en aquella época. Por ejemplo, el mero hecho de que un joven como Enrique Loe, que no había servido ningún aprendizaje y no hablaba una palabra de francés, haya podido encontrar trabajo en La Rochela es una prueba muy elocuente de la escasez de mano de obra experta sufrida por los impresores de aquella ciudad francesa durante las Guerras de Religión. Gracias a los papeles del Santo Oficio, ya conozco a un gran número de personas asociadas con el mundo del libro español que, antes de verse procesadas por la Inquisición, habían trabajado en toda una gama de imprentas ibéricas durante los últimos años del reinado de Carlos V y los primeros de Felipe II. Todavía no he terminado mis investigaciones sobre aquellos operarios, pero tengo la fuerte sospecha de que hayan constituido una especie de foco protestante dentro de la industria tipográfica española y especialmente en las imprentas de Alcalá de Henares, ciudad en la que casi todos habían trabajado y donde no pocos de ellos habían sido prendidos en los años 60 y 70 del siglo XVI, momento en que la situación de los miles de inmigrantes que vivían en España era muy peligrosa y aún más si tenían opiniones poco ortodoxas en cuestiones de religión. El Apéndice II ofrece un esbozo de la carrera del tirador francés llamado en España Antonio de la Bastida. Es bastante típica de las de aquellos operarios extranjeros. Y los inquisidores sospechan de él por el mero hecho de ser de origen francés. Como dice uno de ellos: «[las] herejías están de nuebo senbradas en el Reyno de franca donde el es naíido y criado y asi sospechoso»2. Asimismo dicen que Enrique Loe y sus compañeros son de «tierras dañadas» y que forman parte de una «nación sospechosa» porque son franceses y flamencos3.
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Proceso de Enrique Loe, Archivo Histórico Nacional, Madrid (= 'AHN'), Inquisición, legajo 111, expediente 13 [olim 45], fol. [21] r v. Conservo la versión de los nombres de extranjeros tal como aparecen, frecuentemente deformados por los secretarios de la Inquisición, en los procesos españoles. Para más información sobre los operarios mencionados en esta conferencia, véase Apéndice I. Proceso de Antonio de la Bastida, Archivo Diocesano de Cuenca, Inquisición, legajo 235, expediente 3032 B, fols [18] r y [56] r . Proceso de Enrique Loe, fol. [13] r .
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En fin, los operarios que me interesan porque, gracias al Santo Oficio, nos han dejado constancia de su humilde vida, eran muy vulnerables dado el hecho de que fuesen extranjeros, pobres y desarraigados en un momento en el que el estado, la iglesia e incluso el pueblo españoles hacían gala de una extrema xenofobia. Pero ¿cuáles fueron las razones más inmediatas de su arresto por la Inquisición? En 1569 un joven fundidor de tipos francés fue arrestado en Barcelona. Cuando lo registraron encontraron en su faltriquera un panfleto anti-católico4. Durante su interrogatorio habría denunciado a un compatriota, un cajista llamado Guillermo Herlín. Los agentes del Tribunal de Toledo lograron localizar a este Herlín en un taller tipográfico de Alcalá de Henares donde lo prendieron, acusándole de «luteranismo». A su vez Herlín empezó a «cantar», denunciando a una extensa red de herejes empleados en las imprentas españolas a quienes él había conocido durante una larga carrera trabajando como tipógrafo5. En cuanto supieron en Alcalá que Herlín era prisonero del Santo Oficio, los extranjeros que habían trabajado con él huyeron de aquella ciudad. La razón de su huida fue la siguiente: los miembros extranjeros del mundo del libro español solían ser muy prudentes a la hora de discutir con sus colegas españoles sus inquietudes religiosas; como dijo el flamenco Pedro de Güerta, «hemos de andar conforme al pan que comemos»; es decir, ganemos nuestro pan y cerremos la boca 6. Pero cuando trabajaba de cajista en las imprentas españolas Guillermo Herlín habría mostrado el don de hacer hablar a sus colegas extranjeros quienes le confesaron su simpatía con las ideas reformistas. Sabían muy bien que, una
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El fundidor de letras se llamaba Benito Dulcet; véase la relación escrita por los inquisidores barceloneses sobre su auto de fe del 15 de mayo de 1569: AHN, Inquisición, libro 730, fol. 136 v , y su carta dirigida a la Suprema fechada el 4 de diciembre de 1569: AHN, Inquisición, libro 737, fol. 58'. Para denuncias hechas por Dulcet véase por ejemplo el proceso del impresor francés Pierre Regnier: AHN, Inquisición, legajo 112, expediente 5 [olim 57], fol. [16] r . Para las denuncias de antiguos colegas hechas por Herlín véanse, por ejemplo, los procesos de Enrique Loe, fol. [3]r; de Pierre Regnier, fols [3] r -[4] v ; del cajista francés Pierre de Rinz: AHN, Inquisición, legajo 112, expediente 6 [olim 58], fol. [3]r"v; del cajista francés Pierre de Ribera: AHN, Inquisición, legajo 112, expediente 8 [olim 60], fol. [3]r; y de Isabel Regnier, esposa de Pierre Regnier: Universitäts- und Landesbibliothek Sachsen-Anhalt, Martin-Luther-Universität, Halle-Wittenberg ('ULHW'), Inquisitionakten Handschriften, Yc 2° 20 (3), fols. 179 r -232 r (fol. 189r v). Proceso de Pedro Flamenco, buhonero especializado en el comercio de imágenes impresas de tema religioso: ULHW, Inquisitionakten Handschriften, Yc 2°20 (3), 233 r 296 v (fol. 236 r ).
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vez preso Herlín, corrían el grave peligro de ser denunciados por él a la Inquisición. Las repercusiones de las denuncias hechas por Herlín al Tribunal de Toledo son enormes y se sienten por ejemplo hasta en Cataluña: entre los que acusa figura un pobre impresor francés llamado Pierre Regnier con quien Herlín había trabajado en Barcelona. Pierre era oriundo de Ruán pero en 1554, una vez servido su aprendizaje como cajista, se había trasladado a Londres donde encontró empleo en la imprenta de su compatriota Jean de Roux. En Londres habría tenido contacto con ideas reformistas. Cuando Roux huyó a Amberes llevando consigo todo el dinero que debía a sus empleados, Pierre Regnier volvió a Francia y buscó trabajo en Lyon. Allí él y sus compañeros convirtieron al calvinismo a su esposa Isabel. Tanto Pierre como Isabel eran protestantes convencidos cuando llegaron a Cataluña poco después de la abdicación de Carlos V. Herlín los conoció en Barcelona en aquella época cuando se alojó en su casa, y concibió un odio implacable hacia ellos porque Isabel había descubierto que la mujer que Herlín presentaba en Barcelona como su esposa era en realidad una puta que había conocido casualmente de paso por Zaragoza. Escandalizada, Isbael los había echado a la calle. Cuando, muchos años después, Herlín se encontró en la cárcel del Santo Oficio de Toledo, vio una oportunidad para desquitarse de la ofensa. Denunció a los Regnier como herejes luteranos; Pierre fue condenado a servir al rey como galeote y su esposa terminó sus días en una hoguera toledana. Pero Guillermo Herlín denunció no sólo a sus antiguos colegas. Cuando los inquisidores toledanos querían descubrir rápidamente las creencias de uno de sus nuevos prisioneros, como es el caso con un cajista flamenco llamado Pedro Alberto, solían meter a Herlín en la misma celda que el recién llegado y Herlín se encargaba de sacarle una confesión 7 . Lo que estos procesos nos ofrecen es una visión de una compleja red de tipógrafos y operarios de imprenta, todos extranjeros y por esta razón muy vulnerables, que manifestaban creencias poco ortodoxas en un momento peligrosísimo de la historia española. Esos procesos nos cuentan historias personales de valor, sufrimiento y terror; están también llenos de anécdotas: episodios picarescos, huidas de las cárceles del Santo Oficio o incluso de las galeras, disputas violentas sobre mujeres, naipes y vino. Pero lo que es mucho más interesante para el historiador del libro español, retratan la vida de los que
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trabajaron en las imprentas españolas de la época de Carlos V y Felipe II, y nos permiten llegar a seis conclusiones provisionales sobre estos tipógrafos. (i) Muchos de los que imprimieron el libro español del Siglo de Oro fueron extranjeros, la mayoría franceses. Se sentían atraídos por España por tres razones principales: los sueldos relativamente altos que se ofrecían en las imprentas ibéricas, la falta de restricciones gremiales en el mundo del libro español, y la gran escasez de mano de obra experta en las imprentas hispanas precisamente cuando las Guerras de Religión estaban dislocando buena parte de la industria tipográfica francesa y cuando la demanda de mano de obra en Ginebra estaba bajando. Un indicio de la fuerte atracción que ejercían las imprentas españolas sobre esos inmigrantes es el hecho de que, aun después de haber pasado por las cárceles del Santo Oficio, se quedasen a trabajar en España. Como se puede ver en el Apéndice I, se arrestó al tirador francés Antonio de la Bastida por haber pronunciado «proposiciones luteranas» en una imprenta de Sigüenza; sufrió a manos del Tribunal de Cuenca, pero finalmente fue absuelto y puesto en libertad. Sin embargo no se apresuró a volver a Francia; siguió trabajando muchos años más en España hasta que Guillermo Herlín le denunció. Asimismo, Adrián de Alkmaar, cajista flamenco, fue procesado en Zaragoza por «luteranismo», azotado públicamente, y condenado al remo. Se escapó cuando se hundió la galera en la que servía su sentencia y logró nadar a la costa. Pero en vez de volver a los Países Bajos, simplemente adoptó el seudónimo de «Alejandro» y buscó trabajo en la imprenta barcelonesa de Pierre Regnier. Este Adrián, o Alejandro, también resultó víctima de las denuncias de Guillermo Herlín varios años más tarde. (ii) Por regla general los operarios de imprenta extranjeros son jóvenes, solteros y físicamente robustos. Sus biografías demuestran que durante su carrera habrán viajado constantemente, cubriendo a pie miles y miles de kilómetros. Como se puede ver de la biografía de Antonio de la Bastida, hizo su aprendizaje en Toulouse en casa del impresor católico Jacques Colomiés (I). Luego, a la edad de 13 años, se habría dirigido hacia el sur, atravesando los Pirineos, y durante los 16 años siguientes recorrió gran parte de España buscando empleo en imprentas españolas. Algunas veces le contratan para imprimir una sola edición, otras veces pasa más de un año en el mismo taller. Y cuando escasea el trabajo, este hombre de muchos amos sirve a varios como criado. La suya era una vida precaria y peripatética, pero la uniformidad de los
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procesos empleados en la industria tipográfica en toda la Europa de aquella época le permitían integrarse inmediatamente en la vida laboral de cualquier imprenta española o extranjera donde hacía falta un tirador. (iii) Estos operarios extranjeros elaboraron toda una red de información mediante la cual lograron mantenerse al corriente del estado de la imprenta en cualquier centro español. Así sabían dónde hacía falta mano de obra y también recibían noticias sobre sus compatriotas y antiguos compañeros. En realidad, constituían una comunidad estrechamente unida, reflejo del alto nivel de interdependencia que existía entre los equipos que manejaban las prensas. Laboraron largas horas juntos componiendo las letras, entintando los tipos, y tirando la barra en un trabajo altamente colaborativo que creó entre ellos un fuerte sentimiento de compañerismo. Esta solidaridad fue aún más importante cuando aquellos extranjeros no sólo compartían una fe secreta sino que muchas veces ni hablaban el castellano. Los procesos inquistoriales incluso indican que en muchos talleres de imprenta españoles de la época se hablaba francés y no el castellano. (iv) Los operarios franceses que encontramos en las imprentas españolas suelen ser mucho más cultos que sus colegas españoles. Se muestran ferozmente orgullosos tanto de sus conocimientos intelectuales como de su profesionalidad como maestros de una tecnología revolucionaria. Por ejemplo, el cajista Pierre de Rinz era hijo natural de un cura francés que le paga los estudios en París donde Pierre aprende latín y filosofía. Pero, cuando el cura se muere, el cuñado de Pierre le lleva a Ginebra donde le hace aprendiz de un impresor calvinista. Aunque sólo había estudiado un par de años antes de hacerse impresor, cuando Pierre de Rinz discute sus ideas religiosas con los inquisidores toledanos, nos damos cuenta de que es un hombre letrado y dotado de una inteligencia aguda e independiente. En efecto, muchos de nuestros operarios extranjeros tienen inquietudes intelectuales -sobre todo en cuestiones de religión- pero resulta que la mayoría de ellos han adquirido sus conocimientos oralmente escuchando sermones en centros reformistas como Amberes, Lyon, La Rochela y Ginebra, o participando en discusiones con sus compañeros de trabajo o con los autores a quienes llegan a conocer en las imprentas. Aunque esos tipógrafos extranjeros se ganan la vida imprimiendo la palabra escrita, la suya es una cultura principalmente oral. (v) A pesar de haber recibido una formación intelectual bastante buena, muy pocos han servido un aprendizaje como tipógrafos. Sin embargo, cuando los prenden suelen estar trabajando como cajistas, es decir desempeñando uno de los papeles más prestigiosos y mejor pagados en la industria tipográfica, lo que
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no sólo es indicio de la falta de mano de obra sufrida por las imprentas españolas, sino que también explica hasta cierto punto la baja calidad de sus productos en aquella época. (vi) Mi última conclusión - y una verdadera decepción para m í - es que los inquisidores no tuvieron el más mínimo interés en cuáles fueron los libros impresos por mis operarios heréticos. Aquellos artesanos provocan las sospechas del Santo Oficio no por el papel que desempeñan en el arte potencialmente subversivo de la imprenta sino más bien porque su vida tan peripatética les ha llevado a vivir en centros reformistas fuera de España donde han absorbido muchas de las ideas peligrosas que en aquellos centros se predican. ¿Pero qué pasó con Guillermo Herlín, aquella araña que se encontraba en el centro de esa red de artesanos heréticos? Habría denunciado a tantos antiguos compañeros y correligionarios con la esperanza de que los inquisidores le trataran con cierta misericordia. Tenía más de cuarenta años cuando le hicieron prisionero, y habría sido consciente de que no hubiera sobrevivido una larga sentencia como galeote. Pero toda la ayuda que prestó a los inquisidores toledanos poco le sirvió. Un testigo del auto de fe celebrado en la Plaza del Zocadóver en junio de 1570 tomó nota de su condena: guillermo impresor natural de paris vecino de alcala de henares por luterano con todas sus opiniones notablemente malas y pertinaz contra frayles y clérigos y contra el papa y grande dogmatizador reconciliado [...] a galeras por seis años8. Creía que con eso me había despedido de Herlín pero, por casualidad, hojeando unos papeles del Tribunal de Murcia volví a encontrarle. Después de ser condenado en Toledo, fue despachado en una cadena de galeotes a Cartagena donde les esperaban las galeras. Pero su terror de terminar sus días encadenado al remo fue tan grande que en el camino Herlín empezó a gritar herejías en alta voz. Los otros prisioneros, entre ellos sin duda varios de los compañeros de trabajo que él había denunciado al Santo Oficio, vieron su oportunidad de venganza, y le agredieron brutalmente. Rescatado por los guardias que les acompañaban, Herlín fue trasladado a la cárcel inquisitorial de Murcia y procesado por segunda vez como luterano. Durante su proceso allí confesó que había gritado tales herejías con la esperanza de morir en la hoguera y no en alta mar. Los inquisidores ponderaron su caso y, aunque no tenían fama de estar
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dotados de un fino sentido de ironía, decidieron por fin enviarle a Cartagena para servir al rey en las galeras. Desgraciadamente los registros de aquellas flotas han desaparecido y no sé si este oscuro francés que tanta información nos ha facilitado a los historiadores del libro español habría remado en la famosa batalla de Lepanto librada dos años más tarde.
Apéndice I Operarios, etcétera, mencionados en esta conferencia Pedro Alberto (también conocido como Pedro de Amberes, Pierres Impresor, Pedro Imprimidor); cajista oriundo de Amberes, trabaja por lo menos en Lisboa, La Rochela, Valladolid, Toledo y Salamanca; procesado por «luteranismo» y condenado en el auto toledano de junio de 1570 a un año de reclusión en Toledo; más tarde denuncia a Joáo de Leao (encuadernador y librero francés sin duda llamado Jean de Lyon) en un proceso portugués de 1571-1572. Adrián de Alkmaar (también conocido como Adrián Gaspar y Adrián de Alocamar, alias «Alejandro»); cajista oriundo de los Países Bajos, sin duda de la ciudad de Alkmaar; trabaja por lo menos en Alcalá de Henares, Toledo y Barcelona; procesado por «luteranismo» y condenado en el auto zaragozano de noviembre de 1562 a ser azotado y servir 4 años como galeote; se escapa de la galera, cambia de nombre, y sigue trabajando en imprentas españolas; arrestado de nuevo, es procesado en Toledo, condenado en el auto toledano de agosto de 1570 y devuelto al Tribunal de Zaragoza. Antonio de la Bastida (¿Antoine de la Bastide?); tirador francés oriundo de Albi; trabaja por lo menos en Toulouse, Zaragoza, Valencia, Salamanca, Barcelona, Sevilla, Lyon, Granada, Córdoba, Toledo, Burgos, León, Berlanga, Sigüenza, Alcalá de Henares y Valladolid; arrestado por primera vez en Sigüenza y condenado en Cuenca en 1565 por haber pronunciado «proposiciones luteranas»; arrestado de nuevo en Barcelona en 1569, por orden de los inquisidores de Toledo, se escapa y desaparece. Benito Dulcet (¿Benoit Doucet?, conocido en Cataluña como Benet Dolcet); fundidor de tipos francés oriundo de Lyon; toma armas contra los católicos en Francia; trabaja por lo menos en Barcelona y, bajo un seudónimo, en Castilla;
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procesado por «luteranismo» y condenado en el auto barcelonés de febrero 1571 a 3 años en galeras. Pedro de Güerta (también conocido como Pedro Flamenco); buhonero oriundo de Amberes, especializado en la distribución de imágenes impresas de tema religioso; sirve como soldado en Orán; trabaja por lo menos en Tornay, Sevilla y Amberes; procesado como «luterano» y condenado a la hoguera en el auto toledano de junio de 1570. Guillermo Herlín (¿Guillaume Herlin?, también conocido como Guillot de París, Guillermo impresor, etcétera); cajista francés oriundo de París; trabaja por lo menos en Amberes, Ginebra, Barcelona y Alcalá de Henares; procesado por «luteranismo» y condenado en el auto toledano de junio 1570 a 6 años en galeras. Enrique Loe (¿Hendrik van der Loe/Loye/Loher/Loy?); cajista flamenco oriundo de Amberes; trabaja por lo menos en Amberes, La Rochela, Zaragoza, Salamanca, Alcalá de Henares, Medina del Campo y Toledo; procesado por «luteranismo» y condenado en el auto toledano de junio de 1570 a un año de cárcel en Toledo. Isabel Regnier (también conocida como Isabel Sandre); francesa nacida en Guiry-en-Vexin, cerca de París; mujer del impresor Pierre Regnier; procesada por «luteranismo» y condenada a la hoguera en el auto toledano de junio de 1571. Pierre(s) Regnier (también conocido como Pierre Boffin); cajista francés - y más tarde maestro impresor - oriundo de Esteville, cerca de Cailly (Ruán); trabaja por lo menos en Ruán, Rennes, Londres, París, ¿Blois?, Lyon y Barcelona; procesado por «luteranismo» y condenado en el auto toledano de junio 1571 a 6 años en galeras. Pierre(s) de Rinz (¿Pierre de Reims?); cajista francés oriundo de Reims; sirve como soldado en Metz; trabaja por lo menos en Ginebra, Basilea, Lyon, Toulouse, Zaragoza, Alcalá de Henares, Granada, Sevilla, Salamanca, Medina del Campo, Valladolid y Segovia; procesado por «luteranismo» y condenado en el auto toledano de junio 1570 a 4 años en galeras; sobrevive.
Clive Griffin
244 Apéndice II
La carrera del operario de imprenta francés Antonio de la Bastida 1540/41: 1540/48?: 1548?:
nace criado en la casa de sus padres en Albi, Francia a la edad de 7/8 años empieza sus estudios en el Collège d'Esquile, Toulouse 1548/9?: muere su padre; aceptado como aprendiz por el impresor J. Colomiés (I), Toulouse 1549?-1554: sirve su aprendizaje de tirador y luego trabaja con Colomiés 1554: llevado a Zaragoza por el fundidor de letras Juan Molo, residente en Toledo Zaragoza: 8 meses trabajando como tirador en casa de Pedro Bernuz Valencia: 12-14 meses trabajando como tirador en casa de Juan Mey (m.1555) y luego en la de Antonio de Sanahuja Zaragoza: 2 meses trabajando como tirador en casa de Esteban de Nájera Valencia: busca trabajo Salamanca: 12 meses trabajando como tirador en casa de Andrés de Portonariis y en la de Juan de Cànova Medina del Campo: ) Alcalá: ) busca trabajo Toledo: ) Zaragoza: ) Valencia: 9 meses trabajando como tirador en casa de la viuda de Mey; luego huye de la peste (1557/8) Barcelona: 9 meses trabajando como tirador en casa de ¿Claudi Bornat? Albi: 3 meses en casa de su madre (Albi) recuperando de una enfermedad contraída en Barcelona Lyon: 12 meses trabajando como tirador en casa de Thibaud Payen París: 2 semanas celebrando el Tratado de Cateau-Cambrésis firmado por Francia y España (abril de 1559) Albi: sale de Albi el 26 de mayo de 1559 dirigiéndose de nuevo a España Valencia: ) Zaragoza : ) 6 meses sirviendo como criado a un mercader Valencia: ) Valencia: 8 meses trabajando como tirador en casa de la viuda de Mey y luego en la de Juan de Navarro
Los operarios de imprenta protestantes en la España de Carlos V Granada: Córdoba: Jerez: Sevilla: Toledo: Alcalá: Madrid: Burgos: León: Burgos: Berlanga:
Sigüenza: 1565:
1566:
1570:
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14 meses trabajando como tirador en casa de García de Briones y el nieto de Nebrija; imprime obras de Antonio de Nebrija 3 meses trabajando como tirador en casa de Juan Bautista; imprime obras litúrgicas 3 meses sirviendo como criado a unos caballeros que van a las Indias 12 meses trabajando como tirador en casa de Sebastián de Trugillo 3 meses trabajando como tirador en casa de Juan de Ayala Cano 3 meses trabajando como tirador en casa de Andrés de Angulo 1 mes 'paseándose' en Madrid 4 meses trabajando como tirador en casa de Felipe de Junta 12 meses trabajando como tirador en casa de Pedro de Celada; imprime el breviario leonés (colofón firmado en abril de 1564) 2 meses trabajando como tirador en casa de Felipe de Junta 3 meses trabajando como tirador en casa de Diego de Córdoba; imprime la gramática de Francisco de Robles; se aloja en la casa del editor, hermano de Robles (1564/5) 12 meses trabajando como tirador en casa de Sebastián Martínez; imprime ediciones litúrgicas para el obispado de Sigüenza arrestado en Sigüenza (a la edad de 25 años) por haber «pronunciado proposiciones luteranas» mientras trabajaba en casa de Martínez; se escapa de la cárcel obispal de Sigüenza, es arrestado de nuevo, y procesado en Cuenca puesto en libertad por la Inquisición de Cuenca después de haber abjurado públicamente sus herejías y desterrado del distrito de Cuenca denunciado por Guillermo Herlín y buscado por los inquisidores de Toledo; se sabe que, después de abandonar el distrito de Cuenca, había trabajado en las imprentas de Valladolid -donde parece que se casó- y de Salamanca; arrestado en Barcelona; se escapa de su escolta mientras le trasladan de Barcelona a Toledo; desaparece definitivamente
La «prensa primitiva» («relaciones de sucesos») al servicio de la política imperial de Carlos V
Augustin Redondo Université de la Sorbonne Nouvelle - CRES
I. Nacimiento de la opinión pública y propaganda del poder I. 1. Ensanchamiento del horizonte cultural y afán de noticias (nuevas) Bien conocidas son las perspectivas nuevas ofrecidas por el texto impreso (sin que esto anule el poder del texto manuscrito), al lado de la oralidad (sermón, lectura colectiva, difusión oral) y del soporte icónico-visual como factor de propaganda y, más allá, de manipulación de la opinión pública durante la época en que la Casa de Austria reinó en España. En realidad, en múltiples ocasiones, todos estos elementos se mezclaron para alcanzar la finalidad apetecida. Los grandes descubrimientos, pero asimismo el auge urbano y la consiguiente creación de una nueva cultura en el marco de la ciudad, han ampliado el horizonte de los conocimientos y han provocado un deseo de saber lo que iba ocurriendo dentro y fuera de España. Esta fiebre noticiera se halla favorecida por los progresos de la alfabetización, aun cuando el 80% de la población no sabe leer. En efecto, desde finales del siglo XV, empiezan a salir de las prensas breves impresos de poco precio (muchas veces un pliego de dos o cuatro hojas), generalmente bajo la forma de una carta que relata los sucesos que han llamado la atención -de ahí el nombre de «relaciones de sucesos»1-. La carta, en efecto,
1
Sobre los vínculos entre carta y relación y los orígenes de tales vínculos, véase Pedro M. Cátedra, «En los origines de las epístolas de relación», en Les 'relaciones de sucesos ' (canards) en Espagne (1500-1750), ed. de María Cruz García de Enterría et al, ParisAlcalá, Publications de la Sorbonne - Servicio de Publicaciones de la Universidad de Alcalá, 1996, «Travaux du CRES», XII, pp. 33-64. Sobre las «relaciones de sucesos», véanse los estudios siguientes, con referencia a contenidos, estructuras e ideologías: Augustin Redondo, «Les relaciones de sucesos dans l'Espagne du Siècle d'Or: un moyen privilégié de transmission culturelle», en Les médiations culturelles, Paris, Publications de la Sorbonne Nouvelle, 1989, pp. 57-67; Id., «Las relaciones de sucesos en prosa (siglos XVI y XVII)», en Literatura popular. Conceptos, argumentos y temas, volumen coordinado por María Cruz García de Enterría, Anthropos, núms. 166-167 (mayo-agosto
La «prensa primitiva»
al servicio de la política imperial de Carlos V
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presenta como verídicos hechos y acontecimientos reales (o no) que el redactor de la epístola pretende, muchas veces, haber presenciado. Por ello, el término verdadero aparece con frecuencia en estas relaciones, las cuales permiten la difusión de noticias (o nuevas como se decía en el siglo XVI) y constituyen la forma primitiva de la prensa2. Hay que añadir que dichas relaciones se escriben mayoritariamente en prosa pero que algunas salen también en verso. Este circuito informativo supone tanto la lectura individual de los que saben leer, como la lectura colectiva para círculos de oyentes analfabetos y la propagación de la noticia por vía oral porque la brevedad del relato permite la memorización de su contenido y su posterior comunicación. El poder bien se dio cuenta del interés que representaba este circuito de lectura/oralidad como factor decisivo de propaganda, de cara a una opinión pública que se estaba formando3. Esta opinión, que ya empieza a manifestarse en época de los Reyes Católicos, se desarrolla verdaderamente en tiempos de Carlos V.
2
3
de 1995), pp. 51-59; Henry Ettinghausen, «The news in Spain: Relaciones de sucesos in the Reigns of Philip III and IV», en European History Quarterly, 14, 1984, pp. 1-20. Véase además las actas de los dos coloquios internacionales reunidos sobre el tema: Les 'relaciones de sucesos' (canards) en Espagne (1500-1750), op. cit.; La fiesta. Actas del II Seminario de «Relaciones de sucesos», ed. de S. López Poza y N. Pena Sueiro, A Coruña, Sociedad de Cultura Valle Inclán, 1999, col. SIELAE. Cfr. también la tesis de Didier Rault, Les 'relaciones de sucesos ' en Espagne au XVIIe siècle (1598-1665), 2 vols., Montpellier, Université Paul Valéry, 1999. Véase además diversos elementos útiles, en particular, en los libros de Julio Caro Baroja, Ensayo sobre la literatura de cordel, Madrid, Taurus, 1969 y de María Cruz García de Enterría, Sociedad y poesía de cordel en el Barroco, Madrid, Taurus, 1973; Id., Literaturas marginadas, Madrid, Playor, 1983. Sobre las formas primitivas de la prensa, véase: Augustin Redondo, «Características del periodismo popular en el Siglo de Oro», en Literatura popular [...], pp. 80-85; María Dolores Saíz, Historia del periodismo en España. I. Los orígenes. El siglo XVIII, Madrid, Alianza Editorial, 1983; H. F. Schulte, TheSpanish Press, 1470-1966. Print-Power and Politic, University of Illinois Press, 1968. Sobre las relaciones entre lectura y oralidad en el Siglo de Oro, véase los trabajos de Margit Frenk, en particular: «Lectores y oidores: La difusión oral de la literatura en el Siglo de Oro», en Actas del Séptimo Congreso de la Asociación Internacional de Hispanistas, Ed. de Giuseppe Bellini, 2 vols., Roma, Bolzoni, 1982,1, pp. 101-123.
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248 I. 2. Comunidades y opinión pública
Lo que nos parece decisivo, en este proceso, es la gran conmoción provocada por las Comunidades de los años 1520-1521 4 . Recuérdese que las ciudades castellanas sublevadas intentaron limitar el poder real, participando directamente, como reino constituido, en el gobierno de la república. En el enfrentamiento que siguió, en ausencia del soberano -éste se hallaba entonces en Flandes y Alemania para recibir la dignidad imperial y participar en la dieta de Worms-, el bando real, capitaneado por los tres gobernadores (el Almirante de Castilla, el Condestable y el Cardenal Adriano), así como los comuneros, intentaron atraerse, constantemente, la opinión pública. En este enfrentamiento, la oralidad desempeñó un papel importante. En particular, los sermones de los frailes en favor del campo comunero fueron importantísimos (así lo subraya el Cardenal Adriano en varias cartas enviadas a Carlos V 5 ), pero también la difusión de noticias por vía oral y por pregones. Las cartas entre los dos bandos (enviadas efectivamente o puro artificio retórico de exposición) fueron frecuentes y más de una vez se imprimieron para presentar argumentos y hechos y poder atraerse a una parte activa de la población. Estas cartas-relación (a veces una simple hoja volandera) fueron numerosas. Lo que ha pasado es que, a raíz del fracaso armado de los comuneros (después de Villalar, en abril de 1521), se quemaron prácticamente todos estos documentos, sea por parte de los rebeldes, sea por parte de los representantes del soberano, para no dejar rastros materiales de la sublevación y de lo que era objeto de delito, de crimen de lesa majestad. Pero fue durante estos dos años cuando una opinión pública urbana logró expresarse, manifestarse como tal, por ejemplo en los concejos abiertos de los Municipios y en las plazas y calles de las ciudades. Fue entonces también cuando el proceso de propaganda por parte de los dos bandos fue particularmente activo.
4
Sobre las Comunidades, véase: José Antonio Maravall, Las Comunidades de Castilla. Una primera revolución moderna, Madrid: Revista de Occidente, 1963; Joseph Pérez, La révolution des «Comunidades» de Castille (1520-1521), Bordeaux: Institut d'Études Ibériques et Ibéro-Américaines, 1970; Juan Ignacio Gutiérrez Nieto, Las Comunidades como movimiento antiseñorial, Barcelona, Planeta, 1973; etc.
5
Cfr. por ejemplo las cartas del 24 de julio de 1520; del 24 de agosto de 1520; del 21 de noviembre de 1520; etc. Manuel Danvila, Historia crítica y documentada de las Comunidades de Castilla, 6 vols., Madrid, Viuda e hijos de M. Tello, 1897-1899, Memorial Histórico Español, ts. XXV-XL, respectivamente, I, p. 493; I, p. 483, II, p. 474.
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De los breves impresos que se utilizaron a lo largo de esos meses, nos ha quedado una muestra significativa, emanada del campo real, que tal vez por ello no ha desaparecido. Se trata de unas cartas enviadas por el almirante de Castilla, el más capacitado de los gobernadores, el que tenía la mejor cabeza política (la)6. El documento debe de haberse publicado en los primeros meses de 15217. Muy hábilmente, se dirige el Almirante a la ciudad de Sevilla, que quedó al margen de la Comunidad, y relata a su modo su actividad, valorando su actuación, poniendo de realce los sacrificios que ha aceptado por el bien público y la preocupación constante que ha sido la suya por conservar la unidad del reino de Castilla y restablecer la paz. Los que no han querido aceptar sus propuestas han sido los comuneros, a través de la Junta (órgano supremo de la Comunidad) y ello a pesar de las epístolas específicas con propuestas interesantes que ha enviado a Toledo y del requerimiento que ha mandado a los rebeldes (documentos casi seguramente retocados por él y que inserta en su misiva, utilizando de tal modo una reveladora y eficaz puesta en abismo). Así, el peso de la ruptura no puede incumbir sino a los sublevados, y los castellanos de buena fe habrán de apoyar la acción del Almirante y adherirse al bando real, único representante del legítimo soberano. Es de suponer que los comuneros difundirían documentos de sentido exactamente opuestos, poniendo de relieve las fechorías de los flamencos y de los que rodeaban al monarca y legitimando su deseo de reformas y de participación en el gobierno de Castilla. Después del fracaso de las Comunidades, y para apaciguar los ánimos, los gobernadores -y más directamente el Almirante- extendieron un perdón bastante amplio en favor de los comuneros, excepto por lo que hacía a los cabecillas.
6
7
Sobre don Fadrique Enriquez, Almirante de Castilla, poeta, protector de las letras y, además, deseoso de reforma espiritual, cfr. Marcel Bataillon, Erasmo y España, MéxicoBuenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 1966, pp. 183-185; Juan Bautista Avalle Arce, «Rasguño de un humanista enrevesado. El Almirante don Fadrique Enriquez», en Homenaje a Eugenio Asensio, Madrid, Ed. Gredos, 1988, pp. 67-77. Sobre su actividad como político, véase las obras citadas, supra, en la nota 4. Acerca de su quehacer poético, cfr. Ian Macpherson, «Conceptos e indirectas de la poesía cancioneril: el Almirante de Castilla y Antonio de Velasco», en Estudios dedicados a James Lesile Brooks, presentados por sus colegas, amigos y discípulos, Barcelona, Puvill, 1984, pp. 91-105. Véase la reproducción del texto hecha por Amalio Huarte en Relaciones de los reinados de Carlos Vy Felipe II, Madrid, Sociedad de Bibliófilos Españoles, 1950, «Segunda época», XXV, pp. 1-41.
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I. 3. Afirmación del poder imperial y proceso propagandístico Pero, al regresar a España, a mediados de 1522, Carlos V quiso restablecer su poder real maltratado, en el marco de un estado moderno y centralizado en plena organización. Tomó la decisión de examinar personalmente (con la ayuda de sus consejeros) los expedientes de los comuneros, inclusive de todos los que se habían beneficiado de un indulto. Así se proclamó y se publicó un Perdón que encerraba una relación de la sublevación y si bien se perdonaba a las ciudades rebeldes, se excluía del indulto a los responsables e individuos que habían ostentado su fervorosa adhesión a la Comunidad, o sea unas 293 personas 8 . Las condenas fueron muy duras y el soberano quiso que todo esto se supiera, manejando de tal modo una pedagogía del medio 9 para impedir la repetición de semejante puesta en tela de juicio de la autoridad real10. En la organización de la represión contra los comuneros, hubo, por parte del poder real, utilización de pregones y de textos que se difundieron oralmente y por escrito. De tal manera, se perpetuó, para amplios sectores de la población urbana, el recuerdo del crimen perpetrado contra la autoridad real. Con las Comunidades tenemos un ejemplo llamativo del desarrollo de la opinión pública, así como de la multiplicidad de los circuitos de difusión de la propaganda con la manipulación consiguiente (sermón, pregón, impresos, lecturas colectivas, difusión oral de noticias, pero también circulación de textos manuscritos).
8
9 10
El texto lo imprimió Guillén Arnao de Brocar, en Valladolid, en octubre de 1522. Un ejemplar del texto impreso (hay varias copias manuscritas) se encuentra en la B.N.M. (R. 12650) y otro en la Biblioteca del Escorial (ms. 1I-V-3). La portada lleva el título: Perdón general y va acompañada de las armas imperiales: las de España con las columnas de Hércules y el Toisón. El texto, lo ha reproducido José Quevedo en apéndice al relato de Juan Maldonado, El movimiento de España o sea la revolución conocida con el nombre de Comunidades de Castilla, Madrid, Imprenta de D.E. Aguado, 1840, pp. 340-351. Sobre esta pedagogía del miedo, véase Jean Delumeau, La peur en Occident (XlVeXVIIIe siècles), Paris, Fayard, 1978, en particular pp. 170 y ss. Carlos V, unos 18 años después, reprimió también muy duramente la rebeldía de los habitantes de Gante sublevados. Se utilizó entonces el mismo esquema y se publicó una relación en que, en la portada, debajo de las armas imperiales, se lee lo siguiente: Traslado de la sentencia que su Magestad a dado contra los de la villa de Gante. MDXCL (s. 1., s. i.). Puede verse el texto de dicha relación en Pliegos sueltos sobre el Emperador Carlos Quinto (Relaciones en prosa), ed. de Antonio Pérez Gómez, Valencia, «[...]la font que mana y corre [...]», 1958; col. «Duque y Marqués», XIII, pp. 77-83.
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El rey y los que le rodeaban guardaron un recuerdo muy nítido de lo que había pasado durante la sublevación y supieron emplear los canales de propaganda evocados en numerosas ocasiones para difundir sus concepciones y asentar su política. Son pues unos cuantos casos significativos de este proceso los que deseamos evocar ahora, limitándonos, no obstante, a un aspecto del conjunto, la utilización por el poder de las relaciones de sucesos impresas en época de Carlos V, a través de algunos ejemplos llamativos.
II. La política imperial Sin embargo, antes de pasar adelante, hay que tener muy presente una de las características fundamentales de la época del César. Castilla aceptó a regañadientes la política imperial llevada a cabo por Carlos V. Los castellanos tenían la impresión -y era una realidad- que ellos pagaban la mayor parte del coste de una política internacional de la cual no sacaban, a su modo de ver, ningún beneficio. Querían que el soberano solucionara los problemas con los cuales tenían que enfrentarse, en particular que se hiciera la paz con los otros pueblos cristianos y se organizara una expedición contra los berberiscos de Argel que hacían incesantes correrías a lo largo de las costas mediterráneas de la Península. Lo que preocupaba al contrario al Emperador era la situación en Italia y en Alemania con el problema de los luteranos, así como las embestidas del Turco, que iba ganando terreno en Europa central y dominaba el Mediterráneo, representando un peligro certero para los «reinos hispánicos» de la península italiana11. Pero hasta la política en Italia no interesaba fundamentalmente a la mayoría de la población española aún cuando tenía sus repercusiones en el enfrentamiento con Francia. Por ello las dificultades de Carlos V, siempre falto de dineros a pesar de los préstamos de los banqueros alemanes, para conseguir subsidios de sus súbditos, tanto por parte de las Cortes como de los nobles y de los representantes del clero, fueron grandes y éstos difícilmente aceptaron contribuciones específicas aún para luchar contra el Turco, a pesar de ser el enemigo declarado de la Cristiandad. Ello fue muy patente por ejemplo en 1527 y el rechazo llegó a tanto que Martín de Salinas,
11
Véanse José María Jover, Carlos Vy los españoles, Madrid, Rialp, 1963, pp. 49 y ss; Augustin Redondo, «Les Espagnols et la conscience européenne à l'époque de Charles Quint», en La conscience européenne au XVe et au XVIe siècle, Paris, Collection de l'École Normale Supérieure de Jeunes Filles, 1982, pp. 366-377; cfr. pp. 374 y ss; etc.
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embajador del rey de Romanos Fernando, el propio hermano del Emperador, le escribe una carta a su señor, en que declara que para los castellanos lo del Turco y de su peligro es un invento de Carlos V para intentar sonsacar dineros a los pueblos hispánicos 12 . Por otra parte, los súbditos españoles deseaban que el soberano se quedara en España, que se dejara ver y comunicar, que desempeñara el papel real que le incumbía, tanto desde un punto de vista efectivo como simbólico. Y al contrario, Carlos V estuvo fuera de España durante una buena parte de su vida. De ahí una cierta incomprensión mutua y el deseo constante, por parte del Emperador, de hacer aceptar su política. Basta con leer las cartas mandadas al César por la emperatriz Isabel cuando ésta se quedó como regente de los reinos hispánicos, durante la ausencia de su esposo (en 1528-1533, en 1535-1536 y en 1537-1538), para percibir todo esto y darse cuenta de que la preocupación constante del soberano era conseguir dineros y más dineros de Castilla, mientras que Isabel insistía en la necesidad de que su real esposo volviera a España y emprendiera por fin la expedición contra Argel 13 . Ahora se comprenderá mejor por qué Carlos V y su Cancillería aprovecharon todas las ocasiones para difundir la ideología imperial y las prioridades que habían privilegiado y por qué, con este fin, utilizaron el canal de las relaciones de sucesos. Se trataba de «promocionar» al César y a la política llevada a cabo, valiéndose de todo lo que podía presentarse de manera positiva. Para ello, la Cancillería puso manos a la obra y también se sirvió de colaboraciones muy diversas, pero siempre con la misma finalidad.
II. 1. La política en Italia El primer acontecimiento que se utilizó fue la batalla de Pavía de 1525, en la cual, gracias a la artillería imperial, se halló destrozada la flamante caballería
12
13
Cfr. Ramón Carande, Carlos Vy sus banqueros, 3 vols., Madrid: Sociedad de Estudios y Publicaciones, 1959-1967, II, p. 437. La Correspondencia de Martín de Salinas la publicó Antonio Rodríguez Villa bajo el título: «El Emperador Carlos V y su corte, 1522-1539», en Boletín de la Real Academia de la Historia, ts. XLII, XLIII, XLIV, XLV y XLVI (1903-1905). Dichas cartas han sido publicadas por María del Carmen Mazario Coleto en su libro Isabel de Portugal, emperatriz y reina de España, Madrid, CSIC, 1951, pp. 243 y ss.
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francesa y el propio Francisco I cayó preso entre las manos del ejército de Carlos V. El que desempeñó un papel activo en la correspondiente Relación de las nuevas de Italia (Ila-b) fue nada menos que Alfonso de Valdés -el erasmista secretario del Gran Canciller Gattinara y poco después secretario imperial, el famoso autor de los dos diálogos de Las cosas acaescidas en Roma y de Mercurio y Carón-, quien redactó el texto por encargo del Consejo del soberano y lo hizo imprimir14. La portada es muy significativa, ya que va encabezada por las armas reales, con el águila bicéfala, el Toisón de Oro, la corona imperial y la célebre divisa de Carlos V, «Plus Ultra», que enlaza las columnas de Hércules. La relación tiene pues un carácter oficial indiscutible, se apoya en la autoridad del monarca y las armas del soberano invaden el espacio de la portada. El título une la técnica de la relación con la de la carta, ya que el relato se ha elaborado a partir de las epístolas mandadas por los capitanes del monarca, o sea, por testigos de vista. El texto no puede sino decir verdad. Por otra parte, hasta gráficamente, se pone de relieve el triunfo del monarca, Emperador y Rey, uniendo de tal modo los dos títulos ostentados por Carlos (el imperial y el real)
14
El texto de la relación (un ejemplar en la BNM) se publicó en facsímil por Sánchez Rayón a fines del siglo XIX. Es el texto que utilizamos. Se puede ver asimismo en apéndice al libro de Fermín Caballero, Alonso y Juan de Valdés, Madrid, 1875; col. «Conquenses ilustres», t. IV, pp. 489 y ss. Sobre Alfonso de Valdés, además del estudio precedente y de Erasmo y España de M. Bataillon, op. cit., pp. 226 y ss., véase en particular: José F. Montesinos, Introducción a su ed. del Diálogo de las cosas ocurridas en Roma, Madrid, Espasa Calpe, 1965; «Clásicos Castellanos», 89, pp. IX-LXXV; Dorothy Donald y Elena Lázaro, Alfonso de Valdés y su época, Cuenca: Diputación Provincial, 1983; Ana Vian, El «Diálogo de Lactancio y un arcediano» de Alfonso de Valdés: obra de circunstancias y diálogo histórico. Roma en el banquillo de Dios, Toulouse, Presses Universitaires du Mirail, 1994; Margherita Morreale, «Alfonso de Valdés y la Querela Pacis de Erasmo», en Aureum Saeculum Hispanum. Festschriftfür Hans Fiasche zum 70. Geburtstag, Wiesbaden, 1983, pp. 231-244; Id., «Para una lectura de la diatriba entre Castiglione y Alonso de Valdés sobre el saco de Roma», en Nebrija y la introducción del Renacimiento en España, Salamanca, Ed. Universidad de Salamanca, 1983, pp. 65-103; Dietrich Briesemeister, «La repercusión de Alfonso de Valdés en Alemania», en El erasmismo en España, ed. de M. Revuelta Sañudo y C. Morón Arroyo, Santander, Sociedad Menéndez Pelayo, 1986, pp. 441-456. Cfr. Además los trabajos reunidos en el volumen Los Valdés: pensamiento y literatura, Cuenca, Instituto Juan de Valdés, Ayuntamiento de Cuenca, 1997; etc.- Nótese que la batalla de Pavía provocó una serie de escritos políticos publicados en pliegos sueltos y en romanceros; sobre el particular, véase: Paolo Pintacuda, La battaglia di Pavia nei pliegos poetici e nei romanceros, Lucca, Mauro Baroni Ed., 1997; col. «Agua y Peña».
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en el mismo éxito, es decir que este triunfo es también el de toda España y así ha de considerarse. Por lo demás, gracias a la tipografía, el éxito de Carlos está puesto de realce con las mayúsculas de «Emperador» y de «Rey», mientras que el vencido, Francisco I, es el rey de/rancia, estando escritas las dos palabras con minúsculas. Hay un deseo de exaltar a Carlos y de hacer asumir el éxito de Pavía por los reinos hispánicos. Por otro lado, la relación encierra una lista de cinco páginas de prisioneros franceses (empezando por el soberano) y de muertos galos, abundando los grandes señores. Al contrario, entre los imperiales, escribe Valdés, «murió muy poca gente». La relación inserta asimismo la carta que la madre de Francisco I le escribió a Carlos V implorando la benevolencia de éste para con su hijo. El Emperador, enaltecido sobre manera, aparece ahora como el monarca más importante de la Cristiandad y la dignidad imperial que ostenta lo designa («Dios milagrosamente le a dado esta victoria», apunta Valdés), dentro de una perspectiva mesiánica que prolonga la que imperó en tiempos de los Reyes Católicos, para «yr a buscar los turcos y moros en sus tierras», reconquistar Constantinopla y Jerusalén con la Casa Santa y hacer reinar la fe de Cristo sobre la faz de la tierra15. Todo está puesto en obra para que Castilla asuma plenamente esta victoria y para satisfacer a los españoles (la mención de los «moros» puede verse como una alusión al África del Norte y a los berberiscos). Es muy posible que,
15
Véase II b.- Sobre el mesianismo, cfr. especialmente: Alain Milhou, Colón y su mentalidad mesiánica en el ambiente franciscano español, Vallado lid, Publicaciones de la Casa Museo de Colón y del Seminario Americanista de la Universidad, 1983; Id., «La chauve-souris, le Nouveau David et le Roi Caché (trois images de l'empereur des derniers temps dans le monde ibérique, XlIe-XVIIe siècles)», en Mélanges de la Casa de Velázquez, XVIII-1,1982, pp. 61-78; Juan Sánchez Montes, Franceses, protestantes, turcos. Los españoles ante la política internacional de Carlos V, Madrid, CSIC, 1951, pp. 98 y ss.; Augustin Redondo, «Mesianismo y reformismo en Castilla a raíz de la batalla de Pavía: el Memorial de don Beltrán de Guevara dirigido a Carlos V (1525)», en Homenaje a José Antonio Maravall, 3 vols., Madrid, Centro de Investigaciones Sociológicas, 1985, III, pp. 237-257; Luis Cardaillac, Morisques et chrétiens. Un affrontement politique (¡492-1640), Paris, Klincksick, 1977, pp. 407 y ss. Véase además los trabajos de Alain Milhou y Augustin Redondo en el volumen La prophétie comme arme de guerre des pouvoirs (XVe-XVIIe siècles), ed. de A. Redondo, Paris, Presses de la Sorbonne Nouvelle, 2000. Sobre este contexto y lo que implica, véase también: José Antonio Maravall, Carlos V y el pensamiento político del Renacimiento, Madrid, Instituto de Estudios Políticos, 1960, pp. 97-99; Augustin Redondo, Antonio de Guevara (14807-1545) et l'Espagne de son temps, Genève, Droz, 1976; «Travaux d'Humanisme et Renaissance», CXLVIII, pp. 234-235 y 588-589.
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entonces, la opinión pública fuera bastante favorable a Carlos V y a su acción. Es que además el soberano residió durante unos años en Castilla y le nació un hijo en Valladolid poco después, el futuro Felipe II (en 1527). Parecía que ya veían con satisfacción los castellanos que varias de sus peticiones recibían una respuesta positiva. No obstante, mientras se estaba festejando el nacimiento del infante, llegó a la Corte la noticia del saco de Roma (de mayo de 1527) llevado a cabo después de la muerte del duque de Borbón, el general en jefe, por las tropas imperiales, entre las cuales se decía que había lansquenetes alemanes luteranos, enviados por el infante don Fernando. Carlos V, que no había querido tan violenta solución (el papa estaba preso en su castillo Santángel y se cometieron muchas atrocidades, sacrilegios y robos), se encontró en un trance, porque además los Grandes y prelados le manifestaron su profundo descontento. Intentó contrarrestar la campaña negativa que se preveía en sus reinos españoles16. Sabemos desde hace poco, gracias a una carta mandada por el monarca al Municipio de Málaga el 15 de julio de 1527 -pero debieron de existir otras semejantes enviadas a las demás ciudades españolas- que el soberano y sus consejeros dieron su propia versión del acontecimiento. El saco debía recaer sobre los soldados que, al no tener jefe, se desmandaron, pero Carlos seguía siendo el hijo obediente de Su Santidad y sentía profundamente lo que había pasado. Pide pues encarecidamente al Ayuntamiento que avise a los monasterios y predicadores «para que con la mayor prudencia y religión lo expongan al público»17. Se ve una vez más cómo el poder quiere que se utilicen los sermones de los predicadores para invertir la situación, desechar toda responsabilidad y lograr justificar la política llevada a cabo, manipulando una opinión pública que empezaba a ser adversa al monarca porque la noticia del saco y de sus horrores había comenzado a difundirse. Pero era necesario ir mucho más allá, llevando la propaganda a otro terreno. Para la gente más instruida, Alfonso de Valdés escribió el Diálogo de las cosas 16
17
Sobre el saco de Roma, véanse André Chastel, Le sac de Rome, 1527, Paris, Gallimard, 1977; Antonio Rodríguez Villa, Memoria para la historia del asalto y saqueo de Roma en 1527, Madrid, Imprenta de la Biblioteca de Instrucción y Recreo, s. a. [=1875]; Vicente de Cadenas y Vicent, El saco de Roma de 1527por el ejército de Carlos V, Madrid, Instituto Salazar y Castro del CSIC - Hidalguía, 1974; Ana Vian, El 'Diálogo de Lactancio y un arcediano' [...], op. cit. Véase asimismo los diversos trabajos reunidos en el volumen: Les discours sur le sac de Rome de 1527: pouvoir et littérature, ed. de A. Redondo, Paris, Presses de la Sorbonne Nouvelle, 1999. Carta del 15 de julio de 1527 (Archivo Municipal de Málaga, Provisiones, vol. X, fols. 145-146).
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acaescidas en Roma en que hacía recaer sobre el Papa la culpa de lo que había ocurrido y justificaba en cierto modo lo que había pasado como el único modo de limpiar a Roma, esa «Babilonia de todos los vicios», y de poder alcanzar de tal modo, gracias al Emperador, una auténtica renovación cristiana 18 . El texto de Valdés no llegó a publicarse entonces pero circuló bajo forma manuscrita. Paralelamente, para un público mucho más amplio y analfabeto, surgió, a partir de los círculos cercanos al César, el célebre romance Triste estaba el Padre Santo (Ib) que tuvo gran difusión escrita y oral, difusión que se prolongó mediante dos glosas impresas asimismo en pliegos. Sin ocultar los excesos cometidos, valiéndose de una relación algo particular y gracias a una significativa puesta en escena, hacía del Papa, sin decirlo explícitamente, un verdadero Anticristo, incapaz de gobernar la nave de San Pedro, el único responsable de lo que había sucedido. Pero yendo más allá aún, llegaba a insertar la empresa romana entre las gestas castellanas y a hacer de ella una de las glorias de España, con una perspectiva castellana «nacionalista». Como hemos publicado hace poco un trabajo sobre el tema, no insistiremos más sobre este romance 19 . Lo que sí es interesante es ver cómo el poder utiliza el sermón, el texto manuscrito, la tradición romanceril que no sólo conduce a la oralidad y al canto, sino que cuaja en pliegos impresos y se difunde también con las glosas correspondientes, para influenciar la opinión pública y conducirla a sentirse ufana de algo tan detestable como el saco de Roma unido a la política imperial, invirtiendo todas las perspectivas y sirviéndose, para ello, de la religión y del «nacionalismo». El tercer momento de esta propaganda imperial tan específica corresponde al año 1530, con la coronación imperial de Bolonia 20 .
18 19
20
Véase supra, nota 14, en particular los libros de M. Bataillon, Erasmo, pp. 185-186 y de A. Vian, El «Diálogo de Lactancio» [...], op.cit. Véase Augustin Redondo, «Le sac de Rome de 1527 et sa mise en scène: le romance 'Triste estava el Padre Santo'», en Littérature et politique en Espagne aux siècles d'or, ed. de Jean-Pierre Étienvre, Paris, Klincksieck, 1998, pp. 31-51. Sobre el valor simbólico de la coronación imperial de Bolonia, véase José Antonio Maravall, Carlos Vy el pensamiento político del Renacimiento, op. cit., 1960, pp. 129 y ss. - Sobre la coronación como tal, véase la evocación del cronista del soberano, Pedro Mexía, Historia del Emperador Carlos V, ed. de Juan de Mata Carriazo, Madrid, Espasa Calpe, 1945, pp. 536-539. Véanse además, Manuel Fernández Álvarez, La España del Emperador Carlos V (1500-1558; 1517-1556), Madrid, Espasa Calpe, 1979; col. «Historia de España» dirigida por R. Menéndez Pidal, t. XX, pp. 454 y ss., o, del mismo, Carlos V, el César y el Hombre, Madrid, Fundación Academia Europea de Yuste -
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Recuérdese que Carlos V recibió entonces, de manos del Papa, las dos coronas que le faltaban: la de hierro como rey de Lombardía y la de oro, o sea la del Imperio Romano, habiendo ya recibido en Alemania la de plata, la que correspondía a los reinos germánicos. Si bien la reconciliación entre los dos poderes máximos, el espiritual (el del papa) y el secular (el del Emperador) venía a ser una realidad, si Carlos aparecía como el hijo fiel de la Iglesia y deseaba borrar los acontecimientos de 1527, no quiso sin embargo el César que la ceremonia se desarrollara en Roma, donde normalmente hubiera tenido que verificarse, porque la Ciudad Eterna llevaba las señales fehacientes del saco en muchas partes y la población romana no podía sino serle adversa. En Bolonia, nada de eso y además el Soberano Pontífice había tenido que salir de la Santa Sede y desplazarse a una ciudad sobre la cual no tenía el mismo poder efectivo. En la lucha entre los dos poderes, con los símbolos correspondientes, esto era ya muy significativo y no dejó de comentarse. El momento había llegado de que los castellanos asumieran por fin la dignidad imperial y borraran de sus memorias los trágicos acontecimientos anteriores. Es de suponer que los sermones exaltarían la ceremonia, la dignidad imperial y la unión entre el Papa y el monarca. De la ceremonia final (el 24 de febrero de 1530), se imprimieron dos relaciones en lengua castellana (Illb y IV), que son complementarias y tienen una finalidad propagandística evidente21. La primera (Illb), traducción de un texto escrito en latín, se debe al humanista erasmista Diego Gracián de Alderete, entonces secretario de don Francisco de
21
Espasa Calpe, 1999, pp. 417-420, etc.; Vicente de Cadenas y Vicent, La doble Coronación de Carlos Ven Bolonia, Madrid, Hidalguía, 1985. Cfr. también: Roy Strong, Les fétes de la Renaissance (1450-1650). Art etpouvoir, Le Méjan, Sorlin, 1999, cap. II: «Images d' Empire. Charles Quint et les voyages impériaux», pp. 143 y ss. La primera, la de Diego Gracián de Alderete, impresa en 1530, se encuentra en la Biblioteca Nacional de Madrid (R. 197) y ha sido reproducida por Antonio Pérez Gómez en Pliegos sueltos sobre el Emperador Carlos V (Relaciones en prosa), op. cit., pp. 3-50. La segunda, la que imprime Bartolomé Pérez en Sevilla, en 1530, está también en la BNM: R.29995. Ha sido reproducida por Amalio Huarte en Relaciones de los reinados de Carlos Vy Felipe II, op. cit., II, pp. 125-133. Véase también Los Aus trias. Grabados de la Biblioteca Nacional, Madrid, Biblioteca Nacional-Julio Ollero Editor, 1993, pp. 95-96. - No consta que se imprimieran otras relaciones en castellano, pero hubo otras, manuscritas, en español (véase Jenaro Alenda y Mira, Relaciones de solemnidades y fiestas públicas en España, 2 vols., Madrid, Establecimiento tipográfico «Sucesores de Rivadeneyra», 1903,1, p. 24). Asimismo, salieron relaciones del suceso en otras lenguas (ibid., 1, pp. 23-25).
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Mendoza, obispo de Zamora y presidente del Consejo de la emperatriz Isabel, regente de los reinos hispánicos. Diego Gracián, que sería posteriormente secretario imperial 22 , traduce el texto a instancias de don Francisco, o sea, que se trata de un encargo oficial y así aparece desde la portada con las armas imperiales que invaden el frontispicio, el título llamativo, La coronación imperial, y el privilegio imperial concedido. En realidad, se trata de representar la ceremonia en términos generales y de exponer el simbolismo de las tres coronas, el de los atributos del César (el globo, la espada, etc.), todo lo cual se puede aplicar fácilmente a la majestad de Carlos V. La segunda relación (IV), encabezada por una magnífica portada, es una evocación de la ceremonia efectiva. El autor, y tal vez el grabador, parece ser un tal Pedro Álvarez. Aparece en el lema de la parte superior de la portada, y, en todo caso, el redactor del relato era alguien que estuvo en contacto estrecho con el núcleo imperial de Bolonia. Publica en Sevilla, en casa de Bartolomé Pérez, en 1530, el relato de la coronación. En esta relación, y con fines propagandísticos, se unen en una lograda simbiosis el elemento icònico visual, el relato en prosa y una prolongación en verso bajo forma de un villancico que acaso fue cantado y exalta a Carlos, a la unión entre el Papa y el César y al esplendoroso destino de España. La portada es ya muy llamativa porque integra una serie de elementos reveladores y se divide en tres núcleos que deben de corresponder a tres tacos diferentes. En la parte superior encuadrada, dos pequeñas viñetas a cada lado, evocando la de la izquierda, por el prognatismo y la barba, una representación de la cabeza de Carlos V. Debajo del lema clásico «la fortuna ayuda a los audaces», que parece relacionarse con Pedro Álvarez -pero que tal vez podría aplicarse al Emperador-, se encuentran unas figuras mitológicas con un centauro y un Hércules, alusión posible a la fuerza del invictísimo monarca y asimismo, acaso, a su filiación mitológica.
22
Sobre Diego Gracián de Alderete, que dejó una sátira (Speravi) y una colección de cartas dirigidas a varias personas del entorno imperial y, además, tradujo del griego obras de Plutarco, Tucídides, Jenofonte, etc., amen de otros textos escritos en particular en francés, véase: Antonio Paz y Melia, «Otro erasmista español: Diego Gracián de Alderete», en Revista de Archivos y Bibliotecas y Museos, V, 1901, pp. 27-36, 125-139 y 608-625; Lorenzo Riber, «Diego Gracián, su familia y Santa Teresa», en Boletín de la Real Academia Española, 1954, pp. 225-255; J. García López, «Diego Gracián de Alderete, traductor de los Moralia de Plutarco», en Los humanistas españoles y el humanismo europeo, Murcia, Ed. de la Universidad, 1990, pp. 155-164. Véase por fin M. Bataillon, Erasmo y España, en particular pp. 268-269 y 623-625.
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En la parte inferior, entre unos grifos, las armas imperiales con el águila bicéfala, el toisón de oro y la corona. No obstante, el blasón de España se halla reducido a una representación de Castilla y León como si se quisiera insistir sobre que el César es, en primer lugar, rey de Castilla y León y se deseara dar a entender que la dignidad imperial engrandece primero a los castellanos. En el centro de la imagen, entre unas columnas que pueden evocar las de Hércules, está la escena más importante, subrayada por un rectángulo negro y encabezada por un título significativo, sobre el cual vamos a volver. En la parte izquierda, el papa Clemente VII, con la tiara, sentado en una silla de alto dosel, rodeado de cardenales y obispos, está coronando al Emperador arrodillado. Carlos está vestido muy sencillamente, no lleva barba y se ha eliminado su prognatismo (se tratará probablemente de la recuperación de un grabado anterior, tal vez del de su abuelo el emperador Maximiliano). Tampoco aparecen en su vestido -cuya sencillez es llamativa- ninguno de los atributos de la majestad soberana. Esta aparenta humildad del César se halla compensada por la presencia de los cortesanos imperiales a mano derecha, vestidos ellos también con sencillez, pero que enseñan con el dedo índice la escena a la cual están asistiendo, llamando pues la atención sobre la coronación. Además, en el trasfondo, aparecen las tropas de Carlos V (infantes y jinetes), símbolo del poder secular del Emperador, como si estuvieran vigilando la escena e indicando: «aquí está el verdadero poder del César»23. Por encima de esta escena central, se halla el título llamativo en que los elementos clave se encuentran en las dos primeras líneas. Empieza por un adjetivo muy revelador: maravilloso, como si la coronación no pudiera sino suscitar necesariamente esa admiración y ese pasmo implicados por el primer sustantivo, actitud que corresponde a la de los cortesanos. Además, Carlos V ya está calificado por unos términos que van a repetirse continuamente a partir de los años 1530: el invictísimo, el serenísimo, serenidad que revela su majestad y el dominio personal implicado por la suprema realeza, indicada por la palabra César, que le entronca con toda la tradición imperial antigua. Por fin, figura, no sólo como el Emperador, sino como el Rey, lo que parece remitir directamente a la otra tradición, a la hispánica, ya valorada en la relación de Valdés de 1525. De tal modo, la imagen y el título constituyen la síntesis significante de la relación. La imagen ha venido a ser fundamental y el texto en prosa del relato no es sino un puro comentario de dicha imagen. De ahí que venga a ser más que 23
No se olvide que las guerras en Italia, unidas a la formación de la liga de Cognac, habían acabado hacía poco y que se estaba en una situación de paz armada. Las hostilidades podían volver a empezar en cualquier momento.
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una descripción de la ceremonia, una manera de insistir en la majestad soberana y sus atributos, así como un modo de poner de relieve a los cortesanos que presenciaron el espectáculo, insertando una larga lista de señores españoles. Se trata de una representación mimética de los castellanos lectores que ven por los ojos de esos espectadores representados en la imagen y vienen a ser, a su vez, espectadores de la ceremonia, dentro de un sistema de puesta en abismo muy revelador, en que interviene un juego de espejos entre el que ve desde dentro y el que ve desde fuera de la imagen. Desde ese punto de vista también el texto y la imagen se comentan mutuamente. A partir de esos años, el poder imperial utilizará cada vez con más frecuencia el impacto de la imagen en las relaciones de sucesos que difunda directa o indirectamente. El cuarto momento sobre el cual queremos insitir en este recorrido es el que corresponde al discurso de Roma de 1536. Después de la toma de La Goleta y Túnez en 1535, Carlos V recorre Italia y llega a Roma en un momento de crisis prolongada entre él y Francisco I. Pronuncia entonces el César un discurso, el 17 de abril de 1536, ante el Papa, el Sacro Colegio, los embajadores del Rey de Francia y los de Venecia 24 . Después de haber apuntado los excesos de Francisco I y el no respeto del tratado de Madrid, lo desafía según la vieja tradición medieval para que, gracias a una verdadera ordalía, se evite la guerra a punto de estallar. Sabemos por una carta de Martín de Salinas al rey de Romanos Fernando, enviada unos días después, que «la habla fue muy larga» 25 . Eso quiere decir que las relaciones que se publicaron entonces no podían sino ser una versión muy reducida de lo dicho, con una finalidad propagantística evidente26.
24
Sobre el viaje por Italia y la estancia en Roma, véase por ejemplo Angela Mariutti, «El paso por Italia de Carlos V en 1535-1536, en informes confidenciales de la época», en Cuadernos Hispanoamericanos, XXXVI, 1958, pp. 320-334. Véase asimismo lo que hemos escrito en nuestro libro, Antonio de Guevara [...], pp. 414-422. Acerca de la entrada en Roma y de su significado, véase André Chastel, «Les entrées de Charles Quint en Italie» en Fêtes et cérémonies au temps de Charles Quint, ed. de Jean Jacquot, vol. II de Les fêtes de la Renaissance, Paris, CNRS, 1960, pp. 197-206; Id., Le sac de Rome, 1527, cap. VI: «Réparation pontificale, triomphe impérial», pp. 291 y sigs. Véanse asimismo las diversas relaciones, en varias lenguas, impresas o manuscritas, que ocasionó el suceso: J. Alende y Mira, Relación de solemnidades [...], op. cit., I, pp. 3334.
25
Véase M. de Salinas, Correspondencia, op. cit., BRAH, t. XLV, p. 131. Para otros testimonios y el tema del discurso, véase nuestro libro Antonio de Guevara [...], p. 314. Ibid., pp. 314-315.
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Salieron por lo menos tres textos en castellano. Hemos reproducido las portadas de dos de ellos, que son muy significativas (Va-b)27. El frontispicio de la primera relación (Va) se refiere a los hechos de manera general y se halla valorado por la autoridad que le confieren las armas imperiales y el hecho de que toma la narración la forma de una carta enviada desde la Corte del César. La portada de la segunda (Vb) es mucho más interesante, aunque el relato es anónimo como el precedente. Se presenta también bajo la forma de una carta, pero el título va precedido de un grabado en que se asocian las armas del Papa y del Emperador, lo que perpetúa gráficamente la unión ya ostentada en 1530. Carlos V insiste en la mala actuación del rey de Francia mientras que él, el César, afirma una vez más que «pedía y quería la paz»28, lo que implica que el responsable del conflicto no puede ser sino Francisco I. Y la grandeza y majestad del Emperador es tal -escribe el relacionero- «que en el tiempo que ha estado en Roma no se halla persona que aya echado mano a espada ni tomase un pan sin pagarlo». Bien se ve cómo la propaganda imperial, con destino a los españoles, ensalzaba la figura del César y hacía recaer sobre Francisco I la culpa de la guerra que empezó poco después. Así se podría solicitar mejor la ayuda económica de los castellanos.
II. 2. El enfrentamiento con Francia En realidad, estos enfrentamientos con Francisco I habían empezado otra vez, a raíz de la prisión del rey de Francia y del tratado de Madrid de 1526, cuando 27
28
La primera, la sacamos de los Apuntes manuscritos (entre los cuales se encuentran varias relaciones de sucesos) de Juan Páez de Castro, cronista de Carlos Quinto; estos apuntes están en la Biblioteca del Escorial (&. III. 10, n° 26). Hay otro ejemplar en la BN de Madrid (R. 38 994). Según Jaime Molí, por la tipografía, puede considerarse que la relación salió de las prensas de Pedro Tovans, en Medina del Campo (Nuevas adquisiciones de impresos antiguos de la Biblioteca Nacional. Siglos XVI-XVII, Madrid, Imprenta de la Biblioteca Nacional, 1995, p. 31, n° 64). - La segunda está en la Biblioteca de la Hispanic Society of America de Nueva York. Véase la reproducción hecha por Antonio Pérez Gómez en Pliegos sueltos sobre el Emperador Carlos V (relatos en prosa), n° III, pp. 65-72. Nótese que circuló, manuscrita y tal vez impresa, otra relación que acaba de manera significativa ya que inserta las últimas palabras atribuidas al César, al final de su discurso: «que quiero paz, que quiero paz, que quiero paz». - Sobre este texto, su utilización por los contemporáneos de Carlos V y luego, en el siglo XX, por varios críticos e historiadores (en particular por Américo Castro), véase nuestra obra Antonio de Guevara [...], pp. 313-315.
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el soberano francés no quiso respetar lo que implicaba el convenio, por decir que lo había firmado sin estar libre de poder verdaderamente optar por lo que deseaba29. Las cosas empeoraron de tal manera que, en 1528, el Emperador dijo con relación a Francisco I, considerado como perjuro, «que lo había hecho laschement y meschantement» o sea de una manera vil y bellaca, términos particularmente insultantes aplicados al que se preciaba de ser el rey caballero. Éste dijo entonces, dirigiéndose a Carlos, desde su reino, que «mentía por la gorja» y lo desafiaba, desafío que no surtió efecto positivo, a pesar de la aceptación del César, lo que de nuevo provocó la guerra. El Emperador, con fines propagandísticos y para disculparse de lo que pasaba, pidió al secretario Gonzalo Pérez, humanista y futuro traductor de la Ulixea de Homero (por lo demás padre del célebre Antonio Pérez) que relatara lo sucedido, bajo la autoridad del Consejo Real30. Pérez, beneficiándose del privilegio imperial, publicó la relación correspondiente en 1528 (Illa) 31 : lleva en la portada las armas del monarca, lo que le comunica un significativo carácter oficial. Todo está puesto en obra en el texto para exaltar la lealtad y generosidad de Carlos V y, al contrario, la vileza de Francisco I, manera de intentar conseguir la aprobación y, consecuentemente, los dineros de los castellanos.
II. 3. La lucha contra el Turco Entre las fechorías que el César le reprochaba al soberano francés, una de las que aparecía con frecuencia era la de no haberle ayudado en su lucha contra el Turco, en defensa de la Cristiandad, sino de haber tenido contactos con Solimán hasta el punto de firmar un convenio con él. Precisamente, en septiembre de 1526, los Otomanos, que habían entrado en Hungría, penetran en Buda y el rey de dicho reino, Luis II, el propio cuñado de Carlos V, muere en Mohacz, al pelear contra Solimán. Para el Emperador, el 29
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Sobre las relaciones conflictivas entre Francisco I y Carlos V, véase por ejemplo el estudio clásico y siempre válido de M. Mignet, Rivalité de François 1er et de Charles Quint, 2 vols., Paris, Didier et Cie, 1875, y, sobre los años 1527-1528, después del saco de Roma, más directamente II, cap. XI, pp. 3 8 l y ss. Acerca de Gonzalo Pérez, que fue, en particular, secretario de Carlos V y luego de Felipe II, véase la documentada obra de Angel Gonzalez Palencia, Gonzalo Pérez, secretario de Felipe segundo, 2 vols., Madrid, CSIC, 1946. Esta relación puede verse reproducida en el volumen Relaciones de los reinados de Carlos Vy Felipe II (Relaciones en prosa), III, pp. 57 y ss.
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peligro turco se precisaba cada vez más y había que luchar decididamente contra él. Para ello, era necesario suscitar una verdadera campaña de opinión en favor de la cruzada contra los Otomanes con el fin de alcanzar dineros y poder contrarrestar los progresos de Solimán. En una consulta de noviembre de 1526, los Consejeros del César le indican que es indispensable que escriba a los prelados y a los superiores de las órdenes para que fagan que los predicadores y confesores prediquen a los pueblos el peligro de la Cristiandad y las crueldades de los enemigos de la fe [...] para losyncitary conmover al remedio12. Al mismo tiempo, se preve la reunión de las Cortes y asimismo de los prelados, Grandes y caballeros para pedir subsidios 33 . Paralelamente a los sermones, aparecen unas coplas impresas (Vía) que debieron de alcanzar amplia difusión y se escribieron a finales de 1526 o principios de 1527, por Alonso de Toro (que también redactó otros textos), el cual apoya decididamente la política imperial a través de una relación de lo que ha pasado en Hungría, con detalles que saldrían probablemente de la Cancillería del César 34 . Los versos, que tal vez llegaron a cantarse, embisten tanto contra el Papa y los prelados como contra los Grandes y caballeros pues han preferido guardar sus ducados y seguir viviendo placenteramente en vez de ayudar con sus dineros y su persona en la cruzada contra el Turco. El texto, que evoca las crueldades de los Otomanos, los sacrilegios cometidos y los robos perpetrados -especie de anticipo del romance sobre el saco de Roma-, constituye una llamada fervorosa a la cruzada contra Solimán, gracias a la unión de todos los cristianos,
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Véase Corpus documental de Carlos V, ed. de Manuel Fernández Álvarez, 4 vols., Salamanca, Ed. Universidad de Salamanca, 1973-1979,1, p. 118. Ibid. Se encuentran en un pliego gótico de la B.N. de Madrid (R. 8193). Véase la reproducción en Pliegos poéticos góticos de la Biblioteca Nacional de Madrid, t. IV, Madrid, Joyas Bibliográficas, 1960, n° CXCLII, pp. 89-96. - Alonso de Toro, cojo, que se dice «vecino de Avila», es el típico autor de coplas-relaciones (y de manera general de «literatura de cordel»), que pertenece a los sectores humildes de la población. Publicó diversas coplas: «Sobre la tomada de Roma», «La venida del Emperador a España» o la «Triste e dolorosa nueva de Ungría» -tema vinculado al que nos ocupa-, además de otras «Sobre la abundancia del vino» o sobre «Trabajo de vicios» (véase Antonio Rodríguez Moñino, Diccionario bibliográfico de pliegos sueltos poéticos (siglo XVI), Madrid, Ed. Castalia, 1970, pp. 363-364, nos 583-588).
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incluyendo a los hombres de Iglesia, que han de sacrificar sus rentas y personas para tan santa empresa, y todo ha de llevarse a cabo bajo el mando del Emperador. El espíritu mesiánico de 1525 no ha desaparecido todavía35. A pesar de los esfuerzos propagandísticos y de las prédicas, los prelados y nobles dieron largas a Carlos V y las Cortes de 1527 no asumieron todo el esfuerzo solicitado36. Para Castilla, el peligro turco seguía siendo un peligro lejano frente al más inmediato y cotidiano representado por los berberiscos argelinos. Aun cuando los soldados de Solimán están a las puertas de Viena, en 1532, los españoles -excepto algunos nobles- no quieren saber nada37. Lo mismo ha de pasar posteriormente, cuando Carlos V organiza la expedición contra La Goleta y Túnez para impedir que los moros del célebre Barbarroja, ayudados por los turcos, hagan correrías a lo largo de las costas de los virreinatos hispánicos del sur de Italia. Si bien diversos caballeros españoles le acompañan, los castellanos no ven esta empresa con buenos ojos y los dineros siempre faltan38. El 14 de julio, los imperiales se apoderan de La Goleta y el 21, de Túnez. El César le comunica en seguida la noticia a la Emperatriz regente y le pide que se difunda la nueva de la victoria con fines propagandísticos, recurriendo una vez
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Sobre las obras literarias que salieron en relación con el tema turco, en particular para apoyar la política de Carlos V y de sus descendientes, véase Albert Mas, Les Turcs dans la littérature espagnole au Siècle d'Or, 2 vols., Paris, Centre de Recherches Hispaniques, 1967. Véase, por ejemplo, M. Bataillon, Erasmo y España, pp. 233-235 («Las Cortes y el peligro turco»). Véase J. M. Jover, Carlos Vy los españoles, pp. 135-136; R. Carande, Carlos Vy sus banqueros, II, p. 439. Sobre la expedición de La Goleta y Túnez, véase el relato contemporáneo de Martín García Cereceda, Tratado de las campañas y otros acontecimientos de los ejércitos del Emperador Carlos V en Italia, Francia, Austria, Berbería y Grecia desde 1521 hasta 1545, por Martin García Cereceda, cordobés, soldado en aquellos ejércitos, 3 vols., Madrid, Sociedad de Bibliófilos Españoles, 1873-1876, en particular, cfr. el vol. II. Para otras fuentes y la evocación de la expedición, véase asimismo nuestro libro Antonio de Guevara [...], pp. 408 y ss. («L'expédition de Tunis [...]»); véase, por fin, para evitar bibliografía, Sylvie Deswarte Rosa, «L'expédition de Tunis (1535): images, interprétations, répercutions culturelles», en Chrétiens et Musulmans, ed. de Bartolomé Bennassar y Robert Sauzet, Paris, Champion, 1998, pp. 75-132.
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más a los predicadores e imprimiendo un relato del feliz suceso39. Isabel de Portugal cumple inmediatamente lo pedido por el esposo y poco después sale, bajo forma de una carta enviada por la Emperatriz al cabildo de Toledo, una relación (VIb) con un título llamativo exaltando la victoria del César, precedido de una reveladora viñeta: frente a La Goleta sitiada, el Emperador en primer término, fácilmente reconocible, armado y a caballo -viva imagen de la majestad y de la soberanía- parece atraer la victoria por su sola presencia. Claro está que el texto exalta la acción del César y de los combatientes -en particular de los españoles- en detrimento de la morisma40.
II. 4. El problema del Concilio general Deseamos por fin evocar los problemas religiosos en Alemania, con una sola pero significativa relación. En junio de 1530, en Augsburgo, se pensó llegar a un acuerdo entre los protestantes y los católicos (representados en los dos campos por los irenistas Felipe Melanchton y Alfonso de Valdés, respectivamente), pero la oposición de los conservadores, por ambos lados, provocó el fracaso del intento. Sin embargo, se pensaba en el campo imperial -así lo habían escrito ya Valdés, en su famoso diálogo sobre el saco y Vives, en una carta a Carlos V, en 1529- que el único remedio para resolver los males de la Cristiandad era la reunión del Concilio general (se sopesaban los riesgos de una acción bélica en Alemania contra los luteranos)41. El Papa daba largas, continuamente, a esta reunión. Por ello, el 30 de octubre de 1530, desde Augsburgo, el César le manda al Santo Pontífice una carta muy
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41
Véase en María del Carmen Mazarío Coleto, Isabel de Portugal [...], Madrid: CSIC, 1951, p. 407, la carta de la Emperatriz, del 26 de agosto de 1535, contestando a la de Carlos V: «Hase hecho saber [la victoria] a las ciudades, grandes, perlados y cavalleros, e iglesias, y a los Provinciales de las órdenes para que lo hagan saber a sus monesterios [...]». Un ejemplar de esta relación se encuentra en la BN de Madrid (R. 12804-2). -Hubo por lo menos una relación parecida, impresa en Sevilla, por Bartolomé Pérez, el 28 de agosto de 1535: Traslado de la carta que embió su Real magestad de la emperatriz nuestra señora al muy illustríssimo señor Cardenal y al muy illustre Cabildo desta muy noble e muy leal Ciudad de Sevilla. En la qual haze saber la deseada Vitoria contra barbarroja, y de la ciudad de Tunes. Puede verse el texto de esta última relación en Ignacio Bauer Landauer, Papeles de mi archivo. Relaciones de Africa, t. III: Argel, Túnez, Trípoli, Madrid, 1923, pp. 305-309. Véase M. Bataillon, Erasmoy España, p. 413.
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hábil en que argumenta en favor del Concilio, repitiendo varias veces que esa solución es la única y que ha de realizarse con la mayor urgencia y brevedad (palabras que se repiten). Para poner al Papa frente a sus responsabiblidades y con fines propagandísticos, Carlos V manda traducir la carta al castellano y se difunde inmediatamente el texto a partir de la Cancillería (Vlla)42. La portada es reveladora: «Letra de la propia mano de la Maiestá Cesárea» (manera de dar autoridad y de comunicar un carácter sagrado al documento). Por debajo, dos viñetas, a modo de la cara y cruz de una moneda: por una parte España con un ramo de olivo en la mano, símbolo de paz; en la otra, el caduceo del dios Mercurio, emblema de la prudencia, con las dos manos (¿luteranos y católicos?) que se estrechan en señal de concordia. ¿Tuvo una real resonancia entre los castellanos este mensaje de concordia, paz y unidad cristiana que España, simbólicamente, patrocinaba más allá de lo que escribía el César? Nada permite afirmarlo.
III. Los canales de la propaganda Para acabar, ya estamos en condiciones de establecer una tipología de los recursos empleados y de ver cuáles son los canales utilizados por el poder imperial, con una finalidad propagandística, en las relaciones de sucesos. En primer lugar, hemos visto cómo nos encontramos fundamentalmente frente a dos tipos de relaciones: la mayoría de ellas en prosa, pero algunas en verso de romance o en coplas, lo que implica en estos últimos casos una mayor difusión por oralidad, y acaso, gracias al canto. Por otra parte, en alguna que otra relación, también aparecen versos (villancicos) para prolongar el texto en prosa del relato. Se trata pues de una forma abierta en que varios géneros pueden aparecer, que se sirve además del impacto de autenticidad y verdad que le comunica la carta, a mayor abundamiento si se trata de misivas oficiales o presentadas como tales, en particular gracias a las armas imperiales. Asimismo, la imagen va cobrando una importancia mayor después de 1530 y se constituye de tal modo un conjunto significativo, muy eficaz, en que dicha imagen (con sus
42
Un ejemplar está en la British Library de Londres. Puede verse el texto, reproducido por Antonio Pérez Gómez en Pliegos sueltos sobre el Emperador Carlos Quinto (Relaciones en prosa), pp. 55-62.
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aspectos reales y simbólicos), el título y el texto constituyen un conjunto en que los diversos elementos se entrecruzan y remiten constantemente el uno al otro. No hay que olvidar tampoco que se echa mano constantemente de un sistema de comunicación y manipulación global en que el sermón, el pregón, el impreso y su imagen, la lectura colectiva, la difusión oral de noticias y la circulación de textos manuscritos remiten a estrategias diferentes pero complementarias. Por otra parte, la propaganda del poder utiliza unos intermediarios privilegiados que forman parte del ámbito imperial. Son secretarios humanistas, capaces de manejar perfectamente la pluma, de traducir cuando es necesario, y de orientar la relación en el sentido deseado. Es el caso de Alfonso de Valdés, de Diego Gracián de Alderete o de Gonzalo Pérez, escritores y traductores particularmente capacitados. Pero asimismo el poder puede arreglárselas para que otra persona utilice los elementos proporcionados por el entorno imperial y surjan las relaciones de la coronación de 1530, las del razonamiento de Roma de 1536 o el romance sobre el saco de Roma de 1527 o, también, que alguien tan humilde como Alonso de Toro, escriba unas coplas en favor de la política antiturca del César. Es decir que una vez más las estrategias pueden ser múltiples. Además, se ponen en obra procedimientos variables para alcanzar la finalidad apetecida: desde la ocultación de características, la condensación abusiva, la simple elisión, la inversión de perspectivas, hasta la acumulación de elementos: listas de personajes y exaltación de la victoria (por ejemplo, número excesivo de presos y muertos por parte del enemigo, número reducido de bajas por parte de los imperiales). También se utiliza un vocabulario específico en que el ditirambo (invictísimo, serenísimo, etc), los improperios contra el adversario (vil, infame, perjuro), la insistencia en los títulos ostentados {Emperador y Rey, César), etc. tienen por finalidad el atraer a la opinión pública, el hacerla favorable a la política imperial. ¿Lograron el César y sus consejeros tal cometido? A pesar de ciertos entusiasmos momentáneos (como en 1525), cabe dudar de ello, cuando se ve hasta qué punto los castellanos fueron reacios frente al peso económico de esta política que no permitía resolver sus problemas. Baste con recordar, sobre el particular, que cuando por fin Carlos V organizó la expedición contra Argel en 1541, ésta fue un verdadero desastre43, lo que ocasionó la manipulación por el
43
Sobre la expedición de Argel, véase, por ejemplo Dos expediciones españolas Argel, 1541 y 1775, Madrid, Servicio Histórico Militar, 1946, pp. 1-55.
contra
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silencio oficial, al contrario de lo que ocurrió en 1550, cuando la conquista de África (cerca de Túnez), en que se publicaron varias relaciones, autorizadas con las armas imperiales (Vllb)44. Pero una vez más no se trataba de Argel, y no era lo que deseaban los españoles.
44
La relación cuya portada reproducimos se encuentra en la Biblioteca de la Hispanic Society of América. Puede verse el texto en Pliegos sueltos sobre el Emperador Carlos Quinto (Relaciones en prosa), pp. 109-116.
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Algunas sátiras apologéticas pre-valdesianas de «las cosas ocurridas en Roma»
Stanislav Zimic University of Texas at Austin
En la primera mitad del siglo XVI se perpetúan en España todas las formas y todos los recursos característicos de la literatura satírica anterior, clásica y medieval: fábulas, bestiarios, specula mundi, specula stultorum, visiones, sueños, viajes imaginarios, fantásticos, burlas, máscaras, parodias situacionales, literarias, lingüísticas, etc., como también los propósitos fundamentales, sempiternos de la sátira: los jocosos, festivos, burlescos, juvenalianos, así como los graves, morales, reprensivos, menipeos, horacianos1. Sin embargo, no se trata de una mera repetición de tópicos y técnicas, como con frecuencia se opina, sino, a menudo, de una recreación de lo viejo desde una perspectiva y una sensibilidad nuevas, como advertía ya Castro, refiriéndose específicamente a la sátira anticlerical: «No hay que decir que todo ello se hace con viejos ingredientes, y que el toque no está en la vejez o novedad de las ideas, sino en la intención y el sentido que a tales llevan»2. La opinión contraria, todavía vigente en muchos estudios, no tiene en cuenta, muy irónicamente, el hecho de que la inmoralidad y la corrupción fueron tópicos literarios corrientes también en el siglo XVI, por la razón principal, obvia, de que esos vicios eran frecuentes, comunes, en suma, tópicos también en la realidad social e histórica de entonces. De no reflejar en absoluto tal realidad, ¿podrían tener efecto siquiera como entes literarios? Una causa formidable de la incertidumbre respecto a este problema es la evidente confusión, frecuentemente revelada en los estudios críticos, de lo cómico con lo satírico, al no concebirse, extrañamente, la potencial coexistencia de la intención seria, moralizadora, con la humorística. Sin embargo, es ya por la gran sofisticación metafórica de lo satírico, en parte dictada por la necesidad de la expresión indirecta -frente a las más directas, como por ejemplo, de los Diálogos de Alfonso de Valdés-, por lo que a menudo se interpreta mal y se
1 2
Véase: Valle-Killeen, S. D., The Satiric Perspective: A Structural Analysis of Late Medieval, Early Renaissance Satiric Treatises, New York, Senda Nueva, 1980. Castro, A., «Lo hispánico y el erasmismo», en Revista de Filología Española, II, 1940, 22.
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menosprecia el valor de muchas notables obras satíricas de la época renacentista. Bien percibidos los ingredientes metafóricos que convergen lógica y coherentemente en la metáfora fundamental del texto y, así, en su intención, muchas sátiras renacentistas, hasta algunas de las condenadas como «crudas» por ciertas lecturas demasiado literales 3 , revelan originalidad y belleza artísticas como también su gran importancia como testimonio o documento fehaciente de la realidad histórica. Podría demostrarse esta ya enraizada incomprensión hasta en las apreciaciones críticas de algunas de las más notables obras satíricas de esa época. En esta ocasión, nos limitamos a destacar la importancia, todavía no reconocida, de algunas manifestaciones críticas, satíricas literarias, teatrales, de la inmoralidad y corrupción eclesiásticas, que constituyen, en efecto, una ingeniosa, implícita, precoz apología, diríamos pre-valdesiana, de la eventual política de Carlos V hacia la corte papal romana. En las obras reunidas en la Propalladia (1617,1624) de Bartolomé de Torres Naharro, extremeño que vivió muchos años en Roma, hay frecuentes referencias críticas y satíricas a la corrupción e inmoralidad omnipresentes en la «ciudad sancta», sede del cristianismo. Algunas de estas obras se articulan entera y exclusivamente con tal propósito, aunque esto no sea inmediatamente evidente 4 . En la comedia Tinellaria se representa la vida diaria, rutinaria en el tinelo de una «familia» de un cardenal, es decir, de sus criados y oficiales de varias categorías. Claro está, más bien que de «vida», se trata de una pesadilla infernal, de una contienda encarnizada, despiadada, sin treguas, por «oficios» y «beneficios», entre unos individuos picarescos, sin conciencia ni moralidad. Ya en sí estas feroces riñas lobunas, canibalescas, sugieren que el autor no se propuso sencillamente retratar unos divertidos «cuadros de costumbres» 5 . De
3 4
5
Pérez Lasheras, A./ Fustigat Mores, Hacia el concepto de la sátira en el siglo XVII, Universidad de Zaragoza, 1994, 197. Utilizamos la edición de Gillet, Propalladia and Other Works of B. de Torres Naharro, Bryn Mawr and Philadelphia, 1943-1962,4 volúmenes. Las comedias se encuentran en el volumen segundo. Tras las citas en el texto indicamos la página y a veces el título de la comedia citada; tras las citas de otras obras indicamos el volumen y la página. Tanto Gillet como Bataillon a menudo caracterizan a Torres Naharro como autor de tendencias cómicas, festivas, folklóricas, más que satíricas, serias, morales. Esta perspectiva se reitera, sin ningún argumento nuevo ni reflexión ponderada, original, en algunos trabajos posteriores, como el de M. A. Teijeiro Fuentes, «Bartolomé de Torres Naharro», en El teatro en Extremadura durante el siglo XVI, Diputación Provincial de Badajoz, 1997, 81-203. Explicamos una tesis contraria en El pensamiento humanístico y satírico de Torres Naharro, Santander, Sociedad de Menéndez Playo, 1977 y 1978, 2 volúmenes. En esta obra se basan también las consideraciones de esta ponencia.
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continuo se acentúa que la causa primordial de aquéllas y, en efecto, de todas las relaciones en el tinelo es la insaciable codicia: «el oro es siempre su Dios / y la plata su Sancta María» (I, 163), y la desenfrenada, monstruosa ambición: «Todos piensan so capa / l'obispo ser cardenal / y el cardenal ser papa» (170). Cargados de todos los vicios concebibles, carentes de toda virtud cristiana, los criados del cardenal no obstante ambicionan «canongías», «abadías», obispados, cardenalatos y hasta papados, por la obvia razón de que los mismos atributos personales, lejos de descalificar al cardenal, su amo, parecen hacerle candidato ideal para el papado. Con estridente ironía se nos representa la grotesca paradoja de la alta aspiración eclesiástica y los muchos vicios del cardenal, significativamente llamado Bacano, probable futuro «Padre espiritual» de la cristiandad. ¡«Exempla trahunt»! Los criados del cardenal son sólo lo que inevitablemente podrían ser bajo tal tutela. Vacía el alma de todo noble sentimiento, de toda preocupación espiritual, tan sólo buscan la gratificación animalesca de la carne. «Comer, beber, fornicar», según ellos, premio supremo del alto oficio eclesiástico, es su único ideal, que persiguen con cínico orgullo. En suma, «de tal palo, tal astilla» y, eventualmente, «de tal astilla, tal palo», pues la fuerza corruptora del vicio no puede menos de reciprocarse y de infectar a toda la sociedad. Las diferentes lenguas que hablan los personajes son un elemento sumamente sugestivo. Por causa de la desaforada ambición de «hurtar la Perfección Divina», los constructores de la Torre de Babel fueron dispersados por todos los rincones de la Tierra. Dios les dio también idiomas muy diferentes para que, incapaces de comunicarse, no cometiesen otra afrenta contra el Cielo. La Tinellaria sugiere que Dios mismo subestimó la maldad humana, pues nadie tiene la menor dificultad en entenderse con los demás en cuanto a los fines ruines que persiguen, sin ser empacho alguno para ello las diferencias lingüísticas. La maldad en sí es un medio de comunicación inconfundible y eficaz. Así, de todos los rincones del mundo vienen a reunirse de nuevo los ambiciosos y codiciosos hombres a construir una nueva Torre de Babel en Roma, donde «se vende lo que nunca tuvo precio» (I, 164-165), incluso, claro está, la falsa representación de Dios en la Tierra. La Tinellaria se acaba con una espantosa pesadilla quevedesca, causada por una orgiástica borrachera, en que todos se creen amenazados por una violenta borrasca nocturna en alta mar. Sin iluminación alguna y, sobre todo, sin piloto sobrio que la gobierne, la «nave» con todos sus tripulantes se precipita hacia el abismo. Es otra de las muchas metáforas formidables en la obra con que se dramatizan las fatales consecuencias del extravío espiritual de los «pilotos» para todo el mundo cristiano: «en los malos oficíales / está el mal de la familia» (266). El tinelo es un microcosmos,
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fácilmente identificable, asegura el autor: «sin más deziros sus nombres / qu'el tinelo y su argumento /oy lo ignoran pocos hombres» (191-9). También la Soldadesca de Torres Naharro se ha caracterizado como regocijado «cuadro de costumbres», sin percibirse la trascendental implicación moral, satírica tras lo episódico, externo. Con técnica esencialmente igual a la utilizada en la Tinellaria (y, en siglos posteriores, en otras grandes obras teatrales, de Cervantes y Schiller, entre otros), el autor produce, con gran ingeniosidad, un retrato moral de un poder malévolo que, sin jamás aparecer en la escena, no obstante determina como personaje todo lo que allí ocurre. En el «villancico» con que se concluye la obra, los soldados mercenarios cantan: «Los pueblos para durar / por orden [...] seso [...] se han de regir» (186), a lo que el lector o público reacciona con incredulidad indignada: ¿«orden«? ¿«seso»? Es extremo el cinismo con que se «exaltan» estas virtudes, al considerar el carácter, la motivación y la conducta que todos esos individuos demuestran con toda su actuación anterior. Con el encargo de organizar un ejército de «buena gente», un capitán -con hiriente ironía de que está saturada toda la obra- va de inmediato a reclutarlo entre maleantes e indigentes de toda clase. A éstos habla con exaltación patriótica de una «grandíssima guerra [...] que se quiere rebolver» (175), y que sería una ocasión extraordinaria para demostrar uno sus virtudes militares y así ganarse grandes honores en defensa de una causa justa. Engañosa retórica, claro, pues, para sí, el capitán lamenta que «sobre la paz» y que todas las guerras «duren poco». La gente como él «no medra sino la guerra en la mano» (148). Sin embargo, ni siquiera es necesaria tal retórica, porque los reclutas también quieren «medrar» por medio de los saqueos, los robos, los raptos, las traiciones y toda clase de bellaquerías y violencias que la guerra les facilitaría cometer. En situaciones escogidas con gran acierto dramático, cada uno de los mercenarios traiciona su ruindad moral y su perversión peculiar. Estos supuestos defensores del pueblo son sus más peligrosos enemigos y sus más terribles opresores. En realidad, tal podría ser el carácter esencial de un ejército mercenario cualquiera y de cualquier tiempo, pero, por muy penosa, inexpresable ironía, estos mercenarios son del Papa, quien los mandó reclutar para una de sus continuas «guerras sanctas»: «De Roma no sé que diga / que por mar y tierra / cada día ay nueva guerra / nueva paz y nueva liga» (Jacinta, 357). En la Soldadesca se dramatiza el hecho de que «non puo essere buona legge dove non sono buone arme», como diría Maquiavelo 6 , pero con la implicación muy clara de que las «malas armas» en este caso son instrumentos premedita-
6
Machiavelli, N.,
IIprincipe, Firenze,
Le Monnier, 1931, 95.
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damente favoritos de una «legge» o autoridad malévola. Los retratos individuales de los mercenarios vienen así a constituirse, de modo muy ingenioso, en una simultánea, inquietante imagen del Papa mismo. Es por esto que al fin el capitán se dispone con gran complacencia y total confianza a presentar a este ejército, transgresor brutal y consciente de toda virtud cristiana, al «Padre espiritual» de los cristianos: «el Papa querrá / ver a quien da su dinero» (184). Este Papa se identifica claramente con Julio II (1503-1513), cuyo afán bélico anticristiano han condenado muchos historiadores y moralistas de todos los tiempos. Observa sarcàstica y sucintamente Guicciardini: Degno certamente di somma gloria [...] se quella cura e intenzione che ebbe a esaltare con l'arti della guerra la chiesa nella grandezza temporale avesse avuta a esaltarla con l'arti della pace nelle cose spirituali7. Comparable por su intención moral a Julius exclusus de Erasmo, la Soldadesca es el retrato satírico literario más genial del anticristiano «Padre espiritual». «La soberbia es la reina de todos los demás pecados, ya que de alguna manera tiene influencia en todos ellos», advierte la sabiduría patrística8. En efecto, entre las muchas causas de la inmoralidad, la corrupción y, en fin, del extravío de la Iglesia se destaca siempre como primordial y más grave la soberbia, primera enemiga de Dios. Gil Vicente satiriza con gran frecuencia este vicio en los altos eclesiásticos. En el Auto de la barca de la Gloria, la Muerte hace estas sugestivas recriminaciones al Papa: tanto en vos os enlevastes / que nunca me conocistes [...]. Quánto más de alto estado / tanto más es [uno] obligado / dar a todos buen ejemplo; y ser llano / a todos manso y humano [...]/ sobervia os hizo daño. Es igualmente revelador el hecho de que el Papa se extrañe e indigne ante estas condenaciones ¡por ser él quien es!: «¿Sabes tú que soy sagrado vicario en el sancto templo?» ( 121 )9. Gil Vicente fustiga la soberbia de modo particularmente incisivo e ingenioso en el Auto de la Sibila Casandra, según lo sugiere ya la
7 8 9
Guicciardini, F., Storia d'Italia, Bari, 1929, III, 257. Enciclopedia Universal Ilustrada Europeo-Americana, Madrid, 1927, LVI, 1109. Para todas las citas de Gil Vicente utilizamos la edición de T. Hart, Gil Vicente, Obras dramáticas castellanas, Madrid, C.C., 1975.
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acotación inicial: «La Sibila Casandra presume ser la Virgen de quien el Señor había de nacer» (43). El autor presupone en el lector o público el conocimiento del sentido alegórico de los amores de Salomón y su Esposa de los Cantares, con que, como dice F. Luis de León, «el Espíritu Santo explica la Encarnación de Cristo y el entrañable amor que siempre tuvo a su Iglesia»10. En la pieza gilvicentina, Casandra rechaza desdeñosamente todos los requiebros amorosos de Salomón. ¿Por qué cambiaría Gil Vicente de modo tan radical, tan «sacrilego», el carácter de la delicada y humilde amada del Cantar por el de la soberbia, extraviada Casandra? Es que el carácter de la Iglesia también ha cambiado radicalmente con el tiempo. Casandra ya no personifica a la Iglesia ideal, la tan amada de Dios y exaltada en el Cantar, sino a la Iglesia actual, contemporánea de Gil Vicente, la Iglesia, representada por toda su alta jerarquía, que ha pervertido la palabra de Dios, que se ha alejado de su amor, la que, en suma, se ha convertido en una lamentable parodia de lo que debería ser. La Iglesia (la amada del Cantar), hermosa y humilde, querida y elegida por Dios (Salomón) para ser su Esposa, mensajera de su Verdad y portadora de su Bondad en la Tierra, en su actual «enlevado alto estado» (Casandra) vive con «apetito tan inmoderado de la propia excelencia» que ha quedado por completo ciega a la Verdad Divina. Su «apetito desordenado [...] tiende a una excelencia que no le corresponde» y «en alguna manera, pretende hurtar a Dios lo que sólo a Dios pertenece». La Verdad Divina Revelada se ofrece siempre clara y generosamente al alma dispuesta a acogerla. Sin embargo, a Casandra la soberbia le ha entumecido el corazón y la mente y, así, a pesar de ser «muy sabida» y «tan leída» (60)-obvia referencia a la erudición teológica, dogmática, despojada del espíritu- no puede comprender en absoluto el verdadero sentido de la «Gracia que Dios [le] dió» (50). Esta idea se dramatiza de modo ingeniosísimo con las reconvenciones indignadas que los Profetas y las Profetisas hacen a Casandra por su terrible extravío. La futilidad de todos estos empeños sólo confirma la insondable ceguera en que la soberbia ha sumido a Casandra. La Iglesia actual se ha cerrado a todo diálogo alumbrador con la Verdad Divina: Salomón: «tu loca, yo Salomón [...] ¿qué vida fora la nuestra?» (60). El desposorio entre Dios y la Iglesia implica, simultáneamente, también un Desposorio de la Iglesia y la Humanidad. «Vicario de Dios en la Tierra», la Iglesia transmite al Hombre el Amor y la Caridad Divinos. Sin embargo, la soberbia de la Iglesia actual, que
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F. Luis de León, «Exposición del Cantar de los cantares», en Obras completas castellanas, ed. de F. García, Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos, 1959, 115. A continuación utilizamos varios términos de F. Luis referidos a este Desposorio, comúnmente con mayúsculas.
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la hace elevarse incluso sobre Dios, la ha hecho desdeñosa de la «inferior» Humanidad e insensible a sus dificultades y necesidades («No quiero entrar en pasiones, pues que bien puedo escusarlas» ( 49). Como contrafígura de Cristo, hecho Hombre por amor a la Humanidad, la Iglesia actual reclama atributos divinos, para menosprecio de aquélla. Desdeñando el Desposorio con la Humanidad, debiera perpetuar el Amor Divino en la Tierra. Desdeñando su relación con la Humanidad, la Iglesia actual dificulta la propagación de la bondad Divina en el Mundo. Así como el sol y su «compañera», la luna, «de una luz dambos guarnidos» (55); así como el hombre y la mujer que, por Voluntad de Dios, «casamentero el primero» (55), perpetúan con su matrimonio el género humano, la Iglesia en su matrimonio armónico, amoroso, con la Humanidad debiera perpetuar el Amor Divino en la Tierra. Desdeñando su relación con la Humanidad y habiendo dejado de practicar la Humildad y la Caridad (Casandra: «No quiero ser desposada ni casada, ni monja ni ermitaña» (46): renuncia altiva y categórica a toda forma de vida genuinamente religiosa, devota, abnegada y a toda responsabiblidad cívica), la Iglesia actual ha abandonado la misión más importante que Dios le encargó en la Tierra y, a la vez, ha renunciado también al Desposorio sublime con Dios mismo, porque Dios vive en la Humanidad. Este hecho (rechazo de la solicitud amorosa de Salomón, en nombre de una «más alta» ambición, de una «más perfecta manera» (51), por parte de Casandra) se nos sugiere en toda su profunda ironía. Según muestra nuestro análisis, los Profetas y las Profetisas son sencillamente personificaciones de la Verdad Divina, bíblica y pagana, sobre el Nacimiento del Redentor y la Humildad y Hermosura de la Virgen María su Madre, Verdad confirmada a través de los siglos y evocada en la actualidad frente al «aparato del Nacimiento» (64) -Novum testamentum in vetere latet, vetus in novo patet- delante de un público de la más alta aristocracia cortesana y religiosa, con una clara, fervorosa y urgente apelación a la necesidad de una enmienda espiritual por medio de una imitación de la Humildad Divina11.
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Según nuestra interpretación, «la compresión de la historia» en nuestro Auto ocurre en un sentido muy diferente de como lo concibe B. W. Wardropper en su Introducción al teatro religioso del Siglo de Oro, (Madrid, Alcalá, 166). No hay en absoluto un «abandono expreso del tiempo cronológico», sino, todo lo contrario, una concentración exclusiva en la actualidad, en el presente, con una fervorosa evocación de la Revelación Divina y de la enseñanza religiosa del pasado. Nuestras consideraciones en esta ponencia se basan en nuestro estudio «O sentido alegórico do Auto de la Sibila Casandra», en Temas Vicentinos, Lisboa, Ministério da Educafáo, 1992, 199-218. Ver también el importante estudio de J. Nuno Alfada, «O Saquede Roma [...] e o Auto da Feria», en Arquivos do Centro Cultural Portugués, XXIV, 1988, 149-305.
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En la última escena de la obra, Casandra se declara arrepentida de su blasfema conducta implorando el perdón de Dios y de la Virgen: «Señor, yo, de ya perdida / 'n esta vida, / no te oso pedir nada, / porque nunca di passada / concertada» (66). Se trata de un fervoroso deseo navideño de Gil Vicente mismo respecto a un cambio ideal, a una enmienda espiritual urgente de la Iglesia contemporánea que en su «enlevado alto estado» vive tan por completo olvidada de su verdadera misión en el Mundo, deseo matizado de seguro de escepticismo, pero también de una esperanza inquebrantable. La falta de toda elaboración psicológica para la transformación de Casandra se revela así como únicamente pertinente, de hecho, como un acierto dramático genial. Esta esperanza de Gil Vicente en la posibilidad de una enmienda por parte de la Iglesia, a pesar de todas sus presentes aflicciones, se debe, sin duda, a su fe fundamental en la bondad intrínseca de la Amada de Dios. Gil Vicente y Torres Naharro, con otros escritores contemporáneos, representan una actitud satírica, moral frente a los males del alto clero y del papado que es análoga a la que articula Alfonso de Valdés en sus Diálogos para justificar «las cosas ocurridas en Roma», la invasión de la sede pontificia por las tropas de Carlos V. En Roma, ciudad que «Debría de ser [...] sancta», dice Valdés, «reinavan todos los vicios que la malicia de los hombres podía inventar»: mentiras, engaños, bellaquerías, tráfagos de oficios, beneficios, bulas, indulgencias, pleitos, revueltas, falsas reliquias, avaricia, ambición, vanidad, soberbia, falta de modestia, caridad y de todo genuino sentimiento cristiano. «Los ministros de la Iglesia no tienen ciudado sino de inventar maneras para sacar dineros [...]; todo esto parece una irrisión de la fe cristiana», pues «Dios quiere corazones [...], ánimos puros, limpios» y no «oro y plata». Dios diónos por maestro al Romano Pontífice para que dél y de los que cabe él estoviessen aprendiessemos a vivir como cristianos [...], para que enseñase al pueblo la doctrina cristiana, no solamente con palabra mas con exemplo de vida. Sin embargo, descuidadas las enseñanzas de «los prophetas», de los «evangelistas y de multitud de sanctos doctores», el Papa «ha dexado de hazer lo que devía por su parte». Una de las causas principales de esta sacrilega situación es que el Papa «tenía cabe si ruin gente» que con su «mal vivir» era «mal exemplo» para todos, que «aconsejavan» todo lo malo. El Papa debiera escoger «buenas personas» que estuviesen en «su consejo e consejarle han bien [...]; si no [...] sea suya la culpa, e si no tiene juizio para escoger [tales] personas dexe el señorío».
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Sobre todo, el Papa debiera «mantener los cristianos en mucha paz y concordia», pues, «¿qué guerra hay tan justa que un vicario de Cristo deva tomar contra cristianos?» Este Papa se afana en «alquilar gente para matar, robar y destruir a sus propios hijos» en continuas nuevas guerras y nuevas ligas [...] ¿Quién nunca hizo tantas crueldades e abominaciones como el ejército del Papa? [...] No parece bien que la cabeza de la Iglesia esté desta manera [...] No hay tierras peor gobernadas que las de la Iglesia [...] ¿Qué ceguedad es ésta? [...] ¿Qué niebla de abominable ceguedad [,..]?12. A menudo el lector tiene la impresión de que Valdés se ha inspirado en las obras de sus predecesores para muchas informaciones, expresiones e incluso para algunos detalles que utiliza. De particular importancia es la forma del diálogo humanista de ideas de sus obras, cuyo primer ejemplo español es probablemente El diálogo del nacimiento de Torres Naharro. Llama la atención asimismo el hecho de que, como éste, también Valdés se caracteriza por una gran habilidad de salpicar con gracia humorística, lucianesca, sus preocupaciones morales, de dar con sus escritos «no sólo un gran placer / más un gran e útil aviso» (191)13. Al condenar la corrupción y la belicosidad anticristianas del papa Clemente VII, Valdés lo compara con «el papa Julio»14. Según ya se ha dicho, los moralistas españoles anteriores, particularmente Torres Naharro, también achacaban a este pontífice las más graves transgresiones contra el cristianismo y la culpa de la total degeneración moral del papado y de la Iglesia. Por inferencia lógica, esta condena de Julio II lo es también de Clemente VII, por las mismas razones, y se expresa con el mismo propósito de «despertar al pueblo cristiano [...], para que, remediados los males [...], abramos los ojos e vivamos como cristianos, pues tanto nos preciamos deste nombre» 15 . No cabe duda de que los moralistas satíricos españoles que lo precedieron, coincidirían por
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Alfonso de Valdés, Diálogo en que particularmente se tratan las cosas acaecidas en Roma el año de 1527. Diálogo de Mercurio y Carón, Ed. de A. Alcalá, Madrid, Biblioteca Castro, 1996,290-298,300,306,308,311 -314,318,321,327,330-334,337, 341, 348, 353, 355, 356, 359, etc. A. de Valdés, Diálogo de Mercurio y Carón: «Y por ser la materia en sí desabrida, mientras le cuenta Mercurio las diferencias destos príncipes, venían a passar ciertas ánimas que con algunas gracias y buena doctrina interrumpen la istoria» (363). Diálogo [...] de las cosas acaecidas en Roma, 356. Ibíd.,290.
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completo con Valdés en que el saqueo de la corrupta e inmoral Roma papal por las tropas de Carlos V, era un claro efecto de la cólera Divina16. Respecto a esta convicción, resulta pertinente recordar aquí también una apología post-valdesiana de «Las cosas ocurridas en Roma», que en el pasado no se identificó como tal. Me refiero al notorio discurso del Duero en Numancia de Cervantes. Cabe notar, ante todo, que en la profecía del Duero se alude sólo a hechos históricos que se relacionan de manera íntima y lógica con el conflicto específico entre el Imperio romano y Numancia. En Numancia ha ocurrido el primer encuentro bélico entre hispanos y romanos, en que aquéllos fueron aniquilados brutalmente. Sin embargo, todas las terribles «injurias» que han sufrido serán vengadas por los godos, raíz noble de la monarquía española, quienes pondrán «freno», a los soberbios y crueles romanos, obligándoles a «obedecer todos sus fueros». La justicia retributiva se realizará de un modo particularmente apropiado y definitivo en el siglo XVI, cuando en España reinen los monarcas «católicos [...] llamados todos». Derrotarán y humillarán a la soberbia Roma en su propio campo, aunque, por «bondad» natural del hispano, su «cuchillo» no infligirá crueles venganzas en los «rendidos cuellos», en contraste con la conducta rencorosa, innoble del «feroz romano» para con los numantinos. En Roma se librará la última batalla de la larga guerra que comenzó en Numancia con la victoria decisiva y ejemplar de los hispanos (1,152-3)17. El orgullo nacional se expresa de manera inequívoca en la profecía del Duero, pero es crucial percibir que se vincula inextricablemente con una consideración moral, ética y religiosa, corolario de la visión de la guerra entre Numancia y Roma como una contienda formidable entre el Bien y el Mal. A este respecto,
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En varias de sus obras Gil Vicente (Auto do Invernó, etc.) y Torres Naharro (Trophea, etc.) preludian también algunas de las más graves preocupaciones ibéricas por los problemas acarreados por los descubrimientos ultramarinos, incluyendo las de Las Casas y Antonio de Guevara respecto al tratamiento de los pueblos sometidos. De paso, ¿se ha visto ya el posible anagrama en El villano del Danubio? D A N U B I O > UBI [¿?]: INDIA, INDIO. Téngase en cuenta la gran popularidad de los anagramas en esa época. Añadamos por fin que si, por una parte, Gil Vicente y Torres Naharro indudablemente respaldarían la política de Carlos V hacia la corrupta Roma, por otra, tampoco cabe dudar de que condenarían la eventual podredumbre interior del Imperio, afiliándose a la sátira moral, por ejemplo, de Andrés Laguna y del autor del Lazarillo. D e esto son pruebas seguras sus obras.
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Citamos por la edición de las Obras completas de Cervantes de A. Valbuena Prat, Madrid, Aguilar, 1965. Las consideraciones sobre la profecía del Duero, abreviadas, proceden de mi libro El teatro de Cervantes, Madrid, Castalia, 1992, 83-6.
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es muy significativo también el hecho de que los valores éticos de los numantinos ¡precristianos! se aproximan a los cristianos. El Presente hereda el Pasado: las virtudes numantinas se perpetúan en las generaciones hispanas siguientes, y la España del siglo XVI se revela digna heredera del espíritu noble y del carácter intrépido de los numantinos y de los godos. Por otra parte, la Roma papal de Clemente VII perpetúa la inmoralidad, la injusticia y la crueldad maquiavélica del Imperio romano. En el siglo XVI se han invertido los papeles políticos en un aspecto significativo: ya no es Roma, sino España quien posee el título imperial. Sin embargo, ahora el título simboliza una renovado imperii radical, a base de las exaltadas virtudes numantinas, en defensa de causas justas y en nombre de sublimes ideales cívicos, religiosos, nacionales y del «bien universal». Ya ninguna actitud, ninguna aspiración esencial de la España imperial la une al antiguo Imperio romano. Observando que esta España se exalta como defensora del Bien contra el Mal del mundo, en un estricto sentido moral, y que por esto se exaltan sus triunfos militares no sólo sobre Roma, sino sobre todos sus adversarios, «en quien» ella teñirá su «aguda espada» (1,153), se comprenderá que Cervantes no la considera en absoluto «sitiadora» de otras naciones, al servicio del «revanchismo imperialista»18. Se comprenderá, en suma, la naturalidad con que en la profecía del Duero se equipara la heroica defensa de Numancia con la dinámica empresa imperial española en el siglo XVI. El deseo que se expresa en Numancia de continuar la política imperial de Carlos V, para el «bien universal» (I, 153), en el presente y en el futuro demuestra el todavía vigoroso optimismo de Cervantes en ese momento. Más tarde reconoce con amargura que su esperanza era una mera ilusión: La España de Felipe II y su heredero le parecía, cada día más, como un vago patético espejismo de lo que había sido; y sus contiendas bélicas, insensatas y ridiculas, sin motivaciones ni fines justos, nobles. Metáfora poderosamente satírica de esta convicción es la aventura del rebuzno en el Quijote (Parte II, Cap. 237). Sin embargo, se debe también notar que en tal sátira, esporádica en las obras posteriores a Numancia, se manifiesta, simultáneamente, la nostalgia del bello sueño perdido.
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Avalle-Arce, J. B., «Poesía, historia, imperialismo: La Numancia», letras, II, 1962, 57-8.
en Annuario
de
Géneros Literarios en el Siglo XVI: El Diálogo Humanístico, crisol de experimentaciones literarias
Jacqueline Ferreras Savoye Université de Paris X - Nanterre
Quiero, primero, darle las gracias al Prof. Christoph Strosetzki por la oportunidad que me brinda de hablar del género literario más característico del reinado de Carlos I de España y V de Alemania: el que constituyen los Diálogos Humanísticos (D.H.), tanto por su importancia numérica como por su notabilísima variedad y el lugar destacado que ocupan en la formación de la literatura en lengua castellana. Quisiera hoy mostrar de qué manera esta expresión literaria característica del humanismo constituye un paso evidente en la secularización del arte literario aúreo en el proceso de representación de la realidad, enfocada desde el punto de vista del individuo. Dicho proceso de representación literaria individualizada de la realidad vivida culminará, como se sabe, en la modernidad de la novela cervantina. La consideración del aporte de los D.H. al arte literario áureo viene sugerida por la siguiente pregunta:¿por qué, con tener tanto éxito en el siglo XVI -más de 130 autores en lengua castellana- desaparece prácticamente el D.H. luego? Ilustraré mi propósito apoyándome en algunos de los ejemplos más característicos y reservaré una atención especial al Diálogo de la lengua de Juan de Valdés (1535) y al Viaje de Turquía (#1557), obras que enmarcan espléndidamente la época del emperador.
I. Introducción: la cuestión de las fuentes Conviene primero y previamente considerar la cuestión de las fuentes. Como se sabe, las fuentes del D.H. son múltiples. Puede decirse que el D.H. es la ilustración más perfecta de la imitación de los modelos antiguos, griegos y
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latinos redescubiertos primero en Italia1, donde surgen imitaciones que, a su vez, se transforman en modelos modernos, hasta llegar a Erasmo. Ahora bien, tal planteamiento de la historia literaria tradicional deja de lado dos características de la creación literaria que me parecen esenciales. La primera es la de la lengua pues todos los modelos se escribieron originalmente en otras lenguas (el modelo italiano es el más próximo y asequible); esto supone que, a la hora de reflejar con el lenguaje una parcela de la realidad, concreta o imaginaria, hace falta encontrar en la propia lengua la unión específica entre un uso lingüístico y el sentido que se quiere engarzar en él. Escribir en una lengua distinta de la del modelo significa, primero, asumir una comprensión de este modelo a partir de los propios referentes, los de la propia realidad espaciotemporal y social que son necesariamente distintos, y luego proceder a la elaboración del nuevo objeto -el texto en la propia lengua- de acuerdo con un contenido y sus referentes por una parte y los usos sociales y referenciales de esta lengua, por otra. Es evidente que la existencia del modelo no explica por sí sola el éxito de la imitación ni su carácter transitorio2. La segunda característica, que se deriva de lo anterior, es la de la dimensión de comunicación de la obra literaria, que implica su relación con los lectores contemporáneos a quienes va dirigida, y con el contexto sociológico que comparten autor y lector. Es decir que, a la hora de escribir, tan sólo interesan y se eligen los modelos en los que se encuentran respuestas a las interrogaciones del momento, así como los temas y las estructuras textuales aptas para expresar tales planteamientos. Correlativamente, los modelos se ven transformados por una cultura distinta para responder a situaciones inéditas3. En vez de imitación convendría hablar de la recepción y utilización de unos textos que ofrecen en un momento dado una expresión textual de interés, tanto por la realidad expresada, es decir, de valor referencial válido para los nuevos lectores/imitadores, como por su formulación (temática y argumentativa).
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Marsh, D., The Quattrocento Dialogue - classical tradition and humanist Innovation, Harvard University Press, Cambridge/ Massachusetts/ London, England 1980. Dentro del enfoque contemplado está claro que sólo ofrecen interés los Diálogos escritos en castellano, pues como comentamos a continuación, los Diálogos en latín son la imitación más fiel de los modelos clásicos, un ejercicio retórico y culto que no permite el desarrollo de la creatividad en castellano. Gadamer, G., Langage et vérité, Gallimard, Paris 1995, (título original, Aufsätze laut Anhang) que subraya este perpetuo renovarse de la tradición incluso dentro de la propia lengua.
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La dimensión de comunicación lleva aparejada evidentemente la meta que se propone el autor al escribir su obra, meta que forma parte de la función que se le reconoce a la literatura, implícita o explícitamente. Dicha función de comunicación es particularmente evidente en el caso del D.H. ya que los humanistas han heredado de los clérigos medievales la obligación moral de enseñar. La exigencia de Verdad sigue siendo la misma, pero podemos observar que la meta ha cambiado y que el objeto es distinto: ellos ya no van a enseñar la Verdad de la Revelación, la palabra de Dios, sino un conocimiento «verdadero» del hombre y del mundo. El afán de Absoluto ahora se dirige hacia el mundo de lo creado. Con el cambio de objeto, corre parejo un cambio de enfoque: se trata de observar la realidad entorno y de objetivar al hombre, estudiándolos de «tejas abajo», como escribe López Pinciano4, con la esperanza de descubrir los secretos de la Naturaleza y del ser humano, en un afán de mejorar las condiciones de la existencia humana y de contribuir al perfeccionamiento cristiano del individuo. Así en el prohemio de su Diálogo llamado Pharmacodilosis, justifica su obra el médico Nicolás Monardes con estas palabras: «me impulsó [...] la necesaria investigación de la verdad, sobre todo en asuntos que tanto contribuyen a la común utilidad»5.
II. El papel de la experiencia individual como garantía, nueva, de veracidad en el D.H. Los humanistas del siglo XVI, además de aprovechar las nuevas posibilidades que les brindaba la imprenta para redescubrir el saber antiguo, se encuentran con el triunfo de una nueva modalidad de conocimiento: la de la experiencia vital del individuo, cuya irrefutabilidad han sellado los grandes viajes marítimos con el descubrimiento del nuevo mundo y la circunnavegación. Este valor que se reconoce a la experiencia sirve de fundamento al empirismo científico de la época y fomenta un discurso «conceptual» en el que se trata de dar a conocer la realidad humana inmanente en toda la variedad de sus planteamientos desde un presupuesto racional reflexivo, y de manera fehaciente para satisfacer una esencial exigencia de verdad. La forma natural y tradicional de tal discurso es la del tratado, que como su nombre indica, «trata de [...]».
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Antiguaphilosophíapoética, Epístola primera, Madrid, 1596. ed. de Carballo Picazo, A., C.S.I.C., Madrid 1973, p. 113. Véase la preciosa edición, conmemorativa del V Centenario, de N. Baranda con prólogo de V. Infantes, SmithKline Beecham, Imprenta Aguirre, Madrid 1992.
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Pero la preeminencia de la experiencia individual, como modalidad de conocimiento «verdadero» ya que indiscutible, por haberlo sancionado la vida, encuentra su modalidad expresiva en la ficción conversacional, que responde a la meta didáctica del humanismo y para la cual la tradición antigua, renovada por los italianos, brindaba varios modelos6. La pluralidad de voces, por otra parte, permite primero ensanchar fehacientemente la reflexión sobre la realidad, de la que cada personaje posee un conocimiento particular, y luego constituye un procedimiento retórico apreciable: si el lector puede identificarse con alguno de los personajes, se dejará llevar hacia donde quiere el autor7. Para conseguir estos efectos es preciso que el autor dé visos de verdad a sus personajes, pues de la veracidad o verosimilitud de los personajes depende su eficacia, lo cual supone una adecuación entre lo que dicen los personajes, su forma de hablar y su «estado», o sea, su condición social, y, en menor grado, el marco espacio-temporal de la conversación. La exigencia de verdad opera así a dos niveles: el primero es el de la verdad comprobable de los elementos de realidad que son objeto de la conversación y cuyos referentes son comunes al autor y al lector, que debe poder «reconocer» la realidad que se comenta; el segundo, propiamente literario, es el de la verdad probable, verosímil, de la ficción dialogal, cuya importancia varía mucho según los autores y las obras. Esta ficcionalidad dialogal puede valerse de estructuras Acciónales conocidas tales como el sueño, la biografía, la forma epistolar, la ficción dramática como también recurrir en algunos casos a personajes mitológicos o a alegorías, medios todos utilizados con una finalidad didáctica.
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Savoye Ferreras, J., «Del Diálogo humanístico a la novela», en Homenaje a José Antonio Maravall, Centro de Investigaciones Sociológicas, T III, Madrid 1985, pp. 349-358. De este mecanismo se muestran plenamente conscientes algunos autores: escribe así F. de Osuna: «va el libro por manera de pregunta y respuesta, para mayor explicación de lo que se dice, que pregunta él y responde quien le sabrá dar razón de lo que demanda.» Norte de los estados, prólogo a Don Diego López Torres; y también F. de Avila, prólogo al lector: «También me ha parecido esta manera de escribir ser de provecho notable por hablar en ella como se habla, con cada uno en particular, y poder él que lo lea, sin dificultad imaginar ser él con quien se habla, y decirse a él las cosas que allí se dicen, y de esta manera sacar provecho de ellas, como sí a él se lo dijesen, y para él sólo se escribiesen». Diálogos en que se trata de quitar la presunción al hombre, Juan de Lequerica, Alcalá 1576.
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III. Lengua y experiencia en el Diálogo de la lengua de Juan de Valdés III. 1. Un nuevo enfoque epistemológico o la objetivación de la propia lengua Cinco años después del sacro de Bolonia y unos cuarenta años después de la Gramática de Antonio de Nebrija, el Diálogo de la lengua de Juan de Valdés viene a constituir la carta magna de la lengua castellana8. La sorprendente modernidad de esta obra se origina en la nueva consideración del papel del lenguaje y de la lengua, que la forma dialogada pone de realce merced a la adecuación entre lo que se enuncia y la escenificación conversacional. Para J. de Valdés la lengua nace de las cosas, como se ve en la formación del castellano en el que, dice, entraron palabras árabes «con las mesmas cosas que nos introduxeron». De la existencia de las cosas depende pues la de las palabras. Dicho de otra manera, antes son las cosas que las palabras, actitud ésta en oposición a la concepción escolástica medieval de la primacía del discurso9. Cabe relacionar tal actitud con la corriente nominalista de G. de Ockham para quien los universales no radican ni en las palabras ni en las cosas sino en lo que significan como medio de acceso al conocimiento. Con la misma lógica el autor observa que «cada lengua tiene sus vocablos propios y sus propias maneras de decir», y por consiguiente, de pasada, reconoce la existencia de cuatro maneras de lenguas en la península: catalana, valenciana, portuguesa y vizcaína; insiste sobre la diversidad del castellano según las regiones y ancla el castellano en una realidad a la vez historico-geográfica y social: el reino de Toledo y la Corte10.
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Quilis Morales, A., ed., Diálogo de la lengua, prólogo y bibliografía, Plaza y Janés, Barcelona 1984. En el mismo sentido escribe Cristina Barbolani «Valdés conoce el arte, la gramática, pero no la confunde con la lengua. Toda intención normativa no es previa, sino posterior a la observación y descripción del hecho lingüístico». Ed. del Diálogo de la lengua, Cátedra, Madrid 1982, p. 80. Y, como se sabe, justifica sus ataques a Nebrija tachándole de andaluz. Pero la diferencia entre Valdés y Nebrija es más profunda por originarse en una actitud absolutamente distinta frente a la propia lengua y literatura como subrayó Lore Terracini «Nebrija y Valdés críticos literarios», en Gramática y humanismo, perspectivas del renacimiento español, ed. de P. Ruiz Pérez, Ed. Libertarias, Córdoba 1993, p. 147.
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nobleza tradicional, tema del que se hará eco Don Quijote en un discurso famoso. Al mismo tiempo, la ignorancia confesada de Torres sobre el tema, junto con su cordura que justifica su participación en la conversación, ilustra el concepto que tiene J. de Valdés de la lengua enfocada como patrimonio natural de todos e instrumento de comunicación. Torres le sirve al autor para ejemplificar sus ideas y lo mismo ocurre con Coriolano, si bien en menor grado, al mismo tiempo que sus intervenciones en el juego conversacional que dirige Marcio permiten insistir sobre las ideas clave del texto.
IV. La representación de la realidad: la variedad de los aspectos representados y la importancia de la producción de D.H. IV. 1. La ampliación novedosa de la realidad representada y la importancia de la producción de D.H. El enfoque humanístico de la realidad da lugar a una representación escrita de aspectos de la misma que nunca habían merecido antes la atención de la élite culta, con la emergencia de nuevos temas que responden a una clara finalidad didáctica y pragmática, lo que es absolutamente nuevo (y se debe evidentemente al invento de Gutenberg). La aparición de estos nuevos temas tiene como primera consecuencia el enriquecimiento notable de la lengua escrita con la consagración por la imprenta de un léxico hasta entonces oral, aumentado en su caso por la traducción en castellano de términos latinos o griegos. Así mismo, la introducción de estos nuevos temas supone en el plano discursivo la acotación literaria nueva del marco real correspondiente. Pasan de cien los autores de Diálogos Humanísticos escritos en castellano en el siglo XVI15, con más de la mitad en la época Carolina, cuya producción se caracteriza por su extremada variedad y obras de altísima calidad. En efecto, el entusiasmo humanístico por el saber y la difusión del mismo da lugar a obras que tratan en forma de D.H. los temas de teoría y práctica profesional más importantes en esos años tales como la arquitectura, la medicina, la filosofía natural, la lengua y humanidades; los temas de sociedad más relevantes: asuntos político-religiosos; la cuestión matrimonial y la crianza y educación de los hijos; el tema bélico en sus varios aspectos etc. con toda la diversidad concreta de
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A partir de mi catálogo y del que estableció Gómez, J., El diálogo en el renacimiento español, Cátedra, Madrid 1988, (eliminando de este último los Diálogos en latín y los que son traducciones u otra cosa).
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puntos de vista individualizados por parte de las primeras generaciones de intelectuales. IV. 2. La novedad de los temas abordados en algunas obras: algunos ejemplos IV. 2.1 Obras de ámbito científico/profesional El temprano Diálogo de Diego de Sagredo, Medidas del Romano16, constituye el primer texto renacentista que expone en lengua vernácula las reglas esenciales del arte de Vitruvio. El paratexto de este Diálogo ilustra su índole conceptual de tratado, con dibujos y planchas incorporadas al texto, y, con él, entra en el lenguaje escrito, a través de las nociones expuestas, todo un léxico profesional y especializado relativo a la arquitectura: los diccionarios de la lengua recogerán luego esta terminología que hoy sigue figurando. Atestiguan el éxito de este texto en el ámbito profesional las inmediatas traducciones al francés y reediciones en castellano17. El marco ficcional es el del taller de un familiar de la iglesia de Toledo, a quien encuentra trabajando un amigo suyo, Picardo, del nombre de León Picardo, pintor amigo de Sagredo y oriundo de Picardía, que se había establecido en Burgos en 1511 convirtiéndose en el artista más representativo de la ciudad en la primera mitad del siglo. Este Picardo contará en la segunda conversación su visita a Cristóbal de Andino, otro artista conocido (hizo las rejas de la capilla mayor de la catedral de Palencia, entre 1520 y 1530). También se mencionará en la conversación el nombre del escultor Felipe Bigarny o Felipe de Borgoña (oriundo de Champaña, se había asentado en Burgos en 1498)18. O
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Medidas del Romano necesarias a los oficiales que quieren seguir las formaciones de las bases, columnas, capiteles y otras pieças de los edificios antiguos, Ramón de Petras, Toledo 1526. Traducción al francés con el título de La Raison d'architecture antique, extraicte de Vitruve et aultres anciens architecteurs nouvellement traduits d'espaignol en françois [...] Paris, Simon de Colines, 1536(7), id. 1539,1542,1550,1555, nueva traducción en 1608 De l'architecture antique démontrée par raisons très faciles, reediciones en castellano a partir de la traducción francesa (¡!), Lisboa 1541 y 1542 (dos ediciones), Toledo, 1549 y 1569. Varias ed. fac-símil en el siglo XX ilustran el reconocimiento de su importancia en la historia de la arquitectura: Madrid 1946, Valencia 1976, Madrid 1986, Cali (Colombia) 1967, Churubusco (Méjico) 1977. Marías, F./ Bustamante, A., Introd. a la ed.facsímil de Medidas del Romano, Instituto de Conservación y Restauración de Bienes Culturales, Colección de Tratados, Madrid 1986.
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nobleza tradicional, tema del que se hará eco Don Quijote en un discurso famoso. Al mismo tiempo, la ignorancia confesada de Torres sobre el tema, junto con su cordura que justifica su participación en la conversación, ilustra el concepto que tiene J. de Valdés de la lengua enfocada como patrimonio natural de todos e instrumento de comunicación. Torres le sirve al autor para ejemplificar sus ideas y lo mismo ocurre con Coriolano, si bien en menor grado, al mismo tiempo que sus intervenciones en el juego conversacional que dirige Marcio permiten insistir sobre las ideas clave del texto.
IV. La representación de la realidad: la variedad de los aspectos representados y la importancia de la producción de D.H. IV. 1. La ampliación novedosa de la realidad representada y la importancia de la producción de D.H. El enfoque humanístico de la realidad da lugar a una representación escrita de aspectos de la misma que nunca habían merecido antes la atención de la élite culta, con la emergencia de nuevos temas que responden a una clara finalidad didáctica y pragmática, lo que es absolutamente nuevo (y se debe evidentemente al invento de Gutenberg). La aparición de estos nuevos temas tiene como primera consecuencia el enriquecimiento notable de la lengua escrita con la consagración por la imprenta de un léxico hasta entonces oral, aumentado en su caso por la traducción en castellano de términos latinos o griegos. Así mismo, la introducción de estos nuevos temas supone en el plano discursivo la acotación literaria nueva del marco real correspondiente. Pasan de cien los autores dz Diálogos Humanísticos escritos en castellano en el siglo XVI15, con más de la mitad en la época Carolina, cuya producción se caracteriza por su extremada variedad y obras de altísima calidad. En efecto, el entusiasmo humanístico por el saber y la difusión del mismo da lugar a obras que tratan en forma de D.H. los temas de teoría y práctica profesional más importantes en esos años tales como la arquitectura, la medicina, la filosofía natural, la lengua y humanidades; los temas de sociedad más relevantes: asuntos político-religiosos; la cuestión matrimonial y la crianza y educación de los hijos; el tema bélico en sus varios aspectos etc. con toda la diversidad concreta de
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A partir de mi catálogo y del que estableció Gómez, J., El diálogo en el renacimiento español, Cátedra, Madrid 1988, (eliminando de este último los Diálogos en latín y los que son traducciones u otra cosa).
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puntos de vista individualizados por parte de las primeras generaciones de intelectuales. IV. 2. La novedad de los temas abordados en algunas obras: algunos ejemplos IV. 2.1 Obras de ámbito científico/profesional El temprano Diálogo de Diego de Sagredo, Medidas del Romano16, constituye el primer texto renacentista que expone en lengua vernácula las reglas esenciales del arte de Vitruvio. El paratexto de este Diálogo ilustra su índole conceptual de tratado, con dibujos y planchas incorporadas al texto, y, con él, entra en el lenguaje escrito, a través de las nociones expuestas, todo un léxico profesional y especializado relativo a la arquitectura: los diccionarios de la lengua recogerán luego esta terminología que hoy sigue figurando. Atestiguan el éxito de este texto en el ámbito profesional las inmediatas traducciones al francés y reediciones en castellano17. El marco ficcional es el del taller de un familiar de la iglesia de Toledo, a quien encuentra trabajando un amigo suyo, Picardo, del nombre de León Picardo, pintor amigo de Sagredo y oriundo de Picardía, que se había establecido en Burgos en 1511 convirtiéndose en el artista más representativo de la ciudad en la primera mitad del siglo. Este Picardo contará en la segunda conversación su visita a Cristóbal de Andino, otro artista conocido (hizo las rejas de la capilla mayor de la catedral de Palencia, entre 1520 y 1530). También se mencionará en la conversación el nombre del escultor Felipe Bigarny o Felipe de Borgoña (oriundo de Champaña, se había asentado en Burgos en 1498)18. O
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Medidas del Romano necesarias a los oficiales que quieren seguir las formaciones de las bases, columnas, capiteles y otras pieças de los edificios antiguos, Ramón de Petras, Toledo 1526. Traducción al francés con el título de La Raison d'architecture antique, extraicte de Vitruve et aultres anciens architecteurs nouvellement traduits d'espaignol en françois [...] Paris, Simon de Colines, 1536(7), id. 1539,1542,1550,1555, nueva traducción en 1608 De l'architecture antique démontrée par raisons très faciles, reediciones en castellano a partir de la traducción francesa (¡!), Lisboa 1541 y 1542 (dos ediciones), Toledo, 1549 y 1569. Varias ed. fac-símil en el siglo XX ilustran el reconocimiento de su importancia en la historia de la arquitectura: Madrid 1946, Valencia 1976, Madrid 1986, Cali (Colombia) 1967, Churubusco (Méjico) 1977. Marías, F./ Busíamante, A., Introd. a la ed.facsímil de Medidas del Romano, Instituto de Conservación y Restauración de Bienes Culturales, Colección de Tratados, Madrid 1986.
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sea que tenemos un esbozo de representación literaria de un medio profesional inmerso en la realidad histórica contemporánea con nombres afamados 19 . A los personajes ilustres del Diálogo ciceroniano corresponden aquí artistas e ingenieros mecánicos y éstos, de paso, reivindican el reconocimiento social que merece su arte, argumentando que la arquitectura requiere primero aptitudes intelectuales para hacer cálculos y trazar planos20. Otro ejemplo notable es el de la obra de Bemardino Montaña de Monserrate, médico del emperador, que escribe a continuación de su Libro de la anothomía del hombre, un Coloquio del [...] sueño del marqués de Mondéjar11, obras concebidas y editadas juntas como lo precisa el autor en el prólogo, de manera que permiten a un público curioso la comprensión del tema y su profimdización. Es la primera vez también que se escribe sobre esta materia en castellano. En el Coloquio, el propio autor se pone en escena para satisfacer la curiosidad del marqués de Mondéjar acerca de un sueño que tuvo la noche anterior: el marco ficcional es íntimo, y el médico se sirve didácticamente de la ficcionalidad del sueño, para comentar la fisiología humana. Soñando, el marqués vió cómo en el interior de una fortaleza se edificaba un palacio y el médico da la explicación: la fortaleza es el cuerpo femenino y la edificación del palacio corresponde a la formación del cuerpo del niño. Con lo cual aparece un doble registro lingüístico: el metafórico que remite a la arquitectura y accesoriamente a la administración, y el anatómico y fisiológico-orgánico: en los márgenes unas anotaciones explicitan los términos empleados22. Asimismo el médico dentista de Felipe II, Martínez de Castrillo, le dedicaba a Carlos V, redactado en forma dialogada, el primer tratado de odontología en
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Villalón, C. de, Ingeniosa comparación entre lo antiguo y lo presente, 1539, cita a Felipe Bigarny y a Cristóbal de Andino entre los artistas que ilustran la superioridad de los tiempos modernos, Ferreras, J., «L'évaluation du passé dans la Ingeniosa comparación», en Regards sur le passé dans l'Europe des XVIe et XVIIe siècles, Actes du Colloque organisé par l'Université de Nancy II, textes réunis par Francine Wild, Peter Lang 1997. «Has otrosí de saber que architeto es vocablo griego: quiere dezir principal fabricador y assí los ordenadores de edificios se dizen propriamente architetos. Los quales según paresce por nuestro Vitruvio son obligados a ser exercitados en las sciencias de philosophía y artes liberales. Ca de otra manera no pueden ser perfetos architetos, cuyas herramientas son las manos de los oficiales mecánicos», (fol. A vii r.) Libro de la Anothomía (sic) del hombre. Nuevamente compuesto por el doctor [...] juntamente con una declaración de un sueño que soñó el illustrísimo Señor Don Luys Hurtado de Mendoza Marqués de Mondéjar, Sebastián Martínez, Valladolid 1551. En el prólogo Montaña de Monserrate dice utilizar una conversación que hubiera tenido realmente con el marqués, Ferreras, J., «Didactismo y arte literario en el Diálogo humanístico del siglo XVI», en Criticón, 58, 1993.
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castellano. Esta obra, publicada en Valladolid en 1557, conocerá otras dos ediciones en 1570; en el prólogo de la edición facsímil que hizo el Prof. García Gras en 1975, destacó su valor «científico» 23 . En este Diálogo la conversación arranca de manera muy amena del encuentro fortuito en Valladolid de un médico dentista con un antiguo criado de su padre, quien se muestra muy afligido porque teme perder a su hijo pequeño por una infección de muelas. Unos años antes, otro médico, el sevillano Nicolás Monardes había publicado un Diálogo sobre las plantas medicinales traídas de las Indias: el Diálogo llamado Pharmacodilosis. Inmediatamente después del título leemos: «Interlocutores: Nicolao, médico. Ambrosio, boticario». El marco ficcional de una botica se deduce de las primeras palabras que cruzan médico y boticario: Nicolao: Sálveos Dios, Ambrosio. Ambrosio: Venga en buena hora, mi Nicolao. Nicolao: ¿Qué es esto que hazes? ¿Qué muchedumbre de medicinas es esta? ¿Por ventura hazes memoria de las medicinas que tienes? Ambrosio: No es eso. Nicolao: Pues, ¿qué es? Ambrosio: Dispenso las pildoras agregativas. El tema militar también había hecho su entrada en la literatura con el De Re militari de Diego de Salazar 24 , obra inspirada en gran parte en el Arte della guerra de Maquiavelo, con la diferencia de que Diego de Salazar era soldado y escribió, pues, desde su experiencia. En el prólogo justifica su obra: pretende rehabilitar el ejército que «por ser la orden militar casi en todo corrompida y olvidadas en ella las antiguas órdenes, han nacido estas opiniones que hazen a los populares tener en odio la milicia» y presenta ficticiamente el diálogo como la transcripción de una conversación que hubieran mantenido Fernández de Córdoba, el Gran Capitán, y Don Pedro Manrique de Lara. Haciendo de narrador, Salazar introduce a los personajes en un marco que renueva por su referencialidad el topos del locus amoenus:
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Coloquio breve y compendioso sobre la materia de la dentadura y maravillosa obra de la boca [...], precedido de un prólogo de D. Pedro García Gras, Catedrático de Estomatología de la Facultad Complutense y Académico Numerario de la Real de Medicina, Vassallo de Mumbert, Madrid 1975. De re militari. Tratado hecho a manera de diálogo que passó entre los illustrísimos señores Don Gonzalo Fernández de Córdova llamado Gran Capitán duque de Sessa y Don Pedro Manrique de Lara duque de Náxara [...], Miguel de Eguía, Alcalá de Henares 1536, Roger Velpius, Bruselas 1590.
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[...] pasado el combite, y levantadas las mesas y cumplida toda la orden de festejarle (al Gran Capitán), siendo el día largo y el calor grande, pareció al duque por huir el mucho calor y compañía reducirse con el Gran Capitán y algunos pocos de sus parientes en una secreta y sabrosa parte de una huerta, adonde entrados y asentados quien en sillas, quien en la hierba, como a cada uno le plugo, hablando de la gentileza de los árboles y diciendo con cuánto estudio los señores de ellos los habían hecho plantar y curar, dijo el Gran Capitán [...]. A continuación pasa el autor al estilo directo. Menos conocido, pero quizás más interesante desde el punto de vista que desarrollo en este estudio, es, poco tiempo después, la Apología en excusación y favor de las fábricas del reino de Nápoles, del Comendador Pedro Luis Esgrivá25, que defiende con este texto los nuevos métodos de construcción de los presidios. El autor había sido encargado de construir las defensas de la ciudad de Nápoles y su Diálogo es la primera obra escrita en castellano sobre fortificación moderna. Estaba ya hecha gran parte de la fábrica del castillo de San Telmo cuando, ante las críticas suscitadas por sus innovaciones arquitectónicas, el ingeniero militar decide escribir para defenderse: el Diálogo refleja esta polémica oponiendo el Vulgo al propio Comendador. Más allá de la polémica de época, el que lo mencione el artillero milanés Gabriel Busca en su libro Della architettura militare de 1601, prueba el interés que despertó desde el punto de vista profesional. Con esta obra se incorpora al castellano todo un léxico específico de una técnica militar moderna26. La novedad de estos textos estriba en la atención de todos sus autores a una realidad profesional o científica específica que quieren dignificar mediante su «vulgarización» en castellano y el recurso a la ficción dialogal, para ponerla al alcance de la minoría ciudadana culta.
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Obra escrita hacia 1538 y publicada por Mariátegui, E., Impr. del Memorial de Ingenieros, Madrid 1878. Sobre estos dos autores véase Maravall, J. A., Antiguos y Modernos, Sociedad de Estudios y Publicaciones, Madrid 1966, p. 540 ss.
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IV. 3. Obras de alcance ético-cívico y renovación religiosa: guías matrimoniales y catecismos en castellano Francisco de Osuna en su Norte de los estados27 y, cerca de veinte años después otro sevillano, Pedro de Luján, autor de Coloquios matrimoniales28, se anticipan al Concilio de Trento en la reflexión sobre las normas de conducta matrimonial y regulación de la vida familiar. Ambos textos llaman la atención por la modernidad con que sus autores enfocan el tema de la familia. Osuna es perfectamente consciente de innovar y ser el primero en proponer de esta manera una «regla» de vida para los casados como se desprende del prólogo que dirige a Don Diego López Torres, mayordomo mayor de la casa real de Castilla, con motivo de su casamiento29. Los personajes de la ficción dialógica son el propio autor y un sobrino suyo, Villa Señor, que acude a pedirle consejos primero sobre el estado que le conviene tomar, y vuelve a consultarle en cada momento crucial de su vida de desposado primero, luego de casado y finalmente de viudo. Osuna en su prólogo insiste sobre el aspecto concreto de su libro30, y, de hecho, los consejos versan tanto sobre la conducta sexual prematrimonial, sobre los remedios a la impotencia masculina y esterilidad femenina, como sobre la crianza y educación de los hijos, la atención debida hacia la mujer y por fin sobre la viudez. Reconocemos ahí la misma preocupa-
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Norte de los estados en que se da regla de vivir a los mancebos y a los casados y a los biudos y a todos los continentes y se tratan muy por extenso los remedios del desastrado casamiento, enseñando qué tal ha de ser la bida del christiano casado, Bartholomé Pérez, Sevilla 1531, Juan de Junta, Burgos 1541 y 1550. Coloquios matrioniales en los quales se trata cómo se han de aver entre sí los casados y conservar la paz, criar sus hijos y governar su casa. Tócanse muy agradables sentencias, dichos y hechos, leyes y costumbres antiguas, D. de Robertis, Sevilla, 1550. Seguirán 10 reediciones hasta 1589, en Toledo, Sevilla, Valladolid, Zaragoza y Alcalá. (Habrá una reedición en 1943, Madrid, Atlas, col. Cisneros na 30). «Hasta ahora no anda libro particular que hable con los casados, y pues, todos los estados tienen particulares libros, también y más lo han menester los casados; para los prelados está el pastoral, para los curas el sacramental, para los clérigos simples el racional, los frailes y monjas reglas tienen de por sí. También los casados han menester señalada doctrina y regla que hallarán en este libro, muy cumplidamente [....]. En este libro hallarán los casados españoles toda la doctrina que pertenece a la corregida forma de vivir». «Los otros libros que hablan en esto parecieron falsos, porque no descienden a cosas particulares, ni son tan caseros como requiere el matrimonio», comentario plenamente justificado si pensamos en los tratados en latín de Luis Vives, Institutio foeminae christianae y De officio mariti.
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ción, ya observada en otros autores de D.H. por la realidad vivida, es decir, por la experiencia vital, de la que Osuna tendría amplia noticia en el confesionario. La forma dialogada pone de realce esta supeditación a la realidad concreta pues quien aparentemente dirige las conversaciones es el sobrino que viene a exponer sus dudas y sus problemas al autor, el cual responde luego al caso concreto. De esta forma, el que hable primero el sobrino da el tono de la conversación, cuyo estilo realista corresponde a las experiencias del joven, como se ve en esta confesión del acongojado Villa Señor recien casado frustrado en su noche de bodas: [...] como venida la noche, después de encomendarnos a Dios, fuésemos a la cama, no con otro deseo sino de haber siquiera un solo hijo [...] quiso finalmente la envidia del diablo, y mis pecados, que me hallé ligado tan malignamente, que nunca pude tener acceso a ella, por mucho que lo probé. Osuna utiliza la forma dialogada con la máxima eficacia, pues al dar primero la palabra a la «víctima», da entrada a la «verdad» de la circunstancia concreta real, que se impone con toda su brutal sencillez. Encontramos la misma utilización didáctica de la forma dialogada en los Coloquios matrimoniales de Luján, quien pone en escena a dos amigas, haciendo la mayor, Dorotea, de mentor de la joven Eulalia: primero la convence para que se case, después oyendo sus quejas de recien casada, le da buenos consejos y sermonea al joven marido, luego da nuevos consejos a la futura madre; por fin protagonizan el quinto Coloquio los dos hijos de las dos amigas31. Se organizan los Coloquios como otros tantos capítulos de la vida de Eulalia, esbozándose así una tenue trama ficcional, con la actuación vital del personaje ordenada en una duración temporal. En el segundo Coloquio podemos apreciar la rebeldía de Eulalia ante el ejemplo de conducta femenina que le acaba de contar su amiga: «Donosa estaba yo si había de ser alcahueta de mi marido; eso me parece, sobre cuernos, siete sueldos». El modelo Erasmiano, del que se reclama abiertamente Luján en el argumento de este Coloquio, da paso a una personalización del individuo, cuyas reacciones de humor delatan el carácter: Eulalia aparece al principio como una mujer brava.
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El sexto y último coloquio, entre dos viejos, parece responder a una preocupación estructural temática de otro orden: la de las edades.
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El Diálogo de doctrina cristiana de Juan de Valdés tiene el mismo carácter novador al representar el primer catecismo escrito en castellano32. Es notable que este Diálogo se presente también como la transcripción de una conversación real que hubieran mantenido el autor anónimo, que se hace pasar por un monje, un cura «ydiota» y Don Fray Pedro de Alba, el arzobispo de Granada; explica también «el autor» que la escribió en estilo directo «de suerte que sea diálogo más que tratado» y para que «el que lo leyere, cuando oiga que habla el arzobispo, esté atento a oír las palabras graves, pías y eruditas de aquel excelente varón». No es menos remarcable que en su dedicatoria introductiva «el autor» aluda a sus «letras y experiencia», y que a continuación el arzobispo, cuando acoge a las visitas, emplee apenas modificada la misma expresión: «aunque yo no tenga tanta suficiencia y experiencia como convendría [...]». En 1543, el Doctor Constantino Ponce de la Fuente seguirá el ejemplo valdesiano y con el mismo deseo de divulgación amena de los fundamentos del cristianismo en la Suma de doctrina cristiana33, escrita en forma dialogada y tono voluntariamente sencillo para recrear una atmósfera familiar. Insiste en la dedicatoria al arzobispo de Sevilla, Don García de Loaísa, en que «doctrina es llana y para gente sin erudición y letras»34.
V. El Viaje de Turquía: la obra cumbre El género que nace en tiempos del Emperador debía alcanzar su cumbre en el año que sigue la muerte de Carlos V con el Viaje de Turquía, atribuido por Bataillon al Doctor Laguna. V. 1. El triunfo de la experiencia como vía de conocimiento y camino hacia la Verdad Toda la obra se estructura en torno a la experiencia como vía de conocimiento del mundo y camino hacia la verdad interior del hombre. Son primero las reflexiones agridulces y socarronas de Matalascallando que en su calidad de compañero de años de peregrinaciones al lado del clérigo Juan de Voto a Dios,
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Alcalá de Henares 1529. Cátedra, P.M., La Doctrina cristiana del ermitaño y niño de Andrés Flórez, o.p. (Valladolid 1552) facsímil con estudio y un apéndice, Salamanca 1997. Sobre este aspecto «popular» y el correspondiente éxito de la obra véase Bataillon, M., Erasmo y España, Fondo de Cultura Económica, México 1950, pp. 534 -535.
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denuncia la falta de caridad de éste y apunta el tema de los hospitales. A continuación, el encuentro de los dos con Pedro de Urdemalas pone en evidencia la mentira de Juan que, presumiendo de viajes y de saber lenguas, se gana la vida mintiendo pues no sabe griego ni dónde está Jerusalen. Y Mata no puede dejar de ponderar la experiencia de Pedro y el cambio moral que ha originado en su amigo de antaño: Ahora digo que no es mucho que sepa tanto Pedro de Urdimalas, pues tanto ha peregrinado. En verdad tan trocado, que dubdo si sois vos. Dos horas y más ha que estamos parlando y no se os ha soltado una palabra de las que solíais, sino todo sentencias llenas de philosophía y religión y themor de Dios35. La experiencia, instrumento de conocimiento, es también vía de perfeccionamiento. Es más: a continuación se anuncia ya que la verdad de la experiencia se opone irresistiblemente al falso saber libresco de los teólogos con estas palabras de Pedro a Juan «[...] y desto me habéis de perdonar que doy consejo, siendo un idiota, a un theólogo» 36 . No es ninguna coincidencia, por cierto, que Pedro logre mejorar su condición de esclavo ejerciendo de médico: fuera de los conocimientos del probable autor del libro, los médicos representaban en la época Carolina un grupo que estaba en la vanguardia del nuevo planteamiento del saber37 por su objetivación del cuerpo según ya vimos y de ahí la larga disputa de Pedro frente a los médicos judíos 38 . Mata da las reglas de exposición del relato a Pedro, que debe empezar «del primer día, que de allí adelante nosotros os iremos preguntando» 39 . A través de preguntas y respuestas acompañadas de anécdotas, cuentos y digresiones sobre la realidad española se condensa la realidad del mundo mediterráneo de la época
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39
García Salinero, F., ed. de Viaje de Turquía: la odisea de Pedro de Urdemalas, Cátedra, Madrid 1980, p. 123. Citaré en adelante por esta edición. Id. Granjel, L.S., La medicina española renacentista, Ed. Universidad de Salamanca, Salamanca, 1980. Delgado Gómez, A., De la medicina a la literatura: el Viaje de Turquía, Tesis doctoral, Austin Texas 1982, en que el autor muestra la estrecha vinculación entre la línea conceptual y la línea narrativa de la obra y la síntesis en «La medicina y el viaje de Turquía», en Boletín de la Biblioteca de Menéndez Pelayo, año LX, enero-diciembre 1984, Santander. Viaje de Turquía, p. 129.
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en escenas que llaman la atención por la precisión concreta de su evocación, como por ejemplo en las siguientes réplicas: (habla Pedro)[...] me dió una pólifa por la qual m e hazían médico del Gran Turco con un ducado veneciano de paga cada día, de ayuda de costa. Juan.- ¿Quánto es el ducado veneciano? Pedro.- Trefe reales 40 .
La información es tan variada como rica es la experiencia de Pedro, que nos la da suelta en su relato y la recoge y completa ordenadamente en la exposición rigurosa que hace al día siguiente sobre los distintos aspectos del mundo turco. La experiencia vital de Pedro autentifica su testimonio, con la fuerza indubitable que tienen las palabras de quien ha osado desafiar al Bajá y arriesgar la vida en nombre de su fe. La voluntad de dar a conocer esta abigarrada realidad, hasta entonces ajena a la literatura, transparece en la cantidad de palabras cuyo significado explica Pedro a petición de sus interlocutores: esta realidad abarca desde la vida en las galeras: «¿qué quiere decir comité?» «¿Y arraez?» «¿Qué es bizcocho y mazamorra?» 41 , hasta la manera de hablar de los soldados españoles que están en Italia: «Qué es estrada?¿qué es vitela?¿qué es presuto?¿qué pollastre?» 42 o las maniobras marítimas: «¿qué es amainar?» 43 . V. 2. La materialización ficcional: hacia la novelización de la experiencia En esta obra el esquema básico del D.H.44 -encuentro de los personajes y presentación del tema de conversación seguido de su desarrollo- se ve extraordinariamente enriquecido no sólo por la opción lucianesca de composi-
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Ibid., p. 232. Ibid., respectivamente pp. 134, 135, 136. Ibid., p. 141. Ibid., p. 302. Fue poco feliz la iniciativa de García Salinero quien dividió el texto en capítulos y suprimió la Turcarum origo así como la tabla de materias, que no es una «lista de cuentos», sino una lista de términos que remiten sea a las aventuras de Pedro, sea a nociones informativas, siguiendo una costumbre característica de la edición de D.H. con clara finalidad pedagógica. Sevilla, Fl., y Vian, A., «Para la lectura completa del Viaje de Turquía: edición de la Tabla de materias y de la Turcarum origo», en Criticón 45, Presses Universitaires du Mirail, Toulouse 1989.
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ción y tono, sino, sobre todo y fundamentalmente, por la introducción de un relato autobiográfico como tema de conversación, lo que confiere al texto dimensiones inéditas. Es al principio la presentación teatral burlesca, al modo de Luciano45, que permite asignar a cada uno de los personajes rasgos personales ligados a su comportamiento que se revela a través de sus réplicas: Mata es escéptico y criticón y la aparición de Pedro es la piedra de toque de la falsedad de Juan. A partir de este momento la conversación puede empezar, anunciada por Mata en estos términos: [...] digo yo que Pedro de Urdimalas nos cuente aquí todo su viaje desde el postrero día que no nos vimos fasta este día que Dios de tanta alegría nos ha dado. De lo cual Juan de Voto a D i o s podrá quedar tan docto que pueda hablar donde quiera que le pregunten c o m o testigo de vista.
Mata introduce el relato de Pedro con una justificación típicamente literaria, ya que tal relato se origina en las relaciones que acaban de trenzar entre sí los personajes y se presenta como un remedio (¡ambiguo!) a la necesidad vital de Juan. En tanto que relato autobiográfico es novela pues va a relatar la actuación pasada de Pedro y la de los personajes en torno suyo. Esta dimensión autobiográfica, a su vez, permite que las intervenciones de Mata y Juan no sean únicamente de orden intelectual sino personalizadas: ellos también contarán anécdotas o sucesos pasados y, sobre todo, al filo de sus preguntas se descubrirán algunos de sus comportamientos, conforme a la figura esbozada al principio. De esta manera se organiza el discurso en varios planos a la vez y el discurso racional de alcance general se ve ejemplarizado, al encarnarse en las actuaciones relatadas de personajes particulares. En la segunda parte del Diálogo que transcurre a la mañana siguiente, volvemos al esquema conceptual característico del D.H de «vulgarización de conocimientos»: se ha «evacuado» el aspecto vital personal y sólo se trata de completar la información de Juan y de los supuestos lectores.
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Savoye Ferreras, J., «Del diálogo humanístico a la novela», en Homenaje a José Antonio Maravall, C.S.I.C., Madrid 1985, III, pp. 349-358.
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VI. El Diálogo Humanístico: un género de transición Los D.H., por la importancia de la producción y la variedad de temas, ofrecen un campo amplio de experimentaciones literarias cuyos intentos y resultados han sido poco estudiados hasta ahora. Estas experimentaciones formales y temáticas acentúan, en cada caso, la literariedad del Diálogo, que, de todas formas, se supedita a la meta conceptual del mismo, según el enfoque ideológico de partida del humanismo: enseñar la verdad sobre el mundo entorno y sobre el hombre. Este presupuesto marca los límites de la creación ficcional pues si se llega a representar los puntos de vista individuales, no puede encarnarse la experiencia de estos individuos en el devenir del héroe problemático de la novela moderna. En este sentido el Viaje de Turquía lleva la experimentación ficcional a sus límites, según vimos, a través del relato de Pedro.
Conclusión El D.H., al enfocar la realidad desde la experiencia individual, permitió representar literariamente aspectos nuevos y/o desconocidos del mundo real y de la vida humana, así como la variedad de opiniones al respecto, mediante el arte conversacional. Escribir D.H. supuso un aprendizaje literario real y podemos considerar la enorme producción de D.H. del siglo XVI como un entrenamiento a la representación escrita de la realidad en todos sus aspectos, que ha contribuido de manera decisiva, y mucho más de lo que se suele creer, en el advenimiento de la novela moderna.
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«Ulixes o qué?»: Pedro de Urdemalas, o la heroicidad clásica en el Mediterráneo carolino
Encarnación Sánchez García Istituto Universitario Orientale di Napoli
Que en los pliegues de los prólogos literarios, entre manoseados tópicos y elogios ditirámbicos al dedicatario, se escondan tesoros de crítica literaria y claves para entender el texto al que anteceden, es cosa archisabida. Y en esto el prólogo del manuscrito 3781 de la Nacional de Madrid (el más antiguo de los cinco que contienen el diálogo conocido como Viaje de Turquía ) no es una excepción. Dirigido «al muy alto y muy poderoso, cathólico, y christianíssimo, señor, don philipe, Rey de Spaña, Yngalaterra, y Nápoles» y fechado a primero de marzo, 1557 empieza así: «Aquel insanable y desenfrenado deseo de saber y conos^er que natura puso en todos los hombres, (^ésar invictíssimo, subjetándonos de tal manera que nos fuerza a leer sin fructo ninguno las fábulas y fictiones, no puede mejor executarse que con la peregrinación y ver de tierras estrañas, considerando en quánta angustia se enzierra el ánimo y entendimiento que está siempre en un lugar sin poder extenderse a especular la infinita grandeza deste mundo» y por esto Homero, único padre y autor de todos los buenos estudios, habiendo de proponer a su Ulixes por perfecto dechado de virtud y sabiduría, no sabe de qué manera entonar más alto que con estas palabras: "AvSpa |ioi ev87te, Mouoa, 7ioX,óxpo7iov, oa )iáXa 7ioA,A.a TaáyxceK
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Biblioteca Nacional de Madrid, ms. 3871 (MI), fol. 1. A partir de ahora las citas reenvían siempre a este manuscrito, sobre el que intervengo acentuando y modernizando la puntuación, en espera de la edición crítica anunciada por Castalia.
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Este principio, como demostró Marcel Bataillon 2 , está tomado de la Dedicatoria de Domenichi dirigida a Camillo Vitelli que precede al texto de los Commentari de Spandugino, (Florencia, 1551); el prólogo empieza, pues, con un plagio, primerísimo de la abundante serie que constela el Viaje, y que se inserta bien en un concepto de imitatio propio del Renacimiento 3 . Este carácter de plagio no desluce, sin embargo, la coherencia textual del pasaje, en sí mismo y en cuanto lo pongamos en relación con el resto de la carta dedicatoria; en efecto, para el autor, la tensión creada por el humano deseo de saber, connotado como pasión desatada, sólo puede hallar satisfacción con el movimiento y experiencia del mundo; el modelo literario de este proyecto vital es el Ulises homérico. Detalle no insignificante para nuestro propósito es que, como todos sabemos, el manuscrito 3871 de la Biblioteca Nacional de Madrid lleva, al principio del diálogo, los nombres griegos classicheggianti de los tres interlocutores por orden de aparición y que el tercero coincide con el atributo odiseico del verso homérico citado en el prólogo: Pollítropo (fol.llr). Tampoco carece de consecuencias para lo que nos importa, que los nombres griegos de la apertura pronto se transmuten en los folklóricos Juan de Boto a Dios, Mátalascallando (que no hacen al caso ahora) y Pedro de Urdemalas, dando así una imagen textual muy expresiva y precisa de la doble naturaleza que encierra nuestro protagonista. El que estos nombres helenizantes no hayan sido invención del autor sino que respondan a una corrección realizada por el amanuense del manuscrito 3871, como quería Marcel Bataillon 4 , no debilita nuestra lectura: en ese caso quien los puso no hizo más que bautizar con nombres humanistas a los interlocutores del diálogo, en función de las características personales de cada uno de ellos y ejercitando una forma nominalista de crítica literaria; cabe pensar también que siendo el manuscrito 3871 una copia de un texto anterior, como
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Marcel Bataillon, «Andrés Laguna auteur du Viaje de Turquía à la lumière de recherches récentes» en Bulletin Hispanique, VIII, 2,1956, p. 150. Véase también Marcel Bataillon, «Dr. Andrés Laguna, Peregrinaciones de Pedro de Urdemalas (Muestra de una edición comentada)» en Nueva Revista de Filología Hispánica, VI, 1952, pp. 121-137. Para un resumen del estado de la cuestión a propòsito de fuentes y plagios, vid. E. Sánchez García II « Viaje de Turquía: Rappresentazione e narrazione come modello dialogico» en Laura de Michele (ed.), Questioni di genere, Napoli, 1993, pp.141-160, n. 11. Marcel Bataillon, «Les manuscrits du Viaje de Turquía» en Alexandru Rosetti (ed.), Adele celui de-alXlllea Congres International de Lingvistica si Filologie Romanica, II. Bucuresti, 1971, pp. 37-41.
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confirman Florencio Sevilla y Ana Vian5, los nombres helenizados con que empieza aquél estuvieran ya en el códice perdido. Pedro es, en todo caso, al principio de la versión última del manuscrito más antiguo, Pollítropo y polútropos es el primero de los tres atributos más importantes que recibe Ulises en la Odisea6. Los otros dos, polúmetis y poluméchanos, comparten con aquel la excelencia de pertenecer al campo semántico de la inteligencia7. La metis es la facultad de captar rápidamente una situación y la capacidad de adaptación que tal situación exige8. Los tropoi, las mechanai son las invenciones que la metis de Ulises, siempre lista para captar la realidad, utilizará para superar la dificultad ya sea resolviéndola, ya sea evitándola. La metis es el distanciamiento necesario para superar la dificultad, es el tiempo de la reflexión. Referido a Ulises hay además otro término importante, dolos. En Homero es ya ambivalente pues significa la astucia que puede derivar en dolo, engaño9. El primigenio nombre griego de Pedro es, pues, una definición cifrada de la tipología del personaje y, en cuanto lo pongamos en relación con el pasaje del prólogo que hemos citado, tendremos ya un atisbo de lo que va a ser, a lo largo del diálogo, el proceso de construcción del personaje. Este proceso, que inicia en cuanto Pedro entra en escena, queda ya anunciado en los preliminares del texto de forma bastante clara, si pensamos en el valor simbólico que tienen los nombres en tantos diálogos humanísticos; sin ir más
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Florencio Sevilla y Ana Vian, «Para la lectura completa del Viaje de Turquía: Edición de la Tabla de materias y de la Turcarum origo» en Criticón 45, 1989, pp. 5-70. «L'abilità (sophíe) vale più dell'intrasigenza (atropíe)» (Teognide, 215-8). L'atropia si oppone nettamente alla politropia, come l'inmobilità e la fissità al continuo movimento di chi rivela ogni giorno un volto diverso. Il modello proposto è il polútropos (Od., 1,1), l'uomo dalle mille risorse, l'epistrophos anthropon, che rivela a ognuno un volto diverso. In tutta la tradizione greca quest'uomo ha un nome: Ulisse, il polúmetis, colui di cui Eustazio diceva: è un polipo» (Marcel Detienne e Jean-Pierre Vernant, Le astuzie dell'intelligenza nell'antica Grecia, Bari, 1977, p. 29). «Ulisse è l'eroe polúmetis come è polútropos e poluméchanos; egli è esperto in varie astuzie (pantoious dolous), poluméchanos nel senso che non manca mai di espedienti, di póroi, per trarsi d'impaccio in ogni genere di difficoltà, aporia» (Ibidem, p. 10). Denis Kolher, Ulisse in Pierre Brunel (a cura di), Dizionario dei miti letterari, Milano, 1988, pp. 600-632. Ibidem, p. 601.
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lejos en los Colloquia erasmianos, con los que nuestro Viaje tiene más de un punto de contacto10. Una vez dejados atrás los preliminares, la mimesis dialogal del Viaje arranca con la preparatio, en la que Mata y Juan mantienen una conversación peripatética a la vera del camino de Santiago junto a Burgos (o Valladolid) antes de que aparezca el héroe disfrazado de mendigo-peregrino-monje griego; este disfraz tiene mucho que ver con el que cubre a Ulises trasformándolo en mísero viejo gracias a la varita mágica de Atenea, al final del canto decimotercero de la Odisea11, disfraz con el cual se presenta ante Eumeo, a Telémaco y en su primera aparición en el palacio de Itaca12; en él se va a mantener Pedro hasta el destino final de su viaje, que, más allá del tempo del diálogo, acabará en Compostela. Pero no es esta superposición representativa lo que importa remachar ahora. Más bien me interesa rastrear cómo en la constitución del personaje Pedro hay una serie de motivos que dependen del desarrollo de esa identificación con el mito odiseico ya puesta de relieve en los preliminares. Tal identificación hay que entenderla no como una refundición o adaptación de uno o más de los textos clásicos dedicados al laertíade sino como una transposición que el autor anónimo del Viaje realiza de los rasgos que constituían la base del carácter de aquél, en el momento en que se propone construir un personaje modélico que se ofrece a sí mismo como ejemplo de humanitas en esa España de alrededores de 1557, que está, a pesar de las dificultades, en la cumbre de su influencia. Ulises, de quien hay escasas proposiciones como protagonista de la epopeya entre los autores del Renacimiento, aparece, sin embargo, como personaje principal en el diálogo Circe de Giambattista Gelli que ve la luz en los años en que se está fraguando nuestro Viaje y que hallará un cierto eco13; en ámbito hispánico, el texto odiseico más importante es seguramente La contienda de Ayax Telamonio y de Ulises, sobre las armas de Aquiles de Hernando de
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Vid. Javier Gómez Montero, «Diálogo, autobiografía y paremia en la técnica narrativa del Viaje de Turquía. Aspectos de la influencia de Erasmo en la literatura española de ficción durante el siglo XVI» en Romanistisches Jahrbuch, Walter de Gruyter ed., Berlin-New York, 1986, pp. 324-347. XIII, 397-403 y 430-438. Libros XIV y XVIII respectivamente. Las quinientinas conocidas son tres: Firenze, Torrentino, 1549; ivi, Torrentino, 1550; ivi, Torrentino, 1562.
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Acuña14, cuya trascendencia «reside en que con ella entran en nuestra poesía muchos de los argumentos que han de nutrir la disputa de las armas y las letras, tan grata al Renacimiento»15; pero si el maduro Acuña muestra «una cierta delectación en los argumentos uliseos y una final satisfacción en la derrota de Ayax» 16 esta exaltación (si es que efectivamente es ya de época filipina avanzada17) realza el valor de la pionera propuesta revalorizadora del Viaje, dado el contexto plenamente carolino en que se encuadra. En cuanto a la Circe, la defensa de la dignidad de la condición humana que Ulises lleva a cabo a través
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José María de Cossío, Fábulas mitológicas en España (Madrid, 1952), señala que «pese a su carácter homérico, le explana Ovidio» y cita una papeleta inédita de Menéndez Pelayo en donde se la define como «una traducción muy bien hecha de los 398 primeros versos del libro XIII de las Metamorfosis de Ovidio [...] añadidos unos cuantos de introducción para formar así un pequeño poema» (p. 190); Cossío dedica, en el Inventario temático, un apartado especial a la materia de Troya (pp. 888-889), sin que Ulises halle cabida, lo que prueba su leve peso como héroe en el corpus poético de los siglos de oro. Ivi. Ibídem, pp. 189-190. Cossío subraya también que «el carácter del tema es más dialéctico que poético» (p. 190) y acaba definiendo el poema como «oratoria rimada» (p. 191). En efecto la contienda entre Ayax y Ulises era un tema retórico de gran solera: Quintiliano lo ilustra en el capítulo dedicado a la narración o exposición de los hechos (Institutio, IV, 2, 13-14) y el autor de la Rhetorica ad Herennium (1,28 y II, 28) lo elige como ejemplo en la constitutio coniecturalis y lo desarrolla en el capítulo sobre las partes de la argumentación. Cicerón {De Inventione, 1,11) también lo recoge, así como Hermógenes y Trapezuntius; en ámbito español, ya la primera retórica en romance (1541), dedica amplio espacio al tema en los capítulos XV Del estado conjectural y XXV De la confirmación (Miguel de Salinas, Rhetórica en lengua castellana. Edición, introducción y notas de Encarnación Sánchez García. Napoli, 1999, pp. 51-52 y 89-90); Elena Artaza (El «ars narrandi» en el siglo XVI español, Bilbao, 1988, p. 68), recoge la opinión de J. Cousin quien sostiene que este tema ha llegado a ser clásico en los tratados de retórica. Por otro lado este enfoque de Acuña tan favorable a Ulises ha hecho pensar que el poema contenga una defensa del modelo político de Felipe II: Vid. Ramón Mateo Mateo, «Sobre el tema de las armas y las letras en la poesía narrativa de Hernando de Acuña» en Castilla 6-7 (1983-1984) pp. 73-100. En la Introducción a su edición de Hernando de Acuña Varias poesías (Madrid, 1982) Luis F. Díaz Larios sostiene que «tampoco existe certeza absoluta sobre cuál sea exactamente la producción -traducida u original- del período granadino del poeta, aunque se acepta que sus versiones de los poemas mitológicos La fábula de Narciso, la contienda de Ayax Telamonio y de Ulises sobre las armas de Aquiles, la carta de Dido a Eneas y Venus quaerens filium son de estos años» (p.32); Díaz Larios supone que en 1569 Acuña estaba ya en Granada y sostiene que «aunque es tradicional conjetura, repetida desde Nicolás Antonio, que falleció en esa ciudad en 1580, no existe seguridad al respecto» (Ivi).
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de sus conversaciones con once de los griegos transformados por la maga en animales18, es una demostración del «proprio e vero offício de 1'uomo»19 que cuaja en los mismos años en que se ha ido escribiendo el Viaje20. Pero si el diálogo italiano y el poema español son, cada uno en su género, glosas o ampliaciones o reelaboraciones de obras o de pasajes clásicos (el Grillos plutarquiano en el caso de Gelli, el principio del libro XIII de las Metamorfosis en el de La contienda de Acuña21) en donde el héroe griego mantiene su identidad cual rey de Itaca, en el Viaje Ulises revive con una recaída folklórica; en efecto, el protagonista principal del diálogo que fue la obra maestra del erasmismo español es ya el producto de una transformación del Ulises clásico; y en este sentido no será inútil notar que la trayectoria vital de Pedro digna de ser contada (es decir el tiempo pasado fuera de España) se encaja precisamente en los años en que Gonzalo Pérez proponía al público español su versión de la Odisea: Es en 1550 que aparece la traducción de los trece primeros libros, y en 1556 la versión completa de su Ulixea22. Por otra parte si en España se da este perfecto paralelismo entre la propuesta canónica que Pérez hace del héroe griego y la semantización folklórica que lleva a cabo el autor del Viaje, Ulises ya sugería identificaciones en otros textos clave del Renacimiento, y así en el Pantagruel rabelaisiano Panurgo, que también ha sido prisionero de los turcos, comenta que sus fortunas «sont plus merveilleuses que celles de Ulysses»23. El astuto héroe parece, pues, adaptarse bien a las nuevas coordenadas del segundo tercio del quinientos, prestando algunos de los rasgos constitutivos de su ser poético a criaturas que repiten, ora vagamente ora como
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Cfr. la Premessa de Amelia Corona Alesina a su edición de las Opere del Gelli, Napoli, 1970, pp. 249-251, en el surco de la presentación de Severino Ferrari a su edición La Circe e i Capricci del bottaio, Firenze, 1897. Dedicatoria a Cosimo De' Medici, duca di Firenze (Circe, ed. de Amelia Corona Alesina, cit., p. 254). Recojo aquí el parecer de Augustin Redondo que en Bonn, durante el coloquio suscitado por esta ponencia, defendió un tiempo de elaboración amplio, que se apoya en el análisis textual de algunos pasajes; en efecto, aunque la fecha contenida en el prólogo es 1557 y los acontecimientos históricos de los que arranca la aventura ficcional de Pedro imponen un término post quern (1552) nada impide que el diálogo haya empezado a redactarse a partir de 1546, como el profesor Redondo sostiene, lo que acrecentaría aún más su importancia en el ámbito del humanismo español. Gelli reivindica esa continuidad que él ha realizado «seguendo le orme del dottissimo Plutarco» (dedicatoria, cit., p. 254). Para La contienda véase lo ya dicho en la n. 11. Gilbert Highet, La tradición clásica, México, 1996,1, p. 184 Pantagruel (1532) ed. de P. Michel, s. 1., 1972, pp. 143. Citado por Jesús Gómez, El diálogo en el Renacimiento español, Madrid, 1988, p. 141.
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precisa modalidad de su dimensión interior, la propia trayectoria y actitud vital. Pero veamos brevemente de qué manera ocurre esta transformación en el Viaje. En la propositio, cuando ya ha aparecido Pedro, es Mata el encargado de proponer el tema-objeto del diálogo: «[...]digo yo que pedro de urdimalas nos quente aquj todo su viaje desde el postrero día que no nos vimos fasta heste día que dios de tanta alegría nos ha dado» (fol. 20v); es precisamente este «todo su viaje» el objetivo semántico específico del diálogo. Pero la propuesta de Mata indica además el vehículo para alcanzar ese objetivo: «que pedro nos quente aquj» en donde el predicado «quente» define perfectamente el desarrollo de la contentio cuyo inicio coincide con el momento en que Pedro empieza a contar sus peripecias; la mimesis, a partir de ahora, se dispone alrededor del espacio narrativo de la autobiografía. De hecho la historia del viaje de Pedro no es más que una de aquellas «digressioni» que Tasso considera propias del diálogo y que aquí se connota de nuevas cualidades puesto que la narración autobiográfica de Pedro en primera persona está organizada con un cuidado, una profundidad y una estrategia narrativa que presenta ya características propias de la novela contemporánea, la cual, precisamente por esos años confirma una tradición específica alrededor de las temáticas de la biografía (novela caballeresca) y fija una nueva tradición alrededor de la autobiografía (Lazarillo) 24 . La especificidad de la narración autobiográfica de Pedro consiste en su carácter de relación oral; a lo largo de ella el héroe va modelando la imagen de sí mismo, su ir haciéndose a través de la desgracia del cautiverio; pero el carácter oral de la narración de Pedro organiza la «historia» de su prisión y fuga como material intratextual al diálogo, lo que permite a los dos interlocutores intervenir en la construcción de la misma con sus aspavientos, comentarios, preguntas, apartes. Es precisamente en una de esas intervenciones cuando Mata alude de forma explícita al mito odiseico como modelo del personaje Pedro. Dice Mata: No creo haber ávido en el mundo otro dédalo nj ulixes sino vos, pues no pudo la prosperidad segaros a que no mjrásedes adelante? (f. 62v-63r).
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Cfr. Giuseppe Grilli, Tirant lo Blanc novela de caballería. Interferencia y duplicación en el género, Annali dell'Istituto Universitario Orientale, Sezione romanza, XXXIII, 2. Napoli, 1991, pp. 403-423, especialmente p. 406. Véase también Encarnación Sánchez García, « Viaje de Turquía : Consideraciones acerca del género» en Revista de Literatura, n° 112. Madrid, 1994, pp. 453-463.
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A lo que contesta Pedro: Ulixes o qué? podéis creer como eréis en dios que yo acabare el quento, que no pasó de diez partes una. porque lo de aquel dízelo hornero que hera ?iego y no lo vio, y también era poeta mas yo vi todo lo que pasé, y vosotros lo oiréis de qujen lo vio y pasó (f. 63r).
El emparejamiento de Dédalo y Ulises parece razonable en cuanto pensamos que en Boccaccio, por ejemplo (IlFilocolo, IV, 108 y Amorosa visione, XXXV, 3647), Dédalo es fundamentalmente aquel que huye del laberinto gracias a su ingenio, y «delicado ingenio» lo llama Pérez de Moya en su Philosofia secreta25. Si tenemos en cuenta que Mata propone, al alimón, estos modelos mitológicos en el momento en que Pedro empieza a narrar su fuga de Constantinopla, la identificación con Dédalo es ciertamente oportuna. Y sin embargo Urdemalas deja caer tal identificación para concentrarse en el segundo de los modelos, ese Ulises a quien parece rebajar por razones que tienen mucho que ver con el debate alrededor de una cuestión candente de poética: la preeminecia de la historia con respecto a la poesía. Como en tantos otros ejemplos del Renacimiento carolino, Pedro, a la vez que reivindica sus lazos con el modelo clásico, recalca la superación del mismo enarbolando la bandera de la experiencia personal; ceguera y poesía se oponen aquí a visión e historia; Pedro es y no es Ulises; su emulación del mito odiseico se nutre de valores simbólicos mientras que su toma de distancia está relacionada, entre otras razones, con el género literario dialogístico en donde el nuevo Pollítropo vive: él es a la vez protagonista y narrador y sus interlocutores oyen hablar directamente al héroe, sin la intermediación del poeta26. Pero si Pérez de Moya, ilustrando la figura del hijo de Laertes, va a sostener años más tarde que «destruida Troya, navegando para su tierra, pasó grandes trabajos y tempestades en el mar»27 y Pedro había afirmado que Ulises «no pasó de diez partes una» la superioridad de Urdemalas está en ser «testigo de vista» de su propia peripecia («yo vi todo lo que pasé»).
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Juan Pérez de Moya, Philosofia secreta. Edición de Carlos Clavería, Madrid, 1995, p. 487. Como por otra parte ocurría en la Odisea a partir del libro IX, a petición de Alcinoo, quien en VII, 536-585 suplica al héroe que narre en primera persona toda su historia. Ulises lo obedecerá y contará él mismo sus peripecias hasta el libro XIII, cuando se despide de los feacios. Philosofia secreta, cit., p. 541.
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Así pues Urdemalas supera a Ulises no porque haya pasado más sino porque la narración de su proceso vital se basa en la evidentia2S\ el discurso de Pedro es por ello histórico, aunque los elementos estructurales de su caracterización sean, fundamentalmente, los mismos que los del héroe griego; Pedro, como Ulises, posee en alto grado la metis, esa capacidad de reflexión ante la dificultad y de captación y adaptación a las nuevas situaciones, y no rehusa el dolos en caso de necesidad (valga como ejemplo la improvisación de su título de médico que Urdemalas se arroga para evitar males mayores nada más entrar en la galera turca); además su trayectoria es semejante a la del rey de Itaca: arrastrado hasta Constantinopla (la nueva Troya)29 a la fuerza, logra triunfar con su maña allí y volver a su patria (occidental) tras inmensas dificultades. La aventura de Pedro allende las fronteras de su patria se compone de tres partes: I o ) Pedro se embarca como soldado del Emperador en las galeras que capitaneaba Andrea Doria. De este período nada se nos narra, aunque algunos comentarios se refieran a la experiencia que el héroe ha acumulado en esa fase; 2o) en Ponza, el 4 de agosto de 1552 Pedro cae prisionero de los turcos de los cuales será esclavo durante cuatro años. 3o) al morir su amo Zinán Baxá, Pedro se escapa de Constantinopla y, tras atravesar todo el Mediterráneo Oriental con harto peligro y hacer escala en Quíos y Sicilia, llega a Nápoles, desde donde inicia un viaje por Italia antes de retornar a España. La peripecia del héroe Pedro pertenece, en esta tercera parte, al género de los nostoi o regreso de los héroes al hogar. Ulises ocupaba un lugar preeminente dentro de este género y el relato de Urdemalas sobre su fuga calca una serie de características que estaban presentes en la definición tipológica del griego. Es más, en la narración selectiva de sus aventuras, la identificación de Pedro con Ulises parece realizarse nada más caer prisionero. Ahí, en la galera, enseguida
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«Mucho más mueve lo que vemos con los ojos que lo que oímos. No hay quien no se turbe si viere a uno mudado el gesto, la espada en la mano, dando bozes y bramando contra otro que está temblando y sin ayuda y le da de cuchilladas hasta que le derriba, y herido, con muchos gemidos se muere; más que si oímos averie muerto muy cruelmente. Y por esto es muy gran ventaja quando los que escriben ponen la cosa con tanta evidencia, que realmente parezca a los oidores que la veen». Miguel de Salinas, Rhetórica en lengua castellana, ed. cit., p. 109; vid. la nota 187, ivi. Acuña pone de relieve esa cualidad de Ulises: «yo cuento lo que vi por estos ojos» (ed. cit., v. 540). Cfr. Robert de Clari, «La Conquête de Constantinople» en D. Regnie-Boher ed., Croisades etpelerinages Paris, 1997 y S. Runciman, «Teucri and Turci» en Medieval and Middle Eastern Studies in Honor of Aziz S. Atiya. Ley de, 1972.
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se muestra observador 30 , capaz de recoger noticias de entre los viejos cautivos 31 sobre su nuevo status, y, gracias a la metis, en grado de recapacitar cuánto le conviene «fingir para ser bien tratado» (fol. 22v). Es ahora que Pedro decide su destino al elegir, entre los ofigios preferidos por los turcos, el de médico: «acordé que, pues no sabía ninguno, lo mejor hera dezir que hera médico, pues todos los herrores había de cubrir la tierra» (fol. 22v). No podemos dejar de notar que Pedro pasa de ser soldado auténtico a ser médico falso empujado por la necesidad: estamos ante una primera manifestación de su capacidad de adaptación al interlocutor (en este caso el turco), capacidad en que cifraban los sofistas el significado de polútropos\ esa adecuación al medio va a ser sincera, si pensamos que ya en la misma galera Pedro empieza a formarse como médico 32 y que cada una de las situaciones que le deparará su suerte, una vez en Constantinopla, va a ser aprovechada por el héroe para ejercitarse y crecer; valgan de ejemplo el pronóstico de muerte que hace al turco todavía en la galera, los cuidados que dedica a los compañeros prisioneros aquejados por la peste que comparten el espacio de la torre donde duermen con Pedro y de la que salva a algunos y a sí mismo 33 , la cura «a un privado de Dargute» (f.34v), la cura del asma que afligía a Zinan Baxá desde hacía años y de la que lo va a sanar 34 , etc. La adecuación, pues, a ese nuevo rol de médico, que como hemos visto ocupa de forma abusiva, es completa y se basa en una pareja de términos que repite Pedro a menudo como fórmula infalible de su éxito: «tenja yo ya algunas letras y experiencia» (f. 34v). Letras y experiencia es pues el binomio legitimador de una identidad que, en sus orígenes, ha sido una impostura. La astucia se redime
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«Luego el capitan que nos tomó, que se llamaba Sactan Mustafa, nos sentó a su mesa y diónos de comer de lo que tenía para sí. y algunos bobos de mjs compañeros pensaban que todo el viaje había de ser ansí, pero yo los consolé diziendo 'veis allí hermanos como entre tanto que comemos están aparejando cadenas, para que dancemos después del vanquete', y hera ansí que el carzelero estaba ponjendolas en horden» (fol. 22r). «Llegóse a mj un cautivo que había muchos años que estaba allí y preguntóme que hombre hera y si ternja con qué me rescatar, o si sabía algún ofifio, yo le dixe que no me faltarían doscientos ducados, el cual me dixo que lo callase por que si lo dezía me ternyan por hombre que podía mucho y ansí nunca de allí saldría, y que si sabía of¡9Ío sería mejor tratado a lo qual yo le rogué que me dixese, qué oficios estimaban en más, y díxome que médicos y barberos y otros artesanos» (f. 22v). «Vínome a la mano un buen libro de medicina, con el qual me vino Dios a ber, porque aquel contenja todas las curas del cuerpo humano, y nunca hazía sino leer en él y por aquél comenzé a curar unos cautibos que cayeron junto a mj enfermos, y salíame bien lo que experimentaba» (f. 27r). Ibídem, (ff. 30-31 y Mr). Ibídem, (ff. 34v-36).
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gracias al esfuerzo y éste se compone de amor por el estudio y trato con el mundo. De estos ejercicios, el primero potencia y forma la capacidad retórica y el segundo se apoya sólidamente en ella. No hay que olvidar que el cuidado de adaptarse al interlocutor que conlleva el atributo polútropos supone, ante todo, un dominio retórico del sistema de comunicación del Otro y una comprensión cabal de su visión del mundo. Esta cualidad, que hace del Ulises homérico el máximo experto en buenos oficios, por ello designado para la embajada de Aquiles (Ilíada, IX), refulge en la versión que Pedro de Urdemalas da de sí mismo: no sólo nuestro héroe conoce las lenguas clásicas y aprende rápidamente el italiano, el romaico y el turco sino que es capaz de convencer al interlocutor, de entrar en su episteme, gracias a una acción comunicativa compleja en donde se aúnan palabra y gestos. Valga como ejemplo del valor de éstos el primer encuentro con Zinán Bajá, quien, aquejado por el asma, lo manda llamar para que le cure. Pedro, que todavía tiene que usar de intérprete para entenderse con él, se mueve en todo momento reconociendo la alta dignidad de su interlocutor y, naturalmente, lo conquista gracias a eso: quando llegué a donde él estaba, hize aquel acatamjento que acá hiziera a un príncipe, llamándole siempre de Exfelen^a, y quando le llegué a tomar el pulso hinquéme de rodillas y veséle el pie y tras él la mano (f.34v). Impresionado, Sinán va a comentar con los gentilhombres que lo acompañan: «Bien pares^e este haberse criado entre gente noble» (ff. 34v-35r). Así pues, el reconocimiento de la dignidad del interlocutor acarrea el aumento del propio valor, en un continuo ejercicio de la sagacidad. Naturalmente, cuando Pedro esté ya en condiciones de hablar turco y se convierta en privado de Sinán, sus buenos oficios con respecto al resto del personal de la casa 35 , a los señores de Chipre que vienen a negociar con los de La Puerta 36 , a los otros cautivos (los genoveses, por ejemplo) 37 llegarán siempre a buen fin. Por otro lado, sus dotes oratorias saben también aplicarse a la destrucción del adversario, como ocurre con los médicos hebreos sefarditas, quienes, al ignorar el latín y el griego, no pueden acceder a los textos de la medicina clásica ni pueden competir con la retórica de Pedro. Su descalificación pública ante Sinán, en que tanto se empeña nuestro héroe, se justifica exclusivamente porque representa una apasionada afirmación
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de humanismo. Y Urdemalas, entreverando, como suele, bromas y veras, también saca a colación aquí al padre de los clásicos, aunque no venga a cuento; en efecto, Pedro, en su contradictorio con los médicos judíos sefarditas sobre la cura más oportuna para la enfermedad de Sinán, les toma el pelo con gran descaro: Yo quando esto vi dixe fiertos versos griegos que en alcalá había deprendido de hornero, y decláraselos en castellano al propósito contrario de lo que él dezía (f. 35v). Es otra forma de afirmar la propia superioridad dialéctica, que no se arredra ante el dolos y que manipula al autor de la Odisea como una auctoritas médica. La emulación del carácter odiseico llega, en ocasiones, a calcar situaciones del texto homérico en los que refulgen la capacidad de resistencia del héroe, su esperanza de que una situación mejore sin tener que recurrir a la ayuda divina, aún sin excluirla. El episodio de la travesía de Pedro con los frailes del Athos recuerda al de Leucotea-Ino {Odisea, V): en ambos el héroe afronta la tempestad preparando un plan racional de defensa ante el peligro, sin «dejarse» pasivamente en las manos celestiales. Naturalmente, en el Viaje el protagonista es un Ulises cristiano (como lo llamó Bataillon) y todo el episodio rezuma espíritu crítico a un tipo de cristianismo, el de los ortodoxos, que, por irracional, queda lejos del erasmizante Pedro: mas ya desesperados, viendo que íbamos a dar en unas peñas dixeron: agora por dios verdadero, nos ahogamos todos; señores, qué haremos sin vela nj nada. Dexó el patrón el timón ya por desesperado, y hincáronse de rodillas y comenfaron de invocar a Sant njcolás, y tornaron a preguntarme a mj: Qué haremos respondí con enojo: Na mas pari o diábolos olus: Que nos lleven todos los diablos; y salto donde estaba un pedazo de vela viejo, y hago de dos pedazos una bela chica, y pongo en cruz dos baras largas que acerté a hallar, y díxeles: Tened aquj, tirá destas cuerdas, y tirando llamad quantos sanctos qujsiéredes, no penseis que los sanctos os ayudarán si vos no os ayudais también (ff 74v75).
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La actitud del héroe ante las fuerzas desatadas de la naturaleza se modela en ambos sobre la voluntad firme de usar hasta el último respiro todas las posibilidades sugeridas por la inteligencia. Explotar hasta el fondo los tropoi, las mechanai con una aceptación de los límites de la propia condición que, en lugar de dejarse vencer, exalta siempre la entereza. En fin, quizás estas breves calas textuales sean suficientes para confirmar los resultados de aquellas afirmaciones programáticas contenidas en el prólogo y en el nombre del nuevo Ulises. La transposición de rasgos claves del héroe del texto homérico en el nuevo Pollítropo del Viaje se realiza como una emulación del mayor de los clásicos al interno del sistema de valores del Renacimiento carolino. El nuevo género dialogístico en que el héroe de la epopeya helénica halla ahora acomodo, impone un predominio del estilo bajo, dadas las nuevas exigencias que el decorum pide a unos personajes no sólo viejos camaradas sino también connotados por tan rimbombantes apodos folklóricos. Naturalmente la episteme cristiana erasmista moldea a Odiseo reelaborando elementos que estaban presentes en las interpretaciones alegóricas que iban cuajando en Italia por esos años, a la cabeza de los cuales se sitúan los Mythologiae sive explicationes fabularum libriXde Natale Conti que en 1551 alcanzaban una primera edición. Este repertorio mitológico, que tanto peso había de tener en la elaboración de la Philosofia secreta de Pérez de Moya, tiende a demostrar que casi todos los principios de la filosofía natural y moral están contenidos en las fábulas antiguas y resume así el valor alegórico del rey de Itaca: «Quis est enim Ulisses? an non sapientia, quae invicta per omnia pericula intrepide pertransit?»38; y Pérez de Moya, traduciendo a mansalva del Conti39, en el capítulo XLV del 4o libro dedicado a Ulises, abunda en voces que son claves en el Viaje: Se fingió, prudencia, industria, elegancia de palabras y evidentes razones, prudencia y ardid, son los principios que rigen la conducta de Ulises en la breve narración que Pérez hace de sus hazañas, antes de reutilizarlas en la Declaración que alegoriza así: Por esta fábula quisieron los antiguos declarar toda la vida del hombre, así hazañas como gobierno y costumbres, para informarnos a que tengamos sufrimiento en los encuentros de fortuna y no demos oídos a los halagos de los vicios. Por
38 39
Mythologiae, L. IX, p. 946. Cfr. Introducción de Carlos Clavería a su ed. de la Phylosofm secreta, p. 23, en donde cita a Alvarez-Iglesias, 1990, pp. 185-189.
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Ulisses se entiende un hombre sabio y prudente, que pasa por las tempestades del mar deste mundo con sufrimiento sin temor40. Fortuna, sabiduría, prudencia, sufrimiento, son exactamente los pilares en que se funda la construcción del héroe moral Pollítropo, tal y como se muestra, tras caer en desgracia con su amo Sinán por no querer convertirse al Islam; cuando, rebajado de médico personal del Pachá a peón de albañil, un privado del rey lo interroga perplejo y sarcàstico: Di, xhristiano, aquella philosofía de aristótil, y platón, y la mediana del galeno, y eloquenza de fiíerón y demósthenes, qué te han aprobechado? Y rememora Pedro ante sus amigos: No le pude responder muy de repente ansí por la prisa del guardián y mjedo de los palos como por las lágrimas que de aquella lanzada me saltaron, y en ponjéndome la espuerta sobre los hombros, volví los ojos a él y díxele: Anme aprobechado para saber sufrir semejantes días como éste (f. 41). Pero si en este episodio, máximo ejemplo de la exaltación del humanismo cristiano que nutre la trayectoria vital de Pollítropo-Pedro, están presentes esos cuatro pilares (fortuna, sabiduría, prudencia y sufrimiento) este Ulises cristiano ignora el temor (como subrayará Pérez de Moya), porque su lema, que es el versículo décimo del salmo CX, colocado como corona al principio del diálogo, lo supera incluyéndolo y sacralizándolo: «Initium sapientiae timor domini» (f. 11); lema que contaba con una larga tradición en el uso de las citas bíblicas de la serie literaria hispánica41, presente a menudo en Vives y que está ampliamente ilustrado en el Diálogo de la dignidad del hombre escrito por el cordobés Fernán
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Phylosofia secreta, p. 543. Sin ir más lejos, este versículo, el 10, del salmo CX, aparece ya en el prólogo en prosa del manuscrito de Salamanca del Libro de Buen Amor, «ca el orne, entendiendo el bien, avrá de Dios temor el qual es comienfo de toda sabidoría, de que dize el dicho profecta: INICIUM SAPIENCIE TIMOR DOMINI. Ca luego es el buen entendimiento en los que temen a Dios»: Juan Ruiz/ Arcipreste de Hita, Libro de Buen Amor. Edizione critica a cura di Giorgio Chiarini, Milano-Napoli, 1964, p. 4.
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Pérez de Oliva y publicado en Alcalá en 154642; ahí Antonio, disputando con Aurelio sobre las excelencias del hombre, rebate las razones de éste con un hermoso elogio de la sabiduría, sosteniendo que el camino de ir a ella es el deseo de alcanzarla, y presto se dexa veer de quien con amor la busca; pero hágote saber que el amor de ésta es el temor de Dios, que le limpia los ojos de nuestro entendimiento y esclarece la lumbre que para conoscer el bien y el mal Dios nos dio43. Hay en la glosa de Pérez de Oliva al lema sacado del salmo CX una serie de elementos que delinean ya el horizonte ideológico que hemos encontrado en el Viaje: la sabiduría se alcanza tras recorrer un camino, se deja contemplar con los ojos y es fuente de luz que ayuda a discernir el bien del mal. No sólo. Pérez de Oliva inicia el elogio señalando la sabiduría como método para contemplar el espectáculo del mundo y penetrar sus secretos y como vía que conduce a Dios: ¡Gran cosa es, Aurelio, la sabiduría, la cual nos muestra todo el mundo, y nos mete a lo secreto de las cosas, y nos lleva a veer a Dios, y nos da habla con El y conversación, y nos muestra las sendas de la vida!44. La abundancia de términos pertenecientes al ámbito semántico del sentido de la vista (veer -dos veces-, mostrar -dos veces-, ojos, lumbre) se completa con la correspondiente al ámbito del movimiento (camino, sendas, llevar, meter) y se confirma a lo largo de toda la alabanza de la dignidad del hombre perorada por Antonio 45 .
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43 44 45
Cervantes de Salazar, con la ayuda de Ambrosio de Morales, lo publicó en Alcalá en 1546. Véase ahora Fernán Pérez de Oliva, Diálogo de la dignidad del hombre. Razonamientos. Ejercicios. Edición de María Luisa Cerrón Puga. Madrid, 1995: «¡O, alta sabiduría, fuente divina de do mana clara la verdad; do se apascientan los altos entendimientos! ¿Qué maravilla es, pues eres tan dulce, que tornemos a ti munchas vezes con sed? ¡Más me maravillaría yo si quien te uviese gustado nunca a tí tomase, aunque tuviese en el camino todos los peligros de su vida!» p. 158. Ivi.pp. 157-158. Ivi,p. 157. Una aplicación más concreta sobre los lazos que unen estrechamente a la sabiduría con la experiencia y a ésta con el ver y el moverse la realiza Pérez de Oliva en su Razonamiento hecho en la oposición a la cátedra de filosofía moral. Esta autodefensa hecha en Salamanca ante los miembros del tribunal en 1529, aunque no le sirvió de
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Es un concepto de sabiduría muy cercano al que Pedro de Urdemalas va a transformar en acción pocos años más tarde y en el marco general que delinea esta propuesta humanista de la España del Emperador, heredera de Manetti y de Pico, cabe incluir también buena parte de la sustancia del pensamiento del héroe Urdemalas. Pero, en esta matriz cristiana del proyecto de Pérez de Oliva, el anónimo autor del Viaje injerta una sensibilidad nueva ante la herencia clásica, sensibilidad que le permite recuperar el arquetipo homérico de la inteligencia astuta como modelo humano de su Polítropo, héroe moderno que nutre su espíritu de estratagemas, de prudencia, de versatilidad, de elocuencia: cualidades y expedientes indispensables para superar los trabajos de la vida. Una vida a la que la historia ha lanzado fuera de los estrechos, pero seguros, límites de su patria y que va a alcanzar su plenitud gracias al ejercicio de la medicina, la ciencia, más informada por la metis, junto con la política. Es este Pedro de Urdemalas, campeón de inteligencia práctica como médico, el molde del humanismo cristiano en el momento en que Felipe hereda al Emperador. Su curva vital, que va de un extremo a otro del Mediterráneo, es el signo más claro de su origen clásico y, a la vez, el síntoma más evidente de los límites que su propuesta contiene en una España ocupada en gestionar una presencia planetaria.
mucho puesto que perdió la cátedra (Cfr. la introducción de María Luisa Cerrón Puga, especialmente p. 20), es un extraordinario programa metodológico de estudios y de acción docente tal y como lo concebía idealmente, y concretamente, un humanista español de la época del Emperador. El opositor esboza una biografía ejemplar y divide sus méritos en tres partes: doctrina, lengua y experiencia; y dice a propósito de ésta: «Yo, señores, anduve fuera de mi tierra por los mayores estudios del mundo y por las mayores cortes. Los estudios fueron Salamanca, Alcalá, Roma, París; y las cortes la del Papa, donde estuve muchos días; y la de España, y la de Francia, cuya forma y usos he visto. Pues en haber visto naciones a pocos de mi edad daré ventaja. Yo he visto casi a toda España, y he visto la mayor parte de Francia, y anduve de propósito a ver toda Italia; y no cierto a mirar los dixes, sino a considerar las costumbres y las industrias y las disciplinas. Y si sé hazer relación de todo esto, bien lo saben los que conmigo comunican. Mar y tierra, y cortes y estudios, y muy diversos estados de gentes he conocido; y mesclándome con ellos. Y hallo en mi cuenta bien averiguada que fuera de España anduve para esto tres mil leguas de caminos, las cuales creo yo que son más a propósito de tener experiencia que no tres mil canas nacidas en casa. Y esta experiencia que con los ojos he ganado la he ayudado siempre con leción de historiadores, porque ninguno ay de los aprovados antiguos que yo no aya leído». (Razonamiento hecho en la oposición a la cátedra de filosofía moral, ed. cit., p. 179).
La codificación de la vida en la poesía áurea. La huella clásica
Antonio Ramajo Caño Universidad de Salamanca
En el trabajito que les presentamos, se pretende ofrecer un resumidísimo esquema de lo que podría constituir una obra de cierto alcance sobre la tradición clásica en la poesía española de los Siglos de Oro. Se intenta vertebrar ese estudio desde una dispositio sugerida por el propio discurso de la poesía, vertebrado, en buena forma, por los cambios de la vida, de los que se hace eco, y a los cuales, a su vez, codifica; de forma que se ofrezca al lector un todo orgánico y no una suma de tópicos o de motivos literarios. Se recoge aquí una selección sucinta y enumerativa, sin apenas comentarios, de algunos de los puntos del futuro libro.
1. Se tratará, en primer lugar, de una cuestión metapoética: de la recusatio y de la priamel como formas separadoras de géneros y temas literarios La recusatio nace en la poesía arcaica griega. De forma reflexiva y sintetizadora del contenido de la obra aparece en el prólogo de los Aitía de Calimaco 1 . En él, Apolo dirige unas palabras al poeta, en las que le exhorta a renunciar a la escritura de poemas épicos, para dedicarse a otras materias «por sendas [sin trillar], aun cuando tengas que conducir por una más angosta»2. La recusatio consiste en la negación del poeta a cantar determinados temas para confinarse en otros. Lo más frecuente es que rehúse adentrarse en el campo épico, por considerar que su musa le encamina a espacios más ligeros. En Ovidio, «Amores, I, 1», resurge el esquema de Calimaco. El poeta se hallaba dispuesto a cantar hazañas guerreras, pero el dios Cupido le desvía de escribir sólo hexámetros para versificar dísticos. Y con el fin de que cuente con
1 2
Cf. Ramajo [1998: 1285], Cf. Calimaco, Himnos, epigramas y fragmentos, p. 139.
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materia apropiada al diferente metro, lo hiere de amor. Ahora compondrá elegías. Nótese que el poema ovidiano figura significativamente como pórtico del libro. Y la recusatio brotará en sitios significativos a lo largo de la obra3. En España, los poetas áureos, para asimilar esta técnica, además de las lecturas directas de los poetas latinos, debieron de tener presente el ejemplo de Garcilaso, el caballero de Carlos, el emperador recordado en estas jornadas («Ode ad florem Gnidi», w . 1-22, con influjos de Propercio): Si de mi baja lira tanto pudiese el son [...], no pienses que cantado sería de mí [...] el fiero Marte airado [...], mas solamente aquella fuerza de tu beldad sería cantada [,..]4. Las muestras de recusatio en la poesía de estos siglos son numerosas. Nos contentamos con remitir a las notas y bibliografía del presente estudio. Y, todavía, otros ejemplos se verán al tratar a continuación el tópico de lapriamel. Reparemos, en efecto, ahora en otro procedimiento de selección semántica, la priamel, muy frecuente, por cierto, en poemas introductorios de corpus poéticos, conforme luego se comprobará. Veamos antes de nada qué se entiende con este término5: se alude con él a una técnica literaria en virtud de la cual el poeta contrapone los gustos, aficiones o actividades de otras personas, con los propios, que resultan exaltados en tal comparación. Como ilustración excelsa y antiquísima de la priamel, he aquí unos versos de Safo, de honda repercusión posterior:
3 4
5
Cf. II, i, vv. 11-38; y III, i. Para las complejidades de este texto, cf. Lázaro Carreter [1986: 83-108]; para los ecos del poema en otros autores, cf. Pérez-Abadín [1995], Véase, además, esta recusatio tan garcilasiana de Baltasar de Alcázar: «Si para celebrar lo que en vos veo/ con un divino y admirable canto/ levantase mi estilo en vuelo tanto/ que pudiese llegar hasta el deseo,/ veríades al hijo de Peleo/ cubierto a vuestros pies de escuro manto,/ y al que causó el cruel y último llanto/ de la mísera esposa de Siqueo./ Mas aunque en esto el cielo se me muestra,/ clarísimo Marqués, tan riguroso/ en hacerme incapaz de tal sujeto,/ al fin he de cantar la gloria vuestra [...]»(soneto, vv. 1-12, Poesías, pp. 195-196). Cf. Race [1982: 30] y [1988: 35-55],
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Dicen que es una hueste de jinetes o una escuadra de infantes o una flota lo más bello en la tierra, mas yo digo que es la persona amada [...] 6 .
La priamel se utiliza con frecuencia en el poema presentador de corpus poéticos, según antes se ha dicho. Así, Lucrecio en el libro II de su De rerum natura, vv. 1-13, manifiesta sus propios gustos vitales: Suave, mari magno turbantibus aequora ventis, e térra magnum alterius spectare laborem [...]. Suave etiam belli certamina magna tueri per campos instructa tua sine parte pericli. Sed nihil dulcius est, bene quam munita tenere edita doctrina sapientum templa serena, despicere unde queas alios passimque videre errare atque viam palantis quaerere vitae, certare ingenio, contendere nobilitate, noctes atque dies niti praestante labore ad summas emergere opes rerumque potiri.
(«Es dulce, cuando sobre el vasto mar los vientos revuelven las olas, contemplar desde tierra el penoso trabajo de otro [...]. Dulce es también presenciar los grandes certámenes bélicos en el campo ordenados, sin parte tuya en el peligro; pero nada hay más dulce que ocupar los excelsos templos serenos que la doctrina de los sabios erige en las cumbres seguras, desde donde puedas bajar la mirada hasta los hombres, y verlos extraviarse confusos y buscar errantes el camino de la vida, rivalizar en talento, contender en nobleza, esforzarse día y noche con empeñado trabajo, elevarse a la opulencia y adueñarse del poder»). Texto particularmente interesante es la oda prologal de Horacio, Carm. I, 1 («Maecenas atavis edite regibus»), modelo para fray Luis, oda I7. Vengamos ahora a nuestros poetas áureos de los que dejaremos una mínima muestra representativa.
6 7
Safo, en Líricos griegos arcaicos, pp. 245-46. Cf. Bréguet [1962:128-36]. El procedimiento de la priamel aparece en otros lugares de Horacio: cf., por ejemplo, 1,7 («Laudabunt alii claram Rhodon aut Mytilenem»); y I, 31 («Quid dedicatum poscit Apollinem/ vates?»). Una buena colección de topoi horaciana, luego presente en nuestra lírica, puede verse en Alvar [1994],
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Garcilaso, elegía II, al hablar de los componentes del ejército de Carlos V, distingue: diversos en estudio, que unos vamos muriendo por coger de la fatiga el fruto que con el sudor sembramos; otros (que hacen la virtud amiga y premio de sus obras y así quieren que la gente lo piense y que lo diga) destotros en lo público difieren, y en lo secreto sabe Dios en cuánto se contradicen en lo que profieren. Yo voy por medio, porque nunca tanto quise obligarme a procurar hacienda, que un poco más que aquéllos me levanto; ni voy tampoco por la estrecha senda de los que cierto sé que a la otra vía vuelven, de noche al caminar, la rienda (w. 10-21)8. Sólo citaremos otro ejemplo más, interesante, por cuanto en él se mezclan la recusatio con la priamel9. Pertenece a Lope de Vega, fecundo en servirse de tal procedimiento: Rompa con dulces números el canto de alguno al son de la confusa guerra, entre el rumor del escuadrón que cierra el silencio a la voz y a Juno el manto. Cante las armas de Femando santo, o el de Aragón en la nevada sierra, del duque Albano en la flamenca tierra,
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Sin seguir el esquema alii [...] ego, Horacio hablaba de la variedad de profesiones humanas, y del descontento que reina en todas ellas, regidas por la avaricia, en Sátiras, 1,1. Allí no contrapone una profesión ideal, sino que subraya el pensamiento de que para vivir felices es preciso contentarse con lo que pide la naturaleza. Para la recusatio en Fernando de Herrera, cf. Ramajo [1998] y Montes Cala [1999].
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de la vida en la poesía
áurea.
La huella
clásica
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o del hijo de Carlos en Lepanto. Otro cante a Cortés [...]; que y o , Lucinda [...], nací para cantar tu nombre solo 10 .
2. L a p o e s í a e n la trayectoria d e la v i d a " 2 . 1 . El
genethlíacon'2
E n E s p a ñ a , e s t e m o d e l o literario, s u r g e c o n G a r c i l a s o d e la V e g a , égloga
II, w .
1 2 7 1 - 1 3 0 1 , e n l o s v e r s o s d e d i c a d o s al n a c i m i e n t o del D u q u e d e A l b a : D e vestidura bella allí vestidas las Gracias esculpidas se veían [...]. Todas tres ayudaban en una hora una muy gran señora que paría. U n infante se vía ya nacido [...].
10
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Cf. Rimas, n°. 117, en Obras poéticas, pp. 92-93. Muy curiosa es la extensa recusado que Lope compone en «A la mudanza», en que se niega a tratar de diferentes temas, excepto de «aquella mudanza,/ concierto y armonía/ del mundo que vivía/ en esta felicísima esperanza,/ mudando Dios su nombre/ en el de esclavo, y la Palabra en hombre» (vv. 74-79, en Rimas sacras, en Obras poéticas, p. 473). Cf. la recusatio del poema «Disculpa la humildad del estilo con la diversión de alguna pena» (Obras poéticas, pp. 1339-1340). Cf. otra priamel en Rimas de Tomé de Burguillos, en que contrapone diversas figuras femeninas cantadas por famosos escritores a su amada: «y yo, pues Amor me manda que presuma/ de la humilde prisión de tus cabellos [...]/ Juana, celebraré tus ojos bellos» («Propone lo que ha de cantar en fe de los méritos del sujeto», vv. 9-12, Obras poéticas, p. 1338). La tradición clásica proporciona modelos para distintos momentos de la vida: nacimientos, bodas, defunciones. De ellos se aprovechan la poesía neolatina y la escrita en lengua vulgar, según se verá en este trabajo. Ejemplo eximio de expresión del decurso vital puede comprobarse en la Vergiliana panegyris que Angelo Decembrio escribió después de 1461 para Carlos de Viana. Véase el texto en Reeve [1991: 115-157]. Cf., además, el poema de Estacio citado en la nota siguiente. Entre los modelos clásicos que tendrán gran influencia en las letras europeas figura la égloga IVde Virgilio. Pero cabe citar otros ejemplos: así, Estacio tiene un «Genethliacon Lucani ad Pollam». En él, el poeta se dirige a la viuda del gran poeta en el día del aniversario de su nacimiento para poner en boca de la musa Calíope (musa a la que, curiosamente, se dirige fray Luis en el poema que citaremos) un discurso en que traza la biografía de Lucano (cf. vv. 41-104).
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330 Bajaban, d'él hablando, de dos cumbres aquellas nueve lumbres de la vida con ligera corrida, y con ellas, cual luna con estrellas, el mancebo intonso y rubio, Febo; y en llegando, por orden abrazando todas fueron al niño, que tuvieron luengamente. Visto como presente, d' otra parte Mercurio estaba y Marte, cauto y fiero [...]. Entonces lugar daba mesurado a Venus, que a su lado estaba puesta; ella con mano presta y abundante néctar sobre' infante desparcía, mas Febo la desvía d' aquel tierno niño y daba el gobierno a sus hermanas; del cargo están ufanas todas nueve.
En el mundo clásico, figura el elemento nuclear: el personaje o los personajes propicios al recién nacido. Ya en la Teogonia de Hesíodo se afirma, en una especie de genethlíacon un tanto impreciso, que hablará dulcemente el rey a quien, a la hora de nacer, pongan las Musas en los labios una dulce «gota de rocío» ( w . 80-85)13. La poesía neolatina utilizó abundantemente este género. Sirva de ejemplo el Carmen in natali Serenissimi Philippi Hipaniarum Principis Catholici (419 w . ) de Juan Sobrarías14. La huella de la bucólica IV de Virgilio, en la que un misterioso niño aportará al nacer una era de plena ventura, se aprecia, en la idea de que el advenimiento de Felipe propiciará en España una edad de oro: «[...] dabitur tibi [Hispaniae] felicius aevum», v. 65. Con todo, por debajo de tanto elogio al Príncipe, a sus padres y bisabuelos, el poeta expresa las preocupaciones que afloran en este tiempo: la conquista del Nuevo Mundo, la detención del terrible peligro turco, las relaciones, difíciles, con Francia, y el papel que ha de desempeñar un monarca, quien no ha de comportarse nunca como un tirano, sino como alma consoladora y benéfica, al lado de los súbditos, tanto en la alegría como en el dolor (concomitancia, pues, del genethlíacon con los trata-
13 14
Cf. Ramajo [1996: 42-43], El texto, en Maestre [1990: 36-65],
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dos educadores de príncipes)15. Pero probablemente el genethlíacon más acabado de la poesía áurea española, en lengua vulgar, sea la «Canción al nacimiento de la hija del Marqués de Alcañices», de fray Luis de León, es decir, la oda IV, merecedora de un comentario pormenorizado en otro lugar16. El deseo de la presencia de seres propicios figura también en el soneto de Villamediana «Al nacimiento del príncipe de España», acaso el futuro Felipe IV: «[...] a su persona/ asistan las tres Gracias, y Belona [...]» (vv. 6-7) 17 . Este último ser citado sugiere la necesidad de una mano rectora fuerte que ampare a España de tantos enemigos bélicos que la estrechan.
15
La Universidad de Salamanca organizó certámenes poéticos con motivo de los nacimientos de personas de la familia real. Cf., por ejemplo: Relación de las demostraciones festivas [...], en el nacimiento del Príncipe D. Felipe Próspero (1658). Esta costumbre llega hasta el siglo XVIII. Cf. Relación de las demonstraciones de acción de gracia [...] por el [...] nacimiento [...] del Príncipe [...] Luis primero (1707). En estos libros los autores ejercen la contaminatio, y un poeta destaca como modelo: Virgilio. Así el jesuíta José de Hermida compone una égloga (pp. 112-15) al nacimiento de Luis I, hijo de Felipe V. A las orillas del Tormes, Dafnis anima a Syrtaco y a Corydon (recuérdese el nombre del pastor virgiliano, personaje de la segunda Bucólica) a cantar la alegría por el nacimiento de Luis («solitis maiora canemus», p. 113, les dice, palabras que recuerdan el «paulo maiora canamus», v. 1, de la IV égloga de Virgilio). Y cantan, sucesivamente, los tres, con intervenciones breves, que remiten, por su paralelismo, a la égloga III del vate latino. Los poetas afirman que con la llegada de Luis todo se ha transformado. Una nueva era empieza. Invitan al príncipe a emprender grandes hazañas, pues todo le es favorable: en particular, los dioses Júpiter y Diana. Con la llegada de la tarde acaba el canto. Sin duda, el cierre remite a la égloga I de Virgilio: la caída del día supone el final del poema. Bien sabemos que Garcilaso imitó esta técnica en su égloga I.
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Observaciones y bibliografía sobre esta oda podrán hallarse en nuestra edición de la Poesía de fray Luis, en la editorial Crítica (en prensa). Véanse algunas muestras de este modelo en otros autores. Rioja, soneto XX (Poesía, p. 161): Celia está próxima al parto. El poeta invoca al Sol, la Luna (Ilitia), Lucina, y, como cierre, otra vez al Sol, ahora llamado Febo: «Y pues te honra, ¡oh Febo!, con divina/ voz [se entiende: Celia], da al infante cuando sienta el yelo/ del aire, ingenio y dulce voz sonora». Quevedo insufla al género un tono cómico: «Refiere su nacimiento y las propiedades que le comunicó» (n°. 696: 811-815). Cf. w . 29-32: «Tal ventura [...]/ me dejaron los planetas,/ que puede servir de tinta,/ según ha sido de negra» p. 812. Cf. «Sonetos líricos», IV, Poesía, p. 44.
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332 2.2. El paraclausíthyron y el propempticón
En el decurso de la vida, se alcanza una etapa en la cual cobran fuerza el amor y la amistad. Existen modelos poéticos para cantar tales sentimientos. Seleccionamos para el primero el tópico del paraclausíthyron; para el segundo, el del propempticón o poema de despedida. El paraclausíthyron o exclusus amator consiste en el lamento expresado por el enamorado, ante la puerta, infranqueable para él, de la amada18. Acaso unos versos de Alceo puedan considerarse como plasmación de este motivo literario: ¡Abreme la puerta, que ando de jarana, abre, te lo ruego!19 En Calimaco (s. III a. C.) aparece con toda claridad en un poema recogido en la Antología Palatina, V, 23, de tres dísticos elegiacos: Que tú duermas así, Conopio, como a mí me haces pasar la noche bajo estos fríos pórticos. Que tú duermas así, perfídísima, como haces dormir al amante. Ni en sueños me has tenido piedad. Los vecinos sí se compadecen. Pero tú ni en sueños. Cuando el cabello se torne cano, te acordarás de todo esto. (Verso último que nos acerca, parece, a Ronsard.)20 La nómina griega se podría ampliar. Se ha elegido el nombre de Calimaco por su gran trascendencia en los poetas latinos, concretamente en Horacio, quien, precisamente recrea el tema varias veces. Y, sin duda, él, en éste como en tantos otros tópicos, sirve de portavoz para la posteridad. En la lírica española, brotan frecuentes versiones o adaptaciones de una de sus odas en que se recrea el topos, la número 10 del libro III («Extremum Tanain si biberes, Lyce»). En efecto, nuestros poetas se han sentido atraídos por este bello poema. Lo atestiguan, al menos, Francisco de Rioja, Pedro Soto de Rojas y Villegas , sin mencionar a aquellos otros que más que imitar se limitan a traducir, como Fray Luis 18 19 20
Cf. Copley [1956] y Henderson [ 1973 ]. Para nuestras letras, cf. Orobitg [1996], Cf. Líricos griegos arcaicos, p. 295. Véase el famoso soneto que comienza «Quand vous serez bien vieille, au soir à la chandelle». Es el n°. 42 de los Sonnets pour Hélène.
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de León y Francisco Medrano 21 . Pero acaso ya Garcilaso maneje sutilmente el tópico, si bien de manera metafórica: en el soneto XXII, el poeta quiere penetrar en el pecho de la amada, pero ésta se lo impide: «Y así se quedan tristes en la puerta [mis ojos]/ hecha, por mi dolor, con esa mano,/ que aun en su mismo pecho no perdona» ( w . 9-11). En Lope de Vega puede recogerse una gavilla de versos numerosa, con el paraclausíthyron. Nos limitaremos a citar aquí algunos ejemplos, sin comentarios. El pastor Celso canta así su frustración amorosa, en La Arcadia, lib. I: Al fin por grado o por fuerza amanecieron casados, y yo más muerto que vivo sobre su puerta
llorando22.
En la misma obra exclama el pastor Lucindo: ¡Cuántas veces me halló en su puerta el día con las tempranas guindas y cerezas que con el verde helecho entretejía! Si no podía hablarla, ¡qué tristezas! Sus puertas, sus ventanas coronaba de madreselvas y silvestres nuezas. Con esto, cuando Albania despertaba y daba por sus rejas sol al mundo, conocía que yo velando estaba [...]23. En las Rimas de Tomé de Burguillos, se titula signifícamente un poema: «A la ira con que una noche le cerró la puerta»:
21 22 23
Cf. Ramajo [1993a], Cf. La Arcadia, p. 126. Cf. La Arcadia, II, pp. 286-287. Véase, todavía, Rimas, soneto 25, vv. 7-8: «que con el tiempo se ama y se aborrece,/ y huirá de ti quien a tu puerta espera» (Obras poéticas, p. 38); y soneto 119: «¡Ay dulce puerta, en cuyo mármol cargas,/ dueño cruel, las armas homicidas,/ empresa y sepultura de las vidas [...]» (Obra poética, pp. 93-94).
Antonio Ramajo Caño
334 Cerrásteme la puerta rigurosa, donde me viste sin piedad alguna, hasta que Febo en su dorada cuna llamó la aurora en la primera rosa ( w . 5-8) 24 .
El famoso soneto que comienza «¿Qué tengo yo que mi amistad procuras?», podría considerarse como una plasmación del tópico «a lo divino», según hemos mostrado en otro trabajo25, soneto en el que no faltaría, además, la huella del Cantar de los Cantares, cap. V26. El cultivo de la amistad puede encontrar en un modelo clásico la expresión de su vehemencia. Nos referimos al propempticón, tópico en el que se desea feliz viaje a una persona amada27. Horacio, una vez más, ha servido de transmisor. Precisamente, la oda 1,3 del poeta latino, «Sic te diva potens Cypri», proporciona un modelo del topos a los poetas españoles. Tres muestras sobresalientes tenemos de versión más o menos fiel de tal oda horaciana: la de Juan Arguijo, en octavas aliradas28; las del Brócense29 y Medrano, ambos en una combinación de endecasílabos y de heptasílabos para traducir los dísticos del original, sueltos, en el Brócense, y en el caso de Medrano con rimas dispuestas AbAb30. En todo caso, se ve bien cómo los poetas de la lira salmantina y sevillana estaban empapados del modelo horaciano31. 24 25 26 27 28 29
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Cf. Obras poéticas, p. 1345. Cf. Ramajo [1993a], Véase la traducción atribuida a fray Luis de León: «Abreme, amiga mía, que esperando/ está a la su paloma este tu amado [...]» (vv. 276-277). Cf. ya Schwartz [1984], Véase el texto en Arguijo, Obras poéticas, pp. 247-250. Véase el poema del Brócense, en Obras. II: Poesía, pp. 218-219. Cf. Ramajo [1993b: 48-51 ]. En este trabajo se recogen textos sobre la maldición tópica de la navegación, algo que suele acompañar al propempticón, aunque pueda aparecer alguna muestra suelta, como en Lope de Vega, Rimas, soneto 27, de inspiración horaciana: «Bien fue de acero y bronce aquel primero/ que en cuatro tablas confió su vida/ al mar [...]»(vv. 1-3, Obras poéticas, pp. 38-39). Véase el texto en Medrano, Poesía, pp. 222-224. La buena nota de D. Alonso, en p. 224, evidencia las discrepancias entre Horacio y el poeta español. Lupercio Leonardo de Argensola, de otras raíces geográficas, también compuso un propempticón: «Escribióse cuando se tuvo nueva de que el serenísimo duque de Saboya, Cario Emanuel, se había embarcado para venir a España a casarse». En él se encuentra la clásica suplica a los vientos: «Reducid, fieros vientos, a templanza/ vuestros desordenados alborotos;/ dad ocio, no experiencia, a los pilotos;/ vuestra quietud usurpe su alabanza» (vv. 5-8, Rimas, p. 169). La palabra ocio, por otro lado, está cargada de
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También don Luis de Góngora dejó un propempticón en el soneto «A la embarcación en que se entendió pasarán a nueva España los Marqueses de Ayamonte», fechado en 160632. En él, como se aprecia en el título, el poeta se dirige, al igual que el modelo horaciano (Carmina, I, 2), a la nave. Pero si el poeta latino invocaba a diversos seres para que fueran propicios a la navegación, el cordobés simplifica: suplica sólo a los vientos (v. 11)33. Necesita espacio para alabar a los protagonistas de su composición, los Marqueses, alabanza, por otro lado, clásica de nuevo34. Recuérdese sólo al citado Horacio, que en la oda modélica ensalzaba a su amigo Virgilio en sintagma que permanecerá codificado: «animae dimidium meae» (I, iii, 8). 2.3. El epitalamio35 Garcilaso narra en la égloga II la boda de don Fernando, Duque de Alba, de forma muy resumida, pero con suficiente acercamiento al epitalamio clásico. Así, introduce un coro de vírgenes que canta de forma alterna, a la manera como Catulo (Carmina 62) recoge los cánticos de un coro de jóvenes y de doncellas, según tradición antiquísima (cantos de Himeneo aparecen ya en la descripción del escudo de Aquiles, en el breve epitalamio de la Ilíada, XVIII, 491-496)36. Recordemos algunos versos sustanciales de ese pasaje garcilasiano: Estaba el Himeneo allí pintado, el diestro pie calzado en lazos d'oro; de vírgines un coro está cantando, partidas altercando y respondiendo, y en un lecho poniendo una doncella [...].
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reminiscencias horacianas: cf. «Otium divos rogat» (II, xvi, 1). Véase Sonetos completos, n° 13. Canta el poeta: «Lisonjeen el mar vientos segundos». Pero la galante alabanza a la esposa de un poderoso se enmarca, desde luego, en otra tradición más cercana, cuyo referente más famoso sería Garcilaso, dedicatoria de su égloga III, 1-56, poema que enaltece a la «ilustre y hermosísima María» (v. 2), probablemente esposa de don Pedro de Toledo. Para estudiar los rasgos semánticos del epitalamio, según los rétores clásicos, cf. Fordyce [1961: 236-237], Véase, sobre todo, el v. 493.
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Antonio Ramajo Caño Apenas tienen fuera a don Fernando, ardiendo y deseando estar ya echado; al fin era dejado con su esposa dulce, pura, hermosa, sabia, honesta ( w . 1401-1418).
Garcilaso repara, como era obligado en los preceptos retóricos, en la belleza y honestidad de la novia (implícita queda la gallardía del novio, también exigida en este tipo de composición). Ya cantaba Safo, permítasenos este enorme salto retrospectivo: Novio feliz, la boda se ha cumplido de acuerdo con tus votos, tienes novia de acuerdo con tus votos, y aunque es bello tu rostro, son los ojos de tu esposa dulces como la miel, y un sonriente velo de amor le cubre la atractiva cara: te honró Afrodita especialmente.
Y no olvida el vate toledano pintar el ardor erótico del novel esposo, algo exigido por las normas del género37, en el cual se inserta el elemento literario llamado «fescenino», de carácter lascivo38. También en la poesía neolatina se cultiva este género. Muy significativo puede ser el Epithalamium eiusdem et sereniss. Principis Mariae de Juan Petreyo dedicado al futuro Felipe II39. Contiene los siguientes elementos:
A)
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- Alabanza de la novia. - Alabanza del novio.
Cf. Alcina[1989:31]. Cf. Catulo 61, vv. 129-55. Véase los vv. 129-30: «Ne diu taceat procax/ fescennina iocatio». Fescennini parece relacionarse etimológicamente con fascinum «miembro viril», no con Fescennium, ciudad de Etruria. Cf., sin embargo, el apego a los placeres eróticos atribuido a los etruscos en Horacio (III, x, 11-12). Cf. todavía el motivo en La sonrisa etrusca de José Luis Sampedro (1985). Para un análisis más demorado del pasaje, cf. Ramajo [1996: 44-45]. El poema aparece incluido en el libro del mismo autor Libri quattuor in laudem Divae Magdalenae (Toledo, 1552).
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C) D) E) F)
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- El Tormes llama a las ninfas para que contemplen el espectáculo de la comitiva nupcial40. - Palabras del río a la comitiva, en las que recuerda que Proteo ya le había anunciado este día, cuando él lloraba la muerte, al parecer, de Felipe el Hermoso. El río Tormes se encuentra exultante, pues será tratado con honores propios del Tíber y del Jordán. - Palabras de San Agustín, en las que se exalta el matrimonio cristiano. - Ceremonia litúrgica presidida por el Arzobispo de Toledo, con plegaria en la que se pide prole abundante. - Dios ha oído las plegarias. Lo demuestra con una luz especial (a ejemplo de Júpiter). - El poeta cantó el nacimiento de Felipe; ahora, su matrimonio. Pronto cantará al futuro hijo.
Pero quizás el texto más interesante en lengua castellana sea el de Góngora, Soledades, I. El gran poeta compone un himno a Himeneo (vv. 767-844). Es clásica la presencia de los dos sexos en los coros, según se ha señalado: «[...] dos festivos coros,/ vírgenes bellas, jóvenes lucidos» (vv. 752-53)41. Las alabanzas de la belleza de los novios son tópicas. En el epitalamio clásico se ensalza no sólo el aspecto físico sino también el moral. Así Estacio, en el dedicado a Stella y Violentilla dice de la novia: «vincit opes animo» (v. 122): «venció las riquezas con el espíritu»42. También en el epitalamio de Góngora figuran los versos fesceninos, pudorosamente. Se habla del beso: «[...] en cuanto/ lasciva abeja al virginal acanto/ néctar le chupa hibleo» ( w . 802-804). Los versos precedentes, por su tonalidad erótica, son entonados por los garzones43. Las zagalas, vergonzosas en cambio, piden ( w . 810-817) vida larga y maternidad para la novia. En lo de vida larga («Fíe tus nudos ella [Juno], que los días/ disuelvan tarde en senctud dichosa», w . 810-811), acaso haya un eco de historias amorosas como la de Baucis y 40
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Un ambiente de ninfas recubre un epitalamio de Lope de Vega, convertido más bien en panegírico: «En las bodas de don Fernando Jacinto de Toledo, duque de Huéscar, y doña Antonia Enríquez, marquesa de Villanueva» (La Filomena, en Obras poéticas, pp. 903-905). Cf. luego zagalejos candidas, v. 765, y garzones, v. 766. Estacio desea, además, que el hijo futuro se parezca al padre, y aún más, por la belleza, a la madre (vv. 271-73). Cf. Jammes [1994: 362],
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Antonio Ramajo Caño
Filemón, contada por Ovidio (Metamorfosis, VIII, 611-724). Estas peticiones constituyen un verdadero tópico en los epitalamios. Así, en el ya citado de Stella y Violentilla, de Estacio {Silvae, I, 2), se desea larga vida para la novia, acompañada del novio, vida en la que conserve por largo tiempo su belleza sin marchitar ( w . 273-77); y se augura la abundancia de hijos (v. 267), que se dediquen a las tres posibles y dignas actividades para los varones romanos: la carrera legislativa, la de las armas o la de la literatura. Góngora, en el marco bucólico, sólo puede imaginar hijos labradores. Para las futuras hijas de la novia, piden las jóvenes que no imiten a Aracne, y en las telas «no los hurtos de amor, no las cautelas/ de Júpiter compulsen» (vv. 840-41). Es decir, pide que sean humildes y no irreverentes con la divinidad. Aracne, en efecto, no sólo canta los secretos de los dioses, sino que, además, osa competir en su trabajo con Minerva. Finalizados el canto y la comida, un grupo de labradoras entra bailando. Una de ellas se dirige a los novios (I, w . 893-943). Les desea larga vida, unidos en el amor (w. 893-96), sin carencia de prosperidad material ( w . 897-943). Pero, con todo, -continúa el anhelo de la labradora- que se mantenga la pareja en una dorada medianía, no sea que la envidia les persiga (w. 926-29). Más peligro tienen las altas torres que las modestas chozas pastoriles ( w . 930-38). Parece eco del horaciano «Rectius vives, Licini», II, 1044. Todavía se alude en las palabras labradoras a la muerte, lejana en el deseo, y al posible epitafio, en que se grabará alguna consideración filosófica impregnada de desengaño (algo muy barroco)45:
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El apunte es de Carreira [1986: 239]. He aquí los versos de Góngora: «Próspera, al fin, mas no espumosa tanto/vuestra fortuna sea,/ que alimenten la Invidia en nuestra aldea/ áspides más que en la región del llanto./ Entre opulencias y necesidades,/ medianías vinculen competentes/a vuestros descendientes/ (previniendo ambos daños) las edades:/ ilustren obeliscos las ciudades,/ a los rayos de Júpiter expuesta,/ aun más que a los de Febo, su corona,/cuando a la choza pastoral perdona/ el cielo, fulminando la floresta.» Cf., por ejemplo, en Caramuel, Primus Calamus ob oculos ponens metametricam, el largo epitafio que para sí compuso el teólogo Iacobus Merlo-Horstius, muerto en 1644, que comienza: «Siste gradum, viator, hic terminus viae, et vitae tuae ac meae. lile ego qui natus pridem ac notus eram saeculo, en denatus hoc iam lateo nudus, nullusque sepulchro. Pulvis, cinis, esca vermium, vixit annis (n) paucis, si spectetur aetemis [...]» («Detén el paso, caminante, que aquí está el fin de la vida, tuya y mía. Yo, aquel que antaño era bien conocido en el siglo mientras vivía, ahora, muerto, me escondo desnudo e inútil en este sepulcro. Polvo, ceniza, pasto de gusanos, pocos años vivió, en comparación con la eternidad»). Incluido en el apartado titulado «Apollo Centonarais», p. 130.
La codificación
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áurea.
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Cisnes, pues, una y otra pluma, en esta tranquilidad os halle labradora la postrimera hora, cuya lámina cifre desengaños, que en letras pocas lean muchos años (vv. 939-943). S a l e la n o v i a h a c i a una v e r d e e m p a l i z a d a , a c o m p a ñ a d a d e m u c h a s v i l l a n a s , a la m a n e r a c o m o el a v e F é n i x v a a c o m p a ñ a d a d e otras a v e s ( w . 9 4 5 - 5 7 ) . C o n t e m pla las c o m p e t i c i o n e s atléticas, a c t i v i d a d e s t a m b i é n d e sabor c l á s i c o 4 6 . L o s n o v i o s , e n fin, c o n n u m e r o s o cortejo, m a r c h a n al hogar. H e r m o s a a l u s i ó n final al t ó p i c o d e la militia
amoris47:
los novios entra [Venus] en dura no estacada: que, siendo Amor una deidad alada, bien previno la hija de la espuma a batallas de amor campo de pluma (vv. 1088-1091)48.
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Cf., para la huella clásica de todo este pasaje, Jammes [1994: 392-396]. El tópico de la militia amoris halla cultivo especial en los poetas elegiacos latinos. Ovidio ha dejado poemas dedicados a esta cuestión. Acaso el más representativo sea el de Amores, I, 9 («Militat omnis amans et habet sua castra Cupido»), Se trata de una casta Venus (v. 1085): alusión a la legalidad matrimonial (con antecedentes clásicos). En efecto, en el «Epithalamion in Stellam et Violentillam» de Estacio (Silvae, 1,2), el poeta afirma que atrás queda la pasada vida del novio, recogida en algún poema (obliqui carminis, v. 27). Ahora llega el buen amor: «[...] subiit leges et frena momordit/ ille solutus amor» ( w . 28-29). He aquí una sutil inserción de versus fesceninni. En nuestro libro anunciado se estudiará con detenimiento el posible influjo de Claudiano, Fescennina dicta Honorio A ugusto et Mariae, IV, cuyo esquema presentamos ya aquí: A) Surge el astro de la tarde. Pudor de la novia, cubierta por el velo (vv. 1-4): Visus\ B) Invitación al novio para entregarse a la lucha amorosa, vv. 5-13; C) La unión de los amados se compara con la de la hiedra y la encina («[...] frondens hederá stringitur aesculus», v. 19) y con la del olmo y la vid («[...] lento premitur palmite populus», v. 20: cf., para el tópico, A. Egido 1990): El poeta habla de la unión de las manos: Tactus\ D) Invitación a los besos: «et murmur querula blandius alite/ linguis adsidui reddite mutuis» (vv. 21-22): Oscula; E) Consumación matrimonial: «[...] et vestes Tyrio sanguine fulgidas/ alter virgineus nobilitet crúor./ Tum victor madio prosilias toro/ noctumi referens vulnera proelii» (vv. 26-29: nótese la mezcla de lenguaje amoroso y militar: militia amoris): Coitus. Parecen cumplirse los pasos del gradus amoris. El poema termina con la alegría popular por el matrimonio (vv. 30-37).
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Antonio Ramajo Caño
3. La poesía como vía de inmortalidad Para no dilatar en exceso el presente estudio, dejamos de anotar aquí las ricas y diversas manifestaciones con las que la poesía se enfrenta a la muerte. En el trabajo prometido tal aspecto figurará con el debido relieve. Nos permitimos aquí saltar a un tema que corona cronológicamente la actividad poética: la exaltación del propio trabajo versificador como superación de la barrera de la muerte. En efecto, muchos poetas se niegan a cerrar su horizonte semántico con la perspectiva de que la muerte al fin devorará todo lo construido. Surge el tópico de la poesía como fuente de inmortalidad, de hondísima tradición literaria. De la senda clásica rescataremos sólo algunos versos alusivos. Así, Calimaco49 se dirige, en un epigrama, a su amigo Heráclito de Halicarnaso, fallecido, y le dice: «Siempre vivirán tus Ruiseñores, sobre los que el Hades, de todo robador, no pondrá sus manos»50. Los poetas pueden apelar a la inmortalidad que les proporcionará su obra, al terminar ésta: así Horacio, al final del lib. III de las Odas («Non omnis moriar»); así, Ovidio, al concluir las Metamorfosis5'. Nótese que Cervantes sigue esta costumbre en las líneas últimas del Quijote, en que cuelga su instrumento de trabajo, la pluma en este caso, de acuerdo con un tópico frecuente (aparece,
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Antología Palatina, VII, 80. Los ejemplos se pueden multiplicar. Cf. Virgilio, Eneida, IX, 446-49 (se refiere a Niso y Euríalo): «Fortunad ambo! si quid mea carmina possunt,/ nulla dies unquam memori vos eximet aevo,/ dum domus Aeneae Capitoli immobile saxum/ accolet imperiumque pater Romanus habebit» («¡Dichosos ambos! Si algún poder tienen mis versos, ningún día se olvidará de vosotros, año tras año, mientras la casa de Eneas habite la inconmovible roca del Capitolio y el padre romano conserve el imperio»). El esquema se hace tópico: resuena, por ejemplo, en Poliziano, Manto (vv. 339-45): «[...] dumque in tácito vaga sidera mundo/ Fulgebunt, dum sol nigris orietur ab Indis,/ Praevia luciferis aderit dum curribus Eos,/ Dum ver tristis hyems autumnum proferet aestas,/ Semper erit magni decus immortale Maronis» («[...] mientras brillen en el silencioso cosmos los astros errantes, mientras el sol salga donde habitan los negros indios, mientras la Aurora precursora se presente con sus carros luminosos, mientras el triste invierno preceda a la primavera y el verano al otoño, grande será siempre el honor inmortal del gran Marón»). Ovidio, Metamorfosis, XV: «jamque opus exegi, quod nec Jovis ira nec ignis/ nec poterit ferrum nec edax abolere vetustas [...]» («Ya concluí una obra, que no podrá destruir ni la ira de Júpiter, ni el fuego, ni el hierro, ni la vejez devoradora [...]»).
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por ejemplo, en La Arcadia de Sannazaro)52: «Aquí quedarás, colgada desta espetera y deste hilo de alambre, ni sé si bien cortada o mal tajada péñola mía, adonde vivirás luengos siglos, si presuntuosos y malandrines historiadores no te descuelgan para profanarte [...]. Para mí sola [lapéñola] nació don Quijote, y yo para él; él supo obrar y yo escribir» (II, 75). Cervantes retoma el esquema de Aquiles-Homero: de hacedor de hazañas y de cronista poético53. Pero en nuestras letras acaso sea Garcilaso quien de manera más clara deja un poema cuyo tema esencial, a nuestro juicio, es el de cantar el poder eternizador de la poesía. En la égloga III aparecen relatos de personajes de suerte desastrada, pero que sobreviven gracias a las artes visuales y a la voz de los propios poetas. La historia de Elisa, personaje coetáneo al autor, se sitúa tras la narración de tres mitos: el de Orfeo y Eurídice; Adonis y Venus; Apolo y Dafne. La historia de Elisa se eleva a la categoría de mito: es decir, a la inmortalidad, tanto más cuanto Garcilaso es otro Orfeo, capaz de llegar hasta el infierno sin que su canto desaparezca (la inmortalidad cruza el Leteo: recuérdese, luego, a Quevedo: «Cerrar podrá mis ojos la postrera sombra»54). Esa inmortalidad, como decimos, se consigue a través de la poesía, que en este caso se torna especialmente artificiosa, por cuanto reproduce lo que se ve en unos tejidos confeccionados por las ninfas. Tras estas historias vienen pastores cantando otras pasiones de amor. Son aquéllas que están oyendo las ninfas: materia acaso -puede pensar el lector- para nuevos tejidos, que tal vez pase a los versos de Garcilaso. En definitiva, todo se inmortaliza por el arte. Las cuatro historias contadas por Garcilaso tienen en común, según ya hemos advertido, la nota de mors inmatura que sufren algunos de los protagonistas: Eurídice, Adonis, Dafne y Elisa55. Pero esa mors inmatura no representa
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Véase las palabras que Sannazaro en la coda final de la novela dirige a la zampoña. Cf. la anotación pertinente en la edición de Don Quijote de Rico [1998: II, 666], Para algún eco del pasaje del autor italiano, cf. Ramajo [1998: 1292]. Cf. Curtius [1948: II, 669-671]. El poeta puede desear inmortalidad a su obra al comienzo, como Catulo: «[...] quod [libellum], o patrona virgo,/ plus uno maneat perenne saeclo» (n°. 1, vv. 9-10). Cf. Ramajo [1993c: 326-328], En realidad, también Orfeo sufrió la mors inmatura. Precisamente, entre quienes han recibido la visita precoz de las Parcas, se encuentra el poeta legendario, además de Alejandro Magno, Aquiles y el poeta Lucano, conforme cuenta Estacio en Silvae, II, 7 «Genethliacon Lucani ad Pollam» (vv. 89-104). Nótese la mezcla de personajes míticos o lejanos con una persona cercana al cantor. Es la técnica analizada en esta égloga de Garcilaso.
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el final. Sobre ella se levanta triunfante la inmortalidad engendrada por el arte. Contar, según hace aquí Garcilaso, no lo que se ve directamente, sino lo transmitido en una reproducción estética, es ciertamente procedimiento antiguo. Virgilio lo utiliza sabiamente (Eneida, I, 441-493), cuando Eneas, en Cartago, en el templo de Juno, contempla la guerra de Troya ex ordine (Eneida, I, v. 456), en la decoración de los muros, en pintura. Allí ve un resumen apretadísimo de aquellos acontecimientos, que luego narrará él mismo a Dido, en el libro segundo, y más por extenso. Así pues, Virgilio utiliza una técnica indirecta narrativa en dos maneras: en el libro primero contando lo que se ve en unas pinturas; en el libro segundo contando lo que narra Eneas. Garcilaso en la la égloga III reproduce, primeramente, lo bordado por las ninfas -parte visual-; posteriormente, lo cantado por dos pastores -parte auditiva-, cuya música poética necesita un soporte para su conservación. La poesía de Garcilaso sirve para tal menester. Virgilio, que también transmite ficticiamente los versos de los pastores, en su bucólica V se había referido, además, a otra manera de conservar el canto: el pastor Mopso narra «[...] haec in viridi nuper quae cortice fagi/ carmina descripsi [...]» ( w . 13-14: «[...] estos cantos que ha poco grabé en la verde corteza de una haya»)56.
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Para el posible influjo de Virgilio en las artes figurativas, cf. Croisille [1994], Es procedimiento que sigue el pastor Títiro en la bucólica primera de Nemesiano (cf. vv. 28-29). Pero el tópico figurará en textos que nada tienen que ver con lo bucólico, como en Propercio, Elegías, I, xviii, 22: «scribitur et vestris Cynthia corticibus!». No queremos dejar de anotar ahora con algún pormenor más este procedimiento de reproducir escenas plásticas. Aparece en Homero. En Ilíada, XI, 32-40, se describe el escudo de Agamenón; en Odisea, XI, 609-12, el tahalí de Heracles, con quien Ulises se encuentra en el Hades. Hesíodo aporta la descripción del escudo del mismo Hércules en una obra que le es atribuida (Aspis, vv. 139-320). Tal técnica agrada a la poesía helenística. Así, Teócrito en su idilio primero deja una cabal descripción de un vaso (vv. 28-56). Precisamente, llegando ya a las letras latinas, en torno a Orfeo se construye un pasaje de las Bucólicas de Virgilio, en el que el cantor tracio es el protagonista: «Et nobis idem Alcidemon dúo pocula fecit,/ et molli circum est ansas amplexus acantho/ Orpheaque in medio posuit silvasque sequentes» (III, vv. 44-46: «Y a nosotros el mismo Alcidemón dos copas nos hizo, abrazando sus asas con el suave acanto; y a Orfeo dispuso en medio y a las selvas que le seguían»). Garcilaso practica tal técnica en esta égloga tercera, pero también en la segunda (Ramajo 1996:38-40). En el BaiToco, la descripción de realidades plásticas se convertirá en tópico. En El peregrino en su patria (1604), por ejemplo, Lope cuenta cómo en Zaragoza, con motivo de unas fiestas, se exhiben retratos de la Casa de Austria y de personajes famosos de la antigüedad. Se detiene en el de Felipe II e indica que el retrato iba a acompañado de versos, mezcla excelsa, pues, de pintura y literatura. Cf. lib. III, pp. 326-31. Cf., para otro ejemplo del mismo autor, Vosters [1987: 267-285], Para la
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En todo caso, Garcilaso en la égloga III ha plasmado una lección frecuente en la tradición clásica: la de la derrota de la muerte, la del valor inmortal de la poesía. Con el poeta toledano, con el caballero del emperador Carlos, cuyo recuerdo aquí nos convoca, con el creador que anhela empaparse de cauces literarios venidos de lejos, para codificar hermosamente algunos momentos o situaciones de la vida, termina esta exposición, anunciadora de páginas más lentas y acaso más profundas.
Referencias Bibliográficas
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literatura como reproducción de configuraciones pictóricas, cf. Egido [1989: 164-197], y Matas Caballero [1993: 45-48], Quédese para otro lugar la explicación del porqué de la selección concreta de esos mitos en Garcilaso. Sólo diremos dos palabras sobre la historia de Orfeo. Ya Horacio, Carmina, I, 24 («Quis desiderio sit pudor aut modus»), introduce a la figura del poeta legendario en un poema fúnebre, precisamente para mostrar el poder de la muerte: «Quid si Threicio blandius Orpheo/ auditam moderere arboribus fidem?/ num vanae redeat sanguinis imagini [...]?» (vv. 13-15. El poeta se dirige a su amigo Virgilio: «Y aunque tañeras mejor que el tracio/ Orfeo la lira, atentos los árboles, ¿podrías volver la sangre a la inane sombra [...]?»). En nuestras letras, Diego Hurtado de Mendoza, en la «Elegía a la muerte de doña Marina de Aragón», utiliza también el mito de Orfeo para señalar el poder de la muerte, que origina la incomunicación entre el mundo de los vivos y el de los muertos (Poesía completa, n°. 6, vv. 196-232). Pero no se olvide que Orfeo tiene también ese poder de vencedor de la muerte en cuanto que vuelve del Infierno y en cuanto que su canto le hace inmortal.
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Juden und Conversos in der spanischen Traktatliteratur
Dietrich Briesemeister Universität Jena Die Regierungszeit Karls V. ist erfüllt von bedrängenden religiösen Fragen, die bei ihrer Verflechtung mit nationalen, politisch-taktischen und reichsrechtlichen Positionen zusätzlich durch Konflikte belastet werden: 1. von dem Konfessionsstreit innerhalb der Christenheit, der Glaubensspaltung, dem gespannten Verhältnis zum römischen Papsttum und dem Konzil von Trient (1545-1563), das die Gegenreformation einleitet; 2. von der Konfrontation mit dem Islam und der militanten Ausdehnung des mohammedanischen Großreichs der Osmanen; 3. von den Folgen der Vertreibung der Juden aus den spanischen Reichsgebieten (1492), den Problemen mit den Morisken und den Auseinandersetzungen um die Evangelisierung der Neuen Welt. Bei diesem Zusammenstoß von Religionen, Kulturen, Traditionen, Interessen und Vormachtsansprüchen spielen Polemik, Apologetik, Kontroverstheologie und politisch-kirchliche, konfessionelle Publizistik eine dominierende Rolle. Sie schlagen sich nieder in einer unübersehbaren Flut von lateinischen und volkssprachlichen Druckerzeugnissen, bedienen sich aber auch anderer Formen der Kommunikation, welche die Meinungsbildung beeinflussen und die Entstehung einer frühneuzeitlichen Öffentlichkeit entscheidend prägen: Religionsgespräche, Briefwechsel, Predigt und Lied, Konkordien und consultationes, Bildpropaganda. Die Theologie wird als ein Instrument der Politik in Anspruch genommen und dienstbar gemacht. Geistesgeschichtlich bricht hinter diesen Auseinandersetzungen die Forderung der Moderne nach Toleranz und Freiheit des Gewissens, ebenso wie das Phänomen des Unglaubens durch. Spanien tritt bei diesen Auseinandersetzungen im Reich Karls V. mit seiner durch die jahrhundertelange Reconquista gefestigten Sendungsidee als Verteidiger der Rechtgläubigkeit sowohl gegen die inneren (Ketzer) wie auch gegen die äußeren Feinde (Ungläubige) in die neuzeitliche europäische Weltgeschichte ein. Als getreues Volk Gottes fuhrt Spanien den Missionsauftrag Christi in der Welt aus, wie es das berühmte Sonett an den Kaiser von Hernando
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de Acuna zum Ausdruck bringt mit den Formeln „un Monarca, un Imperio, y una Espada" und „un Pastor y una Grey sola en el suelo".1 Als regierender König der vereinigten spanischen Königreiche (1516) sowie als deutscher König und Kaiser (1519) führt Karl verschiedene Teilgebiete mit ausgeprägten eigenen historischen Traditionen, starken Institutionen, sowie unterschiedlichen politischen Konstellationen und religiösen Strömungen unter seiner Herrschaft zusammen (etwa die burgundischen Niederlande, Italien, die österreichischen Erblande, das Reich). In Spanien wurde schon unter den Katholischen Königen die Inquisition zum Werkzeug der Religionspolitik und Kontrolle der Rechtgläubigkeit 2 mit dem Ziel, den Bestand der staatlichen Einheit zu schützen. In Deutschland steht der Machtkonflikt zwischen Karl und den Landesfursten seit der frühen Reformationszeit im Mittelpunkt der konfessionellen Auseinandersetzungen. Als Rechtsformel gilt hier das Prinzip „cuius regio, eius religio". Damit bestimmt der jeweilige Landesherr die Konfession seiner Untertanen.3 Für die Religionspolitik Karls V. fehlt bislang überraschenderweise eine umfassende Untersuchung, wie umgekehrt die bewegte Zeit seiner Herrschaft - abgesehen von den dogmatischen Fragenkomplexen der Gnaden- und Rechtfertigungslehre, des Abendmahlstreits und der Konzilsgeschichte - weder religionsgeschichtlich vergleichend noch theologiegeschichtlich übergreifend dargestellt worden ist.4 Die geographischen und historischen Überlagerungen, die durch die verschiedenen ideologischen Ausrichtungen von religiösen Bewegungen und deren Ausstrahlung sowie durch die Verbreitung des polemischen und apologetischen Schrifttums bedingt sind, können im folgenden nur anhand einiger weniger Beispiele aufgezeigt werden. Die reformatorischen Auseinandersetzungen selbst bleiben dabei außer Betracht.
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Im besonderen sollen in der folgenden Untersuchung 1. die durch den Buchdruck verstärkte Langzeitwirkung mittelalterlicher Autoritäten der apologetischen Literatur (etwa Petrus Alphonsus, Raimundus Martin); 2. die antijüdische Kontroversliteratur im Spanien des 15. Jahrhunderts; 3. die apologetischen Traktate gegen Juden und Mohammedaner im ausgehenden 15. und frühen 16. Jahrhundert; 4. die Ausnahmeerscheinung des Juan Luis Vives berücksichtigt werden. Noch weit über ein Jahrhundert nach Einführung des Buchdrucks mit beweglichen Lettern finden mittelalterliche Traktate mit Hilfe dieser revolutionären Technik massenhafte Verbreitung (auch in Übersetzungen, Bearbeitungen und Auszügen). Ihre Argumentationsstrategie und Denkweise, der mittelalterliche Kenntnisstand, die Vor-Urteile werden damit weiterhin kanonisiert und festgeschrieben. Der Traktattyp „Adversus Judaeos" 5 , der oft in Dialogform gestaltet ist, hat ebenso wie die Form des Religionsgesprächs (mit späterer schriftlicher Fixierung), der Disputation und der Streitrede eine lange Tradition im europäischen Mittelalter seit der Väterzeit. 6 Der christlich-islamische Dialog 7 wurde vor allem durch die Missionsinitiativen der Bettelorden im Hochmittel5 6
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Schreckenberg, Heinz, Die christlichen Adversus Judaeos-Texte und ihr literarisches und historisches Umfeld (l.-ll. Jh.), 2 Bde., P. Lang, Frankfurt 1982-1988. Niewöhner, Friedrich; Lewis, Bernard (Hrsg.), Religionsgespräche im Mittelalter, Harrassowitz, Wiesbaden 1992. = Wolfenbütteler Mittelalter-Studien 1992. Jacobi, Klaus (Hrsg.), Gespräche lesen. Philosophische Dialoge im Mittelalter, G. Narr, Tübingen 1999. = ScriptOralia 115. Roger, Friedlein bereitet an der Freien Universität Berlin eine Dissertation über die mittelalterliche Dialogliteratur in Spanien vor. Hagemann, L., „Bibliographie du dialogue islamo-chrétien. Auteurs chrétiens du monde latin des XHIe et XlVe siècles", in: Islamo-christiana 6 (1980), 260-278; Anawati, Georges C., „Polémique, apologie et dialogue islamochrétiens. Positions classiques médiévales et positions contemporaines", in: Euntes Docete 22 (1969), 375452; Willi-Plein, Ina und Thomas: Glaubensdolch und Messiasbeweis. Die Begegnung von Judentum, Christentum und Islam im 13. Jahrhundert in Spanien, Neukirchener Verlag, Neukirchen-Vluyn 1980; Barkaï, Ron (Hrsg.), Chrétiens, musulmans et juifs dans l'Espagne médiévale. De la convergense à l'expulsion, Paris 1994; Mann, Vivian B./ Glick, Thomas F./ Dodds, Jerrilyun (Hrsg.), Convivencia. Jews, Muslims and Christians in Medieval Spain, New York 1992.
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alter (13. und 14. Jahrhundert) und die verstärkten Kontakte zwischen Abendland und Orient belebt. Ramon Llull liefert dafür auf der Iberischen Halbinsel die frühesten Beispiele. Seine Disputaciö de eine savis (1294, lateinische Fassung gedruckt in Valencia 1510) ist ein religionsvergleichendes Streitgespräch zwischen je einem Vertreter des römischen Katholizismus, der griechisch-orthodoxen Kirche, der Nestorianer, Monophysiten und des Islam. Ähnliche Dialogtraktate sind neben dem Liber de gentili et tribus sapientibus (1277), in dem ein Jude, Christ und Mohammedaner mit einem Heiden diskutieren, die Disputatioßdelis et infidelis (1288/1289) sowie die Disputatio Raymundi Christiani et Hamar Saraceni seu disputatio de fide catholica contra Saracenos (1308), die er ursprünglich in Constantine auf arabisch verfaßt hatte. Bei einem Schiffbruch verlor Llull die Handschrift und schrieb dann das Werk aus der Erinnerung auf lateinisch nach (gedruckt in Valencia 1510).8 Das jüdisch-christliche Kontroversschrifttum9 steht bis zum 12. Jahrhundert zunächst auf biblisch-patristischer Grundlage und greift danach auf den nachbiblischen Talmud und andere rabbinische Werke der Schriftauslegung (Midrashim) sowie die Kabbala zurück, die insbesondere das Interesse der christlichen Humanisten im 16. Jahrhundert weckte.10
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Ramon Llull/ Ivo Salzinger (Hrsg.), Opera omnia, Moguntiae 1721 -1742 (repr. Frankfurt 1965). 4[8] 1-47 Disputatio Raymundi (1729). 2[1] 1-94 Liber de gentili (1722). 4,[7] 1-53 disputatio fidelis et infidelis (1729). 2[3] 1-50 Liber de Vsapientium( 1722). Gottron, Adam, Ramon Lulls Kreuzzugideen, Diss. Freiburg/ Breisgau 1912. Blumenkranz, Bernhard, Juifs et chrétiens dans le monde occidental, Mouton, Paris, La Haye 1960; Dahan, Gilbert, La polémique chrétienne contre le judaïsme au Moyen Age, A. Michel, Paris 1991 ; ders., Les intellectuels chrétiens et les juifs au Moyen Age, Ed.du Cerf, Paris 1990; Knoch-Mund, Gaby, Disputationsliteratur als Instrument antijüdischer Polemik, Tübingen, Basel 1997; Santiago-Otero, Horacio (Hrsg.), Diàlogo filosofico-religioso entre cristianismo, judaismo e islamismo durante la EdadMedia en la Peninsula Ibèrica, Brepols, Turnhout 1994. Secret, Ferdinand, Les Kabbalistes chrétiens de la Renaissance, Dunod, Paris 1964.
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Der Rabbiner Mose ha Sefardi konvertierte 1106 zum Christentum und schrieb unter dem Namen Petrus Alphonsi die Disciplina clericalis, ein europaweit verbreitetes Grundbuch mittelalterlicher Erzählliteratur. Seine Dialogi contra iudaeos11 erschienen 1536 in Köln im Druck unter dem Titel Petri Alphonsi ex Judaeo Christiani dialogi lectu dignissimi in quibus impiae Iudaeorum opiniones — argumentis confutantur (auch in Migne, Patrologia latina 157, 535-672). Das bereits um 1400 ins Katalanische übersetzte Werk versucht den Talmud zu widerlegen und bietet damit ein Repertorium der antijüdischen Apologetik aus der frühen Zeit der Reconquista. Fast zwei Jahrhunderte später sollte auch Ramon Llull in die antijüdische Kontroversliteratur eingreifen mit 50 Predigten im Liber de erroribus Iudaeorum seu Uberpraedicationis contra Iudaeos (1305) und De adventu Messiae, einem Disput zwischen einem christlichen und jüdischen Gottesgelehrten über die Dreifaltigkeit und Menschwerdung Christi sowie über die divinae dignitates. Ein Zeitgenosse von Ramon Llull, der Dominikaner Ramon Marti, verfaßte 1286 den Pugio fidei adversus Mauros et Judaeos.12 Marti gilt als einer der bedeutendsten christlichen Orientalisten des Mittelalters, der eine für seine Zeit erstaunliche Kenntnis hebräischer Schriften besaß. Er kompiliert nicht einfach antichristliche Passagen aus dem Talmud, um sie apologetisch zu widerlegen, sondern versucht, aus dem Talmud die Wahrheit christlicher Glaubensaussagen und Bibelauslegung nachzuweisen. Im „großen Sumpf der jüdischen Schriftexegese und theologischen Literatur glaubt er, verborgene Aussagen zu finden, die auf Moses zurückgehen und daher im Einklang sowohl mit der Heiligen Schrift als auch der kirchlichen Glaubenslehre stehen müssen. Während sein Capistrum Judaeorum („Maulkorb für die Juden") lange unveröffentlicht blieb (Handschrift in der Bibliothèque Nationale, Paris, cod. lat. 3643), wurde der „Dolch des Glaubens" in Petrus Galatinus' Opus de arcanis catholicae veritatis (Basel 1550, mit späteren Ausgaben 1561 und 1587) ohne Nennung des Verfassers erneut ausgeschrieben und abgedruckt. Ramon Marti bildet wiederum
11 12
Palacios, Bonifacio, „La teología española del año 1000 a 1250", in: Historia de la teología española, FUE, Madrid 1983, t. 1, 416-420. Raimundus Martin, Pugio fidei. Pugio fidei adversus Mauros et lúdeos. Ed. J. B. Carpzow, Leipzig 1687 (Repr. 1964); Lexikon des Mittelalters, Artemis & Winkler, München, Zürich, Bd. 7,1995, Sp. 415 f; Secret, Ferdinand, „Notes pour une histoire du Pugio fidei à la Renaissance", in: Sefarad 20(1960), 401-407.
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die Grundlage für die Traktate von Riccoldo de Monte Croce, Jerónimo de Santa Fe (Hebraeomastix), Pablo de Santa Maria und Alfonso de Espina. Maitis Ordensbruder, Alfonso Buenhombre (Alphonsus Bonihominis), will die Epístola Rabbi Samuelis de adventu Messiae aus dem Arabischen „übersetzt" haben, die in über 320 Handschriften und Drucken sowie in Übersetzungen in Europa weit verbreitet war.13 In diesem Traktat in Briefform versucht ein angeblich 1085 in Toledo zum Christenglauben übergetretener Samuel von Fez seinen ehemaligen rabbinischen Glaubensbruder in Marokko von der vergeblichen Erwartung eines noch kommenden Messias zu überzeugen. Das Werk erschien u. a. in Zaragoza 1496, Valladolid 1511 sowie in Basel 1550 und 1555. Mehrere Übersetzungen ins Katalanische und Kastilische aus dem 15. Jahrhundert verzeichnet der Grundriß der romanischen Literaturen des Mittelalters (vol. IX, t. 2, fasc. 7, Heidelberg 1983, S. 23 f). Die „Disputa de Tortosa" (1413)14, die von dem konvertierten Juden Jerónimo de Santa Fe ausgerichtet wurde, bietet ein typisches und lang nachwirkendes Beispiel für die öffentlichen Redeschlachten zwischen Vertretern der Kirchenlehre, Häretikern und Andersgläubigen. Das Religionsgespräch wurde in Anwesenheit des Gegenpapstes Benedikt XIII., 70 Kardinälen, Bischöfen und Prälaten, 14 Rabbinern und etwa 1000 Personen meist jüdischen Glaubens eröffnet. Insgesamt fanden 69 Diskussionsrunden statt, von denen zwei jüdische und eine christliche Protokollfassung überliefert sind. Nur zwei Rabbiner blieben bei dieser spektakulären Veranstaltung dem Glauben der Väter treu. Die Progrome von 1391 und die folgende Zwangsmissionierung und Massenbekehrung15 setzen dem Spanien der drei Religionen ein Ende, die letzte 13 14
15
Meersseman, G., „La chronologie des voyages et des œuvres de Frère Alphonse Buenhombre O. P.", in: Archivum Fratrum Praedicatorum 10 (1940), 77-108. Pacios López, Antonio, La disputa de Tortosa, CSIC, Madrid 1957. Der 1391 zum Christentum übergetretene Toledaner Rabbiner Juan el Viejo bezieht sich in seinem Memorial de la Fe (Biblioteca Nacional, Madrid, ms. 1369), einer Darstellung der christlichen Glaubenswahrheiten und Widerlegung des Talmud, auf den Religionsdisput von Tortosa. Jerónimo de Santa Fe verfaßte den berüchtigten Hebraeomastix (Geißel der Juden), eine Streitschrift wider die Irrtümer des Talmud, die 1552 in Zürich in Auszügen und ohne Nennung des Verfassers erschien. Orfali, M., El tratado „De iudaicis erroribus ex Talmut de Jerónimo de Santa Fe", Madrid 1987. Niewöhner, Friedrich/ Rädle, Fidel (Hrsg.), Konversionen im Mittelalter und in der Frühen Neuzeit, Hildesheim Olms, 1999 = Hildesheimer Forschungen, 1. López Martínez, Nicolás, Los judaizantes castellanos y la Inquisición en tiempo de
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Konsequenz dieser Gewaltausbrüche ist die Vertreibung der Juden nach dem Fall von Granada 1492. Die Politik der Katholischen Könige setzt den Prozeß der religiösen und nationalen Einigung mit Hilfe der Limpieza de sangreStatuten durch. Zum Christentum übergetretene Juden nehmen im 15. Jahrhundert nicht nur hervorgehobene Stellungen in Kirche, Politik, Verwaltung, Gelehrsamkeit, Medizin und Finanzwesen ein, sondern treten auch als eifernde Verfasser kontroverstheologisch-polemischer Schriften hervor. Hierbei lassen sich zwei Richtungen unterscheiden: eine eher um ein friedliches Miteinander bemühte und eine unversöhnlich die Judenhetze betreibende Gruppe. Zur ersten Gruppe zählt Alfonso de Cartagena mit seinem Traktat Defensorium unitatis christianae (1449)16, der wohl bedeutendsten theologischen Schrift der Zeit zum Converso-Problem, die beschwörend auf die Frage der bedrohten Einheit der Christgläubigen eingeht. Die Einheit sieht der Bischof von Burgos, Sohn des konvertierten Oberrabbiners von Burgos Pablo Garcia de Santa Maria und führendes Mitglied der spanischen Delegation am Konzil von Basel, durch den rassistischen Verfolgungswahn gegen Mitbürger „heidnischer" beziehungsweise jüdischer Abstammung gefährdet. Demgegenüber betont er, daß die natürliche Einheit und Zusammengehörigkeit des Menschengeschlechts gottgewollt sind. Die geistliche Einheit sowie der Friede mit Gott und unter den Menschen sind durch die Erlösungstat Christi gestiftet und bestärkt worden. Die Juden gelten ihm als von Gott erwählte Werkzeuge für die Vermittlung der Offenbarungsbotschaft an die Menschheit17, diese gipfelt im Evangelium des Neuen Bundes und der Kirche als Neuem Jerusalem. Auch Juden haben Anteil an der Erlösung durch Christus, sie bilden mit allen, die den Glauben annehmen, ein Volk Gottes. Aufgrund dieser fundamentalen Gemeinsamkeit gebühren den Conversos in der Gesellschaft auch die gleichen Rechte und Ehren wie den Altchristen. Bereits vor der Erlösungstat Christi kam dem Volk Israel eine religiöse und politische Führerschaft zu. Es verwirkte seine bevorzugte Stellung erst, als es sich weigerte, dem Messias zu folgen. Alonso de Cartagena handelt
16
17
Isabel la Católica, Burgos 1954. Alonso de Cartagena, Defensorium unitatis Christianae, Introd., trad. y notas de Guillermo Verdín-Díaz, Universidad, Oviedo, 1992; Avilés, Miguel, „La teología española en el siglo XV", in: Historia de la teología española, t. 1, FUE, Madrid 1983, 495-577; Sicroff, Albert A., Les controverses des statuts de pureté de sang en Espagne des XVe au XVIIe siècle, Didier, Paris 1960,41-62. Vgl. auch die anonyme Schrift De la prosperidad, felicidad y generosidad del pueblo judío sobre las demás naciones (Biblioteca de la Universidad de Salamanca, ms. 2015, f 99M24).
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ferner die Sakramententheologie ab und stellt eine Analyse des in Toledo aufgebrochenen Konflikts um die Blutsreinheit an.18 Auf der gleichen Linie der Verteidigung der Conversos argumentiert Alonso de Oropesa (1460/1465) in seinem Traktat Lumen ad revelationem gentium19 und hebt ebenfalls die Notwendigkeit der religiösen Einheit gegen gesellschaftliche Diskriminierung und Verdächtigungen hervor. Die Eiferer und Scharfmacher, die vielfach Konvertiten waren und mit Haß gegen die früheren Glaubensbrüder hetzten, haben in Alfonso de Valladolid (etwa 1270-1340), der als Rabbi Abner Arzt in Burgos war, einen fanatischen Vorkämpfer, der seine antijüdischen Werke, wie den Mostrador deJustigia, auf hebräisch verfaßte und zumeist selbst ins Kastilische übertrug.20 Ihm steht weder Jerönimo de Santa Fe mit seinem berüchtigten Hebraemastix („Judengeißel"), der in Basel auszugsweise 1556 und 1567 herauskam, noch der Franziskanermönch Alonso de Espina (1412-1495) mit seinem Fortalitium fidei contra judaeos, sarracenos aliosque christianae fidei inimicos21 nach. Dieses 1462 vollendete Werk des Missionspredigers, des Bischofs von Orense und Rektors der Universität von Salamanca war in zahlreichen Druckausgaben bis in die dreißiger Jahre des 16. Jahrhunderts verbreitet. Es richtet sich vor allem gegen die Juden und Conversos, die der Mönch für Anhänger des Gesetzes hält. Er verteidigt die „Burg des Glaubens" gegen die Bestie der Häresie, des Unglaubens, welche die Religion bedrohen. Unerkannt leben die Feinde der Religion unter den Christen Kastiliens. Espina fordert daher die Errichtung von Inquisitionsgerichten zur Untersuchung und Überwachung der Conversos, erwägt auch schon die Vertreibung aller Juden aus Spanien und erwartet die Eroberung der noch von den Mauren besetzten christlichen Gebiete, die eine Generation später mit dem Fall von Granada unter den Katholischen Königen ihren Abschluß finden sollte.
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Sicroff, Albert A., Les controverses des statuts de pureté de sang en Espagne du XVe au XVIIIe siècle, Didier, Paris 1960. Oropesa, Alonso de, Lumen ad revelationem gentium, CSIC, Madrid 1943; vgl. a. Sicroff, 67-75. Grundriß der romanischen Literaturen des Mittelalters, vol. IX, t. 2, fase. 2, Winter, Heidelberg 1983, 25 f; Alfonso de Valladolid, Mostrador de Justicia, Walter Mettmann (Hrsg), Westdeutscher Verlag, Opladen 1994; ders., Ofrenda de zelos und Libro de la ley, Ausgabe v. Komm. Walter Mettmann, Westdeutscher Verlag, Opladen 1990. Esposito, M., „Notes sur le Fortalitium fidei d'Alphonse de Spina", in: Revue d 'Histoire Ecclésiastique 32 (1936), 514-536; ferner Sicroff, 71-75.
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In seiner polemischen Argumentation widerspricht der Franziskaner dem Talmud als später lügenhafter Erfindung von Rabbinern, die nicht auf mosaischer Überlieferung gründet. Der Talmud sollte die Juden lediglich von der Bekehrung zum Christenglauben fernhalten. Das Werk stellt in fünf Teilen zunächst die allegorische Rüstung des Miles Christianus und die Vorzüge des Glaubens dar, sodann den Krieg der Ketzer. Die Conversos sind die gefahrlichsten Gegner. In De bello Judaeorum folgt eine Zusammenstellung gehässiger Greuelgeschichten, die aus dem Arsenal der antijüdischen Vorurteile, Verdächtigungen und Stereotypen stammen. Die Juden seien demnach Verräter, Homosexuelle, Gotteslästerer, Brunnenvergifter, Gottes-, Kinder- und Meuchelmörder, Wucherer, Hostienschänder. Diese angeblichen Schandtaten lassen es gerechtfertigt erscheinen, daß die Juden entweder getötet oder des Landes verwiesen werden. Die Zerstörung des Tempels und die Vertreibung aus dem Gelobten Land sind die verdienten Strafen für Verfehlungen der Juden. Das vierte Buch handelt von Leben und Lehre des falschen Propheten und Erzfeinds Mohammed. Es werden 158 Kriege seit Entstehen des Islam verzeichnet, die den Aufruf zum Kreuzzug begründen. Den Schluß bildet eine Abhandlung über Hexen und böse Geister. Der anonyme Libro deAlborayque (Bibliothèque Nationale, Paris, fonds esp. 356, f. 60r-70v) stellt die Eigenschaften und Erkennungsmerkmale der Conversos zusammen, die weder gläubige Juden noch rechte Christen seien. Sie werden ähnlich wie bei Espina mit einem sagenhaften Untier, al-Burâq, verglichen, das weder Pferd noch Maultier ist und auf dem Mohammed seine Reise ins Jenseits unternahm. Dieses Traktat erschien bei Juan Cromberger in Sevilla um 1545. Abhandlungen wie die des Augustiners und Bischofs von Valencia Jaime Pérez de Valencia (Tractatus contra Judaeos, Valencia 1484/1485) und Pedro de la Caballería22 (Zelus Christi contra Judaeos et Sarracenos von 1450) wurden bis weit in das 16. Jahrhundert hinein immer wieder aufgelegt.23 Die Kreuzzugstheologie hat in Spanien angesichts der Bedrohung durch den Islam eine lange Tradition seit Ramon Llull. Sie entwickelt sich fast zeitgleich 22 23
Amador de los Ríos, José, Historia social, política y religiosa de los Judíos de España y Portugal, Buenos Aires 1943, t. 2, 73-77. Vgl. a. die alte heilsgeschichtliche Gegenüberstellung von Ecclesia und Synagoge bei Gonzalo García de Santa María, Dyalogus Ecclesie et Sinagoge (Zaragoza: P. Hurus um 1497) sowie De christianae religionis contra transeúntes vel redeuntes ad Judaeorum ritus libri tres von Diego Ramírez de Villaescusa (Biblioteca de la Universidad de Salamanca ms. 2413), der wahrscheinlich den künftigen Kaiser Karl 1500 taufte. García Olmedo, Félix, Diego Ramírez Villaescusa (1459-1537), Editora Nacional, Madrid 1944.
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mit der antijüdischen Polemik, und zwar ebenfalls in einer militanten und in einer irenischen Ausprägung. Juan de Segovia (ca. 1395-1458), Gesandter der Universität Salamanca am Basler Konzil und Beobachter bei Reichstagen zwischen 1438 und 144424, plädiert im Hinblick auf das bisherige Scheitern militärischer Unternehmungen gegen den Islam für die „via pacis et doctrinae". Zu diesem Zweck bereitet er eine dreisprachige Koranausgabe (arabisch - lateinisch - kastilisch) vor (Biblioteca Nacional, Madrid, ms. 9250), um ein besseres Verständnis der Religion des Propheten aus deren Quelle zu gewährleisten. Der Islamkenner, der u.a. auch mit Nikolaus von Kues im Briefwechsel stand, dessen Cribatio (1460/61) des Korans die Muslime zum Verständnis der christlichen Glaubenslehre führen sollte25, bedauert die Unkenntnis christlicher Prediger und Apologeten, die es sich selbst zuzuschreiben haben, wenn Muslime nicht auf sie hören.26 Mit Juan de Segovia gipfeln die Bemühungen um den Koran im mittelalterlichen Spanien. Auf Anregung des Petrus Venerabiiis hatte Robert von Ketton (Chester) um 1141-1143 in Spanien die erste lateinische paraphrasierende Übersetzung angefertigt, ihr folgten im 13. Jahrhundert die Übertragung des Markus von Toledo (1210) im Auftrag von Rodrigo Jiménez de Rada sowie volkssprachliche Teilübersetzungen ins Kastilische und Katalanische. Der Bischof und Diplomat Rodrigo Sánchez de Arévalo (1404-1470), ein Schüler von Alfonso de Cartagena und Mitglied der kastilischen Delegation am Konzil von Basel, verfaßte einen Liber de sceleribus et infelicitateperfidi Turchi ac de spurcitia et fedítate gentis et sectae suae (1468/69, Cod. Vat. lat. 971 und 972). Kardinal Juan de Torquemada O. P. (1388-1468), der Onkel des Großinquisitors Tomás de Torquemada, widmete seinen Tractatus contra principales errores Mahometi (Paris 1465) Papst Pius II und richtete den Tractatus contra madianitas et ismaelitas (1450)27 speziell gegen die Neuchristen aus dem Volke Israels.
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Cabanellas, Dario, Juan de Segovia y el problema islámico, Madrid 1952. Haubst, Rudolf, „Johannes von Segovia im Gespräch mit Nikolaus von Kues und Jean Germain über die göttliche Dreieinigkeit und ihre Verkündigung vor den Mohammedanern", in: Münchener Theologische Zeitschrift 2 (1951), 115-129. Juan de Segovia widmete dieser Frage den Traktat De gladio divini Spiritus in corda mittendo Sarracenorum. Nicolás López Martínez (Hrsg.), Burgos 1957; ferner das Symbolium pro informatione manichaeorum. N. López Martínez und V. Proaño Gul (Hrsg), Burgos 1958.
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Eine auffällige Zunahme apologetischer Auseinandersetzungen mit dem Islam ist in Spanien um die Wende zum 16. Jahrhundert im Gefolge der Evangelisierungskampagne zu beobachten, die der Erzbischof von Granada Hernando de Talavera nach 1492 in die Wege leitete.28 In der Kapitulation von Granada hatten die Katholischen Könige den „Mauren" zunächst ausdrücklich zugesichert, freie Untertanen der Krone zu bleiben und ihre Religion unbehindert ausüben zu dürfen. In Granada erschienen 1505 und 1506 der Vocabulista arauigo en letra castellana sowie Arte para ligeramente saber la lengua arauiga als unentbehrliche Hilfsmittel für die sprachliche Verständigung und Grundkenntnis des Arabischen für die Verkündigung des Evangeliums. Granada und Valencia mit einem hohen Bevölkerungsanteil der Morisken bleiben für Jahrzehnte die beiden Problemgebiete, in denen der Religionskonflikt und der Zusammenstoß zweier Kulturen immer wieder aufbrechen. Karl V. verfugte 1525, daß die Mauren nicht länger in Spanien bleiben können. Sie nehmen daher die neue Religion an, die sie nicht ausüben wollen, in der sie auch unzulänglich unterwiesen wurden und keine seelsorgerische Betreuung erfuhren wegen mangelnder Sprach- und Korankenntnis der Missionare. Bei der Auseinandersetzung mit dem Islam wird wiederum der Rückgriff auf mittelalterliche Autoritäten und deren Texte deutlich. Der italienische Dominikaner Riccoldo da Monte Croce (Ricoldus Florentinus, um 1243-1320), der als Prediger einige Jahre im Orient verbracht hatte, verfaßte zur Vorbereitung für die Missionierung eine in der Folge weitverbreitete und einflußreiche Koranwiderlegung, die in Sevilla 1500/1501 auf lateinisch und spanisch erschien, die Reprobación del Alcorán. Luther hat dieses Werk 1530 in Auszügen verdeutscht. Besonders aufschlußreich ist der Libro que se llama Confusion de la secta Mahometana y del Alcorán des 1487 getauften Mohammedaners Juan Andrés29, der als Priester von den Katholischen Königen nach Granada beordert wurde; es erschien 1515 in Valencia und erlebte mehrere Auflagen in Spanien (z. B. 1537, 1560), wurde u. a. 1537 ins Italienische sowie ins Französische übersetzt und erschien 1598 auch in deutscher Fassung. Granada blieb mit Valencia weiterhin im Zentrum der Auseinandersetzung mit dem Islam. Lope Obregón brachte in Granada 1555 seine Confutación del Alcorán y secta Mahometana
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Cardaillac, Louis, Moriscos y cristianos viejos. Un enfrentamiento polémico 1492-1640, Madrid 1979; Caro Baroja, Julio, Los moriscos del Reino de Granada, Madrid 1957. Larson, Everette Eugene, A Study of the Confusion de la secta mahomica of Juan Andrés; Ann Arbor, Michigan 1985.
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heraus, die sichtlich von Juan Andrés abhängt. Aus Valencia sind mehrere Schriften aus den frühen dreißiger Jahren bekannt, etwa von Bernardo Pérez de Chinchón, Libro llamado Antialcorano — repartido en XXVIsermones (Valencia 1532) und Dialogos christianos contra la secta mahomética y la pertinacia de los judíos (Valencia 1535).30 Noch kurz vor der Ausweisung der Morisken erschien 1599 in Valencia der Cathecismo para instrvccion de los nvevamente convertidos de moros von Martín Pérez de Ayala mit einer Widerlegung des Korans. Wie sich die politisch-militärischen Aspekte der Türkenfrage, die theologische Kontroversliteratur und die frühe wissenschaftliche Beschäftigung mit dem Islam überlagert, zeigt das Programm des bedeutenden Basler Verlegers Johannes Oporinus31, der den Plan verfolgte, Schriften über den Islam gesammelt herauszubringen. Ein Teilband dieses Corpus de rebus turcicis erschien 1556 und vereinigt bezeichnenderweise mehrere Berichte über siegreiche Expeditionen Karls V. gegen Berberisken und Türken u. a. aus der Feder von Spaniern (Andrés Laguna, Enrique Peña, Juan Cristóbal Calvete de Estrella). Bemerkenswert sind ferner zwei verschiedene Vorreden zu diesem Sammelband für einen katholischen und reformierten Leserkreis. Der Zürcher Pastor Konrad Klauser entwickelt darin einen utopischen Plan zur religiösen Befriedung Deutschlands durch ein nationales Konzil sowie für den Kreuzzug gegen die Türken. Sechs Theologen der römischen Kirche und sechs Reformierte sollten vor einem Gremium von 29 Männern ein Religionsstreitgespräch führen, das zu Protokoll gegeben und dem Kollegium zur Entscheidung über die kontroversen Fragen auf biblischer Grundlage vorgelegt werden sollte. Abschließend soll die Stellung des Humanisten Juan Luis Vives in den Religionsstreitigkeiten erwähnt werden. Sein spätes, postum erschienenes Werk
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Bataillon, Marcel, Erasmo y España. Estudios sobre la historia espiritual del siglo XVI. Fondo de Cultura Económica, México 2 1966, 284 f; Severin, Dorothy S., Einführung zu La lengua de Erasmo nuevamente romaneada por muy elegante estilo. Traducción española del siglo XVI por Bernardo Pérez de Chinchón, R. Academia Española, Madrid 1975, IX-XXXIV. Gilly, Carlos, Spanien und der Basler Buchdruck bis 1600. Ein Querschnitt durch die spanische Geistesgeschichte aus der Sicht einer europäischen Buchdruckerstadt, Helbing & Lichtenhahn, Basel, Frankfurt/M. 1985;=Basler Beiträge zur Geschichtswissenschaft, 151; Guthmüller, Bodo; Kühlmann, Wilhelm (Hrsg.), Europa und die Türken in der Renaissance, Max Niemeyer, Tübingen 2000; = Frühe Neuzeit, 1954.
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De veritatefidei Christianae contra Ethnicos, Iudaeos, Agarenos sive Mahumetanos, et perverse Christianos (Oporinus, Basel 1543)32 stellt eine Ausnahme in der Polemik und Apologetik seiner Zeit dar. Vives bewegt die alte Frage „Was ist Wahrheit?" aus der eigenen bitteren Erfahrung des Leides, der Inquisition, der Judenverfolgung und der Gewaltanwendung in religiösen Dingen. Seine Mutter war 1529 post mortem verbrannt worden, sein Vater endete 1524 bei einem Autodafe auf dem Scheiterhaufen. Vives erinnert sich an den friedlichfrommen Umgang zwischen Conversos und Christen in seiner Familie jüdischer Abkunft. Er hat selbst das Lebensschicksal der Conversos auf sich genommen und hat Spanien verlassen. Dem Werk gehen De Europae dissidiis et bello Turcico dialogus (Brügge 1526) und drei dem Kaiser Karl V. gewidmete Schriften voraus, die 1529 in Antwerpen gedruckt wurden: De concordia et discordia. De pacificationeP De conditione vitae Christianorum sub Turca. Concordia und pacificatio sind die beiden großen Leitmotive seines Denkens. Vives macht aus seiner Abneigung gegen Inquisition und Zwangsmaßnahmen keinen Hehl und tritt entschieden für Eintracht, Frieden und Toleranz ein. Vives schrieb De veritate aus der Kenntnis der einschlägigen Traktate aus früheren Zeiten: Petrus Alfonsi, Pablo de Santa Maria, Pietro Galatino, Riccoldo de Monte Croce sind ihm vertraut. Das Werk ist zudem in der traditionellen Form des Gesprächs verfaßt. Der jüdische wie auch der muslimische Gesprächspartner erscheinen als aufrechte Menschen, mit denen leidenschaftslos und vernünftig über religiöse Fragen, über die Wahrheit in den Religionen gesprochen werden kann. Gute Christen und Heiden - „homines bonae voluntatis" - unterscheiden sich für Vives wie zwei Reisende, von denen der eine Landkarten mit sich fuhrt, während der andere nur auf sein Gedächtnis und den Orientierungssinn der Vernunft angewiesen ist (memoria et iudicium), die ihn an das Ziel gelangen lassen. Selbst die Naturvölker der Neuen Welt gehören für Vives zur Civitas Dei. Am Schluß des philosophischen Religionsgesprächs
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Ausgabe in: Opera omnia. Gregorio Mayans y Siscar (Hrsg.), t. 8, Valencia 1790 [Nachdruck Gregg, London 1964], Margolin, Jean-Claude, „Conscience européenne et réaction à la menace turque d'après le De dissidiis Europae et bello turcico de Vivès", in: Juan Luis Vives, August Buck (Hrsg.), Hauswedell, Hamburg 1981, 107-140; = Wolfenbütteler Abhandlungen zur Renaissanceforschung, 3.; Für die Verbreitung dieser Werke in deutschen Übersetzungen vgl. Briesemeister, Dietrich, „Die gedruckten deutschen Übersetzungen von Vives' Werken im 16. Jahrhundert", in: Juan Luis Vives, August Buck (Hrsg.), Hauswedell, Hamburg 1981, 177-191; = Wolfenbütteler Abhandlungen zur Renaissanceforschung, 3.
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über die Wahrheit steht kein Urteilsspruch, wie zumeist üblich in der Dialektik der Dialogform. Die Argumente des Christen bewegen zwar Gefühle, Denken, Gewissen der Andersgläubigen, aber sowohl der Jude als auch der Mohammedaner halten an ihrem Glauben fest.34 Diese Haltung ist gewiß nicht Ausdruck religiöser Indifferenz oder eines Relativismus, für den es gleichgültig ist, ob man sich einer Religion zugehörig fühlt und welcher. Sie drückt aber auch nicht die resignierte, pragmatische Annahme der Zustände aus, wie sie eben sind, sondern ist die gelebte und überzeugte Toleranz des Philosophen - des „Liebhabers der Weisheit" - gegenüber den drei großen monotheistischen, auf heilige Bücher gegründeten Religionen. Insofern ist De veritate auch nicht zu verstehen als Rechtfertigung des Converso Vives für sein eigenes orthodoxes Bekenntnis zum Christenglauben. Diese Position ist für die aufgewühlte Zeit keineswegs selbstverständlich oder verbreitet, wenn man die im gleichen Jahr wie De veritate veröffentlichte Schmähschrift Martin Luthers Von den Juden vnd jren Lügen (Wittenberg 1543) oder Die Verlegung des Alcorán (1542) betrachtet. Juden, römisches Papsttum und Türken sind für Luther widergöttliche, apokalyptische Mächte. Spanien, wo Juden und Mauren, die die Dreifaltigkeit leugnen, jahrhundertelang mit den Christen zusammenlebten, ist für Luther daher höchst verdächtig. Spanien war seiner Meinung nach für die Juden ein „aller bestes nest". In den Tischreden finden sich zahlreiche abschätzige Urteile über die Spanier, ihre Unmoral, Grausamkeit im Krieg und Falschheit.35 „Sunt plerique Marani, Mamalucken" (Mamelucken heißen in der Reformationszeit die vom Christentum Abtrünnigen, Marrane lautet das Schimpfwort für die Juden). Luther versteigt sich 1538 sogar zu der Aussage: „Malo Turcam hostem
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Kohut, Karl, „Anmerkungen zu De veritatefidei christianae", in: Juan Luis Vives. Sein Werk und seine Bedeutung für Spanien und Deutschland, Christoph Strosetzki (Hrsg.), Vervuert, Frankfurt 1995, 122-134; Reinhardt, Klaus, „Vives' Auseinandersetzung mit der jüdischen Auslegung des Alten Testaments", in: Juan Luis Vives. Sein Werk und seine Bedeutung für Spanien und Deutschland, Christoph Strosetzki (Hrsg.), Vervuert, Frankfurt 1995, 9-21; Graf, Paul, Ludwig Vives als Apologet. Ein Beitrag zur Geschichte der Apologetik, Herder, Freiburg/Br. 1932; Millás Vallicrosa, José María, „La apologética de Luis Vives y el judaismo", in: Sefarad 2(1942), 1-31; Gilly, 172-185; Bonilla y San Martin, Adolfo, Luis Vives y la filosofia del Renacimiento, Madrid 2 1981, 313-321. Arnoldsson, Sverker, La leyenda negra. Estudios sobre sus orígenes, Almqvist & Wiksell, Göteborg 1960, 119-123.
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quam Hispanum protectorem, qui extremam exercet crudelitatem" (Tischreden, Bd. 5, Weimar 1917, 511, Nr. 6145) und glaubt, die Spanier wollten Deutschland unterwerfen, und sei es mit Hilfe der Türken. So versuche der Teufel, das „freie Deutschland" in Schrecken zu versetzen {Tischreden, Bd. 3, Weimar 1914, 382, Nr. 3533a). Von Vives durch Welten getrennt sind die beiden führenden Handbücher von Spaniern zur Widerlegung der Häresien und nichtchristlichen Religionen. Fray Alonso de Castro (1495-1558) aus Zamora, Franziskaner, Hofkaplan Karls V. und geistlicher Berater Philipps II.36, verfaßte die maßgebliche systematische Enzyklopädie Adversas omnes haereses libri quatuordecim (Paris 1534), die in zahlreichen Drucken und immer wieder erweitert in Köln, Venedig, Lyon, Antwerpen und Salamanca herauskam. Als ein Begründer der Strafrechtslehre schrieb er auch De justa haereticorum punitione (Salamanca 1547). Die andere Summe der Häresien kompilierte der Erzbischof von Valencia, Martín Pérez de Guzmán, der wie Alonso de Castro von Karl V. zum Konzil von Trient entsandt wurde, De divinis, apostolicis atque ecclesiasticis traditionibus, deque authoritate ac vi earum sacrosancta adsertiones seu Libri X (Köln 1549). Die Fülle der kontroverstheologischen und apologetischen Schriften gegen Judentum und Islam in Spanien zur Zeit Karls V. läßt die tiefe religiöse Erregung spüren, die das Land in seinen Abwehrbewegungen - gegen Luther, den Erasmismus, die Alumbrados und Recogidos, die Conversos - erschütterte. Politische und soziale Konflikte begleiten beziehungsweise überlagern die erbitterten und vielfach fanatisierten Diskussionen um religiöse Fragen. Die Kraft der eigenen kritischen Auseinandersetzung wird nicht nur durch das Fortwirken mittelalterlicher Autoritäten mit ihrem begrenzten oder inzwischen überholten Wissensstand, ihren Argumentationsmustern und Vorurteilen in völlig veränderten historischen Situationen gemindert, sondern auch durch die Kontrollmechanismen und Kompetenzen des Heiligen Offiziums eingeschränkt. Der Aufschwung der hebräischen Studien (Philologie, Bibelexegese), der in Spanien durch die Arbeiten an der Polyglottenausgabe in Alcalá unter Kardinal Cisneros sowie die Philologie an der Universität von Salamanca gefordert wird, vermag demgegenüber auch nicht den Einfluß rationalen Denkens und wissenschaftlicher Kenntnisse zu verbreitern. Erst recht wirkte sich die intensive Beschäftigung mit Kabbala und Zohar bei den christlichen Humanisten in Italien, Frankreich und Mitteleuropa in Spanien überhaupt nicht aus, um im
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Castro, Manuel de, „Fray Alfonso de Castro, consejero de Carlos V y Felipe II", in: Salmanticensia 5 (1958), 281-322; Bataillon, 504-506.
Juden und Conversos in der spanischen Traktatliteratur
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Verhältnis zum Judentum eine tolerantere Einstellung in Gesellschaft und Öffentlichkeit zu befördern.
Die Musik am Hofe Karls V. zwischen Tradition und Innovation
Klaus Hortschansky Universität Münster I Seit mehr als 100 Jahren - spätestens seit unseres Helden Ururgroßvaters Zeiten - gehörte es zum guten Ton des geistig-gesellschaftlichen Lebens und zur staatlichen Repräsentanz, eine Hofkapelle zu haben. Und diejenige, die Philipp der Gute, Herzog von Burgund (reg. 1419-1467), gegründet hatte, war zum viel bestaunten Vorbild in Europa geworden, das überall - bis nach Neapel ebenso wie bis nach Krakau - segensreich für die neue Kultur der Renaissance-Höfe nachgeahmt wurde. Was darf man da von Karl V. erwarten, als er nach seiner Erziehung und Ausbildung in Mecheln zum König von Spanien (1516), zum deutschen König (1519) und schließlich zum deutschen Kaiser (1530) erhoben bzw. gewählt wurde: sicherlich grundsätzlich nichts Neues, vielleicht jedoch neue Akzentuierungen im Detail, die die personelle Zusammensetzung ebenso betreffen könnten wie den gezielten Einsatz für den allgemeinen höfischen Lebensbedarf im Rahmen eines veränderten Programmes und schließlich - daraus folgernd - die womöglich verschobene Schwerpunktsetzung im musikalischen Repertoire der Gattungsbeiträge. Karl V. verfügte über eine hohe musikalische Kompetenz, auch wenn er selbst - wie noch sein Vorfahr Karl der Kühne, der Urgroßvater - wohl kaum komponiert hat.1 Während seiner Erziehung am Hofe seiner Tante Margarete von Österreich (1480-1530) in Mecheln erhielt er von etwa dem achten Lebensjahr an Musikunterricht bei Henry Bredemers (um 1472-1522), ehemals Knabenkapellmeister und Hoforganist Philipps des Schönen. Aus den Rechnungen ist ersichtlich, daß Bredemers dem jungen Erzherzog und seinen Schwestern Unterricht im Orgel-, Clavichord-, Flöten- und Lautenspiel sowie in Gesang erteilt hat, also seinen Zöglingen eine wahrhaft umfassende Ausbildung
1
Die Komposition, die Edmond Vander Straeten in La Musique aux Pays-Bas avant le XIXe Siècle, Bd. 7, Bruxelles 1885 (Reprint, hrsg. von Edward E. Lowinsky, Bd. 4, New York 1969), S. 376 einst publiziert hat, ist heute nicht mehr auffindbar.
Die Musik am Hofe Karls V. zwischen Tradition und Innovation
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zukommen ließ, die natürlich auch die Unterweisung in der komplizierten Mensuralnotation einschloß.2 Aus den letzten Monaten von Karls Leben, als er schon im Refugium des Klosters in Yuste lebte, wird von Prudencio de Sandoval eine bezeichnende Geschichte erzählt, die durchaus glaubwürdig ist und Karls Musikverstehen in einem Punkte zusammenfaßt 3 : Der Komponist Francisco Guerrero ( 1528-1599) führte dem Kaiser eine Messe vor, der Kaiser reagierte darauf etwas salopp und zugleich äußerst kenntnisreich, indem er behauptete, der Komponist, dieser subtile Räuber („sotil ladron"), habe ja von dem einen und dem anderen musikalisches Material gestohlen. Karl vermochte also nicht nur das aufgeführte Werk selbst in all seinen Strukturen wahrzunehmen, zu durchschauen und zu beurteilen, sondern er erkannte hörend auch Anklänge an andere Werke, die er offensichtlich noch immer im Ohr hatte. Man kann davon ausgehen4, daß dieser Effekt auch gewollt war, denn Guerrero hatte nichts weniger im Sinn, als mit seiner Missa L'homme armé im Rahmen der Parodietechnik - ich komme auf den Begriff am Ende noch kurz zu sprechen - Gomberts Motette Veni electa mea, aufgeführt anläßlich der Hochzeit Karls in Sevilla 1529, zu bearbeiten bzw. zur Grundlage zu nehmen. Damit spielte er auf eines der glücklichsten Ereignisse im Leben des Kaisers an und darüber hinaus mit der Verarbeitung des L'homme armé-Liedes auf den christlichen Ritter, als der Karl gern verstanden sein wollte. Als Karl 1517 zum ersten Mal von den Niederlanden nach Spanien segelte, um eine seiner neuen Rollen zu übernehmen, hat er auch die burgundische Hofkapelle seines Vaters Philipp mitgenommen. Sie blieb fürderhin neben der chambre, neben dem hôtel und der écuyerie die erste und wichtigste Institution seiner Hofhaltung. In diesem Punkte schließt er sich an die Tradition an und bleibt ihr auch zeitlebens verpflichtet. Denn die burgundische Hofkapelle, die mit ihren musikalischen und nichtmusikalischen Mitgliedern als „familiares" ständig um ihn war, wurde immer wieder und allein aus dem Norden erneuert; es finden sich zu keiner Zeit
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Pietzsch, Gerhard, „Henry Bredemers", in: Die Musik in Geschichte und Gegenwart, hrsg. von Friedrich Blume, Bd. 15, Kassel u.a. 1973, Sp. 1067; E. Vander Straeten, a. a. O., S. 192-261, hier S. 199. Prudencio de Sandoval, Fray, Historia de la vida y hechos del emperador Carlos V, Bd. 2, Pamplona 1614 (sie!), fol. 828; vgl. hierzu Michael Zywietz, Karl V. Der Kaiser und die Musik. Neue Wege der Relation von Text und Musik im Motettenschaffen seines Hofkapellmeisters Nikolas Gombert, Habilitationsschrift Münster 2000, S. 313-322. Wie neuerdings (von M. Zywietz a. a. O.) nachgewiesen wurde.
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spanische Namen in den Besoldungslisten.5 Dokumente zeigen vielmehr, daß der mäitre de la chapelle und der Knabenkapellmeister wiederholt in die burgundischen Erblande reisten, um neue Sänger und auch Singknaben anzuheuern (vergleichbar etwa den Reisen, die cisalpine Kapellmeister im 18. Jahrhundert häufig unternahmen, um italienische Sänger im Süden anzuwerben). Die Singknaben wurden mit 8 bis 10 Jahren in die Kapelle aufgenommen im Durchschnitt waren es z w ö l f - und erhielten neben dem vom Knabenkapellmeister erteilten Musikunterricht auch noch durch einen weiteren Lehrer allgemeinen Unterricht. Kamen sie in den Stimmbruch, durften sie auf Staatskosten drei oder vier Jahre studieren, zumeist in Löwen, und konnten dann, wenn ihre Stimme weiterhin gut war, wieder in die Kapelle eintreten. Das bedeutet, die Hofkapelle Karls hat in keiner Phase ihre Anbindung an den Norden verloren, wo es an den Maitrisen die beste Musikausbildung im damaligen Europa gab, und sie lebte permanent in der Tradition der burgundischen Hofkapelle fort.
Episode Bevor über das musikalische Leben am Hofe Karls gesprochen wird, muß noch Klarheit über die Musikgattungen erzielt werden, die in diesen Zeiten gepflegt wurden. Es sind dies die Messe (d.h. die mehrstimmige Vertonung des Ordinarium und fallweise des Proprium missae), die Motette (die auch Propriumsstücke mit einschließt) und die Chanson (bzw. das weltliche mehrstimmige Lied in einer Nationalsprache). Johannes Tinctoris (um 1435-1511), der Hofmusikus und -mathematicus des Königs von Neapel, hatte in der zweiten Hälfte des 15. Jahrhunderts eine bedeutungsmäßige Rangfolge festgelegt, die in eben der genannten Reihenfolge gelesen werden muß und durch die Sängerkomponisten der zweiten und dritten franko-flämischen Musikergeneration, unter ihnen Johannes Ockeghem (um 1430-1495) und Josquin Desprez (um 1450-1521) auch entsprechend verwirklicht worden ist. Die Vertonung des Ordinarium missae galt also als das höchste, als das vollendetste Kunstwerk schlechthin, in dem die künstlerischen
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Die spanische Hofkapelle wurde mit Isabellas Tod im Jahre 1504 aufgelöst, s. SchmidtGörg, Joseph, Nicolas Gombert Kapellmeister Karls V. Leben und Werk, Bonn 1938, S. 27.
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Mittel zu ihrer vollen Entfaltung gelangen konnten, während die Motette als ein „mittleres" und die Chanson als ein „kleines" Gesangswerk angesehen wurden. In dieser künstlerischen Wertvorstellung ist auch Karl noch am Hofe der Margarete aufgewachsen, wo die Messvertonungen Pierre de La Rues (um 14601518) das Maß aller künstlerischen Dinge waren. Will man die genannten Gattungen ihrer Bedeutung gemäß aus den Dokumenten der Zeit abrufen, steht man vor einer begrifflichen Schwierigkeit. Der in den verschiedensten Texten gebrauchte Terminus „missa" sagt noch nichts darüber aus, ob die Messe „gelesen", also Choral gesungen oder mehrstimmig, also figuraliter musiziert worden ist. Die Begriffe „Motetum" und „cantio" dagegen weisen eindeutig auf mehrstimmige Musik. Da die Rolle der Motette in den folgenden Überlegungen immer mehr in den Vordergrund rückt, sei schon jetzt auf diese begriffliche Schwierigkeiten aufmerksam gemacht.
II Noch ein anderes Zeugnis gilt es in die Überlegungen um Tradition und Innovation am musikalischen Hofe Karls einzubeziehen, nämlich die Statuten der Hofkapelle. Sie zeigen einmal eine starke Traditionsbindung an den Norden, andererseits bietet eine vorsichtige Interpretation der Vorschriften und Einschränkungen auch die Möglichkeit, nach Freiräumen für Neuerungen bzw. Neugewichtungen Ausschau zu halten. Es sind zwei Fassungen derselben erhalten: eine französische Version aus dem Jahre 1515, überschrieben Statutz et ordonnnances sur le faict de nostre grande chapelle6, sowie eine späte Version, die Leges et constitutiones capellae catholice MajestatisJ Die in unsererm Zusammenhang allein aussagefähigen und noch kaum richtig durchinterpretierten Leges, gehen im Kern auf die Gepflogenheiten der burgundischen Hofkapelle Philipps des Schönen zurück und sind - wie es heißt - von Karl V. eifrig beachtet und befolgt worden („a Car Quinto studiose custodite"), wurden aber offensichtlich erst zu Beginn der Regierungszeit Philipps II. niedergeschrieben. Sie enthalten zum Gebrauch der Motette im Gottesdienst drei nachdenkenswerte Aussagen8, auf die hier kurz eingegangen werden soll, da wir uns dabei ja eindeutig auf dem Boden mehrstimmiger Musik bewegen. 6 7 8
Ebd., S. 44-46, 337-338. Ebd., S. 44-46, 340-342. In den Statutz begegnet der Begriff Motette überhaupt nicht.
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(1) Bei den Sakramentsandachten wurde ein mehrstimmiges Pangue lingua sowie vor der Station eine nicht näher benannte Motette gesungen. (2) Während der Messe durfte eine Motette nur auf ausdrückliche Anordnung des Kaisers oder allenfalls anläßlich einer Predigt gesungen werden („Moteta sub sacrificium, nisi mandato Regiae Maiestatis aut propter concionem, non canuntur."). (3) Bei Exequien soll die Messe feierlich gehalten werden und darauf das Responsorium figuraliter, also als Motette gesungen werden. Was bedeuten diese Aussagen im Hinblick auf die in den Leges festgehaltenen Singevorschriften? Zunächst muß man sehen, daß in dem immerhin 44 Paragraphen umfassenden Regelwerk zwischen dreierlei Arten des musikalischen Vortrags unterschieden wird, (a) Es wird choraliter gesungen, (b) es wird die Technik des Fauxbourdon-Singens - also eine gehobene Art des kunstvollen mehrstimmigen Improvisierens - gefordert und (c) es wird figuraliter, also im komponierten mehrstimmigen Satz, gesungen. Den meisten Raum nimmt neben dem choraliter-Singen der Gebrauch der FauxbourdonTechnik ein, die im allgemeinen mit „in fabordon canunto" beschrieben ist.9 Die mehrstimmige Musik im Stil der franko-flämischen Musiker, wie sie am Hofe Karls V. tätig waren, ist ausdrücklich nur an den drei genannten Stellen (von insgesamt 44 Paragraphen) der Verordnung angesprochen, und zwar zwei Mal mit dem Hinweis „musicae" und zwei Mal mit dem nicht zur liturgischen, sondern zur mehrstimmigen Musikübung gehörenden Gattungsbegriff „motetum". (a) Bei der allein vom Kaiser zu genehmigenden Erweiterung der Messe war von „moteta" die Rede, womit eindeutig die mehrstimmige Gattung gemeint ist.10 (b) Im Fronleichnamsgottesdienst soll der Hymnus Pangue lingua ausdrücklich „musicae", also figuraliter gesungen werden und bei den Stationen sind Motetten aufzuführen; entsprechend ist bei Danksagungen nach dem feierlichen Te Deum zu verfahren." 9 10 11
Ebd., S. 340-342 sub V, XIII, XVI, XVII, XXVI, XXIX, X X X , XXXI und XLI in oft ähnlichen Formulierungen. Ebd., S. 341 : „IX. - Moteta sub sacrificium, nisi mandato Regiae Maiestatis aut propter concionem, non canuntur." Ebd., S. 341 : „XXIX. - In supplicationibus Venerabiiis Sacramenti, hymnun Pangelingua musicae, et statio ante altare motetum in honorem Venerabiiis Corporis Christi, et si non sit statio, illud motetum in ecclesia in quam defertur Venerabile Sacramentum et responsoria et versiculos, cantores in fabordon canunto. XXX. - In supplicationibus cum gratiarum actione, Te deum laudamus, iterum atque
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(c) Und schließlich solle man bei Exequien für den Kaiser oder eine andere entsprechend hochgestellte Person die „missam solemniter" und danach das Responsorium „musicae" singen.12 Offen muß allerdings bleiben, ob bei der Vorschrift hier oder an anderen Orten, es sei eine Liturgie bzw. ein Liturgieteil „solemniter" zu singen13, jedes Mal an mehrstimmige Musik zu denken ist. Das Gegenteil scheint der Fall zu sein, wie gerade die Verwendung des Begriffs bei den Exequien nahelegt; denn von der Nokturn über die Laudes und Terz bis hin zur Messe erscheint vor allem das anwesende Personal seiner hierarchischen Bedeutung nach („puer" „sacerdos" - Bischof ) gesteigert, paralell dazu ist vom Chorälen Lektionston über den Fauxbourdon bis zum „musicae canunto" eine Steigerung festzustellen. Man kann aus dem Dokument zwei Schlußfolgerungen ziehen. Die mehrstimmige Musik, sei es die Vertonung des Ordinarium missae, sei es die Propriumsmotette, spielt in der großen Zahl der zu leistenden Dienste eine nur geringe Rolle und ist auf spezifische Plätze verwiesen. Das alleinige Verfügungsrecht über den freien Einsatz von Motetten hatte der Kaiser, was bedeutet, daß damit einem womöglich bereits eingerissenem Mißbrauch im Umgang mit Motetten ein Riegel vorgeschoben und daß ferner dem Kaiser ein kompetentes Forderungs- und auch Förderungsrecht zugebilligt wurde. Nach seinem theologischen und musikalischen Verständnis hatte sich die Durchführung der Gottesdienste zu richten. Aus den Verordnungen und insbesondere aus dem spezifischem „Motetten"Recht - so möchte ich es einmal nennen - ergeben sich wiederum, gemessen am Repertoire bestand der komponierenden Mitglieder der Hofkapelle Karls, mindestens drei Folgerungen. (a) Die Komponisten um Karl, allen voran sein Knabenkapellmeister Nicolas Gombert, haben ausgesprochen wenig Proprium-Motetten komponiert 14 , denn für diese war ja aufgrund der Leges kaum Platz. (b) Die andererseits enorm hohe Zahl der Motetten-Kompositionen der Musiker um Karl muß entweder mit dem „Motetten"-Recht in Verbindung
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iterum repetendo, donec supplicatio finitur, deinde motetum versiculus cum responsionibus infabordon, cantores canunto." Ebd., S. 341 : „XXXII. - In exequiis Imperatoris, Imperatricis, Regis, Reginae, Principis, dominorum nostrorum defunctorum, vesperas cum uno nocturno, et laudes primam lectionem puer unus, secundam in fabordon, tertiam sacerdos, missam solemniter et deinde responsorium musicae canunto." Ebd., S. 341-342 sub XVIII, XXII, XXIII, XXVI, X X X V , XXXVI. Ebd., S. 195-196.
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gebracht werden, oder sie sind einem anderen als dem gottesdienstlichen Aufführungsbreich zuzurechnen. Spezifische Werke auf die persönliche, den Gottesdienst zusätzlich bereichernde Wunschliste des Kaisers gemäß dem „Motetten"-Recht zu setzen - dafür fehlt es vorläufig an einschlägigen Untersuchungen, so gut man sich auch eine solche virtuelle Liste wird vorstellen können. Auch dürfte es schwierig sein, eine entsprechende Methodik zu entwickeln, die Vermutungen den Charakter von Beweisen verleihen könnte. Weiterfuhren vermag am ehesten eine Untersuchung der Predigtliteratur am Hofe des Kaisers. (c) Der offensichtlich erkennbare Wille, der Motette eine besondere, von der Forschung noch genauer zu definierende Funktion im kulturellen Leben des Hofes zukommen zu lassen und sie eben nicht zu einer Gebrauchsmusik in der Liturgie - ich überspitze einmal - verkommen zu lassen (wie das etwa im Frühprotestantismus geschehen und in den zahlreichen Drucken der Offizin Rhau zu Wittenberg an den originalen, einigermaßen durchschnittlichen Werken zu beobachten ist), hat den Kunstwerkcharakter der Motette zweifellos gehoben und sie in jene Führungsrolle hineingeschoben, die ihr mit der Abwendung von der Vertonung des Ordinarium missae als dem höchsten Kunstwerk inzwischen und offenbar gerade am Hofe Karls V. zugefallen war.
III Kündete sich schon in den Leges eine Vernachlässigung der mehrstimmigen Messe an - sie scheint für besondere Staatsgottesdienste reserviert und spielt im Alltag der Kapelle offensichtlich keine Rolle - , so kongruiert das mit der Werküberlieferung der Komponisten um Karl auf der einen Seite und dem neuen Kunstwerk-Anspruch der Motette andererseits. Sie ist jetzt das über den durchschnittlichen liturgischen Alltag herausgehobene Kunstwerk mit einem hohen theologischen (bzw. inhaltlichen) und zugleich auch kompositorischkünstlerischen Anspruch, den der Kaiser fallweise satzungsgemäß einfordern kann. Man kann daher ruhig behaupten, daß Karl wesentlich dazu beigetragen hat, der Motette diese neue Rolle zuzuweisen bzw. sie in der neuen Rolle zu festigen. Da seine Kapelle als Ausfuhrungsorgan seiner Ideen auf den langen und vielen Reisen mit den bedeutendsten Kapellen Europas zusammengetroffen ist, dürfte sich dieses neues Verständnis rasch herumgesprochen haben. Eine der berühmtesten Motetten des Hofkapellmeisters Nicolas Gombert ist diejenige mit dem Textanfang „Salve Regina misericordiae" und der enigmatischen Überschrift „Diversi diversa orant". Vielgerühmt, aber noch kaum
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vollständig interpretiert, was naturgemäß auch hier nicht geschehen kann und weiteren Überlegungen vorbehalten bleiben muß. Das besondere Merkmal der Motette ist u.a. ihre Vieltextigkeit, denn sie vereint in vier Stimmen insgesamt sieben marianische Texte, und zwar dergestalt, daß der Cantus das Salve regina misericordiae singt, während die übrigen drei Stimmen jeweils zwei weitere marianische Texte, zumeist Antiphonen, hintereinander singen. Entsteht aber daraus nicht ein babylonisches Sprachengewirr, wie es die Überschrift anscheinend zu suggerieren sucht? Das Gegenteil ist der Fall. Da hier nicht der Ort ist, den musikalischen Satz zu analysieren, sei ein Blick auf die gleichzeitige Zuteilung der Texte geworfen. Dabei läßt sich Folgendes feststellen. (1) Es sind in dem vierstimmigen Satz im allgemeinen niemals mehr als drei Texte gleichzeitig zu hören. Denn für die Textzuteilung gibt es vier verschiedene Modelle. (a) Zwei Stimmen singen gleichzeitig, während die beiden anderen pausieren; 2 Stimmen Cantus: [M. 92] Tenor:
benedictum fructum ventris tui hortus conclusus es, Dei genitrix
(b) zwei Stimmen singen ihren Text, während die dritte Stimme ein Melisma hat und die vierte Stimme pausiert; 2 + 1 Stimme(n) [M. 7]
Altus: Tenor: Bassus:
ave regina et casta es Maria al
ma
(c) drei Stimmen singen ihren Text, während die vierte Stimme pausiert; 3 Stimmen Cantus: [M. 18] Altus: Tenor:
vita dulce do domina angelo — rum caeli porta
[M. 56]
speciosa dulcissima virgo prius
Altus: Tenor: Bassus:
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und (d) drei Stimmen singen ihren Text, während die vierte Stimme ein Melisma hat. 3 + 1 Stimme(n) [M. 80]
Cantus: Altus: Tenor: Bassus:
ad nos converte vir - - go gloriosa o benigna, o regina, o Maria misere ---re
(2) Die Textabschnitte - zumeist Verse, aber auch Halbverse - sind von einander abgesetzt und jeweils mit Klauseln abgeschlossen, so daß die Strukturierung deutlich erkennbar bzw. hörbar ist. (3) Die Texte scheinen jedoch keinesfalls willkürlich - wie es der natürliche Vortrag erheischen könnte - beieinander zu stehen, sondern vielfach sinnvoll aufeinander bezogen zu sein, ja, die Bezugnahme ist mit künstlerisch-technischen Mitteln geradezu gesucht und hergestellt worden. Gleich an dem ersten Beispiel läßt sich das gut darstellen: Die zweite Hälfte des Verses „benedictum / fructum ventris tui" wird im Cantus durch dreimalige Wiederholung des „benedictum" so lange hinausgezögert, bis endlich die Sequenz „Inviolata, integra et casta es, Maria" im Tenor abgeschlossen ist und die Antiphon „Hortus conclusus es, Dei Genitrix" genau zu den Worten „fructum ventris tui" beginnen kann. Daß die im Mutterleib verschlossene Leibesfrucht und der geschlossene Garten hier gleichgesetzt werden, also semantisch aufeinander bezogen werden, ist offensichtlich. Es ist mit verschiedenen Worten und Bildern von ein und derselben Glaubenswahrheit die Rede. Vieltextigkeit ist den Zeitgenossen kein Problem gewesen - dafür gibt es eine Reihe von Beispielen. Sie wurde auf ihre Durchhörbarkeit noch nicht untersucht, auch wenn diese sicherlich nicht den vordringlichsten künstlerischen Parameter darstellt. Zentralere Kategorien für den künstlerischen Wertbegriff im Sinne der Invention sind sicherlich die sinnvolle Aufführungsmöglichkeit durch die Sänger und schließlich und vor allem Dingen die allein Gott zugetraute Einsicht in die Strukturierung und Ordnung. Die Gegeneinandersetzung von Texten, die im übrigen allen Beteiligten, den Zuhörern ebenso wie natürlich den Sängern im vollen Wortlaut mehr als vertraut sind - jeder würde den Text auswendig hersagen können - , fuhrt dazu, die einzelnen Verse durch ihre verbalen Kontrapunkte zusätzlich aufgeschlüsselt zu bekommen. Jeder Vers erhält so durch aus anderen Texten zugeordnete Symbole seine Interpretation im engen Bereich marianischer Lyrik. Die Überschrift
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„Diversi diversa orant" bezeichnet also nur das äußere Erscheinungsbild der virtuellen Partitur, nicht aber den eigentlichen Gehalt des Mariengebets, das über die marianische Lyrik hinaus durch die Symbolkraft des gregorianischen Chorals zusammengehalten wird, denn alle sieben Gedichte erklingen zu Paraphrasen der Choralmelodien. Wie ihr Einsatz mit signifikanten (und wiederum allen Beteiligten bestens bekannten) musikalischen Figuren zusätzlich zusammengeschweißt wird, wäre eine weitere analytische Ebene, die zu begehen wäre. Sie würde die extreme Einheitlichkeit einer Motette erweisen, die nur scheinbar in ihre Texte zerfällt, in Wirklichkeit aber von dem aus dem Salve regina stammenden, von allen vier Stimmen zu singenden Schlußvers „O dulcis Maria" als der Kernaussage zusammengehalten wird. Die Motette muß auch im Zusammenhang gesehen werden mit der großen Zahl der Marien-Motetten, die Gombert hinterlassen hat. Von rund 160 Motetten dieses Meisters sind mehr als 40 auf Marientexte komponiert. Sie nehmen damit Bezug auf die gerade in Spanien ständig anwachsende Marien-Frömmigkeit, von der offensichtlich auch der Kaiser erfaßt wurde, wenn man seine Frömmigkeit überhaupt irgendwie benennen und festmachen will. Es verdient immerhin angemerkt zu werden, daß Karl dem Kloster in Guadelupe seit 1525 seine besondere Aufmerksamkeit und Protektion zukommen ließ, er, der ansonsten nur wenige Stiftungen vorgenommen hat.15 In einer von seinem Kapellsänger Thomas Crecquillon (um 1515-1557) komponierten Motette wurde Karls Frömmigkeit als viel größere Zierde denn als seine Größe herausgestellt; nicht der „maximus" wolle er genannt werden, sondern als fromm möchte er gelten. Hinzuweisen ist auch auf die acht Magnificat-Kompositionen Nicolas Gomberts, überliefert als Unicum in einer Madrider Handschrift, die 1552 in Lüttich geschrieben wurde und bald danach Karl oder seiner Schwester Maria von Ungarn überreicht worden ist. Diese Tatsache gewinnt an besonderer Bedeutung, wenn man als Hintergrundwissen einfuhrt, daß bisher in der Forschung lediglich der päpstliche Hof in Rom, der Hof der Maria von Ungarn in Brüssel und der lutherische Norden Deutschlands als Zentren der Magnificat-Pflege galten, nun sich aber im Zusammenhang mit anderen Quellen der Hof des alternden Karl als ein weiteres Zentrum herausstellt, das auf die Magnificat-Komposition in Spanien ausgestrahlt hat. Die Magnificat-Kompositionen gehören in den Vesper-Gottesdienst, auch wenn Gombert sie über die praktischen liturgischen Gewohnheiten hinaus zu kleinen Kunstwerken ausgestaltet und überdies aus den acht tonartlich
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unterschiedenen Kompositionen, der Vertonung des Ordinarium missae vergleichbar, einen Zyklus gebildet hat. Das gehörte Salve regina mit seinen sieben Texten dagegen ist so in der Liturgie nicht verwendbar, vielmehr wird man es als ein paraliturgisches Werk bezeichnen müssen, das für private Andachten bzw. die außerliturgische Musikpflege geeignet erscheint, wo neben der selbstredend empfundenen Frömmigkeit auch ein hoher Sinn für die artifizielle Gestaltung vorhanden ist. Solche ist (nach Reinhard Strohm) von den Gilden und Bruderschaften überliefert. Inwieweit Verbindungen zur Darstellung der Sieben Freuden Mariae oder den sog. Geheimnissen des Rosenkranzes bestehen, muß vorerst offen bleiben. Man könnte dann an die Musikpflege von Rosenkranzbruderschaften denken. Allgemein ergibt sich, daß für die Musikausübung um Karl V. viele weitere Räume außerhalb des Gottesdienstes angenommen werden müssen, die den hohen artifiziellen Anspruch der in seinem Umkreis entstandenen Kompositionen zu tragen im Stande waren. Das gilt für die Motette ebenso wie für die Chanson, und dabei ist an die höfische Kammer ebenso zu denken wie etwa an den herrschaftlichen Speisesaal. Beide Gattungen rangieren nicht mehr hinter der Vertonung des Ordinarium missae, sondern werden als ebenbürtig betrachtet. Die alte Rangfolge des Tinctoris hat spätestens seit dem Auszug der burgundischen Hofkapelle nach Spanien keine Gültigkeit m e h r - ein Verdienst, das Karl in mindestens gleichem Umfang wie seinen komponierenden Sängern zuzuschreiben ist. Wie dieser artifizielle Anspruch im einzelnen Werk eingelöst wurde, kann hier nicht dargestellt werden. Bezeichnend erscheint, daß mit dem sog. Parodieverfahren ein künstlerisches Mittel gefunden worden ist, das höchsten Anforderungen gerecht wird. Die Technik bezeichnet (nicht besonders glücklich) ein Verfahren, bei dem eine komplette Komposition - sei es eine Motette, sei es eine Chanson - in einer Art Imitationsverfahren zur kompositorischen Grundlage einer neuen Komposition genommen wird. Hauptanwendungsgebiet ist die Messe. Doch wirft die Anwendung dort ein bezeichnendes Licht auf Motette und Chanson. Der im Rahmen eines erweiterten Begriffs-Verständnisses zutiefst humanistisch angelegte Ansatz, durch Zitationen und Anspielungen ein neues Werk aus einem alten entstehen zu lassen, findet bei den Komponisten der Generation nach Josquin Desprez seine volle Entfaltung. Und die Komponisten um Karl gehören (neben denen des französischen Königshofes) zu den ersten, die intensiv mit dem neuen Verfahren umgegangen sind und dabei sowohl der Motette, als auch der Chanson eine neue bislang unbekannte künstlerische Dignität gegeben haben, die allenfalls in den Spätwerken Josquins angedeutet war. Bei aller Verknüpfung der Musikpflege
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um Karl mit der Tradition erweisen sich die Neuakzentuierungen an seinem Hof, die den Charakter eines ungeschriebenen Programmes haben, nicht nur für diesen, sondern für die Entwicklung in Europa als äußerst fruchtbar und anregend.
«A un rey tan alto querer alabar». Gobierno y poesía para un Emperador
Víctor Infantes Universidad Complutense
A nadie escapa que mi título se inicia con un endecasílabo de los muchos, muchísimos, que una pléyade de poetas gastaron en honrar la figura de un monarca que fue motivo de bastante poesía. La Corte española del primer renacimiento prolongaba así la presencia cultural de las letras, y en especial de la poesía, desde los tiempos de Juan II; la monarquía de los Reyes Católicos no hizo sino potenciar la significación del escritor en los aledaños del poder político, otorgando un amplísimo espacio literario a la producción poética contemporánea. Carlos V se encontró en su llegada a España con una cierta efervescencia creativa que alcanzó un importantísimo cauce de expresión desde los primeros momentos de su reinado. Con un siglo a las espaldas, el lugar del poeta, un loci cultural, social y político promovido por un entramado cortesano abierto a la participación de numerosos autores españoles y europeos, no olvidemos que singularmente italianos, ocupaba un puesto cultural muy significativo; con una cierta prioridad para el poeta ungido de una actividad áulica, muy asociada con el compromiso de exaltación política y literaria, aunque veremos que también religiosa, pues la época obliga, de la institución monárquica. Desde la creación literaria comprometida con las tareas de gobernación y con la difusión, más o menos sistemática y continuada, de los logros imperiales, la nómina del parnaso hispano es harto abundante y alterna los nombres más ilustres: Juan Boscán, Diego Gracián y compañía, con otra falange de vates mucho nenos conocidos: Bernardino de Avellaneda, Gabriel de Sarabia, Andrés y Lope Ortiz, Diego de Estrada y un largo etcétera; o en otros (muchos) casos envueltos en la anonimia más voluntaria. En ambas laderas, la poesía viene precedida de una inspiración previa, el «escritor al servicio de» como enunció afortunadamente un buen conocedor de las letras áureas1, que ciñe el verso con 1
Vid. José Simón Díaz, «Censo de escritores al servicio de los Austrias», en Censo de escritores al servicio de los Austrias y otros estudios bibliográficos, Madrid, CSIC, 1983, 7-97.
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argumentos condicionados y hace del elogio y de la alabanza bandera prioritaria de sus intenciones. En poco menos de medio siglo se gastaron muchos endecasílabos, y hexámetros y romances y redondillas y sonetos y coplas, en la figura de Carlos V. En el recuento de toda esta ingente producción poética podríamos establecer tres grandes compartimentos, que responden (además) a tres tipologías literarias diferentes, aunque todas ellas tengan en el Emperador el epicentro de su génesis creativa y en su loa, su justificación y su conocimiento público. Valga recordar, sin entrar en demasiadas consideraciones críticas, la significación cultural de España en estos momentos cronológicos, desde 1520 hasta 1550, y el importante desarrollo del comercio editorial que se alia con la enorme producción impresa de muchísimos textos, que probablemente no se hubieran escrito, o se hubieran escrito de otra manera y con otros objetivos2, de no contar con esta difusión masiva que potenciaban los talleres de la imprenta hispana. ¡Y bien se cuidaron los monarcas, desde Isabel a Felipe II, de controlar el comercio de la edición al hilo de sus intereses3! Estos tres grupos posibles, sin duda con clasificaciones y apartados internos, podrían ser los siguientes.
I. Los libros dedicados al Emperador Lo que, evidentemente, no quiere decir que estén escritos sobre él y que, además lógicamente, se hacen extensibles a otras muchas materias literarias: libros de caballerías, prosa de ficción, etc., y no literarias: historia, ciencia, etc. No sé el interés (los intereses) en elaborar esta lista, que en cualquier caso y por lo visto, es muy extensa, y ello además por dos razones. En primer lugar, no en vano su figura une la del mecenas ideal, promueva o no económicamente la edición, con la del receptor primigenio de la obra; basta ver la multitud de imágenes grabadas del autor ofreciendo la obra al rey, con toda una iconografía simbólica que ya abordé en otra ocasión, con el libro como icono de la obra y el monarca como
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Vid. un planteamiento general sobre las relaciones entre la creación literaria y su plasmación impresa en Víctor Infantes, «Edición poética y poética editorial», en Analecta Malacitana, XXII,1 (1999), 5-26. Vid. Jaime Molí, «Problemas bibliográficos del libro del Siglo de Oro», en Boletín de la Real Academia Española, LIX (1979), 49-107; aunque está próximo a aparecer el magno estudio de Fermín de los Reyes sobre todos los avatares de la legislación áurea sobre el comercio del libro.
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ese lector primero y destinatario universal de la misma4. En segundo lugar, no podemos olvidar que es él el que concede legalmente la Licencia y el Privilegio de la impresión, y por tanto, a pesar de los avatares de la historia de esta burocracia legislativa, desde el Libro en que está copiladas algunas bullas [...] y todas las pragmáticas que está fechas para la buena governación del reyno (Alcalá de Henares, Laníalao Polono, 1503) hasta las disposiciones del medio siglo que organizan el mercado editorial ante el empuje de las controversias doctrinales que sacuden el contexto católico español5, es él quien decide y otorga la posibilidad de que una obra se edite, aunque cobre una importancia fundamental la figura (y la labor) de sus Secretarios: Alfonso de Valdés, Juan Vázquez de Molina, sobre los que recae en muchas ocasiones el honor de las Dedicatorias.
II. Textos extensos y unitarios sobre su biografía Constituidos básicamente por las famosas Caroleas de Luis Zapata y otros autores6, en competencia literaria con las Crónicas particulares de su figura histórica7 que tal vez sugieren otros lectores, otras intenciones y, desde luego, otras cronologías. Estos copiosos textos poéticos, con una marcada intencionalidad épica y con el modelo de una posición retórica basada en la poeticidad de los poemas italianos a los que, por otra parte, era tan aficionado el Emperador, nos presentan literariamente su figura, convertida, de hecho reconvertida, en un héroe literario. Aquí nos encontramos a Carlos V retratado con los perfiles del arquetipo heroico, frente al modelo biográfico (más o menos objetivo) del
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Vid. Víctor Infantes, «El lector que nos ve leer: las (re)presentaciones gráficas de la lectura en el Renacimiento», en Image et transmission des savoirs dans le Monde Ibérique et Ibéro-Américain, VIo Colloque International de C.I.R.E.M.I. A., Tours, 1999, en prensa. Vid. una presentación (suficiente) de Víctor Infantes a la edición facsímile de la Pragmática sobre la impresión y libros de Felipe II, Badajoz, Unión de Bibliófilos Extremeños, 1999. Vid. (todavía) Frank Pierce, La poesía épica del Siglo de Oro, Madrid, Gredos, 1968 y el facsímile citado infra. Valga rememorar la première partie de Alfred Morel Fatio, La historiographie de Charles-Quint, Paris: Honoré Champion, 1913 (y la revisión crítica de Víctor Infantes, «Historias y experiencias», en Francisco Rico, Historia y crítica de la literatura española, II, Siglos de Oro: Renacimiento, ed. de Francisco López Estrada, Barcelona, Crítica, 1980, II, 225-270).
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cronista, donde se magnifica poéticamente la realidad histórica, sometida ésta al filtro del argumento, el thema épico en sí, y a la intencionalidad elogiosa, y en algún caso, netamente propagandística. Valga recordar el arranque, obligadamente ariostesco, del Cario famoso de Zapata 8 y su no menos apoteósico final: Los hechos, las empresas, las hazañas, el valor, y el poder de Carlos canto, de Carlos Quinto, Rey de las Españas, y Emperador del Sacro Imperio Santo. Sus obras de virtud, y esfuerzo extrañas, (que al mundo admiración fueron, y espanto), trayéndolas yo agora a la memoria, harán aquí una nueva y grata historia.
[...] Así se celebró devotamente del Emperador alto la memoria, del qual no puso el pie otro entre la gente tan digno acá de fama, allá de gloria. Y se cree (que a quien Dios omnipotente dio acá tanto poder, tanta victoria), dará allá el premio justo a su gran celo, en el glorioso ímpireo, y alto cielo.
III. Poesía breve vinculada a sucesos históricos concretos Es la que más nos interesa como grupo específico y sobre la que centro mi interés ahora. Los testimonios que he recogido se nos presentan como una documentación poética que recorre su biografía a trechos de acontecimientos personales: viajes, nacimientos, muertes, bodas, etc.;políticos: entradas regias, coronaciones, etc. y especialmente militares: batallas, ligas, etc. o históricos: ligas, concilios, pactos, etc. Claro está que (y de nuevo) teñidos todos de la pátina de una selección literaria y orlados del triunfalismo heroico. (La sátira y
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Cito por la edición original de Valencia, loan Mey, 1566, fol. 1 r y fol. 289 r, respectivamente, aunque modernizando y puntuando; hay facsímile con extensa «Introducción» y «Apéndices» de Manuel Terrón Albarrán, Badajoz, Institución Pedro de Valencia, 1981.
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la crítica recorren otros caminos documentales, periféricos y, en la mayoría de los casos, extrapeninsulares; de hecho forman otra literatura, y en menor medida otra poesía, ajena a la producida desde las instancias de la Corte española.) Destaca la unidad poético-biográfica de los Veinte triumphos hechos por el extremeño Vasco Díaz Tanco del Fregenal, quizá con alguna edición exenta de alguno de ellos anterior a la recopilación en libro unitario (S. 1., ¿Valencia?, s. i., s. a., pero después de 1535)9, que vertebran una historia poética de los sucesos más importantes del reinado de Carlos V hasta su (segunda) coronación en Bolonia en 1530; baste rememorar algunos títulos para seguir poéticamente los acontecimientos más significativos de la biografía pública de Carlos V10: «El primer triumpho se nombra Nuptial Vandálico, que trata del ínclito casamiento del invictíssimo Cario Quinto, de Roma Emperador, y de las Españas, y de la Magna Rey», «El segundo triumpho de llama Natalicio Hispano, que habla del propio nascimiento del excelente e ínclito don Filipo, nuestro sereníssimo Príncipe, nascido en la insigne Villa de Valladolid», «El tercero triumpho se dize Receptorio Valentino, que narra la entrada del Emperador en la ciudad de Valencia» y así hasta «El úndecimo triumpho es Imperial Máximo, que recuenta el máximo auto de la refulgente coronación segunda en la memorada ciudad de Bolonia, do el máximo Padre Clemente VII, Pontífice Romano, a nuestro invictíssimo Cario la imperial corona tocando le hovo y rescibió por vero Emperador de Roma»; los restantes están dedicados a otros sucesos históricos, pero ya sin la presencia poética del Emperador en primer plano. En este mismo vehículo editorial de los impresos breves se encuentran otros muchos textos, entre los que selecciono los menos asequibles y conocidos, con algún inédito recientemente aparecido, como las obritas de Gabriel de Sarabia «en loor de nuestro alto Emperador» (Salamanca, Rodrigo de Castañeda,
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Hay facsímile de la princeps, Madrid, Junta Técnica de Arcivos, Bibliotecas y Museos, 1945. Cito por lo recogido en el «Exordio a los lectores» donde detalla el contenido de cada uno de ellos, fols. 4r-6r, con ligeras modificaciones de lo expresado después en la portadilla individual de cada obra. (Del mismo autor quedan todavía en el enigma la (simple) existencia de las muchas obras citadas de su pluma en el «Prólogo» de su Jardín del alma christiana (Valladolid, Juan de Carvajal, 1552), varias de las cuales tienen temas cercanos a nuestro interés; no obstante, y fuera de todos los textos allí mencionados, valga citar su Diálogo imperial de todos los emperadores y su Diálogo real en coplas, vid., infra, Nuevo Diccionario, cit., n° 166.5 y 168.)
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1533)". (Otros caminos muy distintos siguen los textos manuscritos, muchos menos sin duda, encerrados en otros canales de conocimiento y difusión y desperdigados como islas poéticas perdidas en los mares de la poesía áurea. Tampoco, por demás, hay tiempo ni espacio para tratar todo lo que quisiéramos.) Este subgrupo se acoge bajo ciertas características (más o menos) comunes: I o ) Suelen estar escritos coetáneamente a los hechos que los motivan y nos ofrecen, descargando las veladuras poéticas que los en vuelven, datos documentales bastantes precisos de cierta consideración; tanto por basarse en fuentes documentales escritas inmediatas a los sucesos, como por acoger la tradición oral como un referente muy cercano para actualizar el tema a los lectores. 2 o ) Su difusión impresa inmediata, busca promover un lector plural asentado ya en esta época en un contexto comercial de amplísimas perspectivas a medida que avanza el siglo, con centros concretos de venta y distribución por toda la península. 3o) Tampoco podemos invocar excesivos valores estéticos, enmascarados casi siempre en el elogio (a veces desmesurado y grandilocuente) y en contienda con la información seleccionada y partidista que pretende ofrecer; todo ello envuelto en un lenguaje poético que abusa de la comparación y de una metaforización excesiva y ornamental. Además, inserta en un clima de exaltación heroica y propagandística que pretende presentar una realidad poética, y no desde luego asépticamente histórica, de ciertos sucesos. Valga leer las dos recientes antologías recopiladas para el Saco de Roma, por Ana Vián o para la Batalla de Pavía, por Paolo Pintacuda 12 , por citar dos ejemplos suficientemente contrastados históricamente y ver lo que se describe y poetiza desde las coplas y romances que produjeron; en especial el Saco de 1527, con los durísimos testimonios europeos enfrentados a la justificación hispana encabezada por Juan
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Con ei título de Coplas en loor de Carlos V prepara una edición facsímile, con estudio, José María Sanz Hermida; aunque ya se dio noticia de tan significativo (y maltrecho) pliego en Arthur L.-F. Askins y Víctor Infantes, «Suplementos al Nuevo Diccionario. Olvidos, rectificaciones y ganancias de los pligos sueltos poéticos del siglo XVI (II)», en Criticón, 74 (1998), 181-189, en particular, p. 184, y, con más extensión, en idem (III), idem, en prensa. Vid., respectivamente, Ana Vián Herrero, El Diálogo de Lactancio y un arcediano de Alfonso de Valdés: obra de circunstancias y diálogo literario. Roma en el banquillo de Dios, Toulouse, Presses Universitaires du Mirail, 1994, especialmente la antología de textos de 143-243 y Paolo Pintacuda, La Battaglia di Pavia nei pliegos poetici e nei romanceros, Viareggio-Lucca, Mauro Baroni, 1997.
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de Valdés. (Muchos de estos aspectos va a resaltar, sin duda, en el vehículo impreso de las relaciones de sucesos, Agustín Redondo en su participación13.) Basta leer algunos textos para observar que la escritura poética no es tan espontánea ni tan aséptica como en un principio puede parecer, pues en casi todas las obras que hemos manejado -puede haber más, desde luego, que de momento han escapado a nuestros afanes bibliográficos- aparece un dirigismo emanado desde una intención predispuesta, que condiciona el (llamado) mensaje literario. Textos agavillados en la presentación de un ideal monárquico muy definido, presentado como difusores de los hechos de gobierno y vinculados en una exhaltación política común, y en muchos casos también católica, pues no podemos olvidar en estos momentos nunca el trasfondo de las guerras de religión, de la figura omnipresente del Emperador Carlos. Son textos de carácter informativo, que conviven en un mismo espacio editorial y textual, el de las relaciones de sucesos en prosa y los pliegos sueltos en verso, y que podemos definir como: impresos breves, de intención práctica, que sólo varían la codificación estilística, destinados a la difusión masiva -el manuscrito se ciñe en el ámbito de una comunicación mucho más selectiva y concreta-, que engloban tanto a la nómina de los autores más conocidos como a una pléyade de poetas anónimos, en el cauce de los productos editoriales más efímeros 14 . Destacamos alguno de los menos conocidos (y citados), aunque ahí siguen una buena porción de pliegos sueltos perdidos todavía y que tan sólo las escuetas titulaciones -conservadas en su mayoría por la inagotable paciencia bibliográfica de Hernando Colón- nos permiten vislumbrar su (hipotético) contenido; valga citar, entre otros, las siguientes obritas15: Cesaris grandeza sobre la yda de ungría en coplas, Carolis Imperatoris. Coplas de su embarcamientopara Túnez, Carolis Imperatoris deprecatiuas coplas por su uitoria, Carolis Imperatoris Castelle, invocation a la trinidad en coplas guando se embarcó, Carolis
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Pero valga recordar su trabajo previo, «Les relaciones de sucesos dans l'Espagne du Siècled'Or: un moyen privilégié de transmission culturale», en Cahiers de l'UFR d'Études Ibériques et Latino-Americaines, 1 (1989), 55-67. Vid. Víctor Infantes, «¿Qué es una relación? Divagaciones varias sobre una sola divagación», en Las relaciones de sucesos en España (1500-1750). Actas del Primer Coloquio Internacional (Alcalá de Henares, 8, 9 y 10 de junio de 1995), Alcalá de Henares, Universidad de Alcalá de Henares/Publications de la Sorbonne, 1997,203-211. Citamos a partir de ahora por la entrada correspondiente, con su bibliografía y ediciones en caso de que existan, del Nuevo Diccionario bibliográfico de pliegos sueltos poéticos (siglo XVI), ed. de Antonio Rodríguez-Moñino, Arthur L.-F. Askins y Víctor Infantes, Madrid, Castalia, 1997, en estos casos, n° 754-n° 758, entre otras.
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Imperatoris. Romance de su venida y de la Emperatriz a Barcelona, Coplas galeazas sobre su venida (¿de Carlos Va Barcelona?) con unas maldiciones catalanas, etc. Empecemos, pues, con una obrita que compagina en el mismo impreso la información práctica de una relación, con la recreación poética del elogio a Juan de Padilla, antes eso sí de la contienda comunera, comparándole con el propio Carlos V; se trata de Los capítulos que el Rey don Carlos, Nuestro Señor, manda que anden por su Reyno, de los derechos de todas las mercaderías que andan por su Reyno que deben derechos; es lo siguiente, demás de sus alcáualas y de los derechos que el Rey don Fernando tenía en su Reyno. Y unas coplas al muy magnífico señor Juan de Padilla, Capitán General (S. 1., s. i., s. a., pero c. 1520)16, que arranca así: A ñ o de mil y quinientos y veynte, en nuestra Castilla gran plazer siente los vientos y los otros elementos con el gran Juan de Padilla. Éste es el gran cauallero ante quien siempre me humillo, de todo el mundo venero, a los humildes cordero y a los soberbios cuchillo. [...] N o a l f a n c ó tan gran victoria el gran Carlos, no otros tales, ni fue digno de tal gloria, aunque dél hazen memoria, ni todos los D o z e Pares; porque estos hizieron guerra, con cora9ones muy crudos, por ganar siempre más tierra, y aqueste siempre con pena [s/c] boluiendo por los menudos.
16
En Nuevo Diccionario, n° 753.5
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O la metaforización, por medio de la «exaltación de las criaturas», del natalicio de Felipe II a través de los versos de Diego Hernández en su Obra nueuamente compuesta sobre el nascimiento del Serenísimo Príncipe don Felipe, hijo de las Cesáreas y Católicas Majestades (S. 1., s. i., s. a, pero c. 1527)17: Gócense los alemanes, así grandes como chicos, las aves y pajaricos y también los gavilanes; ya no ladren más los canes, con placer y sin dolores, hombres pobres labadores no tendrán ya más afanes. Gócense las Alemanias con grandes sobra de amor y con muy grande frescor se florezcan las montañas; los lobos en sus cabañas sientan el lacer entero por haber dado heredero el Señor de las Españas. El pliego que contiene la obra se completa con un poema de Santillana que continua el mismo tema, pero en esta ocasión a través de una alegoría predictoria «en qué dice la Reina Sevila y los cuatro Profetas», dialogando con Abachuc, Neemías, Balaam y Zoroastres: Comienza la Sevila [.] Hállase el mundo contento y la España muy dichosa, y Castilla veliciosa con éste, y su nascimiento de hoy, será más gloriosa. ¡Oh, quién pudiese decir los bienes que han de venir al príncipe que ha nascido!, no bastará mi sentido para en esto discurrir.
17
En Nuevo Diccionario, cit., n° 244.
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[•••]
Pues aunque digáis mil años de la muy buena ventura, que verná a esta criatura con mil favores extraños, que Dios le da del altura no podréis bien acabar aunque mil años tardemos; mas esta labor dejemos y empecemos a cantar, empezad y cantaremos. Otro caso es el reciente descubrimiento que antes mencionábamos de Las obras siguientes hizo Gabriel de Sarabia en loor de nuestro alto Emperador, con otra obra de su muy alegre y desseada venida, con sus villancios y canciones, que arranca con un poema de tono encomiástico: Al muy alto y muy poderoso César don Carlos que aquí voy nombrando, a quien Dios de vida que vaya reynando y siempre lo haga ser vitorioso [•••] para continuar con Las fiestas que se hizieron quando fue desembarcado, cuento ni par no tuvieron [...] y rematar con un «Villancico»: «Ya es venido el pastor/que nos fue tan desseado/a repastar el ganado», donde asimila la figura de Carlos V a la metaforización del Pastor del que se espera su llegada para arreglar todos los problemas, y una «Canción del autor a la Emperatriz», que termina (de nuevo) con el elogio y la omnipresencia del César hispano: Nuestro Emperador preciado de tan subida excellencia, el trabajo que ha pasado terná por bien empleado por verse en vuestra presencia,
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384 pues que ya está en ausencia y lo tenéys ya presente, alegraos enteramente.
Un grupo de tres relaciones de sucesos culminan con poemas vinculados a los sucesos históricos que contienen y sirven de remate poético a la información contenida. El primero de ellos, incluido en la Relación cierta de las cosas de la Armada y aparejos que para ella están apercibidos para layda de su Cesárea y Cathólica Magestad, para su alzamiento de nuestra Sancta Fe Cathólica y destruicción de los infieles (S. 1., s. i., s. a., pero Sevilla, Bartolomé Pérez, c. 1535)18, viene antecedido por una curiosa advertencia del propio impresor al final del texto en prosa: «El impresor de la presente {relación) ruega a los que la leyeron o oyeron leer (dato de la importancia de transmisión oral en este tipo de textos breves), que se tomen por despertador para que despierte el alma dormida, y contemple esa en que tanto va a la Christiandad, y miren la deuda que deuen a tan bienauenturado Príncipe, que a tantos trabajos se pone porque nosotros tengamos descanso a a él se le dé entera gloria, pues sus trabajos la van meresciendo»; para continuar con el texto poético: Emperador Loado Dios que llegamos a tal puerto, con tal victoria y concierto, con alegría tamaña, ¡Oh mi desseada España! [...] El segundo, «Canción al Emperador nuestro Señor», se repite (otra vez) como remate de dos relaciones distintas separadas cronológicamente, las tituladas Traslado de una carta quefue embiada de la cibdad de Barcelona a esta cibdad (Sevilla), en la qual se dize lo que ha sucedido hasta tres días de Noviembre de este año, y también va en ella inxerta una relación que fue embiada dentro, en la misma carta, diziendo de la gente del turco, que passó por el Danubio para Buda, y de lo que se ha hecho en Flandes sobre el Ducado de Luxemburg (S. 1., s. i., ¿Sevilla, Bartolomé Pérez?, s. a., pero c. 1542) y Este es un traslado sacado 18
En Nuevo Diccionario, cit., n° 978, añádase, Mercedes Fernández Valladares, «La colección de relaciones góticas de la Casa de Medinaceli (Primera parte)», en Trabajos de la Asociación Española de Bibliografía, Madrid, Ministerio de Cultura/Biblioteca Nacional, 1993,1, 174-175.
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de una carta que fue enbiada de la Villa de Mongón, dando cuenta de todas las cosas acaecidas en el campo del Emperador en Perpiñán, y en el campo del Rey de Francia, hasta veynte y un día del mes de setiembre desde año de mil y quinientos y xl dos (S. 1., pero Sevilla, s. i., ¿Bartolomé Pérez?, 1542) 19 , lo que permite (además) asegurar la vigencia de dos de los enemigos tradicionales de la monarquía española: el Rey de Francia y el Emperador de Constantinopla: Gran César Emperador, haga vos Dios tan virtuoso, que a este Rey tan soueruioso amanséys su gran furor. [...] Por vuestra presto veamos a Francia y a Constantinopla, como prosigo en mi copla [...] Otra curiosa técnica, que alia el discurso poético con la información histórica y el encomio regio, se presenta en el Romanze fecho quando el Emperador Charlo (sic) quinto entró en Francia por la parte de Flandres con grando (sic) exército (León -de Francia-, Pedro Compadre y Blas Guidon, 1548) 20 , de Francisco de Guzmán, autor de una Glosa sobre la obra que hizo don George Manrique como se declara en el subtítulo, quien, aparte de un admonitorio arranque sobre la misión del poeta: Los passados trobadores para sus obras perfectas, ciegos de tales errores demandavan los favores a las sciencias y planetas; ved si era ceguedad de los que esto hazían antes, dexar aquella bondad de la sancta trenidad para las cosa semejantes.
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En Nuevo Diccionario, cit., n° 1092.3 y n° 876, respectivamente; más M. Fernández Valladares, «La colección», cit., 183-185. En Nuevo Diccionario, cit., n° 242.5.
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disocia su mensaje entre el texto del «Romance», donde en fragmentos de ocho versos repasa todos los acontecimientos históricos dignos de ser referidos: guerras de Francia y del Milanesado, el acoso en el Danubio, las campañas contra los Turcos, la amenaza luterana, etc., y una «Glosa» en cuatro redondillas de diez versos, donde amplía y pormenoriza cada uno de los temas tratados. La extensión del texto permite la elaboración de un detenido panorama histórico, con datos puntuales y menciones precisas, encauzado en esta ocasión en el vehículo poético de la glosa, que sin duda llegaría a muchos más lectores, acostumbrados a una exposición literaria de amplísima divulgación en la mitad del siglo XVI. (Un caso parecido es el del Romance y relación verdadera de lo que passó en la conquista de la fortíssima e inexpugnable Ciudad de Africa en Beruería, ganada por fuerqa de armas por los soldados viejos españoles del Emperador y Rey nuestro Señor en el año de M. D. L. (S. 1., s. i., pero Amberes, Juan Steelsio, 1550)21, que fue «embiado por vn soldado que se halló en la conquista, a otro amigo suyo que reside en Italia», donde va desgranando pormenorizadamente todos los avatares del suceso, aportando toda la información histórica -es una «relación verdadera»- a través de un discurso poético también es un «romance»- de marcado carácter narrativo.) Valga también recordar las Coplas compuestas por Bernardino de Avellaneda en las quales se contiene lo que hasta ahora su Majestad ha concluido en el ecuménico y universal Concilio en la ciudad de Ratisbona, y del ejército que se ordena para castigar a los rebeldes (S. 1., s. i., 1546)22, detenidísima descripción del suceso, con exhaustivas menciones nominales, siempre desde la óptica de la intervención Cesárea; así, se inicia con la estructura de una proposición: Propone Con el divino favor, pues le hemos menester tanto, trata nuestro Emperador un concilio de loor junto con el Padre Santo; siguiendo divina lid
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La rareza de la edición (y del ejemplar) nos hace traerlo a colación ahora, pues no hemos encontrado cita anterior que haya mencionado tan esquiva pieza, en nada desdeñable, por cierto, para el tipo de literatura del que se trata; vid. ubicación en Nuevo Diccionario, cit., n° 1056 bis. En Nuevo Diccionario, n° 40.
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sobre todos los augustos cuya doctrina seguid, pues por él dijo David un concilio de los justos. para dar paso a la invocación de ayuda, donde también se incluye el propio autor: Invoca Santísima Trinidad: tu sacratísimo auxilio te pido por caridad, para que su Majestad efectúe este concilio; y a mi me quiera ayudar la Virgen Nuestra Señora, para que pueda narrar, sin un punto discrepar lo que ha pasado hasta ahora. y terminar con la consabida alabanza por la augusta intervención y su ecuménica defensa de la fe católica: Pues con tanta cantidad ciertamente yo me fundo, tomará su Majestad no sólo a la cristiandad mas aún a todo el mundo; [...] Huyamos el avaricia, que ahora su Majestad pone en toque de malicia en todo el mundo justicia y en los pueblos igualdad; juzgará Nuestro Señor los fines de este Luterio por su buen gobernador, nuestro Sacro Emperador, a quien dio y dará su imperio.
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Cito, para terminar este muestrario poético, un caso curioso, pues al final de otra
relación en prosa: La felicíssima victoria que el Emperador Nuestro Señor a hauido de los franceses, con lo que ha succedido en este presente año (S. 1., s. i., pero Granada, Sebastián y Sancho de Nebrija, 1553)23, y tras un resumen (último) harto significativo, encabezado por la mención del estado físico y psicológico de Carlos V: «Su Magestad está bueno y gordo y rezio y contento», se añaden dos sonetos tipográficamente enfrentados, que admiten una lectura (lógicamente) independiente, pero también continuada24: Soneto Passad ínclyto César adelante, que Dios es vuestro muro y difensión, creed en esto Príncipe al blasón de vuestra genealogía muy pujante. Salid ya con esfuerfo de gigante y dad remate a tanta dissensión, allanad desta vez tanta questión, usad desta victoria Rey triumphante. Exclarecido Príncipe, experiencia tenéys ya de la fe que os han guardado, no dexéis de las manos esta empresa. Bien os acordáys de la clemencia que usastes con el Príncipe passado, teniéndolo en la uñas ya por presa.
Soneto Pacificad después las dissensiones y reduzid la Iglesia a su limpieza, a su frescura antigua y gentileza, arrancando las espinas y cambrones. Leuantado se han lobos y leones y raposas que dañan la pureza de la viña de Dios, y su belleza, con ladridos de malas intenciones. Reformad ya la esposa del cordero, que con su propia sangre la compró, no con perlas ni plata ni con oro. Porfiad en aquesto, buen guerrero, que aquel le dará, que os inspiró a buscar con instancia este thesoro.
Un brevísimo resumen de todas estas intenciones poéticas nos indica que el elogio y la intencionalidad se sobreponen, como era de esperar, en el tratamiento de los asuntos, pues ésa era sin duda su obligación literaria; baste recordar, como en latín (aunque aducimos la traducción), el holandés Juan Segundo arrancaba metafóricamente de esta manera la descriptio del nacimiento del futuro Emperador en el epigrama In Caroli VImperatoris Natalem, volviendo a luz el nevado día de su llegada al mundo:
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En Nuevo Diccionario, n° 917, Mercedes Fernández Valladares, «Historia y política en las relaiones góticas de la Colección Medinaceli (Descripciones: segunda parte)», en Las relaciones de sucesos en España (1500-1750), cit., 151-152. Muy probablemente no cabían en el breve espacio que quedaba, escasamente la mitad de la última página (la 2v), y se ha utilizado la tipografía romana de cuerpo muy pequeño, frente a la gótica de tipo mayor de todo el resto; pero en cualquier caso, la técnica de su lectura continuada, por casualidad o por intención editorial, queda ahí en el impreso. Procuramos transcribirlos en una disposición lo más parecida al original.
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¿Por qué el natalicio del César nos causa impresión de horror con sus gélidas nieves? Fue voluntad de los dioses que ese día fuera blanco. ¿Por qué el dorado Febo se esconde? No lo necesitamos, porque el César derrama por su boca luz febea. (Quisiéramos suponer, dada la inagotable inspiración de todo vate áulico que se precie, que si el 25 de febrero hubiera salido el sol, la poesía hubiera encontrado otras apropiadas y niveas alegorías.) Este augusto parnasillo que hemos rememorado vive literariamente (o no literariamente) hablando, del servilismo más evidente. Su presencia impresa parece constituir un microgénero de características más o menos afines, siempre en torno al motivo común del elogio (desmesurado) al Emperador. Razones tuvieron, por la importancia cenital de su nombre, de sus hechos de gobierno y de las vicisitudes históricas en que transcurrió su vida; y al recordar la figura del Carlos V tampoco podemos olvidar esta memoria poética. La mayoría de sus versos, forzados por «A un rey tan alto quere alabar», ayudaron a propagar una imagen determinada, la que proporciona la literatura, y que tal vez sólo la poesía es capaz de crear en la imaginación del lector.
Imperiale Konzepte im Spanien Karls V.
Horst Pietschmann Universität Hamburg
Seit den Zeiten des Kölner Historikers Peter Rassow ist das Konzept einer Kaiseridee, einer Reichsidee oder auch einer monarchia universalis als zentrale politische Leitlinie untrennbar mit der Herrscherpersönlichkeit Karls V. verbunden. Die ihm in zahlreichen Denkschriften seines Großkanzlers Mercurino Gattinara suggerierte Kaiseridee habe einen Einfluß auf Karls Politik ausgeübt, behauptete schon Peter Rassow.1 Wenn auch mit Menendez Pidal sich im Gefolge von Rassows Ansätzen ebenfalls ein spanischer Historiker mit der Kaiseridee Karls auseinandersetzte2, blieben die einschlägigen Debatten und Historikerdiskurse um diese Kaiseridee bzw. um die Idee einer monarchia universalis im Denken und Handeln Kaiser Karls doch weitgehend auf die deutsche, österreichische und teilweise auch niederländische Historiographie beschränkt. Schon Heinrich Lutz verwies deutlich auf den Tatbestand, daß sich die historiographischen Traditionen zu Karl V. deutlich in zwei voneinander verschiedene Interpretationslinien teilen: einmal eine mitteleuropäische und stärker auf das Alte Reich konzentrierte Interpretationslinie und zum anderen eine mehr südeuropäische historiographische Tradition, die in ihrer Betrachtungsweise sehr viel stärker von Spanien und Karls Rolle eines spanischen Königs ausgeht.3 Die Scheidung in die beiden Traditionslinien bedarf allerdings 1 2 3
Vgl. Peter Rassow, Die Kaiser-Idee Karls V., dargestellt an der Politik der Jahre 15381540. Berlin 1932; ders., Die politische Welt Karls V. München 1942. Vgl. Ramón Menéndez Pidal, La idea imperial de Carlos V. Madrid 1945. Vgl. Heinrich Lutz, Reformation und Gegenreformation. 4. Aufl., durchgesehen und ergänzt von Alfred Kohler. Oldenbourg Grundriß der Geschichte, Bd. 10. München 1997. S. 139. Alfred Kohler selbst bezieht in seiner neuen Biographie Karls V. zwar erheblich stärker die spanisch-italienische Historiographie zu Karl V. ein, als dies die frühere deutschsprachige Historiographie zum Thema tat, insistiert seinerseits aber auch auf dem Problemkomplex „Kaiseridee und monarchia universalis", auch wenn er deutlich zwischen „Idee und Wirklichkeit" unterscheidet; vgl. Alfred Kohler, Karl V. 1500-1558. Eine Biographie. München 1999. Es sei bereits jetzt darauf verwiesen, daß der Autor das Kapitel 8 seines Buches mit dem Titel „'Emperador' de América" überschrieben hat, und damit auch auf die nachfolgend zu behandelnden Probleme eingeht. - Es sei bereits jetzt daraufhingewiesen, daß der Verfasser dieses Beitrages als
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einer Präzisierung dahingehend, daß zu der „Südeuropäischen Interpretationslinie" ziemlich geschlossen ein Großteil der angelsächsischen Historiographie und so gut wie komplett die französische Geschichtsschreibung zum Thema zu rechnen sind, insofern nämlich als diese ebenfalls die Rolle Karls als spanischer König ins Zentrum ihrer Betrachtungen rücken und man nur in der deutschen, österreichischen, niederländischen und der Historiographie der ehemaligen habsburgischen Kronländer in Mitteleuropa sich sehr viel stärker auf die Reichsperspektive konzentriert, so daß sich tendenziell eine eher mitteleuropäische Geschichtsschreibung auf der einen Seite und eine west- und südeuropäische Historiographie auf der anderen Seite gegenüberstehen. Es wäre interessant, diesbezüglich der Frage nachzugehen, ob und ggf. inwieweit diese Scheidelinie innerhalb europäischer historiographischer Traditionen tiefer gehende historische Unterschiede oder mentale Prägungen verdeutlicht als nur eine unterschiedliche Position zu Karl V. Mag es in den letzten Jahrzehnten und verstärkt in jüngster Zeit auch vielfach zu wechselseitigen Beeinflussungen beider Interpretationslinien gekommen sein, wie neuerdings beispielsweise die niederländische - deutsche - österreichische - und spanische Gemeinschaftsausstellung zur Geschichte Karls V. oder die rasche Übersetzung von Kohlers Biographie ins Spanische erkennen lassen4, so ändert dies allenfalls punktuell etwas am Gesamtbefund. Beachtenswert erscheint aber auch, daß das 500. Jubiläum Kaiser Karls Arbeiten hervorgebracht hat, die die Problematik von Kaiseridee und monarchia universalis deutlich niedriger „aufhängen" als dies in der deutschsprachigen Geschichts-
4
Expansionshistoriker sich der „südeuropäischen Interpretationslinie" verhaftet weiß. Vgl. den Katalog der Ausstellung: Kaiser Karl V. (1500-1558). Macht und Ohnmacht Europas. Kunst- und Ausstellungshalle der Bundesrepublik Deutschland. Bonn 2000. Obwohl diese Ausstellung von Gent über Bonn und Wien nach Toledo gelangte, weichen die Kataloge in Details voneinander ab. Immerhin ist aber das Bestreben erkennbar, die beiden erwähnten historiographischen Traditionen zusammenzufuhren. Zentral für diese Bemühungen dürfte gewesen sein, daß auf spanischer Seite dazu eine diplomatisch handlungsfähige Institution mit offenbar ansehnlichen Finanzressourcen bereitstand, nämlich die „ Sociedad Estatal para la Conmemoración de los Centenarios de Felipe II y Carlos V." Diese Einrichtung finanzierte nicht nur drei große Tagungen zum Thema Karl V. in Barcelona, Granada und Madrid, sondern auch weitere auf Spanien begrenzte Ausstellungen und selbst Aktivitäten im Ausland, vgl. beispielsweise Catálogo, Carlos V. Las armas y las Letras. 14 de abril - 25 de junio, 2000. Hospital Real, Granada 2000. Verwiesen sei in diesem Zusammenhang auf die nur in Belgien gezeigte Ausstellung mit ihrem Katalog: L'Escarcelle de Charles Quint. Monnaies et Finances au XVIe Siècle. Musée de la Banque Nationale de Belgique, Bruxelles du 15 Mai au 30 Juin 2000. - vgl. auch Alfred Kohler, Carlos V 1500-1558. Una biografía. Madrid-Barcelona 2000.
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Schreibung bisher üblich war. Hierbei ist vor allem auf das Bändchen von Ernst Schulin zu verweisen, der der Universalismus-Problematik gerade einmal viereinhalb Seiten widmet.5 Man könnte versucht sein zu folgern, daß die innere wissenschaftspolitische Dynamik der Europäischen Gemeinschaft alte Gegensätze auch in der Geschichtsauffassung einzuebnen beginnt, wenn man zu solchen Einzelbeispielen gewisse Tendenzen hinzudenkt, über Konzepte wie „Konfessionalisierung", „Sozialdisziplinierung" und „Territorialisierung" auf breiterer Front zu einer einheitlicheren Deutung frühneuzeitlicher europäischer Geschichte zu gelangen. Es muß freilich daraufhingewiesen werden, daß es auch innerhalb der von Lutz so bezeichneten „südeuropäischen Interpretationslinie" drei mehr oder weniger deutlich erkennbare, geographisch zu definierende Bruchstellen in der Historiographie gibt. Einmal haben sich lange Zeit die spanische und die italienische Historiographie zu Karl V. und seiner Zeit gegenseitig kaum zur Kenntnis genommen und andererseits vollzog sich innerhalb der mit Spanien in jener Zeit befaßten Geschichtsschreibung eine Trennung zwischen der sich mit dem spanischen Mutterland beschäftigenden Forschung und den AmerikaHistorikern. Diese haben in den letzten Jahrzehnten auch zu dem hier interessierenden epochalen Zusammenhang eine Fülle von empirisch abgesicherten neuen Erkenntnissen zusammengetragen, die geeignet sind, auch neue Erkenntnisse zur Politik Karls V. zu liefern, dabei aber weitestgehend die Verbindung nicht nur mit der Historiographie des Mutterlandes, sondern erst recht mit der europäischen Geschichte im Zeitalter Karls V. verloren. Eine solche Verknüpfung der historischen Analysen zu den großen Szenarien, auf denen der Kaiser agierte - die Niederlande, das Reich, Italien, der westliche Mittelmeerraum mit Nordafrika, Spanien, Amerika und Portugal mit dem damit verbundenen globalen Handels- und Schiffahrtsbeziehungen - , bildet bis heute das größte Problem für die Forschung, bedeutet es doch den Zwang zur Bündelung vielsprachiger, extrem breit gestreuter Quellen und Forschungstraditionen, die nur über viele Zwischenschritte in Form von Teilsynthesen zur Geschichte der einzelnen geographischen Großräume möglich ist. Man gerät dabei leicht in die Gefahr, „den Wald vor lauter Bäumen nicht mehr zu sehen", da derart viele Dinge allenthalben mit dem Kaiser in Verbindung gebracht
5
Vgl. Ernst Schulin, Kaiser Karl V. Geschichte eines übergroßen Wirkungsbereiches. Stuttgart, Berlin, Köln 1999. Der wenig prätentiöse Untertitel wirkt geradezu als ein „Gegenprogramm" zu den verschiedenen „universalen" oder „imperialen" Verknüpfungen mit der Person des Kaisers und kennzeichnet treffender die Probleme, mit denen der Kaiser im Alltag zu kämpfen hatte.
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werden, die dieser allenfalls persönlich verantwortet, aber keinesfalls persönlich angeordnet haben kann. Denkt man weiter an die großen geistigen, religiösen und kulturellen Veränderungen jenes „Zeitalters der Renaissance", das bezeichnenderweise zugleich auch „Zeitalter der ,Reconnaissance'" genannt wurde6, dann wird vollends deutlich, wie komplex die mit der Person des Kaisers, seinem Hof, seinem weitgespannten Netz von Beamten, Verwandten und Vertrauten und dem von ihm zu verantwortenden Handeln und den von ihm regierten Reichen zusammenhängenden Phänomene und Entwicklungen sind. Vor diesem Hintergrund ist vielleicht die distanzierte Perspektive eines sich vorwiegend mit der atlantischen Welt befassenden Historikers im Zeitalter der europäischen Expansion hilfreich. Der Bezug auf imperiale Konzepte findet sich im Zeitalter der Renaissance allenthalben und damit eng verbunden auch „universale Vorstellungen" in vielerlei Form. Bedauerlicherweise gibt es zu dieser Problematik, soweit ersichtlich, keine neueren zusammenhängenden Untersuchungen mit einem breiteren ideengeschichtlichen Zugriff. Angefangen von Karls Urgroßvater, Karl dem Kühnen von Burgund, über die Katholischen Könige in Spanien, über Päpste wie Julius II. oder seine beiden Medici-Nachfolger, Kaiser Maximilian oder Heinrich VIII. von England, um nur einige Beispiele zu nennen, finden sich verbreitet imperiale Züge in den Bereichen herrscherlicher Repräsentation, Architektur, Literatur usw. Man denke beispielsweise nur an die herrscherlichen Triumphzüge und ihre bildlichen Darstellungen. 1480, anläßlich der kastilischen Ständeversammlung von Toledo zog Ferdinand der Katholische mit allem Pomp in die Stadt ein und führte in seinem Gefolge Löwen und Elefanten mit sich sowie unterworfene Mauren. Damit sollte sicherlich ein imperialer Herrschaftsanspruch gegenüber nicht-christlichen Ländern und Herrschern und ihrer als exotisch und rar empfundenen Fauna und Flora zum Ausdruck gebracht werden, die dadurch geeignet waren, den herrscherlichen Machtanspruch weithin sichtbar zu dokumentieren. Bis zum Ende seines Lebens hatte Ferdinand schließlich bis nach Tunis die wichtigsten nordafrikanischen Hafenstädte unter seine Botmäßigkeit gebracht, die Kanarischen Inseln und das Königreich Navarra erobert, um von dem beabsichtigten Ausgreifen nach Asien, das zur Einleitung der Eroberung Amerikas führte, ganz zu schweigen. Wenige Jahrzehnte später sandte König Emmanuel von Portugal Papst Julius II., der intensiv bemüht war, stadtrömische archäologische Funde zur Symbolisierung eines im antiken Rom wurzelnden Weltreichsgedankens zu instrumentalisieren, einen Elefanten und
6
Vgl. z.B. John H.Parry, The Age of Reconnaissance. London 1963.
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später ein an den italienischen Küsten freilich verendetes Rhinozeros - von Dürer verewigt und dokumentierte damit, was als symbolträchtiges Geschenk unter Herrschern angesehen wurde. Von nun an galt es unter europäischen Fürsten als modisch chic, sich exotische Wunderkammern zuzulegen. Franz I. von Frankreich, ebenso wie der mit der Eroberung Irlands befaßte Heinrich VIII.7 von England unterstreichen auf verschiedenste Weise solche imperialen Ansprüche, die freilich im breiteren Zusammenhang näher untersucht und definiert werden müßten. Diese Ansprüche gehen parallel mit der - gerade auch kulturellen - Aneignung ausländischer Güter, Pflanzen und Lebewesen, die in der Malerei jener Epoche so oft thematisiert wird, bislang aber offenbar noch keine zusammenhängende Erforschung erfuhr. Aus der Perspektive eines mit der europäischen Expansion befaßten Historikers legte der Engländer Anthony Pagden neben einer Reihe von Aufsätzen ein Buch vor, in dem er den Versuch unternahm, solche imperialen Ideologien für die frühe Neuzeit näher zu definieren. Dabei geht er ausführlich auch auf die besonders mit Karl V. in Verbindung gebrachte Idee der monarchia universalis ein und verfolgt sie von ihrer mittelalterlichen Verbreitung an, insbesondere in ihren spanischen Ausprägungen, jedoch nicht ohne darauf hinzuweisen, daß diese Konzepte in allen frühneuzeitlichen, aus der überseeischen Expansion hervorgegangenen Imperien in der einen oder anderen Form von Bedeutung waren.8 Aus der Perspektive des Kanonischen Rechtes hat sich jüngst auch der nordamerikanische Historiker James Muldoon systematisch mit der Entwicklung imperialer Konzepte seit dem Mittelalter befaßt. Das große Verdienst von Muldoons Arbeiten besteht darin, daß der Autor die sowohl von der Expansionsgeschichte als auch von der Renaissanceforschung stark betonte Neuartigkeit der frühneuzeitlichen Ideen zur Rechtfertigung imperialer Politik relativiert und sie in den Kontext hoch- und spätmittelalterlicher Denktraditionen stellt bzw. sie aus ihr herleitet. Dabei wird deutlich, daß die englische Eroberung Irlands, das spanische Ausgreifen nach Übersee ebenso wie die übrigen europäischen Expansionsbewegungen der Frühen Neuzeit letztlich auf kanonisch-rechtliche
7
8
Zu Heinrich VIII. vgl. beispielsweise Thomas F. Mayer, Tournai and Tyranny: Imperial Kingship and Critical Humanism, in: ders., Cardinal Pole in European Context. A via media in the Reformation. Aldershot, Burlington Singapore 2000, III, S. 257-277. Vgl. Anthony Pagden, The Uncertainties of Empire. Essays in Iberian and IberoAmerican Intellectual History. Aldershot 1994; ders., Lords of all the World. Ideologies of Empire in Spain, Britain and France c. 1500 - c. 1800. New Haven & London 1995; vgl. darin insbesondere, das „Monarchia Universalis" überschriebene Kapitel 2, S. 29-62.
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Prinzipien des 13. Jahrhunderts im Bezug auf die Behandlung von und den Umgang mit nicht-christlichen Völkerschaften und Staatsbildungen zurückgreifen. Die auf das Konzept des Kaisers als dominus mundi zurückgehende mittelalterliche Kaiseridee verfolgt Muldoon von Friedrich II. und den Dekretalen Innozenz III. im Denken deutscher, englischer und spanischer Kanonisten und spätmittelalterlicher politischer Denker bzw. Literaten wie Dante bis hin in die uns im vorliegenden Zusammenhang interessierende Epoche Karls V.9 An dieser Deutung überrascht, daß Muldoon nicht, wie die einschlägigen spanischen Historiker, die von der spanischen Expansion im 16. Jahrhundert ausgehen, Thomas von Aquin und die Thomas-Renaissance jener Zeit als den entscheidenden, theoriebildenden Autor hrausstellt, sondern die bislang weitgehend unterschätzte Bedeutung der Dekretalen und Papst Innozenz III. herausarbeitet, auf die sich lange vor den mit Francisco de Vitoria verknüpften Anfängen des modernen Völkerrechtes ein letztlich kanonischrechtlich begründetes und innerhalb des christlichen Europa allgemein akzeptiertes rechtliches Normensystem für den zwischenstaatlichen Verkehr herausgebildet hatte, das offenbar über die Reformation hinaus weithin gültig blieb. Allein die hier genannten neueren Arbeiten lassen erkennen, daß die imperialen Konzepte im Zeitalter Karl V. nicht nur weit verbreitet diskutiert, inszeniert und zur Rechtfertigung von Politik genutzt wurden, sondern sich dahinter jeweils grundlegend verschiedene Konzepte von Imperium feststellen lassen. Auf der einen Seite finden sich Konzepte, die die universale Geltung eines Normengefüges postulieren und zu dessen Gewährleistung, oftmals im Rahmen der Idee einer allgemeinen Friedensordnung artikuliert, einen universalen Herrscher erhoffen oder herbeisehnen oder in einer zeitgenössischen Herrschergestalt personifiziert sehen wollen. Diese vielfach aus Humanistenkreisen vorgetragenen Gedanken wurzeln meist in christlichen Vorstellungen und sind nicht selten von mehr oder weniger deutlichem utopischen Zuschnitt. Mehr oder weniger direkt beziehen sie sich auf die millenaristischen Prophetien der Apokalypse des Apostels Johannes von dem nahen 1000-jährigen Reich, das der Wiederkunft Christi vorausgehen solle. Prophetisch-utopisches Denken in kruder Form bis hin zum geistig hoch anspruchsvollen utopischen Entwurf eines Thomas Morus war seit dem späteren 15. Jahrhundert im Klerus, aber auch unter
9
Vgl. James Muldoon, Canon Law, the Expansion of Europe, and World Order. Aldershot, Singapore, Sidney 1998; ders., Empire and Order. The Concept of Empire, 800-1800. Basingstoke, London, New York 1999.
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„intellektuellen Humanisten" und städtischen Gesellschaftsschichten sehr weit verbreitet.10 Die Kehrseite dieser Art universalen Denkens war die eher offensive imperiale Rechtfertigung von Herrschaft gerade auch gegenüber fremden, meist nichtchristlichen Völkern, obwohl sie, wie im Falle des von Spanien besetzten christlichen Königreichs Navarra oder im Falle der katholischen Iren durchaus auch auf die Eroberung christlicher Völker Europas angewandt wurde. Diese Formen des Denkens zur Rechtfertigung von Expansionsprozessen entstammte ebenfalls einem religiös begründeten Denken, das sich aber mehr auf das Konzept einer ecclesia militans mit dem Papst als starker Führungsfigur stützte und über den Umweg des nicht geltenden bzw. nicht bekannten Naturrechts aus religiös-zivilisatorischen Gründen die Beherrschung fremder Völker legitimierte. Oftmals wurde dazu zumindest theoretisch eine universale, auf das Diesseits gerichtete Gewalt des Papsttums anerkannt.11 Der Mitte der 1530er Jahre von Karl V. zum Chronisten und Lehrer des Prinzen Philipp ernannte spanische Humanist Juan Gines de Sepülveda sollte der wohl herausragendste zeitgenössische Denker in dieser Linie des imperialen Universalismus werden.
10
Vgl. fur Italien dazu Ottavia Niccoli, Prophecy and People in Renaissance Italy. Princeton 1990; vgl. ferner etwa zum Augustinerorden John W. O'Malley, Rome and the Renaissance. Studies in Culture and Religion. London 1981, darin etwa: V. Fulfilment of the Christian Golden Age under Pope Julius II: Text of a Discourse of Giles of Viterbo, 1507, S. 265-338; ebenso XII. Erasmus and Luther, Continuity and Discontinuity as Key to their Conflict, S. 47-65 u. XIII. Thomas More's Spirituality Compared, S. 319-323. Im Werk des Erasmus von Rotterdam, der, wie bekannt, mit Thomas Morus befreundet war, finden sich ebenfalls zahlreiche Anklänge an dieses Denken, etwa in der „institutio principis christiani" oder der „querela pacis...", vgl. Erasmus von Rotterdam, Ausgewählte Schriften, Hgg. von Werner Welzig. 8 Bde. 2 Aufl. Darmstadt 1995, insbesondere Bd. V. Grundlegend nach wie vor dazu J. Huizinga, Europäischer Humanismus: Erasmus. Hamburg 1958. - D a s 5. Lateran-Konzil, das Papst Julius II. gerade auf Drängen aus diesen Kreisen einberufen hatte, versuchte dieses prophetische Denken vor allem in den Mönchsorden zu disziplinieren, vgl. beispielsweise Nelson H. Minnich, The Fifth Lateran Council (1512-17). Studies of Membership, Diplomacy and Proposals for Reform. Aldershot 1993. Gerade in den Anfängen der Christianisierung Amerikas im Zeitalter Karls V. läßt sich verbreitet der Einfluß dieses prophetischen Denkens beobachten, vgl. Josep-Ignasi Saranyana, Teologia profética americana. Diez estudios sobre la evangelización fundante. Pamplona 1991. Zur Verbreitung dieses Denkens in Spanien sei auf den Klassiker Marcel Bataillon, Erasmo y España. Estudios sobre la historia espiritual des siglo XVI. 2. korr. u. erw. Aufl. México 1966 verwiesen.
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Vgl. dazu etwa Paulino Castañeda Delgado, La teocracia pontifical en las controversias sobre el nuevo mundo. México 1996.
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Bedenkt man die vielfältigen Möglichkeiten, dieses imperiale Denken, sei es theologisch, philosophisch, juristisch und gerade im Zeitalter der Renaissance auch historisch mit Rekurs auf die Antike zu begründen bzw. zu rechtfertigen, so wird deutlich, daß für einen Herrscher der Epoche ein breites Spektrum von Denkansätzen verfügbar war, um sich mit Hilfe seiner Berater dieses „Arsenals" von Begründungsmöglichkeiten je nach Gelegenheit zu bedienen. Unterstellt man zugleich, daß Machiavelli in seinem Principe lediglich die Herrschaftspraktiken seiner Zeit systematisiert und in ihrem Funktionszusammenhang begründet hatte, so wird verständlich, daß es nicht einer bestimmten, einflußreichen Persönlichkeit wie des Kanzlers Gattinara bedurfte, um Karl je nach Gelegenheit auf verschiedene imperiale bzw. universale Konzepte zurückgreifen zu lassen. Ein kurzer Blick in das spanische Umfeld des Kaisers soll deutlich machen, daß Karl durchaus auf sehr verschiedene solcher Ideen zurückgreifen konnte bzw. selbst rekurrierte und sich damit eher als eine Herrscherfigur des Renaissance-Zeitalters als ein Kaiser in einer mittelalterlich-gotischen Traditionslinie erweist. Schon die Wahl seiner herrscherlichen Devise plus ultra, die Karl offenbar 1516 in den Niederlanden auf Ratschlag des Bischofs von Tuy, eines aus Italien stammenden Humanisten, traf, signalisiert einen imperialen Anspruch, den auch schon der bis dahin von Karl verwandte Löwe als Wappentier symbolisierte.12 Bereits mehrere Jahre bevor Gattinara in Karls engere Umgebung rückte, ist somit der imperiale Anspruch faßbar. Am 15. Oktober 1518 ernannte Karl nach dem Tod seines bisherigen Kanzlers Sauvage Mercurino Gattinara aus Savoyen zum „Großkanzler aller Reiche und Länder".13 Am 28. Juni des Folgejahres wurde Karl in Frankfurt von den Kurfürsten zum Römischen König gewählt, nachdem er zur Durchsetzung seiner Kandidatur im Reich eine Wahlpropaganda betreiben lassen hatte, bei der schon auf die monarchia universalis als friedensbringendes Konzept zurückgriffen wurde, es jedoch sehr unwahrscheinlich erscheint, daß der junge Karl diese Propaganda gedanklich beeinflußte.14 Bevor Karl am 20. Mai 1520 von La Coruna aus ins Reich abfuhr, um seine neue Würde entgegenzunehmen, hatte er die bereits zunehmend widerspenstigen kastilischen Stände in diese Stadt einberufen, um die für die Reise benötigten Subsidienzahlungen bewilligt zu erhalten. Bei der Eröffnung der Ständeversammlung hielt der Bischof von Badajoz im Namen Karls die
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Alfred Kohler, Persönlichkeit und Herrschaft, in: Kaiser Karl V. Ausstellungskatalog, zit. in Anm. 4, S. 10. So Schulin, Kaiser Karl V. zit. Anm. 5, S. 191. Vgl. Alfred Kohler, Karl V. 1500-1558, zit. Anm. 3, S. 65 ff.
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Thronrede, die nun ebenfalls imperiale Bezüge herstellte, die freilich auch ganz andere Begründungszusammenhänge für ein imperiales Konzept lieferte, als dies die im Reich kurz zuvor betriebene Propaganda getan hatte.15 In weiten Passagen werden darin historische Rechtfertigungsbezüge hergestellt, die sehr wenig mit dem Konzept einer monarchia universalis zu tun hatten. Der Bischof begründete zunächst die herausragende Stellung des Königtums in der Form, daß er - ganz kastilischer Tradition entsprechend - König und Reich als eine Person definiert, in der das Reich den Körper und der König den Kopf darstelle, der kastilische König aber viel mehr König sei als andere Könige, da er mehr und größere Reiche besitze, da er außerdem als einziger auf der Welt König von Königen sei und schließlich weil er in direkter Linie Nachfolger von mehr als 70 Königen sei. Danach skizziert der Bischof die Beispiele von Liebe zu seinen Untertanen, die Karl gegeben habe, um schließlich auf die politischen Vorgänge überzuleiten, die ihn nun veranlaßten, Kastilien schon nach vergleichsweise kurzer Zeit wieder zu verlassen. Zu diesen Beweisen seiner Liebe zu den Untertanen zählt der Redner, daß Karl die Landessprache erlernt habe, sich nach Landessitte kleide und sogar „Eure heidnischen ritterlichen Praktiken" übernommen habe. 16 Danach schildert der Bischof, wie umstritten die Wahl im Reich war, und daß es Gottes Fügung gewesen sei, daß die Wahl schließlich einmütig auf Karl fiel, weil er ein katholischer Fürst sei und den heiligen katholischen Glauben gegenüber den ungläubigen Feinden verteidigen wolle. Der Redetext verweist dann ausdrücklich darauf, daß alle Großen des Reiches, die hohe Geistlichkeit und die Mitglieder seines Rates, der Annahme der Kaiserwürde zugestimmt hätten. Er, der Kaiser, habe die neue Würde nicht deshalb akzeptiert, weil er mit der Größe Spaniens, des größten Teils Deutschlands, den besten Gebieten Italiens, den Ländern Flanderns und der „Neuen Welt aus Gold, die für ihn gemacht sei", nicht zufrieden gewesen sei, sondern er habe dieses Imperium mit den vielen Verpflichtungen, den vielen Mühen und weiten Wegen deshalb angenommen, um große Übel von unserer christlichen Religion abzuwenden. Nach diesen eher defensiven Rechtfertigungsversuchen erfolgt ein Appell an den spanischen Patriotismus, verbunden mit einem Rückgriff auf das klassische Altertum. Nunmehr sei der Ruhm nach Spanien zurückgekehrt, der hier viele Jahre in Schlaf versunken gewesen sei. Die Autoren, die zum Ruhme Spaniens
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Cortes de los antiguos reinos de León y de Castilla. Madrid 1882, Bd. 4, S. 293-298. Wörtlich heißt es im Text: „...vestió vuestro hábito tomando vuestros gentiles ejercicios de caballería,...", ibidem, S. 294. Es wäre wohl der Mühe wert, diese Praktiken näher zu charakterisieren, doch muß dies im vorliegenden Zusammenhang unterbleiben.
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schrieben, stellten fest, daß Spanien Kaiser nach Rom sandte, während andere Nationen Tribute schickten. Spanien schickte Trajan, Hadrian und Theodosius und nun sei dieses Imperium nach Spanien gekommen, um einen Kaiser zu suchen und unser König von Spanien wurde durch die Gnade Gottes, König der Römer und Kaiser der Welt.17 Nach dem vorhergehenden Bezug auf die „Neue Welt aus Gold" kommt nun der Verweis auf das Weltkaisertum, jedoch in einer Form, die nicht nur kaum mit der mittelalterlichen Kaiseridee zu tun hat, die nicht geographisch den Erdkreis zu beherrschen beanspruchte, sondern die offenbar rein rhetorische Bedeutung hat und darauf abzielt, eine Zuhörerschaft „propagandistisch" zu beeinflussen bzw. mitzureißen. Er müsse, so heißt es in der Rede weiter, persönlich die Krone des Reiches in Empfang nehmen, da er ohne sie nicht die Justiz verwalten und Recht sprechen könne 18 , wofür Könige schließlich geschaffen seien und durch die (die Gerechtigkeit, Anm. d. Vf.) die Könige regieren und die Kaiser Imperium haben. Daran anschließend verspricht Karl feierlich innerhalb von drei Jahren nach Spanien zurückzukehren. In der Folge wird wiederum unter Rückgriff, zunächst auf die Antike, darauf verwiesen, daß derartige Abreisen des Herrschers in der Geschichte nichts Ungewöhnliches seien. Der Kaiser Galba sei in Spanien erwählt worden und nach Rom zum Empfang der Krone gegangen, der Kaiser Vespasian kam aus Jerusalem nach Rom, was viel weiter gewesen sei, als die Entfernung zwischen Spanien und Deutschland. 19 Unter Bezug auf die „häuslichen Beispiele" wird anschließend auf den König Alfons (Alfons X., Anm. d. Vf.) verwiesen, der, zu einem Zeitpunkt, als das Königreich Granada und große Teile Andalusiens maurisch waren, das Königreich verlassen habe, um die umstrittende Kaiserwürde anzunehmen. 20 Wenn König Alfons von Aragon Spanien nicht verlassen hätte, würde die Krone heute nicht das Königreich Neapel mit so viel gerechten Titeln besitzen, wie dies jetzt der Fall sei. Im Anschluß daran wird ausfuhrlich
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Wörtlich: „...Emperador del mundo;...", ibidem S. 295. (Hervorhebung im Text durch den Vf.) Wörtlich: „...administrar justicia...", S. 295. Es sei darauf verwiesen, daß im Redetext jeweils die modernen Begriffe „España" und „Alemafia" verwandt werden, Bezeichnungen, denen in jener Zeit keinerlei staatliche bzw. verfassungsrechtliche politische Einheit entsprach. In diesem Zusammenhang sei daran erinnert, daß Karl in seiner offiziellen Herrschertitulatur diese Begriffe selbstverständlich nicht verwandte. Ihre Verwendung im vorliegenden Kontext verweist wieder auf die bereits erwähnten konkreten rhetorischen Kunstgriffe zur Beeinflussung einer Zuhörerschaft. Dies ist offenkundig falsch, da Alfons nicht zur Bewerbung um die Kaiserwürde ins Reich reiste.
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darauf eingegangen, wie gut geordnet Karl alle Angelegenheiten Kastiliens und der Krone hinterlasse. Weiterhin wird gerechtfertigt, daß sowohl Karl als auch sein Vater die großzügige Hilfe Kastiliens in finanziellen Dingen haben in Anspruch nehmen müssen, und daß es Karl leid täte, nun erneut an die Stände um eine Finanzbewilligung appellieren zu müssen. Viele dieser finanziellen Aufwendungen seien aber auch notwendig gewesen, um Flotten auszurüsten, die den König sicher befördern oder die Küsten Afrikas beschützen mußten. Daran anschließend knüpft der Redner die Bitte, diese Hilfen weiter zu gewähren, damit die ganze Welt wisse, daß Karl aus Spanien mit der Liebe seiner Vasallen abreise, daß aber nur Spanien das Land (wohl: „unter den Besitzungen Karls" Anm. d. Vf.) sei, das das politische Geschick seiner Majestät behindern oder befördern könne. Damit endet die von dem Bischof vorgetragene Kronrede. Im Anschluß daran ergriff Karl persönlich das Wort, bestätigte, daß das, was der Bischof von Badajoz ausgeführt habe, in seinem persönlichen Auftrag gesagt worden sei und er von dem Gesagten nur drei Dinge wiederholen wolle, nämlich erstens, daß ihm die Reise mißfalle, er aber um seiner Ehre und des Wohls seiner Reiche Willen nicht umhin könne, sie zu unternehmen; zweitens, daß er feierlich verspreche, spätestens innerhalb von drei Jahren zurückzukehren und drittens, daß er zur Zufriedenheit der Stände feierlich verspreche, keine Ämter und Pfründen an Personen zu vergeben, die nicht aus diesen Reichen stammten. Die Rede des Bischofs und Karls persönliche Intervention lassen erkennen, daß man bei Hofe sehr wohl wußte, wie sehr sich die politische Situation in dem am Rande des Aufstandes der Comunidades stehenden Kastilien zugespitzt hatte. Karl übernahm expressis verbis die volle Verantwortung für den Inhalt der Rede. Aus dem Kontext der Edition geht hervor, daß auch der Kanzler, also wohl Gattinara, anwesend war und gewisse Funktionen bei der Tagung der Cortes wahrnahm. So erhebt sich also zunächst einmal die Frage nach der Urheberschaft der Rede. War sie etwa von Gattinara selbst verfaßt? War sie vor allem dazu bestimmt, eine bestimmte politische Programmatik Karls den Vertretern der Städte seines neuen Königreiches zu vermitteln? Man wird diesbezüglich nicht vergessen dürfen, daß zu den kastilischen Ständeversammlungen, den Cortes, schon seit langem nur mehr die Vertreter der Städte kamen, nicht jedoch der Adel und der Klerus. Die Vertreter der Städte als die Repräsentanten des „Gemeinen Mannes" waren verpflichtet, über periodische Steuerbewilligungen für den finanziellen Unterhalt der Krone zu sorgen, die freilich deren Notwendigkeit ausführlich begründen mußte, und nutzten dies als Druckmittel gegenüber der Krone, um von dieser die ihnen genehmen politischen Zugeständnisse einzufordern. Da in Kastilien der Adel aber meist stadtsässig war, wurden tatsächlich viele Städte von Angehörigen des Adels auf
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den Ständetagen vertreten, die im konkreten Fall die gegebenenfalls bewilligten Steuern selbst nicht zu bezahlen hatten.21 Geht man davon aus, daß diese Sitzung der Cortes in La Coruna angesichts der zur Abfahrt mit Karl bereitliegenden Flotte unter gänzlich ungewöhnlichen Umständen und auch an einem gänzlich ungewöhnlichen Sitzungsort für die Cortes von Kastilien - nämlich im Königreich Galicien - stattfand, so kann man davon ausgehen, daß die Veranstaltung ausschließlich dazu vorgesehen war, die dringend benötigte Finanzbewilligung von den Ständen zu erhalten, d. h. daß die Umstände für die Verkündigung eines groß angelegten und Kastilien einbeziehenden politischen Programmes denkbar ungünstig waren. Man wird also bei der Analyse der Rede davon auszugehen habe, daß diese ausschließlich dazu konzipiert war, von einer widerspenstigen Ständeversammlung am Rande eines in Aufruhr befindlichen Reiches die benötigten finanziellen Zugeständnisse bewilligt zu bekommen. Karl und seine Berater mußten dabei davon ausgehen, daß Kastilien und seine sozialen und politischen Eliten nicht nur nicht sonderlich freudig beeindruckt von der neuen Würde ihres Königs waren, sondern eher reichs- und deutschfeindlich eingestellt waren, nachdem Karl seine damals noch zum Reich gehörenden niederländischen Gefolgsleute bei der Vergabe hoher Ämter und Pfründen so ostentativ bevorzugt hatte, daß daraus der bereits erwähnte und sich schon abzeichnende Aufstand wurde, der sich zunächst an „ausländerfeindlichen" Ressentiments entzündete und schnell eine auf die politischen Vorrechte des Königtums zielende Stoßrichtung annehmen sollte. Die Rede mußte also bestrebt sein, den vielfach adeligen Vertretern der Städte die Annahme der Kaiserwürde nicht nur plausibel zu machen, sondern sie auch als im Interesse der kastilischen Untertanen befindlich „zu verkaufen". Es ist sehr unwahrscheinlich, daß unter diesen Umständen die entscheidenden Akzentsetzungen der Rede von Gattinara stammten. Es ist sehr viel wahrscheinlicher, daß kastilische Vertraute des Königs, die die politische Lage im Lande einzuschätzen vermochten, die Rede konzipierten oder zumindest wesentlich mitredigierten. Das Kaisertum wird in der vorliegenden Rede zunächst einmal als eine religiöse Verpflichtung dargestellt, über die allein es möglich sei, den Ungläubigen - also den auf dem Vormarsch befindlichen Türken - entgegenzutreten. In einem Land, in dem das letzte islamische Teilreich erst kurz zuvor erobert worden war und sich nach wie vor eine zahlenmäßig starke islamische
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Vgl. dazu Horst Pietschmann, Staat und staatliche Entwicklung am Beginn der spanischen Kolonisation Amerikas. Münster 1980. S. 9ff.
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Bevölkerung befand, mußte man von diesem Begründungszusammenhang und diesem Appell Wirkung erhoffen, kursierten doch in Spanien Befürchtungen, daß die Türken, die bereits die Küsten Italiens plünderten und sich anschickten, den Johanniterorden endgültig aus dem östlichen Mittelmeerraum zu vertreiben, sich mit der islamischen Minderheit auf der Iberischen Halbinsel verbünden könnten. Die Annahme der Kaiserwürde wird somit Karls kastilischen Untertanen in einem religiös begründeten Zusammenhang nahegebracht, der unmittelbar die damit verknüpften politischen Implikationen für jeden CortesDeputierten erkennbar machte. Damit wird nämlich auch auf das mit Kastilien in Personalunion vereinigte Königreich Aragon mit seiner im Bezug auf Kastilien hohen sicherheitspolitischen Bedeutung angespielt. Zu Aragon gehörten ja nicht nur die Balearen, Sizilien und das Königreich Neapel, dessen südlich vorgelagerte Inseln bis in Sichtweite der afrikanischen Küste reichten, deren wichtigste Küstenplätze kastilische Besatzungen hatten, so daß Kastilien und Aragon gemeinsam das strategische Glacis des westlichen Mittelmeerraums kontrollierten, gegen das die Türken bis zu ihrer definitiven maritimen Niederlage in der Seeschlacht von Lepanto 1571 wiederholt bedrohliche Vorstöße unternahmen und sich unter ihren islamischen Glaubensgenossen in Nordafrika Verbündete suchten. Das Königreich Neapel wiederum war ein päpstliches Lehen, über das es immer wieder einmal zu Konflikten mit dem gerade in jener Epoche expansiven Papsttum in Italien kam. Die Personalunion von römisch-deutschem Kaiser und dem König von Kastilien und Aragon bot mithin auch die Möglichkeit, von zwei Seiten aus, Druck auf das Papsttum auszuüben, an dem wenige Jahre zuvor Karls Großvater, Kaiser Maximilian, bei seinem Italienzug gescheitert war. All diese Konnotationen zu beschwören, reichten die Bezüge auf die Bedrohung der Ungläubigen und die Notwenigkeit der Verteidigung des Glaubens in der Thronrede zumindest vor einem derart politisch geschulten Publikum völlig aus. Man muß dabei Karl und seinen Beratern noch nicht einmal politischen Opportunismus unterstellen, denn der über die langen Jahrhunderte der Reconquista auf der Iberischen Halbinsel eingeübte politischreligiöse Diskurs war im hohen Maße ritualisiert, so daß Begriffe, die für Mitteleuropäer eine ausschließlich religiöse Bedeutung haben - wie z. B. die „Verteidigung des christlichen Glaubens", die „Ungläubigen" usw. - , in einem spanischen Kontext jener Epoche automatisch die oben kurz skizzierten politischen Konnotationen hatten und die genannten Assoziationen hervorriefen. Karl und seine Berater hatten mithin in dieser Rede lediglich Dinge angesprochen, die die überwiegende Mehrheit seiner politisch denkenden Untertanen wenige Jahre später genauso sah und daher bereit sein sollte, dem dann schon
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weitaus stärker hispanisierten Kaiser und seiner imperialen Politik auf diesem Wege zu folgen, zumindest solange es auch um Italien ging. Die geschilderten Punkte der Rede mit den genannten sich aus dem Kontext ergebenen Assoziationen boten daher eine für Spanier in wenigen Jahren plausibel werdende Begründung dafür, daß Karls Kaiserwürde durchaus auch im spanischen Interesse sein könne. Da es auch bei näherer Betrachtung der Zusammenhänge unmöglich sein dürfte, Gattinaras Anteil bei der Konzipierung der Thronrede konkret zu ermitteln, kann aus den genannten Gründen sicherlich ohne Übertreibung gefolgert werden, daß der Text wesentlich von gründlichen Kennern der spanischen Verhältnisse mit verfaßt worden sein dürfte. Die zuletzt genannte Schlußfolgerung wird zusätzlich gestützt durch die historischen Bezüge und die rhetorischen Elemente in der Rede, die an literarische Vorläufer früherer Zeit anknüpfen. Diese vielfach unter dem Einfluß frühen italienischen Renaissance-Denkens stehenden Autoren hatten immer wieder die historische Größe Spaniens beschworen und mit Rekurs auf die römisch-hispanische Antike begründet. Die durchgehende Verwendung der Bezeichnung „Espana" knüpft an die bis in die Antike zurückzuverfolgende Idee von der einheitlichen „Hispania" an, die im Zeitalter der Renaissance weithin wieder beschworen wurde. Schon Ferdinand und Isabella war 1474 bei ihrer Thronfolge in Kastilien nahegelegt worden, sich „Könige von Spanien" zu nennen, anstatt die umständlich anmutende Aufzählung der diversen Reiche und Herrschaften zu verwenden, die ihnen gehörten. Die Bezüge auf das Spanien, das schon in der Antike Kaiser nach Rom entsandt habe, gehören einem ganz anderen imperialen Diskurs an, als der, den Karl bei seiner Bewerbung um die Wahl im Reich benutzt hatte, ja, man kann davon ausgehen, daß solche Formulierungen oder Bezüge auf Spanien im Reich ganz und gar nicht positiv aufgenommen worden wären, sondern eher im Gegenteil Karl erhebliche politische Schwierigkeiten verursacht hätten. In einer Epoche, in der mannigfaltige Bezüge auf die griechisch-römische Vergangenheit als gemeinsamer kultureller Hintergrund der „universitas christiana" an der Tagesordnung waren, ja, diese Bezüge ganz ohne Verknüpfungen mit dem Christentum, wie etwa die genannten Passagen der angeführten Rede, zum kulturellen Gemeingut gehörten, ließ sich in vielen konkreten politischen Situationen ein historischer Bezug zu einer wie auch immer gearteten imperialen Konzeption herstellen, ohne daß derjenige, der dies unternahm, dadurch unglaubwürdig wurde. Dies waren weithin Stilmittel der akademischen Disziplin der Rhetorik in jener Epoche, die durchaus in herrscherlicher Regierungspraxis bei entsprechend inszenierten Auftritten verwandt wurden. Selbst ein unerfahrener junger Herrscher in jener Epoche, sofern er nur eine adäquate fürstliche Erziehung auf der Höhe der Zeit
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genossen hatte, würde sich gehütet haben, derartige rhetorische Elemente zur Grundlage eines politischen Konzeptes zu machen. Wie sehr wir uns einerseits bei der Diskussion von Karls Kaiseridee anhand dieser oder jener Thronrede oder dieses oder jenes Beratergutachtens im Bereich eines kulturellen „Hintergrunddiskurses" bewegen, gleichzeitig aber auch zu betonen ist, wie durchaus wichtig den Zeitgenossen dieser Diskurs war, verdeutlichen zwei Zeitgenossen Karls V., mit denen dieser in völlig anderem Zusammenhang immer wieder zu tun hatte: der Dominikanermönch Bartolomé de las Casas und sein humanistisch gebildeter Widerpart Juan Ginés de Sepúlveda. Wir springen hiermit zunächst in einen ganz andersartigen imperialen Diskurs. Nachdem sich nach der Eroberung Perus in den 1530er Jahren die Diskussionen um die Rechtfertigung der spanischen Landnahme in Amerika zuspitzten, entwickelte sich seit Anfang der 1540er Jahre der schließlich 1550 in direkter Konfrontation ausgetragene Disput zwischen Las Casas und dem bereits erwähnten Chronisten Karls, des Klerikers und sprachgewandten Aristoteles-Übersetzers Juan Ginés de Sepúlveda, der zunächst lange Jahre in Diensten des Papsttums gestanden hatte, bevor er in Karls Dienste trat - ein streitbarer Gelehrter, der zeitlebens im Umfeld imperialer bzw. universaler Mächte stand. Dieser hatte sich zunächst in einem humanistischen Dialog mit der Rechtfertigung des „gerechten Krieges" befaßt, nachdem er, wie er schrieb, aus christlicher Überzeugung begründete „pazifistische" Tendenzen unter jüngeren Adeligen seines Landes beobachtet haben wollte. Er war dann aufgefordert worden, diese Problematik mit Bezug auf die spanische Eroberung Amerikas zu behandeln. Sepúlveda behandelte die Thematik in seinem bis heute umstrittendsten Werk mit dem Titel „I. Genesii Sepulvedae Artium, et Sacrae Theologiae doctoris Dialogus qui inscribitur Democrates Secundus de iustis belli causis". 22 Der Autor führte darin unter Berufung auf Aristoteles' Konzept von den „Barbaren" und unter Heranziehung zeitgenössischer Berichte über die Lebensumstände, religiösen Vorstellungen und die Kultur der Indianer aus, daß diese aufgrund widernatürlicher Praktiken, Kannibalismus etc. nicht im Einklang mit dem Naturrecht lebten und daher allesamt Barbaren im Sinne des
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Vgl. dazu Angel Losada, Hg., Democrates Alter, Madrid 1951; ders. Hg., Tratados políticos de Juan Ginés de Sepúlveda, Madrid 1663; Lewis Hanke, Aristotle and the American Indians. A Study in Race Prejudice in the Modern World. Bloomington, London 1953; Horst Pietschmann, Aristotelischer Humanismus und Inhumanität? Sepúlveda und die amerikanischen Ureinwohner, in: Wolfgang Reinhard, Hg., Humanismus und Neue Welt. Mitteilung XV der Kommision für Humanismusforschung. Acta humaniora. Weinheim 1987, S. 143ff, mit weiterfuhrenden Literaturangaben.
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Aristoteles seien. Sie müßten daher unter einer zivilen und christlichen Herrschaft durch Erziehung aus dem Barbaren-Dasein herausgeführt werden und sich dazu entweder freiwillig oder gewaltsam europäischer - und weil vom Papst beauftragt - spanischer Herrschaft unterwerfen müßten. In einer beinahe an Kolonialismus-Debatten des 20. Jahrhunderts gemahnenden Kosten-NutzenRechnung fuhrt Sepülveda aus, daß die Indianer unter spanischer Herrschaft ungleich mehr gewinnen als verlieren. Als Verlust bezeichnet der Verfasser die Einbuße der Freiheit und den Verlust des Edelmetalles, das sie besäßen. Selbst diese Verluste gewichtet er jedoch gering, da die Indianer bewiesen hätten, daß sie weder mit der Freiheit etwas anfangen könnten, noch für das Edelmetall eine andere Verwendung hätten, als ihre gräßlichen Götzen damit zu schmücken. Im Gegenzug erhielten sie von den Spaniern nicht nur den christlichen Glauben und damit die Errettung ihrer Seelen, sondern auch ganz konkrete materielle Vorteile: Europäisches Nutzvieh und Nutzpflanzen der alten Welt, die sie nicht haben, das so vielfaltig nutzbare und der menschlichen Kultur ganz unversichtbare Eisen, das sie nicht kennen, dazu eine Fülle weiterer nützlicher Kulturgüter wie die Schrift und so fort. Der Kontext dieser knappen Studie läßt es nicht zu, in diesem Rahmen ausfuhrlicher auf Sepülvedas Begründungszusammenhänge einzugehen, fest steht jedenfalls, daß der Autor die wohl früheste Beschreibung und Begründung des modernen Imperialismus lieferte. Freilich fallt bei der Betrachtung seines Gesamtwerkes ins Auge, daß auch Sepülveda in früheren Schriften von einer Kaiseridee ausgeht, wie sie uns in der besprochenen Thronrede Karls begegnet. So denkt er beispielsweise an eine vom Kaiser zu begründende Friedensordnung unter den christlichen Reichen Europas, die es dann erlauben solle, die Kräfte des christlichen Europas gegen die Türken zu bündeln.23 Wiederum eine inhaltliche und zeitliche Parallelität der Ereignisse, die verdeutlicht, wie verbreitet solche imperialen Vorstellungen
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Vgl. Sepülvedas Traktat „Ad Carolum V imperatorem invictissimum, ut facta cum omnibus christianis pace, bellum suscipiat in turcas". Es ist in dem vorliegenden Zusammenhang nicht uninteressant daraufhinzuweisen, daß Sepülveda diesen Traktat im Jahre 1520 in Bologna veröffentlichte, so daß man davon ausgehen kann, daß er etwa zur gleichen Zeit verfaßt wurde, wie die in La Coruna vorgetragene Thronrede. Freilich handelt es sich dabei um eine absolut zufällige Parallelität, da der Autor in jener Zeit keine Bezüge zum Hofe Karls hatte und das Werk auch einer anderen Gattung als der Rhetorik angehörte. Dies wiederum läßt erkennen, daß nicht nur die Idee einer Friedensordnung im christlichen Europa, sondern auch die Vorstellung von der Rolle des Kaisertums in diesem Zusammenhang weit verbreitet war und daher eine zu enge Verknüpfung dieser Vorstellungen mit Gattinara eher den Blick auf die Zeitumstände verstellt als diese zu verdeutlichen.
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allenthalben in Europa waren. Bedenkt man andererseits, wie sich das Ideengut Sepülvedas in der Folgezeit weiterentwickelte, so wird erkennbar, wie sehr die Ereignisse, Prozesse und Vorgänge jener schnellebigen, allenthalben überkommene Vorstellungen sprengenden Epoche das Denken der Zeitgenossen beeinflußten. Die Berücksichtigung dieser Entwicklungen in Geschichte, Politik und im Denken der Menschen in der damaligen Zeit ist von entscheidender Bedeutung. Amerika-Historiker, die sich ausschließlich mit Sepülvedas Schrift zur Legitimierung der spanischen Herrschaft in Amerika befassen, sehen in ihm vielfach nur einen „fürchterlichen" Humanisten, bzw. bestreiten ihm überhaupt die Charakterisierung als Humanist. Für den Renaissance-Historiker erscheint Sepülveda dagegen als einer der vielen zeitgenössischen Autoren, die jedenfalls zunächst bestrebt waren, las armas und las letras, das ritterliche Waffenhandwerk also und die geistigen Übungen, zu versöhnen. Im Gegensatz zu Gattinara ist Sepülveda Angehöriger mehr oder weniger derselben Generation gewesen, der auch der Kaiser angehörte und es überrascht nicht, daß sich beider Wege seit den 1530er Jahren kreuzten und Sepülveda schließlich in den Dienst des Kaisers führten. Die Weiterentwicklung von Sepülvedas Denken über Krieg und Frieden, Herrschaft über fremde Völker usw. erschien dem Kaiser jedoch so brisant, daß er ihm die Druckerlaubnis für sein genanntes Werk verweigern ließ. Allerdings zirkulierte dieses in zahlreichen Abschriften, so daß es im Umfeld des spanischen Hofes ziemlich bekannt war und die Gemüter so bewegte, daß Las Casas sich herausgefordert sah, sich damit auseinanderzusetzen. Las Casas, der mehr oder weniger seit Regierungsantritt Karls V. für die Rechte der Indianer teils politisch bei Hofe, teils in Amerika und zunehmend auch literarisch stritt, wurde in den 1540er Jahren zum entscheidenden Gegenspieler Sepülvedas bis hin zu der auf Anordnung des Kaisers - aber nicht in seinem Beisein - 1550 stattfindenden Disputation beider vor einer Junta aus gelehrten Theologen und Juristen. Las Casas hatte eine ganze Reihe von Argumenten gegen Sepülveda und zur Verteidigung seiner Sache vorzubringen. Für unseren Zusammenhang ist hier freilich vor allem bedeutsam, daß er in der Auseinandersetzung der überlegene Stratege war. Er erkannte die angesichts der Zeitumstände so wichtigen Rückgriffe auf die Antike in den politischen Diskursen der Zeit, wie sie uns sowohl in der Thronrede von 1519 als auch im Denken Sepülvedas - als zwei von sehr vielen Beispielen aus der Zeit, die man anführen könnte - vorliegen. So legte er denn seine Argumentation darauf an, den Wert der Bezüge auf die vorchristliche, heidnische Antike als Steinbruch für rhetorische und literarische Übungen mit politischer Absicht in kaum zu widerlegender Weise zu entkräften bzw. als unchristlich zu entlarven. Er tat dies,
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indem er die großen vorspanischen Kulturen Amerikas, die ja noch für viele Spanier zeitgenössische Erfahrung waren und allenthalben diskutiert wurden man denke diesbezüglich nur an Albrecht Dürer im Angesicht des von Cortés an Karl V. gesandten und auf dessen Geheiß in Brüssel ausgestellten Aztekenschatzes24 - , in ihrer kulturellen Bedeutung mit der griechisch-römischen Antike gleichsetzte. Beide seien heidnisch gewesen und hätten vielfach das Christentum bekämpft. Das Christentum hatte und habe genauso zu kämpfen, um sich gegen die heidnische Tradition der Indianer zu behaupten, wie dies das frühe Christentum unter römischer Herrschaft tun mußte, insinuiert Las Casas. Er geht sogar soweit, nicht nur viele der als barbarisch bezeichneten Gewohnheiten als nicht den Tatsachen entsprechend - oder anders zu deuten - zu interpretieren und in verschiedener Hinsicht sogar die Überlegenheit der amerikanischen Hochkulturen gegenüber der griechisch-römischen Antike zu postulieren.25 Las Casas bemüht sich damit, einem Großteil der humanistischen Diskurse jener Zeit die Grundlage zu entziehen, indem er auf die heidnischen Ursprünge derselben aufmerksam macht. Als Dominikanermönch stand las Casas in einer anderen geistigen Tradition, wie seine Nähe zu den Salmantinern Universitätstheologen erkennen läßt, die gemeinhin der Schule der spanischen Spätscholastik zugerechnet werden und ebenfalls dem Dominikanerorden angehörten. Dieser Schule gehörte auch ein Francisco de Vitoria an, der ebenfalls universale Prinzipien zu formulieren und zu verbreiten bemüht war und darüber zum „Vater des modernen Völkerrechts" erhoben wurde. Darin zeigt sich allein
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25
„Auch hab jch gesehen die dieng, die man dem könig auß dem neuen gülden land hat gebracht: ein gancz güldene sonnen, einer ganczen klaffter braith, deßgleichen ein gancz silbern mond, auchalso groß, deßgleichen zwo kammern voll derselbigen rüstung, desgleichen von allerley jhrer waffen, hämisch, geschucz, wunderbahrlich wahr (wohl: Schilde), selczamer klaidung, pettgewandt und allerley wunderbahrlicher ding zu manniglichem brauch, das do viel schöner an zu sehen ist dan Wunderding. Diese ding sind alle köstlich gewesen, das man sie beschäczt umb hundert tausent gülden werth. Und ich hab aber all mein lebtag nichts gesehen, das mein hercz also erfreuet hat als diese ding. Dann ich hab darin gesehen wunderliche künstliche ding und hab mich verweundert der subtilen jngenia der menschen jn fremden landen. Und der ding weiß ich nit außzusprechen, die ich do geseht hab.", in: Eberhard Schmitt, Die Anfänge der europäischen Expansion. Idstein 1991, S. 126. - Das „goldene Land", das sich sowohl in Karls Thronrede in La Coruña als auch bei Dürer findet, scheint ein zeitgenössischer Topos gewesen zu sein, über dessen Entstehung und Verbreitung wenig bekannt ist. Vgl. Mariano Delgado, Hg., Bartolomé de Las Casas. Werkauswahl. 4 Bde. in 3. Paderborn u.a. 1994-97, insbesondere Bd. 2: Historische und ethnographische Schriften. Darin auch umfangreiche Literaturhinweise auf das einschlägige wissenschaftliche Schrifttum.
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schon ein Bezug zu den Aktivitäten und zum Denken von Las Casas, gleichzeitig aber auch ein mehr auf abstrakten Prinzipien aus rein christlicher Tradition basierender Universalismus. Nicht uninteressant dürfte diesbezüglich der Umstand sein, daß diese Akteure in verschiedenen Diskursen und Stilen bewandert waren. Der „Humanist" Sepülveda beruft sich beispielsweise darauf, daß der „Spätscholastiker" Vitoria seinen Dialog gelesen und gebillgt habe. In der Disputation mit Las Casas wechselt er in scholastische Argumentationsweise, während Las Casas wiederum in humanistische Argumentationsweisen verfällt, um seinem Widerpart erfolgreich zu begegnen. Auch in diesem Zusammenhang wird wieder deutlich, daß viele unserer zeitgenössischen Quellen voll von bewußt verwandten Stilmitteln und Versatzstücken sind, die ganz bestimmten konkreten, situationsgebundenen Zielen dienten und nur sehr bedingt Rückschlüsse auf die Überzeugung des Autors gestatten. Erst die sich im Gefolge des Voranschreitens der Glaubensspaltung abzeichnenden inquisitorialen Bemühungen zur Kontrolle von Rechtgläubigkeit und Othodoxie im Rahmen der Konfessionalisierung sollten dazu führen, daß Texte zumindest vordergründig so abgefaßt waren, daß sie vergleichsweise eindeutig wurden, da die Glaubensspaltung auch die Diskurse veränderte. In Karls Umgebung finden sich weitere Humanisten, die imperiale Ideen vertraten und teils mehr den Aspekt einer christlich-universalen Friedensordnung, teils mehr militantes Vorgehen gegen ungläubige Feinde oder gegen „christliche Ketzer" verfochten, bzw. gar selbst auf die Seite dieser „Ketzer" wechselten oder zumindest der Abtrünnigkeit verdächtigt wurden. Schon 1527 wird auf Anordnung Karls das Gedankengut des Erasmus von Rotterdam einer Prüfling durch eine Junta aus spanischen Theologen unterzogen, desselben Erasmus, der von Karl als Jüngling in Flandern eine Pension genehmigt bekommen hatte und stets die Anlehnung an Karl suchte. Zu erwähnen sind aus der engsten Umgebung des Kaisers der Humanist Alfonso de Valdes oder etwas mehr auf Distanz zur Person des Kaisers - Antonio de Guevara. Diese und andere spanische Humanisten wie Juan Luis Vives oder Fadrique Furio Ceriol variierten die imperialen und universalen Gedankengänge in vielfältiger Form, ohne daß es möglich ist, diesbezüglich mehr als ein geistiges Klima zu identifizieren, das am spanischen Hofe Karls vertreten war. 26
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Vgl. zu den genannten Autoren J. A. Fernández-Santamaria, The State, War and Peace. Spanish Political Thought in the Renaissance 1516-1559. Cambridge, London u.a. 1977, der sich mit dem Denken der genannten Autoren intensiv auseinandersetzt. Zum politischen Denken der Zeit und seinem Einfluß auf Karl vgl. die klassische Darstellung von J. A. Maravall, Carlos V y el pensamiento político del Renacimiento. Madrid 1960;
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Eine gänzlich andersartige, aber schon auf Sepúlveda verweisende Kaiseridee hatte 1520er Jahren bereits Hernán Cortés aus Mexiko dem Kaiser unterbreitet, als er darauf verwies, daß Karl aufgrund der Bedeutung der in Amerika eroberten Reiche sich kraft eigenen (Eroberer-)Rechtes mit größerer Berechtigung Kaiser nennen könne denn als erwählter deutscher Kaiser27. Kurz darauf kam Cortés erneut auf diese Idee zurück und legte Karl unter Hinweis auf seine (Cortés') Absicht, den Pazifik in Ost-West-Richtung zu überqueren die Idee eines „Kaiser der Welt" nahe, die allerdings schon in der kommentierten Thronrede von 1519 ebenfalls begegnet. Es wäre interessant, diese Wechselbezüge näher zu untersuchen, zumal Karl in jenen Jahren kurzzeitig in Bezug auf Amerika auch den Titel eines domador de las gentes bárbaras, eines „Bezähmers der Barbaren", führte, sich damit also in einem rhetorischen Kontext bewegte, den zwei Jahrzehnte später auch Sepúlveda wieder aufgriff. Wollte Karl später daran nicht mehr erinnert werden, als er Sepúlveda verbieten ließ, seinen Dialog zu veröffentlichen? Der spanische Historiker Checa Cremades, der sich intensiv mit den (Selbst-) Darstellungen Karls in der Kunst beschäftigt hat, glaubt mit Bezug auf die Entwicklung der Regierungszeit Karls feststellen zu können, daß diese „ein Prozeß in Richtung auf eine autoritäre Struktur der Macht gewesen sei, die durch ein Herrscherbild schimmert, in dem sich immer mehr die klassischen und stoischen Züge gegenüber den ritterlichen und mittelalterlichen (Merkmalen, Anm. d. Vf.) durchsetzten".28 Der Ciceronianismus und in dessen Gefolge der Neostoizismus sind sicherlich Strömungen, die mit dem Humanismus in Verbindung stehen und Karl zweifellos beeinflußt haben. Der Aspekt der sich verstärkenden Autorität ist dagegen wohl nur sehr mittelbar mit dem Humanismus in Verbindung zu bringen - vielleicht insofern als er sich auf ein ausgeprägtes Bewußtsein von Gerechtigkeit und den daraus abgeleiteten Gedanken stützt, daß ein zum Richter berufener Herrscher seine Richterfunktion nur gestützt auf eine Autorität ausüben kann, die sich über alle anderen erhebt.
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ders., La visión utópica del imperio de Carlos V en la España de su época, in: Carlos V. Homenaje de la Universidad de Granada. Granada 1958; vgl. auch als einen der besten Kenner Karls V. in der spanischen Historiographie: Manuel Fernández Alvarez, Imperator mundi. Karl V., Kaiser des Heiligen Römischen Reiches Deutscher Nation. Stuttgart 1977; ders., Carlos V., el César y el hombre. Madrid 1999; ders., Corpus Documental de Carlos V, 5 Bde., Salamanca 1973. Vgl. dazu Alfred Kohler, Karl V 1500-1558, zit. Anm. 3, S. 226 ff. Vgl. Fernando Checa Cremades, Carlos V. La imagen del poder en el renacimiento. Madrid 1999, S. 15.
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Gleichwohl verweist dieser Aspekt aber auch auf andere Einflüsse auf Karl, die schon früh wirksam wurden - in der Tradition der mehr deutschsprachig beeinflußten Historiographie aufgrund deren langjähriger Fixierung auf Gattinara und seinen universalen Kaisergedanken aber übersehen wurden. Gemeint ist die Linie der observanten Vertreter der Bettelorden in der Disziplinierungstradition des V Laterankonzils mit ihrer geistigen Hochburg, der Universität von Salamanca. Schon bald nach seiner Rückkehr aus dem Reich nach Spanien, nach seiner Krönung in Aachen und dem Reichstag zu Worms, wo er die erste Auseinandersetzung mit Luther hatte, ernannte Karl den wenig vorher in Rom als Nachfolger des Kardinal Cajetan gewählten Ordensgeneral der Dominikaner, Garcia de Loaysa, zu seinem Beichtvater, nominierte ihn zum Bischof von Osma, berief ihn 1524 an die Spitze des neu eingerichteten Indienrates, des zentralen Verwaltungsorgans und höchstens Gerichtes für die überseeischen Gebiete, und ernannte ihn schließlich zum Generalinquisitor. Damit begann eine Politik der Sozialdisziplinierung in Spanien, die teils von den Organen der weltlichen Administration, teils von kirchlichen Institutionen, insbesondere auch der Inquisition, betrieben wurde. In jenen Jahren begann der Aufstieg des Sekretärs und engsten Vertrauten des Kaisers für die spanischen Angelegenheiten, Francisco de los Cobos, der ebenfalls nicht den Humanistenkreisen am Hof zuzurechnen ist. Schaut man die „Personalpolitik" des Kaisers näher an, so wird bereits in jenen Jahren eher das Bestreben deutlich, die verschiedenen geistigen Strömungen in seine Hofhaltung einzubinden und sich über seine engsten Berater zu erheben. Nicht politische Inhalte und Konzepte bestimmen vordergründig die Politik des Kaisers, als vielmehr zuallererst bestimmte Normen der Herrschafts- und Regierungspraxis. Dies äußerte Karl in seinen späteren Jahren indirekt selbst, wenn er 1548 seinem Sohn Philipp in geheimen Instruktionen empfiehlt: ...que tengan cuidado de entretener los subditos en justicia, policía, y que sean calificados para ello, y a la buena gobernación de dichos reinos y Estados, cada uno según lo que se le encomienda; y demás desto, que tengan continuo cuidado de la guarda y seguridad de ellos. Y vos teméis gran miramiento que hagan y exerciten sus oficios como conviniere, y no excedan de sus instrucciones, ni usurpen más autoridad de la que se les diere, y que sepan que haciendo al contrario seréis deservido y descontento dello, y que no lo sufriréis, y mandaréis remediar muy de veras como quier que sean.Y aunque no debréis creer las quexas, si algunas se hicieran de los dichos virreyes o gobernadores
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no dejaréis de entendellas e informaros de la verdad; porque no haciéndolo sería dar ocasión a que los dichos virreyes o gobernadores fuesen más absolutos y a los vasallos de desesperarse ...29 Die Herstellung und Wahrung herrscherlicher Autorität und Superiorität sind vorrangige Ziele des Kaisers, da diese die Voraussetzung dafür sind, anstehende Probleme gerecht und unter Anhörung aller Betroffenen zu entscheiden. Sein königliches Richteramt prägt mithin Karls Regierungstätigkeit viel mehr als bestimmte politische Konzepte. Damit bewegen wir uns in den Denktraditionen des Ciceronianismus und des Neostoizismus, in denen auch die Rhetorik ihren Platz hat. In diesem politischen und moralischen Wertesystem treffen sich aber auch Humanismus und Spätscholastik, jeweils zwar aus anderen Begründungszusammenhängen, aber mit identischen Schlußfolgerungen, die einem Herrscher mit skrupulösem Gewissen, wie Karl es sicher war, als Handlungsanweisung geeignet erschienen.
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Manuel Fernández Alvarez, Corpus Documental de Carlos V, 5 Bde., Salamanca 1973. vol. 2, p. 588.
Die Bilder der Schlacht bei Pavia (1525) - Zur Bildproduktion und Kunstpatronage im Umkreis Kaiser Karls V.
Elke Anna Werner Westfälisches Landesmuseum Münster
Krieg war der vorherrschende Zustand während der knapp vierzigjährigen Regierungszeit Kaiser Karls V. Von kurzen friedlichen Zeiträumen zwischen 1520 und 1525 oder 1529 und 1534 abgesehen, verging kaum ein Jahr, in dem nicht ein Krieg vorbereitet oder gefuhrt wurde: gegen Frankreich, gegen die Muslime oder gegen die Protestanten im eigenen Reich.1 Zahlreiche dieser Feldzüge, Schlachten und Belagerungen wurden in Bildern festgehalten, entweder um an die militärischen Triumphe des Kaisers zu erinnern oder um mit sachlich dokumentierenden Darstellungen dem Interesse der Zeitgenossen nach Informationen nachzukommen. Somit geben die Schlachtenbilder einerseits Aufschluß über die politische Bedeutung dieser kriegerischen Auseinandersetzungen, in denen die Habsburger um die Vorherrschaft in Europa rangen2, andererseits sind sie aber auch Zeugnis für ein zunehmendes Interesse an militärisch-strategischen Aspekten der Kriegsführung.3 Besonders bemerkens-
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Wim Blockmans, Der Kampf um die Vorherrschaft in Europa, in: Kaiser Karl V. (15001558). Macht und Ohnmacht Europas, Ausstellungskatalog Bonn, Wien, 2000, S. 17-26; Alfred Kohler, Karl V. 1500-1558, München 1999, S. 158-193,240-246,277-313; Karl Brandi, Kaiser Karl V., Frankfurt 1979 (zuerst 1937), 149-179,218-227,296-307,396477. Alfred Kohler, Das Reich im Kampf um die Hegemonie in Europa 1521-1648, München 1990; Blockmans 2000, S. 17-26; die Verdichtung von Kriegen seit Beginn des 16. Jahrhunderts bis zum Dreißigjährigen Krieg wird als Folge der Entwicklung des neuzeitlichen Staatenwesens verstanden, s. Johannes Burkhhardt, Der Dreißigjährige Krieg, Frankfurt 1992, S. 10-29; zur besonderen Bedeutung Italiens als Schlachtfeld für Europa s. Werner Goerz, Geschichte Italiens in Mittelalter und Renaissance, Darmstadt 1988 (3. Auflage), S. 268-296. In Analogie zur Entwicklung der literarischen Verarbeitung eigener Kriegserfahrungen unter militärisch-strategischen Aspekten seit dem Ende des 15. Jahrhunderts, s. Volker Schmidtchen, Kriegswesen im späten Mittelalter, Weinheim 1990, S. 241 ff; Robert J. Knecht, Military Autobiographics in Sixteenth Century France, in: J. R. Mulryne, M. Shewring (Hg.), War, Literature and the Arts in Sixteenth-Century Europa, 1989, S. 340.
Die Bilder der Schlacht bei Pavia (1525)
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wert ist die große Zahl von Bildern, die die Siege Kaiser Karls V. zeigen, ein Phänomen, dessen Ursachen im folgenden untersucht werden sollen. Seitdem Kriege gefuhrt werden, gibt es Darstellungen, die diese im Bild festhalten und den Sieger feiern, die Gewalttaten anklagen oder wie eine Reportage vom Verlauf der Ereignisse berichten. Neben den Darstellungen zeitgenössischer Schlachten4 entstand auch eine Tradition historischer Schlachtenbilder, die insbesondere im 15. Jahrhundert gegenüber den zeitgenössischen Ereignisschilderungen an Bedeutung gewannen, boten sie den Feldherren und Herrschern doch die Möglichkeit, sich mit den großen Helden der Geschichte, Antike oder Mythologie zu identifzieren und die eigenen Taten historisch zu überhöhen. 5 Mit dem Aufkommen der Druckgraphik nahmen die Darstellungen zeitgenössischer Schlachten zwar zu, blieben aber zunächst im wesentlichen auf dieses niedrige Medium beschränkt. Der Vorgänger und Großvater Kaiser Karls V., Maximilian I., bemühte sich z. B. intensiv um die Darstellung seiner Taten, insbesondere seiner Feldzüge, in Büchern und Holzschnitten, um sie in größerem Maße verbreiten zu können. 6 Diese Entwicklung im Bereich der Druckgraphik setzt sich in der Zeit Karls fort, es ist aber zu beobachten, daß nun auch in den repräsentativen Medien wie der Malerei oder der Teppichwirkkunst zeitgenössische Schlachten als Bildthema häufiger dargestellt werden. Während vorher nur die großen Schlachten mit einer Darstellung gewürdigt wurden, und dies auch nur vereinzelt - man muß dabei berücksichtigen, daß wohl eine große Zahl der älteren Schlachtenbilder nicht mehr erhalten sind -, so ist es symptomatisch, daß nun von dem ersten großen Sieg Karls V. in der Schlacht bei Pavia heute noch mehr als zwanzig Darstellungen bekannt sind. Diese Schlacht, die 1525 die
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Als „zeitgenössische Schlachtendarstellungen" werden im folgenden solche Werke verstanden, die nicht später als ca. 20-30 Jahre nach den Ereignissen entstanden sind und daher noch in direkter Beziehung zum Geschehen stehen; bei den nach dieser Zeit entstandenen Werken handelt es sich um retrospektive Darstellungen einer späteren Generation, denen andere Interessen und Bedingungen zugrunde liegen; vgl. auch die entsprechende zeitliche Begrenzung für die Definition des „Ereignisbildes" bei Werner Hager, Das geschichtliche Ereignisbild. Zu einer Typologie des weltlichen Geschichtsbildes bis zur Aufklärung, München 1939, S. 1-13, ohne jedoch dessen zeitgebundene geschichtsideologische Implikationen. Zu Schlachtenbildern in der Renaissance allgemein s. die breitangelegte Studie von John R. Haie, Artists and Warfare in the Renaissance, Yale University 1990. Jan-Dirk Müller, Gedechtnus. Literatur und Hofgesellschaft Kaiser Maximilians I., München 1982; Hans-Martin Kaulbach, Neues vom „Weisskunig", Graphische Sammlung Staatsgalerie Stuttgart 1982.
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französische Belagerung der lombardischen Stadt beendete, war nicht nur der erste bedeutende Sieg in der Regierungszeit Karls V., sondern auch politischstrategisch von besonderer Bedeutung: Nach jahrelangen Kämpfen gegen die Franzosen war Pavia der letzte habsburgische Stützpunkt in Italien, dessen Befreiung ihnen das wichtige Herzogtum Mailand sicherte. Bei den Kunstwerken handelt es sich sowohl um Tafelmalerei, als auch um Graphik, Skulptur und Tapisserien bis hin zu Medaillen und Preziosen. Einige dieser Werke sind schon seit längerem bekannt und gut bearbeitet, andere dagegen bisher nur an entlegener Stelle publiziert.7 Von der Forschung, vor allem der historischen, wurden die Bilder wegen ihres Quellenwertes besonders geschätzt.8 Da die schriftlichen Ereignisberichte stark differieren und besonders den eigentlichen Verlauf des Geschehens nicht sehr präzise wiedergeben,9 liegt es nahe, die Bilder als Quelle für die Rekonstruktion des Ereignisses hinzuzuziehen, zumal einige von ihnen in der Tat die Vorgänge sehr detailliert zeigen. Zu wenig berücksichtigt wurde jedoch, daß das spezifische Merkmal des bildlichen Mediums, seine Anschaulichkeit, die Gefahr in sich birgt, die Darstellungen als unmittelbare Wiedergabe der Realität mißzuverstehen. Wie trügerisch vermeintlich sachliche Bilder sind, wird der vergleichende Blick auf die verschiedenen Darstellungen der Schlacht bei Pavia zeigen: Obwohl der überwiegende Teil vorgibt, die Vorgänge sachlich zu dokumentieren, sind die Unterschiede bei der Wiedergabe des Faktischen dennoch beträchtlich. Die Untersuchung konzentriert sich auf diese Bildergruppe zur Schlacht bei Pavia, um exemplarisch der Frage nachzugehen, wie dieser Anstieg der Bildproduktion zu erklären ist und wer die Bilder in Auftrag gab. Gemeinhin 7
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Die bisher umfassendste, aber nicht alle erhaltenen Darstellungen nennende Auflistung verbirgt sich in einer Anmerkung von A. Cerri, La battaglia di Pavia nelle letteratura contemporale, in: Storia di Pavia 1990, S. 76, Anm. 8. Ernst Gagliardi, Die Schlacht bei Pavia auf den Teppichen des Museums in Neapel, in: Neujahrsblatt der Feuerwerker-Gesellschaft (Artillerie Kollegium), Zürich, CX (1915), 1. Teil , CXI (1916), 2.Teil; Axel Sjöblom, Ein Gemälde von Rupprecht Heller im Stockholmer Nationalmuseum, in: Beiträge zur Geschichte der deutschen Kunst, hrsg. von Ernst Buchner und Karl Feuchtmayr I, 1924, S. 225-229; Hans Stöcklein, Die Schlacht bei Pavia. Zum Gemälde des Rupprecht Heller, ebda., S. 230-239; Sigfrid H. Steinberg, Die zeitgenössischen Bilder der Schlacht bei Pavia, Zeitschrift für Schweizerische Geschichte 15 II, (1935), 167-172; zum Problem der Verwendung von Bildern als historische Quellen: Olle Cederlöf, The Battie Painting as a Historical Source, Revue Internationale d'Histoire Militaire 26 (1967), S. 119-144; Haie 1990, S. 189-192, S. 251; Ausfuhrliche Diskussion der Quellen und Literatur s. Reinhard Thom, Die Schlacht bei Pavia, Berlin (Diss.Phil.), 1907; siehe auch Gagliardi (1916), 2. Teil.
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gelten Schlachtenbilder als Siegerbilder und mehr noch, als Instrumente herrscherlicher Repräsentation, die im Auftrag eines Herrschers oder einer Regierung geschaffen wurden, um dem politischen Gegner die eigene Stärke zu demonstrieren. Im Falle der Pavia-Bilder ist jedoch fraglich, ob der Kaiser selbst die Anfertigung der Werke veranlaßte. In der Forschung gilt Karls Beziehung zur Kunst als distanziert und schwierig, bis zum Zeitpunkt der Schlacht war er noch gar nicht als Auftraggeber in Erscheinung getreten.10 Deshalb wies Checa kürzlich auf die „politische und kulturelle Umgebung" des Kaisers hin, die für die Herausbildung einer Hofkunst gesorgt und die öffentliche Repräsentation des Habsburgers wesentlich geprägt habe." Es ist bekannt, daß die beiden niederländischen Statthalterinnen aus dem Hause Habsburg, Karls Tante Margarete und seine Schwester Maria von Ungarn, eine wichtige Rolle bei der Vergabe von Aufträgen spielten.12 Sie waren nicht nur für die Vorbereitung und Abwicklung der Großprojekte wie etwa der Tapisserieserien zuständig, sondern beschäftigten eine große Zahl von Künstlern an ihrem Hof, die dann auch für den Kaiser tätig wurden. Es gilt zu fragen, wer noch zu diesem Personenkreis gehörte und welche Interessen diejenigen mit dem Kaiser verbanden. Aufgrund der Quellenlage ist allerdings in vielen Fällen nur eine Annäherung an den urspünglichen Auftraggeber oder Besitzer des jeweiligen Werkes möglich und einiges muß daher notgedrungen hypothetisch bleiben.13 Trotz dieser Schwierigkeiten und der gebotenen Vorsicht eröffnet die zu behandelnde Gruppe von
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Im jüngsten Katalog zur Jubiläumsausstellung in Bonn und Wien (s. Anm.l) beschäftigen sich gleich vier Beiträge mit dem Verhältnis Karls V. zur Kunst und problematisieren z. T. auch die gängigen Vorstellungen: Fernando Checa Cremades, Kunst und Macht in der ersten Hälfte des 16. Jahrhunderts: Karl V. und die Kunst, S. 3545, stellt eine posthume Applizierung des Renaissancetopos vom gebildeten und kunstinteressierten Herrscher auf die Person Karls V. fest; Georg Kugler, Macht und Mäzenatentum, S. 47-55, hebt den Unterschied zwischen Maximilian und Karl V. hervor und sieht Karl eher als passiven Rezipienten der für ihn angefertigten Werke; Sylvia Ferino-Pagden, Des Herrschers „natürliches" Idealbild: Tizians Bildnisse Karls V., S. 6575, konzentriert sich angesichts der schwachen Quellenlage auf die Hinterfragung der „Wunschvorstellungen des Kaisers"; siehe auch Cristina Maria Stiglmayr, Der Palast Karls V. in Granada, Frankfurt a. M. 2000, S. 175-192 (frdl. Hinweis von G. Noehles). Checa 2000, S. 35. Dagmar Eichberger/Lisa Beaven, Family Members and Political Allies: The Portrait Collection of Margaret of Austria, The Art Bulletin 77, 1995, S. 225-248. Unabhängig von den immensen, immer noch nicht vollständig erschlossenen Archivbeständen zur Regierungszeit Karls V. ist die Quellenlage für die Literatur oder auch die Musik im allgemeinen wohl besser; s. die Studie von Christopher F. Laferl, Die Kultur der Spanier in Österreich unter Ferdinand I. 1522-1564, Wien 1997.
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Bildern aber auf besondere Weise die Möglichkeit, nicht nur Einblicke in den Gebrauch und die Funktion von Schlachtenbildern zu erhalten, sondern auch die Mechanismen der Bildproduktion und Kunstpatronage im Umkreis Karls V. kennenzulernen. Am Abend des 24. Februar 1525 sah es so aus, als ob Karl das gelungen wäre, wofür Maximilian I. vergeblich gekämpft hatte: In der Schlacht bei Pavia besiegten die habsburgischen Truppen nach kaum eineinhalbstündigem Kampf die Franzosen und - ein besonderer Triumph - nahmen den französischen König gefangen.14 Seit November 1524 hatte der Spanier Antonio de Leyva mit einer kleinen Besatzung die Stellung gegen die Franzosen zu halten versucht. Anfang Februar 1525 war ihm ein kaiserliches Entsatzheer unter der Führung Ferrante Francesco d'Avalos, Marchese von Pescara, und des Duc de Bourbon zur Hilfe gekommen, das mit 26 000 Mann etwa die gleiche Stärke hatte wie das Heer der französischen Belagerer. Die Attacken des Entsatzheeres in den folgenden Wochen blieben jedoch zunächst ohne Erfolg. Daraufhin ließ Pescara nachts eine Bresche in die Mauer des Tiergartens schlagen, wo sich die Hauptmacht der Franzosen befand, um diese durch einen Angriff an der Flanke zu überraschen. Obwohl die Taktik aufging, kam es dennoch zu heftigen Kämpfen, in denen die Kaiserlichen letztlich nur siegten, weil die deutschen Landsknechte und die spanischen Arkebusiere der schwergerüsteten französischen Reiterei heftig zusetzten. Franz I. wurde von Charles de Lannoy und dem Grafen Salm gefangengenommen, insgesamt verloren die Franzosen in dieser Schlacht 11 000 Mann, 6000 Tote und 5000 Gefangene. Der Sieg in Pavia, der genau auf den 25. Geburtstag Karls fiel, war vor allem der Erfolg einer neuen Kampftechnik, des Triumphes der kaiserlichen Infanterie über die berühmte französische Reiterei, der modernen Schußwaffen über ritterliche Traditionen. Aus der großen Zahl der erhaltenen zeitgenössischen Darstellungen der Schlacht bei Pavia lassen sich zwei Gruppen herausgreifen, die jeweils einem Bildtypus folgen. Die erste Gruppe von zwei Holzschnitten und vier Gemälden zeichnet sich durch ein besonderes Interesse am militärisch-strategischen Verlauf der Schlacht aus. Es wird vermutet, daß alle Werke direkt oder mittelbar auf eine Bildquelle zurückgehen, die erst kürzlich wiederentdeckt wurde: ein kolorierter und in hoher Auflage verbreiteter Holzschnitt, der unmittelbar nach
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Zum Verlauf der Schlacht s. Thom 1907, S. llff.; Cesare Sinistri/Luigi Casali, Il Ritrovamento della più antica pianta di Pavia, Bollettino della Società Pavese di Storia Patria, Nuova Serie, Vol. XL Vili (1996), S. 481-485.
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dem Ereignis in Basel entstanden sein muß (Abb. I).15 Dieser einfache symmetrische Plan - eine der frühesten Militärkarten, die wir kennen - zeigt in Süd-Nordachse (Süden liegt also entgegen unserer Gewohnheiten oben) die Topographie des Schlachtfeldes vor den Toren von Pavia in Aufsicht. Inschriften erläutern die Stellungen der Heere und die Vorbereitungen zum Sturm: Der französische König hatte demnach mit seinen Landsknechten und Gascognern im Tiergarten, dem Park, der sich nördlich an das Castell Visconti anschließt, in der Nähe des Lustschlosses Mirabello Quartier bezogen. Die auf seiner Seite kämpfenden Truppen Giovanni de Medicis lagen im Westen, der Schweizer-Vortrupp unter der Führung des altgedienten Jacques de Chabannes im Osten und die französische Nachhut schließlich war auf der Tessin-Insel Gravellone im Süden stationiert. Das von Mailand kommende kaiserliche Heer lag östlich der Stadt in einem Gebiet zwischen Tessin und den Mauern des Tiergartens. Ein beschrifteter Weg weist auf den zentralen Plan bei den Vorbereitungen dieser Schlacht hin: „Durch die Straß hat unser volck durch die maur gebrochen in dhiergarten und die schlacht darin gethan". Die eigentliche Schlacht im Tiergarten ist auf diesem einerseits nüchtern dokumentierenden, andererseits durch die zitierte Inschrift klar für die Kaiserlichen Partei ergreifenden Plan nicht mehr dargestellt. Über die Schlacht selbst verfügen wir aus schriftlichen Berichten von Augenzeugen über folgende Informationen: Es waren spanische Schanzarbeiter, die in der Nacht vom 23. auf den 24. Februar ein Loch in die Mauer des Tiergartens brachen.16 Im Morgengrauen zogen die kaiserlichen Fußtruppen und die Reiterei unbemerkt durch diese Öffnung und überraschten das französische Heer. In einem ersten Schritt versuchten 3000 kaiserliche Fußsoldaten unter der Führung des Marquis del Vasto sich des Lusthauses Mirabello zu bemächtigen, was ihnen aber nur zum Teil gelang. Die inzwischen formierte französische Reiterei holte zu einem Gegenschlag aus und drängte die kaiserlichen Ritter ab, die erst wieder zum Stehen kamen, als sie Hilfe von den spanischen Arkebusieren erhielten, die mit ihren Schußwaffen für hohe Verluste beim Gegner sorgten. Mitentscheidend für den kaiserlichen Sieg war auch die Überlegenheit der Landsknechte unter Georg von Frundsberg im Kampf gegen die deutschen Söldner auf französischer Seite, die sogen. Schwarze Bande. Für die Franzosen wurde es zum Verhängnis, daß die vom Duc d'Alen?on geführte französische
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Sinstri/Casali 1996, S. 481; Katalog Antiquariat Konrad Meuschel, Handschriften, Bücher und Einblattdrucke aus dem späten Mittelalter bis 1600, Nr. 80 (April 1997), S. 3. Thom 1907, S. 33f. mit Quellenangaben.
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Nachhut, ohne überhaupt in den Kampf einzugreifen, die Flucht über den Tessin ergriffen und die Brücke hinter sich abgerissen hatte, so daß ein großer Teil des fliehenden Heeres im Fluß ertrank. Als der sich an den Kämpfen beteiligende französische König von einer gegnerischen Übermacht umstellt war und sich ergeben mußte, war die Schlacht entschieden. Dieser Verlauf des Geschehens ist nun recht detailgenau auf einem italienischen Holzschnitt wiedergegeben, der dem venezianischen Künstler Giovanni Andrea Vavassore zugeschrieben wird (Abb. 2).17 Bei nahezu identischer Disposition wie die Militärkarte aus Basel sind auf dem Holzschnitt die kartographischen Symbole zu einem Landschaftsbild erweitert - allerdings mit starken perspektivischen Verzerrungen. Pavia ist als Vedute ausgeführt und die Zone rings um die Stadt, in der die Kämpfe stattfanden, ist ebenfalls differenzierter dargestellt. Durch die simultane Erzählform jedoch, die die oben geschilderten Kampfphasen gleichzeitig auf engem Raum zusammenfaßt, wirkt die Darstellung recht unübersichtlich. Die verschiedenen Szenen erkennt der Betrachter am besten, wenn ihm der Verlauf der Schlacht bereits bekannt ist. Links im Vordergrund ist der Einmarsch des kaiserlichen Heeres durch die Bresche im Tiergarten zu erkennen, dem sich zwei Reiter, stellvertretend für die französische Kavallerie, entgegenstellen. Unmittelbar vor den Mauern der Stadt schließt sich das Aufeinandertreffen der spanischen Arkebusiere und der französischen Reiterei an. Links treten zwischen den Belagerungswällen die französischen und kaiserlichen Fußtruppenkontingente gegeneinander an, ebenso auf der rechten Seite. Zwischen Lager und Borgo findet die Gefangennahme Franz I. statt, der, während der größte Teil seiner adeligen Reiterei bereits tot am Boden liegt, sich in einem letzten Kampf des Gegners zu erwehren sucht. Dieser Holzschnitt steht zwischen zwei Bildgattungen, dem erzählerischen Landschaftsbild mit Figuren und einer Landkarte mit Symbolen.18 Einerseits
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Giovanni Andrea Vavassore (Valvassore), gen. Guadaguino, Schlacht bei Pavia, Holzschnitt, 28,8 x 40 cm, Pavia, Museo Civico; von dem Künstler ist auch ein Holzschnitt der Schlacht von Marignano (1515) bekannt; C. Sinistri/C. Belloni, Le antiche stampe di Pavia e della provincia, Pieve del Cairo 1979, S. 16f., Nr. 8, Cerri 1990, S. 76, Anm. 8. Dieses Phänomen ist typisch für die frühe Kartographie, die häufig noch sehr bildmäßige Symbole verwendete und einem Landschaftsbild nahe kam; Paul D. A. Harvey, The History of Topographical Maps. Symbols, Pictures and Surveys, London 1980, S. lOff.; Denis Corsgrove/Stephen Daniels, Introduction, in: The Iconography of Landscape. Essays on the Symbolic Presentation, Design and Use of Past Enviroments, Cambridge 1988, S. 1-10.
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wird die Handlung mit Figuren geschildert, andererseits werden Beschriftungen und große Fahnen mit deutlichen Wappensymbolen verwendet, um die Lesbarkeit der Darstellung zu erleichtern. Zur Basler Karte steht er in enger Verbindung, nicht nur was die Wiedergabe der topographischen Situation, sondern auch die Position der Heeresabteilungen betrifft, so daß die Frage naheliegt, ob ein Blatt vom anderen abhängig ist. Da der italienische Künstler sich vermutlich näher am Ort des Geschehens befand und sein Bild auch über mehr Detailgenauigkeit verfugt, ist denkbar, daß sein Blatt von dem in Basel tätigen Holzschneider als Vorlage für dessen vereinfachte Darstellung verwendet wurde. So einfach ist es jedoch nicht. Denn der Basler Plan unterscheidet sich in zwei Punkten signifikant von der italienischen Darstellung: Auf dem Plan ist das Lager des französischen Königs südlich des Lusthauses Mirabello plaziert, dort, wo es sich auch den meisten schriftlichen Schlachtberichten zufolge befunden haben soll19, während es auf dem italienischen Holzschnitt in den Belagerungsring östlich des Tiergartens verlegt ist. Der Holzschneider in Basel muß also entweder die Berichte bereits gekannt oder genauere Angaben von einem Augenzeugen erhalten haben. Weiterhin unterscheidet sich der deutsche Plan von dem italienischen durch seine Parteinahme für das kaiserliche Heer. Hingegen fehlt auf dem italienischen Blatt jedweder Hinweis auf eine Parteilichkeit des Künstlers oder des Verlegers. Daher kann Giovanni Andrea Vavassore, von dem auch eine Darstellung der für die Franzosen siegreichen Schlacht bei Marignano 1515 bekannt ist, als ein früher Vertreter neutraler „Kriegsberichterstattung" gelten, der jedoch keineswegs Augenzeuge des Ereignisses gewesen sein muß. Er verfügte aber über recht genaue Informationen der Vorgänge, die er nutzte, um das Informationsbedürfnis einer breiten Öffentlichkeit zu bedienen. Auch der Basler Plan vermittelt Informationen, jedoch sind diese unmittelbarer an die Sieger, das kaiserliche Heer und die Öffentlichkeit im Reich, adressiert. Ist bei den soeben vorgestellten druckgraphischen Darstellungen der Schlacht bei Pavia bisher keine konkrete Beziehung zum Kaiser nachzuweisen - man muß vielmehr davon ausgehen, daß beide als eigenständige Produkte eines Verlegers bzw. Künstlers kurz nach dem Ereignis mit der Aussicht auf einen Verkaufserfolg hergestellt wurden - so führen uns die folgenden beiden Gemälde in die unmittelbarere Nähe des Kaisers. In den Gemäldegalerien in Brüssel und in Wien werden aus altem Besitz zwei kleinformatige Tafeln aufbewahrt, die in der feinmalerischen Technik des Patinier-Umkreises ebenfalls die Schlacht bei Pavia
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zeigen (Abb. 3).20 Sie weisen die gleiche Süd-Nord-Ausrichtung wie die Holzschnitte auf und stimmen auch in anderen Details mit diesen überein, so daß die Vermutung naheliegt, der unbekannte flämische Künstler habe seine beiden Bilder nach einem der Blätter angefertigt. Bei den großen Übereinstimmungen sind aber die Unterschiede umso interessanter. Der Sturz und die Gefangennahme des französischen Königs, der sein Schwert als Zeichen der Unterlegenheit dem spanischen Vizekönig Lannoy überreicht, also der entscheidende und für die Franzosen besonders demütigende Moment dieser Schlacht, ist auf den Gemälden als isolierte Szene im Vordergrund deutlich hervorgehoben, während sie auf dem italienischen Blatt in ein Massengefecht einbettet ist. Im Hintergrund ist der Ausfall der kaiserlichen Besatzung aus dem belagerten Pavia dargestellt, so daß die Ereignisschilderung aus kaiserlicher Sicht um ein wichtiges Detail ergänzt wird. Auch lassen sich Verschiebungen bei der Aufstellung der Truppen feststellen. Während auf dem italienischen Holzschnitt die Fußtruppen ins Zentrum gerückt sind, so stehen auf den Gemälden die Reiterabteilungen im Vordergrund. Es besteht kein Zweifel, daß beide Gemälde für das kaiserliche Haus angefertigt wurden. Das Brüsseler Bild, so konnte kürzlich nachgewiesen werden, hing im Brüsseler Schloß in der Bibliothek Margarete von Österreichs, der Tante Karls V. und Statthalterin in den Niederlanden 21 , das andere Bild wird für den in Wien residierenden Bruder Karls V., Ferdinand, gemalt worden sein.22 Diese Provenienzen erklären nicht nur das besondere Interesse an der Gefangennahme des französischen Königs, dem großen Widersacher der Habsburger, sondern auch die Hervorhebung der kaiserlichen schweren Reiterei als einer typisch adeligen Kampfform. Während die beiden Druckgraphiken sich an eine breite Öffentlichkeit richteten, zeigen diese beiden Gemälde, wie im engsten familiären Umkreis Karls V. an dieses Ereignis erinnert wurde: mit zwei eher kleinformatigen, das Geschehen in erster Linie sachlich wiedergebenden Tafeln, die einige, wenn auch zurückhaltende Akzente für den höfischen Betrachter
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Patinier-Nachfolge, Schlacht bei Pavia, um 1530, Öl auf Eichenholz, 32 x 41 cm, Wien, Kunsthistorisches Museum, Gemäldegalerie, Inv. 5660; Verzeichnis der Gemäldegalerie Wien, Kunsthistorisches Museum 1991, S. 94, Taf. 289; Ausstellungskatalog Kaiser Karl V., Bonn, Wien 2000, Nr. 121; Anonym, südl. Niederlande, Schlacht bei Pavia, nach 1525, Öl auf Holz, 53 x 98 cm, Musées Royaux des Beaux-Arts de Belgique, Nr. 1300; F. C. Willis, Zur Kenntnis der Antwerpener Kleinmeister des frühen 16. Jahrhunderts, Monatshefte für Kunstwissenschaft VII (1914), S. 43-47; Hendrik J. Horn, Jan Comelisz, Vermeyen. Painter of Charles V. and his Conquest of Tunis, Doomspijk 1989, S. 272. Eichberger/Beaven 1995, S. 244, Anm. 146. Verzeichnis der Gemälde des Kunsthistorischen Museums Wien 1991, S. 94.
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bereithielten. Die Beauftragung eines flämischen, in der Patinier-Manier arbeitenden Künstlers läßt vermuten, daß beide Bilder im Auftrag der kunstinteressierten Statthalterin Margarete entstanden sind.23 Und schließlich seien noch zwei weitere Gemälde genannt, die dem Grundmuster der beiden Holzschnitte ebenfalls recht nahe kommen. Zum einen das nahezu quadratische und 1529 entstandene Gemälde von Rupprecht Heller, dem Hofkünstler des bayrischen Herzogs Wilhelm IV. (Abb. 4).24 Das Bild befand sich Ende des 16. Jahrhunderts im Besitz Kaiser Rudolfs II. und wurde 1648 als Teil der Schwedenbeute nach Stockholm gebracht, wo es sich heute noch befindet.25 Mit größter Detailgenauigkeit hat Heller ähnlich wie der italienische Holzschneider die verschiedenen Phasen der Schlacht in seinem Bild zusammengeführt: den Artilleriebeschuß im Vorfeld, das Eindringen der kaiserliche Truppen durch die Bresche, das Aufeinanderprallen der Gegner, die Flucht der Franzosen und Schweizer, von denen zahlreiche in den Fluten des Tessin umkamen und schließlich die Gefangennahme des französischen Königs rechts im Vordergrund. Im Unterschied zu den bisherigen Darstellungen muß der Künstler aber über weitere Informationen verfugt haben, da er als einziger eine mit weißen Hemden bekleidete Abteilung von Fußsoldaten unmittelbar am unteren Bildrand darstellte. Hierüber wissen wir wiederum aus schriftlichen Quellen, daß Pescara für die 3000 spanischen und deutschen Landsknechte anordnete, weiße Hemden überzuziehen, damit sie in der Dunkelheit der frühen Morgenstunden besser vom Gegner zu unterscheiden seien.26 Welche Funktion sollte dieses Gemälde, das aus stilistischen Gründen von der Forschung befremdlich betrachtet wurde - Buchner bezeichnete es als die „schrulligste und merkwürdigste Fassung des großen Landsknechtskampfes"27 - erfüllen? Es
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Es ist zu beachten, daß, obwohl beide Gemälde sicherlich als Repliken in einer Werkstatt oder sogar vom gleichen Künstler geschaffen wurden, sie nicht nur in der Größe, sondern in zahlreichen Details deutlich variieren; Unterschiede in der Schilderung des Ereignisses bestehen auch im Vergleich zu den beiden oben genannten Graphiken; sie wurden vermutlich als Vorlagen verwendet, aber wiederum abgewandelt. Rupprecht Heller, Schlacht bei Pavia, 1529, Öl auf Holz, 113 x 127 cm, Stockholm, Nationalmuseum, Nr. 605; Ernst Buchner, Bemerkungen zum „Historien- und Schlachtenbild" der deutschen Renaissance, in: Beiträge zur Geschichte der deutschen Kunst, hrsg. von Ernst Buchner und Karl Feuchtmayr I, 1924, S. 244-248; Stöcklein 1924; Sjöblom 1924; Steinberg 1935, S. 170; Alfred Stange, Der Maler Rupprecht Heller (hrsg. u. erg. aus dem Nachlaß von Norbert Lieb), Anzeiger des Germanischen Nationalmuseums (1979), S, 69-80; Haie 1990, S. 191 f., Abb. 240. Ausstellungskatalog Christina. Queen of Sweden, Stockholm 1966, S. 519, Nr. 1301. Thom 1907, S. 35. Buchner 1924, S. 244.
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könnte zum einen Erinnerungsbild für den bayrischen Herzog Wilhelm IV. gewesen sein, der dem kaiserlichen Aufgebot Truppenkontingente beigesteuert hatte, die durch die Marienfahne links im Vordergrund besonders hervorgehoben werden.28 So konnte der Herzog seinen wichtigen Beitrag zum Sieg wie auch seine Verbundenheit mit dem Haus Habsburg dokumentieren.29 Eine Beziehung zu den Habsburgern wird auch durch die Provenienz des Bildes nahegelegt. Da es sich Ende des 16. Jahrhunderts in kaiserlichem Besitz befand, ist nicht auszuschließen, daß Wilhelm IV. oder einer seiner Nachfolger es den Habsburgern zum Geschenk machte und sich ihnen damit besonders empfahl, eine Geste, die in politisch unruhigen Zeiten, in denen die Wittelsbacher immer wieder auch die Opposition gegen die Habsburger schürten, als ein beruhigendes Signal verstanden werden konnte. Das letzte Gemälde dieser Gruppe ist erst ca. 20-30 Jahre nach dem Ereignis und damit deutlich später als die anderen Werke entstanden (Abb. 5).30 Auf einer 4,70 x 2,25 m großen Leinwand ist das Geschehen als riesiges Schlachtenpanorama wiedergegeben. Der Maler, vermutlich der Brüsseler Hofkünstler Maria von Ungarns, Michel Coxie, legte weniger Wert auf die militärisch-taktischen Aspekte als Rupprecht Heller. Dafür gibt er rechts und links des Tiergartens genrehafte Einblicke in das französische Lagerleben und steigert die Dramatik des Ereignisses, indem er im Vordergrund die panische Flucht von französischen Kämpfern und Frauen aus dem Troß hervorhebt. Auch den Auftraggeber dieses um 1550 entstandenen Riesengemäldes, das sich 1960 in englischem Privatbesitz befand, verlangte es offensichtlich nach einem Gedächtnisbild dieses ersten großen Sieges des kaiserlichen Heeres, der im Hinblick auf die folgenden Siege (Wien, Tunis, Mühlberg) den Beginn einer, um 1550 noch erfolgreich 28
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Die Wappen auf dem Rahmen sind nachträglich hinzugefügt und zeigen als Allianzwappen die Wappen der schwedischen Familien Stenbock und Oxenstierna; Stange 1979, S. 69; das Gemälde ist das einzige signierte und datierte Werk des Künstlers; Steinberg 1935, S. 170f. äußerte die Vermutung, daß Wilhelm IV. sich mit diesem Auftrag als kaiserlicher Parteigänger erweisen wollte. Das Verhältnis zwischen dem Haus Habsburg und den Wittelsbachern war wechselhaft; Kaiser Maximilian I. hatte sich in die bayrische Erbfolge eingemischt und versucht, die Herzöge an sich zu binden; unter Karl V. wuchsen die Spannungen, die Wittelsbacher gehörten zur Opposition gegen den Kaiser; dennoch gab es keinen offenen Konflikt, die bayrischen Herzöge lavierten, um ihren verschiedenen Interessen gerecht zu werden; Max Spindler, Handbuch der bayrischen Geschichte, München 1966, S. 302-319; Andreas Kraus, Geschichte Bayerns, München 1983, S. 196-209. Michel Coxie (zugeschr.), Schlacht bei Pavia, Öl auf Leinwand, 4,70 x 2,25 cm, ital. Privatbesitz (aus der Slg. Earl of Damley, Chabom Hall); Stöcklein 1924, S. 237; Cerri 1990, S. 77.
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erscheinenden Regierung Karls V. markierte. Aus der retrospektiven, verklärenden Sicht stand nicht mehr die detailgenaue Rekonstruktion des Ereignisses im Vordergrund des Interesses. Die Bedeutung des Sieges wird vor allem über die wogenden Heeresmassen und die panische Flucht der französischen Truppen vermittelt, die durch die genrehafte Inszenierung einzelner Figuren am vorderen Bildrand an Unmittelbarkeit gewinnen. Im Unterschied zu den beiden kleinen Bildern für die kaiserliche Familie sind bei diesem Gemälde die kaiserlichen Fahnen durch burgundische ersetzt worden, so daß der Schluß naheliegt, den Auftraggeber in den Kreisen des burgundischen Adels oder der dortigen Funktionselite zu suchen. Bei dieser ersten Gruppe von sechs Werken konnte also einerseits Übereinstimmung in der Grunddisposition festgestellt werden; von einem erhöhten Betrachterstandpunkt blickt man mit einiger Distanz aus nördlicher Richtung auf das Schlachtfeld. Diese Vogelschauperspektive, die typisch für die zeitgenössische Kartographie ist31, läßt sich mit großer Wahrscheinlichkeit von einem der beiden Holzschnitte ableiten. Die Verwendung einer Vorlage ist ein Hinweis auf das große Interesse der ausführenden Künstler, die Topographie und das militärische Geschehen wahrheitsgetreu wiederzugeben. Da nicht bekannt ist, daß einer der Künstler als Augenzeuge an dem Ereignis teilgenommen hat, war der Rückgriff auf detailgenaue „technische" Darstellungen ein wichtiges Hilfsmittel.32 Die Bilder haben also einen vorwiegend dokumentierenden Charakter, triumphale Ausdrucksformen sind deutlich zurückgenommen. Andererseits nahmen sich die Künstler bei der Ausgestaltung aber doch einen beachtlichen Spielraum heraus. Interessanterweise gleicht kein Bild genau dem anderen, auch wenn es sich - wie bei den beiden Gemälden aus dem Patinier-
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Harvey 1980. S. 98ff.; Juergen Schulz, Jacopo de Barbari's View of Venice: Map Making, City Views, and Moralized Geography before the Year 1500, Art Bulletin 60 (1978), 425-474. Die militärisch detailgenaue Darstellungsform hat vor allem in der älteren Literatur der Meinung Vorschub geleistet, die Künstler seien Augenzeugen des Ereignisses gewesen; insbesondere an dem Gemälde Rupprecht Hellers hatte sich die Diskussion darüber entzündet; Stöcklein 1924, S. 231; Steinberg 1935, S. 170f., Stange 1970, S. 73; bei besonderer Detailkenntnis in ihren Darstellungen wurden die Künstler von der Forschung „auf Reisen" geschickt, mit beträchtlichen Folgen fur die Künstlerbiographien; s. Fedja Anzelewsky, Schongauers Spanienreise, Zeitschrift für Kunstgeschichte (1995), S. 1-21; zu dem Problem der Teilnahme von Künstlern an Kriegszügens. Horn 1989, S. 14ff., die neuere Forschung zur Druckgraphik des 15./16. Jahrhunderts hat aufgezeigt, daß die Augenzeugenschaft von Künstlern als bildrhetorischer Topos verwendet wurde, s. Peter Parshall, Imago Contrafacta. Images and Facts in the Northern Renaissance, Art History 16 (1993), S. 554-579.
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Umkreis - um Repliken handelt. Die genannten Unterschiede sind jedoch keineswegs willkürlich, sondern aus den Interessen der Auftraggeber bzw. der Adressaten zu erklären. Parteinahme für eine bestimmte Seite, adelige Kampfformen, die besondere Genugtuung, den politischen Gegner gefangen genommen zu haben, Erinnerung an die eigene Beteiligung bei dieser bedeutenden Schlacht - das sind im wesentlichen die Komponenten, die neben dem offensichtlichen Informationsbedürfnis die Gestalt der Schlachtenbilder bestimmten. Die zweite Gruppe, die einen Holzschnitt und fünf Gemälde umfaßt, unterscheidet sich von der ersten durch einen anderen Betrachterstandpunkt. Ein in Augsburg zwischen 1525 und 1530 erschienener, bildmäßiger Holzschnitt von Jörg Breu (Abb. 6)33, der vermutlich für einige Werke dieser Gruppe als Vorlage diente, zeigt das Geschehen aus nordöstlicher Sicht: Der Betrachter steht hinter bzw. über den kaiserlichen Fußsoldaten und der Reiterei, die in eindrucksvoller Stärke gerade durch die Bresche in den Tiergarten eindringen. Während im vorderen Teil die Kämpfe beginnen, erfolgt im Hintergrund bereits die Gefangennahme des französischen Königs, die zur Deutlichkeit mit der Inschrift captio regis hervorgehoben ist. Wie die Werke der vorherigen Gruppe, so informiert auch dieser Holzschnitt über die Topographie und den Verlauf der Schlacht, vor allem aber fuhrt er dem Betrachter die Größe und den Erfolg des kaiserlichen Heeres vor Augen, betont durch das Wappen links, das Pavia als kaiserliche Stadt ausweist. Durch die Wahl des Betrachterstandpunktes bezieht diese Darstellung wiederum geschickt Position für die kaiserliche Seite. Das Flugblatt wurde in zwei Versionen herausgegeben 34 : Eine mit einer deutschsprachigen Inschrifttafel, die sich vornehmlich an die Bevölkerung des Reiches richtete, und eine mit lateinischer Inschrift, die für die nicht deutschsprachigen Teile des Herrschaftsbereiches Karls V. bestimmt waren (Burgund, Spanien, aber z. B. auch für die Verbündeten in England und Italien). Es gibt keine Hinweise darauf, daß dieser Holzschnitt im kaiserlichen Auftrag entstand. Viel eher muß man davon ausgehen, daß Jörg Breu - wie z. B. auch bei seinem
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Jörg Breu d. Ä., Schlacht bei Pavia, nach 1525, Holzschnitt von zwei Stöcken, 35,1 x 52,5 cm, Hollstein IV, S. 174, Nr. 53; Campbell Dodgson, Jahrbuch der Königlich Preussischen Kunstsammlungen XXI (1900), S. 21 If, Nr. 1; ders., Catalogue of Early German and Flemish Woodcuts preserved in the Departements of Prints and Drawings in the British Museum, vol. II., London 1911, S. 115, Nr. 6; Ausstellungskatalog Welt im Umbruch, Augsburg 1980, Bd. 1, Nr. 278a; Hale 1990, Nr. 238. Dodgson 1911, S. 115.
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Riesenholzschnitt zur Belehnung Ferdinands35 - zusammen mit einem Verleger dieses Blatt wegen seiner guten Verkaufschancen publizierte, da es die Interessen einer breiteren Bevölkerungsschicht nach Information über die Vorgänge in Italien bediente. Daß der Information auch eine gehörige Portion Propaganda beigemischt wurde, ist also wohl nicht direkt auf einen, von kunstpolitischen Zielen geprägten Auftrag des Kaisers zurückzuführen, sondern vielmehr auf die prokaiserliche Gesinnung der Reichstadt Augsburg und eines Verlegers, der auf das kaiserliche Druckprivileg angewiesen war.36 Weiterhin sind mindestens zwei Gemälde bekannt, die das Szenario dieses Holzschnittes von Breu seitenverkehrt zeigen. Bei einem Gemälde, das dem flämischen Hofmaler Jan Cornelis Vermeyen zugeschrieben wird und sich heute in den USA befindet, blickt der Betrachter aus nordwestlicher Richtung auf das Schlachtfeld (Abb. 7).37 Um dennoch die Erzählfolge wie auf der Graphik beizubehalten, dringen die kaiserlichen Truppen nun von der nördlichen Seite in den Tiergarten ein.38 Zwei Momente sind auf dem Bild besonders hervorgehoben: die Attacke der spanischen Arkebusiere gegen französische Fußtruppen und die Aufstellung eines selbstbewußt sich präsentierenden Haufens von Landsknechten unmittelbar im Vordergrund. Bei allen Gefechten auf diesem Gemälde dominieren die Fußsoldaten, die adeligen Reiter sind deutlich in den Hintergrund gerückt. Diese Betonung entspricht den tatsächlichen Verdiensten
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Jörg Breu d. Ä., Die Belehnung Ferdinands, 1536, Holzschnitt von 23 Druckstöcken, 200 x 230 cm, Hollstein IV., Nr. 287; gedruckt bei Heinrich Stayner in Augsburg, verlegt von Hans von Tirol; von einem anderen großen Holzschnitt zu einem politischen Ereignis von Jörg Breu, Einzug Karls V. in Augsburg, 1530, sind Drucker und Verleger leider unbekannt. Es ist bisher nicht gelungen, die beiden Wappen unter der Inschrift endgültig zu bestimmen; Dodgson 1900, S. 212 kennt sie nicht; bei dem linken handelt es sich ohne Zweifel um das der Augsburger Patrizierfamilie Langenmantel (frdl. Hinweis von Dr. Gode Krämer, Augsburg), das rechte ist ihm in Allianz verbunden, konnte bisher jedoch nicht identifiziert werden; möglicherweise gehören diese beiden Wappen den Auftraggebern des Holzschnittes; bisher fehlen ausfuhrlichere Untersuchungen zu den Auftraggebern der frühen Graphik und zu dem Verhältnis von Drucker, Künstler und Finanzier, s. Schulz 1978, S. 428ff. Fläm. Maler, Die Schlacht bei Pavia, nach 1525, Öl auf Holz, 115 x 173 cm, Birmingham Museum of Art, Samuel H. Kress Collection, Birmingham/Alabama; Katalog The Samuel H. Kress Collection, Birmingham Museum of Art, Birmingham/Alabama 1959, S. 58-70. Normalerweise müßte man bei dem seitenverkehrten Verhältnis des Gemäldes zum Holzschnitt davon ausgehen, daß der Holzschnitt nach dem Gemälde angefertigt wurde; irritierend sind jedoch die Fehler bei der Wiedergabe der Handlung auf dem Gemälde, während Breus Holzschnitt den schriftlichen Quellen entspricht.
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der Landsknechte unter der Führung Georg von Frundbergs in dieser Schlacht.39 Hier kam eine strategische Entwicklung der habsburgischen Kriegsführung zum Erfolg, die Kaiser Maximilian vor fast 50 Jahren begonnen hatte, indem er von den erfolgreichen Schweizern und Burgundern das Prinzip der in festen Formationen kämpfenden Fußsoldaten übernahm und deren Überlegenheit gegenüber den schwergerüsteten Rittern nutzte.40 Dieses mit langen Spießen kämpfende Fußvolk bestand vorwiegend aus Söldnern, die bei Bedarf (und soweit die finanziellen Mittel es erlaubten) rekrutiert wurden. Anführer dieser Haufen waren oft Adelige, wie etwa der Graf von Romont, Engelbert von Nassau, Eitelfritz von Zollern oder die berühmten Söldnerunternehmer Marx Sittich von Ems und Georg von Frundsberg, die auch die Kampfmoral und das Ehrgefühl der Knechte prägten.41 Obwohl diese Söldner nur noch in einem finanziellen Abhängigkeitsverhältnis zum Kaiser standen, entwickelten sie einen besonderen Ehrenkodex und Standesbewußtsein, die sich neben zahlreichen Liedern auch in bildlichen Darstellungen niederschlagen konnten. Die Franzosen, die sich selbst als traditionelles Ritterheer verstanden, hatten zur Verstärkung in dieser Schlacht zwar Schweizer Reisläufer und auch deutsche Landsknechte unter Sold, die aber versagten und angesichts der sich abzeichnenden Niederlage die Flucht ergriffen. Das großformatige, repräsentative Gemälde befand sich im 17. Jahrhundert im Besitz des Don Fernando Alvarez de Castro42, der es möglicherweise als Familienerbe des spanischen Vizekönigs Pedro Alvarez de Toledo übernommen hatte. Für einen Spanier konnte die herausragende Leistung der spanischen Arkebusiere eine besondere Identifikationsmöglichkeit bieten.43 Darüber hinaus könnte das Bild die Aufgabe gehabt haben, den Vizekönig in Neapel daran zu erinnern, daß durch den Sieg bei Pavia
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Thom 1907, S. 34ff. Reinhard Baumann, Landsknechte, Ihre Geschichte und Kultur vom späten Mittelalter bis zum Dreißigjährigen Krieg, München 1994, S. 29-28. Ihre Kriegserfahrungen hielten sie in autobiographischen Schriften fest; z. B. Georg von Frundsberg, Anzaygendt Newzeyttung ...; Lebensbeschreibung des Schärtlin von Burtenbach, Schwäbische Lebensläufe, Bd. 11, hrsg. von Helmut Christmann, Heidenheim 1972. Katalog Birmingham 1959, S. 69. Stange 1970, S. 80 weist auf Darstellungen der Schlacht bei Pavia in verschiedenen Filialen der Fuggerschen Handelsgesellschaften hin, die Teile von Dreierserien waren; die anderen Gemälde zeigen die Belagerung Wiens und den Sacco di Roma oder die Einnahme von Tunis; eine dieser Serien wurde 1970 in Florenz versteigert (Glanco Borella/Patrizia Giusti Maccari, II Palazzo Mansi di Lucca, Lucca 1993, S. 102); das Pavia-Bild dieser Dreierserien ist dem in Birmingham sehr ähnlich.
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nicht nur das Herzogtum Mailand zurückgewonnen, sondern auch die Herrschaft der Habsburger in Neapel gesichert wurde, da Mailand und Neapel seit 1494 im Streit zwischen Frankreich und dem Haus Habsburg um die Vorherrschaft in Italien eng zusammenhingen. Die folgenden zwei extrem längsformatigen Gemälde haben zwar einen ähnlichen Betrachter Standpunkt wie die letzt genannten, im übrigen unterscheiden sie sich jedoch von diesen deutlich. Wurde bei den vorhergehenden Bildern der Anteil und die Leistung der Fußsoldaten betont, so schildern diese heute in England aufbewahrten Bilder das Ereignis als Ritterschlacht (Abb. 8).44 Beide zeigen in Nahsicht und dicht zusammengedrängt das Aufeinandertreffen schwer gerüsteter Reiter, zwischen die nur kleinere Abteilungen von Fußsoldaten geschoben sind. Alle Szenen sowie einzelne Figuren sind beschriftet, auf dem einen Gemälde in französisch, auf dem anderen in italienisch. Auf dem in Oxford aufbewahrten Bild rennen im Vordergrund der Duc de Bourguinion und der Marquis de Guast (Vasto) gegen den Bastard von Savoyen an, während der jugendliche französische General Bonnivet bereits gefallen ist. Charles Bourbon erscheint als Führer der spanischen Reiterei rechts, beim Schloss Mirabello übergibt gerade der französische König sein Schwert dem Vizekönig Lannoy. Bei dem zweiten, italienisch beschrifteten Bild handelt es sich um eine, in vielen Details variierende Replik. So ist hier nun im Vordergund der Marchese di Pescara inschriftlich hervorgehoben, der in einer Phalanx gegen den Sir d'Alpeni und andere anreitet. Die bildliche und namentliche Hervorhebung Pescaras auf dem einen und des Duc de Bourginion auf dem anderen Bild in Verbindung mit den italienischen bzw. französischen Inschriften können ein Hinweis auf die Auftraggeber dieser Bilder sein.45 Die Gemälde erinnern nicht nur an den bedeutenden kaiserlichen Sieg, sondern gleichzeitig auch an den persönlichen Kampfeinsatz der beiden Adeligen. Die völlig andere Darstellungs-
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Anonym, Schlacht bei Pavia, nach 1525, Öl auf Holz, 110 x 195 cm, London, Tower Armouries; Anonym, Schlacht von Pavia, nach 1525, Öl aufHolz, 95 x 173 cm, Oxford, Ashmolean; das Gemälde im Ashmolean ist seit 1683 in Oxford nachgewiesen, die Provenienz des Tower-Bildes ist nicht bekannt; Lit. Stöcklein 1924, S. 237; Steinberg 1935, S. 171; Cederlöf 1967, S. 132, P1.2; Tradescant's Rarities. Essays on the Foundation of the Ashmolean Museum 1683 with a Catalogue of the Surviving Early Collections, hrsg. von Arthur McGregor, Oxford 1983, S. 318-326; Hale 1990, S. 189, Nr. 236. Bei dem Gemälde im Ashmolean gingen Stöcklein, Steinberg und auch noch Haie davon aus, daß aufgrund der französischen Inschriften ein Franzose das Bild bestellt haben müsse; dies ist jedoch unwahrscheinlich, vielmehr muß man als Auftraggeber einen französisch sprechenden Flamen annehmen; s. Tradescant's Rarities 1983, S. 325.
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form dieser Bilder, die eher an Turnier- oder Schlachtenbilder des 15. Jahrhunderts erinnert, sind Ausdruck der Wertvorstellungen der Auftraggeber: Die Teilnahme an einem Kriegszug wurde als Beweis der Kampffähigkeit im traditionellen ritterlichen Sinne verstanden, die für das Selbstverständnis der adeligen Funktionselite in dieser Zeit offensichtlich noch große Bedeutung hatte.46 Zum Schluß seien die sieben Tapisserien zur Schlacht bei Pavia genannt, die uns wieder in unmittelbarere Nähe zum Kaiserhaus fuhren. Die Teppiche, die nach Entwürfen von Barent van Orley vermutlich in Brüssel gewebt wurden, breiten bei einer Gesamtlänge von ca. 60 Metern verschiedene Phasen des Geschehens erzählerisch aus.47 Dabei sind nur solche Szenen ausgewählt - wie etwa die Erbeutung der französischen Artillerie oder die Flucht der französischen Reiterei vor den spanischen Arkebusieren -, die die Überlegenheit des kaiserlichen Heeres veranschaulichen. Unterstrichen wird diese Aussage durch den Gegner verunglimpfende, dramatische Szenen im Vordergrund, wo direkt vor den Augen der Betrachter die Elite des französischen Heeres vernichtet wird, ängstliche Schweizer Söldner ihren Kampfeinsatz verzögern oder der französische Troß panisch die Flucht ergreift. Diese Tapisserien glorifizieren somit deutlicher als alle anderen Darstellungen den Sieg des kaiserlichen Heeres mit einer für Propagandazwecke typischen Bildsprache. Aber auch in diesem Fall war nicht der Kaiser der Auftraggeber dieser äußerst kostbaren und kostspieligen Werke. Vielmehr wurden sie ihm 1531 als Geschenk der Generalstaaten anläßlich der Einsetzung Maria von Ungarns als Statthalterin in Brüssel überreicht.48 Die Botschaft dieses Geschenks ist mehrschichtig, aber dennoch
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Johan Huizinga, Herbst des Mittelalters. Studien über Lebens- und Geistesformen des 14. und 15. Jahrhunderts in Frankreich und in den Niederlanden, Stuttgart 1975, (niederl. Ausgabe 1941), S. 126-146. Flämische Manufaktur, nach Entwürfen von Barent van Orley, Schlacht bei Pavia, urspr. acht Teppiche, vor 1529/30, Wolle, Seide, Goldfäden, je ca. 400 x 800 cm, Neapel, Museo Nazionale di Capodimonte; Gagliardi 1916; Horn 1989, S. 256ff., C4-C10; Ausstellungskatalog Napoli! Museo Nazionale di Capodimonte, Bonn 1996, Nr. 19; Nicola Spinosa, Gli Arazzi della Battaglia di Pavia, Neapel 1999. Erzherzogin Margarete erteilte ihrem Hofkünstler van Orley zwar den Auftrag für die Kartons, überreicht wurden die Teppiche jedoch von den Generalstaaten als Geschenk an den Kaiser; wie in anderen Fällen auch, war Margarete vor allem vermittelnd und koordinierend tätig; Horn 1989, S. 256; Wolfgang Brassat, Tapisserien und Politik. Funktionen, Kontexte und Rezeption eines repräsentativen Mediums, Berlin 1992, S. 169f., Nr. 6; Georg Kugler/Rotraud Bauer, Die editio princeps für Kaiser Karl V., Brüssel 1548-1554 und weitere Tapisserien Willem de Pannemakers, in: Der Kriegszug Kaiser Karls V. gegen Tunis. Kartons und Tapisserien, hrsg. von Wilfried Seipel,
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deutlich: die Generalstaaten bringen zum Ausdruck, auch nach diesem personellen Wechsel die habsburgische Herrschaft weiterhin anzuerkennen; mit dem Geschenk von Tapisserien verweisen sie aber auch durchaus selbstbewußt auf die große Tradition der burgundischen Hofkultur.49 Die enormen Kosten dieser Gabe zeigten zum einen die finanzielle Leistungsfähigkeit der Länder (dies konnte ihnen allerdings auch zum Nachteil werden, da Karl gerade von Burgund hohe Abgaben erwartete), stellten aber auch einen Einsatz in einem „Spiel" von Gabe und Gegengabe dar, auf den der Kaiser - z. B. mit politischen Freiheiten - reagieren sollte.50 Dieser kurze Überblick über die bildlichen Darstellungen der Schlacht bei Pavia zeigt51, daß die große Zahl von Bildern dieses bedeutenden kaiserlichen Sieges keineswegs mit einer gesteuerten Kunstpolitik und -propaganda Karls V. zu erklären ist. Zu viele verschiedene Künstler haben jeweils nur ein oder zwei Werke geschaffen und zu stark differieren diese in der Darstellungsform. Die Kunstproduktion wurde nicht zentral organisiert, vielmehr müssen wir von einzelnen Auftraggebern oder Verlegern ausgehen, die individuelle Interessen mit einer solchen Darstellung verfolgten. Wie der Vergleich der Pavia-Bilder gezeigt hat, konnte diesen Interessen gegebenenfalls die historische Treue der Ereignisschilderung geopfert werden. Stand bei den Verlegern der druckgraphischen Werke vor allem die Aussicht auf finanziellen Erfolg im Vordergrund, so liegt bei den einzelnen Auftraggebern eine Mischung von persönlichen und politischen Motiven vor. Die Bilder waren Erinnerungsstücke für Teilnehmer der Schlacht, aber auch für andere Personen aus dem Umkreis des habsburgischen Hofes, denen sie die militärische und politische Stärke des Kaisers vor Augen führten. Andererseits demonstrierte man mit dem Besitz oder Geschenk eines Bildes, daß man kaiserlicher Parteigänger war, zum engeren
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Mailand, Wien 2000, S. 53. Birgit Franke, Tapisserien - „portable grandeur" und Medium der Erzählkunst, in: Birgit Franke/Barbara Welzel, Kunst der burgundischen Niederlande, Berlin 1997, S. 121 -140. Marcel Maus, Die Gabe. Form und Funktion des Austauschs in archaischen Gesellschaften, Frankfurt a. M. 1999 (frz. Erstausgabe 1950), S. 15-39. Nicht alle erhaltenen Werke konnten hier behandelt werden; zu den anderen siehe Cerri 1999, S. 76f; Ausstellungskatalog Karl V., Bonn/Wien 2000, S. 182-184; Elke Anna Werner, „Warhafftige abcontrafaktur ..." - Geschichtliche Wirklichkeit und die Authentizität des Bildes. Zu den Darstellungen zeitgenössischer Schlachten unter Maximilian I. und Karl V., Diss. (masch.) Berlin 1997, S. 130-144.
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oder weiteren Umkreis des Hofes gehörte.52 Die Auftraggeber bzw. die Käufer der Bilder definierten ihre politisch-gesellschaftliche Stellung über diese Bilder. Der Kaiser bildete ein Machtzentrum, zu dem man sich auch mittels Kunst in Position setzte. Dieses Phänomen ist historisch insofern von besonderem Interesse, als Kaiser Maximilian I. noch sehr engagiert seine eigenen kunstpolitische Ziele verfolgt hatte. Mit seinen umfangreichen biographischen und genealogischen Werken wie dem Theuerdank, dem Weisskunig, der Ehrenpforte und dem Triumphzug stieß er jedoch an finanzielle und künstlerische Grenzen, so daß er selbst die Fertigstellung der meisten Werke nicht mehr erlebte.53 Sie waren als illustrierte Bücher bzw. Riesenholzschnitte konzipiert, die mit einer Auflage von 200 bis 500 Stück erscheinen sollten und dazu bestimmt waren, als Zeichen der Verbundenheit und der Anerkennung an Mitglieder seiner Hofgesellschaft, an verdiente städtische Bürger oder an ausländische Gäste und Freunde verschenkt zu werden.54 Maximilian hatte sich bewußt für das neue Medium der Druckgraphik entschieden, um seine Bilder in großer Zahl verbreiten und damit auch anschaulich seinen Herrschafts- und Einflußbereich markieren zu können. Eine aktive Kunstpolitik in diesem Sinne ist bei Karl nun nicht mehr festzustellen. Auch im Zusammenhang mit den Tunisteppichen, dieser bis dahin größten Tapisserieserie zum erfolgreichen Tunisfeldzug 1535, wo er konkret als Auftraggeber in Verbindung mit seiner Schwester Maria von Ungarn greifbar ist, wurden lediglich zwei Serien angefertigt, die editio princeps für den Hof in Brüssel, die andere für Madrid.55 Als Kardinal Granvelle 1564 einen Behang mit Motiven verschiedener Teppiche der Serie wünschte, mußte er ihn persönlich bei der Werkstatt Pannemakers bestellen, ebenso Herzog Alba, der sogar selbst
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Ein weiteres typisches Beispiel für die Bedeutung von Geschenken in diesem Zusammenhang ist ein Kristallintaglio von Giovanni Bernardi da Castel Bolognese mit einer Darstellung der Schlacht bei Pavia, den der Bischof von Trient, Kardinal Bernhard von Cles Karl V. schenkte (Ausstellungskatalog Karl V., Bonn, Wien 2000, Nr. 123); weitere Beispiele lassen sich finden, s. A. Cole, Renaissance von Mailand bis Neapel, 1996, S. 34, S. 179. S. Anm. 6. Maximilian hatte die Verteilung der großen Gedechtnus-Werke als Geschenke geplant, konnte dieses Vorhaben aber selbst nur in wenigen Fällen umsetzen, da außer dem Theuerdank und der Ehrenpforte keines der Werke zu seinen Lebzeiten fertig wurde; sein Bruder Ferdinand, der mit der Verwaltung des Nachlasses beauftragt war, nahm dieses Projekt 1526 wieder auf; s. Kaulbach 1994. Horn 1989, Kap.7; Brassat 1992, S. 170, Nr. 7; Kugler/Bauer 2000, S. 53-58.
Die Bilder der Schlacht bei Pavia (1525)
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am Feldzug teilgenommen! hatte.56 Wie die Bilder der Schlacht bei Pavia exemplarisch gezeigt haben, setzte Karl V. die aktive und dem Ideal des humanistisch gesinnten Fürsten entsprechende Kunstpolitik seines Vorgängers nicht fort. Statt seiner übernahm nun die höfische und städtische Funktionselite die Aufgaben, an einen bedeutenden Sieg zu erinnern, die Stärke des Reichs und seiner Teile herauszustellen und machte sich die Kunst für eigene Ziele zunutze, sei es, um die eigene Leistung zu betonen oder aber um am kaiserlichen Machtzentrum teilzuhaben. Es sind diese individuellen Interessen eines weitverzeigten Personenkreises, die wesentlich zur Steigerung der Bildproduktion beigetragen haben.
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Brassat 1992, S. 170.
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Elke Anna Werner
Abb. 1: Anonym, Plan der Schlacht bei Pavia, um 1525, kolorierter Holzschnitt, Maße 2 1 , 5 x 2 9 cm
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Abb. 2: Andrea Vavassore (Valvassore), gen. Guadaguino, Schlacht bei Pavia, Holzschnitt, 28,8 x 40,0 cm, Pavia, Museo Civico
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Elke Anna Werner
Abb. 3: Patinier-Umkreis, Schlacht bei Pavia, 1525-30, Holz, 53 x 98 cm, Brüssel, Musées royaux des Beaux-Arts de Belgique
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Abb. 4: Rupprecht Heller, Schlacht bei Pavia, 1529, Öl auf Holz, 113 x 127 cm, Stockholm, Nationalmuseum, Nr. 605
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Elke Anna Werner
Abb. 5: Michel Coxie (zugeschr.), Schlacht bei Pavia, um 1550, Öl auf Leinwand, 4,70 x 2,25 m, Privatbesitz
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Abb. 6: Jörg Breu, Schlacht bei Pavia, nach 1525, Holzschnitt von zwei Stöcken, 35,1 x 52,5 cm
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Elke Anna Werner
Abb. 7: Anonym (flärn.), Schlacht bei Pavia, nach 1525, Öl auf Holz, 115 x 173 cm, Birmingham Museum of Art, Samuel H. Kress Collection, Birmingham/Alabama
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Abb. 8: Anonym, Schlacht bei Pavia, 1525-30, Öl auf Holz, 95 x 173 cm, Oxford, Ashmolean Museum
STUDIA HISPANICA Editado por Christoph Strosetzki
Vol. 1: Christoph Strosetzki (Hrsg.): Juan Luis Vives. Sein Werk und seine Bedeutung für Spanien und Deutschland-, 1995; 260 S.; ISBN 3-89354-451-8 Vol. 2: Christoph Strosetzki (Hrsg.): Akten des Deutschen Hispanistentages gen 28.2.-3.3.1991; 1993; 376 S.; ISBN 3-89354-452-6
Göttin-
Vol. 3: Christoph Strosetzki, Andre Stoll (Hrsg.): Spanische Bilderwelten. Literatur, Kunst und Film im intermedialen Dialog; 1993; 200 S., 60 s/w Abb.; ISBN 389354-453-4 Vol. 4: Hans-Otto Dill, Gabriele Knauer (eds.): Diálogo y conflicto de culturas. Estudios comparativos de procesos transculturales entre Europa y América Latina, 1993; 218 p.; ISBN 3-89354-454-2 Vol. 5: Monique Dorang: Die Entstehung der razón poética im Werk von María Zambrano, 1995; 220 S.; ISBN 3-89354-455-0 Vol. 6: Jörg Schwenzfeier-Brohm: Oszillierendes Erzählen. Zur Narrativik des spanischen cuento literario nach 1975 vor dem Hintergrund der Entwicklung der Gattung; 1995; 240 S.; ISBN 3-89354 -456-9 Vol. 7: Christoph Strosetzki (Hrsg.): Teatro español del Siglo de Oro. Teoría y práctica, 1998; 384 S.; ISBN 3-89354-457-7 (Vervuert) ISBN 84-95107-04-X (Iberoamericana) Vol. 8: Michaela Peters: Weibsbilder. Weiblichkeitskonzepte in der mexikanischen Erzählliteratur von Rulfo bis Boullosa; 1999; 288 S.; ISBN 3-89354-458-5 Vol. 9: Christoph Strosetzki (Hrsg.): Aspectos históricos y culturales bajo Carlos V. Aspekte der Geschichte und Kultur unter Karl V. , 2000; 452 S.; ISBN 3-9354459-3 (Vervuert) ISBN 84-8489-001-5 (Iberoamericana)
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