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DEPENDENCIA Y DESARROLLO EN AMÉRICA LATINA ensayo de interpretación sociológica por
FERNANDO HENRIQUE CARDOSO y EN/O FALETTO
m s¡gk> veintiuno editores
IN D IC E
PREFA CIO
I
II
INTRODUCCIÓN
A N A L ISIS INTEGRADO D EL D ESARROLLO
1. El análisis tipológico: sociedades tradicionales y modernas, 1J 2. L a concepción (leí cambio social, 14 3. Estructura y p ro c es o : determ in acion es recípro cas ? 17 4. SubdesarroJlo, periferia y dependencia, 22 5. El “subdesarrollo nacional13, 28 6. Los tipos de vinculación de (as economías na cionales al mercado, 34 7. Perspectivas para un análisis integrado del des arrollo, 37 w
la s
s it u a c io n e s
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fu n d a m en ta les
DE “ E X P A N SIÓ N
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HACIA AFU ERA”
1. Control nacional del sistema1 productivo, 42 2. Las economias de enclave, 48 VI
D ESA R R O LLO Y CAM BIO SOCIA L E N E L M O M E N TO DE TRA N SICIÓ N
1. El momento de transición en las sociedades con producción nacionalmente controlada. 57 2. Las economías de enclave en el momento de tran sición, 32 V
NACION ALISM O Y P O P U L IS M O : FU E R Z A S SOCIA L E S Y PO LÍTIC A D ESA R R O L LIST A E N LA F A S E DE
CONSOLIDACION DEL MERCADO IN T E R N O
vnr
In d i g r
1. Populismo y economía de libre empreña, 109 2. Populismo y desarrollo nacional, 11f> ?}. El Estado desarrollista_, 123 VI
LA IN TE R N A C IO N A L IZ A R O N
D EL M ERCA D O !
EL
N UEVO CARÁCTER DE LA D EPEN D EN C IA
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1. Los límites estructurales del proceso de indus trialización “nacional”, 131 2. L a apertura de los mercados internos al control externo, 140 3. Dependencia y desarrollo, 144 C O N C L U SIO N E S
Ifil
P R E F A C IO
Este ensayo fue escrito en Santiago de Chile entre 1966 y 1967, época en que los autores trabajaban en estrecha relación con economistas y planificadores, en un institu to internacional de enseñanza, investigación y asesoría en planificación. En esa época, su propósito era estable cer un diálogo con los economistas y planificadores para destacar la naturaleza social y política de los problemas de desarrollo en A m érica L atin a. N inguna discordia de im portancia hubo en cuanto a los aspectos sociales y políticos del desarrollo económico. L as dificultades apa recieron cuando se intentó m ostrar, de m anera más di recta y específica, cóm o se da esta relación y qué implicaciones surgen del tipo de combinación que se establece entre economía, sociedad y política en m o mentos históricos y situaciones estructurales distintos. E xactam en te en tal dirección se orientó el esfuerzo rea lizado en este ensayo. Es posible que este limitado propósito haya sido so brepasado en uno u otro desarrollo particular del texto. No obstante, siguió vigente el fundam ento de la discu sión del ensayo. Lejos del pensamiento de los autores está el creer que el libro aborda todos los problemas del desarrollo económico y de su relación con los demás procesos sociales. Por otro lado, no se tratan cuestiones históricas im portantes para caracterizar las diferencias en el proceso de transform ación de las sociedades de los diversos países, como por ejemplo, la amplitud y el tipo de esclavitud habida en el pasado, el problema de la existencia de poblaciones indígenas numerosas en mu chos países de la re en sí mismo, un proceso social; aun sus aspectos puram ente económicos trans parentar! la tram a de relaciones sociales subyacentes. Por eso no basta considerar las condiciones y efectos sociales del sistema económico. T a l tipo de análisis ya ha sido intentado, pero no dio respuesta satisfactoria a las inte rrogantes planteadas anteriorm ente. En efecto, a los análisis contenidos en los esquemas económicos de desa rrollo — que presuponen la -viabilidad del paso del subdesarrollo al desarrollo, el cual se reduce, en definitiva, a la creación de un sector dinám ico interno capaz de determ inar a la vez tanto el crecim iento autosustentado como la transferencia de los “centros de decisión”— se sumaron esfuerzos de interpretación sociológica dirigi dos a explicar la transición de las sociedades tradiciona les a las sociedades modernas. 1.
E L A N Á L ISIS
TIP O L Ó G IC O :
SOCIEDADES
TRA DICION ALES Y M ODERNAS
E n esos análisis se propone la formulación de modelos o tipos de formaciones sociales.1 Se sostiene que las sociedades latinoam ericanas pertenecerían a un tipo 1. Esta perspectiva de análisis que hace hincapié en el paso de una sociedad tradicional a una de tipo moderno aparece en relación específica a América L atina en trabajos tales como los de R . Redfield, T h e F o lk C ultu re o f Y u catan, Chicago. University of Chicago Press, 1940, y más tarde con una orientación decididamente sociológica en B. Hoselitz, Sociolvgical Factors in E con om ic D ev elo p m en t, Glencoe, T h e Free Press, 1960, y específicamente sobre América Latina, el mismo autor publicó “Economic. Growth in Latín America”, en C ontribu tion to the
[ni
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A N A LISIS INTEGRADO D EL DESARROLLO
estructural denom inado generalm ente “sociedad tradi cional” y que se está produciendo el paso a otro tipo de sociedad llamada “m oderna” . E n el curso del p ro ceso de cambio social p arecería que antes de consti tuirse la sociedad m oderna se form a un patrón inter medio, híbrido, el cual caracteriza a las sociedades de los países “en desarrollo” . Se invoca entonces la noción de “dualismo estructural” ;2 E n realidad, metodológi cam ente se tra ta de u n a renovación de la vieja dico tom ía “com unidad-sociedad” en su formulación clásica en Tónnies. Es posible criticar este esquema con cierto fundam en to desde dos puntos de vista. P or u n a parte, los con ceptos “tradicional” y “moderno” no son bastantes am plios para ab arcar en form a precisa todas las situaciones sociales existentes, ni permiten distinguir entre ellas los First In tern acion al C on feren ce in E con om ic H istory [Estocolmo, 1960], T he Hague, Mouton & Co., 1960. Entre los autores lati noamericanos fue Gino Germani quien logró posiblemente la m ejor formulación de esta perspectiva; véase, por ejemplo, de este autor, P olítica y sociedad en una ép o ca d e transición, Bue nos Aires, Paidós, 1962. Oportuno es aquí señalar que la influencia de libros como el de T alcott Parsons; T h e S o cial System , Glencoe.^ T he Free Press, 1951, o el de Robert K . Merton, S o cial T h eo ry and S ocial Structure, Glencoe, T h e Free Press, 1949, han desempeñado un papel decisivo en la formulación de ese tipo de análisis del desarrollo. Por otra parte, Daniel Lerner, en T h e Passing of T rad ition al S ociety : M odernizing the M id d le E ast, Glencoe, T h e Free Press, 1958, formuló en términos más generales, es decir, no específicamente orientados hacia el problema del des arrollo, el enfoque del tradicionalismo y del modernismo como análisis de los procesos de cambio social. En otros autores, más bien se han subrayado los aspectos psicosociales del paso del tradicionalismo al modernismo como en Everett Hagen, On the T h eo ry o f S ocial C hange, Homewood, Dorsey Press, 1962, y David M e Clelland, T h e A chicving Society, Princeton, Van Nostrand, 1961. 2. El concepto de dualismo estructural en ese contexto se encuentra, por ejemplo, en Jacques Lambert, L e B résil: strucíure sociale et institutions politiquea, París, 1953, y desde la perspec tiva de un economista, Albcrt O. Hirscbman, T h e Strategy of E con om ic D euelopm en t, Yale, Y alc TJniversity Press, 1958.
AN Á LISIS TIPOLÓGICO
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componentes estructurales que definen el modo de ser de las sociedades analizadas y m uestran las condiciones de su funcionam iento y perm anencia. T am poco se ha alcanzado, por otra parte, un nexo inteligible entre las distintas etapas económicas — por ejemplo, subdesarro11o, desarrollo a través de exportaciones o de sustitución de im portaciones, etc.— y los diferentes tipos de estruc tura social que presuponen las sociedades “ tradiciona les” y las “m odernas” . Ampliando estas consideraciones cabría suponer que de las formas concretas adoptadas por las distintas fases del proceso de desarrollo es posible inferir ciertas ca ra c terísticas de los tipos de sociedad mencionadas. Sin em bargo, con este procedimiento sigue siendo imposible explicar las modos de transición de un tipo de sociedad a otra. E n efecto, el cam bio de las estructuras sociales, lejas de ser sólo un proceso acum ulativo en el cual se agregan nuevas “variables” que se incorporan a la con figuración estructural,3 im plica fundam entalm ente un proceso de relaciones entre los grupos, fuerzas y clases sociales a través del cual algunos de ellos intentan imponer al conjunto de la sociedad la form a de domi nación que Ies es propia* E n términos puram ente económicos, el grado de de sarrollo de un sector productivo puede ser analizado a través de un conjunto de variables y de relaciones entre variables que reflejan el proceso de diferenciación estructural de la econom ía. A partir de ese análisis y principalm ente juzgando por el com portam iento de la ren ta y la estructura del empleo, puede inferirse la form a que adopta la estructura social. Sin embargo, cuando se tra ta de vincular el análisis estrictamente económico con la comprensión del desarrollo político y social, el problema básico por determ inar en demanda de formulación ya no es solam ente el del ca rá cte r de la estructura social de una sociedad dada, sino princi3. Véase, p. cj., Peter Hcintz, Análisis contextúaI d e los países latin oam erican os, Berkdey, edición mimeografiada.
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A N Á LISIS INTEGRADO DEL DESARROLLO
pálm ente el proceso de su form ación, así como la orien tación y tipo de actuación de las fuerzas sociales que presionan por m antenerla o cam biarla, con todas las repercusiones políticas y sociales consiguientes en el equilibrio de los grupos tanto en el plano nacional como en el plano externo. Además, los análisis del modernismo y del tradicio nalismo parecen excesivam ente simplificados cuando se establece una relación unívoca, por un lado, entre de sarrollo y sociedad m oderna y, por otro, entre subdesarrollo y sociedad tradicional. E n efecto, como se indi cará en el ap artad o correspondiente, la relación entre desarrollo y modernización no se verifica necesariam ente si se supone que la dominación en las sociedades más desarrolladas excluye a los “grupos tradicionales” . Por otra parte^ también puede darse el caso de que la so ciedad se modernice en sus pautas de consumo, edu cación, etc., sin que en form a correlativa se logre un desarrollo efectivo, si por ello se entiende una m enor dependencia y un desplazamiento del sistema econó mico de la periferia al centro. 2.
LA CONCEPCIÓN D EL CAM BIO SOCIAL
No sólo conviene señalar las implicaciones, en términos analíticos e interpretativos, de los conceptos sociedad tradicional y sociedad m oderna, sino que también puede ser útil referirse, aunque sea someramente, a la concep ción del proceso histórico que suponen estos conceptos. Casi siempre estuvo presente, como supuesto meto dológico, en los esfuerzos de interpretación, que las pau tas de los sistemas político, social v económ ico de los países de Europa occidental y Estados Unidos anticipan el futuro de las sociedades subdesarrolladas. E l “pro ceso de desarrollo1’ consistiría en llevar a cabo, e in cluso reproducir, las diversas etapas que caracterizaron las transformaciones sociales de aquellos países.4 De ahí 4. Véase, especialmente, W . W. Rostow, T h e S tage o f E co -
LA CONCEPCIÓN D EL CAMBIO SOCIAL
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que las variaciones históricas, es decir, las singularida des de ca d a situación de subdesar rollo, tengan poco valor interpretativo p ara este tipo de sociología. C laro está que no se h a caído en la ingenuidad de adm itir en la historia de A m érica L a tin a desfasamientos con respecto a los países desarrollados en términos tan simples que hagan suponer que aquélla se encuen tra en el siglo x ix 3 por ejem plo, con relación a estos últimos. M ás a m enudo se señala com o característico de los países subdesarrollados encontrarse “atrasados” en ciertos aspectos de la estructura, aunque no en otros. Así, por ejem plo, 1a. sindicación en países com o Brasil y A rgentin a alcanzó expresión nacional y llegó a influir en las decisiones relativas al nivel de los salarios en una fase en que, por com paración con lo que ocurrió en los países de “ desarrollo original” , no era “ normal” que así sucediese. Al propio tiempo, la urbanización acelerada de A m érica L atin a, que precede cronológi cam ente a la industrialización, facilita la difusión de aspiraciones y de formas de com portam iento político que favorecen la participación creciente de las masas en el juego del poder antes de que exista un creci miento económ ico autónom o y basado en el m ercado interno. D ichas consideraciones ponen de relieve que lo que cab ría llam ar reivindicaciones populares respecto al control de las decisiones que afectan al consumo cons tituirían un dato “precoz” en el proceso de desarrollo de A m érica L atin a. Este nivel de participación — sobre todo en los aspec tos sociales— ? supuestamente similar al de los países centrales, h a llevado a pensar que a través del mismo se crearía una especie de puente que tendería a hacer semejantes las pautas sociales y las orientaciones valo rad vas en las sociedades desarrolladas y en las socie-
nom ic G row lh, A N on-C om unist M an ifest, Cambridge, Cam bridge Universitv Press, 1962; W ilbert Moore, E con om y an d Society, Nueva York, Doubleday, 1D55; K err, Dunlop y otros, Jndusirialisrn and In du strial M an.
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A N Á LISIS INTEGRADO DEL DESARROLLO
dades subdesarrolladas. Esto, grosso m odo, constituye lo que se ha dado en llam ar “efecto de demostración” . E n el plano del análisis económico, el “ efecto de demostración” supone que la modernización de la eco nomía se efectúa a través del consumo y que en últim a instancia, por consiguiente, introduce un elemento de alteración en el sistema productivo que puede provocar una desviación respecto a las “etapas” de la industria lización características de los países adelantados. Como las inversiones, cuando se piensa en un desarrollo autó nomo, dependen en gran medida del ahorro interno, la m isma presión m odem izadora del consumo puede constituir un freno al desarrollo, en cuanto favorece las importaciones de bienes de consumo, así com o las de bienes de capital relacionadas con la producción de aquéllos, e induce a invertir en sectores que no son básicos p ara la economía. Por otra parte, el “efecto de demostración” no sólo se ha pensado en términos económicos. Se supone que los mismos factores que favorecen ese proceso presionan para que en los países insuficientemente desarrollados se alteren otros aspectos del com portam iento hum ano — en el campo político y en el cam po social— antes de que se verifique la diferenciación com pleta del sis tem a productivo. De ahí la conveniencia de subrayar que el “efecto de demostración” tiene lugar, por lo menos en el caso de Am érica L a tin a , en determinadas condiciones sociales que lo hacen posible; esto es, que op era en la medida en que existe “presencia de m a sas” , es decir, un mínimo de participación de éstas, principalm ente en el cam po de la política. E l análisis sociológico debe explicar esta posibilidad de modo que fenómenos como el considerado no se tengan sin más como elementos “ causales” del proceso. U n enfoque de este tipo equivale a considerar que el dinamismo de las sociedades subdesarrolladas deriva de factores ex ternos, y que las peculiaridades estructurales y la acción de los grupos e instituciones sociales de los países subdesarrollados son desviaciones [deviant cases).
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E STR U C TU R A Y PROCESO
Consideramos m ás adecuado, por consiguiente, un procedimiento m etodológico que acentúe el análisis de las condiciones específicas de la situación latinoame ricana y el tipo de integración social de las clases y grupos com o condicionantes principales del proceso de desarrollo. E n tal {Jerspectiva, p or ejem plo, el “efecto de de m ostración” se incorporaría al análisis com o elemento explicativo subordinado, pues lo fundam ental sería ca racterizar el m odo de relación entre los grupos sociales en el plano nacional — que, p or supuesto, depende del modo de vinculación al sistema económ ico y a los blo ques políticos internacionales— y las tensiones entre las clases y grupos sociales que pueden producir con secuencias dinámicas en la sociedad subdesarrollada. Así, más que señalar las consecuencias del “efecto de dem ostración” o de o tras variables exógenas, sobre el funcionam iento del sistema económ ico o sobre el com portam iento de los grupos sociales com o “factor de m odernización”, im porta realzar las características histórico-estructurales en que se genera un proceso de semejante naturaleza y que revelan el sentido mismo que puede tener dich a m odernización. 3.
ESTRU CTU RA Y P R O C ESO :
D E T ER M IN A C IO N ES
REC ÍPR O C A S
Para el análisis global del desarrollo no es suficiente, sin em bargo, agregar al conocim iento de los condicio nantes estructurales, la comprensión de los “factores sociales”, entendidos éstos com o nuevas variables de tipo estructural. P a ra adquirir significación, tal análisis requiere un doble esfuerzo de redefinición de perspec tivas: por un lado, considerar en su totalidad las “con diciones históricas particulares” —-económicas y socia les— su b y acen te en los procesos de desarrollo, en el plano nacional y en el plano e x te rn o ; por otro, com prender, en las situaciones estructurales dadas, los obje tivos e intereses que dan sentido, orientan o alientan
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el conflicto entre los grupos y clases y los movimientos sociales que “ponen en m arch a” las sociedades en desa rrollo. Se requiere, por consiguiente, y ello es funda m ental, u na perspectiva que, al poner de manifiesto las m encionadas condiciones concretas — que son de c a rá cte r estructural— y al destacar los móviles de los movimientos sociales — objetivos, valores, ideologías— analice aquéllas y éstos en sus relaciones y d eterm in a ciones recíprocas. Se trata, por consiguiente, de buscar u na perspectiva que p erm ita vincular concretam ente los componentes económicos y los sociales del desarrollo en el análisis de la actu ación de los grupos sociales, no sólo de y u x taponerlos. Ello supone que el análisis sobrepase el aporte de lo que suele llamarse enfoque estructural, reintegrándolo en u na interpretación hecha en términos de “proceso histórico” . T al interpretación no significa acep tar el punto de vista ingenuo que señala la im por tan cia de la secuencia tem poral p a ra la explicación científica -— origen y desarrollo de cad a situación so cial— , sino que el devenir histórico sólo se explica por categorías que atribuyan significación a los hechos y que, en consecuencia, se hallen históricam ente referi das. D e esa m an era se considera al desarrollo com o resultado de la in teracción de grupos v clases sociales que tienen un modo de relación que les es propio y por tanto intereses y valores distintos, cu ya oposición, conciliación o superación d a vida al sistema socioeco nóm ico. L a estructura social y política se va modifi cando en la m edida en que distintas clases y grupos sociales logran im poner sus intereses, su fuerza y su dom inación al conjunto de la sociedad. A través del análisis de los intereses y valores que orientan o que pueden orientar la acción, el proceso de cam bio social deja de presentarse como resultado de factores “naturales” — esto es, independientes de las alternativas históricas— y se empieza a perfilar com o un proceso que en las tensiones entre grupos con inte reses y orientaciones divergentes en cuen tra el filtro por
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el que han de pasar los influjos m eram ente econó micos.-5 P ara lograr un enfoque teórico de esta naturaleza — en el que la tem ática parece alcanzar extensión y complejidad crecientes— es necesario buscar las cate gorías que expresen los distintos momentos y caracte rísticas estructurales del proceso histórico — algunos de naturaleza interna a los países y otros externa-— signi ficativos p ara el desarrollo. D e conform idad con el enfoque hasta ahora reseñado, el problem a teórico fun dam ental lo constituye la determ inación de los modos que adoptan las estructuras de dominación, porque por su intermedio se com prende la dinám ica de las relacio nes de clase. Además, la configuración en un momento determ inado de los aspectos político-institucionales no puede com prenderse sino en función de las estructuras de dominio. E n consecuencia, también es por interme dio de su análisis que se puede cap tar el proceso de transform ación del orden político institucional. Esta elección teórica queda avalada em píricam ente por el hecho de que los cambios históricos significativos del proceso de desarrollo latinoam ericano han sido siempre acom pañados, si no de una m udanza radical en la estructura de dominación, por lo menos por la adop ción de nuevas formas de relaciones, y por consiguiente de conflicto, entre las clases y grupos. Es evidente que la explicación teórica de las estructuras de dominación, en el caso de los países latinoam ericanos, im plica esta blecer las conexiones que se dan entre los determinantes internos y los externos, pero estas vinculaciones, en cual quier hipótesis, no deben entenderse en términos de una relación “causal-analítica” , ni m ucho menos en térmi nos de una determ inación m ecán ica e inm ediata de lo interno por lo externo. Pi'ecis ámente, el concepto de dependencia que más adelante se exam ina pretende otor gar significado a una serie de hechos y situaciones que 5. Para un análisis de este punto de vista, véase F. H. Cardoso, E m presário industrial e desen volvim cn to econ ovú co, Sao Paulo, Difusáo Europeia do Livro, 1964, capítulos 3 y 2.
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A N Á LISIS INTEGRADO DEL DESARROLLO
aparecen conjuntam ente en un m om ento dado y se busca establecer por su intermedio las relaciones que hacen inteligibles las situaciones empíricas en función del modo de conexión entre los componentes estructu rales internos y extem os. Pero lo externo, en esa pers pectiva, se expresa también como un modo particular de relación entre grupos y clases sociales en el ámbito de las naciones subdesarrolladas. P o r eso precisam ente tiene validez cen trar el análisis de la dependencia en su manifestación interna, puesto que el concepto de dependencia se utiliza como un tipo específico de con cepto “causal-significante” — implicaciones determ ina das por un m odo de relación históricam ente dado— y no como concepto m eram ente “m ecánico-causal” , que subraya la determ inación externa, anterior, p ara luego producir “consecuencias” internas. C om o el objetivo de este ensayo es explicar los pro cesos económicos com o procesos sociales, se requiere buscar un punto de intersección teórica donde el poder económico se exprese com o dom inación social, esto es, como p olítica; pues, a través del proceso político, una clase o grupo económ ico in tenta establecer un sistema de relaciones sociales que le perm itan im poner al con junto de la sociedad un modo de producción propio, o p or lo menos intenta establecer alianzas o subordinar al resto de las grupos o clases con el fin de desarrollar una form a económ ica com patible con sus intereses y objetivos. Los modos de relación económ ica, a su vez, delimitan los m arcos en que tiene lugar la acción política. P or consiguiente, los tem as que se perfilan con m a yor vigor son: los condicionantes económicos del m er cado mundial, incluso el equilibrio internacional de poder; la estructura del sistema productivo nacional y su tipo de vinculación con el m ercado extern o ; la configuración histérico-estructural de dichas sociedades, con sus formas de distribución y m antenim iento del poder, y sobre todo los movimientos y procesos políticosociales que presionan h acia el cam bio, con sus respec tivas orientaciones y objetivos. E l análisis directo de
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los principales factores, procesos y movimientos presen tes en la situación de subdesarrollo o en las sociedades en vías de desarrollo, es una ta re a inm ensa y sin límites precisos. Sin em bargo, es posible d eterm inar problemas definidos, que pueden constituir un núcleo de signifi cación fundam ental p a ra com prender las posibilidades del desarrollo, en la m edida en que ciertos tem as, aun de ca rá cte r p articular, expresan el condicionam iento global arrib a m encionado, y p or eso mismo su a cla ra ción a rro ja luz sobre el conjunto de situaciones de sub desarrollo. E l criterio p a ra elegir estos tem as o situa ciones dependerá de los elementos que puedan ofrecer p a ra la form ulación de la perspectiva integrada de análisis antes form ulada. H ay que buscar los puntos de intersección del sistema económ ico con el sistema social a través de los cuales se revelen los nexos y la dinám ica de los distintos aspectos y niveles de la rea lidad q ue afectan a las posibilidades de desarrollo. Esquem áticam ente se puede decir que el problema del control social de la producción y el consumo cons tituye el eje de un análisis sociológico del desarrollo orientado desde esa perspectiva. E n efecto, la interpre tación sociológica de los procesos de transform ación económ ica requiere el análisis de las situaciones en donde la tensión en tre los grupos y clases sociales pone de m anifiesto las bases de sustentación de la estructura económ ica y política. Desde ese ángulo es posible efectuar el análisis de los “m ecanism os de decisión”, actu alm ente tan en boga. L a p roblem ática sociológica del desarrollo, sin em bargo, lejos de reducirse a este enfoque, im plica, com o se dijo, el estudio de las estructuras de dom inación y de las formas de estratificación social que condicionan los mecanismos y los tipos de control y decisión del sistema económ ico en cad a situación social p articular. D entro de la perspectiva general aludida, esa problem ática com prende necesariam ente el análisis de los com p orta mientos políticos que inciden en la relación entre las ciases y grupos sociales que m antienen un patrón dado
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de control y las que se le oponen real o virtualm ente. Asimismo supone la consideración de las orientaciones valorativas que otorgan a la acción sus m arcos de re ferencia. , L a comprensión de tales movimientos y fuerzas cons tituye p arte fundam ental del análisis sociológico del desarrollo, ya que éste im plica siempre alteraciones en el sistema social de dominación y la redefmición de las formas de control y organización de la producción y el consumo. 4.
SU B D E SA R R O LL O , P E R IFE R IA Y D EPEN D EN CIA
Para permitir el paso del análisis económ ico o del a n á lisis sociológico usuales a una interpretación global del desarrollo es necesario estudiar desde el inicio las c o nexiones entre el sistema económ ico y la organización social y política de las sociedades subdesarrolladas, 110 sólo en ellas y entre ellas, sino también en relación con los países desarrollados, pues la especificidad histórica de la situación de subdesarrollo nace precisam ente de la relación entre sociedades “ periféricas” y “centrales” . Es preciso, pues, redefinir la “situación de subdesarro llo” tom ando en consideración su significado histórico particular, poniendo en duda los enfoques que la pre sentan com o un posible “m odelo” de ordenación de variables económ icas y sociales. En ese sentido, hay que distinguir la situación de los países subdesarro!lados con respecto a los que carecen de desarrollo, y diferenciar luego los diversos modos de subdesarrollo según las p ar ticulares relaciones que esos países mantienen con los centros económ ica y políticam ente hegemónic.os. P ara los fines de este ensayo sólo es necesario indicar, en lo que se refiere a la distinción entre los conceptos de subdesarrollo y caren te de desarrollo, que este último alude históricamente a la situación de las economías y pueblos — cad a vez m ás escasos— que no mantienen relaciones de m ercado con los países industrializados. En cuanto al subdesarrollo, una distinción funda
SUBD ESA RRO LLO , PER IFER IA Y D EPEN D EN CIA
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m ental se ofrece desde la perspectiva del proceso his tórico de form ación del sistema productivo m undial; en ciertas situaciones, la vinculación de las economías periféricas al m ercado m undial se verifica en términos “Coloniales” , m ientras que en otras las econom ías peri féricas están encuadradas en “ sociedades nacionales” . A cerca de estas últim as, cab ría añ adir que en determ i nados casos se realizó la form ación de vínculos entre los centros dom inantes m ás desarrollados y los países periféricos cuando y a existía en ellos u na sociedad n a cional, al paso que en otros, algunás colonias se han transform ado en naciones manteniéndose en su situa ción de subdesarrollo. E n todo caso, la situación de subdesarrollo se produjo históricam ente cuando la expansión del capitalismo co m ercial y luego del capitalism o industrial vinculó a un mismo m ercad o econom ías que, adem ás de presentar grados diversos de diferenciación del sistema productivo, pasaron a ocu p ar posiciones distintas en la estructura global del sistema capitalista. D e ahí que entre las eco nomías desarrolladas y las subdesarrolladas no sólo exista u na simple diferencia de etap a o de estado del sistema productivo, sino tam bién de función o posición dentro de u n a m ism a estructura económ ica internacio nal de producción y distribución. Ello supone, por otro lado, u na estructura definida de relaciones de domi nación. Sin em bargo, el concepto de subdesarrollo, tal com o se le em plea com únm ente, se refiere más bien a la estructura de un tipo de sistema económ ico, con p re dominio del sector prim ario, fuerte con centración de la ren ta, p oca diferenciación del sistema productivo y, sobre todo, predom inio del m ercado externo sobre el interno. Eso es m anifiestam ente insuficiente. El reconocim iento de la historicidad de la situación de subdesarrollo requiere algo m ás que señalar las c a racterísticas estructurales de las economías subdesaTrolladas. H ay que analizar, en efecto, cóm o las economías subdesarrolladas se vincularon históricam ente al m ercado
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mundial y la form a en que se constituyeron los grupos sociales internos que lograron definir las relaciones ha cia afu era que el subdesarrollo supone. T al enfoque implica reconocer que en el plano político-social existe algún tipo de dependencia en las situaciones de subde sarrollo, y que esa dependencia empezó históricam ente con la expansión de las economías de los países capi talistas originarios. L a dependencia de la situación de subdesarrollo im plica socialmente u n a form a de dominación que se m a nifiesta por una serie de características en el modo de actuación y en la orientación de los grupos que en el sistema económ ico aparecen com o productores o como consumidores. E sta situación supone en los casos extre mos que las decisiones que afectan a la producción o al consumo de una econom ía d ada se tom an en función de la dinám ica y de los intereses de las economías desarrolladas. L as economías basadas en enclaves colo niales constituyen el ejemplo típico de esa situación. Frente a la argum entación presentada, el esquema de “economías centrales” y “economías periféricas” pudiera parecer más rico de significación social que el esquema de economías desarrolladas y econom ías subdesarrolladas. A él se puede in corp orar de inm ediato la noción de desigualdad de posiciones y de funciones dentro de una misma estructura de producción global. Sin em bargo, no sería suficiente ni correcto proponer la sus titución de los conceptos desarrollo y subdesarrollo por los de econom ía central y econom ía periférica o — como si fuesen una síntesis de ambos— por los de economías autónomas y economías dependientes. D e hecho, son distintas tanto las dimensiones a que estos conceptos se refieren com o su significación teórica. L a noción de dependencia alude directam ente a las condiciones de existencia y funcionam iento del sistema económ ico y del sistema político, mostrando las vinculaciones entre am bos, tanto en lo que se refiere al plano interno de los países com o al externo. L a noción de subdesarrollo caracteriza, a un estado o grado de diferenciación del
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sistema productivo — a pesar de que, com o vimos, ello implique algunas “consecuencias55 sociales— sin acen tu ar las pautas de control de las decisiones de produc ción y consum o, ya sea internam ente (socialismo, cap i talismo, e tc .) o externam ente (colonialismo;, periferia del m ercad o m undial, e t c .) . L a s nociones de “ centro” y “periferia” , por su p a rte , subrayan las funciones que cumplen las econom ías subdesarrolladas en el m ercado mundial, sin d estacar p a ra n ad a los factores políticosociales im plicados en la situación de dependencia. Adem ás, u na sociedad puede sufrir transformaciones profundas en su sistema productivo sin que se constitu yan al mismo tiempo en fo rm a plenam ente autónom a los centros de decisión y los mecanismos sociales que los condicionan. T al es el caso de A rgentina y Brasil al ter m inar el proceso de sustitución de im portaciones e ini ciarse el de la producción de bienes de capital., m om ento que les perm itió alcan zar determ inado grad o de m ad u rez económ ica, incluso en lo que resp ecta a la distri bución del ingreso (com o ocu rrió, hasta cierto punto, en A rg en tin a). P or o tra p arte, en casos límites, una sociedad nacional puede ten er cierta autonom ía de deci siones sin que por ello el sistema productivo y las for mas de distribución de la ren ta le perm itan equipararse a los paises centrales desarrollados ni siquiera a algunos países periféricos en proceso de desarrollo. Se d a esta hipótesis, por ejem plo, cuando un país rom pe los víncu los que lo ligan a un determ inado sistema de dom ina ción sin incorporarse totalm ente a otro (Yugoslavia, China, Argelia, Egipto, C u b a e incluso el M éxico re volucionario) . Como consecuencia de ese planteam iento, cuando se trata de interpretar globalm ente un proceso de desarro llo, es necesario ten er presente que no existe un nexo inmediato entre la diferenciación del sistema económ ico y la form ación de centros autónom os de decisión, y por lo tan to que los análisis deben definir no sólo los grados de diferenciación estructural que las econom ías y las so ciedades de los países que se hallan en la fase de tran
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sición alcanzaron en el proceso de integración al m ercado mundial, sino también el modo m ediante el cual se logró históricam ente esa integración. Sem ejante perspectiva aconseja una gran cautela en la interpretación de cómo se han producido el desarrollo económ ico y la m oder nización de la sociedad en Am érica L atin a. Diversos autores han subrayado el c a rá cte r de “resul tado imprevisto” que el desarrollo asume, en A m érica L atin a. Algunos países, por ejem plo, al proyectar la de fensa de su principal producto de exportación, propu sieron una política de devaluación que tuvo com o con secuencia indirecta, y h asta cierto punto no deliberada, la creación de condiciones favorables al crecim iento in dustrial. Sin em bargo, sería difícil sostener que la dife renciación económ ica así alcan zad a — en función de variaciones coyunturales del m ercado y sin im plicar un proyecto de autonom ía creciente y un cam bio en las relaciones entre las clases— pueda por sí sola alterar en form a sustantiva las relaciones dé dependencia. L a es fera política del com portam iento social influye necesa riam ente en la form a del proceso de desarrollo. Por ello, si se parte de una interpretación global del desarrollo, los argumentos basados en puros estímulos y reacciones de m ercado resultan insuficientes p a ra exp licar la in dustrialización y el progreso económico. P a ra que tales estímulos o mecanismos de defensa de la econom ía subdesarrollada puedan constituir el comienzo de un pro ceso de industrialización que reestructure el sistema eco nómico y social, es necesario que se hayan producido en el mismo m ercado internacional transform aciones o condiciones que favorezcan el desarrollo, pero es deci sivo que el juego político-social en los países en vías de desarrollo contenga en su dinám ica elementos favo rables a la obtención de grados m ás amplios de au tonomía. Debe tenerse en cuenta, como quedó señalado an te riorm ente, que el enfoque propuesto no considera ade cuado, ni aun desde un punto de vista analítico, separar los factores denominados “externos” y los “internos” ;
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al con trarío se propone hallar las características de las sociedades nacionales que. expresan las relaciones con lo externo. Son justam ente las factores político-sociales internos — vinculados, com o es n atu ral, a la dinám ica de los cen tros hegemónicos— los que pueden producir políticas que se aprovechen de las “nuevas condiciones” o de las nuevas oportunidades de crecim iento económico. De igual m odo, las fuerzas internas son las que redefinen el sentido y el alcan ce político-social de la diferencia ción “espontánea” del sistema económico. Es posible, por ejem plo, que los grupos tradicionales de dom ina ción se opongan en un principio a en tregar su poder de control a los nuevos grupos sociales que surgen con el proceso de industrialización, pero también pueden p actar con ellos, alterando así las consecuencias reno vadoras del desarrollo en el plano social y político. Las alianzas de los grupos y fuerzas sociales internas están afectadas a su vez por el tipo e intensidad de los cambios, y éstos dependen en p arte del modo de vincu lación de las economías nacionales al m ercado m undial; la articulación de los grupos económicos nacionales con los grupos y fuerzas externas se produce en form a dis tinta y con consecuencias diferentes antes y después de em pezar un proceso de desarrollo. El sistema interno de alianzas políticas se altera, adem ás, m uchas veces por las alianzas existentes en el plano internacional. T a l perspectiva implica que no se puede discutir con precisión el proceso de desarrollo desde un ángulo pu ram ente económ ico cu and o el objetivo propuesto es com prender la form ación de econom ías nacionales. T a m poco es suficiente, con fines de descripción, el análisis del com portam iento de variables derivadas — dependien tes, por lo tan to, de los factores estructurales y del pro ceso histórico de cam bio— , com o es el caso de las tasas de productividad, ahorro y ren ta, de las funciones de consumo, del empleo, etcétera. P ara que los modelos económicos construidos con v a riables de esta naturaleza puedan tener significación en
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el análisis integrado del desarrollo deben estar referidos a las situaciones globales — sociales y económ icas— que les sirven de base y les prestan sentido. L a interrelación de lo económ ico y lo social se h ace notoria en la situación de “ enclave colonial”, en donde la desi gualdad de la situación política entre la colonia y Ja m etrópoli hace que e! sistema económ ico sea percibido como directam ente ligado al sistema político poniendo así de relieve más claram ente la relación entre ambos. Y , por el contrario, cuando el desarrollo tiene lugar en “ estados nacionales” , la faz económ ica se torna más “ vi sible’’ y los condicionantes políticos y sociales aparecen m ás fluidos; no obstante, estos últimos m antienen una influencia decisiva respecto al aprovecham iento y con tinuación de las oportunidades de desarrollo que o ca sionalmente se manifiestan en el m ercado. P or consiguiente, al considerar la “situación de de pendencia” en el análisis de] desarrollo latinoam ericano, lo que se pretende poner de manifiesto es que el modo de integración de las econom ías nacionales al m ercado internacional supone formas definidas y distintas de Ín ter reí ación de los grupos sociales de cad a país, entre sí y con los grupos externos. A h ora bien, cuando se acepta la perspectiva de que los influjos del m ercado, por sí mismos, no son suficientes p ara exp licar el cam bio ni para garan tizar su continuidad o su dirección, la a ctu a ción de las fuerzas, grupos e instituciones sociales pasa a ser decisiva para el análisis del desarrollo. 5.
ex.
“ su bd esa rro llo
n a c io n a l ”
Se h ace necesario, por lo tanto, definir una perspectiva de interpretación que destaque los vínculos estructura les entre la situación de subdesarrollo y los centros hegemónicos de las economías centrales, pero que no atri buya a estos últimos la determ inación plena de la diná m ica del desarrollo. En efecto, si en las situaciones de dependencia colonial es posible afirm ar con propiedad que la historia y — por ende el cam bio— aparece como
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reflejo de lo que pasa en la m etrópoli, en las situacio nes de dependencia de las “naciones subdesarrolladas” la dinám ica social es más com pleja. E n ese último caso hay desde el comienzo u n a doble vinculación del p ro ceso histórico que crea u n a “situación de ambigüe dad” o sea, una contradicción nueva. Desde el m o mento en que se plantea como objetivo instaurar una nación — com o en el caso de las luchas anticolonialis tas— el cen tro político de la acción de las fuerzas so ciales in ten ta gan ar cierta autonom ía al sobreponerse a la situación del m ercad o ; las 'vinculaciones económicas, sin em bargo, continúan siendo definidas objetivamente en función del m ercado externo y limitan las posibilida des de decisión y acción autónom as. E n eso radica, qui zá, el núcleo de la problem ática sociológica del proceso nacional de desarrollo en A m érica L atin a. L a situación de “subdesarrollo nacional” supone un modo de ser que a la vez depende de vinculaciones de subordinación al exterior y de la reorientación del com portam iento social, político y económ ico en función de “intereses nacionales” ; esto caracteriza a las sociedades nacionales subdesarrolladas no sólo desde el punto de vista económ ico, sino también desde la perspectiva del com portam iento y la estructuración de los grupos socia les. D e ahí que la finalidad del análisis integrado del proceso de desarrollo nacional consista en determ inar las vinculaciones económ icas y político-sociales que tie nen lugar en el ámbito de la nación. Esas articulaciones se dan a través de la acción de los grupos sociales que en su com portam iento real ligan de hecho la esfera eco nóm ica y política. Conviene subrayar que dicha acción se refiere siempre a la nación y a sus vinculaciones de todo orden con el sistema político y económ ico mundial. L a dependencia encuentra así no sólo “expresión” in terna sino también su verdadero ca rá cte r com o modo determ inado de relaciones estructurales: un tipo espe cífico de relación entre las clases y grupos que implica una situación de dominio que conlleva estructuralm ente la vinculación con el exterior. E n esta perspectiva, el
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análisis de la dependencia significa que no se la debe considerar ya com o una “variable extern a” , sino que es dable analizarla a partir de la configuración del sistema de relaciones entre las distintas clases sociales en el ám bito mismo de las naciones dependientes. Para em prender este análisis también debe desecharse la idea de que la acción de las clases y las relaciones entre éstas tengan en los países dependientes un carácter sem ejante al que se dio en los países centrales su fase de desarrollo originario. L a hipótesis m ás generalizada sobre el modo de funcionam iento del sistema político y económ ico en los inicios del proceso de desarrollo en los países centrales supone que el libre juego del m ercado a ctu ab a, p or así decirlo, com o árbitro p ara dirim ir el conflicto de intereses entre los grupos dominantes. De ahí que la racionalidad económ ica, m edida por el lucro, se imponía com o norm a a la sociedad y que el consu mo y la inversión se definían dentro de los límites esta blecidos p or el crecim iento del sistema económ ico. Se suponía, adem ás, que la posibilidad de expansión del sistema se debía a la existencia de un grupo dinámico que controlaba las decisiones en m ateria de inversión y que dom inaba las posiciones de poder necesarias y su ficientes p a ra im prim ir al conjunto de la sociedad una orientación coincidente con sus intereses. L a clase eco nóm ica ascendente poseía, pues, eficiencia y consenso. Con tod a la simplificación inherente a ese esquema, se consideraba que los grupos dirigentes expresaban el interés general y que, en esas condiciones, el m ercado funcionaba adecuadam ente com o m ecanism o regulador de los intereses generales y de los intereses particulares. E n este caso se entendía p or “funcionam iento ad ecu a do” la cap acid ad de servir al crecim iento económ ico, descartando la hipótesis de que existieran otros grupos que presionaran p ara p articip ar en los frutos del “ pro greso” y en el control de las decisiones. Sólo m ucho después de realizado el esfuerzo inicial de industriali zación estuvieron las clases populares en condiciones de hacerse presentes en las sociedades industriales com o
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fuerza política y social participante.6 L o que contribuyó al éxito de las econom ías nacionales en los países de “desarrollo originario” fue el hecho de que éstas se con solidasen sim ultáneam ente con la expansión del m erca do m undial, de m an era que dichos países pasaron a ocupar las principales posiciones en el sistema de do m inación internacional que se establecía. Sin confiar demasiado en el valor del esquema pre sentado p ara caracterizar las condiciones generales del “desarrollo originario” , que es poco preciso y de c a rá c ter muy am plio, es evidente que hay diferencias signi ficativas entre ese esquem a y lo que ocurre en Am érica Latin a. E n efecto, dado que existen relaciones de sub ordinación entre las regiones desarrolladas y las insu ficientemente desarrolladas — o, m ejor dicho, entre las sociedades centrales y las dependientes— , el análisis no puede desconocer esa característica básica, p ara presen ta r com o una desviación lo que realm ente es una m a nera de ser. E n tre los conceptos “desarrollo” y “sistema capitalis ta” se produjo tal confusión que se llegó a suponer que para lograr el desarrollo en los países de la periferia es necesario repetir la fase evolutiva de las economías de los países centrales. Sin em bargo, es evidente q u e el proceso capitalista supuso desde sus comienzos una re lación de las economías centrales en tre ellas y o tra res pecto a las periféricas; m uchas econom ías “ subdesarro lladas” — como es el caso de las latinoam ericanas— se incorporan al sistema capitalista desde los comienzos de la form ación de las colonias y luego de los estados n a cionales y en él p erm anecen a lo largo de todo su trans curso histórico, pero no debe olvidarse que lo hacen com o econom ías periféricas. Los distintos momentos históricos del capitalism o no deben estudiarse, pues, con el afán de en contrar su re
6. Sobre este punto véase Alain Touraine, “Industrialisation et conscience ouvriere á Sao Paulo”, en S o ciolo g ie du T ra v ail3 abril de 1961.
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petición retrasad a en los países de la periferia, sino p a ra saber cóm o se produjo, en ca d a m om ento p articular, la relación entre, periferia y centro. Son varios los aspectos p o r an alizar; uno de ellos se refiere a los caracteres del capitalism o com o sistema económ ico internacional. De o tra m an era, si en el proceso pueden distinguirse m o mentos de predom inio tales com o el capitalismo m er cantil, el capitalism o industrial y el capitalism o finan ciero, no nos corresponde preguntarnos a cu ál de estos mom entos se aproxim an las economías latinoam ericanas en la actu alidad , puesto que de hecho no constituyen econom ías separadas del m ercado capitalista internacio nal, sino que es necesario esclarecer qiié significó en términos de “estructuras de la econom ía55 y “estructura social” la relación de dependencia p ara los países la tinoam ericanos durante estos distintos momentos. L o mismo sucede con los conceptos “capitalismo com peti tivo’ * y “capitalismo monopólico” que se dan como tendencia en las tres etapas señaladas del capitalismo, aunque con m ayor acentuación de uno u otro de los términos en cad a caso. Asimismo corresponde al análisis determ inar la signi ficación de estos conceptos con respecto a los sistemas nacionales dependientes. L o expuesto tam bién tiene connotaciones históricas de cierta im portancia. Los países latinoam ericanos, co m o econom ías dependientes, se ligan en estas distintas fases del proceso capitalista a diferentes países que ac túan com o centro, y cuyas estructuras económ icas inci den significativam ente en el ca rá cte r que ad opta la relación. E l predominio de la vinculación con las m e trópolis peninsulares — E spañ a o Portugal— d urante el período colonial, la dependencia de In g laterra más tarde y de Estados Unidos por último, tiene m u ch a sig nificación. Así, por ejem plo, In glaterra, en el proceso de su expansión com o econom ía, exigía en alguna m e dida el desarrollo de las economías periféricas, depen dientes de ella, puesto que las necesitaba p ara abaste cerse de m aterias primas. R equería, por consiguiente,
EL. “ SU BD ESA RRO LLO NACION AL*’
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que la producción de las economías dependientes lo g ra ra cierto grad o de dinamismo y m odernización; estas mismas econom ías, adem ás, integraban el m ercado com p rad or de sus productos m anufacturados, por lo que también era evidentem ente necesario que se d iera en ellas cierto dinamismo. L a econom ía estadounidense, en cam bio, contaba con recursos naturales y con un m ercado com prador interno que le permitía. inicial* un desarrollo más autónom o en relación con las economías periféricas, es más, en algunos casos Ja ubicaba en situa ción de com petencia con respecto a los países producto res de m aterias primas. L a relación de dependencia ad quiere así una connotación de control del desarrollo de otras econom ías, tan to de la producción de m aterias p ri mas com o de la posible form ación de otros centros eco nómicos. E l papel dinam izador de la econom ía de E sta dos U nidos respecto a las economías latinoam ericanas, en la etap a an terior a la form ación de Jos “conglome rados” actuales, es. p or consiguiente, menos im portante que en el caso anteriorm ente descrito. M etodológicam ente no es lícito suponer — dicho sea con m ayor rigor— que en los países cten desarrollo’* se esté repitiendo la historia de los países desarrollados. En efecto, las condiciones históricas son diferentes: en un caso se estaba creando el m ercado mundial parale lam ente al desarrollo gracias a la acción de la denomi nada a veces bourgeoisie co n q u era n te> y en el otro se intenta el desarrollo cuando ya existen relaciones de m ercado, de índole capitalista, entre ambos grupos de países y cuando el m ercado m undial se presenta di vidido entre el m undo capitalista y el socialista. T a m poco basta considerar las diferencias com o desviaciones respecto de u n patrón general d e desarrollo, pues los factores, las formas de conducta y los procesos sociales y económicos, que a prim era vista constituyen formas desviadas o im perfectas de realización del patrón clá sico de desarrollo, deben considerarse más bien como núcleos del análisis destinado a h acer inteligible el sis tem a económ ico-social.
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A N Á LISIS INTEGRADO D EL DESARROLLO L O S T IP O S D E V INCULA CIÓ N DE L A S ECO N O M IA S N A CIO N A LES A L MERCADO
Debe tenerse en cuenta que, al romperse el “pacto co lonial” , la vinculación entre las economías periféricas y el m ercado internacional asume un c a rá cte r distinto, ya que en esta relación a la condición de “economía periférica” debe agregarse la nueva condición de “ n a ción independiente” . L a ru p tu ra de lo que los historiadores llaman el “pacto colonial” y la prim era expansión del capitalis m o industrial europeo son, pues, los rasgos históricos dominantes en el período de form ación de las “nacio nes nuevas” en el siglo x rx . L a expansión de las eco nomías centrales industrializadas — prim ero la de In glaterra y más tarde la de Estados Unidos— no se realizó en el vacío, puesto que se encontró con sistemas económicos y sociales ya constituidos por efecto de la precedente expansión colonial. A partir del período de la independencia, desde el punto de vista sociológico, la dinám ica de las economías y de las sociedades recién form adas se presenta a la vez com o refleja y como au tócton a en la m edida en que la expansión del centro encuentra situaciones nacionales que hacen posible dis tintos tipos de alianza, de resistencia y de tensión. El tipo de vinculación de las economías nacionales periféricas a !as distintas fases del proceso capitalista, con los diversos modos de dominación que éste supone,* im plica que la integración a la nueva fase se realiza a través de una estructura social y económ ica que, si bien modificada, procede de la situación anterior. Serán dis tintos el modo y las posibilidades de desarrollo de una nación que se vincula al sector exportador internacio nal con un producto de alto consumo, según se verifique en el período del capitalismo predom inantem ente com petitivo o en el período predom inantem ente m onopo lista. D e igual modo serán distintas, com paradas con las “colonias de explotación” , las posibilidades de integra ción nacional y de form ación de un m ercado interno
TIPO S DE VINCULACIÓN
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en aquellos países cuya econom ía colonial se organizó más bien com o “colonias de población5’, es decir, for m adas sobre la explotación (co n tro lad a por productores allí radicados) de productos que requieren m ano de obra abundante. E n estos casos, y en el período poste rior a la independencia, fue m ás fácil la organización de un ap arato político-adm inistrativo interno p ara p ro m over y ejecu tar u na “política n acional” . Adem ás, la propia base física de la econom ía — com o, por ejem plo, el tipo y las posibilidades de ocupación de la tierra o el tipo de riqueza m ineral disponible— influirá sobre la form a y las consecuencias de la vinculación al m er cad o m undial posterior al período de form ación nacional. E n cad a uno de los tipos de vinculación posibles, según esos factores, las dimensiones esenciales que ca ra c terizan la dependencia se reflejarán sobre las condiciones de integración del sistema económ ico y del sistema polí tico. Así, la relación entre las clases, muy especialmente, asume en A m erica L a tin a form as y funciones p or com pleto diferentes a las de los países centrales. E n rápido bosquejo podría decirse que ca d a form a histórica de dependencia produjo un acuerdo determ inado entre las clases, no estático, sino de ca rá c te r dinámico. E l paso de uno a otro modo de dependencia, considerado siempre en u na perspectiva histórica, debió fundarse en un siste m a de relaciones entre clases o grupos generado en la situación anterior. D e este m odo, p or ejem plo, cuando se rom pe la dependencia colonial y se produce el paso a la dependencia de In glaterra, ésta tiene com o sostén social al grupo de productores nacionales, que por el crecim iento de su base económ ica — crecim iento ya dado en la situación colonial— estaban en condiciones de suscitar un nuevo acuerdo entre las distintas fuerzas sociales .gracias al cual estaban llamados a tener, si no el dominio absoluto, p or lo menos una situación pri vilegiada. Al p asar de la hegem onía de In g laterra a la de Estados Unidos en tran en juego nuevos factores que encuentran su origen en la situación anterior. E n efecto, com o entonces, ju n to al crecim iento de los grupos ex
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portadores, se produjo un crecim iento significativo de los sectores urbanos, y esta nueva acom odación debió hallarse presente en la relación con Estados Unidos. L o que se quiere señalar brevemente por ah ora es que si la nueva form a de dependencia tiene explicaciones exteriores a la nación, tam poco es ajena a ella la relación interna entre las clases que la hacen posible y le dan su fisonomía. Fundam entalm ente, la dinám ica que puede adquirir el sistema económ ico dependiente en el ámbito de la nación, está determ inado — dentro de ciertos lí mites— p or la capacidad de los sistemas internos de alianzas p ara proporcionarles cap acid ad de expansión. D e esta m an era se da el caso, paradójico sólo en ap a riencia, de que la presencia de las m asas en los últimos años haya constituido, a causa de su presión por incor porarse al sistema político, en uno de los elementos que ha provocado el dinamismo de la form a económ ica vigente. Admitiendo com o válida esa interpretación se ob tendrá nn m arco de la actividad de las presiones en favor del desarrollo en Am érica L a tin a que m uestra, con respecto a los patrones europeos o norteam ericanos, no u na desviación que debe corregirse, sino un cuadro histórico distinto por su situación periférica. E l “enfren tam iento” que resulta de las presiones a favor de la modernización se produce en la actualidad entre las cla ses populares que intentan im poner su participación, a menudo en alianza con los nuevos grupos económ ica m ente dominantes, y el sistema de alianza vigente entre las clases predominantes en la situación anterior. E n la fase inicial de este proceso los grupos industria les aparecían en alguna m edida en una situación m ar ginal. Sin em bargo, por el hecho de form ar parte de los nuevos sectores urbanos, su papel alcan za cierta im portancia porque de hecho, en este conglom erado, cons tituyen el único grupo que posee u na base económ ica real, aunque ésta no sea decisiva si la referimos a la totalidad del sistema económ ico vigente y a pesar tam bién de su ca rá cte r coyuntural. Por ser el grupo indus
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trial el que p lantea la posibilidad de absorber en form a p roductiva a los sectores urbanos populares, se sitúa en un lugar estratégico que le perm ite establecer términos de alianza o com prom iso con el resto del sistema social vigente y ello explica su im portan cia en el período pos terior a la crisis del sistema agroexportador. 7.
P E R S P E C T IV A S
PARA U N
A N A L IS IS INTEGRADO
D EL D ESA RRO LLO
E n síntesis, reconociendo la especificidad de las distin tas form as de com portam iento, el análisis sociológico tra ta de. exp licar las aparentes “desviaciones55 a través de la determ inación de las características estructura les de las sociedades subdesarrolladas y m ediante un trab ajo de interpretación. N o es exagerad o afirm ar que es necesario un esfuerzo de análisis a fin de redefinir el sentido y las funciones que. en el contexto estructu ral de la situación de subdesarrollo, tienen las clases sociales y las alianzas que ellas establecen p ara sustentar una estru ctu ra de poder y gen erar la dinám ica social y económ ica. L as dos dimensiones del sistema económ ico, en los países en proceso de desarrollo, la in terna y la externa, se expresan en el plano social, donde adoptan u n a es tru ctu ra que se organiza y funciona en términos de una doble con exión : según las presiones y vinculaciones ex ternas y según el condicionam iento de los factores inter nos que inciden sobre la estratificación social. L a com plejidad de la situación de subdesarrollo da lugar a orientaciones valorativas que, au n siendo con tradictorias, coexisten. P arecería que se producen a la vez ciertas situaciones en las cuales la actividad de los grupos sociales corresponde a las pautas de las “socie dades industrializadas de masas15, y otras en las que tie nen preponderancia las norm as sociales típicas de las “situaciones de clase” y h asta de las “situaciones esta mentales” . L a interpretación general aquí sostímida subraya que
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esta ambigüedad es típica de la situación de subdesarro llo y que, por lo tanto, es necesario elab orar conceptos y proponer hipótesis que la expresen y perm itan com prender el subdesarrollo b ajo esa perspectiva fundam en tal. É sta expresa la contradicción entre la nación con cebida com o una unidad social relativam ente autónom a (lo que obliga, por lo tan to, a referirse de m an era cons tante a la situación interna de poder) y el desarrollo com o proceso logrado o que se está logrando, a través de vínculos de nuevo tipo con las economías centrales, pero en cualquier caso, bajo las pautas definidas por los intereses de aquéllas. L a perspectiva en que ñas colocam os pone en tela de juicio precisam ente lo que se acep ta com o necesario en la concepción usual del análisis de las etapas del desarrollo. E n efecto, las transform aciones sociales y eco nóm icas que alteran el equibrio interno y externo de las sociedades subdesarrolladas y dependientes son p ro cesos políticos que, en las condiciones históricas a ctu a les, suponen tensiones que no siempre ni de m odo ne cesario contienen en sí mismas soluciones favorables al desarrollo nacional. T a l resultado no es autom ático y puede no d arse; lo que equivale a afirm ar que el an á lisis del desarrollo social supone siempre la “ posibilidad’5 de estancam iento y de heteronom ía. L a determ inación de las posibilidades con cretas de éxito depende de un a n á lisis que no puede ser sólo estructural, sino que ha de com prender tam bién el proceso en el que actúen las fuerzas sociales en juego, tanto las que tienden a m an tener el statu quo com o aquellas otras que presionan para que se produzca el cam bio social. Exige asimismo la determ inación de las “ orientaciones valorativas” o ideologías que se vinculan a las acciones y a los m o vimientos sociales. C om o estas fuerzas están relaciona das entre ellas y expresan situaciones de m ercado con diversas posibilidades de crecim iento, el análisis sólo se com pleta cuando se logra que el nivel económ ico y el nivel social tengan sus determ inaciones recíprocas per fectam ente delim itadas en los planos interno y externo.
II I. L A S S IT U A C IO N E S F U N D A M E N T A L E S EN E L P E R ÍO D O D E “ E X P A N S IÓ N H A C IA A F U E R A ”
L a perspectiva ad optada en este ensayo requiere anali zar tanto las condiciones com o las posibilidades de des arrollo y de consolidación de los estados nacionales latinoam ericanos según com o los grupos sociales locales lograron establecer su participación en el proceso pro ductivo y consiguieron definir formas de control institu cional capaces de asegurarla. E n términos clásicos, esta problem ática se expresaría diciendo que la creación de los estados nacionales, y el control de las economías locales, implican que las asociaciones de intereses de las clases y grupos económ icam ente orientados establezcan formas de autoridad y poder de tal modo que consti tuyan un “orden legítimo” ; y que en torno de éste se logre el consentimiento y la obediencia de las clases, grupos y comunidades excluidas del núcleo hegemónico form ado por la “asociación de intereses” . L as preceden tes consideraciones suponen que p ara explicar el des arrollo se h ace necesario superar la idea de que las bases m ateriales — el sistema productivo— , que s im e ron de apoyo p ara la obtención de los. fines económicos a que aspiraban los grupos y clases que controlaban la producción, podían asegurar por sí mismas — o por los cambios que las condiciones del m ercado mundial pro vocaron en las bases m antenidas— la transform ación au tom ática del sistema de poder, dando lugar así a la dem ocratización de las estructuras sociales. Se destaca así el hecho de que las formas asumidas por las rela ciones entre el sistema económ ico y el sistema de poder a partir del período de im plantación de los estados na cionales independientes dieron origen a posibilidades dis tintas de desarrollo y autonom ía p a ra los países latino am ericanos, conform e a sus situaciones peculiares. [39]
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“ e x p a n s ió n
h a c ia
a fu era
”
E n este sentido, a fin de com prender las situaciones presentes, de cuya problem ática partim os, se requiere el análisis, por somero que sea, de las situaciones his tóricas que explican cóm o las naciones am ericanas se vinculan al sistema m undial de poder y a la periferia de la econom ía intem acionaL E n líneas generales es posible distinguir tres formas de relación de las áreas coloniales con las metrópolis,1 a p artir del m odo com o se constituyó el “m undo peri férico” dentro del sistema colonial de producción y do m inación: las colonias de población, las colonias de explotación y las reservas territoriales p rácticam ente inexplotadas. E s evidente que la form a que adquirió la incorpora ción del m undo colonial a los centros metropolitanos estuvo condicionada p or la base económ ica de produc ción que en ca d a caso se im plantaba. E n general, la ocupación extensiva de la región, con la consecuente dispersión geográfica, se dio en las colonias agropecua rias; la organización de factorías estuvo presente en las explotaciones de recursos naturales, minerales o fores tales; en cuanto al virtual m antenim iento de áreas in explotadas, esto se d a en función de los intereses estra tégicos metropolitanos y de u n a política de reserva de recursos p ara incorporaciones futuras. Con la ruptura del “ pacto colonial” , esto es, cuando la comercialización de los productos coloniales dejó de hacerse a través de los puertos y aduanas ibéricas pará ligarse directam ente a In glaterra, la form ación de las naciones en A m érica L a tin a se hizo posible a través de grupos sociales locales cuya capacidad p ara estructurar un sistema local de control político y económ ico varió justam ente en función del proceso histórico de su cons titución en el período colonial. E n todos los casos el problem a de la organización nacional consistía: 1. E n m antener b ajo control local el sistema pro1. Dentro de los límites y de los objetivos de este trabajo no es posible ni necesario discutir en forma minuciosa la fase de colonización.
“ E X P A N S IÓ N
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ductivo exp ortad or heredado dei sistema colonial, que constituía el vínculo principal con el exterior y la a c tividad económ ica fundam ental. 2. E n disponer de un sistema de alianzas políticas entre los varios sectores sociales y económicos de las antiguas colonias que perm itiera, al grupo que asegu raba las relaciones con el exterior — con el m ercado internacional y naturalm ente con los estados nacionales de los países centrales— , un mínimo de poder interno para que la nación pudiera adquirir estabilidad y se constituyera com o expresión política de la dominación económ ica del sector productivo-exportador. Gomo es natu ral, el proceso de form ación nacional pudo darse con mayores posibilidades de éxito en el caso de las colonias que se habían organizado com o base agrícola de la econom ía m etropolitana. E n efecto, tales posesiones no sólo fueron organizadas en tom o a productos “coloniales” — azú car, café, cacao , etc.— , indispensables p ara las econom ías centrales, y de los cuales p or razones diversas — clim áticas, tecnológicas, etc.— no les e ra posible autoabastecerse, lo que garan tizaba a las antiguas colonias continuidad del m ercado, sino tam bién porque en ese tipo de colonias se consti tuyó una élite económ ica y política criolla que se apo yaba en el sistema productivo local y e ra más o menos idónea p ara m an ejar un ap arato estatal. L a form ación nacional b asada en las antiguas colo nias “de explotación” — com o en las áreas mineras— o en regiones m arginales a la corriente principal del m er cado colonial tuvo m enores posibilidades de éxito en el siglo x ix. E n m uchos casos la organización política se logró com o consecuencia de las dificultades que España debió en fren tar p ara el nuevo arreglo de fuerzas domi nantes en el escenario m undial. E n algunos otros casos la constitución de unidades políticas se debió a la dis tribución de zonas de influencia entre In glaterra y Es tados U nidos, que se servían de oligarquías locales, sin efectiva expresión económ ica en el m ercado mundial, p ara consolidar nuevas naciones.
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D e todas m aneras los límites nacionales no coincidían con las áreas económ ica y socialm ente “ desarrolladas” de inicios del siglo x i x e integradas al m undo exterior. Antes bien, el proceso de form ación nacional se dio de tal m odo que, aun en el caso de colonias que poseían una econom ía exp o rtad o ra local m ás o menos sólida, ésta dependía p a ra su funcionam iento de sectores eco nóm icam ente m arginales a l m ercad o externo. Dichos sectores, no obstante, se m antenían en relación con el m ercad o externo, ya sea porque constituían la base de la econom ía de consum o interno — m an d ioca, trigo, maíz, etc.— o aseguraban productos esenciales p a ra el funcionam iento de las economías exportadoras — muías, charque, e tc.— o porque se entroncaban en form a com plem entaria al sector exp ortad or, com o en el caso de la econom ía gan adera respecto a los sectores de com er cialización de carn e exportable. L a ru p tu ra del p acto colonial y la form ación de los estados nacionales im plica, p o r lo tan to, un nuevo m o do de ordenación de la econom ía y de la sociedad local en A m érica L atin a. A través de él, los grupos que con trolaban el sector prod uctivo-exp ortador de las econo mías locales tuvieron que asegurar vinculaciones y de finir relaciones político-económ icas nuevas en un doble sentido: reorientando las vinculaciones externas en di rección a los nuevos centros hegemónicos, y constituyen do in ternam ente un sistema de alianzas con oligarquías locales que no estaban directam ente integradas al sis tem a productivo-com ercializador o financiero vuelto “ h acia afu era” . 1.
CO N TR O L NACIONAL D E L S IS T E M A PRO DUCTIVO
E ste proceso no se dio en form a hom ogénea en la his toria de los países latinoam ericanos ni se produjo sin obstáculos. Sin em bargo, las declaraciones de indepen dencia fueron seguidas en todas las unidades políticas de la región p or u n a fase de luchas agudas en tre los varios grupos locales. A través de esas luchas — que
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caracterizan el período denom inado “anárquico” de las historias nacionales— se fueron definiendo las alianzas a que hicimos referencia m ás arrib a y se delinearon los m ercados nacionales, así com o los límites territo riales donde se afirm ó la legitimidad o la eficacia del orden establecido p o r los grupos hegemónicos. C on ese propósito, los grupos que “ forjaron la independendencia” recuperaron sus vinculaciones con el m ercado m un dial y con los demás grupos locales. Se perfila entonces una prim era situación de subdesarrollo y dependencia dentro de los limites nacionales. Prescindiendo del curso con creto de este proceso en los varios países contituidos en el siglo x ix , se podría caracterizar esta situación y las posibilidades de éxito ínsitas en ella en función de los siguientes elementos: a] Desde el punto de vista del conjunto del sistema capitalista m undial -— cuyo cen tro hegemónico consti tuía In glaterra— , se relacionaba con la periferia a tra vés de la necesidad de abastecim iento de m aterias pri mas. L a dinám ica de la expansión industrial inglesa no reposaba necesariam ente en la inversión de capitales productivos en la periferia, sino en asegurar su propio abastecim iento de productos prim arios. P or dicho mo tivo, y co n relación a A m érica Latina* el capitalismo europeo del siglo x r x se caracterizó com o un capitalis mo com ercial y financiero: las inversiones se orientaban principalm ente h acia los sectores que las economías lo cales no estaban en condiciones de desarrollar; expre sión de esta política fue el sistema de transportes. Y aun en este sector, se tradujo en el fm and am iento de empréstitos p ara la realización de obras locales, garan tizados p or el Estad o, m ás que en inversiones directas. El centro hegem ónico controlaba fundam entalm ente la com ercialización de la periferia, aunque no sustituía a la clase económ ica local que heredó de la colonia su base productiva. L a única excepción de im portancia refiérese a la explotación m inera, pero aun en este caso coexistieron las propietarios locales y los inversionistas extranjeros.
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b] D e lo que llevamos dicho se infiere que la rup tu ra del p acto colonial perm itía el fortalecim iento de los grupos productores nacionales, puesto que el nuevo polo hegem ónico no interfería y m ás aún, en ciertos casos, hasta podía estim ular la expansión del sistema productivo local. E ste fortalecim iento dependía de la cap acid ad de los productores locales p a ra organizar un sistema de alianzas con las “oligarquías locales” que hiciese factible el E stado nacional. L a s probabilidades de éxito p ara im poner un orden nacional estuvieron condicionadas tan to p or la “situación de m ercado” re gida por el grupo que con trolaba las exportaciones — monopolio de los puertos, dominio del sector produc tivo fundam ental, e tc.— , com o p or la cap acid ad de algunos sectores de las clases dominantes de consolidar un sistema político de dominio. En este sentido, la o r ganización de u n a adm inistración y de. un ejército n a cional, no local o caudillesco, fue decisiva p a ra estruc tu ra r el ap arato estatal y perm itir la transform ación de un poder de facto en u n a dom inación d e ju r e , procesos que alcanzaron, en épocas diversas, con m ayor o m enor similitud, Portales en Chile, Rosas en A rgentin a y la R eg en cia en Brasil, p ara cita r sólo algunos ejemplos. E l m ayor o m enor éxito de las economías nacionales en esta situación dependía, desde el punto de vista eco nóm ico, d e: 1J disponibilidad de un producto prim ario capaz de asegurar, transform ar y desarrollar el sector exp ortad or heredado de la colon ia; 2] abundante oferta de m ano de o b ra ; y 3] disponibilidad de tierras apropiables. D e estos elementos, los dos últimos constituyen los factores productivos esenciales p ara la form ación di re cta de capitales, puesto que la acción de los em pre sarios sobre ellos les perm itía capitalizar independien tem ente de “las decisiones de ahorro” . Es fácil com prender, en estas circunstancias, que el problem a de la expansión de la econom ía exportadora era a nivel local menos económ ico que político. En efecto, asegurar la apropiación de la tierra y el dominio de la m ano de obra — p or m edio de la esclavitud, de
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la inm igración o, en las antiguas colonias más densa m ente pobladas, oponiendo obstáculos a la integración de la m ayoría de los antiguos colonos al sistema de propiedad— ■, constituían los problemas básicos p ara los grupos locales dom inantes. A fin de lograr el éxito en esta ta re a e ra fundam ental p actar con los grupos de propietarios m arginales al sistema exp ortad or, de tal m odo que asegurasen el orden en los latifundios im pro ductivos o de escasa productividad que constituían sus dominios. Así, no sólo se h acía factible el con trol po lítico nacional que el grupo exp ortad or, d ada la p re caria adm inistración disponible, no h ab ría tenido medios técnicos p ara ejercer de o tra m an era, sino que al mis mo tiempo se im pedía el acceso a la propiedad a los colonos pobres, a los inm igrantes o a ios *‘libertos” en las áreas esclavistas, etcétera. D e este m odo queda puesta de m anifiesto la relación entre el grupo “m oderno” , constituido por los sectores de la econom ía exp ortad o ra, y el grupo “ tradicional” . Si es cierto que los prim eros constituían el sistema n a cional en tom o a sus intereses, no lo es menos que de sus propios objetivos surgía u na alianza con los segun dos. Sin em bargo, las diferencias entre ambos grupos no desaparecen con esta alianza las oligarquías locales lucharon m uchas veces co n tra la hegem onía de los gru pos exportadores p ara asegurarse una m ejor p articipa ción en la distribución de la ren ta.2 Sin em bargo, el perfil de la estru ctu ra nacional de dom inación sólo se com prende cuando se concibe a los grupos de exportado res — plantadores, mineros, com erciantes y banqueros— , ejerciendo un papel vital entre la econom ía central y los “ tradicionales” sectores agropecuarios. Ese sistema q uedaría puesto de manifiesto a través de las funciones del ap arato estatal, donde se h ace evidente el pactos entre los grupos dominantes de cuño m odernizador y los grupos dominantes de cariz tradicional, con lo que 2. Recuérdese la guerra de los Farrapos entre los ganaderos productores de charque del sur de Brasil y el Imperio, así como las luchas entre las provincias y Buenos Aires.
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se evidencia la ambigüedad de las instituciones políticas nacionales. Éstas obedecerán siempre a una doble ins p iración la de los grupos “modernizadores” a que da origen el propio sistema económico exportador y la de los intereses oligárquicos regionales; estos últimos suelen oponerse a que el paternalismo dom inante se transform e en un burocratism o más eficaz. En el plano político, la historia de los países latinoam ericanos tam bién encierra contradicciones entre ambos sectores do minantes. Estas contradicciones se acentúan en la me dida en que, ya entrado el siglo x x , el éxito del modelo exportador de integración a la econom ía mundial per mitió que en algunos países se sumasen a la economía nacional nuevos sectores, como el urbano-industrial, el com ercial urbano y el de servicios. Desde entonces, las clases medias empezaron a propiciar reform as en el orden político, actitud que perm itía la eclosión de las divergencias entre los grupos dominantes.3 E n términos generales, la situación descrita implica condiciones bien definidas de integración del sistema político y el sistema económ ico, cuyos principales rasgos son los siguientes: a] E l control del proceso productivo se d a en el ám bito de la nación periférica en un doble sentido: i] co m o los estímulos del m ercado internacional dependen de las “políticas nacionales” en cuanto a los produc tos de exportación, las decisiones de inversión “ pasan” por un mom ento de deliberaciones internas de las que resulta la expansión o la retracción de la producción; ii] ello significa que el capital encuentra su punto de p artida y su punto final en el sistema económ ico inter no.4 Esa segunda condición de control, relacionada con 3. Esas divergencias, lejos de constituirse en oposiciones fun damentales, se atenúan cuando en el juego político surgen los llamados “sectores populares”, que virtualmente podrían ame nazar el orden establecido. 4. Como antes se explicó, ese tipo de producción se basaba en la formación directa de capital, única circunstancia en que era posible desarrollar una economía controlada nacionalmente.
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la prim era (p olítica de inversiones) es fundam ental p a ra obtener u na relativa autonom ía de decisiones de producción, porque representa la posibilidad de existen cia real de grupos em presariales locales. b] Sin em bargo, la com ercialización de los productos de exp ortación depende de condiciones (precios, cuo tas, e tc.) impuestas en el m ercad o internacional por quienes lo controlan a p artir de las economías centrales. c] L a viabilidad de la integración económ ica de las economías locales al m ercad o m undial com o econo mías dependientes, pero en desarrollo, se relaciona es trecham ente con la cap acid ad del grupo p rod uctor criollo para reorien tar sus vínculos políticos y económicos en el plano extern o y en el plano interno, i] E n el plano ex terno las condiciones de negociación son determ inadas por el sector financiero y com ercial de las economías centrales y sus agentes locales, lo que supone la reorien tación del ap arato com ercializador de las economías locales de tal m odo que liquiden los "intereses colonia lesn en beneficio de los nuevos núcleos dinámicos del capitalism o que em erge, con la consiguiente alteración de las alianzas políticas internacionales, ii] E n el plano interno se establece básicam ente el “orden n acion al" y se crea un Estado a través de luchas y alianzas con las oligarquías excluidas del sector exp ortad or, o que desem peñaban en éi un papel secundario. Se form a así una alianza entre lo que sociológicam ente se podría llam ar la “plantación” o la hacien d a m oderna, con su expresión urbana y sus grupos com erciales y financieros, y la “h a cienda” tradicional. Fu eron ésas las dos form as básicas de la estructura social, que durante el período com pren dido en tre el fin de la “an arq u ía” (1 8 5 0 ) y la crisis del modelo de crecim iento h acia afu era ( 1 9 3 0 ) , constituyen los pilares de la organización social y política de los países incorporados al m ercad o m undial a través del control nacional de las m ercancías de explotación. Véase Celso Furtado, D ev elo p m en i a n d S tagn ation in L atín A m erica: A Structu ral A p p roa ch , New Havcn, Conn., Y alc University, 1965.
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LA S EC O N O M ÍA S DE EN C LA V E
Los grupos económicos locales no siempre pudieron m an tener su control o su predom inio sobre el sector pro ductivo. E n efecto, en determ inadas circunstancias, la econom ía de los países latinoam ericanos también se in corporó al m ercado m undial a través de la producción obtenida por núcleos de actividades prim arias controla dos en form a d irecta desde fuera. E sa situación se p ro dujo en condiciones distintas y con efectos sociales y económicos diversos según el grado de diferenciación y de expansión lograda inicialm ente por las economías n a cionales. Parece que el caso más general de form ación de • enclaves en las econom ías latinoam ericanas expresa un proceso en el cual los sectores económ icos controlados nacionalm ente, por su incapacidad p a ra reaccionar y com petir en la producción de m ercancías que exigían condiciones técnicas, sistemas de com ercialización y c a pitales de gran im portancia fueron paulatinam ente des plazados. E n un polo opuesto, sin em bargo, se dieron situa ciones en las cuales el proceso de form ación de encla ves estuvo directam ente en función de la expansión de las economías cen trales; así ocurrió en países donde los grujios económ icos locales sólo habían conseguido organizar u na producción in corp orad a apenas m arginal m ente al m ercado m undial, com o íu e el caso de las n a ciones continentales del Caribe. E n los dos casos, sin em bargo, el desarrollo económ ico basado en enclaves pasa a exp resar el dinamismo de las economías centrales y el ca rá cte r que el capitalism o asu m e en ellas con independencia de la iniciativa de los grupos locales. T am b ién en ambos casos, aunque en distinta form a, los enclaves productores llegaron a orde n ar el sistema económ ico nacional y a imprimirle c a ra c terísticas comunes. E n efecto, a p artir del m om ento en que el sistema productor local ya no puede, cre ce r inde pendientem ente de la incorporación de técnicas y capi-
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tales extem o s,5 o de su subordinación a sistemas in ter nacionales de com ercialización, el dinamismo de los p ro ductores locales com ienza a ca re ce r de significación en el desarrollo de la econ om ía nacional. E n esas condicio nes, los productores locales pierden en gran parte la posibilidad de organizar dentro de sus fronteras un sis tem a autónom o de au toridad y de distribución de recu r sos. C om o ya vimos, tal situación se produjo en form a más agu da cu an d o en el sistema capitalista m undial se reorientaron las form as de relación entre la periferia y el cen tro. E ntonces el control financiero y com ercial que h asta fines del siglo x i x caracterizab a al capitalism o europeo fue sustituido por form as de acción económ ica que orientaban las inversiones h acia el control de los sectores de p rod ucción del m undo periférico considera dos im portantes, real o potencialm ente, p a ra las econo mías centrales. T am b ién en esta fase, la relativa au tonom ía del nuevo cen tro hegem ónico m undial — la econom ía n orteam erican a— con respecto a m uchos p ro ductos prim arios y su em puje inversionista, lim itaron la expansión de las econom ías latinoam ericanas ligadas al co m ercio m undial por interm edio del m ercado n or team erican o m ás de lo que había ocurrido con las eco nomías vinculadas al sistema im portad or europeo. E conóm icam en te, la incorporación al m ercado m un dial del sistema exp ortad or de estos países a través del impulso dinám ico de enclaves externos supuso, en la econom ía local, la form ación de un “sector m oderno” que era u n a especie de prolongación tecnológica y financiera de las econom ías centrales. E n la m edida en que las econom ías locales tendieron a organizarse en to m o a este tipo de sistema productivo, presentaron en grado elevado características que hacían compatible un relativo éxito del sistema exp o rtad o r con u n a gran
5. Recuérdese que la base de la expansión nacional basaba sus posibilidades en la producción directa de capitales mediante el aprovechamiento de la tierra y la fuerza de trabajo dispo nibles.
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especialización de la econom ía y fuertes salidas de exce dentes. E n estos casos, el éxito del crecim iento h acia afu era no siem pre logró cre a r un m ercado interno, pues llevó a la con centración de ingresos en el sector de enclave. E n estas situaciones de enclave cab e distinguir dos subtipos: el enclave m inero y las plantaciones. L a dife rencia entre ellos rad ica en que las técnicas y las con diciones de producción de ambos tienen consecuencias distintas por lo que a la utilización de m an o de obra se refiere, a la productividad alcan zad a y al grad o de concentración de cap ital requerido. Así com o en el en clave tipo plantación se em plea m u ch a m an o de obra y puede darse p oca con centración de cap ital, en los enclaves m ineros es reducido el nivel de ocupación y elevada la con centración de cap ital, aunque, en ambos casos, el enclave presenta cie rta tendencia a un bajo nivel de distribución del ingreso desde el punto de vista de la econom ía nacional. E n el enclave m inero hay ex pansión de la producción, pero existe u n a tendencia favorable a p ag ar salarios diferenciados en beneficio del sector obrero especializado, sin a fe cta r al sector de la econom ía orientada h acia el m ercad o interno. E n el en clave agrícola, en cam bio, la expansión y la m oderniza ción de la econom ía lleva a o cu p ar las tierras disponibles -— afectando la econom ía de subsistencia y h asta la p ro ducción p ara el m ercad o interno— sin que existan p re siones acen tu ad as en d em an da de un elevam iento de los salarios, pues en este caso se n ecesitará m ás m ano de obra no calificada, la que siempre suele ser abundante. D e ahí que las consecuencias políticas y sociales de las dos situaciones estén condicionadas de m an era diferente. Desde el punto de vista del sistema social y político, el desarrollo a través del enclave económ ico tiene co n secuencias distintas de las que se daban en el m odelo de desarrollo basado en el control nacional del sistema productor. L as alianzas entre los grupos y clases que lo hicieron posible expresan asimismo las características que este tipo de desarrollo acen tú a en la estru ctu ra local
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de dom inación y en sus vinculaciones con el exterior. En este sentido es preciso distinguir inicialmente las dos situaciones polares en que se dio el proceso de en clave de las economías latinoam ericanas que siguieron este m odelo: por un lado, la existencia previa de un grupo exportador nacional que perdió el control del sec tor y se incorporó al m ercado mundial a través del enclave; por el otro, el caso en que prácticam en te el desarrollo de la producción p ara la exportación en gran escala fue resultado directo de la form ación de enclaves. En esta últim a situación, los enclaves coexisten con sectores económicos locales de reducida gravitación en el m ercado, controlados p or oligarquías “tradicionales” , que carecían de im portancia com o productores cap ita listas. E n ambos casos, los problemas que se presentaban desde el punto de vista nacional eran, como en la situa ción antes descrita, el de la definición de las bases y condiciones de continuidad en la estructura local de dominación y el de la determ inación de los límites de participación de los grupos que la constituían en el sistema productivo de nuevo tipo que representaban los enclaves. De. igual m odo, tam bién en cualquiera de los dos casos, las alianzas políticas requeridas tenían doble vinculación con el sector externo, representado por las com pañías inversoras; con el sector interno en la medida en que algún grupo, por sí solo o aliado con otros, lograba constituir un sistema de poder y dom ina ción lo bastante fuerte y estable p ara p a cta r con el sector externo las condiciones en las cuales se acep taría nacio nalm ente la explotación económ ica de los enclaves. En la determ inación de esas condiciones, las posibilidades de autonom ía relativa de los sectores internos frente a los sectores externos difieren en las dos variantes típicas de form ación de los enclaves a las que se hizo referencia más arriba. L a existencia previa de una econom ía exportadora local de im portancia perm itía a los grupos dirigentes nacionales una táctica de repliegue hacia algunos secto res productivos y una política m ás agresiva en las con
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cesiones (impuestos, reinversión obligatoria de las ganan cias, e tc .), todo esto en m edida históricam ente variable según las condiciones del m ercado y el grad o de cohe sión política interna logrado p or las clases dominantes locales. E n el otro caso, la debilidad de las “oligarquías tradicionales” las d ejaba más desam paradas frente a los “sectores externos”, transform ándolas m uchas veces en grupos patrim onial m ente ligados a la econom ía de en clave en la m edida en que la propia dirección de la ad ministración nacional pasaba a depender de la ren ta ge nerada por el sector económ ico controlado externam ente. C uando los grupos dominantes nacionales pudieron m antener, por lo menos en p arte, el control del proceso productivo, y dentro del propio sistema establecieron formas de alianza o enfrentam iento con los sectores ex ternos, el desarrollo histórico asumió características en las cuales los condicionantes de la prim era situación aquí descrita — desarrollo h acia afu era con control nacional del sistema productivo— , tuvieron expresiones distintas. Los grujios comerciales y financieros nacionales en este caso, parecerían asum ir un papel m ás acentuado en cuanto sirviesen de enlace con el sector externo, ya que los agropecuarios y mineros habrían perdido significa ción en la m edida en que su acción económ ica se limi taba a satisfacer la dem anda del m ercado interno. Por otra parte, con frecuencia fue posible orientar Ja activi dad de los sectores de las clases dominantes h acia el ejercicio de funciones m ás políticas y administrativas que económicas, pues el sistema de alianzas de los grupos y clases a que ya se hizo referencia fortaleció a menudo las funciones reguladoras del Estad o, creándose así una im portante burocracia m antenida gracias a los impuestos cobrados al sector enclave. E n los casos de m ayor éxito del modelo de exportación h acia afuera a través de en claves, alrededor de la b urocracia pública se fue for m ando una clase m edia de tipo burocrático que, junto con las oportunidades de empleo creadas por los sectores im portador y financiero, constituía el germ en de las clases medias “ tradicionales” -—esto es, no surgidas de
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la expansión del sector industrial m oderno— en aquellos países latinoam ericanos que se desarrollaron según este tipo de patrones. E n los países que carecieron de u n a clase productora con posibilidades o capacidades que le perm itieran redefinir su posición en la estructura p roductiva requerida p or los enclaves, los grupos dom inantes locales, como hemos visto, se lim itaron a un papel secundario en el sistema productivo. E n ese caso, los trazos descritos más arriba se diluyen de tal modo que el perfil de la estruc tu ra social ap arece constituido sólo por u na m asa de asalariados — m enor o m ayor según sean las economías m ineras o agrarias— y p or u n a reducida oligarquía que logra con trolar el ap arato b urocrático y m ilitar, junto a un sistema de latifundio im productivo, a su vez con trolado indirectam ente por la m isma oligarquía y direc tam ente p or “caciques” locales. Puede decirse, en síntesis, que en las economías inte gradas al m ercad o m undial a través de enclaves, abs tracción h ech a de la perm anencia de grupos económicos nacionales de cierto relieve, los sistemas económ ico y político se interrelacionan de la siguiente m a n e ra : a] la producción es u n a prolongación d irecta de la econom ía central en un doble sentido: puesto que el control de las decisiones de inversión depende directa m ente del exterior, y porque los beneficios generados p or el capital (impuestos y salarios) apenas “ pasan” en su flujo de circulación p or la nación dependiente, yen do a in crem entar la m asa de capital disponible para inversiones de la econom ía central. b] no existen realm ente conexiones con la econom ía local — con el sector de subsistencia o con el sector agrícola vinculado al m ercado interno— , pero sí con la sociedad dependiente, a través de canales com o el sistema de poder, porque ella define las condiciones de la concesión. el desde el punto de vista del m ercado m undial, las relaciones económ icas se establecen en el ámbito de los m ercados centrales.
IV . D E S A R R O L L O Y C A M B IO S O C IA L E N E L M O M E N T O D E T R A N S IC IÓ N
L as econom ías latin oam erican as que se. integraron al m ercado m undial, p or interm edio de u na u o tra de las dos m odalidades básicas aquí reseñadas consiguieron c re c e r gracias al impulso d inám ico de la d em an d a e x terna y, en cierta m edida, lograron diversificarse. Asimis mo, la estru ctu ra de esas sociedades se diferenció con ritm o lento aunque continuo. N uevos grupos sociales se fueron constituyendo al lado de los que se vincularon m ás d irectam en te a la econ om ía exp o rtad o ra, añadien do, de esa form a, aspectos nuevos al en frentam iento de intereses económ icos y políticos. E n efecto, com o se vio en los capítulos anteriores, se ría apresurado suponer que d u ran te el siglo x i x , cuando se consolida el m odelo de desarrollo basado en la e x p ortación de productos prim arios, sólo hubo predom i nio de los sectores a g ra rio , m inero o gan adero. N o sólo la posibilidad de form ación de las econom ías e x portad oras im plicó tam bién la creación de sectores fi nancieros y m ercantiles im portantes, sino que incluso propició — en m ayor o m en o r grad o según los distintos países— la aparición en sus inicios de u n a econom ía urbano-industrial. D e esta suerte los m ovim ientos socia les, las orientaciones y las alianzas políticas q ue h acían viable el sistema exp o rtad o r desde el siglo x ix , exp resa ban las estrategias de diversos grupos vinculados en fonnas variables al proceso p rod uctivo: com o latifun distas, capitalistas agrarios, explotadores de m inas, co m erciantes, banqueros, etc. P a ra la com prensión de los cam bios ocurridos en el período que aquí llam am os “ de transición” parece evidente que tuvieron la significación estratégica de las distintas form as y relaciones en tre esos grupos en cad a país. E n efecto, por “período de tra n -
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alción” se en ten derá el proceso histórico-estructural en virtud del cu al la diferenciación de la m ism a econom ía exp o rtad o ra creó las bases p a ra que en la dinám ica so cial y política em pezaran a h acerse presentes, adem ás de los sectores sociales que hicieron posible el sistema exp ortad or, tam bién los sectores sociales im precisamen te llam ados “medios” . El surgim iento de éstos y las for m as peculiares que adquieren — gérm enes de u na inci piente burguesía industrial con los correspondientes grupos profesionales de base técn ica, b u rocracia civil y m ilitar, cap as de em pleados, etc.— dependerá com o es obvio de las form as peculiares p or las que se orga nizó el sistema exp o rtad o r y variarán históricam ente en ca d a país de la región. Ello no obstante, en general es posible ap reciar que durante las tres prim eras d éca das del siglo x x adquieren gravitación — desigual p a ra ca d a m odalidad de estru ctu ra socioeconóm ica— nue vos grupos sociales. E n este sentido, la hipótesis que en este trabajo se expone al respecto postula que los patrones de integra ción social y los tipos de m ovim ientos sociales, por inter medio de los cuales se fue diferenciando la vida política y el perfil de las sociedades latinoam ericanas, asumie ron connotaciones distintas conform e se tratase de paí ses en los que fue posible m an ten er el control nacional del sistema exp ortad or o, por el co n trario , fin aquellos donde la econom ía de enclave prevaleció en la fase de crecim iento h acia afuera. P or o tro lado, la reacción al sistema que suprnie e! enclave p or p arte de los grupos locales que controlaban la econom ía perm itió, en ciertos países, una política de repliegue que trata b a de m an ten er el control de p arte del sistema productivo y, a la vez, de avance político en el sentido de que p or interm edio de la misma b ur guesía m ercantil-fin anciera o rural se alcanzó el acuerdo básico con los sectores del enclave. E n otros países la debilidad m ism a del sistema exp o rtad o r expuesto a la pre sión de los grupos inversores internacionales no perm i tió, sino en form a muy débil, la referid a política de
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repliegue y acom odación. D e actores del proceso pro ductivo pasaron a gestores de las empresas extranjeras, limitándose así el alcan ce económ ico del sector nacional al control regional de la producción agrícola o m inera destinada al m ercado interno. Esas distintas características influyeron a su vez sobre las posibilidades y la form a com o los países de A m érica L a tin a trataro n inicialm ente de organizar su economía añadiendo al impulso dinám ico externo los estímulos del m ercad o interno. Y , p or supuesto, la din ám ica de los grupos sociales expresa y h ace posible esos distintos patrones. Los aspectos com unes de cualquier situación de sub desarrollo y dependencia están presentes, com o es obvio, tanto en las econom ías cuyo sistema productivo pudo ser controlado dentro de los m arcos nacionales com o en las economías de enclaves con sus matices^ y forman el trasfondo de la “situación periférica” . E n ese sentido, no hay que restar im portan cia al hecho de que la crisis del m odelo de crecim iento h acia afuera en sus aspectos económ icos se generó en el exterior p rovocad a por la disminución del impulso dinám ico de la dem anda ex tern a, ocasionada p or las crisis y reorientaciones del com ercio m u n d ial D e igual modo, los estímulos para la producción interna de los productos antes proceden tes del exterior se acen tú an por los mismos factores y por las guerras mundiales, com o lo han señalado con insistencia análisis económicos suficientem ente conocidos sobre las condiciones de industrialización en A m érica L atin a. Sin em bargo, la interpretación que aquí se propone destaca — sin negar, naturalm ente, la im portancia de la crisis económ ica m undial p a ra la econom ía latino am erican a— que políticam ente el sistema de dom ina ción “oligárquica” empezó a deteriorarse antes de la crisis económ ica m undial v que la form a como se m a nifestó la reorganización del sistema político-social varió en función de dos órdenes distintas de determinaciones sociales y políticas:
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1] L a s diversas posibilidades de superación de la cri sis político-social que se presentaron, respectivam ente, en las sociedades estructuradas a p artir de un ordena miento económ ico-social de tipo enclave* o por el con trario, en función de un ordenam iento en el cual la burguesía finan ciera-agroexp ortad ora local tenía el con trol del sistema productivo. 2] E n cad a u n a de esas dos situaciones básicas, a su vez, la diferenciación interna del sistema productivo y el fraccionam iento de los grupos sociales, en c a d a país de A m érica L a tin a, abría perspectivas diferentes para la form ación — todavía dentro de los cauces generales del sistema exp ortad or— de nuevas alianzas entre los grupos sociales. E l éxito y las posibilidades variables de esas alianzas explican el m ayor o m enor grado de per sistencia del “orden constituido” exp ortad or, o p o r el con trario, indica el m om ento y las form as de la transi ción del “sistema exp ortad or” h acia las sociedades en las cuales los grupos vinculados al m ercad o interno, com o la burguesía u rb ana y las “ clases medias” , em pe zaron a adquirir im portan cia creciente. Corresponde presentar aquí, p or lo tanto, las líneas generales que hacen inteligibles las transform aciones so ciales que expresan la crisis del sistema oligárquico-exp ortad or, con el doble propósito de señalar en qué form a se configuraron las nuevas alianzas políticas y cóm o se relacionaron, sin confundirse, la crisis político-social in terna del sistema de poder y la crisis de la econom ía mundial. 1.
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EN
I.A S
SOCIEDA DES
CON PRODUCCION- N A C IO N A L M EN T E CONTROLADA
L a existencia de un sector “burgués” im portante en las sociedades cu ya econom ía se organizó sobre la base de un con trol nacional del sistema productivo exportador, constituye su rasgo distintivo. En efecto, com o señala mos, en ese tipo de sociedad la alianza hegem ónica que aseguró la form ación del E stad o nacional — y logró
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asegurar no sólo un sistema productivo com o un orden social legitimado— , se ba*ó en el dinamismo de un sec tor capitalista que organizó la producción, p arte de la com ercialización y, en ciertos países, el financiam iento interno de la econom ía. C ierto es que p a ra alcan zar a establecer un orden nacional, el sector capitalista tuvo que apoyarse en un com plejo sistema de alianzas con latifundistas de b aja productividad y con estamentos burocrático-m ilitares, sin olvidar que la condición que h acía posible su hegem onía se fundaba en la vinculación que pudo establecer con el exterior. L o que sí debe sub rayarse es que en ese tipo de países se constituyó una burguesía de expresión n acion al.1 L a existencia de ese sector em presario capitalista y sus formas de diferenciación — junto con los p articu lares sistemas de alianzas establecidas con las fuerzas políticas que representaban la estructura de la hacien da— es precisam ente lo que d ará origen a posibilidades estructurales distintas en la fase de transición. L a crisis de. ese sistema político, p recipitada p or la presión de los nuevas grupos sociales creados por el dinamismo del mismo sistema exp ortad or, varió de acu er do con la intensidad y form a en que actu aron conjunta m ente dos procesos: las modalidades particulares de do m inación que se consolidaron p ara d ar paso al sistema exp ortad or y la diferenciación del sistema productivo nacional, en función de la cual se fue form ando lenta1. El concepto de burguesía, en este contexto, adquiere un significado históricamente distinto del que correspondió a la burguesía europea; entre otras razones, porque el papel de la ciu dad, como base del poder político, y como centro de la actividad económica, no fue idéntico en las dos situaciones. Aquí empicamos este concepto con el propósito de destacar el carácter de “productores capitalistas” o de “empresarios capitalis tas” -—en su mayor parte vinculados al área rural— , en opo sición al concepto de “señores agrarios” , de “grupos feudales” o de “oligarquía terrateniente”. Esta última, como hemos visto, desempeñó un papel importante en estos países, pero subordi nado siempre a los sectores empresarios capitalistas; aunque cabe reconocer que los conceptos de señorío o feudalismo son asimismo harto inadecuados para caracterizarlos.
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m ente u n a econom ía urbano-industrial y se desarrollaron sectores nuevos y paralelos en la propia econom ía expor tadora D e esta m an era pueden advertirse p or lo menos dos situaciones concretas respecto al proceso de dominación logrado en esos países: 1] E n ciertos casas — o períodos— uno de los sectores “ com ercial-exportadores” constituyó el sistema financiero, acap aró las condiciones necesarias p a ra monopolizar las relaciones externas (con trol de las aduanas o posición es tratégica en relación al m ercado e x te rn o ), y pudo así im poner su predominio, no sólo a toda la nación, sino muy especialm ente a los demás grupos productivos. En esa circunstancia, se dieron las condiciones m ás favorables para que la dominación interna ap areciera como expre siva de u na situación de clase, donde el sector dominante del sistema exp ortad or se constituye en burguesía e im pone al resto de la cap a dom inante su orden peculiar, poniendo así de manifiesto la existencia de una “unidad de clase” , bajo la cual m antiene — aunque sin eliminar sus contradicciones—■ los intereses de los restantes grupos que aparecen integrando la “clase dom inante” : las b ur guesías de expresión regional, los grupos de latifundistas, los sectores burocráticos a ellos vinculados, etc., com o por ejem plo evidencia el predominio de la burguesía bo naerense en Argentina. 2] E n otros casos no h a logrado llevarse a cabo tal “unidad de clase” , indispensable p a ra que el sector pre dom inante pudiese presentarse com o representante indiscutido de un mismo sistema de dominación. E n esa si tuación, la confederación de oligarquías expresa la forma usual de dom inio: la falta de un sector claram ente hegem ónico dentro de la clase dom inante, conduce a un pacto tácito entre distintos sectores agroexportadores. Éstos, aun cu and o no establecen un sistema de sucesión altern ada en m ateria de control del E stad o — pues algún sector en p articu lar puede tener fuerza suficiente com o p a ra con trolar form alm ente los mecanismos centrales de poder— , establecen límites precisos p ara definir la es
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fera de influencia interna del Estado, resguardando así la autonom ía de los centros provinciales de poder. En esa situación, dado como es evidente un enfrentam iento entre sectores capitalista-exportadores de la clase domi nante, los demás componentes de las alianzas de poder ganan fuerza; el predominio, nacional o regional, sólo se asegura en función de una participación más activa de los sectores latifundistas, de las burguesías de exp re sión loca!, e incluso de los estamentos militares y buro cráticos a ellos vinculados. P or ello en las situaciones de ese tipo, y contrariam ente a la anterior, la apariencia de dominación puram ente oligárquica-Iatifundista es más evidente, y encubría el ca rá cte r capitalista-burgués del sistema de dominación (com o, por ejem plo, en el caso del Brasil anterior a 1 9 3 0 ). Com o casos especiales y límites, esas dos situaciones pudieron darse en form a más transparente. L a prim era, cuando se logró un efectivo “monopolio de clase” en el sistema de dom inación, por la debilidad de los sectores diferenciados dentro de la alianza de dom inio: surge entonces el sector exp o rtad o r com o la clase dom inante, ocultando por su fuerza expansiva todos los demás sec tores o estableciendo con ellos relaciones de clara su bordinación y no de alianza. Sin em bargo, en A m érica L atin a esa situación se dio precisam ente en los países con economías más endebles, y p or lo tanto, sin que dicho “monopolio de clases5* fuese la expresión de una burguesía vigorosa; más bien lo fue de un sector agroexportador controlado por los mismos grupos sociales que detentaban la propiedad de la tierra, y así se han superpuesto en tin mismo grupo los rasgos caracterís ticos de los sectores oKgárquico-Iatifundistas y de los sectores capitalista-exportadores, com o ocurrió señala dam ente en A m erica C entral, donde, adem ás, la su bordinación creciente de la econom ía al sistema de en clave restó a los sectores nacionales posibilidades de una política propia. En la secunda — d e enfrentam iento por la hegemo nía entre diversos sectores de la clase dom inante— , se
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pudo llegar tam bién a u n a “ situación de equilibrio” en la cual se p a cta , ya no tácita, sino explícitam ente, la división interna de esferas de influencia. E n ese caso, la nación aparece representada p or el Estado, funda m entalm ente p ara fines externos, pues en el interior los cuadros administrativos de los “partidos” en pugna se constituyen com o b urocracia de sectores del Estado, a través de u na división sectorial o regional de esferas de influencia dentro del ap arato estatal, válido p ara toda la nación. Señalemos que esa situación se dio en A m é rica L atin a no sólo en países donde el enfrentam iento por la hegem onía nacional llevó a una alianza en la cu al los sectores oligárquico-latifundistas pesaban m u cho (partidos liberal y conservador de C o lo m b ia), sino también en países que ya habían com enzado a “m oder nizar” su econom ía en el siglo x rx , com o U ruguay. En este país el equilibrio logrado h a ce posible distinguir dos formas de dominio, u na de las cuales — la que expresa el Partido C olorado— con la presencia de un sector capitalista-exportador activo, se aproxim a a la prim era situación m encionada, cuando se da u na “si tuación de clase” , bajo la hegem onía de un grupo ya claram ente burgués. P or o tra p arte, el grado de diversificación del sistema productivo nacional, com o se h a dicho, condicionó tam bién las form as de tránsito que aquí nos interesan. Es posible señalar, enfocando el problem a desde un ángulo puram ente económ ico, tres situaciones a este respecto, que tuvieron diversa incidencia en !a form ación de los nuevos grupos sociales y en la consolidación de las for m as de dom inación antes enunciadas; en efecto, si se consideran dos dimensiones relevantes, la existencia o inexistencia de sectores exportadores paralelos y la di ferenciación de la econom ía p rod uctora de m ercancías p ara el consumo interno, sería posible afirm ar que en los países con control nacional del sistema productivo se dieron los siguientes casos: 1] E l sistema exp ortad or fue m onoproductor y no hubo diferenciación del sistema productivo a través del
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suministro de m ercancías p a ra el m ercad o interno (c o m o en A m érica C e n tra !). 2] C on un sistema exp o rtad o r poco o n a d a diversi ficado, se crean , sin em bargo, sectores de producción p ara el m ercado interno (co m o en U rugu ay y A rgen tina antes del auge de la producción c e re a le ra ). 3] E l sistema exp o rtad o r se diversificó haciendo lugar a sectores exportadores paralelos y adem ás posibilitó la form ación de un sector productivo vuelto h acia el m er ca d o interno (com o en B ra s il).2 Sin em bargo, nuestro análisis no considera esa infor m ación com o determ inante p a ra la in terpretación de las posibilidades estructurales del cam bio social, si por ello se entiende u na in terpretación com o a grupos medios que tienen acceso ai control del E stado y la burguesía industrial y com er cial urbanas. E n su conjunto, los sectores dominantes se diferencian de los de aquellos países que siguieron u n a p au ta “ liberal” de industrialización p or el hecho
P O P U L ISM O Y DESARROLLO NACIONAL de que el E stad o surge com o un instrum ento no sólo de regulación del sistema industrial, sino también com o instrum ento directo de su constitución, a través de la creación de empresas públicas, au tárq u icas o p araesta tales. Y , a nivel de la situación de m asas, se diferencia del caso argentino antes descrito porque al peso del sector obrero, necesariam ente menor* se ag reg a un am plio sector de m asas urbanas no obreras (m asas m a r gin ales). L a diferencia se agudiza m ás todavía p o r la presencia de un am plio sector de m asas rurales, las que viven u n a situación radicalm ente distinta de la que corresponde a los sectores populares urbanos. E n Brasil, el populismo ap arece com o el eslabón gracias al cu al se vinculan las m asas urbanas moviliza das por la industrialización — o expulsadas del sector agrario com o consecuencia de sus transform aciones o de su deterioro—- al nuevo esquem a de p oder; y se con vertirá en la política de m asas que tra ta rá de im pulsar el m antenim iento de un esquem a de p articipa ción política relativam ente lim itada y basada principal m ente en u n a endeble estru ctu ra sindical que no afectó a las m asas rurales ni al conjunto del sector popular urbano. L a inexistencia m ism a de un sector agroim portador que hubiese dado origen a u n a econom ía industrial sub sidiaria de im portan cia y la imposibilidad del sistema de poder an terior p a ra seguir controlando el Estado, después de la crisis de la econom ía exp ortad ora, seña laron e! com ienzo de la industrialización sustitutiva. E sta industrialización, de ca rá cte r sustitutivo, se. alcanzó, por u n a p arte, a través de la acción d irecta del Estado, y por la o tra, im pulsada por u n a “ burguesía industriar' en g ran m edida no vin cu lad a al sector agroim portador. Y lo que es tod avía m ás notable, no solam ente las ramas tradicionales de las industrias básicas fueron fom entadas e incluso creadas p or el p oder público, sino h asta indus trias de bienes de consum o d uradero, com o la autom otriz y las industrias de bienes intermedios, encontraron en el Estad o, durante las fases iniciales de la instalación
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de esos ram os industriales, su propulsor directo. Adem ás, las políticas de industrialización obedecieron en este caso y durante esta fase, a u n a línea de orientación de “nacionalism o económ ico” .4 ¿Q u é fundam entos estructurales posibilitaron tal tipo d e orientación en u na ‘‘situación de poder” en la cual, com o vimos, la alianza política básica ab arcab a sectores tan distintos — algunos de ellos, de c a rá cte r “tradicio nal”— com o grupos terratenientes, sectores populares urbanos, clases medias y grupos empresariales de la industria y del com ercio? N o es suficiente, en este caso, insistir sobre la ausencia de grupos privados de expresión nacional e internacional capaces de servir de instrumentos de capitalización p a ra el desarrollo industrial, puesto que estos grupos ya exis tían. L a diferencia en com p aración con la situación argentina no está d ad a por su inexistencia, sino por su m enor gravitación económ ica y, principalm ente, por su imposibilidad de im poner u n a política de industriali zación liberal. Y esa imposibilidad, com o se vio en el lugar correspondiente, debióse al hecho de que la in dustrialización adquiere impulso cuando los grupos agroexportadores pierden el control del ap arato estatal, y los grupos que a él tienen acceso no com parten intereses que puedan satisfacerse m ediante un desarrollo de tipo liberal. E n cierto sentido, las influencias políticas prevalecie ron sobre las económ icas en la definición del proceso de industrialización por p arte de los grupos que llegaron al poder después de 1930. L a preocupación p o r form ar un m ercado interno cap az de estim ular el desarrollo y de conducirlos posteriormente h acia u na expansión autosustentada no surgió ni se transform ó en política efec tiva a p artir de los sectores em presariales; sólo en un segundo m om ento los grupos empresariales — cuando
4, Véase Garios Lessa, “Dos experiencias de política eco nóm ica: Brasil-Chile (una tentativa de confrontación)”, E l T ri m estre E con óm ico, vol. xxxrv, núm. 135, 1967, pp. 445-487.
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ya el impulso industrialista estaba dado— volcaron sus intereses h acia ese tipo de política.5 L a explicación, a nivel político, de la gravitación gu bernam ental sobre el surgimiento del sector industrial consiste en que la existencia de m asas movilizadas sin la efectiva con trap artid a de un régimen de empleos que las incorporase, creab a real o virtualm ente una situación fluida y peligrosa p a ra quienes detentaban el poder y, en cierto sentido, p ara los sectores políticam ente orga nizados de la nación. L a dimensión nacional del desa rrollo, es decir, la reivindicada en nom bre de los inte reses de todo el pueblo, y la conducción c la ra del Estado h acia u n a situación de prosperidad e ra un im perativo p ara un país que se urbanizaba, que tenía su econom ía agraria an terior deteriorad a y 110 disponía de un sector capitalista que hubiese acum ulado lo suficiente p ara res ponder rápidam ente a los requerim ientos masivos de empleo. E l esquem a de poder que llevaría adelante esa nueva política estaría basado en un sistema de alianza, que en un comienzo in corp oraría a los grupos terrate nientes m ás atrasados, los agricultores que producían para el m ercado interno, la clase m edia u rb ana, sectores industríales ya existentes y la m asa u rb ana, sin que p ar ticiparan de él ni los grupos agroexportadores hegem ónicos del sistema anterior a la revolución del 30 (los cafetalero s), ni !a m asa ru ral en su conjunto. Después de dich a revolución quedan excluidos de la coyuntura de poder los sectores agroexportadores, aunque sólo en un prim er m om ento, y los sectores camjíesinos a los que se excluye perm anentem ente de la “alianza desarrollista” . T am b ién en Brasil el sostén político del desarrollo interno lo integraban grupos con intereses contradicto rios; se necesita u n a alianza política con los sectores más atrasados de la estructura productiva brasileña (los latifundistas no exp o rtad o res), p a ra d ar paso a u na política de creación de sectores económicos modernos
5. Véase, Fem ando H. Gardoso, E m p resario Indu strial e desen volvim en to econ óm ico no B rasil, o p . cii.
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que perm itan p lan tear u n a posibilidad de incorporación a las m asas, y p or o tra p arte, la viabilidad de tal polí tica pasa a depender precisam ente de u n a división entre los sectores populares: la m asa u rb ana que se beneficia del desarrollo y la ru ral que no es incorporada a él. O cu rre esto porque el sistema de acum ulación y de expansión económ ica -— d ada su tasa relativam ente li m itada de crecim iento— no soportaría la presión sala rial provocada p or la incorporación al m ercado de tra bajo en condiciones m ás favorables de amplios sectores rurales, así com o porque si se in ten tara la incorporación de los campesinos estallarían los m arcos de la “alianza desarrollista,, — que ab arcab a a los hacendados— , pues la fuerza política de los sectores terratenientes se basa en el m antenim iento de u n a situación que excluya a la m asa ru ral de los beneficios de la participación econó m ica , política y social. Son precisam ente los sectores excluidos los que, en proporción muy desigual, p agarán los costos de la in dustrialización, pues ésta depende, en u n a p rim era etap a, de la fuerza del E stad o p a ra g ra v a r impositivamente al sector exp ortad or y de la posibilidad de m antener excluida la m asa m arginal, rural y u rb ana. A la larga, se produce un proceso de diferenciación de grupos del sector exportador, quienes pasan a p articip ar del p ro ceso de desarrollo, es decir, reorientan sus capitales h a cia la producción p ara el m ercado interno. Pese a todo, las masas rurales sisruen aisladas de los beneficios del desarrollo y se constituyen en uno de los límites estruc turales de su posibilidad p olítica; las tentativas de am pliación, con tales grupos, de la “alianza desarrollista” m ás bien la deshacen, y el populismo, cu and o lo intenta, d eja de servir de base de legitimación del poder. E n función de las características estructurales, de esa situación, y en función tam bién de las alianzas que fundam entan las políticas de desarrollo, el populismo y el nacionalism o asumen características bien precisas. E l populismo varguista se presenta com o un movimiento m ás o menos vago de incorporación a la nación, pero
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sin las implicaciones de m ay o r organización sindical y m ayor presión por la elevación de los salarios, com o en el caso peronista. M ás que u n a cierta form a de defini ción econ óm ica de los derechos de los trabajadores (con sus supuestos de particip ación p o ü tic a ), es un movimien to político en favo r de los “humildes” y donde los valores de las m asas, con sus supuestos de beneficios económ i cos, tendrán p reponderancia sobre los de clase; la debi lidad social de la clase o b rera em ergente la diluye en el con ju nto de la m asa u rb an a. D en tro de ese panoram a, la con trad icción entre la necesidad de acum ulación de capitales y la presión redistributiva p arece m enos fuerte durante la etap a de la industrialización sustitutiva. E l liderazgo populista puede ser también un liderazgo de tipo em presarial, y en consecuencia, el E stad o aparece no sólo com o patrón , sino que, visto desde la perspectiva de las m asas, h asta com o un buen p a tró n ; las reivin dicaciones populares son relativam en te débiles a nivel económ ico, por lo que pueden ser atendidas, y a ni vel político coinciden co n los intereses de los grupos que llegaron al p oder sin u na sólida base econ óm ica propia, facto r que tam bién los h ace favorecer un desarrollo de signo estatista. Si bien es cierto que esa alianza favorece al n acio nalismo y al estatism o, ello en m odo alguno excluye la participación del sector privado, el que invierte cada vez m ás en el sector interno, cu and o el E stad o a través de su actividad consolida el m ercad o. T am bién en este caso, p ara alcan zar dicho objetivo es preciso utilizar el E stad o com o instrum ento de distribución de créditos y de redistribución del ingreso. A m ed id a que se am plía la base econ óm ica del sector industrial y que el mismo se vincula al sector exp o rtad o r a través del sistema bancario y adem ás a capitales extranjeros, van siendo cada vez m ás fuertes las presiones c o n tra la “ineficacia” del E stad o com o em presario y co n tra el populismo com o política de desarrollo. E se esquem a de presiones puede ser con trarrestad o p o r los sectores urbanos de clase m e dia, p or los sectores empresariales que tem en la com pe
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tencia derivada de 1a eficiencia monopolista privada y por los sectores populares organizados alrededor del Estado hasta que se perfilan claram ente las altern ativas: “estatismo” o “gran em presa” p ara con trolar los sectores de producción de bienes intermedios, bienes de capital y la industria pesada. A p artir de ese m om ento, la fragilidad del esquem a populista p ara co n trarrestar los deseos hegemónicos de los grupos privados se h ace m a nifiesta y se agudiza, y esto en la m edida que el agotam iento del procaso de fácil sustitución de las im portaciones exige m ejores técnicas, m ayor acum ulación y m ás eficiencia. Con esto tocam os el límite de la etap a siguiente, cuando el populismo y el nacionalism o dan paso a otros tipos de fuerza social y de orientación polí tica del desarrollo. Cabe d estacar que, en el caso de Brasil, el populismo, sin em bargo, pudo volver a constituirse en la línea polí tica del E stad o — cierto que en form a efím era— , después de la consolidación en el m ercado interno del “desarrollismo” , basado éste en el predom inio de la em presa pri vada, nacional y extran jera. E n esta situación, la polí tica de m asas del gobierno de G oulart consistió en pretender, p ara m antenerse, am pliar su base de sostén, tratan do de in corp orar y organizar sectores campesinos y aum entar la participación y los beneficios económicos p ara el sector popular urbano. Es de suyo evidente que tal esfuerzo sólo puso de manifiesto la imposibilidad de conciliar intereses ya claram en te contradictorios; no sólo se escindió así la cúspide de la alianza nacional-desarrollista, o sea los sectores burgueses y terratenientes toda vía com prom etidos, o por lo menos neutralizados, den tro del esquem a de dom inación de clase en c o n tra del movimiento de masas, sino que se com prom etió también la acum ulación, principalm ente en el sector público, pues los costos sociales de tal política rebasaron las po sibilidades económ icas de redistribución dentro de un sistema capitalista. Se alcanzaron así, en esta etap a, los límites del populismo com o form a de movilización de las masas y com o posibilidad de propiciar el desarrollo.
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D onde el desarrollo logrado en la fase de expansión del m ercado externo se dio dentro de los cauces de una eco nom ía de enclave, com o ya vimos, la transición impuso, por un lado, la necesidad de reorganizar el E stad o con una m ás am plia p articipación política de los grupos de clase m e d ia ; p or o tro, los sectores populares constituían un obligado pun to de referencia de tal reorganización. E n ese sentido tanto los nuevos sectores industriales co m o los sectores populares se articularon en el seno mismo del Estad o, o p or lo m enos con su concurso. E n estas condiciones, la industrialización la im pulsa el Estado no sólo porque los sectores que lo con trolan necesitaban cre a r un m ecanism o de acum ulación ráp id a de cap ita les, sino tam bién porque dichos sectores estaban consti tuidos por u n a alianza en tre sectores populares y grupos medios, con p referencia entre estos últimos la b urocra cia y los gérm enes de la nueva burguesía. L a alianza, p ara m antenerse, necesitaba c re a r o expandir las posi bilidades de brin d ar ocupación p ara in co rp o rar a las masas. T a l “ m odelo” se presenta en M éxico y Chile. E n este últim o país retiene im portancia un sector eco nóm ico urbano form ado en la fase an terior y en condi ción de h a ce r un intento p ara co n tro lar el desarrollo o ap rovech ar la coyu ntura favorable p a ra revitalizarse; adem ás, en este caso, tam bién los sectores populares — m ás antiguos y m ejor organizados— tratan de im po ner sus condiciones p ara participar de las políticas que. conducen al desarrollo. E n suma, en el caso de Chile, plantéese en u n a situación de conflicto o de alianza, la política m anifiesta siempre su c a rá c te r de “política de clases” . A continuación se h ace un esquema a ce rca de cóm o, en c a d a u n a de dichas situaciones, se instituyeron las alianzas y enfrentam ientos p ara consolidar u n a política de industrialización.
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a] E l proceso d e iiidustrialización e n M éx ico L a Revolución que había consolidado un nuevo poder político m ostraba, sin em bargo, en lo económ ico, ele mentos que le conferían u n a-extrem a debilidad; los sec tores fundam entales de la econom ía, transportes, m ine ría, petróleo, energía, etc., seguían en m anos de fuertes com pañías extran jeras que p or su p od er im ponían li mitaciones al gobierno m exicano. E l mismo gobierno tenía dificultades p a ra en co n trar firmes bases políticas que íe brindaran estabilidad; el h echo de h ab er des truido la anterior estructura ag raria de poder creó una cierta atom ización del cam pesinado, que aun cuando e ra fervoroso defensor de 3a Revolución difícilmente constituía u n a base económ ica sólida a partir de la cual el proceso revolucionario podría continuar desarrollán dose. Adem ás, el sector obrero tam poco tenia dem asiada consistencia; lo prueba el hecho de que la existencia de organizaciones sindicales paralelas perm itía a las com pañías extranjeras im poner sus condiciones aprovechan do precisam ente esa fragm entación. L a debilidad del sistema se reflejaba, pues, en la caren cia de estructura ción de su apoyo político popular — campesinos y obre ros— , y en su debilidad frente a la gravitación interna de la econom ía controlada desde el exterior. El único recurso viable que tuvo el gobierno p a ra po der im poner m ejores condiciones en su relación con las com pañías extranjeras e ra estru ctu rar y organ izar la uni dad del m ovimiento obrero y cam pesino: y ésa fue la política de C árdenas. U n a vez lograda la unidad de otros grupos pudo enfrentarse a las com pañías extran je ra s ; el conflicto, com o es sabido, estalló en el sector del petróleo y tuvo com o resultado su nacionalización. E l Estado, con apoyo popular, iniciaba la industria lización en M é x ic o ; pero su orientación socializante alarm ab a no sólo a los inversores extranjeros sino tam bién a vastos sectores económ icos nacionales. E n alguna m edida era necesario o p ta r; la idea de la necesidad de industrializar e ra p o r todos com p artid a, pero cóm o y
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con quién hacerlo era un punto controvertido. L a rela tiva unidad nacional cre a d a p or el proceso revolucio nario co rría el riesgo de m alograrse; por último, se prefirió u n a fórm ula de desarrollo industrial que recibía con beneplácito la inversión e x tra n je ra dentro de un cierto m argen de con trol estatal (p olítica iniciada por Ávila C am ach o y con tin u ad a p or A le m á n ). Con la industrialización, y el desarrollo económ ico que ésta im plicaba, se preten d ía d a r ráp id a solución a las rei vindicaciones populares. Así, gran p arte de la industria instalada fue industria subsidiaría de la estadounidense, que hizo inversiones en M éxico beneficiándose de las garan tías y facilidades que el mismo E stad o otorgaba. L as inversiones extran jeras no sólo se volcaron a la in dustria sino tam bién al sector financiero y de com er cialización; el E stad o se en cargab a de que el nuevo m ercado fu era favorable y, sin proponérselo, contribuía a cre a r condiciones p a ra o p erar en térm inos m ono polistas. E l E stad o continuaba desarrollando la estructura bá sica y asegurando las m ejores condiciones de m ercad o ; sólo pedía a los inversores industriales que produjeran en el país. L a industria de m on taje adquirió verdadera significación; pero no sólo la actividad industrial fue parcialm ente con tro lad a por la inversión extran jera, sino que un proceso similar se inició en la agricultura. Si bien es cierto que la reform a a g ra ria , y los ejidos en p articu lar, proporcionaron apoyo político a la R e volución tam bién e ra necesario in tegrar el agro dentro de u na política económ ica. E l Estado inició inversiones que perm itirían m ejo ra r la productividad agrícola, pero aprem iado por la constitución de u na rápida base agríco la empezó a favorecer los sectores m ás capitalistas del a g ro ; el ejem plo típico es el de la econom ía algodonera, que m ediante su form a capitalista empezó a subordinar al resto de los productores. E l m ecanism o p a ra lograr la nueva estructura de la explotación fue la com ercializa ción, en su m ayor p arte co n tro lad a p o r los grupos más desarrollados. Al igual que en la industria, las inversio-
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ncs extran jeras fueron alentadas p a ra obtener u n a ráp id a m ejo ra. Se hizo muy estrecho el entrelazam iento entre quienes con trolaban políticam ente el E stad o y los nue vos sectores económ icos, de este m odo la suerte de los prim eros com enzó a estar d eterm in ada p o r la cap acid ad dinám ica de los m odernos grupos económ icos, privados y públicos. Sin em bargo, debe destacarse, no quedaron al m argen los sectores populares urbanos, aunque cabe pensar en las distorsiones que el proceso significó p ara la econom ía n acional. Q uizá lo que llevamos dicho ex p lica en p arte la persistencia de u n a com p leja alianza entre los m ás distintos sectores sociales. b] E l caso chileno L a crisis definitiva del salitre en 1 9 2 9 alteró el equilibrio de las fuerzas sociales en relación al poder y dio origen a nuevas form as de interrelación en tre los distintos g ru pos y clases. P erd id a la an terior base econ óm ica, sólo e ra ¡>osible u n a política de defensa del em pleo sobre la base de subvenciones estatales, pues las com pañías extran jeras inician el desm antelam iento de sus plantas. (N o olvide mos que al salitre lo estaba rem plazando el salitre a r tificial en el m ercad o m u n d ial.) Se necesitaba cre a r u na n ueva estru ctu ra econ óm ica capaz de sostener el equi librio cuyo restablecim iento se in ten tab a. Obligados, pues, p or la crisis, los gobiernos de la ép oca tom aron algunas iniciativas que posibilitaron u n a relativa exp an sión — o creación en algunos casos— del sector indus tr ia l L as m edidas económ icas im aginadas con este p ro posito distaban de ser m uy elaboradas, p ero produjeron efectos im portantes. Q u izá la política de m ayor alcan ce fue la del con trol de divisas, la que tuvo com o conse cu en cia obligar, de algún m odo, a los antiguos sectores im portadores a invertir los capitales disponibles en el ám bito n acion al y cre a r de esta form a algunas indus trias que les p erm itiera sustituir sus anteriores im por taciones.
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Sin em bargo, e] efecto de la crisis fue de tal m agni tud que no cab ía esperar se pudiese resolver la desocu p ación existente p or reacciones limitadas al sector em p resarial; por tan to, se im ponían medidas que, aunque transitorias, encarasen la grave situación, el Estado de bió com enzar a prom over obras públicas y otras activi dades con el fin de p roporcionar ocupación. Com o con secuencia de la crisis del 29 planteábanse, pues, dos elementos de im p ortan cia: la creación de u n a industria de sustitución y la necesidad de que el Estado, de algu na m an era, interviniera de un m odo directo en el en cam inam iento de la econom ía. O tro rasgo de interés lo constituye el hecho de que, quizá a causa de la debilidad m ism a del poder, que sólo em pezaba a buscar nuevas bases económ icas de sostén, la política asum iera un c a rá c te r que m ás tenía de enfrentam iento que de alianza. Los sectores populares estaban organizados, tenían re presentación política y adem ás eran elementos decisivos p a ra cualquier nuevo acuerdo. Los sectores medios, y en especial los que de alguna form a dependían del E stad o , tam bién estaban organizados y aspiraban lograr u na alianza que les p erm itiera p articip ar en el poder. E l F ren te Popular (1 9 3 7 ) selló esa posible alianza; se sum aron por otro lado a los sectores medios y popula res algunos grupos económ icos y sociales m ás fuertes que esperaban m ejorar su posición con el nuevo orde nam iento. C on el poder político en sus m anas, el Frente Popular inició una deliberada tarea de planificación de la econ om ía nacional a través de la C orporación de F o m ento a la Producción ( co rfo ) ( 1 9 3 9 ) , con cuya labor el E stad o pasaba a desem peñar un papel activo. U n facto r externo, la segunda g u erra m undial, favorecía la nueva política y, en cierta m ed id a, la h acía indis pensable y, p or consiguiente, tam bién surgía la necesi dad de sustituir im portaciones. Sin em bargo, aunque la intención fue planificar la econom ía en gran escala, la labor se orientó m ás h acia la creación de nuevas actividades (desarrollo industrial, energía, industrias bá
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NACIONALISMO Y PO P U LISM O
sicas, e t c .) , que a m odificar las existentes; y en lo que se refiere al agro en especial, se propuso u n a política de diversificación de los cultivos, con el propósito de ex p ortar, sin que esa política pudiese im plicar un cambio en la estructura de la propiedad y, por ende, del orden social que sustentaba. P or lo que respecta a la industria m isma esa política se propuso contribuir a fo rm ar u n a “burguesía indus t r i a r a través del m ecanism o de los créditos y présta mos. M uchas industrias, au n las de origen extranjero, pudieron instalarse y operar gracias a las facilidades y garantías otorgadas p or la política estatal. L o dicho dio renovado vigor a ciertos sectores de la burguesía existente, los que pasaron a invertir sus capitales en la industria y fortalecieron tam bién el sector com ercial. F ren te a la continua presión de los sectores populares, los sectores medios, que en gran m edida m a nejaban el ap arato del Estad o, en contraron en la revitalizada burguesía un aliado que les perm itía resistir la presión popular y obrera. E l program a de desarrollo impulsado por esta alianza se basaba en la disposición del E stad o p ara o torgar al nuevo grupo créditos y con diciones favorables p ara operar en el m ercado. Por o tra p arte advertíase también u na recuperación del sector extern o : el cobre rem plazaba al desaparecido salitre y el Estado podía confiar en las entradas que el sector generaba. Sin em bargo, esta recuperación signi ficó u n a paralización del desarrollo industrial; la tasa de crecim iento sectorial decayó sensiblemente y en ese sentido podía hablarse de un franco estancam iento. El cam bio de aliado no ocurrió sin graves conflictos políticos; desplazar al ex aliado popular significó direc tam ente represión, y en especial, la quiebra de sus ex presiones m ejor organizadas (1 9 4 8 , L ey de D efensa de la D e m o c ra c ia ); el viraje de los sectores medios dejaba tam bién a éstos en u n a situación de extrem a debilidad frente a sus recientes aliados. Se in ten ta un nuevo es fuerzo p ara reconstituir la alianza, pero ah ora estaban ausentes las organizaciones políticas que, en el caso
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an terior, actu aron com o representantes en el acuerdo de los distintos sectores sociales, la form a que adoptó la alianza fue un “populismo” de organización totalm ente am orfa. E ste “populismo” (p rim era fase del segundo gobierno de Ibáñez) tuvo co rta duración, prácticam ente ei prim er año de gobierno ( 1 9 5 2 - 1 9 5 3 ) ; su principal es collo fue la dificultad p a ra en co n trar u n a salida econó m ica al agu d o. proceso de inflación. Su política intentó recu p erar la estabilidad y p a ra ello aplicó las medidas m ás ortodoxas disponibles inspiradas por la M isión Klein Sack (p o r o tra p arte cabe m encionar que el crédito ex terno estaba condicionado a su ap lica ció n ), y esta salida significó la pérd id a del apoyo popular inicial. E l m anifiesto caos del “populismo” tuvo com o ines p erad a consecuencia la reestru ctu ración de las organi zaciones políticas que representaban a los distintos sec tores en pugna. P or eso, desaparecido el “populismo” , el nuevo gobierno tom ó u na cla ra definición políticosocial; los sectores industriales, financieros y agrarios orientaron sus esfuerzos p a ra asegurarse el control del m ercado interno, no ya a través del E stad o sino incluso devolviendo al cap ital privado actividades económicas antes estatales. D esde un punto de vista político-social (b ajo Alessandri) el rasgo m ás notable estaba dado por u n a cierta polarización que políticam ente expresaba el corte, en términos de poder, entre los distintos sectores sociales.
V I . L A IN T E R N A C IO N A L !Z A G IÓ N D EL M ERCAD O : E L N U EV O CARACTER D E L A D E P E N D E N C IA
Si durante el período de form ación del m ercado interno el impulso h acia u n a política de industrialización fue sostenido, en ciertos casos, por las relaciones estables entre nacionalismo y populismo, el período de diferen ciación de la econom ía capitalista — basado en la for m ación del sector de bienes de capital y en el fortale cim iento de los grupos empresariales— está señalado por la crisis del populismo y de la organización política representativa de los grupos dominantes. Adviértanse en este lapso, adem ás, los primeros esfuerzos p or ordenar el sistema político y social sobre nuevos ejes que ex presan la vinculación entre el sector productivo orien tado h acia el m ercado interno y las economías externas dominantes. E l principal problem a que se plantea consiste en ex p licar con claridad la n aturaleza y las vinculaciones de este doble m ovim iento: uno, de crisis del sistema interno de dominación anterior, y el intento consiguiente de reorganización, y el otro, de transform ación del tipo de relación entre la econom ía interna y los centros hegernónicos del m ercado m undial. Errón eo sería pensar que los nuevos factores que condicionan el desarrollo, la política y la dependencia externa, se circunscriben al ám bito que h ace posible el proceso económ ico, pues sería apresurado creer que 3a determ inación económ ica del proceso político, a partir de la form ación de un avanzado sector capitalista en las economías dependien tes, perm ite la “ explicación” inm ediata de la vida po lítica según los condicionantes económicos. E l concepto de dependencia sigue siendo básico p ara caracterizar la estructura de esta nueva situación de desarrollo, y por
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lo tanto la política continúa siendo el m edio por el cual se posibilita la determ inación económ ica. P or o tra parte, com o veremos más adelante, el problem a de la crisis interna traerá com o consecuencia inm ediata el refuerzo de los vínculos específicamente políticos en las relaciones entre el centro y la periferia, com o un condicionante im portante de las alternativas de desarrollo. L as transformaciones a que aludimos se expresan m e diante una reorientación en la pugna de los intereses in ternos y en la redefinición de la vinculación centro-peri feria. Se reorganizan, con esa nueva modalidad de desarrollo, la estructura misma del sistema productivo y el carácter del E stado y de la sociedad civil, que expresan la relación de fuerza entre los grupos y las clases sociales, p ara d ar paso al sistema capitalista in dustrial tal y como éste puede desarrollarse: en la peri feria del m ercado mundial y a la vez integrado en él. 1.
L O S L ÍM IT E S E S T R U C T U R A L E S D EL PR O C ESO DE IN D U STRIA LIZA CIÓ N ^N A C IO N A L "
En el capítulo precedente se h a señalado en qué con diciones la “ alianza desarrollista” pudo form ular las políticas económ icas que permitieron am pliar la base interna de las economías de algunos países latinoam e ricanos. De hecho, se logró constituir — en distintos mo mentos'— una situación de poder favorable a la conso lidación del m ercado interno en Argentina, Brasil y M éxico. D ejando de lado los m atices distintivos seña lados, en esos países se dieron alianzas o coyunturas depoder que facilitaron un amplio ajuste entre las an ti guas situaciones dominantes y las form adas como con secuencia de la aparición de los sectores medios, de la burguesía industrial y, hasta cierto punto, de las masas urbanas. C om o es obvio, esas alianzas o coyunturas be neficiaban a sus partícipes en form a desigual en cad a país y según el m om ento. De todas m aneras permitieron la acum ulación que favoreció las inversiones internas — y el consumo relativam ente am pliado de los sectores
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urbanos— en tales condiciones que el E stado pudo ser el artífice de u na política de a rb itraje: la presión de las clases populares y de los grupos organizados fue en cau zada h acia el objetivo de alcan zar un acuerdo favorable a i desarrollo. C laro está que el funcionam iento del sis tem a estuvo condicionado, com o ya dijimos, a u n a co yuntura p ro p icia: el m antenim iento de ios precios de exp ortación, y a veces su aum ento — durante la segunda g u erra y en los prim eros años posteriores a ella— , per m itieron seguir rem unerando a los sectores exportadores, si no en la m ism a proporción por lo menos en el mis m o nivel, y sim ultáneam ente perm itieron financiar la am pliación de los sectores urbano-industriales de la econom ía. E l térm ino de esa coyu ntura tuvo distintas efectos en cad a uno de los países considerados, en función siempre del acu erd o político específico antes alcanzado, pues ésta había posibilitado diversos grados de progre so en las políticas de industrialización. Así, en A rgentina, donde las peculiaridades políticas ya señaladas significaban conservar la im portan cia eco nóm ica del sector productivo agroexp ortador, aunque acom pañado de u n a fuerte redistribución, y donde ad e más el surgimiento de sectores industriales dinámicos n o fue extraordinariam ente significativo (principalm en te si lo referimos a la creación de u n a industria de b a s e ),1 la nueva coyu ntura internacional del m ercado planteó, cla ra y m anifiestam ente, la m ás d ram ática al tern ativ a: un plan de contenciones de salarios y gastos públicos, a expensas de las clases obrero-populares, o reh acer la econom ía agro exp ortad ora — aum entando su productividad— p a ra , por su interm edio, seguir finan ciando a la larga al m oderno sector industrial. Luego de la caíd a de Perón en 1955 la oposición antipopulista se propuso ese objetivo. Sin em bargo, ni el sector ex p ortad or pudo, por sí solo, im poner al resto del país su 1. Altimir, Santam aría y Sourrouille, “Los instrumentos de promoción industrial en la postguerra” , en D esarrollo E con ó m ico , Buenos Aires, vols. 21-25, 1966-1967.
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proyecto, ni la am pliación de la base política a través de u n a alianza con los sectores industriales internos — políticam ente endebles— podía co n trarrestar las p re siones de las masas. L a intervención m ilitar se hizo fre cuente; com o u n a form a de arbitraje y com o abierta reacción con tra un reto m o al populismo. E n otras p a labras, el intento de alcan zar así el desarrollo económico encontró u na b arrera vigorosa en la presión de amplios sectores de asalariados, y no pudo imponerse autónom a m ente com o política capaz de alcanzar, si no la legiti m idad, p or lo menos la eficacia. P o r consiguiente, no se intensificó el desarrollo, ni se logró tam poco estabilidad política. E n Brasil, el esquem a varguista y la continuación de su política económ ica durante el gobierno de D u tra (1 9 4 6 - 1 9 5 0 ), consistía en la instalación de ciertas in dustrias básicas — acero, energía eléctrica, transporte y petróleo— , actitu d posteriorm ente retom ada con orientaciones y a m ás claras en función de un desarrollo estimulado por inversiones públicas en sectores estraté gicos — durante el segundo gobierno de V argas (1 9 5 0 1 9 5 4 )— , que transform aron m ás rápidam ente la es tructura productiva u rbana. Si bien es cierto que los saldos de guerra fueron en p arte utilizados en form a im productiva, de todos modos se reequipó el parque industrial y, fundam entalm ente, se m antuvo una polí tica de fuertes im portaciones de equipo, com o conse cuencia del tem or a una nueva guerra m undial, provo cado p or la crisis corean a. Además, v gracias al nuevo boom que ésta provoca, se dio un redoblado empuje de la industrialización impulsada por fuerzas internas. D e todos modos, el costo de esa industrialización tuvo su precio político: las prácticas de control y de tasas múl tiples de cam bio favorecían al sector interno (privado y p ú b lico ), en detrim ento de los sectores exportadores, por consiguiente estos últimos nun ca dejaron de p ro testar co n tra la intervención del Estado en la fijación de tasas cam biarías diferenciales. Es cierto que los precios internacionales favorables al café hasta 1953
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perm itieron que los sectores agrarios soportasen, sin perjuicios p ara sus niveles de ren ta, la política de p ro tección y de ráp id a expansión del sector in tern o ; sin em bargo, h acia 19 5 4 , cu and o em pieza a cam b iar la coyuntura, la alianza varguista alcanzó sus lím ites: p a r te de los sectores agrarios se unieron a la oposición de clase m edia u rb an a, hecho al que se sumó no sólo la presión de los grupos financieros internos sino también los internacionales. E l com ienzo de u n a nueva coyun tu ra desfavorable p ara el café fue aprovechada p or la política estadounidense p a ra presionar a V arg as, quien había ido bastante lejos con su política nacionalista. Des pués del breve interregno posterior al suicidio de V a r gas — cu and o se esboza u n a política de contención p ara co n trarrestar las presiones inflacionarias provocadas por la situación an terior— se restablece la alianza populistadesarrollista, bajo K ubitschek; pero ella tom a un rum bo distinto, sem ejante al que, después de años de a ta s ca miento, intentó d ar Frondizi al proceso político y eco nóm ico argen tino: la capitalización m ediante recursos externos. E sa política perm itiría a co rto plazo disminuir la presión inflacionaria, satisfacer las dem andas sala riales de los grupos urbanos m odernos, es decir, u n a política económ ica soportable p or p arte del sector ex p ortad or, y que a la vez significa e! robustecim iento del sector industrial, ah o ra y a asociado al capital e x tra n jero. Pudo entonces, darse desarrollo pese a la inesta bilidad política. E n M éxico,2 donde por sus peculiaridades históricopoKticas los grupos sociales presionan desde d entro del E stado y de su organización p artid aria, igual proceso de ap ertu ra del sistema productivo interno h acía el c a pital extran jero pudo darse sin las crisis político-militares que distinguen la trayectoria brasileña o argentina. N o sólo ya se había definido antes el papel del E stad o c o m o inversor, com o regu lad or de la econom ía y p or su 2. Véase Pablo González Casanova, L a d em o cra cia en M é x ico , M éxico, Ediciones E ra, 1*965.
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interm edio se había cread o la burguesía urbano-indus trial-financiera, sino que también los mecanismos de in tegración sindical fueron “modernizados” , es decir, se establecieron canales a través de los cuales el movimiento obrero-popular pudiera p articip ar en una sociedad cuya expresión política-estatal tenía legitimidad y un m ode rado sentido distributivo. D e este modo evitó el enfrentam iento de la burgue sía nacional con el E stado inversor (que estuvo latente en Brasil y A rgentina, donde las raíces populistas del E stado le daban un doble ca rá cte r) y que el mismo alcan zara un ca rá cte r ra d ica l; e impidió un conflicto im portante de tipo clasista o populista; ni siquiera el tránsito h acia u na política de participación del capital extranjero, al principio restringida y después creciente, fue objeto de serios enfrentam ientos. P or consiguiente en esas condiciones pudo darse desarrollo y estabilidad.3 E l precio, sin em bargo, de ese proceso de desarrollo estable fue el fortalecim iento lento, pero continuado, de una especie de nueva oligarquía, la cu al logró m a niobrar el ap arato del E stado en beneficio propio y en provecho del padrón de “desarrollo asociado” a los c a pitales extranjeros. Así, lo que pudo haber sido un desarrollo social y político modernizado, terminó por desembocar en el mismo callejón aparentem ente sin sa lida del estado actu al del desarrollo del capitalismo en L atin o am érica: la modernización se h ace a costo de un autoritarism o creciente y sin que disminuya el cuadro de pobreza típico del “desarrollo con m arginalidad” . Al con trario, aum enta la m agnitud de la población pues ta al m argen del sistema económ ico y político, en la m isma m edida en que el orden se m antiene gracias a me canismos abiertos o disfrazados de presión y violencia. C on todo conviene acla ra r el sentido de las acotacio nes anteriores: en m odo alguno debe inferirse de ellas un rasgo de inevitabilidad con respecto a una m eta o a un fin determ inado, es decir, el desarrollo capitalista a 3. E stu dio E con óm ico d e C E P A L , 1966.
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través de la participación y del control externo, que se impone caprichosam ente a la historia, com o así tam poco debe concluirse de ellas una visión opuesta a la ante rior, según la cual el criterio de explicación sería la única contingencia de la historia. P o r el contrario, la in terpretación propuesta considera la existencia de lími tes estructurales precisos para un desarrollo industrial controlado nacionalm ente, dentro de los cuales juegan las distintas fuerzas sociales. Los conflictos o acuerdos entre estas distintas fuerzas no obedecen, desde luego, a u na m ecánica determinista. El resultado de sus interacciones en situaciones especi ficas puede posibilitar hechos históricos absolutamente distintos de los aquí analizados, por ejemplo, el caso cubano. Pero en la m edida en que el sistema de rela ciones sociales se expresa p or un sistema, de poder, ins tau ra históricamente un conjunto de posibilidades es tructurales que le son propias. D entro del m arco de esas posibilidades estructurales, consecuencia de prácticas so ciales anteriores, se definen trayectorias determ inadas y se excluyen otras tantas alternativas. E n efecto, estructuralm ente, la industrialización — den tro del m arco social y político característico de las so ciedades latinoam ericanas descritas— im plica ingentes necesidades de acum ulación, pero a la vez produce como resultado u na fuerte diferenciación social. L as presiones por lograr una participación de los distintos sectores* tanto de los incorporados com o de los marginados, se muestran com o contradictorias con las formas de inver sión que supone el tipo de desarrollo que se postula. Y a aclaram os que el “ modelo latinoam ericano de des arrollo h acia adentro” se asentó sobre las posibilidades circunstanciales de una relación favorable en los térmi nos de intercambio y en la limitada participación de la población en los beneficios del desarrollo. L a presencia de u n a ven taja m om entánea posibilitó que se hiciese m enor hincanié en las políticas de exclusión, e incluso dio lugar a formas de incorporación de m asas que per m itieron la vigencia de la “ alianza desarrollista” en su
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versión nacional populista (varguista o p eron ista), o estatal desarrollista (com o en el caso m e x ica n o ), sin exclusión de las capas y sectores dom inantes del período de expansión h acia afuera. E n esas condiciones, y cuando se tra ta de aten d er a la presión originada por m ayor incorporación — principalm ente del sector campesino o popular urbano— , tal objetivo disminuye la capacidad de acum ulación y produce la ru p tu ra de un eslabón im portante de la alianza p or la hegem onía política: el sector agrario, especialm ente el latifundista, se manifies ta co n tra el E stado populista o co n tra aquellas sectores urbano-industriales que pudieran apoyar tales reivindi caciones m asivas; cuando las presiones salariales de los sectores populares urbanos sean m uy fuertes, los grupos agrarios pueden en contrar aliados en favor de su polí tica de oposición en aquellos sectores industriales o fi nancieros que no pueden acced er a tales demandas. Si el Estad o, o ios sectores urbano-industriales, tratan de forzar una política favorable a la transferencia de ren tas del sector agrario h acia el urbano, en condiciones desfavorables del m ercado internacional, se encontrarán también con la oposición de los sectores agrarios. Existe adem ás un im portante condicionador externo: aun cuando se suponga u na econom ía nacional autó noma, p or lo que al sistema productivo se refiere, como la acum ulación y el financiam iento industrial se hacen a travéá de las exportaciones, éstas siguen siendo \fitales para el desarrollo, y p or lo demás sus posibilidades de colocación en el m ercado internacional no están, como es obvio, bajo control interno. L a tendencia h acia el deterioro de los términos de intercam bio, añ ade p or sí misma, pues, un elem ento limitativo a las posibilidades estructurales del modelo propuesto. P o r o tra p arte, y no por contingencias históricas o empíricas, la dinám ica política del populism o-nacionalista o del estatismo-desarrollista, com o ejes de poder, supone la necesidad de un arbitraje estatal por lo menos favorable al m anteni miento de los niveles de salarios y a su aum ento en ra mas estratégicas o en circunstancias especiales, com o
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cuando se necesita el apoyo de las masas o la am pliación del consumo. El mismo crecim iento urbanoindustrial requiere tam bién, p or lo menos en la fase sustitutiva de im portaciones, m ayor incorporación de las masas, si no en térm inos relativos, sí en términos absolutos de núm ero de personas. T odo esto intensifica la presión de las masas, la que se torna peligrosa para el sistema cuando coincide con crisis en los precios de exportación o con los brotes inflacionarios que intensi fican la transferencia de ingresos. E n esas circunstancias — de crisis política del sistema cuando no puede im poner u n a política económ ica de inversiones públicas y privadas p a ra sostener el desarro llo— , las alternativas que se presentarían, descartando la ap ertu ra del m ercado interno h acia afuera, es decir, h acia los capitales extranjeros, serían todas inconsisten tes, com o lo son en realidad, salvo si se adm ite la hipó tesis de un cam bio político radical h acia el socialismo. E l exam en de algunas de ellas, cuando el mismo se intenta en el m arco de la estructura política vigente, pone de manifiesto su falta de viabilidad. E n el caso de que el sector industrial nacional lo g rara im poner su hegem onía, es decir, con trolara al E stad o, podría lograr éxito en la política de industria lización a través de las siguientes coyunturas y políticas: a] M antenim iento de los precios externos p a ra poder seguir el proceso de transferencia del ingreso; esto es manifiestam ente imposible com o política (d ad o que los precios son fijados fu era del ámbito de la econom ía n a cio n a l), y antes bien su imposibilidad m ism a constituye uno de los limites del m odelo; b] E nfrentam iento con el sector agroexp ortador para seguir las prácticas de transferencia de ingresos; esto no sólo supone un cam bio profundo en el esquema de acuerdos, sino tam bién afecta la base m isma de su fi nanciación, la que tendería a disminuir. c] C ontención de la política salarial: esto, además de provocar una ru p tu ra en el sistema de los acuerdos políticos, puede llevar al enfrentam iento con el sector
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obrero organizado; im plica también u na am enaza de contracción del m ercado interno de consum o: d] Acentuación de la pauta de exclusión popular ur b ana; esto supone no adm itir las presiones populistas y por ende acep tar el riesgo de crisis políticas dentro del esquema de sostén del poder; e] M antenim iento del cierre del m ercado interno, y por tanto intento de u na suerte de declaración de mo ratoria de la deuda externa, procedim iento que signifi caría un enfrentam iento con los factores externos de dominio; f] M antenim iento de la exclusión agraria y acentua ción de las disparidades regionales, si bien esto puede producir fricciones, aunque no necesariam ente implica una crisis profunda del sistema político. Si, por el contrario, se supone que la crisis será en frentada a p artir del propio Estado populista, es decir, de una estructura de poder donde además de los repre sentantes de la burguesía urbano-industrial están pre sentes dirigentes de las masas, y que éstas desempeñan un papel significativo en la defensa del Estado, tampoco se estaría en m ejor situación p a ra posibilitar el desarro llo sin cambios políticos profundos o, aceptando como alternativa la penetración exterior en el m ercado inte rior. E n efecto, además de los enfrentam ientos señalados en la hipótesis anterior, habría, en sustitución de las contradicciones que en esc caso supondrían la conten ción salarial y la disminución de una participación cre ciente de las masas, nuevos enfrentam ientos ahora ya directam ente en el núcleo mismo del Estado populista: ni los sectores populares se m antendrían dentro de la alianza sin una presión creciente en favor de la redis tribución de los ingresos, ni los sectores empresariales, privados o públicos, podrían soportar tales presiones y simultáneamente seguir capitalizando e invirtiendo. L a alternativa más radicalm ente opuesta a la salida populista la constituye el remplazo de este esquema por otro basado en la alianza de la burguesía industrial con la burguesía agroexportadora. Sin em bargo, también aquí
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se dan posibilidades de con flicto; el sector agroexportad o r no sería un buen aliado p a ra resistir la presión en favor de la ap ertu ra del m ercado de inversiones, puesto que las inversiones extranjeras originan u na in dustrialización que no tiene com o fuente predom inante de form ación de capital el gravam en del sector expor tad or nacional. Adem ás, la oposición urbano-obrera de las masas quebraría el esquem a o lo llevaría a un calle jón político sin salida, ya que estos grupos tendrían que soportar, solos, el costo de la acum ulación. Algunas de las posibilidades que acabam os de reseñar fueron en realidad intentadas, aunque, com o es eviden te, no en sus form as puras, sino que parcialm ente o incluso com binando elementos tom ados de m ás de una de ellas. 2.
LA A PER TU R A DE L O S M ERCADOS IN T E R N O S AL CO N TROL E X T E R N O
Los antecedentes presentados aclaran p or qué, desde el punto de vista de su viabilidad política y social, fra ca san los intentos de m an ten er el ritmo de industrializa ción en el ámbito interno sin prom over cam bias polí tico-estructurales profundos. Sin em bargo, no hemos aclarado, p or o tra p arte, que hay un movim iento equi valente de búsqueda de nuevos m ercados por p arte de los capitales industriales extranjeros, ni cóm o es posible que éstos se acoplen a los intereses predom inantes in ternos en form a p or lo menos aceptable p a ra los grupos hegemónicos. P o r lo que a la prim era cuestión se refiere hay que señalar dos aspectos. E n prim er lugar, en la d écada del 5 0 el m ovimiento internacional de capitales se ca ra cte rizó por un flujo — de co rta duración— de transferen cias de capitales desde el cen tro h a cia la p eriferia; las corporaciones industriales pasaron a a ctu ar com o inver soras, lo que constituye u na novedad respecto al esque m a anterior de inversiones netam ente financieras o de préstam os p ara in fraestru ctu ra; hubo, p o r tan to , "p re
APERTURA DE LOS MERCADOS IN TER N O S
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siones en favor de nuevas inversiones5*. Este aspecto, aunque no fue decisivo p a ra los impulsos iniciales de la industrialización, gravitó significativam ente en momen tos posteriores. E n realidad, la fase inicial de la indus trialización sustitutiva y de la consolidación del m ercado interno, como es sabido, diose en función de la acum u lación in terna, pública y privada, la que tenia como acicate político las condiciones discutidas en el capítulo anterior y se caracterizó, más bien, por políticas protec cionistas.4 Sin em bargo, fueron éstas justam ente las que llevaron a los proveedores extranjeros de productos m a nufacturados a h acer inversiones en las economías peri féricas. D ichas inversiones fueron de dos tipos: las que aprovecharon un m ercado ya existente y en ese sentido competían con los sectores industriales internos, y a menudo ios subordinaban a sus intereses como en el ca so evidente de la relación entre las industrias naciona les de repuestos y la industria autom otriz, y las que se aseguraron m ás bien un control virtual de un m ercado en expansión. M ientras el proceso está en la fase de sustitución cre ciente de las im portaciones, la penetración de capitales extranjeros, si bien es cierto que marginaliza a determi nados sectores industriales, no llega a ser percibido co mo un problem a esencial p ara el desarrollo; en efecto los sectores industriales internos tienen campos nuevos 5 para la inversión, pues el proceso sustitutivo provoca una especie de. efecto de bola de nieve, ya que cad a producto term inado que se em pieza a fabricar estimula la sustitución progresiva de sus partes y componentes, hasta llegar a un punto en que, de hecho, sólo se re quiere la im portación de productos que ya implican una 4-. Santiago M acario. P roteccion ism o e industrialización en Am érica L a tin a , documento mimeografiado presentado al Se gundo Curso Regional de Política Comercial, Santiago de Chi le, 1967. 5. Eso explica la movilidad interna de los sectores empre sariales; en este sentido véase Luciano Martins, “Forma^So do Empresariado no Brasil”, en R evista do Institu to d e C iencias So ciáis, vol. ni, núm. 2.
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IN TERNACIONALIZACIÓN DEL MERCADO
tecnología muy desarrollada o m aterias prim as inexis tentes en el país.0 Y , por o tra p arte, el impulso que brinda la inversión extra n je ra a este proceso perm ite acelerar la incorporación selectiva a la econom ía indus trial de ciertos sectores obreros y otros técnico-profesio nales, lo que contribuye a m an ten er las “alianzas desarrollistas” . Existe, pues, u n a coincidencia transitoria entre los in tereses políticos y económ icos que perm ite conciliar los intentos proteccionistas, la presión de las m asas y las inversiones extranjeras, estas últim as aparentem ente son la condición m ism a de la continuidad del desarrollo dentro del esquema político señalado, com o ocurrió durante el periodo frondizista, el gobierno de Kubischek y lo que llam am os “la vía m exican a” . D e este m odo se refuerza el sector industrial y se de fine una p au ta p eculiar de. industrialización: u n a in dustrialización basada en un m ercado urbano restringido, pero lo suficientem ente im portante en térm inos de la ren ta gen erad a, com o p a ra perm itir u n a “industria m o derna” . Por supuesto que ésta va a intensificar el patrón del sistema social excJuyente que caracteriza al ca p ita lismo en las econom ías periféricas, pero no por eso de ja rá de convertirse en u na posibilidad de desarrollo, es decir, un desarrollo en términos de acum ulación y trans form ación de la estru ctu ra productiva h a cia niveles de com plejidad creciente.7 É sta es sencillam ente la form a que el capitalism o industrial adopta en el co n texto de u n a situación de dependencia. Ese proceso sigue un curso “norm al” , es decir, com patible co n la relación de fuerzas de las clases sociales 6. M aría da Concie^áo Tavares, “ S u b s titu to de importa r e s c desenvolvimento económico na América L atina”, en D ados, R ío de Jan eiro , año i, núm. 1, pp. 115-140. 7. Véase una descripción de los efectos de ese tipo de indus trialización sobre la estructura del empleo y sobre ta marginalización creciente de las poblaciones, Cardoso y Reyna, In du s trialización , estructura o cu p a cio n a l y estratificación social en A m érica L a tin a , Santiago de Chile, il p e s , 1966.
A P E R TU R A DE LO S MERCADOS IN T E R N O S en p ugn a, h asta el período que dio en llam arse el “ auge de la sustitución fácil de im portaciones” ; a p a rtir de ese m om ento, cu an d o com ienza a advertirse u na pérdida de velocidad en la d in ám ica del proceso sustitutivo, quedan evidenciados los problem as m ás com plejos, antes postergados p o r la euforia desarrollista, que suscita la creación de los sectores tecnológica y económ icam ente más significativos de la industria de bienes intermedios y de bienes de cap ital. N o sólo h ace falta un reagrup am iento interno de las organizaciones productivas, y que se intensifiquen los vínculos de asociación entre las empresas nacionales y grupos m onopolistas extranjeros, sino que tam bién deben considerarse los sectores socia les que no se insertan dentro de ese nuevo esquem a y presionan con fuerza cre cie n te : protestan los sectores industriales de las prim eras etapas sustitutivas, marginalizados; los sectores urbano-populares tra ta n por su lado de revivir u na política de desarrollo estatal como defensa co n tra las grandes unidades productivas privadas q\ie se orientan h a cia el logro de “m ás productividad y m enos m an o de obra” , etc. Se deshace pues, y defini tivam ente, la an tigu a alianza desarrollista. D e h echo, a p artir de ese m om ento, en el seno mismo del sistema industrial a p a re ce rá escindida la estructu ra de los grupos y clases sociales: h ab rá un proletariado más “m oderno” y o tro “m ás trad icio n al5’ ; un sector em presarial que co n trola la industria de a lta productividad y tecnología desarrollad a y un sector industrial “ tradi cional” , es decir, el que se constituyó d urante la etapa de la sustitución fácil de im portacion es; y así sucesiva m ente. L a d in ám ica social y política debe buscarse, pues, en el enfrentam iento y el ajuste entre los grupos, sectores y clases que se redefinen en función de esta nueva situación de desarrollo, la que tam bién se refle ja rá en las orientaciones e ideologías políticas conmo vidas en función de las características que esta nueva situación revela.
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Antes de d estacar cuáles son las fuerzas sociales y las orientaciones ideológicas que com ienzan a manifestarse en esta nueva fase será necesario a cla ra r las condiciones histórico-estructuraleS que señalan las características de la nueva “situación de desarrollo’5; su rasgo fundam ental rad ica precisam ente en que la integración al m ercado mundial de econom ías industriales-periféricas asume significados distintos de los que pudo tener la integra ción al m ercad o internacional p or p arte de las econo m ías agroexporladoras. ;L o mismo ocu rre, p o r supuesto, con respecto a la expresión política de ese proceso en dichas condiciones de dependencia. E n efecto, el primer problem a p or exp licar es la antinom ia que enuncia el concepto de “ economías industrial-periféricas” . L a vinculación de las econom ías periféricas al m er cad o internacional se d a ah o ra cuando el desarrollo del capitalismo cuyo cen tro ya no actú a solo, com o antes, a través del control del sistema de im portaciones-expor taciones, sino que lo h ace tam bién a través de inver siones industriales directas en los nuevos m ercados na cionales. Esto lo corroboran los análisis hechos sobre el financiam iento externo de A m érica L a tin a , que ponen de manifiesto el hecho de que las inversiones extranjeras se orientan en form a creciente h acia el sector m anufac turero, y que ese flujo no sólo se expresa a través de inversiones privadas (y entre éstas las directas tienen un predominio absoluto sobre las de “ca rte ra ” ) , sino que a ctú a por interm edio de un grupo m uy reducido de em presas.8 P or lo tan to , sí bien es cierto que no puede explicarse la industrialización latin oam erican a com o u n a conse cuencia de la expansión industrial del cen tro — pues, 8. Cf. cepa l , E l fin an ciam ien to extern o d e A m érica L atin a, Nueva York, Naciones Unidas, 1964, especialmente pp. 225238. Cabe señalar que en 1950 poco más de 300 empresas eran propietarias del 91 por ciento de todas las inversiones directas norteamericanas en América I/atina (p. 2 3 8 ).
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com o vimos, ésta se inició durante el período de crisis del sistema económ ico m undial y fue impulsada por fuerzas sociales internas— , tam poco puede d ejar de señalarse que en la industrialización de la periferia latinoam ericana la participación d irecta de empresas extranjeras asigna un p articular significado al desarro llo industrial de la región; éste, durante su período na cional-popular, pareció ap u n tar h acia la consolidación de grupos productores nacionales y, fundam entalm ente, h acia la consolidación del E stado com o instrum ento de regulación y form ación de núcleos productivos. Pero sucedió que, p or el con trario, y com o consecuen cia de la peculiar situación sociopolítica ya descrita se optase p or u n a p au ta de desarrollo asentada sobre las crecientes inversiones extranjeras en el sector industrial. C uan d o se perfila u n a “situación de desarrollo” de esas características, o tra vez vuelven a plantearse re laciones específicas entre el crecim iento interno y la vinculación externa. A un sin en trar en mayores consi deraciones sobre el tipo de dependencia im puesta por el financiam iento externo, caracterizad o, com o es sabido, por un endeudam iento creciente, principalm ente de cor to plazo, es posible an o tar algunos rasgos que hacen que en esa situación la dependencia adquiera — bajo el predominio del capitalism o industrial monopolista— un significado distinto de la que caracterizó las anteriores situaciones fundam entales de subdesarrollo. Desde el punto de vista de! grad o de diferenciación del sistema productivo, esta situación puede suponer elevados índices de desarrollo; no obstante, tanto el flujo de capitales com o el control de las decisiones econó micas “pasan” por el ex te rio r; los beneficios, aun cuan do la producción y la com ercialización de los productos se realicen en el ám bito de la econom ía dependiente, aum entan virtualm ente la m asa de capital disponible p or p arte de las econom ías centrales, y las decisiones de inversión también dependen parcialm ente de decisiones y presiones externas. Evidentem ente hay una estrecha relación entre el destino de la m asa de ren ta generada
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y realizada en el m ercad o interno y las condiciones ex ternas. L a s decisiones de las m atrices — que sólo p a r cialm ente tom an en cu en ta la situación del m ercad o interno— influyen en form a significativa sobre la rein versión de las utilidades generadas en el sistema nacio nal. E n ciertas circunstancias, las empresas pueden op tar por transform ar sus beneficios económ icos en cap ital, el que puede ser invertido en las econom ías centrales o en econom ías dependientes distintas de aquellas que los generaron. C on todo, cab e señalar que sólo son superficiales las semejanzas que parecen advertirse con la situación de dependencia que existe en las econom ías form adas a través de enclaves descritas an teriorm en te; en rigor, la relación entre las econom ías periféricas industriali zadas y el m ercado m undial es bien distinta. E n tre los supuestos del funcionam iento de tal tipo de econom ía pueden citarse los siguientes casos. a] un elevado grado de diversificación de la e co n o m ía ; b] salida de excedentes relativam ente red u cid a (p ara garan tizar las reinversiones, especialm ente en el sector de bienes de c a p ita l ); c] m an o de obra especializada y desarrollo del sector terciario y, p or lo tan to , distribución relativam ente más equilibrada del ingreso en el sector urbano industrial; d] y com o consecuencia, un m ercado interno capaz de absorber la producción. Q uizá podría decirse que aquí ocu rre lo con trario de lo que acon tece en u n a econom ía de en clav e; pues en tan to las decisiones de inversión dependen aunque p a r cialm ente del m ercado interno, el consum o es interno. Incluso, en los casos m ás típicos, se manifiesta una fuerte tendencia a la reinversión local, lo que, en cierto sentido, solidariza las intervensiónes industriales ex tran jeras con la expansión económ ica del m ercado interno. A p artir de esa situación podría suponerse que existe sim ultáneam ente desarrollo y au ton om ía; sin em bargo, aunque es cierto que la dependencia que subsiste es de otra índole, o tiene un nuevo c a rá cte r, este tipo de
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desarrollo sigue suponiendo heteronom ía y desarrollo parcial, de donde es legítimo hablar de países perifé ricos industrializados y dependientes. E n efecto, los víncu los que ligan la situación de subdesarrollo al m ercado internacional ya no ap arecen aquí com o d irecta y fran cam en te políticos (co m o ocurre en las economías de e n cla v e ), ni son sólo el reflejo interno de decisiones tom adas en el m ercado m undial (com o ocurre en el prim er tipo de econom ía subdesarrollada descrito en este tr a b a jo ). P o r el con trario, p arecería que la rela ción en tre la econom ía nacional y los centros dinámicos de las econom ías centrales se establece en el mismo m er cad o interno» Sin em bargo, en dos sentidos se mantienen las características de h eteronom ía: el desarrollo del sec tor industrial con tin ú a dependiendo de la “capacidad de im portación” de bienes de capital y de m aterias pri m as com plem entarias p a ra el nuevo tipo de diferencia ción del sistema productivo (lo que lleva a lazos apre tados de dependencia fin an ciera) , y adem ás, esta form a de desarrollo supone la intem acionalización de las con diciones del m ercado interno. P or lo que atañ e a la b arrera de la “cap acid ad de im portación” , cabe suponer que disminuye m ucho su significado luego de form arse el sector interno de p ro ducción de bienes de ca p ita l; sería m ás bien un escollo transitorio cuya im portan cia decisiva aparecería en la p rim era fase de expansión de la econom ía industrial “avanzada” . L os vínculos posteriores con el m ercado internacional podrían ser del tipo norm al en las econo mías m odernas donde siempre hay interdependencia. Bien distinta es la vinculación que se establece como consecuencia de la “intem acionalización del m ercado interno” ; tal proceso ocurre cuando en las economías periféricas se organiza la producción industrial de los sectores dinám icos de la econom ía m oderna (básica m ente, la industria quím ica, electrónica y autom ovi lística) y cuando se reorganiza la an tigu a producción industrial a p artir de las nuevas técnicas productivas. E sa revolución industrial de nuevo tipo lleva consigo
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una reorganización adm inistrativa, tecnológica y finan ciera que, p or ende, im plica u n a reordenación de las formas de control social y político. P o r supuesto, aun en ese caso, no es la nueva tecnología, en sí misma, — ni siquiera el aporte de nuevos capitales externos en el plano puram ente económ ico, los que propician, pro vocan o dan sentido al curso del desarrollo. Los esque m as políticos que expresan la pugna entre las fuerzas sociales son los que sirven de intermediarios activos en tre un determ inado estadio de evolución económ ica, organizativa y tecnológica y la d inám ica global de las sociedades. C ierto es que el inicio de un proceso m o derno de industrialización en las naciones periféricas supone cuantiosos aportes de cap ital, u na fuerte suma de conocim ientos tecnológicos y grados avanzados de organización em presarial, los que im plican desarrollo científico, com plejidad y diferenciación de la estructura social, acum ulación e inversiones previas. Q ue las na ciones centrales dispongan de tales precondiciones lleva a un estrecham iento de los lazos de dependencia. Sin em bargo, hay ejemplos de naciones subdesarrolladas que intentaron, a veces con éxito, reh acer el sistema p ro ductivo, garantizando al mismo tiempo un grado razo nable de autonom ía. Es necesario poner de manifiesto que las condiciones políticas bajo las cuales se logró sim ultáneam ente des arrollo y autonom ía im plicaron — de distintas formas, es cierto— un desarrollo basado principalm ente en la movilización de recursos sociales, económicos y de cre a tividad económ ica y organizativa localizados en el inte rior mismo de la nación. T a l proceso supuso, por o tra parte, un período de relativo aislamiento económ ico (caso de la U R S S o de C h in a ), p or el cierre parcial del m ercado, que obstaculizó las presiones h acia la am pliación del consum o de los bienes y servicios que c a racterizan a las sociedades industriales de m asas; e impuso, en general, la am pliación del control estatal del sistema productivo y la orientación de las nuevas inver siones h acia los sectores considerados estratégicos p ara
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el desarrollo nacional, tales com o los de infraestructura o los que absorben conocimientos tecnológicos avan zados y aun los vinculados a la defensa nacional. Todo ello im plica una reordenación congruente del sistema social, u n a disciplina relativam ente au toritaria (au n en casos com o el de Jap ón , donde se m antuvo el régimen capitalista) y una revolución ele los objetivos nacionales, Incluso, y no de m an era despreciable, en las prioridades educacionales. T al no fue el curso seguido p or la dinám ica política y social de A m érica L atin a, como hemos visto en las páginas precedentes. Al tra ta r de integrarse en la era de producción industrial relativam ente m oderna me diante la transferencia de capitales externos y, con ellos, de la técnica y de la organización productiva modernas, algunos países de la región han alcanzado, en grados distintos, la intensificación del proceso de industrializa ción, pero con consecuencias evidentem ente restrictivas en cu anto a la autonom ía del sistema económ ico na cional y de las decisiones de políticas de desarrollo. E l tipo de com petencia económ ica im puesta p or el "m ercad o abierto” , las normas de calidad industrial y de productividad, la m agnitud de las inversiones re queridas (piénsese en la instalación, por ejemplo, de la industria p etro q u ím ica), las pautas de consum o creadas, obligan a determ inadas formas de organización y con trol de la producción, cuyas repercusiones afectan al conjunto de la econom ía. E n este sentido, a través de los capitales, la técnica v la organización transferidos por el sector externo, se inaugura un nuevo eje de or denam iento de la econom ía nacional. C uando no se realiza bajo la dirección de la sociedad nacional, esa revolución im plica, por supuesto que en un plano más complejo, un nuevo tipo de dependencia. En las dos situaciones fundam entales de subdesarrollo antes descritas el Estado nacional puede m an ejar, den tro de sus fronteras, una serie de instrumentos políticos como respuesta a las presiones del m ercado externo (por ejemplo, u na política m on etaria o de defensa del nivel
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de em p le o ), y lograr así resguardar p arte de la au to nom ía nacional en punto de decisiones de inversión y consum o; p ara el nuevo tipo de desarrollo, los m ecanis mos de control de la econom ía nacional escapan p arcial m ente del ámbito interno en la m edida en que ciertas norm as universales del funcionam iento de un sistema productivo m oderno impuestas p or el m ercado universal no perm iten altern ativas: la unificación de los sistemas productivos lleva a la pautación de los m ercados y a su ordenam iento supranacional. L a com plejidad de la situación se h ace, pues, m ucho m ayor que en los casos anteriores: se ponen en evidencia las condiciones generales de funcionam iento social de las economías dependientes, ya que se agudizan y se co n tradicen los parám etros de com portam iento económ ico en este tipo de sociedades. Así, a m edida que el ciclo de realización del capital se cum ple en el ám bito interno en función de la gran unidad productiva (producción, com ercialización, consum o, fm an d am ien to , acum ulación, reinversión), el sistema económ ico — “ las leyes del m er cado” — , tienden a im poner a la sociedad sus "n orm as naturales” , restringiendo, p or consecuencia, el ámbito y la eficacia de la con trap artid a autónom a de los grupos locales. Por o tra p arte cabe reco rd ar tam bién que la crista lización del modelo arriba m encionado no significa que la form ación de un fuerte sector económ ico estatal en algunos países, com o M éxico y Brasil, con cap acid ad de regulación económ ica y participación acen tu ad a del sector público en la form ación de nuevos capitales, no pueden am pliar el grad o real de autonom ía de deci siones internas de los países industrializados de A m érica L atin a. N i significa, tam poco, que las form as anteriores de organización y control de la producción, incluso en lo que atañ e a la dependencia, desaparezcan de la escena. T od o ello lleva a u na com plejidad creciente de la vid a política. E l esquema político de sostén de esta nueva form a de desarrollo — donde se articulan la econom ía del
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sector público, las em presas monopolistas in ternaciona les y el sector cap italista m oderno de la econom ía nacional— requiere que se logre estructurar un ad ecua do sistema de relaciones entre los grupos sociales que controlan tales sectores económ icos; este sistema n ece sita u n a expresión política que posibilite la acción eco nóm ica de los distintos grupos que ab arca. E n efecto, p ara esta form a de desarrollo se supone el funciona m iento de un m ercado cuyo dinam ism o se basa, p rin cipalm ente, en el increm ento de las relaciones entre productores que se constituyen en los “consumidores” m ás significativos p ara la expansión económ ica. E n co n secuencia, p ara au m en tar la cap acid ad de acum ulación de esos “ productores-consum idores” es necesario frenar las dem andas re ¡vindicativas de las masas. E s decir, la política de redistribución que am pliaría su consum o se to rn a ineficaz y aun p ertu rb ad or del desarrollo. E s fácil com p ren d er que en estas condiciones la ines* tabilidad política aum ente en la hiedida en que la con solidación del E stad o , co m o expresión de poder, dependa del juego electoral. P o r o tra p a rte , la posibilidad de m an ten er este juego se torna m ás p re ca ria a medida que disminuye el flujo de las inversiones extranjeras — que se reduce en función del m ovim iento internacio nal de capitales— y a la vez tam bién es afectado por la ten d encia a la b aja de los térm inos de intercam bio. Gom o el “sector m oderno” — cuya d in ám ica es seme jan te a la de los sistemas productivos de los países centrales— está lim itado p o r m ecanism os casi au tom á ticos de expansión, condiciona negativam ente las posi bilidades de proteccionism o oficial; por consiguiente, quedan excluidas com o alternativas el apoyo a las an ti guas industrias nacionales surgidas durante el período de sustitución de im portaciones, la elección de políti cas de desarrollo basadas en la utilización extensiva de m ano de obra, etcétera. Así, el desarrollo, a p artir de ese m om ento, se h ace intensificando la exclusión social, y ya no sólo de las masas, sino tam bién de las capas sociales económ ica
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m ente significativas de la etap a anterior, cuya principal alternativa ah ora es lograr vincularse en form a subsi diaria al sector monopolista moderno y al sistema de dominación política que se instaura. Pero si bien es cierto que cabe la posibilidad de lograr la moderniza ción del sector industrial y su diversificación a través de la unidad productiva monopolista internacional, esas “islas de m odernidad” se insertan en un con texto en el cual la antigua nación agroexportadora (con sus dos sectores, el agrocom ercial vinculado hacia afuera y el latifu n dista), los sectores industriales form ados antes del predominio monopolista, los sectores medios y el popu lar con sus subdivisiones (m asas rurales y urbanas y clase o b re ra ), siempre están presentes y buscan definir su solidaridad con el m odelo propuesto de ordenación económ ico-social en tal form a que les p erm ita tener cierta participación en el desarrollo. Sin embargo, el sector industrial m oderno y el sector agrario industria lizado, en el con texto del subdesarrollo vigente en los demás sectores económicos, pueden apenas mantenerse y expandirse a un ritm o relativam ente lento, y sin que su presencia y su desarrollo posean el dinamismo sufi ciente para “m odernizar” el conjunto de la sociedad. P or el contrario, el mismo fundam ento tecnológico em pleado limita su capacidad de incorporación y el pro blem a del m ercado se soluciona a través de un sistema restringido de intercam bio entre grandes unidades productoras y com pradoras, y donde el E stado sigue siendo el principal com prador y detenta un papel im portante com o productor. L a posibilidad de m antener alguna participación de las masas, principalm ente en términos económicos, la da el grado de desarrollo que alcanzó el sector público de la econom ía en la fase anterior, sobre todo cuando logró m antener algún control sobre los sectores mono polistas m odernas. Pero no deja de ser significativo que, aun en este caso, quienes controlan el sector esta tal de la econom ía actúen m ás en términos de “em presarios públicos” , que de acuerdo a u na política de
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tipo populista, que estimula la redistribución de la renta para interm edio de alzas salariales continuas. En otros términos, el Estado d eja de ser, bajo ese aspecto, un Es tado populista, p ara transform arse en un Estado em presarial. E l sistema de control político que empieza a tener vigencia depende de las particulares condiciones en que se dé ese proceso y son evidentemente distintas en un país, com o M éxico, donde el sector popular, y también e! sector empresarial, ya tenían estrechas relaciones con el sistema de decisiones políticas desde dentro mismo del ap arato del E stad o ; esto no sólo permite una reor ganización gradual acorde con la nueva situación de desarrollo, sino tam bién u n a definición casi formal del área de influencia de esos sectores y la del sector vincu lado a las empresas extranjeras. P o r otra parte, en países com o Argentina o Brasil, el tránsito es tanto más com plejo cuanto que el E stado no está preparado para perm itir el control corporativo de las decisiones econó micas. Esto impone la reorganización de las funciones del Estado p ara lograr una cap acid ad ca d a vez más amplia de reglam entación de la vida económ ica. Por o tra p arte, los grupos dominantes buscan la reorgani zación del propio régimen político para permitir que la centralización autoritaria, que facilita la implantación del modo capitalista de producción en las economías dependientes, pueda consolidar su dominio. L a oposición a esta reorganización se apoyará en los sectores sociales que están a] m argen del esquem a: vir tualm ente, en las masas marginales y en los sectores obre ros y asalariados urbanos cuyos estándares de vida sufren los efectos de la nueva etapa de acum ulación capitalista; efectivamente, en lo que quedó de la organización polí tica del período populista-desarrollista: los partidos de izquierda, los intelectuales progresistas, los sectores n a cionalistas, etc. I ,a oposición se basará también en gru pos privados no comprom etidos con el sector monopolis ta extranjero, que idealmente podrían tra ta r de rehacer la alianza “h a c i a ' abajo” , para, de ese modo, lograr
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m ejores condiciones de negociación política con los g ru pos ah ora dominantes. T eóricam en te, en los países donde el sector p rod uc tivo m oderno se instauró bajo la égida de las nuevas condiciones de desarrollo y dependencia, la reorganiza ción del sistema de decisiones políticas y la rcorien tación de la econ om ía parecerían imponerse de m an era consistente, com o lo ejem plifica la gestión C astclo B ran co-R oberto C am pos en Brasil. Adem ás de las condiciones internas favorables a tales políticas, la dinám ica de las relaciones internacionales y en especial la ideología de seguridad nacional b asada en la creencia en la i minencía de la tercera g u erra m undial, en el papel prepon d erante de la alianza occidental — consecuentem ente, en la supeditación m om entánea de los intereses nacio nales al bloque jefatu rad o por Estados Unidos— y en !a form a que adopta la gu erra, com o guerra revolucio n aria en la cu al el “enem igo externo” coexiste con el “enemigo interno” , sirven de trasfondo p a ra los ca m bios económicos y políticos apuntadas. N o obstante, en la p rá ctica no se ven todas las con secuencias que esa tendencia del proceso de desarrollo ofrece. L as transform aciones ch o can con intereses con cretos y se hacen por interm edio de canales sociales cuya com plejidad y autonom ía relativa no está demás señalar. P ara em pezar, conviene subrayar que la nueva form a de desarrollo im plica indudablem ente la renovación del sistema político-social form ando una e xtru ctu ra de do minación que no está basada, o sólo lo está p arcial m ente, en los sectores terratenientes, exportadores o vinculados a la industria de bienes de consum o rápido. El nuevo sector económ ico, en el que predom inan las empresas monopolistas internacionales v el sector finan ciero que surge vinculado al m ercad o interno, busca ejercer u n a influencia fundam ental sobre las decisiones nacionales. Ese propósito no lo logra sin oposición, lu chas entre facciones de las mismas o de distintas clases en juego, etc. Adem ás, el grado de im portancia que
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pudo adquirir el sector público en la econom ía desem peña un papel significativo en c a d a país que alcanzó la fo rm a de desarrollo en cuestión, y posibilita al E s tado distintos m árgenes de m aniobra en la definición de las nuevas alianzas de m antenim iento del poder. E l últim o punto es decisivo. E n efecto, el paso del régimen d em ocrático-rcpresentativo (que de una u otra form a sobrevivió con el E stado desarrollista y con la política de masas d urante el período inicial de la e x pansión industrial) al régimen autoritario-corporativo que se presenta com o la altern ativa probable en las con diciones políticas y económ icas de la actu alidad , se hace por interm edio de revoluciones en las cuales son las grandes organizaciones nacionales, com o el ejército y la b u rocracia pública, más que las burguesías nacionales o internacionalizadas, quienes actú an y se reorganizan. P or supuesto, la situación estructural que d a sentido a la acción de esos grupos es la que se describió an te riorm ente, y, por lo tanto, las burguesías internaciona lizadas siguen siendo el eje del sistema de dominación. Sin em bargo, en la situación latin oam erican a, a partir del período llam ado de transición, la expresión política de la burguesía urbano-industrial — a diferencia de las burguesías agroexportadoras del pasado— estuvo más vinculada directam ente al E stad o, a través de grupos de presión o de la ocupación de puestos en el aparato estatal* que a la existencia de “partidos de clase” . De igual m odo, los asalariados estuvieron m ás organizados com o sindicalistas, bajo la tu tela del Estado, que como militantes partidistas. L a excepción a la regla lo ejem plifica M é x ico ; sin em bargo, aun en ese caso el partido no dejó de ser, com o se vio, la expresión política del mismo Estado, en el seno del cu al las clases ocupan posiciones definidas casi corporativam ente. Así, el E stado ejerció funciones m ás amplias que las de institución ju rídica o expresión política de clases organizadas; funcionó com o organización política mis m a de las clases. Si bien es cierto que la crisis del populismo desarro-
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llista desembocó políticam ente, en A rgentina com o en Brasil, en situaciones en las que hubo incluso la movi lización de las burguesías y de las cap as interm edias en co n tra del “peligro com unista” , de la subversión interna y de la presión de las m asas sobre el Estado (actu an te en el goulartismo y potencial en el caso de una vuelta posible del peronismo al p o d e r), la form a que el revocam iento del poder dem ocrático adoptó fue la de “golpe m ilitar” . F u e distinta, sin em bargo, la sig nificación de esos golpes m ilitares — y de sus desdobla mientos— de lo que ocu rría en el pasado con la tom a del poder por caudillos militares. E n la actu alidad , las fuerzas arm adas, com o corporación tecn ob urocrática, ocupan al E stad o p ara servir a intereses que creen ser los de la nación. Ese paso es decisivo. Los sectores políticos tradicionales — expresión en el seno del Estado de la dom inación de clase del período populista-desarrollista—- son aniquilados y se busca transform ar la influencia m ilitar perm anente com o condición necesaria p ara el desarrollo y la seguridad nacional, gracias al ropaje de u na especie de arbitraje tecn ocrático que se pretende asignar a las intervenciones militares en la vida económ ica, política y social. Así se logra la fusión parcial de las dos grandes organizaciones que alcanzan influencia política y control efectivo p erm anente en el conjunto del p aís: las fuerzas arm adas y el Estad o. L a form a ad op tad a p or el eje de dom inación logra ventajas políticas ineludibles en la situación latinoam e rican a: la existencia de grupos organizados es im por tante en el cu ad ro de la falta estructural relativa de las sociedades subdesarrolladas. A carrea, sin embargo, una serie de problemas y contradicciones que dificultan la aceptación p or p arte de la sociedad civil del régimen au toritario-corp orativo en elaboración. E n efecto, en la m edida en que se form a esa especie de tecnoburocracia de países dependientes, basada en el potencial de decisión y organización de los sectores modernos de la b u rocracia m ilitar y civil, sufre dos tipos de presión: u n a en fav o r del desarrollo racional
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y m oderno, estim ulada por la gran corporación indus trial-fina nciera, generalm ente internacionalizada, y o tra que h ace hincapié en el ca rá cte r ca d a vez m ás exclu yen te, en términos relativos, del desarrollo capitalista en países dependientes, y en el ca rá c te r nacional de las tareas y problemas a cumplirse y resolverse en el curso del desarrollo. Este último punto de vista en cu en tra apoyo incluso en fracciones de las fuerzas a rm a das y de la tecn ocracia estatal. E n consecuencia, a m e nudo segmentos del eje b urocrático-m ilitar del poder se proponen tem as y sostienen soluciones que menos precian la fuerza de la estructura capitalista-dependiente de la econom ía local, volviendo a p lan tear cuestiones, com o la necesidad de la reform a agraria, de la redistri bución de la ren ta, del desarrollo armonioso entre las regiones del país, etc., que parecerían pertenecer más bien al período anterior de desarrollo. Las ideologías llam adas “de clase m edia” , que insisten en considerar que la política económ ica debe favorecer un crecimiento equitativo de la econom ía y de la ren ta y a percibir al E stado com o un foro en el que se lleva a cabo la m e diación relativam ente ecuánim e entre los intereses de las clases y grupos, vuelven a tener defensores, muchas veces poderosos, dentro de la tecnoburocracia, civil o m ilitar. N o se cierra pues la pugna entre las clases y grupos, ni siquiera en el ámbito de las clases dominantes. Es poco probable que dichas tendencias nacional-refor mistas puedan tener más que un éxito mom entáneo. Sin em bargo, com o las burguesías no disponen de or ganizaciones políticas en el sentido especifico de la expresión y com o su control sobre el Estad o, en el m o m ento actu al, es casi puram ente “estructural”, solamen te cuando las políticas impuestas p o r la tecnoburocracia militarizada ch ocan con las mecanismos de acum ulación y expansión capitalista, los grupos empresariales buscan medios y modos p ara corregir las “desviaciones naciona listas” . M ientras tan to , los sectores que sostienen las reform as en nom bre de la nación, por encim a de las
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INTERNACIONALIZACIÓN DEL MERCADO
clases, tienen justificaciones p a ra creer que pueden trans form ar su ideología en verdad p a ra todos. P or detrás de los titubeos de esa naturaleza, la línea de fuerza de la política de transform aciones económ icas en el nuevo esquema de poder sigue siendo, com o ya señalamos, desarrollista, pero neutral p o r lo que al co n trol nacional o extran jero de la econom ía se refiere. E l otro polo de reacción al sistema de poder en for m ación es exterior al eje dom inante y estaría basado en la oposición de la clase obrera, de los sectores asala riados y de las “capas m arginales” , que son num érica m ente crecientes gracias a la form a que el desarrollo capitalista asume en la periferia. E n efecto, el funcio nam iento del sistema industrial-m oderno im plica un aum ento, por lo menos en términos absolutos, del pro ceso de marginalízación — entendido éste en el sentido m ás alto. P or tal razón, la canalización de las presio nes populares a través de las estructuras organizativas anteriorm ente existentes (sindicatos, partidos, sectores del Estado, etc.) se torna m ás difícil. D e ese m odo se form a u n a m asa disponible cuyas nuevas formas de movilización y organización siguen siendo una incógnita. Su existencia p lantea u na am plia gam a de alternativas de acción política, desde la creación de “focos insurrec cionales” hasta la reconstitución del “movimiento de masas” . I ,a debilidad de los intentos hechos por buscar trans formaciones en el statu qu o por m edio de la moviliza ción de las m asas no integradas se asienta, p or una parte, en el carácter poco estructurado de esas masas y en su bajo nivel de subsistencia y de aspiraciones; por la o tra , las nuevas bases del desarrollo y de la depen dencia provocan u n a división entre los sectores asala riados. C om o señalamos, los grupos asalariados vincu lados al sector capitalista avanzado se benefician del desarrollo y, en cierta m edida, am ortiguan las presiones que vienen de abajo. E n la acción reivindicativa se desvinculan de las presiones populares masivas, tanto urbanas com o rurales»
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P or cierto, los éxitos de la presión política de las asa lariados, au n en el caso de aquellos pertenecientes al sector capitalista avanzado, son modestos en el contexto de la dominación autoritaria-corporativa. Dependerán más bien del perfeccionam iento de sus organizaciones sindicales y de la diferenciación de las clases medias en el sentido de la constitución de sectores m ás d irecta m ente vinculados al modo de producción capitalistaindustrial, E sa últim a m odificación incluye, n atural m ente, la modernización de la organización que suele ser la pun ta de lanza de la clase m edia en el juego político: la Universidad con sus institutos técnicos, don de los cuadros buscan el saber especializado que les da significado e im portancia en la nueva sociedad. Tales transform aciones podrán perm itir que los sectores asa lariados vuelvan a influir en las decisiones políticas y que traten de recu p erar influencia sobre la orientación del proceso económ ico. Sería aventurado sostener, sin embargo, que la trans form ación del sentido de la participación política de los asalariados, tanto de la clase obrera com o de los estratos ’ -íenn ed ios, h acia la m ayor integración en el nuevo sis tem a de dom inación, sea u na tendencia definida y definitiva. L a experiencia política latinoam ericana se ñala m ás bien que la solidaridad “horizontal” entre las clases llega a prevalecer en coyunturas políticas de pro testa, com o lo ejem plifican los obreros del cobre o del estaño, además de los trabajadores de empresas estatales, que suelen ser los más bien pagados y, a la vez, más activos políticamente. Por detrás de las pugnas y' tanteos políticos que las condiciones actuales del enfrentam iento entre las clases y grupos alientan, siguen presentes las contradicciones generales provocadas |x>r el funcionam iento del sistema productivo con base en las grandes unidades monopolis tas, y las contradicciones específicas, que derivan de las condiciones particulares de un desarrollo capitalista que depende tan to de capitales com o de técnicas y formas organizativas generales en los polos dominantes del c a
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IN TERN A CIO N A LIZA RO N D EL MERCADO
pitalismo internacional. E n consecuencia, los temas domi nantes del m om ento histórico, en lo que al desarrollo se refiere, pasan a ser: form ación de un m ercado supranacional que resuelva los problem a de econom ía de escala y de m ercad o de las sociedades en las cuales la participación en el consum o es restringida; reorganiza ción au toritario-corp orativa del régimen político en busca de la estabilidad política en sociedades “de m asa”, pero donde el sistema político no c a p ta la participación p o p u lar; acum ulación y m ayor con centración de capitales en una estructura de ingresos concentrada. L as dificultades planteadas p a ra que esa form a de desarrollo logre la movilización y el consentimiento de las masas to m a lenta la reconstrucción del orden so cia l Y endo co n tra el tiempo, el nuevo sistema de p o der in ten ta consolidarse antes que las brechas favorables a la oposición se acentúen. T o d o ello lleva a que el tránsito h acia el establecimiento de un modo capitalistaindustrial de producción relativam ente desarrollado en países dependientes se asiente en regímenes políticos autoritarios (militares o civiles) cuyo ciclo de duración dependerá tanto de los éxitos económicos y del avance en la reconstrucción social que puedan lograr, como del ca rá cte r, del tipo de acción o del éxito de los m o vimientos de oposición basados en los grupos y clases que hemos señalado anteriorm ente.
C O N C L U S IO N E S
L a n aturaleza de este ensayo no perm ite que, a guisa de conclusiones, se presenten más que algunas indica ciones generales sobre los tem as tratados. No quisiéramos que las hipótesis y las interpretaciones provisionales que hicimos fuesen transform adas, sin el análisis de situacio nes concretas, en afirm aciones categóricas. Por ello, más que conclusiones, las reflexiones que siguen constituyen indicaciones p ara trabajos futuros. C on tales reservas, es posible reco rd ar que, desde el punto de vista m etodológico, el esfuerzo principal lle vado a cabo en este libro fue reconsiderar los problemas del “desarrollo económ ico” a p artir de una perspectiva de interpretación que insiste en la n aturaleza política de los procesos de transform ación económ ica. A la vez, procuróse dem ostrar que la referencia a las “situaciones históricas” en las que se dan las transformaciones eco nóm icas es esencial p ara la comprensión del significado de tales transform aciones, así com o p a ra el análisis de sus límites estructurales y de las condiciones que las hacen posibles. Al form ular en estos términos la relación entre p ro ceso económ ico , condiciones estructurales y situación histórica, se hicieron evidentes las limitaciones de la utilización de los esquemas teóricos relativos al desarro llo económ ico y a la form ación de la sociedad cap ita lista en los países hoy desarrollados p ara la comprensión de la situación de los países latinoam ericanos. N o sólo es distinto el m om ento histórico, sino que las condiciones estructurales del desarrollo y de la sociedad serán his tóricam ente diversos. E l reconocim iento de estas dife rencias nos llevó a la critica de los conceptos de sub desarrollo y periferia económ ica y a la valorización del concepto de dependencia, com o instrum ento teórico p ara
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C O N C LU SIO N ES
a cen tu ar tanto los aspectos económicos dei subdesarrollo com o los procesos políticos de dom inación de unos paí ses por otros, de Tinas clases sobre las otras, en un con texto de dependencia nacional. E n con secu en cia, destacam os la especificidad de la instauración del modo capitalista de producción en form aciones sociales que encuentran en la dependencia su rasgo histórico p e culiar. P o r otro lado, a través de la crítica del concepto de dependencia procuram os reto m ar la tradición del pensa miento p olítico: no hay una relación m etafísica de de pendencia de una n ación a o tra, de un E stado a otro. Estas relaciones se hacen posibles, con cretam ente, m e diante u n a red de intereses y de coacciones que ligan unos grupos sociales a otros, unas clases a otras. Siendo así, es preciso determ inar de u na form a interpretativa la m an era en que tales relaciones asumen en c a d a situación básica de dependencia, m ostrando cóm o se; relacionan Estad o, C lase y Producción. A nalíticam ente, será preciso dem ostrar, m ás tarde, el fundam ento con creto de esas i n terpre tacioncs. T en tativam en te, procuram os caracterizar las relacio nes m encionadas antes. P a ra ello mostrarnos que en A m érica Latina es posible determ inar dos situaciones básicas de relación de las clases entre sí, con el E stad o y con el sistema productivo, en función del m odo de relación de éste con el m ercado internacional y de la form a de control de la producción. E n un caso desta cam os la especificidad de las ‘'economías de qnclave” , en el o tro el control nacional del sistema exportador. E n seguida, procuram os indicar el flujo de las trans form aciones históricas de estas situaciones de base, tal com o se con cretaron en form aciones sociales específicas. Procuram os evitar dos falacias que c.on frecuencia per judican interpretaciones sim ilares: la creencia en el con dicionam iento m ecánico de la situación político-social interna (o nacion al) por el dom inio exterior, y la idea opuesta de que todo es contingencia histórica. E n efecto, ni la relación de dependencia, en el caso de naciones
CONCLUSIONES
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dependientes, o de “subdesarrollo nacional” , im plica en la inevitabilidad de la historia nacional volverse el puro reflejo de las modificaciones que tienen lugar en el polo hegem ónico externo, ni éstas son irrelevantes p a ra la autonom ía posible de la historia nacional. Existen, por cierto, vínculos estructurales que limitan las posibilida des de acción, a p artir de la propia base m aterial de producción disponible en un país y del grad o de desa rrollo de las fuerzas productivas, p a ra no m encionar el m odo en que se com binan éstas con las relaciones políticas y jurídicas, en el interior y con las naciones hegemónicas. Pero, al mismo tiem po, m ediante la acción de los grupos, clases, organizaciones y movimientos sociales de los países dependientes, se perpetúan estos vínculos, se transform an o se rom pen. P o r tanto, existe una d inám ica interna propia que h ace inteligible el “curso de los acontecim ientos” , sin cuya comprensión no hay ciencia política posible. A partir de la diferencia entre las posibilidades estruc turales básicas ofrecidas por la situación de enclave y por la situación de control nacional del sistema expor tad or, procuram os m ostrar cóm o se dieron claram ente los cam bios sociales, políticos y económicos en los diver sos países considerados. N o obstante, en los capítulos finales retomamos el tem a general de las condiciones estructurales del desa rrollo capitalista en los países dependientes. Así, pues, caracterizam os fas contradicciones hoy existentes tanto en términos de los efectos de la organización productiva de los sectores industrial-m odernos de la región sobre el con ju nto del sistema nacional com o en términos de las relaciones de las clases y grupos sociales entre sí y con el Estad o, a p artir del m om ento en que se forma una econom ía industrial-dependiente. Tam bién procuram os m ostrar la autonom ía relativa, las contradicciones y las posibilidades de convergencia entre el sistema económ ico y el proceso político. Hicimos n otar que la comprensión de la situación actu al de los países industrializados y dependientes de A m érica L a
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CONCLUSIONES
tina requiere el análisis de los efectos de lo que llamamos “internacionalización del m ercad o interno” , expresión que caracteriza la situación que responde a un control creciente del sistema económ ico de las naciones que d e penden de las grandes unidades productivas monopolis tas internacionales. L a novedad de la hipótesis no está en el recon oci miento de la existencia de u n a dom inación externa — proceso ev id en te— , sino en la caracterización de la form a que asume y de los efectos distintos, con refe rencia a las situaciones pasadas, de este tipo de relación d e dependencia sobre las clases y el Estad o. R esaltam os que la situación actu al de desarrollo dependiente no sólo supera la oposición tradicional entre los términos desa rrollo y d ep en d en cia , perm itiendo in crem en tar el de sarrollo y m an ten er, redefiniéndolos, los lazos de depen dencia, sino que se apoya políticam ente en un sistema de alianzas distinto del que en ej pasado aseguraba la hegem onía externa. N o son y a los intereses exportadores los que subordinan los intereses solidarios con eí m er cad o interno* ni los intereses rurales los que se oponen a los urbanos com o expresión de un tipo de dominación económ ica. AI con trario, Ja especificidad de la situación actu al de dependencia está en que los “intereses exter nos” rad ican cad a vez m ás en el sector de producción p ara el m ercado interno (sin anular, desde luego, las form as anteriores de dom inación) y, consiguientemente, se cim ientan en alianzas políticas que en cuentran apoyo en las poblaciones urbanas. P o r otro lado, ?a form ación de u n a econom ía industrial en la periferia del sistema capitalista internacional minimiza los efectos de la ex plotación típicam ente coloniaírsta y busca solidaridad no sólo en las clases dom inantes, tam bién en *1 conjunto de los grupos sociales ligados a la producción capitalista m o d ern a: asalariados, técnicos, empre.sarios, burócra tas, etcétera. Asimismo, describimos cóm o los grandes teínas de la política del p e ñ o d o correspondiente al intento de for m ación y fortalecim iento del m ercad o interno y de la
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econom ía nacional — eJ populismo y el nacionalismo— fueron perdiendo sustancia en función del nuevo c a rá c ter de dependencia. Finalm ente, procuram os verificar h asta qué punto, a pesar de las tránsform aciones señaladas, sería posible m antener la idea de dependencia* o, p or el contrario, si sería necesario sustituirla por la de interdependencia. E n este aspecto, se analizó o tra vez la especificidad de la situación estructural conjuntam ente con la situación política. Se demostró que los intereses de poder y las alianzas p ara garan tizar la hegem onía de grupos y fa c ciones de clase, internos y externos, han de ser consi derados p ara explicar las situaciones de dominación, pues éstas no son un simple resultado ineludible del grad o de diferenciación alcanzado por el sistema econó mico. Desde luego, la existencia de un “m ercado abier to’5, la imposibilidad de la conquista de los mercados de los países más desarrollados por las economía depen dientes y la incorporación continua de nuevas unidades de capital externo bajo la form a de tecnología altam ente desarrollada y cread a más en función de las necesidades intrínsecas de las economías m aduras que de las relati vam ente atrasadas proporcionan el cuadro estructural básico de las condiciones económ icas de dependencia. Pero la combinación de éstas con los intereses políticos, las ideologías y las formas jurídicas de reglamentación de las relaciones entre los grupos sociales perm iten m an tener la idea de “ economías industriales en sociedades dependientes” . P or Jo tanto, la superación o el m anteni m iento de las “barreras estructurales” al desarrollo y a la dependencia, más que de las condiciones económicas tom adas aisladam ente, dependen del juego de poder que perm itirá la utilización en sentido variable de esas “con diciones económ icas” . E n este sentido, intentamos suge rir que podría haber oposiciones — presentes o virtu a les— que dinam izaran a las naciones industrializadas y dependientes de A m érica L atin a y que habría posibi lidades estructurales p ara uno u o tro tipo de movimiento social y político.
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CONCLUSIONES
Sabemos que el curso con creto de la historia, aunque sea señalado por condiciones dadas, depende en gran p arte de la osadía de quienes se proponen a c tu a r en función de fines históricam ente viables. Por tanto, no incurrimos en la van a pretensión de inten tar delim itar teóricam ente el curso probable de los acontecim ientos futuros. Éste dependerá, más que de las previsiones teóricas, de la acción colectiva encam inada por volun tades políticas que hagan factible lo que estructural m ente apenas es posible.
P O S T S C R IP T U M
Casi después de diez años que este libro fue escrito, hemos m an ten id o ía estru ctu ra y las interpretaciones de la v e r sión original. S ería v a n a pretensión actu alizarlo. P o r una p arte> no abordam os en 61 las situaciones históricam ente significativas que ocu rrieron en A m é rica L a tin a , ni dimos énfasis a la descripción de acontecim ientos o a coyun turas p articu lares; sólo quisimos señalar las principales tendencias del desarrollo h istórico-estructural. P o r o tra p aite, los últimos diez añ os fueron dem asiado densos en acontecim ientos significativos co m o p a ra que tuviésemos la ilusión de p oder resumirlos en unas cu antas páginas adicionales. L o fundam ental de nuestro ensayo es la relación de las luchas políticas en tre grupos y clases, de un lado, y la historia de las estructuras económ ico-políticas de dom i nación, in ternas y externas, p o r o tro . D e este m odo, nos interesa m enos cata lo g a r los acontecim ientos que inquirir, a través de ellos, a ce rca del sentido de las relaciones es tructurales básicas y a ce rca de las fases de desarrollo de éstas en su doble d eterm in ació n : en el nivel in tern o de los sistemas locales d e dom inación y en su rela ción con. el orden in ternacional. L o s procesos políticos y económ icos ap arecen en e sta ú ltim a oom o si fuesen la expresión de u n a lu ch a entre estados-naciones pero en vuelven tam bién conflictos en tre grupos y clases sociales. L a explicación del proceso histórico en térm inos de los supuestos teóricos de la p ersp ectiva de la dependencia requiere que se expliciten los vínculos en tre la p u g n a al nivel de los estadas en el p lan o m undial, con las luchas internas en tre clases y grupos y co n los m odos fundam en tales p or los cuales, en c a d a país y en el plano m undial, se d a la organización social de la producción.
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El enunciado de algunos de los acontecim ientos sobre salientes de La historia de la región es suficiente p ara in d icar que, por ¿e trá s d e ellos, algunas trasform aciones ele fondo ocurrieron en el m undo en los últimos diez años y que éstas no fueron m eram ente episódicas, sino que reflejan un cam bio en las re la c io n a estructurales entre los dos grandes sistemas socioeconóm icos contem jx>ráneos y dentro de ca d a uno de ellos: — la estabilización y el progreso del régim en socia lista cu ban o; — la “vía cap italista” p a ra el desarrollo, tal co m o ella tuvo lugar en el “m ilagro económ ico1’ brasileño, aco m pañada por un régimen m ilitar; — la experiencia de la “vía electoral” p a ra el socia lismo en Chile y las p rácticas de ‘‘desestabilización” pues tas en m arch a p o r el orden cap italista p a ra destruirla; —• el reformism o m ilitar en Perú y las tentativas de autonomía., b ajo regímenes m ilitares en Panam á y, más episódicam ente, en S olivia co n T o rre s y en E cu ad o r entre 1972 y 1 9 7 5 ; — el “ vía crucis” de las experiencias guerrilleras, que aunque com enzaron antes de los últimos diez años, fueron d errotadas, m ilitar y políticam ente en los últimos años en Perú. Venezuela, G uatem ala, Bolivia. Santo Domingo. Brasil y U ru g u ay ; — la persistencia de movimientos guerrilleros en A r gentina antes y después del segundo gobierno de Perón y de focos menos expansivos en C olom bia y en N icara gua, así com o tam bién la eclosión de formas de protesta inesperadas por el orden d om inante en M éxico (com o el m ovim iento estudiantil con el episodio trágico de T latelolco) y de form as nuevas de movilización obrera y popular en la A rgen tin a; — la em ergencia de los países del C aribe en el esce nario político latinoam ericano, con estrategias populares autonom istas en G uayana, el tradicionalism o represivoiluminista de T rin id ad -T o b ag o y las tentativas de a rticu lación entre estos países y J a m a ic a ;
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— el m ilitarism o populista hondureno, y la guerra en tre este país y E l S alv ad o r; la "estabilidad” del resto del área, inclusive G u atem ala y N ica ra g u a ; — la m ism a “estabilización” en el C aribe, tanto en S an to D om ingo com o en H aití des-pués de la sucesión en fam ilia; — la persistencia de form as de m ilitarism o caudillesco en Paragu ay, reforzadas por alianzas con Brasil {proceso que an ticip a la tendencia de Bolivia después del golpe del general B ánzer) : — por último, casi co m o si tuviera lugar un descu brim iento arqueológico, la preservación de la dem ocracia elitista del bipartidism o tradicional en Colom bia y la experiencia m ás esp ectacu lar d e u n a p rá ctica p artidaria y d em ocrática, en el país que en los años recientes p re sentó los índioes m ás espectaculares de crecim ien to eco nóm ico de la región gracias al p e tró le o : V enezuela; — todo esto, sin m en cion ar los movimientos políticos que o cu rren en situaciones coloniales com o Puerto R ico, en las Guayarías, y en varias islas y enclaves» del Caribe, incluyendo la zona del C an al d e P an am á. Baste, p or tanto, u n a o jead a a vuelo de p ájaro a la historia reciente p a ra p ercibir que sustituir la adjetiva ción fácil que usarnos arrib a p o r un análisis del proceso histórico d em an d aría escribir uno o — quizá v a r i o s nuevos libros. Aun así, parece necesario h a ce r alg u n a referencia en este post-scriptum a las tendencias básicas subyacentes en aquellos procesos. Nos lim itarem os a discutir tres tó picos generales: las grandes trasform aciones en el siste m a cap italista y en el orden m undial ; las im plicaciones de la política internacional en la actu ació n latinoam e rican a a nivel m u n dial; y, finalm ente, la reorganización del orden político interno — especialm ente del Estado— , eñ A m érica L a tin a y la reacción de los movimientos populares.
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L a reorganización d el ord en económ ico m undial y las em presas m ultinacionales E n el capítulo an terio r se hicieron consideraciones sobre Jos efectos de la penetración de las corporaciones m ulti nacionales en los países latinoam ericanos. L o que era una tendencia h ace diez años, es hoy hecho sobresaliente, no sólo en A m érica L a tin a , sino en tod a la periferia del sistema capitalista m u n d ial Sin em bargo, pensamos que este fenóm eno — la preem inencia de las em presas m ulti nacionales— debe ser analizado e n función de u n a pers pectiva global que valorice el papel de La política en la reorganización del orden econ óm ico m undial. S erla equi vocado, d e acu erd o co n la p erspectiva propuesta en este libro, analizar estas trasform aciones políticas indepen dientem ente de la din ám ica del sistem a cap italista com o un todo. C om o, a su vez, éste se desarroHa a nivel m un dial y, p or tan to se enfrenta continuam ente co n la p re sen cia y el desafío de la existencia de econom ías y países socialistas, es preciso h acer un esfuerzo p a ra entender é l predom inio y los límites de la acción de las empresas •internacionales en este co n texto m ás am plio. E n otro acáp ite discutiremos las condiciones político-sociales in ternas subyacentes a la expansión del orden capitalista mundial en cad a país latinoam ericano. Intentarem os esclarecer aquí sólo tres puntos: el signi ficado de la reorganización d e la econ om ía capitalista m undial p ara las econom ías cen trales; los efectos de este p roceso-para las econom ías periféricas; y p or últim o, las relaciones en tre este proceso y el E stad o nacional. E l p rim er problem a es fundam ental p a ra com prender algunas de las dificultades de la econ om ía internacional con tem p orán ea. É sta, después de la segunda g u erra m un dial, se expandió b a jo -Ja hegem onía incontestada de la econom ía norte-americana. E ste proceso de expansión se basó en el im pacto de la victoria m ilitar norteam eri ca n a y en la fragilidad, después d e la segunda guerra m updial, de los estados nacionales europeos y del debili
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tam ien to relativo de la econ om ía soviética con el -esfuerzo m ilitar. Se basó tam bién en el dinam ism o intrínseco de u n a econ om ía oligopólica d e gran em presa apoyada en im portantes realizaciones tecnológicas, aceleradas por la gu erra. L as ven tajas relativas de la econom ía n o rte a m erican a eran innegables; el predom inio político-m ilitar d e E stad os U nidos se tornó posible co n la suprem acía a tó m ica ; la cap acid ad tecnológica y la introducción c re cien te en el m ercad o de nuevos productos con los que e ra difícil com petir, reforzaron la v e n ta ja inicial y dieron a Estados U nidos u na condición de liderazgo inequí voco en el m undo cap italista. L a solidez del d ólar y su fortalecim iento co m o m on ed a de reserva reflejaron esta realidad. L os acuerdos financieras mundiales posteriores a la gu erra, especialm ente el de B retton W oods y el co n trol p or Estados U nidos del com ercio m undial, codificado m ediante les acuerdos de aran celes d e la conferencia m undial sobre este tem a (el ga tt ) , así com o p or el esta blecim iento en Bretton W oods de un m ecanism o de con trol m on etario (F o n d o M on etario In te rn a cio n a l), am bos bajo el dom inio n o rteam erican o, daban a este país el control de la econom ía m undial. E l precio a p agar por esta posición — especialm ente en el clim a de la guerra fría— fue la m ilitarización de la econ om ía norteam eri c a n a y la concepción correspondiente de que Estados U nidos deberían desem peñar u n a m isión tutelar respecto al “m undo libre” . A pesar del esfuerzo económ ico que esta política im ponía, el control del m ercad o mundial p agaba con creces ai T eso ro norteam erican o. Los supe rávit en la balanza de cu en ta corriente perm itían m an tener tan to ejércitos en el e x te rio r co m o h acer inversiones fuera de Estados U nidos. F u e en u na coyu ntura de este tipo que las empresas norteam erican as intensificaron su actu ació n en la peri feria del sistema capitalista, com o tam bién en los países europeos, in vin ien d o en fo rm a creciente y expandiendo su control sobre las econom ías locales. P a ra esto, hicieron inversiones y utilizaron, tam bién ganancias internas p ara
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la com p ra de activos pertenecientes a nacionales. M ás tarde, las ganancias generadas por el ‘‘sector externo’’ de ia econom ía n orteam erican a estim ularon la exp an sión continua de ésta en el interior. Si a esto se suman las políticas de penetración puestas en p rá c tic a en E u rop a se tiene una visión del poderío de la econ om ía norte am ericana. E n su m a, Estados U nidos se convirtió en banquero, accionista de empresas industriales y de servicios, y en gendarm e del m undo. E n cam bio, ofre cía al m undo occid en tal ;l a defensa co n tra los soviéticos, una civilización industrial-tecnológica, y el m anteni m iento de los ‘Valores básicos” (en tre ios cuales está el tipo de econ om ía que aseguraba a Estados Unidos su predom inio m u n d ial). N o obstante, el fin de la guerra fría y algunos éxitos socialistas, p or u na p arte, y el em puje ren acien te de las econom ías capitalistas de E u ro p a y Ja p ó n (en parte- de bido a que se negaron a p ag ar los costos de la defensa co n tra los soviéticos) em pezaron a desequilibrar el orden capitalista m undial. E l m ism o progreso económ ico indu cido por Estados Unidos con sus inversiones, y la revolución tecnológica m ás o menos p erm anente de las décadas posteriores a la g u erra (jet., c a rre ra espacial, transistorización, com p u tación , y en sum a la “revolución de las com unicaciones” con todas sus consecuencias eco nómicas, la difusión del uso de m ateriales sintéticos y de productos electrónicos, e t c .) , su difusión y ap rovech a miento al nivel del m ercad o (especialm ente por los jap o neses y alem an es), y las crecientes responsabilidades nor team ericanas frente a la com p eten cia con los soviéticos (puestas a prueba, prim ero, con el vuelo espacial de Gagarin, después por la cap acid ad soviética de com petir en la ca rre ra ató m ica y ta l vez de superar a Estados Unidos en arm am entos con vencionales), com enzaron a dem an d ar arduos esfuerzos al T esoro y condujeron a las adm inistraciones norteam ericanas a presionar a sus alia dos p a ra que ad op taran u n a actitu d “m ás responsable” y menos com petitiva. L a respuesta de éstos fue variable.
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Se dio la insubordinación gaul lista que tu vo consecuen cias en la política nuclear y en la salida francesa de la nato , ad em ás de expresiones m ás directas al nivel e co n ó m ico : frenos a la penetración n orteam erican a en ia econ om ía fran cesa; d isp u ta e n el terren o aéreo con el M irage y el C oncorde y ataques sistem áticos a la su p rem acía del dólar, proponiendo los franceses desde la d écad a de los sesentas la v u elta al p atró n o ro por la supresión de las m onedas de reserva. P ero tam bién se dio u n a transigencia creciente de la econom ía inglesa a las presiones norteam ericanas. E n posiciones interm e dias, sacan d o v en tajas de su localización estratégica en el en frentam iento m undial, alem anes y japoneses, h acían concesiones en el plano p olítico-m ilitar, p ero no se some tían en el p lan o com ercial. Aún m ás. el propio éxito de las em presas norteam eri can as e n el exterior - las m ultinacionales— provocaba, co n trad ictoriam en te, dificultades a la econ om ía n orte am erican a, en la m edida en que aquéllas acum ulaban activos financieros en el exterior, presionando la sitúa-, ción d e ca ja del T esoro n o rteam erican o, porque la tasa de crecim ien to de ‘l as inversiones extern as crecía m ás rápidam ente que la de las exp ortaciones. E n los com ien zos de 1970 ya se m ostrab a cori clarid ad que la expansión n o rteam erican a en el e xte rio r había activ ad o a las otras econom ías capitalistas m od ern as m ás rápidam ente que a la propia econ om ía n acion al estadunidense y que la productividad y el avan ce tecnológico de ellas, disemina das co n trad ictoriam en te p or la penetración, norteam eri ca n a, han contribuido p a ra h acerlas m ás com petitivas. N ad a d e esto significa que la econ om ía n orteam erican a ya “alcan zó sus límites” , id e a e stática que p oco ayuda a com p ren d er la d inám ica histórica. Significa, sin em bargo, que las con trad icciones intercapitalistas se agudizaron y las am enazas al d ólar y a las instituciones de control económ ico m undial establecidas al fin de la gu erra, de jaron de basarse, en los años setenta, sólo en la política del general De G aulle (que preconizaba la desvaloriza
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ción del -dólar y 4a necesidad de reorganizar el orden económ ico cap italista) , p ara e n co n tra r apoyo tam bién e n el com p o rtam ien to d e corporaciones m ultinacionales, m uchas de ellas co n sede en E stad os Unidos. A los déficit del T esoro correspondían disponibilidades finan cieras d e aquellas com pañías, colocad as en m onedas “extran jeras” : m arcos, yens, francos suizos, francos fran ceses. V arias corrid as co n tra el d ó la r, incentivadas a veces por especulaciones de las m ultinacionales pero hasadas, de h ech o, e n el desequilibrio de la balanza com ercial y de los gastos m ilitares estadunidenses, com en zaron a dem ostrar en la presente d écad a, que “ algo olía a ¡Hídri do en el reino de D in am a rca ” . C u an d o a estas presiones estructurales co n tra la h ege m onía econ óm ica de E stad os U nidos se sum aron fa c tores internos (co m o los gastes sociales y m ilitares de efecto inflacionario) a los costos crecientes d e u na g u erra sin gloria, la d e V ietn am , y la crisis del p etróleo de 1973 (n o sólo p or cau sa d e ¡la o p e p , sino tam bién porque las m ultinacionales petroleras se aju staron a la política de la o pep y con ello se beneficiaron m ás que p ro p o r cionalm ente) , la crisis del d ó lar e ra evid en te y el proceso inflacionario interno rep icab a firm e en Estados U n i dos. M edidas im portantes debían tom arse p a ra “j>oner las cosas en su lugar” . L a reacción n orteam erican a no se hizo esp erar. E n 1974 se lanzó el P royecto Independencia p a ra intensifi ca r 'la producción y la tecnología del petróleo. L a Agencia In ternacional de E n erg ía fue cre a d a p a ra responder a la o pep y el T ra d e R efo rm A ct d e 1974, co n políticas proteccionistas, pretendió resguardar la posición norte am erican a en el m ercad o m undial. Desem pleo, lucha antinflacionaria en Estados U nidos y control del cré dito, com p lem entaron las medidas de N ixon y F o rd . Con esto, a co sta de presiones sobre los aliados japoneses y europeos (que, con la excepción de F ra n cia , se sumaron a los esfuerzos “autonom istas” de Estados U n id o s ), de restricciones al T e rc e r M u n d o y a costa del pueblo norte
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am erican o que carg ó co n la “estagflación” y el des em pleo, se lanzaron las bases p ara una. recuperación n orteam erican a de] control económ ico m undial. E n este proceso, las m ultinacionales y el gobierno estadunidense m ás bien se com plem entaron que se hostilizaron. Si los resultados, en el futuro, no serán ta jr brillantes com o en el p asado es porque, a pesar de todo, disminuyó en el orden político m undial la cap acid ad n orteam ericana de control y algún p recio tendrá que ser pagado por esto; D errotas n orteam ericanas en V ietn am y en otros países del sudeste asiático, reconocim iento de C hina e imposibilidad d e intervención en Á frica, al lado de una política m ás ap acigu ad o ra con los países árabes, fueron expresiones directas del reequilibrio del orden mundial. Son hechos políticos de este tipo los que delim itan los m arcos de reacom odo de la econ om ía capitalista m un dial y que, a su vez, son condicionados p o r esta última. E s este cu ad ro el que exp lica la viabilidad de políticas m oderadas y m arginalm ente autonom istas de algunos países de la p eriferia: el equilibrio político mundial se rom pió y este hecho dio un m argen d e m aniobra m ayor p ara situaciones políticas nuevas en el T e rc e r M undo. F u e en el co n texto que ap retad am en te resumimos arri b a que tuvo lugar la expansión de las empresas m ulti nacionales, en A m érica L a tin a y en el resto del mundo. E sta expansión hizo posible especulaciones sobre el futuro de ‘la econ om ía cap italista y sobre el papel que el Es tado desem peña en esta últim a. E n este sentido, siguien do u na caracterización propuesta recientem en te1 se pue den m encionar tres m odos fundam entales de e n ca ra r la relación en tre E stad o y em presas m ultinacionales: — la teoría liberal, de los seguidores del modelo de “Sovereígnity a t Bay” , propuesta por R aym on d V ernon, que ve en las m ultinacionales el núcleo del progreso 1.
Véase Robert Gilpin, U. S. p o w er a n d ik e m ultin ational
Corporation, th e p o litical eco n c m y o f foreig n direct xnvesiment, Nueva York, Basic Books, 1975.
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futuro y el principio racional izad or de un nuevo m e rca do mundial integrado b ajo control de ellas, en el cu al el E stad o ju gará un papel m arg in al; — el m odelo de “dependencia” que desconfía d e los efectos equilibradores de las m ultinacionales en cu anto a la redistribución de riquezas y beneficios a escala m u n dial, y resalta la con centración del progreso tecnológico y el control financiero de los resultados de la expansión mundial en algunos centros capitalistas que continuarán explotando y m anteniendo la dependencia y el subdes arrollo de la periferia. E n este modelo, a pesar d e la visión crítica, las m ultinacionales continúan reinando com o actores privilegiados en la escena m u n d ial;2 —* el m odelo m ercantil ista, que subraya la im portan cia del E stad o-n ación com o principio rco rien tad o r del ord en m undial y considera que, d e algún m odo, el prqblem a del futuro no es tan to la desaparición de Uxs esta dos y la p reem inencia de u na especie de “sociedad civil m undial” organizada a p artir d e las multinacionales, sino que es; m ás precisam ente, el de 'la definición de •límites, conflictos y acom odos entre ambos, a través de la form ación de bloques regionales en el m ercado mundial. Pensam os que una perspectiva que com bina las dos últimas alternativas es m ás ad ecu ad a p a ra e x p lica r la acción de las m ultinacionales en A m érica L atin a, tanto en función de la acción de los estados sedes de las m ul tinacionales com o en función de los estados locales, Nos p arece que con sid erar a las corporaciones m ultin acion a les independientem ente de los estados, com o si ellas fuesen dem iurgos de la historia, im plica un doble reduccionism o: subordinar las reacciones locales a la “ lógica de la acum ulación d e las empresas m ultinacionales” y 2. Quedará claro a los lectores de este libro que los autores no suscriben la formulación de la tesis dependentista en esos términos. No obstante reconocen que fue ésta la versión de dependencia que se difundió en Estados Unidos.
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por ta n to a los “factores extern o s” , y dism inuir la im p o rta n cia d e ios facto res políticos e n el m od o com o la eco n om ía cap italista co n tem p o rán ea se desarrolla en el p ia n o internacional y en c a d a país. D ich o esto, es preciso d e ja r tam bién en cla ro que ei tipo d e leyes que u n e las corp oraciones industriales m ul tinacionales a las econ om ías nacionales v a ría p o r razones económ icas. L os efectos ba ck w a rd y fo rw a rd que de ellas sé puede esp erar v a ría n co n fo rm e a l tipo de p rod u cto p rod u cid o {in d u strial, m in eral, a g ríc o la ), y de acu erd o co n la form a té cn ica de p ro d u cció n y la etap a de co n sumo previsto (insunios industriales, p artes de p rod ucto a ser exp ortad as, bienes durables de consum o, e tc .) ." A dem ás d é esto, p a ra ev a lu a r los efectos d e la in corp o ración de ¡las econom ías periféricas a la p rod ucción m u n dial es preciso distinguir p or lo m enos c u a tro situaciones a través de las cu ales puede darse la v in cu lación en tre econom ías dependientes e internacionalización del m e r cad o: — la constitución d e “p lataform as industriales de exp o rtació n ” d e p rod uctos industriales, e n las cuales las em presas m u ltin acion ales buscan predom inantem ente v en tajas co m p arativas, co m o utilización de m an o de c b ra b a ra ta , pero d onde no se consum e el producto final (co m o Sin gapu r o H o n g -K o n g ) ; — la Lrasformación d e antiguos enclaves de p ro d u c ción colonial e n otros tan tos enclaves b ajo con trol y a no de los estados colonialistas, sino d e em presas im peria listas, com o la p ro d u cció n m in era en Á frica y en la p ro ducción de p rod u ctcs alim enticios tropicales; — la producción de p artes de p ro d u cto s industriales com plejos que, aunque 110 sean n ecesariam ente consu midos en el m e rca d o local, suponen m a n o de ob ra más
3. V e r sobre este punto A lbert H irschm an, A g en eralized lin k a g e a p p ro a c h to d ev elo p m en t u>ith sp e c ia l re fe re n c e to stap les, Princeton, Instituto fo r Advanced Study, mimeo., 1976.
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especializada y un avan ce tecnológico relativo de la eco nom ía lo ca l; — • la p rod ucción de bienes industriales de cgwi^ump o de capital^ b ajo con trol d e em presas m u itin a c k ^ f e s jjero co n tem p lan d o p red om in an tem en te los m ercados locaJes. E n el caso de A m érica L a tin a , aunque existan situa ciones -de eco n o m ía d e en clave que fu eron redefinidas sólo en la m ed id a en que la econ om ía m undial se “multinaciona'Iizó” — com o, p o r ejem plo la p rod ucción de b a u x ita én J a m a ic a , la e x tra cció n d e petróleo en E cu a d or o la p rod ucción b an an era en G u atem ala— las formas m ás significativas, debido a sus efectos m ás com plejos, son las dos últim as, que en general se com binan. Son pocos en la región los casos expresivos de “ plataform as industriales de exp o rtació n ” b ajo co n tro l d e empresas m ultinacionales. Ix>s productos industriales de consumo, exportables, com o calzados y textiles, son controlados fundam entalm ente p o r em presas locales, salvo en el caso especial d e las industrias m aquiladoras de M éxico . Los bienes de consum o (co m o autom óviles, refrigeradores, tv , e tc.) fabricados p o r em presas m u ltinacionales pue d en ser exp ortad os, p ero en general io son g racias a la presión de los gobiernos locales que desean resolver p ro blem as coyunturales de sus balanzas de pagos. Aun así, el grueso d e la p rod u cción de bienes durables de ro n sum o se destina a los m ercados locades. P o r esto, especial m ente en los paísies industrialm ente m ás avanzados (A rgen tin a, Brasil, C h ile, C olom bia, Perú, Venezuela y M é x ico } los problem as h istóricam ente sig nificativos no tienen que v e r co n el papel de las burgue sías “com p rad oras” 4 (co m o lo tienen en Asia o en Á f ric a ), en su relación co n las em presas m ultinacionales; 4. E l término burguesía “com pradora”, de origen portugués, se aplicaba a los grupos que en China se desarrollaban al am paro de las actividades de las factorías y establecimientos europeos.
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sino tienen que ver con las relaciones en tre burguesías locales^ E stado y m ultinacionales y las diversas reacciones posibles a las alianzas que aquellos actores puedan definir. E s por esto que p a ra Los países capitalísticam ente m ás avanzados de la región es preciso ver la fo rm a que la dependencia asume cu an d o existe Jugar p a ra un tipo de desarrollo capitalista asociado. E n él, el papel del Estado es básico y será tratad o en acáp ite ap arte. Antes de desarrollar este tem a conviene, no obstante, indi ca r los efectos inm ediatos, en el p lan o político, que acarreó la form a actu al d e con tin u ación del proceso de internalización, no sólo d e los m ercados sino de la p ro ducción. Conviene insistir en que siguiendo esta perspec tiva de análisis,, sería in co rrecto — por ser m uy general (a b s tra c to )— insistir sólo en el condicionam iento e co nóm ico (en la “lógica de acum ulación de las m ultinacicnales5’) com o si éste (que es un punto de p artida p a ra la exp licación ) no dependiese, p a ra hacerse efec tivo, de las luchas entre las clases y, en el plano inter nacional. en tre los estados. V eam os pues, en orden erecíente d e concreción, cóm o a p arece en la escena mundial la acción de los estados. E n el acáp ite siguiente indica rem os lo que son estos estados y cuáles son los condicio nantes de clase (y de lu ch a) en que se. basan. D ep en d en cia y política internacional Después del fracaso de la invasión de P laya G irón en abril d e 1961, p or cubanos arm ados y apoyados p o r la adm inistración norteam erican a, y después de la subse cuente (y consecuente) crisis de los cohetes atóm icos en C ub a (octub re de 1 9 6 2 ), term in ad a co n el acu erd o for mal en tre Jrush ov y la adm inistración K ennedy de que no tendríain lugar nuevas invasiones a la isla, empezaran a delinearse m ás claram en te ciertas tendencias en las relaciones Estados U n id os-Am erica L a tin a . E stas tendencias no pueden ser in terpretad a sino en los
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m arcos del fin de la “g u erra fría” y la em ergencia de la política soviética d e “coexisten cia p acífica” , cuyos desdo blam ientos llevaron a la política, a ú n en curso, de d etente. É sta, a su vez, está ligada a los avances y des equilibrios de la ca rre ra tecnológica y m ilitar entre E stad os U nidos y U n ió n Soviética, que tuvieron am plias repercusiones sobre el con ju nto d e la econom ía mundial y sx>bre el equilibrio d e poder. E stá ligada tam bién, y m uy especialm ente, a la disputa en tre c a d a uno de aquellos países y, respectivam ente, el M e rca d o Com ún E uropeo (F ra n c ia sobre to d o ) y C h in a. Paralelam ente, com o señalam os en el acáp ite an terio r, la econ om ía cap i talista mundiail en tra b a en u n a fase de co m p eten cia y de nuevas polarizaciones, e n torno a centros dinám icos que antes e ra n vistes com o m eros desdoblam ientos de la e co n om ía n o rteam erican a: Ja p ó n y la E u ro p a occidental, y en ésta especialm ente, F ra n c ia y A lem ania. E n este con texto el punto cru cial ta l vez h ay a sido la firm a del T est B an T re a ty en agosto de 1963 en tre la U n ió n Soviética, Estados U nidos e In g la te rra y con el cla ro rech azo de C h in a y F ra n cia a ap oyar el tratad o. L a rebelión francesa se basó en u n a estrategia que p re tendía garan tizar la cap acid ad de ataque “en todas las direcciones” . A p artir de ahí perdió vigen cia en el bloque o ccid en tal el supuesto de la validez de u n a política de aliados incondicionales. P a ra no d e ja r en las m anos rusonorteam erican as la decisión sobre si el territorio francés sería objeto de negociación o de acuerdos e n tie los dosgrandes, D e G aulle cre ó un sistema m ilitar propio. No obstante, n o se pueden m inim izar los costos internos de la descolonización, sustituyendo los viejos, intereses eco nóm icos coloniales p or una econ om ía industrial finan ciera organizada en torno a la creación de tecnología avan zad a y de industria b élica, que dotó a F ra n c ia de u na ¡o rce d e fra p p e ató m ica cap az de definir ataques y por lo tan to de efectu ar represalias— independien tem ente de la voluntad soviético-norteam ericana. L as consecuencias d e la rebeldía ch in a fueron bastante
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mayores. A p artir de 1963 estaba cla ro que el tablero político mundial no se dividía en dos bloques, sino p or lo menos, en tres, existiendo im portantes fragm en tacio nes en el cam p o de los aliados y en c a d a uno de los bloques rivales. Estas fragm entaciones obligaron a d ejar de lado la idea m ás simple de un nuevo T ra ta d o de Tordesillas, co m o el que fuera firm ado entre españoles y portugueses en el siglo xv i, dividiendo el m undo por la m itad ; esta vez entre soviéticos y norteam ericanos. N o obstante estas dificultades, el predominio de la econom ía y de la tecnología, tan to com o la superioridad m ilitar d e estadunidenses y soviéticos es de tal m agnitud que, en las áreas de sus influencias directas, especial m ente después de la dátente y de las negociaciones s a l t , la política de Kissinger y de Brejnev busca congelar los desdoblamientos y rebeldías que la “coexistencia pací fica” podría estim ular en. los países, periféricos. L a p re sencia de C hina, sum ada a la recesión y a la d errota n orteam erican a en V ietn am (intrínsecam ente ligadas a las crisis sucesivas del dólar, provocadas tan to p or el costo de la gu erra, com o por las alteraciones en la estructura m undial que fueron apuntadas antes, com o p or las luchas con tra la hegem onía n orteam erican a en el m undo occidbntal) dificultaron, no obstante, esa intención. E l reco nocim iento oficioso d e C h in a p or Estados Unidos, las dificultades crecientes de acu erd o e n tre soviéticos; y chinos, la dem ostración pública p or C hina de que dispo ne de cap acid ad atóm ica, fueron factores altam ente des estabilizadores p ara el sueño de u na p a x soviético-norte am ericana. El problem a — aún abierto— de redefrnición de un orden político mundial cap az de sustituir la bipolariza ción de la época de la gu erra fría, sigue siendo dificultado por la aspiración cíe Kissinger a u n a “ tripolarización ilustrada” . A unque íes soviéticos puedan apoyar este juego m ostrando por su p arte que tam bién tienen un perfil “ilustrado” a través d e la concesión de visas de em i gración y de u n a relativa toleran cia a los pruritos de no
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alineam ien to fo rm al en su periferia, la presencia de C h i n a y .Ja reactivación d e varias can cillerías de E u ro p a occid en tal — co m o tam bién la s luchas anticoloniales y del T e rc e r M u n d o e n general— com p lican la escena y dificultan que el orden m undial repose es tab Lómente en las com unicaciones hechas p or el teléfono ro jo entre W ashington y M oscú. L as consecuencias del fin de la guerra fría y de la crisis del orden p olítico m undial, sum adas recientem ente a las consecuencias de la recesión y especialm ente a. la reacción de la o p e p , se hicieron sentir co n cie rto atraso en A m érica L a tin a ; p ero a p a rtir de los años setenta pasaron a pesar fuerte sobre la política, e x te r n a de la región y sobre el m odo co m o las grandes potencias a ctú a n en ella. E n prim er lugar, después del a cu erd o sovié tico-norte^ am erican o sobre C u b a (en el que hay que d e sta ca r que. p rim a ja cief la v icto ria m ilitar en la invasión de P lay a G irón fue cubana y no so v ié tica ), las cancillerías del continente tom aron u n a d écad a p a ra reco n o cer que el socialismo en C u b a no será rem ovido por presiones e x te r nas. L a p olítica de bloqueo y sabotaje a C u b a em pezó a d a r lu gar a o tra — q ue siempre fue la de M é x ico — que se basa en u n a toleran cia distante p o r p a rte de Ja m ayo ría de los países que recon ocieron d ip lom áticam ente a C ub a y, en el caso de algunos gobiernos del á re a co m o el de P en i, en discreto apoyo a los cubanos. L a política de deten te llevó a los Estados U nidos a m an ten er co n relación a A m érica L a tin a u n a posición de desdeñosa no ^interferencia abierta. Es necesario, sin em bargo, h a ce r dos calificaciones: a) la toleran cia pública d em ostrad a p o r el D e p a rta m ento de E stad o a los desvíos de los cánones de apoyo incondicional a les intereses norteam erican os es com p en sada por el apoyo, velado pero siem pre presente, de los servicios especiales n ortéam erican os a grupos derechistas locales que se iijlovili^an p a r a “ desestabilizar” gobiernos que p ued an d a r pasos e n la d irecció n d e form as m ás ra
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dicales de nacionalism o o d e socialismo. b) Existe u n a rigidez m u ch o m ay o r del m ism o D ep ar tam ento d e E stad o y d e los órganos de acción m ilitar directa de la adm inistración ñor tea m en ean a respecto a las alteraciones e n A m érica C en tral y especialm ente en el C arib e. Intereses que son definidos y percibidos com o estratégicos p a ra la defensa m ilitar n o rteam erican a, ap o yados en la existencia de enclaves coloniales en el C anal de P a n am á, e n P u erto R ico , en G u an ta ñam o, etc., to r nan el área, susceptible a consideraciones geopolíticas. A unque desde un p u n to d e vista estrictam en te m ilitar estas consideraciones sean an acrón icas, política y econó m icam en te en cu en tran apoyo en los círculos reaccio n a rios n orteam ericanos. A u n tendencias puram ente nacio nal-reform istas (co m o o cu rrió en S an to D om ingo) son percibidas com o un desafío insoportable. E xcep ció n a esta rigidez ha sido la relativa toleran cia n orteam erican a a la renegociación del estatuto del C anal, en P anam á, frente a un gobierno m ilitar n acionalista y m od erad a m ente reform ista. Aun en este caso, no obstante, la re a c ción de intereses internos de la política n orteam erican a han sido fuertes. L a co n trap artid a a la m ayor flexibilidad por p arte de Estados LTnidos h a sido el d iscreto retraim iento de 3a p olítica cu b a n a p a ra la región, n o ta n to co m o conse cu en cia d e u n a fría conclusión sa ca d a de los acuerdos soviético-norteam ericanos (puesto que la acción guerri llera y el apoyo cu b an o no se detuvieron después de 1962, sino que se am pliaron h asta 1970 p o r lo m enos) sino co m o resultado dél fracaso, que m ás ad elan te se señalará, d e las tácticas guerrilleras y del apoyo de C ub a a m ovi m ientos revolucionarios e n Venezuela, G u atem ala y Bolivia. E n estas condiciones, experiencias nacional-reform istas de cie rta en vergad u ra, com o la del Perú, fueron asim i ladas por la p olítica n o rteam erican a sin resistencias in superables. L a decisión d e los peruanos de resistir a las intervenciones externas, las dificultades logísticas de
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expediciones m ilitares fuera del C aribe, sum adas a, la d ura experiencia de V ietn am , fueron posiblemente fac tores suficientes p a ra desalentar rigideces mayores de Estados Unidos en las negociaciones. El h echo de que los líderes peruanos pusieran en p ráctica trasíorm aciones im portantes, pero que éstas se circunscribieron, grosso m od o, al 2 5 % de la población menos em pobrecida, y que, por o tra parte, im plem entaron acuerdos de inversión viables p a ra las com pañías m ultinacionales, tal vez hayan disminuido la tentación de ap licar al país m edi das basadas en la enm ienda Hickenlooper o de que Es tados U nidos hubiese apoyado 'boicots m ás consistentes con tra Perú en los cen tros internacionales de fin a n d a miento. N o se deben m inim izar, co n todo, los logros del régimen peruano en el sentido de im plem entar medidas dentro de una agen da y die u n a proposición de objetivos que eran inescapábles, pero que no p or esto habían sido mencionados y ejecutados por los regímenes anteriores. L a inexistencia, de alternativas políticas viables p ara ser imple m entadas p or ;la oposición interna y la naturaleza m oderada de las políticas peruanas hubieran tornado la acción externa, aun si hubiese sido intentada, poco eficaz.0 Bien distinta, com o es sabido, fue ;la acción externa frente a la exp eriencia chilena.. E n ésta, com o indicare mos m ás adelante, existieron condiciones internas para una “ayuda extern a” eficaz a los grupos desestabílizadores y el cerco económ ico financiero internacional fue im plem entado rápida, y eficientemente. Es conocida, y rica en detalles, la ayuda oficial norte am erican a a regímenes represivos en la región y al entre nam iento d e grujx>s antiguerrilleros. Sin em bargo, seria u n a perspectiva pobre lim itar el análisis d e la acción de
5. Respecto a la situación peruana y en particular a los temas arriba mencionados, véase Abraham F. Lowenthal, P¿rufs am biguous revolution, A. Lowenthal (com p.), T h e Peruvian experim ent, Princeton, Princeton Univcrsity Press, 1975, p. 13.
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Estados U nidos e n A m érica L a tin a a su capacidad de veto y coerción. T a n im portan te co m o este aspecto es el apoyo a ciertas políticas por Estados U nidos. Aun que las últimas adm inistraciones norteam ericanas hayan considerado a A m erica L a tin a com o á re a de interés m ar ginal y su política general haya sido la de sustituir los fines m ás activos d e la Alianza p a ra el Progreso de tiempos d e K ennedy p o r políticas restrictivas com o las anteriorm ente señaladas, el estím ulo a los regímenes m ilitar-represivos que son cap aces de frenar cambios estructurales, y el apoyo irrestn cto a las políticas econó micas que p rocu ran viabilizar el crecim ien to capitalista en países subdesarrollados (especialm ente el brasileño), fueron o tra constante d e las relaciones Estados UnidosA m én ca L atin a. N o pensam os que procesos com o el recien te auge cap italista-asociado-dependiente de Brasil, o el continuo cre cim iento de la econom ía m exican a, puedan explicarse por la “ ayuda extern a” . E sto equivaldría a no to m ar en consideración las condiciones -específicas locales, puesto que hubo ayuda extern a — y hay— para otros países, com o C hile y U ru gu ay, sin que de ella se obtengan los dorados frutas del crecim iento económ ico. M as es inne gable que com o política las adm inistraciones norteam eri canas apoyaron irrestrictam ente en dos últimos diez años cualquier gobierno m ilitar, p or represivo y au toritario que fuese, que se dispusiera a im plem entar en la p rá c tica la alianza entre los estados locales y los intereses de las empresas multinacionales. E n este aspecto, pese a las especulaciones sobre la autonom ía d e estas últimas frente al E stad o n orteam ericano, respecto de A m érica L atin a existió, p or lo m ínim o, coincidencia de intereses y de políticas en tre el big business y las adm inistraciones nor team ericanas. Se puede argu m en tar que les intereses f e algunas empresas no fueron suficientemente defendidos en el m om ento op ortu n o por el gobierno norteam eri cano en Perú o en C hile. N o obstante, si es cieírto que el E stad o n orteam erican o no confundió el interés particü-
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lar d e u n a u o tra em presa co n el de Estados Unidos com o n ación y si es cie rto que, en función de los obje tivos políticos d e Estados U nidos en A m érica L a tin a y d e la coyu ntura m undial -— sería p o co realista im aginar u n a invasión frente a ca d a exp rop iación — co m o polí tica general las adm inistraciones p rocu ran garan tizar el m áxim o de éxito a 'la internacionalización del m ercado, con el m ínim o de desgaste político, es forzoso recon ocer que, considerando sus fines y no pensando en los medios utilizados ( “desestabilización” , dirty conspiracy, apoyo a gobiernes represivos, e t c .) , los principales objetivos d e la política n o rteam erican a en la región fueron alcan zados. E l costo del éxito puede ser m edido p o r la exis ten cia de escasas situaciones latinoam ericanas en las cuales sobreviven regímenes que garan ticen alguna liber ta d pública y un m ínim o aún m en or d e regím enes que constantem ente p ro cu ran a p o y a r -políticas de desarrollo que n o choquen con el bienestar de la m ayoría. E n genenal se proponen m etas d e largo plazo de bienestar p ara todos y, en tretanto, se sacrifican no sólo las libertades sino tam bién el bienestar d e las m ayorías nacionales, a pesar d e logros económ icos que son im presionantes para aquellos que d e ellos se benefician. C onviene, p ara term in ar este acáp ite, m encionar al gunas políticas de reacción al orden internacional que fueran intentadas en A m érica L a tin a . E n ese sentido, tal] vez sea útil señalar que hubo en la región cu atro form as básicas de reacción frente ai orden in tern acio n al: a) G ran p a rte de los países no sólo m an tu vo un low profile sino que tam p oco se a p a rtó de una sum isa acep tación d e los objetivos norteam ericanos en el reacorraodo del orden internacional (m u ch as veoes porque no tenían alternativas re a le s), L a votación en las N aciones U nidas de países tales co m o P aragu ay, N icarag u a y H aití, p ara d a r ejem plos claros, dem u estra en qué m edida los estados nacionales, en estos casos, están limitados p or su situa ción de extrem a dependencia. A un e n u n a onu rebelde,
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muchos, países latinoam ericanos dejaron d e p articip ar en el m ovim iento que el representante estadounidense clasificó com o “ d ictad u ra d e Isa m ayoría” cu an d o esta últim a com enzó a oponerse a los designios norteam e ricanos. b) Los países socialistas, com o C uba, o aquellos que en ciertos m om entos tuvieron gobiernos con tal aspira ción, com o Chile, o con aspiraciones nacional-reform istas, tales co m o Perú y Guaya.ua, intentaron reforzar las po líticas de solidaridad con el T e rc e r M undo y de apoyo I r la reorganización del orden económ ico a través de la form ación de cárteles, com o los de o p e p , o sipec (c o b re ), b auxita, e tc.0 L a cap acid ad de im plem entar tales polí ticas fue p or supuesto restringida, d a d a la precariedad de los gobiernos locales y la falta de base real de los intereses económ icos en alguna de las experiencias p ro puestas (excep ción h ech a deil p e tró le o ). c ) Existieron intentos de rom per o disminuir la depen dencia por p arte de los países que com ponen el P a cto Andino y p or p arte de los países que propiciaron la creación d e un Sistem a E co n ó m ico L atin oam erican o ( s e l a ) , sin ia p articipación n orteam erican a y con objeti vos d e self reliance. E n el caso del P a cto Andino, Bolivia, Chile, P en i, E cu ad or, C olom bia y V enezuela — b ajo el impulso inicial de Perú— negociaron un tratad o sobre in versiones extran jeras que o to rg a a los estados cierta c a p a cidad de con trol sobre las m ultinacionales e in tenta des arrollar la idea de m ercados integrados sub-regionales com o respuesta a la estrechez de los m ercados locales. 6. No podemos; obviamente, entrar aquí en detalles. Con sultar sobre este problema, para un balance de ios logros en las tentativas de defensa económica, por parte de los productores de materias primas, Constantino V . Vaitsos, P ow er, know ledge an d developtn en t policy relation s betw een transnational en terprises an d d ev elop m en t countrU s, en G. K . Helleiner, (com p.), A w orid d iv id ed : th e less d e v e lo p e d country in the in ternaíional econ om y, Cambridge, University Press, 1973 (Edición española en preparación por Siglo X X I Editores).
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P O ST SC R IP T U M
Conviene, sin em b argo, no e x a g e ra r los éxitos c b esta p olítica puesto que ya se han h ech o concesiones im por tantes a los intereses de las m ultinacionales. En el c&so del s e l a , M éxico y V enezuela (esta últim a m otivad a p o r la disponibilidad d e divisas obtenidas del boom del p etró leo) lidere.arcn u n a articu lación e n tre cancillerías, con adhesión poco entusiasta d e Brasil, p a ra in cen tivar p ro puestas de políticas de interés y de ám b ito latin oam eri canos. E l gobierno venezolano abrió líneas de créd ito p ^ raNalgunos países del C arib e y de A m érica C en tral con eí'íih de com pensar dificultades en las balanzas d e pagos y c re a r fondos de fom ento. T am b ién M é x ico se movió en esta dirección, intentando ev itar aprensiones res p ecto de u n a acción “ proimperiajlista”, los países líderes del s e l á h an negociado acuerdos e n general favorable a los países beneficiarios. d) P or último, algunos países latinoam ericanos, espe cialm ente Brasil, M éxico y Venezuela, adjemás de C u b a, p arecen co n cen trar sus esfuerzos en d esarrollar u n a po lítica, extern a a nivel m undial. V enezuela, im pulsada p or la o p e p (organización que fue propuesta a los á r a bes p o r el representante d e V enezuela) no sóLo acen tu ó s u p articip ación en el s e l a sino tam bién estuvo a ctiv a en foros internacionales, definiéndose en un a s u e t o polí tico que supera la relación de subordinación económ ica de un país que depende de las exportaciones de petróleo a Estados U nidos. M éxico p rocu ró im plem en tar políticas “ tercerm undistas” , m anteniendo una fuerte retó rica au to nom ista aunque a la vez no sólo m antiene sino aum enta su dependencia eco n óm ica estructural co n Estados U n i dos. Subrayó su posición internacional en A m érica L a tina p or el fuerte apoyo diplom ático a la experiencia socialista chilena y prosiguió la política tradioionail d!e 1 con tactos, restringidos p ero perm anentes, co n C uba. E n este p an oram a, Brasil presenta facetas p o co pre visibles en sus relaciones co n los Estados U nidos, d ad o el m odelóseccnóm ico vigente y la política eco n ó m ica explí c ita después de 1964. L a s consecuencias del quiebre de
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la bipolaridad m undial, la desaparición de las ex p e cta tivas de en frentam iento m ilitar en tre la U R S S y E U , y la presencia de C h in a e n eil escen ario m undial, condu jeron a los gobiernos brasileños, después de 1968, a definir u n a política internacional que se sep ara de la po lítica e x te rn a n o rteam erican a en algunos puntos im por tan tes: no se firm ó el A cu erd o A tóm ico, suscribiéndose posteriorm ente un acu erd o co n A lem ania p a ra la cons trucción de reactores atóm icos y trasferen cia d e tecno logía n u clear; u n a d eclaració n unilateral (co m o la de otros países de Ja región) de soberanía sobre aguas terri toriales hasta 2 0 0 m illas; acuerdos co n los países árabes debidos a la presión ejercid a por la necesidad de im por ta r petróleo y, m ás recientem ente, en 1974, reconoci m iento del m pla en A ngola, país co n el cu al Jos gobiernos brasileños in ten tan desde h ace años negociar acuerdos económ icos. Es concerniente insistir en que los cam bios m ás signifi cativos en la política e x te rn a de los países latinoam erica nos serían impensables si n o se d ieran las condiciones prevalecientes en el escenario m undial, que rom pieron el equilibrio an terio r y abrieron posibilidades p a ra nue vas políticas nacionailes. Éstas, p or cierto, sólo puedan presentarse con fuerza y credibilidad en el planto externo cu an d o el orden -politioo local es relativam ente estable, razón p or la cual el país latin oam erican o que en el p a sado actu ó co n m ás fuerza a nivel internacional, Argen tina, señaló su presencia e n form a m ucho más atemuada en, los últimos anos. E s evidente q u e la em ergencia de países latinoam eri can os que in ten tan e je rce r poder a nivel internacional p lan tea problem as relativos a las áreas de influencia r e gional. Conviene a cla ra r, sin e n tra r en los pormenores de este con trovertid o tem a, que ni M éxico ni Venezuela ni Brasil — tres de los países m ás activos en política inter nacional— lim itaron su acción a A m érica L atin a. Estos j>areoen m ás bien orientarse h acia el orden político m un dial, especialm ente en el caso de Brasil que intensificó
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relaciones, lio sólo políticas sino básicam ente económ icas, co n A lem ania, Jap ó n y Á frica. E sta observación n o dis minuye el im p acto que la presencia m ás a ctiv a d e in te reses económ icos y políticos de estos países pueda tener sobre países vecinos. L a s explícitas preocupaciones de T rin id ad y de lias G uayanas, respecto a Venezuela, de los países cen troam erican os en relación co n M éxico, o la acción de Brasil en P aragu ay, Bolivia y au n en U rugu ay, así lo dem uestran. Nos p arece apresurado, sin em bargo, h ab lar de sub imperialism o, com o si las em presas m ulti nacionales estuviesen por detrás de la política extern a de estos países en form a d irecta, o com o si su acción política in te m a d o n a ! expresase la necesidad d e e x p o rta r .capitales o bienes de consum o d ada la escasez del m e r cad o interno. Existen , p or cierto, relaciones entre los intereses económ icos y las políticas externas, com o tam bién existe interferencia dé estados latinoam ericanos en la política dé algurfós naciones del á re a , pe-ro es preciso analizar con m ás cu id ad o, co m o verem os enseguida, el papel del E stad o en la econom ía y en la articu lación de intereses económ icos y poli ticos en estos países. D esarrollo capitalista y E sta d o : bases y alternativas D e lo expuesto an teriorm en te surge u n a aparenté incon sistencia: enfatizam os que, a pesar de los condiciona mientos impuestos p or la situación de dependencia, los países m ás desarrollados de la región p ro cu ran definir objetivos de política e x te rn a que, si no son expresión acab ad a de una política independiente — pues d e hecho estos países aseguran un orden social interno favorable a los intereses capitalistas y por consiguiente n o desafían uino de los objetivos básicos de la p olítica e x te rn a nor team erican a— indican que algunos estados nacionales intentan ejercer su soberanía y obtener p rovech o die las contradicciones del ord en in ternacional. Enfatizam os al mismo tiem po, el papel de las em presas m ultinacionales en el ord en econ óm ico m undial y el apoyo que ellas reci
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ben de las políticas extern as de sus países die origen, tan to com o de los estados locales. ¿C ó m o exp licar el efecto de estas fuerzas co n trad ic torias? E n prim er lugar, es a través de contradicciones que se d a el proceso histórico. E n segundo lugar, las co n tra dicciones entre los estados nacionales de los países depondientes y las em presas m ultinacionales no son an tagó nicas. Es cierto que el desarrollo dependiente ocurre a través de fricciones, de acuerdos y alianzas en tre E stado y empresas, die acu erd o a los problem as y m om entos en cuestión. Pero ese tipo de desarrollo tam bién ocurre p or que tan to el E stad o co m o las em presas, im plem entan políticas que form an m ercados basados en la co n cen tra ción de ingresos y en la exclusión social de las mayorías. Estos procesos requieren, especialm ente cu and o existe, reacción p opular, u na unidad b ásica en tre estos dos acuerdos históricos frente a las oposiciones antagónicas, que pueden tom arse activas cu an d o m ovimientos polí tico®, enarbolando banderas nacionalistas y /o socialistas, ponen en cuestión el ord en social vigente. En los últimos diez años el fortalecim iento del Estado, Ja penetración de las m ultinacionales y el desarrollo dependiente aso ciad o se dieron en el co n texto de u n a nueva relación de clases. É sta im plicó, p or u na p arte, tentativas de ruptura (a veces radicales) co n la situación global de depen dencia, teniendo corno límite la trasform ación de la socie dad en la perspectiva del socialismo. P o r o tra p arte im plicó un reordenam iento de las clases dom inantes, acen tu an do el papel represivo del E stad o, al mismo tiem po que lo trasform aba en aval p ara el fortalecim iento del orden económ ico capitalista. N o es el caso reto m ar la historia de estos aco n teci mientos. Se puede d ecir que el agotam ien to del an terior populismo y el au m en to d e la tensión en tre las clases dio origen, políticam ente, a varias tentativas de ru p tu ra con el estilo prevaleciente de desarrollo. D e un m odo u otro, en la d écad a p asada la presencia de la Revolución cu -
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h a n a m a rcó p rofu n d am en te la política de las fuerzas populares latinoam ericanas. L a som b ra de G u e v a ra y la casi sustitución del proceso político d e m asas p o r la a c ción m ilitar de gru p os guerrilleros (au n qu e no fuese ésta lia teoría im p lícita) polarizó b astan te los m ovim ientos revolucionarios latinoam ericanos. Estos intentos fra c a saron e n casi todas p artes, co n la excep ció n del caso argen tino, donde los- dos principales corrien tes guerrille ras n o se desligaron to talm en te de los dem ás m ovim ientos político-sociales, A unque n o constituye a lte rn a tiv a real d e poder, en A rgentin a la gu errilla e je rció cierta c a p a cid ad de veto, con dicion an do a los dem ás m ovim ientos políticos y las ten tativas de reform u lación d e las alianzas d e clases. N o obstante, las ten tativas de ru p tu ra rad ical con la vía cap italista de desarrollo n o se lim itaron a la política guerriHera. L a U n id ad P o p u lar ch ilen a del periodo de A llende, por u n a p arte, y el reform ism o m ilitar peruano p o r otra, con stituyeron form as de reacció n al desarrollo v in cu lad o a la expansión capitalista-oligopólica inter nacion al, basadas en form as populares m ás am plias. T a n to e n u n o co m o e n o tro caso — y la exp erien cia boliviana d e la A sam blea P o p u lar n o se a p a rta de esto— lo q ue es im portan te desde el án gulo de este ensayo es que el E s ta do fue visto no tan to co m o “ institución burguesa5’ a la que debía destruirse, sino corno aval p a ra u n a posible trasform ación global de La sociedad, siendo la condición el que su control p erm an eciera lim itado a las fuerzas populares. E ste tem a, el de la relación en tre clase, n ación y E s ta do ap arece p or ta n to rep lan tead o p o r la historia con tem p o rán ea d e A m érica L a tin a . V isto desde la perspectiva d e las clases d om inantes o desde la d e las clases popu lares, tan to la p ugna e n tre las clases co m o la propia relación fundam ental de d ep en d en cia en cuen tran en la fo rm a y en la n atu raleza del E sta d o el lu gar cru cia l por donde pasa la h istoria co n tem p o rán ea. E n el com ienzo del libro la co n trad icción e n tre u n Estadio que constituye
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la n ación pero no es. soberano fue considerada com o el núcleo die la tem ática d e la dependencia. L a lectura de la historia al nivel d e las instituciones políticas fue reh ech a en el desarrollo del libro h asta que se hicieron explícitos los actores históricos fundam entales: clases y grujx>s sexuales definidos p o r form as específicas de p ro d ucción. A h ora, sin em b argo, después de diez años de tasas razonables de crecim ien to econ óm ico, la expansión del com ercio m undial, de industrialización de segmentos im portantes de la p eriferia deJ inundo capitalista y de fortalecim iento del sector productivo estatal. Ja proble m ática se desdobla de m odo com plejo. S t r id o sensu aume»ntó la cap acid ad d e varios estados latinoam ericanos p ara a ctu a r. E n ese aspecto, h a b ría “míenos dependen cia*’. N u estra p reocupación no es, co n todo, la de m edir los grados de depen d en cia en estos térm inos — q u e son ab stractos porque 110 se p lan tean eJ ¿ p a ra quién?, ¿ p a ra qué clases y grupos? E n un análisis con creto, de situa ciones concretas, el prob lem a a p lan tear sería: ¿có m o se d a la relación entre E stad o y nación desde el punto de vista de las alianzas e intereses de clase, que en el plano interno de ca d a país y en el plano internacional consti tuyen la sustancia del proceso histórico de desarrollo económ ico? Es en este pun to que la relee tur a die la historia re ciente p lan tea la relación a la que se alu d ía m ás arrib a e n tre n ación y Estad o, d e m odo diverso; si éste se exp an dió y fortaleció, lo hizo com o expresión de u n a situación de clase que en cerrab a tan to am enazas de ru p tu ra co n el p atró n p redom inante d e desarrollo cap italista — com o ya' dijimos— co m o tam bién políticas por parte de las clases dom inantes que e ra n favorables al rápido creci m iento ded sistema de em presas, a las alianzas entre E s tad o y em presas, y a la vinculación, al nivel del propio sistema p rod uctivo estatal, en tre em presas “públicas” y m ultinacionales. P a ra lograr esto el E stado asumió un c a rá c te r crecientem ente represivo y en la m ayoría de los países las clases dom inantes propusieron políticas cad a
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vez m ás distanciadas ded interés popular. Viabilizaron el desarrollo capitalista 'periférico adoptando un m odelo de crecim iento basado en la réplica — casi com o ca rica tu ra — del estilo de consum o y del p atró n de industriali zación d e los países capitalistas c é n tr a te . L as tendencias apuntadas en el capítulo an terio r del libro se desarro llaron con velocidad creciente, logrando éxitos p a ra el estilo d e desarrollo: el 4‘m ilagro brasileño” y el tipo de crecim iento q ue tuvo lugar en M éxico h asta 1970 cons tituyen ejem plos notorios de la tendencia. E n las condi ciones de A m érica L a tin a , este proceso, si es cierto que produce crecim iento económ ico, urbanización y enrique cim iento. redjefirue sin elim inar — m ás aún, en ciertos casos agrava— los problemas existenciales, sociales y eco nóm icos d é la m ayoría die la población. Ésta. — la pobla ción— se visualiza com o recurso p a ra la acum ulación de capitales más que com o potencial efectivo p a ra la creación de un iroxlelo de sociedad basada en sus in tereses. E n estas condiciones se dio un proceso die separación emtre el Estado y la n ación : todo lo que es au tén tica m ente popular — aunque no tenga el c a rá cte r de una reivindicación d e clase específica— se haoe sospechoso, es considerado subversivo y en cu en tra co m o respuesta la represión. E s así com o au n los problem as que las dem o cracias capitalistas occidentales en fren tan y absorben — co m o discusiones sobre la distribución del ingreso, m o vimientos de m inorías (njegros, indios, inm igrantes, e tc .) , reivindicaciones feministas o de la juventud, etc. (p ara no m encionar la libertad de organización sindical y po lític a )— ap arecen co m o u n desafío al orden vigente. L a nación se confunde ca d a vez m ás — en la ó p tica de las clases dirigentes— con el Estado, y éste pasó a unificar sus intereses con los de ellas, confundiéndose el interés público con la defensa del sistema de empresas. L a respuesta de los grupos dom inantes locales en Am e rica L a tin a a los condicionantes externos, p a ra el cre ci m iento económ ico y los im perativos de resguardarse
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frente a los intentos d e trasform ación del orden, fue una m e z d a en tre u n E stad o represor (generalm ente, aunque no necesariam ente, b ajo control de la corporación mili t a r ) , y un E stad o em presarial. L o que d a posibilidades de dinam ism o a e sta form a estatal, y lo que lo ca ra c teriza, no es el asp ecto b u ro crático que p u ed a h aber asu m ido e n algunos países (P e rú , M éxico, Brasil — Chile co m o u na incógnita— , e n tre los. casos m ás caracterís tico s), sino su aspecto em presarial, lo q ue lo lleva a aliarse en la p rod ucción a las em presas m ultinacionales. D e algún m od o el E stad o pasó a ser, e n Ja fase d e des arrollo dependiente-asociado, el elem ento estratégico que funciona co m o u n a esclusa p a ra p erm itir que se abran las p u ertas p or las- cu ales pasa la historia del capitalis m o en las econom ías periféricas que se industrializan. Este aspecto d e u n E sta d o que, al m ism o tiem po que exp an d e el sector público d e la econom ía, intensifica co n trad ictoriam en te las relaciones entre aquel y las c o r poraciones m ultinacionales, com enzó a desarrollarse en los acuerdos propuestas p o r el gobierno de Frei sobre la “chilenización” del cobre. Se proponía algo que no e ra com ún en la tradición estatal latin o am erican a: la rela ción entre las em presas extran jeras se h a ría m ediante asociaciones no con la burguesía local, sino con el propio Estad o, y no con éste sólo nomo expresión del orden político, sino con em presas públicas cread as p o r él que p asarían a funcionar co m o corporaciones. L a generalización de este m odelo en Brasil, M éxico, Perú y Venezuela, en tre otros, trasladó los enfrentam ien tos en tre “socios” a la esfera directam ente política. P o r o tra p arte, ligó el interés interno co n la burguesía local y, en ciertos países, con ios intereses de los estados lo cales en cu an to agentes directos de producción comoo cu rrió en Brasil, M éxico y, en m enor proporción, en Venezuela. L as consecuencias d e este proceso son en or mes, y se está lejos de ag o tarlas p or la p rá c tica histórica o por el análisis. E l c a rá c te r d e E stado-em presario y de E stad o-asociad o econ óm icam ente co n las fuerzas im pe-
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r¿alistas, sin ser políticam ente un Estad o-asociad o, dio a la form a estatal con tem p orán ea un significado distinto del que tuvo hasta m ediados d e 1950. N ótese que no nos referim os aquí a la cap acid ad d e reglam entación d e ia acción estatal, ni a la función tradicion al de los estados capitalistas de garan tizar condiciones a través del gasto público (p o r m edio de inversiones y consumios sociales) y de p oner a disposición del sector privado la riqueza nacional p ara que la acu m u lación cap italista se exp an d a. Estas funciones siguen existiendo, pero lo específicam ente nuevo, es la expansión d e la inversión p rod uctiva d irecta p or el Estado, en sectores capitalís ti canten te rentables. Si, en el m om ento original, las inversiones estatales en estos sectores surgieron de recursos obtenidos a través de tasas e impuestos, en los m om entos siguientes se rep ro ducen y am plían a través d e ganancias generadas p or las em presas estatales (petroquím ica, mimen a, e t c .) . E n países co m o Brasil^ Chile, C olom bia, P erú , M éxico y Venezuela, el sector público p articip a en la form ación anual de capital con m ás del 5 0 % , quedando el resto p ara las em presas privadas, nacionales y extran jeras. D e este total, en da m ayoría de esitos países, las empresas estatales { com o p arte individualizada del gasto público) corresponden a m ás de la m itad de la inversión del sec to r público; en Brasil, en 1975, esta cifra superaba el 3 0 % de la inversión.global (p ú blica y p riv a d a ). E n este mismo país, las dos ú nicas em presas locales que podrían asp irar a la calificación d e multinacionailes p o r el ámbito de su acción (ad em ás de la em presa h id roeléctrica de Itaip ú ) son estatales: la V ale do R io D o ce y Petrobras. E n las listas de las m ayores empresas que op eran en este país, en térm inos de patrim on io y d e v alo r de produc ción y de los negocios, adem ás de las em presas e x tra n jeras, se cu entan , no las em presas controladas p o r el cap ital p rivad o local, sino las estatales, de m odo que entre las cien m ayores em presas brasileñas en 1975, cin cuenta y seis e ra n estatales.7 7. Conviene esclarecer que, a pesar de ser importante el
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P o r cierto, en varios de estos países, los regímenes ¡x>Hticos son controlados p o r m ilitares y el papel d*e las b u rocracias y de los técnicos es considerable en p rá ctica m en te todos los países industrializados de la región. D e ahí, el énfasis q ue m uchos autores dan al aspecto autoritario -b u rocrático d e estos regímenes. E n penetrante en sayo sobre el t e m a / G uillerm o O ’Donnell p ro cu ra mos tra r las condiciones de emergencia, y la n atu raleza de esta form a de régim en. D estaca que ellos fueron construyén dose en la región co m o respuestas d e las clases dom i n antes locales a los desafíos d e movilización y de presión populares que generaron la quiebra -del o rd en político anterior. A duce adem ás que esta quiebra tuvo lugar cu an do las dificultades econ óm icas subsecuentes a la e ta p a de industrialización p o r sustitución d e im portaciones en lia política de desarrollo, orearon coyunturas inflacionarias y llevaron a la econ om ía en un impase que requería p ara su superación, adem ás d e estabilidad p a ra d ar previsibilidad económ ica, flujos adicionales de capital y m ayor cen tralización em presarial p a ra , p o r v ía oLigopólica. p ro ced er a la con tin u ación del proceso d e acum ulación y al desarrollo de fuerzas productivas. Concluye O ’Daranell, de m od o p arecid o a lo que señalam os e n el últim o cap í tulo del libro que p or todas estas razones existe u na re lación de “m u tu a indispensabilidad” entre los estados b urocráticos-au toritarios y el cap ital internacional (que n ecesita p en etrar en la econ om ía local y posee los requeri m ientos tecnológicos y financieros p a ra seguir “profun dizando” el desarrollo) ; en nuestro caso, nos habíamos referido de fo rm a m enos ca te g ó rica a “ afinidades elec tivas” en tre ambos. papel del sector productivo estatal en la economía brasileña, las empresas extranjeras controlan entre el cuarenta y el cincuenta y cinco por ciento de los grandes grupos, según la medición sea el activo fijo, el patrimonio liquido, el empleo o la facturación. 8. Guillermo O ’Donnell, R eflex io n es so b re las ten den cias gen erales d e c a m b io en el E sta d o b u ró crá lico -au torita rio , Bue nos Aires, c e d e s , 1975.
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L a falta de cap acid ad local de inversión p riv ad a, la necesidad política de im pedir que las em presas m ultina cionales se apropien salas d e los sectores estratégicos de lia econom ía y de las ram as m ás dinám icas de ella y. a veces, incluso 'la inexistencia de flujos d e capitales internacio nales, en un período dado, p a ra satisfacer las necesidades d e inversión de los países periféricos (puesto que las m ultinacionales actú an a escala m undial procurando m axim izar los resultados y no la continuidad del desarro llo lo ca l) . llevan a los estados locales, a pesar d e la ideolo gía cap italista que defienden, a exp an d ir sus funciones y con esto a c re a r u n a base nacional p a ra negociar con las m ultinacionales. L a s em presas locales p articip an de este proceso asociándose al E sta d o o a las m ultina cionales. Pero en la p rá ctica ellas, que antes de la preem inencia del E stad o bu roer ático-au to ritario actu ab an com o sooias m enores del capitalism o in ternacional, continúan subor dinadas a los agentes principailes de transformación: las multinacionales y el Estad o. T a l situación perm anece h asta que, p or la propia fuerza de expansión cap italista oligopólica (m u ltin acio n al/estatal) se abren nuevas pers pectivas de inversión p a ra segmentos del sector local de las burguesías. Algunas de ellas retorn an a u na ofensiva político-económ ica, aliándose en general a las em presas m ultinacionales en la lu ch a “anitiestatizante” . E ste resumen de las tendencias contem poráneas d e des arrollo no difiere de lo que percibíam os co m o posibili d ad h ace diez años. N os p a re ce sin em bargo, que es con veniente especificar m ejor la noción de Estado, las bases en que se ap oya eii los países industrializados periféri cos, las formas del régim en político y el ju ego insti tucional existente. D e hecho, si no se exp lícita lo q«ue significa el Estado, y si a éste se atribuye la necesidad de tornarse buro crático p a ra p erm itir la viabilización de la expansión cap italista dependiente, existe el riesgo d e in trod u cir un econom icism o en el análisis que difícilm ente explica.
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ciertos procesos históricos.0 Así, p or ejem plo, si es cierto que el proyecto político del general O n g an ía en A rgen tina tenía con ten id o corp orativista e im plicaba m on ta r un a p a ra to estatal m ás b urocratizado y u na implem entación de políticas represivas» n o es m enos cierto que el “cordobazo” — u n a rebeldía de m asas— , sum ado a la fuerza del m ovim iento obrero, a.l peronism o y a las a rtic u laciones guerrilleras y revolucionarias, hizo inviable aquel intento. E l presidente Lanusse propuso m ás tarde un p acto con el peronism o que intentaba, en lo esencial, im p edir u na relación, peligrosa p a ra el ord en capitalista, e n tre los m ovim ientos revolucionarios y la m asa peronista. D espués de la m u erte d e P eró n , el desafío revolucionario y la in cap acid ad del gobierno, b ajo control d e un p ar tido b u ro crático d e m asas, p a ra frenarlo, llevó al golpe m ilitar de m arzo de 1976. ¿R ep resen tará éste un paso en la im plem entación de un régim en b u ro crático -au to ritario , basado en el d ina m ism o de la em p resa p ública? N o necesariamente:. P o r que en el caso de A rgentin a, la “sociedad civil’5 — -las clases sociales y la econ om ía p riv ad a— se constituyen com o fuerzas que, h asta a h o ra han escap ad o al control poli tico-corp orativo del E sta d o au nq u e en sí m ism o el m ovim iento ob rero y los sindicatos ten gan lazos social m en te corporativistas. L o s proyectos corporativistas m u e ren fíen te a : 1) las presiones económ icas de los sectores exp ortad ores, cu an d o éstos exigen precios libres en el m ercad o (u n o de los prim eros actos del general V idela fue desestatizar la com ercialización de la c a r n e ) , y 2 ) las presiones sindicales. E l E sta d o asum e, en el caso argen tino, en los m om entos d e av an ce d e las presionas revo 9. No nos referimos aquí a los análisis de O'Donnei. En éstos (especialmente en E sta d o y alianzas en la A rgen tin a, 1956-1976, c e d e s , Buenos Aires, 1976) existe un vivido esfuerzo para mostrar que la “mutua indispensabilidad” entre la acumu lación oligopólica y los regímenes burocrático-autoritarios pasa por la crib a de las luchas de clases y por los azares de la his toria.
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lucionarias, un ca rá cte r represivo-m ilitar, sin h ab er d ado origen h asta ah o ra a un régim en b uro crático -au to ritario estable.111 E n V enezuela y C olom bia, especialm ente en el pri m ero de estos dos países, el E stad o está prom oviendo la articulación en tre las em presas m ultinacionales y el sector público, fortaleciendo a éste sin que el régim en sea b urocrático-au toritario. R eprim e, p or cierto, los desafíos de los “fuera de la ley’1, co m o tod o ord en d om in an te; pero no excluye el juego p artidario, la representación d e intereses y algunas libertades públicas. Son ejem plos de convivencia en tre un p acto de dom inación favorable a la gran em presa, en u n a situación de conflicto d e c ia ses, en que el régim en form alm ente d em o crático no se rom pe p ara d ar lu gar a la em ergencia de form as m ás represivas de organización p olítica. E l ejem plo argentino m u estra el aspecto de “ proceso ab ierto’5 que la historia, abriga. U n análisis m eram ente “estru ctu ral” que m uestre las contradicciones en tre las fuerzas sociales y los tras cursos del proceso de acu m ulación, co n sus ciclos y crisis, no es suficiente p ara exp licar el curso com pleto de los acontecim ientos políticos. T a m p o co b asta señalar las ten dencias y pugnas en tre las clases dom inantes y los proyec tos d e institucionalización política que éstas apoyan. Ni siquiera es suficiente e n ca ra r el con^portam iento político de los sectores dirigentes en térm inos de reacción a un desafío popular. Se vio que éste, en A rgentina, si fue cap az de con dicion ar y v e ta r, no tuvo condiciones p a ra proponer y tranform ar: el solo choque en tre las fuerzas que expresan los polos opuestos de u na relación con tra-
10. Sobre las contradicciones de la evolución reciente de la economía y de la política en Argentina, consultar el texto de O ’Hortnell anteriorm ente citado. L a alianza entre parte de la burguesía local y el movimiento obrero popular constituye, para el autor, una alianza defensiva cuyos límites aparecen claramente cuando las oscilaciones cíclicas de la economía llevan a los sec tores agroexportadores a exigir correcciones en las políticas económicas propuestas por la referida alianza.
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lucionarias, un ca rá cte r represivo-m ilitar, sin haber dado origen hasta ah o ra a un régim en b u rocrático-au toritario estable.1'* E n Venezuela y Colom bia, especialm ente en el p ri mero d e estos dos países, el E stad o está prom oviendo la articulación en tre las empresas m ultinacionales y el sector público, fortaleciendo a éste sin que el régim en sea b urocrático-autoritario. R eprim e, p or cierto, los desafíos de tos “fu era de la ley” , co m o tod o orden d om inante; pero no excluye el juego partidario, la representación de intereses y algunas libertades públicas. Son ejem plos de convivencia en tre un p a cto de dom inación favorable a la gran em presa, en u n a situación d e conflicto de c la ses, en que el régim en form alm ente dem ocrático no se rom pe p ara d ar lu gar a la emergencia, de form as más represivas de organización política. E l ejem plo argentino m uestra el aspecto de “ proceso abierto” que la historia abriga. U n análisis m eram ente “estructural” que m uestre las contradicciones en tre las fuerzas sociales y les tras cursos del proceso de acu m u lación , con sus ciclos y crisis, no es suficiente p a ra exp licar el cu rso com pleto de los acontecim ientos políticos. T a m p o co basta señalar las ten dencias y pugnas en tre las clases dom inantes y los proyec tos de institucionalización política que éstas apoyan. Ni siquiera es suficiente en ca ra r el com portam iento político Hf; los sectores dirigentes en términos de reacción a un desafío popular. Se vio que éste, en A rgentina, si fue cap az de condicionar y vetar, no tuvo condiciones p a ra proponer y trasform ar: el solo choque en tre las fuerzas que expresan los polos opuestos d-e una relación co n tra
10. Sobre las contradicciones de la evolución reciente de la economía y de la política en Argentina, consultar el texto de O ’Horinell anteriormente citado. L a alianza entre parte de la burguesía local y el movimiento obrero popular constituye, para el autor, una alianza defensiva cuyos límites aparecen claramente cuando las oscilaciones cíclicas de la economía llevan a los sec tores agroexportadores a exigir correcciones en las políticas económicas propuestas por la referida alianza.
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d icto ria n o es suficiente p a ra llevar a la superación de impasses. E n tan to , p artien d o de u n a base históricoecon óm ica real, 110 se viabilicen alianzas cap aces de im poner u n a fo rm a de E stad o que recupere no sólo las aspi raciones de soberanías, sino el p rim ad o de los intereses papulares, la in cap acid ad h egem ón ica d e los grupos p o pulares acre ce n ta rá la cap acid ad represiva de las clases dom inantes, ingrediente fatal que lleva a una política de avan ces y retrocesos dientro del círculo de hierro de las estructuras vigentes. E n Brasil y Perú se ve co n m ás nitidez el fortaleci m ien to d e un orden form alm ente b u rocrárico-au toritario. N o obstante el E stad o no asum e en Brasil, com o ideolo gía, d au to ritarism o q ue p ra ctica . E sto lleva al régim en a dificultades típicas, porque está regido p o r u na duali d ad de principios: el orden constitucional que prevé, por ejem plo, elecciones, y los “ acto s institucionales” que trasform an al presidente m ilitar e n un d ictad o r de hecho, siem pre que el ord en político se percibe com o am enazado, de acu erd o al criterio de los organism os m i litares de seguridad. A pesar de estos instrum entas de arb itrio, el no recon ocim ien to exp lícito de la validez de u n orden au toritario lleva al régim en al ejercicio de tá cticas electorales que se trasform an a veces en modo die d esestru ctu rar el autoritarism o. Estas rupturas co n trad ictorias lievan al gobierno a q ueb rar el ord en “ le g a r’ que él m ism o c re ó (im pidiendo la ro ta ció n en el poder en tre los dos. partidos, elim inando diputados electos, hiriendo el ideal d e m o c rá tic o ), agudizando las co n trad ic ciones internas. E n P erú , donde claram en te el régim en asum e u n a fo rm a n o p artid aria, el calificativo b u ro crático -au to ritario p a re ce m ás in m ed iatam en te justificab le: la em presa pública se fortalece y el E sta d o se exp an d e, corno o rg a nización b u ro crá tica, estan d o am bos — tan to el E stad o co m o el sector p roductivo estatal— b ajo control de la co rp o ració n m ilitar. N o obstante en el caso p eru ano Las p olíticas sociales y económ icas, si no son revolucionarias,
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no son con cen trad oras d e re n ta en la m ism a proporción que tiene lugar cu an d o las m ultinacionales y el sector privado de la econ om ía nacional dirigen el proceso de acum ulación. E l control político, p o r o tr a p arte, no asu m e rasgos de extralim itació n respecto de los derechos hum anos, com o ocu rre e n C hite y en m enor m edida en Brasil. Sería, pues, equivocado analizar la form a del E stado en P erú asem ejándolo al de Brasil. L a relación co n tra d ictoria fundam ental en tre el E stad o, co m o expresión predom inante de la em p resa capi talista y, en esta m edida, com o agente d e relación d ire cta en tre lo e xtern o y \o interno, y, p or o tr a p arte, la nación, vista co m o lo que es principahnente p opular, tiene un m ovim iento no sólo diverso sino opuesto en la historia reciente de los dos países. Si la fo rm a que asum e el E sta d o p eru ano, bajo control corp orativo del ejército , es b u ro crática y a u to ri taria, sus políticas se asientan en dirección a la incorpo ración de m asas, o p or lo m enos, h acia aten d er p arcial m ente los intereses cam pesinos y populares. P or frustrados que hayan sido estos objetivos y p or difícil que sea ase gurarlos en u n a relación política que co lo ca la esp antaneidad d e la reacción p opu lar, con gela le» partidos y en cierra gérm enes de b urocratism o m ilitar, no sólo la ideología del E stad o p eru ano sino tam bién m edidas efec tivas d e reorganización del ord en económ ico social im plem entadas p or él, lo distancian y le dan un sentido distinto del E stad o b u rocrático -au to ritario brasileño. E l énfasis en la variabilidad de los regím enes políti cos (form as de E stad o ) y la delim itación del significado del au toritarism o-b urocrático respecto a 1a base social y a las políticas que d an con ten id o sustantivo al E stad o (visto com o p a cto de dom inación) no significa que la actu a l form a de depen d en cia y el papel cru cial des em peñado en ella p or las em presas m u 1tinacionades y p o r el secto r p rod uctivo estatal sean casuaJes. Si pensáram os d e esta form a, no se justificaría la mé-_ táfo ra que usamos sobre las afinidades electivas en tre
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au toritarism o y cap italism o oligopólico dependiente. Sin em b argo es preciso distinguir e n tre el E stad o co m o p acto básico de d om in ación (y n o co m o si fuese expresión de un “co n tra to social” ) que u n e clases dom inantes en el ejercicio de u n a situación de dom inio sobre el resto de la sociedad, de las form as variables que los regímenes políticos asum en. L a p eculiaridad d istintiva del Estadio, en cu a n to relación p olítica fu n dam ental, es q ue expresa u n a situación de d om inio y, p o r tan to , refleja los inte reses de las clases d om in an tes y exp resa la cap acid ad que ellas poseen p a ra im ponerse a las d a se s subalternas. N o obstante, m om entánea y con trad icto riam en te, esta rela ción de p arcialid ad o d om inio de u n a p arte sobre el resto tiene que a p a re ce r a la co n cien cia n acional co m o si fuese la expresión d e u n interés general. P o r lo ta n to el1 E stad o constituye u n a relación d é dom in io que im plica u n a ideología que, corntitutivam eiife, debe n egar esta p arcialid ad : al d efo rm ar tiene que reflejar,“tam bién, de algu n a m an era, la generalidad que quiere rep resen tar; d e ah í que au n Üos E stad o s m ás ab iertam en te clasistas y represivos usen u n lenguaje y propongan políticas (e n general m viables) que quieren reflejar el “interés, ge n eral” . P o r tan to, el E stad o e*n un nivel m á s am plio exp resa la im posición de u n a clase o d e u n a alianza de clases sobre otra u o tras. M as, al m ism o tiem po que sirve a los intereses socioeconóm icos en los cuales se basa, el E sta do, p a ra m antenerse en u n a relación estable de dom inio, propone m edidas que den verosim ilitud a la dimensión m istificadora d e “generalidades d e intereses” que necesa riam ente asum e (pueblos, igualdad, n a ció n ). O cu rre aun que, adem ás de exp resar a este nivel tal relación, el E stad o es tam b ién u n a organización burocrá tica-reg u lad o ra y, en el caso de los estados modernos* p asa a ser adem ás u n a o rgan ización econ óm ica p ro ductiva. R esum iendo, cu alq u ier E sta d o e xp resa u na relación d e d om in ación de clases (y, p or lo tan to , tiene bases
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so ciales). Se cim en ta en u n a ideología asum ida co m o de interés com ú n , se d esarrolla en organizaciones b u ro crá ticas y productivas e im plem enta políticas que, adem ás de responder al ‘'p acto de dominación.” fundam ental, pretenden atender, variable y asim étricam ente, aspiracio nes de los grupos dom inados. L o s funcionarios del E stad o (acen tu ad am en te en el caso del sector ju d icial} tienen que asum ir con trad ictoriam en te u n a ideología de igual dad y generalidad ( “todo ciudadanos es igual frente a la ley” ) y una p rá ctica en la cu al los intereses dominantes, se imponen. L as preguntas sobre la natu raleza del E sta d o deben dirigirse en p rim er lugar a d eterm in ar cu áles son las bases sociales de su sustentación. E n el caso de los países industrializados de A m érica L a tin a q ue estam os consi d erando debe quedar en cla ro que el E stad o exp resa una alianza (co n trad icto ria) en tre los intereses del sector internacionalizado de la burguesía y de las b urocracias públicas y de empresas. A estos sectores se ligan las bur guesías locales. Al decir esto introducim os u n a com pli cación in icial: en p arte , la base social del E stad o del capitalism o dependiente fu e gen erad a p o r él m ismo, en Ja m edida en que su función p ro d u cto ra — p a r a asegu ra r la realización y la expansión de la acumulación-— creó un sector de em presarios públicos. A veces llamarnos a este secto r “burguesía estatal” , p ara subrayar que. aunque no son propietarios de los m edias d e p rod ucción, estos agentes sociales no son sólo b u ró cratas ni im plem entan sim plem ente el “bien público” sino que sociológicam ente a ctú a n com o “funcionarios del cap ital” en l a m edida en que constituyen la relación social d e soporte d e Ja acum ulación en las em presas estatales. La. acum ulación cap italista h ech a p or las em presas públicas y la trasformac.ión por el E stado del con ju n to de la riqueza nacional (m inerales, cap tación d e m inerales, tierras, cam inos, e tc.) en supuestos necesarios y disponibles p a ra Ja acu m u la ción privada, son requisitos fundam entales p a ra el av an c e del capitalism o asociado dependiente.
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L o que es característico del capitalism o dependiente en La fase de industrialización de la periferia b ajo el im pulso del capitalism o oligopólico internacional es el des arrollo de u na form a estatal b asada en ia alianza entre em presa m ultinacional, em presariado estatal y burgue sía local, a través de la cu al estos sectores generan el dom inio sobre el resto de la sociedad. O tro problem a se refiere al cu ad ro que ejerce e sta d o m in ació n : el E s tado exp an d e u na b u ro cra cia y se ap o y a en u n a tecno cra cia, tan to civil co m o m ilitar pero és