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Spanish; Castilian Pages 232 [240] Year 2019
Susanne Klengel (ed.) Contextos, historias y transferencias los estudios latinoamericanistas europeos
Editionen der Iberoamericana Ediciones de Iberoamericana Serie A: Literaturgeschichte und -kritik / Historia y Crítica de la Literatura Serie B: Sprachwissenschaft / Lingüística Serie C: Geschichte und Gesellschaft / Historia y Sociedad Serie D: Bibliographien / Bibliografías
Herausgegeben von / Editado por: Walther L. Bernecker, Frauke Gewecke, Jürgen M. Meisel, Klaus Meyer-Minnemann
A: Literaturgeschichte und -kritik / Historia y Crítica de la Literatura, 15
Susanne Klengel (ed.)
Contextos, historias y transferencias en los estudios latinoamericanistas europeos Los casos de Alemania, España y Francia
Vervuert • Iberoamericana 1997
Die Deutsche Bibliothek - CIP-Einheitsaufnahme [Iberoamericana / Editionen / A] Editionen der Iberoamericana = Ediciones de Iberoamericana. Serie A, Literaturgeschichte und -kritik = Historia y crítica de la literatura. Frankfurt am Main : Vervuert Reihe Editionen, Serie A zu: Iberoamericana Hervorgegangen aus: Iberoamericana / Editionen / 03
15. Contextos, historias y transferencias en los estudios latinoamericanistas europeos. - 1997 Contextos, historias y transferencias en los estudios latinoamericanistas europeos : los casos de Alemania, España y Francia / Susanne Klengel (ed.). Frankfurt am Main : Vervuert; Madrid : Iberoamericana, 1997 (Editionen der Iberoamericana : Serie A, Literaturgeschichte und -kritik ; 15) ISBN 3-89354-867-X (Vervuert) ISBN 84-88906-69-2 (Iberoamericana)
© Vervuert Verlag, Frankfurt am Main 1997 © Iberoamericana, Madrid 1997 Reservados todos los derechos Disefio de la portada: Michael Ackermann Ilustración sobrecubierta: Le Pont (Gouache, 1937) de Oscar Domínguez © VG Bild-Kunst, Bonn 1997
Este libro está impreso íntegramente en papel ecológico blanqueado sin cloro. Impreso en Alemania
ÍNDICE
Advertencia
Introducción Susanne Klengel Historias comparadas, historias cruzadas
I.
Relaciones
Michi Strausfeld Cómo viajan los libros: desde América Latina hacia París y Alemania; desde España hacia París y Alemania semejanzas y diferencias Angel López García La lengua española, símbolo de mestizajes antiguos y modernos
II. Historias: Tradiciones y Perspectivas Femando R. Lafuente La confusa institucionalización de la literatura hispanoamericana en España Mónica Quijada Ideas, poder, identidades, redes. Nuevas tendencias en la investigación latinoamericanista española Christoph Singler De la enseñanza a la investigación americanista en Francia Carmen de Sierra El Río de la Plata y el Brasil en la investigación y la docencia superior de Francia. Algunos problemas de la Historia Contemporánea
Michael Róssner ¿Ocaso del boom, aurora del verdadero interés? Desarrollo y cambio de papel de los estudios hispanoamericanos y brasileños en la Romanistica de los países germanófonos
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Walrtice Nogueira Galvâo O caso dos Estudos Brasileiros na França
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Ulrich Fleischmann La Caraïbe : de la dualité au métissage
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III.
Antropología y Teorías Culturales - ¿Elementos para una historia de transferencias interculturales?
Claudius Armbruster Discursos literarios y etnológicos. Intertextualidades en la descripción de las culturas afroamericanas en el Brasil y enCuba
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Vittoria Borsó Literatura y discurso o la mirada desde afuera. Impulsos de una "hispanoamericanística" internacional para la reorganización del saber en las ciencias humanas
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Monika Walter ¿En búsqueda de una antropología política? Sobre un diálogo posible con los conceptos de modernidad en Latinoamérica y España
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Gwen Kirkpatrick Ways ofWorking in California
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Advertencia
El tomo presente se ha originado, en su mayor parte, en la sección dedicada a la historia comparada de las disciplinas latinoamericanistas en Alemania, España y Francia, dentro del marco del Congreso Alemán de Hispanistas que se celebró en Bonn en marzo de 1995. El conjunto de los artículos se propone contribuir, a través de su perspectiva comparatista, al inventario y a una auto-reflexión crítica de los estudios latinoamericanistas en diferentes países europeos. Se concibe además como parte de la investigación sobre transferencias culturales que en los últimos años ha empezado a tomar en cuenta cada vez más las vinculaciones y entrelazamientos interculturales que caracterizan, muy a menudo, también las historias nacionales de las disciplinas científicas y las instituciones. Queremos agradecer especialmente a las autoras y los autores de los artículos - tanto a quienes ya participaron en las discusiones en el mes de marzo de 1995 como a quienes han estado dispuestos a escribir un artículo adicional. Expresamos también nuestro agradecimiento a Rosa Elena Santos-Ihlau y a Eugenia Erazo quienes se encargaron del lectorado de la parte más extensa del libro, es decir, de los textos escritos en español; igualmente a Jack Ben Levi, Isabelle Garrigue, Jean Pichard y Zinka Ziebell-Wendt que lo hicieron con los textos en inglés, francés y portugués. El apoyo prestado por la Fundación Volkswagen, Hannover, contribuyó a realizar este libro. Berlín / Halle (Saale), febrero de 1997
Historias comparadas, historias cruzadas Susanne Klengel
(Berlín/Halle)
La intención interdisciplinaria de este libro sobre la investigación latinoamericanista en Europa se parece a una construcción con varias entradas. Según como escojamos la entrada, tropezamos con cruzamientos donde el propio trayecto se corta con el del vecino, llegamos a recintos que se miden con métodos distintos, encontramos pasantes con historias nuevas o ya conocidas. Según como escojamos la entrada, lugares supuestamente comunes y familiares -lo propio y lo ajeno, unidad y pluralidad, tradición e innovación, Europa y Latinoamérica- se revelan desde otra perspectiva complejos o fragmentarios, multicolores o monocromos. Según como sigamos el camino, se presentan nuevas conexiones con disciplinas vecinas, se producen posibles contactos entre diferentes métodos y técnicas y, tal vez, resulten intercambios y transferencias entre el saber propio y el ajeno. En lo siguiente, nos proponemos explorar una ala de este edificio. Desde la perspectiva tanto de filólogos y críticos literarios como de historiadores radicados en Alemania, España y Francia, trataremos de esclarecer diferentes aspectos de los "estudios latinoamericanistas", que se extienden desde cuestiones de la recepción y circulación de textos y modelos teóricos y artículos sobre historias de las disciplinas en los países respectivos hasta planteamientos epistemológicos nuevos en el área de la producción teórica dentro del contexto intercultural. El término "estudios latinoamericanistas" es sólo provisional y se refiere aquí, de manera generalizadora, a la investigación y enseñanza sobre América Latina; se define, por ende, a partir del trabajo sobre un objeto específico, es decir, la región de América Latina1. Antepondremos a esta propuesta
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El término "estudios latinoamericanistas" no indica una disciplina académica institucionalizada, comparable, por ejemplo, a los Latin American Studies en algunas universidades de EE.UU. Cabe señalar aquí la problemática fundamental respecto a la comparación de terminologías y de sus signiñcaciones en los distintos contextos nacionales y lingüísticos (evidente, por ejemplo, en el uso del término "L'Amérique latine" en Francia y de "América ibérica" o "hispánica" en España; o también, en la relación conflictiva entre el concepto francés de "Civilisation" y el alemán de "Kultur" - diferencias que juegan un papel considerable en la investigación y enseñanza sobre una región específica. En este contexto, hay que tomar en cuenta también el cambio reciente de la noción alemana de "Kultur" bajo el signo de la tentativa de redefinir las "Geisteswissenschaften", i.e. ciencias filosóficas y letras, como "Kulturwissenschaften'Vciencias culturales). Las diferencias entre las significaciones
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comparativa unas figuras de reflexión que hoy en día determinan esencialmente la posición de nuestras profesiones como "latinoamericanistas" en Europa. Unidad / heterogeneidad y "géneros confusos": El topos "unidad/ heterogeneidad" constituye una constante que frecuentemente vuelve a aparecer en el nivel metodológico y en la historia de las disciplinas. La idea de unidad, que Latinoamérica como objeto de investigación en el sentido de una ciencia regional implica, se disuelve y deviene heterogeneidad cuando se habla desde el punto de vista de las numerosas disciplinas diferentes que parcelan el conocimiento latinoamericanista en áreas de saber extraordinariamente especializadas. Sin embargo, la idea de coherencia en el conocimiento sigue existiendo de modo latente y reaparece de manera explícita en momentos y lugares donde se formula la exigencia de un conocimiento interdisciplinario y hasta "transdisciplinario" (como lo propone el sociólogo latinoamericano Nestor García Canclini en el contexto de las nuevas teorías culturales latinoamericanas). Las observaciones de Clifford Geertz (1980) respecto a la creciente apertura de las fronteras disciplínales que posibilita el uso del repertorio terminológico y categorial de las disciplinas colindantes -conduciendo, de esta manera, a una "confusión" de géneros ("bluiTed genres") y, por consiguiente, a una "refiguración del pensamiento social" (Geertz 1991)-, coinciden, en cierto modo, con las declaraciones formuladas por Frédéric Mauro en 1980 con respecto a una "mezcla" natural y existiente desde siempre entre las disciplinas latinoamericanistas2. En este sentido, el discurso acerca de la constitución del saber sobre
y los contextos presentan desde siempre uno de los problemas más difíciles de la historiografía comparada (cfr., por ejemplo, el artículo de Michel Espagne 1994). Estas observaciones valen también con relación a la investigación sobre América Latina y su establecimiento académico en los países tomados en consideración aquí. Aunque los artículos reunidos en este volumen no puedan tratar explícitamente estos problemas y, menos aún, presentarlos de manera extensiva, pueden ayudar, sin embargo, a aguzar la mirada para ver los distintos contextos científicos de los vecinos y a aconsejar, por consiguiente, un empleo cuidadoso de los términos. 2
"En cuanto a la historia, es el conjunto de las ciencias sociales del pasado, y por tanto ella es también una disciplina mixta [...] En cuanto a los estudios literarios, artísticos y religiosos ellos podrían dar nacimiento a una ciencia nueva que llamaríamos la 'culturología', ciencia mixta también ya que en ella veríamos al hombre frente al desafío de la naturaleza y el mundo material para la creación artística o científica, o de lo Absoluto para la creación mística y espiritual. Empero, el trabajo de la culturología está en la práctica dividido entre los antropólogos, los sociólogos, los historiadores y estos especialistas que llamamos 'literarios' y que estudian, repetírnoslo, las lenguas, literaturas y civilizaciones de países determinados" (Mauro 1980:45).
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una región como América Latina y, por consiguiente, acerca de un campo de investigación especifico, remite siempre a una sinergia de las disciplinas; en consecuencia, el término "interdisciplinariedad" implica, como momento constitutivo, tanto la idea de unidad como de heterogeneidad. Lo propio / lo otro: La figura de lo propio y lo ajeno, del "aquí" y el "allá", de Europa y América, de identidad y alteridad, ya no sirve tan sólo como punto de partida importante en los análisis de textos literarios, históricos o etnográficos. Como figura de reflexión se ha extendido también a la comprensión de la relación discursiva problemática entre "investigador" e "investigado", en tanto que relación muchas veces asimétrica entre sujetos distintos. La reflexión crítica sobre el lugar científico propio es una consecuencia necesaria. Si consideramos la relación desequilibrada entre "centros" y "periferias", así como el magnetismo tradicional de los centros y el nimbo de los modelos y teorías allí producidos, supuestamente más universales, entendemos que este tipo de autoreflexión se produzca frecuentemente bajo el signo de una profunda puesta en cuestión de las relaciones de poder discursivas y reales - problema que fue expresado de manera explícita por Gayatri Spivak en su conocida pregunta polémica: "Can the Subaltern Speak?" (Spivak 1988). El problema epistemológico del "aquí" y el "allá" respecto a la posición científica de los latinoamericanistas europeos, lo presentó, por ejemplo, Alejandro Losada en el área de la literatura: Según él, la producción literaria latinoamericana constituye una contribución al conocimiento de lo propio (i.e., de lo europeo), porque se la puede considerar como una "nueva literatura europea en América Latina que proviene de su propia periferia", y que es recibida, por consiguiente, como un comentario crítico o una puesta en duda de la propia sociedad y de sus tradiciones en la época de globalización (Losada 1985:45). En cuanto a los textos no-literarios sino teóricos y científicos, la pregunta se pone desde un ángulo semejante. Se trata principalmente de afrontar las exigencias de validez de teorías y modelos que, durante mucho tiempo y debido al desequilibrio entre "centro" y "periferia", pudieron ser postulados, frecuentemente desde una posición parcial e interesada, como "universales". Por esta razón, el historiador Ruggiero Romano hizo presente en 1985 que no se trataba tan sólo de institucionalizar la investigación histórica sobre asuntos latinoamericanos en las universidades europeas y de despedirse a la vez del predominio de esquemas y modelos europeos a fin de captar mejor la especificidad de cuestiones y problemas latinoamericanos, sino también de tomar nota y de respetar los trabajos teóricos y metodológicos de los colegas latinoamericanos
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más allá del marco de las ciencias concentradas sobre la propia América Latina: "Je veux dire, parmi les tâches que les américanistes européens doivent accomplir, il y a aussi celle de faire connaître les résultats méthodologiques des travaux de nos amis américains" (Romano 1987:39). Esta demanda se relaciona finalmente con el problema más profundo de la percepción y del reconocimiento - tema de primera importancia en los estudios más recientes sobre "postcolonialismo" que tratan de analizar en particular los mecanismos y estrategias de los planteamientos de modelos y conceptos teóricos, las condiciones de su producción, los modos de recepción y, finalmente, las maneras de constitución del saber. Hoy en día, el impacto de las "teorías culturales" latinoamericanas en el campo de los "estudios latinoamericanistas" parece haber producido una mayor disposición a la discusión y al diálogo (cfr., por ejemplo, Scharlau 1994 y Herrlinghaus / Walter 1994). Autoreflexión: Lo que se expresa en el nivel intercultural como reflexión cada vez más acentuada sobre el propio lugar y las posibilidades de percepción y reconocimiento del otro como sujeto en un diálogo reestructurado, se manifiesta también en el nivel de las disciplinas científicas mismas. La tendencia autoreflexiva, sobre todo en la antropología y en la historiografía como "vuelta lingüística" o "interpretativa" que revaloriza automáticamente el papel de las teorías literarias por sus conocimientos de las estrategias retóricas y textuales, ha contribuido en los "estudios latinoamericanistas" a una revisión de las propias condiciones previas del conocimiento, por medio de una mirada antropológica que focaliza la constitución de las imágenes y del saber sobre Latinoamérica3. Consecuencia de esta vuelta reflexiva parece ser una capacidad mayor de enlace entre disciplinas vecinas y, con esto, una nueva disposición al trabajo interdisciplinario, lo que también tendrá que ser tomado en consideración en el marco de la investigación latinoamericanista. Una vuelta comparatista... Si consideramos la autoreflexión en este sentido como un "efecto de vuelta" -dada precisamente la contextura de las relaciones intelectuales y culturales entre América Latina y Europa hasta hoy frecuentemente asimétricas- ten3
Cfr. también el estudio de Frauke Gewecke sobre una posible redefinición de los estudios de literatura latinoamericana (Lateinamerikanistik) como ciencia cultural interdisciplinaria que sería particularmente consciente de su posición "excéntrica" en relación con su objeto de investigación (Gewecke 1993).
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dremos que tomar en consideración otro aspecto relevante. La reflexión sobre las propias condiciones debería aguzar también la percepción frente al hecho de que, dentro de las tradiciones académicas europeas, el desarrollo de la investigación latinoamericanista en sus distintos terrenos científicos no es tan sólo un proceso acumulativo lineal y, además, "nacional", sino igualmente, resultado de intercambios dentro de un sistema comunicativo intercultural. Generalmente, el balance histórico de las disciplinas se refiere a la evolución dentro del marco nacional respectivo; muy poco, o de ninguna manera, aparecen en este horizonte los procesos de intercambio o de transferencia que se han producido entre las naciones vecinas europeas. Puede ser que esta vinculación comunicativa intraeuropea quede eclipsada en la mayoría de los casos por la razón de que no constituye el objeto de investigación el "otro cercano" (i.e. el vecino europeo), sino un "tercero lejano", es decir, América Latina; el interés de la investigación definido por una región determinada, suele a menudo olvidar o relegar a segundo plano los posibles procesos de transferencia entre las diferentes tradiciones científicas de los países europeos. Precisamente las investigaciones imagológicas sobre lo propio y lo ajeno han contribuido a esclarecer cuánto deben las formas de la producción del saber al contexto histórico y cultural y a las tradiciones discursivas correspondientes. Lo mismo vale respecto a la historia de las instituciones promovedoras y legitimadoras de la producción del saber (cfr., por ejemplo, Róseberg 1995). Con referencia a la investigación latinoamericanista en los países europeos, es de suponer igualmente que a menudo ella se ha desarrollado sobre la base de intercambios y transferencias, sin que estos se hayan producido necesariamente de manera armoniosa - al contrario, con frecuencia han estado marcados por rupturas e intentos de poner límites al otro. Conviene, por consiguiente, extender la relación generalmente bipolar entre el "otro lejano" -América Latina- y Europa (o, más precisamente, entre Latinoamérica y Alemania, España o Francia) para llegar a una perspectiva más amplia y comparativa por medio de la inclusión de un "tercero cercano", es decir, el vecino europeo. Esto implicaría revisar la propia historia con ayuda de una mirada dirigida hacia otras tradiciones y foimas de producción científica europeas, dentro de un contexto ampliado, para darse cuenta de las interferencias e intercambios posibles4.
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Los viajes a América de Alexander von Humboldt tienen, probablemente, bajo el aspecto del entrelazamiento internacional de tradiciones eruditas y científicas, un carácter paradigmático. Marie Noélle Bourget esclareció, con ocasión de un coloquio sobre las transferencias interculturales franco-alemanas, la amplia dimensión del enlace entre el méto-
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Con el fin de realizar una tal exploración de los itinerarios seguidos en el campo todavía reciente de la investigación latinoamericanista, nos parece prometedora una investigación intercultural de transferencias que se proponga poner a la luz precisamente aquellos mecanismos que han llevado a la mutua aceptación o rechazo, adaptación o transformación de métodos y resultados científicos entre las naciones vecinas europeas. Se podría argüir que esa mirada arriesga desatender, en cierto modo, la propia América Latina y las investigaciones latinoamericanistas, favoreciendo otra vez un "narcisismo" europeo. Sin embargo, no se trata de destacar los respectivos intereses políticos y culturales de las naciones europeas frente a América Latina, en el sentido de una historia política comparativa, puesto que, desde este punto de vista, ha sido siempre evidente confrontar los diferentes tipos de relaciones interculturales bajo el aspecto de un análisis del dominio y su legitimación, y examinar, por ejemplo, las estrategias diferentes de consolidación de la influencia cultural y política en el continente latinoamericano. Pero aún en este caso América Latina ocupa la posición de objeto del interés político e histórico. En el planteamiento de la cuestión que nos proponemos esbozar aquí, no se trata tanto de esta historia evidente de la comparación en el nivel político, sino más bien de mostrar cuáles han sido los itinerarios que han llevado a posibles desplazamientos epistemológicos y, por consiguiente, a una percepción de América Latina como sujeto en el intercambio intercultural, mediante la aclaración y el análisis de las diferentes configuraciones en las relaciones interculturales, por un lado, y por otro, mediante la toma en cuenta de la asimetría del sistema de poder simbólico así como de sus formas de representación relacionadas con la producción y la distribución del saber. Ello implica un cambio de perspectiva y un abandono de la idea única de "balance" de hazañas y méritos en la investigación, para complementarla, de modo autoreflexivo, con la puesta en tela de juicio del propio lugar científico así como de su definición consideraciones sugeridas, no en último término, por ciertos trabajos en el campo de la "antropología histórica" y de los "estudios culturales". El reconocimiento de que estos caminos de reflexión han sido frecuentemente trayectos cruzados y entremezclados también en el espacio europeo, constituye tanto un paso significativo en la historia crítica de los "estudios
do analítico-matemático de las ciencias francesas y la tradición alemana de la filosofía de la naturaleza en las estrategias de investigación aplicadas por Humboldt (Deutsch-Französischer Kulturtransfer, 1789-1914, coloquio, Berlín, 27 y 28 de setiembre de 1996, organizado por el Centre Marc Bloch y las Berliner Festwochen).
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latinoamericanistas" como un mejor conocimiento de las posibilidades productivas que puedan resultar de estas "historias cruzadas". Con miras a una tal visión renovadora, este libro se propone suministrar primeros elementos y señalar puntos de partida. Hacia una historia comparada de los "estudios latinoamericanistas" en Europa 1) Para escribir una historia comparada, los balances nacionales ya existentes de las historias disciplinales y científicas forman una base importante. En general, proporcionan descripciones detalladas de la génesis de un campo de estudios específico en el marco de las tradiciones científicas y situaciones histórico-culturales respectivas. Estas historiografías no sólo resumen los trabajos y esíuerzos científicos individuales, sino dan cuenta también de la evolución del interés del conocimiento así como ayudan a comprender las estrategias de legitimación e institucionalización de un campo de investigación relativamente reciente. De este modo, la imagen de conjunto que ellos ofrecen se compone de un gran número de estudios de índole muy diversa, cuyo panorama se extiende desde obras de referencia bibliográfica o historias de instituciones locales hasta sinopsis de desarrollos nacionales específicos y panoramas generales de investigaciones dentro de todo un espacio lingüístico (en el caso de la lengua alemana, incluye también a Austria y a Suiza, así como -hasta el año de 1989las evoluciones en la RDA)5. Tales consideraciones muestran también que,
5 Las siguientes referencias se reducen necesariamente a unos pocos títulos, sacados de una multitud de estudios y manuales; se refieren especialmente a trabajos que no tratan tan sólo una disciplina particular. Respecto al espacio germanófono cfr., por ejemplo, el Handbuch der deutschsprachigen Lateinamerikakunde (Werz 1992) con artículos detallados sobre diferentes disciplinas; además Briesemeister 1991 sobre la historia temprana de la investigación sobre América Latina, así como varios estudios de Gustav Siebenmann, por ejemplo, Siebenmann 1988 sobre la investigación latinoamericanista en el espacio germanófono. Para el área francesa cfr., por ejemplo, los números monográficos "La recherche latinoaméricaniste en France" de los Cahiers du monde hispanique et luso-brésilien / Caravelle 1980 (número especial) y de los Cahiers des Amériques Latines 1980 und 1990; Etats généraux de la recherche et de l'enseignement sur l'Amérique Latine en France 1983 ; cfr. también Chonchol / Martinière 1985. Para el campo español, donde el término "americanista" está muy marcado por las ciencias históricas tempranamente institucionalizadas, indicamos particularmente la Revista de Indias, por ejemplo, los dos números especiales dedicados a los Cincuenta años de historiografía americanista en España (1940-1989). En conmemoración de los L años de Revista de Indias (no. 187, 1989 y no. 188, 1990); cfr. también el balance detallado sobre dos años de investigación americanista de Hilton 1984,
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efectivamente, hay que tener en cuenta la interdisciplinariedad constitutiva de los "estudios latinoamericanistas" para comprender que la historiografía de estas ciencias "regionales" esté siendo escrita, de igual manera, por historiadores, filólogos u otros científicos latinoamericanistas. Para ilustrar estas autorías sorprendentemente heterogéneas citamos a algunos autores procedentes de disciplinas distintas. El politólogo Alain Rouquié y el hispanista Paul Verdevoye escriben en 1980: "D'ailleurs on doit reconnaître que les études latinoaméricaines n'étant pas une discipline mais un terrain de recherche, les problèmes des frontières n'y revêtent guère qu'une importance académique et administrative" (Rouquié / Verdevoye 1980:73) El romanista Gustav Siebenmann, por su parte, dice en 1988: "Im allgemeinen Sprachgebrauch ist der Lateinamerikanist ein Forscher irgendeiner Fachrichtung, der jene Region zu seinem Gegenstand gemacht hat. Die Interdisziplinarität ist seit je ein Kennzeichen der auf eine Region bezogenen Forschung. So auch im Fall der Lateinamerikanistik" (Siebenmann 1988:5)6. Y en un largo estudio sobre la institucionalización académica de la "historia latinoamericana", observa el historiador Horst Pietschmann: Natürlich besteht in der Geschichtswissenschaft allgemein ein Trend zur Entwicklung von Interdisziplinarität und fachübergreifenden Fragestellungen, aber im Bereich der lateinamerikanischen Geschichte, wie wohl auch anderer regionalbezogener außereuropäischer historischer Forschung, ist dies gewissermaßen ein vom Gegenstand vorgegebener Zwang, ist doch der Forscher selbst nach längerem Aufenthalt in der untersuchten Region immer ein Fremder, dem sich gewisse Zusammenhänge in Raum und Zeit nicht so leicht erschließen" (Pietschmann 1989:333)'.
y el volumen de Sarabia Vieja / Ciudad Suárez 1993. 6
"En el uso general de la lengua, el latinoamericanista es un investigador de cualquier disciplina que escoge aquella región como su tema. La interdisciplinariedad ha sido desde siempre una característica de la investigación que se refiere a una región. Lo mismo vale en el caso de la latinoamericanística" (trad. por S.K.). 7
"Sin duda existe en las ciencias históricas una tendencia general al desarrollo de la interdisciplinariedad y de los planteamientos transdisciplinales, pero en el área de la historia latinoamericana -como también en otras investigaciones históricas dedicadas a regiones extra-europeas- se trata, en cierto modo, de una obligación impuesta por el asunto, puesto que el investigador a pesar de sus largas estancias en la región explorada, sigue siendo un forastero al que no se le abren tan fácilmente ciertas conexiones en el espacio y en el tiempo" (trad. por S.K j.
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2) Una primera perspectiva comparativa se abre cuando las disertaciones sobre la historia de las disciplinas en los países diferentes, son discutidas y publicadas en un contexto comunicativo binacional o internacional, como, por ejemplo, el encuentro franco-español del año 1984, cuyas actas fueron editadas por la Société des Hispanistes Français con el título La investigación sobre temas hispánicos en Francia (1962-1984), España y América Latina. En ellas François Delprat resume las conferencias y las discusiones sobre el área de los estudios latinoamericanos en Francia y en España (pp. 165-203). Se hace patente que el campo científico tomado en consideración por los hispanistas no incluye tan sólo la literatura sino también diversos aspectos de la "civilisation ", de la cultura y de la historia latinoamericanas. Otro coloquio (organizado igualmente con la participación de la Société des Hispanistes Français) se dedicó al intercambio entre colegas hispanistas alemanes y franceses: el I Encuentro Franco-Alemán de Hispanistas en Maguncia en 1989 (cfr. Strosetzki 1991). Bajo el título "Dos Hispanismos" se presentan en el primer capítulo varios aspectos de los campos respectivos de la hispanística que indican algunas diferencias en los desarrollos alemán y francés, de vez en cuando mediante el cotejo directo de artículos correspondientes como, por ejemplo, los de Bernard Lavallé ("Cuando el hispanismo francés descubría a América...", pp. 63-74) y Karsten Garscha ("El descubrimiento de Iberoamérica por el hispanismo en Alemania", pp. 75-87). En el prefacio, Jean-François Botrel y Manfred Tietz, los presidentes de las Asociaciones de Hispanistas francesa y alemana de entonces, subrayan otra vez la utilidad de este intercambio y de la información sobre los sistemas científicos diferentes: "Esas jornadas de Maguncia fueron días de aprendizaje y de toma de conciencia. Se insinuaron las ventajas y las deficiencias de ambos sistemas académicos" (p. I)8. En un marco internacional más amplio se sitúa el número monográfico de la Revista de Crítica Literaria Latinoamericana (31/32, 1990), que reúne artículos -en su mayoría desde la perspectiva de críticos literarios- sobre la historia y el estado actual de los estudios latinoamericanistas en varios países. Llama la atención la ausencia de un informe sobre los estudios latinoamericanos en España. Principalmente desde el punto de vista de historiadores (e incluyendo un artículo sobre la investigación latinoamericanista en España) se presenta el capítulo "Vingt-cinq ans d'études latino-américanistes" en el libro 8
Cfr. también el artículo de Martin Franzbach que exhorta explícitamente a que no se pierda de vista el análisis crítico de las diferencias entre los sistemas científicos diferentes (Franzbach 1989).
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editado por Georges Baudot L'Amérique Latine: Vingt-cinq ans de bouleversements, 1963-1988 (1991), el cual contiene colaboraciones sobre la historia de la investigación y de las instituciones en Francia, España, Italia y Alemania. Considerando estas disertaciones, se pone en evidencia, otra vez, que es casi imposible focalizar una sola disciplina; las más de las veces juegan un papel otras ramas de saber en las materias colindantes. Sin embargo, hay que constatar que hasta hoy en día una historia comparada de las disciplinas dentro de la propia Europa sigue siendo un desiderátum, como lo observa también Karl Kohut en el curso de su resumen detallado sobre la historia de la crítica literaria latinoamericanista, diciendo que para la historiografía de la disciplina sería muy instructiva la "comparación del desarrollo respectivo en los países europeos vecinos" (Kohut 1992:397). 3) Sin embargo, el camino hacia una historia comparada de las disciplinas que transgrediría los límites nacionales en la presentación y en el análisis, empieza nada más que a delinearse. Quizás no sorprenda mucho que los planteamientos metodológicos básicos así como las primeras investigaciones sobre el tema de las transferencias culturales y científicas se hayan formulado y desarrollado tan sólo en los últimos años, y eso respecto a las relaciones franco-alemanas9. El reconocimiento de que no sólo los sucesos políticos y militares han determinado la relación entre las naciones sino también las relaciones mutuas en el área cultural -sean éstas de índole artística, intelectual o científica- ha establecido un nuevo campo de investigación muy fructífero. Por un lado, se ubica bajo el signo de una historiografía europea postnacional, por otro, expresa la tentativa de escribir de manera más precisa -y justamente dentro del contexto de una Europa unificada en el futuro- la propia historia nacional marcada y condicionada por el intercambio intercultural: por los procesos de recepción y de transferencia, por la aceptación, el rechazo o la transformación de modelos interpretativos y de paradigmas de comprensión (cfr., por ejemplo, Thoma 1995). La complejidad de tal planteamiento resalta, con respecto al área de la literatura, por ejemplo, en la discusión del concepto de "filología", de su evolución histórica y de su controvertida recepción en Francia - un proceso que esclarece los distintos trasfondos culturales e histórico-filosóficos. En un artículo pertinente Michael Werner describe el punto de partida de este tipo de investigación:
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Cfr., por ejemplo, el grupo de investigación del CNRS francés que se dedica al tema Transferts. Histoire interculturelle du monde germanique.
11 S'il est vrai que l'histoire des sciences humaines et sociales des deux derniers siècles commence, à l'heure actuelle, à s'écrire effectivement — et ceci d'ailleurs dans les différents pays —, il n'en reste pas moins que ces recherches sont menées dans une perspective essentiellement nationale. Par une sorte d'effet d'optique, lié sans doute aux règles de fonctionnement des communautés scientifiques nationales, et en particulier à des processus de légitimations inhérentes à celles-ci, les chercheurs font comme si la formation des disciplines se jouait dans des cadres strictement nationaux. Or, pour quiconque a déjà abordé ces questions à partir d'un point de vue comparatif, il est clair, qu'une part essentielle des processus de constitution — mis à part les aspects strictement institutionnels — s'opère à travers les échanges transnationaux, c'est-à-dire par le biais de transferts mettant en relation des individus appartenant à des cultures et procédant selon des systèmes d'interprétations différents. Souvent on constate d'ailleurs que ce type de passage d'un système à l'autre, d'un cadre de référence à l'autre, contribue à engendrer, par des voies plus ou moins détournées, des innovations décisives (Werner 1993:303).
En un estudio sobre la evolución histórica de la "filología románica" en Alemania y en Francia, Michael Werner muestra la recepción controvertida del concepto de filología en Francia como un proceso sumamente dinámico. El autor traza, por un lado, la historia de la filología románica, los orígenes, su transformación en una ciencia de texto de índole positivista a finales del siglo XIX, así como su reorientación histórico-hermenéutica a comienzos del siglo XX; por otro lado, procura examinar los impactos repetidos y conflictivos de ese "concepto alemán" en Francia. Como antítesis en este proceso no se confrontan tan sólo la tradición francesa retórica y, por consiguiente, normativa con la tradición histórico-hermenéutica alemana, sino también se hace patente que, además, el establecimiento del método filológico fue refrenado en Francia por el paradigma metodológico de las ciencias sociales (Werner 1990)10. Este modo de considerar la historia de las disciplinas como una "historia cruzada" puede contribuir a situar, dentro de un marco culturalmente determinado, a los investigadores y sus selecciones de materias y de instrumentos científicos; ayuda, de esta manera, a tomar conciencia de la propia tradición científica como fruto de un proceso de carácter a menudo intercultural. Las proporciones de la concientización de los últimos años respecto a este asunto, lo manifiesta, de manera paradigmática, la colección de estudios Wie international ist die Literaturwissenschaft? Methoden und Theoriediskussion in den Literaturwissenschqften: ¡culturelle Besonderheiten und interkultureller Austausch am Beispiel des Interpretationsproblems (1950-1990), editada por Lutz Danneberg y Friedrich Vollhardt en el año de 1996. "Transnacionalidad", "internacionalidad", "interculturalidad" e "interdisciplinariedad" son términos 10 Llama la atención que, en la última década, la filología haya hecho nuevamente su entrada en Francia como "critique génétique".
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clave mediante los que se cuestionan tanto el tipo de análisis reducido a las filologías nacionales, como el mantenimiento de los límites tradicionales de las disciplinas. A la vez, la mirada se abre a cuestiones que atañen a las transferencias interculturales. Estas consideraciones no valen solamente para la teoría literaria que, de todos modos, se desarrolla actualmente como campo de investigación cada vez más interdisciplinario. Precisamente con relación a un terreno de investigación definido por una región determinada, como en el caso de los estudios latinoamericanistas, estas reflexiones son útiles porque ponen en claro que la limitación de teorías y modelos científicos a un marco nacional es a menudo artificial, y que desde siempre han existido relaciones de intercambio, sean como fueren. Por esta razón parece importante -con miras a la propia situación y a la reflexión crítica de las diferentes historias de los estudios latinoamericanistas en Europa- poner a la luz estos procesos de recepción y de transferencias destacando su calidad de componente intercultural en las historias de las disciplinas. Contextos Esta intención se traza por medio de los artículos reunidos en este libro, que provienen de diferentes puntos de vista en la teoría literaria y en la historiografía, y los cuales, por consiguiente, se proponen ubicar los "estudios latinoamericanistas" en su dimensión necesariamente interdisciplinaria. El proceso de intercambio más evidente, se concretiza, sin duda, en la circulación de libros y textos. El estudio de Michi Strausfeld sobre el movimiento de obras literarias de origen latinoamericano y de sus traducciones en el espacio europeo, no describe tan sólo las historias de recepción en los países correspondientes; también facilita primeros elementos para investigaciones futuras tanto respecto a los caminos de la mediación, las diferentes dinámicas en la recepción y los declives temporales en la constitución del saber, como respecto a la problemática de "cercanía y lejanía" culturales frente al texto "exótico" de procedencia latinoamericana (y española) en Francia y Alemania que determina, por lo menos durante cierto tiempo, los modos de la recepción. De este modo, Michi Strausfeld señala un camino hacia futuros planteamientos comparativos, como, por ejemplo, los análisis de modelos de lectura y de sus posibles transferencias a los vecinos europeos.
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La producción literaria, su traducción y mediación hacen parte, por otro lado, del saber sobre una región cultural que constituye, en los diferentes países europeos, el punto de partida de una ciencia regional interdisciplinaria bajo el signo de la unidad y la heterogeneidad. Como momento doblemente constitutivo, la figura unidad / heterogeneidad es particularmente evidente en el nivel lingüístico, si, conforme a Angel López García, consideramos el español como lengua con la función pragmática de una koiné, es decir, como una lengua de intercambio que necesariamente se basa en la mezcla de elementos lingüísticos heterogéneos. La lengua española transmite, de esta manera, la idea de una unidad que sirve generalmente para justificar la investigación sobre una región (por lo demás, también para legitimar la filología hispánica) - una unidad que, sin embargo, no sería concebible sin la heterogeneidad subyacente, a la cual, visto de cerca, siempre hace referencia. Estas reflexiones lingüísticas respecto al español, que evocan paradigmáticamente la figura de unidad y heterogeneidad, forman, por lo tanto, un punto de referencia para los siguientes estudios sobre las historias de las disciplinas que provienen de España, de Francia y del espacio germanófono y que se refieren, por supuesto, también a la América lusófona y a la complejidad lingüística y cultural del Caribe. Historias Es verdad que la mayoría de los artículos se mueve dentro del contexto espacial francés, español y germanófono; sin embargo, quizás la perspectiva hasta aquí abierta incite a leerlos también dentro del contexto de su conjunto. Ellos no se comprenden tan sólo como aportaciones a las historias nacionales de las disciplinas, sino aluden también directa o indirectamente a las formaciones discursivas académicas, integrándose o reaccionando frente a ellas. Y aunque la suma de los artículos no pretende, de ningún modo, medir el campo científico latinoamericanista en toda su extensión, esperamos que una lectura comparativa ayude a aguzar la mirada para la presencia del "otro cercano" (i.e. el vecino europeo) en el campo de los "estudios latinoamericanistas". Fernando R. Lafiiente examina en su aporte la institucionalización de los estudios de la literatura hispanoamericana y de la crítica literaria referente a esta en España, mostrando que se trata de un itinerario marcado por rupturas y lleno de obstáculos. Las razones se encuentran tanto en la historia política del país como en la tradición continua casi exclusivamente filológica e hispanocén-
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trica, que ha impedido otros planteamientos que hubieran podido establecer los estudios de la literatura y cultura latinoamericanas como campo de investigación propio e independiente. No obstante, durante los años 80, un período de cambio y de modernización y, sobre todo, en relación con el Quinto Centenario se han formado nuevas iniciativas de investigación, y en el curso de la amplia apertura de las ciencias hacia las discusiones teóricas internacionales, han hecho su entrada nuevos asuntos y planteamientos". En contraste con la discusión sobre la literatura, la historia latinoamericana forma, desde principios de los años 40 -fomentada durante el período franquista por la idea de la "hispanidad"- un terreno de investigación bien establecido12. Sin embargo, la manera en que han cambiado los planteamientos también en esta materia -concentrada, durante mucho tiempo, en el período colonial- la muestra Mónica Quijada en su descripción de las tendencias actuales en los estudios del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, institución que se dedica desde hace tiempo a la investigación latinoamericanista. El artículo de Christoph Singler sobre la investigación y enseñanza de la literatura latinoamericana en Francia examina las dificultades que encuentra la implantación de una explícita crítica literaria. Frente a la ventaja que significa la inclusión obligatoria de temas latinoamericanos dentro de la hispanística francesa desde hace mucho tiempo (completados, además, por los cursos de civilisation), están los inconvenientes tanto de un sistema bastante rígido de estudios y exámenes, como de una focalización en los procedimientos de un análisis de textos, principalmente inmanente y formalista, que restringe reflexiones más amplias de índole teórica y metodológica. Además, el autor toca el problema de cómo se pueden situar los estudios de la literatura latinoamericana y las cuestiones de la crítica literaria con respecto a las ciencias sociales, preponderantes en el área de los estudios latinoamericanistas. Según Singler, se hace visible, hoy en día, una subordinación definitiva de las letras a las ciencias sociales. Una interdisciplinariedad demasiado acentuada y un tratamiento de la literatura desde la perspectiva de las "ciencias culturales" correría
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Cfr. con respecto al campo de la teoría literaria -no obstante, sin tomar en consideración específica a Latinoamérica- el volumen editado por López / Talens / Villanueva 1994. "Literatura" se entiende en el sentido ampliado del término, el cual incluye también otros medios como el cine y la televisión. 12
Cfr., por ejemplo, el volumen de Sarabia Vieja / Ciudad Suárez 1993; Pietschmann 1989:319/320.
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el peligro de perder de vista la autonomía estética y la "extraterritorialidad" de lo literario. Carmen de SieiTa, de su lado, indaga las razones del interés bastante reducido que la historiografía francesa, durante mucho tiempo, ha prestado a las regiones del Cono Sur - hecho sorprendente si se toma en consideración el temprano y duradero compromiso político-cultural de Francia con Argentina, Brasil y Uruguay. Como problema específico de la investigación en historia contemporánea aparece el hecho de que los estudios científicos sobre temas históricos sean realizados frecuentemente dentro del marco de otras disciplinas, por ejemplo, por politólogos, sociólogos o teóricos de la civilisation. El artículo recuerda también la fuerza de irradiación de las ciencias sociales sobre otros terrenos científicos y particularmente sobre la historia contemporánea la cual tiene que competir, además de todo, con los estudios de la civilisation. Michael Róssner describe el camino de la constitución del saber en el campo de la literatura hispanoamericana y brasileña, marcado muchas veces por motivos particulares y hallazgos accidentales en el espacio germanófono. El crecimiento de los conocimientos se realizaba desde los márgenes de la filología románica institucionalizada, que había comenzado a desplegarse durante el siglo XIX. La reorientación de las filologías en el curso del viraje filosófico-histórico a principios del siglo XX, preparó el terreno para que después se tomaran en cuenta, dentro del canon tradicional de las materias, poco a poco, regiones más bien "periféricas" como América Latina. Una institucionalización verdaderamente más amplia se postergó, sin embargo, hasta los años 60. Pero tan sólo los años 80 acarrearon planteamientos que, por un lado, han logrado liberarse, en la mayoría de los casos, de la imagen exótica de la literatura latinoamericana y, por otro, ya no están necesariamente en deuda con la predominancia tradicional de la filología románica. Sin embargo, no existe tan sólo una jerarquía en las materias clásicas de las filologías románicas, entre las cuales les ha cabido a las literaturas latinoamericanas, durante mucho tiempo, un lugar bien marginal, por considerarlas como puro apéndice de la hispanística. También en el interior de los estudios latinoamericanistas ha sido marginalizado el trabajo científico sobre el Brasil, y lo sigue siendo. Walnice Nogueira Galváo pone en claro que esta estructura es válida también respecto a los estudios brasileños en Francia, aunque la investigación francesa sobre el Brasil cuente, en comparación con otros países europeos, con una tradición larga y continua, debida a las relaciones culturales profundas que remontan al siglo XIX y antes. Igual que Christoph Singler,
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Walnice Nogueira Galváo ve un problema considerable en las reglamentaciones impuestas por el sistema universitario francés rígidamente estructurado, que da lugar a una focalización sobre un canon de textos, quizás demasiado determinado. Ulrich Fleischmann dedica su estudio comparativo a la problemática de una materia particularmente difícil de definir por razón de la extraordinaria heterogeneidad de su asunto de investigación: los estudios caribeños. Quizás es en este terreno donde resulta menos posible dar una visión de conjunto sobre una historiografía nacional específica. El artículo muestra, más bien, hasta qué punto está entrelazada internacionalmente la evolución de teorías y modelos en este campo de investigación. Una comunidad internacional de científicos participa desde hace tiempo en el esfuerzo de formular un punto de referencia común para un concepto de "cultura" en el Caribe. Escribir la historia de la disciplina, sería, por consiguiente, escribir la historia de estas tentativas científicas. Según Fleischmann, con relación a un espacio cultural tan heterogéneo e híbrido, hoy día se puede concebir únicamente un concepto dinámico de "cultura" hipótesis que remite a planteamientos semejantes en el campo general de las teorías culturales. Esto podría asignar a los estudios caribeños un lugar casi paradigmático en el contexto de las discusiones teóricas actuales. Transferencias En un estudio que se propone ejemplificar los procedimientos interdisciplinarios y comparativos, Claudius Armbruster examina la mezcla de discursos etnológicos y literarios con respecto a las culturas afrocubanas y afrobrasileñas. Es instructivo que la experiencia de alteridad dentro de los textos literarios no se refiere tan sólo a la presencia de temas y motivos afroamericanos y, por consiguiente, a la otra cultura, sino que remite también a las otras disciplinas -la etnografía y la antropología- así como a las implicaciones epistemológicas de ellas, que se reflejan en los textos literarios. Vittoria Borsó vuelve a tomar, a otro nivel, la cuestión de la relación entre literatura y ciencias humanas. Según ella, se trata -más allá de la función compensatoria a menudo atribuida a la literatura hispanoamericana respecto al problema de la "identidad" y de la historiografía- de mostrar la manera, en que el discurso literario ha obrado como fuente de irritación productiva en la constitución del saber en las ciencias humanas. Habría que reconstruir de manera "arqueológica" las estrategias discursivas de un saber "postcolonial" del que hace parte especialmente la
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literatura (y la teoría literaria): sería una "mirada desde afuera" capaz de proporcionar puntos de apoyo para una observación "autoetnográfica" de las instituciones responsables de la producción del saber. En este sentido, una crítica literaria resituada podría dar igualmente el impulso para una nueva ubicación epistemológica de las ciencias humanas. Monika Walter, de su lado, discute el lugar epistemológico de los propios actores de "aquí" y de "allá", de los teóricos de este y el otro lado del Atlántico, con respecto al proceso comunicativo e intersubjetivo en el cual están participando. La migración internacional de modelos y conceptos teóricos entre los antiguos "centros" y "periferias" aparentemente ya ha producido "efectos al revés": Algunos teóricos españoles, por ejemplo, se orientan por las teorías de sus colegas latinoamericanos cuando tratan de tematizar la modernización en España - abriendo así, no en último término, una perspectiva crítica hacia el proceso de la integración europea. Respecto a los estudios latinoamericanistas, se trata tanto de tomar en cuenta estos desplazamientos occuridos dentro del campo internacional de teorías, como de reformular, eventualmente, la materia de la investigación latinoamericanista. Una "antropología política" de la intelectualidad en los "centros" y en la "periferia", es decir, de sus representantes y de sus funciones, de las tradiciones académicas respectivas y de las relaciones internacionales puede, de esta manera, contribuir a hacer una revisión sistemática de estos desplazamientos evidentes que han cambiado el debate teórico. Sobre todo aquellos de los estudios presentados que se dedican a los cambios epistemológicos en el campo latinoamericanista, revelan la dimensión internacional de los enfoques teóricos. Referencias a Foucault (Vittoria Borsó) y a Jacques Le GofF (Monika Walter) o a los Cultural Studies de proveniencia norteamericana -implícitamente presentes muchas veces en los actuales estudios "latinoamericanistas" en Europa- evidencian, otra vez, la utilización de instrumentos teóricos comunes en el marco internacional. Por eso, nos ha parecido provechoso incluir en nuestro panorama europeo también una "mirada" norteamericana que ilustra un contexto de estudios considerablemente diferente a la situación europea, teniendo en cuenta, a la vez, que una parte importante de la producción científica norteamericana es recibida con mucho interés en los estudios latinoamericanistas europeos. La descripción de los "Ways of Working in California" dada por Gwen Kirkpatrick, demuestra hasta qué punto las instituciones académicas en California se han visto obligadas a reflexionar sobre
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las propias condiciones previas de la producción del saber científico. Han tenido que revisar su posición de manera autoreflexiva y hasta "autoetnográfica", tanto debido a la cercanía de América Latina como también a la heterogeneidad étnica en los propios EE.UU., que se refleja en la representación de los diferentes grupos étnicos y culturales al interior de las instituciones. El reconocimiento de que no se puede investigar y enseñar sobre quienes que hacen parte de la misma institución académica, sino que hay que trabajar junto con ellos, ha puesto en cuestión el lugar epistemológico de los científicos mucho antes que en Europa. En el curso de la recepción de los Cultural Studies se han transmitido elementos de estos nuevos modos de ver también al lado europeo del Atlántico, pero la autoreflexión de las instituciones que se dedican a los "estudios latinoamericanistas" se realizará muy probablemente de otra manera. Se tratará, primero, de cuestionar los cortes nacionales en los respectivos discursos científicos de los "estudios latinoamericanistas", estableciendo comparaciones con los vecinos europeos y destacando las diferencias y también las vinculaciones entre ellos. En estas consideraciones habrá que tener presente la vuelta hacia las "teorías culturales" (a veces influenciadas por los Cultural Studies pero no idénticas a ellos) y la "historia cultural", celebradas ambas, por un lado, como abertura prometedora del campo científico -en cuanto ofrecen, precisamente, nuevos puntos de partida respecto a las ciencias "regionales"- y observadas escépticamente, por otro lado, porque ponen en duda procedimientos de trabajo bien afianzados. El grado de aceptación y de rechazo de estas posiciones se diferenciará seguramente según el contexto científico correspondiente, y todavía es demasiado temprano para hacer un balance13. Retengamos, no obstante,
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En lo siguiente citaremos tan sólo unas voces bastante criticas que aclaran, sin embargo, de manera indirecta, que las "teorías culturales", los "estudios culturales" o "ciencias culturales" ("Kulturwissenschaften") así como la "historia cultural", están formando un discurso importante e innegable hoy en día: cfr., por ejemplo, la reseña detallada, publicada en la revista francesa Critique, sobre dos obras dedicadas a los Cultural Studies en EE.UU. de Pavel 1992, así como el artículo de Kaschuba 1995 sobre el problema del 'culturalismo'; muy reveladora en este sentido, nos parece también la posición de Frédéric Mauro frente a la tendencia hacia la "historia cultural", la cual pone en peligro, según el autor, la seriedad y la reputación de las ciencias históricas francesas: "Cependant apparaît déjà ici un danger certain. L'engouement de la jeunesse pour l'histoire culturelle au sens large apparaît déjà comme une des voies de la facilité. Mal préparée par des études insuffisantes de psychologie et de philosophie, elle manque de méthode scientifique et tend à refaire de l'histoire une discipline littéraire. Le danger pèse sur les spécialistes de l'histoire de France mais apparaît déjà dans notre domaine géographique [i.e. América Latina]"(Mauro 1990:108).
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que, de este modo, se ha constituido un punto de referencia que permite que una pluralidad de perspectivas, tradiciones y disciplinas científicas distintas entren en diálogo; en un diálogo, que ayude conocer mejor no sólo las propias bases y condiciones previas sino también los "puntos de contacto" posibles con aquellas de los vecinos.
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I. Relaciones
Cómo viajan los libros: desde América Latina hacia París y Alemania; desde España hacia París y Alemania - semejanzas y diferencias Michi Strausfeld (París/Barcelona)
Normalmente, los libros llegan en la maleta de un viajero. Dado que pesan mucho, hay que seleccionarlos con cuidado, y después de unas experiencias probablemente maravillosas durante la estadía en cualquier país de América Latina o también en España, queda siempre la pregunta, ¿cuáles son los libros que voy a cargar para seguir leyendo y para comprender mejor lo recientemente visto y vivido? Es un problema arduo. Un problema no sólo para viajeros, turistas o lectores curiosos, sino también para lectores profesionales que después de cada Feria del Libro o cualquier viaje de investigación se ven agotados bajo el peso impreso: catálogos, libros recomendados o regalados, libros encontrados al azar o buscados por curiosidad o interés. Esto, tal vez, es el modo más elemental como viajan los libros; ha existido siempre y ha dado resultados tanto azarosos o equivocados como útiles y enriquecedores... cosa comprobable a través de la historia de la recepción de las literaturas latinoamericanas o peninsulares en Europa. Viajeros -ilustrados, cultos o no- describieron por supuesto sus propias impresiones, exagerando y minimizando, pero intentaron también divulgar lo que vieron, leyeron, investigaron. Esto ha sido el origen de muchos lugares comunes y lamentables clisés que se propagaron durante siglos, que han sido fuente de errores y mentiras, pero también aunaron opiniones contrastadas y despertaron tanto olas de fascinación como de repudio. Creo que esta forma directa de dar cuenta de lo vivido siempre persistirá -por suerte, ya que refleja una reacción inmediata, emocional y vivaz- hoy como hace quinientos años, cuando los Cronistas de Indias dieron cuenta del Nuevo Mundo: en su mayoría con ideas, mitos y leyendas del Viejo Mundo. A las experiencias e impresiones personales del lector profesional en un viaje de exploración, se añade luego el esfuerzo intelectual, la búsqueda consciente de libros, y por ello quiero hablar ahora del trabajo editorial. Vivimos en los años 90, queremos difundir las literaturas latinoamericanas e ibéricas, conocemos las lagunas existentes en su recepción tanto en Francia como
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en Alemania, nos movemos en un mercado editorial que obedece a las leyes capitalistas del libre comercio y donde, además, la oferta de libros de calidad es mucho mayor que la demanda o la capacidad de absorbción por parte de los libreros, críticos y lectores. Con ello he enumerado, creo, las mayores dificultades del trabajo de difusión existentes hoy y, en una sola frase: las lagunas, el mercado del libro con la creciente concentración editorial, la superproducción. Se trata de tres problemas importantes. En cuanto a las lagunas, existen grandes diferencias entre Francia y Alemania. Por ello me permito hacer un breve recuento de la recepción de las literaturas latinoamericanas en ambos países. "París es la capital cultural de América Latina" es la frase que se puede oír desde México hasta Argentina, es un lugar común aceptado por la "intelligentsia" latinoamericana. Desde Rubén Darío, a más tardar, un viaje a Europa más o menos largo era casi una obligación, y la mayoría de los escritores, artistas, músicos, arquitectos, cineastas y otros profesionales intentaron cruzar al menos alguna vez el charco y pasar unos meses o años en París. Basta con enumerar unos cuantos nombres del campo literario: Jules Supervielle, Vicente Huidobro, Miguel Ángel Asturias, Alejo Carpentier, César Vallejo, Pablo Neruda, Octavio Paz, Julio Cortázar, Gabriel García Márquez, Vargas Llosa, Carlos Fuentes, Alfredo Bryce Echenique, Ángel Rama, Marta Traba, Jorge Edwards, Rubén Bareiro, Manuel Scorza, Jorge Amado, Severo Sarduy... A ellos hay que añadir la lista de los exilados políticos que vinieron en la década de los setenta, después de los golpes militares en Brasil, Chile, Argentina y Uruguay y que pasaron también un tiempo largo en París (entre ellos Osvaldo Soriano). Luego están los muchos estudiantes que siempre vienen a París para obtener un título académico francés. Dado que América Latina tiene un papel tan destacado en las diferentes facultades francesas, se puede decir que constituye un pilar de peso en la vida universitaria. Para hacerse una idea de la presencia de los latinoamericanos en Francia recomiendo la lectura del libro Les Amériques latines en France, preparado por Jacques Leenhardt y Pierre Kalfon (1992) que no sólo es instructivo y ameno, sino tiene como ventaja adicional una cantidad enorme de ilustraciones de los artistas, de revistas, libros y obras de arte. Después de haberlo leído, un alemán sólo puede suspirar y decir: ¡Oh Francia, lo tienes mucho más fácil que nosotros! Empezando por el hecho de que las dificultades lingüísticas que hay entre alemanes y latinoamericanos simplemente no existen en Francia, ya que un "hispano" culto suele dominar
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bien el francés. Es una explicación sencilla, pero importante para comprender la riqueza y las facilidades del intercambio cultural franco-latinoamericano. Aparte de estos dos puntos decisivos -las facilidades lingüísticas y la fascinación por Paris, "ville des lumières", y la cultura francesa en general- hay que hablar de otro aspecto igualmente importante: el fuerte interés que sienten muchos intelectuales franceses por América Latina. Hablando sólo de este siglo, se puede hacer otra vez una lista impresionante, y nuevamente nombro aquí solamente a los escritores: Valéry Larbaud, Biaise Cendrars, Claude LéviStrauss, Henri Michaux, Drieu la Rochelle, Antonin Artaud, André Breton, Georges Bernanos, Roger Bastide, Robert Desnos, Paul Valéry, Roger Caillois, Régis Debray, Le Clézio. .. todos trabajaban a favor de un mayor conocimiento del continente y describieron sus experiencias personales. Dado su peso en la vida intelectual francesa, centralizada en París, uno puede imaginarse fácilmente el impacto de sus actividades. Por otra parte, existieron desde principios de este siglo revistas dedicadas a América Latina como la Revue de l'Amérique Latine (1922-1934), dirigida por el peruano Ventura García Calderón, luego la crónica regular sobre "Les littératures latino-américaines" que salió hasta 1931 en el Mercure de France (dirigida por el venezolano Pedro Emilio Coll y luego por el argentino Eugenio Díaz Romero) o la más famosa y longeva revista Amales, que incluían regularmente artículos sobre temas latinoamericanos. No se debe olvidar tampoco el importante trabajo cultural de los escritores-diplomáticos en París (Asturias, Neruda, Paz, Carpentier, Fuentes y muchos otros) así como las diferentes actividades de la UNESCO desde 1948 y sus publicaciones. Se creó la colección "Libros representativos", donde se publicaban (y siguen publicándose) los importantes y muchas veces voluminosos libros "clásicos" de América Latina. Es imposible referir aunque sea someramente el continuo y fructífero intercambio intelectual y emocional que ha existido entre Francia y América Latina con tantas personas involucradas. Es como un árbol que se fortalece cada vez más, que se ramifica de año en año. En las obras de estos escritores y artistas se pueden ver las múltiples influencias mutuas y la fascinación que sentían los unos por los otros y viceversa. La comprensión de América Latina como tienda de exotismo desapareció rápidamente durante los años 30 y los intelectuales franceses reconocieron maravillados que el continente era dueño de una exuberante cultura propia. Biaise Cendrars pontificó inclusive, en 1933, que el Siglo XXI sería el "Siglo de América Latina".
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Algo parecido escribió Stefan Zweig en su exilio y en su último libro Brasilien - ein Land der Zukunft (1941), poco antes de suicidarse. Fue un emotivo canto de optimismo en cuanto al futuro de América Latina y de total pesimismo en cuanto a Europa, pero deriva de su propia situación, está cargado de desespero personal y por lo tanto es algo circunstancial. Sin embargo, mantiene su interés hasta hoy por las muchas observaciones acertadas, por la admiración que se palpa, por el honesto intento de "comprender" este pais gigante. Stefan Zweig es uno de los escasos intelectuales alemanes que ha escrito sobre América Latina. Antes lo había hecho sobre todo Alexander von Humboldt, cuyas monumentales investigaciones y análisis latinoamericanos son admirados hasta hoy y constituyen un punto de referencia obligatorio. Pero hay que añadir inmediatamente que nunca fueron verdaderamente tema de discusión o continuados por sus contemporáneos o las generaciones siguientes. Por lo demás, hay que constatar que nunca existió mucha curiosidad por parte de los escritores o artistas alemanes de viajar a América, y los latinoamericanos normalmente excluían a Alemania de sus periplos europeos. No hablaban la lengua, no conocían la cultura, se sentían poco atraídos. Conclusión: no podemos hablar de un intercambio cultural. Y esto es un hecho indiscutible, aunque no nos guste. La lista de actividades alemanas en pro de la difusión de las literaturas latinoamericanas durante la primera mitad de este siglo es muy breve. Frauke Gewecke la ha analizado en el artículo "Fremde und Verweigerung. Zur frühen Rezeption lateinamerikanischer Literatur im deutschen Sprachraum". Resumiendo dice la autora: Latinoamérica, su realidad y su literatura, ha sido —y sigue siendo- en la conciencia del gran público lector de habla alemana, un espacio vacío o acaso un reflejo de estereotipos o clisés de cepa muy antigua que denotan tanto una profunda ignorancia como un desinterés obstinado hacia lo ajeno y lo extraño. De esto son responsables barreras culturales y de información, que no logran desmontar ni la enseñanza escolar y universitaria que desfavorecen al mundo hispano, ni los medios de comunicación que se limitan a un periodismo de catástrofes y sensacionalista. Serían responsables también, según los críticos, los editores: por ignorancia, incompetencia y egoísmos originados en cálculos de comercialización y rentabilidad. La oferta editorial en el mercado alemán anterior a 1945 constituye aquí el primer marco de referencia. Se conoce el escaso número de autores latinoamericanos traducidos; se ha prestado, sin embargo, hasta ahora muy poca atención al aspecto promotor: elección del título, del subtítulo y de la serie; presentación de los textos en prefacios, anuncios de publicidad y solapas. Hubo, en los años 30, un primer intento de fomentar el interés en la literatura —y la realidad— latinoamericana, pero la respuesta del público lector alemán fue la de una actitud de rechazo: rechazo de supuestas realidades demasiado ajenas a la propia experiencia vital (Gewecke 1988:561).
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El balance de Frauke Gewecke de las actividades editoriales de la primera mitad del siglo puede asustar: un traductor, Georg Hellmuth Neuendorff, actuaba durante una década (los años 30) como hombre-orquestra: escogía los títulos, traducía, escribía prólogos y reseñas. Aparecieron entonces unas cuantas novelas importantes, sobre todo de la Revolución Mexicana, pero la selección es arbitraria y poco válida. Igualmente salieron publicadas María (Jorge Isaacs) y La vorágine (José Eustasio Rivera) en otras editoriales, pero seguramente fue una tarea muy difícil despertar el interés del lector alemán. Dos profesores universitarios, Max Leopold Wagner und Hellmuth Petriconi, intentaron también -según criterios tanto personales como discutibles- dar a conocer la literatura latinoamericana, pero obviamente no fueron ni siquiera capaces de informarse bien (lo hicieron mayormente a través de las traducciones en Francia) y menos de dar información fidedigna o amplia - la lectura de sus ensayos generales (Wagner 1924, Petriconi 1938) lo evidencia sin duda. En Francia trabajaron, hasta 1945, muchas personas como mediadores, traductores, prologuistas etc., entre ellos el novelista Francis de Miomandre (Prix Goncourt 1904) -a quien se deben muchísimas traducciones importantes-, Georges Pillement, Jean Cassou, Marcelle Auclair, Mathilde Pomés, Max Daireaux y otros. Pero sobre todo había una persona decisiva, el prestigioso escritor Valéry Larbaud, que escribía introducciones y reseñas y daba valiosas recomendaciones. Esto era una ayuda imprescindible para facilitar la lectura de los autores nuevos y exóticos. Henri Michaux dio a conocer su maravillosa experiencia latinoamericana en Ecuador (1929), Paul Valéry había escrito un elogioso prólogo para las Leyendas de Guatemala de Miguel Ángel Asturias, Antonin Artaud publicó diversos artículos sobre su estadía en México y hablaba de su admiración por el mundo de los indios Tarahumara, André Bretón rindió un cálido homenaje en "Souvenir du Mexique" (en la revista Minotaure 12/13, 1939), y los surrealistas se interesaron particularmente por América Latina, ya que estaban fascinados por aquella realidad 'surreal'. Blaise Cendrars y Claude Lévi-Strauss habían descubierto a su vez las realidades mágicas del Brasil. No hace falta repetirlo: América Latina ejercía una gran fascinación sobre muchos franceses, y los lectores tenían -sobre todo en comparación con Alemania- muchos libros a su alcance para familiarizarse con la exuberante América Latina. Cuando Gabriela Mistral recibió el Premio Nobel en 1945, los franceses no estaban muy sorprendidos, mientras que los alemanes difícilmente entendían
30 aquella consagración. Era un fallo más bien exótico, y no logró despertar un mayor interés por el continente latinoamericano y su cultura. No debemos sorprendernos demasiado, ya que la situación en ambos países era nuevamente muy diferente después de la Segunda Guerra Mundial. Alemania, en su hora cero, estaba ávida de reanudar el contacto intelectual con Francia, Inglaterra y sobre todo con los Estados Unidos. Después de muchos años de hambre de lectura y forzoso aislamiento, los lectores devoraron todo lo que llegaba desde fuera: Sartre, Camus, Gide, Malraux, Simone de Beauvoir, Céline y otros; Hemingway, Faulkner, John Steinbeck, Saúl Bellow -cuatro Premios Nobel-, Arthur Miller, Tennessee Williams, Norman Mailer, Jerome D. Salinger etc., Graham Greene, Lawrence Durrell, William Golding, George Orwell... eran lecturas maravillosas, festines literarios. En la ex-RDA se leían por supuesto muchos autores rusos, y los gustos literarios de las dos Alemanias siguieron rumbos bastante diferentes durante los próximos decenios, aunque un tanto forzados. También comenzaron a escribir nuevos y jóvenes autores de lengua alemana, Wolfgang Borchardt, Heinrich Bóll, Günter Grass, Hans Magnus Enzensberger, Martin Walser, Günther Eich, Ingeborg Bachmann y otros participantes del grupo 41 \ regresaron los grandes autores del exilio -Thomas Mann, Bertolt Brecht, Anna Seghers- y los sociólogos y filósofos de la Escuela de Francfort reanudaron su trabajo en Alemania. Era un clima intelectual sumamente vivo, muy activo, y por lo tanto nadie tenía mayor interés en introducir una cultura lejana y desconocida como la latinoamericana. En Francia, en cambio, la relación con América Latina aumentó más con el regreso de Roger Caillois de Argentina, donde había vivido seis años y donde había descubierto la riqueza de la literatura contemporánea del continente, sobre todo gracias a su colaboración con Victoria Ocampo en la revista Sur. El ya había traducido en Argentina algunos cuentos de Borges así como varios poemas de Neruda y de Gabriela Mistral para publicarlos en una revista, pero de vuelta a París el editor Gastón Gallimard le encargó la creación de una nueva colección literaria, dedicada exclusivamente a América Latina, la ahora legendaria "La Croix du Sud". Simultáneamente Callois era también responsable de la colección "Obras representativas" de la UNESCO, donde creó una subsección latinoamericana para publicar las obras clásicas del siglo XIX entre ellas Sarmiento, José Martí, Jorge Isaacs o el poema épico Martín Fierro de José Hernández. Más importantes, sin embargo, son los autores y libros que publicó en la nueva colección "La Croix du Sud". El primer título, Fictions, de Jorge Luis
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Borges, salió en 1951 - el último era una colección de entrevistas a diez autores latinoamericanos, Los Nuestros de Luis Harss. En estos 19 años había publicado 52 títulos: seis de Borges, cinco de Carpentier, tres de Miguel Ángel Asturias, ocho obras brasileñas... "La Croix du Sud" es, en su conjunto, una colección admirable, y la gran mayoría de los títulos aquí reunidos se han convertido entre tanto en clásicos contemporáneos de la literatura latinoamericana - pienso en las obras de José María Arguedas, Juan Rulfo, Graciliano Ramos, Rosario Castellanos, Augusto Roa Bastos, Gilberto Freyre, Lydia Cabrera, Juan José Arreóla, Julio Cortázar, Ernesto Sábato, Eduardo Mallea, Héctor A. Murena así como en el autor más joven, Mario Vargas Llosa, con su primera novela La ciudad y los perros}. Pero la labor de Roger Caillois no era un trabajo solitario: contaba con el apoyo de muchos traductores, críticos, profesores, periodistas y otros aficionados y/o conocedores de América Latina. Aquí hay que nombrar primeramente a Claude Couffon, infatigable traductor, catedrático de la Sorbonne, crítico, consejero editorial (Lettres Nouvelles), compilador de antologías y amigo de muchos escritores latinoamericanos; luego los demás traductores "estrella" como Laure Bataillon, Albert Bensoussan, Antoine Berman y otros. También era muy activo Marcel Niedergang, autor del famoso libro Les vingt Amériques Latines e influyente periodista de Le Monde. Siempre había algunos catedráticos latinoamericanos que enseñaban en París y muchos de los hispanistas franceses trabajaban tanto en la universidad como en los periódicos como críticos literarios - un ejemplo es Claude Fell. La receptividad de los lectores franceses en cuanto a la nueva literatura latinoamericana era grande, y por ello el cuarteto del "boom" -Cortázar, García Márquez, Vargas Llosa y Fuentes- conquistó el mercado editorial durante los años 60 con enorme facilidad. Y en su séquito llegaron muchos autores más, todavía desconocidos. París era la Meca de los escritores latinoamericanos, aquí consagraban su reputación y su éxito internacional, aquí tenían un gran público fiel y encantado, aquí aparecían en la emisión televisiva literaria más importante, "L'Apostrophe", de Bernard Pivot, ya que hablaban francés... En resumen: en París se sentían 'en casa'.
1 Para más información acerca de la labor de Roger Caillois véanse dos artículos de la revista Rio de la Plata 13/14, 1992, dedicada a Roger Caillois y Julio Cortázar. Me refiero a Fell 1992 y Vázquez 1992.
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¡Qué páramo, en cambio, el mundo latinoamericano en Alemania! La recepción de grandes obras latinoamericanas durante la década de los sesenta se puede resumir en una palabra: deprimente. Los volúmenes de cuentos de Borges nunca superaron los cinco mil ejemplares, los poemas de Neruda fueron leídos por una pequeña élite y ni siquiera de la novela de mayor éxito, Cien años de soledad, llegaron a venderse -como novedad- en 1970 más de 9000 ejemplares, a pesar de unas 50 reseñas positivas, lo cual fue todo un récord. La segunda edición salió recién en 1972, como libro de bolsillo. Los alemanes tardaron todavía casi diez años más hasta apreciar las novelas de García Márquez. Durante casi dos decenios les encantaron las obras de Jorge Amado, el autor latinoamericano más vendido hasta 1982, y las novelas de Erico Veríssimo. ¿La razón? Posiblemente correspondían mejor que todas las demás obras al deseo de exotismo, ya que estaban llenas de "exuberante sensualidad" y "fantasía tropical", como se escribía a menudo. Y esto era lo que se esperaba de América Latina: el continente como tienda de exotismo... A principios de los setenta los editores alemanes (RFA) estaban menos dispuestos a publicar libros latinoamericanas que en la década anterior, cuando varias editoriales habían intentado dar a conocer algunos autores y obras Hanser, Kiepenheuer, Insel, Rowohlt y Luchterhand habían hecho esfuerzos, en su gran mayoría sin mayor gloria ni ganancias, por supuesto. Hanser se esforzaba mucho por publicar la obra de Borges y seguía publicándola regularmente. Luchterhand lo hacía con la obra de Pablo Neruda. Kiepenheuer se empecinó en publicar la compleja obra de Guimaráes Rosa. Nosotros debemos muchas traducciones a Curt Meyer-Clason. Sin su infatigable esfuerzo en pro de la literatura latinoamericana, el panorama sería bastante peor, simplemente terrible. Durante más de una década él, prácticamente solo, se preocupó por convencer siempre de nuevo a diferentes editores a publicar una obra, sea de Guimaraes Rosa o de Clarice Lispector, de García Márquez o de Roa Bastos, de Drummond de Andrade o de Cabral de Meló Neto y un largo etcétera. Preparaba antologías, escribía epílogos, hacía informes editoriales, reseñas para la radio o la prensa... su actividad era la de un hombre-orquestra. La Alemania literaria le debe mucho. Además estaba trabajando Günther W. Lorenz, que en la década de los 60 publicó entrevistas con muchos autores latinoamericanos, siguiendo el ejemplo de Los nuestros, de Luis Harss. También escribió una historia de la nueva literatura latinoamericana, cuya parcialidad saltaba a la vista. Asturias 19 páginas, Carpentier - 2 páginas, y algo parecido hacía con Sábato y
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Cortázar. Un libro lamentable. Por encargo del Instituí für Auslandsbeziehungen organizó varios encuentros con autores latinoamericanos que no tuvieron mucha fortuna y a veces terminaron con gran desencanto por parte de los huéspedes invitados. Wolfgang Luchting, en aquellos años buen traductor, se ocupaba sobre todo de autores peruanos y logró introducir a dos de ellos: Julio Ramón Ribeyro y Mario Vargas Llosa. En el medio académico destaca positivamente el catedrático Rudolf Grossmann, quien publicó una historia de la literatura latinoamericana erudita y voluminosa: Geschichte und Probleme der lateinamerikanischen Literatur (Munich 1969), dedicada a sus dos patrias: "meiner Heimat Argentinien, meinem Vaterland Deutschland". En la otra Alemania (RDA) se traducía mucho a Jorge Amado, Pablo Neruda, Miguel Ángel Asturias y, además, a varios escritores cubanos... Erich Arendt tradujo a muchos poetas, y las antologías de la editorial Volk und Welt dieron a conocer a muchos autores desconocidos. Eran ventanas que invitaban a mirar los desconocidos paisajes lejanos. Pero el balance de la historia de la recepción de la literatura de aquellos años en las dos Alemanias es, a fin de cuentas, sumamente precario (véase el ensayo de Gustav Siebenmann Die neuere Literatur Lateinamerikas und ihre Rezeption im deutschen Sprachraum, 1972 - una lectura imprescindible para entender la situación de aquellos años). El gran cambio tuvo lugar hacia mediados de los años setenta, y el punto más visible de este cambio fue la Feria del Libro de Francfort de 1976, dedicada a América Latina. Salieron en este momento unos 50 títulos latinoamericanos, y Suhrkamp destacaba entre los editores alemanes con la publicación de 19 libros y con múltiples informaciones: folletos informativos para libreros y críticos y un "periódico" latinoamericano de gran tiraje para los lectores interesados. Muchas editoriales literarias alemanas, grandes y pequeñas, hicieron un esfuerzo para esta ocasión. Peter Hammer dio a conocer la obra completa de Ernesto Cardenal así como a otros escritores de Nicaragua e hizo una importante labor en pro de aquel país, que pocos años después adquirió fama mundial por su Revolución Sandinista. Ahora llegaron muchas noticias, detalladas informaciones, y el alemán sentía curiosidad, pero no estaba preparado, ya que tenía sólo conocimientos sobre la literatura y el continente. Un grupúsculo de ayudaba al lector bienintencionado para que pudiese orientarse en esta na avalancha de nombres y títulos desconocidos.
público escasos críticos repenti-
Sin embargo, todo empezó a cambiar desde entonces y los alemanes recuperaron rápidamente los años perdidos. No querían seguir siendo los "últimos
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descubridores de América", como había dicho Hans Magnus Enzensberger con acertada ironía durante la Feria de 1976. Faltaban por traducirse, por ejemplo, muchas de las novelas claves de la nueva narrativa latinoamericana, que se publicaron con enorme retraso: Paradiso salió en 1979, Rayuela en 1981, Tres tristes tigres en 1987, La consagración de la primavera en 1993 y, como broche de oro, en 1994 hizo su entrada Os Sertoes. No hace falta comentar este desfase: es obvio que no se puede hablar en Alemania de una recepción regular, continua, adecuada. Nosotros recibimos los libros más importantes sin ninguna cronología; vivíamos -para ponerlo en términos positivos- el caos creativo de la recepción. En 1982 tuvo lugar otro gran acontecimiento en Berlín, el Festival Horizonte, dedicado a la cultura latinoamericana. Fue un éxito impresionante, más de 140.000 personas asistieron a los diferentes eventos, y más de 7.000 tuvieron tanta curiosidad como para escuchar a los autores latinoamericanos en salas con temperaturas tropicales. Salieron varias publicaciones especialmente preparadas para la ocasión, como, por ejemplo, las tres antologías con textos de los cronistas (Die Entdeckung Amerikas, editado por Emir Rodríguez Monegal), selecciones de ensayos (Der lange Kampf Lateinamerikas, editado por Ángel Rama) o de poesías y cuentos (Lateinamerika. Gedichte und Prosa 1930-1980, editado por José Miguel Oviedo), catálogos informativos acerca de muy diferentes temas (desde el Tango hasta Comic en México)-, se editó una historia del cine latinoamericano, un catálogo sobre la fotografía latinoamericana y muchísimas publicaciones más que llenaron varios vacíos. También existían más críticos y expertos, más traductores y fans... y desde 1982 existe algo que se puede denominar modestamente como "efecto de bola de nieve": más autores latinoamericanos han visitado Alemania, varios han pasado muy contentos un año como becarios del DAAD (Servicio Alemán de Intercambio Académico) en Berlín, ya que los ecos de este Festival latinoamericano se escucharon en todo el continente. De repente surgió también allá un mayor interés por conocer a Alemania. En los años siguientes se organizaron reuniones o simposios más modestos en otras ciudades alemanas, que atraían a muchos interesados y siempre tuvieron mucho éxito. Entrábamos en la etapa de la paulatina normalización - por fin. El Premio Nobel a García Márquez en 1982 contribuyó mucho a revalorizar toda la literatura del continente. Dos años más tarde salió el más importante bestseller latinoamericano en Alemania, La casa de los espíritus de Isabel Allende. Nunca un libro se había vendido de esta manera, sin ayuda de
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críticos o de una campaña de publicidad... fue el comentario de boca en boca lo que hizo vender en poco tiempo más de un millón de ejemplares. Algo de verdad inaudito. Igualmente en 1984 recibió Octavio Paz el premio más importante de los libreros alemanes, el Premio de la Paz, siempre un acontecimiento para el mundo del libro y de los medios de comunicación. Fueron dos hechos que situaban la literatura latinoamericana en el centro del interés. Los editores estaban lógicamente ansiosos por encontrar otros tesoros á la Allende, y los lectores compraron más libros latinoamericanos que nunca. En aquellos años varios novelistas latinoamericanos lograron el milagro de situarse en la lista de los bestseller del semanario Der Spiegel -Vargas Llosa, García Márquez, Ángeles Mastretta- meta no siempre declarada, pero altamente deseada por la mayoría de autores y editores (cfr. Brown 1990). La aceptación de la literatura latinoamericana continuó, y el Premio Nobel para Octavio Paz en 1990 ayudó una vez más a fortalecer el interés literario por el continente. Hoy existen grupos de aficionados que esperan con impaciencia cadai libro nuevo de Juan Carlos Onetti, por ejemplo; otros se han vuelto miembros del club de los Cronopios; una nueva novela de García Márquez siempre es un acontecimiento no sólo literario, sino de mercado, y muchos autores son ahora nombres familiares para millones de alemanes - aunque sean difíciles de pronunciar. Esto era un argumento corriente de los años 70 para explicar la falta de interés - ¡nadie podía retener apellidos tan largos! Nunca más ha vuelto a desaparecer la literatura latinoamericana de los catálogos de varias editoriales alemanas, pero la constancia y cuantía de las publicaciones de Suhrkamp -hasta la fecha existen unos 200 títulos- y su lenta preparación de la "Obra Completa" de Cortázar, Onetti, Carpentier, Vargas Llosa, Bioy Casares, Manuel Puig y otros, seguramente han contribuido mucho para una normalización de la recepción de la literatura latinoamericana en Alemania. Hoy podemos decir que existen prácticamente tantas obras traducidas en Francia como en Alemania si nos referimos a la producción de los últimos treinta años. Ciertamente faltan todavía títulos y autores, quedan lagunas por llenar, pero el trabajo más importante: se ha hecho en los últimos veinte años. Persisten las deficiencias en cuanto a la poesía, al ensayo, y muchos libros clásicos permanecen en lista de espera desde hace muchos años - o décadas. Habrá que encontrar soluciones individuales para ir publicándolos poquito a poco. Y así llegamos a un punto donde nos vemos de repente ante las mismas dificultades tanto en París como en Alemania: la literatura latinoamericana ya
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no es exótica, sino muchas veces muy comercial - lo cual es bueno para poder seguir editando en tiempos más duros. Sin éxitos latinoamericanos difícilmente habrá más literatura latinoamericana, ya que el libro "de calidad" se considera hoy "difícil"; publicarlo es un riesgo, más fácil es el libro de "consumo". En la actual superproducción, el libro importante y de calidad se pierde fácilmente entre el mar de novedades, a duras penas tiene un mes de vida encima de las mesas hasta desaparecer en una estantería (con suerte queda un ejemplar allí) o, mucho más probable, hasta regresar a los almacenes de la editorial. La crítica reacciona demasiado lentamente, ya que está también más que saturada con tantas novedades, y muchas veces un modesto y elogioso artículo sale recién semanas más tarde, cuando el libro ya no existe en las librerías. Informar al público lector se convierte en tarea de Hércules, y confiar en la prensa resulta ilusorio. Los mejores libros apenas se mencionan. Es un círculo vicioso y sumamente peligroso para la literatura de calidad que viene traducida de países o continentes lejanos. Introducir un nombre nuevo requiere un esfuerzo enorme, rescatar una obra injustamente olvidada y nunca publicada recuerda ahora a Sísifo. Hoy se pide la presencia del autor para "promocionar" su obra, para conceder entrevistas, hacer lecturas o participar en mesas redondas. Domina el comercio cultural o pseudocultural o -más correctamente- el comercio a secas. Confiar en que una obra de calidad terminará encontrando su público -como todavía fue posible hace apenas una década, en Alemania el mejor ejemplo tal vez sea la aceptación de las obras de Onetti- es hoy una quimera, un deseo piadoso. Esto vale tanto para Alemania como para Francia, y los responsables en las editoriales -que mantenemos contactos regulares e intercambiamos informaciones y opiniones- discutimos este problema con preocupación creciente. Intentamos encontrar posibles salidas para que esta amenaza sea menos omnipresente, aunque siempre está ahí. El mercado capitalista con las grandes concentraciones en el mundo de la edición y la creciente desaparición de los pequeños o medianos editores independientes es un serio peligro para la supervivencia del libro de calidad - y esta es nuestra situación hoy. La superproducción, que ni los libreros, ni los lectores, ni los críticos pueden absorber o sortear adecuadamente, así como el capitalismo a ultranza que rige la compra de derechos y el mundo de la edición, son hechos innegables. Por ello se pierden cada vez más las posibilidades de publicar libros exigentes e importantes, ya que se consideran "complicados" - son indeseados por problemas de extensión, de contenido, de falta de actualidad o por lo que sea. Tiempos difíciles.
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Resumiendo quiero decir que la recepción de la literatura latinoamericana en Francia es, en su conjunto, sólida, enraizada en la sociedad, en la prensa, en la vida universitaria y en la vida intelectual en general. En Alemania hemos llegado a un nivel parecido en cuanto a títulos existentes, pero la recepción es mucho más reciente, más frágil, tanto en los medios de comunicación general como en los medios académicos. Estas diferencias fundamentales tampoco desaparecerán en el futuro, aunque la situación en Alemania haya mejorado admirablemente durante las dos últimas décadas. Pero es un hecho: nunca llegaremos a ser iguales, franceses y alemanes, es imposible por los pasados diferentes. Dado que tenemos que afrontar en los próximos años muchos problemas parecidos en ambos países, luchar tanto en Alemania como en Francia en pro de los libros de calidad para no dejar más terreno a los libros de consumo, nos parecemos más que nunca. Esto puede servir tal vez de pequeño consuelo o aliciente, ya que se añade otra dificultad común: hoy es mucho más difícil que hace diez o veinte años encontrar buenos libros, textos sorprendentes, innovadores, fascinantes. Tal vez hemos sido todos mimados por las décadas de las vacas gordas, de la cantidad admirable de obras maestras que salieron en unos cincuenta años. Vemos ahora más bien atónitos y preocupados las montañas de libros de rápida producción y escaso interés. Constatamos el aumento de novelas policíacas, así como su mayor sofísticación. Leemos las obras de autobúsqueda, de aprendizajes. Vemos pasar modas literarias. Pero siempre, cargamos libros en la maleta después de un viaje a cualquier país de América Latina, y un traductor, el "experto", aficionado o "lector editorial" espera encontrar a su regreso entre ellos el nuevo tesoro, la sorpresa literaria, ya que seguramente los ha seleccionados entre las pilas de títulos superfluos. Seguir trabajando en la búsqueda de estos libros necesarios, encontrarlos y poder publicarlos en la situación actual, con dificultades crecientes, es el reto común de muchos editores franceses y alemanes. Nos hemos hecho cómplices, nos ayudamos mutuamente, ya que los problemas fundamentales para poder seguir publicando literatura latinoamericana en Alemania y Francia nos conciernen a ambos: Estamos en el mismo barco... y seguimos navegando. Después de este breve resumen de la recepción de la literatura latinoamericana en Francia -dígase París- y Alemania, quiero terminar con unos pocos comentarios acerca de la literatura española en los dos países. Nuevamente, el punto de partida es sumamente ventajoso para Francia: los románticos viajaron con verdadera pasión a España (Prosper Mérimée, George Sand, Théophile
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Gautier, Victor Hugo, Alexandre Dumas, Gustave Flaubert) - pintores (Eduard Manet, Gustave Doré), músicos (Chopin), adolescentes para hacer un viaje de formación, y no hay que olvidar los muchos soldados que llegaron con el ejército de Napoleón III. Se conoce el impacto de España en las obras de los artistas franceses, empezando con Carmen, "ópera española por excelencia". La península ibérica tenía fama de ser muy exótica, sobre todo Andalucía, los gitanos, el flamenco, los toros, el omnipresente 'orgullo', así como las influencias de la cultura árabe en la arquitectura y en la vida cotidiana... todo parecía un misterio, como las mujeres recluidas en sus casas, con velo y siempre vigiladas por miembros de la familia. Los románticos alemanes nunca llegaron a España, viajaron sólo con la imaginación, aunque la literatura les fascinaba desde El Cid hasta Gracián, desde los dramas de Calderón y Lope de Vega hasta Don Quijote. Muchos autores del siglo XIX (Herder, Schelling, Tieck, Schopenhauer, entre otros) tradujeron estos libros con pasión, con gran dedicación. Pero por lo demás preferían las sensaciones de nostalgia y amor lejano a un viaje difícil y molesto para cruzar los Pirineos. El primer escritor ilustre que llegó a España fue Rainer María Rilke: En 1912 pasó unos meses en Ronda, trabajando en los Duineser Elegien (cfr. Sóllner 1993). Los otros alemanes seguían considerando a España como tierra lejana y misteriosa, y esto explica tal vez nuestro lugar común, válido hasta hoy: "Das kommt mir spanisch vor", lo cual quiere decir, "no entiendo nada". El gran trabajo de Ortega y Gasset como mediador cultural, actividad que realizó en su Revista de Occidente, creó muchos vínculos entre el mundo intelectual europeo durante más de diez años, hasta que todo quedó truncado por la Guerra Civil. Un tiempo demasiado breve para corregir siglos de ignorancia mutua. Las siguientes décadas, es decir los 40 años del Franquismo, fueron malos tiempos para las relaciones entre España y los países democráticos. Por ello ni Francia ni Alemania se preocuparon mucho por averiguar lo que se escribía en España, más les interesaba -y se comprende- la literatura de los exiliados. Pero siempre la información estaba más caliente, más completa en París por la mayor cantidad de críticos, de traductores, de catedráticos universitarios y, por supuesto, por la presencia de muchos españoles en Francia - estaban los refugiados republicanos, luego los trabajadores por necesidad de un empleo y finalmente los espíritus inquietos buscando nuevos horizontes intelectuales. No había problemas lingüísticos, ya que se aprendía mucho más español en los colegios franceses que en los alemanes, donde hasta hoy no
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existe una oferta adecuada de la enseñanza del Español en todos los "Länder". La infraestructura del conocimiento de la lengua y cultura españolas en Francia y en Alemania es completamente distinta, amplia en un país, deficitaria en el otro. En Alemania constatamos recién en los últimos diez o quince años un auge espectacular del aprendizaje del idioma en las "Volkshochschulen" (academias populares) y en las universidades. Debido a ello tenemos ahora más traductores, más críticos, más mediadores que nunca... ¡por fin! Las lagunas del conocimiento de grandes obras españolas de este siglo en Alemania -y también en Francia, aunque menos- son por lo tanto muy grandes. Quisiera mencionar, por ejemplo, el desconocimiento de la obra de Pérez Galdós -tenemos sólo seis obras traducidas-, de Gómez de la Serna, de varios poetas de la "Generación del 27" (ningún libro de Cernuda, por ejemplo, aunque en preparación) o la caída al vacío total del único libro publicado en alemán de la filósofa María Zambrano, Claros del bosque (1991). Y la lista siempre se puede alargar mucho, sin problema. El fin de la dictadura franquista, la transición democrática y el auge de la joven narrativa española durante la década de los 80 han despertado, sin embargo, la curiosidad de editores franceses y alemanes. El mercado de lo traducido tiene muchas semejanzas, los éxitos se parecen sorprendentemente: Eduardo Mendoza, Manuel Vázquez Montalbán, luego Juan Goytisolo, Juan Benet, Juan Marsé y las jóvenes promesas Julio Llamazares, Bernardo Atxaga, Cristina Fernández Cubas y muchos nombres más. Ahora se publican tanto las obras de José Luis Sampedro como las de Rosa Montero. Los franceses quieren mucho a Javier Marías y lo cubren de elogios, los alemanes adoran a Javier Torneo. Pero tanto en Francia como en Alemania se ha traducido bastante, había y hay interés por conocer la nueva novela española y descubrir un libro de calidad y venta. Hoy los libros viajan igualmente bien a Francia como a Alemania. Pero siempre existe una oferta algo mayor en Francia, un público lector algo más interesado y atento, sigue habiendo más traductores y críticos, más estudios hispanísticos en las universidades - lo dicho ya varias veces: toda la infraestructura hispánica es más sólida y enraizada en Francia que en Alemania. Y para terminar sólo puedo resumir lo dicho anteriormente: la futura recepción de la literatura española depende en ambos países mucho de las soluciones que puedan encontrar los editores para los tres grandes problemas inicialmente mencionados: cómo llenar las lagunas existentes en tiempos más difíciles, cómo seguir publicando los libros de calidad en el mercado atrozmente capitalista, cómo reaccionar a la superproducción que supera las capacidades de absorb-
40 ción por parte de libreros, críticos y lectores. Queda además otro riesgo: si se publicara menos, lo cual se pide muchas veces, ¿no se quedarían fuera justamente los libros importantes, ya que son p o c o comerciales, no rentables, complicados? Esta es la espada de Damocles de los años noventa, de estos últimos años del milenio... sin mencionar por nada los CD-Rom o la competencia de los nuevos media, su famosa globalización, el Internet. ¿Significa este desarrollo del mercado del libro el posible fin de nuestro concepto humanístico de la cultura del libro? Les dejo esta pregunta, no tengo ninguna respuesta.
Bibliografía Brown, Margaret (1990): The Reception of Spanish American Novéis in West Germany during the 1980es: A Study of Bestsellers, Austin: University of Texas Press. Fell, Claude (1992): "La collection 'La Croix du Sud', tremplin de la littérature latinoaméricaine en France", en Río de la Plata 13/14 (C.E.L.C.I.R.P., París), 173-189. Gewecke, Frauke (1988): "Fremde und Verweigerung. Zur frühen Rezeption lateinamerikanischer Literatur im deutschen Sprachraum", en Jahrbuch für Geschichte von Staat, Wirtschaft und Gesellschaft Lateinamerikas, 25, Colonia/Viena: Böhlau, 535-562. Leenhardt, Jacques / Kalfon, Pierre (1992): Les Amériques latines en France, París: Gallimard. Siebenmann, Gustav (1972): Die neuere Literatur Lateinamerikas und ihre Rezeption im deutschen Sprachraum, Berlin: Colloquium Verlag. Söllner, Eva (Ed.) (1993): Rilke in Spanien. Briefe, Gedichte und Tagebücher, Francfort/ Main: Insel. Vázquez, Carmen (1992): "Petite chronique des incroyables Florides: Roger Caillois, 'La Croix du Sud' et Alejo Carpentier", en Rio de la Plata 13/14 (C.E.L.C.I.R.P., París), 235-249.
La lengua española, símbolo de mestizajes antiguos y modernos Angel López García (Valencia)
El español es probablemente, dentro de las grandes lenguas de cultura, la menos diversificada de todas ellas, a pesar de que las condiciones en que tuvo lugar su fragmentación dialectal, y aun su propia existencia actual, fueron y han sido contrarias al ideal de unidad. El inglés de Australia o el de E.E.U.U., e incluso el de Edimburgo, se entienden peor desde el inglés de Londres, que el español de Lima o el de Ciudad de México desde el de Madrid. El portugués de Sao Paulo es tan diferente del de Lisboa que empieza a circular en gramáticas y diccionarios bajo el epígrafe "brasileño", y aun osa subtitular películas rodadas en Portugal. Tampoco tienen demasiado en común el francés de Canadá y el de los diversos departamentos de la República Francesa, notablemente diferentes en sus respectivas modalidades lingüísticas por lo demás. Y sin embargo, repito, un observador superficial nunca podría haber imaginado tal cosa. La extensión del español por el mundo se produce en fecha más temprana que la del inglés o la del francés, por lo que hubiera sido de esperar que las diferencias a uno y otro lado del Atlántico hubiesen arañado más profundamente la pátina idiomàtica hispánica que las demás. A mediados del siglo XVI la penetración de los españoles en el continente americano había alcanzado casi todos sus objetivos, mientras que la de los demás europeos, con la salvedad de los portugueses, no había comenzado aún; a mediados de la centuria siguiente los virreinatos de Nueva España, Nueva Granada y el Perú eran organizaciones político-administrativas perfectamente trabadas y con una sociedad jerarquizada, en tanto los establecimientos ingleses de Virginia y Nueva Inglaterra, o los franceses de Canadá, no dejaban de ser modestas factorías comerciales autónomas, y más conectadas con la metrópoli que entre ellas mismas. Algo parecido cabe decir de las primitivas colonias portuguesas de la costa atlántica brasileña, pese a su mayor antigüedad. Si todo hubiera funcionado como era de prever, las colonias españolas, más antiguas, mas alejadas -no sólo geográfica, sino sobre todo anímicamente, pues los intentos de secesión son muy tempranos- y, en fin, más urbanas -lo que, lingüísticamente, suele significar más innovadoras- deberían haberse distanciado de la metrópoli con mucha mayor intensidad que las de los demás países.
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Tampoco las circunstancias actuales parecen coadyuvar a la causa de la unidad: está por ver si el Instituto Cervantes llegará a cumplir los fines para los que fue creado, pero lo cierto es que hasta ahora el British Council, el Goethe Institut, la Alliance Française y el Istituto Leopardi han hecho mucho, en cantidad y en calidad, por los idiomas para cuya defensa y propagación fueron creados, y entre nosotros no se había hecho nada o casi nada en el mismo sentido. Tal vez debamos felicitarnos todos por el milagro de la conservación del español como entidad unitaria. Pero los milagros no son cosa de este mundo, así que no estará de más preguntarse por las causas que han originado esta situación singular. Como ahora se verá, unas son medievales, y otras modernas. El origen medieval de la sólida cohesión interna del español se halla en su condición de lengua de intercambio, de koiné peninsular para uso de los distintos habitantes de la península ibérica, cualquiera que fuese su lengua materna. El fundamento de su estabilidad moderna, más americana que española por cierto, es su alzamiento a la condición de lengua igualitaria del mestizaje entre etnias de lengua y cultura muy diferentes. Estas dos razones vienen a ser ontológicamente la misma, aunque no exista una relación de causa a efecto entre ellas, pues existen y han existido lenguas koinéticas que no tienen ningún significado interracial -así el swahili o tantos y tantos pidgin comerciales en todos los rincones del mundo-, y lenguas que han servido para vehicular una ideología del mestizaje de los pueblos, a pesar de no haber funcionado como sistemas de intercambio y haber terminado por escindirse en un rosario de idiomas diversos -el latín, la lengua del cristianismo que, sin embargo, no pudo dejar de romperse en variedades románicas ni logró desplazar a los idiomas germánicos y eslavos, es un caso prototípico-. Estas dos ideas, español como koiné primero, y español como lengua de los mestizos después, me parecen cardinales en el marco de la presente exposición, y a ellas voy a dedicarme en lo que sigue. Naturalmente hay muchas otras cosas de las que se podría tratar bajo el encabezamiento que preside estos renglones: en particular, tal vez convendría hacer una exposición minuciosa de las diferencias fonéticas, para mostrar que lo del seseo, el rehilamento porteño (la manera argentina de pronunciar yo o caballo) o la aspiración, son menos importantes de lo que se cree, esto es, que no calan realmente en la hondura del sistema fonológico, que son meros repintados de una carrocería que sigue siendo una y la misma. O también habría que mostrar que la gramática, fuera del voseo y alguna que otra construcción, es la misma aquende y allende la mar
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océana, esto es, que el motor de nuestro vehículo -vale tanto como decir su alma- es único. O, finalmente, que las grandes diferencias léxicas entre España y América, o dentro de ella entre sus diversos países, no son para tanto -ya se sabe, que ellos no conducen coches, sino que manejan carros, y cosas parecidas-: al fin y al cabo un buen automóvil se usa en la ciudad y en el campo, sobre la nieve, o bajo un sol abrasador, y en cada caso desarrolla prestaciones diferentes: el léxico no enfrenta modalidades de una lengua, sino modalidades de utilización, por lo que a menudo difieren más las palabras que emplea un campesino de La Mancha y un funcionario de Madrid, que las utilizadas por este y por un profesor de Buenos Aires. No desarrollaré, sin embargo, este aspecto, porque otros más enterados que yo, en particular los dialectólogos, tienen la palabra. El español nació de forma diferente a todas las demás lenguas románicas. Lo normal fue que el latín, al aflojarse los lazos con la metrópoli una vez consumada la caída del Imperio, se fuese dialectalizando cada vez más, y terminase por constituir un sinfín de dialectos progresivamente más diferenciados conforme, desde cualquier punto, se avanzase hacia el sur, el norte, el oeste, o el este. Desde luego que durante la Edad Media en Francia no se hablaba francés, ni en Italia, italiano. Estas lenguas son antiguas en sus respectivos territorios de origen -l'Ile de France y Florencia-, pero modernas por relación a los estados a los que dan nombre: el francés es el idioma de la literatura y de la corte desde finales de la Edad Media, y el de la vida pública desde el siglo XVIII; el italiano tiene proyección literaria desde el Quatrocento, pero no vale como lengua común de los ciudadanos italianos hasta que estos hacen su aparición en la historia con el Risorgimento decimonónico. Si se compara esta situación con la del español, se advierten al punto notables diferencias: en la Edad Media peninsular las lenguas literarias por antonomasia son el gallego y el catalán; por lo que respecta a la vida privada, desde entonces hasta hoy perduran cuatro lenguas en la península, y últimamente en la vida pública también. Sin embargo, todo esto convive con el hecho de que los romances de ciego y los cuentos de toda España -el mundo del espectáculo, para entendernos, lo que hoy pueden ser las revistas del corazón y los concursos televisivosse desarrollan en español desde la Alta Edad Media en el centro de la península, y en su periferia desde finales de la Baja también. ¿Razones? La Reconquista alteró profundamente el sedentarismo de los hábitats poblacionales en nuestra Edad Media. Mientras toda Europa bostezaba de feudalismo, aquí la vida era peligrosa, pero también excitante. Un habitante
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de cualquier rincón de Francia, Italia o Alemania normalmente no salía nunca de su aldea natal y de los pocos kilómetros de terreno cultivable que la circundaban: más allá sólo había bosque y gentes en su misma situación, pero con las que nada tenía que hablar, entre otras razones porque carecía de un instrumento lingüístico común para hacerlo. El habitante de España, por el contrario, se acostumbró pronto a que la mejor manera de abrirse camino en la vida era la de dejar la modesta hacienda familiar y establecerse en una de las innumerables villas nuevas a cuyo poblamiento incitaban los reyes con fueros generosos. Mas una vez allí, no era fácil entenderse, pues había de todo: moros que no habían querido abandonar el bastión perdido -algunos hablaban sólo árabe, la mayoría mozárabe también-; francos y provenzales que habían venido enrolados en el ejercito real, como comerciantes, o como clérigos; numerosos habitantes de otras zonas de la península, y en particular vascones, que preferían las ricas y cálidas tierras del sur. Además estas gentes no sólo tenían que entenderse entre ellas dentro de la urbe; la esencia de la ciudad es el comercio, y éste obliga a salir a otras ciudades, con lo que a la larga se planteó la necesidad de relacionarse con gentes de los reinos vecinos igualmente. Esta koiné de intercambio peninsular, esta lengua común, debía cumplir una condición fundamental: ser una especie de esperanto, con reglas sencillas y fonética accesible, ya que sus usuarios privilegiados no iban a serlo los clérigos o los nobles, sino la gente del pueblo. Hacía falta un "román paladino" en el que cada uno pudiera hablar a su vecino. Y aunque las modalidades idiomáticas que se habrían podido tomar como base de dicha koiné eran muchas, se adoptó la del rincón del Alto Ebro en el que confluían tres reinos, el de Castilla, el de Navarra, y la Corona de Aragón: el primer documento peninsular en romance está escrito en dicha modalidad lingüística y procede de dicha zona, se trata de las Glosas Emilianenses, una suerte de paráfrasis escritas al margen de un texto litúrgico latino por algún monje en el monasterio de San Millán de la Cogolla en la segunda mitad del siglo IX. ¿Es castellano?, ¿es navarro?, ¿es aragonés?: es todo esto y nada de ello, es simplemente español. Una koiné, una lengua de todos y de nadie cuyo empleo no implicaba adscripción nacional alguna porque la finalidad con la que había nacido era fundamentalmente práctica, la de comerciar, contar viejas consejas a la lumbre y con un vaso de vino, y ¿quién sabe?, galantear a la vecina: el Libro de Buen Amor, otra muestra muy característica de este tipo de lengua, nos descubre sus enormes progresos geográficos, pero también estructurales (léxicos y gramaticales) unos siglos más tarde.
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Hay dos grupos humanos que tuvieron especial interés en propagar la koiné española: primero los vascones, luego los judíos. Se ha destacado muchas veces que no es una casualidad que el anónimo autor de las Glosas Emilianenses escribiera dos de ellas en vasco. Esto parece indicar que se trataba de una persona bilingüe, o, mejor, trilingüe: emplearía el vasco, su lengua materna, para la vida familiar, el español para relacionarse con los que acudían al monasterio de San Millán, y el latín para el culto y para la vida eclesiástica en general. Y es que, si los demás peninsulares podían fácilmente aprender otros dialectos románicos sin excesivo esfuerzo, para los vascones tal empeño resultaba, sin duda, lleno de inconvenientes y dificultades. Dada la enorme diferencia que separa el vasco, no sólo del latín, sino también de los demás idiomas europeos, es fácil comprender la utilidad que para sus hablantes debía revestir la koiné, un romance simplificado y regular en el que las vacilaciones, que para cada forma lingüística acompañaron a la variedad lingüística de Burgos, Toledo, Santiago o Gerona, tanto da, se habían resuelto tempranamente mediante el triunfo de una sola forma. Y no se olvide que estos vascones estaban sobre todo en el Alto Ebro, como es natural, pero no sólo allí: nos los encontramos repoblando todo el norte peninsular, en León, en Castilla, o en Aragón, según refleja abundantemente la toponimia. Este es el sentido de una polémica que periódicamente suele sacudir las aguas remansadas de la filología española. Hay un grupo de lingüistas, entre los que me cuento, que piensan que la influencia del euskera sobre el latín que dio lugar al primitivo español fue bastante grande; hay otros que tienden a amortiguarla considerablemente. Mas esto es lo de menos: se trata de una de tantas disputas académicas que contribuyen a animar los congresos y las revistas científicas, pero que no debería salir del marco profesional en el que se originaron. Lo que importa es entender que la koiné española fue una modalidad románica surgida en la zona fronteriza que separaba el vasco del romance; que frente a las demás se caracterizó desde el principio por su condición innovadora y simplificadora de soluciones en conflicto; que la adoptaron preferentemente los que no la tenían como lengua materna para servirse de ella como instrumento de intercambio simbólico. Es posible que su forma tuviera que ver con el hecho de ser bilingües sus primeros usuarios - y por lo tanto que el vasco haya influido más o menos en ella-, o que, por el contrario, la contribución de los vascones fuera simplemente la de incentivar su empleo. Para la suerte futura del español y el problema de su mayor o menor unformidad, esto es indiferente. Lo único que importa es destacar que
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el español primitivo nunca caminó hacia la unidad, nació bastante más uniforme que los demás romances, es decir, desde la unidad, y no hacia ella. Cuando el avance hacia el sur se precipite, la España cristiana irá incorporando, ya no tierras despobladas que hay que llenar con gentes del norte, sino núcleos de población numerosos en los que existen barrios enteros de moros y, sobre todo, de judíos que no sintieron la necesidad de huir ante los nuevos dueños, puesto que les aseguraban un estatuto similar al que venían disfrutando. Así sucedió en Toledo, en Sevilla, en Zaragoza. La actitud de estas comunidades judías ante la koiné llegaría a extremar la de los vascones. Ahora ya no se trata de fomentar una cierta modalidad porque es la más sencilla, sino de adoptar la única variedad que garantizaba dos cosas: de un lado la posibilidad de mantener idiomàticamente unida una etnia dispersa por toda la península; de otro, que esa modalidad, al carecer de adscripciones nacionales precisas, pudiera llegar a ser sentida como la suya propia. Lo primero se advierte muy bien cuando se considera la sorprendente pervivencia del judeoespañol hasta hoy. ¿Por qué habían de conservar los judíos de Cuenca, de León, de Córdoba o de Barcelona (también de Portugal) la lengua de una nación que los había expulsado? Por una razón muy simple: porque no la sentían la lengua de quienes les habían expulsado, sino otra cosa, la lengua de intercambio peninsular que si a alguien pertenecía, era a ellos más que a nadie. No era castellano, ni leonés, ni andaluz, ni aragonés: era español, la lengua de los judíos o judeoespañol. Los judíos que durante toda la edad moderna han podido comunicarse en esta variedad, ya fueran de Marruecos o de Turquía, de Bosnia o de Palestina, no hacían sino continuar un hábito medieval que había permitido comunicarse a los de Sevilla con los de Valladolid y a los de Murcia con los de Zaragoza (e, incluso, tal vez con los de Lisboa y Barcelona, cuestión todavía no aclarada). Por eso impulsaron el uso del español en las escuelas de traductores y en el corpus alfonsi: por animosidad hacia el latín, sin duda, pero sobre todo porque eran la primera comunidad koinética en sentido estricto. Hay una suerte de fatalismo histórico que conduce a pensar que un pueblo está obligado a repetir sus hechos pasados, ya sea a instancias del espíritu colectivo, como dirían los románticos, o de su situación geopolítica, como más sensatamente propugnarían los racionalistas. Es posible. Desde luego a la vista de lo que le viene sucediendo a la lengua española uno no deja de estar subyugado por la tentación de proclamar un cierto fatalismo idiomàtico. Parece como si la koiné española estuviese impelida a funcionar como lengua de intercam-
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bio, esto es, como koiné. El alzamiento del español a la condición de lengua del mestizaje en América hace difícil pensar otra cosa. Una creencia tópica, incansablemente repetida en los dicursos oficiales que nos abrumaron con ocasión del V Centenario, es la de que España fue introduciendo su idioma como legado cultural en las colonias americanas, de manera que a la hora de la independencia las nuevas naciones no tuvieron más remedio que reconocer el hecho de que todas se expresaban en la misma lengua, y a la postre obrar en consecuencia. Advertiré empero que esto no es exactamente así: en primer lugar España no hizo nada por propagar el español en América, fuera de la obvia aportación de hablantes en sucesivas oleadas migratorias; de otro, quienes han alzado el español como símbolo de unidad son justamente las nuevas naciones americanas, quienes le concedieron carácter de lengua nacional en sus constituciones, y desarrollaron todo tipo de programas institucionales para garantizar su pureza, así como su omnipresencia en todos los niveles educativos, una vez separadas de la metrópoli y no antes. Si en el origen el español podría haber sido más la lengua de los vascones bilingües que la de los habitantes romanizados del Alto Ebro, y si luego la sintieron más suya los judíos que todos los demás pueblos del centro peninsular, ahora nos encontramos con la paradoja de que su defensa, y no digamos su reivindicación, corren a cargo de México o de Ecuador, de Cuba o del Uruguay, pero escasamente del Estado español. Ver para creer. Hay que tener en cuenta que la finalidad que guiaba a los particulares en la empresa americana fue la del enriquecimiento personal, y al que animó a la Iglesia la de ensanchar la grey cristiana. Ello determinará dos políticas lingüísticas de distinto color ético, pero coincidentes en los resultados. A los primeros les interesaba que el español, la lengua de la administración colonial, no fuese del dominio común, porque cuanto menor fuera el número de indígenas que lo conocieran, menor sería también la competencia a la hora de disfrutar de los cargos públicos. No se puede tratar el colonialismo español de los siglos XVI y XVII como el de Inglaterra o el de Francia en el siglo XIX. Este último necesitaba crear numerosas élites occidentalizadas en la India o en Argelia, pues la explotación industrial de los recursos naturales, que es el motor de dichos colonialismos, requería vitalmente de ellas; tal vez por eso el inglés y el francés se sintieran lenguas impuestas, como no deja de resultar patente en la actualidad a la luz de los últimos acontecimientos "purificadores" (pienso en el caso Rushdie o en las elecciones argelinas). La corona española no penetró económicamente en América sino de forma muy superficial: en la corte nadie conocía
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realmente la naturaleza de los recursos americanos, y a veces ni su ubicación geográfica, por lo que todo se redujo a una explotación intensiva de la minería de superficie, para lo que no hacía falta personal instruido, sino mano de obra gratuita; es el suyo un colonialismo preindustriai con escasa incidencia idiomàtica. La Iglesia, de su parte, tras intentar infructuosamente la predicación a los indígenas en latín o en español, comprendió que debía dirigirse a ellos en sus lenguas nativas y, en su defecto, en lenguas de relación que les fuesen previamente conocidas. Fruto de ello fue toda la política lingüística del periodo colonial: se exige que los párrocos conozcan las grandes lenguas "generales" que ya habían asegurado la comunicación en la época precolombina, se crean cátedras (de quechua, de chibcha, de nahua) en las universidades, y se propende a aislar a los indígenas en reducciones separadas de los blancos. Mientras el español no fue incorporado a los planes de estudio de las universidades americanas hasta después de la independencia, el quechua dispone de gramáticas para su enseñanza universitaria desde 1580, el chibcha desde 1619, etc. Mas la vida sigue su curso. La sociedad colonial, por causas endógenas y exógenas que no vienen ahora al caso, se fue conformando como una sociedad mestiza. Mientras en el norte del continente ambas comunidades, la indígena y la europea, se mantuvieron separadas con el mayor rigor, en el centro y en el sur, continuando una vieja práctica de los grandes imperios inca y azteca, se procedió a un intenso y extenso proceso de fusión racial. No sin vejaciones, injusticias, o matanzas, aspecto este en el que ambos colonialismos, el anglosajón y el español, se parecen como a cualquier otra empresa colonial. Pero en Hispanoamérica las razas se mezclaron en progresión creciente, de manera que a fines del siglo XVIII esta sociedad, si no se podía decir que era una sociedad caracterizada por hablar uniformemente español (todavía hoy la mitad de los habitantes de Paraguay son guaraníes monolingües), sí se nos presenta como una sociedad multirracial con todos los grados de mestizaje imaginables. Y en este momento, que recuerda, por cierto, al del hundimiento de la antigua U.R.S.S., se produce un "descubrimiento" mucho más real y operativo que el de 1492: en la necesidad de ignorar y aun negar el pasado colonial -la herencia histórica social, política y cultural-, los nuevos países hispánicos descubren que tienen dos singularidades en común, el mestizaje y la lengua española. Y entonces, abrumados por conflictos nacionales y étnicos sin cuento, sienten que el mestizaje y la lengua española son dos caras de la misma
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moneda, y que el español es su signo de unidad, el elemento diferencial que los individualiza como pueblo frente a todos los demás. De entonces para acá las declaraciones institucionales, las citas de los escritores, y las simples opiniones ciudadanas coinciden en afirmar que los habitantes de Hispanoamérica son hispanos, y que lo son fundamentalmente por hablar español. En realidad los hispanos y la Hispanidad constituyen una invención. Muchos otros pueblos comparten el uso de una cierta lengua, y no por eso se sienten miembros de una comunidad superior: no existen los anglanos y la Anglidad, ni los francanos y la Franquidad -existe la Francofonía, que es otra cosa: fonía-, ni parece claro que vayan a existir los rusanos y la Rusidad. ¿Por qué los hispanos? Tal vez porque los propios españoles fueron un invento igualmente. El único elemento aglutinador de los variados pueblos que componían la península en la Edad Media llegó a ser la koiné de intercambio peninsular: así lo sintieron quienes la iban adoptando sin renunciar por ello a su lengua materna, y así lo sintieron, con más razón, quienes privados de la posibilidad de configurar un entramado nacional la constituyeron en su único signo de identidad, según sucedió con los judíos. En Hispanoamérica ocurrió exactamente lo mismo: el español fue adoptado como símbolo de los hispanos después de la independencia de las naciones americanas, y fue adoptado por todos, pero especialmente por los otros, por los indígenas y particularmente por los negros, mulatos y zambos que carecían de la posibilidad de rastrear sus vínculos nacionales con facilidad. Es notable que las comunidades de esclavos africanos arrancados de la costa del golfo de Guinea hayan creado lenguas criollas propias en Haití, en Jamaica o en la Guayana, pero muy raramente en Hispanoamérica. Su lengua sería el español, la lengua de los otros, la invención del siglo IX, del siglo XII y del siglo XVIII. Invención en sentido etimológico, por cierto: lo que se encuentra, sin duda porque se busca, no lo que se da sin más. Paul Aebischer demostró hace muchos años que español era una palabra extranjera de origen provenzal, con la que los hombres de la edad media se referían a los habitantes de la península cuando no querían mencionar su nacionalidad, o cuando, como en el caso de mozárabes y judíos, carecían de ella. También hispano carece de adscripción nacional en el mundo moderno y, curiosamente, vuelve a ser una palabra extranjera, léxicamente influenciada por el término inglés hispanic antes que por el HISPANUS latino. La lengua de los otros, la lengua que pueden adoptar libremente todos los extranjeros porque, al hacerlo, dejan automáticamente de serlo. En verdad que me resulta difícil hablar de los peligros que amenazan a la "unidad del español". Porque haber-
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los, haylos, sin duda: pronunciaciones afectadas impuestas por los medios de comunicación, barbarismos sin cuento procedentes de todos los dominios y, sobre todo, del mundo de la técnica y de la moda, descuido y empobrecimiento generales en el decir. Pero estos peligros, que están ahí y sería suicida ignorar porque afectan igualmente a las otras lenguas de cultura, tienen en relación con la koiné española un sentido diferente. Pienso, siempre lo he pensado y he aprovechado todas las tribunas ensayísticas o periodísticas de que he dispuesto para hacerlo bien patente, que lo verdaderamente peligroso para el español sería perder su condición de koiné. El español tiene un estómago admirable para digerir las variantes en el léxico, las pronunciaciones defectuosas o los solecismos sintácticos más o menos atrevidos: es la lengua de los otros, la koiné que acomoda su estructura a los hábitos de los nuevos hablantes que cada día va incorporando. Lo malo sería que dejara de hacerlo, que se cerrase sobre sí misma en una pirueta purista. Esto está bien para otras lenguas, no para un instrumento de intercambio entre "impuros". En relación con la lengua española la unidad ha sido siempre prospectiva y no retrospectiva, una meta que se deseaba alcanzar, pocas veces un bien que hubiese que preservar celosamente.
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II. Historias: Tradiciones y Perspectivas
La confusa institucionalización de la literatura hispanoamericana en España Fernando R. Lafuente
(Madrid)
Parece opinión común, entre determinados escritores hispánicos, aquella que afirma que la crítica literaria tiende, tanto en España como en Hispanoamérica, a ser un pretexto para la apología o la invectiva periodística, mientras que la llamada crítica mediata no es sino una jerga pedante e incomprensible que remeda patéticamente los lenguajes de moda, sin entender siquiera lo que imita, ya sea Barthes, Kristeva, Todorov, Derrida, Bajtín y, ahora, Jauss e Iser. Lo grave es que esa misma opinión, en "otra vuelta de tuerca" al envenenado asunto, concluye en que ambos modelos, sea por el camino de la trivialización o el de la ininteligibilidad, trabajan por la desaparición de un género que, en Hispanoamérica, llegó a figurar entre los más vivos y creadores de cultura, sin torpes adjetivos. Nombres como Martí, Rodó, Ugarte, González Prada, Henríquez Ureña, Reyes, Mariátegui, Borges y Paz, entre tantos otros. Lo cierto es que algunos de ellos pasaron a ser extraños, o apenas materia de estudio de una titubeante historia intelectual, cuando, sin duda, fueron responsables de las más rotundas formulaciones de la problemática literaria hispanoamericana, examinada ésta desde el punto de vista de sus vinculaciones con el proceso social y cultural emprendido a finales del siglo pasado. Y es que, además de su importancia propiamente literaria, se colocaron en una perspectiva crítica cuyos problemas, si bien fueron desplazados, estuvieron lejos de ser resueltos por los aportes de las nuevas tendencias. Antes, por el contrario, aquellas preocupaciones tanto como los problemas que estas críticas plantearon, conservan su vigencia y modelan aún hoy los rumbos del debate modernizador. Este es, por tanto, el lugar común, que no por tal, ni el crítico ni el investigador deben ignorar. Tanto más cuando resultaría arriesgado recordar que la también doblemente denostada crítica inmediata ha constituido una estirpe de la que han salido los críticos más influyentes; y sugestivos, desde el lado español, el nombre de Ortega y Gasset recrea sin más connotaciones ese saludable e higiénico aspecto. Ha sido George Steiner quien ha señalado en diversas ocasiones la labor del crítico, sin distinción de modelos, sustentada en dos preguntas tan contundentes como difíciles de sistematizar: el crítico es quien responde a Qué debe leerse y Cómo debe leerse, a diferencia del historiador o del filólogo que atien-
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den a otros presupuestos y objetivos. Viene todo esto a cuento porque difícilmente traspasará el umbral del recinto universitario la realidad literaria de Hispanoamérica si el aparato crítico constituye antes un anhelo que una realización. De ahí que la confusa institucionalización de los estudios literarios hispanoamericanos en España, por cuanto el hipanoamericanismo como materia de estudio en las universidades españolas nació tarde, mal y acomplejado respecto a su vínculo con la filología y la literatura españolas, hoy, y a pesar de los notables esíuerzos realizados en los últimos años, sea todavía una quimera, si lo colocamos en relación al corpus doctrinal y académico de buena parte de las naciones que componen la Unión Europea, por no citar el caso de las universidades norteamericanas. ¿En dónde buscar las razones de esta deserción intelectual? La falta de un corpus crítico, la improvisación de sus curricula académicos, el desánimo que durante décadas han demostrado las diferentes autoridades universitarias sobre dicha cuestión han lastrado eficazmente cualquier atisbo de formación de escuela crítica hasta convertir el estudio de la literatura hispanoamericana en un vergonzante apéndice de la filología española. Baste señalar que hace una década apenas se contaban con los dedos de una mano los departamentos de Literatura Hispanoamericana existentes en la Universidad española y que, incluso, algunos de los más antiguos, como es el caso del existente en la Universidad Complutense de Madrid, también tuvo que realizar su travesía del desierto en la segunda mitad de la década de los años ochenta, al ser asimilado al de Literatura Española tras casi dos décadas de funcionamiento independiente. Pero todo ello tiene su historia. En primer lugar, nunca se ha realizado, con la solvencia que tal asunto requiere, una historiología de la literatura hispanoamericana que, en España, convendría con los mismos obstáculos de interpretación y fijación a los que se enfrenta la literatura española. Así, taxonomías, jerarquizaciones, periodización, procesos de institucionalización, resultarán los métodos imprescindibles de trabajo. Si pensamos, de acuerdo con Antonio Ramos Gascón que "la literatura no es un conjunto de obras producidas en un marco histórico nacional determinado, sino la historia constitutiva, la invención de ese conjunto como tal, como corpus canónico e historiable" (Ramos Gascón 1987) en el caso de la literatura hispanoamericana la complejidad de dicha caracterización como literatura o literaturas nacionales surgidas como categorías históricas, se constituye en uno de los puntos a determinar. Escribe Antonio Cornejo Polar:
55 Es evidente que el procedimiento consiste en establecer una imagen de la literatura nacional respectiva y en marginar de este espacio a todas las manifestaciones literarias que no coincidan con la normatividad empleada en el diseño de la imagen excluyente (Cornejo Polar 1982:36-37).
Tal discusión, en diferentes foros de la critica literaria española está planteada desde dos puntos antagónicos. Por un lado, la negativa a aceptar la existencia de dos discursos literarios radicalmente ajenos entre España y el conjunto de naciones que forman Hispanoamérica y, por tanto, extraños en la configuración de su tradición textual -sería el caso de los que no advierten mayor separación entre autores y obras que la marcada por los límites geográficos y políticos-; y, por otro, la definida por Octavio Paz: [. . .] la de los pueblos americanos que tienen como lengua el castellano; un conjunto de obras literarias -poemas, cuentos, dramas, ensayos— escritos en castellano en las antiguas posesiones de España en América (Paz 1988:7-8).
Pero, antes de trazar esa confusa institucionalización del hispanoamericanismo literario en España, no sería ocioso repasar, brevemente, el accidentado camino que ha constituido la presencia de la literatura en español del otro lado del Atlántico en España a lo largo del presente siglo. Desde la lejana "Carta-Prólogo" de Juan Valera a Azul..., curioso reconocimiento - y descubrimiento- por parte de la ex-metrópoli de unos rasgos originales en la literatura hispanoamericana, o la monumental Antología de poetas hispanoamericanos preparada por Menéndez Pelayo, no puede afirmarse que la voluntad normalizadora advertida a fines del siglo pasado se haya mantenido con cierta regularidad. José Carlos Mainer, autor de uno de los capítulos más sagaces y documentados respecto a los orígenes del carácter regeneracionista español respecto a Hispanoamérica afirma: La derrota española (de 1898) ante el coloso yanqui y el problema nacionalista latente supusieron un reacercamiento hispanoamericano que pudo canalizarse perfectamente en las nuevas ideologías y aun en las nuevas fórmulas literarias. La búsqueda de una identidad cultural - a través del análisis ideológico o de la innovación artística— llevó al encuentro de las minorías culturales que compartían su condición de tales en ámbitos sociológicos y morales muy similares a veces. Las nuevas editoriales españolas descubrieron el mercado cultural de la nueva América e incorporaron a sus catálogos autores que, como Vargas Vila, José Santos Chocano, Manuel Ugarte, Rubén Darío, Enrique Gómez Carrillo, alcanzaron gran popularidad, y, a cambio, colocaron buena parte de sus fondos en América Latina (Mainer 1988:100).
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Se abría, de esta manera, una primavera americanista en España, jalonada de felices encuentros, intercambios editoriales y circulación de libros, artículos y autores, que finalizará, como toda esa Edad de Plata (1898-1936) española, con la Guerra Civil. A partir de este trágico acontecimiento, se reproduce, en el ámbito del hispanoamericanismo español el carácter bifronte que define a los escritores y críticos españoles desde 1939 hasta bien entrada la década de los años sesenta en la que en España se comienza una nueva etapa de normalización intelectual hasta la restauración democrática. Es cierto que esas dos Españas, en su compleja relación con Hispanoamérica, venían configurándose desde principios de los años veinte como ha observado con rigor el citado profesor Mainer. De esta forma, resulta esencial subrayar cómo cualquier aspecto que roce la historia intelectual española del presente siglo tiene, de manera irremisible, un punto de referencia: la Guerra Civil. La ruptura sucedida en todos los órdenes de las relaciones intelectuales españolas íue de tal magnitud que, tanto a un lado como al otro del Atlántico, comenzaría a partir de abril de 1939, una difícil etapa de reconstrucción caracterizada por el mutuo rechazo y la profunda ignorancia entre la que se denominó España transterrada y la España franquista. El tiempo reconstruiría ese tejido roto y desde el interior de España, en los cada vez más numerosos núcleos intelectuales, se mostraría un profundo anhelo de reconciliación y recuperación de las figuras del exilio hispanoamericano. De esta forma, se produce una triple dimensión en la interpretación del hecho literario hispanoamericano. En primer lugar, el paternalismo imperial de los intelectuales franquistas; en segundo lugar, la dispersión geográfica del exilio -salvo en el caso de México- y la integración en el país receptor desarrollada por los transterrados españoles, que impedirá fijar una tradición crítica española respecto a la literatura hispanoamericana y, en tercer lugar, la recuperación desde el interior de España, por parte de los sectores liberales, de la atención por lo que sucede, literariamente hablando, en Hispanoamérica. Ejemplo de ello serán, entre otros, las publicaciones Insula y Cuadernos Hispanoamericanos., sin embargo, la doble recepción de la literatura de Hispanoamérica en España, la oficialista y la liberal, marcarán, de manera indeleble, el zigzagueante devenir del desencuentro cultural entre la comunidad hispanohablante. En todo caso, y en aras al carácter meramente introductorio del presente trabajo, a todas luces breve y telegráfico, de asunto tan enjundioso y tan mal tratado desde los propios ámbitos académicos, deberá concluirse que se echa en falta la creación de un corpus documental y una terminología acorde con las
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diferentes áreas que completan el conjunto del saber contemporáneo en torno a la literatura hispanoamericana. Ni siquiera la recuperación apuntada hacia finales de los años sesenta, a remolque del confuso, difuso y profuso "boom" de la narrativa, signada por su visión unilateral y folclorizante, consiguió otorgar un mayor protagonismo a los estudios universitarios dedicados a tal materia. Una limitada recepción de los libros publicados en Hispanoamérica, una parcialísima aproximación al hecho específico literario en cada nación americana y una cierta desorientación respecto al curso de la vida literaria de esos países ha convenido en subrayar el carácter profundamente aproximativo de dichos estudios. El impresionismo de rancio aroma subjetivista, cuando no el mero autobiografismo de lector o la glosa existencial delinearán, junto a la aséptica y temerosa ristra bibliográfica, el marco de tendencias e inclinaciones mostradas por la crítica universitaria hasta casi anteayer. Un espacio en el que la inflexible estilística spitzeriana y la recurrencia a opacos cortes generacionales conforman una mezcla de explicación, o expoliación, histórica sazonada con el comentario de textos ad hoc como salvaguarda de un hecho tan anómalo como, probablemente, útil. Lo cierto es que en el terreno de la literatura hispanoamericana, y salvo muy honrosas excepciones, la crítica académica que se practica "es arqueológica, repetitiva y superflua, cuando no abstrusa". Quizá sería desproporcionado que llamara a escándalo dicha afirmación tras los enormes esfuerzos realizados por determinados profesores e investigadores a lo largo de la presente década, pero este esfuerzo apenas comienza a dar sus frutos. Un ejemplo de dicho esfuerzo, que apunta un cambio de talante radical respecto a lo anterior, sería la reciente creación de la Asociación de Estudios Literarios Hispanoamericanos que reúne a la mayor parte de los estudiosos españoles sobre la materia y que ha comenzado su andadura con una esperanzadora voluntad de transformar la presente realidad y colaborar en la proyección de la literatura hispanoamericana en la Universidad española y demás centros de investigación. En todo caso, ese proceso de institucionalización de la literatura hispanoamericana en España aún presenta patologías de muy compleja solución: los estudios literarios hispanoamericanos en la universidad todavía se muestran como un añadido de la literatura española, los alumnos apenas son formados en la realidad cultural y en la diversidad de la historia política y social de los pueblos y naciones que forman Hispanoamérica; los programas no están adecuados al devenir de la historia intelectual del subcontinente y repiten machaconamente el estudio de las figuras epigonales sin avanzar hacia una mirada más
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amplia y contextual del curso y decurso de esa literatura; la producción editorial hispanoamericana, como ya se ha apuntado más arriba, llega a los recintos universitarios en contadas ocasiones y de manera harto arbitraria; la especialización en el estudio de un autor determinado, generalmente saturado en su bibliografía -basta contemplar tanto la producción editorial universitaria como el conjunto de las tesis doctorales presentadas, siempre con las excepciones que confirman punto por punto lo afirmado hasta aquí-, provoca el desconocimiento de una panorámica general que permitiría situar al autor en cuestión y su obra en el marco de los condicionantes estéticos e históricos de los que se nutre. Entre los primeros años setenta, cuando el hispanoamericanismo literario comienza a tomar carta de naturaleza en la realidad universitaria, y 1992, como annus mirabilis en el que se concluyó un notable esfuerzo editorial y universitario por normalizar las relaciones entre España e Hispanoamérica, habría que enmarcar ese proceso de institucionalización. Los resultados -ahí están las bibliografías para contrastarlo- señalan que apenas se ha despertado el convencimiento del papel que la comunidad universitaria española debe otorgar a dichos estudios. Queda mucho camino por recorrer. Es un problema de mentalidades y la iniciativa de transformación política e intelectual que debería surgir de los propios departamentos, los pocos que existen como tales, apenas trasciende más allá de los seminarios y reuniones de especialistas. Un comienzo titubeante, un recelo injustificado y un enroque en posiciones cercanas al autismo intelectual, características de una primera etapa, han ido cediendo en los últimos años a una progresiva instalación en los planes de estudio de la literatura hispanoamericana. Sin embargo, esa consolidación se presume lenta y compleja. Para muchos cuesta entender que la lengua española adquiere su rango de segundo idioma internacional del mundo, inmediatamente después del inglés, gracias a esa comunidad de hablantes superior a los 350 millones de personas. Hispanoamérica cumple un papel esencial en el entramado y proyección internacional del español, resulta paradójico que, sin embargo, en España los estudios sobre literatura hispanoamericana no posean una licenciatura especializada y extendida a otras materias relativas al subcontinente, todas ellas pertenecientes a ese vasto espacio comprendido en lo que se ha dado en llamar Historia intelectual. Coexisten dos problemas que tienen su origen en el mismo punto. Por un lado, una obstaculización administrativa, heredera de una opinión centrípeta de la lengua española, que se resiste a conceder a la literatura hispanoamericana
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el lugar que le corresponde en el conjunto de las literaturas hispánicas; por otro, la consolidación de la critica literaria hipanoamericanista española como disciplina universitaria de carácter humanístico. Para esa consolidación, que presenta unos perfiles esperanzadores en las nuevas generaciones que, no sin dificultades, se incorporan a los centros académicos, el planteamiento de un conjunto de preocupaciones teóricas inéditas hasta entonces respecto de la propia actividad crítica: su definición, su función, la evaluación y discusión de sus métodos, la legitimación de su conocimiento acerca de la literatura y, por último, el concepto mismo de literatura con el que debe operar constituyen los instrumentos esenciales de su profunda renovación y entronque con lo realizado en el exterior.
Bibliografía Cornejo Polar, Antonio (1982): Sobre Literatura y crítica latinoamericana, Caracas: Universidad Central de Venezuela. Mainer, José Carlos (1988): "Un capítulo regeneracionista: el hispanoamericanismo (1892-1923)", en Mainer, José Carlos: La doma de ¡a quimera (Ensayos sobre nacionalismo y cultura en España), Barcelona: Universidad Autónoma de Barcelona, 83-134. Paz, Octavio (1988): La literatura hispanoamericana por un testigo de vista, Barcelona: Crítica. Ramos Gascón, Antonio (1987): "La literatura española como invención historiográfica", en Eutopias 3, 79-101.
Ideas, poder, identidades, redes. Nuevas tendencias en la investigación latinoamericanista española Ménica Quijada (Madrid)
Antes de ir al meollo de este trabajo debo hacer una breve matización: a pesar de la expresión global utilizada en el título, "investigación latinoamericanista española", el ámbito al que voy a referirme es mucho más restringido. En primer lugar, siendo, como soy, historiadora de profesión, voy a ocuparme exclusivamente del campo sobre el que considero que puedo tener algo que decir, o sea, el delimitado por las fronteras disciplinares de la Historia de América. La segunda precisión es más delicada, ya que me temo que voy a cometer una traición con respecto a lo que es el "americanismo español" en general: en efecto, únicamente me referiré a la investigación sobre la Historia de América que se realiza en el ámbito institucional del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), y muy particularmente en uno de sus institutos, el Centro de Estudios Históricos que funciona en la ciudad de Madrid1. Esta restricción tan acusada obedece a varias razones: primero, ella me permite optimizar el espacio de por sí limitado del que dispongo para esta presentación; segundo, por razones obvias mi conocimiento de las aportaciones elaboradas en mi propia institución es más ágil que en el caso de otros centros. Pero existe también una tercera razón, que se vincula a dos formas de actuación asumidas por el CSIC durante la última década. En primer lugar, la puesta en marcha a partir de 1985 de Programas Movilizadores, que favorecieron la coordinación de grupos de trabajo pertenecientes a distintos institutos del CSIC en la realización interdisciplinar de proyectos conjuntos de investigación. En 1 El americanismo en el Centro de Estudios Históricos del CSIC -del cual es colaboradora la autora de este artículo- cuenta con una larga tradición que se remonta a los comienzos de los años treinta de este siglo cuando la creación del CEH -a partir de una ideología liberal-krausista- abrió la puerta a diferentes estudiosos, algunos de ellos con trayectoria de investigación americanista. En 1940 -recién terminada la guerra civil- se constituyó el CSIC, apropiándose en parte de instituciones ya existentes como el CEH, que fueron incorporados a aquél en el marco de los presupuestos ideológicos del nuevo régimen. Ese mismo año se fundó en Madrid el Instituto Gonzalo Fernández de Oviedo, hoy Departamento de Historia de América (responsable de la conocida Revista de Indias), y en 1942 la Escuela de Estudios Hispanoamericanos de Sevilla (donde se edita el Anuario de Estudios Americanos).
62 el caso de la Historia de América, esta acción permitió la confluencia en los mismos programas de investigadores provenientes de distintos institutos y departamentos del CSIC, en particular grupos de historiadores americanistas e historiadores de la ciencia. En segundo lugar, ha tenido importantes frutos el especial aprovechamiento que hizo el CSIC de los programas de formación de jóvenes investigadores puestos en funcionamiento por la administración española durante los últimos años. Ambas actuaciones han favorecido la consolidación de equipos jóvenes de trabajo, la adopción de premisas metodológicas novedosas, el cuestionamiento de perspectivas de análisis más o menos "sacralizadas", y el planteamiento de nuevos enfoques, que son precisamente las cuestiones sobre las que quisiera llamar la atención en este trabajo. De tal forma, en los últimos diez años se han generado líneas de investigación que han ido abriendo camino a planteamientos cada vez más renovadores. Como punto de partida podría mencionar el Programa Movilizador de 1985 sobre relaciones culturales y científicas entre España y América, suerte de amplio paraguas científico bajo el cual un grupo importante de investigadores post y pre doctorales realizó una serie de trabajos estructurados a partir de dos ejes diferenciados temática y diacrónicamente. Por un lado, el referido a la política científica, que desempeñó un papel fundamental en la estructuración de la sociedad colonial, puesto que significó la puesta en marcha de mecanismos de estudio y control de las tierras y de los hombres, temas en los que entra tanto la cartografía y la geografía, como la antropología y la medicina. Los principales protagonistas de este primer eje de trabajos fueron los antropólogos-cronistas del siglo XVI, y las grandes expediciones científicas del XVIII. El segundo eje de trabajos, vinculado al ámbito de la historia contemporánea, se estructuró en torno a las interacciones entre España e Iberoamérica en los dos últimos siglos, centrándose sobre las relaciones políticas y los intercambios culturales, por un lado; y, por otro, sobre los trasvases de población, en el marco de enfoques tales como análisis cuantitativos, estudios de las cadenas migratorias y de la creación de redes étnicas, la interacción social y política en los países de recepción, etc. Pero más que un análisis temático y descriptivo de las líneas de investigación promocionadas en el CSIC en los últimos diez años, en el ámbito de la Historia de América, me interesa desarrollar brevemente algunos de los cuestionamientos y problematizaciones que han ido surgiendo como fruto de ese trabajo continuado, realizado por distintos investigadores y desde perspectivas
63 muy diferentes. Cuestiones a las que alude precisamente el conjunto de conceptos que he utilizado en el título: ideas, poder, identidades, redes. He organizado el análisis en áreas de investigación que combinan elementos diacrónicos y temáticos. En las notas iré indicando algunas de las publicaciones que considero más representativas de los temas que voy a destacar. Quisiera señalar que, debido precisamente a la estrategia elegida para abordar este trabajo, tanto las obras citadas como los autores mencionados constituyen una selección dentro del conjunto de la investigación americanista realizada en el Centro de Estudios Históricos. Finalmente, terminaré este trabajo con una breve referencia a uno de los problemas más acuciantes que afronta hoy la investigación en España, en todos los ámbitos del conocimiento científico; cuya resolución - o no- tendrá una influencia determinante sobre la capacidad de renovación de la investigación americanista en general y la que se realiza en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas en particular. Renacimiento, Ilustración y Reformismo Borbónico El primer eje fundamental de discusión al que voy a referirme surge del cuestionamiento de las visiones al uso sobre la inserción de España y América en esas dos grandes periodizaciones culturales conocidas como Renacimiento e Ilustración. El cuestionamiento de las formas tradicionales de encarar el Renacimiento y el Humanismo en España y América partió de la crítica a las limitaciones epistemológicas generalmente atribuidas a los llamados "cronistas de Indias". Trabajos como los de Jesús Bustamante, Berta Ares y Francisco Castilla han revalorizado esas fuentes como proceso de conocimiento etnográfico y ejemplo de sensibilidad moral ante el fenómeno colonial. Más importante aún, han analizado los mecanismos operativos del Humanismo mediterráneo, que familiarizó a los cronistas europeos con los problemas de traducción y relación interétnica derivados del estudio de la Historia Antigua. A partir de esta perspectiva, por ejemplo, la cultura prehispánica que surge de una obra fundamental como la de Fray Bernardino de Sahagún resulta ser la articulación de elementos definidos en términos prehispánicos, pero integrados en un sistema interpretativo, homogenizador y normativo en última instancia de origen europeo, lo que la convierte en un poderoso y sofisticadísimo instrumento de aculturación. En tiempos recientes este tipo de enfoques ha llevado a Jesús Busta-
64 mante a plantearse la tarea de redefinir el Renacimiento español en la perspectiva amplia de lo que fue el Imperio español en el siglo XVI, desde los Países Bajos hasta Italia. La restitución de un conocimiento hoy atomizado, y la reconstitución de las redes de científicos y humanistas en el ámbito mencionado son los dos fundamentos del intento, para el que, no casualmente, sirve de eje nuclearizador un personaje de origen peninsular, conocido fundamentalmente por su acción científica en la Nueva España: el Protomèdico Francisco Hernández 2 . El uso de los cronistas en relación con la centenaria controversia sobre el imperio inca es el ámbito de trabajo de otro investigador, Juan J. Villanas Robles. Interesado en el potencial comparativo del caso inca para una teoría del Estado arcaico, así como en las implicaciones de la relatividad histórica del conocimiento antropológico (profundas en el estudio de formaciones sociales como la incaica, para la que en rigor no se cuenta con fuentes primarias), este investigador ha planteado cómo una adecuada contextualización histórica de las distintas posiciones de la controversia revela que la discusión sigue abierta, a pesar de tesis en sentido contrario, amparadas en el creciente uso de documentación de archivo desde los años 60. La misma contextualización permitiría a la vez a la investigación futura librarse de viejos y reiterados errores epistemológicos (entre otros, los derivados del positivismo y el funcionalismo) así como metodológicos (como el sacrificar a ciertos cronistas en favor de otros en aras de criterios de fiabilidad no fundamentados). Villarías Robles ha planteado además que la controversia -que se puede retrotraer sin dificultad al mismo siglo XVI- no ha estado determinada nunca por los cronistas leídos por
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Bustamante García, Jesús (1990): Fray Bernardino de Sahagún. Una revisión crítica de los manuscritos y de su proceso de composición, México: Biblioteca Nacional de México / Universidad Autónoma de México; Ares, Berta / Bustamante, Jesús / Castilla, Francisco y Del Pino, Fermín (1992): Humanismo y Visión del otro en la España moderna, Madrid: Biblioteca de Historia de América, Consejo Superior de Investigaciones Científicas; Ares Queij a, Berta (1993): Tomás López Medel. Trayectoria de un clérigo-oidor ante el nuevo mundo, Guadalajara: Institución Provincial de Cultura "Marqués de Santillana"; Bustamante García, Jesús (1992): "De la naturaleza y los naturales americanos en el siglo XVI: algunas cuestiones críticas sobre la obra de Francisco Hernández", en Revista de Indias (Madrid) 52 (195-196), 297-328; Id. (1996): "Los manuscritos de Hernández: la Historia Natural de la Nueva España según los originales conservados", en The World of Francisco Hernández, Stanford: Stanford University Press, Stanford (en prensa); Id. (1996): "¿Degradación universal o identidad particular? El problema de la diversidad cultural y lingüística en la Europa y América del siglo XVI" en González González, Enrique (coord): Historia y Universidad. Homenaje a Lorenzo Luna, México: Universidad Nacional Autónoma de México, 75-104.
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el autor que interviene en ella (una tesis muy repetida desde los tiempos de Marcos Jiménez de la Espada), sino justo lo contrario: que es la controversia la que ha condicionado siempre la lectura de las crónicas. En colaboración con el arqueólogo boliviano David Pereira Herrera, Juan J. Villanas Robles está aplicando este nuevo enfoque al estudio de una región clave para la economía política inca: el valle de Cochabamba 3 . En el caso de la Ilustración, la discusión ha surgido sobre todo del estudio sistemático de las expediciones científicas ilustradas que se ha llevado a cabo en los últimos años en el contexto del Programa Movilizador antes citado, y en el marco de la corriente de estudios -tan importante en las tres últimas décadassobre el papel desempeñado por la ciencia y la tecnología en el desarrollo económico y social de las colonias españolas. La discusión se ha focalizado principalmente en el agotamiento de los modelos de análisis centrados en las consideraciones geoestratégicas y neomercantilistas o en las referencias preemancipatorias características de las expediciones científicas dieciochescas, agotamiento que se hace patente, sobre todo, en dos de sus principales limitaciones. En primer lugar, la incapacidad de esos modelos para cuestionar la teoría del "universalismo de la Ilustración", que deja sin explicar muchas de las especificidades de la Ilustración española y americana y, como consecuencia, las demoniza o pauperiza intelectualmente. En segundo lugar, el énfasis puesto por estos modelos en la homologación de la cultura hispánica con respecto a la llamada "europea" o "noratlántica", que no hace otra cosa que realimentar el antiguo pesimismo que desde el siglo XIX ha caracterizado los estudios sobre la cultura latinoamericana. Cierto es que actualmente no se niega la existencia de núcleos de modernización importantes en las colonias españolas a finales del XVIII, pero existe un consenso general que deplora el bajo nivel de institucionalización, la ausencia relativa de agentes transformadores y la escasa habilidad de las autoridades metropolitanas y virreinales para aprovecharse de los innumerables estudios realizados sobre los territorios americanos durante el período ilustrado. 3
Villarías Robles, Juan J. (1996): Estado y comunidad en el imperio inca. Historia crítica de una controversia, Madrid: Ed. Catriel (en prensa); id. (1995): "El fetichismo de la fuente etnohistórica fiable. Teorías y Textos del debate sobre el Estado incaico y la comunidad andina" ( l a y 2a parte), en Revista de Indias (Madrid) 55 (203), 175-202 y (204), 301-331; Villarías Robles, Juan J. / Pereira Herrera, David (1995): "El emplazamiento de Canata y la fundación de la villa de Oropesa: Una contribución a la geografía histórica del valle de Cochabamba (Bolivia) en los siglos XVI y XVI", en Revista Andina (Cusco) 1, 199-228.
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Partiendo del cuestionamiento a tales visualizaciones, investigadores como Antonio Lafuente y Leoncio López Ocón proponen que, visto desde el centro de recepción, existe un sustrato cultural preexistente que es fecundado y distorsionado por lo distinto y lo extranjero, generando una tradición que dialoga con lo nuevo, sin que sea necesario ver el cambio como un conflicto entre lo tradicional y lo moderno, ya que lo primero es requisito de lo segundo. Y para la identificación de los componentes de ese sustrato cultural, los investigadores mencionados proponen la existencia y seguimiento de tres tradiciones científicas que dieron lugar a distintas estrategias de exploración y ordenación de los territorios; tradiciones que se vincularon a los tres grandes centros de poder político, administrativo y económico presentes en la colonia: el eclesiástico, el metropolitano y el virreinal. Finalmente, dichos autores proponen que para estudiar y comprender los procesos de globalización de la ciencia moderna en América es necesaria la instrumentalización de una triple herramienta conceptual. Esos conceptos instrumentales son: 1) la Ilustración Católica, entendida - a la manera de David Brading y de Mario Góngora- como una cultura que fue religiosa, patriótica, idiosincrásica, ecléctica y, como resultado, original, crítica y moderna; 2) los roles socio-profesionales, vinculados a las tres tradiciones científicas antes mencionadas: la metropolitana, la eclesiástica y la virreinal; y 3) la regionalización cultural, entendida como la capacidad demostrada por las élites locales para la simbolización, es decir, para encontrar símbolos que puedan sustituir y dar un significado trascendente a la realidad 4 . El desarrollo de estos temas ha llevado al mismo equipo de investigadores a plantearse el estudio de la producción, reproducción y apropiación de objetos científicos, y del proceso que regula su circulación internacional e intercul-
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Lafuente, Antonio / Sala Catalá, José (1989): "Ciencia colonial y roles profesionales en la América española del siglo XVIII", en Quipu 6, 387-403; Lafuente, Antonio (1992): "Institucionalización metropolitana de la ciencia española en el siglo XVIII", en Lafuente, Antonio / Sala Catalá, José (eds): Ciencia Colonial en América, Madrid: Alianza Editorial, 91-118; Lafuente, Antonio / López-Ocón, Leoncio (1996): "Tradiciones científicas y expediciones ilustradas en la América hispana del siglo XVIII", en Saldaña, Juan José (ed.): Historia social de las ciencias en América Latina, México: Editorial Porrúa / Universidad Nacional Autónoma de México, 247-281; Lafuente, Antonio / de la Sota, José / Vilchis, Jaime (1996): "Dinámica imperial de la ciencia: los contextos metropolitano y colonial en la cultura española del siglo XVIII", en Guimerá, Agustín (ed.): El Riformismo Borbónico, Madrid: Alianza Editorial, 175-202.
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turai5. Al enfatizar la dimensión comunicativa de la ciencia, han puesto énfasis en la detección y análisis de las distintas redes generadas por los propios científicos, a partir de tres modelos: redes establecidas entre los propios científicos, denominadas "redes de responsabilidad"; redes establecidas con los poderes políticos o económicos, llamadas "redes de patronazgo"; y redes establecidas con la ciudadanía o "redes de popularización". Desde esta perspectiva metodológica destacan los trabajos de Leoncio López Ocón sobre la construcción de redes de comunicación científica iberoamericana en el siglo XIX y principios del XX 6 , y con ella se vinculan también los trabajos antes mencionados de Jesús Bustamante sobre el Protomèdico Francisco Hernández y las redes de pensadores humanistas en el siglo XVI. Dentro de esta misma comente de estudios sobre la Ilustración, los trabajos de Manuel Lucena Giraldo cuestionan algunos de los sesgos característicos de la historiografía dedicada al reformismo borbónico, que tiende a interpretar este proceso histórico como un fenómeno esencialmente urbano, fiscalista y criollista. Frente a este tipo de visualizaciones, Manuel Lucena propone ver al reformismo borbónico como un experimento político modernizador extremadamente complejo, dotado de una cronología todavía insuficientemente definida, con un sustrato doctrinal que reunió diversas e incluso contradictorias aportaciones, pero también con una poderosa lógica interna, relacionada simultáneamente con lo que ocurría en la metrópoli -en el marco de los esfuerzos peninsulares por la supervivencia como potencia colonial- y con la situación americana, convertida en laboratorio para las novedades políticas dieciochescas y en un ámbito generador de soluciones nuevas. A partir de estos planteamientos generales, la propuesta de Manuel Lucena se centra en el análisis de 1 ) los procesos de vertebración regional y cambio social asociados al reformismo de frontera, marginados por una historiografía
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Esta temática está siendo abordada a partir de un amplio proyecto de investigación que reúne a investigadores de diversas instituciones, bajo el título: "Producción de objetos científicos y mundialización de la ciencia" (PB94-0003 de la DIGICYT). 6
López-Ocón Cabrera, Leoncio (1995): "La Comisión Científica del Pacífico (18621866) y la Commission Scientifique du Mexique (1864-1867): paralelismos y divergencias de dos proyecciones latinoamericanas de la ciencia europea", en Diez Torre, Alejandro R. et al. (coords): De la Ciencia Ilustrada a la Ciencia Romántica, Aranjuez: Ediciones Doce Calles, 459-475; Id. ( 1996): "Mensajeros de la ciencia en la periferia", en Asclepio I (en prensa); Id. (1996): "Les Sociétés de Géographie: Un instrument de diffusion scientifique en Amérique Latine au début du XX e siècle (1900-1914)", en Petitjean, Patrick (éd.): Les sciences coloniales. Figures et Institutions, Paris: Orstom Editions, 79-86.
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tradicionalmente lastrada por las visiones centralizadoras impuestas a partir de la edificación de historias oficiales; 2) la redefinición de los límites del factor "criollista", al que la historiografía del reformismo ha sobredimensionado como herencia de esa misma construcción decimonónica republicana; y 3) el análisis de las transformaciones económicas como fruto, no sólo del régimen impositivo, sino de la existencia errática pero influyente de políticas económicas dirigidas al fomento de la industria, la agricultura y el comercio en ambas márgenes del Atlántico. Recientemente, tales planteamientos han llevado a Manuel Lucena a abordar este período de la historia española y americana mediante enfoques que ponen el acento en el análisis del discurso reformista 7 . Historia política y relaciones sociales de dominación El segundo eje de discusión que quisiera destacar se vincula al replanteamiento de los procesos políticos hispanoamericanos y los mecanismos del poder durante la segunda mitad del siglo XIX y principios de éste, desde propuestas metodológicas que implican, a su vez, dos perspectivas de análisis claramente diferenciadas. La primera de esas perspectivas de análisis se enmarca en los esfuerzos de renovación de la historia política que viene realizando la historiografía francesa, particularmente a partir de los trabajos de Jacques Julliard y René Remond. Es decir, la asimilación del estudio de la historia política a las premisas de la "longe durée", la visión de la política como un lugar de gestión de las distintas actividades que atañen al hombre, y el reconocimiento de la pluridisciplinariedad de la historia y la necesidad de abrirse a las ciencias sociales. En el caso particular del estudio de los partidos políticos, esta tendencia historiográfica ha asimilado los desarrollos teóricos de la politología, que se alejan del análisis del acontecimiento detallado y de la perspectiva puramente ideológica para centrarse en la organización de los partidos, el control interno del poder y la competencia electoral, considerando a aquéllos tanto un reflejo de la sociedad en que se desarrollan como un factor explicativo de la misma.
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Lucena Giraldo, Manuel / Pimentel Igea, Juan ( 1991 ): Los "Axiomas políticos sobre Ia América" de Alejandro Malaspina, Aranjuez: Ediciones Doce Calles (Quinto Centenario); Lucena Giraldo, Manuel (1993): Laboratorio Tropical. La expedición de Límites al Orinoco (1750-1767), Caracas: Monte Ávila / CSIC; Id. (1995): "España y América en tiempo de Jovellanos", en Torre de los Lujanes 29, Madrid: Real Sociedad Económica Matritense de Amigos del País, 31 -43.
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Los trabajos de Luis Miguel García Mora se apoyan en esta perspectiva metodológica, pero su propio objeto de estudio -la construcción de partidos políticos en Cuba en la segunda mitad del siglo XIX- le ha llevado a cuestionar algunas de las limitaciones que surgen de la vinculación de estos desarrollos teóricos al análisis en exclusiva de procesos del siglo XX; es decir, el hecho de que dichos análisis toman como objeto de estudio agrupaciones que se mueven dentro de los límites del sufragio universal, con imperativos de inserción masiva, que les convierte en agentes de estructuración social y les impone un carácter interclasista. Por el contrario, en el siglo XIX hispanoamericano el voto censitario y la inexistencia de políticos profesionales reduce el juego político a los que tienen capacidad económica, impidiendo la apertura de los partidos a la totalidad de la sociedad. Ello les convierte, más que en estructuradores de esa sociedad, en una respuesta a la necesidad de adecuar el poder a la realidad socioeconómica que lo sustenta, de cuyo mayor o menor éxito depende su capacidad de legitimación. A partir de este planteamiento básico, García Mora propone un enfoque que estudia al partido político como una institución integradora y mediadora tanto de la pluralidad como de la conflictividad política que se produce en la sociedad en la que actúa, y como una forma institucional que organiza la nueva estructura del estado moderno. Para su estudio plantea una metodología de análisis que compatibiliza los requerimientos de la nueva historia política (organización, control interno del poder, socialización política y movilización de la opinión pública) con un enfoque que enfatiza la dimensión histórica y contextual. Es decir, las variables diacrónicas a las que está sujeto el objeto de estudio -en particular, el seguimiento de las transformaciones que sufre el programa político originario-, y su análisis como una "estructura base", que en el caso específico cubano es interdependiente con el sistema colonial en el que se inserta y que, como tal estructura, tiene en sí las características de totalidad, transformación y autorregulación; pero que, como parte de un sistema colonial, se ve influida por cualquier cambio que se produzca en dicho sistema8. La segunda perspectiva de análisis que voy a destacar se refiere a la configuración de las relaciones sociales de dominación, y a la forma como éstas son asumidas e interiorizadas por la población como propias y necesarias. La in-
8 García Mora, Luis Miguel (1995): "Del Zanjón al Baire: a propósito de un balance historiográfico", en Opatrny, Josef (ed.) (1995): Cuba. Algunos problemas de su historia, Praga: Universidad Carolina, 29-45; Id. (1992): "Labra, el Partido Liberal Cubano y la reforma colonial, 1879-1886", en Tebeto (Fuerteventura) I (V), 397-415.
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vestigadora Marta Irurozqui ha recuperado algunos de los planteamientos metodológicos de la primera mitad de este siglo, como los de Max Weber y Robert Michels, y elaboraciones más recientes, como las de Norbert Elias. Basada en ellos -y tomando como caso específico de estudio los procesos bolivianos- Irurozqui ha cuestionado la relevancia de la dialéctica élites-masa, defendiendo la idea de que el problema central de la construcción del orden político radica más en resolver los conflictos de competencias que se plantean entre las élites, que los que puedan surgir entre éstas y los sectores populares. Desde esta perspectiva metodológica, son las prioridades de supervivencia de la élite, en sus diversas facciones y representaciones, y sus maniobras de negociación interna las que permiten entender y definir los procesos de formación de los Estados nacionales en general y los latinoamericanos en particular. Dicho enfoque ha llevado también a esta investigadora a replantear las dinámicas electorales decimonónicas y de principios del XX, que han sido tratadas mayoritariamente por la historiografía americanista como situaciones de exclusión de la ciudadanía. Irurozqui cuestiona este tipo de visiones y propone una revisión crítica de la relación entre ciudadanía y democracia a partir del estudio de las causas que condicionaban y transformaban los procesos electorales. Desde esta perspectiva el clientelismo, el fraude y la violencia son interpretados como parte sustancial del sistema representativo desde la constitución de los clubes electorales; es decir, no funcionarían sólo como medios de exclusión de ciudadanos -tal como ha sostenido siempre la historiografíasino también como mecanismos para incluir a actores sociales dentro de la dimensión participativa y representativa del sufragio 9 .
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Irurozqui, Marta (1993): "La Masacre de Mohoza, 1899: La (re)invención de una tradición", en Revista Andina (Cusco) 22, 163-200; Id. (1994): La armonía de las desigualdades. Elites y conflictos de poder en Bolivia, 1880-1920. Cuzco: CSIC/Centro Bartolomé de las Casas; Id. (1995): "La amenaza chola. Resistencias discursivas de la élite boliviana, 1900-1930", en Revista Andina 26, 357-388; Id.: "¡Que vienen los marzorqueros! Usos y abusos de la violencia y el fraude en las elecciones bolivianas, 1880-1925", en Sábato, Hilda (coord ): La expansión de la ciudadanía, México: Fondo de Cultura Económica (en prensa); Id. (1996): "Ebrios, vagos y analfabetos. El sufragio restringido en Bolivia, 1826-1952", en Revista de Indias (Madrid), 56 (202), 697-742.
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Relaciones interétnicas, identidad y nación Un tercer eje de discusión -en el que está comprometido el número mayor de investigadores, que abordan sus análisis desde perspectivas muy diferentestoma como base fundamental de la investigación la característica multietnicidad de las sociedades latinoamericanas. Voy a destacar aquí tres tipos de propuestas. En primer lugar, la que se centra en el problema de la frontera hispanoamericana, que cuestiona la influencia ejercida sobre este tipo de análisis por la concepción de la historiografía norteamericana sobre la frontera. Esta última ha puesto el acento en el carácter bélico y unilineal de la interacción fronteriza, presentada como una sucesión de conflictos con los indígenas en los que principalmente se ha destacado la acción llevada a cabo por el bando "colonial" o "blanco", en tanto que los grupos indígenas aparecen como el sujeto pasivo de dichas acciones. Frente a esta concepción tradicional, el investigador Carlos Lázaro propone el estudio de las fronteras hispanoamericanas, no como un lugar de enfrentamiento bélico continuo, sino como un espacio en el que se establece un complejo y difícil equilibrio. En él se producen encuentros y desencuentros culturales entre las dos sociedades que entran en contacto, y se crean imágenes del otro que influyeron notablemente en la concepción europea de América y sus habitantes primero, y en los procesos de formación de las naciones latinoamericanas después. A partir de esas premisas, Lázaro ha demostrado que desde el siglo XVII, la aplicación de una política diplomática basada en un "régimen de parlamentos" con la población indígena fronteriza, aunque no garantizó una pacificación permanente, permitió en cambio una relación estable que cuestiona la mantenida asociación del concepto frontera=guerra. En los trabajos de este investigador hay tres propuestas que creo particularmente sugerentes: 1) el reconocimiento de una línea de continuidad con la experiencia prehispánica, ya que las comunidades indígenas habían experimentado sus propios procesos fronterizos con respecto a las poblaciones indígenas nucleares -los llamados "estados" de México y Perú-; 2) la vinculación del régimen de "parlamentos" con los procesos posteriores de conformación de las repúblicas hispanoamericanas; y 3) el alejamiento de la visión centrada en la interacción exclusiva "blanco-indígena", para poner el acento en las sociedades de frontera como un ámbito pluriétnico
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en el que renegados, cautivos o pobladores voluntarios jugaron un importante papel como eje de transculturación y aculturación10. Si las sociedades de frontera actuaron como un elemento significativo de la construcción identitaria en un contexto multiétnico, la situación se complejiza cuando trasladamos el análisis a las sociedades mayoritarias. En este marco se inscriben dos perspectivas de investigación que parten de presupuestos metodológicos diferentes, aunque comparten el mismo objeto de estudio, es decir, la multietnicidad extrema de las sociedades latinoamericanas y su interacción con modelos científicos en el marco de los procesos de construcción nacional decimonónicos. La primera de ellas asocia la metodología de la historia social con los desarrollos propios de la historia de ideas e historia del pensamiento científico, e inscribe el problema de la multietnicidad latinoamericana en el ámbito más amplio y comprensivo de la biodiversidad. A partir de este concepto de biodiversidad -entendida como variedad natural y diversidad cultural del hombre-, investigadores como Miguel Ángel Puig-Samper y Consuelo Naranjo proponen una reflexión histórica que estudie el impacto del caso americano sobre la cultura y la ciencia europea, así como la interpretación de la biodiversidad humana dada por la cultura europea y las consecuencias sociales de ella derivadas 11 . Desde esta perspectiva de análisis, los investigadores mencionados han centrado su interés en el seguimiento de las teorías y actitudes comúnmente agrupadas bajo el rótulo de "racismo", entendido este último como la percepción de "desviaciones de la normalidad" (siendo la "norma" el hombre blanco europeo), que llevó a considerar la diversidad social y cultural no europea
10 Lázaro Ávila, Carlos (1994): "Los cautivos en la frontera araucana", en Revista Española de Antropología Americana (Madrid) 24, 191-207; Id. (1996): Las fronteras de América y los Flandes Indianos (siglos XVI-XVII), Chile: CISC-Universidad de la Frontera; Id. (1995): "Las visiones condicionadas de Falcón y Pineda: dos cautivos europeos ante la sociedad araucana", en del Pino, Fermín / Lázaro, Carlos (coords.): Visión de los otros, visión de sí mismos: ¿encuentro o invención entre el Nuevo Mundo y el Viejo?, Madrid: CSIC (Biblioteca Historia de América), 127-140; Id.: "La diplomacia fronteriza en la Araucanía: el precedente de la paz del Marqués de Baides (1641)", en Mar Océana (Madrid) (en prensa). 11
Esta propuesta de trabajo constituye un amplio proyecto de investigación que acoge a diversos investigadores de instituciones distintas (Consejo Superior de Investigaciones Científicas y varias universidades) bajo el título de: "La biodiversidad ante la Ciencia Europea, un enfoque histórico" (Proyecto PB94-0060 de la DGICYT).
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como "inferioridad". Tres son los ámbitos de análisis desarrollados por Naranjo y Puig-Samper, que han tomado como caso privilegiado de estudio los procesos cubanos: 1) las categorías raciales y los "prejuicios racistas" manejados desde la ciencia -de forma especial, desde la medicina y la antropología-; 2) la asimilación de las teorías raciales europeas por las instituciones científicas locales; y 3) la aplicación de estas últimas a políticas de poblamiento y cambio social (en particular, el "blanqueamiento" dirigido de la población) en el marco de los procesos tendentes a la construcción de un estado-nación en Cuba, antes y después de la Independencia 12 . La segunda perspectiva de investigación que, como se ha indicado, comparte el objeto de análisis con la anterior pero lo aborda desde presupuestos metodológicos muy diferentes, corresponde a mis propios trabajos. Mis preocupaciones se inscriben en los desarrollos de la sociología y la antropología anglosajonas vinculadas a la problemática de la nación y la construcción nacional -en especial, las propuestas teóricas de Anthony D. Smith- y los desarrollos franceses sobre la construcción del imaginario. A partir de la consideración de América como un laboratorio privilegiado para estudiar los procesos de construcción nacional en contextos multiétnicos, he focalizado el análisis en los mecanismos de inclusión/exclusión que se asocian a todo proceso de construcción nacional. Las siguientes propuestas básicas constituyen el fundamento de mi investigación: 1) el cuestionamiento de las tendencias teóricas e historiográficas (mucho más acentuadas hoy de lo que normalmente se reconoce) que, asimilando "nación" a "grupo étnico", privilegian un enfoque esencialista de la nación y la cultura; 2) la consideración de ambos conceptos como construcciones en el tiempo (lo que implica la afirmación del carácter histórico, contingente y modificable de
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Puig-Samper, Miguel Ángel / Naranjo Orovio, Consuelo (1988): "Ciencia, Racismo y Sociedad", en Asclepio (Madrid) 2, 9-27; Puig-Samper, Miguel Ángel / Pelayo, Franciso (1989): "Darwin en Cuba: el transformismo en la Revista de Cuba", en Revista de Indias (Madrid) 186, 423-435; Naranjo, Consuelo / Valero, Mercedes (1994): "Trabajo libre y diversificación agrícola en Cuba: una alternativa a la plantación", en Anuario de Estudios Americanos (Sevilla) 51 (2), 113-133; Naranjo Orovio, Consuelo (1996): "Nación, raza y población en Cuba, 1878-1910", en Espace-Caraíbe (Burdeos) 3, 121-138; García González, Armando C. / Naranjo Orovio, Consuelo (1991): "Antropología, racismo e inmigración en la Sociedad Económica de Amigos del País de La Habana", en Asclepio 2, 139163; Id. (1996): Medicina y Racismo en Cuba: la Ciencia ante ¡a inmigración canaria, siglo XX, Santa Cruz de Tenerife: Casa de Cultura Popular Canaria; Id.: Racismo e inmigración en Cuba: canarios en el siglo XIX, Madrid, Aranjuez: Ediciones Doce CallesFIM (en prensa).
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las especificidades culturales); 3) el seguimiento de la interacción de esos "constructos" con las valoraciones de la diferencia étnica que operan en cada momento histórico, y en las que influyen tanto prejuicios seculares como propuestas de carácter científico que pueden actuar como factores de legitimación de aquéllos; 4) el análisis de esas valoraciones, no como meras perversiones ideológicas, sino como productos históricos que se incorporan a los imaginarios colectivos, y que contribuyen a explicar (tanto o más que otros factores tradicionalmente privilegiados por la historiografía, como los socio-económicos) los mecanismos de integración o segregación que afectan a los límites de la "nación"; y 5) la necesidad de analizar el propio concepto de "nación" que opera en cada momento histórico y en cada comunidad, por ser ésta una cuestión fundamental que subyace a la definición de las fronteras que definen el ámbito de la inclusión13. Finalmente, la tercera y última propuesta de investigación anunciada dentro de este apartado se centra también en la problemática de la exclusión/inclusión de la diferencia étnica, pero en el marco de los actuales procesos migratorios hacia Europa. En esta perspectiva de análisis se enmarcan las propuestas más recientes de Elda Evangelina González, fundadas en su experiencia investigadora sobre la emigración histórica española hacia América Latina (particularmente Brasil), y sobre España como receptora reciente de trasvases de pobla-
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Quijada, Ménica (1994): "La nación reformulada. México, Perú, Argentina, 19001930", en Annino, Antonio / Castro Leiva, Luis / Guerra, François Xavier (dirs.): De los Imperios a las Naciones, Zaragoza: Ediciones Ibercaja, 567-590; Id. (1994): "De la Colonie à la République: Inclusion, exclusion et mémoire historique au Pérou", en Guerra, François Xavier (éd.): Mémoires en devenir. Amérique Latine XVI'-XX' siècle, Burdeos: Maison des Pays Ibériques, 177-192; Id. (1994): "¿Qué nación? Dinámicas y dicotomías de la nación en el imaginario hispanoamericano del siglo XIX", en Guerra, François Xavier / Quijada, Mónica (coords.): Imaginar la Nación. Número monográfico de los Cuadernos de Historia Latinoamericana (AHILA, Münster/Hamburg) 2, 15-51; Quijada, Mónica (1994): "Nación y multiculturalidad: los problemas de un nuevo paradigma", en Revista de Occidente (Madrid) 161, 61-80; Id. (1996): "Los 'Incas Arios': Historia, lengua y raza en la construcción nacional hispanoamericana del siglo XIX", en Histórica (Lima) 20, 2; Id.: "Ancêtres, Citoyens, Pièces de Musée. Modèles anthropologiques et construction nationale en Argentine, XIX™' siècle", en Lempérière, Annick / Martines, Frédéric (eds.): Les modèles européens et l'Amérique Latine, Paris: Editions du CNRS (en prensa); Id.: "El peronismo y la cuestión judía: una revisión crítica de su historiografía", en Canadian Journal of Latin American Studies, 20 (39/40), 239-268.
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ción provenientes de esa misma área geográfica14. González y un equipo de investigadores por ella dirigidos cuestionan la tendencia -muy extendida en los análisis sobre migraciones- a utilizar elementos tradicionales para discernir la existencia en Europa de fenómenos de exclusión, sin tomar en cuenta que desde comienzos de la década anterior tanto los sujetos como los mecanismos de exclusión han cambiado al mismo ritmo y en la misma medida en que se transformaba la sociedad. En contraposición a ello, proponen partir de las nuevas situaciones concretas, observables sobre el terreno, y de la visión de los propios protagonistas para redefinir más ajustadamente los actuales fenómenos de exclusión, teniendo en cuenta 1) que los mecanismos excluyentes a los que se enfrentan los inmigrantes hoy en Europa pueden ser comparables a los que existían antaño (o que existen aún) con respecto a sectores de la población nativa; 2) que por consiguiente no puede considerarse a los inmigrantes como una población situada "fuera" de la sociedad europea, sino como parte componente de la misma, y 3) que las lógicas de exclusión son redefinidas de manera permanente por los intereses contradictorios de los distintos sectores de la población nativa y de la administración estatal15. A modo de epilogo Como se ha dicho antes, la investigación americanista que se realiza actualmente en el Centro de Estudios Históricos del CSIC -algunas de cuyas líneas más renovadoras he querido presentar en breve panorámica- ha sido posible en 14
González, Elda Evangelina (1989): "Sao Paulo, metrópolis económica. El aporte inmigratorio español", en Peset, José Luis (coord.): Ciencia, Vida y Espacio en Iberoamérica, Madrid: CSIC, 615-634; Id. (1989): "Estructura ocupacional de los gallegos en la ciudad de Sao Paulo", en Revista de Comisión Galega do Quinto Centenario (La Corufta) 5, 56-68; Id. (1991): Brasil: café e inmigración. Los españoles de Sao Paulo, Madrid: CEDEAL; Id. (1996): "Españoles en Iberoamérica e iberoamericanos en España: cara y cruz de un fenómeno", en González, Elda Evangelina (comp.): La inmigración en la España de los 90, número monográfico de Arbor 607, 15-34; Id.: "Latinoamericanos en España: el viaje de ida y vuelta", en Giobellina Brumana, Fernando (comp.): Universidad)/ Sociedad: cuestiones de inmigración, Cádiz: Universidad de Cádiz (en prensa). 15 Esta propuesta corresponde a un amplio proyecto de investigación, recién comenzado, que reúne a investigadores del Consejo Superior de Investigaciones Científicas y de varias universidades, bajo el título "Perfil de la integración y exclusión de grupos migrantes en la Unión Europea", y al proyecto de la red ALFA, DGI (ALR/B7-3011/94.04-1127), en el que participan diversas instituciones europeas y latinoamericanas.
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gran parte debido a la puesta en marcha, a partir de 1985, de Programas Movilizadores que implicaron la canalización hacia este ámbito de la investigación de recursos humanos y financieros. Dos circunstancias se conjugaron para que ello fuera posible. En primer lugar una de orden general, que afectó positivamente a todos los ámbitos de la investigación: el especial aprovechamiento que hizo el CSIC de los programas de formación de jóvenes investigadores puestos en funcionamiento por la administración española durante la última docena de años; programas que implicaron la dotación de un número muy considerable de becas pre y postdoctorales, en España y en el extranjero, en todas las áreas del saber científico. En segundo lugar, una circunstancia de carácter específico: el Quinto Centenario del Descubrimiento de América, que durante los años previos a 1992 convirtió a los estudios americanistas en una línea prioritaria del Plan Nacional de Investigación y Desarrollo. Esta última circunstancia desapareció con la propia celebración del evento. Con posterioridad a él, y siguiendo el camino marcado por muchos otros países del ámbito occidental, América Latina se ha desvanecido como ámbito de interés estratégico y prioritario. Pero mucho más seria por sus repercusiones institucionales y humanas es la evolución que ha seguido la política de formación de jóvenes investigadores. En efecto: esa política -de la que, como tantos otros, se benefició la autora de este trabajo- tuvo como consecuencia el surgimiento en España, por primera vez, de una interesante masa crítica en el ámbito de la investigación. Pero, lamentablemente, los programas de formación no han tenido su lógica continuidad en una política de empleo flexible que permita maximizar el aprovechamiento de esos recursos humanos ya formados, dado que el tradicional sistema de fimcionarización, por su característica ausencia de flexibilidad y competitividad, no parece capaz de asimilar y captar un porcentaje satisfactorio de esos elementos; imprescindibles, por otra parte, si se pretende consolidar la investigación científica en España. Hubo un primer y loable intento -remontable a la segunda mitad de 1992por abrir una vía distinta de la fúncionarial a la profesionalización de la investigación científica, mediante contratos laborales vinculados a proyectos de investigación. Pero esa voluntad inicial se ha ido desvaneciendo a causa de problemas de financiación y de regulación administrativa, que han terminado por transformar esos contratos en auténticas "becas" de un máximo de tres años de duración no renovables. Por añadidura, la ausencia que ello implica de
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salidas laborales satisfactorias para muchos de los investigadores formados en los últimos años, ha tenido una segunda consecuencia cuya gravedad sólo podrá aquilatarse a medio y largo plazo. Porque para impedir la proliferación de estos casos en el futuro, se ha recurrido a una reducción palpable de los fondos públicos destinados a la formación de nuevos investigadores, lo que implica un inevitable freno a las tendencias renovadoras que tanto se han hecho sentir en la investigación española en los últimos años. Esta situación, que afecta a todas las áreas de la investigación científica, es particularmente crítica en el caso de las Humanidades. De hecho, de los autores citados en las páginas anteriores, aproximadamente un cincuenta por ciento se encuentra en una situación laboral de extrema precariedad. La posibilidad de que las líneas de investigación por ellos abiertas tengan continuidad es, hoy por hoy, una incógnita. Como lo es también, que el impulso que abrió la investigación americanista en el Centro de Estudios Históricos a nuevas ideas y metodologías, pueda mantenerse en el futuro.
De la enseñanza a la investigación americanista en Francia Christoph Singler
(Besançon)
En estos últimos años, han visto la luz varias panorámicas de la investigación americanista francesa, incluyendo la literatura hispanoamericana (en Francia, la enseñanza ignora la "latinoamericanística" de tipo alemán). El americanismo francés se está abriendo mucho a los países europeos, sobre todo en el terreno de la colección de información y documentación científica1; hay que decir, sin embargo, que los mayores esfuerzos se están haciendo en ciencias sociales. Mi cometido será sumamente pedestre: quisiera observar, en una primera parte, la práctica de la enseñanza en Francia, los objetivos que se persiguen y los métodos que se aplican. Dicho sea de paso que frente a las sinopsis de un sector determinado uno nunca sabe del todo si es la teoría que desmiente la experiencia del terreno o si es al revés. No está demás, pues, establecer el contrapunteo entre el fino tabaco de la investigación literaria y la sudorosa zafra que representa en los tiempos que corren la enseñanza universitaria en Francia2. La primera pregunta que orienta las observaciones que siguen es ¿hastá qué punto la docencia implica ya cierta preparación del alumno a los métodos -al tipo de reflexión- propios de la investigación? Después de un rápido vistazo al marco global de la enseñanza francesa, me asomaré pues a ese umbral que une, o separa, los estudios de la investigación, esto es, el nivel de maestría y el año 1
Baudot 1991; Chonchol 1992; Leenhardt 1992; Société des Hispanistes Français 1991. No está de más citar los esfuerzos realizados con ocasión del Quinto Centenario: el catálogo y el CD-ROM que contienen las tesis francesas dedicadas a América Latina en los últimos veinte aftos. A nivel europeo cabe señalar el coloquio organizado en enero de 1992 en Granada sobre "el estado actual de los estudios latinoamericanistas". 2
Debo aclarar que asumo totalmente la subjetividad de mi análisis, porque no creo que invalide su alcance "científico". Hasta cierto punto, mi mirada queda exterior, ya que actúo dentro del "campo académico" francés sin haber cursado los estudios de 1° y 2° ciclos en este país, lo cual me permite observar aspectos que los colegas que han crecido dentro del sistema sabrán tal vez pero que por consabidos ya no surgen a la superficie. Por otro lado, un análisis a base de las vivencias (que influyen necesariamente en la toma de iniciativas y decisiones) que pueda tener un actor por modesto que sea su nivel jerárquico -quizás precisamente por ello- posiblemente da cuenta de ciertas realidades que ninguna estadística logra captar
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que precede a la elaboración de la tesis de doctorado, año del llamado DEA (diploma de estudios profundizados) durante el cual se elabora la metodología y afína la temática de la tesis. Terminaré con las expectativas actuales de la reflexión literaria, poco prometedoras en letras americanas: la distancia que media entre enseñanza e investigación va aumentando; ésta se ve cada vez más aquejada de una pluridisciplinahedad dentro de la cual sus interrogantes le vienen dictadas por las ciencias sociales, mientras que la enseñanza literaria sigue ajena a los planteamientos teóricos que exige tal coyuntura. Marco global de la enseñanza En el sistema francés, en contraste con la formación en Alemania, por ejemplo, las letras hispanoamericanas de suyo forman parte del currículo obligatorio del futuro hispanista. No hay sección hispanista que no imparta cursos de literatura americana. Dicho de otra manera, ningún alumno se nos escapa. De paso sea dicho que la civilización (intento de síntesis entre ciencias sociales e historia cultural, según Mauro 1991:242), en un afán de abrir la enseñanza a la pluridisciplinahedad, ocupa cada vez más horas. Existe pues una preocupación de reservar a las Américas una proporción razonable dentro de los estudios hispanísticos. Prueba de esta integración lograda, el CAPES y la "Agregación", los concursos nacionales que dan acceso a la enseñanza segundaria, contienen siempre un tema americano; o sea que los estudios americanos son partícipes en el esfuerzo por la reproducción del cuerpo docente de la nación. Lo cual supone que nuestra docencia descansa sobre los ejercicios de rigor en estos concursos, que son: traducción y traducción inversa; explicación de texto y comentario (ambos ejercicios abordando la armazón formal de la obra tratada); hace unos pocos años fue introducido el análisis de documentos iconográficos y cinematográficos. Last but not least, ya que corona el todo, la célebre disertación, desde tiempos inmemoriales el ejercicio más temido. Los conocimientos lingüísticos, históricos y literarios del estudiante deben lucir dentro de estos moldes. La suma de los ejercicios referidos conforma el objetivo de la formación. La gran ventaja que ofrece este modelo es que arranca las Américas a las veleidades del exotismo. Segundo, no es de olvidar que se registran apreciables progresos en el dominio de la lengua, y que los alumnos se van familiarizando
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con el español de América 3 . Último aspecto positivo: los ejercicios de "explicación" y de "comentario" exigen una preparación metódica y racional en la interpretación de los textos propuestos. Por otro lado, la perspectiva del concurso limita el tipo de reflexión y de preparación: el alumnado se destina a la enseñanza - de ningún modo a la investigación. Por cierto, el candidato a oposiciones debe haber realizado una tesina de maestría como requisito para su admisión al concurso de la Agregación. Sin embargo, esta función pone en entredicho el alcance científico de la tesina. A este respecto, se oyen a menudo quejas de los profesores de que enseñan muy contadas veces una temática relacionada con su investigación y muchos echan la culpa a la tiranía que ejerce el programa de Agregación. Entre americanistas, puede afirmarse que existe cierto potencial de protesta, aunque nunca abierta, por la simple razón de que en sus filas cuentan con muchos profesores inmigrantes, exilados en su mayoría. Generalmente poseen una excelente formación teórica, pero el deseo que tienen de aplicarla queda poco menos que en ayunas. De ahí que se sientan algo incómodos dentro del reducido espectro de métodos posibles. Puede que este dato explique el reparto de las asignaturas: muchos americanistas, oriundos de otras latitudes, ceden a sus colegas hispanistas las asignaturas "con más responsabilidad" tales como los distintos tipos de traducción sobre todo, en particular en los años de licenciatura y de maestría. Si es válido el argumento tantas veces esgrimido de que la traducción puede ser una manera sui generis de estudiar un texto literario, es de lamentar la ausencia de americanistas en esta asignatura: los ejercicios propuestos se reparten entre Siglo de oro y literatura española moderna y contemporánea. Sea como fuere, traducción (que no estimula sólo la práctica del idioma), comentario y explicación (que a su vez pone enjuego los conocimientos lin3
En la Universidad de Toulouse, ejemplo al que me referiré más adelante, en 2° año generalmente se dan varias sesiones sobre el español americano, haciendo hincapié en las particuladidades nacionales y regionales. Sin embargo, la docencia lingüística propiamente dicha no lo incluye. Toulouse es ejemplo algo excéntrico, en la medida en que existe aquí uno de los centros de investigación y formación hispanistas y americanistas más importantes de Francia, con cerca de 2.000 alumnos y más de 60 profesores, de los cuales unos 15 americanistas. La tradición americanista remonta a 1963, acaso antes, cuando se fundó Caravelle, revista que en sus inicios incluía la hispanística y estudios lusitanos. - Respecto al organigrama, la sección hispanoamericana forma parte de una entidad llamada UFR (Unidad de formación y de investigación) de Estudios hispánicos e hispanoamericanos, encabezada por un consejo común entre los responsables de las secciones española e hispanoamericana. El director es elegido en asamblea general.
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güísticos del estudiante) forman un solo "bloque", cuyo meollo constituye el análisis y la interpretación de un texto según las reglas formales que se desprenden de su composición - no cabe aquí una mirada exterior. Si bien ocupan cada vez más espacio dentro de este territorio cerrado los conceptos y categorías del llamado análisis textual, especie de filtro pedagógico por el que transitan ingredientes de la narratología, de Genette sobre todo, y de la semiología, desde luego éstos no han modificado el esquema tradicional: su predominio actual se debe a que han demostrado su utilidad en los ejercicios de rigor. A su vez, la disertación invita al estudiante a que desarrolle consideraciones más amplias acerca de una obra determinada, pero éstas deben apoyarse en los métodos de un análisis formal que no admite sino "efectos de significado". Puesto que el mundo cerrado del texto no autoriza a reflexiones de orden general, la disertación resulta siendo sumamente arriesgada. La Investigación a) La tesina. No es sino a nivel de la maestría que el investigador en ciernes se ve enfrentado con la reflexión propiamente teórica y metodológica. Dadas las circunstancias esbozadas arriba, a nadie le debería extrañar, y de hecho a nadie le sorprende el que el alumno en maestría lo primero que tiene que aprender sea establecer una bibliografía. Por cierto la ignorancia en lo que respecta a la metodología propia de una investigación es fácil subsanarla merced a una serie de cursillos sobre el manejo de las herramientas informáticas disponibles en las facultades, la búsqueda informatizada de documentación, y el conocimiento de los archivos y las fuentes, etc. Sin embargo, lo que generalmente no se ve es que la metodología no es, o no debería ser, sino la consecuencia del tipo de interrogantes que se plantea el aprendiz investigador, interrogantes a su vez determinadas por una posición teórica determinada. La ignorancia de la teoría literaria y de su historia es corolario de la formación para la secundaria. Las teorías llegan diluidas por razones pedagógicas -otro procedimiento supondría perturbar al alumno- de manera que éste en la práctica no tiene acceso a los textos teóricos, a no ser que se apasione él mismo por esta rama. Raras veces un estudiante se acerca a más de una teoría: narratología, estilística, pragmática textual, semiología, aquí y acullá un deje de sociocrítica, son las que mejor se conocen o más se aplican; la teoría de la recepción, la hermenéutica, genética textual etc., son inexistentes, por no ser explotables dentro de los moldes que imponen los ejercicios tradicionales. Más de un estudiante en doctorado apenas
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a nivel de DEA descubre a los formalistas rusos, verbigracia, y esto no en clase, se entiende. La ensayística, historia de las ideas u otras temáticas que no aparecen en ninguna parte de la formación, corren la misma suerte. A la teoría o enseñanza de la historia de las teorías, la sustituye pues la "metodología" y la erudición - si no el eclecticismo y el empirismo a secas. Todo lo cual hace pensar que el diploma de maestría no es sino un paso en la preparación a oposiciones. La falta de orientación del alumno a menudo lo revela el fascículo que presenta el programa de 4 o año: "ideas de proyecto... las puede proponer cada profesor de la sección". Aquí podemos abrir un paréntesis: los dos centros americanistas más importantes de Francia, París y Toulouse, proponen ambos un 2 o ciclo pluridisciplinario. Pero mientras que el modelo parisino parece conservar su atractivo, en Toulouse la existencia de esta formación está amenazada, a los 20 años de ser creada. El CIELA y el DUELA 4 respectivamente conducen a la licenciatura y el diploma de maestría. Al lado de las asignaturas obligatorias, el alumno debe asistir a una serie de asignaturas opcionales, en nuestro caso a cargo del IPEALT (Instituto Pluridisciplinario de Estudios sobre América Latina en Toulouse) - creado oficialmente a principios de los años 80 (hace poco pues). La fundación de este instituto no se debe únicamente a los profesores de letras, sino al esfuerzo por federar los estudios y la investigación americanistas que se estaban llevando a cabo en distintas disciplinas enseñadas en la Universidad (esencialmente geografía e historia). Aquí se trata de asignaturas que completan el programa para especialistas de literatura: lenguas indígenas (maya, nahuatl y guaraní), y cursos sobre "sociedades y literaturas... culturas y sociedades hispanoamericanas". Se exigen un total de 8 asignaturas, repartidas entre historia, geografía y letras; en su mayoría son "introducciones" (a la lengua y civilización hispanoamericanas, las distintas lenguas indoamericanas ya mencionadas, pero versan también sobre Estado y poder en América del Sur, historia y geografía del Brasil, estudios rurales, historia contemporánea o historia colonial de América Latina, cursos a cargo de historiadores y geógrafos). Para obtener
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CIELA: certificat interdisciplinaire d'études sur l'Amérique latine; DUELA: diplome universitaire d'études sur l'Amérique latine. En el IHEAL (Institut des Hautes Etudes de l'Amérique Latine) de Paris, el diploma de maestria se denomina DES AL, diploma ya de especialización que prepara directamente al D E A (opciones disciplinarias: antropología, economía, historia, demografía, geografía y urbanismo, literatura, ciencias políticas, sociología).
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el DUELA, se puede elaborar una tesina dentro de un abanico temático muy amplio, desde lingüística hasta antropología. En cuanto al Brasil, aun dentro de los estudios especializados de CIELA/DUELA, se imparte un solo curso de iniciación al portugués, mientras que existen tres niveles de "civilización brasileña"; de hecho, la literatura brasileña no forma parte del currículo, desgraciadamente (al igual que en el IHEAL parisino). Pesa sobre la existencia de este diploma en Toulouse su institucionalización precaria. Si bien se trata de un diploma otorgado por la Universidad de Toulouse-Le Mirail, se considera complemento de la formación clásica, y por lo tanto no puede estudiarse por separado, a diferencia del diploma parisino, el DESAL. Cabe insistir en que cuando se creó el diploma, éste le fue concedido al IPEALT con la condición de que no necesitase de un presupuesto adicional para la enseñanza (las horas impartidas en estos ciclos se consideran parte de la docencia de los departamentos respectivos). Por consiguiente, en contraste con, por ejemplo, el Instituto de Estudios Latinoamericanos de Berlín (LAI), el IPEALT no tiene un cuerpo docente estable ni el diploma que otorga es válido de suyo. La formación que propone, si bien constituye una formación específica que podría preparar a la carrera científica, en la práctica no hace más que completar los estudios universitarios tradicionales. b) La tesis de doctorado. Ello se comprueba al analizar el público que cursa estudios de posgrado en el IPEALT. CIELA y DUELA deberían constituir un vivero de íuturos investigadores, ya que el grueso de la enseñanza del IPEALT se imparte aquí. Sin embargo, una de las sorpresas es que gran parte de los estudiantes del doctorado americanista no vienen de la casa sino del extranjero, en su mayoría de América Latina. Decir que el objetivo principal del estudiante es la docencia en secundaria no me parece suficiente. Una de las razones que quizás explica la casi deserción de los estudios de literatura a este nivel es que el alumno en trance de pasar de la tesina a la tesis tropieza con un problema institucional. De hecho, los institutos habilitados para impartir cursos de DEA deben integrar a los alumnos a los llamados "équipes d'accueil" (equipos de iniciación). Ahora bien, aunque el IPEALT se ha constituido en escuela de formación de postgrado, no posee tal equipo de investigación: en el caso tolosano, estos equipos dependen del GRAL (Groupe de Recherches sur l'Amérique latine) con el que colabora, que a su vez depende del CNRS. Separar la formación doctoral de la participación activa en los equipos de investigación
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plantea un grave problema para nuestros literatos. El caso es que en este centro son la historia, la sociología, la geografía y otras disciplinas anejas las que llevan la voz cantante. Aunque incorporarse a un equipo de investigación supone acceder al GRAL, ¡allí no existe realmente equipo de investigación literaria capaz de acoger a los doctorandos! Hasta mediados de 1994, de hecho sólo funcionaba un grupo de tres investigadores, que tienen en su haber un volumen ya publicado sobre la literatura anarquista del Cono Sur (Andreu / Fraysse / Golluscio de Montoya 1990) - número bastante reducido si se piensa que la sección americana del departamento hispanista cuenta con 15 especialistas. El grueso de los candidatos, como es de suponerse, no quiere necesariamente estudiar esta temática, por interesante que sea - tanto más cuanto que el equipo está por concluir sus trabajos. Otros ejes de investigación ("literatura y representaciones contemporáneas") parecen estar paralizados hace ya años. Veamos el porqué de esta penuria literaria - que no hace más que reflejar la situación que se da a nivel nacional. Posición de las letras americanas ante las ciencias sociales De hecho, actualmente en Francia cabe elegir entre Scila y Caribdis: Del lado de Scila, dentro del complejo de ciencias humanas y sociales, y globalmente de los estudios americanistas en Francia, la literatura cada vez más aparece como terreno privilegiado para ilustrar el proceso cultural, entre muchas otras actividades como pueden ser el boxeo, el cultivo de rosas en la burguesía hondureña del siglo XIX o estudios de la prensa (la semejanza de estos ejemplos ficticios con la realidad no es accidental), pero la literatura como tal termina siendo un apéndice, en el fondo, innecesario. Esta situación demuestra el creciente desamparo de los literatos ante la vigorosa evolución de las ciencias humanas y sociales dentro de los estudios americanistas. Frédéric Mauro señaló ya en 1988 que en Francia el fenómeno de que los literatos americanistas se conviertan a la historia, es más frecuente que el proceso inverso (de hecho es un sentido único)5.
Mauro (1991:242-244) cita los casos de Alain Rouquié, Andrée Mansuy de Diniz Silva, entre otros. Permítaseme una anécdota al respecto: hace un año se propuso a un historiador que escribiera la reseña de un libro sobre novela histórica. Al poco tiempo éste lo devolvió diciendo que ya el autor había cumplido con la tarea que él se había reservado: demostrar la tentación mitológica vigente en este tipo de obras. Su razonamiento demuestra que hay actualmente un como malentendido entre ciencias sociales y literatura. Se nos reserva una especie de cancha para los juegos de lo imaginario en los cuales los representantes de las 5
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De ahí que la literatura, al menos a nivel de los grupos de investigación del CNRS llamados "interdisciplinarios"6, esté en estado de postración, o casi, y sin rumbo preciso; los ejes de investigación están sin renovar, no solamente a falta de jóvenes (no hay aliciente en forma de becas para literatos), sino sobre todo a resultas de un problema de legitimación general, que parece que se resuelve supeditándola a la utilidad que pueda llegar a tener para las ciencias sociales. Precisemos, siempre a base del ejemplo del GRAL: dentro de sus siete ejes de investigación, fiiera del caso de las investigaciones propiamente literarias ya mencionadas, en varias ocasiones se hace alusión a la literatura: verbigracia, el programa sobre "sociedades estatales en la Mesoamérica prehispánica y colonial" prevé el estudio de "un importante conjunto de textos poco conocidos de índole iconoclasta y satírica", tanto en nahuatl como en español, con el fin de demostrar procesos marginales del mestizaje que surgen en la evolución del estado prehispánico al estado colonial. A su vez, los nuevos proyectos de investigación sobre literatura folletinesca y poesía popular que se están barajando actualmente, sin hablar de cierta tendencia a estudiar la prensa, se prestan todos a ser subsumidos en estudios sociales, como expresiones del imaginario colectivo. La conversión de Caravelle, revista pluridisciplinaria en la que antaño a la literatura le cupo un lugar destacado, a las ciencias sociales, parece en vías de concretarse: en su no. 62, número monográfico dedicado al café, la literatura no tiene en puridad otro papel que el de reflejar "la cultura del café". El reparto de las funciones aparece claramente: sin hablar de su utilización como fuente directa para la historia de las mentalidades (como reflejo de "representaciones colectivas") cuando más, la literatura permite elaborar y ofrecer a la investigación historicista una serie de instrumentos formales. Se me objetará que así las cosas, la madurez de los estudios de literatura queda fiiera de dudas, pues por fin salen de su ghetto para hacerse útiles en ámbitos más "importantes". Cabe ver más bien el reverso de la medalla: ya no logran encontrar su razón de ser en su objeto mismo, el texto literario.
ciencias sociales asumen el papel del àrbitro, algo divertido ante los frivolos desvarios artísticos. 6
Excepción que confirma la regla, el equipo de investigación en letras latinoamericanas de la Universidad de Poitiers acaba de incorporase al CNRS; equipo desde siempre con enfoque interdisciplinario y con gran participación de brasilianistas.
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Por otro lado, el de Caribdis, el estudio de textos literarios, a pesar de sus aires científicos, no pasa de ser, cada vez más, el brazo prolongado de la Agregación. En estos últimos años cunde el ejemplo de revistas hispanistas o americanistas que publican números especiales dedicados al tema de Agregación del año, o bien se organizan coloquios de preferencia sobre estos temas, ya que las publicaciones que originan pueden contar con un público cautivo, esto es, el mercado de los candidatos a oposiciones. Mucha publicación se gasta entonces en la interpretación de algún poema, cuento, etc. que podría aparecer en las pruebas del concurso. Y casi me atrevo a decir que hasta los libros sobre la literatura americana publicados últimamente en gran parte deben su existencia al hecho de que su temática puede vincularse al programa del año. Por cierto, tal marco exige gran rigor y esmero respecto a la interpretación. Pero en su mayoría no llegan a modificar sustancialmente la perspectiva teórica: ya que los programas cambian cada dos años, a veces cada año, es imposible hacer una investigación a fondo7. Esta dependencia trae consigo que la investigación queda relegada a lo que en las ciencias "duras" se llama investigación aplicada. Ya que estas publicaciones garantizan cierta supervivencia por precaria que sea, resulta menos paradójico el hecho de que la enseñanza en letras americanas siga sin reflejar las dificultades que le vienen del predominio de las ciencias sociales. Mientras la "civilización" va ganando terreno en Agregación (donde, este año de 1995/96, el tema americano versa precisamente sobre los cronistas del siglo XVI) -y por ende, en todo el currículo-, el "análisis textual" continúa reforzando su territorio ganado en áspera lucha contra las tendencias sociocríticas introducidas por la generación de los años 60 (Mauro 1991:242-244). Lejana parece ya aquella época en que se inició la colaboración con las ciencias sociales, que tuvo su repercusión en la enseñanza. Queda hoy día, triunfante, el neopositivismo literario del análisis textual. Desentendiéndose rotundamente de todo nexo mecanicista entre historia y literatura, echa mano, en cambio, no sólo de la lingüística, sino también, aunque vagamente y sin tomar en cuenta su dimensión histórica, de la mitología y antropología estructuralis-
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Por cierto, aparecen también en tales ocasiones textos escritos por especialistas reconocidos en tal materia - frecuentemente, no siempre, han participado en la elaboración del programa. Sus obras, se entiende, figuran en la lista de lecturas aconsejadas, publicada junto con el programa en el Boletín Oficial del Ministerio de Educación.
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tas. De ahí su longevidad dentro del sistema de la enseñanza universitaria, apuntalando al fin y al cabo el aislamiento de las letras8. Enfrentado a las dos materias, el alumno no encuentra apoyo si quiere hacerse, bien que mal, una idea de las relaciones posibles entre historia y arte. Claro está que el análisis de una obra determinada debe poner a prueba los planteamientos teóricos con que ésta se enfoca, y no está demás recordar que las interpretaciones, a ejemplo de las obras artísticas, se logran no gracias a la teoría, sino a pesar de ella. Ello no quiere decir que haya de evitarse el "adoctrinamiento". Simplemente, conste que para afinar, rectificar o rechazar un teorema, es preciso que exista y que esté reconocido como tal. El abogar por el análisis de un texto sin presupuesto teórico alguno supone a su vez otra doctrina aunque no haya salido del subconsciente ni esté formulada. Huelga decir que el análisis textual no puede hacer las veces de una hipótesis de trabajo: aunque cosecha tardía de la narratología, no se da a conocer como tal, reivindicando sólo su status de "método". Más allá del debate sobre la teoría literaria adecuada, cabe reconocer que en América Latina, a diferencia de la evolución en Europa, la autonomía del campo artístico según la acepción que propone Bourdieu nunca ha tenido estabilidad en el devenir histórico, por lo menos en cuanto a su legitimación e institucionalización social. Por ello se dio muy pronto en letras hispanoamericanas la extensión de los estudios a lo que en otras áreas se llamara géneros menores; por ello la necesidad de tomar en cuenta otras consideraciones que no sean propiamente "artísticas" - artísticas según criterios europeos. Debe considerarse como tarea de la enseñanza en letras americanas -no en civilización- el facilitar al alumno el acceso a un campo artístico mucho más precario que el europeo y por ello en constante osmosis con los procesos históricos; sólo así éste se percatará de los rasgos que conforman la especificidad de esta literatura. Sin embargo, como se ha visto, la concepción "interdisciplinaria" tal como se da en Francia, en la mayoría de los casos entraña la subordinación de las letras a las ciencias sociales. Debemos precavernos de la generosidad del historiador cuando Frédéric Mauro en su brillante síntesis la describe como sigue:
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Pierre Bourdieu (1992:274-275) apunta que las "versiones modernizadas de la célebre 'explicación de textos' se deben al aggiornamento estructuralista".
89 Dans le domaine ibéro-américain la limite est donc très difficile à tracer entre ce qui est proprement travail historique et ce qui ne l'est pas [o sea historia literaria]. D'une certaine façon, c'est, très vite, une réussite de l'interdisciplinarité (Mauro 1991:244).
Mauro señala que, a raíz del auge de la Escuela de los Annales en la historiografía americanista francesa, la historia literaria pronto entró a formar parte de la llamada "historia cultural". He aquí la posición que en Francia se ha dado tempranamente en el área de las letras americanas. No fue poco mérito el abrir los estudios literarios a las disciplinas históricas, precisamente a la luz de los riesgos que ello suponía. Pero, según Michel Vovelle, uno de los grandes historiadores que han iniciado el estudio de las mentalidades, disciplina en cuyo nombre se nos está ahora "colonizando", la historia de la literatura ¿no ha estado siempre abierta a la interdisciplinariedad? (Vovelle 1992:50) Baste con citar la teoría de la recepción - que poco o ningún eco tuvo en el americanismo literario en Francia. El querer subsumir la literatura en la "ciencia cultural", reduciéndola a una forma de "representación" del imaginario social hace temer que se vaya olvidando lo que caracteriza el texto artístico o debería caracterizarlo: su extraterritorialidad. Una vez más, por retrógrado que parezca, hace falta romper lanzas por la historia de las ideas - historia de las concepciones estéticas que encarnan en los textos, y de las ideas que nacen a partir de ellos. El mejor argumento nos lo propicia, irónicamente, Michel Vovelle al afirmar que el arte y la literatura ocupan una franja límite entre mentalidad e historia de las ideas, franja en que se establece una "dialéctica ambigua entre la unicidad [de la literatura] y lo colectivo", basada en la "autonomía si no total, al menos parcial de la expresión literaria" (ibid.:52). Si amputamos a la literatura éste su aspecto "único", a la vez perdemos de vista la dialéctica esencial entre el arte y la sociedad, y el diálogo con la historia, indispensable, se volverá monólogo de ésta por suicidio del interlocutor que Vovelle estima necesario para el quehacer del historiador.
Bibliografía y documentos utilizados Alizés; Revue d'information latino-américaniste (años 1993-1994). GDR 26 - CNRS y AFFSSAL, difusión GDR 26, Universidad de Toulouse-Le Mirail, nos. 13-17. Andreu, Jean / Fraysse, Maurice / Golluscio de Montoya, Eva (1990): Anarkos; Literaturas libertarias de América de! Sur 1900, Buenos Aires: Ed. Corregidor.
90 Baudot, Georges (coord.) (1991): L'Amérique Latine: Vingt-cinq ans de bouleversements. 1963-1988, Paris: Ed. du CNRS. Bourdieu, Pierre (1992): Les règles de /' art; Genèse et structure du champ littéraire, Paris: Seuil. Chonchol, Jacques / Martinière Guy (1985): L'Amérique latine et le latino-américanisme en France, Paris: L'Harmattan. Leenhardt, Jacques / Kalfon Pierre (1992): Les Amériques latines en France, Paris: Gallimard. Mauro, Frédéric (1991): "25 ans d'études historiques françaises sur l'Amérique latine", en Baudot, Georges (coord.): L'Amérique Latine: Vingt-cinq ans de bouleversements. 1963-1988, Paris: Ed. du CNRS, 241-258. Programas y curriculos de varias universidades francesas Société des Hispanistes Français (1991): Hispanisme Français et Recherche. Production, évaluation, diffusion (II Journées d'Etudes, Paris 1990), Paris: S H F. Vovelle, Michel (1992): Idéologies et mentalités, Paris: Gallimard.
El Río de la Plata y el Brasil en la investigación y la docencia superior de Francia. Algunos problemas de la Historia Contemporánea Carmen de Sierra (París)
Nuestra experiencia latinoamericanista -además del origen latinoamericano- en la docencia y la investigación superior en Francia al correr de los años 80 y 90, nos ha permitido desarrollar algunas reflexiones acerca de la dimensión y los alcances de los estudios sobre la región del Cono Sur, el Río de la Plata y el Brasil; región en la cual nuestra tarea profesional y atención intelectual se han centrado especialmente. En este dominio, hemos comprobado hasta qué punto este tema está relacionado no sólo con los programas universitarios y de investigación superior en el campo de la historia, sino también con los fenómenos determinantes de las relaciones internacionales y diplomáticas de Francia con la región en el siglo XX. Las relaciones culturales privilegiadas de Francia, el Cono Sur y Brasil antes de la Segunda Guerra Mundial Numerosos trabajos de historiadores franceses confirman la importancia capital de la cultura francesa -observada ya por historiadores latinoamericanos- durante las tres primeras décadas del siglo XX en América del Sur, que prolonga las influencias existentes desde la segunda mitad del siglo XIX. Pero dentro de esta región se destaca muy especialmente el papel desempeñado por esta cultura en países como Argentina, Brasil, Chile y Uruguay. En un artículo del historiador francés Saint Geours (1977), se estudia el periodo del fin de la Primera Guerra Mundial, visto a través de dos importantes diarios argentinos, La Nación y La Prensa, que representan fundamentalmente a los sectores de clases altas y cultivadas del país. Observa cómo en esos diarios, de estructuras y funcionamientos totalmente modernos, se sigue de forma apasionada toda la información que llega de Europa, a través de las grandes agencias internacionales de información occidental, de Inglaterra, Estados Unidos y Francia, así como los comentarios y transcripciones de artículos de las prensas anglo-sajonas, francesas e italianas. Se hace notar la fuerte identificación de esta prensa argentina con la victoria aliada, la que se identifica
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con la victoria de la civilización que va a permitir [...] réaliser une Europe des nations, organisée démocratiquement [...] Autant l'Allemagne est dépréciée et condamnée, autant la France est élevée aux nues et idéalisée [...] Aussi, la France est-elle considérée comme une nation diverse, qui s'adapte facilement aux situations nouvelles, mais reste toujours ferme dans sa volonté de défendre ses idéaux de justice et d'assumer une sorte de mission à la face du monde (Saint Geours 1977:145/147).
En esta representación de Europa de los argentinos de las clases cultivadas, hay un reconocimiento también frente a Italia, generosa, idealista y valiente, frente a Inglaterra, digna y calma; mas nada puede igualar la grandeza de Francia. Pero como observa este historiador, las profundas transformaciones sociales que se han producido en Argentina, desde fines del siglo XIX, con los fenómenos inmigratorios, la movilidad ascendente de las diferentes capas medias -menos refinadas, menos preocupadas por una sociedad cultivada a la imagen de Europa- encontraron su expresión en el movimiento político del radicalismo, que lleva a la presidencia de la República a Hipólito Yrigoyen en 1916. Su gobierno, que mantiene con esfuerzo una política de neutralidad ante el conflicto internacional del Viejo Continente, sucumbe en 1930 ante el primer golpe de estado militar de la Argentina del siglo XX. La conclusión a la que llega el historiador sobre esta mutación de fuerzas es que [. . .] cette évolution est inévitable, car l'attitude de l'oligarchie cultivée de Buenos-Aires dont 'La Nación' et 'La Prensa' se faisaient souvent les interprètes, est anachronique au moment où les Etats-Unis assurent leur domination mondiale dans tous les domaines. En effet, l'Europe, diminuée, ne peut assurer le rôle planétaire qu'elle détenait avant le conflit. Sa puissance économique, mais aussi son éclat intellectuel, ne [!] sont affaiblis. Après la guerre, le message de l'Europe ne peut plus être, comme au XIX™e siècle, universel. Englouti dans ses querelles d'intérêts, dans ses luttes intestines, le Vieux Continent n'a montré au monde que barbarie, cruauté et mort. Le traité de Versailles, règlement provisoire d'une lutte acharnée, confirme l'impression que l'Europe a cessé d'être le modèle vers lequel se tournent les peuples (ibid. : 151).
En realidad, este análisis realista y autocrítico de la imagen de Europa después de esta primera gran contienda bélica (1914-1918) que prepara en parte la segunda (1939-1945), en relación a América Latina, no es común en los escasos historiadores franceses que trabajan sobre la primera etapa de la época contemporánea del continente. También se podría pensar que si bien la Primera Guerra debilita la influencia de Europa y de Francia, en el Cono Sur y el Brasil, su influencia es aún importante hasta el fin de la Segunda Guerra, desde el punto de vista económico y también cultural.
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Pero es cierto también que en los años de entre-guerras, Francia en su política exterior realiza un esíuerzo de importancia en el mantenimiento y expansión cultural, sobre todo en los países de América del Sur; especialmente en los países del Cono Sur y Brasil, que se muestran en la época como los más abiertos y aptos a ese diálogo intercultural. El historiador Matthieu (1990), considera que en general se desconoce en las investigaciones históricas, los Archives du Quai d 'Orsay relativos a la documentación del Service des Oeuvres Françaises à l'Étranger en el periodo de entre-guerras. En este sentido, observa cómo la Alliance Française que había tenido ya un desarrollo a fines del siglo XIX en Argentina, en Chile y bajo otra estructura en Montevideo, se afirma en todas partes como el bastión de la "cause des Alliés", pero también como el interlocutor privilegiado e indispensable del trabajo cultural francés en América Latina, en el periodo posterior al fin de la guerra. Las Alliances Françaises de Buenos Aires, Sâo Paulo, Rio de Janeiro, Santiago de Chile y de Montevideo, se desarrollan desde 1916 y se afirman en los años 20 y 30. El autor observa que el éxito que tiene en la región del Sur, no se produce ni en Venezuela, Colombia, Ecuador, ni Bolivia, en la misma época. Por otra parte, la creación de los Lycées Français en países como Uruguay y Brasil, fue un enorme suceso en la misma etapa y sobre todo desde mediados de los años 30. En lo que tiene que ver con el dominio de la enseñanza superior, la Universidad de París había ya abierto el camino de las relaciones internacionales con América Latina en 1908 con la creación del Groupement des Universités et des Grandes Écoles de France, a través del esfuerzo determinante de figuras como Ernest Martinenche y Georges Dumas. Por otra parte hace notar Matthieu, que en el mismo sentido personalidades como Paul Doumer, Anatole France, Georges Clémenceau, Jean Jaurès y muchos otros, consolidaron a través de diversos viajes en el continente latinoamericano, el interés y los lazos diplomáticos y culturales fructíferos con la región. Pero la iniciativa sobre la cooperación universitaria retomará un nuevo impulso en 1922, con el Groupement des Universités a través del Institut de Paris à Buenos Aires bajo los auspicios de su presidente Martinenche, mientras que Georges Dumas, crea las bases del Institut Franco-Brésilien de Haute Culture en Rio de Janeiro y en otras capitales de la región. En 1934 logra la creación de una Mission Universitaire Française permanente en la ciudad de Sâo Paulo y al año siguiente en Río de Janeiro. Es indudable, tanto en Brasil, en Uruguay, como en Argentina, que la cultura francesa universitaria especializada -los sistemas de análisis metodoló-
94 gicos, teóricos y epistemológicos- ha tenido una gran influencia en la formación de los historiadores y científicos sociales de la región desde los años 30 y 40 y aún en el presente. Por otra parte, es cierto que las relaciones entre Brasil y Francia han sido privilegiadas porque son herederas de la etapa de "los pioneros de los años 30", cuando figuras de la categoría de Braudel, Bastide, LéviStrauss, Monbeig, trabajaron en Sâo Paulo y ayudaron a fundar y concebir la estructuración de la Facultad de Filosofía, Ciencias y Letras de la ciudad. Esta experiencia fundadora tendrá una importancia simbólica de gran significación para la clase intelectual brasileña; también para el Estado y los gobiernos que en las distintas etapas lo representan. Del lado francés, hace notar el historiador especialista de Brasil y del mundo lusitano, Guy Martinière: [. . .] «ce champ privilégié d'études» que constituait l'Amérique du Sud en 1929 selon la belle expression de Lucienne [!] Febvre, rencontrait dans le «laboratoire» brésilien son domaine de prédilection. Pour la première fois l'intérêt particulier que l'Amérique Latine avait éveillé en France, avait dépassé le cadre hispanophone traditionnel et les bases d'une politique de coopération universitaire et scientifique n'avaient pas été limitées à la seule exportation de produits naturels traditionnels. Cette découverte du Brésil par les chercheurs des années 1930 allait permettre l'éclosion d'une production des premiers travaux «brasilianistes» entre 1945 et 1960 (Martinière 1980:50).
Es necesario tener en cuenta también que cuando estas altas figuras mencionadas de las ciencias sociales francesas se instalan por períodos en Brasil en los años 30, llegan en un momento privilegiado de transformaciones culturales del país. Antonio Candido, hombre de letras y científico social reconocido, trata este proceso en un trabajo de 1983: "La Revolución de 1930 y la Cultura" (en Candido 1995); observa las transformaciones cuantitativas producidas en el campo de la cultura y del mundo intelectual brasileño en la época. Es para el autor al mismo tiempo la época de la unificación nacional de la cultura, a través de transformaciones estructurales del sistema educativo en todos los niveles, del desarrollo de la vida artística y literaria en gran escala y de la expansión creciente de los estudios históricos y sociales sobre el país. "Los años treinta fueron de compromiso político, religioso y social", dice Antonio Candido (en Candido 1995:274), marcado por un nuevo tipo de "conciencia social" consecuencia de la influencia de nuevas corrientes ideológicas y filosóficas (catolicismo progresista, "integralismo" diferentes corrientes del marxismo e influencias del "realismo socialista" modelo soviético, para muchos), que actúan al mismo tiempo que la expansión de las ciencias sociales y humanas en su conjunto en los estudios universitarios e igualmente en el sistema secun-
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dario. Según este análisis, es la etapa en que la cultura brasileña entra en un proceso de fuerte modernización, al mismo tiempo que comienza el periodo de "democratización" de la misma, a través de la expansión de los estudios universitarios y secundarios a nuevos sectores de capas medias, si bien éstas son minorías en el ámbito nacional. Es la época en que la cultura comienza a ser concebida por intelectuales, clases medias y fuerzas políticas "como un derecho de todos", por lo menos a nivel teórico, y en que los intelectuales comienzan a tomar una cierta distancia de las políticas del Estado. Es en los años 30 y 40 en que aparecen las grandes obras de tipo histórico y antropológico. Ejemplo de ello serán las investigaciones de Caio Prado Júnior: Evolugao política do Brasil (1933) y más tarde, Formagao do Brasil Contemporáneo (1942); del historiador Sergio Buarque de Holanda: Raízes do Brasil (1936). Estos trabajos introducen, bajo la influencia de nuevas metodologías en ciencias sociales y de los análisis marxistas, una renovación de la Historia Económica y Social del país, de enormes consecuencias sobre la evolución posterior del conocimiento histórico nacional. Es el periodo también de la obra de Gilberto Freyre, Casa grande e senzala (1933), que, según Antonio Candido, "-a pesar del peso nostálgico de su visión aristocrática- funcionó como un fermento de tendencia radical, modificando el enfoque racista y las convenciones sociales que habían reinado hasta entonces" (en Candido 1995:285). Sobre este terreno cultural en profunda mutación, renovación y abierto a la modernidad, se ejercerá la influencia y la interacción de los especialistas franceses dominantes en ciencias sociales y humanas en los años 30, aunque también existieran corrientes anglosajonas pero en menor escala. Volviendo al Río de la Plata, y en el caso de Argentina, han sido estudiadas en Francia, por historiadores e hispanoamericanistas en general, las relaciones del diálogo cultural intenso que se dio en aquel país a través de revistas de tipo literario como Sur desde la década del 30 y Contorno desde 1953 (Dufour/Bourdé 1977, Grivelli/Kohan 1992). Dufour y Bourdé explican cómo la revista Sur, fundada por Victoria Ocampo en 1931 y rodeada de los más grandes escritores argentinos (Jorge Luis Borges, Ezequiel Martínez Estrada, Julio Cortázar, Ernesto Sábato), reservó un sitio privilegiado a la literatura francesa. A través de esta publicación, el público ilustrado argentino llega a conocer la poesía hermética del movimiento surrealista, la "literatura heroica", el personalismo cristiano, la filosofía existencialista y el nouveau román. Así, estos autores demuestran cómo la revista Sur, que se considera cosmopolita, busca divul-
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gar la literatura europea en Argentina y hacer conocer la literatura argentina en Europa. La revista Sur refleja pues los movimientos literarios europeos, imita sus modas, se compromete en sus querellas. Pero "de toutes les influences étrangères, celle de la France est la plus manifeste, la plus constante, la plus profonde", confiesa Victoria Ocampo (citado según Dufour/Bourdé 1977:157). Desde comienzos de los años 1930 hasta mediados de los años 1960, se establecen intercambios regulares entre París y Buenos Aires, gracias a las relaciones personales de esta escritora con Paul Valéry, André Gide, Jean Paulhan, Albert Camus y André Malraux y gracias a la intermediación permanente de figuras como Jules Supervielle, Roger Caillois y René Marill Albéres. El caso del escritor Supervielle, es bien representativo de los vínculos especiales entre Francia y el Rio de la Plata de una época. Nacido en Uruguay, hijo de una familia de inmigrantes franceses de mediados del siglo XIX que se transforman en grandes propietarios de tierras en Uruguay y Argentina, tuvo la posibilidad de viajar en forma permanente entre los dos continentes. Ello le permitirá promover al correr de su vida activa, los contactos entre los dos mundos intelectuales. Durante la Segunda Guerra Mundial, junto a Caillois, exilados ambos en Río de la Plata, crean y animan el grupo de escritores que apoyan la Francia Libre. Dufour y Bourdé observan cómo a la revista Sur, a pesar de las concepciones liberales dominantes, su marcado intelectualismo, esteticismo y al mismo tiempo elitismo, la mantienen por lógica mucho más próxima a las clases altas y cultivadas de la sociedad argentina y distante de las preocupaciones populares. Ello explicará también -independientemente de motivos ideológicos, filosóficos- el continuo rechazo del movimiento peronista. Pero esta última posición aparecerá también en otras revistas, como Contorno en el periodo de la postguerra, aunque con otra postura y reflexión sobre la nación, el pueblo y las masas de la Argentina contemporánea. En el orden internacional, Sur se define frente a la Segunda Guerra: Victoria Ocampo lamenta la debilidad de las democracias occidentales en Munich y aprueba las resoluciones del encuentro de Dantzig. Jorge Luis Borges, tratando de ser imparcial, plantea cómo Hitler es el "hijo monstruoso del tratado de Versalles". Los demás integrantes de la revista "tout en cherchant de comprendre les Allemands, prennent le parti des Anglais et des Français" (Dufour/Bourdé 1977:168). En general, los integrantes del grupo siguen apasionadamente las discusiones de los intelectuales parisinos, a través de figuras como
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Gide, Caillois, Bretón, Aragón, para culminar en posiciones definidas contra todos los totalitarismos -fascismo, nazismo, comunismo- y creen en la posibilidad histórica de creación de un nuevo humanismo. Se observa cómo en todos los artículos publicados por la revista, predominan ampliamente los escritos franceses, seguidos por los españoles clásicos, luego los modernos. En tercer lugar los escritos ingleses, seguidos por los alemanes, los italianos y los rusos. En este análisis del mundo cultural, intelectual rioplatense y sus profundas relaciones con Europa, y muy especialmente con Francia, se debe también analizar la ya mencionada revista Contomo (1953-1959). Esta publicación de la postguerra -que aparece en la atmósfera tumultuosa del fin del reino peronista, con la muerte dramática y dramatizada de Eva Perón- es también una publicación de los sectores más cultivados intelectuales y universitarios de la sociedad nacional. Figuras como David e Ismael Viñas, Oscar Masotta, Carlos Correa, Francisco Jorge Solero, Rodolfo Kusch, Jorge Luis Sebreli, tendrán un papel decisivo en esta publicación de escasa duración pero de influencia determinante en la revisión de la cultura argentina. La revista está también muy influida por el pensamiento y la intelectualidad francesa, siguiendo explícitamente el modelo de la revista Temps Modernes fundada y dirigida por Jean-Paul Sartre, asumiendo la urgencia del compromiso de los intelectuales con la sociedad concreta y el papel de la literatura en el cambio social. "Hijos adoptivos del Sartrismo", como escribió David Viñas en la introducción a Temps Modemes 420/421 en 1981, los responsables se consideran también herederos directos del semanario uruguayo Marcha (19391974), de tanta influencia intelectual, cultural y política en la región del Cono Sur y desde fines de los años 50 en gran parte de América Latina y en general en el campo internacional. La novedad que aparece en Contorno es que además de tratar los temas literarios, estéticos y filosóficos, se preocupa de las transformaciones metodológicas y epistemológicas contemporáneas que renuevan las ciencias humanas y las ciencias sociales. No sólo el existencialismo, el sicoanálisis, el estructuralismo, sino también los cambios en la sociología, en las nuevas corrientes de las ciencias históricas y sociales. Se percibe directamente la influencia francesa de la École des Amales de la École Practique des Hautes Études en Sciences Sociales - VT section, consolidada por Fernand Braudel y el conjunto de historiadores y científicos sociales que lo rodean. En este sentido, la crítica cultural argentina Beatriz Sarlo hace notar la preocupación permanente de la revista por lo histórico ya que el foco se encuentra
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casi obsesivamente en la historia, y cómo a veces sólo se habla de historia cuando se cree hablar de literatura (Sarlo 1981). Vinculadas a esta publicación aparecen figuras destacadas de la renovación histórica científica de Argentina y de la región: historiadores como José Luis Romero y Tulio Halperin Donghi, que fundan el Departamento de Historia Social de la Universidad de Buenos Aires. También sociólogos como Gino Germani, quien promueve el Departamento de Sociología en la misma Universidad hacia los años 50. En el campo histórico se afirma una revisión y reestructuración de la ciencia histórica que recorre otros caminos que los de la "historia oficial" liberal conservadora del país; caminos también diferentes a los transitados por la corriente revisionista nacionalista del pasado nacional. Esta última comente había logrado expresión pública con la fundación del Instituto de Investigaciones Históricas Juan Manuel Rosas, en 1938, y con la aparición, en 1939, de la Revista del Instituto Rosas. Sobre este tema ha investigado, en los últimos años, la historiadora argentina radicada en Francia, Diana Quattrocchi-Woisson (Quattrocchi-Woisson 1992 y 1990), haciendo notar cómo esta publicación logró reunir los argumentos de la derecha y de la izquierda del nacionalismo y el anti-imperialismo (anti-inglés y anti-americano) y cómo a través de esa ambigüedad otorgó al movimiento revisionista una amplia audiencia. Toda esta amalgama de corrientes y sentimientos habían permitido en los años 40 a 60, ciertas identificaciones contradictorias entre el pasado siglo XIX "rosista" y el Peronismo. En Contorno aparece una postura crítica frente al Peronismo, pero no como "mal absoluto", sino como gran interrogante a descifrar. "Entre el proletariado y nosotros hay un abismo" dice León Rozitchner, en el número 7-8 (1956) dedicado al estudio de este fenómeno sociopolítico de masas de la Argentina contemporánea. En el mismo número el historiador Halperin Donghi escribe refutando lo que era entonces un tópico: la identificación de Peronismo y Fascismo (Halperin Donghi 1956), alejando así el fenómeno de la simple proyección europea e introduciéndolo en una historia específica que hay que estudiar y desentrañar en sus componentes. Espacio, tiempo y protagonistas específicos y concretos adquieren una realidad histórica a descubrir. Hacia los mismos años, el sociólogo italiano ya mencionado, radicado en Argentina, Gino Germani, estudiaba con rigor técnico los problemas de la sociedad tradicional en mutación hacia una sociedad de masas en el continente latinoamericano y especialmente en Argentina: el carácter asincrónico de la integración nacional, de la inmigración extranjera, de la migración interna, de la movilidad masiva
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y los problemas de participación; las diferencias entre los fenómenos de movilidad e integración social en los países europeos y en el mundo latinoamericano de rápida industrialización, como es el caso de la Argentina. Se dibujaba así una mirada científica desde adentro de la realidad nacional, aunque los métodos y las técnicas de investigación podían venir, muchos, del extranjero. En el Uruguay también se percibe la relación intensa del medio intelectual y universitario con Europa y muy especialmente con Francia en el campo de las ciencias históricas y ciencias sociales. Ello se observa claramente a través de la publicación más importante del medio intelectual desde el año 39, el semanario Marcha, como a través de las transformaciones metodológicas en los estudios superiores de Historia y Ciencias Sociales, en la Universidad de la República y en el Instituto de Profesores Artigas (Escuela Normal Superior), fundado en 1949 bajo la influencia directa y específica del modelo francés contemporáneo de la aggrégation. En relación al semanario Marcha (1939-1974) sorprende su imperturbable continuidad del mensaje semanal a través de 35 años sin interrupción, fenómeno excepcional dentro de América Latina e incluso en comparación con el Viejo Continente. Esta publicación, fundada por un equipo de figuras nacionales (Carlos Quijano, Arturo Ardao, Julio Castro, Juan Carlos Onetti) de cultura muy universal, pero al mismo tiempo muy comprometidos, en el caso de los tres primeros, en el proceso histórico cultural latinoamericano, será dirigida permanentemente por Carlos Quijano, abogado, quien realizara estudios superiores en Ciencias Económicas y Ciencias Políticas en la Sorbona, en París de los años 1920. Esta publicación ha sido considerada por algunos de sus primeros colaboradores, como estando muy influida por el diario francés Le Monde, por su gran información a nivel internacional y por el carácter multidisciplinario de los temas que trata. Es posible también, a nuestro entender, encontrar algunas similitudes con la revista francesa de entre-guerras Europe (1923-1939) en las preocupaciones internacionales y éticas de la coyuntura histórica. Marcha fue el punto de encuentro de todas las tendencias del medio intelectual y universitario uruguayo durante 35 años, con una influencia importante en el conjunto de los sectores eruditos y preparados del país, pero también en amplios sectores medios, simplemente educados, de la población. En este semanario se entrecruzaron todas las tendencias políticas y filosóficas progresistas del Uruguay que podrían identificarse por la afirmación de un "socialismo democrático" sui generis -no partidista- y por una marcada posición anti-imperialista en el
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ámbito internacional. Ello explicará que se hayan manifestado claramente contra la política de "bloques" después del fin de la Segunda Guerra Mundial y contra las significaciones y consecuencias de la Guerra Fría en general y particularmente sobre la historia de América Latina después de la guerra, especialmente a partir de la Revolución Cubana. Ello explicará su militancia por una "tercera posición" en el ámbito internacional, que no se confunde con el "tercermundismo", que no propone la neutralidad sino la búsqueda de caminos específicos y propios de diferentes regiones del mundo, sobre todo de un nuevo orden económico y político internacional. El filósofo e historiador de las ideas, Arturo Ardao, quien defiende esta corriente, en una polémica nacional de los años 60, reconoce en el "tercerismo" de Marcha y del medio universitario nacional, la influencia de pensadores franceses como Léon Blum o Kayser quienes habían iniciado esta postura frente a la política internacional (véase de Sierra 1992: 361-368). Serán una preocupación permanente del semanario las relaciones de los países industriales y no industriales, los problemas del desarrollo y el crecimiento, los nuevos equilibrios internacionales. En estas temáticas se observa también la influencia de muchos científicos sociales franceses de la época como Alfred Souvy, Yves Lacoste, René Dumont, Claude Julien, François Perroux; ellos participarán en ocasiones en sus páginas como otras figuras de carácter más político; Mendès-France o Fanon, por ejemplo. En el orden literario, este semanario siguió por largo tiempo la influencia de la revista Sur de Argentina, pero a partir del segundo periodo de Rodríguez Monegal, en los años 50, en la dirección de la sección crítica literaria del semanario, o de Ángel Rama, desde el 59, se observa un marcado viraje en los intereses. Si bien las literaturas europea y universal continuarán siendo tema, la atención mayor se centra en la labor de reconstrucción de la cultura y la literatura latinoamericanas del siglo XIX y del XX en su conjunto: Andrés Bello, José Enrique Rodó, Juan Rulfo, Miguel Angel Asturias, Alejo Carpentier, Mario Vargas Llosa, Pablo Neruda, Gabriel García Márquez, entre los más representativos. De la misma forma en los campos políticos y sociales internacionales la participación en las páginas del semanario de figuras importantes en el campo internacional, le dan ese carácter de publicación de alcances latinoamericanos y no sólo nacionales, en las relaciones con la cultura y las ciencias sociales de carácter universal. En el campo de la enseñanza superior del Uruguay, la Universidad de la República (Facultad de Humanidades y Ciencias) y en el Instituto de Pofesores
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Artigas, la gran revolución metodològica y epistemologica de las ciencias históricas y ciencias sociales se hace más estable desde los años 40. Aquí, como en Argentina, la École des Amales, Braudel, Bloch, Febvre, Vilar, Le Goff, Romano, serán integrados desde la postguerra en forma intensiva. El profesor Ruggiero Romano, participará con frecuencia en cursos y seminarios de Historia del Uruguay en los años 50 y 60, en sus viajes al Río de la Plata. Se puede confirmar por lo tanto que desde los años 40 y 50 los historiadores nacionales en su conjunto aparecen incorporados a la influencia de la renovación de las ciencias históricas mundiales y muy especialmente la francesa. Después de los ya prestigiosos historiadores nacionales más clásicos como Petit Muñoz y Pivel Devoto, se suceden dentro de las nuevas tendencias, entre los más conocidos como Luis Carlos Benvenuto, Gustavo Beyhaut, Juan Antonio Oddone, Blanca París, Carlos Real de Azúa, Elia Rodríguez de Artucio, Oscar H. Bruschera, Washington Reyes Abadie, Germán d'Elia, Tabaré Melogno; en la corriente marxista renovada, Lucia Sala de Touron, Julio Carlos Rodríguez, Nelson de la Torre; en los más jóvenes y actualizados, Benjamín Nahum y José Pedro Barrán. Si bien en el Uruguay existieron en los años 50 y 60, historiadores dentro de una corriente revisionista de la historia nacional y americana, marcadamente pro-iberoamericana, de tipo anti-imperialista, "antioccidental europea industrial", nunca llegaron a los extremos del revisionismo histórico argentino en la polémica entre "civilización y barbarie". En la mayoría de los historiadores nacionales, si bien se es consciente de las deformaciones de la historia oficial de las primeras décadas que había visto toda la historia nacional y americana a través de los lentes y prejuicios europeos, se busca un "justo medio" más próximo a la realidad, a partir de los años 40. El "justo medio" se dará en el reconocimiento de un "patriciado" inteligente e ilustrado preocupado por las relaciones internacionales y el establecimiento de un orden jurídico y administrativo a través de las Constituciones; pero también en el reconocimiento del papel capital de las fuerzas populares que se desarrollaron bajo el patrocinio de los caudillos que precipitaron soluciones más próximas a las masas mayoritarias de la población. Sin esta síntesis entre "gauchos" y "doctores", entre tradicional y moderno, entre masas y élites -piensa en general gran parte de los historiadores- la historia nacional y americana habría sucumbido y abortado en simples combinaciones diplomáticas y dinásticas indignas de las expectativas de la realidad de la historia americana (véanse Pivel Devoto / Ranieri de Pivel
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Devoto 1958; Sala de Touron / de la Torre / Rodríguez 1969; Barrán / Nahum 1971). Desarrollos desiguales en la investigación de la Historia Contemporánea y sus métodos Otro tema capital de los análisis históricos uruguayos nacionales y aún regionales desde fines de los años 40, será el de los fenómenos "neocoloniales" a partir de la segunda mitad del siglo XIX, con el predominio político, económico y cultural de las nuevas potencias industriales: Inglaterra, Francia, Alemania, más tarde Estados Unidos. Etapa ésta que consolidará la entrada de la región en el mercado mundial contemporáneo a través del modelo exclusivo de producción y exportación monoproductor en relaciones comerciales bilaterales. El trabajo en la región del Cono Sur y de Brasil de historiadores como Tulio Halperin Donghi, Sergio Bagu, José Luis Romero, Caio Prado Júnior, Sergio Buarque de Holanda, Gustavo Beyhaut, Juan Antonio Oddone, Carlos Real de Azúa; de sociólogos y economistas como Raúl Prebisch, Gino Germani, Medina Echeverría, Pintos Santa Cruz, Fernando Henrique Cardoso, Enzo Faletto, Josué de Castro, Helio Jaguaribe, Celso Furtado permitió una reelaboración de las nuevas metodologías aplicadas a la historia y a la realidad americana y regional. Se logra a través de una revolución epistemológica de importancia, -en pleno periodo de descolonización de regiones del Tercer Mundo de las metrópolis europeas de los siglos XIX y XX-, gracias a nuevos instrumentos que permiten medir cuantitativa y cualitativamente los aportes, limitaciones y contradicciones de la expansión industrial y de la modernización sobre las regiones periféricas, sobrepasando ciertas polémicas sin salida de la historia tradicional europea y también latinoamericana. Esta corriente tradicional a nivel de la disciplina, persiste aún en muchos estudios históricos europeos y también franceses sobre todo en lo que corresponde al mundo contemporáneo del continente latinoamericano. Pero en la región desde los años 50 y 60, el trabajo histórico e interdisciplinario logra captar los fenómenos de simultaneidad e interacción de procesos históricos convergentes (económicos, políticos, culturales), a través de los cuales entran en acción fuerzas e intereses contradictorios y a veces también opuestos. Se comprenden ahora mejor ciertas características del funcionamiento, con frecuencia asimétrico, de las relaciones económicas, tecnológicas y culturales entre los países industrializados y los llamados "países periféricos" (Halperin Donghi 1981). En estos procesos de modernización que acompañan la expansión de los "países centro", preocupa a los his-
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toriadores, como a los demás científicos sociales, el carácter externo de esos fenómenos, la rapidez de su penetración en las sociedades "subdesarrolladas" y sus consecuencias imprevistas en las regiones extra-europeas, sin que ello indique un juicio negativo sobre su significación en los lugares de origen. El historiador uruguayo Gustavo Beyhaut, formado hacia los años 50 en el equipo de Historia de Fernand Braudel, de la E.P.H.E.S.S. en Francia, en su libro Raíces contemporáneas de América Latina (Beyhaut 1964:29-74) explica cómo la entrada masiva del sistema productivo de la región y del continente en las nuevas exigencias del mercado mundial y la división internacional del trabajo, -a través de la consolidación de los sistemas de "monocultivo" para la exportación-, promoverán muy rápidamente el abandono de productos y formas de explotación locales que abastecían anteriormente a la población. Lo mismo ocurrirá con las manufacturas y artesanías americanas que serán rápidamente sustituidas por buenas imitaciones en serie y a precios muy bajos, que llegan de las metrópolis europeas, especialmente de Inglaterra y de Francia. Se reconoce que esta destrucción de sistemas productivos locales de unas regiones sobre otras se había producido también antes, al interior de los países industrializados europeos (Beyhaut 1964:29,31,72-74; Beyhaut 1959). Pero la diferencia fundamental del mismo fenómeno en regiones diferentes, está en el hecho de que los países originarios de la revolución industrial lo hicieron en los mismos territorios que vieron nacer los cambios, a través de una mano de obra en un tejido sociocultural que tendrá la posibilidad de reciclarse a través de la larga duración y de nuevas formas de sociabilidad. Pero aunque este proceso haya sido más equilibrado en Europa, no se puede olvidar que en el espacio de un siglo, entre 1824 y 1924, el sistema "expulsó" de Europa a 52 millones de habitantes de los cuales 72% se dirigieron a los Estados Unidos y 21% a América Latina, 91% entre estos últimos se radicaron en el Cono Sur y en Brasil. Los trabajos de los años 50 y 60 sobre demografía histórica de la Universidad de Buenos Aires y del Instituto Torcuato Di Telia, con la participación del historiador José Luis Romero y el sociólogo Gino Germani, en coordinación con el historiador uruguayo Juan Antonio Oddone, de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Universidad del Uruguay, anticipan las tendencias migratorias intercontinentales analizadas más tarde por los historiadores europeos Nicolás Sánchez Albornoz y Magnus Mórner, para la región (Mórner 1978). En otro campo del conocimiento, en el plano del pensamiento filosófico y de la Historia de las Ideas, se fue dando en el continente y también en la región, al correr de la Segunda Guerra y al finalizar la misma, una profunda revisión
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y reconstrucción del pensamiento iberoamericano. Era claro después de las convulsiones, crisis y desorganización que habían producido las dos guerras mundiales, que el continente, sus élites intelectuales, sus científicos sociales, sus especialistas y también sus clases políticas, debían aprender a conocerse y a pensarse por sí mismos, con independencia, sobre las realidades, el espacio y el tiempo específicos, sin negar la universalidad del conocimiento y de los métodos de análisis. Forman parte de esta gran empresa intelectual, desde el año 47, figuras como Leopoldo Zea, Cruz Costa, Francovich, Picón Salas, Salazar Bondy, José Luis Romero, y en el Uruguay, Arturo Ardao, a través de sus investigaciones en la Facultad de Humanidades y Ciencias de Montevideo, en sus relaciones con el Instituto Histórico Geográfico de México dirigido por Silvio Zavala, y en su permanente trabajo en el semanario Marcha, durante casi 40 años. En este trabajo de décadas se reconstruyen las raíces culturales ibéricas más lejanas, las europeas más modernas de los siglos XIX y XX, en las relaciones con lo autóctono del continente. Se reconoce el diálogo y las influencias entre América Latina y Europa y Estados Unidos, al mismo tiempo que se observan en las élites latinoamericanas la persistencia del "colonialismo mental", los "complejos de inferioridad" y la falta de autonomía en la reflexión sobre la propia historia y evolución. Se llega además a la conclusión de que el "colonialismo mental" es el origen de todos los colonialismos (Ardao 1946, 1959, 1986, 1987). Se toma clara conciencia de que los modelos y las doctrinas políticas, económicas o culturales, originados en otras regiones, como Europa, pueden funcionar de forma muy diferente en países extra-europeos y a veces contraria a la que se dio en las regiones de origen. No quedaba pues otra solución que repensar y reelaborar todas las influencias a través de la realidad, el tiempo, el espacio y los protagonistas propios. En el caso de las investigaciones sobre la historia nacional del Uruguay, casi todos los autores son conscientes de que el país se transformó radicalmente desde la segunda mitad del siglo XIX y sobre todo en sus últimas décadas con el fuerte aflujo de vascos, españoles, italianos y habitantes de otros países europeos. Estos cambios demográficos, socioculturales, habían contribuido a crear estructuras económicas, sociales y mentales de tipo europeo urbano, ligadas a las corrientes más radicales del liberalismo democrático y a las corrientes socialistas democráticas mundiales de la época. A los ojos de los historiadores nacionales, el Uruguay se transformaba en un país moderno dentro de América Latina, que crecía con los ojos puestos en Europa. En este contexto se explica que en una coyuntura internacional favorable que permite
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una expansión económica excepcional, se haya dado el fenómeno del "Uruguay Batllista" (período de acción de José Batlle y Ordoñez, 1903-1929) denominado "Suiza de América" al correr de la primera mitad del siglo XX. Esta experiencia particular y atípica dentro del continente, por sus formas tempranas de "social democracia" radical, con la separación determinante del Estado y la Iglesia, con la reducción de las Fuerzas Armadas a sus estrictas funciones profesionales, con la abolición de la pena de muerte, con la ley del divorcio por consentimiento mutuo o por la sola voluntad de la mujer, con la educación laica, obligatoria y gratuita y una legislación progresista, avanzada en el campo social desde comienzos del siglo XX, dará al país una fuerte identidad nacional en su imagen interna y externa, aunque las particularidades de su proceso histórico sean mal conocidas y mal estudiadas en general en el exterior. La crisis económica, social y política que se desarrolla en Uruguay desde mediados de la década del 50 y al correr de los años 60, dentro de un contexto de transformaciones internacionales y continentales, nuevas y desfavorables, pondrá a prueba las posibilidades y límites de una experiencia liberal democrática progresista de tipo europeo, próximas tanto a experiencias del radicalismo democrático francés, como a las doctrinas del krausismo alemán en una región periférica del mundo occidental. A pesar de ello, esta experiencia, verdadero "laboratorio histórico" de un "modelo europeo" en una sociedad latinoamericana de amplias clases medias, política y socialmente moderna y progresista durante algunas décadas, no ha sido estudiada -ni en su apogeo, ni en su crisispor historiadores franceses o europeos latinos, sino por investigadores anglosajones, de los países nórdicos de Europa y de América del Norte. Transformaciones de las relaciones culturales y de cooperación: Francia - América del Sur después de la Segunda Guerra Mundial Sin duda, después de la Segunda Guerra Mundial, la relación e influencia de los países europeos y de Francia se debilita fuertemente en América Latina y muy especialmente en la región del sur de América del Sur. En este proceso de debilitamiento de las relaciones culturales deben haber influido factores internos de los países latinoamericanos, pero también las grandes transformaciones de la situación europea y francesa de la época. Se hace necesario tener en cuenta en este alejamiento la situación general europea de la postguerra, concentrada en la reconstrucción económica, social y moral del continente. El trabajo de recuperación económica impulsado por el Plan Marshall permitió, por otra parte, claramente en el caso de Francia, el desarrollo acelera-
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do y expansivo de una producción agropecuaria intensiva, limitando así, precisamente, los intercambios comerciales con varios de los países del Cono Sur, debido al desarrollo de una economía completamente competitiva con la producción tradicional de exportación de aquella región. Al mismo tiempo se observa -"en un proceso de interacción de factores convergentes y contradictorios"- que será ésta la época del comienzo de la crisis de las economías de algunos de los países de la región, como Argentina, Chile, Uruguay. Comienzan en esta etapa a sufrir tanto la baja de precios de sus productos y la pérdida de su lugar en los mercados internacionales, como la crisis del "proceso de industrialización de sustitución de importaciones". Al mismo tiempo internamente asisten a la crisis acelerada de sus sectores medios, en sus niveles de vida, consumo y bienestar. En los años 60 y 70 se acentúan también en ellos los procesos de endeudamiento. En los cambios de las relaciones culturales internacionales deben haber jugado también su papel las inestabilidades políticas latinoamericanas y europeas. En el caso del Brasil, sin duda el golpe de estado militar de 1964, produjo transformaciones de su política exterior que determinan una relación privilegiada con Estados Unidos y el debilitamiento de las relaciones culturales con Europa y con Francia, especialmente en el campo de las ciencias sociales y ciencias humanas. Los problemas de inestabilidad política y los frecuentes golpes de estado militares en Argentina en los años 50, 60 y 70, deben haber constituido, sin duda, factores de discontinuidad y perturbación en las relaciones culturales. Pero esta explicación no sería válida para el caso de países como Chile y Uruguay que viven en estabilidad democrática hasta la década del 70, pero que sufren el mismo proceso de enfriamiento de relaciones culturales con Francia. Correlativamente a estos procesos latinoamericanos, es necesario tener en cuenta la situación europea y el caso de Francia. Este país vivirá desde fines de la década del 50 y al correr de los años 60 el intenso sacudimiento de la etapa de descolonización de las regiones africanas, el acontecimiento crucial y determinante de la independencia de Argelia y más tarde las conmociones sociales y políticas del fin de los años 60. De cualquier manera, todos estos factores no explican satisfactoriamente un hecho objetivo que se puede observar con el cambio de los intereses culturales de la política exterior de Francia desde el fin de la guerra. A partir de esta etapa, este país parece privilegiar otras regiones de América Latina en sus planes de intercambio cultural y de investigación científica en el dominio de las
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ciencias humanas y especialmente en el de la historia: las regiones de América Central, México y las regiones de los Andes. Así, Francia fundará en 1945 el Institut Français de l'Amérique Latine (IFAL), bajo el impulso de Paul Rivet y más tarde de François Chevalier. La Mission d'Archéologie et Anthropologie será fundada en 1961 en México, transformándose en 1983 en el Centre d'Etudes Méxicaines et Centre-Américaines (CEMCA) que desarrollará sus actividades de investigación e intercambio con los investigadores locales, tanto en América Central como en México. Se observa el mismo fenómeno en la región andina con la creación del Institut Français d'Études Andines (IFEA) en Lima desde el año 1948, donde trabajan investigadores e historiadores franceses con sus equivalentes del Perú, Bolivia, Ecuador y en los últimos años también de Colombia. La fundación de estos organismos en esas regiones de América puede estar relacionada fundamentalmente a dos factores de distinto origen. Uno, sería la importancia dada desde el fin de la Segunda Guerra, en medio de grandes transformaciones geopolíticas mundiales, a estas regiones sometidas por factores geográficos e históricos a una nueva expansión económica y cultural de Estados Unidos que tiende a desplazar la importancia de Europa. Otro factor puede estar determinado por la evolución de los intereses disciplinarios de los investigadores franceses de la época que darán cada vez mayor importancia a los estudios arqueológicos, antropológicos y etnológicos que consolidarán progresivamente una corriente de especialización de gran desarrollo futuro, denominada la "ethnohistoire". Muchos historiadores no aceptan esta denominación aplicada a las solas regiones de culturas predominantemente indígenas de la América Española, como se da hasta el presente (Lavallé 1983). Así, los trabajos de investigación de los historiadores franceses comenzaron a centrarse fundamentalmente en las sociedades indígenas, mestizas, campesinas, de las regiones indicadas, desde el periodo de la conquista y de la etapa colonial hasta la independencia del poder hispánico. Desde fines de la década del 70 se comienzan, por parte de algunos historiadores franceses, las investigaciones sobre la sociedad urbana de la postindependencia, las élites criollas y la construcción de los Estados nacionales, pero siempre dentro de las mismas regiones geográficas ya indicadas (Xavier Guerra, Daniéle Demelas, Bernard Lavallé, Yves Saint Geours). En relación al tipo de clasificación de la "etnohistoria" aplicado en exclusividad a los países "euroindígenas" de conquista española o de antiguas civilizaciones precolombinas del continente, el historiador Jean Piel -él mismo
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especialista de esas regiones- se plantea una serie de interrogantes pertinentes. Habría que saber, dice, [. . .] au nom de quel préjugé l'acculturation synchrétique des Aztèques ou des Aymaras au XVI cme siècle relèverait de l'ethno-histoire, mais la vie quotidienne ou imaginaire des gauchos du temps de Martin Fierro ne relèverait que d'une histoire littéraire? (Piel 1990:127).
Esta misma pregunta se podría plantear, por ejemplo, al análisis y los problemas de aculturación que debieron sufrir las poblaciones polonesas, alemanas y judías de Europa Central; las de los gallegos y sicilianos que como los italianos milaneses o los sirios y libaneses -determinados por la historia europea y mundial de la época- debieron "integrarse" o "no integrarse" a la región del Río de la Plata, Cono Sur y sur del Brasil, desde el fin del siglo XIX y la primera década del siglo XX. Es verdad que hasta el momento no se ha encontrado una solución satisfactoria para el análisis de estos fenómenos que son esencialmente antropológicos, étnicos, culturales e históricos, dentro de otro contexto económico y espacial de la época contemporánea. Como lo han hecho notar ciertos historiadores franceses, ningún organismo de investigación y cooperación de nivel superior como los existentes en México y en Lima, ha sido fondado en la misma época, hasta el presente, en las regiones de Brasil, Cono Sur o Río de la Plata, a pesar de la estrecha relación cultural que se ha descrito anteriormente. En este sentido el historiador "brasilianista" Frédéric Mauro hace notar en su artículo "Les études historiques françaises sur l'Amérique Latine, 1945-1990": "cette organisation continentale de la recherche française comportait une grave lacune: l'absence de structures d'accueil dans le cône Sud, au Brésil et dans l'aire des Caraïbes". Pero además en cuanto a los países del Río de la Plata "ils semblent comme oubliés. Des échanges ont pu avoir lieu grâce à quelques accords temporaires" (Mauro 1990:103). La marginalización de estas regiones podría confirmar la observación del historiador hispanoamericanista Jean Piel en "Vingt ans de l'histoire contemporaine de l'Amérique Latine en France (1968-1987)", cuando afirma que -a excepción del trabajo de síntesis general realizado por el historiador François Chevalier en su libro L'Amérique Latine, de l'indépendence à nos jours (1987/1993)-: [.. .] l'histoire de l'Amérique latine n'apparaît donc que comme un domaine restreint et spécialisé de l'histoire de deux provinces tardives de l'Europe (l'Espagne et le Portugal) [...] dans ces conditions, en France, l'histoire de l'Amérique latine — pis, son histoire contemporaine — n'appartient donc pas spontanément au territoire de l'historien [...] le
109 contemporanéisme français semble hésiter [...] à penser l'histoire contemporaine de l'ensemble de l'Amérique latine (Piel 1990:115/120).
En un análisis convergente, el historiador Frédéric Mauro explicaba cómo en Francia la evolución del trabajo sobre América Latina se ha ido subdividiendo: "la historia cultural ha sido dejada a los profesores de los Departamentos de Lenguas, la historia antropológica, a los etnohistoriadores y la historia del tiempo presente a los politólogos, economistas y sociólogos" (Mauro 1983:437). Las otras ramas de historia geográfica, económica, demográfica, política, mental, social e institucional, son trabajadas por los historiadores en general pero excluyendo el tiempo presente (ibid.). Por ello reitera la misma observación en 1990: De plus, il se trouve que dans le cas particulier de l'Amérique latine, beaucoup de travaux français de sciences politiques, économiques et sociales sont des travaux d'histoire et que beaucoup de travaux réalisés par nos collègues littéraires sur la 'civilisation' de l'Amérique latine sont en fait aussi des travaux historiques (Mauro 1990:103).
Ocurre que en el caso particular de la historia de América Latina en Francia, muchos de los trabajos de Ciencias Políticas, Económicas y Sociales, son trabajos de Historia, así como muchos de los trabajos realizados por los colegas literarios sobre la colonización de América Latina son también trabajos de Historia. Ello explicaría, para este historiador como para Jean Piel, que en Francia la Historia Contemporánea tenga un gran retraso comparativamente a la Sociología Política que ha realizado, por ejemplo, aportes de importancia en la comprensión social, política e histórica de América Latina de fines del siglo XIX y el siglo XX. Sirven como ejemplo esclarecedor los trabajos de Alain Rouquié L'Amérique Latine: Introduction à l'Extrême Occident (1987), Pouvoir militaire et société politique en République Argentine (1987) o el trabajo de Daniel Pécaut Entre le Peuple et la Nation: Les intellectuels et la politique au Brésil (1984). El historiador francés Guy Bourdé (1942-1982), especialista de la cultura contemporánea del Río de la Plata, fallecido prematuramente en plena producción, dejó un trabajo de investigación sobre la región, y muy especialmente sobre la Argentina, que lamentablemente no tuvo continuidad después de su desaparición. Bourdé publicó numerosas investigaciones de valor científico sobre la historia de la región como Urbanisation et immigration: Buenos Aires (XIXe et XXe siècles) (1974), analizando las formas de articulación económica y cultural de los distintos grupos nacionales de inmigración, fundamentalmente
110 europeos, en la ciudad dé Buenos Aires. De igual manera y hacia la misma época se introduce en una temática muy contemporánea de la Argentina La década Peronista
( 1975).
Responsable de un Equipo de Investigaciones sobre la región en el C R E D A L (Centre de Recherche et Documentation pour l'Amérique Latine; laboratoire 111 associé au CNRS) producirá un número especial de des Amériques
Cahiers
Latines en 1977 (no. 16), dedicado a distintos aspectos de la
historia de la región como "L'Immigration française et le peuplement de l'Uruguay (1830-1860)" (Bourdé et Martha Marenales Rossi), "Les lettres françaises dans la revue argentine Sur (1931-1964)" (Bourdé et Dufour), ya mencionado en este trabajo, "Le rôle des français dans la fondation de l'Industrie argentine à la fin du XIX e et au début du XX e siècle" (Arnoux), o el ya comentado artículo de Yves Saint-Geours. A través del mismo Equipo de Investigaciones del C R E D A L sur le "Bassin de la Plata", se publica en la colección "Travaux et Mémoires" de l'Institut des Hautes
Etudes
de
l'Amérique Latine (1980) un conjunto de trabajos dedicados a aspectos económicos, demográficos, urbanísticos, agrarios e industriales de la región (Argentina, Uruguay y centro-sur del Brasil), bajo la coordinación de Frédéric Mauro y Guy Bourdé, con el título L 'Industrialisation
des pays de la Plata
(1890-
1970). Su visión acerca de la situación de la investigación histórica francesa sobre la región, la expone Bourdé con claridad en una reflexión marcadamente crítica en el artículo, "Aperçu de la recherche française concernant les pays de la Plata, 1959-1979" en los números 21/22 de Cahiers des Amériques
Latines
(Bourdé 1980) dentro de un gran capítulo dedicado a "La recherche latinoaméricaniste en France par les chercheurs de l'AFSSAL (Association Française de Sciences Sociales sur l'Amérique Latine)", coordinado por Alain Rouquié. En dicho artículo, Bourdé hace referencia al escaso número de centros o grupos dedicados a la región del Río de la Plata en Francia hacia la época. Si bien reconoce que es un problema en todas las disciplinas -aunque la Literatura y la "Civilización" logran un lugar más aceptable dentro de los estudios-, el problema mayor, la ausencia de interés y de trabajos de investigación, parece más grave en el caso de la Historia. Explica cómo las investigaciones en esta disciplina tuvieron un cierto interés hacia fines de los años 60 y comienzos de los años 70, pero a partir de ese momento ellas perdieron, cada vez más, importancia y atención. Se pregunta "¿cómo se puede explicar tal fenómeno 0 " Lo atribuye a dos factores. En primer lugar el hecho de que la investigación france-
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sa sobre América Latina entre los años 1930 y 1960, ha estado dirigida fundamentalmente por geógrafos y etnólogos. Además, considera que el tipo de población de Argentina y Uruguay, prácticamente sin población indígena y africana, de un mínimo mestizaje, de tipo fundamentalmente urbano, los deja fuera de los intereses dominantes de los historiadores franceses de la época, marcados por la corriente histórica que se centra en las culturas marcadamente indígenas, mestizas y rurales. Ello implicaría el gran retraso de los estudios históricos sobre la historia del Río de la Plata y parte importante del Brasil, de más de una generación en Francia. Estas observaciones parecen hasta hoy válidas en el plano cuantitativo y cualitativo del conjunto de las investigaciones de historia contemporánea de la región, realizadas en Francia desde los años 70. Constituyen una excepción ciertas investigaciones y tesis de doctorado realizadas por historiadores originarios de esa región del Cono Sur y del Brasil en los años 80 y 90 en Francia. Los historiadores franceses sobre esta región en el mismo período son muy escasos y sobre todo en lo que respecta al fin del siglo XIX y el siglo XX. Estos países del sur -que el historiador mexicano Silvio Zavala llamaría "sociedades euroamericanas" y el antropólogo brasileño Darcy Ribeiro "pueblos transplantados"-, por ser demasiado europeos y próximos en sus implicaciones históricas y culturales a la historia del Viejo Continente, ¿han provocado la distancia y el desinterés de los historiadores franceses? (de Sierra 1988). Responder a este interrogante es una tarea compleja que exigiría un estudio de la disciplina histórica y de la historiografía muy particular y especializado. Supone además una revisión de problemas teóricos, metodológicos y aun ontológicos sobre los estudios históricos y la percepción del "otro", étnicamente diferente en su origen y evolución, o emparentado y próximo en el origen y en la interacción histórica de dos continentes, en los siglos XIX y XX, es decir en la época más próxima y contemporánea. El problema principal para los historiadores franceses actuales en relación a nuestro tema, sería el de encontrar nuevas generaciones de investigadores nacionales que puedan trabajar más allá de los cuadros de referencia del mundo colonial fundamentalmente español y portugués y sus prolongaciones criollas independentistas y postindependentistas. Que puedan trabajar sobre las relaciones de la Europa moderna, industrial y capitalista -Inglaterra, Francia, Alemania, por ejemplo- con América Latina y con la región del sur, desde la segunda mitad del siglo XIX y por lo menos hasta la primera mitad del siglo XX. Ello permitiría seguramente un análisis más apropiado y certero de la historia
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contemporánea de esta región, cuando ésta entra en un nuevo circuito internacional complejo de relaciones con la Europa industrial, tanto en el orden económico, demográfico, cultural, como ideológico. Este tipo de estudio podría también evitar algunas generalizaciones y proyecciones excesivas del pasado colonial y postcolonial en la historia contemporánea, sobre todo en una región como la del sur de América del Sur. Refiriéndose a este problema el sociopolitólogo Alain Rouquié hace notar cómo la carencia de estudios sobre el fin del siglo XIX y el siglo XX, en un problema como el del poder militar y su influencia en algunos países de la región, ha permitido creer en la continuidad lineal entre el caudillismo anárquico postindependista del siglo XIX y los poderes contemporáneos de los ejércitos y sus jefes. Por el contrario, observa: Le caudillo, guerrier improvisé, naît en effet de l'effondrement de l'Etat colonial espagnol et de la désorganisation sociale. L'officier, lui, est l'homme de l'organisation et il n'existe que par et pour l'Etat. Les armées modernes sont des institutions publiques bureaucratisées qui détiennent le monopole technique de l'application de la violence; les caudillos représentent la violence privée s'élevant contre le monopole étatique ou sur ses ruines (Rouquié 1987:213).
Más que en el modelo ibérico o postibérico en rebelión, habría que pensar desde fines del siglo XIX y en el siglo XX hasta la Segunda Guerra mundial, en la enorme influencia del "modelo militar alemán y prusiano" en países como Argentina y Chile, y del "modelo militar francés" en países como Brasil o Uruguay (ibid.:218); hasta que se produzca en la inmediata postguerra el pasaje a la coordinación de la formación militar del continente a través de las escuelas de adiestramiento estadounidenses. Por ello concluye que "ce n'est pas en confondant les acteurs et leur nature que le passé peut servir à comprendre le présent" (ibid.). Hemos hecho referencia en este trabajo a la importancia de los estudios históricos de Ciencias Sociales y Humanas y Ciencias Económicas de los centros universitarios oficiales y de los organismos privados de la región, desde los años 30 y 40 hasta el presente, bajo la influencia de cambios metodológicos e interdisciplinarios provenientes especialmente de Europa y de Francia, pero también de países anglosajones; el trabajo realizado de aplicación y reelaboración de los análisis sobre las realidades nacionales y regionales, en países como Argentina, Brasil, Chile, Uruguay desde mediados del siglo XX. Se observa pues, que justamente en el período de la inmediata postguerra, en el momento en que se producen las grandes transformaciones del sistema internacional, del
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mercado mundial y de la división internacional del trabajo, se da a nivel de especialistas latinoamericanos en ciencias sociales, una reacción del instinto de supervivencia a través de una revisión del conocimiento y de las disciplinas; con una mirada ahora más distante e independiente de los modelos de análisis clásicos de los países centrales, que los conduce a revisiones, nuevas síntesis metodológicas, teóricas y de las técnicas de investigación. En esta nueva elaboración se integran, además de las ya existentes e importantes influencias de la corriente francesa en ciencias sociales, las influencias de otros países de la Europa latina, de los países nórdicos de Europa, de los anglosajones y de América del Norte. El historiador Guy Martiniére hará notar esa importancia capital de la expansión y desarrollo de las ciencias sociales y humanas en el Brasil y en la región del sur desde la postguerra, al correr de los años 50 y 60, a través de organismos internacionales como el Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO), y más tarde FLACSO (UNESCO, Naciones Unidas), que marcarán la gran transformación de los estudios científicos en Ciencias Sociales, teniendo los centros de investigación y difusión principales en las capitales de países como Brasil, Argentina, Chile, Uruguay, dentro de la región. Sin que los científicos sociales europeos y franceses tuvieran aún plena conciencia en la época, una verdadera revolución metodológica y epistemológica se estaba produciendo en los estudios sobre la región. Ahora, dice Martiniére: [...] en lo sucesivo, los estudios en Ciencias Sociales sobre América Latina contemporánea serán el fruto especializado y sobre el terreno de los propios investigadores latinoamericanos, a través de una imaginación fértil, un trabajo y una producción de gran abundancia y sistematización que Europa o Francia no podrán ya ni ignorar, ni, con frecuencia, igualar, pero con la que deberán ahora dialogar y cooperar activamente para un verdadero crecimiento del conocimiento sobre la región y sobre el continente (Martiniére 1980).
Si bien la Historia como disciplina no será centro temático de organismos como CLACSO, FLACSO o CEPAL, ella no podrá quedar al margen de esta fundamental revolución metodológica -independientemente de la que le es propia-, de la revolución de sistemas de análisis y del funcionamiento interdisciplinario internacional, regional, de las ciencias sociales. La Historia como disciplina en toda esta región del Cono Sur y del Brasil, que ahora nos interesa examinar, tendrá que responder, reflexionar y resolver problemas que le plantean directamente las otras ciencias sociales y humanas de la región: en relación a la historia económica, demográfica, política, sociológica y cultural fundamentalmente de la etapa contemporánea postindependencia. Tendrá que tener en cuenta las
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relaciones con el pasado colonial, pero también con la historia contemporánea del continente, de Europa y de Estados Unidos, del Mundo Soviético y del Tercer Mundo y las grandes trasformaciones mundiales del fin del siglo XIX y del correr del siglo XX: los problemas de la industrialización del desarrollo y las relaciones "países centro" - "países periféricos"; sobre los grandes problemas demográficos, geopolíticos y culturales de la época contemporánea y sus relaciones con la historia específica regional. Refiriéndose a esta misma evidencia, el sociopolitólogo francés Daniel Pécaut hará similares reflexiones en la Comisión "Sciences Politiques et Sociologie" en la reunión de los Etats généraux de la Recherche et de l'Enseignement sur l'Amérique Latine en France. Expresaba en este sentido: L'essor même des sciences sociales en Amérique latine, en qualité et en quantité, ne fait que rendre plus manifestes les carences de la recherche française dans ces disciplines [i.e. Sociología, Ciencias Políticas, también Economía], Dans la coopération avec les équipes latino-américaines, elles risquent désormais de constituer un handicap." (Pécaut 1983:103),
Estas reflexiones nos parecen también totalmente aplicables a la disciplina Historia Contemporánea de América Latina de fines del siglo XIX y del correr del siglo XX en los estudios franceses, muy especialmente en la región del Brasil y el Cono Sur. Comentando una evaluación del CNRS sobre la producción francesa en Ciencias Humanas, desde 1980 a 1984, sobre América Latina, Jean Piel observa que [...] sur les 996 thèses parvenues à maturité durant ces cinq dernières années en géographie, économie, sociologie, ethnologie, etc.... seules 131 (13,2%) sont des thèses d'histoire, dont un peu plus de la moitié (7%) sont des thèses d'histoire contemporaine (consacrées aux XIXème et XXème siècles). Parmi ces dernières 20,3% étudient l'histoire du Mexique: 19% celle de l'Amérique centrale et des Antilles (surtout françaises. 15.1 %!). Au contraire les pays andins (12,5%) et surtout le Brésil (3,7% I) apparaissent dans cette étude comme les parents pauvres du contcmporanéisme français (Piel 1990:118).
Se observa que el Cono Sur no aparece en el cálculo y la cifra más sorprendente la constituye la del Brasil. En la misma publicación Frédéric Mauro observa que "la plupart de ces thèses sont soutenues par des étrangers, en particulier des Latino-américains et la part des Français est faible" (Mauro 1990:103). El conjunto de estas cifras pone en evidencia una serie de desfases entre las ofertas y las demandas de los estudios latinoamericanos en Francia. El caso más evidente es el del Brasil, país de dimensión continental que interesa al Estado y a la Universidad francesa, que da lugar a numerosas publicado-
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nes de nivel científico y periodístico, que envía numerosos estudiantes becarios del Estado a realizar diplomas superiores, muchos de ellos en Historia, mientras que el número de profesores de Historia del Brasil que dirigen tesis de doctorado en Francia se pueden contar "con menos de los dedos de una mano". Es cierto también que muchos doctorandos que vienen del Brasil o del Río de la Plata, que son ya investigadores y muchas veces ya docentes en sus universidades de origen, buscan historiadores o científicos sociales como directores de tesis, más por sus aportes metodológicos que por la especialización que puedan tener en el conocimiento estricto de la región que ellos estudian. Habría pues, como lo plantean ciertos historiadores latinoamericanistas franceses y como lo perciben amplios sectores de historiadores latinoamericanos, un desequilibrio en los intereses, por regiones y épocas, en la investigación francesa de la historia del continente latinoamericano. Este trabajo se propone una reflexión y el comienzo de un estudio del problema, con plena conciencia de que será necesaria una investigación aún más exhaustiva y prolongada para confirmar ciertas hipótesis aquí enunciadas o sugeridas. Pero quizás tenga sentido desde ya plantearse si no habría en la tarea de investigación y docencia de Francia sobre América Latina, una dificultad a revisar históricamente, la correspondencia, convergencia, interacción, las contradicciones e interferencias entre las historias de Europa y de Francia con esta región tan europeizada de América Latina, como lo son, desde la segunda mitad del siglo XIX y el correr del siglo XX, el sur del Brasil y el Cono Sur. La toma de conciencia y revisión de ambas partes interesadas, podría permitir seguramente una mayor comunicación entre los centros de investigación y los investigadores respectivos y una circulación más equilibrada del conocimiento en los dos sentidos. Pero lo que parece ser ya evidente es que toda cooperación e intercambio con la región de parte de Europa y de Francia, en el campo de la Historia Contemporánea, deberá tener en cuenta las particularidades de la evolución histórica de la misma dentro del continente. De igual forma, deberá tener en cuenta la especificidad del desarrollo de sus ciencias sociales e históricas y las características de la formación y organización de sus investigadores, después de los años 50 y 60, a través de centros universitarios, centros privados, redes regionales de investigación, disciplinarias e interdisciplinarias y acuerdos de cooperación multilaterales con universidades y centros de investigación extranjeros. Ello exigirá seguramente de las políticas de investigación y de los historiadores investigadores franceses de la historia contemporánea de la
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región, la búsqueda de nuevas formas de intercambio y colaboración, distintas seguramente a las practicadas desde la postguerra en otras regiones del continente, con historias muy diferentes. Este trabajo llevaría sin duda a la parte francesa a un mayor conocimiento de la abundante producción de la investigación histórica y de publicaciones sobre el período que va desde la segunda mitad del siglo XIX hasta el período presente en la región. Ello permitiría, seguramente, un reequilibrio de las influencias recíprocas como respuesta al gran esfuerzo de elaboración y reelaboración realizado por los investigadores historiadores de esos países, desde los años 30 a los 60, sobre los aportes metodológicos en las ciencias históricas y ciencias sociales francesas dentro del contexto internacional. Esta tarea de puesta al día permitiría también a los historiadores investigadores franceses, conocer una parte fundamental de su historia y de ésta en sus relaciones con la región más occidental y europea del continente latinoamericano: sus similitudes y diferencias con Europa, sus particularidades, que interrogan sobre las formas y evolución de una región vinculada directamente a la expansión de la Europa industrial y moderna desde la segunda mitad del siglo XIX y el correr de la primera mitad del siglo XX.
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¿Ocaso del boom, aurora del verdadero interés? Desarrollo y cambio de papel de los estudios hispanoamericanos y brasileños en la Romanistica de los países germanófonos Michael Róssner (Munich)
El inicio del interés por América Latina entre los críticos académicos de literatura de nuestros países tiene algo de realismo mágico. Un día llega un escritor y diplomático brasileño (Gonfalves de Magalháes) a Viena, se hace amigo de un bibliotecario y profesor con cierto interés por el mundo ibérico, le cuenta su visión personal de la literatura del propio país, y el bibliotecario (Ferdinand Wolf) publica un volumen en francés sobre la literatura del Brasil en el que todo el desarrollo de la literatura brasileña culmina con los amigos de su amigo (Wolf 1863). Para ser justo, hay que añadir que Wolf confiesa a veces su ignorancia acerca del Brasil "por las dificultades de conseguir libros del Brasil" y "por no conocer el Brasil sino a través de los libros" (Wolf 1955:5)', e indica francamente que material y consultas para su libro le habían venido de los autores románticos brasileños Domingos José Gonfalves de Magalháes, Manuel de Araujo Porto-Alegre y Ernesto Ferreira Franfa, autores que él, tal vez por agradecimiento, define como los más importantes de su país. Hay que admitir que todo eso se debe comprender también dentro de la corriente romántica mundial, porque Ferdinand Wolf, quien elaboró su estudio entre 1860 y 1862, busca una "literatura nacional" en el sentido del segundo romanticismo, y la quiere encontrar en la obra de los mencionados autores por su marcado patriotismo. Incluso en su prefacio, Wolf pretende que la literatura brasileña ha merecido la calificación de literatura nacional únicamente en la época romántica: "La literatura del Brasil hizo tantos progresos, sobre todo en los últimos treinta años, que ya no se le puede negar por más tiempo el lugar al que tiene derecho en la historia de las literaturas nacionales" (Wolf 1955:3). Post-scriptum no menos mágico-realista: el libro se ha publicado en 1955 por primera vez en portugués y en Brasil, con un prefacio del traductor Jamil Al-
1 Cito la traducción portuguesa de Jamil Almansur Haddad. La traducción al castellano es mía.
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mansur Haddad en el que éste defiende con mucho afán las tesis de Wolf contra la posteridad. Para comentar este episodio, hay que añadir también que la época de Wolf, el siglo XIX, e incluso la primera parte de nuestro siglo, es la época en la que el interés de los "romanistas" alemanes y germanófonos, famosos en el mundo entero por sus descubrimientos en el campo lingüístico y de la edición de textos, se centra en la Edad Media; y ya que no hay literatura latinoamericana de la Edad Media accesible a un romanista (que no sabe descifrar la escritura maya), los estudios latinoamericanistas son casuales en todos los sentidos de esta palabra. Los estudios americanistas válidos se concentran más en las otras disciplinas, siguiendo el gran ejemplo de Humboldt: en la etnología, la historia, zoología, botánica, geografía etc. Pero no es que los "romanistas" alemanes de entonces fueran tontos o desinteresados; el problema de siempre de los romanistas alemanes -problema que hoy en día parece a veces convertirse en ventaja y riqueza de perspectivas- es su obligación a dedicarse a una especie de "estudios reducidos de literatura comparada", es decir, limitados a las literaturas escritas en lenguas neo-latinas. Pero el verdadero problema no es esta "dispersión de intereses", sino la jerarquía tradicional de estas literaturas, entonces estrictamente respetada, el primer lugar corresponde a la francesa (con la literatura occitana medieval), el segundo a la italiana, al menos entre Dante y el Renacimiento, el tercero a la española, el cuarto (si no quinto, detrás del catalán) a la portuguesa. Así, a un pobre romanista le queda poco tiempo para dedicarse a lo que es considerado como la "periferia" de su tercera o cuarta o quinta literatura. Sin embargo, algunos lo hicieron. Entre ellos hay que destacar al famoso catedrático de mi universidad (Munich), Karl Vossler. No sólo escribió una biografía ya clásica sobre Lope de Vega (Vossler 1932) y muchos otros estudios hispanísticos más (la lista de sus publicaciones contenida en la miscelánea publicada en su homenaje cuando cumplió 60 años contiene más de 400 entradas), sino también algunos estudios sobre literatura hispanoamericana. Ya en 1934 presentó a "la décima musa de México" en la respetable Academia de Ciencias de Baviera. Muy probablemente, esta niña demasiado inteligente, nacida "al pie de dos volcanes" (Sor Juana Inés de la Cruz en Vossler 1934:3) les debió parecer entonces bastante exótica a sus colegas. Para Vossler, era importante presentarla en el marco de sus estudios sobre el barroco español, pero uno de sus colegas muniqueses, Ludwig Pfandl, autor de una importante
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Historia de la literatura española, se enamoró entonces de tal manera de la excéntrica monja mexicana, que le dedicó, un decenio más tarde, su último libro con el idéntico título de "La décima musa de México", pero con una perspectiva decididamente psicoanalítica. Sor Juana aparece como una "gran neurótica"2, y ya que en 1942, cuando muere Pfandl, estamos en plena época nazi y el psicoanálisis se debe a Freud, la publicación no se puede hacer sino después de la guerra. Pero ya el mismo Vossler había llegado mucho más allá del barroco. Dos años antes de la sesión en la Academia de Munich, había pasado una temporada de conferencias y encuentros en Buenos Aires. Al volver, presentó, siempre ante la Academia, un resumen de sus impresiones bajo el título La vida espiritual en Sudamérica, publicado en castellano por Raimundo Lida en Buenos Aires en 1935. En este breve estudio, Vossler habla casi exclusivamente de los argentinos. Desde el punto de vista actual, se equivoca en algunos de sus juicios sobre los actuales, pero da magníficas interpretaciones del Facundo de Sarmiento y sobre todo del Martín Fierro y de otras obras del género gauchesco. Pero lo más importante para nuestro tema son las líneas que escribe sobre su cambio de perspectiva: "Yo, que llegaba a Sudamérica con el propósito de dar algunas conferencias sobre temas de mi especialidad, no tardé en advertir que mi orgullosa misión tenía además otro aspecto, más modesto, sí, pero más importante: escuchar, recibir, estimular con eco amistoso..." (Vossler 1935:25). Aquí se refleja no sólo la -loable- pérdida del complejo de superioridad europeo, sino también el inicio de una duda acerca de la mencionada jerarquía de lenguas y literaturas para el romanista alemán, duda que culmina más tarde en la frase: "Si yo fuera joven y me hallara de nuevo en los principios de mis estudios romanísticos, dedicaría mi mejor energía a la historia de la lengua, a la poesía popular y artística de España, y a la elaboración, asimilación, desarrollo y ampliación del tesoro cultural románico en la América española" (ibid.:31). Tal vez sea esta clarividencia la que le hace intuir -en base a una observación sociológicamente discutible acerca de la moda femenina- que "bajo la influencia del primitivismo, simbolismo y dadaísmo de las grandes ciudades europeas, hay entre los americanos un recrudecimiento del interés y de la atención por las lenguas, artes y religiones de los indios y de los negros importados, un poco por curiosidad y otro poco por afecto" (ibid.:31/32). Casi
"Juana Inés ist der klassische Typus einer Psychoneurotica" (Pfandl s.a.:301).
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me parece una intuición de lo que será más tarde el tan discutido realismo mágico o lo real maravilloso americano del boom. Los contactos ultramarinos de Vossler tienen otro lado bueno: llenan la biblioteca de Munich de libros raros de los años veinte, dedicados al profesor alemán, y permiten organizar posibilidades de publicación en castellano para algunos antinazis entre sus colegas como Leo Spitzer que trabajaba ya en los años 30 como docente en la Johns Hopkins University de Estados Unidos. En la inmediata posguerra, la vieja jerarquía se ve aún más acentuada por el hecho de que lo más urgente por el momento parece ser el llegar a una reconciliación franco-alemana. El auge de los estudios franceses, junto con la moda del existencialismo, deja poco espacio a intereses tan lejanos como aquellos por Latinoamérica. Sin embargo, en Hamburgo, ciudad que cuenta ya desde hace varios años con un Instituto de Estudios Iberoamericanos, hay un catedrático "rosarino de nacimiento": Rudolf o Rodolfo Grossmann, quien ya en 1925 había "pagado las deudas" para con su lugar de nacimiento, presentando en Santander, en los cursos de vacaciones de la Sociedad Menéndez y Pelayo "Algunos aspectos de literatura hispano-americana". Pero mientras en aquel entonces termina brindando por el gran porvenir de "la única e indivisible literatura castellana" (Grossmann 1925:15), en la época de la posguerra da más lugar a las particularidades hispanoamericanas, cuando por ejemplo presenta en 1953 en su ciudad natal un "Esbozo de una sociología literaria" sobre "El autor y el público hispanoamericano" (Grossmann 1953). Aquí vemos el núcleo de lo que será en 1969 la coronación de la obra de Grossmann: la primera -y hasta muy recientemente única- Historia de la literatura latinoamericana en alemán. En ésta, Grossmann habla ya de una "spezifísche Amerikanitát" (Grossmann 1969:25), aunque esta "americanidad específica" se le manifiesta todavía en épocas literarias muy europeizantes, desde el "Amero-Renaissance" hasta el "Amero-Realismus". Pero es el mérito de Grossmann no sólo haber dado la primera idea general de que la literatura latinoamericana era más antigua y más rica que algunas novelas contemporáneas, presentadas de vez en cuando en artículos de romanistas alemanes (y en un impresionante libro de su colega de Hamburgo, Hellmuth Petriconi, de 1938, que se centra en la novela de la Revolución mexicana y en el género gauchesco argentino). La importancia (y la soledad) de Grossmann/Petriconi se manifiesta también en el hecho de que entre 1945 y 1955 no hay ninguna tesis doctoral sobre un tema latinoamericano en la República Federal fuera de Hamburgo.
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Hay que asociar a la Historia de la literatura latinoamericana de Grossmann un libro publicado incluso un año antes por un romanista de Regensburg, Leo Pollmann, quien combina de manera muy hábil el deber del romanista con una estrategia de marketing, presentando a los (todavía poco conocidos) autores latinoamericanos juntos con los (entonces mucho más prestigiosos) autores del nouveau román francés: Der Neue Román in Frankreich und Lateinamerika" (Pollmann 1968). Pollmann, quien publicó más tarde una historia de la novela latinoamericana en dos tomos (Pollmann 1984), sigue siendo uno de los más importantes latinoamericanistas hasta la fecha. Sin embargo, el descubrimiento de Latinoamérica que empieza en los años 60 es paulatino y se centra en primer lugar en las obras y los autores que son los grandes representantes del llamado "boom". Asturias, Carpentier, Rulfo, más tarde García Márquez, Cortázar, Vargas Llosa, finalmente -y a través de la recepción francesa- Borges: he aquí los autores más representativos de los estudios de aquellos años. Una gran figura dentro de este proceso es el periodista Günther Lorenz quien, mediante empresas espectaculares, simposios de autores, libros de entrevistas, etc. logra confirmar la presencia de la cultura latinoamericana en el mundo germanófono. Sin embargo, lo logra a precio de crear una serie de mitos completamente erróneos, los cuales han inducido incluso a algunos romanistas académicos -pero con poco tiempo y poca posibilidad de averiguar las circunstancias verdaderas- a repetir slogans como los de "auténticos representantes de culturas indígenas" 3 . Uno de los autores que aceptó y proclamó con gran éxito esta fórmula propagandística es el "Gran Lengua de los Maya", Miguel Ángel Asturias, quien no sólo nunca llegó a hablar una palabra en la lengua Quiché, sino quien además, en su tesis de 1924 había propuesto hacer con los indios "lo que se hace con todas las razas de animales" en decadencia: cruzarlas con una raza "sana y fuerte" como "los bávaros o los tiroleses" (Asturias 1971:107). Son estos mitos los que incitan a otro grupo de autores a luchar contra la imagen creada y difundida de Latinoamérica. Entre éstos quiero mencionar a uno de los primeros autores de una tesis de Habilitation sobre la literatura latinoamericana: a Horst Rogmann de Bonn, fallecido ya hace algunos años. No es tanto esta tesis de Rogmann en sí, una tentativa fracasada de aplicar las
C f r L o r e n z 1970:107, donde dice: "mit Ausnahme von Alejo Carpentier [sind] alle bedeutenden magischen Realisten Indios oder Mestizen [...], die in indigenem Milieu aufwuchsen und sich zu ihrem indianischen Erbe bekennen."
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teorías de Greimas a Hombres de maíz de Asturias4, sino sus artículos polémicos contra la tradición de Lorenz (cfr. por ejemplo Rogmann 1979) los que contribuirán a cambiar la demasiado ingenua actitud consumidora de los alemanes. Empezaba a prevalecer entonces la segunda tendencia de los años 70: la política. Los golpes de estado en Chile, Argentina, y otros países, la emigración masiva de intelectuales latinoamericanos que llegaba también a nuestros países, junto con la frustración de la casi-revolución de 1968, convirtieron a América Latina en la "Arcadia ideal" de los sueños revolucionarios de toda una generación. Se solía aceptar, otra vez con impresionante ingenuidad, el mito del maniqueísmo: la oposición entre los latinoamericanos latinoamericanistas, que utilizan la literatura como forma de combate, y los latinoamericanos renegados, como Borges, que traicionaban a la propia patria para seguir las modas europeas. En la República Democrática por necesidades políticas, en el resto de la zona germanófona por las razones psicológicas expuestas, la gente trataba de ignorar o negar las divisiones y luchas internas de los intelectuales latinoamericanos como aquellas que siguieron al caso Padilla. Esto permite explicar también la increíble popularidad de Cien años de soledad y de su autor. García Márquez era, por un lado, la encarnación ideal del mito de Lorenz: un latinoamericano que transportaba el realismo mágico en el sentido de lo real maravilloso, es decir, de una fe, pero aligerado, más fácil de digerir por su ironía sutil; y quien al mismo tiempo era amigo de Fidel Castro y luchaba por la revolución, aunque no se notaba demasiado en su libro. Que García Márquez era al mismo tiempo un gran narrador, lo prueba menos su fortuna de aquel entonces que el hecho de que haya quedado, aún ahora, después de pasado el boom, como uno de los temas preferidos de la crítica académica. Esta crítica académica, desde los años 70, ya no se limita a algunas personalidades como Vossler o Grossmann. Sin embargo, de la larga lista de latinoamericanistas quiero mencionar a algunos en particular, no tanto por sus innegables méritos científicos, sino por el hecho de que incluso en la época del boom no se centraron en los autores más tratados y más fácilmente "vendibles" también en seminarios académicos, sino que trataron siempre de restituir a Latinoamérica su entereza cultural, dedicándose también a autores desconocidos o escribiendo al margen del boom, a autores de siglos pasados, o a los más
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Rogmann 1978; la tesis fue dirigida por Rafael Gutiérrez Girardot, catedrático en Bonn y otro pioniero de la latinoamericanística alemana.
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jóvenes: Entre ellos, además del ya citado Leo Pollmann, hay que mencionar sobre todo a Gustav Siebenmann, el catedrático suizo de Sankt Gallen quien, además de publicar un gran número de estudios sobre autores latinoamericanos, es también uno de los primeros "imagólogos" - es decir, se ha ocupado de la imagen reciproca de Latinoamérica en Alemania y de la cultura alemana en América Latina, y el primero que se ha ocupado de manera concisa de mi tema, es decir de la historia de los estudios latinoamericanos en Alemania. Su historia de la recepción de la literatura latinoamericana, su bibliografía de traducciones, finalmente su artículo de 1985 sobre la Historia de los estudios iberoamericanistas sobre lengua y literatura en los países germanófonos (cfr. Siebenmann 1972, Siebenmann/Casetti 1985, y Siebenmann 1985), son puntos de referencia indispensables que me ahorran un examen detallado de los estudios publicados entre 1945 y 1985, ya que estos están tratados ya en el artículo de Siebenmann y en otro de Dieter Janik que examina la suerte de "Las investigaciones sobre literatura latinoamericana en la República Federal Alemana en la última década [i.e., los años 70]" (Janik 1980). Janik es, además, en 1974, el segundo en presentar en la RFA una tesis de Habilitation latinoamericanista, sobre la "concepción mágica de la realidad de la novela hispanoamericana del siglo XX" (Janik 1976). Es un estudio que, con una fuerte base etnológica, trata de explicar a los europeos el mundo extraño, tan diferente, de la literatura latinoamericana. Pero ya con la tesis de Habilitation siguiente, "La novela hispanoamericana del Fin de Siglo" de Klaus Meyer-Minnemann (Meyer-Minnemann 1979), hoy en día director del Instituto de Estudios Iberoamericanos de Hamburgo, vemos un alejamiento de los temas mágico-realistas del boom. Una tal "diversificación de los intereses" es la característica más importante de los últimos diez años. Tanto temas más antiguos -tratados por ejemplo por el actual director del Instituto Iberoamericano de Berlin, Dietrich Briesemeister o Titus Heydenreich de Erlangen-, como temas más recientes del boom, objeto de los coloquios regulares entre autores latinoamericanos y críticos alemanes organizados por el catedrático de Eichstätt, Karl Kohut, han reemplazado al "canon estrecho" de los autores siempre "remasticados" de la época del boom. Esto lo demuestra también la estadística: si miramos las tesis de Habilitation y de doctorado de los últimos años (1980-93), según las indicaciones contenidas en el Romanistisches Jahrbuch, vemos el cuadro siguiente: En estos últimos años, ha habido tres tesis de Habilitation sobre temas latinoamericanos: la de Walter Bruno Berg sobre Cortázar, la de Vittoria Borsó sobre los autores contra corriente en México (sobre todo Revueltas), y la mía sobre
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la búsqueda del paraíso perdido que contempla este tema bajo una perspectiva comparada, analizando obras de las literaturas austríaca, francesa y latinoamericana (cfr. Berg 1991, Borsó 1994, y Róssner 1988). En el mismo espacio de tiempo, fueron aceptadas, según los datos no siempre al ciento por ciento completos del Jahrbuch, 57 tesis de doctorado, un promedio de cuatro por año, con una tendencia al aumento (en los años 91-93, eran 7 y dos veces 6). Las tendencias temáticas son bastante claras: al inicio predominan temas de la época del boom, los cuales desaparecen casi completamente en la segunda mitad de los años 80 para volver con nuevas y más originales aproximaciones a los temas en los años 90 (ahora predominan comparaciones, estudios de la recepción, etc.) Los temas sobre literatura anterior a la época del boom tienen un auge espectacular en torno a 1985-90, en parte debido a las sugerencias del especialista del Modernismo de Bonn, Rafael Gutiérrez Girardot, en parte al creciente interés por las vanguardias latinoamericanas despertado por Harald Wentzlaff-Eggebert con su simposio de Berlín en 19895. Los temas más recientes se concentran en los años de 1991 a 1993, lo que demuestra que paulatinamente nos estamos alejando de la imagen de una literatura latinoamericana concentrada en un cuarto de siglo (1950-75). Las orientaciones geográficas en parte coinciden con las universidades donde se concentra la investigación correspondiente, sobre todo si se toman en cuenta también los proyectos de tesis también contenidos en la revista mencionada: Temas mexicanos se concentran cada vez más en Trier, donde Karl Hólz mantiene un intercambio muy activo con México; temas brasileños, un día dominados por la Universidad de Hamburgo, se elaboran cada vez más en la de Colonia, temas del siglo XIX se trabajan sobre todo en Bonn (por haber tenido allá el modelo de Gutiérrez Girardot). Entre las tesis aceptadas hasta 1993, es de destacar el hecho de que faltan por completo temas centroamericanos (con la excepción de una tesis sobre Asturias y de dos más que lo tratan en perspectiva comparada), y de temas venezolanos (mientras que Colombia se reduce con una excepción a trabajos sobre García Márquez). Es de destacar el gran porcentaje de trabajos sobre literatura brasileña (9 en total, es decir más que cualquiera de los países hispanoamericanos); en este contexto hay que añadir que, pese al hecho de que haya habido hasta ahora dos tesis de Habilitation en la posguerra sobre temas brasileños (Dieter Woll sobre Machado de Assis; Heinz W. Wittschier sobre Antonio de Vieira), la "brasilianística" en las
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Cfr. las actas: Wentzlaff-Eggebert 1991
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universidades alemanes, con excepción de Colonia, es todavía un campo bastante virgen. Faltan libros, faltan -a veces- estudiantes, y faltan las perspectivas profesionales para los que terminan sus estudios, porque el portugués todavía no se enseña en los colegios alemanes. Si hablamos de los métodos y aspectos de interés particular en estos últimos años, vemos que los métodos escogidos por los investigadores alemanes, por lo menos a nivel de tesis de Habilitation6, desde siempre han sido muy variados: encontramos métodos derivados de la antropología y etnología (en el caso de Janik y en el mío), el estructuralismo y la nueva narratología en el caso de Rogmann, la semiótica y la teoría de los discursos en la tradición de Foucault (en los casos de Berg y Borsó) o métodos de literatura comparada, como la imagología. A nivel de tesis de doctorado, me atrevo a decir que se ha registrado una especie de "cambio de paradigma": ya no nos acercamos tanto por el lado de la sociología, empieza el interés marcado por problemas de géneros textuales, por la intertextualidad en general, por temas feministas, y, en los ultimísimos meses, ya de "Gender Studies". Lo que re-empieza, tal vez a raíz de las discusiones en torno al 1992, es el interés por temas de la conquista; lo que es completamente nuevo, es el interés por textos hasta ahora excluidos del interés de la crítica: hablo de algunos proyectos de tesis dentro del "Sonderforschungsbereich" sobre "Oralidad y argentinidad" en Freiburg (Waltei Bruno Berg), y confieso haber visto con gran simpatía que aquí en Bonn hay un proyecto de tesis doctoral sobre Mafalda. No hay que esperar siempre al siglo siguiente para dedicarse a temas del llamado "género popular" o "trivial", y en el caso de Mafalda, si estos dibujos son populares, seguramente no lo son por triviales, sino por lo contrario. Otro tema que empieza a despertar creciente interés en los últimos años es el de la "Textmusik", de las canciones literarias y semiliterarias, sobre todo en las formas de Tango, Samba y Bolero. El archivo de Ursula Mathis en Innsbruck, concentrado hasta ahora en la "Chanson" francesa, ya comienza a cambiar un poco sus orientaciones, y para 1997 está previsto un simposio sobre Tango y Literatura en Berlín. Finalmente, hay que constatar que nos encontramos otra vez o por primera vez -y esto lo prueba esta misma sección del Congreso de Hispanistas mejor que nada- en una fase de síntesis, de balance: acaba de publicarse la Historia 6
Hay que explicar que el sistema alemán (adoptado también en Austria y Suiza) conoce dos grados de tésis: la doctoral y la de "Habilitation", una tesis superior que da derecho a competir más tarde por una cátedra.
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de la literatura latinoamericana del siglo XX de Christoph Strosetzki (Strosetzki 1994), se publicó en otoño de 1995, por primera vez desde Grossmann, una Historia de la literatura latinoamericana desde Colón hasta nuestros días (Róssner 1995); se ha vuelto a publicar una nueva edición del ya clásico diccionario de autores hispanoamericanos de Dieter Reichardt (Reichardt 1992), es de reciente publicación un volumen en dos tomos sobre "la novela hispanoamericana" (Roloff / Wentzlaff-Eggebert 1991), y el presidente de nuestra Asociación, Thomas Scheerer, desde hace algunos años está construyendo en Augsburg un banco gigantesco de datos sobre todos los escritores latinoamericanos 7 . Para llegar a una conclusión, quiero formular algunas tesis: 1) Se ha concluido la época de los héroes solitarios: la latinoamericanística hoy en día es tarea de todos, o casi todos los hispanistas alemanes - con una gran variedad de intereses. 2) Se ha acabado la moda del boom. Mientras que en los años 70 y primera mitad de los 80, los estudiantes no querían estudiar, los profesores tratar y los editores publicar más que un círculo muy reducido de autores y textos, en los últimos años se ha impuesto -como me parece- también entre los autores latinoamericanos mismos, una especie de pluralismo. Lo mismo vale para los métodos empleados. Postmodernismo o no, ya no funcionan como antes las obligaciones no escritas en cuanto a la selección metodológica. Por otro lado, sigue ayudándonos la tradición de "literatura comparada reducida" que como romanistas alemanes llevamos siempre con nosotros. El nuevo interés por las vanguardias latinoamericanas por ejemplo, los paralelos entre las culturas argentina e italiana analizados en proyectos de tesis, todo ello se debe al mejor conocimiento de las restantes literaturas románicas, cuya interacción viva y fértil con las latinoamericanas se ha manifestado en el curso de la historia. 3) Con la moda del boom, se ha acabado también la actitud ingenua y un poco insolente de algunos profesores alemanes, es decir, la de llegar ya con unos conceptos preparados a los textos, examinarlos y después desecharlos si no coincidían con los conceptos preformados. Ojalá todo ello suponga un paso decisivo e irreversible hacia una nueva relación entre Latinoamérica y el mundo germanófono, entre autores y críticos, relación todavía bastante conflictiva como se puede verificar de vez en cuando en los simposios que los reúnen aquí o allá. Yo creo firmemente que la diversificación de nuestros intereses, y la
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B I L A - Indice bio-bibliográfico de autores latinoamericanos, banco de datos elaborado por Thomas Scheerer, Augsburg.
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disposición a medir los textos analizados con sus propios conceptos estéticos y no con aquellos que hemos desarrollado nosotros, si no directamente la agencia de relaciones públicas de las grandes editoriales, son indispensables para llegar a un verdadero interés, un verdadero intercambio, una verdadera comprensión de la literatura de ese continente. Sin embargo, es un camino en el que podemos dejarnos conducir hasta cierto punto por las experiencias de Vossler. Les recuerdo otra vez sus palabras al volver de Argentina: "Yo que llegaba a Sudamérica con el propósito de dar algunas conferencias sobre temas de mi especialidad, no tardé en advertir que mi orgullosa misión tenía además otro aspecto, más modesto, sí, pero más importante: escuchar, recibir, estimular con eco amistoso..." Esto me parece un buen programa, también para el futuro.
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O caso dos Estudos Brasileiros na Franga Walnice Nogueira Galvào (Poitiers / Sao Paulo)
A disciplina de Estudos Brasileiros na Universidade atravessa, neste momento, o ponto mais baixo da sua evolufào, tanto na Europa como nos Estados Unidos. Em nenhum lugar, os Estudos Brasileiros dispòem de um estatuto independente. Sempre fazem parte, em seu papel de sòcio mais fraco, de um Departamento de Estudos Ibéricos, ou Latino-Americanos ou Portugueses. Em alguns raros casos, como em Harvard e em Yale, de um Departamento de Línguas Románicas. Esta posiíáo corresponde às determina9òes geopolíticas e históricas do Brasil. Por um lado, este país faz parte da América Latina, o que o torna dependente de sua situafào continental. Por outro lado, embora seja a parcela mais numerosa da lusofonia, aparece como urna filial de Portugal no que diz respeito à lingua. Mas tal posÌ9ào nào atende à originalidade de sua cultura nem no quadro latino-americano nem no quadro lusófono. Nào é só a situa9ào da disciplina de Estudos Brasileiros que vai mal. Também a ressonància da cultura brasileira no exterior desenha urna trajetória descendente. Antes de mais nada, é preciso ressaltar que o pròprio Brasil é o responsável por essa situa9ào e nào Portugal, nem Espanha, nem Estados Unidos, nem muito menos Fran9a. A ausencia de urna politica cultural no exterior deve ser responsabilizada. Examinaremos o caso francés, lembrando que ele é, de longe, o mais favorável em todo o mundo: A Fran9a é o país de mais tradicional e mais ampio interesse pelas coisas brasileiras. Esta comunica9ào tem portanto por objeto uma análise dos Estudos Brasileiros nos quadros do ensino superior francés. Diferentes fatores devem ser levados em conta, pois é do cruzamento entre eles que a compreensáo pode ser obtida. Assim, por exemplo, contaremos por um exame da rela9ào Universidade versus ensino secundário, que é onde radica uma das mais primárias fontes de problemas. Secundário x universitário O sistema escolar francés é o mais solidamente democrático do mundo. Nascido de urna revolu9ào, e apesar de constantemente sujeito a reformas, esse
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sistema realmente garante educa9ào gratuita para todos. Além de ser de boa qualidade, é um sistema de escola pública exemplar. Na voga de privatizafào que sacudiu o globo com o esfacelamento do impèrio soviético e o firn da Guerra Fria, o governo francés cedeu a fortes pressòes e propós um subsidio para o ensino privado no ano de 1994. Resultado: o país parou para protestar, de alto a baixo. Urna manifestafào monstro se formou nas ruas de Paris, de 600.000 pessoas vindas de todos os quadrantes da Franfa, em defesa da escola pública gratuita. O governo recuou e retirou a proposta. Sendo esse o quadro geral, passamos agora a examinar suas imperfeÌ9Òes e pontos fracos, especialmente naquilo que concerne aos Estudos Brasileiros. Urna primeira falácia pode ser detectada na relagào entre a Universidade e o secundário. Como é sabido, nao há vestibular na Franca- todo mundo tem o direito de fazer um curso superior gratuito. O estudante faz, ao contràrio, um exame de saída do secundário, o baccalauréat ou bac. Tendo passado nesse exame, todos os caminhos estào abertos para ele. O exame é difícil e de àmbito nacional (outra preocupado democrática francesa, a nào-aceitafào decidida da desigualdade regional, que eles chamam de desregionalizafáo, e com a qual nós, brasileiros, estamos tao habituados a conviver que, talvez, nem mais nos escandalize). As normas sào baixadas pelo Ministério da Educafào. Para ilustrar a seriedade desse tipo de c o n d u j o de exames pelo Ministério da Educafào, referimo-nos a algo que acaba de se passar com o concurso de YAggrégation. Por esse concurso, os estudantes universitários, urna vez formados, habilitam-se a ser professores secundários da rede pública em todo o país. Ora, ocorre que, neste ano de 1994, urna obscura sede de concurso de Aggrégation, na remota Córsega, foi invadida por assaltantes, que mexeram nas provas. Tanto bastou para que todo o concurso nacional de 1994 fosse anulado em toda a Franfa. E, justamente por causa de sua seriedade, o baccalauréat tornou-se ao longo dos anos alvo de críticas que visavam seu ponto mais fraco, ou seja, o alto índice de reprovafào. Segundo esse argumento, afinal vencedor, o alto custo social envolvido no processo nào era compensador e urgia liberar do secundário um contingente maior de estudantes para o curso universitário. Na década de 80, o governo determinou que 80 % dos alunos deveriam ser aprovados nesse exame de saída. O resultado foi urna depressào das exigéncias do baccalauréat.
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Os professores, naturalmente, até hoje lamentarci a medida e a responsabilizam pela baixa de nivel dos estudantes universitários, perceptível em todo o país. Aqui, há que refletir que a baixa de nivel pode ter razoes concorrentes, pois eia é detectada em outros sistemas educacionais igualmente. A grita é geral entre os europeus e os norte-americanos. Nos Estados Unidos, o problema da evasào escolar no secundário, embora lá nao haja exame de saída e a Universidade gratuita seja rara, tornou-se tao grave que as escolas estào contratando professores particulares para dar acompanhamentos individuáis aos alunos dificeis ou atrasados. Essa prestagào de servidos é paga através de um engenhoso sistema de taxas e compensares fínanceiras. O recurso tem dado bons resultados, mas é ainda tao novo que se torna complicado avahar seus frutos a mèdio e longo prazo, em termos de custo social. O melhor argumento que se apresenta é que a chamada baixa de nivel possa ser a aparència de um fenòmeno mais profundo, qual seja o da mudaba das exigencias do mercado e dos padròes culturáis de urna sociedade nào mais gutemberguianamente letrada. Nesses caso, a pròpria nofào de educafào deveria ser reformulada, para adaptar-se aos novos tempos. A recessào geral nos países ricos, acompanhada por taxas de desemprego crescente, sobretudo entre os jovens que vào entrar pela primeira vez no mercado de trabalho, está trazendo à discussào urna outra proposta de encaminhamento de solufào. Esta estaria em utilizar outra estratégia para elevar o nivel do ensino. Quem lidera este movimento sào os Estados Unidos, porém seguidos mais devagar pelos demais países. Esta estratégia propòe um aumento da qualificafào póssecundária, através de cursos curtos especiáis e intensivos, para dar aos alunos urna formafào mais adaptável aos tempos, já que a formafào escolar é por natureza tradicional. Esses cursos seriam em métodos e técnicas selecionados por sua instrumentaliza9ào em conseguir um emprego, e um dos mais cotados é em Informática e manejo de computadores em geral. Tendo a grande vantagem de sanar em parte e num curto periodo o desemprego dos jovens, poderia prepará-los para trabalhar em áreas onde o uso do computador é obrigatório, como, por exemplo, o setor servifos - lojas, hotelaria, aeroportos, agencias de viagens, etc. Nem todas as iniciativas sào felizes e nem todas sào bem recebidas. O governo francés ofereceu, em 1993-1994, urna outra solufào, o salàrio-minimo jovem. Para diminuir o desemprego nessa faixa de idade, e sem esquecer que isso tem sido fonte de graves perturbafòes da ordem pública em toda parte, o governo fez um acordo com os empresários, segundo o qual estes abririam
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novos empregos para jovens iniciantes, os quais receberiam 80 % do salàriominimo vigente. Os empresários seriam recompensados através de vantagens fiscais e outras. No fundo, trata-se de uma soluçâo semelhante à americana, ou seja, mais treinamento e aquisiçâo de mais qualifïcaçôes. Mas, mesmo sendo, para padrôes brasileiros, altissimo o salàrio-minimo francés (6.000 F, ou 1.000 dólares), os envolvidos protestaram em várias manifestaçôes de grande violência, e a medida foi revogada. Na realidade, a convulsâo provocada pela terceira revoluçâo industrial nâo provocou apenas lances espetaculares como o desmantelamento do impèrio soviético e o fim da Guerra Fria. Menos visível, mas de conseqüéncias nao só mais graves como mais duradouras, acarretou o desemprego tecnológico, causado pela automaçâo e a globalizaçâo da economia. Quando se pensa no ensino, num quadro desses, é que se verifica que ele é apenas uma pequeña parte de uma crise mundial complexa, para a quai nâo há soluçâo à vista. O que fazer com o enorme contingente de jovens que anualmente entra num mercado de traballio onde nâo há trabalho ? Universidade x Grandes Escolas Outra falácia do sistema universitário francés reside na disparidade entre Universidade e Grandes Escolas. A Universidade é democrática, pública, gratuita, para todos e sem vestibular. As Grandes Escolas sao elitistas, fechadas, pagas no sentido inverso de que os alunos recebem um salàrio, e têm um vestibular dificílimo e disputadíssimo. Variando conforme a área, cada candidato deve fazer exames de muitas matérias, em cada uma das quais ele deve redigir com sua pròpria mâo cerca de vinte páginas. Só a correçâo anual desses vestibulares leva dois meses e é feita a alto preço por professores universitários altamente qualifícados (25.000 F ou 4.000 dólares por 300 provas). Sâo Grandes Escolas, e portante independentes do sistema universitário, a Politécnica; a Medicina; a ENA ou Escola Nacional de Administraçâo, que prepara quadros de alto nivel para o governo, inclusive ministros e presidentes da República; e, sobretudo essa instituiçâo tao tipicamente francesa que é a Ecole Normale Supérieure. Esta se destina ao saber nâo aplicado, em todas suas variantes, desde as ciências até ás humanidades. "Normaliens" foram Sartre, Simone de Beauvoir, Simone Weil, Raymond Aron, Merleau-Ponty, Michel Foucault, etc. Os candidatos sâo classificados por suas notas, e a partir
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dai escolhem seu curriculo. A escola lhes dà moradia, alimentaçâo e um salàrio de 12.000 F ou 2 mil dólares, tanto quanto um assistente de ensino universitário e mais do que um leitor, durante cinco anos. Sua única obrigaçâo é estudar. O segundo ano do periodo implica num estágio de um ano no pais que escolherem, com passagem de aviào paga pela Escola. O estágio tem a ver com a preparaçâo da tese de "Maîtrise", prova de formatura. A Ecole Normale Supérieure conta apenas há seis anos com um leitor de Portugués, que também dá aulas para os alunos de Espanhol, preparando-os para a prova de lingua opcional (Portugués, Catalâo ou Latim) da parte oral da Aggrégation de Espanhol. O curso, como sempre, é de Estudos Ibéricos, e o leitor é contratado a nivel local. Do programa, faz parte um pouco de literatura e civilizaçâo portuguesas e outro tanto de literatura e civilizaçâo brasileiras. A necessidade surgiu, e levou à criaçâo desse leitorado, porque começaram a aparecer alunos de lingua portuguesa. Para se ter urna idéia, no momento há um aluno portugués e urna aluna brasileira. O leitorado corre o risco de ser suspenso por falta de clientela. A existéncia das Grandes Ecoles, e sobretudo da Ecole Normale Supérieure, leva inevitavelmente ao rebaixamento da Universidade. O recrutamento dos mais brilhantes, mais capazes e mais bem dotados é feito por elas. Resultado: só vai para a Universidade o contingente majoritário restante, ou seja, aqueles que nâo têm condiçôes suficientes para fazer outra coisa. Dentro da Universidade, os lusófonos sâo em sua esmagadora maioria descendentes de portugueses. Raramente aparece algum aluno brasileiro ou africano. Do grupo lusófono que nâo foi para as Grandes Ecoles (já vimos que sâo pouquissimos os que vâo: além do portugués e da brasileira na Ecole Normale Supérieure, há um filho de portugués na ENA): os mais brilhantes, mais capazes e mais bem dotados daqueles que entraram na Universidade escolhem estudar o que quiserem, da Astrofisica à Biogenètica e à Filologia Grega ou Romànica. Nesta segunda seleçâo, digamos assim, "natural", só escolhem o diploma de Portugués aqueles que nâo têm outro jeito se nâo explorar o capital investido, ou seja, aqueles que aprenderam a falar portugués em casa e que por isso estâo mais habilitados a ter um bom começo nesse curso. Segue-se dai ser a vasta maioria da clientela desse diploma constituida por filhos daquele um milhâo de ¿migrantes portugueses que, na década de 70, vieram trabalhar na França e aqui ficaram, vindo a se tornar a maior comunidade estrangeira no
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país. Os alunos franceses, como os filhos de brasileiros ou africanos, sao em número insignificante. Brasileiros x Portugueses x Espanhóis Para urna visäo global do ensino de Estudos Brasileiros no panorama universitário francés, faremos urna abordagem em très níveis representativos dos cerca de 30 núcleos existentes no país: primeiro, na Universidade de Paris. Segundo, numa universidade onde o Departamento de Estudos Portugueses e Brasileiros é independente e de tamanho mèdio. E, terceiro, numa Universidade onde essa mesma disciplina nao tem independência e o Departamento é pequeño. A Universidade de Paris se destaca por ter, näo um, mas quatro núcleos de ensino de Estudos Portugueses e Brasileiros. Eia encarna, portante, e de longe, a maior concentraçào de professores, alunos e recursos nessa área do conhecimento. Os quatro núcleos fícam em Paris III (Sorbonne-Nouvelle), Paris IV (Sorbonne), Paris Vili e Paris X (Nanterre). A preponderância da Universidade de Paris se explica pelo pioneirismo. Foi ali que, em 1922, na Sorbonne, Georges Le Gentil criou o primeiro núcleo de Estudos Portugueses e Brasileiros na França. No entanto, e mesmo com sua expansäo ao longo do tempo e o desdobramento por Paris III, Paris Vili e Paris X, esses estudos até hoje fazem parte do diploma de Estudos Ibéricos; só em Paris Vili, mais recente, constituem um departamento independente, porém bem menor que os de III e IV. A regra geral, portante, é que os alunos se inscrevam e saiam formados em Estudos Ibéricos. Dos 150 alunos, aproximadamente, que se inscrevem no 1 ° ano, boa parte näo vai fazer o curso todo, mas escolhe Portugués como urna disciplina optativa secundária de um ano para completar suas matérias, caso estudem Historia, ou Geografia, etc. No 2° ano, os alunos estào reduzidos a 70. No firn do 2° ano, está completado o D.E.U.G., ou curso básico de dois anos. Muitos alunos saem para trabalhar, pois o certificado de conclusào do D.E.U.G. lhes dà acesso a muitos tipos de emprego. Talvez fosse mais honesta a formulaçào contrària, ou seja, a de que sem o D.E.U.G. ninguém consegue emprego nenhum na França - e mesmo assim, antes da recessào. Os alunos se reduzem a cerca de 35 no 3 o ano, o ano da Licence. Como o certificado desta dá um acesso melhor ao mercado de trabalho, inclusive à possibilidade de fazer o concurso C.A.P.E.S., o número se reduz ainda mais e apenas cerca de urna
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dúzia se apresenta ao 4 o ano, ou Maîtrise. Desta, só se sai tendo escrito urna tese; mas, a esta altura, o aluno está tào especializado que o efeito perverso oposto se manifesta, e ele nao encontra trabalho com um diploma em Espanhol, Catalâo e Portugués. Restam-lhe duas possibilidades: 1) ou ter estudos paralelos, como por exemplo diploma em Direito; 2) ou fazer o concurso Aggrégation, para ser professor secundário, enfrentando a concorrência terrível dos alunos das Grandes Escolas, sobretudo da Ecole Normale Supérieure. Da perspectiva do corpo docente, este fíca esmagado pela superioridade espanhola e a certeza de ser voto vencido em todas as reuniôes de Departamento, na disputa infindável por postos e verbas. Apenas para dar um exemplo, Paris IV tem um catedrático de Estudos Portugueses e Brasileiros para catorze de Estudos Espanhóis. A situaçâo presente desses cursos mostra também o acirramento de urna tendência que se instala em meados da década de 80. Até entâo, a proporçâo de alunos franceses na sala de aula era de cerca de 1/4, ou seja, numa classe de 40 alunos pelo menos 10 eram franceses. Mas, hoje em dia, se houver um aluno francés já é muito. O que, evidentemente, é desastroso e transforma os cursos em guetos. Várias razoes convergiram na determinaçâo dessa relaçâo de forças. Primeira délas, e talvez mais importante para nós, é que os franceses vinham estudar Portugués movidos por interesse pelo Brasil, e nao por Portugal. A ressonância das coisas brasileiras no exterior foi grande no passado, através do futebol, da música popular, do teatro, do cinema, da literatura. O Brasil era mais vivaz, mais rico e sobretudo mais moderno. Essa avaliaçâo era bem percebida pelos editores, que faziam questâo de pôr na capa dos livros: "traduzido do brasileiro", e dos cursos de formaçâo permanente para adultos profissionais, que anunciavam aulas "em brasileiro". O desinteresse oficial brasileiro por urna política cultural no exterior é o grande responsável por esse triste estado de coisas. A segunda dessas razoes é, na realidade, a face reversa da anterior. Ao mesmo tempo que as coisas brasileiras perdiam ressonância e prestigio, a língua portuguesa foi perdendo suas associaçôes prestigiosas e modernizantes com o Brasil, a quem foi deixando de representar. E passou a ativar ¡mediatamente a imagem, nao de Portugal em linha reta e sem mediaçôes, mas a dos ¡migrantes portugueses na França: língua de "concierge" é o epíteto mais amável. Começa a ser perceptível no horizonte uma mudança para melhor, com a entrada de Portugal na CEE e os foros de modernizaçâo que aquele país começa a adquirir, respaldados por seus incansáveis esforços no campo da
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política cultural no exterior. Mas, ainda urna vez, isso se fará em detrimento das coisas brasileiras, votadas ao descaso por todos. A entrada de Portugal na CEE nâo é só urna questâo de imagem: ela já provocou um aumento na procura de aulas de Portugués (incluindo civilizaçâo e historia) nos cursos de formaçâo permanente. Por lei, os adultos profissionais têm direito a esses cursos, os quais sâo dados ou na empresa, se ela é grande, ou fora déla, na Universidade ou em escolas do tipo Berlitz, por exemplo. E esse aumento da procura já foi notado, sobretudo por parte de executivos de empresas e de funcionários bancários. Entretanto, os Estudos Portugueses e Brasileiros arriscam perder urna grande batalha, ainda bastiâo de confiança e esperança no inicio desta pesquisa, a CEE cogita eliminar o portugués de seu bloco de línguas oficiáis. Assim se acentuará a preponderância do espanhol como representante único da Ibéria, e o portugués se vé reforçado em sua posiçâo de língua "rara", classificaçâo que lhe cabe oficialmente na França. E bom ter em mente que a disputa perpétua entre Estudos Espanhóis, Portugueses e Brasileiros se passa numa área muito reduzida, fechada para fora, onde os ganhos sâo feitos às custas uns dos outros. Paris IV, onde, como já mencionamos, só há um catedrático de Estudos Portugueses e Brasileiros para catorze de Espanhol, tinha dois leitores de Estudos Brasileiros e dois de Estudos Portugueses até recentemente. Mas perdeu um desses postos para Espanhol, e justamente um dos dois brasileiros. Mais um episodio que assinala o recuo da frente cultural brasileira se passou na Universidade de Poitiers. Ali, Raymond Cantel, o catedrático de Estudos Portugueses e Brasileiros, ele próprio brasilianista e especialista em romance de cordel, conseguiu criar há 30 anos um Centre de Recherches Latino-Américaines. Há já urna década que os espanhóis dirigem o Centro, o qual até hoje, apesar dos objetivos iniciáis "abrasileirantes" (os Estudos Portugueses nâo fazem parte do Centro), continua seu reduto. E isto ocorreu na Universidade de Poitiers, que tem um Departamento de Estudos Portugueses e Brasileiros autónomo e tradicional, já que data de 1934 a criaçâo desses Estudos. Em termos de comparaçâo entre Poitiers e Lille, que esta pesquisa selecionou entre os departamentos de tamanho médio e pequeño, respectivamente, notamos uma grande variabilidade no que diz respeito a diversos indicadores. Quanto ao corpo docente, Poitiers tem sete membros: um Catedrático, um Professor "Associé", dois "Maîtres de Conférence" e très leitores (dois portugueses, enviados pelo Instituto Camôes e um brasileiro).
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Lille tem apenas très "Maîtres de Conférence", dos quais um vacante no momento, um leitor portugués enviado pelo Instituto Camôes, e "chargés de cours". Para o cargo vacante, foi aberto concurso mas nâo preenchido para o próximo ano. Uma palavra de explicaçâo sobre o "chargé de cours": trata-se de horas-extras, com aulas dadas em caráter precário por profíssionais de outras áreas, que tenham outro emprego. Quanto ao corpo discente, Poitiers tem 80 alunos no I o ano, contra 30 em Lille. Segue-se o habitual funil que os vai reduzindo de 50 % a cada ano de promoçâo. Lille só tem très anos de curso, os dois de D.E.U.G. e a Licence. Poitiers tem os quatro anos, mas para a pósgraduaçâo ou D.E.A. depende de Bordeaux e Pau - as très Universidades juntas e somadas tém uma mesma pôs-graduaçâo. A maior diferença, todavia, se verifica no estatuto institucional. Enquanto Poitiers conta com seu próprio Departamento de Estudos Portugueses e Brasileiros, Lille tem apenas très departamentos de língua e literatura: um de Inglés, outro de Línguas Germánicas e um terceiro de Línguas Románicas, Eslavas e "Orientais", onde figuram Japonés, Hebraico, Árabe, Russo, Polonés, Romeno, Espanhol, Servocroata, etc., etc., etc. (ao todo doze línguas) e, naturalmente, Portugués. Outro fator que se acentuou na última década e que é no mínimo alarmante, diz respeito à perda de posiçôes dos brasilianistas nos cargos docentes mais altos. O que distingue brasilianistas e lusitanistas nao é os cursos que dâo: todos tém que dar cursos de Estudos tanto Brasileiros quanto Portugueses. O que os distingue é a área em que fazem tese e se tornam especialistas, transformando-se, ai sim, ou em brasilianistas ou em lusitanistas. O recuo é impressionante: no momento, todos os catedráticos de Estudos Portugueses e Brasileiros da Universidade de Paris sâo lusitanistas, e o único de Poitiers também. Em Lille, onde nâo existe o posto de catedrático, o mais alto sendo de "Maître de Conférence", chefía a área um lusitanista. Conclusses A França ainda é, no mundo inteiro, o país que abriga o maior número de núcleos de Estudos Brasileiros, ou seja, cerca de trinta, espalhados por todo o seu territorio. Além disso, é também o país onde a cultura brasileira ainda tem maior ressonância. Mas a historia dos Estudos Brasileiros na França, bem como da cultura brasileira, desenha um percurso de declínio e queda. A situaçâo tem se deteriorado de ano para ano, e continua a piorar. Se nada for feito, essa
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tendencia para baixo vai se acentuar aínda mais. Professores, artistas, jornalistas, tradutores, editores, observadores simpatizantes e interessados, intelectuais em geral, sao unánimes nesse diagnóstico. A primeira batalha é livrada logo no primeiro ano da Universidade, quando os alunos váo ser aliciados ou para as coisas portuguesas ou para as coisas brasileiras. Todavía, nenhuma Faculdade se arrisca, por maiores que sejam as afinidades ou mesmo a especializafáo dos docentes brasilianistas, a jogar tudo para o lado do Brasil nesse crucial primeiro ano. Nao é possível fazer um planejamento desse tipo se há mais leitores portugueses que leitores brasileiros, sem falar em todo o material didático e paradidático fornecido pelo Instituto Camóes e pela Fundado Gulbenkian. O Instituto Camóes envia a todos os seus leitores os principáis jomáis e revistas portugueses todas as semanas. Além disso, envia também seu boletim mensal trilingüe; primorosamente editado, com urna excelente cobertura das noticias culturáis lusitanas em Portugal e no exterior. Quanto á Funda9áo Gulbenkian, os leitores recebem a cada seis meses todos os livros por ela editados na área que lhes interessa. O Brasil nao envia nada, nunca: nem jomáis e revistas, nem boletins, nem noticias, nem livros. Ademáis, o Instituto Camóes está sempre alerta, e com resposta imediata, para substituir leitores em término de estágio ou para fomecer novos leitores, quando necessários. E assim que Portugal, com seus 10 milhóes de habitantes, tem 166 leitores no mundo todo, enquanto o Brasil, com 150 milhóes, tem 40. Urna política cultural como essa, pior que inexistente, merece o epíteto de suicida. Nao há publicares, nem projeto editorial, nem assisténcia aos núcleos de Estudos Brasileiros, nem fomecimento de bibliografía, nem circulafáo de noticias. O único boletim que existe, porém feito por franceses, é o Infos Brésil, mensal, sem fins lucrativos, com assinatura anual a 170 francos ou 30 dólares. É de ótimo nivel e pode servir de modelo. Infelizmente, seu corpo de assinantes nao passa de 1.000. Seria fundamental, além de urgente, criar um corpo de leitores, com base no exemplar Instituto Camóes. Muitos discutem a capacidade, e até a conveniencia, de o Ministério das Relaces Exteriores, em cujas máos sempre esteve a política cultural brasileira no exterior, fícar á frente de um projeto como esse. Outros lembram a existéncia, recente e ainda sem funcionamento, do Instituto de Língua Portuguesa, que, como o Instituto Camóes, é independente do Ministério das Relafóes Exteriores. Fundado em Sao Luís do Maranháo pelo Presidente Sarney, com seu tratado de funda^ao assinado pelos sete chefes de Estado dos países lusófonos, o Instituto aguarda ser levado
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avante pelos govemos subseqüentes. Mas poderia ser o órgáo indicado para se responsabilizar por um projeto de vital importáncia para a política cultural brasileira. Basta estudar o modelo do Instituto Camóes, o que pode ser feito sem difículdade, e procurar copiá-lo. Em ponto maior, é claro.
La Caraïbe : de la dualité au métissage Ulrich Fleischmann
(Berlin)
Les études sur la région Caraïbe s'institutionnalisent de manière très diversifiée, et varient naturellement selon l'intérêt immédiat porté aux pays concernés. Les institutions les plus indépendantes - sans parler des carrières universitaires qu'elles assurent à des degrés divers - se trouvent, bien sûr, dans les Caraïbes, et dans les pays voisins, notamment aux Etats-Unis et dans certains pays latinoaméricains qui, soit participent directement de ces cultures (comme la Colombie), soit témoignent d'un intérêt politique (comme le Mexique). En Europe cette institutionnalisation paraît plus développée dans les anciennes métropoles : l'Angleterre la France 2, et la Hollande 3. Dans les autres pays - y compris l'Espagne ! - les recherches caraïbes sont marginales et accidentelles ; elles dépendent de l'intérêt particulier des chercheurs pour la région Caraïbe qui ne peut et ne doit pas être au centre de leurs activités. Si un tel chercheur arrive à recruter des assistants ou des candidats au doctorat qui suivent cette orientation, quelque chose ressemblant à un centre de recherches peut se créer, dont le statut institutionnel et l'assurance de continuité resteront pourtant faible : si la personne responsable se retire ou change d'université, le « centre » disparaîtra avec elle. Les études caraïbes en Europe apparaissent presque toujours liées à des domaines scientifiques plus vastes, déterminés soit comme disciplines (géographie, histoire, linguistique), soit comme aires géographique et culturelle. Il est évident que de telles associations impliquent une approche méthodique où l'intérêt pour la région Caraïbe apparaît rarement au premier plan. Ce parti pris scientifique est sans doute moins visible quand il s'agit de sciences dites exactes comme la géographie physique, la biologie et autres ; mais, même dans ce cas, ce parti pris n'est pas sans conséquence, comme nous pourrons le voir. En ce qui concerne les sciences humaines, l'organisation structurelle et administra-
1 Cf. le Centre for Caribbean Studies au Goldsmith College à l'université de Londres ; des centres du même nom à Warwick et Liverpool. 2
Cf. un groupe de recherches caraïbes à l'université de Paris X (Nanterre), et certaines activités à l'université de Nice et à l'université de Bordeaux. 3
Notamment à l'université de Leiden et à l'université d'Utrecht.
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tive reflète encore plus directement la conception même des disciplines en question. Car si la littérature antillaise d'expression française est traitée en même temps que les littératures de l'hexagone, ne serait-ce que pour des raisons purement administratives, la conséquence sera toujours la perpétuation de la relation coloniale d'antan. En effet, les cultures et littératures des Antilles françaises, et par surcroît celles d'Haïti, sont presque toujours placées dans le cadre d'une philologie romane globalisante ; la philologie anglaise prend en charge les littératures anglophones, mais celles-ci peuvent, comme c'est le cas à Berlin, être également revendiquées par un centre d'études nord-américaines ; de la même manière les littératures des anciennes possessions espagnoles sont incluses soit dans la philologie espagnole, soit dans les études latino-américaines. L'organisation académique reproduit - certainement sans le vouloir - les anciennes et nouvelles dépendances. Il existe, certes, pour cela des raisons pratiques : la conception traditionnelle des « espaces littéraires » obéit à la répartition linguistique en supposant que l'interaction auteur-lecteur dépende de l'accessibilité linguistique de l'ouvrage et des institutions métalittéraires (comme les maisons d'édition, la publicité, la critique, etc). La validité de cet argument est confirmée par le fait qu'une grande partie de la littérature antillaise est éditée en métropole et que la plupart des auteurs connus de cette région vivent à Paris ou à Londres, faute de trouver dans leur pays un environnement qui leur permette de survivre socialement et intellectuellement. En plus, un classement ultérieur des philologies traditionnelles pourrait paraître problématique : « Mais peut-on faire des "écrivains antillais", à moins de baptiser Flaubert "romancier normand" ou Lamartine "poète bourguignon" ?» se demandait Auguste Viatte (1954 : 490). Où terminera-t-on les subdivisions régionales, une fois qu'on a commencé ? Il faudrait pour cela une raison épistémologique, ou des particularités géographiques dépassant le cadre méthodologique inhérent aux philologies européennes. Les problèmes du classement et des fonctions des littératures antillaises ramènent toujours en effet à des impasses connues : elles s'inscrivent dans un « discours éclaté » (Glissant 1981 : 275 sq.) qui est lui-même le produit d'un « espace éclaté », caractérisé par son hétérogénéité et sa dépendance. Il faut l'entendre ainsi, au risque de voir ces problèmes épistémologiques apparaître dans tous les domaines de la culture « des îles »; en considérant la nature sociale très particulière de la grande littérature, il semble plus convenable de choisir
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des domaines plus généraux pour la compréhension du caractère particulier de la culture caraïbe. Cette discussion poursuit deux buts : - la constitution même de l'espace, qui s'appuie sur d'autres critères que la constitution des cultures traditionnelles ; - l'unité structurelle des cultures créoles, qui transcende l'hétérogénéité superficielle. Il est alors possible de comprendre le fonctionnement des aires culturelles qui s'inscrit non pas sur des divergences, mais sur de nombreux processus de convergences. La constitution de la Caraïbe en tant qu'aire culturelle Les premières notions d'un nouvel espace géographique sont apparues, évidemment, dès l'arrivée des Européens et, malgré les erreurs qu'elles comportaient, ont eu la vie longue. La dénomination Antilles, qui se réfère seulement aux îles, remonte à la carte mondiale de Toscanelli (1474) et au fameux globe de Martin Behaïm (1492), où apparaît, à l'extrême ouest du monde connu, une grande île nommée Insula Antilia. La dénomination des Indes occidentales (West Indies) est, évidemment, due à l'erreur de Christophe Colomb ; elle a survécu grâce aux Anglais, qui cherchaient un nom pour désigner les Antilles sous leur régime. La dénomination Caraïbe finalement est également une création de Colomb, basée sur un malentendu : par Indien de la Caraïbe - vocable qui est à l'origine du mot cannibale - Colomb entend tout Indien qui résiste à son intrusion ; les Iles Caraïbes seront donc, plus tard, celles qui ne sont pas colonisables. Avec la soumission de toutes les îles, le champ sémantique s'élargit, et le mot Caraïbe désigne, selon son emploi, soit toutes les îles, soit les îles et le littoral de la mer des Caraïbes, c'est-à-dire une partie du Venezuela, de la Colombie, de la côte atlantique des Etats centre-américains, du Mexique jusqu'au sud des Etats-Unis. L'espace caraïbe s'instaure sur le plan culturel et humain dans les années 1940, quand des anthropologues américains - qui avaient développé dans les pays d'Afrique toute une méthodologie d'investigation propre aux sociétés tribales - découvrent, devant leurs portes, une « Afrique américaine ». Il en résulte de nombreuses études de terrain qu'on considérait, déjà dans les années 1960, comme "inadéquate, due to their préoccupation with rather narrow segments of social reality" (Smith 1965 : 23). En particulier les travaux de
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Melville Herskovits sont toujours la cible d'attaques 4 pouvant paraître hors contexte. Depuis Herskovits la page a été, en effet, plusieurs fois tournée : on considérait la culture caraïbe sous l'angle fonctionnaliste, structuraliste ou universaliste ; aujourd'hui nous sommes prêts à attribuer de nouveau leur place aux apports africains, non pas comme un héritage direct mais comme une des composantes d'un métissage dont les cultures de la Caraïbe offrent un exemple éminent. Le carrefour le plus important de toutes ces théories était la question de la constitution et de la délimitation de l'espace caraïbe. En 1957 Charles Wagley posait la première pierre avec un article décrivant une « Amérique des plantations » dont la région antillaise serait la pièce centrale, clairement distincte des autres sphères culturelles du continent (Euro-Amérique, Indo-Amérique). Suivant le goût de l'époque, Wagley insiste sur le substrat culturel africain, mais il met également en relief d'autres traits : la nette séparation des classes sociales, la multiracialité des sociétés, la faiblesse des structures communautaires, l'organisation familiale et autres. Le nombre considérable d'études 5 qui ont suivi garde généralement la même ligne : elles partent de l'histoire et de la géographie des plantations de canne à sucre pour expliquer et justifier la présence de certains critères dans toute la région. Ces critères ne sont pas les mêmes chez les différents auteurs mais tous mentionnent, d'une manière ou d'une autre, la présence de races et cultures noires ainsi qu'une dichotomie sociale et culturelle très prononcée. Des facteurs économiques - la monoculture et la dépendance - apparaissent chez tous les auteurs, mais ce sont surtout deux économistes de la Jamaïque, Karl Levitt et Lloyd Best, qui réussissent à créer, à partir des données économiques, un modèle consistant et globalisant d'une culture caraïbe : la plantation comme « institution totale » qui tend à couvrir le territoire colonial entier, à englober toutes les activités et absorber toute la population. Il s'agit, bien entendu, d'une abstraction qui n'apparaît nulle part sous cette forme ; historiquement sa réalisation la plus proche n'était possible que dans les territoires insulaires et inoccupés du Nouveau Monde, c'est-à-dire dans des terres fertiles et entièrement soumises aux intérêts de la production, dépourvues d'un arrière-pays et de
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Voir l'ouvrage principal de Herskovits 1941 et, comme exemple Chaudenson 1992 : 70 sq. 5 Voir par exemple : Mintz 1971 ; Benoist 1972 ; Fanger et alii 1982 ; Sandner 1982; Fleischmann 1982.
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cultures autochtones offrant des possibilités de vie alternative. Il serait donc possible d'établir, à l'intérieur de la région, une hiérarchie entre les différentes îles et territoires selon leur fidélité relative au modèle pur : pour des raisons historiques, les colonies espagnoles étaient moins proches de la réalisation du modèle de la plantation que les anciennes possessions britanniques et françaises ; et parmi celles-ci la partie française de Saint-Domingue se distinguait comme étant « la meilleure colonie du monde », car sa colonisation relativement tardive permettait de lui appliquer d'emblée les règles d'un développement modélisé 6 . Malgré sa grande valeur explicative, le « modèle pur » de Levitt et Best péchait par excès de simplification. Ce problème est d'ailleurs inhérent à tous les procédés utilisés pour délimiter et décrire de grands espaces culturels, avec, à sa base, le choix d'un moment historique et d'un ensemble de traits culturels déclarés significatifs pour caractériser l'ensemble d'une région. En effet, si la grande plantation, et en particulier la plantation de la canne à sucre, constituait un phénomène caractéristique, elle se trouvait en même temps historiquement et géographiquement limitée : elle atteignait son apogée - la forme « pure » dont parlent Levitt, Best et leurs prédécesseurs - au XVIIIe siècle dans les îles montagneuses et humides, lorsqu'elles étaient contrôlées par des nations non ibériques entrées dans un développement pré-industriel, favorable à la production massive de biens de luxe. Les grands espaces sous contrôle espagnol n'ont participé que tardivement et différemment à l'évolution de la plantation de canne à sucre. Les phénomènes concomitants de ce modèle économique et social - l'exploitation latifundiaire, le développement d'une économie d'exportation-importation, la dichotomie sociale extrême et l'épanouissement de cultures afro-caraïbes et créoles - ne caractérisent donc que partiellement la région ; si on choisit d'autres aires et d'autres moments historiques, on pourrait la caractériser par des phénomènes formellement et structurellement opposés. Ils ont comme base historique la présence d'une petite paysannerie d'origine européenne (engagés ou, dans les colonies anglaises, lndentured Servants) qui exploitait, jusqu'au début du XVIIIe siècle, de petites propriétés et produisait des
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La distribution de terres n'a commencé qu'à partir du traité de Rijswijk, en 1697 ; elle se faisait selon les expériences déjà acquises aux Petites Antilles. En conséquence on favorisait la grande propriété fonctionnant avec un minimum d'employés blancs et de très grands ateliers d'esclaves. Une relation numérique extrême entre esclaves et personnes libres garantissait des profits énormes, mais posait de grands risques de sécurité dans la colonie, qui allaient aboutir à la Révolution de Saint-Domingue.
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denrées destinées à la consommation locale. C'est le cas des possessions espagnoles qui, pour des raisons historiques, sont restées jusqu'à la fin du X I X e siècle en marge de l'industrie sucrière ; ou enfin, de la plupart des petites îles arides (Bahamas, les Saintes, l'île de Saba, etc.), qui pour des raisons climatologiques se sont soustraites à l'économie sucrière jusqu'à notre époque. Entre les deux extrêmes - celle de la grande plantation et celle de la petite exploitation agricole -, nous trouvons de multiples variantes intermédiaires ; la plus importante est celle de la culture des « jardins » des paysans noirs, qui représente à la fois l'héritage des cultures d'esclaves de la grande plantation et celui de la petite paysannerie européenne du XVI e siècle. Nous ne voulons diminuer en rien l'importance historique de la plantation sucrière ; le problème est tout autre. Il est lié à notre méthodologie traditionnelle qui se base sur deux aspects : premièrement l'approche unidimensionnelle qui met en relief une classe de critères en négligeant les autres ; en deuxième lieu l'approche des faits ou états culturels au détriment des relations ou des processus. Les conséquences épistémologiques d'une telle description sont moins apparentes lorsqu'on parle des aires culturelles du Vieux Monde. Dans ce domaine, les différences sont généralement classées comme des variantes n'affectant guère l'homogénéité de la « culture nationale » au sein d'un espace. Pour les Caraïbes, pourtant, les distances culturelles et sociales sont telles que les procédés habituels de réduction ou de sélection des phénomènes « typiques » ne sont plus possibles. À chaque critère constitutif apparaissant dans la description on peut évoquer son contraire, qui, souvent, n'est pas moins répandu : on y trouve, parfois côte à côte, la monoculture sur de grands espaces et la polyculture extrêmement variée de la petite paysannerie ; la bigoterie catholique ou protestante et les cultes syncrétiques ; la grande famille matrifocale et la petite famille patrifocale de type européen ; l'utilisation recherchée des langues européennes et celle des parlers créoles qu'on considère comme « relâchés » ; une quête poussée de la modernité en même temps qu'un traditionnalisme aigu. D'une manière générale on peut même dire que la région Caraïbe n'est pas caractérisée par des phénomènes singuliers mais par des paires de phénomènes qui s'opposent d'une manière dialectique. La cohabitation de tous ces aspects culturels est possible grâce à des formes de comportement caractéristiques que Herskovits (1937 : 299) appelait «a socialized ambivalence» de l'individu ; Erika Bourguignon utilise le concept d'une « compartimentation » des espaces culturels :
151 Compartmentalization makes it possible to accept simultaneously contradictory patterns of behavious and valuation. This contradictory co-existence is made possible by the fact that the territory each of these patterns covers is walled of from the others, so that no transfer, no conflict, and no ambivalence result. (Bourguignon 1952:320)7
Elle permettait, par exemple, que les paysans haïtiens de Kenscoff adoptent la culture de la pomme de terre en utilisant de nouvelles techniques de production et de commercialisation sans que ces innovations aient la moindre influence sur la culture des produits alimentaires traditionnels. Un observateur attentif peut trouver partout de telles formes de compartimentation dans la vie quotidienne : elles morcellent les domaines de l'agriculture, les lieux de commerce, les espaces publics des villages et des villes et règlent strictement le comportement des Antillais8. Bernabé, Chamoiseau et Confiant y voient également une particularité de la culture antillaise :«[...] ces populations sont sommées d'inventer de nouveaux schèmes culturels permettant d'établir une relative cohabitation » (1989 : 31). La communauté et finalement l'individu doivent assumer quotidiennement le poids des contradictions par une forme particulière de métissage qui sera discutée dans le prochain chapitre. Au niveau de la région, ces oppositions - qui sont relationnelles et qui s'expriment en forme de processus et non pas de faits - sont à la base de tous phénomènes culturels et sociaux. Si nous parvenions à établir un inventaire complet de ces oppositions et à indiquer sur une carte de la région chaque occurrence avec un signe, nous pourrions peut-être nous construire l'image visuelle de ce qu'on peut appeler l'espace Caraïbe : une région dont le centre les îles où prédominait la grande plantation - est marqué par une grande concentration de traits (ou oppositions) caractéristiques se perdant de plus en plus
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Ce phénomène de la compartimentation a été décrit par beaucoup d'auteurs appartenant à différentes disciplines (psychologie, anthropologie, économie, etc.). C'est une des raisons pour lesquelles ils n'utilisent pas la même terminologie et n'en tirent pas la même conclusion. Pour une discussion plus complète voir Fleischmann 1986 : 227 sq.
8 Lieberman (1974 : 111) donne plusieurs exemples d'une telle compartimentation dans la région de Choiseul à Sainte-Lucie, une zone montagneuse de culture créole. Les progrès de la culture dominante forcent la culture créole à créer sans arrêt de nouveaux "compartiments» en tant que mini-espaces, comme ceux rencontrés, par exemple, dans une agence postale de la zone : installée dans une maison créole elle se sépare en deux parties - le bureau officiel et 1'« appartement » de l'agent. Le même acte d'une vente de timbres peut demander un comportement et aussi un usage de langue différents selon l'endroit où elle a lieu : elle est formelle pendant les heures d'ouverture du bureau, mais informelle à toute autre heure quand on doit s'adresser à l'agent dans sa cuisine.
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dans les espaces continentaux avoisinants sans pourtant s'effacer totalement. C'est dans ce sens que Sidney W. Mintz, dans une des tentatives pour délimiter la région, conclut : "no attempt to generalize about the entire area can deal adequately with the distinctive features of any single component society" (1971 : 19) et "the various societies of the Caribbean area may be viewed in terms of a multidimensional continuum, rather that in terms of some single abstract modeP' (1971 : 21). Il est évident que ces considérations ne se limitent pas au problème de la constitution et de la description des espaces culturels. Elles vont beaucoup plus loin et posent finalement des questions qui affectent notre conception de la culture et des cultures : d'abord il ne s'agit plus d'établir un inventaire plus au moins complet des traits caractéristiques d'une telle région, mais de comprendre les relations ou oppositions qui la régissent. Au lieu de considérer « la culture » comme un fait statique, nous devrons y voir un système dynamique et variable dont la forme dépend de notre compréhension des facteurs externes et internes qui la déterminent. Un modèle de convergence des cultures Au premier abord les difficultés à classer la région Caraïbe en tant qu'espace culturel semblent liées à son hétérogénéité culturelle par laquelle elle diffère du continent latino-américain. Pourtant cette hétérogénéité n'a rien d'extraordinaire : toutes les cultures ont connu, à un moment de leur histoire, des contacts avec des éléments étrangers ; elles ont accueilli des convergences, elles se sont métissées, modifiées et elles se sont recréé leurs mythes de divergences qui leur permettaient de se concevoir comme étant uniques au monde. Les Caraïbes néanmoins offrent un exemple singulier : malgré une histoire de convergences qui dure depuis cinq cents ans, ce cursus ne s'est jamais accompli. Il n'émerge pas de concept de différenciation culturelle, ni de mythe ontologique de singularité. Cette conception des cultures de la région Caraïbe comme modèle de la convergence des cultures et d'un métissage inaccompli n'est pas tout à fait nouvelle. Dans une certaine mesure, les fondements théoriques d'une telle approche ont été jetés dans l'Eloge de la Créolité par Confiant, Chamoiseau et
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Bemabé (1989) et, surtout, dans l'œuvre immense d'Edouard Glissant 9 . Nous ne prétendons pas vouloir les resituer dans toute leur complexité, voire les systématiser ou les compléter. Il nous semble plus opportun de délimiter des champs d'étude et de définir des thèmes où cette approche peut être novatrice pour la recherche sur la Caraïbe. On peut prendre comme point de départ une discipline qui, dans les dernières décennies, a atteint une certaine maturité : l'étude linguistique des langues créoles. Ces idiomes, qui dans leur majorité sont d'origine caraïbe, ont un rapport étroit avec les langues coloniales dominantes. Ils présentent en même temps des ressemblances au niveau grammatical ou structurel qui unissent les langues créoles (à bases lexicales différentes !) entre elles 10 et qui seules permettent de les classer en groupes ou en « familles » distinctes. La question de la nature et de l'origine de leur « parenté » a été l'objet d'âpres discussions parmi les créolistes depuis des décennies. Sans vouloir trop approfondir la question (cf. Fleischmann 1986, 1993) nous pouvons constater que l'origine de ces langues est le résultat des oscillations entre deux mouvements : un premier qui les attire vers les langues coloniales ; un autre qui les en éloigne. L'opposition de ces deux principes ne caractérise pas seulement la genèse des langues créoles mais se répète, dans une certaine mesure, dans chaque acte de parole : le locuteur décide, à partir de certaines variables (lieu, situation sociale, sujet), si son énoncé sera plus proche de la langue coloniale ou plus éloigné. Il en résulte une extraordinaire variabilité des langues créoles. Le choix des variantes n'est pas arbitraire ; tous les énoncés peuvent être rangés selon un « continuum » qui s'étend de la forme la plus proche de la langue coloniale (acrolecte) à la forme la plus éloignée (basilecte). Dans ce sens les langues créoles sont des idiomes de convergences permanentes, d'un métissage continu ; ce dynamisme est, à
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Selon Glissant (1990 : 46) « la créolisation nous apparaît comme le métissage sans limites, dont les éléments sont démultipliés, les résultantes imprévisibles ». Une tentative de délimiter ces concepts faite par Madeleine Cottenet-Hage revient au même résultat : « Le concept de 'créolisation' marquant le dépassement du concept de 'métissage', dans la mesure où il s'agit non plus d'une réinscription de l'Un [...], mais d'une ouverture à la multiplicité, la mouvance, la redéfinition perpétuellement recommencée » (Penser la créolité 1995 : 15). 10
Cette unité des langues créoles apparaît surtout dans la morphosyntaxe des langues créoles caractérisée par un analytisme systématique : temps et aspect sont exprimés par un ou plusieurs marqueurs et une forme invariable du verbe. Cette combinaison est tellement régulière dans toutes les langues créoles qu'on peut décider de la créolicité d'un énoncé à partir de ses caractéristiques morphosyntaxiques.
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notre avis, beaucoup plus apte à les caractériser que les descriptions de leurs « états » Une théorie mettant en relief le caractère métissé des langues créoles permettrait non seulement de revenir sur le développement de plus en plus isolé de la linguistique par rapport aux autres sciences humaines, mais aussi de la rendre productive pour les théories des cultures en général. En rapport avec les langues créoles, certains concepts chers à la linguistique classique apparaissent dans une perspective nouvelle. Le premier et le plus important est celui des superstrats et substrats dont la nature et le rôle seront à reconsidérer. Dans la linguistique traditionnelle ils sont décrits comme des couches historiques qui, ayant joué leur rôle dans la formation de la langue, n'apparaissent plus ni à la surface de l'acte linguistique ni dans la conscience du locuteur. Dans un système dynamique de convergences, diachronie et synchronie se confondent dans un savoir (pseudo)-historique des locuteurs qui peuvent identifier et nommer deux sources de leurs compétences linguistiques. Cette dualité, pourtant, ne se présente pas uniquement comme un savoir sur la composition de leur langue, mais apparaît aussi dans les actes de parole concrets qui ont deux lieux de génération : le niveau « acrolectal et le niveau « basilectal » (Bernabé 1978 : 99 sq ). Sous quelle forme ce double modèle linguistique se présente-t-il à la conscience linguistique du locuteur ? Le modèle du niveau acrolectal semble être évident : c'est la norme de la langue coloniale telle qu'elle est présentée dans le cadre de l'instruction scolaire. Mais ne nous trompons pas : en vérité il s'agit d'un modèle représenté qui, au mieux, correspond à la variante régionale (« français des îles », « anglais des îles »), et qui, pour beaucoup, surtout pour les monolingues, se réduit à certains indices qui sont socialement reconnus comme un parler « français » ou « anglais »12. Pour beaucoup de créolophones, la langue dominante est donc un mythe ; la forme basilectale à l'autre bout de l'échelle (le « gros créole ») l'est également. Les chercheurs peuvent identifier des traces de parlers régionaux ou de langues africaines dans les parlers acrolectal ou basilectal, mais ces deux niveaux idéaux de langage résultent des convergences qui agissent de nouveau 11
Cette définition exclurait certains idiomes comme, par exemple, ceux de l'intérieur du Surinam (Bush-Negroes) qui ont perdu leur ancien rapport avec la langue coloniale. A notre avis, ils présentent encore certains traits créoles à cause de leur origine mais ils sont entrés depuis dans un procès de « nativisation » qui s'exprime par une perte de la variabilité. 12 Un exemple bien connu est celui de l'hypercorrection comme l'emploi des voyelles /y/ et /oe/ au lieu de /i/ et /è/ basilectales.
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dans chaque acte de parole : une chaîne illimitée de convergences se déroulant tant que le métissage ne sera pas résolu. L'identification des substrats qu'on nomme « anglais », « français » ou « africain » n'a qu'une valeur symbolique. Les rapports entre la forme acrolectale et les langues dominantes sont évidents, mais dans quelle mesure le créole basilectal a-t-il un caractère « africain » ? Les premiers créolistes n'hésitaient pas à reconnaître un substrat africain surtout dans la grammaire des parlers créoles ; la plupart des linguistes, actuellement, affichent beaucoup de précautions. La langue, semble-t-il, n'est pas un domaine où l'héritage africain a laissé le plus de traces visibles. Il apparaît plus clairement dans un autre domaine : les religions populaires. D'une manière générale, on peut constater que l'adaptation religieuse des esclaves ressemblait à leur mode d'apprentissage des nouvelles langues. Dès leur arrivée dans le Nouveau Monde, ils étaient exposés à un modèle religieux extérieur, importé des métropoles : la foi et les rites chrétiens. Comme les langues métropolitaines, ce modèle n'est perçu que sous une forme mutilée, car les colons, qui n'y voyaient pas beaucoup d'intérêt, s'acquittaient très superficiellement de leur devoir d'instruction chrétienne. De ce fait, les esclaves ne percevaient et n'adoptaient que ce qui leur était accessible et familier parmi les nouvelles croyances ; entre la foi et les rites chrétiens d'une part et les religions traditionnelles de l'autre s'ouvrait donc un large champ où des éléments mal compris des rites chrétiens et les souvenirs des croyances africaines pouvaient converger. Comme pour les langues créoles, ce métissage ne s'accomplissait jamais : le chrétien continuait d'exister ainsi que la croyance africaine tout en subissant des modifications considérables dues au fait que le contexte social des religions traditionnelles n'était plus le même. Le comportement religieux des Antillais continue d'osciller entre deux modèles : un premier niveau (acrolectal) qui peut apparaître dans les prières, dans certains éléments et objets des cultes chrétiens, dans la forme de l'autel, les images des saints, les cérémonies autour du baptême et certains rites mortuaires ; et un autre niveau (basilectal) dans la conception des dieux et surtout dans certains éléments cérémoniaux comme la transe et le sacrifice de vivres ou d'animaux. Les croyants sont conscients de cette dualité qu'ils perçoivent éventuellement comme un antagonisme entre « l'africain » et « le chrétien ». Mais ce sont surtout les observateurs de l'extérieur qui essayent de faire le tri entre les deux « origines », elles-mêmes les résultantes des adaptations et convergences antérieures.
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De nouvelles convergences apparaissent à chaque acte religieux 13. Déjà les dieux qui y sont vénérés apparaissent soit sous un nom africain soit sous un des noms de la liturgie catholique ; leurs descriptions, leurs attributs, leurs formes de représentation, la vénération qu'ils exigent, les faveurs qu'ils peuvent accorder répondent aux deux mondes. Les dieux et les cultes constituent une sorte de pont qui relierait ces deux cultures d'une manière singulière ; le résultat n'est pas un « mélange » mais un amalgame temporaire qui, sous l'influence de circonstances extérieures, se décompose. Pour les croyants cette instabilité et cette variabilité se présentent comme une partie intégrante de leur religion ; ils se sentent libres de choisir d'autres dieux et d'autres rites ou même reviennent à l'Eglise officielle si les circonstances l'exigent. Ce qui compte, c'est l'efficacité et l'adaptation aux domaines sociaux respectifs. En considérant ces analogies, il n'est pas surprenant que les cultes syncrétiques soient liés directement aux langues créoles et que les croyants exigent que seule la langue officielle soit parlée au sein de l'Eglise 14. Il n'est pas difficile de trouver d'autres domaines de la vie quotidienne où la dualité apparaît d'une manière plus ou moins analogue. Mentionnons d'abord, en relation avec les cultes et la langue créole, le vaste champ de la culture et de la littérature orale : les veillées des morts, les travaux collectifs et leurs corollaires, les contes, les proverbes et les devinettes. Leur double origine européenne et africaine est connue ; pourtant la division en niveau acrolectal et basilectal n'est plus vraiment facile à discerner, car le domaine entier de la littérature populaire s'oppose à celui de la littérature écrite. Les convergences entre ces deux genres existent mais elles sont moins évidentes, car ici oralité/écriture se présentent comme une frontière de fait qui limite la perméabilité des genres. L'opposition entre les littératures acrolectales et basilectales s'insère dans un contexte plus large qui dépasse le cadre de cet essai 1S .
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Ainsi nous observons dans les villes des cultes plus proches des croyances d'origine européenne, tandis que dans les zones rurales subsistent des cultes plus « africains ». D'autres variables sont liées au degré d'instruction des participants, aux lieu et but de la cérémonie, à son degré d'institutionnalisation, à la position sociale des participants et à leurs intérêts. 14 Remarquons que ceci ne vaut pas pour les Eglises contestataires et minoritaires et pour certaines sectes qui se présentent comme avocates des intérêts de la communauté et de son identité. 15 Les questions de l'oralité (« oraliture ») des littératures créoles et de l'authenticité de la littérature continuent à provoquer de grands débats ; il est particulièrement intéressant
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Finalement nous croyons qu'une meilleure compréhension de la dynamique des cultures convergentes est importante pour les disciplines qui, bien que n'appartenant pas au cadre immédiat des sciences humaines, doivent tenir compte du comportement culturel comme une des variables liées à leurs aspects structuraux. Nous avons mentionné au début et à plusieurs reprises la double orientation des économies caraïbes. A l'époque coloniale il n'existait que deux options : d'une part la grande plantation orientée vers les marchés d'outre-mer et d'autre part l'agriculture de subsistance qui constituait souvent la seule source de l'approvisionnement intérieur. Le développement de la grande plantation, pourtant, était déjà le résultat d'une convergence antérieure, car elle se présentait, en dehors de son orientation vers les marchés métropolitains, comme une unité de production autosubsistante à l'intérieur de laquelle, sur les terres marginales, les petites cultures des esclaves devaient s'installer. La petite paysannerie indépendante, qui caractérise l'économie de la Carabe aujourd'hui, est donc, elle aussi, le résultat de convergences antérieures : entre les modes de production qui régnaient en Afrique d'une part, et celles qui reflétaient les techniques et les outils disponibles à la plantation d'autre part (cf. Fleischmann 1987 : 60 sq.). Aujourd'hui l'économie des plantations s'est transformée partiellement : elle est devenue le secteur faible d'une économie « nationale » qui repose essentiellement sur des services et qui s'oppose à l'économie locale de la petite paysannerie. Ce double aspect économique engendre deux types de comportement : la consommation des produits importés vendus dans les supermarchés et hypermarchés ; et celle qui s'inscrit dans la production agricole et l'échange des produits du pays sur les marchés ruraux. Ces deux circuits économiques paraissent nettement distincts et indépendants 16; mais ils sont de plus en plus imbriqués à travers les personnes qui participent aux deux systèmes et qui adaptent leur comportement culturel et social : le marché est le lieu d'échanges entre voisins où l'on manifeste la bonne entente par l'usage des langues créoles,
d'observer la double orientation des littératures antillaises : d'une part la métropole, lieu de leur reproduction sociale et économique ; de l'autre, les Antilles, pour leur valeur culturelle, c'est-à-dire la capacité de reproduire - ou plutôt de recréer - les crises d'identité personnelles et collectives qui caractérisent le produit antillais destiné à la consommation d'un public métropolitain. 16 Un exemple connu : celui de la vente des oranges aux Antilles françaises. Les hypermarchés dirigés de l'extérieur vendent des oranges importées (surtout d'Afrique du Sud) ; les oranges de production locale se trouvent au marché.
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tandis que le supermarché, symbole de l'ascension sociale, exige l'emploi de la langue dominante. Le corollaire de ces deux formes d'économie apparaît dans l'organisation de la famille et le rapport des sexes. Le circuit économique des petits marchés est dominé par les femmes, tandis que le commerce des produits importés reste le domaine des hommes. Ce fait nous introduit dans un autre domaine de dualité et de convergence : la « famille caraïbe » est matriarcale ; elle réunit plusieurs générations de femmes. Les hommes adultes y jouent un rôle mineur et ils se montrent rarement responsables du support économique de la famille et de la socialisation des enfants. Souvent, ils ne sont que « de passage », ce qui explique la faible importance de l'ascendance patrilinéaire dans la légitimation des enfants. Ce modèle de la grande famille matriarcale s'oppose à un autre modèle de type patriarcal caractéristique des classes moyennes et supérieures : la famille nucléaire où le père seul gagne l'argent du ménage et où, grâce aux domestiques, l'inventaire du rôle de la femme est réduit. Ces deux formes de relations conjugales et familiales ne sont pourtant pas indépendantes l'une de l'autre : plusieurs stades d'interpénétration existent qui témoignent du désir des couches inférieures d'accéder au type familial patriarcal socialement plus acceptable, même s'il peut s'avérer inopérant dans une économie de type créole. Dans ces zones de convergences naissent donc d'autres formes d'économie familiale comme celle des Madam ' Sara en Haïti ou celle des Higglers en Jamaïque, c'est-à-dire des femmes du marché qui, ayant connu quelque succès dans leur rôle traditionnel de vendeuses, pénètrent dans le commerce des biens importés. En guise de conclusion : la place des Etudes Caraïbes Les phénomènes que nous venons d'évoquer comptent parmi les sujets favoris des chercheurs de disciplines très différentes : il existe une littérature abondante sur la « famille antillaise » et sur l'économie de la petite paysannerie, sur le syncrétisme religieux et sur les langues créoles. Si on mesure l'importance d'une région à partir de sa superficie et du nombre de ses habitants, la Caraïbe est certainement surreprésentée scientifiquement ; depuis des décennies on la considère comme un « laboratoire » des recherches culturelles (Figueroa 1968). Le nombre et l'importance des recherches sur la région établissent solidement la discipline mais la conception et la définition de celle-ci restent problématiques.
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Ces recherches contiennent presque toujours des éléments qui renvoient implicitement à une théorie générale des cultures dynamiques et convergentes ; une telle théorie pourrait aider à expliquer un certain nombre de faits et de problèmes auxquels se heurtent les recherches traditionnelles. Les études caraïbes, qui cherchent à se faire une place, disposent donc, grâce à l'intérêt actuel pour les phénomènes de mixité ou de métissage, d'un terrain tout trouvé. L'hétérogénéité, qui constituait l'obstacle principal pour l'analyse de cet espace, devient ainsi un atout de qualité. Comment peut-on décrire les objets et les limites des études caraïbes ? Les exemples présentés offrent deux approches essentielles et d'une importance égale : - Au premier plan elles se présentent comme une branche des études régionales ; la particularité de l'espace concerné réside en son caractère fragmenté et périphérique par rapport à d'autres espaces : l'Afrique, l'Amérique continentale des deux hémisphères et divers pays européens. La tâche principale, nous le répétons, consiste donc non pas à inventorier et à décrire les phénomènes culturels, mais à comprendre les relations entre les différents éléments culturels et, à travers elles, le caractère variable et contradictoire des cultures caraïbes. Il en découle certains principes méthodologiques ; leur nécessité apparaît à chaque fois qu'il s'agit de justifier la pertinence des données : on se rend compte que la description typologique se raccorde difficilement aux actes linguistiques et religieux concrets. - Les études caraïbes ne se caractérisent donc pas seulement par leur intérêt mais aussi par leur méthodologie. La base de la détermination et de la description des « espaces » linguistiques, religieux, géographiques, culturels, littéraires et autres n'est pas un phénomène unique et isolé, mais un phénomène de convergence : la Caraïbe en tant qu'espace culturel ne se constitue pas à travers la plantation de la canne à sucre, mais dans la relation qui oppose un produit et ses conséquences sociales à d'autres incidences qui coexistent dans le même temps et le même espace. - Les deux principes que nous venons d'évoquer - c'est-à-dire la détermination d'un espace et les présuppositions méthodologiques - peuvent paraître contradictoires : les nécessités méthodologiques citées, qui découlent du caractère particulier de l'espace, ne se limitent pas à celui-ci. Les phénomènes que nous venons d'évoquer ne sont pas seulement « typiquement caraïbes » mais aussi universels et n'étaient pas totalement ignorés dans les sciences même traditionnelles. Ainsi, la linguistique n'a pas attendu l'appropriation des termes
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« convergence » ou «métissage» pour découvrir les phénomènes du contact linguistique ; on parle avec beaucoup de précautions de ces termes « à la mode », qui ne semblent pas dépasser méthodologiquement les concepts de la diglossie ou du bilinguisme et même celui des variantes dialectales (Baggioni 1991 : 186 sq.). L'opposition entre les types traditionnels et modernes ne caractérise-t-elle pas toutes les économies et surtout celles en voie de développement ? Même le syncrétisme religieux présente certaines analogies avec les oppositions entre les normes religieuses et leur interprétation populaire. Dans quelle mesure le « métissage non accompli » demande-t-il un cadre méthodologique particulier ? Il existe plusieurs réponses à ces questions. D'abord, nous ne prétendons pas que le type de culture offert par la région Caraïbe soit à ce point singulier qu'on ne le trouve nulle part ailleurs. Tout au contraire : on peut se demander si, de manière générale, nos manières traditionnelles de conceptualiser le monde - surtout celles engendrées dans le cadre de l'État-nation - n'ont pas trop favorisé la perception des divergences entre les cultures. En admettant cela, on arrive, comme Edouard Glissant, à un concept de créolisation qui transcende son cadre historique limité pour s'inscrire dans les grands mouvements intellectuels de notre époque 17. Dans ce cas, nous serions confrontés à un problème majeur. Nos formes de conceptualisation sont si intimement liées à la perception de divergences que, même en considérant les processus de convergences, elles tendent à réduire ceux-ci de nouveau aux "figements de l'Etre" (Glissant : ibid.). En parlant de diglossie la sociolinguistique s'intéresse beaucoup moins à la convergence des variantes A et B (et encore moins au locuteur diglottique qui est le lieu des convergences) qu'à la différence entre les deux variantes. Si l'on parle de l'opposition entre l'économie traditionnelle et l'économie moderne, c'est pour analyser l'influence de la dernière sur la première, et moins pour comprendre les nombreuses zones de l'interpénétration entre les deux. Bref : même si on commence à considérer les convergences, le poids de notre tradition scientifique tend à les transformer en divergences. 17 « Pour la première fois, les cultures du monde [...] sont entièrement et simultanément mises en contact. [...] - Pour la première fois aussi, les peuples ont totalement conscience de l'échange. [...]- Les interrelations se renforcent ou s'affaiblissent à une vitesse peu concevable. [ . . . ] - Ces interrelations procèdent principalement par fractures et ruptures. Elles sont même peut-être de nature frattale : elles constituent un chaos-monde. Leur économie générale est celle de la créolisation. » (« Le Cri du monde », in : Le Monde, 5 novembre 1993, 27).
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Un dernier aspect nous semble très important pour les études caraïbes : les sciences des divergences, même si elles se trahissent toujours par leur souci d'étiquetage. Nous l'avons évoqué plusieurs fois. On reconnaît volontiers que la région caraïbe est marquée par les contacts des cultures et on les identifie : c'est de l'africain mélangé au français ou à l'anglais. Par suite il est facile de prouver que l'africain n'est pas africain. La « guerre des étiquettes » cache le vrai problème : dans les cultures de convergence permanente la valeur des dénominations est relative. Ce que nous décrivons comme héritage africain ou européen ne l'est certainement plus, si nous prenons comme référence les cultures et sociétés d'Afrique ou d'Europe dont nous avons connaissance 18. Les noms, les dénominations ont leur vie propre ; ce sont des représentations qui expriment le désir soit de valorisation, soit de fixation de ce qui, dans les cultures de convergence, est toujours en mouvement. Ainsi se présente une solution à ce problème qui paraît inextricable : les cultures carabes sont-elles européennes ? Ou américaines ? Ou africaines ? Elles sont, avant tout, caraïbes.
" Le résultat est parfois paradoxal, comme celui décrit par Kreiselman (1952 : 56) : "There is, indeed, in Martinique a 'white' and a 'native' culture, but paradoxically the carriers o f those t w o subcultures are reversed when speaking o f the béké and the mulâtre. The mulâtre are behaviourally white, but not the white o f the island. The béké culture is found nowhere else except in Martinique and can therefore be called 'native'."
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Ouvrages cités Baggioni, Daniel (1991) : « Langues mixtes, discours métissés et conflits d'identités », in Métissages, II, Paris : L'Harmattan, 185-197. Benoist, Jean (1972) : « Les relations d'une société et d'un milieu géographique : la plantation antillaise », in Etudes de géographie tropicale offertes à Pierre Gourou, The Hague : Mouton, 493-500. Bernabé, Jean (1978) : « Problèmes et perspectives de la description des créoles à base lexicale française », in Etudes Créoles 1, 25-58. Bernabé, Jean / Chamoiseau, Patrick / Confiant, Raphaël (1985) : Eloge de la Créolité, Paris : Gallimard. Bourguignon, Erika (1952) : "Class Structure and Acculturation in Haiti", in Ohio Journal of Science 52, 317-320. Chaudenson, Robert (1992) : Des îles, des hommes, des langues. Langues créoles Cultures créoles, Paris : L'Harmattan. "Le cri du monde", in : Le Monde, 5 novembre 1993, 27. Fleischmann, Ulrich (1982) : "Zum Problem der kulturgeographischen Einheit des Karibischen Raumes", in Karibik. Wirtschaft, Gesellschaft und Geschichte. Munich : Fink (Lateinamerika-Studien 11). - (1986) : Das Französisch-Kreolische in der Karibik. Zur Funktion von Sprache im sozialen und geographischen Raum. Tübingen : Gunter Narr. - (1987) : « Insularité et créolisation : approches théoriques », in Iles tropicales : Insularité, mnsularisme», Paris/Bordeaux : Université de Bordeaux III, 57-66. - (1993) : "Los Africanos del Nuevo Mundo," in América Negra 6, 11-34. Glissant, Edouard (1981) : Le discours antillais, Paris : Le Seuil. - (1990) : Poétique de la Relation, Paris : Gallimard. Herskovits, Melville J. (1937) : Life in a Haitian Valley, New York : Doubleday. - (1941) : The Myth of the Negro Past, Boston : Beacon Press. Kreiselman, Miriam J. (1958) : The Caribbean Family. A Case Study in Martinique. New York : University of Columbia (thèse de doctorat). Levitt, Karl / Best, Lloyd (1975) : "Character of Caribbean Economy", in Beckford, George L. (éd.) : Caribbean Economy, Mona/Kinston : I.S.E.R., 34-60 ; traduction partielle en français (1971) : Un modèle d'économie pure de plantation, Fort-deFrance : CERAG. Lieberman, Dena (1974) : Bilingual Behavior in a St. Lucian Community, University of Wisconsin (thèse). Manigat, Leslie (1982) : "Is There a Common Caribbean Identity?", in Fänger, Ulrich et al. (éd.) : Problems of Caribbean Development, Munich : Fink, 11-34. Mintz, Sidney W. (1971) : "The Caribbean as Sociocultural Area", in M. Horowitz (éd.) : Peoples and Cultures of the Caribbean, New York : The Natural History Press, 17-46. Penser ¡a créolité (1995), éd. par Condé, Maryse / Cottenet-Hage, Madeleine, Paris : Kathala. Sandner, Gerhard (1982) : "Zur Problematik der Abgrenzung und der Einheit des Karibischen Raumes aus kulturgeographischer Sicht", in Karibik. Wirtschaft, Gesellschaft und Geschichte, Munich : Fink, 13-26. Smith, M.G. (1965) : The Plural Society in the British West Indies, Berkeley : University of California.
163 Viatte, Auguste (1954) : Histoire littéraire de l'Amérique française des origines à 1950, Québec/Paris : Presses universitaires. Wagley, Charles (1957) : "Plantation America : A Cultural Sphere", in Rubin, Vera (éd.) : Caribbean Studies : A Symposium. Mona (Jamaica) : I.S.E.R. Il existe une traduction française (1975) : «Une aire culturelle : L'Amérique des Plantations», in Benoist, Jean (éd.) : Les sociétés antillaises, Fonds St-Jacques (Martinique) : Centre de Recherches Caraïbes, 31-46.
III. Antropología y Teorías Culturales ¿Elementos para una historia de transferencias interculturales?
Discursos literarios y etnológicos. Intertextualidades en la descripción de las culturas afroamericanas en el Brasil y en Cuba Claudius Armbruster
(Francfort/Main)
Primeramente, se analizará el fenómeno relativo a los primeros textos sistemáticos sobre los afroamericanos y su cultura de índole predominantemente criminológica. Tanto Fernando Ortiz en Cuba como Raimundo Nina Rodrigues en el Brasil fueron victimas de un determinismo biológico y de un darwinismo social. Los movimientos afrocubanos y afrobrasileños realizaron a partir de los años 30 una revaloración radical de la posición asignada a los negros. Escritores como Alejo Carpentier (1904-1980) y Jorge Amado (* 1912) participaron en la transformación del discurso etnológico. A pesar de esto, en algunas obras iniciales se pueden encontrar todavía huellas de una concepción científica que veía a los negros como gente de mentalidad primitiva y de fuertes inclinaciones a la violencia y a desviaciones mentales. Se estudiará cómo en el interior de tres novelas de los años treinta se desarolla la intertextualidad entre el discurso etnográfico, político y literario. Introducción Tanto en el caso de Cuba como en el del Brasil el descubrimiento de las culturas afroamericanas tenía al menos un denominador común: el problema de cómo asimilar una enorme y empobrecida población negra, que constituía el espinazo de la fuerza laboral en la producción del azúcar, al centro de la vida política y cultural. En este contexto vale recordar que se abolió la esclavitud en el Brasil en el año 1888, siendo el Brasil el último país en acabar con esta institución (en Cuba, el penúltimo, la abolición data de 1886). Fueron los escritores y los científicos quienes descubrieron la presencia de los negros y de sus culturas en América Latina y en el Caribe. Médicos, etnólogos y sociólogos comenzaron al final del siglo pasado y -con más intensidadai inicio de nuestro siglo a estudiar las culturas negras.
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Raimundo Nina Rodrigues Los estudios sistemáticos de las culturas afroamericanas empiezan con los trabajos del médico forense y etnólogo brasileño Raimundo Nina Rodrigues (1862-1906). En sus escritos se descubre, por un lado, el legado del racismo científico a la Gobineau (que sirvió como embajador francés en el Brasil y fue amigo personal del emperador Pedro II), por el otro, un interés inédito por las culturas hasta ese momento indignas de análisis científico. El interés de Nina Rodrigues nace de sus preocupaciones como médico y criminalista: Está buscando las razones para la creciente criminalidad en su ciudad, Salvador da Bahía. Sus trabajos Antropología patológica: os mestiços (1890), Métissage, dégénérescence et crime (1898), Nègres criminels au Brésil (1900), La paranoia chez les nègres, atavisme psychique et paranoia (1902) testimonian claramente la ideología racista finisecular y lo que en Brasil se llama el pesimismo racial. Según esta ideología, los negros pertenecían a una raza inferior y los mestizos eran vistos como un problema social y moral. La única esperanza de Nina Rodrigues residía en el blanqueamiento de los brasileños por vía de la inmigración europea. Por otro lado, se puede observar en Nina Rodrigues cierto afán paternalista, el deseo de proteger a los negros y a su cultura. El precio de este paternalismo es la infantilización de los negros junto con lo.« indígenas. Nina Rodrigues recomienda en As raças humanas e a responsabilidade penal no Brasil (1894), por una parte, una cierta indulgencia para ciertos crímenes cometidos por negros e indígenas, reconociéndoles circunstancias atenuantes, mientras que, por otra parte, les restringe los derechos civiles. Raimundo Nina Rodrigues, el fundador de la Escuela de Medicina de Bahía, visto desde la actualidad, parece casi un ser bicéfalo: Había participado en el movimiento abolicionista, luego inició los primeros estudios sistemáticos en O animismo fetichista dos negros baianos (1896), más tarde defendió el candomblé y fue uno de los primeros ogâs, miembros honoríficos del famoso candomblé de Gantois. Se encuentran en sus textos ecos de la literatura abolicionista, sobre todo de Castro Alves, para quien la esclavitud sirvió como símbolo del sufrimiento tanto político como sentimental. Sin embargo - y a pesar de las críticas de hoy día- se debe constatar en los grandes poemas Os Escravos (1865) und Navio Negreiro (1868) de Antonio de Castro Alves (1847-1871), junto a la escenificación del sufrimiento de los africanos que fueron esclavizados, una cierta independencia del discurso literario en relación al discurso político y científico de la época.
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Como ejemplo del racismo de Nina Rodrigues puede citarse el pasaje siguiente: A Rafa Negra no Brasil, por maiores que tenham sido os seus incontestes servidos á nossa civilizado, por mais justificadas que sejam as simpatías de que a cercou o revoltante abuso da escravidáo [. . .] há de constituir sempre um dos fatores da nossa inferioridade como povo1.
El sabio de la universidad de Bahia presenta la inferioridad de los negros como un hecho científico inapelable, al mismo tiempo que se compromete en la protección de sus creencias y religiones. El resultado de esta ambivalencia se ve en la infantilización y patologización de las culturas afroamericanas e indígenas. El psicoanálisis y el comunismo Los discípulos y sucesores de Raimundo Nina Rodrigues, quien hoy tiene su museo propio en Salvador, abandonaron una gran parte de los prejuicios racistas de su profesor. Se puede comprobar que en los años treinta tanto Edison Carneiro con su trabajo Situagáo do Negro no Brasil (1935), como Artur Ramos con O Negro Brasileiro (1934) llegaron a una perspectiva científica menos racista siguiendo las ideas del psicoanálisis freudiano y jungiano. El inconciente como estructura común a todo ser humano y a toda raza humana, sus compromisos políticos marxistas o de izquierda provocan un distanciamento del discurso racista. Los trabajos de esta generación culminaron en el Segundo Congreso AfroBrasileño que se llevó a cabo en Salvador de Bahia en el año 1937. Éste se destacó por su orientación menos artificial y más política en comparación con el primer congreso de Recife en el año 19342, realizado bajo los auspicios de
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Nina Rodrigues Os africanos no Brasil, cita según Chiavenato ( 1986:171). Chiavenato critica a Nina Rodrigues: "Nina Rodrigues reproduz tardíamente a ideologia racista da escravidáo: pode parecer inconseqüente, mas serve a seu tempo, para as classes dominantes explicaran a mâo-de-obra de reserva em que se transformaram os negros após a Aboliçâo." 2
Véase Amado 1990:71: "En 1935-1936, eut lieu à Bahia un grand congrès afrobrésilien. C'est Edison qui l'organisa. C'était le second au Brésil (le premier avait été réalisé en 34, à Recife, par Gilberto Freyre). Mais ce congrès de Bahia, qui se fit dans le cadre de la lutte contre le fascisme, contre le nazisme en Allemagne et contre la dictature active, eut une répercussion particulière. Ce fut un congrès de lutte politique."
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Gilberto Freyre, en el que los sacerdotes negros habían sido llevados al palco del Teatro Santa Isabel, mientras que en el de Salvador los congresistas participaron directamente en las ceremonias de los terreiros (véase Amado 1992:235) Sobre todo, debido a la influencia de la vertiente jungiana del psicoanálisis la etnología efectúa una revalorización de los mitos de la tradición africana. El descubrimiento del psicoanálisis abre nuevos horizontes a la etnografía presa en las redes del racismo científico con sus dogmas sobre la inferioridad de los negros. Antes de analizar los vínculos entre los discursos etnológicos y psicoanalíticos en dos novelas ejemplares de la década de los treinta del escritor baiano Jorge Amado, Jubiabá, del año 1935, y Mar Morto, del año 1936, vale detenerse en algunos detalles biográficos significativos: Amado y el ya mencionado etnólogo Edison Carneiro fueron compañeros de juventud. Edison Carneiro (1912-1972) es sin duda alguna la figura más importante y más interesante para un estudio de la intertextualidad en el ámbito afro-brasileño. En un principio quiso ser escritor. Junto con su amigo Jorge Amado hizo un ensayo de escritura literaria colectiva, del que resultó Lenita, una novela jamás publicada. Del grupo de jóvenes de izquierda que defendían la cultura afro-brasileña, Edison Carneiro se convertiría en el etnólogo más importante de Bahia, quien -como dijo Amado- abrió a los escritores el camino al universo ritual del candomblé. En sus memorias y entrevistas, Amado subraya reiteradamente la amistad que le une a Edison Carneiro. Desde temprano, a partir de sus quince años, los dos frecuentan los terreiros, los templos del Candomblé en Salvador. Fue la época de una persecución feroz de las religiones afro-brasileñas por parte de los regímenes populistas y dictatoriales de Getúlio Vargas. Tanto Carneiro como Amado, ambos perseguidos por comunistas, participaron en la resistencia contra la dictadura y en la defensa de los terreiros. Para Amado, Carneiro encarna la síntesis de una resistencia política y cultural, y la de un intelectual y materialista. Carneiro, huyendo de la policía de Vargas, se escondió en uno de los templos más famosos de Salvador, el Axé Apó Afonjá de las maes-desanto (sacerdotisas) Aninha y Senhora3.
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Amado 1990:70: "J'ai vu des candomblés prendre des positions politiques dans des moments réellement critiques [...] durant la dictature, celle de l'Estado Novo, sous Vargas, Edison Carneiro fut poursuivi comme communiste [...] Il se cacha dans le candomblé d'Aninha - ce n'était pas encore Senhora, la mère-de-saint [...] c'est là qu'Edison Carneiro resta caché de la police et c'est Senhora qu'Aninha chargea de veiller sur lui."
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Por la vía de la política y el periodismo Amado se convirtió en etnógrafo, participó en investigación de campo para inventariar los templos afro-baianos. Escritores y etnólogos se integraron a los templos más famosos de Bahia, donde fueron denominados obás y ogas, guardianes, mecenas y embajadores de los templos afro. Al lado de la segunda generación de etnólogos de Salvador de Bahia falta aún mencionar a Gilberto Freyre (1900-1987). Su obra Casa Grande & Senzala (1933) es tal vez el tratado antropológico más literario de nuestro siglo. Su estilo es altamente literario, primeramente en el léxico -creó un sinnúmero de neologismos-, luego en la sintaxis. La fíccionalización de muchos datos etnológicos, la creación y la recreación libre de muchos mitos y leyendas hicieron de Freyre el autor del libro más brasileño de todos los tiempos - según el antropólogo y etnólogo Darcy Ribeiro (véase Ribeiro 1977). Los críticos ya analizaron cómo Gilberto Freyre se nutrió en fuentes literarias para componer su Casa Grande & Senzala, en Machado de Assis, José de Alencar y Joaquim Manuel de Macedo 4 . Fue elogiado por grandes escritores, Manuel Bandeira, Joáo Cabral de Meló Neto y Carlos Drummond de Andrade, Jorge Amado y Darcy Ribeiro5. Casa Grande & Senzala (1933) se halla en el centro de una interpenetración de ciencia y literatura y así de una intertextualidad de etnología, literatura e historia cultural. Jorge Amado Ahora pasamos a analizar las influencias etnológicas en dos novelas de Jorge Amado de este período, los años treinta. Interés especial merecen las descripciones de los rituales afro-brasileños en Jubiabá (1935) y Mar Morto (1936). En el capítulo intitulado "Macumba" (Amado 1984:102-113) Amado describe detalladamente una ceremonia afro-brasileña en casa del babalorixá (un sumo sacerdote) Jubiabá. El texto empieza con el sacrificio en pos de Exu (Exu es el orichá/santo que inicia todos los sacrificios y ceremonias): "Foi feito despacho de Exu, para que ele nao viesse perturbar a boa marcha da festa. E Exu foi para muito longe, para Pernambuco ou para África" (ibid.: 102). Exu -esto resulta notable- no aparece caracterizado como el diablo. Sus funciones se explican en el contexto del ritual y parecen formar parte de la tradición oral.
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Véase Freyre (1983:LXXXI).
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Véase Freyre (1983: XXXIII-XXXIVy XC).
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A pesar de esto, la perspectiva es distanciada. Un narrador relata el ambiente y la atmósfera: A noite caía pelos fundos das casas e era aquela noite calma e religiosa da Bahia de Todos os Santos. Da casa do pai-de-santo Jubiabá vinham sons de atabaque, agogó, chocalho, cabafa, sons misteriosos da macumba que se perdiam no pisca-pisca das estrelas, na noite silenciosa da cidade. Na porta, negras vendiam acarajé e abará (ibid: 102).
Utilizando el adjetivo "religioso" en la descripción de la noche festiva, Amado ennoblece en su literatura ya en el año 1935 la macumba como "religión", mientras que en sus ensayos y entrevistas utiliza -como los etnólogos de aquellas décadas- los términos "seita", "rito" o "culto"6. Un narrador etnográfico nos informa sobre todos los detalles musicales de la ceremonia. No cabe duda: la inventariación etnográfica es uno de los elementos más importantes del discurso en este capítulo. Como en un tratado etnográfico se mencionan enseguida los colores e insignias rituales/votivas de los orichás: Xangó "vestido branco e contas brancas pintalgadas de vermelho, levando na mao um bastaozinho" (Carpentier 1984:103); Oxóssi: "Vestía de branco, verde e um pouco de vermelho, um arco distendido com sua flecha, pendurado de um lado do cinto. Trazia daquela vez, além do capacete de metal com casco de paño verde, um espanador de fios grossos" (ibid.: 105). Todas estas descripciones evitan los comentarios, como si los orichás se manifiestasen directamente a través de sus "caballos" humanos (médiums). El texto es un oscilar constante entre los polos literario y etnológico. En las partes referentes a los ritmos y los movimientos de la danza que desembocan en el trance, se deslizan juicios de valor: "misterioso", "monótono", "nervoso", "excitado". El etnógrafo que recoge material se revela también etnólogo, es decir científico que explica y enseña: "Os ogas sao importantes, pois eles sao socios do candomblé, e as feitas sao as sacerdotisas, aquelas que podem receberosanto" (ibid.:102-103). Las cantonas para llamar a los orichás citadas primeramente en el idioma africano nagó, son traducidas en seguida al portugués. Ahora el discurso es cada vez más científico y menos literario: recurre el autor a términos técnicos como en "o coro pronunciando urna onomatopéia que indicava o ruido das contas" (ibid.: 104). En otras partes domina la perspectiva afro-brasileña, por 6
Véase Amado en Die Zeit (2 de setiembre de 1994:45): "Candomblé ist kein Kult, sondern eine Religion, die viele afrikanische Elemente der Schwarzen und viele indianische Elemente verschmilzt."
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ejemplo cuando un orichá posee a su médium: "o santo penetrou no meio das feitas" (ibid.). "Omolu vinha e tirava mulheres da assisténcia para dan9ar" (ibíd.: 105). En el apogeo del ritual cuando el trance se acerca, la integración del elemento religioso africano en la narración es frenada por un narrador que explica y que juzga. Pero ya no es una perspectiva racionalista y positivista que expresa sobre la danza de las mujeres lo siguiente: "Os pés descaaos das mulheres batiam no chao de barro, d a t a n d o . Requebravam o corpo ritualmente, mas esse requebró era sensual e dengoso como o corpo quente de negra, como música dengosa de negro" (ibid.: 106). Tanto los adjetivos "sensual" y "dengoso" como la relación entre un "voyeur" blanco y objetos negros que se manifiesta en la expresión "corpo quente de negra" denuncian una mirada altamente subjetiva, casi lúbrica del ritual. La concentración en el sexo se intensifica aún en el trance de una filha-de-santo negra: "Oxolufa, que era Oxalá velho [...] danfou entre as feitas até que María dos Reis caiu estremunhando no chao, assim mesmo sacudindo o corpo no jeito da dan9a, espumando pela boca e pelo sexo" (ibid.: 107). El discurso voyeurista 7 se transforma finalmente en condena latente de toda la religión: "Na sala estavam todos enlouquecidos [...]" (ibid.). El autor Amado que -como vimos- casi consiguió librarse de las ataduras etnológicas. Se deja finalmente recuperar por la vía de la intertextualidad con el discurso etnológico: Al final el trance, la esencia de la liturgia negra, aparece como locura, como brujería, como aberración patológica de individuos negros 8 . La novela Mar Morto editada un año después de Jubiabá en 1936 parece un canto al orichá Yemanjá, la diosa del agua y del mar, una especie de magna mater de los yoruba 9 . Tanto los críticos de los años treinta como los de la actualidad han realzado el carácter lírico de la novela, su concentración en los
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Abdias do Nascimento crítica severamente este pasaje: "Ostensivo na obra citada é o fato de que a religiào do Candomblé figura como urna espécie de orgia ritualizada" (Nascimento 1983). " Nascimento quiere equiparar a Amado con "aqueles mesmos criadores de um museu etnológico onde colocam obras de arte e objetos sagrados da religiào afro-brasileira ao lado de fetos defeituosos, no contexto de exposifñes sobre patologia mental" (Nascimento 1983). 9
En Yoruba "Yemanjá" significa "madre, cuyos niños son peces". Al respecto de Yemanjá véase Gudolle Cacciatore 1977:267-268.
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mitos afro-brasileños 10 . Yémanjá, atraviesa como leitmotiv toda la novela, en la cual Amado cuenta las leyendas de Yemanjá como parte de la cosmovisión de los pescadores en el Reconcavo Baiano. Cuando uno mira con ojos más críticos la novela Mar Morto (1936), ésta impresiona no sólo por su carácter lírico y mítico. Se pueden descubrir, además, intertextualidades entre un discurso manifiesto, el lírico, y otro latente de orden psicoanalítico y etnológico. En Mar Morto el novelista Amado relata casi como un etnólogo una fiesta de Yemanjá donde las recién iniciadas filhasde-santo van a ocupar su lugar como sacerdotisas en la ceremonia religiosa. Como en Jubiabá Amado cita canciones rituales en nagó por la boca de las maes-de-santo: '"A ódé réssé / ó ki é Iémanjá / Akóta gué légué a óió / E'ró fi rilá'" (Amado 1985:74) Este tipo de canciones corresponde a las que los etnólogos apuntaron cuando participaron en el ritual. En estas partes de la novela no hay gran diferencia con Jubiabá, porque en la descripción del ritual en Mar Morto se puede detectar la misma gradación de adjetivos psicopatologizantes, "exaltado, enlouquecido, louco". Pero hay, sin embargo, a lo largo de la novela dos modificaciones considerables. La transformación de las leyendas de Yemanjá en un discurso narrativo con la ayuda de un discurso poético y la inauguración de un discurso psicoanalítico que sustituye al discurso psicopatologizante. Todas las leyendas integradas en la trama de la novela se hacen eco de las modificaciones ocurridas en la etnología de los años treinta. El descubrimiento del psicoanálisis de Freud y más aún de C. G. Jung desaloja el pesimismo racial. Ejemplos: La muerte en alta mar, omnipresente en las existencias de los pescadores, encuentra su sentido en la visión religiosa del mito de Yemanjá, que en la novela se muestra como la faz afro de un mito universal, el complejo de Edipo. Yemanjá "[...] é ao mesmo tempo máe e mulher de todos os que vivem no mar" (Amado 1985:35). También en la trama de la novela influye la novedad del complejo de Edipo: Tenemos dos pares incestuosos, el mítico de los orichás YemanjáOrungá (según la transcripción psicoanalítica del mito africano el hijo Orungá viola a su madre Yemanjá) y el ficcional Guma y su madre.
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Véanse Monteiro en 1936: "Nao é um romance. É simplesmente um poema intenso..." (Monteiro 1961:143), Bopp en 1939: "O 'Mar Morto 1 é fabuloso, um assombro! Parindo poesia por todo lado" (Bopp 1961:131), y Jurt: "Der Zusammenhang zwischen dem afrikanischen mythologisch-kosmischen Weltbild und der poetischen Form des Romans scheint hier offensichtlich zu sein" (Jurt 1978:117).
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Comprobamos finalmente que a pesar de todo el lirismo de la novela, a pesar del vigor de los mitos afro-baianos, de la exaltación de la cultura popular, el discurso etnológico no desapareció. Se modernizó con el descubrimiento del psicoanálisis y el compromiso político. El tema afro-brasileño aparece entonces como parcialmente emancipado del modelo etnográfico. Se trata de una emancipación intertextual, donde la poetización y la politización suavizan y modifican el discurso etnográfico. El discurso político -el tono grandilocuente sobre la huelga y la internacional comunista- que entra en conflicto con la religiosidad afroamericana, una de las características de Jubiabá, está casi ausente en Mar Morto. Hay todavía otra novedad en Mar Morto: Se puede vislumbrar en la estructura de la narrativa una insinuada interrogación sobre el papel y la perspectiva del observador etnográfico, interrogación que se transforma, a nivel del texto literario, en la búsqueda de nuevas perspectivas y modos de narrar sobre el mundo afro-brasileño. Amado inaugura un narrador popular, un cantor ciego de nombre Francisco que limita el poder del narrador omnisciente sin por eso destronarlo completamente. Fernando Ortiz Continuemos ahora con el estudio del caso cubano, tomando como punto de partida la obra de Femando Ortiz (1881-1969), abogado, diplomático y profesor de economía política, según Bremer: "the exponent of a comprehensive, but at the same time typically late colonial and pre-capitalistic erudition" (Bremer 1993:121). En sus trabajos del primer decenio de nuestro siglo, sobre todo en Hampa afro-cubana: los negros brujos (apuntes para un estudio de etnología criminal) (1906) presenta este autor una descripción positivista de la religión para "apresurar su redención". Ortiz quería analizar los factores que generan criminalidad, tales como la superstición, la brujería (véase el título Superstizioni criminose in Cuba, 1906). El punto de partida tanto en Cuba como en el Brasil son los índices de la criminalidad entre los negros después de la abolición de la esclavitud {La criminalità dei negri in Cuba, 1905). La brujería -según Ortiz- es un obstáculo a la civilización, principalmente de la población afrocubana, ya por ser la expresión más bárbara del sentimiento religioso desprovisto del elemento moral. Gran parte de su estudio está dedicado a la condena de los brujos como delincuentes y parásitos sociales. El primer interés por las culturas afro-americanas es -y aquí Ortiz sigue a Nina Rodrigues- criminalístico. No es posible
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dejar de notar la influencia del criminologista italiano Cesare Lombroso (véase Bremer 1993:123-127) quien comenzó a presentar la delincuencia y la criminalidad como un factor social. Ortiz inicia su recorrido científico como criminalista, estudia la criminalidad negra y no su cultura. Solamente más tarde en Contrapunteo cubano del tabaco y el azúcar (1940) y con la terminología desculturación-exculturación, transculturación-neoculturación prepara el camino a los estudios de la cultura negra. Alejo Carpentier:
Ecue-Yamba-0
En una crónica del año 1939 Carpentier relata el inicio del afrocubanismo: "Aún Nicolás Guillén no había publicado sus admirables poemas negros [...] Unos honestos señores de barbas espirituales habían decretado que todo lo afrocubano era tabú, por populachero, bárbaro, estruendoso, etcétera". La única fuente para los artistas de aquella época era la etnografía: "Devorábamos los libros de Fernando Ortiz. Cazábamos ritmos a punta de lápiz [...]" (en Carpentier 1976:133). Más adelante Carpentier cuenta cómo asistió junto con el compositor Roldán a un "prodigioso ballet ñañigo que desenvolvía sus figuras rituales, sin interrupción, desde la noche anterior. Roldán no cesaba de tomar notas [...]" (ibid.:134). Se estableció entonces el siguiente diálogo en una atmósfera hostil: Los tambores habían callado. Los fieles nos miraban con dureza. -Qué están ustedes apuntando ahí?- preguntó el Illamba que había observado la labor de Roldán. —Nada.. .la música...— respondió el compositor. —Y pa qué están ustedes apuntando la música?— —Para sacar unos danzones!— afirmó Amadeo para esquivar explicaciones demasiado sutiles. Pero la respuesta no satisfizo al Obón: —Si no quieren que se forme una tragedia, guárdense la libreta y el lápiz... Aquí nadie tiene que venir a sacar danzones... Esto no es cosa de choteo... Nadie los ha llamado aquí... (ibid ).
Como se ve, las primeras experiencias de Carpentier en un ámbito ceremonial de negros le mostraron claramente la diferencia entre una cultura oral y parcialmente secreta y por otro lado los intereses artísticos de quienes, después de la lectura de los trabajos de Ortiz, querían también "cazar ritmos", tomar notas de un ritual para transformarlo en ballet o en novela. Ecue-Yamba-O, subtitulado "historia afrocubana", significa "Loado seas Señor". Ya en el título se nota el deseo de dirigir la mirada del lector hacia el aspecto afrocubano de la novela, comparable al título Jubiabá de Amado. A lo
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largo del texto hallamos citas de oraciones de la santería y del culto ñánigo, a veces en el habla de los negros rurales, mezclado a veces con un material léxico de origen africano, por ejemplo: "Endoco, endiminoco, Aracoroko [...] Obón lamba" (Carpentier 1977:140). Carpentier rechazará años después su primera novela como malograda: "[...] me di cuenta que todo lo hondo, lo verdadero, lo universal del mundo que había pretendido pintar en mi novela había permanecido fuera del alcance de mi observación" (Carpentier 1967:13). A pesar de la autocrítica y de todas las clasificaciones erróneas como "costumbrista" (Rincón) o "novela de la tierra" es necesario considerar Ecue-Yamba-0 como un texto híbrido y experimental en el cual una serie de corrientes contradictorias se encuentran sin llegar a una fusión. Vistos desde la perspectiva de obras posteriores como El reino de este mundo (1949) o Concierto barroco (1974), no cabe duda de que Ecue-YambaO, Histoire de lunes y El milagro de Anaquillé aparecen como textos inmaduros. Sin embargo, todos estos trabajos escritos en los años veinte y treinta constituyen casi un corpus en tomo de un anhelo abarcador: mostrar el carácter extra-occidental de la cultura afrocubana y transformarlo en base de un nuevo arte y de una nueva escritura. Ecue-Yamba-O cuenta la historia de Menegildo Cué, quien, al verse envuelto en un triángulo amoroso, mata a otro hombre y es enviado a la cárcel de La Habana. Tras obtener su libertad, Menegildo se une a una de las sociedades criminales urbanas y muere en una guerra entre pandillas. El desarrollo físico y espiritual de Menegildo es observado desde la cuna, pasando por varios ritos de iniciación, su choque con la sociedad blanca dominante, y su asimilación por la negra, que le exige lealtad hasta la muerte. La acción muchas veces se nos comunica por medio de los diálogos de los negros rurales -como un etnolingüista, Carpentier intenta documentar el habla de esa gente-, otras veces por medio de un narrador que oscila entre omnisciencia y comentario científico. En otros trechos de la narración quiere imitar el ritmo y la eufonía onomatopéyica de las canciones rituales o de la poesía afrocubana. En la mayor parte del libro se percibe que Carpentier intenta explicar los detalles de la cultura de los negros, tentativa que Fernando Alegría condenó como "exotismo científico" y que el propio Carpentier deduce de un "nativismo europeo". El modelo etnográfico de Ortiz dejó su huella en las descripciones de rituales y en las fotografías de la edición original, y -claro está- en el protagonista Menegildo. Carpentier ofrece la vida de un criminal que sufrió varias
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iniciaciones, que a veces parece como un individuo del "hampa cubana". Desde este punto de vista, la novela refleja fielmente la perspectiva de Fernando Ortiz, a quien el crecimiento del bajo mundo llevó a escribir su libro Los negros brujos. En su fundamento socio-político Ecue-Yamba-0 es también fiel a los análisis de Azúcar y población de Ramiro Guerra, que describe el destino de la población negra que se marcha a la ciudad donde forma cofradías criminales, típicas del bajo mundo. Menegildo es el ejemplo individual de esa migración con todas sus consecuencias nefastas. En Carpentier, sin embargo, este mundo negro ya no se ve unilateralmente como objeto de análisis etno-criminológico o sociológico. La criminalidad del negro no se considera como algo inherente a la brujería sino como resultado de la opresión por parte de la sociedad blanca. Carpentier quiere librarse de las ataduras del dominio etnológico tanto por vías artísticas como por caminos de significados políticos. En la descripción de una ceremonia de iniciación, el narrador trata de penetrar en la magia y en la fe del mundo negro: Es posible que, en realidad, el santo no hable nunca; pero la honda exaltación producida por una fe absoluta en su presencia, viene a dotar el verbo de su mágico poder creador, perdido desde las eras primitivas [...] Sin sospecharlo, Beruá conocía prácticas que excitaban los reflejos más profundos y primordiales del ser humano [...] el prestigio fecundante del tabú; la acción de un ritmo desquiciado sobre los centros nerviosos... (Carpentier 1977:55-56).
En esta cita ya no existen prejuicios contra la fe de los negros. Sin embargo, es omnipresente la preocupación de explicar la alteridad del mundo negro, de captar la fe extra-occidental dentro de la racionalidad científica, fisiológica. Como en el caso de los libros de Amado, se revezan autonomía incipiente de la narración literaria y dependencia del modelo textual de la etnología. El narrador llama al sabio negro Beruá "brujo", y en la siguiente descripción de un altar sincrético prueba el afán etnográfico y positivista de los años treinta: En el centro, sobre la piel de un chato tambor ritual, se alzaba Obatalá, el crucificado, preso en una red de collares entretejidos. A sus pies, Yemayá, diminuta Virgen de Regla, estaba encarcelada en una botella de cristal. Shangó, bajo los rasgos de Santa Bárbara, segundo elemento de la trinidad de orishas mayores, blandía un sable dorado. Un San Juan Bautista de yeso representaba la potencia de Olulú. Mama-Lola, china pelona, diosa de los sexos del hombre y de la mujer, era figurada por una sonriente muñeca de juguetería (ibid.:67).
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La conciencia política del joven Carpentier también desempeña un papel importante en el dislocamiento del discurso: la separación del mundo blanco y del mundo negro, se esboza con trazos cada vez más nítidos en la novela: El orange-crush se hacía instrumento del imperialismo norteamericano... Sólo los negros, Menegildo, Longina, Salomé y su prole conservaban celosamente un carácter y una tradición antillana. El bongó, antídoto de Wall Street! El Espíritu Santo, venerado por los Cué, no admitía salchichas yanquis dentro de sus panecillos votivos...! Nada de hot-dogs con los santos de Mayeya (ibid : 100).
La yuxtaposición del mundo blanco y del mundo negro que se convertiría en uno de los recursos principales en El reino de este mundo y otras novelas (véase Armbruster 1982), se muestra aquí en su fase experimental. Es una fase de experimentación y de búsqueda necesaria, lo híbrido e imperfecto sirve para cortar el cordón umbilical que le ligaba a los modelos etnológicos. Al explicar las creencias de los negros en materia de magia y brujería, Carpentier a veces logra alejarse del modelo etnográfico: "Basta tener una concepción del mundo distinta de la generalmente inculcada para que los prodigios dejen de serlo y se sitúen dentro del orden de acontecimientos normalmente verifícables" (Carpentier 1977:56) y, más adelante, la concepción que el negro tiene del cosmos se justifica por haber permitido "al hombre, desnudo sobre una tierra aún mal repuesta de sus últimas convulsiones, encontrar en sí mismo unas defensas instintivas contra la ferocidad de todo lo creado" (ibid.:56-57). Pero desgraciadamente se trata siempre de incursiones de un narrador en las mentes de sus personajes para perorar y explicar, no deja que una voz negra se despliegue libremente en el texto. Por otro lado, son los "collages" surrealistas y cubistas que chocan tanto con la mentalidad etnográfica como con el narrador omnisciente por sus efectos de despersonalización, por su ausencia de intencionalidad y juzgamiento. Son las técnicas estéticas de vanguardia: enumeraciones de "objets trouvés" como en Xango (1976) de Hubert Fichte, impresiones crudas, imágenes insólitas que contribuyen a ese trabajo de liberación. Con este instrumentarlo, Carpentier busca integrar su narrativa al mundo negro, lejos de la inventariación lógica y rígida de los etnógrafos. Mientras que en la visión blanca, que pretende explicar la teología negra, predomina el punto de vista del narrador etnológico, el "collage" surrealista rompe el tono de la narración y abre un horizonte diferente a la escritura. En resumen, se puede constatar que Carpentier se ve influido tanto por la perspectiva etnológica como por las técnicas de vanguardia, el "collage" surrealista, los procedimientos cubistas y hasta futuristas. En la textura de Ecue-
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Yamba-0 esas técnicas literarias van en contra del discurso etnológico, con el resultado de que el texto no se convierte en entidad autónoma sino queda como una serie heterogénea de cuadros escritos separadamente. Asistimos a una explosión de significados diversos, resultado de técnicas que en la posmodernidad reaparecen en los textos de la antropología poética de Hubert Fichte, como por ejemplo en Xango. Conclusión Las novelas de Jorge Amado y de Carpentier que acabamos de analizar constituyen entonces una reevaluación de lo que se había escrito antes sobre los afroamericanos y sobre su cultura. Se puede observar la importancia problemática de los textos etnográficos y etnológicos para la integración del tema afroamericano en la novela durante los años treinta. Una intertextualidad en la que se mezclan discursos poéticos vanguardistas y tradicionales con un discurso científico, cuya cientificidad occidental, empero, se ve paulatinamente problematizada. El tercer discurso que actúa en la dialoguicidad de las voces dispares es el político, un comunismo abierto en Jubiabá, menos visible en Mar Morto y un antiamericanismo y anti-imperialismo en Ecue-Yamba-O.
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Literatura y discurso o la mirada desde afuera. Impulsos de una "hispanoamericanística" internacional para la reorganización del saber en las ciencias humanas Vittoria Borsó
(Dusseldorf)
A título de preámbulo Las siguientes reflexiones conciernen a las distintas fases llevadas a cabo por la epistemología sobre la cultura hispanoamericana frente al discurso literario en el periodo del boom al pos boom. Partiendo de la idea del vacío de identidad y, por ello, de historia, vacío supuestamente originado por la conquista, la epistemología que se forma acerca de la literatura del boom encuentra una compensación cultural en la facultad del mito de substituir o inventar la historia. Desde el boom hasta hoy en día la situación ha cambiado. El compromiso de la literatura con la historia y su epistemología va ocupando cada vez más la investigación acerca de la literatura hispanoamericana - cabe, por ejemplo, señalar que, Seymor Mentón, entre otros, observa a finales de los años 70 el surgimiento de un nuevo género de novela histórica (1993). Si mis reflexiones parten de la disyuntiva entre mito e historia -aparentemente superada por el enfoque histórico actual- es para observar las operaciones epistemológicas tanto de la opción mítica como de la histórica, con el objetivo de verificar hasta qué punto la opción por la historia haya llevado al abandono de las premisas "colonialistas" como la idea del vacío cultural y la función axiomática de la conquista. Mi objetivo es, pues, dibujar una arqueología1, es decir, reconstruir las estrategias discursivas del saber poscolonial sobre Hispanoamérica. Es preciso hacer una observación acerca de la paradoja epistemológica que acompaña la pregunta de América Latina sobre su propio ser. Haciendo hincapié en la conquista, una doble mirada funda la epistemología de la historia. 1 Foucault desarrolló dicho concepto con el objetivo de reformar la metodología de la historia. Por medio de la "arqueología" Michel Foucault intenta salir de la historia concebida como sistema coherente de discursos históricos. El objeto de la "arqueología" son las formas de la problematización de crisis inherentes a culturas y momentos históricos, correspondiendo los procesos que constituyen dicha problematización a la "genealogía" (Histoire de la sexualité, II, 1984). Para el concepto de "problematización" véase también Foucault 1994 [1984]: 598.
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Ángel Rama advierte en dicha bipolaridad la razón de equivalencias fáciles entre Europa y América: Equivalencias entre la literatura hispanoamericana y europea (por ejemplo la organización por corrientes literarias) 'se dan1 más que nada por la presencia del polo extemo y por la respuesta que a ese polo se da dentro de América. Me parece que en cierto sentido el efecto final es la expansión de las literaturas europeas y la respuesta a ellas por procesos de adaptación y 'aggiomamento' (Rama 1983:64).
Las equivalencias y diferencias ontológicas que se forman en dependencia de Europa establecen forzosamente un sistema de saber colonializado. La doble mirada (del colonizador y del colonializado) es, pues, tendencialmente, el punto axiomático implícito y oculto de la epistemología hasta los años 80. La búsqueda de la esencia "doble" de América llevada a cabo por el boom no advirtió que la doble perspectiva, considerada como figura del discurso2, tiene el poder de desdoblar irónicamente visiones esencialistas tanto de la cultura como de la historia3. Surgiendo los discursos sobre la historia y la literatura de América Latina dentro del marco de la Independencia, el interés por la historia y la literatura hispanomericanas está sujeto a discursos de identidad con poder hegemónico frente a la interpretación de la historia. La compensación del vacío histórico supuestamente dejado por la conquista es el punto axial de la problematización de la historia y de las estrategias de su representación4 y, por lo tanto, también el primer eslabón de la arqueología de los discursos hispanoamericanos. De hecho, es sobre el telón de fondo de la crisis de la conquista que aparecen 2
Dicha perspectiva surgió en el marco del "desplazamiento del área del estudio de la literatura hispano/latinoamericana al discurso" (Mignolo 1988:142). Por ejemplo, acerca del debate sobre el papel de la oralidad y de la escritura en Hispanoamérica, Mignolo deduce de esta posición metodológica: "Tanto la complejidad idiomàtica de las colonias como la confrontación de culturas basadas en la oralidad y sociedades basadas en la escritura, hacen del período colonial un modelo ideal tanto para la reflexión sobre culturas y lenguas en contacto como del espectro de interacciones discursivas" (ibid.: 138). 3
Me refiero a las sugerencias de varias obras literarias que tratan la duplicidad cultural de Hispanoamérica como figura de un discurso polifónico que desemboca en visiones irónicas o paródicas de la ontologia de América - ironía casi nunca advertida por la filología hispanoamericana. Es, por ejemplo, el caso de los ensayos de Alfonso Reyes. Véanse mi analisis de Visión de Anáhuac (Borsó 1992b:544-546) y mi estudio sobre los discursos hispanoamericanos, especialmente el capítulo IV (Borsó 1994). 4
Aún con formas distintas, también España buscó la compensación de la crisis de su decadencia política por medio de la historia literaria (véase Gumbrecht/Sánchez 1983).
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implícitamente los discursos de emancipación tanto de la independencia como de la revolución (mexicana de 1910-1917 y cubana de 1959). La emancipación criolla, primera tentativa de salvar la cultura del "pecado original de la conquista", funda una coincidencia entre la literatura y su valor territorial, nacional. Letra y tenitorio son desde luego compatibles (véase Mignolo 1988). La historia fáctica y literaria que surge en el marco de la independencia hace hincapié en los valores criollos, expresados en base de una estética romántica que enfatiza lo nuevo, lo original, lo auténtico. Al comienzo del siglo XX, el anhelo por lo auténtico y por la autonomía cultural expresado por el criollismo desembocará en una estética "auténtica" hispanoamericana que encuentra, pues, en el mestizaje y en la revolución mexicana también la utopía de una realización político-cultural5. En el continente entero, "criollismo", o bien "mestizaje", se convierten en aquel estilo que pretende amalgamar las tradiciones orales y míticas indianas con las europeas. Dicho mestizaje expresado especialmente por el realismo mágico, parece instaurar una "independencia cultural" de Europa, idea que corresponde al tercer momento en la problematización y compensación del "pecado original de la conquista" por medio de la literatura. Las distintas fases de la historia literaria de América corresponden a distintas estrategias de compensación de la crisis histórica del origen por medio de la literatura, crisis que se reitera en la independencia y en la revolución. Dentro del marco del boom, dichas estrategias desembocan en la compensación del vacío histórico por una literatura "mítica" y "mágicorealista". De la "divina pareja" historia y mito a la metahistoria El binomio "historia y mito" es una alusión al libro en el que Jorge Aguilar Mora (1978) criticó la substitución de la historicidad por el mito en la ensayística cultural de Octavio Paz. Dicha disyuntiva expresa también la tendencia de los discursos del boom (en las investigaciones de habla alemana todavía no totalmente abandonada) que han visto en la substitución de la historia (eurocentrista) por la conciencia mítica (prehispánica) uno de los momentos privilegiados de la literatura del boom. La substitución de la historia por el mito propor-
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La estética del mestizaje, que coincide con el concepto de "criollismo" (del venezolano Uslar Pietri) y del realismo mágico, funda en México una identidad nacional, llevando a cabo la idea de la mexicanidad, correspondiente, entre otras cosas, al programa de integración de la cultura indígena en el campo social y político formulado por la revolución mexicana y su partido político (véase Borsó 1994, cap. III, IV).
186 cionó otra "divina pareja": el mito y la identidad. Este binomio, al instaurar una identidad mítica, pareció ofrecer una alternativa a la reducción racionalista y eurocèntrica de un proceso histórico teleologico que había denegado al nuevo mundo tanto la identidad como la historia. Contra la carencia de identidad histórica, el boom reivindicó, con la identidad mítica, también un origen prehispánico auténtico. La supuesta autenticidad de tradiciones míticas prehispánicas pareció garantizar la emancipación de Europa y solucionar así el problema de la colonización cultural en América Latina.
La propuesta mítica La "divina pareja" historia y mito impuso el discurso mítico de la literatura como solución de la falta de identidad a partir de El laberinto de la soledad (1950) de Octavio Paz quien, en El arco y la lira (1956), formuló los principios (románticos) de la superioridad de la literatura (mítica) con respecto a la epistemología de la historia. La propuesta de identidad mítica de América Latina intentó conseguir un múltiple objetivo: a) encontrar la "diferencia" en la esencia de América frente a Europa, presentándose el mito como rasgo distintivo en oposición a la racionalidad, punto axial del proyecto postclásico europeo, es decir, del proyecto de la modernidad posterior a la Aujklárung, b) rehusar la colonización de América a nivel epistemológico, substituyendo la historia por el mito, pues el modelo teleologico, al interpretar la historia de América, había denegado a América Latina una historia y un lenguaje propios. c) Por otro lado, la expresión del mito en la literatura tanto indigenista como mágicorealista y la recuperación de las tradiciones orales prehispánicas parecieron asegurar la emancipación literaria de la dependencia de Europa. Una vez encontrada en la expresión mítica la mimesis del ser americano, se buscó la reconstrucción de "otra" historia, de una historia "auténtica". En las voces míticas del indigenismo y del realismo mágico se opinó encontrar el medio para expresar las tradiciones orales cuya importancia fue fomentada por nuevas concepciones de la memoria y de la "Oral History" (Halbwachs 1925, Ong 1987). La oralidad y la polifonía de los textos de autores hispanoamericanos fueron consideradas como el tesauro de la "Intrahistoria" (Unamuno), es decir, de un pasado omitido por la historia oficial escrita, un pasado que se supone constituir la verdadera esencia cultural. La integración del mito dentro de la expresión criolla del realismo mágico, expresión galardonada por el premio
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nobel otorgado a García Márquez en 1982, fue considerada como la victoria final de la literatura contra la colonización política, d) La independencia cultural se convirtió en la conciencia de una contraconquista, pues la literatura hispanoamericana iba a ofrecer a Europa el paraíso perdido por causa del racionalismo de la Ilustración. Se trató del paraíso de la alteridad que el existencialismo, la crítica de la razón y del proyecto ideológico moderno habían revelado como única vía para la salvación de la civilización moderna. Es bajo estas condiciones que el concepto de "otredad" de Octavio Paz se impuso como emblema del "paraíso" moderno de la alteridad. En el marco de los discursos del boom, la literatura ha cumplido una función de "compensación ontològica" fundando una identidad auténtica que sería capaz de rellenar el vacío histórico del ser americano por medio de una literatura que crea un sistema de identidad territorial, cuya alianza con fórmulas (políticas) nacionales ha sido tanto nefasta como poco considerada. Particularmente revelador es el papel jugado por el barroco en la crítica literaria que, a pesar de ser el barroco americano fundamentalmente una adaptación del barroco español y por lo tanto ajeno a reivindicaciones de autenticidad, ha sido también apropiado por los discursos de compensación ontològica. Dicha compensación fue fomentada por la acepción del concepto de barroco dibujada en los ensayos de Alejo Carpentier6 y, de manera distinta, de Octavio Paz7. Carpentier planteó una concepción mimètica de la literatura hispanoamericana dentro de una estética sólo aparentemente antiaristotélica que considera la disarmonía de los excesos barrocos como la repercusión en el lenguaje de la naturaleza "otra", caótica, del nuevo mundo8. Paz, por el contrario, explicó los 6
"Lo barroco americano" en Tientos y diferencias (1964). Para Carpentier, lo barroco americano coincide con el concepto de "real maravilloso" cuyo objetivo es la definición de una diferencia esencial de la cultura hispanoamericana (véase Borsó 1994, cap. V). La base ontológica de la concepción del barroco de Carpentier está en contraste con el uso de la ironía discursiva en su propia literatura (véanse González Echevarría 1992 y Matzat 1988). 7
Véase mi análisis de la concepción del barroco que Octavio Paz desarrolla en Sor Juana Inés de la Cruz o las trampas de la fe (1982) en los capítulos IV y V de mi estudio (Borsó 1994). 8
Según Alejo Carpentier el mimetismo se refiere a un mundo transgresivo con respecto al ideal clásico de la armonía de la naturaleza. El barroco sirve para compensar artísticamente el "balbuceo" lingüístico de América Latina: "La palabra 'pino' [dice Carpentier] basta para mostrarnos el pino [...]; Pero la palabra 'ceiba' - nombre de un árbol americano al que los negros cubanos llaman 'la madre de los arboles'- no basta para que las gentes de otras latitudes vean el aspecto de columna rostral de este árbol gigantesco [...]" (Carpentier
188 rasgos distintivos del barroco americano relacionándolos con la intertextualidad, es decir, con el exceso de imitación del barroco peninsular9. Tomando la conquista como el punto axial de la historia, la crítica vio en los autores y las autoras del barroco hispanoamericano precursores de la emancipación criolla y el punto de origen de una epopeya histórica. La crítica buscó en los autores barrocos, pues, la "expresión antihegemónica", la exaltación de lo americano y la propuesta de la suplantación de Europa por América, considerando los excesos del barroco americano como "el germen de alteridad". Que dichos discursos siguen compensando la supuesta carencia de identidad es demostrado por la recopilación de estudios de la reconocida especialista del barroco Georgina Rivers de Sabat, publicada en 1992 en ocasión de la conmemoración de la conquista10. En los años 60, varios conceptos filológicos apoyaron dichas estrategias de compensación por medio de teorías con las que se conseguía comprobar la omnipotencia cultural de la literatura. La teoría de Michail Bajtín11 tuvo éxito en sus dos vertientes, la del diálogo y la de la intertextualidad12 así como la de la camavalización. Por medio de Bajtín se concibió la polifonía de los textos como expresión de las múltiples voces sociales, invirtiendo la relación entre
1976 [1967]:33). El barroquismo hispanoamericano nace entonces de la necesidad de nombrar las cosas "para gente de otras latitudes". Propiamente la definición del barroco americano hecha por Carpentier en vista de una mirada ajena, revela cuánto los ensayos de Carpentier, en contra de su obra narrativa, quedan encerrados en el discurso ontològico de la identidad. 9
Nacida de la conquista, la obligación a la imitación se transformó en auténtica creación americana. Tal es la explicación de los excesos barrocos de la literatura hispanoamericana por Octavio Paz. 10
Véase mi reseña en Notas 4 ( 1995), 78-84.
11 También en Valiente mundo nuevo (Fuentes 1992), la colección de ensayos aparecida con ocasión del quinto centenario de la conquista, Carlos Fuentes compensa el supuesto vacío cultural del origen histórico de América con la imaginación literaria, especialmente del "barroco" que Fuentes considera como el puente "entre la realidad y el sueño" (ibid.: 149); en el primer capítulo del libro, por medio del concepto de polifonía de Bajtín, el escritor adapta la utopía del lenguaje instaurada por Vico a un modelo teórico moderno y "multicultural". 12
Cabe subrayar que el concepto de intertextualidad que se presta a la interpretación ontològica de la literatura barroca y de la polifonía de textos modernos no es entendido en el sentido de Julia Kristeva (1969 y 1974), sino como la cita de otros textos y de otras voces marcadas en el texto derivado (Pfister 1985).
189
centro y periferia a través de la subversión semántica del texto carnavalizado o a través de una idea policéntrica de la cultura y de la historia (véase Fuentes 1992). La "polifonía" de Bajtín pareció otorgar también soluciones al problema de la oralidad. Se consideró la polifonía como el medio en el que las "voces" de los subalternos encontraban su expresión, subvirtiendo las jerarquías del poder. El ingreso de la lengua oral en la escritura supuestamente iba emancipando la escritura del poder hegemónico de la letra castellana. La carencia de un sujeto histórico fue compensada por la realización plena de su riqueza cultural. La densa intertextualidad de las obras literarias del barroco pareció ser la inscripción de la diferencia ontólogica de América Latina que José Martí postulaba apelando a "asimilar y estimular"13. A la denuncia del vacío del ser se opuso el discurso de la literatura de la abundancia (Ortega, 1992), de la alquimia y de la creatividad literaria. Es un discurso mitificador que, instaurando la utopia de la riqueza literaria como compensación del vacío histórico, sigue negando la historicidad y la responsabilidad de la cultura de la violencia de los acontecimientos históricos. Cabe recordar la crítica que en México se hizo contra los planteamientos de autores que mitificaron la identidad, constituyeron una visión ahistórica de la cultura de América y negaron la historicidad de la cultura por medio del concepto de una escritura fundadora y absoluta. "La divina pareja": Paz en la genealogía del boom En su crítica de la ensayística cultural14 de Octavio Paz, Jorge Aguilar Mora lamenta los conceptos "pasmosamente generales y dogmáticos"15 en base a los que Paz reprueba la historia entendida como teleología. Con el antagonismo entre el tiempo linear de la historia y el tiempo cíclico del mito (y de la analogía
13
Véase también el estudio de Ottmar Ette que, al remontar a Martí y a Rodó como precursores del concepto de intertextualidad, rechaza la interpretación de la intertextualidad como elemento distintivo de la esencia nacional o continental (en Rodó 1994:193-237). 14
El estudio de Aguilar Mora abarca los ensayos culturales y poéticos de Octavio Paz hasta Los hijos del limo (1975), así como las concepciones correspondientes a la interpretación del Movimiento estudiantil del 68 (Posdata) y al anális del papel político del Tercer Mundo por Paz (Corriente alterna). 15
Aguilar Mora es explícito. Los lugares comunes, al no plantear conflictos demasiado complicados, permiten al "turista o al simpatizante de la cultura mexicana o al europeo solipsista y chauvinista" entender fácilmente "el enigma del mexicano, la raíz de México" (1978:25).
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poética), Paz confunde la representación linear fundada sobre el telón de fondo de la filosofía de la historia del siglo XIX16 con la "Historia" tout court. Lejos de tomar en cuenta la historicidad del pasado, Paz desarrolla categorías ahistóricas y conceptos morales de la historia, donde "el privilegio del juicio sólo le está concedido al historiador-intérprete, y en un tiempo que es siempre su presente y no el nuestro" (Aguilar Mora 1978:44). El tiempo de la historia postulado por Paz es el presente eterno y universal. Imágenes diacrónicas y sincrónicas son el resultado de un sistema de oposiciones y similitudes17 que constituyen el presente eterno de la historia. Muy acertadamente Aguilar Mora define la visión maniquea y unidimensional de El laberinto de la soledad como "mítica" en el sentido que Roland Barthes le dará al mito (1957), con la diferencia, de que mientras Barthes analiza críticamente fenómenos puramente burgueses en un contexto ideológico e histórico preciso, Paz intenta captar rasgos transhistóricos de todo un pueblo y de toda una historia. En la lógica de Paz, la identidad es el punto axial, razón por la que excluye de su concepción histórica todo lo que no se deja asimilar por la identidad (Aguilar Mora 1978:43). A partir de El laberinto de la soledad la búsqueda del pasado histórico consiste en sustentar la idea de un origen verdaderamente legítimo, o por lo menos de una condición sine qua non para la "verdadera reconciliación", para la "verdadera identidad" (ibid.:39). La propuesta de El laberinto se basa sobre la atemporalidad de la concepción del desarrollo del mexicano y sobre la negación de su historicidad. Una doble atemporalidad, como eternidad y como instante, desemboca en la historia universal que, a su vez, es el presente del libro18. La "historia universal" es la dispersión de puntos presentes y discontinuos en una línea recta, razón por la cual tampoco Posdata lleva a cambios en la estrategia
16 Con razón Aguilar Mora subraya: "La falsa imagen que Paz adopta tal y como se la entrega la ideología dominante, la historia de los dominadores, es unidimensional, es lineal, tiene una dirección, un fin, un objetivo" (Aguilar Mora 1978:37), reduciendo así a este concepto monolítico heredero del historicismo, todos los posibles modelos históricos, su relación con cada presente, su perspectivismo (ibid). 17
Se trata de la oposición entre sucesión linear simple y "saltos". Paz entiende, por ejemplo, la revolución como vuelta eterna al origen dentro de un tiempo cíclico (véase Aguilar Mora 1978:162). 18
Aguilar Mora pone al descubierto las raíces ideológicas de Paz y su correspondencia a la ideología nacionalista del momento: estimulación del nacionalismo entendido como tarea universal por el éxito de "la decadencia de Occidente" de Spengler, así como un nietzscheanismo "vulgar" que une al nihilismo una "voluntad de poder" entendida como "deseo de conquistar el poder" (Aguilar Mora 1978:50-51).
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epistemológica de Paz. Veinte años más tarde se observa la prolongación atemporal de "otro presente", en el que la crítica del papel del PRI sólo tiene valor anecdótico. La negación de la historicidad insiste en la disyuntiva irreconciliable entre historia y mito, un binomio cuya solución siempre está en favor del mito (Aguilar Mora 1978:53). Pues el principio ontològico de la identidad no cambia, ambos conceptos ya no sufrirán modificaciones sustanciales en el pensamiento de Paz. La historia está más bien al servicio de la identidad, afirmada por una alteridad ("otredad") que es su reflejo. La diferencia no es sino una postura moral frente a una "historia" que está al servicio de la identidad universal (ibid. : 111). Por eso la historia, aunque evolucionando, podrá contener elementos ideales que desvaloran todos los enunciados históricos, particulares19. La concepción mítica se basa en la teoría lingüística de Paz. La identidad palabra-objeto corresponde a un tiempo original, mítico y prediscursivo, que el poeta reencuentra después de la ruptura del lenguaje histórico20. Reconciliando el sujeto con su otredad, el mito moderno reintegra el íuturo en la "poderosa intuición del presente" de la invención21 (ibid.:70) y en el Yo fundador del poeta (ibid : 131). En base a la concepción del ritmo como "metáfora original", Paz consigue entender la repetición como identidad, como "coincidencia oppositorum" y no como diferencia (ibid.:130)22. Asimismo, la totalidad de la dis19
Después de la derrota de la revolución con la crisis de Tlatelolco, el mito se separará de la figura de la revolución en beneficio de la analogía. En Los hijos del limo, de hecho, no es el mito sino el binomio ironía-analogía el que reclama la superioridad sobre la racionalidad del tiempo (cíclico) de la historia. El binomio ironía-analogía desemboca, pues, en la afirmación absoluta del presente de la creación literaria, esta última crítica con respecto al gesto negador del que se ha apropiado de la ideología burguesa dominante. A la poesía moderna, pues, conrresponde la tarea de luchar contra el proyecto de modernización llevado a cabo por lafilosofiay la ciencia. Aquí también, Paz impone un concepto global de la filosofia, que, contrariamente a su visión, desde el siglo de las luces implica también la crítica de una visión dogmática de la historia. 20
La idea que Paz aprende del estructuralismo, según la cual el ser está construido por el lenguaje, no desemboca en la ruptura definitiva entre lenguaje y mundo. Dicha ruptura se expresa, de hecho, por una ironía incapaz de reconciliarse con la analogía, que Paz propone en Los hijos del limo. 21
En Los hijos del limo Paz quiere enseñar la superioridad del "instante" contra la servitud de la vanguardia (surrealista) frente a un "fiiturum" utópico que el surrealismo le debe a la cristiandad. Para una crítica de dicha posición, véase Schulz-Buschhaus 1988. 22
La concepción metafórica de Nietzsche se reduce a una materialidad analógica, fundamentalmente distinta de lo que constituye el objeto principal del pensamiento nietzscheano. Lo mismo vale con respecto al pensamiento de Marx (Aguilar Mora 1978:166). Para el
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yuntiva "tiempo/no-tiempo" destruye la idea de la historia como diferencia y como perspectivismo, así que la "multiplicidad de historias" postulada por Paz corresponde, al fin y al cabo, a un origen idéntico a sí mismo que, por ende, coincide con el presente del poeta. La visión de Paz acerca de la historia es a-social e inmóvil (ibid.:164)23. Carlos Fuentes adopta dicha visión de la historia desarrollándola sobre el trasfondo de una pluralidad que sólo otorga a la inmobilidad histórica una máscara posmodema. El fundamento de la historia en la utopía de la palabra omnipotente, capaz de substituir la historia es, de hecho, también el punto de partida de Fuentes. Sus últimas obras tanto ensayísticas como narrativas siguen desarrollando el concepto de una literatura omnipotente que compensa el nihilismo cultural considerado como propio a la modernidad, con respecto al cual el escritor hispanoamericano, por el supuesto "bastardismo"24 de su origen, tiene, según Fuentes, un lugar privilegiado. El culto a la cultura substituye, pues, al culto a la historia decimonónica. Destructor de mitos tradicionales y nacionales, Fuentes instaura su propio mito personal de una imaginación total y universal. Si La muerte de Artemio Cruz había criticado el mito de la revolución desde el punto de vista del instante de la muerte de su personaje, a partir de los años 70, el mito del lenguage se funda sobre la imagen de la sincronía de los tiempos, substituyendo la circularidad de Artemio Cruz por la utopía del palimpsesto de discursos históricos25. La memoria del novelista es el presente eterno que organiza el pasado simultáneamente. El gesto de esta novela tampoco toma en cuenta la historicidad. La historia imaginada otorga al viejo y nuevo mundo más bien formaciones históricas absolutas, alternativas a la derrota del tiempo linear de Occidente26. El gesto totalitario de substitución de la historicidad sigue siendo el telón de fondo de Valiente mundo nuevo (Fuentes 1992), es decir, de
análisis de la metáfora que crea una conexión dicursiva mítica, véanse Aguilar Mora (por ej., pp. 83, 91, 105) y Borsó 1994b:358. 23
Aguilar Mora critica el hecho de que Paz no explica su punto de vista. Si la clase dominante no es el objeto del libro, sin embargo sirve como fundamento conceptual. Aunque el objeto de El Laberinto sean las clases dominadas, no se les concede el derecho de proponer sus propios conceptos como fundamentos (Aguilar Mora 1978:44). 24
Para este concepto véase La nueva novela hispanoamericana
(Fuentes 1969).
25
Mientras que Paz todavía confunde la historia con su representación, en Terra nostra Fuentes se sitúa abiertamente en un nivel metahistórico. 26
Véanse también Tiempo mexicano (Fuentes 1972) y mi análisis (Borsó 1990).
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los ensayos que se inscriben en la posmodernidad. Dicha postura se observa claramente, por ejemplo, en la interpretación de Pedro Páramo proporcionada por Fuentes. Según el escritor, la obra de Juan Rulfo se inserta entre el silencio y el lenguage mítico que, en el sentido moderno de la palabra, es decir, intertextual y autoreferencial, tan sólo refleja "el poder del mito" (Fuentes 1992:153). También en Juan Rulfo, Fuentes busca el ojo totalizador que carateriza su propia literatura: "El fin absoluto contiene en su abrazo todas las posibilidades del pasado, del presente y del futuro. La infancia y la muerte son los signos del instante" (ibid.:165). El instante y la pluralidad de historias "restauran la unidad del discurso por un instante, le dan una finalidad ilusoria y nos permiten arrancar de nuevo hacia la pluralidad de la tarea narrativa" (ibid.:168)27. El hecho de que Fuentes sitúe a Giambattista Vico al comienzo del pensamiento histórico moderno (y al comienzo del libro) revela su visión mitificadora frente a la modernidad. El culto (romántico) de la omnipotencia del lenguaje consigue compensar, de hecho, la ruptura entre lenguaje y cosas; la concepción, pues mítica, de la imaginación histórica no concibe el límite que, en la modernidad, surge de la temporalización del pensamiento histórico. Al subrayar en la concepción de Vico la idea de la historia como producción de mitos en "flujo perpetuo", el tenor universalista y el papel de la imaginación y de la metáfora28, Fuentes construye más bien un puente directo entre Vico y las historias plurales construidas por la imaginación americana. La reflexión sobre la historicidad del pensamiento y de la imaginación no cabe en este modelo. La propuesta de Fuentes, según la cual Jorge Luis Borges29 está en el comienzo de una narrativa hispanoamericana que "asume la paradoja de la relatividad para dar cuenta de la totalidad" sólo se explica referente a la idea totalizante de Fuentes, según la cual la pluralidad de los tiempos corresponde a la totalidad del poder de la palabra (Fuentes 1992:42). 27
Fuentes sitúa los conceptos de Octavio Paz en un nivel metanarrativo.
21
El punto de partida de Fuentes sigue siendo, como en el caso de Paz, el racionalismo occidental. Es sólo contra él y contra la teleología de la historia que el mito de historias plurales urdidas por la imaginación parece solucionar el problema de la historia. De hecho, Fuentes subraya la importancia de la propuesta de Vico frente al racionalismo de su época (Fuentes 1992:34). 29
La presentación de Borges, hecha por Fuentes, como el emblema de la invención de historias plurales que hace metodológicamente hincapié en Vico y Bajtín, descuida la evidente ironía del escritor argentino.
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Ambos autores, Octavio Paz y Carlos Fuentes, presentan una arqueología asombrosamente compleja de estrategias de compensación del presupuesto vacío existencial de la cultura de América y, a partir del existencialismo de Paz, de la cultura tout court. Es un vacío, que sólo el presente de su escritura personal puede colmar. En esta concepción, la denegación de la historia, de la historicidad y de la responsabilidad frente a los acontecimientos históricos es total y totalitaria30. La fase de compensación ha sido persistente y requiere una seria crítica. Estrategias de compensación enfatizan la búsqueda de identidad que supuestamente había sido el reto de la literatura del boom. La fórmula que atribuye a la literatura un valor fundador de la identidad ha perdido, entretanto, su crédito. Con el mito, los hispanoamericanos no solamente aceptaron las premisas eurocéntricas, sino que también reafirmaron la ausencia de un pasado histórico. Al definir su propio ser como compensación del vacío que supuestamente la conquista había dejado, Hispanoamérica seguía tomando el nacimiento de América Latina como punto cero de su cultura. La "identidad" y la "historia" sólo podían ser deficitarias. La crítica de la identidad se ha planteado en América Latina en los años 80 (véase Scharlau 1994), aunque la literatura se haya enfrentado mucho antes con las aporías del concepto de identidad31. Raúl Dorra, el filósofo argentino residente en México, lamenta, por ejemplo, la base lógica del concepto de identidad basado sobre la distinción entre lo propio y lo ajeno, garantizada por la historia común de un grupo que excluye los otros. Además considera los discursos de identidad hispanoamericanos como paradójicos por el hecho de haber asumido el punto de vista (turístico) europeo, postulando una identidad (deficitaria) en la que la compensación con el concepto existencial y estético de la otredad entendido como la presencia de lo otro en el propio ser, sólo reafirma la condición de vencidos y de subalternos frente a los maestros. En The Voice of the Masters (1985), Roberto González Echevarría opina que este 30
Al denunciar el pernicioso mito de una débil moral mexicana creado por Fuentes, Martha Robles señala que el cosmopolitismo elitista de Fuentes oculta los complejos de inferioridad del joven escritor criado en los Estados Unidos. En su estudio critico sobre Fuentes, Martha Robles analiza en este alumno de Octavio Paz (Robles 1993:184) los varios niveles de compensación del complejo de inferioridad que Fuentes proyecta a México con un gesto casi totalitarista. 31
Véase, por ejemplo, mi análisis de la ironía de los mitos de la mexicanidad por El luto humano. Esta novela de José Revueltas critica ya en 1943 los mitos que Octavio Paz, siete años más tarde, en El laberinto de la soledad pondrá en la base de su concepción de la mexicanidad (Borsó 1994: cap. VI).
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concepto es la perpetuación del poder, pues en el momento mismo en el que América Latina busca la diferencia hacia Europa se reinscribe dentro del acto violento de la conquista y de sus procesos de sumisión. Saúl Yurkievich, en fin, para sólo terminar esta mención incompleta de las voces críticas, deniega el concepto abstracto en favor de la existencia concreta de seres humanos. La crítica de la identidad se ha vuelto uno de los momentos más sobresalientes de la literatura pos boom*2. La escritura épica de la historia proporcionada por la epopeya del realismo mágico ha sido llevada a cabo con Macondo. Después de Macondo, el mismo García Márquez ya no se interesa por la síntesis de las oposiciones entre centro y periferia, oralidad y escritura, historia autóctona y europeizada. Con sus novelas posteriores intenta más bién desconstruir propiamente este tipo de compensación histórica. Se logró un salto epistemológico en la construcción del saber sobre Hispanoamérica cuando se abandonaron argumentos miméticos y ontológicos en favor de la reflexión a nivel discursivo. Un impulso importante ha sido, entre otros, el de El discurso narrativo de la conquista de América (1983) de Beatrix Pastor. El estudio de Pastor enseñó que, al origen de lo que se suponía ser la identidad hispanoamericana no existía la historia de la conquista, sino más bien su discurso. Las consecuencias, expresadas también por Ángel Rama: "Estamos construyendo un discurso, el discurso es nuestro, no es la realidad de la historia" (Rama 1983:63) tuvieron expresión en el objetivo metahistórico asumido desde entonces por los estudios hispanoamericanos. En su prefacio al coloquio sobre historia y ficción en la narrativa hispanoamericana, en que participaron Alejo Carpentier, Emir Rodríguez Monegal y otros, Roberto González Echevarría define la función de la literatura latinoamericana en el siglo veinte de la siguiente manera: A partir de la vanguardia, la novela va a asumir una forma radicalmente crítica ante la historia y ante cómo narrarla. En vez de la postura 'científica' de la novela del diecinueve, que supone un observador privilegiado que mira desde fuera el mundo [. . .] la novela más próxima ahora a la filosofía o al mito pondrá en tela de juicio precisamente los vehículos de pensamiento y observación [...]" (González Echevarría 1984:11/12).
La última frase de la cita de González Echevarría deja entrever qué distinto es el objetivo del planteamiento metahistórico. Es un planteamiento que ha sido
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Dicha crítica se encuentra, sin embargo, también dentro del boom. La desmitificación de los mitos del boom por una lectura "oblicua" de la literatura del boom, es, entre otras cosas, el fin de mi estudio crítico del realismo mágico (1994).
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impulsado también por la crítica contra la autoridad positivista de la historia por medio de la evidencia de su retoricidad planteada por Hayden White (1978). Metahistoria - ¿una alternativa a la historia? La revisión del canon, el hallazgo de zonas del saber omitidas por la historia tradicional de la literatura y el cuestionamiento de las estrategias de pensamiento en los años 80 han sido una labor metadiscursiva importante, documentada por las varias colecciones de estudios hispanoamericanos en ambas Américas33. La crítica de los discursos sobre la oralidad de la cultura hispanoamericana proporcionada por Walter Mignolo es un ejemplo esclarecedor de la trascendencia del enfoque metadiscursivo. Al plantear el análisis del discurso sobre la oralidad, Walter Mignolo demuestra que la base implícita de la concepción de la oralidad sigue siendo la escritura. Es una oralidad orientada al surgimiento del libro y de las gramáticas en la época del Renacimiento que, a partir del siglo XVIII, hace corresponder la letra a la poiesis y, a su vez, a un discurso verdadero, el discurso poético que incluye el verbo. El gramma, es decir el signo escrito, es el signo de la aisthesis, de la intuición de una verdad superior. Dicha premisa lleva a los famosos antropólogos Garibay y López Portillo a engendrar una defensa de la cultura náhuatl (oral) partiendo de la comparación con la escritura poética. Las dificultades que tenemos hoy con la obra de Garibay es que la valoración de ta cultura náhuatl se hace, la mayoría de las veces, en forma paralela a la imagen post-renacentista de la cultura griega. Y [. . .] reconstruye una cultura fundamentalmente oral en términos de una filosofía de la producción verbal forjada sobre la experiencia de las sociedades con escritura alfabética. Una defensa, en suma, que se construye sobre la base de la semejanza y toma el lugar de lo que hoy quisiéramos que fuera una descripción que enfatice la diferencia (Mignolo 1988:146).
Mignolo define claramente el reto de la metahistoria: Más que invertir la autoridad de los textos (orales vs. escritos, literatura vs. textos científicos), el enfoque metadiscursivo por el que opta Mignolo erosiona la validez de su arquitectura maniquea, hecha de jerarquías y oposiciones. Propiamente este resumen de los argumentos de Mignolo enseña sin embargo que, en sus reflexiones, la
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Véanse especialmente los estudios editados por Ana Pizarro 1985 y 1987 así como Saúl Sosnowski 1986.
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idea de una diferencia esencial está todavía presente, si bien dirigida ahora a las operaciones de pensamiento. Enfoque metaepistemológico: una genealogía de la historia y de la historia de la literatura El argumento de la diferencia mantiene viva la trampa de la fe en el papel de la literatura como compensación. ¿Cómo evitar que la reflexión al nivel discursivo sirva para compensar nuestros fallos epistemológicos? ¿Cómo impulsar la provocación frente a la historiografía y a la filosofía de la historia más allá de la corrección de la historia o de la compensación de sus fallos? Hace falta un paso teórico distinto de todas las opciones consideradas más arriba, un enfoque en el que la literatura y el discurso no compartan el mismo lugar epistemológico. Hace falta un enfoque en el que el saber no se funde en la lógica de la identidad. La crítica de la identidad es un reto fundamental en el pensamiento de Michel Foucault. Foucault demostró que el sujeto del saber no es absoluto, sino es más bien "sub-jectum", es decir, sujetado frente a la presión de su propio discurso. Para la epistemología de la literatura, dicha presión es, entre otras, la de conceptos históricos de géneros, cánones y movimientos literarios, concebidos como sistemas de valores basados sobre el desarrollo de la cultura que en América Latina consiste en la emancipación de la cultura "madre". Al considerar la independencia como el comienzo de dicha emancipación, la historia literaria omite el hecho de que la mentalidad colonial sigue siendo válida también en la época poscolonial (véase Rama 1983:401/402), peligro subrayado, de hecho, por críticos hispanoamericanos a partir de los años 80: Roberto Fernández Retamar vio, por ejemplo, la necesidad de una autocrítica del boom fundador del mito de la "contraconquista" y de la reivindicación de una literatura universal34. En su monografía sobre La novela en América Latina, Ángel Rama observó en la tensión entre literatura y discurso propuesta por Foucault la posibilidad de que la literatura sirva como respuesta crítica a la filología y a
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"Pero, puede preguntarse un sobresaltado, ¿no se tratará sin más de esa misma cultura europea cuya arrogante pretensión de universalidad hemos convenido en rechazar? Este es el momento de recordar que aceptar esa 'Europa' como un bloque prácticamente homogéneo y ucrónico [...] implica [...] una actitud de colonizados. Así como es un fraude identificar (como tan frecuente es 'allá') a 'América' con 'los Estados Unidos', es otro fraude (esta vez, frecuente 'aquí') identificar a 'Europa' con unos pocos países de la Europa occidental" (Fernández Retamar 1981:77/78).
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la historia literaria (Rama 1982:417), respuesta capaz de mostrar los límites del canon y de los discursos históricos a los que el sujeto investigador está sometido. Para la historiografía de América, la desconstrucción de los mitos creados sobre la base de la búsqueda de una ontología americana y de un sueño del proyecto moderno común a Europa y a América35 es un paso importante que debería llevar a la concepción de la historia no como utopía (de la escritura), sino como el fallo encubierto por el sujeto retórico de la historia oficial en busca de la edificación del ser. Visto desde este ángulo, se descubre que el ser constituye la entelequia de la ficción histórica, en vez de estar supuestamente en el origen de la historia. Asimismo, la ficción histórica así como modelos "contra-históricos" o "a-históricos" creados por una imaginación absoluta, por la que opta, por ejemplo, Carlos Fuentes, resultan ser la proyección del fallo y del equívoco histórico que se expresa por las estrategias (a-históricas) de la compensación de la historia. En la literatura de los años 80, al contrario, se advierte la necesidad de destruir sistemáticamente las escenas primordiales de la historia, con la conciencia de que su repetición llegará directamente a la brutalidad actual tanto en Occidente como en América Latina. Dentro de la revisión de los mitos de la epistemología de la historia, el mito de la independencia es privilegiado en Hispanoamérica por inaugurar la historia de la edificación del "ser americano". Así se explica el florecimiento de novelas como Yo el supremo de Roa Bastos (1974), El otoño del patriarca (1975) y El general en su laberinto (1989) de García Márquez, Lope de Aguirre, Príncipe de la libertad (1979) de Miguel Otero Silva, La ceniza del Libertador (1987) de Fernando Cruz-Kronfly, La nieve del Almirante (1986), La última escala del Tramp Steamer (1988) y Un bel morir (1989) de Alvaro Mutis. Son novelas que restituyen los conflictos personales para estropear los mitos históricos acuñados al compensar las crisis de la historia36.
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Dicho desmontaje está en contra de la utopía de "otra historia" propuesta, por ej, por Carlos Fuentes en alternativa de la historia del poder (europeo) y de la colonialización.
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La polifonía de las novelas funda un tipo de memoria centrifiigal que desconstruye la identidad histórica basada sobre los mitos (memoria cultural) y sobre la historiografía. Un tipo de memoria corresponde a la memoria comunicativa en el sentido de Assmann, que acciona de manera contraria a la fuerza de cohesión y a la estabilidad de la memoria cultural (Assmann 1988). Para la obra de desmontaje del discurso historiográfico por la "memoria comunicativa" véase el análisis de las crónicas contemporáneas de México, especialmente
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La asimetría entre epistemología y literatura es la condición para que la literatura sea fuente de irritación del saber y no de la compensación de sus fallos. La literatura (la escritura), al producir el "lugar imposible" de la heterotopia37, queda autónoma, separada de la epistemología. No sirve ni de espejo mimético (la ventana hacia el mundo) ni de medio de construcción de modelos miméticos o históricos alternativos a la historiografía tradicional (como el mito o la construcción de la historia), sino que es más bien un espejo que permite al investigador dirigir sus miras hacia las operaciones de su propio pensamiento. Como lo observó Michel Foucault, el lugar heterológico de la literatura es capaz de echar luz (oblicua y crítica) sobre la genealogía de las estrategias discursivas de la fundación de la historia. Al crítico, sujeto a sus propias presiones discursivas, ya no le corresponde la posición absoluta del narrador realista y positivista del siglo decimonónico. La fuerza transgresiva del texto se encuentra más bien fuera del sistema epistemológico38. Desde el exterior de la epistemología, el texto literario es potencialmente capaz de irritar los sistemas del saber. Por lo que concierne a la historia literaria, este tipo de irritación no resulta de la alianza entre historia y literatura sino de la tensión entre la fuerza desintegrante de la literatura y la lógica integrante de la historia literaria. El enfoque "arqueológico" aprovecha la facultad de la literatura de provocar una mirada "oblicua", "desde afuera", una mirada que desmonta el fundamento de la organización de las ciencias humanas, es decir, la idea de identidad y de diferencia. Ahora bien, a partir de la modernidad, la transgresión y la fuerza de diseminación de lo heterogéneo que encuentra pues una culminación en la literatura neobarroca y en el contexto de los nuevos medios ha adelantado formas de escritura intermediales y metaculturales que sugieren un tipo de pensamiento "intersticial" e interhistórico, capaz de cuestionar la historia de las ideas de ambos lados del océano. La literatura hispanoamericana que, desde el comiende Poniatowksa, Carlos Monsiváis, José Agustín y otros (Borsó 1992a,b y 1994a). 37
Foucault observó dicha condición en los textos de Borges, de los que sacó la sugerencia más importante para el proyecto de Les mots et les choses. Véase el prefacio a Les mots et les choses (Foucault 1966:8). 38
Berg plantea este problema a propósito de Cortázar aclarando el dilema en el que se encuentra el escritor - y el lector. El dilema es expresado por la búsqueda paradójica en Rayuela de Cortázar, búsqueda que Oliveira dirige al "caminar con un propósito que ya no fiiera el camino mismo" y que Morelli resume con la frase: "no se puede denunciar nada si se lo hace dentro del sistema al que pertenece lo denunciado" (véase Berg 1991:224).
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zo, disfruta de una doble mirada entre lo proprio y lo ajeno, es decir, entre los continentes, incluye potencialmente también en épocas premodernas la mirada oblicua de la heterogeneidad. Al plantear la historia de la literatura bajo este enfoque arqueológico (moderno)39, se consigue poner en tela de juicio conceptos históricos dados por sentados40. Asimetría entre literatura y epistemología - un ejemplo: método arqueológico y lectura alegórica del (neo)barroco El barroco juega, dentro de la historia literaria, un papel peculiar. Después del menosprecio de la literatura colonial tachada de ser mera copia del Siglo de Oro español, ocurrió, con la búsqueda de emancipación a finales del siglo XIX, también el descubrimiento de la colonia como cuña del criollismo y momento vernacular de la literatura hispanoamericana. El planteamiento compensatorio de la historia de la literatura entiende el criollismo según la visión clásica desde Alejo Carpentier hasta Octavio Paz, es decir, como anticipación de la emancipación barroca al nivel ideológico y estético. El canon establecido por Carpentier y Octavio Paz, quienes ven en el barroco la anticipación del cumplimiento del ser americano ocurrido en el neobarroco (considerado como sinónimo del boom), tiene un contraproyecto: otra visión del barroco, la visión de la "contraconquista" de Lezama Lima, cuyas pautas sigue la concepción del "neobarroco" de Severo Sarduy. En La curiosidad barroca y Las eras imaginarias de Lezama Lima, la noción del sujeto histórico como "sujeto metafórico", cuya memoria no recobra el pasado, sino que lo construye, se distingue del texto de la historia que, partiendo de la ausencia del origen, está escrito en favor de la
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Tanto José Lezama Lima como Jorge Luis Borges ven en el barroco un tipo de literatura transhistórica: "Yo diría que el barroco es aquel estilo que deliberadamente agota (o quiere agotar) sus posibilidades y que linda con su propia caricatura [...]. Barroco (Baroco) es el nombre de uno de los modos del silogismo; el siglo XVIII lo aplicó a determinados abusos de la arquitectura y de la pintura del XVIII; yo diría que es barroca la etapa final de todo arte, cuando éste exhibe y dilapida sus medios. El barroquismo es intelectual y Bernard Shaw ha declarado que toda labor intelectual es humorística. Este humorismo es involuntario en la obra de Baltasar Gracián; voluntario o consentido, en la de John Donne" (Borges 1980[1954]:243). 40
Propiamente el barroco, descubierto por la crítica en los años sesenta enseña la necesidad de poner en tela de juicio conceptos y sistemas de valores tomados como sentados. En su Ursprung des deutschen Trauerspiels (1928) Walter Benjamín tuvo que desmontar las premisas miméticas del concepto romántico del símbolo para poder abordar la alegoría barroca.
201 edificación del ser (nacional) (véase González Echevarría 1992). La idea básica de Lezama Lima es que dicha ausencia, lejos de ser deficitaria, engendra la creatividad de la historia. Es una idea que Roberto González Echevarría encuentra realizada por la literatura de Severo Sarduy, especialmente Cobra (1972), relacionando41 dicha concepción de la historia a la cultura en general. En su Celestina Brood (1993) González Echevarría hace una lectura alegórica de varias obras barrocas y neobarrocas de ambos lados del océano. Es una lectura que, por ser alegórica, rehusa la relación mimética entre texto y mundo o texto e historia, volviendo la mirada del investigador hacia los instrumentos epistemológicos que han tratado el texto barroco hasta los estudios más recientes. El reto del análisis del barroco efectuado por González Echevarría es, pues, partir de los textos literarios y observar la historia de su recepción tanto en España como en América Latina. La discrepancia entre las paradojas en los textos literarios y la coherencia en las historias de las literaturas deja asomar la geneología de las crisis encubiertas por el sistema epistemológico. Al no usar el texto literario como espejo que hace visible el objeto histórico, González Echevarría, en base de la lectura alegórica de Paul de Man, dirige sus miras a la realidad metaepistemológica del lenguaje42, es decir a los discursos urdidos
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Al criticar la interpretación romántica del barroco, González Echevarría abarca también el canon español que interpretó el Siglo de Oro dentro del paradigma de la "España Sagrada", dejando de lado todo lo que no cabía en el mito del senequismo y de la aspiración idealista de los mitos sagrados de Don Quijote y Don Juan (1993:33). González Echevarría echa una mirada sobre la Celestina desde el espejo barroco, es decir el espejo que, con mezclas grotescas de géneros (la tragicomedia), de discursos (el habla culta y el habla vulgar) y de citas que subrayan el valor alegórico de la palabra, rescata la Celestina de la sombra, encontrando en ella el espectro de un mito omitido por España: el mito de la caída, de la tierra, de la mera sensualidad. Enseñando a los Españoles cómo vivir un epicureismo pesimista, sin ideales, sin senequismo (ibid.:10) y negando la España Sagrada, Celestina representa la alegoría de la caída (moderna) del cuerpo (ibid.: 16) y la personificación de la multiplicidad y de la proliferación (ibid.:22). Al retornar a la Celestina, los autores del boom hispanoamericano (y con ellos Juan Goytisolo) no denegaron la "España Sagrada" en favor de la autenticidad hispanoamericana, sino en favor de lo que la idea de origen había omitido en ambos lados del océano: la ambigüedad (moderna) (véase mi reseña en Notas 4, 1995:78-84). 42
Foucault considera las ciencias humanas como "metaepistemológicas" en doble sentido: en tanto que "ciencias del desdoblamiento" que se sitúan al nivel del metalenguaje, teniendo como objetivo la definición de las reglas de un lenguaje primero; en tanto que sumergen el "ser humano" en la dimensión temporal, siendo desde luego ellas mismas sujetadas a la relatividad del tiempo y de la perspectiva histórica (véase el cap. X.II de Les mots et les choses, Foucault 1966:366).
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acerca de la literatura. Es una lectura en la que no se encuentran alianzas, equivalencias o diálogo entre literatura y epistemología. Vistos bajo un ángulo arqueológico, los textos literarios tienen más bien la función de provocar la epistemología. Al barroco y neobarroco43 corresponde, por su estética ambigua reforzada por la imitación del barroco colonial, una lectura arqueológica. Es una lectura que, aún considerando los textos en sus contextos históricos, saca empero a colación una estética común cuya entelequia es la crítica de los conceptos de identidad, de centro o de marginalidad. Dicha estética es excelentemente llevada a cabo, según González Echevarría, por la escritura neobarroca de Severo Sarduy que transforma el principio barroco en una práctica intertextual posmodema44. En vez de instaurar una relación mimética y dialógica entre literatura e historia, Cobra (1972) logra, por ejemplo, subvertir la relación mimética entre texto, realidad e historia. El cuerpo del personaje Cobra, transvestido y transsexual, es un cuerpo des-individualizado y marcado por los signos de la escritura, especialmente de la ambigüedad (González Echevarría 1993:43). El texto de Sarduy que, por asumir la crítica de la identidad, es una obra "anti-boom", basa la estética de su discurso sobre la homofonía del verbo cobrar (tanto recobrar, hallar, como cubrir), enseñando que el "sentido de la historia" necesariamente resulta del sacrificio de la pluralidad de los sentidos. Todos los niveles de los textos de Sarduy son una obra de des-identificación. La mezcla (barroca) de tiempos históricos (el diario del protagonista en el siglo XX y los diarios de Colón) y la contaminación de lugares (oeste y este) van más allá de los experimentos del boom, cuya poética, según González Echevarría, sigue basándose sobre la lógica de las oposiciones (ibid.:228/229) que el texto literario tendría que superar. En contra de este tipo de escritura, la territorialización del saber todavía tiene sentido para quienes consideran, como Octavio Paz, el oriente como la utopía del occidente, o buscan, como Carlos Fuentes, la utopía del "otro" mundo nacido de la síntesis del Viejo y del Nuevo Mundo, Cobra demuestra, en contra, que cada tipo de topografía histórica es el resultado de un fallo, así como América surgió del equívoco de Colón. En vez de utopías,
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González Echevarría propone una afiliación barroca del español Fernando de Rojas al cubano Severo Sarduy (por lo tanto del siglo XY al siglo XX). 44
Con referencia a la crítica de Lyotard mismo acerca del concepto de "posmodernidad" (1988), prefiero el concepto de literatura "posclásica", término muy acertadamente propuesto por Schulz-Buschhaus 1994.
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Sarduy opta por la ironía45. Mientras que la identidad del mundo utopico de Terra nostra concebida bajo el modelo andrógino todavía implica la creencia en el machismo, del que el andrógino es la superación, Cobra deja ver la identidad "machista" como un "fard", como un discurso artificial y arbitrario que reprime otros discursos. La comparación con la escritura de Severo Sarduy muestra paulatinamente que Carlos Fuentes con Terra nostra sigue proponiendo un modelo mimètico de síntesis cultural, ofreciendo la escritura como la utopía de "otro mundo", que integra las utopías europeas (Don Quijote el "visionario" y Don Juan "el rebelde"). Las utopías históricas de Terra nostra siguen siendo la compensación epistemológica con el objetivo de presentar una historia más auténtica que corrige la historia oficial. Partiendo de la provocación de los textos, la genealogía reconstruida por González Echevarría da luz a eventos de omisión de la historia literaria. Esta labor disfruta de los espejismos que el texto literario construye en el "intersticio" de la doble mirada entre lo propio y lo ajeno, que empieza con la conquista y abarca tanto a Europa como a América Latina. Al recuperar los elementos subversivos de la "contraconquista barroca" frente al canon de la historia literaria y de la historia política46, González Echevarría mantiene una doble perspectiva, es decir, una perspectiva inter-cultural, que mira contemporáneamente hacia ambos polos de la historia (nuevo y viejo mundo; América y Europa). Es por medio de esta mirada inter-cultural que el autor consigue poner en evidencia la lógica de la obra de construcción de eventos por el discurso de la historia de la literatura concebida como nacional en ambos lados del océano. Varios hallazgos serían dignos de mención: Por un lado los esfuerzos de la filología española para definir el origen y la pureza hispánica de los géneros de la novela y del teatro trágico-cómico del Siglo de Oro47, y por otro lado el esfuerzo de la
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Los monjes, en el Tibet, toman Ovomaltina. El texto de Cuba, en Cobra, no es ni la utopía de la isla, ni su entidad ontológica, sino que son los ecos de los textos que a lo largo de su historia literaria han engendrado la ficción de su historia. La ambigüedad es más fundamental que una carnavalización grotesca que, bajo el modelo andrógino, presenta la idea de un mundo utópico como síntesis de la herida, de la apertura de la Malinche, y de la agresión del macho. 46 Véase también la lectura de Margo Glantz 1992 acerca de la ironía en los textos de la colonia, en particular de Sor Juana Inés de la Cruz; véase también mi reseña en Notas 3 (Borsó 1994c). 47
El presupuesto compromiso de la "picaresca" con la realidad, pasando en Don Quijote por la contaminación (barroca) de distintos discursos, se transforma en un intertexto, en el
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filología hispanoamericana para definir, al igual que la labor de Menéndez Pidal para España, la pureza de la epopeya hispanoamericana en los textos barrocos de América48. Lo último ocurrió en contra de signos evidentes de una retórica contraria a la épica, es decir de un texto centrifugal e irónico, creado sobre la acumulación de fragmentos de distintas culturas y géneros. Particularmente reveladora es la recepción de la obra49 de Lunarejo, el escritor peruano Juan de Espinosa Medrano, obra que fue interpretada por la historiografía nacional peruana como mito indianista, mientras que en su texto el retrato grotesco de los indígenas intenta reproducir las imágenes de los indios en las fantasías europeas. Al tomar un punto de vista arqueológico e internacional -que mira hacia los dos polos del hispanismo-, el crítico González Echevarría consigue ver que, en la supuesta facticidad que la historia de la literatura ha pretendido establecer, se arma un juego de ficcionalización de los eventos históricos, análogo al de las ficciones literarias. En esta demonstración, los discursos de la facticidad de la historia literaria son tan fantásticos como en las fantasías filosóficas e históricas de la literatura neofantástica, por ejemplo, de Jorge Luis Borges. El planteamiento de González Echevarría es arqueológico en tanto que, aún profundizando el contexto histórico de los autores, disfruta para su mismo
que la "vida" picaresca se manifiesta como unidad narrativa (González Echevarría 1993:55). En su génesis, la novela moderna es, por lo tanto, un simulacro de otros textos socialmente aceptados (ibid.:64). El mensaje que González Echavarría extrae de esta lectura, es decir, la pérdida de la pureza genealógica de la novela (ibid. :65), es importante para críticos e historiadores. Lo mismo vale para la revisión de la genealogía del teatro de Lope de Vega a Calderón, una genealogía que, vista bajo el espejo de la relación entre pintura, teatro y literatura en El castigo sin venganza de Lope de Vega, resulta ambigua. También la conexión etimológica entre "monstruo" y el verbo "mostrare" sirve como espejo, en el que, detrás de la pasión de Calderón por la monstruosidad y su repetición en La vida es sueño, se halla la duda sobre la posibilidad de restablecer el orden (ibid.: 112); al límite del "buen obrar" de Segismundo se ve, por el espejo cóncavo del "fard" barroco, el esfuerzo del artificio barroco para establecer un sistema de sentidos (ibid.: 127). 48
La historia de la recepción del poema El Espejo de paciencia del cubano Silvestre de Balboa y Troya de Quesada en la filología cubana enseña la función fundadora de un mito de origen épico dentro de la "ficción" de la historia literaria cubana. En vez de un monumento nacional equivalente al mito medieval del Cid, el autor encuentra en El Espejo de paciencia un texto centrifiigal, espectacular, creado sobre la acumulación de fragmentos de distintas culturas, un espejo en fin, que refleja la realidad desfigurándola y revelando que la presupuesta facticidad histórica del texto es más bien el producto de la ficción histórica elaborada en el "nuevo mundo" (González Echevarría 1993:148). 49 Especialmente el Apologético en favor de Don Luis de Góngora (1662) y Nouena Maraouilla.
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acercamiento de una intertextualidad tanto prospectiva corno retrospectiva, leyendo asimismo el barroco "histórico" en el espejo de su experiencia intertextual neobarroca. Pasando por la escuela de las novelas de Alejo Carpentier se puede descubrir la ironía de las imágenes "indígenas" de Lunarejo. Propiamente la ironía es un fenómeno que, para la historia literaria de América Latina ha pasado inobservado y queda invisible al lado del canon histórico que hace hincapié en la entelequia de la emancipación criolla (ideológica en el siglo XIX; estética en el siglo XX), es decir en el enfoque nacional que concibe la historia literaria como compensación de la identidad. El reto de una revisión de la historia literaria de América Latina (y España) no sería, por lo tanto, ni la búsqueda de la "otra" historia (supuestamente auténtica), ni la intrahistoria, sino poner en tela de juicio las premisas que impulsaron la compensación del vacío ontològico y cultural por medio de la historia literaria. Metaepistemología: hacia una auto-etnología del saber El objeto del saber genealógico construido por este enfoque no corresponde a la construcción de un modelo histórico que proporcione "otra memoria" por medio de la intrahistoria supuestamente inscrita en el texto. En el espejo (cóncavo) del texto se observan más bien la genealogía discursiva de la historia y las premisas epistemológicas en las que pone acento tanto la historiografía como la ficción histórica. La reflexión epistemológica busca abiertamente la autoreflexión y no la mimesis de la historia por el texto. ¿A qué lleva dicha lectura a la vez arqueológica, inter-cultural y autoreflexiva de que González Echevarría nos ha dado un ejemplo? Respetando la ambigüedad de la escritura barroca, González Echevarría deja que el texto sea un espejo opaco y asimétrico para los discursos del saber. Por este camino González Echevarría recupera aún de los autores "sagrados" del Siglo de Oro español los elementos subversivos contrarios al canon que hizo de ellos mitos sagrados, irritando la epistemología de la historia literaria y política tanto en América Latina como en España50. La oralidad y el mestizaje tienen otra fún50
A título de ejemplo: El ingenio barroco (Gracián), surgido del agotamiento de la doctrina renacentista de la imitación (González Echevarría 1993:159) conduce a la autoreflexión y al artificio (ibid. : 165) tanto en España como en América Latina. La coincidencia del barroco con el espíritu criollo consiste más bien, según el autor, en la inclinación hacia la imitación, que confiere a la cultura una esencia "tropològica", denegando modelos ontológicos (ibid ). La figura barroca del espejo es fundamental en los varios niveles narrativos de El siglo de las luces de Alejo Carpentier: en el nivel metahistórico que trata irónica-
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ción que la de la identidad histórica hispanoamericana: En vez de signos de voces auténticas, González Echevarría observa, por ejemplo, en los elementos afroantillanos de la poesía del cubano Nicolás Guillén la desfiguración de la pureza del castellano y de la genealogía histórica basada en ella51, observación que cabe igualmente a la dicción latina de Góngora, extraña a los oídos españoles (González Echevarría 1993:197). La mutua contaminación del idioma español, del idioma y de los ritos africanos, ataca tanto la autoridad del castellano como el aura sagrada de la apelación histórica y política de los rituales negros (ibid.:211), en la que está basada la mitificación de Guillén como héroe del epos histórico de la literatura de Cuba. Me inclino a pensar que dicha lectura, contraria a la "geonoética", es decir a interpretaciones territoriales de la literatura, en cuanto ataca sus fundamentos que son el origen, la identidad y el mito de la historia, es adecuada para la revisión de la historiografía instaurando, al mismo tiempo, una epistemología intercultural, epistemología que, además, corresponde a la cultura hispanoamericana abiertamente bipolar o multipolar. Lleguemos al último aspecto de nuestras observaciones, es decir, a la transcendencia del modelo pluricultural hispanoamericano frente a un mundo global como el de la época postindustrial y de los nuevos medios. La globalización del mundo por los medios electrónicos es el punto de partida de la concepción universalista de un neobarroco hispanoamericano, en donde la asimilación toma la forma de antropofagia jubilosa. Varios tipos de escritura que perturban la relación mimètica entre literatura e historia, se han sido planteando en Hispanoamérica, desarrollando una concepción de la memoria a base de los nuevos medios. Se trata, entre otros, de los textos de las crónicas, cuyos exponentes son autores y autoras mexicanos a partir de los experimentos de la
mente la supuesta importancia de la revolución francesa para la liberación de la esclavitud en el "nuevo mundo" y en el nivel metaliterario, en el que la simetría entre caos y orden de las figuras grotescas del barroco refleja el caos subyacente al monumento histórico (ibid.: 188). Igualmente, la historia de la cultura africana del Caribe sirve de espejo que, reflejando el objeto (los negros) de los Europeos y desfigurando los monumentos de su historia, les muestra a los Europeos su propio rostro, hallando los eventos discursivos que han excluido los espectros de la historia más allá de los límites. La estrategia simbólica y mágica en la que la cultura afroantillana construye su propia historia, proyecta una "mirada oblicua" hacia Europa, que consigue ver la Ilustración como la destrucción de viejos ídolos y la invención de ídolos modernos comunes a toda la humanidad. 51
Véase la evolución en la escritura de Guillén, de Motivos de son hasta la ritualización de un sentido religioso del Caribe en Sóngoro cosongo y West Iridies Ltd.
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"onda". Los escritores de la onda buscaron la mediación oral del texto escrito formando modelos de memoria, que el escritor mexicano Carlos Monsiváis ha llamado la epistemología del "improbable museo" (Monsiváis 1986:267) y que corresponde a la irrupción de la epistemología del sonido en la época de los nuevos medios. Las estrategias discursivas de los textos que simulan la irrupción de la oralidad perturban las estructuras rigurosamente situadas en el tiempo y en el espacio - el ideal cartesiano, basado en la geometría euclidiana, edificada sobre las propiedades del espacio visual (estático, continuo, uniforme)52. Los nuevos medios electrónicos promueven cambios en las relaciones sensoriales que alejan al hombre del espacio visual (estático, continuo, uniforme), para conducirlo a un espacio acústico, discontinuo, heterogéneo, resonante y dinámico, en donde la vista, el sonido y el movimiento se dan de manera simultánea, omnipresente, instantánea y global. La cultura urbana (por ejemplo, de la megalópolis México City) realiza este principio en todos los niveles, acentuando la perspectiva del cronista, fragmentaria, fronteriza (partícipe y distante), llena de contradicciones, una perspectiva menos visual y más acústica renunciando al mural gigantesco del ojo totalizante de Fuentes y poniéndose a sí mismo y al lector a escuchar la resonancia de textos, discursos y voces. El enfrentamiento de discursos en los textos de crónicas mexicanas actuales es una perturbación epistemológica, es decir, no una perturbación de la historia edificante de la humanidad, sino más bien de la historia edificante de la epistemología53.
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Es un espacio estático que, según McLuhan, coincide con la Galaxia Gutenberg y se crea cuando los ojos se separan de la actividad de los otros sentidos. La epistemología que Marshall McLuhan sitúa en el mundo del sonido (mundo existente tanto en las sociedades pre-Gutenberg, sociedades pues en las que la oralidad era el modo todavía predominante y en donde la cultura del manuscrito, la lectura y la oratoria permanecían inseparables), capta lo heterogéneo de culturas llamadas posmodernas, elemento que á mi modo de ver explica algunos momentos importantes, sin que, sin embargo, la clasificación de McLuhan sea totalmente válida. 53
Dicha consideración sobre la modulación oral permitiría revisar las premisas de la compensación histórica tanto del indigenismo como de la "oral history". Otro ejemplo es también la modulación oral de los textos barrocos del colombiano Rafael Humberto Moreno-Durán. El criollismo, fundador de la identidad moderna de Colombia (José Eustacio Rivera) se transforma en su Los felinos del canciller (1985) en el modo felino, antropófago y jubiloso de la asimilación neobarroca. La conexión metonímica entre lo heterogéneo (como la retórica y la política, la erótica y el lenguaje, la oralidad y la historia escrita), destapa el juego implícito en los límites de la retórica clásica y las alianzas íiinestas entre poder y retórica oficial que han escrito la historia de Colombia (por ejemplo, el juego
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¿Qué es la ventaja de dicho espejo "cóncavo" que mantiene la asimetría entre texto y saber? Mirar desde la exterioridad de la literatura quiere decir ver, en los límites de los discursos, sus propias limitaciones. Por lo que concierne a la relación entre historia y literatura, en lugar de "otra historia" o de las correcciones del canon al servicio de una historia "auténtica" capaz de expresar la diferencia de América, surge de estos textos la necesidad de observar la perpetuación de las escenas primordiales en la historia de los epistemas - para América Latina dichas escenas son, ya lo es sabido, la conquista, la independencia y la revolución. Varios críticos sensibles a la colonización del saber han postulado que la atención de la crítica no se dirija hacia la etnografía de los textos, sino hacia una auto-etnografía de las instituciones. Por lo que concierne a Europa, Jacques Leenhardt ya en ocasión de la otorgación del premio Nobel a García Márquez (1982) propuso ver en las varias máscaras de la "otredad" hispanoamericana a las que Europa dirigía sus miras, no el espejo de una ontología de América Latina, sino más bien el espejo del sistema de alteridad de los europeos54. Con esta operación epistemológica, la relación entre lo otro y lo mismo se invierte. Lo otro, los otros, los hispanoamericanos no son ya ni los subalternos, ni el ornamento de un sujeto occidental canibalista que con la alteridad ensancha su identidad. Somos más bien nosotros, los europeos, que nos descubrimos mirados por los otros, por los que, desde el afuera, irritan la seguridad de nuestra patria epistemológica. Desde esta óptica, otra cara de la historia se abre ante los ojos. La historia de la colonización de América - una colonización primero territorial, luego del saber, ya no se ve como la historia del poder y de la impotencia de los subalternos, tampoco de su rebelión contra los maestros, sino más bien como la historia de la impotencia de un pensamiento occidental, presente en ambos lados del océano, un pensamiento centrado en sí mismo, en el cuidado de sí mismo, en su propio deseo narcisista de identidad, un pensamiento sujetado a la obsesión de encontrar su identidad. Es en contra de esta tendencia
de homofonia entre semántico y semen [de la eyaculación] y Finale capriccioso con Madonna. La escritura es, entre otras cosas, el espejo cóncavo en el que se reflejan las fantasías masculinas). 54
Jacques Leenhardt insinuó que Europa, al galardonar a García Márquez con el Premio Nobel buscó en el espejo de la supuesta otredad de una América Latina mágicorealista el reflejo de su mismo sistema internalizado por la mayoría de los autores del boom (Leenhardt 1987).
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que necesitamos una perspectiva intercultural, interhistórica e "intersticial" en las humanidades.
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¿En búsqueda de una antropología política? Sobre un diálogo posible con los conceptos de modernidad en Latinoamérica y España Monika Walter (Berlín)
Ciertamente un buen signo: los iberoromanistas de las secciones Modernidad cultural de Latinoamérica presentes en los últimos congresos de Augsburgo y de Potsdam, empalmaron aquí en Bonn directamente con reflexiones y resultados y retomaron a la vez el hilo de un debate del cual no sé en qué medida ha alcanzado ya las aulas universitarias y sus agentes de investigación. Efectivamente, la latinoamericanística alemana hace dos años descubrió oficialmente a los representantes más significativos de la nueva teoría cultural como un lugar nuevo para plantear contextos históricos y teóricos referentes a su objeto. Habría que nombrar entre ellos a Renato Ortiz y Marilena Chaui en Brasil, a José Joaquín Brunner en Chile, a Jesús Martín-Barbero en Colombia y a Carlos Monsiváis y a Néstor García Canclini en México. Cuando pienso en los colegas franceses (Mattelart 1987) y británicos (Rowe / Schelling 1991), estimo que nuestra iniciativa despegó con un cierto retraso. Los impactos reales de nuestro descubrimiento son aún inciertos. Los dos autores europeos, el uno especialista en ciencias de comunicación, el otro representante de estudios culturales, abordan diferencias claves en la noción general de literatura, cultura o comunicación cultural en cuanto objeto de investigación de la latinoamericanística. Con todo, tales efectos son mensurables concretamente en las publicaciones como, por ejemplo, en el volumen de Augsburgo editado por Birgit Scharlau (1994) o la antología en español publicada por Hermann Herlinghaus y Mónika Walter con textos exponentes de la nueva teoría cultural (1994). Sin embargo, si lo que Scharlau denomina un nuevo "modo constitutivo de saber latinoamericanístico en Europa" (1994:XX), encuentra ya eco en la investigación latinoamericana, habría que dejar constancia de por lo menos una duda productiva. Puesto que para todos los que aquí generan este saber los enfoques de la nueva teoría cultural latinoamericana son tanto más reveladores cuanto que ellos presuponen ya una red global de conceptos teóricos. Conceptos como modernidad periférica (Sarlo 1988), modemidade-mundo (Ortiz 1994), modernidad no contemporánea (Martín Barbero 1987), modernidad híbrida (García Canclini 1987) ya no señalan la búsqueda de un
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'calibán teórico' inconfundible, parafraseando una idea de Roberto Fernández Retamar (1971). Testimonian más bien un cierto uso diferente de un "marco común conceptual" (Scharlau 1994:XXI), actualmente a disposición simultánea y por igual de todos los iberoromanistas en todo el mundo. No obstante, cabe aquí la conjetura de si es posible abordar todas las materias y problemas de nuestra especialidad con semejante conciencia global. En primer lugar, el modo teórico modificado implica mayores posibilidades de intercambio entre los conceptos teóricos y el saber de la especialidad. A estas nuevas posibilidades y necesidades también alude el tema principal del congreso de este año: El diálogo entre las culturas. Es un diálogo en el cual se constata, en el breve comentario del programa, la asimetría histórica del interlocutor con expresiones como marginalización, atraso, dependencia de las culturas iberorománicas en o con respecto a Europa. En el mismo texto se opone a esta asimetría la perspectiva necesaria de una descripción más diferenciada. Esta oferta corresponde a los numerosos deseos de diálogo expresados en publicaciones alemanas sobre España y América Latina de los últimos años. No pocos latinoamericanistas alemanes, y entre ellos primeramente aquellos con un sentido marcado de responsabilidad frente a los deberes éticos de su disciplina, cierran sus textos con una confesión como ésta: "Si Europa deja de creer en la interpretación metafísica de su totalidad, entonces tendrá que creer en las interpretaciones múltiples de la alternativa iberoamericana" (Janik 1992:195). La nueva disponibilidad al diálogo da por sentado primeramente la igualdad de derechos de los interlocutores, de su voz y su experiencia. La cuestión que surge ahora es si una igualdad tal de derechos existe ya o si la reivindicación de un "diálogo entre las culturas" no significa en el fondo la búsqueda de una posición dirigida directamente al sentido del quehacer de los latinoamericanistas. De hecho, las premisas para la constitución del saber se han modificado hasta las bases epistemológicas. Y no es casual seguramente que me venga a la mente en este contexto el ensayo Hegel y América de José Ortega y Gasset que reviste todavía una actualidad sorprendente en lo tocante a problemas del diálogo intercultural. Es el español quien descubre el drama lógico del alemán precisamente en sus ideas sobre América. Ortega y Gasset señala la paradoja de que Hegel llegó a imaginarse a América, es decir, un continente entero, como un "no-lugar" del pensamiento, una mera región del porvenir por su "inmadurez" e "incoherencia" y, por ende, de su falta de relevancia teórica y filosófica (Ortega y Gasset 1963a:567). No es casual nuevamente el hecho de
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que la comprensión lúcida de la paradoja intelectual del filósofo clásico, quien borra con una frase todo un continente de su topografía categorial, provenga de un filósofo de la periferia europea. Ortega mismo sufrió lo que llamó "la contradicción real" (Ortega y Gasset 1963b:361) de España. En esa vivencia contradictoria de modernidad que experimenta el filósofo periférico, irrumpe justamente un drama intelectual fundamental inherente a los modernos pensadores del mismo centro europeo: "Cuando una idea sufre a sí y lleva en su interior dolorido un drama lógico, adopta la máscara escénica de la paradoja" (Ortega y Gasset 1963a:567). El drama lógico de Ortega y Gasset encierra efectivamente una experiencia paradójica de modernidad, como el caso de un testigo que, estando afuera en su propio país, vive al mismo tiempo, a través de los fenómenos de crisis propios de las modernizaciones de una Europa Occidental a comienzos de este siglo. Como dice, es una experiencia de ser "nada moderno y muy siglo veinte" (Ortega y Gasset 1963c:22). Es un hecho manifiesto que las frases de un Ortega sobre una España "nada moderna" y de un Carlos Fuentes sobre una Latinoamérica como "la Topía, el lugar que es" (Fuentes 1990:69) apuntan a un drama lógico comparable a los conflictos del intelectual europeo tanto del siglo XVI como de nuestros días. Este europeo buscaba antes en el Nuevo Mundo la posibilidad de regenerar el Viejo Mundo. En nuestros días, el mismo pensador, líder aún en la elaboración de un pensamiento teórico pero sólo representante de un "logos fatigué de la modernité occidentale" (Mattelart 1987:151), sondea otra vez el efecto vitalizador de experiencias diferentes, heterogéneas, difícilmente clasificables ya no de un "Nuevo Mundo' utópico sino del espacio concreto de un continente histórico y conflictivo. Para los intelectuales europeos, o dicho más exactamente, para aquellas especies que se denominan hispanistas, iberoromanistas o latinoamericanistas puede emergir a partir de ahora una situación que es conocida y nueva a la vez. En este contexto se verán otra vez enfrentados a culturas periféricas que consideran de nuevo utilizables dentro de un reciclaje posmoderno de elementos exóticos. Pero se verán también enfrentados más que nunca a otros modos o quizás a modos alternativos de pensar la modernidad cultural que provienen de los antiguos 'no-lugares' de la filosofía europea. ¿No hemos de ser nosotros, los hispanistas y latinoamericanistas del centro, los primeros en señalar estos desplazamientos teóricos entre los intelectuales de la periferia? Porque resultan desplazamientos donde las culturas marginalizadas dejan de concebirse solamente dentro de un marco funcional de imitaciones, o, al contrario, de originali-
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dades indilucidables: "Desmantelando viejas formas de marginalización y dominación y creando nuevas formas de democratización y pluralidad imaginable de culturas", así definen los ingleses William Rowe y Vivian Schelling la 'ejemplaridad' epistemológica de las culturas populares de América Latina dentro de un concepto periférico de modernidad cultural (Rowe/Schelling 1991:1). Por lo tanto, lo que se nos revela aparentemente como una suerte de juego de etiquetas entre periferia y centro o entre modernidad y posmodernidad, podría constituir una nueva dimensión para la reflexión de los latinoamericanistas alemanes y europeos sobre su objeto, las perspectivas y los intereses de su investigación. Es una nueva dimensión de la cual destaco aquí solamente tres aspectos: 1) como lugar de arranque reformulado teóricamente para otro modo de generar una teoría y un concepto cambiado del investigador mismo; 2) como reformulación del objeto de estudio y 3) como nueva búsqueda de sentido para el pensamiento modernista de hoy. Volvamos primeramente hacia el nuevo concepto de pensador: En la América Latina de los años ochenta, los intelectuales dejan de hablar de sí mismos como "la otra cara de Europa" (Fuentes 1987:20) y no siguen tampoco buscando el modelo interpretativo de una alteridad cultural de 'lo latinoamericano' una suerte de 'modernidad bárbara' (Octavio Paz: 1982). En la España de la transición surgen fenómenos análogos que traslucen tanto la crítica fundamental de matrices tradicionales de una identidad española enigmáticamente diferente, como repulsan un pasado peculiar de pluralismo cultural. Estas tendencias se plasman en conceptos tales como modernidadpluricultural o ambigua (Subirats 1993), modernidad no calvinista (Rupert de Ventos), modernidadpluriracial (López García). Para esta comente cabe el hecho de que no se formulan aquí metáforas de una alteridad cultural incomprensible racionalmente, sino que se reclama lo comparable en las experiencias de modernidad. Se trata de una experiencia que por primera vez en la modernidad europea empieza a coexistir con iguales derechos en su diversidad y diferencia, una al lado de la otra. Empero, lo que detrás de estas tendencias intelectuales se dibuja claramente es el mencionado modo teórico global que circula por todo el mundo (Scharlau 1994:29). Con todo, lo nuevo de este modo de pensar estriba no sólo en su presencia internacional, sino también en el hecho de que ya no está acuñado por una pretensión universal de querer ser 'modelo' o 'antimodelo' de modernidad. Responde justamente a la crisis profunda que afecta a cada modelo representativo de lo moderno en nuestra época. Esta crisis global de conceptualiza-
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ción de 'lo moderno', está instrumentalizada muy diferentemente por españoles y latinoamericanos. Por lo tanto resulta una oportunidad para marcar sus propios criterios teóricos. Tanto en España como en América Latina, el pensamiento sobre modernidad cultural se encuentra en una encrucijada donde se enfrentan casi paradójicamente la negación y la revalorización de tradiciones, o sea, la idea de la tradicionalidad misma. No solamente describen su propia crisis peculiar de modernidad, vale decir, aquella situación "donde las tradiciones aún no se han ido y la modernidad no acaba de llegar" (García Canclini 1987:12). Algunos ven las propias experiencias como signo "de un déficit de modernización", otros como signo "de lo precario de su propia modernidad" (Lechner 1990:12). Esta situación conflictiva se plasma, por ejemplo, en la postura sintomática que asumen los españoles frente al Quinto Centenario de 1992. Pese a todas las ceremonias estatales fue manifiesto el hecho de que la mayoría de los españoles vió estos esfuerzos con indiferencia, vinculando como nunca antes el proyecto español de modernidad sólo con la integración en la geografía europea. Sólo un pequeño grupo de intelectuales formula entretanto un "interés renaciente en lo Hispanoamericano" (López García 1992:725). Entre los que se abren nuevamente a Hispanoamérica, se percibe el esfuerzo por superar definitivamente todo rechazo tradicional de pluralidad de culturas - cristianas, hebreas, islámicas. También se define una crítica radical a los efectos devastadores de una modernidad europea. Según la opinión de los autores, estos efectos se manifiestan primeramente en el encuentro fatal con las culturas indígenas. El filósofo Eduardo Subirats define la identidad moderna española de los años noventa como portavoz de "un auténtico proyecto civilizador" (Subirats 1994:43) que se define como un mestizaje cultural o una identidad cultural global. Para Subirats se expresa ejemplarmente en la figura del Inca Garcilaso, o sea, en la situación del intelectual en cuanto emigrante desgarrado entre las culturas de fuera y de dentro de Europa: [...] El continente vacío es el primer intento de afrontar la conquista y colonización españolas de América a partir de sus categorías fundacionales, consideradas como aquellas categorías que constituyen, al mismo tiempo, la raíz de la identidad institucional, doctrinaria y tradicional española hasta el día de hoy. Bajo esta perspectiva [...] la reconstrucción filosófica e histórica de este principio de identidad doble, a la vez hispano-americano y español, constituye simultáneamente una crítica interior y exterior de aquella instaurada identidad nacional e histórica" (ibid.:497).
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Es interesante ver cómo los pensadores españoles adherentes a una moderna hispanoamericanidad suscriben tendencias con las cuales los latinoamericanos, desde hace mucho tiempo y siempre con mayor sistematicidad, definen y defienden los orígenes históricos de la propia modernidad con mayor profundidad y conscientes de su identidad. Un Subirats recoge los planteamientos de un Miguel León-Portilla, un Xavier Rupert de Ventos discute los enfoques de Octavio Paz, refiriéndose al mexicano ya en el título mismo de su libro: El laberinto de la hispanidad (1987). ¿Cómo tiene que reaccionar una iberoromanística alemana, o bien europea a este cambio de ideas y situaciones? Al comienzo hablé de la disposición al diálogo entre los iberoromanistas alemanes. Un ejemplo impresionante lo dió Hans-Jórg Neuscháfer (1991:6) quién adivirtió sobre los peligros de una modernización precipitada de España, señalando a la vez que espera efectos terapéuticos de las experiencias españolas al generar su propia diversidad de pensamiento moderno contra una cosmovisión monolítica. Empero, no se trata únicamente de una apertura oportuna de nuestra disciplina a la contradicción interna del pensamiento modernista actual. Nuestra propia discusión sobre los conceptos de modernidad originarios tanto de América Latina como de España podrá ser muy productiva si tenemos presente el vuelco teórico global etiquetado también como posmodernidad, provocando con esta coincidencia unas equivocaciones más. Posmodernidad concebida de esta manera apunta no sólo a la crisis de modelos representativos del pensamiento, sino también, de forma más general, a un nuevo estilo discursivo de combinar e historiar abiertamente nociones y categorías ya existentes. Es un estilo que no se estigmatiza más como déficit de capacidad imaginativa o, al revés, como talento para imitar por excelencia - fenómenos ubicados con tanta frecuencia en las periferias del Occidente. Se trata taxativamente de los rasgos epistemológicos diferentes de una nueva teoría de modernidades periféricas que empezamos a vislumbrar. Si no percibimos todo lo que podemos denominar asimismo los rasgos epistemológicos diferentes de estas nuevas teorías culturales, el impacto renovador sobre nuestra práctica investigadora será sólo superficial. Es cierto que etiquetas metafóricas e irónicas tales como periférico, híbrido, ambiguo son fáciles de popularizar como meras 'máscaras escénicas'. No obstante, con este uso no se agota todo lo que allí representa un recomienzo radical para nuestro propio lugar epistémológico. Ya que la modernidad periférica lleva no sólo a concebir la coexistencia de contradicciones y oposiciones
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hasta ahora incompatibles: lo periférico y lo central, lo moderno y lo tradicional, lo popular y lo moderno, sino patentiza de igual modo las nuevas premisas internacionales para generar y propagar el saber sobre las periferias. Para los estudios de una hispanística y latinoamericanística europeas se abre una dimensión importante en los usos diferentes de conceptos difundidos globalmente: modernidad, posmodernidad, heterogeneidad, cultura de masas, cultura popular. Scharlau denomina esta alteridad del uso conceptual una "politics of theory" (Scharlau 1994:XXII). Ya hace casi diez años un latinoamericano definió el mismo fenómeno como una "participación diferencial" en el mercado mundial de mensajes y símbolos, "según códigos locales de recepción" (Brunner 1987:35). En su último libro, Joaquín Brunner pone de manifiesto una nueva conciencia epistemológica que apunta directamente al problema de esta "política de teoría". El chileno echa a la vez las bases de una tipología de relaciones entre intelectuales periféricos y centrales a partir de los años noventa. Tal tipología nos retrotrae a la cuestión planteada al comienzo sobre la igualdad de derechos de los interlocutores, pero entonces nos movemos dentro de la comunicación teórica. Hablando de nosotros, los europeos, como de "especialistas de área", describe Brunner la relación de los periféricos frente a los "colegas latinoamericanistas" de una manera muy diferente: En efecto, en un mundo de redes y de flujos continuos de investigadores en ambas direcciones, los 'especialistas de área' pierden su ventaja comparativa y tienden a ser desplazados por los investigadores nativos del área. Paralelamente, estos últimos ya no tienen como único punto de acceso al Norte, a sus colegas 'latinoamericanistas' sino buscan, más bien, 'ponerse en red' con investigadores europeos o norteamericanos que trabajan en tomo al mismo tema de especialización, independientemente de que dominen o no los asuntos latinoamericanos de la especialidad (Brunner 1993:164).
Se trata nada menos que de un 'relevo histórico' de la visión del intelectual en cuanto representante de valores universales. Recogiendo las ideas europeas, Brunner describe para los latinoamericanos el paso del intelectual "como portador de un discurso general, como organizador de la ideología de clase, o sea, en su papel clásico como difusor de los valores de la modernidad", a la función actual: "como detentor de un saber local adquirido en relación a problemas específicos" (ibid.:178). No es casual que sea un chileno precisamente el que genere la nueva conciencia epistemológica. Lo que sucede en Chile y en varios otros países en la primera mitad de los años ochenta corresponde intemacionalmente a los cambios más vehementes en las funciones y los paradigmas de las ciencias huma-
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ñas o sociales y de sus investigadores (Herlinghaus y Walter 1994:27). No obstante, el peso con que los investigadores chilenos -Brunner, Sunkel, Lechner- han contribuido a reconceptualizar los estudios mismos tiene que ver, y no poco, con las transformaciones profundas en lo cultural a manos del régimen militar de Pinochet. A diferencia de España, radica aquí otra de las paradojas de la modernización en América Latina. La tutela militar y autoritaria provocó una brutal crisis universitaria en el Cono Sur. Sin embargo, pese a sus efectos devastadores, la misma crisis condujo a una investigación descentralizada, extra-académica, sobre una base privada. Es una investigación que se ha visto comprometida con la realidad actual y sus cambios culturales más que con jerarquías institucionales. "No solamente el intelectual universitario se vió desplazado hacia los márgenes de la vida intelectual: lo mismo ocurrió con el intelectual comprometido con los procesos de cambio político y social, particularmente a través de los partidos de izquierda y de centro" (Brunner 1993:177). En las trayectorias de todos estos pensadores se perciben rasgos comunes que reflejan la historia del desencanto de toda una intelectualidad izquierdista. Otrora portavoz de utopías radicales, se queda frustrada en los años 80 por el fracaso de ilusiones políticas e ideológicas de querer cambiar radicalmente la realidad social. Es un desencantamiento que no se convierte entretanto en fatalismo o conformismo, sino en una nueva postura crítica y reformadora a la vez. Lo que este proceso de desengaño conflictivo diseña y postula a la par, requiere en cierto modo una historia funcional de aquellas élites políticas y culturales que tienen que transportar y criticar los procesos de modernización tanto en el centro como en la periferia. Es el mismo Brunner quien problematiza los posibles enfoques que están detrás de la nueva "política de teoría" que ha dejado de ser el campo de batalla de ideologías antagónicas para transformarse en la esfera de conflictos e intereses en la circulación global de conceptos teóricos. Detrás de la relación mutante de los "especialistas de área", Brunner descubre desplazamientos básicos dentro del concepto de sí mismo y de las funciones históricas reales de la intelectualidad. En su último libro reanuda tanto la idea de una microfisica del poder planteada por Foucault, como recoge el concepto gramsciano de las funciones diversas asumidas por la intelectualidad orgánica y la tradicional. En cierta manera se acerca asimismo a los enfoques de una antropología política propuesta por Jacques Le Goff (1985). Como parte de una historia global aún no escrita, esta antropología política podría describir las suplantaciones y las mezclas de roles distintos que
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desempeñan los intelectuales en las diversas épocas y diferentes regiones, en nuestro caso concreto en las modernidades centrales y periféricas. Una tal antropología podrá dilucidar así procesos de hibridación entre el tipo más tradicional del intelectual moderno en cuanto portador de razón o constructor de identidades colectivas, por un lado, y de un tipo actual de intelectual posmodemo, por otro, como "mero detentor de saber especializado y local" (Brunner 1994:177). Y vista de forma más general todavía, una tal antropología descubrirá detrás de ciertas diferencias en el uso de conceptos globales, por ejemplo, los desplazamientos funcionales entre los especialistas de áreas de Europa y Norteamérica y los especialistas nativos de América Latina. En esta esfera de una "política de teoría", la discusión que llevan los latinoamericanos en tomo a la nueva teoría cultural, ha logrado un importante resultado intermedio: en sus representantes no se patentizan simplemente los usos diferentes de un modo histórico de pensar que los exponentes sitúan a la cabeza de una conciencia teórica, existente en todas partes pero no igualmente radicalizada. Este radicalismo nada tiene que ver con una mayor capacidad de abstracción, sino con una orientación del pensamiento sustancialmente invertida. Se vislumbra una tendencia en la cual veo analogías y diferencias con el pensamiento español, con su manera de concebir su propia modernidad (desde Ortega y Gasset hasta Subirats), aunque no la problematiza nunca explícitamente como un fenómeno periférico. Lo que yo llamo radicalismo apunta en el caso de los latinoamericanos a un rumbo fundamental en la forma de pensar o concebir la modernidad y detrás de ello a una inversión en el concepto que tiene el intelectual de sí mismo. Refiriéndome ahora al segundo punto relacionado con el objeto reformulado de investigación, quisiera resaltar solamente un aspecto para nuestra propia discusión teórica pero quizás el más espectacular: es el cambio del lugar de preguntas epistemológicas. Ya toqué aquella coincidencia biográfica que arranca de una desilusión dolorosa entre los pensadores latinoamericanos. El cambio casi brusco de la situación intelectual evidencia el por qué de una vivencia clave de esta comunidad intelectual. Apunta a una experiencia cotidiana y casi banal ubicada a distancia considerable de las tradicionales motivaciones de estudio entre los latinoamericanos, pero también entre los mismos españoles. Este fenómeno cautivador quisiera ilustrarlo con una anécdota biográfica que casi todos los teóricos saben relatar de una manera similar. ¿De qué episodio de la vida personal se trata? Cedo aquí la palabra a Martín-Barbero:
222 Intrigado por el éxito de un film mexicano, fui a verlo con algunos amigos. A los pocos minutos de proyección nuestro aburrimiento era tan grande que comenzamos a exteriorizarlo con risas. El film era tan elementalmente melodramático que solo en clave cómica era soportable. La gente que nos rodeaba, por el contrario, estaba tan metida en el film [.. .] que nuestros comentarios les indignaron y quisieron sacarnos de la sala. Avergonzado por lo sucedido, me dediqué a observar esos rostros de hombres emocionados hasta las lágrimas, viviendo el drama con un placer tan grande (Martín-Barbero 1989:12).
Durante y después de esta vivencia cinematográfica curiosa, una pregunta obsesiva acompañó al investigador latinoamericano: ¿Qué tenía que ver la película que yo vi con la que vieron ellos? Para hallar una respuesta a esta interrogante pasa a un primer plano la cuestión siguiente: ¿cómo exprimenta la gente la modernidad a nivel cotidiano? Cómo se concibe el mundo moderno también desde la hermenéutica de mundos cotidianos? Lo que en nosotros causaría antes disgusto y una sensación de fatalismo en vista del poder estandarizador de la cultura de masa y no seguramente, hoy por lo menos, una modificación de nuestra práctica de estudios, desencadenó en el latinoamericano algo que él llamó luego "un escalofrío epistemológico" (Martín-Barbero 1989:12). Es un drama lógico en el sentido orteguista que reside en algo fundamental que ha de interesarnos: la apertura de la investigación a los usos populares de la cultura. Con la búsqueda de una epistemología de los usos populares y cotidianos de la cultura se extiende ahora a regiones extraliterarias lo que se plasmó como cambio de paradigmas en la estética de la recepción. Más aún: los latinoamericanos les cobran la palabra a los teóricos europeos y norteamericanos de entablar un diálogo no solamente con los representantes de literaturas y culturas altas de la periferia. "El modo en que la gente percibe, siente y vive los procesos de comunicación ..." (Martín-Barbero 1989:12) es a partir de ahora una frase clave respecto del lugar donde se interrogan estas teorías. Con este cambio -formulado como 'lugar de lo popular'- cambia no solamente el objeto, sino asimismo el concepto de ciencia: desde un centrismo de literatura letrada se desplaza a una pluralidad de prácticas significantes en culturas altas, populares, masivas. Cambia al igual el concepto de una ciencia 'única' y se convierte en la idea de unas "ciencias sociales nómadas" (García Canclini 1987:15), y con ello se plantea la metodología de una inter y transdisciplinariedad. Por último, como lo plantea el antropólogo mexicano Guillermo Bonfil Batalla, hay un vuelco desde una cultura especializada a "una investigación participativa para los que forman el objeto de los estudios" (Bonfil Batalla 1991:89). Pero aquí nos en-
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contramos ya en medio de aquella área donde la investigación de las ciencias humanas y sociales experimenta actualmente una mutación verdadera. Es ésta una mutación que afecta directamente el concepto que trazan los intelectuales de su propio lugar en la sociedad. Por un lado, los estudios de los usos populares de cultura apuntan directamente a los mecanismos de efecto estandarizador que emergen de las modernas prácticas comunicativas, o sea, ellos generan hoy día un saber inmediatamente aplicable hasta en las esferas políticas. Por otro lado, los teóricos estudian dentro de esta cotidianidad popular un potencial surgido históricamente que reagrupa nuevamente todas las formas de reacción y resistencia frente a los conflictos sociales en la vida cotidiana, todo lo que Fredric Jameson titula "lo inconsciente político" (1981) y Martín-Barbero "el espacio político y teórico de lo popular" (1987:206). Paso a tocar brevemente todavía el tercer punto en el cual se vislumbra la posible nueva dimensión de las teorías periféricas sobre la cultura y la modernidad en la latinoamericanística vernácula. Esta tercera dimensión involucra una búsqueda de un sentido nuevo para el pensamiento modernista de hoy. Es posible que en esta búsqueda se manifiesten los estratos más profundas de una nueva "política de teoría". El desgarramiento de la comunidad intelectual latinoamericana no se puede concebir de forma mas dramática por el hecho de haber vivido contradicciones casi incompatibles: el fracaso de un proyecto político y filosófico de la izquierda ante el avance modemizador de la derecha, la resistencia por parte de la alta cultura al impacto resultante de la masificación de la cultura, el rechazo por parte de las ciencias institucionalizadas contra el surgimiento de investigaciones de nuevo tipo, o dicho de un modo más general, por un lado, la modernización acelerada y, por otro, el subdesarrollo potenciado. Con el enfoque de una antropología política los latinoamericanistas podrán historizar esta situación profundamente paradójica, sondeando la lógica social e histórica inmersa en las opciones contradictorias que adoptan los especialistas también como intelectuales. Puesto que detrás de todas las especializaciones se esconden siempre tipos de intelectuales más generales. De este modo, se da el intelectual que opta por una modernidad heterogénea o híbrida y, con ella, por la construcción de identidades colectivas, tarea clásica y reformulada bajo los presupuestos de globalización. Y hay el otro tipo que opta por la crítica desilusionada de la misma tarea. Y también existe -y ese es posiblemente el caso más frecuente entre los latinoamericanos- la coexistencia de ambos tipos en una sola persona. Estas tendencias son palpables tanto en América Latina como en Europa, sin embargo, los desenlaces de sus dramas lógicos resultan
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bien distintos. Subirats en España redefine un concepto moderno de razón, abriéndose igualmente a sus efectos devastadores como a su trabajo constructivo e instaurador de nuevas identidades y sistemas de dominación" (Subirats 1994:499). El filósofo español ubica el desenlace de su drama lógico al constatar "un determinado pesimismo histórico" y la falta de orientación espiritual e histórica en los ambientes intelectuales tanto de Europa como de España. Este desenlace apunta a una reformulación de su identidad doble en cuanto intelectual, a la vez hispano-americano y español, siguiendo, como ya dije, el ejemplo del Inca Garcilaso, parafraseando aquella posibilidad que "su obra dejó abierta de mostrar el sentido actual de su espíritu en nuestra edad sin espíritu: la restauración de un espacio comunitario a través de la reconstrucción de una voz crítica" (ibid.:500). Situación muy contraria a la de Latinoamérica donde, como hemos visto, el desenlace del drama intelectual está dado en la apertura a una razón popular, o sea, a las posibilidades históricas de resistencia que se colocan dentro de los mecanismos mismos de modernización, concebidos desde el uso popular cotidiano de culturas. Es una resistencia que sintetiza la alteridad en el uso de modos téoricos globales, una alteridad que reivindica la presencia de un saber histórico en cualquier actividad histórica y cultural. Un tal saber articula y concibe ante todo lo imprevisible de la propia historia y con ello el hecho de que el hombre puede modificar su propia situación (Le Goff 1985:349). Aquí también se percibe la búsqueda de una nueva utopía reformulada radicalmente, utopía colocada en el espacio contradictorio de la cotidianidad popular (Walter 1993:246) y en el esfuerzo concreto común por mejorarla día a día un poco más. Una utopía que posiblemente conduzca otra vez al problema de una "política de teoría", cabe decir, como acota García Canclini, a "un conjunto practicable de alternativas que apenas presentimos" (García Canclini 1992:12). ¿Y dónde estamos nosotros, los latinoamericanistas alemanes, en esta "política de teoría"? En las experiencias reformuladas por los pensadores periféricos surgen paralelos evidentes a los que están en medio de un vasto proceso de desilusión desencadenado igualmente por el fracaso del experimento social en Europa Oriental. Importancia particular adquiere en este contexto el punto radical de arranque epistemológico en las nuevas teorías culturales (Rincón 1994:29) que sugiere posiblemente una situación global: que todos nos movemos en un tablero de problemas abiertos, pero no fatalmente insolubles.
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Ways of Working in California Gwen Kirkpatrick
(Berkeley)
In rethinking cultural studies of Latin America and our ways of working, it is important to examine our position in respect to our students, the discipline, other disciplines, and Latin America itself. The following discussion is based largely on the pragmatics of working in a discipline and a place whose demographic and cultural changes have thrown into question the very concept of Latin America itself. It is also a place and time experiencing at first hand many of the issues most important to the field of cultural studies. What I propose to examine is the context of our critical position, specifically as Latin Americanists working in California. To question this context or positioning entails investigating the constructions or boundaries of the following elements: the disciplinary constructs of "Latin American Studies," geographic demarcations of Latin America, linguistic groupings and overlaps, cultural alliances, and ethnic identifications. Some of the topics focused on in cultural studies are very much to the point in examining the California context. They include issues such as postcolonialism, migrations, linguistic and cultural erasure, cultural policy, and changing disciplinary paradigms. Personally I believe that I am very fortunate to be working in a place, California, and at a time when the great "issues" of Latin America and the United States, and of cultural studies as a discipline, are played out before me and my colleagues every day. I teach at the University of California, Berkeley, the oldest of the nine University of California campuses. A public institution, the University of California (UC) is the research and teaching wing of the higher education system in California; it is the system that grants the four year Bachelor degree as well as postgraduate degrees in many fields, including arts, sciences, humanities, social sciences, medicine, law, and engineering. Undergraduate students at all nine campuses are selected from the top twelve per cent of California high school graduates, along with qualified students from other states and countries. During the past year the admissions standards at UC, and especially its affirmative action policies, have been the focus of heated political and educational policy debates, both within the state and within the nation at large. Such debates are really inseparable from some of the larger debates concerning culture, national cultures, the notion of alterity itself
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(especially in terms of ethnicity and race), and the establishment of boundaries, both territorial and institutional. Entwined with the debates over admissions policies at UC are conflicting attitudes concerning the role of public institutions, national immigration policies (especially with regard to Mexico and the rest of Latin America), and social unease in the face of the rapidly changing demographics of what was once called the "Golden State" - a state whose very large economy was considered so strong that until very recently it was considered "recession-proof." A sharp economic recession in the early nineties, combined with higher unemployment and more marked ethnic and racial tensions among a very diverse populace, have made the university and its support of ethnic diversity into a focal point of heated debate. As vivid evidence of such struggles, California has seen the passage of Proposition 187 in 1993, a popular referendum which would withhold some social services and educational rights from immigrants without legal status, and in July 1995, the decision by the University of California Board of Regents to eliminate affirmative action policies in faculty hiring and student admissions. During the past few years numerous "English-only" initiatives have been proposed, with varying degrees of success. Proposition 187 is still being challenged in the courts, but its passage has caused the Immigration and Naturalization Service to attempt to enforce border controls more stringently and has made politicians wary of offending rising nativist sentiment. As for the University of California, plans are underway to dismantle affirmative action policies not specifically mandated by the federal government. What is not clear at this point is the effect the Board of Regents' decision will have on national policies of affirmative action, i.e., the policies that sought to create representation in the university by race, ethnicity, and gender in proportion to their percentages in the availability pool. California affirmative action policies entailed that, if twenty per cent of the state's graduating high school seniors were Latinos, the University would then attempt to admit Latinos as that percentage of its freshman class. It might be asked what place the direct relation between the political and educational struggles described above has within the field of Latin American cultural studies. I have described this position as a way of describing the manner in which a teacher and scholar must be situated in relation to students. First, the majority of the numerous students in my department of Spanish and Portuguese, and in the related program of Latin American Studies, are of Hispanic/Latino origin: most of them speak Spanish as a first language. Thus,
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in many classroom settings, Spanish is used not as a "foreign" but as a first language. And as the Anglo "expert" on Latin America, I am usually in a minority with those who are without family backgrounds in the Latin American region. In the not too distant past, academic departments of Spanish were comfortably aligned with other foreign language departments. Yet in California, as in other states like Texas, Florida, and New York, the upsurge of Hispanic/Latino students, both U.S. and foreign born, has moved the study of Hispanic and Latin American literatures and cultures into the realm of local politics, and not just the realm of timeless universals of classic and great literature. Some of the questions that arise are not comfortable ones. What is "correct" Spanish? Who decides? Is the history of California part of U.S. history or of Latin American history? Some of these questions are still not resolved, while the struggles for answers have created institutional changes that are affecting our disciplines in profound ways. In relation to the pragmatics of our work, some of the questions that are important to Latin American Studies and to cultural studies in general, are the following: 1) Where is Latin America? Is it restricted to areas outside the U.S., or are Los Angeles or New York as much a part of the paradigm as Sao Paulo or Buenos Aires? Who is inside, who outside? 2) Is Spanish a foreign language? What should the language of instruction about Latin America be for U.S.-born students, many of whom speak Spanish as their first language? 3) What were the cultural and political factors that created the area studies paradigms? How useful are they now in a post-Cold War world? Are the new area paradigms to be shaped by economic alignments, or by ethnic or cultural ones? 4) Who should teach Latin American cultural studies? Who has the authority? How have identity politics, and the reactions it has provoked, shifted disciplinary lines? The field of cultural studies has been shaped and influenced by many factors, including profound realignments in the ordering and the hierarchies of knowledge itself. Two groupings, subaltern studies, especially as developed by scholars from India, and ethnic studies disciplines in the United States, have special relevance for an examination of the state of cultural studies. At least at Berkeley, Latin American Studies has been transformed by the presence of programs in ethnic studies, especially Chicano Studies. The field of Chicano
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Studies arose in the 1960s and was institutionalized at Berkeley in the 1970s, about the same time as programs of African American Studies, Asian American Studies, and Native American Studies were established. First established as "counter disciplines" or as the nucleus for a "Third World College," the effects of these programs have been enormous. Perhaps more than any other academic programs, they have pushed the bounds of disciplinarity. Chicano Studies was entwined with the political movements of Chicano nationalism, and in the academic setting, part of its formative impulse was due to a reaction against traditional departments of Spanish and English. These programs reacted strongly against Spanish departments dominated by the legacy of peninsular Hispanicism. Clashes between these disciplines were not restricted to California, but it can be said that many of the conflicts have been very productive. Most Spanish departments now include studies in U.S. Latino cultures, and also have special language programs designed for bilingual students. At Berkeley, the first joint faculty appointment between Chicano Studies and Spanish and Portuguese was made in 1993. Recently scholars of minority cultures (Chicano Studies, African American Studies, Asian American Studies, etc.) have moved to a broader-based program of Comparative Ethnic Studies, a field in which Berkeley now offers a Ph.D. The shift to Comparative Ethnic Studies, despite quite a bit of resistance from the founders of the separate disciplines who built those programs beginning in the early 1970s, has offered both advantages and disadvantages. From one perspective, it frees up positions, allowing scholars to enter areas without ethnic or nationalist identification. For scholars opposed to the shift, the move has abandoned the specific politics which gave birth to the disciplines, separating the disciplines from their political functions. The move in ethnic studies can be seen to parallel other shifts in humanities departments, Latin American Studies, and other fields. One of the options proposed is the cultural studies model. What are the causes of such disciplinary shifts? On one hand, the change arises from the conviction that our disciplines are inherently limited and that therefore we are in need of more. In area studies, there is more demand for comparative work, especially among social scientists, who are particularly interested in comparative study of "trade groupings" (NAFTA, MERCOSUR, etc.), government reorganization, redemocratization, and so forth. On the other hand, there is, perhaps, a more pragmatic cause for the embrace of interdisciplinarity. Many disciplines, especially in the humanities, have felt the ground giving way beneath them. Part of the appeal
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of cultural studies in the United States has been its shoring up of slacking enrollments, particularly in fields like foreign languages (except for Spanish and East Asian languages) and classics. Sometimes it seems, unwittingly, the push toward cultural studies has shored up the "English-only" campaigns in California, and has played an ambiguous role in language politics at the academic level. This is not to suggest that the cultural studies model is itself exclusivist, but that some of the uses made of it have been. Many university administrators, under the banner of interdisciplinarity and cultural studies, have suggested that a curriculum all in English would be most accessible, thereby eliminating the need for study in advanced foreign languages. With respect to some foreign languages, such as German or French, this move might be quite reasonable, given that smaller populations would be affected. But in California, with respect to languages such as Spanish or Chinese, sufficient audience accessibility is not a problem. Alfred Arteaga, in his introduction to An Other Tongue: Nation and Ethnicity in the Linguistic Borderlands, points to the heart of the matter of temporality and place when he describes the essays he has selected: [they] concern themselves with specific moment and particular place, with the spatial site and temporal juncture where discourse is articulated, the chronotype where one ¡5, when one is the subject. For despite the weight of linguistic and cultural histories, it is, after all, only in the here and now that we exist, that we become subjects. We fashion ourselves always in a present articulation of language, be it thougt, dream, poem, or casual speech. And yet, perhaps ironically, it is an articulation of etymologies, of definitions, of histories: in the present, we make ourselves subject of the dead, of old tales and old tongues. (Arteaga 1994:2)
In the linguistic borderlands of which Arteaga speaks, there is a constant negotiation of different languages and sites of speaking, a polyphony of voices, not all registering the same authority. While the musical metaphor might evoke the notion of harmony, the "present articulation of language" is often a conflictive space, where linguistic grounds have been staked out in centuries of conflict. Self-fashioning in linguistic and cultural terms is as much historically determined as it is an individual project, and institutions, like public schools and universities, have found themselves in a process of rearticulation because of the changing actors in these institutions. Chicano cultural criticism has created an upheaval in Latin American Studies, at least in the context of California. Bilingualism or interlingualism have led to the reconstruction of metanarratives about Latin America. The reincorporation of historical figures as diverse as Emiliano Zapata and Frida
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Kahlo as Chicano cultural icons has forced a reinterpretation of Mexican history within the U.S. context. A term such as Vasconcelos' "la raza cosmica," or "latinidad" when it is concretized, become resistant to deconstruction once they are incorporated into a personal identity politics. The effects of Third World nationalisms on one hand, and U.S. minority cultures on the other, lead to a questioning of the relationship between culture and the state. In the area of minority cultures, the role of cultural production and cultural representation is larger than for nationalisms linked to state apparatuses. Here, to a large extent, culture is disarmed, without the tools of the state structure to provide diffusion and legitimacy. The juxtaposition of ethnic studies with more traditional (post-World War II) Latin American area studies throws into relief the difference in status of cultural production within these distinct formations. In the older model, culture functioned as an accessory field, not as central, say, as political or economic science, or as, more recently, environmental studies. Studies of culture were seen as something to be dealt with after the "basics" were taken care of. In contrast, in the fields of ethnic studies, cultural studies have come to the forefront of the discipline. California, which until 1848 was a part of Mexico, has seen the effects of the entry of new actors into the university realm. The University of California, long a world leader in Latin American Studies from a basis in the late nineteenth century in anthropological, scientific, and geographic studies, is undergoing a somewhat belated recognition of the presence of Latin America within its own borders. Traditional areas of the study of Latin America, such as departments of Spanish and Portuguese and Latin American area studies, are being transformed by demographic changes, the entry of once marginalized groups into academic life, and the shifting role of the U.S. in the post-Cold War era. The changes in academic disciplines and institutions, often played out in the arena of state and national politics, give evidence of the fact that language and cultural studies are not neutral fields, but areas of high stakes for all participants. The role of cultural studies as a discipline is not yet totally clear. This new discipline is being shaped and refashioned in the academy's exchange with the political sphere. Bibliography Arteaga, Alfred (1994): An Other Tongue: Nation and Ethnicity in the Linguistic Borderlands. Durham/London: Duke University Press.