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Spanish; Castilian Pages [93] Year 2019
CÓMO SE DEFINE Y QUÉ CLASES DE PREGUNTAS SE RECONOCEN EN GRAMÁTICA ESPAÑOLA
SUSANA SERRA S.
Cómo se define y qué clases de preguntas se reconocen en gramática española
Susana Victoria Serra Sepúlveda
Cómo se define y qué clases de preguntas se reconocen en gramática española Una mirada desde el funcionalismo lingüístico
465 Serra Sepúlveda, Susana Victoria S Cómo se define y qué clases de preguntas se reconocen en gramática española. Una mirada desde el funcionalismo lingüístico / Susana Victoria Serra Sepúlveda. – – Santiago : RIL editores, 2018. 100 p. ; 23 cm. ISBN: 978-956-01-0607-0 1 gramática española. (lingüística).
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funcionalismo
Este libro contó con la aprobación del Comité Editorial y fue sometido al sistema de referato externo, ciego y por pares. Cómo se define y qué clases de preguntas se reconocen en gramática española. Una mirada desde el funcionalismo lingüístico Primera edición: enero de 2019 © Susana Victoria Serra Sepúlveda, 2019 Registro de Propiedad Intelectual Nº 292.336 © RIL® editores, 2019 Sede Santiago: Los Leones 2258 cp 7511055 Providencia Santiago de Chile (56) 22 22 38 100 [email protected] • www.rileditores.com Sede Valparaíso: Cochrane 639, of. 92 cp 2361801 Valparaíso (56) 32 274 6203 [email protected] Sede España: [email protected] • Barcelona Composición e impresión: RIL® editores Diseño de portada: Matías González Pereira Impreso en Chile • Printed in Chile ISBN 978-956-01-0607-0 Derechos reservados.
Índice
1. Introducción ........................................................................9 2. Sobre oraciones interrogativas y preguntas en gramática española actual ..............................................13 3. Categorización de la pregunta en gramática española ...........17 3.1. Pregunta general y pregunta parcial .................................18 3.2. Pregunta directa y pregunta indirecta...............................20 3.3. Pregunta oracional y pregunta clausular...........................23 4. Clases de preguntas según Rabanales (1996)..................29 4.1. Pregunta directa, semidirecta e indirecta..........................30 4.2. Pregunta total (T) y pregunta parcial (P)..........................31 4.3. Pregunta presuntiva (+p) y no-presuntiva (-p)..................31 4.4. Pregunta inceptiva y pregunta reactiva............................32 4.5. Pregunta no-inductora, semi-inductora e inductora.........33 4.6. Pregunta con antecedente y con seudo-antecedente..........34 4.7. Pregunta plena y abreviada..............................................34 4.8. Pregunta simple y pregunta compuesta............................35 5. Clases de preguntas según Escandell (1999)..................41 5.1. Interrogativas neutras.............................................. 41 5.2. Interrogativas orientadas..................................................42 5.2.1. Interrogativas atribuidas..........................................43 5.2.2. Interrogativas retóricas............................................46 6. Clases de preguntas según Serra (2001)...........................51 7. Discusión y conclusiones..................................................85 8. Referencias..........................................................................97
1. Introducción
La tradición gramatical española no distinguió con claridad entre oración interrogativa y pregunta, pero la casi totalidad de los estudios publicados sobre la interrogación entre mediados del siglo xix y más allá de mediados del xx coinciden en entender esta como una expresión usada con el propósito de solicitar o verificar información. Un concepto así formulado hace presuponer, para todos los casos en que se hace una pregunta, la intención del hablante de obtener respuesta de parte de su interlocutor. Sin embargo, tal intencionalidad ha sido sistemáticamente desatendida en la bibliografía, debido a lo cual se ha dado el nombre de pregunta a ciertas expresiones que o bien manifiestan duda o ignorancia de parte del emisor, pero cuyo propósito no es inquirir, sino hacer una declaración: Vacilaba sobre si saliese o no (Bello, 1952: 355), No dijeron cuándo ha llegado (Kovacci, 1978: 32), o bien manifiestan el deseo del hablante de saber algo, pero no esperan respuesta de parte del oyente: Yo averiguaré quién ha venido (Gili Gaya, 1972: 294). Por lo general, estas preguntas no coinciden con las verdaderamente inquisitivas sino en el hecho de poseer alguno(s) de estos rasgos formales: a) tonema (tono final) de anticadencia, representado en la escritura por los signos de interrogación (De la pasada edad, ¿qué me ha quedado?), b) pronombres y adverbios tónicos (Yo averiguaré quién ha venido/No dijeron cuándo ha llegado) y c) verbos como decir y averiguar, por pertenecer a la categoría de los verbos dicendi. La importancia que en la tradición gramatical española se asigna a estos rasgos formales, sobre todo a la presencia de pronombres y adverbios tónicos, lleva a muchos connotados autores a citar como preguntas enunciados como los de (1):
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(1) –Sé cómo (cuándo, dónde) se hace esto (Lenz, 1944: 518-19) –Yo sé quién se lo dijo (Alonso /Henríquez, 1967, Curso 1, 97) –Bien sé, Ollantay, quién eres y cómo te portaste… (Kovacci, 1978: 32) –Ya sé quién es el de los zapatos (Alarcos, 1994: 326) En todos estos casos, los hablantes declaran explícitamente saber, tener conocimiento, de modo que no solo no piden información, sino que, contrariamente, dicen poseerla. El panorama empieza a modificarse hacia la década de los años setenta, cuando los estudios sobre la interrogación en español se abordan predominantemente con criterio funcional. En esta línea caben los planteamientos de Alcina/Blecua (1975), Pilleux (1987), Vigara (1992), Contreras (1993-4) y Rabanales (1996), para quienes es fundamental atender las diferencias entre forma y función lingüísticas. De esta manera, Alcina/Blecua afirman, por ejemplo, que un enunciado como Ya sé dónde vives (1121), análogo a los recientemente transcritos, no es equivalente semántico de ¿Dónde vives?, porque, en el primer caso, el verbo saber permite interpretar como conocido aquello que se expresa en la cláusula (dónde vives), en tanto que, en el segundo (¿dónde vives?), la totalidad de lo dicho equivale a inquirir por lo desconocido. Pilleux (1987) y Vigara (1992), por su parte, confrontan los conceptos de modalidad de enunciado (oración interrogativa, oración imperativa, etc.) y modalidad de enunciación (pregunta, mandato, etc.). Desde otra perspectiva, y desconociendo que haya una forma prototípicamente interrogativa, Rabanales (1996) se esmera en demostrar que una cosa es la pregunta indagativa, formulada con ánimo de obtener contestación, y otra cosa distinta es la pregunta no-indagativa, que sirve también a otros propósitos comunicativos, como, por ejemplo, negar (¿Te he mentido alguna vez?, Nunca te he mentido); ofrecer (¿Qué tal unas galletitas?, Sírvete unas galletitas), ordenar (¿Por qué no te callas?, Cállate), etc.
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Mención aparte merece el trabajo de Escandell (1999), que se propone justamente establecer con claridad las propiedades formales de la oración interrogativa, que la autora define en términos gramaticales (tonales y morfosintácticos), y la pregunta, que en cambio define en términos pragmáticos. La rae (2009) da por sentado que oración interrogativa no es lo mismo que pregunta, y a partir de esta comprobación trata en extenso las categorías interrogativas que Escandell (1999) desarrolla en su estudio, el segundo dedicado con exclusividad a reflexionar sobre la pregunta en lengua española, después del de Rabanales (1996), que fue continuado y completado por el nuestro (Serra, 2001). Para el trabajo que el lector tiene ahora en sus manos, su autora se ha planteado los siguientes objetivos centrales: a) poner en cuestión el concepto de pregunta tal como ha sido desarrollado en la tradición gramatical española, b) contraponer las clases de interrogación ofrecidas por Escandell (1999) y por Rabanales (1996) y c) proponer nuevas (sub)categorías de análisis, a la luz del examen de 35 muestras de habla obtenidas en el marco del proyecto del habla culta de Santiago de Chile. Su mayor virtud −creemos− es haber podido mostrar cómo surgen y qué formas (o modalidades) adoptan las preguntas en usos concretos de interacción verbal. Se trata, pues, de un estudio basado en una perspectiva eminentemente funcionalista del lenguaje, en el sentido de que busca apreciar e interpretar los fenómenos lingüísticos en su contexto pragmático-discursivo real. En el próximo apartado (el número dos), se exponen los conceptos de oración interrogativa y pregunta, junto con las propiedades que permiten diferenciarlos, de orden gramatical y pragmático. En el apartado tres, se describen con algún detalle las clases de preguntas que han sido formuladas por algunos de los gramáticos más connotados de lengua española, desde Bello en adelante. El acápite cuatro contiene las clases de preguntas relevadas por Rabanales (1996) y el cinco, las de Escandell (1999). En el capítulo número seis, se describen y comentan los hallazgos que nuestro propio estudio sobre la pregunta en lengua española nos permitió hacer. Por último, en el capítulo siete hacemos la síntesis y las conclusiones del trabajo.
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2. Sobre oraciones interrogativas y preguntas en gramática española actual
Como queda de manifiesto en Escandell (1999) y en la Nueva Gramática (2009), la propiedad que todas las interrogativas tienen en común es la de contener una incógnita, una variable. Constituyen, por tanto, una función proposicional, una estructura abierta (incompleta), que se cierra cuando se especifica un valor para dicha variable. En el ejemplo ¿Ha conseguido usted hablar con el encargado?, la variable corresponde al carácter afirmativo o negativo de la predicación; en ¿Cuándo habló usted con el encargado?, la variable está expresada en el término interrogativo (cuándo). El primero es un ejemplo de interrogativa total; el segundo, de interrogativa parcial. Desde el punto de vista lógico, la interrogación funciona como un operador, de modo que solo actúa sobre los constituyentes caracterizados como foco (o sea, los que ocupan el primer plano informativo). En las parciales, el foco son los términos interrogativos, que suelen ubicarse al comienzo de la oración, con lo que se produce una inversión del orden canónico sujeto/verbo (cfr. ¿Cuándo irá Juan a tu casa? Juan irá a mi casa el viernes). En las totales, el foco abarca la totalidad de la estructura interrogativa, vale decir: todo el contenido proposicional se presenta como información nueva, o en primer plano: ¿Ha conseguido usted hablar con el encargado? El orden verbo/ sujeto contribuye a la interpretación de la estructura entera como rema (el sujeto en primer lugar haría pensar en un tema o contenido presupuesto). De acuerdo con lo anterior, el orden no-marcado de la interrogación es el inverso al orden canónico de la oración española. Desde el punto de vista melódico, la entonación característica de las interrogativas totales es la de anticadencia, que la distingue de 13
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las declarativas correspondientes, de final descendente (Usted ha conseguido hablar con el encargado (↓)). Las parciales comparten con las totales el tonema de anticadencia, pero admiten también un esquema entonativo muy semejante al de las declarativas, por estar suficientemente marcadas por la presencia léxica de términos interrogativos (cfr. ¿Cuándo irás? (↑)/Cuándo irás (↓)). Aspectos formales (sintácticos y melódicos) como los descritos recientemente son los prototípicos de la interrogación neutra o no-marcada en lengua española. Escandell (1999) y la rae (2009) diferencian esta clase de estructuras de las que denominan orientadas o marcadas, de las que nos ocuparemos en detalle más adelante (ver 5.2). En la actualidad, hay coincidencia en sostener que el concepto de pregunta es más restrictivo que el de interrogación, pues sirve para referirse solo a los enunciados interrogativos que tienen finalidad inquisitiva (Escandell, 1999, 61.1.2: 3932). Nos encontramos, por tanto, no ya en el ámbito gramatical (propio de la oración interrogativa), sino en el pragmático, en el del discurso. Sin embargo, los estudios actuales sobre la pregunta dejan fuera de este concepto la clase de los enunciados no-interrogativos usados con el mismo fin, de manera que, de acuerdo con Escandell (1999), serían nointerrogativas las expresiones Dime qué hora es o Me gustaría saber la hora, las cuales, aunque sirven para solicitar una respuesta instructiva, carecen de los requisitos formales de la interrogación. En estos casos −sugiere la autora−, convendría hablar más bien de peticiones de información, que de preguntas. Según explica Escandell (1999), el acto de pedir información no es exactamente idéntico al de preguntar, como se comprueba si se consideran el tipo de paráfrasis y el tipo de réplica que ambos admiten. En efecto, la formulación ¿Qué hora es? puede ser parafraseada más adecuadamente por Me preguntó la hora/Qué hora era, que por Me pidió que le dijera la hora/Qué hora era, paráfrasis esta última más natural para Dime qué hora es. Del mismo modo, una réplica como No quiero/ puedo/ pienso hacerlo solo es admisible en el caso de la petición (Dime qué hora es) porque, de tratarse de una pregunta strictu sensu (¿Qué hora es?), las únicas réplicas oportunas serían decir No sé, o bien dar un
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valor a la variable desconocida (Las diez). En términos coincidentes se expresa la rae (2009) cuando afirma que es necesario distinguir claramente el acto verbal de la pregunta de la modalidad oracional empleada para producir dicho acto, debido a que pueden solicitarse informaciones mediante oraciones imperativas (Dime qué hora es, por favor) e, incluso –de manera velada unas veces y más explícitas otras−, mediante oraciones enunciativas, sean afirmativas (Alguno de ustedes debe de saber qué hora es) o negativas (No sé qué hora es). Así pues, en todas estas expresiones se solicita información. No son, sin embargo, oraciones interrogativas, a diferencia de ¿Qué hora es? (3153). De lo anterior se deduce que las preguntas son tipos especiales de peticiones de información en las que coexisten la función inquisitiva con la forma interrogativa. Más simplemente: por un lado, la entonación considerada característica de los enunciados interrogativos no es inequívocamente signo de pregunta (cfr. ¿Por qué no te callas? Cállate); por otro, la intención inquisitiva de un hablante (su intención de preguntar) puede cumplirse también mediante enunciados no interrogativos (Dígame por qué no se presentó a trabajar ayer), si bien entonces ya no se trataría estrictamente de preguntas. Pese a lo expuesto, en nuestra opinión, aún queda por definir si las preguntas son a) recursos de petición de información, b) fórmulas en que existe una variable con valor desconocido o c) ambas cosas a la vez. De los cuatro tipos de preguntas que reconoce Escandell: reales, de examen, problemáticas y deliberativas (61.4.2: 3975), solo las reales (¿Es la primera vez que viene usted a España?) poseen los dos rasgos señalados. Es por ello que constituyen ejemplos prototípicos de preguntas. En las de examen (¿Quién descubrió América?, dicha por un profesor a un alumno), el propósito es poner a prueba los conocimientos del destinatario, de modo que, con ellas, se espera en efecto contestación, aunque la respuesta no sea precisamente −o no deba de serlo− una incógnita para el examinador. Las problemáticas (¿Por qué el hombre se niega a la felicidad?) se formulan partiendo del supuesto de que seguramente nadie conoce la respuesta para la incógnita que se plantea; en consecuencia, no se usan para solicitar
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información. Las deliberativas (¿Dónde habré puesto las llaves?), por último, son las preguntas que un hablante puede dirigirse a sí mismo, y aunque en verdad se emiten con ánimo de resolver un problema, tampoco puede decirse que mediante ellas se pida siempre una respuesta instructiva. En contraste con las posturas de Escandell (1999) y de la rae (2009), el concepto de pregunta de Rabanales (1996) privilegia decididamente la función por sobre la forma. Esto significa que, a su parecer, cualquier enunciado (interrogativo o no) es una pregunta (indagativa) siempre que y en la medida en que se formule con intención inquisitiva. El autor considera, además, que la única manera de medir la «eficacia» de una pregunta es a través de la respuesta que obtiene. Aun cuando el autor no distingue adecuadamente el plano gramatical de la lengua del plano pragmático −dos dimensiones distintas del fenómeno lenguaje−, nos alerta sobre la posibilidad de considerar un tercer rasgo distintivo de las preguntas, a saber: el de constituir un recurso que, en situaciones concretas de intercambio lingüístico, permite al hablante poner en situación de responder al oyente. Esta misma perspectiva de análisis hemos aplicado nosotros, con resultados bien interesantes (ver 4).
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3. Categorización de la pregunta en gramática española
En los estudios tradicionales de gramática, se reconocen normalmente cuatro clases de preguntas: a) generales y parciales, b) directas e indirectas. De los autores consultados, solo la rae (1973, 2009) y Gili Gaya presentan y describen en detalle estas cuatro modalidades interrogativas. Alcina y Blecua, si bien se refieren a todas ellas, se detienen en particular en la modalidad indirecta, cuya descripción realizan con criterio funcional. Por su lado, Lenz estudia el recurso de la interrogación a partir de las categorías general y parcial; aunque habla de preguntas indirectas, no las opone de modo explícito a la clase de las directas. Bello, Kovacci (1978) y seco, a su vez, distinguen las preguntas directas de las indirectas, pero no se refieren a la oposición general/parcial (aunque está implícita en sus respectivos trabajos). Alonso y Henríquez Ureña, Kovacci (1990) y Alarcos, por otro lado, no presentan categorización alguna de la oración interrogativa en español, cuyo estudio emprenden con criterio fundamentalmente morfológico, razón por la cual hacen un tratamiento casi exclusivo de la variedad interrogativa parcial (construida con formas pronominales y adverbiales). En la línea de la gramática funcional, Contreras y Rabanales proponen diferenciar las preguntas oracionales (con autonomía sintáctica), de las clausulares, sintácticamente subordinadas. Las primeras son directas; las segundas, indirectas. Una innovación con respecto a los demás gramáticos en lengua española es que estos autores defienden una tercera estructura, que ellos llaman semidirecta, la que definen bitonalmente (Dime, ¿estás de acuerdo?) (ver 4.1). Vigara y Pilleux, por su parte, también oponen las preguntas directas a las indirectas, pero entendidas en tanto en cuanto «actos de habla» que, en el primer
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caso, el hablante realiza mediante oraciones interrogativas y, en el segundo, mediante otras modalidades de enunciado (el declarativo, el exhortativo, etc.). Muchísimo más completa e interesante resulta la propuesta de categorización de la pregunta que desarrolla Escandell, toda vez que se ocupa de aspectos semánticos, gramaticales y fonológicos. Junto con esta, expondremos a continuación las diversas clases o categorías que, en torno de la pregunta, han formulado y descrito los distintos autores, cuyos estudios ya hemos mencionado a propósito del concepto de interrogación.
3.1. Pregunta general y pregunta parcial Esta primera clasificación responde tanto a criterios lógicos como a criterios semánticos y morfológicos. 3.1.1. Desde una perspectiva lógica (y también sicológica), Lenz llama general (o dubitativa) a la expresión con la cual preguntamos por la «totalidad del juicio», porque lo que queremos es «saber si todos los elementos expresados corresponden o no al análisis de la representación total», por ejemplo, ¿Va el hombre a cortar la encina? (65); y llama parcial (o determinativa) a aquella otra con la que preguntamos «solo por una parte del juicio», porque es solo un elemento el que nos falta para completarlo, para llenar «el vacío del pensamiento», por ejemplo, ¿Qué va a cortar el hombre? (656). A propósito de esta distinción, vale observar que, más que dar «completud» al pensamiento (el cual no está, en realidad, completo o incompleto, sino determinado o indeterminado), lo que el hablante persigue al preguntar es, entre otras cosas, saber si ciertos actos o eventos se han realizado o han tenido lugar (¿Se secó el pozo?; ¿Hirieron al capitán?), cuáles son los agentes/causantes (¿Quién lo hizo?), los objetos afectados (¿A quién hirieron?) o las circunstancias bajo las cuales tales actos o eventos se han producido (¿Cuándo ocurrió? ¿Dónde?).
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3.1.2. Con criterio lógico-semántico, la rae (1973), Gili Gaya y Seco dicen que, con la pregunta general, buscamos saber si hay «conformidad o disconformidad del predicado con el sujeto», o sea, si «el juicio es verdadero o falso»: ¿Recibió usted mi carta?; ¿Ha llegado tu padre?. Con la pregunta parcial, contrariamente, preguntamos, no por el predicado, sino por el sujeto o por cualquiera de los demás elementos de la oración: ¿Qué quieres? ¿Quién ha llegado? (rae: 359-60; Gili Gaya: 47-9; Seco: 212-13). Según lo anterior, toda pregunta general, en la medida en que con ella se busca conocer la verdad o falsedad de un «juicio», en sentido lógico, debería constar de sujeto y predicado, lo que no siempre sucede (cfr. ¿Llovió?). Por otro lado, cada vez que se afirma que, en la pregunta parcial, el emisor pregunta por el sujeto o por cualquiera de los demás «elementos de la oración», se está definiendo una suerte de pregunta meta-gramatical, cuyo objeto parecen ser las partes de la oración, o los signos como representantes de un sistema gramatical, y no las cosas o bien la referencia (o denotata) de los signos (cp. ¿Quién llamó?/¿Cuál es el sujeto en «¿Quién llamó?»?). 3.1.3. Con respecto a la formulación de las preguntas generales y parciales, Lenz, la rae y Gili Gaya coinciden en afirmar que en las primeras el núcleo es un verbo, en tanto que, en las segundas, un término interrogativo (pronombre o adverbio). Debido a ello, señalan que a las interrogativas generales se contesta mediante un sí o un no (o mediante cualquier expresión equivalente, afirmativa o negativa) y a las interrogativas parciales, en cambio, se contesta mediante la expresión que satisfaga el contenido del término interrogativo empleado en la pregunta: –¿Qué va a cortar el hombre? –La encina (Lenz: 67-8; rae: 359-60; Gili Gaya: 47-9). De esta manera, por un lado, se identifica la pregunta general con la pregunta cuya incógnita significa una acción, un estado o proceso y, por otro, se cree que la afirmación o la negación son respuestas privativas de este tipo de preguntas, cuando lo cierto es que también una interrogación parcial puede ser contestada de esta forma, según se observa en el
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próximo ejemplo, en el cual A pregunta por el agente del acto de llamar, y no por el acto mismo: A – ¿Carmen llamó? (con énfasis en el nombre, y no en el verbo). B – Sí (claro, por supuesto). 3.1.4. Bello, Kovacci (1978) y Alcina y Blecua no establecen diferencias de orden semántico entre preguntas generales y parciales. Con criterio estrictamente morfológico, ellos oponen ambas clases solo por la presencia o ausencia de palabras interrogativas, de modo que, en concordancia con lo que ya hemos visto, la pregunta ¿Lo necesitas? es general, porque carece de pronombre o adverbio interrogativos y, por el contrario, ¿Cuándo lo necesitas? es parcial, precisamente por formularse con término interrogativo (Bello: 353; Kovacci, 1978: 63; Alcina y Blecua: 1119-125).
3.2. Pregunta directa y pregunta indirecta Esta segunda clasificación está sustentada en criterios estrictamente sintácticos. 3.2.1. Para Bello, la rae, Gili Gaya y Alcina y Blecua, la interrogación directa se reconoce porque es una estructura sintácticamente autónoma, independiente (¿Cuál le gusta?), mientras que la indirecta se incorpora en un esquema oracional complejo, subordinándose a un verbo dicendi, intelligendi o sentiendi (Le pregunto cuál le gusta) (cfr. Bello: 357; rae: 559-60 y 520-22; Gili Gaya: 46-50 y 294; Alcina y Blecua: 1121). Entre los verbos o locuciones de entendimiento y lengua que introducen preguntas indirectas, la rae y gili gaya citan los siguientes: saber, entender, decir, preguntar, avisar, informarse (Gili Gaya: 294), mirar, ver, probar, replicar, responder, hacer experiencia, haber opinión, etc. (rae: 521). Por nuestra parte, no creemos que todas estas formas sean igualmente productivas al momento de formular preguntas indirectas. Ejemplos como Mira dónde está el error, Vaya a ver qué quiere o Sé cuánto cuesta, dados frecuentemente como interrogativos en la bibliografía, carecen de 20
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este valor, a pesar de estar construidos con fórmulas como las que aparecen en el listado precedente. 3.2.2. Si bien Alcina y Blecua estudian la oposición que ahora nos ocupa en el marco de los estilos directo e indirecto del discurso (ver p. 1121), ellos establecen, en clara divergencia con la rae y Gili Gaya, que el verbo dominante del enunciado a que se incorpora la pregunta indirecta no puede ser sino un verbo cuyo valor corresponda al de preguntar o inquirir, porque solo en tal caso será posible la trasposición de estilo. Dicho de otro modo, puede afirmarse, por ejemplo, que Pregunto si ha venido el cartero (estilo indirecto) es equivalente a ¿Ha venido el cartero? (estilo directo), porque, conservando su sentido interrogativo, son estructuras intercambiables desde el punto de vista sintáctico. No puede afirmarse lo mismo con respecto a un ejemplo como No sabía si había venido el cartero, porque, al no ser semánticamente equivalente a ¿Había venido el cartero? (en el primer caso se declara no saber sobre algo que, en el segundo, es objeto de indagación), tampoco pueden ser sintácticamente intercambiables (1128). Un enfoque como este tiene el mérito de ser funcional y más descriptivamente adecuado a su objeto. 3.2.3. También Seco y Kovacci (1978) distinguen entre preguntas directas e indirectas en el marco de los estilos narrativos. De esta manera, afirman que son directas las preguntas que un hablante reproduce o cita textualmente, por ejemplo, Le pregunté: ¿No viste a Juan?, e indirectas aquellas que el hablante narra o reproduce sin citar: Le pregunté si no había visto a Juan (Seco: 227; Kovacci: 623). Ambas clases son, en consecuencia, sintácticamente subordinadas; corresponden a lo que ya antes hemos llamado preguntas evocadas, es decir, expresiones que, en otros contextos, en otras situaciones de comunicación, funcionaron como auténticas o verdaderas preguntas. 3.2.4. En su casi totalidad, los autores consultados señalan que las preguntas indirectas, cuando son parciales, aparecen introducidas solo por «término interrogativo», esto es, sin conector o elemento 21
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léxico subordinante (¿Podría decirme cuánto cuesta esto?). En caso de existir este (normalmente, que), algunos consideran que es, o bien inusitado: Preguntó don Diego a Carriazo que qué transformaciones eran aquellas (Kovacci, 1978, Curso 3: 64), o bien redundante o propio del habla popular: Preguntó don Quijote que cómo iba aquel hombre con tantas prisiones (rae: 521); para otros es optativo: Me preguntó (que) quién era aquel hombre (Seco: 227). Lo que no advierten estos autores es que el enlace mediante que solo es posible –así en los ejemplos citados– en los casos en que repetimos o evocamos preguntas parciales (cfr. *Dime que cómo te fue). Tampoco se ha reparado en el hecho de que ciertas preguntas indirectas (cuando son presuntivas) aparecen necesariamente introducidas por si, como en Me gustaría saber si es ella la señora de Benítez; de esta manera, las preguntas parciales no rechazan la presencia de subordinantes. 3.2.5. En cuanto a las indirectas generales, hay acuerdo en sostener que se introducen siempre mediante si (Me pregunto si hiciste lo que te ordené). Es este un elemento de relación al que se llama, indistintamente, conjunción (Lenz: 518-19; rae: 521; Gili Gaya: 294; Kovacci, 1978, Curso 3: 63) o adverbio relativo (bello: 147; Seco: 227). Se lo describe como si interrogativo para distinguirlo del sí afirmativo (con el cual no guarda, en verdad, ninguna relación, porque este es tónico, y el otro, átono) y del si condicional. Sin embargo, en muchos casos se lo hace formar parte de enunciados que, con criterio estrictamente funcional, no son interrogaciones sino aseveraciones, como, por ejemplo: Vacilaba sobre si saliese o no (Bello: 147), Le dije si no había visto a Juan (Kovacci, 1978, Curso 3: 63) o Le pregunté si le gustaba (seco: 227). 3.2.6. Con perspectiva más funcionalista, Alcina y Blecua, fuera del si interrogativo, reconocen otro, al que asignan un valor de problematicidad. Se trata de un si que aparece en construcciones del siguiente tipo: La cuestión es si sabe aprovecharlo y No sabía si había venido el cartero (ver pp. 1125-29), las cuales expresan duda, desconocimiento o inseguridad con respecto a algo, sin por ello 22
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poseer un valor de pregunta. En opinión de los autores, el sentido de problematicidad que este nuevo elemento de relación encierra queda en evidencia cuando se oponen, a los ejemplos ya citados con si, estos otros con que: La cuestión es que sabe aprovecharlo; No sabía que había llegado el cartero. En conclusión, no puede interpretarse como interrogativo un si, a menos que se halle incorporado en una estructura que, globalmente considerada, tenga el valor de una pregunta (cp. Dime si estás conforme/Algún día sabré si estás conforme). 3.2.7. Al si de las preguntas indirectas generales, Bello y Alcina y Blecua oponen un si independiente, de valor dubitativo y estilístico, respectivamente: ¿Si tendrá buen éxito la empresa? (Bello: 147); ¡Si no fuera por sus muchas astucias y picardías! (alcina y blecua: 1128). Para Bello, el si dubitativo es igualmente interrogativo, pese a que repara en el sentido de incertidumbre expresado por la oración con que lo ejemplifica; Alcina y Blecua, por su lado, destacan más bien su valor expresivo, tal como hace Contreras, según veremos en el próximo apartado.
3.3. Pregunta oracional y pregunta clausular 3.3.1. Esta nueva distinción, basada también en un criterio sintáctico, se encuentra en Contreras (1993-4) y en Rabanales (1996). En la terminología de estos autores, la cláusula es una estructura que posee todas las características de la oración, menos la autonomía sintáctica. En consecuencia, su concepto de cláusula equivale al concepto tradicional de oración subordinada (o incorporada). Hay que destacar que el estudio de Contreras presenta divergencias importantes en relación con los anteriormente reseñados, a la vez que incorpora nuevos criterios de clasificación. 3.3.2. Para empezar, demuestra la autora que, en la cláusula interrogativa (o sea, en la pregunta indirecta), el si no solo introduce preguntas totales (generales), sino, también, parciales. Compárese:
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«Me gustaría saber si ha venido» y «Me gustaría saber si fuiste tú el que quebró el vidrio». El carácter parcial de una interrogativa como b) responde al hecho de que, en construcciones de este tipo, la pregunta «recae sobre un elemento de una aserción implícita» (71). En efecto –aclara Contreras–, «cuando se pregunta: Me gustaría saber si fuiste tú el que quebró el vidrio, se sabe que alguien lo quebró, pero no quién» (ibídem). A esta explicación de la autora, nosotros podemos agregar que, el que así pregunta, tiene también una presunción con respecto a lo que pregunta, vale decir, supone o sospecha quién pudo haber sido el responsable del acto. En el ejemplo dado, la presunción recae sobre el mismo interlocutor, representado en la pregunta por el sujeto de la cláusula (si fuiste tú el que quebró), y desaparece si, en lugar de encabezar dicha cláusula con si, lo hacemos con el pronombre correspondiente: Me gustaría saber quién quebró el vidrio. La presunción puede, asimismo, estar manifestada en el predicado de una cláusula interrogativa, por ejemplo, en un complemento directo: Quisiera saber si quebraste un plato o una taza (algo quebraste; si bien no sé exactamente qué fue, sospecho que fue una taza o un plato), o en un complemento circunstancial: Dime si es de frío que tiemblas (por alguna razón tiemblas. ¿Tiemblas (acaso) porque tienes frío?), etc.; ejemplos en los cuales el objeto de la pregunta es, de nuevo, semánticamente equivalente a un término interrogativo (cp. Quisiera saber qué quebraste/ Dime por qué tiemblas). 3.3.3. En cuanto a la categoría gramatical del si introductor de cláusulas interrogativas, Contreras nos explica por qué no puede llamarse, en rigor, «adverbio» (como hacen Bello y Seco) ni «conjunción» (como hacen Lenz, Kovacci, 1978; la rae y Gili Gaya). En primer lugar, no puede llamarse adverbio porque el si carece de significado léxico, razón por la cual no puede representar el objeto de la pregunta, cosa que sí puede hacer el adverbio, según demuestra la autora por conmutación:
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Por esto, si bien es posible un diálogo como: –Creo que ella va a venir. –Me gustaría saber con seguridad cuándo, el segundo miembro no puede ser ‘Me gustaría saber con seguridad si’. (Contreras, 1993-4: 70)
En segundo lugar, no puede llamarse conjunción, porque, pese a ser, en efecto, un elemento de relación, nuevamente se presenta como partícula desprovista de significado léxico, propio de toda conjunción (piénsese, si no, en conjunciones como y, con valor copulativo: «cantan y bailan»; pero, con valor adversativo: «cantan, pero no bailan»; o, con valor disyuntivo: «cantan o bailan», etc.). Consecuentemente con lo anterior, a juicio de la autora, el si que nos ocupa es un simple «gramema», vale decir, un monema de significado gramatical (ver también Rabanales, 1996: 149). Este monema es, fundamentalmente, marca de pregunta indirecta, total no-presuntiva (Dime si vendrás); parcial presuntiva (Dime si ella vendrá). 3.3.4. Con si se formulan también, de acuerdo con Contreras, preguntas sintácticamente independientes (A- No ha venido. B- Es raro; si le habrá pasado algo…). Dado que este si carece, en ambos ejemplos, tanto de significado léxico (no es un lexema) como de significado gramatical (tampoco es un gramema), la autora lo describe como un si estilístico, atendiendo a su carácter fundamentalmente expresivo, razón por la cual se presenta, además, como optativo, a diferencia del si interrogativo clausular. Si bien aceptamos que expresiones de este tipo puedan ser funcionalmente indagativas, nos parece que, en muchos casos, ellas adoptan, más bien, el sentido de una reflexión que, aunque pueda hacerse en presencia de un interlocutor, no requiere necesariamente de este para producirse: ¿Y si fuera cierto? ¿Si esta vez fuese yo la elegida? Naturalmente, su valor inquisitivo dependerá, en cada caso, del contexto y de la situación. 3.4. No categorizan el enunciado interrogativo español Alonso y Henríquez Ureña, Kovacci (1990) ni Alarcos. Dado que estudian la interrogación con criterio eminentemente morfológico, ellos describen, de preferencia, preguntas construidas con partículas 25
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pronominales y adverbiales. Es así como, de preguntas generales o totales, Alonso y Henríquez Ureña nos proporcionan solo dos ejemplos: «¿Podrán a la mañana siguiente reanudar el viaje los distinguidos viajeros?» (Curso 1: 20); «¿Sabes que mañana es mi santo?» (Curso 2: 25); Alarcos, solamente uno: «¿Todavía no ha llegado el tren?» (49) y Kovacci (1990), ninguno. Por otro lado, con la excepción de Alarcos, de la modalidad indirecta prácticamente no se ocupan Alonso y Henríquez Ureña ni Kovacci (1990), y los ejemplos que al respecto nos proporcionan son, así como los de Alarcos, o bien preguntas evocadas en estilo indirecto (5 y 6), o bien simplemente declaraciones, afirmativas o negativas: −Me preguntó [que por dónde se salía] (Alonso/ Henríquez, Curso 2: 25). −Le pregunté qué otros volúmenes del maestro había recorrido (Kovacci, 1990: 175). −Nadie sabe nada de quién es Lucinda (Kovacci, 1990, ibíd.). −Ya sé quién es el de los zapatos (Alarcos: 326). −No tengo ni idea de cuándo vendrá (Alarcos: 112). En conclusión, las distinciones a) pregunta general/parcial, b) pregunta directa/indirecta y c) pregunta oracional/clausular se hacen en gramática española sobre la base de tres criterios distintos: lógico-semántico y morfológico (letra a); sintáctico (letras b y c). Con criterio lógico-semántico (Lenz, rae, Gili Gaya y Seco), la pregunta es general cuando con ella se inquiere por la «totalidad del juicio», o bien, por la «conformidad o disconformidad del predicado con respecto al sujeto», y parcial cuando con ella se inquiere solamente por «una parte del juicio» o por «cualquiera de los elementos de la oración», salvo el predicado. Con criterio morfológico (Bello, rae, Kovacci, 1978; Alcina y Blecua), se dice que la pregunta general tiene como núcleo un verbo, y la parcial, un término interrogativo (pronombre o adverbio). De estas dos modalidades, solo la primera es descrita como pregunta de respuesta sí/no (o equivalentes). Por último, con criterio sintáctico, algunos autores (Bello, rae, Gili Gaya, Alcina y Blecua) llaman directa a la pregunta independiente
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(esto es sintácticamente autónoma) e indirecta a la pregunta que se subordina a ciertos verbos llamados «de entendimiento y lengua». La distinción entre preguntas oracionales y clausulares (Contreras y Rabanales) descansa también en la autonomía sintáctica. Otros autores (Seco, Kovacci, 1978) establecen esta oposición en el marco de los estilos narrativos, por lo que denominan directa a la pregunta que se reproduce o cita textualmente e indirecta, en cambio, a la que se narra o se reproduce sin citar. Todos coinciden en afirmar que las indirectas, cuando son generales, se construyen con si interrogativo, subordinante que, pese a carecer de valor léxico, algunos llaman «adverbio» (Bello y Seco) y otros «conjunción» (Lenz, rae, Gili Gaya, Kovacci, 1978). En muchos casos, no obstante, se interpreta como interrogativo un si que aparece en estructuras funcionalmente aseverativas (Vacilaba sobre si saliese o no). Reparando en este hecho, Alcina y Blecua, en contraste con la postura tradicional, sostienen que solo podrá llamárselo interrogativo en caso de incorporarse en una oración compleja cuyo verbo principal exprese intencionalidad inquisitiva (Dime si estás conforme). En cuanto a las indirectas parciales, también hay acuerdo en señalar que carecen de elemento de relación, subordinándose al verbo principal únicamente a través del término interrogativo (Dígame qué necesita). Ciertos autores, no obstante, consideran que la subordinación puede darse igualmente por medio de que (Me preguntó que quién era aquel hombre), pero en estos casos no se trata en verdad de enunciados interrogativos funcionales, sino de aseveraciones o bien de preguntas «evocadas». A diferencia del resto de los autores, Contreras demuestra que, en las estructuras interrogativas indirectas, a) el si puede introducir tanto preguntas totales como parciales (Cuénteme si ha llamado o no/Cuénteme si fue Francisco quien llamó); b) que, así construidas, también las parciales son preguntas de respuesta sí/no (o equivalentes) y c) que, por estar desprovisto de significado léxico, el si en cuestión no es más que un gramema, o sea, un elemento de valor puramente gramatical, de modo que no es apropiado llamarlo adverbio ni conjunción. En el campo de la teoría de los actos de habla, suele también hablarse de
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interrogaciones directas e indirectas (Vigara y Pilleux). La distinción, sin embargo, comporta valores diferentes: la pregunta es directa si se formula mediante oraciones con curva melódica ascendente e indirecta si carece de tales rasgos tonales. Hasta aquí −podría decirse− tenemos las categorías más generales y más difundidas que se han formulado sobre la interrogación en lengua española. Algo muy distinto encontramos en Rabanales (1996) y en Escandell (1999). Por la novedad y la importancia de los aportes de ambos lingüistas al cocimiento de la interrogación en español, hemos decidido exponer aparte el contenido de sus respectivas tipologías (capítulos 4 y 5). Esta exposición será complementada, como ya se dijo, con una propuesta personal (cp. Serra, 2001), elaborada a partir del estudio de Rabanales (1996) (ver capítulo 6). No incorporaremos aquí las clases de preguntas descritas en la rae (2009) porque, en rigor, son las mismas que trata Escandell (1999), según ya se señaló.
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4. Clases de preguntas según Rabanales (1996)
Antes de presentar la clasificación que elabora Rabanales, merece la pena insistir en su concepto estrictamente pragmático de la interrogación. Para que una pregunta (indagativa) sea tal –arguye– deben cumplirse, a lo menos, los siguientes requisitos: 1) Por ser la pregunta parte de una unidad de interacción en el coloquio, requiere de dos o más interlocutores: el hablante, que la formula, y el o los oyentes, a quien(es) va dirigida. 2) La expresión emitida por el hablante como pregunta debe contener una o más incógnitas con la intención de que sean despejadas por el oyente mediante una o más respuestas satisfactorias. 3) El que pregunta debe suponer que el destinatario es capaz de despejar la(s) incógnita(s) contenida(s) en su enunciado (de lo contrario, no tendría sentido interrogarlo). Del destinatario se esperan tantas respuestas (satisfactorias) como incógnitas plantee el emisor en su pregunta. 4) El enunciado, elaborado por el emisor como pregunta, debe poseer algunas «marcas» o «señales» que le permitan al receptor captar la intención indagativa de su interlocutor. Tales marcas o señales son las siguientes, y pueden presentarse solas o en combinación unas con otras, según el tipo de pregunta formulada: 4.1) una línea melódica ascendente (con tonema de anticadencia), estrictamente necesaria en ausencia de otras marcas; 4.2) términos interrogativos (pronombres y adverbios interrogativos); 4.3) el contexto y, en la comunicación oral, también la situación, cuyo constituyente fundamental es la actitud indagativa del emisor. 5) Quien pregunta puede o no ignorar la(s) respuesta(s) satisfactoria(s). No la(s) ignora, por ejemplo, el profesor que somete a examen a sus alumnos. 6) Para responder, el receptor de una pregunta debe suponer que su interlocutor desconoce aquello
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por lo cual pregunta (a menos que se trate, nuevamente, de una situación de examen). Como veremos, la clasificación de Rabanales (1996) está hecha de acuerdo con criterios discursivos, semánticos y sintácticos, pero el punto de partida es siempre el pragmático, y a eso se debe que su estudio se centre concretamente en las preguntas indagativas, aquellas que un hablante formula con ánimo de obtener contestación. Es más, a juicio del autor, una pregunta funciona como tal en situaciones reales de intercambio lingüístico solo si con ella el emisor consigue una respuesta de parte del receptor. En términos generales, las clases que reconoce el autor son las siguientes: a) pregunta directa, semidirecta e indirecta; b) pregunta total y parcial; c) pregunta presuntiva y no-presuntiva; d) pregunta inceptiva y reactiva; e) pregunta noinductora, semi-inductora e inductora; f) pregunta con antecedente y con seudoantecedente; g) pregunta plena y abreviada; h) pregunta simple y compuesta. A continuación, presentaremos de modo sucinto cada una de estas clases, en el mismo orden en que las trata el autor.
4.1. Pregunta directa, semidirecta e indirecta Esta primera distinción está fundada en la estructura del enunciado interrogativo, y también en su curva melódica. Las preguntas directas son oracionales; se construyen sin verbo introductor (dicendi o intelligendi): (1) ¿Enviaste la encomienda? Tonalmente, se reconocen por su curva melódica ascendentedescendente, aun cuando esta puede también ser descendente en caso de haber una marca léxica en la pregunta (un pronombre o un adverbio interrogativos). Compárese 2 y 3: (2) ¿A quién se la enviaste? (↑↓) (3) A quién se la enviaste (↓) Las semidirectas y las indirectas son clausulares (subordinadas). Normalmente van introducidas por un verbo dicendi o intelligendi. En las preguntas semidirectas, la entonación del verbo introductor es descendente o semiascendente; por su parte, la cláusula es de
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entonación normalmente ascendente. El todo presenta, así, una estructura bitonal: (4) Cuénteme, ¿se lo dijo? En las preguntas indirectas, el verbo introductorio y la cláusula forman parte de un conjunto de entonación única: ascendentedescendente (5) o descendente (6): (5) ¿Podría decirme cuándo vendrá? (↑↓) (6) Me gustaría saber si vendrá esta noche (↓)
4.2. Pregunta total (T) y pregunta parcial (P) Basada en el «grado de ignorancia» (real o fingida) del que pregunta con respecto a lo que desea saber, Rabanales explica esta oposición a partir de los símbolos X y E, donde X representa el objeto de la pregunta, la incógnita que hay que despejar, y E, la expresión con que se hace referencia a X. De este modo, en la pregunta total, E «es todo el enunciado interrogativo porque todo lo que con él se pregunta es ignorado por el emisor (real o ficticiamente)» (246): (7) ¿Lo encontraste? En la pregunta parcial, en cambio, E «es solo parte del enunciado interrogativo porque solo una parte de lo que se pregunta con él es ignorado [real o ficticiamente] por el emisor» (ibídem): (8) ¿Qué encontraste? (9) ¿Dónde lo encontraste? En (8) y (9), X (la incógnita) significa, respectivamente, una «cosa» y un «lugar»; en consecuencia, E es solo el pronombre y el adverbio interrogativos.
4.3. Pregunta presuntiva (+p) y no-presuntiva (-p) Quien pregunta puede ignorar total o parcialmente aquello por lo cual pregunta, pero puede también tener o no alguna presunción con respecto a lo que podría ser la solución a su interrogante. En (10), el emisor se limita a inquirir sobre algo que desconoce (parcialmente),
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sin adelantar ninguna hipótesis en relación con lo que inquiere, siendo su pregunta, por lo mismo, no-presuntiva: (10) ¿Quién llegó? Presuntivas, en cambio, son preguntas como las ilustradas en (11) y (12): (11) ¿Fue José quien llegó? (12) ¿Llegó ayer? El énfasis, como se ve, está en los términos equivalentes a un pronombre o adverbio interrogativos. Cp. ¿Quién llegó?/¿José llegó?; ¿Cuándo llegó?/¿Ayer llegó?
4.4. Pregunta inceptiva y pregunta reactiva Esta distinción da cuenta del lugar que ocupa la pregunta en la situación dialógica. Son inceptivas las preguntas que aparecen al comienzo de un diálogo, como su primer componente: (13) A– ¿Hiciste lo que te pedí? B– No, todavía no. Son reactivas, por el contrario, aquellas que funcionan como réplica a lo dicho previamente por un interlocutor, o sea, como segundo componente del diálogo: (14) A– Me interesa este libro. B– ¿Este libro (le interesa, dijo)? Dentro de la clase de las reactivas, Rabanales distingue, a su vez, tres subclases: confirmativas, aclarativas y completivas. En las confirmativas, así en (14), el emisor pide al receptor confirmación de aquello que este ha dicho antes, para asegurarse de que ha escuchado o entendido bien. Suele emplearse o subentenderse un verbo dicendi, razón por la cual pueden llamarse también metalingüísticas. Se las formula repitiendo total o parcialmente el discurso que las provoca, por lo que, además, son ecoicas. En las aclarativas, lo que el emisor pide es que el receptor le aclare lo que acaba de decir, ya sea porque no oyó bien o no oyó todo, o ya sea porque no está seguro de haber comprendido a cabalidad su discurso. La aclaración puede referirse solo a una parte del discurso emitido por el interlocutor o a su totalidad: 32
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(15) A– A Julián lo hirieron con un cortaplumas. B– a) ¿Lo hirieron con qué (dijiste)? b) ¿Cómo (dijiste)? Al igual que las confirmativas, las aclarativas son metalingüísticas, pero no necesariamente ecoicas, según se aprecia en las dos respuestas posibles de B. Las reactivas completivas, por último, se producen «cuando un interlocutor interrumpe al que está hablando, tratando de adivinar lo que este va a terminar de decir, lo cual, naturalmente, a veces consigue y a veces no» (251): (16) A– Este perfume huele a... B– ¿A rosa? A– Sí, a rosa. Opuestamente a las dos anteriores, las completivas no son ecoicas ni metalingüísticas. En la totalidad de los casos, las preguntas reactivas se formulan de modo directo, con entonación ascendente.
4.5. Pregunta no-inductora, semi-inductora e inductora Al preguntar, el emisor determina en menor o mayor grado, o no determina en absoluto, la índole de la respuesta que espera de su interlocutor. De aquí resulta esta nueva clasificación de la pregunta que hace Rabanales. En el caso de las preguntas no-inductoras, quien pregunta no espera del destinatario una respuesta especial, como no sea sí, no (o equivalentes) indistintamente; entonces, no lo induce a dar una determinada respuesta. Son siempre preguntas totales (T): (17) A– ¿Volvió Raquel? B– (Aún) no. En las semi-inductoras, la respuesta está determinada en parte por la presencia de un pronombre o adverbio interrogativos, de modo que la estructura del enunciado corresponde siempre a la pregunta parcial (P): (18) A– ¿Dónde lo compraste? B– En una feria artesanal.
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Aquí, la incógnita que A desea despejar se expresa mediante un adverbio de lugar (¿dónde?), de modo que la respuesta de B contiene un término que satisface dicho valor, y no otro; o sea: ¿dónde? = feria artesanal. Finalmente, en las preguntas inductoras, el emisor induce al receptor (con éxito o no) a responder sí (o equivalente) o no (o equivalente), para saber si es cierta o no la hipótesis aventurada por él en la pregunta: (19) A– Usted se llama Margarita, ¿verdad? B– No, me llamo Ester. (20) A– Usted estudia, ¿sí? B– Sí, claro. Según se aprecia, estas preguntas pueden ser parciales, como en (19), o totales, como en (20), pero siempre presuntivas.
4.6. Pregunta con antecedente y con seudo-antecedente En ambos casos, se trata de preguntas con estructura bitonal. La primera parte del enunciado interrogativo se pronuncia con entonación de cadencia o semicadencia, y la segunda, con entonación de anticadencia: (21) El libro (↓), ¿lo leíste? (↑) (22) Tu hermana (↓), ¿está casada? (↑) La diferencia entre (21) y (22) radica en el hecho de que, en (21), el primer grupo fónico funciona como antecedente gramatical del segundo. Este, a su vez, reproduce a su antecedente mediante un pronombre anafórico acusativo: El libro, ¿lo leíste?, donde lo se refiere a libro. No sucede lo propio en la oración (22), cuyo sustantivo (hermana), del primer segmento, no es retomado en el segundo por pronombre anafórico alguno, por no ser antecedente, justamente.
4.7. Pregunta plena y abreviada Un enunciado interrogativo puede presentarse ya sea de un modo integral, pleno, ya sea de un modo abreviado. En este último caso,
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habrá uno o más constituyentes implícitos, cuya explicitación (gramatical) podrá llevarse a cabo con ayuda del contexto y la situación: (23) A– Raúl vino a verme esta mañana. B– ¿Quién vino a verte (esta mañana)? (24) A– Consiguió lo que quería. B– ¿Quién (consiguió lo que quería)? La abreviación, como se ve, será mayor o menor según el tipo de pregunta que se formule, siendo las reactivas, por ser segundo componente del diálogo, las que más se prestan a ella.
4.8. Pregunta simple y pregunta compuesta Esta clasificación se sustenta en el número de incógnitas –una o más de una– que puede presentar una pregunta. En (25), tenemos una pregunta simple, puesto que en ella se busca despejar una sola incógnita, lo que se hace evidente en la respuesta de B: (25) A– Dime, ¿te gustó la excursión? B– Sí, me encantó. La pregunta (26), en cambio, es compuesta, por cuanto en ella se plantean, a lo menos, dos incógnitas, resueltas sucesivamente en la respuesta del interlocutor. (26) A– ¿Cuándo y con quién fuiste? B– El sábado, con Manuel. Estructuralmente, los constituyentes de la pregunta compuesta pueden estar a) subordinados, b) coordinados o c) adordinados. a) Composición por subordinación. En un enunciado interrogativo con dos o más incógnitas, el formante subordinado es una cláusula: (27) A– ¿Te dijo qué quería? B– Sí; (dijo) que fueras a verla. O bien es un complemento preposicional: (28) A– ¿Quién habló con quién? B– Teresa; (habló) con su abogado. En (27), la cláusula ¿qué quería?, que corresponde a una pregunta parcial (P), se subordina al verbo de la pregunta total (T): ¿Te 35
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dijo P?, de modo que funciona como su complemento directo. En (28), el enunciado completo contiene dos preguntas P. Esta estructura solo puede darse en las interrogaciones reactivas. b) Composición por coordinación. Los miembros coordinados de una pregunta compuesta pueden ser parte de un período copulativo (29), disyuntivo (30) o adversativo (31): (29) A– ¿Dónde lo viste y a qué hora? B– En su casa, a las cinco. (30) A– ¿Vas conmigo o te quedas? B– Voy contigo. (31) A– ¿Vino, pero se fue? B– Así es. En los tres ejemplos dados, la coordinación es sindética, por tener la conjunción explícita: y, o, pero. Pero puede, igualmente, haber preguntas coordinadas asindéticas: (31) A– ¿Qué hacemos? ¿Escuchamos radio? ¿Vemos televisión? B– Escuchamos radio. (32) A– Dime, ¿quién eres?, ¿qué buscas? B– Soy Rebeca; busco a don Pedro. La posibilidad de explicitar una conjunción –disyuntiva en (31), copulativa en (32)– prueba que, en ambos casos, ese elemento de relación existe y que, por tanto, las estructuras interrogativas que relaciona están coordinadas: ¿Escuchamos radio o vemos televisión?; ¿Quién eres y qué buscas? c) Composición por adordinación. Un tipo de composición distinta es la que se da entre dos o más enunciados interrogativos adordinados. Para Rabanales, la adordinación es un tipo de relación sintáctica que, a diferencia de la coordinación, carece de elemento léxico de relación, de modo que no es posible explicitarlo. Es lo que se observa en (33), donde las preguntas (no presuntiva y presuntiva, respectivamente) se ligan fundamentalmente por el sentido: (33) ¿De dónde vienes? ¿De la oficina?
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La presunción, que en los ejemplos de Rabanales aparece siempre en segundo término, o sea, después de una pregunta nopresuntiva, puede adoptar también forma compuesta: (34) ¿Qué leíste? ¿Un cuento o una novela? (35) ¿Qué quieres? ¿Esto y esto? (36) ¿Quién lo pintó? ¿No Monet sino Manet? La composición del segundo miembro adordinado puede tomar, a su vez, la forma de una coordinación disyuntiva, copulativa o adversativa (así en los casos de 34 a 36). *** Tal como ha podido constatarse, la clasificación de Rabanales funciona en planos diversos de la lengua. Así, por ejemplo, las clases inceptiva/reactiva, no-inductora/semi-inductora/inductora, presuntiva/no-presuntiva son de tipo eminentemente discursivo. La primera se basa en el turno de los interlocutores en la situación dialógica; la segunda y la tercera, en el grado de condicionamiento de la respuesta del receptor por parte del emisor. De índole semántica, por otro lado, muestra ser la distinción total/parcial, basada en el tipo de incógnita que se desea despejar. De naturaleza fundamentalmente sintáctica son las clases: directa/semidirecta/indirecta; con antecedente/con seudoantecedente; plena/abreviada. Las clases simple y compuesta son de orden semántico, si se atiende al número de incógnitas que se plantean en las preguntas, y de orden sintáctico, si se atiende al modo en que las preguntas se combinan o relacionan cuando hay más de una. Llama la atención que esta propuesta de Rabanales, motivada por el interés del autor en desvelar cuestiones pragmáticas, como la de si una pregunta es interpretada o no como tal pregunta en el curso de una conversación, dé cabida a categorías centradas en aspectos sintácticos, según acabamos de mencionar. Por otro lado, es posible observar algunas inconsistencias, de las que queremos hacernos cargo aquí. Cuando Rabanales habla de preguntas directas (¿Vas a venir?), semidirectas (Dime, ¿vas a venir?) e indirectas (Dime si vas a venir), utiliza al parecer criterios distintos. En efecto,
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si las semidirectas e indirectas son preguntas «clausulares», como afirma el autor, entonces no debería describirlas como enunciados interrogativos bitonales y unitonales, respectivamente, porque de esta manera se está llamando «pregunta» tanto a la cláusula que contiene la incógnita como al enunciado del que esa cláusula forma parte. Siendo eminentemente funcional el criterio de Rabanales, lo que cabría sostener es que, en español, las preguntas se formulan directamente o bien mediante enunciados que aparecen encabezados por verbos de inteligencia y lengua, cuyo uso responde a necesidades expresivas de los hablantes, tendientes quizás a matizar la fuerza ilocutiva de la pregunta. En cuanto a la distinción pregunta plena/pregunta abreviada, nos parece que Rabanales confunde los planos de la oración y del enunciado. En efecto, llama preguntas abreviadas (por ejemplo ¿Cómo?) a aquellas que poseen uno o más constituyentes gramaticalmente implícitos. De esto se deduce que, según el autor, estas no llegan a constituir oración, como las plenas (por ejemplo ¿Cómo interpretas esto?). Pese a que en este trabajo Rabanales no establece expresamente diferencias conceptuales de rigor entre enunciado interrogativo y oración interrogativa, puede verse que las tiene en cuenta. Por otra parte, el contraste que hace el autor entre pregunta con antecedente (Esto, ¿lo quieres?, donde esto y lo son correferentes) y con seudo-antecedente (Esto, ¿te gusta?) no muestra ser relevante. Se reproduzca o no el antecedente mediante un clítico, en ambos casos hay topicalización, y lo único que pudiera ser interesante desde el punto de vista pragmático es el hecho de que los tópicos sirvan para expresar, precisando el objeto de la pregunta. Una última observación que haremos tiene que ver con las preguntas compuestas. Hay una cuestión fundamental que el trabajo de Rabanales no se plantea y es la de diferenciar entre número de incógnitas y número de preguntas (o de enunciados). Trataremos de hacernos cargo de esto más exhaustivamente en el acápite 6.4. Baste por ahora señalar que en el caso de las preguntas coordinadas adversativas (ver ejemplo 36), si bien los términos de la composición son lógicamente contrarios, pensamos que la incógnita que se desea despejar es una
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sola (lo que podría explicarse por el carácter confirmativo de la pregunta). En este sentido, vale la pena apuntar que la composición en el nivel sintáctico no presenta necesariamente equivalencia en el nivel semántico.
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5. Clases de preguntas según Escandell (1999)
Tanto de naturaleza pragmática como gramatical es la clasificación que sobre la interrogación encontramos en Escandell (1999). Según se adelantó en 2, la autora reconoce dos grandes clases de estructuras interrogativas: a) no-marcadas o neutras y b) marcadas u orientadas. Estas últimas se caracterizan por presentar ciertos indicadores de carácter léxico y tonal que orientan en algún sentido la interpretación del enunciado interrogativo. Al carecer de tales indicadores, las interrogativas del primer tipo solo podrán interpretarse atendiendo al contexto discursivo, o sea, a elementos de naturaleza extragramatical.
5.1. Interrogativas neutras Recuérdese que los siguientes aspectos formales son los que se consideran prototípicos de las oraciones interrogativas no-marcadas: a) patrón de entonación básico (de anticadencia en las totales y parciales; también de cadencia en las parciales); b) orden de palabras verbo/sujeto, inverso al canónico; y c) posición inicial de los constituyentes marcados como foco. Pertenecen a esta clase las preguntas, las peticiones y los ofrecimientos. Las preguntas. Son peticiones de información realizadas mediante oraciones interrogativas directas: ¿Cuándo termina el plazo de presentación de solicitudes? Son de cuatro tipos: reales, de examen, deliberativas y problemáticas (véase 1.14.2). Las peticiones. Se realizan mediante interrogativas directivas: ¿Me trae la cuenta? (dicho en un restaurante); ¿Podrías abrir la ventana? El cumplimiento de la acción solicitada reporta beneficios ya al emisor (¿Qué hago con esto?), ya al receptor (¿Le molesta que
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fume?). En el primer caso tenemos una petición de instrucción; en el segundo caso, una petición de permiso. Estas se distinguen por el riesgo de imposición estimado: menor en las peticiones de instrucción, mayor en las de permiso. Los ofrecimientos. Al contrario de las peticiones, se interpretan como acciones cuya realización beneficia exclusivamente al receptor: ¿Te tomas otra cerveza?, ¿Cenamos juntos mañana? Con respecto a las preguntas propiamente tales, añade Escandell que «el emisor pretende obtener del destinatario una respuesta verbal que proporcione un determinado valor para la incógnita contenida en el enunciado interrogativo» (61.4: 3973). Pero según vimos antes (ver 2.15), ni las deliberativas ni las problemáticas serían exactamente preguntas, en la medida en que no esperan ni normalmente obtienen contestación.
5.2. Interrogativas orientadas Entre las marcas formales que contribuyen a establecer restricciones interpretativas a los enunciados interrogativos, se encuentran ciertas partículas léxicas: ¿Acaso te pedí que me ayudaras? (No te pedí que me ayudaras); términos de polaridad negativa: ¿Quién ha hecho Nada por mí? (Nadie ha hecho nada por mí) y nuevos esquemas tonales, como el circunflejo: ¿No te gusta mi vestido? (Debería gustarte) o el suspensivo: ¿Sabes que estuve con José esta tarde? Además, la sintaxis de estas otras interrogativas no corresponde necesariamente al orden verbo/sujeto, característico de las neutras: ¿Conque Marta se niega a firmar? (cfr. *¿Conque se niega a firmar Marta?, con entonación circunfleja). Junto con los rasgos formales mencionados, la interpretación de estas interrogativas descansa en factores de naturaleza pragmática, como la posición discursiva y las intenciones y actitudes del emisor frente al contenido proposicional transmitido. Pertenecen a la clase de las interrogativas orientadas las atribuidas y las retóricas.
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5.2.1. Interrogativas atribuidas Escandell llama así a las interrogativas mediante las cuales «el emisor hace oír palabras efectiva o supuestamente pronunciadas por otro hablante» (61.5.1: 3978). Son de dos tipos: repetitivas (o de eco) y anticipativas.
5.2.1.1. Interrogativas repetitivas o de eco Se caracterizan por repetir total o parcialmente palabras que un interlocutor acaba de pronunciar. (1) A– ¿Te vas este jueves? B– ¿Si me voy este jueves, dices? (2) A– Volvieron a contratar a Mario. B– ¿QUE volvieron a contratar a Mario? (3) A– Elena volvió a las andadas. B– ¿CONQUE volvió a las andadas? La interpretación como «atribución a otro» del contenido comunicado se consigue en los ejemplos mediante la presencia de partículas citativas (¿si...?, ¿que...?) y consecutivas (¿conque...?), que funcionan por ello como marcas discursivas, y por la entonación circunfleja característica de este tipo de interrogativas. Las de eco, a su vez, pueden ser: recapitulativas, especificativas, explicativas y de copia. a) Recapitulativas Tienen por finalidad expresar la actitud del emisor ante las palabras que acaba de pronunciar su interlocutor. Pueden expresar interés, asombro o sorpresa: (4) A– ¿Sabías que Juan está enfermo? B– ¿Que Juan está enfermo? Esta misma tarde iré a verlo. O bien, pueden expresar una crítica: (5) A– Me voy. B– ¿Cómo me voy?/¿Cómo que te vas? 43
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Con que la cita es indirecta; sin que, directa. b) Especificativas Solicitan del interlocutor precisiones ulteriores sobre una parte vaga o inespecífica de su discurso. El esquema de entonación corresponde aquí al descendente: (6) A– ¿Cuándo te vas? B– ¿Cuándo me voy Adónde? c) Explicativas Por medio de ellas el hablante pide al oyente explicar una unidad de su discurso cuyo significado no conoce, o bien repetir lo que no ha oído o comprendido suficientemente. Su entonación característica es la de anticadencia: (7) A– En Rusia a la tetera la llaman samovar. B– ¿La llaman qué? (8) A– Ella es la novia de Luis Villamuera. B– ¿Luis cuánto? El patrón entonativo de las interrogaciones de (6) a (8) se explica por la intención inquisitiva de los enunciados correspondientes. El acento circunflejo de los ejemplos (4) y (5), contrariamente, se utiliza para la expresión de actitudes del emisor. Otro aspecto importante de considerar es el que respecta a la posición final de los términos interrogativos en las especificativas/explicativas: ello se debe a que estas interrogativas están condicionadas por la forma del enunciado que reproducen, de manera tal que el orden de los constituyentes no es exactamente el descrito como habitual en las neutras. d) De copia Son aquellas en las que el hablante repite –a pedido de su interlocutor– un enunciado emitido antes. La repetición puede aparecer introducida por que, o sin esta partícula: (9) A– ¿Cuándo lo viste? B– ¿Qué? 44
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A– ¿(Que) cuándo lo viste? La entonación puede ser en ambos casos descendente, pero también anticadente, en ausencia de que. 5.2.1.2. Interrogativas anticipativas Son secuencias en las que el emisor se adelanta a una posible intervención de su interlocutor, atribuyéndole un determinado discurso. La atribución puede tomar la forma de una cita anticipativa (10) o retrospectiva (11): (10) ¿Que por qué llego tan tarde? Siéntate, te lo explicaré. (11) ¿Qué propones que haga? ¿Que me quede? Las interrogativas anticipativas son de tres tipos: hipotéticas o exploratorias, interpretativas y exclamativas. a) Hipotéticas o exploratorias. Se llaman así cuando con ellas se avanza una suposición sobre un estado de cosas, como en (11). Véase también (12) y (13): (12) A– Raúl deja a su novia. B– ¿Es que ya no la quiere? (13) A– Has estado muy simpática. ¿Te gustó mi amigo? b) Interpretativas. Se producen cuando el emisor interrumpe a su interlocutor con el objeto de decir lo que estima que el otro hubiera dicho: (14) A– La única solución consiste... B– ¿En subir los tipos de interés? c) Exclamativas. Con ellas se reacciona frente a un hecho que resulta manifiesto para ambos interlocutores: (15) ¿Tú todavía aquí? (dicho a alguien que debería haberse ido) Todas las interrogativas anticipativas presentan entonación circunfleja, marca que se da sola (13) o combinada con alguna partícula léxica, citativa (11) o consecutiva (12).
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5.2.2. Interrogativas retóricas Por medio de estas, el emisor transmite un contenido proposicional exactamente opuesto al que expresan sus palabras. Esto lo logra mediante marcas como la negación externa (16), términos de polaridad negativa (17) y ciertas partículas léxicas (18): (16) ¿No es un niño precioso? (Es un niño precioso, ¿no?) (17) a) ¿Ha movido un dedo por ti alguna vez? (Nunca ha movido un…) b) ¿Alguien te ha pedido nada? (Nadie te ha pedido nada) (18) a) ¿Acaso he dudado? (No he dudado) b) ¿Es que no te he ayudado? (Te he ayudado) La formulación de (16) corresponde a la de una interrogativa confirmativa: el emisor trata de hacer que su interlocutor admita la proposición que contiene su enunciado. En los ejemplos de (17), los términos de polaridad negativa inducen formalmente la negación como respuesta (solo la respuesta negativa es plenamente gramatical)1. Por último, en (18), acaso y es que son partículas de inversión argumentativa. En todos los casos señalados, el emisor favorece explícitamente la opción que presenta el signo contrario al del enunciado. Aunque la autora no lo dice expresamente, a la clase de las orientadas pertenecerían también las interrogativas informativas (19) y las que pudiéramos llamar simuladas (20). Con estas últimas se crea una ficción de diálogo y se utilizan, entre otros motivos, para contar chistes o adivinanzas: (19) ¿Sabías que conseguí un nuevo empleo? (20) ¿Por qué Alberto ocultó la verdad? La ocultó porque... ¿Cuál es el colmo de un herrero? Usar cuchillos de palo. La entonación prototípica de estas interrogaciones es la suspensiva (o progresivamente ascendente). Mientras en (19) la interrogación Como sabemos, la interrogación valida la presencia de términos de polaridad negativa en secuencias sin negación. Tales términos, en efecto, no aparecen nunca en enunciados declarativos afirmativos, cfr.: *Alguien te ha pedido nada; *(José) ha movido un dedo por ti.
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encierra en sí una afirmación, en (20) el propósito del emisor es proporcionarla, cosa que, a su vez, el destinatario espera que haga. Orientadas, asimismo, son las interrogativas introducidas por ¿a que…?, de sentido confirmativo: (21) ¿A que habéis venido a fumar? (Habéis venido a fumar, ¿no/cierto/verdad?). En este ejemplo, ¿a que...? es una marca de orientación constante: el contenido proposicional de la interrogativa en que aparece debe interpretarse en el mismo sentido que indica la formulación del enunciado, al revés de lo que ocurre en las retóricas, que son de orientación invertida. Los tres nuevos subtipos de interrogación descritos pueden considerarse dentro de la categoría de las atribuidas anticipativas. En síntesis, las diferentes marcas de las interrogativas orientadas pueden ordenarse como sigue: MELÓDICAS. Entonación
LÉXICAS
SINTÁCTICAS
Circunfleja: ¿Conque volvió a las andadas?
Citativas: -¿que...? ¿Que volvieron a contratar a Mario? -¿si...? ¿Si le conté qué? -¿cómo (que)...? ¿Cómo que te vas?
Orden sujeto/verbo: ¿Conque Elena volvió a las andadas?, ¿Tú todavía aquí?
Descendente: ¿Le llaman qué? Anticadente: ¿Qué hago con esto? ¿Lo guardo? Suspensiva: ¿Sabías que conseguí un nuevo empleo?
Términos posición final: Consecutivas: ¿Conque (así que, de modo ¿Si le conté qué? ¿Luis cuánto? que) Mario volvió a las andadas? De orientación constante: ¿A que no conoces esta calle? De orientación invertida: ¿No es precioso? (‘Es precioso’). ¿Acaso he dudado alguna vez? (Nunca he dudado de ti)
Tabla 1. Marcas melódicas, léxicas y sintácticas de las preguntas orientadas.
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La categorización completa de las interrogativas según Escandell es la siguiente: Interrogativas neutras
Interrogativas orientadas
1. Preguntas a) reales b) de examen c) problemáticas d) deliberativas
1. Atribuidas
2. Peticiones a) peticiones en general b) peticiones de permiso c) peticiones de instrucción 3. Ofrecimientos
1.1. Repetitivas o de eco: a) recapitulativas b) especificativas c) explicativas d) de copia 1.2. Anticipativas: a) hipotéticas o exploratorias b) interpretativas c) exclamativas d) informativas e) simuladas f) confirmativas (de orientación constante) 2. Retóricas a) confirmativas (de orientación invertida)
Tabla 2. Categorías interrogativas según Escandell.
Pese a que la clasificación de la autora es significativamente más compleja en términos discursivos y de mayor adecuación descriptiva en términos gramaticales, existen puntos de coincidencia con la de Rabanales, según se observa en el cuadro siguiente:
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Rabanales
Escandell
Aclarativas
Recapitulativas Especificativas Explicativas
Reactivas confirmativas
Recapitulativas
Presuntivas
Hipotéticas/exploratorias
Completivas
Interpretativas
Inductoras
De orientación constante De orientación invertida
Tabla 3. Paralelo entre categorías de Rabanales y de Escandell.
De estas y otras categorías nos ocuparemos en el siguiente apartado, que tiene como propósito complementar y, a veces, matizar las propuestas de ambos autores a la luz de nuevos hallazgos.
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6. Clases de preguntas según Serra (2001)
Nuestro estudio (Serra, 2001) no es más que un intento de comprobar la pertinencia de la clasificación presentada por Rabanales (1996). Para ello, en el marco del Proyecto de Estudio de la Norma Culta de Santiago de Chile (ver Rabanales, 1990), reunimos un total de 35 muestras de habla y más de un millar de preguntas indagativas, que dispusimos en 732 fichas. Dada la perspectiva eminentemente pragmática con que abordamos este estudio, para el registro de las ocurrencias (esto es, de las preguntas indagativas del corpus), se tuvo en cuenta todo el contexto de la pregunta, vale decir, tanto lo dicho por el interlocutor inmediatamente antes de su formulación, como lo dicho por este después de que la pregunta se hubo formulado. Cuando se determinó que cierto enunciado del turno anterior (el del interlocutor) era el que motivaba la aparición de la pregunta, tal enunciado se anotó en la ficha, junto con la pregunta y su consiguiente réplica (que en casi la totalidad de los casos funciona como respuesta, aunque no siempre satisfactoria). Cuando, por el contrario, se observó que la pregunta constituía el punto de partida de una nueva (sub)unidad de interacción, se anotaron solo la pregunta y la réplica. Lo que quisimos lograr, procediendo de este modo, fue asegurar que las que nos parecieron preguntas indagativas hubieran funcionado efectivamente como tales en las distintas muestras de habla estudiadas. Todas las clases de preguntas reconocidas por Rabanales estaban representadas en el corpus, es decir, su tipología correspondía en efecto a la realidad lingüística del hablante culto santiaguino, por lo que no fue necesario señalar nuevas modalidades interrogativas. Lo que sí debió hacerse, después del examen de todas las preguntas pertenecientes a
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la misma clase, fue replantear en algunos casos el número de variantes o formas de presentarse ciertas estructuras interrogativas. De acuerdo con los datos obtenidos, la pregunta indagativa resultó ser, en sí misma, un recurso generador y estructurador del discurso. Efectivamente, en cada una de las muestras de habla examinadas, tanto en los diálogos dirigidos como en los diálogos libres, fundamentalmente en las grabaciones no-secretas2, la formulación de preguntas permite, por un lado, abrir o comenzar un coloquio y, por otro, asegurar su continuidad en el transcurso de la conversación. Esto es evidente en lo que respecta a los diálogos dirigidos, donde el encuestador estimula la interacción lingüística de sus informantes precisamente a través de preguntas; pero no lo es tanto en el caso de los diálogos libres, en los que el observador (o encuestador) prácticamente no interviene, pese a lo cual los informantes suelen iniciar y mantener el contacto lingüístico haciendo uso del recurso de la interrogación. Esto podría explicarse, en principio, por lo que pudiéramos llamar «artificialidad» del coloquio: los informantes saben que han sido requeridos para hablar, para producir textos, de modo que se estimulan mutuamente mediante preguntas, las que se convierten, así, en la estrategia comunicativa más recurrente en todos los coloquios no-dirigidos de las diversas muestras consultadas. La presencia casi nula de preguntas en la muestra nº 30 (no más de siete, en 43 minutos de conversación), único caso de diálogo libre en grabación secreta de los Materiales para el estudio del habla culta de Santiago de Chile, es un buen ejemplo de esto. Allí, en efecto, libres de la tensión de «crear discurso», los informantes no necesitan invitarse a hablar continuamente, puesto que se han reunido, de modo espontáneo, justamente para eso. Fue muy interesante constatar que, en la totalidad del material reunido, las preguntas o bien constituyen un turno por sí mismas (o sea, el turno consiste en una pregunta), o bien se formulan al final de un turno. Si la pregunta es retórica, puede aparecer formulada al comienzo del turno, o en mitad de este, después de lo cual el hablante 2
Cf. Rabanales y Contreras (Eds.) (1979). El habla culta de Santiago de Chile. Materiales para el estudio, pp. ii-vii. 52
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sigue haciendo uso de la palabra, puesto que no espera o no busca contestación. Cuando su intención, en cambio, es obtener respuesta, invariablemente cede su turno al interlocutor. A continuación, presentaremos los hallazgos que hemos estimado más significativos de esta investigación, en el entendido de que nos permiten completar, contrastar o bien reformular algunos de los planteamientos ofrecidos por Rabanales (1996) y Escandell (1999), a los que sumaremos –a modo de colofón– los que nos han parecido relevantes en la Nueva Gramática (2009).
6.1. De las preguntas inceptivas y reactivas No es fácil determinar cuándo una pregunta es primer o segundo componente de un diálogo. Como sabemos, el coloquio se presenta como un continuum en el que se suceden, alternativa e ininterrumpidamente, las intervenciones (turnos) de sus participantes (los interlocutores), de modo que, una vez iniciado, los aportes que cada hablante hace, en el transcurso del mismo, están por lo general mutuamente condicionados, dificultándose, así, establecer cortes en la cadena interactiva. Sin embargo, dentro de la totalidad de emisiones constitutivas de un coloquio, es posible identificar sub-unidades de interacción hasta cierto punto independientes desde el punto de vista semántico, debido a que los hablantes, en su intercambio de ideas, abordan normalmente una variedad de temas no siempre conectados entre sí. En consecuencia con lo anterior, consideramos inceptiva una pregunta cuando su formulación no supone, o no implica, semánticamente hablando, un turno elocutivo anterior, como en: (1) A– G., ¿usted desde cuándo está en este laboratorio? B– Ha pasado tanto tiempo, que no quiero recordarme [sic]. (53, 849-50: 3º M)31
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El primer número entre paréntesis corresponde al de la encuesta. Luego, después de la coma, se indica la o las líneas en que se halla el texto citado. Finalmente, a continuación de los dos puntos, se señala la generación del informante (1ª, 2ª o 3ª) y el sexo (H = hombre; M = mujer). 53
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y reactiva, en cambio, cuando el turno precedente es semánticamente pertinente para su comprensión y/o interpretación, según se aprecia en: (2) A– …y pa’ escribirle al tipo pa’ confirmar todas esas cosas. B– ¿Podemos hacer algo mejor que eso? (50, 68: 2º H) La relación de dependencia que, en este ejemplo, se establece entre la pregunta y el turno que la origina está dada formalmente a través de la pronominalización: ¿Podemos hacer algo mejor que eso? Este es uno, como veremos más adelante, de los recursos que, en nuestro corpus, permiten probar la índole reactiva de una pregunta.
6.1.1. De las preguntas inceptivas Funcionan como inceptivas, en el material de estudio, no solo las preguntas que constituyen el primer turno de una interacción dialógica (fácilmente identificables, por ser inceptivas absolutas), sino también aquellas que, en el transcurso o devenir del mismo, muestran ser semánticamente independientes del turno que las precede (inceptivas relativas, por tanto). Las inceptivas relativas se caracterizan por presentar lo que hemos llamado «marcas de inceptividad». Se trata de ciertas expresiones con las que un hablante hace saber a otro su propósito de cambiar de tema de conversación, o bien de iniciar un nuevo diálogo. He aquí algunos ejemplos: (3) A– Y [así] uno se va cultivando mucho. B– Otra cosa... eh... que me gustaría [preguntar, saber], ¿qué papel le asigna usted al universitario en... en la vida futura y en... en nuestra sociedad? (37, 77-83: 1º H) (4) A– La verdura se ve mucho más bonita que acá, más fresca, más tierna. B– Ya. Ahora con respecto [a] los planes [...] ¿cómo lo podrían –digamos– encarar este problema de la mejor repartición de recursos [...]? 54
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(5)
A– Mira, al respecto [...]. (35, 266-8: 1º H) A– ¡Muy buena! Pero anoche no la dieron [la película]... eh... o antenoche. B– Oye, mira... A– Hoy es miércoles; anoche. B– Mira, ¿tú has leído [...] esa novela de Simenon que se llama Carta a mi juez? ¡Es lo más lindo! A– No. (43, 834-6: 3º M) Estas marcas: Otra cosa, Ahora, Oye, Mira, y otras que mostraremos enseguida, no sólo se encuentran al principio, sino también al final de un turno: (6) A– Pero ¡ellos empezaron a subir las cosas! ¿Y ha sabido de ella, a propósito? ¿Volvió? B– Sí; no, no. Nos escribió, nos mandó una postal… (43, 78-79: 2º M) (7) A– Ecuador por eso logró un impacto, yo creo, con su stand, ¿ah? Ahora, de lo chileno, ¿qué les pareció a ustedes? B– Yo este año no vi nada [en la FISA] de lo chileno. (8, 351: 2º M)
(8) A– […] no existe un mercado negro de divisas en [...] Perú. Bueno, y cuéntame tú qué hay de tu viaje a [...] B– Mira, el viaje de nosotros [sic] fue un... (49, 69-70: 2º H) La marca más frecuente es oye: (9) A– [Yo estaba] totalmente fuera de foco. Oye, ¿y a ti te gustó? B– Interesante, interesante [...] (33, 554-5: 1º M). (10) A– Claro, [se casó a los] diecisiete. B– Oye, y dime, el marido, ¿qué es lo que es? A– Es ingeniero agrónomo. (25, 434: 1º M). Sigue a oye, en orden de importancia, la marca ahora:
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(11) A– Entonces, hay que hacer continuamente estos... estos tests. B– Ahora, ¿ustedes trabajan con niños de distinta extracción social? A– Sí; yo por ejemplo... (34, 281-2: 2º H) (12) A– ...que todavía existen esa clase [sic] de prejuicios. B– Cuéntame una cosa ahora [...]: ¿qué te llevó a ti a ser bailarina? A– [Yo diría] que la casualidad me llevó a esta carrera. (51, 491-2: 3º H) También bueno es un indicador importante de inceptividad en español: (13) A– [Dicen que en Maintencillo] llovió fuertísimo [sic]. B– Bueno, ¿y ustedes se van a animar [a ir] o es el tiempo [...] lo que los va a hacer arrepentirse? A– No sé, mira. (46, 69-70: 1º M) Interesante es hacer notar cómo, en el coloquio, los hablantes refuerzan el comienzo de una (sub)unidad interactiva empleando, en forma redundante, dos o más señales consecutivas de inceptividad. En algunos casos, se indica expresamente la nueva propuesta temática: (14) A– Claro. Exacto. B– Oye, y ahora, cambiando el tema: fuera del aspecto profesional mismo [...], ¿qué opinas tú? ¿Qué va a pasar con nuestra organización [...]? A– Bueno, yo creo que el éxodo profesional […]. (38, 122-7: 1º H) En otros casos, hay conciencia de que la transición es abrupta: (15) A– Oye, a propósito, na’ que ver, pero... ¿Viste la pelea o no? B– Claro. (25, 391: 1º M) Puede ocurrir también que a la marca de inceptividad preceda una expresión de asentimiento, como sí, ya, claro, etc., con lo que es posible entender que los hablantes, además de mostrar que han captado o recibido el mensaje emitido en el turno anterior, están en disposición (o en obligación) de iniciar su propio turno:
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(16) A– Esas cosas se olvidan y tiene que seguir practicándolas. B– Sí. Bueno, ¿estará bueno con esta entrevista? ¿O seguimos otro poco? A– ¿O quieres cambiar de tema? (38, 620-1: 2º H) (17) A– ISIRA, la... la última, la ‘ere’ y la ‘a’, de Reforma Agraria. B– Claro... mm... Oye, ¿y están viviendo ahí en esa casa? A– Sí. (25, 449: 1º M) Igualmente, y es una marca de inceptividad de alta aparición en el corpus. (18) A– Bueno, ese es un problema que es imposible de solucionar, yo creo. Y teatro, ¿has ido al teatro o no? B– No, tampoco he ido. (31, 743: 1º M) (19) A– Ese es otro aspecto –digamos– relacionado […]. B– ¿Y por qué estudiaste ingeniería tú? A– Bueno, la verdad de las cosas es que [...]. (38, 503: 1º H) Ejemplos de preguntas en que y refuerza otra(s) marca(s) inceptiva(s), preferentemente oye y bueno: (20) A– Uno tiene una vaga idea no más. B– Oye... A– Dime no más. B– No, ¿y tú por qué seguiste pedagogía en castellano? A– Yo siempre, oye, mira, siempre me gustó pedagogía. (25, 632-4: 1º M) (21) A– Entonces tú puedes estar más o menos [segura]. B– Y bueno, y [...] dime tú ahora, ¿cómo nos conectamos con Irene? A– Yo creo que alcanzas a escribirle a Irene. (45, 69-70: 2º M) Un uso particular de y inceptivo es el que podríamos describir como continuativo: en la pregunta, manifiesta la intención del hablante de saber más, o saber otras cosas, en relación con el tema que él y su interlocutor están tratando: (22) A– [...] el italiano no; es más amable.
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B– Y de las mujeres, ¿con cuál de todos los países se queda? Dicen que la francesa no es tan bonita. A– Sí; yo creo que con las alemanas. (36, 1151-2: 1º M) (23) A– Me dijo: «¿Por qué no llamaste a la Pupy [...]?» ¿Y qué te dijo a ti? B– Eso mismo, pu, m’hijita [...]. (45, 648: 2º M) Resulta curioso observar que las preguntas semidirectas del corpus (ver 4.1) suelen formularse con algunas de las marcas recientemente descritas (véanse, al respecto, los ejemplos 3, 10, 12 y 21). Esto nos hace pensar que, por su estructura, estas preguntas son aptas para proponer o variar, en el coloquio, el curso de la conversación.
6.1.2. De las preguntas reactivas Se presentan como «réplica» frente a un turno previo en el coloquio las preguntas confirmativas, aclarativas y completivas de rabanales (ver 4.4). Pero pertenecen también a esta clase las que nosotros hemos llamado complementarias, correctivas e inferenciales. Las complementarias se originan por la necesidad del hablante de saber más en relación con lo que su interlocutor dice: (22) A– [La torta está hecha] de bizcochuelo con piña. B– […] ¿cómo se hace?; explícame; yo soy tan negada para la cocina. A– Primero hay que hacer el bizcochuelo. (31, 540: 1º M) (23) A– Se cambiaban el nombre y se sentían más tranquilos. B– Bueno... A ver, cuéntame [...], ¿cómo es eso de cambiarse el nombre? ¿Para ocultarlo a quién [...]? A– A los familiares, a los amigos, etc. (51, 476-82: 3º H) Las correctivas, por su parte, son preguntas que un hablante formula porque piensa que el otro está haciendo mal uso de los términos, o porque considera que posee datos o juicios equivocados. 58
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Son interpretadas por el destinatario como una incitación a rectificarse, según vemos, por ejemplo, en: (24) A– [...] los programas [de televisión] son tan malos [...]. B– Pero, ¿malos o deformadores? A– Malformadores o deformadores [...]. (33, 92: 1º M) (25) A– [...] uno de los objetivos [de] la educación parvularia: socializar al niño. B– ¿Socializarlo o sociabilizarlo? A– [...] socializarlo y sociabilizarlo, las dos cosas. (34, 32: 2º H) En las preguntas inferenciales, el hablante plantea una suerte de inferencia o conclusión, motivada por las palabras del receptor. Estas se formulan con el propósito de saber si se está haciendo una interpretación correcta o adecuada del mensaje recibido, por lo que podría describírselas como preguntas de tipo presuntivo-confirmativo. En el siguiente ejemplo, la relación de inferencia entre la pregunta y el discurso que la origina se expresa formalmente a través de o sea, elemento de valor claramente interpretativo en español de Chile: (26) A– Y bueno, ¿por qué me va a dar miedo [que viajes sola]? B– No, pero miedo en ese sentido, pu[es] oye. Imagínate tú... O sea, ¿tú tienes absoluta seguridad [de] que no pasa nada? A– ¿Y qué te va a pasar? (45, 671: 2º M) Otras veces, esta relación se establece mediante entonces: (27) A– Hicieron una [...] parte de My fair lady [...]. B– ¡Ah! ¿No era entonces un programa folclórico venezolano? A– No, no. (43, 508-09: 2º M) El valor inferencial de entonces se ve reforzado aquí por la presencia de ¡Ah!, elemento sin duda expresivo, pero cuya función bien podría ser la de manifestar, por parte del receptor, su capacidad de
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hacerse cargo del mensaje del emisor, en un intento de interpretarlo adecuadamente. En suma, de acuerdo con los resultados de Serra (2001), las preguntas reactivas pueden ser: confirmativas, aclarativas, completivas, complementarias, correctivas e inferenciales. 6.1.2.1. De las reactivas completivas Las preguntas «completivas» (Rabanales) o «interpretativas» (Escandell) normalmente interrumpen (o parecen interrumpir) la emisión que estaba teniendo lugar; la presunción que encierran puede o no ser acertada: (28) A– [Me encantaría] ir de Puerto Varas, atravesar el lago y llegar... B– ¿A Peulla? A– ...a Peulla, y de ahí atravesar a Argentina. (31, 27: 1º M) (29) A– [Tu perro], ¿cómo se llama? B– Se llama... A– ¿Rex? B– No, Dandy. (31, 801: 1º M) (30) A– [Fue] durante... B– ¿La época de los zares? A– [...] no, no, no; después... (41, 505: 2º H) La interrupción se produce –de acuerdo con Rabanales y Escandell– porque uno de los interlocutores, creyendo saber lo que el otro dirá, se adelanta a proporcionar esta información. Sin embargo, en muchos casos, la pregunta surge porque el que habla no encuentra la manera o las palabras para decir lo que quiere: (31) A– [...] para otro sector es quizás una teoría de tipo –digamos– más... B– ¿Pluralista? A– ...pluralista. (48, 236: 3º M) 60
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o porque ha olvidado la información que necesita: (32) A– Eh... era... espérate tú... este famoso ruso... B– ¿Eh... pianista? A– No, no, no, no, no, no. B– ¿El violinista? A – El violinista, el violinista, que son dos. (47, 387: 2º H) o bien, simplemente, porque carece de tal información: (33) A– [...] no sé cómo se llama un papel... B– ¿Mantequilla? A– Uno medio celestito. B– [Sí, papel mantequilla]. (36, 812: 3º H) Según esto, resulta interesante constatar que un «turno» en el coloquio no equivale siempre a un «acto ilocutivo». Aquí, una sola predicación se lleva a cabo en dos turnos sucesivos (a cargo de diferentes hablantes).
6.2. De las preguntas no-inductoras, semi-inductoras e inductoras Como sabemos, quien formula una pregunta real, inquisitiva, espera siempre una respuesta satisfactoria. La índole de esta respuesta, sin embargo, dependerá, en todos los casos, del tipo de pregunta formulada. Al respecto, podemos afirmar que existen dos tipos fundamentales de preguntas: las que inducen al destinatario a contestar de determinada manera y las que no lo inducen (ver 4.5). Dentro del primer grupo caben, por definición, tanto las inductoras (p. ej.: A– Tú vienes conmigo, ¿verdad? B– Sí), como las semi-inductoras (p. ej.: A– ¿Quién viene conmigo? B– Estela), porque en ambos casos el hablante plantea su pregunta con el propósito de obtener una cierta respuesta: la afirmación, en el primer ejemplo; la identificación de alguien, en el segundo. Dentro del segundo grupo, por su parte, se ubican las no-inductoras, por no presentar inducción alguna (p. ej.: A– ¿Vienes conmigo? B– No), porque el hablante no espera del
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interlocutor una respuesta dada –justamente porque no la induce con su pregunta– sino, simplemente, una respuesta afirmativa o negativa.
6.2.1. De las preguntas semi-inductoras Esta categoría se expresa en el corpus fundamentalmente a través de preguntas pronominales y adverbiales; pero, contrariamente a lo observado por Rabanales (1996: 251), otras estructuras pueden, también, ser interpretadas como semi-inductoras, según intentaremos probar. Tal como ya ha sido señalado (cfr. 4.5), la pregunta que contiene un término interrogativo (pronombre o adverbio) determina o condiciona, en parte, la respuesta del destinatario (si esta es satisfactoria), por cuanto lo que este diga, una vez formulada la pregunta, deberá ser semánticamente equivalente al pronombre o adverbio usado en la interrogación. Tal es lo que sucede en: (34) A– ¿Dónde nos juntaríamos? B– Juntémonos en la maternidad. (50, 809: 2º H) En este ejemplo, dónde (de A) y en la maternidad (de B) son semánticamente expresiones de lugar. Aunque A no induce una respuesta específica (porque no la conoce), induce al menos una respuesta en la que aparezca la indicación de un lugar. Por su parte, B proporciona a A la información solicitada, relativa a tal lugar: en la maternidad, que es la única que A necesita y espera de B. Este mismo condicionamiento de la respuesta es posible hallarlo en ciertas preguntas disyuntivas del corpus. Por ejemplo: (35) A– Eh... ¿plantearíamos la [...] relación que existe entre nosotros en la oficina [...], o las relaciones laborales que existen [...] en general, en otros departamentos? B – Bueno, puede ser en general [...]. (38, 4-7: 1º H) Por la forma en que A inquiere («¿Plantearíamos esto o (plantearíamos) aquello?»), sin duda espera que en la respuesta de B aparezca una, y solo una, de las alternativas que él formula en su 62
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pregunta, lo cual, en efecto, hace B, eligiendo el segundo término de la disyunción. Si uno de los términos de la disyunción desapareciera, la pregunta se haría no-inductora: ¿Plantearíamos la relación que existe entre nosotros en la oficina?, y la respuesta, consecuentemente, ya no sería una respuesta en parte esperada, sino un sí, o bien un no, indistintamente, o cualquier otra expresión equivalente, afirmativa o negativa. El carácter cerrado de la pregunta disyuntiva se aprecia con claridad en el ejemplo (36), en que el emisor prácticamente obliga al receptor a pronunciarse en uno u otro sentido de la oposición establecida en la pregunta: (36) A– Ahora, el llamado ¿dónde lo hago? ¿Lo hago a Pupy…o lo hago a Rivera? B– No; no a Rivera […], tú llamas a Pupy […]. (45, 140: 2º M) El condicionamiento de la respuesta es aún mayor en los ejemplos siguientes (37 y 38), donde las preguntas disyuntivas son abiertamente más enfáticas o perentorias que la transcrita en (36): (37) A– Bueno, Italia debe tener más turistas que los otros países, ¿sí o no? B– Sí, promueven mucho el turismo. (36, 1.183: 1º M) (38) A– […] o sea, con la reforma principalmente, hay más problemas para el maestro para… para poder estar tranquilo en la universidad […] ¿Qué opina usted de eso? B– Bueno, en… eh… yo me he dado cuenta… A– ¿Es así o no lo es? B– Bueno […], sí. (40, 637: 1º H) Pero no todas las preguntas disyuntivas del corpus parecen tener la misma fuerza (semi)inductora; esta prácticamente desaparece en el ejemplo (39), pese a presentar dos términos lógicamente contrarios, como en (37) y (38): uno afirmativo (¿tú sabes…?), otro negativo (¿no tienes idea…?): (39) A– Oye, y la Viola ¿tú sabes dónde va a ir a veranear, o no tienes idea del plan de ella?
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B– No tengo idea, mira. (44, 169-70: 2º M) Algo parecido sucede –en nuestra opinión– en los casos en que la estructura disyuntiva es abreviada: (40) A– […] ¿viste la pelea o no? [= ¿viste la pelea o no (la viste)?] B– Claro. (25, 391: 1º M) En ninguno de los dos ejemplos (39 y 40), el hablante parece tener el propósito de condicionar la respuesta de su interlocutor, y aun cuando espera que este conteste afirmativa o negativamente, no lo induce a pronunciarse en uno u otro sentido, como sí ocurre en (37) y (38). La desaparición de la fuerza (semi)inductora que observamos en (39) y (40) tal vez pueda encontrar su explicación en el siguiente hecho: toda pregunta simple, total, afirmativa o negativa, encierra semánticamente su opuesto. Si se pregunta, v. gr., ¿Me vas a llamar?, puede subentenderse lógicamente ¿O no (me vas a llamar)?; lo mismo sucede si el enunciado interrogativo es negativo: ¿No lo encontraste?, puesto que admite la explicitación de su contrario: ¿O sí (lo encontraste)? Pierden también el carácter de preguntas cerradas las disyuntivas asindéticas: (41) A– [Ese] es el retrato de mi mamá. B– ¿Está pintado, es […] un dibujo, es un…? A– Es un […] dibujo hecho tomando un retrato de ella. (31, 88: 1º M) o las disyuntivas bimembres, cuando su segundo término no está enunciado: (42) A– Fuera de la literatura […], ¿qué otra cosa tienes pensada hacer ahora? B– ¿Sobre estética o…? A– Claro, o […] no sé. (2, 544: 1º M) Aquí, en efecto, los respectivos hablantes parecen sugerir posibles respuestas satisfactorias a sus destinatarios, y en ningún caso
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condicionarlas. No toda pregunta disyuntiva funciona, entonces, como semi-inductora. En el corpus reunido, solo tienen este valor las preguntas totales y parciales (presuntivas o no-presuntivas), cuando forman parte de una estructura disyuntiva bimembre cuyos dos miembros, no solo están relacionados sindéticamente, sino que, además, formulados de modo explícito.
6.2.2. De las preguntas inductoras Formuladas con la intención de obtener una respuesta distintamente afirmativa o negativa, el destinatario de estas preguntas es aún menos libre para responder que en el caso de las semi-inductoras. Véase este ejemplo: (43) A– Pero, ¿qué […] han tenido que hacer ustedes? Han tenido que redactar algún reglamento, me imagino, ¿no es cierto? B– Sí, por supuesto. (51, 265-7: 3º M) En (43) el emisor plantea de tal modo su pregunta, que espera que el receptor se muestre de acuerdo con lo que en ella formula; puede decirse que lo que busca es asentimiento, complicidad. El ejemplo dado corresponde a una pregunta inductora de tipo presuntivo-confirmativo: A induce a B (con éxito) a dar un sí como respuesta, con lo que logra confirmar positivamente la hipótesis que él ha aventurado en su pregunta. Para Rabanales, todas las preguntas inductoras son de este tipo (Rabanales, 1996: 252). El material reunido, sin embargo, nos permite concluir que: 1) si bien las preguntas presuntivas son siempre confirmativas, estas últimas no son necesariamente presuntivas; 2) aparte de presuntivas o confirmativas, las preguntas inductoras pueden también ser de otro tipo. Comentaremos estos dos asertos por separado. 6.2.2.1. Aun cuando toda pregunta presuntiva es, por definición, confirmativa, no toda confirmativa es presuntiva. Ciertamente, cada 65
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vez que un hablante formula una pregunta presuntiva, no solamente desea, sino que, además, espera del interlocutor una respuesta que confirme sus presunciones, como en (44): (44) A– Ese pintor que hay, el pintor famoso, uno de los cuatro, ¿qué es lo que era tuyo? B– ¿Valenzuela Llanos? A– Sí. (47, 29: 2º H) Repárese en que B no sabe exactamente a qué pintor se refiere A en su discurso, pero, por los datos proporcionados (‘pintor famoso’, ‘uno de los cuatro [pintores]’, ‘pariente tuyo’), B supone (presume) que dicho pintor puede ser Valenzuela Llanos, y su presunción, expresada a través de una pregunta, queda efectivamente confirmada mediante la respuesta (satisfactoria) de A. Una respuesta de signo contrario al esperado, sin duda frustraría las expectativas del emisor (Rabanales, 1996: 252), cosa que ocurre, por ejemplo, en la pregunta completiva de A2, en este otro ejemplo, donde la respuesta obtenida no es la esperada, por no ser acertada (exitosa) la presunción del emisor. (45) A1– [Tu perro] ¿cómo se llama? B1– Se llama… A2– ¿Rex? B2– No; Dandy. (31, 801: 1º M) Pero no solamente o hipótesis o presunciones se busca confirmar a través de preguntas confirmativas. En (46) y (47), por ejemplo, lo que A somete a confirmación de B no es precisamente una presunción, sino una opinión, un punto de vista: (46) A– Estoy cierto [de] que no todos compartirán mi punto de vista, especialmente en una familia numerosa como la mía. ¿No crees tú? B– Desde luego. (41, 17: 2º H) (47) A– […] creo que todo lo que estamos viviendo son cosas superables, ¿verdad?
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B– Sí. (52, 714-15: 3º H) Y en (48), por último, la confirmación esperada tiene que ver con sugerencias o propuestas temáticas: (48) A– […] no sé si te gustaría conversar de política, o de deportes, o de algún problema específico. Podríamos buscar un tema de ese tipo, ¿no es cierto? B– Sí; tú sabes que de política yo no… no soy muy fuerte, ¿ah? [sic]. (38, 630-2: 1º H) 6.2.2.2. Las inductoras pueden ser presuntivas o confirmativas, pero, además, pueden ser de otro tipo. En efecto, funcionan también como inductoras las preguntas correctivas corpus (ver 6.1.2), puesto que, mediante su formulación, lo que el hablante persigue es hacer que su interlocutor se retracte, esto es, que se corrija. Recuérdese, por ejemplo, el caso de: (49) A– […] ese es uno de los objetivos que pretende la educación parvularia: socializar al niño. B– ¿ Socializarlo o sociabilizarlo? A– […] socializarlo y sociabilizarlo, las dos cosas. (34, 32: 2º H) En este caso, claramente la intención del emisor es lograr que el receptor acepte que se ha equivocado y que, en lugar de socialización, debió decir sociabilización. Aun cuando el destinatario de la pregunta no admite por entero el error, se hace cargo de la corrección de que es objeto su discurso. Inductoras son, asimismo, otras preguntas del corpus, formuladas con no: (50) A– Claro, yo creo, fíjate, [que la mujer es así]. B– ¿Y a ti no te gustaría ser de otra forma? A– Mira, eso sí. (32, 320: 1º H) (51) A– Y allá [en la casa de la playa] haciendo falta estas cosas. B– ¿Y acá no las pondrías?
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A– No, no. (46, 255: 2º M) Mediante estas preguntas, el hablante parece invitar al oyente (a veces con éxito, a veces sin él) a responder afirmativamente. Si bien no lo induce a estar de acuerdo, le da a entender que su planteamiento merece ser tenido en cuenta. Podrían ser llamadas, por esto, preguntas inductoras sugestivas. Esta manera de inducir respuestas afirmativas a través del uso del no es recurrente en las preguntas confirmativas, de las que nos ocuparemos enseguida. Después de las presuntivas, las confirmativas constituyen el porcentaje más alto de las preguntas inductoras del corpus. Las trataremos por separado, porque presentan una estructura morfosintáctica peculiar. 6.2.2.3. De las inductoras confirmativas (o de orientación invertida) Las confirmativas muestran ser las preguntas de mayor éxito desde el punto de vista pragmático: únicamente en 5 (de 63) casos, el emisor falla en su intento de obtener la respuesta deseada. Curiosamente, con todas estas preguntas se busca inducir solo respuestas afirmativas, y ello se logra, principalmente, a través del empleo del no, (¿no es cierto?, ¿no es verdad?, ¿no cierto?, ¿no te parece?, ¿no?), según ya se ha dicho: (52) A– Tú me avisas, ¿no es cierto? B– Te aviso. (50, 844: 2º H) (53) A– Debe ser el hombre más completo que ha dado prácticamente la humanidad, ¿no es verdad? B– Es una […] cosa increíble [= Sí]. (47, 775: 2º M) (54) A– […] en ese momento se hablaba de pesos, ¿no cierto? B– Claro. (40, 599-600: 3º H) (55) A– Hoy llegó Carmen V. recomendándome una película del marido de la […] Fedora R. B– ¿Oñate no se llama él? ¿Kerry Oñate? 68
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A– Sí... sí. (43, 600: 2º M) (56) A– [Son necesarios] incentivos monetarios o incentivos profesionales […] ¿No te parece? B– Sí. (38, 62: 1º H) (57) A– […] y la elección va a ser el tres de enero. B– Día domingo, ¿no? A– Día domingo. Exactamente. (39, 738: 2º H) Otras fórmulas confirmativas del corpus son ¿cierto? y ¿verdad? (58) A– […] porque todas sus amistades piensan distinto, ¿cierto? B– Claro. (37, 623-4: 1º H) (59) A– […] yo tenía todo eso, ¿se fija? B– Pero usted estudió una profesión, ¿verdad? A– ¿Ah? Sí, y por suerte… (52, 331: 3º H) El uso del no en los seis primeros ejemplos (de 52 a 57) no siempre es optativo, como pudiera pensarse a simple vista. Trataremos de explicar por qué. Por ejemplo, en ¿no te parece? (y sus variantes: ¿no encuentra(s) usted/tú? , ¿no piensa(s) usted/tú? , ¿no cree(s)usted/ tú? , etc.), no puede faltar el no en la pregunta, porque, de ser así, esta carecería de valor inductor-confirmativo; i.e. ¿No te parece que es un buen día? (o bien: Es un buen día, ¿no te parece?) –donde se induce al destinatario a responder afirmativamente– y ¿Te parece que es un buen día? –donde el interpelado tiene libertad para responder según su propio parecer, es decir: su respuesta será sí (o equivalente), en caso de estar de acuerdo con lo formulado en la pregunta, o bien no (o equivalente), en caso de ocurrir lo contrario. Con la segunda pregunta, entonces, tal como está construida, el emisor no condiciona la respuesta del interlocutor, por lo que es no-inductora (no-confirmativa).
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Por su parte, en ¿(No es) verdad?, no es optativo en conjunto con el verbo (ser) porque, en el uso, con el valor inductor-confirmativo que ahora estudiamos, solo son posibles las variantes: ¿No es verdad? y ¿verdad? (no existe, en español, para preguntar, la fórmula *¿no verdad?). Por otro lado, si en lugar de ¿no es verdad? la expresión interrogativa fuera ¿es verdad?, ocurriría lo que en el caso de ¿te parece?, es decir, la pregunta dejaría de ser inductora-confirmativa (cp. ¿No es verdad que tú has estado en Italia?/¿Es verdad que tú has estado en Italia?). Con ¿(No es) cierto? sucede algo, en parte, distinto: la expresión, sin no, carece también de sentido confirmativo (cp. ¿Es cierto que ella te conoce?), pero, a diferencia del caso anterior, presenta la variante ¿no (es) cierto?, con el verbo implícito, que no ocurre en *¿no (es) verdad?, como ya se dijo. Consideradas, ahora, en conjunto (de los ejemplos 52 a 59), hay que decir que tampoco es indiferente la posición que ocupen estas expresiones dentro del contexto del enunciado interrogativo. Las construidas con no, por ejemplo, mantienen su valor semántico (inductor–confirmativo) tanto en posición final como inicial de pregunta (¿No es cierto que te vas?/Te vas, ¿no es cierto?); ¿cierto? y ¿verdad?, en cambio, ubicados en posición inicial, pueden perderlo, tal como se mostró arriba (¿Cierto que te vas?/Te vas, ¿cierto?). Otros ejemplos: (60) A– Es una persona de ochenta años, […] pero de muy buena salud. B– ¡Ah! Era con la que vivía […] la Miluchi, ¿no? A– Claro […]. (46, 355-7: 1º M) (61) A– […] porque total él, ¿no es jefe […] este hombre ahí? B– Sí; él es jefe de adiestramiento. (45, 224: 2º M) A propósito de estos dos últimos ejemplos (60 y 61), nótese que, formulado en posición final de pregunta, el ¿no? puede interpretarse como una reducción de ¿no (es cierto)?, ¿no (es verdad)? y, por tanto, como una variante estilística frente a las formas plenas, por así decirlo. En posición inicial, empero, no admite explicitación de
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ningún tipo (así en el ejemplo 61; cp., además, ¿Oñate no se llama él? y ¿Él se llama Oñate, ¿no?, del ejemplo 55). Aparte de las preguntas hasta el momento revisadas, funcionan también como inductoras las reactivas inferenciales (ver 6.1.2), como en (62) y (63): (62) A– Claro. Inmediatamente se produce la... la diferencia... B– Mm. A– ...la separación. B– [...] o sea, ¿no hay un trabajo mayor... eh... de concientización política, por ejemplo, entre los cabros? A– Mira, yo creo que no, oye... creo que no. (32, 753-4: 1º H) (63) A– Y, bueno, ¿por qué me va a dar miedo [que viajes sola]? B– No, pero miedo en ese sentido, pu[es] oye. Imagínate tú... O sea, ¿tú tienes absoluta seguridad [de] que no pasa nada? A– ¿Y qué te va a pasar? (45, 671: 2º M) En las muestras de habla analizadas, la clase de las preguntas inductoras se realiza, entonces, mediante las subclases que se señalan a continuación:
6.3. De las preguntas presuntivas En una pregunta del tipo: (1) A– ¿Has […] hablado con la Pilar? B– No, no he hablado. (31, 136-7: 1º M) el emisor, fuera de manifestar que no sabe nada acerca de lo que consulta, tampoco presume nada al respecto, es decir, no adelanta ninguna hipótesis sobre cuál o cuáles pudiera(n) ser la(s) posible(s) respuesta(s) a su interrogante (Rabanales, 1996: 246). De este tipo de preguntas nos hemos servido, de modo preferente, para ilustrar las distintas categorías interrogativas hasta ahora estudiadas. Por tal
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motivo, en este capítulo nos haremos cargo fundamentalmente de la presunción. En las preguntas presuntivas, la incógnita se plantea en forma de hipótesis. Esto significa, como se ha indicado, que en la misma interrogación el hablante expresa lo que supone, sospecha o cree que puede ser la solución o soluciones al problema que formula en su pregunta. Pero como solo se trata de una presunción, quien la hace necesita saber si es acertada o no, o sea, necesita confirmación. Por ejemplo: (2) A– No he leído a ese hombre, pero me han dicho… B– ¿No es Ray Bradbury? A– Bradbury, sí. (47, 737: 2º M) Normalmente, son preguntas que obtienen un sí o un no (o equivalentes) como respuesta (al igual que las totales), aun cuando se emitan con el propósito de ser confirmadas positivamente (el hablante siempre espera hacer presunciones acertadas o exitosas). En ciertos casos, no obstante, la respuesta es de otra índole. Lo último ocurre cuando la presunción es compuesta y se formula disyuntivamente. Por ejemplo, frente a una pregunta como la que aparece en (3): (3) A– Y la calidad, ¿es la misma o mejor? B– La calidad… a mi juicio, es la misma […]. (31, 432-3: 1º M) El receptor, para contestar satisfactoriamente, no podría desatender el hecho de que el emisor le plantea dos opciones posibles, entre las cuales espera que elija. Su respuesta, entonces, necesariamente debería satisfacer uno de los términos de la oposición. El condicionamiento de la respuesta que supone una pregunta así formulada, nos llevó (véase 6.2.1) a tratar como semi-inductoras interrogaciones de este tipo. Las preguntas presuntivas, de acuerdo con lo anterior, no son en todos los casos inductoras, como sostiene Rabanales (1996: 252-3). Estas se reconocen fundamentalmente por el contexto del coloquio, cuando son totales: (4) A– Hasta el chofer, todo el mundo sabe de Chile allá, en Alemania.
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B– ¿Será más culta [la gente] en el fondo? A– […] No sé; puede ser chilefilia, ¿ah? (36, 1027: 1º M) Y por el énfasis del término de la presunción, cuando son parciales: (5) A– Oye, ¿esa ‘s’ es por sindicato? B– Es sindicato. (33,1; 1º M) (6) A– [En una orquesta] hay muchos extranjeros […]. B– ¿Y eso influye mucho? A– Influye, influye bastante. (51, 322: 3º M) En (5), A sabe que S significa algo, pero ignora qué (por eso, P); sin embargo, sospecha que su significado puede ser sindicato –lo que es efectivo, según la respuesta de B (por eso, +p)–. En (6), si bien el que pregunta no sabe cuánto influye en una orquesta el que haya demasiados extranjeros (P, por tanto), piensa que influye mucho (por tanto, +p). Fuera del elemento enfático de la presunción (esto es, el foco), las preguntas presuntivas del corpus (totales o parciales) muestran otros rasgos o marcas de presunción. En primer lugar, hay que destacar el empleo de algunos verbos con valor semántico presuntivo, por ejemplo, creer, suponer, imaginar, etc.: (7) A– Claro que a él, oiga, pudo haberle influido quizá […] mucho… B– El carácter, yo creo, ¿no? A– Por un lado, claro. (40, 416: 1º H) (8) A– Pero […] siempre aparecen los mismos problemas […]. B– Pero ¿qué […] han tenido que hacer ustedes? Han tenido que redactar algún reglamento, me imagino, ¿no es cierto? A– Sí, por supuesto. (51, 265-7: 3º M) (9) A– Mira, no tengo idea [para qué edad es esa revista]. B– Pero ya debe ser [= debe de ser] para el escolar, ¿cierto? A– Eso… eso te iba a decir yo. (33, 250: 1º H) 73
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Las expresiones ¿no?, ¿no es cierto?, ¿cierto?, formuladas al final de cada uno de estos enunciados, ponen de relieve la índole confirmativa de toda pregunta presuntiva. En el ejemplo (10), por otro lado, la presunción parece estar doblemente marcada: (10) A– [En Italia se conservan grabados, pinturas…] B– Supongo que… que allá los cuidarán bien; tendrán guía… A– Sí. (36, 1204: 1º M) Efectivamente, pensamos que, en este caso, al valor semántico (presuntivo) de suponer, se suma, como marca de presunción, la forma desinencial (no la función) de futuro de los verbos cuidarán y tendrán. Con esta misma desinencia verbal, son presuntivas las preguntas de (11) a (14): (11) A– Una [de las películas] tiene un nombre larguísimo […] y la otra […] se llama… B– ¿No será Alias Job? A– No, no. (46, 966: 1º M) (12) A– ¡Ah!, no; le va a quedar corta [...]. ¿Será del porte de Carlos? B– Yo creo que es del mismo porte, sí. (46, 916: 1º M) (13) A– Claro, y si la[s] deja de lado mucho tiempo, esas cosas se olvidan y tiene que seguir practicándolas. B– Sí. Bueno, ¿estará bueno con esta entrevista? ¿O seguimos otro poco? A– ¿O quieres cambiar de [tema]? (38, 620-21: 2º H) (14) A– ¿Cuáles cree […] usted que son hoy día las condiciones esenciales, fuera de ser dibujante, supongo […] y buen matemático? ¿Habrá que tener […] condiciones específicas [para ser arquitecto]? B– Ese punto lo tocaste al principio […]. (36, 210-16: 1º M)
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Junto con la desinencia de tiempo futuro, suele aparecer la de tiempo condicional: (15) A– Y partiendo [de Santiago] a las ocho y media […], ¿llegaría cerca de las once por ahí? B– Más o menos. (45, 16-17: 2º M) (16) A– […] pero algo le atrae [a uno] de París. B– Usted iría a los museos… el museo […] de cera […]. A– A los museos, claro. (36, 904-5: 1º M) En el ejemplo (16), así como en el próximo que citaremos –del mismo hablante–, la forma verbal no solo parece constituir marca de presunción, sino, más que eso, marca de pregunta: (17) A– Es bien interesante recorrer Italia. B– Fue a las… iría a las catacumbas […]. A– Sí; estuve en… en las catacumbas en Roma […]. (36, 1193: 1º M) Que los enunciados (en cursiva), tanto en (16) como en (17), funcionan como preguntas indagativas para el oyente lo deducimos por la respuesta (satisfactoria) que obtienen. Se trata, según se ve, de preguntas T cuyo verbo en condicional suple la ausencia de curva melódica ascendente, característica de este tipo de preguntas. Otras marcas de presunción son de valor puramente léxico, por ejemplo: (18) A– […] es el problema que tenemos actualmente […]. B– ¿Cómo podríamos mejorarlo? ¿Quizás con adiestramiento mejor? A– Sí, ese sería un sistema […]. (38, 48-9: 1º H) (19) A– [A la gente] le es mucho más fácil copiar, imitar. B– ¿Un poco de timidez, quizás? A– Eh… un poco de timidez […]. (33, 418: 1º M) (20) A– [Nos juntamos el] domingo dos de noviembre. B– ¿Como reunión de curso?
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A– Claro, con motivo de que en noviembre nos recibimos… (53, 19: 3º M) (21) A– […] y ahí se organizó un programa especial para los arquitectos […]. B– ¿Como un tour dentro de la ciudad, digamos? A– En el teatro Ópera de París. (36, 920: 1º M) He aquí (en 21) un nuevo caso en que la presunción aparece reforzada; a nuestro juicio, ¿digamos? no actúa en este ejemplo como mera muletilla, sino como indicador de presunción, del mismo modo que en este otro, donde se enuncia parentéticamente: (22) A– Eh… perdona que te interrumpa… B– Mm. A– ¿Ustedes tienen que estar, digamos, en una campaña de educación? B– Sí. (35, 485-6: 1º H) Mención aparte merecen reforzadores del tipo ¿una cosa así? ¿algo así? , que vemos aparecer en los siguientes casos: (23) A– ¿Ustedes fueron a la playa, algo así? B– Mira, no […]. (25, 860-1: 1º M) (24) A– Tienen unos planes […] de irse una semana en barco […]. B– ¿En qué tipo de barco?, ¿de descanso, una cosa así […]? A– No sé. (44, 193-4: 2º M) Valor presuntivo parece tener, también, ¿por ejemplo?: (25) A– […] tú sabes que [Pedagogía] es una […] de las carreras más baratas. B– Pero […] ¿en general pa’ todas las pedagogías es la misma matrícula? ¿O, por ejemplo , los que estudian pedagogía en biología [tienen una matrícula específica]? 76
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A– No; parece que […] es la misma. (25, 801-3: 1º M) En (26), esta misma fórmula aparece complementando a ¿te refieres (a)… ?, otra manera de expresar presunción: (26) A– [En cualquier país] se han preocupado mucho más […]. B– ¿Tú te refieres en cualquier país con respecto a Latinoamérica, por ejemplo? A– Claro. (34, 74-5: 2º H) Como las no-presuntivas, las presuntivas pueden ser totales o parciales. Entre las parciales presuntivas (P+p), destaca la posición inicial del término enfático de la presunción: (27) A– Claro, el viernes dice que llovió […]. ¿El viernes fue que llovió aquí también? B– Claro. (46, 50: 2º M) (28) A– ¿rector se llama en el liceo a la autorida[d]? B– Sí, sí, rector. (32, 757-8: 1º H) (29) A– […] después dio la vuelta aquí en… ¿Atahualpa es esta calle? Yo nunca he sabido cómo se llama. B– No; Guillermo Videla. (45, 850-51: 2º M) Especial atención merecen ciertas estructuras adordinadas o coordinadas, en las que se combinan presunción (+p) y no-presunción (–p). En el caso de las preguntas T, la presunción puede ser anterior o posterior (ver 30 y 31); en el caso de las P, la presunción puede incluso estar en posición intermedia (ver 32) (cp. 6.4, de las preguntas compuestas por adordinación). (30) A– Por lo que veo aquí, esta oficina, ¿la comparten varias personas? ¿O no? B– Es decir, hay tres capítulos [secciones] aquí […] (36, 836-8: 1º M)
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(31) A– Creo que no [hay labor de concientización de esos niños en el liceo]. B– ¿Y se puede hacer en un liceo? ¿O en un liceo [el rector] te echa […]? A– No, no, no, no. Claro que no. (32, 756-760: 1º H) (32) A– [...] un reglamento para [...] controlar todas las actividades de [...] un músico profesional. B– ¿Y cómo van a quedar catalogados ustedes [...]? (–p) // ¿Son técnicos? (+p) ¿son académicos? (+p ) // ¿Qué son? (–p). A– Eso no se ha definido todavía. (51, 271-4: 3º M) En resumen, las T+p se reconocen principalmente por el contexto creado a través del mismo discurso de los participantes del coloquio, pero, también, por determinados rasgos formales o de contenido: a) verbos de valor semántico–presuntivo (como creer, suponer, imaginar, etc.); b) desinencias verbales (de futuro y condicional) y c) elementos léxicos, univerbales (quizás, digamos, etc.) o pluriverbales (por ejemplo, algo así, etc.). Las P+p se reconocen, además, por el término enfático de la presunción, conmutable por pronombre o adverbio interrogativos (cp. ¿Quién dijo?/¿Jaime dijo? y ¿Hoy la verás?/¿Cuándo la verás?).
6.4. De las preguntas compuestas Según Rabanales (ver 4.8), las compuestas son preguntas de dos o más incógnitas, relacionadas por subordinación, coordinación o adordinación. Los datos nos llevan a matizar esta afirmación. Veamos por qué. En una sola pregunta pueden formularse dos (o más) incógnitas, en efecto, como en ¿Sabe usted dónde está la calle Bulnes? Quien responda a esta pregunta indicando un lugar o una dirección (por ejemplo: «En la próxima cuadra, a la derecha»), estará despejando ambas incógnitas: (¿Sabe usted…? y ¿dónde está la calle…?), aunque no es infrecuente proporcionar una respuesta
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para cada variable: «Sí; está en la próxima cuadra». Una respuesta negativa, por el contrario, responde solo el primer segmento (–¿Sabe usted…? –No, no lo sé), con lo que queda sin despejar la incógnita que aparece en el segundo (¿dónde queda…?). Esto ocurre en las preguntas toto-parciales compuestas por subordinación. En las subordinadas parti-parciales (Quién dijo qué) es más evidente la existencia de dos incógnitas, por la aparición de dos pronombres interrogativos. En todo caso, no parece haber dudas de que se trata de un solo enunciado, como en el primer caso. En las compuestas por coordinación, la situación es más compleja, porque podríamos hablar, por ejemplo, de dos preguntas en un solo enunciado (¿Quién eres y qué buscas?), o bien de una sola pregunta con dos incógnitas. A su vez, es admisible la segmentación en dos enunciados, cada uno con su respectiva incógnita (¿Quién eres? ¿Qué buscas?). En las compuestas adordinadas, contrariamente, para cada incógnita hay siempre y en todos los casos un enunciado diferente, dada la naturaleza de este tipo de composición. Tal es lo que sucede en el ejemplo siguiente, o en cualquier otro similar: ¿Con quién vas? ¿Con Jaime? Pese a lo dicho, conviene plantearse si para el hablante común es más evidente la relación entre pregunta e incógnita o la relación entre pregunta y enunciado, como hemos expuesto aquí. El ejemplo (1) muestra un caso en el que se suceden cuatro preguntas, que el interlocutor parece estar dispuesto a satisfacer de algún modo. (1) A– [...] quiero que me cuente qué es lo que hace, cómo lo hace y para qué lo hace en la universidad, cuáles son sus resultados [...]. B– En realidad, es [...] compleja su pregunta4... eh... pero trataré de [...] contarle más o menos lo que estamos haciendo... (48, 186-8: 3º M)
La percepción por parte del receptor de que se trata de una sola pregunta compleja puede deberse al hecho de que las cuatro preguntas parciales están subordinadas a una (sola) fórmula de petición de información, muy común en español de Chile: «[…] quiero que me cuente qué es lo que hace, cómo lo hace y para qué lo hace en la universidad, cuáles son sus resultados [...]».
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El número de respuestas, sin embargo, no es necesariamente proporcional al número de incógnitas planteadas (como en (1)). Por ejemplo, en las interrogativas disyuntivas cuyos componentes son excluyentes entre sí, el destinatario resuelve explícitamente solo uno de los términos de la disyunción, pues el o los otros quedan implícitamente resueltos, por exclusión: (2) A– Daniel, cuando vino, ¿venía con jockey o con boina? B– Andaba con jockey. (45, 836: 2º M) Hay, asimismo, casos de series interrogativas tautológicas, es decir, estructuras en las que, a través de dos o más enunciados, se plantea una sola y la misma incógnita. La respuesta, consecuentemente, suele ser, también, una sola: (3) A– [Yo estudié] en liceo fiscal mixto. B– ¿Adónde [sic]?, ¿en cuál? A– En el liceo doce. (32, 40: 1º H). (4) A– La semana pasada [Alba] vino dos días. B– ¿Y tú no le hablaste tú [sic]?, ¿le dijiste? A– [...] no le dije nada [...]. (46, 402-403: 1º M) Existen, por otro lado, estructuras más complejas, donde el hablante formula una sucesión de preguntas, frente a las cuales el destinatario suele responder normalmente a la(s) última(s): (5) A– [Stevens] dominó abiertamente al norteamericano Stokes [...]. B– Pero, y este negrito ¿qué tal es?, ¿muy conocido en Estados Unidos?, ¿está alto en el ranking o es [...] un boxeador de tercera clase? A– No; Stokes es un buen boxeador; [...] yo diría que [...] estará entre los diez mejores de la categoría peso pluma [...]. (41, 196-8: 2º H) De todas las estructuras interrogativas compuestas del corpus reunido, las adordinadas son las más interesantes en términos
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sintácticos, semánticos y pragmáticos. A diferencia de las coordinadas, estas son asindéticas por definición, o sea, se relacionan solo por el sentido: no existe entre sus componentes un elemento que funcione como conjunción: (6) A– Oye, de esas cabañas te quería preguntar [...]. Me da la impresión [de] que quieren arrendar en verano, ¿ah? ¿Ellos la van a ocupar, los amigos de ustedes?, ¿van a estar ahí todo el tiempo? B– No; en verano, no. (46, 96-100: 1º M) En (6) no es posible interpolar una conjunción entre las dos preguntas de la serie, como sí puede hacerse entre preguntas coordinadas asindéticas. El contraste entre ambas estructuras puede apreciarse mejor en este otro caso, donde la primera de dos preguntas adordinadas es disyuntiva, con conjunción o implícita: (7) A– Sí, pero [los niños] no ingresan [a las escuelas de danza]. B– Sí, ese problema es de orden... eh... ¿ social ?, ¿económico? [...] ¿cuál es el problema de fondo? A – No; yo creo que son nada más que prejuicios. (51, 458-9: 3º H) O sea: ¿Ese problema es de orden social (o es de orden) económico? ¿Cuál es el problema de fondo? La ausencia de conjunción hace, de las preguntas adordinadas, series abiertas. En el corpus, están constituidas mayoritariamente por dos miembros, pero no son infrecuentes las series trimembres. En los ejemplos que ahora se citan, cada componente de la serie irá separado por barra doble oblicua: (8) A– Conversando con compañeros que estudian otras profesiones [...], se dio cuenta [de] que lo que le gustaba era lo otro. B– Oye, Víctor, ¿y tú estás [...] contento con la profesión [...]?, // ¿te ha gustado?, // ¿la consideras una profesión bonita?
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A– Sí. (38, 584-7: 2º H) (9) A – ¿ A q u í n o t r a b a j a n a d a r e l a c i o n a d o c o n arquitectura? // ¿Aquí descansa?, // ¿nada que ver con su [...] profesión? B – No, no, nada [...]. (36, 824-8: 1º M) La particularidad de estas series interrogativas trimembres es que cada uno de sus constituyentes parece apuntar, semánticamente, al mismo referente. En los ejemplos (8) y (9), las preguntas adordinadas son presuntivas; en (10), no-presuntivas: (10) A– [En la exposición] vi a un señor que pintaba igual que... ehm... ¿cómo se llama este otro que hay? // ¿El famoso que [...] tiene tantos cuadros, // este... eh... amigo de Julio G.? B– ¿Cuál es [...] amigo de Julio G.? (42, 600-2: 2º H) En las series bimembres, puede ocurrir que las dos preguntas adordinadas sean tautológicas (o redundantes entre sí): (11) A– Ahora, ¿ustedes no tienen el problema [...] de que estos planes que ustedes tienen [...] se vean afectados por un cambio político? // ¿No les cambian a ustedes los planes de [...] desarrollo con las diversas tendencias políticas? B– Mira, [...] acá, en Chile, nosotros… cada cinco años tenemos terremotos físicos [...], y cada seis años hay terremotos políticos. (35, 402-5: 1º H) O bien que la segunda pregunta sea un desarrollo o explicitación de la primera: (12) A– Ya, y entre paréntesis [...], en el campo de la alimentación, ¿cómo está Chile con respecto a otros países de Latinoamérica? // ¿En qué nivel de alimentación estamos, comparados, por ejemplo, con Perú, con Ecuador?
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B– Mira [...], Chile, aparentemente, no tiene un problema tan grave como lo puede tener Perú, o lo puede tener Ecuador, en que es mucho peor. (35, 16-9: 1º H) (13) A– Oye, y ahora cambiando el tema [...] ¿Qué opinas tú? // ¿Qué va a pasar con nuestra organización [...]? B– Bueno, yo creo que el éxodo profesional, en este caso, es inevitable. (38, 122-7: 1º H) La adordinación puede darse, asimismo, como consecuencia de una iteración: (14) A– A ver, cuéntame... cómo hacer [...] una torta... // cómo se hace una torta. B– Primero hay que hacer el bizcochuelo. (31, 540-6: 1º M) (15) A– [...] ¡Plata hay, hombre!, y demás para pagar esa cuestión [...]. B– Pero contéstame esta pregunta, entonces: ¿[...] tú estás seguro [de] que hoy día puedes emitir un cheque en dólares a... a Lima? // ¿Tienes esa seguridad tú? A– ¡Seguridad absoluta, pues hombre! (50, 531-3: 2º H) Estructuras de interés son las formadas por adordinación de preguntas presuntivas (+p) y no-presuntivas (–p). La composición, bimembre o trimembre, adopta formas como las que ahora se indican: I. Composición bimembre – Con presunción posterior: (16) A– [...] todos los cuerpos artísticos son muy heterogéneos [...]. B– […] ¿en qué sentido dices tú? (–p) //¿En calidad artística? (+p) A– Bueno, en ese sentido si lo tomas, sí, claro. (51, 312-14: 3º M)
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– Con presunción anterior: (17) A– [...] después dio la vuelta aquí en... ¿Atahualpa es esta calle? (+p) // Yo nunca he sabido cómo se llama (–p) B– No, Guillermo Videla. (45, 850-51: 2º M) II. Composición trimembre – Con presunción posterior: (18) A– Tienen unos planes [...] de irse una semana en barco hasta [...] Arica. B– ¿En qué tipo de barco? (–p) // ¿De descanso, una cosa así? (+p) // ¿Ellos como únicos pasajeros? (+p) A– No sé. (44, 193-4: 2º M) (19) A– Oye, ¿qué juicio haces tú sobre [esto]? (–p) ¿Qué crees tú? (–p) // ¿Es positiva [...] la visión que ellos traen? (+p) B– Mira, son mucho más espontáneos [los jóvenes de hoy]. – Con presunción intermedia (20) A– ¿Tú me hablabas de cuál? (–p), // ¿de la Tate Gallery? (+p), // ¿de cuál de ellas me hablabas? (–p) B– La Tate. (47, 219-221: 2º M) Más de la mitad de las preguntas compuestas del corpus son adordinadas, en los términos en que las define Rabanales (1996). Por la variedad de estructuras que presentan, creemos que son especialmente interesantes desde el punto de vista cognitivo-discursivo.
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7. Discusión y conclusiones
La tradición gramatical española habló indistintamente de oración interrogativa y pregunta, pero no desconoció la existencia de rasgos formales propios de la interrogación (en contraste con las otras modalidades oracionales), razón por la cual llamó pregunta a cualquier expresión formulada con curva melódica ascendentedescendente (¿Me quedará tiempo?) o con términos interrogativos (i.e. Todavía no sé cómo te llamas), con independencia de la finalidad inquisitiva. Rabanales negó la existencia de tales rasgos formales, haciendo énfasis exclusivamente en aspectos de índole funcional (pragmática). Esto significó también un problema, por cuanto estableció que todo enunciado producido con el propósito de solicitar una respuesta instructiva fuera considerado una pregunta, independientemente de su estructura gramatical. Escandell (1999), por último, distinguió claramente las propiedades gramaticales de la oración interrogativa y sus diferencias con la pregunta, que carece (de algunas) de ellas (ver 1). Los cuatro tipos básicos de preguntas reconocidos por la tradición gramatical española, totales/parciales y directas/indirectas, se basan en criterios lógico-semántico y sintáctico, respectivamente. Rabanales propone, para esta última categoría, la clase de las preguntas semidirectas (Dígame, ¿trajo lo que le pedí?), que denominó así por compartir propiedades de las preguntas directas (tonema de semianticadencia) y de las indirectas (formulación con verbos de inteligencia y lengua). Esta es una forma de preguntar muy común en español de Chile. A diferencia de la rae (2009), que mantiene la distinción tradicional entre interrogativas directas e indirectas, Escandell (1999) la desconoce, afirmando que una pregunta propiamente tal solo puede efectuarse mediante enunciados interrogativos
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directos (algunos de los cuales constituirán oraciones, en caso de cumplir ciertos requisitos, por ejemplo, constar de sujeto y predicado). De esta manera, Dime cuál es tu nombre o Me gustaría saber tu nombre, aun cuando se utilicen para solicitar información, no serían enunciados interrogativos, en tanto que ¿Cuál es tu nombre?, sí. La conclusión de la autora es que las preguntas son fórmulas especiales de petición de información. Ante esto, cabe plantearse el problema de definir qué es exactamente una pregunta, cuáles son sus rasgos prototípicos. En 2, señalábamos que esta podía definirse como a) un recurso de solicitud de información, b) una fórmula que contiene una variable de valor desconocido o c) de ambas maneras. Ahora estamos en condiciones de defender d) un enunciado que, en el coloquio, el emisor produce para poner al receptor en situación de responder. El caso es que las preguntas problemáticas (¿Para qué sufrir tanto, digo yo?) y deliberativas (¿Iré o no iré?) de Escandell, carecen de los rasgos a) y d). De otro lado, ¿Qué hago con esto? (petición de instrucción) y ¿Cenamos juntos mañana? (ofrecimiento), que la autora reconoce como realizaciones de las interrogativas neutras, sin ser «preguntas», poseen los rasgos a), b) y d) (véase 61.4: 3973). Por lo expuesto, personalmente estimamos que una pregunta, para ser considerada tal, debe poseer, amén de ciertas exigencias formales, otras de índole pragmática. Es por esta razón por la que concordamos con Rabanales cuando señala que: a) las preguntas deben producirse en una situación dialógica; b) en el intercambio lingüístico, el hablante debe tener la intención de preguntar algo a alguien y el receptor debe saber que se le pregunta; c) es preciso que haya algunas marcas que «alerten» al oyente sobre la intención inquisitiva del hablante. A dichas marcas nos referimos en 4, para Rabanales (1996), y en 5, para Escandell (1999) (para otras marcas interrogativas, véase más adelante, en este mismo capítulo). El principal aporte de Rabanales y Escandell –en nuestra opinión– radica en el establecimiento de nuevas categorías, que enriquecen nuestro conocimiento de la pregunta en lengua española. La categorización de Rabanales se origina en presupuestos pragmáticos (pregunta indagativa/no-indagativa), pero incorpora
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aspectos propiamente gramaticales en la descripción (semánticos, sintácticos). La categorización de Escandell no solo se ordena a partir de presupuestos estrictamente gramaticales (oración interrogativa/pregunta) sino que, en su conjunto, la descripción de cada clase se hace según aspectos fonológicos, sintácticos y léxicos. Las clases propuestas por ambos estudiosos se exponen gráficamente a continuación. Rabanales: Tabla 5. Clases de preguntas según Rabanales (1996). Escandell Tabla 6. Clases de preguntas según Escandell (1999).
Las mayores coincidencias se encuentran en el dominio de las preguntas reactivas (Rabanales) y repetitivas (Escandell).
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Reactivas
Repetitivas
Confirmativas: El emisor pide al receptor confirmación de aquello que este ha dicho antes, para asegurarse de que ha escuchado o entendido bien. Se las formula repitiendo total o parcialmente el discurso que las provoca, por lo que, además, son ecoicas.
Recapitulativas: Tienen por finalidad expresar la actitud del emisor ante las palabras que acaba de pronunciar su interlocutor. Pueden expresar interés, asombro o sorpresa; o bien, pueden expresar una crítica.
Especificativas: Solicitan precisiones ulteriores sobre una parte vaga o inespecífica de su discurso.
Aclarativas: El hablante solicita al oyente que le aclare lo que acaba de decir, ya sea porque no oyó bien o no oyó todo, o ya sea porque no está seguro de haber comprendido a cabalidad su discurso. La aclaración puede referirse solo a una parte del discurso emitido por el interlocutor o a su totalidad.
Explicativas: Por medio de ellas el hablante pide al oyente explicar una unidad de su discurso, cuyo significado no conoce, o bien repetir lo que no ha oído o comprendido suficientemente.
Completivas: Se producen cuando un interlocutor interrumpe al que está hablando, tratando de adivinar lo que este va a terminar de decir, lo cual, naturalmente, a veces consigue y a veces no. Son de tipo presuntivo-confirmativo.
De copia: Son aquellas en las que el hablante repite –a pedido de su interlocutor– un enunciado emitido antes.
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Nótese que todas las definiciones de Rabanales se hacen con vistas a destacar la propiedad de «poner al otro en situación de responder»; es decir, se trata en los tres casos de preguntas indagativas, tal como entiende el autor este concepto (cfr. 4). Carecen de este requisito las preguntas recapitulativas de Escandell. La misma propiedad señalada está presente en las cuatro clases nuevas de preguntas reactivas que propone Serra (2001): El grupo de las preguntas anticipativas de Escandell ofrece asimismo puntos de coincidencia con algunos de los tipos descritos por Rabanales. Recordemos que el grupo de las anticipativas está constituido por las preguntas hipotéticas, interpretativas, simuladas, exclamativas y confirmativas (de orientación constante). Las hipotéticas e interpretativas de Escandell corresponden a las presuntivas y completivas de Rabanales, respectivamente, y cuyas definiciones se reproducen aquí: Escandell
Rabanales
Hipotéticas: Se llaman así cuando con ellas se avanza una suposición sobre un estado de cosas.
Presuntivas: Surgen cuando el hablante adelanta una hipótesis sobre lo que supone que el otro dirá en el curso de la conversación, con el fin de que el oyente la confirme.
Interpretativas: Se producen cuando el emisor interrumpe a su interlocutor con el objeto de decir lo que estima que el otro hubiera dicho.
Completivas: Son expresiones con las que un hablante interrumpe a otro, adelantándose a lo que supone que este va a decir, con la esperanza de acertar y ser confirmado positivamente.
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En términos de Rabanales, estas preguntas pertenecen a la categoría de indagativas, en tanto en cuanto se formulan con la intención de ser respondidas afirmativamente; vale decir, esperan contestación (y, además, una contestación de cierto tipo, confirmativo). No sucede lo mismo con los otros tipos de preguntas anticipativas de Escandell –en la tabla que sigue– que serían preguntas retóricas, o no-indagativas, para Rabanales. Informativas: Son preguntas que el emisor hace con la finalidad de entregar información que estima desconocida para el receptor (¿Sabías que Ester se casó? Sí, señor, se casó el mes pasado). Simuladas: Con ellas se crea una ficción de diálogo; se utilizan sobre todo en chistes y adivinanzas (–¿Qué dijo Colón cuando pisó América? –Aguanta este coscorrón). Exclamativas: Con ellas se reacciona frente a un hecho que resulta manifiesto para ambos interlocutores (¿Aún no te duermes?, dicho a alguien que ya debería estar dormido).
En ninguno de estos casos, el oyente se siente llamado a responder, porque sabe que el hablante utiliza la modalidad interrogativa para lograr fines comunicativos diversos de la interrogación propiamente tal; o sea, el hablante a) proporciona información nueva, b) cuenta un chiste o una adivinanza y c) expresa asombro, entre otras cosas. Escandell, en cambio, llama retóricas a las preguntas de inversión argumentativa: aquellas en que lo dicho debe interpretarse en sentido contrario al que indica la formulación del enunciado (¿Acaso no te lo dije?, Te lo dije). Aceptamos que una pregunta como esta carece de finalidad inquisitiva, pero hay otras, también de inversión argumentativa, que un hablante produce con el deseo de obtener contestación. Nos referimos a las de negación externa (Tú eres la
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asistente del coordinador, ¿no?, con énfasis en ¿no?/¿Tú no eres la asistente del coordinador?, con énfasis en Tú), que en el corpus de Serra (2001) no solo tienen claro sentido inductor-confirmativo, sino que, de igual modo, cumplen mayoritariamente con su objetivo de hacer que el receptor se muestre de acuerdo con las palabras del emisor y responda afirmativamente. Ahora bien, estas preguntas, en español de Chile, funcionan de la misma manera que las de orientación constante, con las que alternan en ciertos casos (¿Ah, que vienes por las entradas al estadio?, Vienes por las entradas al estadio, ¿no/ no es cierto/no es verdad? o bien ¿sí/cierto/verdad…?). Volviendo atrás, tanto Escandell como Rabanales afirman que las interpretativas/completivas se producen cuando uno de los interlocutores interrumpe al otro, adelantándose a decir lo que cree que el otro dirá. Serra (2001) demuestra que, en casos concretos de intercambio lingüístico, el hablante no siempre interrumpe un acto de habla, sino que, la mayoría de las veces, ayuda a configurarlo (ver 6.1.2.1). Asimismo, recategoriza estas preguntas dentro de la clase de las presuntivas (ver 6.3), en el sentido de que encierran una suposición respecto de cuál es el devenir del coloquio. Todas las preguntas que Escandell clasifica como orientadas (repetitivas, anticipativas y retóricas) tienen en común la presencia de ciertas marcas que orientan en la interpretación del sentido del enunciado interrogativo (cf. 5.2.2). Rabanales (1996), que no habló de preguntas orientadas pero sí de preguntas inductoras y presuntivas, destacó como marca «el acento enfático» del término en el cual se expresa la presunción, en las presuntivas parciales –lo que ahora llamaríamos «foco»–. Serra (2001) observó nuevos recursos, tanto para las presuntivas como para las sugestivas, inferenciales y confirmativas, tal como se muestra en el próximo recuadro:
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Presuntivas
-Sintácticas: Rematización. (¿Atahualpa es esta calle?) -Morfológicas (¿Será del porte de Juan esta camisa? ¿Qué crees tú?) -Léxicas: a) Verbos de valor presuntivo (¿Habrán ido todos –supongo– a esa reunión?); b) Adverbios de presunción (¿Un poco de timidez, quizás?)
Sugestivas
-De negación externa (Y esas flores, ¿no las pondrías aquí?)
Inferenciales
-Léxicas: O sea/Entonces (¿O sea que usted rechaza la moción? ¿Rechaza entonces la moción?)
Confirmativas
-Léxicas, en posición final: ¿No?/¿Sí? ¿Cierto?/¿Verdad?/¿No es cierto?/¿No es verdad?, etc. (Tú has estado en Italia, ¿verdad?/¿no es verdad?)
La Nueva Gramática (2009), si bien no se propone categorizar las preguntas orientadas en español, describe con algún detalle algunas subclases (véase preguntas confirmativas, exploratorias, aclaratorias y retóricas, de 42.7 a 42.12: 3158-3188). La novedad con respecto a las descripciones ofrecidas por Escandell (1999) radica en la noción misma de pregunta orientada, que parece referirse no solamente al sentido en que debería interpretarse una interrogación (ver 5.2), sino también al condicionamiento de la respuesta del oyente por parte del hablante. Es en este punto donde vemos una coincidencia importante con el planteamiento de Rabanales (ver 4.5), que también hemos defendido nosotros (6.2.2). En particular, coincidimos con la definición de pregunta confirmativa que nos ofrece la rae (2009). Quien formula una pregunta confirmativa –dice– «entiende que posee información necesaria para pensar que algún 92
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estado de cosas es cierto, y solicita a su interlocutor la información necesaria para confirmarlo» (42.7f: 3158). (18) –¿(Es) verdad que te llamas Ricardito? –Estás enfermo, ¿no (no es cierto, no es verdad)? Aparte de subrayar la existencia de algunas de las expresiones (¿(Es) verdad que…?/¿No (es cierto)?) que permiten reconocer este tipo de preguntas, la Nueva Gramática (2009) agrega que se categorizan como orientadas porque, en su formulación, el hablante «espera el acuerdo de su interlocutor» (ibídem). De otras preguntas confirmativas, del tipo ¿Tengo razón o no?, ¿Te gustó el regalito o no?, la rae (2009) dice que el segmento ¿…o no? no solo enfatiza la pregunta, sino que además orienta retóricamente la respuesta en un gran número de ocasiones. El hablante sugiere en esos casos –con diversos grados de énfasis inquisitivo– que una de las dos opciones es la correcta, generalmente la que coincide con su propia elección. (42.7i: 3159)
Lo anterior equivale a decir que el hablante no solo espera una respuesta de parte de su interlocutor, sino que además «espera una respuesta que confirme positivamente lo que somete a cuestión en su enunciado». Esta propiedad parece darse más acusadamente –señala asimismo la Academia– en los casos en que, al final de la pregunta, el hablante utiliza la fórmula sí o no (¿Me quieres sí o no?), forzando la elección de uno u otro término de la disyunción, tal como hemos creído haber demostrado en 6.2.1. La Nueva Gramática (2009) dedica un apartado completo (cf. 42.8) a otras expresiones interrogativas orientadas, construidas con lo que allí se llama «apéndices confirmativos», (¿no?, ¿verdad?, ¿eh?, ¿ya?, ¿cierto?, ¿no cierto?, ¿viste?, ¿sabes?, etc.). En efecto, un hablante de español parece interpretar como simples muletillas algunos de estos apéndices, que usa normalmente sin valor indagativo (razón por la cual no suele esperar ni obtener contestación de parte del oyente): (19) –Nadie ha hecho ningún aporte, ¿sabes? –Todo es cuestión de buena voluntad, ¿no?, y de mucha paciencia. –La vida es dura aquí, ¿viste? Hay que trabajar muchísimo… 93
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Sin embargo, hay ciertos casos en que tales fórmulas poseen verdadera fuerza inquisitiva, y el interlocutor se siente obligado a reaccionar verbalmente, como sucede en español de Chile con el uso de ¿cierto?, ¿no cierto?, ¿verdad? e, incluso, con ¿ah? (de sentido confirmativo), fórmula muy arraigada esta última entre los hablantes chilenos, quienes a su vez reconocen como muletillas (o meros apéndices) el ¿viste? argentino, el ¿vale? o el ¿sabes? del español peninsular o el mismo cachai del español de Chile, etc.
*** Con este estudio quisimos contribuir al conocimiento de la realidad lingüística hispánica. Pensamos que bien podía servir de base a otros estudios que sobre el tema pudieran emprenderse, tanto en la Península como en Iberoamérica. Tales estudios podrían realizarse con vistas a describir también la estructura de la pregunta en tanto recurso de expresión de otros contenidos nocionales, no ya únicamente el de la indagación. Mediante enunciados interrogativos, tal como ya demostraron de manera contundente Rabanales (2006), Escandell (1999) y también la rae (2009), podemos afirmar o negar de manera implícita (¿Hay algo de malo en eso?, No hay nada de malo en eso; ¿Crees que no me doy cuenta?, Me doy cuenta); sugerir (¿Qué le parece si olvidamos esta conversación?, Olvidemos esta conversación); invitar (¿Vamos, Esteban?); ofrecer (¿Un trago, amigo?); saludar (¿Qué tal, Ramiro?) e incluso –y aunque parezca paradójico– proporcionar información nueva (¿Sabías que conseguí la beca?, Conseguí la beca), etc. Es decir, la pregunta (o mejor, la modalidad interrogativa) parece ser uno de los recursos expresivos más ricos y versátiles del español y vale la pena preguntarse si es así también en otras lenguas. La pregunta prácticamente no ha despertado el interés de los estudiosos del lenguaje, por lo menos en lengua española. Tres obras importantes sobre la interrogación en español son del siglo pasado (Turnbull, 1963; Fernández, 1986; Py, 1971), pero dos de ellas están referidas exclusivamente al español de España y elaboradas a 94
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partir de usos literarios, no coloquiales, de la lengua; la de Py, por su parte, repara con acierto –en opinión nuestra– en que los escasos estudios dedicados al tema sean abordados en gramática como un simple problema de morfología (Py, 1971: 9) e invita a abordar la interrogación española desde el punto de vista semántico. En conclusión, los estudios de Rabanales (1996) y Escandell (1999) son las primeras monografías dedicadas a la interrogación en lengua española. Este es su mayor mérito. El otro gran mérito es haber abordado su objeto con perspectiva integral, haciéndose cargo de aspectos melódicos, sintácticos, semánticos y pragmáticos de la pregunta, tal y como se constata en los usos de España y América. En la misma dirección se encuentra el estudio de Serra (2001), deudor de los anteriores.
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Referencias
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L
a tradición gramatical española no distinguió con claridad entre oración interrogativa y pregunta, pero la casi totalidad de los estudios publicados sobre la interrogación entre mediados del siglo xix y más allá de mediados del xx coinciden en entender esta como una expresión usada con el propósito de solicitar o verificar información. Un concepto así formulado hace presuponer, para todos los casos en que se hace una pregunta, la intención del hablante de obtener respuesta de parte de su interlocutor. Sin embargo, tal intencionalidad ha sido sistemáticamente desatendida en la bibliografía, debido a lo cual se ha dado el nombre de pregunta a ciertas expresiones que o bien manifiestan duda o ignorancia de parte del emisor, pero cuyo propósito no es inquirir, sino hacer una declaración, o bien manifiestan el deseo del hablante de saber algo, pero no esperan respuesta de parte del oyente El panorama empieza a modificarse hacia la década de los años setenta, cuando los estudios sobre la interrogación en español se abordan predominantemente con criterio funcional. Para el trabajo que el lector tiene ahora en sus manos, su autora se ha planteado como objetivos poner en cuestión el concepto de pregunta tal como ha sido desarrollado en la tradición gramatical española, contraponer las clases de interrogación ofrecidas por Escandell y por Rabanales (1996) y proponer nuevas (sub)categorías de análisis, a la luz del examen de 35 muestras de habla obtenidas en el marco del proyecto del habla culta de Santiago de Chile. Su mayor virtud es haber podido mostrar cómo surgen y qué formas (o modalidades) adoptan las preguntas en usos concretos de interacción verbal. Se trata, pues, de un estudio basado en una perspectiva eminentemente funcionalista del lenguaje, en el sentido de que busca apreciar e interpretar los fenómenos lingüísticos en su contexto pragmático-discursivo real.
ISBN 978-956-01-0607-0