Bioética y Población. La elección de la vida
 9789505126736

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MICHEL

La

SCHOOYANS

elección de laV id a Bioética y Población

E d ito r ia l

Claretiana

N S

La com plejidad de nuestro tiempo actual lleva al hombre a cuestionarse y plantearse muchas preguntas. El aborto, la violación, tos derechos de la mujer, la eutanasia, la concepción de la vida, las nuevas tecnologías de procreación, son solo algunos de los temas frente a los que se encuentra el hombre hoy. Michel Schooyans, profesor de la So­ borna, reflexiona sobre estas cuestiones con pedagogía y experiencia, brindándo­ le al hombre respuestas breves, concisas y claras que apuntan siempre al deber que éste tiene de prom over la vida, ya que

ningún argumento expuesto para justificar que se frene esta regla es sostenible, aunque este argumento sea económico, social, factual o bien moral político ofilosófico. La elección de la Vida - Bioética y Población nos proporciona todo lo que justifica la vocación del hombre a simplemente amar y defender la vida.

,

ISBN 978-950-512-673-6

7S9505 126736

E ditorial

Ciaretiana

La elección

de laVida Bioética y Población

MICHEL SCHOOYANS

La elección

de laVida Bioética y Población Prefacio de Gérard-François Dumont

Editorial Claretiana

Schooyans, Michel La elección de la vida : bioética y población. - la ed. - Buenos Aires : Claretiana, 2008. 192 p. ; 20x14 cm. - (Fuera de Colección) ISBN 978-950-512-673-6 1. Bioética. I. Título CDD 174.957

Título del original francés:

Bioéthique et Fbpulation. Le choix de la vie. París, Editions Le Sarment-Fayard, 1994. Traducción española a cargo de la Dra. Beatriz de Gobbi. Todos los derechos reservados para la edición en lengua española © Michel Schooyans, 1995.

Diseño de Tapa: Equipo Editorial I a edición, septiembre de 2008 Todos los« derechos reservados Queda hecho el depósito que ordena la ley 11.723 Impreso en la Argentina

Printed in Argentina © Editorial Claretiana, 2008 ISBN 978-950-512-673-6 EDITORIAL CLARETIANA Lima 1360 - C1138ACD Buenos Aires República Argentina Tel: 4305-9510/9597 - Fax: 4305-6552 E-mail: [email protected] www. editorialclaretiana.com.ar

Solo la necesidad debe hacer emprender la guerra; no hay que librar los combates sino cuando no se pueda hacer la guerra de otro modo. Sun Tse

P refacio

Un tibro a devorar urgentemente para amar la vida ¿Q ué ética del hom bre es reconocida en el m om ento en que las técnicas biom édicas progresan rápidam ente? ¿Q ué debem os pensar de la evolución de la población mundial? Estas dos pre­ guntas, fundam entales para com prender nuestro tiem po, están estrecham ente ligadas, porque aquellos que se preocupan p or el núm ero de hombres acaban p or aceptar procedim ientos no humanos, p or no decir inhumanos. M ichel Schooyans, profesor de la Universidad de Lovaina, tiene el gran m érito de descifrar para nosotros los hilos com ple­ jos que perm iten com prender lo real. L o hace con una especie d e gen io d e la pedagogía, que le perm ite p on er al alcance de cualquiera tem as em inentem ente com plejos. En efecto, ante cuestiones dem ográficas, el ciudadano com ún y corriente podría decir que él no puede entender nada y que, d e todos m odos, hay expertos para ocuparse de ello. Igualm ente, ante los proble­ mas d e bioética, podría decir que no tiene ninguna idea de ellos, que no entiende nada de esas cuestiones enredadas, que p or lo tanto no tiene p or qué enredarse en ellas ya que, p or otro lado, existen com ités d e ética para decidir. A h ora bien, precisam ente desde que el hom bre abandona a otros su libertad d e ser y d e pensar, abre el cam ino a una deriva totalitaria que a la larga podría llevar a la desaparición del con­ junto de la humanidad. 7

M ichel Schooyans perm ite al hom bre recuperar el ejercid o de su m isión de hom bre, ser dotado de libertad, aportándole una p ed agogía sobre el tem a de Bioética y Población. El autor pro­ cede para ello p or m edio de un ju ego d e preguntas y respuestas. C ada una de las 146 preguntas recibe una respuesta sintética. L a calidad del libro es realzada por la clasificación m uy ju icio­ sa de las m aterias tratadas, que el autor aborda de este m odo sucesivam ente: el niño no nacido, la mujer, la violación, la euta­ nasia, el cuerpo, sin olvidar exam inar el punto d e vista político y el papel discutible de ciertos organism os internacionales. Las indicaciones bibliográficas abren otras vías al lector que desea profundizar un punto en particular. Un índice tem ático perm ite ubicar los desarrollos relativos a tal o cual palabra clave. El procedim iento de presentación del libro hace prácticam en­ te im posible la realización de su resumen, ya que se siente que cada respuesta corta es la síntesis de numerosos años de trabajo, d e reflexión y de encuentros. Algunos puntos, sin em bargo, m erecen ser especificados. Por ejem plo, cuando el profesor Schooyans muestra cóm o el hom bre d ebe saber decir no, saber oponerse a los consensos falsos. “Tam poco nos dam os cuenta d e que lo que nos salvó del nazism o fue que algunos resistentes desobedecieron algunas leyes porque eran inicuas’’ (pregunta 73). Aún en la actualidad, la ley que es impuesta por el poder de una m ayoría electoral no es forzosam ente justa si es contraria al corazón del hom bre. L a dem ocracia no es, pues, el p od er ejercido p or aquellos que son cuantitativam ente - o m ediante el ejercicio d e leyes dem asiado hábiles- m ayoritarios, sino que existe sólo en una sociedad don de reina “ el derecho de tod o hom bre a vivir en la dignidad” . D e esto resulta que ciertas políticas - y en particular ciertas p olí­ ticas d em ográficas- puestas en marcha en países considerados com o dem ocráticos, o impuestas al extranjero p or países sem e­ jantes, son d e hecho profundam ente antidemocráticas. Dichas 8

políticas se fundan, p or otro lado, sobre ideas erróneas. Este autor muestra que, contrariam ente a lo que se escucha a m enu­ d o en los m edios de com unicación masiva, los riesgos de en ve­ jecim iento, incluso “de im plosión dem ográfica” , son claram ente más reales que el tem or a la “bom ba dem ográfica” , form ulación que confunde los efectos y las causas, y que no corresponde a las realidades científicas. En definitiva, M ichel Schooyans expone de m anera magistral que es deber del hom bre prom over el respeto a la vida. Ningún argum ento expuesto para justificar que se frene esta regla es sostenible, aunque este argum ento sea económ ico, social, factual o bien m oral, político o filosófico. La elección de la Vida - Bioética y Población nos proporciona tod o lo que justifica la vocación del hom bre a sim plem ente am ar y defender la vida.

G érard- françois D umont

Profesor de la Sorbona

9

P resentación

El problem a m ayor del siglo XIX, en los planos m oral, social, econ óm ico y político, fue la miseria inm erecida de la clase obre­ ra, al que hay que agregar la explotación colonial. El problem a m ayor de nuestro tiem po, en los mismos planos, es aún más grave que el del siglo XIX. Se trata del desprecio inm erecido del cual la vid a humana es víctim a en todo el m undo. Este problem a ha sido claram ente planteado desde la prim e­ ra m itad del siglo XX. Pero su extrema gravedad se manifiesta sobre to d o desde que asistimos a una cam paña m undial que tiene com o ob jetivo no sólo cortar las fuentes d e la vid a a través de la banalización d e la esterilización, sino tam bién legalizar el aborto y tal vez, dentro de poco, la eutanasia. Esta legalización del aborto es presentada com o la única solución satisfactoria en toda una serie de casos dolorosos o dram áticos. Sin em bargo, com o la experiencia lo confirm a, esta liberalización p rovoca problem as más num erosos y más com ple­ jos que los que pretende resolver. Entre otros, los acontecim ientos que han tenido lugar en la región d e Chiapas, en el sur de M éxico, desde el com ienzo del año d e 1994, deberían hacer caer las anteojeras más opacas. Estos acontecim ientos tienen su causa profunda en la injusticia y las desigualdades de las cuales tom an conciencia los indios de la región d e San Cristóbal de las Casas. Y si las mismas causas pueden producir los mismos efectos, hay que apresurarse en prevenir sem ejantes llamaradas rem ediando las injusticias y las desigualdades. Las campañas de esterilización y de aborto

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m anifiestan en quienes las patrocinan el rechazo a rem ediar unas y otras. Cuando las víctimas sean conscientes d e dichas injusticias y desigualdades, la rebeldía se extenderá com o regue­ ro de p ólvora y nada podrá contener la violencia. Por otro lado, nos impresiona ver cóm o la administración del presidente Clinton se preocupó, después del derrum be del bloque soviético, en prevenir la em ergencia de un “nuevo enem igo” actual o sim plem ente potencial. El hundimiento dem ográfico que afecta a toda Europa occidental - y al que el aborto liberalizado no es evidentem ente a jen o - tiene con qué satisfacer los apetitos im pe­ riales de la m etrópoli de allende el Atlántico. Los niños por nacer en Europa están som etidos a un program a de destrucción incluso antes d e que puedan em erger com o “ enem igos potenciales” de una Am érica obsesionada por su seguridad y su expansión. H em os discutido estos problem as en detalle en dos obras,

llen jeu politique de l’avortement y La dém e totalitaire du libéralisme. En continua­ ción con estas dos obras, proponem os aquí un argumentado am bas pu blicadas en París en 1991:

destinado especialm ente a todos aquellos que necesitan un instru­ m ento práctico con miras a los debates en los que participan. Vamos, entonces, a examinar aquí, en términos simples, algunos de los argumentos que son a menudo expuestos en las discusiones a propósito del respeto a la vida. Estas discusiones remiten a preguntas fundamentales de bioética, pero serán consideradas a la luz de los fenóm enos demográficos actuales. Este examen nos llevará mucho más allá de la discusión acerca de la liberalización del aborto. Para la presente traducción española, com pletam os las res­ puestas a varias cuestiones. Sobre todo, querem os agradecer efusivam ente a la Dra. Beatriz de G ob b i que, con exim ia com ­ petencia, realizó esta traducción con ejem plar fidelidad a la letra y al espíritu del autor.

MS. Louvain-la-Neuve y México, DF; 1994. 12

I n d ic a c io n e s

de lec tu ra

• En el cuerpo del texto, el lector encontrará frecuentem ente la indicación “ (cf. + núm ero)” : así podrá referirse a otra pre­ gunta que com pleta el tem a tratado.

Ejem plo: en la respuesta a la pregunta n. 1, (cf. 59) significa que el lector encontrará en la pregunta n° 59 un com plem en­ to a la respuesta n° 1. 13

C

a p ít u l o

1

Introducción

1. ¿En materia de aborto, los cristianos no quieren impo­ ner su moral a los demás? Los cristianos no tienen el m onopolio de la defensa de la vida humana. El respeto de toda vida humana es un precepto fun­ dam ental d e m oral universal proclam ado en todas las grandes civilizaciones, y es el tejido de toda sociedad dem ocrática. Si ese derecho a la vid a no es respetado y protegido, todos los dem ás derechos están am enazados (cf. 59). El ejercicio d e la libertad requiere el respeto d el derecho a la vida. En Bélgica, p or ejem plo, la ley de 1867, que reprim ía el aborto, fue votada bajo un gobiern o liberal hom ogéneo; los cristianos se encontraban en ese m om ento en la oposición.

2 . ¿Se tienen datos sobre el número de abortos en el m undo? Los datos a este respecto son más numerosos actualmente que hace veinte años, pero deben ser acogidos con reservas. Esto obedece, en prim er lugar, a la dificultad en recolectarlos. Además,

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según las tesis a demostrar, estos datos son inflados o disminui­ dos. D e todos m odos, son hasta cierto punto inverificables. Según los datos de la Organización Mundial de la Salud (1990), habría actualmente entre 40 y 60 m illones de abortos p or año en el m undo.1 Incluso, si estas cifras son p oco seguras deben hacer reflexionar. Cuarenta millones es el número aproxim ado de los muertos de la Segunda Guerra mundial. Cuarenta m illones de abortos por año es una hecatom be sin precedente en la historia. Es a la vez un desastre dem ográfico y un desastre moral.

1. Ver los tres volúmenes preparados por el Department o f Economie and Social Development de la O NU , Abortion Policies: A Global Reuiew, United Nations, N e w York, 1992. - Sobre el caso de Francia, ver, entre otras, la publicaciones de la Association pour la recherché et l’information démographique (APR D ), 191, rue Saint-Jacques, 75006 Paris. Cf. en particular el expediente colectivo ILenjeu démographique, 1981, especialmente pp. 43 s. La misma asociación publicó en 1979 un Dossier avortement:

les vrais chiffres, con una introducción de Gérard-François D umont sobre “ el d e b e r de informar” (pp. 2 ss.). El célebre demógrafo publicó igualmente dos artículos sobre este problema: “ Le nombre véritable des avortements. On ne doit pas déroger à la vérité des chiffres” , en La Croix-rÉvénement de 3 y 4 de marzo de 1991; y “Avortement: le refus de voir” , en Lhom m e nouveau del 18 de abril de 1993. - Sobre el caso de Inglaterra, ver el estudio de R. W helan, citado en la pregunta 41, nota 2.

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C apítulo 2 E l niño no nacido

3. ¿El niño no nacido es un ser humano? Incluso las leyes que liberalizan el aborto em piezan p or proclam ar el carácter humano del ser que, no obstante, ellas mismas autorizan a m atar en ciertos casos. El artículo 1 d e la ley Veil-Pelletier, en Francia, es de una incoherencia típica a este respecto: “ L a ley garantiza el respeto de to d o ser hum ano desde el inicio d e la vida. Solam ente se podrá atentar a este principio en caso de necesidad según las condiciones definidas por la presente ley” . Este procedim iento es a veces llam ado “táctica de la derogación” : se enuncia un principio indiscutible para enseguida enum erar condiciones o circunstancias en que la ley defin e que este m ism o principio no se aplique (cf. 31, 61, 65). Este procedim iento se encuentra regularm ente en los proyectos y propuestas de ley concernientes a la eutanasia. En el caso del niño concebido, es precisam ente porque es un ser hum ano al que se le quiere im pedir nacer. S e sabe que el ser que se anuncia será pronto un bebé, luego un adolescente y un adulto. Es porque llegará a ser un bebé, un adolescente, un adulto que se lo suprime.

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4. ¿Por qué ciertos partidarios del aborto han puesto en duda el carácter humano del niño no nacido? Los hombres han puesto en duda el carácter hum ano de ciertos seres cada vez que buscaban argumentos para explotar a sus sem ejantes o para exterminarlos2. En la Antigüedad, los esclavos estaban considerados com o cosas, y los bárbaros com o hombres d e segunda categoría. En el siglo X V I, algunos conquistadores veían en los indios “bestias con apariencia humana” . Los nazis consideraban que ciertos hom bres eran subhombres. A estas clasificaciones arbitrarias, dictadas p or los am os, correspondían discrim inaciones reales y estas, a su vez, “ legitim aban” la explotación o la exterm inación (cf. 32).

5 . ¿L os p rogresos de la biología perm iten p o n e r en duda el carácter humano del niño antes de su naci­ m iento? En m edicina veterinaria, nadie se pregunta si un em brión d e perro está anim ado p or una vida felina, ovin a o bovina. El producto de la procreación humana es un ser humano. El carácter hum ano del em brión, resultado del encuentro d e un hom bre y una mujer, ha sido puesto en discusión solo p or aque­ llos que querían fabricarse premisas para “justificar” el aborto o los experim entos sobre los em briones (cf. 69). Por otro lad o es significativo y revelador que algunos parti­ darios d e la fecu ndación in vitro con transferencia d e em b rio­ nes (F IV E T ) se digan m oralm ente preocu pados p or la suerte

2.

Sobre el carácter humano del niño no nacido ver Jérôme

concentrationnaire, Paris, Ed. L e Sarment-Fayard, 1990.

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Lejeune,

Ilenceinte

de los em briones que perm anecen in vitro y no trasplantados

in vivo3.

6. ¿Se justifica el aborto cuando el niño que se espera no es deseado? a) N o se dispone de ningún criterio para decir si un niño deseado será feliz o si un niño no deseado será m al querido o desdichado. N o faltan niños imprevistos que son bien queridos; hay niños deseados que son desdichados. Los verdugos de niños desean tener hijos. Adem ás, hay que hacer notar que, incluso si ha sido deseado, el niño que sobreviene hace siempre correr un riesgo, e incluso innum erables riesgos, a sus padres y a la sociedad. Tam poco hay que olvid ar qu e un niño deseado antes d e su nacim iento puede ser percibido com o indeseable una vez que ha nacido, sea a causa d e su evolución (delincuencia p or ejem plo), sea a causa d e la evolu ción de sus padres (desavenencia p or ejem ­ p lo). S e im pone, entonces, una educación a la acogida. b ) A greguem os que en algunos m eses d e em barazo, la psi­ cología d e la m adre pasa casi siempre d e la contrariedad a la aceptación, y d e la aceptación al amor. El d eseo del hijo no se hiela en el estadio en que tom a form a al inicio del em barazo; progresa, m adura. N osotros no fuimos, probablem ente todos deseados; p ero estam os seguros de haber sido acogidos. 3. Examinamos los problemas morales planteados por la FIVET en Maîtrise de la vie,

domination des hommes, Paris, Ed. Lethielleux, 1986; ver especialmente pp. 53-100. Ver también Dr. Philippe

Gauer, Le

choix de ¡’amour. Diagnostic anténatal, Paris, Ed.

Téqui, 1989. Benoît B ayle consagró su tesis de Doctorado en Medicina (Facultad de Medicina Cochin Port-Royal, Paris, 1992) a La destruction de l’embryon humain dans

la société contemporaine. Después de pasar revista al aborto, el dispositivo intrauterino, la anticoncepción, la esterilización femenina y la procreación medicalmente asistida, el autor se interroga sobre la “sociedad embrionicida” y propone una “ contra revolución sexual” basada sobre el respeto al embrión humano.

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Adem ás, la estructura natural de acogida, para el niño, es la

pareja unida, don de dos seres humanos constituyen una fami­ lia, es decir form an un proyecto que com porta duración, fide­ lidad, confianza, para hacer frente, juntos, a lo im previsto (cf. 63). T od o un clim a d ebe ser desarrollado en la sociedad, que, dem asiado a m enudo, disuade a las parejas d e proyectar y de procrear, o que culpabiliza a los que tienen hijos.

7. ¿N o es acaso el hijo deseado el fruto de la paternidad responsable? L a única paternidad digna del hom bre es la paternidad res­ ponsable (cf. 121). N ad ie lo p on e en duda. S e im pone, p or lo tanto, cierta planificación de los nacim ientos a todas las parejas. Pero, ¿qué significa esta planificación? ¿Se trata de dom inar totalm ente la fecundidad por todos los m edios: anticoncepción radical, aborto d e “desquite” , esterilización, eutanasia d e niños discapacitados? D e hecho, si se admite que pueden eliminarse todos los indesea­ bles, la sociedad humana se destruye. Si no se admite la presencia de los otros con sus diferencias, la vida en sociedad se vuelve infer­ nal, según la definición de Sartre: “El infierno son los otros” 4.

8. Frente a las técnicas de procreación médicamente asistida, ¿no es acaso normal que los padres exijan un niño de calidad perfecta? Es la m ism a lógica que lleva a acoger al niño sólo si es desea­ d o y a querer a un niño sólo si es de “ calidad perfecta” . En los dos casos, el niño no es querido p or sí mismo; solo es querido en 4. Jean-Paul S artre, A puerta cerrada, París, 1944.

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¡a medida en que satisface el deseo de la pareja. Si no es desea­ do, el anuncio d e su llegada se op on e el d eseo de la pareja. Si no es perfecto, el niño anunciado no responde a la expectativa de la pareja (cf. 122). En los dos casos, la vida del niño queda en suspenso: su vida y su muerte quedan a la entera discreción de los que lo desean.

9. ¿C óm o el deseo de

un niño de “buena calidad” con­

duce al aborto? C uando se plantea com o principio que un ser puede ser adm itido a la existencia porque es objeto de deseo, se plantea necesariam ente que un ser puede ser p rivad o d e la existencia

porque no es ob jeto d e deseo. El niño no d eseado puede ser elim inado p or el solo m otivo de que no es deseado. El niño no conform e a la calidad que se requiere puede tam bién ser elim inado p or el solo m otivo d e que no presenta la calidad que se requiere d e él. Esto es lo que explica que las “ indicaciones” del aborto tien­ den a diversificarse y a multiplicarse. L a multiplicación d e las indicaciones “ eugenésicas” u “ortogenésicas” de aborto son el corolario de una visión que reduce al niño a un objeto de deseo.

10. N o s hemos vuelto sensibles a la calidad de la vida. Muchos niños concebidos serán desdichados

y no

tendrán una vida de calidad. El aborto previene este problema a)

y lo resuelve.

Pu ede haber algunas razones para pensar que el contexto

en el cual vivirá no es favorable a la felicidad de tal niño p or nacer. Ante esta interrogación uno puede preguntarse cuál es 21

la solución

más humana:

¿suprimirlo o esforzarse p or crearle

m ejores condiciones de existencia? b) L a proposición exam inada parte del presupuesto siguien­

la vida solo vale la pena de ser vivida a partir de un cierto umbral de calidad. Es evidente que estam os aqu í en el cam po

te:

de lo subjetivo integral. ¿Q ué es esta calidad d e vid a y d ón d e se sitúa este umbral? Estaremos de acuerdo en que lo que hace la felicidad de uno no hace la del otro, y que Pedro logra sonreír allí don de Pablo piensa en el suicidio. c) Si es legítim o matar a un ser hum ano porque corre el riesgo d e ser tan pobre que su vid a y a no m erecería ser vivi­ da, entonces es legítim o tam bién matar a todos los que, desde ahora, m ueren de hambre. N ad ie se atrevería, evidentem ente, a sostener esta consecuencia, sin em bargo, rigurosa. El vicio del

la solución de la pobreza no es suprim ir al pobre sino compartir con él (cf.136). razonam iento aparece así con toda claridad:

d) Nuestra sociedad nunca ha sido tan rica. Bastaría una polí­ tica bien pensada, bien aplicada y bien controlada de ayuda a la m aternidad para que todo niño al nacer disponga materialmente d e lo más indispensable para asegurarle una existencia digna.

11. En nombre del derecho a la calidad de la vida, ¿no se debe negar la vida a un ser destinado al sufrimiento o a una malformación? L a m ayor am enaza que pesa sobre la salud es la d e perder la vida. N o hay que identificar la

la vida

vida

humana y la

calidad de

hum ana (cf. 23). Estas dos nociones no se encuentran

en el m ism o plano, un p oco com o no se encuentran en el m ism o plan o la dem ocracia y las cualidades (o los defectos) d e la dem ocracia. Se está en régim en dem ocrático o se está, p or ejem plo, en régim en totalitario. El hecho de que se esté en régi22

men dem ocrático no im pide que este régim en contenga d efec­ tos. Estos defectos, hay que combatirlos, pero el p eo r m edio de com batirlos sería destruir la dem ocracia (cf. 40, 5 9 ). Enlazamos aquí con la pregunta exam inada en el n° 42. D el m ism o m odo, si un niño es discapacitado o un anciano está postrado, ellos están vivien do siempre una existencia huma­ na. Su enferm edad no aporta ninguna m odificación intrínseca a este dato d e base. Eso significa que los derechos del hom bre son inherentes al ser hum ano

porque

él v iv e una existencia

humana.

Este carác­

ter hum ano está netam ente inscrito en su cuerpo: la existencia humana com porta una dim ensión corporal que le es esencial. H ablar d e las cualidades físicas o sicológicas de este hom bre no tiene sentido más que relativam ente a esta existencia. Relativa­

mente a significa que sólo se hable de cualidades en relación con una existencia real, en dependencia de esta.

12. Cuando el niño esperado padece una malformación, ¿no sería m ejor recurrir al aborto para ahorrarle una vida indigna del hombre? a) Esta pregunta se une a una pregunta precedente (cf. 11). Ante un discapacitado, ¿cuál es la solución más humana: supri­ m irlo o ayudarlo a llevar la m ejor existencia posible teniendo en cuenta sus capacidades (cf. 15)? Si la m adre y/o si la fam ilia no sienten la fuerza de asumir esta situación, ¿debe la sociedad llevarlos a una solución desesperada al dejarlos cargar solos el peso o p or el contrario procurar ayudarlos?5

5 . Ver el bello libro de Jérôme L ejeune y Geneviève P oullot, Maternité sans frontières, Paris, Ed. VAL, 1986.

23

b) L o que es trágico es que en ciertos m edios el niño es reba­ ja d o a ob jeto de consumo: se lo quiere para darse gusto (cf. 37). Es com o una vid eo grabadora o un coche: si “ aquello” gusta, se lo tom a; si no, se aborta. El niño que padece m alform ación es, sin em bargo, m iem bro en p len o derecho de la especie humana; m erece vivir com o tod o ser humano. Si se lo elim ina a causa d e su m alform ación, se elim inará a aquéllos que no tienen el color de piel o el sexo esperados. En pocas palabras, no es el niño discapacitado quien no es deseado; es su discapacidad. c) Tom em os el ejem plo de las personas trisómicas, i.e. con el síndrom e de Down. ¿Con qué derecho decidir que serán desdi­ chados? Si interrogamos a sus padres, la aplastante m ayoría de ellos dice que estos niños son felices: que pasan al lado d e lo que suele ser un problem a para la gente “norm al” . Más aún, la m ayor parte d e estos padres se dicen felices d e su hijo, del que casi siempre cuidan los hermanos (cf. 13). Se ha visto incluso a niños trisómicos ser la causa del acercam iento de parejas oscilantes. Se ha visto tam bién a un niño reducido a una vida vegetativa transform ar totalm ente la vid a de sus padres, quienes, acogién­ d olo d e to d o corazón, dedican actualmente toda su vid a para que ningún niño sea rechazado... d) Esta pregunta se une tam bién a las anteriores en el sen­ tido en que podem os interrogam os sobre lo que hace que una existencia sea digna del hombre. Por cierto, hay casos trágicos y vidas a las cuales, con vista humana, es difícil encontrar un sen­ tido. Pero, ¿no es acaso dem asiada presunción declarar que sólo porque no lo vem os, dicho sentido no existe? ¿Acaso aquello no revelaría una opción intelectual y m oral que no puede justificar­ se racionalm ente hasta el final? Y además, ¿dónde se pondrá el umbral a partir del cual la existencia es indigna d el hom bre? En Francia se aconsejó a una m ujer abortar ¡porque el niño que portaba corría el riesgo de ser estéril! 24

13. Et diagnóstico prenatal permite detectar a los bebés con síndrome de Down. Ante este progreso de la ciencia, ¿se tiene derecho a dejar vivir a un niño que será una cruz para sus padres y cuya vida no alcan­ zará jamás su plenitud? ¿C onocen ustedes al célebre bajo Ruggero Raim undi? El 23 de noviem bre de 1989 contaba una cosa sorprendente a la

Radioscopie de Jacques Chancel6. Fuera del teatro, Raim undi no canta nunca. S ó lo hace una excepción: canta para su cuarto hijo, Rodrigo, que “nació con un crom osom a d e m ás” . A h ora bien, a este p equ eñ o trisómico, los Raim undi -p ap á, m am á y los tres herm anos m ayores- lo aceptaron, acogieron. “ Para mi esposa y para mí, ahora R odrigo es un regalo de Dios. Un don ✓

del cielo. El nos perm itió descubrir profundidades del alm a que no sospechábam os en nosotros [...]. Tesoros que en las circuns­ tancias norm ales de la vida no vem os, porque pasam os al lado” . Y con su sensibilidad de artista, Raim undi agregaba: “Todavía hoy, m ucha gente, cuando oye la palabra Down piensa que hay que rechazarlos, no dejarlos nacer o recluirlos en hospitales, en lugares especiales. C reo que es un error espantoso. A los niños trisóm icos hay que m antenerlos en el am biente familiar. H ay que am arlos, envolverlos de afecto. El am or que ustedes les dan, ellos se lo devu elven al céntuplo, ¡infinitamente! Ustedes no pue­ den im aginar mi felicidad cuando regreso con R odrigo y canto para él. El está allí, m e sonríe, m e abraza, sin term inar más. Es indescriptible. R odrigo es extraordinariam ente afectuoso. Sin duda porque se siente aceptado tal com o es...” .

6 . Bajo el título “ Pavane pour un enfant divin” , Yvonne S omadossi consagró una magnífica carta a esta emisión en Le Soir (Bruselas) del 20 de diciembre de 1989.

25

C apítulo 3 L a mujer: esposa y madre

14. ¿La m ujer no es dueña de su cuerpo? S alvo en las regiones en don de subsiste la esclavitud, ningún ser hum ano p u ed e convertirse en la propiedad d e otro (cf. 34), o el ob jeto del derecho de otro. A h ora bien, el niño no nacido no es un órgan o de su m adre; es un ser único, distinto, con su individualidad genética propia. Este ser único seguirá una evolu ción original, sin solución d e continuidad. L a m ujer no puede disponer d e la existencia de este ser d e la m anera en que el pater familia rom ano, en un m om ento dado, disponía de sus hijos. A q u í hay una cuestión previa que aclarar: hay que saber hacia qué sociedad se desea ir, qué sociedad se quiere p ro ­ m over. ¿Se d esea una sociedad que acoja a todo ser humano, desde que su presencia es discernible, o bien una sociedad qu e restaure el p rivilegio de los am os e incluso la prerrogativa, para estos, d e disponer d e la vida d e los dem ás? Este últim o tip o d e socied ad reposaría sobre bases m uy diferentes d e las que inspiran a las sociedades dem ocráticas (cf. 17, 4 2 ); en ellas se adm itiría qu e todos los seres humanos no son igualm ente respetables.

27

15. Una vez que la mujer ha optado por el aborto, ¿no hay que respetar la decisión que ella ha tomado? Si tengo ante m í a alguien que vien e a decirm e que quiere suicidarse, pu edo adoptar dos actitudes. L a prim era consistirá en ayudarlo a ejecutar su decisión. L a segunda consistirá en tratar de com prender los problem as que llevan a este hombre al suicidio, y ayudarlo a resolverlos, así, entonces, disuadirlo del suicidio. L o mismo, frente a la voluntad de abortar. C om o se coincide en reconocer, el suicidio y el aborto -a s í com o la eutanasia- tienen esto en común: es que son siem pre un fracaso. A h ora bien, uno se esfuerza por evitar un fracaso (cf. 109).

16. ¿El derecho de abortar, el derecho para las mujeres de disponer libremente de su cuerpo, no es una reivindicación esencial del feminismo? El colm o del “machismo” es que los hombres se apoderen de la inteligencia y la voluntad de las mujeres llevándolas a conver­ tirse en ob jeto d e consum o sexual. a) Este m ism o “ machismo” , interiorizado p or las mujeres inclina a estas a desear su “ horm onización” , su mutilación, e incluso su “desm aternización” , es decir la neutralización de su inclinación maternal. Ya, en ciertos m edios, ocurre con la esteri­ lización lo que, en algunos países d e A frica o d el M edio Oriente, con la excisión: ¡las mujeres que están esterilizadas acaban por señalar con el d ed o a las que no lo están! b) B ajo la presión del m ovim iento neo-maltusiano, las m uje­ res del siglo X X han renunciado a la “ ventaja com parativa” que tenían desde el umbral de los tiem pos en relación con los hombres. En efecto, desde que el m undo es mundo, las mujeres guardaban el secreto de la fecundidad. En el curso del presente 28

siglo, han consentido en renunciar a este privilegio y en alienar­ se. Com parten con los hombres la conducta d e su fecundidad o abandonan a estos el cuidado de dom inarla.

17. Una ley que castiga el aborto es odiosa para la mujer y desconoce sus derechos. Las leyes que reprimen el aborto no cuestionan de ningún m odo los derechos d e la mujer, sino que pon en d e relieve el derecho a la vid a del niño concebido, derecho que se le esca­ m otea h oy en día. L o que afirman estas leyes es que nadie puede disponer de la vid a d e un inocente (cf. 60). Estas leyes, sim plem ente aplican el principio general característico de toda sociedad dem ocrática: la igualdad de derecho de todos los seres humanos en cuanto a la vida. Por consiguiente, el carácter penal de estas leyes es solo la consecuencia de un derecho anterior, inalienable, del niño no nacido. Es la violación de este derecho lo que llam a y justifica una sanción penal.

18. ¿La democracia, p or tanto, solo es posible mediante un mínimo de moralidad política? En toda sociedad, es preciso que la gente sepa lo que favorece la vida juntos y lo que la obstaculiza. L a deshonestidad obstaculiza la vida en buena sociedad; hay que decir lo mismo de la violación. Sucede lo mismo en lo que concierne al homicidio, sobre todo cuando la víctima no puede defenderse. La ley no puede impedir la transgresión; pero la sanciona; debe sancionarla. En una sociedad democrática, puede haber circunstancias atenuantes o agravantes al hom icidio o a la violación, pero nadie tiene el derecho de violar, ni el de matar a un inocente. El aborto no puede ser considerado 29

com o un derecho de la mujer. N o es porque la ley dice que la viola­ ción y el asesinato son crímenes o delitos por lo que estas acciones odiosas se convierten en crímenes o delitos. Es porque estas accio­ nes son odiosas por lo que la ley las castiga.

19. ¿La liberalización del aborto no debe ser conside­ rada com o una etapa importante en el largo camino de las mujeres hacia su liberación? a) C on los niños no nacidos, las grandes víctim as del aborto son las mujeres, heridas en su cuerpo y en su alma; los grandes beneficiarios de los abortos, son los hombres y los que sacan un p rovech o financiero o de otro tipo d e esas operaciones7. L a reivindicación del aborto liberalizado, e incluso libre sin más, pon e dram áticam ente en evidencia las tendencias falocráticas de nuestra sociedad (cf. 27). b) Esta reivindicación muestra una vez más que las mujeres pueden hacerse cóm plices objetivos de los hombres que se las ingenian para explotarlas. Es en efecto p or una horrorosa para­ d oja qu e las mujeres se asocian a esta reivindicación. Son en efecto hom bres los que, insidiosam ente, anteponen pretendidos “derechos” d e la m ujer mientras que ellos intentan m antener sobre ella su insensible dom inación.

2 0 . ¿La dignidad de la mujer, no es ella más honrada cuando se le reconoce el derecho de abortar? L a liberalización del aborto marca una regresión grave en la bús­ queda paciente de las mujeres para hacer reconocer su dignidad.

7 . Sobre el traumatismo del aborto, ver Susan M. S tanford, Une femm e blessée, París,

Le Sarmení-Fayard, 1989.

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Gracias a esta liberalización: - los hom bres crean condiciones que les perm iten disponer a su conveniencia, cuando quieran, de cualquier mujer; - se descargan de toda responsabilidad con respecto al niño que hayan p od id o engendrar; - se exim en de prom over m edidas que m ejoren la situación de la m ujer en la sociedad; - las mujeres se convierten en objetos explotables a quienes, a veces, la esterilización es ofrecida - o im puesta- de yapa; - se exacerba en ellas un conflicto, am pliam ente a vivad o p or los m edios d e com unicación, entre trabajo, consumo, entreteni­ m iento y m aternidad.

2 1 . ¿La liberalización del aborto concierne a ciertas categorías particulares de mujeres? Estudios realizados muestran que son sobre tod o las mujeres solas y las adolescentes las que recurren al aborto. a) En Inglaterra, en 1978, 65% de las mujeres que abortaron eran solteras, viudas, divorciadas o separadas. El fen óm en o no es p rop io de Inglaterra; tam bién se encuentra en Francia. b) L a experiencia muestra, en particular, cuánto la liberaliza­ ción del aborto causa estragos entre las adolescentes, entrega­ das sin defensa, desde la aurora de su vida de mujer, a todas las explotaciones, a las degradaciones y a las hum illaciones8. En 1978, en Inglaterra 2,6 % de las mujeres abortadas tenían m enos de 16 años. c) L a reflexión sobre la liberalización del aborto revela así, no solam ente la vulnerabilidad extrema del niño sino, más aún, 8. Cf. el capítulo XIII.

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la vulnerabilidad extrem a de la mujer en la sociedad. Por vía de consecuencia, aparece la necesidad im periosa de no desligar, en las discusiones, la prom oción integral d e la m ujer y la protección del niño p or nacer.

2 2 . ¿El aborto no proporciona, a pesar de todo, cierto alivio al desamparo de las mujeres? D ejando a un lado el caso aterrador d e mujeres que sacrifican su hijo porque lo consideran com o un obstáculo a su carrera, a sus vacaciones o a sus placeres, las futuras madres angustiadas esperan que se les ayude y no que se m ate a su hijo. N o es, p or otro lado, suprim iendo un niño p or nacer que se m odifica la situación d e angustia de la mujer (cf. 28). L a m ayoría de las mujeres que recurren al aborto son mujeres solas. L a encuesta ya citada, llevada a cabo en Inglaterra, revela que 65 % d e las mujeres que abortaron legalm ente eran solteras (cf. 21). ¿El aborto resuelve el problem a de su soledad? ¿Acaso no lo agrava a largo plazo? H ay que darse cuenta d e que el aborto liberaliza­ d o dispensa a la sociedad de ayudar a la m ujer en dificultad. En su dram a, esta soportará sola el desgarram iento d e su cuerpo y de su alm a; ella será reenviada más lastim ada todavía a su sole­ dad. Pues -p a ra no hablar del rem ordim iento- existe en cierto m od o la angustia “ corta” , que inclina a considerar el aborto, y la angustia “ larga” que repercute después del aborto. D e ahí que haya que tom ar m edidas, previam ente a toda otra consideración, con miras a ayudar a las mujeres en dificultad y a asegurar a estas mujeres, cuando ellas están em barazadas, un “acom pañam iento” discreto, eficaz y caluroso. Es así que ellas podrán llevar su em barazo a térm ino en las m ejores condiciones posibles, con la perspectiva de confiar su hijo a padres adopti­ vos, si ellas lo desean (cf. 111, 113). En fin, uno d e los dramas 32

del m undo actual es que hay dem asiados niños sin padres y dem asiados padres sin hijos (cf. 124).

2 3 . Cuando el desamparo de la mujer

es extremo, ¿el

aborto no puede, sin embargo, ser considerado como un mal menor? a) L a moral común y el sentido común tienen com o máxima que entre dos males inevitables, hay que escoger el menor, y que el fin no justifica los medios, es decir que no se puede hacer un mal para obtener un bien (cf. 24). Esta máxim a muy simple se aplica ciertamente aquí. N o se puede matar a un niño con la esperanza de que eso m ejore la situación de su madre o la de la sociedad. b) 0 argum ento según el cual habría conflicto de valores tam­ p oco se aplica. L a vida es, en efecto, el prim ero de los bienes, el prim ero d e los valores que condiciona el acceso a todos los otros valores. El derecho a la vida del niño viene antes que todos los derechos que tiene su madre en relación con los otros valores.

2 4 . ¿Q ué hacer cuando la vida de la madre ylo la del niño están en peligro? Se trata de un problem a que felizm ente se ha vuelto rarísimo en la práctica. Las preguntas a este respecto son, no obstante, muy frecuentes. ¿A qué principios nos podem os remitir? a) Una intención buena no alcanza para cam biar el valor m oral d e un acto. Más simplem ente: el fin no justifica los medios. Así, no se puede ejecutar a un inocente con el fin de salvar a la Patria. Salvar a la Patria es un fin bueno, p ero esta bondad del fin no justifica que en ello se ejecute a un inocente. Las circuns­ tancias tam poco bastan para cam biar el valor m oral de un acto. 33

Pueden a lo sum o atenuar o agravar la responsabilidad del que lo realiza. b) El principio de solución a esta cuestión es simple: no se

escoge entre la vida de la m adre y la del niño. N o se puede sacrificar una vid a inocente a otra. N o obstante, haciendo todo lo que se puede para salvar a la m adre y preservar la vid a del niño, este puede perecer a causa de la intervención. L o que se quiere p or encim a de todo, es salvar a los dos, pero, haciendo tod o lo que, humanamente, es posible, puede ser que se llegue a una consecuencia no querida: que el niño muera. c) Q uerer provocar la muerte, incluso indirectam ente, de un inocente no puede nunca ser lícito, aun con un fin no obstan­ te bueno, p or ejem plo salvar a la m adre. Puede sin em bargo ocurrir que una acción, incluso buena, com o curar a la m adre de un cáncer, pueda causar una consecuencia desgraciada, no querida ni deseada, en este caso, la m uerte del niño que porta esta m adre. d ) En resumen, puede suceder que tratando lealm ente de salvar a alguien, hagam os una víctim a. Estamos en presencia de una situación similar a cuando buscamos las víctim as de un derrum bam iento. L o que se quiere hacer, es en prim er lugar salvar a to d o el que pueda serlo. Cuando se realiza un acto que tiene un doble efecto, un efecto positivo y un efecto negativo, no se quiere jam ás el efecto negati­ vo, nos resignamos a él; no se lo desea; se lo tolera (cf. 23).

2 5 . ¿Prom over a la mujer en la sociedad incluye, enton­ ces, prevenir el aborto? L a m ujer es la que reconoce, la prim era, en su carne la pre­ sencia d e un nu evo ser humano. Es ella quien, la prim era, es 34

invitada a acogerlo librem ente. Es ella quien, la prim era, p rop o­ ne a los dem ás que lo acojan tam bién9. P rom over la dignidad de la mujer es, p or tanto, tam bién revalorizar el papel irrem plazable de la m adre en la sociedad. En lugar d e culpabilizar a las que tienen hijos o d e explayarse en discusiones bizantinas sobre la existencia o la no existencia del instinto m aternal, se deben crear condiciones en las cuales las mujeres tengan realm ente la posibilidad d e ser madres, incluso si ellas no quieren o no pueden renunciar a su profesión.

9. Cf. Mane H endrickx,

“ Quelle mission pour la femme?” , in Louuain (Louvain-la-

Neuve), n° 4, abril 1989, pp. 15 y s.

C apítulo 4 L a violación

2 6 . ¿El aborto no se justifica en caso de violación? ¿Se rem edia una injusticia grave com etiendo una injusticia aún más grave? L a m ujer violad a d ebe ser m ejor defen dida p or el p od er judicial, que d ebe disuadir a los posibles violadores. Por otra parte, el aborto induce un com portam iento p o co respetuoso de la m ujer y con eso conduce a banalizar la violación (cf. 27 ss.).

2 7 . A n te el número de violaciones, la posibilidad de abortar es una seguridad para la mujer. En 1990, hubo cien mil violaciones en los Estados Unidos. Eso representa 6% de aum ento con relación al añ o precedente, y 12 violaciones p or hora... La liberalización del aborto crea una m entalidad d e violencia en donde el más fuerte tiene el derecho para sí, y en d on de el más débil no puede resistir al más fuerte. D e ese m od o conduce a banalizar la violación. Es p or eso que, de m anera general, esta liberalización tiende inevitablem ente a expon er aún más a las mujeres al dom inio d e los hombres, principales beneficiarios de estas legislaciones (cf. 19). 37

Podem os tam bién citar la historia de una jo v e n llegada a B élgica sin grandes recursos. Antes de dejar su país natal había sido violada; qu edó em barcada y d ecid ió conservar al niño. El violad or sigue suelto. A h ora bien, algunos años después, esta m ujer encontró al hom bre de su vida; se casó y su esposo incluso recon oció al niño del cual no era sin em bargo el padre. Después, esta pareja feliz tuvo varios hijos...

2 8 . ¿N o se puede observar que una de las causas fre­ cuentes del aborto, es que el padre no quiere asumir sus responsabilidades con respecto al niño? Este hecho p on e de relieve cierta bajeza masculina y la com ­ placencia discrim inatoria de la ley con respecto a los hombres. Por lo dem ás, más generalm ente, una d e las causas frecuentes del aborto, es que el padre no quiere asumir sus responsabilida­ des con respecto al niño (cf. 19, 27). ¿Es esta una razón para incitar a las mujeres a abortar? L a ley, que d ebe proteger al niño, d eb e igualm ente proteger a su m adre y a toda mujer. Las mujeres en dificultad no esperan que les supriman a su hijo, sino que se las ayude (cf. 22). C on nuestra actitud de acogida, podem os contribuir a hacer de toda m aternidad una fuente de gran alegría.

29. ¿Situaciones excepcionales, como el sida en África, o las violaciones en regiones de guerra, no justifican medidas excepcionales? Ocurre en m ateria de violación un p o co lo m ism o que en m ateria d e sida. L a lucha contra el sida, con su publicidad en todas las direcciones p or el preservativo, sirve a una causa dífe38

rente a la de la salud10. El enferm o de sida es algunas veces con­ siderado m enos com o una persona que necesita ser atendida que com o un ser del cual otros se sirven para librar otra batalla. L o que está en ju ego en esta batalla es el desenfreno m asivo de una juventud d e la cual se abusa física y psicológicam ente; es la transform ación del m undo en un inm enso prostíbulo. D e la m ism a m anera para la violación. A sí com o se v io recientem ente con m otivo de las violaciones com etidas en la antigua Yugoslavia, la lucha contra la violación sirve a otras causas que la d e las mujeres violadas. Las víctim as de la v io ­ lación son consideradas m enos com o personas que deben ser ayudadas que com o seres de los que se sirven para forzar la banalización del aborto. En los dos casos, se hace valer, “no hay cóm o escoger” : aquí, hay “situación d e angustia” ; allá, “situación de urgencia” . L a libertad -s e asegu ra- ya no tiene lugar: hay que inclinarse ante los porcentajes y ante las situaciones. Estas situaciones son tan aprem iantes que súbitamente todo se vu elve perm itido.

10. Ver nuestro artículo “Jean-Paul II et le sida” , en Famille chrétienne, n° 801, 20 de m ayo de 1993, pp. 14-16.

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C apítulo 5

E utanasia

3 0 . ¿C óm o es que la legalización del aborto abre la vía a la legalización de la eutanasia? L a concepción d e la vida humana en la cual se inspiran los partidarios d e la eutanasia es fundam entalm ente la misma que la d e los partidarios del aborto. Am bos consideran que mi vida y la d e los dem ás solo tienen sentido en el placer, el interés o la utilidad (cf. 15). Si el otro obstaculiza m i goce, si m e es inútil, y o pu ed o suprimirlo; si el otro no puede vivir una vid a de placer, su vid a pu ede ser suprimida (cf. 142). Esta últim a observación muestra que existe un vínculo real entre el eugenism o -lla m a d o h oy en día eufem ísticam ente

ortogenism o- y la eutanasia: trátese d e un niño o d e un enfer­ m o, su existencia solo es adm isible si ella no m olesta o si da placer. S e v e con eso que una sociedad hedonista, es decir que m axim iza la búsqueda del placer, d egen era fatalm ente en una sociedad d e violen cia y d e m uerte (cf. 34-39; 142 ss.).

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3 1 . Algunos afirman que se desliza fácilmente del abor­ to a la eutanasia. ¿N o se trata, a pesar de todo, de problemas muy diferentes? a) H ay que constatar un hecho: en los países donde el aborto ha sido legalizado surgen rápidamente proyectos o propuestas de ley dirigidas a autorizar la eutanasia. Además, entre los que militan por la eutanasia, se encuentra gente que ha militado por el aborto. b) S e sabe tam bién que para legalizar el aborto, casi siempre se em pezó p or infringir la ley y desafiar a los jueces, ello a fin de cam biar la ley. Esta táctica del hecho consumado se encuentra a propósito d e la eutanasia: se la practica para enseguida legali­ zarla. Este proceso de legalización sigue un esquem a com proba­ do. Prim ero tím idam ente expresadas, com batidas, perdidas de vista, las proposiciones vuelven a la superficie con una im pla­ cable insistencia. Poco a poco, ablandan a la opinión pública y ponen fin a las reticencias del legislador11. Term inan a m enudo p or “ triunfar” gracias a la “ táctica de la derogación” (cf. 3, 65). c) L a historia contem poránea nos muestra tam bién que los partidarios de la eutanasia utilizaron algunas veces otro recorri­ d o para llegar a sus fines. L a Alem ania nazi, p or ejem plo, había reglam entado el aborto; lo facilitaba para las razas declaradas impuras y se oponía a él para la raza aria. Pero fue sobre todo la esterilización a gran escala que preparó las m entalidades a adm itir la eutanasia (cf. 137).

3 2 . ¿C óm o fue llevada la sociedad alemana a organizar la exterminación en masa? L a id eología nazi fue preparada, en Alem ania, p or teóricos que exaltaban la superioridad d e la raza aria. Esta supuesta 11. Cf. capítulo VIH.

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superioridad, esencialm ente de orden biológico, hace de la raza presentada com o la más fuerte una raza d e señores (cf. 69). Esta raza “superior” , con el “superhom bre” que la caracteriza, está, en lo m oral, más allá del bien y del mal. N os encontram os aquí frente a un vitalismo irracional, cuyo corolario inevitable es el nihilismo y la fascinación p or la muerte (cf. 142 s.). L a sociedad entera está organizada en función de la protección d e la pureza de la raza, siem pre am enazada de degeneración p or los débiles (cf. 55). Es a partir de allí que la Alem ania hitleriana organizó, según criterios discrim inatorios, la esterilización, el aborto, la eutanasia, la “solución final” .

3 3 . ¿Factores económ icos no reforzaron la influencia perversa de este vitalismo irracional? Después de la Prim era Guerra mundial, H indenburg instauró en A lem ania una econom ía forzada, estrictamente reglam enta­ da. L a aplicación de esta reglam entación fue confiada a una red de burócratas omnipresentes. Es especialm ente p or esta vía que el Mariscal abrió el cam i­ no a Hitler, cuyo pensam iento estaba, p or otro lado, lleno de vitalism o irracional. N om brado canciller p or Hindenburg en 1933, H itler encontró a su disposición el aparato burocrático ya instalado para regentear la econom ía. Y aprovechando la orga­ nización que controlaba la vida económ ica, n o tu vo ninguna dificultad para controlar toda la sociedad.

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C

a p ít u l o

6

E l cuerpo disponible

3 4 . ¿Nuestro derecho tendería a acoger una concepción del cuerpo que considera a este com o a una cosa? Históricam ente hablando, nuestro derecho franqueó una etapa decisiva en el m om ento que em pezó a considerar que la persona humana era una unidad infrangibie, indivisible, y que en consecuencia, el cuerpo humano es “ indisponible” . Esta

indisponibilidad significa que el cuerpo no puede ser objeto de una convención, de una transacción, de una venta, de una instrumentalización. L a conciencia de la indisponibilidad del cuerpo alim entó los m ovim ientos que militan para la abolición de la esclavitud12. Adem ás, se considera a justo título que sería un contrasentido reglam entar la esclavitud. Es tam bién la conciencia d e la indisponibilidad d el cuerpo la que se encuentra en el origen de la contestación d e la trata de blancas. Es otra vez esta conciencia la que, desde el siglo XIX, se encuentra en la fuente de las reivindicaciones obreras para m ejores condiciones de trabajo: el obrero no es una m áquina. 12. Estas reflexiones deben mucho a Vincent Bourguet, “Penser l’esclavage aujourd’hui” , en la France catholique , n° 2328 del 8 de noviembre de 1991, pp. 23-25.

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Es esta m ism a conciencia de la indisponibilidad del cuerpo la que es particularm ente afirm ada en ciertos m ovim ientos fem i­ nistas que atacan el m ito de la mujer-objeto. Es sin em bargo esta distinción entre el m undo d e los hom ­ bres y el d e las cosas que algunos vu elven a cuestionar actual­ m ente. Este cuestionam iento es el precio fatal de la concepción estrecha d e la libertad, que reduce el cuerpo a un ob jeto d e placer (cf. 61). Este cuestionam iento resulta tam bién de prácticas d e las cuales se enorgullece la razón técnica. En efecto, varias de estas prácticas tratan realmente

como objetos,

no sim plem ente a los

tejidos o a los órganos del cuerpo, sino a

los cuerpos mismos.

3 5 . ¿Se pueden citar ejemplos que muestren que el cuerpo es tratado com o un objeto? Cuatro ejem plos alcanzan para ilustrar las prácticas que atentan contra de la indisponibilidad del cuerpo. Prim ero, la

fecundación in uitro o fivete

(cf. 5 ), don de el

em brión puede ser dado, vendido, som etido a experiencias, destruido13. Adem ás de la fecundación bién al

bebé donador:

in vitro,

tenem os tam­

un niño es concebido para poder tom ar

de su cuerpo células que serán injertadas en otro14. Adem ás de los bebés donadores, conocem os tam bién a las

doras,

madres porta­

d on de la m ujer se com prom ete a pon er su propio cuerpo

a disposición d e un arrendador y a

entregar,

ven cid o el plazo,

otro cuerpo, aquel del cual ella habrá sido portadora; todo con ciertas condiciones contractuales relativas a los cuerpos com o a 13. Sobre este problema, ver nuestra obra Maîtrise de la aie, domination des hommes , Coll. Le Sycomore, Paris, Ed. Lethielleux, 1986, especialmente pp. 53-100. 14. Ver Le Monde del 18-19 de febrero de 1990 y del 6 de junio de 1991; La Libre

Belgique del 8 de julio de 1991.

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las cosas. En cuanto al aborto, consiste, tam bién, en disponer discrecionalm ente de un cuerpo com o se dispone d e un objeto cualquiera. C on toda evidencia, el principio de la indisponibilidad del cuerpo hum ano es hoy día seriam ente atacado, en la práctica y en teoría15.

36. ¿Cuáles son las consecuencias que resultan del cuestionamiento de la indisponibilidad del cuerpo? En la m edida en que este principio es contestado, y aun rechazado, el cam ino queda am pliam ente abierto a nuevas for­ mas de esclavitud. El niño es considerado com o un “bien” (cf. 12, 97) al cual se tiene derecho e incluso sobre el cual se tiene derecho de vid a y de muerte (cf. 14). El pobre puede ser “ canibalizado” , es decir, considerado com o un vivero d e injertos; sus órganos “frescos” son objeto de un m ercado. A cam bio de cierto precio, el pobre se separa de un órgano de su cuerpo; lo aliena; se aliena; es alienado. En fin, se asiste incluso a una “ganaderización” d e la pobla­ ción humana. Dem asiados cuerpos dañan los equilibrios eco­

lógicos y hay que fijar un número m áxim o para im pedir que, vueltos excesivos, los hombres deterioren el m edio am biente (cf. 137). H ay que, se asegura aun, respetar las leyes de la econo­

mía, y evitar que los hombres, vueltos dem asiado numerosos, perturben el buen funcionam iento del m ercado. En resumen, toda una dinám ica está com prom etida. Ya que estas cosas que son los cuerpos no son personas, se puede dis­ pon er d e ellos, antes com o después del nacim iento. L a gestión 15. Cf. Jean-Louis Baudouin y Catherine L abrusse-Riou, Produire l’homme: de quel droit?

Etude juridique el éthique des procréations artificielles, París, PUF; 1987, especialmente pp. 185-210: “ Du droit des personnes aux droits des biens” .

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del gan ado hum ano debe obedecer a las mismas reglas que las que presiden la gestión de los otros bienes materiales.

37. ¿La liberalización del aborto no es la consecuencia de una nueva percepción del cuerpo humano? U na concepción encogida de la libertad (cf. 61) abre indefec­ tiblem ente la vía a una concepción em pobrecida del cuerpo. A pesar d e las apariencias, asistimos hoy en día a una desvaloriza­ ción d e este. Esta desvalorización es muy perceptible en el fen ó­ m eno de la canibalización: se considera que el cuerpo humano es un reservorio de órganos que se pueden extraer con vistas a trasplantes. Una vez desconectado d e la persona, el cuerpo se vu elve el lugar de la am oralidad. L a corporeidad ya no es per­ cibida com o la dim ensión de la personalidad gracias a la cual el hom bre está situado en el m undo y en el tiem po, y gracias a la cual entra en relación interpersonal con otros sujetos. Esto es particularmente visible en el com portam iento sexual. El cuerpo es reducido a un ob jeto d e placer individual. La relación sexual se banaliza porque se despersonaliza y se vuel­ ve sim ple fuente de placer. Ahora bien, com o esta relación se despersonaliza, las parejas se vuelven intercambiables. L o que cuenta es la variación y la variedad d e los placeres. L a razón individual, que calcula y com para los placeres, es también con vocada para poner a punto las técnicas más acertadas para satisfacerlos. El niño m ism o es percibido según una aritm ética de placeres (cf. 12). Es percibido sea com o un cuerpo que m olesta al cual el aborto pondrá rápidam ente fin; sea com o un ob jeto que da placer a la pareja; sea incluso com o que da placer a uno solo de los dos.

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38. ¿No se corre el riesgo de llegar rápidamente a consi­ derar que el cuerpo es una cosa entre otras? Una concepción despersonalizante del cuerpo conduce forzo­ sam ente a una explotación com ercial de este. L a explotación, directa o indirecta, del placer sexual indivi­ dual se ha con vertido en un poderoso estimulante de la activi­ dad económ ica, científica, tecnológica. Eso es eviden te para la anticoncepción y para el aborto, sobre los cuales velan celosa­ m ente lobbies especializados e incluso la m afia. Según el Fondo de las N aciones Unidas para la Población, la puesta a punto, antes d e la com ercialización, d e un nuevo producto requiere una inversión que es del orden de 200 m illones d e dólares. Eso da una idea de los intereses que están en juego. Eso aclara tam bién las razones por las cuales conviene ampliar al m áxim o el m ercado de la anticoncepción y de la contragesta­ ción (cf. 122). Todos los clientes potenciales están lejos de haberse convertido en consumidores efectivos, y el pasaje de la primera a la segunda categoría será facilitado por la divulgación de una moral hedonista, la perm isividad de las costumbres, la pornogra­ fía, la iniciación al libertinaje bajo pretexto de educación sexual. A su vez, esta divulgación va a contribuir a la divulgación, precoz, de enferm edades sexualmente transmisibles. Ahora bien, si estas procuran a las com pañías farmacéuticas una clientela am pliada y sin defensa, crean también dramas terribles en los individuos y en las familias, y pesan muy gravem ente en el presupuesto de toda la sociedad. Así, la juventud es inexorablem ente llevada a la depravación p or firmas de un cinismo cercano a la dem encia, y la investigación científica com o la seguridad social, están despro­ vistas frente a la amplitud del problem a. Es, p or lo tanto, fundamentalmente la misma lógica la que, partiendo d e una concepción restrictiva de la libertad humana, acaba en considerar que se puede disponer del cuerpo com o

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se dispone de una cosa. El cuerpo es objeto de alienación. Se olvida una verdad elemental, a saber, que es muy poco decir que nosotros tenemos un cuerpo, sino que se debe decir también que nosotros som os un cuerpo. Toda la antropología no está por cierto expresada en esta fórmula, pero esta afirma algo esencial.

3 9 . ¿N o hubo sin embargo reticencias p o r parte de las firmas farmacéuticas ante las investigaciones sobre productos anticonceptivos? En un libro publicado en 1979, Cari Djerassi explica que la presión ejercida por asociaciones de consumidores, desconten­ tos d e los efectos nocivos de las preparaciones anticonceptivas, am enazaba desanim ar a los fabricantes de esos productos16. Estas mismas firmas dudaban en em prender nuevas investiga­ ciones destinadas a poner a punto nuevas preparaciones anti­ conceptivas. El análisis de este autor es m ucho más interesante y a que muestra que la intervención de los poderes públicos se hacía indispensable si se quería eludir el estancam iento creado por las reticencias d e las com pañías privadas. C on una insistencia inusitada, se invocaron entonces los “problem as dem ográficos” (cf. 82 ss.) y se tom aron de ahí argumentos para afirm ar que los poderes públicos debían intervenir (cf. 97ss.). El “ establishment anticonceptivo” encontró el “by-pass” , el m edio d e contornear, gracias a la firm a Roussel-Uclaf (cf. 77), que se b en efició del ap oyo del gobiern o socialista francés para la puesta a punto de la píldora abortiva RU 486, sponsorizado igualm ente p or la Q M S (cf. 95 ss.).

16. Cf. Carl D jera ssi , The Politics of Contraception, N ew York y Londres, Ed. W.W. Norton, 1979.

50

l

Esta alianza entre los poderes públicos y la célebre multina­ cional germ ano-francesa sacó provech o d e la experiencia de los desengaños sufridos por las com pañías farm acéuticas norte-

¡

americanas. Ella muestra cuánto pueden ser tom adas en serio las am enazas d e b oicot que pesan sobre las com pañías privadas que producen drogas anticonceptivas.

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51

C apítulo 7 L a legislación

40. La ley refleja las costumbres; ahora bien, el aborto entró en las costumbres; por tanto, el aborto debe ser legalizado. L o que es principalmente cierto, en estas materias, es que las costumbres siguen a la ley: “Modificándola, afirma Sim one Veil, ustedes pueden modificar todo el m odelo (pattem) del com por­ tamiento humano17.” Los mejores observadores están de acuerdo en reconocer que en Francia muchas mujeres que recurrieron al aborto habrían encontrado otra solución sin la ley que liberaliza el aborto (cf. 49). Un Estado democrático reconoce los derechos de sus miembros a la vida, a la libertad, a la seguridad de sus bienes. N o se arroga la prerrogativa de declarar quién, entre los inocentes, tiene el derecho de vivir o puede ser conducido a la muerte. N o se arroga tam poco el derecho de definir quién tendría el “derecho” de robar, de violar o el d e matar. El Estado que actuara así perdería su calidad democrática, ya que integrar dentro de la ley ciertas infracciones solo podría favorecer la multiplicación de esas mismas infracciones, en detrimento de las personas y de los bienes. Pero, es tal la fragilidad de la democracia, que ella misma puede darse leyes por las cuales coloca su propia existencia en peligro. 17. Times, 3 de marzo de 1975.

53

Aventurarse en esta vía puede conducir dem asiado lejos, ya que allí d on de se adm ite la elim inación d e los niños no naci­ dos, se adm itirá pronto -y a se adm ite- la de los recién nacidos declarados anormales, de los enferm os incurables, de los viejos: “todos a cargo de la sociedad” .

4 1 . ¿Las leyes que liberalizan el aborto no tienen al menos la ventaja de limitar el número de estos? a) L o que es grave es el hecho de que haya abortos, con o sin ley, cualquiera que sea el número de ellos. Las leyes que liberalizan el aborto agravan esta situación (cf. 111), porque la gente espera espontáneam ente de la ley que ella responda a una exigencia de justicia, que no esté en oposición con un prin­ cipio fundam ental de moral, com o el respeto d ebid o a la vida. Adem ás, las leyes que liberalizan el aborto incitan al aborto, lo anticipan, lo banalizan, lo hacen entrar en las costumbres18. b) L o que es más, estas leyes son las más funestas d e toda la historia de la humanidad, y esto p or al m enos dos razones: 1. Crean un espacio jurídico para el crimen. 2. C orrom pen a la juventud haciéndola incapaz d e distinguir el bien del mal y destruyendo en ella el sentido de la justicia más elem ental.

4 2 . En democracia, es la mayoría quien decide; el par­ lamento puede entonces cambiar la ley. Es inexacto que la dem ocracia se defina esencialm ente p or la aplicación m ecánica y ciega de la regla de la m ayoría. En 1931, 18. Ver a este propósito el estudio estadístico, único en su género, editado por Robert W helan, con una introducción de Hubert C ampbell, Legal Abortion Examinded. 21

Years of Abortion Statistics, Londres, Spue Educational Research Trust, 1992.

54

en Italia, cerca del 99% de los profesores de universidad hicie­ ron juram ento de fidelidad a Mussolini. Y Hitler fue ratificado por vía parlam entaria. Es igualm ente inexacto afirm ar que la dem ocracia es una sociedad don de cualquiera puede hacer cualquier cosa, y donde la libertad puede llegar hasta la licencia. Los esclavos en sus celdas tenían una “ libertad” sexual total. L o que caracteriza a la dem ocracia es

regla de la mayoría,

anterior al uso de la

sobre la base de la cual funciona un régi­

men d e este tipo. N o obstante, la dem ocracia no se caracteriza

en prim er lugar

p or un m odo de funcionam iento d e las socie­

dades. En el sentido m oderno del término, la dem ocracia se

consenso fundamental de tod o el al derecho de todo hombre a vivir,

define esencialm ente por un cuerpo social, que se refiere y

a vivir en la dignidad.

Es en prim er lugar este derecho el que

debe ser p rom ovid o y protegido (cf. 61, 62). Por consiguiente, es la necesidad de esta protección lo que justifica al legislador a reprimir los com portam ientos d e los individuos que se arrogan el “derecho” de disponer de la vida, de la libertad o d e los bienes de los dem ás. C uando el consenso respecto a este derecho fundam ental es quebrantado, se corre el riesgo de volver a los privilegios, a las injusticias y a las crueldades de los siglos d e hierro. L a puerta se abre a la barbarie. L a ilusión m ayor de los Occidentales es pen­ sar que com o ellos incubaron todas las form as contem poráneas de barbarie, están definitivam ente vacunados contra su regreso triunfal. En resumen, no se puede asegurar la protección legal a los que matan y privar de esta protección a los que son inocentes víctimas d e estos mismos que matan.

55

4 3 . Para protegerse, ¿una sociedad no puede entonces prescindir de algunas prohibiciones? H ay que notar que, muchas veces, una prohibición nunca es •

sino la cara negativa de una voluntad positiva de proteger un valor o a individuos más débiles. L a prohibición d e robar es el reverso de la voluntad de proteger el bien ajeno. En toda sociedad, es necesario p or tanto que se sepa donde se encuentran las transgresiones, sin lo cual se regresa a la jun­ gla. Es necesario que haya prohibiciones, barreras, y que sean conocidas. Se deben encender las luces intermitentes. Siendo los hom bres lo que son, estas prohibiciones serán con toda cer­ teza infringidas, pero se sabrá que se va contra un bien, que se transgrede ese bien (cf. 117). L o que es perverso en la liberalización y la despenalización del aborto, es que la ley positiva suprime las barreras. M ás grave aún: la transgresión es presentada com o un derecho... y hasta un bien (legítim o) (cf. 18). Resulta que categorías enteras d e individuos humanos son sustraídos de la protección de la ley. ¿Es esto un buen augurio para la sociedad futura?

44. La ley no era más aplicada. ¿El Estado de derecho no era burlado? Para que haya Estado de derecho en un país, no basta que allí exista una legislación cualquiera y que sea aplicada. Ya para los griegos, la ley com o tal no bastaba. Ellos querían la eunomía: la ley debía ser buena. Ocurre que el derecho da su aval a la tiranía y legaliza el despo­ tismo. Q ue China tenga sus leyes y que estas leyes sean aplicadas no significa que los chinos vivan en un Estado de derecho. H ay 56

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f.

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Estado de derecho cuando la ley está al servicio d e la justicia

para

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todos

j

espero de la ley que ella proteja

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también proteger la vida y la libertad de los demás, especialmente

I

de los más débiles.

y no para el grupo más fuerte o el más numeroso. Si yo

mi

vida y

mi

libertad, ella debe

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45. En algunos países se denuncia un “vacío jurídico”. ¿Este vacío no es inadmisible?

______________

i A llí d on d e existe todavía una ley que reprim e el aborto, ciertos m agistrados, a veces después de presiones, dudan en

judicial

|

aplicarla. Hay, p or lo tanto, vacío

í

puesta en a p lica ción - y no jurídico -y a que la ley existe.

i

j.

- y a que la ley no es

Este va cío judicial acarrea dos consecuencias. Por una parte,

priva al niño

no nacido de la protección legal a la cual él

tiene derech o (cf. 4 3 ). Por otra parte,

desprotege a las mujeres

|

frente a la im punidad acostum brada de los hom bres (cf. 27) y

j

frente a los que tienen interés en incitarlas a abortar.

46. Puesto que hay abortos, ¿no es m ejor legalizarlos y hacer de ellos un acto médico, a jin de que se hagan “en buenas condiciones”? Un acto m éd ico no se defin e p or el uso d e instrumentos, d e m edicam entos, d e instalaciones hospitalarias, ni p or la aplicación d e conocim ientos o de técnicas, ni siquiera nece­ sariam ente p or el diplom a universitario del cual es p ortad or el que lo realiza. El acto m édico se defin e p or una

finalidad:

salvar la vid a, m ejorar la salud. El transeúnte qu e hace respira­ ción artificial a un ah ogad o realiza un acto m édico. El m édico que colab ora en la tortura no ejecuta un acto m édico. Q ue el 57

verd u go sea relevad o p or el m édico no basta para dar a un suplicio la calidad d e acto m édico.

f | •.If-

Asim ism o, que el aborto sea realizado p or un m édico y



que las técnicas sean perfeccionadas, no basta para hacer del

¡

aborto un acto m éd ico19. D e la m aza a la bom ba d e neutrones,

|

los hom bres no han cesado d e hacer “progresos” en el arte

f

de m atar a sus sem ejantes “ en buenas con diciones” (cf. 53).

?

En 1941, los m édicos SS de Auschwitz se felicitaban de haber

“humanizado” la exterm inación en sus cam pos: habían reem -

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plazado el ó x id o de carbono por un gas a base d e cianuro (cf. 77). Las violacion es y los asesinatos se hacen siem pre en m alas con diciones (p or lo m enos para sus víctim as). ¿Se van a organizar centros d on d e las violaciones y los asesinatos se harían en “ buenas” condiciones (para sus autores), b ajo supervisión m édica?

47. ¿Se puede reprochar ai legislador el definir las con­ diciones que deben cumplirse para que el aborto sea autorizado? Liberalizar el aborto es siempre, por el hecho mismo, regla­ m entar la ejecución de la muerte dada. Para realizar la tarea que decidió, el legislador debe contem plar bien las m odalidades d e ese cerem onial fúnebre. L a definición d e estas m odalidades no puede ocultar la decisión, siempre anterior, de proceder a la ejecución de un ser inocente. Sería, entonces, absurdo im aginar que, p o r un efecto d e retroacción, la reglam entación del aborto legitim a al aborto m ismo.

19. Cf. E. T remblay, “ Nature et définition de l’acte médical” , en Laissez-les vivre, Pans, Éd. Lethielleux, 1975, pp. 333-336.

58

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48. El hecho es que hay abortos clandestinos. Entonces, para disminuir su número, ¿no es mejor legalizar­ los? a) Es cierto que el número de abortos clandestinos ha sido inflado para causar m iedo y para hacer cambiar la ley. ¿Cóm o se sabe? - Por declaraciones d e m édicos que practicaron abortos. B. Nathanson, p or ejem plo, estima que el núm ero d e abortos clan­ destinos en EE.UU. ha sido considerablem ente exagerado. - Por la constatación del efecto de la ley sobre las tasas d e natalidad, que caen después de la legalización. b) L a experiencia francesa -ju n to a la d e otros países don de el aborto fue liberalizado- muestra que la ley Veil-Pelletier no hizo desaparecer los abortos púdicam ente llam ados “no cen­ sados” . Según algunas estimaciones, estos serían aproxim ada­ m ente tan numerosos com o los abortos censados. Es decir, que su núm ero no ha disminuido. L a instalación de una mentalidad abortiva incita inevita­ blem ente a las mujeres a practicarse abortos por m otivos y en m om entos no previstos por la ley (cf. 51). Por tanto, clandestinos y “ en malas condiciones” . Eso se com prende fácilm ente: ya que en dem ocracia prohibir no tiene sentido si no se prevé sanción, una despenalización contribuye inevitablem ente a crear una m entalidad abortiva que multiplica el número de abortos legales y clandestinos. Es así que en la Unión Soviética se había llegado a veces a situaciones en que había más abortos que nacimientos.

49. ¿Los ju eces no tienen el poder de hacer respetar una ley que liberalice el aborto? C om o lo muestra la experiencia, la aplicación de las leyes que liberalizan el aborto es prácticamente incontrolable; p or 59

eso es tanto más necesario m antener la legislación preventiva, disuasiva e incluso represiva: - preventiva, porque hay que prevenir una agresión irrepa­ rable contra una vid a humana expuesta a ser elim inada p or los más fuertes; - disuasiva, porque hay que disuadir a la m adre de tom ar la decisión d e abortar, y ofrecerle soluciones alternativas, eficaces y calurosas (cf. 28, 4 7 ,1 1 1 ); - represiva, porque en una sociedad dem ocrática tod o aten­ tado a la libertad del prójim o, y con m ayor razón a su vida, debe ser sancionado, tom ando en cuenta eventualm ente circunstan­ cias atenuantes o agravantes.

despenalizar ef aborto, es decir hacerlo caer fuera del código penal, y liberalizar· lo, es decir hacerlo más libre, más fácil?

50. ¿No hay una diferencia entre

Entre la despenalizadón del aborto y su liberalización, la distin­ ción es muy precaria. Despenalizar significa que el aborto escapa a la sanción penal, lo que no significa forzosamente que sea per­ mitido. Casos análogos, de orden m enor es cierto, son bien cono­ cidos: no se castiga el robo de un pan com etido por un miserable hambriento; no se le declara sin em bargo permitido. Pero, en una sociedad democrática, donde por decirio así, todo lo que no es pro­ hibido es permitido, despenalizar el aborto significa declararlo no punible, lo que equivale en la práctica a autorizarlo, a liberalizarlo, es decir a hacer de él un derecho ligado a las libertades individua­ les. Despenalizar el aborto significa aceptarlo, reconocerle derecho de ciudadanía; es legalizarlo, es decir cubrirlo de la autoridad de la ley. Es, por tanto, privar al niño no nacido de toda protección legal concerniente su existencia misma -protección de la cual la penalización no es más que la consecuencia lógica (cf. 17, 43-45). 60

IT

fin al que se apunta es la liberalización: hacer fácil al aborto. El medio empleado es la despenalización:

Se ve: el el acceso

prom ulgar una ley que autorice el aborto.

51. En los debates sobre la legalización del aborto, algu­ nos han a veces solicitado al Estado

desculpabilizar

el aborto. ¿Q ué significa este término? !í I |

N o contentos con ver al Estado legalizar el aborto, algunos esperan de este mism o Estado que lo

desculpabilice,

es decir

que le quite toda connotación que evoqu e una falta. a)

L a palabra misma que ellos em plean revela que perciben

confusam ente que el Estado, tal com o es concebido en nuestra civilización, desborda la misión que le es im partida cuando liberaliza el aborto. Entonces, no dudan en pedir a ese m ism o Estado una intervención que im plica no sólo un aum ento de sus |

atribuciones, sino un profundo cam bio en su naturaleza misma.

|

El Estado al cual se le pide decir

i

mal,

lo que está bien

y

lo que está

decir quién puede vivir y quién puede ser elim inado, es un

|

Estado que es em pujado, por sus propios ciudadanos, hacia una

I

deriva totalitaria.

!

la verdad, sino la verdad misma.

i

b) Se instaura así un nuevo

L a censura golpea aquí no sólo la expresión de

lenguaje estereotipado.

Es el triun-

!

fo del discurso ideológico al que deben plegarse la realidad y las

!

conductas. A este discurso puede eventualm ente no creérsele, pero es según él que se actúa. Este lenguaje estereotipado p rovo­ ca una perversión de la razón y de la conciencia m oral que oca­ siona, a su vez, la destrucción del sentido de la justicia (cf. 41).

61

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actores : médicos y magistrados

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52. ¿La práctica del aborto no va a modificar la imagen de la medicina? L a legalización y la “ m edicalización” del aborto inician un cam bio radical en la concepción del m édico y d e la m edicina. El m édico que se prevale de la legalización del aborto puede tener la im presión d e servir a su paciente al hacerle el aborto. Es, sin em bargo, lícito interrogarse a propósito d e su actitud: - ¿Este m édico está todavía incondicionalm ente al servicio de la vid a desde su origen? ¿N o ejerce su arte al servicio d e las

conveniencias de ios más fuertes? ¿N o

sacrifica a los intereses d e

estos la existencia del más débil? - ¿ H m édico no corre el riesgo de ejercer su arte a m erced de las conveniencias del Estado o de grupos dom inantes? ¿ N o se convierte en un

mercenario

cuidadoso, no en proteger la vid a y

la salud, sino en servir a un patrón, no a un enferm o? - Se sabe que existen hoy en día m édicos que esterilizan, practican abortos (lo que equivale a infligir terribles torturas al feto para causarle la m uerte), o practican la eutanasia (presenta­ da a veces com o “ suicidio asistido” ). N os hallamos ante un cam ­ bio

cualitativo

esencial en la

relación médico-paciente

(cf. 55). 63

- Más aun, estudios publicados recientem ente muestran que ciertos m édicos proyectan asociarse al poder, participar en él e incluso asegurar una “gestión estatizada de la vida” . ¿Quién pagará las consecuencias de esta tecnocracia m édica? ¿Las nacio­ nes llamadas desarrolladas? ¿El Tercer Mundo? ¿Los pobres? D e ahí la necesidad para cada m édico de dar a conocer sin am bigüedad su posición frente al respeto de la vid a y su posición frente al poder político. Y la necesidad para los m édicos servido­ res incondicionales de la vida de organizarse en el plano interna­ cional. Darse a conocer es indispensable para ser creíble.

5 3 . ¿Se puede considerar un desdoblamiento de la per­ sonalidad en los médicos? R. J. Lifton, uno de los mejores especialistas contemporáneos de la medicina nazi, cita al respecto al Dr. Miklos Nyiszli, m édico prisio­ nero de Auschwitz: “De todos los criminales y asesinos, el más peli­ groso es el asesino médico” (cf. 46, 75). Y R. J. Lifton continúa: “El m édico es peligroso, lo vem os ahora, p or su facultad de desdoblarse de una form a que confiere poderes especiales a su yo asesino, mien­ tras que aún continua a prevalerse de su pureza m édica” 20.

54. ¿No se debe temer una ingerencia de la moral en el dominio científico? L a actividad científica es un com portam iento típicam ente humano; p or esta razón, com o todo com portam iento humano, está subordinada a normas m orales. C om o todo hombre, el sabio es un ser m oralm ente responsable. H ay que denunciar el 20. Ver Robert Jay L ifton, Les médecins nazis. Le meurtre médical et la psychologie du

génocide, Paris, Ed. Laffont, 1989, p. 502.

64



mito d e la autonom ía de la ciencia llevada hasta el am oralism o científico. Si no, con ello se llega a una situación en la cual, o

V

bien el sabio saca argum ento de su saber y de su com petencia i

profesional para im ponerse a los demás, o bien se pon e a sueldo de jefes políticos que se sirven de ellos. El gobiern o d e los hom-

i

bres no puede corresponder a una tecnocracia m édica.

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55. ¿C óm o puede el médico ser conducido a subordinar los intereses de los individuos a los intereses de la sociedad? Se observa una tendencia creciente a politizar la actividad |

m édica. ¿Q ué significa, aquí, politizar? El m édico es presentado

j

com o el que con oce las leyes del “orden” y del “ progreso” d e la existencia humana en su dim ensión biológica. Por esta razón, se afirma, él d eb e contribuir a la em ergencia de un hom bre nuevo que m ejorará a la humanidad genérica, es decir, a la especie

i

(cf. 69). Sobre la base de estas premisas, el m édico es llevado progre-

1

sivam ente a ponerse al servicio del cuerpo social (cf. 52); ya no

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está al servicio de los individuos. Estos son evaluados en función

i

de su utilidad o de su nocividad en el cuerpo social, que es lo

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único que im porta. Habría categorías (cf. 56) d e seres humanos

I

-defin idos, p or ejem plo, según criterios raciales, m édicos, eco ­

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nóm icos, etc - que presentarían una am enaza de degeneración para el conjunto de la especie (cf. 32).

56. ¿La práctica del aborto no va a modificar la imagen de la magistratura? L a legalización y la “ m edicalización” del aborto anuncian un

cambio radical en la concepción de la magistratura y del juez: 65

- La experiencia muestra que, en los países don de el aborto fue liberalizado, los jueces no tienen prácticam ente la posibilidad de hacer respetar la ley (cf. 49). - L o que es más grave aún, es que la m ayor parte d e las legis­ laciones que liberalizan el aborto transfieren al m édico la com pe­ tencia del juez. Estamos aquí en presencia de un nuevo caso de

alienación. El juez es despojado de su función primordial: hacer respetar la vida humana, antes de hacer respetar los bienes. - D e esto resulta que en adelante los jueces están m ejor equi­ pados para hacer respetar la propiedad de lo que lo están para hacer respetar la vid a de ciertas categorías d e seres humanos. ¡Están incluso m ejor equipados para proteger la vid a d e un criminal que para proteger la d e un inocente! Si los jueces son “ alienados” , es decir privados de su com petencia para hacer res­ petar al niño no nacido, serán igualm ente desprovistos cuando se trate d e hacer respetar la vid a de los ancianos, de los enfer­ m os incurables, d e los “m olestos” , etc.

57. ¿Cóm o la actitud del juez que se abstiene de dar curso a las demandas y de perseguir judicialmente puede repercutir en la sociedad política? L a actitud de un juez que se abstiene de reprimir el aborto siem pre es invocada para hacer presión sobre el legislador. Este se inclina entonces a sustituir al juez en la apreciación de las circunstancias. Por otro lado, el legislador no se detiene en tan buen cam ino: llega a pedir al ejecu tivo que sugiera a los magistrados suspen­ der las diligencias. Así la legislación sobre el aborto dem uestra cuán real es el

peligro de confusión de poderes (cf. 58). 66

5 8 . ¿La legislación que liberaliza el aborto amenazaría la separación de poderes y, de este modo, la calidad democrática de nuestras sociedades? El v o to d e leyes que liberalizan el aborto hizo arrancar un proceso que vu elve precaria la separación d e poderes, la cual es uno de los criterios esenciales de la calidad dem ocrática d e una sociedad. Esta separación recibe, en el derecho occidental, un enfoque particular proveniente de la distinción entre derechos del hom bre y ley positiva. El legislador se esfuerza p or elaborar leyes justas, es decir respetuosas de los derechos inalienables del hom bre. Enuncia norm as jurídicas, form ula derechos y deberes, estipula penas que sancionan la desobediencia. La actividad del legislador se sitúa, p or lo tanto, a un nivel de generalidad que confiere a la ley un carácter transpersonal. Su rol no es hacer aplicar la ley. H acer aplicar la ley es el rol del juez. Es al p od er judicial que le toca apreciar la responsabilidad subjetiva de quienes son acusados d e infracciones objetivas a la ley. S juez no negará la realidad del crimen, pero, en la determ inación d e la pena, tom a­ rá en cuenta las circunstancias atenuantes o agravantes. El legislador que legislara en función de intereses de particula­ res -individuos, grupos, cam arillas- daría prueba de parcialidad, de injusticia, de arbitrariedad, de abuso de poder. Pero el juez que se limitara a una aplicación mecánica y ciega de la ley llegaría, también él, a la arbitrariedad y a la injusticia. Vemos, p or tanto, el riesgo que la legislación sobre el respeto a la vida hace correr a la separación de poderes. Si legislara en función de los intere­ ses de una potencia extranjera, el legislador se haría culpable de alta traición. Cuando el legislador excede su poder aum entando abusivam ente la esfera de su com petencia, el juez es rebajado al rango de ejecutor de determinaciones más o m enos arbitrarias del legislativo. ¿H ace falta decir que este peligro es exacerbado 67

cuando la ley es la em anación directa de la voluntad del ejecuti­ vo? L a ley, y con ella la magistratura, corren entonces el riesgo de convertirse en apéndices de la administración. • ^fr U

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68

C apítulo 9 E l punto de vista político

59. ¿C óm o definir la dimensión política del aborto? L a liberalización del aborto vuelve a cuestionar la “regla de oro” , es decir, el principio que inspira toda dem ocracia: “ N o hagas al prójim o lo que no querrías que él te haga” (cf. 114, 140). Esta prescripción no es más que la form ulación p or la negativa d el principio del respeto absoluto que debem os a los demás. Tod a derogación de este principio socava el fundam ento m ism o d e la dem ocracia. La igualdad prim ordial entre los hom ­ bres es la igualdad d e todos frente al derecho a la vida. Todos los otros derechos están suspendidos a aquel (cf. 1).

6 0 . ¿N o hay, sin embargo, ninguna posibilidad de excep­ ción a esta regla? H ay qu e darnos cuenta de que cuando se considera un aborto, se considera suprimir una vida humana. Este punto no es más puesto en duda, ni siquiera por la gran m ayoría d e los partidarios del aborto (cf. 3). La cuestión última es, pues, saber

si existe una razón que permita dar muerte a un inocente (cf. 17, 68). 69

Se podría, p or ejem plo, alegar que tenem os el derecho de suprimir a todos aquellos cuya vida, según nosotros, sería indig­ na de ser vivid a (cf. 71). Es así que Karl Binding, un jurista ale­ mán, fabricó, a principios de siglo, un derecho “ que legitim aba” la supresión d e aquellos “ cuya vida no era digna de ser vivid a ” : enferm os, viejos, discapacitados, pudiendo la lista ser am pliada, y habiéndolo sido efectivam ente desde esa época.

61.

¿N o es esencial para una sociedad democrática favorecer al máximo la libertad de los individuos?

Las dem ocracias occidentales están debilitándose porque están siem pre en búsqueda de com prom isos antes que preocu­ padas del bien com ún y de la justicia. L a voluntad de liberalizar el aborto se explica p or una con­ cepción muy reducida d e la libertad (cf. 37) que tienen muchos d e nuestros contem poráneos (cf. 118-121). Esta concepción es tan desm edida que ya no deja lugar a la idea d e igualdad entre los hombres ni, por consiguiente, a la idea de deber. a)

Según esta concepción, la libertad consiste, para cada

individuo, en hacer todo lo que le parezca bien, en ajustar su conducta a lo que le gusta. L a conciencia individual produce a cada instante la norm a moral que le conviene en tales circunstan­ cias. Esta concepción de la libertad lleva a considerar que, en su com portam iento, los hombres no tienen que referirse a un bien que deberían buscar, o a un mal que deberían de evitar. Por esta razón, en su encíclica Veritatis Splendor, Juan Pablo II recuerda que es la verdad la que debe orientar a la libertad y no la inversa, y que la verdad no es una “creación de la libertad” 21.

21. Estos temas son centrales en la Encíclica Veritatis Splendor de particular todo el capítulo II, n°* 28-83 y en particular el n° 35.

70

J uan Pablo II. Ver en

b)

Es la razón p or la cual, en una sociedad muy m arcada

p or el individualism o de cada uno, no im porta qué se vuelve negociable, del aborto a la eutanasia, pasando p or todas las form as de discrim inaciones. Ya no hay búsqueda, juntos, del bien; ya no hay esfuerzo convergente hacia la justicia. La idea

misma del bien común está desprovista de sentido: sólo hay bien particular. En la sociedad, ya sólo hay lugar para com prom isos. D ebem os intercam biar nuestros puntos de vista con fair-play, en una tolerancia total (cf. 62) frente a lo que cada uno considera, presentem ente, com o bueno o malo. Para evitar al m áxim o los inconvenientes de la vida con otros individuos, para no caer en la anarquía, hay, pues, que arm o­ nizar los intereses particulares. Todas las opiniones son “ igual­ m ente respetables” , pero ello no im pide que, p or razones de utilidad o de interés, haya que atenerse a una m oral puramente “procedural” 22. Es el triunfo de los com ités de ética, donde se procede caso p or caso, sin referencia a principios morales nor­ m ativos que se im ponen universalmente. De donde el recurso a la tiranía de la m ayoría (cf. 42) y a la táctica de la derogación (cf. 3 ). En este últim o caso en particular, se transfieren al derecho los procedim ientos de la casuística: al igual que esta corrom pe la m oral, la táctica de la derogación pervierte el derecho. Se rechaza de entrada toda referencia a los principios generales del derecho para acom odar este a los placeres e intereses de aque­ llos a quienes se quiere com placer23. Es el regreso triunfal de la

sofística. L o que está prohibido aquí y ahora podrá ser perm itido allí y m añana, porque la única cosa que cuenta en tod o tiem po y en tod o lugar, es molestar lo menos posible a los individuos, y, para ellos, ser m olestados lo menos posible.

22. Ver las discusiones suscitadas por la obra de John Rawls, A

Theory of Justice, Oxford

University Press, 1971. 23. Cf. Pierre

Cariou, Pascal et la casuistique,

Paris, PUF; 1993.

71

c) N o hay, p or consiguiente, más espacio para una m oral que se im pondría a to d o el m undo y que estaría en la base del tejido de la com unidad humana. En efecto, con sem ejante concep­ ción d e la libertad, todo es relativizado. L a idea m ism a de una declaración universal de los Derechos del H om bre es vaciada d e sentido. Ya no hay más que individuos, y la exaltación paroxística de la libertad d e cada uno garantiza un futuro d e divisiones exacerbadas entre los hombres. d) Las dem ocracias occidentales se debilitan porque, en lugar de referirse a valores -c o m o la verdad, la justicia, la solidari­ d a d - ellas son gobernadas a partir de consensos provenientes de determ inaciones puramente “procedurales” . N acionales o internacionales, las asambleas políticas se volvieron p or decirlo así com ités de ética ampliados, donde los más fuertes se esfuer­ zan en hacer prevalecer un consenso acordado a sus intereses. e) Es por consiguiente imposible crear una sociedad más justa y más humana, allí donde, para alcanzar ese objetivo, se niega a reco­ nocer a todos los hombres los mismos derechos fundamentales. f) En resumen, esta concepción ultraindividualista de la liber­ tad se vu elve contra la libertad. Con esta concepción d e la liber­ tad, la dim ensión política de la existencia humana es totalm ente rechazada y se cae en la anarquía. L a anarquía es a la vez la

ausencia de principios, y por tanto de autoridad legítima, y p or tanto de gobierno que vele por el bien común.

62. ¿La tolerancia no significa que todas las opiniones son respetables, incluso ¡as de quienes preconizan el aborto y la eutanasia? a)

Las sociedades democráticas que em ergieron desde la

ép oca m oderna hacen todas referencia a la universalidad de los D erechos del Hom bre. Es sobre esta referencia fundadora

72

que vienen a incorporarse las diversas prescripciones positivas dirigidas a garantizar estos derechos. El derecho a la vida, a la libertad, a la propiedad, es el objeto de disposiciones legales

variables, p ero don de estos derechos fundam entales son siem ­ pre protegidos. Ocurre, entonces, con el pluralismo lo mismo que con la tolerancia: se ejerce siempre en el marco del respeto de los derechos fundam entales del hom bre (cf. 42). En este sen­ tido, se com prende lo que es la tolerancia civil: no es otra cosa que el reconocim iento y el respeto de las personas (cf. 59). En este sentido tam bién el Estado m oderno es civilm ente tolerante y pluralista24. b) Es a esta tolerancia civil a la que hacen fracasar los que

derogan (cf. 3, 61), por vía legal, el derecho fundam ental a la vida d ebid o a todo ser humano, y que se arrogan, en conse­ cuencia, el “derecho” de disponer de la existencia de los niños no nacidos y de los seres declarados “ inútiles” . c) Vem os, p or lo tanto, que es por una curiosa paradoja que la tolerancia civil es hoy día muy atacada en nom bre d e la tole­

rancia doctrinal o del pluralismo doctrinal. En efecto, en virtud de estos últimos, hay ética solo “procedural” puesto que todas las opiniones son “ igualm ente respetables” (cf. 61). Así, enton­ ces, si triunfa la opinión según la cual “tal categoría de seres humanos no es digna de vivir” , los seres humanos catalogados en esta rúbrica -e lla misma definida p or m ayoría - podrán ser elim inados legalm ente. d ) Por tanto, esta concepción de la tolerancia doctrinal o del

pluralismo doctrinal señala, en una sociedad dada, el destierro de la tolerancia civil en nombre de la tolerancia doctrinal.

24. Analizamos este problema en Droits de l’homme et technocratie , Chambray, Ed. CLD, 1982, pp. 28-32 y en Démocratie et libération chrétienne, Paris, Ed. Lethielieux, 1985, pp. 70 s.

73

63 . ¿ P o r q u é tien e el Estado q u e cum plir un rol a p r o ­ p ó s ito d el a b o rto ? L a calidad d e un Estado se m ide en prim er lugar en la estim a en la cual tiene la vida humana. Cuando entran en sociedad política, los hom bres esperan del Estado que proteja no sólo los bienes y la libertad, sino en prim er lugar la vida (cf. 42). L a liberalización del aborto va a contracorriente de esta dinám ica. Esta liberalización significa no sólo que se niega a seres huma­ nos la protección de la ley (cf. 41, 43); que ocasiona adem ás la destrucción de las solidaridades naturales, antes d e que ellas puedan alcanzar su pleno desarrollo. A l fin, este proceso es des­ tructor d e la fam ilia y del tejido social (cf. 6 ,1 2 3 ). Las cam pañas para la liberalización del aborto ya tenían com o objetivo, reconocido por algunos, destruir al niño por­

que es el eslabón más débil de la cadena familiar. L o último y principal que está en ju ego en los debates sobre la bioética, entablados a continuación de la misión de estudios confiada al profesor Jean-François Mattéi, es la precipitación de este proce­ so de destrucción de la familia. Pionera en la legalización del aborto, Francia, corre el ries­ g o de em pañar aún más su im agen en el plano internacional, haciendo d e la destrucción de la fam ilia la prioridad de un cierto m esianism o republicano. Esta form a d e galicanism o laico sólo puede desem bocar en la destrucción del tejido social, es decir, en el infierno (cf. 6, 123).

64. ¿El hecho de atacar la vida de inocentes sería reve­ lador de una perversión del poder? El p od er totalitario tiene de particular que no adm ite ningún límite que ven ga d e Dios, ni ningún control que ven ga de los 74

hom bres sobre los que se ejerce. Este p od er utiliza todos los m edios d e los que dispone para afirmarse y para extenderse. A h ora bien, el poder debería ser un servicio: está al servicio del bien com ún y ordenado a la protección d e todos los hombres, com enzan do p or los más débiles. Todos los grandes m ovim ien­ tos sociales que se desarrollaron desde el siglo X IX contestaron los abusos d e p od er com etidos por los más fuertes contra los más débiles. El signo más notorio que manifiesta que un poder, d e origen legítim o, deriva hacia el totalitarismo, es que ese poder ataca a

los inocentes. C uando esta dinám ica es puesta en marcha, el p od er se degrada en pura potencia y es desprovisto d e toda legi­ tim idad. Un p od er sem ejante es abusivo; d ebe ser denunciado y com batido, hace de la resistencia activa un deber.

65. Si la amenaza del totalitarismo fuera real, ¿no sería percibida por todo el mundo y no levantaría una pro­ testa general? L a historia contem poránea nos enseña que el totalitarismo se instala unas veces p or la fuerza otras veces p or la astucia. En este ultim o caso, su instalación se hace en el estricto respeto d e la celebre “ táctica del salam e” : se termina p or obtener del adver­ sario, rebanada tras rebanada, lo que él no concedería jam ás si se le pidiera la misma cosa en bloque. L a “táctica del salam e” está, p or lo tanto, próxim a de la táctica d e la derogación: se roe

el respeto debido a un principio, al encargar a la ley de multipli­ car y de banalizar los casos donde el derecho positivo “justifica” que allí sea hecha excepción. S e consiente en derogar. ✓

El mal com ienza allí donde se prom ulga una ley inicua. El es consumado allí donde tal ley es invocada para masacrar seres sin 75

defensa. En ese momento, además, el proceso puede recomenzar, y el catálogo d e seres masacrables puede alistar nuevas víctimas. A h ora bien, si fue condenada gente p or haber obedecido

leyes inicuas, se olvida dem asiado a m enudo que otros fueron condenados p or haber intervenido a un nivel más alto, es decir, p or haber promulgado esas leyes inicuas y haberlas hecho eje­ cutorias. Por consiguiente, cuando se ha llegado a pedir al Estado que diga cuáles son los inocentes que se pueden eliminar, que la ley lo autoriza y que un ministro ordena los m edios para ocuparse de ello, ya es dem asiado tarde para preguntarse si aún se viv e en la dem ocracia.

C apítulo 10

¿H acia

66.

el ultranazismo?

¿Sería el a borto un m éto d o m od ern o d e discrim i ­ n a ció n ?

L a historia abunda en ejem plos de discrim inaciones (cf. 4). Ella enseña tam bién que la contestación de estas discrim inacio­ nes y de los privilegios que las acom pañan, ha sido uno de los m otores que llevaron hacia sociedades más democráticas. Ahora bien, discriminar es siempre invocar razones por las cuales se condena a seres humanos a la servidum bre o a la muerte. Algunas veces, discriminar es duplicar una debilidad objetiva p or una debilidad legal. El régim en nazi discriminó a los judíos, a los gitanos, a los “subhombres” (cf. 60). En Nüremberg, se llam ó a esto “ crimen contra la hum anidad” ; desde entonces, la m em oria de los hom ­ bres ha sido aliviada de estos recuerdos m olestos. Otros regím enes han discriminado a los contestatarios o a los opositores enviándolos, por ejem plo, a asilos psiquiátricos. Actualm ente, se discrimina no sólo a los niños - e incluso a los adultos- aquejados de m alform aciones o discapacidades graves (cf. 7, 67), sino tam bién a los pobres (cf. 80-93).

77

L a liberalización del aborto legaliza una discrim inación nueva: aquella d e la que pueden ser im punem ente víctimas seres humanos que se encuentran en un estado extrem o de debilidad y d e dependencia.

67. La ideología en la cual se inspiran los partidarios del aborto ¿no es sin embargo diferente de la ideo­ logía nazi? Existen a la vez diferencias de expresión y una profunda com unidad d e inspiración. Las justificaciones explícitas son pre­ sentadas en em balajes diferentes, pero las prácticas a las cuales conducen son finalm ente las mismas (cf. 142). Q ue se invoque que alguien sea judío, gitano, discapacitado, niño no nacido o no deseado, adulto incurable: cuando se trata de eliminarlo, los m otivos invocados difieren, pero el horror es el mismo. ¿Im porta que las ideologías sean diferentes si las prácticas son las mismas?

68. ¿N o hay que conceder, no obstante, que si las prác­ ticas son las mismas, las ideologías difieren? Las ideologías forjadas para “legitim ar” el nazism o y el abor­ to no recurren a la misma form ulación p ero tienen en com ún que “legitiman” discriminaciones perfectam ente arbitrarias entre los seres humanos. D e don de los puntos com unes a los id eólogos del gen ocidio y a los partidarios del aborto: en los dos casos, el otro no es reconocido com o un ser humano; en los dos casos, la víctim a es inocente (cf. 60, 64). La gran diferencia es que los abortistas matan cuanto antes.

78

A ello hay que agregar que, si nos atenem os a las estadísticas d e la O M S (cf. 2 ), las víctimas anuales del aborto son incom ­ parablem ente más numerosas que las víctim as del genocidio ejecutadas p or los nazis.

6 9 . ¿Q u é vínculo hay entre ¡os ideólogos de la discrimi­ nación y los ingenieros biomédicos? a) Los id eólogos de la discrim inación cocinan seudom orales en las cuales explican a ingenieros m édicos com placientes que estos están “justificados” para elim inar a seres que no respon­ dan a las “norm as” impuestas por la ideología. Estos id eólogos precisan que los ingenieros biom édicos están “ autorizados” a operar selecciones im placables “p or el bien” d e ciertos individuos, de tal raza, d e la sociedad o d e la especie -segú n el caso. Así, después d e haberse afanado por im pedir que triunfe una segregación fundada sobre las “ clases sociales” , nuestro siglo se esfuerza actualm ente en instaurar una nueva segregación funda­ d a sobre “ clases genéticas” . b) Los id eólogos de la discriminación aportan así una seudolegitim ación a múltiples abusos de poder. Es despreciable el abuso del p od er económ ico, político, judicial, religioso. Más despreciable aún es el abuso del poder m édico. Pero el más des­ preciable d e todos, es el abuso de poder intelectual y espiritual, porque hiere al hom bre en su inteligencia, p or la cual es lo más sem ejante a D ios (cf. 140). Los tecnócratas del nuevo orden m undial acostumbran a hacer estas form as refinadas de abuso de poder.

79

70. ¿N o se encuentran aquí, invocados en beneficio de la sociedad, criterios análogos a ¡os que son invoca­ dos en beneficio de ¡as parejas? Los argum entos invocados p or las mujeres, o p or las parejas, en favor del aborto se fundan sobre el interés, la utilidad, el derecho al placer sin riesgo. L á eficacia d eb e ser total cuando se trata de evitar este “ m al” que es la procreación -consecuencia eventual d e este “ bien” que es el placer (cf. 122). Los más fuer­ tes pueden, p or tanto, acordar el derecho a sus conveniencias y “legitim ar” el aborto. a) Los intereses de la sociedad humana son defin idos p or los más fuertes, concretam ente p or los que triunfan y/o se im ponen. Los qu e no triunfan son un obstáculo para la felicidad d e los que triunfan. Am enazan incluso su seguridad. Los ricos estarían am enazados p or los más pobres. Por consiguiente, estiman los ricos, nuestra seguridad es el fundam ento d e nuestro derecho y estam os justificados a defendernos contra las am enazas que provien en d e los más pobres que, p or su sola masa numéri­ ca, constituyen un peligro para nosotros (cf. 137). Hay, p or tanto, que contener su proliferación p or todos los m edios (cf. 107), tanto más porque son insolventes en el m ercado mundial (cf. 97, 99). b) Es un procedim iento an álogo el que se desarrolló en beneficio, si así se le puede llamar, de la sociedad (cf. 69). Esto se verificó desde 1926, en URSS, donde el aborto fue legaliza­ d o para que la población pudiera ser totalm ente som etida a la exigencia de planificación im perativa impuesta p or el Estado. L a U R SS fue así el prim er país en legalizar el aborto p or razón de Estado. c) Concluirem os constatando que, al revés d e lo que ellos piensan, los ricos son una am enaza para los pobres.

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71. ¿El rechazo de todo riesgo precipita, por tanto, des­ piadadamente hacia una espiral de la eficacia pura? Intolerable para las parejas sexuales, el riesgo es igualmente intolerable para la sociedad. Por eso, partiendo de la anticoncep­ ción, la lógica de la eficacia conduce al aborto, luego al eugenism o (cf. 30), para por último llegar a la eutanasia (cf. 31). Una idea com ún subyace aquí en estas diferentes prácticas: cuando se plantea que una vida humana no responde a ciertas “norm as d e calidad” y que ella no vale la pena de ser vivida, esta vid a -s e con clu ye- puede ser suprimida p or los m edios más eficaces de qu e se dispone (cf. 123).

72. ¿Se puede hablar, a propósito del aborto, de “críme­ nes imprescriptibles contra la humanidad”? Después d e la Segunda Guerra mundial, una vez que se con oció m ejor la amplitud de las atrocidades nazis, fueron denunciados los “ crím enes contra la hum anidad” 25. A l lado de los crím enes d e guerra y de los crímenes contra la paz, es sobre tod o este el m otivo principal de acusación que se puso p or delante en el proceso de Nürem berg. A estos crím enes se agregan los asesinatos, la exterm inación en masa, el genocidio, la tortura, el arresto arbitrario, etc. Desde la C on ven ción adoptada el 20 de noviem bre de 1968 por la Asam blea G eneral de las N aciones Unidas, estos crímenes contra la hum anidad son considerados com o imprescriptibles. Ellos son precisam ente imprescriptibles porque deben siempre ser condenados en nom bre de una ley inscrita en el corazón del hom bre y anterior a toda legislación positiva. Es, al contrario,

25. Ver Maurice T orelli, Le médecin et les droits de l’homme, Paris, Ed. Berger-Levrault, 1983, pp. 236-238.

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esta ley positiva que está som etida a la sanción de la ley inscrita en el corazón del hom bre. L o que fue subrayado en Nürem berg, es que los crím enes nazis contra la humanidad no pueden ser prescritos porque fueron com etidos en nom bre de leyes inicuas. Estas leyes eran inicuas porque no respetaban los derechos inalienables d e todo ser humano. L a Declaración Universal de los Derechos del Hombre d e 1948 sacará la lección tanto de esta guerra com o d e este pro­ ceso. Explicitará, declarará las razones de fon d o por las cuales

había - y siem pre h a y - que luchar contra el nazismo, condenar sus crím enes y prevenir su reviviscencia. L a liberalización del aborto vuelve, p or tanto, a cuestionar los principios m ism os sobre los que se fundó la condenación del nazismo.

73. ¿Es imaginable que se olvide tomar las lecciones, no '

obstante evidentes, que se desprenden de la experienda nazi?

__________

| |

i

1 t.

r

Los hom bres tienen una capacidad prodigiosa d e ocultar el pasado, incluso reciente, aun si lo sufrieron en carne propia. S e practica la damnatio memoriae : la m em oria es condenada, porque el pasado se percibe com o peligroso, d ad o que su con o­ cim iento perm itiría juzgar el presente (cf. 76 s.). Así difícilm ente nos dam os cuenta de que es bajo el pretexto d e ob ed ecer a las leyes del 111 Reich y a “ órdenes superiores” que algunos m édicos y otros verdugos nazis ejecutaron a masas de inocentes. Tam poco nos dam os cuenta d e que lo que nos salvó del nazismo, es que algunos resistentes desobedecieron

algunas leyes porque eran inicuas. Constatem os tam bién que, 82

;

por un m acabro retorno de la historia, algunos, que sobrevi­ vieron a los horrores nazis gracias a esos resistentes, se ocupan actualmente en restaurar leyes inicuas com pletam ente sem e­ jantes a las cuales sus libertadores habían rehusado obedecer, precisam ente para salvarlos... A h ora bien, com o estos hechos de la historia contem poránea son ocultados, se oculta evidentem ente tam bién que la historia puede repetirse o, si se lo prefiere, prolongarse. Es, en efecto, en nom bre d e leyes ya no impuestas por un tirano, sino votadas p or parlam entarios, com o se ejecuta a inocentes.

74. ¿La fidelidad a la memoria de las víctimas basta para vacunamos contra una nueva barbarie? a) Entre los que se ocupan de hacer aprobar leyes injustas en nom bre d e las cuales se ejecuta a seres sin defensa, figura gente que reprocha -c o n toda razón - a los verdugos nazis el haber ob ed ecid o leyes criminales. Ayer, es decir en Nürem berg, los acusados se am paraban tras la ley injusta para intentar excusar sus crím enes; hoy se pide al legislador que aporte a crímenes sem ejantes la caución de la ley. b) L o m ínim o sería que nadie invoque el sacrificio de los inocentes de ayer para considerarse autorizado a introducir, hoy, el principio de nuevas discriminaciones legales entre los seres humanos. El sacrificio de los mártires d e los totalitarismos antiguos es una cosa sagrada. N adie puede protegerse detrás d e la m em oria d e estos muertos para pretender estar inm unizado contra las derivas totalitarias actuales. c) Quisiéram os que ninguno de los que sufrieron la barba­ rie nazi rechace, ni en teoría ni en la práctica, los argumentos, siem pre actuales, que invocaron -e n favor de ellos y contra sus verd u gos- aquellos que atestiguaron, más allá d e toda distin83

ción, que todos los hombres tienen la misma dignidad, el mismo derecho a la vida y a la libertad.

75. ¿C óm o explicar esta inconsecuencia que lleva a legalizar, hoy, prácticas condenadas, ayer, p o r ser ilegítimas? L a inconsecuencia analizada precedentem ente (cf. 73) es dram ática, pues revela que, en ciertos m edios, no se ha per­ cibido la m alicia profunda del nazismo. Es la razón p or la cual la puerta está am pliam ente abierta al ultanazismo. Querem os decir con esto, el nazismo llevado a su estadio supremo, mundializado e inscrito en las prácticas, las leyes, las instituciones e incluso la ética. a) N o se entendió que esta m alicia no residía en prim er lugar en el régimen que caracteriza al nazismo, sino m ucho en la natu­

raleza profunda del mismo. N o se v io que la esencia del nazis­ mo, es su naturaleza totalitaria, es decir su voluntad de destruir

el yo, tanto físico com o psicológico. El nazismo está obsesionado p or la voluntad de infligir la m uerte (cf. 142). b) A pesar d e las ruidosas denegaciones d e los que las ani­ man, las corrientes que, después de haber hecho legalizar el aborto, se ocupan actualmente en legalizar la eutanasia (cf. 3032), se inscriben objetivamente en esta tradición, consum ando al m ism o tiem po tam bién su perversión, es decir, yen d o más allá del nazismo. En efecto, infligir la m uerte no es sim plem ente un “derecho” que la sociedad puede ejercer sobre aquellos para quienes, según ella, la vid a es indigna d e ser vivid a26 (cf. 60); es tam bién un “derecho” del cual la misma sociedad debe garanti­ zar la ejecución para los que desean “ m orir con dignidad” , bajo pretexto de que su vida es indigna de ser vivid a (cf. 30). 26. Cf. R. J. L ifton, Les médecins nazis (citado en la pregunta 53), pp. 64 s.

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i;

\ i A la consideración del derecho de la sociedad a infligir la m uerte a los seres cuya vida es indigna de ser vivida, típica del nazismo (cf. 60), se agrega por tanto aquí esta otra, típica del liberalismo, del derecho del individuo a “ m orir con dignidad” . c) Pero en los dos casos citados, y más allá de enm ascara­ m ientos ideológicos, el acto de infligir la m uerte está cubierto p or la ley y su ejecución está confiada al personal m édico (cf. 4 6 ,5 3 ). d) Por esta mismas razones, cuando un Estado otorga a los padres el “derecho” de matar a sus hijos, acaba pronto p or otorgar a los hijos el “derecho” de matar a sus padres (cf. 30-32, 52). Así, en estos diferentes casos la “ley” está llam ada a “legiti­ mar” la “ m edicalización” del asesinato (cf. 46, 53). e) Esta alianza totalitaria entre la mentira y la violencia ha sido im placablem ente denunciada por André Frossard: “ El mentiro­ so sabe que m iente, el criminal oculta o niega su crimen, y los sistemas políticos más diabólicam ente injuriosos para la especie humana creen que deben dar la apariencia de justicia a sus igno­ minias y d e rem edar el derecho cada vez que lo violan” 27.

76. La evocación del pasado puede ser molesta para algu­ nos. Pero para los que, hoy en día, ponen a punto, fabrican y distribuyen preparaciones abortivas, ¿acaso no es igualmente molesto constatar la eficacia de sús productos? a)

Es bien con ocido que los hombres se inclinan fácilm ente

a valerse d e “justificaciones” , aparentem ente coherentes, que inspiran sus conductas, mientras que dudan en m irar d e frente las m otivaciones profundas que las animan. Este tipo d e com ­ 27. Ver André F rossard , Défense du Pape, París, Ed. Fayard, 1993, p. 48.

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portam iento es bien con ocido por los sicólogos que hablan, a este respecto, de “racionalización” de una conducta. Los hom ­ bres pueden, más o m enos voluntariam ente, ocultarse u ocultar a los ojos de los demás, los verdaderos m otivos que animan su com portam iento. b) Es lo que se produce a veces en algunos propagadores del aborto quím ico. Según que las circunstancias se lo permitan, no insisten dem asiado en las virtudes esencialm ente abortivas d e sus preparaciones (cf. 96). En cam bio, ponen en evidencia su eficacia -rea l o supuesta- en caso de cáncer del seno, de endom etritis, d e tum or cerebral, de enferm edad d e Alzheimer, de depresión, etc28. c) L o constatamos: esta “racionalización” recuerda la dam­

natio memoriae, la condenación de la m em oria (cf. 73). Aquí, se oculta un pasado em barazoso; allí, se ocultan m otivaciones actuales molestas. Estos dos procesos se entrelazan a m enudo para reforzar el efecto de ocultación.

77. ¿N o es a pesar de todo p o co verosímil que los que pusieron a punto y comercializan métodos muy efi­ cientes de aborto químico sean totalmente insensi­ bles a las lecciones del pasado? El fen óm en o d e la damnatio memoriae, la condenación d e la m em oria, es característico de todos los grupos que tienen mala conciencia (cf. 73, 76). a)

S e borra prim ero el pasado porque se tiene vergüenza de

él. Antiguas potencias im periales secuestran todavía archivos relativos a sus conquistas. Algunas colonias que obtuvieron su

28. Ver el informe de Cario G allucci sobre “L a pillóla maldetta” , en LExpresso (Roma), 20 de octubre de 1991, pp. 156-165, especialmente p. 163.

86

independencia desde hace m ucho tiem po, destruyeron la casi totalidad de los docum entos relativos a la esclavitud. Pero se borra tam bién el pasado porque se tiene m ied o d e él, p or el hecho d e que puede aclarar el presente y perm itir juzgarlo. Este m ied o es particularm ente frecuente en socieda­ des con fuerte connotación totalitaria. M ao Tse-tung pu rgó la historia d e la cultura china porque los chinos d e C hina com u­ nista habrían encontrado en ella m ucha m ateria que perm itiría desm itificar la id eología del Gran Tim onel. El con ocim ien to del pasado y su evocación son rechazados porqu e perm iten acceder a una toma de conciencia alarmante. L a reactivación de la m em oria, p or recuerdo de la historia, es entonces per­ cibida com o fuera d e lugar, incluso impertinente, p orqu e ella puede desenm ascarar brutalm ente las certitudes m entirosas de la m ala conciencia. b)

En el caso que nos ocupa, esta reactivación podría, por

ejem plo, llevar a preguntarse, si no se está efectuando un nuevo genocidio. Este gen ocidio no tendría ya com o víctimas a aquellas apuntadas por el nazismo “ histórico” ; estaría sobre tod o dirigido, hoy, a la inmensa multitud d e pobres. El doctor Baulieu, observador tan perspicaz com o concernido, afirm a que “d e acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, la firm a H oechst d ecid ió que a los países del Tercer Mundo, que representan los verdaderos, los grandes m ercados, la píldora [RU 486] sería vendida a un precio muy bajo o cedida en form a com pletam ente gratuita” 29. j

c) En el caso del laboratorio H oechst que, con Roussel-Uclaf, produce el R U 486 (cf. 95 s.), el tem or de esta representación del

|

pasado fue finam ente analizado por el m ism o Dr. Baulieu. En una entrevista a la revista italiana UExpresso, hacía notar: “ Fue­ ron precisam ente los dirigentes de la filial am ericana de H oechst

29. Ver el informe de C. G allucci, citado en la pregunta 76; p. 163.

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que infectaron la opinión de la casa m adre de Alem ania. Hilger, su presidente, aun cuando es un católico bávaro, nunca estuvo contra la píldora [R U 486], Pero hoy tiene m iedo. Y sus temores son alim entados tam bién por ciertos viejos fantasmas del pasa­ do. Después de la Segunda Guerra mundial, la firm a Hoechst nació del desm antelam iento de la sociedad IG-Farben, el gigan­ te industrial que, entre otros, había producido el gas para los cam pos d e exterm inio nazis. H ilger está aterrorizado ante la idea de que grupos anti-aborto desencadenen una cam paña para acusar a H oechst de seguir m atando com o en tiem pos de Hitler” 30 (cf. 46). Si se com prende, desde luego, este “terror” , se com prenden m enos, en cam bio, los bloqueos que limitan la percepción del m ism o al presidente de la firma.

78. ¿N o es chocante sugerir un paralelo entre los verdu­ gos del régimen nazi y los abortadores de hoy? L a gente im agina a m enudo que el nazi típico es un individuo feroz y sanguinario. Este tipo de nazi por cierto realm ente exis­ tió, y algunos individuos innobles rivalizaron en el refinam iento de la humillación, de la tortura y de la m uerte infligidas. Pero el nazi clásico no era generalm ente un ser brutal y cruel. En su m ayoría, los nazis eran gente aparentem ente sin historia, com o la m ayoría de la gente de hoy. Sim plem ente habían entra­ d o tranquilam ente en “el sistema” . D e concesión en concesión, de cobardía en cobardía (cf. 65), y p or interés, se convirtieron

30. Ibíd, p. 161. Ver también la entrevista del Sr. Édouard

Sakiz con el Dr. J. Y. Ñau en

Le Monde del 27 de abril de 1993; en esta entrevista se tiene en cuenta el temor que inspira el boicot de la RU 486 en EE.UU., así com o la actitud del profesor Hilger. Sobre el rol de la firma IG Farben bajo el régimen nazi, ver Robert Jay

nazis (citado en la pregunta 53); cf. el índice p. 602.

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Lifton, Les médecins

en celosos funcionarios del régim en. A l ejecutar las órdenes, cumplían -creían e llo s - su deber. El m ayor peligro que la liberalización del aborto hace pesar hoy en día sobre nuestras sociedades, no hay que buscarlo en primer lugar en los actos de individuos notoriam ente cínicos y despiadados. S e encuentra en la falta generalizada de coraje frente a la “banalidad del m al” .

C

Los

a p ít u l o

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ASPECTOS DEMOGRÁFICOS

79. ¿Qué podemos decir actualmente sobre la población mundial? a) En jun io d e 1994 la población mundial fue estim ada en 5.609.000.000 d e habitantes31. b) “ Después d e mantenerse estable a 1,7 % p or año desde 1975, se espera que el crecim iento de la población mundial bajará a 1,6 % p or año durante el p eríod o 1995-2000. Esta tasa d e 1,6 sería la más baja desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. M as allá del 2000, se espera que el crecim iento de la población m undial declinará regularmente hasta 1,0 % en el p eríodo 2020-2025” 32. c) El fen óm en o del crecim iento espectacular d e la población “se ha desplegado a un ritmo acelerado en los países del Sur en el siglo XX. Sin embargo, ese ritmo ha em pezado a bajar. Porque la fecundidad mundial disminuye a una velocidad que

31. Según la revista Population Today, publicada por el Population Reference Bureau (Washington), vol. 22, n. 7-8, julio-agosto de 1994, p. 6. 32. World Population Monitoring, 1993, (Draft), publicado el 23 de febrero de 1994 con la referencia ESA/P/WR121 por la Population División de las Naciones Unidas (New York), p. 67.

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no es despreciable en los países del tercer mundo: 6,1 niños por mujer en 1962; cerca de 3,8 niños por m ujer en 1990” 33. Prácti­ cam ente en todas partes los índices sintéticos d e fecundidad (cf. 85) están en baja34.

8 0 . Por ¡o menos una quinta parte de los hombres viven en una situación de pobreza absoluta, en condicio­ nes infrahumanas, indignas del hombre. En beneficio de esta gente

y de su familia, ¿no es m ejor impedir­

les tener hijos? a) Los maltusianos afirman que hay una disparidad entre la progresión geom étrica de la población y la progresión aritmética de los recursos alimenticios. Los neomaltusianos com binan esta tesis con la del derecho al placer sexual individual sin riesgo de procreación. Las tesis neomaltusianas -q u e presentan la anticoncepción, la esterilización, el aborto, etc., com o nuevos “derechos del hom bre” - son muy frecuentem ente utilizadas com o un señuelo para ocultar las m otivaciones maltusianas de los que consideran que el control estricto de la población es un “deber” tan urgente com o im perioso (cf. 88). Estas tesis entrecruzadas son difundidas en el m undo entero p or los que ven en ello su provecho. b) L a pobreza no es una fatalidad, ni el hambre. Los exce­ dentes alim enticios, por ejem plo, nunca fueron tan importantes. L o m ism o ocurre con la esperanza de vid a al nacer, que nunca fue tan elevada en todas partes del mundo. Pero hay graves pro­ blem as de repartición, no sólo en lo que concierne a los recursos

33. Gérard-François D umont, “ Révolutions démographiques” , en Le Spectacle du

monde (Paris), n. 361, abril de 1992, pp. 80 s. 34. Sobre esas cuestiones, ver nuestro trabajo Evoluciones demográficas: dimensiones

éticas y pastorales, México, DF, Ed. IMDOSOC, 1984.

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alimenticios, sino tam bién en lo que concierne, p or ejem plo, a los conocim ientos relativos a la agricultura, la salud, la higiene, la regulación natural de los nacimientos, etc. -sin contar la corrupción35. L o que esperan los pobres, es que se les ayude a salir d e su miseria, no que se les deje allí hundirse después de haberles “ofrecido” abortos y esterilizaciones. c) L a esterilización en masa de los pobres, tal com o se prac­ tica actualmente, va a tener consecuencias terribles. U na vez que sean viejos, estos pobres serán siem pre tan pobres, pero ya no tendrán hijos con quienes contar. Serán abandonados, y la violen cia ejercida por la sociedad acelerará su m uerte, com o ya hace m orir a los chicos de la calle de los que nadie quiere hacerse cargo. d) Presentadas h oy con nueva envoltura, las tesis de Malthus se tom aron cada vez más un instrumento de ensueño para todos los reaccionarios opuestos a cualquier reform a social. H o y día, los maltusianos intoxican a la opinión internacional, haciéndole tragar la idea de que la pobreza no tiene su causa ni en las injus­ ticias sociales, ni en los fracasos económ icos, ni en la incom pe­ tencia política, ni tam poco en las aberraciones ideológicas. Según ellos, la pobreza tiene su fuente en la proliferación ver­ tiginosa d e los mismos pobres. Es evidente que, en la m edida en que esta tesis - a pesar de ser falsa- resulta inculcada y recibida com o “ eviden cia” fulgurante por la opinión pública, las verda­ deras dem andas relativas a la justicia y al desarrollo podrán ser ignoradas y la explotación de los pobres podrá continuar sin escrúpulos. e) Actualm ente, Malthus se ha tornado en la bandera de cuantos obstaculizan la justicia social -tan to entre los hombres ✓

3 5 . Cf. Francis G endreau (e