Autonomía, independencia y república en Chile, 1810-1828
 9568979468, 9789568979461

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I Ib-

Autonomía,

Independe 1810-1828 Javier Infante

Autonomía, Independencia y República en Chile 1810-1828

Centro

de

Estudios Bicentenario Chile

CIP • Centro de Estudios Bicentenario Infante, Javier. Autonomía, Independencia y República en Chile : 1810*1828 / Javier Infante..

Incluye notas bibliográficas.

1.« Chite - Historia - Siglo 19.* 3.« Chile - Política y Gobierno - Siglo 19.1* t.

CDD 23 983.04

2014

RCA2

© Centro de Estudios Bicentenario

Derechos Reservados

Primera edición, abrí) de 2014 ISBN: 200 ejemplares 978-9568979461 (tapa dura) 800 ejemplares 978-956897947-8 (tapa rústica) Inscripción Registro de Propiedad Intelectual N* 241.042

Imagen de portada: Proclamación yjura de la independencia de Chile, de Pedro Subercaseaux Diseño de portada: Elena Manrique?.

Impreso en Andros Impresores Hecho en Chile / Printed in Chile Ninguna pane de esta publicación, incluido el diseño de la portada, puede ser reproducida, almacenada o transmitida en manera alguna por ningún medio sin permiso previo del editor.

"Autonomía, Independencia y República en Chile 1810-1828

Javier Infante

Ediciones Centro de Estudios Bicentenario Santiago 2014

A mis padres, por todo. A mis hermanos, por sus consejos y apoyo. A Rafael, por su infatigable dedicación. A mi país, dulce patria, fértil provincia y señalada.

Tabla de abreviaturas

AGI AN

: Archivo General de Indias. : Archivo Histórico Nacional.

CHIC CAPC RCD RI)P REHJ

: : : : :

Colección de Historiadores de la Independencia de Chile. Colección de Antiguos Periódicos Chilenos. Revista Chilena de Derecho. Revista de Derecho Público. Revista de Estudios Históricojurídicos.

ÍNDICE

Agradecimientos

13

Prólogo

15

Introducción

19

Capítulo I El Reino de Chile. Breve introducción 1. La sociedad colonial chilena 2. ¿Leal súbdito o fiel cristiano? 8. Dos locos y un disconforme

25 25 35 38

Capítulo II Patria Vieja, ideas nuevas 1. La Patria Vieja

41 41

2. Los “escorpionistas” 3. Carlos» Femando y José 4. 5. 6. 7.

Se precipitan los hechos en Chile Noticias de España El Conde de la Conquista» primer Presidente ¿Ideas nuevas o intenciones ocultas?

8. Junta queremos! 9. ¿Gobierno Nacional o junta Provisoria?

44 45

52 55 63 66 71 75

10. El fraile de la Buena Muerte 11. El primer Congreso Nacional

80 85

12. Los primeros ensayos constitucionales 13. “Dijiste Libertad antes que nadie, cuando el susurro iba de piedra en piedra...” 14. El gobierno de Carrera

91

15. El Reglamento Constitucional Provisorio de 1812

93 97 100

9

16. El primer Senado nacional 17. Las dos almas de Juan Egaña

107 110

18. La guerra comienza. Una perla y un potrillo 19. El Reglamento Constitucional de 1814

134 188

Capítulo Hl El último gobernador 1. La Reconquista española. Breve introducción 2. Francisco Casimiro Marcó del Pont

141 141 145

3. El presidio de Juan Fernández 4. Manuel Rodríguez y el cruce de los Andes Capítulo IV La dictadura de O’Higgins 1. Patria Nueva... ¿Ideas nuevas?

2. 3. 4. 5.

Bernardo O’Higgins. Breve reseña La Logia Lautarina El gobierno de O’Higgins Desde Chacabuco hasta 1820

6. Proclamación de la Independencia de Chile 7. El Plan de Hacienda 8. ¡Aún tenemos patria ciudadanos! 9. 10. 11. 12.

El ideal jurídico La Constitución provisoria de 1818 La dictadura legal. Consolidación de un sueño La Escuadra Libertadora del Perú y la consolidación

148 151

157 157 159 162 166 167 172 175 180 183 185 196

del territorio 13. El zarpe de la Escuadra Libertadora 14. Reformas políticas

199 202 203

15. La efímera existencia de la Constitución de 1822 16. Caída de O’Higgins. Juicio a su gobierno

213 219

Capítulo V ¿Anarquía o fundación? 1. Pipiólos y Pelucones 2. El Acta de Unión de las Provincias

223 223 226

3. Juan Egaña y la Constitución Moralista de 1823

230

4. Ramón Freire 5. La crisis de la Constitución Moralista

250 253

10

6. Los ensayos federales 7. Fracaso del federalismo

257 272

8. Francisco Antonio Pinto y el Congreso de 1828 9. La Constitución de 1828

276 278

10. El éxito frustrado

289

Con clusi ones

293

Fuentes y Bibliografía Fuentes Bibliografía consultada

301 301 304

II

AGRADECIMIENTOS

El lector decidirá sobre la calidad del presente trabajo. Estoy dispuesto a recibir todas las críticas posibles. Sin embargo, no toleraría se me criticase ingratitud hacia quienes han hecho posible la presente obra» fruto del trabajo y la ayuda de muchas personas, tanto en su redacción original como en la presente versión ampliada y revisada. Debo agradecer en primer lugar a mis compatriotas, quienes el 2008 me confiaron una beca de estudios para cursar un doctorado en Derecho, Asimismo, agradezco a la Universidad Adolfo Ibáñez por la media beca de estudios que me otorgó como complemento a la primera. En el plano personal, debo agradecer especialmente a Rafael García Pérez, por su paciencia y dedicación en mi formación doctoral. No podría

dejar de lado a doña Mercedes Galán, directora del Departamento de Historia del Derecho en la Universidad de Navarra, o al catedrático Eduardo Valpuesta, siempre dispuesto a entregar un consejo o acom­ pañarme a tomar un buen café. Mis agradecimientos en general al distinguido claustro académico que conforma la Facultad de Derecho de la Universidad de Navarra. También debo agradecer a Carlos Salinas y Alejandro Guzmán, quienes en innumerables conversaciones han aportado a! fondo de la

presente obra y a mí formación como historiador y académico. Finalmente, debo agradecer a Alejandro San Francisco» quien me ha ayudado en la corrección del presente trabajo, así como al Centro de Estudios Bicentenario que ha decidido publicarlo.

De más está señalar que cualquier error u omisión se debe exclusi­ vamente a mi porfía y tozudez.

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PRÓLOGO

El estudio de las décadas fundacionales de la República de Chile no ha dejado de atraer desde su inicio la atención de la historiografía. La formación de la nación chilena, como la de cualquier otra comunidad política, exigía la elaboración de relatos que dotaran de identidad al sujeto naciente. A ello se dedicó desde planteamientos diferentes buena parte de la historiografía chilena del siglo XIX. En la reconstrucción de los “hechos históricos* se hallaba enjuego no solo la existencia de Chile como nación, sino también la definición de su ethos, de la personalidad que los actores políticos y literarios del momento quisieron imprimirle. En continuidad o en relación dialéctica con esta primera historiografía, los historiadores chilenos del siglo XX no han dejado de plantearse una y otra vez los mismos problemas. Parece como si la fijación e interpreta­ ción histórica “precisa* de los acontecimientos que presidieron la crisis

de la monarquía española y la posterior configuración de las naciones americanas hubieran pesado con fuerza en la conciencia de las sucesivas generaciones hasta el momento presente. Ahora, cuando se celebran dos siglos de las diferentes declaraciones de Independencia americanas, la necesidad de reflexionar sobre el propio pasado se percibe todavía con una mayor intensidad, aun cuando en tales circunstancias el riesgo de convertir la conmemoración en mera propaganda sea mayor. El reto de reescribir y, en cierto sentido también, de escribir por primera vez los primeros pasos del constitucionalismo chileno ha sido

afrontado porjavier Infante con valentía, pero también con cautela. La comprensión de nuestro pasado condiciona, querámoslo o no, nuestro presente. El trabajo del historiador exige responsabilidad, pues sus consecuencias exceden del ámbito puramente “científico*. La historia neutral, desprovista de contenidos valorativos, construida únicamente

sobre “hechos* capaces de dotarse a sí mismos de sentido, no existe. La historia no se presenta al historiador como una realidad puramen­ te externa, perfectamente objetivable. Por otra parte, tampoco existe

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verdadera escritura si esta no es capaz de trascender la pura interpreta­ ción histórica, o los referentes textuales que le sirven de soporte, para alcanzar de alguna manera ámbitos de realidad situados más allá de los textos históricos y de sus relaciones entre ellos. En la escritura de la

historia, hechos e interpretaciones se presentan siempre como ámbitos inseparables de una misma realidad histórica. En este sentido, lo que debería caracterizar la historiografía del momento presente no es tanto la adopción de nuevas metodologías o perspectivas de estudio, cuanto la conciencia de sus propios presupues­ tos, que si bien condicionan sus pretensiones de totalidad explicativa, al mismo tiempo hacen posible la recuperación de su intrínseca relación con la verdad histórica, relativa desde nuestra posición de sujetos histó­ ricos, pero no por ello menos real.

Estas reflexiones pretenden solo advertir al lector acerca de una de las cualidades más relevantes del libro del doctor Javier Infante que tengo el honor de prologar. Me refiero a su capacidad para elaborar un relato histórico que, partiendo de un número importante de fuentes

históricas, de muy diversa naturaleza, aúna la explicación técnica de la evolución constitucional de Chile en las primeras décadas de! siglo XIX con su comprensión desde aquella culturajurídica y su contexto históri­

co. El doctor Infante no lleva a cabo un análisis meramente técnico de los primeros textos constitucionales chilenos, tan habitual en la histo­ riografía jurídica. Tampoco se limita a una exposición pormenorizada de los complejos ava tares históricos del Chile de las primeras décadas del siglo XIX. Su trabajo va dirigido más bien a comprender la historia constitucional chilena a partir de la lectura de sus textos más relevantes,

realizada desde el contexto histórico que presidió su formación y primera interpretación. Y’ ello, con la conciencia clara de estar asomándose a un tiempo muy diferente del actual, cuya benéfica influencia en el momento presente solo es posible a partir de la distante mirada del historiadorjurista más que de la forzosamente condicionada interpretación del

jurista-historiador; condicionada no tanto por su horizonte existencia!, en el que se encuadra también la mirada del historiador, cuanto por la tendencia de la interpretación jurídica a establecer relaciones de conti­ nuidad entre el texto histórico y el contexto desde el que opera el jurista. Por el contrario, el trabajo del doctor Infante respeta los ritmos del acontecer histórico, lo que hace posible dotar a cada uno de los períodos

en que divide su estudio de una entidad propia. Esta cautela método lógica le permite leer con mayor fidelidad los textos que se conservan

16

Prólogo

de aquellos años, sin someterlos al filtro de una lectura teleológica determinada por la Independencia y con moralidad condicionada por

un presunto patriotismo. Como la historiografía americanista puso de manifiesto hace ya tiempo, la crisis de la monarquía española revivió las aspiraciones de autogobierno de las diferentes regiones que inte­ graban su vasto territorio, no solo en América. Fue el momento de la "autonomía”. Su fracaso condujo a la Independencia en el otro lado del Atlántico, pero pudo no haber sido así. Otros escenarios políticos eran posibles. La nación chilena, como el resto de naciones, no está inscrita en el ADN de la historia. Entre lo que podía suceder y lo que efectivamente sucedió había un espacio para la libertad humana. La atención que el autor presta a los acontecimientos políticos, tan denostados por una historiografía en retroceso, permiten al historiador apreciar el papel de la libertad humana en el desenlace de la historia. Una libertad con certeza condicionada y a la vez posibilitada por su propia historia; re­ lativa si se quiere, pero no por ello menos real, como la verdad que su estudio pretende alcanzar. La atención que el doctor Infante presta a ambos factores, a la cultura jurídica y a los acontecimientos políticos, le permite escribir una historia constitucional que en algunos de sus aspectos más relevantes contrasta con la actual y, por ello mismo, es capaz de iluminarla. Por otra parte,

le permite recuperar personajes, proyectos y empresas que no por su corta duración o lo peregrino que sus planteamientos nos puedan ahora parecer merecen ser preteridos. Es el caso, por ejemplo, de Juan Egaña y su Constitución Moralista de 1823. Sin duda, muchos otros aspectos del trabajo del doctor Infante mere­

cerían ser destacados, pero ni resulta posible hacerlo en este espacio, ni el que esto escribe es la persona más indicada para hacerlo. Cada lector destacará los suyos. Sin embargo, no puedo terminar esta presentación sin referirme a una dimensión de este libro que en las últimas décadas ha recibido una particular atención en la teoría historiográfica. Me refiero a su dimensión narrativa. La escritura de la historia es siempre narración de historias y, desde esta perspectiva, su proximidad con los relatos lite­

rarios resulta indiscutible. Cuando la construcción del relato histórico se realiza con arte, el texto adquiere una mayor densidad comprensiva y, por tanto, explicativa, en la medida en que su capacidad para hacer partícipe al lector de lo narrado aumenta. En este sentido, no se trata solo de una cuestión de forma, sino también de contenido. Desde esta

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perspectiva, puede también afirmarse que el libro del doctor Infante es un buen libro de historia, pues se lee como una novela. Ni la amistad que me une al autor ni la admiración hacia su obra deberían restar credibilidad a estas breves reflexiones. Sin embargo, si el lector todavía abriga dudas al respecto, le invito a que, libre de prejuicios

(en la medida de lo posible), se sumeija de la mano de Javier Infante en los apasionantes anos que vivió Chile desde el inicio de la Patria Vieja hasta la promulgación de la Constitución de 1828.

Pamplona, 26 de junio de 2013.

Rafael D. García Pérez.

18

INTRODUCCIÓN

El presente trabajo se centra en el análisis político, jurídico e histórico que se vivió en Chile desde la instalación de la Primerajunta de Gobierno hasta la consagración de la República mediante la Carta de 1828. Las obras historie ojurídicas previas han presentado de manera acertada los problemas de la época, así como el tratamiento de las obras constitucionales y legales del período en cuestión. Estas han sido escritas desde una perspectiva institucional e histórica. Sin embargo, muchas de las obras jurídicas que se abocan al estudio de aquellos años adolecen, en nuestro parecer, de ciertas carencias. En primer lugar se trata de obras algunas veces desactualizadas. Los dos principales tratados que presentan un análisis que combine el trabajo constitucional en paralelo al análisis del clima histórico son obras de los siglos XIX y principios del XX? Su cercanía con su objeto de estudio, no

obstante la imparcialidad de sus autores, las convierte en obras que más se avienen con el género del ensayo que del análisis histórico moderno.

En segundo lugar, las obras que actualmente se dedican a presentar el estudio de las ideas de aquellos años soslayan la positivización de las mismas y se abstienen de realizar un análisis constitucional. A su vez

aquellas obras que sí ofrecen un análisis de textos constitucionales lo hacen de una manera sencilla, quedando relegadas al papel de manua­ les universitarios. Su presentación de los textos se realiza mediante un método académico básico, limitándose a la gestación, vigencia y conte­ nido de las normas en estudio, sin presentar las ideas que inspiraban y

subyacían en aquellos textos. Una tercera crítica al estado actual de nuestro campo, y que hace que este trabajo se presente como una obra original, es la falta de abstrac­ ción por parte de los historiadores respecto del período que se analiza.

1

Nos referimos a la obra escrita por Ramón Enseño en 1849, y a la de Luis GaJdames, datada en 1925, titulada Historia de Chile. La Evolución Constitucional 1910-1925.

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Dicha identificación se manifiesta en una incapacidad del historiador

de abstraerse de su propio imaginario cultural a la hora de estudiar el pasado. Muchas de las obras escritas sobre nuestro tema de estudio vienen caracterizados, a modo de ejemplo, por una cierta aversión a lo español durante el siglo XIX; un análisis desde perspectivas ideológicas durante los siglos XX y XXI, o bien la omisión o elección de determi­ nados episodios históricos para así socavar o reafirmar las virtudes de determinados períodos.

Presentaremos un análisis distinto a los trabajos existentes en nuestro campo de estudio. Pretendemos abstenemos de reincidir en las críticas mencionadas, y presentar una investigación que pueda separarse de los modelos precedentes, entregando un estudio que sepa conciliar la Historia del Pensamiento Político y Jurídico con el estudio Histórico-

Constitucional propiamente tal. Para ello hemos demarcado nuestro objeto de estudio a los textos constitucionales que tuvieron vigencia durante el período que transcurre entre 1810 y 1828. Además de los textos constitucionales que efectivamente constitu­ yeron Derecho vigente, creimos prudente incorporar dos proyectos constitucionales que no llegaron a erigirse como leyes fundamentales, no obstante tuvieron una inmensa influencia en proyectos posteriores.2

El estudio que pretendemos no estaría completo sin las publicaciones en que se presentaban las ideas políticas en aquella época: proclamas, catecismos, periódicos o anexos explicativos publicados por los consti­ tuyentes o ciudadanos prominentes. Por lo anterior, nuestro objeto de estudios se enfocará en el Derecho Constitucional chileno. Si bien el proceso chileno forma parte de un pro­

ceso de envergadura continental, nuestro campo de estudios se limitará a las obras constitucionales chilenas, no obstante tenemos presente que ellas se ubican dentro de un contexto mayor, en el cual se presentó en sus inicios una uniformidad de discursos y procesos internos. La elección de las fechas que limitan nuestro objeto tampoco es aleatoria. Si bien nuestro trabajo comienza en 1810, dedicaremos algu­ nas páginas al estudio de los años inmediatamente anteriores a dicho

*

20

Nos referimos a un proyecto presentado porJuan Egaña en 1811. y al Proyecto de Constitución Federal discutido durante 1826 y 1827. También haremos una sucinta mención al proyecto presentado en 1812 por el Cónsul de los Estados Unidos de Norteamérica ante la Junta de Gobierno de Chile.

Introducción

hito, y de esta manera establecer el clima político y sociológico existente en Chile previo a la instalación de la Primera Junta de Gobierno. A su vez, la elección de 1828 tampoco es caprichosa. Aquel año se consagró, mediante la Constitución Liberal, un régimen que sentó las bases para la posterior estabilización política y constitucional de Chile. Sin embargo la amplitud del período que analizamos hace necesaria, por motivos metodológicos, una subdivisión en capítulos más breves. Para ello hemos procedido a dividir nuestro período en cinco etapas menores, claramente acotados y con imaginarios e ideas propias a cada uno de ellos. El primero es la Patria Vieja. Esta denominación no es nuestra, sino que corresponde a la denominación que la mayoría de los historiadores dan a aquel capítulo de la Historia de Chile que se encuentra delimitado por dos hitos claros: la instalación de la Primerajunta de Gobierno y el retomo de las autoridades indianas. En este primer capítulo haremos un análisis histórico, político yjurídico.

Desde la perspectiva histórica veremos cómo se recibieron en Chile las noticias de las abdicaciones de Bayona, el malestar existente hacia el gobernador de entonces y el mal manejo por parte de este último de la crisis de la monarquía, la consecuente renuncia de este y la instalación de una Junta de Gobierno en representación del Rey. El análisis político se enfocará en el estudio pormenorizado de los catecismos y proclamas que comenzaron a circular en apoyo de reformas

políticas que asegurasen una mayor autonomía respecto de la metrópoli. En este punto incluiremos breves reseñas sobre el pensamiento político de quienes jugaron un rol determinante en los acontecimientos de aque­ llos años. Veremos cómo sus ideas bebían de varias vertientes: las ideas ilustradas francesas y el precedente de las colonias inglesas, y a su vez -y

principalmente- de las ideas propias del imaginario hispánico. Esto se vera reflejado en el lenguaje utilizado en los documentos de la época, lenguaje republicano centrado en ideas como la virtud y el mérito de los ciudadanos, la educación política y la disyuntiva política que presentaba la concepción de la República (representación versus participación). También desde una perspectiva política nos alejaremos de la tendencia tradicional que ve desde este primer momento una intención fundacional. Demostraremos que el imaginario político de aquellos años no buscaba una ruptura total con la metrópoli, sino un mayor grado de autonomía política respecto de los asuntos locales. Ello quedara en evidencia en el análisis de los textos constitucionales.

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Estudiaremos los denominados “ensayos constitucionales", reglamentos breves en los que se intentó consagrar el imaginario autonomista, pero que carecen de la mayoría de los requisitos mínimos que se esperan de una Constitución bajo los actuales parámetros: libertades y garantías in­ dividuales, separación de poderes, supremacía constitucional y Estado de Derecho. También nos referiremos en este capítulo al proyecto inédito presentado por Juan Egaña, el que tuvo influencia en la Carta de 1823, y que por su contenido, extensión y calidad jurídica, política y literaria merecería un estudio totalmente exclusivo. Un segundo capítulo se enfocara brevemente en el período deno­

minado como La Reconquista, nomenclatura por tradición utilizada para demarcar aquel espacio de tiempo que se vivió entre la Batalla de Rancagua en 1814-y el consecuente término de los primeros intentos de autogobierno producto de la restauración borbónica-y la obtención de la Independencia definitiva lograda en 1817 luego del cruce de los Andes

por parte del Ejército Libertador. Este período si bien no presenta un objeto en particular interesante desde el punto de vista jurídico, debido a que la Constitución de Cádiz no alcanzó a regir en Chile» sí presenta interés desde el punto de vista del imaginario hislórico-político. Veremos cómo la administración colonial no supo recapturar la fidelidad de sus súbditos. Por el contrario, la represión utilizada logró aquello que no se obtuvo durante la Patria Vieja: romper los lazos de fidelidad hacia el pasado hispánico, encamado en la Corona, y sembrar el anhelo por un Gobierno Independiente basado en un Estado Nacional chileno. En tercer lugar analizaremos el período denominado Patria Nueva. Este comienza con el triunfo del Ejército de los Andes sobre las armas del Rey a principios de 1817, y finaliza en 1823 con la abdicación de

Bernardo O'Higgins. En este capítulo veremos que el cambio acontecido en el imaginario cultural chileno respecto de la independencia dará pie a un nuevo debate cuyas raíces también se remontan al imaginario cultural hispánico: la forma de gobierno. El debate girará en un principio en torno a la forma de gobierno que debía adoptarse, discutiéndose entre

la monarquía y la república, para decantar finalmente por el régimen republicano, con un nuevo debate entre la república autoritaria, repre­ sentativa o participativa. Desde el prisma político, la instauración de un

gobierno autoritario -cuasidictatorial- encamado en la figura del Director Supremo, hará que el debate de ideas quede relegado a un segundo plano. Los cabildos fueron sólidamente controlados y la participación en algún cuerpo “soberano” quedó reservada para algunos pocos vecinos

22

Introducción

designados por el propio Director Supremo. Desde el punto de vista jurídico, tres obras serán analizadas en este capítulo, dos de las cuales

son catalogadas de manera conteste como de rango constitucional (las Cartas de 1818 y 1822). También analizaremos una obra que ha sido soslayada por la gran mayoría de los autores, pero que a nuestro juicio merece ser estudiada dentro del grupo de las normas constitucionales de este período: el Plan de Hacienda de 1817 redactado por el ministro

Hipólito Villegas. El período anterior culmina con la abdicación de O'Higgins ante el Cabildo de Santiago en 1823, comenzando entonces un cuarto episodio. Este capítulo se caracterizara por la diversidad de ideas y ensayos políticos que tendrán lugar. Veremos cómo la opinión política varía desde una República Conservadora consagrada en la Carta de 1823 redactada por Juan Egaña, continúa con Ensayos Federales de la mano dejóse Miguel Infante, y concluye en la República Liberal ideada por el literato español JoséJoaquín de Mora. Este período se caracterizará por un tercer cambio en el imaginario político y cultural: desde la representación estrictamente local, hasta entonces reflejada en los cabildos o municipios, se mudará a la representación provincial y luego a la nacional. El concepto de representación en sí mismo se verá afectado de una representación en sentido estricto, de poderes delimitados en un sentido cuasicontractual, se evolucionará a la representación en un sentido amplio, en la que el representante más que un mandatario encamará la voluntad política de sus electores, para en un tercer momento llegar al concepto de re­

presentación nacional. Basándonos en esta división por capítulos pretendemos analizar cómo el imaginario político de los proceres de la Independencia, así como de quienesjugaron un papel fundamental en la formación de la República, fue variando con los años, decantándose finalmente en la elección del Estado republicano. Asimismo pretendemos estudiar y demostrar cómo

el concepto de soberanía se traspasó desde una esfera local a un nivel nacional. Demostraremos que eljuego de la representación política varia­ rá de acuerdo con la visión corporativista de la sociedad, a un concepto

moderno de representación apoyado en el individuo. Analizaremos el impacto que ello tuvo en las Constituciones, las cuales, como veremos, recogían dichas concepciones y las reflejaban en su articulado: desde Constituciones que eran meros reglamentos orgánicos, a (Constituciones que consagraban derechos individuales, separación de poderes, y que reflejaban una concepción liberal de la sociedad.

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Utilizaremos tanto fuentesjurídicas como no jurídicas. Como fuentes

jurídicas inmediatas utilizaremos los textos constitucionales y legales que pretendemos analizar, así como los debates parlamentarios, actas de cabildos y de asambleas provinciales. Como fuentes jurídicas indirectas acudiremos al estudio de proclamas, catecismos y periódicos. En esta última categoría incluimos aquellas obras de carácterjurídico, pero que por su cercanía a los hechos que analizan presentan características de fuentes jurídicas mediatas. También consideraremos fuentes de otro tipo, como crónicas de la época u obras históricas contemporáneas a los hechos estudiados, que nos ayudarán a presentar un relato histórico coherente, sin saltos ni vacíos. Por otra parte, recurriremos a fuentes de archivo, chilenas y extran­ jeras. Debido a que el objeto de nuestro trabajo es presentar una visión

general de la evolución constitucional entre 1811 y 1828, no presentare­ mos un estudio pormenorizado sobre la efectiva aplicación de aquellas

normas, así como las posibles consecuencias legislativas ojudiciales de las mismas. Confiamos en que sobre esta base futuras investigaciones puedan profundizar en el estudio de las transformaciones institucionales que la aplicación de los textos constitucionales analizados supuso en cada caso.

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CAPÍTULO I

EL REINO DE CHILE. BREVE INTRODUCCIÓN

1. La sociedad colonial chilena “Entre todas las tierras del Nuevo Mundo, el puerto de Papudo ha una extre *

manza de ahondamiento e de bondad mas que otra tierra ninguna. Es como el

paraíso de Dios: tiene suave templanza de climas, grandes e severas montañas e tierras fértiles cubiertas de ganados...".

Con esta carta fechada el 8 de octubre de 1545, don Pedro de Valdivia se dirigía al emperador Carlos V y le daba noticias de las tierras conquistadas en su nombre. El conquistador no ahorraba en elogios al emperador, así como tampoco le faltaban para describir las tierras que a su paso iba descubriendo, las cuales en su generalidad eran fértiles, generosas, con climas gentiles y ubicaciones privilegiadas para el establecimiento de ciudades y pueblos. Hoy sabemos con cuánta frecuencia se exageraban las propiedades y cómo se describían los nuevos territorios cuando se incorporaban a la Corona, con miras a justificar las costosas empresas que se emprendían en nombre del Rey, aun teniendo como fin inme­

diato el enriquecimiento del titular de la capitulación, así como de su séquito. No obstante, y pese a que en la generalidad de los casos se exageraba, podemos desprender del contenido de las primeras cartas la fascinación que provocaban las nuevas tierras en los españoles que en ellas se adentraban? La carta arriba citada es solo un ejemplo más

de ello, ya que la bahía de Papudo -bautizada así por el conquistador en honor a! cacique Garande, natural de esas tierras, el que según los cronistas tenía doble papada- era en ese entonces un descubrimiento

entre tantos otros, y hasta hoy sigue siendo un pueblo cuyo principal atractivo es la geografía del lugar. Valdivia encontró en estas nuevas

*

Para mayores ejemplos de dicho “entallamiento" de españoles al suelo americano, véase Jaime Eyzaguirre, La Logia Laularinay Otros Estudios sobre la Independencia (Buenos Aires, F.d. Francisco de Aguirre, 1973), p. 62.

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tierras el lugar donde alcanzaría la gloria y terminaría sus días. Del mismo modo que el conquistador, sus huestes y sus descendientes tam­ bién alcanzaron un notable nivel de arraigo a la tierra que los acogía, fenómeno que se ve reflejado de modo ejemplar en las referencias que a ella se hacen.4 Por ejemplo cuando Pedro de Oña hace referencia a

la patria mía en relación con Chile, en su obra Arauco Domado, escrita en Lima en 1596, o bien Alonso de Ovalle, quien publica en Roma la Histórica Relación del Reino de Chile5 ( 1646), o bien en la misma obra de Ercilla, quien con las libertades que se permiten a un poeta nos habla de “Chile, fértil provincia y señalada../. Siglos más tarde, esta exaltación de la identidad nacional sería uno de los factores culturales más influyentes en el momento en que los dominios de ultramar tomaran la decisión de separarse de la Corona española.6 Con la muerte de Valdivia en 1558 a manos de Lautaro en la batalla de Tucapel, se inicia una sucesión de gobernadores que, con el tiempo, vendrían a consolidar el poder de la metrópoli en esas lejanas tierras. Es así como desde ese año y hasta

1810 reinó en Chile la calma y la quietud que la administración colo­ nial aseguraba a sus súbditos, los cuales vivían apaciblemente, lejanos a las preocupaciones y problemas de la península, y hasta cierto punto intencíonalmente aislados de ellos. No obstante, en los últimos años del período de la Colonia nuevas ideas comenzaron a llegar al nuevo mundo. Del mismo modo las reformas borbónicas se comenzaron a aplicar, buscando siempre estas últimas la consolidación del modelo que se deseaba asegurar en América. Mas ello

en Chile nunca fue motivo de descontento para sus habitantes, quienes tuvieron por gobernadores a personas probas, de buen carácter, sabios y entregados a su labor.7 La vida transcurría en las ciudades entregada su

población a la monotonía de los asentamientos coloniales, ya se tratase

*

5 6

7

26

"When Valdivia reached Chile in 1540 he noted the strong family affection of thc native peuple of thr country and described their houses. He says: They love their children and (heir wives exceedingly. and aiso their houses which they havc well and strongly made of beams, many of them with two, four or eight doors"". Helen Douglas-lrvine, "The Landholding System of Colonial Chile", Híspante American Historial Review, N° 4 ( 1928), p. 451. Eyzaguirre, La Logia Lautarina y Otros Estudios sobrt la Independencia, p. 38. “Entre los factores culturales hay que mencionar especialmente el grado de elaboración de una identidad propia en cada uno de estos reinos. Elaboración cultural larga y compleja en la que. como en la Europa medieval y moderna, las élites intelectuales criollas emplean medios muy diversos para exaltar a su patria". François-Xavier Guerra, Modernidad e Independencias. Ensayos sobn las revoluciones hispánicas (Madrid, Ed. Encuentro, 2009), p. 90. Sergio Villalobos, Tradición y reforma en 1810 (Santiago, Ed. RIL, 2006), p. 49.

Capitulo I: El Hrino de Chile. Breve introducción

de una ciudad como Santiago o de poblaciones más pequeñas como Valparaíso, Concepción, las ciudades de la frontera de Arauco,8 o bien las haciendas o “fundos”. A lo anterior debemos agregar los desastres naturales que cada cierto tiempo conviven junto al chileno, como lo son los terremotos, crecidas de ríos (no sería hasta el gobierno de don Ambrosio O’Higgins, ya en los últimos años del siglo XVIll, que se pondrá remedio a las crecidas del río Mapocho en la ciudad de Santiago), maremotos, sequías, inun­ daciones, por nombrar algunos de los tantos eventos que han foijado el carácter chileno con los siglos. Debido a su bajo número de población en aquel entonces y su economía principalmente agrícola, Chile no fue nunca un dominio productivo o rentable para la Corona, al menos en comparación con otros territorios. Recordemos que dicho reino se encontraba separado del importante y rico virreinato del Perú por el desierto de Atacama, el más árido del mundo, y de la Gobernación del Río de la Plata, luego virreinato del mismo nombre, por la inexpugnable y siempre nevada cordillera de los Andes. Por el sur, tenía como frontera natural el temido cabo de Hornos, que hasta nuestros días es un paso evitado por los más ávidos navegantes. Finalmente, al oeste, el inmenso océano Pacífico, que en aquellos años no era una ruta comercial relevante con el viejo mundo, así como con cualquier otro. La prohibición de las industrias en América, y el atraso tecnológico en que se encontraba la (Capitanía General de Chile, hacían que su rendimiento económico fuera muy

pobre, basado en la agricultura y la ganadería, y en la exportación de materias primas para su manufactura en el extranjero, para luego ser reingresadas al reino convertidas en productos elaborados. De todo lo anterior, podemos concluir que el reino de Chile fue siempre apacible en cuanto a la estabilidad política en que se vivía, como dormido en la quietud de los valles que lo atraviesan, y que la paz de que disfrutó por más de tres siglos no se vio alterada por hechos violentos, guerras o levantamientos, incluso en sus albores, como sí ocurrió por ejemplo en Nueva España, o en el virreinato del Perú con sus primeros conquistadores.

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Como bien ha demostrado Sergio Villalobos, avanzada la (Bolonia los episodios bélicos en la frontera fueron disminuyendo, llegando a establecerse un constante intercambio comercial entre indios y españoles. Ibíd., p. 33.

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Autonomía, independencia y República en Chile 1810-1828

Quizás el único hecho violento de proporciones haya sido la guerra de Arauco,9 episodio librado en el extremo sur del país, que duró

mientras se mantuvo la Colonia y que solo vino a concluir ya bien en­ trada la República. No en vano la crueldad y duración de este episodio inspiraron al padre Diego de Rosales, en el siglo XVII, a definir a Chile como el Flandes Indiano, toda vez que Arauco constituyó el límite de la conquista española en América. A pesar de lo anterior, no fue una guerra constante, habiendo durante el periodo colonial épocas de paz duradera, interrumpidas por esporádicos levantamientos. 1.a etapa más cruenta se vivió en los primeros siglos de conquista10 (hasta principios

del siglo XVIII). El fiero araucano, indígena nativo del sur de Chile, supo mantener una oposición férrea contra el invasor, y aunque en la mayoría de los casos estableció relaciones comerciales e incluso familiares con el español, mantuvo siempre la dignidad de su pueblo y no temió oponer resistencia cuando así lo creyó necesario.H

Este clima belicoso que existió en los primeros siglos tuvo como con­ secuencia una alta militarización de la sociedad colonial chilena, la que vivía constantemente alerta de los temidos malones araucanos. No obstante ello, dicha militarización social era más bien una aspiración que un logro. Existían tropas regulares y milicias, aunque en ambos casos las crónicas relatan una pésima preparación, tanto por la ineptitud de sus miembros como por la falta de rigurosidad en su mantenimiento y formación.12

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Por ello es que el reino de ('hile fue considerado como un territorio de "frontera" En este sentido: Rolando Méllale, 1fisiona social de Chite y A menea (Santiago, Editorial Universitaria, (Luana Edición. 2004), p. 92; Simón (Lollter, Ideas y política de la independencia chilena 18081833 (Santiago. Editorial Andrés Bello, 1977); Jaime Eyzaguirre, Fisionomía Histórica de Chile (Santiago, Editorial Universitaria, 1948), cap. 2. set. 3; Femando Campos. Historia Constitucional de Chile (Santiago, Editorial Jurídica. 1992). p. 22; Mario Góngora. Ensayo histórico sobre la noción de Estado en Chileen los siglos XIX y XX (Santiago. Editorial Universitaria. Séptima Edición, 1998) p. 63; Villalobos, Tradición y reforma en 1810, p. 105. No obstante, en los últimos años se ha venido desmiüficando este supuesto nudo de guerra permanente, principalmente por Sergio Villalobos, quien sostiene la tesis de que la Guerra de Arauco no fue tan intensa como se piensa, caracterizándose más bien por tener episodios cíclicos, que se fueron haciendo menos frecuentes con el paso de los siglos. Incluso señala que las relaciones entre araucanos y españoles eran mayoritartamente positivas, existiendo un comercio frecuente entre ambos pueblos en la zona de la frontera. Simón Collier, Ideas y política de la independencia chilena 1808-1833, p. 11. Legendarios son los ejemplos de Galvarino. quien siguió luchando aún luego de que sus manos fueran amputadas a mudo de escarmiento, o de (aupolicán, quien orgulloso y estoico ejectitó el mismo su condena a morir empalado, y a quien los arqueros apostados no se atrevieron a disparar al ver tan digno guerrero, o el genio de Lautaro, quien burló a los conquistadores hasta caer en combate en las cercanías del río Macaquito. Villalobos. Tradición y reforma en 1810, pp. 34-40.

Capitulo 1: El Reino de Chile. Breve introducción

Quizá debido a los primeros años de inestabilidad producto de la guerra, el comercio tuvo un lento crecimiento en el territorio, con las consecuencias económicas que se han de suponer para el mercado local.13

Ahora bien, no obstante la alta militarización de la sociedad local, Chile no tuvo una organización -militar- tan estable como usualmente se dice. Durante el primer siglo la defensa de las ciudades y de los territorios conquistados estaba en manos de las milicias, grupos desordenados y con escasa preparación militar, con una jerarquía poco estable y desor­ ganizada. 14 Los vecinos debían acudir en armas ante el llamado de la autoridad, en especial aquellos que estaban comprometidos a ello como los encomenderos y los beneméritos, quienes acudían con sus sirvientes e indígenas encomendados. Durante el gobierno de don Alonso de Ribera se decidió organizar un ejército permanente, cuya tropa se compuso por 1.500 hombres tanto de línea como milicianos. El Rey Felipe 111 accedió a ello en 1603, y estableció que su (mandamiento estaría a cargo del tesoro real del virreinato del Perú.15 Para el siglo XVIII, apaciguada la guerra de Arauco, y sin mayores ataques de corsarios como en el siglo anterior, el número de efectivos de dicho ejército se redujo, quedando en alrededor de unos mil hombres en armas.16

Desde el punto de vista del elemento humano, la sociedad chilena estaba compuesta principalmente de españoles peninsulares, españoles americanos “criollos”, mestizos e indígenas, siendo la distinción racial el principal criterio de pertenencia a determinada clase social,17 además de la jerarquía militar que pudiesen tener los habitantes blancos. La clase dominante era sin duda alguna la de los españoles peninsulares y criollos,18 quienes eran un grupo reducido, considerado como noble en el espacio local, no obstante no serlo necesariamente. Dicha clase

pseudoaristocrática otorgó mucha importancia al afianzamiento de su posición, constituyendo mayorazgos, vinculaciones y adquiriendo más

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Alfredo Jocelyn-Holt, fxt Independencia de Chile. Tradición, modernización y mito (Madrid, Editorial Mapfre, 1992). p. 32. Villalobos, 'fradición y reforma en 1810, p. 34. Alvaro Jara. El Imperio Español en America (1700-1820). Una historia económica (Santiago, Editorial Sudamericana, 20 H). pp. 203 y ss. llnd., p. 34. Campos. Historia Constitucional de Chile, p. 26. Francisco Colom, “El trono vacío. 1.a imaginación política y la crisis constitucional de la Monarquía Hispánica", en Relatos de Nación. La construcción de las identidades nacionales en el mundo hispánico (Madrid, Ed. Iberoamericana), 2005, p. 35.

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Autonomía, Independencia y República en Chile 1810-1828

tarde títulos de Castilla.19 Recordemos a este respecto que precisamente

muchos de los títulos nobiliarios existentes en el (-hile colonial fueron adquiridos por dichas familias una vez consolidadas sus fortunas y como un modo de obtener el reconocimiento oficial de su estatus social.20 Pese a lo anterior, parece cierto que la adquisición de un título nobiliario o el

establecimiento de un mayorazgo (o vinculación) no eran la única forma de ingresar al selecto y reducido grupo que formaban la élite criolla.

Efectivamente, la adquisición de un puesto gubernativo en muchas oca­ siones era aún más anhelada que la obtención de un título de Castilla.21

No obstante, en los primeros años de conquista los estamentos o clases no se encuentran bien definidos entre los mismos españoles, debido al bajo número de peninsulares que habitaban en el territorio y a que la empresa de conquista y población estaba aún por consolidarse. Es decir, no cabe aún hablar de sociedad chilena propiamente tal. De este modo, la primera aristocracia criolla vino a constituirse con los descendientes de aquellos capitanes y soldados compuestos de andaluces y extremeños, castellanos y leoneses que participaron en la guerra de Arauco.22 Avanzados los años se fue consolidando una clase

terrateniente que sería el antecedente de las grandes familias hacendadas del siglo XIX. Con todo, la posición social podía variar, y así sucedió por ejemplo con el surgimiento de nuevos grupos sociales, y luego, con la

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Como señala Sergio Villalobos, durante la (Bolonia llegaron a existir catorce mayorazgos, así como siete vinculaciones y doce títulos de Castilla. Villalobos, Tradición y reforma en 1810, p. 61. Del mismo modo, debemos también mencionar que la aristocracia menos poderosa también poseía distinciones de esta naturaleza, pero aspirando a órdenes menores, como Órdenes de Caballería, o bien grados militares. Cfr. Collier, Ideasy política delà independencia

chilena 1808-1833, 1977. Villalobos, Tradición y reforma en 1810, p. 61 ; Collier. Ideas y política de la independencia chilena 1808-1833, p. 13; Jocelyn-Holt, ¿o Independencia de Chile. Tradición, modemuación y mito, p. 88; Jacques Barbier, “Elite and Cadres in Bourbon Chile", Hispanic American Historical Review, Vol. 52 N* 3 (1972), p. 418. Como señalaba Manuel de Salas a José Antonio de Rojas, quien se encontraba en Madrid en busca de la obtención de un título: "... que un título no es el objeto que usted debe perseguir... sino uno de los empleos honoríficos y vitalicios a los cuales uno que no es versado en la ley puede aspirar, como por ejemplo la Contaduría Mayor, la Superintendencia de la Casa de Moneda, o la Dirección del monopolio del tabaco, u otra de las oficinas subordinadas...**, citado porJacques Barbier, "Elite and Cadres in Bourbon Chile", p. 428. La traducción es nuestra. También en este sentido, véase Brading, “La Monarquía Católica**, en Antonio Annino y François-Xavier Guerra (coord.), inventando la Nación, Iberoamérica. Siglo XIX (México, Fondo de Cktltura Económica. 2003), pp. 30 y ss. "American stratification de rived, as did that in ancient and medieval Europe, from military stratification...". Mario Góngora, "Urban Social Stratification in Colonial Chile", The Hispanic American Historical Review. Durham, vol. 55 N* 3 (1975), p. 427.

Capitulo I: El faino de Chile. Breve introducción

emigración vasco-navarra de fines del siglo XVIII, que vino a ocupar el lugar de privilegio -y prominencia- que hasta entonces habían ostenta­ do las familias tradicionales -castellanas principalmente- descendientes de los conquistadores,23 consolidándose de este modo una aristocracia castellano-vasca.24 Ello tuso lugar cuando los emigrantes vascos alcanzaron, por el comercio, vastas fortunas como resultado de rentables negocios, y

adquirieron muchas de las propiedades que hasta entonces había poseído únicamente la aristocracia descendiente de los primeros conquistadores, ocupando por ende su lugar. Por lo mismo, la aristocracia criolla en Chile era a su vez de gran fortuna, sin ser nobles de linaje peninsular.25 Otro factor que incidió en la tardía formación de una clase social dominante fue el temor con que la Corona veía el surgimiento de una nueva nobleza, similar a la ya existente en la península, con su serie de privilegios que venían a limitar el poder central. Por ello es que duran­ te la conquista y la Colonia se otorgaron pocos títulos de nobleza a los conquistadores, y aún así dichos títulos iban aparejados solo del recono­ cimiento social, sin contar con jurisdicción sobre territorios, como en los señoríos españoles.26 Del mismo modo, una vez consolidada la empresa

de conquista, la Corona accedió a consolidar una aristocracia criolla, y a ganarse sus favores mediante la concesión de ciertos privilegios, de modo que esta nueva clase dirigente man tunera el control sobre la sociedad en su nombre. Ello, sumado al relativo apaciguamiento de la guerra de

Arauco y la consolidación de la actividad agrícola-ganadera, vino a hacer que surgiera la clase terrateniente que mencionábamos anteriormente,

Campos, Historia Constitucional de Chile, p. 28. Collier, ¡deas y política de la independencia chilena 1808-1833, p. 13; Alberto Edwards, La fronda aristocrática en Chile (Santiago. Editorial Universitaria, Decimoséptima Edición. 2005), p. 32; Femando (ampos, Historia Constitucional de Chile, p. 28. ** Edwards, Lafronda aristocrática en Chile, p. 32; “En lugar de tina burguesía real y fuertemente constituida, tuvimos aquí un tipo de excepción, una especie de accidente social, que no sabía n i siq uie ra u bicane a sí m ismo...". Íbíd.. p. 38; “la éli te colon ial c hilena no es propiamente ® 94

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una aristocracia ni una burguesía... Probablemente esto se deba a que estamos frente a un fenómeno americano difícil de encuadrar dentro de tipologías originalmente diseñadas para Europa". Alfredo Jocelyn-Holc, La Independencia de Chile. Tradición, modernización y mita, p. 90. En relación con esto, Eyzaguirre narra de manera clara las luchas de don Mateo de Toro y Zambrano, primer (k>nde de la (kmquista. así como coronel de milicias, por obtener el reconocimiento de las "prerrogativas que adornaban su persona" por parte de las autoridades indianas, rec onocimiento muchas veces obtenido, y otras veces soslayado.Jaime Eyzaguirre. El Conde de la Conquista (Santiago. Editorial Andrés Bello, 1966), pp. 7*101; Brading. “La Monarquía Católica", p. 24; Francisco Colom, Motos de Nación. La construcción de las identidades nacionales en el mundo hispánico (Madrid, Editorial Iberoamericana, 2005). p. 34.

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Autonomía» Independencia y República en Chile 1810-1828

la que comenzará a gozar de gran prestigio social, así como a detentar un poder de facto sobre los inquilinos que trabajan en sus dominios y en general en la zona geográfica en que se encontrasen, reflejo del poder

económico que alcanzaron. Es importante hacer una referencia al nacimiento del inquilinaje,27 institución que se mantuvo -y que se habría mantenido según parte de la doctrina- hasta bien entrada la República.28 Las grandes haciendas

o fundos, como unidades rurales productivas, no solo se definían por

su sentido económico. Eran a la vez, pequeñas unidades de poder. El hacendado, si bien se definía por la posesión de la tierra, factor sin duda importante, también constituía un foco de autoridad sobre quienes trabajaban en su propiedad, ya fuesen estos indios, o bien esclavos. La escasez de mano de obra indígena se vino a paliar mediante la contra­

tación de mestizos, negros e indios libres —y muchas veces también, de blancos empobrecidos- quienes pasaban a estar bajo la autoridad del hacendado a cambio de un salario y otras prestaciones. Los sujetos antes nombrados vinieron a engrosar la lista de sujetos que pasaron a formar parte de la fuerza laboral en estas unidades económicas, naciendo los denominados “inquilinos*.2930 31 la relativa pacificación en la frontera sur del reino durante el siglo XVIII, trajo consigo una paz social que ayudó también al aumento de la vida urbana,50 la cual con los años elevaría a la clase comerciante como la nueva aristocracia local, dejando de lado a los descendientes de los antiguos encomenderos y hacendados, y como vimos, reemplazándolos en la prominencia que tenían. En cuanto a la economía, la gobernación de Chile era dependiente en

sus inicios del virreinato del Perú. Como provincia de este, siempre tuvo un carácter de territorio lejano, constituyendo los confines del imperio español. Como ya mencionáramos, su aislamiento geográfico también contribuyó a esta imagen que se plasmó en torno a la idea de Chile.51

Este término es usado para referirse a la relación de naturalezajerárquica existente entre el dueño de la tierra o su administrador, y las personas que para el trabajaban en labores generalmente agrícolas o ganaderas. w Cfr. Gabriel Salazar, Labradores. preñes y proletarios: formación y crisis de la sociedad popular chilena del siglo XIX (Santiago. Ed. Sur, 1989). 29 Cfr. Mario Góngora, “Origen de los inquilinos en el Chile central”, en Semincmo de Historia Colonial, Santiago (I960). 30 Cfr. Gabriel Guarda, Historia l 'rbana delRrfiw de Chile (Santiago. Ed. Andrés Bello, 1978). 31 Jocelyn-Holt, Ln Independencia de (hile. Tradición, modernización y mito. p. 50; Collier, Ideas y política de la independencia chilena 1808-1833, p. 11;

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Capítulo í: El Reino de Chile. Bme introducción

Las primeras actividades económicas importantes del territorio Rieron, como es natural, la agricultura y la minería. La concesión de mercedes de tierras y encomiendas vino a establecer unidades productivas no siempre exitosas. Como ya señalábamos, la guerra de Arauco y el consiguiente establecimiento de la Frontera en la línea que sigue el río Biobío hicieron

que la producción agrícola en el país se concentrara geográficamente en

la zona central del reino. A lo anterior, debemos agregar que por existir la guerra al sur de dicha Frontera, la mano de obra indígena tampoco era abundante, con las consecuencias que ello conllevó en la producción.32

Gran parte de la producción agrícola y ganadera durante los primeros años fue destinada al abastecimiento del Ejército, siendo el mercado interno poco relevante para la producción local.

El comercio seguía la ruta hacia el Callao, principal puerto de destino de las mercancías provenientes de Chile, desde donde se redirigían a otros puertos, ya fuera en América o en la península. Este monopolio

que disfrutaba el virreinato fue duramente criticado por los comercian­ tes en Chile, ya que los hacía depender exclusivamente de la demanda existente en dicho puerto, con las consecuencias en la fyación de los precios que ello implicaba. Por lo mismo, el contrabando pasó a ser una

institución frecuente en las costas y en el comercio chileno. Esto cambió durante el siglo XVHI con las reformas borbónicas, las cuales vinieron a modificar la jerarquía geopolítica existente en América y a liberalizar

el comercio hada finales del siglo XVHI.

Efectivamente, Chile como Capitanía General obtuvo su indepen­ dencia económica del virreinato del Perú en la segunda mitad del siglo XVIII, en 1778, mediante la dictación del reglamento de libre comercio de Carlos III, que abría los puertos de España e Indias.53 Ello significó

que la relación de subordinación con el palacio de Pizarro dejó de exis­ tir, y con ello se abrieron las rutas comerciales con el resto de América -principalmente con Buenos Aires, capital del recientemente creado virreinato de La Plata-34 y España. A todo ello se unía el hecho de que

Chile para entonces se había convertido en el principal proveedor de granos al virreinato del Perú, por lo que la relación económica existente

99 Me Èlafe, Historia social de Chile y América, p> 93. 99 Jaime Eyzaguirre, Historia de las Instituciones Míticas y Sociales de Chile (Santiago. Editorial Universitaria, 1967), p. 59. 94 Villalobos, Tradición y reforma en 1810, p. 125.

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Autonomía, Independencia y República en Chile 1810-1828

se volvió del lado del oferente. Pero no todo fue beneficioso.55 La política

descentralizado™ de las reformas vino a instalar el sistema de intendentes, casta de oficiales públicos que tenían independencia de las autoridades

coloniales tradicionales y respondían directamente a la Corona, y que tuvo como fin el expandir aún más el ya complejo sistema burocrático existente, y que ya estaba mostrando signos de difícil gobierno con el sistema colonial tradicional. Del mismo modo, la creación de nuevos virreinatos-Nueva Granada y La Plata- vinieron a atomizar más aún los territorios americanos, l^as reformas perseguían principalmente la rentabilidad de las nuevas provincias. En el caso de Chile, ello traía aparejado necesariamente el aumento de la presión fiscal sobre los súbditos, toda vez que los elevados gastos de la guerra de Arauco, debían ahora recaer sobre los vecinos dejando de contar con el apoyo financiero del virreinato. Para paliar dicho déficit fiscal se abordaron una serie de reformas tanto económicas

como estructurales. En primer lugar se crearon estancos de tabaco, con lo que se vino a financiaren parte los costos de la guerra -y en general de la mantención del ejército permanente-.56 Además se procedió a la centralización de

servicios que antes estaban entregados a particulares57 o se impulsaron por parte del gobierno de nuevos cultivos, así como subsidios e incentivos a la empresa privada. Del mismo modo, se acometieron reformas estruc­ turales58 que vinieron a dar un mayor impulso al comercio local criollo, como la creación del Tribunal del Consulado59 en 1795, que permitía a los comerciantes oriundos de Chile dirimir sus diferencias sin tener que acudir a Lima, con los costos y retrasos que ello conllevaba. En el mismo sentido se creó la Contaduría Mayor en 1768, y más importante

aún, se concedió el permiso para la instalación de una Casa de Moneda en la gobernación, lo que permitía la acuñación de oro sin tener que recurrir a la va aborrecida Lima. Esta calma en que vivía el reino de Chile se vio interrumpida en la segunda mitad del siglo XVIII por un acontecimiento que remeció uno

Néstor Meza, Laconaenña política chilena durante la Monarquía (Santiago de Chile. Instituto de Investigaciones Histérico-Culturales de la Facultad de Filosofía y Educación de la Universidad de Chile, 1958), pp. 240-241. M Jara, El Imperio Español en América (1700-1820). Una historia económica, pp. 211-212. Jocelyn-Holi, La Independencia de Chile. Tundición, modernización y mito, p. 62. 58 Ibtd, p. 58. 80 CoHíer, ¡deas y política de la independencia chilena 1808-1833, p. 85.

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Capitulo f: El Reino de Chile. Rm* ¿nlwducción

de los pilares importantes de la sociedad chilena de la época: la expul­ sión de los jesuítas en 1767.40 Dicha Orden era un bastión del pactismo,

y fue por lo mismo vista muchas veces como un agente contrario a las pretensiones absolutistas borbónicas.41 La Compañía constituía una

piedra en el camino del reformismo absolutista, y sostenía las ideas de pensadores contrarios a los intereses de la Corona.42

2. ¿Leal súbdito o fiel cristiano? La Compañía de Jesús había logrado instalarse en el reino, y con los años logró posicionarse en la sociedad chilena, que la acogió en su seno.4*

*Ixm gobernadores, los magnates, la aristocracia criolla y las familias de abolengo, buscaban entre los hijos de San Ignacio a sus consejeros y confesores; asistían a los oficios divinos en sus templos y hacían corridas de ayunos y penitencias

en sus establecimientos; cuando extendían testamento dejaban fuertes legados a la orden o establecían censos a favor de ella. El servicio de Dios y el espíritu religioso de los hombres de la Colonia, fuesen ricos o pobres, porque losjesuítas sabían ser humildes también, se identificaba con la Compañía".44

De más esta decir que la expulsión de la Orden por parte de la Corona obedece a la tendencia de las reformas que se intentaban imponer en

sus dominios. Para obtener un mayor control estatal, la eliminación de aquellos elementos que actuasen como distorsión ado res del poder central

era solo una consecuencia. En el caso particular de la Compañía, esta no solo era parte de la Iglesia, institución que ya había visto intervenido su grado de autonomía en las indias -mediante el derecho de Patronato del que gozaba la Corona, o mediante tramites como el exequátur, el cobro y administración del diezmo, entre otros-, sino que además era un grupo intermedio de tremendo poder, tanto económico como

40 Jocelyn-Holi, La Independencia de Chile. Tradición, modernización) mita, p. 65. 41 Brading, “I-a Monarquía Católica", p. 36. 42 “Inquisidores de su tiempo, que permiten libremente la circulación de las obras de Suáiez y Mariana entre otros, donde se condena la tiranía, no solo demuestra la importancia que tuvo el ideario filosófíco-político de los jesuítas en su expulsión, sino también la forma parcial y exagerada con que fue presentado el mismo para justificar la medida", Jaime Eyzaguirre, Ideario y ruta de la emancipación chilena (Santiago, Ed. Universitaria, 1957), p. 47. ‘ Habían sabido Hacerse querer por iodos,...", Collíer, Ideas y política de la independencia ch ilena 1808-1833. p. 36. 44 Villalobos, 'Tradición y reforma en 1810, p. 89.

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Autonomía, Independencia y República en Chile 1810-1828

social. Solo en Chile, la Compañía era uno de los principales hacenda­

dos y productores agrícolas, al mismo tiempo que gran número de las escuelas primarias dependían de ella.45 De todo lo anterior e$ fácil ver por qué la expulsión de los jesuítas fue uno de los primeros episodios

que vino a opacar el alto prestigio de que disfrutaba la Corona en el reino de Chile, quedando por primera vez su población enfrentada a la encrucijada de tener que decidir entre su fidelidad a la monarquía y su devoción católica, en este caso particular, reflejada en el cariño y admiración hacia los seguidores de San Ignacio.46 Incluso el entonces

gobernador de Chile, don Antonio de Guill y Gonzaga, al recibir la orden de expulsión de la Compañía, lamentó la triste decisión, siendo él mismo un hombre muy afecto a la Compañía.47 No obstante, la instrucción era clara y debía ser obedecida al pie de la letra. Debía cumplirse en un día determinado, antes que rompiese el alba, y las tropas y milicias debían estar en armas para actuar frente a eventuales tumultos. La expulsión afectaba a todos los miembros de la Orden, desde sacerdotes y diáconos a hermanos legos, y también incluía la instrucción de confiscar todas las propiedades de la Compañía.48orden de expulsión fue enriada por

el gobernador a sus subalternos en sobres sellados, con el encargo de

"la congregación poseía más de cincuenta haciendas (...) Su participación en el comercio de trigo no tenía competidores; lo mismo se puede decir de la producción de vino de alta calidad, textiles indígenas, mobiliario de casa y artefactos religiosos. (...) Solo en la diócesis de Santiago se debieron cerrar 14 colegios a causa de la expulsión, medida que afectó por lo menos a un millar de alumnos. (...) La pérdida total fue en realidad asombrosa; se la menciona continuamente por historiadores como causa indirecta de la inde pende ncia", Jocelyn-Holt, 1.a Independencia deChile. Tradición, modernización y mita, p. 65. 46 A modo de ilustración, podemos citar a Weingartner, sacerdote jesuíta quien presenció y vivió los hechos en («hile: MSe vio a un soldado recorrer las calles con lágrimas en los ojos, repitiendo que era deudor a los jesuítas a todo lo que sabía de bueno, y que prefería hacerse matar antes que poner la mano sobre uno solo de ellos”, Weingartner. La Expulsión de iosJesuítas en 7767 (Santiago, 1869), p. 2. 47 “Uegó del Paraguay a Santiago, capital de Chile, un correo extraordinario enviado por el gobernador de Buenos Aires, a pesar del invierno y de las nieves que cubren en esta época las montañas situadas entre estos dos reinos. El gobernador de Chile, hombre muy afecto a la Compañía, ocultó con cuidado su llegada, y nadie supo la misión que se le había encargado”. Ibid., p. 1. 48 •. ..he venido a resolver, como resuelvo, quiero y mando, que sean extrañados y excluidos para siempre de todos mis Dominios de las Sicilia*, y de cualquiera otra pane perteneciente a mi soberanía, todos los Sacerdotes, Diáconos y Sub-Diáconos de la Compañía de Jesús, con todos los hermanos legos de la misma Comunidad, que quieran mantener el hábito, y seguir el Instituto. Igualmente he resuelto, quiero y mando, que se ocupen todas las Temporalidades de la referida Compañía en mis dominios, para hacer de ellas el uso que Yo tuviere por justo y conveniente“. Pragmática sanción de su Majestad en fuerza de ley para el extrañamiento de estos reinos a los regulares de la Compañía, ocupación de sus

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Capitulo 1: El faino de ('.hile. Hrrve introducción

abrirse en la fecha señalada ante testigos designados para la ocasión. La triste misión se cumplió finalmente el 25 de agosto de 1767. A las tres de

la mañana se presentó ante la Compañía en Santiago un oficial del Rey seguido de una escolta armada y leyó el decreto por el cual se tomaba posesión de la propiedad. Así se hizo con todos los colegios jesuítas de la ciudad, confinando a todos los hermanos de la Compañía en el o legio principal. Los novicios fueron dirigidos a una casa particular, en donde a instancias de sus madres y familiares se les pidió que dejaran la (Compañía y volvieran al seno familiar, como modo de evitar la cruel e injusta pena que les esperaba. Ninguno de aquellos jóvenes novicios abandonó a sus hermanos.* 49

Las consecuencias que tuvo la expulsión de la Compañía del reino de Chile fueron variadas. En lo social, su alejamiento súbito causó conmoción y abatimiento públicos.50 Lógicamente frente a un real orden tan arbitraria e injusta la autoridad -la monarquía en particular- tuvo que contabilizar una pérdida de prestigio enorme, posiblemente la mayor hasta aquella época. La fidelidad a la Corona finalmente perduró, pero no sin dejar una

cicatriz indeleble, que para muchos se mantuvo abierta hasta cicatrizar con la Independencia. También la educación sufrió enormemente con la pérdida de talentosos maestros. Como ya señalábamos, muchos de los establecimientos educacionales estaban en manos de la Compañía, y fueron clausurados junto con la expulsión. Incluso en la Universidad de San Felipe, la Compañía dictaba desde mediados de siglo la cátedra Francisco Suarez, en la cual se explicaba el pensamiento de dicho autor, de ideas contrarias-en algunos puntos- al ideal borbónico. Lo anterior constituyó un retroceso en el ya precario sistema educacional criollo.51

En octubre de 1767, por una Real Cédula, se prohibía en América la

enseñanza de filosofía de la denominada escuela jesuíta. Del mismo modo, producto de la incautación de las propiedades de la Compañía y su posterior subasta, la clase alta criolla vino a consolidar más aún su

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temporalidades y prohibición de su restablecimiento en tiempo alguno, con tas demás precauciones que expresa. Madrid. 1767. Suplemento a la Gaceta faaL Weíngariner. la Expulsión de losJesuítas en 1767, p. 2. Barros. Historia General de Chile, Tomo VT. p. 205. “Ixkjesui tas constituían en (Ihile el foco más valioso de irradiación cul rural y su extranamicnt«) importó un golpe de muerte para las letras, la educación y las bellas anes, que estaban entregadas casi exclusivamente en sus manos", Eyzaguirre( La Logia Lauiarina y Otros Estudios sobre la Independencia, p. 91.

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poder económico al adquirir dichas haciendas?2 que se contaban entre

las más productivas del reino.

3. Dos locos y un disconforme

Otro episodio que vino a romper la habitual calma que se vivía en aquella tierra fronteriza dice relación con un hecho más bien anecdótico, como es el caso de la denominada “conspiración de los tres Antonios**.52 53 En resumidas cuentas, el episodio no pasó más allá de las deliran­ tes cavilaciones de un francés avecindado en Chile, quien tenía ideas

bastante poco practicables. Este singular personaje había tentado a la suerte en las más diversas actividades, no teniendo éxito casi en ningu­ na de ellas. Así, se dedicó por un tiempo a la agricultura, luego intentó lograr fortuna en el comercio, para finalmente procurar sin mayores resultados dedicarse a la ingeniería y sus aplicaciones en el rubro minero. Coincidió este personaje con la coyuntura del momento: a raíz de ciertos hechos que habían causado malestar en la población -pero sin pasar a mayores- nuestro Antonio creyó apreciar en la sociedad un descontento mayor, del cual podría sacar el provecho suficiente como para encauzar los ánimos hacia la independencia del país. Sin embargo,

ese supuesto malestar social no pasaba más allá de una simple inquietud frente a reformas que en los últimos años se habían llevado a cabo,54 sin comprometer de ningún modo la fidelidad de los criollos a la Corona.

52 Jocelyn-Holt, La Independencia de Chile. Tradición, modernización y mito. p. 65: Gollier, Ideas y política de la independencia chilena 1808'1833, p. 37; Eyzaguirre, ¿4 l^ogia Im uterina y Otras Estudios sobre la Independencia, p. 91. w A este episodio se le suele denominar de esta forma en honor a los tres supuestos partícipes del mismo, los franceses Antonio Gramusset y Antonio Bemey, y el criolloJosé Antonio de Rojas, cuya participación en el episodio es puesta en duda por parte de los historiadores. 54 Estas reformas eran básicamente dos, siendo la primera de bastante más relevancia -social v económica- que la segunda. La primera reforma consistió en la creación del estanco del tabaco en 1753, actividad que antes era ejercida libremente por los comerciantes, y que ahora pasaría a manos de estancos reales, quienes serían los encargados de su comercialización, la medida ocasionó protestas a lo largo de todo el reino, ante las cuales la autoridad hizo caso omiso, estableciéndose fi nal mente la medida. No obstante, las quejas continuaron con los anos, Luego, en 1776, el contador del reino riño a establecer que el cobro de la alcabala, el impuesto sobre las compraventas y el impuesto denominado composición de pulpería, hasta entonces entregados a manos de privados, pasarían a ser cobrados por funcionarios reales. Estas medidas también provocaron gran alboroto, llegándose a pedir la constitución de un (Cabildo abierto para discutir el tema. La segunda medida a que hacemos alusión, y en la cual Gramusset creyó ver un descontento mucho mayor que el

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(Capitulo I: El Reino de Chile. time introducción

Creyó entonces Gramusset ver las condiciones para idear un complot que concluyera en la independencia. Para ello acudió ante su compatriota

Antonio Bemey, quien al igual que él no tenía los pies bien puestos en la tierra. Se dedicaba a la enseñanza del latín y de las matemáticas, mas su nivel cultural se veía opacado por su tremenda ingenuidad. Debido a las personalidades de los personajes involucrados, bastante peculiares y abstraídos de la realidad;75 es que emprendieron sin problema la empresa en conjunto. El plan no pasaba más allá de conjeturas y ridiculas estrate­

gias para, una vez llegado el día, tomar el poder e instaurar una república en el país. Nuestro último integrante era José Antonio de Rojas, titular de mayorazgo, criollo bastante respetado en la sociedad de la época, de vastos conocimientos relativos a las ideas ilustradas, ya que poseía una de las bibliotecas más completas existentes entonces en el reino. Berney se

dirigió a realizar algunos trabajos en la hacienda de don José Antonio, lugar en el que posiblemente más de una vez discutieron respecto de las aprensiones que ambos podían tener con relación al régimen colonial, pero sin involucrarse mayormente don José Antonio. En alguno de sus viajes entre Santiago y la hacienda en Polpaico, Berney extravió su valija, en la que se contenían todos los planes para llevar a cabo su empresa independentista. L-a valija extraviada tuvo un singular viaje de mano en mano, hasta que finalmente las noticias sobre su contenido llegaron a oídos del regente de la Audiencia, Tomás Alvarez de Acevedo. Este último, luego de realizar varias indagaciones, determinó que los únicos realmente responsables eran los franceses y un gallego que no jugó un

papel de mayor relevancia. Cxmtra ellos se dictó orden de detención, mas solo los franceses fueron expulsados y puestos a disposición del virrey del Perú. De ahí pasaron a España, falleciendo Gramusset en prisión en el puerto de («ídiz, y Bemey en el naufragio del navio que lo trans­ portaba hacia España. Hasta nuestros días no sabemos con exactitud si este singular episodio en la vida colonial chilena se trató, como hemos venido señalando, de las delirantes ideas de un personaje algo alejado de este mundo, o bien efectivamente de un complot -aunque absurdo y muy difícil de practicar- para derrocar al gobierno español e instau­ rar una república independiente. Lo anterior se podría deducir de la

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real, se refería a un simple IIainado al orden de aquellos eclesiásticos que andaban un poco olvidados de sus obligaciones, dedicándose más bien a actividades mundanas. "...dos franceses utopistas (y posiblemente alienado»)...". Collíer, Ideas y potinca dr la independencia chilena 1808-1833, p. 44.

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participación de José Antonio de Rojas en la trama, cuyo descontento con las políticas y el régimen de gobierno de entonces son conocidos. Si bien la mayoría de los ciudadanos -o más bien dicho, súbditos- eran efectivamente leales al régimen establecido y no se cuestionaban la validez

del mismo, ya sea por motivos de firme convicción, desconocimiento de alternativas, o bien por motivos de simple resignación, lo rescatable de personajes como Rojas es que nos dan a conocer el descontento que ya existía por aquel entonces, aun entre una minoría muy selecta. Fuera de los casos nombrados anteriormente, y como ya señaláramos, la vida en estos confines del imperio rara vez se veía alterada por aconte­ cimientos que pudieran causar gran conmoción. El ritmo de vida colonial era tranquilo, llevando a los habitantes de Chile a llevar una vida rara vez alterada por sucesos importantes o que pudiese causar conmoción. Es importante destacar que los episodios nombrados en estas últi­ mas líneas tuvieron lugar en un período bastante reducido, si tenemos

en cuenta que la colonización de Chile comenzó a mediados del siglo XVI. Efectivamente, la segunda mitad del siglo XVIII se vio bastante más interrumpida que épocas anteriores por reformas y cambios sociales, tanto producto de órdenes ideadas en la península como por la adap­

tación de la sociedad chilena a la nueva administración y sociedad que se estaba tratando de modelar. Pero aquella calma y estabilidad política y social que se había logrado en aquellos tres siglos de gobierno espa­ ñol ya tenía fecha de caducidad. Importantes sucesos en Europa, que luego tendrían efectos impensados en los territorios de ultramar, ya se habían puesto en marcha; sucesos que llevarían a un total cambio en la mentalidad de la sociedad colonial, y que en un relativamente corto

tiempo traerían consecuencias políticas y sociales que revolucionarían el escenario que se vivía.

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CAPÍTULO II

PATRIA VIEJA, IDEAS NUEVAS

1.

Patria Vieja

La Patria Vieja es aquel período que abarca desde 1810 hasta 1814» durante el cual se vivió en Chile por vez primera la experiencia del au­ togobierno. Fueron aquellos años los primeros testigos de una serie de eventos, patriotas, realistas, republicanos y monárquicos, que con sus discusiones, planteamientos y nuevas ideas foijaron la primera identidad patria de lo que luego pasaría a ser el Chile republicano. Ese es el breve período que será objeto de las siguientes líneas. No obstante, antes de entrar de lleno al estudio de aquella época, debemos nuevamente mirar hacia atrás, esta vez a los primeros años del siglo diecinueve. Debemos

retroceder hasta un episodio particular, que vino a precipitar las cosas: la renuncia del gobernador Francisco Antonio García Carrasco.

Este oficial español había comenzado sus funciones en 1808, luego de la muerte de su antecesor, el gobernador Luis Muñoz de Guzmán.54 56 * El nombramiento, no obstante, y quizás como un triste pronóstico de lo que sería su mandato, no estuvo exento de polémica.57 Existía una

Real Orden de 1806 que establecía que en caso de muerte, enferme­

dad o ausencia del gobernador propietario, debía recaer el cargo en el militar de mayor graduación en el reino, cuyo grado no fuese inferior al de coronel. El nombramiento debía haber recaído, de acuerdo con el propio García Carrasco, en el brigadier Pedro Quijada, quien no obstante se encontraba “retirado e inhábil por su edad”.58 Por su parte, la Real Audiencia, ante el fallecimiento del gobernador Muñoz el 11 de

Eyzaguirre. Ideario y rula de la emancipación chilena, p. 95; Collier, Ideas y política de la independencia chilena 1808'1833, p. 48. 57 “En realidad. Carrasco cayó por su propio peso, las circunstancias no eran las más propicias para llevar a cabo impunemente un gobierno vacilante, corrupto y arbitrario". Alfredo Jocelyn-Holt, La Independencia de Chile. Tradición, modernización y mito. p. 142. 58 *E1 Presidente de Chile avisa su recepción en este empleo...", AGI, Chile, 206.

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febrero de 1808,59 decidió nombrar en lugar del fallecido gobernadora

donjuán Rodríguez Ballesteros, quien a la fecha se desempeñaba como regente de la misma corporación. Ante ello, García tarrasco optó por convocar a una Junta de Guerra en su ciudad de residencia, entonces Concepción, corporación que lo reconoció como gobernador, por ser él el militar más antiguo en el reino en ese momento, logrando forzar de este modo a la Real Audiencia, que no tuvo otro camino que reconocer finalmente a García Carrasco como gobernador del reino. Meses más tarde, la Junta Central confirmaría a García Carrasco como Capitán General, Gobernador y Presidente propietario.60 Lo anterior fue solo el comienzo de una serie de eventos desafor­ tunados, que tuvieron lugar durante el breve mandato de Francisco Antonio García Carrasco.61 Mucho tuvo él mismo de responsable en

foijar su destino político, mas no debemos olvidar que hasta entonces

García Carrasco solo había conocido la vida militar, con sus dificultades y asperezas, por lo que podemos imaginar que el brigadier carecía de aquel tacto político necesario para gobernar un reino que estaba acos­ tumbrado a la benevolencia de sus Presidentes.62

Una vez instalado en Santiago, los problemas solo fueron en aumento para nuestro desafortunado gobernador. Su primer desacierto consistió en pasar por encima de las atribuciones del claustro académico de la Universidad de San Felipe, al designar él, y no aquel cuerpo colegiado, al

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Villalobos, Tradición y reforma en 1810, p. 187. "Que S.M. se ha dignado conferirle la Capitanía general y Presidencia de la Reai Audiencia del Rcvno de Chile que sirve interinamente", otorgado en los Reales Alcázares de Sevilla el 21 de febrero de 1809, AGI, Chile, 224. Con relación a la personalidad de este gobernador. Diego Barros Arana es bastante claro al señalar que si bien no reunía todas las virtudes que se podrían haber esperado en alguien que ocupase dicho cargo, tampoco reunía en si todas las características de un “monstruo", como quiso reflejarlo la opinión y literatura posterior. Cfr. Barros. Historia General de Chile, lomo MU. En un informe del Cabildo enviado al Consejo de Regencia se hace referencia a la personalidad del gobernador “Este era un oficial a quien la parquedad de su corazón y la mediocridad de su vida y talentos no habían permitido descubrir más que ciertas virtudes pueriles y contraídas a objetos muy pequeños. Formóse de ¿1 una grande idea, porque no era autor de grandes males y era un nuevo gobierno. Pero a los dos días de su mando se reconoció que a aquel hombre le faltaba dignidad, y no tenía expediente para los grandes negocios, acompañándole por otra parte un genio miserable y suspicacísimo, capaz de conducirlo a grandes errores...*. Informe del Cabildo al Consejo de Regencia, fechado el 21 de julio de 1810. AGI, Chile. 208. Villalobos. Tradición y reforma en 1810, p. 186*187; Juan Eduardo Vargas. “De la Monarquía a la República", en Femando Silva Vargas y Juan Eduardo Vargas (Editores), Historia de la República de Chile 1808-1826. Elfin de la monarquía y los orígenes de la República (Santiago. Editorial Zig-Zag, 2013), p. 169.

Capitulo II: Patria Viejat ideas nuevas

rector entrante, una vez concluido su mandato. La designación consistió en prorrogar el mandato del rector saliente por un ano, atribución que

no le correspondía. Ante el escándalo que dicha noticia provocó entre los académicos, un grupo de ellos se acercó al gobernador y se entrevistó con él. Fruto de dichas negociaciones, García Carrasco consintió en que el claustro eligiera de manera independiente al nuevo rector, sin resultar finalmente favorecido el rector saliente.65 A lo anterior se suma la completa enemistad que lo distanciaba de la clase dirigente santiaguina, tanto de oficiales de alta graduación como de los principales empleados y vecinos.63 64*En una carta fechada en junio de

1809, denunciaba a este vecindario y no cejaba en su afán de denunciar cuantos vicios se le presentaban: . Los Oidores por intereses propios, y de sus parientes y afines, como casados dos de ellos don José Santos Concha y don José Santiago Aid uñate con hijas del País» del mismo modo que el Asesor lo está con doña Francisca Javiera Carrarera; el Administrador de la Aduana por su compadrazgo con dicho

Asesor; el Contador Mayor por su íntima amistad con este; el Oidor Irigoyen

por la familiaridad con doña Luisa Esterripa, y con el Asesor, todos componen una alianza tal que con la chusma que los rodea, es de temer que jamás pueda contarse con un manejo pacífico» y arreglado...".66

Dos casos más lograron su total descrédito ante los habitantes de

Chile. El primero consistió en el asesinato del capitán de la fragata inglesa Scorpim. El segundo hecho, ya de mayor relevancia, tuvo lugar una vez conocida la crisis en España.

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*

“En efecto, quiso hacer un Rector de la Universidad contra las l^eyes más terminantes; y porque aquel cuerpo le puso la representación más honrosa y sumisa, guarneció de Tropas lo interior y exterior de la Escuela, las avenidas de las bocacalles, y dio las disposiciones más alarmantes que podían exigirle para el momento de una insurrección de enemigos, y que jamás había visto esta Capital... Informe del (Cabildo al Consejo de Regencia, fechado el 2) de julio de 1810, AGI, Chile, 208. "Quiso posteriormente manifestarse de un carácter popular; y dirigido por la presente a que le inclinaba su genio, su popularidad consistía en separar de la Nobleza y de los principales Empleados; en formarse una corte de la gente más despreciable y aborrecida..Informe del Cabildo al Consejo de Regencia, fechado el 21 de julio de 1810, AGI, Chile, 208. AGI. Chile. 206.

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2. Ims “escorpionistas ” El tristemente célebre caso de la fragata Seorpion fue quizás uno de los episodios más lamentables en los cuales se rio involucrado un gobernador de Chile, debido a la magnitud del crimen.66 Este episodio comienza con

la recalada en las costas chilenas de la fragata ballenera inglesa Srorpion. al mando del norteamericano Tristan Bunker, quien no obstante su nacionalidad se encontraba al mando de aquel buque inglés. El buque tenía como actividad la caza de ballenas ante las costas chilenas, pero su objetivo oculto era otro: el contrabando de telas inglesas. El capitán Bunker se puso en contacto con un compatriota suyo avecindado en la ciudad de Quillota, quien, ante la necesidad de mercenarios para obtener la mercancía por la fuerza, se puso de acuerdo junto al prefecto de la

zona y solicitaron del gobernador que les proveyera de soldados vesti­ dos de civil. Martínez de Rozas, entonces secretario de García Carrasco, también tuvo conocimiento de estos ilícitos preparativos, y finalmente se proveyeron un número apropiado de Dragones para que intervinie­

ran en el suceso. Como resultado de lo anterior, una vez realizado el intercambio. Bunker y sus hombres fueron asesinados por los hombres de García Carrasco, quienes se apoderaron de las mercancías y de la fragata. De manea lamentable para el gobernador, el caso rápidamente salió a la luz pública, quedando él y sus secuaces bajo la denominación de “escorpión istas”.67 La situación afectó en especial a Martínez de Rozas, quien debió renunciar a su cargo y encaminarse a Concepción. El go­

bernador no se tomó tan a pecho la dura crítica que se le hacía, y como si nada hubiese pasado, mandó confiscar de forma oficial la fragata, así como la mercancía, y repartir el botín entre los suyos, contando entre

estos a Martínez de Rozas, y quedándose él con una abundante porción. Lo anterior con la oposición del oficial de Aduanas, quien argumentaba que por tratarse del comiso de los efectos de un delito, debían dirigirse al erario real. García Carrasco hizo caso omiso de este alegato y dichos

No < >bsun te existen otros casos de gobc madores de d udosa reputación. como por eje m pío Juan Andrés Ustáriz, quien se dedicó indirectamente, de manera más o menos abierta, a aprovecharse del contrabando de mercaderías provenientes de países como Francia, e incluso en ciertas ocasiones a practicar el contrabando él mismo. Villalobos, El comercio y la crisis colonial, p. 20. 67 Incluso uno de los hombres que había participado en la emboscada, leal a (García Carrasco, le comentó que “una gran revolución ha tenido lugar en la cabeza, intereses y pretcnsiones de una pane considerable de los ciudadanos de Chile". Francisco Antonio de la Garrera a García Carrasco, citado por Collier. Ideas y poHtica déla independencia chilena 1808-J833, p. 62

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Capitulo II: Patna Vitya, ideas nuevas

fondos no fueron a parar a las arcas del tesoro. Pese a lograr dividendos de la operación, el costo social y político que tuvo para el Presidente fue tremendo, ya que los vecinos prominentes, los demás oficiales reales y corporaciones de ia época, es decir, el país en general, se pusieron en su contra, quedando solo en su cargo. Todo ello en un momento que, como veremos, era más que delicado para el país.

3. Carlos, Femando yJosé Como sabemos, los últimos años del gobierno del Rey (arlos IV no habían sido bien percibidos por sus súbditos, ni en España ni en América. Su protegido Godoy, quien había escalado hasta la posición de ministro desde su baja posición como guardia de corps, estaba en el cargo velando más por intereses personales que públicos: más se servía de) cargo que lo

que servía por medio de él. El paso del tiempo y el mal manejo político de la crisis que se vivía en España, sumados a la imposibilidad de evitar la influencia de la Francia republicana, llevaron a que el príncipe de Asturias intentase destronar a su padre y reemplazar a Godoy, objetivo que no se cumplió. Luego, con ocasión del motín de Aranjuez, la oportunidad llegó de improviso, obteniendo Femando el trono luego de la abdicación de su padre.68 Estas noticias fueron bien recibidas en América y en Chile, hasta

donde habían llegado los rumores y las consecuencias del mal manejo político del protegido.69 Pero en paralelo a estas buenas noticias, llegaron también algunos rumores ambiguos que mencionaban un viaje de la fa­ milia real completa a la ciudad de Bayona,70 y de la posibilidad de que el

nuevo César de Europa les hubiese tendido una trampa para hacerse con la corona española. Ya en septiembre de 1808 dicha confirmación había llegado,71 y se sabía de la traición a los Borbones, de la abdicación de

Femando en su padre (darlos IV, y del traspaso de la corona a Napoleón

por parte de este último, quien a su vez la cedió a su hermano José. La llegada de las noticias a América no se realizó por canales oficiales. Las primeras novedades de la situación que se vivía en la península llegaron

® ® 70 71

Cfr. Francisco Martí, El motín i/Aranjua (Pamplona, Ed. Universidad de Navarra, 1972). Eyzaguirre, Ideario y ruta de la emancipación chilena, p. 94. Villalobos. Tradición y reforma en 1810, p. 190. Collier, Ideas y política déla independencia chilena 1808'1833, p. 48.

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Autonomía, Independencia y República en Chile 1810-1828

por medio de correspondencia privada.72 Cx>mo sea, las noticias llegaron a Chile y cuando estuvieron confirmadas el impacto fue tremendo. La

conmoción se apoderó de la sociedad, y el sentimiento fue de inmediata fidelidad al monarca75. Sin embargo, la sociedad mostró, por vez primera, señales de división en tomo a cuál debía ser el derrotero a seguir, ahora que la monarquía se encontraba acéfala. Como es evidente, la situación presentó una oportunidad inigua-

lable a aquel grupo casi anónimo de chilenos que ya tenían sueños de independencia. Como sabemos, la sociedad colonial chilena llevaba un ritmo de vida social bastante tranquilo, especialmente en el centro del

país. Sus habitantes se consideraban fieles vasallos y fervientes católicos, teniendo como meta el ser buenos y devotos súbditos. Aun aquellos de ideas más avanzadas, no hubiesen sostenido abiertamente su postura,

la que hubiese quedado marginada casi de manera instantánea. Lo que se deseaba, como mucho, era una mayor libertad comercial y acceso a los cargos públicos. La fidelidad de los criollos queda demostrada en la ya conocida narración de la llegada de la imagen del Rey Femando Vil a la ciudad de Coquimbo, estando este cautivo por Napoleón. Se organizó una recepción como si se tratara de la llegada del mismo Rey, y el subdelegado arengó al pueblo: “Nobles y leales coquimbanos... Cubrid vuestras paredes de tapices, y el suelo de flores, para que pase tan augusta persona, ídolo de nuestros corazones; e implorad al Dios de los Ejércitos lo restituya cuanto antes a su real trono”.74 El resultado

de dicha orden fue una fastuosa recepción, que contó con procesiones de los miembros del cabildo, del clero, arcos de triunfo, y toda clase de festejos. El mismo García Carrasco no dudaba en reconocer la “honradez y fidelidad" del pueblo de Chile.75



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anecdótico es el caso de cómo llegaron las noticias a Venezuela, donde don Andrés Bello fue encargado de traducir un artículo de un periódico inglés (The Timw) que había llegado a manos de las autoridades, las cuales lo ignoraron por creerlo un pane de la estrategia inglesa para obtener el levantamiento de las colonias hispanoamericanas. Villalobos, Tradición y reforma en ¡81 0, pp. 28-30. Cfr. J uan Ed uardo Vargas." I -as reacc ion es c h ilenas an te los sucesos d e España’, en Fem ando Silva Vargas y Juan Eduardo Vargas (Editores), Historia de ¡a República de Chile 1808-1826. Elfin de ¡a monarquía y los orígenes de ¡a República, pp. 179*204. Miguel Luis Amunátegui, Los Precursores de la Independencia de Chile (Santiago. Imprenta de la República de Jacinto Núñez. 1870). p. 113. Sin embargo, esta opinión irá cambiando en la medida en que avanzaba 1810. Entre julio y agosto hemos encontrado varios informes redactados por el gobernador García Carrasco, denunciando a los principales vecinos de la capital por su supuesta participación en las manifestaciones u opiniones revolucionarias. Sin embargo, creemos que dichos informes

Capitulo II: Patria Vieja, ideas nuevas

No obstante este sentimiento general de fidelidad, no podemos dejar de notar los primeros síntomas de malestar, especialmente con relación al abandono de estos dominios y su atraso en materias de educación y comercio. Este malestar se deja ver principalmente en la correspondencia que algunos personajes notables mantuvieron durante aquellos años. Por ejemplo José Antonio de Rojas, en su viaje a España en la década de 1770 que tuvo por objeto obtener licencia para contraer matrimonio con la hija del exfuncionario real don José Perfecto de Salas, entre otras pretensiones, escribió a Chile señalando la admiración que le provocó el estado de la educación en la metrópoli. Rojas manifiesta la impresión

que le causaba el avance de los establecimientos al punto de llegar a señalar que si tuviese que elegir entre llevar a Chile cualquiera de las maravillas que se encontraban en España o alguno de sus institutos o establecimientos de educación, optaría sin duda por esto último.76 Más

tarde señalaría: “pero esto es soñar despierto. Aún no ha llegado el tiempo de que amanezca la racionalidad en América".7778 El contacto que tuvo don José Antonio con las nuevas ideas, pese a las frustraciones que le provocaba el ver que ellas estaban vetadas para su tierra natal, dejó en él una huella clara, que haría que posteriormente fuese catalogado como un pensador de ideas volterianas™ Logró ingresar a Chile una

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fueron escritos bajo la presión de una oposición declarada a su gobierno, e in Huidos por su carácter desconfiado, ya que encontramos en ellos los nombres de personajes que posteriormente han sido catalogados como moderados o incluso realistas, como Juan Egaña. José Miguel Infante -realista según consta en Luis Valencia, Anales de la República (Santiago de Chile, Imprenta Universitaria, 1951), Tomo II, p. 6- o Ignacio Torres, autor de un panfleto titulado Advertencias precautorias a ios habitantes de Chile. Informe de) presidente interino Carrasco fechado el 8 de septiembre de 1810, AGI, Chile, 206; Informe de Francisco García Carrasco a S.M. el 27 de agosto de 1810, AGI. Chile. 315; Testimonio del Informe correspondiente a la causa seguida sobre los primeros movimientos de Chile, fechado el 27 de agosto de 1810, AGI, Chile. 208; Testimonio de la causa seguida por el Sr. Brigadier de los Peales Ejércitos D. Francisco Antonio Garría Carrasco sobre tos primeros movimientos en Chile siendo su Presidente Gobernador y Capitán General interino, fechado el 6 de agosto de 1810, AGI, Chile, 208; Carta de Francisco Antonio Garría Carrasco al Rey, fechada el 8 de septiembre de 1810, AGI, Chile, 206. “Cuando yo veo aquí (con ser esta la porción más abandonada y despreciable de la Europa)

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los seminarios, así como para las ciencias, como para el arte militar, las academias de escultura, pintura y arquitectura y otras oficinas donde a este anitnaJ-hombre le enseñan todo lo que en cualquiera otra pane es capaz de saber, digo entre mi: si me pusieran a escoger entre todas las grandezas y uno de los colegios, yo abandonaría aquellas y volvería contentísimo a mi país con uno de estos**. Villalobos, Tradición y Reforma, p. 53, (arta de José Antonio Rojas a su cuñado Jerónimo de Herrera, fechada en Madrid el 7

n

de junio de 1775. Citada en Amunátegui. Us Crónica de 1810, pp. 40-41. Eyzaguirre. Ideario y ruto de la emancipación chilena, p. 67.

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Autonomía, Independencia y República en Chile 1810-1828

gran biblioteca de libros de todas clases, e incluso obtuvo dispensa para poder importar libros franceses, de ideas y pensadores hasta entonces poco estudiados en ('hile, como la Enciclopediet o libros de Rousseau, Voltaire, Montesquieu, Raynal, Robertson, Helvecio, entre otros.79 Por medio de él estas ideas pasarían a personajes que más tarde jugarían papeles relevantes en la gesta de la Independencia, como Juan Antonio Ovalle,Juan Egaña José Miguel Infante -de quien era tío-80 y su cuñado

Manuel de Salas. La Ilustración en Chile si bien no tuvo un desarrollo propio por estar la mayoría de sus fuentes vetadas al menos en los círculos oficiales, como universidades o institutos, tuvo el efecto de influir decisivamente en el pensamiento de aquella generación que sin saberlo, se vio enfrentada al escenario que se presentó en 1810, pero que aún era insospechable.

Lo que podían observar en sus viajes estos criollos que por algún motivo debían viajar a la metrópoli, como Rojas o Salas, les dejaba esta sensación de atraso y abandono de su región de origen. Asimismo les permitía tener contacto con muchos de los principales pensadores modernos de la época. Es probable que Rojas, a modo de ejemplo, tomara contacto o entablara correspondencia con figuras de la talla de William Robertson y Benjamín Franklín?1 Ahora bien, ninguno de los criollos en cuestión

se transformó en un revolucionario o republicano, ni mucho menos en un jacobino, por el solo hecho de haber accedido a estas obras. No obstante sí recibieron las herramientas para afinar su pensamiento político y enfrentar la crisis de la monarquía desde una perspectiva distinta. Pero el conocimiento ilustrado no era solo un nicho conocido por los pocos que habían tenido la fortuna de tener contacto con él en la metrópoli» sino que había en Chile también muchos pensadores que

poseían un manejo de los autores ilustrados, comojosé Miguel Infante, abogado de formación y posteriormente Procurador del Cabildo, o el ya citado Martínez de Rozas, quien más larde pronunciaría el discurso

™ Jocclyn-Hoh, leí Independencia de Chite. Tradición» modernización y mito, p. IOS; (x)llicr, Ideas y política de ¡a independencia chilena 1808-1833, p. 44; Villalobos, Tradición y reforma en 1810» pp. 149-151; Eyzaguirre, Ideario y rutó de la emancipación chilena» p. 72; Villalobos, Tradición y reforma en 1810, p. 308. 80 José Antonio Roja* era tío dejóse Miguel Infante Rojas, siendo la madre de este doña Rosa, hermana de José Antonio. A su vez. José Antonio Rojas estaba casado con la hermana de Manuel de Salas. Hago el alcance, a Tin de demostrar las redes clientelares y familiares en las cuales se tejía el quehacer político. intelectual y social de la época. 81 Collier, Ideas y política de. ¡a independencia chilena 1808-1833, p. 39; Jocelyn-Holt, Independencia de Chile. Tradición, modernización y mito, p. 108.

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('.afriluio II: Patria Vieja, ideas nuevas

de inauguración del primer Congreso Nacional en 1811, o el jurista chileno-peruano donjuán Egaña, redactor principal de la posterior Constitución Moralista de 1828-y del proyecto inédito de 1811-y padre del principal autor de la Constitución de 1833. Aun así, debemos preguntarnos ¿fue suficientemente influyente la Ilustración en Chile como para crear una nueva conciencia política? Para dar respuesta a este interrogante es necesario analizar la Ilustración desde su doble vertiente: por un lado las ideas revolucionarias que lograban

pasar hacia América mediante estas obras, o mediante personajes como los anteriormente nombrados, y por otro lado mediante el esfuerzo de la misma España por el denominado “Despotismo Ilustrado”, entendiendo este concepto como la serie de reformas llevadas a cabo por los Borbones en la segunda mitad del siglo XVIII. En este sentido, debemos entender que el despotismo ilustrado y la ilustración propiamente tal compartían ciertos principios e ideales comunes.82 Las reformas borbónicas en

este sentido habían sabido ser un eficiente vehículo para las ideas más avanzadas, y siendo que en América la Corona no debía negociar con cuerpos y fueros locales tan intensamente como en la península, fue un campo fértil para su implementación. En este sentido, podemos señalar que la administración en América era por largo mucho más cercana al pensamiento ilustrado que la administración peninsular. 85 Si bien las

reformas constituyeron un avance en la administración y una mejora

institucional desde la perspectiva de la metrópoli, no fue necesariamente percibido de aquel mismo modo en América. Podemos entonces entender el reformismo y su influencia en América desde dos perspectivas distintas.84 Por un lado, estas reformas fueron

percibidas como inadecuadas y perniciosas, medidas contra las cuales los pueblos de América no podrían haberse mantenido indiferentes. Ello se reflejaba en una merma del poder político de las autoridades tradicionales, y la creación de nuevas autoridades que venían a tomar dicha cuota de poder, autoridades que por lo demás se encontraban en

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..existe en muchos campos un parentesco entre el imaginario del absolutismo ye) de las élites modernas. Ambos comparten una misma hostilidad hacia los cuerpos y sus privilegios, un concepto unitario de la soberanía, el ideal de una relación binaria y sin intermediarios entre el poder y los individuos*. Fran^oi^Xavier Guerra. Modernidad e Independencias. Ensayos sobre las revoluciones hispánicas, p. 42, IHL. p. 93. Luis Navarro, "El Reformismo Borbónico: Proyectos y Realidades", en Feliciano Barros (ed.), El Gobierno de un Mundo: virreinatos y audiencias en la América hispánica (Cuenca, Ed. Universidad de Castilla-I .a Mancha, 2004), p. 498.

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mayor medida subordinadas al poder de la metrópoli que las anterio­ res.85 Es decir, se producía un efecto de subordinación por una parle,

en la medida que la Corona pretendía recuperar el control que había cedido a oficiales y corporaciones de carácter semiprivado, y por otra se venía a dispersar más aún el poder político toda vez que la antigua administración o autoridad no era disuelta del todo.86 Un ejemplo de lo anterior es el establecimiento de los intendentes y subdelegados como figuras administrativas en América, y por otro, el mantenimiento de

los virreinatos existentes y la creación de dos nuevos virreinatos: Nueva Granada y La Plata. Por otra parte, las reformas eran percibidas como inoportunas, toda vez que el air du temps indicaba que las reformas eran necesarias en un sentido distinto, encaminadas hacia una administración más moderna y

liberal, y no un refuerzo de la subordinación de los territorios americanos a la metrópoli.87 En este sentido, el reformismo pretendió confirmar el

estatus colonial de los territorios americanos.88 Mas no debemos intentar buscar algún perverso objetivo en el refor­ mismo. Debemos entender el proceso como un conjunto de cambios, ora planificados globalmente, ora un conjunto de pequeñas reformas aisladas una de la otra, que tenían como principal objetivo mejorar el gobierno de las Indias y proveer a los súbditos de una mejor y más efi­ ciente administración.89 Como es frecuente con los cambios, produjo

malestar en cierto porcentaje de la población afectada por el mismo, malestar que indudablemente vino a sembrar la duda y el inconformis­ mo, que años más tarde influiría de manera determinante una vez que

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Mark Burkholder y D.S. Chandler, De la Impotencia a la Autoridad. La Corona española y las Audiencias en América 1687’1808 (Ciudad de México, Ed. Fondo de Cultura Económica. 1984), p. 140. Gabriel Salazar. Construcción de Estado en Chile (Santiago, Editorial Sudamericana. 2006), p. 79. “El absolutismo condiciona en gran pane la ruptura revolucionaria de finales de siglo. En efecto, el crecimiento del Estado va desplazando cada vez más las funciones y las competencias de los cuerpos en las que estaba organizada la sociedad. El Estado tiende a pensar su relación con la sociedad no como una relación con cuerpos necesariamente heterogéneos, sino como la relación binaria, y más abstracta, sobreañosúbditos". FrançoisXavier Guerra, Modernidad e Independencias. Ensayos sobre las revoluciones hispánicas (Madrid, Ed. Encuentro. 2009), pp. 39-40. En este sentido, véase al autor argentino Ricardo Levene. quien en 1951 sostuvo la tesis, en su obra homologa, de que las Indias no eran Colonias. Ricardo Izvene, Las Indias no eran Cotonías (Madrid, Editorial Espasa-Calpe. 1973). Luis Navarro, “El Reformismo Borbónico: Proyectos y Realidades", p. 500,

Capitulo H: Patria Vieja, ideas nuevas

la crisis llegara a las colonias. La dependencia de la metrópoli junto a la no siempre acertada administración por parte de los oficiales, crea­ ron un ambiente de animadversión contra la dependencia de España. Como sea, el reformismo fue un reflejo del “Despotismo Ilustrado” en América, y vino a traer ideas nuevas y a influir en el imaginario político de la época. Pero cual espada de Damocles, no solo vino a instaurar las reformas deseadas, sino también a sentar las bases para una nueva con­ cepción relativa a la naturaleza de la autoridad, y a los derechos con que esta ostentaba la soberanía sobre aquellos alejados territorios.90 “¿Recibió alguno patentes del cielo, que acrediten que debe mandaros?”.91 Sin duda

esta expresión no es un reflejo del pensamiento general de la sociedad, pero el reformismo hizo crecer un malestar más o menos generalizado, que sumado a las nuevas ideas que de a poco iban llegando, fueron años más tarde campo fértil para la revolución.

Volviendo a nuestro relato de la situación en Chile, y ya con una idea más clara del clima que se vivía, debemos enfocamos nuevamente en la persona del gobernador García Carrasco. Como ya vimos, este tuvo un difícil comienzo, debiendo primero enfrentar a la Real Audiencia para que reconociera su calidad de sucesor legítimo del difunto gobernador, en su calidad de oficial militar más antiguo del reino, y luego, dificul­ tades derivadas de malas actuaciones políticas, como su interferencia en el nombramiento del Rector de la Universidad de San Felipe. Pero sus problemas estaban lejos de terminar. A todo lo anterior se sumó un hecho que causó grao conmoción en la sociedad de la zona central, ya que afectaba a tres reconocidos vecinos, ('orno podemos imaginar, la situación de desconcierto que se vivía, creaba un clima enrarecido. Comenzaban a tomar fuerza ideas nuevas influidas por la confusa situa­

ción que se vivía en la península.

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(fimo señala Guerra, ** .. .por debajo de la explícita teoría del absolutismo, se fue imponiendo un imaginario muy nuevo sobre la constitución de la sociedad y la naturaleza de la autoridad". François-Xavier Guerra, Modernidad e Independencias. Ensayos sobre las revoluciones hispánicas, p. 101. Proclama de Quirino Lemachfí Quírino I .entachez es un anagrama del nombre del fraile de la Buena Muerte, don Camilo Enríquez, quien jugó un papel decisivo durante la patria vieja como director del primer periódico nacional, ¡s Angeles, en la cual se señala que:

286 .Swien« de los Cuerpos ¡/gislaitvu. Tomo I, pp. 3-4. 887 /btd., pp. 54>. 22H Cfr. Armando Cartea. Concepción contra (.hile. Consensos y tensiones regionales en la Patria Vieja (1808*1811) (Santiago, F.d. Centro de Estudios Dicen lena rio, 2010), pp. 19$) y ss. 239 Ello se ve confirmado en la misma Convocatoria, donde más adelante se señala que **.. .Cada uno -refiriéndose a los diputados electos- traerá consigo testimonio auténtico de su nombramiento, que presentará a lajunta, y además un poder general del cabildo y electores en que, haciéndose relación de su elección y providencias que la han motivado, se le confiera con libre y general administración para desempeñar las augustas funciones de su nombramiento y para resolver y acordar sobre todo lo que se proponga en el Congreso, obligándose por sí y a nombre de todos los vecinos a tener por válido, obedecer y cumplir lo que con los demás diputados hicieren y resolvíeren...". Sesiones de los Cuerpos Legislativos, Tomo I, p. 11.

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. .otorgaron, por el tenor del presente instrumento, los señores convocantes y electores que daban, y dieron su poder, general, cumplido, tan amplio y bas­

tante como por derecho se requiere y es necesario, al citado señor diputado el maestre de campo don Bernardo O’Higgins Riquelme, natural de la ciudad de San Bartolomé de Chillan y vecino de esta villa, para que, a nombre de ella

y de todos los vecinos comprendidos en su jurisdicción, proponga y resuelva tranquila y pacíficamente qué género de gobierno es más adaptable para el país en las actuales críticas circunstancias...

Lo anterior claramente entra en conflicto con la teoría moderna, ya que de acuerdo con esta no se podría considerar que la reunión de diputados de dicha naturaleza -prácticamente mandatarios civiles- se entendiese como la representación de la soberanía nacional, toda vez que ello atenta contra el principio de la indivisibilidad de la misma: los

representantes solo deberían velar por los intereses de aquellos vecinos que los eligieron-comisionaron, y no de la nación en su totalidad. Además presenta problemas de orden práctico como las distintas facultades con que eventualmente podrían contar los representantes, hecho que haría del funcionamiento de un cuerpo de tal naturaleza un proceso engo­ rroso e ineficiente, toda vez que los diputados-mandatarios deberían constantemente recurrir por instrucciones y nuevos poderes ante sus elec lo res-m a ndan tes 5*1 El segundo elemento distintivo de la Convocatoria es el objeto de la misma: la constitución de un Congreso, que en términos generales

debe “tratar de la felicidad general de un pueblo”. Esta frase, que resume las demás pretensiones que se tenían presentes, no solo se refiere a proveer orden en las circunstancias del momento -vacío de poder, incertidumbre política-, sino que también dice relación con la

eliminación de los abusos y arbitrariedades por parte de la autoridad, lo que traía como consecuencia la consagración escrita de los límites del poder, la responsabilidad de la autoridad, y de los derechos indivi­ duales, todos elementos clásicos del constitucionalismo.252 Esta idea se290

290 Sesiones de los Cuerpos Legislativos, Tomo I. p. 27. 251 Cfr. Javier González, ‘Un estudio de influencias doctrinarias en la Independencia: F.l concepto de diputado o representante popular. 1810-1828", Revista Historia, Santiago, N*6(1967),p. ISO. 02 . .deben discutir, exam inar y resolver tranquila y pacíficamen te qué género de gobierno es a proposito para el país en las presentes circunstancias; deben dictar reglas a las diferentes autoridades, determinar su duración y facultades; deben establecerlos medios de conservar la seguridad interior y exterior, y de fomentar los arbitrios que den ocupación a la clase numerosa del pueblo, que la hagan virtuosa, la multipliquen y la retengan en la quietud.

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vería reforzada con el sermón que dictó fray Camilo Henríquez en la catedral de Santiago el día de la inauguración del Congreso Nacional. Para el fraile “el origen de los males que han sufrido los pueblos estuvo siempre en sus gobiernos respectivos ”.233 Además del necesario freno

al poder, Henríquez se refería a la universal necesidad de someterse a una Ley Fundamental que asegurase el orden» así como una fuerza que asegurase el cumplimiento de la misma. Otro orador de aquellajomada fue Juan Martínez de Rozas. Este no representaba a ninguna provincia oficialmente, pero claramente velaba por los intereses de Concepción234 y era jefe de la facción más exaltada

en aquel Congreso, En su discurso no dudó en referirse al ejemplo que daban los españoles en la metrópoli al convocar las Cortes y estudiar un proyecto de Constitución. Al respecto señaló: “Sabemos que al mismo tiempo que los españoles buenos vierten mares de sangre para restituir a su rey al solio, preparan para presentarle a su vuelta una constitución que, siendo el santuario de sus inmunidades, evite la repetición de los horrores en que ha sumergido a la nación el abuso del poder y la restituya al goce de los derechos inajenables de que estaba privada...".* 255 254

Los primeros parlamentarios chilenos presentaban una dualidad política: por un lado eran conscientes de la oportunidad que se les pre­ sentaba; por el otro, no podían escapara! imaginario político y filosófico de la época. Eran legisladores, sí. Eran miembros de un Congreso que se decía soberano, también. Mas en la forma de designar a sus miembros, así como en las justificación es que daban para la constitución del Congreso mismo, aludían a elementos del Antiguo Régimen. No pretendemos señalar que la totalidad del Congreso era abier­ tamente revolucionaria. Tampoco señalamos que no había exaltados

tranquilidad de que tanto depende la del Estado...**. Sesiones de los Cuerpos legislativos. Tomo 1, p. 9. 259 Srrwn en la Instalación del Primer Congreso Nacional* en Raúl Silva. Camilo Henriquei. Antología (Santiago, Ed. Andrés Bello, 1970), p. 78. 254 Martínez había sido electo como representante por Concepción, mas su designación fue posteriormente anulada probablemente al comenzar este a formar parte de la Junta de (lobiemo instalada en Santiago. Cartes. Concepción contra Chite. Consensos y tensiones regionales en la Patna Vieja (1808-1811^ p. 188. No obstante, en su calidad de Presidente Interino de la Junta le tocó presidir la inauguración del Congreso, oportunidad en la cual dictó el discurso en análisis. Valencia. Anales de la República* Tomo II. p. 4. 255 Sesiones de ¡os Cuerpos Legislativos* Tumo I, p. 40.

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entre sus filas.236 Si creemos que por radicales que pudiesen ser las

ideas de algunos diputados, estos se encontraban condicionados por el imaginario indiano. Eran nuevas ideas manifestadas necesariamente bajo formas antiguas237.

De todos modos lo importante es que el campo aún no estaba fértil para sembrar ideas abiertamente liberales -como posiblemente sí tenía en vista Martínez-, debiendo los patriotas maquillar sus ideas con conceptos que podríamos calificar como políticamente correctos. Ejemplo de ello es la tercera pieza de oratoria que se ofreció en aquella jornada, pronunciada por el presidente del Congreso, Juan Antonio Ovalle, diputado electo por Quillota,238 y quien pese a su afiliación al bando patriota no fue tan osado239 en sus palabras como Henríquez o Martínez de Rozas.240 Los elementos tradicionales se hacen notar en el ceremonial de la jomada. La jura para la toma de posesión de sus cargos por parte de los diputados electos se realiza con un solemne Te Deum celebrado en la catedral de Santiago, luego de un sermón en el cual Henríquez insta a los ñamantes parlamentarios a desempeñar bien su cometido. Con posterioridad a su instalación, el Congreso Nacional vino a reemplazar en sus funciones a la Junta de Gobierno. Permaneció a su lado el Cabildo de Santiago como centro del poder de la ciudad -y con­ secuentemente, de un tremendo poder e influencia sobre el Congreso-. El funcionamiento de este último fue más bien tibio en sus inicios, sin obtenerse grandes logros, quizás por su heterogénea composición de elementos conservadores monárquicos -realistas-, reformistas -mode­ rados- y aquellos abiertamente exaltados.241 También influyó en ello la

inexperiencia de sus miembros, ya que recordemos que el experimento parlamentario que se estaba ensayando no era conocido para ninguno de sus diputados, quienes carecían de la trayectoria política y de los

236 De acuerdo con Valencia, del tola! de diputados propietarios, 14 son calificados como Patriotas, 14 como Realistas y 3 como indiferentes. Valencia, Anales de la República* Tomo II, pp. 257 Vargas, M aulontmismo al separatismo, p. 253. 258 Rríd., Tomo II, pp. 4 y 6. 235 Luis Galdames, Historia de Chile. evolución constitucional 1810-1925 (Santiago. Imprenta Balee lis & Co., 1925), p. 153. 140 El texto del discurso de Ovalle se encuentra en las Sesiones délos Cuerpos l^egislalivos, Tomo 1, pp. 42-43. 241 Sergio Carrasco, Génesis y vigencia de los textos constitucionales chilenas (Santiago, Ed. Jurídica, 1980). p. 30.

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conocimientos necesarios para llevar a buen puerto su cometido.242 A

lo anterior se suma el hecho de que las luchas intestinas dentro de la corporación, principalmente entre el bando de los exaltados -conjuan Martínez de Rozas a la cabeza- y los conservadores, 243 resultó en el abandono de la facción “resista" y la constitución por parte de Martínez de unajunta Provincial en Concepción, intentando incluso obtener el patrocinio de la Junta de Buenos Aires,244 buscando depender de ella jurisdiccional y territorialmente. Esta idea no prosperó. No obstante, los

quiebres internos eran evidentes. También surgió el problema de la constitución de unajunta Ejecutiva nombrada por el Congreso, con el fin de llevar las riendas del país. En su momento, Martínez pretendió obtener la Presidencia de la misma, objetivo que no logró, frustración que más tarde influiría en su decisión de dejar el Congreso Nacional y constituir la mencionadajunta Provincial en Concepción.245 Pese a la renuncia de Martínez y a los quiebres inter­ nos se logró constituir unajunta Ejecutiva, la que quedó compuesta por tres miembros que se turnarían periódicamente. La situación comenzó a mejorar, y el 11 de agosto de 1811, un día después del nombramiento de los miembros de la Junta Ejecutiva, se dictaba lo que los historiadores han venido en considerar la primera Constitución de Chile.246 Esta se

titulaba Reglamento Para el Arreglo de la Autoridad Ejecutiva Provisoria de Chile y en él se establecían las primeras reglas sobre el funcionamiento de las nuevas autoridades de Chile.

242 Aldbíades Roldan, Las Primeras Asambleas Naaonaies. Anos de ¡81 l a 1814 (Santiago, Imprenta Cervantes, 1890), p. 70; Jocetyn-Holt, La Independencia de Chile. Tradición, modernización y mito, p. 157. 243 Para Una mayor comprensión de las facciones políticas de aquel periodo, véase Urzúa. Los Partidas Politicos Chilenos. Las/venaspolíticas. Ensayes de insurgenaapolítica en Chile (Santiago, Editorial Jurídica. 1945). pp. 15-18. 244 Simon Collier, Ideas y política de la independencia chilena 1808-1833, p. 93. 245 Martínez pretendía que la nueva autoridad Ejecutiva estuviese compuesta por tres miembros elegidos uno por cada provincia -Santiago, Concepción y Coquimbo-. Por lo mismo, el reglamento que vino a regular el funcionamiento de esta nueva autoridad no se encuentra suscrito por el bando exaltado de Martínez. Carrasco. Géwsú y vigencia de los textos constitucionales chilenos, p. 31. 246 “ Ja Junta puso en ejecución un reglamento acordado por él y que podría considerarse como el bosquejo de la primera constitución chilena**. Roldan, Las Primeras Asambleas Nacionales. Ahos de 181 l a 1814, p, 112; Carrasco. Génesis y vigencia de los textos constitucionales chilenos, p. 25.

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Capitulo H: Patria Vieja, ideas nuevas

12.

Los primeros ensayos constitucionales

Como ya señalábamos, el Congreso Nacional dictó el 8 de agosto247

lo que se considera el primer intento constitucional en Chile. El afán constitucionalista obedecía al convencimiento que llevaba a nuestros

fundadores, de que solo una Carta Fundamental hace posible que los gobier­ nos aseguren el bienestar material y cultural de un país.24g El objetivo que perseguía dicho reglamento era regular provisoriamente el funciona­ miento de la Junta, así como señalar cuáles eran las atribuciones que correspondían tanto a la Junta como al Congreso. Dicho reglamento provisorio se componía de 19 artículos redactados de manera confusa y con escasa técnica legislativa.249 Comenzaba con un preámbulo en el cual se ponía de manifiesto

la importancia que tenía para el Congreso la necesidad de dividir los poderes y determinar las esferas de acción de cada uno de ellos. Por lo

mismo, se establecía la creación de un cuerpo colegiado que llevase a cabo las tareas de gobierno propiamente tales, denominada Autoridad Ejecutiva Provisoria de Chile. Es decir, se creaba unajunta de Gobierno al amparo del (Congreso, la que no obstante su denominación no tenía realmente facultades relevantes para llevar efectivamente su cometido, habiendo quedado ellas radicadas en el Congreso. Un ejemplo de ello lo encontramos en la reserva del derecho de Patronato sobre la Iglesia que se atribuyó el Congreso. Este había sido durante la época colonial una atribución del gobernador -entendido este último como antecedente de la rama ejecutiva-. Asimismo se reservaba el Congreso la dirección de las relaciones exteriores (artículo tercero), el mando, regulación y

disposición de las armas del reino (artículo quinto), la creación, supre­ sión o remoción de empleos y la concesión de honores (artículo octavo). Pero lo más importante de todo lo constituye el hecho de que el (Congreso se autodefinía, en el artículo primero, como el único deposi­ tario de la voluntad del Reino. Este punto es importante, ya que por vez primera vemos que el Congreso se alejaba de la visión tradicional -hasta

entonces- y acogía la teoría moderna de la representación popular de la soberanía. Esta ya no correspondía al monarca, y la suma de los diputados

947 El texto completo se encuentra en las Sesiona de los Cuerpos Legislativos, Tomo I. pp, 49*50. 248 Julio Heise, ISO años de evolución institucional (Santiago. Ed. Andrés Bello. 1976), p. 15. 149 Carrasco, Génesis y vigencia de los textos constitucionales chilenos, p. 3); Roldan. Las Primeras Asambleas Nacionales. Años de 1811 a 1814, p. 113.

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ya no es simplemente la suma de representaciones locales de las distintas provincias. El Congreso pasa entonces a ser el representante exclusivo de la soberanía. Quizá encontramos en este artículo la primera referencia a una soberanía indivisible y a su vez basado en un sistema representativo en Chile. El Reglamento va aún más allá, y señala en su artículo tercero -por el cual delega las relaciones exteriores en el Congreso- que el Congreso es a su vez el único representante del Estado -idea que repite a propósito del reino en el artículo cuarto. En relación con la creación de un PoderJudicial,250 el Reglamento no

se pronunciaba, y aún más, señalaba como atribuciones de la Autoridad Ejecutiva Provisoria el conocimiento de las causas de gobierno, hacien­ da y guerra, así como los recursos que recayesen sobre resoluciones en cualquiera de las materias antes nombradas. Sin embargo, el Congreso dictaría el 4 de octubre2*1 del mismo año un Reglamento Provisorio

para regular el buen funcionamiento de los tribunales de justicia, así como los recursos ante ellos presentados. En dicha normativa, a la que no se le reconoce carácter constitucional, se establecía que los recursos de injusticia notoria, segunda suplicación y otros extraordinarios se sustanciaren ante tribunales ubicados en Chile, y no se remitiesen más para su resolución a la península aquellos que así lo requerían antes, y a su vez, suplir la carencia dejada por la clausura de la Real Audiencia luego del apoyo prestado por esta al motín de Figueroa. Volviendo a la organización del gobierno, debemos subrayar que el Reglamento de la Autoridad Ejecutiva, por ser provisorio, contemplaba que

la Autoridad Ejecutiva solo durase como máximo un año en sus funcio­ nes, ya que en dicho plazo se debía dictar una Constitución definitiva, debiendo comprenderse en esta última el arreglo del gobierno. Pese a todo lo anterior, resulta llamativo que en ningún momento se haga referencia al Rey ni a la situación que se vive en la península, como era de estilo en las otras manifestaciones públicas hasta la fecha -por ejemplo en las actas del Cabildo-, La explicación nuevamente se encuentra en la estructura colonial en que se habían formado los diputados, quienes como ya mencionamos posiblemente tenían nuevas ideas, pero maquilladas de formas tradicionales.

"Severamente critican los tratadistas este reglamento del año 11: no hay claridad en materia de derecho político. En el preámbulo dice que trata de organizar y dividir los poderes, sin embargo es precisamente lo que no huo...". (ampos. Historia tonstilucional de Chile, p. 329. 231 Sostenes de los Cuerpos Legislativos, Tomo I. pp. 118 y ss.

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Capítulo II: Patria Vieja, ideas nuevas

13. “Dijiste Libertad antes que nadie, cuando el susurro iba de piedra en piedra... *252 Debido a la tibieza y ambigüedad que reinaba en tomo a la gestión del Congreso, acompañado lo anterior al retiro de Martínez de Rozas a (x)ncepción, unos pocos patriotas decidieron tomar las riendas del asunto. Para ello contactaron al recién llegado a Chile, José Miguel Carrera Verdugo,253 cuyos hermanos,Juan José y Luis Carrera,254 ya habían

demostrado su carácter favorable a una mayor autonomía y diligencia. Este sargento mayor del regimiento Húsares de Galicia se había desem­ peñado en la guerra que se libraba en la península contra Napoleón, habiendo conocido en el viejo mundo a muchos de los futuros proceres americanos. Llegó incluso a incorporarse a la lx>gia de Cádiz, agrupación supuestamente fundada por Francisco de Miranda, y en la que militaban personajes como Carlos María Alvear, quien jugaría un papel importante en las provincias de La Plata, José de San Martín, libertador de Chile y del Perú, Bernardo O'Higgins, quien sería finalmente el libertador de Chile, Bernardo de Monteagudo, quien se desempeñaría como ayudante de San Martín primero, y de O’Higgins después, entre otros personajes. El intento de presionar al (Congreso por la fuerza a cargo de Carrera, tuvo lugar el 4 de septiembre de 1811. Este se dirigió junto a un grupo de soldados hacia el edificio de la ya disuelta Real Audiencia, lugar donde se encontraba sesionando el Congreso, y presentó un pliego de peticiones en nombre del pueblo. Estas peticiones incluían la renuncia de varios miembros del Congreso, y su sustitución por parte de diputados de un carácter más decidido por la causa patriota.255

Pablo Neruda, "Poema aJosé Miguel Carrera", en Canto (ieneral Hijo de uno de los integrantes de la Primerajunta Nacional de Gobierno, don Ignacio de la Carrera al momento de dichos acontecimientos se encontraba luchando al servicio del Res* en España, alcanzando el grado de sargento mayor del regimiento Húsares de Galicia, cargo que nunca llegó a ejercer. Collier, Ideas y política de la independencia chilena 1808-183% p. 93; Alcibíades Roldan nos dice de Carrera: "...Inquieto, audaz, emprendedor, Carrera, que frisaba entonces en los veintiséis años, unía al fuego natural de su edad, una robusta complexión moral. Poseía una voluntad firme, templada en los azares de una existencia aventurera, y un espíritu bascante claro por naturaleza para que pudiera tomarlo en la mayor parte de las veces como un conductor seguro para c) logro de sus ambiciones, en medio de las excepcionales circunstancias en que llegaba..Roldan, Las Primeras Asambleas Nacionales. Años de 1811 a 1814, p. 123. 854 Campos, Historia Constitucional de Chile, p. 99. 956 El pliego de peticiones se encuentra en las Sownes de los Cuerpos legislativos. Tomo 1, pp. 65 yss.

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Ello fue logrado, y el Congreso, según consta en las actas del mismo, adoptó la mayoría de las exigencias de Carrera. El carácter de este mayor de Ejército ya había quedado demostrado,254 256 así como su compromiso *

con la causa patriota. Su genialidad no solo radicaba en su ascendencia entre los vecinos como un defensor del Rey y de España, causa en la que había participado luchando como pocos criollos y de la cual había regresado (supuestamente) cubierto de gloria, sino también en su au­ dacia y decisión que desarmaban a la aristocracia dominante -de la cual él mismo formaba parte-, así como su don de mando y aprecio entre las tropas, las cuales posiblemente lo seguirían adonde fuese. Solo veinte días se demoró entre su llegada al país y su primera mani­

festación pública. Decimos primera, ya que como es de suponer, Carrera no se contentaría solo con haber enrielado los ánimos del Congreso en un sentido favorable a la causa patriota, sino que él mismo buscaría un mayor protagonismo en el proceso.257 Es así como en noviembre de ese

mismo ano lleva a cabo un segundo golpe a la autoridad. El 14 de ese mes Juan José Carrera da una nueva asonada al Congreso en nombre

de su familia. Decimos esto, porque quizás uno de los factores más im­ portantes en este nuevo episodio sea lo que Gabriel Salazar denomina un “enroque de familias”.258 Con este pronunciamiento se había forjado una alianza entre los Carrera y la poderosa familia de los Larraín,259 apo­ dada la familia de los ochocientos, debido al gran número de parientes que ocupaban casi lodos los cargos de importancia en la administración de entonces.260 Sin embargo, los Carrera detentaban el poder militar.

Aprovechando la ventaja de las armas, ventaja que por lo demás había quedado en evidencia meses antes al realizarse el Motín de Figueroa, Juan José Carrera movilizó un batallón de granaderos sobre Santiago, y volvió a aparecer en escena José Miguel Carrera.

254 Jaime Eyzaguirre lo define de manera magistral: "Aristócrata de sangre, había nacido para mandar y no para obedecer". Eyzaguirre, Ideario y ruta de la emancipación chilena, p. IS1. 07 Campos. Historia Constitucional de Chile, p. 98; Vargas, “Del autonomismo al separatismo*, p. 256. 258 Salazar. Construcción de Estado en Chile, p. 123. 259 Para un mayor acercamiento a la relevancia que esta familia jugó en el proceso de emancipación, así como la relevancia de la misma en la sociedad de la época, véase Mary Lowenthal. "Kinship Politics in the Chilean Independence Movement*, cn '¡he Hispanic American Historical Review, Duke University Press, N° 51 (1976); Barbier, “Elite and Cadres in Bourbon Chile". 360 Salazar, Construcción de Estado en Chile, p. 121.

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(¿¡frittilo 11: Patria Vifjat ideas nuevas

Este último aprovechó la oportunidad para asumir la Presidencia de la Autoridad Ejecutiva, siendo cauto al momento de designar a sus colegas. Para no agitar ni dividir aún más los ánimos ya quebrados entre Santiago y Concepción, y aún en la misma ciudad de Santiago, entre su familia y la familia Larraín. designó como miembros de la Junta de Gobierno a Juan Martínez de Rozas -quien no llegó a asumir el cargo, asumiéndolo en su lugar el oriundo de Chillan Bernardo O’Higgins-y ajóse Gaspar Marín por la recién creada provincia de Coquimbo. En este punto es necesario detenemos nuevamente. Como sabemos, Martínez de Rozas se había retirado a la ciudad de Concepción al ver que las reformas que él -y su facción— pretendía se veían empantanadas en la moderación y laxitud del Congreso, Ello generó una ruptura entre Santiago y la segunda ciudad más importante de Chile. La importancia de dicha ciudad siempre fue relevante a nivel político. Por ejemplo, la primera Real Audiencia que hubo en territorio chileno se instaló en Concepción, trasladándose luego a Santiago. Siglos más tarde, en la designación del gobernador García Carrasco, el factor gravitante para su aceptación por parte de la sociedad santiaguina fue el pronunciamiento y apoyo que a este le dio el Consejo de Guerra que se constituyó en dicha ciudad. 1-a ruptura era importante, especialmente porque los intereses de los grandes hacendados se veían más identificados con Concepción que con la aristocracia mercantil de Santiago.261 Dicha aristocracia tenía

como característica la ambición de poder, del cual había sido excluida por las antiguas autoridades españolas, a favor de oficiales de origen español. No obstante, aquellos cargos a los cuales sí podían acceder los criollos eran objeto de disputa entre las familias importantes, quienes veían en ellos una oportunidad para obtener aún más reconocimiento

social. La lucha entre la familia Carrera y la familia Larraín no obedece sino a lo que estamos señalando.262 Por lo mismo, para Martínez de Rozas en Concepción lo que estaba sucediendo en Santiago era abso­ lutamente contrario a sus ideas de gobierno civil. El oficio que se envía desde (incepción a Santiago es claro, y en una de sus partes señalaba

lo siguiente:

Solazar, Construcción de Estado en Chdc p. 132. 362 “Las querellas entre los Larraín y Carrera tienen todo el sabor de una postuma lucha de linajes feudales que se disputan enconados la hegemonía". Eyzaguirre, La Logia !¿>utarina y Otros Estudios sobre la Independencia, p. 111.

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“...¿Se ha creído acaso en esa capital que los habitantes de las provincias son hombres sin derechos que deben ceder ciegamente a la rabia de sus facciones

y a los caprichos de la ambición? Mas este es un engaño: los pueblos ya piensan; los pueblos saben medir, pensar y estimar la tendencia, lajusticia, la importancia, el mérito de las acciones y sucesos y» alejados del humo y de los prestigios de

las pasiones y partidos, juzgan con imparcialidad y con desinterés... Un joven inexperto, petulante y mal opinado tiene la osadía de insultar y engañar a la alta representación nacional...". 265

En este sentido, las ideas de Juan Martínez de Rozas se acercaban más con el ideal republicano que el autoritarismo de Carrera, aun cuando se ha pretendido presentar a este último -y él mismo así lo hizo al presentarse en septiembre como un emisario del pueblo- como el primero en sustraer la política de la clase aristocrática para acercarla al pueblo.264 En efecto, para Martínez la idea principal era la proporcional

representación de todos los pueblos de Chile en el Congreso Nacional, el que representase por ende los intereses de todos ellos y no solo los del patriciado mercantil de Santiago. Ello no se logró, siendo el número de diputados de Santiago mayor en gran número al de representantes de Concepción. Volviendo a los sucesos que se vivían en noviembre de 1811 en Santiago, Juan José Carrera provocó una asonada militar que terminó por colocar a su hermano menor, José Miguel, en la Presidencia de la Junta de Gobierno. Juan José quedó como comandante del regimiento de Granaderos, y Luis, el menor de los hermanos, como comandante de la artillería. La Junta de Santiago se veía cada vez más enfrentada con la Junta Provincial de Concepción, pero José Miguel a la cabeza tuvo la prudencia de dilatar las negociaciones entre ambas, hasta que un pro­ nunciamiento militar incitado por Carrera vino a reemplazar la Junta de Concepción por una Junta alineada con los intereses de Santiago. Martínez de Rozas fue deportado a Mendoza, donde murió al poco tiempo.265 Con la muerte de este último, el camino quedaba limpio para Carrera, quien ahora se vislumbraba como el único capaz de llevar a buen puerto la labor de Gobierno. La revolución podía seguir su camino.

265 Oficio de la Junta Provincial de Concepción a la Junta de Gobierno. 10 de diciembre dé 1811. Sesiones de ¿os Cuerpos Legislativos, Tomo I, pp. 205-207.

261 Campos, Historia Constitucional de Chik, p. 99;Jocelyn-Hok nos habla de unajicción legitimante. Jocelyn-Holt, La Independencia de Chile. Tradición, modernización y mito, p. 160. Collier, Ideas y política de la independencia chilena 1808-1833, p. 94.

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Capítulo 1¡: Patria Vieja, ¿deas nuevas

14. El gobierno de Carrera "Liberaste al hijo del esclavo.

Iban romo las sombras mercaderes vendiendo sangre de mares extraños...

Con la llegada de este caudillo al poder se da inicio a una verdadera dic­ tadura personal en Chile, no obstante la imagen de Ejecutivo colegiado que se había intentado presentar mediante la designación de los otros miembros de laJunta266 267-O’Higgins y Marín-. Estos finalmente optaron

por presentar sus renuncias al verse en una situación absolutamente decorativa. Las luchas intestinas entre los dos bandos ya plenamente identificables, patriotas y realistas, así como las desfavorables noticias que llegaban de España, y las ya conocidas sospechas del virrey del Peni en relación con las fidelidades de laJunta de Chile, vinieron a presionar por medidas más drásticas, encaminadas a la obtención de una mayor

autonomía. No obstante no todo hacía esperar malos resultados. Durante el gobierno de (barrera hubo avances importantes, Quizás la medida más relevante y recordada de dicho período sea la creación del primer periódico nacional: La Aurora de Chile* periódico ministerial) político. I-a dirección de este periódico recayó sobre la aguda pluma del fraile de la Buena Muerte, Camilo Henríquez, quien encontró en la espada de Carrera el apoyo necesario a sus ideas. En el prospecto de la nueva publi­ cación, Henríquez nos dice que “está ya en nuestro poder, el grande, el

precioso instrumento de la ilustración universal: la imprenta. Los sanos principios, el conocimiento de nuestros eternos derechos, las verdades solidas, y útiles van a difundirse entre todas las clases del Estado../.268

266 Pablo Neruda, "Poema ajóse Miguel Carrera", Canto General w Eyzaguirre, Historia de las Instituciones Políticas y Sociales de Chile, p. 64. *** La Aurora de Chile, Prospecto, febrero de 1812. Efectivamente la Aurora de Chile fue el fruto de la importación de la primera imprenta de gran escala en nuestro país, operada por tipógrafos norteamericanos dirigidos por Mateo Amaldo Hoevel. El Cabildo de Santiago había pedido en alguna oportunidad previa la autorización para internar al país dicha tecnología, peticiones que habían sido desoídas: "Esta Noble y l.eal ciudad de Santiago Capital del Reino de Chile mira con dolor el desmayo con que las gentes de letras trabajan en sus diferentes ocupaciones -carecitndo del honroso eficaz estímulo de poder dar al público sus tareas literarias no habiendo en ella una sola imprenta...". Petición del Cabildo de Santiago al Rey el 4 de agosto de 1789, AGI, Chile, 280.

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Autonomía, Independencia y República en Chile 1810-1828

En su primera edición del 13 de febrero de 1812, titulada “Nociones fundamentales sobre los derechos de los pueblos0, fray Camilo combatía la filosofía oficial relativa al origen divino del poder de los reyes, señalando que esta se radicaba en el pueblo, el cual se relacionaba mediante un pacto: **.. .la autoridad suprema trae su origen del libre consentimiento de los pueblos, que podemos llamar pacto, o alianza social...”.269 Las ideas

vanguardistas de Henríquez se manifestaron desde sus inicios. No temía en referirse en su periódico a los vicios y errores de antiguo régimen270, así como a las virtudes del nuevo modelo que se pretendía implantar en Chile, exaltando el patriotismo que debía mover a los chilenos para la

consecución de dichos objetivos: ".. .Tenemos pues que trabajar mucho para ser felices. El estudio del derecho público, y el de la Política debe ser el de todos los buenos ingenios. El patriotis­

mo debe hacer de él una especie de necesidad: el ha de ser el principal blanco a que deben dirigirse las instituciones públicas...'.271

El lenguaje utilizado es claro, y trata de exaltar aquellos conceptos que podían ayudar a la causa republicana, como Ley, Patria, legitimidad del poder, felicidad como fin de la sociedad, la denominación de ciuda­ dano -y no súbdito-, e Ilustración versus ignorancia: •...El grao objeto de la legislación y de la política es elevar los pueblos a la

mayor felicidad posible; es hacer venturoso el mayor número de individuos

que esté a sus alcances; es llamar la abundancia, la industria, la ilustración, la cultura al seno de la patria; es en fin fijar la seguridad, y libertad sobre la prolección imparcial, y autoridad suprema de la ley; sobre el ejercicio libre, y

ventajoso de las facultades de los ciudadanos; y en fin sobre la consideración, y poder de las armas...

El gobierno de Carrera fue más allá del establecimiento de la primera imprenta, no obstante ese sea-posiblemente- el icono más característico de su mandato. También es importante, aunque menos recordado -y en estricto rigor fue una ley promulgada bajo la influencia de Carrera,

269 La Awvra de Chile, 13 de febrero de 1812. 270 América, lo mismo que la España, desde su descubrimiento hasta ahora ha estado sumergida en la ignorancia, digámoslo así. en la costumbre de estar subyugada por el despotismo. Pero la América particularmente ha sido el objeto de una tiranía de que quüá no hay ejemplo". IbttL, p. 3. 171 La Auroro de Chile, 13 de febrero de 1812, p. 3. 271 p.2.

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Capitulo I/: Patria Vieja, ¿deas nuevas

mas cuando este aún no gobernaba-, que durante su gobierno se dicta una ley que viene a ser el precedente inmediato de la abolición de la

esclavitud: se decreta la libertad de vientres. Ello no obedecía sino a los principios ilustrados que se venían sosteniendo por las agudas plumas de los intelectuales de entonces, como Enríquez, Salas o Egaña. Igual que durante la revolución francesa, donde la Déclaration des droits de l'Homme el du aloyen planteaba una contradicción entre los principios revolucionarios y la cuestión de los esclavos negros en Haití,273 en Chile

los principios ilustrados y liberales venían a plantear una cuestión similar. Ya en el proyecto de Constitución presentado por Juan Egaña, y que quedó postergado por el golpe militar de Carrera -aunque fue dado a conocer al público por la Junta de 1813, sin llegar nunca a constituir norma vigente-, se señalaba en su Capítulo 1, al tratar de los derechos del ciudadano, que u...la Constitución reconoce que todos los hom­ bres nacen iguales, libres e independientes: que, aunque para vivir en sociedad sacrifican parte de su independencia natural y salvaje, ellos conservan, y la sociedad protege, su seguridad, propiedad, libertad e igualdad civil...", para luego señalar en su artículo 12 que “...Ningún hombre puede perder en este territorio la vida, la libertad, un miembro, o la patria, sin noticia y consentimiento de la magistratura que tiene el ejercicio permanente de la soberanía.274 Es decir, para los diputados

del (Congreso de 1811 el tema de la libertad era transversal, y no solo se

refería a un tipo de libertad —libertad política—, sino que se buscaba del mismo modo la libertad del hombre en cuanto tal. Es justo señalar que la esclavitud en Chile nunca se encontró muy desarrollada,275 por lo que el impacto de este tipo de iniciativas no significaba una verdadera revolución en los valores sociales imperantes entre las élites ilustradas. Además su impacto fue mínimo en la economía, debido al escaso aporte de la mano de obra esclava en la economía colonial chilena.

También es justo señalar que la Ley de Libertad de Vientres era solo eso, y no significó una liberación de los pocos esclavos existentes, quienes de­ bieron esperar hasta 1823, ya entrada la República, para que el senador

m "...l/iniérét supremo de la nailon el des colonies csi que vou» dcmeuriez libres, et que vous ne renversiez pas de vos propres maíns les bases de la liberté. Périssent les colon ies (Hs eleve deviolents murmurejMaximilien Robespierre. Discotm sur la eondition da hama de amlew libra, 1S de mayo de 1791. 274 Guillermo Feliu, La abolición de la esclavitud en Chile (Santiago, Editorial Universitaria, 1973), p. 38. 275 Heise, 150 años de evolución institucional, p. 23.

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Autonomía. Independencia y República en Chile 1810*1828

Infante presentase el proyecto definitivo de abolición de la esclavitud. Como sea, en 1811 el diputado Manuel de Salas presentó el proyecto en cuestión, el cual fue aprobado y pasó a ser ley del territorio. En él se señalaba que así como quedaban libres los nacidos de esclavos en territorio chileno, también adquirían la condición de libertos aquellos esclavos que fuesen introducidos al país y que permaneciesen en él por más de seis meses. No obstante, recordemos, mantenía la condición de aquellos esclavos que ya residiesen en Chile, aunque estos debían .permanecer en una condición que les haga tolerable la habitud...”.276 De todas las provincias españolas en América, Chile fue la primera en tomar la iniciativa en este sentido.277

Asimismo, igual que con la Ley de Libertad de Vientres, Carrera pro­ movió considerables reformas en la administración pública. En este punto tiene lugar un hito importante: se establece por vez primera en Chile una bandera nacional, consistente en un paño tricolor coronado

en una franja azul, una franja amarilla en la base, y una blanca que las separaba, así como la implementación de un escudo nacional, que con­ sistía en una columna custodiada por dos jóvenes indios -posiblemente araucanos, que recordemos, ahora habían mutado de terrible enemigo de la frontera a símbolo de la resistencia contra el invasor— y coronado por la frase Posl ¡enebros lux (Después de las tinieblas, la luz), todo sobre la base de otra frase que señalaba Aut consilio aut ense (O por consejo o por espada), última frase que tiene una gran semejanza con la actual Por la razón o la fuerza, señalada en el escudo de armas de Chile. Estableció relaciones diplomáticas con los Estados Unidos -punto que trataremos un poco más adelante-, y llevó a cabo reformas en el plano educacional, las cuales, debido a lo exiguo de las arcas fiscales, fueron llevadas a cabo por imposición a las órdenes religiosas del mantenimiento de escuelas primarias para hombres.278

15. El Reglamento Constitucional Provisorio de 1812 El 27 de octubre de 1812 se dictó el denominado Reglamento Constitucional

Provisorio. Este fue elaborado por una comisión compuesta por ilustres279

279 El texto del acuerdo se encuentra en las Sesiones de los Cuerpos Legislativos, Tomo 1. pp. 132*154. 277 Roldan. Las Primeras Asambleas Nacionales. Años de 1811 a 1814, p. 212. 278 Campos. Historia Constitucional de Chile, p. 102.

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Capítulo II: Patria Vieja, ideas nuevas

vecinos y connotados patriotas, bajo el impulso de lajunta de Gobierno presidida por Carrera. El bando del Ejecutivo por el cual se mandaba redactar una Constitución para Chile, publicado en La Aurora de Chile en su número 28 de 20 de agosto de 1812, señalaba que “La Excma. Junta continúa dando palpables pruebas de la liberalidad de sus principios, y la pureza de sus intenciones... Ya es improrrogable la expectación en que se ha mantenido el reyno por tres años, y se sienten a cada momento los efectos de la incertidumbre política: para evitarlos, se ha pasado al gobier­ no el proyecto de constitución provisoria.. .”.279 La comisión comenzó a funcionar de manera expedita, mas no dio frutos definitivos, siendo el proyecto presentado por el Ejecutivo devuelto y revisado nuevamente por otra comisión, en la cual si bien no participaba de manera oficial, sí lo hacía indirectamente un personaje de influencia sobre Carrera: el cónsul norteamericano en Chile, Joel Roben Poinsett.280 Este personaje comenzó a agitar los ánimos revolucionarios, a pesar de la neutralidad propia del cargo que le correspondía desempeñar.281

La presencia del cónsul norteamericano era considerada como un gran avance por el bando patriota, quienes veían en ello un reconocimiento tácito a la revolución por parte de los Estados Unidos, reconocimiento que eventual mente se podría transformar en ayudas para la tarea de la Independencia. Tanto fue así, que la recepción oficial del cónsul, al presentar sus credenciales a lajunta, fue del más alto nivel,282 siendo la única función de Poinsett velar y promover el comercio -ahora libre— entre Chile y los Estados Unidos, o mejor dicho, de los Estados Unidos. Pese a la neutralidad que podía esperarse por parte del flamante cónsul, este no tardó en inmiscuirse en el acontecer nacional. Una de sus primeras medidas fue nombrar a un vicecónsul, su compatriota Hoevel,285

** l¿¡ Aurora de Chile, 20 de agosto de 1812, p. 3: Carrasco. 2002, p. 34. 90 Carrasco, Génesis y vigencia de tas textos constitucionales chilenos, p. 54; CoUier, Ideas y política de la independencia chilena 1808-1833, p. 96; Campos. Historia Constitucional de Chile, p. 101; Eyzaguirre, Ideario y ruta de la emancipación chilena, p. 138; Eyzaguirre, Historia de las Instituciones Políticas y Sociales de Chile, p. 64; Salazar, Construcción de Estado en Chtle, p. 136; Villalobos, Tradición y reforma en 1810, p. 284. **’ Quizá la actitud del cónsul se entienda mejor si se tiene presente su vida hasta que asume como diplomático, lias la ese entonces Poinsett había viajado por gran parte de Europa, tenía estudios inconclusos de medicina yjurisprudencia, así como una participación activa -que le había valido el grado de coronel- en las milicias de su estado natal, Carolina del Norte. Cfr. Miller rt al, 1926. 282 Campos, Historia Constitucional de Chile, p. 101. 285 Su participación en los hechos de la Patria Vieja produjo que posteriormente Hoevel fuera desterrado al presidio de Juan Fernández durante la reconquista española. Barros. Historia General de Chile, Tomo X. p. 22.

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Autonomía. Independencia y República en Chile 1810*1828

quien había llegado a Chile como dueño de la imprenta en la que el gobierno publicaba La Aurora de Chile, Es de suponer que relacionarse con un individuo que prestaba servicios, aun de manera particular, al gobierno revolucionario no era una medida tibia por parte de Poinsett. Con el pasar del tiempo este último fue cultivando una amistad con Carrera, y logró convertirse en uno de sus más cercanos consejeros.284

Su ascendencia sobre los asuntos locales llegó a su apogeo en 1812, luego de que la Junta encabezada por Carrera se decidiese a proclamar una nueva (institución. (Amoveremos más adelante, Poinsett tendría influencia en la Constitución que finalmente se aprobaría. Incluso algu­ nas discusiones sobre la misma tuvieron lugar en su casa. Sin embargo, Poinsett no se conformaría con ser un mero espectador, y presentó un proyecto de autoría propia, adelantándose a los demás

miembros de la comisión encargada. Este proyecto no fue conocido sino hasta 1926. Si bien no se le consideró seriamente en su momento, creemos que merece la pena mencionar algunas de sus peculiaridades. Constaba de trece capítulos, con un total de cuarenta y ocho artículos. Adoptaba el régimen federal, quedando Chile dividido en provincias, las cuales se vinculaban entre sí por un Congreso Nacional de las Provincias Unidas de (Aile. Al estilo norteamericano, este Congreso se componía de un Senado y una Sala de (Ansejeros. Las provincias conservaban el derecho para decidir discrecionalmente cuándo, dónde y cómo se efectuarían las elecciones de sus representantes. El poder ejecutivo -se hacía mención

expresa de este poder-quedaba entregado al Gran Jefe de las Provincias Unidas, quedando secundado por un lugarteniente. Asimismo el poder judicial de las Provincias Unidas quedaba en manos de la Suprema (Arte y en las Cortes de Alzada provincial. El proyecto no fue considerado, ya que al parecer no fue juzgado viable por parte de Carrera.285 Además, dicho proyecto no tuvo influencia alguna sobre ninguno de los proyectos constitucionales chilenos habidos en aquellos años. El Reglamento Constitucional Provisional -en adelante Reglamento de 1812- a que dio lugar la comisión fue finalmente aprobado el 27 de oc­ tubre de 1812.288 Constaba de 27 artículos, ya de manera más ordenada y sistemática, con una redacción y propósitos bastante más claros que

*** Williani Millcr y Guillermo Feliú. 1.a primera misión de las Estadas Unidos de Amenas en Chile (Santiago, Ed. Imprenta ('«enantes, 1926), pp. 52 y m. *** Carrasco, Génesis y vigencia de los textos constitucionales chilenos, p. 35. 286 El texto completo del Reglamentó de 1812 se encuentra en las de los Cuerpos legislativas. Tomo I, pp. 259 y ss.

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Capitulo H: Patria Vieja, ideas nuevas

el proyecto de 1811 -que recordemos es considerado como el primer ensayo de esta naturaleza-, y fue considerado por parte de la doctrina como la primera Constitución de Chile.287 Para Salazar esta Constitución es en su promulgación inequívocamente dictatorial.288 Del mismo modo

pareció entenderlo Dionisio Terraza y Rejón -anagrama de Antonio José de Irisarri-, quien en el nuevo periódico denominado El Semanario Republicano escribiría que “...la voz del pueblo no es la voz de cuatro tertulianos que proyectan divertir sus pasiones con una escena de revo­ lución. El pueblo que yo vi el día 15 de noviembre de 1811 solo podía llamarse “pueblo" por una especie de ironía muy picaresca.. ,".289 También

atacó la nueva Constitución, señalando: “¿Con qué poderes hicieron el reglamento constitucional los autores de una obra tan delicada y tan sagrada? ¿Quién fue el primer motor de este fundamento de la legisla­ ción chilena? No fue el gobierno, ni el pueblo, ni unos representantes del Estado".290 Lo cierto es que Irisarri no erraba en sus apreciaciones. El propio Carrera reconocería más tarde en su Diario Afítóorque *.. .nos juntamos en la casa de Poinsett el padre Camilo Henríquez, el doctor Zudañez, don Francisco Pérez, Juan José, Luis y yo. Apenas nos vimos volvimos a amistarnos, y ya no se acordó de otra cosa que de buscar los medios para reformar el gobierno, y dar un nuevo ser a nuestra revolución".291 Producto del carácter cerrado de la misma reunión, no quedaron actas ni registro alguno que ilustre sobre las discusiones que pudiesen haber tenido lugar a propósito del Reglamento de 1812. La importancia del Reglamento de ¡812 radica en la separación que ya abiertamente planteaba respecto de España, y aunque no obstante no establecía ni declaraba la independencia, sí establecía reglas claras en

relación a la injerencia de la península en los asuntos internos de Chile, dejando la influencia de aquella en el territorio nacional prácticamente anulada. Así, en su artículo segundo señala que “...Su Rey-de Chile- es Femando Vil, que aceptará nuestra Constitución en el modo mismo que la de la península. A su nombre gobernará la Junta Superior

Gubernativa establecida en la capital, estando a su cargo el régimen interior y

287 Carrasco, Génesis y vigencia de las tatei constitucionales chilenos, p. 86. 889 Salazar, Construcción de Estado en Chile, p. 138. 889 Irisarri, El Semanario Republicano N9 extraordinario, 19 de febrero de 1814, Consultado en Fuentes documentales y bibliográficas para el estudio de la hisiona de CJuU, www.historia.uchile.cl 890 Irisarri, El Semanario Republicano N9 10, 9 de octubre de 1813, Consultado en Fuentes documentales y bibliográficas para el estudio de la historia de Chile, www.historia.uchile.cl.. 291 José Miguel Carrera, Diario Militar (Santiago. Ed. Imprenta Cervantes, 1900), p. 68.

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Autonomía, Independencia y República en Chile 1810-1828

las relaciones exteriores. Tendrá en cuerpo el tratamiento de excelencia, y sus

miembros el de los demás ciudadanos...".

Como vemos» si bien aún imperaba una fidelidad al monarca, este quedaba reducido a un plano meramente simbólico de unidad con el pueblo español, ya que en lo relativo a las funciones reales del Rey, estas eran absorbidas en su totalidad por la Junta Gubernativa, y la soberanía

recaía en el pueblo de Chile, según se señalaba en el artículo primero: “El pueblo hará su Constitución por medio de sus representantes ”. También llama la atención que los habitantes de Chile recibirían, al menos en el plano constitucional, la denominación de dudadanos, con­ cepto abiertamente ilustrado, como ya vimos a propósito del llamado que a los dudadanos hacía fray Camilo Henríquez en Lm Aurora de Chile. Pero el Reglamento de 1812 iba aún más allá. En su artículo quinto señalaba que “Ningún decreto, providencia u orden, que emane de cualquiera autoridad o tribunales de fuera del territorio de Chile, tendrá

efecto alguno; y los que intentaren darles valor, serán castigados como reos de estado”. Para muchos tratadistas, este artículo es representativo del afán emancipador que tenían los redactores del Reglamento de 1812.^ Dicho artículo no hace otra cosa que reafirmar el breve -mas no por ello menos relevante-artículo segundo, que señalaba que “El pueblo hará su constitución por medio de sus representantes”, es decir, una

abierta exclusión de la injerencia de las autoridades peninsulares en los asuntos internos de Chile.292 299 En La Aurora de Chile también se hacía 298 *

mención a esta tendencia, y Manuel de Salas publicó en sus páginas un ensayo titulado Discuno sobre el sistema^ en el cual señaló abiertamente que

292 “Se le critica que reconocía la soberanía de Femando Vil, prisionero de los franceses, a pesar de lo cual todos los historiadores están acordes en que establecía por primera vez una doctrina emancipadora al prohibir en forma expresa que se obedezcan órdenes o se sigan instrucciones emanadas de cualquier autoridad radicada fuera del territorio chileno', (ampos. Historia ConslüuHonaldeChite, p. 332; Alberto Cum mi ng, “F.l Reglamento Constitucional de 1812“. en Rrvutó Chilena tU Historia y Geografía, Santiago de Chile. N* 9 (1913). p. 224. 298 Carrasco, Génesis y vigencia de los textos constitucionales chilenos, p. 36. En una carta de Mariano Osorio al Rey. fechada el 6 de diciembre de 1814, el gobernador interino daba cuenta de la Constitución Provisoria de 1812 en los siguientes términos: “...me parece más escandaloso el adjunto Reglamento de Constitución provisoria, en que después del preámbulo infamatorio de la Nación, y Gobierno de España, se sustrae de su dependencia atribuyéndose los [palabra ilegible] Soberanos en esta parte de b monarquía, sin embargo de que por el Artículo 3* se reconoce por Rev al señor don Femando Séptimo, como se hacía en los demás papeles públicos para adormecer la lealtad de los pueblos, y buenos vasallos, contradiciéndose en los artículos 5 y 13...". AGI. Chile. 315.

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Capitulo I/: Patria V¡/ja, idfta numis

“...el sistema consiste en gobernarnos absolutamente por nosotros mismos, y remover los obstáculos que deban influir en la imaginación de cada uno para dudar de este derecho.. .n294. Continuaba Salas argu­

mentando que “...las naciones no se hicieron para los reyes, sino estos para las naciones: que ellos son unos oficiales del pueblo, mayordomos de sus intereses, y depositarios de la soberanía popular...".295 Vemos que para Salas los conceptos de pueblo y soberanía popular ya eran un tópico evidente, pese a la prudencia con la cual había debido actuar hasta hace un par de años, cambiando incluso su concepción de la (borona, de la encamación de la soberanía popular, a la de protectora y servidora del pueblo. El Reglamento de 1812, como vemos, no declaraba la Independencia, por mucho que se acercase a ello al no aceptar la injerencia española en la administración interna de Chile, ya que en su artículo segundo reconocía a Fernando como Rey. Samuel Johnston, un norteamericano residente en Chile empleado como tipógrafo de la imprenta, escribía en una carta que . .Se ha dictado una Constitución provisoria, que encierra todos los principios liberales, pero en la que se reconoce la soberanía del Rey Se dice que esta medida es necesaria por el momento, hasta que puedan conseguir de fuera las armas de que carecen, y que en seguida se declararán exentos de toda sujeción a la corona de España...". 296 En temas de organización del Estado, el nuevo Reglamento (xmstitucional, como ya vimos, hizo recaer la autoridad ejecutiva en

una Junta Superior Gubernativa Chilena, encargada de la administra­ ción interna y de las relaciones exteriores. Además, creaba un Senado en su artículo séptimo, el cual jugaba el papel no solo de legislar, sino también de contrapesar a la autoridad de la Junta, la que requería la anuencia del Senado en los denominados negocios graves?91 los cuales

La Aurora de Chile, 5 de noviembre de 1812, p. 1. Ibídem. ** Carta de Samuel Johnston a un amigo, escrita el 30 de diciembre de 1812.Johnston. 1816. Samuel Johnston. Cartas escritas durante una midenaa de (m anos en Chile. recopiladas y traducidas por José Toribio Medina (Santiago y Valparaíso, Imprenta Barcelona. 1917). 197 “Artículo 8. Por negocios graves se entiende: imponer contribuciones; declarar la guerra: hacer la paz: acuñar moneda; establecer alianzas y tratados de comercio; nombrar enviados; trasladar tropas, levantarlas de nuevo; decidir las desavenencias de las provincias entre sí, o con las que están Cuera del territorio; proveer los empleos de gobernadores y jefes de todas las clases; dar patentes de corso; emprender obras; crear nuevas autoridades; entablar relaciones exteriores; y alterar este Reglamento; y las facultades que na le están expresamente declaradas en esta Constitución. quedan reservadas al pueblo soberano". Valencia, Anales de la República, Tomo l, p. 47.

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Autonomía, Independencia y República en ('hile 1810-1828

eran definidos y detallados en el artículo octavo. Del mismo modo, en su artículo diecisiete señalaba que las facultades] udiciales quedaban en manos de los tribunales ordinarios de justicia, para finalizar el artículo prescribiendo que “Queda inhibido [el gobierno] de todo lo contencioso’*.

Vemos entonces una clara diferencia y separación entre las funciones del Estado, así como los primeros atisbos de la técnica de contrapesos entre los poderes. Los artículos dieciocho al veinticuatro detallaban varias libertades individuales, como la libertad de prensa, de movimiento, y más impor­

tante aún, establecía por vez primera una serie de garantías procesales tendientes a resguardar la libertad de las personas. El artículo diecio­ cho señalaba que “Ninguno será penado sin proceso y sin sentencia

conforme a la ley”. También encontramos uno de los presupuestos del habeos carpus™ manifestado por primera vez en Chile, al prohibirse las detenciones arbitrarias. Sin duda fue de gran influencia en este sentido el cónsul de los Estados Unidos, Joel Robert Poinsett, quien como ya se dijo influyó en la redacción de este cuerpo legal. En este mismo senti­ do, la influencia de Poinsett también puede haberse dejado sentir en la redacción del artículo primero del Reglamento de ¡812 “La religión católica apostólica es y sera siempre la de Chile”, frase que voluntaria o involuntariamente deja fuera la denominación de Romana con que suele definirse la Iglesia católica en Occidente. Para algunos, ello fue realizado deliberadamente bajo la influencia de Poinsett, para así asegurar a sus compatriotas la libertad de cultos.299

En relación con el supuesto afán independentista que pudo haber tenido el Reglamento de 1812, ya hemos visto que hubo una contradicción entre el espíritu del mismo -ya que hasta la fecha era el intento de autono­

mía más radical que se hubiese practicado-y la aún persistente -aunque en este caso ya condicionada a la aceptación de la misma Constituciónfidelidad al monarca. No obstante, para Roldan dicha contradicción no existe, ya que las autoridades establecidas por la Junta solo debían regir en ausencia del Rey, hasta que este aceptase a la misma constitución.500

No nos parece que ella sea la interpretación adecuada, y creemos que la Junta Superior Gubernativa tenía vocación permanente, y no transitoria

Carrasco, Génesis y vigencia de ¡os textos constitucionales chilenos, p. 37; Campos, Historia Constitucional de Chile, p. 332. m Champo*, Historia Consiilucwnal de Chile, p. 331; fyzaguirre, Historia de las Instituciones Políticas y Sociales de Chile, p. 65. 300 RoMán, Las Primeras Asambleas Nacionales. Anas de 1811 a 1814, p. 367.

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Capítulo II: Patria Vieja, ideas nuevas

durante la ausencia del Rey. Por lo demás, de haber aceptado el Rey dicho cuerpo constitucional, hubiese significado la confirmación de la Junta como órgano ejecutivo en Chile, lo que viene a reafirmar que las pretensiones autonomistas iban más allá del regreso del monarca. Sin embargo, volviendo a la supuesta Independencia que se pudo haber pretendido, debemos dejar en claro que Carrera nunca la declaró, no obstante para algunos existen indicios de su intención al respecto.301

16. El primer Senado nacional

Como vimos, el Reglamento de 1812 contemplaba la formación de un Senado compuesto por siete miembros, los cuales debían sesionar al menos dos veces por semana, y que en la práctica tenían reservados en sus manos los asuntos de mayor importancia para el país, aunque como es de suponer, dicho Senado se encontraba a la sombra del caudillo que en esos momentos ostentaba el poder: José Miguel Carrera. El Senado comenzó a sesionar el primero de noviembre de 1812,302 siendo su

presidente Pedro Vivar y Azúa. En su discurso de apertura, este señaló: ‘...Llegó, finalmente, el día en que empiecen nuestras sesiones. 1.a compla­ cencia que podía inspirar el lugar distinguido que ocupo y la alta confianza que me dispensa el sufragio de mis compatriotas, cede al sentimiento ínfimo de mi insuficiencia, principalmente cuando están tan agobiadas mis fuerzas bajo el peso de los años. Yo elevo al cielo mis ojos, de donde espero el acierto. El honor que nos confiere la patria está unido a grandes deberes, reposando en nosotros las esperanzas de un pueblo Ubre y virtuoso...’.**

901 Jrte de Representantes, y era el equivalente chileno de la Diputación Permanente de Cortes contemplada en la Constitución española de 1812.678 Esta se componía de siete miembros elegidos por la Cámara

de Diputados, y los ex-Directores Supremos en calidad vitalicia. Tenía la facultad de sesionar en ocasiones extraordinarias, mas sus decisiones debían ser ratificadas por el Congreso. También podía convocar al (¿ingreso extraordinariamente (Arts. 61 a 79). El Poder Judicial se trataba en el séptimo título. Este se organizaba jerárquicamente en una serie de tribunales de justicia, únicos órganos llamados a conocer de la aplicación de la ley y, a su vez, encargados de velar por las garantías individuales (Art. 202), principalmente de carácter procesal. A la cabeza quedaba el Supremo Tribunaljudiciario, compues­ to de cinco miembros. Luego se ubicaban la Cámara de Apelaciones, y bajo esta los Jueces de Paz. Es importante destacar que la Constitución hacía especial mención de la independencia de la cual gozaba el Poder Judicial frente a los otros poderes del Estado, a diferencia de las anteriores constituciones, que se limitaban solo a reconocer dicha independencia, mas en los hechos hacían recaer muchas de las atribuciones propias de la judicatura en el Ejecutivo (Art. 158). Finalmente, depositaba el gobierno en manos del Director Supremo, figura elegible por seis años y reelegible por cuatro más, facultado

para nombrar a los ministros de Estado. El Director gozaba de amplios poderes, estando incluso facultado para designar a su sucesor en caso de muerte *79 a la usanza del pliego de mortaja utilizado en el período colonial. La Regencia solo duraría hasta la elección de un nuevo Director Supremo titular. Para ser elegido era necesario haber nacido en Chile -no bastando la mera ciudadanía, sino que esta debía estar fundada en

Capítulo XI de la Constitución española de 1812. 679 El artículo 86 fac ul taba al Di rector Supre mo para design ar en sobre ce irado a tres personas que podrían gobernar durante la regencia. El primero de la lista» si estaba disponible, se consideraba Director Interino. Aquella lista era guardada en una caja que se abría con tres juegos de llaves, correspondiendo la custodia de estas al Director Supremo, al Presidente de la Cx>rte de Representantes y al Presidente del Supremo Tribunal de Justicia.

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Capitulo IV: La dictadura de O'Higgins

ius solis-, residente a lo menos cinco años previamente a la elección, mayor de 25 años, y de notoria virtud (Art. 82 N° 3). El Congreso estaba

encargado de realizar la elección, requiriéndose las dos terceras partes de los votos emanados de congresistas no licenciados (Art. 83). Se tuvo por primera elección la confirmación que la Convención había hecho de O'Higgins el día de su inauguración, y con ello O’Higgins se asegu­ raba seis años más en el poder, con la posibilidad de ser reelegido por un segundo período de cuatro (Art. 81J.680

En relación con el gobierno interior, la Constitución dividía el te­ rritorio en tres departamentos (respetando la división histórica entre Coquimbo, Santiago y Concepción), a la cabeza de las cuales quedaba un Delegado Directoría!. Los cabildos subsistían, pero eran presididos por Delegados Directoriales,681 o en su defecto, por los alcaldes elegi­

dos. Estas reformas al gobierno provincial causaron gran malestar en Coquimbo y Concepción, provincias que veían en estas reformas un reforzamiento de la autoridad central de Santiago sobre ellas, las cuales quedaban despojadas de designar a sus propias autoridades definitiva­ mente, incluso a nivel del Cabildo, órgano político local por excelencia hasta ese entonces.682

Frente a la aplicación y observancia de la Constitución, el artículo 243 prescribía que “todo chileno tiene derecho a pedir la observancia de la Constitución, y a que se castigue al infractor de ella, sea cual fuere su clase o investidura". Durante el período de legislatura ordinaria su custodia recaía principalmente en el Senado, mientras que durante el receso de este, correspondía a la Corte de Representantes (Art. 67 N° 1). En los hechos esta Constitución no alteró sustancialmente el régi­ men político vigente hasta entonces. Si bien dio señales de apertura democrática mediante la consolidación del Congreso bicameral, en la

práctica no hubo variaciones importantes. El Senado no era electivo, sino que se componía de miembros de otras corporaciones o poderes, teniendo más bien un carácter estamen­ tal, y la Cámara de Diputados, aunque se señalase que era elegida en su

680 Este fue uno de los factores que posteriormente explicaría el fracaso de esta (kmstitución, y la posterior abdicación de O'Híggins. Galdamrs, Historia de Chile. ¡¿¡evolución constitucional ¡810*1925. p. 5S9. 681 la reglamentación de funciones de los Delegados Directoriales quedaba pospuesta para una ley futura, debiendo en el intertanto ceñirse aquellos a la Ordenanza de Intendentes de Garlos III (ArL 144), aJ igual que en el caso del Plan de Hacienda de 1817. 682 Barros, Historia General de Chile. Tomo XIII, p. 527.

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Autonomía, Independencia y República en Chile 18I(M828

totalidad, era designada por el Poder Ejecutivo, el cual por medio de

sus delegados directoriales elaboraba las listas de electores. Por lo mismo solo hubo una apariencia de representatisidad 683 y separación real de poderes-al menos entre el Ejecutivo y el legislativo-'. (k)mo señala Shaw: Bchind all this apparatus and show stood the simple fací that ihe Suprrne Director was slill an aU-powerful dictator*®4 Sin embargo,

posiblemente las verdaderas intenciones de O’Higgins, de acuerdo con la mayoría de los autores, se encaminaban a una apertura democrática. Si bien el país no se encontraba en el mejor pie para una apertura democrática total, hubiese sido posible una mayor participación de la ciudadanía dadas las circunstancias de paz y tranquilidad a las que se había llegado luego de la pacificación relativa del sur y el zarpe de la Expedición Libertadora del Peni.685 Creemos más bien que O’Higgins dio demasiado poder a su ministro Rodríguez Aldea, personaje sobre el cual sí hay evidencias de corrupción y ambición de poder.686 En este sen­ tido nos acercamos a la opinión de Collier, quien señala que “O’Higgins gobernó como dictador, es verdad, pero sus tendencias democráticas estaban señalando constantemente los límites a la autoridad”.687 Tal

vez quien mejor lo describa sea Jocelyn-Holt: “I-as dos Constituciones promulgadas durante su administración (1818y 1822) le otorgaron facul­ tades casi omnímodas, limitándose a reconocer situaciones dictatoriales preexistentes. Así y todo, estos textos legales circunscribieron los poderes del director supremo dentro de cierta legalidad -amplísima en su discrecionalidad, por cierto- a la cual O’Higgins, en general, se atuvo”.688

Galdamcs, Historia de Chile. la evolución constitucional 1810-1925, p. 542. ** Shaw, TheEarly Constitutions ofChile 1810-1833. p. 94; Vicuña Mackenna también se refiere a este pinito, aunque de manera más irónica: "Era una obra de canónigos y de abogados, frailes y únten líos; un trasunto de los concilios y de Lis cancillerías, en que las Partidas y los Cánones estaban amalgamados con una supina hipocresía para imponer la impostura de la ley y de la libertad a la conciencia de la nación... los tres poderes estaban distintamente divididos... pero el ejecutivo los absorbía, haciéndolos en esencia sus directas emanaciones. El insondable misterio de la Trinidad había sido aplicado por los canonistas a la política y el milagro de tres poderes en una sola autoridad quedaba hecho'. Vicuña, El Ostracismo del Genenil flan Bernardo O'Hiflpns, p. 392. 685 Barros, Historia General de Chile, Tomo Xlll. p. 527. 688 Shaw, pese a la ponderar km académica clásica estadounidense, no duda en señalar una smúter injluence por parte del ministro. Shaw. The Earty Constitutions of Chile ¡810-1833, p. 96; también Galdames se refiere a la influencia de Rodríguez Aldea. Galdames, Historia de Chile. La evolución constitucional 1810-1923, p. 552. 687 Collier, Ideas y política de la independencia chilena 1808-1833, p. 231. ** Jocelyn-Holt, 1.a Independencia de Chile. Tradición, modemaacióny mito, p. 234.

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Capítulo ¡V: La dictadura de O'Higgins

No obstante, y pese a las ideas políticas de O’Higgins, la Coarta de 1822 no sino sino a consolidar el fin de su gobierno. La falta de legitimidad de aquella norma solo fue la gota que colmó un vaso que hacía mucho amenazaba con desbordarse. La revolución estallaría en las provincias, y en la capital misma, de la mano de “hombres con una acentuada cul­ tura cabildante"689 comojosé Miguel Infante, Femando Errázurizyjose

María Guzmán. Su abdicación sería el acto con el cual sellaría su noble pero controvertida vida política.690

16. Caída de O'Higgins. juicio a su gobierno

O’Higgins, a raíz de las sublevaciones de las provincias y del mismo vecindario de Santiago, terminaría por abdicar el 28 de enero de 1823 ante el Cabildo de Santiago, reunido en el Palacio del Consulado junto a otros vecinos en representación popular. El episodio, según recoge el historiador Barros Arana, comenzó cuando O’Higgins se presentó ante la asamblea y preguntó cuál era el objeto de la misma. A lo que Mariano Egaña -hijo del juristaJuan Egaña-, asesor letrado de la Intendencia de Santiago, respondió: “El pueblo, señor, estima en todo su valor vuestros importantes servicios, y mira

en V.E. al padre de la patria; pero en vista de la penosa situación porque ella atraviesa, y los peligros de la guerra civil y de la anarquía destructora que la

amenazan, os pide respetuosamente que pongáis remedio a estos males dejando el alto cargo que habéis ejercido".691

La respuesta de Egaña sirve para ilustrar la conciencia representati­ va que se adjudicaba el vecindario de Santiago. Ese reducido grupo de vecinos, entre cabildantes y altos funcionarios, que contaba también con el respaldo de conocidos vecinos, se adjudicaba, improvisadamente, la

representación popular suficiente para solicitar la renuncia del Director Supremo. Quedaba así de manifiesto el poder y prestigio con el cual aún

689 SaJazar, Construcción de Estado en Chile, p. 179. 690 “El cuno natural y lógico de los sucesos dejó en la oscuridad la solución de ese problema. La promulgación de la nueva carta agotó el sufrimiento demasiado prolongado en los chilenos. Puede decirse que ella fue el testamento de aquella administración. Afortunadamente para nosotros, na encontró herederos que cargasen con la responsabilidad de ejecutarlo. ¡Quiera Dios que jamás los haya!". Amunáteguí, La Dictadura de O'Higgins, p. 395. 691 Barros, Historia General de Chite, Tomo XHL p. 591.

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Autonomía, Independencia y República en Chile 1810-1828

contaba el Cabildo como institución, en el cual se encamaba el foro público por antonomasia.692 O’Higgins, lógicamente, se negó a reconocer a dicha asamblea como la representante de la nación, a lo que Infante, reforzando las ideas de Mariano Egaña, agregó que la república se encontraba sacudida por la violenta conmoción en los extremos norte y sur -levantamientos ocurri­ dos en contra de O’Higgins-, y exigía la convocatoria de un congreso legítimo, no como la ya extinta Convención Preparatoria. O’Higgins, sin dejarse amedrentar, mantuvo su postura, cuestionando a Infante su calidad de representante de la nación. No obstante, ante la insistencia de

los vecinos, aceptó reunirse con ellos y tratar el tema ante una comisión de delegados. Ella se compuso de diez vecinos de connotado prestigio público. Los vecinos ya tenían su decisión tomada. Era precisa la renuncia de O’Higgins para obtener la tranquilidad nacional y evitar la guerra civil. Así insistieron Infante, Errázuriz y Egaña, y así obró el Director Supremo. En el acto de su renuncia señaló: “Si no me ha sido dado dejar consolidadas las nuevas instituciones de la repú­

blica. tengo al menos la satisfacción de dejarla libre c independiente, respetada

en el exterior y cubierta de gloria por sus armas victoriosas. Doy gracias al cielo por los favores que ha dispensado a mí gobierno, y le pido que proteja a los que vayan a sucederme".695

El poder recayó en una Junta de Gobierno compuesta de tres miem­ bros: Agustín Eyzaguirrejosé Miguel Infante y Femando Errázuriz, para luego ser nombrado en calidad de Director Supremo el general Ramón Freire, líder de la revolución en la provincia de Concepción. O’Higgins cayó por factores propios y ajenos. Su carácter autoritario lo cegó ante las costumbres y necesidades políticas a las que estaban acostumbrados los chilenos.691 Y al decir chilenos, nos referimos princi­ palmente a la clase alta chilena, la cual como hemos visto, siempre tuvo participación y pretensiones de poder. Sus continuos ataques a esta clase, como a sus privilegios, lo fueron aislando en el poder, y creándole una

993 Para mayores detalles del diálogo entre O’Higgins y los ahí presentes, véase Amunátegui, La [Madura deO'Higgins, Cap. XVIII, epígrafe XV; Santa María, "DonJosé Miguel Infante'*. m Barros, Historia General dt CAífe, Tomo XIII, p. 593, 694 Edwards, l-a fronda aristocrática en Chile, p. 55; más difícil para O’Higgins fue conciliar sus ideas obviamente liberales y progresistas con el omnipotente "imperio de las circunstancias". Collíer, Ideas y polüiea déla independencia chilena 1808-1833, p. 242.

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Capitulo IV: La dictadura dé O'Higgins

oposición que en su momento vería en su abdicación la única solución viable. Del mismo modo su ataque a las provincias y sus privilegios hizo que estas se sintieran subyugadas ante el poder central, e incluso abando­ nadas por este. Lo anterior sumado a las malas condiciones económicas posteriores a la guerra de la Independencia, y a los constantes esfuerzos en que debió incurrir especialmente la provincia de Concepción -teatro de la guerra a muerte- para mantener a su población en paralelo con las constantes asonadas de la resistencia realista, hicieron crecer en

estas el sentimiento autonomista contrario a la administración central. El gobierno, por su parte, tampoco supo ganarse a las provincias, y es muy probable que las acusaciones de Freí re en contra del abandono intencional de Concepción por parte del ministro Rodríguez Aldea sean ciertas.6®5 En este sentido, el gobierno descuidó uno de los pilares fundamentales sobre los cuales descansaba su autoridad: el prestigio sobre las tropas. Freire acusó en reiteradas ocasiones la precariedad en que se mantenía al Ejército del Sur, el cual se encontraba atrasado en sus pagos, y en malas condiciones de equipamiento. Entre otros factores que explicarían la caída de O’Higgins, tenemos en primer lugar la presencia del ministro Rodríguez Aldea, personaje que se hizo odiar por muchos de quienes apoyaban al Director -como el mismo Freire- y lo aisló aún más en el poder. Lxi Constitución impul­ sada por el ministro no fue sino el último capítulo en una larga historia de desavenencias entre el gobierno central, las provincias y los vecinos de Santiago.696

Pese a lo anterior, creemos que es posible sostener que el gobierno de O’Higgins fue acertado en su momento. Su caída se produjo cuando el autoritarismo ya no fue necesario. Su auge tuvo lugar cuando era difícil imaginar un gobierno menos firme, en tiempos en los que la Independencia recientemente obtenida era frágil y de duración incierta. O'Higgins logró consolidar la Independencia; intentó, en dos oportu­ nidades ordenar la institucionalidad y otorgar al país una Constitución

Política que limitase la autoridad. Aunque él mismo absorbía la totalidad del poder en la práctica, los historiadores en su mayoría concuerdan en que lo supo manejar adecuadamente, y que su administración fue606

606 Freire se dirige en más de una oportunidad a O'Higgins, en calidad de amigo y compañero de armas, para alertarlo sobre la perniciosa presencia de Rodríguez Aldea en el ministerio, así como del abandono financiero y las privaciones que esto acarreaba en tas tropas y en la población. Barros, Historia General de Chile, Tomo Xlll. pp. 554-569. b*6 Shaw. 77u* futdy Constilutions of Chde 1810-1X33. p. 95.

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Autonomía, Independencia y República en Chile 1810-1828

escasa en abusos, pese al enorme poder con el que contaba. Pacificó la frontera sur del país, y aún más, logró sacar adelante la Expedición Libertadora del Perú, empresa mucho más costosa y compleja que la organización del Ejército de los Andes, y que logró llevar a cabo pese a tener un Estado sin Hacienda. Concordamos con Edwards en señalar que si algo se le puede cri­ ticar a O’Higgins, es el haber abdicado sin solucionar el problema de la organización definitiva del país.697 Su renuncia al cargo solo fue la

apertura de una válvula de escape a las presiones políticas existentes, mas

no solucionó ninguno de los problemas inmediatos que aquejaban en ese momento a Chile. Pese a ello, sería imperdonable no reconocer los esfuerzos desplegados por O’Higgins hacia el progreso social y político democrático de Chile.698 En ese sentido, O’Higgins estuvo a la altura de

las circunstancias.699700 Pudiendo haber resistido, abdicó por el bien de su

patria, y se exilió, desapareciendo totalmente de la vida pública chilena.

Como señala Collier “Integridad personal, principios progresistas e iniciativa práctica: estas cualida­

des distinguen a Bernardo O’Higgins de muchos de sus colegas libertadores. El suyo fue un fracaso honesto; a decir verdad, brillan te".70,1

697 696 699 700

Edwards, La fronda aristocrática en Chite, p. 55. Donoso. Ideas Políticas en Chite, p. 63. Campos, Historia Constitucional de Chite, p. 130; Salazar, Construcción de Estado en Otile, p. 172. Collier, Ideas y política déla independencia chilena 180&1833, p. 243.

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CAPÍTULO V

¿ANARQUÍA O FUNDACIÓN?

1. Pipiólos y Pelucones™ 1

Como vimos, la presión política y social terminó por alejar a O’Higgins del mando supremo de la nación. Tras su abdicación, el poder quedó radicado en una Junta de Gobierno compuesta por tres miembros de

7111 Con este título hacemos referencia a dos grupos políticos que se comienzan a configurar luego de la caída de O'Higgins, y que a su vez fue utilizado como título del libro homónimo do Domingo Amunátegui Solar en 1939. Con dichos términos se alude a los grupos conservadores o liberales, siendo estos últimos los denominados Pipiólos, y aquellos Petacones. La denominación de Petacón atendía a la antipatía que el grupo conservador sentía hacia cualquier reforma liberal, motivo por el cual sus opositores los bautizaron de esa forma, haciendo alusión a la pasada moda de las petacas, siendo a su vez los liberales, considerados unos inexpertos en materia política, y comparados por ello, a un polluelo. Vicuña Mackenna dice “El origen de las denominaciones Petacones y Pipióles es tan antiguo casi como la revolución. Los Carrera comenzaron a llamar petacones a los viejos diputados de) Congreso de 1811 que les fueron opuestos, y muchos de los que usaban entonces la trenza y peluca empolvada que estuvieron de moda a fines del último siglo. El nombre de pipiólos se atribuye a los concurrentes de segundo y de tercer orden que asistían al café del español Barrios, situado en la calle de Ahumada. Acostumbraban jugar allí manilla los hombres de alguna consideración, y a los mirones o a lasque pedían barato, les habían puesto por apodo el nombre de pipiólos, por relación al grito de pió pío con que los pollos parecen solicitar su grano... Cuando el que llegaba ordenaba al mozo alguna cusa de sustancia como jamón, chocolate o coñac, era petacón; pero si pedía ponche o chicha, no podía ser sino pipiólo**. Benjamín Vicuña Mackenna. introducción a la historia di los dinana di la Administración Mtmit (Valparaíso. Imprenta y librería del Mercurio de Santos Tornero, 1863), pp. 12-13. El periódico El Libcrak señalaba diversas acepciones para uno uotro término. Así Petacón podía ser entendido como 1) “(Con la que se conforman los mismos denominados) ...hombres ricos, nobles, viejos, devotos, empleados de primer orden; sanos, puros y fórmales; que no van a chinganas, que no beben ponche, que no tiran las mozas por la calle, que no piden prestado"; 2) "(que les dan sus adversarios)... avarientos, servilones, estúpidos, ambiciosos, orgullosos, gazmoñosos. fanáticos, hipócritas, monarquistas, compadres y padrinos de godos, o más bien de sarracenos; los únicos que se creen hombres de bien, y con derecho y capacidad exclusiva para mandos y empleos; intolerantes y enemigos de toda reforma, tontarrones, mentecatos que murmuran loque no entienden, y no entienden lo que quieren, afrailados, rutineros rancios y dementes". Por su parte, IJberal podía entenderse también de dos maneras: t) "(con que se conforman los mismos denominados)... hombres hábiles, despreocupados, tolerantes, patriotas fogosos

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connotado prestigio en la capital.702 EstaJunta tuvo una efímera duración -ella misma no aspiraba a la permanencia. Se definía como provisoria.703 El general Freire, en quien se aunaban los ánimos de la revolución contra el gobierno de O’Higgins y la Carta de 1822, y quien además

representaba a la provincia de Concepción, desconoció su autoridad. El motivo de su rechazo se encontraba en que en la Junta no se veían reflejadas todas las provincias que componían la Nación, siendo el ele­ mento Santiaguino el preponderante.704 También se acusaba a la Junta Gubernativa -principalmente en la prensa-de ser una marioneta de O’Higgins, quien la habría instituido y conformado con hombres que le eran adeptos.7051-aJunta Gubernativa, no

obstante su breve mandato, logró retrotraer la situación política al estado pre-Convención, desconociendo el fruto de esta reunión (kuistiluyeme, y colocando en vigencia nuevamente la Constitución Provisoria de 1818.706

708 m

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706

y siempre consecuentes; caballeros atrasados: amigos de la libertad y de la independencia: de la propagación de las luces y de la reforma de las leyes currucatas"; 2) “(que les dan sus adversarios)... libertinos» impíos, herejes, rotosos; despedazados, pobre tenes, dominguejos. pueblistas, revoltosos, gavilanes, amigos de pillar, ociosos, hambrientos de empleos, machachuelos. tahúres, borrachos, seductores, enemigos de la religión, canallas, perversos.El l.tbcraL Nc 28 de 4 de agosto de 1824. En CAPC, 1965, Tomo XV'. Sesiones de las Cuerpos legislativos, Tomo VH, p. 8. 1.a Junta, una vez instalada, dictó un reglamento orgánico de 22 artículos que regulaba su funcionamiento. En su artículo tercero señalaba: "la duración del actual gobierno es momentánea y por el solo término preciso para que la nación no aparezca en anarquía". S&n'ona de ios Cuerpos legislativos, Tomo Vil, p. 9. La comunicación de la Asamblea de tos Pueblos Ubres radicada en C¿incepción, enviada a la Junta de Gobierno en Santiago el día 8 de febrero de 1823 decía: ‘El mando de V.S. es solamente adquirido por la abdicación del ex Director, según lo acreditan las comunicaciones de 29 del próximo pasado con el documento de su referencia. Así es que no ne < la una razón para que legítimamente pueda titularse junta gubernativa del Estado, como lo vemos en la práctica, pues no se halla adornada de los votos de los pueblos de esta provincia*. Sesiones de los Cuerpos Legislativas, Tomo VII. pp. 12-13. Camilo Henríquez publicó en El Mercurio de Chile lo siguiente: "Se dice que el decreto de 28 de enero ha inducido alguna duda fuera de Santiago, (kmviene que lodos sepan que la Junta Gubernativa fue electa por el pueblo y proclamada por el Sr. O’Higgins. Este Sr. ha dado a la Excma. Junta constantes y frecuentes testimonios de obediencia y respeto. Lejos la idea de que un hombre del carácter del Sr. O’Higgins manchase con una conducta opuesta su ilustre reputación". El Mercurio de (hile, N” 20, en G4PÍX 1960. Tomo XII. Otro periódico señalaba ‘El mal era grave, agudo y contagioso: el remedio fuerte, adecuado y eficaz: la crisis feliz: la evacuación laudable: solo falla establecer el régimen que restituya y conserve la salud, y evite recaídas". El Interrogante y Responderte, N" I de 13 de marzo de 1828. En CAPC, 1963, Tomo XIV. Así se lee en la comunicación enviada a los pueblos el día 5 de febrero de 1823, en la cual convocaba a las provincias a una nueva Convención para darle forma lega) al país: "Venid ciudadanos, a gozar el fruto de esta admirable moderación; reunid vuestros representantes en un congreso tan libre como igual e inviolable; no retardéis un solo instante el momento

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Capitulo

K ^Anarquía ofundación*

Si bien Freire desconoció su legitimidad, recibió de ella la autoridad suprema, y quedó investido provisionalmente como Director Supremo. Sin embargo aún debemos estudiar los sucesos ocurridos entre el desembarco de Freire en Valparaíso -ciudad en la cual coincidió con el ex-Dircctor O’Higgins, con quien se reunió en varias oportunidades en son de amistad- y su designación como Director Supremo provisorio. En este período comienza una de las etapas más apasionantes de la vida política de Chile: la consolidación del régimen republicano. El título que hemos dado al presente capítulo no hace sino reflejar una característica de la época: el debate de facciones. Hasta entonces, si bien el debate político había existido, este se había realizado en tertu­ lias, pasillos de palacio, o en la prensa adepta al régimen de O’Higgins,

mas no se había dado pie a un debate serio respecto de la forma de gobierno ni a las libertades de los ciudadanos en buena parte debido al carácter autoritario del régimen vigente durante el primer lustro del Chile independiente. Con la abdicación de O’Higgins, liberales y conservadores, santiaguinos, penquistas (Concepción) ycoquimbanos (Coquimbo), pipiólos y pelucones, pudieron manifestar en el foro público sus respectivos pareceres. A causa de este debate, se fueron sucediendo una serie de ensayos constitucionales, proyectos políticos inspirados en las ideas ilus­ tradas -francesas, inglesas y norteamericanas- que mirados sin mayor detalle, dan la impresión de anarquía política más que de organización

y fundación. En este sentido adherimos a la tesis de Julio Heise, quien no duda en señalar que “en Chile no existió anarquía política”.707 Por el contrario, “en esta etapa de nuestra evolución institucional alcanzan máxima expresión todos los rasgos característicos al período de génesis preconstitucional... Los conceptos de racionalismo jurídico, de libe­ ralismo e individualismo políticos, de derecho natural y de soberanía absoluta imperan en toda plenitud”.708 Edwards, menos benevolente con los políticos y hombres públicos de aquellos anos, denomina este período como “el interregno anárquico”, cuyo común denominador fue

de manifestar al mundo el producto feliz de vuestras virtudes; animad a todos vuestros compatriotas para que por medio de la prensa ilustren y preparen sus resoluciones; restituidlo todo a) orden, leyes y jerarquías que habéis reconocido y observado en la constitución provisoria de! año de 1818, y aguardad tas instituciones permanentes de vuestro congreso". Sesiones de los Cuerpos legislativos, Tomo VII. p. 11. 707 Heise. Años deformación y aprendizaje políticos 1810/1833, p. 100. 708 Heise. I50 años de evolución institucional, p. 29.

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el de una seguidilla de gobiernos sin forma, por oposición al “Estado en forma” definido por Sjjengler,709 Para Edwards, “la incapacidad de los caudillos, los odios que dividían a la clase dirigente, la indisciplina mi­ litar..." no eran sino “los obstáculos que se oponían al establecimiento de un régimen estable y ordenado...”.710

No obstante, la mayor parte de la historiografía es más templada, incli­ nándose a reconocer en estos años una época de ensayos y de maduración política.711 Nosotros intentaremos reforzar esta última tendencia, para lo

cual intentaremos demostrar que pese a la inexperiencia política de sus actores, esta época merece ser recordada como una de avances, y en la que no se dieron los síntomas de una anarquía propiamente tal. Por ello utilizaremos el feliz término de Femando Campos: la era de los pipiólas.™2*

2. El Acia de Unión de las Provincias Luego de que Freire desconociese lajunta de Gobierno de la capital -a instancias de la Asamblea de los Pueblos Libres de Concepción-, se pro­ cedió a formar una Asamblea Provincial,715 como lo había propuesto la

Asamblea antes nombrada en su manifiesto a lajunta de Santiago. Todo lo anterior con la presencia del Ejército del Sur en las afueras de Santiago,

factor que sin duda dejaba un estrecho margen de movimiento a lajunta de Gobierno. Ello se ve reflejado en las tensas relaciones que tuvo la Junta en su trato con Freire, quien presionó en su calidad de mariscal de campo para que se le nombrase comandante general de armas de todas las tropas de la república. Este episodio puede parecer irrelevante, pero el trasfondo de él refleja una lucha de poder y, en definitiva, una crisis política. Freire, como recordamos, se había erigido en representante de

709 Edwards, leriurbación o amenaza en el legítimo ejercicio de los derechos y garantías establecidos en el artículo 19 -derechos v deberes constitucionales-... podrá concurrir, por sí o por cualquiera a su nombre a la Corte de Apelaciones respectiva..Vid. Carrasco, Génesis y vigencia de las textos constitucionales chilenos^ p. 229. 797 Artículo 262 de la Constitución de 1823. w Artículo 263 N” 1 y 2 de la Constitución de 1823. El autor profundizaba esto último en el Código Moral, donde también prohibía la publicación de críticas a las leves vigentes, escritos atentatorios contra las buenas costumbres, o criticar a gobiernos extranjeros (en tiempos de paz). Egaña, Código Moral artículo 492. p. 220.

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asegurar lo anterior se establecía un tribunal de imprenta que velaba por el correcto uso de la misma. Al igual que en su proyecto anterior,799 Egaña establecía una Dirección

de Economía Nacional* magistratura encargada de la inspección y direc­ ción del comercio, la industria, agricultura, la navegación mercantil, oficios, minas, pesca, caminos, canales, policía de salubridad, ornato y comodidad, bosques y plantíos, la estadística general y particular, la beneficencia pública y cuanto perteneciera a los progresos industria­ les, rurales y mercantiles (artículo 182). Quedaba compuesta por seis directores (artículo 181) designados por la Asamblea Electoral Nacional (artículo 99). “Es una magistratura en quien descansa la nación y el gobierno para todas las atenciones de adelantamientos nacionales".800801 En cuanto a organización y régimen interior, el Estado quedaba dividido en departamentos, estos en delegaciones, subdelegaciones, pre­ fecturas e inspecciones (artículo 190). El gobierno central designaba al gobernador del departamento con acuerdo del Senado, aunque quedaba sujeto a la censura de la Asamblea Electoral Provincial. Este funcionario era el encargado de nombrar a los demás subalternos.

Para determinar las unidades políticas se seguía una regla en pro­ porción a la población; diez casas habitadas forman una inspección, y diez de estas forman a su vez una prefectura. Es en este punto donde se aprecia una visión claramente corporaüvista en el pensamiento de

Egaña: para él, las prefecturas forman una familia* y constituyen la “base política de las costumbres, virtudes, policía y estadística". Asimismo debían proveerse de mutuo socorro entre sus miembros, especialmente hacia los vagos o pobres™'

Así pues, Juan Egaña implemento un complejo sistema político cuyo balance se encontraba en el mérito de sus ciudadanos y en la virtud de

799 En aquel se establecía un Consejo mo señala Ricardo Donoso: “La proyectada Constitución federal no pasó del campo de las buenas ¡men­ ciones... El entusiasmo federalista se desvaneció con la misma rapidez con que

había surgido y a pesar de los esfuerzos de los ideólogos por mantener encen­ dida la llama de su eficacia como ideal de organización política, la reacción unitaria no se hizo esperar" .9Sy

¿Pero cuáles fueron las causas de esta breve adopción y posterior de­

rogación del régimen federal? La respuesta es sencilla: su implantación en Chile fue artificial. Efectivamente el régimen federal no obedecía a las costumbres del país, y su adopción fue una medida desesperada en

** (Aitlier, Ideas y política de la independencia chilena ¡808-1833, p. 270. 956 Nos referimos al levantamiento del coronel Enrique (amptno. Galdames, Rutona de Chile. La evolución constitucional 1810-1925. pp. 725*727. A propósito de dicho levantamiento, el Presidente de la República, Ramón Freiré, se dirigió al Congreso señalando: “¡Conciudadanos: los hombres manchados con toda clase de crímenes han atentado contra vuestras libertades; han profanado el santuario de las leyes y han llevado el exceso de su rabia hasta dirigir sus amias contra los miembros de la Augusta Representación Nacional!... la guerra civil está en medio de vosotros.Snionw de los Cuerpos ¡egulaUvas, Tomo XIV, pp, 73-74. 937 Francisco An con io Pi nto se había dése m peñ ado desde 1825 como i n tenden te de < x>qui m bo. cargo que desempeñaba al ser llamado por Freire y el Congreso para desempeñar la vi ceprcsid encía. El llamado no obedecía sino a una maniobra de Freire, quien deseaba abandonar el cargo de Presidente, el cual había aceptado con reservas y ante la insistencia del Congreso. Barros. Historia General de Chile, Tomo XV. pp. 113-115. " Collíer, ¡deas y política de la independencia chilena 1808-1833, p. 273. 999 Donoso, ¡deas Políticas en Chile, p. 77.

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Capitulo V: ¿Anartfuia o fundación t

tiempos de caos. Su principal impulsor,José Miguel Infante, pecó de un utopismo extremo que terminó en el fracaso.940 La clase política chilena no se detuvo a pensar en la concordancia que debe existir entre la norma jurídica y la realidad en la que esta se encuentra llamada a imperar.941 Más interesaban la teoría y los principios que la federación ofrecía como freno al centralismo dominante hasta entonces, así como el autonomismo provincial y el individualismo942*

exaltado que con dicho régimen se perseguía. Sin embargo» este era el errado punto de partida. En los Estados Unidos, ejemplo que los ideólo­ gos del federalismo tenían siempre a la vista, el federalismo había nacido como un punto de cohesión entre las distintas colonias como un intento integrador, mientras en Chile la federación no podía sino fraccionar un territorio -y una cultura- que desde sus inicios se había educado en la unidad política.945 Esa idiosincrasia unitaria fue el factor que los políticos chilenos de la época soslayaron. En palabras de Hamilton, “I will only add that, prior to the appearance of the Constitution, 1 rarely met with an intelligent man from any of the States who did not admit, as the result of experience, that the UNITY of the executive of this State was one of the best of the distinguishing features of our Constitution”.944 El ejemplo de los Estados Unidos no sería, para disgusto de Mr. Lamed, aplicable en suelo chileno.

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eso nada más era en resumen la federación; un régimen de libertad y de democracia» fruto de un rígido individualismo que pugnaba por supeditar al Estado. Tan ideológico como el autoritarismo de Egaña, satisfacía, sin embargo» los espíritus más renovadores. Galdames. Historia de Chile. La evolución constitucional 1810-1925, p. 716. Villalobos, Portales. Unafalsificación histórica, p. 73. ’’Mientras Egana concebía esos mismo fines, al abrigo del orden y la quietud monástica de sus beneméritos —porque para él lo primordial era la totalidad del Estado-, Infante exaltaba la libertad individual por sobre cualquiera otra consideración, y a ella subordinaba el poder público, para que cada cual desarrollase sus aptitudes en todos los campos del esfuerzo humano, sin preocupaciones de conciencia ni trabas de autoridad*. Galdames. Historia de Chile. la evolución constitucional 18KM 925, p. 717. F.yzaguirre, Historia de las Instituciones Políticas) Sociales de Chile, p. 75; Eyzaguirre. 1.a l-ogia fautarinay Otros Estudios sobre la Independencia, p. 120. The Pederalist Papen, \XX.

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Javier Infante

Autonomía» Independencia y República en Chile 1810-1828

8. Francisco Antonio Pinto y el Congreso de 1828

Fracasado el intento federal» quedaba el país sumido en el caos. El Presidente en funciones,945 Francisco Antonio Pinto, se vio enfrentado a un país dividido en ocho provincias, vestigios del régimen anterior» donde la violencia se encontraba a la orden del día, y el desorden pa­ recía ser la única constante en la vida nacional.946 En la arena política,

la oferta de partidos políticos se encontraba relativamente igual desde la caída de O’Higgins. En el bando pipiólo se encontraban los liberales moderados, como el mismo presidente Pinto o Ramón Freire» los fe­ deralistas, cuyo número menguaba día a día, y los liberales populares, representados fielmente en la figura de Carlos Rodríguez.947 En el bando conservador se encontraban los pelucones propiamente tales, entre los cuales contamos a Juan Egaña; los o'higginistas, grupo pequeño que tenía como principal móvil político el retorno del procer; y finalmente, un nuevo grupo, denominado Mdel estanco”, o estanqueros,948 por estar

compuesto, o al menos dirigido» por miembros de la fracasada empresa

del estanco del tabaco. Comisión Nacional, que fue la continuadora del (Congreso Federal,949 tenía como misión reemplazar al disuelto Congreso Nacional, así como consultar a los pueblos sobre la forma de gobierno por la cual debía

945 "Aunque en teoría seguía siendo vicepresidente, en la práctica tenía las mismas facultades y deberos que el Presidente" Juan Luis Os&a, "1-a actividad política de Francisco Antonio Pinto: 1823-1828. Notas para una revisión biográfica", en Historia, Santiago N* 40 (2007). p. 115. Por lo mismo, nos referiremos a Pinto como Presidente. ** Edwards, ¿a organización política de Chile, p. 69: El futuro presidente Joaquín Prieto (18311841) afirmaría años más tarde que durante su administración la tasa de delitos por año era equivalente a la tasa semanal durante el período liberal. Collier, Ideas y política de la independencia chilena 1808-1833, p. 271. 947 Cfr. Domingo Amunátegui Solar. Pipiólas? Pelueones (Santiago, Imprenta Universo. 1939), p. 175 y ss. 948 El estanco del tabaco fue una concesión otorgada por el Estado de Chile a la firma Portales, Cea & Compañía, por la cual se entregaba a esta el monopolio en las venus del tabaco, y esta a cambio se comprometía a pagar el empréstito contratado en Londres por el enviado para tal efecto José Antonio Irisa ni en 1822. Villalobos. Portales. Una falsificación histórica, p. 47. Sin embargo, el desorden político-administrativo en que se encontraba sumido el país, hizo que la empresa se tomase impracticable, ocasionando su quiebra y el consecuente incumplimiento del contrato por parte de la firma. Ibtd., pp. 51-58. 9+9 Esta fue acordada en sesión del 12 de junio de 1827. Sesión« de los Cuerpos Legislativas, Tomo XIV. pp. 431 y ss. Comenzó a sesionar el 14 de julio del mismo año. IbúL, Tomo XV, pp. 3yss.

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Capítulo V: ¿Anarquía o fundación t

optarse.950 A esta Comisión le correspondió la aprobación de una Ley Electoral951 presentada por el moderado presidente Pinto, que suprimía la elección popular de los intendentes, gobernadores y párrocos, y en cuyo mensaje se instaba al Congreso a inclinarse por el modelo unitario. El 25 de febrero de 1828 se inauguró el nuevo Congreso por el propio presidente: ‘'Vuestra reunión, señores, se ha efectuado en las más venturosas circunstancias quejamás se ha encontrado en la república. El ardiente anhelo de los pueblos

por obtener una Constitución, su aversión a las doctrinas antisociales, el pro­ fundo cansancio que les ha dejado las pasadas oscilaciones y la completa unión y tranquilidad de que hoy goza la república, son precursores inequívocos de

que es llegada la época suspirada de los chilenos de alcanzar una Constitución ilustrada que los indemnice de los enormes sacrificios que han hecho por la

independencia, satisfaga sus exigencias y prepare el desarrollo de todos los ramos de nuestro futuro engrandecimiento".952953

Esta paz a la cual se refiere Pinto fue el fruto, en gran medida, de su tino y moderación personales. Efectivamente el presidente Pinto, pese a pertenecer al bando liberal, fue bastante conciliador en su gobierno. 955

Fue en aquel clima de paz política donde el Congreso comenzó su labor de otorgar al país un régimen político estable. El estudio de la cuestión comenzó en los primeros días de marzo de 1828 954 con la elección de una Comisión de siete individuos encargada de redactar una nueva (institución. 955 El primer obstáculo de dicha Comisión fue la insistencia de Infante y otros diputados respecto de la necesidad de consolidar en el nuevo proyecto que se iniciaba la forma federativa de gobierno. 956

950 "Nombrar una comisión autorizada para consultar a las provincias sobre la forma de gobierno y para aprobar o rechazar las proposiciones que el Poder Ejecutivo le presente sin derecho a iniciativa". Setionis de los Cuerpos Legislativos, Torno XIV, p. 431. 951 “Se acuerda: Encargar a las asambleas de las provincias que evacúen la consulta relativa a la forma de Gobierno antes del 20 de octubre, a fin de tener tiempo para formar el proyecto de Constitución". Sískwj de los Cuerpos Legislativos, Tomo XV'. pp. 5 y ss. 952 Sesiones de los Cuerpos Legislativos, Tomo XV', pp. 261 y ss. 953 Campos. Historia Constitucional de Chile, p. 145; Edwards, La organización política de Chile, p. 70. 954 Ossa. "1.a actividad política de Francisco Antonio Pinto: 1823-1828. Notas para una revisión biográfica", p. 120. 959 Estos fueron los señores F.lizondo, Vicuña, Infante, Concha, Novoa, Fernández y Elizaldc. Valencia, Anales de la República, Tomo II, p. 86. 954 En la sesión del 12 de marzo de 1828. Infante llegó a exclamar: "la unidad tiende solo a la opresión de los pueblos y la federación, a su libertad“, festones de ios Cuerpos Legislativos, Tomo XV, p. 317. Su opinión es clara e ilustrativa respecto de la convicción de Infante por

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Javier Infante

Autonomía. Independencia y República en Chile I8KM828

Luego de fatigosas sesiones, se optó por un régimen moderado, que con el tiempo se fue inclinando hacia el bando unitario.957 Infante finalmen­

te renunció a la Comisión, poniendo fin a su protagonismo político, y dedicándose desde entonces a defender las ideas federalistas -tarea a la

que se dedicó hasta su muerte- desde su periódico titulado El Valdiviano Federal^ El nuevo proyecto tendría como base la “forma representativa republicana”,959 frase en la que no tuvo cabida el término “federal".

9. La Constitución dt 1828 Elaborado el proyecto sobre el cual debía basarse la nueva Constitución, este pasó a ser revisado por un hombre más versado900 en temas de esta

naturaleza, que había llegado hacía pocos meses al país. JoséJoaquín de Mora se desempeñaba entonces como oficial mayor auxiliar del Ministerio del Interior, puesto al cual había llegado gracias al mismo presidente Pinto. Mora había nacido en Cádiz en 1783, y había estudiado Leyes en Granada. Su sentido critico hacia la enseñanza universitaria española de aquellos años, y en general a la notable censura intelectual -particular­ mente luego de la restauración absolutista en 1828- hicieron que Mora buscase fortuna en otros lugares. Así, estuvo en Inglaterra, para ser luego contratado por el presidente argentino Bemardino Rivadavia. Al caer este último del poder, igual suerte corrió su asesor. En ese momento,

las ideas federales, así como -