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Spanish Pages [518] Year 2013
Utopía osible p colección
Aproximaciones
al socialismo nuestroamericano
Utopía osible p colección
Aproximaciones
al socialismo nuestroamericano José Gregorio Linares
Utopía osible p colección Ediciones de la Universidad Bolivariana de Venezuela
UNIVERSIDAD BOLIVARIANA DE VENEZUELA, 2016 Aproximaciones al socialismo nuestroamericano José Gregorio Linares Dirección General de Promoción y Divulgación de Saberes Director Ramón Medero
Edición al cuidado de Tibisay Rodríguez y César Russian Corrección Tibisay Rodríguez y César Russian Diseño y diagramación César Russian Diseño de portada César Russian
Fotografía de portada Maiquel Torcatt, Chávez con niña indígena en el Aló Presidente no 259, estado Apure, agosto de 2006. Cortesía de AVN. Hecho el Depósito de Ley Depósito Legal lfi8612016320582 ISBN 978-980-404-064-1
Ediciones de la Universidad Bolivariana de Venezuela Av. Leonardo Da Vinci con calle Edison, Los Chaguaramos Edificio Universidad Bolivariana de Venezuela Telf. (0212) 606.36.16/36.14 [email protected] www.ubv.edu.ve RIF G-20003773-3 Impreso en la República Bolivariana de Venezuela
Esta publicación fue aprobada según Resolución CU-17-05, del 18 de diciembre de 2013.
Utopía osible p colección
Las Ediciones de la Universidad Bolivariana de Venezuela presenta la colección Utopía Posible, la cual ha sido pensada como una ventana abierta a la discusión sobre historia, socialismo, revolución y pensamiento crítico. Aquí el lector encontrará obras comprometidas con las luchas de nuestros pueblos, es decir, el sueño nuestroamericano. Así, recorreremos las utopías posibles de hombres y mujeres que luchan y han luchado por un mundo mejor, teniendo como ejemplo estos maravillosos textos.
Aproximaciones
al socialismo nuestroamericano
Í N DI CE pág.
Introducción capítulo i
La decolonización capítulo ii
Valorización de los liderazgos Los líderes, una muralla Los líderes del presente Contra el culto a la personalidad Alerta contra la traición de los espíritus menores capítulo iii
Contra la gran propiedad La gran propiedad privada contra todas las formas de propiedad La matemática de la miseria en América Latina El socialismo versus la gran propiedad La acumulación originaria de la gran propiedad en Nuestra América: “Detrás de cada gran fortuna hay un delito” Simón Bolívar se enfrenta a los oligarcas
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aproximaciones al socialismo nuestroamericano
La libertad absoluta de los esclavos Distribución de tierras entre los indígenas Distribución de propiedades entre los soldados libertadores Simón Rodríguez: “Cuidar de todos, sin excepción” Antonio José de Sucre: “Tierras de comunidad repartible a los naturales” Ezequiel Zamora: “Oligarcas, temblad” Propiedad y poder capítulo iv
El antidogmatismo El socialismo no es una doctrina cerrada: José Carlos Mariátegui, Julio Antonio Mella, Ernesto Che Guevara Ejemplos de antidogmatismo: Simón Rodríguez, Vasco de Quiroga, Marinaleda capítulo v
El servicio “Si quieres mandar tienes que servir” Mujeres, vientre de servicio Jonatás y Nathán Josefa Joaquina Sánchez de España (1765-1813) Ana Francisca Pérez de León (n. 1737-?) capítulo vi
El antiburocratismo Una casta burocrática Bolívar: “Lejos de hacer ningún bien, embarazan la administración”
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índice
José Martí, Vladimir Lenin, el Che Guevara y Albert Einstein enfrentan el burocratismo La Ley de Simplificación de Trámites Administrativos, “Acátese pero no se cumpla” capítulo vii
La individualidad “Sea yo más yo cada día, tú cada día más tú” Socialismo versus colectivismo Los prejuicios anticomunistas, ideología del capitalismo capítulo vii
Contra el individualismo, a favor de la solidaridad “Es una carrera de lobos: solamente se puede llegar sobre el fracaso de otros” La solidaridad: Los dos Simón y Antonio José capítulo ix
La espiritualidad De los oprimidos soy la redención Los cristianos al servicio de las mejores causas capítulo x
Defensa de los derechos humanos y de la vida de todos los seres La Carta de los Derechos Humanos. Está todo ahí La oligarquía colonial y republicana viola los derechos del ser humano Etnocidio y ecocidio
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131 136 141 141 146 152 157 157 160 165 165 171 181 181 184 188
aproximaciones al socialismo nuestroamericano
Los derechos humanos se violan en tantas partes… en América Latina, domingo, lunes y martes… Las democracias dictatoriales capítulo xi
El trabajo creador El trabajo creador contra la alienación en el trabajo El trabajo en América Latina Concepción del trabajo entre los pueblos “precolombinos” y los africanos capítulo xii
El ocio liberador El derecho al ocio El ocio y el trabajo en el “socialismo real” El ocio, un negocio Paul Lafargue y el derecho al ocio África: vientre universal de la alegría Reforma o reacción capítulo xiii
La justicia ¡Que se haga justicia! El combate contra la impunidad La injusticia social en cifras Así andan las cosas en el mundo Capitalismo agonizante versus socialismo en ascenso Estados Unidos Cuba
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192 195 201 202 211 214 219 219 221 222 225 228 232 235 235 239 240 248 250 251 252
índice
pág. capítulo xiv
La lucha contra la corrupción Páez y Santander versus Bolívar y Sucre Bolívar contra la difamación El Gran Mariscal Antonio José de Sucre: “Ruego pues, que se examine escrupulosamente toda mi conducta” Fisiología de la corrupción, retrato del corrupto Revolución o corrupción capítulo xv
La integración de los pueblos y naciones del “Tercer Mundo” “Es necesario ir acercando lo que ha de acabar por estar junto” Ni sometimiento ni afán de supremacía284 ¿El socialismo en un solo país o en toda Latinoamérica? La “integración” imperial y la verdadera integración capítulo xvi
El internacionalismo Alejandro Petión, “El autor de nuestra libertad” Solidaridad e internacionalismo capítulo xvii
El Antiimperialismo El imperialismo, punta de lanza muy filosa Bolívar, precursor del antiimperialismo José Martí, antiimperialista y crítico de la sociedad estadounidense Intelectuales de Nuestra América contra el imperialismo yanqui Experimentos “científicos” con la gente de Latinoamérica
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aproximaciones al socialismo nuestroamericano
Contra el gobierno estadounidense, no contra el pueblo Contra el nuevo imperialismo, ¿Qué hacer? Anexo. Cronología de intervenciones militares de EE UU en América Latina 1823-2002 capítulo xviii
El desarrollo endógeno Tres hechos históricos: ¿Qué aprendemos? Juan Pablo Viscardo y Guzmán, pionero de la independencia y el desarrollo endógeno Paraguay independiente Simón Rodríguez y Bolivia José Martí y Cecilio Acosta hermanados en un mismo ideal Algunas experiencias recientes capítulo xix
La conciencia y la cultura de la paz La paz: única condición y único camino para el adelanto de los pueblos A problemas graves, soluciones sencillas La paz sea contigo ¡Viva la vida! capítulo xx
El pueblo en armas Los saberes militares de nuestros pueblos Chile: una lección No podemos decir: “Adiós a las armas”
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índice
pág. capítulo xxi
La creatividad “O inventamos o erramos” Los intelectuales latinoamericanos y la creatividad Revolución y creatividad Cuba una revolución que se revisa a sí misma México y los zapatistas: “Venimos a pedirles ayuda” Bolivia y la Revolución con los pueblos originarios La Revolución Ciudadana ecuatoriana: cinco ejes centrales La Revolución Bolivariana venezolana: “Necesario es vencer” Nicaragua y los sandinistas ¿Adónde va la América? capítulo xxii
Poder popular, poder constituyente Poder constituyente y poderes constituidos El poder popular capítulo xxiii
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El amor “El hombre es una fuerza que ama”
453 453
Conclusiones
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Fuentes
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Dedicatoria A mis padres, Ángela y Fabián, quienes, aun sin proponérselo, formaron un hogar basado en principios comunitarios. A Ángel González, Alí Ramón Rojas Olaya, Edgar González y Ramón Villegas, amigos que me confirman cada día que la amistad es el invento más bello del hombre. A Érika, amada, quien acompañó cada minuto de este libro con un gesto de amor y ternura. A Juan Carlos, mi hijo, con la esperanza de que sus hijos se formen en una sociedad donde la utopía socialista sea una realidad.
Introducción
Los hombres no son nada, los principios lo son todo. Benito Juárez Los socialistas revolucionarios deben embestir contra la moral y las teorías sociales del capitalismo; deben desterrar de las cabezas de la clase llamada a la acción, los prejuicios sembrados por la clase dominante. Paul Lafargue
Una Revolución sólo puede llevarse adelante cuando está mantenida por un grupo de hombres identificados ideológicamente, poderosos por su unión inquebrantable, aunados por los mismos principios. Antonio Guiteras
La sociedad socialista que estamos construyendo, y por la cual luchamos, debería apuntar hacia la materialización de algunos principios, sin cuya aplicación la misma no podría llamarse ni nueva ni socialista. Esta sociedad se construye a partir de la puesta en práctica de una nueva ética, de tipo socialista, opuesta a la ética ideológica del capital. Basada en principios y valores que se correspondan con el ideario de un mundo justo que deseamos erigir. Además,
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aproximaciones al socialismo nuestroamericano
no existe una ética al margen de la historia y ajena a la lucha de clases. Según Federico Engels (1820-1895): Hasta hoy toda teoría moral ha sido, en última instancia, producto de la situación económica de la sociedad en que se formuló. Y como hasta la fecha la sociedad ha avanzado siempre en medio de antagonismos de clase, la moral ha sido siempre también, forzosamente, una moral de clase; unas veces, construida para justificar la hegemonía y los intereses de la clase dominante, y otras veces, cuando la clase oprimida se hace bastante poderosa para rebelarse contra la clase opresora, construida para defender y legitimar la rebelión y los intereses del futuro, de la clase oprimida.
Hay que avanzar en la construcción de los principios que rigen esta nueva ética socialista. Distinta a la ética del capital, donde los principios son una mercancía más; de modo que se confunde valor y precio y, al decir de Carlos Marx, “…la desvalorización del mundo humano crece en razón directa de la valorización del mundo de las cosas”. Sólo mediante esta lucha en el terreno ético podremos construir una sociedad nueva, basada en valores humanistas y revolucionarios. Por ello, la formación ética socialista reviste una importancia fundamental. Así lo concebía el Che Guevara, quien ha sido uno de los revolucionarios que más énfasis ha hecho en lo relativo a la conformación de una ética socialista y en lo atinente a la pedagogía que hay que ejercer para lograr su masificación:
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Persiguiendo la quimera de realizar el socialismo con la ayuda de las armas melladas que nos legara el capitalismo (la mercancía como célula económica, la rentabilidad, el interés material individual como palanca, etcétera) se puede llegar
introducción
a un callejón sin salida (…) Es necesario el desarrollo de una conciencia en la que los valores adquieran categorías nuevas. La sociedad en su conjunto debe convertirse en una gigantesca escuela (…) El estímulo moral, la creación de una nueva conciencia socialista, es el punto en que debemos apoyarnos y hacia donde debemos ir, y hacer énfasis en él1.
El Che expone sus reflexiones sobre lo difícil del proceso de construcción del socialismo, acerca de la batalla por la formación del hombre y la mujer nuevos; contra la ideología burguesa, que impide que insurja la sociedad nueva porque lo viejo se resiste a morir: El socialismo es joven y tiene errores. Los revolucionarios carecemos, muchas veces, de los conocimientos y la audacia intelectual necesarios para encarar la teoría del desarrollo de un hombre nuevo por métodos distintos a los convencionales y los métodos convencionales sufren de la influencia de la sociedad que los creó (…) La sociedad vieja pesa, los conceptos de la sociedad vieja pesan, constantemente en la conciencia de los hombres. Y es allí donde el factor de profundización de la conciencia socialista adquiere tanta importancia2.
Para logar ese cambio en la conciencia y los sentimientos es necesario mirar dentro de nuestros propios corazones. A lo mejor debemos buscar en nuestras raíces. Retomar, entre otros, el código de ética incaico que se resumía 1 2
Ernesto Che Guevara, El socialismo y el hombre nuevo. Ciudad de México, Siglo XXI Editores, 1979, p. 3. Ibídem, p. 4.
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aproximaciones al socialismo nuestroamericano
en tres preceptos: 1. No mentir; 2. No robar y 3. No holgazanear ni explotar a nadie. En estos tres sencillos mandatos se fundamentaba la sociedad integrada por millones de seres que vivían en armonía consigo mismos, con los otros y con la Pachamama, la madre Tierra. De lo que se trata es de asumir, tanto en la vida pública como en la privada, una conducta ética congruente, basada en los más elevados principios de la humanidad, donde pensamiento, palabras y obras estén en armonía; de modo que, como quería José Martí, nuestra mejor manera de decir sea el hacer. A continuación, expondremos algunos de estos principios socialistas y comunitarios. Son fruto de las vivencias, el estudio, la reflexión y el debate. Un registro de la praxis de nuestros pueblos. Un aporte para la construcción práctica del socialismo del siglo XXI en nuestras asoleadas tierras. Letras de emergencia, escritas en tiempos de transformación. Pinceladas en el lienzo de los sueños. Una mirada desde la otra orilla: la que ha sido ignorada. Una invocación por la felicidad de los pueblos del Nuevo Mundo, esos que construirán un Mundo Nuevo. Una apuesta por la vida. Los puntos de vista expresados deben ser entendidos como sugerencias para ser debatidas. Lineamientos para la discusión. Respuestas a un mandato ancestral.
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Estos principios de los que hablaremos no se alimentan del aire: se nutren de la tierra, especialmente de la sudamericana y caribeña. Son como la savia que recorre un tallo: su potencia depende de la tierra que les da vigor. Lo decía José Martí: “Las ideas, como los árboles, han de venir de larga raíz, y ser de suelo afín, para que prendan y prosperen”. Creemos que los preceptos que enarbola el
introducción
socialismo latinoamericano tienen, en lo fundamental, su origen en el ideario y las experiencias de las mujeres y hombres de nuestras patrias, en aquellos que han luchado por la felicidad, el bienestar y la justicia. Nuestra América es el lugar sin límites donde existen condiciones óptimas para que estas ideas “prendan y prosperen”. Muchas veces buscamos en pozo ajeno el agua que calme nuestra sed. Nos olvidamos de buscar en nuestros propios cántaros. Ignoramos el manantial que brota de las entrañas de nuestra tierra. Debemos enmendar este error. En América Latina y el Caribe están las simientes del socialismo latinoamericano y caribeño. Nuestro ideario socialista emerge del surco más profundo de la historia. Sus raíces se sustentan en cada acto de sacrificio y heroísmo del pueblo. Aquí fructificarán esas ideas y esos sueños. Del mundo entero incorporaremos diversas nociones y experiencias porque no somos una aldea aislada, reticente a los aportes universales, pero la esencia de lo que construiremos se hará con nuestro propio barro, en sintonía con nuestra idiosincrasia, con el adobe de lo aprendido en nuestra original historia, asentados en nuestra particular geografía, con las manos astrosas de nuestra gente, con la vista puesta en nuestro horizonte. Por tanto, la bibliografía básica de este libro está conformada por las obras de los y las creadoras de la nación latinoamericana y caribeña: Nuestra América. La lectura con criterio “independiente” de los textos de estos autores y autoras nos permite encontrar lo que otros no encontraron, simplemente porque desde su perspectiva sociohistórica no lo querían o no lo podían ver, o porque no lo andaban buscando. Todo esto enriquecido con el aporte de los líderes sociales suramericanos y caribeños de los siglos XX y XXI –varios de los cuales afortunadamente
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aproximaciones al socialismo nuestroamericano
están vivos y siguen dando aportes fundamentales– permite que visualicemos mejor las fuentes ideográficas del socialismo en nuestras tierras. Deseamos que los principios que orientan el socialismo en Nuestra América sean sistematizados y queden escritos porque “el pensamiento escrito tiene más importancia que los pertrechos”, según Bolívar. Queremos, por tanto, dejar constancia de los principios que estremecen los corazones de nuestra gente. Grabarlos en el papel, tal como hacen los enamorados en los tallos de los árboles, en las piedras y en los muros para dejar testimonio de sus sentimientos y emociones. Al fin y al cabo, los principios y valores son, en esencia, una promesa de amor. Por consiguiente, este texto no es otra cosa que una declaración de amor por Nuestra América y sus pueblos. Por las revoluciones que cabalgan en su lomo. De amor por la tierra que nos sostiene y el aire que nos eleva. Por los horizontes que vislumbramos juntos. Por la madre que nos besó al nacer y en ese instante creó un lazo indisoluble de esperanza en el porvenir de la humanidad. Por el padre que nos levantó en sus brazos y con ese gestó nos comunicó todas las fuerzas que necesitábamos para seguir luchando. Por las revolucionarias y revolucionarios que armados con la adarga de los ideales han entregado su vida para construir un mundo mejor que el que encontraron.
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CAPÍTULO I La decolonización
En Europa todo se hace por la tiranía, acá es por la libertad (…) Ellos sostienen a los tronos, a los reyes; nosotros a los pueblos, a la repúblicas; ellos quieren la dependencia, nosotros la independencia. Simón Bolívar Por grande que esta tierra sea, por ungida que esté para los hombres libres la América en que nació Lincoln, para nosotros, en el secreto de nuestro pecho, sin que nadie ose tachárnoslo ni nos lo pueda tener a mal, es más grande, porque es la nuestra y porque ha sido más infeliz, la América en que nació Juárez. José Martí Está llegando la hora de la destrucción paradigmática europea y norteamericana; viene una conga arrollando desde América Latina y el Caribe buscando inserción en el pensamiento universal. Luis Antonio Bigott
Los europeos colonizaron nuestras tierras y nuestras mentes. Nuestra economía y nuestro pensamiento. Establecieron con nosotros, los latinoamericanos, una relación signada por el menosprecio. El pensador francés Ernesto Renán
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aproximaciones al socialismo nuestroamericano
(1823-1892), un verdadero renovador en el campo de la filosofía y la historia, escribía: “La regeneración de las razas inferiores o bastardas por las razas superiores, entra en el orden providencial de la humanidad (…) Raza de amos y de soldados es la raza europea”1. En el mismo sentido, el filósofo alemán Emmanuel Kant (1724-1804) afirma: Los americanos son una subraza no bien formada todavía (…) su fuerza vital se encuentra casi extinguida (…) El pueblo de los americanos no es susceptible de forma alguna de civilización. No tiene ningún estímulo, pues, carece de afecto y de pasiones. Los americanos no sienten amor, y por eso no son fecundos. Casi no hablan, no se hacen caricias, no se preocupan de nada y son perezosos. Las razas americanas representan el escalón más bajo de la humanidad2.
Otro alemán, Arthur Schopenhauer (1788-1860), dice que los americanos son: “…descendientes de hombres de una estirpe civilizada que se extravió y fue arrojada a aquellas comarcas, y que no fueron capaces de conservar su civilización (…). El mestizo es una naturaleza pútrida y nociva del continente. Toda América está podrida”3. El francés Augusto Comte (1798-1857), padre del positivismo, cuando se refiere a los americanos asevera que son “…voraces, escasamente eróticos, impre1
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2
Ernesto Renán, “Razas inferiores”, en Antología de la violencia. Buenos Aires, Schapire Editor, 1989, p. 42. En Fausto Reinaga, Tesis india. La Paz, Wa-Gui, 2006, p. 13.
3 En Ibídem, p. 14.
capítulo i. la decolonización
visores, invenciblemente reacios a todo trabajo regular, están privados de religión y su vida es profundamente triste4. Y Federico Hegel (1770-1831) afirma: “América es inmadura e impotente. América siempre se ha mostrado y sigue mostrando física y espiritualmente impotente (…) Lo que en América acontece sale de Europa; América es un anexo que ha absorbido la superabundancia de Europa”5. Todos estos calificativos se refieren a Latinoamérica y sus habitantes. En cambio, con respecto a la América anglosajona el juicio fue muy distinto; lo contrario de lo que se pensaba de Nuestra América mestiza. Uno de los personajes de la novela Job, del escritor Joseph Roth (Galitzia Rusia, 1894-1939), lo traza con ingeniosidad: Estados Unidos era la tierra de Dios; Nueva York, la ciudad de los milagros, y el inglés, el idioma más bello del mundo. Los estadounidenses eran sanos y las estadounidenses bonitas; el deporte, muy importante; el tiempo, algo muy valioso; la pobreza, un vicio; la riqueza, un mérito; la virtud, un éxito a medias, y la fe en uno mismo, un éxito completo; el baile, higiénico; patinar, una obligación; la beneficencia, una inversión de capital; el anarquismo, un crimen; los huelguistas, enemigos de la humanidad; los rebeldes, aliados de Satanás; las máquinas modernas, una gracia del cielo6. 4 En Ídem.
5 En Ibídem, p. 16. 6
Joseph Roth, Job. España, Editorial Bruguera, 1981, p. 122.
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aproximaciones al socialismo nuestroamericano
Po el contrario, para Suramérica y los suramericanos todo es censura y reprobaciones. El proceso de subestimación comenzó al inicio de la Conquista. Los europeos llegaron al Abya Yala, hoy el continente de Nuestra América, en búsqueda de riquezas, figuración y poder. Fueron bien recibidos por los habitantes de estas tierras quienes a cambio, en la lógica de la dominación, fueron perseguidos, torturados, esclavizados, sometidos a trabajos forzados, asesinados en masa, y relegados cultural e intelectualmente. Entre europeos se desarrolló un debate –al cual no fuimos invitados– sobre la existencia o no de alma en los indios. El sentido de la argumentación era sencillo: si los indígenas carecen de alma y no poseen raciocinio ni inteligencia, no son seres humanos, en consecuencia, son inferiores, no gozan de ningún derecho, entre ellos los de libertad, igualdad, propiedad y autodeterminación. Todo este aparato ideológico justifica el genocidio de que fueron víctimas las comunidades aborígenes desde el comienzo de la conquista y luego, también, los pueblos africanos traídos por la fuerza. Explica la desvalorización y el menosprecio por toda forma de manifestación intelectual o cultural de procedencia indígena, africana y, posteriormente, latinoamericana.
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De acuerdo con el axioma europeo, heredado por los estadounidenses, los indios no piensan, los africanos tampoco. Y los mestizos latinoamericanos producen un tipo de pensamiento de inferior categoría. Porque para los europeos –y aun para muchos de los nuestros– el pensamiento es, por excelencia, una mercancía de exportación del “primer mundo”. Las concepciones de la sociedad, la literatura, la filosofía, las artes, la tecnología, las disciplinas científicas, especialmente las ciencias sociales, son europeas y gringas.
capítulo i. la decolonización
El británico Edward Tylor (1832-1917), padre de la “ciencia” de la antropología, lo expresa con claridad eurocéntrica: La historia nos enseña que más razas han adelantado en la civilización, mientras otras se han estancado al llegar a cierto límite o han retrocedido, y una explicación parcial de este fenómeno la hallamos al observar las distintas capacidades intelectual y moral de los naturales de África y de América, en comparación con las naciones del viejo mundo, que las vencieron y dominaron7.
En fin, en el patio trasero se trabaja, no se producen ideas, ni conceptos. Latinoamérica no tiene raciocinio, no piensa. Los latinoamericanos no estamos dotados para ello. Acá se extrae materia prima y se importan productos elaborados de procedencia europea o estadounidense. Y ellos, los europeos y estadounidenses producen los modelos universalmente aceptados de pensamiento y representación de la sociedad. Las concepciones políticas, jurídicas, estéticas, éticas, religiosas del mundo y de la vida, las cuales se difunden hacia el resto del planeta. En América Latina el acto de pensar se limita, a lo sumo, al hecho de asimilar cualquier doctrina o corriente nacida en otras latitudes, para luego verterla en las mentes de la “intelectualidad” hasta que llega a ser política de Estado o, mejor aún, opinión pública, costumbre, sentido común. Lo que comenzó como la justificación ideológica de uno de los mayores crímenes de la historia –como lo ha sido el saqueo físico, intelectual y espiritual 7
En Esteban Ticona Alejo, Lecturas para la decolonización (Taqpachani qhispiyasipxañamilLiberémonos todos) La Paz: Plural Editores, 2005, p. 20.
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aproximaciones al socialismo nuestroamericano
de América y de África– se convierte en el fundamento de un enclave intelectual “euro-etno-imperio-céntrico” que perpetúa la dominación, porque logra el desprecio por nosotros mismos. Nos hace sumisos intelectualmente. Serviles ante el otro. Inseguros en el plano teórico. Víctimas de la neocolonización ideológica. Nos castra la mente. Nos convierte en oficiantes del culto a unos dioses intelectuales que nos ignoran y nos desprecian. Esto lo denuncia, entre otros, el brasileño Darcy Ribeiro (1922-1997), quien dijo que los pueblos colonizados: Sufrieron la degradación de asumir como imagen propia lo que no era más que un reflejo de la visión europea del mundo que los consideraba racialmente inferiores por ser negros, indígenas o mestizos (…) Aun las capas más lúcidas de los pueblos extraeuropeos se acostumbraron a verse a sí mismas y a sus pueblos como infrahumanidad destinada a un papel subalterno, por ser intrínsecamente inferior a la europea8.
Los colonizadores y sus cipayos intelectuales parten de dos premisas: 1. Los latinoamericanos no pensamos o, a lo sumo, producimos un pensamiento de categoría inferior. 2. Alguien tiene que pensar por nosotros, o nosotros asimilar y reproducir las concepciones colonizadoras para que adquieran validez científica o aceptación social.
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Las Américas y la civilización. Caracas, Fundación Biblioteca Ayacucho, 1992, p. 63.
capítulo i. la decolonización
La resistencia política contra la dominación adopta modelos de pensamiento nacidos y desarrollados en las naciones dominantes. Concepciones sociales que tienen como telón de fondo la realidad de los países coloniales e imperialistas, y que ignoran el devenir histórico latinoamericano. Paradigmas del mundo y la sociedad embebidos en su propio universo que asumen que sólo en Europa y los Estados Unidos se pueden producir respuestas intelectuales a los males de cualquier parte del mundo. Frente a esta manera de apreciar y pensar debemos oponer un pensamiento y una sensibilidad desde la perspectiva de la decolonización: que reivindique el aporte indígena, africano, asiático, mestizo, latinoamericano, en la construcción de proyectos de liberación socialistas. Propuestas teóricas y proyectos políticos autónomos que no se hagan eco de complejos de inferioridad colonizadores, que valoricen la grandeza de nuestros pueblos en todas sus dimensiones: espiritual, cultural, tecnológica, económica, cognitiva e intelectual, según palabras de Luis Beltrán Acosta: En ese sentido es oportuno considerar la elaboración de una metodología general para la descolonización, que facilite el estudio de aquellos pueblos que hayan sido colonizados, o que hayan sido sometidos violentamente a formas de vida diferentes a las de su originaria tradición histórica. ¡Descolonizar las ciencias sociales! Es el gran reto para los verdaderos científicos sociales de comienzos de este nuevo milenio (…) Los investigadores de nuestro tiempo, debemos asumir la responsabilidad de producir un nuevo conocimiento que se diferencie de la larga cadena de prejuicios étnicos culturales impuestos por la dominación.
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aproximaciones al socialismo nuestroamericano
Incluso las teorías sociales más profundamente renovadoras, como las marxistas, deben ser sometidas a la criba de la decolonización. Sólo así nos pueden ser útiles en Latinoamérica. Con esto –como lo veremos más adelante– no queremos decir que debamos renunciar al materialismo histórico cómo método de interpretación de la realidad, ni a las experiencias de luchas socialistas. Hay que evitar esa trampa liberal “posmoderna”. Simplemente, insistimos en que al marxismo hay que enriquecerlo desde una perspectiva decolonial. De Europa, los Estados Unidos y las naciones “desarrolladas” en general tomaremos lo que haya que tomar, sin genuflexiones ni espíritu servil. De sus movimientos sociales aprenderemos lo que haya que aprender. La grandeza no habita una sola geografía y ningún pueblo ha sido elegido como maestro o guía universal de los demás. Sin embargo, a América y el Caribe la historia le tiene reservado un importante papel: liberarse para liberar, amarse para poder enamorar. La humanidad entera se beneficiará con la prosperidad, la justicia, la felicidad que habremos de forjar. Tenía razón Juan Germán Roscio, aquel mestizo nacido en Calabozo, un rincón de los llanos de Venezuela donde el cielo parece una gaviota con las alas abiertas, cuando vaticinó:
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La revolución más útil al género humano será la de América cuando, constituida y gobernada por sí misma, abra los brazos para recibir a los pueblos de Europa, hollados por la política, ahuyentados por la guerra y acosados por el furor de todas las pasiones; sedientos entonces de paz y tranquilidad, atravesarán el océano los habitantes del otro hemisferio, sin la ferocidad ni la perfidia de los héroes del siglo XVI; como amigos, y no como tiranos (…) no para destruir, sino para edificar.
capítulo i. la decolonización
Así como luchamos por la soberanía política y económica, del mismo modo debemos conquistar la soberanía cognitiva y cultural. Uno de los primeros en planteárselo fue Andrés Bello. Se propuso estudiar con cristales nuevos la realidad del Nuevo Mundo. Alcanzar la independencia intelectual de los americanos como requisito para el logro de la plena independencia de América, y como vía para una original respuesta ante los nuevos retos. Éste es, quizás, el aspecto más importante y menos difundido del pensamiento de este venezolano, quien cantó la grandeza de la zona tórrida y en cada una de sus obras quiso mostrar a América no desde el otro lado del Atlántico sino desde las riberas del Aconcagua, no desde el Monte Olimpo sino desde el Waraira Repano. Fue un precursor de la decolonización del pensamiento, única vía para poder entender nuestra original realidad y así no sólo interpretarla sino transformarla sobre bases también nuevas. Insistía en la necesidad de conseguir la “autonomía cultural”. Alertaba: Quisiéramos sobre todo precaver a la juventud de una servilidad excesiva a la ciencia de la civilizada Europa (…) Jóvenes… aprended a juzgar por vosotros mismos; aspirad a la independencia de pensamiento (…) ¿Estaremos condenados a repetir servilmente las lecciones de la ciencia europea, sin atrevernos a discutirlas?
Exponía: Es una especie de fatalidad la que subyuga las naciones que empiezan a las que las han precedido. Grecia avasalló a Roma; Grecia y Roma a los pueblos modernos de Europa, cuando en ésta se restauraron las letras; y nosotros somos ahora arrastrados más allá de lo justo por la influencia de la Europa, a quien, al mismo tiempo que
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aproximaciones al socialismo nuestroamericano
nos aprovechamos de sus luces, debiéramos imitar en la independencia del pensamiento (…) Nuestra civilización será también juzgada por sus obras; y si se la ve copiar servilmente a la europea aun en lo que ésta no tiene de aplicable, ¿cuál será el juicio que (Europa )se formará de nosotros (…) La América no ha sacudido aún sus cadenas; se arrastra sobre nuestras huellas con los ojos vendados; no respira en sus obras un pensamiento propio, nada original, nada característico; remeda las formas de nuestra filosofía, y no se apropia su espíritu. Su civilización es una planta exótica que no ha chupado todavía sus jugos a la tierra que la sostiene.
Igualmente, José Martí insiste en la necesidad de decolonizar nuestro pensamiento, liberarlo de las ataduras europeas y estadounidenses. Toda su obra se orienta hacia ese propósito. En un categórico artículo titulado “Mente Latina” reclama: “Se abren campañas por la libertad política; debieran abrirse con mayor vigor por la libertad espiritual; por la acomodación del hombre a la tierra en que ha de vivir”. En fin, insisto, la única manera de conocer para poder transformar América Latina consiste en decolonizar nuestro pensamiento, nuestra mirada y nuestro quehacer político y cultural. En este proceso decolonizador vamos conquistando nuestra autoestima colectiva y nuestro amor propio. Y somos capaces de gritar junto con Martí: “Calle el pedante vencido; que no hay patria en que pueda tener el hombre más orgullo que en nuestras dolorosas repúblicas americanas”.
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A partir de este proceso de decolonización cognitivo e intelectual, y de esta recuperación de nuestro respeto por nosotros mismos como pueblo latinoame-
capítulo i. la decolonización
ricano, viene una respuesta original frente a los problemas propios que debemos enfrentar. El reto es crear. Dar respuestas originales a nuestras problemática. Por tanto, mirar América desde América es la única manera de ver su rostro y sus cicatrices. Buscar América desde América es la única manera de encontrarla y entenderla. Pensar en América desde una perspectiva americanista significa descubrir América para los latinoamericanos. Conocer América amando América es la condición para que nuestros pueblos la abracen como unos hijos a su madre, y se abracen entre sí como los enamorados. Oír los latidos de ese corazón de América que siente y lucha es indispensable para que nos sensibilicemos y luchemos por América, lo cual significa ponerse al lado de la mayoría de los americanos, que son los pobres, e instaurar con ellos, los desheredados, un mundo mejor en nuestras tierras.
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Aproximaciones
al socialismo nuestroamericano
José Gregorio Linares
Utopía osible p colección
CAPÍTULO II
Valoración de los liderazgos
Guaicaipuro, su nombre fue siempre tan formidable a sus contrarios, que aún después de muerto parecía que infundía temores su presencia. José de Oviedo y Baños Los bienhechores de la humanidad no nacen cuando empiezan a ver la luz sino cuando empiezan a alumbrar ellos. Simón Rodríguez Triunfar o servir de trinchera a los demás. Hasta después de muertos somos útiles. Nada de nuestra obra se pierde. Julio Antonio Mella
Los líderes, una muralla En el desarrollo de la lucha revolucionaria y en el proceso de construcción del socialismo hay que reconocer los liderazgos que surgen al calor de las luchas sociales y nacionales. En Nuestra América, donde se ha sufrido de una suerte de amnesia histórica, es indispensable dar a conocer y divulgar a nuestros héroes y heroínas del pasado y del presente, quienes han sido capaces de darlo todo por su pueblo y por su patria.
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El revolucionario cubano José Martí insistía en no dejarse cautivar por “héroes de colorín”, y valorizar a “los héroes verdaderos de la vida, los que padecemos por los demás, y queremos que los hombres sean mejores de lo que son”. Contando con solo 15 años, Martí publicó el drama patriótico en verso titulado Abdala. Allí se habla de Nubia, una nación imaginaria de Nuestra América, asediada por un imperio extranjero y defendida por un pueblo valeroso conducido por un líder, el joven Abdala. En esta obra el revolucionario cubano nos describe el alma de los conductores populares, cuyo ejemplo debemos emular. Los líderes brotan del corazón de nuestro pueblo y trabajan para servirle. Se ponen al frente de las luchas para defender los intereses de la patria y ayudar a los más necesitados. Se integran a las más auténticas batallas de los pueblos en cada momento histórico y contribuyen a forjar un mejor destino para sus países. En cada momento histórico hay decenas de Abdalas en estas naciones americanas. El educador socialista venezolano Luis Beltrán Prieto Figueroa (19021993) dijo en una conferencia: Los niños aprenden cuando al atravesar la esquina se quedan parados con la luz roja del semáforo esperando que se prenda la luz verde para seguir su camino. ¡Y cuántos nos quedamos parados, aún sin prenderse la luz roja, porque nos falta el camino!
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Creemos que con la valoración de los verdaderos líderes del pasado y el presente se inicia la construcción del “camino” del cual nos hablara el maestro Prieto. Porque la creación de una nueva sociedad guiada por principios humanistas y transformadores debe partir del conocimiento de la vida de nuestros
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personajes, de la divulgación de su ideario, de la difusión de los principios que defendieron, de la reivindicación de su aporte específico en la formación de la conciencia nacional y latinoamericana, del rescate de su nombre como parte de la pléyade de líderes que han enaltecido a las naciones del Sur, de la valoración de su afán por un mejor porvenir. Si queremos alcanzar elevados ideales y anhelamos acompañar la lucha de los pueblos de América Latina y el Caribe, que están decididos a llegar a las estrellas y tomar el cielo por asalto, encontraremos en el pensamiento y obra de los personajes de la historia de nuestro continente los mejores ejemplos a emular. Y es que para poder alcanzar el cielo de nuestros sueños tenemos que apoyarnos en nuestro propio suelo, en la consistencia de nuestra tierra, en la fortaleza de nuestra gente, en los personajes de carne y hueso cuyo ejemplo y anhelos, hoy más que nunca, nos sirven de fuente de inspiración para continuar la obra social que dejaron inconclusa y que nosotros, sus hijos e hijas, sangre de su sangre, estamos dispuestos a continuar. Pero no se puede amar lo que no se conoce. En casi toda América Latina fue eliminada de los programas escolares la enseñanza de la historia nacional y latinoamericana. Y en lo que medianamente se enseña están ausentes los verdaderos líderes del pasado. A los niños y jóvenes se les habla de una historia pseudoestructural donde jamás aparece la gente. Una historia anónima, sin nombres, sin ejemplos a seguir, donde nuestros héroes y heroínas, en los raros casos en los que son mencionados, carecen de alma y pasión. Son figuras vacías, sombras de la nada. Nos toca reparar este daño a la formación y a la conciencia. Nos corresponde hacer justicia.
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Los hombres y mujeres, los jóvenes de estos pueblos desconocen su propia historia. Ignoran aquellos personajes y hechos que los enaltecen. Esto no es casual ni inocente. Destruyendo nuestra memoria, los imperios y sus cipayos pretenden despojarnos hoy de la fuerza con que construiremos una sociedad justa mañana. Ocultando o deformando la historia intentan exorcizar los espíritus rebeldes que desde el pasado iluminan el porvenir. Promoviendo entre nosotros el complejo de inferioridad buscan encubrir nuestra grandeza. Ocultando en el anonimato a nuestros líderes quieren evitar que su nombre, como una chispa, encienda la llama de nuestras conciencias. Tanto nos han mentido que la verdadera historia parece una invención; el pasado, una leyenda; la memoria, un acto de rebelión. Por eso creemos en la reivindicación de los hombres y mujeres de nuestra historia. Es indispensable conocer lo esencial de cada personaje, los rasgos de su carácter, los desafíos que asumieron, las dificultades que enfrentaron, sus limitaciones personales, sus logros y, sobre todo, establecer la vigencia de sus enseñanzas cardinales. No para que les erijamos nuevas estatuas, les construyamos otros panteones o los subamos a los pedestales. Nada de eso. No son superhombres. Al contrario, la justa valoración de estos personajes permite entender que los grandes hombres y mujeres no son distintos de nosotros, que en cada persona de nuestro pueblo está el germen de la grandeza que ellos alcanzaron. Que nosotros también, si vivimos una vida impulsada por elevados principios e ideales, seremos merecedores de haber nacido y de vivir en la misma tierra donde ellos nacieron.
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Por eso me imagino a cada maestro y maestra resucitando a los héroes y heroínas de nuestra patria, leyendo con sus estudiantes acerca de la vida de
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nuestros personajes, repitiendo sus anécdotas, destacando los hechos fundamentales de su trayectoria, investigando aspectos poco explorados de su obra, haciendo poesía, montando obras de teatro. Para que estos héroes, que alguna vez fueron jóvenes y niños, se sienten con nuestros hijos y nietos en las escuelas, y juntos escriban la nueva historia, los enseñen a multiplicar las esperanzas, y dibujen con ellos un continente con los colores de la alegría y la justicia. Para que estos héroes tomen las calles, plazas y tribunas, y su espíritu nos acompañe a todos en este momento histórico de grandes transformaciones en que necesitamos su brío y su conciencia. De lo que se trata, entonces, es de construir con nuestra gente una muralla contra el olvido y el desprecio. Una muralla sostenida por nuestros héroes y heroínas. Una muralla hecha con el ejemplo de nuestros auténticos líderes, con el amor, la dignidad y la esperanza de nuestro pueblo. En palabras del poeta cubano Nicolás Guillén (1902-1989): Para hacer esta muralla, tráiganme todas las manos los negros, sus manos negras los blancos, sus blancas manos. Una muralla que vaya desde la playa hasta el monte desde el monte hasta la playa, allá sobre el horizonte.
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Porque no hay mejor muralla contra los enemigos de la patria y de los pueblos que el ideario y la obra de nuestros líderes. El conocimiento de cada personaje se convierte así en antorcha contra la oscura desfiguración a que es sometida nuestra memoria histórica, en luz que ilumina las nuevas propuestas de reivindicación social. Luchamos por un mundo mejor, y éste solo será posible si como pueblo somos capaces de recoger la herencia de grandeza de nuestros líderes, de multiplicar su semilla en los nuevos surcos de la historia. Los líderes del presente Estamos en tiempos de revolución y una revolución es, sobre todo, la oportunidad de hacer justicia, de promover a la gente que nos guía con su ejemplo y de valorar a los hombres y mujeres que han dado aportes sustanciales para construir una mejor nación, un continente de esperanza, un mundo más hermoso para todos, especialmente para los de abajo, los excluidos, los condenados de la Tierra.
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Ciertamente, es necesario reivindicar a los personajes del pasado, los que ya están muertos y cuyos nombres y enseñanzas hay que difundir entre nuestro pueblo, pero también hay que reconocer, enaltecer a quienes están vivos, y han dedicado sus vidas a servir a los demás. Los que han contribuido a crear conciencia de patria, sentimientos de dignidad. Aquellos que han combatido la injusticia y la desigualdad. Lamentablemente, en América Latina, según Simón Rodríguez: “Cada uno en su tiempo escandalizó al vulgo. Ahora lo enterrarán sus coetáneos de limosna: después vivirá entre sus contemporáneos con honores”.
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De uno de los personajes más importantes de la historia de nuestro continente la prensa de la época dijo: Que es un monstruo. Y sigue: Ladrón, loco, tigre, ignorante, grosero, bajo, villano, cobarde; violento, insolente, atrevido, desvergonzado, déspota, tirano; altivo, imperioso, vano, presuntuoso, pedante, orgulloso, ambicioso; cabalista, aspirante, astucioso, intrigante, entremetido, intruso, aventurero, usurpador, inmoral, seductor indecente, obsceno, libertino, impío, francmasón, hereje, ateo, rencoroso, vengativo, cruel, sanguinario, asesino, exterminador, destructor, azote, plaga, verdugo, inconsecuente, falso, hipócrita, embustero, pérfido, traidor, perverso, depravado, calumniador, impostor, descarado, inicuo, abominable, execrable, criminal, reo, delincuente. (Total, 67: ¡qué colección!)…1.
La persona de quien los periódicos de su tiempo hablaban así era ¡el Libertador Simón Bolívar! Pareciera que la historia se repite. Cualquier parecido con lo que hoy acontece no es casualidad. De igual manera, cuando el Padre de la Patria muere, la noticia es divulgada en Venezuela con notorio beneplácito. El gobernador de Maracaibo, Juan Antonio Gómez, se apresura a comunicársela (21 de enero de 1831) al ministro del Interior, Antonio Leocadio Guzmán: La confirmación de la muerte del general Bolívar (…) de cuyo acontecimiento no hay la más pequeña duda, pues todos los informes y noticias son cónsonos. Un 1
Alfonso Rumazo González, Ideario de Simón Rodríguez. Caracas, Fundación Editorial El Perro y la Rana, 2008, p. 125.
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acontecimiento de tanta magnitud y que debe producir bienes innumerables a la causa de la libertad y el bien de los pueblos (…) Bolívar, el genio del mal, la tea de la discordia, o mejor diré el opresor de su patria, ya dejó de existir, y de promover males que refluían siempre sobre sus conciudadanos2.
Por su parte, el ex vicepresidente Francisco de Paula Santander escribió complacido: “Yo he tenido graves motivos de sentimiento contra él (Bolívar) (…) y bastante hice por libertarlo de la malhadada senda que tomó”. Por consiguiente, si la oligarquía y los testaferros imperiales de la época fueron capaces de calumniar y denigrar del Libertador, qué no se atreverán a difundir contra los dirigentes políticos y comunitarios de la actualidad que luchan por construir sociedades más justas y ponen en peligro sus intereses. Por ello es indispensable que, en el proceso de formación de la conciencia de clases y de identidad latinoamericana y caribeña, nos mantengamos alerta; que los nombres y el ejemplo de nuestros dirigentes del pasado y del presente se crucen y entremezclen para formar un modelo a seguir: el de la dignidad y la grandeza. Insisto, al capitalismo no le interesa que se conozca el pensamiento y la obra de las personas que en el pasado lucharon para crear conciencia de clase o de patria. Los reemplaza por una caterva de “héroes de colorín” y produce seres humanos enajenados, sin identidad, sin alma y sin esperanza. Huérfanos del pasado, ajenos al presente, ciegos ante el futuro.
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2
José Luis Salcedo Bastardo, Bolívar, un continente y un destino. Caracas, Editorial Presidencia de la República, 1972, p. 382.
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Al capitalismo, así como no le interesa que se valorice a los grandes personajes del pasado, menos le agrada que se conozcan los nombres, se escuche la voz o se muestre el rostro de las mujeres y hombres ejemplares del presente. Quieren evitar que sus nombres, como chispas, enciendan la llama de nuevas conciencias. De este modo, pretenden evitar que el ejemplo de estas mujeres y estos hombres se propague de casa en casa, de pueblo en pueblo, de nación en nación a lo largo de toda América Latina. Pero es que a los capitalistas tampoco les interesa que tomemos conciencia del presente, del importante momento histórico que estamos viviendo en toda América Latina. Como lo dice el líder ecuatoriano Rafael Correa: “no somos los protagonistas de una época de cambios, sino de un cambio de época”. En este momento histórico Latinoamérica habrá de ser lo que nosotros como pueblo decidamos. Continuaremos la obra iniciada por nuestros libertadores. En eso consiste el patriotismo actual: el de la patria chica, la nación donde nacimos; el de la patria grande, Nuestra América. Y en esta nueva época es fundamental que visibilicemos, que recordemos los nombres, que nos familiaricemos con los rostros, que reconozcamos expresamente a las mujeres y a los hombres que han sido protagonistas de estos procesos contemporáneos de lucha. Personajes que son una referencia para el pueblo. Han dedicado sus vidas a construir este presente y hoy, en este crucial período histórico, continúan aportando sus enseñanzas, nos impulsan a seguir estudiando y luchando para que las utopías se concreten.
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Los líderes del presente, han abrevado en el pensamiento y la obra de los más nobles personajes del pasado. Si son fieles servidores de su pueblo, si están impregnados de grandes sentimientos de amor y de respeto hacia su pueblo, serán recordados como grandes constructores del camino que conduce hacia la definitiva liberación de la humanidad, ese camino que, como dijo Argimiro Gabaldón, es largo, muy largo y difícil, pero es el camino. Contra el culto a la personalidad Ahora bien, valorar los liderazgos no significa promover el culto a la personalidad. La valoración de los líderes es una conducta revolucionaria porque asume que los y las líderes son expresión de un sentimiento popular, responden a las necesidades de un periodo histórico y favorecen la vocación de poder del pueblo. En cambio el culto a la personalidad es profundamente retrógrado por cuanto deifica a los líderes, a quienes convierte en una especie de superhéroes, limita el papel de los pueblos al de simples seguidores acríticos, e impide que se fortalezca el liderazgo colectivo como expresión del poder popular.
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Simón Bolívar era ajeno a cualquier manifestación de culto a su persona. Del extraordinario libro de Luis Brito García, El pensamiento del Liberador, economía y sociedad, hemos tomado los siguientes ejemplos. Bolívar, en carta dirigida a Luis Eduardo Anzola el 9 de marzo de 1821, le pide: “instalar lo más pronto el Congreso con un discurso muy sencillo, pero muy noble, sin frase estudiadas ni palabras anticuadas”, advirtiéndolo de que “mucho menos debe
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haber elogios míos”3. Del mismo modo, en misiva que dirige a Pedro Gual el 16 de septiembre de 1821 le dice: “porque me han visto dirigir una barca en una tempestad, creen que yo sirvo para almirante de una escuadra”4. Ante la poesía apologética del escritor Joaquín de Olmedo, quien lo exaltaba hasta hacerlo aparecer a él y a los otros militares patriotas como héroes de la mitología, alega: Usted, pues, nos ha sublimado tanto, que nos ha precipitado al abismo de la nada, cubriendo con una inmensidad de luces el pálido resplandor de nuestras opacas virtudes (…) Ud. es poeta y sabe muy bien (…) que de lo heroico a lo ridículo no hay más que un paso (27 de junio de 1825)5.
Desde el comienzo de su carrera mantiene esta línea de conducta. Cuando le designan con el título de Libertador, acepta el nombramiento: Sin embargo, en la comunicación para la municipalidad de Caracas de 18 de octubre de 1813 en la cual agradece el honor, enaltece a los oficiales distinguidos y soldados y añade que ellos “ son verdaderamente estos ilustres libertadores. Ellos, señores, y no yo, merecen las recompensas con que a nombre de los pueblos quieren premiar V.S.S. en mí, servicios que éstos han hecho6. 3
El pensamiento del Libertador: economía y sociedad. Caracas, Editorial Arte, 2008.
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Igual actitud asume José Martí en relación con el culto a su persona. Se cuenta que cuando regresó a Cuba para, junto a los Maceo y Máximo Gómez, ponerse al frente de los combates por la independencia, la gente del pueblo comenzó a tratarlo como a un ser superior y a llamarlo “el Presidente”. El líder cubano rechazó el calificativo elogioso, se opuso a esa mitificación de su persona porque “Mi alma es sencilla. En vez de aceptar, siquiera en lo íntimo de la conciencia soberbia, este título con que desde mi aparición en estos campos me saludaron, lo pongo aparte, y ya en público lo rechacé, y lo rechazaré oficialmente”7. Los socialistas también combaten el culto a la personalidad. Carlos Marx se opuso terminantemente a la deificación de los dirigentes. En una carta dirigida a W. Bloss, el 10 de noviembre de 1877, le explica: Por odio a todo culto de la personalidad, en tiempos de la Internacional jamás permití que se publicaran los numerosos mensajes laudatorios con que me molestaban desde distintos países. Es más: nunca contesté a ellos y de tarde en tarde reprendía a sus autores. Al ingresar Engels y yo a la sociedad secreta de los comunistas pusimos como condición que se suprimiera de los Estatutos cuanto contribuyera a la veneración supersticiosa de las autoridades.
Del mismo modo, el Che Guevara rechazaba todo culto a la personalidad. “No soy un libertador. Los libertadores no existen. Son los pueblos quienes se liberan a sí mismos”. En un acto donde pretendían homenajearlo dijo a los asistentes:
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Carta a Carmen Miyares de Mantilla y sus hijos, abril de 1895.
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Ustedes no entienden lo que yo escribo y repito en mis conferencias. Aquí lo que hace falta no son homenajes, sino trabajo. En cuanto a los honores, se los agradezco, pero les voy a responder en francés, que es más delicado, para no ofenderlos: Les honneurs ca m´emmerde! (Los honores son una mierda)8.
El culto a la personalidad es un resabio del caudillismo, en el cual un jefe carismático es seguido por unas masas acríticas incondicionales. En cuanto el jefe muere, el movimiento popular se adormece. Los cultos a los dirigentes no propician el protagonismo colectivo ni la emergencia de nuevos líderes. Dificultan el libre desenvolvimiento de las luchas sociales. El culto a la personalidad ha sido promovido por el llamado “socialismo real”, el cual distorsionó el concepto de pueblo y el de líder. Allí los máximos dirigentes del partido o del gobierno se convirtieron en un “Estado Mayor” y la gente común en tropa. Solamente en una sociedad o en un movimiento político conservador, la figura de un personaje específico es más importante que la de una colectividad que construye comunitariamente, o la de un partido o movimiento con base popular. El culto a la personalidad, según Juan Andrade, conduce a los movimientos populares: A esperar su liberación exclusivamente de la iniciativa y del genio de un superhombre. Reduce a los proletarios a la calidad de esclavos espirituales, creyentes en la infalibilidad de un ser humano, en masoquistas del pensamiento. Alienta la pereza intelectual. Y la pereza que los métodos de organización crea en los 8
En Isidro Calzada, Che Guevara. Buenos Aires, Editores Folio, 1975, p. 434.
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militantes, inclina a éstos a no escuchar más que aquéllos que, en su concepto, hablan porque tienen derecho a hablar. Se crea así una organización jerarquizada, con desigualdad de derechos y obligaciones para jefes y plebe (…) Con el criterio servil de sometimiento a los jefes tengan o no tengan razón. Eso no es el socialismo, ni la concepción de la libertad que los socialistas han anhelado siempre.
En este momento de la historia, cuando nos planteamos la construcción de sociedades socialistas de nuevo tipo, es indispensable estar prevenidos contra el culto a la personalidad, cuyas consecuencias resultan nefastas para el impulso de un socialismo democrático y humanista como el que queremos en Latinoamérica y el Caribe. El culto a la personalidad es ajeno a nuestra idea del socialismo, sobre todo al nuevo socialismo que ha cuestionado la sacralización de los dirigentes de los partidos de izquierda o de los altos funcionarios de los estados “socialistas”. Debido a ello, cuando muchos “Estados socialistas” cayeron, el pueblo no salió a la calle a defenderlos.
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Debemos construir un nuevo concepto de líder, que se nutra de la sabiduría ancestral y de la experiencia reciente, las cuales nos enseñan que los líderes no son seres superiores que emergen gracias a sus facultades excepcionales o sobrenaturales. Son, sencillamente, personas comprometidas con un ideal, incapaces de pretender la ciega adoración o alcanzar algún privilegio a cambio de sus esfuerzos. No aspiran a ser vistos como distintos del pueblo del cual forman parte. Son mujeres y hombres intensamente humanos y no dioses, diosas o superhéroes.
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Los verdaderos líderes son unos servidores del pueblo, se constituyen en sus voceros y aplican, en la práctica, el criterio del “poder obediencial” que consiste, básicamente, en el proceso de ayudar a articular y promover liderazgos a partir de las comunidades y de las luchas sociales, aplicando la premisa de “mandar obedeciendo”, en un proceso colectivo donde quienes se destacan son gente de carne y hueso que aciertan y se equivocan, pero sobre todo mantienen un compromiso con el bien común y la justicia que es, a la larga, lo que los reivindica ante la historia. Alerta contra la traición de los espíritus menores Los líderes revolucionarios de cada momento de la historia están propensos a ser blanco de calumnias de parte de los gobiernos imperiales y las oligarquías locales. El propósito es descalificarlos para poder destruirlos. Deformar su imagen para evitar que otros sigan su ejemplo. Francisco de Miranda fue sentenciado por “traidor” y los mantuanos se confabularon para adversarlo; Manuela Sáenz recibió el calificativo de “pecaminosa” e incluso hubo quien –pasados los años– prestó su pluma para injuriarla; a Simón Rodríguez lo tildaron de “loco”, y sus planes de “formar republicanos para que haya Repúblicas” aún aguardan para ser puestos en práctica; a Ezequiel Zamora lo acusaron de ser “jefe de montoneras”, a pesar de que al momento de su muerte liderizaba a 23.500 soldados, razón por la cual, luego de la batalla de Santa Inés la oligarquía caraqueña preparaba planes urgentes para huir hacia las Antillas; y
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Augusto César Sandino fue denunciado como “bandolero” y desde los Estados Unidos los marines penetraron el suelo de Nicaragua para intentar matarlo. Ninguna buena opinión podemos esperar de los gobiernos imperiales y sus representantes locales. Esperan la muerte de los líderes populares para sacralizarlos como pasa con Simón Bolívar; para encumbrarlos sin estudiar ni divulgar su ideario como ocurre con Miranda; para deslastrarlos de su pensamiento decolonial como ha ocurrido con Andrés Bello; para mellar su filo antiimperialista, como ha sucedido con Gabriela Mistral; para minimizarlos como figura histórica, como han hecho con Antonio José de Sucre; para intentar confundirnos como ocurre con Pedro Gual (quien ocupa un lugar tan importante en la historia de Venezuela como su pariente Manuel Gual); para hacer negocios con su memoria como ha ocurrido con el Che Guevara; o para borrarlos de la historia como ha pasado con Juana Ramírez “la Avanzadora”, Marta Cumbale, Anastasia Perón, Josefa Camejo, Daniel de León, Carlos Aponte Hernández, Pío Tamayo, Antonio Guiteras, así como tantos otros y otras.
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También hay que estar alerta contra los seres de espíritu menor dentro del mismo bando que, llenos de envidia, intrigan y calumnian contra los grandes personajes en vida de éstos. Su pequeña estatura moral les impide ver la grandeza de los otros. Necesitan encontrarles vicios y defectos para disimular los suyos. Se sienten incómodos al lado de los personajes que brillan con luz propia. Son como fríos asteroides que no quieren que se vea el sol. Desean que los grandes desaparezcan para competir “entre iguales”. Son seres de la sombras. Buscan su ocasión en medio de la mediocridad. Allí nadie los opaca. Incluso hallan quien les adule.
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Muchos de los personajes de nuestra historia han sido víctimas de esta clase de gente. Cuñas del mismo palo, oscuridad para la casa. Simón Bolívar en la última carta que le escribió a su prima Fanny du Villars, pocos días antes de morir, se queja de esta infamia, y le confiesa: “Muero despreciable, proscrito, detestado por los mismos que gozaron mis favores; víctima de intenso dolor, preso de infinitas amarguras”. Antes, en marzo de 1830, le había dicho a su amigo José Fernández Madrid: El hecho es que mi situación se está haciendo cada día más crítica, sin tener esperanza siquiera de poder vivir fuera de mi país de otro modo que de mendigo (…) tal es el encono que hay contra mí de parte de aquellos jefes (…) Por fortuna, no se dirá que he abandonado a la patria, siendo ella la que me ha renegado del modo más escandaloso y criminal que se ha visto nunca.
Igualmente, en carta que envía al señor Gabriel Camacho (mayo de 1830), le informa de su decisión de exiliarse en Curazao o Jamaica para seguir rumbo a Europa, y le dice: Mucho he servido a Venezuela, mucho me deben todos mis hijos, y mucho más todavía el jefe de su gobierno ( José Antonio Páez); por consiguiente, sería la más y escandalosa maldad que se me hubiese de perseguir como a un enemigo público (…) Estoy decidido a no volver más, ni a servir a mis ingratos compatriotas. La desesperación solo puede hacerme variar de resolución. Digo la desesperación al verme renegado, perseguido y robado por los mismos a quienes he consagrado veinte años de sacrificios y peligros.
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Muchos de estos personajes menores no habrían sido mencionados en la historia si alguna vez no hubieran recibido el apoyo de los grandes líderes a los que después traicionan. No brillan con luz propia. Sin embargo, como hongos que crecen a la sombra de un gran árbol, llegan a pensar que merecen poder, fama y reconocimientos. Que están predestinados por la Providencia para ocupar roles estelares. Que los verdaderos líderes son ellos. Que los personajes a quienes cuestionan son transitorios, equivocaron el camino y que –esta táctica es bastante común– burlaron los principios originarios que ellos encarnan ahora. Ellos, los probos. Ellos, los iluminados. No ven más allá de sus ambiciones personales o las de su casta. Pero llegan a hacer creer que todo lo hacen por la patria. Es el destino que ahora se manifiesta en forma de oportunidad ante ellos que son los adalides del bien común y el progreso. Las fuerzas vivas los reclaman. Son el instrumento de Dios. La encarnación del pueblo. Se sienten talentosos. Las cualidades demostradas por los líderes que ahora adversan, no son sino excentridades. Ocurrencias en un momento de suerte. Allí no hay proyecto de país ni programas sustentables. Puro realismo mágico propio del subdesarrollo. Por consiguiente, ha llegado la hora de sacrificarse por la nación y por los ilusos que antes fueron engañados. Es el momento. Ahora la historia se divide en dos: antes y después de ellos. El porvenir lo agradecerá.
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Gente así, intrigante y veleidosa, fue Francisco de Paula Santander (17921842), quien por algún tiempo fue hombre de confianza de Bolívar, y con su apoyo ocupó el cargo de vicepresidente de la Gran Colombia. Sin embargo, fue artífice del atentado que sufriera Simón Bolívar la noche del 25 de septiembre
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de 1828. Antes y después de aquel hecho fue un pertinaz enemigo y saboteador de los proyectos de nuestro héroe. De él escribió Bolívar, cuando descubre su verdadera faz: Ya no puedo soportar más la pérfida ingratitud de Santander, le he escrito hoy que no me escriba más, porque no quiero responderle ni darle el título de amigo. Sepa usted esto para que lo diga a quien corresponda. Los impresos de Bogotá tiran contra mí, mientras yo mando a callar los que tiran contra Santander. ¡Ingrato mil veces!9.
Al coronel José Félix Blanco le escribe: Usted me pregunta que si será posible que aquel hombre (Santander) se haya convertido en enemigo mío ¿y aún tiene usted la bondad de dudarlo, después de las pruebas con que ha sellado su enemistad, su venganza, su envidia para conmigo? El general Santander no es ya mi amigo10.
Al general Mariano Montilla le confiesa: En cuanto a Santander, este hombre perverso ya nada le queda que hacer, toca todos los resortes de la intriga, de la maldad, y la maldad para dañarme y formarse su partido: entra en una chichería como entraba antes a palacio y, en fin, se ha 9
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Carta enviada a Carlos Soublette, 16 de marzo de 1827. Carta fechada el 6 de junio de 1827.
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quitado la máscara enteramente; no tiene consideración por mí, ni vergüenza de sus acciones11.
Y al propio Santander, el 14 de octubre de 1826, le escribe: Ud. No quiere que yo lo desautorice con el público, en tanto que Ud. lo hace conmigo. Ud. no quiere que yo abrace ningún partido hasta no verme con Ud., y Ud. está tomando los suyos sin consulta mía. No dudo que mi proclama le habrá parecido a Ud. mal: Sepa Ud. que la he dado sospechando esto mismo, pero usando de mi libertad para hacerlo, ya que Ud. me ha dado tantos ejemplos de esta especie.
De esta misma estirpe es también José Antonio Páez (1790-1873), quien de Centauro de los Llanos se convierte en jefe de la nueva oligarquía aldeana. A él le escribe Bolívar el 23 de diciembre 1826, en plena “Cosiata”:
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¿Quién, pues, me arrancará las riendas del mando? ¿¡Los amigos de usted y usted mismo!? La infamia sería mil veces más grande por la ingratitud que por la traición. No lo puedo creer. Jamás concebiré que usted lleve hasta ese punto la ambición de sus amigos y la ignominia de su nombre. No es posible, general, que usted me quiera ver humillado por causa de una banda de tránsfugas que nunca hemos visto en los combates. No pretenda usted deshonrar a Caracas, haciéndola aparecer como el padrón de la infamia y el ludibrio de la ingratitud misma. ¿Qué no me deben todos en Venezuela, y hasta usted no me debe la existencia? El 11
Fuscas, 7 de enero de 1828.
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Apure sería la habitación del vacío, el sepulcro de sus héroes, sin mis servicios, sin mis peligros, y sin las victorias que he ganado a fuerza de perseverancia y de penas sin fin. Usted, mi querido general, y los bravos de aquel ejército, no estarían mandando en Venezuela, y los puestos que la tiranía les habría asignado serían escarpias y no las coronas de gloria que ahora ciñen sobre sus frentes (…) El origen del mando de usted viene de municipalidades, data de un tumulto causado por tres asesinatos. Nada de esto es glorioso, mi querido general (…) Crea Ud., general, que a la sombra del misterio no trabaja si no el crimen12.
Semanas después, el 4 de enero de 1827, en ocasión de la que fuera la última visita del Libertador a Caracas, Páez acompañado de “los cosiateros” y los negociantes que intrigaban contra Bolívar, le hacen un agasajo de recibimiento para quedar bien con él. Pero, en medio del evento, el coronel Matías Escuté, jefe del Estado Mayor de Páez, hace un desaire a los amigos y oficiales que venían con el Libertador. Al percatarse de la afrenta, Bolívar lo increpa: Está Ud. todavía, Señor Escuté, con las manos tintas de sangre americana, pues acaba Ud. de salir de las filas españolas, ¿y se atreve Ud. a insultar a mi capellán y a faltarme el respeto a mí que soy el Presidente de Colombia? ¿Piensa Ud. que no recuerdo que en Semen mandaba Ud. una compañía de cazadores realistas? Aquí no hay más autoridad ni más poder que el mío, yo soy como el sol entre todos mis tenientes que si brillan es por la luz que yo les presto13. 12 13
Carta a José A. Páez, Coro, 23 de diciembre de 1826.
Obras completas (cuatro tomos). Caracas, Fides, 2006, t. IV, p. 399.
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Aprendamos de la historia. El enemigo tiene muchas caras. Páez, cuando traicionaba a Bolívar e internamente fomentaba la ruptura del nexo grancolombiano, le escribe con aires de inocencia al Libertador: Véngase usted a ser el piloto de esta nave que navega en un mar proceloso, condúzcala a puerto seguro, y permítame que después de tantas fatigas vaya a pasar una vida privada en los llanos de Apure, donde viva entre mis amigos, lejos de rivales envidiosos, y olvidado de una multitud de ingratos que comienzan su servicio cuando yo concluyo mi carrera (mayo de 1826).
Un año antes Páez le advierte a Bolívar: “Querido general, Ud. no puede figurarse los estragos que la intriga hace en este país (…) Los intrigantes van a perder la patria, vamos a salvarla”. El mismo Páez que poco después intenta confiscar los bienes de Bolívar, le difama en la prensa, prohíbe su entrada a Venezuela, y le declara enemigo público de la nación, le dice: ¡Mi general! Ésta no es la tierra de Washington, aquí se hacen obsequios al poder por temor e interés (…) y el fundador de la República sería insultado por los hombres más viles el día que volviese al recinto de su casa (octubre de 1825).
Páez, quien luego va a acusar a Bolívar de abuso de poder y despotismo, antes le había propuesto hacerse emperador, pues:
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Falto de todo elemento para montar una República Ud. y un puñado más de valientes lo han hecho todo: el día que Ud. lo deje, deja de ser lo que Ud. lo ha
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hecho; por consiguiente, la existencia de un orden de cosas aquí, que pueda llamarse gobierno, es consustancial con Ud.
Bolívar le responde: “El título de Libertador es superior a todos los que ha recibido el orgullo humano (…) Un trono espantaría…” (6 de marzo de 1826). Sí, el mismo Páez –que después obliga a Bolívar a exiliarse, prepara un ejército para combatirlo y una vez que éste muere es implacable con quienes fueran aliados o amigos del Libertador– es quien antes le invita taimadamente a que …complete su obra, que no consiste solo en haber destruido los enemigos exteriores, falta que hacer lo mismo con los domésticos, cuya guerra es algo más complicada, cuanto que se hace con armas más desconocidas, en nombre de la misma libertad y bien general (Caracas, 1 de octubre de 1825).
También Santander se muestra leal y dadivoso con Bolívar, le dice: “Sabe, en fin, que mi carácter es franco y sincero (…) Soy de Ud. mi general, su más agradecido servidor y fiel amigo”. Al poco tiempo este hombre “franco y sincero” se coloca al frente de una conjura y ordena matar al libertador. Casi lo logra. No se puede subestimar a los pequeños enemigos. A los mediocres les incomoda la grandeza. Les aburren los principios. Ellos se reconocen en medio de la sombra y, faltos de todo escrúpulo, se unen para poder destruir a los auténticos líderes. La fuerza les viene de su capacidad para ser arteros. La premeditación, la alevosía, la nocturnidad, el agavillamiento –acciones que en derecho penal son vistas como agravantes en cualquier delito– aquí se convierten en el modus operandi cotidiano. La historia está llena de ejemplos. Stalin, pasando por sobre
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la voluntad de Lenin, quien había advertido acerca de la propensión de éste al despotismo, eliminó física y moralmente a toda la dirigencia bolchevique, entre ellos a hombres claramente más capaces como Nicolás Bujarín y León Trotski. Muchas veces los personajes de alma noble desestiman el poder oculto de sus enemigos y los juzgan con base en su propia condición humana. Su nobleza les dificulta percatarse de la abyección de los otros; su desinterés no les permite apreciar el egoísmo de sus contrincantes; su magnanimidad les impide usar las armas de los miserables. Decía Martí: “Yo confieso que no tengo ni voluntad ni paciencia para andar husmeando intrigas ni deshaciéndolas. Yo estoy por encima de todo eso. Yo no sirvo más que al deber, y con éste seré siempre bastante poderoso”14. Bolívar, lamentablemente, subestimó a sus adversarios. Escribe: “Parece que la Providencia condena a la perdición a mis enemigos personales, sean americanos o españoles” (carta a José Antonio Páez, Cúcuta, 11 de diciembre de1826). Antes le decía a Santander: No dudo de que Páez quiera ser libertador de Venezuela como Ud. dice (…) Páez no puede nada si no abraza el partido de la canalla, que él teme porque tiene qué perder. Tampoco dudo que (Francisco) Carabaño y (Miguel) Peña sean mis enemigos, pero qué hacen dos gotas de agua dentro del océano15.
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En Alfonso Rumazo González, José Martí Libertador. Caracas, Ediciones de la Presidencia de la República, 2007, p. 91.
Carta a Francisco de Paula Santander, Pasto, 14 de octubre de 1826.
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Pues hacen mucho: conspiran, siembran intrigas, destruyen una imagen, manipulan gente, compran conciencias, confunden a los incautos, crean una matriz de opinión, se van apoderando del poder, enturbian el agua hasta lograr que un remolino de calumnias se lleve todo, y que después de toda una vida de sacrificios Bolívar tenga que reconocer: “he arado en el mar” y “La independencia es el único bien que hemos alcanzado a costa de todos los demás”. Que no se repita la historia. La felonía puede acabar con los sueños más nobles y con las obras mejor cimentadas. Debemos estar alertas. Los más grandes enemigos casi nunca vienen de fuera, pues, conocemos sus rostros. No nos engañan. En cambio, entre los nuestros se esconden los insidiosos. Debemos estar precavidos. Los traidores se encuentran entre nosotros, asisten a las marchas, vocean nuestras consignas, repiten nuestras divisas, entonan nuestros cantos, pero ignoramos sus propósitos. Vivimos un momento histórico especial en América Latina. Repetimos con José Martí: “Bolívar tiene que hacer en América todavía”. Los pueblos se levantan para reclamar sus derechos y están dispuestos a cumplir con su deber histórico: la conquista de la plena independencia. Acompañemos a aquellos líderes que expresan a nuestros pueblos porque conocen sus necesidades y respaldan sus luchas. Seamos parte de estos pueblos que combaten por un mundo mejor, pues de allí surgen los líderes que conforman el verdadero poder popular, los cuales jamás traicionan porque su fuerza les viene de su apego a los más nobles ideales y a los más elevados principios. ¡Sigamos ese ejemplo!
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Aproximaciones
al socialismo nuestroamericano
José Gregorio Linares
Utopía osible p colección
CAPÍTULO III
Contra la gran propiedad
Vale, pero millones de veces más, la vida de un solo ser humano, que todas las propiedades del hombre más rico de la Tierra. Ernesto “Che” Guevara Toda riqueza es injusta. Todo bien, mal adquirido. Si no por ti, por otros. Tú puedes tener la escritura correcta. Pero ¿compraste la hacienda a su legítimo dueño? ¿Y él la compró a su dueño? ¿Y el otro...? Ernesto Cardenal
La gran propiedad privada contra todas las formas de propiedad Existen tres tipos de propiedad de los medios de producción: 1.- Propiedad privada (pequeña, mediana o grande). 2.- Propiedad estatal (capitalista o “socialista”). 3.- Propiedad colectiva (social o comunitaria).
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aproximaciones al socialismo nuestroamericano
En América Latina la gran propiedad privada ha surgido como producto del saqueo a los pueblos originarios, de la explotación a las masas trabajadoras obreras o campesinas –indígenas, africanas y mestizas– y del establecimiento de lazos de dependencia en relación con las metrópolis colonizadoras e imperialistas. Ha generado unas clases dominantes profundamente retrógradas que difunden antivalores en relación con lo local, lo nacional, lo suramericano y con respecto a los habitantes de las naciones donde se enriquecen.
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Estas élites combaten y desfiguran cualquier proyecto que enarbole las banderas de la identidad y la justicia social. Han creado estados policiales que reprimen todo intento de regular, controlar o suprimir la gran propiedad. Como dueños de las grandes fábricas, de la gran propiedad territorial, de los grandes bancos, de los medios de comunicación, compiten con los medianos propietarios hasta lograr su ruina o que formen parte de sus monopolios y consorcios. Liquidan la pequeña propiedad, que es sometida a la presiones de la sobrevivencia y al mito del éxito, porque no le genera réditos. Desacreditan la propiedad estatal capitalista para apoderarse de las empresas del Estado, a las cuales acusan de ineficientes y burocráticas, para de este modo ampliar su propio radio de influencia, vulnerar la soberanía nacional y maniatar los gobiernos a los poderosos grupos económicos foráneos. Se enfrentan a quienes promueven la propiedad social –campesinos sin tierra; obreros que se plantean la gestión de sus fábricas; indígenas que reclaman la propiedad comunal– e, independientemente de las razones que esgriman, a todos acusan de enemigos de la civilización, la patria, la familia, las buenas costumbres, la democracia, el progreso, y a todos tildan, en el más puro lenguaje maccarthista, de “rojos y subversivos”.
capítulo iii. contra la gran propiedad
A los grandes propietarios se refería el anarquista francés Pierre-Joseph Proudhon (1809-1865) cuando frente a la pregunta ¿qué es la propiedad?, respondía categóricamente: “La propiedad es un robo”. En el folleto ¿Por qué socialismo?, Albert Einstein explica los sinsentidos económicos, políticos y éticos que genera en la sociedad la existencia de la gran propiedad privada sobre los medios de producción. Dice: El capital privado tiende a concentrarse en pocas manos (…) El resultado de este proceso es una oligarquía del capital privado cuyo enorme poder no se puede controlar con eficacia incluso en una sociedad organizada políticamente de forma democrática. Esto es así porque los miembros de los cuerpos legislativos son seleccionados por los partidos políticos, financiados en gran parte o influidos de otra manera por los capitalistas privados quienes, para todos los propósitos prácticos, separan al electorado de la legislatura. La consecuencia es que los representantes del pueblo, de hecho no protegen suficientemente los intereses de los grupos no privilegiados de la población. Por otra parte, bajo las condiciones existentes, los capitalistas privados inevitablemente controlan, directa o indirectamente, las fuentes principales de información (prensa, radio, educación). Es así extremadamente difícil, y de hecho en la mayoría de los casos absolutamente imposible, para el ciudadano individual obtener conclusiones objetivas y hacer un uso inteligente de sus derechos políticos (…) La producción está orientada hacia el beneficio, no hacia el uso1.
1
Albert Einstein, ¿Por qué socialismo? Caracas, Fondo Editorial Ipasme, 2010, pp. 12-14.
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aproximaciones al socialismo nuestroamericano
Un reducido número de familias criollas o transnacionales son las dueñas de la gran propiedad privada. Ésta, como hemos visto, se opone a todas las otras formas de propiedad. Es contraria a todo aquello que va en desmedro de la acumulación de su capital y de la maximización de sus ganancias. En ese sentido, los grandes propietarios son enemigos de la mayoría de la población, de los desheredados. No quieren que haya otros propietarios. Pretenden el acaparamiento de la propiedad. Sólo desean que existan trabajadores a su servicio, sometidos a su explotación, con derecho simbólico, pero sin posibilidad real de poseer medios de producción propios. Hombres y mujeres que produzcan plusvalía, para quienes el fruto de su trabajo le es ajeno. El gran capital es enemigo de la pequeña y mediana propiedad privada, de la propiedad estatal y, especialmente, de la propiedad colectiva social o comunitaria. Auspicia los trusts y los monopolios. A través de sus ideólogos escamotea la expropiación de que han sido víctima los desheredados. Siguen vigentes aquellas lapidarias frases de Marx y Engels, en el Manifiesto comunista, dirigidas a los grandes capitalistas y sus ideólogos: Os horrorizáis que queramos abolir la propiedad privada. Pero en vuestra sociedad actual, la propiedad privada está abolida para las nueve décimas partes de sus miembros. Precisamente porque no existe para esas nueve décimas partes existe para vosotros. Nos reprocháis, pues, el querer abolir una forma de propiedad que no puede existir sino a condición de que la inmensa mayoría de la sociedad sea privada de la propiedad. En una palabra, nos acusáis de querer abolir vuestra propiedad. Efectivamente, eso es lo que queremos2.
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Carlos Marx y Federico Engels, Manifiesto comunista. Moscú, Editorial Progreso, 1984, p. 39.
capítulo iii. contra la gran propiedad
La matemática de la miseria en América Latina El ecólogo brasileño Leonardo Boff nos indica en el discurso pronunciado el 22 de abril de 2008, en la Asamblea General de la Organización de la Naciones Unidas (ONU): El PNUD (Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo) del año pasado lo confirma: el 20% de los más ricos absorbe el 82,4% de las riquezas mundiales mientras que el 20% de los más pobres tiene que contentarse solamente con el 1,6%. Es decir, una ínfima minoría monopoliza el consumo y controla los procesos económicos que implican devastación de la naturaleza y gran injusticia social3
Según datos de organizaciones como la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), el 50 por ciento de la riqueza planetaria lo detenta tan sólo el 2 por ciento de la población mundial. En lo relativo a Latinoamérica, el periodista uruguayo Eduardo Galeano es suficientemente gráfico: Nunca ha sido menos democrática la economía mundial como ahora, nunca ha sido el mundo tan escandalosamente injusto como en la actualidad. En 1960, el 20% de la humanidad, el más rico, tenía treinta veces más que el 20% más pobre. En 1990, la diferencia era de sesenta veces. Desde entonces se ha seguido abriendo la tijera: en el año 2000, la diferencia era de noventa veces (…) Y sigue la brecha. 3
Disponible en http://latinoamericana.org/2010/info/docs/Boff090422DiaDeLa MadreTierra.rtf
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aproximaciones al socialismo nuestroamericano
Diez personas, los diez opulentos más opulentos del planeta, tienen una riqueza equivalente al valor de la producción total de 50 países, y 447 multimillonarios suman una fortuna mayor que el ingreso anual de la mitad de la humanidad (…) Las diez mayores multinacionales amasan actualmente un ingreso mayor que el de cien países juntos. América Latina es la región más injusta del mundo. Ejemplos: un solo mexicano posee una riqueza equivalente a la que suman 17 millones de mexicanos pobres. Brasil fue bautizado por expertos como Belindia (…) una minoría consume como los ricos de Bélgica, mientras la mayoría vive como los pobres de la India4.
Sobre la distribución del ingreso en América Latina, en Defensa de la palabra, Eduardo Galeano afirma: La miseria masiva es el precio que los países pobres pagan para que el seis por ciento de la población mundial pueda consumir impunemente la mitad de la riqueza que el mundo entero genera. Es mucho mayor la distancia, el abismo que en América Latina se abre entre el bienestar de pocos y la desgracia de muchos.
El socialismo versus la gran propiedad El socialismo sólo se opone de manera decidida a la gran propiedad, por los males que ésta acarrea a la economía y a la humanidad. Promueve los distintos
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Eduardo Galeano, Patas arriba: la escuela del mundo al revés. Buenos Aires, Catálogos S.R.L., 2008, p. 28.
capítulo iii. contra la gran propiedad
tipos de propiedad, especialmente la social porque beneficia a las mayorías. A todos nos convierte en dueños de los medios de producción y, en consecuencia, en usufructuarios del producto del trabajo: En el régimen capitalista quien labra la tierra, maneja máquinas, construye edificios, mantiene transportes y comunicaciones, sabe que las obras de sus manos y de su inteligencia no son para él, sino para los propietarios del dinero y de los instrumentos de trabajo. En el sistema socialista el que se dedica a cualquier labor sabe que su esfuerzo al aumentar el patrimonio de la colectividad, aumenta el suyo. Bajo el capitalismo, la inmensa mayoría de los individuos son constructores de lo ajeno. En el socialismo son creadores de lo propio5.
El gran capital termina asfixiando el desarrollo de las fuerzas productivas, el avance de la ciencia, por tanto, la calidad de vida de la mayoría de la población y el progreso de la humanidad. Razones económicas se anteponen a cualquier otra consideración. En manos del gran capital la sociedad tiende a estancarse. Así lo veía el peruano José Carlos Mariátegui: El capitalismo ha dejado de coincidir con el progreso (…) En el período de la libre concurrencia, el aporte de la ciencia hallaba enérgico estímulo en las necesidades de la economía capitalista. El inventor, el creador científico, concurrían al adelanto industrial y económico, y la industria excitaba el proceso científico. El régimen del 5
Rodolfo Quintero, El padre del sindicalismo norteamericano. Las luchas de un venezolano en Estados Unidos. Caracas, UCV, Facultad de Ciencias Económicas y Sociales. División de Publicaciones, 1979, pp. 77-78.
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monopolio tiene distinto efecto. La industria, las finanzas, comienzan a ver un peligro en los descubrimientos científicos. El progreso de la ciencia se convierte en un factor de inestabilidad industrial. Para defenderse de este riesgo, un trust puede tener interés en sofocar o secuestrar un descubrimiento6.
Las trasnacionales son propietarias de todo. El gran capital se traga el mundo. En tiempos de globalización, cuando el poder financiero se une a la tecnología informática, el planeta entero es la comida de unos pocos propietarios insaciables. Su ambición es un inmenso estómago que todo lo digiere. Todo es triturado por sus gigantescas mandíbulas. El planeta es el vertedero donde bota sus desechos. A todas partes llegan sus toxinas. La humanidad vive en un basurero producido por la codicia de los grandes ricos. Los pobres recogen los desperdicios. Lo más grave de todo esto es que el gran capital en su fase de máxima concentración ya no tolera, como en los comienzos de su desarrollo, la existencia de formas de gobierno democráticos; exige, por el contrario, novedosas modalidades de gobiernos “fuertes” que, amparados en la supuesta defensa de los intereses de la nación y la ciudadanía promueven políticas de Estado de corte fascistas donde reina el “pensamiento único” y la obediencia absoluta al poder. En abierta oposición al gran capital se encuentran las distintas formas de propiedad social y comunitaria. En América Latina existe una larga tradición de lucha por reconquistar la propiedad social de los medios de producción, y por redistribuir la gran propiedad entre pequeños propietarios o entre los miembros de
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José Carlos Mariátegui, Defensa del marxismo y otros escritos. Caracas, Fundación Editorial El Perro y la Rana, 2010, p. 24.
capítulo iii. contra la gran propiedad
las comunidades involucradas. De lo que se trata es de ejercer nuestros derechos a tomar lo que nos arrebataron. La acumulación originaria de la gran propiedad en Nuestra América: “Detrás de cada gran fortuna hay un delito” En efecto, cuando indagamos en las formas originarias de acumulación de riquezas de los grandes propietarios en todo el territorio latinoamericano y caribeño no podemos sino estar de acuerdo con Honorato Balzac cuando decía: “Detrás de cada gran fortuna hay un delito”. El modus operandi de quienes han llegado a ser grandes propietarios consiste en: 1. Expropiación de los medios de producción de los propietarios originales e instauración de una nueva clase de propietarios. 2. La transformación por la fuerza de los “propietarios originarios” en mano de obra esclava o “feudal”, a la cual se le niega el derecho a la propiedad.
3. Legalización de la “expropiación” y readjudicación de propiedades mediante el uso de leyes que avalan el arribo de las nuevas clases propietarias. 4. Difusión de una “ideología” y de “aparatos ideológicos” que justifican el despojo y la condición de los explotados.
5. Uso de la violencia y la represión cuando se considera necesario para impedir que los “expropiadores” sean expropiados. Expliquemos un poco cada punto:
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aproximaciones al socialismo nuestroamericano
1. Todo se inicia –y luego se acentúa– con la expropiación de los bienes de otros; de este modo los legítimos propietarios originales se convierten en desposeídos, y los expropiadores en legales propietarios. Al respecto, nos dice el escritor mexicano José de Vasconcelos (1881-1959): Un examen siquiera superficial de los títulos de propiedad de nuestros grandes terratenientes, bastaría para demostrar que casi todos deben su haber, en un principio, a la merced de la Corona española, después a concesiones y favores ilegítimos acordados a los generales influyentes de nuestras falsas repúblicas. Las mercedes y las concesiones se han acordado, a cada paso, sin tener en cuenta los derechos de poblaciones enteras de indígenas o de mestizos que carecieron de fuerza para hacer valer su dominio7.
En Ecuador, por ejemplo, los encomenderos se las arreglaron para quitarles las tierras a los indígenas. De acuerdo con testimonios de la época: El mecanismo más usado para ello por los blancos era el hacer un falso denuncio de “tierras realengas” (baldías) y pedir su asignación, cuando en realidad se trataba de tierras comunales indígenas, o denunciar falsamente que los indios de cierta comunidad eran muy pocos y tenían demasiadas tierras, por lo que se pedía que se le quitasen las sobrantes8.
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7 8
Disponible en http://www.yachay.com.pe/especiales/7ensayos/ENSAYOS/Ensayo3G.htm
Jorge Núñez Sánchez, De la noche al alba. Caracas, Fundación Biblioteca Ayacucho, 2009, p. 58.
capítulo iii. contra la gran propiedad
En El Salvador, por ejemplo, el despojo de la propiedad comunitaria de la tierra comenzó con el periodo de la conquista española (1524-1530) y su proceso de concentración se acentuó con las leyes sobre propiedad territorial de 1881-1882. En efecto, a fines del siglo XIX, durante el gobierno de Rafael Zaldívar (1876-1885), fueron expropiadas las tierras comunales propiedad de los indígenas y campesinos, y los ejidos que son bienes públicos, para dejar libres grandes extensiones de tierra en manos de la oligarquía cafetalera. De inmediato, los cafetaleros expropiaron el 40% de las propiedades comunales. En el caso de los ejidos, el 73% de la tierra pasó a manos del 5.65% de los nuevos dueños. El despojo de las tierras comunales y ejidales afectadas por los decretos de esos años fue violento y provocó revueltas campesinas en Izalco, Atiquizaya, Cojutepeque, Santa Ana y otros lugares. Todas fueron reprimidas por el Ejército de la época (…) Así surge la llamada oligarquía cafetalera, a la que el Estado, además de darles las tierras, también les redujo los impuestos para producir café y les entregó insumos baratos (…) Los mismos cafetaleros se pusieron directamente al frente del Gobierno. Para 1895 una mayoría de diputados en la legislatura salvadoreña eran cafetaleros9.
2. La explotación de mano de obra ajena, a la cual no se le permite o se le limita el ejercicio del derecho a la propiedad. De este modo, los propietarios originales son privados de su propiedad –la tierra– y pasan 9
Equipo Maíz, Vida de Farabundo Martí. El Salvador, Editorial Equipo Maíz, 2008, pp. 4-5.
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a ser fuerza de trabajo –“enfeudada” o esclava– al servicio de los nuevos dueños de los medios de producción. A partir del momento de la expropiación el rol de los propietarios originarios se limita a ser mano de obra encadenada al nuevo régimen de explotación, sin posibilidad alguna de poseer propiedades o recuperar sus posesiones sin enfrentarse a los “usurpadores legales”. Durante la colonia, por ejemplo, los indígenas fueron sometidos al régimen de las encomiendas, por medio de las cuales a los conquistadores se les asignaba un lote de tierra y una cantidad de indios para que las trabajasen gratuitamente. Luego se estableció un nuevo tipo de encomienda por medio de las cuales se les impuso el pago de tributos en especie y en trabajo. Posteriormente, durante la República, se les contrata como peones de hacienda y, más tarde, como trabajadores en las fábricas o sirvientes en las casas de los “ricos”. Siempre con el mismo desprecio y siempre con la impronta racista, la explotación ha sido inmisericorde y ha estado asociada a la gran propiedad. Así lo explica Mariátegui:
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Las leyes del Estado no son válidas en el latifundio, mientras no obtienen el consenso tácito o formal de los grandes propietarios. La autoridad de los funcionarios políticos o administrativos, se encuentra de hecho sometida a la autoridad del terrateniente en el territorio de su dominio. Este considera prácticamente a su latifundio fuera de la potestad del Estado, sin preocuparse mínimamente de los derechos civiles de la población que vive dentro de los confines de su propiedad. Cobra arbitrios, otorga monopolios, establece sanciones contrarias siempre a la libertad de los braceros y de sus familias. Los transportes, los negocios y hasta las
capítulo iii. contra la gran propiedad
costumbres están sujetos al control del propietario dentro de la hacienda. Y con frecuencia las rancherías que alojan a la población obrera, no difieren grandemente de los galpones que albergaban a la población esclava. El “gamonalismo” (latifundismo con connotaciones racistas) invalida inevitablemente toda ley u ordenanza de protección indígena. El hacendado, el latifundista, es un señor feudal. Contra su autoridad, sufragada por el ambiente y el hábito, es impotente la ley escrita. El trabajo gratuito está prohibido por la ley y, sin embargo, el trabajo gratuito, y aun el trabajo forzado, sobreviven en el latifundio. El juez, el subprefecto, el comisario, el maestro, el recaudador, están enfeudados a la gran propiedad10.
3. El uso de los mecanismos de poder para cohonestar estas expropiaciones. La “legalización del saqueo” por medio de los títulos de propiedad. Ahora bien, la voracidad de los propietarios usurpadores” no terminó durante la colonia. A lo largo de la historia hubo reacomodos de la propiedad, la cual fue pasando de unos a otros propietarios de acuerdo con las correlaciones de fuerza de las clases y sectores de clase en conflicto. Por ejemplo, la Iglesia fue una gran propietaria durante la época colonial y la dimensión de sus propiedades –que por razones legales podían acrecentarse mas no dividirse debido al régimen de “manos muertas” que prohibía su venta– y a veces sus políticas, demasiado “independientes” en algunos casos entre algunas órdenes, generaron molestias entre la monarquía y los sectores civiles y políticos que codiciaban sus bienes. Tal fue el caso de los jesuitas, los cuales, fueron expulsados de América por orden real, en abril 10
José Carlos Mariátegui, Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana. Caracas, Fundación Biblioteca Ayacucho, 2007, p. 26.
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de 1767. Sus propiedades fueron confiscadas y vendidas al mejor postor. Para encargarse del cumplimiento de tales medidas se instituyó en cada una de las colonias españolas de una “Dirección de temporalidades”. El Estado español aspiraba a vender preferentemente al contado las propiedades jesuíticas, pero en América, Esas propiedades fueron vendidas a crédito, generalmente a amigos o allegados de las autoridades. Así, pues, no fue casual que entre los adquirientes de los “bienes de temporalidades” hayan figurado a la cabeza los patriarcas de las familias aristocráticas que se destacaban por su audacia empresarial o habilidad política, junto a comerciantes “ennoblecidos” por su fortuna y empleados chapetones influyentes o enriquecidos en la función pública (…) Sospechoso fue, sin duda, el hecho de que los mismos Directores Generales de Temporalidades, encargados de dirigir esa “privatización”, fuesen los compradores de algunas de las mejores propiedades rematadas11.
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Por otra parte, en la medida en que iban acumulando y concentrando propiedades, los nuevos dueños se preocuparon de idear mecanismos que garantizasen, a largo plazo, el mantenimiento de la gran propiedad y el respectivo poder y prestigio que ésta les confería a sus familias. Así instituyeron, por ejemplo, el mayorazgo, figura jurídica de origen feudal mediante la cual solo hereda el hijo varón primogénito la totalidad de la herencia, la cual no podía ser vendida, embargada o enajenada. Todos los bienes que formaban parte del mayorazgo eran heredados indisolublemente por una 11
Jorge Núñez Sánchez, De la noche al alba, ob.cit.,, pp. 123-124.
capítulo iii. contra la gran propiedad
sola persona. Los restantes hijos sólo podían heredar los bienes libres que los padres poseyeran, usualmente escasos. El propósito principal era perpetuar en una familia la gran propiedad, al impedir expresamente el fraccionamiento de los más grandes patrimonios y la disolución social de las grandes familias. El mayorazgo estaba dirigido a beneficiar exclusivamente a los grandes propietarios y sus descendientes. De este modo, la gran propiedad se cuidaba a sí misma. En efecto: El mayorazgo era una institución excepcional, a la que solo tenían acceso las grandes familias aristocráticas, y eso, siempre que poseyeran una base económica sólida, saneada y suficiente como para sostener las obligaciones propias de tal entidad legal. Tan excepcional era el mayorazgo que para constituirlo, hacía falta cédula real y expresa confirmación posterior de la corona, que de este modo se aseguraba que se beneficiara de tal institución legal únicamente las familias que fueran, a la vez, de gran riqueza y de gran alcurnia12.
Por otro lado, cada gobierno en Latinoamérica sirvió para convertir en grandes propietarios a sus favoritos. Por ejemplo, en Venezuela el proceso de acumulación y concentración de la propiedad ha estado íntimamente ligado al poder. De acuerdo con el especialista en el tema José Monsalve Cáceres: Como ejemplo resaltante, por los años 20 o 30 del siglo pasado se registra el caso de la familia Max Valladares, compadre del presidente de la República para 12
Ibídem, p. 95.
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aproximaciones al socialismo nuestroamericano
entonces, Juan Vicente Gómez, el cual le dio en “concesión petrolera” más de la mitad del territorio nacional y luego el señor Max Valladares se las vendió a las trasnacionales del petróleo al día siguiente de su obtención. La familia en cuestión de inmediato se residenció en Francia para siempre13.
También las aristocracias extranjeras se han beneficiado de las dádivas de los gobiernos complacientes y entreguistas. En Perú, por ejemplo, en los albores del siglo XX: Los intereses extranjeros no se limitaron al control de la minería, sino que también se extendieron hacia las plantaciones de azúcar, producto que ya ocupaba un lugar destacado en el conjunto de las exportaciones peruanas. Un ejemplo emblemático de esa explotación fue la construcción de Casa Grande, una de las haciendas azucareras más grandes del planeta, una especie de ciudad-factoría proyectada en Alemania, y que era propiedad de la familia Gildemeister. La corrupción y la complicidad de los gobiernos peruanos con los monopolios facilitaron también la entrega del petróleo y la instalación de compañías como la Petroleum Company, filial de la Standard Oil, que había logrado no pagar impuestos gracias al laudo de un tribunal internacional que olvidó considerar los intereses del Estado peruano. A tal extremo llegó ese sometimiento que, durante muchos años, en Europa diversos documentos consideraban al Perú una provincia de la Standard Oil14.
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13 14
José Monsalve Cáceres, La oligarquía venezolana y el fetiche de la propiedad privada. Caracas, Ediciones de la Universidad Bolivariana de Venezuela, 2008, p. 8. Luis Sicilia, José Carlos Mariátegui, un marxismo indígena. Buenos Aires, Capital Intelectual S.A., 2007, p. 22.
capítulo iii. contra la gran propiedad
4. La difusión de una ideología que justifica el despojo y defiende el nuevo status quo. En el caso de los pobladores originarios, a quienes se le llamó “vasallos libres del Rey”, el simple argumento de que no tenían alma ni razón era suficiente para negarles el derecho a la propiedad y a gobernarse; a eso se le agregó la opinión de que eran flojos e indolentes. En el caso de la medida de expulsión contra los jesuitas y de la incautación de sus bienes, según “los ideólogos” la decisión obedecía: 1. A la usurpación de diezmos o violación de ellos hecha a las iglesias. 2. A la quema realizada por la compañía de muchos libros sagrados.
3. Al régimen independiente y “despótico” de las misiones de Paraguay. 4. A la constante intromisión en política.
5. A su participación en rebeliones indígenas. 6. A la predicación contra el gobierno.
De igual manera, en el caso de la expropiación de las tierras de propiedad comunitaria el argumento “ideológico” que sirvió para enmascarar el despojo fue: La existencia de tierras bajo la propiedad de las comunidades impide el desarrollo agrícola, estorba la circulación de la riqueza y debilita los lazos familiares y la independencia del individuo. Su existencia contraría los principios económicos y sociales que la República ha adoptado15. 15
Equipo Maíz, Vida de Farabundo Martí, ob.cit., p. 4.
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En lo relativo a la entrega de nuestras riquezas a las casas extranjeras el argumento ideológico es muy sencillo: nuestras oligarquías y sus respectivos gobiernos pensaban que las “inversiones extranjeras” son indispensables en el proceso civilizatorio, y en la lucha contra la barbarie. Siempre ha estado presente la idea del “destino manifiesto” de las grandes naciones sobre las colonias o semicolonias.
5. El uso de la violencia y la fuerza por parte de los “expropiadores” para evitar la “expropiación de los expropiadores”, es decir, para impedir que les quiten lo que “legítimamente” no es de ellos, alegando el “derecho a la propiedad”. que ellos han burlado. En otras palabras, los intentos de los propietarios originarios –dirigidos a recuperar sus antiguas propiedades, a cuestionar los derechos de los “nuevos propietarios”, o a conquistar espacios de poder que les permitan el usufructo de la propiedad– son severamente cuestionados y reprimidos. Esto ocurrió, por ejemplo, en Nicaragua en tiempos de César Augusto Sandino. Éste, como parte de la política dirigida a rescatar la soberanía nacional y el empoderamiento del pueblo, comenzó a organizar cooperativas de producción agrícola, minera, artesanal e industrial en algunas regiones del país.
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La oligarquía se alarmó: unos cuantos campesinos y proletarios se atrevían a usufructuar pequeñas parcelas privadas, a colectivizar la propiedad territorial, a trabajar las minas, a tomar las fábricas y a establecer relaciones de producción de cooperación y ayuda mutuas. Y lo que es peor, estaban siendo exitosos y contagiaban con su ejemplo al resto de la población. Así que le dieron muerte al promotor de tan peligrosa iniciativa y acabaron cruentamente con la experiencia de redistribución de la propiedad: “patrullas de
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la Guardia Nacional cayeron sorpresivamente sobre los campamentos de las cooperativas agrícolas del río Coco y más de trescientos campesinos fueron masacrados”16.
Por tanto, la expropiación de los grandes propietarios y la democratización de la propiedad es un acto de justicia histórica. La expropiación de los latifundistas y la redistribución de las tierras ha sido la motivación de gran parte de los movimientos sociales en América Latina y el Caribe, donde la riqueza tiene como base la gran propiedad territorial y la explotación del trabajo. También la lucha contra los monopolios de cualquier tipo ha incitado a los pueblos a emprender la lucha.
Esta lucha contra la gran propiedad tiene importantes antecedentes en los distintos movimientos sociales en pro de la redistribución de la propiedad, por el rescate de las tierras comunales y la socialización de la propiedad que se ha dado a lo largo de toda la historia de América Latina y el Caribe. Muchos personajes de la historia, cuyo verdadero aporte ha sido desfigurado, nos indican el camino a seguir. Me voy a permitir citar sólo cuatro de ellos: Simón Bolívar, Antonio José de Sucre, Simón Rodríguez y Ezequiel Zamora. No se puede ensalzar a ninguno de estos protagonistas de la historia del continente sin destacar sus puntos de vista y sus medidas contra los grandes propietarios, sus luchas por la redistribución de la gran propiedad y su pasión por la justicia social.
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Cristina Noble, Augusto Sandino, un jinete contra el imperio. Buenos Aires: Capital Intelectual S.A., 2007, p. 11.
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Simón Bolívar se enfrenta a los oligarcas A pesar de su origen mantuano, Simón Bolívar va superando los estrechos intereses de su clase, la cual defendía la gran propiedad territorial y los privilegios que de ella se desprenden, como por ejemplo la esclavitud, la servidumbre de los indígenas, los prejuicios antipopulares propios de los “ricos”. Su mentalidad no se corresponde a la del mantuanaje, del cual se deslinda al calor de la lucha emancipadora. Por eso la clase social a la cual pertenece no le perdona. Mientras dura la lucha por la independencia le apoya, siempre y cuando no afecte sus intereses económicos. En virtud de que la principal fuerza de trabajo en sus latifundios era la mano de obra esclava, los mantuanos se opusieron a los proyectos abolicionistas de Bolívar. Porque necesitaban a los indios en calidad de siervos, se opusieron a sus decretos de reparto de tierras y de nuevas condiciones de trabajo para ellos. Querían el poder político pero sin afectar las relaciones de producción predominantes. Anhelaban la independencia de España mas no deseaban alterar los beneficios que le aportaban sus grandes propiedades.
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Una vez concluida la independencia, al viejo “mantuanaje” se le unió una nueva “aristocracia de la lanza”, tan ambiciosa de propiedad, de esclavos y de siervos indígenas como la antigua, con la que se integró hasta hacer un solo bloque cuya única ambición era explotar a los negros y a los indios, acumular riquezas, y mantenerse en el poder para desde allí seguir acrecentando su fortuna a través de los nuevos caminos que se le abrían, entre ellos el peculado, las comisiones, los negocios con el gobierno, la banca, el comercio internacional, los lazos de familia.
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No se crea que, como nos lo quiere hacer ver cierta historiografía de ojos vendados, la oposición a Bolívar por parte de José Antonio Páez y Francisco de Paula Santander, por ejemplo, tiene carácter personal. Por supuesto que en todo hecho humano el elemento individual tiene alguna importancia en los conflictos, pero la razón profunda de la contradicción es de clase: una oligarquía integrada por antiguos y nuevos grandes propietario, enfrentada a un sector encabezado por Bolívar, quien había superado sus estrechos intereses de clase y ya comenzaba a defender los intereses de un pueblo que se había sacrificado en las batallas y que, una vez finalizada la contienda militar, seguía tan pobre y despreciado como antes. Por eso Bolívar fue vilipendiado, traicionado, condenado al exilio. Por eso sus planes fueron boicoteados y sus bienes confiscados. Por esa razón se le intentó matar en varias oportunidades. Al Libertador: Su clase social lo perseguía, como si hubiese sido un animal dañino. Solo porque no se había plegado a las ambiciones de los antiguos y nuevos gobernantes, porque había querido constantemente la libertad de los esclavos, la redención de los indígenas, la economía organizada racionalmente17 (Acosta Saignes 2002: 101).
Las propuestas de Bolívar socavaban el poder de la oligarquía, minaban las relaciones de producción sobre las que se fundaba la gran propiedad, le quitaban sus prerrogativas sobre la fuerza de trabajo esclava e indígena y atentaban contra la gran propiedad territorial. 17
Miguel Acosta Saignes, Dialéctica del Libertador. Caracas, Ediciones de la Biblioteca de la Universidad Central de Venezuela, 2002, p. 101.
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La libertad absoluta de los esclavos Bolívar decretó en junio de 1816, al regresar de Haití: “La libertad absoluta de los esclavos que han gemido bajo el yugo español en los tres siglos pasados”. Su única condición era que se enrolaran en el ejército patriota y junto con sus hermanos lucharan por la independencia. Luego, en julio del mismo año ratifica: “La naturaleza, la justicia y la política piden la emancipación de los esclavos”. En el Congreso de Angostura en 1819 dijo a los legisladores: “Yo imploro la confirmación de la libertad absoluta de los esclavos, como imploraría mi vida y la vida de la República”. En julio de 1821 formula la siguiente petición al Congreso de Cúcuta: El Congreso General (…) puede decretar la libertad absoluta de todos los (esclavos) colombianos al acto de nacer en el territorio de la República (…) Sírvase V.E. elevar esta solicitud de mi parte al Congreso de Colombia, para que se digne concedérmela en recompensa de la batalla de Carabobo, ganada por el Ejército Libertador, cuya sangre ha corrido solo por la libertad.
Luego, en el mensaje introductorio del proyecto de Constitución de la República de Bolivia (1825) señaló:
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He conservado intacta la ley de las leyes, la igualdad (…) A sus pies he puesto cubierta de humillación, a la infame esclavitud. Legisladores: la infracción de todas las leyes es la esclavitud. La ley que la conservara sería la más sacrílega. ¿Qué derecho se alegaría para su conservación? Mírese este delito por todos los aspectos y no me persuado que haya un solo boliviano tan depravado que pretenda legitimar
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la insigne violación de la dignidad humana. ¡Un hombre poseído por otro! ¡Un hombre propiedad! (…) ¡Dios ha destinado al hombre a la libertad!
Cada medida de Bolívar en materia social era mirada con recelo y antipatía por los oligarcas. Ni siquiera las conveniencias políticas del momento los hacían renunciar a sus intereses de clase. De inmediato desencadenaban toda su sabiduría legal para desnaturalizar cualquier medida popular o todo el poder de la molicie y la burocracia para entorpecerla. Los grandes propietarios –herederos de los conquistadores que les arrebataron sus tierras a los indígenas– y los nuevos dueños –usurpadores de los derechos de los soldados de la independencia y de los pequeños propietarios que se habían levantado– constituyen una sólida oligarquía, propietaria de los latifundios y de la mano de obra esclava que constituye la fuerza de trabajo que produce las riquezas. De allí que, cualquier decisión que tomara el Libertador con respecto a los esclavos, afectaba a la gran propiedad y en consecuencia sería adversada por los terratenientes y los políticos que les servían. Distribución de tierras entre los indígenas Otro tanto puede decirse de los decretos que promulgó Bolívar en contra de la servidumbre y el cobro de tributos a los indígenas y a favor de repartirles tierras, Deseando corregir los abusos introducidos (…) en la mayor parte de los pueblos de naturales (indígenas), así contra sus personas como contra sus resguardos y aun
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contra sus libertades, y considerando que esta parte de la población de la República merece las más paternales atenciones del gobierno por haber sido la más vejada, oprimida y degradada durante el despotismo español (20 de mayo de 1820).
Tales decretos son: 1. el de Cundinamarca (Colombia), del 20 de mayo de 1820; 2. el de Trujillo (Perú) del 8 de abril de 1824; 3. el del Cusco (Perú) del 4 de julio de 1825, y 4. el de Chuquisaca (Bolivia) del 14 de diciembre de 1825. El 20 de mayo de 1820 desde Cúcuta, Bolívar decreta la restitución de los resguardos comunales a sus legítimos propietarios:
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Artículo 1: Se devolverá a los naturales (indígenas), como propietario legítimo, todas las tierras que formaban los resguardos según títulos cualquiera que sea el que aleguen para poseerla los actuales tenedores. Artículo 3: Integrados los resguardos en lo que se les haya usurpado los jueces políticos repartirán a cada familia tanta extensión de terreno cuanto cómodamente pueda cultivar cada una teniendo presente el número de personas de que conste la familia y la extensión total de los resguardos. Artículo 12: Ni los curas, ni los jueces políticos, ni ninguna otra persona empleada o no, podrá servirse de los naturales de ninguna manera, ni en caso alguno, sin pagarles el salario que antes estipulen en contrato formal celebrado a presencia y con consentimiento del juez político. El que infringiere este artículo pagará el doble del valor del servicio hecho y los jueces políticos exigirán esa multa irremediablemente a favor del agraviado por la menor queja que tengan; cuando los jueces mismos sean los delincuentes, serán los gobernadores políticos los que exigirán la multa. Artículo 13: La misma disposición del artículo 12 comprende a las cofra-
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días cuyos ganados no pastarán en los resguardos si no pagan arrendamiento, ni serán guardados por los naturales si no del modo dicho en el artículo procedente. Artículo 14: Cesarán absolutamente desde este momento, como escandalosas y contrarias el espíritu de la religión, a la disciplina de la Iglesia y a todas las leyes, las costumbres de no administrar los sacramentos a los feligreses mientras no han pagado los derechos de cofradía y congrua, la de obligarlos a que hagan fiestas a los santos y las de exigirles derechos parroquiales de que están exentos los naturales por el estipendio que da el Estado a los curas. Los curas que contravinieren este artículo, continuando los mismos abusos, sufrirán el rigor de las leyes en juicio severo, y al efecto los jueces políticos velarán la conducta de los curas para dar cuenta al gobierno de la menor falta que noten de esta parte y que se provea lo que corresponde. Artículo 15: Los naturales, como los demás hombres libres de la República, pueden ir y venir con sus pasaportes, comerciar sus frutas y efectos, llevarlos al mercado o feria que quieran y ejercer su industria y talentos libremente, del modo que ellos elijan sin que se les impida. Artículo 16: El presente Decreto no solo se publicará del modo acostumbrado sino que los jueces políticos instruirán de su contenido a los naturales, instándolos a que representen sus derechos aunque sea contra los mismos jueces y que reclamen cualquier infracción que se cometa.
Desde Bogotá, el 16 de enero de 1821, Bolívar exige que se respete la propiedad, “…que se ampare a estos indios (…) para que no se les estreche en sus heredades, y por el contrario se les ensanche cuanto sea necesario. Siendo esta la voluntad del Gobierno porque así lo exige la justicia”. Insiste, el 12 de febrero de 1821, en que el propósito del Estado es “hacer entrar a los indios en posesión de sus territorios
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y procurarles una cómoda y fácil subsistencia”. Conmina al destinatario a que “En cualquier caso de duda, consulte Ud. el interés y ventaja de los indios”. El espíritu de estas leyes y decretos es mantenido por Bolívar a lo largo de toda su vida. El 8 de abril de 1824 decreta en la ciudad peruana de Trujillo repartos de tierras entre los indígenas. Este histórico decreto se inicia advirtiendo “la decadencia de la agricultura de estas provincias”, que el Libertador atribuye principalmente al desaliento con que se labran las tierras por hallarse la mayoría de ellas en “posesión precaria o en arrendamiento” Bolívar ordena (art. 2) que sean vendidas las tierras pertenecientes al Estado, pero excluye de la venta las tierras “que tienen en posesión los denominados indios”, antes bien los declara “propietarios”; (art. 3) que se repartan las tierras “llamadas de comunidad” entre todos los indios que no gocen de alguna otra suerte de tierra, quedando dueños de ellas; (art. 4) que el reparto de tierras se haga de modo justo, asignándole más terrenos al indígena casado y con familia que al que no lo sea; ( art.5) asimismo dispone que “…en la mensura de los terrenos deberán considerarse las circunstancias de cada provincia y las tierras que con perjuicio de unos indios se hubiere dado a otros en vía de posesión”. En el decreto del 4 de julio de 1825, en la ciudad de Cusco en Perú, Bolívar amplía aquellas disposiciones y declara que para siempre los indios quedaban exentos de cualquier clase de servicio personal obligatorio. Al respecto, explica Daniel Florencio O’Leary (1801-1854) en sus Memorias:
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El trabajo de la mita que desde el año anterior había abolido, no era la única carga bajo la cual gemía el indio miserable; un sinnúmero de injusticias le opri-
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mían y cualquiera de ellas hubiese bastado a abrumarle. El corregidor, el cura, el agricultor, el minero, el mecánico, todos y cada uno de ellos eran sus opresores, obligándole a cumplir los contratos más onerosos y fraudulentos; la vida para él era una maldición bajo tamaña servidumbre; hasta los consuelos de la religión se le vendían a precio de oro. Pero en defensa de los indios impuso el Libertador su autoridad expidiendo decretos para extirpar tantos abusos; prohibiendo bajo las penas más severas que se les emplease en ningún trabajo sin que precediese un ajuste libremente estipulado. En las obras públicas de utilidad general, en que hasta entonces habían sido ocupados indios exclusivamente, ordenó que los demás ciudadanos compartiesen con ellos la carga por iguales partes, y que cesasen las extorsiones a que antes se les habían compelido18.
Pero el Libertador no se queda allí: el 14 de diciembre de 1825, en la ciudad boliviana Chuquisaca, Bolívar decreta la distribución de tierras para los indígenas, entre los considerando establece: 1º Que a pesar de las disposiciones de las leyes antiguas nunca se ha verificado la repartición de las tierras con la proporción debida; 2º Que la mayor parte de los naturales han carecido del goce y posesión de ellas; 3º Que mucha parte de dichas tierras, aplicables a los llamados indios, se hallan usurpadas con varios pretextos; 4º Que el uso precario que se les concedió en el gobierno español ha sido sumamente perjudicial a los progresos de la agricultura y a la prosperidad del Estado. 18
En Alfonso Rumazo González, Ideario de Simón Bolívar. Caracas, Ministerio del Poder Popular para la Educación, 2008, p. 120.
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En virtud de lo antes dicho Bolívar decreta: 1º Que se ponga en ejecución lo mandado en los artículos 3º, 4º y 5º del decreto dado en Trujillo a 8 de abril de 1824 sobre repartición de tierras de comunidad. 6º Cada indígena, de cualquiera sexo o edad que sea, recibirá un topo de tierra en los lugares pingües y regados. 7º En los lugares privados de riego y estériles, recibirán dos topos (un topo equivale a legua y media) 8º Los indígenas que fueron despojados de sus tierras en tiempo del gobierno español para recompensar con ellas a los llamados pacificadores de la revolución del año 14, se les compensará en el repartimiento que se haga de las tierras de comunidad con un tercio más de terreno que el que se asigne a los demás que no hayan experimentado este perjuicio. 9º Que la propiedad absoluta, declarada a los denominados indios en el artículo 2º del citado decreto, se entienda con la limitación de no poderlos enajenar hasta el año 50 y jamás en favor de manos muertas (la Iglesia), so pena de nulidad.
Esta última precaución no era infundada pues la iglesia era propietaria de latifundios a lo largo y ancho de toda América del Sur. Por ejemplo: “En 1854 un viajero extranjero consigna que los conventos poseían casi la mitad de la propiedad raíz en Bogotá (Patiño)”. En fin, para Bolívar los indígenas eran ciudadanos a quienes debía otorgársele él derecho al uso y disfrute de la propiedad, para Guillermo Figallo:
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La declaración de que los indios son propietarios individualmente de las tierras que poseen reviste gran importancia, pues establece el principio según el cual la posesión equivale al título de propiedad y que ésta implica la libertad de disponer del bien sin limitación alguna (…) Bolívar no consideró a los indios ocupantes precarios sino implícitamente legítimos poseedores y propietarios (…) Además, Bolívar afirma el derecho de los indios como condóminos a la justa partición de dichas tierras en parcelas familiares. De manera que mientras no se ejecutara la partición ordenada, el conjunto de indios continuaba teniéndolas en propiedad. Finalmente, es de verdad notable que Bolívar concibiera como postulado jurídico que las tierras debían ser adjudicadas de preferencia a quienes las trabajaban tanto si se trataba de los indios como de cualquier otra persona (…) En síntesis, puede concluirse que la legislación bolivariana sobre reparto de tierras y derechos de los indios estaba orientada a una transformación de la estructura agraria de la América andina basada en la difusión y consolidación equilibrada de la pequeña propiedad campesina y de la mediana propiedad directamente conducida, libres de trabas feudales, para detener el latifundio y elevar la producción y productividad agropecuarias.
Esta normativa bolivariana que restituye el derecho de propiedad a sus dueños originarios es mal vista y adversada por los oligarcas. Los indios no tienen propiedades. La tierra es de los gamonales, los estancieros y los mantuanos aunque Bolívar diga lo contrario y se haya atrevido a decretarlo. Pero a quién le importan las circulares y los papeles. Total, esos indios no saben leer ni escribir. Por tanto, los decretos de Bolívar serán, también, letra muerta.
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Distribución de propiedades entre los soldados libertadores Algo similar ocurrió con los decretos de Bolívar tendentes al fomento de la pequeña y mediana propiedad privada como recompensa a los servicios prestados a favor de la República. De fecha 10 de octubre de 1817, el decreto estableció la Ley de Repartición de Bienes Nacionales: Considerando que el primer deber del Gobierno es recompensar los servicios de los virtuosos defensores de la República, que sacrificando generosamente sus vidas y propiedades por la libertad y felicidad de la patria, han sostenido y sostienen la desastrosa guerra de la Independencia, sin que ni ellos ni sus familiares tengan los medios de subsistencia; y considerando que existen en el territorio ocupado por las armas de la República, y en el que vamos a libertar, poseído hoy por los enemigos, multitud de propiedades de españoles y americanos realistas, (…) que deben secuestrarse y confiscarse, he venido en decretar y decreto lo siguiente: Artículo 1: Todos los bienes raíces e inmuebles, (…) que se han secuestrado y confiscado, o deben secuestrarse y confiscarse, y no se hayan enajenado ni puedan enajenarse a beneficio del erario nacional, serán repartidos y adjudicados a los generales, jefes, oficiales y soldados de la República. Artículo 4º: Si hecho el cómputo del valor de las propiedades partibles, no alcanzare éste a cubrir todas las partes, el Gobierno ofrece suplir la falta con cualesquiera otros bienes nacionales y principalmente con las concesiones de terrenos baldíos.
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En el artículo 7 Bolívar, en actitud francamente cooperativista, prevé que “El Gobierno cuidará de que las particiones se hagan del modo más conforme a los intereses de todos, para lo cual podrán acomunarse o acompañarse muchos, y solicitar se les conceda tal finca”.
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El mayor contingente de militares de las filas patriotas lo conformaba gente del pueblo sin bienes ni propiedades; por consiguiente, era justo que esta gente que arriesgaba su vida por la República fuera recompensada con un patrimonio apropiado del que pudiese valerse para vivir dignamente una vez finalizada la contienda. Pero, si los decretos de Bolívar a favor de los esclavos y los indios fueron letra muerta, sus decretos en pro del reparto de tierras entre el pueblo que luchaba por la independencia se convirtieron en letras de cambio. Muchos oficiales provenientes de la oligarquía y los militares arribistas que procedían de las clases bajas y medias querían consolidarse como latifundistas y grandes propietarios. Compraron los títulos de propiedad a los soldados y militares pobres, y se quedaron con sus tierras. Así surgió una nueva oligarquía, tan enemiga de Bolívar y sus sueños de justicia social como lo era la vieja clase de hacendados y ricos a los que Bolívar, con su pasión de igualdad, había enfrentado a pesar de su origen social. De haberse respetado los decretos de Bolívar en defensa de la propiedad comunal (los resguardos) de los indígenas, eliminada la servidumbre, abolida la esclavitud, repartido las tierras entre los militares que lucharon por la independencia, entonces la distribución de la propiedad y de las riquezas en América Latina habría sido más equitativa y justa y, en consecuencia, habría más prosperidad y estabilidad. Si en lugar de esa concentración de la propiedad en manos de unos pocos se hubiera respetado el espíritu de las leyes bolivarianas en relación con la propiedad
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tendríamos –en vez de una inmensa masa de trabajadores empobrecidos y descontentos, explotados y burlados por unas minorías codiciosas y mezquinas– un continente con una población próspera, conformada por pequeños y medianos propietarios, y por gente “…con capacidad de asociarse del modo más conforme a los intereses de todos, para lo cual podrán acomunarse o acompañarse muchos”. Simón Rodríguez: “Cuidar de todos, sin excepción” “Don Simón Rodríguez era un verdadero reformador, cuyo puesto estaba al lado de Owen, de Saint-Simón y de Fourier”, esto lo dice J. V. Lastarria, quien conoció a Simón Rodríguez en casa de Andrés Bello. Sin duda, Simón Rodríguez tuvo afinidad con el socialismo y como socialista se opuso a la gran propiedad privada. En alegato contra los grandes propietarios decía: “…el país no es, ni será jamás, propiedad de una persona, de una familia, ni de una jerarquía, ante familias y jerarquías que se creen dueñas no solo del suelo sino de sus habitantes”. Y agregaba: “No es país libre el que teme la desigualdad de derechos, ni próspero el que cuenta millones de miserables. No hay libertad donde hay amos, ni prosperidad donde la casualidad dispone de la suerte social”.
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Explica que “En toda ocupación (…) en toda empresa, ha de regir la idea de la sociabilidad”. Y es que para nuestro Robinson la propiedad debía tener un fin social y estar sometida al control de las autoridades. Se oponía a las grandes empresas que aprovechándose de la libre competencia acababan con sus pequeños y medianos competidores. Fue un adelantado en contra de los monopolios. Enfatizaba: “Nadie tiene derecho para arruinar la industria ajena por establecer
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la suya”. Asimismo, denuncia las perversiones del modo de producción y distribución predominante, el cual propiciaba el atraso de nuestras naciones, afirma: “En el sistema antieconómico (…) de concurrencia o de oposición, el productor es la víctima del consumidor, y ambos lo vienen a ser del capitalista especulador”. A los que ya para entonces sacralizaban el derecho a la propiedad les recrimina su deseo de …convertir la usurpación en posesión natural o civil; la posesión, en propiedad y, de cualquier modo, gozar con perjuicio de terceros, sea quien fuere el tercero, a título de legitimidad (y la legitimidad es un abuso tolerado), todo en virtud de enredos evasivos, dilatorios y otros, de juicios posesorios, petitorios, y otros.
Simón Rodríguez critica el espíritu de codicia de los propietarios que olvidan la justicia social, El deseo de enriquecerse ha hecho todos los medios legítimos y todos los procedimientos legales; no hay cálculo ni término en la Industria – el egoísmo es el espíritu de los negocios y los negocios la causa de un desorden que todos creen natural y de que todos se quejan.
Agrega: La práctica de las naciones cultas, que amparan en la actual posesión y protegen la propiedad de cosas mal adquiridas, mal transmitidas y mal empleadas, por leyes que atienden más al por conviene que al porque es justo.
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Pero no sólo se enfrenta a los oligarcas sino que propone alternativas para sustituir la propiedad privada de los medios de producción por la propiedad social de dichos medios. Nos decía: Si los americanos quieren que la revolución política (…) les traiga verdaderos bienes, hagan una revolución económica (…) Venzan la repugnancia a asociarse para emprender y el temor de aconsejarse para proceder. Formen sociedades económicas que establezcan escuelas de agricultura y maestranzas (…) Designen el número de aprendices, para que los maestros no hagan de sus discípulos sirvientes domésticos. No consientan que el comercio asalarié por su cuenta a los obreros, para reducirlos a la condición de esclavos.
Insiste –y esto es sumamente importante como medida para romper la espina dorsal de la gran propiedad territorial mediante la redistribución de la tierra– en que “La intención no era (como se pensó) llenar al país de artesanos rivales o miserables, sino instruir y acostumbrar al trabajo para hacer hombres útiles, asignarles tierras y auxiliarlos en su establecimiento”.
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Expresa de una manera muy particular su noción de la lucha de clases: “No hay simpatía verdadera sino entre iguales. Simpatizan en apariencia los Súbditos con los Superiores, porque el que obedece protege las ideas del que manda; pero la antipatía es el Sentimiento natural de la Inferioridad, que nunca es agradable”. También dice metafóricamente: “…por mucha razón que tenga un pastor para vender sus ovejas al carnicero, ellas tendrán mucha más para escaparse, y harían muy bien en defenderse si pudieran”.
capítulo iii. contra la gran propiedad
Simón Rodríguez insiste en que la propiedad no es asunto exclusivo de los propietarios y los comerciantes, sino que debe estar puesta al servicio social; por consiguiente, el Estado debe establecer controles en defensa de los ciudadanos y el bien común. La noción de propiedad no puede estar al margen de la ética. Todos los que compran y venden son comerciantes; pero los gobiernos deben considerar el comercio de otro modo que el mercader. El mercader observa las necesidades, y para satisfacerlas calcula sus ganancias. El gobierno considera las conveniencias económicas, morales y políticas del comercio, para no exponer los intereses del productor, del consumidor y del propagador mismo19.
Simultáneamente, con su propuesta de “socialización” de la economía desarrolló visionariamente sus puntos de vista contra la alienación. Decía: “La división del trabajo, en la confección de las obras, embrutece a los obreros. Si por tener tijeras superfinas y baratas hemos de reducir al estado de máquinas a quienes las hacen, más valdría cortarnos las uñas con los dientes”. Simón Rodríguez cuestiona a la gran propiedad, la cual desde las naciones imperiales avasalla a las naciones pobres, perjudica su economía y le hace daño a la población. No se come el cuento de que las metrópolis realizan una misión “civilizatoria”:
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En Alfonso Rumazo González, Ideario de Simón Rodríguez. Caracas, Fundación Editorial El Perro y la Rana, 2008.
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No sé lo que entienda por civilización el que habla de pueblos civilizados, tal vez creerá que deban reputarse por tales, porque son cultos, ilustrados o sabios. Tal vez tomará por prosperidad la preponderancia que adquieren algunas naciones en masa a costa de la conveniencia individual20.
Simón Rodríguez fue un profundo crítico de las depravaciones de la propiedad privada, de los males inherentes a la gran propiedad. Vislumbró el camino a seguir para superar el sistema económico basado en la explotación. Nos enseñó que la alternativa era eso que él en aquella época él llamaba “socialización”, y que hoy nosotros llamamos “socialismo”, donde “debemos emplear medios tan nuevos como es nueva la idea de ver por el bien de todos”, donde la misión del gobierno sea “cuidar de todos, sin excepción para que (…) cuiden de sí mismos después, y cuiden de su gobierno”. ¡Excelente definición de socialismo! y los socialistas seguimos luchando por el mismo propósito: cuidar de todos, sin excepción. Antonio José de Sucre: “Tierras de comunidad repartible a los naturales” Antonio José de Sucre, siendo presidente de Bolivia, se opuso al acaparamiento de minas por parte de los monopolios; en la “Carta al secretario general del Libertador”, fechada el 10 de noviembre de 1825, expresó: “Yo creo que tanto para la felicidad de las rentas, como para el provecho del país y la seguridad del gobierno, sería conveniente prohibir la venta de todas las minas a una sola compañía”.
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20 En Ídem.
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También prohibió las usurpaciones de las tierras indígenas, se planteó el rescate de la propiedad comunal y el reparto de tierras entre las comunidades originarias. “Los pueblos indios prefieren ser gobernados por el sistema anterior al de la constitución española y por lo tanto mandan que V.S. comunique las órdenes necesarias para que se restablezca aquel sistema puesto que ellos lo desean” (12 de octubre de 1820). En este sentido ordenó Que los gobernadores de los cantones (…) formen un cómputo de las tierras de comunidad repartible a los naturales, para saber si después de dada a cada uno la cantidad de tierras que determinen los artículos 5, 6, 7 y 8, quedan algunas sobrantes y cuántas son, para que el gobierno determine sobre ellas, bien haciendo alguna repartición o bien aplicándolas a establecimientos en beneficio de los mismos pueblos21.
Efectivamente, en lo que respecta a la propiedad de la tierra, Sucre estableció las normas que debían cumplir los indígenas para solicitar la dotación o consolidación de sus terrenos y, con ese objetivo, por Ley del 27 de septiembre de 1826, señaló de manera terminante que “el indígena que quiera adquirir en perpetuidad los terrenos que hoy ocupa y otros baldíos, podrá pedirlos por escrito ante el Gobernador de su provincia”, sin necesidad de recurrir a las autoridades burocráticas centralizadas y evitando de esa forma trámites dilatados y engorrosos. La dotación de esos terrenos sería naturalmente gratuita. 21
Circular a los presidentes de los departamentos, 26 de noviembre de 1825.
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En virtud del enorme poder de la Iglesia –dueña de latifundios y de esclavos, aunado a la prerrogativa de someter a los indios a condiciones de servidumbre con sus correspondientes abusos– el Mariscal dispone una serie de medidas, entre ellas, en 1826, la prohibición de obligar a los indígenas a pagar las fiestas religiosas. No puede Ud. pensar las infamias que hacían los curas para exigir a los indios el pago de estas fiestas; llegaba el caso de que cuando un pobre no podía pagar los cincuenta o cien pesos de su fiesta, le quitaban una hija, la más bonita, para venderla al uso del primero que pagara (…) Estoy convencido de que (a los curas) no les satisface sino dejarles sus inmunidades, las riquezas todas del país, y aun creo que sería preciso entregarles el Gobierno mismo para que fueran bien contentos.
Sucre se enfrentó a los detentadores de la gran propiedad: a los dueños de las minas, a los latifundistas. Respaldó a los trabajadores, a los indígenas, a los más pobres. Afirmó la necesidad de acabar con el trabajo gratuito a que eran sometidos los indígenas. Impuso, siguiendo a Bolívar, la práctica del pago del trabajo en dinero y dictó la orden suprema de fecha 17 de julio de 1826, por la cual dispuso que “el soldado que tome a cualquier indio o lo ocupe, sea en lo que fuese, sin pagarle, será castigado con 200 palos”, enérgica medida que mostraba la decisión con que se quería aplicar el nuevo régimen de producción.
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Éste es el Sucre que nos quieren ocultar, el revolucionario que fue asesinado en Berruecos por representantes de las mismas oligarquías que hoy pretenden emboscar nuestros anhelos de justicia y redención.
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Ezequiel Zamora: “Oligarcas, temblad” En Venezuela, el “General del Pueblo Soberano”, Ezequiel Zamora (18171860), movilizado por profundos ideales de justicia, lideriza una revolución campesina que intenta acabar con las desigualdades sociales y repartir equitativamente las tierras entre quienes la trabajan: La propiedad es un robo cuando no es consecuencia del trabajo. No es lo mismo la propiedad del Marqués de Pumar que las propiedades de los vegueros de El Totumal; en una tiene que haber robo, porque cómo consiguieron estas tierras los señores del Pumar y como las consiguieron nuestros amigos compañeros, los vegueros de El Totumal; es una cosa que tenemos que averiguar (…) La tierra no es de nadie, es de todos en uso y costumbres, y además, antes de la llegada de los españoles (los abuelos de los godos de hoy) la tierra era común, como lo es el aire, el agua y el sol (…) La propiedad del pueblo se respeta, es sagrada, lo que debe secuestrarse son los bienes de los ricos porque con ellos hacen la guerra al pueblo (…) Venezuela no será patrimonio de ninguna familia ni persona (…) Luchamos para proporcionar una situación feliz a los pobres (…) Los pobres nada tienen que temer, no tienen nada que perder, que tiemblen los oligarcas, no habrá ricos ni pobres, la tierra es libre, es de todos. No habrá pobres ni ricos, ni esclavos ni dueños, ni poderosos ni desdeñados, sino hermanos que sin descender la frente se traten bis a bis, de quien a quien (…) todo con el propósito de infundir a la tropa amor al pueblo y odio a los ricos, aunque fueran liberales22. 22
Federico Brito Figueroa, Tiempos de Ezequiel Zamora. Caracas, Fondo Editorial Lola Fuenmayor de la Universidad Santa María, 1986.
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Zamora recoge el descontento de los campesinos, a quienes la oligarquía goda les había arrebatado las tierras. Partiendo de la premisa de que “los explotados forman parte de una sola familia”, enarbola la consigna “Tierra y hombres libres”, y lanza el grito que aún hoy infunde miedo a los enemigos de la igualdad social: “Oligarcas, temblad, viva la libertad”. Entre las medidas de orden práctico que impulsa Ezequiel Zamora están las siguientes: 1. Prohibición del pago de rentas por el cultivo de la tierra con lo cual, en los hechos, les estaba cediendo la propiedad a los jornaleros y limitando el derecho a la propiedad a los latifundistas, quienes le demandan y combaten por atentar contra sus intereses.
2. Confiscación de las tierras de los latifundistas para distribuirlas entre los campesinos, medida dirigida no sólo contra los terratenientes del partido enemigo sino contra todos los terrófagos, fuesen del bando que fuesen. Unas pocas familias descendientes de la antigua oligarquía criolla, y unos cuantos caudillos salidos de la guerra de Independencia reunieron en sus manos inmensas propiedades y sometieron a la explotación y al desprecio a los campesinos. El ejército dirigido por Zamora se proponía acabar con esta oligarquía. Proclama la necesidad de “Confiscar tierras para distribuirlas después (…) Para eso hay que hacer la revolución”.
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3. Aniquilación del peonaje y la tienda de raya, ya que este sistema convierte a los campesinos en una suerte de siervos de la gleba atados de por
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vida a las haciendas por medio de un régimen de trabajo y deudas que los mantiene en la miseria. Sustitución de estas inicuas relaciones de producción por otras, basadas en la justicia social. En efecto, los esclavos liberados en 1854 se encontraron sin tierras, sin instrumentos de trabajo y sin ayuda para incorporarse activamente a la vida económica. Estos ex esclavos, ahora convertidos en peones, tuvieron que permanecer al servicio de sus antiguos amos, quienes fijaron los salarios y las condiciones de trabajo a su antojo. Frente a esta situación, Zamora predica: No haya más un veguero esclavo o medio esclavo (…) El veguero también es un esclavo, tan esclavo como lo era el negro Mindonga o Manuel Camejo hasta el decreto de marzo de 1854 (…) Los indios sin sus resguardos y tierras de comunidad también son esclavos. La papeleta de libertad sin libertad económica lleva a los manumisos nuevamente al botalón del amo23.
4. Creación de espacios comunales para el usufructo de toda la población. “Cinco leguas de tierra a la redonda y por los cuatro puntos cardinales” para uso común de los habitantes de cada pueblo, villa o caserío. Con ello promovía la estructuración de una mentalidad y una praxis orientada al bien común. 5. Incluso algunos decretos parecen más un acto de amor y de preocupación por los niños y niñas desposeídos que unas medidas de carácter político: “Que los amos del hato empotren diez vacas paridas, de modo permanente, 23
Ídem.
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en las tierras del común, para suministrar diariamente y de modo gratuito, una botella de leche a los hogares pobres”24. Todo ello iba a generar un certero golpe contra la gran propiedad territorial y las relaciones sociales de producción que allí se desarrollan. Tal como lo explica Luis Britto García, guionista de la excelente película Zamora, dirigida por Román Chalbaud: Tales consignas plantean una transformación total del modo de producción: el paso de la propiedad privada sobre hombres y tierras detentadas por una clase minoritaria, a la propiedad colectiva o bien en pequeñas parcelas trabajadas por hombres libres en su propio beneficio25.
Esto significaba un lanzazo dirigido al corazón de los grandes propietarios y por ello Zamora es traicionado por representantes de la oligarquía de su propio partido. Muere asesinado por la espalda. “Zamora tenía bajo su mando, al momento de su muerte, a 23.500 soldados de los tres ejércitos federales que lo habían reconocido como Jefe. Luego de Santa Inés, la oligarquía caraqueña inició planes urgentes para huir hacia las Antillas”26. Los federalistas llegan al poder sin Zamora, es decir, sin propuestas sociales. Las consignas que había enarbolado no se convierten en programa de gobierno. Los luchadores campesinos que le siguieron perdieron al líder de una revolución que se planteaba liquidar la gran
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Luis Britto García, “Zamora socialista”, en Nuestro rol ante la historia. Caracas, PSUV, Cuaderno de Formación Ideológica, N° 1, 2010, p. 22. Ídem.
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propiedad territorial y transformar las relaciones de producción basadas en la injusticia. El grito de guerra de Zamora contra los oligarcas retumba en el corazón de todos los explotados de América que combaten la gran propiedad. Frente a esta gran propiedad territorial –que ha generado baja productividad de los suelos, pobreza de los jornaleros, mayor dependencia alimentaria en relación con las metrópolis– el pueblo campesino lucha por trabajo, mejoras salariales y establecer distintas formas de propiedad social y comunitaria. Los “sintierra” de Brasil, los “cholos” de Bolivia y Perú, los “rotos” de Chile, los “espalda mojada” de México, los desheredados de todos los países han comenzado a preguntarse por qué unos cuantos se han apoderado de inmensos territorios, por qué la tierra no ha de ser para quien la trabaja. Luchan por destruir la gran propiedad territorial y suplantarla por la pequeña propiedad privada o por el rescate de formas comunales o sociales de propiedad. En palabras del cantautor Daniel Viglietti con la canción “A desalambrar”: Yo pregunto a los presentes si no se han puesto a pensar que esta tierra es de nosotros y no del que tenga más… Yo pregunto si en la tierra nunca habrá pensado usted que si las manos son nuestras es nuestro lo que nos den…
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Esta lucha contra la gran propiedad tiene importantes antecedentes en los distintos movimientos sociales que por el rescate de las tierras comunales y en pro de la redistribución de la propiedad se ha dado a lo largo de toda la historia de América Latina y el Caribe. Como hemos visto, muchos personajes de la historia cuyo aporte ha sido desfigurado por la historiografía antipueblo nos han indicado el camino a seguir. Propiedad y poder Del mismo modo como se ha luchado contra la gran propiedad de la tierra, la lucha ha estado dirigida, también, contra la gran propiedad en otras áreas de la economía. En América Latina los grandes propietarios han controlado todos los poderes públicos. Los gobernantes han sido sus marionetas. Los congresistas sus amanuenses. Los jueces sus cómplices. El ejército y la policía sus perros bravos. El poder electoral, cuando lo hay, no es más que el instrumento de sus designios. Igualmente, los medios de comunicación, voceros de sus intereses de clase y de su odio por los humildes, manipulan, mienten, desfiguran, ocultan, adoctrinan. Y el aparato escolar, especialmente la universidad, se ha convertido en el gran productor de ideología que, por medio de un “currículo oculto”, reproduce los valores y prejuicios que favorecen los intereses de las oligarquías y dificulta que se devele su carácter antinacional, antiecológico, antipopular e incluso ineficaz, si nos regimos por parámetros exclusivamente administrativos y económicos.
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Resulta vergonzoso observar cómo los grandes propietarios asumen que las naciones latinoamericanas son sus haciendas o empresas privadas. Los ciu-
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dadanos, sus peones u obreros. Los políticos, sus caporales y gerentes. Y los revolucionarios que se le oponen, forajidos que pretenden robarles lo que es de su exclusiva propiedad: la riqueza de la nación, sus recursos naturales, los grandes contratos, las ganancias exorbitantes, el lujo y el bienestar. Ésa es la razón por la que combaten a cualquier gobierno de corte nacionalista, progresista o socialista: el miedo a perder sus grandes propiedades y sus canonjías. Cualquier otro argumento no es más que sofisma. Pura argucia y superchería para ocultar los verdaderos motivos del lobo capitalista y terrófago que se alimenta del despojo que hace a las mayorías. Ésta es la verdadera causa del golpe de Estado propinado contra el gobierno democrático de Jacobo Arbenz en Guatemala (1951 y 1954), el cual propuso impulsar la reforma agraria que consistía en expropiar tierras ociosas de grandes latifundistas para poder darlas en usufructo a quienes no las tuvieran, en una nación donde la gran propiedad territorial estaba en manos de los terratenientes nacionales y estadounidenses, sobre todo de la United Fruit Company. Con la reforma agraria Arbenz firmó expropiaciones que alcanzaban medio millón de hectáreas ociosas, lo que significó que 500 mil campesinos se vieran beneficiados, otorgándoseles (para fomento del mercado interno) créditos por 18 millones de dólares. El producto bruto, el consumo personal y la importación de maquinarias (tres rubros en ascenso) demostraban la eficacia del plan. Los oligarcas nacionales y las compañías extranjeras se opusieron a las medidas, las cuales fueron catalogadas de “comunistas”. No obstante, Arbenz, acusado de seguir una doctrina comunista, en realidad impulsaba reformas más moderadas que las leyes norteamericanas que estaban vigentes para entonces.
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Lo que era bueno para el agricultor estadounidense no lo era para el desheredado guatemalteco. Pero lo más escandaloso es que todos los miembros del gobierno norteamericano y de la CIA que decidieron que tales medidas eran “comunistas” estaban ligados económicamente en forma directa a la United Fruit Company, lo que en cualquier litigio se llama conflicto de intereses grave. Nadie investigó al director de la CIA, Allen Dulles, quien había sido abogado de dicha empresa. Nadie dijo que La United Fruit era de las mismas familias que dirigían la CIA en esos momentos. Además, nadie averiguó acerca de la relación de los latifundistas con la mafia estadounidense, la cual no quería ver en peligro su patio trasero para el “lavado de dólares”. Desde los Estados Unidos, el 19 de febrero de 1954, la CIA comienza la “Operación Washtub”, un plan para plantar armas soviéticas falsas en Nicaragua que demostrarían los nexos de Guatemala y Moscú. En mayo de 1954, armas checoslovacas arriban secretamente a Guatemala a bordo del barco sueco Alfhem. El manifiesto del buque está falseado asimismo como su carga. Estados Unidos toma esto como prueba irrefutable de los nexos de Arbenz con los soviéticos. Los checoslovacos suministraron un arsenal de armas nazis de la Segunda Guerra Mundial por un pago efectivo hecho por la CIA.
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El teniente coronel guatemalteco Carlos Castillo Armas invadió su propio país con tropas pertrechadas por Estados Unidos. La invasión fue respaldada por cuatro aviones norteamericanos. La noche del 27 de junio de 1954, Arbenz fue obligado a renunciar a la presidencia y a exiliarse. En su discurso antes de abandonar el país dijo:
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Ellos usaron el pretexto del anticomunismo (…) La verdad es muy diferente. La verdad se encuentra en los intereses comerciales de la United Fruit Company y otros monopolios que han invertido dinero en Latinoamérica y temen que el ejemplo de Guatemala podría ser seguido por otros países latinoamericanos. Yo fui elegido por la mayoría de la población de Guatemala, pero he tenido que lidiar con condiciones difíciles. La verdad es que la soberanía de un pueblo no puede ser defendida sin los materiales económicos necesarios27.
El golpe de Estado contra Arbenz y el pueblo trabajador guatemalteco además de permitir mantener intacta la gran propiedad extranjera y nacional inauguró un prologado periodo de décadas de terror sangriento contra trabajadores, campesinos pobres y estudiantes que dejó un saldo de cuando menos 200 mil asesinatos y desaparecidos políticos. Algo similar ocurrió en Chile durante el gobierno democrático de orientación socialista de la Unidad Popular (1970-1973) liderizado por Salvador Allende (1908-1973). Éste, en uno de sus discursos (5 de noviembre de 1970), anunció medidas contra el gran capital criollo e internacional: Acabaremos con los monopolios, que entregan a unas pocas docenas de familias el control de la economía. Acabaremos con un sistema fiscal puesto al servicio del lucro, y que siempre ha gravado más a los pobres que a los ricos; que ha concentrado el ahorro nacional en manos de los banqueros y su apetito de enriquecimiento. Vamos a nacionalizar el crédito para ponerlo al servicio de la prosperidad nacional 27
Disponible en http://www.afehc-historia-centroamericana.org/index.php?action=fi_ aff&id=2087
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y popular. Acabaremos con los latifundios, que siguen condenando a miles de campesinos a la sumisión, a la miseria, impidiendo que el país obtenga de sus tierras todos los alimentos que necesitamos. Una auténtica reforma agraria hará esto posible. Terminaremos con el proceso de desnacionalización, cada vez mayor, de nuestras industrias y fuentes de trabajo, que nos somete a la explotación foránea. Recuperaremos para Chile sus riquezas fundamentales. Vamos a devolver a nuestro pueblo las grandes minas de cobre, de carbón, de hierro, de salitre. Conseguirlo está en nuestras manos, en las manos de quienes ganan su vida con su trabajo y que están hoy en el centro del poder28.
Lo demás es historia conocida: sabotaje económico, guerra comunicacional, intervención de la CIA, golpe de Estado, torturas, asesinatos en masa, persecuciones, dictadura, chicago boys, impulso del sistema neoliberal, asesinos que se pasean libremente por las calles, mayor concentración de las riquezas, historia que no absuelve. Repito, los grandes empresarios no sólo son enemigos de los socialistas sino también de los medianos y pequeños empresarios, de los propietarios comunitarios y sociales, de los trabajadores en general, de los gobiernos nacionalistas y soberanos, del planeta y sus recursos, del futuro inmediato de la humanidad. Esto debiera ser evidente para todo aquel que quisiera analizar este tema de manera objetiva.
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Salvador Allende, La vía chilena al socialismo. Caracas, Ministerio del Poder Popular para la Comunicación y la Información, 2009, pp. 33-34.
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El mundo es como una inmensa balanza. De un lado, un pequeño grupo de familias insaciables movidas por la codicia; del otro, el resto de la humanidad, víctima de su ambición e inconsciencia. Por tanto, la pregunta fundamental es la siguiente: ¿Qué intereses defendemos, los de una minoría indolente y depredadora que actúa en contra del resto de la humanidad, o los de la población mayoritaria de cada país y el mundo? Casi es una cuestión de matemáticas.
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Aproximaciones
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José Gregorio Linares
Utopía osible p colección
CAPÍTULO IV
El antidogmatismo
Yo no soy marxista. Carlos Marx La pregunta curiosa sigue al dogma, y el dogma que vive de autoridad, muere de crítica. La idea nueva se abre paso. José Martí No pretendemos implantar en nuestro medio, copias serviles de revoluciones hechas por otros hombres en otros climas. En algunos puntos no comprendemos ciertas transformaciones, en otros nuestro pensamiento es más avanzado. Julio Antonio Mella
El socialismo no es una doctrina cerrada: José Carlos Mariátegui, Julio Antonio Mella, Ernesto Che Guevara El antidogmatismo es otro de los principios fundamentales en el proceso de construcción del nuevo socialismo. Nos oponemos, parafraseando a José Carlos Mariátegui, a quienes están “…más preocupados de la rigidez del dogma que de la eficacia y la fecundidad de la acción (…) a las mentalidades dogmáticas que quieren petrificar e inmovilizar la vida en una fórmula rígida”.
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En política no existen postulados indiscutibles ni verdades eternas, mucho menos partidos u hombres infalibles. La historia está llena de trágicos ejemplos que lo demuestran. Los puntos de vista se convierten en evangelios; la disidencia, en herejía; y el castigo frente a opiniones contrarias, en norma. Por la vía del terror o de la manipulación, es liquidado el debate y se imponen dogmas al que le suceden otros dogmas. La política se convierte en teología y a su alrededor se va estructurando una especie de clero secular, una burocracia que como un coro recita en estribillo los artículos de fe, premia a los salmodiadores del nuevo rosario, castiga por apóstatas a los que se atreven a pensar con cabeza propia y formulan propuestas distintas. Son los guardianes del templo del poder. Disfrutan prebendas amparados en una retórica que suplanta el pensamiento por la fe, el debate por la inquisición. El dogmático se plantea resolver los problemas sociales con recetas, algoritmos, citas, parábolas y proverbios. No quiere pensar o investigar. Hace uso del criterio de autoridad. En el fondo es profundamente conservador. Le teme al cambio porque éste no se amolda a sus prejuicios. En sus manuales está el pasado; en la vida, el reto de construir creadoramente el porvenir.
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En el desarrollo del proceso de edificación del socialismo y en las nuevas comunidades socialistas que surjan se debe auspiciar la dialéctica de las ideas; promover el pensamiento original, divergente, abierto, flexible, que siempre será más constructivo que los gastados ladrillos endurecidos, rígidos, a punto de resquebrajarse, con los que se levantan los muros que le restan luz a la existencia e impiden ver el dinamismo de la realidad. Como decía J. W. Goethe, citado en múltiples oportunidades por V. I. Lenin: “grises son las teorías, pero verde es el árbol de la vida”.
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El nuevo socialismo debe estar en capacidad de percibir y auspiciar la enorme riqueza de la vida en movimiento. Tantear, buscar por distintos derroteros entender la realidad, captarla en la multiplicidad de su desarrollo, interpretarla en su variedad, pintarla en todos sus matices. Únicamente mediante esta apertura dialéctica es posible entender; condición indispensable para valorar y transformar. Porque más allá de cualquier teoría o axioma, de lo que se trata es de reivindicar el regalo de la vida, la grandiosidad del cosmos y el poder creador del ser humano. Hacernos merecedores del supremo don de vivir, que sólo podremos alcanzar si creamos y renovamos la vida a nuestro alrededor, si construimos un tipo de sociedad que restituya la vida como supremo derecho y el acto de vivir como un tránsito hacia la felicidad suprema. El marxismo es una ruta. Aporta una metodología indispensable para interpretar y transformar la realidad. Para los que nos planteamos la conquista del poder político y la lucha por el socialismo, el marxismo es una referencia indispensable. No única pero sí necesaria. Los que aspiramos a construir una sociedad socialista no podemos ignorar sus aportes. Lo decía Ludovico Silva: “Con Marx o contra Marx, pero no sin Marx”. Pero este marxismo no puede ser un fósil, sino una metodología viva y dinámica. El socialismo no es una doctrina cerrada que se circunscribe a los postulados “clásicos” o que se agota en los lineamientos de los marxistas europeos consagrados. El socialismo es una propuesta universal que se nutre de las particularidades de cada región, se constituye en una alternativa frente al modelo capitalista y asume, también, rasgos específicos en cada país donde se implanta. El socialista peruano José Carlos Mariátegui (1894-1930), uno de
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los pensadores latinoamericanos que más ha aportado en la sustanciación de un socialismo específicamente nuestro, dijo: El socialismo no es, ciertamente, una doctrina indoamericana. Pero ninguna doctrina, ningún sistema contemporáneo lo es ni puede serlo. Y el socialismo, aunque haya nacido en Europa, como el capitalismo, no es tampoco específica ni particularmente europeo. Es un movimiento mundial al cual no se sustrae ninguno de los países que se mueven dentro de la órbita de la civilización occidental1.
En esa misma línea de pensamiento marxista creativo han estado, también, otros latinoamericanos como el cubano Julio Antonio Mellan (1903-1929), cuya acción política nos muestra lo que significa asimilar los postulados marxistas, integrarlos al ideario martiano y aplicarlos con criterio independiente en el proceso de lucha de clases en Latinoamérica. Este muchacho, de quien se ha dicho “nadie ha hecho tanto en tan poco tiempo”, se alejó de la repetición de fórmulas y de recetas: Y así, por el camino del antidogmatismo que Mella postulara y defendiera, llegamos a otro aspecto de la vigencia de Julio Antonio Mella, la vigencia del pensador audaz, del dirigente que partía de la realidad y no de la literatura, que tomaba de la vida la base de las ideas, y de las ideas el método con que enjuiciar la vida, sin pretender conformar esta a aquella, sino adecuando aquella a esta2.
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Luis Sicilia, José Carlos Mariátegui, un marxismo indígena. Buenos Aires, Capital Intelectual S.A., 2007, p. 7. Ana Cairo, Mella 100 años (2 vols.). La Habana, Editorial Oriente, 2003, pp. 32-33.
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Igualmente, el Che Guevara hizo aportes en función de darle un sesgo antidogmático al marxismo que preconizaba. De allí su distanciamiento con el dogmatismo manualesco y con los “socialismos reales” que estaban en boga para entonces. Al respecto decía el venezolano Ludovico Silva: El Che Guevara siempre anduvo empeñado en construir un socialismo original, no solo en el sentido de adaptar la idea general socialista a las condiciones específicas de los pueblos latinoamericanos, sino también en el sentido de no cometer los mismos errores que han arrastrado durante décadas los diversos socialismos existentes. Uno de los errores más graves que han cometido casi todas las revoluciones socialistas es el de descuidar, o dejar en un segundo plano de importancia, el problema de desarrollo de la conciencia3.
Lamentablemente, como lo explica el mismo Silva: “Ha costado mucha sangre y no pocas confusiones teóricas, la aplicación indiscriminada de un marxismo abstracto, hierático y marmolizado, por completo aislado de nuestras circunstancias históricas específicas, exento de categorías especialmente diseñadas para nuestro medio”4. En su obra Antimanual para marxistas, marxólogos y marcianos, Silva agrega: “El dogmatismo sigue siendo uno de los grandes enemigos del pensamiento de Marx y de su libre desarrollo crítico. No es tanto un enemigo teórico como un 3 4
Ludovico Silva, Belleza y revolución (Ensayos temporales). Valencia (Venezuela), Vadell Hermanos Editores, 1979, p. 388. Ludovico Silva, Teoría del socialismo. Caracas, Editorial Ateneo de Caracas, 1980, p. 12.
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enemigo práctico”5. Esto ocurre porque distorsiona la realidad y, en consecuencia, la táctica política a seguir. Muchos de los que dicen cuestionar a Marx se limitan a polemizar con los catequizadores de su pensamiento, con los exégetas de sus escritos o con sus idólatras, olvidan que en Marx lo verdaderamente importante es la metodología y el espíritu de sus postulados. Ignoran que en los últimos años de su vida, cuando comenzó a estudiar las regiones “atrasadas” de Europa y Asia –especialmente Rusia–, sometió a proceso de revisión varias de sus conclusiones anteriores.
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En América Latina el marxista dogmático extrapola las enseñanzas de los “clásicos”. Estudia los manuales y sigue sus instrucciones, como si la vida se pudiera manejar como un aparato electrodoméstico. Conoce mejor la historia de las naciones donde se ha hecho la revolución que la suya propia. El movimiento revolucionario de otras latitudes que el de nuestros países. Añora participar en la “Larga Marcha” o asaltar el Palacio de Invierno. Se cree un héroe incomprendido. La realidad social de su país, su gente, le resultan extrañas. Las ve fuera de foco. No se ajustan a su visión de los hechos. Todo le es ajeno. Nada se parece a lo que dicen sus libros. Las masas no lo siguen. Los transeúntes que lo ven pasar no lo reconocen como su líder. Nadie lo aplaude. La historia social de su país marcha sin advertir su presencia. Los hechos no responden a sus mandatos. “El movimiento, signo molesto de la realidad”, transcurre por cauces distintos a los previstos. Al dogmático la gente con la que tiene contacto, la gente real, le incomoda. El pueblo al que admiran es el de las grandes epopeyas, el de los libros. 5
Caracas, Fondo Editorial Ipasme, 2006, p. 33.
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Pasa el tiempo y en los textos de historia no aparece su nombre. Otros ocupan su lugar. La vida les juega una broma. Hacen la revolución en un escenario. Pero la realidad está afuera. Tienen dos opciones: o se quedan allí desempeñando el mismo papel o se integran con un público al que jamás miraron. En tiempos de cambio los dogmáticos siempre llegan un poco tarde o demasiado temprano. No obstante, pretenden hacer ver que fueron los propulsores del proceso. Si alguna revolución triunfa, cobran por sus enseñanzas. El pueblo les debe algo. La nación se los debe todo. Por tanto aspiran a dirigir, a gobernar. A ser el epicentro de un gran terremoto social. El núcleo alrededor del cual giran los demás. El héroe de la historia. Leyenda viva que da paso al culto a una personalidad predestinada. El gran demiurgo. Por el contrario, los nuevos movimientos sociales que están insurgiendo en América Latina poseen un carácter antidogmático y renovador. En los territorios situados debajo del río Bravo estamos dispuestos a aprender de todas las experiencias y concepciones liberadoras, sin rendirle culto a ninguna teoría ni seguir ningún modelo “universal”, pero sin menospreciar ninguna propuesta o ignorar las luchas y los aprendizajes de otros pueblos, por muy localizadas y extemporáneas que nos puedan parecer. No habitamos feudos aislados. Vivimos en un cosmos integrado. En la medida en que conozcamos e incorporemos con flexibilidad lo aprendido por cualquier pueblo del mundo en cualquier momento de su historia, estaremos enriqueciendo nuestros propios proyectos emancipadores aquí y ahora.
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Ejemplos de antidogmatismo: Simón Rodríguez, Vasco de Quiroga, Marinaleda Un buen ejemplo de antidogmatismo fue Simón Rodríguez quien, a pesar de que constantemente hizo llamados a ser originales, no desdeñó las prácticas comunitarias de los países por donde anduvo. Las tomó en cuenta para la elaboración de su propio plan de reforma para la América Meridional: Es incluso probable que Simón Rodríguez entrara en España por Cádiz y que hubiera conocido, en su viaje hacia el norte, las nuevas poblaciones de Sierra Morena, creadas por el peruano Pablo de Olavide y crecidas no al azar y por aluvión, sino en base a un plan específico y racional, consecuencia de una determinada concepción –uno de los primeros intentos de sociedad planificada como sociedad agraria y artesanal de base igualitaria– pobladas inicialmente con colonos alemanes y, después, ante el fracaso de éstos, con españoles (…) La concepción central –campesinado y artesanado autónomo– y algunas de las normas sobre las que se crearon estas poblaciones aparecerán después en el proyecto de colonización de Simón Rodríguez6.
Antes que Simón Rodríguez, otras experiencias comunitarias exitosas, como la emprendida por Vasco de Quiroga con sus hospitales-pueblos en México, compendiaron los saberes preexistentes de los pueblos originarios de la región, las experiencias populares de la tradición hispánica y el imaginario
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Obras completas. Caracas, Ediciones de la Presidencia de la República, 2001, p. 32.
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del cristianismo primitivo. Son varias vertientes las que alimentan el caudaloso manantial de este proyecto utópico. Las propuestas van mucho más allá de los postulados expuestos en el texto la Utopía de Tomás Moro: Entroncan también con la tradición democrática del municipio castellano; con su pensamiento, de origen humanista y escolástico, que destacaba la importancia de la urbe para la correcta civilización; con su finalidad, eminentemente cristiana, de lograr una renovada Iglesia similar a la apostólica, donde la persecución del bien común lograra la virtud y el concierto de la república; y con costumbres y formas económicas de los indios purépuchas que el obispo mantuvo, siguiendo su tesis de la necesidad de adaptar los ideales a las peculiaridades del Nuevo Mundo, para lograr la perfecta simbiosis entre esa perfecta política que proponía y las buenas costumbres que ya tenían… El proyecto gozó de aceptación entre los indígenas y no fue ajeno a ello la recuperación de algunos aspectos de su tradición económica7.
En el mundo de las revoluciones nada humano nos puede ser ajeno. Ninguna revolución puede hacerse ignorando los aportes de otras revoluciones. Volviendo a España, a 100 kilómetros de Sevilla, en Andalucía, se ha desarrollado una experiencia comunitaria hermosa en Marinaleda, un pueblo fundado por jornaleros y jornaleras sin tierra, quienes decidieron ocupar por la fuerza latifundios de la nobleza para convertirlos en el hogar de cientos de familias humildes organizadas comunalmente. La lucha comenzó en el siglo XX, a mediados de 7
Serrano, “Introducción”, en Vasco de Quiroga, La utopía en América. Madrid, Dastin S.L., 2000, pp. 41-42.
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los años 80. Hubo que enfrentar innumerables obstáculos, combatir a los propietarios ausentistas y al Estado que los protegía; pero a pesar de ello, en los 90 lograron su propósito: la tierra para el que la trabaja. Ahora, en ese lugar la propiedad es social, se comparten las labores, se realiza trabajo voluntario, se distribuyen con criterio de justicia el fruto del esfuerzo y los beneficios. Las decisiones se toman colectivamente y comunitariamente se ejecutan las medidas que permiten mejorar la calidad de vida de todos los pobladores. Las calles y plazas llevan nombres como Salvador Allende, Che Guevara, Pablo Neruda, Miguel Hernández, Antonio Machado, Federico García Lorca. Hoy Marinaleda es un ejemplo a seguir por millares de desheredados del mundo que aspiran a trabajar su propia tierra y a vivir con dignidad. Como el viento sopla también desde América hacia Europa, los jornaleros asimilaron el categórico mensaje de Emiliano Zapata: “La tierra no se consigue ni de rodillas ni con llantos; la tierra se consigue de pie y por la fuerza”. También oyen nuestros cantos. Muchos se inspiraron en “Cuando tenga la tierra”, una de las canciones interpretadas por Mercedes Sosa. En los actos públicos se escuchan las estrofas de esta canción de esperanza: Cuando tenga la tierra sembraré las palabras que mi padre Martín Fierro puso al viento, cuando tenga la tierra la tendrán los que luchan los maestros, los hacheros, los obreros.
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Nuestro deber como revolucionarios latinoamericanos es divulgar ensayos comunitarios como este de Marinaleda. Entusiasmarnos, aprender de ellos y seguir su ejemplo. Todo con sentido de la realidad. Con espíritu flexible. Sin dogmatismos. Sin intentar imponer modelos ni recetas y sin ignorar las experiencias comunitarias exitosas de otros, vengan de donde vengan. Al fin y al cabo, las revoluciones se nutren hasta del canto y la poesía de distintos pueblos. En tiempos de polinización, las semillas de libertad y justicia son llevadas por el viento, el agua, las alas y las hojas hacia tierras fértiles: aquellos lugares donde hombres y mujeres siembran y aguardan la cosecha. Y esto solamente seremos capaces de verlo si interrogamos directamente a la realidad y la vida, no a los prejuicios o a los dogmas. Esto es lo que muchos movimientos sociales y comunitarios están haciendo, lo que algunos partidos políticos están intentando, lo que algunos gobiernos de “izquierda” están descubriendo, lo que muchos hombres y mujeres de nuestros pueblos ya saben. Hoy se está cumpliendo la premonición de José Martí: Le está naciendo a América, en estos tiempos reales, el hombre real (…) ¡Porque ya suena el himno unánime; la generación actual lleva a cuestas, por el camino abonado por los padres sublimes, la América trabajadora; del Bravo a Magallanes, sentado en el lomo del cóndor, regó el Gran Semí, por las naciones románticas del continente y por las islas dolorosas del mar, la semilla de la América nueva!
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Aproximaciones
al socialismo nuestroamericano
José Gregorio Linares
Utopía osible p colección
CAPÍTULO V El servicio
Todos huyen de los POBRES, los desprecian y los maltratan, alguien ha de pedir la palabra por ellos. Simón Rodríguez Lo que hay que ser es mejor y no decir que se es bueno ni que se es malo, lo que hay que hacer es amar lo libre en el ser humano. Andrés Eloy Blanco Ayuda al niño que te necesita, ese niño que será socio de tu hijo. Ayuda a los viejos, y los jóvenes te ayudarán cuando lo seas. Además, el servicio es una felicidad segura, como gozar de la naturaleza y cuidarla para el que vendrá. Da sin medida y te darán sin medida. Facundo Cabral
“Si quieres mandar tienes que servir” El servicio es un principio clave en la construcción del socialismo, y podemos definirlo como la vocación y la praxis dirigida a resolver con amor, respeto y empatía, las necesidades de los demás. Es un acto de entrega que consiste en dar lo mejor de cada uno a fin de evitar el sufrimiento de otros.
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En nuestros pueblos abundan las penurias de toda índole: sociales, económicas, ambientales, de seguridad, etc. El rol prioritario de los dirigentes en estas sociedades consiste en servir, es decir, en desarrollar la sensibilidad frente a las carencias de las mayorías, y contribuir diligentemente a encontrar soluciones a sus problemas. La Biblia nos recuerda: “Siempre que tengamos la oportunidad, hagamos bien a todos” (Galatas 6: 10). Servir es, en consecuencia, la condición básica para llegar a ser líder. Jesucristo lo dijo: “El que quiera ser el primero debe antes ser servidor. Si quieres mandar tienes que servir”. El servicio es semilla que una vez plantada se convierte en árbol frondoso que a todos beneficia. De lo que se trata es de hacer “con todos y para el bien de todos”, enseñaba José Martí. Así también lo indica el obispo africano Moacyr Grechi: “Gentes sencillas, haciendo cosas pequeñas en lugares poco importantes, unidas, hacen cosas extraordinarias”. Ésta es la lección. La disposición de servir y el espíritu de sacrificio caracterizan a los revolucionarios y las revolucionarias de todos los tiempos. Arriesgan su comodidad, sus bienes y sus vidas en aras de conquistar el bienestar y la felicidad de los humildes. Servir es la razón de ser de sus vidas. Su propósito existencial. Bolívar lo dijo:
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Por la libertad de mi patria he abandonado los blasones de una distinguida nobleza; me he privado de las delicias de una grande fortuna; he expuesto mi existencia por salvar la vida de mis conciudadanos, y únicamente he conservado las que pueden contribuir a la destrucción de nuestros enemigos.
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Lo demostró con su ejemplo: “El que lo abandona todo por ser útil a su país, no pierde nada, y gana cuanto le consagra”. En los últimos días de su vida afirmó con serenidad, seguro de haber cumplido su deber: “Habéis presenciado mis esfuerzos para plantear la libertad donde antes reinaba la tiranía. He trabajado con desinterés, abandonando mi fortuna y aún mi tranquilidad”. Del Libertador dijo su amada Manuela Sáenz: “Él no hizo otra cosa que dar; vivía en otro mundo muy fuera del suyo. No hizo nada, nada para él”. El sacerdote mexicano, líder de la independencia, José María Morelos (1765-1815), rechazó los títulos de Su Alteza y Generalísimo, concedidos por el Congreso de Chilpancingo (1813); en cambio, se hizo llamar Siervo de la Nación. De igual manera, el líder de la revolución federal campesina en Venezuela, el “Valiente Ciudadano” Ezequiel Zamora (1817-1860), en 1859 se declara: “fiel a los principios republicanos, y siempre dispuesto al sacrificio de mis bienes y de mi vida por la santa causa del pueblo”. En alusión al venezolano Cecilio Acosta (1818-1881) dice el cubano José Martí: Es la ley maravillosa de la naturaleza que solo esté completo el que se da; y no se empieza a poseer la vida hasta que no vaciamos sin reparo y sin tasa en bien de los demás la nuestra (…) Cuando tenía que dar, lo daba todo: y cuando nada ya tenía, daba amor y libros.
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Asimismo, en otro extremo del mundo, el líder de la revolución vietnamita, Ho Chi Minh (1890-1969), al llegar a la vejez, después de haber dedicado su vida entera a la lucha revolucionaria, afirma en su testamento: ¿Quién puede decir cuánto tiempo más seré capaz de servir a la revolución, la Patria y el pueblo? Toda mi vida he servido a mi Patria, a la revolución y al pueblo con todas mis fuerzas y con todo mi corazón. Si ahora debo partir de este mundo, no tengo nada de qué lamentarme, salvo de no ser capaz de servir más y mejor1.
También Ernesto Che Guevara insistió en la importancia de conocer las necesidades del pueblo y servirle incondicionalmente, como requisito indispensable para convertirse en “cuadro” de la revolución y para garantizar el éxito de una gestión socialista: La revolución, hoy, exige que se aprenda, exige que se comprenda bien que mucho más importante que una retribución buena, es el orgullo de servir al prójimo, que mucho más definitivo, mucho más perenne que todo el oro que se pueda acumular, es la gratitud de un pueblo (…) Ya no importan las horas de trabajo, no importa lo que se vaya a ganar, no importan los premios en efectivo, lo que importa es la satisfacción moral de estar poniendo algo de uno en esa tarea colectiva y ver cómo gracias a su trabajo, gracias a esa pequeña parte individual, que se
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Ho Chi Minh, Escritos políticos. México: Comisión Ejecutiva Nacional del Partido del Trabajo, 2010, p. 48.
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junta en millones y millones de trabajos individuales, se hace un trabajo colectivo armónico, que es reflejo de una sociedad que avanza2.
El revolucionario venezolano Argimiro Gabaldón (1919-1964), conocido como “Chimiro” o el “Comandante Carache”, uno de los hombres más extraordinarios en la historia contemporánea de Venezuela (poeta, pintor, deportista, explorador, viajero, arquitecto), nacido en el seno de una familia de revolucionarios y revolucionarias, decía: “Mucho deseo tener los conocimientos que se requieren para mejor servir a la revolución, pero por ninguna razón me apartaré ahora de mi pueblo, él ha sido siempre el gran maestro de sus conductores, él me enseñará a servirle”3. De él se cuenta la siguiente anécdota relatada por Francisco Jesús, un compañero que estuvo preso con él: Una noche tocaron ¡alerta, todos contra la pared! La guardia iba a entrar en el calabozo, fue falsa alarma, se trataba de un grupo de nuevos prisioneros. En la mañana, saludamos a los nuevos colegas: un viejo y dos muchachos, eran campesinos de Lara, parcos en el hablar, pero cordiales, su olor a humo me impresionó, era el olor de la montaña, eso lo supe después. Me senté en el suelo a desayunar junto a ellos, hicimos una rueda, alguien se acercó y le obsequió al viejo un vaso de gaseosa. El viejo se paró y la repartió entre los cinco presos que formábamos la rueda, a cada 2
3
Ernesto Che Guevara, El pensamiento del Che. Buenos Aires, Schapire Editor, 2010, pp. 21-22. Gabaldón Márquez, Edgar y otros, Encuentro con Argimiro Gabaldón. Caracas, Fondo Editorial Ipasme, 2010, p. 15.
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uno nos tocó un sorbito, y al viejo el sorbito menor. Aquello me estremeció, yo que venía de un barrio donde escupíamos los raspados para que no nos pidieran, o nos comíamos las empanadas escondidos, y sacábamos los cigarros Fortuna de uno en uno para no compartir. En la tarde se llevaron a los tres nuevos, antes de irse le pregunté al viejo por qué había repartido el refresco, él me contesto: “es muy simple, somos socialistas, y el bienestar de todos es el bienestar de cada uno”. Desde ese día me hice socialista. Con el tiempo supe que aquel viejo se llamaba Argimiro.
En la actualidad, Evo Morales también nos recuerda: “Hermanas y hermanos, nuestras autoridades originarias saben exactamente que cuando uno asume ser autoridad, es para servir al pueblo”. Y esto se entronca con la tradición milenaria de nuestras comunidades indígenas para las cuales el servicio es el fin de quienes ejercen la autoridad. Por tanto, si en las sociedades basadas en la explotación, el egoísmo es el principal móvil que impulsa la actuación de las personas, el servicio constituye, en cambio, el aliento que anima al hombre nuevo. El valor cardinal en el que se cimienta la nueva sociedad. La cualidad fundamental a ser cultivada por los ciudadanos en el proceso de edificación del socialismo. Sin servicio no hay revolución. Sin vocación de servicio no se puede ser revolucionario. Sin calidad en el servicio no puede construirse una sociedad socialista. La misión cardinal de una gestión que aspire a ser socialista es servir a la gente, especialmente a los más necesitados.
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En América Latina, en lo más profundo del imaginario popular, está anclada la noción de que servir es la más importante cualidad de un ser humano. Para nosotros, los personajes que valen la pena ser recordados y reverenciados son, en esencia, servidores. Solamente los que han manifestado amor y cuidados
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hacia los demás llegan a formar parte de la iconografía popular y se integran a esa cosmovisión donde coexisten personajes disímiles, pero unidos a un elemento común: el servicio. El pueblo no olvida a los que le han servido. En estas latitudes, los mitos y leyendas tienen como base real la ayuda. En Venezuela no se recuerda al doctor José Gregorio Hernández (1864-1919) por haber fundado los estudios de medicina experimental en el país ni por haber traído el primer microscopio, sino por su obra en favor de los más humildes. Mientras más tarde la Iglesia oficial en canonizarlo, mayor será el fervor de los venezolanos por el médico de los pobres. De igual manera, en Brasil el pueblo le rinde culto a Joao de Camargo (1868-1942), un negro ex esclavo creador de la Asociación Espíritu Buen Jesús de Bonfil de Agua Roja, culto religioso que congrega a los santos católicos, el candomblé y el espiritismo. Su creador, en una revelación recibió el siguiente mandato: “Deja de mirar dentro de ti. Tu vida será ayudar a otras personas, amenizar el dolor, curar las enfermedades”. A pesar de que muchas veces es apresado, no se rinde: “No hay cadena que aprisione el espíritu. Todo lo que quiero es cumplir mi misión. Ayudar al prójimo”4. Ésta es la misma lección que nos está dando el movimiento revolucionario mexicano. Basándose en la tradición de lucha indígena y campesina enarbola siete principios zapatistas: 4
De la película Cafundó, dirigida por Clovis Bueno y Paulo Betti, que trata sobra la vida y obra del mencionado personaje según la obra literaria João Camargo de Sorocaba, o nascimento de uma religião.
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1. Servir y no servirse. Servir, sin servir a intereses individuales y sin usar la autoridad para promoverse a uno mismo.
2. Representar y no suplantar. Representar a la comunidad, al pueblo, para que su pensamiento se comunique. No suplantarlo con el pensamiento de un individuo. Ser puente para que la palabra salga del pueblo y regrese al pueblo. 3. Construir y no destruir. Construir un espacio para el diálogo y el encuentro del pueblo. Sin destruir otros espacios donde se intenta trabajar para el bien de la comunidad. 4. Mandar obedeciendo. Para estar al frente de una organización del pueblo hay que seguir el mandato del pueblo.
5. Proponer y no imponer. Proponer las palabras y pensamientos sin intentar imponerse. Proponer tareas y dejar que la razón y el sentimiento se escuchen como base de las propuestas.
6. Convencer y no vencer. Informar y convencer de la necesidad de unir pensamiento y lucha para impulsar un proceso dialéctico en el cual la formación desempeña un papel fundamental. 7. Bajar y no subir. Las comunidades y sus luchas se construyen de la base para arriba y no de la cúpula hacia abajo. De acuerdo con Simón Rodríguez, las revoluciones se hacen para servir a los necesitados:
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Para dar de comer al hambriento.
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Para dar de vestir al desnudo. Para dar posada al peregrino. Para dar remedio al enfermo. Y para distraer de sus penas al triste.
El mariscal Antonio José de Sucre también se planteó el servicio como principio fundamental entre los funcionarios del Estado. Fustigó a aquellos que se apartaban de este deber. El 21 de septiembre de 1822 reprendió a las autoridades municipales: Me ha sido muy doloroso conocer el poco interés del cabildo por el bien público (…) cuando el pueblo a quien representa esa corporación exige mejor método, y más cuidado y aplicación en promover todo lo que conduzca a su prosperidad y adelantamiento.
Igualmente, en circular del 25 de junio de 1826, alerta: En vano el gobierno se desvelará para conseguir la posible perfección en todos los ramos, si las autoridades subalternas no obran de consuno con aquel, y si cada funcionario, en el puesto que le ha colocado la ley, no hace hasta más de lo que debiera por el bien público.
Con igual firmeza condenó en su tiempo José Martí a los funcionarios municipales que no cumplían con sus deberes para con los ciudadanos y las ciudades de su jurisdicción. Se preguntaba:
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Por qué tardan tanto los munícipes en hacer el bien, cuando es hacerlo deber suyo (…) No es que hace la corporación municipal favor gratuito con reparar las calles, cuidar los paseos, y favorecer empeñosamente las condiciones higiénicas de la ciudad; es que para eso fueron los miembros de la corporación ensalzadas al puesto que ocupan.
La vocación de servicio, por consiguiente, es una condición, un requisito, un propósito. Quien no tenga esto claro no puede aspirar a ser revolucionario. No debe pretender formar parte de ningún movimiento popular. Lo decía Bolívar: “Hacer bien no cuesta nada y vale mucho”. Quien no aplique este principio no debe asumir ningún cargo en un Estado que se perfila hacia el socialismo, ni militar en ningún partido u organización socialista o comunista. Quien no asuma una praxis acorde con este principio no puede emprender ningún tipo de trabajo social. Para servir hay que aprender a oír, estar dispuesto a ponerse en el lugar del otro y entender sus necesidades y problemas.
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Ser revolucionario significa convertirse en un servidor. Servir a los demás es la mejor manera de hacer una revolución y consolidarla. El espíritu de servicio y la práctica correspondiente constituyen un principio clave para construir una nueva sociedad, basada en la ayuda a nuestros semejantes y a los que son distintos a nosotros, para forjar mujeres y hombres de alma superior que lleven hasta sus últimas consecuencias aquel viejo mandamiento que contiene, en menos de una línea, todas las doctrinas sobre el bien que en el mundo ha habido: “Ama a tu prójimo como a ti mismo”.
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Mujeres, vientre de servicio Las mujeres son unas servidoras. Nadie mejor que ellas para el acto de servir incondicionalmente. Nadie con más predisposición para ayudar a otros. Nadie con más espíritu de entrega y solidaridad. Nadie más alegre cuando otros son felices. Nadie más desdichado si otros sufren. Y si hay que sacrificarse ellas son las primeras, y a veces, las únicas. Son vientre que germina en vida. Arcoíris de luceros en la cuna. Melodía que duerme los sueños. Aroma de los recuerdos. Campanario que anuncia los besos. Latido de nuestra sangre. Aguacero huracanado en el peligro. Diluvio de naves negras en el dolor. Horizonte infinito de amor. Si hay un modelo a seguir en el servicio es el de la mujer. Si ha de haber una fuente de inspiración para convertirnos en servidores y servidoras habrá que buscarlo en la madre, la hermana, la hija, la amada, la aldeana, la trabajadora, la luchadora. Ellas son el mejor ejemplo. No resulta extraño, por tanto, que haya sido una mujer, la madre Teresa de Calcuta (1910-1997), quien haya afirmado: “El que no vive para servir, no sirve para vivir”. Éste fue, también, el mensaje que predicó una chilena extraordinaria, Gabriela Mistral, poetisa, maestra, activista política, periodista, y mujer solidaria. Ella escribió el poema titulado “El placer de servir”: Toda naturaleza es un anhelo de servicio. Sirve la nube, sirve el viento, sirve el surco. Donde haya un árbol que plantar, plántalo tú;
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donde haya un error que enmendar, enmiéndalo tú; donde haya un esfuerzo que todos esquivan, acéptalo tú. Sé el que aparta la piedra del camino, el odio entre los corazones y las dificultades del problema. Hay una alegría del ser sano y la de ser justo, pero hay, sobre todo, la hermosa, la inmensa alegría de servir. Qué triste sería el mundo si todo estuviera hecho, si no hubiera un rosal que plantar, una empresa que emprender. Que no te llamen solamente los trabajos fáciles ¡Es tan bello hacer lo que otros esquivan! Pero no caigas en el error de que solo se hace mérito con los grandes trabajos; hay pequeños servicios que son buenos servicios: ordenar una mesa, ordenar unos libros, peinar una niña. Aquel el que critica, éste es el que destruye, sé el que sirve. El servir no es faena de seres inferiores. Dios que da el fruto y la luz, sirve. Pudiera llamarse así: “El que Sirve”.
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Y tiene sus ojos fijos en nuestras manos y nos pregunta cada día: ¿Serviste hoy? ¿A quién? ¿al árbol, a tu amigo, a tu madre?
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Muchas han sido las mujeres que en Nuestra América han dado todo por las mejores causas. El amor por los otros y su abnegada entrega las distingue. “Las campañas de los pueblos sólo son débiles, cuando en ellas no se alista el corazón de la mujer”, nos recordaba José Martí. Mujer fue aquella hija de Juan de Mena, la brava paraguaya, que al saber que a su paisano Antequera lo ahorcaban por criollo, se quitó el luto del marido que vestía, y se puso de gala, porque “es día de celebrar aquel en que un hombre bueno muere gloriosamente por su patria”; mujer fue la colombiana, de saya y cotón, que antes que los comuneros, arrancó en el Socorro el edicto de impuestos insolentes que sacó a pelear a veinte mil hombres; mujer la de Arismendi (Luisa Cáceres), para la cual la mejor perla de la Margarita, que a quien la pasea presa por el terrado de donde la puede ver el esposo sitiador, dice, mientras el esposo riega de metralla la puerta del fuerte: “Jamás lograréis de mí que le aconseje faltar a sus deberes”; mujer aquella soberana Pola (Salavarrieta), que armó a su novio para que se fuese a pelear, y cayó en el patíbulo junto a él; mujer Mercedes Abrego de trenzas hermosas, a quien cortaron la cabeza porque bordó, de su oro más fino, el uniforme del Libertador; mujeres lo que el piadoso Bolívar llevaba a la grupa, fieras indómitas de sus soldados, cuando a pechos juntos vadeaban los hombres el agua enfurecida por donde iba la redención a Boyacá, y de los montes andinos, siglos de la naturaleza, bajaban torvos y despedazados los torrentes (14 de noviembre de 1893).
Son muchas las heroínas del servicio en América; de origen humilde muchas de ellas, cuyas huellas desaparecen en los médanos de la historia. Tantas que es imposible hacer la semblanza de las más representativas. Por consiguiente, sólo mencionaremos algunas servidoras de tiempos de la creación de la República.
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Jonatás y Nathán Desde niñas acompañaron a Manuela Sáenz en todos los avatares de su vida. Crecieron como sus amigas, compañeras de aventuras y confidentes. Habían sido sus esclavas a quienes luego dio la libertad, pero se quedan a vivir con ella y a su lado combaten por conquistar y consolidar la emancipación: luchan en diversas batallas, arman con las esclavas y placeras redes de espionaje contra el enemigo, se disfrazan de soldados para cumplir mejor sus objetivos, reparten volantes a favor de la República, socorren a los enfermos, confeccionan uniformes y morrales, funden hierro para hacer armas, sepultan a los muertos, organizan los archivos durante la campaña, colaboran en la logística, arengan a los combatientes, llevan y traen mensajes clandestinos.
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Luego, cuando los enemigos internos de Bolívar se van adueñando del poder, éstas se mantienen firmes en la defensa de sus ideales. Forman parte de ese pueblo consecuente con el ideal bolivariano, incluso si ello significa el sacrificio y el desprecio. Cuando Manuela Sáenz es desterrada, la acompañan estas dos mujeres servidoras. Les espera una larga travesía. Nathán se queda viviendo en Jamaica y allí se casa con un esclavo liberto con quien tuvo una hija. Jonatás la sigue acompañando. En Paita, una costa desértica al norte de Perú donde Manuela sufre el último exilio, siempre estará a su lado ayudando: elabora dulces y bordados y vende tabaco. El pueblo es azotado por la peste. Jonatás muere de difteria y un mes después sucumbe también de la misma enfermedad Manuela Sáenz. Estas tres mujeres, Jonatás, Nathán y Manuela, son un ejemplo de abnegación, heroísmo y servicio.
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Josefa Joaquina Sánchez de España (1765-1813) Esposa de José María España (1761-1799), fue una ferviente activista por la independencia y la justicia social. Participó en la sublevación contra el Imperio español, donde además de su marido figuran su hermano Domingo Sánchez, Manuel Gual, Juan Bautista Picornell y otros líderes revolucionarios. Con ellos compartió momentos peligrosos y ayudó en la organización y sublevación del pueblo, en la difusión de la propaganda, en la copia de los documentos de la revolución, en la confección de las primeras escarapelas de los patriotas y de la bandera del movimiento emancipador, que es considerada por muchos la primera bandera de Venezuela. Por enfrentarse al Imperio español y al mantuanaje, Josefa Joaquina fue arrestada y condenada a más de ocho años de reclusión. Salió casi ciega de la cárcel y con el pelo blanco. Fue deportada a Cumaná en donde vivió en la miseria. Hacía y vendía dulces para subsistir. Nunca se arrepintió de sus ideales. Su vida es un ejemplo de entrega a la causa. Vivió lo suficiente para ver que la causa por la que murió su esposo y por la que ella se sacrificó era ya la causa de todo un pueblo. Ana Francisca Pérez de León (n. 1737-1812) Otra patriota venezolana digna de ser recordada. Estaba casada con Baltasar León, hijo de Juan Francisco de León, precursor de nuestra Independencia. Durante muchos años la pareja practicó la solidaridad y el altruismo en El Hatillo, donando tierras de su propiedad para que en ese sector se levantaran la iglesia, la plaza y las calles del pueblo. A la muerte de su esposo, Ana Francisca
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se muda a una hacienda de su propiedad en Petare y allí funda un hospital de caridad, primer centro de salud de la zona, para darle asistencia médica a la población de menores recursos, la cual sufrió las calamidades del terremoto de Caracas y la guerra de Independencia. Legó buena parte de su patrimonio, incluyendo su casa, para el mantenimiento de este centro asistencial. Es mi voluntad –dijo– que se dote un hospital con seis camas, puchero y médico. Así mismo es mi voluntad que se compre una casa con ese destino y que se pongan dos salas incomunicables de hombres y mujeres. Que se asalarien los asistentes necesarios al cuido de los enfermos.
Ana Francisca Pérez de León respaldó a los patriotas durante la gesta libertadora dedicando toda su vida, fuerza y fortuna a sostener el centro sanitario petareño. No obstante, allí se atendía, sin discriminación alguna, a todos, fuese del bando que fuesen. Al finalizar la guerra de independencia, este hospital es bautizado con el nombre de Ana Francisca Pérez de León, en honor a su fundadora y benefactora. Y lo injusto es que muchos piensan que “Pérez de León” es un hombre, pues no se ha difundido el nombre y la labor de esta gran servidora de la patria.
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CAPÍTULO VI
El antiburocratismo
El sistema de administración debe, entre nosotros, reducirse a la mayor sencillez, de donde nacerá también su fuerza y su celeridad. Simón Bolívar No me digan que los médicos se fueron no me digan que no tienen anestesia no me digan que el alcohol se lo bebieron y que el hilo de coser fue bordado en un mantel No me digan que las pinzas se perdieron que el estetoscopio está de fiesta que los rayos x se fundieron y que el suero ya se usó para endulzar el café. Juan Luis Guerra
Una casta burocrática El antiburocratismo como principio es una noción cardinal en el proceso de construcción del socialismo suramericano. La burocracia creció como una de las degeneraciones más aberrantes de la mayoría de las experiencias “socialistas” del siglo xx. Una casta burocrática se erigió en representante del pueblo, suplantó a las clases trabajadoras. Paulatinamente, esta casta sacerdotal se fue
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divorciando de los pueblos a los que decía representar. Fue acumulando privilegios y consolidando poder. Ofició una liturgia de la sumisión. Con ella cualquier diligencia se convierte en vía crucis; los procedimientos, en alcabalas; los ciudadanos, en potenciales enemigos. Todo ministerio crea su propio laberinto. Cada departamento es un eslabón de una cadena de suplicios. El burócrata disfruta encontrando escollos, agregando trámites, poniendo celadas, negando peticiones, engavetando, haciendo esperar. Siempre está ocupado. Es inaccesible. La distancia es su protección. La demora, su método para hacer sentir su superioridad; la parafernalia del cargo, su estrategia para causar indefensión en el solicitante. Se comunica en un sólo idioma: el autismo. Detrás de su aparente ecuanimidad y aplomo no se esconde más que indolencia y desgano. Imputa a otros, especialmente a los subalternos, sus propias faltas. Idolatra las normas y procedimientos administrativos. Le rinde culto al papel, especialmente si ha de llevar su firma. Se ampara en la letra de la ley para violar su espíritu. Ignora que, como afirmara Bolívar, “Son ciudadanos virtuosos, más que las leyes, los que construyen una república”. El funcionario burócrata maneja un sinfín de razones para quedar bien con la estructura y mal con quien lo necesita.
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No le interesa la gente. Nunca asume compromisos con la labor encomendada. Jamás corre riesgos por nadie. No resuelve problemas, los remite. Su única preocupación es complacer al que aprueba sus ascensos. Es un dique en el fluir de los procesos. Ésta es su manera de validarse. Su hábitat natural es la inercia. El cosmos gira alrededor de su escritorio. Desde un pedestal contempla el mundo terrenal como un estorbo. Lo único que le importa es subir porque mientras más arriba llega, más prebendas obtiene. Defiende el sistema que lo sostiene, no
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porque tenga ideales, sino porque esconde intereses. Cuando hace favores, no lo hace para ayudar, sino para mostrar su poder y encumbrarse aún más. De esa manera todo el aparato estatal llega a ser como uno de esos viejos edificios carcomidos que ya no pueden ser habitados, pero a los que aún no les llega la orden de demolición. No sirven para vivir, pero son el refugio de los pequeños burócratas, el asiento de su poderío. Sobre sus columnas se levantan las tapias que separan al funcionario del ciudadano. Un muro que habrá que demoler. En efecto, hay que asaltar el Estado y transformarlo. Desalojar las perversas “practicas burocráticas” y a sus oficiantes. En una verdadera colectividad socialista, la estructura del Estado debe ser sencilla, fluida. Debe estar diseñada para ponerse al servicio de la gente y no del aparato o el funcionario. El Estado debe estar bajo el control de una ciudadanía que disponga de medios e instrumentos efectivos para dinamizar los procesos: Quizás –indicaba Bolívar– el grito de un ciudadano puede advertir la presencia de un peligro encubierto o desconocido (…) el que manda debe oír aunque sean las más duras verdades y, después de oídas, debe aprovecharse de ellas para corregir los males que produzcan los errores.
El Estado debe ser la expresión de una ciudadanía con poder para diagnosticar, planificar, ejecutar y evaluar la gestión. Con autoridad para abolir normas y procedimientos que entorpecen el bien común. Con la atribución de crear, revisar y adecuar las normas. Sin temor a equivocarse y volverlo a intentar. Con potestad para contratar, formar, evaluar, promover y revocar funcionarios. Un
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pueblo que participe en la toma de decisiones, maneje presupuestos y vigile el uso de los dineros públicos a través de la contraloría social. Lo advertía Bolívar: “Es el deber de todo ciudadano vigilar sobre la legítima inversión de las rentas públicas en beneficio de la sociedad”. Nuestro propósito es forjar una ciudadanía comprometida, con conciencia de clase, de comunidad y de país. Hombres y mujeres orientados hacia la solución de los problemas. Constructores activos a los que no se les pueda ignorar, postergar, engañar, comprar, ni someter. Protagonistas de la historia. Gente con poder verdadero. Nunca más en la sala de espera. Jamás espectadores de la gestión pública. Ni gente inerme a la sombra de burócratas omnipotentes e insensibles. Hay que dar una dura batalla contra el burocratismo. Estudiarlo, describirlo, denunciarlo y vencerlo. Hay que tratarlo como lo que es: una fiera de mil cabezas, sin corazón, de escasa inteligencia, carente de imaginación, enemiga de la gente. Así lo ha presentado el cineasta cubano Tomás Gutiérrez Alea (1928-1996) en la película La muerte de un burócrata (1966). El filme es una sátira de la burocracia, una comedia de absurdos que comienza cuando entierran a un trabajador junto con su carnet laboral, el cual resulta ser uno de los requisitos exigidos para que la viuda pueda cobrar la pensión. A partir de allí se despliega toda una maraña burocrática:
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Decidí hacer la película a partir de una experiencia personal. Puede sucederle a cualquiera. Me vi de pronto atrapado en los laberintos de la burocracia a partir de unos problemas muy simples y elementales que quise resolver. Perdí mucho tiempo en eso y decidí hacer justicia por mis propias manos. Pensándolo bien –me dije– mejor hago una película y así me evito líos con la policía. De esa resolución salió
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una comedia, porque ¿no es ese el tono más apropiado para expresar el carácter absurdo que adquieren las deformaciones burocráticas, los formalismos y los formulismos vacíos que no tienen nada que ver con la práctica revolucionaria?1.
Bolívar: “Lejos de hacer ningún bien, embarazan la administración” Bolívar puso en práctica una serie de medidas tendentes a someter al burocratismo. En primer lugar se propuso reducir la cantidad de funcionarios públicos innecesarios. Contar sólo con la cantidad de personas necesarias para el óptimo desempeño de la administración pública. En carta dirigida a Santander, fechada el 23 de mayo de 1826, le expresa: Veo que el estado de nuestras rentas no alcanza a llenar el numerario que se necesita para pagar la inmensidad de nuestros empleados; no hay pueblo, por pequeño que sea, que no tenga un juez de derecho y otros empleados absolutamente inútiles (…) Yo soy de opinión que no solo no se deben nombrar más empleados, sino que es absolutamente indispensable anular una infinidad que, lejos de hacer ningún bien, embarazan la administración y absorben las pocas rentas del Estado.
En este sentido, promulgó en 1827 un decreto mediante el cual cesaban los sueldos de todos los funcionarios públicos que no realizasen ningún trabajo o que no se hallasen al frente de su puesto de servicio activo; también estableció 1
Tomás Gutiérrez Alea, “Un apoyo moral a las víctimas del burocratismo”, entrevista de Gary Crowdus, Cineaste, Nueva York, 1979.
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que se dejarían sin efecto pensiones y jubilaciones que no estuviesen plenamente justificadas. Bolívar no se andaba con contemplaciones en su combate contra el exceso de gente inútil en la administración pública. También le interesaba al Libertador simplificar los procesos y trámites administrativos para, de este modo, darles una adecuada atención a los ciudadanos. En comunicación dirigida al gobernador de Barinas, Manuel Antonio Pulido, el 12 de agosto de 1813, le expresa que la administración pública debe funcionar como una máquina y le señala la necesidad de la simplificación de sus resortes para hacerla más útil y eficiente. Bolívar escribe como si se estuviese adelantando a los textos de Franz Kafka: Mientras más resortes haya que mover en una máquina, tanto más lenta será su acción; más si no hay sino un solo resorte, giran con rapidez y son más sus efectos. Simplifiquemos, pues, los elementos del Gobierno, reduzcámosle a un resorte, si es posible, y hará en menos tiempo más utilidades que los perjuicios reales que con muchos resortes haría por dilatado tiempo.
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Bolívar nos enseña que el Estado tiene como finalidad primordial enfrentar a los enemigos de la patria y servir a los ciudadanos. No debe, de ninguna manera, crecer inmoderadamente para satisfacer los intereses clientelares de los partidos o los dirigentes. Tampoco el Estado y la administración pública pueden convertirse en un tejido intrincado que dificulta las tramitaciones y se distancia del ciudadano común. Esto nos lo enseña Bolívar. No podemos dar pasos firmes hacia el socialismo si no aprendemos estas importantes lecciones.
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José Martí, Vladimir Lenin, el Che Guevara y Albert Einstein enfrentan el burocratismo Es tal el poder del burocratismo que logra desvirtuar cualquier proyecto por transformador que sea. Descompone el agua pura; contamina el aire fresco; calcina la semilla apenas brota. Los revolucionarios que han asumido la conducción del gobierno en países que se plantean la “transición hacia el socialismo” han advertido acerca de este mal y se han propuesto extirparlo. No pretendo canonizar a algunos líderes, mucho menos rendir culto a sus palabras; pero vale la pena advertir que muchos de ellos se plantearon seriamente crear Estados no fosilizados, manejados directamente por el pueblo. En sus memorias, la compañera de Lenin, Nadia Kruskaya, recuerda que a él le preocupaba este problema e intentó, desde los mismos comienzos de la revolución bolchevique, enfrentarlo y buscar soluciones: Vladimir Ilich reflexionaba constantemente acerca de las nuevas formas de gobierno. Meditaba en la manera de organizar un aparato estatal de tal índole que no tuviera nada de burocratismo, que supiera encontrar el apoyo de las masas, que supiera organizarlas para que le ayudasen en su labor, que supiera preparar en esa labor a funcionarios de un nuevo tipo. En la disposición del II Congreso de los Soviets Acerca de la Formación del Gobierno Obrero y Campesino, se expresa tal idea con las siguientes palabras: “Se encomienda la gestión de determinadas ramas de la vida del Estado a comisiones, cuyos componentes deben asegurar la realización del programa promulgado por el Congreso en estrecha ligazón con las organizaciones de masas de los obreros, de las obreras, de los marineros, de los soldados, de los
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campesinos y de los empleados. El Poder gubernamental pertenece al colegio de los presidentes de esas comisiones, es decir, al Consejo de Comisarios del Pueblo2.
Del mismo modo, ya antes en Latinoamérica José Martí había advertido contra el peligro del exceso de poder por parte del Estado y sus burócratas. Advirtió: ¡Mal va un pueblo de gente oficinista! Todo el poder que iría adquiriendo la casta de funcionarios, ligados por la necesidad de mantenerse en una ocupación privilegiada y pingüe, lo iría perdiendo el pueblo, que no tiene las mismas razones de complicidad en esperanzas y provechos, para hacer frente a los funcionarios enlazados por intereses comunes. Como todas las necesidades públicas vendrían a ser satisfechas por el Estado, adquirirían los funcionarios entonces la influencia enorme que naturalmente viene a los que distribuyen algún derecho o beneficio (…) De ser siervo de sí mismo, pasaría el hombre a ser siervo del Estado (…) El funcionarismo autocrático abusará de la plebe cansada y trabajadora3.
Asimismo, el Che Guevara dedicó enormes esfuerzos al diagnóstico y combate del burocratismo. En 1963 escribió un original estudio titulado Contra el burocratismo que vale la pena tener presente en los momentos actuales, cuando en distintos países de América nos planteamos la destrucción del Estado capitalista y su sustitución por un Estado que sea expresión de los intereses de los “condenados de la tierra”.
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Nadia Kruskaya, Las lecciones de octubre. Communist Party of Great Britain. Londres, 1925. La América, abril de 1884.
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Según el Che, el burocratismo, evidentemente, no nace con la sociedad socialista ni es un componente obligado de ella. La burocracia estatal ya existía en la época de los regímenes burgueses, puesto que a la sombra del presupuesto medraba un gran número de aprovechados que constituían la “corte” del político de turno. De acuerdo con lo dicho por el Che, el mal del burocratismo comenzó a desarrollarse con fuerza. Si fuéramos a buscar sus raíces en el momento actual, agregaríamos a causas viejas nuevas motivaciones, encontrando tres razones fundamentales: 1. La falta de motor interno. Con esto queremos decir, la falta de interés del individuo por rendir su servicio al Estado y superar una situación dada. Se basa en una falta de conciencia revolucionaria o, en todo caso, en el conformismo frente a lo que anda mal.
2. La falta de organización. Se producen disloques, cuellos de botellas que frenan innecesariamente el flujo de las informaciones de las bases y de las instrucciones u órdenes emanadas de los aparatos centrales. A veces éstas, o aquéllas, toman rumbos extraviados mientras otras se traducen en indicaciones mal vertidas, disparatadas, que contribuyen más a la distorsión. La falta de organización tiene como característica fundamental la falla en los métodos para encarar una situación dada. 3. La falta de conocimientos técnicos suficientemente desarrollados como para poder tomar decisiones justas y en poco tiempo. En estos casos el burocratismo, es decir, el freno que los papeles y las indecisiones colocan al desarrollo de la sociedad, es el destino de los organismos
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afectados. Sin embargo, si conocemos las causas y los efectos del burocratismo, estaremos en capacidad de corregir el mal: 1. De todas las causas fundamentales podemos considerar a la organización como nuestro problema central y encararla con todo el rigor necesario. 2. Simultáneamente, debemos desarrollar con empeño un trabajo político para liquidar las faltas de motivaciones internas, es decir, la falta de claridad política, que se traduce en una falta de ejecutividad. Los caminos más indicados son la educación continuada mediante la explicación concreta de las tareas, mediante la inculcación del interés a los empleados administrativos por su trabajo concreto, mediante el ejemplo de los trabajadores de vanguardia, por una parte, y las medidas drásticas de eliminar al parásito, ya sea el que esconde en su actitud una enemistad profunda hacia la sociedad socialista o al que está irremediablemente reñido con el trabajo.
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3. Por último, debemos corregir la inferioridad que significa la falta de conocimientos. Hemos iniciado la gigantesca tarea de transformar la sociedad de una punta a la otra en medio de la agresión imperialista, de un bloqueo cada vez más fuerte, de un cambio completo en nuestra tecnología, de aguda escasez de materias primas y artículos alimenticios y de una fuga en masa de los pocos técnicos calificados que tenemos. En esas condiciones debemos plantearnos un trabajo muy serio y perseverante con las masas, para suplir los vacíos que dejan los traidores y las necesidades de fuerza de trabajo calificada que se producen por el ritmo veloz impuesto a nuestro desarrollo. De allí que la capacitación ocupe un lugar preferente en todos los planes del gobierno revolucionario.
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Finalmente, el Che llega a la siguiente conclusión: si nosotros logramos desentrañar, bajo la maraña de los papeles, las intrincadas relaciones entre los organismos y las secciones de organismos, la duplicación de funciones y los frecuentes “baches” en que caen nuestras instituciones, encontraremos las raíces del problema y elaboraremos normas de organización, primero elementales, más completas luego; de este modo daremos la batalla frontal a los displicentes, a los confusos y a los vagos, reeducaremos y educaremos a esta masa, la incorporaremos a la revolución y eliminaremos lo desechable y, al mismo tiempo, continuaremos sin desmayar, cualesquiera que sean los inconvenientes confrontados, una gran tarea de educación en todos los ámbitos, entonces estaremos en condiciones de liquidar en poco tiempo al burocratismo. Igualmente, Albert Einstein en su folleto ¿Por qué socialismo? indicaba: La realización del socialismo requiere solucionar algunos problemas sociopolíticos extremadamente difíciles: ¿cómo es posible, con una centralización de gran envergadura del poder político y económico, evitar que la burocracia llegue a ser todopoderosa y arrogante? ¿Cómo pueden estar protegidos los derechos del individuo y cómo asegurar un contrapeso democrático al poder de la burocracia?
Combatir el burocratismo es, en fin, condición indispensable para construir el mejor sistema de gobierno, que será aquel que, como quería Simón Bolívar, propicie la mayor suma de seguridad social, la mayor suma de estabilidad política y la mayor suma de felicidad posibles.
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La Ley de Simplificación de Trámites Administrativos: “Acátese pero no se cumpla” En tiempos de la colonia cuando una norma emitida por la corona iba en contra de los intereses de los gobernantes locales, estos aplicaban la máxima: “Acátese pero no se cumpla”. Era una manera de mantenerse en el terreno de la legalidad sin salirse de los linderos de la conveniencia. Una forma de decir sí pero no. Un resquicio para desobedecer leyes que interpretaban anhelos de gentes distintas a los encomenderos, pelucones o mantuanos. La expresión de la molicie y la resistencia al cambio. Una socarronería para mantener privilegios. En Venezuela, en un intento memorable por acabar con el burocratismo y prestar una mejor atención al ciudadano, el Gobierno Nacional aprobó una ley cuya aplicación haría salir corriendo a los burócratas de sus madrigueras. Una ley que como una tea liberadora convertiría en cenizas tanto papel innecesario para ejecutar cualquier tramitación. Una ley que de ponerse en práctica haría del sector público un modelo a seguir en materia de calidad y eficiencia. Una ley que convertiría a los funcionarios en servidores públicos y a la gente descontenta en ciudadanos felices. La empatía reemplazaría el egoísmo y la sensibilidad a la indolencia. Al fin la solidaridad y el bien común tendrían forma de normativa. Nos referimos al Decreto-Ley Sobre Simplificación de Trámites Administrativos aprobado en octubre de 1999:
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Artículo 4: La simplificación de los trámites administrativos tiene por objeto racionalizar las tramitaciones que realizan los particulares ante la Administración Pública; mejorar su eficacia, pertinencia y utilidad, a fin de lograr mayor celeridad
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y funcionalidad en las mismas; reducir los gastos operativos; obtener ahorros presupuestarios; cubrir insuficiencias de carácter fiscal y mejorar las relaciones de la Administración Pública con los ciudadanos.
Entre los lineamientos generales que establece esta ley están los siguientes: 1. Suprimir los trámites innecesarios que incrementen el costo operacional de la Administración Pública, hagan menos eficiente su funcionamiento y propicien conductas deshonestas por parte de los funcionarios. 2. Simplificar y mejorar los trámites realmente útiles.
Los principios generales que regulan la simplificación de trámites administrativos son verdaderamente revolucionarios, pues se ponen del lado del ciudadano y no del burócrata: 1. La presunción de buena fe del ciudadano. 2. La simplicidad, transparencia, celeridad y eficacia de la actividad de la Administración Pública. 3. La actividad de la Administración Pública al servicio de los ciudadanos. 4. La desconcentración en la toma de decisiones por parte de los órganos de dirección.
Pero los avances no se quedan allí. Se establece un órgano de control cuya finalidad será velar porque en cada ente público se aplique la mencionada ley.
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Ello estará a cargo del Ministerio de Planificación y Desarrollo, incluso se prevén sanciones: Los funcionarios y empleados al servicio de los órganos y entes sujetos a la aplicación de este Decreto-Ley, que sean responsables de retardo, omisión o distorsión de los trámites (…) así como del incumplimiento de las disposiciones del mismo, serán sancionados con multa cuyo monto se determinará entre el veinticinco (25) y cincuenta (50) por ciento de su remuneración total correspondiente al mes en que cometió la infracción, según la gravedad de la misma (…) La multa prevista se establecerá sin perjuicio de la responsabilidad civil, penal y administrativa en que puedan incurrir los funcionarios por el ejercicio de la función pública (…) La imposición de dos multas de las previstas en el lapso de un año, será causal de destitución del funcionario o empleado público.
En virtud de los graves daños ocasionados por el burocratismo se plantean medidas inmediatas, urgentes, impostergables que por su rigor recuerdan al célebre Dracón. Entre las disposiciones finales de la ley se establece que:
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Las máximas autoridades de los órganos y entes sujetos a la aplicación de este Decreto-ley, dentro de los noventa (90) días siguientes a su entrada en vigencia, deberán presentar al Ministerio de Planificación y Desarrollo, los planes de simplificación de trámites administrativos que se realicen ante los mismos. Los funcionarios que incumplan con esta disposición serán sujetos de la sanción prevista en el artículo 56 de este Decreto-Ley, sin perjuicio de la posibilidad de remoción del cargo que ostenten.
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Este Decreto-Ley Sobre Simplificación de Trámites Administrativos fue refrendado en octubre de 1999. Ya ha pasado más de una década desde su aprobación. El mal que dio origen a esta ley se extiende por todo el organismo de la administración pública y afecta seriamente su salud. Los responsables siguen arrellanados en sus poltronas y desde sus escritorios fijan el destino de los ciudadanos. Nadie, que sepamos, ha sido encarcelado, ni siquiera sancionado o por lo menos amonestado. Desde tiempos de la colonia una burocracia glotona se come a los ciudadanos en apuros, se alimenta de sus esperanzas, diluye sus ilusiones. Esa misma burocracia se burla de la ley que como dinamita amenazaba con pulverizarla. Hoy, al referirse a dicha normativa, esta burocracia pareciera decirnos: “Acátese pero no se cumpla”. La gente, en cambio, debe apropiarse esta ley, hacerla suya, conocerla, defenderla, difundirla, garantizar su cumplimiento. Quizás, en la aplicación de esta ley humanista y humanitaria está la fuerza y el poder que nos está haciendo falta para interpretar las verdaderas necesidades del pueblo y contribuir a satisfacerlas. Quizá este invisible hilo nos sirva de guía para salir del laberinto de procedimientos inútiles que es la administración pública. Quizás, de este delgado hilo legal está pendiendo el futuro del Estado y de la revolución en nuestro país. Entonces, decidámonos de una vez a enfrentar el burocratismo, ese monstruo devorador de gentes, con esa arma legal que unos jurisconsultos visionarios pusieron en nuestras manos. Esperemos que no sea tarde. Y ojalá nunca tengamos que repetir aquella frase del chileno Francisco Bilbao cuando fue derrotado el movimiento revolucionario que encabezaba: “La revolución se perdió porque no fue revolución”.
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Aproximaciones
al socialismo nuestroamericano
José Gregorio Linares
Utopía osible p colección
CAPÍTULO VII
La individualidad
Marx hablaba de la sociedad socialista como aquella en la que tendría lugar el desarrollo pleno de la individualidad creadora. Ludovico Silva Yo soy como soy, y tú eres como eres. Construyamos un mundo donde yo pueda ser sin dejar de ser yo, donde tú puedas ser sin dejar de ser tú, y donde ni yo ni tú obliguemos al otro a ser como yo o como tú. Subcomandante Marcos Si tú eres el elegido, si has sentido el reclamo de la tierra, si comprendes su sombra, te espera una tremenda responsabilidad. Puede perseguirte la adversidad, aquejarte el mal físico, empobrecerte el medio, desconocerte el mundo, pueden burlarse y negarte los otros, pero es inútil, nada apagará la lumbre de tu antorcha, porque no es solo tuya. Es de la tierra, que te ha señalado. Atahualpa Yupanqui
“Sea yo más yo cada día, tú cada día más tú” Un principio clave para la construcción del socialismo es la individualidad. Es un principio controversial. En el pasado, el debate socialista estuvo planteado en los falsos términos de contraponer el colectivo frente al individuo. En consecuencia,
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en aras de un supuesto bien común se erigieron fuertes Estados colectivistas que pretendían estandarizar la mente, los gustos y las conductas de los individuos, suprimiendo cualquier perfil propio. Se hizo creer que individualidad es equivalente a individualismo y, en consecuencia, se le atacó como un valor del antiguo régimen. Ésta es una deformación grave. El socialismo humanista auspicia la individualidad a la vez que combate el colectivismo y el individualismo. El socialismo humanista estimula la individualidad, es decir, impulsa el desarrollo del talento y potencialidades de cada quien. Promueve así lo más auténtico de cada persona. Salvaguarda el desarrollo de su misión personal, de su proyecto de vida. En líneas generales, los talentos pueden desarrollarse más efectivamente en la medida en que interpretan y dan respuestas a las necesidades históricas objetivas de la sociedad de su época. El revolucionario ruso Jorge Plejanov (1857-1918) afirma: El individuo no puede poner de manifiesto su talento sino cuando ocupa en la sociedad la situación necesaria para poderlo hacer (…) Los talentos aparecen, siempre y en todas partes, allá donde existen condiciones sociales favorables para su desarrollo (…) Si no fuera por eso, nunca habrían podido cruzar el umbral que separa lo potencial de lo real1.
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En realidad, el encanto y vitalidad de una sociedad reside en el poder de cada individuo de llegar a realizarse socialmente, en consonancia con su propia naturaleza, única e irrepetible. Un milagro del cosmos en un destello de la eternidad. No admite clones y menos en manada. Así, cuando una persona es mo1
Jorge Plejanov, El papel del individuo en la historia. México, Editorial Grijalbo, 1969, p. 58.
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tivada a desarrollarse plenamente, en contacto con otros individuos realizados a plenitud, se erige una colectividad sólida, entusiasta y renovadora. Se desarrolla una individualidad que crece en contacto con el otro y adquiere pleno sentido en su interacción con los demás. En el servicio hacia el colectivo, en el bien común. Lo decía, como en un juego de palabras, el escritor español don Miguel de Unamuno (1864-1936) en el libro Americanidad: Ahondémonos, procurando ser más personales cada día (…) Sea yo más yo cada día, tú cada día más tú y llegaremos mejor a compenetrar nuestras almas que si me empeño en modelarme a tu imagen o en modelarte a la mía. Sin diferenciación no hay integración posible, y a la vez es el fondo último de homogeneidad, lo que hace posible las diferenciaciones y la integración de ellas2.
José Martí insistía en la necesidad de que cada persona desarrollara sus facultades y ejerciera la misión que debía cumplir en la vida. Consideraba necesario “hacer de cada hombre una antorcha”, convertirlo en “autor de sí”; e insistía: “la cruzada se ha de emprender ahora para revelar a los hombres su propia naturaleza”. El papel de la sociedad socialista es garantizar un ambiente social que despierte y promueva la individualidad de cada persona e incite el poder creador que posee cada individuo. En el socialismo, decía el Che Guevara, “Se trata, precisamente de que el individuo se sienta más pleno, con mucha más riqueza interior y con mucho más responsabilidad”, consideraba que: 2
Miguel de Unamuno, Americanidad. Caracas, Fundación Biblioteca Ayacucho, 2002, p. 169.
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La Revolución no es, como pretenden algunos, una estandarizadora de la voluntad colectiva, de la iniciativa colectiva, sino todo lo contrario, es una liberadora de la capacidad individual del hombre. Lo que sí es la Revolución, es al mismo tiempo orientadora de esa capacidad. El hombre, en el socialismo, a pesar de su aparente estandarización, es más completo; a pesar de la falta del mecanismo perfecto para ello, su posibilidad de expresarse y hacerse sentir en el aparato social es infinitamente mayor3.
La sociedad socialista como sistema debe estimular la individualidad creadora. De lo contrario, la gente se sentirá atrapada en un molde que no le permite ser. Entonces, le quedarían dos opciones: mimetizarse o evadirse. De este modo, el cartabón sustituye el placer de vivir. La sociedad pierde dinamismo, sucumbe bajo su propia sombra o derrumba muros en búsqueda de la fibra creadora de cada individuo. El enorme poder que significa adquirir conciencia del talento que cada uno posee y de que dicha potencia individual puede ser útil a los otros en algún ámbito del saber o del hacer, multiplica aún más esta energía individual porque la direcciona hacia el propósito que cada quien ha de trazarse en función de lo social, océano donde las aguas de cada uno se encuentran con las aguas del otro, en un intento por encauzar la corriente hacia donde cada individuo quiere que fluya la humanidad entera.
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Cada persona debe estar consciente de su individualidad, de la misión que se propone cumplir en la sociedad y del desafío que ello significa. Un ejemplo 3
Ernesto Che Guevara, El pensamiento del Che. Buenos Aires, Schapire Editor, 2010, p. 65.
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de ello lo tenemos en el revolucionario peruano José Carlos Mariátegui (18941930), hombre de origen muy humilde, con impedimentos físicos y de frágil salud quien, no obstante las dificultades, estaba consciente de su original aporte en la interpretación marxista de la realidad peruana y latinoamericana, y en la construcción del socialismo continental. En 1924, cuando apenas tiene treinta años de edad, el destino le depara una prueba terrible: se agrava seriamente su estado de salud, una infección invade su cuerpo, le diagnostican un tumor en una pierna y se la amputan. Su firme voluntad le permite sobrevivir y desde una silla de ruedas continúa su labor. Logra prolongar su vida seis años más, y durante ese periodo realizará su labor teórica y política más fructífera. Recuerda: En el instante más álgido de mi agonía yo sabía que no podía morir aún. Yo sabía que mi destino no estaba aún terminado y ello me daba una fuerza inaudita. Creo que nuestras vidas son como las flechas que deben alcanzar un blanco, y la mía no había llegado todavía al suyo4.
Pero la estructura capitalista dificulta o imposibilita el desarrollo de la individualidad porque es excluyente y clasista. No ofrece igualdad de oportunidades a todos los seres humanos. Su aparente apoyo a los talentos tiene que ver más con el propósito de lucro que con el deseo de potenciar la capacidad creadora de cada quien; de este modo resulta que tienen más posibilidad de desarrollar su talento las personas de las clases poderosas que los pobres y marginados. Esto es especialmente cierto en América Latina y los llamados países del Tercer Mundo. 4
En Luis Sicilia, José Carlos Mariátegui, un marxismo indígena. Buenos Aires, Capital Intelectual S.A., 2007.
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El escritor uruguayo Eduardo Galeano se pregunta: “¿Cuántos talentos se extinguen en América Latina, antes de que puedan llegar a manifestarse? ¿Cuántos profesionales y artistas no llegan ni siquiera a enterarse de que lo son?”. Socialismo versus colectivismo Precisamente porque favorece la individualidad, el socialismo verdadero combate el colectivismo, el cual suprime la identidad, asfixia la personalidad de seres humanos específicos, en aras de un ente artificial que supuestamente representa a las mayorías. El colectivismo simboliza unos intereses pretendidamente superiores que a la larga no son más que la expresión ideológica de una clase, un Estado, un partido, un ejército, una casta, una familia o un individuo. El tema fue motivo de reflexión para el escritor venezolano Ludovico Silva, quien desde una perspectiva marxista heterodoxa cuestionó las prácticas “colectivistas” del “socialismo real”: Marx hablaba de la sociedad socialista como aquella en la que tendría lugar el desarrollo pleno de la individualidad creadora. No hablaba para nada de colectivismo, sino por el contrario, hablaba de un principio según el cual la única forma en la que un individuo puede integrarse creadoramente a su sociedad es mediante el desarrollo de su propia individualidad5.
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Letra y pólvora. Caracas, Fondo Editorial de la Alcaldía Metropolitana de Caracas, 2007, p. 229.
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El marxismo clásico jamás propuso un tipo de sociedad colectivista que cercenara la individualidad, impusiera la colectivización forzosa de la economía ni formara individuos unidimensionales orientados por un pensamiento único, donde no hubiese espacio para la individualidad y la disidencia. Al contrario, Carlos Marx habló siempre de la importancia que tenía el pleno desarrollo de cada individuo; por su mente nunca pasó la idea de colectivizar toda la economía y la sociedad. Propuso, en cambio, que la sociedad comunista creara las condiciones para que todos los seres humanos pudiesen desarrollar sus talentos y gustos en plena libertad, que las ideas fueran debatidas dialécticamente en un clima de democracia. La desviación absurda hacia el colectivismo de las ideas y de la propiedad es producto de una táctica específica de los bolcheviques en la URSS en una coyuntura histórica determinada; que luego, para sorpresa de muchos de ellos, se convirtió en “ley universal” del socialismo, especialmente a partir del gobierno totalitario de Josef Stalin. La colectivización forzosa de la propiedad que se dio en el marco de una economía de guerra (1918-1921) como una medida de emergencia –que luego fue suplantada por la Nueva Política Económica (1921)–, y la estandarización de la conciencia (instigada por los órganos del Partido y el Estado) fueron combatidas por algunos dirigentes. En su autobiografía León Trotski recuerda: Había que ir pensando en abandonar el comunismo de guerra. Los métodos del comunismo de guerra, tal como nos fueran impuestos por la situación del país durante la Guerra Civil (1918-1921) estaban agotados, y para levantar la
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economía de nuestro pueblo no había más remedio, costase lo que costase, que volver a introducir el elemento del interés personal, restableciendo hasta cierto punto el mercado interno. Inspirándome en esta necesidad presenté al Comité Central un proyecto de supresión de reparto forzoso de suministros que había de ser sustituido por un sistema de impuestos sobre los cereales, introduciendo en relación con esto el reparto de mercancías6.
A pesar de los reparos que muchos líderes le pusieron a las practicas colectivistas, este modelo fue retomado, en mayor o menor medida, en Rusia y en las naciones que estaban bajo la influencia soviética a partir del gobierno de Stalin, el cual impulsó planes de colectivización e industrialización que tuvieron como punto de partida la expropiación masiva de las tierras de los hacendados capitalistas (kulaks) y la confiscación de la producción; luego estas colectivizaciones se extendieron a la mediana y pequeña propiedad, todo lo cual trajo como consecuencia la oposición del campesinado a la revolución, una reducción drástica de la producción agrícola y la hambruna generalizada.
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Mediante los planes quinquenales que daban prioridad a una industrialización acelerada, basada en el desarrollo de los sectores energéticos y la industria pesada, se creó una economía “desarrollista” donde los grandes números de la macroeconomía se obtenían a costa de sacrificar el bienestar de la población, la cual fue sometida a durísimas condiciones de trabajo y a grandes privaciones en materia de consumo en aras de un supuesto porvenir mejor para todos. La represión impedía que se expresara el malestar de la ciudadanía, apenas compensada con la mejora de los servicios estatales de transporte, sanidad y educación. 6
León Trotski, Mi vida. Bogotá, Colombia, Editorial Pluma, 1979, pp. 366-367.
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Para Stalin (1878-1953) lo esencial era la ambición de poder. Los máximos dirigentes que habían llevado a cabo la Revolución de Octubre fueron deportados a campos de concentración o ejecutados. Stalin eliminó a Trotski (al que mandó al exilio en 1929 y luego hizo asesinar en México en 1940), se desembarazó también del ala “izquierda” del partido (Zinoviev y Kamenev, ejecutados en 1936) y del ala «derecha” (Bujarin y Rikov, ejecutados en 1938), realizó “purgas” dentro del ejército, en la Komintern y en la policía política. Stalin gobernó la Unión Soviética de forma tiránica desde los años 30 hasta su muerte ocurrida en 1953. Acabó de eliminar del proyecto marxistaleninista todo rastro de ideas democráticas o emancipadoras: anuló todas las libertades, negó el más mínimo pluralismo y aterrorizó a la población instaurando un régimen policial donde gente como el director de la policía política decidía el destino de cualquier ciudadano. Uno de los argumentos predilectos de Stalin para atacar a otros miembros del Partido fue la lucha contra la existencia de facciones, las cuales habían sido prohibidas temporalmente en el Partido Bolchevique durante la Guerra Civil, pero que formaban parte de la historia del bolchevismo (en el cual siempre hubo libertad de tendencias) y del movimiento comunista internacional hasta entonces. En efecto, los bolchevique liderizados por Lenin promovieron una serie de medidas políticas coyunturales dirigidas a mantener la revolución en tiempos especialmente difíciles, cuando las potencias imperiales y los enemigos internos se les oponían; sin embargo, mantuvieron la democracia hasta donde les fue posible, mediante la aplicación del principio del centralismo democrático: libertad en el debate y férrea disciplina de partido en la ejecución. Principio que fue suplantado en la práctica por el “centralismo burocrático”. Lenin, no obstante su autoridad
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admitía la libertad; por el contrario, Stalin la asfixiaba y colocaba el poder central al servicio de sí mismo y sus adláteres. En tiempos de Lenin: La disciplina y la discusión no se excluían. Unidad de partido imprescindible hacia afuera, pero en las Asambleas del Partido se discutía aún muy abiertamente hasta 1920. También aconteció que a menudo quedara en la minoría. En consecuencia, centralismo democrático significaba, expresándolo con sus propias palabras, libertad de crítica en tanto no perjudique la unidad de las acciones sobre las cuales ya se ha decidido y prohibición de la crítica tan pronto socave y estorbe la unidad en las acciones ya resueltas. Sin duda, Lenin destacó con frecuencia más el centralismo que la democracia (todo lo contrario de Rosa Luxemburgo), pero con Stalin la discusión interna en el partido solo tuvo como respuesta medidas administrativas y castigos ejemplares. Por consiguiente, a fin de expresarlo con toda claridad: el bolchevismo no es ninguna forma preliminar del estalinismo7.
En vida de Lenin, el poder estaba en manos de los soviets, que eran organizaciones populares profundamente democráticas, cuyos líderes se constituyeron en “voceros” de las inquietudes y necesidades del pueblo. De acuerdo con una opinión autorizada, la del escritor estadounidense John Reed (1887-1920), testigo presencial de los hechos, la consigna “todo el poder para los soviets” expresaba el sentir de los revolucionarios rusos:
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Las elecciones de los delegados están basadas en la representación proporcional, lo que significa que los partidos políticos están representados en proporción 7
Dieter Kuhn, Los límites de la oposición. Caracas, Tiempo Nuevo, 1972, p. 96.
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exacta al número total de votantes de la ciudad. Y son los partidos políticos y los programas los que se votan, no los candidatos. Los candidatos son designados por los comités centrales de los partidos políticos, que pueden reemplazarlos por otros miembros del partido. Asimismo, los delegados no son elegidos por un plazo de tiempo determinado, sino que pueden ser revocados en cualquier momento. Nunca antes se creó un cuerpo político más sensible y perceptivo a la voluntad popular (…) Las organizaciones que he descrito, los soviets, se reproducen en casi todas las comunidades de Rusia. Y si una parte considerable de Rusia se opusiera seriamente al gobierno soviético, los soviets no durarían ni una hora8.
En cambio, mediante la manipulación y la fuerza Stalin controló la sociedad en su conjunto, no permitiendo la disensión dentro ni fuera del partido. Instauró una sangrienta dictadura personalista que hoy no puede ser un modelo a seguir por ningún socialista ni por ningún gobierno de transición hacia el socialismo. Ya es hora de que los defensores del socialismo marquemos distancia con respecto a ese “socialismo estalinista” que de socialista tiene muy poco. Ya es hora de que los socialistas y comunistas dejemos de cargar las culpas de Stalin y sus epígonos. Es el momento de estudiar la historia y denunciar las falsificaciones y mixtificaciones. Ha llegado el momento de dejar claro que el ideal socialista se opone a cualquier reminiscencia del estalinismo. El socialismo democrático que impulsamos no tiene nada que ver con supresión de la libertad, con campañas de represión y persecución políticas, con exclusiones, deportaciones, etc. Estas prácticas son más propias del capitalismo: 8
Los soviets en acción, disponible en 1918 http://www.marxists.org/espanol/reed/sovacc.htm
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del capitalismo nazi alemán de Adolfo Hitler, del fascismo capitalista italiano de Mussolini, del gobierno capitalista español de Francisco Franco y sus falangistas, del capitalismo macarthista estadounidense, de los capitalismos subdesarrollados dictatoriales de Latinoamérica y el Caribe, y de los gobiernos capitalistas seudodemocráticos de todo el mundo. Ese colectivismo de corte estalinista es lo que la tendenciosa propaganda “anticomunista” quiere hacer ver como equivalente del socialismo. Pero nada más ajeno al verdadero socialismo que el colectivismo, el cual no cree en los individuos particulares y los sacrifica en función de los intereses de una burocracia que, como el “Hermano Mayor” de que nos habla George Orwell en su obra 1984, no reconoce los rostros, las inclinaciones, ni las potencialidades individuales. Los prejuicios anticomunistas, ideología del capitalismo
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Marx y Engels decían en el Manifiesto comunista que el fantasma del comunismo recorría el mundo. En lo que no hicieron énfasis es en que otro fantasma también circula desde entonces por el planeta entero: el fantasma del anticomunismo. Ese espectro ha penetrado intencionalmente en la conciencia de muchas personas y las ha inducido a actuar contra cualquiera que se plantee reformas o cambios en la estructura económica y política capitalistas. De allí que Pablo Neruda haya afirmado: “Vemos desatarse en América fuerzas que aún pretenden levantar la manchada bandera del anticomunismo, esa bandera que se ha alzado siempre, en tantos sitios, antes de un desmán o de una traición”.
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Según el investigador venezolano Luis Cipriano Rodríguez, en original estudio sobre el tema, el anticomunismo: Representa un ejercicio propagandístico, una especulación informativa, una denuncia policial y un pretexto para reprimir (…) El anticomunismo se utiliza para defender los intereses y valores establecidos: propiedad privada, religión católica, tradición, familia, orden, paz, moral, etc. (…) El anticomunismo es, en lo básico, un pretexto para perseguir a los enemigos o activistas más radicales de cada gobierno, en vez de una herramienta teórica para proponer alternativas sociopolíticas (…) Los epítetos, etiquetas y manipulaciones propagandísticas nunca han faltado como pretextos. Esta vez, la función de estereotipo le toco a la práctica anticomunista (…) Es una horadante gota de agua, vertida día a día (…) Representa un factor que contribuye a “legitimar” el Estado, reforzando el orden establecido y mediatizando la conciencia del pueblo9.
El anticomunismo se alimenta de prejuicios y lugares comunes donde se repite hasta el cansancio que el socialismo implica la supresión de las libertades, la imposición de un pensamiento único y la expropiación de todos los bienes del ciudadano común. Estas nociones introyectadas en el imaginario popular se constituyen en un obstáculo para la formación de la conciencia de clase entre los oprimidos. Es necesario combatirlas con la verdad. Y la verdad es que, al contrario de lo que la manipulación anticomunista ha querido hacer ver, si algún régimen ha intentado estandarizar y masificar al ser 9
Historia de las ideas anticomunistas. Caracas, Fondo Editorial Ipasme, 2010. p. 7.
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humano, éste ha sido el régimen capitalista, especialmente en tiempos de globalización, cuando los mass media y otros aparatos ideológicos del Estado imponen una suerte de “uniformización” de la cultura a escala mundial, denominada “cultura de masas” y, además, la dictadura del “pensamiento único”, que tienen como propósito suprimir la individualidad, promover el más feroz egoísmo y formar “colectivos humanos” que, a manera de rebaños, repiten las mismas creencias, atienden a los mismos estímulos, responden de igual manera ante acontecimientos preconcebidos, poseen los mismos gustos y albergan los mismos miedos. Como socialistas nos oponemos a ese proceso de “estandarización” obligatoria de la gente, de su conciencia, su imaginario y su conducta. Creemos en el desarrollo de la individualidad, la cual debe ser puesta al servicio de la plena realización de cada persona y del logro del bien común. Una cosa no está reñida con la otra. Solamente una visión simplista de lo que es el individuo y del rol que debe jugar el Estado en una sociedad socialista puede generar esta confusión. El individuo se realiza plenamente en tanto y cuanto descubre su talento personal y lo orienta socialmente en función del avance de su localidad, el país, la región, el planeta; pero sin perder sus contornos personales ni diluirse en el océano humano donde estamos todos.
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Los socialistas no podemos respaldar la “colectivización de la cultura” ni el “pensamiento único” porque en ninguna parte del mundo existe una sola cultura ni debe existir una forma “universal” de conciencia. La diversidad es el elemento común a la humanidad. Somos variados y múltiples. Heterogéneos y disímiles incluso dentro de una misma comunidad o nación. El capitalismo globaliza-
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dor –heredero del nazismo, el fascismo, el franquismo, el macartismo y ciertas reminiscencias del estalinismo– pretende la creación de sociedades uniformadas, habitadas por seres humanos unidimensionales para los cuales el mundo se reduce a unos pocos conceptos absolutos y a unos sentimientos básicos donde los hombres no son más que productores y consumidores de una cultura estandarizada y la vida no es creación sino obediencia. No nos sigamos haciendo eco de la desviación colectivista que tanto daño ha hecho en el campo socialista. No les demos argumentos a los ideólogos anticomunistas del capital, los cuales no creen en los individuos ni les interesa su bienestar. Evitemos que se siga difundiendo esa falsa especie que preconiza que los socialistas promueven un modelo de sociedad colectivista y uniformada donde se castiga la disensión y se controla la participación. Al contrario, defendemos la variedad y la diversidad, lo uno y lo múltiple, la interculturalidad y lo multiétnico, lo plurinacional y la identidad nacional, la democracia política y la libertad de pensamiento, la pluralidad y el respeto, los derechos humanos y los de la Madre Tierra, apoyamos las minorías y a las mayorías, la libertad y la justicia, los principios y la dialéctica, las tácticas y las estrategias a favor de la vida, la realidad como campo para la lucha y el deber ser como esperanza, los orígenes y el porvenir, la diacronía y la sincronía, la inclusión y la complementariedad, lo africano y lo indígena sin menospreciar lo europeo, el pensamiento y la acción renovadoras, lo individual, lo local y lo universal, los derechos y la obligación de hacerlos respetar, los deberes como forma de servir a los otros, la alteridad, que no está sólo del otro lado sino también en nuestro interior.
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De lo que se trata es de combatir cualquier forma de globalización, dictadura o colectivismo cultural. Según el antropólogo venezolano Esteban Emilio Mosonyi, hoy más que nunca es necesario comprender Que lo que enriquece son los matices, los claroscuros, las dimensiones múltiples, las adivinanzas, esas formas de saber ignorando y de ignorar sabiendo (…) y esto quiere decir bastante en un mundo masificado, donde lo uniforme, lo simplificado y lo absoluto, han sido las reinas de la fiesta (…) Debemos superar los límites de nuestro tiempo: no solo referirnos a lo histórico como lo original, sino como algo que nos está influyendo ahora. Entender las relaciones entre pasado, futuro y presente. Asumir el espacio compartido así como las diferencias reconocidas y por reconocer. Tratar de buscar la diversidad donde hasta ahora no la hemos hallado, y declararle la guerra a cualquier simplismo y a cualquier fundamentalismo. El pensamiento fundamentalista de ver las verdades únicas como si las cosas se manifiestan de una sola manera es una visión errada. Si logramos vencer esas tentaciones vamos a superar ese síndrome de la muerte en vida. Una sociedad apática, tan poco ilusionada, parece más que vive del otro lado que en el epicentro de lo existente, de lo dinámico, de lo realmente importante para realizarnos como seres.
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Ésta es la visión que los socialistas de Nuestra América compartimos. Está enraizada con lo más noble de nuestros orígenes indígenas, africanos e hispanos. Se articula con los momentos de felicidad que hemos vivido como pueblo. Con ese carnaval de alegría que ha sido la vida cuando el compartir ha prevalecido sobre la imposición y la libertad sobre el despotismo.
CAPÍTULO VIII
Contra el individualismo, a favor de la solidaridad
Yo antepongo siempre la comunidad a los individuos. Simón Bolívar En este mundo no hay más que una raza inferior; la de los que consultan, antes que todo, su propio interés, bien sea el de su vanidad o el de su soberbia, o el de su peculio. José Martí No buscábamos ni buscamos la pobre satisfacción del medro personal, ni anhelábamos la triste vanidad de los honores, ni queremos otra cosa que no sea el verdadero triunfo de la causa, consistente en la implantación de los principios, la realización de los ideales y la resolución de los problemas, cuyo resultado tiene que ser la salvación y el engrandecimiento de nuestro pueblo. Emiliano Zapata
“Es una carrera de lobos: solamente
se puede llegar sobre el fracaso de otros”
Los socialistas combaten el individualismo, que es el motor que impulsa el quehacer de la mayoría de las personas en las formaciones sociales fundadas en la explotación de unas clases por otras. Sociedades que se sustentan en la egolatría. El individualismo es el sustrato ideológico en que se fundan las sociedades
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basadas en la desigualdad. El espíritu de riqueza, prestigio, seguridad o poder personal alienta la conducta de la gente. En estas sociedades se promueve un paradigma del éxito basado en los logros personales, sin tomar en cuenta si benefician o no a la colectividad y al ecosistema: Así lo presenta la propaganda capitalista que pretende extraer del caso Rockefeller –verídico o no– una lección sobre las posibilidades de éxito. La miseria que es necesario acumular para que surja un ejemplo así y la suma de ruindades que conlleva una fortuna de esa magnitud, no aparecen en el cuadro (…) De todos modos, se muestra el camino con escollos que aparentemente, un individuo con las cualidades necesarias puede superar para llegar a la meta. El premio se avizora en la lejanía; el camino es solitario. Además, es una carrera de lobos: solamente se puede llegar sobre el fracaso de otros1.
Lo había explicado Carlos Marx cuando todavía era un muchacho, en Consideraciones de un joven al elegir profesión expone: Si el hombre trabaja solo para sí, puede, quizá, ser un científico famoso, un gran sabio, un excelente poeta, pero jamás podrá ser un hombre perfecto y verdaderamente grande. La historia considera grandes a los hombres que, trabajando para el fin común, se ennoblecen a sí mismos; la experiencia destaca como más feliz al hombre que ha proporcionado la felicidad al mayor número de personas2.
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1 2
Ernesto Che Guevara, El socialismo y el hombre nuevo. Ciudad de México, Siglo XXI Editores, 1979. En Franz Mehring, Carlos Marx. México, Editorial Grijalbo, 1960, p. 37.
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Al individualista no le importa para nada el otro, salvo para sacar provecho de él. La sociedad es el escenario donde, superando a los competidores, conquista sus propios designios. Allí se proclama la supremacía del más hábil. Reina el “darwinismo social”. Ésta es la razón por la que el socialismo latinoamericano se opone a toda expresión del individualismo y de competición, tanto en la vida privada como en los proyectos sociales y nacionales. El egoísmo conspira contra el bienestar social, obstaculiza el bien común y empobrece el alma de los seres humanos que lo practican, en palabras del Che Guevara: El individualismo en cuanto tal, como acción aislada de una persona en el ambiente social, debe desaparecer (…) Uno de los objetivos fundamentales del marxismo es eliminar el interés, el factor “interés individual” y el lucro desde las motivaciones psicológicas.
Precisamente porque en el capitalismo predomina el “ego” en las relaciones entre los seres humanos, sucumbe la sociedad como un todo, son maltratados especialmente los más humildes, y es degradado el ambiente, que es el asiento de la vida. De seguir por este camino la humanidad perderá definitivamente la noción de alteridad y romperá los lazos de cooperación que constituyen la esperanza de regeneración de la sociedad y la naturaleza. Y es que el egoísta cree que los otros no forman parte de sus vidas. Lo que le suceda al otro no le importa en tanto no afecte sus intereses y comodidad. Cuando oye sonar las campanas que anuncian desgracia no presiente ningún
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peligro para él, y no se apresta a ayudar a nadie. No doblan por él las campanas. Lo de otros le es ajeno, no es su problema. Aprendamos. No es pasando por encima de los otros que alcanzaremos éxito y felicidad. No es manteniéndonos aislados en una torre de marfil como los seres humanos desarrollamos talento y somos útiles. Es mediante la cooperación que podemos realizarnos y encontrar pleno sentido a la existencia. Es en el apoyo a los otros como encontramos nuestro fin en la vida y nos dignificamos. Los revolucionarios socialistas han puesto su talento individual al servicio de las luchas sociales. Su vida para ayudar a otros y otras. Su aporte personal, hebra de un tejido articulado al resto de la sociedad para producir el bien colectivo. El progreso de la humanidad es el fin último de su existencia. Han hecho suyas aquellas palabras de José Martí: “El egoísmo es la mancha del mundo, y el desinterés su sol”. La solidaridad: Los dos Simón y Antonio José
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Esta oposición al individualismo nos conduce a la solidaridad. La acción de toda persona con sensibilidad debe ir dirigida al bien común y la justicia social. La solidaridad es una constante en su vida. Solidaridad para las grandes obras. Solidaridad en las pequeñas acciones. Solidaridad integrada a la vida cotidiana. Por eso, una persona que no ejerza constantemente la solidaridad, aunada a su acción política, no puede ser catalogada de ejemplar. No se puede ser revolucio-
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nario si no se es solidario. Y ejercer la solidaridad no es dar lo que nos sobra sino compartir lo que tenemos, aun a costa de nuestro propio bienestar inmediato. En esto el Libertador fue un ejemplo. Simón Rodríguez, quien escribió una de sus primeras biografías decía de él: Bolívar (…) es dadivoso en exceso: su caudal y su sueldo, sin pasar por sus manos, se invierten en el sostén de muchas familias patrióticas y de individuos que han servido o se han invalidado en la guerra; y cuanto le dan por obsequio, lo cede3.
En carta privada dirigida don José María del Castillo desde Cuzco, el 10 de julio de 1825, explica: “A pesar de mis sueldos, no tengo ya un peso de qué disponer, pues todas las rentas de mis haciendas y de mi empleo eran distribuidas anticipadamente”. El maestro, Simón Rodríguez, quien veía en el discípulo el rasgo de la solidaridad, poseía también esa cualidad. Todo lo que tenía lo ponía al servicio de la causa social. La riqueza que acumuló en Europa la dejó íntegra en su proyecto de creación de escuelas para niños pobres, quienes serían los futuros republicanos. Sus preceptos son una invitación a romper con el individualismo y apoyar a los demás. “La mayor fatalidad del hombre –decía– en el estado social, es no tener con sus semejantes, un común sentir de lo que conviene a todos”. Es necesario, según Simón Rodríguez, “Ver en los intereses del prójimo los suyos propios, en 3
Alfonso Rumazo González, Ideario de Simón Rodríguez. Caracas, Fundación Editorial El Perro y la Rana, 2008, p. 138.
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sustitución de la máxima más perversa que pueda haber inventado el egoísmo: cada uno para sí, y Dios para todos”. Otro ejemplo extraordinario de solidaridad fue Antonio José de Sucre. Se preocupaba por el bienestar de todas las personas, en especial de los más humildes y necesitados. El 1º de abril de 1822 escribe: La ciudadana Juana Soto, madre del mayor Torrero, que ha prestado importantes servicios a la República, está en una suma indigencia. Nuestro deber nos obliga a socorrerla. Sírvase disponer que mensualmente se le socorra en Tesorería con veinte pesos, los cuales se cargarán sobre los ajustes de mis pagos.
En carta dirigida a la rectora de huérfanas de Cochabamba, fechada el 21 de marzo de 1826, se compromete: “Nada dejará por hacer en adelante para mejorar la suerte de tantas infelices, hasta ahora víctimas de los vicios y de la miseria”. En circular del 10 de mayo de 1826 indica que: No puede tolerar por más tiempo, el que con agravio de la moral pública y de la religión, la miseria desvalida se pase por las calles de esta capital (La Paz) y para evitarlo ha resuelto que se establezca un hospicio de mendigos en el beaterio de Santa Rita.
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Sucre se propuso “Poner escuelas de primeras letras en todos los pueblos, y la enseñanza de aquellos rudimentos que destierren los sentimientos serviles y las ideas de esclavitud”4. 4
Carta al coronel José Videla, 20 de junio de 1825.
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El Mariscal de Ayacucho es un hombre desprendido. En palabras de un contemporáneo suyo, Juan Crisóstomo Torrico, “Jamás dejó de manifestar sentimientos de humanidad cuando era preciso ejercerlos a favor de los desgraciados”5. Al morir su padre le corresponde a Sucre compartir la herencia con sus familiares; sin embargo, “Yo no quiero nada de herencia, voy a disponer que lo que me toque se lo repartan mis hermanos”6. (Hermanos que, por cierto, también eran grandes patriotas y gente solidaria.) En vista de que se encuentra lejos de Venezuela solicita permiso para encontrarse con sus parientes, pero no lo consigue y “Ya que no puedo ir donde mi familia, quiero por lo menos auxiliarla con lo que esté a mi alcance”7. En carta a Bolívar (12 de abril de 1826) le expresa: Me dijo Ud. dos o tres veces que del millón de pesos que decretó esta asamblea general al ejército me tocaban veinticinco mil pesos, y yo los he ofrecido a las viudas e hijos de los soldados colombianos que murieron en (la Batalla) Ayacucho (…) Todo mi haber nacional de Colombia y sus productos lo he librado totalmente a mis hermanos, y les he cedido toda mi herencia.
El vencedor de Ayacucho ejercía la solidaridad incondicional a pesar de que, según cuenta al coronel Galindo (1 de junio de 1826), “Para mantenerme he tenido que pedir aquí dinero prestado a comerciantes, satisfaciéndoles un interés de tres por ciento mensual”. 5 Domingo Alcalá, Defensa de Sucre. Caracas, Fundación Biblioteca Ayacucho, 1995, p. 47. 6 7
Carta a Simón Bolívar, 23 de enero de 1825.
Carta a Francisco de Paula Santander, 27 de septiembre de 1825.
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El Libertador le caracterizó en pocos trazos, dijo en el resumen que escribió en 1825 sobre la vida del Gran Mariscal: “Para el general Sucre todo sacrificio por la humanidad y por la patria le parece glorioso. Ninguna atención bondadosa es indigna de su corazón”. Como hemos visto, hay que reivindicar la individualidad como un principio fundamental en la construcción del socialismo y, además, es necesario combatir el individualismo. La solidaridad es, quizás, un camino para alcanzar estos propósitos, de modo que ninguna atención bondadosa sea indigna de nuestros corazones.
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CAPÍTULO IX La espiritualidad
Busca al cura de parroquia no busques al Cardenal dile que la lucha es larga que hay que aligerar la carga que la misa de domingo con pueblo libre, es mejor. Dile que en la sacristía haremos la reunión dile que Dios no se arrecha que él está contento con revolución. Alí Primera El cristianismo es, fundamentalmente, una propuesta revolucionaria y está llamado a participar en todo proceso que implica cambios hacia una sociedad más justa. De no hacerlo, se estaría traicionando a sí mismo como fuerza de transformación. Rev. Ramón Castillo
De los oprimidos soy la redención El cultivo de la espiritualidad es indispensable en la creación y fortalecimiento de una sociedad nueva. No tiene nada que ver con iglesias institucionalizadas ni con sectas enajenantes. Se trata, simplemente, de reconocer que existe
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una esfera espiritual en el ser humano, y ésta tiene diversas formas de expresarse. Muchas de ellas apuntan hacia la creación de seres humanos íntegros, capaces de convivir en un clima de armonía, preconizar valores superiores y asumir una praxis, tanto en la vida personal como colectiva, que les permita transitar por los caminos de la evolución interior y la convivencia social, decir con fundamento que estamos llevando a la práctica aquella hermosa idea del Che, cuando insistía en que el principal papel del socialismo es la creación del Hombre Nuevo. Están vigentes las palabras de José Martí: ¿Que se derriben templos? Aquellos donde se predique el odio, o la intolerancia, vénganse abajo en buena hora; pero ¿templos? Ahora se necesitan más que nunca, templos de amor y humanidad que desaten todo lo que hay en el hombre de generoso, y sujeten todo lo que hay en él, de crudo y vil1.
Un ser humano que sea arquetipo de nuevos valores y pueda decir de sí mismo lo que expresó el personaje de una canción interpretada por Un Solo Pueblo, escrita por el poeta Jesús Rosas Marcano (1930-2001): Con mis enemigos parto el pan, y con mis amigos el dolor. Nunca guardo odio en mi corazón. Yo alegro al que sufre con una canción. De los que andan mudos yo soy la opinión. De los oprimidos soy la redención. Quien me pide techo yo techo le doy. En tierra soy faro de navegación. Yo soy de la herida cicatrización. Con-
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Carta del 5 de septiembre de 1884, en Cartas de amistad. Caracas, Fundación Biblioteca Ayacucho.
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migo no hay tablas siempre hay decisión. No temo a la muerte, de la muerte soy. Como vine al mundo así yo me voy.
Hay que formar conciencias y alimentar el espíritu. De lo contrario, participaremos en los procesos revolucionarios y en la edificación de la sociedad socialista con las mismas actitudes y emociones que destruyeron interiormente al hombre y a la mujer del capitalismo, que no tuvieron espacio para el perdón, la gratitud, la compasión, la tolerancia, el altruismo, la empatía, la verdad, la paz, la sensibilidad, el respeto, el compromiso y el amor. Si no contribuimos a transformar el corazón de las personas desde adentro, por más cambios que haya en la base económica, y por más reestructuraciones que experimente el Estado, no daremos pasos firmes en función de crear seres humanos auténticamente íntegros y felices que es, al fin de cuentas, el propósito de cualquier sistema verdaderamente socialista. Los pueblos de América Latina, por nuestra idiosincrasia, estamos en las mejores condiciones para imprimirle ese contorno espiritual al proyecto socialista que emprendamos. Somos hombres y mujeres de maíz. Espiga que brota de la tierra nutricia, con un penacho que ondea hacia el cielo. Grano que germina en esperanza. Corazón tierno al servicio de la vida. Fermento de revoluciones. Harina que se transforma en masa tostada como nuestra piel. A Dios gracia el colonialismo cultural no ha logrado matar nuestra esencia, ni adulterar nuestra savia ni quebrantar nuestro espíritu. No han podido convertirnos en seres pragmáticos. El paradigma materialista que privilegia las cosas sobre las personas, justifica todos los medios para alcanzar cualquier fin, y es indolente frente al sufrimiento ajeno,
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ha encontrado resistencia entre los pueblos latinoamericanos. Somos de naturaleza noble, propensos a las más elevadas acciones, a ejercitar principios superiores. Como lo afirma el escritor chileno Francisco Bilbao (1823-1865): Vive en nuestras regiones algo de esa antigua humanidad y hospitalidad divinas; en nuestro pecho hay espacio para el amor del género humano. No hemos perdido la tradición de la espiritualidad del destino del hombre. Creemos y amamos todo lo que une; preferimos lo social a lo individual… la justicia al poder, el espíritu puro al cálculo, el deber al interés (…) No vemos en la tierra, ni en los goces de la tierra el fin definitivo del hombre; y el negro, el indio, el desheredado, el infeliz, el débil, encuentra en nosotros el respeto que se debe al título y a la dignidad del ser humano2.
Las distintas culturas que integran nuestra diversidad latinoamericana proporcionan importantes aportes en función de afianzar esta espiritualidad. Para los pueblos indígenas, por ejemplo, la espiritualidad es un componente integrado a todos los actos de la vida. No es un compartimiento aparte. De allí que debamos volver la mirada hacia las etnias indígenas con la actitud humilde de quien está dispuesto a aprender, a ver con los ojos que quisieron vendarnos. Según Luis Acosta Beltrán, en El pensamiento revolucionario de Guaicaipuro: No se ha entendido que entre nuestros pueblos nativos, la religiosidad era el todo y las partes. Sobre la base de sus creencias o la fe en sus cosmogonías, se
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Iniciativa de la América. Idea de un Congreso Federal de las Repúblicas en Memorias de América Latina. Caracas, Fondo Editorial de la Facultad de Humanidades y Educación de la UCV, 2002.
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desarrollaba la división social del trabajo, lo mismo que su organización política, social y militar.
Por eso, tiene razón Saúl Rivas Rivas cuando expresa en El lugar de la espiritualidad indígena en tiempos de globalización: “Resulta asombroso que se quiera asumir un papel protagónico y no se le dé ninguna importancia a la espiritualidad indígena como brújula prioritaria e imprescindible en la lucha por la liberación”. De igual manera, las diferentes culturas de origen africano le otorgan una importancia cardinal a la espiritualidad. Ésta se convierte en una manifestación de resistencia de la cultura africana y de reafirmación de la identidad caribeña y americana. En palabras del afrodescendiente venezolano Jesús Chucho García: Aferrarse a la fe, es aferrarse a la vida para poder combatir todas las formas de opresión (…) Para nosotros la afroespiritualidad es lo más profundo, ya que es la decisión por la que optamos para el encuentro de uno mismo donde las energías ancestrales nos sirven como guía. El espíritu es quien puede resistir a los maltratos físicos, morales, materiales (…) La religión fue y es el lugar de refugio más extraordinario que los africanos y sus descendientes pudieron reconstruir y redimensionar para oxigenar sus identidades y así recuperar la noción de persona así como sus respectivos sistemas culturales3.
Como puede verse, el pueblo latinoamericano y caribeño –al igual que las raíces que lo nutren– es profundamente espiritual. Su espiritualidad ha sido y 3
Jesús (Chucho) García, (2007) Caribeñidad. Caracas, Fundación Editorial El Perro y la Rana, 2007, p. 51.
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será un instrumento de redención. Y si bien es cierto que las cúpulas de las iglesias expelen un tufo “sotánico-satánico” y le han dado la espalda a Dios y al pueblo, también es verdad que históricamente ha habido sectores de las distintas religiones que con visión ecuménica han establecido una relación de respeto con las distintas expresiones espirituales del universo y marchan junto a los pueblos en sus luchas por alcanzar la justicia y establecer un mundo mejor. Las personas verdaderamente consustanciadas con los primigenios postulados cristianos, indoamericanos y afroamericanos, siempre han estado y estarán del lado de los humildes y a favor de los cambios que generen justicia social y poder popular. En estos momentos de la historia no se conforman con predicar la salvación individual, también se plantean la redención colectiva, en consecuencia denuncian el capitalismo globalizador que empobrece la humanidad y degrada la tierra:
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Por eso duele cuando uno ve a ciertas iglesias convertidas en empresas privadas, desprovistas de amor y compromiso social, emulando el modelo capitalista, presas de la ideología del crecimiento numérico, del caudillismo y el mesianismo; atadas a la idolatría de la prosperidad económica como un valor fundamental. En realidad, las iglesias ni siquiera pueden estar satisfechas con ser espacios de servicio y consuelo individual, orientadas al mantenimiento del status. Necesitan convertirse en espacios de resistencia a todo tipo de opresión e idolatría del mercado y del dinero, en espacios de anuncio de la esperanza del Reino de Dios, que ya está entre nosotros; y de denuncia y rechazo al neoliberalismo globalizado y opresor4. 4
Ramón Castillo, Chávez, los cristianos y la Revolución Bolivariana. Caracas, Fondo Editorial Ipasme, 2010, p. 125.
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Los cristianos al servicio de las mejores causas Al lado de los indígenas estuvieron fray Antonio de Montesinos, Bartolomé de las Casas y muchos otros más. Junto a los africanos esclavizados estuvo Pedro Claver, quien dedicó buena parte de su existencia a mitigar el dolor de los esclavos en Cartagena de Indias. En el mismo sentido las proclamas del movimiento preindependentista liderizado por Manuel Gual (1759-1800), José María España (1761- 1799) y Juan Bautista Picornell (1759-1825) comenzaban con “Viva la ley de Dios, viva el pueblo americano y muera el mal gobierno”. Éste fue un movimiento genuinamente revolucionario y popular que se planteó acabar con la injusticia social y alcanzar la independencia. Entre sus ordenanzas se destaca aquella donde “… se declara la igualdad natural entre todos los habitantes de las provincias y distritos: y se encarga que entre blancos, indios, pardos y morenos reine la mayor armonía, mirándose todos como hermanos en Jesucristo, iguales por Dios”. En la misma línea de pensamiento se ubica Juan Germán Roscio (17631821), quien jugó un papel protagónico en el debate ideológico-espiritual durante la lucha por la independencia. Escribió los libros El triunfo de la libertad sobre el despotismo, o la confesión de un pecador arrepentido de sus errores políticos, dedicada a desagraviar en esta parte a la religión ofendida con el sistema de la tiranía y El patriotismo de Nirgua y abuso de los reyes. Estas obras ejercieron gran influencia en su época ya que en ella Roscio explica por qué apoyar la República y luchar por la independencia no son acciones contrarias a la religión católica que profesaban los americanos. Se propuso demostrar que la Biblia y la doctrina de la Iglesia se oponen a la tiranía y al despotismo; por consiguiente, aporta elementos para la
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acción revolucionaria contra los que vulneran la soberanía popular apoyando la “teología feudal”. En ese sentido le da basamento conceptual a las medidas del Libertador quien ordena: “A todos los párrocos, predicadores y confesores de la arquidiócesis expliquen semanalmente los justos principios de la emancipación americana, persuadan la obligación de abrazarla y defenderla al precio de los intereses y de la vida”5. De la misma forma, un cura, José Joaquín Liendo y Larrea, dirige el sector más radical de los patriotas venezolanos: El Club de los Sincamisa: Era un ardiente republicano; tenía para España, los españoles y las autoridades reales los epítetos más infamantes (…) En una ocasión, precisamente en la celebración aniversario del 19 de abril, condujo una manifestación hasta las orillas del Guaire, portando un retrato de Fernando VII. Al llegar al río lo sumergió tres veces en el agua para ahogar al infame rey. Luego, con peculiares ceremonias, enterró la efigie en la ribera para simbolizar con ella el cese del dominio español6.
También en Quito, Ecuador, varios sacerdotes se convencieron de que entre religión y revolución no hay contradicción. Pusieron sus convicciones espirituales al servicio de la lucha por la independencia. El fraile chileno Camilo Henríquez (1769-1825) redactó las obras el Catecismo de los patriotas y el Catecismo político cristiano, en El catecismo de fray Camilo, Jorge Núñez Sánchez acota:
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Carta al arzobispo, el 10 de agosto de 1813.
Vinicio Romero Martínez, El despertar de la conciencia. Caracas, Fondo Editorial Ipasme, 2009, pp. 72-73.
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Rescataba la idea cristiana de la igualdad entre los hombres; proclamaba el amor a la patria (en este caso la Patria Americana) como una lección de solidaridad social enseñada por Cristo; cuestionaba el poder monárquico como viciado por su base y naturalmente proclive al despotismo; denunciaba el sistema colonial como ilegítimo, violento, absurdo y el peor método de gobierno, y sostenía, con ejemplos bíblicos, que Dios se inclinaba por el sistema republicano. Adicionalmente, reivindicaba como “derechos naturales y eternos”, que fueron otorgados por Dios a los hombres, los de “la igualdad, la libertad, la seguridad, la propiedad y la resistencia a la opresión.
Y el sacerdote, don José Ríofrío (1764-1810), promovió espiritual y políticamente la lucha por la independencia, sostenía que el propósito de la emancipación era “Defender los derechos de la Patria y sobre todo el sostenimiento y la unidad y pureza de la religión”; además, se puso al frente del movimiento militar y pronto llegó a ocupar el grado de comisario de Guerra. Igualmente, al frente de las luchas independentistas en México estuvo el padre Miguel Hidalgo (1753-1811), quien, el 16 de septiembre de 1810, enarboló un estandarte con la imagen de Nuestra Señora de Guadalupe, patrona de México, en el que al lado del “Viva la religión, Viva nuestra madre Santísima de Guadalupe” añadía “Viva la América y muera el mal gobierno”. Hidalgo lanzaba así el llamado Grito de Dolores, que supuso el inicio de la lucha por la Independencia. Decretó la abolición de la esclavitud, la supresión de los tributos pagados por los indígenas a la corona y la restitución de las tierras usurpadas por los hacendados. Acompañando a la gente de las favelas en Brasil, vivió el obispo Rojo, Helder Cámara (1909-1999), quien dijera: “Los que tratamos de tomar
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la antorcha y seguir los pasos de Jesucristo, no debemos descansar hasta que los muros de la injusticia, la exclusión y la mentira caigan en nuestra preciosa tierra americana ancha y enajenada”. Agregaba: “Si le doy de comer a los pobres, me dicen que soy un santo. Pero si pregunto por qué los pobres pasan hambre y están tan mal, me dicen que soy un comunista”. Empuñando un fusil libertario en Colombia murió el padre Camilo Torres Restrepo (1929-1966), quien señalaba: “Sabemos que el hambre es mortal, y si lo sabemos, ¿tiene sentido perder el tiempo discutiendo si es inmortal el alma?”. Entregando la hostia a los campesinos de El Salvador, antes de ser asesinado, vivió Oscar Arnulfo Romero (1917-1980), quien no le tuvo miedo ni a la cárcel ni a las amenazas. Decía: Si denuncio y condeno la injusticia es porque es mi obligación como pastor de un pueblo oprimido y humillado. El Evangelio me impulsa a hacerlo y en su nombre estoy dispuesto a ir a los tribunales, a la cárcel y a la muerte.
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Confundido entre los habitantes de la parroquia La Vega, en Caracas, vivió el padre Francisco Wuytack, quien por su compromiso de proteger a los pobres fue expulsado por los primeros gobiernos de Rafael Caldera y Carlos Andrés Pérez. Años después, al volver al país dijo: “Yo no digo muchas cosas, no hablo mucha paja, le digo a mi gente en los barrios que los pobres, el pueblo, liberarán a los ricos”. Igualmente, en la urbanización Ruiz Pineda, al suroeste de Caracas, el sacerdote Padre Pablo de la iglesia La Insurrección del Señor expresó: “La Resurrección promueve la justicia social y la dignidad del ser humano”.
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Animando la revolución sandinista está el poeta Ernesto Cardenal (n. 1925), quien escribió un libro de salmos, el número 5 dice así: Escucha mis palabras oh Señor Oye mis gemidos Escucha mi protesta Porque no eres tú un Dios amigo de los dictadores ni partidario de su política ni te influencia la propaganda ni estás en sociedad con el gánster. Poniendo en práctica y sistematizando la Teología de la Liberación ha estado el peruano Gustavo Gutiérrez Merino (Lima, 8 de junio de 1928). Él es un convencido de que la pobreza atenta contra la dignidad humana: Vengo de un continente en el cuál más del 60% de la población vive en situación de pobreza, y el 82% de ésta se encuentra en pobreza extrema. La pobreza es para la Biblia un estado escandaloso que atenta contra la dignidad humana y, por consiguiente, contrario a la voluntad de Dios (…) La pobreza no es una fatalidad, es una condición; no es un infortunio, es una injusticia. Es resultado de estructuras sociales y de categorías mentales y culturales, está ligada al modo como se ha construido la sociedad, en sus diversas manifestaciones7. 7
Disponible en www.seleccionesdeteologia.net/selecciones/llib/vol32/127/127_gutierrez.pdf
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En Venezuela, enfrentándose a las “Misiones Nuevas Tribus” –poderosa maquinaria estadounidense de transculturación y alienación religiosa que han servido de agencias de espionaje y saqueo de riquezas minerales estratégicas en las regiones habitadas por los pueblos originarios– han estado pastores evangélicos y protestantes como Ramón Castillo, Exeario Sosa Luján, José Gregorio Uzcátegui, Gustavo Aztudillo, Argenis León, Carlos Lugo, entre muchos más. Estos líderes cristianos junto a los dirigentes indígenas Simeón Jiménez, Alfredo Chamanare, Tomás Guerra, Manuel Velásquez y otros, asumieron una posición firme en defensa de la soberanía nacional y de nuestras minorías, en tiempos en que ello significaba la persecución, el descrédito y el acoso. Pero no sólo han sido “religiosos” quienes han incorporado el elemento espiritual en las luchas sociales de América Latina y el Caribe. El movimiento revolucionario del continente ha estado imbuido de la espiritualidad. Sus líderes han invocado el nombre de Dios y han luchado en defensa de los principios que enarboló Jesús de Nazareth, cuya doctrina es una fuente de amor y de aprendizaje para los luchadores sociales de todos los tiempos y lugares. Incluso ha habido hombres como el compañero de armas de Bolívar, el brasileño José Ignacio Abreu e Lima (1794-1869), que afirmaba que el socialismo como nivel superior de desarrollo social de la humanidad es un mandato de Dios, es “La tendencia del género humano a formar una sola e inmensa familia (…) es un designio de la Providencia”.
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Tiempo después, José Carlos Mariátegui recordaba que el revolucionario francés Jorge Sorel decía: “Se ha encontrado una analogía entre la religión y el
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socialismo revolucionario que se propone la preparación y aún la reconstrucción del individuo para una obra gigantesca”. Igualmente, el “General de Hombres Libres”, Augusto César Sandino (1895-1934), quien luchó cuerpo a cuerpo contra los marines norteamericanos y los apátridas que los apoyaban, funda su lucha en el Dios de los humildes. En el manifiesto titulado Luz y verdad (1931) le dice a sus soldados: Impulsión divina es la que anima y protege a nuestro Ejército, desde su principio y así lo será hasta su fin (…) Todos vosotros presentís una fuerza superior a sí mismos y a todas las fuerzas del Universo. Esa fuerza invisible tiene muchos nombres, pero nosotros la hemos conocido con el nombre de Dios (…) El principio de todas las cosas es el Amor: o sea Dios. También se le puede llamar Padre Creador del Universo. La única hija del Amor, es la Justicia Divina (…) Cuando la mayoría de la humanidad conozca de que vive por el espíritu, se acabará para siempre la injusticia y solamente podrá reinar la Justicia Divina: única hija del Amor (…) Lo que ocurrirá es lo siguiente: Que los pueblos oprimidos romperán las cadenas de la humillación, con que nos han querido tener postergados los imperialistas de la tierra. Las trompetas que se oirán van a ser los clarines de guerra, entonando los himnos de la libertad de los pueblos oprimidos en contra de las injusticias de los opresores. La única que quedará hundida para siempre es la injusticia y quedará el reino de la Perfección, el Amor; con su hija predilecta la Justicia Divina8.
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Disponible en http://www. lospobresdelatierra.Org/ textos/luzverdad.html
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Desde esta perspectiva que nos dignifica como pueblo arraigado en lo espiritual forjaremos en Latinoamérica nuestro proyecto socialista. Sin falsas autoimágenes colectivas que nos denigren. Sin hacernos eco de las ideologías materialistas enajenantes ni de los dogmatismos pseudorevolucionarios que exaltan en otras latitudes, sino fortalecidos, más bien, en la certeza de que hemos sido y seguiremos siendo un pueblo hermoso, y construiremos un socialismo con base espiritual, de elevados ideales. Un socialismo con alma y corazón, donde entonemos salmos de esperanza y oraciones de protesta. Un socialismo que exprese la sensibilidad ante la injusticia, y eleve nuestra fe en que construiremos un mundo que no haya condenado a Dios al exilio, a la cárcel o a la muerte. Un socialismo cuyas iglesias glorifiquen a un Dios de calle y de hogares, y no de santuarios y ferias manejadas por mercaderes con sotanas y apóstoles de la muerte. Elevamos nuestras plegarias al cielo para que aquí en la tierra reine la justicia, la humanidad viva en paz, las mayorías sean felices. Como dice la canción de León Gieco, interpretada por nuestra amada Mercedes Sosa, “Sólo le pido a Dios que el dolor no me sea indiferente”.
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La espiritualidad está presente en las cosas más sencillas, de lado del bien y la justicia. Entre la gente más humilde se encuentra Dios: con los que viven en las favelas y los barrios, cuyos hijos escapan a la muerte por hambre y enfermedades, los nuevos Herodes que azotan a los niños pobres; con los pescadores que esperan que se haga, otra vez, el milagro solidario de la multiplicación de los peces y los panes; con los hombres indignados que se enfrentan cada día a los mercaderes de templos promotores de un consumismo delirante; con los que se oponen a quienes venden a los hijos del hombre por unas monedas; entre
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modestos empleados gubernamentales que aprenden la lección de humildad y se han convertido en servidores públicos; entre los campesinos que trabajan tierras ajenas y luchan porque la tierra prometida sea para quienes directamente las trabajan; entre los que estaban muertos en vida y siguieron el mandato de “levántate y anda”, y han resucitado como pueblo; entre los hijos de carpinteros, albañiles, obreros y de humildes muchachas de nombre María, Anahís, Luz Marina, Yulimar o Alcira, de cuyo seno saldrán los liberadores de la humanidad. Nuestro pueblo se ha defendido siempre de las escaramuzas de la maldad invocando a Dios y a los santos protectores. En momentos de apuro hemos recurrido a las fuerzas del cielo para demandar ayuda para los pobres de la tierra. Así nos lo recuerda Florentino en su enfrentamiento con el Diablo: Sácame de aquí con Dios Virgen de la Soledad, Virgen del Carmen bendita, sagrada Virgen del Real, tierna Virgen del Socorro, dulce Virgen de la Paz, Virgen de la Coromoto, Virgen de Chiquinquirá, piadosa Virgen del Valle, santa Virgen del Pilar, Fiel Madre de los Dolores dame el fulgor que tú das,
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¡San Miguel! dame tu escudo, Tu rejón y tu puñal, Niño de Atocha bendito, Santísima Trinidad. En fin, con “Dios por compañero cuando se lucha por un amor militante, por el hombre”, como quería Alí Primera, construiremos un mundo fundado en una ética con base espiritual, un mundo como el que metafóricamente imaginaba Helder Cámara: “un charco de agua para reflejar el cielo”.
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CAPÍTULO X
Defensa de los derechos humanos y de la vida de todos los seres
La buena causa, la causa de los Derechos del Hombre, ha ganado con vuestras armas su terrible contienda contra los opresores. Simón Bolívar a sus soldados Prohibieron ir a la escuela e ir a la universidad. Prohibieron las garantías y el fin constitucional. Prohibieron todas las ciencias, excepto la militar. Prohibiendo el derecho a queja, prohibieron el preguntar. Hoy te sugiero, mi hermano, pa’ que no vuelva a pasar, ¡Prohibido olvidar! Rubén Blades
La Carta de los Derechos Humanos. Está todo ahí La defensa de los derechos humanos y de la vida en todas sus manifestaciones es otro de los principios cardinales del nuevo socialismo en Nuestra América. A lo largo de la historia, los regímenes basados en la explotación del hombre y las organizaciones políticas alimentadas por el odio han cometido las
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atrocidades más oscuras contra los individuos y las colectividades: asesinatos, deportaciones, guerras, prisión, torturas, destrucción del ecosistema, secuestros, persecuciones, desplazamientos masivos, trabajo forzado, sexismo, violaciones, etnocidio, segregación, censura, manipulación, aislamiento, terrorismo, intimidación, desprecio, escarnio, intolerancia, racismo y abusos de toda especie. Ésa es su praxis en relación con los adversarios. El fin, alcanzar o mantenerse en el poder, justifica los medios, aun los más crueles. El conocimiento de estas iniquidades fue creando en nuestras conciencias un espíritu justiciero. Porque la sensibilidad social es la principal condición para ser revolucionario. Decía el Che: “Sean capaces siempre de sentir, en lo más hondo, cualquier injusticia realizada contra cualquiera en cualquier parte del mundo”. Incluso antes de que comprendiéramos, de manera “científica”, los mecanismos de funcionamiento de la sociedad de clases, fueron estas ignominias las que sirvieron de germen para forjar nuestros primeros atisbos de conciencia social. Precisamente, contra estas acciones inhumanas nos rebelamos. Practicarlas, aceptarlas o justificarlas equivaldría a convertirnos en nuestros opuestos y, como resultado, reproduciríamos nuevamente un tipo de sociedad igual o parecida a la que estamos cuestionando. Albergamos elevados ideales; debemos, por tanto, inspirarnos en nobles sentimientos y ejecutar acciones correctas desde el punto de vista ético.
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Creemos que ninguna circunstancia o razón justifica que empleemos métodos y procedimientos que atenten contra la dignidad e integridad del ser humano, cualquiera sea su situación o su postura política. “La libertad solo para los que apoyan al gobierno, solo para los miembros de un partido (por
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numeroso que éste sea) no es libertad en absoluto. La libertad es siempre y exclusivamente libertad para el que piensa de manera diferente”, decía la comunista polaca Rosa Luxemburgo. En consecuencia, asumimos que los hombres y mujeres que edifican un nuevo modelo de sociedad basado en una ética humanista no pueden actuar del mismo modo que sus contrarios. Lo destacaba el subcomandante Marcos: “No es ético que la toma del poder cubra de bondad las acciones de cualquier organización revolucionaria. No creemos eso de que el fin justifica los medios. Finalmente nosotros pensamos que el medio es el fin”. Y así como han quedado atrás en la historia formas de violentar la condición humana, tales como la trata de esclavos, la esclavitud, la servidumbre y la tienda de raya, del mismo modo, en ese estadio superior de la humanidad que es el socialismo del nuevo siglo no puede haber violaciones de los derechos humanos individuales y colectivos, sean éstos de primera, segunda o tercera generación. Compartimos, en lo esencial, la opinión del novelista portugués José Saramago (1922-2010), quien, para desconcierto de algunos doctrinarios dogmáticos de izquierda, afirma que la Declaración Universal de los Derechos Humanos (1948) constituye el programa fundamental a ser defendido por los socialistas: La izquierda tiene el instrumento que necesita, y se llama Carta de los Derechos Humanos. Está todo ahí. Todo lo que la izquierda ha dicho desde siempre que había que hacer en el mundo está ahí (…) Pero aquí hay un problema, y es que el cumplimiento de los derechos humanos es incompatible con lo que está pasando
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en el mundo. Pues, entonces, si los reivindicas vas a tener que oponerte a lo que está pasando1.
En el socialismo los derechos humanos no se limitarán a una declaración de principios. La sociedad garantizará su obligatorio ejercicio en beneficio de todos. En la nueva sociedad no habrá lugar para los verdugos. No se lesionará a los hombres, mujeres, niños, niñas o adolescentes, pues se respetará su condición de personas. No habrá víctimas de un sistema. Inexorablemente se preservarán los derechos humanos de todas y todos. De las mayorías, de las minorías. De los excluidos, de los distintos, de los que no se nos parecen. La ley basada en la justicia, un sistema penal que propicie la prevención e incentive cambios positivos en el ser humano, y una educación centrada en elevados principios y en el respeto hacia el otro regirán las relaciones entre los individuos. La oligarquía colonial y republicana viola los derechos del ser humano En América Latina y el Caribe se han perpetrado los crímenes más abominables contra las personas. Para las estructuras que violentan los derechos humanos (el colonialismo, el imperialismo y las oligarquías locales en general) los indígenas, los africanos, los gauchos y los pardos no son “gente”. La única razón por la que se les permite existir es porque constituyen fuerza de trabajo para ser usada bajo condiciones de explotación
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Jorge Halperin, “Saramago: soy un comunista hormonal”, en Conversaciones con Jorge Halperín. Buenos Aires, Capital Intelectual S.A., 2003, p. 20.
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El prejuicio racista se mantuvo a lo largo de los siglos sobre todo entre los opresores y sus plumíferos. El escritor argentino Domingo Faustino Sarmiento (1811-1888), promotor del positivismo y propagandista de la idea de la civilización contra la barbarie, se preguntaba, aún en tiempos de la América republicana: ¿Lograremos exterminar los indios? Por los salvajes de América siento una invencible repugnancia sin poderlo remediar. Esa calaña no son más que unos indios asquerosos a quienes mandaría colgar ahora si reapareciesen (…) Su exterminio es providencial y útil, sublime y grande. Se los debe exterminar sin ni siquiera perdonar al pequeño, que tiene ya el odio instintivo al hombre civilizado.
El razonamiento racista dio pie en la época colonial a que se cometiera el más feroz genocidio de la historia. Millones de mujeres, hombres, niñas y niños amerindios han sido asesinados, explotados y relegados de las más variadas formas. Nuestros indios fueron sometidos a sanguinarios tormentos por parte de los conquistadores. No había piedad. No hubo arrepentimiento. Nadie pecó. La violencia era un modo natural de vivir. Pero esto no ocurrió solamente en tiempos de la conquista y la colonia. Durante la República las violaciones de los derechos de los indígenas se mantuvieron, en lo esencial, idénticas. A pesar de los intentos de algunos visionarios como Bolívar y Sucre, la independencia y el establecimiento de repúblicas no trajo consigo el respeto por el indio, su cultura y su organización económicosocial. Al indígena se le arrebató la tierra y se le sometió a un régimen de servidumbre y maltratos. Al despojarle de la tierra le sustrajeron no sólo su fuente
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de trabajo sino el hilo que los conecta con el tejido de la vida y la alegría. En palabras de José Carlos Mariátegui: La República ha pauperizado al indio, ha agravado su depresión y ha exasperado su miseria. La República ha significado para los indios la ascensión de una nueva clase dominante que se ha apropiado sistemáticamente de sus tierras. En una raza de costumbre y de alma agrarias, como la raza indígena, este despojo ha constituido una causa de disolución material y moral. La tierra ha sido siempre toda la alegría del indio. El indio ha desposado la tierra. Siente que “la vida viene de la tierra” y vuelve a la tierra. Por ende, el indio puede ser indiferente a todo, menos a la posesión de la tierra que sus manos y su aliento labran y fecundan religiosamente. La feudalidad criolla se ha comportado, a este respecto, más ávida y más duramente que la feudalidad española2.
Tampoco los africanos tenían alma. No eran gente, no merecían ser tratados como humanos. Para lo único que servían era para trabajar y servir a los amos. Eran sometidos a crueles torturas. Entre los castigos físicos aplicados a los esclavos negros, estipulados en la legislación colonial, se encuentran los siguientes: 1. El negro o negra que ande ausente y no vuelva a su amo después de un mes de ausencia y una vez capturado se le corta el miembro genital. 2. El negro o negra que se ausente de su amo por quince días cumplidos, se le den cien azotes de la siguiente manera: en la mañana el negro o negra lo trasladen a la
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2
José Carlos Mariátegui, Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana. Caracas, Fundación Biblioteca Ayacucho, 2007.
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picota de la ciudad, amarrado o amarrada, poniéndole un pedestal de cascabeles atado al cuerpo y de esta manera se le den los cien azotes, después se quede allí durante todo el día sin que ninguna persona le ayude. 3.- La negra que anduviese ausente por tiempo de quince días le den doscientos azotes3.
Aún en la actualidad se pueden recoger testimonios de los descendientes de los esclavos. En un relato de vida un anciano afroamericano cuenta la vida de su abuelo esclavo: Mi agüelito tenía el mismo apellido que yo: Chalá, de los morenos puros, había sido esclavo de la hacienda Carpuela de los jesuitas (…) El viejito había sido melero (…) Decía que vivía en unos grandes galpones de techo de caña, donde dos o tres guardias con grandes boyeros de espina y largos cabestros de res vigilaban las faenas. Negro que se retrasaba en los trabajos recibía dos o tres azotes. Cuando alguno trataba de huir y le descubrían a tiempo, soltaban grandes perros hasta dar con él, si es que era la primera vez que había recibido el castigo le salaban con sal molida, quedando boca abajo, echado al sol, algunos morían agusanados o volvían a las faenas, todavía con la caracha de las heridas (…) Si intentaba escapar por segunda vez, le cortaban el corvejón y las orejas para encerrarle luego en un cuartito chiquito que tenían todos los trapiches, llamado infiernillo, dejándole en el cepo. Este cepo, decía mi agüelo que era terrible, porque le hacían sentar al moreno en cuclillas y le cruzaban los brazos bajo las piernas y allí le metían un palo al través y le amarraban los dedos gordos y luego los guardianes le volteaban de lado. En 3
Recopilación de las Leyes de los Reinos de las Indias, Madrid, 1681, Ley 21, Libro 7, Título 5.
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esa dolorosa postura estaban dos o tres días, oyéndose hasta los galpones los quejidos y los gritos del pobre negro. Esos dos días no se les daba de comer ni beber nada, de suerte que regresaba al trabajo con fuerza apenas para pararse. El ronzal, cabestro muy grueso y con nudos dizque usaban para azotar, lo mismo la roseta, el rebenque y hasta el garrote. Cuando volvía a huir por tercera vez lo azotaban hasta dejarlo por muerto, luego sobre las heridas le echaban sebo hirviendo o brea derretida y antes de que pudiera reponerse le cortaban los compañeritos (testículos)4.
Tengamos siempre presente que la violencia en América Latina y el Caribe contra los indígenas y africanos fue descomunal. Fueron varios millones de personas las que murieron o fueron lesionadas a consecuencia de la trata de esclavos, la esclavitud y la servidumbre. Un porcentaje elevado del total la población mundial de entonces murió víctima de la conquista y el colonialismo. Posteriormente los indios, negros y mestizos pobres que se oponen a las nuevas formas de explotación han sido perseguidos, torturados y asesinados. Ha llegado la hora de hacer justicia. Etnocidio y ecocidio La matanza fue gigantesca y de las mismas proporciones ha sido el etnocidio continental. Las manifestaciones culturales indígenas, africanas, mestizas, fueron exterminadas, silenciadas o distorsionadas. Un ejemplo: el menosprecio y
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4 John Anton, Los afrodescendientes en América Latina y El Caribe. Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2005, p. 30.
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destrucción de las manifestaciones culturales mayas. En 1549 llega a la península de Yucatán en México el sacerdote fray Diego de Landa, quien, a pesar de la magnificencia cultural que se evidencia entre los mayas, y desde la perspectiva etnocéntrica y teocéntrica, en autos de fe inquisitoriales mandó a quemar templos, altares, pinturas, esculturas y los “biombos” o libros –en tela de árbol llamado amatl, o pirograbadas en cuero de venado– que guardaban la memoria y eran considerados sagrados por los mayas. Según Gustavo Pereira, con esta acción etnocida: Las sombras de la destrucción velaron para nosotros rasgos, perfiles, hechuras, prodigios asentados en grandes libros que eran como fiestas de la razón, segaron miles y maravillosas historias y fábulas y tal vez descubrimientos, revelaciones, fórmulas, alquimias, canciones, poesía. El coloniaje destruyó dioses, palacios, señores; avasalló con nuevo látigo al pueblo, persiguió al espíritu y quiso extirpar hasta la lengua5.
Además se le ha dado muerte a la naturaleza. Flora, fauna, suelos, ríos han sido víctimas de una devastación que no se ha detenido ni siquiera cuando ha puesto en peligro los propios intereses de los asoladores. La muerte lo devora todo, incluso a sus sepultureros. Y es que los sistemas sociales basados en la explotación, exterminan y degradan a millares de seres humanos para que unos pocos se beneficien. Devastan el ambiente y agotan sus recursos para satisfacer la codicia inmediata de una élite social o un imperio ecocida. Para ello hubo que ignorar y desfigurar la relación 5
Gustavo Pereira, Historias del paraíso: Los seres inferiores. Nueva Esparta, Fondo Editorial del Estado, 1998, p. 201.
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que el indígena y el africano mantuvieron con su tierra y sus semejantes; deformar su cosmovisión de la vida. En la carta de 1855 del cacique Seattle al presidente de los Estados Unidos, Franklin Pierce, en la cual da respuesta a la solicitud de compra de una extensión de sus tierras a cambio de asignarle una “reservación”, se expresa una visión integral de los derechos del ser humano y del resto de los seres vivos, no exclusivamente de las personas y mucho menos de una parte de ellas, sino de todo lo que da origen y mantiene la existencia. Ésta es la visión que recoge e incorpora el nuevo socialismo, para el cual la tierra no es solamente un recurso para ser explotado, sino la Pachamama, la madre de todos:
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Cada pedazo de esta tierra es sagrado para mi gente. Cada aguja brillante de pino, cada ribera arenosa, cada niebla en las maderas oscuras, cada claridad y zumbido del insecto es santo en la memoria y vivencias de mi gente. Somos un pedazo de esta tierra; estamos hechos de una parte de ella. La flor perfumada, el ciervo, el caballo, el águila majestuosa: todos son nuestros hermanos. Las rocas de las cumbres, el jugo de la hierba fresca, el calor de la piel del potro: todo pertenece a nuestra familia. El agua de nuestros ríos y pantanos no es solo agua, sino la sangre de nuestros antepasados. Los reflejos misteriosos de las aguas claras de los lagos narran hechos de la vida de mi pueblo. El murmullo del agua es la voz del padre de mi padre. Los ríos son hermanos nuestros, porque nos libran de la sed. Los ríos arrastran nuestras canoas y nos dan sus peces. Tendríais que tratar a los ríos con el corazón. El indio es conocedor del valor inapreciable del aire ya que todas las cosas respiran su aliento: el animal, el árbol, el hombre.
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Si todos los animales desapareciesen, el hombre tendría que morir con gran soledad de espíritu. Porque todo lo que les pasa a los animales, bien pronto le pasa también al hombre. Todas las cosas están ligadas entre sí. La tierra es la madre de todos nosotros. Cualquier estrago causado a la tierra lo sufren sus hijos. El hombre que escupe la tierra, a sí mismo se está escupiendo. De una cosa estamos seguros: la tierra no pertenece al hombre; es el hombre el que pertenece a la tierra. El hombre no ha tejido la red que es la vida, solo es un hijo. El sufrimiento de la tierra se convierte a la fuerza en sufrimiento para sus hijos. Estamos seguros de esto. Todas las cosas están ligadas como la sangre de una misma familia.
Los socialistas del continente, que hemos abrevado en el manantial de sabiduría de nuestros antepasados indígenas y africanos, declaramos que somos guardianes de la vida en todas sus manifestaciones. Defensores de los seres humanos y de todos los seres, que son parte de la vida, porque todo está entrelazado. Nuestro alegato de defensa es integral. No se limita exclusivamente a la especie humana. No podemos defender a unos seres humanos si no cuidamos de todos los seres humanos; y no podemos cuidar de todos los seres humanos si no cuidamos de los otros seres del planeta; y no podremos hacer eso si no preservamos la tierra, madre de todas las criaturas y del universo en el cual vivimos. De lo contrario la muerte se apoderará de todo, y de todos, de las mujeres y los hombres, del presente y del futuro. En América Latina hay varios ejemplos de adalides defensores de los derechos humanos. Si en nuestras tierras se han violentado los derechos contra las personas de aquí, también han surgido las mujeres y hombres de mentes lúcidas
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y corazones sensibles cuyas vidas han estado dedicadas a defender los derechos, a luchar para que no haya mártires y para que los victimarios sean castigados. Los derechos humanos se violan en tantas partes… en América Latina, domingo, lunes y martes… Muchas han sido las violaciones de los derechos humanos en América Latina y el Caribe en la época contemporánea. No pretendemos acá hacer una historia de ese lado oscuro del corazón, lo que deseamos destacar es que en nuestro continente tanto los gobiernos dictatoriales como los “democráticos” han convertido la política en una excusa para cometer toda suerte de atropellos contra los luchadores y luchadoras sociales. Desde el Estado, o con la anuencia del Estado, se han puesto en práctica todas las formas de odio y ensañamiento de que son capaces quienes detentan el poder, el aparato policial y las riquezas. En el “norte” se diseñan las políticas del “terror”. La “Escuela de las Américas” y otros centros de adiestramiento se especializan en convertir a los humanos en bestias. Gabriel García Márquez, en ocasión de recibir el Premio Nobel de Literatura en 1982, presenta un resumen de esta geografía del horror:
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Los desaparecidos por motivos de la represión son casi 120 mil, que es como si hoy no se supiera dónde están todos los habitantes de la ciudad de Upsala. Numerosas mujeres encintas fueron arrestadas dieron a luz en cárceles argentinas, pero aún se ignora el paradero y la identidad de sus hijos, que fueron dados en adopción clandestina o internados en orfanatos por las autoridades militares. Por no querer que
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las cosas siguieran así han muerto cerca de 200 mil mujeres y hombres en todo el continente, y más de 100 mil perecieron en tres pequeños y voluntariosos países de la América Central: Nicaragua, El Salvador y Guatemala. Si esto fuera en los Estados Unidos, la cifra proporcional sería de un millón 600 muertes violentas en cuatro años. De Chile, país de tradiciones hospitalarias, han huido un millón de personas: el 12 por ciento de su población. El Uruguay, una nación minúscula de dos y medio millones de habitantes que se consideraba como el país más civilizado del continente, ha perdido en el destierro a uno de cada cinco ciudadanos. La guerra civil en El Salvador ha causado desde 1979 casi un refugiado cada 20 minutos. El país que se pudiera hacer con todos los exiliados y emigrados forzosos de América Latina, tendría una población más numerosa que Noruega6.
En el cuento “La certeza”, el escritor salvadoreño Roque Dalton (19351975) ilustra esta fisiología del terror que era y sigue siendo asunto común en América Latina y el Caribe. Después de cuatro horas de tortura, el Apache y los otros dos cuilios le echaron un balde de agua al reo para despertarlo y le dijeron: “Manda a decir el coronel que te va a dar un chance de salvar la vida. Si adivinas quién de nosotros tiene un ojo de vidrio, te dejaremos de torturar”. Después de pasear una mirada sobre los rostros de sus verdugos, el reo señaló a uno de ellos: “El suyo. Su ojo derecho es de vidrio”. 6
Gabriel García Márquez, Yo no vengo a decir un discurso. Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 2010.
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Y los cuilios asombrados dijeron: “¡Te salvaste! Pero, ¿cómo has podido adivinarlo? Todos tus Cheros fallaron, porque el ojo es americano, es decir, perfecto”. “Muy sencillo –dijo el reo sintiendo que le venía otra vez el desmayo–, fue el único ojo que no me miró con odio”7.
Desde esta fisiología del odio, los funcionarios policiales y militares, y los organismos paramilitares, aprendieron a conjugar seis verbos: perseguir, encarcelar, torturar, incomunicar, desaparecer, matar. Ante la denuncia del movimiento popular y la súplica de los parientes, las autoridades sólo saben hacer dos cosas: mentir u ocultar. El sistema judicial se comporta como una alcahueta: protege a los delincuentes. A la larga, el movimiento popular persevera en un solo propósito: hacer justicia. Aprende una lección: superar el miedo. Cuenta Rigoberta Menchú que cuando se encontraba paralizada por los asesinatos políticos contra sus seres más queridos, quienes eran luchadores comunitarios (un hermano fue torturado y asesinado en presencia de todos; su madre, violada, torturada, asesinada y profanada una vez muerta; su padre, quemado vivo), se encontró con una hermana menor de apenas doce años y medio, quien le dijo: Lo sucedido es señal de triunfo, eso es una más de nuestras razones de luchar. Tenemos que actuar como mujeres revolucionarias. Un revolucionario no nace a causa de algo bueno, nace a causa de algo malo, de algo doloroso. Esto es una de
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Roque Dalton, Antología. El Salvador, Tafalla, Gráficas Lizarra, 1995.
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nuestras razones. Tenemos que luchar sin límites, sin medir lo que nos toca sufrir o lo que nos toca vivir, sin pensar que nos tocan cosas monstruosas en la vida8.
¡Qué lección! ¡Qué grandeza!
Las democracias dictatoriales Ahora bien, uno de los mitos más generalizados consiste en creer que las dictaduras han sido los regímenes más represivos y violentos en América Latina. Ciertamente, los gobiernos dictatoriales han sido cruentos e inhumanos. Pero, para vergüenza de los mixtificadores de la “democracia representativa”, los gobiernos democráticos han violado los derechos humanos tanto o más que las tiranías. En Venezuela, por ejemplo, durante los “gobiernos democráticos puntofijistas” de Rómulo Betancourt, Raúl Leoni, Rafael Caldera, Carlos Andrés Pérez y Luis Herrera Campins, se cometieron crímenes de lesa humanidad. En Venezuela se ensayaron los más sofisticados métodos de tortura y los más envilecidos procedimientos judiciales contra los dirigentes partidistas, estudiantiles y comunitarios. En este país nacieron los Teatros de Operaciones (TO), verdaderos centros de terror. Fue desde acá que la criminal clase política en el poder puso en práctica la política de los “desaparecidos”, estrategia que 8
Disponible en http://www.envio.org.ni/articulo/759
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les permitía borrar la huella de sus crímenes, y de los “gangs de la muerte”, organizaciones paramilitares con licencia para matar. Fue en Venezuela que un presidente, Rómulo Betancourt, ordenó: “disparar primero y averiguar después”. Fue en nuestro país que cuando se dio “el Caracazo”, (rebelión popular del 27 de febrero de 1989 contra el paquete económico del gobierno de Carlos Andrés Pérez) la “matanza” contra la población civil fue tan descomunal que los muertos no cabían en las morgues y el gobierno hubo de habilitar clandestinamente una de las más gigantescas fosas comunes de que se tenga memoria. También fue desde Venezuela que un criminal como Luis Posada Carriles, con la aquiescencia del gobierno de turno, planificó y ejecutó la voladura de un avión de Cubana de Aviación que transportaba a deportistas de la isla cuyo único delito era ser nativos de la Cuba socialista. Y fue desde el mismísimo Congreso de la República que un parlamentario, David Morales Bello, exigió públicamente la aplicación de la “pena de muerte” contra los protagonistas de la rebelión militar del 4 de febrero, dirigida por el comandante Hugo Chávez, desconociendo el artículo 58 de la Constitución de 1961. José Vicente Rangel, autor del libro Expediente negro, obra en donde se describen los crímenes cometidos por los gobiernos “democráticos”, afirma:
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Durante la democracia puntojista hubo más violaciones de los derechos humanos en comparación con la dictadura de Marcos Pérez Jiménez, lo cual no exculpa a este gobernante de sus crímenes (…) Es peor, más abyecta, más inmoral y más ilegal, la violación de los derechos humanos en una democracia que en una dictadura (…) Los gobernantes de la democracia puntojista estaban obligados, por su historial democrático, por provenir su mandato de una consulta popular, a
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respetar al ser humano; a impedir cualquier agravio a la dignidad de las personas y, en todo caso, a sancionar a cualquier responsable de abusos. Pero no ocurrió así: los crímenes se multiplicaron, la vida de un preso político o de un manifestante dejó de merecer respeto, los antivalores se apoderaron del mundo carcelario y la impunidad, fruto de la alianza espuria entre un poder político y moral y un poder militar y policial desbordado, sustituyó de facto, al estado de Derecho9.
Los mayores responsables de estos crímenes, que son los gobernantes de la época y sus ministros y jefes militares y policiales –a diferencia de lo que está ocurriendo con muchos de los criminales del Cono Sur y de Centroamérica– no han sido procesados por la justicia nacional o internacional. Se mantienen impunes, andan libres. Algunos han muerto tranquilitos en sus camas, rodeados del afecto de sus familiares, oportunidad que ellos no les dieron a sus adversarios políticos. Los medios de comunicación privados les rinden honores y nunca falta quien los llore ante las cámaras de televisión. Nuestro deber es desenmascararlos. Está prohibido olvidar. El pueblo que ha tomado conciencia de la criminalidad de las oligarquías y de sus aparatos policiales; los familiares y amigos de las víctimas que no se consuelan sólo con llorar; las organizaciones defensoras de los derechos humanos que no se acobardan ante los riesgos, todos y todas demandan justicia. No crean que únicamente desde el gobierno se violan los derechos humanos. Los mismos instintos y la misma mala sangre que desde el poder lleva a los 9
José Vicente Rangel, “Jorge Rodríguez: todo o nada”, en Pensamiento de Jorge Rodríguez. Caracas: Asamblea Nacional, 2005, pp. 32-33.
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gobernantes de las oligarquías del terror a activar los resortes de la represión policial, militar, laboral; esos mismos resortes los impulsan, cuando han sido desalojados del poder, a ejercer desde la oposición una doble actuación: por un lado, con piel de cordero se erigen en defensores de los mismos principios que desde el poder violaron y en denunciantes de supuestas violaciones de los derechos humanos y, por otro, a través de sus partidos políticos, organizaciones de corte paramilitares, las campañas mediáticas que impulsan desde sus propios medios de comunicación y de las cuotas de poder que aún les quedan en los órganos del Estado, principalmente en los gobiernos locales, se convierten en instigadores de la violencia y la inconstitucionalidad para crear crisis de gobernabilidad, desestabilizar a los gobiernos populares y tomar nuevamente el poder. Así lo hicieron en Guatemala con Jacobo Arbenz, en Perú con Velasco Alvarado, en Haití con Jean Bertrand Aristide, en Chile con Salvador Allende, en Nicaragua con el Frente Sandinista, por citar unos pocos ejemplos. Así lo hacen actualmente en los diferentes países donde gobiernos de avanzada se proponen acabar con los privilegios de los grandes propietarios y lograr una más equitativa distribución de las riquezas. En Bolivia, por ejemplo, han llegado a los extremos de desencadenar todo su odio racista contra los activistas indígenas que apoyan a Evo Morales. En Pando, campesinos que respaldan al gobierno fueron emboscados, torturados y salvajemente ametrallados por opositores:
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Ahora corre la sangre de campesinos en Pando, a manos de las huestes prefecturales, montadas en la maquinaria del Servicio Prefectural de Caminos, con las que el jueves 11 de septiembre a las tres de la madrugada en la localidad de Tres
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Barracas, cerca de la población de Porvenir, fueron emboscados y salvajemente ametrallados, cuando se dirigían a un ampliado de su organización departamental. Hombres, mujeres y niños corrieron para salvar sus vidas, pero fueron acribillados, heridos o tomados por la fuerza para ser torturados y luego cínicamente entregados por los grupos ilegales de la Prefectura a la policía, pretendiendo que las víctimas de la barbarie, son los culpables. “La carretera estaba bloqueada con camiones de la Prefectura, allí comenzaron a dispararnos, a los que escaparon hacia el río los persiguieron y terminaron de matarlos en la orilla. Algunos de los heridos que llegaron al hospital de Riberalta, los asesinaron”, relató uno de los sobrevivientes. Denunciaron que varias mujeres secuestradas, incluso ancianas y madres con sus bebés o embarazadas, fueron obligadas a desnudarse para ser torturadas10.
Las más grandes violaciones a los derechos humanos han sido cometidas por las oligarquías y los imperios a través de sus representantes, llámense gobiernos “democráticos” o dictatoriales, contra el movimiento popular y comunitario o contra los gobiernos revolucionarios o nacionalistas que han surgido en distintas naciones de la geografía latinoamericana y caribeña. La “derecha” se ha opuesto por todos los medios a que el pueblo tome o consolide su poder. Incluso en los países donde ha habido tradición “democrática” no han dudado en hacer uso de la violencia para mantener su hegemonía antipopular. Ése fue el caso en Chile contra el gobierno de la Unidad Popular. Miles fueron asesinados y desaparecidos. A los “gorilas” de todas las épocas y lugares les repetimos las 10
Disponible en http://www.youtube.com/watch?v=9LzYj-VSsB4
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últimas palabras del compañero Salvador Allende, pronunciadas en la mañana del 11 de septiembre de 1973, en momentos en que el Palacio de La Moneda estaba siendo bombardeado: La historia no se detiene ni con la represión ni con el crimen. Ésta es una etapa que será superada, éste es un momento duro y difícil. Es posible que nos aplasten, pero el mañana será del pueblo, será de los trabajadores. La humanidad avanza para la conquista de una vida mejor (…) Podrán avasallarnos, pero no se detienen los procesos sociales ni con el crimen, ni con la fuerza. La historia es nuestra y la hacen los pueblos11.
Por estas razones, nosotros los socialistas nos mantenemos en pie de lucha contra cualquier forma de violencia hacia el ser humano y el planeta. Repetimos: La historia es nuestra y la hacen los pueblos.
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11 Salvador Allende, La vía chilena al socialismo. Caracas, Ministerio del Poder Popular para la Comunicación y la Información, 2009.
CAPÍTULO XI
El trabajo creador
He pretendido excitar la prosperidad nacional por las dos más grandes palancas de la industria: el trabajo y el saber. Estimulando estos dos poderosos resortes de la sociedad se alcanza lo más difícil entre los hombres: hacerlos honrados y felices. Simón Bolívar Cuando el trabajo no sea solamente un medio de vida, sino la primera necesidad vital; cuando, con el desarrollo de los individuos en todos sus aspectos, crezcan a chorro lleno los manantiales de la riqueza colectiva, sólo entonces podrá rebasarse totalmente el estrecho horizonte del derecho burgués, y la sociedad podrá escribir en su bandera. De cada cual, según su capacidad; a cada cual, según sus necesidades. Carlos Marx El trabajo es cosa buena, es lo mejor de la vida; pero la vida es perdida trabajando, en campo ajeno. Unos trabajan de trueno, y es para otros la llovida. Atahualpa Yupanqui
El trabajo creador combinado con el ocio liberador constituyen dos principios que enriquecen el nuevo socialismo latinoamericano. Ambos deben coexistir: el trabajo no alienado unido al disfrute del tiempo libre. Separados deshumanizan y envilecen. El trabajo crea alienados; y el ocio, parásitos. En
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cambio, los dos aunados cumplen una función superior: enaltecer al ser humano. Dice Ernts Friedrich Schumacher: “El trabajo y el ocio son partes complementarias de un mismo proceso vital y no pueden ser separados sin destruir el gozo del trabajo y la felicidad del ocio”1. El trabajo creador contra la alienación en el trabajo El trabajo es la principal fuente de desarrollo del talento personal y del bienestar colectivo. Propicia el desarrollo de las facultades de cada individuo y la prosperidad de los pueblos. Según Federico Engels: “El trabajo es la primera condición fundamental de toda la vida humana, hasta tal punto que, en cierto sentido, deberíamos afirmar que el hombre mismo ha sido creado por obra del trabajo”. El trabajo es, fundamentalmente, una fuerza creadora. Potencia al ser humano y a las naciones. Fomenta la prosperidad y el desarrollo. Pero en las sociedades basadas en la explotación, el trabajo pasa a ser la principal fuente de enajenación del individuo y los pueblos. Ocasiona desolación y atraso. El trabajo no tiene como propósito servir al trabajador y a la colectividad, en armonía con la naturaleza, sino a los intereses inmediatos de las clases explotadoras, sin tomar en cuenta ninguna otra consideración. Todos los sistemas de producción conocidos hasta ahora no tenían otra mira que el sacarle un rendimiento directo e inmediato al trabajo. Se hacía caso omiso de todos los demás efectos (…) Todas las formas superiores de producción se tradu-
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Lo pequeño es hermoso. Barcelona, Ediciones Orbis, 1983, p. 57.
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jeron en la división de la población en clases y, con ello, en el antagonismo entre clases dominantes y oprimidas; y esto hizo que el interés de la clase dominante pasara a ser el resorte propulsor de la producción (…) Los capitalistas individuales, en cuyas manos se hallan los resortes de mando sobre la producción y el cambio, solo pueden preocuparse de una cosa: de la utilidad más directa que sus actos le reporten (…) Allí donde la producción y el cambio corren a cambio de capitalistas individuales que no persiguen más fin que la ganancia inmediata, es natural que solo se tomen en consideración los resultados inmediatos y directos. El fabricante o el comerciante se dan por satisfechos con vender la mercancía fabricada o comprada con el margen de ganancia usual, sin que le preocupe en lo más mínimo lo que mañana pueda suceder con la mercancía o con su comprador. Y lo mismo sucede con las consecuencias naturales de estos actos2.
En las sociedades de clase, el trabajo pierde su facultad para hacer que se desarrollen plenamente los seres humanos y las colectividades, en concordancia con la sociedad y el ecosistema. Se convierte en una palanca para servir a los intereses inmediatos de las clases dominantes, en desmedro del trabajador mismo, la sociedad y el ambiente. El trabajo deja de ser una vía para la humanización y el crecimiento. Se transforma en un instrumento de enajenación y atraso. No es casual, por tanto, el origen etimológico de la palabra trabajo, que nació asociada a las penalidades y al sufrimiento, así lo documenta Ángel Rosenblat: En latín, al menos en el del siglo VI, se llamaba tripalium un cepo o instrumento de tortura formado por tres palos o maderos. A los condenados, a los esclavos, 2
Ídem.
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a los gladiadores, se les sometía al tripalium. En el bajo latín el tripalium era un aparejo de tres palos para atar los caballos que no se dejaban herrar. Del sustantivo se formó un verbo, tripaliare (…) con el sentido de someter a alguien al tripalium, y luego, en general, “torturar, atormentar”. De ahí el francés travailler, el italiano travagliare, el español trabajar3.
De modo que, históricamente, el trabajo apareció asociado a la tortura y al dolor, porque en las sociedades donde una clase o una nación someten a otras clases y a otras naciones, el proceso del trabajo se realiza en condiciones que le son hostiles al trabajador y a los pueblos. Además, el trabajador, como fruto de sus esfuerzos, enriquece a otros, y a cambio sólo obtiene pobreza y degradación. Es a esto a lo que Marx llamó alienación en el trabajo. Combatir la alienación en el trabajo es el propósito de una sociedad que se plantee instaurar un sistema económico basado en relaciones de producción socialistas. Esto significa varias cosas: 1. Antes que nada garantizar el derecho al trabajo, que es una condición para el desarrollo del talento individual y la prosperidad de la sociedad. El trabajo no es solamente un medio de vida, sino la primera necesidad vital. Sin ello no es posible que las personas se realicen plenamente y satisfagan sus necesidades materiales, sociales y espirituales. En Anti-Dühring, Federico Engels afirma:
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“El hispanoamericano y el trabajo”, en Ensayos diversos. Caracas, Monte Ávila Editores Latinoamericana C.A., 1984, t. VI, p. 123.
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En la sociedad socialista deberá implantarse una organización de la producción en la que, de un lado, ningún individuo pueda desentenderse de su parte en el trabajo productivo, que es condición natural de la existencia humana, y en la que, de otra parte, el trabajo productivo se convierta de medio de esclavizamiento en medio de emancipación del hombre, brindando a todo individuo la posibilidad de desarrollar y ejercitar en todos los sentidos todas sus capacidades, así físicas como espirituales, y convirtiendo de ese modo lo que hoy es una carga en un goce.
2. El deber de trabajar, una contraprestación que los individuos están obligados a reintegrar a la sociedad por los servicios que ésta le presta, con lo cual se combate la “cultura de la holgazanería” que ha sido promovida históricamente sobre todo por “sectores parasitarios” de las clases privilegiadas, acostumbrados a la riqueza fácil, por un cierto “lumpen” de cuello blanco a quien gusta medrar sin ningún esfuerzo y por el “lumpemproletariado” de las clases bajas. Lenin, en De cómo debe organizarse la emulación, lo decía en un lenguaje poco académico: “Que ni un solo pillo (incluyendo a cuantos huyen del trabajo) se pasee en libertad (…) El que no trabaja, no come: éste es el mandamiento práctico del socialismo. Y a igual cantidad de trabajo igual cantidad de producto”. Asimismo, el Che Guevara es rigorosamente firme en lo relativo a la necesidad y al deber de trabajar, única forma de producir los bienes y servicios que la población requiere. En charlas y conferencias dirigidas a los trabajadores y estudiantes decía:
Y eso es lo que hay que hacer, acordarse de que el trabajo es lo más importante. Perdónenme si insisto una y otra vez, pero es que sin trabajo no hay nada. Todas
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las riquezas del mundo, todos los valores que tiene la humanidad son nada más que trabajo acumulado. Sin eso no puede existir nada. El trabajo debe ser una necesidad moral nuestra, el trabajo debe ser algo al cual vayamos cada mañana, cada tarde o cada noche, con entusiasmo renovado. Tenemos que aprender a sacar del trabajo lo que tiene de interesante o lo que tiene de creador, a conocer el más mínimo secreto de la máquina o del proceso en el que nos toca trabajar. Si no nos gusta ese trabajo, a capacitarnos para poder hacer aquel que nos gusta. (…) Nosotros podemos calificar como el contrarrevolucionario más tenebroso, más sutil al ausentismo (…) El ausentismo se combate también con medidas de carácter social, con las medidas colectivas, con la discusión con la gente, con la explicación razonada de los daños que provoca y, en definitiva, compañeros, creo que hemos llegado al momento en que cuando todo esto falle, también se usen medidas compulsivas (…) que lo sienta en el lugar donde seguro le va a doler, que es en su propio bolsillo: ¡que gane menos!4.
El mismo criterio lo había expresado antes en América Latina, José Martí, cuando sostenía que ninguna persona con capacidad podía disfrutar de beneficio alguno si no trabajaba: Es inútil, y generalmente dañino, el hombre que goza del bienestar de que no ha sido creador; cada cual viva de su sudor, o no viva, y ni indirectamente debe la sociedad humana alimentar a quien no trabaja directamente en ella5.
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4 5
E. Guevara, El pensamiento del Che. Buenos Aires, Schapire Editor, 2010, pp. 40-45.
Ernesto José Canton Navarro, José Martí y los trabajadores. Caracas, Fides, 2006, p. 31.
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Antes, el Mariscal Sucre ya había insistido en la necesidad de tomar rigurosas medidas contra la holgazanería. En una circular establece: “Destínense los vagos todos sin contemplaciones de ninguna especie a los trabajos públicos (…) La laboriosidad reemplazará a los vicios, la utilidad a la holgazanería”6. En relación con este deber de trabajar los revolucionarios promueven, insistentemente, el trabajo voluntario como praxis fundamental en la construcción del socialismo. Es una manera de servir a la comunidad en la solución de sus problemas, de avanzar en el proceso de formación de una conciencia revolucionaria colectiva. Una forma de mostrar el compromiso, de dar el ejemplo. Esta modalidad de trabajo es la prefiguración de la sociedad comunista, en la cual todos trabajan para servir a todos. Al respecto el Che Guevara dice lo siguiente: La importancia que tiene el trabajo voluntario no se refleja en la parte directamente económica que pudiera reportar a las empresas o al Estado. Se refleja en la conciencia que se adquiere frente al trabajo y en el estímulo y ejemplo que significa esa actitud para todos los compañeros de las distintas unidades de trabajo (…) ¿Por qué insistimos tanto en el trabajo voluntario? Económicamente significa casi nada (…) lo importante es que una parte de la vida del individuo se entrega a la sociedad sin esperar nada, sin retribución de ningún tipo7.
3.- Crear condiciones dignas para el trabajador en el proceso de producción, de modo que su ambiente de trabajo propenda a la humanización 6 7
Circular, 26 de enero de 1827.
E. Guevara, El pensamiento del Che, ob.cit., p. 46.
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del ser humano, que las relaciones de producción predominantes sean de cooperación y no de explotación, para que, finalmente, el trabajo pierda su condición de maquinaria de tormento y se transforme en vía para la realización individual y la prosperidad colectiva. Entre nuestros libertadores hubo conciencia acerca de la necesidad de dictar medidas en defensa de los derechos laborales. Los más avanzados atacaron duramente la esclavitud y el trato dado a los esclavos, la servidumbre a que eran sometidos los peones por medio de la tienda de raya y las distintas formas de explotación de los trabajadores de las minas. En el Reglamento Sobre el Trabajo en las Minas, aprobado por Sucre en Bolivia en 1826, se dice lo siguiente: 1.- Los dueños de minas, arrendatarios, o mayordomos pagarán a los trabajadores su jornal en dinero efectivo. 3.- La a la nota y los jornales, deberán darse a los operarios en tabla y mano propia, en presencia de los mismos o de dos testigos. 4.- Ninguno podrá maltratar a los trabajadores de minas con palos, azotes, ni de otro modo. 5.- Que los prefectos designen los víveres sanos y nutritivos, con que puedan los azogueros proveer a los jornaleros8.
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4. Que la actividad productiva que se realice sea útil y beneficiosa para quien trabaja, para el individuo concreto que lleva a cabo una labor. En ese sentido, debe recibir una remuneración “acorde” con su trabajo. El propósi8
Reglamento Sobre el Trabajo en las Minas, 27 de septiembre de 1826.
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to es que el trabajador disfrute de las “ganancias” producto de su trabajo, de modo que pueda alcanzar el máximo bienestar integral en contraprestación por su praxis laboral. Estaríamos poniendo en práctica el precepto socialista: “De cada cual según su capacidad; a cada cual, según su trabajo”. De esta manera, los trabajadores podrán adquirir los productos y servicios necesarios para vivir dignamente. Todo esto sin caer en el patrón consumista que crea necesidades artificialmente.
El pleno disfrute del trabajo ocurre cuando la labor que se realiza es la plena expresión del talento de cada persona, y esta tarea es valorada por el sector de la sociedad con el que nos comprometemos. La identificación con el trabajo y con la obra es proporcional al gusto en su realización por parte de cada persona o colectivo. A la retribución material o espiritual que éste aporta. 5. Que el trabajo sea útil a la sociedad, que beneficie a otros. Dice Carlos Marx:
Si elegimos una profesión en la que podamos, más que en ninguna otra, trabajar para la humanidad, no nos doblaremos bajo su peso porque será un sacrificio en bien de todos; entonces no experimentaremos una alegría mezquina; limitada, egoísta, sino que nuestra felicidad pertenecerá a millones de seres.
6. Que la actividad productiva garantice la conservación del ecosistema, de donde se obtienen los recursos primarios para la actividad productiva y constituye, además, el hábitat para el goce de la vida. El trabajo no puede hacerse a expensas de la naturaleza, sino en concordancia con ésta, porque
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sus recursos no son infinitos. No se trata ya de dominar la naturaleza – como lo expresaba un cierto marxismo mecanicista en el pasado– sino de integrarnos a ella, tomar con respeto lo que necesitemos e intentar conservarla para bien de todas las especies animales y vegetales, y para el uso y disfrute de las venideras generaciones humanas y de los otros seres vivos, tal y como lo expresaba Engels: Cada día aprendemos a comprender mejor las leyes de la naturaleza y a conocer tanto los efectos inmediatos como las consecuencias remotas de nuestra intromisión en el curso natural de su desarrollo. Sobre todo después de los grandes progresos logrados en este siglo por las Ciencias Naturales, nos hallamos en condiciones de prever, y, por tanto, de controlar cada vez mejor las remotas consecuencias naturales de nuestros actos en la producción, por lo menos de los más corrientes. Y cuanto más sea esto una realidad, más sentirán y comprenderán los hombres su unidad con la naturaleza, y más inconcebible será esa idea absurda y antinatural de la antítesis entre el espíritu y la materia, el hombre y la naturaleza, el alma y el cuerpo.
7. Acabar con la división social del trabajo y establecer una sociedad donde las personas desarrollen sus múltiples talentos laborales y creativos, de modo que el trabajo productivo se convierta, de medio de esclavización, en instrumento de emancipación del hombre, que brinde a todo individuo la posibilidad de desarrollar y ejercitar todas sus capacidades, tanto físicas como intelectuales y espirituales; y transforme el trabajo de una carga en un goce.
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En las sociedades de clase, especialmente en la capitalista, mediante la división del trabajo se limitó el proceso de pleno desarrollo del individuo,
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pues cada uno debe dedicarse a una actividad distinta, obstaculizando las posibilidades de desarrollar libremente sus múltiples capacidades creativas. El propio proceso del trabajo deja de ser, así, un instrumento de reafirmación plena del hombre para convertirse en dispositivo de su atomización.
La sociedad socialista, por el contrario, apunta mediante el trabajo a sustituir al individuo parcial, producto de una función laboral de detalle, por el individuo desarrollado en su totalidad, para quien las diversas funciones sociales no son más que otras tantas manifestaciones de actividad que se turnan y relevan. El carácter esencialmente humano de la sociedad futura estará dado por las posibilidades que tendrán las personas de desplegar todo su potencial humano, hacerse verdaderamente pluridimensionales, abrazar una esfera de variadas actividades de relaciones prácticas con el mundo que propicien una vida rica y multilateral. El hombre nuevo es el individuo que corresponde a la sociedad comunista, sociedad que permitirá el libre desarrollo pleno y armónico del ser humano. El trabajo en América Latina En lo concerniente al trabajo en América Latina podemos decir que para los conquistadores españoles el trabajo era una afrenta. Vinieron a América a obtener rápidamente riqueza y poder. Venían como guerreros, clérigos u hombres de gobierno, no como fuerza de trabajo. Aunque en la península realizasen alguna labor, en nuestras tierras se comportaban como hidalgos, por tanto, para ellos cualquier trabajo manual era un oficio infamante, propio de seres inferiores
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como los judíos, los moros, los protestantes o los guanches, todos infieles con quienes no querían ser confundidos. Según Ángel Rosenblat: El español llegó a las Indias movido por el mismo ímpetu que le había llevado a la conquista del reino de Granada y a las campañas por Italia y Flandes. A las Indias trajo su estilo de vida y aún lo extremó. Soldados y artesanos aspiraban a ennoblecerse, y la hazaña personal les abría las puertas de la riqueza y el poder. Hubo desde la primera hora una hidalguización general. Colón, que era genovés, no estaba compenetrado con el espíritu de su gente española. Acostumbrado a la dura disciplina de las navegaciones, se quejaba a cada paso de la resistencia de los pobladores españoles al trabajo9.
Los indígenas se daban perfecta cuenta de la “flojera” de los conquistadores. He aquí el razonamiento de don Gonzalo, cacique de los Nicaraguas: ¿Qué cosa es cristiana en los cristianos? Piden el maíz, la miel, el algodón, la manta, la india para hacer el hijo; piden oro y plata. Los cristianos no quieren trabajar, son mentirosos, jugadores, perversos, blasfemos.
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“El hispanoamericano y el trabajo”, en Ensayos diversos. Caracas, Monte Ávila Editores C.A., 1984 t. VI, p. 132.
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Estos mismos conquistadores para quienes “La riqueza puede ser apetecible como botín de conquista o por providencia divina, pero no amasada en el oscuro esfuerzo cotidiano”, protestan por la flojera y poca disposición al trabajo de indios y negros. El trabajo, según ellos, era para el explotado indígena o africano, no para el explotador europeo. El conquistador se quejó muchas veces de la pereza del indio (…) Según esa leyenda, América era el continente somnoliento, y el animal que lo representaba simbólicamente era la pereza (…) Aun un filósofo tan seriamente interesado por todas las cosas del mundo como Kant, creía que el indio tenía una fuerza vital semi-apagada, que carecía de afectos y pasiones, que era indiferente, débil, poco industrioso e incapaz de gobernarse10.
El colonizador europeo se opone a ejecutar cualquier trabajo, no obstante, con el cinismo propio de todo imperialista, exige que la población indígena nativa y la población africana que fue arrancada a la fuerza de sus tierras trabajen disciplinada y entusiastamente para ellos, sin obtener ningún beneficio a cambio. Nace así un mito de dos vertientes: los europeos son laboriosos y los indios, negros y mestizos son flojos. Es la ideología del imperio y las metrópolis: quieren obtener el máximo provecho del trabajo de los pobladores de las colonias, al mismo tiempo que los repudian y desacreditan. Ésa es la mentalidad de los oligarcas, viven como rentistas y pretenden que los trabajadores realicen un esfuerzo cuyo fruto le es ajeno. 10
El hispanoamericano y el trabajo”, ob.cit., t. VI, p. 133.
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Concepción del trabajo entre los pueblos precolombinos y los africanos A diferencia de los europeos, los pueblos indígenas y africanos establecen una relación armónica con el trabajo, el cual es concebido como sagrado, inherente en la vida de todos y un aporte obligatorio para con la comunidad. En el caso de la América andina por ejemplo: En lo que se ha llamado, con mucha propiedad, el imperio socialista de los incas, el trabajo era un deber. Trabajaba el Inca, que desempeñaba activas funciones administrativas, religiosas y guerreras. Trabajaban los niños desde que tenían cinco años, en labores apropiadas a sus fuerzas. Trabajaban las mujeres en las casas y en los campos, e hilaban hasta por los caminos. Los ciegos ayudaban a desgranar el maíz. El Imperio era una vasta organización del trabajo (…) El indio trabajaba con toda su familia. El trabajo del campo, sobre todo, estaba unido a grandes fiestas11.
Por su parte, los investigadores Mario Sanoja e Iraida Vargas señalan en lo relativo al trabajo en la sociedad precolombina venezolana: En el occidente de Venezuela, existían para la época de la conquista sociedades jerárquicas con un alto grado de sedentarismo y organización sociopolítica. La materialidad de dichas sociedades se evidencia en la inversión de trabajo productivo para construir un paisaje agrario con sistemas de terrazas, montículos, y camellones para el cultivo en pendiente o en zonas de inundación, sistemas de canales de
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Ídem.
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regadío, embalses artificiales para almacenar el agua, silos subterráneos, sistemas de calzadas que servían tanto para la comunicación durante las épocas de inundación, como para preservar y orientar las aguas de lluvia y de los ríos desbordados, viviendas construidas sobre montículos y terrazas artificiales, entre otros rasgos. Esta materialidad socio-técnica permitió la obtención de un producto agrícola suficiente no solo para mantener y reproducir el grupo social, sino también para el intercambio de productos agrícolas por bienes terminados u otros bienes naturales procesados: tejidos, tallas en piedra o hueso, plumas de pájaros, alfarería, carne de venados o de báquiros, pescado seco, etc. En este caso, los españoles tuvieron la oportunidad de asimilar a su programa de colonización una infraestructura agraria avanzada y un contingente de fuerza de trabajo aborigen que ya poseía hábitos de disciplina laboral y política12.
Esta actitud hacia el trabajo no se expresó de igual modo en toda la América precolombina, porque hay diversidad de culturas originarias en el continente, pero es un indicador de una realidad que quienes difunden el mito de la holgazanería del indio han querido ocultar. La verdad es que, en general, los pueblos indígenas no establecen una relación de “deificación” ni de menosprecio con respecto al trabajo. Para ellos la noción de trabajo va asociada a otras actividades también trascendentes como el descanso, el placer, la contemplación, los ritos, las celebraciones, la socialización. Todo, para ellos, forma parte de una cosmogonía donde no necesariamente existe una escala de valoración del quehacer, similar a la existente 12
La Revolución Bolivariana. Historia, cultura y socialismo. Caracas, Monte Ávila Editores Latinoamericana C.A., 2008, p. 14.
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en las sociedades enajenadas por el trabajo o en aquéllas donde las élites se niegan a realizarlo. Para los indígenas “todo es importante”. El trabajo, como parte de la vida, también lo es, pero en condiciones que no signifiquen explotación ni abuso. En la América colonial se impuso al indígena, al africano y luego al mestizo en general, un sistema de trabajo que llevaba a la extrema degradación del ser humano. “Los indios y los negros no trabajarán siempre para satisfacer escasamente sus propias necesidades y, con exceso, las muchas de sus amos”, decía Simón Rodríguez. No es de extrañar, entonces, que éstos ingeniaran diferentes mecanismos para burlar las inhumanas exigencias de sus amos o patrones. Entre estos ardides están la pereza, el boicot, la lentitud, la desobediencia, la enfermedad, la impericia, el descuido, la intratabilidad, la fuga, el daño de las herramientas, el consumo clandestino de los productos. Son formas de resistencia de la gente explotada de nuestros pueblos frente a la opresión y las inmisericordes condiciones de trabajo de que eran víctimas. ¿Qué otra cosa podían esperar a cambio los explotadores? Asimismo, queremos recordar que en el África existió una cultura de trabajo:
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Si nos referimos a los Nupe, por ejemplo, esta civilización se caracterizó por su laboriosidad, pues preferían el cultivo en la tierra antes que la vida militar. Se dedicaron además al artesanado, al trabajo del cuero, de la madera, del cobre y del estaño. Igualmente, desde mediados del siglo XIV de la era cristiana, el uso del hierro y la domesticación de cultivos como el ñame y el banano permitieron que pueblos como los yorubas, benin y nupe se fortalecieran. De los Benín se puede
capítulo xi. el trabajo creador
decir que “su principal característica fue la tradición en el arte del bronce, por eso se le considera la cima del arte negro africano”. En cuanto a los monomotapa “se trató de un reino de grandes minas, de las cuales aún quedan sus vestigios en Rhodesia del Sur, antigua Zimbawe. También los lubas eran trabajadores mineros13.
En América Latina hemos demostrado que cuando el trabajo se basa en relaciones sociales de producción no explotadoras, de tipo comunitarias, que tienen como propósito el bien común, nuestra productividad, compromiso con la obra y creatividad se potencian.
13
John Anton, Los afrodescendientes en América Latina y El Caribe. Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2005, pp. 22-23.
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Aproximaciones
al socialismo nuestroamericano
José Gregorio Linares
Utopía osible p colección
CAPÍTULO XII El ocio liberador
El patrón de la riqueza no será ya el tiempo de trabajo, sino el ocio. Carlos Marx Sin razonable prosperidad, la vida, para el común de las gentes, es amarga; pero es un cáncer sin los goces del espíritu. José Martí A mí me llaman el negrito del batey porque el trabajo para mí es un enemigo el trabajar yo se lo dejo todo al buey porque el trabajo lo hizo Dios como castigo. A mí me gusta el merengue apambichao Con una negra retrechera y buenamoza A mí me gusta bailar de medio lao Bailar medio apretao Con una negra bien sabrosa Alberto Beltrán
El derecho al ocio El ser humano no se realiza a plenitud solamente a través del trabajo. No somos hormigas obreras ni abejas melíferas. Necesitamos el ocio para desarrollarnos
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integralmente. Disponer de tiempo libre para hacer lo que nos venga en gana: meditar, jugar, hacer el amor, pasear, leer, escribir, practicar deportes, asistir al cine o al teatro, compartir con la familia y los amigos, estar solos, coleccionar tuercas, cultivar nuestros pasatiempos, mirar el techo, hacer silencio, aprender nuevas cosas, desaprender otras, en fin, crear, crecer. El socialismo revaloriza el ocio. Según el teórico marxista venezolano Ludovico Silva: Toda la sociedad deberá disponer de un tiempo libre o de ocio lo suficientemente grande como para que cada individuo pueda realizar lo que antes era privilegio de un solo sector, a saber, la adquisición de conocimientos, tanto humanísticos como científicos1.
Así como los fisicoculturistas saben que por más esfuerzo muscular que realicen es durante el descanso que su cuerpo se desarrolla, del mismo modo, es sobre todo durante el uso del tiempo libre que se conquistan las riquezas del espíritu y el mundo interior del ser humano se hace más grande y enriquecedor. En las formaciones sociales basadas en la explotación de unas clases por otras, las clases privilegiadas han dispuesto de tiempo libre para recrearse, pero les han negado a los trabajadores la posibilidad de contar con tiempo libre para el ocio. A lo largo de la historia los ideólogos de las clases privilegiadas han profesado su aversión al disfrute del ocio por parte de los más humildes.
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1
Teoría del socialismo. Caracas, Editorial Ateneo de Caracas, 1980, pp. 43-44.
capítulo xii. el ocio liberador
En efecto, durante el régimen esclavista las clases dominantes eran dueñas de hombres, mujeres y niños, a quienes no dejaban tiempo ni oportunidad para divertirse o descansar. Eran fuerza laboral sometida al trabajo como sinónimo de tripalium. Durante el feudalismo los campesinos estaban sujetos a la tierra. No tenían horarios. Debían trabajar hasta la puesta de sol. Descansaban solo el tiempo indispensable para reponer sus fuerzas y volver al campo como siervos de la gleba. Con el correr del tiempo el sistema se fue flexibilizando hasta el punto de que fue instaurada una cantidad considerable de días feriados para celebrar las fiestas religiosas, pero con la llegada del capitalismo este tiempo libre dedicado al culto y al jolgorio fue eliminado. En el capitalismo, no ha sido sino después de cruentas batallas que los trabajadores lograron reducir de dieciséis a ocho horas la jornada laboral, obtener vacaciones remuneradas, gozar de los beneficios de la jubilación y acceder a instalaciones especiales para disfrutar del tiempo libre. De modo tal que el tiempo libre que hoy disfrutan los ciudadanos en los países capitalistas desarrollados no ha sido producto de una dádiva del sistema sino de una conquista de los trabajadores. El ocio y el trabajo en el “socialismo real” En la Unión Soviética y demás naciones donde se aplicó el socialismo real se rindió culto al trabajo en desmedro del ocio. Se llevaron a cabo campañas a favor de éste, se trabajaba largas jornadas, se pontificó a los héroes del trabajo, los estajanovistas, y se desestimaron las bondades del tiempo libre. En fin, tanto el capitalismo como el “socialismo real” promovieron la “religión del trabajo”.
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Todo esto a pesar de que hubo experiencias en las que los socialistas enarbolaron la bandera del ocio como reivindicación fundamental de las clases trabajadoras, tal como lo hizo el revolucionario francés León Blum (1872-1950), quien, en 1936, se atrevió a crear en Francia durante su gobierno de corte socialista, el “Subsecretariado de Estado para los Deportes y Ocios”, a través del cual se introdujeron importantes reformas sociales, como la reducción de la jornada laboral a 40 horas, las vacaciones pagadas, la negociación colectiva de los contratos de trabajo y el turismo social. Por primera vez “la dicha fue inscrita en el programa de un gobierno”. En fin, para los capitalistas el disfrute del ocio es un crimen; para los estalinistas, una traición; para los revolucionarios, una conquista y un derecho. El ocio, un negocio
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Luego los capitalistas encontraron una forma de hacer rentable el ocio: lo convirtieron en un negocio (lo cual es una contradicción en sí misma porque negocio etimológicamente quiere decir no-ocio). Se ha creado una industria del ocio donde se programa qué hacer con el tiempo libre, de modo que genere ganancias para un sector del capital. Todo está programado como si cada individuo entrara en una suerte de cadena de montaje que obliga, hasta en los momentos de relax, a producir dividendos. Es una diversión externa que no permite profundizar en la vida interior y en el desarrollo más íntimo. No tiene nada que ver con el verdadero ocio.
capítulo xii. el ocio liberador
Además, en esto de la diversión programada también existen estratos y clasismo. Los que gozan de mayor poder adquisitivo disfrutan de más y mejores opciones para hacer uso de su tiempo libre. En la base de la pirámide social existen menos posibilidades reales de disfrutar, porque el goce y el descanso tienen un precio. Muchos no pueden pagarlo. Pero lo más importante es destacar que en las sociedades capitalistas el tiempo libre es el momento ideal para generar y difundir eso que Ludovico Silva bautizó con el nombre de “plusvalía ideológica”, una suerte de “currículo oculto”, de “falsa conciencia” en el que, de una manera aparentemente inocente, se afianzan las creencias, representaciones, valores y conductas propias del capital. A través de los aparatos ideológicos del ocio y las superestructuras para uso del tiempo libre del capital se difunden mitos como la debilidad congénita del indio, la flojera del latinoamericano, la superioridad de los anglosajones, la idea de que los negros poseen mejores condiciones para el trabajo manual que para el intelectual, la especie de que todos los ciudadanos tenemos igual responsabilidad en lo que ocurre en la sociedad, la creencia en que la privatización es la panacea, de que el éxito es cuestión de actitud, de que existe igualdad de oportunidades para todos, del carácter ilimitado de los recursos naturales, de que el ocio es sinónimo de holgazanería, de que el tiempo es oro, y de que nuestro propósito como latinoamericanos y caribeños no debe ser otro, si queremos ser felices, que copiar el modo de vida y de diversión “americanos”, etc. El ocio es patrimonio del capital y el imperio. Y esto es grave porque es fundamentalmente durante el tiempo de ocio que se crea la cultura.
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El uso que hacemos del tiempo libre nos hace esclavos de un modo de producción y consumo enajenantes. Nos encadena al capitalismo por su eslabón más seductor: el consumismo, un patrón creador de necesidades artificiales que genera competitividad, egoísmo y mitos enajenantes. El sistema capitalista Tiene el consumo como el único fin y propósito de toda actividad económica, considerando los factores de producción (tierra, trabajo y capital) como los medios. (…) la economía moderna trata de maximizar el consumo por medio de un modelo óptimo de esfuerzos productivos2.
De lo que se trata, entonces, es de romper los grillos que encadenan el ocio al modo de producción y consumo capitalistas y a su ideología. Por tanto, el propósito de la sociedad socialista es reivindicar el derecho al ocio como una conquista, restituir el enorme poder liberador del tiempo libre, capaz de desencadenar una diversidad de formas de dicha. En la sociedad socialista se deben crear condiciones objetivas para que cada persona pueda elegir libremente las actividades a las que desea consagrar su tiempo libre, sin necesidad de sentirse atado a la obligación de producir y consumir, porque sólo durante el tiempo que voluntariamente dedica a lo que desea hacer, el ser humano es capaz de explorar su mundo íntimo, infinitamente más grande y sugestivo que el que encuentra afuera. En esos momentos es capaz de soñar plenamente.
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2
Ernst Friedrich Schumacher, Lo pequeño es hermoso. Barcelona, Ediciones Orbis, 1983, p. 60.
capítulo xii. el ocio liberador
Es sólo mediante el libre uso del tiempo de ocio que los seres humanos exploran su mundo interior, y es en ese andar dentro de sí mismos que construyen los sueños que algún día se harán realidad. El ocio es el territorio donde sembramos la utopía. Por tanto, para el socialismo es indispensable crear las condiciones para el uso del tiempo libre. Más que una simple reivindicación, es la puerta de acceso a la plena libertad del ser humano. Paul Lafargue y el derecho al ocio Para los socialistas es vital denunciar la alienación del trabajo y revalorizar el ocio. El comunista francés de origen cubano Paul Lafargue (1842-1911) ha sido uno de los primeros marxistas que ha tenido el coraje de reivindicar abiertamente, sin complejos, el valor del ocio y desnudar el mito del trabajo en la sociedad capitalista. Su propuesta, formulada en El derecho a la pereza, consiste básicamente en: 1. Acabar con la absurda idea de ejercitar la “religión del trabajo” como fuente de prosperidad. Las sociedades de clase crean su ideología, que conviene a sus intereses de clase. En este caso crearon el mito del trabajo como fuente de prosperidad. En realidad en la sociedad capitalista, el trabajo es la causa de toda degeneración intelectual, de toda deformación orgánica. Allí no reina el trabajo creador sino la enajenación
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del trabajo (…) Este mito del trabajo ha sido difundido especialmente por el protestantismo y el judaísmo3.
2. Incorporar a la faena laboral a las clases “improductivas”, entre las que incluye a la burguesía, a los terratenientes y a sus colaboradores inmediatos. La clase capitalista se vio condenada a la pereza y al disfrute forzados, a la improductividad y al sobreconsumo. Para ser aliviada de su penoso trabajo, la burguesía retiró de la clase obrera una masa de hombres muy superior a la que permanece dedicada a la producción útil, y la condenó a su vez a la improductividad y al sobreconsumo. Una vez acurrucada en la pereza absoluta y desmoralizada por el goce forzado, la burguesía (…) aumentaba también su repulsión por toda imposición de trabajo y por toda restricción del goce4.
3. Disminuir la jornada de trabajo a un máximo de tres horas diarias. El trabajo no se tornará un condimento de los placeres de la pereza, un ejercicio bienhechor para el organismo humano, una pasión útil para el organismo social hasta que haya sido sabiamente reglamentado y limitado a un máximo de tres horas por día5.
226
3
Paul Lafargue, El derecho a la pereza. Buenos Aires, Editorial Longseller, 2003.
5
Ídem.
4
Ídem.
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4.- Promover el uso del tiempo libre como espacio para el goce de la vida, y “practicar las virtudes de la pereza”. ¡Oh, pereza, apiádate de nuestra larga miseria! ¡Oh, Pereza, madre de las artes y de las nobles virtudes, sé el bálsamo de las angustias humanas!. Los hechos demuestran irrefutablemente que, para potenciar la productividad humana, es necesario reducir las horas de trabajo y multiplicar los días de pago y los feriados6.
Aclaremos las cosas para evitar malentendidos. Los socialistas promovemos el ocio, no la “ociosidad”. Enfrentamos la inacción, la vagancia o la holgazanería. Ocio no es sinónimo de abulia, flojera, indiferencia, desidia, indolencia, molicie o dejadez. Estas prácticas nocivas deben ser desterradas de la conducta de cualquier trabajador, debido a que se oponen al servicio y al compromiso. No deben, de ninguna manera, estar presentes en el trabajo. Son una rémora de la cual debe deslastrarse el proceso laboral en la nueva sociedad. Los socialistas abogamos por la reducción de la jornada laboral y por el incremento del tiempo libre. Pero las horas de trabajo deben ser empleadas en eso: en trabajar, que es una manera de realizarse a sí mismos y servir a los demás. La materialización de una voluntad y una energía para reconstruir la sociedad y el universo. Una forma de entrega que se convierte en obra útil a todos.
6
Ídem.
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África: vientre universal de la alegría De África fueron arrancadas por la fuerza millones de personas. Cuando se les trajo a América los colonizadores europeos asumieron que los africanos no tenían alma, ideas ni sentimientos; sólo reflejos e instintos. Ninguno se detuvo a pensar que eran seres humanos con sensibilidad. Mujeres y hombres con necesidades espirituales que satisfacer. Gente con emociones que buscan distintas vías de expresión. Pueblo con capacidad creadora. Según los colonizadores para lo único que servían los esclavos era para trabajar duro. No tenían mundo interior ni pasiones, mucho menos derecho a expresarlos. Ninguno pensó que entre esas mujeres y hombres que trabajaban en la zafra o en los socavones de las minas había escultores, artesanos, pintores, músicos, filósofos y poetas. A ninguno le interesó si debajo de la piel que arrancaban a latigazos se escondía el alma de un sabio o un artista. A nadie le importó si el trabajo embrutecedor a que eran sometidos los negros obnubilaba su conciencia o cercenaba su talento natural. Pero entre los africanos traídos violentamente a las tierras americanas había gente de distintas partes de África con una cultura y sensibilidad especiales. Pueblos que integraban creadoramente su tiempo libre al resto de sus actividades. Entre ellos están los yoruba:
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Este pueblo de agricultores, guerreros, y comerciantes se constituyó en un verdadero foco clásico de civilización africana al sur del Sajara por el alto nivel alcanzado en el desarrollo de las fuerzas productivas, las técnicas, la organización política,
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cosmogonía, usos y costumbres, y por haber creado uno de los estilos artísticos más refinados e importantes de África y del mundo: los bronces y terracotas de Ifé (…) Maestros en el trabajo de los metales, de la madera, de la piedra dura y la terracota, fueron un pueblo músico y poeta; poseyeron una filosofía profunda y humana7.
Llama la atención que la poesía, esa forma superior de expresión de los seres humanos, sea cultivada por la nación yoruba de modo cotidiano y esté presente en todas las actividades de la vida de ese pueblo: en las ceremonias religiosas o estadales, en los encuentros entre amigos o parientes, en las actividades productivas y comerciales, en los ritos funerarios, en las terapias sanadoras, en los cánticos de protección, en las festividades de nacimiento e iniciación, en las pláticas de los enamorados, en las acciones guerreras. Mientras en la cultura occidental burguesa la poesía ha dejado de desempeñar esta función social para convertirse en goce de minorías, entre los yorubá (…) no está reservada sólo para las ocasiones solemnes o festivas, sino que forma parte de la vida cotidiana. Los vendedores poseen poemas especiales para anunciar sus productos en el mercado; los cazadores para cantar mientras marchan por los senderos del intrincado monte o en sus reuniones nocturnas; los niños para acompañar sus juegos. Mientras los campesinos cultivan sus campos o los herreros ejecutan sus diversas labores, ahuyentarán la fatiga entonando fragmentos del ìjalá; una recién casada camino de su nuevo hogar cantará un rárà; al despertar los niños en la mañana se inclinarán frente a sus mayores y los saludarán con algún aríkì en 7
Rogelio Martínez Furé, Poesía anónima africana. Caracas, Fundación Editorial El Perro y la Rana, 2007, pp. 5-6.
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honor de los antepasados familiares. En los momentos de sosiego y descanso, en medio de las conversaciones, de las risas y la ingestión de bebidas, también estará presente la poesía8.
También en otros pueblos africanos que aportaron su sangre y su visión de la vida en la formación del pueblo latinoamericano, el ocio se convierte en arte y cultura. Uno de ellos es el pueblo de los fulbe o fula. Entre el casi centenar de grupos y subgrupos africanos llegados en cautiverio a América durante la época colonial, encontramos a los fula o fulbe, una de las más importantes etnias del occidente de África, protagonistas de grandes acontecimientos históricos en esa parte del continente durante los últimos cuatrocientos años9.
Son creadores de poesía épica, bucólica, pastoral, de poemas funerarios y de cuentos, proverbios y sátiras. Entre la nación fulbe la poesía ha estado presente en los diferentes actos de la vida. Su modo de vida no conspira con el tiempo como condición para que surja la creatividad y la cultura. Allí hay tiempo para la meditación, la danza, el canto. En muchas aldeas se oye el rumor de la poesía que escapa de los labios y abriga los corazones. El poema se escribe, sobre todo, para ser dicho, recitado y escuchado. El poeta, que se dice yimoowo, es decir, cantor, compone poemas o cantos (…) En cuanto
230
8 9
Ibídem, p. 7.
Ibídem, p. 95.
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a la poesía se dice yimoore o yimre, es decir, canción o música. El poema queda así como esa música antes que todo, es decir, una voz, una sonoridad que se desea agradable al corazón y dulce al oído10.
Entendemos que por eso a los colonialistas europeos les moleste tanto la idiosincrasia africana, pues mientras que para ellos el tiempo es oro y por tanto debe traducirse en productividad, para los africanos el tiempo es canto y literatura. Muchos especialistas “dedicaron sus vidas a la amorosa tarea de restituir ante los ojos europeos alienados por el colonialismo, el verdadero rostro de los pueblos africanos”. En América Latina esta labor ha sido llevada a cabo por una serie de escritores y luchadores sociales que entienden que si no nos sentimos orgullosos de nuestros antepasados africanos no será posible rescatar nuestra autoestima como pueblos mestizos, los cuales sólo alcanzarán su plenitud cuando se liberen de los prejuicios racistas y endorracistas del pasado y el presente. Uno de los prejuicios que hay que desmontar es el relativo a la noción de ocio para los pueblos africanos y afrodescendientes. Quizás haya que buscar en las raíces de esos pueblos africanos, en ese vientre universal de la alegría que es África, la convicción de que no hay nada de malo en eso de divertirse y disfrutar de la vida, de que la sonrisa es la expresión de un alma dichosa, y de que sin ocio no hay poesía y música para todos. Y, si no hay poesía y canto en el mundo, ¿para qué vale la pena vivir?
10
Ibídem, p. 101.
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Reforma o reacción El ocio es elemento generador de la vida. Válvula por donde se manifiesta el espíritu. Ruta de la creación. Territorio del alma. El disfrute del tiempo libre es un asunto individual. Cada cual escoge su manera de cultivarse, descansar y divertirse; pero la infraestructura, la legislación y la logística para hacer uso de dicho derecho es una cuestión de Estado. Corresponde a los gobiernos y a las comunidades organizadas crear y dirigir dichas políticas. El pueblo latinoamericano por su idiosincrasia es proclive al canto, la danza, la poesía, el bochinche, la festividad, la tertulia, la celebración, el encuentro amistoso, las artes del fuego, el deporte. Incluso el número de días que de manera natural tomamos para el asueto resulta extraño a la gente de otras latitudes y otras culturas más atadas a la “religión del trabajo”. Nuestro carácter más cercano a la sonrisa que a la seriedad es condición favorable para el ocio, noción cardinal en la propuesta socialista por la que abogamos. Paul Lafargue, este revolucionario de origen cubano, yerno de Carlos Marx e intenso activista político, nos recuerda que sólo a través del trabajo no enajenado y del cultivo del ocio los seres humanos podemos llegar a ser plenamente libres.
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En Venezuela, en plena Revolución Bolivariana hubo una propuesta de Reforma Constitucional que, entre otras cosas, proponía la reducción de la jornada laboral para, de este modo, ganar tiempo libre para la recreación, el
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descanso y la formación. Poca gente se detuvo a ponderar lo revolucionario de esta propuesta. El debate se centró en otros asuntos. Los adversarios de la reforma no se detuvieron ni por un momento a considerar los beneficios de la incorporación del “tiempo libre” en la vida de los ciudadanos. Los partidarios del gobierno se mantuvieron a la defensiva, como si no hubiese terminantes argumentos para defender esta “revolución del ocio” que se estaba proponiendo. La discusión se desvió. En el momento de votar los escrutinios, por primera vez en mucho tiempo, favorecieron a la oposición. Nadie volvió a hablar del tema.
Con el pasar de los años nos convencemos, no sin cierta tristeza, de que perdimos una oportunidad histórica para emprender el camino hacia la verdadera liberación latinoamericana y caribeña, íntimamente asociada con el ocio, con la alegría de disfrutar intensamente la vida. Por ahora ganó la reacción y perdió el pueblo. Venció la miopía. Aún estamos a tiempo de corregir la falta y llevar las propuestas de reivindicación creadora del tiempo libre a otros escenarios de debate. ¡Viva Paul Lafargue! ¡De origen cubano tenía que ser!
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Aproximaciones
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José Gregorio Linares
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CAPÍTULO XIII La justicia
El Dios de los Ejércitos concede siempre la victoria a los que combaten por la justicia; y jamás protege largo tiempo a los opresores de la humanidad. Simón Bolívar Cuando la América ha derramado su sangre por afianzar la libertad, entendió también que lo hacía por la justicia. Antonio José de Sucre Todo hombre verdadero debe sentir en la mejilla el golpe dado a cualquier mejilla de hombre. José Martí
¡Que se haga justicia! La justicia es un principio fundamental en el proceso de construcción socialista. Decía el Libertador, la justicia “Es la reina de las virtudes republicanas, y con ella se sostienen la igualdad y la libertad”. Y agregaba: “La libertad práctica no consiste en otra cosa que en la administración de la justicia y en el cumplimiento de las leyes, para que el justo y el débil no teman, y el mérito y la virtud sean recompensados”.
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El derecho romano definió la justicia a partir de tres preceptos: 1. Dar a cada uno lo suyo, 2. Vivir honradamente y 3. No hacer daño a nadie. En eso consiste, básicamente, la justicia. En proveer a cada quien de los bienes materiales y espirituales que le corresponden por el simple hecho de ser persona, sin discriminación de ninguna naturaleza. Bolívar lo dijo en el Discurso de Angostura (1819): “Haz a los otros el bien que quisieras para ti. No hagas a otro el mal que no quieras para ti; son los dos principios eternos de justicia natural en que están encerrados todos los derechos respecto a los individuos”. Proponía: “Elevemos un Templo a la Justicia; y bajo los auspicios de su santa inspiración, dictemos un Código de leyes”. En lo atinente a la justicia, al igual que en cuanto a los otros principios, el buen ejemplo de los líderes es fundamental. Como enfatiza un antiguo adagio persa: “Si el rey arranca una manzana en el parque público, la gente se llevará hasta las raíces del árbol”. Bolívar fue un buen ejemplo. Estando en la cima del poder debió acudir a los tribunales para resolver un litigio personal. Algunos esperaban que hiciera uso de sus influencias para ganar el juicio, pero el Libertador fue congruente al respetar al poder judicial y salvaguardar la independencia de éste con respecto al ejecutivo. Le dice a su hermana María Antonia (abril de 1825):
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Yo no les escribiré a ningún juez sobre el pleito (…) por más que tú te empeñes. No quiero exceder los límites de mis derechos, que, por lo mismo que mi situación es elevada, aquellos son más estrechos. La suerte me ha colocado en el ápice del poder; pero no quiero tener otros derechos que los del más simple ciudadano.
capítulo xiii. la justicia
Que se haga justicia y que esta se me imparta si la tengo. Si no la tengo recibiré tranquilo el fallo de los tribunales.
Además, la justicia consiste en no lesionar, de ningún modo, a ser vivo alguno, y en poner especial énfasis en ayudar a los más débiles o indefensos. No siempre coinciden la justicia y las leyes. En consecuencia nuestro deber es buscar la justicia. Así lo explica Juan Pablo Viscardo y Guzmán (1748-1798), uno de los precursores de las independencias de Nuestra América, quien en Carta a los españoles americanos dice: Toda ley que se opone al bien universal de aquellos para quienes está hecha, es un acto de tiranía, y el exigir su observancia es forzar a la esclavitud; que una ley que se dirigiese a destruir directamente las bases de la prosperidad de un pueblo sería una monstruosidad superior a toda expresión.
En las sociedades de clases, la normativa jurídica es expresión de los intereses de unas minorías, las élites que usufructúan el poder. Lo enfatiza Bolívar: “La más terrible tiranía la ejercen los tribunales por el tremendo instrumento de las leyes”. La verdadera justicia es la expresión de lo más hermoso del corazón del ser humano. Está siempre del lado de los desvalidos. Se guía por el altruismo hacia los más necesitados. Hay que forjarla. Se construye a partir de la sensibilidad. En ese mismo orden de ideas, el Che Guevara insistía en la sensibilidad como base de la justicia: “Si usted es capaz de temblar de indignación cada vez
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aproximaciones al socialismo nuestroamericano
que se comete una injusticia en el mundo, somos compañeros”. Y en carta de despedida a sus hijos les decía: “Sean siempre capaces de sentir en lo más hondo cualquier injusticia cometida contra cualquiera en cualquier parte del mundo. Es la cualidad más linda de un revolucionario”. Una de las experiencias más interesantes en lo relacionado con la aplicación de la justicia, desde una perspectiva comunitaria, la tenemos en México en las regiones controladas por el Ejército Zapatista de Liberación Nacional e inspirada en el legado indígena ancestral. El EZLN establece entre sus principios: En una primera instancia están las autoridades municipales autónomas, los jueces municipales y los Consejos de Ancianos. Si el conflicto no es resuelto, pasa a la segunda instancia de las Juntas de Buen Gobierno. No utiliza cárcel más que en casos y momentos extremos, pues se considera que el encierro tiene efectos negativos físicos y mentales. Se prefiere casi siempre la “reparación del daño”, mediante el trabajo comunal, el convencimiento y la reflexión de quienes mantienen conductas o realizan acciones no aprobadas por la comunidad (alcoholismo, prostitución, violencia intrafamiliar). Para los casos graves, homicidio, violación, narcotráfico, se remite a los infractores a las autoridades oficiales, con el acompañamiento de las organizaciones de derechos humanos. Así, el peor castigo es separar el presunto culpable de su comunidad y dejarlo en manos de la justicia estatal o federal, en las que no hay conciliación, ni reparación del daño y el encierro es la pena establecida1.
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1 Disponible en caracoles.html
http://www.movimientoalsocialismo.com.mx/archivos/revista/tres/
capítulo xiii. la justicia
El combate contra la impunidad Pero el ideal de justicia tiene sus enemigos. La impunidad es, quizás, el mayor de ellos. “La impunidad de los delitos –decía Bolívar– hace que éstos se cometan con más frecuencia: al fin llega el caso en que el castigo no basta para reprimirlos”. Además advertía: “La clemencia con el malvado es un castigo del bueno: y si es una virtud la indulgencia, lo es, ciertamente, cuando es ejercida por un particular, pero no por un gobierno2. En América Latina ha habido impunidad para proteger a los privilegiados y relegar a los humildes. Impunidad para evadir sanciones y penas. Impunidad que permite al malhechor pavonearse y ostentar las riquezas fruto de su delito. Impunidad para que haya delitos sin delincuentes. Impunidad que descompone el sistema judicial. Impunidad que se burla del sentido común e ignora las más claras evidencias del enriquecimiento ilícito o del crimen. Impunidad que pervierte los valores y suele ir acompañada del aplauso social. Impunidad que recompensa al delincuente y convierte su proceder en un modelo de éxito a seguir. Impunidad que en los círculos de confianza se burla de las personas íntegras y de las conductas probas. De allí que sea tan importante combatir el delito y la impunidad mediante ejemplar castigo. Para que no sigan siendo verdad las palabras de un seudodirigente del pasado, de cuyo nombre no quisiéramos acordarnos, quien afirmara: “En el país se roba porque no hay razones para no hacerlo”. 2
Carta a Hipólito Unanue, Bolivia, 25 de noviembre de 1825.
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Los socialistas debemos ser firmes contra la impunidad, que es una grieta capaz de seguirse extendiendo hasta resquebrajar el piso ético de una nación. La injusticia social en cifras A comienzos de la década de los 60 el joven líder de una flamante revolución pronunció un discurso en donde mostró unas cifras acerca de la realidad latinoamericana que estremecerían de indignación a las personas sensibles que lo escucharon. Fidel Castro en la Segunda Declaración de la Habana, del año 1962, dijo:
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En este continente de semicolonias, mueren de hambre, de enfermedades curables o vejez prematura alrededor de cuatro personas por minuto, de cinco mil quinientos al día, de dos millones por año, de diez millones cada cinco años. Esas muertes podrían ser evitadas fácilmente, pero sin embargo se producen. Las dos terceras partes de la población latinoamericana vive poco, y vive bajo la permanente amenaza de muerte. Holocausto de vidas que en quince años ha ocasionado dos veces más muertes que la guerra de 1914, y continúa (…) Mientras tanto, de América Latina fluye hacia los Estados Unidos un torrente continuo de dinero: unos cuatro mil dólares por minuto, cinco millones por día, dos mil millones por año, diez mil millones cada cinco años. Por cada mil dólares que se nos van, nos queda un muerto. Mil dólares por muerto: ese es el precio de lo que se llama imperialismo! ¡Mil dólares por muerto, cuatro veces por minuto!
capítulo xiii. la justicia
Pocas veces en la historia los datos numéricos han servido, de una manera tan lacerante, para sintetizar la miseria y el dolor de un pueblo. Pocas veces los números, como proyectiles de denuncia y armas para la conciencia, han sido tan contundentes. Si en muchas ocasiones los números manejados por tecnócratas sin alma han servido para enmascarar el dolor y maquillar terribles realidades sociales, también han de ser útiles entre luchadoras y luchadores sociales para promover la ética y enseñar la verdad. En América Latina y el Caribe detrás de cada cifra hay una injusticia y en cada número está contenido un torrente de rabia y esperanza. Si no cambiamos la realidad no podremos cambiar los números ni las emociones que involucran. La deuda social es inmensa. Estamos en saldo rojo, y roja será inexorablemente, por tanto, la solución que demos a nuestra problemática. Uno de los más completos programas para “medir la calidad de vida de la ciudadanía” es el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). Mediante éste se ayuda a los países con los conocimientos, la experiencia y los recursos necesarios para forjar una vida mejor. Contribuye a encontrar soluciones a los retos mundiales y nacionales de desarrollo y favorece el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM): disminuir la pobreza a la mitad, reducir la mortalidad infantil y mejorar el acceso al agua potable, entre otros. Todos los años el PNUD lanza su Informe sobre Desarrollo Humano, el cual incluye indicadores sobre calidad de vida en los países y no las tradicionales mediciones sobre poder económico. Presenta un índice que se calcula con base
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en tres factores para el desarrollo humano: vivir una vida larga y saludable, tener acceso a la educación y mantener un nivel de vida digno. Se le han formulado críticas a ciertos aspectos de la metodología, pero en general el programa es respaldado por aquellos para quien importan más las mayorías que las élites, y las personas más que las cifras macroeconómicas. A continuación transcribo algunos datos, tomados en general del PNUD, que nos permiten mirar el lado oscuro del corazón del continente latinoamericano: • El 10 por ciento de las personas más ricas recibe entre el 40 y el 47 por ciento de los ingresos totales generados por la región, mientras que al 20 por ciento más pobre sólo le toca entre el 2 y el 4 por ciento. Es decir, la riqueza está concentrada en muy pocas manos. De acuerdo con el informe de 2010 “la región sigue entrampada por la desigualdad de ingresos más elevada y sesgada del mundo”.
• En América Latina la pobreza es extremadamente alta, 40,6 por ciento de la población vive en condiciones de pobreza y de ellos 16 por ciento vive en la indigencia. La desigualdad en la región está en promedio 15 puntos porcentuales por encima de los países de Asia y 20 puntos sobre las naciones desarrolladas.
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• Al revisar las estadísticas del PNUD se observa que las naciones latinoamericanas ocupan los puestos de mayor disparidad en el planeta, incluso por encima de varios países africanos que se encuentran entre los de menor ingreso. Nuestra región es la más desigual del mundo. Aunque el nivel de Índice de Desarrollo Humano para América Latina y el Caribe haya au-
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mentado en casi un tercio desde el año 1970, éste queda muy por debajo del promedio mundial. De los 15 países más desiguales del mundo, 12 están en América latina. Según el informe de 2010, Bolivia, Haití, Ecuador y Brasil son, en ese orden, los países con más desigualdades de Latinoamérica, mientras que Uruguay, Costa Rica, Venezuela y Argentina son los más igualitarios.
• El informe resalta el problema de la desigualdad en Latinoamérica como uno de los factores que impide el desarrollo humano. Un ejemplo es Brasil, donde 10 por ciento de la población reúne el 0,7 por ciento del ingreso nacional, mientras que el 10 por ciento de la población más rica recibe el 47,2 por ciento del ingreso total. En este país cuatro empresas, en algunos rubros menos, son las encargadas de más del 40 por ciento de las exportaciones de soya, jugo de naranja, aves de corral y carne. • El caso de Chile, puede llegar a sorprender. La décima parte de la población se queda con el 47% de los ingresos.
• Perú tiene a más de la mitad de la población en pobreza, 51,6 por ciento, ocupa el puesto 79 (de 177) en desarrollo humano según el PNUD, y el 10 por ciento de la sociedad peruana con más riqueza acumula casi 40 por ciento de los ingresos o consumo de Perú. • En Honduras cerca del 67 por ciento de los habitantes sufren la más brutal miseria.
• Otro caso es Bolivia: dos millones de personas trabajan unas cinco millones de hectáreas en el país, mientras que unas 100 familias son propietarias de 25 millones de hectáreas.
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• Otros países en donde la desigualdad llama la atención son Guatemala, donde el 10 por ciento de la población concentra el 46,8 por ciento de los ingresos; Colombia, 46,5 por ciento; México, 43,1 por ciento; Argentina, 38,9 por ciento y República Dominicana, 38,6 por ciento. • La lista de los más desiguales está encabezada por Brasil, Chile y Guatemala, mientras que la de los más equitativos está liderada por Uruguay y Costa Rica.
• En México el 34 por ciento de los niños de menos de cinco años son afectados por una malnutrición crónica. En Guatemala esa cifra alcanza el 50 por ciento.
• En América Latina sólo el 40 por ciento de los trabajadores están protegidos por las legislaciones laborales y tienen garantizada una seguridad social. • En materia de comercio interno, los productores rurales pierden terreno ante las grandes cadenas de supermercado. Durante los años 80, el 20 por ciento de las ventas de alimentos se realizaban en estos enormes establecimientos comerciales, mientras que actualmente esta proporción ha aumentado a un 60 por ciento. Los campesinos están quedando arrinconados y se ven obligados a vender a precios arbitrarios el producto de su trabajo. • Un elemento común en toda Latinoamérica es que las mayores víctimas de la desigualdad son las mujeres, así como los indígenas y afrodescendientes.
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• El Índice de Desigualdad de Género (IDG), que capta las brechas de género en salud reproductiva, empoderamiento y participación en la fuerza laboral de 138 países, revela que la discriminación por motivos de género es también bastante superior al promedio mundial, principalmente debido
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a las altas tasas de embarazo adolescente y la baja participación de la mujer en la fuerza laboral remunerada.
• El sistema político de la región refuerza la reproducción de la desigualdad pues en la mayoría de los países, por ejemplo, los sistemas fiscales son “asimétricos”, es decir, con una fuerte carga en el consumo en lugar de gravar el ingreso. Otros factores que inciden en la elevada desigualdad latinoamericana son la corrupción, el diseño de políticas públicas pensadas sólo para reducir la pobreza y no para producir riquezas y el débil compromiso ciudadano con la acción pública. Hay cifras optimistas. En general, la región mejoró en aproximadamente un tercio en el Índice de Desarrollo Humano (IDH) desde 1970: • Desde 1970, la esperanza de vida promedio aumentó de 60 a 74 años. Incluso llega a 79 años en Costa Rica, Chile y Cuba. • Hace 40 años apenas la mitad de los niños de la región en edad de asistir a la escuela tenía la oportunidad de hacerlo; hoy la cifra supera el 80 por ciento y en algunos países alcanza casi a la totalidad.
• Cuba, Venezuela, Bolivia y Nicaragua han sido declarados territorios libres de analfabetismo.
• En Nicaragua, según la Encuesta de Medición de Vida 2005-2009, la pobreza general se redujo del 48,3 al 42,5 por ciento, es decir, 5,8 puntos, y la pobreza extrema con una cifra del 17,9 por ciento, bajó en 2,6 puntos.
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• La República Bolivariana de Venezuela figura como el segundo país con mayor matrícula de educación universitaria entre todas las naciones de América Latina. Así lo reflejaron las estadísticas de la Unesco. En esta medición, el pueblo de Cuba ocupa el primer lugar, con 109 por ciento de matriculación, seguido de Venezuela con 83 por ciento, Argentina 67 por ciento, Uruguay 64 por ciento y Chile 52 por ciento. La tasa bruta de matriculación universitaria de Venezuela es 2,5 veces el promedio de América Latina y el Caribe, que se ubica en una tasa de 34 por ciento.Venezuela se encuentra, a escala mundial, en el quinto lugar con 83 por ciento de ciudadanas y ciudadanos inscritos en el sistema universitario. En esta medición, Cuba se sitúa nuevamente en el primer escaño con 109 por ciento, luego la República de Corea (95 por ciento), Finlandia (94 por ciento) y Grecia (91 por ciento).
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• Alfredo Missair, representante del PNUD en Venezuela, afirmó: “Venezuela está entre los países que han avanzado de forma contundente en varias de las Metas del Milenio”, fijadas por la Asamblea General de la Organización de Naciones Unidas (ONU) en 2000 para ser cumplidas en 2015 tomando como referencia los datos de 1990. Venezuela escaló tres puestos en el Índice de Desarrollo Humano (IDH) del PNUD desde 2007, reconoció el representante adjunto de dicha institución, Yves Sassenrath. La nación se encuentra actualmente en el puesto 75 en la escala mundial, con un indicador de 0,696. Este cumplimiento ratifica al Estado venezolano en el segmento de los países con un desarrollo humano alto. Además, el documento registra que la tasa promedio de crecimiento anual del IDH en Venezuela ha sido de 0,90 en los últimos diez años, es decir entre 2000 y
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2010. El delegado del PNUD subrayó que la nación se encuentra en buena dirección hacia el desarrollo social. El informe Nuestra Democracia, elaborado por la Organización de Estados Americanos (OEA) y el PNUD, señaló que Venezuela encabeza la lista de países de América Latina que más redujo la pobreza. La tabla de indicadores de pobreza, indigencia y desigualdad económica en América Latina (1999-2008) reseñó que Venezuela disminuyó de un 49,4 por ciento a un 27,6 por ciento el nivel de miseria. En cuanto a la situación de indigencia, el informe destaca que en 1999 vivían en situación de calle 21,7 por ciento de los venezolanos, esta cifra descendió para 2008 y se situó en un 9,9 por ciento. Por otro lado, en relación al índice GINI, Venezuela se coloca de primero en América Latina con una reducción de 17,9 por ciento, quintuplicando la tasa de la región que se ubica en 3,9 por ciento. El índice GINI calcula el nivel de desigualdad de ingresos económicos. En tanto, un número más alto establece mayor grado de desigualdad. Venezuela bajó de 0,498 en 1999 a 0,412 en 2008, lo que significa una mejoría3. • El informe sostiene que, en los últimos 40 años la matrícula escolar pasó de 52 por ciento a 83 por ciento.
• Varios de los países latinoamericanos consiguieron algunos de los mayores avances jamás logrados en el mundo. Por ejemplo, la esperanza de vida aumentó 20 años en Bolivia, de 46 en 1970 a los actuales 66 años. El crecimiento de la matriculación escolar fue incluso más notable en las últimas cuatro décadas: de 52 por ciento en 1970 a 83 por ciento en 2010. 3
Disponible en http://www.patriagrande.com.ve/temas/venezuela-cifras/
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Así andan las cosas en el mundo • Las desigualdades internacionales juegan un rol importante, con el 40 por ciento de la población mundial compartiendo sólo el 5 por ciento del ingreso global.
• Cada tres segundos, en algún lugar de planeta, muere un niño como resultado de la pobreza, lo que totaliza unos 1.200 infantes cada hora. De manera que “el hambre sigue siendo la mayor tragedia y el mayor escándalo del mundo”. • El PNUD calcula que de no cumplirse los objetivos trazados para reducir la mortalidad infantil, unos 41 millones de infantes adicionales podría verse en peligro de muerte.
• Seis de los 10 países más pobres del mundo están mucho peor que hace 20 años. • Los 10 países más pobres están en África.
• Cerca de 900 millones de campesinos en el mundo viven con menos de un dólar al día. De esta forma “la gente que produce alimentos ni siquiera puede alimentar a sus hijos, ni tampoco darles educación o pagarles servicios médicos”.
• Los países que tienen menor desarrollo y más enfermedades disponen de menos médicos: uno por cada 5 mil, 10 mil, 15 mil, 20 mil o más habitantes.
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• Cuando surgen nuevos virus de transmisión sexual como el sida que, en apenas 20 años ha privado de la vida a millones de personas, la padecen decenas de millones, entre ellas muchas madres y niños. Para esta grave
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enfermedad existen ya paliativos, el precio de los medicamentos por persona puede ser 5 mil, 10 mil o hasta 15 mil dólares cada año. Son montos inaccesibles para las grandes mayorías de los países del Tercer Mundo.
• Las cifras de personas que carecen de lo básico para sobrevivir con un mínimo que garantice un nivel elemental de salud son altas, como, por ejemplo, más de 1.000 millones de seres humanos no tienen acceso a agua potable; 1.000 millones carecen de vivienda, 880 millones de personas no tienen acceso a servicios básicos de salud y 2.000 millones de personas carecen de acceso a medicamentos esenciales. En el año 2010, 925 millones de personas padecen hambre crónica. Para resumir, nada menos que el 80 por ciento de la población mundial vive en la pobreza. Se estima que para el año 2011 la población mundial es de 7 mil millones de seres humanos. Frente a la realidad de la pobreza ha aumentado la insensibilidad y la indiferencia. El dolor es visto como un signo de debilidad. Para la nueva tecnocracia empresarial y para los políticos herederos de los Chicago Boys condolerse de las penurias ajenas es, para decirlo en el lenguaje de los muchachos, “una raya”. Es sensiblería, la expresión de un izquierdismo absurdo y trasnochado, con el cual no contribuimos al “desarrollo nacional” ni a la “paz social”. No estamos en tiempos de los sentimentalismos con los cuales alimentábamos resentimientos y esperanzas vanas. Es la época en que cada quien debe ocuparse de sí mismo y evitar encontrarse con esa molestia que son los pobres, esos infelices que están así porque “no han hecho el esfuerzo que yo he hecho, y por tanto merecen permanecer así”. En relación con esta actitud dice Eduardo Galeano:
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Recuerdo que cuando escribí Las venas abiertas a finales de 1970 había una cierta unanimidad universal en torno a algunas cosas elementales: la pobreza era resultado de la injusticia, lo proclamaba la izquierda, el centro lo admitía, la derecha no lo discutía. Había pobreza porque había injusticia, un reparto injusto de los panes y de los peces. Treinta años después ya quedan muy poquitos que digan que la pobreza es resultado de la injusticia. No digamos en la derecha o en el centro pero hasta en la izquierda ha prosperado esta suerte de certeza de fin del siglo XX y comienzos del siglo XXI de que la pobreza es el castigo que la ineficiencia merece y por lo tanto no es el resultado de la injusticia, es un acto de justicia. Se jode el que no trabaja o el que no sabe defenderse y el que no sabe competir y el que no es eficiente ni rentable. En ese sentido me parece que hay un retroceso, sí, se ha involucionado4.
Capitalismo agonizante versus socialismo en ascenso Ahora, comparemos la calidad de vida de la persona promedio de la primera potencia del mundo con los mayores recursos y con absoluta libertad para actuar, como es el caso de los Estados unidos con los de Cuba, una isla de escasos recursos, bloqueada y asediada por el imperio. Para ser más justos deberíamos haber comparado Cuba con Puerto Rico, dadas las afinidades históricas de ambas naciones, pero quisimos colocar a David frente a Goliat.
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Disponible en http://www.revistapueblos.org/spip.php?article306
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Estados Unidos En un informe oficial publicado el 16 de septiembre de 2010 se aportan los siguientes datos oficiales emanados de la Oficina del Censo: • La pobreza en Estados Unidos aumentó en el año 2009, en medio de la recesión económica, hasta alcanzar al 14,3 por ciento de la población, el mayor índice desde 1994.
• De esta manera, la mayor economía del mundo cuenta con 43,6 millones de personas que viven en condiciones de pobreza, la mayor cifra desde que se comenzaron a confeccionar estas estadísticas, hace 51 años. En 2008 el índice de pobreza era de 13,2 por ciento, 39,8 millones de personas.
• En el mismo informe, el censo dio a conocer también cómo evolucionaron los ingresos medios de los estadounidenses y también el porcentaje de personas sin seguro médico, una de las prioridades que se marcó Obama al llegar a la Casa Blanca.
• En 2009 el número de personas sin cobertura médica creció de 46 millones a más de 50, es decir, lo que corresponde al 16,7 por ciento de la población. La ley ciega del mercado rige la prestación de ese vital servicio y los precios se vuelven inaccesibles para muchas personas aun dentro de los países desarrollados. • La evolución de los ingresos entre los distintos grupos demográficos fue diferente. Los hispanos lograron un incremento del 0,7 por ciento en sus ganancias, hasta alcanzar una media de 38.039 dólares anuales, pero con un nivel de pobreza de 25,3 por ciento.
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• Por su parte, la población blanca, como media, vio reducidos sus ingresos en un 0,5 por ciento, hasta los 51.861 dólares (su pobreza aumentó hasta 9,4 por ciento). Las personas de raza negra sufrieron un descenso más agresivo, 4,4 por ciento hasta los 32.584 dólares (se incrementó la pobreza a 25,8 por ciento). Cuba No queremos que parezca que hacemos una apología incondicional de Cuba y de su gobierno. Tampoco queremos ocultar nuestra admiración por la revolución cubana, sus líderes y su pueblo. Naturalmente se han cometido errores, omisiones e injusticias. Pero los aciertos son innegables para aquel que quiera ver y no esté cegado por la propaganda anticubana. Los cubanos no pretenden convertir su revolución en un modelo para el resto de América Latina o el mundo. Saben perfectamente que Cuba no es un paraíso. En la historia real que está fuera del campo de la teología no existen paraísos terrenales. Cristóbal Colón, que fue el último que creyó en ello, convirtió el paraíso que se figuró encontrar en un infierno real. De modo tal que lo que queremos destacar es el inmenso esfuerzo que por encontrar su propio camino hacia la justicia social realiza un pueblo decidido a ser libre y a vivir con dignidad. Veamos algunos datos:
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• El índice de mortalidad infantil en Cuba es menor que el de Estados Unidos.
• Puede asegurarse que no existe ciudadano alguno sin asistencia médica gratuita: un médico/170 habitantes.
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• Todo el mundo estudia y nadie carece de oferta de trabajo útil, a pesar de casi medio siglo de bloqueo económico y el intento de los gobiernos de los Estados Unidos de rendir por hambre y asfixia económica al pueblo cubano. • La esperanza de vida al nacer es de 77 años. Una de las más altas del mundo.
• Cuba ocupa el primer lugar como la sociedad más igualitaria de América Latina y el Caribe en términos de género. Hoy las mujeres en Cuba constituyen el 66 por ciento de la fuerza técnica del país y participan mayoritariamente en casi todas las carreras universitarias. Antes, la mujer apenas figuraba en las actividades científicas. En ese campo también son hoy mayoría. • Cuba es el país del mundo con mayor tasa de matrícula universitaria según la Unesco.
• También vale la pena comparar los índices de “calidad de vida” de Cuba con el resto del continente latinoamericano, que es ahora cuando está despertando de siglos de dominio económico, político y cultural.
• En Cuba el analfabetismo es de 0,2 por ciento mientras el de América Latina es de 11,7 por ciento. • La tasa mortalidad infantil es de 6,2 por mil en Cuba y en América Latina 32 por mil. • La esperanza al nacer es de 76,5 años en Cuba y de 70 años en América Latina.
• La tasa de educación primaria en Cuba es de 100 por ciento y en América Latina de 92 por ciento.
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• La enseñanza secundaria es en Cuba de un 99,7 por ciento y en América Latina 52 por ciento.
• Mientras el 100 por ciento de los niños en Cuba alcanzan el nivel del colegio sólo 76 por ciento de los niños latinoamericanos lo hacen. • En América Latina el 12 por ciento de la población es analfabeta, es decir, 42 millones de iletrados. Ninguno de ellos es cubano. • En América Latina hay 110 millones de personas jóvenes que no han logrado concluir la educación primaria. Ninguno de ellos es cubano. • Hoy en el mundo existen 860 millones de analfabetas. Ninguno de ellos es cubano.
• Cuba cuenta con 590 médicos por cada 100 mil habitantes, mientras que América Latina cuenta con 160. Cuba es el país que tiene el más elevado número de médicos en el mundo por habitantes.
• La Unesco en el informe sobre la educación en 13 países de América Latina clasifica a Cuba en el primer lugar en todas las asignaturas. Sobre 11.000.0000 de habitantes en Cuba más de 500.000 disponen de un grado universitario.
• La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) señala que en la región hay 102 millones de seres humanos en completa indigencia, es decir, un 20 por ciento de la población. Ninguno de ellos es cubano.
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• En América Latina, 54 millones de latinoamericanos padecen de malnutrición. Ninguno de ellos es cubano.
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• En el mundo cada siete segundos un niño de menos de diez años se muere de hambre. Ninguno de ellos es cubano.
• Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), 842 millones de personas sufren de malnutrición crónica. Ninguna de ellas es cubana5. Leyendo las cifras nos damos cuenta de la cruda realidad del capitalismo. Está condenado a fracasar en su intento de ser el modelo de desarrollo a seguir, el paradigma de la prosperidad. En cambio, el socialismo latinoamericano es una esperanza de que la justicia social se impondrá. Algunos indicadores señalan que estamos dando los primeros pasos. Los gobiernos con vocación social enarbolan las banderas de la justicia y sostienen el escudo del bien común. Sus líderes pueden repetir aquella frase de Juan Germán Roscio cuando los opositores criticaban las acciones gubernamentales de las repúblicas recién construidas: “Me parecen muy leves nuestras faltas políticas –respondía– y ellas mismas son nuestros maestros”. En fin, ha llegado la hora de que la justicia social sea la prioridad en América Latina. Los pueblos con conciencia de su poder y los gobiernos con sensibilidad harán realidad este sueño.
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Disponible en http://wsw.taringa.net/posts/info/8087401/Cuba-cifras-y-datos-del-logrosocialista.html
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Aproximaciones
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José Gregorio Linares
Utopía osible p colección
CAPÍTULO XIV
La lucha contra la corrupción
El modo de hacerse popular y gobernar bien es el de emplear hombres honrados, aunque sean enemigos. Simón Bolívar Urge ya, en estos tiempos de política de mostrador, dejar de avergonzarse de ser honrado (…) La política virtuosa es la única útil y durable. José Martí Ya yo no quiero que me digan quién se robó los reales, yo sé que se los robaron, me consta, pero ya no me basta con eso. El problema es que esas personas que llamamos corruptos son denunciadas, son colocadas ante la picota y la opinión pública; pero todos o casi todos están en sus casas. José Ignacio Cabrujas
Páez y Santander versus Bolívar y Sucre En lo relativo al manejo de la hacienda pública por parte de los luchadores políticos una vez que han llegado al poder, dos han sido las concepciones que se han manejado en América Latina desde el siglo XIX hasta la actualidad: la de José Antonio Páez y Francisco de Paula Santander en oposición a la de Simón Bolívar y Antonio José de Sucre.
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En su autobiografía el mismo Páez caracteriza su visión del asunto: el erario público es un botín al que tienen derecho los que han luchado por una causa. Los políticos merecen una recompensa. Son, en palabras de Páez: Los que con la espada o la pluma merecieron bien de la patria en las épocas de la contienda y que aspiran a recoger el premio de sus afanes y fatigas, pues no todos suelen contentarse (…) con la gloria póstuma y el aprecio de las generaciones.
A confesión de partes… De allí que hacer política se convierte, en la práctica, en un negocio extremadamente lucrativo. Llega a ser mal visto quien no saca provecho monetario de su quehacer en las funciones públicas. La lucha es un medio para obtener riquezas. Los cargos públicos, la oportunidad para amasar grandes fortunas. Páez es un ejemplo de ello. De simple peón de hacienda que entra en la batalla por la independencia con una lanza como único bien se convierte en gran hacendado, comerciante y dueño de esclavos. Santander, pese a sus aparentes diferencias con Páez, en una cosa se le parece: viene a cobrar. La Hacienda Pública es su caja de caudales. De allí, como de su propia faltriquera, saca el dinero que necesita. De él decía Bolívar, en un artículo de prensa en el que pasa a la ofensiva contra sus detractores:
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¿Se nos negará que el Vicepresidente (Santander) se ha enriquecido a costa de la República y que es tan avariento como el más vil hebraico? (…) Todos quieren riquezas; todos quieren obligaciones nacionales. Indemnizaciones, porque el Congreso las decreta y el Vicepresidente (Santander) las negocia (…) El General
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Santander nos aborrece, le perdonamos esta desgraciada pasión y le haremos la debida justicia, diciendo que sin su avaricia, es el mejor Magistrado y que el pueblo granadino, sin Santander, es el mejor de la tierra1.
De acuerdo con opiniones de observadores contemporáneos: Prevalece el parecer entre los hombres de orden, los militares y las gentes del pueblo que sufren con la existencia de tan extensa corrupción, de que el Gobierno está monopolizado por el General Santander y por una facción de negociantes de Bogotá que tienen sus criaturas en el Congreso y que las instigan y ayudan efectivamente a aumentar fortunas inmensas a expensas del país2.
Hubo un incidente en especial que marcó las diferencias entre Bolívar y Santander: el asunto de los empréstitos. En virtud del estado de ruina en que habían quedado las finanzas públicas a consecuencia de la guerra de Independencia, algunos personeros del gobierno decidieron negociar préstamos con entidades privadas y con gobiernos extranjeros. Fueron nombradas comisiones afectas a Santander que a cambio de su “sacrificio” cobraban cuantiosas comisiones. Los términos de los acuerdos resultaron claramente lesivos contra el interés nacional. En especial el endeudamiento con el exterior recibió contundentes críticas por parte de la gente proba. Los montos de las comisiones que se repartieron entre los dos testaferros de Santander: 1 2
Carlos Edsel, Simón Bolívar, lucha contra la corrupción y el contrabando, documentos fundamentales. Caracas, edición mimeografiada. Ibídem, p. 29.
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Igualaban casi exactamente el presupuesto educativo de la Gran Colombia. El empréstito en cuestión fue gastado fundamentalmente en equipos y armas inservibles. De aparejo para la marina en cantidades exorbitantes, en estado tal de deterioro, que fue necesario dejarlos abandonados en los muelles, por inútiles, así como en pagar las deudas contraídas con cierto tipo de acreedores pertenecientes a la naciente plutocracia neogranadina3.
La reacción de Bolívar fue terminante: La deuda pública es un caos de horrores, de calamidades y de crímenes (…) Cualquiera que sea el partido que se tome con esta deuda, es horrible: Si la reconocemos dejamos de existir, si no (…) el oprobio de esta nación (…) Infames (…) Ligaron a la Patria a un yugo ignominioso y miserable (…) Consumirán la sustancia de nuestros hijos (…) Abominación execrable4.
El odio de Santander y de sus testaferros contra el Libertador no se hizo esperar. Planificaron el magnicidio, el cual no pudieron llevar a cabo, sin embargo, desataron contra él una campaña periodística ignominiosa donde le acusaban de ambicioso, draconiano y… corrupto. Bolívar abogó por un “poder moral” que consistía en un tribunal compuesto de dos cámaras, una encargada en vigilar la moral pública; otra de dirigir la educación de los niños. Este Poder Moral lo quiso crear Bolívar con el fin de
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Ibídem, p. 26. Ídem.
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que un organismo, no dependiente del gobierno central, se encargara tanto de la educación de los “ciudadanos” como de la moral en sí de toda la república. Años antes, Miranda insinuaba la institución de censores “Que vigilasen la instrucción pública y cuidaran la conservación de las buenas costumbres”. Todo esto tenía como fin fundamental combatir la corrupción en todas sus manifestaciones: la pecuniaria y la moral. Bolívar emprendió una profunda reforma de la administración pública para garantizar transparencia en el uso de los recursos, su equitativa distribución en beneficio de los habitantes de todo el territorio y no sólo de las principales ciudades, y el combate contra la corrupción en cualquiera de sus manifestaciones. “Si no se hace una reforma en todo el sistema de nuestra Hacienda, nos vamos a arruinar y la República morirá de consunción”5. En mensaje dirigido al general Rafael Urdaneta, en marzo de 1827, le escribe: “Se va a mandar un Reglamento de hacienda que dará bastante dinero, de suerte, que quitando pícaros, ahorrando gastos y aumentando las rentas iremos para adelante”. La postura de Bolívar en lo atinente a la corrupción dentro de la administración pública fue intachable. Denuncia, amenaza, fustiga, legisla, vigila, castiga, da el ejemplo, hace reconocimientos, educa. Desde la temprana fecha de 1814 ya había advertido: “La hacienda nacional no es de quien os gobierna. Todos los depositarios de vuestros intereses deben demostrar el uso que han hecho de ellos”. 5
Carta a Francisco de Paula Santander, 23 de mayo de 1826.
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En diciembre de 1826 le escribe al general Urdaneta: Parece que quieren saquear la República para abandonarla después (…) No hay más que bandoleros en ella. ¡Esto es un horror! (…) Entiendo y aún veo que los pérfidos o más bien los viles que han manejado los créditos contra el gobierno de esta provincia han robado a la Patria cruelmente.
Posteriormente, en abril de 1827, señala: “Las malas leyes y una administración deshonesta ha quebrado la República; ella estaba arruinada por la guerra; la corrupción ha venido después a envenenarla hasta la sangre, y a quitarnos hasta la esperanza de mejorar”.
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Bolívar fustigó de frente la corrupción. Cuando sospechaba que algún funcionario de la República había incurrido en peculado, malversación de fondos o cualquier otra falta le increpaba directamente. En 1817, por ejemplo, el general de brigada Lino de Clemente y Palacios (1767-1834) fungía como agente comisionado especial ante el gobierno de los Estados Unidos con el objeto de adquirir armas y otros pertrechos. Franqueando las inicuas leyes estadounidenses que prohibían la venta de armas a los patriotas, logró comprar el material bélico. El Libertador aplaudió el logro por cuanto esto le reportaría beneficios a la causa republicana; no obstante, le pareció que hubo en la compra un sobreprecio exagerado. En carta del 21 de enero de 1818 le expresa su molestia y le reclama: “En las colonias vecinas y aun en nuestros mismos puertos, yo he contratado y comprado los mismos objetos por una tercera parte o la mitad de lo que valen los que Ud. Remite”.
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De igual manera, Bolívar se opuso a que se destinaran dineros de las arcas públicas a fines distintos a aquellos a los que estaban concebidos, especialmente si ello aparentemente iba en su beneficio. En 1825, durante su recorrido por los pueblos del Alto Perú, el Libertador llegó a Puno donde fue agasajado por el general de brigada William Miller, primera autoridad del departamento. El evento fue sufragado con recursos del Estado, lo cual incomodó sensiblemente al Libertador quien, en carta a Antonio José de Sucre, dictaminó que: Su voluntad no es gravar en un maravedí los fondos del Estado en toda la marcha que tiene que hacer solo con el objeto de trabajar en la felicidad de los pueblos, y que si el señor Guillermo Miller ha dado esta misma orden en todos esos Departamentos, haga Usted, que se suspenda inmediatamente, y que se reintegre al tesoro público cualquier cantidad que se hubiese extraído con el fin indicado.
Siguiendo una línea intachable de conducta el Libertador se negó a participar en calidad de particular en los negocios del Estado a los que se le invitaba. A finales de 1825 Santander le propone que se asocie en el proyecto de construcción del canal de Panamá: La obra se ha calculado en 10 millones de pesos y contamos con algunos capitalistas extranjeros…muchos amigos de usted tomarán parte (…) Me atrevo a pedirle a usted dos cosas: 1º.- Que usted de oficio recomendará muy eficazmente al Gobierno que favorezca a la empresa: 2º.- Que usted consistiese en que se pusiese a usted en la asociación como protector de la sociedad6. 6
Carta del 22 de septiembre de 1825.
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El Padre de la Patria le responde con firmeza: Mi querido general he visto la carta de usted en que me propone sea yo el protector de la compañía que se va a establecer para la comunicación de los dos mares por el istmo (de Panamá). Después de haber meditado mucho cuanto usted me dice, me ha parecido conveniente no solo no tomar parte en el asunto, sino que me adelanto a aconsejarle que no intervenga usted en él. Yo estoy cierto que nadie verá con gusto que usted y yo, que hemos estado y estamos a la cabeza del Gobierno, nos mezclemos en proyectos puramente especulativos; y nuestros enemigos, particularmente los de ustedes que están más inmediatos, darían una mala interpretación a lo que no encierra más que el bien y la prosperidad del país. Ésta es mi opinión con respecto a lo que usted debe hacer, y por mi parte estoy bien resuelto a no mezclarme en este negocio, ni en ninguno otro que tenga un carácter comercial.
Por cierto que después de leer esta carta en un Aló, Presidente, el 23 de febrero de 2007, Hugo Chávez comentó:
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Esto tiene que ser norma para todos los que estemos ocupando puestos en el Gobierno, en el Estado, no nos metamos en esas cosas, en cosas comerciales, en cosas de negocio, a protectores de empresarios, nada de eso, cuidemos los intereses del país, ése es nuestro compromiso. Y más allá, el mensaje a todo el país de luchar a muerte contra los distintos mecanismos de corrupción que nos dejó como herencia el nefasto capitalismo de más de 100 años, sembrado como cáncer hasta los huesos de la República.
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Volviendo al Libertador vale la pena destacar que Bolívar se opuso, también, a esa forma de corrupción que es el nepotismo, el cual podemos definir como la desmedida preferencia que algunos gobernantes o funcionarios dan a sus familiares y amigos para asignarlos a cargos públicos, para ascender o recibir gratificaciones, sin tomar en cuenta la capacidad de los mismos para la labor. Siempre criticó la práctica de Napoleón Bonaparte (1769-1821) de colocar en puestos clave a sus familiares, entre ellos a su hermano José, a quien nombró rey de España. En el Diario de Bucaramanga, el 2 de mayo de 1828, Luis Perú de La Croix (1780-1837) recuerda estas palabras de Bolívar: Yo no he colocado, dijo, casi ningún pariente en los altos destinos de la República (…) No se me acusará de haber elevado y puesto en altos destinos del Estado a individuos de mi familia, al contrario, se me puede reprochar el haber sido injusto para con algunos de ellos, que seguían la carrera militar. Por ejemplo, mi primer edecán, Diego Ibarra, que me acompaña desde el año de 1813, ¡cuántos años ha quedado de capitán, de teniente coronel y de coronel! Si no hubiera sido mi pariente, estuviera ahora de general en jefe como otros que quizás han hecho menos que él; hubiera entonces premiado sus largos servicios, su valor, su constancia a toda prueba, su fidelidad y patriotismo, su consagración tan decidida, y hasta la estrecha amistad y la alta estimación que siempre he tenido por él: pero era mi pariente, mi amigo, estaba a mi lado, y estas circunstancias son causa de que no tenga uno de los primeros empleos en el ejército. Mi sobrino, Anacleto Clemente, se ha quedado en el grado de teniente coronel.
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En su combate al nepotismo Simón Bolívar era inflexible. Su sobrino, el capitán Guillermo Palacios, murió en la batalla de la Hogaza, el 2 de diciembre de 1817, y Juana Bolívar, madre de éste y hermana suya, solicitó ante el Estado la pensión que le correspondía como madre; pero a fin de que le otorgasen una mayor cantidad de dinero mintió acerca del grado militar de su hijo y, además, se valió de falsos testigos para fundamentar su solicitud. El coronel Pedro Briceño Méndez, encargado de procesar los trámites, se percató del dolo y rechazó la petición, lo cual le trajo problemas con la solicitante. Bolívar se hallaba en Trujillo (Perú) y tan pronto fue informado del caso escribe (21 de diciembre de 1823): Dígale Ud. A Don Perucho (Pedro Briceño Méndez) que me ha alegrado mucho de que haya peleado con mi hermana por cumplir con su deber, y que si hubiera hecho otra cosa me hubiera parecido infame, como me han parecido los testigos falsos (generales Santiago Mariño y Pedro Zaraza) de la tal justificación. Añado que mis hermanas no necesitan de nada porque yo les he señalado todas las rentas de mi caudal para que vivan, y que no merece llevar mi nombre la que ha pretendido, por una impostura, manchar la muerte de su hijo que ha perecido gloriosamente por su patria.
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Bolívar se opuso a hacer uso del poder para obtener privilegios personales. Cuando a fines de 1823, el Congreso le asigna pensión y sueldo, rechaza la propuesta. Le escribe a Santander el 30 de octubre de 1823: “Siempre he pensado que el que trabaja por la libertad y la gloria no debe tener otra recompensa que gloria y libertad”. Algunos años más tarde debe reconocer ante su hermana María Antonia, el 10 de julio de 1826: “Te advierto, para tu gobierno, que yo no tengo un peso en este mundo”.
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En virtud del enorme daño que la corrupción estaba ocasionando tanto en las finanzas como en la ética ciudadana, el Libertador no dudó en ser firme contra los “delincuentes que se alimentan de la sangre de sus conciudadanos”. Estableció: “Todo funcionario público, a quien se le comprobase en juicio sumario de haber malversado o tomado para sí de los fondos públicos de diez pesos para arriba, queda sujeto a la pena capital”. El mismo castigo propuso contra los jueces venales. El rigor de la condena tenía un propósito aleccionador. Bolívar contra la difamación Sin embargo, Bolívar fue cuidadoso al momento de acusar a alguien de actos de corrupción. Conocía el daño que a la reputación y a la carrera política de un individuo se le hacía si se enlodaba su nombre a partir de conjeturas, sospechas, indicios, medias verdades o falsas acusaciones. Estaba consciente de que no se podía acusar sin pruebas contundentes; de que no se podía crear sin fundamento una corriente de opinión negativa contra nadie; de que “Más hace en un día un intrigante que cien hombres en un mes”. Bolívar era un hombre íntegro. Se negaba a actuar con bajeza. Jamás usó la intriga, la calumnia o la difamación para combatir a sus enemigos. Siempre dio la cara e hizo acopio de argumentos categóricos, a través de los órganos jurisdiccionales competentes, para enfrentar a los presuntos corruptos. Sabía que un error en esta materia traía graves consecuencias. Era firme, por supuesto, pero era responsable y serio al momento de formular o respaldar una imputación contra cualquiera. Se negaba a hacerse eco de rumores maledicentes contra las personas.
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No desconocía que una vez que se disemina la duda contra alguien, aún después de haberse demostrado su inocencia, el daño ya está hecho. Cuando la intriga ha sido sembrada, nada ni nadie puede restablecer plenamente la confianza ni borrar del todo una duda. Él mismo, alguna vez, fue acusado de actos de corrupción, difamado y sometido al escarnio público por compañeros suyos de las filas patriotas. Las cosas fueron como sigue: en virtud de la carencia de recursos y de dinero para financiar la lucha por la independencia y enfrentar el ejército realista durante la Segunda República, en 1814 Bolívar decidió la requisición de las alhajas de los particulares y de las reliquias de los templos para ser transformadas en monedas. En la huida a Oriente, al caer la Segunda República, este tesoro cayó en manos de corsarios al servicio de los patriotas que pretendían llevarse el tesoro como pago por su apoyo. Bolívar decide perseguirlos para impedir que se salieran con la suya y rescatar los bienes, pero algunos compañeros de armas, bien sea por maledicencia o por rivalidad, le acusan de ¡desertor!, ¡ladrón!, y de repartirse el botín con los piratas en alta mar; luego le enjuician y ¡le condenan!
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Bolívar es prácticamente un proscrito cuando en 1814 abandonó Venezuela. En Pampatar lo rechazaron a cañonazos (…) Los jefes militares lo destituyeron del mando supremo. Piar lo buscaba en Carúpano para someterlo a un pelotón de fusilamiento. José Félix Ribas, su tío y Mariscal de Campo de la República, formuló contra él un iracundo libelo de gravísimas acusaciones. (…) Sindicado como ladrón, desertor y bandolero, Bolívar fue arrestado7. 7
Guillermo García Ponce, Bolívar y las armas en la Guerra de Independencia. Caracas, Publicaciones Monfort, 2002, p. 192.
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A punto estuvo Bolívar de perder la vida a manos de estos “guardianes de la ética” que querían dejar fuera a quien había conducido con éxito la Campaña Admirable y ostentaba el honroso título de Libertador. Este hombre era grande y talentoso, por eso tuvo enemigos que quisieron apagar su estrella y ocultar su luz en la penumbra de la infamia. En relación con este tema de la difamación años después Martí dijo: “La lengua de un hombre ha de caerse en pedazos, y ser polvo y ceniza, antes de esparcir por odio o ambición cuentos que ofendan en la vida privada a su enemigo”. Como visionario que era, Bolívar quiso destruir el mal de la corrupción en la América republicana cuando el mal estaba aún en germen. La quiso destruir con las siguientes armas: el rigor en los procedimientos, la grandeza de alma y el espíritu de la justicia en la actitud. Cualquier práctica distinta no puede llamarse bolivariana… ni martiana. El Mariscal Antonio José de Sucre: “Ruego pues, que se examineescrupulosamente toda mi conducta” Antonio José de Sucre sigue los postulados anticorrupción de Bolívar. En carta a Daniel Florencio O’Leary, el 7 de enero de 1829, le dice: “El apego al dinero sólo cabe en almas mezquinas; la mía es más apegada a los respetos y consideraciones que creo haber merecido por mis servicios”. Para los cargos públicos señala los rasgos de quienes aspiren a ellos, “Los propuestos deben ser hombres de un patriotismo acreditado, de una honradez sin tacha y de capacidad suficiente, y que gocen de la confianza pública”. Insiste:
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La buena o mala elección de los empleados, es de una trascendencia fatal al bien general (…) serán responsables al público si no trabajan en su favor con todo el interés que demanda este grave asunto. Los ciudadanos que han de optar los destinos (empleos) tendrán como cualidades especiales: capacidad para desempeñarlos, ser americanos y de patriotismo conocido, una honradez justificada, y el interés debido por el Gobierno.
Sucre establece una serie de medidas tendentes a sanear el Estado mediante “La supresión de una porción de empleos inútiles, y la rebaja de algunos sueldos fuertes”8. “Durante su administración de más de dos años (en Bolivia), la Hacienda Pública duplicó sus rentas, mediante una severa economía, y sin el mayor gravamen de los bolivianos”9. Sucre, siendo presidente de Bolivia, determina “que el sueldo de 36.000 pesos señalados al presidente del Estado es enorme para un país que, despedazado por la revolución, necesita de la más grande economía en sus gastos”10. Ya antes le había dicho a Simón Bolívar que él estaba de acuerdo con todo, “Excepto el sueldo del presidente en 36.000 pesos, pues yo creo suficiente veinte mil”11. Sucre, en su condición de presidente, se manda a rebajar su propio sueldo, a pesar de que “hay días que no tengo un real; pero sin embargo vivo por la misericordia de Dios, y tal vez de mi mujer”12. 8
Carta al secretario general del Libertador, 8 junio de 1825.
10
Carta al presidente del Congreso Constituyente, 12 junio de 1826.
12
Carta a Simón Bolívar, Quito, 1829.
9
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11
Domingo Alcalá, Defensa de Sucre. Caracas, Fundación Biblioteca Ayacucho, 1995, p. 78.
Carta a Simón Bolívar, 6 junio de 1826.
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Combatió el pago de comisiones por parte de los funcionarios públicos: “He prohibido que los presidentes y gobernadores exijan gaje alguno por decretos y todo acto gubernativo, (gestiones), quitando así esa abusiva práctica de obvenciones”13. Asimismo, cuando se enteró de que algunos gobernadores y jueces exigían contribuciones a los vecinos bajo el pretexto de agasajar a las autoridades que les visitaban y se quedaban con parte de lo exigido, prohibió expresamente que se continuasen tales prácticas con las que “roban al pueblo infamemente”. Comentó: “un gobernador pidió cien carneros sólo para recibirme a mí; y así se conducen muchos. Estoy resuelto a ahorcar un gobernador si los presidentes me ayudan a descubrir sus picardías”14. Del mismo modo, Sucre no acepta el privilegio que de acuerdo con la ley le permitía gozar de la “inmunidad” y la “irresponsabilidad”: “La Constitución me hace inviolable, ninguna responsabilidad me cabe por los actos de mi gobierno. Ruego pues, que se me destituya de esta prerrogativa y que se examine escrupulosamente toda mi conducta15. Sucre estaba pidiendo que se evaluara su desempeño con absoluta libertad. Todo un ejemplo de grandeza. Sucre fue un modelo de probidad. Su conducta estuvo regida por el principio de que los cargos públicos no deben convertirse en canonjías. Un contemporáneo suyo, José Ballivian, refiere que en el manejo de los intereses fiscales el Gran Mariscal era la pureza personificada: “Por prueba de este desinterés, baste 13
1 de julio de 1825.
15
Mensaje al Congreso Extraordinario de Bolivia, 1828.
14
Carta al general Guillermo Millar, 20 de junio de 1825.
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decir que al separarse de (la Presidencia de) Bolivia tuvo que pedir prestadas unas cuantas onzas para su viaje”16. Y otro coetáneo, Benito Laso, afirma de él: “Apenas se podría encontrar un sujeto más contraído en el despacho de los negocios públicos, ni más inteligente para manejarlos bien”17. El Gran Mariscal y el Libertador actúan guiados por los mismos principios éticos. Esto les granjeó la animadversión de los corruptos, malversadores e intrigantes al frente de los cuales estaban Santander y Páez. De modo que hoy podemos decir que siguen enfrentados Páez y Santander contra Bolívar y Sucre. Cada vez que actuamos en nombre de la ciudadanía, desempeñamos algún cargo público o invocamos los intereses de la patria debemos preguntarnos, simplemente, a quién nos parecemos. Fisiología de la corrupción, retrato del corrupto La corrupción, en sus distintas facetas, degrada y envilece a mujeres y hombres que dicen estar en función del bien común. Pervierte y degenera personas que otrora fueron honestos e íntegros. Vicia y contamina almas que alguna vez la combatieron. La corrupción es un enemigo silencioso, así como lo es, según se dice, la hipertensión arterial. Se va metiendo poco a poco en el interior del funcionario público o del revolucionario y va matando imperceptiblemente su mística. Paulatinamente se va apoderando de él un afán de éxito y confort que lo hace
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16 17
Domingo Alcalá, Defensa de Sucre, ob.cit., p. 71. Ibídem, p. 68.
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necesitar más riquezas y poder. La recompensa es grande: figuración, comodidad, sexo, aplausos. Entra en un carrusel de apetencias y allí gira alrededor de su propia codicia. En medio de la bonanza se apodera de él una especie de vértigo y pierde el sentido de las proporciones. Su pensamiento y emociones dejan poco a poco de estar dirigidos a ejecutar la obra encomendada y comienza a vivir sólo para acumular más o para llegar más arriba. No tiene límites. Quiere más y lo quiere ya. Se aleja de la gente común, esa canalla que habita en los barrios o en los arrabales de miseria y que podrían quitarle algún día lo suyo. Renuncia a sus amigos, salvo a aquellos que se transforman en cómplices, contactos, testaferros o socios. Todo se convierte en negocio. Hasta el más mínimo movimiento es sometido a las reglas del cálculo y la conveniencia. Forma mafias donde el leit motiv es el dinero y el éxito material. Una plétora de allegados, como satélites de una misma órbita, le acompañan. Sus códigos morales se van degradando. Su conducta se acomoda a cada circunstancia. El corrupto es un pez de aguas turbias, porque allí no quedan rastros de sus movimientos. De pronto sus gustos se hacen más refinados. Olvida su historia de vida personal. Sus orígenes, su lugar de procedencia, el asombro ante lo ajeno. Quisiera congraciarse con las familias de linaje. Adecuar sus modales. Borrar la vergonzosa marca de plebeyo arribista. Ser aceptado. No advierte el desprecio con que es mirado. Quiere ser uno de ellos. Mezclarse. Que no se note que está llegando. Que parezca que ya estaba allí. Desea pasar inadvertido. Integrarse al salón de los brindis. Aparecer como uno más en las páginas sociales. Dejar de ser ese pájaro pintado que en todas partes llama la atención.
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No se plantea la lucha de clases. El enfrentamiento con los de arriba. Experimenta más bien una suerte de envidia de clases. Los que antes eran sus enemigos ahora son modelo a seguir. Imita sus técnicas y persigue los mismos resultados. Aspira a vivir como ellos. Quiere ser y parecer exitoso. Que lo admiren, lo respeten, lo quieran y… le teman. En el fondo es un resentido, un desclasado. Un anfibio que desesperadamente quiere salir del medio social donde se halla, que aspira a llegar a un hábitat distinto, pero que presiente que ése es un ambiente peligroso y desconocido, donde al menor descuido podría sucumbir. Les molestan las personas honestas, cáfila de fracasados, porque les recuerdan que alguna vez fue iluso y perdían el tiempo ayudando a otros. Época en la que era pobre y desventurado. Además no cree realmente en la probidad de los demás. Todos quieren su parte en el botín. Les parece que fingen, que son mejores actores que él, que ya conocen sus procedimientos, sus coartadas; que se ríen de sus ganancias, que en algún momento pisará en falso y lo atraparán. Será el chino de Recadi. El pretexto para que el sistema se salve. La hebra más delgada y colorida.
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También están los que proceden de las clases altas. Allí han aprendido los métodos para seguir engordando sus ambiciones. Hacen dinero con facilidad. Entre sus familiares y amigos aprenden las artimañas para trepar y mantenerse arriba. Que otros trabajen. Lo de ellos son las relaciones públicas. Los grandes negocios a la sombra del poder. Bajo su mando están sus testaferros y corsarios. Nunca les faltan bufones y adulantes. Son exitosos y sonrosados. Un inmenso estómago en constante proceso de digestión. Parecen personas respetables. Llegan a ser un “ejemplo” para la sociedad. Nadie los culpa de nada. No se sospecha
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de ellos. Siempre han tenido riquezas. Su habilidad ha consistido en agrandarla y disimularla. Sus antecesores se encargaron de la “acumulación originaria de capital”; ellos tienen la misión de seguir usando el apellido como chequera. Para el corrupto el discurso revolucionario es como una picardía, un telón de fondo para los negociados. La jerga adecuada para interpretar el papel. Un guión del cual no puede salirse mientras haya público frente al escenario. Un conjunto de frases hechas, cargadas de neologismos. Fonemas que vuelan como hojas secas. Tatuajes en el habla para no despertar sospechas. Son capaces de repetir aquellas frases de Bolívar: Todo funcionario público, a quien se le comprobase en juicio sumario de haber malversado o tomado para sí de los fondos públicos de diez pesos para arriba, queda sujeto a la pena capital. Yo sé que las penas capitales participan de la crueldad; pero la existencia del Estado es preferente a todo. Así no he vacilado en mostrarme severo contra los delincuentes que se alimentan de la sangre de sus conciudadanos.
O cuando afirmó: “El talento sin probidad es un azote”. Citan y luego, entre el círculo de sus cómplices, alardean de su buena memoria y se ríen. Incluso hay corruptos que se convierten en adalides contra la corrupción, de los otros. Ésta es una estrategia para despistar. Para que otros sean blancos de averiguaciones, centros de sospechas. El mensaje subliminal es éste: todos son corruptos, no hay gente proba; el propósito de todo político es el poder y el enriquecimiento individual; no se equivocó el veleidoso político francés José Fouché quien afirmaba: “Todo hombre tiene su precio, lo que hace falta es saber cuál es”.
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Así se destruyen algunas reputaciones. Se dinamita la ética ciudadana. De este modo se va gastando la opinión pública y los órganos judiciales con denuncias sin fundamento. Al mismo tiempo se fortalecen las mafias de los “denunciantes de oficio”, generalmente nulidades engreídas, seres acomplejados que emplean los mismos métodos de la inquisición, que consisten en difamar a quienes envidian por su talento o a los que les resultan molestos en su afán de consolidar poder, riqueza y gloria. De esos hay bastantes y a la menor oportunidad actúan con saña desmedida y hasta con deleite. Casi siempre su diligencia para desacreditar es inversamente proporcional a su capacidad para hacer el bien, pero se disfrazan de puros e íntegros y algunos encuentran quienes les creen, especialmente entre gente ingenua, pusilánime o mediocre que se presta fácilmente para crear matrices de opinión negativas y creen obtener algún beneficio si otros son cuestionados y condenados, mientras con ellos nadie se mete. Juntos forman una especie de Tribunal de la Inquisición Revolucionario integrado por supuestos “incorruptibles”. Son jueces supremos que deciden a conveniencia y sin necesidad de pruebas quiénes son merecedores de su apoyo y quiénes no. Hacen un daño terrible porque actúan arbitraria y discrecionalmente. Hipócritamente se valen de argumentos éticos para alcanzar sus fines personales. Hay otra especie de corrupto: el corrupto en potencia, aquel que defiende la lucha contra la corrupción y enaltece la virtud y a los políticos incorruptibles… siempre y cuando esto no afecte sus intereses y su modo de vida.
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Pese a que pareciera que la corrupción campea y los corruptos manejan la vida política en nuestras repúblicas, no debemos olvidar que en toda América y el Caribe ha habido hombres probos en el ejercicio de la administración pública
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y que éstos han combatido duramente la corrupción, la impunidad, los privilegios y la mentira. Es su ejemplo el que debemos seguir. Revolución o corrupción La corrupción es enemiga de las revoluciones latinoamericanas. En el seno de cada revolución se debate la codicia individualista que permea el alma de muchos dirigentes y socava los principios de probidad, justicia social y el bien común. Hay que crear los mecanismos para evitar, combatir y castigar la corrupción. Inspirado en el ideario y la lucha de Augusto César Sandino, el primer gobierno sandinista debió enfrentar no solamente a los EE UU y a los “Contras” (ejército ultraderechista financiado por la CIA y el Pentágono) sino también a la propia ideología del capitalismo que va tentando las almas de los dirigentes con el señuelo del bienestar y el poder personal. En un valioso documento el analista Marcelo Colussi enjuicia ese primer gobierno del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN): Hubo corrupción, autoritarismo, excesivo centralismo. Que estas cosas se dieran en la Nicaragua de la dinastía Somoza (la gran finca de los peores dictadores de la historia del país) no asombra; pero duele, sin dudas, que se haya dado en el paraíso que se intentó construir sobre los escombros de esa dictadura. Duele que 26 años después de la entrada triunfal de los revolucionarios en Managua, muchos de aquellos jóvenes soñadores armados de fusiles y ansias de justicia sean hoy los
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aproximaciones al socialismo nuestroamericano
nuevos ricos del país, que hayan hecho de la política una prostituida profesión más, que puedan seguir viviendo sin una genuina autocrítica. La historia sigue, y ahí están las incontables luchas populares a lo largo de toda Latinoamérica tratando de forjar otra mañana (…) Recuperar la Revolución Sandinista es recuperar la lucha por un mundo más justo18.
En Venezuela, las evidencias muestran signos de corrupción en los distintos estratos de la administración pública, a pesar de las prédicas y el ejemplo de probidad del comandante eterno Hugo Chávez y de personeros clave del gobierno y el partido. Lamentablemente, ha ido creciendo una especie de plutocracia que se viste de rojo, asiste a las marchas y entre negocio y negocio repite: “Patria socialista o muerte” o cualquier consigna. Considero que aunada a la preventiva formación ética de toda la ciudadanía y al castigo a los responsables de incurrir o alentar la corrupción, hay que crear mecanismos, controles, que la dificulten o impidan. Lo decía Paolo Freire: “Considerando que somos seres finitos, sujetos a la tentación, lo que debemos hacer es perfeccionar las instituciones, reduciendo las facilidades para las prácticas antiéticas”. Esto es especialmente necesario en sociedades donde predomina una cultura mercantil altamente consumista, cuyo patrón del éxito está asociado a la riqueza material y donde la exhibición de bienes y riquezas, sin importar su origen, no obstaculiza, en la mayoría de los casos, la carrera política de la gente “de izquierda”.
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Disponible http://www.rebelion.org/noticia.php?id=17876
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Por tanto, combatir y erradicar la corrupción es un reto. O la revolución acaba con la corrupción o la corrupción se devora la revolución. No pueden coexistir. Ambas se estructuran sobre paradigmas de vida opuestos. Mientras la revolución cultiva los valores, la corrupción envilece los principios. Una se erige sobre el cohecho; la otra sobre la probidad. Una se basa en la verdad y la transparencia; la otra en la mentira y la argucia. Una exhibe la riqueza individual como el mayor logro; la otra el bienestar colectivo como supremo propósito. Una busca la adquisición; la otra el servicio, la entrega. Una profesa la calidad; la otra la mediocridad. La revolución construye un mundo mejor, en tanto que la corrupción preserva lo peor de un mundo corrompido. La revolución crea, la corrupción socava y aniquila.
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Aproximaciones
al socialismo nuestroamericano
José Gregorio Linares
Utopía osible p colección
CAPÍTULO XV
La integración de los pueblos y naciones del “Tercer Mundo”
Poseemos el continente más fértil, más inexpugnable y más rico de la Tierra (…) la unión nos asegurará permanencia y felicidad perpetuas. Francisco de Miranda La unidad de nuestros pueblos no es simple quimera de los hombres, sino inexorable decreto del destino. Simón Bolívar Para arrancar a la conciencia de un continente sus secretos, al porvenir sus misterios, para crear nuestros destinos, la unión es necesaria; unidad de ideas por principio y la asociación como medio. Francisco Bilbao
“Es necesario ir acercando lo que ha de acabar por estar junto” En la integración de los pueblos y naciones del llamado “Tercer Mundo” la unión es la única garantía de desarrollo y prosperidad. “Es necesario ir acercando lo que ha de acabar por estar junto –aconsejaba José Martí–. Si no, crecerán odios, se estará sin defensa apropiada para los colosales peligros y se vivirá en perpetua e infame batalla entre hermanos”1. 1
Agrupamiento de los pueblos…, 1883.
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aproximaciones al socialismo nuestroamericano
En la sociedad capitalista las relaciones entre los países se basan en la desigualdad. En la hegemonía que ejercen las naciones poderosas sobre las débiles, mediante pactos leoninos que empobrecen a sus pueblos, agotan sus recursos naturales y crean un complejo de inferioridad entre sus habitantes. Jamás nación alguna ha prosperado bajo la sombra de un imperio. Entre los países desarrollados y las naciones pobres no existe integración sino extorsión. En cambio, para los socialistas la integración es el arma más poderosa para vencer a los imperios enemigos. El imperialismo internacional y las oligarquías locales pretenden mantenernos divididos. En las relaciones entre países “subdesarrollados” entre sí, que pudiesen ser de cooperación porque viven las mismas calamidades y se enfrentan a los mismos retos, reina el aislamiento y la desconfianza. Al imperio y sus cipayos les conviene mantenernos apartados o fraccionados. Rumiando prejuicios o temores respecto a los otros. Distantes a pesar de la vecindad. Recelosos pese a ser hermanos. Ajenos a la vida de otras comunidades nacionales, aunque tengamos una historia común y probablemente un mismo destino. Indiferentes ante sus luchas. Nos olvidamos de que, como enfatizaba el chileno Francisco Bilbao (1823-1865) en El Congreso Normal Americano:
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Uno es nuestro origen y vivimos separados. Uno mismo nuestro bello idioma y no nos hablamos. Tenemos un mismo principio y buscamos aislados el mismo fin. Sentimos el mismo mal y no unimos nuestras fuerzas para conjurarlo. Columbramos idéntica esperanza y nos volvemos las espaldas para alcanzarla, tenemos el mismo deber y no nos asociamos para cumplirlo.
capítulo xv. la integración de los pueblos y naciones del
“tercer
mundo”
La misma idea es expresada por José Martí: “¡Tan enamorados que andamos de pueblos que tienen poca liga y ningún parentesco con los nuestros! y tan desatendidos que dejamos otros países que viven de nuestra misma alma”2. La integración es, por tanto, la clave en el progreso de las naciones y el bienestar de sus gentes. No se circunscribe a los acuerdos políticos ni a los tratados comerciales entre gobiernos. Abarca a los pueblos en el ejercicio de todas sus facetas: económica, cultural, política, militar, turística, energética, lúdica, comunicacional, educativa, culinaria, etc. Los pueblos que no se conocen han de darse prisa para conocerse –enfatizaba José Martí– ¡Los árboles han de ponerse en fila, para que no pase el gigante de las siete leguas! Es la hora del recuento y de la marcha unida, y hemos de andar en cuadro apretado3.
A comienzos del siglo XIX, el peruano Juan Pablo de Viscardo y Guzmán –cuyo nombre debía ser familiar a todo latinoamericano– publica un memorial de agravios titulado Carta a los españoles americanos, donde recuerda las vejaciones a que eran sometidos los habitantes de este hemisferio y de manera premonitoria plantea: El nuevo mundo es nuestra patria, su historia es la nuestra, y en ella es que debemos examinar nuestra situación presente, para determinarnos, por ella, a tomar 2 3
Agrupamiento de los pueblos…, 1883. Nuestra América, 1891.
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aproximaciones al socialismo nuestroamericano
partido necesario a la conservación de nuestros derechos propios y de nuestros sucesores (…) La América reunirá las extremidades de la tierra, y sus habitantes serán atados por el interés común de una sola Grande Familia de Hermanos.
Este anhelo de integración sigue siendo el sueño de los socialistas latinoamericanos, convencidos como estamos de que las burguesías nacionales no están en capacidad de materializarlo porque depende o se encuentran dócilmente atadas a los imperios que no quieren la unión de Latinoamérica, o porque carecen de proyectos políticos nacionales capaces de articularse entre sí para consolidar una sola América continental y caribeña. Lo decía José Carlos Mariátegui: “Hispanoamérica, Latinoamérica, como se prefiera, no encontrará su unidad en el orden burgués. Este orden nos divide, forzosamente, en pequeños nacionalismos. Los únicos que trabajamos por la comunidad de estos pueblos, somos, en verdad, los socialistas, los revolucionarios”. Ni sometimiento ni afán de supremacía
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Y para que haya verdadera integración debe respetarse y valorarse la identidad de cada pueblo. La plena soberanía de cada nación. De lo contrario, tras el discurso de la cooperación, caeremos en la búsqueda de la hegemonía. Como ocurrió con algunas “potencias socialistas” que promovieron el expansionismo y la dependencia en las relaciones con sus aliados, a muchos de los cuales convirtieron en “satélites” que giraban alrededor de sus intereses geopolíticos. Intervencionismo con atuendo marxista.
capítulo xv. la integración de los pueblos y naciones del
“tercer
mundo”
Mas la integración bajo un verdadero esquema socialista no implica sometimiento ni afán de supremacía. Karl Marx, de su encuentro con el indio Dionisio Inka Yupanki, diputado ante las Cortes de Cádiz, arranca el principio en que descansa su teoría sobre las nacionalidades oprimidas: “Un pueblo que oprime a otro pueblo no puede ser libre”. Igualmente, nuestros ejércitos independentistas practicaron el respeto por las naciones y pueblos que liberaban. “Preferiría mil muertes –expresaba Sucre– antes que por mí se introdujese en América el ominoso derecho del más fuerte; que ningún pueblo americano dé el abominable ejemplo de intervención (…) jamás se ultraja impunemente a una nación”4. El tema del respeto a la identidad y soberanía de cada pueblo es una idea que también ha sido desarrollada por Evo Morales: En el mundo existen países grandes y países chicos, en el mundo existen países ricos y países pobres, pero en lo que si somos iguales es en nuestros derechos, a ser dignos y soberanos (…) Acá no necesitamos sometimientos, ni condicionamientos, queremos tener relaciones con todo el mundo no solamente con gobiernos sino también con los movimientos sociales.
Para los socialistas no hay naciones, culturas, pueblos, gobiernos u hombres superiores. Todos somos iguales. Y la igualdad es una premisa indispensable para que haya una auténtica integración. Igualdad dentro de la diversidad. Diversidad 4
Carta al general Gamarra, 10 de mayo de 1828.
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en condiciones de igualdad. En palabras de Cecilio Acosta: “La unidad en la pluralidad y la pluralidad en la unidad”. De este modo, la integración, desde una perspectiva socialista, ni siquiera puede basarse exclusivamente en el mutuo beneficio, ni en el principio de ganarganar. Éste es apenas un primer paso. Muchas veces las naciones más pobres tienen muy poco que aportar en términos materiales. En consecuencia, nuestra praxis debe estar orientada hacia la ayuda mutua y la solidaridad que, como leyéramos alguna vez, es la ternura de los pueblos. No se trata, por tanto, de aportar lo que nos sobra, sino de compartir lo que se tiene. Sólo así podremos ir construyendo un hemisferio unido e integrado que avance hacia la creación de una América socialista: “Para nosotros, la Patria es la América”, proclamaba Bolívar en la temprana fecha de 1814. Hoy repetimos esa consigna e intentamos llevarla a la práctica. ¿El socialismo en un solo país o en toda Latinoamérica?
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De igual modo, no es posible el socialismo en un solo país, aislado del resto del continente y del mundo. La historia lo ha demostrado: el aislamiento es la muerte. Esto es indispensable tenerlo claro. La lucha por la revolución es continental e internacional. Por tanto, es vital el apoyo a los movimientos que luchan por la soberanía nacional y, además, respaldan los organismos regionales e internacionales conformados por gobiernos que efectivamente promueven la integración y ejecutan programas de cooperación. Así como el Ejército Libertador traspasó
capítulo xv. la integración de los pueblos y naciones del
“tercer
mundo”
las fronteras para crear repúblicas, el ideario socialista debe propagarse entre los pueblos americanos y del resto del “Tercer Mundo”. En efecto, los revolucionarios socialistas somos herederos del legado de Bolívar quien declaraba en la Carta de Jamaica, fechada en Kinstong el 6 de septiembre de 1815: “Seguramente la unión es lo que nos falta para completar la obra de nuestra regeneración (…) mas esta unión, no nos vendrá por prodigios divinos sino por efectos sensibles y esfuerzos bien dirigidos”. Y este sueño de una América unida se convierte en la utopía a realizarse. En el porvenir a conquistar, en el futuro que todo socialista debe soñar construir. Los socialistas promovemos la integración del continente americano. El propósito sigue siendo: “Yo deseo más que otro alguno ver formar en América la más grande nación del mundo, menos por su extensión y riqueza que por su libertad y gloria”5. Luchamos por un socialismo continental, que respete las particularidades de cada país, el ritmo de cada proceso, los caminos de cada pueblo, los liderazgos locales, la soberanía nacional. Un socialismo que acepte las diferencias y no pretenda imponer modelos. Aspiramos a establecer una comunidad de naciones americanas socialistas, donde se promueva, en fin, la igualdad dentro de la diversidad, y la diversidad en condiciones de igualdad. Ni neocolonialistas ni sumisos, sino naciones y pueblos soberanos, unidos por el bien común, albergando una esperanza compartida e integrados en un proyecto de grandeza colectivo. 5
Carta de Jamaica, Kingston, 6 de septiembre de 1815.
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Por eso apoyamos todas las iniciativas que se están llevando a cabo en función de crear instituciones supranacionales de unión e integración, como la la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA) y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac). Sólo así podemos articularnos para ser más felices a nuestros pueblos y juntos, formando un solo escudo, enfrentar a los imperios que nos acechan. La “integración” imperial y la verdadera integración Ahora bien, debemos estar alerta contra las falsas banderas “integracionistas” enarboladas desde los centros imperiales. En el pasado, el panamericanismo (doctrina imperial que busca sojuzgar a los países del continente americano bajo la égida de los Estados Unidos) y en el presente la globalización neoliberal se plantean una seudointegración de contenido comercial, basada en acuerdos leoninos, de puertas abiertas, que acaba con las economías nacionales y desarticula los vínculos entre los distintos países de la región. Ésta es la idea de la Alianza de Libre Comercio para las Américas (ALCA) y los Tratados de Libre Comercio (TLC) bilaterales.
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Frente a este proyecto desintegrador los socialistas oponemos propuestas justicieras de integración alternativas. En muchos sentidos el ALBA, Unasur, se sustentan en principios que son radicalmente opuestos a los de esa colonización globalizadora maquillada de integración.
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mundo”
Afortunadamente, en América Latina estamos enfrentando con éxito los proyectos “integracionistas” imperiales. De lo contrario habríamos tenido que repetir aquellas palabras que el peruano Juan Pablo Viscardo y Guzmán (17481798), autor de la Carta a los españoles americanos, escribió a propósito de la relación de las colonias con las metrópolis. Dijo que esta relación se resume en cuatro palabras: “ingratitud, injusticia, servidumbre y desolación”. No otro ha sido el trato que desde entonces hemos recibido las naciones latinoamericanas que hoy aspiran a retomar el camino de la integración y la dignidad que le trazaron nuestros libertadores. Frente a esta “ingratitud, injusticia, servidumbre y desolación”, cuatro palabras que califican la relación que hemos mantenido con las metrópolis, nosotros los hispanoamericanos estamos dispuestos a luchar para así alcanzar unos nexos fundados en la igualdad. Cinco palabras definen nuestras aspiraciones: independencia, soberanía, respeto, libertad e integración. Cinco a cuatro a favor del porvenir. Hasta los números nos favorecen. Cinco a cuatro. Superaremos cualquier obstáculo. ¡Venceremos!
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Aproximaciones
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José Gregorio Linares
Utopía osible p colección
CAPÍTULO XVI El internacionalismo
Mientras haya en América una nación esclava, la libertad de todas las demás corre peligro. José Martí Internacionalismo significa, en primer término, liberación nacional del yugo extranjero imperialista y, conjuntamente, solidaridad, unión estrecha con los oprimidos de las demás naciones Julio Antonio Mella No hay fronteras en esta lucha a muerte; no podemos permanecer indiferentes frente a lo que ocurre en cualquier parte del mundo. Ernesto Che Guevara
El internacionalismo revolucionario es condición fundamental para conquistar y afianzar la revolución en Nuestra América y el mundo. Todas y todos debemos estar dispuestos a ayudar a los pueblos hermanos en sus luchas por alcanzar la plena independencia y la soberanía nacional. En todo el continente y las Antillas a lo largo de la historia se ha tejido una inmensa red de solidaridad y ayuda mutuas. No ha habido una sola revolución verdadera en la que no hayan participado personas de distintas nacionalidades.
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No ha habido una sola lucha importante donde gentes de distintas partes no hayan estado presentes aportando ideas y esperanzas. No es posible en Latinoamérica que lo que le sucede a un ser humano en una nación hermana no nos duela a muchos. No ha habido una solo victoria donde no hayan actuado gentes nacidas en otras patrias chicas. No hay suelo de América que no guarde las cenizas de quienes murieron luchando por ideales que sobrepasaban las fronteras de su país. Y en las escuelas de cada nación se confunde la nacionalidad de los y las luchadoras de todo el continente.
Alejandro Petión, “El autor de nuestra libertad” Veamos, con un ejemplo histórico, cómo se ha aplicado el principio del internacionalismo en los pueblos y naciones del “Tercer Mundo”. Me refiero a la relación entre Simón Bolívar y Alejandro Petión. En 1816, cuando Bolívar llega a Haití en busca de ayuda, Petión tiene 46 años, está en la cumbre de su carrera política, y por supuesto, nadie imaginaba que le quedaban apenas dos años de vida. Bolívar, de 33 años, atraviesa momentos difíciles, su liderazgo es cuestionado, pero vive una década más.
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Petión es pionero en el ejercicio de la solidaridad como instrumento de integración de los pueblos en Latinoamérica. El líder caribeño recibió por primera vez a Bolívar en Haití el 2 de enero de 1816 y le prometió su más amplio apoyo en la expedición que iba a preparar en Los Cayos. Puso a la disposición del Li-
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bertador más de 6 mil fusiles con sus bayonetas, municiones, plomo, víveres, una imprenta completa, el flete de algunas goletas y una importante suma de dinero. Además permitió que ciudadanos haitianos se alistasen en la expedición. Derrotado en Ocumare y rechazado en Güiria por sus compañeros de armas, el Libertador vuelve a Haití donde, por segunda vez, recibió de Petión toda su generosa ayuda para emprender un segundo desembarco, que salió del puerto de Jacmel el 18 de diciembre de 1816: Perdida Venezuela en la Nueva Granada la isla de Haití me recibió con hospitalidad: el magnánimo presidente Petión me prestó su protección y bajo sus auspicios formé una expedición de trescientos hombres comparables en valor, patriotismo y virtud a los compañeros de Leónidas.
Además todos los patriotas hispanoamericanos que, desde el destierro, pensaban reanudar la lucha por la liberación de su país, encontraron el apoyo y la ayuda más decidida de Petión. El general José Francisco Bermúdez recibió auxilio económico para que volviera con sus amigos a Costa Firme. El coronel Pedro Labatut estuvo dos años preparando en Puerto Príncipe y Los Cayos una expedición contra los españoles de Nueva Granada. Por su parte, el general Gregorio Mac Gregor hizo de los puertos haitianos su base para realizar sus empresas contra la isla Amelia, Portobelo y la costa de Mosquitos. Así mismo, Petión proporcionó ayuda personal y del Estado haitiano a los numerosos desterrados de Venezuela y Nueva Granada, entre ellos, al general Manuel Piar, a las familias de Bolívar y Soublette. Además, permitió que numerosos corsarios patriotas de
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Luis Brión, José Padilla, Felipe Estéves, Agustín Gustavo Villeret se armaran y aprovisionaran en los puertos haitianos. La solidaridad de Alejandro Petión, del general Ignacio Marión (gobernador militar de Los Cayos) y de todo el pueblo haitiano fue ilimitada: Se presenció un espectáculo verdaderamente conmovedor: las principales familias de los Cayos ofrecieron cada una un albergue en su propia casa a familias enteras, especialmente a las que tenían hijos menores. No hubo en Los cayos, en aquellos días, casa de haitiano en la que no estuviesen hospedados dos o tres venezolanos o granadinos; y con los que carecían de todo, los haitianos compartían la comida y hasta la ropa1.
Petión, en el ejercicio de la solidaridad, nos recuerda con hechos que las revoluciones requieren el apoyo de sus hermanos. Fue líder en la solidaridad en la lucha independentista. No es una casualidad que la primera vez que la bandera venezolana ondeara en tierras de América lo hiciera en Haití. Bolívar conservó su agradecimiento eterno para con Petión y así lo testimonia: En el fondo de mi corazón, digo que Vuestra Excelencia es el primero de los bienhechores de la tierra: un día América proclamará a Vuestra Excelencia su Libertador (…) No sé si me será permitido expresar los sentimientos de mi corazón 1
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Paul Verna, Bolívar y los emigrados patriotas en el Caribe. Caracas, Gráficas La Bodoniana, 1983, p. 60.
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hacia Vuestra Excelencia y dejar a la posteridad un monumento irrecusable de vuestra filantropía. No sé, si debiera nombrarlo como el autor de nuestra libertad.
Una historia. Cuando Simón Bolívar estuvo en Haití, Petión le regaló el símbolo de su fe en la causa independentista latinoamericana: su espada, conocida como la “espada libertadora”, porque fue la que empuñó durante la guerra contra los colonialistas europeos y la que permitió instaurar, junto a otros próceres, en 1804, la República Libre de Haití. Esta fue la espada que emblemáticamente entregó a Miranda en sus dos fallidos intentos por libertar a su patria. En Venezuela, cuando el pueblo sale a la calle a defender o vitorear a la Revolución Bolivariana vocea la consigna: ¡Alerta, alerta, alerta que camina la espada de Bolívar por América Latina! Ahora sabemos que esa espada que camina por América Latina fue la que le regalara Petión a Bolívar cuando éste fue a pedirle apoyo. La espada con la que Petión contribuyó a darle la independencia a Haití. La misma con la que el Libertador luchó en decenas de batallas a lo largo de toda América del Sur. La que le ha entregado a los pueblos del continente para enfrentar a sus enemigos. Por eso hoy podemos decir con orgullo: “Alerta, alerta, alerta que camina la espada de Petión por América Latina”. Y esta espada es la misma que simbólicamente han empuñado las mujeres y hombres que a lo largo de la historia han luchado por la unidad y contra la injerencia imperialista en nuestras naciones latinoamericanas y en el resto del llamado “Tercer Mundo”.
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Solidaridad e internacionalismo Muchos hombres y mujeres arriesgan sus vidas y bienes por ayudar a la liberación de un pueblo o de una nación. Incluso gentes del pueblo español se solidarizaron con la causa de la libertad e independencia de América. En carta a Luis López Méndez (1758-1831), encargado de Negocios de Venezuela en Londres, Bolívar reconoce: Después de las armas, municiones y vestuarios, nos serían muy útiles algunos buenos oficiales, cabos y sargentos españoles de los muchos adictos a nuestra causa que residen en Inglaterra y Francia, prefiriendo la proscripción a la esclavitud. Éstos son infinitamente más útiles que los extranjeros que ignoran el idioma, y necesitan de mucho tiempo para aprenderlo, en cuyo intervalo no pueden servir (…) La venida del general Renovales y de algunos oficiales españoles produciría un grande efecto en la opinión pública en España (…) Mucho contribuiría para hacernos de oficiales españoles, y sacar recursos de la misma España, proclamar altamente el principio que debe ser la base de nuestra política: “Paz a la nación española, y guerra de exterminio a su gobierno actual”2.
El internacionalismo ha sido la práctica común en todas las luchas latinoamericanas por la libertad, la independencia y la justicia. El cubano Francisco Javier Yánez es firmante del Acta de Independencia de Venezuela. El dominicano Máximo Gómez, el norteamericano Henry Reeve y el polaco Carlos Roloff
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2
Angostura, 12 de junio de 1818.
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luchan por la independencia de Cuba (1868-1898). El padre del líder cubano Antonio Maceo, Marcos Maceo, también era venezolano, mientras que su madre, la heroína Mariana Grajales Coello, era hija de emigrados dominicanos. Los hermanos cubanos Rafael de Quesada (1836-1896) y Manuel de Quesadas (1830-1884) lucharon a las órdenes de Benito Juárez en México contra la invasión francesa al territorio mexicano. Igualmente, un importante grupo de venezolanos se solidariza con Cuba y lucha en todos los campos –el ideológico, el político y el militar– por su independencia (1868-1898). Entre estos “mambises” se destacan Narciso López, creador de la bandera cubana; Amadeo Manuit, primer venezolano en sumarse al ejército libertador cubano; los hermanos José María Aurrecoechéa Irigoyen, jefe del Ejército Libertador de Occidente, y Enrique Aurrecoechéa, comandante del Ejército Libertador; los hermanos Cristóbal Mendoza Durán, secretario de Estado o Relaciones Exteriores, y Tomás C. Mendoza Durán, escritor y comandante del Ejército Libertador; José Miguel Barreto Pérez, secretario de Guerra; Manuel M. Garrido Páez, sobrino del José Antonio Páez; Salomé Hernández Villega, general y jefe de Tropas; Cristóbal Acosta Páez, vicedirector del colegio El Salvador; Fernando Pedro Álvarez Saavedra, escritor de biografías de revolucionarios cubanos; Pedro Bermúdez Cousin, organizador de clubes de solidaridad y de expediciones. Por esta razón Manuel de Quesada dijo: “El pueblo de Venezuela es cubano por el amor que nos profesa”. Y el líder revolucionario Carlos Manuel Céspedes habla de: “Las simpatías y la poderosa cooperación de todas las Repúblicas hermanas, en especial la de Venezuela (…) Cuba pues
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agradece, en sumo grado, la solicitud y las inequívocas muestras de simpatías y adhesión que la invicta Venezuela le prodiga”3. Es de destacar la grandeza ética del patriota Máximo Gómez Báez (República Dominicana, 1836-Cuba, 1905), quien arriesgó su vida por la causa independentista de Cuba. Fue general en Jefe de las tropas revolucionarias cubanas. Pocos años antes, esta vez en Venezuela, un grupo de revolucionarios europeos de filiación socialista y comunista, después de la Revolución de 1848 (primera revolución obrera ocurrida en el mundo), ayudaron a grupos políticos que habían levantado las banderas de la revolución social: “Tierras y hombres libres”, “Hagamos la Patria para los pobres”. De esta manera el alsaciano Juan Gaspers, los franceses Herrique Morton y Napoleón Avril, y el británico José Brandford, asesoran y le traducen los textos de los socialistas utópicos y de los revolucionarios de Europa (Saint Simon, Lerox, Robert Owen, Luis Blanqui, Gracus Babeuf, Sain Just) al líder de la revolución agraria venezolana Ezequiel Zamora, quien muchas veces repitió aquella frase de Babeuf: “La insurrección es el más indispensable de los deberes”. Igualmente, a comienzos del siglo XX, al lado de Sandino se congregan mujeres y hombres de distintos lugares de América y el Caribe para defender la soberanía nicaragüense y enfrentar la intromisión estadounidense. Hubo voluntarios de México, Argentina, El Salvador, Guatemala, Costa Rica, República Dominicana, Venezuela, Colombia, Honduras, entre ellos Gustavo Machado y Carlos Aponte Hernández, dos militantes del internacionalismo socialista naci-
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José Quintana García, Venezuela y la independencia de Cuba (1868-1898). Caracas, Fundación Editorial El Perro y la Rana, 2008, p. 151.
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dos en Venezuela. A Machado, en reconocimiento a sus méritos el mismo Sandino le entrega “la primera cantimplora capturada a un aviador norteamericano por un combatiente sandinista”. Asimismo, de América salió para España durante la Guerra Civil (19361939) un contingente de escritores, milicianos y brigadistas internacionales (entre los cuales se encontraban el poeta chileno Pablo Neruda, el poeta peruano César Vallejo, los milicianos cubanos Rodolfo de Armas Soto, Alberto Sánchez y Pablo de la Torriente Brau, el militante venezolano Eduardo Machado y el pintor mexicano David Alfaro Siqueiros), quienes se pusieron al servicio de la causa republicana. Uno de estos brigadistas, como he dicho, fue el cubano/puertorriqueño Pablo de la Torriente Brau (1901-1936), quien muere luchando con los milicianos en España. Su amigo, el poeta Miguel Hernández, escribe su elegía: Me quedaré en España compañero me dijiste con gesto enamorado. Y al fin sin tu edificio tronante de guerrero en la hierba de España te has quedado… De estas Brigadas Internacionales dirá la líder comunista Dolores Ibarruri, “La Pasionaria” (1895-1989), en su discurso de despedida en noviembre de 1938: Cuando pasen los años y las heridas de la guerra se hayan restañado, hablad a vuestros hijos de las Brigadas Internacionales. Decidles cómo estos hombres lo
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abandonaron todo y vinieron aquí y nos dijeron: Estamos aquí porque la causa de España es la nuestra. Millares de ellos se quedarán en tierra española. Podéis iros con orgullo pues sois historia, sois leyenda. Sois el ejemplo heroico de la solidaridad y universalidad de la democracia. ¡No os olvidaremos, y cuando el olivo de la paz eche de nuevo sus hojas! ¡volved! Volved a nuestro lado, que aquí encontraréis patria los que no tenéis patria, amigos los que tenéis que vivir privados de amistad, y todos, todos, el cariño y el agradecimiento de todo el pueblo español, que hoy y mañana gritará con entusiasmo: ¡Vivan los héroes de las Brigadas Internacionales! Podéis marchar orgullosos. Sois la historia, sois la leyenda, sois el ejemplo heroico de la solidaridad4.
Del mismo modo, cuando el pueblo guatemalteco dirigido por Jacobo Arbenz decide impulsar una revolución nacionalista (1951-1954), que luego sería derrocada por el gobierno imperialista gringo, un joven médico, Ernesto Guevara, se solidariza con la lucha. Le escribe a su madre: Arbenz es un tipo de agallas (…) el espíritu del pueblo es muy bueno (…) ya estoy apuntado para hacer servicio de socorro médico de urgencia y me apunté en las Brigadas Juveniles para recibir instrucción militar e ir a lo que sea.
Esta solidaridad internacionalista es la que promueven los revolucionarios socialistas en todos los momentos de la historia.
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4
Discurso en la Despedida a las Brigadas Internacionales, 1 de noviembre, 1938.
CAPÍTULO XVII
El antiimperialismo
Debemos comprender que todo el continente no es sino un mismo campo de batalla con muchos frentes distintos contra un enemigo común: el imperialismo yanqui. Carlos Aponte Hernández Tiburón Sólo el tiburón sigue despierto Sólo el tiburón sigue buscando Sólo el tiburón sigue intranquilo Sólo el tiburón sigue asechando Rubén Blades
El imperialismo, lanza de punta muy filosa La lucha contra el imperialismo es una condición indispensable del movimiento revolucionario socialista, de todo gobierno que defienda la soberanía nacional, de las organizaciones que promueven la integración de las naciones “subdesarrolladas”, de todo luchador del “Tercer Mundo”. El socialismo, por su misma naturaleza, es antiimperialista. Los socialistas nos enfrentamos al imperialismo en cualquiera de sus variantes y modalidades.
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En América Latina el daño que ha ocasionado el imperialismo, especialmente el estadounidense, ha sido de proporciones gigantescas. El imperialismo se viste con distinto ropaje: es político, es militar, es religioso, es cultural. En cualquier área que penetre, como un parásito maligno, lo va enfermando todo. Invade el organismo, extrae toda la vida, causa la muerte. La voracidad del imperialismo y los imperialistas no tiene límites. Se han apoderado de territorios nuestros, de recursos nuestros, de nuestra soberanía. Han derrocado gobiernos e impuesto sus agentes. Han privatizado la política: invierten y van por sus reales. Para ellos no existen servicios públicos sino áreas de negocio. La democracia no es su objetivo; sólo les interesa el poder. Los imperialistas manejan los medios de comunicación y las estrategias de incomunicación. Unas veces usan sotanas; otras uniformes de militar, bata de socorristas o bermudas de intelectual. Los gobiernos imperiales han vendido armas, instalado bases militares, protegido a terroristas, impuesto bloqueos, vendido mercancías inservibles, atizado la guerra entre países hermanos. Los gobiernos imperiales exportan gratuitamente desechos tóxicos y a altos precios manufacturas obsoletas. Los emisarios imperiales han envilecido el gusto, maltratado nuestras culturas y nos han impuesto sus íconos. Se han erigido en defensores de la civilización y no han tenido problema alguno en destruir cualquier forma de civilización distinta a la suya. Han deformado la historia, secuestrado el futuro, amenazado el presente.
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Los imperialistas han comprado cerebros y corrompido conciencias. Los portavoces del imperio han calumniado insignes personajes y enaltecido a terribles delincuentes. Nos han saqueado y después se sorprenden de que permanezcamos pobres. Los organismos internacionales de los imperios nos han prestado dinero
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para que salgamos del subdesarrollo y después nos cobran altos intereses para que no salgamos del subdesarrollo. Los imperialistas nos han visitado, nos han invadido; pero se ofenden cuando alguien les grita en su idioma: “Yankee, go home”. Los gringos imperialistas nos muestran sus bellezas naturales y sus lujosos jardines donde, por televisión, se aprecia el “modo de vida norteamericano”, los balnearios y las muchachas bronceadas. Cuando nos convencen de que viven en el mejor mundo posible, no nos dejan vivir allí, nos niegan la visa y si hemos logrado entrar nos persiguen con sus leyes migratorias, nos discriminan, nos castigan, nos expulsan: quieren la libre circulación de capitales y mercancías, ¡nunca de personas! Los imperialistas hablan sin pasión y atacan con violencia. El capitalismo imperialista ha transformado el clima, creado el efecto invernadero y ahora quiere convertir las tierras cultivables en áreas productoras de agrocombustibles: las hectáreas sembradas de maíz, sorgo, soya, semillas de girasol son un espejismo frente a los ojos de los hambrientos; en realidad son inmensas factorías procesadoras de metanol para los tanques de los automóviles. Los genios imperialistas siembran semillas transgénicas: primero nos muestran las colosales cosechas, después ocultan los inmensos desiertos que quedan donde una vez hubo fértiles terrenos. Dentro de su propia casa los gobiernos imperiales han jugado a mantener limpia la fachada a condición de que no resurja un movimiento crítico que se plantee la transformación del sistema. En los Estados Unidos, por ejemplo, se alternan en el poder los partidos republicano y demócrata pero, según informes desclasificados de la CIA, si atisban alguna amenaza a sus intereses son infiltradas las organizaciones pacifistas que denuncian el espíritu guerrero de los
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gobiernos de turno, se espía a luchadores civiles y periodistas, se organizan complots con el propósito de asesinar dirigentes nacionales incómodos. En los Estados Unidos se avala a los laboratorios farmacológicos que producen drogas con nocivos efectos secundarios para la población, se manipula al pueblo con falsedades acerca de supuestos enemigos de la patria que fabrican armas de exterminio masivo, se inventan historias para mantener a la población civil en actitud de continua paranoia. Los mandatarios invierten en armas para hacer la guerra fuera de su país; y en medios de comunicación para hacer aparecer como héroes a miles de muchachos a quienes el horror los convierte luego en asesinos, de modo que decir “veteranos” es como decir expresidiarios: nadie los quiere, todos desconfían.
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Mientras, históricamente en América Latina las fuerzas políticas orientadas a promover cambios sociales adoptaron programas “de liberación nacional” abiertamente antiimperialistas, entre ellos se destacaron los Diez Años de Primavera de Guatemala (1944-1954), dirigidos por el maestro Juan José Arévalo (19041990) y Jacobo Arbenz (1913-1971); la Revolución Boliviana del Movimiento Nacional Revolucionario en la década de los 50; la revolución cubana, dirigida por Fidel Castro; la revolución panameña (1968-1981), liderizada por Omar Torrijos (1929-1981); el gobierno del socialista Salvador Allende en Chile (1970-1973) y la revolución nicaragüense (1979), dirigida por el Frente Sandinista de Liberación Nacional. Del mismo modo nuevos gobiernos nacionalistas y de tendencias “izquierdistas” irrumpen en la escena internacional –aunque por razones prácticas mantienen relaciones políticas y económicas con los imperios– e intentan establecer relaciones más equitativas con éstos y con el resto de las naciones; trabajan por la autodeterminación y la autarquía y por romper cualquier lazo de dependencia
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externa contribuyendo a eliminar los mundos unipolares y a instaurar sociedades multipolares basadas en relaciones de cooperación y no de sometimiento. En fin, el imperialismo es una lanza de punta muy filosa que perfora las entrañas del planeta. Si queremos la sobrevivencia y felicidad de los seres humanos hay que enfrentarlo con nuestras defensas e ingenio. Si en el pasado nuestros pueblos derrotaron al más poderoso imperio de la época, por qué nosotros habríamos de aceptar el sometimiento en el presente; por qué, si contamos con el ejemplo de quienes derrotaron los imperios de entonces, habríamos de aceptar algún yugo; por qué, en fin, no seguir luchando para que Nuestra América sea un continente soberano y libre de cualquier forma de avasallamiento. La espada libertadora de Bolívar ha sido desenvainada, el puño de nuestro pueblo la sostiene. Esa espada recorre América Latina cortando las cuerdas que pretenden sujetarnos al dominio imperial. Bolívar, precursor del antiimperialismo A veces las cartas o los diarios personales revelan más acerca del verdadero pensamiento de un personaje que sus manifiestos o declaraciones públicas. Quien desee conocer acerca del ideario antiimperialista de Bolívar debe recurrir más a sus cartas que a sus proclamas. En correspondencia enviada a Santander reconoce que no le gustan los mensajes oficiales de éste “…porque se parecen a los del presidente de los regatones americanos. Aborrezco a esa canalla de tal modo, que no quisiera que se dijera que un colombiano hacía nada como ellos” (21 de octubre de 1825). Y en otra misiva le recomendaba “tener la mayor vigilancia
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sobre estos (norte) americanos que frecuentan las costas: son capaces de vender a Colombia por un real” (13 de junio de 1826). En otra ocasión dijo: “Cuando extiendo la visión sobre este continente, veo que está a la cabeza una nación muy belicosa y capaz de todo como los Estados Unidos”. Este antiimperialismo de Bolívar no se limitaba al Imperio del Norte. De Inglaterra, con quien debía negociar por razones tácticas habida cuenta de que su principal enemigo era el imperio español, decía: “No he visto el tratado de comercio y navegación con Gran Bretaña, que, según Ud. dice es bueno; pero yo temo mucho que no lo sea tanto, porque los ingleses son terribles para estas cosas” (21 de octubre de 1825). Bolívar es extremadamente dialéctico. Entiende que en la lucha contra los imperios se hace necesario aprovechar las contradicciones que hay entre ellos y establecer alianzas para irnos consolidando como naciones independientes. A propósito de la necesaria alianza con Inglaterra: “Nacer y robustecerse es lo primero; lo demás viene después. En la infancia necesitamos apoyo, que en la virilidad sabremos defendernos. Ahora nos es muy útil, y en lo futuro ya seremos otra cosa”1. Antes de esto Bolívar se opone a establecer una confederación armada de las naciones de la América española, tutelada por Gran Bretaña, para enfrentar a la Santa Alianza, la cual se proponía restablecer al Antiguo Régimen y ocupar las ex colonias españolas, recién liberadas entre 1817 y 1823, porque: “Los españoles, para nosotros ya no son peligrosos, en tanto que los ingleses lo son mucho, porque son omnipotentes; y, por lo mismo, terribles”.
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Carta a Rafael Revenga, 17 de febrero de 1826.
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Luego de que Inglaterra se ponga a la cabeza de esta liga de naciones americanas seremos sus humildes servidores, porque formando el pacto con el fuerte ya es eterna la obligación del débil, todo bien considerado tendremos tutores en la juventud, amos en la madurez y en la vejez seremos como amos libertos2.
Volviendo a los “vecinos del Norte”, no se crea que los enfrentamientos de Bolívar con el imperialismo estadounidense son eventuales o de tipo exclusivamente teórico. El juego diplomático de los Estados Unidos, del cual se esperaba una cierta solidaridad habida cuenta de que recientemente se habían liberado de su propia metrópoli colonial consistió en hacer creer que mantenía una postura neutral, ya de por sí censurable, en el conflicto de España contra las naciones latinoamericanas. Pero en la práctica respaldó política y militarmente a España, boicoteó la lucha independentista y estableció con los luchadores latinoamericanos una relación exclusivamente mercantil, de modo que si no pagábamos no recibíamos las armas que necesitábamos. Todo esto a pesar de que americanos como Miranda y otros hispanoamericanos habían luchado por la independencia de los EE UU con respecto a la metrópoli británica. A propósito de las armas, su adquisición en el exterior era clave para el triunfo de los patriotas. Buena parte de los esfuerzos diplomáticos de Bolívar iban dirigidos a alcanzar este fin. Sin embargo, los Estados Unidos pusieron todo tipo de trabas para su venta a los independentistas, al mismo tiempo que las vendían libremente al gobierno español y promulgaban leyes que castigaban con multa y cárcel el comercio de armamentos con los insurgentes suramericanos. El Libertador denunció esta parcializada política exterior: 2
Carta de Bolívar a Bernardo Monteagudo, Guayaquil, 5 de agosto de 1823.
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Hablo de la conducta de los Estados Unidos del Norte con respecto a los independientes del Sur y de las rigurosas leyes promulgadas con el objeto de impedir toda especie de auxilio que pudiéramos procurarnos allí. Contra la lenidad de las leyes americanas se ha visto imponer una pena de diez años de prisión y diez mil pesos de multa, que equivale a la de muerte, contra los virtuosos ciudadanos que quisiesen proteger nuestra causa, la causa de la justicia y la libertad, la causa de América3.
Ahora bien, esta política exterior estadounidense –la cual contradice los postulados con que alcanzaron su propia independencia– obedece a razones imperiales. Los EE UU se habían liberado de la corona británica, pero sus razones –que no eran filosóficas sino económicas y geopolíticas– no lo impulsaban a convertirse en promotor de las independencias de las naciones suramericanas. Tenía otros planes: someterlas y explotarlas. La negativa de vender armas a los patriotas venezolanos y la aceptación de los pedidos de España no eran, pues, una actitud casual de las autoridades norteamericanas. Obedecía al desarrollo de una política expansionista, que entraba en contradicción con el movimiento de independencia nacional de las colonias españolas. Los gobernantes norteamericanos aspiraban a suceder a los españoles en el dominio colonial (…) La política exterior norteamericana estaba embargada en aquellos años por la idea de la expansión de sus fronteras, a costa de los territorios vecinos, pero querían hacerlo sin provocar demasiado a las potencias europeas4.
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Carta de Bolívar a Irvine, Angostura, 20 de agosto de 1818.
Guillermo García Ponce, Bolívar y las armas en la Guerra de Independencia. Caracas, Publicaciones Monfort, 2002, p. 80.
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Hubo un episodio que Bolívar no pudo olvidar nunca. En 1810 su hermano mayor, Juan Vicente, fue enviado a Washington por la Junta Suprema de Caracas en representación del movimiento insurgente para demandar el reconocimiento oficial de parte de los EE UU y comprar un lote de armas que nos permitiera continuar la lucha. Su misión fracasó: 1. los Estados Unidos se declararon neutrales y, en consecuencia, no reconocieron a las nuevas naciones; 2. las armas que le habían prometido a la comisión que presidía Juan Vicente Bolívar fueron vendidas a los españoles, quienes ofrecieron algo más de dinero; 3. de vuelta a la patria, sin haber conseguido nada de lo que había ido a buscar a los EE UU, Juan Vicente muere ahogado en un naufragio. Otro suceso importante que caldea los ánimos entre Bolívar y el gobierno estadounidense es el relativo a la conducta asumida por los norteamericanos en ocasión de la proclamación de la República de Florida como territorio patriota venezolano arrebatado al imperio español. En efecto, el 29 de junio 1817, en una osada acción militar, un grupo de 150 hombres, en su mayoría venezolanos, desembarca y ocupa la isla Amelia, en la costa atlántica de los Estados Unidos, y proclaman la República de Florida, con capital en Fernandina. Tomar el control de la Florida, que era posesión española, resultaba clave en la lucha por conquistar la victoria contra España. Florida era un puerto clave para abastecimientos de tropas, controlaba el acceso al Caribe. Desde allí se puede controlar la zona de tránsito marino que lleva a los principales puertos de Estados Unidos, desde donde salen y entran barcos con pertrechos y municiones para los españoles que combaten en el continente; pero, además, constituía un punto estratégico fundamental para los futuros planes del Libertador: liberar Cuba, las Bahamas, Puerto Rico, Guatemala, Nicaragua, Panamá y brindar apoyo en la
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independencia de México. Por lo tanto, liberar Florida constituía una acción estratégica para Bolívar. Al tomar Florida los oficiales designados por Simón Bolívar (doctor Pedro Gual, el general de Brigada Lino de Clemente, Juan Germán Roscio, Agustín Codazzi y Vicente Pazos), constituidos en una Junta de Gobierno Provisional, convocan a elecciones para legitimar el nuevo gobierno revolucionario que se instalaba en Florida. Conforme a los planes, designan las autoridades civiles y militares y de inmediato se organizan para elaborar la Constitución. Lino de Clemente es designado como representante diplomático de la nueva República ante el gobierno de Washington, para hacer valer los derechos de la nueva nación. Por su parte, Bolívar celebra la rebelión civil que había depuesto a los españoles y ahora se erigía como un gobierno libre y autónomo que apoyaba la independencia contra la metrópoli española. La respuesta de los Estados Unidos no se hizo esperar. Por orden del presidente James Monroe, tropas estadounidenses desembarcan y, en diciembre de 1817, se apoderaran de la isla que tan útil era a Bolívar en sus planes por liberar el continente americano y expulsan a los patriotas. Esto fue una clara violación del derecho internacional y de la soberanía nacional del nuevo Estado. Los patriotas intentan hacer valer sus derechos. Envían notas diplomáticas donde declaran:
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Ni su República (…) ni ninguna otra de Suramérica estaba en guerra con los Estados Unidos (…) Desde el momento en que tomamos a Fernandina (…) entramos en posesión de todos los derechos pertenecientes a nuestro enemigo (España) (…) Profesamos muchísima veneración a vuestra Constitución para creer siquiera
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por un instante que ustedes, supuesto que ya estuvieran en posesión de esta isla, que nunca ha sido cedida por el Rey de España, ni por sus habitantes, a los Estados Unidos, puedan traer un tribunal competente para decidir sobre este asunto. La única ley que ustedes pueden aducir es la de la fuerza5.
El Libertador ya lo había previsto cuando dijo: “La América del Norte, siguiendo su conducta aritmética de negocios, aprovechará la ocasión de hacerse de las Floridas”. Posteriormente, para evitar la retaliación del gobierno español por ese acto de arbitrariedad, ilegalidad e ilegitimidad, hicieron un contrato de compra-venta por la cantidad de 15 millones de dólares que enviaron a las autoridades españolas para que se finiquitara el asunto de la posesión de Florida, lo cual quedó “resuelto” en 1819 con la firma del tratado de Adams-Onís entre Estados Unidos y España. A los patriotas venezolanos a quienes se les había arrebatado su naciente República simplemente los ignoraron. Poco tiempo después, en 1823, fue proclamada la “Doctrina Monroe” en la cual los Estados Unidos se preservaban el derecho de controlar y someter a las naciones suramericanas y a las islas circunvecinas. Su lema era “América para los (norte) americanos”. Esto entraba en contradicción con los postulados de independencia y soberanía que desde el comienzo de la lucha Bolívar se había planteado. Su propósito no era liberarse de un amo imperial para pasar a manos de otro, pretendían alcanzar la soberanía. 5
Harold Bierck, Vida pública de Don Pedro Gual. Cali, Ministerio de Relaciones Exteriores de Venezuela, 1983, pp. 94-95.
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Un ejemplo de ello lo tenemos en 1818, con el caso de las goletas Tigre y Libertad de banderas estadounidenses, las cuales violaron el espacio marítimo nacional, burlaron el bloqueo impuesto por los patriotas e intentaron vender armas a los realistas. Las embarcaciones fueron confiscadas. Ante los reclamos y amenazas por parte de los EE UU que exigían que sus naves le fueran devueltas, Bolívar responde: Olvidando lo que se debe a la fraternidad (…) y a los principios liberales (…) han intentado y ejecutado burlar el bloqueo (…) para dar armas a unos verdugos y para alimentar a unos tigres que por tres siglos han derramado la mayor parte de la sangre americana6. *** No permitiré que se ultraje ni desprecie el Gobierno y los derechos de Venezuela. Defendiéndolos contra España ha desaparecido una gran parte de nuestra población y el resto que queda ansía por merecer igual suerte. Lo mismo es contra Venezuela combatir contra España que contra el mundo entero, si todo el mundo la ofende (7 de octubre de 1818).
Por ello desde los Estados Unidos se desarrolla una campaña contra Bolívar apoyada por las autoridades norteamericanas. Al respecto, Bedford Wilson, un oficial inglés a las órdenes de Simón Bolívar, le confiesa en 1827:
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Carta a su enviado Mr. Irvine, 29 de julio de 1818.
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No he encontrado un solo norteamericano que hable bien de Usted; los papeles públicos que circulan del uno al otro extremo de los Estados Unidos sólo hacen calumniar y denigrar los actos y su reputación. Sería inútil empeñarse en contener el torrente de mentiras que se publican cada día; y si es que se presentan ocasiones de desmentirlas con los hechos, los directores de periódicos salen del apuro diciendo que ellos nada tienen que ver con los hechos, que lo importante son los principios, y siguen con la campaña de difamación.
Bolívar sabía qué esperar del imperialismo estadounidense. En temprana fecha, el 25 de mayo de 1820, afirma: “jamás conducta ha sido más infame que la de los norteamericanos con nosotros”. Poco tiempo antes de morir expresa su definitiva convicción antiimperialista. En carta dirigida a Patrick Campbell (Guayaquil, 5 de agosto de 1829) escribe una frase lapidaria con la que han sido pintadas miles de paredes desde el sur del Río Bravo hasta la Patagonia: “Los Estados Unidos parecen destinados por la Providencia a plagar la América de miserias en nombre de la libertad”. José Martí, antiimperialista y crítico de la sociedad estadounidense Otro libertador, José Martí (1853-1895), se declara antiexpansionista y antiimperialista. El estudioso de la obra martiana, Pedro Pablo Rodríguez, lo resume fehacientemente:
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Si ustedes revisan sus crónicas sobre Europa, pues encontrarán que Martí se situó del lado de los árabes frente a los franceses; se situó al lado de los egipcios frente a los ingleses; se situó al lado de los vietnamitas frente a los franceses; proclamó los derechos de los pueblos de la India a ser independientes frente a la Gran Bretaña e insistió una y otra vez en la necesidad de que la libertad del hombre a escala universal solo era posible reconociendo la verdadera libertad de los pueblos7.
Martí, por razones geopolíticas, centra su praxis antiimperialista en su oposición a los Estados Unidos. Nunca se deja cautivar con la propaganda pro estadounidense; desde muy joven denuncia el modo de vida americano. Cuando tenía menos de veinte años de edad Martí proclama: “…las leyes americanas han dado al Norte alto grado de prosperidad, y lo han elevado también al más alto grado de corrupción. Lo han metalificado para hacerlo próspero. ¡Maldita sea la prosperidad a tanta costa!8. Cuando los Estados Unidos, en 1889, convocó a distintas naciones latinoamericanas a un Congreso Internacional con el propósito de deslumbrarlas con su prosperidad y someterlas a su dominio, Martí denuncia la intención que se escondía detrás de todo el evento y, ante la gravedad de la situación, alerta: Jamás hubo en América, de la independencia acá, asunto que requiera más sensatez, ni obligue a más vigilancia, ni pida examen más claro y minucioso, que el convite que los Estados Unidos potentes, repletos de productos invendibles, y de-
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Pedro Pablo Rodríguez, “José Martí”, en Seminario Latinoamericano. Precursores del Antiimperialismo (Memorias). Conferencia dictada en Caracas, el 21 de abril de 2004. Cuaderno de apuntes personales, 1871.
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terminados a extender sus dominios en América, hacen a las naciones americanas de menos poder (…) De la tiranía de España supo salvarse la América española; y ahora, después de ver con ojos judiciales los antecedentes, causas y factores del convite, urge decir, porque es la verdad, que ha llegado para la América española la hora de declarar su segunda independencia9.
El apóstol cubano denuncia en ese artículo la política exterior de los Estados Unidos con respecto a los pueblos del sur del continente: La política secular y confesa de predominio de un vecino pujante y ambicioso, que no los ha querido fomentar jamás, ni se ha dirigido a ellos sino para impedir su extensión, como en Panamá, o apoderarse de su territorio, como en México, Nicaragua, Santo Domingo, Haití y Cuba, o para cortar por la intimidación sus tratos con el resto del universo, como en Colombia, o para obligarlos, como ahora, a comprar lo que no puede vender, y confederarse para su dominio (…) Estados Unidos, un pueblo que comienza a mirar como privilegio suyo la libertad, que es aspiración universal y perenne del hombre, y a invocarla para privar a los pueblos de ella10.
En su texto emblemático, Nuestra América, escrito en 1891, Martí enfatiza el significado que tiene para las naciones suramericanas la presencia de los Estados Unidos, ese país arrogante y codicioso: 9
10
El Congreso Internacional de Washington, 1889. Ídem.
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El desdén del vecino formidable, que no la conoce, es el peligro mayor de nuestra América; y urge, porque el día de la visita está próximo, que el vecino la conozca, la conozca pronto, para que no la desdeñe. Por ignorancia llegaría, tal vez, a poner en ella la codicia. Por el respeto, luego que la conociese, sacaría de ella las manos.
En distintas oportunidades Martí compara las dos Américas, y a diferencia de los pitiyanquis de entonces y de siempre, resalta los antivalores que imperan en la América anglosajona, denuncia la actitud imperialista de ésta contra la América española y destaca los valores humanistas que enaltecen a nuestros pueblos suramericanos: En América hay dos pueblos, y no más que dos, de alma muy diversa por los orígenes, antecedentes y costumbres, y solo semejantes en la identidad fundamental humana. De un lado está nuestra América, y todos sus pueblos son de una naturaleza y de cuna parecida o igual, e igual mezcla imperante; de la otra parte está la América que no es nuestra, cuya enemistad no es cuerdo ni viable fomentar, y de la que, con el decoro firme y la sagaz independencia, no es posible y es útil ser amigo11.
En la última carta que escribe en mayo de 1895, poco antes de su muerte, dice a manera de testamento político: Yo estoy todos los días en peligro de dar mi vida por mi país y por mi deber (…) de impedir a tiempo con la independencia de Cuba que se extiendan por las Antillas los Estados Unidos y caigan, con esa fuerza más, sobre nuestras tierras de América. Cuanto hice hasta hoy y haré, es para eso (…) En silencio ha tenido
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Honduras y los extranjeros, diciembre de 1894.
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que ser y como indirectamente, porque hay cosas que para lograrlas han de andar ocultas, y de proclamarse en lo que son, levantarían dificultades demasiado recias para alcanzar sobre ellas el fin (…) Viví en el monstruo, y le conozco las entrañas –y mi honda es la de David.
Bolívar y Martí previeron que el “gigante de siete suelas” quería aplastar a las pequeñas naciones latinoamericanas y caribeñas para someterlas a sus designios. Ambos tuvieron conciencia de que en la unión y en la estrategia reside la fuerza que nos permitirá enfrentarlo. Veremos caer al Goliat de nuestros tiempos y nunca más podrá levantarse. En América Latina y el Caribe mencionar a Bolívar y a Martí es recobrar las banderas del antiimperialismo de dos David que sostienen las poderosas hondas de la independencia y la dignidad. Intelectuales de Nuestra América contra el imperialismo yanqui Una de las grandes falacias de la historia intelectual de nuestro continente reside en la creencia de que muchos de nuestros grandes escritores han sido hombres y mujeres de estrecha o casi ninguna formación política e ideológica, dedicados al “arte puro” y desvinculado de los movimientos sociales de su época. Todo eso es falso. Muchos de estos intelectuales de comienzos del siglo XX fueron impactados principalmente por la sucesión de intervenciones norteamericanas en Cuba y Puerto Rico en 1898, en Panamá en 1903, la intromisión por parte de potencias extranjeras en Venezuela en 1902-1903, los desembarcos de marines yanquis en Nicaragua
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(1912), México (1914), Haití (1915) y República Dominicana (1916). Estos intelectuales no se mantuvieron al margen. Tomaron partido en contra del ave rapaz. A Rubén Darío (1867-1916) lo han presentado como un poeta aislado en su torre de marfil. Ocultan sus alegatos en contra de la segregación racial, su reivindicación de la grandeza africana y sus posiciones políticas, especialmente su antiyanquismo. Su palabra es una saeta contra el águila imperial. Su verbo se hace parodia contra el modo de vida de los “estadounidenses”: NO, NO PUEDO, no quiero estar de parte de esos búfalos de dientes de plata. Son enemigos míos, son los aborrecedores de la sangre latina, son los Bárbaros (…) Colorados, pesados, groseros, van por sus calles empujándose y rozándose animalmente, a la caza del dollar. El ideal de esos calibanes está circunscrito a la bolsa y a la fábrica. Comen, comen, calculan, beben whisky y hacen millones (…) Nos miran, desde la torre de sus hombros, a los que no nos ingurgitamos de bifes y no decimos all right, como a seres inferiores (…) Tienen templos para todos los dioses y no creen en ninguno (…) En el arte, en la ciencia, todo lo imitan y lo contrahacen, los estupendos gorilas colorados. Más todas las rachas de los siglos no podrán pulir la enorme Bestia12.
Y en relación con el expansionismo estadounidense, que ya había arrebatado una extensa región del territorio de México y merodeaba, como si fuesen suyas, en las pequeñas repúblicas centroamericanas, advierte:
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Rubén Darío, “El triunfo de Calibán”, en Retratos y figuras. Caracas, Fundación Biblioteca Ayacucho, 1993.
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Sobre el peligro que entrañan esas mandíbulas de boa todavía abiertas tras la tragada de Tejas; la codicia del anglosajón, el Apetito yankee demostrado, la infamia política del gobierno del Norte; lo útil, lo necesario que es para las nacionalidades españolas de América estar a la expectativa de un estiramiento del constrictor (…) Cuando lo porvenir peligroso es indicado por pensadores dirigentes, y cuando a la vista está la gula del Norte, no queda sino preparar la defensa13.
Los cipayos del imperio yanqui quisieran eliminar su poema “A Roosevelt”, texto abiertamente antiimperialista donde de manera específica combate al presidente expansionista Teodoro Roosevelt (1858-1919), quien promoviera la política del “Gran Garrote” contra las naciones suramericanas: Eres los Estados Unidos, eres el futuro invasor de la América ingenua que tiene sangre indígena, que aún reza a Jesucristo y aún habla español… Se necesitaría, Roosevelt, ser, por Dios mismo, el Riflero terrible y el fuerte Cazador, para poder tenernos en vuestras férreas garras. Y, pues contáis con todo, falta una cosa: ¡Dios! También el uruguayo José Enrique Rodó (1871-1917), autor de Ariel. Los motivos de Proteo y otras obras donde se descubre el alma latinoamericana en 13
Rubén Darío, Retratos y figuras, ob.cit.
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contraste con la idiosincrasia estadounidense, fue antiimperialista en el terreno de la ética y la cultura. No sólo mostró el alma expansionista y pragmática del arquetipo Calibán (Estados Unidos) contra Ariel (América Latina) y denunció la “nordomanía” cultural, que es lo que ahora llamamos pitiyanquismo o mayamerismo, al referirse a los Estados Unidos dice: Los admiro, pero no los amo, porque la brutalidad de su progreso está seduciendo también a muchos que en América Latina encontraron en la “nordomanía” una salida para el desorden y la falta de ideales (…) Niego al utilitarismo norteamericano ese carácter típico con que quiere imponérsenos como suma y modelo de civilización.
Rodó contrapuso la cultura espiritual latinoamericana a la civilización mercantil y utilitarista de Estados Unidos; asumió que esa suerte de “conquista moral” que pretendía expandirse desde el Norte era ajena y perjudicial para el Sur. Igualmente, la escritora chilena Gabriela Mistral (1889-1957), Premio Nobel de Literatura, asumió firmes posiciones contra las políticas del imperialismo estadounidense, en defensa de los luchadores latinoamericanos, en pro del internacionalismo revolucionario y la integración continental. Cuando Herbert Clark Hoover, presidente de los Estados Unidos entre 1929 y 1923, declara al luchador nicaragüense Augusto César Sandino “fuera de la ley y bandolero”, la escritora chilena le responde en un artículo titulado “La cacería de Sandino”:
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Lástima grande que la cabeza enlodada del herrero que la prensa yanqui llama bandido, sea, por rara ocurrencia, una cabeza a la cual sigue anhelante el continen-
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te donde vive toda su raza y una pieza que desde Europa llaman de héroe nato y de criatura providencial los que saben nombrar bien14.
Otro intelectual firmemente antiimperialista fue el argentino José Ingenieros (1877-1925). En 1922 propuso la formación de la “Unión Latinoamericana”, un organismo de lucha que difundió continentalmente las ideas antiimperialistas. Igualmente, en 1925, pocos meses antes de su muerte, creó la revista Renovación entre cuyos propósitos fundamentales está la lucha contra del imperialismo. Este intelectual que respalda la revolución bolchevique, enjuicia a los “magnates petroleros, el dólar todopoderoso, los empréstitos externos, el capitalismo invasor” y, dando cuenta del imperialismo no sólo en términos económicos sino también culturales, afirma: “poseemos un tesoro espiritual que no cambiamos por ninguna cantidad de dólares”. Además se planteó la …defensa del derecho de autodeterminación de los pueblos, contra todo imperialismo político y económico, y, además, la solidaridad moral con los pueblos que luchan por la extinción de los privilegios y tienden a organizar un nuevo régimen social fundado en la cooperación de los productores15.
Otro antiimperialista de afilada pluma, ya más avanzado el siglo XX, es el venezolano Mario Briceño Iragorry (1897-1958), uno de los más importantes de 14 15
Luis Damiani y Omaira Bolívar (comps.), Pensamiento pedagógico emancipador latinoamericano. Caracas, Universidad Bolivariana de Venezuela, 2007, p. 195.
Néstor Kohan, De Ingenieros al Che, Ensayos sobre el marxismargentino y Latinoamericano. Buenos Aires, Biblos, 2000, p. 93.
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los ensayistas venezolanos. No está de más decir que está de moda entre algunos intelectuales antidialécticos y maniqueos censurar al maestro Briceño Iragorry. No entienden que Briceño Iragorry, a diferencia de muchos, comenzó su vida siendo un hombre de pensamiento conservador y, a medida que avanzaba en edad y experiencias, se fue haciendo progresista y de avanzada. Para desprestigiarlo acuden a algunas anécdotas o a ciertos escritos que, sacados de contexto, hacen aparecer a este gran personaje como un hombre mediocre, como el espíritu que los anima a escribir contra él. Están equivocados. El trujillano Mario Briceño Iragorry fue un pionero en la defensa de lo nacional y en la lucha contra el imperialismo. Si fuese suficiente una obra para destacar este hecho allí tienen ese hermoso libro llamado El Caballo de Ledesma (1942), donde destaca el enfrentamiento de un solo hombre, el anciano Alonso Andrea de Ledesma contra el corsario Amyas Preston y sus filibusteros, cuando éstos intentaban apoderarse de la ciudad de Caracas. En ese texto se refiere a los piratas y saqueadores de ayer y, de este modo, acusa a los imperialistas y sus cómplices de hoy. Su antiimperialismo es integral: político, económico y cultural. No se limita a denunciar el secuestro de nuestros recursos por parte de las potencias extranjeras, ni a nombrar a los gobernantes que les sirven de barrenderos, sino que en palabras que recuerdan a José Enrique Rodó –no en balde su primer grupo literario se llamó Ariel– fustiga el avasallamiento cultural yanqui y nos incita a recuperar el espíritu de lo propiamente nacional y latinoamericano:
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No es por ello obra de resentidos, ni ridícula labor de majaderos levantar la voz contra el peligro que nos viene de afuera y contra el peligro que representa en
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lo interior la conducta antipatriótica de los pitiyanquis. Necesario es vocearlo y repetirlo: el nuevo invasor no penetra donde tropieza con voluntades recias que le cierran las puertas de las ciudades. El imperialismo empieza por corromper a los hombres de adentro. A unos por unirlos a una comparsa de beneficiados, a otros, por borrarles la imagen de la propia nacionalidad16.
Mario Briceño Iragorry conmina principalmente a los venezolanos a tomar conciencia nacional y a estar a la altura de nuestro pasado histórico y del compromiso con el presente: Contrajimos un serio compromiso con la Historia y con América. Fuimos los paladines de la libertad y de la autonomía del mundo hispanoamericano. Crimen sin nombre sería desertar aquella altiva posición y dar espaldas a la libertad, para gozarnos en el amaño de la nueva esclavitud17.
También el venezolano César Rengifo (1915-1980), como pensador y político de avanzada, acusó acertadamente al imperialismo de adaptar Sus formas de penetración a las realidades dadas en cada país objeto de su voracidad. Cuenta él con patrones generales a poner en uso para llevar a cabo el dominio absoluto en lo económico, político, cultural e ideológico de aquellos pueblos débiles cuya conquista y dominio requiere (…) Penetra paulatinamente en todos aquellos 16 17
Mario Briceño Iragorry, Ideario político. Caracas, Editorial Las Novedades, 1958, p. 32. Ibídem, p. 33.
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servicios indispensables a la vida del país, mediante capital, personal de oficio o técnicos; mercados de alimentos, transporte de carga y pasajeros, etc. De esa manera amplía su control económico, su influencia y naturalmente sus ganancias18.
Experimentos “científicos” con la gente de Latinoamérica No sólo mediante el uso de la fuerza bruta, los golpes de Estado, las invasiones militares, la intervención de la CIA y el paramilitarismo el imperio norteamericano actúa en América Latina, también emplea formas más sofisticadas que a la larga son más eficaces y duraderas. Una de ellas es la política de endeudamiento a que someten a las naciones del hemisferio. Bajo la fachada de ayuda financiera para contribuir al desarrollo otorgan empréstitos a gobiernos títeres. Dinero que generalmente no llega al pueblo en forma de obras de bien común, sino que le es entregado con facilidades especiales a empresas privadas que terminan por desentenderse de los compromisos. Esto ha ocurrido así en toda América Latina. La deuda termina siendo transferida a la población en general y a los sucesivos gobiernos.
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Así como unas veces nos prestan dinero para luego cobrar intereses usurarios, que no podemos pagar si no adquirimos otros préstamos, otras veces hacen experimentos científicos con nuestra gente. Así como Robert Koch experimentaba con conejillos de indias, los médicos gringos lo hacen con los pobladores del Tercer Mundo, especialmente con los de su patio trasero. 18
César Rengifo, Obras, artículos y ensayos. Mérida (Venezuela), ULA, 1989.
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En efecto, científicos estadounidenses inocularon enfermedades venéreas sin su consentimiento a unos mil quinientos guatemaltecos, en la década de los 40, para realizar experimentos médicos. Los experimentos en humanos realizados por estadounidenses en Guatemala salieron a luz por una investigación de la doctora Susan Reverby, del Wellesley College, quien descubrió los documentos en archivos del doctor John Cutler (fallecido en 2003), quien lideró ese programa de ensayos. Cutler dirigió en 1946 una serie de investigaciones sobre reacciones de medicamentos contra la sífilis, gonorrea y otras enfermedades de transmisión sexual, inoculando esas enfermedades para observar sus reacciones a los tratamientos. Los “conejillos de indias” fueron reclutados entre soldados, prostitutas, personas con enfermedades mentales y reclusos guatemaltecos. Este ensayo fue financiado parcialmente por la Oficina Sanitaria Panamericana –que luego se convirtió en la Organización Panamericana de la Salud (OPS)– y su objetivo era investigar nuevas formas de prevenir enfermedades venéreas. Ante este delito de lesa humanidad que demuestra el concepto que acerca de los latinoamericanos manejan los tecnócratas de la salud imperial, los representantes del Gobierno de los EE UU se limitaron… a pedir “disculpas”.
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Contra el gobierno estadounidense, no contra el pueblo Nuestra oposición al imperialismo norteamericano no implica que nos opongamos al pueblo norteamericano. La población estadounidense –intelectuales y movimiento obrero– ocupó durante un buen tiempo un lugar importante en las luchas de la humanidad. No olvidemos que Mark Twain, quien escribiera punzantes alegatos contra el racismo y denunciara la guerra imperialista contra los filipinos, era de nacionalidad estadounidense; que John Reed, el autor de Los diez días que estremecieron el mundo, La hija de la revolución y México insurgente, era norteamericano; que Carleton Beals, quien entrevista a Augusto César Sandino y se solidarizara con ese “puñado de locos” como llamó al ejército sandinista, también era norteamericano; que era de esa nacionalidad John Steinbeck, autor de La perla y Las uvas de la ira, dos novelas clave para entender los mecanismos de explotación y funcionamiento del capitalismo. Con el paso de los años y bajo los efectos de una avalancha ideologizante que ha ido adormeciendo su conciencia y matando su espíritu, este pueblo otrora luchador y crítico ha perdido el sentido crítico y el entusiasmo por la lucha, sin embargo, en todos los momentos de su historia, hombres y mujeres han denunciado las atrocidades de los gobiernos norteamericanos y propuesto alternativas frente a la cultura de la muerte y del dólar. Hoy contamos con el cineasta Michael Moore y el sociólogo Noam Chomsky, entre otros.
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Así como en el pasado el pueblo estadounidense se enfrentó al capitalismo y denunció las guerras imperialistas, tenemos fe de que más temprano que tarde este pueblo despierte del letargo enajenante que lo mantiene atado a la cadena
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de montaje consumista y se rebele contra la manipulación neomacartista que inventa enemigos exteriores para esconder la debacle interna. Lo dijo en una oportunidad Abraham Lincoln “Se puede engañar a algunos todo el tiempo y a todos algún tiempo, pero no se puede engañar a todos todo el tiempo”. Ha llegado la hora de que el pueblo estadounidense desenmascare a sus gobernantes y los suplante por otros que entiendan que la época de las tiranías imperialistas ha llegado a su fin. Que a todos nos conviene la paz y que quizás, ya es tiempo de que aprendan de un indígena mexicano que afirmaba: “Entre los individuos, como entre las Naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz”. Contra el nuevo imperialismo, ¿Qué hacer? El imperialismo asume un nuevo ropaje: la globalización. Al respecto afirmó el ecuatoriano Rafael Correa en la Asamblea Extraordinaria de la ONU, en junio de 2009: Quienes asumimos nuestra condición de ser ciudadanos del mundo no podemos entender esquemas que siempre terminan avasallando a los más pobres, esquemas que incluso contradicen sus propios postulados. ¿Cómo entender una pretendida globalización que no busca crear ciudadanos del mundo, sino tan solo consumidores? ¿Que no busca crear una sociedad global sino tan solo un mercado global? ¿Que busca cada día mayor movilidad para capitales y mercancías, pero criminaliza la movilidad de los seres humanos? ¿Tiene todo esto algún sentido?
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A esto nos enfrentamos ahora. ¿Qué armas usar ante esta nueva modalidad de agresión contra los pueblos y el planeta? Invoquemos en esta batalla final a los grandes guerreros y guerreras indígenas que se enfrentaron al colonialismo español; a los africanos y africanas que organizados en quilombos lucharon contra los traficantes de esclavos y sus capataces; a Alfonso Andrea de Ledesma, quien armado con la lanza de la dignidad esperó a mitad de camino a los corsarios para defender su ciudad y su gente; a Bolívar, quien ante la amenaza estadounidense respondió: “Por fortuna se ha visto con frecuencia un puñado de hombres libres vencer a imperios poderosos” (12 de octubre de 1818); a Benito Juárez, quien derrotó al Imperio francés que se nos venía encima.
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Invoquemos a los que desde las costas de Venezuela en 1903 salieron a batirse contra naves extranjeras que pretendían cobrar por la fuerza unas deudas mal habidas; a Pancho Villa, quien para desquitarse de tanto atropello contra Suramérica invadió Columbus, un pueblo de los EE UU, y plantó allí la bandera mexicana; a Augusto César Sandino, quien al frente de un pequeño ejército hizo enloquecer a los marines, los cuales consumían drogas para esconder el miedo que le tenían a unos guerrilleros que se inspiraban en el ejemplo de David frente a Goliat; a Fridha Kahlo, quien al final de su vida, con solo una pierna, sigue aún marchando contra cualquier invasión extranjera en territorio suramericano; a los muchachos y muchachas que salieron a defender la revolución guatemalteca dirigida por Jacobo Arbenz; a los niños y niñas vietnamitas que vieron cómo sus casas y sembradíos eran bombardeadas por soldados que los odiaban sin haberlos visto nunca; a los estudiantes y trabajadores que salen a las calles a protestar cada vez que un presidente gringo nos visita. Invoquemos a los que, a pesar de las ofertas, no venden su alma y su inteligencia a ningún imperio. A las personas
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que no quieren copiar el “modo de vida americano”. A los que con su canto, su pincel, sus gestos o su pluma recrean la cultura nacional y con ello enfrentan con creatividad a los profanadores de la cultura autóctona. Invoquemos, pues, a los nuestros. Inspirémonos en sus lecciones. Y en relación a la pregunta que formulamos al comienzo, ¿Qué hacer?, parafraseando a Lenin, la respuesta sigue siendo la misma: desechar las ilusiones y prepararse para la lucha.
Anexo
Cronología de intervenciones militares de EE UU en América Latina 1823-2002 La siguiente es una cronología de las intervenciones y un listado de las bases militares que los EE UU han instalado en distintos países de América Latina. Puesto así, año por año, da idea de la magnitud de la política imperialista a través de la utilización de la fuerza militar, no sólo para anexarse territorios sino también socios y cómplices de sus planes de dominación. 1823. La Doctrina Monroe declara que América Latina se considera “esfera de influencia” para Estados Unidos. 1846. Guerra de los Estados Unidos contra México, país que finalmente es forzado a ceder al vecino del norte la mitad de su territorio, incluidos los hoy poderosos y ricos estados norteamericanos de Texas y California.
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1854. La marina yanqui bombardea y destruye el puerto nicaragüense de San Juan del Norte. El ataque ocurrió después de un intento de las autoridades de Nicaragua de cobrar impuestos al yate del millonario norteamericano Cornelius Vanderbilt, quien había conducido su nave a dicho puerto. El bombardeo facilitó el camino a William Walker.
1855. El aventurero estadounidense William Walker, operando en interés de los banqueros Morgan y Garrison, invade Nicaragua y se proclama presidente. Durante su intervención de Nicaragua invadiría también a los vecinos países de El Salvador y Honduras, proclamándose igualmente jefe de Estado en ambas naciones. Walker restauró la esclavitud en los territorios bajo su ocupación.
1898. Los Estados Unidos declaran la guerra a España en el momento en que los independentistas cubanos, prácticamente, habían derrotado a la fuerza militar colonial española. Las tropas norteamericanas ocupan la isla de Cuba, desconocen a los patriotas y el viejo imperio se ve obligado a ceder a Estados Unidos los territorios de Puerto Rico, Guam, Filipinas y Hawai.
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1901. Las fuerzas norteamericanas de ocupación incorporan en la nueva Constitución de Cuba, ahora República independiente, la infame Enmienda Platt, mediante la cual Estados Unidos se arrogaba el derecho de intervenir en los asuntos cubanos cada vez que estimara conveniente. Cuba también fue forzada al arrendamiento en perpetuidad de un pedazo del territorio nacional para el uso de la Marina de Guerra estadounidense: la base naval de Guantánamo.
1903. Los Estados Unidos “estimulan” la separación de Panamá, que entonces era parte de Colombia, y adquiere derechos sobre el canal. Años después,
capítulo xvii. el antiimperialismo
el ex presidente Teodoro Roosevelt –el real segregador de Panamá– diría: “Yo tomé la Zona del Canal mientras el Congreso debatía”. A Colombia se le pagó posteriormente la ridícula suma de $25 millones en compensación.
1904. Se promulga en Panamá la nueva Constitución Nacional. Tiene un apartado que contempla la intervención militar norteamericana cuando Washington lo crea necesario. Inmediatamente se inicia la construcción del canal de Panamá. Más adelante, Estados Unidos llenará la zona de bases militares y en 1946 fundará la tristemente célebre Escuela de las Américas, por cuyas aulas pasarán casi todos los dictadores de América Latina.
1905. La infantería de marina estadounidense desembarca en República Dominicana para sofocar un levantamiento armado opositor. Un año después, a propósito de la intervención en ese país, el presidente Teodoro Roosevelt declara que Estados Unidos sería “el gendarme” del Caribe.
1906. Las inversiones norteamericanas en Cuba, que en 1885 representaban 50 millones de pesos cubanos, alcanzan la cifra de 200 millones. En agosto de ese año estalla una insurrección contra el presidente títere Estrada Palma, quien solicita la intervención militar de EE UU. Los norteamericanos desembarcan y designan como interventor a William Taft. 1907. República Dominicana: Estados Unidos consigue que el gobierno dominicano le otorgue la recaudación de los ingresos aduanales, estatus que se mantendría durante 33 años. 1908. Tropas norteamericanas intervienen Panamá. En la próxima década lo hará cuatro veces más.
1910. Los marines yanquis ocupan Nicaragua para sostener el régimen de Adolfo Díaz.
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aproximaciones al socialismo nuestroamericano
1911. México: para “proteger” a ciudadanos norteamericanos, el presidente William Taft ordena el desplazamiento de 20 mil soldados a la frontera sur y ocho buques de guerra frente a las costas de California. 1912. Los marines norteamericanos invaden Nicaragua y dan comienzo a una ocupación que se mantendría casi continuamente hasta 1933. Ese mismo año (1912) el presidente Taft declara: “No está distante el día en que tres estrellas y tres franjas en tres puntos equidistantes delimiten nuestro territorio: una en el Polo Norte, otra en el Canal de Panamá y la tercera en el Polo Sur. El hemisferio completo de hecho será nuestro en virtud de nuestra superioridad racial, como es ya nuestro moralmente”.
1914. La Marina de Estados Unidos bombardea la ciudad portuaria de Veracruz, un ataque aparentemente motivado por la detención de soldados norteamericanos en Tampico. El gobierno mexicano se disculpa, pero el presidente Woodrow Wilson ordena que la armada ataque Veracruz. Cien soldados mexicanos, varios cadetes de la Escuela Naval y grupos civiles resisten con heroísmo. Hay 300 muertos. Los ocupantes permanecen durante varios meses. 1915. Los marines ocupan Haití para “restaurar el orden”. Se establece un protectorado que permanecerá hasta 1934. El secretario de Estado William Jennings Bryan, al informar sobre la situación haitiana, comentó: “Imaginen esto: negros hablando francés”. 1916. Marines ocupan la República Dominicana y permanecen allí hasta 1924.
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1918. En Panamá los marines ocupan la provincia de Chiriquí para “mantener el orden público”.
capítulo xvii. el antiimperialismo
1924. La infantería de marina norteamericana invade Honduras para “mediar” en un enfrentamiento civil. Un militar hondureño asume el gobierno provisional. Honduras ocupa el primer lugar mundial en la exportación de bananas, pero las ganancias son para la United Fruit Company. 1925. Tropas del ejército norteamericano ocupan la ciudad de Panamá bajo el pretexto de poner fin a una huelga y restablecer el orden.
1926. Estados Unidos decide crear en Nicaragua una Guardia Nacional. Augusto César Sandino se propone crear un ejército popular para combatir a los ocupantes extranjeros.
1927. En Nicaragua un capitán de los marines yanquis conmina a Sandino para que se rinda. El rebelde responde: “Yo quiero patria libre o morir”. Estados Unidos realiza entonces el primer bombardeo aéreo en América Latina. Ataca la aldea El Ocotal. Mueren 300 nicaragüenses por las bombas y ametralladoras yanquis. 1930. En República Dominicana comienza la dictadura de Rafael Leónidas Trujillo, un militar surgido de la Guardia Nacional, fomentada y entrenada por Estados Unidos. 1933. Estados Unidos abandona Nicaragua y deja el control del país a Anastasio Somoza y su Guardia Nacional.
1934. En Nicaragua es asesinado Augusto César Sandino, quien había depuesto las armas. El asesinato fue ordenado por Somoza, con la complicidad del embajador norteamericano Arthur Bliss Lane.
1941. En Panamá es depuesto el presidente Arnulfo Arias Madrid por un golpe militar liderado por Ricardo Adolfo de la Guardia, quien primero consultó
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aproximaciones al socialismo nuestroamericano
su plan con el embajador de Estados Unidos. El secretario de Guerra, Henry Stimson, declaró: “Esto fue un gran alivio para nosotros, porque Arias había sido muy problemático y muy pro nazi”.
1946. Estados Unidos abre en Panamá la tristemente célebre Escuela de las Américas para la formación de los militares del hemisferio. Allí se formaron los principales protagonistas de las dictaduras militares de Brasil, Argentina, Uruguay, Chile, Centroamérica y de otros países. 1947. Estados Unidos comienza a imponer paulatinamente el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR).
1952. En Cuba, con la anuencia y agrado del gobierno de Estados Unidos, el general Fulgencio Batista produce el derrocamiento de Carlos Prío Socarrás e inaugura una sangrienta tiranía.
1954. La CIA orquesta el derrocamiento del gobierno democráticamente electo de Jacobo Árbenz en Guatemala. Un poeta guatemalteco describió el gobierno de Árbenz como “años de primavera en un país de eterna tiranía”. Siguieron casi 40 años de violencia y represión que culminaron en la política de “tierra arrasada” de los años 80. Más de 150 mil personas perdieron la vida.
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1956. En Nicaragua el poeta Rigoberto López Pérez asesina al dictador Anastasio Somoza, que llevaba 20 años en el poder con apoyo de Estados Unidos. El presidente Franklin Delano Roosevelt lo había definido así: “Es un hijo de puta, pero es nuestro hijo de puta”. Su hijo Anastasio Somoza Debayle prolongó la dinastía tiránica durante varios años más.
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1960. El presidente Dwight David Eisenhower autoriza la realización en gran escala de acciones encubiertas para derribar el gobierno de Fidel Castro, quien había llegado al poder en enero de 1959 y de inmediato inició una obra revolucionaria de extraordinario alcance social y apoyo popular. Las acciones encubiertas incluían el asesinato del líder cubano, la creación de bandas contrarrevolucionarias y el sabotaje a los principales sectores de la economía isleña. 1961. Fuerzas mercenarias reclutadas, organizadas, financiadas y dirigidas por Estados Unidos invaden Cuba por Bahía de Cochinos (Playa Girón). En menos de 72 horas son derrotadas en lo que constituyó la primera gran derrota militar del imperialismo yanqui en América Latina. La CIA cocina un golpe de Estado contra el presidente electo de Ecuador, J. M. Velazco Ibarra, quien se había mostrado demasiado amistoso con Cuba.
1964. El presidente de Brasil, Joao Goulart, quien se proponía llevar a cabo una reforma agraria y nacionalizar el petróleo, es víctima de un golpe de Estado apoyado y promovido por Estados Unidos.
1965. Estados Unidos envía miles de efectivos a República Dominicana para reprimir un movimiento que intentaba restaurar en el poder al anteriormente derrocado presidente progresista y democráticamente electo Juan Bosch. 1966. Estados Unidos envía armas, asesores y boinas verdes a Guatemala para poner en práctica una campaña contrainsurgente. En un informe del Departamento de Estado se declaraba que “para eliminar a unos pocos cientos de guerrilleros habrá que matar quizás a 100 mil campesinos guatemaltecos”.
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1967. Un grupo de boinas verdes fue enviado a Bolivia para dar con el paradero y asesinar a Ernesto Che Guevara. 1968. La CIA organiza una fuerza paramilitar considerada como la precursora de los tenebrosos “escuadrones de la muerte”.
1971. El diario The Washington Post confirma que la Agencia Central de Inteligencia (CIA) había intentado asesinar en varias oportunidades al líder de la revolución cubana Fidel Castro. Años después, y en la medida que los documentos secretos de la CIA han sido desclasificados, se ha sabido que los intentos se cuentan por decenas y los planes por centenares.
1973. Los militares, apoyados por Estados Unidos, toman el poder en Uruguay. La subsiguiente represión alcanzaría elevadísimas cifras de población encarcelada por razones políticas. El mismo año, un golpe de Estado instigado y organizado por Estados Unidos derroca al gobierno electo del presidente Salvador Allende en Chile, y se instala en el poder el general Augusto Pinochet, quien encabeza una cruenta y larga dictadura militar.
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1976. Golpe de Estado en Argentina contra María Estela Martínez de Perón. Asume el poder una Junta Militar encabezada por Jorge Videla. Años después se desclasificaron casi 5 mil documentos secretos que revelaron la estrecha colaboración y el apoyo otorgado desde los más altos niveles del poder en Washington a los militares sureños, responsables de la muerte de al menos 30 mil argentinos, en su gran mayoría jóvenes estudiantes y trabajadores. Más recientemente, el Departamento de Estado norteamericano ha desclasificado documentos que comprometen directamente al antiguo secretario de Estado, Henry Kissinger, y a otros altos funcionarios estadouni-
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denses en los crímenes cometidos por la dictadura argentina, la cual puso en marcha una campaña de asesinatos, torturas y “desapariciones” tras asumir el poder. Kissinger también estuvo involucrado en las operaciones del llamado Plan Cóndor, una red de cooperación para capturar y ejecutar opositores políticos en Argentina, Brasil, Chile, Uruguay, Paraguay y Bolivia.
1980. Estados Unidos incrementa la asistencia masiva a los militares de El Salvador que se enfrentan a las guerrillas del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN). Los escuadrones de la muerte proliferan; el arzobispo Oscar Arnulfo Romero es asesinado por terroristas de derecha; 85 mil civiles son muertos y 25 mil desaparecidos entre 1978 y 1989. La violación y asesinato de cuatro monjas por sicarios de los militares hace que el gobierno yanqui suspenda la ayuda militar por un mes. 1981. La Administración Reagan inicia la guerra de los “contras” para derrocar al gobierno sandinista en Nicaragua. La CIA avanza en la organización de los “contras”. Habían comenzado el año anterior con un grupo de 60 antiguos guardias de Somoza. Cuatro años después llegarían a agruparse en ella casi 12 mil ex guardias. De los 48 jefes militares más importantes de la “contra”, 46 habían sido oficiales de la Guardia Nacional. El gobierno de los Estados Unidos también utilizó la guerra económica y promovió las presiones ejercidas por el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM) contra el primer gobierno sandinista.
El general Omar Torrijos, presidente de Panamá, muere en un accidente aéreo. Desde entonces ha existido la sospecha de que la CIA tuvo que ver con el desastre, debido al nacionalismo patriótico de Torrijos y a las relaciones amistosas que su gobierno mantenía con Cuba.
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aproximaciones al socialismo nuestroamericano
1983. Se produce la invasión de 5 mil infantes de marina de Estados Unidos a la pequeña isla caribeña de Granada. Las tropas yanquis entraron poco después de que una conspiración había sacado del poder a Maurice Bishop, un líder izquierdista y nacionalista. 1989. Estados Unidos invade Panamá para arrestar a quien fuera su protegido, Manuel Noriega. La operación dejó no menos de 3 mil bajas civiles. 1990. Estados Unidos interviene masivamente en el proceso electoral de Nicaragua a través de acciones encubiertas y también públicas. Washington consolidó abiertamente la coalición de oposición, aunque tales prácticas son ilegales según la ley estadounidense.
2000. Como parte de la “Guerra a las Drogas”, Estados Unidos lanza el Plan Colombia, un programa de ayuda masiva civil y militar a un país que quizás tenga el peor récord de violación de derechos humanos en el hemisferio. El financiamiento del Congreso estadounidense para este plan es de 1.300 millones, de los cuales el 83 por ciento está destinado al gasto militar. El Plan Colombia después se ha subsumido en la “Guerra contra el Terrorismo”.
2002. Estados Unidos apoyó y financió el golpe de Estado, del 11 de abril, contra el gobierno constitucional encabezado por el comandante Hugo Chávez en Venezuela, que culminó con la instalación de una dictadura asumida por el empresario Pedro Carmona Estanga que fue barrida en menos de 48 horas por la movilización popular en alianza con los sectores militares progresistas19.
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19
Disponible en http://www.profesionalespcm.org/_php/MuestraArticulo2.php?id=5450
CAPÍTULO XVIII
El desarrollo endógeno
Desde que los hombres comenzaron a unirse en sociedad para su más grande bien, nosotros somos los únicos a quienes el gobierno obliga a comprar lo que necesitamos a los precios más altos, y a vender nuestras producciones a los precios más bajos. Para que esta violencia tuviese el suceso más completo nos han cerrado, como en una ciudad sitiada, todos los caminos. Juan Pablo Viscardo y Guzmán Son nuestras tierras de América como tesoros escondidos (…) Los países americanos, llenos de hijos vehementes, más dados hasta hoy a ejercitar su valor que a trabajar sus riquezas, volverán su actividad, ganosa de empleo, a las fuerzas físicas, y harán revoluciones agrícolas y mercantiles, con la misma prisa, generosidad y brillantez con que han estado haciendo revoluciones políticas. José Martí
Tres hechos históricos: ¿Qué aprendemos? Vamos a citar tres hechos históricos para ilustrar el principio que trata sobre el desarrollo endógeno. Para ello haremos uso de lo que en técnicas de la investigación se denomina ideas secundarias por contraste. El primer caso se refiere a la tierra de Gandhi. Dice Noam Chomsky:
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aproximaciones al socialismo nuestroamericano
Bengala era uno de los lugares más ricos del planeta cuando los primeros comerciantes y guerreros británicos llegaron allí. Lo describieron como un paraíso. Hoy esa zona se llama Bangladesh y Calcuta, los símbolos de la desesperación y la pobreza. Esas ricas zonas de agricultura producían un inmejorable algodón, la materia prima más importante de esa época. Tenían una manufactura avanzada. Dacca, la capital de Bangladesh, fue comparada con Londres por el conquistador británico Clives. Un siglo más tarde, en un debate en la Cámara de los Lores, Sir Charles Trevelian describió cómo Dacca había pasado de ser un centro importante de manufactura y una ciudad próspera a ser un suburbio marginal debido al impacto de la administración británica. En Bengala y en todas las partes de la India que controlaban, los británicos minaron y trataron de destruir el sistema existente de manufactura, que en muchos aspectos era comparable al suyo propio. Según la Revolución Industrial iba urbanizando y modernizando Inglaterra, la India se ruralizaba convirtiéndose en un país agrario y pobre (…) Los británicos convirtieron las tierras agrícolas en zonas de cultivo de amapola destinadas al comercio del opio. Lo único que podían vender a China era opio, y Bengala era uno de los sitios donde lo producían. Hubo una hambruna tremenda1 (. pp.72-73).
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El segundo caso es actual, se refiere a Tanzania, en África Oriental. En su interior se encuentra el lago Victoria, uno de los más grandes del mundo. Allí ha existido tradicionalmente una gran variedad de peces, la base de lo que pudiera ser una industria pesquera local floreciente, que contribuyera al bienestar de los habitantes de la zona. Desafortunadamente –según podemos apreciar en el documental La pesadilla de Darwin– esto no ocurre. A diario cientos de tone1
Noam Chomsky, Mantener la chusma a raya. España, Txalaparta, 1995, pp. 72-73.
capítulo xviii. el desarrollo endógeno
ladas de peces son extraídos del lago, procesados y exportados a Europa, Rusia y Japón por empresas financiadas por el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM). Los habitantes de la zona no los pueden consumir porque no cuentan con los recursos económicos para comprarlos. Cíclicamente se desatan epidemias producidas por la hambruna. Para agravar la tragedia, los europeos introdujeron en el lago una especie lacustre predadora de los peces autóctonos y la flora acuática, llamada Perca del Nilo, que está a la altura de su refinado gusto. De este modo, un lago que pudo haber sido una fuente de vida se está convirtiendo en un océano de muerte. Y por si esto fuera poco, los mismos aviones que se llevan el pescado traen de vuelta armas de contrabando para instigar la guerra entre los pueblos de la región; además, los desechos plásticos que deja la industria pesquera se convierten en materia prima para elaborar drogas que están diezmando la población de niños y jóvenes. El tercer caso se da en Venezuela, se trata de las salinas de Araya, ubicadas en el estado Sucre, al norte de Cumaná. En tiempos de la conquista y colonización los centros de producción de sal se convirtieron en uno de los objetivos primordiales a dominar en virtud de que la sal era un recurso escaso, bien cotizado y muy valorado en Europa en los procesos de conservación y condimentación de los alimentos. Por consiguiente, la explotación de estas minas de sal, entre las más grandes del mundo, contribuiría a enriquecer a los colonialistas y a esclavizar a la población aborigen. Toneladas de cargamentos de sal eran transportadas a España, mientras millares de indígenas morían, producto del maltrato y las enfermedades, en estas costas donde la riqueza era tanta que se levantaron castillos- fortalezas, donde el botín era de tal magnitud que había que protegerlo de corsarios y piratas.
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En Las salinas de Araya la riqueza afloraba del mar en contacto con el sol y el viento. Hasta mereció que se le hiciera una película, titulada Araya (1958), dirigida por Margot Benacerraf, quien realiza una extraordinaria obra cinematográfica donde, lamentablemente, se ve la explotación, pero no se la denuncia. Un filme donde ante nuestros ojos se ejecuta el saqueo, más no se le censura. Allí se ve al pueblo trabajando agotado y ni siquiera se asoma la idea de que este mismo pueblo está descontento con las condiciones de trabajo. Se ven los rostros tristes pero no se revela la razón de esta tristeza: la llegada de una maquinaria anfibia que se traga el mar y se lleva la sal y las esperanzas. Con el paso del tiempo este proceso de calculada devastación se acentuó. En 1994 las salinas fueron entregadas por gobiernos regionales corruptos a empresas privadas codiciosas y desarraigadas que sólo ven en la sal un producto que da utilidades; en el ambiente, un obstáculo para ser sometido bajo las fauces de su moderna tecnología; y en la gente que trabaja, a unos desnudos moradores a quienes ni siquiera vale la pena curarle las profundas grietas que dejan en su piel, el sol y los calcinantes cristales de sal.
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Los usurpadores no entienden que la blanca sal no es para los habitantes de la zona un simple recurso natural sujeto a la avaricia, sino el alma de un pueblo tendida al mar. Los políticos locales no comprenden que en Araya el espíritu de cada antepasado se mece con el oleaje y se integra en el azul. De esta manera, lamentablemente, el ambiente fue vendido a cambio de unas pocas monedas de oro por unos Judas gubernamentales. Estos políticos actúan como los corsarios que alguna vez inundaron estas playas: pretenden adueñarse de un botín. El resultado es doloroso: un hábitat devastado, las salinas arruinadas, la población empobrecida, la soberanía nacional burlada.
capítulo xviii. el desarrollo endógeno
Así, la sal de la vida se convirtió en estéril mineral de muerte. Cementerio de gente y de paisaje. Sudario de explotación y de desprecio: de las personas, del ambiente, de la historia. Luego, cuando ya habían acabado con el ecosistema, las compañías privadas dijeron que estaban quebradas, que el negocio no era rentable, que debían marcharse. Reunieron a los trabajadores y les pagaron una miseria para que se convirtieran en taxistas en una tierra donde ya no hay a donde ir. Afortunadamente, el gobierno nacional asumió la propiedad de las salinas. Ojalá que no caiga en la trampa desarrollista de medir el éxito económico por las toneladas de sal arrancadas al mar, sino que más bien consulte a los pobladores y busque soluciones que beneficien al ecosistema y a la gente porque, como lo dice Edsijual Mirabal en un texto inédito: En este lugar la luz es tanta y tan hermosa que los cocuyos podrían venir a recoger un poco de su brillo y transparencia para alumbrar algunos territorios en sombra (…) En Araya, el anhelo de ver viva y productiva la salina no se extingue. La esperanza se propaga en la deriva y en el viento. Despiertan las voces guaiqueríes, otrora comerciantes de la sal y expertos navegantes, y les susurran a los actuales pobladores la pulsión de la tierra (…) En muchos momentos oímos expresiones como estas. “Hay que avisarle al Comandante que la salina está viva todavía, que la podemos salvar, que nosotros sabemos cómo hacerlo (…) que no cuesta casi nada”.
Hemos visto tres ejemplos de lo que no debe ser. Estas atrocidades ocurren cuando frente al avasallamiento no somos capaces de contraponer una estrategia de desarrollo endógeno. De allí que en la construcción de una sociedad socialista debamos partir de una concepción endógena del desarrollo, la cual, dicho en
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aproximaciones al socialismo nuestroamericano
pocas palabras, se asienta en pueblos que revalorizan su historia y su realidad, que establecen que el desarrollo económico integral de una nación sólo es posible mediante el uso racional de sus propios recursos, dentro de un esquema de producción, comercialización y consumo que beneficia a sus propios habitantes y a las naciones aliadas, bajo una política que garantiza la preservación del ecosistema y la calidad de vida. Juan Pablo Viscardo y Guzmán,
pionero de la independencia y el desarrollo endógeno
Uno de los pioneros de esta concepción del “desarrollo endógeno” como base para alcanzar la independencia es el peruano Juan Pablo Viscardo y Guzmán (17481798). Fue un jesuita, al ser expulsada esta orden religiosa de América vivió en distintas partes de Europa y desde allí fue fraguando su ideario independentista sustentado en el pleno uso y disfrute de nuestros recursos, los cuales debían ser usufructuados en provecho de los pueblos de la América española y no en beneficio de la metrópoli imperial. En Europa retorna a la vida civil y publica su Carta a los españoles americanos, considerada “la primera acta de la independencia”. Allí promueve la lucha independentista de América y la justifica con argumentos económicos, geopolíticos e ideológicos. Esta obra tuvo gran difusión gracias al prócer venezolano Francisco de Miranda, quien la publica en 1799 en Europa y la traduce al español en 1801. Luego la utilizó en su campaña liberadora de 1806.
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Juan Pablo Viscardo y Guzmán es pionero en la lucha por la independencia en Suramérica. Leyendo su carta nos encontramos con originales ideas
capítulo xviii. el desarrollo endógeno
que tratan sobre diferentes aspectos que cobran hoy plena vigencia: su visión antiimperial, la noción de americanidad, el concepto de integración, su idea de la soberanía nacional y la autodeterminación de los pueblos, la defensa de los derechos humanos, la revalorización de la historia, etc., sin embargo, sólo destacaremos en esta oportunidad su concepción de lo que hoy llamamos “desarrollo endógeno”. De no ser porque sabemos que leemos un texto escrito en el siglo XVIII creeríamos que se trata de la obra de un contestatario de la actualidad, de uno de esos muchachos que protestan contra la globalización y el control de las grandes potencias sobre las naciones del sur. Cámbiese España por cualquier metrópoli extranjera y veremos que nada ha cambiado. Dice: ¿Qué maravilla es pues, si con tanto oro y plata, de que hemos casi saciado al universo, poseamos apenas con qué cubrir nuestra desnudez? ¿De qué sirven tantas tierras tan fértiles, si además de la falta de instrumentos necesarios para labrarlas, nos es por otra parte inútil el hacerlo más allá de nuestra propia consumación? Tantos bienes, como la naturaleza nos prodiga, son enteramente perdidos; ellos acusan la tiranía que nos impide el aprovecharlos, comunicándonos con otros pueblos (…) Con nuestros tesoros inmensos no hemos comprado sino miseria y esclavitud.
Juan Pablo Viscardo y Guzmán no se limita a hacer la crítica a un sistema imperial que nos impide nuestro desarrollo a partir de nuestros recursos y en favor del bienestar de los habitantes de nuestros pueblos, sino que, además, se plantea la lucha por invertir el proceso de explotación a que somos sometidos y a suplantarlo por la independencia y la prosperidad económicas. Exhorta a que:
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aproximaciones al socialismo nuestroamericano
Bajo cualquier aspecto que sea mirada nuestra dependencia… se verá que todos nuestros deberes nos obligan a terminarla (…) No hay ya pretexto para excusar nuestra apatía si sufrimos más largo tiempo las vejaciones que nos destruyen: se dirá con razón que nuestra cobardía las merece. Nuestros descendientes nos llenarán de imprecaciones amargas cuando mordiendo el freno de la esclavitud que habrán heredado, se acordaren del momento en que para ser libres no era menester sino el quererlo.
Tenía razón el peruano Juan Pablo Viscardo y Guzmán: “no hay ya pretexto para excusar nuestra apatía si sufrimos más largo tiempo las vejaciones que nos destruyen”. América Latina vive nuevamente un momento histórico en que “para ser libres no es menester sino el quererlo”. Paraguay independiente
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En América Latina existen experiencias que demuestran que el desarrollo endógeno es posible. Un ejemplo de ello lo tenemos en el Paraguay del siglo XIX (1814-1865), una nación que en esa época pudo alcanzar la autarquía, la independencia económica y la prosperidad. Experiencia que fue liquidada por las potencias imperiales en alianza con obedientes cipayos latinoamericanos a través de la Guerra de la Triple Alianza (1864-1870). Paraguay se erguía como una excepción en América Latina: la única nación que el capital extranjero no había deformado. El gobierno de Gaspar Rodríguez de Francia (1814-1840)
capítulo xviii. el desarrollo endógeno
Había incubado, en la matriz del aislamiento, un desarrollo económico autónomo y sostenido (…) No había grandes fortunas privadas cuando Francia murió, y Paraguay era el único país de América Latina que no tenía mendigos, hambrientos ni ladrones; los viajeros de la época encontraban allí un oasis de tranquilidad en medio de las demás comarcas convulsionadas por las guerras continuas. El agente norteamericano Hopkins informaba en 1845 a su gobierno que en Paraguay “no hay niño que no sepa leer y escribir”. Era también el único país que no vivía con la mirada clavada al otro lado del mar. El comercio exterior no constituía el eje de la vida nacional; la doctrina liberal, expresión ideológica de la articulación mundial de los mercados, carecía de respuestas para los desafíos que Paraguay, obligado a crecer hacia dentro por su aislamiento mediterráneo, se estaba planteando desde principios de siglo. Los posteriores gobiernos de Carlos Antonio López y su hijo Francisco Solano continuaron y vitalizaron la tarea. La economía estaba en pleno crecimiento2.
Simón Rodríguez y Bolivia De igual manera, hacia el desarrollo endógeno apuntaba el plan que Simón Rodríguez quiso poner en práctica en el Alto Perú en 1826. El propósito era crear un modelo de República fundada en patrones que hoy podríamos calificar de endógenos, y cuya influencia pretendía irradiar por toda la América. Vale la pena explicar las circunstancias específicas en que se desarrolló el proyecto. 2
Eduardo Galeano, Las venas abiertas de América Latina. Ciudad de México, Siglo Veintiuno Editores, 1971, p. 245.
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aproximaciones al socialismo nuestroamericano
Simón Rodríguez decidió trasladarse de Europa hacia Hispanoamérica para ayudar en la reconstrucción de las nuevas naciones recién emancipadas porque: “En la América del Sur –las Repúblicas están Establecidas, pero no Fundadas. Es un deber de todo ciudadano instruido el contribuir con sus luces a fundar el Estado, con su persona y bienes a sostenerlo”3. Para ello se plantea formar la mente, el espíritu y los brazos de los habitantes de América, a fin de hacerlos ciudadanos republicanos ya que “…para hacer repúblicas es menester gente nueva; de la que se llama decente lo más que se puede conseguir es que no ofenda”4. Hay que destacar que Simón Rodríguez vivía con relativa holgura en Europa, donde residía desde hacía más de 20 años. Hablaba varios idiomas, era conocido entre los círculos de pensadores y activistas políticos, varios de ellos socialistas, con quienes alternaba y, además, contaba con cierto patrimonio producto de su iniciativa y trabajo: “Yo he sido el único americano del sur que haya ido a Europa no con el fin de derrochar fortuna, sino con el de adquirirla”5. De modo que Simón Rodríguez vino a América no por necesidad financiera, ni porque no se hubiese adaptado a la vida en el viejo continente, ni porque añoraba el clima tropical. Simón Rodríguez dejó en Europa una vida de relativa comodidad para incorporarse al proyecto independentista como formador de conciencias y creador de repúblicas. Conocía de primera mano las propuestas pedagógicas, políticas y económicas más avanzadas de entonces, muchas de las cuales incorporaban precisamente lo que ahora llamamos “desarrollo endógeno”.
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3
Simón Rodríguez, Cartas. Caracas, Universidad Simón Rodríguez, 2001, p. 77.
5
Guillermo Briceño Porras, El extraordinario Simón Rodríguez. Caracas, Fondo Editorial Ipasme, 2005, p. 29.
4
Ibídem, p. 153.
capítulo xviii. el desarrollo endógeno
Llegó a Bogotá en 1823. Espera durante año y medio para reunirse con Bolívar. Mas no pierde tiempo. Emprende la labor de organizar una “Escuela Industrial Pública de Artes y Oficios” en la que se formaba a los muchachos y muchachas humildes en y para el trabajo, en y para la ciudadanía. En el proyecto invierte todo su dinero: los 64.000 duros que ha traído de Europa. Se queda sin recursos económicos y a partir de entonces depende exclusivamente del respaldo que le brinden a su proyecto. Cuando finalmente se encuentra con Bolívar, en enero de 1825, deciden llevar a cabo el plan que ambos fraguaron y estimaban prioritario en tiempos de paz: una república endógena cimentada en la educación popular, la cual consiste en la formación de una conciencia ciudadana aunada a la ejecución de un trabajo útil fundado en relaciones de cooperación y no de sometimiento, para de este modo establecer una nueva república con un fuerte contenido social. El lugar donde se iniciaría el plan sería el Alto Perú. Allí se realizaría el primer ensayo, una República modelo, que luego se multiplicaría por toda la América Meridional. Para ello Bolívar lo nombra director de Educación, Beneficencia y Economía: Yo era el brazo derecho del gobierno –dice Rodríguez–. Yo me había ofrecido a concurrir con mis conocimientos y con mi persona a la creación de un Estado. Estaba allí, por hacer una gran favor al país dirigiendo su economía6.
Simón Rodríguez trabaja tenazmente fundando escuelas en los pueblos por donde pasa junto con Bolívar. Esas instituciones educativas eran verdaderos 6
Simón Rodríguez, Cartas, ob.cit., p. 62.
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centros de gestión endógena. Se estaban echando las bases de una sociedad justa, socavando la inicua sociedad segregacionista existente: No se niega que algunos habrían perdido en la mudanza. Los burros, los bueyes, la ovejas y las gallinas pertenecerían a sus dueños –de la GENTE NUEVA no se sacarían pongos para las cocinas, ni cholas para llevar la alfombra detrás de las señoras– al entrar a las ciudades no se dejarían agarrar por el pescuezo (a falta de camisa) para ir por orden de los asistentes a limpiar las caballerizas de los oficiales, ni a barrer las plazas, ni a matar perros aunque fuesen artesanos– los caballeros de las ciudades no encargarían indiecitos a los curas, y , como no vendrían, los arrieros no los venderían en el camino… lo demás lo saben los hacendados7.
Bolívar debe continuar en campaña. Se traslada a Lima, pero le encomienda a Simón Rodríguez llevar a cabo el proyecto acordado. Rodríguez asume el reto. Acepta quedarse solo en Bolivia para cumplir su tarea. Únicamente pide una cosa: DÉNSEME MUCHACHOS POBRES o dénseme los que los hacendados declaran libres al nacer o no pueden enseñar o abandonan por rudos, o porque ya están grandes; o dénseme los que la Inclusa (casa de expósitos) bota porque no pueden mantenerlos o porque son hijos ilegítimos.
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7
Simón Rodríguez, Sociedades americanas. Caracas, Fundación Biblioteca Ayacucho, 1990, p. 323.
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Los intrigantes que defendían los intereses de los privilegiados y la falta de visión de quienes debían respaldarlo se encargaron de echar por tierra un riguroso programa de desarrollo endógeno orientado hacia la creación de un nuevo tipo de sociedad. De haberse consumado: El Alto Perú sería hoy un ejemplo para la América meridional: allí se verían las cosas verdaderamente nuevas: 1.- Un fondo aplicado a lo que todos llaman OBRAS DE BENEFICENCIA aumentando en lugar de disminuir. 2.- Un bajo pueblo, condenado (como en todas partes) a la miseria y propenso al desorden… convertido en GENTE DECENTE. 3.- Una milicia compuesta de 12 mil jóvenes (por lo menos) sin costar un centavo al erario (…) armada y pertrechada con el trabajo de sus manos y pagando una contribución personal al estado, en lugar de cobrarle sueldo. 4.- En los 4 años que han corrido desde enero del 26, en que se dio principio al establecimiento en Chuquisaca, habría (a lo menos) 25.000 personas ocupadas (con propiedad, por consiguiente) –instruidas en sus deberes morales y sociales (por consiguientes republicanas y adictas al gobierno)–, los campos estarían cultivados y los labradores tendrían casas bien construidas, amobladas y limpias– estarían decentemente vestidos –se divertirían con moderación y entenderían de sociedad… en una palabra, serían CIUDADANOS. (…) No habría amos, porque no habría ESCLAVOS –ni TÍTERES, porque no habría quien los hiciese BAILAR– ni guerras porque no habría a quien arrear al matadero (…) LOS AMERICANOS estarían viendo el suelo que pisan, no
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mirando las estrellas (…) Buscando su vida en el trabajo, no rezando el padre nuestro, para pedir qué almorzar; contando con lo que tienen, no con lo que les promete el que no tiene qué dar8.
La oportunidad había sido boicoteada. Pero allí están los escritos de Simón Rodríguez para orientarnos en la ejecución de los proyectos endógenos que en el pasado fueron pisoteados. Es necesario que los pueblos conozcan la obra de este hombre extraordinario, cuyo legado no se circunscribe al ámbito pedagógico como algunos han querido hacer ver, sino que como político integral se planteó hacer de la concientización y el trabajo liberador las palancas fundamentales para organizar repúblicas con vocación endógena, impregnadas de un fuerte contenido social. José Martí y Cecilio Acosta, hermanados en un mismo
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ideal
El líder José Martí y el escritor Cecilio Acosta eran amigos. Cuando el cubano estuvo en Venezuela, durante el primer semestre de 1881, visitó al venezolano en su “casita blanca”, allá por los altos mirandinos. Pasaron horas hablando de literatura, de política, de América. Los unía su pasión por los pobres de la tierra por quienes ambos su suerte echaron. Pero su interés en los más necesitados no era simplemente descriptivo. No se conformaban con su situación y, al igual que Simón Rodríguez, expusieron proyectos para que éstos, apoyándose en nuestros 8
Simón Rodríguez, Cartas, ob.cit., pp. 72-73.
capítulo xviii. el desarrollo endógeno
propios recursos naturales, salieran de la pobreza y forjaran la prosperidad integral y la plena independencia del país. La solución que los dos amigos daban al problema era la misma: el desarrollo endógeno, fundado en el trabajo, con todos y para el bien de todos. Las ideas de José Martí al respecto están expuestas en una variedad artículos de prensa, escritos en diversos momentos de su vida. En uno de ellos, titulado “Una Escuela de Artes y Oficios en Honduras”, escrito junio de 1884, plantea: Allí, como en todas partes, el problema está en sembrar. La Escuela de Artes y Oficios es invención muy buena (…) Una semilla que se siembra no es solo la semilla de una planta, sino la semilla de la dignidad. La independencia de los pueblos y su buen gobierno vienen sólo cuando sus habitantes deben su subsistencia a un trabajo que no está a la merced de un regalador de puestos públicos. La gente de peso y previsión de esos países nuestros ha de trabajar sin descanso por el establecimiento inmediato de estaciones prácticas de agricultura y de un cuerpo de maestros viajeros que vayan por los campos enseñando a los labriegos y aldeanos las cosas de alma, gobierno y tierra que necesitan saber.
Para sorpresa de muchos de nosotros, Martí insiste en el cultivo y comercialización de un producto que consideraba el mejor del mundo para su época: ¡el té de Bogotá! Por si acaso hay algún descreído que pudiera pensar que este gran hombre sólo se ocupaba de temas políticos generales, nos vemos obligados a citarlo cuando habla de nuestras ventajas naturales, defiende soluciones concretas e impulsa eso que hoy llamamos desarrollo endógeno:
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aproximaciones al socialismo nuestroamericano
Una de las más notables riquezas naturales de América es el té bogotano (…) El té de Bogotá se usa apenas se cosecha; y aun así nutre y combate con éxito la clorosis y la anemia, y no hay tónico ni substancias purgantes que en sus efectos generales le aventaje (…) De modo que resulta que no solo es el té de Bogotá un té agradable y sano, sino que no lo hay mejor: pues entre los mismos de Asia, solo el té imperial, reservado a emperadores y mandarines, tiene las condiciones que el té común de Bogotá posee. Corren a veces por nuestros campos los partidarios de este o de aquel presidente: ¡qué bueno fuera que se levantara en la tierra de Colombia un bando de partidarios del té de Bogotá!9.
Así va Martí por toda América, como quien conduce a toda velocidad un potro que ha de llevar noticias de esperanza a nuestros pueblos. Para que nadie decaiga y tengamos fe en nosotros mismos. No se cansa, siempre está –este hombre hecho como de rayos, este hombre que en nuestras tierras siempre avizora prosperidad– impulsando, difundiendo, hablando de nuestras posibilidades como naciones y como pueblos. No hay lugar de América donde no vislumbre un brote de optimismo, no hay rincón donde no vea un destello de luz, y en cada explotado que encuentra avizora un ser libre. Este americano que protesta porque “las maravillas ajenas cantamos, como si no las tuviéramos propias”. Los mismos principios de independencia y desarrollo fueron enarbolados por su amigo Cecilio Acosta, ese que decía: “…con vosotros hablo, apóstoles de una religión que ya no existe, hombres que pretendéis detener a gritos el torrente
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La América, Nueva York, abril de 1884.
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que salva la montaña”. En efecto, Cecilio Acosta insistía en su obra Cosas sabidas y cosas por saberse, escrita en 1856: El taller es hoy el palacio del ciudadano (…) La agricultura que da granos y materias primas, el comercio que las trasporta, la mano de obra y las fábricas, que les labran y les hacen formas y tamaño, son ramos todos tributarios del taller, adonde llevan sus aguas como al mar. Allí están las creaciones de la inventiva, y los frutos del sudor (…) La vida es obra, y los pueblos que más obren, serán los más civilizados. La acción debe ser varia para que sea abundante, cooperativa para que sea eficaz, ilustrada para que sea provechosa (…) En la sociedad no importa tanto el número que se cuenta, cuanto el número que tiene la capacidad y los medios para el trabajo. Quien sabe, puede, quien puede, produce; y si la cosecha es más rica conforme el saber más se difunda (…) Así el país prospera, la riqueza abunda, la enseñanza se hace práctica.
De un modo lapidario exigía: “Enséñese lo que se entienda, enséñese lo que sea útil, enséñese a todos; y eso es todo”. Éstos eran los postulados que unían a Cecilio Acosta y a José Martí. Éstos son los principios que han de unir a los individuos de toda América que quieren construir naciones dignas e independientes, para que no haya más países esclavos y atrasados, para que no haya más pobreza.
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Algunas experiencias recientes En América Latina ha llegado la hora de poner en práctica los principios del desarrollo endógeno que intentamos impulsar en el pasado y que los oligarcas cipayos y los imperialismos voraces han enfrentado. En la actualidad se diseñan y ejecutan proyectos endógenos en las naciones cuyos gobiernos se han planteado romper con la dependencia y el atraso que genera el circuito de producción, distribución y consumos capitalistas. Hacia allá deben apuntar nuestros planes de soberanía económica, política y cultural. En Bolivia, por ejemplo, se creó la Universidad Indígena Tupaj Katari, cuya misión es impulsar: La Educación Superior para todos los comunarios y no comunarios en el Modelo de Ayllu, cuyos principios ideológicos son la liberación, organización política comunal, la producción comunal, la revalorización de nuestra identidad cultural, la solidaridad y reciprocidad andinas. Principios que deben incorporarse al currículo académico mediante la investigación de la problemática nacional socio-económico-ecológico-político (…) Logramos el desarrollo integral (económico-sociopolítico-ecológico) co-sustentable de nuestras comunidades, generando recursos económicos. Nuestras cooperativas experimentales son industrias y empresas altamente rentables. Se frena la migración del campo a la ciudad con el fenómeno inverso. El campo ofrece fuentes de empleo con calidad de vida. Nuestros hijos jóvenes se quedan en las comunidades. Amawt’as, padres, madres e hijos construimos juntos la profesionalización de todos los comunarios de las naciones origina-
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rias. Nuestras Universidades instaladas en toda la nación son polos de desarrollo en base a la industrialización de los recursos naturales de cada zona ecológica originando el crecimiento económico a gran escala. Nuestras Universidades forman un Sistema de Universidades a nivel nacional10.
En Venezuela, ha habido muchas personas han diseñado planes de desarrollo endógeno. Es el momento de recoger sus aportes. Recientemente un grupo de maravillosos alucinados dirigido por un viejo rebelde llamado Carlos Lanz ha emprendido la puesta en práctica de un proyecto agroecológico de soberanía y seguridad alimentaria denominado Manos a la Siembra. Docentes, campesinos, estudiantes andan por todo el país facilitando talleres, creando conciencia, cuidando el ambiente, haciendo semilleros autóctonos, construyendo adobes, rescatando sabores, recreando la sabiduría popular, elaborando abono orgánico y biofertilizantes, evitando las plagas y las enfermedades de las plantas, practicando el reciclaje, enfrentando la agroindustria antinacional y el monopolio en la cadena de transformación y distribución de alimentos, combatiendo la imposición de patrones de consumo ajenos a nuestra realidad, atacando el plan de desabastecimiento orquestado por sectores de la oposición al Gobierno Bolivariano, impulsando la “Ciencia con Conciencia, la Tecnología con Pertinencia”, fomentando los Núcleos Endógenos de Desarrollo Agrario Sustentable (Nedas). Iniciativas como las mencionadas, con todo y sus limitaciones propias de los procesos, son indispensables para alcanzar el desarrollo integral de nuestras 10
Disponible en http://www.katari.org/universidad-indigena-tupak-katari/
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aproximaciones al socialismo nuestroamericano
naciones. Sin desarrollo endógeno no habrá autodeterminación de los pueblos ni socialismo. Sin socialismo no habrá desarrollo endógeno. El bienestar de las comunidades, la riqueza integral de nuestros países, la soberanía nacional, la preservación de la cultura autóctona y la felicidad de nuestra gente dependen, en buena medida, de que ello se haga realidad.
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CAPÍTULO XIX
La conciencia y la cultura de la paz
En política, quien no olvida, no vence, quien no perdona, no triunfa. Flojos ya y sin fuerza los resortes de los partidos, amellados los filos de los odios, sin crédito los apellidos de bando, diezmadas las poblaciones por la guerra, cansados los ánimos, yo no veo más que un pensamiento común: el pensamiento de la paz. Cecilio Acosta Una vez en ese pueblo se declaró la guerra mundial, y viendo un general el hermoso caballo que comía jardines, se montó en él y se lo llevó para esa guerra mundial que había ahí, diciéndole: mira caballo, déjate de jardines y de maricadas de esas y ponte al servicio de tal y cual cosa, que yo voy a defender los principios y tal, y las instituciones y tal, y el legado de yo no sé quién, y bueno, caballo, todas esas lavativas que tú sabes que uno defiende. Aquiles Nazoa La paz no es solamente la ausencia de la guerra; mientras haya pobreza, racismo, discriminación y exclusión difícilmente podremos alcanzar un mundo de paz. Rigoberta Menchú
La paz: única condición y único camino para el adelanto de los pueblos La conciencia y la cultura de la paz son principios fundamentales en la nueva sociedad socialista. Una visión del cosmos que implica respetar el todo y no
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lesionar a nadie. Esa conciencia nace de una compenetración del individuo consigo mismo, con la vida de todos los seres y con el universo. Por ello, la paz es la condición fundamental para que prospere la vida, se difundan las distintas formas culturales, se desarrollen la ciencia y las tecnologías humanistas, y se conserve el equilibrio ecológico. Como enfatizaba Bolívar: “De la paz se pueden esperar todos los bienes y de la guerra nada más que desastres”. También Sucre insistía: “La guerra siempre es un mal. Nuestra América necesita la paz, y yo soy de la opinión de buscarla a toda diligencia”. Y Cecilio Acosta (1818-1881), en Cosas sabidas y cosas por saberse, enfatizaba: La paz, la ves. Éste es uno de aquellos beneficios que no forman algazara, que de ordinario no se aprecian, sino que más bien se malbaratan, y la única condición y el único camino para el adelanto de los pueblos. Ella es la que acerca y doctrina a los hombres, la que los atrae y liga por el comercio, la que los une y hace amigos en los mercados, la que uniforma los intereses por el espíritu de asociación, que nace luego del tráfico, la que hace florecer las artes e industrias, primera causa de apego al suelo y fundamento de amor patrio, la que preside a las deliberaciones comunes, la que hace conocer y satisface las necesidades colectivas.
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Sólo la paz es garantía de vida y prosperidad. La paz interior, individual, que aporta serenidad, autoconocimiento, evolución espiritual, bienestar personal, templanza; y la paz social, colectiva, que propicia la armónica convivencia con los seres humanos, la naturaleza y el cosmos. Esa conciencia de paz germina en el fuero interno de cada persona y se proyecta hacia la sociedad y los ecosistemas.
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Es una actitud ante la vida. Por eso Gandhi afirmaba: “En los caminos hacia la paz, la paz es el camino”. La violencia, en sus distintas manifestaciones, forma parte de la dinámica de las sociedades fundadas en la explotación. Engendra sufrimiento, exterminio, devastación. Por ello, el analista inglés Ernst Friedrich Schumacher (1911-1977) afirmaba: Es doblemente quimérico el construir la paz sobre fundamentos económicos que, al mismo tiempo, descansan sobre el fomento sistemático de la codicia y la envidia, fuerzas que verdaderamente sumergen al hombre en un estado de conflicto (…) Tal vida necesariamente enfrenta al hombre con su prójimo y a las naciones entre sí, porque las necesidades del hombre son infinitas y la infinitud puede ser alcanzada solo en el reino de lo espiritual1.
El capitalismo es la violencia llevada a su máxima expresión. Ha sido, en toda la historia de la humanidad, la principal fuente de destrucción de la vida en el planeta. El ansia de poder, posesión y lucro motivan sus acciones; es insensible e intolerante, genocida, etnocida y ecocida; desprecia cualquier forma de vida; extermina la diversidad cultural; sus guerras imperialistas causan muertes, enfermedades, desolación a millones de seres humanos; su modelo de acumulación de riquezas ha diezmado flora, fauna y recursos; ha alterado el equilibrio del planeta causando el agrietamiento de la capa de ozono, desertización, inundaciones, 1
Lo pequeño es hermoso. Barcelona, Ediciones Orbis, 1983, p. 39.
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sequías, tormentas, olas de frío o de calor, disminución del agua potable y epidemias. En fin, el capitalismo ha puesto en peligro el planeta tierra. Las posibilidades de subsistencia del ser humano. Las condiciones para la vida misma. Ha envilecido el alma de las personas. Es el heraldo de la violencia y la muerte. Presagia tristeza y miedo. En su discurso “Salvemos al planeta del capitalismo” nos dice el camarada Evo Morales:
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La competencia y la sed de ganancia sin límites del sistema capitalista están destrozando el planeta. Para el capitalismo no somos seres humanos sino consumidores. Para el capitalismo no existe la madre tierra sino las materias primas. El capitalismo es la fuente de las asimetrías y desequilibrios en el mundo. Genera lujo, ostentación y derroche para unos pocos mientras millones mueren de hambre en el mundo. En manos del capitalismo todo se convierte en mercancía: el agua, la tierra, el genoma humano, las culturas ancestrales, la justicia, la ética, la muerte... la vida misma. Todo, absolutamente todo, se vende y se compra en el capitalismo. Y hasta el propio “cambio climático” se ha convertido en un negocio (…) Mientras no cambiemos el sistema capitalista por un sistema basado en la complementariedad, la solidaridad y la armonía entre los pueblos y la naturaleza, las medidas que adoptemos serán paliativos que tendrán un carácter limitado y precario. Para nosotros, lo que ha fracasado es el modelo del “vivir mejor”, del desarrollo ilimitado, de la industrialización sin fronteras, de la modernidad que desprecia la historia, de la acumulación creciente a costa del otro y de la naturaleza. Por eso propugnamos el “vivir bien”, en armonía con los otros seres humanos y con nuestra Madre Tierra (…) La humanidad es capaz de salvar al planeta si recupera los principios de la solidaridad, la complementariedad y la armonía con la naturaleza,
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en contraposición al imperio de la competencia, la ganancia y el consumismo de los recursos naturales2.
Los socialistas somos portavoces de esa conciencia espiritual, de esa cultura de la paz. Construiremos una sociedad basada en la no violencia. Para nosotros, como escribió Víctor Hugo: “Toda guerra entre hombres es una guerra entre hermanos; la única distinción que puede hacerse es la de guerra justa y guerra injusta”. En efecto, no somos apologistas de la violencia o la guerra en ninguna de sus manifestaciones, salvo de la guerra popular revolucionaria en defensa de los pueblos y de la soberanía nacional, como fue el caso de Vietnam en el sudeste asiático y de las naciones y pueblos suramericanos y caribeños en su lucha contra los colonialismos europeos y el imperialismo estadounidense. O la experiencia de los indígenas y campesinos mexicanos de Chiapas quienes, en respuesta a la entrada en vigencia –a partir de enero de 1994– del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, fundan el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), “Un ejército conformado por hombres y mujeres que se hicieron soldados para que un día, no muy lejano, ya no sean necesarios los soldados”. Esa misma dialéctica que mostró el revolucionario venezolano Argimiro Gabaldón, quien como muchos otros se vio obligado a tomar las armas para defender los ideales de igualdad y justicia: “No soy un guerrero, nunca lo había pensado ser, amo la vida tranquila, pero si mi pueblo y mi patria necesitan guerreros, yo seré uno de ellos, y este pueblo nuestro los ha parido por millones cuando los ha necesitado”. 2
Disponible en http://latinoamericana.org/2010/info/docs/MoralesSalvemosAlPlaneta.pdf
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El socialismo humanista latinoamericano del nuevo siglo preconiza la cultura de la paz y la vida, en oposición a la praxis capitalista de la violencia y la muerte. Hemos aprendido de la gran marxista Rosa Luxemburgo (1870-1919), quien a comienzos del siglo XX presagiaba: …la alternativa es Socialismo o Barbarie. Estamos situados hoy ante esta elección: o bien el triunfo del imperialismo y decadencia de toda civilización como en la Roma antigua, la despoblación, desolación, la tendencia a la degeneración, un enorme cementerio; o bien la victoria del socialismo.
El modo de producción capitalista está llevando al mundo y a la humanidad a su extinción. Lo acompaña la sombra de la angustia y la muerte. El filósofo y ecólogo brasileño Leonardo Boff (n. 1938), en el artículo titulado “¿Cuál será el futuro de nuestros nietos?” (28 de agosto de 2009), alerta: Los pronósticos de los especialistas más serios son amenazantes. Hay una fecha fatídica o mágica de la que hablan siempre: el año 2025. Casi todos afirman que si ahora no hacemos nada o no hacemos lo suficiente, la catástrofe ecológicohumanitaria será inevitable…
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Millones de personas están condenadas a ser desempleados estructurales, es decir, que no volverán a ingresar en el mercado de trabajo, ni siquiera quedarán como ejército de reserva del proceso productivo. Simplemente son prescindibles. ¿Qué significa quedar desempleado permanentemente sino una muerte lenta y una desintegración profunda del sentido de la vida? Añádase
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además que hasta esa fecha fatídica están pronosticados de 150 a 200 millones de refugiados climáticos. El informe hecho por 2.700 científicos State of the Future 2009 (O Globo de 14/07/09) dice enfáticamente que debido principalmente al calentamiento global, hacia 2025, cerca de tres mil millones de personas no tendrán acceso a agua potable. ¿Qué quiere decir eso? Sencillamente, que esos miles de millones, si no son socorridos, podrán morir de sed, deshidratación y otras enfermedades. El informe dice más: la mitad de la población mundial estará envuelta en convulsiones sociales a causa de la crisis socio-ecológica mundial.
Paul Krugman, Premio Nobel de Economía de 2008, escribió recientemente: “Si el consenso de los especialistas económicos es pésimo, el consenso de los especialistas del cambio climático es terrible”. Y comenta: “…si actuamos como hemos venido haciéndolo, no el peor escenario, sino el más probable será la elevación de las temperaturas que van a destruir la vida tal como la conocemos”. A problemas graves, soluciones sencillas A veces, al lado de las soluciones estructurales hay que incorporar pequeños remedios que enlazados entre sí producen grandes cambios: Sabemos –dice Fidel Castro en sus Reflexiones de 2007– que la mayoría de las guerras en las últimas décadas tienen como factor central el control de fuentes
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de energía. El consumo de energía es garantizado a sectores privilegiados (…) El papel de los países periféricos es producir energía barata para los países ricos centrales, lo que representa una nueva fase de colonización (…) Lo peor puede estar por venir: una nueva guerra para asegurar los suministros de gas y petróleo, que coloque la especie humana al borde del holocausto total.
Fidel propone una sencilla manera de ahorrar inversión y energía, con lo cual se atenúa la voracidad energética que genera tantas guerras:
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Todos los países del mundo, ricos y pobres, sin excepción alguna, podrían ahorrarse millones de millones de dólares en inversión y combustible simplemente cambiando todos los bombillos incandescentes por bombillos fluorescentes (…) Hemos suministrado datos sobre el ahorro que significa la simple sustitución de bombillos incandescentes por bombillos fluorescentes a partir de cálculos aproximados. Son cifras seguidas por 11 y 12 ceros. La primera se corresponde con cientos de miles de millones de dólares en ahorro de combustible cada año, y la segunda con millones de millones de dólares en la inversión necesaria para producir esa electricidad simplemente cambiando bombillos, lo que significa menos del 10 por ciento del conjunto de gastos y considerable ahorro de tiempo. Lo que se impone de inmediato es una revolución energética que consiste no solo en la sustitución de todas las luminarias incandescentes, sino también en el reciclaje masivo de todos los equipos domésticos, comerciales, industriales, transporte y de uso social, que con las tecnologías anteriores requieren dos y tres veces más energía. Todo esto unido a la producción creciente de gas, que ya purificado se convierte en una fuente inestimable de electricidad sin afectar el medio ambiente y aporta cientos de millones de dólares cada año.
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Fidel nos invita a construir una cultura de la paz que suplante la civilización del terror y la muerte: Si los esfuerzos que hoy Cuba realiza los llevaran a cabo todos los demás países del mundo, ocurriría lo siguiente: 1º Las reservas probadas y probables de hidrocarburos durarían el doble. 2º Los elementos contaminantes que hoy lanzan estos a la atmósfera se reducirían a la mitad. 3º La economía mundial recibiría un respiro, ya que un enorme volumen de medios de transporte y equipos eléctricos deben ser reciclados. 4º Una moratoria de 15 años sin iniciar la construcción de nuevas plantas electronucleares podría ser proclamada3.
Manifiesta que se debe invertir en la paz generadora de vida, y no en la guerra productora de muerte. Cuando Gran Bretaña construyó un moderno submarino bélico a un costo astronómico, el líder cubano señaló: “Lo que más asombra es que con tal suma se podrían formar 75 mil médicos y atender 150 millones de personas (…) Si se desea, podrían construirse 3 mil policlínicos sofisticadamente equipados, diez veces los que posee nuestro país”. Una propuesta factible de protección del planeta nos formula, también, Rafael Correa en la V Cumbre de las Américas (abril de 2009): Si yo tengo que comprar un tractor y necesito un tractor de Estados Unidos, yo tengo que pagar, dar una cantidad de dinero de la producción de mi país para adquirir ese tractor; pero si Estados Unidos, el más grande contaminador del Planeta, quiere respirar el aire puro de la Cuenca Amazónica, no tiene que darnos 3
Disponible en http://www.cuba.cu/gobierno/reflexiones/reflexiones.html
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absolutamente nada. Esa lógica, perversa, individualista, egoísta, tiene que cambiar por una lógica de justicia, y ya hay propuestas concretas.
La oferta consiste en sacrificar parte de los ingresos que la nación ecuatoriana obtendría por concepto de comercialización de hidrocarburos, a cambio del pago de unas bonificaciones como retribución por la ayuda en el proceso de descontaminación del planeta. Nosotros hemos presentado al Planeta entero, la alternativa de dejar en el subsuelo las más grandes reservas o una de las más grandes reservas de petróleo en nuestro país, cerca de 900 millones de barriles, petróleo que se necesita para el desarrollo del país. Pero pedimos que se compense por ese gran sacrificio que hace el país, al menos con la mitad del ingreso al que estamos renunciando. Y para ello, hemos girado certificados de garantía del Yasuní, que así se llama el Parque Nacional, donde están nuestras reservas petroleras. Nos comprometemos, ante los que compren esos certificados, a dejar ese petróleo en el subsuelo; eso evitaría enviar a la atmósfera 410 millones de toneladas de carbón. Ya hay una propuesta concreta, que contribuye a evitar el calentamiento global, pero contribuye a muchas otras cosas, a romper esta lógica económica individualista, por ir a una lógica económica de justicia, compensando la generación de valor, no solo la generación de mercancías y permitiendo a nuestros países transitar de una economía primaria extractiva, a economía generadora de servicio4.
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Disponible en http.discurso-de-rafael-correa-durante-v-cumbre-delaamericas&Itemid=13
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La paz sea contigo En ese sentido, hay que tener presente las ideas ecologistas y conservacionistas de Simón Bolívar, quien promulgó y puso en práctica una serie de decretos para proteger la flora, la fauna, la tierra, los ríos y la vida del ser humano. Entre estas medidas están el decreto de Chuquisaca, fechado el 19 de diciembre de 1825 y el de Guayaquil del 31 de julio de 1829. El propósito fundamental era el desarrollo endógeno y la soberanía económica como condiciones para la conquista de la paz integral. De acuerdo con el naturista venezolano Francisco Tamayo (1902-1985) los principios ecológicos básicos, implícitos en los decretos de Bolívar, son los siguientes: a. No se debe actuar contra la naturaleza porque ella es matriz, sustancia y mantenimiento de la vida. b. El hombre, para sobrevivir, debe estudiar la naturaleza, conocer su estructura y funcionamiento, tanto físico-químico, como biológico. c. Ese conocimiento le permitirá a los seres humanos, encontrar formas de acomodación compatibles con la subsistencia del hombre y el mantenimiento de los recursos. d. Los recursos naturales renovables poseen una cierta capacidad de regeneración, de mantenimiento, que no debe sobrepasarse; por el contrario, debe aumentarse el nivel de producción, reforzando los elementos en que fallare o que aminoraren al tomar la cosecha. e. Hay una relación mutua, de interdependencia, de causa y efecto, de asociación, de sucesión, entre los recursos naturales y el hombre como usufructuario supremo.
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f. La especie humana, dependiente y beneficiaria como lo es de los recursos naturales, debe, como norma de prudente y de precavida administración, ser cauta en el uso de tales dones. g. Estos dones, por sobre todos los títulos, constituyen un patrimonio de la humanidad, de ahora y de siempre.
También el aporte de la cosmovisión de los pueblos indígenas originarios es fundamental para revisar y replantearse la relación de la humanidad con el ambiente. La revolución boliviana, dirigida por Evo Morales, rescata el principio Suma Qamaña o Bien vivir que consiste en el respeto a nuestra biosfera; en preservar el bienestar y el equilibrio, para que todos los seres vivos, hijas e hijos de la Pachamama o Madre Tierra, sean útiles y felices. Este principio nos ayuda a plantear un desarrollo integral que no se limita al desarrollo económico, sino que también es social y ambiental. Un desarrollo donde los hombres practican la reciprocidad (el ayni) y el respeto en su relación con el mundo que nos rodea; sobre todo con la Pachamama, vientre donde todos vivimos y al cual estamos unidos por un frágil cordón umbilical. El filósofo boliviano Fernando Huanacuni Mamani lo expresa con estas palabras:
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El principio de Occidente busca dominar la naturaleza, pero desde el principio (indígena) originario no se busca dominar nada (…) tampoco cabe el concepto de explotación de nada ni de nadie, porque nada ni nadie es útil solo para uno, ni el propósito de las demás formas de existencia es sólo el beneficio del ser humano (…) El horizonte de toda relación complementaria es Vivir Bien, cuidando y respetando toda forma de existencia; cuidando y respetando la vida (…) Cuando
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se quiebra la armonía y el equilibrio del Ser Humano con la madre Tierra, surge también la violencia5.
Ahora más que nunca, en este momento de la historia, la disyuntiva es: socialismo o capitalismo. Que es lo mismo que decir: paz o violencia, vida o capitalismo, socialismo o muerte. Definitivamente, el socialismo simboliza la cultura de la paz y la vida, en contraposición al capitalismo, encarnación de la violencia y la muerte. Y en la actualidad, cuando experimentamos una profunda crisis financiera y económica mundial, la alternativa debe ser estructural y planetaria. En América Latina la situación es especialmente angustiante. El capitalismo ha depredado el ambiente para extraer recursos de las naciones pobres, donde la legislación lo permite. Nuestro papel es producir energía barata para las naciones del llamado Primer Mundo. Ahora van por el Amazonas, pulmón e hidrante de todo el planeta. Desde allí, según Leonardo Boff, se escuchan los gritos de la humanidad: El grito de los pueblos originarios, obligados a trasladarse y a perder sus tierras, tradiciones y culturas; el grito de la tierra, apropiada ilegalmente y devastada por la ganancia de lucro; el grito de las aguas, muchas de ellas contaminadas por el mercurio de la minería a cielo abierto, matando peces y privando de su subsistencia a los ribereños; el grito de las selvas derribadas. Para ellos estaba claro que el problema no es el suelo que es pobre, sino lo que está encima, como las plantas, los animales, los millares de insectos, en fin, la biodiversidad. La misión de la Amazonia no 5
Vivir Bien/Buen Vivir (filosofía política, estrategias y experiencias regionales). La Paz, Convenio Andrés Bello, 2010, pp. 53-56.
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es ser tierra para soja, caña de azúcar o ganado, sino mantenerse en pie a fin de garantizar el equilibrio de los climas mundiales, asegurar la humedad a regiones lejanas alcanzadas por los “ríos voladores” que salen de las selvas, pues cada árbol grande lanza a la atmósfera cerca de 300 litros de agua en forma de humedad al día. El grito de las ciudades, el 40% sin agua corriente y el 80% sin alcantarillado6.
¡Viva la vida! En América Latina, como en los otros países del llamado “Tercer Mundo” debemos, además, estar alerta contra los “perros de la guerra” que azuzan a los diferentes gobiernos para que entren en conflictos bélicos que separan aún más a nuestros pueblos. A los intereses de las respectivas oligarquías o de los imperios en hacer la guerra, oponemos las banderas de la paz. Somos un mismo pueblo hermano repartido en distintas naciones.
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Concretamente, ha habido interés en que los pueblos de Venezuela y Colombia se enfrenten militarmente. Pero en nuestra memoria genética guardamos el recuerdo de que juntos formamos la Gran Colombia. Juntos liberamos el continente entero. La sangre de los colombianos Atanasio Girardot y Antonio Ricaurte quedó regada en Venezuela. A tierra colombiana hemos ido los venezolanos a refugiarnos contra las tiranías y las pseudodemocracias; a nuestro suelo han venido los colombianos huyendo de dictaduras y gobiernos que violan los derechos humanos y del conflicto armado que lleva más de medio siglo en el 6
Disponible en http://servicioskoinonia.org/boff/articulo.php?num=341
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hermano país. En una ocasión, cuando se hablaba de una posible guerra entre las dos naciones, el colombiano Gabriel García Márquez y el venezolano Miguel Otero Silva acordaron tomar cada uno la plaza Bolívar de la capital de su país respectivo y enarbolar una pancarta que dijera “Viva Venezuela”, la que portara el colombiano García Márquez, y “Viva Colombia”, la que levantara el venezolano Miguel Otero. Igualmente, el cantor Alí Primera compuso una canción, La guerra del petróleo, que dice: Ven, amigo colombiano vamos juntos a cantar por segunda independencia vamos juntos a luchar el Orinoco y el Magdalena se abrazarán entre canciones de selva y tus niños y mis niños le cantarán a la paz El nuevo socialismo ha de construirse sobre la base de un modelo social que promueva la paz desde la perspectiva de la vida. Paz en relación con el todo: la persona individual y en su interacción con otras. Paz entre los países y gobiernos entre sí. Relaciones de armonía de los seres humanos con los distintos ecosistemas. Concordia entre las diferentes culturas. Esta paz se fundamenta en el humanismo, la tolerancia, la cooperación, la solidaridad, la justicia, el desarrollo sustentable, la conservación del ambiente, el respeto por el otro, el disfrute de la coexistencia; en fin, en el amor por la vida en
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su infinita diversidad y en la convicción de que sólo quienes cultivan la alegría de vivir pueden construir la felicidad propia y la de los demás. La confrontación entre la vida y la muerte, entre la paz y la violencia es una constante en la historia de la humanidad sometida a la lucha de clases. Llegará a su fin cuando construyamos una sociedad fundada en el bien común y la justicia social. Al respecto, hay un episodio que vale la pena recordar. Se desarrolla en Salamanca, España, en el año 1936, al iniciarse la Guerra Civil española. Los insurgentes, comandados por Francisco Franco, habían tomado la ciudad y cometido una serie de desmanes y violaciones contra los republicanos y socialistas. Hemos leído diferentes versiones de los sucesos. A continuación resumimos lo esencial de este hecho histórico. El 12 de octubre, durante el acto de apertura del curso académico en el Paraninfo de la Universidad de Salamanca, el rector don Miguel de Unamuno (1864-1936) se levantó para clausurar el acto y en un apasionado discurso criticó duramente el levantamiento militar y sus “inciviles” métodos empleados contra los adversarios y la población en general: Venceréis, pero no convenceréis. Venceréis porque tenéis la fuerza; pero no convenceréis, porque os falta la razón (...) Vencer no es convencer, y hay que convencer. Y para ello necesitáis algo que os falta: razón y derecho en la lucha. No puede convencer el odio que no deja lugar para la compasión7.
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Pierre Broué y Emilio Temine, La revolución y la guerra de España (2 vols). México, Fondo de Cultura Económica, 1962, vol. 2, p. 153.
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En ese punto, el general falangista Millán Astray, representante del ejército “franquista”, quien en actitud desafiante llegó escoltado por legionarios armados, empezó a gritar: “¿Puedo hablar? ¿Puedo hablar?” y pronunció un discurso belicista, cargado de rabia contra lo que llamó la “anti-España”. Su escolta presentó armas y alguien del público gritó: “¡Viva la muerte!” (lema de la legión) y “Abajo la inteligencia”. Unamuno le contestó: Acabo de oír el grito necrófilo e insensato de “¡viva la muerte!”. Esto me suena lo mismo que, ¡muera la vida! Y yo, que he pasado toda la vida creando paradojas que provocaron el enojo de quienes no las comprendieron, he de deciros, con autoridad en la materia, que esta ridícula paradoja me parece repelente. Puesto que fue proclamada en homenaje al último orador, entiendo que fue dirigida a él, si bien de una forma excesiva y tortuosa, como testimonio de que él mismo es un símbolo de la muerte. ¡Y otra cosa! El general Millán Astray es un inválido. No es preciso decirlo en un tono más bajo. Es un inválido de guerra. También lo fue Cervantes. Pero los extremos no sirven como norma. Desgraciadamente, hay hoy en día demasiados inválidos. Y pronto habrá más si Dios no nos ayuda. Me duele pensar que el general Míllán Astray pueda dictar las normas de psicología de las masas. Un inválido que carezca de la grandeza espiritual de Cervantes, que era un hombre, no un superhombre, viril y completo a pesar de sus mutilaciones, un inválido, como dije, que carezca de esa superioridad de espíritu suele sentirse aliviado viendo cómo aumenta el número de mutilados alrededor de él. El general Millán Astray quisiera crear una España nueva, creación negativa sin duda, según su propia imagen. Y por ello desearía una España mutilada. Por eso frente al grito “Viva la muerte, abajo la inteligencia”, yo declaro: “Viva la inteligencia, viva la vida”.
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Ese mismo día, la corporación municipal se reunió de forma secreta y expulsó a Unamuno. Por su parte el claustro de la universidad acordó destituirlo. Los últimos días de vida de Unamuno (de octubre a diciembre de 1936) los pasó bajo arresto domiciliario en su casa. Temporalmente había triunfado la muerte y la barbarie. Los apologistas del capitalismo parecieran repetir con Millan Astray “Viva la muerte, abajo la inteligencia”. En cambio el lema: “Viva la inteligencia, viva la vida” que defendió don Miguel de Unamuno ha sido retomado por los socialistas hispanoamericanos. El nuevo socialismo es un canto a la vida, un manifiesto de amor por la humanidad. Aporta soluciones concretas a corto, mediano y largo plazo. De allí que los socialistas podamos afirmar categóricamente, como lo hacía el revolucionario venezolano Argimiro Gabaldón (1919-1964), lo siguiente: El gran sufrimiento se tornará alegría, emergerá del fuego un mundo diferente: será el llanto detenido y dejará la sangre de correr asesinada. ¡Se esparcirá la risa, y los niños puros como pájaros en vuelo llenarán los parques con sus gritos, y nosotros estaremos allí! ¡Seguro que estaremos! Como una llama ardiendo eternamente. Somos la vida y la alegría en tremenda lucha con la tristeza y la muerte. ¡Venceremos!8.
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Edgar Gabaldón Márquez y otros, Encuentro con Argimiro Gabaldón. Caracas, Fondo Editorial Ipasme, 2010, p. 17.
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En fin, frente a la hecatombe planetaria ocasionada por el capitalismo neoliberal reivindicamos un socialismo humanista y ecológico que entiende que los recursos naturales son limitados, que el desarrollo de las fuerzas productivas no debe estar guiado por consideraciones exclusivamente económicas y que debemos legar a las generaciones futuras un hermoso mundo donde vivir y coexistir en armonía.
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Aproximaciones
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José Gregorio Linares
Utopía osible p colección
CAPÍTULO XX
El pueblo en armas
Bailen los sincamisas y viva el son, y viva el son. Bailen los sincamisas y viva el son del cañón. Yo que soy un sincamisa un baile tengo que dar y en lugar de guitarras cañones sonarán. La Carmañola Americana Con pueblo solo no se hace revolución: ¡hacen falta también las armas! (…) Con armas solas no se puede hacer la revolución: ¡hace falta también el pueblo! Fidel Castro
Los saberes militares de nuestros pueblos Las revoluciones se defienden con las armas. Debemos dar la batalla de las ideas, pero, a la vez, estar preparados para librar otras batallas. Un pueblo con conciencia de clase e identidad latinoamericana, armado y entrenado militarmente, es la única garantía de mantenimiento de una revolución.
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La experiencia latinoamericana demuestra que la lucha armada no siempre es el camino para llegar al poder. Cada circunstancia histórica dirá qué estrategia política aplicar: la vía electoral, el camino de las armas o una combinación de ambas. Pero lo que sí es innegable es que, una vez tomado el poder, las armas no pueden quedarse exclusivamente en manos de las fuerzas armadas, por muy institucionales y civilistas que sean los militares profesionales. El destino de un país no puede depender de una sola organización, en este caso la castrense. Nada garantiza su conciencia y compromiso. Nada garantiza su sensibilidad social. Nada garantiza su defensa de los derechos humanos. No hay garantía de su lealtad. No hay garantía de que lo aprendido en la Escuela de las Américas y en la Junta Interamericana de Defensa acerca de cómo masacrar la población civil sea reemplazado por lo que ha de aprenderse en la escuela de la dignidad acerca de cómo respetar los derechos humanos. Nada garantiza que le hagan honor al ejército emancipador, que por cierto no fue un ejército profesional. Estaba conformado fundamentalmente por civiles de los estratos más humildes, con conciencia de patria. Rebeldes y bravíos. Estos hombres y mujeres, que no habían tenido experiencia con las armas, fueron capaces de derrotar a uno de los más grandes ejércitos de ocupación colonial, como lo fue el comandado por Pablo Morillo.
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Pocos años antes (entre 1808 y 1814) otro pueblo, el español, había derrotado, mediante la guerra de guerrillas, al ejército francés del invasor Napoleón Bonaparte que pretendía apoderarse de España, vulnerar la soberanía nacional e instaurar un gobierno títere dirigido por su hermano, a quien el pueblo español con el gracejo que le caracteriza apodó “Pepe Botella”. Entre estos hombres de pueblo que organizaron las guerrillas y vencieron a los invasores recordamos los
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nombres de Francisco Abad Moreno (el Chaleco) y Juan Martín Díez (el Empecinado), los cuales, por cierto, luego de que le dieron la victoria a España fueron traicionados por los realistas españoles y los militares antiliberales. Lo mismo ocurrió en Vietnam. El pueblo creó su propio armamento, diseñó apropiadas tácticas, aprendió a defenderse, se organizó y humilló a dos altivas potencias bélicas: Francia y los Estados Unidos. Igualmente en América, cuando los conquistadores españoles y portugueses llegaron a arrasar y a exterminar a nuestros pueblos, se encontraron –una vez que hubo pasado el primer momento de inocencia– con una resistencia indígena sagaz y feroz que en muchas oportunidades derrotó a los mejor armados invasores europeos. Muchas de las tácticas y estrategias militares en uso hoy día han sido aprendidas de nuestros indígenas, especialmente en la lucha guerrillera. En el territorio que hoy se conoce como Venezuela, por ejemplo, el arte de la guerra de nuestros indígenas derrotó en innumerables ocasiones a los conquistadores. En el caso de las etnias caribe de la región centro costera venezolana, diversas expediciones fueron organizadas por los españoles entre 1555 y 1567 para tratar, sin éxito, de conquistar el valle de los Caraca y su región litoral, las cuales consumieron gran parte de los recursos humanos y fiscales de los colonialistas. La feroz resistencia de las tribus caribe, comandadas por sus jefes guerreros Guaicaipuro, Paramaconi y Terepaima, quienes controlaban el valle de los Caraca y las montañas que lo rodean, imposibilitó la instalación de un asentamiento castellano estable hasta 15681. 1
Mario Sanoja Obediente e Iraida Vargas-Arenas, La Revolución Bolivariana. Historia, cultura y socialismo. Caracas, Monte Ávila Editores Latinoamericana C.A., 2008, p. 28.
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El cacique Guaicaipuro fue un estratega formidable, líder de la resistencia indígena. Saúl Rivas Rivas, en El lugar de la espiritualidad indígena en tiempos de globalización, expone que su actividad bélica se desarrolló entre 1560 y 1568 aproximadamente: Ya en 1560, Guaicaipuro obtiene su primera gran victoria sobre Pedro de Miranda, quien había sido enviado por el Gobernador para que tomara posesión de las minas de oro en poder del indio. Derrotó igualmente a Juan Rodríguez Suárez, uno de los más famosos jefes de la conquista, sin aceptar las condiciones de paz que éste le propuso. Y en Macuto, al frente de un poderoso ejército, hizo huir a Francisco Fajardo, otro de los notables conquistadores enemigos.
Lo mismo puede decirse de otros pueblos indígenas que resistieron militarmente durante más de tres siglos a los españoles. Entre ellos los del Cono Sur: los charrúas de Uruguay, los indios de las pampas argentinas, los guaraníes de Paraguay, los mapuches chilenos. Los versos de Alonso de Ercilla en La Araucana, según los cuales la gente araucana no ha sido por Rey jamás regida / ni a extranjero sometida, expresa esta realidad. En España esta región era temida por la contundencia militar indígena. Fue bautizada como “El cementerio de los españoles”. De ellos debemos aprender. También los negros traídos por la fuerza desde África y los afrodescesdientes americanos enfrentaron militarmente a los traficantes de esclavos y a los esclavistas. Estos se unieron:
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No sólo para fugarse sino para mantener en jaque, mediante la guerra de guerrillas, a las poblaciones blancas (…) La falta de organización de los esclavos, el sistema
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de mantenerlos dispersos (y mezclados los de diversas procedencias), la ausencia de una conciencia de clase que los uniera con designios muy precisos dentro de las condiciones coloniales, la carencia de armamentos adecuados, la falta, en fin, de factores históricos de diverso significado que permitiese en América los triunfos que en la antigüedad, por razones similares, no pudo lograr Espartaco, impidieron el éxito de sus luchas dentro de la estructura esclavista a lo largo de tres siglos2.
Cuando se lucha por la justicia, las armas –y las adecuadas estrategias y organización para usarlas– son indispensables. Cuando se intenta consolidar un proceso revolucionario las armas en poder del pueblo desempeñan un rol fundamental. La defensa militar de un proceso revolucionario debe estar en manos de sus protagonistas: el pueblo llano organizado. No puede seguir ocurriendo que la única relación de los civiles con las armas sea que los conviertan en polígonos de tiro. Víctimas inermes y desesperadas al alcance de una ráfaga o de un francotirador. Mártires para ser recordados en los actos públicos. Nombres para engrosar la lista de desaparecidos. Fotografías en los museos de la revolución. Lágrimas cuando nos estremece el recuerdo. Rabia de las madres de plaza de Mayo. Denuncia en los aniversarios porque nos negamos a olvidar. Obituario del dolor. Es la hora de que los saberes militares de nuestros pueblos, que han sido elementos claves en la resistencia contra las metrópolis de todas las épocas y los encomenderos de todos los tiempos, se constituyan en acervo militante de todo ciudadano, de modo que la patria y los humildes tengan armas y conocimientos que le permitan cumplir con su deber y hacer respetar sus derechos. 2
Gustavo Pereira, Historias del paraíso: Los seres inferiores. Nueva Esparta, Fondo Editorial del Estado, 1998, p. 60.
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Chile: una lección Creemos que la experiencia chilena debería ser suficiente para haber aprendido la lección de que la única garantía de mantenimiento de una revolución socialista es el pueblo en armas. Una de las principales medidas que tomó la contrarrevolución en Chile para enfrentar al gobierno socialista de Salvador Allende (1970-1973) fue evitar que el pueblo se armara y simultáneamente desarmar a la población civil organizada y en pie de lucha. En el año 1972 el Congreso chileno, obedeciendo los mandatos de la derecha, aprueba la Ley 17.998 de Control de Armas, mediante la cual se le permitía a las Fuerzas Armadas realizar allanamientos para incautar cualquier tipo de armamento y apresar a sus dueños. De inmediato se desencadenó una represión selectiva dirigida a liquidar a los dirigentes populares. Éste fue el preámbulo de lo que ocurriría un año después. En carta pública dirigida al presidente Salvador Allende el 5 de septiembre de 1973, seis días antes del golpe de Estado, firmada por distintos sectores revolucionarios organizados se alerta:
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Ahora los trabajadores no solamente tenemos desconfianza, estamos alarmados. La derecha ha montado un aparato terrorista tan poderoso y bien organizado, que no cabe duda que está financiado y por la CIA. Matan obreros, hacen volar oleoductos, micros, ferrocarriles. Alarmados por el desencadenamiento de una serie de acontecimientos que creemos nos llevará no sólo a la liquidación del proceso revolucionario chileno, sino, a corto plazo, a un régimen fascista del corte
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más implacable y criminal. Antes, teníamos el temor de que el proceso hacia el Socialismo se estaba transando para llegar a un Gobierno de centro, reformista, democrático-burgués que tendía a desmovilizar a las masas o a llevarlas a acciones insurreccionales de tipo anárquico por instinto de conservación. Pero ahora, analizando los últimos acontecimientos, nuestro temor ya no es ése, ahora tenemos la certeza de que vamos en una pendiente que nos llevará inevitablemente al fascismo. Consideramos no sólo que se nos está llevando por el camino que nos conducirá al fascismo en un plazo vertiginoso, sino que se nos está privando de los medios para defendernos. Exigimos que se derogue la Ley de Control de Armas. Nueva “Ley Maldita” que sólo ha servido para vejar a los trabajadores, con los allanamientos practicados a las industrias y poblaciones, que está sirviendo como un ensayo general para los sectores respuesta de la clase obrera en un intento por intimidarlos e identificar a sus dirigentes3.
El gobierno no oye el llamado de estos dirigentes. Finalmente, la contrarrevolución triunfa y masacra al pueblo chileno, que buscaba un camino original y democrático hacia el socialismo. Miles de personas son apresadas, torturadas y asesinadas. En el acto que se realiza en la plaza de la Revolución, el 28 de septiembre de 1973, días después de perpetrado el golpe de Estado, Fidel Castro hace un balance de los hechos ocurridos en Chile. Allí recuerda que en su última visita a ese país le obsequió un fusil automático a Salvador Allende, arma que éste luego usó para defender el gobierno democrático del golpe militar: 3
Cris González Hernández, Camarada, Enrique. Bolivia, Grito del Sujeto, 2006, p. 210.
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¡Nunca un fusil fue empuñado por manos tan heroicas de un presidente constitucional y legítimo de su pueblo! ¡Nunca un fusil defendió mejor la causa de los humildes, la causa de los trabajadores y los campesinos chilenos! ¡Y si cada trabajador y cada campesino hubiesen tenido un fusil como ése en sus manos, no habría habido golpe fascista! Ésa es la gran lección que se desprende para los revolucionarios de los acontecimientos chilenos. (…) Y una lección que hay que sacar de este ejemplo chileno es que con pueblo solo no se hace revolución: ¡hacen falta también las armas! Y que con armas solas no se puede hacer la revolución: ¡hace falta también el pueblo!4.
La lección es clara. Debemos asimilarla: El pueblo debe armarse y entrenarse política y militarmente. Solo así tendrá alguna posibilidad de alcanzar y consolidar los triunfos. No podemos decir “Adiós a las armas”
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Por cierto, en Bolivia el imperio y los grupos racistas quisieron aplicar la misma receta que les dio buenos resultados en Chile para acabar por la fuerza con el gobierno de Evo Morales. Ya estaban a punto de dar un golpe de Estado al estilo Pinochet cuando, de debajo de los ponchos rojos de los dirigentes indígenas 4
Fidel Castro, “Sobre el Golpe de Estado en Chile”, en Chile el otro 11 de septiembre. La Habana, Ocean Press, 2003, pp 56 y 65.
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que marchan en apoyo al gobierno, comenzaron a aparecer fusiles, y de entre las manos de los obreros surgieron, como por arte de magia, las granadas y las bombas incendiarias. Fue suficiente. Vieron en la mirada de los manifestantes la rabia decidida de sus ancestros, y el coraje de Tupac Katari y su esposa Bartolina Sisa. Se retiraron. En toda la sierra se repetían las consignas: —¿Qué queremos? —Justicia. —¿Qué queremos? —Justicia —¿Cuándo, carajo? —Ahora, carajo. Entre risas los bolivianos siguen marchando en defensa de su gobierno y de las reformas que viene impulsando. Debajo de los ponchos rojos, los fusiles y las granadas aguardan. Es un aviso. En Venezuela los enemigos de los procesos de cambio también intentaron el derrocamiento del gobierno democrático de orientación bolivariana y socialista de Hugo Chávez Frías. Hicieron un paro empresarial y un paro petrolero. Crearon desabastecimiento y los medios de comunicación privados desencadenaron una ola de mentiras y de manipulación al estilo de El Mercurio chileno. Finalmente dieron un golpe de Estado que inmediatamente contó con el apoyo de los gobiernos de derecha de todo el mundo. Disolvieron los poderes constituidos e iniciaron una represión selectiva de dirigentes comunitarios y líderes políticos. Un representante de Fedecamaras,
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Pedro Carmona, fue designado presidente. Frente a las cámaras de televisión un sector de militares se unió al golpe de Estado y se adhirió al gobierno de facto. Los televidentes contemplamos el hecho vergonzoso de ver militares que se empujaban entre sí para declarar contra Hugo Chávez Frías, el presidente electo por las mayorías. Éste es apresado y se le quiere obligar a renunciar. Ya estaban planificando el magnicidio. La gente indignada en la calle demanda la vuelta del presidente que había elegido en votaciones democráticas. En las casas personas humildes lloran y rezan por la vida de este hombre: Una velita al Arcángel Miguel para que no lo maten. Otra velita azul temblorosa a la Virgen María para que lo cuide. Póngale la velita desnuda a las ánimas por su vida. Velita que baila de mano en mano por el barrio. Esta velita es un sentimiento.
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Afortunadamente, a los pocos días, el pueblo salió a la calle a exigir la restitución de Hugo Chávez en la Presidencia de la República. Un grupo de militares permanece vacilante, pero un importante sector de las Fuerzas Armadas apoya al legítimo presidente. La dignidad logra vencer esta vez. En las plazas un grito estremece a los enemigos de la democracia: ¡No volverán! Las calles eran un solo torbellino. La rebelión se hizo poesía; las marchas, fiesta popular. Los cerros hicieron erupción. Emergió el pueblo irredento. Esa vez un grupo de militares traicionó pero no logró sus propósitos. La pregunta es ¿Cuántos traidores quedan en los cuarteles? El pueblo no está armado. ¿Cómo podremos evitar que ocurra lo sucedido en Chile? No basta que haya una “reserva” en las fuerzas armadas, donde se incorpora a “los de abajo”, si ello no va unido a un programa integral de formación política, ética y militar del movimiento popular organizado, única garantía de la revolución. Si ello no va unido a la implementación de un diseño curricular para que nuestros militares desaprendan lo que les enseñaron en las academias estadounidenses y fortalezcan su conciencia de clase y de nación; conozcan a fondo la vida de nuestros luchadores, la historia de lucha de nuestras patrias y el avasallamiento de que hemos sido víctimas por parte de los imperios. Éste es el tipo de militar que queremos: integrado a las luchas del pueblo civil, sin privilegios distintos al común de los ciudadanos, soldados al servicio de la utopía, servidores públicos en uniforme. Aprendamos la lección. La historia es una maestra severa que castiga enérgicamente a quienes no aprenden a tiempo las lecciones: el pueblo debe armarse política y militarmente, y las milicias populares deben ser parte de las Fuerzas
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Armadas. Así lo preveía José Carlos Mariátegui cuando expuso el programa del partido donde llama al “…armamento inmediato de los obreros y campesinos y a la transformación del ejército y de la policía en milicia obrera y campesina”. Al mismo tiempo, los militares deben formarse integralmente para que su conciencia social sea su más importante armamento. Afortunadamente ya se están dando algunos pasos. Pero, además, el asunto es extremadamente complejo, porque de lo que se trata es de construir una sociedad civilista democrática y protagónica que tenga el control de las armas, no una sociedad militarizada que nos “represente” y que use la democracia como cosmético. Toda sociedad militarizada se rige por unos imperativos distintos a las sociedades civiles y democráticas termina convirtiéndose en dictadura. Manejándose como un cuartel: unos pocos llegan a ser oficiales y la mayoría es tratada como pelotón. En un momento difícil de la lucha por la independencia cubana, cuando parecía que el autoritarismo iba a regir el movimiento emancipador, José Martí le escribe al general Máximo Gómez, con quien había tenido unas diferencias tácticas que luego son superadas, estas firmes palabras:
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Un pueblo no se funda, General, como se manda un campamento (…) ¿Qué garantía puede haber de que las libertades públicas, único objeto digno de lanzar un país a la lucha, sean mejor respetadas mañana? ¿Qué somos, General? ¿Los servidores heroicos y modestos de una idea que nos calienta el corazón, los amigos leales de un pueblo en desventura, o los caudillos valientes y afortunados que con el látigo en la mano y la espuela en el tacón se disponen a llevar la guerra a un
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pueblo, para enseñorearse después de él? (…) Respetar a un pueblo que nos ama y espera de nosotros, es la mayor grandeza. Servirse de sus dolores y entusiasmos en provecho propio sería la mayor ignominia5.
Y si el gobierno o el movimiento revolucionario asumen las formas de la tiranía emerge una dictadura de lo cotidiano, que es la más degradante expresión de la autoridad. Al respecto el subcomandante Marcos, líder del Ejercito Zapatista de Liberación Nacional, hace una interesante reflexión: El militar es una persona absurda que tiene que recurrir a las armas para poder convencer al otro de que su razón es la razón que debe proceder, y en ese sentido el movimiento revolucionario no tiene futuro si su futuro es el militar. Si el Ejército Zapatista de Liberación Nacional se perpetúa como una estructura armada militar, va al fracaso. Al fracaso como una opción de ideas, de posición frente al mundo. Y lo peor que le podría pasar, aparte de eso, sería que llegara al poder y se instalara como un ejército revolucionario. Para nosotros sería un fracaso. Lo que sería un éxito para una organización político-militar de las décadas del 60 y del 70, que surgió con los movimientos de liberación nacional, para nosotros sería un fracaso. Nosotros hemos visto que finalmente esas victorias serían fracasos o derrotas ocultas detrás de su propia máscara. Que lo que estaba pendiente siempre era el lugar de la gente, de la sociedad civil, del pueblo6. 5 6
En Alfonso Rumazo, José Martí Libertador. Caracas, Ediciones de la Presidencia de la República, 2007, pp. 90-91. Disponible en www.stormpages.com
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En efecto, la garantía de una revolución es el pueblo en armas. Sin ello no es posible defenderse contra los enemigos nacionales y extranjeros. Pero si nos convertimos en una sociedad castrense, con los códigos y señas propios del estamento militar, asfixiaremos la sociedad civil y la democracia popular. Entonces, vayamos construyendo el poder militar. Sin ello las revoluciones corren un peligro de muerte. Pero desde ya estemos alertas contra la mentalidad y las praxis “militaristas” que también pueden frustrar y desviar una revolución.
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CAPÍTULO XXI
La creatividad
¡CUIDADO!, no sea que por la manía de IMITAR SERVILMENTE a las NACIONES CULTAS, venga la América a hacer el PAPEL de VIEJA, en su INFANCIA. Simón Rodríguez Se imita demasiado y la salvación está en crear. Crear es la palabra de pase de esta generación. El vino, de plátano; y si sale agrio, ¡es nuestro vino! José Martí Entramos, pues, en la era de América Latina, primer productor mundial de imaginación creadora, la materia básica más rica y necesaria del mundo nuevo. Gabriel García Márquez
“O inventamos o erramos” La creatividad es condición indispensable para emprender proyectos socialistas en Suramérica. En el pasado, los revolucionarios latinoamericanos buscábamos los modelos a seguir en las teorías y experiencias de otras latitudes. Nos inspiraba lo que había acontecido en otras tierras. Conocíamos mejor la historia de los movimientos sociales europeos, asiáticos y estadounidenses que lo que ocurría en nuestras naciones. Estábamos más familiarizados con los personajes
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de esos procesos que con los hombres y mujeres que han abanderado las luchas en nuestro continente. Practicábamos el culto por las ideas de otros, desconociendo o subestimando las propias. Copiábamos las estrategias y tácticas políticas que habían sido exitosas en la URSS, China, Corea o Vietnam. Pretendíamos extraer del estudio de esas experiencias, principios universales que debían ser aplicados, con ligeras variantes, a nuestra realidad. Nos alineábamos con determinadas corrientes de izquierda y adversábamos otras. Éramos estalinistas, trotskistas, maoístas, gramscianos, luxemburguistas. Nos acusábamos de revisionistas, reformistas, ultraizquierdistas. Pensábamos con cabeza ajena. Pronunciábamos discursos que eran ecos de voces exóticas. Escribíamos con pluma prestada. Mirábamos con los ojos de otros. No era nuestra piel la que sentía. Éramos extranjeros en nuestra patria. Vivíamos en el territorio de la irrealidad. No nos interesaban los pensadores latinoamericanos y caribeños. Apenas mencionábamos a nuestros héroes y heroínas. Ignorábamos la historia social de Latinoamérica y el Caribe. No nos nutríamos con la savia de nuestra realidad. Deambulábamos con los pies descalzos, la mirada extraviada y de espaldas al horizonte.
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Conocíamos las recetas para hacer la revolución, todo en nuestras mentes lo teníamos previsto, pero no se producían los resultados esperados. El proletariado no nos seguía. Los campesinos ni siquiera sabían que existíamos. Tampoco nosotros conocíamos de su existencia. Los estudiantes estaban en clase, se hallaban en el cafetín discutiendo alguna cita del marxismo clásico o eran estudiantes impacientes que “a pesar de estudiar El capital de Marx desde hacía seis meses, no gobernaban todavía el país”. Por consiguiente, no éramos vanguardia de nadie. No había palacios de invierno que asaltar, saltos adelante que dar, ni largas marchas
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donde participar. Estábamos inspirados en modelos ajenos. Seguíamos las pautas que otros dictaban. La realidad nos esquivaba. No avanzábamos. En la mayoría de los casos no llegamos a tomar el poder. Nos consumíamos en disputas ideológicas etéreas, que a la larga conducían al fracaso y a la desmoralización. Incluso algunos, jinetes cansados de intentar domar esa arisca revolución, saltaron las talanqueras. Al parecer ignorábamos que para resolver los problemas de América Latina, la solución está en dar respuestas creativas a una realidad que es original. Para ello hay que estudiar la realidad americana a partir de sus propios referentes. Sin intentar ver en América un reflejo tardío de lo que acontece en Europa o los Estados Unidos. Sin pretender copiar los modelos supuestamente exitosos de otras latitudes. Sin confundir la realidad con los espejismos y la propaganda ideológica con la verdad. Así lo preveía Bolívar: Tengamos presente que nuestro pueblo no es el europeo, ni el americano del norte, que más bien es un compuesto de África y de América, que una emanación de la Europa (…) ¿No dice el Espíritu de las Leyes que éstas deben ser propias para el pueblo que se hacen? ¿Qué es una gran casualidad que las de una nación puedan convenir a otra? ¿Qué las leyes deben ser relativas a lo físico del país, al clima, a la calidad del terreno, a su situación, a su extensión, al género de vida de los pueblos? ¡He aquí el Código que debíamos consultar y no el de Washington! No olvidando jamás que la excelencia de un gobierno no consiste en su teoría, en su forma, ni en su mecanismo, sino en ser apropiado a la naturaleza y al carácter de la nación para quien se instituye . 1
1
Discurso de Angostura, 1819.
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La creatividad es la fuerza que impulsará a los pueblos de Hispanoamérica a resolver los problemas que debe enfrentar. La imitación conduce al fracaso, al servilismo, al estancamiento, a la autonegación. Lo expresaba claramente Simón Rodríguez: El interés general está clamando por una Reforma y… la América está llamada por las circunstancias a emprenderla (…) Los acontecimientos irán demostrando que es una verdad muy obvia: La América no debe imitar servilmente sino ser original. ¿Dónde iremos a buscar modelos? La América española es original; originales han de ser sus instituciones y su gobierno, y originales los medios de fundar uno y otro . 2
Nuestro Robinson se quejaba de que “La sabiduría de la Europa y la prosperidad de los Estados Unidos son dos enemigos de la Libertad de pensar, en América”. “Todo está hecho (en Europa especialmente). Tomen lo bueno –dejen lo malo– imiten con juici– y por lo que les falte inventen.” Insiste en repetirlo: “O inventamos o erramos”, y esto lo escribe después de alertar sobre los peligros de imitar a Europa o a los Estados Unidos. “Aquello es para ser visto nada más”, dijo el maestro. Esta idea es desarrollada exhaustivamente por José Martí, diríamos incluso que ése es el propósito clave del pensamiento martiano: el fomento de la creatividad de los pueblos y dirigentes de Nuestra América, como condición
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2
Alfonso Rumazo, Ideario de Simón Rodríguez. Caracas, Fundación Editorial El Perro y la Rana, 2008, p. 104.
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indispensable para lograr la independencia integral y la plena realización de la dignidad humana. Para Martí el problema de nuestra América es nuevo y por tanto las respuestas no podemos encontrarlas en los estereotipos que ofrecen los libros y experiencias europeas y estadounidenses. “A propia historia, soluciones propias”, por tanto: El buen gobernante en América no es el que sabe cómo se gobierna el alemán o el francés, sino el que sabe con qué elementos está hecho su país, y cómo pueden ir guiándolos en junto, para llegar, por métodos e instituciones nacidas del país mismo, a aquel estado apetecible donde cada hombre se conoce y ejerce, y disfrutan todos de la abundancia que la Naturaleza puso para todos en el pueblo que fecundan con su trabajo y defienden con sus vidas. El gobierno ha de nacer del país (…) Gobernante, en un pueblo nuevo, quiere decir creador . 3
Martí cuestionaba el hecho de que en América “se imita demasiado”; no obstante, señala esperanzado que, a pesar de que aún “…las levitas son de Francia, el pensamiento empieza a ser de América. Los jóvenes de América (…) entienden que la salvación está en crear. Crear es la palabra de pase de esta generación”. Esto implica la búsqueda de “soluciones propias a problemas propios” y, por tanto, la eliminación de la dependencia cognitiva y cultural con respecto a Europa, los Estados unidos o otra cualquier metrópoli que pretenda dominarnos.
3
Nuestra América, 1891.
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Los intelectuales latinoamericanos y la creatividad Y porque el pensamiento empieza a ser de América surgieron en el continente latinoamericano y las Antillas pensadores y políticos que comprendieron que la construcción de las nuevas naciones exigía respuestas originales. Insistieron en buscar soluciones propias a problemas propios. Es necesario estudiar su obra si queremos dar soluciones originales a los problemas de Sudamérica. Mencionaremos sólo algunos de estos intelectuales. Es el momento de reivindicarlos, aprender de ellos y asimilar su amor por Latinoamérica y su espíritu creativo. El pedagogo y luchador social puertorriqueño Eugenio María Hostos (1839-1903), una de las figuras más extraordinarias de Latinoamérica y el Caribe, se propuso ver América desde América y dar respuestas americanistas a los retos a que se enfrentaban las naciones y los pueblos latinoamericanos. Pensaba que a través de la pedagogía y la acción políticas creativas se podría redimir a los pueblos de este lado del mundo: Todos nuestros pueblos de origen latino en el continente americano, arrastrados por la corriente tradicional que seguían las viejas nacionalidades, se han imbuido en un sistema de pensamiento que, como prestado, no sirve al cuerpo de nuestras sociedades juveniles. Han ellos menester un orden intelectual que corresponda a la fuerza de su edad, a la elasticidad de su régimen jurídico, a la extensión de horizontes que tienen por delante, a la potencia del ideal que los dirige . 4
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Manuel Maldonado Denis, Visiones sobre Hostos. Caracas, Fundación Biblioteca Ayacucho, 1988, p. 313.
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El escritor uruguayo José Enrique Rodó (1871-1917), por ejemplo, planteó la necesidad de valorar la esencia de lo propiamente latinoamericano, representado en el humanismo, y se opuso con vehemencia a la imitación servil del modelo de sociedad estadounidense, marcadamente utilitarista, plutocrática y deshumanizada, que nos han querido imponer en el continente hispanoamericano. Rechazó a la imitación porque imitar es someterse, supone que lo imitado es superior a lo propio: “Se imita aquel en cuya superioridad y prestigio se cree”. De lo que se trata, por el contrario, es de revalorizar la “latinidad” y plantearse proyectos creativos que surjan de nuestra genuina idiosincrasia: La poderosa nación (Estados Unidos) va realizando entre nosotros una especie de conquista moral (…) No veo la gloria ni el propósito de desnaturalizar el carácter de los pueblos –su genio personal– para imponerles la identificación con un modelo extraño al que ellos sacrifican la originalidad irreemplazable de su espíritu . 5
Igualmente, la escritora chilena Gabriela Mistral (Lucila Godoy Alcayaga, 1889-1957) defendió la grandeza de nuestra América y su profunda originalidad. Nos invitó a revalorizar el encanto de lo propio y a construir a partir de nuestra historia, nuestra geografía, nuestra cultura, nuestra economía, nuestros hombres y mujeres. Nos convocó a todos con “El Grito”: ¡América, América! Todo por ella, porque todo nos vendrá de ella, desdicha o bien. (…). Maestro: Enseña en tu clase el sueño de Bolívar, el vidente primero. Clávalo en 5
En Leopoldo Zea, Precursores del pensamiento latinoamericano contemporáneo. México, Sep Setentas Diana, 1979, p. 22.
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el alma de tus discípulos con agudo garfio de convencimiento. Divulga la América (…) No seas un ebrio de Europa (…) Describe tu América. Haz amar la luminosa meseta mexicana, la verde estepa de Venezuela, la negra selva austral. Dilo todo de tu América; di como se canta en la pampa argentina, cómo se arranca la perla en el Caribe, cómo se puebla de blancos la Patagonia. Periodista: Ten la justicia para tu América total. (…). Artista: Muestra en tu obra la capacidad de finura, la capacidad de sutileza, de exquisitez y hondura a la par, que tenemos. (…). Industrial: Ayúdanos tú a vencer, o siquiera a detener la invasión que llaman inofensiva y que es fatal, de la América rubia… . 6
Nuestras propuestas socialistas tampoco pueden ser copias de modelos exóticos; deben surgir del estudio de nuestras realidades específicas, de nuestra historia particular, y de las dinámicas de lucha concretas, analizadas desde una perspectiva independiente, libre de los patrones de interpretación colonialistas y neocolonialistas que pretenden mantenernos como vasallos y, en consecuencia, como satélites ideológicos.
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Uno de los pioneros del socialismo con perfil propio en Latinoamérica es el escritor argentino José Ingenieros (1877-1925), autor de ¿Qué es el socialismo?, El hombre mediocre, Las fuerzas morales, Los tiempos nuevos, entre otras obras. Fue un ferviente defensor de la Revolución Bolchevique de 1917; sin embargo, a 6
En Luis Damiani y Omaira Bolívar (comp.), Pensamiento pedagógico emancipador latinoamericano. Caracas, Universidad Bolivariana de Venezuela, 2007, p. 193.
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diferencia de lo que ocurrirá más tarde con parte del movimiento revolucionario latinoamericano el cual se planteó seguir el “modelo ruso” de construcción del socialismo, Ingenieros insistió en hacer un socialismo fundado en la sustancia de lo latinoamericano. Señala que “La revolución socialista rusa es un experimento cuyas enseñanzas deben ser aprovechadas, sin que ello importe creer que es un modelo cuyos detalles convenga reproducir servilmente en cualquier otro país”. Llama la atención que su primera obra sea ¿Qué es el socialismo?, un folleto publicado en el año 1895 en el que después de cuestionar las perversiones del capitalismo se plantea como alternativa la construcción de una sociedad socialista. Allí propone suprimir las diferencias de clases y “erigir una sola, la de los productores instruidos, libres, iguales y dueños del producto íntegro de su trabajo”. Posteriormente, junto con Leopoldo Lugones, funda el periódico La Montaña, en el cual insiste en su prédica socialista revolucionaria. En el primer número Ingenieros escribe el programa Somos socialistas, en el que concluye: …queremos el individuo libre de toda imposición o restricción económica, política y moral, sin más límite a su libertad que la libertad igual de los demás. Así –solamente así– concebimos la misión que el socialismo ha de realizar para la libertad, por la revolución social.
Ingenieros y Lugones dirigen sus mordaces ataques contra la moral burguesa, sus instituciones y los mitos que apoyan la explotación de unas clases sobre otras, a saber: la república, la religión, el ejército, la educación, la patria, el parlamento, el Estado, la propiedad, la familia, etc. No sólo hay creatividad en el estilo empleado en cada ensayo sino, sobre todo, en la temprana visualización
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de que el socialismo era la salida para la crisis que atravesaban las naciones latinoamericanas, y en el contenido autónomo y americanista de dicho socialismo. Sus obras sociológicas posteriores tienen la original virtud de poner el énfasis en los principios y en los asuntos éticos, aspectos que muchas veces han sido desestimados y son claves para la consolidación de fuerzas morales que eviten que la sociedad sea manejada por los prejuicios del hombre mediocre, el cual se adapta servilmente a una sociedad que promueve el conformismo y la indiferencia ante las iniquidades del decadente mundo burgués. Mención especial merece el revolucionario peruano José Carlos Mariátegui (1894-1930). Dedicó su vida a imprimirle creatividad a las propuestas de construcción del socialismo en Latinoamérica y se enfrentó a la izquierda ortodoxa tradicional que no hacía más que repetir el recetario que pretendía imponer la “oficialidad” comunista de entonces. Se negó a seguir recetas manualescas e intentó aplicar de forma renovadora el método del materialismo histórico para interpretar y transformar la realidad de su país y el continente, pero sin perder de vista la totalidad del desarrollo revolucionario internacional. Es así como cobra la interpretación que realiza Mariátegui sobre la sociedad de su tiempo, en sus rasgos históricos específicos, singular trascendencia en toda Latinoamérica.
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A raíz de sus propuestas el socialismo científico −que habría servido de método de investigación− pasa a ser, indiscutiblemente, el instrumento político idóneo para acometer la lucha por la segunda independencia nacional y la justicia social. Mariátegui fue un activista político comprometido. En Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana, la revista Amauta y su columna de prensa que no por casualidad se llamaba Peruanicemos al Perú explico su ideario:
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La nueva generación no será efectivamente nueva sino en la medida en que sepa ser, en fin, adulta, creadora (…) No queremos, ciertamente, que el socialismo sea en América calco y copia. Debe ser creación heroica. Tenemos que darle vida con nuestra propia realidad, en nuestro propio lenguaje, al socialismo indo-americano. He aquí una misión digna de una generación nueva (…) Se trata de pensar con ideas propias, de buscar soluciones a los problemas de nuestra realidad; tarea que debe enfrentar un hombre que piense diferente, y que sin menospreciar los valores morales creados por las sociedades que le antecedieron, hace un análisis objetivo de los problemas socio-culturales y clasistas de la realidad latinoamericana . 7
El socialismo que propone parte del estudio de la realidad desde una perspectiva creadora, y a partir de allí se plantea el diseño de tácticas y estrategias políticas originales, que entre otras cosas sean oportunas, realistas y factibles: “No hagamos cuestión de etiquetas ni de títulos”. En América estamos en los albores de esta “Creación heroica”. De igual manera, el pensador martiniqueño Franz Fanon (1925-1961), autor de las obras Piel negra máscaras blancas, Sociología de una revolución y Los condenados de la tierra, desde una perspectiva decolonial nos incita a no copiar la cultura occidental burguesa, la cual ya está degradada e intenta imponer sus modelos de devastación y negación de las identidades nacionales en las colonias y semicolonias que gobierna: 7
José Carlos Mariátegui, Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana. Caracas, Fundación Biblioteca Ayacucho, 2007.
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La humanidad espera de nosotros algo más que una imitación, algo que sería una caricatura obscena. Hay que encontrar otra cosa. Podemos hacer cualquier cosa ahora a condición de no imitar a Europa, a condición de no dejarnos obsesionar por el deseo de alcanzar A Europa (…) Por Europa, por nosotros mismos y por la humanidad, compañeros, hay que cambiar de piel, desarrollar un pensamiento nuevo, tratar de crear un hombre nuevo .. 8
Éste es el reto: construir sociedades socialistas originales, por cuyas venas corra la savia de nuestra historia. Sociedades arraigadas en la geografía de nuestros pasos, marcadas por nuestras propias incertidumbres. Compendio luminoso de nuestros saberes esenciales, danza de nuestra alma colectiva, antorcha nunca apagada de nuestras esperanzas, destello de amor por nosotros mismos, despertar de nuestros sueños, grito de rebeldía irreductible, reencuentro con lo que nos ocultaron o quisieron que olvidáramos, recompensa ante tanto engaño. Creación y no servidumbre. Revolución y creatividad Creativas han sido las revoluciones que no han necesitado muletas ideológicas ni directrices internacionales para andar a su propio paso. Creativos son los movimientos revolucionarios que interpretan el alma de sus pueblos, se insertan en sus experiencias de lucha y se atreven a proponer sus propios caminos de liberación.
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Franz Fanon, Los condenados de la tierra. Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2003, p. 287.
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Cuba, una revolución que se revisa a sí misma Creativa es la revolución cubana. No fueron las recetas prefabricadas las que permitieron el triunfo de un grupo de “barbudos”: fue la capacidad de crear sobre la marcha para dar respuestas inéditas a problemas originales lo que garantizó el éxito, a pesar de las dificultades y limitaciones. En una carta que el Che le envía a Ernesto Sábato en 1960 le confiesa: Puedo decirle, tratando de sintetizar, que esta Revolución es la más genuina creación de la improvisación. En la Sierra Maestra, un dirigente comunista que nos visitara, admirado de tanta improvisación y de cómo se ajustaban todos los resortes que funcionaban por su cuenta a una organización central, decía que era el caos más perfectamente organizado del universo. Y esta Revolución es así porque caminó mucho más rápido que su ideología anterior (…) Así nació esta Revolución, así se fueron creando sus consignas y así se fue, poco a poco, teorizando sobre hechos para crear una ideología que venía a la zaga de los acontecimientos (…) Así estamos ahora hablando un lenguaje que es también nuevo, porque seguimos caminando mucho más rápido que lo que podemos pensar y estructurar nuestro pensamiento . 9
Creativa ha sido esta revolución cuyo autor intelectual, a decir de Fidel Castro, ha sido José Martí. Una revolución que, en palabras de Jean Paul Sartre, “…está creando su propia ideología y sus propios instrumentos a través del contacto directo con las masas (…) Es la revolución más original que jamás haya visto”. 9
Disponible en http://www.nuestraamerica.info/leer.hlvs/762
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Creativas han sido las respuestas del pueblo cubano frente a las crisis, el bloqueo y el aislamiento, especialmente después de la caída del muro de Berlín y de la disolución de la URSS, que era su principal fuente de apoyo. Independientemente de los errores que se puedan cometer en toda revolución, el proceso revolucionario cubano aporta enseñanzas creativas concretas para la construcción del socialismo en América Latina y el Caribe. Una revolución que se revisa a sí misma. En palabras de Silvio Rodríguez: Estoy de acuerdo en revertir los errores, en desterrar el autoritarismo y en construir una democracia socialista sólida, eficiente, con un funcionamiento siempre perfectible, que se garantice a sí misma. Me niego a renunciar a los derechos fundamentales que la Revolución conquistó para el pueblo. Antes que nada, dignidad y soberanía, y asimismo salud, educación, cultura y una vejez honorable para todos (…) Yo no niego los errores y los voluntarismos, pero no sé olvidar la vocación de pueblo de la Revolución, frente a agresiones que han usado todas las armas para herir y matar, así como los más poderosos y sofisticados medios de difusión (y distorsión) de ideas . 10
Del mismo modo, Fidel Castro ha sido profundamente autocrítico; en entrevista concedida a Jeffrey Goldberg en septiembre de 2010, reconoce: “el Estado había terminado por jugar un papel demasiado grande en la economía de la isla”.
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No obstante, es indiscutible el estandarte de dignidad que ha sido sostenido desde Cuba. No tiene discusión la alta dosis de creatividad que ha puesto en 10
Disponible en https://tomarlapalabra.wordpress.com/category/silvio-rodriguez
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marcha la revolución cubana para, en medio de las dificultades, elevar el nivel de vida promedio de la población en correspondencia con el desarrollo en las áreas de salud, educación y deportes. Faltan cosas, pero sobra fe y voluntad. Y lo más importante de todo es el aprendizaje que esta revolución le aporta al resto de las naciones y pueblos de Latinoamérica. Lo explicaba Fidel en la Segunda Declaración de la Habana: “¿Qué enseña la Revolución Cubana? Que la revolución es posible, que los pueblos pueden hacerla, que en el mundo contemporáneo no hay fuerzas capaces de impedir el movimiento de liberación de los pueblos”. En relación con la creatividad el testimonio de Gabriel García Márquez es revelador. El escritor colombiano dice en el reportaje Cuba de cabo a rabo, escrito en 1975, que en esta nación: Se está construyendo un socialismo humano y visible (…) Es un socialismo que los cubanos están haciendo a la medida de sus necesidades y posibilidades, con una pasión y una seriedad ejemplares, pero siempre muertos de risa, y poniendo en cada uno de sus actos esa chispa de locura recóndita que es tal vez su virtud más antigua y fecunda. En 1962, cuando los Estados Unidos decretaron el bloqueo, Cuba se encontró de pronto con la evidencia de que no tenía nada más que seis millones de cubanos resueltos en una isla luminosa y desguarnecida. Condenados a morir de hambre, los cubanos tuvieron que inventar la vida otra vez desde el principio. Crearon toda una tecnología de la necesidad, toda una economía de la escasez, toda una cultura de la soledad. No había un acto de la vida cotidiana que no exigiera un esfuerzo particular de ingenio y decisión.
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México y los zapatistas: “Venimos a pedirles ayuda” También ha sido creativo el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) de México, que recrea las formas de organización y lucha de las comunidades originarias, hace uso de internet para difundir el mensaje revolucionario y cuyos integrantes se colocan e identifican con un pasamontañas negro por ser un color despreciado que se asemeja al color de la tierra. Un proyecto político del cual ha dicho Emmanuel Wallerstein en Un mundo incierto: Desde 1994, la rebelión zapatista en Chiapas ha sido el movimiento social más importante del mundo –el termómetro y el disparador de los grupos antisistema mundiales–. ¿Cómo es posible que un pequeño movimiento de indios mayas, en una de las regiones más pobres de México, pueda jugar un rol tan importante?
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Es creativo el EZLN cuando promueve marchas multiétnicas para enfrentar el Tratado de Libre Comercio (TLC), la globalización y cualquier política neoliberal. Hay creatividad cuando demanda respeto por las comunidades indígenas y se plantea aprender de ellas. Cuando esgrime un programa político, contraviniendo todo lo que hasta entonces se ha dicho en torno a la toma del poder y se plantea que es posible organizarse para ir transformando el mundo, no desde arriba, no tomando el poder y desde ahí ir dictando medidas, sino desde abajo, alcanzando logros, satisfaciendo demandas. Es un movimiento que para resolver los problemas de la comunidad recurre a las asambleas comunitarias y propicia el reencuentro con las tradiciones ancestrales en materia organizativa. Es creativo cuando se plantea la construcción de “los caracoles”, formas de organización popular, donde lanzan las consignas “Mandar obedeciendo”, “Para
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todos todo, Nada para nosotros” y le dice al pueblo: “No venimos a dirigirlos, no venimos a decirles qué hacer sino que venimos a pedirles ayuda”. Éste es un movimiento que revaloriza las cooperativas y se plantea que la producción no debe ir dirigida solamente hacia el autoconsumo de los productos sino, además, hacia la comercialización de los mismos en los mercados nacionales e internacionales. Un movimiento que se expresa de manera diferente a lo convencional, para el cual los tres ejes fundamentales en los que se basa –democracia, libertad y justicia– poseen un sentido profundamente humanitario, colectivo y concreto. Éste es un movimiento que le imprime una semántica nueva a las palabras: Así, dignidad, democracia, resistencia civil, insurgencia civil, sociedad civil y patria adquieren un nuevo sentido. Y entre las palabras recreadas por el zapatismo están autogestión, cooperativismo, propiedad colectiva, autonomía, participación y comunidades, palabras que es necesario recuperar y recrear para llevar a cabo una lucha que no solo es local –como lo planteaba la tradición de las comunidades indígenas– sino también nacional y universal . 11
Un movimiento que no sólo se plantea la lucha contra el capitalismo y sus políticas neoliberales sino, también, contra el patriarcado en la vida cotidiana; de allí que reconozca la importancia fundamental que tienen las mujeres en los procesos de gestión política y económica de sus comunidades y, por tanto, impulse las cooperativas de mujeres: “Discriminadas doblemente como mujeres y trabajadoras, las indígenas mexicanas somos también discriminadas por nuestro 11
Patricia Agosto, El zapatísmo. Caracas, Monte Ávila Editores Latinoamericana C.A., 2005, pp. 2-3.
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color, nuestra lengua, nuestra cultura y por nuestro pasado. Triple pesadilla que nos obliga a nuestra triple rebelión”12. Por otra parte, éste es un movimiento que nace en una de las localidades mexicanas más paradójicas, Chiapas, un territorio rico en recursos: produce grandes riquezas y la pobreza más inhumana, una localidad donde se produce una gran violencia contra los que luchan por un mundo de prosperidad y paz; en este sentido, leamos al propio Subcomandante Marcos, en Chiapas: el sureste en dos vientos, una tormenta y una profecía: Viento primero EL DE ARRIBA Que narra cómo el supremo gobierno se enterneció de la miseria indígena de Chiapas y tuvo a bien dotar a la entidad de hoteles, cárceles, cuarteles y un aeropuerto militar. Y que narra también cómo la bestia se alimenta de la sangre de este pueblo y otros infelices y desdichados sucesos.
Un movimiento político, como el EZLN, asume la creatividad como condición para la victoria y requisito para la existencia. Creatividad en la forma y en el contenido. En la manera de hacer y de decir. En el modo de soñar y de realizar. En palabras del Subcomandante Marcos:
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Cuentan que Miguel Ángel Buonarroti realizó su David con serias limitaciones materiales. “El pedazo de mármol sobre el que trabajó Miguel Ángel era uno que ya había sido empezado a trabajar por alguien más y tenía ya perforaciones, el talento del escultor consistió en hacer una figura que se ajustara a esos límites infranqueables 12
Ibídem, p. 67.
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y tan restringidos, de ahí la postura, la inclinación, de la pieza final”. De la misma forma, el mundo que queremos transformar ya ha sido trabajado antes por la historia y tiene muchas horadaciones. Debemos encontrar el talento necesario para, con esos límites, transformarlo y hacer una figura simple y sencilla: un mundo nuevo . 13
Bolivia y la revolución con los pueblos originarios Bolivia es el tercer país en tamaño de Suramérica, después de Argentina y Brasil. Más grande que España, Alemania e Italia juntos. Es una nación rica en recursos, sin embargo, una de las más pobres de Suramérica. No obstante, hay creatividad, también, en la revolución boliviana, la cual redimensiona el papel de los pueblos originarios, sus formas de organización y cosmogonías. Es creativo el proyecto político que, en alianza con distintos sectores de la sociedad, lideriza Evo Morales. En efecto, el solo hecho de que en América del Sur por primera vez en la historia un indígena llegara a ser presidente ya evidencia una alta dosis de creatividad. Y que esto ocurra en Bolivia, una nación donde el desprecio por las etnias y sus culturas forma parte de la “política de dominación” hasta el punto de que jamás ninguno de ellos había ocupado un cargo de importancia en la administración pública, en las fuerzas armadas o en el clero, reviste una particular originalidad. Además, en esta nación donde tradicionalmente las oligarquías escogen los presidentes y los EE UU les dan órdenes; es un desafío creador gobernar a contracorriente de quienes han detentado el poder. 13
Disponible en http://www.stormpages.com/marting/oximoron.htm
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En diciembre del 2005, Evo Morales es electo presidente. Ahora bien, ¿quién es Evo? Es un aymara pobre que aprendió castellano cuando entró a la escuela y quechua cuando la pobreza obligó a su familia a mudarse; de niño tocaba el charango, tejía, oía la radio o jugaba pelota mientras pastaba llamas y ovejas; luego trabajó en la zafra de caña de azúcar en el norte de Argentina, donde también vendió helados; se gradúa de bachiller, quería ser periodista y futbolista, pero al morir su padre la vida lo lleva al cuartel donde ve cómo a un indio lo rocían de gasolina y lo queman vivo; se hizo trabajador cocalero y allí emprende la lucha en defensa de la coca –esta planta útil y sagrada para los campesinos bolivianos– y de los trabajadores cocaleros. Sufre varios atentados contra su vida, es encarcelado y allí se declara en “huelga de hambre seca”, sin agua. Hizo parte de su campaña electoral yendo de un lugar a otro en autobús, porque no había recursos para hacerlo de otro modo, tal como lo declara en el libro de Malu Sierra y Elizabet Subercaseaux, Evo Morales, primer indígena que gobierna en América del Sur (texto al cual pertenecen todas las citas de Morales): “En 1999 ya teníamos un autito –apunta–. Y lo manejábamos. Era el único autito que teníamos para hacer campaña”. Luego es electo diputado, batiendo un récord con el 73 por ciento de los votos, el diputado más votado del país; pero pronto sería expulsado del Congreso, acusado de terrorista, narcotraficante. Otra vez hace huelga de hambre seca. Insiste en que la supuesta lucha contra la coca por parte de los EE UU no es más que un pretexto para controlar política y militarmente las naciones latinoamericanas. Vuelve al parlamento cuando su expulsión es declarada inconstitucional. Luego es propuesto como candidato a la presidencia de la República. Se lo tomó a broma y rechazó la propuesta porque “no sabía si tenía dedos para ese piano”. Al final aceptó y, después de una dura campaña electoral, triunfó pero se impuso el fraude. “Nos robaron la elección –explica–.
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Ahora digo que felizmente se la robaron porque eso nos dio tiempo para prepararnos. ¿Qué hubiera hecho yo como presidente en 2002?… seguro que hubiéramos fracasado… La Pachamama me salvó”. A la segunda va la vencida y la noche de 18 de diciembre de 2005, Evo vence a su más cercano contrincante por aplastante mayoría: 53,7 por ciento de los votos frente a 31,3 por ciento. Evo, en consonancia con la filosofía de los pueblos originarios, camina hacia adelante sin dejar de mirar hacia atrás, pues el pasado no está detrás sino adelante. Dice que “volver a vivir bien es nuestro primer gran objetivo y vivir bien no significa vivir mejor pues si alguien vive mejor quiere decir que otro vive peor”. Creativa está siendo la revolución boliviana que ha pasado por un proceso constituyente y dentro de los postulados de la nueva Constitución se plantea la interculturalidad, el “vivir bien”, el respeto a la Pachamama –la Sagrada Madre Tierra–, el Estado Unitario Social de Derecho Plurinacional Comunitario, el derecho a la autonomía y el autogobierno indígena, junto con el reconocimiento oficial de sus entidades territoriales e instituciones. Nociones originales que revolucionan la sociedad boliviana y contagian al resto de las naciones del continente. El Estado asume (artículo 8.I) y promueve como principios ético-morales de la sociedad plural: ama qhilla, ama llulla, ama suwa (no seas flojo, no seas mentiroso ni seas ladrón), suma qamaña (vivir bien), ñandereko (vida armoniosa), teko kavi (vida buena), ivi maraei (tierra sin mal) y qhapaj ñan (camino o vida noble). Simultáneamente, con la promoción de estos valores, la revolución toma medidas concretas que defienden la soberanía y contribuyen a alcanzar mayor justicia social entre el pueblo. Entre ellas está la exigencia dirigida al funcionario público, de aprender los idiomas indígenas de cada región para así atender mejor
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las necesidades de la gente, habida cuenta de que para más del 60 por ciento% de la población la lengua materna es la indígena y el castellano es un segundo idioma. También desde el comienzo fueron nacionalizados los hidrocarburos: Se trata, de un modelo de nacionalización siglo xxi, sin expropiación, sin exclusión de las empresas. Pero ellos no pueden seguir como antes. Antes el 18 por ciento quedaba para Bolivia y el 82 por ciento para la trasnacionales. Ahora es lo contrario: queda para Bolivia el 82 por ciento y el 18 por ciento para las empresas. Ganan, pero no ganan como antes.
Ésta es una revolución creativa que ha hecho suya la whipala que es la antigua bandera del Tawantinsuyo, la cual representa a todos los pueblos originarios. Una revolución que se plantea la lucha política en términos originales. En palabras del vicepresidente de la República, Álvaro García Linera, el intelectual blanco de clase media y activista guerrillero que sirve de interlocutor con el país no indígena, la lucha no está planteada en términos convencionales: La idea de ganar no está asociada a la derrota física del adversario sino a su derrota histórica, moral y política; a la incorporación de los intereses de los adversarios en la estructura de los intereses de las fuerzas emergentes. Es una idea un poco rara de la historia. No es: derroto al otro porque lo aplasté, sino lo derroto porque lo incorporé de manera subordinada en mi estructura de poder.
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Ésta es una revolución que ha rescatado la cosmovisión y los mitos de los indígenas. En palabras de David Choquehuanca, el filósofo canciller de la República:
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Nosotros vamos a gobernar cuando hayamos recuperado las leyes de la naturaleza (…) Estamos en ese proceso. El Pachakuti estaba previsto. Es un tiempo cósmico cuando los polos se invierten y lo que estaba arriba pasa abajo y lo que estaba abajo pasa arriba.
Desde el comienzo mismo esta revolución asumió la creatividad y la originalidad arraigada en la sabiduría de los pueblos originales ancestrales. En palabras de su líder Evo Morales en su primer mensaje como presidente (2006): Felizmente el pueblo es sabio. Esa sabiduría del pueblo boliviano hay que reconocerla, hay que respetarla y hay que aplicarla. No se trata de importar políticas económicas o recetas económicas desde arriba o desde afuera (…) El querer importar políticas a Bolivia es un error. Las organizaciones sociales, los consejos de amautas que admiro muchísimo, en el Altiplano paceño, esos sindicatos del campo y de la ciudad, esas organizaciones llamadas capitanías en el Oriente boliviano, son el reservorio de conocimientos, el reservorio de conocimientos científicos de la vida para defender a la vida, para salvar a la humanidad. Se trata de coger de esas organizaciones para implementar políticas.
La Revolución Ciudadana ecuatoriana: “cinco ejes centrales” Creativa es la Revolución Ciudadana de Ecuador impulsada por Rafael Correa. Un movimiento que ha sido capaz de liquidar a la partidocracia tradicional y el modelo económico neoliberal, llevar a cabo un proceso constituyente exitoso, aprobar una Constitución Nacional (2008) de avanzada, trazar una política
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exterior integracionista, incorporar la influencia cultural indígena y africana, la presencia de las ideas del movimiento social ecologista, e impulsar el socialismo del siglo XXI que “enfatiza principios más que modelos, ya que cada país debe tomar sus decisiones de acuerdo con sus realidades”. Expresa Rafael Correa: Esta revolución que es ante todo bolivariana. Nuestra hasta los huesos del alma. ¡NUESTRA! Cuando hablamos de revolución hablamos de democracia, de participación ciudadana, de participación de todas, de todos. La revolución se basa en la participación de todos los sectores, con equidad La verdadera democracia es socialista, nada tiene que ver con el egoísmo, con el capitalismo inmoral que ha hecho la crisis, con la partidocracia decadente. Por decisión soberana el pueblo ha decidido su futuro, que no es otro que la revolución ciudadana: profunda, rápida, democrática y en paz. La nueva Constitución nos permite avanzar por el siglo XXI. Rompe con las cadenas que nos mantenían sujetos al siglo pasado, al dominio de los dogmas neoliberales, a la entelequia del mercado, a la hegemonía del capital financiero, de ese capital especulativo, decadente, cuyo poder agoniza ahora mismo a nivel planetario, dando coletazos terribles como los dinosaurios antes de extinguirse. Somos capaces de soñar en grande, de alcanzar esos sueños y de realizarlos. Se ha instaurado en el Ecuador el poder ciudadano para transformar las estructuras políticas y económicas caducas, ineficientes que se han basado en la corrupción, en el predominio de las cosas por sobre los seres humanos, en el reinado del egoísmo y de la usura.
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La Revolución Ciudadana se fundamenta en cinco ejes centrales:
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1. Revolución constitucional. Se propone el impulso del poder constituyente como preámbulo para crear un nuevo Estado.
2. Lucha contra la corrupción. Se busca el combate a la corrupción por medio de veedurías ciudadanas.
3. Revolución económica. Se apoya a los microempresarios, comerciantes informales, agricultores y artesanos por medio de microcréditos denominados 5-5-5 (hasta 5 mil dólares, a 5 años plazo y al 5 por ciento de interés anual). También se plantea la democratización de los medios de producción. 4. Revolución de educación y salud. Se implementa en Ecuador la creación de un sistema universal de salud y de educación gratuito. Para esto se busca aumentar el porcentaje del presupuesto anual que se destina a estos rubros en un 0,5 por ciento con respecto al PIB hasta que se alcance el 5 por ciento para el sistema de salud y el 6 por ciento para el sistema de educación. 5. Rescate de la dignidad, soberanía y búsqueda de la integración latinoamericana. Para mantener la soberanía política y económica del país frente a los organismos financieros internacionales y las potencias extranjeras se persigue una renegociación de la deuda externa. También se busca la anulación de tramos de la deuda considerada ilegítima. Con respecto a la integración de los países Latinoamericanos Ecuador impulsa la Unasur (Unión de Naciones Suramericanas) proyecto que busca integrar a los países del sur de América en un solo bloque económico y político. También el gobierno del Ecuador promueve firmemente la creación del Banco del Sur junto con Argentina, Venezuela, Brasil, Paraguay y Bolivia. De Ecuador es la
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iniciativa monetaria del Sucre, un medio de intercambio entre los países que integran el ALBA. La implementación de este tipo de medidas es muy progresivo porque son pasos que permiten ir rompiendo dependencias. Esta es una revolución dirigida por un líder estudioso para quien las doctrinas políticas y económicas no están completas si no sirven para generar justicia social, que desmonta, punto por punto, los argumentos de las teorías de la dominación y la desigualdad por remozadas que éstas aparezcan; un líder que no sólo cree en el saber académico sino en los saberes de ese pueblo creador, que dispara el corazón cuando habla. Cuando cumplió un año de su mandato expresó: Llegó la hora. No hay que temer miedo. Aquel que caminó sobre la mar y calmó tempestades, también nos ayudará a superar estos difíciles pero esperanzadores momentos. No nos olvidemos que el Reino de Dios debe ser construido aquí, en la tierra. Pidan por mí para que el Señor me dé un corazón grande para amar, pero también fuerte para luchar. Marthin Luther King decía que su sueño era ver una Norteamérica donde blancos y negros puedan compartir la escuela, la mesa, la Nación. Mi sueño, desde la humildad de mi Patria morena, es ver un país sin miseria, sin niños en la calle, una Patria sin opulencia, pero digna y feliz.
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Cuando intentaron darle un golpe de Estado, usando uno de los pretextos más triviales y falaces –la incomodidad de la policía en relación con ciertas medidas laborales– le respondió con coraje a sus victimarios. Desde Venezuela llegaban a Ecuador las consignas que un día infundieron valor al pueblo para reconquistar la democracia. En la tierra de Manuelita se oía el eco: ¡No pasarán!
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La Revolución Bolivariana venezolana: “Necesario es vencer” La Revolución Bolivariana ha estimulado en el pueblo la capacidad de invención cuando lanza el proyecto del socialismo bolivariano. Creativo ha sido también su líder, el comandante Hugo Chávez, quien en sus comienzos no se declaró socialista –con lo cual se evitó el problema de entrar en el terreno de la disputa con las viejas izquierdas del país que se acusaban mutuamente de reformistas, revisionistas, foquistas–. Contrariamente, la Revolución Bolivariana desde su instauración ha esgrimido como banderas doctrinarias el ideario de Simón Bolívar, Simón Rodríguez y Ezequiel Zamora, cuyos textos, dicho sea de paso, no han sido suficientemente editados y discutidos en el seno del movimiento popular, para poder extraer de ellos las enseñanzas que esta revolución está demandando. Luego de diez años en el poder, Chávez define la revolución venezolana como antiimperialista y llama a diseñar colectivamente el “socialismo bolivariano”, en una sociedad donde, desafortunadamente, aún prevalece “la cultura del petróleo” con todas las contradicciones que ello implica, pero en donde, sin embargo, el poder popular se va configurando y adquiere formas inéditas. Creativa ha sido la estrategia del gobierno revolucionario de Venezuela cuando se propone ir transformando el Estado –que era fundamentalmente excluyente y que se encontraba de espaldas al pueblo– en un Estado que se plantea la inclusión social. Una revolución donde este mismo pueblo ha ido asumiendo un rol protagónico y se ha ido “empoderando” por medio de distintos caminos que se han ido decantando: las cooperativas, los consejos comunales, las comunas. Todo esto, a pesar de que a cada proyecto revolucionario de solución de las necesidades de la población le suceden sutiles formas de reacomodo del viejo
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sistema que se disfraza, se camufla, se mimetiza para socavar con sus propios hombres las bases de la revolución. Una revolución que por vía democrática se plantea la transformación del Estado con programas banderas, como son las misiones socialistas: la Robinson, que ha permitido que Venezuela haya sido declarada por la Unesco “Territorio Libre del Analfabetismo”; la Robinson II, la Ribas y la Sucre que ha facilitado que muchos venezolanos tengan acceso a la educación; Barrio Adentro con sus Centros de Diagnóstico Integral (CDI) y las Salas de Rehabilitación Integral (SRI) que han llevado la salud incluso a lugares inhóspitos; Mercal y Pdval, que han facilitado que la cesta básica alimentaria llegue a la mesa de los más desposeídos; la Misión Milagro que permite que muchos recobren la visión no sólo en Venezuela sino también en Suramérica y Centroamérica. Misiones, en fin, para sorpresa de muchos, que reorientan la renta petrolera a favor de los pobres, en especial los más pobres, de modo que la justicia deja de ser una declaración jurídica y va convirtiéndose en un hecho social concreto que debe ser garantizado por el Estado en el aquí y el ahora.
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Pero ésta es una revolución que requiere con urgencia que el funcionario público se transforme en “servidor público” y que se instituya una misión que podría llamarse “Misión Atención al Ciudadano” para garantizar que el pueblo diseñe, ejecute, evalúe y disfrute las políticas del Estado dirigidas a resolver sus necesidades. Quienes atienden a nuestro pueblo deben poseer una sensibilidad y una formación especial y deben estar guiados por principios humanistas y populares. En nada deben parecerse al funcionario promedio de la cuarta república, bajo ninguna circunstancia deben reproducir sus vicios.
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La Revolución Bolivariana en Venezuela es, afortunadamente, una revolución que va haciendo los caminos en la medida que los va andando. Y va descubriendo mientras va explorando. No sigue etapas preestablecidas ni es dirigida desde ningún centro de poder internacional. No se guía por un manual. No pretende convertirse en “modelo” para otras naciones. Se trata de una revolución que debe continuar midiéndose en el terreno electoral, donde ha ganado la mayoría de las batallas, pero debe seguir batiéndose democráticamente con una contrarrevolución que combina los métodos antidemocráticos (el golpe de Estado, los paros empresariales, el boicot de las industrias básicas, el acaparamiento de los bienes de primera necesidad de la cesta básica, el financiamiento foráneo y los intentos de magnicidio, incluso el sicariato y la “Guerra Sucia”) con la imagen de chicos buenos respetuosos de las leyes y preocupados por la ciudadanía. Una revolución que debe enfrentarse todos los días a un quinto poder comunicacional bien estructurado, en manos de los herederos de Goebbles, al que le hemos antepuesto, cual David, las emisoras y televisoras comunitarias que inventan cada día, sobre todo su manera de sobrevivir, con escasos recursos y una inmensa pasión por el país y la gente. Una revolución cuyos enemigos más poderosos son, quizás, muchos de los que dicen apoyarla y que más que hacer la revolución se la están gozando. Una revolución que va a contracorriente de los pseudovalores que nos han impuesto los mercaderes de la antivenezolanidad y la antiintegración y que a cada paso se encuentra con una mentalidad retrógrada que se vale de aquello que nos decía
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Albert Einstein: “es más fácil destruir el átomo que un prejuicio”. Una revolución, en fin, que no se queda callada, que es voz de la memoria y grito de redención. Una revolución que ensaya, se equivoca, vuelve a intentarlo, persevera, sigue trabajando y repite con José Félix Ribas: “Necesario es vencer”. Una revolución que está buscando en las raíces y en los frutos de la cultura las fuentes de su destino, porque está aprendiendo que “una revolución para que sea irreversible debe ser cultural”; que a pesar de encontrarse avasallada por el colonialismo cultural y la ideologización comunicacional ha activado una contraofensiva de autoafirmación cultural cuyos voceros más representativos son la gente sencilla del pueblo. De allí que más que nunca sea verdad aquello que afirmaba el poeta Aquiles Nazoa: “Creo en los poderes creadores del pueblo”. Ésa es la razón por la que, en su inmensa mayoría, las y los cultores populares, con esa intuición propia del artista, son los que con más entusiasmo e inventiva acompañan y construyen esta revolución.
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De las entrañas de nuestra geografía surgen los pintores que llenan de murales las calles y avenidas; los cantores que interpretan la canción rebelde para un pueblo bravo; los poetas para quienes la palabra es una tea. El arte “popular” cobra fulgor y levanta la voz. El joropo, el galerón, las coplas, las décimas se tiñen del color de la revolución. Y si alguien tiene dudas acerca de a quién apoya el pueblo, lo invitamos a que se interne en la provincia, donde el respaldo al presidente Chávez es más combatiente y firme. En lo profundo de nuestro territorio encontramos gente que se identifica con los postulados de la Revolución Bolivariana; personas como Daniel García, un hombre humilde de las soleadas tierras de la península de Paraguaná, quien escribió una décima titulada “Rojo”:
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I Rojo de sangre guerrera, rojo de revolución y rojo en el corazón de nuestra erguida bandera; la que tremola altanera con rojo de libertad, rojo color de igualdad brillando en el tricolor porque rojo es el amor con roja sinceridad. II Sangre de libertadores el rojo del pabellón, es roja nuestra pasión y rojos son los amores; y rojas serán las flores en este pueblo que avanza porque roja es la esperanza que tiene la patria buena; rojo el canto que resuena en roja punta de lanza
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III Rojo es el canto a la vida y rojo el amanecer Y el árbol al florecer con una luz encendida. Roja la flor presumida del rojo de su belleza, rojo es un labio que besa en una roja pasión, y rojo es el camisón de aquella mujer que reza. IV Rojo es color de alegría Rojo que anuncia la aurora, Roja es el ave canora que canta anunciando el día; color de la patria mía el rojo de multitudes, camino de juventudes con rojo en el corazón llevando revolución a todas las latitudes.
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Ésta es una Revolución que, como nos lo decía Domingo León, por encima de cualquier cosa nos convoca a reencontrarnos con la grandeza de nuestro pasado, con esos espíritus tutelares que flotan en el alma de los venezolanos y nos instan a alcanzar la altura de los nobles constructores de la nacionalidad. Ésta es una Revolución que nos hace tomar conciencia de que somos de la patria Bolívar, y por tanto éste nos impulsa a no desfallecer, a continuar creadoramente su obra pues: ¿No es Venezuela la tierra que, con el cuerpo ha heredado el espíritu de Bolívar, aquel para quien la soledad no fue un impedimento, para quien el espacio no fue un obstáculo, para quien los Andes no fueron valladar, para quien el mar no fue un lindero, para quien el tiempo no fue una venda, y a través de la niebla del futuro descubrió que el núcleo vital del Continente estaba en el Mar de las Antillas? . 14
Nicaragua y los sandinistas Cuando Tomás Borge estuvo en Caracas en abril de 2004 dijo, a propósito de la originalidad del movimiento sandinista, algunas cosas reveladoras. Habló de que en los inicios del Frente Sandinista los sectores de izquierda padecían “un bajísimo nivel político. No obstante, esta orfandad ideológica tuvo un aspecto positivo: no hubo en Nicaragua terreno abonado por la típica polémica estéril; el atraso político ideológico más bien canalizó cierto aspecto positivo de militantes sandinistas, tal es la 14
Eugenio María Hostos (1988), Obra literaria selecta. Caracas, Fundación Biblioteca Ayacucho, 1988, p. 342.
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inclinación viva y práctica hacia la acción. Aunque difícil de entender, nuestra ignorancia filosófica nos conduce a la lucha guerrillera (…) Somos revolucionarios más por vergüenza que por conciencia (…) En Nicaragua, a diferencia de la mayoría de los países de América Latina, se desconocía el marxismo. Luego aprendimos un marxismo dogmático, de esos libros que sacaban los soviéticos. Ése fue el marxismo que aprendimos nosotros, afortunadamente también fuimos capaces de ser herejes.
Con esa “orfandad ideológica” y desde la herejía se propicia la creatividad. El que lo sabe todo y el que todo lo tiene ya resuelto no puede ser creativo. Sólo puede ser creativo el movimiento político que está consciente de sus propias limitaciones y está dispuesto a inventar. Éste ha sido el caso del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN). Creativo fue y ha sido el FSLN de Nicaragua, fundado en 1962 por un grupo de estudiantes universitarios encabezados por Carlos Fonseca, Silvio Mayorga y Tomás Borge, que logró superar el abatimiento de las derrotas y la altivez de las victorias en cruzadas del amor emprendidas desde el gobierno en agosto de 1979, como la de alfabetización que, en cinco meses, redujo el analfabetismo somocista de 53 al 12 por ciento, y en materia de salud pública, mediante grandes campañas de vacunación preventiva, ejecutadas con la colaboración de brigadas de voluntarios, erradicaron enfermedades como la poliomielitis.
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Los sandinistas iniciaron una reforma agraria global para redistribuir entre los pequeños granjeros y trabajadores del campo algunas grandes fincas y las tierras arrebatadas a los partidarios de Somoza. Este programa también incluía
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la creación de granjas estatales y cooperativas. Se incrementó el presupuesto de educación y aumentó en tiempo récord el número de escuelas, profesores y estudiantes. La asistencia sanitaria pública se extendió a todo el país; se levantaron hospitales y clínicas. La tasa de mortalidad infantil y de enfermedades disminuyó significativamente. En palabras de Eduardo Galeano: La revolución sandinista no fusila a nadie; pero del ejército de Somoza no queda ni la banda de música. A manos de todos pasan los fusiles, mientras se desencadena la reforma agraria en los campos desolados. Un inmenso ejército de voluntarios, armados de lápices y de vacunas, invade su propio país. Revolución, revelación, de quienes creen y crean (…) Ahora, a los tropezones, se echan a caminar. Van en busca del pan y la palabra: esta tierra, que abrió la boca, está ansiosa de comer y de decir . 15
El movimiento sandinista que llega al poder en julio de 1979, conforma un gobierno de coalición hasta que en noviembre de 1984 se celebran unas elecciones que gana Daniel Ortega, con 67 por ciento de los votos, el FSLN alcanza 61 escaños en el parlamento, de un total de 96. Sin embargo, en las elecciones de 1990, bajo un feroz asedio económico, militar y comunicacional patrocinado por el imperialismo norteamericano, el FSLN fue derrotado. Los sandinistas acordaron celebrar elecciones bajo supervisión internacional a principios de 1990 como una condición de las negociaciones de paz. Confiaban en obtener la victoria y en que Daniel Ortega fuera elegido nuevamente presidente. Los catorce partidos de la oposición se unieron para formar la 15
Disponible en http://www.stormpages.com/marting/eduardorevsan.htm
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Unión Nacional Opositora (UNO), que apoyaba la candidatura a la presidencia de Violeta Chamorro y ofrecía una lista unificada de candidatos al Congreso. El rechazo generalizado contra el servicio militar obligatorio y la esperanza de conquistar la paz, llevaron a la victoria a la UNO, que obtuvo el 55 por ciento de los votos, mientras que los sandinistas obtuvieron únicamente el 41 por ciento. Desde entonces a veces los sandinistas están en el poder y otras están fuera. Como un tobogán, suben y bajan. De allí que el poder creativo de la Revolución Sandinista quizás resida en el hecho de recordarnos que los caminos de construcción del socialismo no son lineales ni progresivos, que los peligros de vuelta al pasado son reales e inminentes; que ninguna conquista es irrevocable y que las advertencias de que se cometen errores no siempre deben ser catalogadas de “reaccionarias”. Todo puede ocurrir: avanzar o retroceder. No obstante, el pueblo nicaragüense, con su enorme capacidad para avanzar en medio de las dificultades, sabe que como dijo una vez el mentor de esta revolución, Augusto César Sandino: “Nosotros iremos hacia el sol de la libertad o hacia la muerte; y si morimos, nuestra causa seguirá viviendo. Otros nos seguirán”. ¿Adónde va la América?
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En la primera década del siglo XXI asistimos a unos hechos impensables hacía apenas unos pocos años atrás: Los presidentes se parecen a sus pueblos. Un indio en Bolivia y otro en Nicaragua, un zambo en Venezuela, un guerrillero en Uru-
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guay, un limpiabotas en Brasil a quien una mujer le sucede en el poder, y para colmo un ecuatoriano estudia economía en Harvard y sale izquierdista. Estamos buscando nuestros propios caminos. Más aún, estamos haciendo nuestros propios caminos. Soñamos con un mundo mejor. Contamos con nuestra imaginación para materializarlo. Tenemos ilusiones. En ningún tiempo han estado más vigentes aquellas palabras de José Martí, quien dijo: “Nunca, de tanta oposición y desdicha, nació un pueblo más precoz, más generoso, más firme. Sentina fuimos, y crisol comenzamos a ser (…) Todo lo vence, y clava cada día su pabellón más alto, nuestra América capaz e infatigable”16. Así es. Nuestro pueblo precoz, generoso y firme, capaz e infatigable, todo lo vence. ¡Así somos! Con esta convicción jamás seremos derrotados por las naciones imperiales que nos avasallan y desprecian, ni por las serviles oligarquías locales que nos manipulan y explotan, ni por los gobiernos a su servicio que nos reprimen y engañan, ni por los falsos representantes del pueblo que hacen promesan y nos defraudan, ni aun por los intelectuales que por complejo de inferioridad imitan y copian. Estamos convencidos de que América Latina y caribeña es el continente de la creatividad y la esperanza. Acá se están fraguando arrolladoras fuerzas liberadoras. Entre nuestros pueblos germina radiante una semilla que ha sido abonada con nuestra propia tierra. Somos un árbol de muchas ramas que se nutre con la savia de nuestros saberes originales y de la diversidad de culturas. Nuestras revoluciones no son frutos trasplantados de otras latitudes ni se orientan hacia 16
Discurso ante la Sociedad Literaria Hispanoamericana, 19 de diciembre de 1889.
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cielos que no son nuestros. Andamos nuestros propios senderos y nuestras huellas dejan un rastro genuino. Nos alumbra el sol del universo que es para todos, pero la fortaleza nos viene de nuestra gente, de la historia propia. Hemos aprendido de nuestra experiencia, con todo lo que ella tiene de tragedia y de lágrimas, pero con todo lo que tiene, también, de heroísmo y ternura.
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CAPÍTULO XXII
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Es el pueblo que quiere, el pueblo que obra y el pueblo que puede, todo lo demás es gente que vegeta con más o menos malignidad, con más o menos patriotismo, pero todos sin más derecho que ser ciudadanos pasivos. Simón Bolívar Cuando la autoridad ya no sea de una sola persona, habrá luz, verdad y justicia. La autoridad conferida a una sola persona es un crimen. Lo que deseamos es una autoridad conferida a todos. Louise Michel Los señoritos invocan la patria y la venden; el pueblo no la nombra siquiera, pero la compra con su sangre y la salva. Antonio Machado
Poder constituyente y poderes constituidos El poder popular es expresión del poder constituyente. Va superando dialécticamente el poder constituido. Para tener claro qué significa esto intentaré bosquejar las diferencias entre uno y otro, y las relaciones de complementariedad, antagonismo, avenencia y tensión que se desarrollan entre los dos.
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Existe una diferencia cardinal entre el poder constituyente y el poder constituido. El poder constituyente expresa la revolución en constante proceso de nacimiento y cambio. Supone una continua transformación a partir de una dialogicidad de los hombres con sus circunstancias y con las utopías que los alientan. Forma parte de los movimientos de masas que se plantean construir el poder desde el pueblo y para el pueblo. Expresa a la gente que busca soluciones y respuestas ante sus necesidades materiales, culturales y espirituales. El poder constituyente es motor del pueblo. Y ese pueblo es rebelde y creativo: se plantea inventar, ensayar, equivocarse, volverlo a intentar, acertar, continuar la lucha, avanzar. Es pueblo que cuando adquiere conciencia de clase, de ciudadanía y de patria asume todos los riesgos, supera cualquier contrariedad, alcanza lo que se propone. Aprende de las derrotas y se afianza en las victorias. No se rinde, no claudica, no se vende.
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El poder constituyente es poder popular, por tanto asume que el empoderamiento de gente concreta a partir de las luchas cotidianas es la fuerza motriz, el combustible de una revolución en marcha. El poder constituyente promueve que la conciencia de clase, la sensibilidad, las políticas sociales y las variadas formas de organización, surjan y se renueven en contacto con la realidad y no se decreten ni impongan desde ningún centro de poder desvinculado del movimiento real. El poder constituyente se expresa en la lucha diaria por el vivir bien. No justifica sus omisiones, ni se envanece por sus actuaciones. Es, simplemente, ejercicio del deber histórico para con los más necesitados y el planeta entero, hoy en peligro. Es un extraordinario intento de saldar la deuda social ancestral con los oprimidos. Es, para decirlo con las palabras de Mariátegui, una filiación y una fe. Un flujo de energía inagotable en continuo proceso de transformación para construir
capítulo xxii. poder popular, poder constituyente
vida y a la vez impedir que los poderosos la destruyan. Una marea creciente de entusiasmo, reflexión y prácticas creadoras. Es punto de partida, horizonte abierto. No tiene itinerario, meta, ni punto de llegada. Hace camino al andar. Es presente en movimiento: reivindica la grandeza de nuestro pasado y forja la esperanza colectiva en el porvenir. Es la concepción y la praxis de un proyecto para vivir viviendo. Es lo sustantivo de una revolución. Es gobierno del pueblo. Por el contrario, el segundo, el poder constituido, es eminentemente conservador e insensible. Organiza el poder de modo que sirva a la estructura institucional y no al espíritu de justicia social que le dio origen. Frena o mediatiza toda iniciativa popular de revisión, rectificación o reimpulso puesto que sólo obedece a razones ministeriales. Su misión es cuidar de sí mismo, justificar su existencia, seguir el guión. Su visión, mirar hacia adentro, auscultarse. Se plantea quedar bien aunque lo haga mal. Quedarse aunque deba irse. Aparecer, pese a no haber estado allí. Figurar sin haber cumplido. Hacer pensar que cree aunque ya no tenga fe en ideal alguno. El poder constituido mata la esperanza mientras tremola una bandera de ilusiones. Ofrece mucho y da migajas. Convierte las consignas en lugares comunes; las ideas en pagarés; los ideales en órdenes de pago; la lucha en epitafio. En sus oficinas se hunde la revolución, se desacredita a los ciudadanos que luchan por el país y a los servidores que les apoyan. Se ensalza a los trepadores y se premia a los oportunistas. Se desacredita a los eficientes servidores públicos y se minusvaloriza su gestión. Se cumple con los formalismos y se desatienden los deberes. Se pisotean los derechos, se lesiona a la personas. Allí los funcionarios detentadores de los poderes constituidos monopolizan los cargos públicos, crean indicadores de gestión a su medida, muestran un impacto social desde una perspectiva paternalista y asistencial para que la
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gente no fortalezca su autoestima, sino más bien profundice sus sentimientos de autoconmisceración. En sus oficinas se manejan los recursos y las “políticas sociales” de modo que las personas de las clases populares sean a lo sumo receptores agradecidos y no agentes activos en el proceso de construcción de una sociedad justa y democrática. El poder constituido puede aparentar ser revolucionario. Para ello usa los símbolos, el gesto, el vestuario y el lenguaje de la revolución. Pero nunca es verdaderamente revolucionario porque su sensibilidad está atrofiada y su actuación se limita sólo a hacer lo que le permite justificar su existencia. Conoce las normas que propician la justicia social, mas aplica con diligencia los artilugios previstos para evadirlas. Vive de mantener el mito de que cumple una función trascendental para la nación y la ciudadanía. Pero son precisamente la soberanía nacional y sus ciudadanos más pobres los que sufren su indiferencia y molicie.
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El poder constituido va perdiendo todos los sentidos: casi no ve lo que ocurre a su alrededor y no le interesa; no oye las quejas y reclamos y no le importa; no percibe el mal olor de su propia descomposición y se acostumbra a respirar este aire contaminado; es glotón e insaciable pero ya no disfruta de los sabores de la vida; su piel ya no siente la emoción de un abrazo porque bajo la epidermis de las instituciones que lo apuntalan no hay entusiastas servidores públicos sino desganados funcionarios. Asiste a las marchas, pero su paso no sigue el ritmo ni la dirección del pueblo. No se guía por el amor sino por la codicia, la ambición, el menosprecio o el miedo. El poder constituido dice representar a los electores mientras ignora a la gente que demanda su ayuda. Crea una normativa para perpetuar el sistema, de modo que nada cambie, aunque así lo parezca. Establece
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una estructura para distribuirse las funciones y los roles, no para satisfacer necesidades, buscar soluciones y resolver problemas. Crea organigramas como quien llena crucigramas. Coagula la sangre que alguna vez fluyó. Entonces, un enorme vacío se crea entre la masa del pueblo que se apiña en los pasillos solicitando un servicio y los funcionarios que se desplazan en ascensores con espejo para ratificar que son ellos, únicamente ellos y los intereses que efectivamente representan, la razón de ser de los poderes constituidos. El poder constituido es retardatario, se plantea, simplemente, la correcta administración del Estado, regular el funcionamiento de sus instituciones, el acatamiento de la normativa por parte del ciudadano, el ejercicio de la indolencia de parte de los funcionarios. Incluso deja de hacer… para no hacer el bien. Va envejeciendo y en consecuencia le molesta cualquier cambio. El poder constituido se estanca, se burocratiza y se distancia de la gente verdadera, en nombre del manual vigente. El poder constituido va muriendo de inacción. Reacciona un poco cuando el pueblo reclama sus derechos en forma airada y convincente, como si un viento inesperado levantara las arenas de un cementerio; pero luego, cuando vuelve la calma, entra nuevamente en una especie de sopor. El poder constituido está más pendiente del cumplimiento del horario establecido, del pago de los traslados y los viáticos, de los ardides para encubrir las faltas, de salvar las apariencias, que de servir a los demás o de seguir un ideal. Cuando dentro del poder constituido surge una nueva propuesta para empoderar al pueblo, entonces niega los recursos, retarda los procesos, descalifica las nuevas ideas o se hace el desentendido. Cualquier innovación le exaspera porque le hace salir de su zona de comodidad y de feudo. Es tolerante con las masas cuando se
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le someten o las controla. No le importaría que se hiciese una revolución, pero sin hacer la Revolución: así como los déspotas ilustrados que esgrimían el lema todo para el pueblo, pero sin el pueblo. Aceptan que se le coloquen nombres nuevos a las viejas políticas. Que tome el poder gente con ideas caducas con moderna fraseología y con lenguaje subversivo, eso les gusta. De ese modo cambia la fachada, pero dentro todo sigue igual. Vinagre en barriles de vino. Así, el poder constituido se transforma de credo insurgente en ideología y retórica de sistemas congelados. En definitiva, el poder constituido representa lo que está a punto de morir y se niega a hacerlo. Obedece a las razones de la muerte; se orienta en contra de la renovación y de la vida. Preconiza un proyecto de destrucción. El poder constituido es una inmensa máquina de matar: los sueños, las iniciativas, la creatividad, el autoestima individual y colectiva, los impulsos de transformación, la pulsión de vida. El poder popular
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En cambio, el poder popular –que se funda en el poder constituyente o no es popular– se opone al poder constituido: lo escruta y lo cuestiona, le pregunta y le exige, le muestra la realidad y le quita el maquillaje, le impone controles sociales, le arrebata los privilegios, le impone justicia. Como un remolino se mete a través de sus intersticios y lo revuelve todo, con la fuerza arrasadora de una fe indoblegable en la humanidad y en el porvenir. El poder popular se forja a partir de atender las necesidades y anhelos de la gente. Lo guían las más nobles emociones y no el plan operativo anual. El poder popular tiene la fuerza de lo joven,
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de allí que sea inoportuno e impertinente. Es brioso y desbordado como un río en pleno torrencial. Crea una nueva legalidad: la del momento político. Forja una ética nueva: la de los de abajo. Crea una cultura nueva: la de la desalienación y la identidad, melaza caliente y dulce como el corazón mismo de nuestro pueblo. El poder popular es profundamente revolucionario, es poder constituyente. Promueve la rebelión de las masas, la desobediencia civil. Somete a la crítica demoledora la normativa establecida y las instituciones existentes. Inventa otras organizaciones y leyes que interpretan el espíritu rebelde del momento y las necesidades de las mayorías. Es poder constituyente puesto que se crea y se renueva en un proceso continuo de nacimiento, desarrollo y resurrección sin pasar por la muerte. Es un incesante acto de creación donde el pueblo, consciente de su autoridad, se plantea problemas a resolver y va buscando soluciones. Es una práctica colectiva mediante la cual el pueblo fragua día a día las formas de diagnosticar, expresarse, organizar, hacer y rehacer. Y este pueblo en el ejercicio del poder debe ser éticamente ejemplar, modelar conductas que deseemos sean emuladas por el resto de los ciudadanos y ciudadanas. En marzo de 1963, el Che decía en una asamblea de trabajadores: El ejemplo, el buen ejemplo, como el mal ejemplo, es muy contagioso, y nosotros tenemos que contagiar con buenos ejemplos, trabajar sobre la conciencia de la gente, golpearle la conciencia a la gente, demostrar de lo que somos capaces; demostrar de lo que es capaz una Revolución cuando está en el poder, cuando está segura de su objetivo final, cuando tiene fe en la justicia de sus fines y la línea que ha seguido.
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El poder popular constituyente integra todos los poderes y los dinamiza. Ejerce funciones legislativas, ejecutivas, judiciales, electorales, militares, educativas y culturales. En la praxis del poder popular nada permanece intacto, salvo lo que beneficia al pueblo. Todo cambia, menos la conciencia del enorme poder que resulta de unir nuestras manos y acercar nuestros corazones. En el ejercicio del poder popular el pueblo deja de ser el mandadero de unos dirigentes y se convierte en el actor principal de los procesos de transformación integral. Cuando esto ocurre, dicho en las extraordinarias palabras del peruano Manuel González Prada (1844-1918): Lo que hemos hecho vale poco, nada, en comparación de lo que podemos y debemos hacer (…) Sucede que el pueblo, sacado una vez de su reposo, no se contenta con obedecer al movimiento inicial, sino que pone en juego sus fuerzas latentes, marcha y sigue marchando hasta ir más allá de lo que pensaron y quisieron sus impulsores. Los que se figuraron mover una masa inerte, se hallan con un organismo exuberante de vigor y de iniciativa; se ven con otros cerebros que desean irradiar su luz, con otras voluntades que quieren imponer su ley1.
Con el poder popular los cambios se producen al ritmo de la marea revolucionaria, de los proyectos que como colectivo humano nos planteamos con todos y para el bien de todos. El poder popular potencia la fuerza que dimana del pueblo en permanente estado de rebelión y de construcción, movida por el impulso de la vida. De este modo, gente que ha dejado de ser espectadora, comitiva, com-
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“El intelectual y el obrero”, 1 de mayo 1905, en Pensamiento y librepensamiento. Caracas, Fundación Biblioteca Ayacucho, 2004.
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parsa o cortejo, se hace protagonista e impulsa un proyecto social por la alegría y la vida. Crea una sociedad en continuo proceso de cambios dirigidos hacia la plena independencia y dignificación del hombre y la mujer. Una sociedad guiada por el principio de que el ser humano es la medida de todas las cosas, por ende cualquier hecho que atente contra los más débiles atenta contra la humanidad en su conjunto, cualquier acción que altere el equilibrio planetario afecta la más simple forma de vida y por tanto nos afecta a todos. Una sociedad que se plantea redimir a aquellos que, en palabras de Ciro Alegría, “Sufren un dolor que tiene una dimensión de siglos y parece confundirse con la eternidad”. El poder popular es como una expedición con brújula pero sin mapa ni itinerarios. No sabemos qué peligros ni contratiempos encontraremos, pero estamos convencidos de que tendremos el brío y la sabiduría para enfrentarlos. Seguros de que también habrá hallazgos que nos renueven: euforias no imaginadas, descubrimientos inspiradores, soluciones originales, empuje creador, energías inmensurables. Surgirán, desde luego, quienes deseen hacer el viaje por nosotros y quienes nos digan que ya ellos vienen de vuelta, que el camino no es por allí, que ellos nos guiarán, que hay atajos, que estamos obviando su sabiduría y su trayectoria, que dejemos todo a su cuidado, que ellos nos representan, que saben pensar y también hablar, que no se equivocan, que nosotros sólo pongamos las piernas para andar, las espaldas para cargar y los brazos para sostener. El cerebro… lo ponen ellos. Parten, sin decírnoslo, de la idea elitista de que hay dos tipos de individuos en la sociedad: los privilegiados, quienes tienen facultades para dirigir, y los humildes, aquellos que necesitan ser encaminados. Los primeros forman
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una eterna vanguardia iluminada, instauran estructuras perpetuas que validan sus decisiones y aplauden su sapiencia. Los otros, en cambio, son los de abajo, los cuales apenas tienen capacidad para hacerse eco de lo que ellos mandan a hacer y andar el sendero que les han trazado; incluso de actuar contra sí mismos en nombre de la patria, la revolución, el futuro. Para evitar que aquellos salvadores nos hundan o nos pudran en el fango de su desprecio mientras ellos flotan en el mar de los privilegios, hay que activar el poder popular. Si no queremos que se entronicen instituciones que dicen representarnos y que no llegan a ser más que diques o muros que impiden que nos expresemos, debemos construir el poder popular. Si no queremos aceptar que otros en nombre nuestro tomen decisiones que nos incumben, construyamos el poder popular. Si queremos evitar que nos ignoren, hagámonos visibles y convirtámonos en vendaval humano, en voluntad colectiva de transformación. Para que ese pueblo que muchos creían adormecido se levante y se transforme en descomunal aluvión que contribuya a crear vida y dignidad, debemos incorporarnos en la construcción del poder de ese pueblo en cada instancia de decisión y en todos los momentos de la lucha.
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América Latina vive una época de insurrección y rebeldía creadora. Es protagonista de una democracia revolucionaria. Su pueblo, en el ejercicio del poder popular, asume su propia vocería; no busca representantes ni vicarios. Es protagónico y altivo. Recuerda que en el pasado hubo una institución llamada “democracia representativa” y poder legislativo en cuyas curules se arrellanaban los “representantes del pueblo” para legislar contra ese pueblo al que decían “representar y defender”. En esos congresos, según palabras del socialista argentino José Ingenieros (1877-1925), los parlamentarios:
capítulo xxii. poder popular, poder constituyente
Son advenedizos sin más mérito que haber sabido flotar en la marea política burguesa a fuerza de incondicionales sumisiones y de pasivas obediencias, a los empresarios del gran teatro parlamentario nacional. De la misma manera que flotan las sustancias fecales en la superficie de los líquidos de un orinal. Se titulan “representantes del pueblo”. ¡Demasiado sabe el pueblo que esos reptiles no son sus representantes! Representan a la clase burguesa contra la clase proletaria; a los que no trabajan contra los que trabajan; a los que sufren indigestiones contra los que mueren de hambre; a los que roban en las arcas del Estado las riquezas producidas a precio de mil sudores y mil lágrimas por los que son miserablemente despojados. Representan al estanciero caudillo contra el peón obligado a votar por su amo; al propietario contra el inquilino; al patrón contra el dependiente; al jefe de repartición contra el tinterillo; al industrial contra el obrero y, en general, al verdugo contra la víctima. La víctima es el pueblo2.
Por esta razón, en el poder popular constituyente no hay representantes ni representados, sino mujeres y hombres organizados y organizándose como voceros de sus propias necesidades y activistas de sus propias soluciones. Parlamentarios de calle que han recuperado el habla y el decoro. No hay alabarderos sino protagonistas. La democracia deja de ser representativa y se convierte en protagónica. ¿Y qué expresan esas voces, qué dicen esas gentes que ya no aceptan intermediarios, intérpretes o traductores, qué manifiestan los que han recuperado su propias palabras y las ganas de expresarlas, qué le dice el pueblo a su propio pueblo? Lo anunció Manuel González Prada: 2
Los reptiles burgueses, 15 de agosto de 1897.
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La palabra que se dirija hoy a nuestro pueblo debe despertar a todos, poner en pie a todos, agitar a todos como campana de incendio en avanzadas horas de la noChé (...) Todos vivimos en la obligación de pronunciar frases que levanten los pensamientos y fortalezcan los corazones3.
El poder popular es un reto al cual todos estamos convocados y con el cual todos están comprometidos si el propósito es no sólo interpretar el mundo sino transformarlo. El poder popular es la única manera de hacer una revolución si lo que queremos es alcanzar el bien común, la justicia social, la conservación de la vida y la felicidad. El poder popular es condición para hacer una Revolución porque propicia la continua revisión de las formas y los contenidos, la constante rectificación de las políticas, y el permanente reimpulso del proceso, de modo que marchen unidas la concientización, la sensibilidad y el quehacer cotidiano. Así, no avanzaremos más allá de lo que debamos ni nos quedaremos más atrás de lo que nos toca. Lo advertía Simón Bolívar en el Congreso de Angostura: “No seamos presuntuosos, legisladores; seamos moderados en nuestras pretensiones. No es probable conseguir lo que no ha logrado el género humano; lo que no han alcanzado las más grandes y sabias naciones.
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Por tanto, iremos acompasados con el pueblo, porque somos pueblo en revolución, en permanente proceso de avances posibles y retrocesos necesarios. Porque una revolución no es un bordado con diseños preestablecidos ni una excursión con paradas planificadas. La dialéctica concreta guía sus pasos y establece sus ritmos. Estamos en el terreno de las utopías posibles, no de las perfecciones 3
Discurso en el Teatro Olimpo, 1888, en Pensamiento y librepensamiento, ob.cit.
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imposibles. Eso lo dejamos a los que se creen vanguardia de lo que no puede ser, a los dirigentes de sociedades aéreas, a los almirantes de naves irreales. Las instituciones del Estado, los partidos de la revolución, las organizaciones comunitarias deben ser poder popular en ejercicio. Propulsoras del poder popular, sujetos activos del poder popular, instancias para el ejercicio de la contraloría social del poder popular. Porque el poder del pueblo debe estar presente en todos los actos donde el ciudadano esté y orientar la vida de todos, nada escapa a su jurisdicción. Por tanto sus nociones, los mecanismos con que se activa, los principios que lo orientan, sus formas organizativas, los elementos que le dan vida no pueden estar ausentes en ninguna parte ni en ningún lugar. Todo acto de ciudadanía debe forjarse bajo los postulados del poder popular. No puede haber organismos, partidos, funcionarios o supuestos dirigentes por encima de los poderes populares, exentos de sus demandas y ajenos a su dinámica. Nada ni nadie puede mantenerse de espaldas al escrutinio del pueblo en el ejercicio de la autoridad. No puede haber excepciones ni gente esperando turno. El poder popular es la savia que alimenta el frondoso árbol de la revolución. Sin sus nutrientes las ramas se debilitan y sus frutos no prosperan. Una sola institución que intente vivir sin contar con el oxígeno del poder popular corre el riesgo de necrosarse y morir. Peor todavía: puede convertirse en un relicto que impida que nuevas formas de vida aparezcan. Donde haya pueblo debe, pues, haber poder popular, porque, en palabras de Simón Rodríguez, “por el pueblo y para el pueblo se hace todo; todos componen el pueblo, y cada uno debe obedecer al pueblo, porque el pueblo es el soberano”.
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Este pueblo soberano en el ejercicio del poder puede cometer errores, pero más errores cometen los que dicen representarlo y más aún los que actúan en su contra y defienden los intereses de las oligarquías. Por tanto, vale la pena correr los riesgos y ensayar, equivocarse, volver a intentarlo, acertar, y así en un continuum de creación colectiva donde los aciertos sirvan de contrapeso a los errores y la derrota no sea más que la oportunidad de buscar nuevas soluciones y convertir el revés en victoria. El poder popular no obedece los lineamientos de un partido ni de un gobierno. Los apoya si éstos desarrollan políticas acordes con el sentir y los proyectos del pueblo consciente organizado. Los adversan si estos partidos o gobiernos se distancian del ideario y necesidades coyunturales e históricas de este pueblo. El poder popular no es un epígono ni un adversario. El poder popular es autónomo. Libre para disentir y cuestionar. Para aconsejar y proponer. Para respaldar y defender. Para escoger una estrategia de lucha u otra. Para hacer y deshacer.
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Ahora bien, el poder popular es independiente, más no neutral. En el terreno de la lucha de clases toma partido por los pobres de la tierra: expresa los intereses de clase de los oprimidos, los intereses geopolíticos de las naciones en búsqueda de su independencia; asimismo, promueve el respeto a la diversidad cultural y la voluntad superior de vida de la humanidad. Se opone a las oligarquías, a los imperios, a la barbarie, a la intolerancia cultural, a la pulsión de muerte. Promueve los saberes frente a la ignorancia porque, como decía Bolívar, “por la ignorancia nos han dominado más que por la fuerza”. El poder popular auspicia los valores de uso antes que la mercantilización y el consumismo. El poder popular fomenta el trabajo creador versus la explotación alienante. La cultura popular frente a la mediatización cultural que desprecia a nuestros pueblos
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y los neocoloniza. El poder popular promueve la solidaridad y la ayuda mutuas, en contra de la indolencia y el egoísmo. El poder popular defiende los derechos humanos y se enfrenta a los genocidas. El poder popular auspicia el desarrollo endógeno y combate la dependencia. El poder popular crea una cultura de la paz en contra de la barbarie de la guerra. El poder popular promueve la discusión y el debate, y se opone a cualquier forma de pensamiento único impuesto. El poder popular crea, no imita. El poder popular se nutre de sus raíces históricas y culturales. El poder popular se pinta de pueblo, de negro, de mulato, de obrero y de campesino, vibra con el pueblo. Sabe que existe una disyuntiva: la vida o la muerte. Toma partido por la vida y la felicidad de las mayorías. El poder popular no se circunscribe al terreno exclusivamente político e “ideológico”, abarca, también, el mundo de los sentimientos y las emociones. Se plantea el cultivo de la sensibilidad puesto que ella es la base inicial para oponerse a cualquier forma de injusticia y el ingrediente fundamental para construir un mundo más hermoso. Para el poder popular una elevada sensibilidad es la suprema energía revolucionaria, por tanto, ha de exaltar lo más elevado del ser humano: su vocación social basada en el amor, donde reside precisamente la grandeza de la política. El poder popular es un corazón latiendo, un corazón abierto a la justicia con ternura, es torrente de energía creadora, es amor, más que amor, frenesí. El poder popular es civilista, pero esto no significa que los asuntos relativos a la defensa y resistencia escapan a su ámbito de acción: el área militar forma parte de su competencia. De lo contrario no hay garantía de conservación y fortalecimiento de dicho poder popular. La historia nos demuestra cuánto podemos perder si no tenemos esto claro. De allí que una de las consignas clave en el
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desarrollo de la organización popular sea: “El pueblo unido jamás será vencido. El pueblo armado jamás será aplastado”. Además, el poder popular demanda, en palabras de Louise Michel, “¡Arte para todos! ¡Ciencia para todos! ¡Pan para todos!”. Asume que las necesidades del pueblo no se limitan a lo estrictamente material, por tanto, las esferas espiritual y cultural son, también, jurisdicción del pueblo, y constituyen fuerzas indispensables para la liberación humana. Por consiguiente, desde el poder popular debemos trabajar por el mejoramiento no solo material, sino también espiritual y cultural de nuestros pueblos. Así lo previó Rosa Luxemburgo cuando afirmó que el problema “no es, precisamente, un problema de cuchillo y tenedor, sino un movimiento de cultura, una grande y poderosa concepción del mundo”. En consecuencia, el pueblo se asume como protagonista de ese quehacer cultural y espiritual que nos reafirma como colectivo y nos libera de la invasión neocolonizante que nos degrada. Repetimos con Aquiles Nazoa: “creo en los poderes creadores del pueblo”.
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Ahora bien, el poder popular no expresa simplemente una cuestión numérica: la opinión de las mayorías. El asunto es mucho más complejo. Los aparatos ideológicos del Estado explotador manipulan la opinión de las clases populares y las llevan, en muchas oportunidades, a pensar y actuar en contra de sus intereses históricos, nacionales y de clase. A pesar de ser más desde el punto de vista cuantitativo, en muchas oportunidades los pobres actúan a favor de las clases dominantes que son menos aritméticamente. Por tanto, la opción no consiste en aceptar incondicional y acríticamente la opinión de las mayorías por el solo hecho de que sean mayorías.
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Un ejemplo incontestable lo tenemos en el ascenso del nazismo en Alemania. El partido nazi pasó de 800 mil votos en 1928 a 6,4 millones en 1930, 13 millones en 1932 y 17 millones en 1933. Según Wilheim Reich (1897-1957), en La psicología de masas del fascismo: “Fueron precisamente las masas empobrecidas las que ayudaron a la instalación en el poder del fascismo, es decir, de la reacción política más despiadada (…) La evolución social situada ante la alternativa Socialismo o barbarie optó provisoriamente por la barbarie”. Entonces, el reto del poder popular no consiste meramente en expresar en abstracto la opinión de las mayorías, puesto que estas mayorías pueden ser víctimas de la manipulación y el engaño. Nos lo recuerda con un ejemplo Ernesto Sábato en Hombres y engranajes: El demagogo Anito no disponía de otros recursos de difusión que su propia voz, y con todo logró convencer a las masas de que Sócrates debía beber la cicuta. Y la masa, que algunos creen fuente de toda razón y justicia, hizo beber la cicuta al hombre más grande de Grecia.
Algo similar ocurrió en América Latina durante la gesta emancipadora. En muchas oportunidades las mayorías populares adversaron el proyecto liberador de los dirigentes patriotas y se colocaron abierta o subrepticiamente del lado de los realistas y el poder colonial. El poder ideológico de los clérigos antirrepublicanos, el trabajo propagandístico de la prensa realista, la política de terror llevada a cabo por los ejércitos pro monárquicos, la pedagogía de la sumisión que se llevaba a cabo en los centros de formación y en las instituciones coloniales, e incluso los propios errores en materia social en que incurrieron, sobre todo al comienzo, los líderes independentistas; todo ello propició que mucha gente
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del pueblo se pusiera del lado de los opresores. Al respecto recordaba el general Rafael Urdaneta la animadversión de los pobladores en relación con los patriotas durante la campaña militar de 1813-14. En su testimonio señala: El soldado republicano es mirado con horror, no hay un hombre que no sea enemigo nuestro. Voluntariamente se reúnen en los campos a hacernos la guerra: nuestras tropas transitan por los países más abundantes y no encuentran que comer; los pueblos quedan desiertos al acercarse nuestras tropas y sus habitantes se van a los montes, nos alejan los ganados y toda clase de víveres, y el soldado infeliz que se separa de sus camaradas tal vez en busca de alimentos es sacrificado4.
Pero este aletargamiento de la afectividad, la conciencia y la eticidad por parte del pueblo no se mantiene eternamente. Las mujeres y hombres con más sensibilidad y compromiso se encargan de encender las chispas de la concientización y de mantener la lumbre de sus antorchas encendida, incluso en los momentos de más oscuro dominio ideológico de la reacción. Entonces, el pueblo que se creía manso se hace montaraz. De lo que se trata, por tanto, es de contribuir activamente en el proceso de formación de la conciencia y la sensibilidad social de estas clases populares, en todos los momentos de la historia, de modo que conquisten su propia sabiduría. El propósito es que se orienten en la dirección de sus más nobles impulsos y sus más elevados ideales; que saquen a la luz sus más puros sentimientos y emocio-
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Guillermo García Ponce, Bolívar y las armas en la Guerra de Independencia. Caracas, Publicaciones Monfort, 2002, p. 118.
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nes; que descubran las infinitas posibilidades de sus propias almas. Porque existen cualidades, fuerzas latentes en nuestros pueblos, que necesitan ser sacudidas para que cobren vida. Sacudirlas, es el propósito del poder popular. Sacudirlas para que aflore su fortaleza interior, y se potencie el latir mismo de la vida que subyace en sus actos de creación. Sacudirlas para impedir que se encumbre la barbarie. Así, las mayorías expresarán los intereses culturales, espirituales e históricos de las mayorías explotadas y no los intereses y los antivalores de las minorías explotadoras. El poder popular se convierte, de este modo, en una inmensa Escuela de Formación Social Integral donde se desarrolla la autoestima colectiva y con ella el espíritu de trabajo, recreación, estudio e investigación para la vida. El pueblo, con más sensibilidad social, más elevados sentimientos y más conciencia de clase, de ciudadanía y de nación, se va fortaleciendo en esa apuesta a favor de la humanidad y del planeta, impulsado por una fe inquebrantable en la capacidad de construir del ser humano. Y esto no ha de lograrse por la vía de la imposición o del credo único. Es indispensable promover la discusión y el debate. El poder popular se nutre en la controversia y en el debate afina el criterio. No es un peón obediente, ni un cuerpo acéfalo. Es un movimiento crítico y autocrítico que se fortalece en el ejercicio de la libre discusión ajena a dogmas y catecismos. Es un proyecto donde los argumentos expresados libremente preceden los acuerdos, y en donde toda propuesta es sometida a examen. Sólo así, libres de cualquier intento de engaño ideológico o de aniquilación de su sensibilidad, los sectores populares podrán resolver con criterio
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independiente y amor cualquier problema, encontrar nuevos caminos a favor de la liberación humana y optar responsablemente por una decisión que apunte a fortalecer la civilización humanista y la vida frente a la barbarie y la muerte. En última instancia, la alternativa del pueblo ante cualquier circunstancia histórica sigue siendo la vida basada en el amor o la muerte orientada por el odio y el miedo. La disyuntiva es la vida representada por el socialismo renovador o la muerte promovida por el capitalismo en decadencia. El socialismo, optimista y abierto a todas las formas de vida, o el capitalismo preso en su propio odio, con un horizonte cerrado y, como tal, condenado a la desesperanza. Y el poder popular ha de ser una herramienta política integral para enaltecer la vida y el amor, un proyecto para garantizar la felicidad plena, para vivir viviendo, que es lo que se plantea el verdadero socialismo en Nuestra América.
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En consecuencia el poder popular, que es un propulsor de la vida, es una condición para construir el socialismo nuestroamericano. El poder popular es la razón de ser del socialismo en estas tierras. De modo que sin el ejercicio activo del poder popular no es posible forjar ni consolidar una verdadera sociedad socialista. Cualquier traba que se le ponga al poder popular será una piedra que obstaculice el camino en la construcción del socialismo. Cualquier intento por crear estructuras burocratizadas, ajenas a la democracia real, es antisocialista. Cualquier propuesta dirigida a que los funcionarios disfruten de privilegios especiales y no puedan ser revocados ni sometidos a la contraloría social es opuesta al socialismo. Y aquella sociedad donde al pueblo se le limita a ser un espectador y no un actor, es antagónica al espíritu renovador del socialismo democrático y popular, que es el socialismo que queremos en Latinoamérica y el Caribe. Todo
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lo que propenda a la creación de la conciencia y la sensibilidad contribuye a forjar sociedades más humanas y, por ende, socialistas democráticas. Todo lo que propicie la organización de la gente para luchar por sus derechos y por el ejercicio de sus deberes, fortalece el poder popular y el socialismo. De allí que el Che Guevara insistiera: Buscamos algo nuevo que permita la perfecta identificación entre el Gobierno y la comunidad en su conjunto, ajustada a las condiciones peculiares de la construcción del socialismo y huyendo al máximo de los lugares comunes de la democracia burguesa (…) Todavía es preciso acentuar la participación consciente, individual y colectiva del pueblo, en todos los mecanismos de dirección y de producción (…) Ahora las masas hacen la historia como el conjunto consciente de individuos que luchan por una misma causa.
En fin, el socialismo es poder obediencial y su principio básico es “mandar obedeciendo” los intereses tácticos y estratégicos del pueblo, de modo que, parafraseando a los zapatistas mexicanos: “La voluntad de los más se hace común en el corazón de hombres y mujeres de mando. El que manda obedece si es verdadero, el que obedece manda por el corazón común de los hombres y mujeres verdaderos”. ¡Poder obediencial! Allí reside, en la aplicación de esas dos palabras, toda la fuerza ética del poder popular. Allí descansa el poder esperanzador del socialismo contra la barbarie: en la supremacía de la vida y su alegre diversidad en lucha contra la muerte y sus funestas sombras.
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Aproximaciones
al socialismo nuestroamericano
José Gregorio Linares
Utopía osible p colección
CAPÍTULO XXIII El amor
El gran poder existe en la fuerza irresistible del amor. Simón Bolívar Los hombres van en dos bandos: los que aman y fundan, y los que odian y destruyen. José Martí Yo he repartido papeletas clandestinas, gritado: ¡VIVA LA LIBERTAD! En plena calle desafiando a los guardias armados. Yo participé en la rebelión de abril: pero palidezco cuando paso por tu casa y tu sola mirada me hace temblar. Ernesto Cardenal
“El hombre es una fuerza que ama” Estamos hablando del amor a los demás, a los que son diferentes a nosotros y no por eso deben ser nuestros enemigos. Del amor a los más débiles, quienes no por ello deben ser maltratados. Del amor a la tierra, la cual no debe ser considerada, simplemente, un recurso natural para ser explotado en provecho
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propio. Del amor a la patria, que no puede ser exaltada solo en los actos donde se celebran las efemérides, para luego ser relegada. Del amor a nuestra cultura y tradiciones, no para convertirnos en xenófobos y etnocéntricos sino para valorar aún más nuestras manifestaciones culturales, apreciar mejor la de otros pueblos y, de este modo, hacernos más sensibles y respetuosos de nuestra esencia, que se besa con la diversidad. Del amor a nuestra familia, red de querencias que comenzó con una mirada que no sabíamos que habría de ser eterna. Del amor a los hombres y mujeres que han servido a la humanidad, para recordar sus vidas, seguir su ejemplo y difundir su obra, inmensa ronda en la cual fluye la energía de la felicidad. Del amor que emerge cuando dos se enamoran, promesa de nuevo nacimiento, de resurrección, de utopía posible. Del amor a nosotros mismos, cosmos individual que ha de integrarse al universo entero en una suerte de abrazo fraterno. Del amor a los pueblos que luchan, inmensa ronda, gran muralla contra el mal. El amor es el sentimiento clave para crear un nuevo tipo de sociedad, más humanitaria y justa. Una formación social que marque el fin de la iniquidad en que se ha sumergido la historia y dé a todos los seres humanos la oportunidad de ser plenamente felices. En la última parte de la película El gran dictador (1940) Chaplin afirma:
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Pensamos demasiado, sentimos muy poco. Más que máquinas necesitamos más humanidad. Más que inteligencia, tener bondad y dulzura. Sin estas cualidades la vida será violenta, se perderá todo… Lleváis el amor de la Humanidad en vuestros corazones, no el odio. Sólo los que no aman odian, los que no aman y los inhumanos…
capítulo xxiii. el amor
El amor no es sólo un sentimiento, es una acción o, mejor dicho, una serie de acciones dirigidas a hacer el bien y propiciar la felicidad de aquellos seres por quienes experimentamos esa emoción superior. “Obras son amores” nos recuerda la cita bíblica. El amor no puede quedarse encerrado en los corazones. Sin praxis el amor se desvanece. Los hechos afianzan el amor, lo enriquecen y lo renuevan. Razón tiene el más popular de los socialistas mexicanos, Mario Moreno “Cantinflas” (1911-1993), cuando nos recuerda: “Yo amo, tu amas, él ama, nosotros amamos, vosotros amáis, ellos aman. Ojalá no fuese conjugación sino realidad”. El socialismo y el comunismo constituyen la máxima expresión social del amor. Un movimiento político que no esté guiado por el principio del amor militante no puede denominarse socialista. Una sociedad donde no predomine el amor no puede llamarse socialista. Una persona en cuya praxis no esté presente el amor, no puede ser revolucionaria socialista. Un proyecto social para América Latina, cuyo fin fundamental no sea el amor, no puede impulsar una nueva utopía ni hacer latir con fuerza el corazón de la esperanza. El amor es la emoción que nos anima a luchar y a construir. El Che Guevara, cuya vida fue un ejemplo de desprendimiento y amor lo expresaba de manera categórica: Déjenme decirles, a riesgo de parecer ridículo, que el revolucionario verdadero está guiado por grandes sentimientos de amor. Es imposible pensar en un revolucionario auténtico sin esta cualidad.
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aproximaciones al socialismo nuestroamericano
Todos los días hay que luchar porque ese amor a la humanidad viviente se transforme en hechos concretos, en actos que sirvan de ejemplo, de movilización1.
El Che, un hombre que fue capaz de escribir a su esposa, Aleida March, antes de partir hacia el Congo a continuar la lucha, una carta de amor que dice: “Adiós mi única. Que no te haga temblar el hambre de los lobos ni el frío estepario de la ausencia: te llevo en mi pecho en el lugar del corazón e iremos juntos hasta que la calle se divida”. El Che, un internacionalista revolucionario que cuando sale de Cuba, donde hubiese podido llevar una vida relativamente cómoda, va a arriesgarse en tierras africanas y luego suramericanas, sólo por amor a la humanidad. Nada más se lleva dos recuerdos, símbolos del amor por su esposa y por su madre: el pañuelo de gasa negro que le regaló Aleida en tiempos de la sierra, cuando éste cayo de un techo y se rompió el brazo, y el llavero con la piedra que le obsequiara su madre, Celia de La Serna, quien murió en Buenos Aires en 1965, mientras él se encontraba en las selvas congoleñas luchando contra el colonialismo. Desde allí, cuando le llega la noticia del inminente fallecimiento de su mamá, escribe un cuento donde le dice: Sólo sé que tengo una necesidad física de que aparezca mi madre y yo recline mi cabeza en su regazo magro y ella me diga “mi viejo”, con una ternura seca y plena y sentir en el pelo su mano desmañada, acariciándome a saltos, como un muñeco de cuerdas, como si la ternura le saliera por los ojos y la voz.
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Ernesto Che Guevara, El socialismo y el hombre nuevo. Ciudad de México, Siglo XXI Editores, 1979.
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Para un latinoamericano no es extraño que hablemos del amor como poderosa emoción que impulsa la acción política. En Venezuela, por ejemplo, ha habido un centenar de personas para quienes el quehacer político es sinónimo de amar. Andrés Eloy Blanco (1896-1955) lo decía expresamente: “El hombre es una fuerza que ama”. Y en su poemario Barco de piedra, escrito en la cárcel, sostiene: Para decir así de pronto, mi verdadero idioma, Donde el Odio no tiene cotización, sino un verbo conjugado en tres tiempos acelerados: Infinitivo: Amar Imperativa: Amad. Gerundio sin horizontes: Estoy amando. Del mismo modo, el cantautor argentino Facundo Cabral (nacido en Buenos Aires en 1937) lo dice de manera enfática: “Ama hasta convertirte en lo amado, es más, hasta convertirte en el amor”. Y él lo puede afirmar con pleno conocimiento. Fue un niño abandonado, su esposa y su hija murieron en un accidente aéreo, a él se le diagnosticó una terrible enfermedad. Nada de eso lo ha hecho declinar en su entrega amorosa hacia los otros. Igualmente piensa su amiga la madre Teresa de Calcuta (1910-1997), quien decía: “El amor no puede permanecer en sí mismo. No tiene sentido. El amor tiene que ponerse en acción. Esa actividad nos llevará al servicio”. Y este amor debe traducirse en actos concretos. Debe ser una emoción que nos integre con la América toda: sus pueblos, sus luchas, su cultura, su pasado, su porvenir. Porque este amor no es un amor abstracto, etéreo, desarraigado de
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aproximaciones al socialismo nuestroamericano
nuestro suelo y nuestra gente. Cantemos con Pablo Neruda un canto de amor por el sur del continente: Y no hay belleza como esta belleza de América extendida en sus infiernos, en sus cerros de piedra y poderío, en sus ríos atávicos y eternos… Te traigo con el canto que golpea un amor que no puede estar contento y la fecundación de las campanas la justicia que esperan nuestros pueblos. Y no es mucho pedir, tenemos tanto, Y, sin embargo, tan poco tenemos que no es posible que esto continúe. Este es mi canto, lo que pido es eso: porque no pido nada sino todo lo pido todo para nuestros pueblos y que se ofenda el triste presumido enloquecido con un nombramiento yo sigo y me acompañan dos razones: mi corazón y mi padecimiento (Américas, cantata popular. Pablo Neruda / Gustavo Becerra-Schmidt).
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Y juntos, en una sola marcha de amor, hemos de andar por Nuestra América. Mujeres y hombres cuyos corazones laten de alegría si nuestros pueblos al-
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canzan una victoria, y con rabia ante cualquier injusticia por pequeña, por breve, por distante. Como lo hiciera la valiente mexicana Frida Kahlo (1908-1954), quien se encontraba postrada a consecuencia de múltiples operaciones, la mayoría en la columna vertebral, y de la amputación de una de sus piernas y, sin embargo, liderizó en 1954 una manifestación antiimperialista de protesta por la intervención de los Estados Unidos en Guatemala y en contra del derrocamiento del presidente nacionalista, Jacobo Arbenz. Antes había dicho: “Pies… para qué los quiero si tengo alas para volar”. Ese mismo año realizó su última pintura, titulada Viva la vida. Después se marchó. Nuestro amor es un amor militante, enfrentado a toda forma de opresión y sojuzgamiento. Es un amor amerindio y cimarrón. Un amor desde la resistencia. Una pasión que nos impulsa a la defensa de lo que es nuestro. Un desafío frente a los que se oponen a nuestras querencias. Artillería contra los que atropellan nuestra dignidad como pueblo. Así lo expresa el revolucionario cubano José Martí (1853-1895), en “Abdala”. ¡El amor, madre, a la patria no es el amor ridículo a la tierra, ni a la yerba que pisan nuestras plantas; es el odio invencible a quien la oprime, es el rencor eterno a quien la ataca! Así lo manifiestan los cantores y poetas que aman su tierra, por ejemplo, el compositor puertorriqueño Rafael Hernández (1892-1965) cuando escribía
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sus canciones; entre ellas “Preciosa”, “Lamento borincano”, “Pobre Borinquen”, dedicadas a Puerto Rico, perla secuestrada por los Estados Unidos desde 1898, cuando la arrancaron del mar de las Antillas y la cobraron como botín en la guerra hispanoamericana. En “Preciosa” él le dice a su patria: Preciosa te llamen los bardos que cantan tu historia no importa el tirano te trate con negra maldad. Preciosa, serás sin bandera sin lauros ni gloria. Preciosa, preciosa te llaman los hijos de la libertad.
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Nuestro amor es un amor solidario. Un amor que no conoce de colores ni de fronteras. Un amor que no sabe de tiempos ni de distancias. Amor dirigido hacia el que conocemos y, también, hacia el desconocido. Amor que es como un remolino: todo lo lleva hacia el centro de su pecho. Amor que arranca en el pasado y se extiende hacia el porvenir mientras, con todas las fuerzas, abraza el ahora. Amor para los que están aquí, para los que se fueron y los que acaban de llegar. Amor de alas grandes cuya sombra se proyecta a todas partes. Amor de barro y de aguaceros. Amor por todos los seres de la tierra. Así como el que abrigaba César Vallejo (1892-1938), quien en su poema “Masa” cuenta:
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Al fin de la batalla, y muerto el combatiente, vino hacia él un hombre y le dijo: “No mueras, te amo tanto!” Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo. Se le acercaron dos y repitiéronle: “¡No nos dejes! ¡Valor! ¡Vuelve a la vida!” Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo. Acudieron a él veinte, cien, mil, quinientos mil, clamando: “Tanto amor, y no poder nada contra la muerte!” Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo. Le rodearon millones de individuos, con un ruego común: “¡Quédate, hermano!” Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo. Entonces, todos los hombres de la tierra le rodearon; les vio el cadáver triste, emocionado; incorpórose lentamente abrazó al primer hombre; echóse a andar... Y nuestro amor es, ante todo, un acto de gratitud por la vida porque, según AntonioSucre: “La ingratitud es el crimen más grande que pueden los hombres atreverse a cometer (…) nunca puede aplaudirse ni por conveniencia, un acto de
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infame ingratitud”. (4 de septiembre de 1824). Por consiguiente, agradecimiento es lo que nos toca entregar en reciprocidad por tanto que hemos recibido. El cosmos nos ha proporcionado todo lo que en principio necesitamos: la vida en su infinita variedad, cola de pavo real en cortejo. Porque somos un estuario, aguas nacidas de un afluente con nombre de hombre y de una cascada con nombre de mujer, gracias damos por todo. Y la única forma de compensar ese regalo que venció la incertidumbre, es dar amor a todos los seres que nos acompañan en esta bendición que es la existencia, en este momento único en el que hay tanto por hacer y por cuidar en este pedazo de tierra en la cual solo dejaremos lo que entreguemos. La única forma de retribuir es amar. Es nuestra manera de dar gracias a la vida, como lo cantara la camarada chilena Violeta Parra: Gracias a la vida que me ha dado tanto. Me dio dos luceros que, cuando los abro, perfecto distingo lo negro del blanco, y en el alto cielo su fondo estrellado y en las multitudes el hombre que yo amo. Gracias a la vida que me ha dado tanto. Me ha dado el oído que, en todo su ancho, graba noche y día grillos y canarios; martillos, turbinas, ladridos, chubascos, y la voz tan tierna de mi bien amado.
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Gracias a la vida que me ha dado tanto. Me ha dado el sonido y el abecedario, con él las palabras que pienso y declaro: madre, amigo, hermano, y luz alumbrando la ruta del alma del que estoy amando. Gracias a la vida que me ha dado tanto. Me ha dado la marcha de mis pies cansados; con ellos anduve ciudades y charcos, playas y desiertos, montañas y llanos, y la casa tuya, tu calle y tu patio. Gracias a la vida que me ha dado tanto. Me dio el corazón que agita su marco cuando miro el fruto del cerebro humano; cuando miro el bueno tan lejos del malo, cuando miro el fondo de tus ojos claros. Gracias a la vida que me ha dado tanto. Me ha dado la risa y me ha dado el llanto. Así yo distingo dicha de quebranto, los dos materiales que forman mi canto, y el canto de ustedes que es el mismo canto y el canto de todos, que es mi propio canto. Gracias a la vida que me ha dado tanto.
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En todo caso el amor, incluso el de pareja, no es una emoción neutra, inodora, insabora e insípida. El amor hacia alguien está imbuido de una concepción del mundo, que se refleja en todo acto íntimo, en cada expresión de la vida cotidiana, en el mutuo retribuirse renovado, y en el servicio a una causa superior. Porque el amor no se agota en dos: se multiplica. Nos conmina a salir de esa especie de reino del “yo” y nos incita al ejercicio de la “otredad”. Comienza con la persona amada y como un relámpago en la noche nos ilumina a todos. La fuerza de una sola persona que ama a otra es capaz de transformar el mundo. Simón sabía que yo le amaba con mi vida misma –escribe en su Diario de Paita Manuelita Sáenz–. ¡Oh! Amor deseado… tuve que hacer de mujer, de secretaria, de escribiente, soldado húsar, de espía, de inquisidora (…) Iba armada hasta los dientes, entre choques de bayoneta, salpicaduras de sangre, gritos feroces de arremetidas, gritos de denuestos de los heridos y moribundos; silbidos de balas. Estruendos de cañones (…) Difícil me sería significar el por qué me jugué la vida unas diez veces. ¿Por la patria libre? ¿Por Simón? ¿Por la gloria? Por todo y por darle al Libertador más valor del que yo misma tenía.
Fue a esa Manuela amada a quien escribió Simón Bolívar:
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Me encanta que seas piadosa (…) amén de que te desvives por los desposeídos. De paso sé que haces respetar la imagen de la República con fervor y ahínco. Yo recojo orgulloso para mi corazón, el estandarte de tu arrojo, para nombrarte como se me pide: Coronel del ejército colombiano.
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Por ti se que voy a tener la dicha inmensa de gozar los placeres de este y del otro mundo (el del amor) porque desde el principio supe que en ti existe todo lo que yo ansío en mis más caros anhelos. Mi pasión hacia ti se aviva con la brisa que me trae tu aroma y tu recuerdo. Existes y existo para el amor. Tú quieres verme siquiera con los ojos. También yo quiero verte y reverte y tocarte y sentirte y saborearte y unirte a mí por todos los contactos. No te vayas ni aun con Dios mismo. (Las más hermosas cartas…).
Para los socialistas latinoamericanos decir pareja es decir compañera o compañero, palabras que se derivan de cum panis, que significa compartir el pan, que es el símbolo de la vida y de la lucha por la vida. José Carlos Mariátegui, quien amaba profundamente a su esposa, mujer activamente solidaria, le escribe un poema donde le dice: “Por ti, mi ensangrentado camino tiene tres auroras. Y ahora que estás un poco marchita, un poco pálida, sin tus antiguos colores de Madonna toscana, siento que la vida que te falta es la vida que me diste”. Es un amor de mutua ayuda. Es la clase de amor a que se refiere Mario Benedetti cuando en el poema “Te quiero” escribe: Tus manos son mi caricia, mis acordes cotidianos; te quiero porque tus manos trabajan por la justicia.
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Igualmente, la amistad es un sentimiento de amor. Es un puente con alas que conduce a una playa de olas siempre renovadas. No necesita más que el recuerdo del encuentro o la promesa de encontrarnos para estar allí. Por eso nunca sabremos realmente por qué nos hacemos amigos de alguien; ni qué hilos invisibles nos unen pase lo que pase; ni de qué naturaleza es la energía que nos atrae hacia el otro como un torrente centrífugo sin importar donde nos encontremos. No sabemos si son las circunstancias las que nos acercan o si creamos circunstancias para estar juntos. No es suficiente entender las afinidades. Ellas van por la superficie; pero la amistad es una emoción más subterránea y, sin embargo, está llena de luz que se expande. Decía el Libertador: “la amistad tiene en mi corazón un templo y un tribunal, a los cuales consagro mis deberes, mis sentimientos y mis afectos (…) la amistad es mi pasión”2. En comunicación dirigida a José Rafael Arboleda, el 1 de junio de 1828, le expresa: “El título de amigo solo vale por un himno y por todos los dictados que pueda dar la tierra”. Verdadera amistad, en los buenos y en los malos momentos, fue la que hubo entre el Libertador y el Gran Mariscal Sucre, en su última carta a Simón Bolívar, escrita en Bogotá el 8 de mayo de 1830, le dice: No son palabras las que pueden fácilmente explicar los sentimientos de mi alma respecto a Ud.: Ud. los conoce, pues me conoce mucho tiempo y sabe que no es su poder, sino su amistad la que me ha inspirado el más tierno afecto a su persona. Lo conservaré, cualquiera que sea la suerte que nos quepa, y me lisonjeo que Ud. me conservará siempre el aprecio que me ha dispensado. Sabré en todas circunstan-
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Carta a Leandro Palacios, 19 de mayo de 1817.
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cias merecerlo. Adiós, mi general, reciba Ud. por gaje de mi amistad las lágrimas que en este momento me hace verter la ausencia de Ud. Sea Ud. feliz en todas partes y en todas partes cuente con los servicios y con la gratitud de su más fiel y apasionado amigo.
Y Bolívar le responde el 26 de mayo de 1830: “Yo me olvidaré de usted cuando los amantes de la gloria se olviden de Pichincha y de Ayacucho (…) Nada es más sincero que el afecto con que me repito de usted mi querido amigo”. Definitivamente, el cielo son nuestros amigos. Cuando los encontramos hablamos sin parar, para darle forma a esa energía que de no ser así se convertiría en caricia cósmica, en alboroto de las fábulas, en remolino de alegría. Los amigos nunca están demasiado lejos. El amor nos mantiene, a lo sumo, a un latido de distancia. Juro por Dios que ninguno de mis amigos se ha ido. Si no ven algunos es porque andan por allí convertidos en mazorcas, en pañuelos de bienvenida, en arrayanes, en nuevos algoritmos, en caminos, en señal de que vale la pena vivir y crear vida a nuestro paso. Así lo expresa Alberto Cortez en la canción “A mis amigos”. Un barco frágil de papel parece a veces la amistad pero jamás puede con él la más violenta tempestad porque ese barco de papel tiene aferrado a su timón por capitán y timonel un corazón
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El opuesto del amor es el odio, baja emoción que impulsa la injusticia, la violencia y el exterminio. Y este odio es inspirado por el miedo a la gente del pueblo y al futuro de que se hacen eco oligarcas y cipayos: al pueblo, por cuanto temen que les arrebaten su propiedad y sus balcones; al futuro, porque desde allí serán revelados sus verdaderos rostros y recibirán la condena de la historia. En las sociedades de clase se practica el odio y se conspira contra el amor en todas sus manifestaciones: el amor a la tierra, a la familia, a la comunidad, al país, a Latinoamérica, al gentilicio, a los ideales, a los animales, a la flora, a los principios, a nuestros antecesores, a nuestros descendientes, a los negros, a los indios, a los mestizos, a los espaldamojadas, a los discapacitados, a los obreros, a los estudiantes, a los sintierras, a los que son distintos, a los que no piensan como ellos, a los niños, a los viejos, a las mujeres, a los de abajo, a los del sur. Al capitalismo sólo le interesa la máxima ganancia. El amor no entra en las variables a tomar en cuenta: no genera dividendos. Dicho en las categóricas palabras del venezolano Salom Mesa Espinoza, en Elogio de la anarquía: “Para preservar la especie humana y embellecer su existencia, el amor y la fraternidad deben normar su conducta. Pero éstos no pueden germinar en el capitalismo. Para que haya amor tiene que morir el presente orden social”. En cambio, el socialismo es una tierra fértil para el amor. Para que fructifique, los socialistas hemos de plantar su semilla, cuidar sus retoños. Ya lo decía José Martí: “Todos los árboles de la tierra se concentrarán al cabo en uno, que dará en lo eterno suavísimo aroma: el árbol del amor”.
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Conclusiones
Mi oficio, es cantar todo lo bello, encender el entusiasmo por todo lo noble, admirar y hacer admirar todo lo grande. José Martí Definiendo ya las cosas, soy un hombre que ha metido toda la sangre a sus ideas y en mis banderas sólo escribo una enorme, sola y gran palabra: socialismo. José Carlos Mariátegui Ojalá podamos ser tan porfiados para seguir creyendo, contra toda evidencia, que la condición humana vale la pena, porque hemos sido mal hechos, pero no estamos terminados. Ojalá podamos ser capaces de seguir caminando los caminos del viento, a pesar de las caídas y las traiciones y las derrotas, porque la historia continúa, más allá de nosotros, y cuando ella dice adiós, está diciendo: hasta luego. Eduardo Galeano
El socialismo de Nuestra América ha de ser una original obra con el pueblo como protagonista. En la alborada de este siglo renacen las esperanzas de que este pueblo construya una sociedad justa y próspera, y convierta los más hermosos sueños en una realidad que podamos disfrutar. Se cumplirá la premonición de Cecilio Acosta en Cosas sabidas y cosas por saberse: “El pueblo triunfa,
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el pueblo debe triunfar: pongo para ello de testigo, a la civilización, que le ha refrendado sus títulos, y a Dios que se lo dio. Él respira, él siente, él quiere, y debe tener goces”. Nuestro texto no pretende otra cosa que fortalecer la conciencia y desarrollar la sensibilidad entre la gente de este pueblo, el cual desea construir un mundo mejor y cree que para ello es necesario enarbolar los principios que defienden la vida contra los antivalores que causan la muerte. Me imagino este libro como una especie de antimanual para incitar a la reflexión y la crítica. Un cuaderno de trabajo en permanente proceso de construcción por parte de la gente. Un texto donde faltan las páginas que alguien más se animará a escribir, los capítulos que olvidé, los temas que no abordé. Un primer borrador. Una contribución, entre muchas, para inventar, ensayar, errar y atreverse a intentarlo otra vez. Una herramienta para ir elaborando colectivamente, a partir de la sistematización de las experiencias específicas de hombres y mujeres que creen que un mundo mejor es posible, los fundamentos de una nueva utopía. Sobre todo porque el tema del socialismo no es de índole meramente teórica. A pesar de que para los socialistas la teoría ocupa un rol importante, sus postulados se dirigen a la práctica. No se quedan flotando en el aire. Son instrumentos para la acción. Conducen, en primer lugar, a cimentar una sensibilidad y una conciencia latinoamericanas donde se revaloriza el ser humano, la diversidad cultural y el ecosistema. Constituyen una alternativa frente al modelo capitalista de deshumanización e intolerancia.
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En segundo lugar, como doctrina política, el socialismo se plantea, inexorablemente, el ejercicio del poder popular y la radical transformación de las es-
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tructuras de la sociedad. Ello implica afectar intereses y suprimir privilegios. Estremecer el mundo para que lo podrido caiga a tierra. Dinamizar un proyecto social transformador: la utopía revolucionaria. Y hoy más que nunca debemos aventurarnos a proponer los principios generales de esta sociedad que soñamos. Imaginar el mapa del territorio que deseamos habitar. Proyectar el mundo donde ansiamos vivir. Bosquejar los caminos por donde habremos de andar. Visualizar el entusiasmo de nuestros descendientes, quienes recogerán los frutos de las semillas que ahora sembramos. Formular, en fin, nuestras propias ideas sobre el socialismo, aun a riesgo de que falten aspectos por investigar, bibliografía por consultar, temas por trabajar o experiencias por conocer. Hay que atreverse a inventar. Lo que está en juego es la vida, no sólo de los más pobres sino de la humanidad en su conjunto. No sólo de algunas especies sino del planeta entero. No se trata, simplemente, de defender unas ideas abstractas sobre la revolución, sino de garantizar la sobrevivencia y el bienestar de todos, el vivir bien. Insisto, los principios no son simples enunciados, ni adornos para vernos mejor. Son la prefiguración de una praxis. La brújula de una existencia. El aliento de una acción. Que no ocurra la paradoja que observara Alejandro Humboldt en su viaje a América Equinoccial: hombres hablando de libertad y sometiendo a otros a la esclavitud. Al escribir me he dejado llevar por los consejos del tecnólogo popular venezolano Luis Zambrano (1901-1990), cuando proponía: “No espere que se le
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haga la noche a mediodía. No espere saber pa’ ponerse a hacer, póngase a hacer pa’ poder saber”. No he querido escribir un libro objetivo e imparcial. Mucho menos eso que llaman un paper académico, “esa escritura desabrida, inodora e incolora destinada a engordar los curricula”. Nada de eso. Me planteé escribir un texto comprometido y comprometedor. Al respecto suscribo las palabras de Luis Antonio Bigott cuando dice: Estoy convencido de que no investigamos ni escribimos para las élites ni para los académicos. Investigamos y escribimos para suministrar información y aproximaciones para los excluidos, para las clases subordinadas de la sociedad; estamos obligados a producir elementos para la lucha ideológica, para la batalla de las ideas y aún más importante acompañar, participar en las luchas de los excluidos para lograr la concreción de las utopías libertarias1.
Me atrevería a repetir las palabras que encabezan el primer libro escrito por José Carlos Mariátegui, La escena contemporánea: No soy un espectador indiferente del drama humano. Soy, por el contrario, un hombre con una filiación y una fe. Este libro no tiene más valor que el de ser un documento leal del espíritu y la sensibilidad de mi generación. Lo dedico, por esto, a los hombres nuevos, a los hombres jóvenes de la América indo-íbera2.
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Luis Antonio Bigott, Otra vez y ahora sí Bolívar contra Monroe. Caracas, Editorial Trinchera, 2010, p. 12.
Caracas, Fundación Editorial el Perro y la Rana, p. 84.
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Además, no he querido escribir un libro que sólo contenga ideas y razones. Deseo enaltecer el sentimiento y la emoción, “meter toda mi sangre en mis ideas”, como decía Mariátegui. Los principios son el alma de una pulsión de vida irrigada desde el torrente de nuestros afectos. Están hechos con las fibras de nuestros abrazos, con la energía de nuestra pasión, con la fe que ponemos en cada lucha, con la rabia que experimentamos ante cada injusticia. Dicho en las hermosas palabras de Atahualpa Yupanqui: Lo que dentra a la cabeza de la cabeza se va. Lo que dentra al corazón se queda y no se va mas... que al corazón solo dentra, la pura verdad. El Che, en carta a su madre le decía: “Para toda obra grande se necesita pasión y para la revolución se necesita pasión y audacia en grandes dosis”. Si este libro o cuaderno de trabajo, como prefiero llamarlo, contribuye a acrecentar la pasión por Latinoamérica y a imprimirle audacia a nuestros proyectos de liberación, entonces nos sentiremos satisfechos. Esta gran humanidad ha dicho ¡Basta! y ha echado a andar, y su marcha de gigantes ya no se detendrá. Marzo de 2011
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Aproximaciones
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José Gregorio Linares
Utopía osible p colección
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Utopía osible p colección Otros títulos 1. Utopía posible, de José Gregorio Linares. 2. De Yare a Miraflores, el mismo subversivo. Entrevistas al comandante Hugo Chávez Frías (1992-2012), de José Vicente Rangel. 3. A leer a El Valle, de Irma Godoy. 4. El arquitecto del barrio, de Víktor Gil.
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Directorio NICOLÁS MADURO MOROS Presidente de la República Bolivariana de Venezuela ARISTÓBULO ISTÚRIZ Vicepresidente de la República Bolivariana de Venezuela JORGE ARREAZA Ministro del Poder Popular para la Educación Universitaria, Ciencia y Tecnología ANDRÉS E. RUIZ A. Viceministro para la Educación y Gestión Universitaria GUILLERMO R. BARRETO E. Viceministro para la Investigación y la Aplicación del Conocimiento ANTHONI C. TORRES M. Viceministro para el Fortalecimiento Institucional, la Conectividad y el Intercambio del Conocimiento Universidad Bolivariana de Venezuela MARYANN HANSON Rectora ALIFRANK LAGUNA Vicerrector JOSÉ BERRÍOS Secretario General JESÚS MARCANO Vicerrector de Desarrollo Territorial
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Alcides González Guillotinero Rotgen Acevedo Doblador Odalis Villarroel / Ana Segovia / Carmen Aragort / Reina Aguiar Encuadernadoras Henry Ochoa Promotor de Lectura Yuri Lucksi Distribuidor
Utopía osible p colección Aproximaciones al socialismo nuestroamericano de José Gregorio Linares en su edición digital se culminó en junio de 2016. Caracas, República Bolivariana de Venezuela.
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