Voces de nuestro tiempo
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w VOCES DE NUESTRO TIEMPO EDUARDO GALEANO



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VOCES DE NUESTRO TIEMPO

Carátula:

V aleria V aras

Eduardo Galeano

VOCES DE NUESTRO TIEMPO

EDITORIAL UNIVERSITARIA CENTROAMERICANA, EDUCA

Primera Edición EDUCA, Centroamérica, 1981

ISBN-84-8360-237-7

808.84 G

Galeano, Eduardo, Voces de nuestro tiempo : Ensayos, entrevistas. Eduardo Galeano. San José, EDUCA, 1981

182 p. �

l. Literatura. - Ensayo, conferencias, etc. 1. Título

Hecho el depósito de Ley. Reservados todos los Derechos.

(C) EDITORIAL UNIVERSITARIA CENTROAMERI CANA -EDUCAOrganismo de la Confederación Universitaria Centroamericana, CSUCA, formado por: Universidad de San Carlos de Guatemala, Universidad de El Salvador,

Universidad

Nacional Autónoma

de

Honduras,

Universidad

Nacional Autónoma de Nicaragua, Universidad Nacional de Costa Rica, Universidad de· Costa Rica, Universidad Nacional de Panamá. Apdo. 64, Ciudad Universitaria Rodrigo Facio, Costa Rica ·

Impreso en Costa Rica

En largas noches de insomnio y días de desaliento, la mosca zu mba y zumba en la cabeza: "Escribir, ¿vale la pena ? En medio de los adioses y los crímenes, ¿sobrevivirán las palabras? ¿ Tiene sen tido este oficio que uno ha elegido, o que lo ha elegido a uno? " Yo soy americano del sur. En Montevideo, donde nac í, dirigí algunos diarios y revistas sucesivamen te clausurados por el gobierno o por los acreedores. Escrib í varios libros: están todos prohib idos. A principios del 73, empezó el exilio. En Buenos A ires jilndamos "Crisis ". Fue la revista cultural de mayor tiraje en la historia de la lengua castellana.. En agos.to del aoo pasado, publicamos el último número. No se pod ía seguir. Cuando las palabras no pueden ser más dignas que el silencio, más vale callarse. Y esperar. ¿Dónde están los escritores y periodistas que lzicieron la revista ? Casi todos se han ido de la Argenti1la. Algunos están muertos. Otros, presos o desaparecidos. El novelista Haroldo Con ti, o lo que restaba de él, file i1isto por última vez a mediados de mayo del 76. Estaba deshecho por la tortura. Después, nunca más se supo. Oficialmente no fue detenido. El gobierno se /a1·a las mallos. Al poeta Miguel Allgel Bustos se lo llevaron de la casa y desapareció. Al poeta Paco Urondo lo mataron en Mendoza.

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Los narradores Paoletti y Di Benede tto están pre­ sos. También Luis Sabini, el jefe de producción de la revista: se lo acusa de tenencia de armas porque ten ía una bala para hacerse un llavero. Nuestro redactor Carlos Vil/ar A rauja fue el primero en irse. En julio del 75 se vio obligado a salir del pais. Habia publicado un trabajo, valien te y documen tado, sobre el petróleo en la Argentina. Esa edición de "Crisis " se puso a la ven ta en los quioscos y seis noches después Carlos no llegó a dormir a su casa. Lo interrogaron con una venda en los ojos. La policz'a negó tenerlo. A los dos días fue arrojado, milagrosamen te vivo, a los bosques de Ezeiza. La polic ía dijo que lo hab ía detenido por error. Circularon las listas con los condenados a muerte. El poeta Juan Ge/man, jefe de redacción de "Crisis", tuvo que tomar un avión. Pasó un tiempo y lo fueron a buscar a su casa de Buenos A ires. Como él no estaba, se llevaron a los hijos. La hija apareció viva. Del hijo y la nuera, embarazada de siete meses, no se sabe nada. Una versión oficiosa del gobierno indicó que hab ían estado presos y habían sido liberados. Se los ha tragado la tierra. En tiempos tan tormen tosos, el oficio de escrib ir es un peligro. En circunstancias as í, uno recupera el orgullo y la alegr ía de la palabra o le pierde respeto para sie1npre. .

l

1.

-

.

DEFENSA DE LA PALABRA

U no e scribe a partir de una necesid ad de co muni­

cació n y de comunión con los demás. para denunciar Jo que duele y co mpar tir lo que da alegría . U no escribe contra la pro pia soled ad y la soledad de los otros. Uno supone que la

9 literatura trasmite conocimiento y actúa sobre el lenguaje y la conducta de q-µien la recibe ; que nos ayuda a conocernos mej or para salvarnos j untos. Pero " los de más" y " los otros; ' son términos de masiado vagos; y en tiempos de crisis , tie mpos de definición, la ambigüedad puede parecerse demasiado a l a mentira. Uno escribe, en realidad, para la gente con cuya sue rte , o mala suerte , uno se siente identificado, los mal comidos, los maldormidos, los reb eldes y los humillados de esta tierra , y la mayoría de ellos no sabe leer. Entre la minoría que sab e , ¿cuántos disponen de dinero para comprar lib ros? ¿Se resuelve esta contradicción proclamando que uno escribe para esa cómoda abstracción llamada " masa"?

2. No hemos nacido en la luna, no habitamos el séptimo cielo. Tene mos la dicha y la desgracia de pert enecer a una región atormentada del mundo, A mérica Latina, y de vivir un tiempo histórico que golpea duro. Las contradic­ ciónes de la sociedad de clases son, aqu í, más feroces que en los pa íses ricos. La miseria masiva es el precio que los pa íses pobres pagan para que el seis por ciento de la población m�ndial pueda consumir impunemente la mitad de la rique za que el mundo e ntero genera . Es mucho mayor la distancia , el abismo que en A mérica Latina se abre entre el bienestar de pocos y la desgracia de muchos; y son más salvajes los métodos necesario s para salvagua rdar esa distancia. El desarrol lo de una industri a restrictiva y depen­ diente , que aterrizó sob re las viejas estru cturas agrarias y mineras sin alterar sus deforma ciones esencial es , ha agu di­ zado las contrad icciones sociales en lugar de aliviarla s. La habilid ad de los pol íticos tradicio nales, experto s en las artes de la seducción y la estafa, resulta hoy insufici ente, anticua da, inútil ; el juego populis ta que permit ía otorgar para manipu lar ya no es posib le , o revela su peligro so doble filo . Las clases y los pa íses domina ntes recurre n a la maquin aria represiva. ¿De qué otra manera podría sob revi-

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vir sin cambios Ú n siste ma social cada vez más parecido a un campo de co ncentración? ¿Cómo mantener a raya, sin alamb radas de púas, a la creciente legión de los malditos? En la medida en que el siste ma se siente ame nazado por el desarro llo sin tregua d e la desocupación , la pobr:eza y las tensiones sociales y pol íticas derivadas, se abrevia el espacio disponible para la simulación y los b uen os modales: en los suburb ios del mundo el sistema revela su verdadero rostro . ¿Por qué no reconocer un cierto mérito de since ridad '' en las dictaduras que oprimen , hoy por hoy, a la mayor ía de nuestros países? La lib ertad de los negocios implica, en tiempos de crisis, la prisión de las personas. Los científicos latinoamerican os e migran, los lab ora­ torios y las universidades no tienen recursos, el 'Know how" industrial es siempre extranjero y se paga carísimo, pero ¿por qué no reconocer un cierto mérito de creatividad en el desarrollo de una tecnolog ía del terror? América Latina está haciendo inspirados aportes universales en cuanto al desarrollo de métodos de torturas, técnicas del asesinato de personas e ideas, cultivo del silencio, multipli­ cación de la impotencia y siemb ra del miedo. Quienes queremos trabaj ar por una literatura que ayude a revelar la voz de los que no tienen voz, ¿cómo podemos actuar en el marco de esta realidad? ¿Podemos hacemos o ír en medio de una cultura sorda y muda? Las nuestras son repúblicas del silencio. La pequeña libertad del escritor, ¿no es a veces la prueba de su fracaso? ¿ Hasta dónde y hasta quiénes podemos llegar? Hermosa tarea la de anunciar el mundo de los justos y los libres; digna función la de negar el sistema del hambre y ' de las j aulas - visibles o invisibles. Pero, ¿a. 1cuántos metros tenemos la frontera? ¿Hasta dónde otorgan pernúso los dueños del pode(? �. M ucho se ha discutido en tomo de las formas dire ctas de censura baj o los diversos reg ímenes sociales y pol íticos que en el mundo son o han sido, la prohibición d.e

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lib ros y pe riódicos incómodos o peligrosos y el destino de destie rro, cárcel o fosa de algunos escritores y periodistas. Pero la censura indirecta actúa de un modo más sutil . No por menos aparente es menos real . Poco se habla d e ella; sin e mb argo , en América Latir:ia es la que más profunda­ mente define el carácte r opresor y excluyente del sistema que la mayor ía de nuestros países padece . ¿En qué consiste esta censura que nunca osa decir su nombre ? Consiste en que no viaj a el barco porque no hay agua en el mar: si un cinco por ciento de la población latinoamericana puede comprar re frige radores, ¿qué porcen taje puede comprar libros? ¿ Y qué porcentaje puede leerlos, sentir su necesi­ dad , recibir su influencia? Los escritore s latinoamericanos, asalariados de una industria de la cultura que sirve al consumo · de una élite ilustrad a, provenimos de una minoría y escribimos para ella. Esta es la situación objetiva de los escritores cuya obra con firma la desigualdad social y la ideología dominante; y es también la situación obje tiva de quienes pret endemos romper con ellas. Estamos bloqueados, en gran medida, por las reglas de j uego de la realid ad en la que actuamos. El orden social vigente pervierte o aniquila la capaci­ dad creadora de la inmen sa mayoría de lo s hombres y reduce la posib ilid ad de la cre ación - antigua respuesta al dolor humano y a la certidu1nbre de la muerte- al ejercicio profesional de un puñado de especialistas. ¿Cuántos somos, en América Latina, esos " especialistas"? ¿Para quiénes escrib imos, a quiénes llegamos? ¿Cuál es nuestro público real? Desconfie mos de los aplausos.

4. Uno escribe para despistar a la muerte y estrangu­ lar los fan tasmas que por dentro lo acosan ; pero lo que uno escribe puede ser históricamente útil sólo cuando de alguna manera coincide con la necesidad colectiva de conquista de la identidad. Esto, creo, quisiera uno : que al decir : "Así soy" y ofre cerse , el escritor pudie ra ayudar a muchos a

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tomar conciencia de lo que son. C omo medio de revelación de la identidad colectiva, el arte debería ser considerado un art ículo de prime ra necesidad y no un lujo. Pe ro en América Latina el acceso a los productos de a rte y cultura está vedado a la inmensa m ayoría. Para l os pueblos cuya identidad ha sido rota por las sucesivas culturas de conquista, y cuya explotac�ón despia­ dada sirve al funcionamiento de l a maquin aria del capit alis­ mo mundial, e l siste ma genera una "cultura de masas". Cultura para masas, debería decirse, definición más adecua­ da de este arte degradado de circulación masiva que manipula las conciencias, oculta la realidad y aplasta la imaginación creadora. No sirve, por cierto , a l a revelación de la identidad, sino que es un medio de borrarla o deformarla, para imponer modos de vida y p autas de consumo que se difunden masivamente a través de los medios de comunicación. S e llama "cult ura nacional" ·a la cultura de la clase domin an te , que vive una vida importada y se limita a copiar, con to rpeza y mal gusto , a la llamada " cultura universal" , o lo que por ella entienden quienes la confunden con la cultura de los países do minantes . En nuestro tiempo, era de los mercados múltiples y las corporaciones multinacionales, se h a internacionalizado la economía y también la cultura, la "cultura de masas" , gracias al desarrollo acelerado y la difusión masiva de los medios. Los centros de poder nos expo rtan máquinas y patentes y también ideolog ía. S i en América Latina está reservado a pocos el goce de los b ienes terrenales , es preciso que la mayoría se resigne a consumir fantas ías. Se vende ilusiones de riqueza a los pob res y de lib e rtad a los oprimidos, sueños de triunfo para los vencidos y de poder para los débiles. No hace falta saber leer para consu mir las apelaciones simb ólicas que la televisión , la radio y el cine difunden para justificar la organización desigual del mundo. Para perpetuar el es tado de cosas vigente en estas tierras donde cada minuto muere un niño de enfermedad o de hambre , es preciso que nos núremos a nosotros mis mos

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con los ojos de quien nos oprime. Se domestica a la gente para que acepte "este" o rden como el orden " natural" y por lo tanto e terno; y se identifica al siste ma con la patria, de modo que el enemigo del régimen resulta ser un traidor o un agente foráneo. Se santifica la ley de la selva, que es la ley del sistema, p ara que los pueblos derrotados acepten su suerte como un destin o ; falsificando el pasado se escamo­ tean l as verdaderas causas del fracaso histórico de América Latina, cuya pob re za ha alimentado sie mpre la riqueza ajena: en l a pantalla chica y en l a pantalla grande gana el mej or, y el mejor es el más fuerte. El derroche , el exhibicionismo y la falt a de escrúpulos no produce n asco , sino admiración ; todo puede ser comprado , vendido, alquilado , consumido, sin exceptuar el alma. Se atrib uye a un cigarrillo, a un automóvil, a una botell a de whisky o a un reloj , propiedades mági cas : otorgan personalidad , h acen triunfar en la vida, dan felicidad o éxito . A l a proliferación de hé roes y modelos extranjeros, corresponde el fetichismo de las marcas y las mo das de los p aíses ricos. Las fotonovelas y los tele teatros locales transcurren en u n limbo de cursile r ía, al margen de los proble1nas sociales y políticos reales de cada país ; y las seriales importadas venden democracia occidental y cristiana junto con violencia y salsa de tomates. En estas tierras de j óvenes, j óvenes que se multiplican sin cesar y que no encuentran e mpleo, el tic-tac de la b o mba de tie mpo obliga a los que mandan a dormir con un solo ojo . Los múltiples métodos de alienación cultural, máquinas de dopar y de castrar, cobran una importancia cada vez mayor. Las fórmulas de esterilización de l as conciencias se ensayan con más é xito que los planes de control de la natalidad . La mej or manera de colonizar una conciencia consiste en supri mirla. En este sentido también opera, deliberada­ mente o no, la importación de una falsa contra-cultura que encuentra eco creciente en las nuevas generaciones de 5.

·

14 algunos pa íses latinoame ricanos . Los pa íses que no abren a los muchachos opciones de participación pol ítica - por la pe trificación de sus estructuras o por sus asfixiantes mecanismos de represión- ofre cen los terrenos mejor abonados para la proliferación de una presunta " cultura de protesta" , venida de afuera, sub-pro ducto de la sociedad del ocio y el despilfarro, que se proyecta hacia todas las clases sociales a part ir del anti-convencionalismo postizo de las clases parasitarias. Los hábitos y s ímb olos de la revuelta juvenil de los años sesenta en Estados Unidos y en Europa, nacidos de una reacción contra la uniformidad del consumo , son ahora objeto de producción en serie. La ropa con diseños psicodélicos se vende al grito de " ¡Libérate! "; la música, los posters, los peinados y los vestidos que reproducen los modelos estéticos de la alucinación por las drogas , son volcados en escala industrial sobre el Tercer M undo . J unto con l os s ímb olos, coloridos y simpáticos, se ofrece pasajes al limbo a los jóvene s que quie ren huir del in fierno. Se invita a las nuevas generaciones a ab andonar la historia, que duele, para viaj ar al Nirvana. Al incorporarse a esta " cultura de la droga" , ciert os sectores juveniles latinoameri canos realizan la ilusión de reproducir' el modo de vida de sus equivalentes metropolitanos . Originada en el inconformismo de grupos marginales de la sociedad industrial alienada, esta falsa contra-cultura nada tiene que ver con nuestras ne cesidades reales de identidad y destino: b rinda aventuras para paralíticos; genera re signación, ego ísmo , incomunicación ; deja intacta la realidad pe ro cambia su imagen ; pro me te amor sin dolor y paz sin guerra. Ade más, al convertir a las sensaciones en art ículos de consumo, encaj a perfectamente con la " ideolo­ gía de supermercado" que difunden los medios masivos de comunicación . S i el fetichismo de los autos y las heladeras no re sulta suficiente para apagar la angustia y calmar la ansie dad, es posible comprar paz, intensidad y alegr ía en el supermercado clandestino.

15 6. Ence nder conciencias, revelar la realidad : ¿puede la literatura reivindicar mejor función en estos tiempos y estas tierras nuestras? La cultura del sistema , cultura de los sucedáneos de la vida, enmascara la realidad y anestesia la conciencia . Pero, ¿qué puede un escritor, por mucho que arda su fueguito, contra el engranaje ideológico de la mentira y el conformismo? Si la sociedad tiende a organizarse de tal modo que nadie se encuentra con nadie , y a re ducir las relaciones hu manas al juego siniestro de la compe tencia y el consumo -hombres solos usándose entre s í y aplastándose los unos a los otros- , ¿qué papel puede cumplir una literatura del vínculo fraternal y la participación solidaria? Hemos llegado a un punto en el que nomb rar las cosas implica denunciarlas : ¿ ante quiénes, para quiénes? 7. Nuestro propio destino de escritores latinoame­ ricanos está ligado a la necesidad de transformaciones sociales profundas. Narrar es darse : pare ce obvio que la literatura, como tentativa de comunicación plena, cont inua­ rá bloqueada de ante mano mientras existan la miseria y el analfab etismo y los dueños del poder sigan reali zando impunemente su proyecto de imbecilización cole ctiva a través de los medios masivos de comunicación . No co mparto la actitud de quienes reivin dican para los escritores un privile gio de libertad al margen de la libertad de los demás trabaj adores. Grandes ca mbios, hondós cambios de estructura serán necesarios en nuestros pa íses para que los escritores podamos llegar más allá de las ciudadelas cerradas de las élites y para que podamos expresarnos sin mordazas visibles o invisibles. Dentro de una sociedad presa, la literatura lib re sólo puede existir como denuncia y esperanza. En el mismo sentido, creo que se ría un sueño de una noche de ve rano suponer que por v ías exclusiva mente culturales podr ía llegar a lib erarse la potencia creadora del pueblo, desde temprano adorme cida por las duras con dicio-

16 nes materiales y las exigencias de la vida. ¿Cuántos talentos se extinguen, en América Latina, antes de que puedan llegar a manifestarse? ¿Cuántos escritores y artistas no llegan ni siquie ra a enterarse de que lo son ?

8. Por otra parte, ¿puede realizarse cab almente u na cultura nacional en países donde las b ases materiales del poder no son nacionales, o dependen de centros extranje­ ros? Si esto no es posible, ¿qué sentido tiene escribir? No hay un "grado cero" de la cultura, as í como no existe un " grado cero" de la historia. Si reconoce mos una inevitable continuidad entre la etapa del dominio y la etapa de la libe ración en cualquier pro ce so de desarrollo social , ¿ por qué negar la importancia de la literat ura y su posible función revolucio naria en la exploración, revelación y difusión de nue stra verdadera identidad o de su proyecto? El opresor quiere que el espejo no devuelva al oprimido más que una mancha de azogue . ¿Qué proceso de cambio puede impulsar un pueblo que no sabe quién es, ni de dónde viene? Si no sabe quién es, ¿có mo puede saber lo que merece se r? ¿No puede la literatura ayudar, dire cta o indire ctamente , a esa revelación? En gran medida , pienso, la posib ilidad del aporte depende del grado de intensidad de la comunión del escritor con las raíces, los andares y el destino de su p ueblo. También de su sensibilidad para percibir el latido, el sonido y el ritmo de la auténtica cont ra-cultura en ascenso. Muchas veces lo que se considera " incultura" contiene semillas o frutos de "otra" cultura, que enfrenta a la cultura do1ninan­ te y no tiene sus valore s ni su retórica. Se la suele menospreciar, po r error, co mo a una mera repetición degradada de los productos " cultos" de la élite o de los modelos culturales que el sistema fabrica en serie , pero a menudo es más reveladora y valiosa una crónica popular que una novela " profesional", y el pulso de la vida re al se siente con más fuerza en ciertas coplas anónimas del

17 can cionero nacional que e n mu chos lib ro s d e poes ía escritos e n el có digo de los iniciados; los testi monios de la gen t e que de

mil modos e xpresa sus lastimaduras y sus esperanzas

fre cue n te me n t e resul tan más elocuen tes y bellos que las ob ras escritas " e n nombre del pueblo" . Nuestra auténtica identidad cole ctiva n ace del pasado y se n u t re de él -h uellas sob re las q ue ca minan nuest ros pies, pasos q ue pre sienten n uestros an dare s de ahora- pero no se crist aliza e n la nostalgia . No vamos a e n contrar, por cie rto, n ue st ro escondido rostro en la perpe t u ación artificial de trajes, costumb re s y obj e tos t ípicos que los turistas

So1nos lo que hacen1os, y sobre todo lo que hacemos para ca1nbiar lo que so1nos: exigen a los pue b l os vencid o s .

nuestra id entidad reside en la acción y e n la l u cha. Por eso la revelación de lo que somos implica la denuncia de lo que nos impide ser lo que pod e mos ser. Nos definimos a parti r del desafío y po r oposición al obstácul o . Una

literatura

nacida

del p roceso d e crisis y de

ca mbio y metida a fondo en el riesgo y la aven t ura de su tie mpo, b ie n pue d e ayudar a crear los s ímb olo s d e la realidad n ueva y quizás alumb re , si el talento n o falt a y el coraje tampoco, las señales d el camino. No e s inútil can tar al dolor y l a hermosura de h aber nacido en A mérica. 9.

No sie mpre los datos de tiraje o ven ta _d an la

medida de la resonancia de un l ib ro . A veces la o b ra es cri ta irrad ia

una

influen cia

1nucho

may or

que

su

difusión

apare n t e ; a veces re sponde con años de anticipació n a las preguntas y n ecesidades colectivas, si el creador ha sabido vivi rlas previame n t e como dudas y desgarra mientos den tro de sí. La ob ra b rota d e la concien cia herida del escrit or y se proyecta al

mundo:

el acto de cre ació n es un acto de

solidarid ad que no sie mpre cumple su destino en vida de quie n lo re al iza. l O. No compart o la actitud d e los escrit ores que se at rib uyen

privilegios divinos no otorgados al común

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de los mortales, ni la actitud de quienes se golpean el pecho y rasgan sus vestiduras cla mando el perdón público por vivir al servicio de una vocación inútil. Ni tan dioses ni tan insectos. La conciencia de nuest ras limitaciones no es una conciencia de i mpotenci a : la literatura, una forma de la acción, no tiene poderes sob re naturales, pero el escritor puede ser un poquito mago cuando consigue que sobrevivan, a través de su obra , personas y experiencias que valen la pena. Si lo que escribe no es leído i mpuneme nte y cambia o alimenta, en alguna medida , la conciencia de quien lee , bien puede un escritor reivindicar su parte en el proceso de cambio : sin soberb ia ni falsa humildad, y sabiéndose pedacito de algo mucho más vasto . M e parece coherente que renieguen de la palabra quienes cultivan el monólogo con sus propias somb ras y laberintos sin fin; pero la palab ra tiene sentido para quienes queremos celebrar y compartir la certidumbre de que la condición humana no es una cloaca. Buscamos interlocuto­ res, no admiradore s ; ofre ce mos diálogo , no espectáculo . Escribimos a partir d e una tentativa d e encuentro, para que el lector comulgue con palabras que nos vienen de él y que vuelven a él como aliento y pro fec ía.

11. S ostener que la l iteratura va a cambiar, de por s í, la realidad, sería un acto de locura o soberbia. No me parece menos necio negar que en algo puede ayudar a que cambie . La conciencia de nuestras limitaciones es, en defini­ tiva, una conciencia de nuestra realidad. En medio de la niebla de la desesperanza y la duda, es posible enfrentar las cosas cara a cara y pele arlas cuerpo a cuerpo : a partir de nuestras limitaciones, pero contra ellas. En este sentido , resulta tan desertora una literat ura " revolucionaria" escrita para los convencidos , co mo una lit eratura conservadora consagrada al éxtasis en la conte m­ plación del propio ombligo. H ay quienes cultivan una

19 literatura " ultra" y de tono apocal íptico, dirigida a un público reducido y que está de antemano de acuerdo con lo que propone y trasmite : ¿ cuál es el riesgo que asumen estos escritores, por más revolucionarios que digan ser, si escriben para la minoría que piensa y siente como ellos y le dan lo que espera recibir? No hay, entonces, posibilidad de fracaso; pero tampoco de éxito. ¿ De qué sirve escribir si no es para desafiar el bloqueo que el sistema impone al mensaje disidente ? Nuestra eficacia depende de nuestra capacidad de ser audaces y astutos, claros y atractivos. Ojalá podamos crear un lenguaje entrador y más hermoso que el que los escritores conformistas emplean para saludar al crepúsculo .

12. Pero n o es solamente un problema d e lenguaj e . T ambién d e medios. La cultura de la resistencia emplea todos los medios a su alcance y no se concede el lujo de desperdiciar ningún veh ículo ni oportunidad de expresión. El tie mpo es breve , ardiente el desafío, enorme la tarea: para un escritor latinoamericano enrolado en la causa del cambio social, la producción de libros forma parte de un frente de trabajo múl tiple. No comp artimos la sacralización de la literatura como institución congelada de la cultura burguesa. La crónica y el reportaje de tirajes masivos, los guiones para radio , cine y televisión y la canción popular no siempre son géneros " menores" , de categoría subaltemá, como creen algunos m arqueses del discurso literario especia­ lizado que los miran por encima del hombro. Las fisuras abiertas por el periodismo reb elde latinoamericano en el engranaje alienante de los medios masivos de comunicación, han sido a menudo el resultado de trabaj os sacrificados y cre adores que nada tienen que envidiar, por su nivel estético y su eficacia, a las buenas novelas y cuentos de ficción. 13. C reo en mi oficio ; cre o en mi instrumento . Nunca pude entender por qué escriben los escritores que mie ntras tanto de claran , tan campantes, que escribir no

20 tiene se ntido e n u n mundo donde l a gente muere de hambre . Tampoco pude nunca entender a los que convier­ ten a la p alabra en blan co de furias o en objeto de fetichismo . La palabra es un arma , y p ue de ser usada para bien o para mal : la culpa del crimen n unca es del cuchillo. Creo que una función pri mo rdial de la literatura latinoame ricana actual consiste en rescatar la palabra, usada y abusada con i mpunidad y frecuencia para i mpedir o traicion� r la comunicación. " Libertad" es, en mi pa ís, el nombre de una cárcel para presos pol íticos y "Democracia" se llaman varios reg ímenes de terror; la palabra " amor" define la relación del homb re con su automóvil y por " revolución" se e ntiende lo que un. nuevo qetergente puede hacer en su cocina; la " gloria" es algo que p ro duce un jabón suave de determinada marca y la " felicidad" una sensación que da comer salchichas. "País en paz" significa, en muchos lugares de América La tina, " cementerio en orden" , y donde dice "homb re sano" habr ía que leer a veces "hombre impotente" . Escribiendo es posible ofrece r, a pesar de la persecu­ ción y la censura, el testimo nio de nuestro tiempo y n uestra gente - para ahora y después. Se puede escribir como diciendo , e n cierto modo: " Esta mos aquí, aqu í e stuvimos : somos as í, as í fuimos". Lentamente va cobrando fuerza y for ma, e n A mé rica Latina, una literatura que no ayu da a los demás a dormir, sino que les quita el sueño; que no se propone enterrar a nuestros muertos, sino perpetuarlos; que se niega a barrer las cenizas y procura, en cambio , encender el fue go. Esa literatura contin úa y enrique ce u na formidable tradición de pal abras peleadoras. Si es mej or como creemos, la esperanza que la nostalgia, quizás esa literatura naciente pueda llegar a mere cer la belleza de las fuerzas sociales que tarde o te mprano, por las b ue nas o p or las malas, camb iarán radicalmente el curso de nuestra hist oria. Y quizás ayude a guardar para los j óvenes que vienen, como quería el poeta, "el verdadero nomb re de cada cosa" .

(197 6)

En el 75, Javier Win1er 1ne propuso que escrib iera un art ículo para la nueva revista del Fondo de Cultura Económica en México. El primer núnzero iba a estor dedicado al tema del fascismo en Anzérica. L e respondí que no -pero con una carta qu e fue como decirle si. Es ésta.

2. NEGOCIOS LIBRES, GENTE PRESA Estimado J avie r: M u chas gracias por tu invitación. No ; no puedo e scribir sob re el fascismo en América Latina. Es un tema s e rio y no me lo puedo rifar. Aqu í en Buenos

Aire s

no

tengo

mis lib ro s

ni

mis

fuentes

de

info rm ación y de consulta. A demás, hace tiempo que no trabaj o en art ículos ni en ensayos. Ando inten tando una pene t ración más

íntima,

y

no

menos

peligrosa, en la

realidad que me rodea y me duele . Y sincera mente creo que hay gente mucho rr1ás capacitada que y o para dedicarse a temas que requie ren , como éste que me propone s , largos años de reflexión y de investigación. A veces me asusta el e qu ívoco. Yo no soy sociólogo , ni histo riador, ni economis­ ta, ni nada. Mi trab aj o como perio dista y e nsayista se ha limitado a la divulgación masiva de ideas aj e nas y de datos que el sistema esconde al público no especializad o . Al servicio

de

esta

tare a,

oficio

militante

de d enuncia y

22 contra-info rmación, h e puesto una cie rta habilidad para narrar, aprendida en los fogones de Paysandú y en l as mesas de los viejos cafés de M ontevide o . Y e so es todo. Pero el tema me parece apasio n ante y no quiero d ej ar de hace rte algunos comentarios . Muchas veces me he preguntado, viendo lo que ocurre a mi alrededor, si corresponde llamar fascistas o nazis a l as dictaduras que hoy padecen, por ej emplo Uruguay , C hile o Bolivia. ;,No son dignas de H itler o M ussolin i estas máquinas de picar carne humana? ¿Imitan a G oeb b els estas máquinas de prohlb ir y de mentir? Los escuadrones de l a mue rte, máquinas de acosar y ase sinar desde las sombras, ¿operan en la Argentin a de hoy al estilo de las

bandas

blancas de I talia o Alemania en los años treinta? Yo soy homb re del sur, y de eso escrib o . C ontemplo, impotente, cómo s e hunde

nú pa ís, y me

pregunto: ¿Podría alguie n comp arar al Uruguay, que es una estancia vac ía, o una

hacienda vac í a como dicen ustedes, los

me xicanos, con aquellos centros indust riales europe os que incub aron al fascismo y al nazismo? El Uruguay es un país dependiente, que es como llaman los entendidos a las colonias de ahora. Depende de las

pote ncias

capitalistas

ce ntrales ;

de

ellas

re cibe

los

precios , l o s préstamos, los técnicos, l a s armas, l o s auto mó­ viles y la ide ología. No era ésta, por cierto, la situació n de Ale mania o 1 talia en aquellos tie mpos. El nazismo y el fascismo fue ron la expresión de un nacionalis mo agresivo, pe ro nacionalismo al fin, nacido de las e ntrañas de d o s fue rzas imperiales insatisfechas y ansiosas d e revan cha. Fue un

capitalis mo alt amente desarrollado, que llegó t arde,

como tanto se ha dicho, al re parto del mundo, el que incubó la locura de Hitler y el delirio de la multitud que l o siguió hacia e l horror y l a conquista. E n los mataderos de carne humana, los ve rdugos tarare ab an can ciones patrióticas . En pa íses como C hile , U ruguay o Bolivia, las d ictadu­ ras no tie nen la menor capacid ad de movilización po pular.

23 La

m ística del patrioterismo, copiada del modelo nazi­

fascista, solamente prende en el corazón de los policías y los soldados que cobran para eso. Estos son regímenes solitarios, condenados a caídas tristes y sin grandeza. No fanatizan a los jóvenes: simplemente los odian, como odian la alegría y todo lo que crece. Se apoyan en la fuerza de las armas y son incapaces de transmitir ninguna fe, ni siquiera una fe jodida, como fue jodida la fe de aquellos tipos en la superioridad de su raza o en el destino imperial de sus naciones. Nuestros dictadores son, a lo sumo, patriotas de una patria que no es la suya, satélites de un imperio ajeno: ecos y no voces. El

capitalismo monopólico de Alemania o Italia

generó, en aquel los años negros, el corporativismo y los fren tes de trabajo y convirtió al estado en un dios omnipotente. Entre nosotros, el estado es fuerte solamente para triturar, matar o expulsar a los hombres que piensan, se

rebelan o dudan, pero existe cada vez menos como poder

económico. Es el brazo represivo del poder, y usa técnicas dignas de la pesadilla fascista pero nunca es

el poder.

Curiosa mezcla de Adam Smith y Mussolini, o de sus .respectivas caricaturas: el estado se desmantela a través de un proceso de desnacionalización de sus actividades produc­ tivas más rentables, qu� pasan a manos privadas y extranje­ ras, y al mismo tiempo se robustece como estructura de opresión. Entre nosotros, el estado prefiere las cárceles a las fábricas; multiplica los sol.dados y los presos, como el fascismo, pero no las fuentes de trabajo. La militarización de la sociedad no corresponde, en un país pequeño y despoblado como el mío, a ningún proyecto expansioriista; tampoco sirve a la defensa de las fronteras, amenazadas por nadie. ¿Se genera una

economía

de guen-a en tiempos de paz ? Las armas vienen de afuera y los enemigos están adentro. ¿Quiénes son los enemigos? ¿Cuántos quedan? En el Uruguay hay entre cuatro y cinco mil presos políticos. En proporción a la población de

24 México , por eje mplo, el equivalente se rían noventa mil pe rsonas puestas entre rejas por mo tivos políticos. No es po co . Al principio , fueron los guerrilleros. Despué s , los militante s

de

los

partidos

de

izquierda.

Desp ués,

los

sindicalistas. Después, los intele ctuales . Después, algunos pol íticos tradicionales. Después, cualquiera. La máquina no para, e xige comb ustible, se enloque ce , devo ra al inventor: los partidos de dere cha otorgaron poderes especiales y re cursos extraordinarios a las fuerzas ar madas para sacarse de e ncima a los tupamaros y en poco tie mpo ·1os militares se que daron con el poder y liquidaron a los partidos . Veinte mil personas pasaron por las cárceles y los cuarteles entre 1 973 y 1 9 74; la tort ura se convirtió en el sistema inte"ogatorio habitual . En las cámaras de tormento , mu­ chos hombres perdie ron la vida. A unos les reventaron el higado a patadas. A otros, les falló el corazón cuando les sumergieron la cab eza en los tachos de agua sucia y mierda. A unos los mató el plantón de varios d ías y noches. A otros , la

picana eléctrica.

Y hubo una muchacha que murió

asfixiada por una b olsa de nailon atada a la cabeza. El sindicalis mo y la actividad política se han conver­ tido en formas de la delincuencia; los analfabetos han asaltado la Unive rsidad con el cuchillo entre los die ntes; no existen la lib ertad de expresión ni el derecho de reunión . Las instituciones lib erales b urguesas han volado e n pedazos; la S uiza de Amé rica es, ahora, un camp o de co ncentración . Pensar está prohib ido; el régime n sospecha, y no le falta razón, que quien pie nsa conspira . En las calles sólo pob reza y rencor.

se

ve

Ya no hay interme diarios pol íticos para el ejercicio del poder por parte de las clases dominant�s. 1 Acosado por su propia crisis y por la amenaza de un proceso acelerado de concientización pol ítica de los j óvenes, el régimen recurre a la sangre y al fuego. Es la hora de la b uro cracia armada. Se multiplican los gastos y los sueldos de los militares y al mismo tiempo las escuelas se rajan y se derrumb an . Los

25 maestros y los profesores, perseguidos a la vez por la miseria y por la santa furia de la Inquisición, tienen que hacerse magos para parar la olla. Si todo esto no es fascismo, reconozcamos que se le parece mucho . El instrumen tal fascista de amenaza y represión se pone en práctica, y por cierto que resulta útil . No para conquistar al mundo: para aplastar a las fu erzas internas del cambio , decapitar a la clase ob rera y aniquilar la inteligen cia. La ideolog ía de la histeria pequeño-burguesa se adapta, co mo ei guante a la mano, a las necesidades del ré gimen . No son los judíos los chivos emisarios de la crisis: es la clase trabajadora entera . El régimen usa las grandes p alab ras características, Patria, Familia, Tradición, Propie­ dad, para enmascarar la opresión y el horror de la dictadura. Al que discrepa o se rebela, le arrancan la vida o la lib ertad o por lo menos le arran can los documentos y lo condenan a vagar por el mundo , como un paria, sin patria ni identidad legal. . Estamos viviendo nuestro propio tiempo del despre­

cio. Los verdugos mandan

y los delatores prosperan . Para

los dueños del poder, que sueñan con un mundo quieto, la historia es subve rsiva , porque cambia siempre. Y en eso tienen razón. Perdona1ne la lata, Javier. No te escrib í el artículo , pero ya ves: me saqué las ganas . Te saluda cordialmente,

Entrevisté a Guevara en agosto del 64. En octubre del 6 7 cayó en Bolivia. La lectura actual ilumina el reportaje con una rara y nueva luz. Frases dichas como al pasar cobran, ahora, el valor de un testimonio profético.

3. EL CHE GUEVARA 1.

CUBA COMO VITRINA O CATAPULTA

Uno "Traidor", le dijé, "usted es un traidor". Le mostré el recorte de un diario cubano: él aparecía vestido de jugando

pitch er,

base-hall Recuerdo que se rió, nos reímos; si me

contestó algo, no sé . La conversación saltaba, como una pelotita de ping-pong, de un tema al otro, de un país al otro, de uno a otro recuerdo, añoranzas y experiencias, bromas:

"¿Qué

pasa con mi mano? " " Es·tá maldita".

"¿Maldita? " "Sí, claro. Saludó a Frondizi y Frondizi cayó; saludó a Janio Quadros y le ocurri9 lo mismo. Suerte que no tengo de dónde caer", comentaba yo, con cara de preocupado; y él

se

reía, fruncía el ceño, se sentaba, se

paraba, caminaba por la sala, dejaba caer Ja ceniza de su habano

cazador y me apuntaba, con él, al pecho. Con

ánimo discutidor y no magisterial, recurría, a veces, a un

28 pizarrón para explicar una idea complej a , borroneán dolo con tiza: la polénúca en torno del cálculo econónúco y la vigencia o caducidad de la ley del valor en la sociedad socialista, o el sistema de retribución por normas de producción. Era cáustico como un rioplatense , y, a la vez, fervoroso como un cubano : generoso con su ver�a d , pero dispuesto a mostrar los dientes por ella . Una tuerza profunda y hermosa le nacía, sin cesar, de adentro; se delatab a, como todos, por los oj os. Tenía, recuerdo , una mirada pura, limpia , como re cién amanecida: esa manera de mirar de los hombres que creen.

Dos Cre ía, sí, en la revolución de América Latina, en su doloroso proceso, en su destino; ten ía fe en la nueva condicíón humana que el socialismo debe engendrar. Cuando hablaba sob re estos temas, uno ten ía la impresió n d e que l e sub ía la temperatura d e la sangre, pero manej aba !1 rienda corta su entusiasmo no bien yo me pon ía a tomar anotaciones de lo que decía. Entonce s , l os ojos fijos en la bic que bailab a sob re el papel, pre fer ía el comentario p ícaro y cort ante , que dej aba escapar después de echar, sonriendo , dos o tres bocanadas de humo azul entre los espesos bigotes y la barba rale ada. Ser periodista era una lástinia; no porque uno se hubiera puesto a trab ajar después de tantas noches y días de vértigo sin sueño ni razón , ni por lo nervioso que eso lo pon ía a uno, sino po rque la fluida comunicación que espontáneamente nac ía a cada rato se cortab a siempre p or culpa de la profesión. " Estamos conversando entre cub anos y uruguayos" , ment ía entonces el Che, para eludir alguna pregunta indiscreta. Todo hacía evidente , sin e mbargo , que aquella pasión que vib raba en él , tan a flor de piel, hab ía roto las fronteras que otros hab ían inventado para América Lat ina, y que no cre ía, por supuesto, en ellas. Charlando , no podía uno olvi dar que aquel homb re hab ía llegado a Cuba después de una pe regrinación a lo largo de América



29 Latina; que hab ía estado, y por cierto que no co mo turista, en el torb ellino de la naciente revolución boliviana y en la a�onía de la revolución guate malteca; que hab ía cargado b ananas en Centroamérica y sacado fotos en las plazas de México, para ganarse la vida, y que, para jugársela, se había lanzado a la aventura del Granma.

Tres " Un d ía pasaron -dijo en la carta de despedida a Fidel- preguntando a quién se deb ía avisar en caso de muerte , y la posibilidad real del hecho nos golpeó a todos . Después supimos que era cierto, que en una revolución se triunfa o se muere (si es verdadera)". A la búsqueda de nuevas victorias, o del fin, se fue de Cuba. " Otras tierras del mundo reclaman el concurso de mis modesto s esfuerzos" , decía la carta: " . . . los nuevos campos de batalla . . . " S í, ah í, en el centro de la borrasca y la pelea, se triunfa o se muere: " B ajo o tros cielos" , ahora. Otros, los amigos, tantos amigos, hab ían ca ído por el camino: seguirán cayendo . El Patojo, por eje mplo, que hab ía corrido con él la liebre de los duros tie mpos de México y acabó sus días acribillado en las selvas de Guate mala (desconfiar, desconfiar, le había aco nsejado el Che: murió traicionado por un compañero de los años del colegio). Por ejemplo , también el argentino Masetti, quien se perdió, malherido, en los montes de Salta. El Che no era hombre de escritorio: era un creador de revoluciones, y se le notaba; no era, o lo era a pesar suyo , un administrador. Tenía que terminar por estallar aquella tensión de león enj a ulado que se advert ía baj o su calma aparente , contenida, en las palabras y en los gest os.

Cuatro Le faltaba la sierra. No quiero decir que no sirviera para el proceso de construcción que , ya en la paz, sucede al

30 triunfo que se conquista con las armas e n l a mano . Muy por el contrario, el Che era ta mbién , en este sentido un revolucionario ej emplar, trabajador incansable en todos los cargos de alta responsab ilidad que le tocó dese mp eñar. Se sospechaba, en Cuba, que no dormía nunca, como Fidel ; día y noche estaba dependiente de los co mplicados asuntos que le tocaba re solve r y de los difícile s p ro cesos que , sobre todo en la lucha po r la industrialización del país, debió poner en movimiento . Al té rmino de cada j ornada -y cada j o rnada ab arcaba una se mana continua- marchab a, los do mingos, a cortar caña co mo obrero voluntario; y to dav ía le que daba tie mpo, inexplicable mente , para le er, escribir y pole mizar. Y para pelear con su asma, implacable , que ya hab ía llevado a cuestas en los tie mpos de la guerrilla (" la orden de la partida -nos contó- llegó de golpe, y todos tuvimos que salir de México tal como estábamos, en grupos de a dos o tres. Ten íamos un traidor entre nosotros , y Fidel hab ía ordenado que no bien llegara la orden hab ía que salir con lo que se tuviera a man o , para evitar que el traidor diera aviso a la policía. Aquel traid or . . . to davía no sabemo s quién era . Así fue que me tuve que ir sin el inhalador, y durante la trave sía me vino un ataque de asma feroz. Creí que no lle gar ía nunca") . Estaba comprometido con todo, " como debe se r" , en la difícil tare a de la construcción del socialismo en Cuba. De todos los dirigentes, era el más auste ro, y el más parecido, po r su capacidad de sacrificio , a la imagen del cristiano de las catacumb as . Obsedido por que la mística del socialismo en marcha, la fe del pueblo en el mundo nuevo que nac ía, fue ra el motor del desarrollo, renegab adel uso excesivo de los est ímulos mate riales y de los siste mas de retrib ución que pudieran darle a cada uno la esperanza " de llegar a ser un Rocke felle r" . Le indignaba la posibilidad de que , al amparo de la vigencia de la le y del valor, que él negab a, en el pe r íodo decisivo que Cuba viv ía, pudiera operarse (" otros casos lo de muestran") un re torno a· la sociedad capitalista . En esto era infle xible, y muy duro a la

31 hora de la indignación. Su céleb re art ículo de respuesta a Charle s

Bettelheim

te rmina,

por eje mplo,

as í:

"A los

defe nsores del Cálculo Económico, le s cab e . .. aquello de : De nuestros amigos nos guard e Dios, que de los enemigos me guardo yo"' En la página siguie nte de la mis ma edición de Cuba Socialista, el p rime r párrafo de una n ota de Joaquín I n fante advie rte que " el Cálculo Económico es el método de dirección económica de las e mp re sas socialistas, utilizado e n la URSS y en los de más países socialis tas y de de mo cracia popular. . .

"

La filosa ca pacid ad polémica del Ch e Guevara, a quien cie rtos economistas re pro chab an, quizá con razón de sde su punto de vista, una " idealizació n" del pro ceso, se aplicab a sie mpre a la dilucid ación de los proble mas cubanos y nada te nía que ve r, como se creyó e rróneamente, con el debate chino-soviético . "Nosotros no nos me t e mos en eso", nos dij o para e x plicar por qué se hab ía mutilado, en C uba, un texto de Paul Baran que hac ía re fe re ncia al conflicto ent re Moscú y Pe k ín . C ualquier analog ía, en todo caso, se da por extensión, pero C uba y su destino, como avanzada de la revolución latin oame ricana, estaban en el centro de sus preocupaciones. "No me inte resa discutir est as cosas fue ra de C uba" , nos advirtió a la hora de re fe rirse a lo s puntos controve rtidos, e l rit mo de la revolución , las claves de su desarrollo, la interdependencia de sus pol íticas interna y externa, que generaban posiciones dis tintas entre los dirigentes. El

Ch e encab e zaba, notoriamente, una ten dencia

con puntos de vist a de finidos, no sólo en relación con el

cálculo econóniico y la ley del valo r, sino ta mbién ante la impo rtancia relativa de la m dustrializació n, el conflicto

entre el siste ma pre supue stario y la descentralización, y la función de C uba en el á mbito mayor de la revolución continental. Discutidor como era, no vacilab a, sin embargo, en re conocer los pro pios errore s, que hab ían sido e rrores de la revolución

misma :

abatir

la

prod ucción

de

azúcar,

o

32 " intentar sustituir demasiadas importaciones por l a vía d e la fab ricación de pro ductos terminados, con to das las comp li­ caciones, tre mendas, que trae la importación de los produc­ tos intermedios" .

Cinco El p ueblo cubano se reconoc ía en el eje mplo que el Che, no nacido en su suelo pero vitalmente envuelto en el desafío de la revolución, prodigaba. Así como pensaba viv ía, y todos lo sab ían y además de quererlo, lo admiraban . Candela, el chofer que nos acompañó a todo lo largo de Cuba, al volante de un Cadillac expro p iado, sol ía llamarlo " caballo" . Este supre mo elo gio a la c�bana sólo se aplicaba, en su boca, a tres pers onas : Fidel, el Che y ... Shakespeare . Las experiencias de divulgación popular del teatro daban sus frutos de esta manera más b ien imprevista : dos por tres, Candela entraba en trance , se pon ía a hablar, torrencial­ mente, del dramaturgo isabelino (" se pronuncia de varias maneras; los americanos dicen Chéspir") y sus obras: " Qué va . Ese s í que era un cab allo, chico . Un caball o : muy filó sofo en la escritura, y muy didático, s í señó" . Todo a lo largo del cuerpo de Cuba, por donde quiera que pasáb amos con Reina Reyes y Julio Villegas, encontrá­ bamos campesinos, ob reros, técnicos, estudiantes, funciona­ rios que citaban al Che tan frecuente mente como a Lenin o a Fidel : -Monocu ltivo significa subdesarr ollo ; el Ch e lo ha explicad o muy clarito. - La revolució n se gana con sacrificio , chico, como dice el Che. ¿ O qué tú crees que todo es pachang a? Cuba era co mo una eno rme caj a de resonanc ias para su mensaj e esencial, el más imp ortante de todos, por todos escuchad o, co mprendid o, encamad o, difundido : la revolu­ ción es una fue rza que purifica a los homb re s, los lanza más al l á del ego ísmo , y esa pureza que se co nquista hay que

33 defenderla, con las b alas , el estudio y el trabaj o , como si fuera la vida.

S e is En Santa Clara, la ciudad " de los techos rojos y múltiples" que cantara el poeta, Candela nos mostró los muros todavía mordidos por el plomo , el sitio exacto donde hab ía sido descarrilado y atacado el tren blin dado de Batista, la estación de policía en cuyo asedio hab ía caído para siempre El Vaquerito, a la cabeza de un pelotón suicida. Nos habló de los pasajes improvisados a través de las paredes de los patios, de los cocteles Molotov, de la sangre y el fuego ; el Che Guevara, su brazo herido sostenido por un trapo , era el héroe de los relatos. "Ya va para seis años - dec ía Candela-" Figúrate si habrá llovido de enton­ ces para acá" . Pero las imágenes segu ían vivas en las retinas de testigos y protagonistas y las cicatrices, visibles, ard íari todavía : la historia, que no hab ía necesitado del paso del tiempo para hacer leyenda, segu ía ocurriendo, el ene núgo atacando, la revolución batiéndose , y la muerte era todavía algo que pod ía cae r sobre . cualquiera en cualquier mo­ mento .

Siete La irreverencia del Che era la irreveren cia de la revolución. Pero en otro estil o , más - nuevo , sobrio y mordaz. Quizá por la nostalgia del terrufio perdido, nútad venganza y mitad homenaje, los argentinos eran los blancos predilectos de sus más ácidos comentarios : sol ía recordarles que las revoluciones se hacen y no se dicen , que la misión de los partidos comunistas es estar a la vanguardia de la revolución (sonrisas satisfechas) . . . pero que lamentable men­ te ocurre que , en casi toda Latinoamérica, están a la retaguardia (silencios indignados). Cuando un conocido

34 pe ronista s e enoj ó porque llevaba más d e u n mes esperando audiencia, el Ch e le palmeó la espalda: " Si han esperado ocho años para hacer Ja revolu ción . . " Y otras cosas así de .

malvadas : hab ía sugerido alguna vez que para obtener fondos para la revolución se podría comp rar a ciertos po rteños por lo que valen y venderlos por lo que creen que valen.

Ocho La imagen del Che guerrillero en Santa Clara presen­ t ía al Che b atiéndose en la inhóspita selva b oliviana, y se me mezclaba en la cab eza con el re cuerdo del Ch e en la conferencia de Punta del Este , estadista b rillante , econonús­

ta , sob rio profeta : aquel intelectual refinado que le ía ant ologías de Aguilar en la S ierra M aestra, se sab ía de memoria b uena parte del Can to General, hablaba con - admiración

de las novelas de Carpentier y se re ía del

realismo socialista. Pero por sob re todas las imágenes , o sumándolas , una surg ía : e ra el Che contestando, en confe­ rencia de prensa , la pre gunta de un idiota inte resado en sabe r si él e ra argentino , cub ano o qué : -Yo soy ciudadano de América, señor -hab ía dicho . Cuando conversamos en La Habana, le comenté : - El destino de C uba está íntimamente entrab ado con el destino de la revolución latinoamericana. Cuba no puede ser coagulada dentro de fronte ras ; funciona como motor de la revolución continental. ¿ O no? Y me contest ó : -Podría haber posibilidades d e que no. Pero nosotros hemos eliminado las posib ilid ades de que no. La po sib ili­

dad d e que los movinúentos revolucionarios latinoameri­ canos no estuvieran directamente ligados a Cuba, hubiera

po dido concretarse si Cuba acce d ía a dej ar de ser ej e mplo para la revolución latinoame ricana. Por el solo y simple hecho de estar viva, no es un ej e mplo . ¿De qué modo es un ej e mplo ?

Del modo co mo la revolución cub ana encara las

35 relaciones con los Estados U nidos y el esp íritu de lucha contra los Estados Unidos. C uba se pod ía transformar en un ej e mplo puramente e conó mico , digamos. -Una e specie de vitrina del socialismo . . . - Una vit rina. Esa ser ía una fórmula que hasta cierto punto garantizaría a C uba, pe ro que la divorciaría de la revolución latinoamericana. No somos vi trina. - ¿Y cómo se irradia una fuerza de ej emplo que no termine en la conte mplación? ¿A través de la solidaridad? Pero ¿hasta dónde puede llegar, cuáles son sus l ímites? ¿Cómo de finiría uste d la ne cesaria solidaridad entre Cuba v los movimientos de lib eración en A mérica Latina? - El proble ma de la solidaridad (sí, s í ; claro que esto se pue de escribir) consiste en hacer por la revolución latinoame ricana todo lo que se a factíble dentro de una situación de dere cho , y una situación de dere cho es una relación entre distintos pa íses que llegan a un equilib rio en sus intercamb ios ideológicos o pol íticos, sobre la b ase de

conve ncione s mutuamente acatadas. - Situación que se da, solamente , con tres países. -Con dos. Bolivia rompió relaciones esta tarde. Descontab a que e l Uruguay no demorar ía en hacer otro tanto .

" Tengo la impresión" , le dij e, " de que la ruptura d el gobierno chileno sorpre nd ió a los cub anos" . " ¿C ómo que nos sorprendió? No nos sorprendió en ab soluto" . " S in e mbargo,

la gente , en la calle , parecía realme nte as ombrada" . " La gen te , pue de ser. El gobierno, no. Nosotros sab íamos lo que se ven ía" Le pregunté qué opinaba de ciertas de claraciones del FRAP chileno sobre C ub a, poco an tes del triunfo de Frei. " Pue s nos pare ció terrible" , dij o . S ugerí que po d ía se r el fruto de las circunstancias: los imprescindibles zig-zags en la ruta hacia el poder a travé s de las ele cciones. Afirmó : " El poder, en Latinoamérica, se toma por las armas o no se to ma" . Movió la cabe za y agregó : "Ponga : en l íneas generales" .

36 -Digamos entonces l a ruta hacia el gobierno, y a que no el poder. C onfundir una cosa con la otra puede resultar grave, ¿verdad? Eso pasó en Brasil, ¿no? Pero entonces el Che re cordó que estaba delante de un periodista : la espontaneidad y la cautela se robab an el sitio a lo largo de las tres horas de conversación.

Nueve -En el supuesto caso de que nuevas revoluciones estallaran en América Latina, ¿no se produciría � cambio de calidad en las relaciones entre Cuba y los Estados Unidos? Se ha hablado de la posibilidad de un acuerdo de coexistencia, sobre determinadas bases . Pero, si el incendio se propaga y el imperialismo se ve obligado a echar agua al fuego, ¿cuál será entonces la situación de Cuba, es decir, de la chispa? -Nosotros definimos la relación entre Cuba y los Estados Unidos en la época actual c9mo· un automóvil y un tren que van corriendo más o menos a la misma velocidad, y el automóvil tiene que cruzar el paso a nivel. A medida que se acerca el paso a nivel se acerca la posibilidad de confrontación y de choque . Si el automóvil - que sería Cub a- cruza antes que el tren, es decir, si la revolución latinoamericana adquiere cierto grado de profundización, ya se ha pasado al otro lado : ya Cuba no tiene signifi cación. Porque a Cuba no se la ataca por despecho del imperialis· mo, sino que se la ataca por la significación que tiene. Quiero decir que si se profundiza la situación revolucionaria en Latinoamérica, hasta un punto tal que obligue a un empleo grande de las fuerzas norteame ricanas, una serie de territorios ya no tendría significación. Ya se habría atrave· sado el paso a nivel. Nosotros vamos agravando nuestras confrontaciones con los Estados Unidos, d ía a d ía , objetiva y fatalmente , a medida que se agrava la situación en Latinoamérica -y lo mejor que tiene es lo mal que está.

37 Ahora, si la situación se agrava tan convulsivamente que obliga a los Estados Unidos, en gran escala, a utilizar fuerzas y recursos grandes, por su propio peso la significación de Cuba desapare ce . Ya el proble ma fundamental no es Cuba, como catalizadora, porque ya se ha produ cido la reacción qu ínúca. La incógnita es: si cruzaremos , o no, antes que el tren. Podríamos frenar, pero es difícil que frenemos. -Con tales perspe ctivas ¿ hasta qué punto es posible la coexistencia? -No se trata de Cuba, sino de los Estados Unidos . No les interesa Cuba a los Estados Unidos, si la revolución no cuaj a en Latinoamérica. Si los Estados Unidos dominaran la situación, qué les importar ía Cuba.

Diez -Y en el supuesto caso de que la revolución latinoamericana no estallara, ¿es posible que Cuba siga adelante? -Claro que es posible . - ¿A largo plazo ? - A largo plazo . Ya pasó el per íodo peor del bloqueo. - No me re fie ro· sólo a la subsistencia física. Quiero de cir si el aislamiento de C uba de sus fuentes nutricias latinoamericanas no podría pro ducir proble mas de otro orde n : deformaciones internas, rigidez ideológica, lazos cada ve z más fuertes de dependencia. Una revolución lat inoamericana enrique cer ía, sin duda, al marxismo : permi­ tiría aplicar mejor los esquemas a nuestra realidad peculiar. Y si la revolución se latin oame ricanizara, pernútiría que C uba re cob rara su marco natu ral de existencia. No es una afirmación : es una pre gunta. -Me parece un poco ide alista la cosa. Uno no pue de hab lar de fuentes nutricias. Las fuentes nutricias son la re alidad cubana. cualquie ra que ella sea, y la aplicación corre c t a del marxismo-lenin ismo al modo de ser del pueblo

38 cuban o , e n dete rminadas condiciones. E l aislamiento puede provocar muchas cosas. Por ej e mplo , que nos equivo quemos en la forma de apreciar la situación pol ítica en B rasil ; pero distorsiones en la marcha de la revolución , no . Claro que es más fácil, para nosotros, hablar con un venezolano que con un congolés, pero en definitiva nos entendere mo s perfe cta­ mente con los revolucionarios congolese s , aunque no he mos hablado todav ía con ellos. Hay una identidad en la lucha y en los fines. Una revolución en Zanz íbar nos puede dar, también, cosas nuevas, experiencias nuevas ; la unión de Tangañica Vietnam . . . americana ame ricana cruzas. Y

y Zanz íb ar ; la lucha de Argeli a ; la lucha en Tene mos el delantal in d ígena de nue st ra madre decía M ar tí, y está bien ; pero nuestra madre desde hace tie mpo ha pasado por sucesivas cada vez más los sistemas son mundiales : un siste ma mundial del capitalismo y un siste ma mun dial del ·socialismo . El he cho de que A rgelia sea lib re , fo rtalece a C uba; la e xistencia de Guinea la fortalece ; la del Congo , también. Nosotros siempre mantenemos muy clara esa idea, la identidad de C uba con todos los movimientos revolucio­ narios. A pesar de los pare ntescos raciales, religiosos, históricos, Argelia está más cerca de C uba que de Marruecos. - ¿ Y más cerca de la U RS S que de M arruecos? - E so tendr ían que contestarlo los argelin os.

Once -C uando usted habla de " sistema mun dial del so cia­ lismo" me nciona pa ís es que no integran el bloque socialista. En esos países, movimientos de carácter nacionalista, canalizándose hacia el so cialismo, le han impreso un fuerte sello propio. - El resultado final, necesariamente, es que sie mpre se va hacia una inte gración marxista, o se regresa hacia el campo capitalista. El Terce r M undo es un mundo de transición. Existe porque , dialécticame nte , e xiste sie mp re ,

39 entre los contrarios, un campo donde se profundizan las contrad icciones. Pero no se puede mantener aislado ah í. La pro pia Argelia, a medida que avanza en la profundización del siste m a socialista, deja paulatinamente el Tercer M undo . - ¿No se puede hablar de un Tercer Mundo transver­ sal al propio bloque socialista? El conflicto , ya no sordo, entre chinos y soviéticos, fue analizado por algunos p ensadore s marxistas , como Paul Baran , como una conse­ cuencia de las contradicciones internas entre los países so cialis tas, con difere ntes niveles de desarrollo y diferentes grados de confrontación con el imperialismo. - La muerte de Paul B aran me produjo una profunda impresi ón. Yo lo estimab a mucho ; él hab ía estado aqu í, con nosotros. I mperturb able, mov ía su hab ano , en silencio ; núrab a mi lápiz bic como a un intruso protagonista del diálogo ; ·

decid í guardarlo. En adelante , el Ch e Guevara respondió a un bombardeo de pregunta_s sobre temas económicos. De la C onferencia de G inebra (" la razón la tienen unos, pero las cosas las tienen otros") a los errores cometidos en el proceso económico interno, el Che Guevara hab ló largo y tendido . Hasta que un enenúgo irrumpió en la habitación para recordar al ministro de I ndustrias que su rival le aguardaba, desde hac ía veinte núnutos, ante el tablero de aj edrez, en el piso de ab aj o .

2.

MAGICA MUERTE PARA UNA VIDA MAGICA

" C reo en la lucha armada co mo única solución para los pueblos que luchan por liberarse , y soy consecuente con mis creencias. Muchos me dirán aventurero , y lo soy ; sólo que de un tipo diferente y de los que ponen el pellej o para demostrar sus ve rdades. Puede se r que ésta sea la definitiva. No lo busco, pero está dentro del cálculo lógico de probab ilidades. S i es as í, va un último abrazo . Los he

40 que rido mucho, sólo que no he sabido expresar mi cariño ; soy extre madamen te r ígido en mis acciones y creo que a ve ce s no me entendie ron. No era fácil entende rme , po r otra parte , créanme, solamente , hoy. Ahora , una voluntad que he pulido con delectación de artista sostendrá unas pie rnas fláccidas y unos pulmones cansados . Lo haré . . . Acuérdense de ve z en cuando de este pequeño condo ttiero del siglo

XX'' .

Cuando estas líneas, enviadas por el Clze Guevara a sus

padres poco tie mpo despué s de su desaparición, llegaron a B uenos A ires, ya C elia, la madre , hab ía muerto sin poder co municarse con su hij o. N o re cib ió este " último ab razo" , esta des pedida que pre siente la no ticia que acab a de con move r al mun do ente ro . " En nuestro afanoso oficio de revolucionario, la muerte es un accidente frecuente" , hab ía escri to alguna ve z el Clze, a propósito de la ca ída de un amigo íntimo ; su carta a la Tricontinental te rmina saludan­ do a la mue rte que llegará, sie mpre que anuncie " nuevos grit os de guerra y de victoria" . M il veces dijo que mori r era tan posible y , sin embargo, tan insignificante . Lo sab ía muy bien : a propósito de sus sucesivas muertes y resurre c­ ciones, él mismo aseguraba que ten ía siete vidas. Agotó la séptima como se lo hab ía propuesto . S e me tió en la mue rte sin pedirle pe rmiso ni disculpas : salió al encuentro de las balas en la polvorienta queb rada del Yuro , a la cabeza de sus homb re s acorralados por el ej ército ; la metralla le acribilló las pie rnas y siguió peleando , sen ta do, todav ía un rato , hasta que la M- 1 le saltó de las manos, rota por una ráfaga certera. Los soldados lo atraparon to dav ía vivo , aunque los guerrilleros tuvie ro n coraje para disputar el he rido desde la media tarde hasta las prime ras horas del anoche cer ; cue rpo a cue rpo pelearon los co mpañeros del Clze que luego se r ían exlúbidos a su lado con las cabe zas destro zadas a culatazos y los cue rpos varias ve ces ab iertos por las bayonetas. Inmumerables leyendas se han tejido ya en tomo de la vida y la mue rt e , tan ple nas de alucinación y mis terio, de

41 este hé roe de nuestro tie mpo : algunas, pocas, son el fru to

de la d esb o rdada capacidad de i n fa mi a de ciertos canallas que se arrojan co mo cue rvos sob re la me moria del Che mue rt o, aunque h ub ie ran sid o incapaces de sostener la mirada del Che vivo ; o tras, casi tod as, provienen de la fantas ía popular, que ya celeb ra la in mortalidad d el ca ído

ante

los

La tina.

in fin itos

al tares invisibles de nuestra A mé rica

"Me puse a pensar en la mej o r mane ra de mori r en ese minuto en que pare c ía todo perdid o . Recordé un viejo

cuen to de J ack London , donde el protago nista, apoyado en un tronco de árb ol, se d ispone a acab ar con d ignidad su

vi da" : lo escribió el Che re cordando un instante decisivo de la ca rn ice r ía que suce d ió al dese mbarco del Granma en l as costas del o riente de Cuba. Unos cuantos años han pasado desde aquel p rime r ro zamiento de la mue rt e . M iro , ahora,

una por una, las rad i o fotos que han atra pado este cue rpo in móvil desde todos los án gulos, los aguj e ros por donde el

plo mo ha penet rado la ca rn e , la son risa a la ve z iróni ca y tierna, o rgullosa y llena de compasi ón , que más de

un

cre t in o ha co nfundido con un rictus de c rueldad . M e quedo co n la vista clavada en la cara del gue rrille ro que se lanzó_ a

pelear al corazón de A mé rica del Sur llarnado por las voces de una revolución aún no nacid a. M i ro esta cara macanuda de Jesucristo riopl ate nse , y me vienen ganas de fel icitarl o . E l d ía d e s u bautismo de fuego , en un lugar d e C uba

lla mado A legr ía de P í o, el Che tomó la decisión que hab r ía de marcar, de finitivamente, su desti no : " T e n ía delante una mo ch ila llena de med icamentos y una caja de balas; las dos eran mucho peso pa ra transpo rt arlas juntas ; tomé la caja de

balas, dejando la mochila, para cruz.ar el cl aro que me

sepa raba de las cañas" . En el y a men cionado adiós a sus pad res. el Che mismo dij o que " hace de esto casi d i ez años, les esc rib í otra ca rta de desped ida. S egún recue rd o , me

la men t a b a de no se r mej o r soldado , y mej o r mé d i co : lo se gundo ya no me i n t e resa. S oldado no s�y t an malo" .

42 Eligió un puesto en la pri me ra l ínea de fuego de la revolució n , y lo eligió para sie mpre , sin concederse a s í mismo el beneficio d e la duda ni el dere cho al arrepenti­ miento : este es el insólito caso de un hombre que abandona

una revolución ya hecha por él y un puñado de locos, para lanzarse a empezar otra. N o vivió para el triun fo sino para la pelea, la sie mpre necesaria pelea de nunca acab ar contra la indignidad y el hambre : ni siquie ra se hizo el obse quio de volve r la cab e za hacia at rás para mirar el hermoso fuego que levantaban sus propias naves que mad as. No fue culpa del asma, como creyó un diario de Buenos Aires, ni tampoco fruto del oblicuo y so fisticado resentimiento de un patricio venido a menos, como insin uó una difundida revista: el apre ndizaj e de la solidaridad puede rastrearse fácilmente en la vida del Ch e, y esta palab ra , brinda la clave única para comprenderl o , aunque no figure en e l diccionario d e l o s escribientes del siste ma.

solidaridad,

Una infinita cantidad de posib ilidades se desplegab an , en abanico, a los oj os del j oven Guevara, re cién llegado de las sie rras de C órdoba al asfalto de B uenos Aires . Trab aj ab a doce horas po r d ía , seis para mantenerse y otras seis honorariamente ; era un brillante estudiante de medicina, pero al mismo tiempo le ía complicados tratados de mate­ mática supe rior, escrib ía poemas y emp rend ía ambiciosas investigaciones arqueológicas. A los diecisiete años e mpezó a re dactar un " Diccionario filosófico" , porque descubrió que los estudiantes , y él mismo , lo necesitab an . En 1 9 5 0 , el Ch e,

que por entonces firmab a Ernesto Guevara Serna, apare ció fotografiado en un aviso de El Gráfico, donde se t ranscrib ía una carta enviada a los re presentantes de los m otore s Micrón para b icicletas : .en ella, el Che in formab a que h ab ía recorrido cuatro mil kil ómetros a lo largo de doce provincias argentinas y que el mo torcito hab ía respondido bien·. C uando era estudiante , su madre fue ope rada de un se no ; se sospechab a que ten ía un tumor.

43 Ernesto improvisó en su casa un pequeño lab oratorio donde se puso a hacer febriles experimentos con cob ayos, probetas y soluciones de petróleo para salvarle la vida. Inteligente y múltiple , con un innato poder de seducción que su vida posterior no haría más que confirma1 y alimentar, el joven Ernesto Guevara no era un pituco resentido sino un hombre jove n abie rto a la ventura , sin ideas pol íticas claras y co n una señalada tendencia a de mostrarse a s í mismo que pod ía hacer todo lo que no pod ía: los continuos ataques de asma , que durante tantos años obligaron al padre a dormir sentado a su cab ece ra para que el hij o pudiera pasar la noche recostado a su pe cho , no le imped í an jugar al fútbol y al rugby, aunque al té rmino de los partidos a menudo sus compañeros tuvie ran que llevárselo a cuestas. El as ma le impidió seguir yendo a la escuela a partir del cuarto año , pero se las arregló para rendir los exámenes por su cuenta y obtener, más tarde, un excelente puntaj e en el lice o . La guer�a contra el asma fue la primera guerra que el Che libró y ganó - ganó en la medida en que nunca pe rmitió que el asma de cidiera por él. Este gran guerrero de Latinoaméri ca fue declarado inepto para el se rvicio militar por el ej ércit o argentino . Es en ese entonces que el Che atraviesa los Andes en motocicleta y penetra a pie en el Pe rú, atra ído por la leyenda de Macchu Picchu ; los enfe rmos de un leprosario construyen una b alsa para él y su amigo Alberto Granados , que siguen un r ío desde el corazón de la selva brasileña y llegan a C olombia. En !quitos son entrenadore s de fútbol. El Che, deportado de B ogo tá, lle ga finalmente a M iami, en un avión que transporta caballos de raza. Hace , al tie mpo, un segundo viaje por Latinoamérica, que lo con duce a B olivia, a las calles de La Paz por donde los mineros desfilan triunfantes con los cartuchos de din amita en la cintura, y más tarde a Guatemala. " No supimos de scubrir al Che en Ernesto Guevara" , me dir ían años después algunos guate­ maltecos revolucionarios que lo hab í an conocido por entonces, cuando era no más que un funcionario de la

44 re forma agraria o un argentino enfermo en la cama de una pensión llena de exilados del APRA peruano. Ernesto Guevara, en cambio, se descub rió a sí mismo a través de la euforia y la derrota de la revolución guatemalteca, en las conquistas y los errores del proceso de reformas en curso y en la rabia impotente con que asistió a la ca ída del régimen de Arbenz. Paradójicamente , un b arco de la Flota Blanca de la United Fruit hab ía llevado a G uevara a C entroamérica, donde se revelaría su definitiva pasión socialista. Podía haber sido un distinguido médico del B arrio Norte o un prestigioso espe cialista en enfe rmedades de la sangre o la piel, un pol í tico profe sional o un tecnócrata cotizado ; pod ía hab er sido un fascinante charlatán de café , o un aventurero gustador de l a aventura por l a aventura misma. A ños más tarde, pod ía hab erse quedado siendo el dirige nte idolatrado de una revolución ya consagrada por el éxito . La de recha ans ía siempre tumb ar a los revoluciona­ rios en un sill ón de sicoanalista, diagnosticar la reb eld ía red uciéndola al cuadro el ínico de alguna frust ración origi­ nal, como si la militancia y el co mpro miso fueran no más que el resultado de algún b iberón no servido a tiempo. El Che era el ej emplo vivo de que la revolución es la forma más pura de la fraternidad, pero también la más difícil . No un desahogo patológico, en este caso, de un señorito de fa rrúlia bien en . la ruina, sino un acto continuo de amor y gene rosidad y cles prendimien t o : muy pocos ho mbre s en ·la historia de nuestro tiempo han renunciado a tanto y tan reiteradamente , a camb io de una o dos esperanzas y sin pedir nada para s í . Sin pedir, para sí, otra cosa que el primer puesto a la hora del sacrificio y el peligro y el último a la hora de las re co mpensas y la seguridad . M uy pocos hombres en la historia de n uestro tiempo han con ta do con tan b uenas coartadas que o frecer a su concien cia : el asma que lo acosaba sin tregua o el important ís imo papel que dese mpeñab a en la construcción del socialismo en C uba. El mismo ha contado lo difícil que le resultaba, a veces, escalar

una m ontaña en los tie mpos de la S ierra M aestra : " En

45 aquellos mo mentos, re cue rdo los trabajos que pasaba para ayudarme a caminar el guajiro C respo ; cuando yo no pod ía más y pedía que me dejaran , el guajiro, con el léxico especial de nuestras tropas, me dec ía : " Argentino de mie rda, vas a caminar o te llevo a culatazos" " . A pesar de los permanentes desafíos del asma, el Ch e supo ser un ministro de la revolución capaz de cortar caña o manejar tractore s co n el rostro hinchado por la cortiso na y el inhalador atado a la cintura . Del mis mo mo do , hab ía sab ido ser el mejor alumno del coronel Bayo , en México , cuando los ho mb res de F idel C astro se adiestraban para la invasión .. (En aquellos d ías de México , el Cit e se ganaba la vida sacando fo tos a lo s niños en las plazas y vendiendo estampitas de la Virgen de Guadalupe ; deport ado por el gobierno huyó del aero pue rto y re tomó contacto con sus .. co mpañeros.) Antes de México, hab ía empezado ta mb ién otra guerra secreta : la pele a contra el cinis mo y la incapacidad de fe que parece n inhe re ntes al esp íritu de los ri oplatenses . C uando en un café de C osta Rica escuchó a un montón de estre pitosos jóvenes cubanos hablar del asalto al Moneada y de la revolución que estaban por hacer contra Batista, el Ch e comen tó : " ¿ Por qué no se cue n tan otra de co w­

boys ?

En México , esos mismo s jóvenes le presentar ían, algún tiempo después, a un gigan te re �ién liberado de la "

prisión de isla de Pinos, que se llamab a Fidel C astro . R e cientemente , en B uenos Aires, tuve el inmerecido privilegio de leer la carta que la madre del Cite intentó enviarle poco antes de morir, y que 'n unca llegó a destino porque Guevara ya se hab ía esfumado para entonce s . C omo si pre sintiera su propia muerte , en esa carta la madre anuncia que le dirá lo que debe de cirle de la manera más natural y directa y le pide que re sponda del mismo modo : " No sé si he mos perdid o la nat uralidad co n que nos tratábamos o si nunca la he mos tenido, y nos hemos hablado sie mpre en ese tono leve mente irónico que practi-

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camos los que vivimos a las dos orillas del Pl ata, agravado todavía por nuestro propio código fa miliar aún más cerrado . . . " Algo le hab ía insinuado el Ch e sobre sus próximos andares, porque en otro párrafo Celia dice : " . . . S í, sie mpre se rías un extranjero. Parece ser tu destino perma­ nente" . Una amiga, cercana a la madre del Ch e, me lo definió as í: " Los íntimos y las novias del Ch e en Córdoba forman le gión, ahora � si les fueras a creer, a dos besos por zaguán no le hubiera alcanzado la vid a. Pero la verdad es que ten ía un magnetismo tre mendo. ¿Te das cuenta? Este muchacho que o ía a Yivaldi, le ía a Heidegger y se lanzó por América, estaba tentado por prácticamente todas las opciones . Creo que fue Trotski, no sé , el que dijo que el revolucionario más estimable es el que puede elegir otra cosa en lugar de la revolución y sin embargo la preji'ere. Desde entonces, la soledad resultaba en cierto mo do una obligación . No pod ía aceptar otra vinculación profunda como no fuera con la revolución misma. El sie mpre tuvo una honda necesidad de totalidad y pure za" . Y en efecto, este homb re que ten ía tan ab iert as las pue rtas del éxito pro fesional y mundano se convirtió en el más puritano de los dirigentes revolucionarios occiden tales . En C uba, era e l ja cobino de la revolución : " Cuidado, que viene el Ch e ", adve rt ían los cubanos , b romeando pero en se rio . Esa necesidad de totalidad y pureza se tradujo, entonces, en una insuperable capacidad de sacrificio perso­ nal ; era in transigente consigo mismo hasta el extremo de no permit irse una sola debilid ad , una sola transacción, para poder apoyar soore bases sólidas su alto nivel de exigencia ante los demás . Care c ía de la flexibilidad de_ F idel Castro , que h a dado muchas pruebas de su hab ilidad para las negociaciones pol íticas desde los tiempos en que pactó con dios y con el diablo antes de conquistar el poder ganad o en la sie rra y el llano. Desde que se hace guerrillero , el Che parece vivir en función del lema todo o nada : no resulta difí cil imaginar las agotadoras batallas que este intelectual

47 refinado ha de hab er librado contra su conciencia frecuente­ mente tentada por la duda, para gahar por fin esa ce rtidumb re de acero . " E s quizá la leyenda más fascinante de Latinoamérica despué s de Eldorado" , escribe el Times de Londres. Un d iario falangista de Madrid lo compara con los conquista­ dores, por la desmesurada magnitud de su e mpresa, y A zul y Blanco, el órgano del nacionalismo de derecha en la Argentina, afirma que fue " un héroe del sigi o aie cinueve" . F idel Castro dice que nunca se podrá hablar de él en tie mpo pasado, y el propio general Ovando re conoce que fue " un hé roe en cualquier parte del mundo" . El pre sidente René Barrientos, calificado de " idiota" por el Che, en su diario de gue rra , declara que " ha muerto un idealista" . El sacerdote Hemán B en ítez, que fuera confesor de Evita Perón, e xalta la figura del jefe caído en estos términos: " C o mo los jud íos del Viejo Testamento cre ían siempre vivo al profe ta Elías, Tos españoles del medievo al C id C ampeador y los galeses a Artús, es posible también que , en los años venideros, los soldados del tercer mundo crean sentir la presencia aluci­ nante d el Che Guevara en el fragor de las luchas guerrille­ ras" . Las plumas alquiladas, mientras tanto , no han perdido la ocasión de exhibir su capacidad de infamia : una revista argentina sugiere que el Che hab ía sido el asesino de Camilo C ienfuego s; otra afirma que está mejor muerto que vivo, puesto que así queda claro que el terro r no es el camino del progre so para Latinoamérica ; una tercera se sorprende de que los guerrilleros no sean producidos por Occidente , sino por los " países comunistas" . Me imagino al Che apartan do, con una sonrisa ligeramente amarga, todo este palab re r ía luj osamente impre so que o fende la inteligencia tanto como la sensib ilidad. Pienso en aquella certe ra frase de Paul N izan : " No hay una gran obra que no sea una acusación del mundo" . La vida del Che Guevara, tan perfectamente confirmada por su muerte es, como toda obra, una acusación fo rmulada,

48 esta vez a balazos, contra un mundo, el nuestro , que convierte a la mayoría de los hombres en bestias de carga de la minoría de los hombres y condena a la mayoría de los países a la servidumbre y la miseri� en beneficio de la minoría de los países ; es, también, una acusación contra los ego ístas, los cobardes y los conformistas que no se lanzan a cambiarlo . Porque la muerte del Che, de ahora en adelante, habrá que merecerla.

La con versación con Juan Domingo Perón es de octubre del 66. Como el reportaje a Guevara, el texto ha cobrado, creo, un valor documental a la luz de lo que ocurrió en los años siguientes. Como el reportaje a Guevara, digo, pero por los motivos opuestos: al cabo de dieciocho años de destierro, Perón defraudó las esperanzas del inmenso movimiento de masas que lo devolvió al poder. El caudillo murió en el 74. Ya las contradicciones del peronismo hab ían hecho explosión. En el ep ílogo del gobierno pero nis ta no hubo más que traición, tristeza y violencia. Se desencadenó la matanza.

4. JUAN

·

DOMINGO PERON

" Un ciudadano salía gri tan do v i va la revolu· ción y llevaba una bandera argen tina arrollada debajo de un brazo. Lo detuve en la puerta y le dije qué hacía. Me contestó : " Llevo una han· dera para los muchachos, mi generaL .. " Dentro de la bandera hab ía una máquina de escribir". (De un relato 'escrito por Perón sobre la Revolución del 3 0.)

Uno El periodista s e metió entre un re molino de chiqui­ lines que j ugaban, al sol, en una calle cualquiera del sur

50 obre ro de Buenos Aires . Se le ocurrió preguntarle a uno , de die z o doce años de edad, qué opinaba sobre las elecciones que tendrían lugar en marzo. Corría el año 62 . La resp uesta del chiquil ín pod ía re sultar intere sante para la encuesta que estaba pre parando. El mocoso dio varios saltos sobre unas latas; entre b rinco y brinco, dij o que "las elecciones no sirven para nada" , y en seguid a gritó: " ¡ A cá esperamos al Honz bre ! Pocos días después, Andrés Framini y otros "

can didatos del Honzbre ganaron las ele cciones con un alu d de votos. Pero e l chiquil ín te n ía razón: la volu ntad popular está muy bien sie mpre y cuando no contradiga la voluntad militar. Los generales se alzaron y eligieron por su cuenta a ' los gobernadore s de las provincias y al nuevo pre sidente -ya que al otro lo hab ían dej ado por el camino . No fue l a última vez que los generales actuaron as í, pero no por eso los suburb ios de Buenos Aires han dejado de esperar al Hombre: el mito se alimenta de sus enemigos. Durante largos años la leyenda ha pro metido que a la ca ída de la tarde el avión negro cru zará el cielo y Juan Donúngo Perón volverá a pisar tie rra argentina, la in ce ndiará con su paso .

Dos Un caudillo es un siste ma de imanes: está vivo en la me dida en que atrae . Hace más de veinte años esta sonrisa gardeliana que ahora de spliega su invicto magnetismo para dar la bienvenida al amigo que me aco mpaña, encandiló decisivamente a la mu che dumbre apiñ ada en la Plaza de Mayo; la mano que ahora est re cha mi mano se alzó multiplicadas ve ces aquella noche de octubre del 4 5 , desafiante o cordial, para subrayar la fuerza de indignación de las últimas palab ras de cada frase o dar respuesta a las encendidas ovaciones . Hace veintiún años, por b oca de este hombre la clase obrera argentina cob ró con fusamente conciencia cole ctiva de su destino , en turb ulentas j ornadas signadas por la esperanza y el escánd alo; los hij o s de los

51 montoneros, trasladados a las fábricas de los suburb ios de Buenos Aire s , hab ían tra ído consigo una vieja rabia que por primera ve z se expresaba as í , pol íticament e , en la pampa de cemento . Hace once años, vencido por sus propias contra­ dicciones y debilidades más que por la dudosa coherencia de sus enemigos, este hombre huyó: la cañonera paraguaya, el hidroavión , el tránsito por Asun ción y el C aribe , el pacto con Frondizi y un terce r matrimonio precedieron al exilio defin itivo en Madrid . La derrota dejaba atrás una década de gob ierno que no terminarí a con ell a : el peronismo siguió siendo el movimiento popular más poderoso de la Argen­ tina, un inmenso campamento sin frónteras , aun que el general Perón ya no estuvie ra sentado en el sillón de Rivadavia y aunque no regresarara nunca a su patria desertada.

Tres Desde la caí da de Perón en adelante , los sucesivos golpes militares no han sido más que homenajes que el mie do ha ido rindiendo a esta verdad : cuan do hay elecciones lib res, el peronismo gana. El peronismo siguió siendo por acción o por omisión, el árbitro de la · vida pol ítica argentina, y Perón un convidado de piedra que decide con su ausencia : su victoria en las elecciones de marzo del 62 costó el gobiern o a Frondizi ; la posibilidad de su victoria en las elecciones de marzo del 67 hizo caer ant icipadamente al gobie rno de I ll í a.

Cuatro C onve rsé con Perón, durante cuatro horas, a fines de octubre del 66. El mayor Vicente, su fiel ede cán de o­ tros tie mpos , solicitó y obtuvo la entrevista . Fuimos a verlo , baj o la porfiada llovizna de esa mañana de otoño , a su casona de Puerta de Hierro , en las afu eras de Madrid . Nos

52 recibió en su estudio, con los perros a sus pies, las hileras de libros a la espalda, la última ob ra de Jorge Abelardo Ramo s abierta sob re el escritorio : " El poder e mbru tece " , sonrió , alumbrada la cara por el buen humor: " Re cién ahora, en el exilio , tengo tiempo para leer" . Recuerdo aquella pri mera frase y vuelvo a preguntarme lo que varias veces me pregunté y pregunté , de diversas maneras, a lo largo de la conversación : ¿Y tie mpo para pelear? ¿Tiene tiempo para pelear el gene ral Perón? ¿Y ganas ? Porque el desafío de la dictadura de Ongan ía no ha recibido , hasta ahora, respues­ ta. Y más que nunca una respuesta se hace necesaria : la respuesta de la resistencia y el combat e . Ongan ía acelera el ritmo de desnacionalización de la Argentina: vende al país en condiciones tales que pare ce que lo regalara . Caen en manos de monopolios extranj e ros sectores vitales de la industria nacional ; el Estado pierde el control de servicios fundamentales ; se firma una ley que permite entregar a la

Standard Oil y a la Shell el petróle o , el gas y todo lo que encuentren bajo tie rra o baj o agua; la U. S. Steel se b eneficia del sab oteo oficial sistemático de la siderurgia estatal . El terror se institucionaliza en términos que har ían e mpali· decer a McC arthy : la ley de repre sión del comunismo convierte en le proso a cualquie r argentino que se at reva a pensar, y env ía a la cárcel a quie n cometa la osa d ía de hablar discrepando o dudando de las verdades reveladas del régimen . Ha re doblado su actualidad, en todo este tiempo, el comentario que el propio Perón me hizo a propósito del general Ongan ía, en el curso de aquella entrevista. Me dij o : " En el ejército de cimos que hay cuatro clases de militares: el int eligente trabajador, que es hombre que sirve ; con ése no hay proble ma ; el inteligente haragán , al que h ay que hace rlo trabaj ar; el bruto haragán, con el que no hay problema po rque no sirve para nada; y por último, el b ruto trabaj ador: ése es el peligroso . Ese es Ongan ía" . Me dij o , también, que se acercaban ho ras muy duras : " Vea' ' , me dij o , " éste es un bruto con ideas propias. Va a pelear. No se va a ir as í nomás , no : va a provo car la guerra civil entre los

53 nacionalistas y los colonialistas. Desde ya s e puede calcular que e sa guerra nos va a costar un millón de muertos a los arge ntinos. Porque hay una proporción que se mantiene en este tipo de guerras. Y en la A rgentina tene mos más de veinte millones de habitantes : haga el cálculo" .

Cinco Desde que Pe rón cayó , el pueblo argentino no conoció otra cosa que humill a ciones y estafas y angustia económi ca, promesas traicionadas; del 5 5 a nuestros d ías han t rab ajado mucho mej or por Perón sus enemigos que él mismo. Sus enemigos : estos demócratas que tienen pánico a los votos y dan vuelta el tablero cada vez que pie rden o sospechan que van a perder. M itológica imagen de un tie mp o mej or que ya pe.sé y de un tie mp o de desquite que vendrá, Perón se fue , pero quedó. El tiempo , lej os de queb rar el mito , lo robustece ; la distancia, fatal para otios l íderes a quienes el exilio ha divorciado de la masa, le sirve para eludir las responsabilidades dire ctas de la a cción : su imagen , idealizada por la memoria de los peronistas, está a salvo de las frecuentes inconsecuen cias del propio Perón. Apoyó a Frondizi, pero, ¿acaso no cayó F rondizi enredado en los hilos de una victoria peronista ? Estimuló el golpe de Ongan ía, y hasta lo aplaudió cuando llegó al poder; ¿no pod í a acaso descontarse que el peronismo sería de todos modos proscrito bajo la frágil legalidad del gob ie rn o de Ill ía? Los errores de Perón son vivezas, se justifican siempre ; en cambio, las vivezas de los dirigentes locales del movimiento , que quisieran actuar por su propia cuenta, terminan siempre condenadas como errores . Un a intuición característicamente aguda para descubrir la voluntad de las masas ha permitido a Perón dar marcha atrás a tie mpo cada vez que pudo ser desautorizado por ellas : así ocurrió cuando finalmente admitió la presentación de candidatos en las elec ciones de marzo del 62, y cuando en el 63 retiró el apoyo a S olano Lima.

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Seis Perón c re e que cada una de las de cisiones de apoyo que toma otorga may or fue rza a las de cisiones de rechazo que to mará , y este continuo zig-zagueo táctico , pulgar arriba, pulgar ab aj o , le ha permitido soste ner la he ge mon ía pe rsonal dentro de su movimie nto y le ha brindado nume rosas satisfacciones privadas en el enfrenta miento político con las de más fue rzas. Los dirigentes del pe ron is­ mo, sindicales y partidarios, no lo ignoran : una fo to con de dicatoria, una cinta grabada, una carta, ben diciones supremas , pue den anunciar para mañana las peores maldi­ ciones. Cuando men cioné a Perón ciertos " repliegues tácticos" del movimiento ob re ro argentino frente a las p ri meras me didas re accionarias de Ongan ía, y pregunté si en algo se distingu ían de capitulaciones incondicionales , Perón me respondió : " El pueb lo avanzará con los dirigentes a la cabe za o con la cab eza de los dirige ntes, co mo ya lo he dicho muchas veces. ¿ Qué pasa con el dirige nte sindical en la Argentina? Pasa que sale del talle r, sie ndo ob rero , y llega al e scritorio de luj o , la secretaria de d ía que de noche es amante , el auto móvil eno rme : entonces no . quie re soltar. Pero olvida que tiene atrás a otro que está queriendo ocupar su sitio y olvida que atrás de ambos está la masa, los trabaj adores que lo han elegido para que defienda sus dere chos. Eso es lo que ha olvidado uno que acab a de firmar el convenio con el 30 por ciento de aumento , aunque la gente que r ía el 40 o el 50, y encima firmó pidiendo 5 mil mill ones de cré dito para los patrones. Sin e mbargo , hay que re conoce r que obtuvo lo máximo que se pue de obtener en las condiciones que vive el país . Uste d me habla de los dirigentes que se dejan captar por el régimen. Pero hay que tene r en cuenta una cosa. Que se dej an captar porque yo les ordeno que se dejen captar. Les he dado la orden de que se dej en captar, para que obtengan todo lo que pue dan para los trabajadores, mientras al gobie rn o le dure la de magogia,

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y ya se vio que n o e s mucho l o que el gobierno puede dar. Entonces, cuando el gobierno tenga a la clase obrera como enemiga( tendrá también de enemigos a los patrones, y eso es lo que nosotros quere mos" . Perón suele atribuirse la paternidad de pactos y negociaciones que se realizan a pesar suyo o a sus espaldas, cuando no le c onviene lanzar una condenación abierta que podr ía poner en evidencia las frecuentementes crisis de su aut oridad. Sin emb argo , cuando la conversación derivó hacia algunas actitudes concretas de ciertos dirigentes peronistas de masiado endulzados en el idilio co n Onganía , Pe rón no se pre ocupó de ocultar una opinión 1nás bien mala sobre sus pro pios cuadros de dire cción : " Aquí vienen a menudo co mpañeros del movimiento, a denunciarn1e a Fulano , que es un traidor; a Zutano, que está saboteando las orientacio­ nes que yo doy; a Me ngano, que está calumnian do ; a Perengano , que no es bue n peronista . . . Y yo les digo : Pero no se preocupen . . . ¿ Usted sabe có1no hacen los chinos para matar a los gorriones? Simplemente , no los dejan posar en las ramas de los árboles. Los hostigan con p alos, y no los dejan posar, hasta que se mueren en el aire ; les viene una crisis card íaca y caen al suelo . Y esta gente tiene vuelo de gorrión : alcanza con hostigarlos, con no dej arlos descansar, para que terminen yéndose al suelo ellos también . No , no . . . " Desplazando se re namente el brazo sobre los ojos, cont inúa : " Para manejar hombres hay que tener vuelo de águila, no de gorrión . Manejar hombres es una técnica , la técnica de la conducción . Una técnica , un art e , de precisión militar. A mí me lo enseñaron en I t alla, allá por el año 40: aquella gente s í que sab ía mandar. Apre nd í a no desperdi­ gar las fuerzas, a descargar el golpe concentrando las fuerzas en el sitio decisivo . Aprend í a actuar con serenidad . Mi victoria en Mendoza fue la liquidación de los llamados neoperonismos. A los traid ores, a los tránsfugas hay que dej arlos volar, pero sin darles nunca descanso. Y esperar a que la Providencia haga su obra. Hay que dejar actuar a la

56 Providencia . . . " Y sub ray ó , guiñán dome un oj o : " Especial­ men te porque a la P rovidencia la manejo y o" .

Siete Este sistemático maquiavelismo obliga a Pe rón a vivir en estado de con cen tración perman en te . E s crib e una carta con la mano dere ch a y otra, a la ve z, con la man o izquie rda ; dice

s í, dice

tie mpo .

No

pacta con Dios y con el Diablo al mis mo

no,

apuesta nun ca

a

un solo cab allo :

pre fi e re

apostar a todos , y sin arriesga r su p ro pio capital . D irigir un

movi mie n to de masas desde tan larga distan cia, a co n t rol

re moto , requie re y a la ve z facil ita este e stilo de zorro viej o , du cho e n las mañas d e las artes pol íticas. Las contradicciones de Pe rón re flej an y agudizan las

con t radicciones

del

movi mie nto

pe ronista,

hete rogéneo

co ngl o me rado donde se puede encon trar tod o , desde la

ext re ma dere cha h asta la extre ma izquie rda, de Co rnej o

Linares a C ooke . Verteb rado en torn o al ej e aglutinante que es el propio Pe rón , el peronismo es un mosaico ; desapare ci­ do

el

caudill o ,

estallará

en

pe dazo s .

Pe ro el caudill o ,

alt e rnativa me nte obstá culo y catapulta , está muy vivo , más j ove n que nunca , camina no me nos de cinco kil ó me t ro s po r d ía y t rabaja de la ma ñana a la n o che sin d arse t regua . Le

gus t a se n t i rse al ri t mo de su tiempo ; decirme , por ej e mplo : '' Aquí

vie nen

a

ve rme

muchos

j óve nes

falangistas,

a

pe d i rme opin ión s ob re algunos proble mas poi ít icos. Son muchachos que t ienen la amabilidad de suponer que mis

opin iones s i rve n todav ía pa ra algo . M uy b uenos muchach os . Pe ro qué quiere que l e diga : h ablando con ellos te ngo l a i mpresión de est ar conve rsa ndo con mi abue li ta: . .

"

Le pregun to si va a volve r a la A rge n t i n a ; cuán do , l e

pre gun t o . S on r íe so carroname n t e , re cl i n ado e n su sil l ó n ; mueve l a cab e za . se pal mea las pie rnas . d i ce : " Yo y a tengo más de se t e n t a años . . . " . y m ie n t e : " Las tabas ya no me r� sponden . : · A l mis mo t i e mpo. o muy poco despué s . env ía .

57 al periódico Unica Solución, vocero pe ronista en Buenos Aires, una carta donde por milésima ve z anuncia su próximo re tomo: " Estoy perfe ctamente bien" , escrib e . " No me tie mblan las piernas" .

Ocho ¿ Qué hay que hacer para que el país se levante? , pregunta Unica Solución. Contesta con un breve programa de sie te puntos : de los siete, tres proponen " liquid ar la influencia marxista" en las cooperativas y en ciertas empresas industriale s. En el número siguiente , Unica Solu­ ción publica los más encendidos elogios a la primera conferencia de solidaridad de las OLAS , · de notorio signo marxista: Descartes firma el comentario editorial . Descartes es el seudónimo que desde hace años usa Perón (" él se firmab a Perón y así y o le re trib uyo la gentileza" ) . En el art ículo, Perón hace suyas las b ande ras de la conferencia de la Hab ana, y concluye : " Un revolucionario pacifista re sulta, en estos momentos, algo as í como un león herb ívoro" . Este mismo Perón que en 1 9 67 exalta la violencia como dere cho de los pueblos oprimidos de Latinoamérica y las demás comarcas del Tercer Mundo, es el que en 1 9 66 me habló largamente sobre las posibilidades de un pacto con los Estados Unidos para hacer viable el reingreso del peronismo a la vida pol ítica legal. D esde los tiempos de los contratos petrole ros con la California, Perón oscila, en sus relaciones con los Estados Unidos , entre la seducción y el anate ma. En el verano español de 1 9 6 1 hlzo pública una carta a Kennedy : " En la República Argentina, si no se hace fraude o se e mplea la violencia, vencerá el j usticialis mo , pero si la reacción, utilizando el engaño o la fuerza, se lo impide desde el gobierno, vence rá el comurusmo en cualquiera de sus formas" . Perón no ha cesado de explotar el beneficio pol ítico d el miedo : " I magínese" , me dice , " que si lo s peronistas ven que toda esta anacrónica situación que vive

58 el pa ís es apoyada por las grandes potencias occidentales, que hacen causa común con los gobiern os de la oligarqu ía, podr ían sentirse atra ídos por el apoyo que les ofrece el otro band o . La filosofía cristiana y la filosofía marxista se disputan el mundo : de · uno de los dos árboles hay que colgarse" .

Nueve Perón surgió al primer plano del escenario histórico argentino como alternativa patriótica frente al imperialis­ mo . Peró n o Braden : el naciente caudillo nacionalista o el embajador norteamericano, tras del cual cerraron filas los conservadores y los comunistas, los radicales y los socialis­ tas. " Desde el principio los Estados Unidos trataron de meternos el palo en la rueda" , dice : " I magine un tipo con hormigas en el fondo de la casa. Perderá el tiempo si trata de matarlas una por una, re cogiéndolas con un plato en una mano. No. Deberá ir hasta la cueva de donde salen, echar el ve neno en el fondo de la cueva. Fue lo que nosotros hicimos . Lleva mos adelante medidas de fondo : crea mos la marina me rcante nacion�, nacionalizamos el ahorro, prote­ gimos e impulsamos a la industria genuinamente argentina. Cuando asumí el gobie rno, en 1 946, yo parecía un arb olit o de Navidad, con el uniforme lleno de condecoraciones y cintitas. Le dije a un millón de argentinos, allí en Plaza de M ayo : " M e cortaría la mano antes de firmar un e mprésti­ to" . Los american os del Norte hicieron primero los pa íses pob res y luego inventaron la ayuda. En los diez años que la Argentina prescindió de toda ayuda nort eame ricana fue la única vez que se pudo poner a punto la econom ía . Los Estados Unidos fueron el centro de la conspiración contra nuestro gobierno . No sólo no nos ayudaron , sino que no dejaron nada por hacer para hu ndirnos" . _ Sin embargo, me dec ía Perón, "ahora han venido a verme algunos senadores norteamericanos, y hemos conver-

\

59

sad o mucho . La situación argentina pre ocupa terriblemente a J ohnson. El sabe que la Argentina es decisiva en América Latina, y J ohnson no quiere más Vietnames. La guerra en Vietnam le está costando muchos dólares y muchas vidas: los Estados Unidos no pueden darse el luj o de otras guerras en nuestras tierras. Quie ren una re taguardia en calma . Así que hemos conve rsado mucho sobre esto, y los senadores me han hablado de un posible acue rdo al que podríamos llegar" . ¿Qué acue rdo? , pregunto. " Un acuerdo . . . " ¿Sobre que bases? " Ellos pondrían todos sus cañones sob re Ongan ía para obligarlo a hace r elecciones libres con la participación nuestra" . ¿A cambio de nada? , insisto. " La única condición es que yo renuncie a toda ambición co mo hombre de gobie rno. Pe ro a m í qué me importa. Yo a esta altura de mi vida ya pre fiero ser el patriarca del peronismo y nada más. Que surjan ' los j óvenes" . ¿Y esos senadores , pregunto, son buenos amigos? "Cómo no" , me dice . "Yo tengo buenos amigos en todas partes del mu ndo . También soy a migo de los chinos. Y de Fidel Castro ; tene mos muy b uenas relaciones con F idel Castro . S oy amigo de S troess­ ne r y de los nacional istas brasileños y de todos los revol ucionarios auténticos de todas partes" .

Diez El agua se mezcla con el aceite : la lista de 1 íderes latinoamericanos en los que Perón re conoce intenciones semej antes a las suyas incluye a Arévalo y Arbenz tanto co mo a Rojas Pinilla y Pére z J iménez. Me nciona al " comunismo sovié tico, todos los nacional-com unismos tras el telón de acero y los socialismos árabes, los fascisn1os y el nacional sindicalismo español" , como " propuestas diferentes que en algo , fíjese uste d, coinciden: en el deseo de encontrar una democracia nueva, a ,la medida de los hombres del siglo veinte" .

Esta es la versión taquigráfica de la en trevista con Chou En-lai, en Pekín. El Primer Ministro de Clzina Popular me concedió un reportaje de hora y niedia para el semanario "Marcha ", de Montevideo, en noviembre del 63. El mismo revisó la versión con el intérprete. Chou En-lai se negó a responder en francés o en inglés. "Nos obligaron a hablar en lenguas que no eran nuestras duran te muchos años. A hora, en China, hablamos chino " - me explicó.

S . CHOU E�-LAI

Hac ía más de treinta d ías que hab ía visto a Chou En-lai, Primer Ministro de China Popular y Vicepresidente de l Partido Comunista. Mi mano fue una de las dos mil quinientas manos derechas que estrechó la noche del primero de octubre , en la puerta de Tien An Men, mientras los fuegos artificiale s estallaban en el cielo . El gobierno de la revolución hab ía cumplido catorce año s ; el pueblo bailab a y cantaba en las calles de Pek ín. Después estuvimos conversando durante una hora y media en una habitación del Hotel Pekín, rodeados de un enj ambre de fo tógrafos, inté rpretes, taqu ígrafos y fu ncio­ narios. Chou En-lai habló con vo z grave, pausad a, y el croni sta creyó de scubrir cierta contenida tensión en los

62 músculos de la cara, cejas e spesas y sonrisa irón ica, co mo de algu ien

a co st u mbrado

a

defend erse cort ésmente de los

enemigo s. Dipl o mát ico sob re saliente , fa mo so por su fuerza de convicción y su h ab ilidad para las nego ciaciones, h izo decir a B e n B ella , poco tie mpo después, durante su gira oficial por el A frica : " ¿C hou En-lai ? Un b uen señor. Y un se ñor

sin

apuro . . .

U n hombre vib rante de inteligencia,

extre madamente simpático y lleno de encanto ; en definiti­ va , un gran señor" . El periodista K . S . Karol ha dicho de é l , que " su rasgo más salie nte e s est ar comp l e t a mente disten­ dido y perfect amente cómodo en todas las circunstancias ; sin d u d a tiene con cie n cia de su encan t o , y lo u tiliza" . ¿ D iste n d id o ? D etrás de los b u en os modales , este . re fin ado descendiente de m andarines oculta l a crispación de la pelea. M ás de cuare nta años ocupand o su sitio en las trin che ra s de la revolu ción ; desde an tes de l viaje a P ar ís, en los años vein te , d onde fu e a estudia r y se inició en el marxismo-leninism o . M ie n t ras novie mb re

del

conve rsáb amos,

e n los p rimero s d ías de

63, flu ían las imágenes, vertiginosas : el

cronista c re ía verlo en las horas te mpranas , las primeras reb eld ías que se pagan co n la e xpulsió n de la Univer sid ad ; el regreso de Fran cia, despu é s ; la exped ición al norte de Chin a contra l o s caudillo s mil it are s ; la in cansable labor d e l a difusió n de la ideolog ía m arxista, de u n a a ot ra co marca, d e una

ciudad

a

o tra.

Y l a Gran M archa : C hou En-lai

alcanzando la co lu mna guerril l e ra que encab ezab a M ao,

y e scalando n1on t añ as a su lado ; la larga guerra de re sist encia contra los j aponese s ; la o fen siva qu e ' ab atió a Chiang Kai-she k ; la victo ria, las lágrimas y l a sangre de la victoria. El peligro , sie n1p re : los ocho perio distas que at ravesando ríos

murieron en lugar de él, cuando una b o mba que le estaba destinada hizo estallar e l avión que se dirigía a B andung y que Cho ll: En-lai no h ab ía tomado por una pura casualidad .

Una vida, en fin, expuesta al rie sgo y a la aventura, y

hundida b aj o la re sponsab il idad ago b iante del t rab ajo de cad a d ía hasta altas horas de la noche . Una vida entregada,

63 como la de otros hombres de nuestro tiempo, a la nueva fe : víctimas y sacerdotes de la fieb re de la revolución. Y ahora diciendo: " No e spere ningu na revelación sensacional . Usted leyó lo s documentos de la polémica y conversó con el pueblo ; ¿ qué puedo agregar yo? "

LAS NACIONES UNIDAS ; LA MAQUINA DE VOTACION El cronista empieza, sin emb argo , con su b ombardeo de preguntas : - China sigue tan interesada con10 antes, en que se reconozca su legítimo derecho a formar parte de las Naciones Unidas ? Y el Primer Ministro contesta, resignado, midi endo cada palabra : - En cuanto al problema del restablecimiento del dere cho leg ítimo de China en las Naciones Unidas, no se trata de un problema de interés o desinterés. Desde 1 949 , el gobierno de la República Popular China se ha convertido en el único gobierno legal elegido por el pueblo, el ú nico que tiene derecho a integrar las Naciones Unidas, de acuerdo con la Carta de esa organización. Sucede que la máquina de votación de las Naciones Unidas, está controlada p or el gobierno norteamericano , que impone arbitrariamente al representante de la camarilla chiangkaishekista , repudiada por el pueblo chino. La ONU se ha convertido en un organismo sin representación del auténtico pueblo chino. De este modo , el papel que juega la ONU en el mundo, se ve disminuido en gran medida. Durante los catorce años transcurridos desde la liberación, en todas las sesiones de la Asamblea General . hay muchos pa íses que abogan por el reconocimiento del puesto legít imo de la República Popular China en la ONU, y rechazan la representación de la camarilla de Chiang Kai-shek. Pero a causa del control de la máquina de votación por el imp erialismo norteamericano,

64 estos propósitos sie mpre son obstruidos. S e conoce el resultado de la votación de este año, cuando las delegacio­ nes de Albania y C amboya fo rmularon la mo ción. Algunos países la apoyaron , otros se ab stuvieron y los Estados Unidos se opusieron. Las info rmaciones están a la vist a ; la prensa las publicó . Q uiero ; no ob stante , añadir que entre los p aíse s que apoyaron la "oposición del imperialismo norte­ americano, no todos están contra el recono cimiento de la República Popular Chin a ; algunos pa íses, no todos, lo hicieron b aj o la amenaza o control de los EE.UU. Esta situación continuará durante varios año s más. Q uien pierde no es la República Popular China, sino las Naciones Unidas, porque la República Popular China seguirá existiendo en el futuro y se desarrollará cada vez más.

EL CENTRO DE LAS CONTRADlCCIONES DEL MUNDO DE NUESTRO TIEMPO - Sabemos que ustedes consideran que A sia, Afn'ca y A mérica Latina cons tituyen el pn'ncipal cen tro de las tempestades revolucionarias, el foco de las con tradicciones del mundo y el eslabón más débil de la cadena imperialis ta. A d�más del proletariado y el campesino, ¿qué otras clases sociales podrían desempeñar, a su juicio, un papel revolu­ cionario en esas regiones ? ¿La burgues ía nacional? -Ha formulado usted una b uena pregunta. En efect o ,

nosotro s consideramo s que e xisten tempestades revolucio­ narias en Asia, Africa y A mérica Latina, donde convergen las principale s contradicciones. Son lugares de agudas contradicciones. Por un lado, los pa íses imperialistas, encabezados por los EE. UU . , disputan entre sí p or el do minio de estas zonas. Por otro lado, las amplias masas obre ras y campesinas, la pequeña b urgu esía, la b urgues ía nacional patriótica y revolucionaria, y lo s intele ctuales patrióticos y revolucionario s, e s decir, la aplastante mayoría de la población, se oponen al i mperialismo , al nuevo y viejo

65 colonialismo, a su opresión y control, y a las disputas de los pa íses imperialistas por el dominio de esas zonas. Hay un auge de los amplios movimientos de liberación nacional. El filo principal de las luchas de los movimientos de libera ción nacional, se dirige contra el imperialismo norteame rican o, porque éste intenta controlar esas zon as sustituyendo a los viej os colonialismos. Por eso, tienen lugar luchas antagóni­ cas entre el imperialismo yan qui y sus lacayos por una parte y las amplias masas populares de estas zonas, por la otra . También e xisten luchas entre el imperialismo norteameri ca­ no, los demás colonialistas y los seguidores de estos últfmos. Incluso entre el imperialismo norteamericano y sus propios lacayos se lib ran luchas, cuando el imperialismo descub re que un lacayo ya no le sirve y entonces elige otro. El golpe de estado militar en S aigón , es un excelente eje mplo . Tanto Syngman Rhee, de Core a del Sur, como Ngo Dihn Diem, de Vietnam del Sur, son los mejore s eje mplo s. Por todo esto , a nuestro juicio , los d ías del imperialismo se van haciendo cada vez más difíciles. El imperialismo está cada vez más aislado en Asia, Africa y América Latina ; llegará el día de su derrot a completa.

LOS MOV™IENTOS DE LIBERACION ANTE LOS PACTOS DE COEXISTENCIA - Ustedes han denunciado, violen tamen te, el peligro de que la coexistencia pac ífica en tre la Un ión Soviética y los Es tados Unidos. implique un reparto del mu ndo en tre las dos grandes po tencias. tica y

los

Estados

A su ju icio,

la Unió n So vié­

Unido s

se pondr ía1i de acu erdo a través de u na nu e11a "San ta A lianza ". ¿Consideran ustedes

que u n compro m iso de esta índole podr ía desviar. Íi·ustrar o paralizar la acción revolucionaria de los mol'in1icn tos de lib eración en las colonias y sem i-colo nias ?

-T rataré de contestarle de una manera si mple. H ablando concretamente , cuando la U RSS, los E E . U U . e I nglaterra concluyeron en Moscú un tra tado tripart ito de

66 prohibición parcial de las explosiones nucle ares, estaban abrigando el propósito de resolver los proble mas del mundo e ntre unas pocas potencias, especialmente entre los Estados Unidos y la Unión Soviética. Se trata de un intento irrealizable , ante todo porque entre los Estados Unidos capitalistas y la Unión S oviética so cialista , existen contra­ dicciones fundamentales que no pueden ser resueltas. Eche mos un vistazo al he cho de que, de spué s de la firma del Tratado, los Estados Unidos han continuado re alizando prueb as nucle are s sub te rráneas, y en la conferencia de desarme no se ha conseguido nuevos resultados. El M inistro de Relaciones Exteriore s de la Unión S oviética entabló negociaciones en New York y Washington, procurando acuerdos para nuevas medidas. No ob tuvo resultados. Estos hechos demuestran que los Estados Unidos no quieren de ninguna manera aliviar la te nsión internacional. Siguen engañando a los pueb los del mundo , siguen pre parando la guerra, contin úan su carrera armamentista, realizan amena­ zas nucle ares y provocaciones armadas en to do el mundo. Tomemos en cuenta el eje mplo de C uba: ¿ acaso la inte rve nción armada de los Estados Unidos ha ce sado ? Y la sit.u ación actual se vuelve aún más clara en Vietnam del Sur; Ngo Dihn Diem, e ra el más obediente a las órdenes de los Estados Unidos; cuando dej ó de dese mpeñar su papel corre cta mente , los Estados Unidos llevaron a cabo un golpe militar y mataron a su viej o lacayo. Si la tensión en lás zonas que ellos mismos controlan no se ha aliviado , ¿qué decir de las zonas donde existen contradicciones fundamen­ tales? Por e so , e sta manera de pensar es irreal . - Temo que mi pregunta no haya sido bien in terpreta­ da. Quise decir esto : ¿ Qué influ encia podrían tener sobre los niovin1ientos de liberación en los pa íses oprimidos del nwndo. los con1promisos asumidos por la Unión Soviética,

de p o te n c ia

a

potencia, con los Estados Unidos ?

-S í, l e entiendo. C reo que pueden eje rcer un papel ado rmecedor durante cie rto tie mpo . Pero las contradiccio-

67 ne s fundamentale s e xistentes n o van a se r resueltas, por que los pue b los de Asia, Africa y Améri ca Latina, es de cir,

·

de los países oprimidos de esas zonas, quie ren independizar­ se , zafarse del control del imperialismo norteamerican o . En esas zonas, el imperialismo quiere continuar su e xpansión y su pol ítica agresiva. Por eso, las contradicciones funda men­ tales no se van a re solver. ¿C ómo se puede hablar, entonces, de coexistencia pac ífica? M ientras las clases oprimidas del mund o , quieren la lib erta d , la lib e ración y el mejora miento de la vid a, las clases opresoras quieren seguir e xplotándolas. Entre unas y otras, la coexistencia pac í fica no es posib le . Los pueb los de los pa íses del campo so cialista están de cididos a defender el sistema socialist a : quie ren fortalecer sus países y apoyar los movimie ntos revolucionarios en todo el mund o . S in e mb argo , el imperialismo los sigue hostigando, ejerce amenazas milit are s, env ía esp ías y los infiltra con el propósito de impulsar una llamada " e volu­ ción pac ífica" , y con el propósito de re alizar la " lib eraliza­ ción" de estos p a íses. ¿C ómo se pue de re solver estas contradicciones?

Los pueb los y pa íses amantes de l a paz se

oponen a la agresión, mientras el imperialismo nortea me ricano quie re expand ir sus armamentos, pre parar la guerra y ,

dominar despóticamente al mundo . ¿C ómo se pue de resolve r esta contrad icción fundamental? C onsideramos que si las diferentes clases de luchas se sin cronizaran de una manera verdadera, se crearía una fuerza imbatible . Si se u ne la lucha por la liberación nacional de los países opri mid os de Asia, Africa y América Latina, con las l uchas de los pu eblos oprimidos y explotados que quie re n la libertad , la de mocracia y el socialismo, y las luchas de los pueb los del campo socialista contra la intervención agresiva del imperia­ lis mo. as í como las luchas de los pueblos amantes de la paz, se podrá pone r coto a las provo caciones del imperialismo, que q u iere desatar una gue rra n u cl e ar. Proce d iendo de esta

inanera. la paz del mundo se r á m.a n t c n ida . Esto es todo lo cont ra rio de mend igar la paz 4] i m pe ria l ismo no rteamerica­ no.

68

NADIE MONOPOLIZA EL MARXISMO-LENINISMO - ¿Adm iten ustedes que un pa ís puede c.onquistar el socialismo sin la acción dirigen te del Partido Comunista ? El caso de A rgelia, por ejemplo. - En algu nos lugares no hay Partidos C omunist as; se puede lograr, sin emb argo , la vict oria en las luchas por la independencia nacional. Eso ocurre , por eje mplo , en algu­ nos países de Africa central, A frica del este y del oest e . En cuanto a Argelia, se trata de otra situación . Quien dirigió la lucha armada durante siete años y medio y logró el triunfo , fue el Frente d e Libe ración Nacional . E l Partido Comunista Argelino , al principio , no estaba de acuerd o , no apoyab a la lucha armada por la indepen dencia nacio nal. Por eso, la dirección de la revolución la tomó el Frente de Liberación Nacional. Si usted no dirige , otro vendrá. Hemos explicado muy claramente este problema en la carta de nuestro Comité C entral, al Comité C e ntral del Partido Comunista de la URSS, el 1 4 de j unio de este año. Uste des publicaron ese 1 documento ; puede leerlo en su propio periódico • -Mi pregun ta no se refería solamen te a la lu cha p or la d in ependencia nacional, sino a la conquista del socialismo. ¿Puede un pa ís, a su juicio, desarrollar la revolución socialista sin la presencia del Partido Comu nista en la dirección del proceso ? - Si un país quiere hacer la revolución so cialist a, debe ace ptar los principios revolucionarios del marxismo-leninis­ mo. Y el marxismo-leninismo no puede ser monopolizado por el Partido Comunista. C ualquier revolucionario puede disponer de esta arma. Cuando Fidel C astro conquistó la victoria por medio de la lucha armada, no era miembro del Partido C omunista.

l.

M A RCHA, no 1 1 6 4 ; M ontevide o.

69

LOS ARMAMENTOS TERMONUCLEARES - Se propon e Ch ina poseer un arnuzmen to nuclear propio ? ¿ En qué plazo ? -Nosotros ab ogamos por la prohib ición comple ta de las armas nucleares e xistentes, y su completa destrucción . C re emos que esa es la manera de garantizar cab almente , que no estallará una gue rra termonuclear. T enemo s la firme convicción de que los pueblos a mantes de la paz, realizarán un d ía este dese o . El gob ierno de la Repúb lica Popula r Chlna ha dirigido , con fe cha 2 de agosto , una carta abierta a los j e fe s de gobie rno de los pa íses del mundo, proponiendo una convo catoria a una confe rencia de todos los j e fe s de gob ie rno , p ara discutir este proble ma . En la actualidad, ciertas poten cias nucleares intentan monopolizar esas ar­ mas, y se oponen a la prohib ición y destru cción cab al y comple ta de las armas nucleares. En est a situación , está claro que cual quier país del mundo tien e el derecho de fab rica rlas. China, como país so cialista , tiene to dav ía un derecho m ayor, a fin de defender la paz mundial y o ponerse a la provocación de u na guerra nuclear. Usted me p re gunta en qué plazo tendremos nuest ras armas nucleare s . C ompren­ derá que , e n mi cará cter de Primer M inistro , no puedo cont e starle .

UNIDAD SI, DNISION NO - A lgunos observadores políticos occiden tales, han sugerido que la polém ica ideológica en tre Pekín y Moscú, desen1bocará en la fundación de una Quin ta Internacional. ¿Lo consideran ustedes posible ? - E s cierto que e l P artido Comunist a de China y algunos partidos hermanos, tienen divergen cias de prin ci­ pios con los actual e s dirigentes del Partido Comunista de l a U nión S ovié tica, sobre l a compre nsión d e l marxismo-leni­ nismo y los p rincipios revolucionarios de las dos de clarado-

70 nes d e M oscú, de 1 9 5 7 y 1 9 60 , y su actitud re specto a ellos. Pero nuestras discusiones se realizan en el seno de las filas co munistas del mundo y no afe ctan las relaciones entre los partidos y los pa íses . En otros términ os, las re laciones entre los partidos y los pa íses, son normales. Nosotros ab ogamos por la unidad � nos opone mos a la división . En cuanto a los tit ulares de la pre nsa burguesa , que presenta las cosas de una

mane ra

b urguesa

sinie stra ,

nosotros

creemos

que

la pren sa

ab riga obj etivo s ocultos. N ada sabe mos de la

fo rmación de una Q uinta I nternacional . * * *

El P rime r M inistro de un país de sete cientos núllones de hab itantes, cotiza en o ro sus minutos. Al cronista le han que dado muchas p reguntas zumbando en la cabeza, pero ya es hora de poner punto fin al . C hou En-lai dice sus últimas pal ab ras : " Q uiero aprove char su buena voluntad , para expresar mi saludo al pueblo uruguayo y a los demás pueblos · de Amé rica Latina. Tamb ién quiero expresar mi salu do a los pueblos y a los movimientos que luchan por la lib eración, y contra la in tervención del imperial ismo norte­ ameri cano" . La ca mpana china en la guerra ideológica , se ha hecho o ír. Pe ro el cronista quiere saber algo más . C urio sid ad perso nal : M alraux ha dicho que se inspiró en Chou En-lai para crear a Kyo, el personaj e de " La condición humana" , la más desgarrada de sus novelas. Chou En-lai alza las cej as, sonr íe, dice : "No sé qué es eso ; no sé de qué se trat a ; n unca o í" . Y. vuelve a mirar su reloj pulsera , en el mudo lenguaj e que l o s periodistas no entie nden.

El 1 2 de febrero de 1 9 1 2, " The Times " publicó en Londres un escueto despacho desde Pek ín: "La dinast ía manchú ha concluido, hoy, 26 7 años de reinado ". Fu �i, el último de los Clz ing, sería recogido por la historia como un caso insólito: el único Emperador, en toda la historia de Ch ina, que una vez derrocado conservó la cabeza sobre los h ombros. Después de ser soberano del Celeste Impe­ rio, Fu Yi reapareció como Emperador t ítere de Manchuria. A fines del 63 lo descubrí, en su tercera encarnación, con vertido en un simple ciudadano de Ch ina Popular.

6. EL EMPE;RADOR QUE NACIO TRES VECES E n este país alucinante , el pasado está vivo en las co sas y en l a ge nte . B asta con mira r al rededor : las viej as callej uelas de Pek ín, los altos muros de la C iudad Prohibida, el foso ; pagodas y pal acios ven idos de la leyenda ; ob ras de arte que se o fre ce n a los ojos desde at rás de la pátina del tiempo. La memoria de la China milenaria se me zcl a con la nueva China de la re vol ución co mun ista . Descub re uno las huellas de la opresión fe udal , en los pies de fo rmes de las muj e res de más de cincuenta años, que parecen caminar 1 sob re muñ ones : antes de la revolución de l 1 1 , e ra costumb re atar con trapos los piecitos de las niñas, para atrofiarl os. En

op in ión

de

los ho mb res,

sólo las muje re s de p ies

72 min úscul os pod ían se r consideradas he rmosas . Y descub re uno los rastros de l a do minació n imperialista, en el estilo de las construcciones que los pa íses opre sores levantaron en l as zon as de concesión ; desde las altas azo te as de Shanghai y Wuhan , he reconocido l a arquitectura de cada pa ís : hasta aqu í, los j aponeses eran dueños, hasta ali í los no rteame rica­ nos, más acá los fran ce se s , desde allá los ingleses, l o s ale manes. China, j ugosa fruta madura, cortada e n t rozos y repartida.

En

la

me moria

en

pie

de

las

ciudades ,

el

testimonio de la viej a humillació n ; en l a me molia y en el cue rpo de la gente , las señales del an tiguo sufri miento. C onocí a un e sclavo y a un e mperador. Tang Yeng tiene, aho ra, 2 2 años, viste una larga capa oscura y zapatos de basket-hall , y e s funcionario del Palacio de las Nacionali­ dades. Un homb re reservado ; hay que arran carle las palab ras co mo si fueran muelas, una por una.

EL MUNDO DEJO DE GIRAR Es como si e l tie mpo se h ubiera detenido, no ahora, sino mile s de años at rás , homenaj e y crimen de la h istoria : h asta 1 9 5 9 , hubo esclavitud en el T ibet. C uan do Tan Yeng te n ía och o añ os de edad, sus padre s , q ue no pod í an man te n erl o , lo entregaron como esclavo a un terrateniente . En un valle entre las montañas, al noroeste de Lhassa, T ang Yeng t rab aj ab a de estrella a estrella, a cambio de un puñado d� cere ales y un b o cado de p an negro . C ato rce horas diarias , eran l a j o rnada m ínima : A n tes de que saliera e l sol, dábamos de comer a las ovejas. Después, íbamos al campo. Nos flagelaban con un arriador de cu ero. Muy en trada la

noche,

después de dar de comer a las ovejas y a los camellos, nos acostábanzos en los galpon es de paja, ju nto a las ovejas. Eso era en el in vierno. En el verano, dorm íamos en el corral de caballos. M ien tras conve rsamos, me muestra una vitrin a ; obje­ tos de uso de l a " camarill a dominan te " : un vestido de o ro y

73 seda, u n collar avaluado e n 48 .000 yuanes d e plata, crema dental C olgate , pro duct os Max Factor, b arajas de rummy­ canasta, encendedores con muje res desnudas ofre ciéndose desde el e stuche, de ésos que se comp ran a escondidas en los quioscos de las ciudades occidentales . En o tra vitrina, los inst rumentos de tort ura , para ser u sados cuando alguien amenazaba rebelarse , cuando alquien se pregu ntab a : " ¿ Por qué quienes se mb ramos los cereales, no tenemos nada que llevarnos a la b oca? " Argollas de hie rro que se aplicab an en los tob illos, al roj o vivo, y penet raban ha sta incrustarse e n los hue sos : pinzas para arrancar el corazón o los oj os; lát igos, ce pos. A un costado, j aulas muy est rechas, de n1adera .. Y al otro, en vitiinas, los pellej os de algunos esclavos que fueron desollados vivos: hasta ha ce sólo cinco años, se exhib ían a modo de a dvertencia; hoy, se muestran como documentos de una p esadilla supe rada. Ahora Tang Yeng tiene ro pa y zapatos por primera ve z ; a prendió a lee r y a escribir; t rab aj a ocho horas. Aspira a ingresar al Partido C omunista, con tanto fe rvór como el Emperador Fu Yi; como el Emperador F u Yi, y co mo todos los chinos que conocí, opina que el gob ie rno soviético es revisionista, que no quiere la revolución ni deja que otros la

hagan. El!os es tán siempre en contra de los 1novhnien tos de liberación nacional; tem en que una pequeña ch ispa encien­ da la guerra mundial. Ellos no apoyan las temp es tades révolucionarias que soplan en el mundo desde la últinza guerra; no quieren que los demás se lib eren. De S t alin, opina que es ·un maestro del proletariado. Toda su vida se dedicó a la causa de la revolución del proletariado. Y ya que he mos ent rado en este terre no con tinúa, sin esperar las preguntas. Tang Yeng, el muchachito t ínúdo que se resist ía a hablar, bomb ardea al cronista con slogans contra el revisionismo

conte mporáneo, la camarilla tito ísta y los

reaccionarios hindúes.

Al d ía siguie nte, fui a ver al Emperador. El también se mostró muy inte resado por expo ner sus ideas ace rca de la

74 polé mica ide ológica entre Pekín y M oscú. M e dij o lo mis 1no que el escl avo ; hast a usó las mismas p alabras. Las mismas pal ab ras

que

yo hab ía escuchado , ya, en b o ca de los

ca mpe sinos de las provin cias de Hopei, Kiangsú, Hupen y K u angtung ; l as 1nis1nas que me hab ían dicho los obre ros de las

fáb ricas

y los

estu diantes de las universidades , los

intelect uales y los artesanos, los soldados.

LAS MEMORIAS DEL EX DRAGON F u Yi me cuen ta, con ent usiasmo , su histo ri a : de cómo el h o mb re 1nás poderoso de un poderoso pa ís, se convirtió en un humilde t rabajador al servicio del p ueblo. De las fulgurantes túnicas de se da y o ro , al sencillo unifo rme de dril azul ab ot onado has t a el cuello ; de los sut ras a " El C apit al" : largo camino. H agamos me moria , le digo . A ntes de la ca íd a, y antes ·

aún : l os primeros re cuerd os, la vida en el Pala cio. Pe ro él también quie re s ab er, de modo que pago mi impuesto hab l ando pritne ro .

¿M ontevideo?

S í, la ciudad inclinada

sob re el mar ; mi gente . Le gustaría conocer A mérica Latina, dice ; lo esperamos, digo. Enciende un cigarrillo , me ofre ce otro :

" No ,

equivalente

no

gracias.

chino

de

Yo

fu mo Tian Shan , sab e , el los republicana ". Por deb aj o del

uni forme, asoma el puño ra ído de la camisa . F u Yi nada tiene que ver con la i!ll agen que me hab ía fo nnado de él. _ C onst ruí mi personaj e con el hu1no de la itnaginación, y no niego que me defrauda un poco, aho ra que lo cono zco de carne y hue so . C re í que descub ri r í a una ciert a sens ación de pé rdid a en el b rillo de la mirada, una resign ada t risteza en la cab eza que se inclina, m an os de largos de dos huesudos : restos de l a dignidad impe rial . Pero no ; es te emperador parece un funcionario, un burócrata sat isfe cho de su destino. Sonr íe duran t e los ciento veinte minutos, y hab la torre ncial tnente.

M ientras le es cucho, último Emperador

de C h ina, último de la din ast ía C hing, me viene a la cabe za

75 u n recuerdo d e pocos d ías at rás : las ra mas atormenta das del árbol de sofo ra donde se ahorcó el último Empe rador de la dinast ía M ing, al pie de la C olina de C arb ón. Pregunto a F u Yi si conoció a su t ía, la emperatriz Tzu Hsi. No se me irán de la me moria los l uj osos salones del Palacio de Verano , que ella amplió con un crédito de millones d e dólares que los mand arines min istros le propor­ cionaron para crear una escuadra . China no t uvo la flota de guerra que necesitaba, pero en camb io, al pie de las C olinas S agradas del Oest e , su rgió un lago , y del lago brotó una isla, y en las orillas se alzaron pagodas y re sidencias de un lujo in cre íble .

Un

gran

barco de

má rmol ,

custodiado

por

dragones, al zó su blanca quilla : " ¿ M i escuadra ? Hela ah í'' , dice n que dij o la emperatriz. No quisiera olvidar nunca aquel t rono rodeado de le ones tallados en ra íces de ab edul ; la S ala de la B ondad y la Longevidad, donde la vieja arp ía re cib ía a sus mand arines, ocul ta tras las co rtinas de gas a ; las va sij as de b ronce y oro para que mar el incienso y la madera de sán dal o ; las maravillosas me sas labradas donde co 1n ía un b ocado de cada uno de los cada

mediod ía. , All í ,

los

270

platos que se hac ía servir

mandarines

más

privilegiados

aguardab an, te mblo rosos , que Tzu Hsi le s arroj ara algún re sto de co mida : era la gl oria mayor. Pero la his toria me int e resa, sob re todo, porqur me pare ce estarla viendo pelear contra la muerte . Po r t odas part es,

en

el

Palaci o ,

las

to rt ugas

y

grullas de me t al expresaban la e dad e terna de la Empe ratriz ; en el altar de un peque ñ o santuario, está todav ía el cuadro al óleo que

una artist a norteame ricana de no mbre olvid ado , pin t ó , sin talento, para ella. U n re trato: T zu Hsi te n ía se tenta años, pero all í, en la tela, re pre sen ta veinte ; la últ ima se ñora del C e leste I mperio peleando con t ra los años. S í, Fu Yi la conoció. La conoció co mo yo hubie ra que rido conocerl a : mient ras agonizab a. D ice : Ella 111e lla1nó para que ocupara el trono, cuando yo era un 11iíio de tres aiíos. La vi una sola JJez. Es taba tan asustado que nze qu edó

76 una

in1presión

profu nda,

para toda la vida.

El prime r

recuerdo , u n re cuerdo d e lágrimas ; lloró , lloró . Cuando la

E111peratriz decidió que yo fuera el En1perador, me advirtie­ ron que nunca nuís vería a nz i nzadre, n i a m i abu ela; que no podría salir nunca nzás del Palacio. Cuando en tré al Palacio, vi nzuchos honzbres, jun tos,

an tes.

tso

nunca hab ía vis to tan tos hombres recuerdo.

No es difícil imaginarl o : mandarines y cortesanos ab riendo paso al diminuto enviado de los Jiose s, que arrastraba su capa resplandeciente y apenas si pod ía sostener en la cabeza la ab rumadora corona de pe rlas bordada en hilos de oro , mientras se acercaba al trono rese rvado a los H ijos del C ielo . Y después de la ce re monia , entró en el dormito rio y la vio , alzando la mirada la vio : Todo en tre so1n bras -dice - . L a cara

den zacrada, co1110 de · n1uerta. Me asusté y 1ne ech é a llorar.

La Emp era triz ordenó que 111e dieran un caranzelo y yo lo tiré al suelo. Sí, es raro que recu erde todo eso. Yo era tan ch ico. Pero lo recu erdo. ¿ Ella se pare c ía al retrato ? 1Vo sé.

Estaba 111uy flaca.

Fu Yi ext rae sus propias conclusiones. El pequeño Dragón que vio có mo el Ave Fénix se moría, es hoy un

ho111bre verdadero. porque el Partido Conzu nis ta 111e salvó.

De modo que explica al cronista: Ya ve que e1 1 el sis tenza feudal 110 con taban los sen ti111ien tos lzunwnos: nze arran ca­ ron de los brazos de nz i nzadre. Pero después, aqu ello me e11 1p ezó a gus tar. Era un ni11o, y nze sab ía 11uís poderoso que todos los grandes; es taban todos a 1nis pies; dign ísinzo, nuís alto que nadie. El poder real lo ejerc ía n1i padre, au nque otra t ía, la Enzperatriz de h onor, ro nzaba las , decis iones gra ves.

Le pregun to por su padre , Shai Fung : l�1urió, en 1 95 0. Pero después de la revolución del 1 1 , él ya no se

ocupaba de pol ítica. Se pasaba todo el d ía en casa.

77

RASGANDOSE LAS VESTIDURAS Fu Yi, en cambio, no se pasab a todo el d ía en casa. '

No que ría resignarse : ¿S ólo doscientos sesenta y siete años de dinast ía C hing? ¿ Acaso no merecían unos sigl os más ? Quiso restaurar el Imperio. Los j a poneses encontra­ ron, pues, a su homb re . El lo cuen ta as í : Fui un traidor. Los japoneses aplicaban una poi ítica de agresión con tra China, y quer ían usar a los chinos para dom inar a los ch inos. Yo viv ía en la ciudad de Tien tsin, cuando empecé las relaciones con ellos: estaban in teresados en dividir a China para facilitar la invasió n. Coincidíamos. porq u e yo qu er ía segu ir dominan­ do al pueblo del nordeste y de todo el pa ís. En tonces me con virtieron en Emperador de Manch uria; ocupé el trono en Chagchun, desde el año 32. Figuré como Emperador durante catorce años. Por lo menos, ten ía el t ítulo, ya que no el poder. Serv ía de pretex to in ternacional, comprende, la restauración del bnperio era una cortina de humo, el instrumen to de la dom inación japonesa. ¿ Puppet ? , le pregunto, saltando una ve z, al menos, por encima del intérpre te . Fu Yi, sie mpre sonriendo, asiente con la cabeza: no ha olvidado del todo las lecciones de inglés que. re cibió de los j aponeses, treinta años atrás. Las p alab ras le golpean el pech_o : Si todos se hubieran portado como yo, h oy no habría socialismo en Ch ina. Nuestro pa ís seguiría ocupado por los imperialistas.

ALELUYA, ALELUYA En los alrede dores de Pek ín, se alza un gran edificio blanco. El visitante no puede dejar de sorprenders e , cuan do se le informa que se trata del I nstituto para la R eeducación de Burgueses. All í , los mie mbros de las 'Viej as clases do minantes que han de cidido que darse en China, se asimilan a la doctrina de la nueva so ciedad . Tambié n se practican expe rien cias de ree ducación, con los in tele ctuales que

78 inc urren en desviaciones : e l individualis mo , el ide alismo burgué s, no se pagan con la vida, al menos en un se n tido literal ; la solución es otra: el intelectual que ha e rrado la ruta, de sapare ce de circulación por un tie mpo , e s enviado a las co munas populares para limpiarse la cabeza de malas ide as, por me dio del rudo t rabaj o de la tierra, la vida sana y sesiones

largas

de

cr í tica

y

auto-cr í t ica.

El

caso

más

resonante de los últimos tiempos, ha sido el de Tieng Ling, la mej o r novelista china, pre mio Lenin y ex presidente de la Unión de Escrito res. Se conocen d ive rsas ve rsiones acerca de

su

de stino.

El

poe ta

A i Chin ,

por otra parte , ya

" reeducádo" , ha sid o re ad mitido en l as filas comunistas. S ob re su propia e xperiencia de re educación , Fu Yi hab l a t orrencialmente ; p are ce arder de entusiasmo. A legre­ mente, entona su mea culpa. Lavado de cerebro, dirán en Occidente ; mied o a las amenazas , quizás. De todos mo dos, el cronista no tiene l a i mpresión de que e l Emperador esté pagand o

trib u t o

a la vid a que le

perdonaron :

es un

"con vertido ". Ni siquiera en sueños hubiera podido imagi­ narlo, dice. A ntes, yo estaba del lado de los imperialistas, hab ía perdido el esp íritu patriótico, estaba contra el pueblo. En otros pa íses, y en mi propio pa ís, en otro tiempo, los traidores eran condenados a muerte. Pero el Partido Comunista es tan grandioso que no an iquila al hombre físicamen te, en su carne y hueso, sino que aniqu ila las

ideas

equivocadas.

distinguir la

El Partido

verdad de la men tira.

Comunista

me h izo

Fui reeducado; me

tra taron muy b ien. ¿Preso ? En la Unión Soviética, cinco años, hasta el 50; después, volv í a mi patria, al nordeste, a la ciudad de Fush ung. A llí estu ve, en el cen tro reeducación, jun to con muchos otros criminales de guerra. Hab ía imperialistas japoneses, dirigen tes del falso pa ís de Manchu­ ria, y los reaccionarios del Kuomingtang, enemigos del pueblo ch ino. Entre todos, ni un solo condenado a mu erte. S e acaricia el cuell o cuando dice que , ante s, a los emperadore s de rrotados, l e s cortaban la cab e za . Sólo el

79 partido del proletariado aplica esta política de reeducación, sin preceden tes. Descubrí poco a poco la verdad; reconoc í nlis cr ímenes. Visité todo el pa ís, varias veces, para comparar la vieja Ch ina con la nueva Ch ina. Aprend í que es preciso apoyarse en el pueblo. Salió en libertad condicional . ¿Y ahora? Le digo que re cue rdo hab e r le ído un art í culo del maris cal M ontgo mery, hace un par de años, donde se hac ía, al pasar, una referencia a Fu Yi, convertido en Jardinero. No - dice - . Trabajo en investigaciones históricas. ¿Inve stigaciones acerca dé su propia historia ? También. Escrib í un libro au tobiográfico. Es una lástbna que usted no lea chino; cuando se traduzca, se lo enviaré. El Emperador insiste en que , ahora, la vida es mucho mejor: al mej orar el esp íritu, también mej oró la salud. Ob ra de la so ciedad nueva. Para demostrarlo, informa: Me casé, el año pasado. El pn'n1ero de mayo, d ía de los trabajadores. ¿C on quién, si no es indiscre ción? Con una enfermera del hospital. No por primera vez, claro . Por cuarta vez. Cuente , cuente .

CHERCHEZ LA FEMME El primer matrimonio de Fu Yi no le es imp utable . Sus padres le compro metieron, de niño, con una damita de familia noble . No quiere ni acordarse : Al principio, deci­ dían mis padres; después, decidían los japoneses. Pero dice '

que estaba enamorado de su segunda mujer, una estudiante de Pekín. C uando los j aponeses supieron que se pensab a casar, enviaron un general a Changchun, con la misión de advertir al Emperador que :no se podr ía casar sin que ellos realizaran, antes, las correspondientes investigaciones. Inves­ tigaron, pues, en Pek ín ; finalment e , el General en Jefe del Ejército japonés, re comendó el matrimonio . Pero la china, según recuerda Fu Yi, odiab a al imperialismo : Me hablaba de la opresión que sufría nuestro pa ís. Se enfermó, la trataron mé dicos japoneses, murió . Al Emperador lo ro ían

80 sospechas y desconfianza s : Ellos n o la atendieron bien. Ya

en esa época, el General en Jefe del Ejército japonés, se hab ía instalado por su cuenta en mi Palacio. Vino a expresarme su dolor; en una mano tra ía flores y en la otra, decenas de fotos de jovencitas japoneses, para que yo eligiera. Pero yo no me quer ía casar con u na japonesa. Ellos se metían en todas las cosas; quer ían manejar mi vida, controlar cada uno de mis actos. Yo los obedec ía, aunque no siempre. L es dije que me casaría con la mujer que yo quisiera, y entonces me ofrecieron muchas fotos más, fotos de jovencitas chinas. Volv í a rechazarlas. Elegí, por mi cuenta, a una estudiante de quince años. Estaba satisfecho con ella, porque me obedec ía en todo. Pero después me divorcié. Los chispazo s de rebeld ía de Fu Yi nunca demoraban en apagarse ; tem ía que los j aponeses lo sustituyeran por su hermano o su sobrino : Ten ía m iedo de perder el poder,

quería conservar mis intereses. Y como no podía ser de ot r.o mod o , extrae su moralej a : Eso es característico de mi clase, la clase explotadora.

LEI FENG, STALIN, JRUSCHOV La conve rsación salta hacia otros te mas. Sobre Lei Feng, el soldadito chino re cientemente descubierto e i dolatrado como apóstol de M ao. Dice Fu Yi: Un hombre

puro, magn ífico soldado. Hizo todo para el pueblo; olvidaba los propios intereses, sólo para servir de todo corazón al pueblo. Por eso es un ejemplo para todos. En comparación con él, yo estaba en el otro extremo: sólo pensaba en la utilidad propia. El fomentaba el estilo comunista: uno para todos, todos para uno. La clase explotadora cree que si uno no piensa en s í mismo, en tonces le aplastarán el cielo y la tierra. Lei Feng, en el esp íritu tradicional del proletariado, sólo pensaba en la fdicidad del pueblo.

81 Hablamos

de

S talin,

y

el

Emperado r

me re pite ,

text ualmente , algunas de las frases que he le ído, antes, en el folle t o " S obre l a experiencia históri ca de la dictadura del prole tariado" . De 1 ruschov opina, como to dos los chinos que cono c í , que es malo y revisionist a : F u Yi conside ra que las divergencias entre los partidos de l a Unió n Soviética y C hina Popular no son superficiales, sino de p rincipios . Hace una exposi ción detallada de los puntos de vista del Partido Comunista

chino

y

concluye

que ,

de

acuerdo

con la

doctrina marxista, los problema s pueden ser resueltos con lá derrota del re visionismo: El revisionisn10 no puede ponerse

1nuy firnie. No siempre las nubes pueden cubrir el sol.

LA INCOMPARABLE GLORIA Le p regunto si es mie mbro del Partido. No, no es, ¿ Quisie ra ?

¡Oh, el título de con1unista es un título muy noble. Estoy muy lejos, todav ía, de alcanzar esa incompara­ ble gloria. Me falta estudiar mucho más. Debo terminar de cambiar mis ideas, para poder conquistar tan alto objetivo. No todos pueden ser miembros del Partido. Los comunistas sirven de todo corazón al pueblo y a la patria; lo sacrifican todo. Pero ahora yo puedo estar al lado de seiscientos cincuen ta millones de chinos conzpatriotas construyendo el socialismo. Ese es, para 1n í, un verdadero honor. (El inté rpre te , atropellado , traduce " h orno") .

Vivo por mi patria, por 1ni pueblo, por niis hijos, por mis nietos, dice , mientras obliga al cronista a beber la cuarta taza de té de j azmín. S ob re la porcelana, co mb aten dragones .

A principios del 69, pasé un tiempo en los suburbios de R ío de Janeiro explorando, en los terreiros, la religión de pro testa venida del Africa. Es te es el resultado.

7. DIOS Y EL DIABLO EN LAS FAVELAS

En R ío de Janeiro es visible cómo cre cen las " misas negras" en la misma medida en que se hace cada vez más numerosa la población marginal . La " explosión" de las favelas adquiere rasgos dramáticos ; como to das l as grandes ciudades de América Latina, Río de Janeiro sufre la " invasión multitudinaria de b razos provenientes de l as zonas más pobre s del país , cuyas expectativas de trab aj o la ciudad excita y defrauda. El sistema opta por esconder la basura bajo la alfo mbra . Va barriendo las favelas d e los morros, y a punta de ametralladora arroj a a l os fav élados, por millares y millares, lej os de la vista. Los favelados viven mordisquean­ do trab ajo a pedacitos y de cuando en cuando, o cumplen tareas sórdidas o prohib idas : s on sirvientas , ven dedores de limonada, picapedreros o alb añiles o casionales, o casionales electricistas o sanitarios, o pintores de paredes, mendigos, ladrones de playa, cuidadores de autos, b razos disponibles para lo que venga -y lo que viene es siemp re lo peor. Arrancados de la d udad , se les condena a perder la tercera

84 parte del tie mpo disponible y la te rcera parte del dine ro que ganan en el transporte de cada d ía. El plan e mpezó a ponerse en práctica en tie mp os del �ntonce s gob ernador C arl os Lace rda. Ya varias

[ave/as han sid o trasl adadas . Se

anuncia l a próxima re moción de las demás . Va que d ando fuera del alcance de los oj os el espe ctáculo de la miseria que el sistema produce : pronto no se ve rá más que la digestión de l a prosperid ad , en esta ciudad co n doradas are nas a donde va a parar l a riqueza generada por todo el B rasil , y estarán defin itivame nte lejos los e xcre mentos . (De pas o , los mil itares hace n excelentes negocios con l as valio sas tierras que que dan disponible s una ve z prod ucid os los desaloj o s . )

La religión de los malditos A medianoche la catacumba gi mió ,

a 1neianoite a catacunzba ge1neu: quem estava vivo morreu, quenz estava morto nasceu. A me dianoche , a la " hora grande" , la resurre c ción de los condenad os:

" S e levante quien esté

sentado . . . " Los condenados cantan , aúllan, danzan , t ie m­ blan , beben, al ritmo de fieb re y trueno de los tamb ores ; corre la caña y se derrama la sangre de los gallos y los chivos sacrificados . Desde hace horas los dioses y los diablos b aj an y poseen a sus devotos , entran en ellos, los cab algan , el apasionado ab razo de la divinidad arranca aull idos de dolor y de place r a l as mujeres en trance . Sacudidas viole ntas , rostros r ígid os en el éxtasis , te mblore s , cuerpos que giran o se re vuelcan o saltan Gomo l anzados a man otazos por un gigante invisible :

cuan do las convulsiones afloj an y una

campanilla suena desde el altar , eso significa que este cuerpo ha mudado ya su ide n tidad. El " c ab allo" ha sido dominado . La c risis de posesión ha cesado , porque esta nluj e r a quie n colo can un casco d e altas plumas de colores en la cabeza ya no es más ella mis ma: ahora es Ogum Rompe-Mat o , un S an J orge de la selva. Ya no sufre l a violencia del t rance � ahora danza suave me nte , fu ma un in 1nenso clzaru to. otorga bendiciones y da consP.jos y

85 re cetas a los fieles ávidos d e consuelo, vengan za , inmunidad y b uena sue rte . Y esta otra es J ure ma, diosa de la selva , y aquélla es Xango, j ove n dueña del tru eno , y la de más allá es el Cabo clo del S ol y de la Luna . I e manjá, la diosa de las ondas del mar, también ha bajado, y están además aqu í las divinidades caboclas de la Pluma B lanca y la S ie rra Negra y el Manan tial ; las S iete F lechas, las S iete Estrellas, las Siete Encrucij adas. Otros santos ind ígenas y campesinos descien­ de n :

Viramundo,

Caboclo

do

Vento,

Flor do

Dia,

y

B oiadero , e l j inete que mo ra en el desierto y con su lazo arre a, hacia all á , todos los male s . Los esp í ritus de los prime ros dueños de la tie rra del B rasil vagan por el aire y po r el mar : son dioses de la nat urale za, asi milados. a las divinidades africanas de A ngola y el C ongo , las que a su ve z se han fundido con los santos católicos , o son versiones ab o r ígenes de los hab itantes del in fiern o . Una ve z pose ída, l a fil/za do san to s e convie rte en el instrumen to de la divinidad . M uda el tono de su voz y la intensidad de su mirad a : fuma, go zosa, quie n siente asco del tabacp , y be be cachar;a quien sólo prueba, normalmente , agua. J ulia se convierte en Ogum o , mej o r dich o, en su caballo_. Duran te el trance habla Ogum: " Yo monto en J ulia y ella trota" . Después del trance, hab la J ulia : " Cu an do Ogum baj a , pie rdo la concie ncia. Llega Og um Rompe-Mato y es como una campana que me cub re . Yo soy el b adaj o de la campana, él me mueve , la música nace " . E ste e s un terreiro ab ierto entre e l bosque de un mo rro de Río de :T aneiro , en la falda espesa de á rboles de la Pe dra Dois I rmaos. La ce re 1nonia continúa, a la luz de la luna y de las fogatas que arden en torn o . Los ecos poderosos llegan h asta allá ab aj o , donde t itil an las luces al b o rde

del

mar:

esta

t re pidación

es

el

ritmo

que

de

costu mb re acompaña el sue ñ o de la ciu dad . Desde las male zas y las fa velas b ro tan las vo ces y los tamb ores, noche a noche. Fre cuente mente , los ritos se prolongan hasta el a manece r del nuevo d ía .

86

Exu tiene dos cabezas Ahora doña Mar ía, la sace rdotisa princip al , una negra de anchas caderas , pechos amplios y brasas en l os ojos, danza en el cen tro del terreiro, alre de dor de un pequeño c írculo de pie dra . Se detiene con los brazos alzados , delante de un hombre j ove n. El hombre cae de ro dillas; el coro desordenado y vigoroso, canta :

. . . todo mundo b'ebeu todo mundo comeu só eu fiquei sem nada. Ella de rrama un vaso de caña , desde lo alto, sob re la cabeza del hombre j oven . Le revuelve el pelo con l os dedos. Después rompe el vaso contra la piedra. El debe descalzarse y bailar s obre las astillas d e vidrio . Y · después ell a misma baila sobre los vidrios rotos:

. . . abre la puerta del infierno ahora es que quiero ver seten ta y siete diablos. . . Los hombres bailan con los torsos desnu dos, envuel­ tos en hojas de pal ma que les hacen brotar espadas verdes de los cue rpos; los re splandores de las hogueras encienden las vastas fal das de las mujeres y el brill o de las pieles negras empapadas de transpiración. El aire huele al humo del tabaco y a los va pore s de l aguardiente , más fue rtes que los aro mas puri ficadores de la vegetació n . Doña María lanza un alarido, brama como un t oro, gi me como un pe rro , aúll a ; se arroja hacia atrás, y no bien cae la envuelven por co mple t o en una sáb ana blanca. Entonces ell a cruza e l terreiro le ntamen t e . arrastrán dose sobre los musl os y los puñ os � sostiene dos velas encend id as . con las que se va quemando los brazos y la boca mien t ras avanza : reso pla co mo un anin1al he rido . pe ro nadi e puede ve rle la cara . Es Omul ú •

87 quien re pta, cubierto por la sá�ana-mortaj a . Omulú, San Roque en B ahía, San Lázaro en Río de Janeiro , en el norte señor de las heridas, las llagas y las pestes, y aquí rey de las cuevas y los ce mente rios. Omulú no bebe ni fuma ; la espuma de su boca huele a difunto, aunque nadie la ve . La cara es una calave ra : quien la mira, sella la propia sentencia de muerte .

Omulú déée. . . Senhor da terra A totó A baluaié. . . El ritmo de los tambores e s cada vez más frené tico . Pronto llegan los Exus, los diablos, y sus muj e res, las re inas del infierno, las Pamba-giras. Este es el éxtasis más violento � de todos : los brazos, tensos como maderos, se quiebran finalmente contra el pe cho ; las manos quedan crispadas como garras. Es la única divinidad que no " b aja" : Exu llega desde el fondo de la tie rra, y entra por la planta del · pie descalzo:

Pelo pé, pelo pé, Pelo pé que éle veio. Pelo pé, pelo pé, pelo pé que éle vai En las ceremonias del candomblé de Bahía se expulsa a Exu o se le engaña con estratage mas para que se vaya y no moleste ; en la umbanda, macumb a relativamente in stitucio­ nalizada por la clase media, el ritmo se organiza como una batalla contra Exu, el demonio, y todo suele tener el aspecto de una misa católica con epil epsias . En la quin1banda, en cambio, "línea negra" de la macumba, religión de los malditos, medio de autoafirmación y de venganza de los marginados que sobreviven en las favelas y en los suburbios, Exu es el invitado principal : las cere monias se hacen en su home naje, se clama por su pre sencia y sus favores. C ulto del

88 D iablo, s í . Pero cu ri os o Diablo éste , que a la vez contiene 11

cie lo y al infi erno, que es due ñ o del mal pe ro a me nudo practica también el bien y que , b icé falo , es simult ánea­ mente Dios, a su manera :

Exu tiene dos cab ezas y mira su banda con fe: una es de Satanás del infierno, la otra de Jesús de Nazareth. Odia d o y te mido p o r la

unzbanda, " l ínea de Dios" , en

los te mplos de pis o de b al dosa donde a veces se instalan palcos para turistas, Exu es , en cambio, ven e rado por la

qubnbanda, " l ínea del Diab l o" , en los terreiros ab iert os en la intempe rie de los morros o en miserables chozas de lata y mad e ra adonde los t u ristas no llegan . Exu u sa dos co lores, el rojo y el negro (que casualmente son los colores del cua d ro de futb ol más popular de R ío de J aneiro ), y esos col ores definen también a sus esposas, las P omb a-giras : el roj o , de la sangre de los chivos y los gallos que se sacrifican para dar vida y fortaleza a l os enfe rmo s y a los déb iles ; el negro,

de

las

cuevas y los ce me nterios, que señala la

capacidad

de

Exu para

matar

o

para

" amarrar"

una

exist encia a la desdicha ete rna. Exu mora en las encrucij adas ; la higuera condenada por C risto a no dar más frutos es su á rb ol predile ct o . Hay nume rosos Exus, como hay muchas Pomba-giras : Ex ú

C aveira, Exu B rasa, Exu das S ete Encru zilh adas, Exu da Praia, Exu Pime n ta, Exu Veludo, Exu S e te Montanhas , Exu

Tranca- Ruas :

A llá en la encmcijada tienen un Rey, pero ese R ey es el señor Tranca- Canzinos. A llá en la higuera tienen o tro R ey, que es el señor L ucifer, y su R eina Ponzba-gira.

89 Es

co mún

encontrar,

en

R ío

de J aneiro , en las

esquinas de las calles, en los cruces de se n deros, en la playa, o al pie de ciertas higueras secas, los " desp achos" a Exu.

Por lo ge neral, de ntro de una vas ij a de barro don de se ha me zclado harin a, aceite de dende y sangre de gallo, se

dis ponen velas rojas y negras, caña (nzarafo ) que se de rra ma en cruz, cajas de fós foros con los charu tos at ravesados y la

cabeza, las patas y las alas del gallo negro , con plumas roj a s , cuy a sangre se le ha ofre cido : t o d o s e enciende para q ue él

coma, beb a y fu me . Pe ro las o frendas va ría n tan to como los motivos : por ej e mplo� se usan cuad rados de paño negro y velas blancas para pedir a Exu que abra algún camin o que

ha ce rrado ; se e nciende una vela 'quebra d a en dos, apuntan­ do hacia afuera de la en cru cij ada, para desviar los pensa­ mie ntos

ene migos.

Los

home naj e s ,

vo tos ,

p ro mesas

y

pedidos a Exu se re alizan e n las e n crucij adas fe men inas , con forma de + ; las ofrendas a las re inas del infi e rn o , en cambio, en los c ruces masculin os, ce rrados, con fo rma de

T.

El aullido de las voces prohibidas Las apelaciones al infierno son cada ve z más fre c uen­ tes en las populosas márgenes de R ío de J aneiro . O ficial­ me n t e , casi todos los habitantes del B rasi l son católi cos , y católicos

dicen

se r,

en

e fe c t o ,

sin

el

menor afán

de

si mulación o me nt ira , hasta los más fe rvorosos devo tos de

Exu. El culto de la qui111ba11da, muy a 1ne nudo enmas ca ra­

do tras la unz banda " legal" , se extiende por todas p artes y gana nuevos ade p to s cada d ía . Hay u na in finita canti dad de pe queñÓs te1Teiros suburbanos donde se invoca al Diablo y ,

se le o frecen sa crificios , y donde el culto pagan o de los

dioses a frobrasil e ñ os ro mpe t odas las costuras de las camisas de fue rza de la disciplin a que el siste ma quiso i mponer para " do me sticar" estas peligro sas fue rzas cie gas . No es casual que despué s de largos per íodos d e pe rse cución p olicial la

u1nbanda hay a conquistado un status de ,ciert a re spe tabi­ lida d , que la qubnbanda no obte ndrá n i necesita . Algunos

90 de los más importantes te mplos de

unzbanda están re gidos

por ge nerales j ubilados y un vasto elen co d e p ro fe sionales de

clase

me dia.

En

estos

templos ,

los

t rances están

regulados, no se bebe al cohol ni se escuchan tamb o re s , y los generales pronuncian se rmones contra los hechice ros, el pecad o , la in mo ralidad y el mundo conte mpo rán eo : " En Pat ís" , escuché decir, " y a l as muj e re s an dan comple tamente desnudas, con sólo un cin tu rón . Un cinturón y el pelo , nada más . Este mundo pe rve rso está condenado . S ólo

1 44 .000

pe rsonas sob revivirán , y los demás s e rán aniquilados dentro de un plazo de t reinta y un años. Pero puede se r hoy , o puede ser mañana.

Los pecadore s se rán licuados por el

fuego ; que darán todos derre tidos , como en H iroshima. Hay un plane ta que está corriendo hacia la Tie rra . No hay escapat oria para los perve rsos que se llaman " avanza dos" , como esos maridos de ahora que ace ptan que la esposa no vuelva a casa porque algún o tro pas ó y se la llevó" . Esta es la ve rsión textual de una parte del se r món del general re tirado que está a la cab eza del t e mplo en Río.

umbanda de M e ie r,

·

M uy o t ras so n las caracter ísticas de los terreiros más po b res. En éstos, pe rtene zcan a la " l ínea b lanca" o a la "l ínea negra" , practiquen el cul t o caboclo de las divinidades ind ígenas o el de los pre tos velhos de los esclavos de B ah fa , el te rro rismo moral no existe , y l a obra d e las fuerzas d e la na t urale za se cele b ra con alegr ía. Desde lo alto del cielo o desde el fondo del in fie rno, los dioses llegan a es ta t ie rra para bailar, co mer, beb er, fumar, hacer el a mo r y ej ecutar ve nganzas y núlagros en favor de quienes los necesitan . La "l ínea blanca" y la " l ínea negra" de la macumb a suelen pract icarse simultáneamente sin may ores inte rfe re n cias , y Dios y el Diablo se han hecho tan de esta t ierra que h an comprendido

ya

que

son

re c ípro ca mente

necesarios :

" Q uie n manda en el mundo es Dios . . . " , me dij o u n sabio pai de san to, " pero quien manda en la tierra es Exu" .

91

Las hermosas hogueras del infierno La inmensa mayoría de los marginados es de piel negra. Es negra la vo z de esta populosa subsociedad de malditos que clama en los terreiros:

Fuerza africana fuerza bah iana, fuerza divina, ven aca. Ven a ayudarnos. ,

Las ra íces africanas florecen, a través de B ah ía , en tierra b rasileña. Los ritos y los dioses o riginales se transfigu­ ran nacionalizándose : de la costa del oeste del Africa han b ro tado , sin duda, todas o casi todas estas divinidades del bien y del mal , pero han atravesado los sigl os del B rasil y sus sucesivas realidades y se han transformado en los fantasmas vengadores de los esclavos desangrados, los indios extermin ados, los campesinos perseguidos por la sequ ía y por el hamb re , y toda la innume rable pob re gente humilla� da, despojada, olvidad a :

. . . en la calle de la A margura que dio su luz a Cipriano porque trabajaba todo el día, trabajaba todo el d ía, toda la noche, todo el año. S on misas salvajes, fiestas populare s , actos de catarsis cole ctiva , exasperadas expresiones de lib e rtad en las que fe rozmente se goza la danza, el canto , la b ebid a :

Estoy vestido de plunuzs, mi conzpadre, pero no soy pajarito.

92

Quien tuviera cacha c a , por favor, me da un poquito. No sin autoco mpasión :

Oh, Mart ín Pescador ¿qué vida es la suya ? O b eb iendo cachac;a o cayendo por las calles. '

S e h abla con los diose s , la música l o s llama, los lla man las vo ces, y los dioses invaden a las mujeres y a los h o mb re s , dan zan e n e llos,

son ellos, e n u n a comunión violenta que

revuelca a los hijos de las divinidades de la tierra . Se apela a Jesucristo :

Oxalá, padre m io, tenga pena de nosotros, tenga dolor. La vuelta del mundo es grande. . . y tamb ié n a las fue rzas prohib idas :

En la encrucijada hay siete espadas. Una corta el viento en el aire, otra corta las ondas del mar, la otra es para quien tenga fe y las otras cuatro del señor Luc1j'er. Porque

Ay, Dios es bueno y el Diablo no es malo. Salve, Dios. Salve, Diablo. Y sa!Pe a este negro desgraciado, encima de esta tierra fria.



93

Exu e s, en los ritos de los suburbios d e Río, l a síntesis de todas las invocaciones. S ólo Ogum, San J orge , el santo guerrero, se considera con poderes para go bemar sus acciones, pero lo dej a hacer y lo ayuda, hasta le envía mujeres:,

La campana de la iglesita hace delén-dén-dón. Dio medianoche y el gallo ya can tó. El señor Siete Encn1cijadas es el dueño de la Pamba-gira, segura Gira que Ogum le mandó. Se produce una reinvención de Dios, que es creado a imagen de una re alidad maldita y de las innumerables maldiciones heredadas, por los condenados de esta tierra, de generación en generació n. ¿ Qué signos se leen en el cielo de las favelas ? Estos signos son terrestres y por lo tanto pertenecen, frecuentemente , al infie rno. El infierno como realidad y co mo destino que se asume :

Ay, qué hoguera tan linda, la que clarea en el infierno. . . Ay, mi señor de las armas. Ay, dicen que Exu no vale nada pero es el rey, el rey de las siete encrucijadas, mi señor. El Dios de los parias no es el mismo Dios que el Dios del siste ma que los hace parias; al menos no es siempre el mismo . A menudo es un poco Diablo, y a veces es el Diablo a secas.

¡ Yo soy Exu! ¡ Yo soy Exu! Conmigo nadie puede,



94

pero yo puedo con todos. En mi encrucijada soy el rey. S e re curre a las armas del infierno , cielo' de los excluidos. Para las venganzas : el nombre del enemigo en la boca de un sapo, cosida con hilo roj o y negro . Para la prote cción y para la transmisión de las potencias de la vida: l a sangre de rramada de los animales que se sacrifican a Exu .

El extraño culto d e Ma r ía Padilha Pamba-gira, paloma que gira, la re ina de los infiernos, se manifiesta a travé s de diversas identidades. Una de ellas es María Padilha, nacida de los bajos fo ndas de Río. S u culto se extiende a tal punto que e s y a co mún encontrar, en los barrios pobres del norte , maniqu íe s de cera de tamaño natural, que re presentan a María Pa dilha: tacones altos, medias de seda, la falda corta abierta en un taj o que mue stra el muslo, los pe chos saltándose de la blusa, collares y pulse ras, los oj os y la b oca muy pintados, cab ellos de muñe ca grande, una sonrisa grotesca y un cigarrill o con filtro levantado entre los de dos de uñas largas y rojas. Por supuesto , se trata de una divinizació n de la prostituta, elevada a la categoría más alta de la escala de los dioses malditos. Es significativo que sean habitualmente pro stitu­ tas, en la " vida re al" , las sace rd otistas pose ídas por el espírit u de .María Padilha en los terreiros. Sus carcaja das rajan la noche ; no bie n culmina el trance , la rein a del infierno exige bebidas y cigarrillos finos. Como las demás divinidade s, duran te la cere monia atien de consultas, da consej os, resuelve dificultades ; utiliza, ade más, sus particu­ lare s encantos para interceder ante el Diablo en Q eneficio de quien lo ne ce site . C uriosa ve nganza de los cuerpos e n venta. La prostitu­ ció n es, ya se sab e , un subproducto de la virtud; esta

95 socie dad que todo lo compra y todo mente condena los servicios de los mantener in.t actos sus tabúes y bien moral. S e fab rican prostitutas como

l o vende , hipócritaque hace uso para altos sus có digos de se fab rica ropa: son

bienes de consumo ; la ropa usada se tira. Estas mujeres analfabetas, de vidas tan mordidas por la humillación y la miseria, ignoran la rebelión que las reivindicar ía co mo seres humanos en una sociedad distinta, sin tarifas para el amor, pero en cambio se encaman a sí mismas, en una especie de exorcismo al revés , y se proyectan hacia el plan o religioso . Encarnan la misma imagen que el sistema fo rjó de ellas para usarlas y despreciarlas, pero, atención: este autorretrato se imprime en negativo : el objeto de desprecio pasa a ser objeto de adoració n ; la ab o minació n abre paso a la devoción. La prostituta decide que es sagrada. ¿Cre ían que e ra una perra? Soy una diosa. Invulnerable :

A medianoche el cementerio se incendió. La mujer del Diablo no murió. ¿ Un extraño atajo hacia la revelació n de la dignidad? Los papeles se invie rten. Los últimos son los prime ros, y ésta es su catarsis . Se alzan las voces, braman los tambores: " Quien estab a vivo murió , quien estab a muerto nació ...

"

El diablo en persona El enfermo golpea tres veces el suelo co n el pie izquierdo :

Válgame, Vovó Catarino, por el amor de Dios y del Diablo, en estas horas, en este día, desde las profundidades del infierno, con sus siete soldados del portón del cemen terio.

·

96 V ovo C atarino está llegando . Quien l o re cibe ,

pai de

santo e n un humilde terreiro en l a ladera d el C orcova d o , viste harapos roj os y negros y tiene u n t ridente d e hie rro e n la man o . Las convulsiones d e l cuerpo hacen t e mb lar su s cuernos de t rapo , que le caen sobre l os oj os. S ólo las wlas alumbran este cuart o de piso d e tierra y pare des de lat a ; la luz enfe rma proyecta, gigantescas , las somb ras d e los santos, los talismanes y los fe tiche s de los dos altares : el del cie l o , d onde Jesucristo se alza rodeado por S an J orge , las divinidades in d ígenas y los " negros viej o s" , y el alt ar del infierno , en el que los Exus y las P omb a-giras levan tan su s cuernos roj o s y sus

gafos de siete die ntes. El terreiro se

llama Nuestra Señora de la C o ncepción , pero esta herética Virgen M aría es, a la vez, la 1nadre de 1 esucristo y de Exu. Hay un mont ículo de vidrios rotos de b otell a ; una man o los 'riega con alcohol, se encien de el fuego. Vovo C atarino ya está en la tierra . S e sienta sob re los vidrios e n lla mas, b rinca y rie con gozo . Las sacerd otisas , ve sti d as d e roj o , cantan :

El sol ya viene, ya viene, bah iano. El sol ya va, bahiano, ya va. Las ondas del mar batían. A llá viene él, el señor Ca tarino, hechicero de Bah ía. La ce re monia comienza :

¿De dónde es que Ca tarino vien e ? ¿Dónde es que Catarino vive ? El vive en la orilla de la playa, donde el gallo no canta, el pollito no p ía, el niño no llora.

97 C uando al amanece r Vovo Catarino ab an done la tierra, las mismas voces cantarán :

A bran la puerta del infierno. El señor Catarino quiere entrar. Vovo C atarin o pert enece a la l ínea de los pretos velhos, esclavos de B ahía, y es a través de él que el pai de san to d e este terreiro re cibe a Exu. C on su voz ronca, de garganta vencida, Vovo me cuenta que tiene seis siglos en este mundo , me convida para el cumple año s : " Ya no me pued o parar. Por eso trabaj o as í, s entado, y me muevo con la ayuda de mi b uen tridente . Llevo quinientos noventa y sie te años trabajando en esta tierra, para curnplir las órdenes de la Nación de los Infiernos. No, de cuando era mozo no recuerdo nada. Porque ya entonces ten ía muuuuuuchos millones de años de edad" . El lenguaj e es intradu cible : no sólo la vo z parece arrastrarse desde el fondo de los tiempos, sino que ade más Vovo se diviert e trabucando s ílab as y deshaciendo palabras . " ¿S antufricar? Yo presto caridad, pero santufricar, no santufrico . Y o no soy maricón para andar santufrican do. A mí me pueden llamar a cualquier lad o , que yo me arrastro y voy, pero a la puerta de la iglesia, nunca. Eso nunca. ¿Para qué quiero la salvación? " Se prepara la obriga9áo para arrancar la fiebre del cuerpo del enfe rmo : sie te velas negras , siete velas rojas , siete frascos de aceite de dende ; el gallo de plumas negras y rojas, la harina amarilla (fubá} de grano fino . Vovo afila el cuchillo mientras conversa, rie , lanza bro mas cruele s , pin cha con su tridente a los distra í dos, a lo largo de la ceremonia lent ísima. Un sapo gigante vigila la buena marcha del sacrificio :

- Confirma meu servi90, meu sapo. El gallo chilla, desesperado, co mo si supiera que le espera el sacrificio. El sapo se hincha co mo un glo b o : el servicio va bie n . •

-E vocé, minha filha ?

98 - S í, Vovó . Mej or, Vovó . Hoy hace una semana que mi marido no me pega. Repentinamente , el sapo salta de la caja y un hombre lo atrapa, pero el sapo es helado y escurridizo y se le escapa. Alguien pe ga un grito. T odos rien. La ceremonia del Diab lo es la fiesta del morro . Al fin y al cab o , en la favela la frate rnidad no es una idea ab stracta : - ¿ El es tu hermano? -No. -Y ella, ¿es tu hermana? -Tampoco. - ¿ C ómo se puede sab er?

Nadie puede -sentencia

Vov6- . Pueden no ser hermanos de la misma madre . Pero del núsmo padre . . . V ovo C atarino restrega e l gallo contra el cuerpo del enfermo , para arriba y para abaj o, por atrás y p or delante. El enfermo tiene fiebre , tiembla : -El pobre puede comerse con fieb re , igual . Cualquie­ ra se lo come . Hay fiebre de rico , tamb ié n . Pero al rico nadie se lo come . Una vez desplumado el cuello del gallo , el cuchillo se alza para cortar:

-Salve la encrucijada. -Salve. - Salve mi higuera. -Salve. -Salve el cemen terio. -Salve. C atarino chupa la sangre con deleite , largame nte . El enferm o se concent ra . Debe pensar en su enfe rmedad , en el hechizo de que ha sido v íctima, en su salvació n segura . S ólo su cuerpo ha recibid o las salpi� aduras de sangre .

Siete porteras, siete encrucijadas, Catarino es de lo banda pesada. De la banda pesada,

99

de la banda pesada. Siete porteras, siete encrucijadas. Cada pequeño terreiro inventa la música y la letra de muchos de los pon tos que se cantan durante la cere mo nia. Y los pontos son innumerables, se suce den uno tras otro mientras tienen lugar los sacrificios, los comentarios, los ritos destinados a batir las puertas del amor o de la muerte , a ganar corazones, vengar ofensas , reconquistar la salud pe rdida o alcanzar la felicidad fugazmente adivinada por entre las de sdichas de cada d ía. Este hombre que de noche es el Diab lo en persona, de d ía se gana la vida como limpiador en el aeropuerto . Con el tridente en la mano y su gorro de cuernos de trapo es la fuente de aliento y consuelo, el consejero sentimental , el confesor, el curandero que ocupa el lugar del médico inexistente , el profeta y el vengador de la favela. " ¿ Para qué quiero la salvación? " , dice . " Yo no quiero la salvación. Yo quiero quedarme allá en mi infierno , que está gustoso, meu filho. El infie rno es mi casa. Y all í, yo soy el patrón. Nadie me man da" . Vovó va dibuj ando, sobre el piso de tierra , un co mplicado diseño de t ridentes entre cruzados, co n tizas (pemba) negra y roj a . Luego echa pólvora, cuidadosamente, sob re las l íneas. Los fogonazos estallan ; las Pomba-giras encarnan en las filhas do santo: -Allá , en la umbanda de los ricos, las llaman medium. Están vestidas de blanco y el piso es de b aldosa, no se puede escupir. ¡ Ah, t risteza ! Entre largos tragos, continúa su trabaj o . Me anuncia una gran matanza para el Viernes S anto. V arios chivos serán sacrificados, asados y comidos en el d ía del ayuno obligato rio. No por mero desafío, aunque Vovó asegura que la desgracia de un hombre comienza el d ía en que Dios se acuerda de que existe en este mundo cre ado por El para que los homb res sufran. No, no sólo por eso.

1 00 El Viernes Santo los chivos sérán sacrificados,

y los

fieles beberán la sangre caliente del cuen co de la mano. Así, los chivos negros sufrirán el sufrimie nto reservado a los homb re s

y los homb res, todos, serán aliviados .

Y as í fue . El Viernes de Pasión tuvo lugar la gran matanza. La lluvia se abatió, durante toda la noche, sobre la

favela.

Conoc í de cerca la vida breve de los hombres que se pudren los pulmones, en el fando de la tie"a, en provecho de la prosperidad ajena. Drama del altipla­ no, drama de A mérica: el estado puede ser dueño de ciertos recursos naturales, pero, ¿qu ién es el dueño del estado ? Yo ten ía veintinueve años: los bolivianos de mi edad que conocí en las minas estaban en los u mbrales de la muerte. El promedio de vida; en los socavones, es de treinta y cinco años. Pasé la última noche de Llallagua bo"acho y escuchando quenas a la luz de las velas. Cuando llegó el amanecer sonó la sirena de la mina. Los muchachos me pidieron: " Y ahora, dinos cómo es el mar, hermanito ". Esta crónica cuenta mi descubrimiento del pa ís, a comienzos del 70.

8. TODA BOLNIA EN UN VAGON

Las vías están anegadas. Es época de lluvias y de las montañas se ha desprendido una mazamorra de barro y piedras que obstruye el paso durante varios kilómetros. Las vías están an�gadas: no se sabe por cuanto tiempo nos quedaremos aquí, clavados en medio de la cordillera desierta. " ¿ Un día? " "Puede ser" . " ¿ Quince días? " "Puede ser" . No cabe una aguja en el vagón de segunda, repleto de contrabandistas y de contrabando, mujeres

/

1 02

ind ígenas de rostros minerales con sus niños a la espalda, niños de todos los tamaños, gallinas, ovejas a medio desollar, bultos de mercaderías que forman sólidas fortale­ zas inexpugnables todo a lo largo del pasillo. Se sale y se entra por las ventanillas; a las puertas nadie puede llegar. Los vapores del encierro y los pesados olores de adentro ya se han hecho insoportables , después de tanto tiempo de viaje, de modo que yo también prefiero tiritar y me deslizo hacia afuera, como una víbora, por el pequeño agujero. Camino para pelear contra el frío, junto con dos b olivianos y un peruano. El tren no ha llegado aún a la desolación b rutal del altiplano de Oruro ; el paisaje es árido pero todavía hermoso. Las montañas apare cen divididas en franj as ondulantes, perfectamente dibujadas, y en las estrías rosadas, ocres, verduscas y violetas puede uno descubrir las distintas edades geológicas de la roca viva. Una cadena montañosa de granito azul se alza, más allá, contra el horizonte . El viento frío me golpea la cara y pienso que este país podr ía ser la Canaán de América: este país que tiene hierro y manganeso, estaño y antimonio, cobre y cinc y minerales radiactivos, gas y petróleo; este pa ís que todavía . tiene plata, aunque los españoles no dejaron ni una hebra en Potosí, y que todavía tiene oro . "Ninguno con más derecho a las chimeneas" , me dirá Adolfo Perel man, unos días después, en La Paz. Pero no hay fábricas en Bolivia. Bolivia es uno de los dos países más pobres de la pobre América Latina.

"Me dejas en la calle ...

"

Una quinta parte de la población activa de Bolivia carece de empleo . Pero, ¿ cómo medir el subempleo y todas las formas disfrazadas de la desocupación? Cada año, cuarenta mil jóvenes se asoman a la edad activa : el pa ís les niega !rabajo estable . Hay por lo menos un cuarto de millón de bolivianos en el norte de la Argentina: de una promoción reciente de treinta médicos egresados de la Universidad de

1 03 San Simón, 26 ejercen la profe sión en los Estados Urudos. Los vendedores ambulantes, los changadores y lustrabotas, los " comerciantes" d e tres manzanas o un par de zanahorias o cigarrillos sueltos abundan por todas partes; tamb ién la frondosa burocracia enmascara, torpe y pobremente, la desocupación real. El contrabando es una costumb re nacional. Un número infinito de bolivianos vive de la introducción de mercaderías extranjeras al país, por debajo y por encima de las barreras de la aduana. Esta es otra forma de la desocupación que no dice su nombre , y en la misma situación están, al fin y al cabo, las decenas de guardias aduaneros que subieron al vagón donde yo viajaba poco menos que con la tas de aceite colgándome de las orejas, y librar o n con los contrabandistas una larga guerra de gritos, lágimas, empujones y coimas. Bolivia cuenta con sucesivas aduanas interiores, como en la época de la Colonia, de modo que los guardias se multiplicaban sin cesar, estación por estación. Con la misma frecuencia irrumpían, como salidos de las dunas, de las rocas o los montículos de pajab rava, los inspectores del ferrocarril. Una cantidad enorme de alpinistas de uniforme azul trepaba por las torres de Babel de los paquetes y las bolsas y las latas y las botellas y los seres humanos y perforaba sin piedad, con mil agujeritos, los tickets del pasaje . El pobre cartoncito quedaba calado · por estrellas, lunas, triángulos, puntos y toda clase de fanta sías de con trol. La revisión brava del contrabando ocurrió poco antes de llegar a Oruro. Era la tercera, desde la frontera argentina. Cundió el pánico . Alguien avisó que los de la aduana estaban como hormigas, esperando en · la estación próxima. Los resplandores rojizos del poniente relumbraban sobre la vasta estepa helada, gris-verdosa, sin línútes, y le arrancaban destellos que rompían la terrible monotonía de la puna. Era el reino de los angustiosos espacios vacíos, pero dentro del vagón ya no hab ía dónde esconder nada. Alguien me puso un inmenso paquete sobre las rodillas y me dijo : "No se

1 04 haga prob lema, pues puesito . N o e s nada , no es nad a" . Una señora m ae stra que viaj ab a e n la otra punta sufrió un at aque de histe ria: " C on permisito , señora" , le hab í an dicho, y la hab ían se pult ado b ajo un cargamento de lico res de B uenos

A ire s. Ella gritab a y los contrab andist as e xplicab an : " Est a­ mos p ro t e giendo su co mo d id ad , señora" . La arena movedi­ za del gent í o y las mercaderías devorab a las piernas, luego

la cara y después los b razo s y las manos a quien se atreviera a entrar, para disolverse en e lla. Pero los guard ias aduaneros tre p ab an y pasab an. " Estito nomás me estoy llevando . Yo lo unico que te ngo es e ste dulce cito que llevar, nad a más" . Los guardias e ran implacab le s : las mujeres llorab an, los

niños aullab an, los homb res suplicab an, los gu ard ia s mascu­ llaban : " No se nos paga lo que se deb e , no" . A una pobre

viej a que llevab a le che e n polvo le sacaro n los paquetes. El

aire espeso o l ía a comida frita y a meada de niños. " S i yo

ya pagué lo m ío" . " T ú sie mpre quieres p asar sin pagar nada" . " Pero si ya he pagado, no te digo que ya he

pagado . . . " Al otro lado de la ventanilla , los restos de las abandonadas poblaciones mineras pare c ían rµinas prehistó­

ricas; sólo las llamas, rumiando a lo lej o s, estaban vivas. Los

inspectores aduane ro s se peleaban entre ello s ; uno s que r í an

ace ptar lo s doscientos pesos b olivianos de sob re co ima , pero

hab ía uno d uro , intransigent e , que usab a b oina d e guerra contra guerrillas y se cot izab a . mucho más alt o : " Y a basta,

qu ítate, las ó rdenes son estrictas" . Por encima de mí pasó

una india volando con una inmensa canasta de man í bajo el

b razo ; d e sp ué s supe que b ajo el man í llevab a contrabando de

los

vagones

no

revisad os

a los

revisados.

" Es un

amb icio so " , llo rab a una muj e r agarrándose la cab eza ,

" un

taratefío sin alma, e l Góme z" . Otra gritab a que no sean t an

malos, si e s una miseria , sólo para e l pan de cada d ía. �n

ho mbre se prendió de la camisa del in spector de la 1b o ina

verde , inte rponiéndose entre él y una gran caja de made ra : " Esta no , ésta no , hermanit o , por D ios" y e l inspe ctor le

pegab a en e l pecho y él re pet ía : " Esta no , que me dejas en la calle , e n la calle , m e dejas . . . "

1 05 El rico pa ís en harapos A part ir de las j o rnadas heroicas de abril de 1 9 5 2 , B o livia vivió, como se sab e , u n ciclo d e transformaciones

revolu cionarias. Esta fue una etapa muy importan te en la historia nacional. Pero muchas de las tareas han quedado inconclu sas

y

otras,

no

menos

importante s , han

sid o

traicionadas e n el proce so de de scomposición de la revolu­ ción misma. De cada die z b ol iv ianos, seis no sab en , todav ía lee r ; la mitad de los niños no concurren a la escuela . No hay duda de que el M ovimiento Nacio nal ista Revolu c ionario devolvió a los ind ígenas el roto se ntido de la d ignidad ; del lado b oliviano del Titicaca ya ningún indio hin ca la rod illa para d irigirse a un blan co� ni se regalan , alquilan o venden los siervos, con sus familias enteras, de por vida. Pero he visto changad ore s aimaraes, por todo el alt iplan o , cargando fardos hasta con los d ientes a camb io de un pan duro , y mend igos quechuas disputando con los pe rro s las sobras de co mida de los basurale s . G racias a la re forma agraria ha mejorado

v isible mente

la

alimentación

en vastas zonas

rurale s , tanto que hasta ... se han co mprobado camb ios de estatura en los campesinos ; s in e mb argo , el conj u n to de la pobla ción b oliviana consume sólo el 60 por ciento de las pro te ínas y una quin ta parte del cal cio necesarios en ·la die t a mínima , y en las áreas ru rale s el déficit es mu cho más agu d o que e stos pro med io s . No puede decirse en mo do algu no

qu e

la , re fo �ma

agraria haya fracasad o , aunque

todav ía la qu inta parte de las d iv isas de B oliv ia se gastan en importar alimento s del ex tranj e ro . La revolución del 5 2 nacionalizó las minas d e estaño, a rreb atándolas de man os de " Rosca" de la gran ol igarqu ía min e ra. Pero Patiño no sólo cobró una indemni za ción considerable por las minas ya casi exhaustas que su padre hab ía exprimid o , sino que mantuvo , desde Live rpool, el control del e staño ex pro pia­ d o : con la re finería Willians Harvey en su poder, continuó de cid ie ndo el pre cio y el de st ino del min eral b ol iviano . Sólo a mediados de

1 970,

B o livia ha de tener en fu nciona mie nto

1 06 su propia fundición nacional de estaño ; e ste pa ís que no ha podido , hast a ahora , pro ducir sus lingotes, se d a e l luj o , en camb io , de contar con ocho d ist intas fa cultades de dere cho que fab rican va mpiro s de indio s en cantidades industriales. En lugar de la " Rosca" de t e cnó cratas y burócratas que ganan sueld o s se cret os y · en dólare s y sab otean el pa ís con los auspicios del B I D. y de la A I D : cob ran sueldos hasta cien ve ce s más alt os que los de los ob re ro s minero s . Los obreros no alcanzan a vivir 3 5 años, aniquilados por la silicosis y la desnutrición. De cada dos niño s que nacen en las minas, uno mue re antes de apre nder a ca minar. Según el M iniste rio de Salud hay 1 20 . 000 tub e rculosos en Bolivia, de lo s que menos de 1 .000 re cib en atención mé d ica, y 400 .000 enfe rmos del mal de Chagas. S ólo se dispone de un mé dico

por cada 4 .600 hab itantes, aunque de los 7 20 mé dicos graduados en la Facultad de Medicina de C ochab amb a , 600

están t rabajando en el extranjero.

Bolivia ha

producid o desde sie mp re minerales en

b ruto y discursos re finad os. A bundan la re tórica y la mise ria � de sde sie mpre los doctore s de levit a y los e scrit orés cu rsis se han dedicado a ab solve r a los culp�b les de toda

culpa.

Pero una

in me nsa mu che dumbre de marginados

acusa, desde su naufragio , al siste ma entero. B olivia e s el resultado de su propia inse rción en e l siste ma cap italista

mund ial . Es pob re po rque su pob reza ha alimentad o , desde sie mpre , la riqueza de o t ros. La plata de l C e rro Rico de

Potos í nut rió los puj an te s alb ore s del capit alismo europe o , y e n Potosí sólo qu�daron aguje ro s y fan tasmas; cuatro siglos

de spués durante la segunda gue rra mund ial, los " pre cio s democráticos" del estaño , el volframio y la goma dej a ron

a

B olivia la mise ria y la honra del deber cu mplido, y dej aron a la U. S. Steel, la U. S. Rubber y la General i\1otors utilidades

fab ulosas . En su corto ciclo de vida, la revolució n del M N R

intentó

crear

u n capitalismo

nacional :

e n v e z d e una

burgues ía cre ad ora , le nació una cá fila de mercaderes y

1 07 traficantes de divisas. La lib re e mpresa no ha significado otra cosa que la lib re entrega, para los bolivianos. El régimen de B arrientos, surgido del golpe de 1 9 64, rompió en esta dirección, la b arrera del sonido. S ergio Almaraz Paz ha contado, en uno de sus libro s, la historia de la concesión de los desmontes de estaño a la lnternational Minning Processing Co. con un capital declarado de 5 .000 dólares, la e mpresa de tan pomposo nombre obtuvo un contrato que le permitirá ganar más de novecientos millo­ nes.

¡ Aclare la piel ! " Vamos a guardar un poco . Ha de ser dura la noche, con1pañero" , hab ía dicho uno de los bolivianos. Las botellas de singani alc anzaron para todos y ya nos vamos acercando al alto de La Paz con las primeras luces en el cielo y suficie nte calor en el cuerpo . La Providencia me alcanza un diario . Es el primero que leo en siete días. Es un diario de dere cha, de fecha atrasada. Leo un violento editorial contra el gob ierno de Ovan do : "Petróleo b oliviano para las lámparas de Cub a" . Pienso que es una buena anticipación de lo que me espera en la capital. Paso las páginas revisando cuidadosamente, de puro ab urrido, hasta los avisos. Me llama la atención un rostro de mujer; es un aviso bastante grande: " ¡ A clare la piel ! En cuatro escas as semanas, con crema Bella A urora. ¿Por qué dej ar que su cutis oscuro sea barrera en su romance y le impida disfrutar de felicidad? Apl íquese todas las noches la crema Bella A urora . S e asombrará del cambio glo rioso ." Alzo la vista, confirmo : yo soy el único blanco de todo el vagón. R econozco, uno por uno , los rostros de estos homb res duros con los que he compartido, durante el _l argo viaje, la comid a y el trago , las palabras escasas pero suficientes, las horas de naipes y de cuentos, las frazadas viej as. Desgarro el di ario , le prendo fuego . Y con la pequeña antorcha de papel en ciendo un cigarrillo.

Viv í en Venezuela en 1 9 71. Resulta estimulante releer ahora esta crónica: algunas cosas han cambiado, pero no para empeorar. Por en tonces yo no cre í que nadie fuera a nacionalizar el petróleo y el h ierro en ese pa ís. Las cosas se hicieron a medias; pero se h icieron. Siempre pensé que el oficio de escribir fue para m í una buena elección. Como profeta, me hubiera muerto de hambre.

9 . LA CIVILIZACION DEL ORO NEGRO

En proporción a la población, Venezuela es el país que más consume, en el mundo entero, whisky escocés y champaña francesa. Venezuela es � también, el mayor exportador de petróleo para poner en movinúento la maquinaria industrial del mundo capitalista. Ningún país ha producido tanto al capitalismo mundial en tan poco tiempo: en medio siglo ha drenado una riqueza que, según Domingo Alberto Rangel, excede a la que los españoles usurparon a Potosí o los ingleses a la India. De Venezuela proviene la nútad de las ganancias que los capitales norteamericanos sustraen a toda América Latina. Aumentan los impuestos a la Standard Oil y a la Shell y el país fija un nuevo precio a su petróleo ; el cartel pone el grito en el cielo pero rápidamente se calla. De todos modos, el nego cio del oro negro es un negocio de oro puro, y al fin y al cabo

1 10

el petróleo venezolano continúa valiendo menos que hace catorce años, y el nuevo precio es muy inferior al que impusieron los árabes. Por lo demás, hay garant ías: aqu í el gobierno amenaza con nacionalizar todo, menos lo que realmente importa. El petróleo y el hierro no se tocan . Este es uno de los países más ricos del planeta y, también, uno de los más pobres y de los más violentos. Conozco un empresario que usa do�e automóviles, entre ellos un Ch rysler Imp erial para que las sirvientas vayan a comprar la verdura al mercado . Hay trescientos mil automó­ viles circulando por Caracas, una de las capitales más deslumbrantes del mundo, a lo largo de las autopistas que se entrecruzan y se superponen por entre los rascacielos y los puentes y · los túneles. C onozco cocinas que parecen despa­ chos de rriin i stros. Pero abro el diario un día cualquiera, leo : el gobernador del Yaracuy infonna que una niña se ha comido, por hambre , la mitad del dedo meñique , y dice que en el Yaracuy abundan los chicos que parecen de Biafra. La niña que se comió el dedo es de San Felipe , donde nació el presidente Rafael Caldera.

El reino del despilfarro Los balanc ines cabece an sin cesar, desde hace medio siglo, y con sus picos de pájaro s de presa han extra ído una renta petrolera tan fabulo sa que duplic a los recurs os del Plan Mar�ha ll para la recons trucció n de Europ a. Desde que el prime r pozo revent ó a torren tes, el presup uesto nacion al se ha multiplicado por cien, pero la mayor ía de la poblac ión cont inúa tan pob re como en la época en· que el pa fa depend ía del cacao y del café . Contra diccio nes sociale s, cont ra diccio nes region ales : la minor ía privile giada vive en Ca racas, que bien podr ía se r la capit al de Texas; las poblac i ones pet roleras del lago de Maraca ibo, en cambi o, que gener an toda la opulen cia del pa ís, genera n al mismo t it' mpo su prop ia mise ria . ·

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¿Existe otra ciudad en el mundo con tanta capacidad de despilfarro? En Caracas abundan las máquinas enormes y carísimas para producir placer o velocidad o sonidos o luces: uno, pobre hormiga, se detiene espantado ante las máquinas y piensa: " C arajo, cada aparato de estos vale mucho más que yo" . Por dentro, las casas de la clase media y de la clase alta parecen vidrieras de mueblerías, lugares no tocados por la mano humana, escenarios ostentosos del plástico y la estereofo nía. Caracas mastica chicle y pre he re los productos sintéticos y los alimentos enlatados; le cuesta dormir, porque no puede apagar la ansiedad de comprar, consumir, obtener, gastar, apoderarse de todo. En Caracas hay sortijas hindúes de Camaby Street y salmones frescos del Báltico, paté de Estrasburgo, mermeladas irlandesas, dátiles de C alifornia y castañas y caracoles de Francia, quesos de Holanda, arenques escoceses, aceite de Portugal, mantequilla de Australia, perfumes Chanel. Los pañuelos se llaman foulards y son de Pierré Cardin Dior, Givenchy o Yves S aint-Laurent ; si una boutique no los tiene todos, se arruina. El ron na�ional es estupendo, pero no da status: se bebe whisky de Escocia, con agua de Escpcia que Venezuela trae, créase o no, en bolsitas de plástico a través del océano. En las vastas tierras vírgenes de este país deshabitado podría caber, entera, la población de Alemania o Inglaterra; sin embargo, Venezuela importa lechuga y maíz de los Estados Unidos y compra los frijoles a México. Los agricultores venezolanos amenazan con invadir la capital con sus tractores : desde hace diez años no consiguen aumentar los precios de la mayoría de sus productos, pero en cambio deben p agar cinco veces más por los fe rtilizantes y las máquinas. Los campesinos . emigran, éxodo en masa, hacia Caracas. Los extranjeros también han afluido, desde los cuatro puntos cardinales del globo, para hacerse la América: usan la ciudad, pero no la aman. En tres décadas, la población de Caracas se ha multiplicado por siete. Cuando

1 12 estalló la segunda guerra mundial, la capital de Venezuela llegab a nada más que hasta la quebrada A nauco, a un paso del cent ro viejo, y todo lo demás eran p lan taciones de caña de azúcar y cafetales extendidos por el valle . Sobre el suelo de las haciendas brotaron, en una noche y un día, los rascacielos. Del sombrero de copa del petróleo el dictador · Pérez J iménez extrajo la may or red de autopistas de América Latina. La ciudad extiende sus enonn es tentácu­ los de asfalto, que van dej ando en rid ícul ó a los pueblitos incorporados por la fuerza al vértigo de la ciudad en ascenso . Hasta hace poco, en algunas zonas de Caracas todavía los hombres andaban al tranco lento y atab an sus burritos a los ·p alenques. Caracas crece como por arte de magia, con sus avenidas colgantes y sus cemen terios de automóviles, y en la ciudad mandan los Mercedes y los Mustang. La economía del derroche : los gastos de los auto móviles devoran la décima parte del ingreso nacion al de Venezuela . El poeta Aquiles Nazoa protesta, angustiado : " Este es un vasto garaje rodeado de horror y desesperanza por todas partes" . La canción de moda, que todos los caraqueños tararean todo el tiempo, cla ma al Señor. " J e sucristo, Jesucristo" , ruega: " J esucristo, yo estoy aqu í" . Los muchachos rebeldes del Poder 1 oven escriben una carta abierta al Libert ador : ." ¡ Bol ívar, estamos jodidos ! "

Olvidados y violentos En la civilización del consumo no todos con sume n t odo. Relampaguean los últ imos modelos por las avenidas doradas de C aracas y, mientras tanto, más de medio millón de olvid ados, que duermen en chozas annadas de b asura, conte mplan el derroche ajeno. Los ranchos se extienden por las est ribaciones de los ce rros , en las quebradas, b ajo los puentes y en los extre mos del valle donde la ciu dad se asient a . Se anuncia que el gob ie rno tumbará el rancherío de La C harneca para que no. se ve a desde las ventanas del hotel de cuatro est rellas Caracas Hilton.

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A las vastas zonas pobres de C aracas se las llama Barrios; a las zonas ricas, urbanizaciones. Las alturas de los pob res son cerros; las de los ricos, colinas. Los b arrios tienen nombres feos: se llaman La Charneca, Ultimo Tiro , El Guarataro , Caño Amarillo, M onte Piedad, G ato Negro, Barrio Ajuro . Las urb anizaciones, en camb io, han sido bautizadas con delicadeza: Bello M onte , Las Delicias, C ampo Claro, Coun try Club, El M arqué s, Prados del Este , B ello Campo . Los ricos se van corriendo hacia el este d e la ciudad , a medida que la chusma invade las calles antes clausuradas de las urbanizaciones. Los nlarginados son cada vez más; los integrados, cada vez menos. Esta es una invasión : el pob rerío avanza en alud. De los 1 3 5 mil jóvenes que cada año asoman al mercado de trab aj o en Venezuela, apenas cincuenta mil consiguen emple o. A fines del siglo, estiman los té cnicos, las tre s cuartas partes de C aracas estarán ocupadas por los ranchos. Los muchachos constituyen la mayoría nacional . La mitad de los venezolanos tienen menos de die ci o cho años de edad. Y más de la mitad de los niños y los adolescentes no reciben ningún tipo de educación. En los ranchos, prol íficos lechos de los pob res, la proporción de los j óvenes .. sob re la pob lación total es aún más alta. Al atardecer de cada domingo los barrios pob res contienen la respiración: vuelan las patas de los caballos en el hipódromo de la Rinconada y la televisión y las radios transmiten las carreras. El " cinco y seis" es un siste ma de apuestas que constituye un rito nacional. Se apuesta desesperadamente , para " salir de ab ajo" . Todos apuestan, pero los que salen de abajo se cuen tan con los dedos de u na mano. Los ranchos son violentos. ¿ Qué queda, salvo la rab ia? C aracas, toda, es una ciudad violenta . La ciudad se convie rte en una estructura de la represión: hay que poner a salvo a la minoría integrada, frente a una mayor ía creciente de excluidos con ganas ciegas de lanzarse al asalto. El C ódigo Penal prohib e la portación de armas, pero se esti ma que hay unas trescientas mil personas que tienen revólveres

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o pistolas. Ya las que rellas personales no se dirimen a golpes de puño. Los ranchos se hab ían alzado contra la dictadura de Pére z J iménez. Continuaron, de spués, en la in su rrección abierta. C ada barrio pobre era una casbah en armas : en los tiempos de Rómulo Betancourt , la policía no pod ía atravesar la cotidiana lluvia de piedras y de b alas. En los muros de El Guarataro o del b arrio 2 3 de Enero pueden verse todavía las mordeduras de la metralla de los agentes del orden. Se peleaba d ía y noche, todo el tie mpo : 1 96 1 , 1 9 62, 1 963. H oy, el fracaso de la izquierd a también puede medirse en el silencio rencoroso de las barriadas. La violencia se ha he cho individual , l a furia ya no se desata cole ctivamente sino que estalla en los conflictos privados. Los vecin os se matan entre s í ; los rebeldes se transforman en delincuentes comunes. Los b arrios voltearon a Pérez J iménez hace más de doce años; hoy lo adoran . La gen te ya no cree en los pol íticos, ni en la pol ítica. A falta de alternativas de futuro , p ara negar el presen te los pobres de Caracas se re fugian en el pasado. Quieren que vuelva el dictador. Curiosa mezcla de la cultura del petróle o y de la cultura de la pobreza. Los j óvenes marginados de los b arrios de Caracas b ailan música pop y usan camisas sicodélicas, y en los ranchos más pobre s hay antenas de televisión . El b o mb ardeo de la publicidad se descarga desde las pantallas de veintiuna pulgadas; las caras sonrientes venden el amor a la mamá y el amor a las salchichas Mayer: " Felicid ad es darle una flor a mi mamá. F elicidad es tener un millón de salchichas, comerme ve in te y vender las de más" . La Celanese Corporation fabrica pantalones de petróle o , blue jeans de fib ras sintéticas, y estimula en sus avisos la furia de los muchachos, incluyendo a los millares y millares de muchac hos pobre s a los que la sociedad condena a la desocupac ión y a la delincue ncia : " Rebélate" , les aconseja por televisión . "Compra tu reb eld ía comprand o pantalone s Lois" . Una mano cae como un hacha y parte la nuca del

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enemigo : la cá mara enfoca la muñeca del matador: " L os hombres de verdad usan relojes Tisso t" .

Quimera y realidad del petróleo El lago de Maracaib o es un bosque de torres. Los balancines, negros pájaros de presa, hunden sus picos hasta lo hondo de los pozos. No sólo hay balancines dentro de las armazones de hie rros cruzados que pueblan el lago . Se encuentran balancines hasta en los fondos de las casas y en las esquinas de las calles de las ciudades que brotaron a chorros, co mo el petróleo , en torno al lago y sus riquezas de fáb ula. Desde hace medio siglo nacen y ml;leren en las orillas las poblaciones petroleras al servicio de las necesidades de mano de obra de la Slz ell o de la Standard Oil y ºal vaivén de los planes de producción de las e mpresas. Los obreros petroleros andan en Mustang resplandecientes , pero cada vez son menos. · En poco más de diez años el número de obreros y empleados ocupados por las empresas se redujo a la· mita d : de cuarenta mil a veinte mil en toda Venezuela. Apenas veinte mil personas bastan para poner en funciona­ miento las fuentes de la mayor prosperidad de América Latina. ¿En beneficio de quién? El Congreso venezolano ni siquiera ha discu tido jamás la nacionalización del petróleo. " Estás loco" , me dijo un diputado poniéndome la man o en el hombro. " Meter esa vaina all í significar ía la enfermedad general" . La e mpresa petrolera del Estado languidece en la� somb ras. Cuando el gobierno dispone de recursos extras prefiere proyectar un segundo piso para la autopista del es te de Caracas. A la Corporación Venézolana del Petróleo no se la menciona jamás. En 1 9 8 3 vencerán la mayoría de las concesiones petroleras, y desde aho ra se prepara la coarta­ da : el Estado no tendrá fuerzas ni capacidad ni organización alguna para hacerse cargo de un asunto tan complicado . Los secretos de la tecnolog ía . . .

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Mientras tanto, utilizando el torpe disfraz de los contratos de servicio, se entrega a varias filiales del cartel, con alegre impunidad , una vasta extensión del sur del lago de Maracaibo , para que exploten all í el petróleo previamen­ te explo rado a costa de los fondos púb licos. Se fij a un nuevo pre cio al petróle o venezolano, es cierto, pero este nacionalismo tiene las pie rnas muy cort as. El petróleo venezolano sigue resul tando muy barato: más barato que el de los árab es, más barato que el de los Estados Unidos y más barato que el propio petróleo de Venezuel a en 1 9 5 7 . La dependencia se micolonial no sólo arde en contra­ dicciones sociales y no sólo somete la su�rte de un país a la voluntad de otro . Dentro del pa ís so me tido se reproduce la estructura internacional del despoj o . Las empresas petrole­ ras se han llevado de Venezuela diez mil millones de dólares lib res de polvo y paja en ganancias netas confesadas en sus balances. Y o tra fort una, secreta, bajo cuerda. Pero a su vez Caracas expl ota a toda Venezuela y sobre todo al lago de Maracaibo. De all í proviene el luj o de nuevo rico de la capital : la ostentación nace , como sie mpre , de la pob reza . En Venezuel a ninguna ciudad h a engendrado tanta riqueza como Cab imas. Pero Cabimas ni siquiera tiene cloacas. Cuenta apenas con un par de avenidas asfaltadas. Cabimas es un vasto pantano , lleno de chico s panzones y descalzos. Después de exprimir a Cabimas duran te med io siglo , Rocke felle r la abandonó y hasta hizo demole r las casas de la e mpresa . Dejó nada más que los esqueletos de hie rro y ce mento armado junto a los pozos muerto s. La hist oria de Cabimas es también la histo ria de muchas otras poblacion es pe t roleras, y pre sien te la historia de todas las demás, mise rab les, oscu ras , bril losas de pe t róleo, nacidas para mo rir. La renta mult imillonaria que generan se eva de lejos, en gra n pa rte , y en gran parte va a para r a las mand íbulas sie mpre ab iertas de Caracas. E l gob ie rno nacional. que reside en C aracas, proh ib ió las canciones que h r0 taron con rabia d u ran t e las ce leb racio-

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nes de fin de año en Maracaibo. Las voces pedían a la Virgen del pueblo, a La Chinita: Y por eso el soberano, cantándote noche y día, va implorando, Madre m ía, que por Dios metáis tu mano: Ven a salvar tu pueblo zuliano de cen tralismo y hurgues ía.

A l fin de la Semana Santa de 1 9 71, viajamos a la selva del Guaniamo con mis anzigos venezolanos A rna/do y Daniel. A h í nos quedamos presos de las lluvias y la falta de dinero. Volvimos a Caracas con el parásito de la malaria en las venas. Dos veces me atacó: la segunda vez me llevaron medio muerto al hospital, volando de fiebre y con la cabeza que se me part ía. Cuando desperté del delirio, me sorpendí de estar vivo y no me arrepentí de nada. Las minas de diaman te hab ían valido la pena.

1 0. CRONICA DE LA

FIEBRE DE LOS DIAMANTES

Vienen de todas partes. Los mineros se abren paso selva adentro a golpes de machete , cada cual cargando a la espalda una pala, una suruca, una barra y un balde . Vienen de la Gran Sabana, del Caroní, de R ío Claro, de Playa Blanca. Súbitamente, la selva del Guaniamo se ha converti­ do en la principal fuente de diamantes de toda Venezuela . . Pero no sólo vienen los venezolanos. También los colombia­ nos, los brasileños, los trinitarios: hombres de rostros duros, sin documentos ni apellidos ni ganas de hablar del pasado. Brotan los campamentos en un golpe de dados. Aquí se mezclan el primer día de la Creación y el último día de la Civilización: las culebras duermen bajo las hamacas, y en las

1 20 hamacas los mineros fuman Lucky Strike. Este es un escenario del descubrimiento y la conquista de América, con Diego de Ordaz resurrecto, con espada y coraza, pero está iluminado por las luces chillonas del neón y el estrépito de la música de moda aturde los o ídos desde las máquinas pasadiscos Wurlitzer. Los pueblos nacen y mueren sin que les quede tiempo para figurar en los mapas. Saltan de un punto al otro de la selva, al ritmo que les marcan las sucesivas "b ombas" del diamante . " Revienta otra bulla y no nos ponemos a pensar si estamos instalados, con casa y eso. Agarramos lo más . propenso y nos largamos. Nunca pensamos en el fracaso" . Malavé es minero viejo. Lleva muchos años recorriendo el esfado Bol ívar, a la búsqueda de las duras piedras resplan­ decientes. Malavé respeta a los diamantes. Cree que tienen misterio y que son muy poderosos. Para la persecución de los diamantes, los mineros se dejan guiar por el canto de ciertos pájaros y por algunos signos favorables en las arenas de los ríos o en el fondo de la tierra. También se dejan guiar, a veces, · por los sonidos o las imágenes de los sueños. Los diamantes se muestran, huyen, reaparecen ; hay mineros que dicen, como Malavé, que los diamantes brotan igual que las plantas. Un ejército de putas, tahures y mercaderes acompaña la peregrinación de los mineros. La " zona roja" se organiza al mismo tiempo que se alzan las primeras casuchas de madera y lata y techo de palma y mientras se abre un claro en la maleza para que desciendan los helicópteros. Los pueblos del diamante no tienen cementerio, ni farmacia, ni iglesia, ni hospital, ni escuela. Se llaman, por ejemplo , Sabañón o Tiro Loco, Resbalón del Diablo , Los Bigotes del Gobernador. Uno de los campamentos fue bautizado El Veinticuatro, en homenaje a una hormiga gigante que lo deja a uno loco por veinticuatro horas. Otro se llama Pelapatrás, porque hasta all í llegaron muchos mineros que luego se volvieron, robando burros o caballos, sin aguantar más allá la marcha a pie por las serranías hostiles. El Caracol

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nació en julio de 1 970 y duró hasta ab ril de 1 97 1 . Llegó a tener cinco mil habitantes a la hora de la euforia. Ahora está . abandonado . La Salvación b rotó en octub re del año pasado . En este momento es la mina de diamantes más importante de Venezuela. Es, también, el principal fo co de paludismo de todo el país. U n minero la bautizó La Salv ación, porque ya en las demás minas las cosas andaban mal cuando se descub rieron los diamantes en estas queb radas y estos cauces. Ya los mineros no sacaban ni para la comida cuando la S alva ción apareció.

El delirio de los precios Hay diamantes,. dicen, hasta en la grava con que están cub riendo la pista de aterrizaje. El minúsculo aeropuerto de La Salvación también sirve de cementerio a las avionetas que despegan o aterrizan mal. En Semana S anta se cayó una porque , según dicen, el piloto se olvidó de ponerle gasolina: quedó clavada de pico e ntre los árb oles. El viento hace lo que quiere con estos Cessnas de j uguete, pero las empresas cobran los pasajes a pre cio de oro y, al fin y al cab o, no hay otra manera de entrar o salir. Gracias a las avionetas, por lo demás, han baj ado los precios en La Salvación . Antes, cuando hab ía que trae r los alimentos y las bebidas cargándolos a la espalda a través de las sierras, una aspirina costab a medio dólar. Cuando por primera vez baj ó un helicóptero a la mina de El C andado, los mineros lo asaltaron como buitres : tra ía dos reses . En menos de cien d ías un comerciante ganó el equivalente a 1 5 0 mil dólares. Ahora los pre cios están b ajos en La Salvación, y aqu í eso significa que un diario de la semana pasada o una lata de cerveza cuestan cuatro ve ces más que en C aracas, que la leche es seis veces más cara y el arroz y el café valen diez veces más. El precio del ron es doce veces más alto que en la capital, y el de la gasolina, cuarenta veces. Lo único gratuito son las enfermedades que abundan ; b asta con probar el agua del río para infe ctarse el intestino, y la picadura de cie rto

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z2.ncudo alcanza para que lo asalte � uno la malaria, la fieb re hirviente y helada que los mineros aceptan co mo si fue ra la voluntad de Dios. Hay un solo méd ico en La Salvación. Parece un evadido de S ing Sing y muchos d udan de su t ítulo . No se sabe cómo vino, ni por qué . Pero cob ra cuarenta dóla res por poner una inyección de estreptomi­ cina. No le falta clientela. La basura y las moscas colab oran . Los mineros se quejan de los comerciantes y los co merciantes se quejan de los guardias. No se otorgan pe rmisos legales para vender bebidas, pero en La S alvación hay un bar al lado del otro . Los guardias cob ran, por su propia cuenta , un impuesto que ellos mismos fij an y que no sale de sus b olsillos. Los mineros beben ríos de cerveza y ron ; también brandy y whisky escocés, a precios de fábula. Los bares consisten nada más que en un mostrador de lata o madera . No tie nen paredes, porque en la mina no existen las pa!e des. Una cortina de nylon protege la intimidad de los locales donde se hace el amo_r. Cuando las damas se pelean , se tumban las pare des a navajazos. Los mineros son hombres sin mujeres, y tam p ié n el amor les sale car ísimo. Por unos minutos, las profesionales especializadas cob ran el equivalente de cuarenta dólares.

Ser Rockefeller por una noche El negro Barrabá s ab rió , hace trein ta años, la época del di aman te en Venezue la. Encontró un diaman te pu ro del tamaño · de un huevo de paloma. Hay versiones que aseguran que el diamante de Barrab ás se vendió en medio millón de dólares en los Estados Unidos. A él le pagaron mucho menos. La mañana que encon tró el diamante, Barrabás no hab ía podido desayunar: no hab ía encontrado quié n le fiara . Después, Barrabás se convirtió en materia de leyenda. No sólo en la mina El Polaco : en toda Venezuela. En Caracas, allá por la época del general M e dina, Barrab ás fue todo un personaje. El dinero le huyó de las manos. '

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Ahora está en I cab arú, una mina perdida en la frontera, muy pobre y muy viej o. Es lo habitual. Para el minero la fortuna tiene alas. En la mina Abequ í, de ia Gran Sabana, el minero Pariaguán salió de la oficina del comprador de diamantes con un so mbre ro cargado con 1 06 mil bol ívares (unos 2 4 mil dólares) . Se metió en el bar Tibiritábara, de C iudad B ol ívar, y emergió de all í veintiocho d ías después con los bolsillos vac íos. En la mina Agua Negra, el minero Paleta ob tuvo 1 60 mil bol ívares a cambio de un frasco de sal de frutas lleno hasta el tope de diamantes puros. A los noventa d ías tuvo que pedir para el pasaj e . Más recientemente aqu í, en la zona del Guaniano, un minero recibió doscientos mil bol ívares por un conjunto de buenos diamantes recogidos en El Caracol. No le quedó dinero ni para comprar una cuerda y ahorcarse. Del que tiene un buen hato de diaman tes en la mano se dice que está " embobado" . Es el que paga todo, a todos, y no se arrepiente . " La vida del minero es una vida perra" , me explica uno que anduvo de ' buzo explorando el río Caron í durante dieciocho años. " Pero en la vida del minero hay un compañerismo muy grande. Si yo encuentro un dia man te que vale dos o trescientos mil bol ívares y toditos los que estamos aqu í estamos j odidos, pues hay que darles a toditos para la fies t a. Y a la mañana siguiente amanecemos limpios. Pero bueno, hemos gozado un rato. Así es la vida del minero . Es el comprador quien gana. Esos toman también, pero cuando ellos se beben mil bol ívares, los co mpradores, es porque le han robado a uno dos mil" . Este ho mbre ya no es minero de agua. Dice : " El cuerpo ya no me da" . Nació hace treinta y tres años. J unto a la "zona roja" operan los compradores de diamantes . Llevan un 3 8 al cinto y andan con el ceño sie mpre fruncido, pegado el ojo a la lupa poderosa que delata los puntos negros de grafito del diamante imperfecto. Usan unas balancitas que parecen de juguete , y en sus

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pequeños mostradores, arma dos uno al tado del otro , triunfa o se deshace la esperanza de los mineros. Los descub ridores de las minas del Guaniamo no sab ían nada del oficio. Nunca hab ían visto una suruca, el cern ido r de tres filtros donde se la �a el material para que los diamantes queden , separados por su propio peso , visibles en el cent ro de la trama. Eran campesinos, peones que llevab an una vida de esclavos recogiendo los frutos de las sarrapias, durante tres mese s en las montañas, y que pasab an el resto del año trabajando en las haciendas sin saldar jamás la deuda de la comida. Ellos consiguie ron much ísimos diamantes - por casualidad , al prin cipio ; luego buscándolos encarnizada­ mente- , y los compradores se los pagaban en b illetes chicos, de a cin co y de a diez bol ívares, para impresionarlos con el montón . El infierno y la gloria La galle ra es un círculo de palos. En el centro , el reñidero. Un gallo zambo pelea contra un gallo pinto : se arrancan los oj os a picotazos, se deshacen a golpes de espuela. Los mineros arroj an b illetes a la arena mientras los gallitos saltan, alete an , se acorralan el uno al otro , caen y se levantan y vuelven a cae r y a levantarse . " ¡ Veinte a diez al zamb o ! " " ¡ Voy al pinto, voy al pin to ! " Aumenta el griterío y aumentan las apuestas. T ambién el juez de la contienda apuesta fuert e . Y el guardia , que grita con el puño ce rrado . Los mine ros son fanáticos de los gallos. Por supuesto, la riña de gallos dese mboca siempre en riña de ho mbres y muchas veces la fiesta termina mal . Me ha tocado sentarme al lado de La JYena, que tiene diecinueve años y es lind ísima. Ha venido desde La Guayra, hace al gunos tneses, y ya dispone de una nutrida cuenta b an caria en Cara cas. Mientras el gallito pinto agoniza, con la cabeza bañada en sangre y una pluma del enemigo en el pico , La Nena me cuenta, mue rta de risa, la t ragedia de su vida. En

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una sola noche de amor La Nena gana más que un funcionario público en un mes de trabajo. Los gallos, las mujeres y el trago : éstos son los desquites de los mineros. Son, también, l as bo�as abiertas que devoran todo lo que los mineros ganan. H abría que agregar los naipes y los dados, que los tahures manejan con manos mágicas. A veces los mineros apuestan b illetes, a - veces diamante s ; una vez alguien , según dicen, apostó la vida, y l a pagó . El diamante viene en aluvión o en veta. El minero hunde las piernas e n el agua durante largas horas, d ías, años, o se introduce en la tierra cavando agujeros como un topo . A veces, ahí en las profundidades, se apaga la vela por falta de oxígeno, y a veces también se apaga el minero y ah í se queda. O se le desprenden, sob re· l a cabeza, piedras o tierra del techo del túnel que está cavando : en las minas del Guaniamo hay coñac Hennesy, pero no existen los cascos de protección para el cráneo . . Hay aguj eros por todas partes. A los costados de los callej ones que las hileras de los ranchos van improvisando, o en medio de l a maleza ; a cuatro metros de los mostradores de los b ares o muy lejos de los campamentos poblados. En lugares inhóspitos, entre l as pestes y las alimañas, duerme a veces el diamante : hay que perseguirlo en los d ías calientes y en las noches heladas. " Para él estar, no necesita tierra bonita" . El minero pasa la vida arañando la tierra con las uñas. Para muchos , los años se suman, sin suerte, a los años. " El diamante es poderoso . En la historia no se ha conocido nada más poderoso" , opin a el minero M alavé. " Han querido hacerlo sinté tico, pero no han podido. No hay forma de que nadie lo pueda imitar" . Y es una piedra misteriosa. " H ay personas que tienen sangre para el diamante ; otras, no . Precisamente , yo soy uno que poca sangre tengo para ese señor. Y tiene que haber un misterio en eso. El diamante es una piedra muy . . . " Y resume : " Y o le tengo un gran respeto" . A menudo ocurre que la lupa, implacable, revela '

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el fraude : lo que parecía un diamante, transparente, compacto relampagueante de luces, no es un diamante. Es un " casi casi" . ¿Y los que tienen .suerte? · ¿Los que tienen " sangre" para un diamante puro? La estirpe de los Barrabás no han conocido mejor destino que los infelices que indagan las minas sin respuesta. Los anillos de b rilla ntes resplandecen en las manos de mercaderes, pero el minero es un hombre desnudo . Poco dura su venganza de pobre : su delirio se desvanece antes del amanecer. Una noche hab ía­ mos quedado atrapados por la lluvia torrencial debajo de un cobertizo, y una viejita sabia, muy conoce dora, lentamente dijo : " Al lado de la gloria está el infierno. Uno da un pasito y cae" . "El minero tiene radar" , dice el minero. Dice que conoce las claves secretas del lenguaje de los pájaros. Pero también se pierde fácilmente. Aquí rueda el dinero como .en ninguna otra parte. ¿De qué vale? Todos estos hombres han venido alguna vez para irse. Al principio, el minero es un campesino o un- obrero desocupado que acepta esta vida como una penitencia o un tiempo de espera. Después se acostumbra. La mina lo devora, se apodera de-él, le ata las piernas. Al fin y al cabo, él sería un extranjero en las ciudades, no menos hostiles que esta selva aunque no tengan malaria, y el campo sólo le ofrece la rutina de una vida miserable. Este es, en cambio, otro mundo. Aquí no hay nada más real que la fantas ía.

A hora están muertos casi todos los hombres que conoc í, -en 1 96 7, en las mon tañas y las ciudades de Guatemala. A quel año fu.e una larga noche de San Bartolomé. Con métodos de "guerra sucia ", sin uniforme y cumpliendo horas extras, el ejército y la polic ía asesinaron una multitud La carnicería hab ía empezado con la invasión de Castillo A rmas, entre­ nado, financiado y equipado por los Estados Unidos, en 1 954. La lucha por la libertad y la tierra no ha cesado en ese pequeño pa ís, a pesar de toda la sangre, y esta crónica debe leerse, ahora, como un homenaje a los muchachos que al caer abonaron el suelo. A todos salvo a Rocael, que fue el traidor: en su memoria escupo.

11. GUATEMALA EN LAS BOCAS DE LOS FUSILES

Hemos hecho un alto, me he vaciado el resto de la cantimplora sobre la cara. Llevamos unas cuantas horas caminando, caminando y caminando , arriba y ·abaj o por. las sierras ve rticales, ab riéndonos paso dentro de los bo sques húme dos y densos a golpes de filo de mache te . No estamos lejos de la costa del gran lago ; con la primera claridad que anuncia el d ía se delatan, desagarrados, los velos de neblina que pare cen colgar, como anchas lianas ondulantes, de la

1 28 espesura . Tengo ve rgüenza porque tengo fr ío : camin ar, aunque los músculos de las piernas estén duros como puños, es mejor que intentar inútilme nte dormir sob re el follaj e , sin nada para cub rirse y l a transpiración helándose sobre el cue rp o . En camb io, no hay una gota de sudor en los

cuerpo s de mis aco mpañantes , y para e ll o s no cuentan el frío ni e l sue ño . Esta ve rgüenza que siento , intoxicado ciud adano sin expe riencia de intemperie , es una anticipa­ ció n _de la que sentiré cuando lleguemos al campamen to que

César M onte s y un pe queño núcleo de guerrilleros han improvisad o en algún rincón del oeste de Guatemala en estos primeros meses de 1 96 7 : frente a este puñado de

muchachos que viven muriendo y matando por la revolu­ ción se ré , como dec ía no sé quién, " un grave caso de

virginidad" . Hemos d escendido una montaña y ascendido otra, y así muchas ve ce s : no e s fácil ub icar a esta p atrulla,

movilizada en misión de exploración muy lej o s de su zona

tra dicional

de

operaciones.

El gu í a,

un

indio

sie mp re

callado, nos ab andona por uno s instantes : trepa la cuesta

hacia la cumbre , cerrada de maleza entre los altos árbole s , para

ind agar

cie rtas

se ñ al e s

e n las

montañas ve cinas.

Encendemos cigarrillos mis dos aco mp añ antes, dos guerri­ lle ros, y y o . Estamos sentados sob re troncos ca ídos, en un

,.pe queño claro. Alguien cuenta una b roma. A spiro el humo,

descub ro que e l cansancio no me cierra los párpados ; quizá

porque la noche no ha terminado de irse y el fr ío es todav ía

más fue rte, aqu í en lo alt o , que el cansan cio . El gu ía vuelve con buenas noticias. No nos qued a más que una hora de marcha . Nos echamos nuevamente a andar. A cie rt a altura , el

indio señala· vagamente h acia un costado , dice : " Es ah í , ah í

cerca" . No se ve otra cosa que selva e spesa. Seguimos

caminan do en silencio. Ahora, puede ve rse el cielo hacia orie nte . Parece que cele b rara algo , e l cielo . Algo co mo su

pro pio sacrificio : amanece .

B ajo su tienda de campaña, C és ar Mont es e stá leyendo la e nc íclica de Pablo V I , Popu loru m Progressio. E cho una hojeada al azar : " . . . los campesinos adquie ren la

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conciencia de su miseria no mere cida . . . el escándalo de las disparidades hirientes . . . " C ésar me guiña un ojo : " El Papa es más inteligente que la derecha guatemalteca. Aquí ves có mo explica clarito las causas de la violencia" , dice . Basta leer las cifras oficiales, asomarse a las escasas estad ísticas. Quienes acusan a los guerrilleros de haber disparado el primer tiro no sólo olvidan , cómo damente , que el imperialismo ab atió por la violencia, en 1 9 54, a una revolución pac ífica de honda raigambre nacional y popular en Guate mala. Olvidan también, y la gruesa o misión no es por cie rto involuntaria, los impunes asesinatos de la miseria: de cada diez mil niños que nacen vivos en este pa ís, 1 .200 mueren antes de los cuatro años, y de los que no mue ren, casi to dos que dan condenados a sobrevivir una vida sin escuela ni zapatos, ni leche ni domingos ni juguetes . A pesar de las poderosas ofensivas militares de los últimos tiempos, las guerrillas, lejos de haber sido extin guidas, se han dise min ado más allá de las regiones que controlab an, donde sólo aparente mente han perdido influencia, , y están organi­ zando nuevos frente s en nuevas zonas. Su profundo arraigo entre los campesinos no obedece únicamente al hecho de que los peones analfabetos puedan sintonizar la voz rebelde de Radio Habana sin dificultades, mediante cualquier receptor, sino que es el resultado de largas experiencias propias de sufrimiento y traición. Un litro de leche equivale a dos d ías de trab ajo p ara un campesino de Alta Verapaz ; el salario de t res d ías es el precio de medio kilo de carne. Antes de incorporarse a las guerrillas, Rocael e ra soldado. H a hecho su propia experiencia en la represión violenta de manifestaciones estudiantiles. César M ontes también, pero el otro lado. Ahora, el soldado y el estudiante se encontraron, comp arten el peligro y las esperanzas comunes, eluden juntos el acecho de la muerte·. Rocael tiene 3 6 años. C ésar 2 5 . " Este e s el más anciano . Hasta reuma tie ne , ¿eh, Rocael? " Las bro mas, compañeras insep arables del guerrillero : hay que cuidar la alegr ía,

1 30 conse rvarla y renovarla como al agua en las cantimploras, e l necesario puñado de sal o las b alas en la s tolvas. Como dice César : " M ás vale morirse contento, ¿ no? " Los jefes de las Fuerzas Armadas Rebeldes son tod os muy j óvenes. -Manzana, que entró a la montaña a los 1 7 años . . . - ¿Manzana ? - S í, as í le decimos porque es muy coloradito . Manzana tiene veinte años ahora, y es el comandante d e la zona más al norte de la sierra de las Minas, cerca de Teculután . Camilo S ánchez tiene 24 años, lo núsmo que A ndrocles, que así se llama porque es igualito al del león: ellos también son comandantes en otras zonas. - ¿Son estudiantes la mayor ía de los guerrilleros? -No, no . En la montaña tenemos pocos estudiantes. La mayor ía de los guerrill e ros son campesinos del lugar donde se opera . En las guerrillas � e Ma nzana no hay ni un solo est udiante . A César Montes l e dicen El Ch irís, una palabra guatemalteca que significa el muchachito. Pequeño, flaco , de · rasgos delicados : " No me pid as que te ponga una cara temible para la foto, porque nadie nos cree r ía" , me contesta sonriendo . Telegráfica historia de un rebelde : a los trece años, expulsión de un colegio católico , explosión de rabia p or la ca ída del gobierno revolucionario de Arbenz; a los dieciocho, las manifestaciones estudiantiles, los compa­ ñeros desarmados que cae n desangrándose, la cárcel por primera vez; a los veinte, la suert e está e chada, el desafío aceptado, la violencia elegida ; es el tumo de la sierra : caminar hasta desmayarse, con los dientes apretados, sin exhalar una queja ni pedir nunca tregua. A los veinticuatro años ya era el jefe de uno de los más importan tes movimientos guerrilleros de América. Se dice que hasta las serpientes lo respetan, como se dice que Yon S osa, comandante del otro frente guerrillero , engaña a los soldados durmiendo en el vientre de un caimán. El jefe

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anterio r de las FAR, Luis Augusto Turcios, era tamb ién un personaje de leyenda en boca de los campesinos, que le atribu ían las virtudes de los fantasmas (ten ía 24 años y sangre muy caliente en las venas; aprendió la técn ica de la guerrill a cuando los yanquis le enseñ aron có mo co mb atirla en Fort Benning, Columbus, Georgia ; el dictador Peralta Azurdia puso pre cio a su cabeza y él puso precio a la cabeza del dictador Peralta Azurdia ; desde que se sublevó , en 1 960 , burló a la muerte mil ve ces y la mue rte ganó : se le incendió el auto móvil en la carretera). Me dice César M ontes: " El guerrillero es esencialmen­ te un luchador agrario . Levantamos una bandera fu ndamen­ tal, nuestra principal reivindicació n : la tierra para quien la trabaja, en una u otra fo rma. B uscamos difere ntes solu­ ciones para las diferentes regiones , los diferentes problemas : lo cie rto es que tanto el minifundio como el latifundio han hecho mucho , mucho daño a Guatemala" . Desde el punto de vista de Yon Sosa , El Chino, las ametralladoras , los fusile s y las granadas no son las prin cipales armas en las montañas, sino medios de seguridad para hacer posible el contacto co n lo s campesinos : la principal arma es la palab ra, y la mejor de fensa el apoyo so cial. " Los campesi­ nos so n los ojos y los o ídos de las guerrillas" , ha dicho El Chino. "Nosotros estamos sie mpre informados de lo que hace el enemigo y el enemigo jamás sabe lo que hace mos noso tros. Tendr ían que destruir toda la població n para poder de rrotarnos. Pero antes de que eso pase , al ene migo lo habremos hecho polvo" . Los mítines de propaganda armada juegan un importante papel en el proceso de lucha de ambos frentes guerrilleros: los gue rrilleros penetran en los poblados, los ocupan por algunas horas , expli can a los ca mpesinos las razo nes de la revoluci ón y dejan organ izadas . células de resistencia clandestina en cada aldea. El 1 3 de Noviembre fo rma también, en las aldeas, conzités campesi­ nos que 'operan prácti camente al descub ierto . Las F A R , no: consideran que de este modo se hace a los ca mpes inos

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blanco fácil de la represión. " La propaganda armada -me dice César M.ontes- nos ha dado un gran resultado para volcar a la revolución a la población campesina . Cuando tomamos Panzós, por ejemplo, que está en una zona indígena toda de habla kekch í, ocupamos primero el destacamen to núlitar, donde obtuvimos una ametrallado ra MG34. Después, mediante un altoparlante que hab ía en la alcaldía municipal, un guerrillero que habla la lengua kekchí empezó a hablar a la gente . Los indios se hab ían asustado por los tiros, se hab ían escondido en el monte o se hab ían encerrado en sus casas. Pero no bien empezaron a escuchar las palabras de la revolución dichas en su propio idioma se empezaron a acercar" . .. - ¿ Qué era lo que ustedes le promet ían? ¿Tierras? -Pues prometerles, no le prometíamos nada. Les prometíamos lucha, les exigí amos que lucharan por sus derechos, por lo que les hace falta. César Mon�es continúa conversando, mientras se reparte entre todos el contenido de las latas de conservas que hemos traído en las mochilas. La tos interrumpe a cada rato, el diálogo. César se ha pescado una buena gripe. Tiene algo de fiebre, pero hay que mantenerse en pie. El derecho a enfermarse no es el único dere cho que pierden los guerrille ros en las montañas: ayer, los hombres de esta patrulla han comido hojas silvestres hervidas, con sal. Dentro de un par de pías, quién sabe. En la conciencia de los guatemaltecos está viva la nostalgia peleadora de la propia revolución, el recuerdo no . apagad o de las conquistas que la.. CIA abatió en 1 9 54 a través de Castillo Armas y otros héroes alquilados. Aquella derrota, la sangre y las lágrimas, fue una \.'.atapulta de nuevas rebeliones. En la memoria de los campesinos está viva la reforma agraria que la invasión destruyó: la guerrilla de César Montes explica sus fines diciendo a la gente que no es más que la continuación de aquel proceso revolucionario a través de nuevos medios. Los guerrilleros saben que no son

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un accidente ex ó tico en la historia de su pa ís, sino un capítul o de una historia que no empezó en la sierra de las Minas . La impotencia del presidente Méndez Montenegro , preso del ejército , ha contribuid o a convencer a mucha gente sencilla de la verdad sencilla que la guerrilla encarna y propaga: sólo por la violencia podrán conquistarse, en Guatemala, la tierra y la libertad. Por eso los campesinos forman la gran mayoría de la izquie rda en armas. Méndez Montenegro hab ía prometido una refo rma agraria: se limitó a firmar la autorización para que los terratenientes porten armas -y por cierto que las suelen usar contra los campesinos. Hab ía pro metido una reforma tributaria : fuero n los e mpresarios quienes finalmente deci­ dieron quiénes han de pagar impuestos y cuánto - es decir, nadie, nada, como no sea el pueblo consumidor. Hab ía pro metido que los ricos serían menos ricos para que los pob res pudieran ser menos pobres, pero fue un diputado del pro pio partido de gobierno el que encabezó la oposición a un proyecto ( " ¡comunis ta ! ) que pretend ía aplicar un i mpuesto a la propiedad territorial del uno por ciento, a las más extensas fincas : la oligarqu ía cafetalera es tan intocable co mo los cortadores de cupones de Wall S treet que multiplican varias veces , en menos de lo que canta un gallo, sus capitales invert idos en Guatemala. En la contracara de la misma medalla, el guate malteco común es hoy más pobre que hace una década, cuando ya e ra muy pobre . Mientras 22 fincas tienen un pro medio de 23 .000 hectáreas cada una, 270.000 propiedades cubren poco más de una hectárea. B asta con salir de la capital, rumbo al altiplano, para descubrir, a poco andar, a los in dios mordiendo con sus ele mentales instrumentos las laderas de las montañas, los barrancos, abriéndos� paso entre las rocas, arrancando a las tierras agotadas de sus minúsculas parcelas el grano de trigo o ma íz que luego molerán sobre la piedra ,. a mano . Hay, en total, seis agrónomos y treinta y cuat ro trillado ras para más de medio millón de fa milias indias que cultivan las curtidas tierras de los altos occidentale s : de los "

·

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hombres, mujeres y runos de esas familias provienen los b razos baratos para las cosechas del algodón y el café en las grandes haciendas del su r. C ada año los in dios b ajan a las zafras durante largos meses: hab rán conquistado, al retomo, unos pocos centavos, y qu izás tamb ién el palud ismo o la tub erculosis. Latifundio · y minifundio, tie rra rica, gente pob re : sólo se cultiva el 1 5 por ciento del área productiva aprovechable. No hay caminos por d onde pu edan pasar camiones o siquiera carre tas en Alta Verapaz: los grandes finque ros no los necesitan ; sale más b arato transportar el café a lomo de ind io. Es este mismo país, sin viviendas ni agua potable ni escuelas ni hospitales, el que ocupa "un lugar de honor" en las listas del De partamento de Estado, por haberse "unido a los Estados Unidos en la ayuda a Vietnam del ' Sur mediante el envío de medicamentos" . Un chasquido seco o una voz humana que i mita el canto de un pájaro : la . conversación se in te rru mpe a menudo, transcurren largos minutos de silencio y tensión, los dedos listos sob re los gatillos. " ¿ Fue tiro? " " No , palo" . Las postas de guardia dan cuenta del menor movimiento extraño ; cualquier sonido sospechoso pue de ser la señal que anticipe la nueva partida de la patrulla . Aquí, en el fondo de esta profunda quebrada entre dos montañas, el eco lejano de un ciprés castigado po r el hacha puede ser confundido con un balazo ; un animalito puede alborotar la espesura tanto como lo har ía la presencia de un soldado intruso. César Montes ha desplegado a mis ojos un mapa de la Esso: me muestra las zonas ind ígenas del norte y el occidente donde los guerrillero s están comenzan do a trabajar con métodos diferentes de los utilizados en Zacapa : " No es algo que se pueda hacer artificialmente , mirando un mapa y diciendo : " Aqu í, o aqu í, es conveniente iniciar una guerrilla" . No: un grupo armado actúa all í don de la situació11 se hace más explosiva, all í donde la gente puede estar viviendo una situación que puede no ser pol íticamente

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clara sino simple mente e n el plan o animal de defensa de la vida, como está ocurriendo ahora en muchas partes de Guatemala" . Unos guerrilleros limpian los fu siles ; otros e ntierran los restos de comida, las latas, los papeles, dispersan l as cenizas del fogón; otros, conversan en vo z muy baja. Alguien vuelve del riachuelo con varias cantimploras llenas. César Montes sigue charlando : " S abemos que son los indios, la mitad de la población, quienes van a decidir en definitiva la suerte de la revolución en este país. Pero el trabajo se hace lento , paciente, difícil. Hay cuatro siglos de j usta desconfianza ind ígena frente a los ladinos, como aquí llamamos a los mestizos y a los blancos. Y también resulta un ob stáculo la intervención norteamericana, disfrazada de cuerpo de paz y las misiones religiosas, p aralela a la intervención militar. S abemos que, como decía Turcios, el problema campesino de Guate mala sólo podrá ser resuelto con la integración de los ind ígenas, a través de la lucha, a la vida pol ítica del país, y es ah í donde debemos poner el acento. La guerrilla de la sierra de las M inas está integrada por ind ígenas de las Vera paces, Alta y B aja Ve rapaz, y por campesinos de otras regiones. Tenemos dirigentes revolucio­ narios ind ígenas, como es el caso de Emilio Román López, a quien llamábamos Pascual, muerto por el ejército no hace mucho . El era un dirigente de gran influencia en las Verapaces" . Pascual se hab ía convertido, a la muerte de Turcios, en el segundo comandante general de las FAR. Era un hombre de fe pro testante, un evangelista. "Todos estos compañeros campesinos que ves aquí, en el campamento - se extiende César- , son de origen ind ígena y son católicos, fervientemente católicos. El hecho de que algunos co munistas integre mos las FAR no quiere decir que nuestro movimiento funcione como brazo armad o de ningún partido, y menos del PGT. No somos los militares de nadie . El nuestro es un amplio movimiento patriótico, con un

1 36 programa muy sen cillo : que los guatemaltecos podamo� dirigirnos p or nosotros mismos, contra toda in terve nción extranj e ra, militar, económica o política. Crea mos la organización del pueblo para la guerra revolucionaria; en las guerrillas está el germen del gran ejército popular. No desvinculamos lo pol ítico de lo militar; la dirección mili tar del movimiento es tamb ién la dirección pol ít ica. Desvin­ cular un aspecto del otro ha conducido a graves errores en otros países. Tratamos de que nuestro s homb res sean capaces, no sólo de defe nder sus ideales y argumentar en .., favor de ellos, sino también de t o mar una trin chera para hace r re alidad esos ideales". Camino con César a través del campamento , echando un vistazo a las armas de los guerrille ros : un par de ametralladoras Thompson, calib re 4 5 ; algunas Browning belgas y otras automáticas suecas, ale manas ; fusiles Garand de la segunda guerra y unas cuantas carabinas M-1 ; las legendarias Colt 4 5 , " El ej ército afirma que nos quita armas

y nos mata gente a cada rato. Sin e mb argo , ellos no han podid o mostrar nunca una sola arma nuestra que fuese cub ana o checa o china o soviética; tampo co h an po dido exhib ir el cadáver de un solo soldado ext ranjero en nuestras filas. Nuestras armas no vienen de Cuba, como dice el ejército, sino del ejé rcito mismo : se las arrebatamos en las operaciones, o se las compra mos con el dinero que ob tenemos de los secuestros y las expropiaciones de explotado res odiados por el pueblo. Tanto los soldados co mo los oficiales venden armas. Si estos militares son capace s de vender a su patria, ¿cómo no van a ser capaces de vender armas ? " Las exP,losio nes de las b ombas sacuden las noches de la ciudad; los terrorist as ame trallan pe rsonas y casas en plena l uz del d ía; más de quinient os hombres han sido amenaza dos de mue rte y los diarios abastece n a sus lectores con una cuo ta cotidian a de cadávere s que apare cen mutila­ dos o quemad os al borde de los caminos o flotando en las

1 37 aguas del río Motagua : en su mayoría esos rostros sin rasgos, previamente deshechos por la t o rtura, no serán . identificados jamás. En la zona de Gualán , por ej e mplo , y a n o s e pesca : de masiados muertos han quedado trab ados en los diques ( tapexcos) que los pescadores, improvisaban para atrapar a los peces. La cace ría de " comu nistas" se ha desatado con una furia que recuerda, claro que en menor escala, lo de Indonesia. Una banda presidencial cruza el pecho de Julio César Méndez M ontenegro, pero una

dictadura militar rige, de hecho , tras la apariencia de gobierno civil . .A menudo, en los partes militares, mie mbros del pro pio partido de gobierno resultan sumados a los guerrilleros que el ej é rcito dice haber mue rto en combate : as í sucedió con once dirigentes del partido de Méndez Montenegro que hab ían sido capturados por la policía militar ambulante en Sanarate y aparecieron baleados y con las caras quemadas. Una ola de terror se ha levantado desde la dere cha, e n este año oficialmente declarado " año de la paz" : la paz, co mo se ve, de los cementerios. Los grupos terroristas , que provienen del ej ército y o pe ran a su amparo , actúan b aj o la consigna "Comunista visto, comunista muerto ", y para ellos puede no haber diferencia entre un comunista y un miemb ro del partido oficial o un derechista con esc rúpulos lib erales : la militancia sin dical o las con­ vicciones de mocráticas o el simple hecho de ser joven pueden bastar para que un homb re re sulte amenazado y muerto por la NOA (Nueva O rganización Anticomunista), un grupo de asesinos que públicamente anuncia que cortará la mano izquierda y la lengua a sus enemigos -y lo hace . No es por una licencia poética que los grupos te rro ristas dicen en sus comunicados que operan "j unto al glo rioso ejé rcito de Guate mala" . Como los assassination teams que o pe ran en Vietnam, estos grupos desempeñan parte de la tare a que los " boinas verdes" no rteamericanos enseñan a realizar a los militares guate maltecos para exterminar a las gue rrillas. Los atentados y los asesinatos , el

1 38 terror sistemático, se sincronizan con una campaña militar de " ce rco y aniquilamiento" lanzada desde fines del año pasado contra las FAR y el 1 3 de Noviembre : se tiende un " cordón de seguridad" alre dedor de las aldeas para aislar a los combatientes revolucionarios y acosarlos hasta el agota­ miento en las montañas. Los planes de acción. c ívica de las fue rzas armadas no sólo consisten en la eliminación directa de los enemigos o de los sospechosos de serlo , sino que tamb ién incluyen la demagogia : se dist ribuye leche en polvo , medicinas y promesas a los campesinos de las zonas de influencia guerrill e ra . "Hay que tener una guerrilla cerca, para conseguir agua ", me comentó con sentido del humor un campesino en !as inme diaciones del lago de Izabal. Uno de los guerrille ros de las FAR muerto en la última campaña militar, O tto René Castillo , cuyo cuerpo fue encontrado carbonizado en Zacapa, e ra considerado el mej or poeta j oven de Guate mala. Hab ía estado exiliad o (" el exilio es una largu ísima avenida por donde camina la tristeza") y hab ía vuelto a su tierra para pelear; profeta de su propio sacrificio, hab ía escrito :

Vamos, patria, a caminar, y o te acompaño, yo bajaré los abismos que me digas, yo b eb eré tus cálices amargos, yo me quedaré ciego para qu e tengas ojos, yo nie quedaré sin voz para que tú can tes, yo he de morir para que tú no mueras. " El ej ército y sus asesores yanquis actúan de un modo mecánico" , cuenta César M ontes "Han le ído en los libros de Mao que la guerrilla es al pueblo como el pez al agua ; saben que en sus week-ends, cuando sacan al pez del agua, el pez se muere. Creen qu_e del mismo mo do van a poder aislar a las guerrillas. Pero no es posible engañar a to do el pueblo todo el tiempo . Pueden engañar a parte del pueblo , o a todo el p ueble,, parte del tie mpo, pero todo el tie mp o, n o. Los campe sinos ne cesitan tierra, y no la tienen . Necesitan casas,

1 39 pero el gobierno las construye para los militares. Es una furia contenida desde hace siglos la que brotará en Guatemala, la que está brotando" . El propio vicepresidente de la república, don Clemen­ te Marroqu ín Rojas, me contó , en una entrevista informal, que en cierta ocasión un e scuadra de aviones norteamerica­ nos piloteados por aviadores norteamericanos, hab ía parti­ do de Panamá, había descargado napalm norteamericano sobre una montaña de Guatemala que se suponía infestada de guerrilleros y hab ía vuelto a Panamá sin aterrizar siquiera en el país. Rocael y otro guerrillero me narran, ahora, sus propias experiencias: ellos vieron el napalm caer sobre montañas vecinas, arboledas y pajonales ardiendo durante tres, cuatro días, la gelatina de fuego quemando los árboles hasta las ra íces, arrasando la tierra, dejando las piedras negras como el carbón. Las bombas estallan como cohetes de artificio y se derraman: una caudalosa espuma al i:ojo vivo corre sobre las montañas o se desliza por los ríos incendiando lo que toca. " Estábamos hacia el poniente" , cuenta Rocael, " en Teculután, y vimos los grandes fogaro­ nes que se alzaban al oriente. ¡ Cómo ardió el pajalón aquel ! Vimos todo desde una distancia de unos trescientos metros, metidos en una quebrada bastante cubierta. Las bombas las echaba una avioneta del ejército. Era una cosa, cómo decir, más floja que las bombas comunes, la explo­ sión. Unos días después, en la montaña de Alejandría, a la altura de Río Hondo, unos ocho guerrilleros descubrimos cinco cadáveres completamente carbonizados en medio de la vegetación asolada por el fuego" . Fue gracias al napalm que las autoridades descubrie­ ron el cuerpo enterrado de Ronald Hornberger, a orillas del Teculután. El fuego comenzó río abajo y avanzó quemando las orillas; dejó marcado el rectángulo de tierra húmeda del nicho. "Homberger era un boina verde veterano de la guerra de Vietnam" , cuenta César Montes. "Se presentó a nosotros diciendo que era periodista y que estaba buscando material

1 40 para un reportaj e . Se sent ía muy seguro ; conversamos con él, en la montaña, durante algunos d ías. C omo al pasar, fue mencionando no mbre s o dire cciones de la capital, datos que nosotros 1bamos chequeando un o a dos d ías después : ninguna de esas personas lo cono c ía ni hab ía o ído nunca hab lar de él. También mintió so re el lugar don de hab ía dejado su equipaj e . Sólo le interesaban los aspe ctos milita­ res de nuestra lucha, y no las razones políticas que nos menean ; todas sus preguntas e ran muy especializadas en asuntos militares . Traía un equipo complet ísimo y era una estrella e n el manej o de cualquier arma : nos dijo que el equipo era un obse quio para nosotros. Lo ajusticiamos. En la cintura , baj o la camisa, ten ía un hilo de nylon atado , de esos que usan los boinas verdes para ahorcar" . Atardece . Hoy falta a la cita el que tzal que hab ía estado visitando a los guerrilleros a esta misma hora en l os dos o tres últimos d ías. S u pe cho blanco y su hermosísimo plu maje hab ían planeado en el centro del trozo de cielo que las montañas dejan ver sobre el campamento . El quetzal es el símb olo nacio nal de Guatemala: se dice que pe rdió la voz cuando los mayas fueron derrotados por los españole s. También se dice que no perdió la voz, sino que se ha negado a cantar desde la derrota en adelante. El quetzal no puede ser enjaulado . Al segundo d ía de encierro , muere .

En los pa íses del sur de A mérica la tortura se ha convertido en costumbre. Las dictaduras aplican el método para arrancar información, romper concien­ cias y sembrar el miedo: se tortura a cualquiera, en cualquier momento, antes de saber cómo se llama o por qué está. La tortura es eficaz, razonan los dueños del poder, y por lo tanto es buena. Pero no siempre gana la máquina. Esta es la historia de un hombre que pudo más.

12. CRONICA DE LA TORTURA Y LA VICTORIA

C uand o los j óvenes peronistas realizaron su congreso en M o ntevideo, a principios de 1 9 67, eligieron p or unanimi­ dad a un militante ausen te para que ocupara la p residencia de honor. J orge Rulli, estaba preso en ese ento nces, agonizand o en una cama de hospital. La poli c ía lo hab ía deshecho en algún lugar de la provincia de B uenos Aires , a lo largo de setenta horas de torturas continuas. Rulli acaba de recob rar su libe rtad y me cuent,a, ahora, lo que o currió . He aquí la crónica de una doble victoria: este hombre que sigue milagrosamente vivo no se dej ó arrancar el derecho de seguir siendo un homb re . Es la segunda vez que J orge Rulli hace este relato. Por pri me ra

vez,

en

el

hospital, sus abogados lo hab ían escuchado . Ahora, la voz le vacila a veces, se interrumpe ,

1 42 calla a ratos, y dice : " Me hace mucho daño recordar" . El compañero que yo conocí hace un par de años no hab ía perdido treinta kilos en la cárcel ; ahora, no sólo está más flaco : la tortura ha pasado p or él, por enci ma de él y a través de él: le tiembla la mano cuando me sirve café , choca conmigo al levantarse, no puede agacharse a recoger el encendedor caído, debe cuidarse al beber y al comer. Pero no quiere hacer el papel de v íctima . Tiene con cien cia de que éste ha sido el precio de su militancia y sabe que el compromiso pol ítico revolucionario se asume precisamente porque no es gratuito.

.

Hab ía estado preso, ya, tres años, desde 1 9 60; hab ía sido despedido de los empleos, una y otra vez, por una denuncia o una huelga ; hab ía decidido que no era tan grave que el largo per íodo de cárcel le hubiera anulado todos los exámenes, porque de todos modos ya no le in teresaba estudiar veterinaria ni otra cosa que no fuera urgente mente necesaria para la causa de la liberación de su país y su pueblo. Para ganarse la vida estaba trab ajan do co mo corredor y encue stador, timbre por timb re , y como pe riodista. Una tarde recibió un llamado de la polic ía de la provincia de Buenos Aires: lo re querían como cronista de la revista donde trab aj aba, para cubrir , como primicia, un proce dimiento " muy especial" en Ramos Mej ía. Rulli fue . Era una e mboscada: all í e stab an esperándolo , frente a esa casa de la calle Pazo , los agentes de la polic ía federal , que se hab ían arrancado las j inetas y las estrellas de las camisas y no llevaban casacas , ni gorras, ni cartucheras. Rulli e mpezó a corre r al tiempo que sonab an los primeros disparo s. Las balas picaban cerca . Quin ce cuadras llevó la persecu ción , a través de una zona obrera , un rompecab ezas de calles y casas separadas po r campos b ald íos. Los vecinos saliero n a mirar. Un e njamb re de chiquilines co rría tras de Rulli, gritand o : pibes que e me rgían de todas partes, alboro tados p o r el escándalo, y daban a la policía el rastro del fugitivo. S e tiró delante de un colectivo , fuera de la parada, pero el ó mnibus casi lo atropelló y no pudo treparse . Los chicos no

·

1 43

se le despegaban; impedían, as í, que pudiera mezclarse entre la gente o meterse en una casa. Hab ía recibido una bala en una pierna, pero no me hab ía dado cuenta. Vos sabés que en la guerra hay casos de tipos que les arrancan un brazo en u n avance y lo notan veinte metros después. Creo que fue el calor de la carrera el que me impidió sentirlo. La bala me hab ía a travesado el muslo y yo no veía ni sen tía nada. Sentía un cansancio terrible, eso sí. Era un sacrificio insoportable seguir corriendo. El paso nie disminu ía solo. Ten ía la policía a una cuadra, a media. Exhausto, empecé a can1inar. Ellos ya ven ían en coches y bicicletas. Me agarraron atrás de u n camión. El prim ero en llegar fue un oficial. Me abrió cinco veces la cabeza con la culata de la pistola. Medio nie desvanec í, estaba bañado en sangre. Me subieron al camión y yo todav ía no me hab ía dado cuen ta del agujero en la pierna.

Lo pasan a un taxi y allí empieza a vomitar. Lo llevan al hospital de Ramos Mej ía, y de allí al sanatorio de cirugía de Haedo. La policía lo va insultando y amenazando de muerte . En Haedo, os médicos le pinchan y golpean las plantas de los pies para comprobar que tiene, todavía, sensibilidad. En un fogonazo de lucidez entre los vómitos y los desmayos y el dolor y la sangre, Rulli grita su nombre, que registren su nombre . Eso, quizá, lo salva. Felipe Vallese , secuestrado una noche por la policía, había desaparecido sin dejar rastros. L os médicos me prometieron curarme. Pero un ordenanza me llevó en u na camilla, con dos médicos, y dijo a un montón de policías, a la salida: "Aquí se los entrego; si quieren se lo llevan con camilla y todo ". Los médicos se hab ían lavado las manos.

1 44 Lo metie ron en un a camioneta de la co misar ía. Siete polic ías van all í rién dose por lo que le espera : " Vas a la máquin a, pibe ; te vas a arre pentir de muchas co sas" . Llegan a la co misaría de Ramos Mej ía. Pasan al casino de oficiale s, una pe queña sala con una silla en el ce ntro . All í lo ro dea una ve intena de age ntes, casi todos sin uniforme . Empieza

el " pelote o" , pregunta tras pregunta, sin darle tie mpo a conte star; amenazas, algun os golpes . A dónde ib as, qué hac ías, quié n sos, no mb re s , quere mos nombres, mataste a un polic ía; reconocé que mataste a un policía. Todos están parados a su alrededor le e mpujan la silla donde está sentado al tie mpo que lo van golpeando. No lo dejan hablar. Pero Rulli ha compre n dido ya que la polic ía fe deral lo ha pasado a la polic ía de provincia diciendo que hab ía matado a un agente. Es una invención que equivale a la o rden de liquidarl o : el esp íritu de cue rpo de las " fue rzas del orden" as í lo exige . Hay que vengar al compañe ro caído.

Me sentía muy cercado, muy deprimido, muy perdi­ do. Eso. Muy perdido. Y sin e1nbargo, al mismo tiempo, me sentía muy fuerte. Quiero decir qu e me sentía con mucha m ística, un fanatismo pol ítico, cómo decir, religioso, aunque a la vez me sin tiera físicamente solo y perdido y sin esperanzas, muy seguro de que iba a la picana. Porque yo sab ía lo qu e sign.ifica la acusación de haber matado a un polic ía cuando uno está solo entre los polic ías. Te digo que me sentía muy fuerte porque me d í cuen ta de que deb ía recobrarme, recobrar mi dignidad, conquistar terreno para poder estar fuerte después, en lo que vendría. Pensaba que no iba a aguan tar físicamen te, ¿entendés ? Hab ía que terminar con ese manoseo. A s í que con una audacia de desesperado les grité: " ¡ Un momento! ", y les dije que iba a hablar solamente con el jefe. L es dije que as í como ellos pertenec ían a un ejército de represión, yo era también miembro de I'

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un ejército, el ejército de la liberación nacional. Era una locura, pero ah í terminó el "peloteo ". Se · nze echó encinza uno que resultó ser el conzisario y se puso a pegarme bofetadas. Estaba histérico. Me gritaba: " ¡Fanfarrón ! ¡ Vas a ver lo que te cuesta esto ! ¡Me vas a venir con amenazas! ¡Con anzenazas a nosotros! ". De golpe, se detuvo. Ten ía la cara roja. Se fueron

Al irse. dan la orden de empezar el "ablandamiento" . Era ya medianoche . "Váyanlo ablandando" , dice el oficial a cuatro agentes, " porque éste va a la picana. No lo marquen, que el asunto viene después" . Rulli está en calzoncillos y camiseta, con la camisa desgarrada, las manos ligadas con vendas, descalzo. Chorrea sangre de la cabeza vendada. Como siempre, hab ía unos "duros " y otros "blan­ dos ". tra como si discutieran en tre ellos. Uno me dec ía: "Cómo podés esperar algo de Perón, luchar por ese monigote ", mien tras el otro me gritaba que yo era u n hijo de puta por ser peronista. "No seas tonto ", dec ía uno, "no te dejés utilizar, que Perón está muy cómodo allá, vive muy bien mien tras vos te sacrificás aqu í"; y el otro insistía en que todos los peronistas son unos hijos de puta, terroristas asesinos de pobres palie ías que dejan familias detrás. "No, no ", le respondía el tercero, "todos los peronistas no son iguales, mirá que no; yo también era peronista, pero éste qué va a ser peronista, éste no es peronista, éste es un terrorista; un asesino, es ". Y el primero insistía: "Si sos peronista, para qué te arriesgás as í. No ves que estás haciendo de idiota ú til ". Todo esto duró una h ora, más o menos. Mientras hablaban me pegaban con los can tos de las manos en la nuca, en los riñones, en el max ilar, me pegaban permanentemente, al ritmo de la sorpresa; cuando esperaba el golpe de u n lado

1 46

ven ía del o tro, cuando me daba vuelta lo recib ía de atrás. No dejaron de hablar ni un segundo. Tampoco dejaron de pegar. Buscaban todas las varian tes de quiebra de la. conciencia política. Toda la tortura C'ra para eso. Buscaban la quiebra moral, no la informa. c1on. ,

Rulli alcanza a decirles que no van a con seguir nada de él " Sabés adónde te vamos a llevar" . " S í, claro que sé" . " ¿ Por qué? " " Porque no soy el único ; esto le ha pasado a mucha gente y sé lo que me va a pasar. M e va a pasar lo de Felipe Vallese . Porque yo tampoco voy a poder aguan tar" . Le dicen que no se preocupe, que va a aguantar todo lo que ellos quie ran que aguante , que " para eso llevamo s médicos a la tortura" . Entra entonces el oficial . " Escuche , superior" , le informan. " ¿Sabe l o que está diciendo? Que lo único que le pide a Dios es quedarse muerto en la tortura para compromete mos y que nos procesen a todos" . Una n ueva lluvia de insultos cae sob re Rulli, una nueva lluvia de golpes. Me vendaron los ojos y me metiC'ron C'n una camione­ ta. Yo iba tC'ndido en el fondo, con los piC's dC' los tipos encima. Me dí cuenta dC' quC' íbamos a lo largo dC' la avenida 25 dC' Mayo porqu C' recorrimos todo el corso de Carnaval. Se C'scuchaban las risas de la gentC', los C'Strib illos dC' las murgas, un ruido dC' matracas y cornC'tas. Ellos mC' dC'c Ían: "Escuchá cómo se divier­ ten los dC'más. EstC' C'S el último corso quC' vas a C'scuchar C'll tu l1ida ". Eso nz C' hac ía daiio. El hecho dC' C'Star casi dC'snudo tanzbién m C' hac ía daño. Cuando me bajaron dC'l coch C', pisé pasto. PC'nsé quC' C'Staba cerca dC' la l' ia. �[(' dispusr a rC'cib ir C'l balazo.

Lo meten en una casa. "No hagas ruido, que vas a despertar a los nenes" , dicen las mismas voces. ',' Este lo que no sabe es que no somos los mismos de antes" , co mentan entre s í en un tono aud ible . Lo llevan a rast ras hasta una

1 47 cama. Es co mo flotar en el aire . Rulli tiene conmoción cerebral . Lo acuestan sobre el elástico y le atan los b razos y las pie rnas, no sin antes cubrirle las muñe cas y los tobillos con muñe queras de go ma. Terminan de romperle la camisa . Rulli siente que le atan un lacito en el segundo dedo del pie derecho : en el otro extremo del cable está la picana. Prenden la radio a todo volumen . Le pincelan el pecho con agua, a la altura del co razón, y se ab ren entonces las puertas del in fierno .

No pod ía gritar porque me hab ían puesto una almohada o un trapo, no sé, en la boca. Me picaneaban en el corazón en la en trepierna y en los órganos sexuales. Esas descargas de electricidad son como m ordiscones, te desgarran la carne, parece que te estuvieran arrancando la carne a pedazos. Una hipersensib ilidad que sólo podés tener en circunstan­ cias como ésas m e perm it ía reconocer las voces. Iden tifiqué a los cuatro todo el tiempo, en cada momen to, como si los estuviera viendo. Ten ía los nervios a flor de piel El que m e picaneaba era u n anormal, una hiena. Se re ía todo el tiempo. A n tes de empezar, dijo: "Qué lástima que lo tenemos que picanear en seguida. Cómo me hubiera gustado ron1perle el culo prim ero, ya que está atadito, as í". Lo repitió varias veces, de diferen tes maneras. Es ta es la peor humillación que te puedas imagi.nar. Estuve varios m eses sin con társelo a nadie. El asun to se me repetía, como una obsesión, despu és, en las pesadillas del hospital. Otro maneja la radio y el aparato generador. Un tercero está en co municación telefónica permanente con la polic ía de la capital , que tortura a Qtra persona al mismo tie mpo . El cuart o , el je fe , sentado a un costado de la cama, pre gunta y ano ta las respuestas. Rulli niega . "No les da

1 48

vergüenza hacer todo esto" . Picanean, le otorgan unos segundos de reposo para que recobre la respiración y la voz, preguntan, vuelven a picanear, y así sucesivamente : quién mató al policía, quién robó el arma, quién robó el coche, hacete cargo de eso , reconocé, danos nombres, una lista de nombres, en qué andabas, con quiénes trabajás, cuáles son tus contactos, dónde se reúnen, adónde ib as, de dónde venías, un Peugeot blanco, vos ten ías un Peugeot blanco, reconocelo, quién hizo esto, quién hizo esto otro, quién tiroteó el cuartel, un coche colorado, tu compañero habla 'de un coche colorado , hablá, te conviene hablar, el otro está hablando, el otro dijo todo, no seas gil, no te hagas el mártir, hijo de puta, hablá. Buscaban una punta de madeja a partir de la historia falsa del polic ía muerto. Donde aflojara cualquier cosa, iba a empezar a largar y no iba a poder detenerme más. Si consentía una tonter ía, de ah í iban a sacar otras preguntas para hacerme delatar gente y datos del movim iento. A hora me sorprende la frialdad que tuve, esa cosa muy fr ía en el fondo m ío que m e · permitió razonar en m edio de la. locura que era aquello. Yo hab ía conversado con mucha gente torturada, cuando hab ía es tado en la cárcel. A lgunos tipos tratan de no plantearse este problema, no lo asumen, pero yo sab ía que en cualquier momen to podía ocun-irm e. Aprend í que un tipo en manos de la policía puede defenderse, puede hacer un plan y cumplirlo, que es posible engañar al enemigo, pelear contra él, com batirlo incluso en una mesa de tortura. Sentía a aquello s subhom bres tratando de romperme, de quebrarme la conciencia, y medía todo, sab ia todo, estaba más lúcido que nunca. Sab ía que mi relació n con m { mujer se hubiera term inado. Mi relación con mi propia h ija se hubiera terminado. Mi relación con los compañeros. No hubiera podido mirar más a la cara a ninguno. Y que como hombre

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no iba a servir nunca más para nada. Eso me pro tegió much o. Descubrí que callándome ten ía todo por ganar. Y si hablaba, perd ía todo. Todo. Rulli especula con el cansancio de ellos. El interroga­ torio no puede durar eternamente . Trata de ganar segundos oro . V arias veces anuncia que va a hab lar. La tortura se mte rrumpe. Entonces vacila: " Esteee . . . bueno, ¿ de qué quieren que les hable ? " La tortura recomienza.

Inven té listas de non1bres. Ni un Pérez ni un González. Deformaba apellidos de compañeros de clase del secundario, con doble t, con t final, dec ía apellidos raros, para confundirlos. O gen te conocida m ía que no ten ía nada que ver con la política, y que yo describ ía trabucando non1bres y caras. Iden tifica­ ba a cada persona mentalmente para no olvidarme después, porque me veía ob ligado a repetir varias veces las descripciones. Nunca hay que describ ir un personaje sin pensar en una persona concreta. A unque en detern1inados nlomen tos me confundía, nze hac ía unos en1brollos bárbaros. In ven té o tros cuentos, hablé de mi militancia en un sindicato gorila donde en realidad yo lzab ía estado en la oposición. Me in­ terrnmp ía y dec ía: "No puedo hablar 1nás, no puedo decirles nada más, soy un miserable ". Y así iba ganando tiempo. Les dec ía: "Esto que voy a confesar no quiero que lo anoten, que lo escuch en no1nás, porque si no, todo el mundo nle va a repudiar conzo dekltor". Me retobaba: "No firmo nada ". Nuevanien­ te me picaneaban. "Sí, s í, firmo ". Y entonces inventaba o tra historia. Siempre pensando: se van a cansar, se van a cansar. La electricidad me hac ía saltar como enloquecido. Las contorsiones me hincharon a reven tar kls manos atadas y me provocaron una lesión de columna; los movimien tos con vulsivos, el golpeteo

1 50 de la cin tura con tra

la cama fueron más de lo que la

columna p od ía soportar: se m e aplastó un disco.

Las contracciones dej an al torturado sin aliento. Rulli acentúa el e fe cto que producen : cada vez que le aplican la picana al corazón, queda duro , sin respirar, arqueado : " S acala, sacala, que no respira" . Le liberan la cara y le empiezan a golpear el estómago ; R ulli larga el aire como si apenas despertara. Pero pronto est a pe que ña trampa se hace imposib le : le picanean los test ículos, cad a vez, para ver si reacciona. Al final, ya no reacciona. Y a no se propone quedar sin respiración. Simple mente , queda sin respiración. La picana ya no lo mueve . Lo desatan, cae, se agarra de la cama al caer. Entonces advie rte que se trata de una cama de hie rro con patas en V, como las de la polic ía. Dos noch es y dos d ías pasé después en un p equ eño cuarto de la comisar ía, rodeado por una decena de agen tes que se turnaban para golp earn1 e, insultarme, amenazarn1e,

hun1illarme:

" Yo no sé,

éstos de la

federal, cón1 0 son tan in1b éciles, cón10 lo cap tu raro n c o n vida; en vez d e un balazo e n la p ierna deb ían hab erle m etido una bala en la cabeza; p or qué no habré estado yo en el procedirnien to ". !He escup ían en el p ech o y e n la cara. Cargaban las arnzas delan te de n1 1' y clic, gatillaban: "A h, tenés m iedo ". Cargaban y recargaban las armas todo el tie1npo. Uno agarró un

cuch illo y

se

n1e

tiró

encima

n1 ien tras o tro nze

agarraba de los brazos: 1n e empulló los tes t ículos y se puso a jugar con el cuch illo diciendome qu e me los arrancaría

de

un

tajo.

No

111e p ennit ían

orinar.

Tampoco m e daban nada de b eb er n i de co n1er. Es taba enloqu ecido por el sufrin1 ien to de la sed.

Se �alva por casualid ad . Guiada por una con fidencia, su esposa aparece en la co misaría, toma a los polic ías por

151

sorpresa : no atin an a negar que él esté allí. Deciden llevarlo a Buenos Aires, pasarlo a Coordinación Federal : " Si vos creés en Dios" , le advie rte el comisario, " rezá, porque lo mejor que te puede ocurrir es que te mueras ant es de llegar" . Lo obligan a firmar una declaración fechada tres d ías antes. El juez interviene a tiempo ; lo sacan de R amos Mej ía. En el h ospital de San Mart ín, los rnédicos me estaban dejando morir. Vomitaba todo, hasta el agua min eral. Las quemaduras de picana no figuraban en

la h istoria

el ínica que me hicieron. Cada d ía vomitaba más; b ilis, porque no ten ía otra cosa que vom itar. Recuperaba el conocim iento de a ra tos. Un d ía escuché u n co men ta­ rio del médico: "Este es u n terroris ta qu e aparen ta estar enferm o para buscar una oportu nidad de esca­ par. La fanz ilia le trae cosas para que vomite, alguna droga ".

A l décimo d ía,

los co1npa11eros pudiero n

lzacenn e revisar por un médico anz igo. Me hizo un análisis de orina y de sangre; i1olvió a hacerlo, pensó que se hab ía �quiPocado. Pero el segundo resultado tanzbién dio seis de urea, cuando el nornzal es

O. 30,

y

8 granzas de po tasio. "Sáquelo de aqu í porque se JJa a

morir", le dijo a n1i n1ujer. Me llevaron al Italiano, al

riñó n artificial.

Orina sangre . Se le infecta el ojo izquierdo : lo pierde . La in fección pasa al ojo derecho . La neuritis en las plantas de lo s pies le impide caminar. Los músculos de la cintura para abajo están, además, COJTipletamente at rofiados . El riñón no le sirve para nada; sobrevive gracias al riñón artificial, al que le conectan el cuerpo doce horas por d ía. Vein ticinco co mpañeros van a dar sangre, que entra y sale por tub os. Se alimenta por sondas, orina por sondas. No se puede flexionar, porque tiene un disco aplastado. Toda la zona abdominal está dura co mo una madera. Por la sangre ajena le llega el virus de la hepatitis . La policía intenta

1 52

sacarlo tres veces del hospital, sin el alta de los médicos : " V ístase y vamos" . La solidaridad de los compañeros del sindicato de sanidad lo impide. A la cuarta vez, la polic ía se lo lleva a la fuerza al hospital de V illa Devoto , medio desnudo. En el hospital f taliano, los con1pañeros se turnaban para cuidarme: los diferentes grupos de hab ían repartido los turnos para cubrir cada uno u n día de la seniana. No me dejaban sólo de día ni de noche. Fue la presión crecien te del movimiento la que me salvó. La solidaridad de los compañeros. Todos los enfren ta­ mien tos y las diferencias con los demás grupos del movimien to y con los compañeros de otras tendencias quedaron superados, como cosa del pasado. Mi proceso sirvió para enseñarme que no deb emos dividirnos por cosqs secundarias. Fue una rica expe­ riencia. La Cámara de Apelaciones decreta la libertad de

Rulli, ante una sala repleta, por fal ta de mérito. Rulli recupera la libertad : el d ía que sale de la cárcel , su esposa, con los nervios deshechos, es internada en un sanatorio .

I

Cuando me "ablandaban " antes de llevarme a la tortura, yo les dije a los palie ías que noso tros estábamos luchando por los oprimidos, por ellos mismos, que son unos pobres hombres capaces de torturar otros hombres a cambio de un sueldo miserable; les dije que la historia está con nosotros, del lado de los oprimidos. Se rieron y uno de ellos dijo: "Esta vez ca íste por idealista. Pero la próxima vas a caer por ladrón ". Quiso decir: te vamos a quebrar; si te agarramos en un asalto será porque estás robando para vos. Quiso decir que mis propios compañeros me iban a rechazar; que iba a salir de allí convertido en un delincuen te o en un delator. Por lo

1 53

mzsmo, los franceses violaban en la ciudad a las mujeres de los gue"illeros que peleaban en las montañas. Supe, definitivamente, qu e la polic ía tortu­ ra para quebrar, no para informarse.

Elegir la dignidad e ra como elegir la muerte. Cuando lo bajan de la camioneta, Rulli cobra conciencia de que no · va a salir con vida, y se asegura una muerte con dignidad. Esto es, paradójicamente, lo que le permite salvar con dignidad la vida.

La estrnctura imperialista de poder no se explica solamente como una relación en tre opresor y oprimi­ do: hay colonizadores colonizados y colonias coloni­ zadoras. Y hay fronteras que caminan, con-en, vuelan.

13. LOS NUEVOS DUEÑOS DEL ALTO PARANA

Este es un pueblito recién nacido, como muchos otros, entre las humaredas de la selva quemada del Alto Paraná. Seu Zacarías, el dueño del único hotel, exagera un poco. El hotel se ilumina a la luz de las velas y la comida se cocina a leña, no tiene sábanas ni paredes .ni baño ; las lagartijas y las arañas pasean por los tabiques bajos que separan las habitaciones. Seu Zacarías ha instalado, a la entrada, un cartelón de acrílico donde el hotel luce su nombre : " Lapacho Hilton" . El " Lapacho Hilton" está siempre lleno de campe­ sinos b rasileños que llegan desde Paraná, Santa Catarina y M ato Grosso, a buscar suerte y riquezas en tierras de Paraguay. Ha caído la noche y yo estoy tendido en la cama y los rumores del monte se mezclan con las conversaciones de mis vecinos. Me viene a la cabeza un yieja frase de Oswald · de Andrade : " El Brasil es una república federativa llena de árboles y de gente diciendo adiós ... " Al otro lado

1 56 del tab ique , un campesino del estado brasileño de Paraná cuenta que su santo sólo baj a cuando Dios le da permis o y que si no , no. Dice que una noche, Dios en persona se le apareció en sueño s y le advirtió que si segu ía llevan do la vida- que llevab a, ib a a terminar en el infierno " de cabe9a para b aixo" . Dios, dice, le dij o : " Ves con tus oj os, oyes con tus o í dos, pero no guardas nada en tu corazón" . Y cuan do

despert ó , dice, se encontró desnudo y de rodillas, temblan· do y orando para calmar la cólera del Señor.

Invasiones visibles e invisibles El B rasil es un p a ís vac ío . En las costas habita la mayoría de sus cien millones de habitante s ; el resto son latifundios infin itos, selvas v írgenes, desiertos invictos . . . Sin embargo , las p ocas regiones productivas del interior se desplazan sin descanso . Ahora , hacia el Paraguay , se mueven las plantaciones de café y otros productos agr ícolas ; hacia el sur, en dire cción a nuestro pa ís, cre cen las estancias ganaderas. Los estan cieros brasileños se están que�an do con buena parte de los departamentos fronte rizo s de Artigas , Rivera y Cerro Largo . . L a legislación uruguaya no restringe la venta de tie rras a e xtranjero s ; hay dos proyectos, a estudio del Parlamento, destinados a contener la invasión. Invasión invisible, claro está, porque en nuestra frontera norte las tie rras están vac ías y son los t ítulos de propiedad del desierto los que cambian de mano . En el P araguay, en cambio, la invasión está a la vista. Yo me disfracé de comprador de tierras. Puse cara de otro y durante un p ar de semanas hablé, en portugués , de créditos y de impuestos, de la fe rtilidad de la tierra y del costo de la mano de obra. Recorrí, lentamente , la región paraguaya del Alto Paraná, desde las cataratas del lguazú hasta las laderas de la cordillera de Mbaracayú, al norte. Conversé con empresarios ricos y colonos pobres, viajé en camiones y en

157 ó mnib us

y

a

caballo ,

a

lQ

largo

de

la

selva

re cién

desb rozada, mientras deslizab a ofert as y discutía pre cios . •

Un te rrateniente uruguayo perseguido por la crisis y la inestabilid ad pol ítica . . . Comprobé , as í, personalmente , que

toda esa región ya no pert enece al Paraguay . La frontera ha· saltado unos cien kilómetros por encima del r í o Paraná. All í todo se dice en portugués, todo se paga o se compra en cruzeiros, son b rasileños todos los dueños de la tierra .

La tierra vale menos, los novillos más Los suelos uruguayos del norte están vac ío s porque el

ganado ha pasado de contrab ando, previamente , al B rasil .

Las sucesivas ca ídas del peso , moneda enfe rma , han determin ad o en buena medida la transferencia de esta riqueza : del lado b rasileño, los novillos valen casi tres veces más. A la inve rsa , del lado uruguayo la tierra cuesta cinco

veces menos. Se estima que , en estos últimos años, medio millón de cabezas . de ganado han salido del U ruguay rumbo a los frigoríferos de nuestro vecino.

El año pasado, los frigoríficos extranjeros que domi­ nan la faena y la exportación de carne en el B rasil ,

aumentaron mucho sus· operaciones y sus ganan cias . La

carne congelada figuró en cuarto lugar en la export ación de productos primarios b rasile ños ; en la exportación de " ma­ nufacturados" , las carnes en conserva rivalizaron con el café

soluble .

Deltec

I nternational ,

dueña

del

Swift

y

del

A rmour, y el frigor ífico Wilson de Chicago , fue ron los prin cipales b ene ficiarios del negocio ; en menor escala, el

Angl o y una e mpresa de Frankfurt . Lq export ación de carne

cre ce a un rit mo frené tico en el Brasil ; en el U ruguay , no.

O curre que , co mo todo el mundo sab e , b uena parte de este

cre cimiento co rresponde a la venta de novillos uruguay os que camb ian de nacionalidad al convertirse en " chilled" o

· en · · comed b ee f ' . Mientras tanto , nosotros los ab or ígenes , est a mos a die t a.

1 58 Las devaluaciones de la moneda uruguaya han ab atido al mismo tiempo, el valor de la tierra, que hoy cuesta tres veces menos de lo que costab a hace un par de años para quien tenga , en mano, mone da fue rte . Y al lado del pe so, ahora ,

impresio na la musculatura del

cruzeiro .

En un

reportaje re ciente de la revista " V eja" , se recogían testimo­ nios según los cuales una sola familia de Livramenfo se ha hecho dueña del cuarenta por cie nto de las tierras de Artigas. La mis ma revista contó el caso de un hacendado de Río Grande do S ul que vendió su pro piedad b rasileña de

3 7 0 hectáreas y, con el dinero resultante, comp ró mil seiscientas hectáréas Uruguay.

de

pasturas muy superiores en el

En la defensa de su proyecto de ley, el senador C arlos J ulio Pereira ha

explicado

que

nada tiene que ver la

custodia de nuestra sobe ran í a y de nuestra riqueza con la " xeno fobia" que , de b uena o mala fe , algunos le atrib uyen. El senador ha dicho que hay dos clases de inmigrantes o inversionistas. Unos son como el ganado vacuno , que llegó al país, se aquerenció , se multiplicó , se hizo nuestro ; otro s , co mo las aves migratorias , llegan en primavera, aprovechan la sazón d� los pastos y los frutos de la tierra, y luego ab andonan el país junto con sus cr ías nuevas.

"Su pasatiempo preferido" Pero el asunto es todav ía más grave , porque los militares b rasileños que hoy ocupan el poder, sueñan , como se sab e , con un " destino manifie sto" en Amé rica del S ur. Es una vieja tradición . Cuando el Brasil de cla ró la independencia, ya su te rritorio origin al se hab ía multip li­ cad o . El meridiano de Tordesillas fue una l ínea de tinta rápidamente b o rrada del mapa. Después de la inde pen den­ cia,

durante el siglo pasado , el B rasil devoró grandes pedazo s de Venezuela , Ecuador, Pe rú, B olivia , Paraguay, Argentina y Uruguay. Esta es una larga histo ria de gue rras ,

1 59

sob ornos y tratados diplomático s. Luego, el B rasil se asomó al siglo veinte con el B arón de Río B ranco en la cancillería. El B arón de Río B ranco, hombre astuto , inauguró el estilo envolve nte que hoy caracteriza los éxitos de Itamarat í. En el curso de diez años interrumpido s por la muerte, el B arón anexó al B rasil quinientos cincuenta mil nuevos kiló metros cuadrados. " Las cuestiones de l ímites constitu ían su pasa­ tiempo preferido", dicen sus b iógrafos. El Brasil tiene la costumb re de ocupar territorios que después reivindica.

El inútil orgullo de

un

loco

Estoy esperando, en la pequeña ciudad paraguaya de Hemandarias, transporte para llegar hasta una de las colonias b rasileñas. - Hoy no se puede. -Pero si ya no llueve . - El camino está cerrado. - ¿ Hasta cuándo ? -Se pre cisan unas horas d e sol. . . - ¿Y quién da la orden de salida a l o s micros? ¿ La empresa? -No. Dios. El diálogo es en portugués. Han hab ido , antes, otros parecidos. He estado ya en otras colonias brasileñas. He viaj ado en catraminas que demoran siglos, atravesando una neb lina de polvo rojo que impre gna todo y se le mete a uno en las uñas· y en las raíce s del pelo. He visto , a la vera de los caminos, los muñones de los árb oles talados y que mados, las fogatas ardiendo, los paisaj es de Monet y los de Tarzán : el e ncendido amarillo azufre de las plantaciones de soj a y al lado la jungla de árboles gigantes. He aspirado hondo el aroma de los campos sembrados de menta y he querido descifrar, sin suerte, los olores de la selva que mete sus ramaj es por las ventanill a s de los ómn ib us y los camiones .

...

1 60

Hernandarias , como todo pueblo que se respete , tiene un loco . El loco de Hernandarias, Roberto Duarte Cañe te, es uno de los pocos paraguayos que quedan .aqu í. El loco se cree coronel. Tiene uniforme y condecoraciones. Le explico que soy general y me hace la venia. El dice que peleó. ¿ Adónde? Por aqu í, y más allá, dice , en la fronte ra . - ¿ Y contra quién fue esa gue rra? -C ontra los brasileros. - ¿ La ganaste o la perdiste ? - La gané . -Y entonces, ¿cómo es que todo esto está lleno de brasileros? El loco se ríe . El los corre con un palo, pero nadie le lleva el apunte . La guerra ocurrió realmente , hace poco más de un siglo , y entonces el Brasil, acompañado por la Argentina de Mitre y el Uruguay de Flores, exterminó al Paraguay. Del pa ís más avanzado de Amé ri ca del S ur, sólo quedaron los escomb ros humeantes. La Triple Alianza dejó a la Argentina un oot ín de noventa y cuatro mil quilómetros cuadrados de tierra paraguaya, y al B rasil, más de sesenta mil quilómetros cuadrados. Ahora , no es pre ciso movilizar soldados ni cañones .

¿Quiénes son los brasileños que llegan? En 1 967 , mientras el presidente Stroessner anunciaba la reforma agraria to tal en el Paraguay, silenciosamente suprimía la cláusula del Estatuto Agrario que imped ía vender tierras de frontera a ciudadanos extranjeros. Los paraguayos no pueden comprar ni un cent ímetro de tierra del lado brasileño , porque las leyes del Brasil lo impiden: hay una franja de 1 5 0 kilómetros de pro fundidad , a partir de la frontera , que los brasile ños reservan para s í. Pero los brasileños han invadido , en cambio, no sólo la región del Alto Paraná, que yo re corrí palmo a palmo desde el río Monday hasta las zonas adyacentes a los saltos del Guairá,

161 sino también más al norte, a lo largo de la cordillera de Amambay, hasta llegar al río Apa. Las estancias se llaman ahora " fazendas" , y en todo este vasto territorio sólo se habla la lengua port uguesa. Circula el cruzeiro ; nadie usa la moneda paraguaya . Los automóviles no tienen patente o .tienen patente brasileña. Uno consulta el· precio de la tierra y no recib e la respuesta en hectáreas sino en alqueires. Los contratos de trabajo y de compra o venta de tierras se hacen en escrib an ías brasile ñas : se firman en Brasil y son jueces brasile ños quienes deciden en caso de litigio. Al cabo de algunos días de re corrida, uno se olvida de que está en el Paraguay . Todo es brasileño, salvo el mapa. Pero entonces uno escucha, en algún lugar, un par de soldaditos hablando guaran í. Son los representantes de la autoridad nacional. Y entonces uno se acerca y les hab la en español y es inútil : su segunda lengua es el portugués. ¿Por qué no? Al fin y al cabo, éste es el idioma que necesitan para entende rse con la gente del lugar. El Brasil traslada, al otro lado de los ríos y las montañas que señalan la frontera , sus contradicciones sociales. ¿Quiénes son los brasileños que llegan? A la mayoría de los grandes latifundistas que han comprado tierras paraguayas, no se les conoce la cara . Pero vienen tambié n, por millares, los campesinos pobres. Los latifun­ distas fraccionan total o parcialmente las tie rras co mpradas y las venden a plazos, a través de las empresas colonizadoras y con el amparo oficial del Instit uto de Bienestar Rural . Es H la re forma agraria" . Es, también un est upendo negocio. Lo que se compra po r cien, rinde diez mil . Es, también, la mane ra de asegurarse mano de obra barata. Los peones paraguayos no alcanzan y los colonos brasileños pob res , que llegan con una mano at rás y otra adelante , cargados de hijos, no de moran en descub rir que el dinero no es suficiente para pagar las cuotas. Q uedan entonces como .. mediane ros . . , compart iendo con los propietarios las cose­ chas de café . arroz . soja o lo que sea , después de haber



1 62 ab ie rto y quemado l a selva con sus b razos y después de hab e r preparado, con sus b razos, las tierras para el cultivo y las pasturas para echar ganado. O , más frecuentemente , terminan vendiendo su fue rza de trabajo a l os propietarios grandes y medianos, a cambio de jornales miserables. M u chos son: engañ ados. Les venden espejismos . Fir-. man cont ratos en el Brasil y después· que l legan al Paraguay no pue den escriturar porque l a tierra no existe . O , cuan do existe , está cubierta por una selva tupida que es preciso desb roza r a hacha y machete, y mientras tanto hay que co mer, el poco dine ro no alcanza, y en la maleza acechan las serpientes y l a mal aria . ;. Cuántos son ? N o se sabe . Cada vez son más . Luis Lanius, administrador d e " Mbaracay ú S . A." , una de las más importantes empresas colonizado ras, me dijo que en 1 97 1 cruzaron la frontera treinta y siete mil familias b rasileñas para instalarse en el Paraguay. Pe ro no existen cifras oficiales.

Algunos nombres, algunas extensiones Un colono brasileñ o , de los afortunados, me mostrab a sus hectáreas de suelo paraguayo y me decía: " E s la vista del Paraíso terrenal" . Le pre gunté : " ¿ Y quienes son los dueños de estas tierras que usted está comprando? " Me respondió : " Ah, los dueños de todo esto, yo no sé . Son doctore s de San Pablo" . A lo largo del viaje, pude j untar algunos datos sob re esos " doctores de S an Pab lo" . C asi todos están fraccionan­ do y colonizando una parte de sus nuevos, latifundios, tras la ondulante b andera de la " reforma agraria" , pero reservan para sí territorios vastos: -Watt Longo Lunardelli tiene setenta mil hectáreas en la zona de Pedro Juan C aballero y está colonizan do 1 8 mil hectáreas e n la zona de S altos del Guairá ; se· dedica al ca fé ; - El ías Daer es dueño, con ·sus hermanos , de treinta mil hectáreas al sur del r ío M onday ;

1 63

- Yonaddis Thimios, un griego naturalizado b rasileño, cuenta con cincuenta mil hectáreas cerca del Puente Internacional, en la margen ·derecha del río Acaray ; - Robert o Emilio Daccache y Tertuliano Cabral Filho tienen, juntos, una plantación de café de cinco mil hectáreas cerca de Pikyry ; D accache tiene ade más otras tres mil he.ctáreas propias y C abral F ilho es propietario de diez mil hectáreas aún v írgenes ; . - Mario Barboza Ferraz encabeza un grupo de paulis­ tas que compraron 2 7 . 5 00 he ctáreas de tierra en la zona de Corpus Christi, que llegan hasta la frontera y están divi didas en dos propiedades. Allí se han cultivado millones de plantas de · café y se preparan siet e mil · hectáreas para invernar ganado ; -Celso Garc ía, un español radicado en Brasil, dueño de una flota gigante de ómnibus pullman en Londrina, adquirió 4.200 hectáreas en la zona del Guairá, para la cría intensiva de ganado; . - Albino Abreu Figuere do tiene , en la misma zona, cinco mil hectáreas dedicadas al café de sombra ; - Robert o Lobel es dueño de diez mil hectáreas cerca de Hemandarias; -1 erem ías Luz Nadeli explota la madera de setenta y cinco mil hectáreas de bosques sobre el Paraná . Estos son sólo algunos nomb res. Hay muchos más, que ignoro. Y están, también, las empresas . Las innumera­ b les " sociedades anónimas" que operan desde San Pablo y carecen, para el periodista, de caras y de apellidos . •

Los la.tifundios se mueven La frontera del café se corre hacia el oeste . Esta onda invasora que atraviesa el río Paraná y !as cordilleras de Mbaracayú y Amambay hab ía sido prevista por Darcy Rib eriro en uno de sus librqs. El proceso t iene, en. el B rasil, más de un siglo de vida. El cultivo del café se ha ido

1 64

desplazando, sucesivamen� � ' desde la costa fl u ffiÍ!l ense a los bosques del estado de R i o de J aneiro , despues a los de Espíritu Santo, más tarde a las zonas boscosas de M inas Gerais y S an Pablo y posteriorment e al noroeste del estado de Paraná : ahora es el turno del Paraguay . El latifu ndio cafetalero es móvil , tiene por retaguardia el desiert o : las e mpresas derrib an la floresta virgen , desgastan la tierra arrancánd ole los granos amarillos por medios brutales y luego la abandonan, llevándose consigo la mano de obra-y la riqueza y dej ando zonas devastadas a sus espaldas. La erosión baja los rendimientos, debil ita las plantas y las hace vulnerables a las plagas. Las plantaciones de café en el estado b rasileño de Paraná h a11 sufrid o , en estos últimos tie mpos, no sólo el ataque devastador de las heladas, sino además la presencia maldita de un hongo de color negruzco, el tizón , " ferru­ gem" en portugués, que arruina las hojas de las plantas. A causa de las heladas y del tizón , se considera que más de la tercera parte de los cafetales del estado de Paraná están irremediablenzen te perdidos.

Po r su parte , los pequeños agricultore s atraviesan la frontera corridos por los impuestos. "Hasta para matar un chancho, h ay que pagar impuestos en el B rasil" , se quejaba uno de los innumerables colonos pobres que con ocí. Del lado paraguayo, la tierra es diez veces más barata y los vendedores prometen el cielo en cuotas : a mí también intentaron convencerme : en el Paraguay no se grava ningún producto agr ícola, no hay impuesto a la circulación de mercaderías, ni a la venta, ni a nada. En l os primeros cinco años no se paga ningún impuesto a la tierra, y, ade rnás, el crédito es fácil. Toda esta operación , que arrebata a Paraguay un enorme pedazo de tierra , se cumple en nombre de la reforma agraria. El pa ís progresa, se ab ren surcos fé rtiles en la selva: la amputación está oficialmente bendita. El p ro pio Instituto de Bienestar Rural, que tiene a su cargo la re forma

1 65 agraria, h a ven d ido a las empresas b rasile ñ as las vastas tie rras fiscales de l os " reservados" 8 , 9 y 1 O . Las tie rras que ve nde la C olonizadora I n dustrial M b aracay ú S . A . , perte nece n al capitán paraguay o Femán­ dez: " Llegué aqu í hace ce rca de cuare n ta años" , me con t ó . En

a quella época sólo hab ía , en la región , ob raj es de mad era . " C ompré" , me d ij o , " nove nta mil hectáreas a dos pesos arge n t inos cada una, allá por el año 45 . Los d ueñ os de esto v i v í an en Pa r í s" . Ahora l as t ierras del capitán Fernán­ dez están pasando a nla nos brasileñas , y él lo explica as í : " Las estoy devo lvie ndo al pat rimo nio nacional" . ¿ Re forma agraria'? La col o n i zad ora C a ra pá S . A . , pose e , e n l a re gió n de C o rpu s C h ri sti ,

1 1 5 mil hectáreas .

Uno de sus admin ist radores me t ranq u il i zó cu ando y o le planteé mis d ud as : - Pero , y si y o con1pro una exte n s i ó n m u y gra n de , ¿ n o lla mar ía l a atenci ó n ?

- De jeito nenlwm. - ¿ H ay planta ciones muy grandes por aqu í ? - Varias.

E n t o d o cas o , p uede

pone r l a s tie rras a

d i fe rentes nomb re s . - ¿ Y pueden ser nomb res de fa m il iares'! - Puede n .

"O

beijinho doce ...

"

C uatro h oras para re corre r cincuen ta kil ó me t ro s y h ay uno que va re zando para que no l l ueva. E l ó mn i b u s chiquito s e abre paso a los t u n1b os, nli e n t ras cae l a noch e, por la picada ab ierta en la tnaleza. T odos los pasaj e ros son b rasil e ñ os y se dirigen a una de las colonias re cién n acidas en la re gión paraguaya del A l to Para n á . Por aqu í hay j aguare s y mon os y hasta algunos indios gu ara n íe s, to dav ía ind ó mitos. ( A vece s se o rgan izan cace r ía s de i n d ios en l a regi ó n . A ve ces l o s hij o s d e l os ind ios s o n p uestos e n ve nta ). El ó mnib u s con t i n ú a su march a porfiada � tiene ej es invulne rab les. H ay q u ie n can ta un viej o sa1nba de N oel R o sa

1 66

y hay q u i e n d i s c u t e si los cr ímenes de Cara

da Ca va/o

su peran o no l a ob ra del estra n gulador de M inas G e ra is ; se h a b l a t a 1nbién de fú t b o l , de la b ue n a ca mpaña que e s t á haciendo

Flamengo en

R ío . C uando pasamos por algú n

espacio abiert o , campos de á rboles carb onizados o se m b ra­ d ío s re cientes, mi compañe ro de a s i e n t o me se ñ al a : " T o do b ra si l e ñ o .

Todo

lo

que

ve s . Y aqu í la t ie rra p ro d u ce

cualq u ie r

cosa .

Lo

que

sie mbre s ,

fl o re ce :

ca fé ,

ma íz.

poro to s , t rigo , soj a , men ta . . . La me n t a te da t res cosechas po r afio. T e convi e n e . ¿ Q ué otra pla n t a t e da t re s cose ch as? ¿ Eh? " Pier:iso : no t e ngo la 111e nor idea . Desde a t rá s s u e n a . mel a n có l i ca , b o rrach o ,

la

su

vo z

de

lti s t o ria :

Tubarao.

El

me

ha

co nta d o ,

'' Po rq ue y o e ra u n can tor muy

fa moso , ¿sab e ? '' U na e s t re l l a de la rad io y la televisi ó n . Y una n o che el volkswagen se

e s t re l l ó e n u n cami n o de l a

ah í que d a ro n , desh echas para s i e mpre , l a s dos

A mazonia y

gu i t a rr a s y las p i e rnas de Doradinho. su con1pafi e ro de la vi d a y de los sho ws.

A h ora Tubarao dice que can ta por

trist e za y vive del c u l t ivo d e d iez h e c tá reas q ue son aj enas . Bebe

v

.,

convi d a :

O

beijinlto doce

que a garrafa tei11. . .

El Banco de Tormento Rosalvino es un h o m b re co rd ial . Proviene del s u r de B rasil .

H ab ía

sido con t rab andista e n el C huy, " e n los

buenos tie mpos del U ru guay . . . ' ' A h ora tiene t ierras en el Alto Paran a: extranj e ros

" A qu í está todo lib re " , me asegu ra. " Los

te n e mos todo el c ré d i t o que que re mo s del

Banco de Fome n to ' ' . - - ¿ C omo los paraguay os, igual ? - Do s o t re s veces más . El B anco de Fomen to nos tiene más con fi a n za . Los paraguay os so n haraga n e s . N o t rabaj a n para pagar los cré d i t o s .

1 67 En Pikyry , me d ijeron lo nus mo . Una vez talado el n1ont e , dispondrá de crédito ilimitado en el Banco Nacional de Fomento : hay una amplia l ínea de financiación : pastu­ ras , casa, instalaciones, preparación de tierras , sie mb ra , veneno contra las plagas . . . - Pero y o soy uruguayo. - Ese de talle no importa. S i aqu í somos to dos brasile ños. Brasileños, pero de buen origen , sabe : fanúlias ale manas, italianas . . . Y y o escuchaba y pensaba que los campesinos llaman , al Banco de Fomento, Banco de Tormento. Los campesinos paraguayos, quiero decir, que sobreviven cultivando, en condiciones nliserables, parcelitas de tierra de las que no tienen ni siquiera los t ítulos de propiedad. " Se mbrar trigo es hace r patria" , anunció el Banco de Fomento . Ofre ció nutridos créditos a nueve añós de plazo y con intereses báj ísimos, con adelantos a cuent� de las cosechas. Los créd itos fueron a parar a manos del M inis tro de Agricultura y de los generales que rodean al presidente Stroessner, ninguno de los cuales plantó jamás ni una se milla de trigo . Del t rigo sólo conocen, estos afortunados, el sab or del pan . Y pensab a en la experiencia de un campesino paragua­ yo del sur, que acudió a los mostradores del Banco cuan do el Banco ofreció créditos especiales " para agricultores pob res" . El hombre q u ería comprarse un arado. No ten ía garantía. "Y tierra, ¿tampoco? " , le preguntó el funciona­ rio. ' ' La tierra que yo trabajo es arrendada" . ¿Y una yunta de bueyes, por lo menos? Tampoco. " Ah, entonces andate" , culminó el funcionario. " Estos créditos son para los pobres. Vos no llegás ru a pobre" . La ideología del desprecio

Un propietario brasileño del Alto Paraná, me explicó : - ¿ Sabe lo que pasa? El paraguayo no trab aja. Cultiva 3 65 mandiocas por año. C ome una por d ía y co n eso le alcanza.

1 68

Mientras los latifundistas y los agricultores del B rasil invaden el Paraguay, continúa el éxodo de los campesinos paraguayos que se van a la Argentina a ofre cer sus b razos. Es una contradicción dolorosa. ¿Qué significa la palabra patria para los hombres a quienes la pob reza obliga a cambiar de pa ís? ¿Un himno, una b andera ? ¿ Un discurso al pie de una estatua? El paraguay está negando, a los hombres b ro tados de su suelo, lo que al mismo tiempo otorga a los empre sarios brasileños. ¿Cuántos son los paraguayos que hé\n emigrado a la Argentina, corridos por la inseguridad y la miseria? ¿ O chocierttos mil? ¿ Un mill ó n? Las estimaciones varían. Los b rasileños, trabaj adores, triunfan ; los paraguayos, haraganes, fracasan. Lo mismo dicen, de los brasileños, los empresarios norteame rican os que han invadido la A mazo­ nia. Y lo mismo dicen, al fin y al cab o, siempre, los opresore s frente a l os oprimidos: lá fortuna de un hombre es una reco mpensa y no una estafa. En el Alto Paraná, uno escucha en portugués lo que tantas veces ha escuchado decir en inglés ; es la ideología oficial del I mperi o , su justificación divina : los latinoamericanos no tienen esp íritu de pioneros, se dedican a la siesta y a la fiesta, prefieren pulular en torno a las ciudades que trabaj ar la tierra. En cambio , los americanos del norte han hecho suya la religión del trab aj o, son puritanos y sacrificados, Dios está de su lado y los ha enviado a la tierra para las grandes e mpresas imposibles: la tenacidad, el sudor de las frentes y el vigor de los b razos explican mejor la conquista del Oeste que la eficacia de las w ínchesteres y los máuseres contra los apaches. Los mismos e mpresarios b rasilefíos que pregonan el mito de la pere za paraguaya, .dicen, sin embargo , al mismo tiempo , que en el Alto Paraná la mano de obra p araguaya es barata y abunda b astante , y que los peones paraguayos son " obedientes y trabajadores" . El jornal estipulado por ley, me confió el administrador de un latifundio de propiedad b rasileña, es de 2 5 0 o 300 guaraníes, " pero u sted puede conseguir b raceros por mucho menos, por el e quivalente de

1 69

un dólar" . ¿Y hay muchos? " Muchos" . ¿Y trabajan? " Trabaj an duro, diez horas por d ía. O más . Pero eso sí: no saben. Usted les tiene que enseñar" . En otros tiempos, cuando el Alto Paraná era pura selva, el peón paraguayo se lla maba mensú y se deslomab a, en régimen de esclavitud, para los ob rajes madereros y los yerbales que pert enecían, en su mayoría a los capitalistas argentinos. La frontera tiene alas

Los saltos del Guairá son más de siete , aunque los· b rasile ños los llaman "Sete Quedas" . Entre islotes y rocas enormes, las cascadas se desencadenan , discontinuas, sobre los ab ismos del r ío Paraná. Los saltos forman un mar interior, de pulmones pode rosos: el volumen de agua duplica el de las cataratas del Niágara y ofrece la mayor fuente potencial de energía del. mundo e ntero. Los saltos son paraguayos. El tratado que se firmó hacé un siglo, al cab o de la guerra y )a derrota, no deja lugar a dudas. Pero los saltos pertenecen, en los hechos, al B rasil. Los b rasileños esgrimen, como prueba, la copia de un mapa de 1 87 4 que, cos.a curiosa, no coincide con el original . Y por si la copia del mapa no bastara, el Brasil ha tendido, sobre los saltos, trece puentes y una telaraña de pontones y pasadizos. En 1 9 62, antes de los puentes, ya el Brasil hab ía declarado oficialmente que los saltos " están íntegramente dentro de su territorio" y que no admitirá al respe cto discusión alguna " ahora ni nunca" . Se anuncia que el B rasil construirá, en esta zona, la mayor central hidroeléctrica de toda la historia de la humanidad : tres veces mayor que Assuan, y a u n costo faraónico. Se habla de dos mil millones de dólares. La industria b rasileña cre ce y devora kilovatios. Además, ¿no es la energía una llave maestra para el dominio geopolítico de América del S ur? Los kilovatios, soldados invisibles, se iinponen sin matar.

1 70

E n algunas rocas de los saltos robados, manos religiosas han pintado, con letras b lancas, carteles que claman : "Cristo é a única esperan�a" . Los p araguayos h an perdido el agua, pero el agua no es todo e n esta vida. ¿Y la costa? Ah, la costa no. Uno atraviesa el r ío y al sur de la frontera, e n territorio paraguayo, encuentra la b andera b rasileña flame ando sobre un puerto nuevo , que se llama Sagaran a y cuenta con aduana b rasileña y funcionarios brasileños para revisar el equipaje y sellar, con cufio brasileño, los pasaportes. Por si fuera poco, en Sagarana hay un gran cartel, que luce la figura de un toro cebú y dice : " Fazenda Sete Quedas, de J osé M arcos Junqueira de Azevedo e filhos" . La tal fazenda abarca todo el territorio de frontera en litigio, donde el Brasil hab ía prometido no realizar ninguna innovación . Los l í mites nunca fueron demarcados p o r completo . El tratado de 1 87 2 señalaba l a sierra de Mb aracayú como frontera. Después de medir las alturas de la sierra en más de diez mil puntos, el delegado b rasileño a la comisión mixta demarcadora de l ímites desapare ció , " por razones de s alud" , en 1 9 63 . En 1 9 65 , un buen día surgió una guarnición militar brasileña en la viej a población paraguaya de Puerto Yporá, frente a los saltos. "Tiene como misión prevenir la formación de grupos guerrilleros" , aclaró la embaj ada. Pero en n·ovie mbre de ese año , el vice-ministro paraguayo de Relaciones Exteriores hizo u na visita al lugar y lo metieron preso . Luego , los militares se retiraron. Q uinientos metros más ab ajo, el B rasil instaló su o ficin a aduanera de S agarana. Esta frontera no corre : vuela. Y uno llega a la ciudad paraguaya de S altos de Guairá, y all í un centinela obliga a los visitantes a sacarse el sombrero para saludar la b andera del Paraguay. Pero si la soberanía se alimentara de s ímbolos, se moriría de hambre . E n esta región también se ha producido, como en todo el Alto Paraná, una invasión de latifundistas y colonos del ·

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Brasil. Sólo se habla en por tugués y no se acepta el dinero p araguayo co mo moneda corriente . Todo lo que ven den los comerciantes - rollos de alamb re , semillas, máquin as , ro­ pas- proviene del Brasil. La ciudad de Saltos del Guairá cuenta con un solo aserradero , comprado por el b rasileño " Seu C arlos" , y los lugareños se enorgullecen de tener, además , una fábrica de p al mitos en lata. La fábrica se llama "!bel" y sus dueños, los hermanos Bonill o , provienen de la ciudad b rasileña de Soro caba, e n el estado de S an Pab lo . A la entrada, se lee : " Aqu í honra mos a Dios , la Patria, la Familia y el Trabajo" . En una gran propiedad cercana, los hermanos Bonillo reforestan palmitos y cultivan menta y café .

" Digno de gran futuro . . . " El pre sidente paraguayo Stroessner ha firmado varios acuerdos con el Brasil en relación con los saltos del Guairá y los proye ctos hidroeléctricos en curso. ¿Qué dicen esos acuerdos? Nadie sabe . S troessner nunca los sometió a la consideración del Parlamento que decora su dictadura , y nunca los dio a conocer al pueblo que lo padece . Todo indica que S troessner h� aceptado la usurpación brasileña de los saltos. S troessner es hombre del Brasil , y el tema pre o cupa a los argentinos. Una represa gigantesca, co mo la que se proye cta , implicar ía el "control de la navegación del Paraná. ¿Qué ocurrir ía con el litoral de la Argentina si el río disminuyera, en determinados períodos del año , su caudal? En realida d , el ascenso de Stroessn er al poder señaló el fin de una larga etapa de dominio de B uenos Aires sob re el P araguay . En 1 940, el entonces capitán de artillería Alfredo S troessner hizo en Brasil . un curso de especializa­ ción. Los generales brasileños lo devolvieron a su país con altas calificaciones y ence ndidos elogios: " Es notable su facilida d en la apreciación de las enseñanzas que le son

1 72

.

administradas, a p esar de la diversidad de idio ma" , señala­ ro.n sus instructores, según reza la biografía oficial del dictador, y además afirmaron: " E s digno de gran futuro y podrá ser útil a su patria" . Algunos años más tarde , al cab o de una conspiración fallida, un funcionario diplomático del Brasil salvó la vida de S troessner escondiéndolo en la valij a de su automóvil. Después , e n 1 9 5 4, S troessner inauguró su monarquía . Hace die ciocho años que asaltó el trono . Piensa qued arse . Hoy d ía, la misión militar brasileña en Asunción es. la que tiene más miembros, después de la norteamericana, y hay asesores brasileños permanentes en el estado may or del ejército paraguayo. Oficiales b rasileños dictan cursos de instrucción superior e n varias unidades militares del Para­ guay y la mayor ía de los oficiales paraguayos hace su espe cializació n, becas med ia nte , en cuarteles del Brasil. El Brasil financia la construcción de carreteras y otras obras públicas del Paraguay , a través de préstamos tan condicionados como los que el B rasil re cibe, a su ve z, de los Esta dos Unidos. En cuanto a las relaciones comerciales, el B rasil vende al Paraguay siete ve ces más de lo que compra , y eso sin contar la avalancha de p roductos industriales que invaden, de contrabando , el me rcado paraguayo. El Para­ guay vende al Brasil materias primas y alimentos; compra, en cambio, maquinarias, moto res, re puestos de automóvi­ les . . .

Las casualidades

y

las traiciones

En 1 87 0, al té rmino de la gue rra aniquiladora de la Triple Alianza, el Paraguay no sólo hab ía perdido a los paraguayos, que se batieron hasta morir; hab ía perdido , también, s u soberan ía. El pa ís más adelantado d e América del Sur pasó a se r, en ruinas, el más atrasado . El país más independiente se convirtió en el objeto de los sucesivos despojos que le han in fligido sus ve cinos, Argentina y B rasil ,

1 73 quienes a s u vez, co mo se sab e , han sido y son saq ueados . po r otras po tencias . A llá po r

1 8 5 5 , C arlos A ntonio López, p residente del

Paraguay que b rindaba a toda Amé ri ca el ej e mplo de su lucidez y d e su coraj e , escri b ió en las páginas del " El Se manario" un art í culo de adverten cia co ntra " la ambición de pre ponderancia exclusiva que el B rasil alime n ta" . " Esa amb i ci ó n de pre ponderancia" , de c ía don C arl os, " que el Brasil alega co mo una ley de su sit uación, como un decreto de s u d estino , h a infundido en todos los estados ve cin o s una alarma

ge ne ral.

Todos

te men,

todos

desconfían ,

y

el

Paraguay p articipa, con razó n , de este te mor y desconfia nza con re specto al B rasil en su cuestión de l ímites . . . " Han pasado casi cie n to ve inte años. ¿Q ué no dir ía hoy e l p re sidente López sob re las te sis geo pol í t icas d e los generales b rasile ños que se atri b uyen un " dest ino manifies­ to" en Amé rica del S ur? Ló pez

es

hoy ,

en el

Paraguay , un hé roe oficial .

También su hij o , el mariscal S olano Lópe z, muert o a lanza po r las t ropas b rasile ñ as en C e rro C o rá . Pero los salones de . la Emb aj ada de B rasil en Asun ción se col man de homb res d e gob ierno a la hora de alzar vasos de whisky , año t ras año, en ho menaje al ve rdugo de Solano López, el D uque de C axias. No hace mucho , S tro essne r conde co ró al canciller del Brasil con la Gran C ruz Ex traordi naria de la Orden Na cional del M é ri t o , creada por el mariscal López, p recisa. me nte

para

pre m iar

lo s

actos de hero ísmo co ntra los

invasores que el Duque de C axias encabezab a . C uando en

1 9 65 l o s E stados Unidos re solvieron b añ ar

en sangre las calles de S anto Domingo , contaron con el aux ilio de algunas t ropas " aliadas" . El ge neral brasile ño Panasco Alvi m encab e zó esas fue rzas de agre sión con tra l a Domin i can a, y t uvo a s u s órdenes u n b a tallón paraguay o, enviado al C arib e por S t roessne r para asesinar patriotas. El batall ó·n se lla mab a " M ariscal López" . Y conti núan las cas ual idades , con toda s u ca rga de

el ocue n cia. La misión c u l t u ral b rasi l e ñ a en A sunció n , que

1 74 funcio na en la calle Solano Lópe z, tie ne una influencia determin ant e sobre el sistema educativo paraguayo. E sa influencia se ejerce , sob re todo, a través de la Facultad de Filosofía y Letras, controlada por los brasileños, y la actual decana de la Facultad, Gladys Solano López, es descendien­ te directa del hé roe . La misión cultural brasileña es la más activa y la que · más influencia ejerce sobre los jóvenes paraguayos ; t ambié n , l a que más becas distrib uye . Los programas de la Facultad de Filoso fía y Letras, que funciona en un local donado por el Brasil, son programas brasileños , y son profesores brasile ños quienes dictan all í la cát edra de "Didáctica general" , que enseña a e nseñar a los futuros pro fesores del Paraguay, aplicando las corrientes pedagógicas del M iniste­ rio brasileño de Ed ucació n. En la órb ita de la misión cultural, también el C olegio Experimental Brasil-Paraguay d icta cursos de enseñanza secundaria con programas brasile­ ños, al margen del Ministerio de Educació n local . Todos los egresados de este colegio recib en becas para segu ir, e n el Brasil, la carre ra que elijan.

"Pero, ¿Cuál es el teatro ? ¿ Cuál es la obra ? ¿ Cuál es el espectáculo ? El espectáculo somos todos noso tros, la obra es esta alegria que se nos sale del pecho, el teatro es el m ecanisnzo que la disparó ".

1 4. LA VICTORIA DE LOS MAGOS l . ¿ Funerales del te atro ? ¿Quién derrama la prime­ ra lágrima? Los críticos entonan la letan ía ; los te óricos arrojan sus paladas de tierra. No es pequeño el cortej o ; pero , ¿dónde e stá e l cadáver? S e habla de la muerte del teatro como se hab la de la muerte de la novela , con entusiasmo y frecuencia . ¿Se constata un hecho o se desea que ocurra?

Y o mismo, simple espectador de cuando en cuando , me he preguntado muchas veces si no será que el teatro sob revive de puro porfiado y si no tendrán razón quienes lo consideran una pieza de arqueología. En los tiempos del cine y la te levisión , ¿qué sentido tiene el e sfuerzo fe roz que noche a noche realizan , para cien espectadores, esos sacerdote s locos? ¿ H ay alguna relación entre el sacrificio y el resultado? Los he visto llegar a los camarines, exhausto s, después de extenuarse durante horas ante las escasas plateas: hab iendo llegado tan lejos la te cnología de las comunicaciones, ¿vale la pena e ste ritual primitivo ?

1 76

2 Tuve la suerte de asistir, a fi nes de mayo, al Festival Internacional de Teatro que organizó el A teneo de Caracas . Confirmé que el teatro sigue vivo, a pesar de sus enterradores. ¿Quién puede negar el impacto de la comuni­ cación directa, cuando es verdadera? Las imágenes en la pantalla, grande o chica, no llegarán nunca a trasmitir el pulso de vida que a veces generan, desde un escenario o una plaza pública, los hombres de carne y hueso. Para el duelo o la celebración, la tragedia o la alegr ía, no hay tecnología capaz de sustituir la magia del contacto cuerpo a cuerpo . 3. A ntes hab ía e stado en Ecuador. U nos jefes ind íge­ nas, llegados a Quito desde comarcas lej anas, contaron cosas de la dura vida de su gente . ¿C ómo hacen las pequeñas aldeas para enterarse de lo que ocurre en la comunidad ? Allá lej os no hay diarios, y aunque los hub iera la gente no sabe leer. Tampoco hay radios, y de todos modos las radios hablan en idioma castellano. Ellos se man tienen , sin emb argo , al d ía. De cada aldea salen, a recorrer la región, dos o tres ho mbres que " repre sentan" las noticias, " actúan"" los problemas que los pueblitos es�án viviendo , y al contar lo que les pasa cuentan tamb ién lo que ellos son. H acen te at ro sin saberlo, como hablaba en prosa aque l pe rsonaje de M oliere . 4. H ay mil fo rmas po sib les de teatro ; y hombres

como Augusto Boal han probado ya que el teatro puede ser una herramienta viva en el pro ceso latinoamericano de búsqueda y de camb io . Es verdad que el teatro está atravesando , en América Latina, un tiempo de crisis. El F estival de C aracas lo mostró nuevamente. Nuestro teatro anda de capa ca ída. ¿Pod ía esperarse que se salvara el teatro , po r no sé qué milagro , de la crisis general? Tiempos de derro tas, tiempos de paciencia: el teatro latinoamericano, perseguido y maltrecho aprieta los die ntes y se las arregla para sobrevivir, 5.

1 77

mar que bien, mientras pasa el temporal. Los mejores conjuntos se han desintegrado o han desaparecido o deambulan perdidos por ahí. No hab lo , claro, del teatro comercial, hecho para ayudar a la buena digestión y para aliviar las tensiones de los dueños de estas tierras. Hablo del otro teatro, vital y peleador, hecho para encender concien­ cias y para servir la causa de los que no tienen nada. 6. Cuarenta conjuntos, de todas partes del mundo, actuaron en Caracas. S alvo los grupos latinoamericanos, !a mayoría proven ía de pa íses donde el teatro recibe subven­ ciones y apoyo oficia l, y donde cuenta con un púb lico segu ro . Los grupos europeos ofre cieron los mejores espectá­ culos : ¿ sería justo comparar el alto nivel técnico de estos conjuntos pro fesionales, que corren con todos los vientos a favo r, co n el teatro que se hace a pulmón en nuestras tierras? En América Latina, los conjuntos más valiosos no tienen salas donde actuar ni medios para vivir de lo que hacen : están prohibidos o censurados y t rabaj an , cuando trab aj an, para un público inestable y reducido . A veces consiguen salir a los b arrios y tratan de conquistar un público vasto en los b arrios o en los caminos : si les va b ien terminan mal, éstrangulados por el hambre o la policía. ¿ Era dura, tiempo a i rás, la vida de los cómicos de la legua? ¿Y ahora? El teatro es un oficio maltratado y peligroso . 7. Lo mejor de lo que vi : los polacos, los catalanes, los daneses y los islandeses.

El grupo Stu, de C racovia, cumplió una hazaña la noche de la inaugura ciól) . Se hab ía anunciado la presencia del presidente de Venezuela, C arlos Andrés Pérez, y el enorme estadio cerrado estaba lleno de partidarios y enemigos. Unos iban a ovacionarlo y otros a abuchearlo ; y ni unos ni otros ten ían el menor interés en el " otro" espectáculo . Hab ía un clima de guerra en las tribunas, donde no cab ía un alfiler; y a ese público se sumab an las

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damas y los caballeros que no quer ían perderse la inaugura­ ción para a p are ce r mencionados, al d ía siguiente , en las crónicas sociales. Los polacos comenzaron su trab ajo en medio de un barullo tre mendo y sin que nadie les hiciera caso . Victoria de los magos : al final , el público deliraba y los ovacio nó largamen te y de pie . El Stu abrió el Festival con un poe ma ritual de M oczulski, " Exodus" , cantado y actuado · por un elenco de p rimera : "He aqu í mi día y mi noche, tan parecidos. Yo quiero, yo deseo, encontrarme contigo, como sólo las personas son capaces de encontrarse. No, no existe fiesta nuís hermosa. He aqu í mi vida, que yo qu iero purificar, y 1nis ojos, qu e qu iero lavar, para que podamos nlirarnos v descubrirnos nu evamente ". La música estallaba en el aire y el fuego de las antorchas quemaba las alas de los ángeles y las cortinas de palabras que separab an a los amantes y una simple tina se convert ía en un nav ío lanzado a los mares del mundo : el teatro , emoción y poten cia de la vida, ganó a la gente .

8 . Los catalanes de Els Joglars cerraron el Festival , un par de se manas después. O frecieron una pieza muy divertida , que narra las hazañas y desven turas de un b andole ro en los tie mpos de Felipe IV. Muy buenos act ores, mimos, acróbatas y cant ores, l os catalanes mostraron una imaginac ión in censante y mucha capacida d de gracia y disparat e . También ellos consigui e ron una comunic ación fe rvorosa con la gente . La pieza es una larga alusión a la España de los últimos _!ie mpos del franquis mo. Un hombre de impecab le gu ardapolv o abre su valij ita de ejecutivo : saca un hacha, un serrucho , un cortafie rr.o . Sobre la mesa hay un tre mendo pedazo de c arne cruda. El torturad or comien za su faena. S alta la sangre . Desde atrás del telón, llegan gritos y ge midos. Después de se r cortado en pedazos, el b andolero ofre ce un espectácu lo de strip tease a los turistas norteame ­ ncanos.

1 79 9 . La sorpresa del Festival: los esquimales de I slan­

dia. Ofre cieron un espectáculo de pocas palab ras y sin destrezas despampanantes. Lenguaje de los cu�rpos, de las manos, risa fresca, silb idos : los actores nos con taron la vida de la gen te de allá y nos metie ron en sus casas y los espectadores anduvimos e n· trineo, cazamos y pesca mos, peleamos contra el viento, encendimos fuego , remendamos ropa, nos enamoramos. Ellos nos hicieron sentir el impacto de la invasión de modos de vida extraños y jodidos, la llegada de los aviones y el d inero y la civilización del _consumo. Linda manera de denun ci ar la penetración cultural, sin discursos.

1 O. Noche de Petare , barrio ob rero de C aracas. Allá arriba , una placita colonial int acta y el milagro del silencio en la ciudad más b arullenta del mundo . En Caracas se gritan los secretos ; pero éste e� un rincón de otro tie mpo , sin motores. Los actores del grupo Odin, de D inamarca, convocan al pueblo . Andan sobre zancos, cub iertos con máscaras y largas capas de colore s ; llevan estandartes y b anderas ; toca la flauta y el tambor. Los persigue una multitud de curiosos . Los actores llegan a la plaza . E l b ufón salta en cuclillas y patea los zancos, derrib a a los grandes personajes, caen al suelo e l obispo y el juez, el general y el rey. Cada actor dice , danzando : " Este soy yo" . La plaza está llena ; hay gente trepada a los árboles y los faroles . Todavía hay distancia , desconfianza: los cuerpos se sueltan en convulsiones y saltos mortales, y la gen te, que nada sabe de Grotow ski ni de B arba, comenta a los gritos: " ¡ Esa mujer está despechada ! " " ¡ Ese hombre tiene un esp íritu malo ! " El payaso e cha a volar su pañuelo y baña en talco al público : " Estos tipos" , comenta alguien a mi lado , " están trayendo la gripe mamarra. Cuídate. Están trayendo la gripe de allá de . . . ¿De dónde son los tipos estos? Se me pasó" .

1 80 Pe ro se va sol tando la risa . " ¡ M u é rdelo ! ¡ M ué r, delo ! , Emp ieza la gue rra de los fideos y los tomat e s . " ¡ H acen re ír l o s ca raj i t o s ! " La distancia se supera , se ro mpe el re chazo . El teatro , gatillo de la alegr ía po pular, hace estallar las ca rcajadas, y las carcajadas con tinúan y ya no cesan. Después los actores se sientan en cuclill a s , a de scan­ sa r. De aqu í en adelante , ellos se rán los espectadore s . Es e l turno

de

nosotros.

Alguien

brota

del

ge nt ío

con

un " cua tro" ; la guita rrita venezo la na , y canta lin d o s polos de l a

La ge nte pide sa lsa , b aile , se va agi tando la música . ¿Quién se anima? Un borrachito anda por la plaza, isla M argarita .

a los tumb o s , loco de ganas de b ai la r . ¿Q uién se anima ? Por fin u na muj e r lo ace p t a . Ella lo atrapa y se la nzan a dar vueltas, ella grandota y de len t e s , é l t an chiqu i t o , ella ba rriendo la pista con é l y é l se deja volar , fe l iz , y yo veo esta ma ravilla y grit o a los m u ch achos que e s t án co n fa s cámaras : " ¡ F ilme n , filmen ! " , pero ellos me explican que hay que respe tar e l gu ión . Ante s hab ían queri d o , sin éxi t o , hacer callar a la gente : " ¡ Cállense que estamos grab ando ! " , decían . Per o , ¿ cuál e s el teatro? ¿C uál es la o b ra? ¿ C uál es el espectáculo? El espectáculo somos todos nosotros, la ob ra es esta alegr ía que se nos sale del p e ch o , el teatro es el mecani smo que la disparó.

¿Quién

se

anima?

S alt o a la

pist a . ¿C ómo se bailará el merengu e ? Se bailará co mo salga. Bailamos, sal tamos, cantamos, nos abrazamos, ¿Quién no es her mano de todos, esta noche , en la plaza de Peta re ?

I N D I CE

D ef ensa d e l a p a l abra

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .7

N egoc i os l i bres, ge nte p resa . . E l Ch é G u ev a ra

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J u a n D o m i ngo Perón Chou E n- La i .

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. . . . 21 . . .

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27

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. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 61

E l em perador q u e n ac i ó t res veces . D ios y e l d ia b l o e n l as fave l as . Toda B o l iv i a en u n vagón

. . . .

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. 71

. . . . . . . . . . . . . . . . . . 83

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .1 0 1

La c iv i l i za c i ó n d e l oro negro

. . . . . . . . . . . . . . . . . . .1 09 �

Cró n i c a d e l a f i e b re de l os d i á m a ntes . G uatem a l a e n l as bocas de l os fu si l es Crón ica de l a to rtu ra y l a v ictor i a

.

. . . . . . . .

. . . .

Los n u ev os d u e ñ os d e l a l to P a ra ná La v icto r ia d e 1 os m agos

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. 1 19

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. . . . . : 141

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. . . 1 75

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1 55

I

Este l i bro se t e rm i nó de i mp r i m i r e n e l m e s d e j u l i o d e 1 98 1 , e n los ta l l e res g ráficos d e Ed l ito r ta l Texto Ltda . Su e d i c i ó n consta d e

2 .000

ej e m p l ares .

COL ECCI ON S EPTI MO DI A

Desp u és de L as venas abiertas de A mé­ rica L a tina, E d u ardo G a l ea n o n o ha b ía dado otro l i b ro tan p l e n o de a m or y de búsqu edas h aci a l a per en n i dad de n u es­ tros

puebl os.

tiempo

nos

En of rece

Voces de nues tro una

rad i ograf ía

e motiva del ser l a t i n o a m ericano, em­ pleando para e l l o l as m ej o res a r m as de la pers p icac i a per i o d ística y l a profu n­ didad

del e n say i sta, c o n d i c i o n es q u e

l ogra d o m i n a r a perfecci ó n e n p rove­ cho

de

q u i e n es estu d i a n

a

A mé ri ca

Lati na desde u n p u n to de v ista c reati­ vo, es dec i r, para m odel a r l a y tra nsfo r­ marla.